Arqueología de Colombia. Un Texto Introductorio
Arqueología de Colombia. Un Texto Introductorio
Arqueología de Colombia. Un Texto Introductorio
Gerardo Reichel-Dolmatoff
El trabajo del profesor se inici en 1940 con un viaje a la parte alta del ro Meta en
las llanuras del Orinoco; de este trabajo surgi una de las primeras publicaciones
sobre la cultura material de los indgenas Guahibo. En 1941, l y Alicia Dussn
iniciaron estudios de arqueologa en la sabana de Bogot,en los abrigos rocosos
en Zipaquir, Suesca as como en la Laguna de la Herrera y excavaron
principalmente en las poblaciones de Sop y Soacha, y tambin en el valle del ro
Magdalena en cercanas a la ciudad de Girardot. En 1943, el profesor public su
estudio sobre el asentamiento Muisca de Soacha. En compaa de Alicia, adelant
un estudio comparativo de las urnas funerarias del valle del ro Magdalena. Ese
mismo ao publicaron uno de los trabajos primarios sobre variacin de tipos de
sangre entre los grupos Pijao del departamento del Tolima.
En 1946, El Gran Jaguar se instal junto con Alicia en la ciudad de Santa Marta
donde fund el Instituto Etnolgico del Magdalena, el cual dirigi hasta 1950. Los
aos en Santa Marta permitieron avanzar con las investigaciones arqueolgicas
en el sitio de Pueblito, donde por primera vez se estableci principalmente una
secuencia cultural para dicha rea. Igual proceso llev a cabo en los ros Cesar y
Ranchera. Durante los aos 1946 a 1948, el profesor desarroll su programa de
investigaciones sobre los Kogi, el cual publica en su clsica monografa. De su
continua visita a la Sierra Nevada de Santa Marta obtiene valiosa informacin que
ha clarificado nuestra visin sobre los ancestrales cacicazgos Tairona.
En 1957, los Reichel exploran las cabeceras del ro Sin, donde colectan
informacin etnogrfica de los indgenas Enbera. Al ao siguiente realizan el
primer estudio arqueolgico del Golfo de Urab y la parte baja del valle del ro
Atrato y del estrecho del Darin. En 1959, continuaron la investigacin
arqueolgica en la parte baja del Magdalena. En 1960, los esposos Reichel-
Dolmatoff comienzan a explorar arqueolgicamente la costa Pacfica, desde el
lmite fronterizo con Panam hasta el Ecuador en un proyecto que dura tres aos.
La prospeccin es interrumpida en 1961 con el trabajo de campo en Puerto
Hormiga, cerca a Cartagena. All el profesor y su esposa descubren lo que sera la
cermica ms antigua del continente americano. Es en ese mismo ao que el
profesor publica su artculo clsico en la arqueologa de continente americano
"The Agricultural Basis of the Sub-Andean Chiefdoms of Colombia". (Las Bases
Agrcolas de los Cacicazgos SubAndinos de Colombia), trabajo que a pesar de
haber sido publicado hace ms de 35 aos, contina siendo obligatoriamente
citado en los trabajos sobre cacicazgos.
Hace veinte aos, en 1965, publiqu en la serie "Ancient Peoples and Places", de
los editores londinenses Thames & Hudson, el volumen de arqueologa
correspondiente a "Colombia", que se difundi ampliamente en el extranjero; pero
aquella edicin se agot muy pronto y aqu no fue muy conocida. Obviamente
ahora me he basado en aquella obra, pero la amplo muy considerablemente. Por
un lado, muchos descubrimientos efectuados durante el curso de las ltimas
dcadas, en territorio colombiano, han venido a completar el cuadro de ese
entonces. Por otro lado, las formulaciones mismas, de la arqueologa como
ciencia, han evolucionado y plantean novedosos problemas an por investigar.
Mis primeros captulos demuestran qu influencia tan fuerte han tenido los
diversos ambientes fsicos sobre la tenencia que el hombre tuvo, y an tiene,
sobre esta tierra, y qu tan profundamente han sido moldeados, el pasado y el
presente de esta parte de Suramrica, por sus contactos con reas vecinas; as
como las fuertes influencias que tuvo Colombia sobre dichas reas. Pero an ms
difcil es intentar reconstruir el pasado prehistrico, no slo por la evidente
escasez de formaciones arqueolgicas, sino tambin por las interrelaciones tan
complejas que conllevan las particularidades topogrficas y climticas de
Colombia. A todo ello se aade luego la particular posicin geogrfica que el pas
ocupa en el Continente Americano.
En los captulos que siguen he tratado de recoger las muchas hebras sueltas, de
la arqueologa, y de entretejerlas en una obra que muestre una secuencia, en
tiempo y espacio. Para lograr esto, he podido basarme muchas veces en mis
propias investigaciones de campo, pero tambin me he referido en mltiples
ocasiones a los trabajos de otros, y eso no slo en el campo de la arqueologa,
sino tambin en los de la geografa, paleontologa, zoologa, botnica y ecologa.
Reconozco, con gratitud, mi deuda intelectual con esos autores.
Debo mis rendidos agradecimientos al doctor Jorge Elicer Ruiz, Asesor Cultural
de la Presidencia de la Repblica, quien con vivo inters acogi esta obra y
acompa cada fase de su preparacin y edicin. As mismo doy las gracias a las
directivas tanto del Fondo Colombiano de Investigaciones Cientficas y Proyectos
Especiales "Francisco Jos de Caldas", COLCIENCIAS, como a la Fundacin
Segunda Expedicin Botnica.
Mucho debo a la lectura de las obras de mis colegas, viejos y jvenes, y sera
imposible mencionar aqu individualmente las tantas personas que me han
estimulado intelectualmente, pero no puedo dejar de evocar dos nombres: Paul
Rivet y Jos de Recasens. Para el xito de mis labores cientficas fue esencial la
contribucin intelectual y el apoyo de Alicia, mi esposa, colega que, durante ms
de cuatro dcadas, efectu conmigo la mayora de las excavaciones y particip en
las dems fases de la investigacin y publicaciones arqueolgicas.
A Carlos Arturo Torres, amigo y gran artista de las ediciones ms prestigiosas del
pas, y a cuyo cuidado estuvo el presente libro, expreso mi gratitud y estimacin.
Captulo I
INTRODUCCIN
No es fcil encontrar una definicin clara de lo que se ha querido decir con este
trmino. Es obvio la misma palabra lo indica as que se trata de una etapa en
la cual el aumento de poblacin lleva a una vida urbana, en la cual las actividades
y controles sociales se desarrollan dentro del marco de una sociedad estratificada.
Otras caractersticas seran entonces la cohesin poltica territorial, un cdigo de
leyes, un sistema formalizado de simbolismo religioso, una arquitectura urbanstica
as como obras pblicas tales como caminos, canales o terrazas de cultivo.
Tambin se debe mencionar aqu la invencin de la escritura o de algn otro
sistema de flotacin abstracta. La base fundamental de esta evolucin social,
intelectual y artstica, es indudablemente la agricultura y el advenimiento de la
etapa designada como civilizacin, dependa entonces en alto grado de la eficaz
utilizacin de las tierras, y de la calidad y cantidad de las cosechas obtenidas.
El avance que haban logrado dichas sociedades forma parte de un legado valioso
de la humanidad. En condiciones climticas y ambientales a veces muy adversas,
los pueblos aborgenes de Mxico y Per haban creado grandes estados y
sistemas econmicos muy eficaces. Su arquitectura, organizacin social,
relaciones comerciales, religin y cosmologa, artesanas y artculos de lujo,
atestiguaban un nivel tecnolgico, intelectual y artstico muy apreciable. En efecto,
sise evoca mentalmente una imagen de prehistoria americana, de algn aspecto
arqueolgico que se destaque en nuestra conciencia, sea por su arte, su
monumentalidad o por su poder expresivo, se piensa inmediatamente en algn
templo de Mxico, Guatemala o Per, o en alguna estatua colosal de una divinidad
all venerada. La idea de prehistoria americana se ha venido asociando pues ante
todo con Mesoamrica y los Andes Centrales. Obviamente, las culturas
prehistricas de la mayora de los otros pases latinoamericanos nunca han
ejercido la misma fascinacin, ni tampoco han despertado la misma admiracin
que siente el visitante en los grandiosos museos de Mxico, o al contemplar los
templos de Tikal, en Guatemala, olas ruinas de Machu Picchu, en Per.
Una pregunta, engaosa tal vez pero justificada a primera vista, se plantea tan
pronto como se echa un vistazo al mapa geogrfico y al esquema cronolgico de
Amrica Nuclear: A qu se debe este vaco, entre los dos centros culturales
principales? Por qu los pueblos prehistricos de Colombia no lograron un
desarrollo similar al de sus vecinos, de Mxico y de Per? La gama de
condiciones climticas no es tan diferente; las costas y cordilleras tienen muchos
rasgos en comn; flora y fauna comparten muchas especies similares y aun
idnticas. La calidad de las tierras, la precipitacin, las variaciones altitudinales o
las rutas naturales de migracin, todos estos rasgos fsicos generales que el
arquelogo observa y evala, son bastante similares y ofrecen una amplia y
variada base para servir de escenario de desarrollos culturales. Por qu
entonces esta interrupcin? Qu ventaja tenan los valles y montaas de
Oaxaca, sobre el Valle del Cauca o la Cordillera Central de Colombia? No son
acaso muy similares los antiguos lagos pleistocnicos del Valle de Mxico y los de
la Sabana de Bogot? Por qu permanecieron las culturas prehistricas de
Colombia sobre un nivel esencialmente rural, sin lograr la cohesin y complejidad
de los estados que florecan en Mesoamrica y los Andes Centrales, en la llamada
etapa clsica?
Pero antes de ocuparme de la tarea difcil de ofrecer al lector, en las pginas que
siguen, un cuadro coherente de los desarrollos culturales prehistricos en
Colombia, es necesario presentar primero un breve esbozo de la historia de los
descubrimientos e investigaciones en este pas.
Colombia es el pas de El Dorado, de esmeraldas y tesoros enterrados, de oro
escondido en montaas y lagunas, y de alhajas enterradas en tumbas y cavernas.
Oro y perlas fueron el primer botn que los conquistadores espaoles tomaron
entre los indios de la costa del Mar Caribe, y de ah en adelante el oro se volvi su
obsesin. Lo raparon de los vivos y de los muertos; extorsionaron las poblaciones,
torturaron a los caciques, saquearon las tumbas y los santuarios. La bsqueda del
oro pronto se convirti en el factor decisivo en determinar las rutas de penetracin
de las huestes conquistadoras, as como en su escogencia de los lugares para
establecer las primeras fundaciones permanentes. No es de sorprenderse pues si
los frailes y capitanes que se volvieron los primeros cronistas de estas hazaas, al
escribir de las riquezas, se maravillen de los tesoros indgenas encontrados por
los soldados. Las crnicas hablan de "guilas" de oro, de coronas, patenas y
diademas, de narigueras y de brazaletes. Todo eso hallado, robado, recibido de
regalo o en cambio por cuentas de vidrio, arrebatado como tributo o desenterrado
en las tumbas de los jefes. Y luego, todo aquello deba ser fundido en lingotes,
para enviarse a Espaa. Ya en 1530, el Gobernador de Santa Marta, Garca de
Lerma, decret que los entierros de los indios Taironas podan abrirse slo con su
permiso personal, para poder as establecer los derechos de la Corona sobre el
oro encontrado en ellos. En 1572, una Cdula Real orden que la mitad del oro
que se hallase en los ricos tmulos del ro Sin deba ser entregado a la Corona;
disposiciones similares fueron dictadas por la mayora de las autoridades locales,
para controlar el saqueo de las tumbas y garantizar que las arcas del Rey
recibieran su parte del botn.
Sin embargo, los recuentos de los historiadores y viajeros del siglo XVIII contienen
pocos datos. En 1757, Fray Juan de Santa Gertrudis ( 2 ) visit las cabeceras del
ro Magdalena y escribi un relato ingenuo pero interesante sobre las estatuas
monolticas de la regin de San Agustn. Cuarenta aos despus, en 1797, el
naturalista Francisco Jos de Caldas visit la misma zona y mencion este sitio
arqueolgico en una publicacin aparecida en 1808 ( 3 ). Alexander
von Humboldt ( 4 ) fue el primer viajero que escribi sobre las antiguas pictografas
y petroglifos del Orinoco y, en su relato sobre sus exploraciones en el interior de
Colombia; en 1801, describe la laguna de Guatavita, cerca de Bogot, donde un
cacique Muisca anualmente haca su tradicional ofrenda de oro. Humboldt tambin
escribi en algn detalle sobre las teoras del padre Jos Domingo Duquesne,
prroco de un poblado del altiplano de Bogot, quien, equivocadamente, interpret
una pequea piedra tallada, y destinada a trabajos de orfebrera, como un
calendario aborigen. De ah en adelante y ciertamente bajo el estmulo de los
libros tan influyentes de Humboldt, las culturas prehistricas, sobre todo la Muisca,
se mencionan con ms frecuencia en las obras de los viajeros. Como curioso
ejemplo de las tendencias fantsticas que, en aquel entonces, tomaban algunas
especulaciones sobre el origen de los indios americanos, mencionamos aqu la
obra de M. de Paravey, aparecida en Pars en 1835, bajo el ttulo de Mmoire sur
lorigine japonaise, arabe et basque de la civilisation des peuples du plateau de
Bogot.
Fue solamente en 1913 cuando, por fin, se efectuaron las primeras excavaciones
sistemticas en suelo colombiano. De 1913 a 1914, Konrad Theodor Preuss, del
Museum fr Volkerkunde, de Berln, trabaj en San Agustn, y en 1929 se public
en Gttingen su obra Monumentale vorgeschichtliche Kunst, libro que contiene la
primera descripcin cientfica de una cultura prehistrica colombiana. La prxima
expedicin, tambin organizada por un gran museo, estuvo a cargo de L. Alden
Mason, del (Field Museum), Chicago, quien trabaj entre 1922 y 1923 en la zona
tairona de la Sierra Nevada de Santa Marta, y public luego tres volmenes sobre
sus resultados. La calidad de las descripciones de artefactos, contenidas en las
obras de Preuss y Mason, sentaba un estndar muy alto, las ilustraciones eran de
excelente calidad y formaban un inventario muy completo. Sin embargo, an no se
haba producido la "revolucin estratigrfica" y los dos arquelogos no se
ocupaban de problemas cronolgicos en el terreno. Aunque Preuss y Mason
estaban perfectamente conscientes de que los vestigios que haban descubierto
eran el resultado de un largo desarrollo previo, no efectuaron excavaciones
controladas, y cuando publicaron sus obras, el gremio de arquelogos se encontr
de nuevo ante culturas indgenas que aparentemente carecan de toda
profundidad temporal. En los aos siguientes hubo varios arquelogos extranjeros
de renombre, trabajando en Colombia. Las investigaciones de Sigvald Linn
(1929) en la zona del Darin, contribuyeron al conocimiento de la regin stmica, y
Henry S. Wassen (1937) excav en la Cordillera Occidental. Otros se dedicaron a
excavaciones en pequea escala en diversas partes del pas, sobre todo en las
zonas Muisca, Tairona y de San Agustn (Bolinder, 1937; Lunardi, 1934, 1935;
Mason, 1940; Walde-Waldegg, 1937; Wavrin, 1936). Sin embargo, aunque todas
estas investigaciones produjeron resultados importantes, es aparente que, durante
estos aos, los estudiosos colombianos no fueron influenciados por las
publicaciones de misiones extranjeras ( 8 ).
Durante la dcada de los sesenta se hizo notar una nueva tendencia paralela a la
orientacin que prevaleca entre los arquelogos del pas. Algunos colegas
extranjeros haban llegado a Colombia y comenzaron a dedicarse a labores
estratigrficas en diferentes regiones. Sylvia Broadbent (1962, 1964, 1965, 1966,
1968, 1969, 1970, 1971) (19) y Karen Olsen Bruhns
(1969) (20) iniciaron reconocimientos sistemticos en el Altiplano Muisca y la
Cordillera Central respectivamente; Warwick Bray y Michael Moseley (Bray, 1963;
Bray y Moseley, 1971; Bray y otros, 1968), trabajaron en el Valle del Cauca, y Bray
y Donald Sutherland (1971) iniciaron un programa de investigaciones en la
Cordillera Oriental. Wesley Hurt (Hurt, Van der Hammen y CorreaL,
1972) (21) excavaron en abrigos bajo roca cerca de Bogot; Henning Bischof
(1966, 1969) (22) trabaj en la Costa Caribe; Stanley Long y Juan Yngez (Long
y Yngez, 197 1)(23) excavaron en Tierradentro; Charles Bolian
(1972) (24) comenz algunas excavaciones en la regin amaznica, cerca de
Leticia. Todos estos arquelogos, en su mayora extranj eros, estaban aplicando
mtodos estratigrficos a acumulaciones de basura y lograron establecer cortas
secuencias de cermica u objetos lticos.
__________
1- Los principales cronistas espaoles que tratan de la conquista y colonizacin
del territorio colombiano, son: Juan de Castellanos, Elegas de Varones Ilustres,
Madrid, 1847, e Historia del Nuevo Reino de Granada, Madrid, 1886; Fray Pedro
de Aguado, Recopilacin Historial, 4 vol., Bogot, 1956-1957; Gonzalo Fernandez
Oviedo y Valds, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra finne del mar
ocano, Madrid, 1851-1855; Pedro Cieza de Len, La crnica del Per, Madrid,
1862; Fray Pedro Simn, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Fieme en
las Indias Occidentales, 5 voL, Bogot, 1882-1892; Lucas Fernndez de
Piedrahta, Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada,
Bogot, 1881; Antonio Herrera y Tordesillas. Historia general de los hechos de los
castellanos en las islas i tierra firme del mar ocano, 9 vol., Madrid, 1726-1727.
Importantes colecciones de documentos son, entre otros: Antonio B. Cuervo
(editor), Coleccin de documentos inditos sobre la geografla y la historia de
Colombia, 4 vol., Bogot, 189 1-1894; Juan Friede (Editor), documentos inditos
para la historia de Colombia, 10 vol., Bogot, 1955- 1960. La mayora de los
cronistas espaoles existe tansbin en ediciones recientes publicadas en Bogot.
Una excelente obra de resumen es de Carl Ortwin Sauer, The Early Spanish Main,
University of California Press, Berkeley y Los Angeles, 1966. Otras obras de
inters son: Juan Friede, Descubrimiento y Conquista del Nuevo Reino de
Granada: Rgimen de Gobernadores 1499-1550, Historia Extensa de Colombia,
Vol. II, Bogot, 1965. (regresar a 1)
6- Codazzi, Agustn, "Ruinas de San Agustn", en: Felipe Prez, Geografa fsica y
poltica de los Estados de Colombia, 2 vol., Bogot, 1863 (Cf. II, pp. 76-107);
Rivero, Eduardo Mariano y Johann Jakob von Tschudi, Antigedades Peruanas
(texto y atlas), Viena, 1851. (regresar a 6)
7- Bastian. Adolf, Die Culturlnder des Alten America, 3 vol. Berln, 1878/1889
(Cf. 1, pp. 225, 237-238,242-243,269,299). Otra obra que contiene muchos datos
e ilustraciones de cermicas colombianas, en museos alemanes, es: Seler,
Eduard, Peruanische Alterthmer, Berln, 1893. En ella figuran varios nombres de
coleccionistas colombianos, de fines del siglo pasado. (regresar a 7)
8- Bolinder, Gustaf, "Archaeological Research on the Tableland about Bogot",
Ethnos, Vol. 2, N4, pp. 130-132, Stockholm, 1937; Linn, Sigvald, Darien in the
Past: The Archaeology of Eastern Panam and North-Western Colombia,
Gteborg, 1929; Lunardi, Federico, El Macizo Colombiano en la Prehistoria de Sur
Amrica, Impresa Nacional, Rio de Janeiro, 1934; id.La vida en las
tumbas:Arqueologa del Macizo Colombiano, Rio de Janeiro, 1934; Mason,
Gregory, South of Yesterday, New York, 1940; Walde-Waldegg, Hermano von,
"Preliminary Repon on the Expedition to San Agustn (Colombia)", Anthropological
Series of The Boston College, Vol. II, N 7, pp. 5-54 Boston, 1937; Wassn, Henry
S., "Archaeological Study in the Western Colombian Cordillera", Etnologiska
Studier, N 2, pp. 30-67, Gteborg, 1936; Wavrin, Robert de, "Apport aux
connaissances de la civilisation dite de San Agustin et la archologie du Sud de
la Colombie", Bulletin de la Socit des Amricanistes de Belgique, N" XXI, pp.
107-134, Bruselas, 1936.
11- Cubillos, Julio Csar, "El Morro de Tulcn (pirmide prehispnica)", Revista
Colombiana de Antropologa, Vol. VIII, pp. 217-357, Bogot, 1959. (regresar a 11)
12- Duque Gmez, Luis, "Los ltimos hallazgos arqueolgicos de San Agustn",
Revista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. II, N 2, pp. 5-42, Bogot, 1948; id.,
San Agustn: Resea Arqueolgica, Ministerio de Educacin Nacional, Bogot,
1963. (regresar a 12)
13- Silva Celis, Elicer, "La arqueologa de Tierradentro", Revista del Instituto
Etnolgico Nacional, Vol. 1, pp. 117-130; pp. 521-589, Bogot, 1943-1944.
(regresar a 13)
17- Ford, James A., "Excavations in the Vicinity of Cali, Colombia", Yale
University Publications in Anthropology, N 31, New Haven, 1944. (regresar a 17)
20- Bruhns, Karen Olsen, Ancient Pottery of the Middle Cauca Valley, Disertacin
doctoral, University of California, Berkeley, 1967 (University Microfilms, Ann Arbor).
(regresar a 20)
EL Pas
Colombia est situada entre los 12 30' Norte y 4 13 Sur de la lnea ecuatorial, y
la mayor parte del territorio tiene un clima tropical, pero ya que la temperatura
depende de la altura, la variacin climtica en las zonas montaosas del pas
abarca toda la escala, desde el trpico hmedo o seco, hasta las tierras altas y los
nevados de las cordilleras. Una divisin cudruple en grandes pisos trmicos
muestra una escala donde primero est la tierra caliente, desde el nivel del mar
hasta aproximadamente 1.000 metros, abarcando el 83% del territorio nacional,
con una temperatura media anual que no excede los 24 centgrados. La tierra
templada sigue entre los 1.000 y 2.000 metros, abarcando aproximadamente el
9% del territorio y con una temperatura media de no menos de 17.50. Entre los
2.000 y 3.000 metros est la tierra fra, que abarca el 6% del territorio nacional y
tiene una temperatura de no menos de 12 centgrados, y arriba de los 3.000
metros comienzan los pramos, aquella zona alta semejante a la tundra siberiana,
que cubre ms o menos el 2% del territorio y con una temperatura por debajo de
los 12. El lmite inferior de las nieves perpetuas se halla aproximadamente entre
los 4.500 y 4.800 metros sobre el nivel del mar.
La Costa Caribe
La Costa Pacfica
La Regin Andina
Los Llanos del Orinoco
Las Selvas del Amazonas.
Las tierras bajas de la Costa Caribe se extienden aproximadamente 1.600
kilmetros desde la frontera venezolana hasta Panam, o sea desde los desiertos
de la Pennsula de la Guajira, hasta las selvas del Darin. La Guajira forma el
extremo ms septentrional del Continente Suramericano. Durante la estacin seca
los vientos alisios corren constantemente sobre aquella extensin plana y arenosa
y, ya que no hay barreras que permitan condensar su humedad, la Guajira es un
vasto desierto ardiente cubierto slo por rastrojos xerofticos, cactus y
bromeliceas. Slo durante los meses de octubre a noviembre caen leves lluvias y
entonces el montono desierto se ve sbitamente cubierto de matices verdosos.
Pero durante la mayor parte del ao, la Guajira es el territorio ms desrtico de
Colombia un vasto tracto de tierras estriles rodeadas por un mar violento.
Las tierras bajas del Caribe continan hacia el sudoeste y cambian paulatinamente
de desiertos a sabanas semiridas, con colinas onduladas a veces con extensos
bosques de rboles deciduos, hasta que al llegar al ro Magdalena se abre la
amplia llanura aluvial, cubierta aqu y all por lagunas y brazos muertos,
constituyendo un laberinto verde de caos y pantanos. Hacia el occidente del
Magdalena siguen lomas cubiertas de pastos y pequeos bosques, pero al paso
que los vientos alisios pierden su fuerza, la precipitacin anual aumenta. Esta gran
llanura que, hoy en da, es el centro ganadero del pas, est atravesada por dos
grandes ros cuyas cabeceras yacen cerca la una de la otra, en las montaas del
sur. El ro Sin corre en direccin norte, hacia el Mar Caribe, mientras que el ro
San Jorge se dirige hacia el nordeste y se une con el ro Magdalena un poco ms
abajo de la confluencia de ste con el ro Cauca.
Al este del bajo ro Magdalena surge la Sierra Nevada de Santa Marta, un gran
macizo aislado que se levanta abruptamente sobre las tierras bajas que se
extienden entre el delta del gran ro y las estribaciones septentrionales de la
Cordillera Oriental. Este macizo, de forma aproximadamente piramidal, constituye
un rasgo fisiogrfico sobresaliente de la Costa Caribe. En la Sierra Nevada, el
clima y la vegetacin varan no slo de acuerdo con la altura, sino tambin segn
la orientacin de las vertientes; las faldas surorientales que yacen bajo los vientos
alisios estn cubiertas por pastos, por escasos arbustos y pequeos bosques, los
cuales slo se hallan a lo largo de algunas corrientes de agua o en hondonadas
protegidas del viento. Las vertientes septentrionales y occidentales estn mucho
menos expuestas a los vientos y cubiertas de extensiones ms grandes de selva.
Hacia el occidente, las tierras bajas del Caribe se confunden gradualmente con las
selvas pluviales del Golfo de Urab y de la Serrana del Darin. All el paisaje es
de planicies aluviales pantanosas y de manglares interrumpidos a trechos por
oscuros riscos y bahas pedregosas.
Los amplios valles de los ros Magdalena y Cauca son, desde luego, rutas
migratorias naturales que siempre han desempeado un papel importante. Desde
las cabeceras del ro Magdalena, la Cordillera Oriental se puede atravesar en
varios lugares. Ms all, se extienden los Llanos del Orinoco y las Selvas del
Amazonas, con sus innumerables ros que corren hacia el Oriente y constituyen
vas hacia las tierras bajas del Per, del Brasil y de las Guyanas.
__________
LA ETAPA PALEO-INDIA
El sitio de El Abra est localizado a 2.570 metros sobre el nivel del mar. En el
curso de la excavacin encontraron abundantes vestigios de campamentos de
antiguos cazadores, junto con gran nmero de artefactos liticos que permitieron
establecer una secuencia estratigrfica. La estrecha colaboracin entre
arquelogos, gelogos, palinlogos y zologos, hizo posible el anlisis de estos
hallazgos, dentro del contexto paleoclimatolgico y paleoecolgico, circunstancia
que aument la importancia de sta y de subsecuentes excavaciones en el
altiplano. En efecto, result posible correlacionar las fechas de radiocarbono, los
anlisis de polen y las capas de ceniza volcnica, con las largas secuencias
paleoclimticas que van der Hammen haba elaborado para otras partes de la
Sabana de Bogot.
De acuerdo con van der Hammen, el clima del altiplano era fro durante todo el
Pleniglacial (ca. 55.000 a ca. 14.000 antes de presente) y la regin estaba cubierta
por una vegetacin tpica de los pramos. Despus de 14.000 antes de presente,
el clima se volvi ms templado, culminando en el llamado Interstadial de
Guantiv (ca. 12.500 a ca. 11.000 antes de presente), cuando extensos bosques
invadieron el altiplano. Este intervalo ms caliente corresponde a los artefactos
humanos de mayor antigedad encontrados en El Abra. La fecha ms antigua,
obtenida por el anlisis de radiocarbono, es de 12.460 aos antes de presente.
Los restos faunsticos indican la presencia de venados, roedores y armadillos,
pero no se hallaron vestigios de la megafauna del Pleistoceno. Los abrigos del
Tequendama y otros sitios del altiplano excavados por Correal y sus
colaboradores tambin arrojan fechas que colocan los vestigios culturales dentro
de la Etapa Paleo-india (3) .
Despus del Holoceno Temprano y Medio (ca. 10.000 a 2.500 antes de presente),
la temperatura media anual subi y, junto con este cambio, se observan ciertas
modificaciones en la cultura de los Paleo-indios. En El Abra, en aquella poca, se
utilizaban muchos artefactos en forma de raspadores y cuchillos. Ya con
anterioridad a los 7.000 aos antes de presente, los restos faunsticos contienen
un 50% de huesos de venado y otros 50% de cur; en cambio, en el Tequendama
los vestigios culturales del Holoceno Temprano contienen un 75% de roedores y
slo un 15% de venados. Parece pues tratarse de una tendencia gradual de
abandonar la caza especializada y de dedicarse los Paleo-indios a una economa
mixta, de cacera de presas variadas y de recoleccin.
Entre 1979 y 1980, Correal excav otro sitio Paleo-indio donde, por fin, se
comprob la contemporaneidad entre artefactos humanos y la megafauna del
Pleistoceno Tardo. El lugar, denominado Tibit, se encuentra cerca de El Abra,
pero en la parte plana de la Sabana. Apenas a un metro debajo de la superficie
descubrieron huesos de mastodontes, caballos y venados, junto con artefactos de
piedra. Una muestra de radiocarbono arroj una fecha de 11.740 aos antes de
presente.
Sera muy difcil querer atribuir con certeza los complejos lticos que se acaban de
mencionar, a la Etapa Paleo-india, pero su comn nivel tecnolgico tan
rudimentario, comparado con los desarrollos semejantes, dentro y fuera de
Colombia, sugieren una fase temprana.
La Etapa Arcaica debi durar miles de aos pero sigue siendo poco estudiada en
Colombia. Una excepcin constituye el valioso trabajo de Gerardo Ardua (1984),
quien pudo reconstruir, en sus excavaciones al pie de grandes rocas, cerca de
Bogot, una Ieduencia que abarca aproximadamente desde 5000 antes de Cristo
hasta la poca histrica. La secuencia se inicia con una industria ltica
(precermica) relacionada con El Abra y El Tequendama, seguida por un complejo
cultural nuevo, ya con algunos indicios de horticultura. La parte que luego sigue en
la secuencia, fechada alrededor de los primeros aos de la Era Cristiana, contiene
cermica del Perodo Herrera, es decir un complejo de la Etapa Formativa de la
Sabana de Bogot. Este trabajo es un buen comienzo que augura hallazgos muy
importantes para la comprensin de esta fase de transicin cultural tan importante.
Figura 18A. Sitio Cha II, cerca de Bogot; abrigo bajo rocas; excavacin G.I.
Ardila.
En resumen, hasta la presente, las investigaciones sobre los paleo indios y sus
sucesores inmediatos han abierto un cambio muy prometedor, y esto ante todo en
la ltima dcada, gracias a los esfuerzos de un pequeo pero muy dedicado grupo
de investigadores encabezados por Gonzalo Correal Urrego. Ellos han sido muy
cautelosos en sugerir relaciones externas y an no han propuesto una secuencia
detallada de complejos sucesivos, pero esta posicin prudente es encomiable en
el estado actual de los conocimientos. Se trata de desarrollos que abarcan
milenios, y los pocos sitios excavados an no permiten formulaciones tericas ms
amplias.
__________
LA ETAPA FORMATIVA
Las amplias y calurosas tierras bajas de la Costa Caribe, con sus lentos y
tortuosos ros, sus intrincados mosaicos de canales y madreviejas, sirvi durante
milenios de escenario a la evolucin de formas culturales que, paso a paso,
crecieron hasta formar unidades coherentes. Para aquellos cazadores,
pescadores, recolectores y agricultores, las tierras costeas del Caribe ofrecieron
grandes ventajas; all estaba el mar con sus abundantes recursos de peces,
moluscos y algas comestibles; estaban los ros, esteros y lagunas, con sus riberas
cubiertas de selva o de juncales, habitados por toda clase de animales, desde
aves acuticas y tortugas, hasta venados y jabalies. Haba caimanes y cocodrilos,
iguanas y otros lagartos grandes; roedores, monos, cangrejos y almejas,
muchsimas frutas silvestres; en fin, una tierra de abundancia.
Los complejos lticos consisten en piedras planas para moler o triturar, manos,
martillos y una variedad de astillas cuarzosas en forma de raspadores. El nfasis
est en puntas agudas y en filos cortantes; no hay puntas de proyectil.
Los modos de vida descritos para los agricultores de Mons los cazadores,
pescadores, recolectores y quizs incipientes horticultores de Puerto Hormiga,
sobre sus grandes basureros, continan luego en buena parte de las tierras bajas
de la Costa Caribe y se desarrollan durante ms de veinte siglos, sin cambios
verdaderamente fundamentales. Los sitios que atestiguan esta etapa cultural los
localizamos dispersos sobre una amplia zona del litoral, de las lagunas y de los
cursos bajos de los ros que desembocan en el Caribe. En Canapote (9) , un barrio
de Cartagena, una serie de conchales, fechados en aproximadamente 2000 antes
de Cristo, contenan un complejo cermico relacionado tanto con Puerto Hormiga
como con Mons, aunque entonces la cermica con desgrasante de fibra ya
estaba reemplazada por cermica con un desgrasante de arena, y decorada con
lineas incisas, anchas y pandas.
Otro grupo de grandes conchales, algunos de ellos hasta con 6 metros de altura,
los encontramos en Barlovento, una zona cienagosa al nordeste de Cartagena,
como ya lo mencionamos (10)
Parece que entre 3000 y 2000 antes de Cristo se oper una considerable
expansin humana hacia el sur, subiendo el curso bajo del ro Mngdalena, casi
hasta las primeras estribaciones de las cordilleras. En Bucarelia, cerca de
Zambrano, encontramos fragmentos de cermica con desgrasante de fibras, con
elementos decorativos reminiscentes de Puerto Hormiga. Un complejo cermico
parecido a Barlovento, en cambio, lo hallamos en la llamada Isla de los Indios, en
la Laguna de Zapatosa, en la confluencia de los ros Magdalena y Cesar, a 150
kilmetros del litoral (11) . Parece pues que algunos grupos se estaban
extendiendo sobre la gran cuenca cienagosa del Bajo Magdalena, y seguramente
ms all de ella.
Las nicas culturas cermicas fuera del pas que, por su posicin cronolgica muy
temprana, se han comparado con el Formativo Temprano de la Costa Caribe de
Colombia, son algunos complejos de la hoya del ro Guayas, en la Costa Pacfica
del Ecuador. En Valdivia los arquelogos norteamericanos Clifford Evans y Betty
Meggers, en compaa del ecuatoriano Emilio Estrada Icaza, obtuvieron fechas de
2600 a 2500 antes de Cristo, para las fases iniciales de ese complejo y, lo que es
ms, postularon para Valdivia un origen japons (12) . En efecto, trataron de
correlacionar una serie de formas y modos decorativos de Valdivia, con
manifestaciones del Perodo Jomon, del Neoltico japons. Esta ltima hiptesis
no ha tenido aceptacin general por parte de los arquelogos americanistas pero
en nuestra opinin, no se puede descartar del todo, pues una antigua influencia
transpacfica, por dbil y espordica que haya sido, cae dentro de las posibilidades
de la navegacin asitica de aquel entonces o puede haberse producido a travs
de tripulaciones de barcos que se encontrasen a la deriva.
La yuca puede comerse cocinada o asada, pero entre los indgenas hay dos
modos principales para prepararla: como manioco of arinha, es decir una harina
de grano burdo, o como cazabe, que es una torta delgada, parecida a pan seco.
Para ambas preparaciones la masa fnamente rallada se extiende sobre un gran
disco cermico, de unos 60 centmetros de dimetro. En los Llanos colombianos
este artefacto se llama comnmente budare y se designa como comal, en
Mesoamrica. Este budare se coloca sobre el fuego abierto, estando sostenido por
varios soportes de piedra o de barro. Al revolver la masa de yuca con un
meneador de madera, se obtiene una harina granulosa que se puede usar en la
sopa, o simplemente diluyndola en agua; en cambio, al aplanarla y dejarla
consolidar, forma una especie de torta grande, delgada y ms bien seca. Ambos
de estos productos procesados tienen un alto valor econmico, porque tanto la
harina como las tortas pueden almacenarse por meses y constituyen as un
importante medio de comercio.
Sin embargo, en tiempos actuales y ya desde el siglo XVI, las tribus colombianas
que vivan al occidente de la Cordillera Oriental,no usaban estas tcnicas de
preparacin y conservacin, las cuales eventualmente estaban restringidas a los
Llanos del Orinoco, a la Costa Caribe el rea amaznica y a algunas de las islas
del Caribe.
Por otro lado, los botnicos colombianos Luis Lpez Jaramillo y Hctor Herrera
Enciso (1970), quienes escribieron antes de Rogers y Appan (pero no citan a
Sauer), discuten Manihot carthagenensis, examinndola en varias localidades de
la Costa Caribe de Colombia. Los dos autores dicen: "En nuestro pas no hemos
podido comprobar que la especie (M. carthagenensis) reciba actualmente
utilizacin alguna. Cabe sin embargo la posibilidad de que haya podido ser objeto
de consumo humano durante el perodo precolombino; adems existen datos de
que en la regin de Tamalameque se cultivaba una "Yuca Brava", la cual no ha
sido identificada taxonniicamente" (Lpez y Herrera, 1970, p. 10). Es obvio que
los dos autores se refieren al informe de Rodrguez de Medina et al. (1983), escrito
en el siglo XVI, en el cual, al hablar de los indios de Tanialameque, se anota
acerca de la yuca (sin especificar si se trata de yuca silvestre o domesticada):
"Hay dos gneros, una que llamamos comnmente brava porque mata al que la
come cruda, y otra que se puede comer sin ningn dao..." (Rodrguez de Medina
etal., 1983).
Sin embargo, hay que tener en cuenta tambin ciertos otros factores ecolgicos
que incidieron, en el caso de la Costa Caribe colombiana, como alternativas
locales de adaptacin y sedentarismos. La vida riberea y lacustre en aquellas
pocas ya del Formativo Tardo fue muy difererente de la que llevaban los
recolectores estacionales de moluscos, que se establecan al borde de bahas y
esteros. Aunque este recurso marino sigui en uso ocasional, a travs.de los
siglos posteriores, los nuevos modos de vida se basaron en una agricultura ms y
ms eficiente, tuvieron lugar en un ambiente ribereo y de las orillas de las
innumerables lagunas y cinagas, cuyos recursos abundantes resultaron ser otra
fuente de alimentos. Fue sobre estas riberas donde se desarroll una pauta de
vida aldeana sedentaria, y para poder apreciar la verdadera importancia de este
paso, es til insistir en el tema y hacer referencia de nuevo, en las bases
econmicas de aquellas culturas indgenas.
Los numerosos y grandes ros de la regin interandina colombiana son muy ricos
en peces y ciertas especies tales como el bagre (Pseudoplatystomafasciatum) y el
bocachico (Prochilodus reticulatus magdalenae), en pocas de ovulacin
("subida"), se renen en cantidades inmensas, sobre todo en el bajo ro
Magdalena. Aun en la actualidad, no obstante la poblacin densa de pescadores y
campesinos que conocen tcnicas de pesca bastante eficaces, los ros continan
siendo para ellos una fuente muy considerable de peces de la mejor calidad. Pero
no menos importantes son los reptiles de los ros y lagunas de la llanura nortea
aluvial, a saber: los cocodrilos, caimanes, tortugas, iguanas y lagartos. Aquellas
regiones abundan en muchas especies diferentes de tortugas, algunas de ellas de
gran tamao. Si pensamos en estos ros, en trminos de una fuente perenne de
protenas, podernos concluir que la vida sedentaria en estas regiones, desde sus
primeros comienzos, tuvo una marcada orientacin riberea,y que la agricultura
tal vez no era un factor tan determinante para la poblacin como lo fue, por
ejemplo, en el Valle de Mxico, en Guatemala o en los valles costaneros del Per,
donde faltaba esta abundancia de reptiles. En realidad en la Costa Caribe de
Colombia la vida sedentaria aldeana, con una poblacin activa y creciente, podra
haber sido factible con un mnimo de cultivos sistemticos. Parece que la pesca y
caza ribereas combinadas con los cultivos de races, fueron desde una fecha
muy temprana, los factores que dieron estabilidad a las sociedades indgenas del
trpico colombiano.
Los vestigios que estas sociedades prehistricas han dejado se caracterizan por
una configuracin de ciertos rasgos econmicos, tecnolgicos y sociales. En
primer lugar, esta adaptacin ecolgica, ya algo alejada del litoral propiamente
dicho, llev a una forma bien definida de asentamientos. Se encuentran aldeas
permanentes ubicadas en las orillas planas de lagunas y madreviejas. La
concentracin, variedad y gran profundidad de los despojos, de ocupacin, que
frecuentemente forman depsitos de varios metros de profundidad, indican que se
trata de sitios de habitacin de sociedades estables, que haban logrado un alto
nivel de eficiencia en la explotacin de los recursos de sus respectivos
microambientes. En el bajo ro Sin, para dar un ejemplo, encontramos, en un solo
corte, ms de 18.000 fragmentos de concha de tortuga y en ste y otros sitios
hallamos cantidades de huesos de caimanes, mamferos grandes y restos de
muchas especies de peces y aves acuticas.
Hay muchos sitios de este tipo en la llanura aluvial de la Costa Caribe. Los
hallamos a lo largo de los ros Magdalena, Sin y San Jorge; sobre las lagunas de
las zonas interfluviales y en las orillas del Golfo de Urab, hacia la frontera con
Panam.
Estos desarrollos, que abarcan las Etapas Formativa Media y Tarda, estn bien
ejemplificados, en su primera parte, por la Tradicin Malambo, descubierta y
excavada por Carlos Angulo Valds. Malambo es un sitio ubicado sobre una
cinaga del bajo ro Magdalena, a poca distancia de la ciudad
de Barranquilla (16) . El sitio se compone de depsitos formados por basuras,
desechos y algunos entierros, que cubren una amplia zona; los desechos
consisten en fragmentos cermicos y restos faunsticos. Los numerosos
fragmentos de budares sugieren el cultivo de la yuca; no hay indicios directos del
cultivo del maz. Parece que no consuman moluscos, aunque stos abundan,
tanto en el litoral como en las cinagas vecinas.
Figura 32. Vasija antropomorfa. Cinaga de Oro, Sin. Museo Arqueolgico Casa
del Mrques de San Jorge, Bogot.
Fuera de los recipientes cermicos, son muy caractersticas de Momil las figurinas
humanas, modeladas de barro. En efecto, dichas figurinas son bastante tpicas
para todo este horizonte arqueolgico, del Formativo Medio y Tardo. En Momil I
las figurinas son slidas y tienen una base en forma de herradura, de modo que
parecen estar sentadas, con las piernas abiertas; los brazos estn en jarra y la
cabeza plana casi carece de rasgos faciales realmente detallados. En Momil II hay
un cambio abrupto; casi todas las figurinas son huecas; algunas estn sentadas,
tienen piernas gruesas y abombadas; otras aparecen en posicin de pie y con
piernas delgadas, en forma de S.
Puede que la anterior lista de objetos materiales haya sido tediosa para algunos
lectores, pero se justifica en vista de la gran importancia que tiene el yacimiento de
Momil para la arqueologa colombiana. Tomando a Momil como punto de partida,
debemos examinar ahora algunos aspectos econmicos y sociales de esta etapa
cultural. En primer lugar, no cabe duda acerca de la naturaleza sedentaria de la
sociedad, en esta fase de desarrollo, hecho basado en una combinacin de
agricultura con los recursos ribereos y lacustres; Momil fue una aldea cuya
ocupacin debi durar muchos siglos.
Esto parece sugerir que el sitio de Momil sea representativo de una transicin del
cultivo por medio de tallos, al cultivo por semillas. Un tal paso, naturalmente, no
significa que haya habido un abrupto reemplazo de un alimento por otro, sino, ante
todo, en un cambio fundamental en las prcticas agrcolas, a saber, el paso de la
reproduccin vegetativa a la siembra propiamente dicha y todo lo que aquello
conlleva en trminos de un conocimiento edfico, as como la preparacin y
seleccin de semillas, de ciclos vegetativos y otros aspectos ms.
Un punto importante que queda por discutir, al tratar de las bases econmicas de
la Etapa Formativa, se refiere al fenmeno de que el maz hubiera sido introducido
a la Costa Caribe colombiana, en una fecha tan tarda (lo que naturalmente no
excluye la posibilidad de que haya sido cultivado ya antes en otras zonas del
territorio colombiano). Parece que la contestacin, en parte por lo menos, sea que
las necesidades dietticas de los aldeanos tempranos estaban satisfechas por la
combinacin del consumo de races feculosas, con las protenas y grasas
obtenidas de los recursos ribereos y que esta base alimenticia hizo que el maz
inicialmente fuese un producto poco apetecido; sin embargo, al aumentar la
poblacin y, tal vez, tambin, al disminuir gradualmente las frentes proteicas, el
maz fue quizs aceptado para restablecer el balance de la dieta. Una razn
adicional para esta supuesta aparicin tarda del cultivo del maz se puede atribuir
al marcado cambio climtico que, de acuerdo con recientes anlisis de polen, se
oper entonces en la llanura aluvial del norte del pas. Alrededor de 700 antes de
Cristo, el clima prevalente seco y continental de la Costa parece haberse vuelto
notablemente ms hmedo, debido a un fuerte aumento de la precipitacin pluvial.
Esto, naturalmente, produjo un ambiente propicio para el cultivo eficiente del maz,
y bien puede haber sido un factor decisivo en la consecutiva rpida dispersin
geogrfica de esta planta.
Fecha
Sitio Nmero Fecha Comentarios Referencia
antes
de
a.C/d.C.
presente
__________
2. Ybot, Len Antonio, La arteria histrica del Nuevo Reino de Granada. Los
trabajadores del ro Magdalena y el Canal del Dique, segn documentos del
Archivo General de Indias, Editorial ABC, Bogot, 1952. (regresar a 2)
15. Vanse, entre otras publicaciones, las siguientes: Lpez Jaramillo, Luis &
Hctor Herrera Enciso, Manihot carthagenensis: Una yuca silvestre con alto
contenido proteico; ponencia presentada a la VIII Conferencia de fitotcnica,
Bogot, 1970; Field, B. S., Manioc (Manihot esculenta Crantz and its role in the
native agnicultune of tropical lowland South America; disertacin doctoral,
University of London, 1970; Mangelsdorf, Paul C., "The Mystery of Corn: New
Perspectives", Proceedings of the American Philosophical Society, Vol. 127, N 4,
pp. 215-247, Philadelphia, 1983; Roberta, L. M., U. J. Grant. R. Ramrez E., W. H.
Hatherway & D. L. Smith, with P.C. Mangelsdorf, "Races of Maize in Colombia",
National Academy of Science-National Research Council Publication 510,
Washington, 1957; Rodrguez de Medina et al., Relaciones Geogrficas de la
Nueva Granada, vase Patio, Vctor Manuel (editor), Cespedesia, Suplemento N
4, Cali, 1983; Rogers, David J. & S. G. Appan, Manihot (Manihotoides
Euphorbiaceae), Flora Neotrpica, Monograph 13, Hafner Press, New York, 1973;
Roosevelt, Anna Curtenius,Parmana: Prehistonic Maize and Manioc Subsistence
Along the Amazon and Orinoco, Academic Press, New York, 1980; Sauer, Carl O.,
Seeds, Spades, Hearths and Herds: The Domestication of Animals and Foodstuffs,
2 edicin, MIT Press, Cambridge, Masa.. 1969: Spath, Carl D., The Toxicity of
Manioc as a Factor in the Settlement Patterns of Lowland South America;
ponencia presentada al simposio sobre "Manioc in Lowland South America"; 10th
Annual Meeting of the American Anthropological Society, New York, 1971. Algunos
arquelogos estn introduciendo el trmino "agroalfareros", designacin que no
me parece aceptable ya que no veo relacin obligatoria entre la agricultura y la
alfarera. (regresar a 15)
19. Para las referencias exactas, vase la tabla de fechas. (regresar a 19)
20. Meighan, Clement W., Archaeology of the Morett Site, Colimo. University of
California Publications in Anthropology, Berkeley & Los Angeles, 1972. (regresar a
20)
21. Aguilar, Carlos, "El Molino: Un sitio de la Fase Pavas en Cartago", Vnculos,
Vol. 1, N 1l,pp. 18-56, Museo Nacional, San Jos, 1975; Snarskis, Michael J.
"Excavaciones estratigrficas en la Vertiente Atlntica de Costa Rica". Vnculos,
Vol. 1, N 1, pp. 2-17, Museo Nacional. San Jos, 1975; id., "La Vertiente Atlntica
de Costa Rica", Vnculos, Vol. 2, N 1, pp. 101-114, San Jos, 1976. (regresar a
21)
22. Kano, Chiaki, "Pre-Chavn Cultures in the Central Highlands of Per: New
Evidence from Shillacoto, Hunuco", en: The Cult of the Feline:A Conference in
Pre-Columbian Iconography (Elizabeth P. Benson, editor), pp. 139-152,
Dumbarton Oaks, Washington, 1972. (regresar a 22)
23. Meggers, Betty J., Clifford Evans & Emilio Estrada, 1965; supra, Nota 12.
(regresar a 23)
30. Cardale de Schrimpff, supra, 1981, pasim. Vase Ardile, 1984; Cardale de
Schrimpff, Marianne, "Ocupaciones humanas en el Altiplano Cundiboyacense: La
Etapa Cermica vista desde Zipaquir",Boletn Museo del Oro, ao 4. pp. 1-20.
Banco de la Repblica, Bogot, 1981; Correal Urrego, Gonzalo y Mara Pinto,
Investigaciones Arqueolgicas en el Municipio de Zipacn, Cundinamarca,
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica,
Bogot, 1983. Sobre las primeras definiciones de la cermica "premuisca", vase
Broadbent, Sylvia M. "Reconocimientos arqueolgicos de la Laguna de La
Herrera ", Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XV, pp. 17 1-213, Bogot,
1970-1971. (regresar a 30)
31. Langesnscheidt, Adolphus, Minera Prehispnica en la Sierra de Quertaro,
Secretara del Patrimonio Nacional, Mxico, 1970.
Captulo V
Este nuevo rumbo hacia los valles montaosos, desde luego no llev a la
desercin de las tierras bajas; numerosos grupos continuaron alli su anterior modo
de vida, pero la tendencia general fue hacia el interior, hacia los valles de las
cordilleras.
Ahora bien, el cultivo del maz (1) , si quiere ser exitoso, necesita grandes
cantidades de lluvia y de sol, pero la productividad depende no tanto de la
cantidad de precipitacin sino de su distribucin estacional. Se puede decir
entonces que, en cierta manera, las exigencias de este cultivo que, desde luego,
es en s un producto cultural, mostraron el camino hacia aquellas regiones donde
la productividad fue mxima debido a una combinacin particularmente favorable
de factores ambientales y meteorolgicos. Al mismo tiempo, un tal medioambiente
era propicio a una amplia gama de otras plantas altamente productivas, gran
variedad de las cuales podan cultivarse en las frtiles vertientes templadas de las
cordilleras. Dentro de este potencial ambiental econtramos ahora el germen del
cambio de un modo de vida. Las comunidades maiceras comenzaron a
establecerse sobre una amplia rea de las montaas, ascendiendo los valles del
Magdalena y Cauca, y colonizando las laderas de los Andes.
Segn las fechas de radiocarbono, alrededor de 500 aos antes de Cristo, pero
probablemente ya en una poca ms antigua, apareci cierto nuevo complejo
cultural, en la parte surea de la Costa Pacfica, sobre todo entre la
desembocadura del ro San Juan y la isla de Tumaco, esta ltima ya cerca de la
frontera con el Ecuador. Segn parece, esta nueva cultura (o culturas) no se
deriva de una tradicin costanera anterior; he propuesto una posible influencia
mesoamericana en esta regin(3) .
Mientras que al norte del ro San Juan las manifestaciones de este complejo
cultural casi no existen, ellas aumentan considerablemente hacia el sur y, tanto en
el delta del ro Para como en la zona de Tumaco, hay numerosos sitios que
atestiguan la expansin de estos colonizadores.
Los elementos introducidos por esta poblacin tienen como rasgos cermicos
caractersticos, los siguientes: cazuelas muy finamente hechas, de paredes
delgadas y provistas de soportes mamiformes huecos; vasijas con doble
vertedera; vasijas con rebordes sublabiales, perifricos ondulados o rebordes
basales; vasijas con soportes altos, puntiagudos; vasijas con bao rojo o
carmelita, con motivos geomtricos finalmente incisos; pintura carmelita; pintura
blanca sobre fondo rojo, figuras antropomorfas y zoomorfas de gran variedad de
formas y expresiones. Los grandes metates y manos de moler indican la
agricultura del maz y la acumulacin de basuras y pisos de vivienda, hasta varios
metros de grosor, sugiere una vida sedentaria en aldeas o en casas dispersas(4) .
Figura 48. Fragmentos cermicos con pintura negra sobre pintura roja; Cinaga de
Luruaco.
Figura 49. Excavacin del tmulo Pacfico; Zambrano (ver figuras 44,45,46,47,48 y
49)
La regin de Monte Alto est ubicada sobre la margen izquierda del bajo ro
Mataje, el cual forma la frontera con el Ecuador. En efecto, Monte Alto queda, en
lnea recta, en la mitad del trayecto entre Tumaco y la Tolita. En medio de los
manglares se levantan algunas colinas cubiertas de selva, que no estn expuestas
a las mareas, y sobre ellas se encuentran extensos sitios de habitaciones
prehistricas. Efectuamos una amplia excavacin en un montculo ubicado en la
confluencia del ro Mataje y la quebrada La Rucia y pudimos constatar que se
trataba de una acumulacin de despojos culturales, de casi 3 metros de
profundidad, los cuales se haban depositado en este lugar, en el curso de cuatro
siglos, entre aproximadamente 500 aos antes de Cristo y la primera dcada
despus de Cristo. Este lapso corresponde pues a la primera parte de la Fase
Tolita, del vecino litoral ecuatoriano.
Algunas formas cermicas (budares) y las manos de triturar sugieren que se trata
de grupos agrcolas; las pesas de redes atestiguan la pesca martima y, desde
luego, la navegacin. El modo de vida parece haber sido sedentario, al juzgar por
la gran cantidad de despojos culturales acumulados.
Acerca de la evolucin cultural general caben las siguientes observaciones.
Aproximadamente a los 2.20 metros debajo de la superficie, observamos un piso
de vivienda marcado por desperdicios pisados y triturados, pero sin fogones. A
1.90 debajo de la superficie, a partir dc un contacto entre una tierra carmelita rojiza
y otra de color carmelita oscura, aparecen algunos elementos nuevos: trpodes
con soportes globulares o mamiformes huecos, vasijas con cortos cuellos
cilndricos; decoracin del borde con impresiones triangulares.
El perodo Mataje III est separado del anterior por un estrato culturalmente estril,
y ya pertenece a la Era Cristiana, pero no tenemos fechas absolutas para
determinar su posicin cronolgica con ms precisin. La tradicin cermica
contina con leves modificaciones pero nuevamente se observa cierta decadencia
tecnolgica y artstica, si la comparamos con la del perodo Mataje I. Se podra
pensar en un lento decaimiento de una cultura inicialinente bien desarrollada pero
que, al establecerse en esta zona, sufre bajo condiciones climticas no
acostumbradas y no ha desarrollado an los mecanismos de una adaptacin
adecuada. Un rasgo nuevo que se introduce en este perodo consiste en
ralladores hechos de cermica; se trata de bandejas provistas a veces de un
pequeo borde y cuyo fondo plano est cubierto por pequeas esquirlas de cuarzo
que estn incrustadas en la greda. La forma de estas bandejas es alargada, a
veces algo elptica. Obviamente se trata de rallos, pero no de yuca u otras races
grandes, sino ms bien de aj o algn otro condimento.
Por cierto, las fechas de radiocarbono comprueban esta correlacin. Para Inguap
inferior hay una fecha de 325 antes de Cristo y para Inguap superior de 270 aos
antes de Cristo a 50 aos antes de Cristo, correspondientes a Mataje I
y Mataje II (11) . Sea dicho aqu que el material cermico de Inguap es de mucho
mejor calidad que el del montculo del Mataje; las vasijas son ms simtricas,
mejor acabadas y ms profusamente decoradas.
Los artefactos lticos tambin son parecidos, pues en Inguap existen las mismas
pesas de redes y manos de moler, como en la secuencia del Mataje. En cambio
en Inguap no hay budares ni metates, lo que es difcil de explicar.
Antes de seguir, caben algunas observaciones acerca de las figurinas que han
dado tanta fama a la arqueologa del rea Tolita-Tumaco. Se trata de
representaciones antropomorfas y zoomorfas, algunas veces de talla pequea
pero otras veces llegando a tener una altura de ms de 30 centmetros. Estas
figuras estn, tcnica y estticamente, entre las mejores obras de arte prehistrico
americano e incluyen una amplia gama de presentaciones: hombres y mujeres,
generalmente de pie, parejas abrazndose, madres con sus nios; hay personas
enmascaradas o llevando grandes atavos de plumas en la cabeza. Todas estas
figuras muestran muchos detalles de vestido y adorno, tales como faldas,
delantales y taparrabos; collares, orejeras y muchos otros elementos. Algunas
figuras tienen una deformacin craneana occipital-frontal muy marcada. Las
representaciones zoomorfas son de jaguares y reptiles, lechuzas y monstruosos
reptiles, con agudos colmillos y lenguas protuberantes. A veces la cabeza de un
animal o de un monstruo est combinada con un cuerpo humano, en otros casos
una cara humana asoma por la boca abierta de un ave o jaguar monstruoso. Hay
una figura decapitada, con la cabeza puesta dentro del tronco hueco y mirando
hacia afuera por una especie de ventanilla. Algunas de las cabezas humanas
estn muy individualizadas y dan la impresin de representar personas
especficas. A veces son figuras de ancianos, algunos de ellos con barba y rasgos
faciales demacrados y arrugados. Con alguna frecuencia se observa un concepto
de dualismo, al representar una cara humana dividida verticalmente en dos
mitades, cada una con una expresin facial distinta. Muchas de estas figurinas han
sido manufacturadas en moldes de cermica; con frecuencia las flgurinas estn
pintadas, sobre todo con franjas y zonas rojas.
Obtuvimos para este complejo de Catanguero una fecha de 250 aos antes de
Cristo, lo cual la coloca con los comienzos de Mataje II o de Inguap superior (12) .
Esta correlacin parece aceptable pero la situacin geogrfica del sitio de
Catanguero plantea aqu un problema adicional. Como veremos en un captulo
posterior, la regin del alto ro Calima, ya en el departamento del Valle, es una
zona arqueolgica muy importante que se caracteriza tambin por cermicas
pintadas, incisas y zoomorfas. En efecto, algunos fragmentos incisos-zonificados
de Catanguero muestran marcadas semejanzas con la cermica llamada Calima
(y con la de Chorrera) y se podra pensar en una relacin entre los tres complejos.
Pero debemos volver a tratar del ro San Juan, uno de los principales cursos de
agua del Choc. Subindolo, a partir de su confluencia con el ro Calima,
localizamos algunos sitios superficiales como Tenend, Qucharo, Cucurrup,
Puerto Clemencia, Quebrada Piedras, y otros, todos caracterizados por
fragmentos superficiales de una cermica perteneciente a un complejo nuevo y
tipolgicamente muy distinto de los hasta aqu descritos. Slo al llegar a la regin
del casero de Noanam hallamos algunos sitios profundos donde pudimos
efectuar excavaciones estratigrficas y fue all donde identificamos dos nuevos
complejos cermicos: Minguimalo y Murillo (13) .
El sitio de Minguimalo est cerca del casero de San Miguel, al norte de Noanam.
Excavamos un corte de ms de 3 metros de profundidad que produjo una
secuencia de dos complejos culturales, a saber, el complejo de Murillo, con una
fecha de 820 despus de Cristo y seguido por el complejo de Minguimalo, fechado
en 1252 y 1432 despus de Cristo (14) . Los fragmentos cermicos de Murillo
estaban asociados con restos de grandes postes de madera que estaban bien
conservados por el lodo hmedo. La cermica de Minguimalo consiste de grandes
y medianos recipientes globulares, con grueso borde volteado hacia afuera. Hay
dos modos decorativos muy comunes: el uno muestra impresiones hechas con la
punta del dedo, combinadas con pequeas impresiones semilunares marcadas
con la ua; la otra decoracin est constituida por pequeas burbujas producidas
al perforar la pared del recipiente con un palillo, desde adentro, de modo que se
forma en el exterior una pequea cpula repujada, mientras que en el interior el
hueco se cubri con greda, dejando un espacio vaco. El complejo Murillo est
decorado con lineas incisas rectas que forman motivos de meandros angulares o
de rectngulos concntricos. Algunos fragmentos muestran restos de pintura
oscura (brea?) sobre fondo natural grisceo, que consisten en motivos
curvilneos toscamente ejecutados. En Minguimalo encontramos muchas manos
de machacar y triturar; en cambio en Murillo hallamos un complejo ltico
compuesto de grandes metates y manos de moler, lo que sugiere un cambio
marcado en la base de subsistencia de estos dos grupos.
Trataremos ahora nuevamente de la Costa Caribe, para trazar all los desarrollos
que siguieron a la Etapa Formativa Tarda.
TABLA II
Fecha antes Fecha
N Comentario
de presente: a.C./d.C.
Perodo La Loma
Beta-7281 2.42050 470 a. C.
Perodo La Loma
Beta-7280 2.040200 90a.C.
Perodo El Horno
Beta-4843 1.36575 585 d.C.
Perodo Portacelli
Beta-7884 1.020110 930 d.C.
Perodos Portacelli y Los Cocos
Beta-8583 66070 1.290 d. C.
Perodo Portacelli; comienzo de
Beta-7283 940190 1.010 d. C.
urnas
Segn estas fechas (18) , el perodo La Loma representa tal vez los finales de la
Etapa Formativa Tarda. Debe tenerse en cuenta que la cermica pintada de
Momil muestra ciertas semejanzas con la del Primer Horizonte Pintado del ro
Ranchera; tambin los adornos personales en forma de barra horizontal y la
cermica negra incisa se hallan en ambos sitios.
Entre las formas cermicas encontramos las siguientes: vasijas de base convexa,
pared cncava, fuerte ngulo perifrico y abertura grande; vasijas de cuerpo
doble, aproximadamente en forma de una greca; un plato tetrpode con soportes
abombados huecos; una copa de pedestal, una vasija globular y de cuello
estrecho, cuya superficie dejaba reconocer las espirales de su estructura, un
botelln de base plana y una copa semiglobular baja, de base redondeada. La
decoracin consiste de pintura negativa o de un bao muy brillante de color rojizo.
Los motivos pintados son rectilineares o curvilineares y muestran arcos
semicirculares, espirales y lineas rectas paralelas.
Otra zona de inters forman las orillas de la Cinaga Grande, ubicada entre la
Costa de Salamanca, las estribaciones occidentales de la Sierra Nevada de Santa
Marta y el bajo ro Magdalena. En la dcada de los cuarenta, antes de que se
construyera la carretera que hoy en da une las ciudades de Cinaga y
Barranquilla, existan en la regin de Tasajera, sobre la Costa de Salamanca,
grandes concheros, algunos de los cuales alcanzabitn a casi 7 metros de altura.
Una investigacin somera del conchal ms grande produjo, en aquella poca, ante
todo fragmentos cermicos relacionados con formas y motivos relativamente
recientes de la regin de Zambrano, pero asociados con fragmentos de tipologa
tairona. Al construirse la carretera, los concheros fueron derribados y utilizados
como relleno, de modo que se perdi esta documentacin para siempre. Sin
embargo, en aos recientes se han hecho varias investigaciones sistemticas,
tanto en la Costa de Salamanca como en la orilla oriental de la
Cinaga Grande (24) . Excavaciones en algunos concheros pequeos de
Salamanca descubrieron complejos cermicos de formas sencillas: recipientes
culinarios globulares, platos muy pandos con fuerte ngulo perifrico, vasijas con
base anular baja y algunas otras. La decoracin es ante todo incisa rectihnear y
punteada-zonificada y hay algunos adornos biomorfos modelados. Complejos
sen~ejantes se hallaron en las excavaciones efectuadas en las orillas orientales
de la cinaga. Acerca del dems contexto cultural de estas gentes se puede
suponer que se trate, en parte, de campamentos temporales de pesca y
recoleccin y en parte de lugares habitados por pocas ms largas, a juzgar por la
densidad de los despojos. La base de la economa fueron indudablemente los
abundantes recursos de la cinaga, los peces, reptiles y moluscos, pero la
presencia de metates y manos de moler indica tambin actividades agrcolas.
Hachas de piedra, cuchillos de lidita, sencillos volantes de huso y tal cual otro
elemento complementan este corpus. En uno de los sitios excavados encontraron
varios entierros primarios y otros secundarios, pero sin el uso de urnas. Las fechas
de radiocarbono abarcan desde aproximadamente 500 despus de Cristo hasta la
poca de la Conquista (25) .
Las pequeas serranas que corren paralelas al litoral representan una variante
ecolgica. En la zona de Tubar se han hallado sitios de habitacin, entierros y
extensas terrazas de cultivo, todos ellos vestigios de sociedades indgenas de la
primera parte del primer milenio despus de Cristo. La cermica se asemeja a los
complejos arriba descritos y tambin abundan las pequeas figurinas humanas,
anque estilisticamente diferentes de las de Crespo, pues son slidas y muy
toscamente formadas. Volantes de huso, hachas, ocarinas de cermica y
pequeos adornos personales tallados de concha, se encuentran con alguna
frecuencia. Tanto los metates como las terrazas indican el cultivo, probablemente
de maz, combinado con yuca.
Al llegar al ro Sin se observa un leve cambio. Parece que, sobre la base del
Formativo Medio (Tierra Alta) y Tardo, se desarrollaron algunos grupos que
produjeron una cultura material ms compleja. Hay sitios ribereos cuyos
habitantes combinaron el cultivo de maz con la pesca fluvial y que acumularon
basureros de un espesor considerable (27) . La cermica es bien hecha y
consiste, fuera de las ollas de cocina, de copas con base anular y borde ancho
volteado hacia afuera, copas pequeas con soportes mltiples, cazuelas y platos
de base plana y algunas vasijas antropomorfas. Son frecuentes los recipientes
para majar o triturar alimentos, posiblemente aj u otros condimentos. Las tcnicas
decorativas incluyen zonas punteadas, franjas y peloticas aplicadas, impresiones
triangulares planas, y lneas toscamente incisas formando un motivo de espinas
de pescado. No se observa decoracin pintada y slo raras veces hay adornos
modelados.
Al oeste del bajo Sin investigamos una serie de sitios: Ojo de Agua, Veremos,
Boca del Rey y otros (28) , donde hay cermicas con una decoracin aplicada muy
compleja; parece que se utilizaron gredas de distintos colores, de las cuales se
formaron largos y delgados cordones, que luego se aplicaron sobre la superficie
de los recipientes, formando intrincados motivos curvilineares. Despus de la
coccin, estas aplicaciones resaltan por su color ms claro. Aqu se trata de un
complejo que a veces muestra por sus formas y decoracin ciertas semejanzas
con la cermica del Bajo Amazonas (Maraj, Santarem).
__________
1. Sobre el cultivo del maz vanse, entre otros: Roberta, L. M. et al. "Razas de
maz en Colombia" Boletn Tcnico, N 2. Ministerio de Agricultura. Bogot, 1951;
Mangelsdorf, Paul C. "The Mystery of Corn: New Perspectives" Proceedings of the
American Philosopbical Society, Vol. 127. N 4. pp. 215-247, Philadelphia, 1983;
Zevallos M. Carlos et al. "The San Pablo Corn Kernel and Its Friends" Science,
Vol. 196, pp. 385-389, 1977. (regresar a 1)
4. Para ilustraciones, vase ante todo Lathrap, Collier y Chandra, 1975. (regresar
a 4)
7. Las fechas exactas son M-1480, Mataje I, 2350 130 antes de presente, 400
aos antes de Cristo; M-1479, Mataje II, 2250 200 antes de presente. 300 aos
antes de Cristo; hasta M1478, 1940 130 antes de presente, 10 despus de
Cristo. (regresar a 7)
11. Las fechas exactas para Inguap son: Ny 642 2275 85 antes de presente,
325 antes de Cristo: Ny 639 2220 85 antes de presente, 270 aos antes de
Cristo; Ny 640 20064 80 antes de presente, 50 aos antes de Cristo (Bouchard,
1984, p. 82). (regresar a 11)
12. La fecha es M- 1170 2200 100 antes de presente, 250 aos antes de Cristo
(Radiocarbn, Vol. 5, pp. 246-247). (regresar a 12)
14. Las fechas son: M-1168 1130 820 antes de presente, 820 despus de
Cristo; M-1169 710 75 antes de presente, 1240 despus de Cristo; M-l 171 530
75 antes de presente, 1420 despus de Cristo (Radiocarbn, Vol. 5, pp. 246-247).
(regresar a 14)
15. La mayora de las bolsas que contenan estos artefactos me fueron robadas
durante el viaje (Cf. Captulo III). (regresar a 15)
20. Zucci. Alberta "New Data on the Antiquity of Polychrome Painting from
Venezuela American Antiquity, Vol. 37. N0 3, pp. 439-446. 1972. (regresar a 20)
25. Las principales fechas son: Mina de Oro. M- 1475 1490 100 antes de
presente. 460 despus de Cristo; Loma de Cuchal. M- 1477 1020 100 antes de
presente, 930 despus de Cristo: Loma de Lpez. M-1310, 825 100 antes de
presente, 1125 despus de Cristo (Angulo, 1978). (regresar a 25)
26. Dussn de Reichel. Alicia "Crespo: Un nuevo complejo arqueolgico del Norte
de Colombia" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. III. pp. 173-188. Bogot.
(regresar a 26)
28. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia. 1957; ibid.. Cf. Nota 27. (regresar a 28)
30. Vase, por ejemplo. Reichel-Dolmatoff. Gerardo y Alicia. 1957. Lmina XVI.
10: Cf. Nota 27.
Captulo VI
Al dejar atrs las tierras bajas de las dos costas y al ocuparnos de la regin
interandina del pas, los problemas del regionalismo se van acentuando.
Aproximadamente a 150-200 kilmetros tierra adentro, se encuentran las
estribaciones septentrionales de las cordilleras; la precipitacin pluvial aumenta all
notablemente y con ello todo el paisaje comienza a cambiar. De aqu en adelante,
la orientacin e inclinacin de las vertientes, su altura sobre el nivel del mar, sus
condiciones edficas y climticas, se combinan en innumerables formas y ofrecen
una vasta gama de posibilidades de adaptacin humana. Las faldas de las tres
cordilleras forman centenares de ecosistemas escalonados a lo largo de las
vertientes, de modo que en el curso de los milenios se ha formado un mosaico de
culturas locales. A eso se aade que, con algunas excepciones, el interior del pas
est arqueolgicamente an muy poco conocido. No podemos hablar pues de
zonas culturalmente coherentes y slo se puede tratar de algunas regiones sobre
las cuales existen suficientes datos.
Como parte del ajuar funerario se han hallado rodillos o pintaderas cilndricas
macizas, para decorar textiles o pintarse el cuerpo; tambin se han encontrado
volantes de huso, de forma esfrica hueca. Parece que todos estos artefactos
fueron manufacturados expresamente para el funeral, pues no tienen marcas de
desgaste previo, y todos los objetos forman unidades estilsticamente muy
parecidas y como hechas por la misma mano.
Las urnas de esta regin del Magdalena Medio contienen generalmente huesos
humanos, a veces de nios, en parte calcinados y en ocasiones mezclados con
huesos de animales tales como venados y armadillos. Se han encontrado huesos
hasta de tres personas distintas en la misma urna. En algunos casos ha sido
posible reconocer en los huesos indicios de osteoporosis y de piorrea.
Figura 54. Corte transversal de una tumba de cmara lateral. Tamalameque, bajo
ro Magdalena, Sabana de San Luis.
Figura 56. Urna funeraria, hacienda Mosquito, bajo ro Magdalena; Museo del Oro,
Bogot.
Figura 57. Dos tapas de untas funerarias. Ro de la Miel, coleccin Arturo Cern,
Honda.
Figuras 58, 59, 60. Tapas de urnas funerarias, ro de la Miel. Coleccin. Arturo
Cern, Honda. (ver figuras 54,55,56,57,58 y 59)
Figura 64. Fragmento de una urna funeraria. Ricaurte. cerca de Gira rdot, Alto
Magdalena.
Figura 65. Vasija zoomorfa policromada (rojo y negro sobre blanco). Ricaurte,
cerca de Girardot, Alto Magdalena. (ver figuras 61,62,63,64 y 65)
Figura 67. Vasija incisa. El Espinal, Tolima; Museo de los Hermanos Cristianos de
La Salle, Bogot.
Figura 69. Vista parcial de corte estratigrfico, sitio Primavera; San Agustn,
Parque Arqueolgico.(ver figuras 66,67,68 y 69)
En la parte plana del Valle del Cauca, cerca de Corinto, al este de Puerto Tejada,
Julio Csar Cubillos (14) excav una secuencia de tres fases cermicas:
Sachamate, Tinajas y Quebrada Seca, esta ltima identificada con el material
estudiado en la misma regin por James Ford (1944). Segn Cubillos, se trata de
sociedades agrcolas, aparentemente cultivadores de maz, con una cermica
sencilla, decorada con incisiones de lneas paralelas, impresiones triangulares u
ovaladas, y algunos fragmentos con pintura roja o negra. Hay una fecha
radiocarbnica para la fase ms antigua (Sachamate) de 1170 despus de Cristo,
y es de suponer que la fase Quebrada Seca haya llegado hasta la conquista
espaola.
__________
10. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, 1943; Cf. Nota 3 (Lmina XV, 1-4; Lmina
XVI, 4); id., manuscritos inditos. (regresar a 10)
11. Hay datos incompletos hasta la regin de Neiva. Vase tambin Cubillos,
Julio Csar & Vctor E. Bedoya "Arqueologa de las riberas del ro Magdalena"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. II, pp. 117-144, Bogot, 1954; Myers:
Thomas P. "Bringamosal (sic): A Site near El Guamo (Tolima)" Journal of the
Steward Anthropological Society, Vol. IV, N 2, p. 200, 1973; id. "La arqueologa
de Santa Ana. Huila: Informe preliminar" Revista Colombiana de Antropologa, Vol.
XVI. pp. 479-490, Bogot. 1974. (regresar a 11)
14. Cubillos Ch., Julio Csar. Arqueologa del Valle del Ro Cauca:
Asentamientos Prehispnicos en la Suela Plana del Ro Cauca. Fundacin de
investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica. Bogot. 1984.
(regresar a 14)
Las tan continuas guerras entre cacicazgos vecinos parecen haber tenido causas
y consecuencias muy importantes para la evolucin socopoltica. La posesin de
tierras propicias para el cultivo del maz puede haber sido uno de los motivos,
pues en muchos valles interandinos las condiciones climticas cambian
fundamentalmente coii las diferencias de altura y as determinan la periodicidad y
calidad de las cosechas (5) . Bajo la presin de la creciente poblacin,
consecuencia de un estilo de vida sedentaria aldeana y atestiguada por la gran
cantidad de sitios arqueolgicos, la poblacin se expandi. El testimonio
arqueolgico an no permite apreciar la dinmica de estos cacicazgos, grandes y
minsculos. No se conocen los procesos de fusin y fisin que indudablemente se
operaron entre vecinos, sea por guerras, por la anexin pacfica, por alianzas y
otros medios ms.
Figura 72. Laja con cara incisa. Museo del Parque Arqueolgico. San Agustn.
Como primer ejemplo nos puede servir la regin de San Agustn, en el llamado
Macizo Colombiano(6) . En el captulo anterior me he referido ya a los mltiples
aspectos geogrficos tan favorables que encontramos en esta regin que,
seguramente, estuvo habitada ya desde antes de la Etapa Formativa. Obviamente
sera errneo hablar aqu de "una cultura de San Agustn"; se trata de muchas
diferentes culturas, de muchas fases que se sucedieron en estas montaas, cada
una con sus caractersticas propias y a lo largo de siglos y milenios.
Sera errneo considerar a la luz de los conocimientos actuales que San Agustn
es ante todo una necrpolis o un centro ceremonial. San Agustn es un gran foco
cultural donde se encuentran vestigios de toda clase de actividades humanas, no
slo de tipo religioso. Hay aqu y all restos de aldeas, caminos, explanadas y
terraplenes, rampas y zanjas: abundan los inconfundibles signos que marcan los
linderos de antiguos cultivos. Los desperdicios arrojados desde las casas forman
capas de varios metros de profundidad de fragmentos cermicos y lticos. En fin, a
cada paso se observan los testimonios de una activa vida comunal en el pasado,
que cubri una extensin de unas 50.000 hectreas.
Una clasificacin muy tentativa de las estatuas podra tener en cuenta los estilos
siguientes: estatuas en forma de columnas toscas y talla muy rudimentaria;
estatuas aplanadas, de seccin elptica, y estatuas tridimensionales. Hay formas
intermedias, as como pequeas tallas en forma de clavija o taco; tambin hay
cabezas aisladas. Los temas o personajes que se representan en estas esculturas
son de una variedad asombrosa y desafan toda clasificacin formal ms
detallada. Son seres humanos, animales y monstruos, csi todos distorsionados,
desproporcionados y con rasgos bestiales. Es un arte cruel, brutal y que se basa
en una imaginacin cargada de violencia y terror. No sabemos a quines
representan estas esculturas: a caciques, chamanes, "dioses" o ancestros; de
todos modos se trata de proyecciones psicolgicas muy angustiadas,
posiblemente visiones producidas por el uso de drogas alucingenas (8)
Figura 78. Vasija zoomorfa, de doble vertedera. Quindo. Museo Nacional. Bogot.
Figura 79. Vasija con doble vertedera. Quindo. Museo Nacional. Bogot.
En lo que se refiere a las relaciones con San Agustn, se dispone slo de pocos
datos. Parece que algunas fases de San Agustn y Tierradentro estn
relacionadas pero an no se ha establecido una correlacin claramente
comprobda. Si tenemos en cuenta las diferentes formas de entierro, la gran
elaboracin de las cmaras pintadas y la existencia de obras pblicas de
ingeniera tales como terraplenes, rampas, zanjas de irrigacin y otras, podemos
concluir que Tierradentro fue otra regin donde se desarrollaron uno o varios
cacicazgos importantes. Por cierto, es interesante observar que se han encontrado
slo pocos objetos de orfebrera en estas dos regiones del Macizo Colombiano; en
la mayora de los casos parece tratarse estilsticamente de piezas introducidas
desde afuera, aunque tambin hay indicios de orfebrera local.
Desde los mismos aos de la Conquista, y sobre todo a partir de la segunda mitad
del siglo pasado, el Quindo y su riqueza arqueolgica han sido el centro de
actividades de los buscadores de tesoros, de los guaqueros. Estas gentes han
hecho, y siguen haciendo, un dao inmensurable al patrimonio de la nacin, al
destruir la evidencia cientfica y artstica de los lugares excavados con el solo afn
de lucro. El Quindo y sus alrededores ofrecen pues un campo desolador donde
resulta en lo sumo difcil encontrarun cementerio indgena intacto. Hay sin
embargo muchsimos sitios de vivienda y basureros intactos, pues slo
excepcionalmente han sido explorados. Por cierto, entre los hacendados y
profesionales, desde el siglo pasado, ha habido algunos que formaron colecciones
particulares, no slo de objetos de oro sino tambin de cermicas y de artefactos
Lticos. Muchas de estas colecciones fueron vendidas o regaladas a
museos extranjeros (12) , pero por fortuna an existen en Colombia algunos
conjuntos valiosos, sea en museos oficiales o en manos particulares. Sin
embargo, se presenta el problema de que las piezas que conforman estas
colecciones generalmente carecen de toda documentacin referente a las
condiciones del hallazgo, a las asociaciones y dems detalles de importancia
arqueolgica. A veces no se conoce ni el municipio dentro de cuyo lmite fue
encontrado el objeto. Al examinar las colecciones "Quimbaya" salta a la vista que
se trata de etapas y fases cronolgicas muy diversas. En efecto, se observa toda
una gama tipolgica que abarca tal vez 3.000 aos, desde la Etapa Formativa
Temprana hasta la poca de la conquista espaola. Tambin es un hecho que
estas colecciones "Quimbaya" fueron adquiridas con criterios selectivos, donde
prim el valor esttico o extico del objeto; por tal motivo dentro de aquellos
conjuntos no aparecen pues cermicas sencillas o sin decoracin; es decir, las de
uso comn y domstico. Infortunadamente este mismo criterio del coleccionista
esteta tambin ha sido la regla para la adquisicin en general de objetos de museo
del pas; por consiguiente, aquellas colecciones no son realmente representativas
de las culturas arqueolgicas en cuestin.
El Complejo Cauca Medio se extiende ante todo entre Buga y Medelln e incluye el
subestilo llamado Yotoco (Bray & Moseley, 1969-1970). Las principales
caractersticas de la cermica del Cauca Medio son: recipientes de pasta dura y
delgada, con decoracin negativa negra sobre fondo rojo o blanco; tambin hay
figurinas con esta decoracin. Se mencionan varias clases de cermicas tales
como Negativa Tricolor, Negativa Punteada y Blanca Negativa sobre Naranja. En
lo que se refiere a formas, stas incluyen copas de base cmca truncada,
cazuelas semiesfricas y vasijas cnicas truncadas. Una forma parecida a un
nfora clsica es frecuente en ambos complejos, Cauca Medio y Caldas. Otras
formas son vasijas antropomorfas, vasijas con vertederas en forma de estribo,
vasijas con doble vertedera, vasijas silbantes y un gran nmero de
otras formas (13) . Hay algunas representaciones de casas con techo de dos
aguas y hay muchas variantes de vasijas antropomorfas o figuras que representan
personajes ricamente pintados, a veces sentados en banquitos. Todas estas
cermicas proceden ante todo de entierros y poco se sabe de la cermica de uso
domstico. Algunas fechas de radiocarbono colocan el Complejo Cauca Medio
alrededor de 1100 despus deCristo (14) .
Los dos restantes complejos que Bruhns aisl son el Complejo Marrn Inciso y el
Complejo Tricolor, los cuales ocurren en el rea restringida de Pereira
(departamento de Risaralda) y Manizales (departamento de Caldas). El Complejo
Marrn Inciso se observa ante todo en urnas funerarias de forma
aproximadamente cilndrica, adornadas con varias prominencias en la zona del
hombro que, por su parte, estn rodeadas por lneas incisas que forman arcos
sobre estos abultamientos. A veces dichas urnas estn adornadas con figuras
humanas o, por lo menos, con caras modeladas y de contornos aproximadamente
triangulares. Representan un fenotipo humano que se encuentra a veces en la
cermica y la orfebrera de la regin del Quindo, pero que tambin aparece muy
notablemente en el valle del ro Sin (16) .
El lector se habr dado cuenta de que nos encontramos aqu delante de una gran
variedad de tradiciones cermicas que indican tanto una gran extensin de
poblacin, como largos perodos de desarrollo. Al comparar en detalle las
numerossimas colecciones que proceden de la regin del Quindo, se observan
piezas que indudablemente se relacionan con el Primer Horizonte Inciso (Mons),
con el Segundo Horizonte Inciso (Momil), con el Primer Horizonte Pintado (ro
Ranchera), con cermicas de Tierra Alta (Sin), Arrancaplumas (Tolima) y ro de
la Miel (Caldas). Dentro del total de material cermico conocido de la regin del
Quindo, puede que existan piezas aisladas introducidas por comercio, pero no
creo que esto sea la nica explicacin; en efecto, tengo la impresin de que
ciertos complejos cermicos tales como los del Formativo Temprano a Tardo, en
una poca se extendieron hasta el Quindo; por ejemplo, que la gente que produjo
el complejo de Arrancaplumas efectivamente vivi en las faldas de la Cordillera
Central y que, en pocas ms recientes, haya habido un contacto estrecho entre
las culturas del Magdalena Medio y las del Quindo y del Cauca Medio. Estos
problemas se resolvern slo en el futuro, cuando los investigadores dejen de
embelesarse por el objeto, por tumbas y criptas, y se dediquen a la excavacin
estratigrfica de basureros, sitios habitacionales y restos de talleres cermicos,
lticos y metalrgicos.
El rasgo cultural que ms se conoce son los entierros. El principal tipo consiste en
un pozo vertical con una o varias cmaras laterales en el fondo, pero tambin hay
entierros en tumbas rectangulares revestidas de lajas, o en simples pozos ms
bien superficiales. Hay entierros primarios y secundarios, individuales y colectivos.
Claramente, la sociedad (o sociedades) que construy estas tumbas estaba
basada en una organizacin por rangos, pues la calidad del ajuar vara muy
notablemente y as nos da la medida de las diferencias de rango y prestigio. Los
muertos de alto rango (caciques, chamanes, guerreros) fueron enterrados en
grandes bvedas muy elaboradas, probablemente junto con sus criados y
mujeres. Los ajuares consisten a veces de centenares de cermicas, tanto de
vasijas como de figurinas, y adems se encuentran collares hechos de piedras
semipreciosas, volantes de huso, rodillos o sellos para decorar el cuerpo, hachas y
cinceles, y muchos otros artefactos ms. En buena parte la riqueza personal
consista en objetos de oro. No slo se han encontrado joyas tales como
narigueras, orejeras, pulseras, mscaras, collares, anillos, pectorales y diademas,
sino tambin recipientes, cucharas, anzuelos, agujas y pinzas para depilar. Un
rasgo cultural muy comn fue el uso de la coca masticada; para lograr el efecto
deseado se deba consumir adicionalmente una pequea cantidad de cal viva que
se guardaba en frascos (17) provistos de un pequeo orificio por el cual se extraa
la cal pulverizada, por medio de un palillo o estilo alargado. Ambos elementos
los frascos y los estilos preciosamente hechos de oro, se han encontrado en los
entieitos y tambin existen representaciones humanas que muestran personas
que llevan estos artefactos en sus manos. En algunos entierros, se han
encontrado armas tales como lanzas y macanas, manufacturadas de dursimas
maderas; en otros haba esqueletos humanos coronados de diademas y cuyos
dedos estaban cubiertos con garras de jaguar hechas de oro. En el otro extremo
de la escala social los entierros contienen apenas una o dos vasijas sencillas y, tal
vez, una nariguera de oro de bajos quilates. Entre los dos extremos se observa
toda la gama de rangos, expresada en la cantidad y calidad de sus ofrendas
funerarias.
El primer esbozo cronolgico para la regin fue presentado por Warwick Bray,
quien obtuvo algunas fechas radiocarbnicas y de termoluminiscencia en sus
excavaciones en el Valle del Cauca, adyacente a la regin del Calima. En la
Hacienda Moralba y otros sitios vecinos defini el Perodo Yotoco, con una
posicin cronolgica aproximadamente de 1000 despus de Cristo a 1200
despus de Cristo (20) . Formas caractersticas consisten en vasijas decoradas
con motivos curvilineares pintados en tres colores, as como vasijas globulares, de
cuello cilndrico y provistas de tres asas, dos en la parte alta del cuello y una eh la
parte basal. Tambin existen vasijas silbantes en forma de sapo, con dos
vertederas. Sigue el Perodo Sonso, a partir de 1200 despus de Cristo, hasta la
conquista espaola. La forma cermica ms caracterstica es la de copas
decoradas con pintura negra sobre fondo rojo. A diferencia de la cermica de
Yotoco, la de Sonso muestra motivos de lneas rectas y de paneles negros
rectangulares. A esta secueneia relativamente tarda, Bray antepone un perodo
hipottico que designa como Calima Temprano (llama), fechado aproximadamente
entre 300 aos antes de Cristo y 1000 despus de Cristo. A este primer perodo se
atribuyen muchas cermicas modeladas y decoradas con un fino hachurado
zonificado de lneas rectas muy simtricamente trazadas. Una forma caracterstica
muestra una persona modelada en posicin acurrucada y que lleva en su espalda
un gran canasto cilndrico, el cual se confunde con el mismo cuerpo de la persona.
Al mismo estilo pertenecen vasijas modeladas zoomorfas o de personas de pie.
Aqu cabe una observacin sobre el fenotipo con el cual se representan las caras
humanas en el arte alfarero Calima Temprano. En los perodos Yotoco y Sonso los
rasgos faciales consisten por lo general de ojos en forma de grano de caf, con
prpados pesados, y una nariz grande curva, de marcado filo; en trminos
generales este tipo es bastante parecido al de muchas representaciones
cermicas de la regin del Quindo. En cambio, el fenotipo del Perodo Calima
Temprano es muy diferente, pues la nariz es corta y abultada, los labios son
gruesos y dos profundas arrugas separan las mejillas de la boca (21) . Esto da la
impresin de que el Perodo Calima Tardo representa personas de un tipo fsico
diferente. Sin embargo, el problema se complica al observar que algunos de los
mascarones de oro que pertenecen a la orfebrera del Perodo Calima Tardo
muestran un fenotipo similar al de ciertas vasijas antropomorfas de la regin del
Quindo. El significado de estas diferencias se sabr slo cuando se disponga de
una secuencia cronolgica de ambas regiones.
El mismo tipo de tumbas con cmara lateral es frecuente en la parte surea de los
Andes colombianos, limtrofes con el Ecuador. Recientes investigaciones en el
departamento de Nario sugieren que las cermicas pintadas de esta regin del
pas forman una extensin de desarrollos ecuatorianos, en especial de la zona de
Carchi. El antiguamente llamado "Complejo de Tuncahuan" se subdividi, en el
Ecuador, en dos estilos principales: el Estilo Piartal, de decoracin negativa tricolor
y el Estilo Capuli, de decoracin negativa bicolor (27) . Esta misma clasificacin ha
sido adoptada por Mara Victoria Uribe, para el altiplano nariense (28) . Un tercer
estilo, llamado Tuza, fue correlacionado con la poblacin indgena de comienzos
de la etapa histrica (29) .
Antes de ocupamos de otras reas del pas, caben algunas observaciones finales
que resumen la descripcin de los cacicazgos de la Cordillera Central y del
adyacente valle del Cauca. Los rasgos que ms distinguen estas sociedades son
sus sistemas agrcolas tan extensos, sus grandes adelantos en metalurgia y
alfarera, todo aquello dentro de un marco de sociedades de rango y de gran
belicosidad. Los cronistas del siglo XVI, quienes bien conocieron a estos
indgenas, nos hablan en detalle de sus guerras intertribales, de su canibalismo,
sus sacrificios humanos, infanticidios y otras tantas costumbres que hacen parecer
a estas gentes como aguerridas y en extremo crueles. En cambio, las cermicas y
joyas de oro que forman el legado arqueolgico de estas sociedades muestran un
gran refinamiento artstico, una gran sensibilidad de formas, texturas y colores, lo
que mal concuerda con la imagen del guerrero canbal. No cabe duda de que en
los cacicazgos florecientes ya haba maestros artesanos, alfareros, orfebres,
tejedores y otros que podan dedicarse de pleno al ejercicio de sus respectivos
oficios. A veces se percibe la marca de talleres, la huella de un maestro, y
ocasionalmente sus obras parecen representar individuos y no estereotipos. El
Quindo y sus cacicazgos contienen una gran promesa para la arqueologa
colombiana y americana, no slo para el cientfico sino tambin para el humanista
y el historiador de arte.
Pasamos finalmente a la Costa Caribe. En los anchos valles de los ros Sin y San
Jorge se encuentran vestigios de culturas prehistricas y protohistricas que
nuevamente muestran las caractersticas de los cacicazgos (31) . Por cierto, las
descripciones que hacen los cronistas del siglo XVI de los indios del Sin indican
claramente que se trataba de esta etapa de evolucin sociopoltica.
Figura 95. Pie campaniforme de una copa, con cuatro figuras. Betanc, ro Sin.
Coleccin Carlos Dereix. Montera.
Figura 97. Narigueras y collar de falsa filigrana, estilo Sin. Museo del Oro,
Bogot.
Figura 98. Remate de bastn, estilo Sin. Museo del Oro, Bogot.(ver figuras
93,94,95,96,97 y 98)
Una clase de cermica de color oscuro y superficie muy bien alisada est
decorada con motivos profundamente excisos; se ven meandros, elementos
romboidales, cruces y otros motivos. Las formas son las de copas de pedestal
alto, de vasijas subglobulares con base anular y de varios tipos de vasijas con
silueta compuesta; tambin hay recipientes en forma de zueco. Otro estilo
caracterstico consiste de ollas globulares de diferentes tamaos, decoradas con
lneas rectas pintadas en negro y rojo, que forman un hachurado sobre un fondo
color crema. Copas abiertas, sostenidas por bases cnicas truncadas se decoran
generalmente con lneas incisas; tambin hay amplias copas "majadoras" cuyo
fondo lleva un motivo profundamente inciso y que probablemente sirvieron para
triturar ciertos alimentos o condimentos. Una gran figura de un hombre sentado en
un banquito y con una vara en la mano, procedente del alto ro San Jorge, es muy
similar estilsticamente a una figura femenina procedente de Cinaga de Oro, en el
Sin Medio. Sea dicho aqu nuevamente que muchas caras humanas
representadas en la cermica y orfebrera del Sin tienen una marcada semejanza
con el fenotipo de ciertas piezas procedentes del Quindo y de Antioquia.
Son dos las preguntas principales que se plantean entonces: qu uso tena este
sistema de control hidrulico y qu nos dice una obra de semejante magnitud
acerca de la organizacin socioeconmica de aquella poca? Acerca de la primera
pregunta caben las observaciones siguientes. La hoya del San Jorge es una zona
inundadiza donde peridicamente, en ciertos ciclos, las aguas de los ros
Magdalena, Cauca y Nech suben de tal manera que llegan a cubrir centenares de
miles de hectreas. La gente debe entonces asentarse en elevaciones naturales o
en montculos y plataformas artificialmente levantadas. Por otro lado, la agricultura
es posible solamente en las partes elevadas, de modo que parece que hayan sido
los camellones entre los canales los que servan como tierras de cultivo. Pero
cules seran estos cultivos? Probablemente se trataba de yuca y no de maz,
pero an queda por resolver este problema. Otra posibilidad que no se puede
descartar del todo es que el sistema de canales y camellones se haya utilizado
para la cra de peces, ranas comestibles o de ciertos moluscos. Lo
verdaderamente extrao es que no haya vestigios de una poblacin muy densa;
hay dispersos asentamientos nucleados de unas 10 a 12 casas, pero no se han
encontrado an los basureros que atestiguan largos perodos de ocupacin.
Figura 99. Recipiente "poporo", estilo Quimbaya. Museo del Oro. Bogot.
Figura 100. Figura antropomorfa; territorio muisca. Museo Nacional. Bogot. (ver
figuras 99 y 100)
Cuando al comienzo del siglo XVI los espaoles entraron a las hoyas de los ros
Sin y San Jorge encontraron la regin dividida en tres cacicazgos: Fincen, en el
valle del Sin, con su centro en los alrededores de la Laguna de Betanc;
Pancen, en la hoya del ro San Jorge, y Cenfana, en la zona del bajo ro Cauca
y del ro Nech. La cultura de estos cacicazgos parece haber sido bastante
homognea y corresponde esencialmente al modelo descrito en otras regiones del
pas. Una diferencia, notable, sin embargo, consiste en la poca belicosidad de los
indios y ms bien se trata de una variante que podra llamarse cacicazgo
teocrtico, a diferencia de los cacicazgos militaristas del interior andino. El culto
centrado en los templos e dolos, y el carcter semidivino de los grandes jefes (a
veces mujeres) son muy notorios en esta regin.
__________
16. La comparacin estilstica que Bruhns hizo entre una pieza del Tesoro de los
Quimbayas y una urna funeraria del Complejo Carmelita Inciso suscit una
hiptesis interesante acerca de la edad de estas dos categoras de artefactos y la
actividad volcnica en las cordilleras ecuatorianas y colombianas. Al respecto
vase Latbrap, Donald W., John S. Isaacson y Colin McEwan. supra. Nota 11.
1984. (regresar a 16)
23. El bajo ro San Juan constituye el lmite norte de difusin de los complejos
cermicos de la regin de Tumaco. (regresar a 23)
28. Uribe, Mara Victoria "Relaciones prehistricas entre la Costa del Pacfico y el
altiplano nariense" Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XX, pp. 11-24,
Bogot; id. "Asentamientos prehispnicos en el altiplano de Ipiales, Colombia"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XXI, pp. 57-196, Bogot, 1977-1978;
vase tambin Cardale de Schrimpff, Marianne "Textiles arqueolgicos de Nario"
Revista Colombiana de Antropologa", Vol. XXI, pp. 246-282; "Objetos
prehispnicos de madera procedentes del altiplano nariense, Colombia" Boletn
Museo del Oro, Ao 3, pp. 1-15, Bogot, 1980. (regresar a 28)
31. Gordon, Bruce Leroy. Human Geography and Ecology in the Sin Country of
Colombia. University of California, Berkeley, 1957; Foster, Donald W. & Donald W.
Lathrap "Ms evidencias sobre el desarrollo de la Cultura Selva Tropical en la
Costa Norte de Colombia, durante el primer y segundo milenio antes de Cristo"
Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIX, pp. 104-137, Bogot, 1975;
Parson, James J. "Ancient Ridged Fields of the San Jorge River Floodplains,
Colombia" Geographical Review, Vol. 56, pp. 3 17-343, 1966; Plazas, Clemencia &
Ana Mara Falchetti. Asentamientos prehispnicos en el bajo ro San Jorge.
Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica,
Bogot, 1981: Plazas de Nieto, Clemencia, Ana Mara Falchetti de Senz &
Juanita Senz "Investigaciones arqueolgicas en el ro San Jorge" Boletn Museo
del Oro, ao 2. pp. 1-18, Banco de la Repblica, Bogot, 1979; Reichel-Dolmatoff,
Gerardo y Alicia "Investigaciones arqueolgicas en el departamento del
Magdalena, Colombia, 1946-1950. Parte III" Divulgaciones Etnolgicas, Vol. 1V,
N4 4, pp. 1-98, Universidad del Atlntico, Barranquilla, 1953; id., "Contribuciones a
la arqueologa del bajo Magdalena (Plato, Zambrano, Tenerife)" ibid. Vol. III, N 5,
pp. 145-163, Barranquilla, 1954; id., "Momil: Excavaciones en el Sin" Revista
Colombiana de Antropologa, Vol. V, pp. 111-333, Bogot, 1956; id.
"Reconocimiento arqueolgico de la hoya del ro Sin" ibid., Vol. VI, pp. 31-149,
Bogot, 1958. (regresar a 31)
32. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia, 1958, supra, Cf. 58ff. (regresar a 32)
34. Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia; Cf. Nota 32, Lmina II. (regresar a 34)
35. La clasificacin cermica en Tradicin, Complejo y Tipo es de las autoras
citadas.
36. La referencia de laboratorio es GrN 9242 ML Anc. 1(1) (Plazas & Falchetti.
1981, p. 110).
37. Las referencias son:IAN 124 SB Pal I(2)645 170 antes de presente: GrN
9243 Pal 1(10) 535 50 antes de presente: BETA 2896 SB Pal 1 (Es. 4) 310 50
antes de presente: vase Plazas y Falchetti, 1981, pp. 13-14, 117-118. (regresar a
37)
36. La referencia de laboratorio es GrN 9242 ML Anc. 1(1) (Plazas & Falchetti.
1981, p. 110).
37. Las referencias son:IAN 124 SB Pal I(2)645 170 antes de presente: GrN
9243 Pal 1(10) 535 50 antes de presente: BETA 2896 SB Pal 1 (Es. 4) 310 50
antes de presente: vase Plazas y Falchetti, 1981, pp. 13-14, 117-118. (regresar a
37)
Aunque los Muiscas ylos Taironas tienen mucho en comn, tambin varan en
detalles significantes de contenido y nfasis cultural. Debido a diferencias en su
medio ambiente fsico, su equipo tecnolgico, sus tradiciones locales y sus
contactos con otras zonas culturales, ellos haban desarrollado orientaciones
divergentes y es necesario entonces tratar de estas dos culturas por aparte.
Figura 102. Detalle del cuello de una vasija pintada; territorio muisca. Museo
Nacional. Bogot
Figura 105. Piedra negra grabada; territorio muisca. Museo Nacional de Bogot.
Cerca de Tunja y en algunos otros lugares del sector nororiental del territorio
Muisca, se conocen, desde el siglo pasado, algunos recintos consistentes de
columnas de piedras toscamente labradas y colocadas en un crculo, valo o
rectngulo. Huecos donde antiguamente haba postes indican que estas columnas
originalmente estaban combinadas con construcciones de madera, y a veces un
gran hueco marca el punto donde se encontraba un poste central. La excavacin
(poco metdica) de estos recintos no produjo datos precisos de importancia; haba
algunos fragmentos cermicos y piedras de moler, y al pie de una columna se
encontraron los huesos de un nio, tal vez un sacrificio hecho al efectuarse la
construccin. El llamado "Templo del Sol" en Sogamoso era una de estas
construcciones y fue incendiado por los espaoles; este lugar tan citado en las
fuentes histricas tempranas no parece haber sido ms que una casa ceremonial,
tal vez la residencia de un jefe o sacerdote local (7) .
Hay varios tipos de entierros en territorio muisca. Existen cuevas funerarias donde
se depositaron uno o varios cadveres en posicin de cuclillas, con las rodillas
tocando la mandbula inferior y los brazos recogidos sobre el pecho.
Frecuentemente los cadveres haban sido destripados y secados en el humo de
una hoguera. En ocasiones se han conservado, las telas, fajas, gorros y mochilas
con que los cadveres estaban revestidos; otros elementos del ajuar consisten en
cermicas, volantes de huso, propulsores de madera provistos de sus ganchos de
piedra, y herramientas de madera para operar los telares. Objetos de orfebrera
parecen ser muy escasos en este tipo de entierro. A veces el cadver se encontr
sentado en un banquillo tallado de madera. Una manta procedente de una cueva
funeraria de la regin de Los Santos (departamento de Santander), dio una fecha
de 1195 despus de Cristo. En una cueva cerca de Sibat, tambin en la Sabana
de Bogot, se descubri el cadver momificado de un nio; llevaba una corona de
plumas de loro y de su cuello colgaba una cuenta de collar del tipo millefiori,
atestiguando esto la costumbre del entierro en cuevas hasta la poca de la
conquista espaola (14) . Entierros en tumbas rectangulares alargadas revestidas
de toscas lajas, contienen esqueletos en posicin supina acompaados por
cermicas, volantes de huso y objetos de oro, segn la categora social del
muerto. Otro tipo de entierros consiste de sencillos pozos redondos en los cuales
el cadver fue colocado en posicin flexionada. Sepulturas en forma de pozo con
cmara lateral no parecen existir en territorio muisca, pero entierros secundarios
en sencillas urnas globulares han aparecido en algunas ocasiones, por ejemplo en
Soacha.
Objeto:
Captulo VIII
Una gran mscara de piedra, representacin de una cara humana con lengua
saliente, procede del alto ro Crdoba (30) . Una figura acurrucada y esqueltica,
de 24.5 centmetros de altura, fue encontrada en las riberas de la Quebrada
Valencia (ro Don Diego), al pie de la vertiente septentrional de la
Sierra Nevada (31) . Tambin existen algunas tallas lticas grandes; varias
cabezas humanas de gran tamao proceden de la regin de Minca, cerca de
Santa Marta (32) , y hay persistentes rumores sobre la existencia de grandes
estatuas en zonas an poco exploradas.
Hay muchos vestigios de arte rupestre en la Sierra Nevada, sobre todo en las
faldas orientales y surorientales (34) . En Donama, cerca de Santa Marta, se
encuentra una gran roca cubierta de petroglifos, y en las cercanas de muchos
asentamientos se han observado petroglifos de menor tamao.
Figura 120. Escalera formada por grandes cantos rodados, regin de Banda,
Sierra Nevada de Santa Marta.
Figura 124. Cermica zoomorfa, Pueblito, Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.(ver figuras 119,120,121,122,123 y 124)
Hay pocos datos sobre las costumbres funerarias de los Taironas. En algunas
ciudades, como en Pueblito, se han encontrado grandes entierros primarios
formados por lajas y cubiertos con una laja de grandes dimensiones, en el centro
de algunas casas muy bien construidas, pero los guaqueros se haban adelantado
y no fue posible conocer el ajuar de estas sepulturas. En otras aldeas o ciudades,
como en Buritaca-200, se han encontrado entierros de pozo con cmara lateral,
probablemente las "bvedas" de los cronistas, pero se carece de datos ms
detallados. En varios sitios de la costa septentrional y tambin en el litoral al sur de
Santa Marta, se han hallado grandes urnas funerarias, a veces con objetos
metlicos dentro o pequeas tallas de concha o de hueso.
Sobre este aspecto de la cultura tairona faltan datos porque las actividades de los
guaqueros han sido devastadoras.
Sobre la cronologa de la zona tairona faltan datos precisos porque muchas de las
excavaciones (Mason, Reichel-Dolmatoff) fueron efectuadas antes de que se
conociera el mtodo del carbono radicativo. Por otro lado, hasta hoy en da no se
han hallado en la Sierra Nevada grandes basureros, que se hubieran prestado
para excavaciones estratigrficas. La siguiente tabla muestra algunas fechas para
el sitio de Buritaca-200 y sus cercanas (37) .
TABLA IV: FECHAS RADIOCARBONICAS PARA BURITACA-200
Figura 125. Vasijas diminutas. Pueblito; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.
Figura 126. Ocarina antropomorfa, con mscara, regin de Banda; Sierra Nevada
de Santa Marta. Museo Nacional de Bogot.
Figura 129. Figura humana con mscara de reptil, regin de Banda: y cabeza de
ave de pueblito; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo Etnolgico del Magdalena,
Santa Marta.
Figura 130. Fragmentos cermicos; I-II pintura roja sobre fondo habano; 14 y 16
decoracin incisa; 15 decoracin modelada incisa. Finca Sangri -La, cerca
de Mamatoco. (ver figuras 125,126,127,128,129 y 130)
Figura 132. Mascarilla de piedra, ro Don Diego; Sierra Nevada de Santa Marta.
Figura 136. Figura humana de nefrita; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgico del Magdalena. Santa Marta. (ver figuras 131,132,133,134,135 y 136)
Figura 137. Figura humana de piedra; Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Etnolgica del Magdalena, Santa Marta.
Figura 138. a. Figura humana tallada de nefrita; Sierra Nevada de Santa Marta.
Museo etnolgica del Magdalena, Santa Marta.
Figura 139. Cuentas de collar; Sierra Nevada de Santa Marta. Coleccin Jack.
Oberlin, Santa Marta.
Figura 140. Hacha monoltica, regin de Dibulla. Museo Etnolgico del Magdalena.
Santa Marta.
Figura 142. Hacha de cobre, regin de Tasajera, Costa de Salamanca; largo: 9.5
cm. Museo Etnolgica del Magdalena, Santa Marta. (ver figuras
137,138a,138b,139,140 y 142)
Figura 141. Figura enmascarada, con paleta ovalada, cobre dorada: Banda; Sierra
Nevada de Santa Marta. Museo Etnolgica del Magdalena, Santa Marta.
Figura 143. Placa antropomorfa de cobre dorado, Banda; Sierra Nevada de Santa
Marta. Museo Etnolgico del Magdalena, Santa Marta.
Figura 144. Figura humana sentada en un banquito y con gran lengua saliente,
tallada de esteatita; regin de El Edn, Sierra Nevada de Santa Marta. Museo
Nacional de Bogot.
Figura 145. Pendiente Estilo Tayrona; Sierra Nevada de Santa Marta. Coleccin.
Dumbarton Oaks, Washington, N B-393. CG.
Figura 146. Pendiente Estilo Tayrona; Sierra Nevada de Santa Marta. Coleccin.
Dumbarton Oaks, Washington, N B-427. CG. (ver figuras 141,143,144,145 y 146)
__________
1. Para la delimitacin del territorio Muisca, vase Falchetti, Ana Mara &
Clemencia Plazas de Nieto. El territorio de los Muiscas en la llegada de los
espaoles Cuadernos de Antropologa, N 1, Universidad de los Andes, Bogot,
1973. (regresar a 1)
2. La mejor monografa sobre los Muiscas es: Prez de Barradas, Jos. Los
Muiscas antes de la Conquista. 2 Vol., Consejo Superior de Investigaciones
Cientficas. Instituto Bernardino de Sahagn, Madrid. 1950-1951. Otras fuentes
importantes son: Broadbent, Sylvia M. Los Chibchas. Organizacin Sociopoltica.
Facultad de Sociologa, Universidad Nacional. Bogot, 1964; Restrepo, Vicente.
Los Chibchas antes de la conquista espaola. Bogot, 1895. (regresar a 2)
7. Broadbent, Sylvia M. Supra, 1970; Hemndez de Alba, Gregorio "El Templo del
Sol de Goranchacha" Revista de las Indias, VoL II. pp. 10,18, Bogot, s.f.; Silva
Celis, Elicer, supra, Nota 3, 1945. (regresar a 7)
10. Silva Celis, Elicer "Monumento solar muisca en Villa de Leyva "Pensamiento
y Accin, N 1, pp. 1-4, Universidad Pedaggica y Tecnolgica de Colombia,
Tunja, 1978; id. "Investigaciones arqueolgicas en Villa de Leyva" Boletn Museo
del Oro, Ao 4, pp. 1-16. Banco dala Repblica, Bogot, 1981. Silva cita tres
fechas de radiocarbono: IAN-148 230 aos antes de Cristo, IAN-1 19540 aos
antes de Cristo. IAN-138 930 aos antes de Cristo. Si aceptamos estas fechas, la
edad de la construccin se remonta a la de la cermica de tipo Formativo, lo que
desde luego no es sorprendente si tenemos en cuenta la gran antigedad de
construcciones astronmicas en Amrica. Cabe aadir aqu que hay vagas
informaciones sobre complejos arquitectnicos prehistricos en las tierras altas del
Sumapaz, macizo al sur de Bogot. Se mencionan cimientos circulares y otros
ms. (regresar a 10)
12. Recasens, Jos de. "Las esculturas de piedra blanda de La Belleza ".
Revista del Instituto Etnolgico Nacional, Vol. II. N 1, pp. 117-152, Bogot, 1945.
13. Silva Celis, Elicer "Las Estatuas de la Salina de Mongua" Revista
Educacin, Vol. VI, N 3, pp. 1-16, 1966. (regresar a 13)
14. Vase tambin Lunardi, Federico. La Vida en las Tumbas. Rio de Janeiro,
1935 (figs. 114-115). (regresar a 14)
15. El trabajo que mejor resume la incipiente cronologa cermica del territorio
muisca es de Marianne Cardale de Schrimpff "Ocupaciones humanas en el
Altiplano Cundiboyacense: La etapa cermica vista desde Zipaquir" Boletn del
Museo del Oro, ao 4, pp. 1-20, Banco de la Repblica, 1981. Cardale (1976, p.
422) cita equivocadamente la fechada Falchetti (1975. p. 164) como 1005 antes de
Cristo. La fecha correcta de Falchetti es 1005 despus de Cristo. (regresar a 15)
16. Falchetti de Senz, Ana Mara "Colgantes Darin: Relaciones entre reas
orfebres del occidente colombiano y Centroamrica" Boletn del Museo del Oro,
Ao 2, pp. 1-55, Banco de la Repblica, Bogot, 1979; Mielke, James & Austin
Lang "Smithsonian Institution Radiocarbon Measurements V" Radio carbon, Vol. II,
N 1, pp. 163-182, New Hayan, 1969. La fecha de C14, de algunos objetos de
metalurgia muisca, pudo obtenerse gracias al carbn pulverizado, que constituye
el ncleo slido de estos artefactos.
17. Sobre el arte rupestre vanse, entre otros: Prez de Barradas, Jos. El Arte
Rupestre en Colombia. Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones
Cientficas, Instituto Bernardino de Sahagn, Madrid, 1941; Triana, Miguel. El
Jeroglfico Chibcha. Biblioteca Banco Popular, Bogot, 1970. (regresar a 17)
18. A poca distancia, al norte de Guasca, hay un pequeo valle donde, cerca de
una fuente termal. se encuentra uno de los poqusimos petroglifos que se conocen
del territorio muisca. Son signos profundamente grabados en la roca, que no
parecen relacionarse con los motivos pictogrficos. (regresar a 18)
21. Llama la atencin que la oposicin que exista entre ciertas ciudades tairona
se asemeja a la oposicin entre ciertas poblaciones Kogi. como por ejemplo, entre
San Miguel y San Francisco. (regresar a 21)
23. Sobre Arqueologa de la Sierra Nevada, vanse entre otras fuentes: Ardila
Caldern, Gerardo Ignacio. Alto de Mira; Sierra Nevada de Santa Marta -
Contribucin al conocimiento de la arqueologa del Alto Buritaca. Informe al
Instituto Colombiano de Antropologa, Bogot, 1985. Bischof, Henning
"Contribuciones a la cronologa de la Cultura Tairona (Sierra Nevada de Santa
Marta, Colombia)" Verhandlungen des XXXVIII Internationalen
Amerikanistenkongresses, Stuttgart-Mnchen, 1968, Vol. 1, pp. 259-269, Munich,
1969; id. "La Cultura Tairona en el Area Intermedia" ibid., pp. 27 1-280; Cadavid
Camargo, Gilberto & Ana Mara Groot de Mahecha "Buritaca 200: Arqueologa y
conservacin de una poblacin precolombina (Sierra Nevadade Santa Marta-
Colombia) "Beitrge zur Allgemeinen und Vergleichenden Archologie, Band 4, pp.
255-287, 1982; Castao, Carlos "Buratica 200: consideraciones en torno a los
elementos arquitectnicos y urbansticos" Revista de Arqueologa, ao V, N 39,
pp. 3 1-43, Madrid, 1984; Dussn de Reichel, Alicia "Una escultura ltica de
tipologa costarricense de la Sierra Nevada de Santa Marta" Razn y Fbula,
Revista de la Universidad de los Andes. N 2, pp. 39-42, Bogot, 1967; Groot de
Mahecha, Ana Mara "Buritaca-200: Una fecha de radiocarbono asociada con
objetos de orfebrera tairona" Boletn del Museo del Oro, Ao 3, pp. 2 1-34, Banco
de la Repblica, Bogot, 1980; Herrera de Turbay, Luisa Fernanda "Buritaca-200:
Estudio de polen arqueolgico" Boletn del Museo del Oro, Ao 3, pp. 1-20; Banco
de la Repblica, Bogot, 1980; Mason, J. Alden. "Archaeology of Santa Marta,
Colombia: The Tairona Culture" Anthropological Series, Vol. XX, Nos. 1, 2, 3, Field
Museum of Natural History, Chicago, 1931, 1936, 1939; Murdy, Carson N. "La
economa y densidad de poblacin en los asentamientultura Tairona en la rida
zona litoral de la Sierra Nevada de Santa Marta" Primer Congreso Nacional de
Historiadores y Antroplogos, Santa Marta, 1975, pp. 122- 143, Editorial Argemiro
Salazar y Compaa, Medelln, 1976; Reichel-Dolmatoff, G. "Investigaciones
arqueolgicas en la Sierra Nevada de Santa Marts: Parte 3a. Revista Colombiana
de Antropologa, Vol. III, pp. 141-170, Bogot, 1955; Reichel-Dolnsatoff, Gerardo y
Alicia "Investigaciones arqueolgicas en la Sierra Nevada de Santa Marta: Partes
1 y 2" ibid. Vol, U, pp. 145-206, Bogot, 1954; id. "La Mesa: Un complejo
arqueolgico de la Sierra Nevada de Santa Marta" ibid. Vol. VIII, pp. 160-2 13,
Bogot; Serge de la Ossa, Margarita "Organizacin urbana en Ciudad Perdida"
Cuadernos de Arquitectura, Escala, N 9 (pginas sin numerar), Bogot, 1984;
Valderrama Andrade, Bernardo & Guillermo Fonseca Traque "Exploraciones en la
vertiente norte de la Sierra Nevada de Santa Marta Boletn del Museo del Oro, Ao
54, pp. 1-41, Banco de la Repblica, Bogot, 1981: Wynn, Jack Thomas. Buritaca
Ceramic Chronology: A Seriation from the Tairona Area, Colombia. Disertacin
doctoral, University of Missouri, 1975. Hablando de las investigaciones
arqueolgicas en la zona litoral entre Santa Marta y Caaveral, al Este (Murdy,
1976, p. 126 escribe que slo dos misiones arqueolgicas han trabajado en esta
zona: la primera en 1922-1923 de .I. Alden Masan (1931, 1936, 1939) del Field
Museum of Natural History, Chicago. y la segunda de l, Murdy, entre 1974 y
1975, en misin del Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables.
Eso no es exacto, puesto que esta rea fue explorada en detalle por Gerardo y
Alicia Reichel-Dolmatoff, entre 1946 y 1950, en misin del Instituto Etnolgico
Nacional y de la Gobernacin del departamento del Magdalena. (regresar a 23)
24. Me refiero aqu principalmente a los resultados obtenidos por J. Alden Mason,
y por m personalmente. Los resultados de las excavaciones en el sitio de
Buritaca-200, a partir de 1976. estn prcticamente inditos y los pocos datos que
se han publicado (Cf. Nota 23) an no constituyen una visin coherente.
31. La figura acurrucada est descrita en: Dussn de Reichel, Alicia "Una
escultura ltica de tipologa costarricense, de la Sierra Nevada de Santa Marta"
Razn y Fbula, Revista de la Universidad de los Andes, N2, pp. 39-42, Bogot,
1967. Se trata de una figura de tipo Sukia costarricense, probablemente
representando un chamn en actitud ritual. La pieza formaba parte de la coleccin
del seor Rainer Schultze-Kraft, de Heidelberg, Alemania. (regresar a 31)
33. El cronista Pedro de Aguado escribe que los indios de Bonda tenan "cierto
artificio para tender la cuerda, que usaban traer en la mano derecha". Tensores de
arco de forma similar estn an en uso entre los indios Chimilas del ro Ariguan;
vase Reichel-Dolmatoff, G. "Etnografa Chimila Boletn de Arqueologa, Vol. II,
pp. 95-155, Bogot, 1946 (Cf. pp. 119-120: figuras 9c. d. e; Lminas XII-XIII).
36. Anoto la semejanza de esta barra o vara. con la sagrada vara sonajera de los
indios del Vaups (Reichel-Dolmatoff. G.. The Shaman and the Jaguar. Temple
University Press. Philadelphia. 1975: Cf. Indice: Musical Instruments. p. 277). Sea
dicho aqu que figuras de oro o cobre que sostienen objetos bfidos, se encuentran
tambin en la metalurgia de la Cordillera Central. (regresar a 36)
39. Mason, J. Alden, 1939 (Cf. Fig. 23. Lminas CCXIV-CCXV). (regresar a 39)
50. Los principales elementos mesoamericanos que se observan entre los Kogi,
son los siguientes: nfasis en "amanecer", en el mito de creacin; mltiple
creacin del universo y de la humanidad; concepto de varios mundos
superpuestos, de difcil acceso: asociacin de puntos cardinales con distintos
colores, fuerzas vitales y destructoras, y seres monstruosos; concepto de un Ms
All especial para mujeres que mueren en el parto o para personas que mueren
ahogadas; dualismo (benvolo/malvolo) de las deidades; mono-polimorfismo y
cuadruplicidad de las deidades; divinidad solar de carcter femenino; bailarines
enmascarados que representan la deidad; carcter ritual del nmero nueve;
enfermedad causada por el pecado; simbolismo de la "escoba" y del acto de
"barrer" en el perdn del pecado; confesin: adivinacin por contraccin sbita
muscular y por juntar rpidamente las uas de los dedos ndice; largo perodo de
entrenamiento para sacerdotes; sacerdocio altamente organizado: perro como
gua hacia el Ms All; observacin minuciosa de solsticios y equinoccios.
BIBLIOGRAFA SELECTIVA
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