Mitos Antropogónicos
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Departamento
de Antropologa Cultural
IX - 2011
Mitos antropognicos
de los indios sudamericanos
CIAFIC
ediciones
Directora:
Dra Ruth Corcuera
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Homenaje al Dr. Olaf Blixen
MITOS ANTROPOGNICOS
DE LOS INDIOS SUDAMERICANOS
Olaf Blixen*
Introduccin
El presente estudio busca brindar a quienes se interesan en la
Americanstica y, sobre todo, a etnlogos y etngrafos, un panorama
general de las explicaciones mticas que los indgenas sudamericanos
han formado en cuanto a su propio origen y al de los pueblos con los
cuales han estado en contacto. Son explicaciones subjetivamente ver-
daderas, a despecho de las consideraciones crticas que puedan pro-
vocar en el hombre de Occidente, pues nada hay ms verdadero que el
mito, conjunto de creencias fundamentales en las que el hombre etno-
grfico basa su concepcin del mundo, sita su lugar en el cosmos, in-
terpreta lo pasado, lo que le sucede y observa a su alrededor y avizora
lo por venir.
Nuestro examen se ha hecho sobre un nmero bastante conside-
rable de textos -narraciones mticas, unas veces extensas, otras sucin-
tas- que constituyen un conjunto de quinientos o seiscientos relatos,
entre los cuales es mencionada aqu explcitamente una cantidad sen-
siblemente menor, pero de todos modos copiosa. No se presenta ahora
numricamente ante nosotros, gentes de las postrimeras del siglo XX,
sino un esmirriado remanente de lo que ha sido el acervo mtico de
todas las etnias que han poblado nuestro continente meridional, tesoro
de creencias que hubiera parecido inagotable en sus tiempos de es-
plendor. Esto es, cuando vivan y se desarrollaban intactas las socie-
dades nativas, sin otras amenazas a su supervivencia que los azares de
Mapa N1
Disensiones caverncolas:
Osados contra prudentes
Pareses e iranches. 1.1.- Entre los relatos del primer grupo, quizs
el episodio de origen ms detallado que para Sud Amrica conozcamos
sea la narracin pares recogida por Holanda Pereira (Holanda Pereira,
1986: (1):31 ss). En este texto la humanidad o, mejor dicho, la etnia pa-
res se genera dentro de una gran roca. La primera mujer nace del
ayuntamiento de dos serpientes, despus de que se han sucedido varios
intentos frustrneos de producir seres humanos en anteriores aparea-
mientos. Luego nace Wazare, el antepasado de los pareses, y poste-
riormente muchos otros, que pasan su vida dentro de la piedra,
haciendo fiesta, cantando y bailando. Los sobrenaturales que viven en
el mundo exterior oyen, un poco confusamente, la algazara de sonidos
y canciones. El jefe de esta familia de seres divinos, que es el dueo
del rayo, intrigado por tal novedad, golpea la roca y hace un pequeo
agujero por el cual atisba el interior. Adentro han quedado quietos, ate-
morizados por el golpe, los antes despreocupados danzantes. Pero
luego el urubucito[1], transformado en mosca, atravesando el agujero
abierto por el rayo, explora el mundo exterior, donde contempla rbo-
les, plantas y flores, y regresa a su morada ptrea. Como resultado de
esta expedicin dipteril los enclaustrados se deciden a salir. Despus
Notas
[1] Se trata, segn la misma fuente, pg. 35, nota 135, de la Chelidoptera tene-
brosa, un bucnido llamado regionalmente andorinha do mato o chico vivo.
Es muy rpido; los pareses lo tratan con respeto y no lo matan.
[2] Generalmente la adicin de otras etnias a la propia para comprender a todas
en una misma explicacin etiolgica descubre la influencia humanstica del con-
tacto con la civilizacin occidental, y especialmente la prdica misionera, con
sus planteamientos generalizadores acerca del origen de los hombres. Esta pre-
ocupacin es ms bien ajena a las etnias primitivas, que no experimentan ningn
agrado en compartir estas vicisitudes trascendentes con otras etnias vecinas o
prximas, algunas de las cuales suelen ser enemigas, y objeto de temor, odio o
desprecio.
[3] Campephilus robustus, segn Holanda Pereira, p. 17, nota 24.
[4] Cariama cris tata.
[5] El incidente seala otra coincidencia con las historias de los indios pueblos
del sudoeste de Estados Unidos.
[6] En cuyo texto los indios descienden de peces-araa (Osteoglossum bicirrho-
sum), una especie del Araguaya con la cual perdura una relacin ceremonial ex-
presada, entre otras cosas, en el baile del aruan y en el evitamiento de matar y
consumir dicha especie.
[7] Kahua: Civrieux da este nombre al mundo invisible donde no existe la
muerte, (1970: 21) morada de Wanadi. All no hy, pues, muerte, maldad ni os-
curidad; lo califica de paraso primordial (p. 23) y explcitamente lo identifica
con el cielo (p. 41). Barandiarn (1962) no usa este trmino para cielo ni para-
so. Por el contrario, koyohuua (variante dialectal?) es el lugar subterrneo
donde moran los demonios y las almas de los condenados. Tanto una como otra
Notas
[1] En estas versiones lo que se atasca es un muslo de la mujer, que desde tierra
se ve como las Siete Cabrillas o Plyades.
[2] Hay que pasar por alto, naturalmente, la incongruencia que significa divisar
desde la altura una montaa que casi llega al cielo, lugar de la observacin, y, al
mismo tiempo, divisar en la superficie no slo los animales sino lo que comen.
Notas
[1] En ambos casos se trata del mismo texto, publicado por el autor slo con mo-
dificaciones de una u otra palabra. El primero de los dos figura inserto en el ar-
tculo de dicho etngrafo titulado Os apinag do Alto-Tocantins,aparecido en el
Boletim do Museu Nacional, de Rio de Janeiro, 6:(2):61-110. El segundo fue pu-
blicado con el ttulo Urna lenda tapuya dos apinag do Alto Tocantins, en la Re-
vista do Museu Paulista, 17:(1):515- 17.
[2] Strophocheilus oblongiis, segn dicho autor.
[3] Cucurbita lagenaria L., segn la misma fuente.
[4] Esta inclusin de los negros en el mismo grupo que ios defectuosos o lisiados
es una muestra del marcado racismo indgena, y de su animadversin hacia cier-
tos grupos forneos, ms o menos intenso segn los casos.
[5] Un relato tunebo recogido por la seora Mrquez (1981:176) expresa que
estos indgenas surgieron de calabazas y totumas (calabazas ya preparadas para
su uso como recipientes). De las limpias provienen los ms trabajadores e inte-
ligentes; de las sucias, los haraganes y torpes. La idea parece teida de un espritu
folklrico, pero debe representar una creencia etnogrfica tradicional. Sin em-
bargo, no hay por ahora razones suficientes para ligar histricamente esta creen-
cia con el tema timbira.
[6] El significado del acto es aun ms explcito en el texto precedente de Crocker.
[7] Ejemplo de estas disensiones, aunque no tpico, es la historia uitota de Juye-
kotirina (Preuss, 1921:(1):211-18, mito 4, publicada en nueva traduccin sobre
el original en 1988:25-31) en la que una moza queda preada por un buineima,
personaje mtico del ro, con morfologa de pez y ocasionalmente humana. Du-
rante la visita del yerno a su suegro en tierra, uno de los parientes pisciformes
de aqul es muerto por confusin. Ms tarde los nios de la casa del suegro dan
muerte al propio hijo del buineima y de la hija de Juyekotirina, que ha sido co-
locado en una olla de barro con agua que le sirve de pecera. Esto desencadena la
venganza de la familia del marido acutico, que termina en diluvio regional que
arrastra a los culpables y a toda su parentela al fondo del ro.
Notas
[1] En alguna variante, en lo que parece ser respuesta a una pregunta del encues-
tador, se dice que tenan mujeres, pero en otro lado.
[2] Esta caracterizacin se funda en el anlisis de las distintas variantes recogidas,
que contienen los siguientes elementos del esquema tpico expuesto ms arriba:
Del Campana, 1913:316-317:3, 4Aa, 5b, 5c, 6, 7, 8, 9.- Mtraux, 1939:49-50:1,
2a, 3, 4Aa, 5b, 5c, 6, 7, 8, 9,10a. Variante, pp. 51-52:11,12,13b.- Califano,
1973:159:(1, 2b, 3) 4Aa, 5b, 6, 7, 8, 9, 10a, 11,12,13a, 14. la. Variante, pp. 167-
68:(1), 2b, 3, 4Aa, 5a, b, c, 6, 7, 8, 9a, 10a, 11,12,13a, 14. 2a. Variante,
fragmentaria, pp. 168-69: 5b, 6, 7, 8, 9, 10a, 11, 12, 13a.- Mashnshnek, 1973:131-
34:(1), 2b, 3, 4a, 5a, b, c, 6, 7, 8, 9a, c, 10a, 11,12,13a, 14. Mashnshnek, 1975a:
20 (1,2b), 3, 4Aa, 5, 6, 7. (frag.?); Arancibia, 1973: 70:1, 2a, 3, 4a, (5), 6, (7),
8, 9. Variante: pp. 71-73: 1, 2b, (3), 4Ab, 5a, b, 6: carancho sustituido por cndor,
7, 8/9a.- Heredia y Magnani, 1980:53-55:1, 2a, 3, 4, 5a, b, 6, (7), 8, 9,10a, 11,13b,
14.-;Fock, en Wilbert y Simoneau, 1982:74-75:1,2b, 3,4Aa, 5b, 6,8,9.- Alvarsson,
1983:167 ss:l, 2B, 3, 4Aa, 5A, 6, (7), 8,9A, B, C, 10,11,12,13A, 14 con algunas
peculiaridades ms, entre otras, que la menstruacin pasa de los hombres a las
mujeres, castigo infligido por Tokjuaj.
[3] Los textos conservan los siguientes elementos del esquema tpico: Mas-
hnshnek, 1972:126- 1, 2B, 3, 4Aa, 5B, C, 6: carancho sustituido por otro pjaro,
7A, 8, 9 A, C. Siffredi, 1985:31 (inf. Kiki) - 1,2B, 3,4Aa, 5A, 6: picaflor sustituye
al carancho, 7A, (8), 9. El retrasado es el palomo en vez del armadillo, pero slo
puede conseguir una mujer ciega, rasgo superviviente del episodio del desente-
rramiento practicado por el armadillo. En lugar del incidente de la vulva dentada,
se produce otro. El palomo, muy rijoso, no obedece la orden de esperar a que
otros ms fuertes copulen con las hembras antes que l, y por eso la criatura que
ella da a luz muere pronto. Por eso los hombres son mortales. Siffredi, ibdem,
(inf. Kaskchi Ilnek) 1,2B, 3,4Ac, 5B, 6: carancho sustituido, 7A, 8,9C.
Siffredi, ibdem, p. 36. Texto aberrante, no confiable. Es curioso que figure como
informante el mismo relator del texto anterior, porque por sus contenidos, son in-
compatibles.
Nacidos en ollas
6.1. En la regin chaquea aparece un motivo que sin duda ha tenido
y conserva an cierta difusin, tanto entre mataco-mataguayos como
entre guaicures. Segn los casos, el motivo en cuestin explica el ori-
gen de los hombres, de grupos o de tribus; en otros, se liga con diver-
sos contenidos etiolgicos, y entonces aparece tanto en el Chaco como
en otras partes, pero slo espordicamente.
Un texto mocov de un annimo del siglo XVIII que public
Lehmann-Nitsche (Lehmann-Nitsche, 1927: 146-47)[1] nos dice que
un Gran Mocov[2] que no tena mujer, tom una olla de barro, se
masturb y tap el recipiente[3]. Cuando le pareci que haba
transcurrido tiempo suficiente para que se hubiera formado una
criatura, lo destap y encontr el cuerpecito de un varn. Repiti la
operacin y obtuvo otro varn. La tercera vez ocurri lo mismo. El
annimo dice que se ingeni de modo tal que con los varones hizo una
o dos hembras, sin querer detallar ms cumplidamente los pasos de
esta proeza quirrgica. Los seres humanos resultaron de los
Notas
[1] El original es un manuscrito annimo del siglo XVIII que se guardaba en el
archivo de la Compaa de Jess, en Sarri, Barcelona, y su exhumacin se debe
al P. Guillermo Furlong, que extrajo de l copia que pas a Lehmann-Nitsche. Era
opinin del padre Furlong que el manuscrito deba ser atribuido al padre Manuel
Canelas, S.J., que en ese siglo haba dedicado ms de nueve aos a la catequiza-
cin de los mocoves.
[2] La alusin a un Gran Mocov, segn Lehmann-Nitsche, debe interpretarse
como referida a un antepasado mtico del grupo, a quien no se menciona por otro
nombre. Es bastante claro que se trata de un demiurgo a quien se atribuye la g-
nesis de la nacin.
[3] Nuevamente se pone de manifiesto la necesidad de cubrir el lugar donde se
va a operar la transformacin, que es un acto potente, porque la magia opera
fuera de las miradas indiscretas.
[4] Chahuanco o chaguanco: apodo regional dado a los chiriguanos.
[5] El incidente aparece frecuentemente en ciertas variantes del mito de los me-
llizos, sobre todo en la regin del alto Xing.
Creaciones y transformaciones
7.1. En los relatos indgenas sobre el surgimiento de los seres huma-
nos tal origen es a menudo atribuido al acto de un creador o demiurgo.
Tanto en el caso de los mitos antropognicos como en el de los que to-
can a la formacin y comienzo del propio universo, nos sale al paso una
dificultad que no aparece normalmente cuando el mito trata en esencia
de otros temas y asuntos. Ella no es otra que la posible influencia que
la prdica misionera y aun el mero contacto, ms o menos habitual, con
los occidentales puedan haber ejercido sobre las ideas tradicionales del
mundo precolombino. La crtica de las fuentes se vuelve una tarea di-
ficultosa, y las soluciones se tornan inseguras en presencia de explica-
ciones que presentan al demiurgo en actividades antropognicas ms
o menos idnticas a las del Dios de los cristianos, descritas en el Viejo
Testamento (Gen. 2.7). Puesto que en el mbito de la conciencia mtica
Notas
[1] El anlisis de Daniel de Barandiarin (1965) es bastante complejo: califica a
los hkola (o hkura en la transcripcin del P. Cocco) de energas vitales pro-
genitoras de todas las especies vivientes, que no comen, ni duermen, ni traba-
jan, ni enferman, que vienen al llamado de los shamanes y forman en el pecho
de stos un microcosmos de todas las especies. Los hkola de los humanos, al
contrario de los de animales y vegetales, se encarnan individualmente en cada sa-
nem-yanomamo, que con l participa del depsito de energa vital de la tribu.
Las mujeres no tienen, segn parece, hkola. El P. Cocco los califica como es-
pritus de diversas clases y describe algunos tipos (1972:401-407).
[2] Parece tratarse del conoto, un icterdeo de plumaje negro y pico rojo, que
suele imitar la voz de otras aves (Ostinops sp.).
[3] Quienes se masturban en la pantorrilla de otros hombres pertenecen al pueblo
La anaconda ancestral
9.1. En la cuenca del Vaups, a caballo entre la Amazonia colom-
biana y la brasilea, encontramos arraigada una diferente y peculiar
explicacin de los orgenes humanos, que se extiende tambin a la
contigua cuenca del Pir-Paran, modesto afluente del Apaporis; y,
probablemente, a algunas zonas aledaas. El mito puede considerarse
como una vivencia y concepcin propia de los tucanos, porque casi
todos los grupos que lo sustentan pertenecen a esa familia lingstica;
y, para algunos que no la integran, la presencia del mito puede expli-
carse como la consecuencia de recprocos contactos. Segn esta con-
cepcin antropognica cada grupo tucano desciende de una anaconda,
que resulta ser su antepasado comn. Estas anacondas ancestrales re-
ciben en cada grupo nombres diferentes, ligados, a lo que parece, con
cualidades que las sindican o con rasgos o hechos tradicionales cuyo
origen es a veces difcil de establecer. Los tatuyos son la gente de la
anaconda celeste; los tuyucas, la gente de la anaconda-piedra; los
taiwanos, la gente de la anaconda-remedio, uco masa (masa, maha,
majsa en otros dialectos = gente, individuos) y as otros grupos.
9.2. Los textos recogidos en la pequea cuenca del Pir Paran son,
en general, bastante ms conservadores de la tradicin que los obteni-
dos en las regiones ms transitadas y occidentalizadas de la cuenca
del Vaups. En varios de estos ltimos textos la filiacin misma de la
tribu, su gnesis de una anaconda, ha desaparecido, y aparece susti-
Notas
[1] Y an antes, pero con menor intensidad y continuidad. Es difcil evaluar la in-
fluencia que las misiones establecidas durante el siglo pasado en el Vaups, el Ti-
qui y el Papur puedan haber ejercido sobre las creencias indgenas, pero
Notas
[1] Larvas de lepidpteros.
[2] Ni, en general, de los caucsicos.
Por qu a ellos?
10.12. Pero en lo que toca a justificar o entender la aparente genero-
sidad de los hroes culturales hacia esos extranjeros desconocidos y,
por lo tanto, advenedizos en el nuevo mundo, las respuestas se han di-
rigido a sealar que el hroe benefactor quiso, en primer trmino, fa-
vorecer a su pueblo -los indios- con el don de sus bienes ms valiosos,
hoy en poder de los civilizados, pero los indios unas veces rechazaron
esos regalos y otras menospreciaron las enseanzas ofrecidas. Refiere
Notas
[1] Trmino guaran para designar el adorno labial conocido como barbote.
[2] En cambio, los vecinos matacos no son culpables de tal negligencia, holga-
zanera o error. Segn el mito que recogi Nordenskiold, (cf. Wilbert y Simoneau,
1982:60- 61) cuando todava no se haban diferenciado los cristianos de los
dems humanos y vivan en una misma casa grande con los matacos, en esa mo-
rada haba de todo: desde hachas y herramientas hasta caballos, ganado y ropa
linda para las mujeres. Los antepasados de los que serian despus cristianos to-
maron esos bienes y se escabulleron con ellos y dejaron a tos matacos los enseres
y animales de menor utilidad: ollas de barro, perros y otras cosas de poco valor.
As comenz la riqueza de los cristianos: por un hurto.
Los sobrevivientes
11.1. En principio los mitos de inundacin o cataclismticos, a veces
comprendidos bajo el rtulo impropio de diluviales, no son mitos de
origen para la humanidad, pues la consecuencia normal de la catstrofe
es la aniquilacin de casi todas las gentes; pero deben salvarse algunas
que posteriormente se multipliquen e impidan la extincin de la raza
humana[1]. Un momento crucial de esa calamidad es entonces aqul
en que queda un nmero mnimo de individuos para asegurar la per-
Notas
[1] A menos que se produzca una segunda creacin, cuando la destruccin de la
primera humanidad haya sido completa.
[2] En la mayor parte del continente las protagonistas femeninas de esta historia
son loras, que asumen la forma de mujeres. Esta forma queda como definitiva por
la destruccin de la capa de plumas que se ponen las psitcidas para recuperar su
naturaleza ornitolgica. En el norte del continente hay, en cambio, ejemplos en
los cuales quien se metamorfosea es una perra (guaraos, Barral, en Wilbert y Si-
moneau, 1970:240-41) o un perro (caribes de la Dominica, Taylor, 1952:277). El
sexo resulta a veces poco claro, tal vez intencionalmente (relato de Surinam, de
van Coll, 1908:484-5). Son elementos recurrentes la actitud subrepticia y sigilosa
para sorprender al animal en su condicin de mujer, la destruccin de la piel ca-
nina por el fuego para impedir el proceso de retransformacin y, desde luego, la
ejecucin de tareas femeninas por el animal, bajo su apariencia de mujer. La his-
toria era ya conocida por los cronistas de Indias. La expone claramente Cristbal
de Molina (1947:31-33) quien mantiene el antecedente diluvial y recuerda que
los caaris dan al episodio como explicacin del origen de su propio pueblo. En
la variante de Sarmiento de Gamboa (1942:26-27) no se habla de loras ni de gua-
camayas, sino simplemente de mujeres caaris con las cuales procrea el indgena
que ha podido sobrevivir al cataclismo.Algunos de los elementos de la historia
sudamericana, en su variante canina, aparecen en ciertos relatos indgenas de
Norteamrica, que delatan claramente una filiacin comn, a pesar de las dife-
rencias.
[3] El caso no es sin embargo claro.