Arqueología de Colombia. Un Texto Introductorio

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ARQUEOLOGA DE COLOMBIA. UN TEXTO INTRODUCTORIO.

Gerardo Reichel-Dolmatoff

PRLOGO AL GRAN JAGUAR

En el otoo de 1993 me encontraba en la ciudad de Pittsburgh cuando recib


noticias de que el Gran Jaguar estaba en la Universidad de Harvard. Sin dudar
tom el tren con destino a Boston; fue emocionante emprender ese viaje, pues
haca ms de un ao que no lo vea. Este personaje no era un fundador de linajes
Mayas en Palenque o Copan; Gerardo Reichel-Dolmatoff, el Gran Jaguar, era el
fundador de un linaje de arquelogos y etngrafos colombianos, cuyo trabajo le
mereci el calificativo de padre de la antropologa colombiana. El profesor Reichel-
Dohnatoff vena de Cambridge, Inglaterra, donde haba logrado terminar una obra
monumental en la que se analizan los mitos del ritual del Yurupar, el cual es muy
importante para los grupos indgenas del noroeste amaznico. Su conferencia tuvo
lugar en el Centro para el Estudio de las Religiones del Mundo (Center for the
Study of World Religions). All, ante una audiencia donde se encontraba el
botnico Richard Evans Schultes, el reconocido farmaclogo Robert Raffauf, y
antroplogos como Johannes Wilbert, Jean Jackson y otros, nos sentamos a
aprender del maestro. Despus de la conferencia me acerqu al profesor, y como
siempre, su entusiasmo no se hizo esperar, quera dejar la recepcin para discutir
mis recientes resultados de investigacin arqueolgica en el municipio de San
Jacinto, departamento de Bolvar. El se emocionaba al hablar de la arqueologa
del norte de Colombia, rea a la que dedic muchos aos de trabajo con su
esposa Alicia Dussn. Al da siguiente nos reunimos para discutir mltiples
aspectos sobre la importancia de San Jacinto en la arqueologa mundial, uno de
los cuales es el hecho de confirmar que la cermica ms antigua de todo el
continente americano se haba inventado en el rea de los Montes de Mara o
Serrana de San Jacinto y Canal del Dique, alrededor del ao 6000 antes de
Cristo, segn las fechas de radiocarbono calibradas. Esta produccin de cermica
se encontraba asociada a una forma mvil de vida, donde las poblaciones
indgenas haban desarrollado un complejo sistema de procesamiento de semillas
de pastos silvestres para la elaboracin de harinas antes deque existiera alguna
forma de agricultura. Para mi pesar, esta fue la ltima vez que pude sentarme a
aprender del Gran Jaguar. Alguna vez en enero de 1994 hablamos por telfono,
cuando lo llam para preguntarle si haba recibido mi tesis de doctorado dedicada
a l y su esposa Alicia y como era previsible su respuesta fue contundente al
manifestar que deb dedicar este trabajo a los indgenas, "despus de todo es a
ellos a quienes le debemos ese conocimiento". Unos meses ms tarde, el maestro
muri en Bogot, y con l se dio fin a una etapa de la historia de pioneros de la
investigacin cientfica colombiana.

Muchos lectores de este libro de arqueologa se preguntarn quin era el profesor


Reichel-Dolmatoff, de dnde vena, dnde se form acadmicamente y cul fue su
contribucin al pas. El profesor era una persona muy discreta y nunca le interes
ser una figura pblica, sino ms bien ser un acadmico dedicado a su trabajo.
Nunca aspir aposiciones polticas o administrativas, su inters era el
conocimiento de las etnias pasadas y presentes que habitaban el territorio
colombiano. Este proyecto era una empresa personal, en un pas donde la mayor
parte de la poblacin se interesa ms por los reinados de belleza y ftbol, que
sobre su propia cultura multitnica. El profesor Reichel-Dolmatoff se dedic por su
propia curiosidad a explorar y aprender de un pas desconocido e ignorado ms
all de la zona central andina. El se interes por conocer regiones como la Costa
Atlntica, en tiempos en que no haba carreteras accesibles, el Choc o la
Amazonia, donde gran parte del recorrido se haca en canoas o a mula.

El profesor Reichel-Dolmatoff naci en Salzburgo el 6 de marzo de 1912, en lo que


entonces era el Imperio Austro-Hngaro. Su educacin secundaria estuvo
orientada hacia los estudios clsicos (latn y cultura griega), la cual adquiri en el
colegio Benedictino de Kremsmnster en Austria (1923-193 1). Ms tarde se
grado en artes en la Akademie der Bildenden Knste de Munich (1934-1936). All
pudo ver el horror del desarrollo de una Alemania nazi y esto lo impuls a emigrar
a Pars (1937-1939), donde atendi la Facultad de Letras de la Sorbona y asisti a
la Universidad de Pars, as como a la Escuela del Louvre. Alli aprendi
directamente de Marcel Mauss y del socilogo George Gurvitch. En 1939, en
vsperas de la Segunda Guerra Mundial, viaj a Colombia por consejo del
poltologo Andr Siegfried. Una vez en Colombia, el profesor trabaj en la seccin
de paleontologa de la compaa Texas Petroleum (1941-1946) en Bogot.
Durante ese tiempo fue nombrado Secretario General de la delegacin
permanente de la "Francia Libre", organizada por el general Charles De Gaulle. El
profesor Reichel-Dolmatoff obtuvo la nacionalidad colombiana en 1942 y al ao
siguiente contrajo matrimonio con la antroploga Alicia Dussn Maldonado, quien
fue una de las primeras mujeres profesionales en Colombia, y form parte de la
primera generacin de estudiantes graduados del Instituto Etnolgico Nacional,
dirigido por el etnlogo francs Paul Rivet. Esta pareja se convirti en equipo de
investigacin por el resto de su vida. Durante los aos 1941-1946, inicia la
investigacin en arqueologa y etnologa en colaboracin con el Instituto
Etnolgico Nacional, fundado por el mismo Rivet, su amigo exilado en Colombia. A
partir de entonces el profesor Reichel-Dolmatoff comienza a crear las bases del
conocimiento de los grupos indgenas que habitaban el territorio colombiano. Su
inters no se limit a su propia investigacin sino a la creacin de una conciencia
internacional sobre la importancia de los recursos culturales de un pas donde la
diversidad tnica y el conocimiento de los indgenas era una gran riqueza a la
espera de ser divulgada y apreciada. Para el profesor este era un nuevo mundo de
conocimiento, donde la humanidad poda aprender sobre formas alternas de
conceptualizar sobre el medio ambiente, el cosmos, y la razn de existencia del
ser al ponerlo a reflexionar crticamente sobre su propia cultura "occidental". El
consideraba que esta reflexin se lograba a partir de conocer al "otro" mediante su
estudio etnogrfico y arqueolgico, pero en forma holstica, teniendo en cuenta el
contexto medioambiental.

El profesor Reichel-Dolmatoff y su esposa Alicia Dussn iniciaron entonces una


amplia labor de conocer directamente la situacin de los grupos indgenas del pas
y de su pasado prehispnico. Este proyecto los llev a los rincones ms apartados
del territorio colombiano. Su conocimiento abarcaba desde el Amazonas hasta el
desierto de la Guajira y desde la selva tropical chocoana hasta las sabanas de los
Llanos Orientales. Su constante viajar e investigacin sistemtica lo llev a ser un
pionero del conocimiento bsico que tenemos de la arqueologa y etnografa
colombiana. Su investigacin cre las bases para el conocimiento de la cronologa
de las ocupaciones humanas y los desarrollos culturales prehispnicos. Sus
reconstrucciones de la historia cultural del pas desde la perspectiva arqueolgica
se ampliaron para explicar los procesos que dieron origen a la agricultura, la vida
sedentaria, e incluso de tecnologas como la orfebrera y la cermica. Entre sus
contribuciones tericas se destaca por ser uno de los pioneros en tratar de
entender los procesos de formacin de cacicazgos o sociedades complejas. Toda
su contribucin arqueolgica permiti poner en el mapa mundial de discusin la
investigacin hecha en Colombia, al grado de llegar a ser reconocido como uno de
los pases de Latinoamrica donde ms logros se han alcanzado en dicho campo.

El trabajo del profesor se inici en 1940 con un viaje a la parte alta del ro Meta en
las llanuras del Orinoco; de este trabajo surgi una de las primeras publicaciones
sobre la cultura material de los indgenas Guahibo. En 1941, l y Alicia Dussn
iniciaron estudios de arqueologa en la sabana de Bogot,en los abrigos rocosos
en Zipaquir, Suesca as como en la Laguna de la Herrera y excavaron
principalmente en las poblaciones de Sop y Soacha, y tambin en el valle del ro
Magdalena en cercanas a la ciudad de Girardot. En 1943, el profesor public su
estudio sobre el asentamiento Muisca de Soacha. En compaa de Alicia, adelant
un estudio comparativo de las urnas funerarias del valle del ro Magdalena. Ese
mismo ao publicaron uno de los trabajos primarios sobre variacin de tipos de
sangre entre los grupos Pijao del departamento del Tolima.

En 1944, el profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff hizo su primer viaje a la Serrana


del Perij y public una de las etnografas ms completas sobre los Motilones
(Yuko). Luego continu su trabajo en el oeste de la Sierra Nevada de Santa Marta,
recolectando informacin sobre los ltimos sobrevivientes de los indgenas Chimila
en la zona de bosque tropical del ro Ariguan.

En 1946, El Gran Jaguar se instal junto con Alicia en la ciudad de Santa Marta
donde fund el Instituto Etnolgico del Magdalena, el cual dirigi hasta 1950. Los
aos en Santa Marta permitieron avanzar con las investigaciones arqueolgicas
en el sitio de Pueblito, donde por primera vez se estableci principalmente una
secuencia cultural para dicha rea. Igual proceso llev a cabo en los ros Cesar y
Ranchera. Durante los aos 1946 a 1948, el profesor desarroll su programa de
investigaciones sobre los Kogi, el cual publica en su clsica monografa. De su
continua visita a la Sierra Nevada de Santa Marta obtiene valiosa informacin que
ha clarificado nuestra visin sobre los ancestrales cacicazgos Tairona.

En su afn de investigadores, Alicia y el profesor pasaron el ao de 1 947con los


indgenas del ro Caimn Nuevo, al oeste del Golfo de Urab. Durante 1951 y
1952, la pareja se estableci en el pueblo mestizo de Aritama, Guajira. El
resultado de 14 meses de trabajo de campo permiti la recoleccin de datos, para
lo que sera una de las monografas clsicas de la antropologa mundial sobre una
sociedad campesina, The People ofAritama, obra que est a la espera de ser
publicada en espaol. La importancia de esta obra fue reconocida con su
publicacin en 1961 por parte de la Universidad de Chicago.

En 1952, el profesor realiz numerosos viajes de investigacin al territorio del


Vaups. Estos estudios, junto con el de la Sierra Nevada de Santa Marta le
permitieron hacer comparaciones en cosmologa indgena, los cuales seran
publicados aos despus en libros como Amazonian Cosmos (Universidad de
Chicago Press, 1971), The Shaman and the Jaguar (Universidad de Temple,
1975), y Beyond the Milky Way (UCLA, 1978). Estos trabajos son un ejemplo de
investigacin en etnoarqueologa. Durante este ao el profesor regresa a la Sierra
Nevada de Santa Marta, pero esta vez su trabajo etnogrfico se concentra en los
indgenas Ijka del sur. Despus de este trabajo de campo, publica el mejor estudio
etnohistrico que se ha hecho sobre el cambio cultural en la Sierra Nevada de
Santa Marta, logrando demostrar la relacin y transformacin cultural que ha
tenido la etnia Kogi desde los tiempos de sus ancestros Tairona.

Gerardo Reichel-Dolmatoff entr a ser miembro del recin creado Instituto


Colombiano de Antropologa (1953-1960). Esta asociacin institucional facilit que
el profesor Reichel-Dolmatoff y su familia se radicaran en la ciudad de Cartagena.
All dict clases en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena. En
1954 se da inicio a la excavacin en Barlovento, que es uno de los sitios ms
importantes con respecto a la historia de la arqueologa en Colombia, porque fue
el primer conchero (montculo de residuos de moluscos, acumulados por
actividades de consumo humano) que se encontr en el pas, indicando la
existencia de una forma de adaptacin humana desconocida para esta rea del
norte de Suramrica. Es desde Cartagena donde igualmente el profesor y Alicia
Dussn lanzan el programa de Arqueologa del Bajo Magdalena, que permite por
primera vez establecer una secuencia cultural para las reas de Plato, Zambrano y
Tenerife. En 1955 el trabajo es ampliado al Golfo de Morrosquillo y a la cuenca del
ro Sin.

Otra de las reas de investigacin en que tambin fue un pionero es el de los


estudios de cambios en la subsistencia de poblaciones indgenas. Uno de los
trabajos capitales en esa lnea fue la excavacin de Momil en el actual
departamento de Crdoba.

En 1957, los Reichel exploran las cabeceras del ro Sin, donde colectan
informacin etnogrfica de los indgenas Enbera. Al ao siguiente realizan el
primer estudio arqueolgico del Golfo de Urab y la parte baja del valle del ro
Atrato y del estrecho del Darin. En 1959, continuaron la investigacin
arqueolgica en la parte baja del Magdalena. En 1960, los esposos Reichel-
Dolmatoff comienzan a explorar arqueolgicamente la costa Pacfica, desde el
lmite fronterizo con Panam hasta el Ecuador en un proyecto que dura tres aos.
La prospeccin es interrumpida en 1961 con el trabajo de campo en Puerto
Hormiga, cerca a Cartagena. All el profesor y su esposa descubren lo que sera la
cermica ms antigua del continente americano. Es en ese mismo ao que el
profesor publica su artculo clsico en la arqueologa de continente americano
"The Agricultural Basis of the Sub-Andean Chiefdoms of Colombia". (Las Bases
Agrcolas de los Cacicazgos SubAndinos de Colombia), trabajo que a pesar de
haber sido publicado hace ms de 35 aos, contina siendo obligatoriamente
citado en los trabajos sobre cacicazgos.

En 1963, el profesor y Alicia fundan el primer Departamento de Antropologa de


Colombia en la Universidad de Los Andes. Desde all logran terminar las
excavaciones de Puerto Hormiga. Como Jefe del Departamento (1963-1969),
produce la primera sntesis de arqueologa colombiana en ingls, Colombia:
Ancient Peoples and Places (Thames and Hudson, 1965), libro que se convirti en
un clsico internacional y obra de consulta obligatoria en la arqueologa
americana. El trabajo arqueolgico del profesor no se detuvo y continu en 1966,
cuando inicia su trabajo arqueolgico en San Agustn (Huila) que permite la
publicacin de otra obra de gran reconocimiento internacional, que nunca fue
traducida al espaol (San Agustn: A Culture of Colombia, Praeger, 1972). En
1970, recibe una beca de la Universidad de Cambridge, que le permite terminar
varios de sus manuscritos. En 1974, el profesor Reichel-Dolmatoff y Alicia reinician
el proyecto del Formativo Temprano de la costa del Caribe. Esta vez excavan el
sitio de Mons, el cual permiti refinar nuestro conocimiento sobre la transicin de
recolectores de moluscqs y plantas hacia la agricultura. En ese ao el Gran Jaguar
entra a selprofesor adscrito del Departamento de Antropologa de la Universidad
de California en Los Angeles, donde continu ocasionalmente con la docencia.

La enorme contribucin a la antropologa y arqueologa mundial hecha por el


profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff es reconocida al recibir en 1975 la medalla
Thomas H. Huxley, del Royal Anthropological Institute de Gran Bretaa e frlanda.
Durante su vida, recibi numerosas distinciones por su contribucin a la ciencia.
Sin duda su enorme produccin se encuentra publicada en ingls y est a la
espera de ser conocida en Hispanoamrica. Esta inclinacin por publicar en ingls
se deba a la dificultad de que se le publicaran en espaol sus trabajos en el pas y
por otro lado al afn del profesor Reichel-Dolmatoff, de dar a conocer la etnografa
y arqueologa de Colombia en el exterior, ponindola as en la arena de discusin
acadmica internacional.

Se puede afirmar que el texto que se presenta a continuacin es la esperada


versin actualizada de Colombia: Ancient Peoples and Places con los avances en
la arqueologa colombiana desde 1965 hasta 1985. "Arqueologa de Colombia: Un
Texto Introductorio", fue publicada en 1986 por la Fundacin Segunda Expedicin
Botnica. Con la reedicin de este trabajo esperamos que se comience una nueva
etapa de la arqueologa y etnografia nacional al poner a disposicin del pblico
general la produccin intelectual de uno de los sabios ms importantes que han
contribuido al conocimiento de nuestro pais.
Mucho de su trabajo fue incomprendido por los intelectuales protagonistas de su
tiempo, poca donde el discurso de la retrica es lo que se valoraba o por sus
estudiantes de finales de los aos 60 y comienzos de los 70, influenciados por el
marxismo, y sin una autocrtica vlida de las modas acadmicas, quienes nunca
ayudaron a llenar el vaco de conocimiento que existe sobre nosotros mismos
como cultura multitnica, como pueblo, como indgenas, o como campesinos. El
profesor saba bien que su trabajo solo sera apreciado en el futuro. El profesor
Reichel-Dolmatoff y su esposa Alicia Dussn alcanzaron un nivel de calidad
investigativa dificil de superar o igualar, que debe ser tomado como ejemplo donde
prim el sacrificio por el pas. Es increble pensar que su produccin acadmica es
ms conocida internacionalmente que dentro de Colombia, lo cual se explica por
las prioridades y valores que se han establecido en el pas en los ltimos 20 aos.
Se puede afirmar que el Gran Jaguar fue un exilado intelectual, que a pesar de
vivir en Colombia, la mayor parte de su vida, tena mayores opciones de
divulgacin en el exterior. Muchas veces se aterraba de la mediocridad en que
haba cado la antropologa y la arqueologa del pas, donde el discurso se politiz
o se volvi de promocin individual. Esta crtica hizo que sus ltimos aos fueran
amargos al encontrar muy pocos discpulos, colegas, o interlocutores vlidos con
quien discutir seriamente diversos temas antropolgicos y arqueolgicos. Esta
situacin lo empuj a salir del pas con frecuencia, y as evitar perderse en el
conformismo local.

Con esta publicacin de su sntesis de la arqueologa colombiana esperamos que


nuestras gentes de Colombia se enriquezcan de las enseanzas de nuestro Gran
Jaguar.
PREFACIO

El presente volumen resume los resultados de muchos aos de investigaciones en


el campo de la arqueologa colombiana, desde los ms remotos comienzos de
actividad humana, hasta los albores de la etapa histrica. Al condensar el gran
acopio de datos disponibles, y redactarlos de un modo continuo y coherente, fue
desde luego necesario presentar dichos resultados en una forma simplificada, que
permitiese su aprovechamiento tambin a un crculo amplio de personas no
especialistas, pero s interesadas seriamente en el tema prehistrico. El propsito
de esta publicacin esencialmente es servir de introduccin a la arqueologa de
Colombia, sin sobrecargarla con los prolijos detalles tcnicos que se pueden
encontrar en la literatura especializada. Un libro en espaol, sistemtico y anotado
en gran detalle, sobre el tema de la evolucin prehistrica de Colombia an no se
ha publicado, y al presentar este volumen al pblico, espero llenar dicha laguna en
la documentacin cientfica e histrica referente a este pas.

Hace veinte aos, en 1965, publiqu en la serie "Ancient Peoples and Places", de
los editores londinenses Thames & Hudson, el volumen de arqueologa
correspondiente a "Colombia", que se difundi ampliamente en el extranjero; pero
aquella edicin se agot muy pronto y aqu no fue muy conocida. Obviamente
ahora me he basado en aquella obra, pero la amplo muy considerablemente. Por
un lado, muchos descubrimientos efectuados durante el curso de las ltimas
dcadas, en territorio colombiano, han venido a completar el cuadro de ese
entonces. Por otro lado, las formulaciones mismas, de la arqueologa como
ciencia, han evolucionado y plantean novedosos problemas an por investigar.

El captulo que escrib para el Manual de Historia de Colombia, publicado en 1978


por el Instituto Colombiano de Cultura, me ha servido de gua en algunos
aspectos; as como mis voluminosas notas para conferencias, de ctedras
dictadas dentro y fuera del pas. Debo agregar que, como es apenas natural, yo
mismo he modificado y corregido algunas de mis interpretaciones anteriores y as
el presente libro constituye una obra basada en nuevos materiales y nuevos
enfoques. El lector cuidadoso que quiera comparar ini libro publicado en 1965, con
el presente escrito en 1984-1985, encontrar pues en esta nueva obra muchos
cambios y an rectificaciones de fondo; un lapso de veinte aos no slo justifica
sino impone revisiones. He modificado mi terminologa y adoptado un esquema de
etapas evolutivas, que me parece ms de acuerdo con el estado actual de los
conocimientos. He estudiado en detalle los nuevos hallazgos y, con base en ellos,
modificado tambin algunas de mis interpretaciones previas. En fin, no slo he
reestructurado mi marco de referencia sino, en muchos casos, le he dado un
nuevo contenido. Colombia es un pas sumamente complejo y el propsito de
presentar una imagen coherente de cualquiera de sus aspectos -sea su historia,
su geografa o sus caractersticas como nacin moderna- es una tarea que pocos
han logrado con xito o a plena satisfaccin de sus lectores.

Mis primeros captulos demuestran qu influencia tan fuerte han tenido los
diversos ambientes fsicos sobre la tenencia que el hombre tuvo, y an tiene,
sobre esta tierra, y qu tan profundamente han sido moldeados, el pasado y el
presente de esta parte de Suramrica, por sus contactos con reas vecinas; as
como las fuertes influencias que tuvo Colombia sobre dichas reas. Pero an ms
difcil es intentar reconstruir el pasado prehistrico, no slo por la evidente
escasez de formaciones arqueolgicas, sino tambin por las interrelaciones tan
complejas que conllevan las particularidades topogrficas y climticas de
Colombia. A todo ello se aade luego la particular posicin geogrfica que el pas
ocupa en el Continente Americano.

En los captulos que siguen he tratado de recoger las muchas hebras sueltas, de
la arqueologa, y de entretejerlas en una obra que muestre una secuencia, en
tiempo y espacio. Para lograr esto, he podido basarme muchas veces en mis
propias investigaciones de campo, pero tambin me he referido en mltiples
ocasiones a los trabajos de otros, y eso no slo en el campo de la arqueologa,
sino tambin en los de la geografa, paleontologa, zoologa, botnica y ecologa.
Reconozco, con gratitud, mi deuda intelectual con esos autores.

El lector interesado en proseguir algunos de los temas discutidos en este libro,


debera consultar las notas a los captulos. Ellas forman una gua para el estudio
ms detallado de los diversos tpicos, en tanto que contienen referencias
bibliogrficas, observaciones crticas y materiales comparativos.

Debo mis rendidos agradecimientos al doctor Jorge Elicer Ruiz, Asesor Cultural
de la Presidencia de la Repblica, quien con vivo inters acogi esta obra y
acompa cada fase de su preparacin y edicin. As mismo doy las gracias a las
directivas tanto del Fondo Colombiano de Investigaciones Cientficas y Proyectos
Especiales "Francisco Jos de Caldas", COLCIENCIAS, como a la Fundacin
Segunda Expedicin Botnica.

Quiero expresar mi gratitud al Instituto Etnolgico Nacional; hoy Instituto


Colombiano de Antropologa, y a su antiguo Director, mi colega Luis Duque
Gmez, quien durante aos apoy nuestras investigaciones en la Costa Caribe; el
Instituto patrocin siempre estas labores, mientras que tuvimos como sede de
operaciones Santa Marta y Cartagena, durante una dcada. Y public la mayora
de los resultados de nuestras investigaciones arqueolgicas. As mismo doy las
gracias por la colaboracin que recibimos por parte de la Gobernacin del amigo y
colega Joaqun Parra Rojas y de los amigos de Santa Marta, sin cuyo apoyo los
Reichel-Dolmatoff no hubiramos podido realizar nuestro plan de investigaciones
al oriente del ro Magdalena.

Doy agradecimientos a la Universidad de Los Andes, en Bogot, y a su antiguo


rector Ramn de Zubira, por haber patrocinado nuestras investigaciones en los
sitios de Puerto Hormiga (Bolvar) y de San Agustn (Huila), siendo yo entonces el
Jefe del departamento de Antropologa. El Fondo de Promocin de la Cultura del
Banco Popular, y su Directora Mara del Carmen Benavides, merece mi
reconocimiento por haber publicado dos de mis libros sobre arqueologa.
Agradezco a la Universidad de California, Los Angeles, y a su Centro de Estudios
Latinoamericanos, y muy en especial a su director, mi colega Johannes Wilbert,
por su continuo inters en mis investigaciones en todos los campos de la
antropologa colombiana.

Mucho debo a la lectura de las obras de mis colegas, viejos y jvenes, y sera
imposible mencionar aqu individualmente las tantas personas que me han
estimulado intelectualmente, pero no puedo dejar de evocar dos nombres: Paul
Rivet y Jos de Recasens. Para el xito de mis labores cientficas fue esencial la
contribucin intelectual y el apoyo de Alicia, mi esposa, colega que, durante ms
de cuatro dcadas, efectu conmigo la mayora de las excavaciones y particip en
las dems fases de la investigacin y publicaciones arqueolgicas.

A Carlos Arturo Torres, amigo y gran artista de las ediciones ms prestigiosas del
pas, y a cuyo cuidado estuvo el presente libro, expreso mi gratitud y estimacin.
Captulo I

INTRODUCCIN

La evolucin cultural de las sociedades indgenas del Continente Americano,


desde las simples bandas de cazadores hasta las grandes civilizaciones que se
derrumbaron ante la expansin europea del siglo XVI, se haba efectuado de
modo desigual, en tiempo y espacio. Durante muchos miles de aos, aquellos
grupos asiticos que, en la poca de la ltima glaciacin, haban penetrado a
Amrica por la regin del Estrecho de Bering, continuaron su vida errante de
cazadores y recolectores, persiguiendo las manadas cuyas migraciones les haban
mostrado el camino de Asia al Hemisferio Occidental, y recorriendo la inmensidad
del Continente desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. Slo en una poca
relativamente reciente, tal vez hace ms de unos 8.000 aos, algunos de estos
grupos adoptaron un modo de vida ms sedentario, posibilitado por una creciente
dependencia de alimentos vegetales cuya lenta domesticacin y cultivo inducan a
la gente a establecerse en campamentos o pequeas aldeas. Fue el desarrollo de
la horticultura, luego de la agricultura, y en especial de cultivos tales como la yuca,
el maz y la papa, que formaron la base de aquel avance cultural que, en su forma
culminante, se ha designado como civilizacin.

No es fcil encontrar una definicin clara de lo que se ha querido decir con este
trmino. Es obvio la misma palabra lo indica as que se trata de una etapa en
la cual el aumento de poblacin lleva a una vida urbana, en la cual las actividades
y controles sociales se desarrollan dentro del marco de una sociedad estratificada.
Otras caractersticas seran entonces la cohesin poltica territorial, un cdigo de
leyes, un sistema formalizado de simbolismo religioso, una arquitectura urbanstica
as como obras pblicas tales como caminos, canales o terrazas de cultivo.
Tambin se debe mencionar aqu la invencin de la escritura o de algn otro
sistema de flotacin abstracta. La base fundamental de esta evolucin social,
intelectual y artstica, es indudablemente la agricultura y el advenimiento de la
etapa designada como civilizacin, dependa entonces en alto grado de la eficaz
utilizacin de las tierras, y de la calidad y cantidad de las cosechas obtenidas.

Los rasgos culturales enumerados arriba y que definen el concepto de civilizacin,


se desarrollaron, en el Hemisferio Occidental, slo en una regin muy limitada,
que los arquelogos denominan Amrica Nuclear. Este concepto, como veremos,
abarca tres reas contiguas. En el norte se trata del rea de Mesoamrica,
constituida por el sudeste de Mxico, Guatemala y Honduras Occidental, mientras
que hacia el sur es el rea de los Andes Centrales, formada por Per, Bolivia
noroccidental y partes de Ecuador, Argentina y Chile. Fue en estas dos reas
donde, durante un perodo de 3.000 aos, evolucionaron las grandes civilizaciones
indgenas, aproximadamente a partir de 1500 antes de Cristo hasta que, en los
aos de 1500 de nuestra era, la conquista espaola puso fin a este desarrollo.

El avance que haban logrado dichas sociedades forma parte de un legado valioso
de la humanidad. En condiciones climticas y ambientales a veces muy adversas,
los pueblos aborgenes de Mxico y Per haban creado grandes estados y
sistemas econmicos muy eficaces. Su arquitectura, organizacin social,
relaciones comerciales, religin y cosmologa, artesanas y artculos de lujo,
atestiguaban un nivel tecnolgico, intelectual y artstico muy apreciable. En efecto,
sise evoca mentalmente una imagen de prehistoria americana, de algn aspecto
arqueolgico que se destaque en nuestra conciencia, sea por su arte, su
monumentalidad o por su poder expresivo, se piensa inmediatamente en algn
templo de Mxico, Guatemala o Per, o en alguna estatua colosal de una divinidad
all venerada. La idea de prehistoria americana se ha venido asociando pues ante
todo con Mesoamrica y los Andes Centrales. Obviamente, las culturas
prehistricas de la mayora de los otros pases latinoamericanos nunca han
ejercido la misma fascinacin, ni tampoco han despertado la misma admiracin
que siente el visitante en los grandiosos museos de Mxico, o al contemplar los
templos de Tikal, en Guatemala, olas ruinas de Machu Picchu, en Per.

En medio de estas dos grandes reas de civilizacin aborigen, se extiende la


llamada Area lntermedia, formada por Amrica Central, Colombia y partes de
Venezuela y Ecuador. All nunca surgieron grandes imperios, ni hubo extensas
ciudades, ni palacios, ni fortalezas, ni templos monumentales, como en
Mesoamricay Andes Centrales. En el Area Intermedia haba slo cacicazgos, a lo
mejor estados incipientes, esparcidos sobre las vertientes de las cordilleras o en
las ardientes llanuras de las costas. De estos asentamientos y de la actividad
humana desarrollada all, raras veces perduraron ruinas o grandes monumentos;
generalmente slo quedaron los dispersos vestigios de un modo de vida simple
la vida de selvcolas o serranos, la vida de pescadores y aldeanos. Fue as que
en las dcadas pasadas, las grandes expediciones de los museos o universidades
de Europa o Norteamrica no tomaron mayor inters en aquellos pases cuyo
pasado prehistrico pareca ser tan poco espectacular; con pocas excepciones, se
dirigan hacia los grandes centros de civilizacin indgena. Tambin es cierto que
los gobiernos mismos de los pases del Area Intermedia no se preocupaban
mucho por su pasado aborigen, por artefactos y piedras que dejaron aquellos
pobladores.

La arqueologa y las actividades del arquelogo explorador siempre han estado


rodeadas de cierto nimbo romntico que comnmente se asocia con ciudades
misteriosas, templos y tesoros escondidos u obras de arte de esplendor extico.
Esta imagen popular de la arqueologa ha sido reforzada, si no directamente
creada, por la tendencia de los museos y coleccionistas de mostrar slo lo
espectacular o precioso y de complacer al pblico que gusta ver lo inslito o lo
que, en un momento dado, se considera como una obra de valor esttico y por
ende de valor monetario. Slo en las ltimas dcadas la arqueologa ha logrado
deshacerse, en parte, de esta falsa imagen y ha podido dedicarse, con la ayuda
de otras disciplinas cientficas, a su autntica tarea de reconstruir las culturas del
pasado, sin otras consideraciones que las que se refieren a las causas, modos y
metas de la conducta humana, sean cuales fuesen sus logros.
Al operarse este cambio y al introducirse a la arqueologa una visin
esencialmente antropolgica (y no esttica selectiva, y mucho menos an
chauvinista), los vestigios prehistricos de culturas sencillas y muy poco
desarrolladas, en un sentido esttico y tecnolgico, comenzaron a adquirir ms y
ms importancia. En lugar de buscar templos y tumbas, los arquelogos
comenzaron a interesarse en procesos tales como los orgenes de la agricultura,
la evolucin de las pautas de asentamiento, la adaptacin ecolgica, la transicin
del cacicazgo al estado y muchos ms que, anteriormente, se haban ignorado
casi por completo.

Si se considera ahora el Area Intermedia desde este punto de vista, la importancia


de sus vestigios arqueolgicos queda fuera de toda duda. En primer lugar, la
misma posicin geogrfica del territorio colombiano hace de l un puente, una
zona de contacto. No obstante que al norte y al sur se hayan desarrollado dos
centros de civilizacin avanzada, entre Mxico y Per exista una antigua base
comn. Adems, una vez que las dos civilizaciones haban adquirido cada una su
identidad distintiva, continuaban entre ellas mltiples contactos, sea por
migraciones y relaciones comerciales, o sea por la difusin de ideas y de
procedimientos. En realidad, si el estudio de la arqueologa americana pretenda
ser una ciencia comparativa, tena que tener en cuenta a los antiguos pobladores
de estas regiones intermedias.

Aunque no alcanzaron el mismo nivel de desarrollo de las civilizaciones de


Mesoamrica y de los Andes Centrales, los avances logrados en el Area
Intermedia no podan subestimarse, ni tampoco ignorarse su papel como
creadores y transmisores de estmulos culturales, que procedan de diversas
direcciones y operaban en diferentes pocas. En muchos aspectos Colombia
ocupaba una posicin clave, a mitad de camino entre dos grandes focos culturales
del norte y del sur, adquiriendo as importancia crucial, para las investigaciones
que trataron de trazar las interrelaciones ms amplias entre las culturas indgenas
amencanas. Hoy en da, stos y otros aspectos tericos del papel desempeado
por el territorio colombiano en la prehistoria americana se reconocen claramente
por parte de los arquelogos americanistas, pero falta an en estos pases una
participacin acadmica y oficial ms activa en el desarrollo de tales
investigaciones.

Una pregunta, engaosa tal vez pero justificada a primera vista, se plantea tan
pronto como se echa un vistazo al mapa geogrfico y al esquema cronolgico de
Amrica Nuclear: A qu se debe este vaco, entre los dos centros culturales
principales? Por qu los pueblos prehistricos de Colombia no lograron un
desarrollo similar al de sus vecinos, de Mxico y de Per? La gama de
condiciones climticas no es tan diferente; las costas y cordilleras tienen muchos
rasgos en comn; flora y fauna comparten muchas especies similares y aun
idnticas. La calidad de las tierras, la precipitacin, las variaciones altitudinales o
las rutas naturales de migracin, todos estos rasgos fsicos generales que el
arquelogo observa y evala, son bastante similares y ofrecen una amplia y
variada base para servir de escenario de desarrollos culturales. Por qu
entonces esta interrupcin? Qu ventaja tenan los valles y montaas de
Oaxaca, sobre el Valle del Cauca o la Cordillera Central de Colombia? No son
acaso muy similares los antiguos lagos pleistocnicos del Valle de Mxico y los de
la Sabana de Bogot? Por qu permanecieron las culturas prehistricas de
Colombia sobre un nivel esencialmente rural, sin lograr la cohesin y complejidad
de los estados que florecan en Mesoamrica y los Andes Centrales, en la llamada
etapa clsica?

Y si, como es aparente, todo aquello no ocurri en territorio colombiano, puede


entonces formularse una segunda pregunta: Cul era la funcin cultural del Area
Intermedia? Qu papel desempeaba el territorio colombiano en aquel tiempo
cuando, en Mesoamrica y en los Andes Centrales, florecan las grandes
civilizaciones indgenas? Era un simple puente terrestre, un eslabn fsico, pero
sin mayor importancia cultural? O era un filtro, una encrucijada, una articulacin,
un punto de convergencia o de dispersin? Era una unidad distintiva, dentro de la
historia cultural del continente? En el Area Intermedia, qu factor, o combinacin
de factores, obstruyeron los desarrollos ms avanzados, en cierta poca, a cierto
nivel de evolucin o en cierta zona crucial que podra haber sido el foco de lo que
llamamos "progreso"?

Hasta hace relativamente poco, estas preguntas an no se haban formulado con


toda claridad. Mesoamrica y los Andes Centrales parecan serdos fenmenos
aislados. Pero con el avance de las investigaciones esta interpretacin ha
cambiado. Partiendo de comparaciones estilsticas tentativas, la arqueologa
americana avanz hacia las bases ms firmes de secuencias y complejos
comparables, fijados en el tiempo por escalas cronolgicas, y en el espacio, por la
observacin de la difusin. As se demostr que las culturas prehistricas del Area
Intermedia haban sido parte esencial de estas fases de desarrollo de
Mesoamrica y los Andes Centrales; que Colombia tambin haba sido poblada
desde el Pleistoceno, por bandas de cazadores nmadas, algunos de los cuales
evolucionaron a horticultores. Haba pues una antigua base en comn; y eso no
slo en la secuencia de grandes etapas generales, de complejidad similar, sino,
tambin en muchos detalles de rasgos tecnolgicos y estilsticos.

Pero luego en Colombia se produjo una solucin de continuidad. Tal vez no de


sbito; no en un momento crtico; sino ms bien como una lenta tendencia, una
dispersin, un debilitarse de una consistencia interna. En alguna poca, tal vez
hace unos 2.000 aos, las culturas prehistricas de Colombia dejaron de tomar
parte en la dinmica de los principales centros de desarrollo de Amrica Nuclear, y
comenzaron a rezagarse en su avance, despus de haber sido un gran foco
cultural temprano que irradiaba a otras reas y que luego se estanc. Es sta
pues la trama que quiero dilucidar en este libro.

Pero antes de ocuparme de la tarea difcil de ofrecer al lector, en las pginas que
siguen, un cuadro coherente de los desarrollos culturales prehistricos en
Colombia, es necesario presentar primero un breve esbozo de la historia de los
descubrimientos e investigaciones en este pas.
Colombia es el pas de El Dorado, de esmeraldas y tesoros enterrados, de oro
escondido en montaas y lagunas, y de alhajas enterradas en tumbas y cavernas.
Oro y perlas fueron el primer botn que los conquistadores espaoles tomaron
entre los indios de la costa del Mar Caribe, y de ah en adelante el oro se volvi su
obsesin. Lo raparon de los vivos y de los muertos; extorsionaron las poblaciones,
torturaron a los caciques, saquearon las tumbas y los santuarios. La bsqueda del
oro pronto se convirti en el factor decisivo en determinar las rutas de penetracin
de las huestes conquistadoras, as como en su escogencia de los lugares para
establecer las primeras fundaciones permanentes. No es de sorprenderse pues si
los frailes y capitanes que se volvieron los primeros cronistas de estas hazaas, al
escribir de las riquezas, se maravillen de los tesoros indgenas encontrados por
los soldados. Las crnicas hablan de "guilas" de oro, de coronas, patenas y
diademas, de narigueras y de brazaletes. Todo eso hallado, robado, recibido de
regalo o en cambio por cuentas de vidrio, arrebatado como tributo o desenterrado
en las tumbas de los jefes. Y luego, todo aquello deba ser fundido en lingotes,
para enviarse a Espaa. Ya en 1530, el Gobernador de Santa Marta, Garca de
Lerma, decret que los entierros de los indios Taironas podan abrirse slo con su
permiso personal, para poder as establecer los derechos de la Corona sobre el
oro encontrado en ellos. En 1572, una Cdula Real orden que la mitad del oro
que se hallase en los ricos tmulos del ro Sin deba ser entregado a la Corona;
disposiciones similares fueron dictadas por la mayora de las autoridades locales,
para controlar el saqueo de las tumbas y garantizar que las arcas del Rey
recibieran su parte del botn.

Pero poco ms se dice en las crnicas de la Conquista, sobre los monumentos o


construcciones que atestiguan el pasado indgena. Hay descripciones de las
ciudades y construcciones lfticas de los Taironas, de los tmulos y templos del
Sin, de los cercados y santuarios de los Muiscas, as como de algunas obras de
irrigacin, en diferentes regiones del pas, pero por lo dems, estos vestigios del
pasado tuvieron escaso inters para los espaoles. La destruccin de los dolos y
templos fue cosa fcil, pues la mayora estaba hecha de material perecedero, y
como los conquistadores no encontraron grandes construcciones o monumentos
comparables a los que sus contemporneos estaban descubriendo en Mxico y
Per, los cronistas simplemente no describieron lo que, a ellos, entonces pareca
ser de poco inters.

En algunas crnicas se encuentran descripciones ms o menos detalladas de


algunas "tribus" indgenas que posean objetos de oro y que por eso merecan la
atencin de los cronistas; acerca de ellos dan informaciones valiosas sobre
algunos aspectos culturales que, desde luego, pueden ayudar al arquelogo a
interpretar algunos de los antiguos artefactos que hoy en da se estn
descubriendo. En estas crnicas se encuentran datos sobre las pautas de
asentamiento, tcnicas agrcolas, religin y magia, ritos funerarios, actividades de
guerra, armas, utensilios y muchos elementos ms. Hay relaciones bastante
extensas, sobre todo acerca de los antiguos Muiscas, Taironas y Quimbayas, as
como sobre algunos otros cacicazgos tales como los del Cauca o sobre pequeos
grupos tribales. De esta manera, las crnicas de los siglos XVI y XVII son fuentes
importantes de informacin y el arquelogo puede obtener de ellas datos de
gran valor ( 1 ).

Sin embargo, los recuentos de los historiadores y viajeros del siglo XVIII contienen
pocos datos. En 1757, Fray Juan de Santa Gertrudis ( 2 ) visit las cabeceras del
ro Magdalena y escribi un relato ingenuo pero interesante sobre las estatuas
monolticas de la regin de San Agustn. Cuarenta aos despus, en 1797, el
naturalista Francisco Jos de Caldas visit la misma zona y mencion este sitio
arqueolgico en una publicacin aparecida en 1808 ( 3 ). Alexander
von Humboldt ( 4 ) fue el primer viajero que escribi sobre las antiguas pictografas
y petroglifos del Orinoco y, en su relato sobre sus exploraciones en el interior de
Colombia; en 1801, describe la laguna de Guatavita, cerca de Bogot, donde un
cacique Muisca anualmente haca su tradicional ofrenda de oro. Humboldt tambin
escribi en algn detalle sobre las teoras del padre Jos Domingo Duquesne,
prroco de un poblado del altiplano de Bogot, quien, equivocadamente, interpret
una pequea piedra tallada, y destinada a trabajos de orfebrera, como un
calendario aborigen. De ah en adelante y ciertamente bajo el estmulo de los
libros tan influyentes de Humboldt, las culturas prehistricas, sobre todo la Muisca,
se mencionan con ms frecuencia en las obras de los viajeros. Como curioso
ejemplo de las tendencias fantsticas que, en aquel entonces, tomaban algunas
especulaciones sobre el origen de los indios americanos, mencionamos aqu la
obra de M. de Paravey, aparecida en Pars en 1835, bajo el ttulo de Mmoire sur
lorigine japonaise, arabe et basque de la civilisation des peuples du plateau de
Bogot.

Hasta aqu no se puede hablar an de investigaciones propiamente dichas. Se


trata de relatos de viaje, de observaciones espordicas de tal cual aspecto de las
culturas indgenas, pero an falta un inters ms metdico en las "antigedades"
precolombinas. Slo a partir de la mitad del siglo XIX se observa una creciente
curiosidad en las culturas indgenas, ahora por parte de un distinguido grupo de
estudiosos colombianos: Para trazar la historia de la arqueologa, el punto de
partida es entonces la poca alrededor de 1850 ( 5 ).

Los hombres que dedicaron su atencin a estos vestigios eran esencialmente


historiadores, acadmicos formados en la tradicin humanstica y cuyos intereses
como coleccionistas eruditos estaban estrechamente relacionados con los de sus
contemporneos europeos. En 1848, Joaqun Acosta public en Pars su
Compendio histrico del descubrimiento y colonizacin de la Nueva Granada e
incluy en l algunas ilustraciones de objetos arqueolgicos Muiscas y Taironas.
Ezequiel Uricoechea escribi su Memoria sobre las antigedades neogranadinas
(Berln, 1854) y luego se dedic a varios estudios lingsticos. Los viajeros
europeos que visitaron a Colombia en aquella poca tenan la misma aficin a las
antigedades. La expedicin de Eduardo Mariano de Rivero y Johann Jakob von
Tschudi (1851), y, ms tarde, la del gegrafo italiano Agustn Codazzi ( 6 )
produjeron las primeras descripciones e ilustraciones de las estatuas de San
Agustn, y el viajero ingls William Bollaert escribi sobre Antiquarian,
Ethnological, and Other Researches in New Granada, Equador, Peru and Chile
(London, 1860), dedicando un captulo a la arqueologa colombiana.
Adolf Bastian ( 7), uno de los fundadores de la antropologa moderna, fue el primer
viajero en publicar una extensa lista de sitios arqueolgicos colombianos. Muchos
objetos arqueolgicos del pas encontraron en aquellos aos su camino a los
museos europeos; fueron adquiridos por viajeros, misioneros y diplomticos, o por
tcnicos europeos, quienes estaban al servicio del gobierno de Colombia. Otras
colecciones fueron vendidas o donadas por coleccionistas colombianos. Aunque
haba un creciente inters en Colombia por estas antigedades, fue una atraccin
de objetos exticos, sin conectarla con las sociedades sobrevivientes de quienes
haban creado estos artefactos, y menos an con el pasado histrico de dichas
sociedades.

Muchos de aquellos hombres de letras colombianos tenan una marcada


inclinacin hacia la etnologa y la lingstica. Su inters en las culturas tribales
estaba basado en el conocimiento del historiador, de las fuentes espaolas
antiguas, las cuales contenan datos dispersos sobre ritos funerarios, prcticas
chamansticas, o sobre canibalismo y guerra. Estas fuentes antiguas hablaban de
los "Caribes" y de otros grupos belicosos, describiendo sus migraciones y
conquistas. Algunos eruditos prominentes comenzaron desde entonces a hacer
especulaciones sobre estos Caribes y otras migraciones, iniciando una orientacin
que ha tenido una influencia notable sobre el pensamiento antropolgico en
Colombia. En estas teoras se combinaban la lingstica comparativa, la toponimia
y la difusin de ciertos elementos culturales, tales como la metalurgia, las
costumbres funerarias, las deformaciones corporales, etc., para trazar
movimientos migratorios, y de esta manera se introdujo la nocin de una sucesin
cultural, en el tiempo. Sin embargo, no se haca ningn esfuerzo para encontrar
las pruebas arqueolgicas de esas migraciones. Un factor que contribuy muy
notablemente al conocimiento de los problemas antropolgicos fue la publicacin,
entre 1850 y 1900, de una serie de cronistas espaoles que, hasta entonces,
haban sido en Colombia casi inaccesibles en sus ediciones originales. Estas
crnicas, publicadas en Madrid y en Bogot, en nuevas ediciones, atrajeron la
atencin de los eruditos sobre las diversas caractersticas culturales y lingsticas
de los indgenas y estimularon el trazado de mapas que mostraban la distribucin
de los grupos tribales, ms importantes, que haban poblado el territorio
colombiano en la poca de la Conquista.

La compilacin de dichos mapas de distribucin llev inevitablemente a la


tendencia de identificar ciertas tribus histricas con los vestigios arqueolgicos
hallados en sus territorios respectivos. De esta manera, cualquier objeto
descubierto en el altiplano de Bogot se atribuy a los Muiscas; objetos
procedentes de la Cordillera Central o de la zona adyacente del valle del ro Cauca
se tomaron como obra de los antiguos Quimbayas, y los artefactos, de la Costa
Atlntica, se atribuyeron a los Caribes. Muchos de estos objetos arqueolgicos
eran subproductos de la bsqueda de tesoros, ocupacin bastante lucrativa, ya
que con alguna frecuencia se encontraban en los entierros indgenas valiosos
objetos de oro. Otros hallazgos se hacan en las propiedades de hacendados
prominentes y muchos objetos fueron llevados a Europa, a museos o a
colecciones particulares. En resumen, aunque se descubrieron muchsimos
objetos arqueolgicos, los ensayos de clasificacin y de estudio se limitaban a
especulaciones sobre sus relaciones con grupos indgenas de la poca de la
Conquista.

En el curso de estos descubrimientos prevaleci una circunstancia que contribuy


a producir cierta falta de inters en la dimensin temporal. En muchos pases de
Amrica, el descubrimiento de restos seos humanos, aparentemente muy
antiguos, excit la imaginacin tanto de los eruditos como del gran pblico, y
estimul la formulacin de teoras sobre la edad de estos vestigios del Hombre
Americano. Pero ningn descubrimiento de este orden se hizo en Colombia, ni
tampoco se encontraron aqu complejos lticos que hubieran podido compararse
con el Paleoltico del Viejo Mundo. Parece que faltaba todo estmulo para estudiar
la prehistoria en trminos de perodos cronolgicos.

Al terminar el siglo, el historiador colombiano Liborio Zerda haba escrito su libro El


Dorado: Estudio histrico, etnogrfico y arqueolgico de los Chibchas (Bogot,
1883), Manuel Uribe Angel haba publicado su Geografa general y compendio
histrico del Estado deAntioquia, con 34 lminas que ilustraban objetos
arqueolgicos del occidente de Colombia (Pars, 1885); y Carlos Cuervo Mrquez
quien, en su libro Prehistoria y Viajes, describi los sitios arqueolgicos de San
Agustn, Tierradentro y Santa Marta (Bogot, 1893). En 1895, Vicente Restrepo
public su Atlas Arqueolgico, con 46 grandes lminas, obra que suplement su
libro an clsico Los Chibchas antes de la conquista espaola (Bogot, 1895).
Sera imposible enumerar aqu todos los autores, tanto colombianos como
extranjeros, quienes mostraron inters en los vestigios prehistricos del pas,
antes de 1900. Ellos eran historiadores, coleccionistas o viajeros ocasionales, que
simplemente describan lo que vean u oan y que, muchas veces, incorporaron en
sus escritos las ideas y especulaciones que sus predecesores haban hecho,
sobre el origen y el significado de estos vestigios antiguos.

Fue solamente en 1913 cuando, por fin, se efectuaron las primeras excavaciones
sistemticas en suelo colombiano. De 1913 a 1914, Konrad Theodor Preuss, del
Museum fr Volkerkunde, de Berln, trabaj en San Agustn, y en 1929 se public
en Gttingen su obra Monumentale vorgeschichtliche Kunst, libro que contiene la
primera descripcin cientfica de una cultura prehistrica colombiana. La prxima
expedicin, tambin organizada por un gran museo, estuvo a cargo de L. Alden
Mason, del (Field Museum), Chicago, quien trabaj entre 1922 y 1923 en la zona
tairona de la Sierra Nevada de Santa Marta, y public luego tres volmenes sobre
sus resultados. La calidad de las descripciones de artefactos, contenidas en las
obras de Preuss y Mason, sentaba un estndar muy alto, las ilustraciones eran de
excelente calidad y formaban un inventario muy completo. Sin embargo, an no se
haba producido la "revolucin estratigrfica" y los dos arquelogos no se
ocupaban de problemas cronolgicos en el terreno. Aunque Preuss y Mason
estaban perfectamente conscientes de que los vestigios que haban descubierto
eran el resultado de un largo desarrollo previo, no efectuaron excavaciones
controladas, y cuando publicaron sus obras, el gremio de arquelogos se encontr
de nuevo ante culturas indgenas que aparentemente carecan de toda
profundidad temporal. En los aos siguientes hubo varios arquelogos extranjeros
de renombre, trabajando en Colombia. Las investigaciones de Sigvald Linn
(1929) en la zona del Darin, contribuyeron al conocimiento de la regin stmica, y
Henry S. Wassen (1937) excav en la Cordillera Occidental. Otros se dedicaron a
excavaciones en pequea escala en diversas partes del pas, sobre todo en las
zonas Muisca, Tairona y de San Agustn (Bolinder, 1937; Lunardi, 1934, 1935;
Mason, 1940; Walde-Waldegg, 1937; Wavrin, 1936). Sin embargo, aunque todas
estas investigaciones produjeron resultados importantes, es aparente que, durante
estos aos, los estudiosos colombianos no fueron influenciados por las
publicaciones de misiones extranjeras ( 8 ).

Ya desde la segunda dcada de este siglo, algunos investigadores colombianos y


extranjeros haban tratado de establecer una serie de "reas arqueolgicas", como
consecuencia de los mapas tribales antes mencionados, y este enfoque se
elabor en los aos siguientes, por parte de otros arquelogos.

Ya desde la segunda dcada de este siglo, algunos investigadores colombianos y


extranjeros haban tratado de establecer una serie de "reas arqueolgicas", como
consecuencia de los mapas tribales antes mencionados, y este enfoque se
elabor en los aos siguientes, por parte de otros arquelogos. Los nombres
dados a estas reas arqueolgicas, a saber, "Chibcha", "Sin", "Quimbaya", etc.,
indican claramente la vieja y tan errnea tendencia de querer identificar los
vestigios prehistricos con tribus histricas, pero ahora, junto con esta
zonificacin, se hicieron adems los primeros ensayos de una ordenacin
cronolgica (Hernn de Alba, 1938). Sin embargo, an en una fecha relativamente
reciente (Bennett, 1944) este esbozo todava no haba avanzado ms all de un
simple esquema tripartita en trminos de "temprano/medio/ tardo", divisin
basada en el estudio comparativo estilstico de algunas colecciones cermicas.
Segn esta periodificacin, se atribuy a San Agustn una posicin cronolgica
"temprana"; Muisca y Tairona y algunos materiales del alto Cauca se clasificaron
como "tardos", mientras que Quimbaya, Tierradentro y Sin se agruparon en un
perodo "medio" ( 9 ).

En 1931 se public la traduccin al espaol del libro de Konrad Theodor Preuss


sobre San Agustn, y este advenimiento contribuy muy notablemente a despertar
el inters en algunos crculos gubernamentales. En 1936-1937, el Ministerio de
Educacin Nacional patrocin la primera expedicin arqueolgica a San Agustn,
de Jos Prez de Barradas, prehistoriador espaol, acompaado por el joven
arquelogo colombiano Gregorio Hernndez de Alba (Prez de Barradas, 1937-
1943) ( 10 ). Luego en 1938, gracias a los esfuerzos de Hernndez de Alba, el
Ministerio de Educacin Nacional estableci el Servicio Arqueolgico, el cual
comenz a organizar investigaciones as como a encargarse de la proteccin de
los monumentos prehistricos del pas.
Con ocasin del cuarto centenario de la fundacin de Santa Fe de Bogot, en
1938, Hernndez de Alba inaugur una exposicin arqueolgica importante en el
edificio de la Biblioteca Nacional.

El ao siguiente el Banco de la Repblica tom una decisin que tuvo grandes


consecuencias. A travs de los siglos, en realidad ya desde la poca de la
Conquista, los buscadores de tesoros haban comerciado con objetos de oro que
encontraban en sus excavaciones. En 1939 la junta directiva del Banco, por
iniciativa de su gerente don Julio Caro, decidi comprar aquellos objetos, tanto de
coleccionistas particulares como de sus descubridores ocasionales, los ltimos
generalmente campesinos o guaqueros. As muchas piezas de orfebrera se
salvaron de ser fundidas o dispersadas, y llegaron a formar con los aos un tesoro
sin par, de orfebrera precolombina. El Banco de la Repblica, que considera su
Museo del Oro no como forma de capitalizacin sino como un aporte cultural,
cuenta con unos treinta mil objetos, los cuales constituyen una coleccin
verdaderamente nica en el mundo.

En la dcada de los treinta comenzaron a llegar a Colombia grupos de


intelectuales europeos quienes tuvieron alguna influencia sobre diversas
disciplinas acadmicas y, al estallar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno del
Presidente Eduardo Santos brind su hospitalidad a Paul Rivet, fundador y director
del afamado Muse de lHomme, en Pars. La presencia de Rivet, seguida poco
despus por la de su cercano colaborador y colega, Henri Lehmann, marc el
comienzo de una etapa nueva, ya que por primera vez se organiz la enseanza
sistemtica de las diversas disciplinas de la Antropologa incluyendo ursos sobre
arqueologa. Rivet fue un maestro muy estimulante y fomentaba enfticamente las
investigaciones decampo. En el fondo l estaba poco preocupado por la
metodologa arqueolgica, y los sitios que realmente le interesaban eran los
abrigos bajo rocas, donde presenta estaban los vestigios de los primeros
pobladores. Combinando una multitud de datos obtenidos en muy diversas ramas
de las ciencias, e incidentalmente, reviviendo el inters siempre latente en las
teoras de migraciones, Rivet esbozaba magistralmente el gran esquema del
poblamiento prehistrico de Amrica, pero la prehistoria misma pareca ante todo
relevante en cuanto pudiera ofrecerle datos que sustentaran sus vastas teoras.
De ningn modo Rivet menospreciaba la importancia de las investigaciones
arqueolgicas pero tena la conviccin deque, en un pas cuyas culturas
aborgenes estaban desapareciendo tan rpidamente, la investigacin etnolgica
tena una prioridad inmediata, mientras que poda esperar la minuciosa bsqueda
de secuencias estratigrficas. La fundacin del Instituto Etnolgico Nacional (el
mismo nombre expresa claramente los intereses de Rivet) fue instrumental en la
organizacin y ejecucin de las actividades investigativas, y sus resultados
comenzaron apublicarse en varias revistas especializadas. El grupo formado por
Paul Rivet y dirigido por Luis Duque Gmez, como Director del Instituto Etnolgico
Nacional (hoy Instituto Colombiano de Antropologa), tuvo una influencia
orientadora para la antropologa colombiana, durante casi un cuarto de siglo. En
las dcadas de los cuarenta y cincuenta se logr un extraordinario avance en las
investigaciones de campo, concentrndose stas en las zonas arqueolgicas de
San Agustn, Tierradentro y el Valle del Cauca adyacente, el Altiplano Muisca y la
Costa Caribe.

Aqu cabe una pregunta: Cul fue la influencia terica y metodolgica


norteamericana sobre el rumbo de las investigaciones en Colombia, en aquella
dcada de los cuarenta, cuando se estaba formulando en los Estados Unidos el
concepto de la Etapa Formativa de la Amrica Nuclear, colocndose as el
territorio colombiano en una posicin importantsima, como eslabn entre las
etapas fundamentales de Mesoamrica y los Andes Centrales? Parece que en
Colombia haba poca conciencia de las investigaciones adelantadas en el Per por
parte del Lnstitute of Andean Research, o de los trabajos de lrving Rouse en el
Caribe, o de otros en Mxico y Guatemala. La Yale Archaeological Expedition, a
cargo de James Ford y Wendell Bennett, visit a Colombia en 1941-1942, pero
estos dos arquelogos trabajaron en relativo aislamiento de la capital; su base de
accin fue Popayn, donde Gregorio Hernndez de Alba diriga un grupo de
alumnos de Rivet. Por entonces el Instituto Etnolgico Nacional no tena un plan
coordinado de investigaciones para correlacionar los desarrollos prehistricos
colombianos con los de pases vecinos, y las iniciativas al respecto se dejaban
ms bien al criterio individual del investigador. La influencia de orientaciones
tericas o de procedimientos metodolgicos modernos, elaborados en el
extranjero, fue pues algo dispareja. Mientras que algunos investigadores tenan en
cuenta la escena amplia, internacional, y trataban de aplicar criterios
estratigrficos a sus excavaciones, otros, no menos activos, se concentraron en
los problemas locales de cementerios y sitios ceremoniales; hubo gran actividad
en Bogot y en varias capitales departamentales para organizar museos, labor
que, aunque importante para la divulgacin, no contribuy a la estructuracin de
una escala temporal evolutiva.

La formulacin de un esquema cronolgico regional fue lograda por el grupo de


arquelogos que se haba dedicado a la llanura del Caribe. En su mayor parte,
estas investigaciones fueron planeadas y ejecutadas por el autor y su esposa. La
orientacin de las investigaciones en otras zonas del pas estaba determinada por
las diversas metas que se haban puesto los respectivos arquelogos.

En la mayora de los casos el foco de intereses fue la exploracin de aspectos


rituales como entierros individuales, cementerios, o vestigios arquitectnicos
(Cubillos, 1959 ( 11 ); Duque, 1948, 1963 ( 12 ); Silva, 1943, 1944 ( 13 ). Slo
raras veces se hicieron excavaciones de sondeo en acumulaciones de basura y se
establecieron slo algunas secuencias cermicas. Nuevamente las
investigaciones se concentraron en la zona de San Agustn/Tierradentro, donde se
ocuparon ante todo de los vestigios escultricos yios entierros, y la misma
orientacin prevaleci en el Valle del Cauca y en el Altiplano Muisca. Los
arquelogos extranjeros que trabajaron en Colombia en los aos cuarenta y
cincuenta tambin estaban ocupados con proyectos similares (Lehmann,
1944, 1952 ( 14 ) Nachtigall, 1955, 1956, 1958,1960) ( 15 ), y aquellos que se
interesaban en secuencias y escalas cronolgicas eran pocos y producan
resultados limitados (Bennett, 1944 ( 16 ) ; Ford, 1944 ( 17 ) ; Haury y
Cubillos, 1953 ( 18 ) ). En resumen, durante aquellos aos cuando en
Mesoamrica, los Andes Centrales, las Antillas y Venezuela los arquelogos
construan las primeras escalas temporales detalla das, basadas ante todo en la
excavacin estratigrfica de basureros, las investigaciones arqueolgicas en los
valles interandinos o en los altiplanos de Colombia producan resultados que, no
obstante su importancia para la escena local, no arrojaban mucha luz sobre los
problemas de sucesin cronolgica, de procesos culturales, o de interrelaciones
regionales.

Durante la dcada de los sesenta se hizo notar una nueva tendencia paralela a la
orientacin que prevaleca entre los arquelogos del pas. Algunos colegas
extranjeros haban llegado a Colombia y comenzaron a dedicarse a labores
estratigrficas en diferentes regiones. Sylvia Broadbent (1962, 1964, 1965, 1966,
1968, 1969, 1970, 1971) (19) y Karen Olsen Bruhns
(1969) (20) iniciaron reconocimientos sistemticos en el Altiplano Muisca y la
Cordillera Central respectivamente; Warwick Bray y Michael Moseley (Bray, 1963;
Bray y Moseley, 1971; Bray y otros, 1968), trabajaron en el Valle del Cauca, y Bray
y Donald Sutherland (1971) iniciaron un programa de investigaciones en la
Cordillera Oriental. Wesley Hurt (Hurt, Van der Hammen y CorreaL,
1972) (21) excavaron en abrigos bajo roca cerca de Bogot; Henning Bischof
(1966, 1969) (22) trabaj en la Costa Caribe; Stanley Long y Juan Yngez (Long
y Yngez, 197 1)(23) excavaron en Tierradentro; Charles Bolian
(1972) (24) comenz algunas excavaciones en la regin amaznica, cerca de
Leticia. Todos estos arquelogos, en su mayora extranj eros, estaban aplicando
mtodos estratigrficos a acumulaciones de basura y lograron establecer cortas
secuencias de cermica u objetos lticos.

En la dcada de los setenta los eventos ms importantes fueron la creacin de la


Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, bajo el patrocinio del
Banco de la Repblica, la cual comenz a financiar una serie de investigaciones y
publicaciones en distintas partes del pas, as como el establecimiento del
Proyecto Pro-Calima, organizacin colombo-inglesa-suiza, para la exploracin de
la hoya del ro Calima y zonas aledaas, del ro Cauca. A partir de 1976 se inici
un proyecto nacional para la exploracin y reconstruccin de un sitio arqueolgico
(Buritaca 200) en la Sierra Nevada de Santa Marta.

No obstante estos comienzos de investigaciones regionales, en su mayora las


publicaciones de excavaciones recientes no parecen seguir un plan de
prioridades, ni tienden a formar parte de una visin continental; lo monumental y
espectacular (la arquitectura tairona, el arte agustiniano, la orfebrera, etc.) siguen
prevaleciendo sobre problemas tales como la Etapa Paleo-India, la identificacin
de la Etapa Arcaica, los orgenes de la vida sedentaria, la transicin del Cacicazgo
al Estado Incipiente.

Recientemente se ha planteado lo deseable de orientar las investigaciones hacia


el estudio de sistemas y de excavar sitios que permitan apreciar todo el contexto
coherente de la sociedad prehistrica en cuestin. Estoy muy de acuerdo con este
planteamiento y tan impaciente como mis colegas para dar este paso
metodolgico, pero tambin s que cualquier teora sobre sistemas y contextos
tendr poca validez si no cuenta con una base firme de datos muy detallados
procedentes de la estratigrafa y la tipologa. Antes de poder trabajar sobre el nivel
microrregional, faltan an muchas secuencias cronolgicas, series tipolgicas y
amplias comparaciones estilsticas, para formar un marco de referencia ms
slido.

Aunque, como lo he expuesto, se efectuaron muchas excavaciones en los ltimos


cincuenta aos, tambin se observa que, en su mayora, los estudios se
concentraron sobre ciertas regiones ms bien limitadas: San Agustn, Tierradentro,
la Sierra Nevada de Santa Marta, el territorio Muisca alrededor de Bogot, y las
dos costas Martimas. Esto significa que an existen inmensas regiones donde
apenas se han iniciado las exploraciones arqueolgicas: la Cordillera Central y la
Occidental, los valles de los ros Magdalena y Cauca, el sur Andino, las tierras
altas al norte de Bogot y, lo que es ms, las amplias llanuras al este de las
cordilleras, hacia las hoyas de los ros Orinoco y
Amazonas.

Otro factor que, hasta hace poco, limit seriamente una


apreciacin ms amplia de los desarrollos prehistricos
del pas, fue la falta de un esquema de cronologa absoluta. Hasta hace
relativamente poco, la carencia de fechas exactas y de secuencias estratigrficas
claramente definidas hizo imposible o, por lo menos, altamente especulativo, tratar
de postular correlaciones espaciales o perodos temporales. Sin embargo, durante
los ltimos aos se han obtenido muchas fechas de carbono radiactivo que, en
combinacin con algunas secuencias locales, comienzan a sugerir un esquema
evolutivo y de interrelaciones para las sociedades prehistricas colombianas.
Estoy muy consciente de las grandes dificultades que se presentan an al tratar
de delinear estos desarrollos, contando con una base tan fragmentaria.

Para los fines de la presente obra me he esforzado en combinarsiempre y


cuando fue posible un enfoque regional con una apreciacin cronolgica. Dentro
de este marco de referencia he tratado de trazar las grandes etapas de desarrollo,
desde los primeros pobladores del pas, hasta sus contactos con los
descubridores espaoles. Mi objetivo es entonces el de discutir los sitios ms
importantes de cada una de las grandes etapas y ponerlos no slo en un orden
cronolgico, sino tambin dentro de un contexto interpretativo. Cualquier tentativa
de construir con estos datos tan dispersos una teora general tendr
necesariamente un carcter provisional e incompleto y, desde luego, las
investigaciones posteriores llegarn a corregir muchos aspectos del esquema aqu
propuesto.

__________
1- Los principales cronistas espaoles que tratan de la conquista y colonizacin
del territorio colombiano, son: Juan de Castellanos, Elegas de Varones Ilustres,
Madrid, 1847, e Historia del Nuevo Reino de Granada, Madrid, 1886; Fray Pedro
de Aguado, Recopilacin Historial, 4 vol., Bogot, 1956-1957; Gonzalo Fernandez
Oviedo y Valds, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra finne del mar
ocano, Madrid, 1851-1855; Pedro Cieza de Len, La crnica del Per, Madrid,
1862; Fray Pedro Simn, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Fieme en
las Indias Occidentales, 5 voL, Bogot, 1882-1892; Lucas Fernndez de
Piedrahta, Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada,
Bogot, 1881; Antonio Herrera y Tordesillas. Historia general de los hechos de los
castellanos en las islas i tierra firme del mar ocano, 9 vol., Madrid, 1726-1727.
Importantes colecciones de documentos son, entre otros: Antonio B. Cuervo
(editor), Coleccin de documentos inditos sobre la geografla y la historia de
Colombia, 4 vol., Bogot, 189 1-1894; Juan Friede (Editor), documentos inditos
para la historia de Colombia, 10 vol., Bogot, 1955- 1960. La mayora de los
cronistas espaoles existe tansbin en ediciones recientes publicadas en Bogot.
Una excelente obra de resumen es de Carl Ortwin Sauer, The Early Spanish Main,
University of California Press, Berkeley y Los Angeles, 1966. Otras obras de
inters son: Juan Friede, Descubrimiento y Conquista del Nuevo Reino de
Granada: Rgimen de Gobernadores 1499-1550, Historia Extensa de Colombia,
Vol. II, Bogot, 1965. (regresar a 1)

2- Santa Gertrudis, Fray Juan de, Maravillas de la Naturaleza, 2 vol., Bogot,


1964. (regresar a 2)

3- Caldas, Francisco Jos de, Estado de la Geografa del Virreinato de Santa Fe


de Bogot, con relacin a la economa y el comercio (en: Seminario del Nuevo
Reino de Granada), varias ediciones. (regresar a 3)

4- Humboldt, Alexander de, Vues des Cordillres et monuments des peuples


indignes de lAmrique, 2 vol., Pars, 1816. (regresar a 4)

5- Sobre la historia de la arqueologa, vanse Luis Duque Gmez, Colombia:


Monumentos Histricos yArqueolgicos, 2 vol., Instituto Panamericano de
Geografa e Historia, Mxico. 1955; id., Prehistoria: Etnohistoria y Arqueologa,
Historia Extensa de Colombia, Vol. 1, Bogot, 1965. (regresar a 5)

6- Codazzi, Agustn, "Ruinas de San Agustn", en: Felipe Prez, Geografa fsica y
poltica de los Estados de Colombia, 2 vol., Bogot, 1863 (Cf. II, pp. 76-107);
Rivero, Eduardo Mariano y Johann Jakob von Tschudi, Antigedades Peruanas
(texto y atlas), Viena, 1851. (regresar a 6)

7- Bastian. Adolf, Die Culturlnder des Alten America, 3 vol. Berln, 1878/1889
(Cf. 1, pp. 225, 237-238,242-243,269,299). Otra obra que contiene muchos datos
e ilustraciones de cermicas colombianas, en museos alemanes, es: Seler,
Eduard, Peruanische Alterthmer, Berln, 1893. En ella figuran varios nombres de
coleccionistas colombianos, de fines del siglo pasado. (regresar a 7)
8- Bolinder, Gustaf, "Archaeological Research on the Tableland about Bogot",
Ethnos, Vol. 2, N4, pp. 130-132, Stockholm, 1937; Linn, Sigvald, Darien in the
Past: The Archaeology of Eastern Panam and North-Western Colombia,
Gteborg, 1929; Lunardi, Federico, El Macizo Colombiano en la Prehistoria de Sur
Amrica, Impresa Nacional, Rio de Janeiro, 1934; id.La vida en las
tumbas:Arqueologa del Macizo Colombiano, Rio de Janeiro, 1934; Mason,
Gregory, South of Yesterday, New York, 1940; Walde-Waldegg, Hermano von,
"Preliminary Repon on the Expedition to San Agustn (Colombia)", Anthropological
Series of The Boston College, Vol. II, N 7, pp. 5-54 Boston, 1937; Wassn, Henry
S., "Archaeological Study in the Western Colombian Cordillera", Etnologiska
Studier, N 2, pp. 30-67, Gteborg, 1936; Wavrin, Robert de, "Apport aux
connaissances de la civilisation dite de San Agustin et la archologie du Sud de
la Colombie", Bulletin de la Socit des Amricanistes de Belgique, N" XXI, pp.
107-134, Bruselas, 1936.

9- Los principales autores que han postulado una divisin en "reas


arqueolgicas" son, en orden cronolgico: Joyce, Thomas A., South American
Archeology, London, 1912; Thompson, J. Erie, Archaeology of South America,
Field Museum of Natural Histoty, Anthropological Leaflet N 33, Chicago, 1936;
Hernndez de Alba, Gregorio, Colombia: Compendio arqueolgico, Bogot, 1938,
Bennett, Wendel C., "Archaeological Regions of Colombia: A Ceramic Survey",
Yale University Publications in Anthropology. N 30, New Haven, 1944; id., "The
Archaelogy of Colombia", Handbook of South American lndians (Julin
Steward,editor),Vol. 2, pp. 823-850, Washington, 1946; Nachtigall, Horst,
lndlanerkunst der Nord-Anden, Berlin 1961; id. Alt-Kolumbien: Vorgeschichtliche
Indianerlculturen, Berlin, 1961; Angulo Valds, Carlos, "Cultural Development in
Colombia", in: Aboriginal Cultural Development in Latin America (Betty J. Meggers
& Clifford Evans, Editores), pp. 55-66, Smithsonian Miscellaneous Coilections, Vol.
146, N 1, Washington, 1963; Perdomo, Luca Rojas de, Manual de Arqueologa
Colombiana, Carlos Valencia Editores, Bogot, 1979. En cambio, una perspectiva
cronolgica-evolutiva se presenta en: Reichel-Dolmatoff, G., "Colombia Indgena
Periodo Prehispnico", en: Manual de Historia de Colombia (Juan Gustavo Cobo y
Santiago Mutis, editores), 1, pp. 31-114, Instituto Colombiano de Cultura, Editorial
Andes, Bogot, 1978. (regresar a 9)

10- Prez de Barradas, Jos, Arqueologa y antropologa precolombinas de


Colombia, Ministerio de Educacin Nacional, Bogot, 1937; id.
ArqueologaAgustiniana, Ministerio de Educacin Nacional, Bogot, 1942.
(regresar a 10)

11- Cubillos, Julio Csar, "El Morro de Tulcn (pirmide prehispnica)", Revista
Colombiana de Antropologa, Vol. VIII, pp. 217-357, Bogot, 1959. (regresar a 11)

12- Duque Gmez, Luis, "Los ltimos hallazgos arqueolgicos de San Agustn",
Revista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. II, N 2, pp. 5-42, Bogot, 1948; id.,
San Agustn: Resea Arqueolgica, Ministerio de Educacin Nacional, Bogot,
1963. (regresar a 12)

13- Silva Celis, Elicer, "La arqueologa de Tierradentro", Revista del Instituto
Etnolgico Nacional, Vol. 1, pp. 117-130; pp. 521-589, Bogot, 1943-1944.
(regresar a 13)

14- Lehmann, Henri, "Arqueologa de Moscopn", Revista del Instituto Etnolgico


Nacional, Vol. 1, N2, pp. 657-670, Bogot, 1944; id., "Archologie du sudouest
colombien", Journal de la Socit des Amricanistes, N. S., Tome XLIII, pp. 199-
270, Pars, 1953. (regresar a 14)

15- Nachtigall, Horst, "Tierradentro: Archologie und Etbnographie einer


kolumbianischen Landschaft", Mainzer Studien zur Kultur-und Volkerkunde, Vol. II,
Zurich, 1955; id., "Tierradentro", Studia, Vol. 1, N0 10, pp. 2 1-55, Universidad del
Atlntico, Barranquilla, 1956; id., Die amerikanischen Megalithkulturen, Berln,
1958; d., "Dic Reliefkunst der San Agustn-Kultur (Kolumbien)", Baessler-Archiv.
Neue Folge, Vol. VIII, N 2, pp. 3 19-333, Berlin, 1960. (regresar a 15)

16- Bennett, Wendell C., "Archaeological Regions of Colombia: A ceramic


Survey", Yale University Publications in Anthropology, N 30, New Haven, 1944.
(regresar a 16)

17- Ford, James A., "Excavations in the Vicinity of Cali, Colombia", Yale
University Publications in Anthropology, N 31, New Haven, 1944. (regresar a 17)

18- Haury, Emil W. & Julio Csar Cubillos, "Investigaciones arqueolgicas en la


Sabana de Bogot, Colombia (Cultura Chibcha), University of Arizona Bulletin, Vol.
24, N 2. Social Science Bulletin, N 22, Tucson, 1953. (regresar a 18)

19- Broadbent, Sylvia M. "Excavaciones en Tunjuelito: Informe preliminar",


Revista Colombiana de Antropologa, Vol. X, pp. 343-346, Bogot, 1962; id.,
"Agricultural Terraces in Chibcha Territory",American Antiquity, Vol. 29, N04, pp.
501-504, 1964; id., "Stone roofed chambers in Chibcha Territory", awpa Pacha,
N 3, pp. 93-106, Institute of Andean Studies, University of California, Berkeley,
1965; id., "The Site of Chibcha Bogot", awpa Pacha, N 4, pp. 1-13, Institute of
Andean Studies, University of California, Berkeley, 1966; id., "A Prehistoric Field
System in Chibcha Territoy, Colombia", awpa Pacha, N 6, pp. 135-147, Institute
of Andean Studies, University of California, Berkeley, 1968; id., "Prehistoric
Chronology in the Sabana de Bogot", Kroeber Anthropological Society Papers,
N0 40, pp. 38-51, University of California, Berkeley, 1969; "La arqueologa del
territorio chibcha II: Hallazgos aislados y monumentos de piedra", Antropologa
N4, Ediciones de la Universidad de los Andes, Bogot, 1970; Id.,
"Reconocimientos arqueolgicos de la Laguna de "La Herrera",Revista
Colombiana de Antropologa, Vol. XV, pp. 171-213, Bogot, 1971. (regresar a 19)

20- Bruhns, Karen Olsen, Ancient Pottery of the Middle Cauca Valley, Disertacin
doctoral, University of California, Berkeley, 1967 (University Microfilms, Ann Arbor).
(regresar a 20)

21- Bray, Warwick Michael, "Investigaciones arqueolgicas en el Valle del


Calima: Informe preliminar Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XI, pp. 3 19-
328, Bogot 1967; Bray, Warwick y M. Edward Moseley, "An Archaeological
Sequence from the Vicinity of Buga.Colombia", awpa Pacha, Nos. 7-8, pp. 85-
103, institute of Andean Studies, University of California, Berkeley, 1971; Bray,
Warwick, y otros, "The Cauca Valley Expedition, 1964", Explorers Journal, Vol.
XLVI, N 1, pp. 43-50, New York, 1968. Hurt, Wesley R., Thomas van derHammen
& Gonzalo Correal Urrego, "Preceramic Sequences in the El Abra Rock-Shelters,
Colombia", Science, Vol. 175, pp. 1106-1108, Washington, 1972. (regresar a 21)

22- Bischof, Henning, "Canapote: An Early Ceramic Site in Northern Colombia


Preliminary Report", Actas del XXXVI Congreso Internacional de Americanistas,
Espaa, 1964, Vol. 1; pp. 483-491, Sevilla, 1966; id., "Contribuciones ala
cronologa de la Cultura Tairona (Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia)",
Verhandlungen des XXXVIII Internationalen Amerikanistenkongresses, Stuttgart-
Mnchen, 1968, Vol. 1, pp. 259-269, Munich 1969. (regresar a 22)

23- Long, Stanley Vernon y Juan A. Yangtiez, "Excavaciones en Tierradentro",


Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XV, pp. 9-127, Bogot, 1971. (regresar
a 23)

24- Bolian, Charles "An Archaeological Survey of the Trapecio of Amazonas,


Colombia", ponencia presentada en el North-Eastern Anthropological Meeting,
Buffalo, New York, 1972.
Captulo II

EL Pas

Colombia est situada en el extremo


noroccidental de Amrica del Sur, donde ocupa
un rea de ms de 1.100.000 kilmetros
cuadrados, o sea una extensin equivalente a la
de Francia, Espaa y Portugal. Este inmenso
pas, cuyas selvas exuberantes y montaas
escarpadas se extienden desde el Mar Caribe
hasta el Amazonas, es la "casa de esquina" de
Suramrica.

La extrema diversidad de la configuracin del


terreno, de las caractersticas climatolgicas y de
los desarrollos culturales de Colombia ha
desafiado siempre cualquier tentativa de
descripcin generalizada. Pocos pases del
mundo la igualan en lo que se refiere a variacin ambiental. Debido a su ubicacin
geogrfica, como a sus particularidades tan complejas de fisiografa y climatologa,
Colombia forma el epicentro del Area Intermedia, es decir, de aquellas tierras que
yacen entre los dos grandes centros de civilizacin indgena americana. En el
curso de su historia aborigen, esta tierra colombiana ha desempeado un papel
muy variado pero siempre importante. Debido a su posicin geogrfica general,
Colombia ha sido la entrada y salida de Amrica del Sur, mientras que por su
complejidad interna ha constituido una encrucij ada y un mosaico de nichos
ecolgicos donde la lucha entre los recursos adaptativos del hombre y el medio
ambiente fisico han continuado hasta la poca presente. En efecto, todos estos
factores han tendido a producir un ambiente de grandes contrastes, y en cualquier
reflexin sobre temas colombianos, el problema de los contrastes, sean cuales
fuesen, ser siempre el punto focal.

El rasgo estructural ms sobresaliente en el pas son las cordilleras que dividen su


territorio en tres grandes reas: la Andina, las Costas y el rea de Orinoqua y
Amazonia. Al penetrar a Colombia por el sur, los Andes pierden su unidad anterior
y se dividen en tres enormes cadenas montaosas: las Cordilleras Occidental,
Central y Oriental, que se despliegan desde el sur y se extienden luego a travs
del pas, desde las tierras altas ecuatorianas hasta las llanuras del Caribe.
Aproximadamente paralelos a las cordilleras yacen los inmensos valles de los ros
Magdalena y Cauca, acompaados de cada lado por montaas coronadas aqu y
all por altos picos nevados o elevados volcanes. Estos dos ros, las arterias
vitales del pas, desembocan en el Mar Caribe, poco despus de que el
Magdalena recibe las aguas del Cauca, ya sobre las tierras bajas de la Costa
Caribe.
Al este de los Andes y ms all de las cordilleras yacen los Llanos del Orinoco y
las Selvas del Amazonas, ambas regiones abarcan las dos terceras partes del
territorio nacional.

Colombia est situada entre los 12 30' Norte y 4 13 Sur de la lnea ecuatorial, y
la mayor parte del territorio tiene un clima tropical, pero ya que la temperatura
depende de la altura, la variacin climtica en las zonas montaosas del pas
abarca toda la escala, desde el trpico hmedo o seco, hasta las tierras altas y los
nevados de las cordilleras. Una divisin cudruple en grandes pisos trmicos
muestra una escala donde primero est la tierra caliente, desde el nivel del mar
hasta aproximadamente 1.000 metros, abarcando el 83% del territorio nacional,
con una temperatura media anual que no excede los 24 centgrados. La tierra
templada sigue entre los 1.000 y 2.000 metros, abarcando aproximadamente el
9% del territorio y con una temperatura media de no menos de 17.50. Entre los
2.000 y 3.000 metros est la tierra fra, que abarca el 6% del territorio nacional y
tiene una temperatura de no menos de 12 centgrados, y arriba de los 3.000
metros comienzan los pramos, aquella zona alta semejante a la tundra siberiana,
que cubre ms o menos el 2% del territorio y con una temperatura por debajo de
los 12. El lmite inferior de las nieves perpetuas se halla aproximadamente entre
los 4.500 y 4.800 metros sobre el nivel del mar.

En Colombia las estaciones estn marcadas por la lluviosidad y no por notables


fluctuaciones de temperatura. En las tierras bajas de la Costa Caribe, al norte de
lat. 8 N, hay una estacin lluviosa de unos ocho meses (abril a noviembre),
seguida por una estacin seca de unos cuatro meses (diciembre a marzo),
mientras que al sur de esta latitud la estacin de lluvias est generalmente
interrumpida por un corto perodo intermedio de poca lluviosidad ("veranillo")
durante los meses de junio y julio. En las tierras bajas de la Costa del Pacfico
prcticamente no existe una estacin seca y las lluvias caen durante todo el ao.
Tanto la distribucin anual como la frecuencia y la cantidad de la precipitacin
dependen naturalmente de muchos factores locales. Por ejemplo, mientras que la
Pennsula de la Guajira recibe slo unos 200 milmetros de precipitacin anual, la
Costa Pacfica, con una precipitacin de hasta 10.000 milmetros, es
probablemente la zona ms lluviosa y hmeda de los trpicos americanos.

De acuerdo con los factores meteorolgicos y morfolgicos, se pueden distinguir


cinco grandes regiones naturales que, aunque contienen muchas subregiones
cada una, se caracterizan por sus aspectos ms o menos coherentes. Dichas
regiones son:

La Costa Caribe
La Costa Pacfica
La Regin Andina
Los Llanos del Orinoco
Las Selvas del Amazonas.
Las tierras bajas de la Costa Caribe se extienden aproximadamente 1.600
kilmetros desde la frontera venezolana hasta Panam, o sea desde los desiertos
de la Pennsula de la Guajira, hasta las selvas del Darin. La Guajira forma el
extremo ms septentrional del Continente Suramericano. Durante la estacin seca
los vientos alisios corren constantemente sobre aquella extensin plana y arenosa
y, ya que no hay barreras que permitan condensar su humedad, la Guajira es un
vasto desierto ardiente cubierto slo por rastrojos xerofticos, cactus y
bromeliceas. Slo durante los meses de octubre a noviembre caen leves lluvias y
entonces el montono desierto se ve sbitamente cubierto de matices verdosos.
Pero durante la mayor parte del ao, la Guajira es el territorio ms desrtico de
Colombia un vasto tracto de tierras estriles rodeadas por un mar violento.

Las tierras bajas del Caribe continan hacia el sudoeste y cambian paulatinamente
de desiertos a sabanas semiridas, con colinas onduladas a veces con extensos
bosques de rboles deciduos, hasta que al llegar al ro Magdalena se abre la
amplia llanura aluvial, cubierta aqu y all por lagunas y brazos muertos,
constituyendo un laberinto verde de caos y pantanos. Hacia el occidente del
Magdalena siguen lomas cubiertas de pastos y pequeos bosques, pero al paso
que los vientos alisios pierden su fuerza, la precipitacin anual aumenta. Esta gran
llanura que, hoy en da, es el centro ganadero del pas, est atravesada por dos
grandes ros cuyas cabeceras yacen cerca la una de la otra, en las montaas del
sur. El ro Sin corre en direccin norte, hacia el Mar Caribe, mientras que el ro
San Jorge se dirige hacia el nordeste y se une con el ro Magdalena un poco ms
abajo de la confluencia de ste con el ro Cauca.

Al este del bajo ro Magdalena surge la Sierra Nevada de Santa Marta, un gran
macizo aislado que se levanta abruptamente sobre las tierras bajas que se
extienden entre el delta del gran ro y las estribaciones septentrionales de la
Cordillera Oriental. Este macizo, de forma aproximadamente piramidal, constituye
un rasgo fisiogrfico sobresaliente de la Costa Caribe. En la Sierra Nevada, el
clima y la vegetacin varan no slo de acuerdo con la altura, sino tambin segn
la orientacin de las vertientes; las faldas surorientales que yacen bajo los vientos
alisios estn cubiertas por pastos, por escasos arbustos y pequeos bosques, los
cuales slo se hallan a lo largo de algunas corrientes de agua o en hondonadas
protegidas del viento. Las vertientes septentrionales y occidentales estn mucho
menos expuestas a los vientos y cubiertas de extensiones ms grandes de selva.

Hacia el occidente, las tierras bajas del Caribe se confunden gradualmente con las
selvas pluviales del Golfo de Urab y de la Serrana del Darin. All el paisaje es
de planicies aluviales pantanosas y de manglares interrumpidos a trechos por
oscuros riscos y bahas pedregosas.

Las tierras bajas de la Costa Pacffica presentan un cuadro totalmente diferente de


la Costa Caribe. Tupidas y enmaraadas selvas pluviales se extienden por ms de
1.300 kilmetros sobre la costa baja, entre Panam y Ecuador, a todo lo largo del
pas. Grandes ros tales como el San Juan, el Atrato y el Baud atraviesan este
territorio, junto con centenares de arroyos y riachuelos. El sector norte est
formado por una costa escarpada, con muchas caletas, ensenadas y puertos
naturales, pero a partir de Cabo Corrientes hacia el sur, siguen vastos manglares y
esteros cuya extensin aumenta hacia la frontera con el Ecuador. Ya que la
precipitacin anual excede los 7.000 milmetros en la parte central del Choc
nombre que se da al sector norte de la Costa se trata aqu de una de las
grandes selvas pluviales ecuatoriales de Amrica. La vegetacin hidrfila, con su
abundancide trepadoras y epffitas, es un mundo aparte, totalmente distinto de las
ridas sabanas de norte o de las escarpadas montaas del interior andino.

La regin Andina ya se ha mencionado al esbozar las grandes lineas estructurales


del pas. La Cordillera Central es la ms elevada, con una altura promedio de
3.000 metros; es algo ms baja hacia su extremo septentrional donde se divide en
varias serranas que paulatinamente terminan en la Costa Caribe. La Cordillera
Oriental tiene una altura promedio de aproximadamente 2.000 metros. Siendo
considerablemente ms ancha que las dems, forma varios altiplanos; pero
tambin se bifurca en dos Serranas, una de las cuales, la Sierra de Perij,
contina hacia el Caribe y termina apenas al llegar a la Pennsula de la Guajira,
mientras que la otra se extiende hacia el este y contina en territorio venezolano
La Cordillera Occidental es la menos elevada y la ms corta. Pero hay tambin
otras montaas y serranas que no forman parte del sistema andino. La Sierra
Nevada de Santa Marta, la montaa ms alta de Colombia (5.775 metros), no
parece estar relacionada estructuralmente con las cordilleras. Lo mismo ocurre
con la Serrana del Darin en la frontera con Panam, la cual forma el divorcio de
aguas continental, o tambin es el caso de la Serrana de la Macarena, en el
borde occidental de los Llanos del Orinoco, y la cual geolgicamente pertenece al
antiguo escudo de Guyana. Adems esto ocurre en algunas montaas de menor
extensin.

Las tres cadenas de las cordilleras forman un relieve extremadamente irregular y


complejo, de hoyas intermontanas, sabanas, vertientes selvticas, altiplanos y
pramos. La gran variedad de factores locales tales como altura, orientacin de
vertientes, comentes de aire, humedad, y la naturaleza de los suelos, constituyen
aqu un mosaico de complejidad extrema. La variedad de microambientes que
componen cada zona ecolgica, las cuales adems varan cada una tanto
horizontal como verticalmente, es la caracterstica ms distintiva de las cordilleras
colombianas y de sus valles montaosos. Una regin de especial importancia es el
altiplano cundiboyacense, que ocupa aproximadamente el centro de la Cordillera
Oriental. Ms de una docena de cuencas planas se encuentran all a una altura de
unos 2.700 metros y forman con sus excelentes tierras una de las zonas ms
frtiles del pas. La cuenca ms meridional forma la llamada Sabana de Bogot, a
una altura de 2.600 metros sobre el nivel del mar (1) .

Es obvio que la particular naturaleza y alcance de los desarrollos indgenas de


Colombia deben examinarse y evaluarse como fenmenos estrechamente
relacionados con la posicin fsica y cultural tan nica que el pas ocupa en el Area
Intermedia.
Las anteriores observaciones plantean el problema de las rutas migratorias y de
zonas de contacto. Las extensas tierras bajas de la Costa Caribe han sido
indudablemente desde miles de aos una regin a travs de la cual se movieron
grupos humanos en una direccin ola otra: de los ros hacia las selvas
interfluviales odel litoral hacia las estribaciones de las serranas. La abundancia, la
naturaleza y la profundidad temporal de los vestigios arqueolgicos locales lo
indican claramente. El extremo septentrional de la Cordillera Oriental seguramente
no constituy un obstculo para estos movimientos migratorios; ellos podan
cruzar por varios desfiladeros que se abren hacia lo que hoy es territorio
venezolano, y la hoya del Lago de Maracaibo tambin poda alcanzarse
atravesando la parte baja de la Guajira.

La regin del Darin, en la esquina ms noroccidental de Colombia, donde


Amrica Central se une al Continente de Amrica del Sur, es por cierto, una zona
crucial de contacto ya que todas las migraciones antiguas deben haber pasado por
all, por lo menos hasta aquel perodo cuando la navegacin costanera estuvo
suficientemente desarrollada.

Las tierras bajas de la Costa Pacfica probablemente no han experimentado


notables cambios climticos en el pasado y quizs eran poco propicias a
migraciones por va terrestre. Las condiciones locales del terreno presentan
grandes obstculos para viajar por tierra a lo largo del litoral; densos manglares,
riscos, farallones e innumerables ros dificultan cualquier movimiento humano
paralelo a la Costa, excepto algo ms hacia el este, donde los ros San Juan y
Atrato ofrecen sus cursos de aguas como vas naturales. Por otro lado, an ms
hacia el este, existen varios puntos donde es relativamente fcil cruzar la
Cordillera Occidental hacia el Valle del Cauca. Dicha Cordillera, en casi toda su
extensin, es comparativamente baja, y al seguir el curso de ciertos ros, ante todo
en las regiones de los bajos ros San Juan y Calima o del ro Pata, se puede
penetrar fcilmente hacia los valles del interior.

Los amplios valles de los ros Magdalena y Cauca son, desde luego, rutas
migratorias naturales que siempre han desempeado un papel importante. Desde
las cabeceras del ro Magdalena, la Cordillera Oriental se puede atravesar en
varios lugares. Ms all, se extienden los Llanos del Orinoco y las Selvas del
Amazonas, con sus innumerables ros que corren hacia el Oriente y constituyen
vas hacia las tierras bajas del Per, del Brasil y de las Guyanas.

Antes de finalizar esta somera introduccin geogrfica, caben algunas


observaciones sobre las posibilidades de navegacin costanera de los indgenas.
Al mirar el mapa de Colombia no siempre se cae en la cuenta de que es posible
viajaren canoa desde la Baha de Buenaventura hasta el Ecuador sin salir al mar
abierto (con excepcin de un trayecto muy corto a travs del Golfo de Tortugas),
simplemente usando la intercomunicacin de esteros y canales que atraviesan los
manglares. Lo mismo es factible al viajar hacia el norte, desde el delta del ro San
Juan hasta la desembocadura del ro Baud. Slo al norte del Baud es obligatorio
dejar el abrigo de los manglares y salir al mar abierto, pero durante varios meses
del ao, sobre todo entre los meses de enero y abril, el Ocano Pacfico es
suficientemente calmado como para hacer posible la navegacin en canoas no
descubiertas. Hay algunos puntos que ofrecen cierto peligro: Cabo Corrientes,
Cabo Marzo y algunos otros, pero an en la actualidad los indios del Choc viajan
ocasionalmente en sus canoas a remo de ensenada en ensenada. Troncos de
madera de balso, amarrados a lo largo de las bordas, les sirven de flotadores y
estabilizadores. Para una poblacin indgena, con un mnimo de conocimientos de
navegacin martima, estas costas no presentan mayores riesgos, y la navegacin
costanera bien puede haber sido un factor importante en las antiguas migraciones,
las relaciones comerciales y extensos contactos culturales. Lo mismo puede
afirmarse de las condiciones en la Costa Caribe donde, aunque actualmente faltan
casi por completo los manglares, es posible navegar de baha en baha, cuando
hace buen tiempo. Hasta hace poco observamos canoas cubiertas de los indios
Cuna (Golfo de Urab) y de los indios de la Guajira, recorriendo a remo largos
trechos, hasta la boca del ro Magdalena. A veces una gran hoja de palma puede
servirles de vela.

Existen pues amplias rutas para movimientos migratorios, as como zonas de


contacto con otras reas geogrficas y culturales: Amrica Central, la Costa del
Ecuador, el noroeste de Venezuela, las Antillas y la Costa Caribe de los Estados
Unidos, as como los Llanos del Orinoco y las Selvas Amaznicas. Debemos tener
presente estas posibilidades al comenzar a trazar los desarrollos de las culturas
indgenas de Colombia.

__________

1. Como introduccin a la geografa del pas. vase Guhl, Ernesto. Colombia:


Bosquejo de su Geografa Tropical. Biblioteca Bsica Colombiana, Vols. 5 y 11,
Instituto Colombiano de Cultura, Bogot, 1975/1976. Obras geogrficas regionales
de importancia son: Crist, Raymond E. The Cauca Valley. Baltimore, 1952; West,
Robert C. The Pacific Lowlands of Colombia: A Negroid Area of the American
Tropics. Baton Rouge, 1957; Wilhelmy, Herbert "Die klimamorphologische und
pflanzengeographiscbe Entwicklung des Trockengebietes am Nordrand
Sdamerikas seit dem Pleistozn", Die Erde, 3-4, Berln, 1954. Para climatologa
vase Trojer, Hans "El tiempo reinante en Colombia" Boletn Tcnico, II, 13, pp. 1-
43, Federacin Nacional de Cafeteros, Chinchin, 1954.Fuentes indispensables
son: Atlas de Colombia, Instituto Geogrfico "Agustn Codazzi", Bogot (varias
ediciones). Atlas de mapas antiguos de Colombia - Siglos XVI a XIX. (Eduardo
Acevedo Latorre, editor), Editorial Arco, Bogot (varias ediciones), as como la
serie de atlas regionales y nacionales publicada por el Banco de la Repblica y por
el Instituto Geogrfico "Agustn Codazzi". Una excelente introduccin popular
sigue siendo el libro de Katleen Romoli.Colombia: Gateway to South America. New
York, 1941, traducido ahora al espaol con prlogo de Juan Gustavo Cobo Borda
e incluido en esta misma serie de la Biblioteca Familiar Colombiana de la
Presidencia de la Repblica, 1996.
Captulo III

LA ETAPA PALEO-INDIA

La poblacin indgena de Amrica no es autctona. Hace muchos miles de aos


llegaron las primeras oleadas de pueblos asiticos; ellos entraron al Continente
Americano por el Estrecho de Bering y luego penetraron hacia el sur, hasta que
cubrieron toda la extensin entre Alaska y Patagonia (1) .

Fue aproximadamente hace 70.000 aos cuando comenz la glaciacin de


Wisconsin, ltimo gran enfriamiento del Cuaternario. Hace unos 20.000 aos que
la glaciacin lleg a su mximo desarrollo.

Durante aquellos milenios se operaban muchos cambios en el mundo entero. Las


grandes masas de hielo se movan; a veces avanzaban, otras veces retrocedan
hacia los polos, y de acuerdo con estos movimientos se modificaban las
condiciones climticas y el nivel de los mares. La enorme cantidad de agua que se
acumulaba durante el avance de los glaciares haca que el nivel de los mares
bajara, pero cuando los casquetes de hielo se derretan y retrocedan, durante las
pocas templadas o interglaciares, el nivel suba nuevamente. De esta manera se
modificaban las lneas costaneras; islas o puentes terrestres se sumergan o
salan de las aguas, y estos cambios en la superficie terrestre influan
naturalmente sobre los desplazamientos de fauna, flora y grupos humanos. En
varias pocas se form un ancho puente terrestre en la regin de Beringia,
uniendo Asia con Amrica, y fue as, principalmente durante estas pocas, hace
aproximadamente 40.000 aos, como grupos migratorios ms o menos
numerosos, encontraron el camino hacia el Continente Americano, que hasta
entonces no haba sido poblado por seres humanos.

En aquellas pocas, la humanidad an no conoca la navegacin martima, de


manera que todos los primeros pobladores de Suramrica tuvieron que pasar por
el Istmo de Panam que, entonces, probablemente era ms ancho que en la
actualidad. Fueron pues tierras hoy colombianas, las primeras de Suramrica, que
estos asiticos, los llamados Paleo-indios, atravesaron en su largo camino hacia el
sur. Hace unos 20.000 aos ellos tenan asentamientos en Pikimachay, regin de
Ayacucho, en el Per. En Taima-Taima, en Venezuela, se hall una punta de
lanza de piedra incrustada en el hueso plvico de un mastodonte; hallazgo al que
se atribuye una edad de unos 13.000 aos. En el sur de Argentina, en el sitio de
Los Toldos, tambin ya haba asentamientos indgenas hace unos 13.000 aos.
Tambin hay otra serie de datos en otros pases que coinciden con la antigedad
de los Paleo-indios en Sur Amrica.

En Colombia, el problema de los primeros pobladores comenz a investigarse slo


a partir de la dcada de los sesenta de este siglo (2) . Con anterioridad, apenas se
conocan algunas puntas de proyectil, raspadores, golpeadores y otros utensilios,
hallados en la superficie del terreno o en excavaciones casuales hechas sin
control estratigrfico. Estos hallazgos superficiales, sin embargo, no carecen de
inters. En El Espinal, departamento del Tolima, se hall una punta ltica de forma
lanceolada, bifacialmente tallada por percusin y retocada por presin. Otras
puntas se encontraron en Ibagu, departamento del Tolima; La Tebaida,
departamento del Quindo, y Manizales, departamento de Caldas, esta ltima
provista de un pednculo alargado, con base bifurcada; la talla es bifacial y muy
tosca. Varias puntas de proyectil se han descubierto en la Costa Caribe: Santa
Marta, Mahates, Laguna de Betanc, Golfo de Urab (Correal, 1983; Reichel-
Dolmatoff, 1965, y otros). El problema que plantean los artefactos mencionados es
que todos carecen de un contexto estratigrfico y cultural. Aun su tipologa formal
y tecnolgica vara fuertemente y es imposible atribuirlos a cierta etapa
cronolgica o a cierta fase de desarrollo
cultural.

Esta ltima observacin la referente al


contexto cultural es de especial
importancia. La primera gran etapa de la
prehistoria americana se denomina
Etapa Paleo-india, y se sabe, debido al
resultado de muchas excavaciones
hechas en el Nuevo Mundo, que estos
seres humanos eran Figura 3. Punta de proyectil; alto ro
predominantemente cazadores. Ya que Calima .
en aquella etapa exista an la Figura 4. Punta de Proyectil,Cinaga
megafauna de mastodontes, caballos y de Trapo
otros mamferos de gran tamao, Figura 5. id. Vista del otro lado.
nuestra imagen del Paleo indio es la de
un cazador intrpido, quien armado slo
con una lanza con punta de piedra, se
enfrentaba a fieras temibles. Fcilmente olvidamos entonces que muchos grupos
humanos, de acuerdo con las condiciones ambientales, estacionales y
tecnolgicas, eligieron otro modo de vida y se dedicaron con preferencia a la
recoleccin, la cacera de presas menores y la pesca. Moluscos, reptiles, insectos
y frutas silvestres constituyen obviamente una base alimenticia muy importante.
En la adaptacin ecolgica humana siempre ha habido un elemento de seleccin,
de preferencias situacionales que, desde nuestra perspectiva moderna, a veces
son difciles de comprender. As puede haber habido casos en que un grupo
indgena menospreciara una fuente abundante de alimentos, en cambio de otra,
tal vez menos provechosa. Este fenmeno de especializacin y adaptacin
diferencial explica tal vez el hecho de que, en Colombia, las puntas de proyectil,
de la Etapa Paleo-india, sean ms bien escasas. En otros pases, notablemente
los Estados Unidos, Mesoamrica y el Cono Sur, las puntas lticas abundan y
forman un ndice valioso para conocer los modos de cacera y los cambios
tecnolgicos en la talla litica, pero en Colombia se carece an de hallazgos
numerosos de este tipo de artefactos. Por cierto, tambin hay el hecho de que
muchas y extensas regiones han quedado an inexploradas y que todava nos
esperan grandes sorpresas en este campo tan prioritario de las investigaciones
arqueolgicas del pas.

Figura 6. Punta de proyectil; quebrada Niqua.

Figura 7. Punta de proyectil; quebrada Niqua.

Figura 8. Punta de proyectil; ro Manzanares.

Figura 9. id. Vista de otro lado.

Figura 10. Punto de proyectil; Sabana de Bogot.

Figura 11. Entierros paleo-indios; sitio Tequendama. Excavacin de O. Correal y


T. van der Hammen.(ver figuras 6, 7, 8, 9, 10 y 11)

En Colombia, un plan coherente de investigaciones Paleo-indias, se inici con un


proyecto originalmente diseado y puesto en marcha por el presente autor y
Thomas van der Hammen, gelogo holands quien, desde los aos cincuenta, se
haba dedicado a la investigacin de las condiciones paleoclimticas y
paleobotnicas durante el Pleistoceno y el Holoceno de la Cordillera Oriental y
otras regiones del pas. En 1967, el arquelogo Gonzalo Correal Urrego, entonces
del Instituto Colombiano de Antropologa, excav en compaa de van der
Hammen y del norteamericano Wesley Hurt, los abrigos rocosos de la regin de El
Abra, cerca de Zipaquir, en el extremo norte de la Sabana de Bogot. Estas
excavaciones constituyeron un paso fundamental en el conocimiento de la Etapa
Paleo-india de Colombia.

El sitio de El Abra est localizado a 2.570 metros sobre el nivel del mar. En el
curso de la excavacin encontraron abundantes vestigios de campamentos de
antiguos cazadores, junto con gran nmero de artefactos liticos que permitieron
establecer una secuencia estratigrfica. La estrecha colaboracin entre
arquelogos, gelogos, palinlogos y zologos, hizo posible el anlisis de estos
hallazgos, dentro del contexto paleoclimatolgico y paleoecolgico, circunstancia
que aument la importancia de sta y de subsecuentes excavaciones en el
altiplano. En efecto, result posible correlacionar las fechas de radiocarbono, los
anlisis de polen y las capas de ceniza volcnica, con las largas secuencias
paleoclimticas que van der Hammen haba elaborado para otras partes de la
Sabana de Bogot.

Figura 12. Raspador bifacial; Rquira.

Figura 13. Artefactos lticos; ro Catr.

Figura 14. Artefactos lticos; ro Catr.

Figura 15. Artefactos lticos; ro Juruvid. (ver figuras 12,13,14 y 15)


Figura 16. Artefactos lticos; Cabo Corrientes.

Figura 17. Artefactos lticos; Pomares.

Figura 18. Artefactos lticos; ro Carare. (ver figuras 16,17,18 y 18a)

Prosiguiendo sus investigaciones en 1970, Correal y van der Hammen


descubrieron, cerca del Salto de Tequendama, un grupo de abrigos rocosos, cuya
excavacin result en el hallazgo de vestigios de antiqusimos campamentos y
entierros. Este sitio estaba localizado en el borde suroccidental del antiguo lago
pleistocnico, que antao cubra lo que es hoy la Sabana de Bogot, muy cerca de
la vertiente que desciende hacia el valle del ro Magdalena. Estos dos sitios El
Abra y El Tequendama produjeron abundantes testimonios de la presencia
humana en el Pleistoceno Tardo.

De acuerdo con van der Hammen, el clima del altiplano era fro durante todo el
Pleniglacial (ca. 55.000 a ca. 14.000 antes de presente) y la regin estaba cubierta
por una vegetacin tpica de los pramos. Despus de 14.000 antes de presente,
el clima se volvi ms templado, culminando en el llamado Interstadial de
Guantiv (ca. 12.500 a ca. 11.000 antes de presente), cuando extensos bosques
invadieron el altiplano. Este intervalo ms caliente corresponde a los artefactos
humanos de mayor antigedad encontrados en El Abra. La fecha ms antigua,
obtenida por el anlisis de radiocarbono, es de 12.460 aos antes de presente.
Los restos faunsticos indican la presencia de venados, roedores y armadillos,
pero no se hallaron vestigios de la megafauna del Pleistoceno. Los abrigos del
Tequendama y otros sitios del altiplano excavados por Correal y sus
colaboradores tambin arrojan fechas que colocan los vestigios culturales dentro
de la Etapa Paleo-india (3) .

Es importante observar que la mayora de los artefactos lticos de los sitios


excavados consisten en piedras que muestran un filo cortante, mientras que las
puntas de proyectil estn prcticamente ausentes. Los armadillos y venados, tan
abundantes en el sitio del Tequendama, por cierto son indicios de una dieta rica en
protenas.

Despus del Holoceno Temprano y Medio (ca. 10.000 a 2.500 antes de presente),
la temperatura media anual subi y, junto con este cambio, se observan ciertas
modificaciones en la cultura de los Paleo-indios. En El Abra, en aquella poca, se
utilizaban muchos artefactos en forma de raspadores y cuchillos. Ya con
anterioridad a los 7.000 aos antes de presente, los restos faunsticos contienen
un 50% de huesos de venado y otros 50% de cur; en cambio, en el Tequendama
los vestigios culturales del Holoceno Temprano contienen un 75% de roedores y
slo un 15% de venados. Parece pues tratarse de una tendencia gradual de
abandonar la caza especializada y de dedicarse los Paleo-indios a una economa
mixta, de cacera de presas variadas y de recoleccin.
Entre 1979 y 1980, Correal excav otro sitio Paleo-indio donde, por fin, se
comprob la contemporaneidad entre artefactos humanos y la megafauna del
Pleistoceno Tardo. El lugar, denominado Tibit, se encuentra cerca de El Abra,
pero en la parte plana de la Sabana. Apenas a un metro debajo de la superficie
descubrieron huesos de mastodontes, caballos y venados, junto con artefactos de
piedra. Una muestra de radiocarbono arroj una fecha de 11.740 aos antes de
presente.

Hoy en da es difcil para nosotros imaginarnos el ambiente de la Sabana de


Bogot, en aquella poca de los cazadores Paleo indios. Entonces subsistan
grandes lagunas y zonas pantanosas; la vegetacin consista en bosques de
robles y alisos, interrumpidos por zonas de monte bajo y rastrojos. No haba
entonces los rboles de eucalipto que, hoy da, son tan caractersticos para este
paisaje. En cambio, haba grupos de mastodontes, rebaos de pequeos caballos
salvajes y, tal vez, camlidos parecidos a llamas. Fue una tierra de un clima sano
y de recursos abundantes, y con base en ellos los Paleo-indios pudieron
lentamente extender su modo de vida sobre extensas zonas del altiplano.

Ya en 1974, y aun antes, las investigaciones se haban ampliado sobre algunas


zonas ms all del altiplano y explorado ciertos valles de la vertiente oriental de la
Cordillera Oriental. Un sitio cerca de Nemocn, an al borde de la Sabana, y
varios sitios en la parte alta del ro Guavio, contenan artefactos lticos cuyas
fechas se alinean entre los 9.300 y 6.300 aos antes de presente.

Tambin se han explorado algunos sitios superficiales en las tierras bajas


tropicales, especialmente en la Costa Caribe, en el Sur Interandino y en la Costa
Pacfica. En San Nicols, sobre una colina erosionada en el bajo ro Sin, los
Reichel-Dolmatoff encontraron un complejo de artefactos lticos que consiste en un
gran nmero de raspadores de chert, algunas hojas cortantes y muchas piedras
quemuestran modificaciones diversas por golpes antropognicos. Algunos
ncleos, con plataforma de choque preparada, tambin pertenecen a este
complejo. El material de San Nicols contiene slo artefactos unifaciales, tallados
por percusin y en raras ocasiones se ve un desconchamiento secundario por
presin. Un complejo similar encontramos en la regin de la Hacienda Pomares,
sobre el Canal del Dique, en el departamento de Bolvar. All, sobre unas antiguas
terrazas aluviales, hallamos un centenar de artefactos de sfiex, todos erosionados
en la superficie. Tambin este complejo consiste principalmente en raspadores
tallados con una tcnica de percusin.

En la Costa Pacfica encontramos gran nmero de artefactos lticos en el alto ro


Baud, en los ros Juruvid y Chor, y en la Baha de Utra. En el interior, el sitio de
Bocas de Cazare, tambin descubierto por nosotros, en la desembocadura del ro
Cazare en el Magdalena, merece ser mencionado. A estos hallazgos se aaden
otros, efectuados por Gonzalo Correal, quien recorri gran parte de la Costa
Caribe entre la Pennsula de La Guajira y el Golfo de Urab, en bsqueda de
vestigios de los primeros pobladores.
Por cierto, estas industrias lticas tienen algunos rasgos en comn: todas se
hallaron sobre lomas o colinas erosionadas, sobre antiguas terrazas aluviales o en
estratos de cascajo acarreado por una corriente de agua.

En ningn caso se observaron asociaciones con cermica y estaban notoriamente


ausentes los artefactos de piedra pulida o amolada. El total de los complejos de
artefactos lticos consiste principalmente en raspadores unifaciales, hojas, algunos
choppers y algunos perforadores. Se encontraron slo muy pocas puntas de
proyectil. Es predominante una burda tcnica de percusin y son raros los casos
de retoques secundarios por percusin controlada o por desconchamiento por
presin. La naturaleza de los utensilios, as como el medio ambiente lacustre o
ribereo sugieren la existencia de bandas que en buena parte derivaban su
subsistencia de la recoleccin, pesca y caza. El nfasis en raspadores y piedras
con un filo cortante bien podra estar conectado con la tarea de escamar y limpiar
pescado y de despresar animales de caza; tambin podran servir los artefactos
para la manufactura del equipo de pesca y de otros artefactos de madera.

Estos hallazgos plantean un problema que todava no ha sido aclarado


satisfactoriamente. La etapa en Amrica, que generalmente sigue cronolgica y
evolutivamente a la Paleo-india, ha sido denominada Etapa Arcaica, la cual se
caracteriza por una vida menos nmada que la de los cazadores, y ms
dependiente de ciertos ambientes propicios para la recoleccin y la pesca. El
equipo tecnolgico de la Etapa Arcaica se limita por lo general a arco y flecha,
propulsores, lanzas, canastos, pero faltan an la cermica y, desde luego, la
agricultura. No obstante estas limitaciones, es posible que, en algunos casos, los
indgenas de la Etapa Arcaica ya se hayan establecido en campamentos
semisedentarios y a veces con ciertos indicios de una horticultura incipiente. Por
ejemplo, al encontrarse una fuente perenne o, por lo menos, estacional, de
recursos alimenticios, tales como una gran biomasa de roedores o armadillos, de
moluscos marinos, de peces y reptiles, o de frutos silvestres, sera apenas natural
quelas gentes construyeran abrigos y chozas ms permanentes, lo que llevara a
nuevos desarrollos tecnolgicos y de adaptacin.

Sera muy difcil querer atribuir con certeza los complejos lticos que se acaban de
mencionar, a la Etapa Paleo-india, pero su comn nivel tecnolgico tan
rudimentario, comparado con los desarrollos semejantes, dentro y fuera de
Colombia, sugieren una fase temprana.

En Colombia el Arcaico, pues, es una etapa importante, de transicin entre la vida


nmada del cazador, y la del recolector semisedentario, que lentamente comienza
a desarrollar una horticultura elemental, paso que lleva a una dependencia, cada
vez ms marcada, de recursos vegetales.

La Etapa Arcaica debi durar miles de aos pero sigue siendo poco estudiada en
Colombia. Una excepcin constituye el valioso trabajo de Gerardo Ardua (1984),
quien pudo reconstruir, en sus excavaciones al pie de grandes rocas, cerca de
Bogot, una Ieduencia que abarca aproximadamente desde 5000 antes de Cristo
hasta la poca histrica. La secuencia se inicia con una industria ltica
(precermica) relacionada con El Abra y El Tequendama, seguida por un complejo
cultural nuevo, ya con algunos indicios de horticultura. La parte que luego sigue en
la secuencia, fechada alrededor de los primeros aos de la Era Cristiana, contiene
cermica del Perodo Herrera, es decir un complejo de la Etapa Formativa de la
Sabana de Bogot. Este trabajo es un buen comienzo que augura hallazgos muy
importantes para la comprensin de esta fase de transicin cultural tan importante.

Figura 18A. Sitio Cha II, cerca de Bogot; abrigo bajo rocas; excavacin G.I.
Ardila.

En resumen, hasta la presente, las investigaciones sobre los paleo indios y sus
sucesores inmediatos han abierto un cambio muy prometedor, y esto ante todo en
la ltima dcada, gracias a los esfuerzos de un pequeo pero muy dedicado grupo
de investigadores encabezados por Gonzalo Correal Urrego. Ellos han sido muy
cautelosos en sugerir relaciones externas y an no han propuesto una secuencia
detallada de complejos sucesivos, pero esta posicin prudente es encomiable en
el estado actual de los conocimientos. Se trata de desarrollos que abarcan
milenios, y los pocos sitios excavados an no permiten formulaciones tericas ms
amplias.

Hay muchas regiones en Colombia que


son altamente prometedoras para
investigaciones futuras. Las terrazas
aluviales del alto ro Magdalena, los
alrededores de los antiguos lagos
pleistocnicos de Cundinamarca y
Boyac, los depsitos de obsidiana en la
Cordillera Central, las cuevas y cavernas
en el altiplano al norte de Bogot, stos y
muchos otros son lugares donde
probablemente se descubrirn ms vestigios Paleo-indios. Los reconocimientos
sistemticos en estas zonas son prioritarios, si deseamos saber algo ms concreto
sobre los primeros pobladores del pas, y su lento ascenso hacia la vida
sedentaria.

__________

1. Sobre los primeros pobladores de Amrica, vanse: Bryan, Alan L.


"Paleoenvironments and Cultural Diversity in Late Pleistocene South America"
Quaternary Research, 3.2, pp. 237-256,1973; Hopkins, David H.Beringia. Stanford
University Press, Palo Alto, 1973;Jennings, Jesse D. & Edward Norbeck (editores).
Prehistoric Man in the New World. University of Chicago Press, Chicago, 1964;
Jennings, Jesse D. (Editor). Ancient South Americans. San Francisco. 1983;
Lanning, Edward P. & Thomas Patterson "Early Man in South America" en: Early
Man in America: Readings from Scientiphic American, pp. 62-68. 1973; Lynch.
Thomas F. "The Antiquity of Man in South America", Quaternary Research, 4, pp.
356-377, 1974; Lynch, Thomas F. (Editor). Early Man in the Andes. Academic
Press. New York. 1980; MacNeish, Richard S. "The Origins of New World
Civilisation" Scientific American, 211,5, pp. 29-37; 1964; id. "Early Man in the
Andes" ibid. Readings, pp. 69-79, 1973; Schobinger, Juan. Prehistoria de
Suramrica. Nueva Coleccin Labor, Barcelona, 1969; Wormington, H. M.Ancient
Man in North America. Popular Series N 4, Denver Museum of Natural History,
Denver, 1957. (regresar a 1)

2. Sobre los primeros pobladores de Colombia, vanse: Bruhns, Karen Olsen,


Oscar Osorio Gmez & Ole Christiansen "A Projectile Point from the Department of
Quindo, Colombia" awpa Pacha, N 14, pp. 69-72. lnstitute of Andean Studies.
University of Califomia, Berkeley. 1976: Brgl, H. "Artefactos paleolticos de una
tumba en Garzn (Huila)" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. VI, pp 7-24
Bogot, 1957; Correal Urrego, Gonzalo "Artefactos lticos en la Hacienda Boulder,
Municipio de Palermo, departamento del Huila" Revista Colombiana de
Antropologa. Vol. XVI. pp. 195-222, Bogot, 1974; d. "Exploraciones
arqueolgicas en la Costa Atlntica y el Valle del Magdalena: Sitios Precermicos
y Tipologas lticas" Caldasia, Vol. XI, N 55, pp. 33-128, Universidad Nacional de
Colombia, Facultad de Ciencias, Bogot, 1977. id. "Apuntes sobre el Paleoltico en
Colombia", Boletn de Historia y Antigedades, Vol. XLV, N 722, pp.33 1-356,
Academia Colombiana de Historia, Bogot, 1978; id "El sitio arqueolgico Tibit 1",
Micronoticias Antropolgicas,N 64, pp. 7-8, Sociedad Antropolgica de Colombia,
Bogot, 1980: id. Evidencias culturales y megafana pleistocnica en Colombia.
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica.
Bogot, 1981; id. "Evidencia de cazadores especializados en el sitio de La Gloria.
Golfo de Urab", Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas,
Fsicas y Naturales, Vol. XV, N 58, pp. 77-82, Correal Urrego, Gonzalo & Thomas
van der Hammen. Investigaciones arqueolgicas en los abrigos rocosos del
Tequendana. Banco Popular, Bogot, 1977; id. Investigaciones arqueolgicas en
abrigos rocosos de Nemocn y Sueva. Fundacin de Investigaciones
Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica. Bogot. 1979; Correal.
Gonzalo, 1. Van der Hammen y J. Lerman "Artefactos lticos de abrigos rocosos
en: El Abra. Colombia" Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIV, pp. 9-52,
Bogot, 1969: Correal Urrego, Gonzalo & Mara Pinto Molla. Investigacin
arqueolgica en el Municipio de Zipacn, Cundinamarca. Fundacin de
Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica, Bogot, 1983;
Reichel-Dolmatoff. G. Colombia: Ancient Peoples and Places. Thames & Hudson,
London 1965 (Cf. Figs. 6-8); Van der Hammen. Thomas & Gonzalo Correal Urrego
"Prehistoric Man on the Sabana de Bogot: Data for an Ecological Prehistory"
Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 25, pp. 179-190,
Amsterdam, 1978. (regresar a 2)

3. Acerca de cambios climticos, vanse: Maarleveld, O. E. & Thomas van der


Hammen "The Correlation between Upper Pleistocene Pluvial and Glacial Stages"
Geologie en Mijnbouw, 21 pp. 40-45,Leyden, 1959; van der Hammen, Thomas &
E. Gonzlez "Upper Pleistocene and Holocene Climate and Vegetation of the
Sabana de Bogot, Colombia, South America", Leidse Geologische Mededelingen,
25, pp.261-31 5, Leyden, 1960; van der Hammen, Thomas "The Quaternary
Climatic Changes in Northern South America" Annals of the New York Academy of
Sciences, 95, pp. 676-683, New York, 1961; d. "Climatic and Vegetational
Succession in the Equatorial Andes of Colombia" Colloquium Geographicum, 9,
pp. 187-194, 1968; d. "The Quaternary in Colombia: Introduction to a Research
Project and a Series of Publications" Palaeogeography, Palaeoclimatology,
Palaeoecology, 14, pp. 1-7, Amsterdam, 1973; id. "Stratigraphy and Environments
of the Upper Quaternary of the El Abra Corridor and Rock Shelters (Colombia)"
Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 25, pp. 111-162,
Amsterdam, 1978; van der Hammen, Hernando Dueas & Jean Claude Thouret.
Gua de Excursin - Sabana de Bogot. Primer Seminario sobre el Cuaternario de
Colombia, Bogot, 1980; Viulleumier, B. Simpson "Pleistocene Changes in the
Fana and Flora of South America" Science, 173, pp. 771-780, Washington, 1971.
Captulo IV

LA ETAPA FORMATIVA

Aproximadamente 7.000 aos antes de Cristo se inici en Colombia un perodo


caracterizado por un clima ms templado; este cambio afect todos los, aspectos
ecolgicos y, junto con ellos, las formas particulares de adaptacin humana a un
mundo en lenta transformacin. Las grandes especies de la megafauna fueron
desapareciendo, en parte porque su forraje comenz a escasear debido a las
sequas prolongadas, en parte porque mejores tcnicas de cacera especializada y
el aumento delapoblacin contribuan a la extincin de muchas especies que hasta
entonces haban constituido parte de la base del sustento de los indgenas.
Aunque es muy posible que algunos ejemplares de la fauna del Pleistoceno Tardo
hubieran sobrevivido en Colombia, en nichos ecolgicos aislados, prolongando su
supervivencia por ms tiempo que la de sus semejantes en Norteamrica, donde
la desecacin progres ms rpidamente, la extincin general de la fauna de los
grandes mamferos fue ms bien abrupta y probablemente aceler los procesos
que llevaron a nuevas formas de adaptacin de las bandas nmadas de
cazadores. No se sabe prcticamente nada acerca de la naturaleza y cronologa
de estos eventos en Colombia, excepto en las tierras altas cundiboyacenses, pero
es probable que los tres o cuatro mil aos del comienzo del Holoceno fueron un
perodo crucial durante el cual la gente tuvo que desarrollar nuevos recursos para
su supervivencia, los cuales eventualmente llegaron a formar los fundamentos
para una vida sedentaria y para el proceso de la produccin de alimentos, en lugar
de su mera recoleccin.

Hacia 4000 antes de Cristo, ya aparecen en la Costa Caribe de Colombia varias


pautas bien definidas de asentamientos humanos. Dichos asentamientos se
distinguen por estar ubicados en situaciones que permitan el acceso a una
variedad de recursos alimenticios, es decir, se encuentran cerca del litoral, en la
vecindad de lagunas, de pequeos ros y de bosques interrumpidos por sabanas.
Designamos el conjunto de estas culturas como Etapa Formativa.

Esta etapa de desarrollo cultural, como cualquier otra, no est restringida


estrictamente en tiempo y espacio, sino forma un largo proceso desde fines de la
Etapa Arcaica, que pertenece a un ambiente pleistocnico tardo, hasta el perodo
de cazadores de presas menores, de pescadores, de recolectores, que en muchas
ocasiones combinaban estas actividades con la agricultura y la vida sedentaria, ya
en condiciones climticas parecidas a las actuales. La duracin total de esta etapa
puede haber sido tal vez de unos 6.000 aos, desde 7.000 hasta el primer milenio
antes de Cristo.

Para comienzos de la Etapa Formativa nosotros descubrimos en la Costa Caribe


de Colombia formas culturales muy diversificadas. Probablemente ya antes de
4000 antes de Cristo existan en la regin del Canal del Dique asentamientos
comunales del tipo maloca, es decir de grandes casas habitadas por varias
familias nucleares. Este tipo de habitacin indica una vida semisedentaria y la
utilizacin de un foco concentrado de recursos naturales, muy probablemente se
practicaba ya una forma eficaz de horticultura itinerante y de agricultura. Quizs al
mismo tiempo con estas malocas exista tambin una pauta de campamentos
semipermanentes o de temporada, donde vivan grupos humanos ms o menos
numerosos en cobertizos, y se dedicaban all a la recoleccin de moluscos o de
variedad de los recursos locales. Algunos de estos grupos vivian encima de los
montculos de basura y de detritus que se iban acumulando con el tiempo y estos
en ocasiones parecen haber formado verdaderas aldeas de chozas y enramadas.
En zonas donde se concentraban importantes fuentes alimenticias, tales
acumulaciones de basuras se formaron a travs de siglos y aun de milenios. La
gran diversidad de estrategias adaptativas es muy marcada ya en los comienzos
de la Etapa Formativa...y constituye un aspecto dinmico que merece toda nuestra
atencin.

Las amplias y calurosas tierras bajas de la Costa Caribe, con sus lentos y
tortuosos ros, sus intrincados mosaicos de canales y madreviejas, sirvi durante
milenios de escenario a la evolucin de formas culturales que, paso a paso,
crecieron hasta formar unidades coherentes. Para aquellos cazadores,
pescadores, recolectores y agricultores, las tierras costeas del Caribe ofrecieron
grandes ventajas; all estaba el mar con sus abundantes recursos de peces,
moluscos y algas comestibles; estaban los ros, esteros y lagunas, con sus riberas
cubiertas de selva o de juncales, habitados por toda clase de animales, desde
aves acuticas y tortugas, hasta venados y jabalies. Haba caimanes y cocodrilos,
iguanas y otros lagartos grandes; roedores, monos, cangrejos y almejas,
muchsimas frutas silvestres; en fin, una tierra de abundancia.

Alrededor de 3000 antes de Cristo, el clima de la Costa Caribe era probablamente


algo ms seco de lo que es hoy en da, pero de ah en adelante se fue volviendo
ms hmedo y as Continu hasta bien avanzada nuestra era, de manera que lo
que hoy son sabanas interfluviales, entonces muy probablemente eran selvas
hmedas. De todos modos, aqu el registro arqueolgico demuestra secuencias
bien definidas y se aprecia una profundidad cronolgica muy considerable. Debe
de haber sido una zona Privilegiada y muy atractiva para sociedades de tecnologa
an rudimentaria, acostumbradas a una vida errante, mucho antes de que una
existencia ms sedentaria hubiera sido posible.

Los montculos, basureros, conchales, establecidos en el cuarto y tercer milenio


antes de Cristo, en diferentes partes de la Costa Caribe de Colombia, constituyen
los primeros vestigios de culturas cermicas, y nuestras excavaciones efectuadas
en estos sitios han descubierto muchos detalles sobre la vida diaria, en aquellos
milenios antes de la Era Cristiana.

El principal yacimiento arqueolgico, que hasta ahora ha producido - las


datacones ms antiguas, es el montculo de Mons, situado cerca de la
desembocadura del Canal del Dique, en las cercanas de Cartagena (1) . Este
canal, probablemente un antiguo brazo del ro Magdalena, corre por 115
kilmetros aproximadamente hacia el oeste, desde el curso inferior del gran ro y
desemboca luego en la Baha de Cartagena (2) . En sus riberas encontramos
muchos sitios arqueolgicos y el de Mons es el ms occidental de ellos (3) .
Consiste en una lometa baja formada por una acumulacin de tierra, arena y
basura; esta ltima constituida por fragmentos de cermicas, huesos, piedras y
conchas marinas.. Los Reichel-Dolmatoff excavamos este montculo, que mide
hasta 100 metros de dimetro y hallamos una serie de pisos de vivienda, es decir,
de superficies consolidadas cubiertas de fragmentos cermicos pisoteados, junto
con restos de fogones y acumulaciones dispersas de barreduras.

La gente que vivi en Mons, ,y lentamente acumul el montculo, practicaba una


economa mixta, tal como lo comprueban los diversos vestigios que examinamos.
Muy posiblemente los habitantes del estrato ms antiguo ya practicaban una forma
rudimentaria de agricultura, probablemente de yuca y otras raices. Ellos tambin
eran pescadores de mar y ro; por. otro lado se dedicaban a la caza de presas que
encontraban en los ms variados medioaiflbientes vecinos. As mismo ellos eran
recolectores de pepas y frutos de palmas, recogan tortugas, cangrejos y
moluscos, en fin, aprovechaban al mximo los recursos del mar, de los nos, las
lagunas y esteros, de los bosques ribereos y las sabanas.

En el fondo del montculo, en su estrato ms bajo y ms antiguo, hallamos los


vestigios de grandes postes de madera, hasta de 28 centmetros de dimetro, que
indican parte de una construccin con planta ovalada. La cermica asociada con
esta vivienda es gris o rojiza y est cubierta con una decoracin profundamente
excisao incisa, formando volutas, crculos, semicrculos, lneas onduladas e hileras
de puntos impresos. Superpuestos siguen luego varios pisos de vivienda bien
definidos, que dividen el montculo en una secuencia cultural de cinco grandes
perodos, que denominamos de abajo hacia arriba: Turbana, Mons, Pangola,
Macav y Barlovento (4) . Obtuvimos una fecha de radiocarbono para el Perodo
Mons, subsiguiente al de Turbana y es de 3350 antes de Cristo (5) , lo que
actualmente constituye la fecha ms antigua conocida para cermica en el Nuevo
Mundo. Ya que el Perodo Turbana es anterior a esta fecha, los comienzos de la
acumulacin de vestigios culturales deben remontarse hasta el quinto milenio
antes de Cristo. El montculo de Mons es pues de extraordinaria importancia para
la arqueloga colombiana (por no decir americana), pues su edad y su secuencia
constituyen un patrn, una escala, con la cual hay la posibilidad de comparar otros
sitos arqueolgicos, cercanos y alejados.

Figura 20. Localizacin de los principales sitios de la Etapa Formativa en la Costa.


Figura 21. Fragmentos cermicos; Mons.
Figura 22. Fragmentos cermicos; Mons.
Figura 23. Cara antropomorfa; Puerto Hormiga.
Figura 24. Fragmentos cermicos; Puerto Hormiga.
Figura 25. Fragmentos cermicos; Puerto Hormiga. (ver figuras 20,21,22,23,24 y
25)

En Mons, el desarrollo tecnolgico y esttico de la cermica es notable. La forma


predominante es la de la tradicin llamada tecomate, o sea recipientes
aproximadamente globulares, sin pie y sin cuello, con un borde volteado hacia
adentro y formando una amplia abertura. Son esencialmente ollas de cocina, y en
muchos casos la parte superior, entre la abertura y la periferia mxima del
recipiente, est decorada con incisiones. Estos dibujos muestran una exuberancia
de motivos trazados con maestra y gran desenvoltura. Dicha expresin de arte,
que se remonta en parte al quinto milenio antes de Cristo, es la primera
manifestacin esttica, expresada aqu en objetos de uso diario, como lo son las
ollas tecomate. En la excavacin no hallamos ni una vasija entera sino miles de
pequeos fragmentos, los cuales permiten apreciar las lneas firmes y
caractersticas de diversos estilos artsticos.

Los complejos lticos consisten en piedras planas para moler o triturar, manos,
martillos y una variedad de astillas cuarzosas en forma de raspadores. El nfasis
est en puntas agudas y en filos cortantes; no hay puntas de proyectil.

Ahora bien: el perodo ms reciente. del montculo de Mons lo hemos


denominado Barlovento, nombre de un sitio arqueolgico (tambin excavado por
los Reichel-D.) ubicado al nordeste de Cartagena, pues resulta que se trata de un
mismo complejo cermico. La edad del sitio tipo (el del nordeste) est entre 1.500
y 1.000 aos antes de Cristo, como lo veremos ms adelante, mientras que las
fechas para el Perodo Barlovento (ubicado ms all de de la Boquilla) en el
montculo de Mons, Son de 1300 antes de Cristo; se trata pues de desarrollos
coetneos. Eso lleva a una observacin interesante: mientras que en el sitio tipo
de Barlovento la base alimenticia eran moluscos marinos, en el Perodo
Barlovento del montculo de Mons se hallaron grandes azadas hechas de una
concha grande (Strombus gigas). Algunos de estos utensilios probablemente
fueron encabados en un mango acodado, mientras que otros parecen haber sido
usados en la prolongacin de una gruesa vara verticalmente manejada, como para
aflojar la tierra. De todos modos, estos instrumentos son testimonios de agricultura
y demuestran adems que grupos vecinos, contemporneos y pertenecientes a
una misma cultura, bien pueden haber tenido bases econmicas muy diferentes. A
propsito, segn el decir de los pescadores actuales del litoral de Mons, las
conchas de Strombus se encuentran slo a bastante profundidad, en las cercanas
de las Islas de San Bernardo y del Rosario, de manera que su recoleccin implic
no slo un conocimiento adecuado de navegacin martima, sino tambin pericia
de expertos buzos. Un indicio adicional de que la gente de Barlovento y, quizs
tambin las de los perodos anteriores, hubieran sido buenos navegantes, consiste
en los restos seos de peces de especies pelgicas y en la existencia de azuelas
de filo muy cortante, hechas de grandes conchas, que parecen haber sido usadas
en la manufactura de canoas.

Otro sitio arqueolgico de la Etapa Formativa, que ha producido cermicas muy


antiguas, es el de Puerto Hormiga, tambin sobre el Canal del Dique y a muy
poca distancia de Mons (6) . Puerto Hormiga es un conchal situado en terrenos
bajos, a pocos metros sobre el nivel del mar y consiste en una acumulacin
circular de conchas de moluscos marinos. El sitio mide aproximadamente 80
metros de dimetro. El montculo est formado por una serie de depsitos que
consisten en conchas mezcladas con fragmentos cermicos, artefactos de piedra,
y huesos de animales de presa. Tal como ocurri en el caso de Mons, durante
varias pocas los indgenas vivieron sobre el montculo, lo que observamos
claramente debido a los fogones y a las superficies pisoteadas. La estructura del
montculo indica que sus habitantes, desde los primeros comienzos, vivieron en un
gran crculo donde cada unidad familiar lleg a acumular un pequeo montculo de
desperdicios que, en su base, comenz a traslapar con los montculos vecinos,
formndose de ese modo un amplio anillo elevado.

Nuevamente, un rasgo muy caracterstico es la cermica. En los diferentes


estratos de conchas encontramos grandes cantidades de fragmentos cermicos y
comprobamos claramente que stos estaban presentes, ya desde los primeros
comienzos de la ocupacin del sitio. Hallamos varios tipos de cermica; el uno
contiene un desgrasante de fibras vegetales en forma de largos y delgados tallos
parecido a musgo. Durante el proceso de la coccin este material vegetal se
carboniz y desapareci dejando innumerables canales tubulares en la greda
cocida y dndole una consistenciaesponjosa (7) . Los fragmentos son livianos,
porosos y se desmoronan fcilmente si se les aplica alguna presin. Otro tipo de
cermica con desgrasante de fibras contiene abundantes fragmentos de hojas
secas, aparentemente una especie de gramnea que fue triturada y mezclada con
la greda que dej espacios vacos durante el proceso de la coccin. Los
recipientes en general son globulares y de paredes gruesas; estn
manufacturados de un modo bastante rudimentario, habiendo sido qumados a
una temperatura baja. Las supefficies de estas cermicas son toscas, rojizas o
carmelitas, carecen de toda decoracin y dan la impreSin de una fase inicial y
experimental del arte alfarero. Esta impresin sin embargo es enganosa, pues,
asociados con esta cermica tan primitiva, existen otros tipos que contienen un
desgrasante de arena y estn manufacturados en una tcnica ms avanzada.
Aunque prevalecen los recipientes en forma de tecomate o semiglobulares,
algunos de ellos estn decorados con acanaladuras pandas, que a veces
contienen un relleno de ocre con el cual han sido impregnadas o pintadas las
zonas hundidas. El borde dentado de un bivalvo marino fue usado como sello, que
produjo marcas espaciadas repetidas, y algunos recipientes estn decorados con
adornos zoomorfos toscamente modelados. El borde ancho de una gran bandeja
tiene la representacin de una cara humana, en parte modelada, en parte incisa;
los enormes ojos estn formados por varios crculos concntricos. Esta cara, por
cierto muy expresiva, es la representacin artstica ms antigua, de una cara
humana, conocida en la prehistoria del pas. Aparte de esta pieza extraordinaria,
Puerto Honniga demuestra un desarrollo artstico muy notable y un estilo bien
definido.

Un considerable nmero de artefactos no cermicos refleja, en parte, la economa


bsica de la gente de Puerto Hormiga. La recoleccin de moluscos estuvo
combinada con la pesca y la caza de presas menores, pero parece que esas
actividades se limitaron a aves, reptiles, algunos roedores pequeos y a peces de
los riachuelos y esteros vecinos; no encontramos huesos de mamferos grandes,
tales como venados o sanos.
Hallamos muchos pequeos yunques, piedras con una depresin ovalada,
acompaados de pesadas piedras golpeadoras, usados para romper las semillas
duras de palmas; yunques parecidos observamos tambin en Mons. En cambio,
la presencia de piedras planas acompaadas de manos para triturar indica el uso
de otros alimentos vegetales. En efecto, hay numerosas lajas planas y delgadas,
as como manos, que quizs fueron usadas para molero machacar pepas o
semillas. La gente de Puerto Hormiga parece haber sido autnticos recolectores,
pero sus costumbres alimenticias claramente incluyeron cierta cantidad de
recursos vegetales y es posible que practicasen alguna forma de agricultura.
Piedras toscamente astilladas, as como lascas con talla mdimentania, fueron
usadas como instrumentos para cercenar o raspar. Existi el arte de la cestera,
pues encontramos impresiones de tejido de esteras en trozos de barro quemado.

Figura 26. Fragmentos cermicos; Puerto Hormiga.


Figura 27. Adorno zoomorfo; Puerto Hormiga.
Figura 28. Fragmentos cermicos; Puerto Hormiga.
Figura 29. Estratificacin del conchero; Barlovento.
Figura 30. Fragmentos cermicos; Barlovento.
Figura 31. Vista parcial del corte II; Momil. (ver figura 26,27,28,29,30 y 31)

Las fechas de radiocarbono, para Puerto Hormiga, van desde aproximadamente


3100 antes de Cristo, hasta 2500 antes de Cristo (8) . Marcan un espacio de
tiempo durante el cual el vecino montculo de Mons no estaba habitado, razn
por la cual la cermica de Puerto Hormiga no aparece representada en la
secuencia de ese sitio vecino. Se trata aqu del perodo extremadamente seco, del
Hipsitermal, el cual est representado en la secuencia de Mons, por el estrato de
caliche.

Los modos de vida descritos para los agricultores de Mons los cazadores,
pescadores, recolectores y quizs incipientes horticultores de Puerto Hormiga,
sobre sus grandes basureros, continan luego en buena parte de las tierras bajas
de la Costa Caribe y se desarrollan durante ms de veinte siglos, sin cambios
verdaderamente fundamentales. Los sitios que atestiguan esta etapa cultural los
localizamos dispersos sobre una amplia zona del litoral, de las lagunas y de los
cursos bajos de los ros que desembocan en el Caribe. En Canapote (9) , un barrio
de Cartagena, una serie de conchales, fechados en aproximadamente 2000 antes
de Cristo, contenan un complejo cermico relacionado tanto con Puerto Hormiga
como con Mons, aunque entonces la cermica con desgrasante de fibra ya
estaba reemplazada por cermica con un desgrasante de arena, y decorada con
lineas incisas, anchas y pandas.

Otro grupo de grandes conchales, algunos de ellos hasta con 6 metros de altura,
los encontramos en Barlovento, una zona cienagosa al nordeste de Cartagena,
como ya lo mencionamos (10)

La excavacin de estos montculos, fechados entre aproximadamente. 1500 y


1000 antes de Cristo, produjo gran cantidad de cermica que, en sus formas y
tcnicas decorativas, continuaban las tradiciones incisas anteriores. No hallamos
vasijas enteras pero, estudiando los fragmentos, se deduce que las formas
predominantes eran vasijas del tipo tecomate, semiglobulares o levemente
ovaladas yen ocasiones provistas de pequeas agarraderas que salen del borde
del recipiente. La parte superior de estas vasijas est decorada con motivos
geomtricos sencillos, tales como lineas paralelas rectas o curvas, elementos
espirales, elementos sigmoideos, hileras de puntos, anillos impresos con el
extremo de un instrumento tubular, y otros ms. Ocasionalmente las incisiones
estn rellenas con un pigmento ocre rojizo. Entre los artefactos lticos hay piedras
burdas, con escotaduras en la superficie, como para agarrarlos con dos palitos
manejados a manera de pinzas; ya que muestran marcas de fuego directo, parece
que se trate de piedras para cocinar, es decir, de piedras que se calentaban y
luego se echaban al recipiente de cermica, prctica que parece haber sido
comn. En efecto, la ausencia de fragmentos basales, cubiertos con una costra
requemada, sugiere que las vasijas no fueron usadas directamente sobre el fuego
abierto, aunque se encontraron varios fogones en medio de acumulaciones de
fragmentos.

No menos interesantes son varios otros yacimientos del mismo complejo de


Barlovento, que se encuentran en la Costa al nordeste de Cartagena, hacia
Barranquilla, y en algunas islas cerca del litoral. Por cierto, como a mencionamos,
el montculo de Mons fue ocupado durante su ltimo perodo, por gentes de
Barlovento, en una fecha aproximadamente 1300 antes Cristo. Otros vestigios de
Barlovento los encontramos en las islas de Bar y Tierra Bomba, al sur de
Cartagena, as como en el Golfo de Morrosquillo, entre Cartagena y el Golfo de
Urab.

Parece que entre 3000 y 2000 antes de Cristo se oper una considerable
expansin humana hacia el sur, subiendo el curso bajo del ro Mngdalena, casi
hasta las primeras estribaciones de las cordilleras. En Bucarelia, cerca de
Zambrano, encontramos fragmentos de cermica con desgrasante de fibras, con
elementos decorativos reminiscentes de Puerto Hormiga. Un complejo cermico
parecido a Barlovento, en cambio, lo hallamos en la llamada Isla de los Indios, en
la Laguna de Zapatosa, en la confluencia de los ros Magdalena y Cesar, a 150
kilmetros del litoral (11) . Parece pues que algunos grupos se estaban
extendiendo sobre la gran cuenca cienagosa del Bajo Magdalena, y seguramente
ms all de ella.

Hasta la fecha no se conocen an suficientes vestigios de la Etapa Formativa de


otras zonas del pas. Con toda seguridad, existen pero an no se han descubierto
(o publicado) y slo podemos juzgar su extensin y naturaleza, de acuerdo con los
resultados de las investigaciones efectuadas en la Costa Caribe. All, en cambio,
el Formativo Temprano constituye un hecho histrico de extraordinario inters.
Antes de seguir adelante es importante recalcar la posicin cronolgica de los
hallazgos de Mons Puerto hormiga, Canapote y Barlovento. No cabe duda de
que estas rimeras cermicas colombianas, que son principalmente de la tradicin
tecomate preceden por ms de un milenio a las primeras cermicas de
Mesoamrica y de los Andes Centrales. Segn los resultados de nuestras
investigaciones, a partir del descubrimiento de Puerto Hormiga, la Costa Caribe de
Colombia es el lugar de origen, o de dispersin masiva del arte alfarero en todo el
Continente Americano.

Las nicas culturas cermicas fuera del pas que, por su posicin cronolgica muy
temprana, se han comparado con el Formativo Temprano de la Costa Caribe de
Colombia, son algunos complejos de la hoya del ro Guayas, en la Costa Pacfica
del Ecuador. En Valdivia los arquelogos norteamericanos Clifford Evans y Betty
Meggers, en compaa del ecuatoriano Emilio Estrada Icaza, obtuvieron fechas de
2600 a 2500 antes de Cristo, para las fases iniciales de ese complejo y, lo que es
ms, postularon para Valdivia un origen japons (12) . En efecto, trataron de
correlacionar una serie de formas y modos decorativos de Valdivia, con
manifestaciones del Perodo Jomon, del Neoltico japons. Esta ltima hiptesis
no ha tenido aceptacin general por parte de los arquelogos americanistas pero
en nuestra opinin, no se puede descartar del todo, pues una antigua influencia
transpacfica, por dbil y espordica que haya sido, cae dentro de las posibilidades
de la navegacin asitica de aquel entonces o puede haberse producido a travs
de tripulaciones de barcos que se encontrasen a la deriva.

En nuestro caso, el problema se plantea sobre un nivel cronolgico y comparativo.


No se puede negar que haya ciertas semejanzas entre algunos tipos cermicos de
Valdivia y ciertos otros de la secuencia de Mons, pero la cermica ms antigua
de Mons, indudablemente precede a la de los niveles ms bajos de Valdivia. An
los recientes hallazgos de complejos cermicos ecuatorianos subyacentes a
Valdivia, como lo son San Pedro, Loma Alta y Real Alto, no alcanzan la
antigedad de los comienzos del montculo de Mons, pues tienen fechas de
apenas 2750, 3000 y 3200 antes de Cristo, respectivamente (13) .

Un problema comparativo que merece toda nuestra atencin, se refiere a


la posibilidad de relaciones culturales prehistricas, entre la Costa Caribe de
Colombia, las Antillas y el surdeste de los Estados Unidos. Varios complejos
cermicos, tanto de Florida, como del bajo ro Misisipp, parecen relacionarse con
la cermica de Puerto Hormiga y la de sectores de Mons. Sobre todo en la hoya
del ro Yazoo, los complejos de Marksville, Issaquena y otros, muestran notables
semejanzas con estos materiales colombianos. Ya que las fechas radiocarbnicas
norteamericanas son consistentemente ms tardas que las colombianas, se debe
pensar en una difusin de Surnmrica a Norteamrica, probablemente por va
martima y pasando por las Antillas (14) . Esta hiptesis abre una nueva
perspectiva a las investigaciones arqueolgicas colombianas y ciertamente
debera ser tema de discusin con nuestros colegas de pases circuncaribes.

Mientras que en la Costa Caribe de Colombia las manifestaciones del Formativo


Temprano llegaron a su fase final, aproximadamente alrededor del ao l000s
antes de Cristo, en otras zonas de la misma Costa surgieron nuevos desarrollos.
Parece que en aquella poca el cultivo de races se volvi de una importancia
primordial en el plan alimenticio, llevando a una vida mucho ms sedentaria que
antes, lo que desde luego tuvo repercusiones sociales.

Las tierras bajas de Suramrica son el hbitat de muchas races comestibles.


Mientras que en Mesoamrica yen los Andes Centrales originalmente se cultivaron
con preferencia plantas con semillas comestibles, los grupos selvticos tropicales
domesticaron ciertas races, ante todo algunas variedades de yuca, una de las
muchas especies del gnero Manihot, que es originario del Hemisferio Occidental.
Las grandes races de esta planta constituyen una fuente importante de
carbohidratos, y la planta tiene muchas caractersticas que hacen de ella un cultivo
atractivo para horticultores selvticos pues la yuca se cultiva fcilmente por
reproduccin vegetal de tallos que luego necesitan muy poco cuidado; el
rendimiento es abundante, la planta es relativamente resistente contra plagas y
enfermedades y adems se presta a varias formas de hibridacin. Hay dos
especies cultivadas de Manihot: la yuca "dulce" y la yuca "amarga" o "brava", que
tienen caractersticas morfolgicas muy similares pero se diferencian por su
contenido de cido cianhdrico. Mientras que en la variedad dulce el contenido de
este cido es muy bajo, y las races pueden comerse crudas o cocidas, las otras
variedades, que tienen un alto porcentaje de cido prsico, tiene un sabor amargo
y el componente venenoso debe eliminarse a travs de un proceso tcnico muy
ingenioso, antes de que las races puedan ser comestibles. Para lograr esto, los
indios suramericanos inventaron un artefacto especial, el sebucn o tipit, que es
un tejido tubular alargado, hecho de espartos largos entretejidos al sesgo y que
tiene as gran elasticidad. Este objeto de cestera, de forma tubular, es semejante
a una manga y se expande al ser rellenado con la masa rallada de la yuca; el jugo
venenoso puede entonces exprimirse al comprimir el tubo. Se trata pues de una
tcnica bastante compleja que es an practicada por muchas tribus del Amazonas
y norte de Suramrica. Los horticultores y los agricultores incipientes de la poca
prehistrica probablemente tuvieron tcnicas ms sencillas para extraer el zumo
venenoso, o tal vez prefirieron la variedad dulce, que en Colombia es tpica para
las tierras bajas y subtropicales, que se extienden hacia el oriente de la Cordillera
Oriental. El uso del sebucn fue probablemente una adaptacin posterior a un
ambiente de selva pluvial amaznica.

La yuca puede comerse cocinada o asada, pero entre los indgenas hay dos
modos principales para prepararla: como manioco of arinha, es decir una harina
de grano burdo, o como cazabe, que es una torta delgada, parecida a pan seco.
Para ambas preparaciones la masa fnamente rallada se extiende sobre un gran
disco cermico, de unos 60 centmetros de dimetro. En los Llanos colombianos
este artefacto se llama comnmente budare y se designa como comal, en
Mesoamrica. Este budare se coloca sobre el fuego abierto, estando sostenido por
varios soportes de piedra o de barro. Al revolver la masa de yuca con un
meneador de madera, se obtiene una harina granulosa que se puede usar en la
sopa, o simplemente diluyndola en agua; en cambio, al aplanarla y dejarla
consolidar, forma una especie de torta grande, delgada y ms bien seca. Ambos
de estos productos procesados tienen un alto valor econmico, porque tanto la
harina como las tortas pueden almacenarse por meses y constituyen as un
importante medio de comercio.

Sin embargo, en tiempos actuales y ya desde el siglo XVI, las tribus colombianas
que vivan al occidente de la Cordillera Oriental,no usaban estas tcnicas de
preparacin y conservacin, las cuales eventualmente estaban restringidas a los
Llanos del Orinoco, a la Costa Caribe el rea amaznica y a algunas de las islas
del Caribe.

Lo arriba expuesto plantea un problema interesante, no slo para el etnlogo y el


etnobotnico, sino tambin para el arquelogo. Es un hecho que fragmentos de
budares, tales corno los que se emplearan en la preparacin de la yuca amarga,
los hallamos en contextos arqueolgicos costeos ms bien antiguos, mientras
que durante las fases posteriores, caracterizadas por una agricultira algo ms
avanzada, hay slo poca evidencia para objetos de esta forma cermica y el uso
que ella conlleva. Al juzgar por los datos disponibles, an muy fragmentarios,
parece entonces que la yuca amarga s fue usada en la Costa y en el interior del
pas pero eventualmente fue reemplazada por la yuca dulce, mientras que el
importante complejo de conservacin y comercio de harina (maoco) y tortas
(cazabe) se desarroll al este de los Andes, en las cuencas del Orinoco y
Amazonas.

En la actualidad, los campesinos de la zona de Mons dicen distinguir localmente


unas veinte variedades de yuca, una de las cuales ellos denominan "yuca
montaera". Ahora bien, los principales especialistas en yuca, David J. Rogers y
S. G. Appan (1973, pp. 122-127) escriben en algn detalle acerca de Manihot
carthagenensis, una especie muy antigua y hoy en da silvestre, conocida, segn
estos dos autores, bajo los nombres vernaculares de "yuca de monte" o "yuca
cimarrona". La distribucin geogrfica de esta especie de yuca cubre el rea
costea de Colombia y Venezuela y se extiende hasta algo ms all del bajo ro
Orinoco. Esta distribucin de una especie conocida como muy antigua
corresponde en detalle al rea de dispersin de las culturas cermicas ms
antiguas de la Costa Caribe de Colombia y Venezuela. Rogers y Appan no
mencionan su uso como alimento, en cambio el gran gegrafo y botnico Carl O.
Sauer (1969, pp. 127-128) afirma que Manihot carthagenensis ses comestible y
traza su distribucin hasta cubriendo el rea de la costa occidental de
Norteamrica. Parece pues muy probable que la yuca "montaera" de la gente
actual de Mons sea la misma descrita por los dos cientficos arriba citados.

Por otro lado, los botnicos colombianos Luis Lpez Jaramillo y Hctor Herrera
Enciso (1970), quienes escribieron antes de Rogers y Appan (pero no citan a
Sauer), discuten Manihot carthagenensis, examinndola en varias localidades de
la Costa Caribe de Colombia. Los dos autores dicen: "En nuestro pas no hemos
podido comprobar que la especie (M. carthagenensis) reciba actualmente
utilizacin alguna. Cabe sin embargo la posibilidad de que haya podido ser objeto
de consumo humano durante el perodo precolombino; adems existen datos de
que en la regin de Tamalameque se cultivaba una "Yuca Brava", la cual no ha
sido identificada taxonniicamente" (Lpez y Herrera, 1970, p. 10). Es obvio que
los dos autores se refieren al informe de Rodrguez de Medina et al. (1983), escrito
en el siglo XVI, en el cual, al hablar de los indios de Tanialameque, se anota
acerca de la yuca (sin especificar si se trata de yuca silvestre o domesticada):
"Hay dos gneros, una que llamamos comnmente brava porque mata al que la
come cruda, y otra que se puede comer sin ningn dao..." (Rodrguez de Medina
etal., 1983).

De todos modos, el problema es de gran inters y concuerdo personalmente con


Lpez y Herrera acerca de la posibilidad, o, mejor dicho, probabilidad, de que
Manihot carthagenensis fuese consumida en tiempos prehistricos. Los autores
mencionados, despus de analizar la composicin qumica de las races, llegan a
la conclusin siguiente: "M. carthagenensis ofrece algunas posibilidades llamativas
para fitomejoramiento, como son la tolerancia a un rgimen biestacional de
sequa, en condiciones de suelos arenosos-arcillosos o aun semisalinos y con
precipitaciones anuales que pueden ser apenas de 200-250 mm, y por el elevado
contenido proteico de sus races" (Lpez y Herrera, 1970, pp. 12-13). En efecto,
mientras que el contenido proteico de Manihot esculenta, la especie dulce
comnmente consumida en el pas, es de 5.06, el de M. Carthagenensis es de
13.81. Podemos aceptar que la distribucin geogrfica de M. carthagenensis es el
resultado de un proceso cultural y que esta especie fue cultivada en pocas muy
antiguas, que bien pueden remontarse al menos al cuarto milenio antes de Cristo.

Esta larga digresin se justifica ya que un conocimiento de la base econmica y


del aprovechamiento de los recursos, naturalmente es fundamental para
comprender el desarrollo y avance de las sociedades indgenas. El cultivo de la
yuca, primero experimental y luego a mayor escala, debe haber jugado un papel
decisivo en el proceso que llev hacia una vida sedentaria y formacin
de aldeas (15)

Sin embargo, hay que tener en cuenta tambin ciertos otros factores ecolgicos
que incidieron, en el caso de la Costa Caribe colombiana, como alternativas
locales de adaptacin y sedentarismos. La vida riberea y lacustre en aquellas
pocas ya del Formativo Tardo fue muy difererente de la que llevaban los
recolectores estacionales de moluscos, que se establecan al borde de bahas y
esteros. Aunque este recurso marino sigui en uso ocasional, a travs.de los
siglos posteriores, los nuevos modos de vida se basaron en una agricultura ms y
ms eficiente, tuvieron lugar en un ambiente ribereo y de las orillas de las
innumerables lagunas y cinagas, cuyos recursos abundantes resultaron ser otra
fuente de alimentos. Fue sobre estas riberas donde se desarroll una pauta de
vida aldeana sedentaria, y para poder apreciar la verdadera importancia de este
paso, es til insistir en el tema y hacer referencia de nuevo, en las bases
econmicas de aquellas culturas indgenas.

Los numerosos y grandes ros de la regin interandina colombiana son muy ricos
en peces y ciertas especies tales como el bagre (Pseudoplatystomafasciatum) y el
bocachico (Prochilodus reticulatus magdalenae), en pocas de ovulacin
("subida"), se renen en cantidades inmensas, sobre todo en el bajo ro
Magdalena. Aun en la actualidad, no obstante la poblacin densa de pescadores y
campesinos que conocen tcnicas de pesca bastante eficaces, los ros continan
siendo para ellos una fuente muy considerable de peces de la mejor calidad. Pero
no menos importantes son los reptiles de los ros y lagunas de la llanura nortea
aluvial, a saber: los cocodrilos, caimanes, tortugas, iguanas y lagartos. Aquellas
regiones abundan en muchas especies diferentes de tortugas, algunas de ellas de
gran tamao. Si pensamos en estos ros, en trminos de una fuente perenne de
protenas, podernos concluir que la vida sedentaria en estas regiones, desde sus
primeros comienzos, tuvo una marcada orientacin riberea,y que la agricultura
tal vez no era un factor tan determinante para la poblacin como lo fue, por
ejemplo, en el Valle de Mxico, en Guatemala o en los valles costaneros del Per,
donde faltaba esta abundancia de reptiles. En realidad en la Costa Caribe de
Colombia la vida sedentaria aldeana, con una poblacin activa y creciente, podra
haber sido factible con un mnimo de cultivos sistemticos. Parece que la pesca y
caza ribereas combinadas con los cultivos de races, fueron desde una fecha
muy temprana, los factores que dieron estabilidad a las sociedades indgenas del
trpico colombiano.

Los vestigios que estas sociedades prehistricas han dejado se caracterizan por
una configuracin de ciertos rasgos econmicos, tecnolgicos y sociales. En
primer lugar, esta adaptacin ecolgica, ya algo alejada del litoral propiamente
dicho, llev a una forma bien definida de asentamientos. Se encuentran aldeas
permanentes ubicadas en las orillas planas de lagunas y madreviejas. La
concentracin, variedad y gran profundidad de los despojos, de ocupacin, que
frecuentemente forman depsitos de varios metros de profundidad, indican que se
trata de sitios de habitacin de sociedades estables, que haban logrado un alto
nivel de eficiencia en la explotacin de los recursos de sus respectivos
microambientes. En el bajo ro Sin, para dar un ejemplo, encontramos, en un solo
corte, ms de 18.000 fragmentos de concha de tortuga y en ste y otros sitios
hallamos cantidades de huesos de caimanes, mamferos grandes y restos de
muchas especies de peces y aves acuticas.

Hay muchos sitios de este tipo en la llanura aluvial de la Costa Caribe. Los
hallamos a lo largo de los ros Magdalena, Sin y San Jorge; sobre las lagunas de
las zonas interfluviales y en las orillas del Golfo de Urab, hacia la frontera con
Panam.

Estos desarrollos, que abarcan las Etapas Formativa Media y Tarda, estn bien
ejemplificados, en su primera parte, por la Tradicin Malambo, descubierta y
excavada por Carlos Angulo Valds. Malambo es un sitio ubicado sobre una
cinaga del bajo ro Magdalena, a poca distancia de la ciudad
de Barranquilla (16) . El sitio se compone de depsitos formados por basuras,
desechos y algunos entierros, que cubren una amplia zona; los desechos
consisten en fragmentos cermicos y restos faunsticos. Los numerosos
fragmentos de budares sugieren el cultivo de la yuca; no hay indicios directos del
cultivo del maz. Parece que no consuman moluscos, aunque stos abundan,
tanto en el litoral como en las cinagas vecinas.

Figura 32. Vasija antropomorfa. Cinaga de Oro, Sin. Museo Arqueolgico Casa
del Mrques de San Jorge, Bogot.

Figura 33. Fragmentos cermicos superficiales: Tierra Alta.

Figura 34. Mascarilla de cermica; Malambo. Museo Etnolgico de Santa Marta.

Figura 35. Vasija zoomorfa tipo Malambo; ro Crdoba. Museo Etnolgico de


Santa Marta.

Figura 36. Figurina antropomorfa tipo formativo;Museo Etnolgico de Santa Marta.

Figura 37. Fragmento figura antropomorfa tipo formativo; Bonda. Museo


Etnogrfico de Santa Marta. (ver figuras 32,33,34,35,36 y 37)

La cermica de Malambo, que es elaborada con un desgrasante de arena y se


distingue por sus superficies bien pulidas, es mucho ms rica en formas y tcnicas
decorativas que la de la Etapa Formativa Temprana. A los recipientes globulares
comunes en los complejos anteriores, se aaden muchas formas nuevas, a saber,
vasijas con hombros salientes, platos y budares planos, vasijas con bases
anulares, otras provistas de soportes en forma de patas cilndricas cortas, y
cazuelas con un bien marcado ngulo perifrico. Muchos de estos recipientes
estn decorados con una

combinacin de incisiones y modelaje; hay agarraderas y adornos zoomorfos que


estn ornamentados con lineas y acanaladuras, y los bordes llevan a veces
pequeas protuberancias semiglobulares o peloticas aplicadas de arcilla.
Pequeas mscaras que representan caras humanas fueron hechas de cermica
y atestiguan un notable avance esttico escultrico. La Tradicin consta de dos
fases: Malambo y Los Mangos.

Todos estos elementos de decoracin modelada de Malambo, junto con la


costumbre de realzar las partes prominentes, enmarcndolas con mltiples lineas
incisas, recuerdan ciertos motivos decorativos de Puerto Hormiga y Bucarelia,
pero tecnolgicamente Malambo est mucho ms avanzado y muestra formas
ms variadas. La principal diferencia, por cierto, entre Malambo y los complejos
culturales anteriores, yace en su base econmica. La abundancia de fragmentos
de budare.s en la Fase Malambo, indican el uso comn de la yuca en forma de
maoco y cazabe, mientras que la ausencia de conchas de moluscos podra
sugerir la poca importancia de este recurso. Las fechas de radiocarbono, de 1120
antes de Cristo a 70 despus de Cristo, demuestran que Malambo fue posterior a
Barlovento.

La cermica de Malambo se ha comparado con la Serie Barrancoide, de


Venezuela, un complejo cermico que se desarroll aproximadamente en la
misma poca en el Bajo Orinoco, de donde con el tiempo se extendi sobre el
litoral venezolano; este complejo comparte muchos rasgos estilsticos con
Malambo y se puede suponer que haya habido un nexo histrico entre los dos
grupos. Las fechas para Malambo parecen concordar con las de Venezuela, las
cuales colocan la Serie Barrancoide en la parte superior del Perodo II de la
cronologa venezolana, con una extensin temporal de aproximadamente 1000
antes de Cristo a 350 despus de Cristo. Por otro lado, nuestra fecha terminal
para Barlovento esde 1032 antes de Cristo, es decir que Barlovento fue
contemporneo a los comienzos de Malambo. No obstante, la cermica de ambos
sitios tiene pocos rasgos en comn; la de Malambo estilstica y tecnolgicamente
es muy superior a la de Barlovento. Esto en s, parece indicar que Malambo sea
esencialmente un desarrollo secundario venezolano, aunque es muy probable que
los orgenes de la cermica venezolana se derivan inicialmente del norte de
Colombia, pero unos 2.000 aos antes de los comienzos de la Serie Barrancoide,
o sea que provienen de los comienzos de la secuencia de Mons. Segn los
conocimientos actuales, en Colombia la Tradicin Malambo est representada por
pocos sitios. Uno de ellos est ubicado en la boca del ro Crdoba, cerca a la
ciudad de Cinaga, donde se han hallado vasijas zoomorfas con la caracterstica
decoracin incisa; pequeos adornos modelados y mascarillas se conocen
tambin de la regin de Papare entre Cinaga y Santa Marta, y de Zambrano, en
el bajo ro Magdalena.

Un sitio Formativo Tardo, donde efectuamos excavaciones intensivas, es Momil,


localizado a orillas de una gran laguna del bajo ro Sin. A continuacin haremos
una breve descripcin de las caractersticas principales de este hallazgo, con el fin
de lograr ampliar la comprensin del desarrollo cultural en la Etapa Formativa
Media y Tarda (17)

La gente de Momil, tal como la de Malambo, vivi permanentemente en una aldea,


en la planada ubicada entre el borde de la laguna y una pequea hilera de colinas
bajas. La acumulacin de basuras en Momil alcanz a 3 metros de profundidad y
se extendi sobre un rea aproximada de diez mil metros cuadrados. Los objetos
excavados en el centro de la zona poblada incluyen miles de fragmentos
cermicos (en efecto, ms de 300.000 fragmentos), artefactos lticos, objetos de
hueso y concha, y gran cantidad de restos faunsticos. Tanto la superposicin
fsica como la variacin en la distribucin vertical de los despojos culturales
indican una secuencia evolutiva continua, con una interrupcin aproximadamente
a la mitad del depsito. Con base en ciertas caractersticas del material, as como
de la distribucin cuantitativa y cualitativa de tipos cermicos, tcnicas decorativas
y otros criterios, el total del contenido cultural se divide en dos grandes perodos
que hemos designado como Momil I y Momil II.

Realmente, observamos en Momil una cultura muchsimo ms compleja que en


los sitios del Formativo Temprano. Las formas cermicas caractersticas de Momil
I, es decir del perodo ms antiguo, incluyen vasijas globulares (no de tipo
tecomate) con cuello restringido y ancho borde volteado hacia afuera, vasijas
semiglobulares con borde vertical recto, varios tipos de copas semiglobulares y de
silueta compuesta, con hombros pronunciados; vasijas globulares con un ancho
borde volteado hacia abajo en un fuerte ngulo. Algunas formas de Momil II
continan esta tradicin, tal como las vasijas semiglobulares y de silueta
compuesta, pero aparecen ahora muchas formas nuevas. Son muy caractersticas
para Momil II las grandes tinajas globulares para almacenar lquidos; vasijas en
forma de pera con borde volteado hacia afuera, as como pequeas vasijas
semiesfricas y vasijas con reborde basal. Tambin hay vasijas trpodes, pero las
bases cnicas bajas de Momil I estn reemplazadas en Momil II por soportes
mamiformes, slidos o huecos.

En lo que se refiere a la decoracin, podemos decir que predominan los motivos


incisos, en todos los estratos. Es comn en ambos perodos de Moniil la
decoracin estampada, con una ruedita dentada que, al correrse sobre la
superficie maleable, dej una hilera de punticos impresos. La decoracin incisa
propiamente dicha incluye acanaladuras pandas, incisiones lineares finas y
acanaladuras con cortas lineas cruzadas. Elementos incisos, curvilineares
aparecen tardamente en Momil II, siendo escasos en los estratos ms tempranos.
En Momil II hay cermicas con decoracin zonificada de reas rojas que se
delimitan por lineas incisas, mientras que en Momil I hay lneas o zonas punteadas
y zonas decoradas con tiras o peloticas aplicadas. Un rasgo muy frecuente en la
cermica incisa o dentada de Momil es un relleno de pigmento blanco; en Momil II
se observa a veces un relleno rojo en incisiones anchas pandas.

Momil cuenta con una de las primeras cermicas pintadas encontradas en


Colombia. La pintura bicromada (negro sobre blanco, negro sobre rojo) y
policromada (negro y rojo sobre blanco) comienza en Momil I y contina a travs
de Momil II. Ambos tipos de decoracin pintada se encuentran principalmente en
el lado interior de platos pandos o en la parte superior externa de pequeas
vasijas semiesfricas. Tambin segn los conocimientos actuales es aqu, por
primera vez en la prehistoria colombiana, donde aparece la decoracin pintada
negativa y se distinguen dos tipos: el primero ocurre solo en Momil I y consiste en
lneas y manchas grisceas, algo desteidas, mientras que el segundo tipo se
encuentra solo en Momil II y muestra una tcnica negativa de negro sobre rojo.

Fuera de los recipientes cermicos, son muy caractersticas de Momil las figurinas
humanas, modeladas de barro. En efecto, dichas figurinas son bastante tpicas
para todo este horizonte arqueolgico, del Formativo Medio y Tardo. En Momil I
las figurinas son slidas y tienen una base en forma de herradura, de modo que
parecen estar sentadas, con las piernas abiertas; los brazos estn en jarra y la
cabeza plana casi carece de rasgos faciales realmente detallados. En Momil II hay
un cambio abrupto; casi todas las figurinas son huecas; algunas estn sentadas,
tienen piernas gruesas y abombadas; otras aparecen en posicin de pie y con
piernas delgadas, en forma de S.

Aparte de estas figurinas existe gran nmero de objetos miscelneos de barro


cocido. En Momil II hallamos sellos o pintaderas planas, con motivos geomtricos
profundamente excisos y en Momil II rodillos cilndricos. Ocarinas zoomorfas,
inicialmente bastante rudimentarias pero luego bien modeladas, son tpicas para
Momil II, pero estn ausentes en Momil I. Hay pendientes en forma de barra
horizontal y diminutas maracas con manija cilndrica, as como discos muy pulidos
y decorados con motivos curvilineares en Momil I. Un adorno de doble cara, que
sugiere un concepto de dualismo, proviene del comienzo de Momil II. Volantes de
huso encontramos slo en los niveles superiores de este mismo perodo. Adornos
biomorfos modelados, que representan cabezas de aves, son frecuentes en Momil
II pero no aparecen en Momil I.

Artefactos lticos abundan en ambos perodos, Moml I se caracteriza por una


industria de slex, que evidencia tanto una tcnica de percusin como de presin
controlada. No encontramos artefactos nucleares pero se hallaron varios ncleos
con plataforma de choque preparada. Raspadores laterales sencillos y puntas
(perforadores?) microlticas, son comunes; las ltimas tienen generalmente una
seccin hexagonal o rectangular, con retoques secundarios en los filos. Estos
microlitos miden mximo un centmetro de largo. Las tantas astillas de slex que
encontramos en la basura probablemente estaban incrustadas en rallos hechos de
tablas de madera, similares a los que los actuales indios de Guayana y Amazonas
usan para rallar la yuca.

Instrumentos de piedras areniscas y calcreas, destinados a raspar o pulir,


aparecen bajo mltiples formas. Tambin hay golpeadores, martillos y lascas de
diferentes formas. De especial inters, sin embargo, es el hecho de que metates
planos y ahuecados, con manos para triturar, aparecen slo a partir del inicio de
Momil II. Objetos de concha estn representados, entre otros, por picos, discos
perforados, cuencos, cucharas, botones, todos hechos de la concha o del eje de
Strombus.

En ambos perodos encontramos leznas y punzones de hueso, agujas (sin ojo),


punzones hechos de astas de venado, discos y botones y muchos otros
fragmentos seos, todos con marcas de uso, con cortes, perforaciones o
superficies pulidas. La presencia de volantes de huso, de cermica y de hueso,
indica el empleo del algodn y un conocimiento de textiles.

A travs de toda la secuencia hallamos miles de fragmentos de caparazones de


tortugas terrestres, as como huesos de mamferos y espinas de pescados.

Puede que la anterior lista de objetos materiales haya sido tediosa para algunos
lectores, pero se justifica en vista de la gran importancia que tiene el yacimiento de
Momil para la arqueologa colombiana. Tomando a Momil como punto de partida,
debemos examinar ahora algunos aspectos econmicos y sociales de esta etapa
cultural. En primer lugar, no cabe duda acerca de la naturaleza sedentaria de la
sociedad, en esta fase de desarrollo, hecho basado en una combinacin de
agricultura con los recursos ribereos y lacustres; Momil fue una aldea cuya
ocupacin debi durar muchos siglos.

Figura 38. Figurina antropomorfa tipo Momil I; Zambrano.


Figura 39. Microlitos; Momil.
Figura 40. Fragmentos cermicos Segundo Horizonte Inciso; Zambrano.
Figura 41. Vasija de doble vertedera tipo fonnativo tardo; Puerto Antioquia. Museo
Antropolgico de Medelln. (ver figuras 38,39,40 41,42 y 43)
Figura 42. Vasija de doble vertedera tipo formativo; El Guamo. Museo Nacional de
Bogot.
Figura 43. Cabeza antropomorfa; Zambrano. Coleccin Oeding.

Adems, y aqu nos acercamos a un problema especialmente interesante, Momil


muestra indicios de lo que parece ser una secuencia en el desarrollo de los
recursos econmicos bsicos. En Momil I no observamos una evidencia clara del
cultivo por medio de semillas; los pesados metates y manos de moler aparecen
sbitamente en Momil II. En Momil I, en cambio, se observa un elemento cultural
muy caracterstico, que parece asociarse con el cultivo de races, a saber, budares
grandes, con un pequeo borde vertical.

Esto parece sugerir que el sitio de Momil sea representativo de una transicin del
cultivo por medio de tallos, al cultivo por semillas. Un tal paso, naturalmente, no
significa que haya habido un abrupto reemplazo de un alimento por otro, sino, ante
todo, en un cambio fundamental en las prcticas agrcolas, a saber, el paso de la
reproduccin vegetativa a la siembra propiamente dicha y todo lo que aquello
conlleva en trminos de un conocimiento edfico, as como la preparacin y
seleccin de semillas, de ciclos vegetativos y otros aspectos ms.

El maz, segn parece, fue domesticado originalmente en Mxico o en Per,


donde las primeras razas cultivadas datan de varios miles de aos antes de Cristo.
En Colombia, en la llanura del Caribe, an no hay evidencia para el cultivo del
maz en los sitios de la Etapa Formativa Temprana, ni tampoco durante el primer
perodo de Momil, poca en la cual la agricultura parece estar ya bastante
desarrollada. Slo al comienzo de Momil II fue cuando encontramos los utensilios
caractersticos de la molienda, as como las formas cermicas y lticas usualmente
asociadas con el cultivo del maz, a saber: metates en forma de artesa, manos de
moler de diferentes formas y tamaos, pequeos platos planos de .barro para
tostar arepas, grandes tinajas para la chicha, y otros. En el perodo Momil I, como
hemos dicho, no aparecen estos elementos pero, en cambio, abundan los grandes
budares y los raspadores de slex, que parecen indicar el cultivo de races. Por
Cierto, las inferencias basadas en formas cermicas u otros objetos, acerca de su
uso, pueden ser errneas, y la ausencia de metates y manos, en ciertos contextos
arqueolgicos, no comprueba necesariamente el desconocimiento o la ausencia
del maz. Lo mismo puede decirse sobre la yuca que, en ciertos casos, puede
prepararse sin la ayuda de budares.

La hiptesis de una secuencia yuca/maz tambin nos parece corroborada por


ciertas evidencias adicionales. En primer lugar, la aparicin de metates y manos
demoler, en Momil II, est claramente acompaada por la introduccin de una
serie de rasgos nuevos que sugieren un contacto mesoamericano, a saber: vasijas
con reborde basal, recipientes trpodes altos, soportes maniiforines, ocarinas
omitomorfas y otros elementos. En segundo lugar, la evidencia de una secuencia
similar, de yuca/maz, se ha observado en algunos sitios de Venezuela que, por lo
dems, estilisticamente estn relacionados con Colombia. La secuencia temporal
de dos grandes sistemas agrcolas americanos, el de los cultivadores de maz de
Mesoamrica (Per?) y el de los cultivadores de races, de Suramrica tropical,
ha sido postulada por los fitogegrafos desde tiempos atrs, pero falta an una
mayor comprobacin arqueolgica en todos sus detalles.

Un punto importante que queda por discutir, al tratar de las bases econmicas de
la Etapa Formativa, se refiere al fenmeno de que el maz hubiera sido introducido
a la Costa Caribe colombiana, en una fecha tan tarda (lo que naturalmente no
excluye la posibilidad de que haya sido cultivado ya antes en otras zonas del
territorio colombiano). Parece que la contestacin, en parte por lo menos, sea que
las necesidades dietticas de los aldeanos tempranos estaban satisfechas por la
combinacin del consumo de races feculosas, con las protenas y grasas
obtenidas de los recursos ribereos y que esta base alimenticia hizo que el maz
inicialmente fuese un producto poco apetecido; sin embargo, al aumentar la
poblacin y, tal vez, tambin, al disminuir gradualmente las frentes proteicas, el
maz fue quizs aceptado para restablecer el balance de la dieta. Una razn
adicional para esta supuesta aparicin tarda del cultivo del maz se puede atribuir
al marcado cambio climtico que, de acuerdo con recientes anlisis de polen, se
oper entonces en la llanura aluvial del norte del pas. Alrededor de 700 antes de
Cristo, el clima prevalente seco y continental de la Costa parece haberse vuelto
notablemente ms hmedo, debido a un fuerte aumento de la precipitacin pluvial.
Esto, naturalmente, produjo un ambiente propicio para el cultivo eficiente del maz,
y bien puede haber sido un factor decisivo en la consecutiva rpida dispersin
geogrfica de esta planta.

Antes de proceder en nuestra bsqueda de los vestigios de la adaptacin


ambiental del indio colombiano y de su evolucin cultural, regresemos una vez
ms a tratar de Momil, para evaluar algunas de las consecuencias sociales del
aumento de produccin de alimentos y del subsiguiente crecimiento demogrfico.
En muchos aspectos, el paso de una agricultura de races a una de semillas
puede constituir un momento crucial para la organizacin de la sociedad. Las
races cultivadas, tales como la yuca, la arracacha o la batata, no se pueden
almacenar por largo tiempo, para lograr un uso posterior; deben consumirse casi
tan pronto como se extraen de la tierra y, adems, se daan si se dejan por largo
tiempo enterradas; aun el cazabe y el maoco tienden a daarse pronto,
especialmente en condiciones de humedad atmosfrica. As, el agricultor de races
no puede fcilmente acumular un excedente voluminoso, ni almacenar comida
para consumirla durante perodos en que dedicar sus energas a actividades
distintas a las de la mera subsistencia. El cultivador de maz, en cambio, se
encuentra en una situacin muy superior en este sentido. Con dos, y aun tres
cosechas anuales y gastando muy poco tiempo en el cuidado del cultivo, puede
disponer de granos que es posible almacenar, usar como artculo de comercio, o
convertir en preparaciones de alto valor nutricional. Hay pues una marcada
diferencia entre la gente que debe atender todo el ao su cultivo de races, y
aquellos que tienen el zarzo lleno de maz y quienes ahora pueden dedicarse a
otras actividades. El cultivo del maz, pues, probablemente jug un papel decisivo
en la organizacin social de las comunidades indgenas.

En las excavaciones de Momil no encontramos entierros cuyo ajuar pueda indicar


un tratamiento diferencial de los muertos, pero s hallamos indicios de una
especializacin por lo menos artesanal. La similitud de muchas vasijas decoradas,
de figurinas u otros artefactos decorados, indica la presencia de alfareros expertos
quienes produjeron objetos que formaban categoras bien definidas. Adems, las
diferencias que pueden observarse en la calidad de adornos personales tales
como cuentas de collar, pendientes o aquellos que llevan las figurinas de barro,
tambin indican diferencias de rango. Momil probablamente representa una
sociedad de rango as como de especialistas en las diversas artesanias.

Las figurinas y un nmero de otros artefactos diminutos tales como banquitos,


maracas de barro cocido, discos decorados y recipientes minsculos,
probablemente se relacionan con prcticas chamansticas y constituyen as las
primeras manifestaciones de una religin formalizada. En Momil encontramos
1.700 fragmentos de figurinas antropomorfas, y es sa la primera vez que se halla
un tal complejo en un contexto arqueolgico total, pero es bien posible que el uso
de figurinas date de pocas muy anteriores. En todo caso, las figurinas
antropomorfas son bastante caractersticas para muchos complejos culturales de
tipo formativo, desde Mxico hasta el Ecuador, como tambin en otras reas.
Generalmente stas se encuentran mezcladas con la basura casera y se han
lanzado muchas teoras acerca de la posible funcin que estos objetos pudieran
haber tenido. Algunos autores las toman por meros juguetes, pero la mayora se
incina a ver en ellos objetos ceremoniales conectados con ritos de fertilidad. Ese
puede ser el caso en ciertos contextos culturales, pero en algunas sociedades
colombianas a partir de Momil, se podra pensar en una explicacin alternativa, a
saber, el uso de figurinas en ritos de curacin. Con alguna frecuencia estas
pequeas efigies humanas representan mujeres embarazadas, o personas con
impedimentos o anomalas fsicas; hay jorobados, caras con ojos llorantes o
personas que se agarran la cabeza con ambas manos. Las enfermedades y
malestares fsicos, en el sentido ms amplio, incluyendo menstruacin, gravidez,
parto, dolores de muela y de cabeza, dolor de estmago, mordeduras de culebras,
etc., bien podran haber ofrecido las ocasiones recurrentes para ritos
institucionalizados de crisis, en los cuales cierto equipo de objetos materiales
fuese puesto en uso prominente. Una vez que estos objetos hubiesen llenado su
funcin del momento, ellos fueron descartados en la basura, manufacturndose
nuevamente con ocasin de cada ritual. Entre los actuales Cuna y los indios
Ember y Noanam del Choc, un conjunto de figuras talladas de madera forma
parte esencial de casi todas las prcticas chamansticas, que se relacionan con
curaciones o con la prevencin de enfermedades. Una vez pasado el ritual, estas
figuras pierden su carcter mgico y se botan entre la basura de la casa. Si esta
correlacin arqueoetnogrfica tiene validez y si la hiptesis del uso de las figurinas
del Formativo, en ritos curativos, se acepta, ntonces la gran cantidad de
pequeos objetos "problemticos" se volvera ms inteligible. Este conjunto
identificado en Momil parece pues constituir una de las primeras evidencias de
prcticas chamansticas entre los agricultores del Formativo. Cabe aadir la
siguiente observacin: la serie de artefactos diminutos banquitos, ollitas y ciertos
tubos muy finos hechos de cermica bien podran relacionarse con el uso en
drogas alucingenas. Tambin es de notar que se hallaron varias pequeas
figuras de personas totalmente demacradas, sentadas en cuclillas, representacin
caracterstica de un chamn esqueltico con sus visiones alucinatorias (18) .

El canibalismo, otro rasgo de posible significado ritual, lo observamos por primera


vez en Mons y luego tambin en Momil. La evidencia consiste en huesos
humanos desarticulados, que se encontraron dispersos entre la basura y que de
ningn modo pertenecieron a sepulturas.

Aunque no encontramos objetos metlicos en Momil, es muy probable que la


orfebrera ya se practicase en aquella poca; en Cinaga de Oro, un extenso sitio
cercano geogrficamente y relacionado con Moniil, hallamos pequeas cuentas
tubulares de oro martillado y lo mismo observamos en otras zonas del ro Sin.

Debemos ocuparnos ahora del problema de las relaciones internas y externas de


Momil. Fragmentos cermicos superficiales (es decir, encontrados en la superficie
de terrenos y no en una excavacin) con rasgos emparentados con Momil, los
hemos localizado en una zona muy amplia, entre el bajo ro Magdalena, el Golfo
de Urab y la regin dd Ayape4 sobre el ro San Jorge. No se han efectuado an
excavaciones sistemticas en estos yacimientos, pero no es de dudar que el
complejo de Momil cubra una gran extensin de la llanura del Caribe. Sin
embargo, el origen de Momil plantea una serie de problemas que, en el estado
actual de nuestros conocimientos, an no se pueden solucionar a plena
satisfaccin. Visto en retrospectiva, como eventual producto de una larga
secuencia que se inicia en Mons, Momil atestigua un carcter diferente. El
complejo excavado en el sitio tipo es tan rico y variado, tan abundante en
pequeos y diversos artefactos, finamente hechos, que surgen muchas preguntas
acerca de los orgenes locales de estos elementos. Hay algunas semejanzas con
Malambo, tanto en formas cermicas como en la decoracin con anchas lneas
incisas y por modelaje biomorfo, pero Momil logr un nivel tecnolgico ms alto y,
si podemos juzgar por la gran cantidad de figuras antropomorfas, exista all un
sistema chamanstico ms desarrollado. Hay pues una solucin de continuidad
entre Malambo y Momil, no tanto enun sentido cronolgico sino en lo que se
refiere a contenido y nfasis. Debe tenerse en cuenta que no tienen precedentes
locales los diminutos objetos de cermica, ni la manufactura de microlitos.

Tenemos tres fechas de radiocarbono, para Momil 1, todas aproximadamente de


200 antes de Cristo (19) . Estaposicin cronolgica se reafirma si trazamos
algunas relaciones estilsticas con Mesoamrica y Centroamrica. Hay una
marcada semejanza entre Momil y la parte temprana del sitio de Morett, en la
Costa Colima, de Mxico Occidental (20) . Otros sitios mesoamericanos que
comparten muchos rasgos con Momil, son Tlatilco, Playa de los Muertos y
Yarumela. Los rasgos comunes son: rebordes basales, soportes mamiformes,
trpodes slidos altos, vertederas tubulares, decoracin incisa-zonificada roja,
acanaladuras pandas, bordes con perfil en Z, relleno de pigmento rojo en lneas
incisas, figurinas antropomorfas, sellos planos y cilndricos, ocarinas zoomorfas,
vasijas con acanaladuras verticales, y aun otros ms. Desde luego, la direccin de
esta difusin es discutible; hay que tener presente que la cermica se difundi
originalmente de Colombia a Mesoamrica.

Lo que ocurri entonces fue que en Mesoamrica se desarrollaron a travs del


tiempo los diversos rasgos mencionados, y que stos fueron luego reintroducidos
a territorio colombiano, por la difusin en sentido inverso.

En la zona central de Costa Rica, la cermica del sitio de El Molino muestra


marcadas semejanzas con Momil, sobre todo en la Fase Pavas, que data entre
300 antes de Cristo y 300 despus de Cristo (21) . En la vertiente Atlntica del
mismo pas, el complejo de El Bosque tambin muestra relaciones con Momil, y ya
que El Bosque tiene parentesco con el complejo de Aguas Buenas de Panam, las
relaciones entre Momil y Centroamrica quedan ampliamente comprobadas. Los
nexos con Venezuela son algo dudosos, pero rasgos estilsticos similares existen
ocasionalmente. En el caso del Per, semejanzas entre Momil y las cermicas de
Waira-Jirca y Kotosh han sido mencionadas por los especialistas en aquella rea
de los Andes (22) .

En la Etapa Formativa de la Costa Caribe de Colombia, en varios sitios existe una


cermica muy bien acabada y bien decorada que plantea nuevamente el problema
de las relaciones con los antiguos horizontes cermicos de la Costa Ecuatoriana,
en tanto que nuestra cermica parece ser ancestral del complejo ecuatoriano. La
cermica en cuestin es de color gris claro o negruzco y la hemos localizado en
sitios ribereos, sobre todo en las zonas de Zambrano, Plato y Pinto, en el bajo ro
Magdalena, pero tambin en el ro Sin, en la zona de Montera. Una forma
caracterstica, que tiene muchas variantes es la de una cazuela baja, de gran
abertura, base redondeada, casi plana, y un fuerte ngulo en la periferia mxima.
Otras formas muy caractersticas consisten en vasijas con vertedera doble o
vertedera en forma de estribo. La decoracin es ante todo incisa fina y cubre la
parte superior del recipiente, entre la boca y la periferia mxima. Los motivos
decorativos de todas estas vasijas son geomtricos, con frecuencia triangulares y
fueron incisos con gran precisin cuando la greda de la superficie ya estaba
bastante seca. Otros motivos consisten en pequeas zonas hachuradas, lneas
rectas paralelas o hileras de pequeas muescas impresas sobre el ngulo
perifrico o sobre el borde. Ocasionalmente se observan zonas de pintura roja, a
veces en el borde.

No cabe duda de que esta cermica de la Costa Caribe de Colombia se relaciona


muy estrechamente con la cermica ecuatoriana costea de la llamada Fase
Machaliula (23) . Es sobre todo con el tipo Ayangue Incisa, con el cual se relaciona
el material de Zambrano y alrededores. En el Ecuador, la fase Machalilla se ha
fechado entre 1500 y 1000 antes de Cristo; infortunadamente no tenemos fechas
para Colombia, ya que no hemos podido hacer excavaciones estratigrficas en
esos sitios. Sin embargo, las comparaciones estilsticas son suficientemente
dicientes como para afirmar con toda certeza el parentesco colombiano con la
Fase Machalilla.

En el Ecuador parece que Machalilla no tenga precedentes; en efecto, all se le


considera como un complejo intruso, probablemente de origen norteo. De nuestra
parte estamos inclinados a pensar que Machalilia es de origen colombiano y que
tiene sus races en la llanura del Caribe. En realidad, la presencia de la Fase
Machaliula se extiende luego tanto en Colombia, y muestra tanta profundidad
temporal, que proponemos denominar sus manifestaciones colombianas como
Tradicin Zambrano, incluyendo en ella Las diversas formas y modos decorativos
que, en el Ecuador, se designan como Fase Machalilla.

En el norte de Colombia, La tradicin Zambraro la observamos en muchos


yacimientos arqueolgicos de la llanura aluvial del Magdalena, as como a Lo largo
del ro Sin y hacia el Golfo de Urab. No cabe duda acerca de su relacin con
Momil y tambin existen semejanzas formales con la hoya del ro Ranchera.

Para dar unos ejemplos de la presencia de esta tradicin colombo-ecuatoriana en


otras regiones de Colombia, se pueden citar los siguientes: a lo largo del ro
Magdalena hemos hallado varios sitios que se relacionan con esta tradicin. Cerca
de Honda, en el sitio de Arrancaplumas (24) , encontramos abundantes
fragmentos de cazuelas y vasijas con vertederas, que muestran fuertes
semejanzas con la Tradicin Zambrano, y a poca distancia ro arriba, en
El Guamo (25) , hallamos vasijas que tambin pertenecen a esta tradicin. La
cermica del Perodo Horqueta, definido por nosotros en la zona arqueolgica de
San Agustn (26) , tambin comparte rasgos con la Tradicin Zambrano. Hacia la
Cordillera Oriental, esta tradicin se observa en la regin de Guaduas (27) y
tambin en la de Tocaima (28) . En la Sabana de Bogot, esa tradicin est
representada por el tipo cermico denominado Mosquera Incisa (29) , as como
por varios tipos cermicos de las salinas de Zipaquir, Cha y Zipacn (30) .
Adems, en colecciones cermicas, de materiales procedentes de la Cordillera
Central, son frecuentes las piezas de indudable filiacin con la Tradicin
Zambrano. Con toda seguridad en el futuro se descubrirn muchsimos sitios ms
que atestigen la gran extensin de esta tradicin cermica que, al parecer, no es
de origen ecuatoriano sino netamente colombiano. Este hecho, por cierto, no es
de sorprender sise tiene en cuenta que la cermica del Complejo Valdivia, ms
antiguo que Machalihla, se difundi hasta el norte de Mxico, donde aparece en la
regin de Quertaro (31) .

Quisiera aadir aqu una breve consideracin metodolgica. Me parece que en la


Etapa Formativa en Colombia se pueden distinguir dos amplios horizontes
cermicos, que se caractenzan por ciertos elementos de forma y decoracin.
Propongo designar estos dos conjuntos como Primer Horizonte Inciso y Segundo
Horizonte Inciso. En el primero se trata esencialmente de recipientes de forma de
tecomate, es decir, aproximadamente globulares y sin cuello, con decoracin
excisa, incisa de lneas anchas, pandas o profundas, y trazadas con una soltura
que conlleva cierta irregularidad en la ejecucin. Ejemplos, seran muchos, tipos
cermicos de Mons, Puerto Hormiga, Canapote y Barlovento. El Segundo
Horizonte Inciso, que es cronolgicamente posterior, se caracteriza por formas
ms variadas, principalmente por cazuelas con un marcado ngulo perifrico,
decoradas con motivos incisos zonificados de lneas finas y trazado geomtrico
muy cuidadoso. Son frecuentes las zonas hachuradas (tringulos, semicfrculos,
rectngulos). Como ejemplo se pueden citar Momil y la Tradicin Zambrano. Hay
desde luego cermicas con decoracin incisa que no caen directamente dentro de
estas dos categoras, sobre todo aquellas que se desarrollan a partir de los
primeros siglos despus de nuestra era, pero en trminos generales es bastante
clara la distincin entre los dos Horizontes Incisos de la Etapa Formativa. Como es
evidente, estos dos horizontes corresponden a las Fases Valdivia y Machalilla, en
el Ecuador.

Al resumir este captulo cabe una observacin final. El Formativo, obviamente, es


una etapa dinmica de gran experimentacin en las estrategias de adaptacin
ambiental, de recursos alimenticios y de avances tecnolgicos. Parece que haya
sido la etapa que marc los comienzos de una sociedad organizada por rangos,
por la especializacin artesanal y por la consolidacin de un modo de vida
aldeana. Definitivamente, fue una etapa en que se establecieron las bases para
ms complejos desarrollos, para formas sociales y econmicas ms elaboradas.

TABLA I: ALGUNAS FECHAS DE RADIOCARBONO DE LA ETAPA FORMATIVA EN LA


COSTA CARIBE

Fecha
Sitio Nmero Fecha Comentarios Referencia
antes

de
a.C/d.C.
presente

Momil GrN-7298 212035 170 a.C. I, Nivel-9 Van der Hammen,


it lit.12.V.1975
Momil GrN-6908 212535 175 a.C. I, Nivel-12 Van der hammen,
it lit.16.XI.1973
Momil TK-131 215060 200 a.C. I, Nivel-10 Terada,in lit.4.I.1974
Malambo M-1175 1890200 60 d.C. Fase tarda Angulo, 1962, 1981
Malambo M-1176 3070200 1120 a.C. Fase temprana Angulo, 1962, 1981
Barlovento USGS-W 2910120 1030 a.C. Fase media Reichel-Dolmatoff,
Mons 741 324060 1290 a.C. Perodo Barlovento 1955
TK-625a en Mons A-4 Terada, in
Barlovento 3510100 1560 a.C. Sitio tipo, excavacin lit.10.XII.1984
Canapote Y-1318 3890100 1940 a.C. Bischof
Monsu Y-1317 417570 2225 a.C. Fase tarda Rouse, in
Mons UCLA 420080 2250 a.c. Perodo Barlovento en lit.22.VII.1963
2568A Mons Rouse, in lit
Mons UCLA 427080 2320 a.C. Perodo Pangola, 22.VII.1963
encima del caliche Berger, in
Puerto UCLA 4515250 2552 a.C. Perodo Pangola, lit.15.II.1985
Hormiga 25650 504070 3090 a.C. encima del caliche Berger, in lit.
Puerto 530080 3350 a.C Fase media 13.VI.1978
Hormiga I-1123 Fase temprana
Mons SI-153 Final del Perodo Berger, in lit.
UCLA Mons, 15.II.1985
2149C debajo del caliche
Reichel-Dolmatoff,
1965
Reichel-Dolmatoff,
1965
Berger, in lit.
13.VI.1978

Abreviaturas: grN=Groningen, TK=Tokio, M=Michigan, USGS=United States Geological


Service, =Yale, UCLA=University of California Los Angeles, I=Isotopes, SI=Smithsonian
Institution.

__________

1. Reichel-Dolmatoff, G., Mons: Un sitio arqueolgico de La Etapta Formativa


Temprana, Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1985. En 1977, cuando escrib el
captulo para el Manual de Historia de Colombia (1978, pp. 31-115) an no haba
recibido las fechas radiocarbnicas para el montculo de Mons y coloqu toda la
secuencia despus de Puerto Hormiga. Slo al contar con las fechas, result que
la primera parte, es decir los perodos Turbana y Mons, era ms antigua que
Puerto Hormiga. Adems, posteriormente opt por cambiar la nomenclatura de la
secuencia de Mons, dividindola en cinco perodos, en lugar de tres. (regresar a
1)

2. Ybot, Len Antonio, La arteria histrica del Nuevo Reino de Granada. Los
trabajadores del ro Magdalena y el Canal del Dique, segn documentos del
Archivo General de Indias, Editorial ABC, Bogot, 1952. (regresar a 2)

3. El nombre de Mons aparece ocasionalmente en documentos del siglo XVIII.


En 1776, el espaol don Agustn Martnez de Len era dueo de la Hacienda de
San Cayetano de Mons (vase Bossa Herazo, Donaldo, Nomenclator
cartagenero, Banco de la Repblica, Bogot, 1952).
4. Los nombres de los perodos fueron arbitrariamente tomados de la toponimia
local.

5. La referencia exacta es UCLA-2149C. 530080 aos antes de presente (antes


de 1950), es decir, 3.350 aos antes de Cristo. Para otras fechas, vase Reichel-
Dolmatoff, supra, Nota 1.

6. Reichel-Dolmatoff, G., "Excavaciones arqueolgicas en Puerto Hormiga


(departamento de Bolvar)", Antropologa 2, Universidad de los Andes, Bogot,
1965. En aos recientes las autoridades locales cambiaron el nombre de Puerto
Hormiga por Puerto Badel. Fue excavado por G. y A. Reichel-Dolmatoff. (regresar
a 6)

7. Crusoe, Daniel L. Fiber-Tempered Ceramic Fabrics and Late Archaic Culture


Historical Problema. Ponencia presentada en la Southeastern Archaeological
Conference, Macon, Georgia, 1971. (regresar a 7)

8. Reichel-Dolmatoff,G., supra, Nota 6. La fecha ms antigua para el conchal de


Puerto Hormiga es 5040 70 antes de presente, es decir 3090 aos antes de
Cristo, y no 4875 170,2925 antes de Cristo, como aparece errneamente en
Angulo (vase Angulo Valds, Carlos,Arqueologa de la Cinaga Grande de Santa
Marta, Fondo de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la
Repblica, Bogot, 1978, p. 164). Rojas de Perdomo comete otro error an ms
grande al decir que la fecha ms antigua de Puerto Hormiga es 3500 aos antes
de Cristo (vase Rojas de Perdomo, Luca, Manual de Arqueologa colombiana,
Bogot, 1979, p. 21). (regresar a 8)

9. El sitio de Canapote fue descubierto por G. y A. Rcichel-Dolmatoff, pero fue


luego excavado por Henning Bischof; vase: "Canapote: An Early Ceramic Site ni
Northern Colombia Preliminary Report", Actas y Memorias del XXXVI Congreso
Internacional de Americanistas, Espaa, 1964, Vol. 1, pp. 483-491, Sevilla, 1966.
(regresar a 9)

10. Reichel-Dolmatoff, G. "Excavaciones en los conchales de la Costa de


Barlovento", Revista Colombiana de Antropologa, Vol. IV, pp. 247-272, Bogot,
1955. (regresar a 10)

11. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, "Investigaciones arqueolgicas en el


departamento del Magdalena: 1946-1950. Parte III. Arqueologa del Bajo
Magdalena", Divulgaciones Etnolgicas, Vol. m, N 4, pp. 1-98, Universidad del
Atlntico, Barranquilla. 1953. (regresar a 11)

12. Estrada, Emilio, "Valdivia, un sitio arqueolgico formativo de la Costa de la


Provincia del Guayas". Publicacin del Museo Vctor Emilio Estrada, N 1,
Guayaquil, 1956; Meggers. Betty J., Clifford Evans & Emilio Estrada, Early
Formative Period of Coastal Ecuador: The Valdivia and Machalilla Phases,
Smithsonian Contributions to Anthropology, Vol. 1, Smithsonian Institution.
Washington, 1965; Ford, James A. A Comparison of Formative Cultures in the
Americas; Difussion or the Psychic Unity of Man, Smithsoman Contributions, to
Anthropology. Vol. 11, Smithsonian Institution, Washington, 1969; Hill, Betsy D. "A
New Chronology of the Valdivia Ceramic Complex from the Coastal Zane of
Guayas Province, Ecuador", awpa Pacha, Nos. 10-12, pp. 1-32, Institute of
Andean Studies, University of California, Berkeley, 1972-1974; Lyon, Patricia J..
"Early Formative Period of Coastal Ecuador: Where is the Evidence?" awpa
Pacha, Nos. 10-12, pp. 33-48, Institute of Andean Studies, University of California,
Berkeley, 1972-1974. (regresar a 12)

13. Bischof, Henning, "The origins of pottery in South America: Recent


radiocarbon dates from southwest Ecuador", Atti, Congreso Internazionale degli
Americanisti, Roma-Gnova, 1972, Vol. 1, pp. 269-281, Gnova, 1973; id., "San
Pedro und Valdivia: Frhe KeramikKomplexe att der Kste Sdwest-Ekuadors",
Beitrge zur Allgemeinen und Vergleichenden Archologie, Band 1, Deutsches
Archologisches Institut, s.f.; Lathrap, Donald W., Donald Collier & Helen Chandra,
Ancient Ecuador: Culture, Clay and Creativity 3000-300 B.C. Field Museum of
Natural History, Chicago, 1975; Lathrap, Donald W., Jorge Marcos y J. Zeidler,
"Real Alto - An Ancient Ceremonial Center", Archaeology. Vol. 30, N" 1, pp. 2-13,
New York, 1977. (regresar a 13)

14. Bullen, Ripley P. & James Stoltman (editores), "Fiber-Tempered Pottety in


South-Eastern United States and Northern Colombia: Its Origins, Contexts and
Significance", The Florida Anthropologist, Vol. 25. N 2, Pan. 2, 1972; Ford, James
A. & George I. Quimhy, "The Tschefuncte Culture, an Early Occupation of the
Lower Mississippi Valley", Memoirs of the Society for American Archaeology, N 2.
Menasha, 1945; Philips. Philip, "Archaeological Survey of the Lower Yazoo Basin,
Mississippi, 1949-1955", Papers of the Peabody Museum of Archaeology and
Ethnology, Vol. 60,2 Vol., Harvard University, Mass., 1970; Reichel Dolmatoff, G.,
supra, Nota. 6.

15. Vanse, entre otras publicaciones, las siguientes: Lpez Jaramillo, Luis &
Hctor Herrera Enciso, Manihot carthagenensis: Una yuca silvestre con alto
contenido proteico; ponencia presentada a la VIII Conferencia de fitotcnica,
Bogot, 1970; Field, B. S., Manioc (Manihot esculenta Crantz and its role in the
native agnicultune of tropical lowland South America; disertacin doctoral,
University of London, 1970; Mangelsdorf, Paul C., "The Mystery of Corn: New
Perspectives", Proceedings of the American Philosophical Society, Vol. 127, N 4,
pp. 215-247, Philadelphia, 1983; Roberta, L. M., U. J. Grant. R. Ramrez E., W. H.
Hatherway & D. L. Smith, with P.C. Mangelsdorf, "Races of Maize in Colombia",
National Academy of Science-National Research Council Publication 510,
Washington, 1957; Rodrguez de Medina et al., Relaciones Geogrficas de la
Nueva Granada, vase Patio, Vctor Manuel (editor), Cespedesia, Suplemento N
4, Cali, 1983; Rogers, David J. & S. G. Appan, Manihot (Manihotoides
Euphorbiaceae), Flora Neotrpica, Monograph 13, Hafner Press, New York, 1973;
Roosevelt, Anna Curtenius,Parmana: Prehistonic Maize and Manioc Subsistence
Along the Amazon and Orinoco, Academic Press, New York, 1980; Sauer, Carl O.,
Seeds, Spades, Hearths and Herds: The Domestication of Animals and Foodstuffs,
2 edicin, MIT Press, Cambridge, Masa.. 1969: Spath, Carl D., The Toxicity of
Manioc as a Factor in the Settlement Patterns of Lowland South America;
ponencia presentada al simposio sobre "Manioc in Lowland South America"; 10th
Annual Meeting of the American Anthropological Society, New York, 1971. Algunos
arquelogos estn introduciendo el trmino "agroalfareros", designacin que no
me parece aceptable ya que no veo relacin obligatoria entre la agricultura y la
alfarera. (regresar a 15)

16. Angulo Valds, Carlos. "Evidencias de la Serie Barrancoide en el Norte de


Colombia",Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XI, pp. 73-88, Bogot, 1962;
d., La Tradicin Malambo: Un Complejo Temprano en el Noroeste de Suramnica,
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica,
Bogot, 1981 .Rojas de Perdomo (Cf. supra, Nota 8; 1979, p. 26) me atribuye
errneamente las excavaciones en Malambo. El sitio de Malambo fue descubierto
y excavado por Carlos Angulo Valds. (regresar a 16)

17. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, "Momil: Excavaciones en el ro Sin",


Revista Colombiana de Antropologa, Vol. V, pp. 111-333, Bogot, 1956; id.,
"Momil: Dos fechas de radiocarbono", Revista Colombiana de Antropologa, Vol.
XVII, p. 187, Bogot, 1974.

18. vase, por ejemplo, Reichel-Dolmatoff, G., "Anthropomorpbic Figurines from


Colombia: Their Magic and Art", en: Essays in Pre-Columbian Art and Archaeology
(Samuel K. Lothrop, editor), pp. 229-241, Harvard Umversity Press, Cambridge,
Mass. 1961. (regresar a 18)

19. Para las referencias exactas, vase la tabla de fechas. (regresar a 19)

20. Meighan, Clement W., Archaeology of the Morett Site, Colimo. University of
California Publications in Anthropology, Berkeley & Los Angeles, 1972. (regresar a
20)

21. Aguilar, Carlos, "El Molino: Un sitio de la Fase Pavas en Cartago", Vnculos,
Vol. 1, N 1l,pp. 18-56, Museo Nacional, San Jos, 1975; Snarskis, Michael J.
"Excavaciones estratigrficas en la Vertiente Atlntica de Costa Rica". Vnculos,
Vol. 1, N 1, pp. 2-17, Museo Nacional. San Jos, 1975; id., "La Vertiente Atlntica
de Costa Rica", Vnculos, Vol. 2, N 1, pp. 101-114, San Jos, 1976. (regresar a
21)

22. Kano, Chiaki, "Pre-Chavn Cultures in the Central Highlands of Per: New
Evidence from Shillacoto, Hunuco", en: The Cult of the Feline:A Conference in
Pre-Columbian Iconography (Elizabeth P. Benson, editor), pp. 139-152,
Dumbarton Oaks, Washington, 1972. (regresar a 22)
23. Meggers, Betty J., Clifford Evans & Emilio Estrada, 1965; supra, Nota 12.
(regresar a 23)

24. Reicbel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, "Las urnas funerarias en la cuenca del


ro Magdalena", Revista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. 1, N" 1. pp. 209-
281, Bogot, 1943 (Cf. pp. 234-239). (regresar a 24)

25. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, 1943; indito. (regresar a 25)

26. Reichel-Dolmatoff, G., Contribuciones al conocimiento de la estratigrafa


cermica de San Agustn, Colombia, Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1975 (Cf.
pp. 19-22, 87-91). (regresar a 26)

27. Rojas de Perdomo, Luca, "Excavaciones en la zona Panche, Guaduas,


Cundinamarca", Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIX. pp. 247-30Z,
Bogot, 1975. No estoy de acuerdo con la autora de este artculo, quien identifica
sus hallazgos con los indios Panche, una tribu histrica del siglo XVI, de la regin
de Guaduas, ya que estilfsticatnente se trata de un complejo cermico mucho ms
antiguo y relacionado con el Segundo Horizonte Inciso. (regresar a 27)

28. Cardale de Schrimpff, Marianne. "Investigaciones arqueolgicas en la zona de


Pubenza. Tocaima, Cundinamarca", Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XX,
pp. 335496. Bogot, 1976 (vanse las comparaciones de esta autora, pp. 4 16-
422). (regresar a 28)

29. Cardale de Schrimpff, Marianne, Las Salinas de Zipaquir: Su Explotacin


Indgena, Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la
Repblica, Bogot, 1981. Vase, por ejemplo, Cardale de Schrimpff, supra, 1981,
Lmina VI-1; este tipo es bastante frecuente en la regin de Fusagasug y Pasca,
sobre la vertiente hacia el valle del Magdalena. Algunos investigadores estn
usando el tnnino "premuisca"o "Perodo Herrera", para designar estos complejos
cermicos. denominacin que me parece demasiado imprecisa. Propongo, en
lugar de ella, el trmino Formativo, para designar los desarrollos anteriores ala
cermica tipolgicamente muisca. Posteriormente este trmino se podr
subdividiren Formativo Temprano, Medio y Tardo. (regresar a 29)

30. Cardale de Schrimpff, supra, 1981, pasim. Vase Ardile, 1984; Cardale de
Schrimpff, Marianne, "Ocupaciones humanas en el Altiplano Cundiboyacense: La
Etapa Cermica vista desde Zipaquir",Boletn Museo del Oro, ao 4. pp. 1-20.
Banco de la Repblica, Bogot, 1981; Correal Urrego, Gonzalo y Mara Pinto,
Investigaciones Arqueolgicas en el Municipio de Zipacn, Cundinamarca,
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica,
Bogot, 1983. Sobre las primeras definiciones de la cermica "premuisca", vase
Broadbent, Sylvia M. "Reconocimientos arqueolgicos de la Laguna de La
Herrera ", Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XV, pp. 17 1-213, Bogot,
1970-1971. (regresar a 30)
31. Langesnscheidt, Adolphus, Minera Prehispnica en la Sierra de Quertaro,
Secretara del Patrimonio Nacional, Mxico, 1970.
Captulo V

LOS DESARROLLOS REGIONALES: LAS COSTAS

La introduccin y aceptacin del cultivo de maz en gran escala tuvo un fuerte


impacto en las sociedades agrcolas de las tierras bajas tropicales. El alto valor
nutritivo del maz, junto con su fcil adaptacin a diferentes suelos, alturas y
condiciones climticas, hicieron posible tal vez la penetracin al interior del
territorio y el poblamiento de las faldas y serranas, distantes de los cursos de los
ros y lagunas. Parece haber sido el cultivo de maz lo que permiti a una
creciente poblacin expandirse rpidamente sobre las vertientes de las cordilleras
colombianas, zonas que hasta entonces probablemente haban sido poco
pobladas.

Esta probable adaptacin ecolgica llev al desarrollo de una pauta de


asentamiento que se caracteriz por una tendencia a la descentralizacin. La
poblacin, siempre en aumento, comenz a extenderse sobre las vertientes
tropicales y subtropicales, donde construy sus viviendas esparcidas, a veces
solitarias, en ocasiones en grupos de parentelas, que ocupaban tres o cuatro
viviendas, donde quiera el terreno accidentado pareca propicia para un planto.

Este nuevo rumbo hacia los valles montaosos, desde luego no llev a la
desercin de las tierras bajas; numerosos grupos continuaron alli su anterior modo
de vida, pero la tendencia general fue hacia el interior, hacia los valles de las
cordilleras.

Entre las consecuencias ms notables de este desarrollo, se destacan algunas


que deben tratarse en ms detalle, debido a su particular importancia.

En primer lugar, un movimiento demogrfico hacia el interior montaoso, debe


haber dado un gran mpetu a las tcnicas y a la experimentacin agrcola.
Colombia ocupa un lugar muy importante en el campo de la domesticacin y
diversificacin de cultgenos nativos y los innumerables microambientes, en
diferentes alturas, con caractersticas edficas y factores meteorolgicos variados,
constituyen un laboratorio ideal para estos fines. Un considerable conocimiento,
basado en experimentos con nuevos cultivos o nuevas variedades de especies ya
domesticadas, debe haberse acumulado en las tierras bajas ya tiempos atrs, y la
domesticacin de ciertas races que prosperan en zonas de escasa o irregular
precipitacin, quizs llev al poblamiento espordico de regiones interfluviales,
pero una vez que ya se haba logrado, gracias al maz, la independencia definitiva
del ambiente litoral y ribereo, la ocupacin de las nuevas tierras dio grandes
estmulos a la intensificacin y, ante todo, diversificacin, de las prcticas
agrcolas.

Ahora bien, el cultivo del maz (1) , si quiere ser exitoso, necesita grandes
cantidades de lluvia y de sol, pero la productividad depende no tanto de la
cantidad de precipitacin sino de su distribucin estacional. Se puede decir
entonces que, en cierta manera, las exigencias de este cultivo que, desde luego,
es en s un producto cultural, mostraron el camino hacia aquellas regiones donde
la productividad fue mxima debido a una combinacin particularmente favorable
de factores ambientales y meteorolgicos. Al mismo tiempo, un tal medioambiente
era propicio a una amplia gama de otras plantas altamente productivas, gran
variedad de las cuales podan cultivarse en las frtiles vertientes templadas de las
cordilleras. Dentro de este potencial ambiental econtramos ahora el germen del
cambio de un modo de vida. Las comunidades maiceras comenzaron a
establecerse sobre una amplia rea de las montaas, ascendiendo los valles del
Magdalena y Cauca, y colonizando las laderas de los Andes.

Una segunda consecuencia de la dispersin de los cultivadores de maz, fue de no


menos importancia que la expansin de su desarrollo agrcola. Por entonces, la
vida en las hoyas, en los estrechos valles o en los altiplanos fros, estaba marcada
por el regionalismo y por el aislamiento cultural. En las tierras bajas de la Costa
haba habido siempre un comn denominador en trminos de condiciones
climticas similares, y de un sistema econmio generalizado, que se basaba en
recursos ribereos, lacustres y martimos; pero ahora aquella unidad anterior
estaba desapareciendo. La adaptacin a microambientes especficos llev a la
diversificacin y al advenimiento de culturas locales que, aunque a veces
ocupaban valles vecinos, se diferenciaban mucho en su mbito y contenido.
Aparentemente aqu no haba contradicciones ni estilos-horizontes comparables a
los de los Andes Centrales, sino ms bien una marcada diversidad debida al
aislamiento geogrflco y cultural, as como a las diferentes maneras como las
gentes confrontaban sus medioambientes locales.

Debemos examinar en ms detalle los testimonios arqueolgicos que nos dejaron


las comunidades maiceras que, al comienzo de nuestra era, poblaban el interior y
las Costas. Por lo que se puede deducir, en el estado actual de las
investigaciones, la tendencia a la descentralizacin prevaleci sobre amplias
regiones. En las estribaciones ms norteas de las tres cordilleras, en las laderas
de los valles del Magdalena y Cauca, y en el Macizo Andino, se encuentran
diseminados y aislados muchos pequeos sitios de vivienda, a diferentes alturas.
Para unas gentes acostumbradas a la vida riberea o llanera, el ambiente de las
vertientes plante, entre otros, ciertos problemas tecnolgicos, en lo que se refiere
a la arquitectura domstica. A veces fue difcil encontrar un pedazo de tierra plana
para construir una vivienda y se hizo necesario preparar un trecho piano, por
medio de una combinacin de cortes y rellenos. Dichos pequeos sitios de
habitacin, circulares o semicirculares, son muy caractersticos para estos grupos
de las laderas, y asociados con ellos encontramos alineamientos de piedras,
crculos de bloques irregulares, o pequeas murallas de contencin rodeando
parte de la plataforma de vivienda. Tenemos pues, aqu, una fase temprana de
ingeniera y arquitectura que, aunque no tuvo mayores desarrollos, constituye un
rasgo frecuente entre los cultivadores de maz. En estos sitios se hallan grandes y
pesados metates y manos de moler, los pruneros profundamente ahuecados, lo
cual atestigua su uso durante generaciones. Estos metates los encontramos
generalmente dentro de la vivienda o en el patio adyacente, pero a veces hay
profundas depresiones en grandes rocas vecinas, que fueron usadas como
morteros, artesas o pilones.

La cermica de aquellos sitios, por lo general, es burda pero bien hecha; el


desgrasante es de arena o a veces consiste de fragmentos cermicos molidos, lo
ltimo especialmente en las zonas del interior. En la Costa existe a veces un
desgrasante de conchas trituradas, combinado con arena muy fina. La mayora de
las vasijas est quemada en una atmsfera oxidante y tiene un color carmelita-
rojizo, pero cermicas negras ocurren en ocasiones. Hay gran cantidad de formas:
son frecuentes las bases anulares o altos soportes de pedestal; hay vertederas
tubulares, gran variedad de manijas y agarraderas, as como vasijas de silueta
compuesta, con una divisin formal muy clara en base, cuerpo y cuello. El modo
decorativo principal sigue siendo la incisin, y los motivos as trazados cubren la
mitad superior del cuerpo o, inclusive, el cuello de las vasijas; pero tambin se
hacen presentes el modelaje, la aplicacin de peloticas o bandas y la decoracin
pintada de rojo. Son comunes las grandes tinajas para el almacenamiento de
agua, excepto en lugares inmediatos a un curso de agua, y recipientes similares
probablemente se usaron para la preparacin de la chicha.

Figurinas humanas de arcilla son ms bien escasas y en su lugar se encuentran


ahora vasijas antropomorfas de diversos tipos. Pesadas hachas de piedra,
deforma trapezoidal, son muy comunes y atestiguan la labor de desmonte;
tambin son frecuentes los volantes de huso, cuentas de collar de piedras
perforadas, y muchos pequeos adornos personales tallados de piedras finas. Es
posible que el entierro en urnas de cermica se extendi en aquellos tiempos.
Primero usaban para este fin grandes tinajas de uso diario, pero luego
manufacturaron urnas ovoidales o cilndricas, estrictamente para
usos funerarios (2) .

Sera peligroso tratar de generalizar para todo el pas o an para reas


restringidas, como por ejemplo, el valle del Magdalena o la Cordillera Central; las
diferencias regionales son tan marcadas que cualquier correlacin global ser
altamente dudosa. Adems, para muchas regiones del interior se carece an de
informaciones detalladas acerca de sitios arqueolgicos y, ante todo, de
excavaciones estratigrficamente controlados. Es necesario, entonces, limitar
nuestras apreciaciones a algunas regiones, donde se han efectuado excavaciones
metdicas o, por lo menos, se han hecho investigaciones sobre los desarrollos
culturales, que son el tema del presente captulo. Sin embargo, antes de
ocuparnos de la descripcin de regiones y sitios especficos debemos considerar
primero algunos nuevos aspectos, esta vez en el occidente del pas, en la Costa
Pacfica.

Segn las fechas de radiocarbono, alrededor de 500 aos antes de Cristo, pero
probablemente ya en una poca ms antigua, apareci cierto nuevo complejo
cultural, en la parte surea de la Costa Pacfica, sobre todo entre la
desembocadura del ro San Juan y la isla de Tumaco, esta ltima ya cerca de la
frontera con el Ecuador. Segn parece, esta nueva cultura (o culturas) no se
deriva de una tradicin costanera anterior; he propuesto una posible influencia
mesoamericana en esta regin(3) .

Mientras que al norte del ro San Juan las manifestaciones de este complejo
cultural casi no existen, ellas aumentan considerablemente hacia el sur y, tanto en
el delta del ro Para como en la zona de Tumaco, hay numerosos sitios que
atestiguan la expansin de estos colonizadores.

Las fechas de radiocarbono disponibles colocan esta intrusin a la Costa Pacfica,


en un perodo de aproximadamente 500 aos antes de Cristo al primer siglo
despus de Cristo, pero bien puede ser que los primeros vestigios en la Costa
Pacffica colombiana se remonten a fechas mucho ms antiguas.

Los elementos introducidos por esta poblacin tienen como rasgos cermicos
caractersticos, los siguientes: cazuelas muy finamente hechas, de paredes
delgadas y provistas de soportes mamiformes huecos; vasijas con doble
vertedera; vasijas con rebordes sublabiales, perifricos ondulados o rebordes
basales; vasijas con soportes altos, puntiagudos; vasijas con bao rojo o
carmelita, con motivos geomtricos finalmente incisos; pintura carmelita; pintura
blanca sobre fondo rojo, figuras antropomorfas y zoomorfas de gran variedad de
formas y expresiones. Los grandes metates y manos de moler indican la
agricultura del maz y la acumulacin de basuras y pisos de vivienda, hasta varios
metros de grosor, sugiere una vida sedentaria en aldeas o en casas dispersas(4) .

El hecho de que los asentamientos en la Costa Pacfica aumenten hacia el sur,


tanto en frecuencia como en profundidad de acumulacin de basuras, se debe
probablemente al limitado potencial agrcola del Choc, la zona septentrional de la
Costa Pacfica donde la muy alta lluviosidad y las tierras lixiviadas oponen serios
obstculos a la vida sedentaria de horticultores.

Para ellos la Costa Pacfica septentrional y los inmensos manglares al sur de


Buenaventura deben haber parecido inhspitos, y as aquellos colonizadores se
concentraron ms bien en la regin mucho menos lluviosa de Tumaco (5) .

En la parte sur de la Costa Pacfica se distinguen esencialmente dos grandes


ecosistemas bien definidos: el litoral martimo, con sus manglares, y las tierras
bajas aluviales cubiertas con selvas. Los pobladores de los sitios arqueolgicos
hasta ahora investigados, parece que participaron en ambos sistemas, ubicndose
con preferencia muy cerca del mar, dentro de los manglares, por cuya red de
canales tuvieron acceso a las zonas selvticas y a las leves colinas no
inundadizas.

Figura 44. Figura decapitada; regin Tumaco. Museo Nacional de Bogot.

Figura 45. Figurina femenina; regin Tumaco. Museo Arqueolgico Casa de


Marquez de San Jorge

Figura 46. Perfil oriental del Corte I; Portacelli


Figura 47. Fragmento antropomorfo; Crespo.

Figura 48. Fragmentos cermicos con pintura negra sobre pintura roja; Cinaga de
Luruaco.
Figura 49. Excavacin del tmulo Pacfico; Zambrano (ver figuras 44,45,46,47,48 y
49)

Carecemos de datos acerca de los primeros pobladores de esta regin. Si existen


vestigios de ellos, stos probablemente estn cubiertos por espesos estratos de
sedimentos, salvo en algunas zonas elevadas, pero estas ltimas an no han sido
exploradas. No conocemos los desarrollos paleoindgenas, arcaicos o formativos
de esta parte del pas, y slo a partir del Formativo Tardo contamos con algunas
informaciones. La mayora de los sitios investigados hasta la presente y que, en
realidad, son muy pocos, contienen vestigios culturales que pertenecen a la Etapa
de Desarrollos Regionales, pero an no constituyen una imagen coherente (6) .

Culturalmente el litoral septentrional del Ecuador, desde el ro Esmeraldas, y la


mitad meridional del Litoral Pacfico de Colombia, hasta el bajo ro San Juan,
forman una sola zona arqueolgica que podemos designar como Area Tolita-
Tumaco. Cronolgicamente se pueden reconocer en dicha rea varios perodos,
pero la dinmica de su sucesin y de sus desarrollos locales est an lejos de
formar un cuadro sucinto, sobre todo en lo que se refiere a la parte del territorio
colombiano. Es all donde, en algunas partes, parece que haya continuidad de
desarrollo interno, en otras es evidente que hubo perodos de desocupacin ms o
menos prolongados; en unas zonas hay contacto entre grupos vecinos mientras
que en otras parece que predominaba cierto aislamiento. Existen marcadas
diferencias tipolgicas y tecnolgicas, tanto en un sentido de expansin horizontal
como en un sentido vertical cronolgico.

Segn la cronologa ecuatoriana, la Etapa Formativa est constituida


esencialmente por la secuencia Valdivia-Machalilla-Chorrera, a la cual sigue la
Etapa de Desarrollos Regionales. Esta ltima consiste, en la Costa de
Esmeraldas, en la Fase Tolita; en la Costa de Manab, en la Fase Baha Jama-
Coaque; en la costa del ro Guayas, por la Fase Guangala, y en la cuenca del
Guayas, por las Fases Tejar-Daule. La Etapa de los Desarrollos Regionales del
Ecuador abarca aproximadamente mil aos, desde 500 aos antes de Cristo hasta
500 despus de Cristo.

En Colombia, infortunadamente, no podemos distinguir an esta secuencia de


fases y es pues muy arriesgado tratar de generalizar. La mejor manera de
presentacin consiste entonces en describir los resultados de algunas
investigaciones.

La regin de Monte Alto est ubicada sobre la margen izquierda del bajo ro
Mataje, el cual forma la frontera con el Ecuador. En efecto, Monte Alto queda, en
lnea recta, en la mitad del trayecto entre Tumaco y la Tolita. En medio de los
manglares se levantan algunas colinas cubiertas de selva, que no estn expuestas
a las mareas, y sobre ellas se encuentran extensos sitios de habitaciones
prehistricas. Efectuamos una amplia excavacin en un montculo ubicado en la
confluencia del ro Mataje y la quebrada La Rucia y pudimos constatar que se
trataba de una acumulacin de despojos culturales, de casi 3 metros de
profundidad, los cuales se haban depositado en este lugar, en el curso de cuatro
siglos, entre aproximadamente 500 aos antes de Cristo y la primera dcada
despus de Cristo. Este lapso corresponde pues a la primera parte de la Fase
Tolita, del vecino litoral ecuatoriano.

He dividido la secuencia en tres perodos, de acuerdo con las caractersticas de la


estratificacin ffsica y cultural, a saber, Mataje I, desde una fecha
aproximadamente de 500 aos antes de Cristo hasta 400 aos antes de Cristo;
Mataje II, de 300 aos antes de Cristo hasta 10 despus de Cristo, y Mataje III; sin
fechas absolutas, pero perteneciente con toda probabilidad a los primeros siglos
de la Era Cristiana (7) .

En el perodo Mataje I encontramos fragmentos que indican las formas cermicas


siguientes: grandes platos pandos de tipo budare; vasijas globulares o
subglobulares con borde volteado hacia afuera; vasijas de doble vertedera, de
forma ms o menos globular y con un puente de seccin plano-convexa, que une
los dos tubos o picos; trpodes grandes, de forma aproximadamente globular, con
soportes cnicos alargados y slidos; cazuelas con ngulo perifrico; vasijas con
reborde sublabial, vasijas con base anular.

En cuanto a la decoracin de dicha cermica encontramos los siguientes modos:


bao rojo o carmelita combinado con incisiones geomtricas finas lineares; pintura
carmelita clara sobre fondo rojo o naranja, en motivos geomtricos sencillos;
franjas rojas en el borde de las vasijas; bao rojo o crema; muescas impresas en
bordes o ngulos perifricos; protuberancias semiglobulares pequeas, cerca del
borde.

Hallamos varios fragmentos de figurinas humanas macizas, aparentemente


femeninas, de pie y con brazos colgantes abiertos. Ya que slo encontramos
fragmentos pequeos y erosionados, sus detalles diagnsticos son difciles de
establecer.

Entre los artefactos lticos observamos manos demoler y de triturar, as como


metates. Hay numerosas pesas para redes, que consisten de piedras ovaladas
provistas de muescas o escotaduras laterales, para amarrarlas a las redes de
pesca.

Algunas formas cermicas (budares) y las manos de triturar sugieren que se trata
de grupos agrcolas; las pesas de redes atestiguan la pesca martima y, desde
luego, la navegacin. El modo de vida parece haber sido sedentario, al juzgar por
la gran cantidad de despojos culturales acumulados.
Acerca de la evolucin cultural general caben las siguientes observaciones.
Aproximadamente a los 2.20 metros debajo de la superficie, observamos un piso
de vivienda marcado por desperdicios pisados y triturados, pero sin fogones. A
1.90 debajo de la superficie, a partir dc un contacto entre una tierra carmelita rojiza
y otra de color carmelita oscura, aparecen algunos elementos nuevos: trpodes
con soportes globulares o mamiformes huecos, vasijas con cortos cuellos
cilndricos; decoracin del borde con impresiones triangulares.

En el perodo Mataje II continan muchas de las formas y modos decorativos, pero


se introducen algunos cambios caractersticos. Aparecen entonces grandes
tinajas, probablemente destinadas a contener lquidos, tal vez chicha; tambin se
modifican algunos detalles de forma en las vasijas de doble vertedera. La
decoracin incisa fina tiende a desaparecer, lo mismo que el bao de color rojo o
crema. Igualmente hay cambios en la distribucin numrica de ciertas formas y
modos decorativos. En trminos generales se puede decir que hay un
desmejoramiento en la cermica, tanto en un sentido tecnolgico como esttico.
La coccin no est bien controlada; las formas son algo irregulares y menos
simtricas y la decoracin carece de precisin en su diseo y ejecucin. La misma
matriz tiene caractersticas particulares en cuanto se trata inicialmente de una
tierra mixta, luego se presenta un estrato de greda roja, al cual sigue por ltimo
una gruesa capa de tierra anaranjada.

El perodo Mataje III est separado del anterior por un estrato culturalmente estril,
y ya pertenece a la Era Cristiana, pero no tenemos fechas absolutas para
determinar su posicin cronolgica con ms precisin. La tradicin cermica
contina con leves modificaciones pero nuevamente se observa cierta decadencia
tecnolgica y artstica, si la comparamos con la del perodo Mataje I. Se podra
pensar en un lento decaimiento de una cultura inicialinente bien desarrollada pero
que, al establecerse en esta zona, sufre bajo condiciones climticas no
acostumbradas y no ha desarrollado an los mecanismos de una adaptacin
adecuada. Un rasgo nuevo que se introduce en este perodo consiste en
ralladores hechos de cermica; se trata de bandejas provistas a veces de un
pequeo borde y cuyo fondo plano est cubierto por pequeas esquirlas de cuarzo
que estn incrustadas en la greda. La forma de estas bandejas es alargada, a
veces algo elptica. Obviamente se trata de rallos, pero no de yuca u otras races
grandes, sino ms bien de aj o algn otro condimento.

La secuencia tripartita del montculo del Mataje ofrece un esquema cronolgico y


tipolgico general que puede servir como marco de referencia para otros sitios del
rea Tolita-Tumaco. Algunos aos antes de nuestras excavaciones en Monte Alto,
se haban efectuado extensas investigaciones en la misma zona, cerca del
montculo de la quebrada La Rucia. El arquelogo Julio Csar Cubillos haba
excavado diez cortes, encontrando depsitos culturales hasta de 3.50 metros de
profundidad, as como varios entierros que contenan uno o ms esqueletos. El
material cermico y ltico corresponde a grandes rasgos al hallado en el montculo
de la quebrada La Rucia, salvo que Cubillos hall muchas ms figuras modeladas,
algunas de ellas zoomorfas (aves, felinos) y otras que presentan formas
monstruosas; algunos ejemplares de estas figurinas parecen haber sido
manufacturados enmoldes (8) .

Cubillos distingue dos perodos sucesivos, relacionados entre s, que se distinguen


por la distribucin diferencial de ciertos elementos culturales (9) . El perodo ms
antiguo tiene las caractersticas siguientes: predominio de cermica "semidura";
escasez de cermica pulida, escasez de trpodes y de figuras humanas; entierros
individuales y profundos. El perodo ms reciente se conforma as: predominio de
cermica "blanda", aumento de cermica pulida, mayor frecuencia de trpodes,
aparicin de ralladores, aparicin de artefactos lticos pulidos, construccin de
montculos (tolas), entierros colectivos o individuales a poca profundidad. Acerca
de la base econmica el arquelogo Cubillos opina que los pobladores de Monte
Alto eran ante todo pescadores, pero dedicados tambin a la caza y a la
recoleccin. La diversificacin de las formas cermicas y la introduccin de nuevos
elementos en el perodo superior, las interpreta Cubillos como indicios de un
avance cultural. Como se observa, nuestra interpretacin no coincide del todo con
la que Cubillos hace de sus hallazgos, pero los nexos entre La Rucia y los
materiales del arquelogo mencionado no dejan duda de que se trata
esencialmente de un solo desarrollo.

Un tercer sitio donde se han efectuado excavaciones en mayor escala, es el


montculo de lnguap, a unos 16 kilmetros al sur de Tumaco. Aqu la palabra
montculo significa una acumulacin de tierra acarreada al lugar, con el objetivo de
formar una base alta y seca para construir vivienda; sobre esta tierra acarreada
luego se superpone la basura. La investigacin fue dirigida por el arquelogo
francs Jean-Francois Bouchard (10) , quien logr establecer una secuencia de
tres complejos cermicos, a saber: Inguap inferior, Inguap superior y, como
complejo ms reciente, Bucheli. Las formas de los complejos Inguap abarcan
platos, platos trpodes, recipientes semiesfricos, vasijas con ngulo perifrico,
trpodes con cuerpo globular, vasijas con vertedera doble, ralladores con
incrustaciones de cuarzo. Los modos decorativos de Inguap inferior son inciso
fino, rojo pintado, bandas rojas, pintura bicromada y policromada, pintura negativa.
En el complejo Inguap superior se encontr pintura roja, bandas rojas, pintura
policromada y decoracin incisa.

Como se puede apreciar fcilmente, el complejo de Inguap se asemeja


notablemente a la cermica del montculo de la quebrada La Rucia, en Monte Alto.
Se distingue sin embargo de este ltimo por la proliferacin de la cermica pintada
y por los modos policromados y negativos. Son nuevos tambin los platos y
algunas formas de recipientes semiglobulares. Figurinas humanas huecas
aparecen en Inguap superior.

Por cierto, las fechas de radiocarbono comprueban esta correlacin. Para Inguap
inferior hay una fecha de 325 antes de Cristo y para Inguap superior de 270 aos
antes de Cristo a 50 aos antes de Cristo, correspondientes a Mataje I
y Mataje II (11) . Sea dicho aqu que el material cermico de Inguap es de mucho
mejor calidad que el del montculo del Mataje; las vasijas son ms simtricas,
mejor acabadas y ms profusamente decoradas.

Los artefactos lticos tambin son parecidos, pues en Inguap existen las mismas
pesas de redes y manos de moler, como en la secuencia del Mataje. En cambio
en Inguap no hay budares ni metates, lo que es difcil de explicar.

En el fondo del complejo de Inguap inferior se hallaron tres fragmentos de un hilo


finsimo de oro, de seccin rectangular. De acuerdo con los conocimientos
actuales sera sta la muestra ms antigua de orfebrera colombiana, con una
fecha de 325 antes de Cristo.

La ltima ocupacin del montculo de Inguap est representada por el complejo


Bucheli. Mientras que en Inguap an no se observaba un montculo propiamente
dicho, este tipo de construccin artificial aparece ahorajunto con las siguientes
asociaciones: cermica, frecuentemente provista de un marcado ngulo perifrico
y decorada con motivos geomtricos incisos que cubren la parte superior del
recipiente; figurinas antropomorfas macizas de manufactura burda; ralladores,
pesas de red y algunas plaquitas de oro martillado. Una fecha de radiocarbono de
1075 despus de Cristo indica que pasaron mil aos desde el final del complejo
Inguap hasta el complejo Bucheli.

Fuera de Inguap, Bouchard y su equipo excavaron varios otros sitios, a saber: El


Balsal, El Morro, Pampa de Nerete y Canap. Mientras que El Balsal representa
el complejo Bucheli, El Morro constituye un nuevo complejo, superpuesto a
materiales cermicos de tipo Inguap. Son caractersticas de El Morro las copas de
pedestal con decoracin pintada bicromada blanco y rojo.

En La Pampa de Nerete encontraron montculos que contenan grandes trpodes


decorados con motivos geomtricos incisos y pintados.

Bouchard, en el anlisis comparativo de las investigaciones, concluye que el


complejo Inguap inferior pertenece an al final de la Etapa Formativa del Ecuador
y sugiere un parentesco con la Fase Chorrera. En efecto, en Inguap inferior
existen numerosos rasgos de tipo Chorrera que postenormente, es decir en
Inguap superior, ya no se presentan. Se trata de detalles decorativos tales como
lneas incisas paralelas, cierto tipo de pintura roja brillante y el pulimento total o
parcial de la superficie. En cambio, comenzando con Inguap superior, las
semejanzas con la Etapa de Desarrollos Regionales del Ecuador son notables. La
fase Inguap representa pues la transicin de la Etapa Formativa
(aproximadamente 300 aos antes de Cristo) a la de los Desarrollos Regionales.
Bouchard presenta estas comparaciones con Chorrera como alternativa a la teora
de influencias mosoamericanas.

Antes de seguir, caben algunas observaciones acerca de las figurinas que han
dado tanta fama a la arqueologa del rea Tolita-Tumaco. Se trata de
representaciones antropomorfas y zoomorfas, algunas veces de talla pequea
pero otras veces llegando a tener una altura de ms de 30 centmetros. Estas
figuras estn, tcnica y estticamente, entre las mejores obras de arte prehistrico
americano e incluyen una amplia gama de presentaciones: hombres y mujeres,
generalmente de pie, parejas abrazndose, madres con sus nios; hay personas
enmascaradas o llevando grandes atavos de plumas en la cabeza. Todas estas
figuras muestran muchos detalles de vestido y adorno, tales como faldas,
delantales y taparrabos; collares, orejeras y muchos otros elementos. Algunas
figuras tienen una deformacin craneana occipital-frontal muy marcada. Las
representaciones zoomorfas son de jaguares y reptiles, lechuzas y monstruosos
reptiles, con agudos colmillos y lenguas protuberantes. A veces la cabeza de un
animal o de un monstruo est combinada con un cuerpo humano, en otros casos
una cara humana asoma por la boca abierta de un ave o jaguar monstruoso. Hay
una figura decapitada, con la cabeza puesta dentro del tronco hueco y mirando
hacia afuera por una especie de ventanilla. Algunas de las cabezas humanas
estn muy individualizadas y dan la impresin de representar personas
especficas. A veces son figuras de ancianos, algunos de ellos con barba y rasgos
faciales demacrados y arrugados. Con alguna frecuencia se observa un concepto
de dualismo, al representar una cara humana dividida verticalmente en dos
mitades, cada una con una expresin facial distinta. Muchas de estas figurinas han
sido manufacturadas en moldes de cermica; con frecuencia las flgurinas estn
pintadas, sobre todo con franjas y zonas rojas.

Siguiendo el litoral hacia el norte, la frecuencia de sitios arqueolgicos disminuye,


aunque en los cursos bajos de algunos ros (Mira, Satinga, Pata, Iscuand, etc.),
observamos pequeos montculos o basureros de poca extensin. La cermica de
estos sitios corresponde a formas y decoraciones semejantes a Inguap y Mataje,
pero la calidad esttica de las figurinas es menos bien lograda. La mxima
extensin septentrional de las manifestaciones del rea Tolita-Tumaco se
encuentra en el bajo ro San Juan y en el bajo ro Calima, al norte de
Buenaventura. En el sitio de Cullar, en la orilla sur del bajo San Juan,
encontramos un extenso sitio superficial. No apareci estratificacin observable
pero en una coleccin de 5.000 fragmentos cermicos recogidos en la superficie
observamos claramente dos complejos; el uno relacionado con el complejo de
Minguimalo, del medio ro San Juan y del cual se hablar en seguida, y el otro
constituido por una extensin de la cermica de la regin de Tumaco. En este
ltimo caso, se trata de recipientes con borde volteado hacia afuera y de vasijas
aproximadamente globulares provistas de un reborde perifrico, ambas formas
decoradas con pintura roja, bordes pintados de rojo, y lneas incisas en la zona
bajo el borde. Una cabeza antropomorfa, hueca, finamente trabajada, muestra
testos de pintura roja. Subiendo el ro San Juan encontramos la misma cermica
en los sitios de Boca de Sierpe y Boca de Calima, pero siempre en sitios
superficiales que no permitieron una excavacin estratigrfica.

Entrando al ro Calima, en la orilla derecha, descubrimos en 1960 el sitio de


Catanguero, un alto barranco no inundable, sobre el ro. Debajo de una capa de
ms de un metro de tierra aluvial hallamos un solo estrato cultural que contena
algunos centenares de fragmentos cermicos. La excavacin de este material dej
reconocer que esta cermica tiene marcadas semejanzas con la de Tumaco,
notablemente con Mataje I, es de color crema y de grano fino, y segn los
fragmentos se reconocen vasijas y copas globulares a seniiglobulares, con
paredes muy delgadas y una decoracin de franjas pintadas de rojo y de zonas
triangulares rellenas de incisiones finas. Hay vasijas con reborde sublabial
ondulado y tambin se encontr un fragmento de una figurina antropomorfa.

Obtuvimos para este complejo de Catanguero una fecha de 250 aos antes de
Cristo, lo cual la coloca con los comienzos de Mataje II o de Inguap superior (12) .
Esta correlacin parece aceptable pero la situacin geogrfica del sitio de
Catanguero plantea aqu un problema adicional. Como veremos en un captulo
posterior, la regin del alto ro Calima, ya en el departamento del Valle, es una
zona arqueolgica muy importante que se caracteriza tambin por cermicas
pintadas, incisas y zoomorfas. En efecto, algunos fragmentos incisos-zonificados
de Catanguero muestran marcadas semejanzas con la cermica llamada Calima
(y con la de Chorrera) y se podra pensar en una relacin entre los tres complejos.

Subiendo el ro Calima encontramos los lugares de Ordez, La Trojita, Tatabrito,


La Caleta, Guadual y La Loma, todos sitios arqueolgicos con materiales
superficiales de cermica que, en buena parte, se relaciona con la de la zona de
Tumaco.

Pero debemos volver a tratar del ro San Juan, uno de los principales cursos de
agua del Choc. Subindolo, a partir de su confluencia con el ro Calima,
localizamos algunos sitios superficiales como Tenend, Qucharo, Cucurrup,
Puerto Clemencia, Quebrada Piedras, y otros, todos caracterizados por
fragmentos superficiales de una cermica perteneciente a un complejo nuevo y
tipolgicamente muy distinto de los hasta aqu descritos. Slo al llegar a la regin
del casero de Noanam hallamos algunos sitios profundos donde pudimos
efectuar excavaciones estratigrficas y fue all donde identificamos dos nuevos
complejos cermicos: Minguimalo y Murillo (13) .

El sitio de Minguimalo est cerca del casero de San Miguel, al norte de Noanam.
Excavamos un corte de ms de 3 metros de profundidad que produjo una
secuencia de dos complejos culturales, a saber, el complejo de Murillo, con una
fecha de 820 despus de Cristo y seguido por el complejo de Minguimalo, fechado
en 1252 y 1432 despus de Cristo (14) . Los fragmentos cermicos de Murillo
estaban asociados con restos de grandes postes de madera que estaban bien
conservados por el lodo hmedo. La cermica de Minguimalo consiste de grandes
y medianos recipientes globulares, con grueso borde volteado hacia afuera. Hay
dos modos decorativos muy comunes: el uno muestra impresiones hechas con la
punta del dedo, combinadas con pequeas impresiones semilunares marcadas
con la ua; la otra decoracin est constituida por pequeas burbujas producidas
al perforar la pared del recipiente con un palillo, desde adentro, de modo que se
forma en el exterior una pequea cpula repujada, mientras que en el interior el
hueco se cubri con greda, dejando un espacio vaco. El complejo Murillo est
decorado con lineas incisas rectas que forman motivos de meandros angulares o
de rectngulos concntricos. Algunos fragmentos muestran restos de pintura
oscura (brea?) sobre fondo natural grisceo, que consisten en motivos
curvilneos toscamente ejecutados. En Minguimalo encontramos muchas manos
de machacar y triturar; en cambio en Murillo hallamos un complejo ltico
compuesto de grandes metates y manos de moler, lo que sugiere un cambio
marcado en la base de subsistencia de estos dos grupos.

En los alrededores de Noanam, San Miguel y Dipurd, localizamos varios otros


sitios, pero todos superficiales; consistan de materiales cermicos, los unos del
complejo Minguimalo y los otros de Murillo. Hasta la presente stos son los
principales complejos arqueolgicos que se han identificado en las orillas del ro
San Juan.

Regresando nuevamente al Litoral Pacfico, los sitios arqueolgicos son muy


difciles de localizar. Los manglares y tupidas selvas hacen que slo raras veces
se encontrara algn sitio prehistrico en los barrancos de un ro o sobre la cima de
alguna loma.

Al subir por el ro Baud y por su afluente, el ro Catr, observamos en el lecho de


este ltimo grandes bloques de sfiex color de miel, excelente materia prima para la
manufactura de una multitud de utensilios tales como cuchillos, raspadores,
perforadores y otros. En efecto, en varios lugares de las orillas del Catr
encontramos artefactos lticos superficiales, todos de una tipologa esencialmente
paleoindia/arcaica. En ningn caso haba asociaciones con cermica o con objetos
de piedra pulida, de manera que prevalece la impresin de ser un complejo ltico
muy antiguo. Pero no hay pruebas contundentes, puede ser que tales tcnicas
hayan perdurado a travs de los milenios. Hallamos artefactos parecidos en las
orillas de los ros Juruvid y Chor, en Cabo Corrientes y en la Baha
de Utra (15) .

An ms hacia el norte se abre la Baha de Cupica, donde excavamos un extenso


sitio arqueolgico. Se trata de un leve tmulo funerario, ubicado en un manglar
llamado Estero de la Resaca, en un terreno que se inunda cada vez que sube la
marea que, en esta regin, alcanza a unos 3 metros. Los entierros secundarios de
este tmulo forman estratos que contienen a veces vasijas aisladas, depositadas
en calidad de ofrendas. Los restos seos han desaparecido por completo (16) .

La excavacin nos demostr que se trata de tres estratos superpuestos, que


contienen un total de 38 pozos de entierros. La fase ms antigua consisti de 24
vasijas; la intermedia de 19 y la ms reciente de 30. Se observa una gran variedad
de formas, tcnicas y modos decorativos, desde vasijas esculpidas y modeladas,
copas de pedestal y recipientes de doble vertedera, hasta vasijas antropomorfas
policromadas. Obviamente se trata de varias tradiciones cermicas que tienen
nexos tanto con Panam como con la regin del Golfo de Urab y del Sin. Se
trata pues de influencias venidas del Norte y que entraron al Choc siguiendo por
el litoral y por el ro Atrato. La fase intermedia se pudo fechar en 1215 aos
despus de Cristo y corresponde bien a la posicin cronolgica de los complejos
centroamericanos (Cocl). Por su variedad de formas y modos decorativos la
cermica de Cupica se distingue marcadamente de la de los sitios del ro San
Juan, la cual es comparativamente burda. No parece que aquella intrusin nortea
haya avanzado ms all de Cupica y ms bien puede que se trate de una o varias
avanzadas aisladas. Parece que la alta lluviosidad impidi un asentamiento ms
permanente. En Cupica tambin se excavaron artefactos lticos, raspadores de
cuarzo, volantes de huso de greda cocida y un hacha pulida, de forma trapezoidal.
En un entierro encontramos una pequea nariguera de oro, en forma de anillo
abierto.

Siguiendo por la Costa, hasta la frontera con Panam, no se han hallado ms


sitios y una exploracin de los ros Jampavad y Jurad no nos dio resultados
positivos. En un somero reconocimiento del bajo ro Atrato tampoco logramos
localizar vestigios arqueolgicos, salvo algunos espordicos fragmentos
cermicos, sin valor diagnstico.

Al terminar este resumen sobre la Costa Pacfica, caben algunas observaciones


finales. Es muy significativa en todos los sitios arqueolgicos costaneros la casi
total falta de conchas comestibles y de restos seos de animales. Esta ausencia
es difcil de explicar, salvo el caso que se hayan desintegrado por la humedad,
pues tanto en el litoral como en los manglares abundan peces, moluscos
comestibles y presas menores de cacera.

Trataremos ahora nuevamente de la Costa Caribe, para trazar all los desarrollos
que siguieron a la Etapa Formativa Tarda.

En el valle del ro Ranchera, una ancha depresin entre la Sierra Nevada de


Santa Marta y las estribaciones septentrionales de la Cordillera Oriental,
encontramos una secuencia de perodos representados por varios complejos
cermicos denominados segn sus sitios tipos: La Loma, -El Horno, Portacelli y
Los Cocos (17) . Estos complejos identificados en profundos basureros, que
tambin contenan entierros primarios y secundarios, se encontraron en sitios
ubicados en las orillas del ro y de sus afluentes; la presencia de pesados metates
indica la forma de vida sedentaria de aquellos cultivadores de maz. El cultivo de la
yuca tambin puede haber sido de importancia, pues se observan fragmentos de
grandes budares. En la actualidad sta es una regin muy rida que forma parte
del ambiente climtico del desierto de La Guajira, pero en pocas pasadas parece
que haya habido una precipitacin pluvial ms alta y, por consiguiente, una flora y
fauna diferentes. Algunos sitios arqueolgicos estn ubicados en zonas perifricas
de depresiones, que parecen haber sido pequeas lagunas o pantanos; otros se
hallan en las riberas de cauces y zanjones secos hoy en da, aun en la estacin
lluviosa. Restos faunsticos tales como huesos de mamferos selvticos y las
conchas de ciertos caracoles terrestres que pertenecen a especies generalmente
asociadas con un ambiente selvtico hmedo son indicios de un cambio climtico,
lo mismo como las aves acuticas que frecuentemente se representan en la
decoracin pintada de la cermica, pero que han desaparecido de la regin.
Los perodos La Loma y El Horno constituyen el llamado Primer Horizonte Pintado
de esta rea, caracterizado por el uso predominante de pintura policromada y
bicromada. Son muy tpicos los elementos curvilineares; hay espirales, lneas
onduladas, motivos sigmoideos, motivos en forma de peine, todo ello pintado en
rojo y negro, sobre el fondo de un bao color crema. Hay gran abundancia de
formas: platos pandos, copas de pedestal cilndrico, vasijas de silueta compuesta,
pequeas copas con mltiples soportes abombados. Un tipo cermico, de color
negro brillante, lleva una decoracin incisa curvilinear, y a veces las incisiones se
rellenaron con un pigmento mineral blanco, para hacer resaltar el motivo inciso. En
el perodo El Horno son frecuentes las figuras antropomorfas huecas,
caracterizadas por piernas muy abultadas, pero por lo dems con facciones
realistas; generalmente estas figuras estn pintadas con colores muy vivos. Los
dos perodos -La Loma y El Horno- anque cronolgicamente distantes, muestran
un nfasis en cermicas modeladas y de fuertes colores, contrastando mucho con
las tradiciones cermicas del Formativo Temprano, cuyas cermicas estaban
decoradas ante todo con incisiones y eran generalmente monocromas.

En el perodo La Loma se encontraron punzones y leznas de hueso, y en el


perodo El Horno se hallaron fragmentos cermicos con impresiones de cestera y
de textiles. Objetos lticos son ms bien escasos, y en los perodos Horno y
Portacelli haba algunos raspadores de cuarcita. En el perodo La Loma faltan los
adornos personales pero stos son frecuentes en el perodo El Horno; hay cuentas
de collar y ciertos pendientes en forma de barra o placa horizontal, tanto de
cermica como de piedra, que recuerdan una forma de adornos que
posteriormente observamos en la Sierra Nevada de Santa Marta. En el perodo
Los Cocos, que est estrechamente relacionado con el perodo Portacelli, llaman
la atencin el bao blanco y las grandes orejeras que adornan las caras
modeladas en las urnas funerarias que se hallaron en algunos sitios.

En el perodo Portacelli comienza a predominar la pintura bicromada (negro o rojo


sobre fondo blanco, negro sobre rojo), junto con motivos rectilineares, y este
nuevo desarrollo lo denominamos Segundo Horizonte Pintado. Las formas ms
caractersticas son: vasijas corrugadas en las cuales los rollos de greda, usados
en la manufactura, no fueron alisados en la superficie externa; copas muy
finamente hechas, cubiertas de un bao rojo sobre el cual se pintaron motivos
ornitomorfos en negro; vasijas antropomorfas pintadas, con las facciones de la
cara finamente modeladas. Las figurinas del perodo Portacelli son mucho ms
estilizadas que las de los perodos anteriores. En Portacelli se encontr un entierro
primario supino, con el crneo colocado sobre un gran plato pando.

El arquelogo Gerardo Ardila, quien excav en el valle del ro Ranchera, en aos


recientes, obtuvo algunas dataciones radiocarbnicas que se resumen a
continuacin.

TABLA II
Fecha antes Fecha
N Comentario
de presente: a.C./d.C.

Perodo La Loma
Beta-7281 2.42050 470 a. C.
Perodo La Loma
Beta-7280 2.040200 90a.C.
Perodo El Horno
Beta-4843 1.36575 585 d.C.
Perodo Portacelli
Beta-7884 1.020110 930 d.C.
Perodos Portacelli y Los Cocos
Beta-8583 66070 1.290 d. C.
Perodo Portacelli; comienzo de
Beta-7283 940190 1.010 d. C.
urnas

Segn estas fechas (18) , el perodo La Loma representa tal vez los finales de la
Etapa Formativa Tarda. Debe tenerse en cuenta que la cermica pintada de
Momil muestra ciertas semejanzas con la del Primer Horizonte Pintado del ro
Ranchera; tambin los adornos personales en forma de barra horizontal y la
cermica negra incisa se hallan en ambos sitios.

Los perodos de la secuencia del ro Ranchera se extienden desde la


desembocadura de aquel ro y desde la Baja Guajira, hasta el valle del ro Cesar y
cubren as mismo una parte de las faldas adyacentes de la Sierra Nevada de
Santa Marta. En la Cordillera Oriental, la cermica del perodo El Horno ha sido
encontrada cerca de Bochalema, en las cabeceras del ro Zulia, que desemboca
en el Golfo de Maracaibo. Esta parte del pas, los departamentos de Santander,
est, arqueolgicamente hablando, casi del todo inexplorada, pero los hallazgos
espordicos de cermica pintada indican relaciones con el valle del ro Ranchera.
En el occidente de Venezuela los perodos del Ranchera estn representados por
una serie de complejos cermicos muy similares, que van desde el final del primer
milenio antes de Cristo (por ejemplo, La Pita, Tocuyano), hasta tiempos
protohistricos (por ejemplo, Dabajuro, Tierra de los Indios) (19). A la luz de los
conocimientos actuales, los antecedentes de los dos horizontes pintados
aparentemente surgen de la Costa Caribe de Colombia.

Parecen existir relaciones entre Momil y el Primer Horizonte Pintado del ro


Ranchera. Cabe aadir aqu que cermicas con decoracin pintada curvilinear,
as como figurinas antropomorfas slidas las hemos encontrado nosotros en varios
sitios cerca de Bonda, Mamatoco y Santa Marta, y hallazgos espordicos en el
bajo ro Magdalena tambin sugieren una penetracin desde la costa haciael
interior. Tales contactosprobablemente no ocurrieron en un perodo especfico sino
pueden haber tomado la forma de mltiples movimientos migratorios o rutas de
comercio, por las cuales estas tradiciones cermicas se expandieron en Colombia,
Venezuela y Centroamrica (20) .

En el alto ro Cesar, un sitio de destacado inters es una cueva funeraria ubicada


cerca de La Paz, al sureste deValledupar (21) . La cueva se hall en las
estribaciones de la Sierra de Perij, en un valle denominado El Riecito. La entrada
a la cueva se encontr cerrada con piedras acuadas. Se trata de una estrecha
grieta de unos 17 metros de largo. Debajo de una capa gruesa de polvo,
encontramos grandes cantidades de huesos humanos, en su mayor parte
calcinados y mezclados con cenizas y trozos de carbn. Dentro de este estrato se
hallaban algunas cermicas enteras, varias tabletas talladas de piedra, algunas
hachas pulidas y de forma trapezoidal y varios volantes de huso. La cremacin
haba sido efectuada en el interior de la cueva y las paredes mostraban grandes
manchas de hollin. Las cermicas estaban puestas a lo largo de ambas paredes
que, por su inclinacin, formaban una especie de nichos largos. Las vasijas
aparecan requemadas y muy ennegrecidas, haciendo casi invisible su decoracin.

En el fondo de la grieta haba una especie de cmara natural, cuya entrada


tambin estaba cerrada con piedras acuadas. En ella estaba un esqueleto en
posicin supina, que no haba sido incinerado. Lo acompaaban varios artefactos:
una pequea placa larga ovalada, de piedra pulida, un propulsor finamente tallado
de madera dura, un palo arrojadizo curvo, una totuma decorada con motivos
incisos, y una especie de recipiente tubular hecho de un hueso de mamfero
grande. El esqueleto tena encima una masa de hilos torcidos, aparentemente los
restos de una gran hamaca. Al lado de la cabeza haba diez cermicas en buen
estado de conservacin.

Entre las formas cermicas encontramos las siguientes: vasijas de base convexa,
pared cncava, fuerte ngulo perifrico y abertura grande; vasijas de cuerpo
doble, aproximadamente en forma de una greca; un plato tetrpode con soportes
abombados huecos; una copa de pedestal, una vasija globular y de cuello
estrecho, cuya superficie dejaba reconocer las espirales de su estructura, un
botelln de base plana y una copa semiglobular baja, de base redondeada. La
decoracin consiste de pintura negativa o de un bao muy brillante de color rojizo.
Los motivos pintados son rectilineares o curvilineares y muestran arcos
semicirculares, espirales y lineas rectas paralelas.

Los objetos que acompaaban el esqueleto de la cmara del fondo de la grieta


son de un inters especial, ya que forman un conjunto que, con bastante certeza,
podemos identificar con un ajuar perteneciente a un chamn. Las tabletas de
piedra, una de las cuales acompaaba este personaje, corresponden formalmente
a las tabletas arqueolgicas o etnogrficas que los indios utilizaban y an utilizan
para la preparacin de un rap alucingeno. El hueso tubular es muy parecido a
los recipientes de hueso dejaguar en los cuales los indios Guahibo, de los Llanos
Orientales, guardan estos polvos narcticos, y la totuma decorada tambin parece
haber formado parte de este equipo. No disponemos de fechas absolutas para la
cueva de La Paz, pero la decoracin pintada, el tetrpode y la superficie corrugada
de una vasija sugieren relaciones con el rea del ro Ranchera.

Pasamos nuevamente al bajo ro Magdalena. Durante la Etapa Formativa


observamos en la zona de Zambrano la presencia del complejo ecuatoriano de
Machalilla, es decir, del Segundo Horizonte Inciso; y podemos trazar ahora su
desarrollo continuo a travs de fases posteriores. En la actualidad Zambrano es
una de tantas poblaciones a orillas del Magdalena, pero en pocas prehistricas
fue un lugar de excepcional importancia donde convergieron influencias mltiples
procedentes del Sin, de la Sierra Nevada, del interior del pas y de otras zonas
ms, conservndose en su estratigrafa un rcord ininterrumpido de cuatro mil
aos. De los ms de cincuenta sitios que investigamos en esta zona, algunos se
relacionan con Puerto Hormiga, con Momil y con Malambo; mientras que otros
representan una etapa posterior que pertenece a la de los
Desarrollos Regionales (22) .

En lo que se refiere a las pautas de asentamiento, Zambrano es caracterstico


para una regin extensa. En efeto, en muchas regiones del pas, notablemente a
lo largo de los ros Magdalena, Cauca, Sin, San Jorge, Ranchera, Cesar, y otros,
encontramos restos de grandes aldeas emplazadas en las riberas, que datan
generalmente de los primeros siglos despus de Cristo. Son aparentemente
poblaciones construidas en hilera, a lo largo del ro, con frecuencia en la vecindad
de la desembocadura de un afluente ms o menos grande. Es caracterstico que
cerca de una tal poblacin se encuentre un extenso cementerio de urnas
funerarias enterradas a escasa profundidad.

Alrededor de 600 despus de Cristo, las caractersticas culturales conservadas en


espesas capas de basuras, contienen cuentas de collar de cornalina roja; hay
objetos de orfebrera procedentes de la hoya del ro Sin; artefactos hechos de
conchas marinas o hachas de diorita y andesita tradas desde las cordilleras,
objetos que atestiguan contactos y relaciones comerciales. La cermica se
destaca por una abundancia de formas: copas, platos ms o menos pandos,
copas de pedestal alto, vasijas antropomorfas y zoomorfas, figurinas humanas,
volantes de huso y otros artefactos pequeos, todo decorado con motivos
finamente incisos o con tras o peloticas aplicadas. Una cermica negra brillante
es comun. En las secuencias tempranas de Zambrano, tal vez ya con fechas de
antes de la Era Cristiana, observamos ciertos rasgos que posiblemente indican
relaciones ms lejanas; en efecto, algunas vasijas antropomorfas muestran un
parecido notable con cermicas del valle del ro Calima, en la Cordillera
Occidental, sobre todo en lo que se refiere a figuras cuyas caras muestran mejillas
gruesas separadas de la boca por una grieta profunda.

En muchos lugares a lo largo del bajo ro Magdalena pudimos observar sitios de


diferentes fases de la larga secuencia cultural de Zambrano. En la vecindad de la
laguna de Zapatosa, en la confluencia del ro Cesar con el Magdalena, se
encuentran vestigios de pequeas aldeas cuyos habitantes combinaban la
agricultura con la pesca (23) . Los centenares de hachas pulidas sugieren el
trabajo del desmonte o la manufactura de canoas. Al otro lado del ro y al sur de la
laguna de Zapatosa est el Cerro Barco cuyas laderas, tal como las de la vecina
Serrana de San Lucas, estn cubiertas de pequeas terrazas de cultivo y sitios de
habitacin, provistos de murallas de contencin para controlar la erosin. La
misma pauta de asentamiento se observa hacia el suroeste, en las cabeceras del
ro Nech y hacia el Noroeste, en las colinas de Tubar, Pioj, Luruaco y otros
lugares entre Barranquilla y Cartagena. La mayora de estas comunidades de las
tierras bajas permanecieron sobre el nivel de pequeos agricultores aldeanos del
Formativo Tardo, aparentemente sin mayor cohesin politica y con una religin en
comn apenas sugerida por el uso de urnas funerarias. Formaban pequeas
agrupaciones que slo raras veces lograron cierta unidad estilistica alrededor de
una laguna, un grupo de colinas o un trecho del ro grande. A la luz de los
conocimientos actuales Zambrano parece haber tenido una influencia ms amplia,
pues encontramos sus caractersticas tecnolgicas y estilsticas, desde la Costa
de Salamanca hasta el Magdalena Medio, el Sin y aun ms all.

Otra zona de inters forman las orillas de la Cinaga Grande, ubicada entre la
Costa de Salamanca, las estribaciones occidentales de la Sierra Nevada de Santa
Marta y el bajo ro Magdalena. En la dcada de los cuarenta, antes de que se
construyera la carretera que hoy en da une las ciudades de Cinaga y
Barranquilla, existan en la regin de Tasajera, sobre la Costa de Salamanca,
grandes concheros, algunos de los cuales alcanzabitn a casi 7 metros de altura.
Una investigacin somera del conchal ms grande produjo, en aquella poca, ante
todo fragmentos cermicos relacionados con formas y motivos relativamente
recientes de la regin de Zambrano, pero asociados con fragmentos de tipologa
tairona. Al construirse la carretera, los concheros fueron derribados y utilizados
como relleno, de modo que se perdi esta documentacin para siempre. Sin
embargo, en aos recientes se han hecho varias investigaciones sistemticas,
tanto en la Costa de Salamanca como en la orilla oriental de la
Cinaga Grande (24) . Excavaciones en algunos concheros pequeos de
Salamanca descubrieron complejos cermicos de formas sencillas: recipientes
culinarios globulares, platos muy pandos con fuerte ngulo perifrico, vasijas con
base anular baja y algunas otras. La decoracin es ante todo incisa rectihnear y
punteada-zonificada y hay algunos adornos biomorfos modelados. Complejos
sen~ejantes se hallaron en las excavaciones efectuadas en las orillas orientales
de la cinaga. Acerca del dems contexto cultural de estas gentes se puede
suponer que se trate, en parte, de campamentos temporales de pesca y
recoleccin y en parte de lugares habitados por pocas ms largas, a juzgar por la
densidad de los despojos. La base de la economa fueron indudablemente los
abundantes recursos de la cinaga, los peces, reptiles y moluscos, pero la
presencia de metates y manos de moler indica tambin actividades agrcolas.
Hachas de piedra, cuchillos de lidita, sencillos volantes de huso y tal cual otro
elemento complementan este corpus. En uno de los sitios excavados encontraron
varios entierros primarios y otros secundarios, pero sin el uso de urnas. Las fechas
de radiocarbono abarcan desde aproximadamente 500 despus de Cristo hasta la
poca de la Conquista (25) .

Las adaptaciones culturales descritas en las pginas precedentes cambian poco al


dirigirnos hacia el occidente, ms all del ro Magdalena. En las inmediaciones de
Cartagena, en tierras del aeropuerto que lleva su nombre, aparece un complejo
cermico designado como Crespo, que tiene una amplia difusin sobre todo

Figura 50. Rodillos; Saloa


Figura 51. Urna funeraria con restos humanos; Corozal.

Figura 52. Objetos de concha procedentes de varios sitios de la Costa Caribe.

Figura 53. Vasija en forma de casa; El Guamo , Tolima. Museo Nacional


de Bogot. (CF. Figura 68) (ver figuras 50,51,52 y 53)

el litoral entre la desembocadura del ro Magdalena y el Golfo de Urab (26) . Los


sitios del complejo de Crespo se encuentran en zonas de dunas o, de todos
modos, muy cerca de la orilla del mar, a veces tambin en las islas tales como
Tierra Bomba, Bar, Islas del Rosario y de San Bernardo, Isla Fuerte y otros.
Turbaco es uno de los pocos sitios alejados del litoral. Fuera de los recipientes
culinarios burdos, de forma globular y boca grande, la cermica de Crespo se
caracteriza por vasijas globulares bien pulidas, de orificio restringido, a veces con
un cuello algo abor~bado. Tambin hay copas de base anular baja, as como
platos de triturar o majadores, con incisiones fuertes en el interior para presentar
una superficie propia para machacar y moler. La decoracin es principalmente
incisa, rectilinear, punteada-zonificada, o plstica aplicada. Hay pequeas franjas
aplicadas y ocasionalmente se encuentran pequeos adornos zoomorfos
adheridos a la pared de una vasija. Un elemento muy diagnstico de Crespo son
las pequeas figurinas femeninas huecas, de piernas exageradamente gordas. A
veces se hallan vasijas adornadas con caras humanas dentro de una especie de
medalln circular. Son frecuentes las azadas hechas del borde de la concha
grande deStrombus. No hay datos sobre el contexto ms amplio de estos
habitantes del litoral, pero es de suponer que se trataba de pescadores y
recolectores; el tipo de azadas no parece haber sido utilizado para trabajar la
tierra, sino quizs para trabajar madera, como por ejemplo, en la manufactura de
canoas ahuecando primero el tronco con fuego controlado. Una fecha
radiocarbnica de 1290 80 despus de Cristo, coloca al sitio tipo en un perodo
protohistrico. Por cierto, Crespo tiene obvias relaciones estilsticas con el material
de la Costa de Salamanca; la decoracin incisa rectilinear y punteada-zonificada
es prcticamente la misma de Crespo y las posiciones cronolgicas tardas se
corresponden.

Las pequeas serranas que corren paralelas al litoral representan una variante
ecolgica. En la zona de Tubar se han hallado sitios de habitacin, entierros y
extensas terrazas de cultivo, todos ellos vestigios de sociedades indgenas de la
primera parte del primer milenio despus de Cristo. La cermica se asemeja a los
complejos arriba descritos y tambin abundan las pequeas figurinas humanas,
anque estilisticamente diferentes de las de Crespo, pues son slidas y muy
toscamente formadas. Volantes de huso, hachas, ocarinas de cermica y
pequeos adornos personales tallados de concha, se encuentran con alguna
frecuencia. Tanto los metates como las terrazas indican el cultivo, probablemente
de maz, combinado con yuca.

Ms hacia el suroeste sigue la Serrana de Pioj, las cinagas del Totumo y de


Luruaco y el pequeo valle de Santiago. En todos estos parajes se han observado
sitios arqueolgicos de la Etapa de los Desarrollos Regionales, atestiguando la
antigua presencia de comunidades de economa mixta, de pescadores,
agricultores y recolectores, con un inventario tecnolgico parecido a los ya
descritos. Sea dicho que en las inmediaciones de la cinaga de Luruaco se han
encontrado fragmentos cermicos con bao rojo y cubiertos con motivos de
espirales pintadas en negro, sugiriendo un nexo con el Segundo Horizonte
Pintado. Siempre siguiendo hacia el suroeste, encontramos sitios del complejo
Crespo en todo el Golfo de Morrosquillo, mientras que en las Montaas de Mara y
las colinas de Sincelejo (Tol Viejo, ro Pichiln, Las Piedras, La Piche) se
observan vestigios de las mismas gentes que hacan las cermicas ms bien
burdas y decoradas con motivos geomtricos lineares y punteados. Las urnas
funerarias globulares o subglobulares se vuelven ms y ms frecuentes y a veces
hay grandes cementerios. Pero por lo dems, en lo que se refiere a tecnologa y
esttica, el nivel es poco elaborado.

Al llegar al ro Sin se observa un leve cambio. Parece que, sobre la base del
Formativo Medio (Tierra Alta) y Tardo, se desarrollaron algunos grupos que
produjeron una cultura material ms compleja. Hay sitios ribereos cuyos
habitantes combinaron el cultivo de maz con la pesca fluvial y que acumularon
basureros de un espesor considerable (27) . La cermica es bien hecha y
consiste, fuera de las ollas de cocina, de copas con base anular y borde ancho
volteado hacia afuera, copas pequeas con soportes mltiples, cazuelas y platos
de base plana y algunas vasijas antropomorfas. Son frecuentes los recipientes
para majar o triturar alimentos, posiblemente aj u otros condimentos. Las tcnicas
decorativas incluyen zonas punteadas, franjas y peloticas aplicadas, impresiones
triangulares planas, y lneas toscamente incisas formando un motivo de espinas
de pescado. No se observa decoracin pintada y slo raras veces hay adornos
modelados.

Al oeste del bajo Sin investigamos una serie de sitios: Ojo de Agua, Veremos,
Boca del Rey y otros (28) , donde hay cermicas con una decoracin aplicada muy
compleja; parece que se utilizaron gredas de distintos colores, de las cuales se
formaron largos y delgados cordones, que luego se aplicaron sobre la superficie
de los recipientes, formando intrincados motivos curvilineares. Despus de la
coccin, estas aplicaciones resaltan por su color ms claro. Aqu se trata de un
complejo que a veces muestra por sus formas y decoracin ciertas semejanzas
con la cermica del Bajo Amazonas (Maraj, Santarem).

El principal yacimiento arqueolgico, donde aparecen urnas y figurinas de este


estilo, se llama El Estorbo y est ubicado en las cercanas de Turbo, sobre la orilla
oriental del Golfo de Urab (29) . Es un gran montculo de basura que contiene
camadas de conchas, entierros primarios y secundarios y abundantes fragmentos
cermicos, lticos y seos que atestiguan una ocupacin prolongada del lugar. La
cermica pertenece, en parte, a las tradiciones incisas-punteadas del litoral y de
las tierras ribereas, es decir de vasijas con caras humanas hechas con tiras
aplicadas, copas de borde ancho plano, volteado horizontalmente hacia afuera y
decorado con tringulos impresos; bases anulares altas provistas de "ventanas";
decoracin punteada-zonificada e incisa rectilinear. En El Estorbo, las vasijas con
aplicaciones de largos y delgados cordones son muy elaboradas y hay urnas con
un aire muy amaznico. Las figurinas antropomorfas constituyen un tipo muy
diagnstico, dentro de los estilos costeos, de figurinas de piernas gruesas,
cabeza grande y brazos en jarra, pues son muy simtricas y abstractas, cubiertas
de una decoracin incisa e impresa. Segn mis observaciones, su distribucin va
desde la orilla occidental del Golfo de Urab (Acand) hasta ms all del ro Sin
(Sabaneta, Coveas) (30) El material ltico de El Estorbo consiste de placas y
manos de moler, hachas, pulidores, pesas para redes, y varios tipos de
raspadores, de chert.

Hay dos dataciones radiocarbnicas; la ms antigua es de 350 95 antes de


Cristo. La segunda es considerablemente ms reciente, pues es de 420 130
despus de Cristo, lo que significara una ocupacin durante unos 800 aos. Las
gentes de El Estorbo eran agricultores que combinaban esta base econmica con
la pesca marina, la caza y la recoleccin de moluscos. Con la secuencia de El
Estorbo, que se destaca por su gran sentido plstico, en el tratamiento de formas y
superficies, se entra ya a la regin stmica, donde se deben buscar, en buena
parte, las relaciones con las culturas del Golfo de Urab.

__________

1. Sobre el cultivo del maz vanse, entre otros: Roberta, L. M. et al. "Razas de
maz en Colombia" Boletn Tcnico, N 2. Ministerio de Agricultura. Bogot, 1951;
Mangelsdorf, Paul C. "The Mystery of Corn: New Perspectives" Proceedings of the
American Philosopbical Society, Vol. 127. N 4. pp. 215-247, Philadelphia, 1983;
Zevallos M. Carlos et al. "The San Pablo Corn Kernel and Its Friends" Science,
Vol. 196, pp. 385-389, 1977. (regresar a 1)

2. La introduccin del entierro en urnas podra sugerir un cambio en las


costumbres religiosas. En el siglo noveno antes de Cristo, en la Etapa Formativa,
ya se practicaba el entierro Secundario (Reichel-Dolmatoff, 1985), pero urnas
propiamente dichas slo aparecen ms tarde. (regresar a 2)

3. Adems reconozco que esta influencia no es la nica, ya que, fuera de


indudables elementos mesoamericanos, existen otros que pueden ser de origen
sureo.(regresar a 3)

4. Para ilustraciones, vase ante todo Lathrap, Collier y Chandra, 1975. (regresar
a 4)

5. Para un resumen geogrfico de la Costa Pacfica, vase West, Robert C. "The


Paciflc Lowlands of Colombia: A Negroid Area of the American Tropics",Louisiana
State University Studies. Social Science Series, N 8. Baton Rouge, 1957.
(regresar a 5)

6. Entre 1960 y 1962 se llev a cabo un proyecto de investigacin del Institute of


Andean Research, Washington. con el objetivo de explorar las costas entre
Mesoamrica y los Andes Centrales. La exploracin del trecho colombiano, desde
Panam hasta Ecuador, estuvo a cargo del autor y su esposa. (regresar a 6)

7. Las fechas exactas son M-1480, Mataje I, 2350 130 antes de presente, 400
aos antes de Cristo; M-1479, Mataje II, 2250 200 antes de presente. 300 aos
antes de Cristo; hasta M1478, 1940 130 antes de presente, 10 despus de
Cristo. (regresar a 7)

8. Acerca de las figurinas caben las siguientes observaciones. Indudablemente se


trata de un desarrollo artstico extraordinario que ha llamado mucho la atencin de
especialistas y aficionados. Estos ltimos han hecho grandes colecciones
particulares, pero la mayora de las piezas existentes en colecciones privadas
colombinas son de origen ecuatoriano, aunque hayan sido adquiridas como
procedentes de Tumaco. (regresar a 8)

9. Cubillos, Julio Csar. Tumaco: Notas Arqueolgicas. Ministerio de Educacin


Nacional. departamento de Extensin Cultural, Editorial Minerva, Bogot. 1955.
(regresar a 9)

10. Bouchard. Jean-Franois. "Investigaciones en la Costa Pacfica meridional de


Colombia: El Proyecto Tumaco Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XXI, pp.
283-3 14, Bogot, 1977-1978; id. "Hilos de oro martillado hallados en la costa
meridional" Boletn Museo del Oro, Ao 2, pp. 21-24, Banco de la Repblica.
Bogot, 1980; id. "Recherches archologiques dans la rgion de Tumaco,
Colombia "Mmoire N34 del Insuitut Franais dEtudes Andines. Pars, 1984;
Bouchard, Jean-Franois & Alberto Cadena "Las figurillas zoomorfas del litoral
pacfico ecuatorial" Bulletin de lInstitut Franais d'Etudes Andines, Vol. IX, Nos. 3-
4, pp. 49-68, Lima, 1981. (regresar a 10)

11. Las fechas exactas para Inguap son: Ny 642 2275 85 antes de presente,
325 antes de Cristo: Ny 639 2220 85 antes de presente, 270 aos antes de
Cristo; Ny 640 20064 80 antes de presente, 50 aos antes de Cristo (Bouchard,
1984, p. 82). (regresar a 11)

12. La fecha es M- 1170 2200 100 antes de presente, 250 aos antes de Cristo
(Radiocarbn, Vol. 5, pp. 246-247). (regresar a 12)

13. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en la


Costa Pacfica de Colombia: Una secuencia cultural del bajo ro San Juan" Revista
Colombiana de Antropologa Vol. XI, pp. 9-73, Bogot, 1962. (regresar a 13)

14. Las fechas son: M-1168 1130 820 antes de presente, 820 despus de
Cristo; M-1169 710 75 antes de presente, 1240 despus de Cristo; M-l 171 530
75 antes de presente, 1420 despus de Cristo (Radiocarbn, Vol. 5, pp. 246-247).
(regresar a 14)
15. La mayora de las bolsas que contenan estos artefactos me fueron robadas
durante el viaje (Cf. Captulo III). (regresar a 15)

16. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en la


Costa Pacfica de Colombia: El sitio de Cupica" Revista Colombiana de
Antropologa, Vol. X, pp. 237-331, Bogot. 1961. En 1927. los antroplogos
suecos Sigvald Linn y Erland Nordenskiold efectuaron la primera exploracin
arqueolgica y etnogrfica del Choc. Linn excav en la Babia de Cupica,
aparentemente en las inmediaciones del sitio posterionnente excavado por
nosotros. Vase Linn, Sigvald.Darien in the Past: The Archaeology of Eastern
Panama and Northwestern Colombia. Gteborgs Kungl. Vetenskaps - och
Vitterhets - Samhlles. (regresar a 16)

17. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en el


departamento del Magdalena, Colombia, 1946-1950 Parte I. Arqueologa del Ro
Ranchera; Parte II. Arqueologa del Ro Cesar" Boletn de Arqueologa. Vol. III.
Nos. 1-6, pp. 1-334, Bogot, 1951.

18. Cuando mi esposa y yo excavamos en el valle del ro Ranchera (1950) el


mtodo de datacin por radiocarbono era an desconocido. Slo treinta aos ms
tarde, cuando el arquelogo Gerardo Ardila (1983. 1984) llev a cabo un programa
de excavaciones de rescate, dada la inminente industrializacin de la zona, le fue
posible obtener fechas cronolgicas absolutas. Por cierto, tanto las fechas como
las tipologas encontradas por Ardila confirman la validez de nuestras
apreciaciones cronolgicas en el Ranchera. Sea dicho aqu que es inexcusable
que la firma industrial Carbocol, que public los dos volmenes (1983, 1984), no
menciona en la portada el nombre de su autor, el arquelogo Gerardo Ardila.
(regresar a 18)

19. Cruxent, J.M. & Irving Rouse.Arqueologa cronolgica de Venezuela.


Estudios Monogrficos VI, Unin Panamericana. Washington, 1961; Gallagher,
Patrick F. La Pita: An Early Ceramic Site in Northeastern Venezuela. Disertacin
doctoral. Yale University. New Haven, 1964: Kidder, Alfred II. Archaeology of
Northwestem Venezuela.Papers of the Peabody Museum of American
Archaeology and Ethnology, Harvard University. Vol. 26. N 1. Cambridge,
Massachusetts. 1944: Wagner. Erika The Prehistory and Ethnoshistory of the
Carache Area in Western Venezuela Yale University Publications in Anthropology.
Vol. 71, New Haven. 1967; id. (Editora) Relaciones Prehispnicas con Venezuela.
Fondo Editorial Acta Cientfica Venezolana, Caracas, 1984. (regresar a 19)

20. Zucci. Alberta "New Data on the Antiquity of Polychrome Painting from
Venezuela American Antiquity, Vol. 37. N0 3, pp. 439-446. 1972. (regresar a 20)

21. Reichel-Dolmatoff. O. "La cueva funeraria de La Paz" Boletn deArqueologa,


Vol. II. Nos. 5-6, pp. 403-412, Bogot, 1947. (regresar a 21)

22. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia "Contribuciones a la arqueologa del bajo


Magdalena (Plato, Zambrano, Tenerife)" Divulgaciones Etnolgicas. Vol. LII. N0 1,
pp. 145-163. Universidad del Atlntico, Barranquilla, 1954. (regresar a 22)

23. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en el


departamento del Magdalena, Colombia. 1946-1950. Parte III". Divulgaciones
Etnolgicas, Vol. IV, N 4. pp. 1-98, Universidad del Atlntico. Barranquilla. 1953.
(regresar a 23)

24. Angulo Valds, Carlos. Arqueologa de la Cinaga Grande de Santa Manta.


Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales. Banco de la Repblica,
Bogot, 1978; Sutherland. Donald & Carson N. Murdy. Adaptaciones prehistricas
al ambiente litoral en la isla de Salamanca, Costa Norte de Colombia. Informe
mimeografiado al Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables.
Bogot. s.f. (regresar a 24)

25. Las principales fechas son: Mina de Oro. M- 1475 1490 100 antes de
presente. 460 despus de Cristo; Loma de Cuchal. M- 1477 1020 100 antes de
presente, 930 despus de Cristo: Loma de Lpez. M-1310, 825 100 antes de
presente, 1125 despus de Cristo (Angulo, 1978). (regresar a 25)

26. Dussn de Reichel. Alicia "Crespo: Un nuevo complejo arqueolgico del Norte
de Colombia" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. III. pp. 173-188. Bogot.
(regresar a 26)

27. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia "Reconocimiento arqueolgico de la hoya


del ro Sin" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. VI, pp. 29-157, Bogot.
1957. (regresar a 27)

28. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia. 1957; ibid.. Cf. Nota 27. (regresar a 28)

29. Annimo. Investigacion arqueolgica y prehistrica de un yacimiento conchal


en la Costa Atlntica colombiana: Turbo. Antioquia. Universidad de Antioquia.
Departamento de Antropologa. Medelln. 1980. (regresar a 29)

30. Vase, por ejemplo. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia. 1957. Lmina XVI.
10: Cf. Nota 27.
Captulo VI

LOS DESARROLLOS REGIONALES: EL INTERIOR

Al dejar atrs las tierras bajas de las dos costas y al ocuparnos de la regin
interandina del pas, los problemas del regionalismo se van acentuando.
Aproximadamente a 150-200 kilmetros tierra adentro, se encuentran las
estribaciones septentrionales de las cordilleras; la precipitacin pluvial aumenta all
notablemente y con ello todo el paisaje comienza a cambiar. De aqu en adelante,
la orientacin e inclinacin de las vertientes, su altura sobre el nivel del mar, sus
condiciones edficas y climticas, se combinan en innumerables formas y ofrecen
una vasta gama de posibilidades de adaptacin humana. Las faldas de las tres
cordilleras forman centenares de ecosistemas escalonados a lo largo de las
vertientes, de modo que en el curso de los milenios se ha formado un mosaico de
culturas locales. A eso se aade que, con algunas excepciones, el interior del pas
est arqueolgicamente an muy poco conocido. No podemos hablar pues de
zonas culturalmente coherentes y slo se puede tratar de algunas regiones sobre
las cuales existen suficientes datos.

Al subir el ro Magdalena, en la zona de Tamalameque, se encuentra un complejo


arqueolgico espectacular, en tanto que en l se trata de grandes cementerios de
urnas funerarias antropomorfas, que se extienden hasta la regin de Ocaa, en las
faldas de las montaas (1) . Entre el pie de la Cordillera Oriental y el ro
Magdalena yacen amplias llanuras atravesadas por arroyos, que en pocas
prehistricas estaban ocupadas por grupos humanos que dejaron una serie de
vestigios muy caractersticos. Se trata de lugares de entierros en las cimas de
pequeas elevaciones y que consisten en pozos cilndricos verticales, de unos tres
metros de profundidad y un metro de ancho, en cuyos fondos hay cmaras
laterales con entierros en urnas.

Las urnas son de entierros secundarios y consisten de dos partes: un recipiente


cilndrico alto y una tapa en forma de plato convexo invertido, del cual sale un
busto humano. Hay dos maneras de representar la cabeza; la una consiste en
modelarla en tres dimensiones y de manera bastante naturalista, pero los brazos
que descansan sobre el pecho son exageradamente cortos y delgados. La otra
manera muestra una cabeza aproximadamente triangular y fuertemente aplanada
en su eje anterior-posterior; generalmente se indican dos brazos cortos levantados
al aire, con dedos cortos bien separados. Algunas de las caras -de ambos tipos-
muestran restos de pintura blanca. En asociacin con estas urnas hallamos
cermicas del complejo arqueolgico de Saloa, de la laguna de Zapatosa, con
caractersticas ms bien recientes y decoracin incisa rectilinear. Una urna estaba
acompaada por una nariguera de cobre, formada por un alambre grueso doblado
en crculo.

Algo al sur de Tamalameque, est ubicada la hacienda Mosquito, donde, en los


aos treinta, se descubrieron varias urnas funerarias antropomorfas con otras
caractersticas; se trata de pequeas esculturas de barro que representan
personajes de rasgos grotescamente distorsionados, sentados en banquitos y con
las manos sobre las rodillas. El cuerpo y las extremidades estn muy estilizados,
las pantorrillas son exageradamente gruesas y ocasionalmente la figura se
combina con adornos zoomorfos modelados (2) .

De aqu en adelante, siguiendo el curso del ro Magdalena, las urnas funerarias


antropomorfas forman un elemento recurrente en los sitios ribereos (3) .

En Puerto Serviez, al norte de Puerto Nare, se hall un gran complejo de urnas


funerarias, cuya distribucin tipolgica abarca desde Simit (Bolvar) y el ro
Ermitao (Santander) hasta las hoyas de los ros Guarin y de la Miel, y la zona de
Pescaderas, cerca de Honda (Tolima), extendindose pues sobre una gran parte
del Magdalena Medio.

Las tumbas de Puerto Serviez consisten de profundos pozos cilndricos que se


abren en una o varias cmaras laterales, en forma de bvedas ms o menos
amplias. Se han encontrado hasta ms de 60 urnas en una sola bveda,
acompaadas por otro tanto de vasijas depositadas allen calidad de ajuar
funerario. Las urnas son grandes recipientes globulares y ovoidales, provistos de
un corto cuello cilndrico. Las tapas consisten en un gran plato convexo sobre cuya
cspide se levanta una figura masculina o femenina, sentada sobre un banquito,
en posicin hiertica. Nuevamente se observa la deformacin de
las pantorrillas (4) y la desproporcin de los cuerpos en relacin con las cabezas y
extremidades. Las figuras estn adornadas con una multitud de incisiones y
algunas llevan en la mano una pequea copa. En el caso del ro de la Miel, en la
superficie tienen adheridos centenares de pequeos discos perforados, de concha
blanca, probablemente cuentas de collar, con que se representan adornos y an
los ojos de las figuras. Algunas de las tapas llevan representaciones modeladas
de aves, a veces en pares o en dos parejas enfrentadas. En asociacin con las
urnas se han encontrado muchas vasijas globulares o semiglobulares, a veces con
ngulo perifrico, otras veces con un corto cuello cilndrico. Una forma muy comn
es la de una copa con base anular baja; a veces se representa una cara humana
muy estilizada sobre la pared del cuello.

Es muy tpica la decoracin llamada "incisa a trechos" que se produjo al trazar


lneas rectas con un palillo, haciendo de vez en cuando fuerte presin sobre el
instrumento, para que la lnea incisa sea de desigual profundidad. El motivo inciso
principal consiste en grandes rombos que se repiten en distintos tamaos y
combinaciones, tanto en la decoracin de las figuras humanas, como en la de los
recipientes cermicos. A grandes rasgos, esta decoracin romboidal se parece a
las pinturas en las grandes tumbas subterrneas de la regin de Tierradentro y se
asemejan as mismo a la decoracin cermica de la cueva de La Paz (ro Cesar),
siendo la base de estas comparaciones la similitud con fosfenos inducidos por el
uso de drogas alucingenas. Tambin hay elementos aplicados y a veces
pequeos adornos zoomorfos tales como ranas o felinos, adheridos a la urna o la
tapa. En raras ocasiones se observan restos de pintura negra, que podra ser una
forma de pintura negativa rudimentaria. Con alguna frecuencia sobre la parte ms
alta de la cabeza hay una hilera de pequeos huecos que, aparentemente,
sirvieron para colocar en ellos plumas o flores.

Como parte del ajuar funerario se han hallado rodillos o pintaderas cilndricas
macizas, para decorar textiles o pintarse el cuerpo; tambin se han encontrado
volantes de huso, de forma esfrica hueca. Parece que todos estos artefactos
fueron manufacturados expresamente para el funeral, pues no tienen marcas de
desgaste previo, y todos los objetos forman unidades estilsticamente muy
parecidas y como hechas por la misma mano.

Las urnas de esta regin del Magdalena Medio contienen generalmente huesos
humanos, a veces de nios, en parte calcinados y en ocasiones mezclados con
huesos de animales tales como venados y armadillos. Se han encontrado huesos
hasta de tres personas distintas en la misma urna. En algunos casos ha sido
posible reconocer en los huesos indicios de osteoporosis y de piorrea.

Subiendo el ro desde Puerto Serviez, se llega a Puerto Nio, donde se han


encontrado grandes urnas en cuyas tapas hay esculturas muy realistas de
personajes, con cabezas bien proporcionadas y facciones muy expresivas.
Pasando por los ros de la Miel y Guarin, otra zona de importancia donde las
urnas llevan figuras humanas muy diversas y muy desproporcionadas (5) ,
parecidas a las de Puerto Serviez, se llega a la zona de Puerto Salgar donde, en
los sitios de Colorados y Macaya, se ha hallado otra agrupacin de urnas con
caractersticas semejantes a las de Puerto Serviez, ro de la Miel y Guarin. En la
zona de Puerto Salgar las urnas se encontraron asociadas a sitios de habitacin,
basureros, talleres lticos e indicios de cultivos, es decir todo un sistema que
constituye un contexto cultural muy complejo para la costumbre funeraria
en cuestin (6) .

En Ricaurte, frente a Girardot, un gran cementerio de urnas estaba asociado con


un antiguo sitio de habitacin, cubierto este ltimo poruna capa superficial de
fragmentos ceramicos, metates, manos de moler y otros objetos desechados. Las
urnas son generalmente ovoidales y llevan tapas en forma de casquetes
convexos, sin ningn adorno; en cambio, el cuerpo de la urna muestra una cara
modelada. Urnas ovoidales, con caras humanas, se encuentran as mismo en
El Espinal (7) . En el sitio de Ricaurte hallamos una superposicin estratigrfica de
dos tipos diferentes de urnas: en el nivel inferior las urnas eran ovoidales, tenan
tapas convexas y una cara modelada en la panza de la urna, mientras que las del
nivel ms reciente eran esfricas y carecan de decoracin (8) .

Al observar esta proliferacin y diversificacin de urnas funerarias en el


Magdalena Medio, caben algunos comentarios sobre este modo tan especial de
dar sepultura a los muertos. Hay una descripcin clsica en la obra del gran
cronista espaol del siglo XVI, Gonzalo Fernndez de Oviedo y Valds, quien
describe esta prctica entre los indios de la costa de Cartagena, en los siguientes
trminos: "... desque despiden los huessos de la carne quedan limpios,
embxanlos meten los huessos cabezas ass embixados en ollas tinaxas,
as los guardan en casa junto la casa"(9) . El entierro secundario en urnas
representa una costumbre funeraria muy antigua en el Viejo Mundo y en Amrica
tuvo una amplia distribucin. Obviamente se trata de dos fases: un entierro
primario en que el cadver qued enterrado durante cierto perodo ritual, seguido
por el entierro secundario. Comparando este proceso ritual con el que se puede
observar an en algunas tribus colombianas, es el desentierro que tiene mayor
importancia, pues en l se comprueba, para decir as, la desaparicin del difunto y
con este hecho la sociedad (viuda, deudos, parentela, etc.) queda absuelta de
ciertas obligaciones. De este modo, el entierro secundario puede convertirse en
una fiesta colectiva de regocijo en que el muerto por fin se cree haber

Figura 54. Corte transversal de una tumba de cmara lateral. Tamalameque, bajo
ro Magdalena, Sabana de San Luis.

Figura 55. Urna funeraria. Tamalameque. Coleccin Dr. Carlos Garca,


Tamalameque.

Figura 56. Urna funeraria, hacienda Mosquito, bajo ro Magdalena; Museo del Oro,
Bogot.

Figura 57. Dos tapas de untas funerarias. Ro de la Miel, coleccin Arturo Cern,
Honda.

Figuras 58, 59, 60. Tapas de urnas funerarias, ro de la Miel. Coleccin. Arturo
Cern, Honda. (ver figuras 54,55,56,57,58 y 59)

encontrado el camino hacia el Ms All y ya no tiene ms nexos directos con el


mundo de los vivientes. Como hemos visto, hay dos formas de urnas: la urna
como cuerpo humano, con cara y a veces con extremidades, y la urna como mero
recipiente de huesos, pero adornado con una efigie del muerto. En el primer caso
se trata pues de un regreso al tero, con la idea consiguiente de un renacimiento.
En el segundo, puede que tambin est presente esta idea pero parece tratarse
adems de una efigie conmemorativa o de una representacin chamanstica. Esta
ltima interpretacin se basa en las siguientes observaciones; el personaje
sentado en un banquito, en posicin rgida, las manos puestas en las rodillas y el
cuerpo y cabeza adornados, es una imagen hiertica, es un chamn en actitud
ritual, obviamente en el ritual fnebre. La copa que ocasionalmente el personaje
lleva en la mano se podra suponer que contenga una bebida. Las escenas que
aparecen en las urnas tienen un innegable carcter chamanstico y los mismos
motivos decorativos se asemejan marcadamente a los llamados fosfenos que
aparecen en el campo de visin, bajo la influencia de drogas. Otro indicio de un
ambiente visionario podra ser el aspecto tan desproporcionado, tan distorsionado
y grotesco de las figuras. No cabe duda, pues, de que en el arte funerario del
Magdalena Medio se destaca un fuerte elemento chamanstico.

Sobre el plan social se pueden hacer las siguientes observaciones. En lo que se


refiere a la calidad de las urnas o del ajuar que las acompaa, no se notan
diferencias marcadas; parece tratarse de una sociedad igualitaria. Algunas figuras
parecen tal vez algo ms adornadas que otras, pero no hay mayor
individualizacin o preponderancia de cierto grupo estilstico. Por cierto, las dos
formas principales de urnas, a saber las ovoidales cubiertas con un casquete
sencillo y las adornadas con efigies sobre el casquete, posiblemente indican la
presencia de dos tradiciones culturales diferentes, o de marcada distancia
cronolgica.

Siguiendo hacia el Alto Magdalena, las urnas elaboradas desaparecen pero


dispersamente se hallan an cementerios de urnas ovoidales (10) . Hay pocas
informaciones arqueolgicas sobre los desarrollos regionales en los
Departamentos del Tolima y del Huila (11) hasta que, en las mismas fuentes del
ro Magdalena,se abre la regin de San Agustn, donde aparece nuevamente una
zona de gran profundidad cronolgica. Las suaves colinas de la regin de San
Agustn muestran por todas partes la influencia del hombre prehistrico; al
observar las faldas y vertientes, las planadas y mesetas, se ven innumerables
marcas de antiguos caminos y cultivos. Aun haciendo abstraccin de los
muchsimos monumentos de piedra, de montculos, tumbas y otros rasgos
arquitectnicos, es un marcado paisaje prehistrico que surge ante los ojos del
observador y que indica una tenencia humana milenaria de estas tierras.

Figura 61. Urna funeraria. Ro de la Miel. Coleccin Arturo Cern, Honda.

Figura 62. Figura de un hombre fumando (?). Museo Nacional de Bogot.

Figura 63. Urna funeraria policromada (negro/blanco/rojo). Girardot (?), Alto


Magdalena; Museo de Cartagena.

Figura 64. Fragmento de una urna funeraria. Ricaurte. cerca de Gira rdot, Alto
Magdalena.

Figura 65. Vasija zoomorfa policromada (rojo y negro sobre blanco). Ricaurte,
cerca de Girardot, Alto Magdalena. (ver figuras 61,62,63,64 y 65)

La regin de San Agustn fue habitada indudablemente desde pocas muy


tempranas y se trata de un territorio excepcionalmente propicio para el
asentamiento humano. Hay vastas selvas con abundancia de cacera, tierras
frtiles para agricultura, gran variedad de pisos trmicos que permiten cultivos muy
variados; en fin, una serie de ventajas que deben haber llamado la atencin de los
aborgenes del pasado. Un aspecto que merece especial atencin es el siguiente:
la regin de San Agustn constituye un punto de convergencia de varias
importantes rutas de migracin. Hacia el sureste, a poca distancia, quedan las
cabeceras del ro Caquet y con ellas se conecta la hoya amaznica con las
cabeceras del ro Magdalena. Hacia el oeste yacen las cabeceras del ro Para
que desemboca en la Costa Pacfica; hacia el norte y noreste se abren los anchos
valles del Cauca y del Magdalena. La regin de San Agustn constituye pues una
zona de articulacin con varias grandes regiones donde se operaron desarrollos
culturales importantes, aspecto que siempre debe tenerse en cuenta al considerar
la evolucin cultural tan sobresaliente que ha tenido esta zona del alto Magdalena.

Aunque se carece todava de suficientes investigaciones sistemticas al rspecto,


se puede afirmar que la regin de San Agustn fue poblada ya en la Etapa
Formativa Temprana, es decir, alrededor de 3.500 aos antes de Cristo, poca en
que existan nexos entre la Costa Caribe y la Costa Pacfica del Ecuador. La
secuencia formativa agustiniana an no ha sido elaborada pero, aparte de muchos
fragmentos superficiales an no analizados, tenemos el complejo de
La Horqueta(12) , en el cual reconocemos un componente del Segundo Horizonte
Inciso, del primer milenio antes de Cristo. Juzgando por la amplia distribucin de la
cermica de tipo Horqueta, se puede deducir que la regin estaba densamente
poblada por grupos agrcolas que tuvieron all su propio desarrollo regional; en
esta zona subtropical tan privilegiada.

Tratar en ms detalle de San Agustn y de la vecina zona de Tierradentro, en el


captulo siguiente, al referirme a las fases ms avanzadas de los complejos
cermicos, escultricos y arquitectnicos, de estas dos regiones. Por ahora slo
quiero enfatizar la gran profundidad temporal de estos vestigios que a travs de
largas etapas, evolucionaron hasta formar un centro de extraordinarios
desarrollos.

Figura 66. Urna funeraria antropomorfa. El Espinal, Tolima, Museo de los


Hermanos Cristianos de La Salle, Bogot

Figura 67. Vasija incisa. El Espinal, Tolima; Museo de los Hermanos Cristianos de
La Salle, Bogot.

Figura 68. Corte transversal de un entierro primario, acompaado de una vasija en


forma de casa. El Guamo, Tolima; Hacienda San Jos.

Figura 69. Vista parcial de corte estratigrfico, sitio Primavera; San Agustn,
Parque Arqueolgico.(ver figuras 66,67,68 y 69)

La Cordillera Central y, especialmente, la regin del Quindo, sern discutidos as


mismo en el captulo siguiente y aqu anotar slo que esta zona montaosa
seguramente estaba habitada ya desde la Etapa Formativa y an antes. En todas
partes de la cordillera abundan sitios arqueolgicos, sean de habitacin o
cementerios, que atestiguan una densa poblacin prehistrica, y los artefactos
cermicos, lticos y metlicos indican una gran profundidad temporal que abarca
por lo menos tres mil aos de culturas sedentarias. Aunque las escasas
excavaciones estratigrficas en esta regin del pas no han producido an
vestigios de la Etapa Formativa Temprana, hallazgos superficiales y piezas
contenidas en colecciones museales y particulares no dejan duda acerca del
carcter esencialmente formativo de ciertas ceramicas. En efecto, al juzgar por la
gran densidad de sitios y por la extraordinaria variedad de elaboraciones
estilsticas y tecnolgicas, parece poder deducirse que en la zona del Quindo se
trata de un gran foco cultural que, durante milenios, ejercic su influencia sobre un
rea cuya extensin abarc hasta tierras muy alejadas de los actuales lmites de
Colombia.

Un rasgo que siempre ha llamado la atencin en las regiones de San Agustn y


Tierradentro es la gran diversidad de tipos de entierro, debida seguramente tanto a
diferentes culturas y fases cronolgicas, como a diferentes atribuciones sociales.
Entre estos entierros se destacan las tumbas de pozo vertical que, en su fondo, se
ampla y forma una cmara o bveda lateral donde yacen los restos sepultados. El
origen de este tipo de entierro no est claro pero su distribucin se concentra en la
Cordillera Central, aunque ocasionalmente aparecen entierros de este tipo en
zonas alejadas. En las cabeceras del ro Pata se han excavado varias de estas
cmaras funerarias, algunas de las cuales contenan varios esqueletos (13) Una
particularidad de estos entierros del ro Pata consiste en que la estrecha entrada
a la bveda lateral estaba cerrada con una gran tinaja globular cuyo orificio estaba
orientado hacia el esqueleto, mientras que su base estaba volteada hacia el fondo
del pozo vertical. El ajuar de estos entierros consista de vasijas esfricas,
decoradas con motivos pintados en rojo y negro, junto con algunos objetos de oro
o tumbaga, y volantes de huso, de greda cocida.

En la parte plana del Valle del Cauca, cerca de Corinto, al este de Puerto Tejada,
Julio Csar Cubillos (14) excav una secuencia de tres fases cermicas:
Sachamate, Tinajas y Quebrada Seca, esta ltima identificada con el material
estudiado en la misma regin por James Ford (1944). Segn Cubillos, se trata de
sociedades agrcolas, aparentemente cultivadores de maz, con una cermica
sencilla, decorada con incisiones de lneas paralelas, impresiones triangulares u
ovaladas, y algunos fragmentos con pintura roja o negra. Hay una fecha
radiocarbnica para la fase ms antigua (Sachamate) de 1170 despus de Cristo,
y es de suponer que la fase Quebrada Seca haya llegado hasta la conquista
espaola.

En lo que se refiere a la Cordillera Oriental, poco se sabe acerca de los desarrollos


regionales que precedieron el advemmiento de la cultura de los Muisca. Falta an
por investigar todo el espacio temporal entre los pocos vestigios del Segundo
Horizonte Inciso y los comienzos de la cermica muisca propiamente dicha. En el
departamento de Santander las pocas investigaciones se han concentrado en
depsitos estratificados en cuevas, con posibles afinidades con complejos
cermicos del Bajo Magdalena (15) . Un proyecto de investigacin adelantado en
los aos sesenta (16) logr definir un complejo cermico ampliamente difundido,
con fechas entre 1100 despus de Cristo y 1400 despus de Cristo. Este complejo
est representado en tumbas, depsitos en cuevas y en basuras depositadas en
sitios abiertos (por ejemplo, en Oiba y Guapot). Sin duda, muchos de estos
materiales cermicos se relacionan con complejos de los ros Ranchera y Cesar,
as como con el noroeste de Venezuela, sobre el nivel del Segundo Horizonte
Pintado. Los orgenes de esta tradicin cermica pintada de Santander yacen
probablemente en el Primer Horizonte Pintado.
La arqueologa del inmenso territorio ubicado al este del sistema andino,
permanece prcticamente desconocida. Hay algunos trabajos sobre
arte rupestre (17) , y sobre reconocimientos preliminares (18) . El nico informe
detallado sobre una excavacin estratigrfica, trata de un basurero cerca de La
Pedrera (Caquet) y contiene una fecha de 560 despus de Cristo (19) . Un lugar
que parece representar un antiguo sistema de cultivo fue descrito para la regin de
Cao Cumaral, en los Llanos Orientales (20)

__________

1. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en el


departamento del Magdalena. Colombia. 1946-1950. Parte III".Divulgaciones
Etnolgicas. Vol. III. N4. pp.1-102. Universidad del Atlntico. Barranquilla. 1953.
(regresar a 1)

2. Las urnas de la zona de la Hacienda Mosquito han dado origen a la


denominacin "Cultura Mosquito", lo que es errneo, ya que no se trata de una
cultura sino slo de un complejo funerario. (regresar a 2)

3. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia Dussn de Reichel "Las urnas funerarias


en la cuenca del ro Magdalena" Resista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. 1,
N0 1, pp. 209-281, Bogot, 1943. (regresar a 3)

4. Acerca de las excavaciones en Puerto Serviez, vase Herrera de Turbay,


Luisa Fernanda & Mauricio Londofio Paredes "Resea de un Sitio arqueolgico en
el Magdalena Medio", Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIX. pp. 139-197.
Bogot, 1975. Algunos investigadores, notablemente el Profesor Paul Rivet,
fundador del Instituto Etnolgico Nacional, han sugerido que la deformacin de las
pantorrillas, por medio de ligaduras en los tobillos y debajo de la rodilla, es una
costumbre de los indios Caribes (vase Rivet, Paul "La influencia Karib en
Colombia" Revista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. 1. N 1, pp. 5-93, Bogot,
1943). Esto es muy dudoso pues la misma costumbre existi, y an existe, entre
indgenas de otras tribus. (regresar a 4)

5. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia. 1943: Cf. Nota 3. (regresar a 5)

6. Castao U., Carlos y Carmen Luca Dvila. Investigacin arqueolgica en el


Magdalena Medio: Sitios Colorados y Mayaca. Fundacin de Investigaciones
Arqueolgicas Nacionales. Banco de la Repblica. Bogot, 1984. Esta
investigacin es la ms completa que se ha hecho hasta ahora sobre las urnas del
Magdalena Medio. Infortunadamente la discusin se basa sobre una bibliografa
incompleta. (regresar a 6)

7. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia. 1943; Cf. Nota 3 (Lmina XV, 1-4).


(regresar a 7)

8. Vase Nota 7. (regresar a 8)


9. Oviedo y Valds, Gonzalo Fernndez de. Historia general y natural de las
Indias, islas y tierra-firme del Mar Ocano. 4 vol., Imprenta de la Real Academia
de la Historia, Madrid, 1851-1855 (Vol. II. p. 449).

10. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, 1943; Cf. Nota 3 (Lmina XV, 1-4; Lmina
XVI, 4); id., manuscritos inditos. (regresar a 10)

11. Hay datos incompletos hasta la regin de Neiva. Vase tambin Cubillos,
Julio Csar & Vctor E. Bedoya "Arqueologa de las riberas del ro Magdalena"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. II, pp. 117-144, Bogot, 1954; Myers:
Thomas P. "Bringamosal (sic): A Site near El Guamo (Tolima)" Journal of the
Steward Anthropological Society, Vol. IV, N 2, p. 200, 1973; id. "La arqueologa
de Santa Ana. Huila: Informe preliminar" Revista Colombiana de Antropologa, Vol.
XVI. pp. 479-490, Bogot. 1974. (regresar a 11)

12. Reichel-Dolmatoff, G. Contribuciones al conocimiento de la estratigrafa


cermica de San Agustn, Colombia. Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1975
(vase pp. 19-22 et passim). (regresar a 12)

13. Lehmann, Henri, "Archologie du sudouest colombien" Journal de la Socit


des Amricanistes N. 5., Vol. XLII, pp. 199-270, Pars, 1953. (regresar a 13)

14. Cubillos Ch., Julio Csar. Arqueologa del Valle del Ro Cauca:
Asentamientos Prehispnicos en la Suela Plana del Ro Cauca. Fundacin de
investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica. Bogot. 1984.
(regresar a 14)

15. Warwick Bray, comunicacin personal. (regresar a 15)

16. Sutherland, Donald E. Preliminay lnvestigations into the Prehistory of


Santander, Colombia. Disertacin doctoral. Tulane University, New Orleans, 1971.
(regresar a 16)

17. Gansser, A. "Altindianische Felszeichnungen sus den kolumbianischen


Llanos" Geographica Helvetica, N 2, 1954; Hildebrand, Elizabeth von
"Levantamiento de los petroglifos del ro Caquet, entre La Pedrera y Araracuara"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIX, pp. 303-370, Bogot, 1975; Koch-
Grnberg, Theodor. Sdamerikanische Felszeichnungen. Ernst Wasmuth Verlag,
Berln, 1907. (regresar a 17)

18. Bolian, Charles.An Archaeological Survey of the Trapecio of Amazonas,


Colombia. Ponencia presentada al Northeastern Anthropological Meeting, Buffalo.
New York, 1972; Bray, Warwick et al. "Archaeological Team: A Preliminary Report"
1977 Expedition-Colombia. Amazonas: A Report on an Anglo-Colombian Scientific
Expedition, pp. 21-23, London, s.f.; Bray, Warwick, Colin McEwan & Leonor
Herrera. La arqueologa de la regin de Araracuara (Comisara del Amazonas).
Informe del British Expedition Project "Amazonas 77", al Instituto Colombiano de
Antropologa, Bogot, 1977; Uribe, Mara Victoria "Reconocimiento arqueolgico
del valle medio del ro Guamus (Putumayo)" Revista Colombiana de
antropologa, Vol. XXIII, pp. 253-276, Bogot, 1981. (regresar a 18)

19. Hildebrand, Elizabeth von, "Resultados preliminares del reconocimiento del


sitio arqueolgico de La Pedrera (Comisara del Amazonas. Colombia)" Revista
Colombiana de Antropologa, Vol. XX, pp. 145-176, Bogot. 1976. (regresar a 19)

20. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia "Un sistema de agricultura prehistrica de


los Llanos Orientales" Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XVII, pp. 19 1-
199. Bogot, 1974.
Captulo VII

LA ETAPA DE LOS CACICAZGOS

Bajo el nombre de Cacicazgos o Seoros clasificamos una categora de


sociedades indgenas que se caracterizan por una combinacin de rasgos, ante
todo sociopoliticos y econmicos. Como somera definicin se puede citar la
siguiente: cacicazgo es una unidad politica autnoma que abarca varias aldeas o
comunidades bajo el control permanente de un jefe supremo (1) . Esta etapa de
desarrollo cultural, con frecuencia forma una transicin entre la sociedad tribal y la
estatal; es pues un paso poltico fundamental. Los cacicazgos constituyen un
fennemo frecuente en la evolucin de las culturas indgenas en Colombia,
Venezuela, Centroamrica y otras partes, y muchos de ellos florecieron en el siglo
de la conquista espaola, de manera que las descripciones de los cronistas
ayudan grandemente a las interpretaciones de los vestigios arqueolgicos.

Las regiones de Colombia donde se establecieron cacicazgos son, a grandes


rasgos, las siguientes: El Macizo Colombiano de San Agustn y Tierradentro, el
Quindo y la vecina Cordillera Central, el Valle del Cauca y parte del Magdalena,
los valles de los ros Calima, Sin y San Jorge. Tambin puede haber habido
cacicazgos en el sur andino y en las montaas de la Cordillera Oriental, al norte
del territorio Muisca. Es muy posible que hayan existido otros cacicazgos, ya en la
Etapa Formativa, pero que no tuvieron continuidad o acerca de los cuales
carecemos de ms datos.

Las caractersticas de los cacicazgos pueden variar en nfasis yen la forma de


su combinacin (2) . Un rasgo dominante consiste en que la autoridad poltica va
ms alla de una aldea autnoma e incluye varias agrupaciones humanas que,
generalmente, comparten una misma lengua y costumbres. La extensin
geogrfica tambin vara, pues puede ser una organizacin poltica que abarque
algunas pocas aldeas, o tratarse de un valle, una hoya hidrogrfica o toda una
regin compuesta de varios medioambientes; de todos modos es una zona
circunscrita social y geogrficamente. La estructura es la de una sociedad cuyos
miembros ocupan diferentes rangos (a diferencia de clases propiamente dichas),
estos rangos seran: el cacique y su parentela, un grupo de caciques menores, el
comn de las gentes, y una categora de esclavos, inicialmente integrada por
prisioneros de guerra. Tambin haba grupos de artesanos especializados, de
comerciantes, y ocasionalmente se definen categoras de guerreros y chamanes.
En s, los cacicazgos eran profundamente desigualitarios (3) .

Otra caracterstica de los cacicazgos consiste en que su base econmica haba


alcanzado un nivel tan eficiente que permita la acumulacin de un excedente que
poda almacenarse o utilizarse para la recompensa de servicios, en caso de
guerra, o para el comercio. Este ltimo se basaba en parte en la manufactura,
distribucin y adquisicin de artculos de lujo, tales como joyas de oro y tumbaga,
piedras semiprecosas, telas finas, plumas exticas, cuentas de collar, conchas
marinas, sal y coca as como otros productos locales sin elaborar. Las frecuentes
guerras entre cacicazgos vecinos que se disputaban tierras, esclavos y otros
recursos econmicos fomentaban el sistema de prestigio y rango, adquirido o
hereditario, que se expresaba en muchos aspectos de la cultura. Obviamente, el
gran avance de la orfebrera y alfarera de algunos (no todos) cacicazgos se deba
al creciente pedido que tenan estos artefactos de gran perfeccin tecnolgica y
esttica, en una sociedad en que la riqueza personal tena gran importancia. Los
orfebres locales elaboraron el oro en muy diversas formas, sea como joyas o
utensilios de prestigio y ritual; o sea como objetos de comercio e intercambio.
Sobre el nivel de las sociedades tribales parece que el oro tena poca importancia;
serva de adorno personal y de distintivo de tal cual persona, pero en cantidades
pequeas y poco elaboradas. En los cacicazgos, en cambio, el oro alanz a tener
el significado de un smbolo de status, privilegio de pocos y anheldo por todos
que, en una sociedad de gran movilidad vertical, podan aspirar a rangos ms
elevados. Como es obvio, el sistema de rango se observa claramente en la forma
y el ajuar ms o menos suntuoso de los entierros. As, la elaborada tecnologa de
adornos, que se observa en muchos cacicazgos, es ms bien el efecto de su
organizacin poltica, y no su causa. (4)

Se debe mencionar como caracterstica la frecuencia con que los cacicazgos se


dedicaban a obras pblicas arquitectnicas y de ingeniera. Estas no eran
necesariamente hechas a base de piedra sino poda tratarse de grandes
construcciones de tierra, de terraplenes, terrazas y sistemas de desage e
irrigacin. En la misma categora de grandes obras caen los monumentales
entierros y recintos ceremoniales tales como los de San Agustn, Tierradentro, el
Quindo y el Sinu.

Las tan continuas guerras entre cacicazgos vecinos parecen haber tenido causas
y consecuencias muy importantes para la evolucin socopoltica. La posesin de
tierras propicias para el cultivo del maz puede haber sido uno de los motivos,
pues en muchos valles interandinos las condiciones climticas cambian
fundamentalmente coii las diferencias de altura y as determinan la periodicidad y
calidad de las cosechas (5) . Bajo la presin de la creciente poblacin,
consecuencia de un estilo de vida sedentaria aldeana y atestiguada por la gran
cantidad de sitios arqueolgicos, la poblacin se expandi. El testimonio
arqueolgico an no permite apreciar la dinmica de estos cacicazgos, grandes y
minsculos. No se conocen los procesos de fusin y fisin que indudablemente se
operaron entre vecinos, sea por guerras, por la anexin pacfica, por alianzas y
otros medios ms.

Nos preguntamos a veces: en qu se basaba el poder de los caciques? Cmo


pudieron organizar una mano de obra tan numerosa para construir sus proyectos
pblicos civiles y religiosos? Estaba su poder en la posesin de un excedente de
alimentos o de materias primas o se trataba de su riqueza de oro, su prestigio, su
status a veces casi sagrado? O tal vez nuestra pregunta no hace sentido alguno
porque quizs su concepto del poder era totalmente diferente del nuestro?
Los mecanismos que hicieron posible, en cada caso,, el origen y la evolucin de
los cacicazgos, a partir de sociedades tribals, son difciles de averiguar. Con
seguridad, la disponibilidad de amplias tierras agrcolas era una condicin
importante para que se lograse un tal desarrollo. A ello se aada generalmente
alguna otra fuente de riqueza, tal como tierras aurferas, salinas, artesanos
especializados, chamanes de gran fama, rasgos topogrficos extraordinarios, tales
como lagunas, volcanes, nevados. Pero stas son condiciones que pueden darse
sin que la sociedad local lograse niveles de mayor complejidad cultural. Quedan
abiertas stas y tantas otras preguntas.

Durante la Etapa de los Cacicazgos la institucin del chamanismo tuvo un


desarrollo muy notable. Observamos su influencia pervasiva en los ritos y
parafernalias de entierro, las cmaras funerarias y los sepulcros de grandes jefes.
Existen representaciones de chamanes en cermica y en esculturas lticas, en
orfebrera y en el arte rupestre. Los muchos objetos relacionados con el uso de
plantas alucingenas, tales como poporos, tabletas para rap, tubos para
absorber, o pequeos morteros para pulverizar ciertas materias, indican que las
actividades chamansticas operaban, en parte, en una esfera visionaria, y la
semejanza entre ciertos motivos decorativos y los fosfenos producidos per la
ingestin de drogas comprueban la ubicuidad de un complejo de ideas que
dominan muchos aspectos de la vida diaria. Se podra decir que, con los
cacicazgos, se inicia la era de gran poder pblico de los chamanes.

Aqu caben algunas aclaraciones importantes. Es errnea la opinin tan comn de


que los chamanes indgenas (de ayer y de hoy) son meros charlatanes que, con
sus supercheras, embaucan a la gente. Esta es la imagen propagada por los
primeros doctrineros de la Conquista y Colonia, cuya mentalidad medieval todava
estaba oscurecida por sus visiones de diablos y brujos europeos, imagen que, por
desgracia, sigue viva en los pases latinoamericanos. Segn los conocimientos
actuales acerca de los chamanes, stos son y seguramente fueron los
intelectuales de sus sociedades. Ellos son los observadores, los buscadores, los
pensadores que tratan de dar un sentido ala existencia humana y de introducir un
orden en el caos de la creacin. Entre los chamanes hay especialistas, sea por
inclinacin o por educacin unos son curanderos y yerbateros, otros observan los
astros, otros trazan genealogas y fijan eventos del pasado mtico-histrico en
cantos y recitaciones; hay especialistas en msica religiosa, en baile y canto.
Todos son mediadores entre la sociedad y el medio ambiente. Los rituales del
ciclo vital del individuo estn a cargo de los chamanes, y as sus interpretaciones y
presagios adquieren gran importancia para el desarrollo de la vida individual y
comunal.

Un aspecto importante de estas prcticas y creencias consiste en el papel del


chamn como eclogo, como planificador ecolgico. En la mayora de las regiones
donde se desarrollaron los cacicazgos colombianos, los solsticios y equinoccios
dividen el ciclo anual en cuatro perodos de 90 das cada uno, trimestres que
coinciden con las dos estaciones secas y lluviosas. Estas fechas constituyen,
pues, las bases del calendario agrcola. La periodicidad y predictabilidad de estos
eventos sigue siendo el foco de las preocupaciones de todo campesino. Por cierto,
tambin es un hecho que a veces no se aprecia suficientemente que, aun sobre el
nivel de cazadores, recolectores y horticultores rudimentarios, se pueden observar
fenmenos cclicos cuya prediccin es una necesidad vital para la sociedad. Tales
fenmenos recurrentes son, por ejemplo, las pocas de ovulacin y de arribazn
de peces; la periodicidad de las migraciones de aves, moluscos marinos o
animales de la selva; las temporadas de brama y de cra de los mamferos; los
ciclos de insectos comestibles, y otras ms. Un buen conocimiento de estos ciclos
es de gran importancia para la supervivencia y para que el chamn pueda
programar las actividades del grupo. As pues, sobre el nivel de sociedades
intensamente agrcolas, como lo eran los cacicazgos, sociedades bsadas en el
cultivo del maz y otros cultivos de alto rendimiento, un conocimiento adecuado de
astronomia y meteorologa es una necesidad apremiante, aun ms vital que sobre
un nivel de cazadores y pescadores.

Figura 70. Detalle de una estatua. Parque Arqueolgico. San Agustn

Figura 71. Estatua. Parque Arqueolgico. San Agustn.

Figura 71A. Templete. Meseta B. San agustn.

Figura 72. Laja con cara incisa. Museo del Parque Arqueolgico. San Agustn.

Figura 73. Estatua. Meseta A. Parque Arqueolgico. San Agustn.

Figura 74. Cermica funeraria. Tierradentro. Museo Nacional de Bogot. (ver


figuras 70,71,71A,72,73 y 74)

La verdadera intensificacin de la agricultura probablemente tuvo su origen en el


hecho de que las sociedades que formaban los cacicazgos haban aprendido a
reconocer y a utilizar las ventajas inherentes en ciertos medioambientes
fisiogrficos, donde la distribucin de las lluvias, la insolacin, temperatura,
orientacin de vertientes, condiciones edficas y otros factores ms, inducan al
rpido crecimiento del maz y permitan una gran variedad de otros cultivos. Es
obvio, entonces, que, en esta situaciones, un conocimiento de fenmenos
astronmicos y meteorolgicos era esencial.

En este medioambiente, en estas situaciones, la posicin del chamn se vuelve


poderosa, porque es entonces cuando su conocimiento especializado de principios
ecolgicos se vuelve crucial. Creo que el avance extraordinario que se observa
durante la Etapa de los Cacicazgos, en la produccin de alimentos, en el
comercio, la tecnologa y la creatividad artstica, se debi ante todo a la influencia
organizada de los chamanes en su papel de astrnomos. calendaristas y
administradores de los recursos naturales; en suma, como especialistas de lo
cclico y previsible. Estoy inclinado a ver en este fenmeno la transicin del
chamanismo tribal a las creencias religiosas sacerdotales de los cacicazgos.
Dentro del contexto de estas sociedades de rango, basadas en sistemas agrcolas
eficaces, emerge un sacerdocio como un factor poderoso en la toma de
decisiones. Para reforzar sus pronunciamientos, que principalmente se referan a
la naturaleza y la ecologa, su poder tena que ser legitimizado por sanciones
sobrenaturales. No obstante el nfasis dado a la estabilidad y al crecimiento
econmico, la religin seguramente no era un fenmeno cultural secundario; la
religin era esencial para la cohesin social de la comunidad, no slo por razones
psicolgicas sino por la influencia tan eficaz de chamanes y sacerdotes, quienes,
por medios religiosos, desempearon un papel dominante en el bienestar social, al
controlar y orientar la explotacin de los recursos naturales.

Despus de haber expuesto estas consideraciones introductorias al estudio de los


cacicazgos, debo ocuparme de las investigaciones arqueolgicas que, en territorio
colombiano, se han efectuado sobre esta etapa prehistrica.

Como primer ejemplo nos puede servir la regin de San Agustn, en el llamado
Macizo Colombiano(6) . En el captulo anterior me he referido ya a los mltiples
aspectos geogrficos tan favorables que encontramos en esta regin que,
seguramente, estuvo habitada ya desde antes de la Etapa Formativa. Obviamente
sera errneo hablar aqu de "una cultura de San Agustn"; se trata de muchas
diferentes culturas, de muchas fases que se sucedieron en estas montaas, cada
una con sus caractersticas propias y a lo largo de siglos y milenios.

Los orgenes de la vida sedentaria en San Agustn se deben buscar en las


regiones selvticas, tanto de las cordilleras y llanuras aluviales de Colombia, como
de la Alta Amazonia. En efecto, en el arte escultrico de San Agustn han
sobrevivido ciertos rasgos de vestimenta, adornos y annas que indican un origen
selvtico tropical. Asmismo, muchos de los animales que se representan en las
tallas de piedra, tales como jaguares, caimanes y serpientes grandes, pertenecen
al ambiente de los grandes ros tropicales y no a la zona templada de las
cabeceras del ro Magdalena.

El rea arqueolgica de San Agustn parece carecer de un centro urbano


propiamente dicho, anque hay pequeas agrupaciones de viviendas nucleadas.
Posiblemente este hecho se debe a la conformacin del terreno; no existen
planadas o vegas adecuadas y parece que en todas las pocas prehistricas la
poblacin viva en pequeas aldeas dispersas. Pero tampoco hay que pensar que
todas las colinas de la actual zona arqueolgica hayan sido ocupadas
simultneamente; ms bien se puede suponer un lento flujo y reflujo de la
poblacin local, y mientras que unas elevaciones estaban pobladas otras
permanecan deshabitadas durante algn tiempo.

Lo que, desde luego, ha llamado la atencin, tanto de arquelogos como del


pblico en general, son las grandes estatuas de piedra, centenares de las cuales
se hallan dispersas en lomas y valles. La forma y expresin de dichas estatuas
han llevado a las ms diversas interpretaciones, muchas de ellas carentes de toda
credibilidad. Al mismo tiempo, la afanosa bsqueda de ms y ms estatuas ha
marcado el tipo de investigacin cientfica ya que, por el empeo en descubrir ms
monumentos grandiosos, se ha dejado de lado el estudio de contextos sociales,
econmicos, tecnolgicos y artsticos de los antiguos pobladores. Poco sabemos
de sus viviendas, sus cultivos, su cermica, y anque se han abierto centenares
de tumbas, ni los esqueletos, ni los conjuntos de los ajuares han sido an
publicados.

Sera errneo considerar a la luz de los conocimientos actuales que San Agustn
es ante todo una necrpolis o un centro ceremonial. San Agustn es un gran foco
cultural donde se encuentran vestigios de toda clase de actividades humanas, no
slo de tipo religioso. Hay aqu y all restos de aldeas, caminos, explanadas y
terraplenes, rampas y zanjas: abundan los inconfundibles signos que marcan los
linderos de antiguos cultivos. Los desperdicios arrojados desde las casas forman
capas de varios metros de profundidad de fragmentos cermicos y lticos. En fin, a
cada paso se observan los testimonios de una activa vida comunal en el pasado,
que cubri una extensin de unas 50.000 hectreas.

Se cuenta con una secuencia cronolgica parcial, basada en excavaciones


estratigrficas efectuadas en basureros, y en ella definimos varios grandes
perodos, todos representados por ciertos complejos cermicos. El primer perodo
(Horqueta) abarca los ltimos siglos antes de Cristo; el segundo (Isnos)
comprende los cuatro primeros siglos despus de Cristo, y el ltimo (Sombrerillos)
ocupa una posicin tarda, protohistrica a histrica. El perodo ms antiguo
(Horqueta) contiene rasgos estilsticos en su cermica que la relacionan con el
Segundo Horizonte Inciso, es decir, el Formativo Tardo. El segundo perodo
(Isnos) no parece estar emparentado directamente con el anterior; es ante todo un
complejo pintado, con afinidades con la regin del Quindo, como veremos ms
adelante. Hay indicios que sugieren que muchas obras de ingeniera
(allanamientos, terraplenes, montculos) fueron construidas durante este perodo.
A partir de 330 despus de Cristo, sigue un largo perodo de ms de mil aos
durante el cual no se conocen detalles estratigrficos y slo en 1410 despus de
Cristo encontramos nuevamente un conjunto estratigrfico (Sombrerillos) bien
definido que, nuevamente, corresponde a una poblacin muy distinta de las
anteriores. La ltima fecha de radiocarbono, asociada con estos ocupantes, es de
1630 despus de Cristo y demuestra que la regin de San Agustn estaba an
habitada por indgenas cuando buena parte del territorio del pas ya haba
sido descubierta (7) .

El desarrollo cronolgico del arte estatuario no se conoce, pero es evidente que se


trata de un gradual desarrollo de tcnicas y conceptualizaciones. Ya que
estilsticamente las esculturas varan en muchos detalles, su clasificacin se hace
en extremo diftcil y, ms an, su correlacin con determinadas fases de desarrollo
social y econmico. Por cierto, cabe menionar aqu que la cermica de San
Agustn, sea cual fuese su edad o procedencia, es ms bien sencilla en su
acabado y decoracin, y que no ha sido posible an relacionar sus caractersticas
estilsticas con determinado grupo de estatuas.

Una clasificacin muy tentativa de las estatuas podra tener en cuenta los estilos
siguientes: estatuas en forma de columnas toscas y talla muy rudimentaria;
estatuas aplanadas, de seccin elptica, y estatuas tridimensionales. Hay formas
intermedias, as como pequeas tallas en forma de clavija o taco; tambin hay
cabezas aisladas. Los temas o personajes que se representan en estas esculturas
son de una variedad asombrosa y desafan toda clasificacin formal ms
detallada. Son seres humanos, animales y monstruos, csi todos distorsionados,
desproporcionados y con rasgos bestiales. Es un arte cruel, brutal y que se basa
en una imaginacin cargada de violencia y terror. No sabemos a quines
representan estas esculturas: a caciques, chamanes, "dioses" o ancestros; de
todos modos se trata de proyecciones psicolgicas muy angustiadas,
posiblemente visiones producidas por el uso de drogas alucingenas (8)

Las manifestaciones culturales de la regin de San Agustn indican que se trata de


muy largas pocas de ocupacin, de una poblacin agrcola densa y de una mano
de obra muy numerosa. Las construcciones de tierra son obras pblicas que
deben haberse efectuado bajo la direccin de la autoridad de individuos e
instituciones que probablemente derivaban su poder no slo de la posesin de
bienes materiales sino tambin de tradiciones sagradas.

Desde hace varias dcadas se ha prestado especial atencin en el pas a la regin


de San Agustn, cuya arqueologa ante todo ha sido estudiada por Luis Duque
Gmez. A l se deben muchsimas publicaciones as como la iniciativa y
mantenimiento del Parque y del Museo Arqueolgico de San Agustn. El nfasis
en San Agustn es bien justificado ya que, como he dicho, se trata de un gran foco
cultural de trascendencia americana.

Figura 75. Cermica trpode. Tierradentro. Museo Nacional de Bogot.

Figura 76. Cermica pintada. Quindo. Museo, Nacional de Bogot.

Figura 77. Champ-lev, vasija con decoracin. Quindo. Museo Nacional de


Bogot.

Figura 78. Vasija zoomorfa, de doble vertedera. Quindo. Museo Nacional. Bogot.

Figura 79. Vasija con doble vertedera. Quindo. Museo Nacional. Bogot.

Figura 80. Vasija zoomorfa. Quindo. Museo Nacional. Bogot.(ver figuras


75,76,77,78,79 y 80)

A poca distancia de la regin de San Agustn est Tierradentro, otra zona


arqueolgica en la cual se reconocen vestigios de antiguos cacicazgos (9) . El
rasgo cultural ms conocido hoy de Terradentro consiste en grandes criptas o
templos funerarios subterrneos que se encuentran en las cimas de algunas
lomas de ese paisaje tan accidentado y montaoso. Estas cmaras son accesibles
solo por estrechas escaleras de caracol, talladas en la roca, que llevan a una gran
bveda. El techo est sostenido por gruesos pilares toscamente labrados, que
dividen el espacio circular u ovalado en una serie de nichos o sectores donde
yacen grandes urnas funerarias acompaadas de cermicas que forman el ajuar.
Lo ms llamativo de estas criptas consiste en la decoracin del techo y paredes,
pues todo el interior est cubierto de motivos pintados en blanco, negro, rojo y
amarillo. El motivo de base consiste en una red de Lneas que forman campos
romboidales y con ellos se combinan grandes caras humanas estilizadas, as
como representaciones de reptiles (10) .

En Tierradentro se encuentran tambin algunas estatuas esculpidas en piedra,


pero son algo menos estilizadas que las de San Agustn y no tienen aquellas
expresiones feroces. La cermica de Tierradentro que ms se destaca consiste de
vasijas ms bien burdas de color oscuro, decoradas con franjas modeladas,
crculos impresos, serpientes en alto relieve y caras humanas de contorno
triangular.

En lo que se refiere a las relaciones con San Agustn, se dispone slo de pocos
datos. Parece que algunas fases de San Agustn y Tierradentro estn
relacionadas pero an no se ha establecido una correlacin claramente
comprobda. Si tenemos en cuenta las diferentes formas de entierro, la gran
elaboracin de las cmaras pintadas y la existencia de obras pblicas de
ingeniera tales como terraplenes, rampas, zanjas de irrigacin y otras, podemos
concluir que Tierradentro fue otra regin donde se desarrollaron uno o varios
cacicazgos importantes. Por cierto, es interesante observar que se han encontrado
slo pocos objetos de orfebrera en estas dos regiones del Macizo Colombiano; en
la mayora de los casos parece tratarse estilsticamente de piezas introducidas
desde afuera, aunque tambin hay indicios de orfebrera local.

El verdadero foco central donde se desarrollaron cacicazgos de muy larga


trayectoria aparentemente fue la regin del Quindo, en la Cordillera Central (11) .
Al hablar de arqueologa colombiana se asocia generalmente esta regin con los
indios Quimbayas del siglo XVI y con ciertos complejos cermicos y de orfebrera.
Pero estas identificaciones son errneas y se prestan a confusiones, pues los
indios Quimbayas del siglo XVI eran slo una pequea tribu ubicada
aproximadamente entre el ro Chinchin y el ro Paila, mientras que los vestigios
arqueolgicos de la errneamente llamada "Cultura Quimbaya" abarcan una zona
mucho ms grande. Las vertientes alrededor de este grupo de grandes volcanes
extintos son muy frtiles, superiores aun a las del Macizo Colombiano, y la
extraordinaria abundancia de los yacimientos arqueolgicos demuestra que ese
trata de una regin cultural que, desde miles de aos, ha sido poblada por
diversos grupos indgenas. Obviamente no se trata de una poblacin homognea
sino d desarrollos culturales en los cuales se combinaron perodos de
migraciones y guerras, con perodos de estabilidad y continuidad. Adems,
cuando hablo aqu del Quindo como gran foco cultural, no me estoy refiriendo
solamente al macizo volcnico y sus vertientes inmediatas sino incluyo las
vertientes orientales hasta el ro Magdalena, por lo menos entre Honda y El
Guamo, as como tambin el Valle del Cauca y las faldas adyacentes de la
Cordillera Occidental.

Desde los mismos aos de la Conquista, y sobre todo a partir de la segunda mitad
del siglo pasado, el Quindo y su riqueza arqueolgica han sido el centro de
actividades de los buscadores de tesoros, de los guaqueros. Estas gentes han
hecho, y siguen haciendo, un dao inmensurable al patrimonio de la nacin, al
destruir la evidencia cientfica y artstica de los lugares excavados con el solo afn
de lucro. El Quindo y sus alrededores ofrecen pues un campo desolador donde
resulta en lo sumo difcil encontrarun cementerio indgena intacto. Hay sin
embargo muchsimos sitios de vivienda y basureros intactos, pues slo
excepcionalmente han sido explorados. Por cierto, entre los hacendados y
profesionales, desde el siglo pasado, ha habido algunos que formaron colecciones
particulares, no slo de objetos de oro sino tambin de cermicas y de artefactos
Lticos. Muchas de estas colecciones fueron vendidas o regaladas a
museos extranjeros (12) , pero por fortuna an existen en Colombia algunos
conjuntos valiosos, sea en museos oficiales o en manos particulares. Sin
embargo, se presenta el problema de que las piezas que conforman estas
colecciones generalmente carecen de toda documentacin referente a las
condiciones del hallazgo, a las asociaciones y dems detalles de importancia
arqueolgica. A veces no se conoce ni el municipio dentro de cuyo lmite fue
encontrado el objeto. Al examinar las colecciones "Quimbaya" salta a la vista que
se trata de etapas y fases cronolgicas muy diversas. En efecto, se observa toda
una gama tipolgica que abarca tal vez 3.000 aos, desde la Etapa Formativa
Temprana hasta la poca de la conquista espaola. Tambin es un hecho que
estas colecciones "Quimbaya" fueron adquiridas con criterios selectivos, donde
prim el valor esttico o extico del objeto; por tal motivo dentro de aquellos
conjuntos no aparecen pues cermicas sencillas o sin decoracin; es decir, las de
uso comn y domstico. Infortunadamente este mismo criterio del coleccionista
esteta tambin ha sido la regla para la adquisicin en general de objetos de museo
del pas; por consiguiente, aquellas colecciones no son realmente representativas
de las culturas arqueolgicas en cuestin.

Fue slo en pocas recientes cuando algunos arquelogos han comenzado a


hacer excavaciones estratigrficas y a clasificar sistemticamente las colecciones
existentes, pero no obstante estos esfuerzos, se est an lejos de disponer de un
mareo de referencia temporal y espacial de las antiguas culturas del Quindo.

Veamos aqu un breve resumen de los pocos datos disponibles.

La arqueloga norteamericana Karen Olsen Bruhns (1976) iicialmente agrup la


cermica del Cauca Medio y regiones vecinas, en ocho categoras, basndose en
criterios de decoracin y tratamiento de la superficie. Posteriormente reagrup
estas categoras en cuatro grandes complejos o estilos cermicos; cada uno
representa un conjunto delimitado en tiempo y espacio, pero en su totalidad
corresponden a aquel vago concepto de "ceramica quimbaya". Estos cuatro
complejos fueron llamados Complejo Cauca Medio, Complejo Caldas, Complejo
Carmelita Inciso y Complejo Tricolor; como se ve, dos complejos se denominan
segn zonas geogrficas, mientras que los otros dos reciben su nombre de
acuerdo con rasgos decorativos.

El Complejo Cauca Medio se extiende ante todo entre Buga y Medelln e incluye el
subestilo llamado Yotoco (Bray & Moseley, 1969-1970). Las principales
caractersticas de la cermica del Cauca Medio son: recipientes de pasta dura y
delgada, con decoracin negativa negra sobre fondo rojo o blanco; tambin hay
figurinas con esta decoracin. Se mencionan varias clases de cermicas tales
como Negativa Tricolor, Negativa Punteada y Blanca Negativa sobre Naranja. En
lo que se refiere a formas, stas incluyen copas de base cmca truncada,
cazuelas semiesfricas y vasijas cnicas truncadas. Una forma parecida a un
nfora clsica es frecuente en ambos complejos, Cauca Medio y Caldas. Otras
formas son vasijas antropomorfas, vasijas con vertederas en forma de estribo,
vasijas con doble vertedera, vasijas silbantes y un gran nmero de
otras formas (13) . Hay algunas representaciones de casas con techo de dos
aguas y hay muchas variantes de vasijas antropomorfas o figuras que representan
personajes ricamente pintados, a veces sentados en banquitos. Todas estas
cermicas proceden ante todo de entierros y poco se sabe de la cermica de uso
domstico. Algunas fechas de radiocarbono colocan el Complejo Cauca Medio
alrededor de 1100 despus deCristo (14) .

Figura 81. Figura antropomorfa. Quindo. Museo Nacional. Bogot.

Figura 82. Figura antropomorfa. Quindo. Museo Nacional. Bogot.

Figura 83. Figura antropomorfa. Quindo. Museo Nacional. Bogot.

Figura 84. Placa de cermica, de uso desconocido. Popayn, Cauca

Figura 85. Motivo decorativo de una pintadera plano. Quindo.

Figura 86. Motivo decorativo de una pintadera plana. Quindo.(ver figuras


81,82,83,84,85 y 86)

El Complejo Caldas se encuentra en una regin ms restringida y se limita ms


bien al territorio del antiguo departamento de Caldas. Consiste de varios estilos
estrechamente interrelacionados y que a grandes rasgos se caracterizan por la
decoracin negativa negra sobre bao rojo. Un subestilo, identificado en el sur, se
denomina Sonso (Bray & Moseley, 1971), o "Calima", segn estos dos
investigadores. Tambin se destaca el estilo Aplicado Inciso que se liniita al norte
del departamento de Caldas y al sur de Antioquia. En este caso la decoracin
consiste en elementos modelados y aplicados, as como en incisiones
superficiales; se representan caras o cuerpos humanos grotescamente
distorsionados, que se adaptan a la superficie de vasijas cuya parte superior
generalmente tiene la forma de un rombo. Estilsticamente el Complejo Caldas
est derivado del Complejo Cauca Medio, y las fechas radiocarbnicas lo
comprueban (15) , pero hay mucha diversidad decorativa. Las figuras
antropomorfas slidas rectangulares, as como las huecas, pintadas, estn
asociadas a uno de los subestilos del Complejo Caldas.

Los dos restantes complejos que Bruhns aisl son el Complejo Marrn Inciso y el
Complejo Tricolor, los cuales ocurren en el rea restringida de Pereira
(departamento de Risaralda) y Manizales (departamento de Caldas). El Complejo
Marrn Inciso se observa ante todo en urnas funerarias de forma
aproximadamente cilndrica, adornadas con varias prominencias en la zona del
hombro que, por su parte, estn rodeadas por lneas incisas que forman arcos
sobre estos abultamientos. A veces dichas urnas estn adornadas con figuras
humanas o, por lo menos, con caras modeladas y de contornos aproximadamente
triangulares. Representan un fenotipo humano que se encuentra a veces en la
cermica y la orfebrera de la regin del Quindo, pero que tambin aparece muy
notablemente en el valle del ro Sin (16) .

El lector se habr dado cuenta de que nos encontramos aqu delante de una gran
variedad de tradiciones cermicas que indican tanto una gran extensin de
poblacin, como largos perodos de desarrollo. Al comparar en detalle las
numerossimas colecciones que proceden de la regin del Quindo, se observan
piezas que indudablemente se relacionan con el Primer Horizonte Inciso (Mons),
con el Segundo Horizonte Inciso (Momil), con el Primer Horizonte Pintado (ro
Ranchera), con cermicas de Tierra Alta (Sin), Arrancaplumas (Tolima) y ro de
la Miel (Caldas). Dentro del total de material cermico conocido de la regin del
Quindo, puede que existan piezas aisladas introducidas por comercio, pero no
creo que esto sea la nica explicacin; en efecto, tengo la impresin de que
ciertos complejos cermicos tales como los del Formativo Temprano a Tardo, en
una poca se extendieron hasta el Quindo; por ejemplo, que la gente que produjo
el complejo de Arrancaplumas efectivamente vivi en las faldas de la Cordillera
Central y que, en pocas ms recientes, haya habido un contacto estrecho entre
las culturas del Magdalena Medio y las del Quindo y del Cauca Medio. Estos
problemas se resolvern slo en el futuro, cuando los investigadores dejen de
embelesarse por el objeto, por tumbas y criptas, y se dediquen a la excavacin
estratigrfica de basureros, sitios habitacionales y restos de talleres cermicos,
lticos y metalrgicos.

Cabe preguntamos: cul es el contexto ms amplio de esta profusin de


cermicas que se encuentran en la regin del Quindo? Los datos arqueolgicos
basados en excavaciones controladas son pocos. Parece que la pauta de
asentamientos era la de aldeas dispersas rodeadas de campos de cultivo, ante
todo de maiz. Existen en la regin minas de oro y de sal pero no hay datos acerca
de grandes obras de ingeniera tales como grandes montculos o terraplenes. Hay
algunas pocas estatuas de piedra, pero ms bien talladas en relieve.

El rasgo cultural que ms se conoce son los entierros. El principal tipo consiste en
un pozo vertical con una o varias cmaras laterales en el fondo, pero tambin hay
entierros en tumbas rectangulares revestidas de lajas, o en simples pozos ms
bien superficiales. Hay entierros primarios y secundarios, individuales y colectivos.
Claramente, la sociedad (o sociedades) que construy estas tumbas estaba
basada en una organizacin por rangos, pues la calidad del ajuar vara muy
notablemente y as nos da la medida de las diferencias de rango y prestigio. Los
muertos de alto rango (caciques, chamanes, guerreros) fueron enterrados en
grandes bvedas muy elaboradas, probablemente junto con sus criados y
mujeres. Los ajuares consisten a veces de centenares de cermicas, tanto de
vasijas como de figurinas, y adems se encuentran collares hechos de piedras
semipreciosas, volantes de huso, rodillos o sellos para decorar el cuerpo, hachas y
cinceles, y muchos otros artefactos ms. En buena parte la riqueza personal
consista en objetos de oro. No slo se han encontrado joyas tales como
narigueras, orejeras, pulseras, mscaras, collares, anillos, pectorales y diademas,
sino tambin recipientes, cucharas, anzuelos, agujas y pinzas para depilar. Un
rasgo cultural muy comn fue el uso de la coca masticada; para lograr el efecto
deseado se deba consumir adicionalmente una pequea cantidad de cal viva que
se guardaba en frascos (17) provistos de un pequeo orificio por el cual se extraa
la cal pulverizada, por medio de un palillo o estilo alargado. Ambos elementos
los frascos y los estilos preciosamente hechos de oro, se han encontrado en los
entieitos y tambin existen representaciones humanas que muestran personas
que llevan estos artefactos en sus manos. En algunos entierros, se han
encontrado armas tales como lanzas y macanas, manufacturadas de dursimas
maderas; en otros haba esqueletos humanos coronados de diademas y cuyos
dedos estaban cubiertos con garras de jaguar hechas de oro. En el otro extremo
de la escala social los entierros contienen apenas una o dos vasijas sencillas y, tal
vez, una nariguera de oro de bajos quilates. Entre los dos extremos se observa
toda la gama de rangos, expresada en la cantidad y calidad de sus ofrendas
funerarias.

Para resumir se puede decir lo siguiente: en trminos de alfarera y orfebrera la


regin del Quindo es tal vez la ms avanzada en tecnologa y, en lo que se refiere
a la esttica de sus productos, se pueden destacar algunas joyas de orfebrera o
formas de cermica como piezas de gran belleza. No cabe duda de que estos
logros artsticos y tecnolgicos sean el resultado de una larga evolucin cultural;
tanto ms es de deplorar la falta de investigaciones sistemticas en esta zona tan
importante del pas. En efecto, mientras que no se disponga de una columna
estratigrfica para la regin del Quindo, que nos muestre una aproximada
secuencia de fases de desarrollo durante los dos o tres mil aos precedentes a la
Conquista, sera prematuro tratar de trazar relaciones culturales con otras
regiones.

Otra zona donde se encuentran vestigios de culturas arqueolgicas que sugieren


la forma de antiguos cacicazgos est constimida por la hoya del ro Calima
(departamento del Valle) y por las vertientes orientales de la Cordillera Occidental,
a la espalda de las cabeceras de aquel ro. Calima no fue el nombre de ninguna
tribu, y al atribuir esta designacin a un conjunto de vestigios arqueolgicos,
debemos tener en cuenta que nuevamente se trata de artefactos que pertenecen a
diferentes fases culturales y cronolgicas.
El primer arquelogo que efectuara excavaciones en aquella parte de la Cordillera
Occidental fue el sueco Henry Wassn, del Museo de Gteborg, quien, en 1935,
investig la vertiente entre las poblaciones de Yotoco y Restrepo, en el Valle del
Cauca (18) . Wassn excav nueve tumbas de pozo con cmara lateral y encontr
en ellas algunas cermicas, volantes de huso, hachas de piedra y unos pequeos
adornos personales de tumbaga. En aquellos aos el nombre Calima an no se
aplicaba a los vestigios arqueolgicos de la regin, y fue slo en la dcada de los
cuarenta cuando los guaqueros hallaron entierros muy ricos en las cabeceras del
ro Calima, que este nombre comenz a ser asociado con las cermicas y joyas de
oro encontradas all.

Las investigaciones en mayor escala se iniciaron en 1962 cuando una misin


inglesa, bajo Warwick Bray, practic excavaciones dentro de un proyecto que
sigue desarrollndose desde entonces (19) . Warwick Bray y sus colaboradores
lograron descubrir una compleja red de caminos prehistricos cuyo trazado
sugiere buenos conocimientos de ingeniera aborigen. Gran parte de las leves
colinas del alto ro Calima muestran las huellas inconfundibles de una densa
poblacin prehistrica que haba transformado esta regin en un paisaje cultural,
marcado por gran nmero de zanjas superficiales de drenaje que cubran los
antiguos campos de cultivo. Tambin encontraron gran nmero de plataformas
donde estaban ubicadas las casas, las cuales ocasionalmente formaban ncleos
que indicaban aldeas. Un rasgo muy interesante consiste en extensas plataformas
ovaladas, en cuyo. centro sobresale un afloramiento de roca natural;
probablemente se trata de lugares que tuvieron una funcin ritual.

La forma principal de los entierros consiste nuevamente de pozos verticales


provistos de una cmara lateral. Las marcadas diferencias en la calidad y cantidad
del ajuar indican, tal como en el caso del Quindo, una sociedad basada en un
sistema de rangos. Los objetos de oro que se han encontrado en estos lugares
funerarios constituyen joyas personales muy elaboradas con que se ataviaba a los
difuntos. Las piezas ms espectaculares son los grandes pectorales adornados
con mascarones repujados. Hay diademas, brazaletes, narigueras, orejeras,
pinzas y otros objetos, generalmente manufacturados de oro de muy buena ley.
Un artefacto caracterstico son los llamados "alfileres", instrumentos para extraer
la cal de un recipiente; son varitas slidas de oro en cuyo extremo superior hay
una pequea escultura antropo o zoomorfa elaborada con la tcnica llamada de
cera perdida.

El primer esbozo cronolgico para la regin fue presentado por Warwick Bray,
quien obtuvo algunas fechas radiocarbnicas y de termoluminiscencia en sus
excavaciones en el Valle del Cauca, adyacente a la regin del Calima. En la
Hacienda Moralba y otros sitios vecinos defini el Perodo Yotoco, con una
posicin cronolgica aproximadamente de 1000 despus de Cristo a 1200
despus de Cristo (20) . Formas caractersticas consisten en vasijas decoradas
con motivos curvilineares pintados en tres colores, as como vasijas globulares, de
cuello cilndrico y provistas de tres asas, dos en la parte alta del cuello y una eh la
parte basal. Tambin existen vasijas silbantes en forma de sapo, con dos
vertederas. Sigue el Perodo Sonso, a partir de 1200 despus de Cristo, hasta la
conquista espaola. La forma cermica ms caracterstica es la de copas
decoradas con pintura negra sobre fondo rojo. A diferencia de la cermica de
Yotoco, la de Sonso muestra motivos de lneas rectas y de paneles negros
rectangulares. A esta secueneia relativamente tarda, Bray antepone un perodo
hipottico que designa como Calima Temprano (llama), fechado aproximadamente
entre 300 aos antes de Cristo y 1000 despus de Cristo. A este primer perodo se
atribuyen muchas cermicas modeladas y decoradas con un fino hachurado
zonificado de lneas rectas muy simtricamente trazadas. Una forma caracterstica
muestra una persona modelada en posicin acurrucada y que lleva en su espalda
un gran canasto cilndrico, el cual se confunde con el mismo cuerpo de la persona.
Al mismo estilo pertenecen vasijas modeladas zoomorfas o de personas de pie.

Aqu cabe una observacin sobre el fenotipo con el cual se representan las caras
humanas en el arte alfarero Calima Temprano. En los perodos Yotoco y Sonso los
rasgos faciales consisten por lo general de ojos en forma de grano de caf, con
prpados pesados, y una nariz grande curva, de marcado filo; en trminos
generales este tipo es bastante parecido al de muchas representaciones
cermicas de la regin del Quindo. En cambio, el fenotipo del Perodo Calima
Temprano es muy diferente, pues la nariz es corta y abultada, los labios son
gruesos y dos profundas arrugas separan las mejillas de la boca (21) . Esto da la
impresin de que el Perodo Calima Tardo representa personas de un tipo fsico
diferente. Sin embargo, el problema se complica al observar que algunos de los
mascarones de oro que pertenecen a la orfebrera del Perodo Calima Tardo
muestran un fenotipo similar al de ciertas vasijas antropomorfas de la regin del
Quindo. El significado de estas diferencias se sabr slo cuando se disponga de
una secuencia cronolgica de ambas regiones.

Las relaciones externas de la regin del Calima son muy complejas.


Indudablemente existi un estrecho contacto con las culturas del Quindo,
atestiguado por muchos elementos que comparten, pero la naturaleza precisa de
estos contactos es incierta, ya que en ambas regiones se trata de largas
secuencias de desarrollo que tal vez no siempre fueron sincrnicas. Tambin hay
indicios de relaciones entre el Valle del Cauca, Calima y San Agustn (22) .

Figura 87. Vasija en forma de un hombre cargando un canasto. Ro Calima.


Museo Arqueolgico. Cato del Marqus de San Jorge. Bogot.

Figura 88. Vasija zoomorfa. Ro Calima. Museo Nacional. Bogot.

Figura 89. Vasija de doble vertedera. Ro Calima. Museo Nacional. Bogot.

Figura 90. Vasija antropomorfa: Yotoco. Valle. Rectora de la Universidad de los


Andes, Bogot.

Figura 91. Plato pintado. Nario. Museo Nacional. Bogot.


Figura 92. Vasija pintada. Nario. Museo Nacional. Bogot. (ver figuras
87,88,89,90,91 y 92)

Un problema especial consiste en la penetracin de las culturas del ro Calima


hacia la Costa Pacfica. En 1960 excavamos mi esposa y yo el sitio de
Catanguero, sobre el bajo ro Calima, cerca de su confluencia con el ro
San Juan(23) . Fuera de relacionarse con las cermicas del Perodo Mataje I, de la
regin de Tumaco (vase Captulo V) se observan ciertos rasgos que sugieren un
parentesco con el Perodo Calima Temprano propuesto por Bray, especialmente la
decoracin finamente incisa y zonificada. Una fecha basada en partculas de
carbn vegetal es de 2200 100 antes del presente, lo que sera 250 aos antes
de Cristo. Hace poco ha sido sugerido que la difusin procedi del Quindo hacia
el Calima y de all hacia la Costa Pacfica y Tumaco (24) .

Subiendo el ro Cauca y explorando la Zona Andina del sur del pas, se


encuentran vestigios de pequeos cacicazgos en las faldas de las cordilleras.
Cerca de Cali han sido identificados tres complejos cermicos: Pichind, ro Bolo y
Quebrada Seca, todos ellos denominados segn los pequeos ros en cuyas
riberas se excavaron algunos sitios habitacionales y de entierros (25) . Las
sepulturas consisten de pozos con cmaras laterales de planta circular o elptica,
generalmente ubicados en lo ms alto de las colinas o filos. En Pichind los pozos
verticales estaban rellenos de cantos rodados, lo cual no se observ en los otros
complejos. Cada complejo cermico muestra rasgos distintivos. Los ajuares de
Pichind consisten de vasijas burdas, a veces usadas como urnas que se
encuentran asociadas con volantes de huso. La cermica de ro Bolo se destaca
por su bao rojo y sus formas algo ms variadas tales como copas de pie alto.
Quebrada Seca es complejo ms elaborado; uno de los sepulcros contena cinco
entierros primarios acompaados por 260 vasijas, y algunas otras tumbas
contenan as mismo gran nmero de cermicas. La mayora de las vasijas est
cubierta de un bao rojo que cubre toda la superficie externa, excepto una franja
alrededor del cuello. Una forma bastante comn consiste en un recipiente de
pedestal alto, adornado con incisiones irregulares, pequeos elementos aplicados
y caras humanas modeladas. Los tres complejos de los alrededores de Cali no
parecen tener relaciones con las culturas prehistricas de Tierradentro, Calima y
Quindo; probablemente se trata de desarrollos comparativamente recientes que
datan de pocos siglos antes de la Conquista.

Cerca de Popayn, en la zona de la hacienda La Marquesa, se ha encontrado otra


extensin de las tumbas con cmara lateral que, en estas partes, parecen
identificarse con los cacicazgos. All se hall un entierro que contena un conjunto
extraordinario de ofrendas. Entre otras piezas, se destacan varias figuras
antropomorfas de cermica, las que muestran guerreros (?) que llevan escudos
circulares y cascos con crestas; ellos estn sentados sobre banquitos de cuatro
patas. Nuevamente se observa en estas figuras la deformacin artificial de las
pantorrillas y se puede tal vez sugerir una relacin entre estas figuras de guerreros
o chamanes y las del gran complejo funerario del Magdalena Medio. Sobre la
espalda de estas figuras se levantan animales fantsticos, que tambin llevan
crestas. Fuera de estos objetos de cermica, la tumba contena una gran figura de
oro, representacin de un personaje muy estilizado, adornado con un elaborado
atavo. La parte inferior, al pie de la figura, consiste de una delgada placa
semilunar. As mismo, las pantorrillas estn deformadas por ligaduras, y dos
animales fantsticos, provistos de crestas dorsales, se muestran en perfil sobre los
brazos de la figura. El objeto se encuentra en el Museo Britnico en Londres, pero
piezas muy similares, tambin procedentes de la regin de Popayn, estn en el
Museo del Oro, en Bogot (26) .

El mismo tipo de tumbas con cmara lateral es frecuente en la parte surea de los
Andes colombianos, limtrofes con el Ecuador. Recientes investigaciones en el
departamento de Nario sugieren que las cermicas pintadas de esta regin del
pas forman una extensin de desarrollos ecuatorianos, en especial de la zona de
Carchi. El antiguamente llamado "Complejo de Tuncahuan" se subdividi, en el
Ecuador, en dos estilos principales: el Estilo Piartal, de decoracin negativa tricolor
y el Estilo Capuli, de decoracin negativa bicolor (27) . Esta misma clasificacin ha
sido adoptada por Mara Victoria Uribe, para el altiplano nariense (28) . Un tercer
estilo, llamado Tuza, fue correlacionado con la poblacin indgena de comienzos
de la etapa histrica (29) .

Antes de ocupamos de otras reas del pas, caben algunas observaciones finales
que resumen la descripcin de los cacicazgos de la Cordillera Central y del
adyacente valle del Cauca. Los rasgos que ms distinguen estas sociedades son
sus sistemas agrcolas tan extensos, sus grandes adelantos en metalurgia y
alfarera, todo aquello dentro de un marco de sociedades de rango y de gran
belicosidad. Los cronistas del siglo XVI, quienes bien conocieron a estos
indgenas, nos hablan en detalle de sus guerras intertribales, de su canibalismo,
sus sacrificios humanos, infanticidios y otras tantas costumbres que hacen parecer
a estas gentes como aguerridas y en extremo crueles. En cambio, las cermicas y
joyas de oro que forman el legado arqueolgico de estas sociedades muestran un
gran refinamiento artstico, una gran sensibilidad de formas, texturas y colores, lo
que mal concuerda con la imagen del guerrero canbal. No cabe duda de que en
los cacicazgos florecientes ya haba maestros artesanos, alfareros, orfebres,
tejedores y otros que podan dedicarse de pleno al ejercicio de sus respectivos
oficios. A veces se percibe la marca de talleres, la huella de un maestro, y
ocasionalmente sus obras parecen representar individuos y no estereotipos. El
Quindo y sus cacicazgos contienen una gran promesa para la arqueologa
colombiana y americana, no slo para el cientfico sino tambin para el humanista
y el historiador de arte.

Ms hacia el norte del Quindo, en el departamento de Antioquia, an no se han


efectuado casi excavaciones sistemticas, no obstante que se trata aqu de un
rea crucial (30) . En la poca de la Conquista las montaas y valles de esta
regin estaban densamente pobladas por indios que haban formado un gran
nmero de cacicazgos bajo jefes locales. Tal como en el Quindo, los suelos
frtiles y bien irrigados,junto con las ricas minas de oro, ofrecieron condiciones
muy favorables para un desarrollo cultural avanzado, pero infortunadamente la
arqueologa de esta parte del pas ha sido descuidada y no se dispone de
secuencias cronolgicas, series estilsticas o excavaciones de viviendas. Muchos
museos y colecciones particulares contienen objetos de cermica, oro o piedra
que sugieren relaciones del departamento de Antioquia con la regin del Quindo,
del Calima y aun del Sin. La gran variedad estilstica que se observa entre los
artefactos precolombinos de Antioquia indica una gran profundidad cronolgica
que an no se ha investigado. Un dato histrico llama la atencin; el cronista
espaol Juan Bautista Sardela, al hablar de las hazaas del conquistador Jorge
Robledo, menciona que en sus exploraciones de las montaas de Antioquia, las
tropas espaolas llegaron al "valle de Arbi", donde encontraron un gran complejo
arquitectnico prehispnico de ruinas y caminos de piedras talladas, ms grandes
que las del Cuzco, segn el decir del cronista. No se sabe hoy dnde queda el
valle de Arbi; grandes zonas de Antioquia an estn cubiertas de selva y bien
puede ser que un da se descubriera este lugar arqueolgico.

Pasamos finalmente a la Costa Caribe. En los anchos valles de los ros Sin y San
Jorge se encuentran vestigios de culturas prehistricas y protohistricas que
nuevamente muestran las caractersticas de los cacicazgos (31) . Por cierto, las
descripciones que hacen los cronistas del siglo XVI de los indios del Sin indican
claramente que se trataba de esta etapa de evolucin sociopoltica.

Figura 93. Copa pintada. Nario. Museo Nacional. Bogot.

Figura 94. Excavacin de un entierro primario, Betanc ro Sin.

Figura 95. Pie campaniforme de una copa, con cuatro figuras. Betanc, ro Sin.
Coleccin Carlos Dereix. Montera.

Figura 96. Pendiente estilo Darin. Museo del Oro, Bogot.

Figura 97. Narigueras y collar de falsa filigrana, estilo Sin. Museo del Oro,
Bogot.

Figura 98. Remate de bastn, estilo Sin. Museo del Oro, Bogot.(ver figuras
93,94,95,96,97 y 98)

Una zona arqueolgica importante se encuentra en las orillas de la Laguna de


Betanc (32) , donde se ven muchos tmulos funerarios y plataformas para
viviendas. Estas elevaciones son posibles de localizar fcilmente en las sabanas y
por esta razn la mayora de ellas ya han sido excavadas por guaqueros. Uno de
los tmulos principales de Betanc que tuve la oportunidad de explorar
personalmente tiene una planta ovalada que mide unos 60x40 metros y alcanza
una altura de 8 metros; el tmulo est rodeado por un camelln ancho, de ms de
un metro de alto. Los buscadores de tesoros haban perforado esta estructura en
todas las direcciones; pero, al juzgar por los fragmentos cermicos dispersos, se
puede reconocer un solo complejo cermico asociado con tmulos, que se
extiende sobre toda la regin del Sin y est relacionado en buena parte con la
regin del ro San Jorge. Provisionalmente denomin este conjunto de cermica y
tmulos, Complejo BetancViloria; el ltimo es el nombre de un cao del bajo ro
San Jorge, donde pude llevar a cabo algunas excavaciones (33) . En efecto, la
excavacin de algunos pequeos montculos en la vecindad mostr que stos
haban sido construidos encima de uno o varios entierros primarios acompaados
de ajuares compuestos de cermicas, objetos de oro y artefactos de concha. La
cermica del Complejo Betanc-Viloria es muy diferente de la que en este libro se
ha descrito anteriormente para la llanura aluvial de la Costa Caribe. Un tipo
caracterstico consiste de una copa panda sostenida por una alta base (hasta 70
centmetros) en forma de campana elongada. El recipiente propiamente dicho es
relativamente pequeo y consiste de una copa o plato pequeo, de manera que la
gran base campaniforme es muy desproporcionada. La pared externa de la base
campaniforme est decorada con varias figuras femeninas modeladas de barro y
puestas de espaldas contra la base. En realidad, estas figuras fueron modeladas
por aparte, en tres dimensiones, y luego adheridas a la pared de la base. Figuras
similares adornan a veces las paredes de grandes recipientes globulares de base
plana y corto cuello. Estas figuras modeladas de barro en una forma muy realista,
muestran mujeres sonrientes, vestidas con cortas faldas, mientras que sus torsos
desnudos estn decorados con intrincados motivos incisos o excisos, tal vez
representando tatuaje o pintura corporal. Ocasionalmente se encuentran tambin
figuras sueltas que no formaban parte de un recipiente.

Una clase de cermica de color oscuro y superficie muy bien alisada est
decorada con motivos profundamente excisos; se ven meandros, elementos
romboidales, cruces y otros motivos. Las formas son las de copas de pedestal
alto, de vasijas subglobulares con base anular y de varios tipos de vasijas con
silueta compuesta; tambin hay recipientes en forma de zueco. Otro estilo
caracterstico consiste de ollas globulares de diferentes tamaos, decoradas con
lneas rectas pintadas en negro y rojo, que forman un hachurado sobre un fondo
color crema. Copas abiertas, sostenidas por bases cnicas truncadas se decoran
generalmente con lneas incisas; tambin hay amplias copas "majadoras" cuyo
fondo lleva un motivo profundamente inciso y que probablemente sirvieron para
triturar ciertos alimentos o condimentos. Una gran figura de un hombre sentado en
un banquito y con una vara en la mano, procedente del alto ro San Jorge, es muy
similar estilsticamente a una figura femenina procedente de Cinaga de Oro, en el
Sin Medio. Sea dicho aqu nuevamente que muchas caras humanas
representadas en la cermica y orfebrera del Sin tienen una marcada semejanza
con el fenotipo de ciertas piezas procedentes del Quindo y de Antioquia.

En el Sin, fuera de las vasijas y figurinas cermicas, se han encontrado volantes


de huso hechos de barro cocido y decorados con motivos incisos; sellos para
estampar motivos excisos, se han hallado tanto en entierros como en la basura de
viviendas, y a veces tienen la forma de barras de seccin rectangular. Los
bellsimos objetos de orfebrera incluyen narigueras y orejeras, colgantes y
cuentas de collar, remates para bastones, figurinas zoomorfas y gran variedad de
otras formas tales como cubresexos en forma de un gran caracol como un
embudo. Las narigueras frecuentemente tienen silueta de abanicos abiertos y
estn manufacturadas en la tcnica orfebre de la falsa filigrana. En un entierro que
excav en un pequeo tmulo cerca de la Laguna de Betanc, encontramos al lado
del esqueleto desintegrado slo dos objetos: una copa de cermica gris, de
pedestal tubular muy alto, carente de toda decoracin, y un cubresexo en forma de
embudo, hecho de la concha de un gran gasterpodo (34) .

Como es obvio de esta somera descripcin, dicho complejo cultural no parece


tener precedentes en la llanura aluvial costea y debe ser esencialmente de origen
sureo, es decir, de la Cordillera Central, aunque no se pueden negar ciertos
elementos centroamericanos.

En el valle del ro San Jorge la situacin es algo diferente. Plazas y Falchetti


(1981), quienes excavaron en el bajo San Jorge, lograron distinguir dos tradiciones
cermicas. La Tradicin Modelada Pintada abarca la hoya del ro San Jorge entre
Monte Lbano y el Cao Rabn en el curso bajo del ro. Dentro de sta se
identific el complejo cermico San Jorge Crema Friable, que se encontr en
Monte Lbano y el Cao Viloria, en el bajo San Jorge. Adems hay el tipo cermico
San Jorge Arenoso que se hall slo en el bajo San Jorge, en los sitios de El
Japn, Montaita y Caos Viloria, Carate y Rabn (35) . La tradicin Modelada
Pintada se relaciona con el Complejo Betanc-Viloria, en tanto que los tipos
cermicos Betanc Modelada Incisa y Betanc Bicromada estn emparentados con
el complejo cermico San Jorge Crema Friable, que ha sido fechado en 1045 45
antes de presente, es decir en 905 despus de Cristo (36) . LaTradicin Incisa
Alisada se hall en el bajo San Jorge, donde forma el complejo cermico de Las
Palmas, en los sitios de Las Palmas, Tiesto, Curva, Jegua y Carpeta, localizados a
lo largo del Cao Matas. El complejo de Las Palmas consiste de cuatro tipos
cermicos que se distinguen ante todo por ciertas caractersticas decorativas.
Plazas y Falchetti (1981, pp. 116-118) correlacionan su complejo de Las Palmas
con diversos tipos cermicos encontrados por nosotros (ReicheDolmatoff, 1954)
en el bajo Magdalena. Algunas fechas de radiocarbono para el complejo de Las
Palmas son: 1300 despus de Cristo, 1415 despus de Cristo y 1640 despus de
Cristo (37) .

Estas correlaciones entre Sin Medio/San Jorge/Bajo Magdalena encuentran su


plena confirmacin en el bajo ro Sin y en las Montaas de Mara, donde nosotros
encontramos aproximadamente la misma secuencia cronolgica (38) .

En lo que se refiere a la metalurgia de la hoya del ro San Jorge, es esencialmente


de las mismas caractersticas que la del ro Sin. Algunas formas son ms
populares en el San Jorge, como por ejemplo, las narigueras en forma de abanico,
las cuales llegan a encontrarse hasta en los alrededores de Momps, en las
riberas del Magdalena. Por cierto, aqu se plantea un problema
estilstico/cronolgico; la espectacular orfebrera de la regin Sin-San Jorge
parece que corresponda a los primeros ocho siglos de nuestra era, pero contina
hasta la Conquista, aunque an no se ha establecido una serie tipolgica.
El rasgo arqueolgico ms sobresaliente de la hoya del ro San Jorge consiste en
un inmenso sistema de canales artificiales de drenaje que cubren una extensin
de aproximadamente 200.000 hectreas. Estos canales y sus camellones se
construyeron perpendicularmente al eje de los principales caos de la extensa
zona semiacutica, pero a veces forman una variedad de patrones locales, segn
la conformacin del terreno y la direccin de las corrientes. De acuerdo con las
investigaciones efectuadas por Plazas y Falchetti (1981), la construccin de este
sistema corresponde a la poblacin representada por la Tradicin Modelada
Pintada y data de aproximadamente los primeros siglos de la Era Cristiana.

Son dos las preguntas principales que se plantean entonces: qu uso tena este
sistema de control hidrulico y qu nos dice una obra de semejante magnitud
acerca de la organizacin socioeconmica de aquella poca? Acerca de la primera
pregunta caben las observaciones siguientes. La hoya del San Jorge es una zona
inundadiza donde peridicamente, en ciertos ciclos, las aguas de los ros
Magdalena, Cauca y Nech suben de tal manera que llegan a cubrir centenares de
miles de hectreas. La gente debe entonces asentarse en elevaciones naturales o
en montculos y plataformas artificialmente levantadas. Por otro lado, la agricultura
es posible solamente en las partes elevadas, de modo que parece que hayan sido
los camellones entre los canales los que servan como tierras de cultivo. Pero
cules seran estos cultivos? Probablemente se trataba de yuca y no de maz,
pero an queda por resolver este problema. Otra posibilidad que no se puede
descartar del todo es que el sistema de canales y camellones se haya utilizado
para la cra de peces, ranas comestibles o de ciertos moluscos. Lo
verdaderamente extrao es que no haya vestigios de una poblacin muy densa;
hay dispersos asentamientos nucleados de unas 10 a 12 casas, pero no se han
encontrado an los basureros que atestiguan largos perodos de ocupacin.

La segunda pregunta por cierto es an ms compleja. Cul fue la fuerza


organizadora que pudo crear esta obra gigantesca? Fue un poder gubernamental
centralizado o fue el consenso de una sociedad que decidi enfrentarse a una
catstrofe natural? No hay aldeas grandes, no hay centros que indiquen una
integracin para la construccin y el mantenimiento del sistema. En el fondo,
segn todos los datos disponibles hasta ahora, parece que se trataba de una
poblacin rural cuyos restos materiales estn muy superficialmente dispersados.
Fue una sociedad de rangos bien definidos, al juzgar por la diferenciacin en los
entierros, pero es difcil vislumbrar en ella una estructura de poder capaz de llevar
a cabo semejante hazaa de ingeniera (39) .

Figura 99. Recipiente "poporo", estilo Quimbaya. Museo del Oro. Bogot.

Figura 100. Figura antropomorfa; territorio muisca. Museo Nacional. Bogot. (ver
figuras 99 y 100)

Cuando al comienzo del siglo XVI los espaoles entraron a las hoyas de los ros
Sin y San Jorge encontraron la regin dividida en tres cacicazgos: Fincen, en el
valle del Sin, con su centro en los alrededores de la Laguna de Betanc;
Pancen, en la hoya del ro San Jorge, y Cenfana, en la zona del bajo ro Cauca
y del ro Nech. La cultura de estos cacicazgos parece haber sido bastante
homognea y corresponde esencialmente al modelo descrito en otras regiones del
pas. Una diferencia, notable, sin embargo, consiste en la poca belicosidad de los
indios y ms bien se trata de una variante que podra llamarse cacicazgo
teocrtico, a diferencia de los cacicazgos militaristas del interior andino. El culto
centrado en los templos e dolos, y el carcter semidivino de los grandes jefes (a
veces mujeres) son muy notorios en esta regin.

__________

1. Sobre el concepto de "cacicazgo", vase: Carneiro, Robert L. "A Reappraisal of


the Role of Technology and Organization in the Origin of Civilization",en: American
Antiquity. Vol. 39, pp. 179-186, 1974; id., "The Chiefdom: Precursor of the State"
en: The Transition to Statehood in the New World (Grant O. Jones & Robert R.
Kautz. editores), pp. 37-79, Cambridge University Press, Cambridge, 1981; Cohen,
Ronald & Elinan R. Service. Origins of the State: The Anthropology of Political
Evolution. lnstitute for the Study of Human Issues, Philadelphia, 1978; Flannery,
Kent V. "The Cultural Evolution of Civilization" en: Annual Review of Ecology and
Systematics, Vol. 3, pp. 399-426, 1972; Fried, Morton H. The Evolution of Political
Society: An Essay in Political Anthropology. Random House, New York, 1967;
Isaac, Bany L. "Resource Scarcity, Competition and Cooperation in Cultural
Evolution", en: A Reader in Culture Change. Vol. I,Theories (Ivan A. Brady & Barry
L. Isaac, editores), pp. 125-143, Schenkman, Cambridge, Massachusetts, 1975;
Peebles, Christopher & Susan M. Kus "Some Archaeological Correlates of Ranked
Societies" en American Antiquity, Vol. 42, N 3, pp.42 1-448; Sanders, William &
Barbara J. Price Mesoamrica: The Evolution of a Civilization. Random House,
New York, 1968; Service, Elman R. Primitive Social Organization: An Evolutionary
Perspective. Random House, New York, 1962. He adoptado sobre el concepto de
cacicazgo la definicin de Carneiro (1981, p. 45). Harry L. Isaac (supra, 1975, p.
139) hace la siguiente observacin, que me parece interesante: "In areas where
wild resources were already tightly clustered, sociocultural evolution easily could
have proceeded to the Chiefdom level in the absence of agriculture. We will
probably discover more instances of this as... archaeology... becomes more
sophisticated". (regresar a 1)

2. Carneiro, Robert L.. 1981. pp. 46-48. (regresar a 2)

3. Service, Elman R. 1971, p. 140. (regresar a 3)

4. Carneiro. Robert L. 1974; 1981, p. 56. (regresar a 4)

5. Reichel-Dolmatoff, G. "The Agricultural Basis of the Sub-Andean Chiefdoms of


Colombia" en: The Evolution of Horticultural Systems in Native South America:
Causes and Consequences (Johannes Wilbert, editor), pp. 83-100, Caracas. 1961.
(regresar a 5)
6. Entre las ms importantes fuentes sobre arqueologa de la regin de San
Agustn se pueden mencionar las siguientes: Bruhns, Karen Olsen "A View from
the Bridge: Intermediate Area Sculpture in Thematic Perspective" en: Baessler-
Archiv, Neue Folge, Band XXX, pp. 147-180, Dietrich Reimer Verlag, Berln, 1982;
Cubillos, Julio Csar. Arqueologa de San Agustn: El Estrecho, El Parador y
Mesita C. Fondo de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales. Banco de la
Repblica, Bogot, 1980; Duque Gmez, Luis. Exploraciones Arqueolgicas en
San Agustn. Ministerio de Educacin Nacional, Bogot, 1964; Duque Gmez, Luis
y Julio Csar Cubillos. Arqueologa de San Agustn; Alto de los ldolos, Montculos
y Tumbas. Fondo de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la
Repblica, Bogot, 1979; id, Arqueologa de San Agustn: La Estacin. Fondo de
Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica, Bogot, 1981;
Hernndez de Alba, Gregorio. La Cultura Arqueolgica de San Agustn. Asociacin
Colombiana de Cerveceras. Bogot, 1978; Prez de Barradas, Jos.Arqueologa
Agustiniana. Ministerio de Educacin Nacional, Bogot, 1947; Preuss, Konrad
Theodor.Arte Monumental Prehistrico: Excavaciones en el Alto Magdalena y San
Agustn. Imprenta Salesiana, 2 Vol., Bogot, 1931: Reichel-Dolmatoff, G. San
Agustn: A Culture of Colombia. Praeger Publishers, New York, 1972: id.,
Contribuciones al conocimiento de la estratigrafa cermica de San Agustn,
Colombia. Banco Popular, Bogot, 1975. (regresar a 6)

7. El principal especialista en arqueologa agustiniana. Luis Duque Gmez. y


algunos de sus colaboradores, han propuesto esquemas cronolgicos diferentes
de los mos, ya que ellos se basan en otras premisas metodolgicas. (regresar a
7)

8. Vase al respecto el Captulo VI de Reichel-Dolmatoff, G. San Agustn: A


Culture of Colombia, Praeger Publishers, New York, 1972.

9. Sobre la arqueologa de Tierradentro, vanse entre otros: Chaves, Alvaro y


Mauricio Puerta. Entierros Primarios de Tierradentro. Fondo de Investigaciones
Arqueolgicas Nacionales, Banco de a Repblica, Bogot, 1980; Chaves
Mendoza. Alvaro & Mauricio Puerta Restrepo. Tierradentro. Mayr & Cabal, Ltda.
Editores Diseadores, IBM de Colombia, Bogot, 1978; Long, Stanley Vernon &
Juan A. Yangez B. "Excavaciones en Tierradentro" en Revista Colombiana de
Antropologa, Vol. XV, pp. 9-129. Bogot. 1970-197 1; Nachtigall, Horst.
Tierradentro: Archologie und Ethnographie einer kolumbianischen Landschaft.
Zrich. 1955: Prez de Barradas. Jos. Arqueologa y antropologa precolombinas
de Tierradentro. Bogot, 1937. (regresar a 9)

10. Muchos de los motivos pintados se relacionan probablemente con fosfenos.


(regresar a 10)

11. Sobre la arqueologa de la regin del Quindo y zonas aledaas, vanse:


Bruhns, Karen Olsen. "Ancient Pottery of the Middle Cauca Valley" en:
Cespedesia, Vol. V, Nos. 17-18, pp. 101-196, Jardn Botnico del Valle, Cali, 1976;
id. "Stylistic affinities between the Quimbaya gold style and a little-known ceramic
style of the Middle Cauca Valley. Colombia" en: awpa Pacha, Vols. 7-8, pp. 65-
90, Institute of Andean Studies. University of California, Berkeley, 1971: Duque
Gmez, Luis. Los Quimbayas: Resea etnohistrica y arqueolgica. Imprenta
Nacional, Bogot, 1970; Gallagher, Jacki.Companions of the Dead: Ceramic Tomb
Sculpture from Ancient West Mexico. Museum of Cultural History, University of
California, Los Angeles, 1983; Lathrap Donald W., John S. Isaacson y Colin
McEwan "On the Trail of the Finest Metallurgy of the Ancient New World: How old
is the Classic Quimbaya Style" en:Field Museum of Natural History Bulletin, Vol.
55, N 10. pp. 11-19, Chicago, 1984; Llanos Vargas, Hctor. Los cacicazgos de
Popayn a la llegada de los Conquistadores. Fundacin de Investigaciones
Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica, Bogot, 1981; Long, Stanley V.
"Formas y distribucin de tumbas de pozo con cmara lateral" en: Razn y Fbula.
Revista de la Universidad de los Andes, Vol. 1, pp. 73-87, Bogot; Prez de
Barradas, Jos. Orfebrera Prehispnica de Colombia: Estilos Quimbaya y otros. 2
Vol. Talleres "jura". Madrid, 1966; Restrepo Tirado, Ernesto. Ensayo etnogrflco y
arqueolgico de la Provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada.
Imprenta de Eulogio de las Heras, Sevilla. 1929; Trimborn, Hermann. Seoro y
Barbarie en el Valle del Cauca. Consejo Superior de Investigaciones Cientficas,
Instituto Gonzalo Fernndez de Oviedo, Madrid, 1949. (regresar a 11)

12. En 1892, con ocasin de la celebracin del 1V Centenario del Descubrimiento


de Amrica, el Gobierno de Colombia regal al de Espaa un gran conjunto de
objetos de orfebrera precolombina, el llamado "Tesoro de los Quimbayas",
acompaado de una coleccin muy numerosa de piezas cermicas procedentes
ante todo de la regin del Quindo. Parte de esta coleccin cermica se encuentra
en el Field Museum of Natural History. en Chicago, ciudad donde, en el mismo
ao, se celebr una Exposicin Mundial en la cual fueron expuestas estas piezas
colombianas. Vase: Restrepo Tirado, Ernesto & I. Arias. Catlogo de los objetos
que presenta el Gobierno de Colombia ala Exposicin Histrica Americana en
Madrid. Madrid, 1893; Seler, Eduard. Peruanische Alternhmer. Berln, 1893
(Lminas XLIX-LXIV). El Tesoro de los Quimbayas se encuentra en el Museo de
Amrica, en Madrid. El Presidente Rufino Cuervo regal al arquelogo alemn
Adolf Bastian, una numerosa coleccin procedente de la Cordillera Central, para el
Museo de Berln (vase Bastan, A. Die Culturlnder des Alten America. 2 Vol.,
Berln, 1878, p. 333). Un gran coleccionista colombiano de aquella poca, quien
reuni muchas piezas de la Cordillera Central, sobre todo de Antioqua, fue
Gonzalo Ramos Ruiz. La mayora de su coleccin la vendi a museos europeos,
afines del siglo XIX, pero un lote muy importante fue vendido, hace unos veinte
aos, por Alfredo Ramos Urdaneta, al Museo del Oro, Banco de la Repblica.
(regresar a 12)

13. Encuentro infortunada la costumbre de utilizar trminos como alcarraza o


gazofilacio, para describir las formas cermicas precolombinas del Quindo.
Tambin designaciones como florero, compotera, chocolatera, pebetero, o
colombianismos como chorote, mate, mcura. moya, pora, rogache debern
evitarse en una descripcin tcnica. Es extrao en una publicacin cientfica el uso
del vernacular de guaqueros para la descripcin de entierros. (regresar a 13)
14. Dos muestras de carbn tomadas de un entierro encontrado en el municipio
de Crdoba (Quindo) dieron las fechas siguientes: 850 80 antes de presente
(1100 despus de Cristo> y 550 70 antes de presente (1400 despus de Cristo)
(vase Bruhns. 1976. p. 103). (regresar a 14)

15. Dos muestras de carbn de un entierro de La Tebaida (Caldas) dieron las


fechas de 830 90 antes de presente (1120 despus de Cristo) y 900 120 antes
de presente (1050 despus de Cristo) (Vase Bruhns. 1976, p. 103). (regresar a
15)

16. La comparacin estilstica que Bruhns hizo entre una pieza del Tesoro de los
Quimbayas y una urna funeraria del Complejo Carmelita Inciso suscit una
hiptesis interesante acerca de la edad de estas dos categoras de artefactos y la
actividad volcnica en las cordilleras ecuatorianas y colombianas. Al respecto
vase Latbrap, Donald W., John S. Isaacson y Colin McEwan. supra. Nota 11.
1984. (regresar a 16)

17. En la literatura antropolgicacolombiana estos recipientes para cal se


denominan generalmente con el trmino indgena poporo. Los llamados "alfileres"
de oro que se encuentran en las regiones del Quindo y del ro Calima, muy
probablemente sirvieron para extraer una pequea cantidad de cal, mojando con
la lengua el extremo de la varita.Algunas obras sobre orfebrera colombiana son
las siguientes: Bray, Warwick "Gold Working in Ancient America" in El Dorado: The
Gold of Ancient Colombia (Julie Jones, editor). pp. 33-40; id.; ibid. "The
Organization of the Metal Trade", pp. 41-52, Center for lnter-American Relations
and The American Federation of Arts, New York, 1974; Plazas de Nieto,
Clemencia. Nueva Metodologa para la Clasificacin de Orfebrera Prehispnica.
Jorge Plazas Editor Ltda., Bogot, 1975: Reichel-Dolmatoff, G. "Things of Beauty
Replete with Meaning - Metals and Crystals in Colombian Indian Cosmology"
en:Goldand Emerald Treasures of Colombia (Dorothy Halle Seligman, editor), pp.
17-33, Natural History Museum, Los Angeles, 1981; Prez de Barradas. Jos.
Orfebrera Prehispnica de Colombia, Estilo Calima. 2 Vol. Talleres Grficos
"Jura". Madrid, 1954; id., ibid., Orfebrera Prehispnica de Colombia. Estilos
Tolima y Muisca. 2 Vol., 1958; id., ibid., Orfebrera Prehispnica de Colombia,
Estilos Quimbaya y otros. 2 Vol., 1966; Root, William C. "Pre-Columhian Metalwork
of Colombia and its Neighbours en: Essays n Pre-Columbian Art and Archaeology
(Samuel K. Lothrop, editor). pp. 242-257. Harvard University Press, Cambridge,
Massachusetts. 1964; Restrepo. Vicente, Estudio sobre las Minas de Oro y Plata
de Colombia. Banco de la Repblica. Archivo de la Economa Nacional. Bogot.
1952.

18. Las siguientes publicaciones sobre la arqueologa de la regin del ro Calima


constituyen fuentes bsicas para la investigacin: Bray, Warwick "Investigaciones
arqueolgicas en el Valle del Calima" en: Revista Colombiana de Antropologa,
Vol. XI, pp. 319-328, Bogot, 1962; Bray, Warwick & M. Edward Moseley "An
Archaeological Sequence from the Vicinity of Buga, Colombia" in awpa Pacha,
Nos. 7-8, Pp. 85-103, Institute of Andean Studies, University of California,
Berkeley, 1971; vase tambin la versin espaola en Cespedesia, Vol. V, Nos.
17-18, pp. 55-78, Jardn Botnico del Valle. Cali, 1976; Caldas, Ana Mara de.
Alvaro Chaves Mendoza & Marina Villamizar "Las tumbas del valle de El Dorado"
in Antropologa 5. Universidad de los Andes. Bogot, 1972; Dussn de Reichel.
Alicia "Contribuciones al estudio de la Cultura Calima de Colombia" en: Revista del
Museo Nacional. Tomo XV, pp. 61 -67, Lima. 1969: Prez de Barradas, Jos
Orfebrera Prehispnica de Colombia. Estilo Calima. 2 Vol. Talleres Grficos
"Jura". Madrid, 1954; Pineda G.. Roberto "Material arqueolgico de la zona
Calima" Boletn de Arqueologa, Vol. 1, N0 6. pp. 491-5 19, Bogot. 1945;
Pro.Calima: Archeologisch-ethnologisches Project im westlichen Kolumbien
Sramerika. Nos. 11980. 21981. 3/1983. Solothurn y Basilea. Suiza: Plazas.
Clemencia Gold objetcs from Primavera: Links between Calima, San Agustn and
the Cauca Valley Pro-Calima. 3/1983. pp. 40-41: Wassn, Henry An
Archaeological Study in the Western Colombian Cordillera Etnologiska Studier. N
2, pp. 30-67. Gteborg. 1936: vase tambin la versin espaola en Cespedesia.
Vol. V. Nos. 17-18. pp. 9-38. Cali. 1976. (regresar a 18)

19. El proyecto se llama actualmente Pro-Calima y se desarrolla por parte de una


asociacin trilateral de Inglaterra, Suiza y Colombia. (regresar a 19)

20. Para detalles de las fechas radiocarbnicas vase Pro-Calima, 2/1981, p. 2.


(regresar a 20)

21. El mismo fenotipo aparece en cermicas antropomorfas no fechadas, en la


regin de Zambrano bajo ro Magdalena. (regresar a 21)

22. Plazas, Clemencia. Pro-Calima. 3/1983. pp. 40-41. (regresar a 22)

23. El bajo ro San Juan constituye el lmite norte de difusin de los complejos
cermicos de la regin de Tumaco. (regresar a 23)

24. Donald W. Lathrap. University of Illinois (comunicacin personal). (regresar a


24)

25. Ford. James A. "Excavations in the Vicinity of Cali" Yale University


Publications in Anthropology. N 31, New Haven. 1944. (regresar a 25)

26. Vase Prez de Barradas, Jos. Orfebrera Prehispnica de Colombia; Estilos


Quimbaya y otros. Vol. II, Lminas 98-99, Madrid, 1965. (regresar a 26)

27. Francisco, Alice E. An Archaeological Sequence from Carchi, Ecuador.


Disertacin doctoral, University of California, Berkeley, 1969. (regresar a 27)

28. Uribe, Mara Victoria "Relaciones prehistricas entre la Costa del Pacfico y el
altiplano nariense" Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XX, pp. 11-24,
Bogot; id. "Asentamientos prehispnicos en el altiplano de Ipiales, Colombia"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XXI, pp. 57-196, Bogot, 1977-1978;
vase tambin Cardale de Schrimpff, Marianne "Textiles arqueolgicos de Nario"
Revista Colombiana de Antropologa", Vol. XXI, pp. 246-282; "Objetos
prehispnicos de madera procedentes del altiplano nariense, Colombia" Boletn
Museo del Oro, Ao 3, pp. 1-15, Bogot, 1980. (regresar a 28)

29. Grijalva, Carlos E. La expedicin de Max Uhle a Cuasmal, o sea la


protohistoria de Imbabura y Carchi. Editorial Chimborazo, Quito, 1947. (regresar a
29)

30. Sobre la arqueologa del departamento de Antioquia existen algunos informes


sobre excavaciones y reconocimientos, pero son escasas las descripciones
cermicas detalladas y an no se han establecido secuencias cronolgicas
locales. Vanse las siguientes publicaciones: Arcila Vlez, Graciliano "Arqueologa
de Mutat" Boletn del Instituto de Antropologa, Vol. 1, N 1, pp. 7-50, Universidad
de Antioquia, Medelln, 1953; id. "Estudio preliminar de la cultura rupestre en
Antioquia: Tmesis" ibid., Vol. II. N" 5, pp. 5-22;id., "Investigaciones antropolgicas
en el Carmen de Atrato, departamento del Choc", ibid., Vol. II, N0 7, pp. 3-38,
Medelln. (regresar a 30)

31. Gordon, Bruce Leroy. Human Geography and Ecology in the Sin Country of
Colombia. University of California, Berkeley, 1957; Foster, Donald W. & Donald W.
Lathrap "Ms evidencias sobre el desarrollo de la Cultura Selva Tropical en la
Costa Norte de Colombia, durante el primer y segundo milenio antes de Cristo"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIX, pp. 104-137, Bogot, 1975;
Parson, James J. "Ancient Ridged Fields of the San Jorge River Floodplains,
Colombia" Geographical Review, Vol. 56, pp. 3 17-343, 1966; Plazas, Clemencia &
Ana Mara Falchetti. Asentamientos prehispnicos en el bajo ro San Jorge.
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica,
Bogot, 1981: Plazas de Nieto, Clemencia, Ana Mara Falchetti de Senz &
Juanita Senz "Investigaciones arqueolgicas en el ro San Jorge" Boletn Museo
del Oro, ao 2. pp. 1-18, Banco de la Repblica, Bogot, 1979; Reichel-Dolmatoff,
Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en el departamento del
Magdalena, Colombia, 1946-1950. Parte III" Divulgaciones Etnolgicas, Vol. 1V,
N4 4, pp. 1-98, Universidad del Atlntico, Barranquilla, 1953; id., "Contribuciones a
la arqueologa del bajo Magdalena (Plato, Zambrano, Tenerife)" ibid. Vol. III, N 5,
pp. 145-163, Barranquilla, 1954; id., "Momil: Excavaciones en el Sin" Revista
Colombiana de Antropologa, Vol. V, pp. 111-333, Bogot, 1956; id.
"Reconocimiento arqueolgico de la hoya del ro Sin" ibid., Vol. VI, pp. 31-149,
Bogot, 1958. (regresar a 31)

32. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, 1958, supra, Cf. 58ff. (regresar a 32)

33. Reichel-Dolmatoff, G. Manuscrito indito. (regresar a 33)

34. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia; Cf. Nota 32, Lmina II. (regresar a 34)
35. La clasificacin cermica en Tradicin, Complejo y Tipo es de las autoras
citadas.

36. La referencia de laboratorio es GrN 9242 ML Anc. 1(1) (Plazas & Falchetti.
1981, p. 110).

37. Las referencias son:IAN 124 SB Pal I(2)645 170 antes de presente: GrN
9243 Pal 1(10) 535 50 antes de presente: BETA 2896 SB Pal 1 (Es. 4) 310 50
antes de presente: vase Plazas y Falchetti, 1981, pp. 13-14, 117-118. (regresar a
37)

35. La clasificacin cermica en Tradicin, Complejo y Tipo es de las autoras


citadas.

36. La referencia de laboratorio es GrN 9242 ML Anc. 1(1) (Plazas & Falchetti.
1981, p. 110).

37. Las referencias son:IAN 124 SB Pal I(2)645 170 antes de presente: GrN
9243 Pal 1(10) 535 50 antes de presente: BETA 2896 SB Pal 1 (Es. 4) 310 50
antes de presente: vase Plazas y Falchetti, 1981, pp. 13-14, 117-118. (regresar a
37)

38. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia; manuscritos inditos. Al tratar del


problema de los orgenes de las culturas del ro San Jorge, Plazas y Falchetti
(1981. p. 47. nota) mencionan la presencia en el San Jorge de un tipo de
decoracin cermica designado como dentado-estampado, es decir de clara
filiacin con Momil, en el bajo Sin. Personalmente yo he podido comprobar la
existencia de esa decoracin en yacimientos cerca a Ayapel. Las dos autoras
citadas hablan de "... fragmentos de tipo dentado-estampado (drag & stab) . Debo
notar que el equivalente de dentado-estampado es dentate stamping y no drag-
and-stab (sic). Drag-and stab se traduce "Inciso a trechos" y es un modo
decorativo totalmente diferente del dentado-estampado.
39. Sobre este tema, vase entre otros, el resumen de William P. Mitchell "The
Hydraulic Hypothesis: Are appraisal" in Current Anthropology Vol. 14-N5, pp. 532-
534, 1973. Vase tambin Batchelor, Bruce E. "Los Camellones de Cayambe en la
Sierra de Ecuador" Amrica Indgena, Vol. XL, N 4, pp. 671-689, Mxico, 1980, y
otros artculos aparecidos en el mismo nmero de la revista citada.
Captulo VIII

LA ETAPA DE LOS ESTADOS INCIPIENTES

En algunas pocas regiones de Colombia los desarrollos culturales superaron la


etapa de los cacicazgos y lograron un nivel algo ms complejo. Se trata de los
Muiscas de las tierras altas alrededor de Bogot y de los Taironas de la Sierra
Nevada de Santa Marta. Rodeados por tribus o pequeos cacicazgos de un nivel
cultural ms bajo, por grupos hostiles que, segn las descripciones de los
cronistas, se parecan ms a "brbaros" intrusos que a vecinos subordinados,
estas dos sociedades lograron una cohesin poltica notable. Sera tal vez
impropio hablar aqu de toda una etapa de estados incipientes y menos an de
reinos o de civilizaciones: ms bien se trata de ocasionales federaciones de
aldeas, en las cuales un crecido nmero de aldeas de una misma etnia se reunan
bajo el control de un individuo, un gran cacique que, ocasionalmente, incorporaba
en su persona las funciones de jefe militar, administrador poltico y sacerdote. En
ambas regiones, en los altiplanos andinos y en las faldas de la Sierra Nevada, una
densa poblacin, frtiles suelos, una tecnologa eficaz y un sistema religioso
integrado marcan nuevos rumbos, un nuevo nivel de avance cultural que pas
ms all de la etapa de los cacicazgos.

Aunque los Muiscas ylos Taironas tienen mucho en comn, tambin varan en
detalles significantes de contenido y nfasis cultural. Debido a diferencias en su
medio ambiente fsico, su equipo tecnolgico, sus tradiciones locales y sus
contactos con otras zonas culturales, ellos haban desarrollado orientaciones
divergentes y es necesario entonces tratar de estas dos culturas por aparte.

Sobre los fros altiplanos de los departamentos de Cundinamarca y Boyac,


distritos montaosos del sector central de la gran Cordillera Oriental, floreci en el
siglo XVI una numerosa poblacin de indios llamados los Muiscas (1) . Este
pueblo, perteneciente a la familia lingstica Chibcha, en buena parte ocupaba las
cuencas de los antiguos lagos pleistocnicos, entre Bogot y Tunja, regin que
entonces como hoy da estaba densamente poblada. Cuando, en 1537, las
primeras tropas espaolas llegaron al altiplano cundiboyacense, despus de haber
penetrado por selvas que an en la actualidad presentan obstculos formidables,
los conquistadores encontraron a los Muiscas organizados en dos federaciones no
del todo coherentes. Mientras que un jefe denominado Zipa controlaba la parte
meridional de las tierras altas centradas en Bacat (o Bogot), otro jefe
denominado Zaque tena su dominio en el norte, en la regin de Hunza (o Tunja).
Los cronistas espaoles escribieron pasajes llenos de admiracin sobre los
Muiscas; hablaron de sus "reyes" y nobles, sus riquezas de oro y esmeraldas, de
sus plazas fortificadas con palizadas comparables a alczares. En efecto,
escriban de los Muiscas como si hubieran descubierto una nacin altamente
civilizada, casi a la par con los estados mesoamericanos o centroandinos (2) .

Si evaluamos la cultura Muisca slo segn la cantidad y calidad de sus vestigios


materiales que se han hallado hasta hoy en los yacimientos arqueolgicos,
dificilmente les atribuiramos un nivel tan avanzado como aquel que les asigna la
literatura histrico-arqueolgica, antigua y an moderna. Tomando rasgo por
rasgo: arquitectura, urbanismo, funebra, cermica, metalurgia, etc., queda
evidente que varios cacicazgos del Valle del Cauca, de la Cordillera Central, o de
la Costa Caribe haban logrado un desarrollo similar y an superior al muisca. Las
fuentes histricas muestran que, en trminos de cohesin poltica, organizacin
social y eficiencia econmica, los Muiscas ciertamente haban evolucionado ms
all del nivel de los grupos vecinos, pero los datos arqueolgicos no confirman
aquella imagen dada por los cronistas, de una sociedad verdaderamente ms
avanzada que sus contemporneos. Hay que admitir que los datos arqueolgicos
an son escasos; tambin se debe tener en cuenta que muchos avances de los
Muiscas tal vez se lograron en dimensiones en las cuales no podran conservarse
vestigios materiales para el registro arqueolgico; pero no deja de ser extraa esta
aparente falta de evidencia material de rasgos culturales avanzados (3) .

Antes de proceder a discutir las bases prehistricas de la sociedad Muisca,


debemos resumir a grandes rasgos los principales aspectos de su cultura, tal
como la conocemos a travs de las crnicas. Los Muiscas cultivaban
intensivamente sus tierras donde haban domesticado varias plantas propias de
las alturas andinas; entre sus cultgenos estaban por lo menos dos clases locales
de papa, adems del maz, auyama, quinoa, ulluco, oca, topinambur, cubios, coca,
tabaco, etc. En muchas zonas del territorio Muisca se pueden observar los
vestigios de extensas terrazas de cultivo (generalmente sin murallas de
contencin), eras, zanjas de desage, restos de camellones y otros indicios de
una agricultura muy activa. Ya que algunas zonas del territorio Muisca abarcaban
tambin valles de clima templado, la poblacin del altiplano poda contar con
muchos productos de las vertientes subtropicales tales como maz, yuca,
arracacha, algodn y frutas arbreas.

Los Muiscas mantenan relaciones de comercio y trueque con tribus vecinas y an


muy alejadas. Los principales artculos que se exportaban eran sal (4) ,
esmeraldas, coca y telas de algodn, que se cambiaban por oro, plumas, aves,
yopo (un rap narctico). En varios lugares del territorio Muisca haba mercados
donde tambin se comerciaban peridicamente estos productos.

Aunque el Zipa y el Zaque eran nominalmente seores soberanos de sus


respectivos territorios, haba muchas rivalidades entre caciques locales, lo que
llev a frecuentes alianzas e irrupciones en las cuales un jefe local trataba de
someter a los sbditos de otro. Sin embargo, tanto el Zipa como el Zaque tenan el
poder de organizar ejrcitos, imponer tributos y legislador sobre sus sbditos,
rasgos que podran interpretarse como caractersticos de un estado; sin embargo,
haba pequeos seoros independientes cuyos jefes no obedecan la autoridad
del Zipa o del Zaque. Por cierto, en las fuentes histricas se nota a veces cierta
oposicin entre los dominios del Zipa y del Zaque, lo que hace pensar en un
dualismo subyacente.
La clase gobernante (por lo dems no se puede hablar de clases sociales
propiamente dichas), en la cual la sucesin era matrilinear, viva en grandes y bien
construidas casas, en "palacios" al decir de los cronistas, y se transportaban en
literas enchapadas de oro. Tanto los gobernantes como los sacerdotes (jeques)
tenan que pasar por largas pocas de entrenamiento antes de asumir sus
respectivos cargos, formacin que conllev aos de reclusin en un templo donde
ayunaban, se abstenan de relaciones sexuales y aprendan la historia sagrada y
las prcticas esotricas de su religin. Esta se centraba en un culto solar; grandes
templos estaban dedicados al sol y a la luna; las lagunas, cuevas y cumbres de
colinas tambin tenan un carcter sagrado. En estos lugares se conservaban los
dolos de madera, algodn, piedra, oro, y all se hacan ofrendas en forma de
esmeraldas y de figurinas llamadas tunjos; al mismo tiempo se quemaba una
resina (moque) y los sacerdotes consuman drogas alucingenas. Parte del culto
al sol consista en sacrificios humanos, siendo las vctimas hombres cautivos en
las ocasionales guerras con tribus vecinas. En algunas zonas fronterizas los
Muiscas mantenan tropas permanentes (guechas). La guerra contra los Panches
del valle del Magdalena era prcticamente crnica; con ella los Muiscas defendan
las tierras subtropicales al tiempo que cautivan vctimas para los sacrificios
religiosos. Un sacrificio especial se haca de nios que haban sido trados de los
Llanos del Orinoco y que se entrenaban aos dentro de un templo, antes de ser
sacrificados. Se extraa el corazn y las vsceras de la vctima, como alimentos
para el sol, y la sangre se rociaba sobre los santuarios. En otro sacrificio ritual la
vctima se amarraba en lo ms alto de un poste y desde abajo se le disparaban
flechas. Tambin se practicaban sacrificios de nios para propiciar las lluvias, o
para consagrar un templo. El principal hroe cultural, llamado Bochica, haba
enseado a las gentes muchas normas morales as como artes y oficios, antes de
ascender al cielo. Como es obvio de esta breve descripcin, las costumbres de los
Muiscas contenan muchos elementos comparables con las sociedades
mesoamericanas.

Examinaremos ahora la evidencia arqueolgica. Aunque los Muiscas de la poca


de la Conquista se dicen haber vivido en grandes "ciudades" y aldeas nucleadas,
los arquelogos han encontrado muy pocos vestigios de tales concentraciones de
viviendas (5) . Es posible que muchos yacimientos prehistricos hayan sido
destruidos en el curso de los ltimos siglos, sea por la intensiva agricultura, por
obras de ingeniera moderna o por el proceso de urbanizacin, pero queda dificil
explicar la aparente escasez de aldeas prehistricas. En algunas colinas y faldas
se pueden observar sitios de habitacin dispersos, circulares o semicirculares,
marcados por algunas piedras puestas en anillo o por fragmentos cermicos y
piedras de moler, pero estos vestigios no son frecuentes y los lugares no dan la
impresin de haber sido ocupados por largos perodos. Parece pues que los
Muiscas formaban esencialinente una poblacin rural que viva en pequeos
caseros dispersos sobre las faldas y planicies de su hbitat, sin formar grandes
aldeas ni centros urbanos. En los pocos casos en que se han hallado
agrupaciones de casas se trata de lugares rituales donde probablemente residan
los principales sacerdotes y donde la gente de los alrededores se reuna para
celebrar ceremomas colectivas, como por ejemplo el caso de Sogamoso.
Indicios de una intensa actividad agrcola se observan en muchas zonas (6) ,
como por ejemplo en la loma de Suba, cerca de Bogot, en Sop, Suesca,
Guasca, Chocont y, en lo general, a lo largo del eje Bogot-Tunja-Sogamoso. Se
trata de terrazas, zanjas, eras, camellones, que cubren extensiones ms o menos
grandes en las faldas de las colinas, generalmente a poca altura sobre el fondo del
valle.

Figura 101. Vasija antropomorfa; territorio muisca. Museo Nacional. Bogot.

Figura 102. Detalle del cuello de una vasija pintada; territorio muisca. Museo
Nacional. Bogot

Figura 103. Dos tallas antropomorfas, de piedra blanda; cuevas de La Belleza.


Santander. Museo Nacional de Bogot.

Figura 104. Almirez de piedra; territorio muisca. Museo Nacional de Bogot.

Figura 105. Piedra negra grabada; territorio muisca. Museo Nacional de Bogot.

Figura 106. Pendiente tallado en piedra; territorio muisca. Museo Nacional de


Bogot.(ver figuras 101,102,103,104,105 y 106)

Cerca de Tunja y en algunos otros lugares del sector nororiental del territorio
Muisca, se conocen, desde el siglo pasado, algunos recintos consistentes de
columnas de piedras toscamente labradas y colocadas en un crculo, valo o
rectngulo. Huecos donde antiguamente haba postes indican que estas columnas
originalmente estaban combinadas con construcciones de madera, y a veces un
gran hueco marca el punto donde se encontraba un poste central. La excavacin
(poco metdica) de estos recintos no produjo datos precisos de importancia; haba
algunos fragmentos cermicos y piedras de moler, y al pie de una columna se
encontraron los huesos de un nio, tal vez un sacrificio hecho al efectuarse la
construccin. El llamado "Templo del Sol" en Sogamoso era una de estas
construcciones y fue incendiado por los espaoles; este lugar tan citado en las
fuentes histricas tempranas no parece haber sido ms que una casa ceremonial,
tal vez la residencia de un jefe o sacerdote local (7) .

En las cercanas de Villa de Leyva se encuentra el lugar llamado Saquenzipa (o El


Infiernito), donde existe un complejo arquitectnico de mayores dimensiones. El
rasgo principal consiste en una hilera recta de una veintena de columnas
cilndricas de piedra orientadas en direccin este-oeste, es decir equinoccial. Este
simple rasgo indica que se trata de un lugar de observacin solar, de un
calendario que marca los equinoccios y, junto con ellos, los comienzos de las dos
estaciones de lluvia (21 de marzo y 21 de septiembre). Tampoco es casualidad
que el da del solsticio (24 de junio), el sol, visto desde la hilera de piedras, se
levanta exactamente sobre la laguna de Iguaque, lugar sagrado donde, segn la
mitologa de los Muiscas, surgi la diosa Bachu, progenitora de los indios de
estascomarcas (8) . Hay luego un gran nmero de columnas o menhires sueltos
en Saquenzipa y otros lugares, muchos de ellos mostrando una escotadura anular
en un extremo ms o menos puntiagudo(9) . El sitio de Saquenzipa
indudablemente era un observatorio astronmico donde las diversas columnas o
sus alineaciones marcaban en el horizonte los puntos de salida o puesta de ciertos
astros o constelaciones. Para las mentes medievales de los doctrineros constitua
pues un lugar diablico (El Infiernito) y la destruccin del sitio se inici ya en el
siglo XVI y ha continuado hasta hoy en da. Muchas columnas han sido sacadas
del sitio y se han incorporado en la construccin de casas campesinas y an de
casas urbanas en Villa de Leyva. Hoy en da este importante complejo ritual y
cientfico presenta un aspecto desolador, punto de vista su puesta en valor como
uno de los testimonios ms sobresalientes del pensamiento cientfico muisca. Se
ha dicho que columnas similares se encuentran cerca de Tunja, Ramiriqu, Tiban
y otros lugares de Boyac (10) .

Es muy posible que ciertas tallas antropomorfas de piedra pertenezcan a un nivel


cronolgico anterior al de los Muiscas, pero las mencionaremos aqu ya que no se
tienen pruebas estratigrficas. En el lodo de las orillas de la Laguna de Fquene,
al norte de Bogot, se han encontrado muchas figurinas cuando, en 1942, baj el
nivel de las aguas. Trozos de piedra blanda, de forma aproximadamente de un
ladrillo, haban sido tallados toscamente para representar efigies humanas muy
estilizadas, en posicin acurrucada (11) . An ms al Norte, en las cuevas de La
Belleza, en el departamento de Santander, se hallaron centenares de pequeas
tallas antropomorfas de la misma tipologa; muestran figuras humanas muy
geometrizadas, algunas sentadas en pequeos bancos de cuatro patas, otras
acurrucadas o de pie (12) . En ambos casos, tanto en la Laguna de Fquene como
en las cuevas, parece tratarse de ofrendas.

Otra categora de tallas se descubri en 1964 cerca de Mongua, en el distrito de


Sogamoso, a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar. All se trata de seis
grandes estatuas antropomorfas de forma ms o menos cilndrica y con los rasgos
faciales y las extremidades talladas en relieve (13) . Tallas antropomorfas de
madera se han extrado de algunas cuevas secas; un ejemplar procedente de
Bojac, Sabana de Bogot, y que est en el Museo Nacional desde el siglo
pasado, ilustrado en el Atlas Arqueolgico de Vicente Restrepo (Pars, 1895), dio
una fecha de radiocarbono de 1420 despus de Cristo.

Hay varios tipos de entierros en territorio muisca. Existen cuevas funerarias donde
se depositaron uno o varios cadveres en posicin de cuclillas, con las rodillas
tocando la mandbula inferior y los brazos recogidos sobre el pecho.
Frecuentemente los cadveres haban sido destripados y secados en el humo de
una hoguera. En ocasiones se han conservado, las telas, fajas, gorros y mochilas
con que los cadveres estaban revestidos; otros elementos del ajuar consisten en
cermicas, volantes de huso, propulsores de madera provistos de sus ganchos de
piedra, y herramientas de madera para operar los telares. Objetos de orfebrera
parecen ser muy escasos en este tipo de entierro. A veces el cadver se encontr
sentado en un banquillo tallado de madera. Una manta procedente de una cueva
funeraria de la regin de Los Santos (departamento de Santander), dio una fecha
de 1195 despus de Cristo. En una cueva cerca de Sibat, tambin en la Sabana
de Bogot, se descubri el cadver momificado de un nio; llevaba una corona de
plumas de loro y de su cuello colgaba una cuenta de collar del tipo millefiori,
atestiguando esto la costumbre del entierro en cuevas hasta la poca de la
conquista espaola (14) . Entierros en tumbas rectangulares alargadas revestidas
de toscas lajas, contienen esqueletos en posicin supina acompaados por
cermicas, volantes de huso y objetos de oro, segn la categora social del
muerto. Otro tipo de entierros consiste de sencillos pozos redondos en los cuales
el cadver fue colocado en posicin flexionada. Sepulturas en forma de pozo con
cmara lateral no parecen existir en territorio muisca, pero entierros secundarios
en sencillas urnas globulares han aparecido en algunas ocasiones, por ejemplo en
Soacha.

La cermica muisca, aunque competente y tecnolgicamente bien hecha, es


mucho menos elaborada que la mayora de las cermicas de los
cacicazgos tropicales (15) . Como regla general los Muiscas manufacturaban
vasijas monocromas, speras, de superficie opaca, de color oscuro, rojo, gris o
anaranjado. Las formas ms comunes son las de simples ollas globulares o
subglobulares de uso culinario, en ocasiones decoradas alrededor de la boca
ymuchas veces provistas de dos o cuatro pequeas asas anulares. Cuencos y
copas de pedestal tambin son bastante comunes, lo mismo que recipientes
globulares con alto cuello cilndrico. Vasijas dobles, vasijas en forma de zueco,
vasijas en forma de barril se encuentran en muchas colecciones. Un elevado
porcentaje de las cermicas muiscas est sin decorar; cuando llevan alguna
decoracin se trata generalmente de pintura roja sobre un fondo anaranjado,
blanco o crema, y a veces se observa pintura bicromada en rojo y blanco sobre un
fondo color naranja. Los motivos decorativos, sean stos pintados o incisos,
generalmente toman la forma de lneas paralelas, tringulos, espirales, cfrculos
concntricos, reas punteadas o series de elementos en forma de T. A veces hay
decoracin modelada y aplicada a la superficie: pequeas ranas, culebras o
simplemente franjas onduladas, pequeas protuberancias u otros detalles
plsticos.

Figuras o vasijas antropomorfas atestiguan un estilo muy distintivo. La cara


humana se representa como teniendo forma de un escudo; los ojos y los labios se
indican con barras horizontales, y la nariz, modelada y prominente, tiene a veces
una gran placa ornamental, de forma rectangular alargada. En algunas de estas
figuras cermicas, la cabeza est cubierta con gorros de distintas formas, y
algunas figuras tienen largos collares cruzados sobre el pecho, a manera de dos
bandoleras. En ocasiones, ciertas figuras cermicas, que tal vez podran ser la
representacin de la diosa Bachu, tienen en su interior pequeas figurinas de
oro, como ofrenda o rito de fertilidad. En trminos generales, el arte alfarero
muisca es rgido y simtrico, que contrasta con el de las culturas prehistricas de
las tierras bajas tropicales. El cuerpo humano se representa de forma
desproporcionada, la cabeza es demasiado grande, mientras que las
extremidades son filiformes y carecen de toda naturalidad de movimiento.
Los Muiscas se destacan por un arte lapidario en pequea escala pero de formas
armnicas y profusamente decoradas. El material sin embargo no consiste en
piedras semipreciosas sino en pizarras u otras rocas relativamente blandas. Una
categora muy caracterstica la constituyen los volantes de huso que se tallaron
como discos, conos, cubos, cilindros o lentejas, todos decorados con motivos
finamente incisos. Tambin hay pequeas tallas antropo o zoomorfas que
representan aves, peces, reptiles o figuras humanas estilizadas. A veces las
incisiones tienen un relleno de un pigmento mineral blanco, lo que hace resaltar
los motivos sobre el fondo oscuro de la piedra. Otra categora de objetos consiste
de matrices para el trabajo de orfebrera; son tallas en relieve que representan
ranas, aves, mascarillas o elementos geomtricos, y ocasionalmente se trata de
obras bien proporcionadas y cuidadosamente acabadas.

No hay depsitos aurferos en territorio muisca y as los indios tuvieron que


adquirir aquella materia prima de sus vecinos. Los artefactos de orfebrera muisca
muestran la misma calidad tiesa y bidimensional que caracteriza a muchos de los
objetos de barro o de piedra. Las tpicas figurinas humanas de oro, tumbaga o
cobre, o sea los tunjos, consisten de una delgada placa en forma triangular muy
alargada, casi como una cua puntiaguda, sobre la cual se aplicaron una serie de
rasgos fisicos y de objetos en forma de hilos. Tambin en calidad de ofrendas
manufacturaron figuras zoomorfas y un gran nmero de pequeos objetos tales
como coronas, insignias de mando, propulsores, utensilios caseros, todo en
miniatura. En lo general, la metalurgia muisca tena ante todo una funcin religiosa
y no tanto la de joyas personales. Por cierto, tecnolgica y estticamente la
metalurgia muisca estaba mucho menos desarrollada que la de la mayora de los
cacicazgos del trpico colombiano. Algunas fechas cronolgicas son aqu
de inters (16) .

TABLA III: Fechas radiocarbnicas de metalurgia muisca

Objeto:

Captulo VIII

LA ETAPA DE LOS ESTADOS INCIPIENTES


Sitio: (Continuacin)

TABLA III: Fechas radiocarbnicas de metalurgia


muisca

Sitio: Objeto: Fecha: N


I-1953
Guatavita Colgante de tumbaga 645 d. C.
I-2362
Sto. Domingo Nariguera de tumbaga 960 d. C.
GrN-
Chisac Caracol de cobre 1110 d. C.
4004
? Tunjo de cobre 1055 d. C.
?

Finalmente caben aqu algunas observaciones sobre el


arte rupestre. En la regin muisca existen pictografas
cuya distribucin coincide en detalle con el territorio que
dichos indios ocupaban en la poca de laConquista (17) .
Estos vestigios se encuentran generalmente pintados
sobre paredes ms o menos verticales, bajo abrigos
rocosos o en cavernas de poca profundidad. Las pinturas,
ejecutadas casi siempre en color rojo y ocasionalmente
en negro, muestran motivos lineares, hileras de puntos,
rombos, rectngulos cuartelados, crculos con lneas
radiales, zonas punteadas, y muchos otros elementos
ms. Las figuras biomorfas son excepcionales (18) .

Al resumir lo aqu expuesto sobre los Muiscas, se puede


decir que los hallazgos arqueolgicos efectuados hasta la
fecha no comprueban una cultura notablemente
avanzada. Conste sin embargo que, en vista de la misma
naturaleza de los vestigios, slo podemos reconstruir una
imagen muy parcial del pasado prehistrico de esta
sociedad andina. Muchos de los aspectos ms avanzados
de la cultura muisca simplemente no dejaron huellas
fcilmente discernibles en las excavaciones
arqueolgicas; la cosmologa, la astronoma, la
organizacin social, el sistema jurdico y tributario, stas y
tantas otras caractersticas que apenas vislumbramos a
travs de los relatos fragmentarios de los cronistas son
difciles, aunque no imposibles de trazar
arqueolgicamente, y faltan an dcadas de
investigaciones intensivas hasta que tengamos una
nocin ms concreta de lo que realmente fueron la
sociedad y la cultura de los antiguos Muiscas.

En las faldas y altiplanos de la Cordillera Oriental, al norte


de los Muiscas, vivan algunas agrupaciones indgenas
que compartan muchos rasgos culturales con los
habitantes de la regin cundiboyacense, pero que
formaban pequeos cacicazgos independientes, todos
con agricultura bastante desarrollada y con metalurgia,
textiles y tallas lticas. Los Guanes, Laches, Chitarreros y
otros, se extendan sobre los actuales departamentos de
Santander, pero no mucho sabemos de la arqueologa de
estas regiones (19) . Los pocos complejos cermicos que
se conocen de esta extensa zona contienen varios tipos
pintados, de motivos geomtricos, que muy
probablemente se relacionan con el Segundo Horizonte
Pintado del ro Ranchera y, a travs de ste, con los
complejos bicromados del occidente de Venezuela. De
todos modos parece que haya habido un estrecho
contacto prehistrico entre los pueblos de lengua Chibcha
(Muisca, Guanes, Laches, Tunebos, Sierra Nevada de
Santa Marta), a lo largo de la Cordillera Oriental, cuyos
detalles cronolgicos, tipolgicos y socioculturales an
faltan por dilucidar.

La cultura indgena ms avanzada de Colombia se


desarroll en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Los Taironas (20) , que a comienzos del siglo XVI
ocupaban las estribaciones de las montaas, slo raras
veces se establecieron a una altura por encima de los
2.000 metros sobre el nivel del mar. La densa poblacin
viva, en parte, en aldeas nucleadas, algunas de las
cuales eran verdaderas ciudades habitadas por miles de
personas; hablando de ciertos valles, los cronistas
mencionan centenares de pueblos y miles de casas.

Figura 107. Pequeas tallas en piedra; territorio muisca.


Museo Nacional de Bogot.

Figura 108. Estatua de madera hallada en una cueva


cerca de Bojac, Sabana de Bogot. Museo Nacional de
Bogot.

Figura 109. Volantes de huso tallado en piedra; territorio


muisca. Museo Nacional Bogot.

Figura 110. Motivos incisos de volantes de huso, hechos


en piedra; regin de Villa de Leyva, Boyac.

Figura 111. Vista desde lo alto de un sitio de vivienda:


Pueblito, Sierra Nevada de Santa Marta.

Figura 112. Terrazas arqueolgicas de cultivo; territorio


kogi, cerca de San Miguel, Sierra Nevada de Santa Marta.
(ver figuras 107,108,109,110,111 y 112)

Sobre la forma y disposicin de los asentamientos


taironas los cronistas contienen muchos datos
de importancia (21) . Las aldeas y ciudades estaban
ubicadas en las faldas de la Sierra, a veces en las vegas
de los cursos bajos de los ros, pero tambin en
ocasiones sobre cimas, en posiciones estratgicas de
defensa. En la poca de la conquista espaola las
ciudades principales eran Bonda, Pocigueica y Taironaca,
pero fuera de ellas haba centenares de ncleos
poblados, entre ellos varias ciudades de gran extensin.
Al descubrir la arquitectura ltica los cronistas hablan de
los cimientos de casas y templos, las calles y plazas
"enlosadas" con lajas, las escaleras y adems unas
extensas redes de caminos empedrados. Las paredes de
las casas no eran hechas de piedras sino tal vez de
espartera y los techos estaban cubiertos con paja o con
hojas de palma. Tambin se mencionan construcciones
ceremoniales edificadas en forma de grandes escalones a
travs de los cuales ascendan escaleras por las cuales la
gente suba a plataformas elevadas.

La base econmica de los Taironas fue el cultivo del maz


y ste, as como otros cultgenos y frutales, se sembraban
en campos y terrazas irrigadas. En las tierras planas,
cerca de la actual ciudad de Santa Marta, los espaoles
quedaron admirados con el perfecto sistema de irrigacin
que hallaron en esta zona, hoy tan rida. El comercio era
muy activo y los Taironas aparentemente tena relaciones
de trueque con grupos indgenas hasta el interior del pas.

Al comienzo del siglo algunas aldeas y ciudades se


aliaron bajo el mando de caciques locales. Parece que en
aquel entonces entre los Taironas y sus vecinos
inmediatos haban surgido luchas internas por el poder,
en parte entre ciudades, en parte entre la autoridad de los
caciques y la de un grupo influyente de sacerdotes,
circunstancia que, desde luego, fue-aprovechada por los
espaoles. Los Taironas eran una sociedad muy
aguerrida; los guerreros distinguidos llevaban insignias
especiales y los cronistas decan que algunas ciudades
estaban defendidas por varios miles de guerreros.

Las crnicas no dan mayores detalles sobre las prcticas


religiosas de los Taironas. Mencionan que todas las
aldeas y ciudades tenan templos o casas ceremoniales
donde "la gente adoraba al diablo" y hacan peregrinajes
a los valles remotos de la Sierra, donde haba lugares
especialmente sagrados. Tambin se describen
brevemente varias formas de entierro: en "bvedas", en
urnas, y por disecacin del cadver.

En la conquista de los Taironas y sus vecinos los


espaoles estuvieron empeados casi todo el siglo XVI.
La ltima gran rebelin ocurri en 1599 y fue sometida en
1600, despus de varios meses de batallas en que
finalmente se venci toda resistencia y se destruy la
cohesin social de los indgenas. Las tropas espaolas
incendiaron y saquearon aldeas y ciudades, devastaron
los cultivos y cautivaron la mayora de los caciques y
sacerdotes, excepto aquellos que lograron huir a las
fragosidades de la Sierra (22) .

Pasemos ahora a examinar la evidencia arqueolgica


para esta zona(23) . Vestigios arquitectnicos y obras de
ingeniera son muy numerosas, sobre todo en las
vertientes septentrionales y occidentales. Hay restos de
centenares de aldeas y muchas ciudades y hay
numerossimas terrazas de cultivo que, a veces, se
encuentran hasta los 2.500 metros de altura. Los
asentamientos varan de tamao; pueden consistir de
media docena de casas, hasta de varios centenares de
ellas, que forman un ncleo urbano en el cual se
observan espacios pblicos, caminos, calles y arterias
principales, desages, y murallas de contencin que a
veces alcanzan varios metros de altura. La extensin de
un tal asentamiento puede ser de 2 a 3 kilmetros
cuadrados. Las casas individualmente se adaptan al
terreno fragoso donde forman agrupaciones o pequeos
barrios interconectados por caminos, puentes y zanjas,
muchas veces ocupando diferentes niveles.

Parece que los Taironas fueron la nica sociedad


indgena capaz de organizar una numerosa mano de obra
para la construccin de centros urbanos, caminos y
terrazas vecinas para cultivos. Los camellones del ro San
Jorge no tienen centros urbanos y, desde un punto de
vista laboral, presentan un fenmeno muy diferente.

Las casas ocupan pequeas plataformas, las cuales,


segn las condiciones del terreno, son circulares,
ovaladas o semilunares (24) . Frecuentemente una casa
ocupa una pequea elevacin, rodeada por una muralla
inclinada de contencin, construida de piedras toscas y
atravesada por una corta escalera que da acceso a la
plataforma. Los cimientos de las casas consisten de uno
o varios anillos concntricos, de lajas verticales o
simplemente de pedrejones puestos el uno al lado del
otro. Los cimientos mejor construidos consisten de
grandes lajas talladas en forma de cua, es decir,
adaptadas al circulo, que luego se colocaron
horizontalmente para formar un gran anillo.

Casi todas las casas tienen dos puertas, ubicadas en


lados opuestos y marcadas por lajas de mayor tamao
que, frecuentemente, estn muy bien labradas; lajas de
menor tamao forman peldaos que llevan hacia el
exterior de la vivienda. En algunos asentamientos, la
pauta es de una sola puerta. A veces varias casas
ocupan una sola plataforma o elevacin, y en este caso
puede ocurrir que dos o ms escaleras atraviesen la
muralla de contencin. Ocasionalmente se observan
elevaciones con bases triangulares o circulares, con sus
lados cubiertos con lajas, pero que no parecen ser
plataformas de vivienda.

En la mayora de los asentamientos de mayor, tamao las


casas se agrupan alrededor de una o ms construcciones
ceremoniales. Estas consisten de cimientos circulares de
lajas especialmente bien labradas y ajustadas; a veces la
construccin tiene cuatro puertas. En los alrededores
inmediatos se observan calzadas, terraplenes, columnas
toscas o grandes bancas de piedra, sostenidas por
pequeos zcalos. Varias grandes construcciones de
templos, que pude explorar en el alto ro Crdoba, en la
regin de Lourdes, tienen una planta cuadrada,
constituyendo el ncleo de la construccin una elevacin
natural cuyos lados han sido revestidos con paredes
verticales. A veces, el frente es escalonado y tiene
cornisas salientes, y varias escaleras conducen a la
plataforma en la parte alta de la edificacin.

Los ros o riachuelos que cruzan el terreno de aldeas y


ciudades corren a trechos entre paredes de piedras
grandes, o sea de murallas de contencin; a veces se ven
puentes que consisten de una sola laja que descansa con
sus extremos en las dos orillas de una pequea
quebrada; ocasionalmente se trata de construcciones
ms complejas en que se combinan lajas largas
horizontales, con un relleno de piedras acuadas.
Estanques o albercas revestidas de lajas se observan en
algunas zonas habitadas y tambin en la vecindad de las
playas del mar; zanjas de drenaje revestidas y an
cubiertas de pequeas lajas se ven a veces en lugares
que fueron densamente poblados.

Las excavaciones efectuadas en Pueblito, en un nmero


elevado de sitios de habitacin y de las zonas inmediatas,
han producido un conjunto muy apreciable de datos
acerca del modo de vida de los antiguos habitantes (25) .
Parece que cada casa fue
ocupada por una sola familia, de aproximadamente 5
personas. El fogn, formado por tres o cuatro piedras,
estaba ubicado ms bien cerca de la puerta trasera, la
puerta principal mirando hacia el valle o una plazuela.
Cerca del fogn encontramos las ollas culinarias y, en un
caso, se hall un recipiente con restos de pescado, sobre
el fogn. Otros artefactos asociados eran pequeas
manos o almireces de piedra, para machacar o triturar
ciertos alimentos, y restos de grandes tinajas para agua
estaban cerca, contra la pared de la casa. El centro de la
casa, que aparentemente no tena un poste central,
estaba generalmente libre de objetos caseros, pero a lo
largo de la curvatura de la pared yaca una variedad de
artefactos sueltos que haban pertenecido a los distintos
miembros de la familia y que se haban dejado en el piso
o cado de mochilas o canastos que colgaban de las
vigas. En un rincn hallamos algunas hachas de piedra,
un anzuelo de piedra, pesas para las redes, y un par de
ocarinas ornitomorfas de barro o un objeto ritual de piedra
pulida, mientras que en el lado opuesto de la casa haba
objetos que indicaban actividades femeninas; all yacan
los fragmentos de cermicas utilitarias, el collar de un
nio, y las mltiples herramientas lticas para raspar y
moler, propias para la preparacin de la comida.

Figura 113. Terrazas arqueolgicas de cultivo; territorio


kogi, cerca de San Miguel, Sierra Nevada de Santa Marta.

Figura 114. Escalera con dos estelas; Pueblito, Sierra


Nevada de Santa Marta.

Figura 115. Construccin escalonada y atravesada por


escaleras. Alto ro Crdoba, regin de Lourdes, Sierra
Nevada de Santa Marta.

Figura 116. Construccin escalonada y atravesada por


escaleras. Alto ro Crdoba, regin de Lourdes, Sierra
Nevada de Santa Marta.
Figura 117. Detalle arquitectnico. Alto ro Crdoba,
regin de Lourdes, Sierra Nevada de Santa Marta.

Figura 118. Detalles arquitectnicos. Alto ro Crdoba,


regin de Lourdes, Sierra Nevada de Santa Marta.(ver
figuras 113,114,115,116,117 y 118)

La etnografa de las tribus indgenas que an sobreviven


en la Sierra Nevada de Santa Marta nos proporciona
muchos datos importantes para la interpretacin de
algunos hallazgos arqueolgicos (26) . Por ejemplo, en
algunos sitios de habitacin, al excavar debajo del piso o
debajo de las lajas de las puertas, encontramos vasijas
cuidadosamente enterradas. A veces estos recipientes
estaban encerrados dentro de arquillas o cajitas formadas
por seis pequeas lajas, o estaban enterradas y cubierta
la boca del recipiente con un pequeo disco de piedra. El
descubrimiento de un tal escondrijo lleva a pensar en
algn tesoro, pero los recipientes slo contenan una
manotada de guijarros o cuentas de collar, de piedras de
distintos colores. El significado de estos escondrijos nos
fue desconocido hasta que, ms tarde, observamos su
supervivencia entre los Kogi. Ellos, cada vez que
construyen una casa entierran ntualmente alguna
pequea olla entre los cimientos. Para cada miembro de
la familia depositan en esta ollita un guijarro o una cuenta
de collar, que vara en tamao, color y forma, de acuerdo
con los atributos tradicionales de cada linaje. Al nacer un
nio, la ollita se destapa y se le aade un nuevoguijarro;
de esta manera todos los habitantes estn identificados y
quedan bajo la tutela de los espritus guardianes de la
vivienda.

Al reexcavar un templo de dimensiones grandes, que por


lo dems haba sido destruido por los guaqueros,
encontramos la calavera de un jaguar, cerca de la entrada
principal, hallazgo que no sabamos interpretar entonces.
Entre los Kogi, sin embargo, aprendimos luego que los
principales templos estaban dedicados a una divinidad
felina y que, en tiempos antiguos, varias calaveras de
jaguares adornaban las puertas de esas construcciones.

Otros ejemplos seran los siguientes: en las excavaciones


hallamos pequesimas piedras de moler, junto con
cuentas de collar rotas, y con trocitos de otras piedras
rojas. Entre los Kogi estos objetos estn an en uso;
ciertos guijarros o cuentas se muelen y pulverizan y el
polvo simboliza "comida" para los espritus o seres
divinos. Tambin se encuentran diminutos bancos de
piedra, idnticos a los que usan los actuales sacerdotes y
chamanes en sus ritos, imitando los bancos en que se
sientan estas personas durante ciertas ocasiones. Otros
objetos arqueolgicos son placas delgadas, en forma de
alas, hechas de piedra finamente pulida. Se pens que se
trataba de un adorno, llevado suspendido del cuello, pero
result que algunos sacerdotes kogi an poseen estos
objetos y que se trata de instrumentos musicales;
suspendidas en pares, de los codos de un bailarn, que
tiene los brazos levemente levantados, estas placas
sonajeras producen un tintineo meldico y an se usan en
la actualidad en ciertas ceremonias. Estos pocos
ejemplos no slo muestran la notable continuidad de la
tradicin cultural, sino tambin comprueban que las
paralelas etnogrficas pueden ofrecer muchas llaves para
la interpretacin de hallazgos arqueolgicos.

El arte alfarero de los Taironas es muy complejo y


elaborado. Las vasijas culinarias y muchos otros
recipientes que se empleaban en la preparacin de los
alimentos consisten de piezas que, anque estn bien
acabadas y de formas agradables, no se destacan
especialmente. En cambio, muchas otras clases de
cermicas muestran un desarrollo extraordinario. Es muy
caracterstica una clase de cermicas negras y pulidas.
Sus formas incluyen platos y cazuelas tetrpodes, con
soportes mamiformes, copas de base cnica truncada o
base anular, y una gran variedad de recipientes de silueta
compuesta. Algunas formas parecen haber servido
exclusivamente a fines rituales, en entierros o
escondrijos, como por ejemplo los "ofrendatarios"
(treasure jars, segn Mason), que consisten de un cuerpo
cilndrico ms o menos alto provisto de un reborde
sublabial sobre el cual descansa la tapa convexa. Una
tercera clase de cermica es de color habano o amarillo y
muestra formas de botellones, copas, vasijas dobles, y
otras. La decoracin consiste ante todo en el modejale,
en elementos aplicados, as como en incisiones y
excisiones. Muchas vasijas de cermica roja llevan en el
cuello una cara humana formada por elementos
modelados y luego aplicados. Hay vasijas zoomorfas que
muestran felinos, marsupiales, murcilagos, culebras,
tortugas, ranas y aves tales como paujiles y rapaces.
Entre las cermicas ms elaboradas estn los recipientes
pequeos, a veces diminutos, tales como tetrpodes con
motivos de reptiles, representaciones humanas con
rasgosfelinos, figuras de personajes ricamente ataviadas,
representaciones erticas y otras. Ciertos platos planos,
provistos de una manija en forma de falo, se encuentran
ante todo en la regin de Bonda.

Las ocarinas de barro cocido constituyen una categora


especial de artefactos, que vara desde simples piezas
ornitomorfas hasta figuras muy elaboradas de personajes
adornadas con grandes coronas o penachos de plumas,
mscaras, narigueras y bastones de mando (27).

Los objetos lticos muestran la misma variedad y alta


calidad tecnolgica y estilstica que la cermica. Grandes
piedras de moler, a veces profundamente ahuecadas por
el prolongado uso, se encuentran en o cerca de las
casas. Hachas de piedra, de forma ms o menos
trapezoidal, as como cinceles de distintos tamaos, estn
cuidadosamente pulidos y an artefactos tales como las
pesas para las redes de pesca o las manos para moler o
triturar, estn manufacturadas con esmero.

En los sitios de habitacin, en sitios ceremoniales y en


muchos escondrijos se han hallado miles de cuentas de
collar muy finamente pulidas, de cornalina, gata, cuarzo
u otras piedras de colores y texturas llamativas. Hay
cuentas tubulares o esfricas, botones, discos,
pendientes en forma de Y, en forma de proyectil o en las
ms variadas formas de animales. En la regin de Cerro
Azul, en el alto ro Sevilla, en una ciudad de gran
extensin, excav un sitio ceremonial cuya rea central
contena un depsito de ms de un metro de espesor, de
cuentas de collar en todas las fases de manufactura,
desde el trozo de materia prima hasta el artefacto
perfectamente terminado. Haba cuentas de gran tamao,
hasta de 20 centmetros de largo, lo que sugiere el uso
simblico de estos objetos; de todos modos se trataba de
un sitio de ofrendas puesto que el estrato superior del
depsito estaba sellado por una gruesa capa de barro
cocido que serva de piso (28) .

Otros artefactos rituales, muy finamente tallados de


piedra, son las hachas monolticas en que tanto la hoja
como el cabo estn esculpidos de una sola pieza, de
unos 20 a45 centmetros de largo. Tambin hay objetos
en forma de esptula alargada, tal vez insignias de
mando o de rango, el extremo superior de las cuales
muestra a veces una talla zoomorfa. Una categora muy
especial del arte lapidario son las tallas de nefrita
translcida, verdosa o grisosa, muy parecida al jade, que
representan figuras humanas muy estilizadas,
murcilagos en vuelo, o adornos en forma de barra o
placa horizontal(29) .

Una gran mscara de piedra, representacin de una cara humana con lengua
saliente, procede del alto ro Crdoba (30) . Una figura acurrucada y esqueltica,
de 24.5 centmetros de altura, fue encontrada en las riberas de la Quebrada
Valencia (ro Don Diego), al pie de la vertiente septentrional de la
Sierra Nevada (31) . Tambin existen algunas tallas lticas grandes; varias
cabezas humanas de gran tamao proceden de la regin de Minca, cerca de
Santa Marta (32) , y hay persistentes rumores sobre la existencia de grandes
estatuas en zonas an poco exploradas.

Se han hallado algunas tallas de conchas marinas, de hueso de grandes


mamferos, as como tal cual talla de madera; una manopla o tensor de arco,
decorado con motivos excisos de tipo tairona, se encontr en una urna, en la zona
del ro Don Diego (33) .

Hay muchos vestigios de arte rupestre en la Sierra Nevada, sobre todo en las
faldas orientales y surorientales (34) . En Donama, cerca de Santa Marta, se
encuentra una gran roca cubierta de petroglifos, y en las cercanas de muchos
asentamientos se han observado petroglifos de menor tamao.

La metalurgia tairona es altamente desarrollada y puede medirse con las mejores


obras de la Cordillera Central. Se destacan las figurinas fundidas que representan
felinos o murcilagos antropomorfizados, orejeras, narigueras, bezotes,
pectorales, cascabeles y un sinnmero de pequeos adornos manufacturados de
oro o de tumbaga, en la tcnica de la mise en couleur (35) . Se conocen varios
ejemplares de figuras humanas que aparentemente llevan mscaras y un gran
tocado de espirales y cabezas de aves o culebras muy estilizadas. Las figuras
sostienen en sus manos una barra o vara horizontal que termina en ambos
extremos en dos espirales enroscadas en direcciones opuestas (36) .

Figura 119. Aspecto de la parte central antes de la restauracin. Ciudad Perdida.


(Buritaca-200), alto ro Buritaca, Sierra Nevada de Santa Marta.

Figura 120. Escalera formada por grandes cantos rodados, regin de Banda,
Sierra Nevada de Santa Marta.

Figura 121. Excavacin de un grupo de vasijas de cermica negra; Pueblito, Sitio


39; Sierra Nevada de Santa Marta.
Figura 122. Vasija antropomorfa negra; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Nacional. Bogot.

Figura 123. Vasija antropomorfa de cermica habana, hallada al excavar el


alcantarillado del centro de Santa Marta. Museo Etnolgico del Magdalena, Santa
Marta.

Figura 124. Cermica zoomorfa, Pueblito, Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.(ver figuras 119,120,121,122,123 y 124)

Hay pocos datos sobre las costumbres funerarias de los Taironas. En algunas
ciudades, como en Pueblito, se han encontrado grandes entierros primarios
formados por lajas y cubiertos con una laja de grandes dimensiones, en el centro
de algunas casas muy bien construidas, pero los guaqueros se haban adelantado
y no fue posible conocer el ajuar de estas sepulturas. En otras aldeas o ciudades,
como en Buritaca-200, se han encontrado entierros de pozo con cmara lateral,
probablemente las "bvedas" de los cronistas, pero se carece de datos ms
detallados. En varios sitios de la costa septentrional y tambin en el litoral al sur de
Santa Marta, se han hallado grandes urnas funerarias, a veces con objetos
metlicos dentro o pequeas tallas de concha o de hueso.

Sobre este aspecto de la cultura tairona faltan datos porque las actividades de los
guaqueros han sido devastadoras.

Sobre las creencias religiosas tampoco hay datos detallados. La iconografa


representada en cermica, piedra y objetos metlicos, deja reconocer algunas
figuras individualizadas que podran identificarse con una divinidad solar o con
chamanes ataviados. Tambin hay series de figuras que parecen ser animales
totmicos o espritus protectores, como los que enumer al hablar de la cermica
zoomorfa. Algunos datos histricos y arqueolgicos parecen indicar la observacin
astronmica desde templos u otros puntos fijos. El complejo ritual de las hachas
monolticas, insignias en forma de esptula o tenedor, placas sonajeras y, no por
ltimo, la gran importancia ritual de las cuentas de collar, pueden explicarse en
parte con la ayuda de los datos etnogrficos sobre las tribus sobrevivientes de la
Sierra Nevada de Santa Marta.

Sobre la cronologa de la zona tairona faltan datos precisos porque muchas de las
excavaciones (Mason, Reichel-Dolmatoff) fueron efectuadas antes de que se
conociera el mtodo del carbono radicativo. Por otro lado, hasta hoy en da no se
han hallado en la Sierra Nevada grandes basureros, que se hubieran prestado
para excavaciones estratigrficas. La siguiente tabla muestra algunas fechas para
el sitio de Buritaca-200 y sus cercanas (37) .
TABLA IV: FECHAS RADIOCARBONICAS PARA BURITACA-200

Fecha antes Fecha des- Tipo de


N Sitio Asociaciones
de presente pus de C. Yacimiento

GrN-9247 56550 1385 d. C. Buritaca-200 Tumba Oro


IAN-86 590160 1360 d. C. Buritaca-200 Vivienda Cermica
Beta-9372 860110 1090 d. C, Buritaca-200 - -
Beta-3564 40090 1550 d. C. La Estrella Tumba Oro
Beta-11555 55070 1400 d. C. Alto de Mira Basurero Cermica
Beta-11556 60060 1350 d. C. Alto de Mira Basurero Cermica

Obviamente se trata de un sitio protohistrico/histrico. En Pueblito encontramos


personalmente varios trozos de hierro en asociacin con objetos lticos, dentro de
las casas (38) . La evidencia para las fases anteriores se basa pues ante todo en
apreciaciones comparativas, con materiales de otras zonas. El primer problema
que se plantea es la espordica existencia de cermica pintada, en la zona de la
Sierra Nevada. Alden Mason (39) encontr en la Baha de Nahuanje, a poca
distancia al oeste de Pueblito, varios entierros que contenan cermicas con
indudable parentesco tairona, pero algunas de ellas pintadas con motivos y
colores que se relacionan con la cermica de El Horno, del ro Ranchera, para la
cual hay una fecha de radiocarbono de 585 d. C. Los hallazgos de Mason, en
Nahuanje, consisten adems de cermicas negras y otras, de tipo tairona, de
placas sonajeras, objetos de nefrita, joyas de oro y gran cantidad de cuentasde
collar. Tambin es de notar en Nahuanje la presencia de tmulos funerarios y de
entierros primarios en cercados de lajas, as como la casi total ausencia de
vestigios arquitectnicos. Las piezas cermicas que ms llaman la atencin dentro
de este conjunto son los ofrendatarios, con sus tapas ajustables, decorados con
motivos pintados de tipo El Horno (40) . A base de los hallazgos de
Mason, Bischof (41) estableci el Perodo Nahuanje, en el nivel cronolgico de El
Horno.

En los aos de 1936-1937, Gustaf Bolinder excav en Pueblo Bello, en la vertiente


meridional de la Sierra, donde encontr varias urnas funerarias grandes de
entierros primarios, que contenan cuentas de collar y pequeas tallas de piedra,
de tipologa tairona. Con ocasin de esta investigacin, Bolinder adquiri una
cermica de obvio parentesco con El Horno, que un habitante de Pueblo Bello
haba encontrado al cavar en su jardn (42) . Otro hallazgo de cermica pintada lo
hice yo personalmente en la finca Shangri La, entre Santa Marta y San Pedro
Alejandrino, donde hall gran cantidad de fragmentos pintados con motivos
curvilineares y rectilineares, en color rojo sobre un fondo blanco (43) . Por cierto, el
perodo El Horno contiene tambin una clase de cermica negra, que bien puede
haber sido ancestral a la cermica negra tairona (44) .
Un problema especial se refiere a las mltiples semejanzas entre la cultura
Tairona y algunos desarrollos culturales en Costa Rica. En el sitio de Guayabo de
Turrialba, y en varios otros lugares de la vertiente atlntica de aquel pas, existen
complejos arquitectnicos que se asemejan mucho a sitios tairona, tales como
Pueblito. En efecto, en Guayabo se encuentran cimientos circulares de lajas,
caminos empedrados, plazas pblicas, escaleras, murallas de contencin,
montculos, drenajes y otros rasgos, que tienen sus paralelas en el rea tairona.
Aun las unidades urbansticas que se pueden distinguir en Pueblito y otros sitios
tairona, se asemejan a las de Guayabo de Tunialba. La posicin cronolgica de
estos desarrollos arquitectnicos costarricenses cae dentro del perodo de
aproximadamente 1000 despus de Cristo a 1500 despus de Cristo, es decir,
corresponde aproximadamente al desarrollo tairona (45) . Otras semejanzas se
pueden observar en la cermica, la metalurgia, la talla de jade y de otros objetos
del arte lapidario (46) . En 1946 se encontr en la parte cntrica de la ciudad de
Santa Marta, al excavar una alcantarilla, una vasija de cermica gris lisa, en forma
de un caimn enroscado, que lleva sobre su espalda un pequeo mamfero
modelado, pieza de indudable filiacin costarricense. Una vasija semejante,
anque mucho ms tosca, est ilustrada en Mason (1939, Lmina CCXXIII, 2),
pero carece de procedencia exacta. La estatuilla de piedra, del ro Don Diego,
tambin de tipologa costanicense, ya se mencion en las pginas anteriores.

Figura 125. Vasijas diminutas. Pueblito; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.

Figura 126. Ocarina antropomorfa, con mscara, regin de Banda; Sierra Nevada
de Santa Marta. Museo Nacional de Bogot.

Figura 127. Fragmento cermico con decoracin excisa. Pueblito. Museo


Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.

Figura 128. Fragmentos antropomorfos: regin de Banda; Sierra Nevada de Santa


Matfa. Museo Etnolgica del Magdalena, Santa Marta.

Figura 129. Figura humana con mscara de reptil, regin de Banda: y cabeza de
ave de pueblito; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo Etnolgico del Magdalena,
Santa Marta.

Figura 130. Fragmentos cermicos; I-II pintura roja sobre fondo habano; 14 y 16
decoracin incisa; 15 decoracin modelada incisa. Finca Sangri -La, cerca
de Mamatoco. (ver figuras 125,126,127,128,129 y 130)

En algunas publicaciones anteriores he formulado la hiptesis de que la cultura


Tairona fuese de origen costarricense, con un notable componente
mesoamericano, que adems se hace presente tambin en otras regiones de
Colombia, como por ejemplo en Tumaco, el Quindo y en la regin muisca (47) . Al
reconsiderar estas premisas a la luz de nuevos hallazgos en Colombia,
Venezuela, Ecuador y Centroamrica, as como a consecuencia de
conversaciones con colegas(48) , se ven reafirmados los nexos culturales entre el
norte de Colombia y Centroamrica, pero se replantea el problema de orgenes,
de focos culturales, as como el de las direcciones en que se difundieron los
rasgos especficos comparables. En consecuencia, con estos nuevos enfoques,
en lugar de proponer que la cultura de la Sierra Nevada tuviera un origen
costarricense o que las culturas de Costa Rica tuvieran un origen colombiano, me
inclino a sugerir que Costa Rica, Panam y la Costa Caribe de Colombia
constituan una sola rea cultural coherente, en la cual estos tres componentes
formaban ncleos fundamentales, entre los cuales existan estrechos contactos a
travs de influencias mutuas.

Que las tradiciones cermicas de la Etapa Formativa Temprana de Colombia


hayan penetrado a Centraomrica y Mesoamrica ya en pocas muy tempranas,
queda fuera de duda, pero de lo que tratamos aqu es de desarrollos posteriores,
de tipo cacicazgo. En el Captulo sobre la Etapa Formativa (Cap. IV) mencion las
relaciones entre Momil y algunas culturas del centro y oriente de Costa Rica, a
saber: Las Pavas y El Bosque. Es sobre esta base comn como sugiero se haya
desarrollado una tradicin que, desde Momil ya travs del Segundo Horizonte
Pintado, llev al florecimiento de la cultura Tairona, de Cocl y de aquellas
culturas costanicenses, con las cuales existe un parentesco cercano. Vale la pena
subrayar que fue en una regin de habla chibcha donde se logr este desarrollo.

Figura 131. Hacha monoltica con representaciones zoomorfas: jaguar y reptil,


bicfalo: Sierra Nevada de Santa Marta; Museo del Oro, Bogot.

Figura 132. Mascarilla de piedra, ro Don Diego; Sierra Nevada de Santa Marta.

Figura 133. Mscara de piedra negra, alta ro Crdoba, regin de El Chicharrn,


Sierra Nevada de Santa Marta. Se hall dentro de un ofrendatario de tipo
Nahuanje. Museo Nacional.

Figura 134. Pendiente alado de piedra, en forma de un murcilaga; las alas


terminan en cabezas. Pueblito, Sierra Nevada de Santa Mano. Museo Nacional.

Figura 135. Pendiente alada, en forma de murcilago, tallada de nefrita; Sierra


Nevada de Santa Marta. Museo Etnolgica del Magdalena, Santa Marta.

Figura 136. Figura humana de nefrita; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgico del Magdalena. Santa Marta. (ver figuras 131,132,133,134,135 y 136)

Pero volvamos otra vez al proceso histrico de la conquista de los Taironas.

Al comienzo del ao de 1600, cuando se haba librado la ltima batalla, el


gobernador don Juan Guiral Veln conden a los jefes indgenas a muerte o exilio.
El jefe tairona Cuchacique, quien haba sido el caudillo de la rebelin de 1599, fue
condenado "...a que sea arrastrado a la cola de dos potros cerreros, y hecho
quatro quartos, y puestos por los caminos, y la cabeza puesta en una jaula donde
nadie la quite so pena de muerte...".

Aqu sigue una interminable lista de caciques y principales que as mismo se


condenaron a muerte. Termina la sentencia as: "Y ten condeno los suso dhos y a
cada uno de ellos que les sean derribadas y quemadas sus casas en que bibian
quando cometieron el delito y ninguna persona de cualquier estado y condision
que sea ossado de las bolver a rrediflcar ni poblar sin lisencia de su mags. So
pena de muerte natural en que les doy por condenados lo contrariohzdo" (49) .

Sera demasiado trgico querer ver en estos acontecimientos el final de la cultura


Tairona, tal como la conocemos a travs de sus esplndidos vestigios
arqueolgicos. Por fortuna, los indgenas que lograron sobrevivir en la Sierra
Nevada de Santa Marta, sobre todo los Kogi, han sabido mantener viva la tradicin
de sus antepasados y constituyen, hoy en da, una de las sociedades indgenas
intelectualmente ms avanzadas de Amrica. Sin embargo son poco conocidos
para la mayora de los colombianos, an despreciados y perseguidos, estos
descendientes de la cultura aborigen ms elevada de Colombia (50) .

Figura 137. Figura humana de piedra; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgica del Magdalena, Santa Marta.

Figura 138. a. Figura humana tallada de nefrita; Sierra Nevada de Santa Marta.
Museo etnolgica del Magdalena, Santa Marta.

Figura 138. b. Cermica Negra; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo


Arqueolgico, Casa del Marqus de San Jorge.

Figura 139. Cuentas de collar; Sierra Nevada de Santa Marta. Coleccin Jack.
Oberlin, Santa Marta.

Figura 140. Hacha monoltica, regin de Dibulla. Museo Etnolgico del Magdalena.
Santa Marta.

Figura 142. Hacha de cobre, regin de Tasajera, Costa de Salamanca; largo: 9.5
cm. Museo Etnolgica del Magdalena, Santa Marta. (ver figuras
137,138a,138b,139,140 y 142)

Figura 141. Figura enmascarada, con paleta ovalada, cobre dorada: Banda; Sierra
Nevada de Santa Marta. Museo Etnolgica del Magdalena, Santa Marta.

Figura 143. Placa antropomorfa de cobre dorado, Banda; Sierra Nevada de Santa
Marta. Museo Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.

Figura 144. Figura humana sentada en un banquito y con gran lengua saliente,
tallada de esteatita; regin de El Edn, Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Nacional de Bogot.
Figura 145. Pendiente Estilo Tayrona; Sierra Nevada de Santa Marta. Coleccin.
Dumbarton Oaks, Washington, N B-393. CG.

Figura 146. Pendiente Estilo Tayrona; Sierra Nevada de Santa Marta. Coleccin.
Dumbarton Oaks, Washington, N B-427. CG. (ver figuras 141,143,144,145 y 146)

TABLA V: Cronologa aproximada de algunas regiones geogrficas (Ver Tabla V)

__________

1. Para la delimitacin del territorio Muisca, vase Falchetti, Ana Mara &
Clemencia Plazas de Nieto. El territorio de los Muiscas en la llegada de los
espaoles Cuadernos de Antropologa, N 1, Universidad de los Andes, Bogot,
1973. (regresar a 1)

2. La mejor monografa sobre los Muiscas es: Prez de Barradas, Jos. Los
Muiscas antes de la Conquista. 2 Vol., Consejo Superior de Investigaciones
Cientficas. Instituto Bernardino de Sahagn, Madrid. 1950-1951. Otras fuentes
importantes son: Broadbent, Sylvia M. Los Chibchas. Organizacin Sociopoltica.
Facultad de Sociologa, Universidad Nacional. Bogot, 1964; Restrepo, Vicente.
Los Chibchas antes de la conquista espaola. Bogot, 1895. (regresar a 2)

3. Sobre arqueologa muisca vanse, entre otras, las siguientes publicaciones:


Broadbent, Sylvia M. "Investigaciones arqueolgicas en territorio Chibcha"
Antropologa 1. Ediciones de la Universidad de los Andes, Bogot, 1965; id. "Stone
Roofed Chambers in Chibcha Territory. Colombia" awpa Pacha, Vol. 3. pp. 93-
110, Institute of Andean Studies, Univetsity of California, Berkeley, 1965; id.
"Investigaciones arqueolgicas en territorio Chibcha-I: Hallazgos aislados y
monumentos de piedra" Antropologa N4, Ediciones de la Universidad de los
Andes, Bogot, 1970; id. "Tradiciones cermicas de las Altiplanicies de
Cundinamarca y Boyac" Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XVI, pp. 223-
248, Bogot, 1974; Castillo, Neila (o Neyla Castillo Espitia).Arqueologa de Tunja.
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica.
Bogot, 1984; Falchetti, Ana Maria Arqueologa de Sutamarchan, Boyac.
Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1975; Haury, Emil W. & Julio Csar Cubillos.
"Investigaciones arqueolgicas en la Sabana de Bogot, Colombia (Cultura
Chibcha) University of Arizona Bulletin, Vol. XXIV, N 2, Tucson, 1953; Restrepo.
Vicente. Atlas Arqueolgico, Pars, 1895; Silva Celis, Elicer "Investigaciones
arqueolgicas en Sogamoso" Boletn de Arqueologa, Vol. 1, N 1, pp. 36- 48; Vol.
1, N2, pp. 93-112; Vol. 1, N4, pp. 283-297; Vol. 1, N6, pp. 467-490, Bogot,
1945; id. "Contribuciones a la arqueologa y prehistoria del valle de Tenza"
Homenaje al Profesor Paul Rivet, pp. 243-270, Academia Colombiana de Historia,
Bogot, 1958; Triana, Miguel. La Civilizacin Chibcha. Escuela Tipogrfica
Salesiana, Bogot, 1922; Uricoechea, Ezequiel. Memoria sobre las Antigedades
Neogranadinas. Librera de F. Scheneider i Ca. Berln, 1854. Acerca de la
arqueologa "premuisca", vanse las notas bibliogrficas para el Captulo IV, as
como las notas para el formativo en los altiplanos andinos; Cf. Captulo III.
4. Cardale de Schrimpff, Marianne. Las Salinas de Zipaquirs Su Explotacin
Indgena. Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la
Repblica, Bogot, 1981. (regresar a 4)

5. Sobre el asentamiento del antiguo Bogot (Bacat) vase, por ejemplo,


Broadbent, Sylvia M. "The Site of Chibcha Bogot" awpa Pacha, N" 4, pp. 1-13.
Institute of Andean Studies. University of California, Berkeley, 1966. (regresar a 5)

6. Broadbent, Sylvia M. "Agricultural Terraces in Chibcha Territory" American


Antiquity, Vol. 29, No. 4, pp. 501-504,1964; id "A Prehistoric Field System in
Chibcha Territory, Colombia" awpa Pacha, No. 6, pp. 165-147, Institute of
Andean Studies, University of California, Berkeley. 1968. (regresar a 6)

7. Broadbent, Sylvia M. Supra, 1970; Hemndez de Alba, Gregorio "El Templo del
Sol de Goranchacha" Revista de las Indias, VoL II. pp. 10,18, Bogot, s.f.; Silva
Celis, Elicer, supra, Nota 3, 1945. (regresar a 7)

8. Reichel-Dolmatoff, G. "Astronomical Models of Social Behaviour Among Some


Indians of Colombia"Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 385. pp.
165-181, New York. 1982. (regresar a 8)

9. Algunas personas creen ver falos en estas columnas,ergo un "culto flico" en el


valle de Villa de Leyva. No concuerdo con estas interpretaciones y me parece que
las escotaduras tuvieron una funcin prctica en el transporte y la ereccin de las
columnas. (regresar a 9)

10. Silva Celis, Elicer "Monumento solar muisca en Villa de Leyva "Pensamiento
y Accin, N 1, pp. 1-4, Universidad Pedaggica y Tecnolgica de Colombia,
Tunja, 1978; id. "Investigaciones arqueolgicas en Villa de Leyva" Boletn Museo
del Oro, Ao 4, pp. 1-16. Banco dala Repblica, Bogot, 1981. Silva cita tres
fechas de radiocarbono: IAN-148 230 aos antes de Cristo, IAN-1 19540 aos
antes de Cristo. IAN-138 930 aos antes de Cristo. Si aceptamos estas fechas, la
edad de la construccin se remonta a la de la cermica de tipo Formativo, lo que
desde luego no es sorprendente si tenemos en cuenta la gran antigedad de
construcciones astronmicas en Amrica. Cabe aadir aqu que hay vagas
informaciones sobre complejos arquitectnicos prehistricos en las tierras altas del
Sumapaz, macizo al sur de Bogot. Se mencionan cimientos circulares y otros
ms. (regresar a 10)

11. Hernndez de Alba, Gregorio "Hallazgo arqueolgico de la Laguna de


Fquene" Revista Cromos, s.f. (1944?); id. "Descubrimientos arqueolgicos en
tierras de los Chibchas. Laguna de Fquene" Boletn del Museo Arqueolgico de
Colombia, ao II, N 1, pp. 23-30, Bogot. 1944. (regresar a 11)

12. Recasens, Jos de. "Las esculturas de piedra blanda de La Belleza ".
Revista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. II. N 1, pp. 117-152, Bogot, 1945.
13. Silva Celis, Elicer "Las Estatuas de la Salina de Mongua" Revista
Educacin, Vol. VI, N 3, pp. 1-16, 1966. (regresar a 13)

14. Vase tambin Lunardi, Federico. La Vida en las Tumbas. Rio de Janeiro,
1935 (figs. 114-115). (regresar a 14)

15. El trabajo que mejor resume la incipiente cronologa cermica del territorio
muisca es de Marianne Cardale de Schrimpff "Ocupaciones humanas en el
Altiplano Cundiboyacense: La etapa cermica vista desde Zipaquir" Boletn del
Museo del Oro, ao 4, pp. 1-20, Banco de la Repblica, 1981. Cardale (1976, p.
422) cita equivocadamente la fechada Falchetti (1975. p. 164) como 1005 antes de
Cristo. La fecha correcta de Falchetti es 1005 despus de Cristo. (regresar a 15)

16. Falchetti de Senz, Ana Mara "Colgantes Darin: Relaciones entre reas
orfebres del occidente colombiano y Centroamrica" Boletn del Museo del Oro,
Ao 2, pp. 1-55, Banco de la Repblica, Bogot, 1979; Mielke, James & Austin
Lang "Smithsonian Institution Radiocarbon Measurements V" Radio carbon, Vol. II,
N 1, pp. 163-182, New Hayan, 1969. La fecha de C14, de algunos objetos de
metalurgia muisca, pudo obtenerse gracias al carbn pulverizado, que constituye
el ncleo slido de estos artefactos.

17. Sobre el arte rupestre vanse, entre otros: Prez de Barradas, Jos. El Arte
Rupestre en Colombia. Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones
Cientficas, Instituto Bernardino de Sahagn, Madrid, 1941; Triana, Miguel. El
Jeroglfico Chibcha. Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1970. (regresar a 17)

18. A poca distancia, al norte de Guasca, hay un pequeo valle donde, cerca de
una fuente termal. se encuentra uno de los poqusimos petroglifos que se conocen
del territorio muisca. Son signos profundamente grabados en la roca, que no
parecen relacionarse con los motivos pictogrficos. (regresar a 18)

19. Morales G., Jorge & Gilberto Cadavid. Investigaciones etnohistricas y


arqueolgicas en el Area Guane. Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas
Nacionales, Banco de la Repblica. Bogot, 1984: Silva Celis, Elicer
"Contribuciones al conocimiento de la civilizacin Lache Boletn de Arqueologa,
Vol. II, N 5, pp. 371-424, Bogot, 1945; Sutherland. Donald R.Preliminary
Investigations nto the Prehistory of Santander, Colombia. Disertacin doctoral.
Tulane University. New Orleans, 1971. (regresar a 19)

20. El trmino "Tairona" no es un nombre tribal, sino en el siglo XVI se refera a


un pequeo grupo indgena de la vertiente norte de la Sierra Nevada. En el
contexto del presente libro se designa como Tairona la cultura arqueolgica
descrita por J. Alden Mason y G. Reichel-Dolmatoff, para el sitio de Pueblito y sus
alrededores. Con el mismo trmino se designa la cultura histrica de los indios de
la regin de Santa Marta, descrita por los cronistas del siglo XVI. Los principales
cronistas que tratan de los Taironas son: Castellanos, Juan de. Elegas de
Varones Ilustres de Indias. Biblioteca de Autores Espaoles, Madrid, 1847; Oviedo
y Valds, Gonzalo Fernndez de Historia General y Natural de las Indias, Islas y
Tierra Firme de la Mar Ocano. 4 vol., Madrid, 185 1-1855; Simn, Fray Pedro.
Noticias historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. 7
vol., Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1981-1982.Un resumen de los datos
etnogrficos de las crnicas se encuentra en: Reichel-Dolmatoff, G. Datas
Histrico-Culturales sobre las tribus de la antigua Gobernacin de Santa Marta.
Banco de la Repblica, Bogot, 1951. La mejor obra sobre el proceso histrico de
la conquista de los Taironas es: Bischof, Henning. Die Spanish-Indianische
Auseinandersetzung in der nrdichen Sierra Nevada de Santa Marta (1501-1600).
Bonner Amerikanistische Studien. Bonn, 1971. (regresar a 20)

21. Llama la atencin que la oposicin que exista entre ciertas ciudades tairona
se asemeja a la oposicin entre ciertas poblaciones Kogi. como por ejemplo, entre
San Miguel y San Francisco. (regresar a 21)

22. Sobre la geografa de la Sierra Nevada y sobre la etnografa de las tribus


actuales, remanentes de las del siglo XVI, vanse, entre otros: Krogzemis, James
R. A Historical Geography of the Santa Marta Area, Colombia. Disertacin
doctoral, University of California, Berkeley, 1967; Preuss, Konrad Theodor.
Forschungsreise zu den Kgaba: Beobachtungen. Textaufnahmen und sprachliche
Studien bei einem Indianerstamne in Kolumbien, Sdamerika. Viena, 1926-1927;
Reichel-Dolmatoff, G. Los Kogi: Una tribu indgena de la Sierra Nevada de Santa
Marta, Colombia. 2 vol.. Bogot, 1950-1951;id. "Contactos y cambios culturales en
la Sierra Nevada de Santa Marta" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. 1, pp.
17-122, Bogot, 1953; id. "Templos Kogi: Introduccin al simbolismo y a la
astronoma del espacio sagrado" ibid., Vol. XIX, pp. 199-245, Bogot, 1975; id.
"Cultural Change and Environmental Awareness: A Case study of the Sierra
Nevada de Santa Marta, Colombia" Mountain Research and Development, Vol. 2,
N 3, pp. 289-298, Boulder, 1982; Wilhelmy, H. "Die klimamorphologische und
pflanzengeographische Entwieldung des Trockengebietes am Nordrand
Sdamerikas seit dem Pleistozi" Die Erde, 3-4, Berln, 1954. Una excelente
introduccin al ambiente de la Sierra Nevada son las fotografas del libro La Sierra
Nevada de Santa Marta, de Juan Mayr (Bogot, 1984). (regresar a 22)

23. Sobre Arqueologa de la Sierra Nevada, vanse entre otras fuentes: Ardila
Caldern, Gerardo Ignacio. Alto de Mira; Sierra Nevada de Santa Marta -
Contribucin al conocimiento de la arqueologa del Alto Buritaca. Informe al
Instituto Colombiano de Antropologa, Bogot, 1985. Bischof, Henning
"Contribuciones a la cronologa de la Cultura Tairona (Sierra Nevada de Santa
Marta, Colombia)" Verhandlungen des XXXVIII Internationalen
Amerikanistenkongresses, Stuttgart-Mnchen, 1968, Vol. 1, pp. 259-269, Munich,
1969; id. "La Cultura Tairona en el Area Intermedia" ibid., pp. 27 1-280; Cadavid
Camargo, Gilberto & Ana Mara Groot de Mahecha "Buritaca 200: Arqueologa y
conservacin de una poblacin precolombina (Sierra Nevadade Santa Marta-
Colombia) "Beitrge zur Allgemeinen und Vergleichenden Archologie, Band 4, pp.
255-287, 1982; Castao, Carlos "Buratica 200: consideraciones en torno a los
elementos arquitectnicos y urbansticos" Revista de Arqueologa, ao V, N 39,
pp. 3 1-43, Madrid, 1984; Dussn de Reichel, Alicia "Una escultura ltica de
tipologa costarricense de la Sierra Nevada de Santa Marta" Razn y Fbula,
Revista de la Universidad de los Andes. N 2, pp. 39-42, Bogot, 1967; Groot de
Mahecha, Ana Mara "Buritaca-200: Una fecha de radiocarbono asociada con
objetos de orfebrera tairona" Boletn del Museo del Oro, Ao 3, pp. 2 1-34, Banco
de la Repblica, Bogot, 1980; Herrera de Turbay, Luisa Fernanda "Buritaca-200:
Estudio de polen arqueolgico" Boletn del Museo del Oro, Ao 3, pp. 1-20; Banco
de la Repblica, Bogot, 1980; Mason, J. Alden. "Archaeology of Santa Marta,
Colombia: The Tairona Culture" Anthropological Series, Vol. XX, Nos. 1, 2, 3, Field
Museum of Natural History, Chicago, 1931, 1936, 1939; Murdy, Carson N. "La
economa y densidad de poblacin en los asentamientultura Tairona en la rida
zona litoral de la Sierra Nevada de Santa Marta" Primer Congreso Nacional de
Historiadores y Antroplogos, Santa Marta, 1975, pp. 122- 143, Editorial Argemiro
Salazar y Compaa, Medelln, 1976; Reichel-Dolmatoff, G. "Investigaciones
arqueolgicas en la Sierra Nevada de Santa Marts: Parte 3a. Revista Colombiana
de Antropologa, Vol. III, pp. 141-170, Bogot, 1955; Reichel-Dolnsatoff, Gerardo y
Alicia "Investigaciones arqueolgicas en la Sierra Nevada de Santa Marta: Partes
1 y 2" ibid. Vol, U, pp. 145-206, Bogot, 1954; id. "La Mesa: Un complejo
arqueolgico de la Sierra Nevada de Santa Marta" ibid. Vol. VIII, pp. 160-2 13,
Bogot; Serge de la Ossa, Margarita "Organizacin urbana en Ciudad Perdida"
Cuadernos de Arquitectura, Escala, N 9 (pginas sin numerar), Bogot, 1984;
Valderrama Andrade, Bernardo & Guillermo Fonseca Traque "Exploraciones en la
vertiente norte de la Sierra Nevada de Santa Marta Boletn del Museo del Oro, Ao
54, pp. 1-41, Banco de la Repblica, Bogot, 1981: Wynn, Jack Thomas. Buritaca
Ceramic Chronology: A Seriation from the Tairona Area, Colombia. Disertacin
doctoral, University of Missouri, 1975. Hablando de las investigaciones
arqueolgicas en la zona litoral entre Santa Marta y Caaveral, al Este (Murdy,
1976, p. 126 escribe que slo dos misiones arqueolgicas han trabajado en esta
zona: la primera en 1922-1923 de .I. Alden Masan (1931, 1936, 1939) del Field
Museum of Natural History, Chicago. y la segunda de l, Murdy, entre 1974 y
1975, en misin del Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables.
Eso no es exacto, puesto que esta rea fue explorada en detalle por Gerardo y
Alicia Reichel-Dolmatoff, entre 1946 y 1950, en misin del Instituto Etnolgico
Nacional y de la Gobernacin del departamento del Magdalena. (regresar a 23)

24. Me refiero aqu principalmente a los resultados obtenidos por J. Alden Mason,
y por m personalmente. Los resultados de las excavaciones en el sitio de
Buritaca-200, a partir de 1976. estn prcticamente inditos y los pocos datos que
se han publicado (Cf. Nota 23) an no constituyen una visin coherente.

25. Cf. Nota 24. (regresar a 25)

26. Vase la bibliografa etnolgica citada en la Nota 21. (regresar a 26)

27. Muchas ocarinas taironas que se encuentran en museos o colecciones


particulares, dentro y fuera del pas, son falsificaciones que han inundado el
mercado en las ltimas dos dcadas.
28. Reichel-Dolmatoff, mss. inditos. La cermica asociada a esta construccin
era de tipo negro opaco, con decoracin aplicada, comn en la vertiente occidental
de la Sierra Nevada. Cuando se efectu esta excavacin (1948) an no se haba
descubierto el mtodo del C14. El total de cuentas y cermicas asociadas fue
depositado en el Museo Arqueolgico de Santa Marta, excepto una coleccin
tipolgica que fue entregada al Museo Nacional. (regresar a 28)

29. Obviamente se trata de objetos estrechamente relacionados con las tallas de


jade de Costa Rica; vase, por ejemplo, Easby, Elizabeth Kennedy "Jade"
Precolumbian Art of Costa Rica (Elizabeth P. Benson, editor), pp. 135-151,
Abrams inc., NewYork, 1981. Otro trabajo de inters es: Wagner, Erika & Carlos
Schubert "Prehispanic Workshops of Serpentine Artifacts, Venezuelan Andes, and
Possible Raw Material Source" Science. Vol. 175, pp. 888-890, 1971.

30. La mscara fue donacin del seor Alfonso Munive, de Cinaga, y se


encuentra en el Museo Nacional. Se hall en un ofrendatario bajo, del tipo descrito
para Nahuanje, con un cuello y una tapa ajustada. Es de cermica gris oscura,
pesada. La decoracin del ofrendatario es atpica en tanto que consiste de una
banda de motivos geomtricos incisos, con campos punteados-zonificados. Sea
dicho que el hallazgo no estaba asociado con la arquitectura ltica del lugar.

31. La figura acurrucada est descrita en: Dussn de Reichel, Alicia "Una
escultura ltica de tipologa costarricense, de la Sierra Nevada de Santa Marta"
Razn y Fbula, Revista de la Universidad de los Andes, N2, pp. 39-42, Bogot,
1967. Se trata de una figura de tipo Sukia costarricense, probablemente
representando un chamn en actitud ritual. La pieza formaba parte de la coleccin
del seor Rainer Schultze-Kraft, de Heidelberg, Alemania. (regresar a 31)

32. Las grandes caras humanas se encuentran en una coleccin particular en


Minca; otras en el Colegio Celedn de Santa Marta, y varias en el Museo
Arqueolgico de la misma ciudad. Vase tambin: Hildeberto Mara; infra (1954,
figs. 81-84). (regresar a 32)

33. El cronista Pedro de Aguado escribe que los indios de Bonda tenan "cierto
artificio para tender la cuerda, que usaban traer en la mano derecha". Tensores de
arco de forma similar estn an en uso entre los indios Chimilas del ro Ariguan;
vase Reichel-Dolmatoff, G. "Etnografa Chimila Boletn de Arqueologa, Vol. II,
pp. 95-155, Bogot, 1946 (Cf. pp. 119-120: figuras 9c. d. e; Lminas XII-XIII).

34. Hilderberto Mara, Hermano. "Arte rupestre en la Sierra Nevada de Santa


Marta (Colombia)" Antropologa y Etnologa, N 10. Consejo Superior de
Investigaciones Cientficas, Instituto Bernardino de Sahagn. Madrid. 1954:
Isaacs. Jorge "Estudio sobre las tribus indgenas del Estado del Magdalena. antes
Provincia de Santa Marta Anales de la Instruccin Pblica, Vol. VIII. Bogot. 1884.

35. Sobre la metalurgia tairona, vanse: Mason. J. Alden (1936>; Prez de


Barradas. Jos. Orfebrera Prehispnica de Colombia: Estilos Quimbaya y otros.
Texto. Madrid. 1966 (cf. p. 317). Vanse tambin la serie de artculos aparecidos
en el Boletn del Museo del Oro, Banco de la Repblica, Bogot. (regresar a 35)

36. Anoto la semejanza de esta barra o vara. con la sagrada vara sonajera de los
indios del Vaups (Reichel-Dolmatoff. G.. The Shaman and the Jaguar. Temple
University Press. Philadelphia. 1975: Cf. Indice: Musical Instruments. p. 277). Sea
dicho aqu que figuras de oro o cobre que sostienen objetos bfidos, se encuentran
tambin en la metalurgia de la Cordillera Central. (regresar a 36)

37. No se menciona nada acerca de las asociaciones culturales tipolgicas de


estas fechas. (regresar a 37)

38. Reichel-Dolmatoff, G. "Investigaciones arqueolgicas en la Sierra Nevada de


Santa Marta: Parte 3: Sitios de contacto espaol" Revista Colombiana de
Antropologa, Vol. III, pp. 141-170, Bogot, 1955. (regresar a 38)

39. Mason, J. Alden, 1939 (Cf. Fig. 23. Lminas CCXIV-CCXV). (regresar a 39)

40. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en el


departamento del Magdalena, Colombia, 1946-1950: Parte 1-Arqueologa del ro
Ranchera; Parte II-Arqueologa del ro Cesar" Boletn de Arqueologa, Vol. III, N
1-6, pp. 1-234, Bogot, 1951. (regresar a 40)

41. Bischof, 1969; supra. Nota 23. (regresar a 41)

42. Bolinder, Gustaf. "Urn-burials in fullsize mortuary urns in Sierra Nevada de


Santa Maria, Colombia" Ethnos, Vol. 7, N 1 pp. 10-19, Etnografiska Museum,
Stockholm, 1942. Comunicacin personal de los doctores Gustaf Bolinder y Henry
S. Wassn, del Museo de Gteborg. (regresar a 42)

43. La finca Shangri-La perteneca en 1946 al seor Jack Oberlin, de la United


Fruit Company. (regresar a 43)

44. Cf. Supra, Nota 40. (regresar a 44)

45. Aguilar, Carlos H. Guayabo de Turrialba. Arqueologa de un sitio indgena


prehispnico. Editorial Costa Rica, San Jos, 1972; Fonseca Zamora, Oscar
"Informe de la primera temporada de reexcavacin de Guayabo de Turrialba"
Vnculos, Vol. 5 N0 1-2, pp. 35-41. Museo Nacional de Costa Rica. San Jos.
1979; id. "Guayabo de Turrialba and its significance" Precolumbian Art of Costa
Rica (Elizabeth P. Benson, editor), pp. 104-111. Abrams Inc., New York, 1981.

46. Stone, Doris, Introduccin a la Arqueologa de Costa Rica. Museo Nacionalde


Costa Rica, San Jos. (regresar a 46)
47. Reichel-Dolmatoff, O. Colombia: Ancient Peoples and Places. Thames &
Hudson, London. 1965: id. "Colombia Indgena: Perodo Prehispnico" Manual de
Historia de Colombia (J. G. Cobo Borda & Santiago Mutis Durn. editores), Vol. 1,
pp. 31-115. (regresar a 47)

48. Bogot, 1978-1979. Mi cambio de enfoque, en la interpretacin de estas


relaciones, se debe ante todo a mis conversaciones con el profesor Donald W.
Lathrap, de la Universidad de Urbana-Illinois. Lathrap, en efecto, sugiere que la
Cultura Tairona se basa esencialmente en desarrollos locales (Momil, ro
Ranchera y otros) y opina que la arquitectura tairona se relaciona con complejos
arquitectnicos como Pajatn, en el Per. (regresar a 48)

49. Reichel-Dolmatoff, G. Datos histrico-culturales..., Bogot, 1951 (Cf. p. 37);


Restrepo Tirado. Ernesto "Cmo se sacrificaba a los indios" Boletn de Histora y
Antigedades, Vol. XXIV, pp. 739-743, Academia Colombiana de Historia, Bogot,
1937. (regresar a 49)

50. Los principales elementos mesoamericanos que se observan entre los Kogi,
son los siguientes: nfasis en "amanecer", en el mito de creacin; mltiple
creacin del universo y de la humanidad; concepto de varios mundos
superpuestos, de difcil acceso: asociacin de puntos cardinales con distintos
colores, fuerzas vitales y destructoras, y seres monstruosos; concepto de un Ms
All especial para mujeres que mueren en el parto o para personas que mueren
ahogadas; dualismo (benvolo/malvolo) de las deidades; mono-polimorfismo y
cuadruplicidad de las deidades; divinidad solar de carcter femenino; bailarines
enmascarados que representan la deidad; carcter ritual del nmero nueve;
enfermedad causada por el pecado; simbolismo de la "escoba" y del acto de
"barrer" en el perdn del pecado; confesin: adivinacin por contraccin sbita
muscular y por juntar rpidamente las uas de los dedos ndice; largo perodo de
entrenamiento para sacerdotes; sacerdocio altamente organizado: perro como
gua hacia el Ms All; observacin minuciosa de solsticios y equinoccios.
BIBLIOGRAFA SELECTIVA

Bennett, Wendell C.
1944 Archaeological Regions of Colombia: A Ceramic Survey. Yale University
Publications in Anthropology, N 30, New Haven, 1944.

Lumbreras, Luis G.
1981 Arqueologa de la Amrica Andina. Editorial Milla Batres, Lima.

Nachtigall, Horst
1961 Alt-Kolumbien: Vorgeschichtliche Indianerkulturen. Berln.

Reichel-Dolmatoff, G.
1965 Colombia: Ancient Peoples and Places. Thames & Hudson, London.
1978 "Colombia Indgena: Perodo Prehispnico" Manual de Historia de Colombia
(Juan Gustavo Cobo y Santiago Mutis, editores), Vol. 1, pp. 3 1-114, Instituto
Colombiano de Cultura, Bogot.

Willey, Gordon R.
1966-1971 An Introduction to American Archaeologv. 2 vol. Prentice-Hall,
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Duque Gmez, Luis


1955 Colombia: Monumentos histricos y arqueolgicos. 2 Vol. Instituto
Panamericano de Geografia e Historia, Publicacin N0 179, Mxico, 1955.
1965 Prehistoria: Historia Extensa de Colombia, Vol. 1, Academia Colombiana de
Historia, Bogot, 1965.
1967 Tribus Indgenas y Sitios Arqueolgicos. Historia Extensa de Colombia,
Prehistoria, Tomo II, Academia Colombiana de Historia, Bogot, 1967.

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