Cuentos Infantiles Tomo 3
Cuentos Infantiles Tomo 3
Cuentos Infantiles Tomo 3
TOMO III
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VOCABULARIO
Tup: Dios bueno de los
guaranes.
Tuy: Anciano de la tribu.
Consultaba los astros.
Era curandero y sacerdote.
Igt: Hbil nadador.
Picaz: Paloma torcaz.
uat: Espina.
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Entre los indios mocoretaes haba uno, joven, aguerrido y valiente llamado
Igt (hbil nadador) que amaba a la ms buena y hermosa de las mujeres de
su tribu, Picaz (paloma torcaz), y quera casarse con ella.
Los padres de Picaz consintieron en que se realizase tal boda; pero siendo
necesario para ello la aprobacin de la Luna, llamaron al Tuy (adivino) de la
tribu para que la consultara.
Era una noche plcida y serena. La luz blanca, clara, brillante y hermosa de la
Luna iluminaba los campos y las tolderas de los indios. Y el Tuy interpret:
-Esa luz que nos enva la Luna significa que ella aprueba satisfecha la boda
de Igt y Picaz.
Entonces, el Jefe de la tribu orden a Igt demostrase a todos que en verdad
era digno y merecedor de tomar compaera. Para ello deba arrojarse a las
aguas de la laguna y nadar durante largo rato.
Despus, ir en busca de un gran nmero de presas de caza.
Igt, que era excelente nadador y haba cazado mucho desde su niez,
realiz las pruebas con el mayor xito, pues nad cuanto se lo pidi y trajo
entre sus brazos abundante caza.
Las ceremonias de la boda realizronse una noche, despus de tres lunas. Se
encendi una gran hoguera, a cuyo alrededor todos los indios coman,
beban, bailaban y gritaban, festejando tan grande acontecimiento.
Pero algo faltaba para que Igt y Picaz fueran felices: tener la seguridad de
que Tup, su dios bueno, haba aprobado tambin la boda. Y esperaron.
Cul no sera su pena y desconsuelo, cuando llegada la noche siguiente
comenz a caer una copiosa lluvia! Eran las lgrimas de Tup las que caan
sobre la tribu para significar el descontento y desaprobacin del dios por
haberse realizado la unin de los jvenes indios.
Igt y Picaz no podan, pues, continuar unidos perteneciendo a la tribu.
Deban huir y arrojarse a las aguas de la laguna. All haba una isla donde
moraban todos los que se haban casado contrariando la voluntad de Tup.
Los dos deban ir a esa isla para no volver jams.
Al da siguiente ces la lluvia. Y por la tarde, a la hora en que el sol iba a
ocultarse en el ocaso, Igt y Picaz se arrojaron al agua y comenzaron a
nadar.
Los indios de su tribu, reunidos a orillas de la laguna, vindolos alejarse
lentamente, los injuriaban y maldecan para aplacar el enojo de Tup y evitar
sus castigos, pues sta era su creencia.
Igt, hbil nadador, consigui nadar buen trecho, ayudando tambin a su
infortunada compaera. Poco faltaba a Igt y Picaz para llegar a la isla
sanos y salvos, cuando una nueva desgracia cay sobre ellos: uat (Espina),
un guerrero malvado de la tribu, les arroj una flecha. Todos los indios lo
imitaron, y entonces fue una lluvia de flechas la que lleg hasta Picaz e Igt,
quienes, heridos quizs por ellas, desaparecieron de la superficie de las
aguas.
En ese preciso instante el sol, que se hunda en el horizonte, tom un intenso
color rojo; y su luz ti la laguna e ilumin de rojo los campos y el cielo.
Esto llen de asombro a los indios, los que, atemorizados, huyeron
velozmente, alejndose de la laguna.
Mientras tanto Igt y Picaz, ayudados sin duda por Tup porque eran
buenos, lograban salvarse y llegar a la isla, donde podran al fin vivir felices,
pues se amaban mucho.
El Sol y la Luna
(Leyenda de Panam)
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En un palacio de oro, all en lo ms alto del cielo, viva Oba, el dios supremo
de los indios cunas, que habitan en la regin de San Blas.
Oba era hermoso, y su corazn lata enamorado por todas las bellas mujeres
que lo rodeaban. Todas aspiraban a conquistarlo y que fuera suyo
exclusivamente. Fue la ms afortunada la que le dio un hijo, robusto y
semejante a su padre, que lo hizo feliz por completo.
El nio creca sano y fuerte, haciendo su vida en los mgicos jardines del
palacio. Su padre lo contemplaba a todas horas. Oba tuvo un disgusto con la
madre de su hijo, y para castigarla, escogi como vctima a la inocente
criatura, sabiendo que as sufrira su madre, que lo adoraba. Tom en brazos
al pequeo y, transformndolo en pez, lo ech al ro que regaba los jardines
del palacio.
Los pececillos del ro no recibieron bien al recin llegado. Tendran que
compartir con l sus alimentos y los lugares escondidos y protectores entre
las piedras del fondo del ro. El nuevo pececito era listo y alegre y era difcil
jugarle una mala pasada. Pero al fin lleg la ocasin. Estaba entretenido en
comer sapitos diminutos, cuando los peces ms grandes lo cogieron
desprevenido y lo echaron en una olla de agua hirviendo. Los gritos y
gemidos de dolor del pececillo llegaron a odos de su padre. Su amor paternal
pudo ms que el enojo y acudi a salvarlo. Lo sac de la olla y lo llev de
nuevo a su palacio, donde volvi a ser un nio.
Pero era un nio distinto, porque durante el tiempo que permaneci en el ro
haba crecido mucho. Era tan hermoso y arrogante, que su padre qued
maravillado. Y quiso darle un destino digno de su alta jerarqua.
Oba tena el proyecto de construir un mundo nuevo. Y resolvi transformar al
nio en Sol y darle el gobierno de ese mundo.
Nada quiso decirle hasta no tener terminada su labor. Empez por hacer el
cielo, lugar en que su hijo habra de permanecer dominando la tierra. Para
hacer la tierra, llam a dos pequeos seres laboriosos, el perico-ligero y la
perdiz. Les ense una masa de color extrao y les indic el lugar,
extendiendo el brazo, donde tenan que ir colocndola, poco a poco hasta
hacer un mundo nuevo. Todos los das iban los dos animalitos a buscar la
tierra y a depositarla en el lugar indicado por Oba. Cuando estuvo terminada
la labor, Oba llam a un pajarillo muy ligero, el visitaflor, para confiarle un
encargo. Le mand pasearse en toda la anchura y longitud de la tierra que
acababan de hacer el perico-ligero y la perdiz, y haba de hacer el recorrido
en el mismo tiempo que tardara en llegar a su destino el salivazo que Oba
iba a tirar sobre la tierra. El encargo fue cumplido vertiginosamente.
El hijo de Oba fue convertido en Sol, poderoso dueo de la tierra y de su
destino. Sus tareas ms importantes seran alumbrar y dar calor al nuevo
mundo. Para ayudarlo en la primera y que pudiera tener algn descanso, su
padre quiso darle un ayudante. Oba busc y mezcl los ingredientes para
hacer un varn diligente, til para ayudar a su hijo. Sus graves
preocupaciones lo distrajeron y se equivoc en la substancia y en la medida.
Por este error, naci un ser femenino: la Luna.
El Sol hizo poco caso de su ayudante, entusiasmado con su cargo de jefe
omnipotente de todo el universo. Organiz los vientos y las lluvias para
atenuar el calor de sus rayos sobre la tierra. Adorn el cielo con nubes de
todos los colores y busc gusanitos de luz para que brillaran en las noches
claras. Cre luego las plantas, adornndolas con hojas y flores maravillosas, y
cre las aves, dotndolas de vistosos ropajes de plumas de todas formas y
colores. Dio la virtud de crecer y multiplicarse a todo lo existente, ya que
tanto se haba esmerado en crearlo bello y hermoso.
Despus de crear los ros, quiso hacer otro mayor, en el cual los dems
derramaran sus corrientes. A la orilla de este gran ro plant un rbol. Al
principio era dbil; pareca que los vientos iban a doblar su tallo. Pero el
tiempo lo hizo fuerte y resisti muchos aos. Creci tanto que sus ramas
llegaron al Sol, interrumpiendo su camino. El Sol, iracundo, tom las medidas
necesarias para poner fin a tal desacato. Llam a las ardillas y les dio el
encargo de derribar aquel inmenso rbol. Las ardillas argumentaron que eran
dbiles sus fuerzas para tan gran labor. Pero el Sol les record que tenan
dientes y que para algo serviran. Las dos bajaron por las ramas del rbol,
hasta la tierra. Y empezaron su paciente labor. La ardilla mayor fue herida
por una rama que se desprendi y cay sobre ella y no pudo seguir
trabajando. La ardilla pequea se resguard de todo accidente y trabaj con
tanto afn, que cuando menos lo pensaba vio terminada la faena. El rbol se
desplom cuan largo era, haciendo un gran ruido por todo el mundo. La
ardilla comunic al Sol el final de su empresa y recibi como premio el don de
permanecer erguida sobre sus dos patitas, para tener libres las otras dos y
ayudarse con ellas a roer cuanto le placiera:
El Sol baj a ver el rbol; y vio cmo su tronco haba obstruido la corriente
del gran ro, formando un lago inmenso. El hijo de Oba impresionado por su
obra involuntaria, decidi hacer de aquello un mar. Le orden no salirse de su
mbito, ni avanzar sobre el resto de la tierra. Y el mar prometi obedecerle.
En premio a esta sumisin, le ofreci no dejarlo solo. Y cre en su fondo
hermosas plantas y extraas flores para su adorno; peces grandes y
pequeos que le alegraran con sus juegos y sus amores. Le dio corrientes de
toda, clases, fras y calientes y embelleci las aguas con variadsimos colores
que sus rayos le llevaban cada da. Del tronco del rbol cado hizo nuevos
seres que vivan indistintamente en el agua y en la tierra, y as nacieron las
tortugas, las iguanas y los lagartos. El mar, desde entonces, es un verdadero
torbellino de seres variadsimos y sorprendentes. Y para expresar al Sol su
gratitud, mueve sus grandes superficies para hacer sonar un murmullo
delicioso que arrulla y conforta a quienes lo escuchan.
Para que ningn otro rbol tuviera la arrogancia de subir hasta el cielo,
proporciono a stos varios enemigos que le restan fuerzas y deshacen sus
pimpollos. Son los gavilanes y los monos y hasta esas diminutas hormigas
que pueden destrozar lo que quieran.
Despus de crear todo aquello, el Sol pens que hacan falta unos seres
distintos y superiores, que pudieran gozar y ser dueos de todo lo existente.
Y pens en hacer hombres. Con solo este deseo, sentido en un cerrar de ojos,
aparecieron sobre la tierra los seres humanos. Contento de su obra, al
contemplarlos, quiso darles las mayores perfecciones. Para defenderse y ser
dueos de todo, era necesario darles fuerza. Llam aun hombre y le dijo que
pronunciara la palabra carque (fuerte). Pero el hombre, emocionado y
confuso, no comprendi bien, y no queriendo hacer repetir la palabra al Sol,
profiri la palabra muy (dbil). Esta equivocacin o falta de decisin del
hombre, hizo perder a toda la humanidad el don de la inmortalidad.
Los dems hombres se enfurecieron al saber la torpeza del que fue elegido
para hablar y lo golpearon hasta hacerlo caer en tierra y all lo despedazaron
y el arrancaron las quijadas. El Sol se compadeci de l y convirti el cadver
en un pjaro. Este pjaro es el muy, que cuando canta va proclamando sus
desdichas: muy, muy, muy.
El Sol tuvo que hacer frente a otras muchas cosas; cada da tena que
resolver cosas diversas. Se fij en los jaguares, que siempre temblaban ante
su presencia, aunque no saba si de miedo o de fro. Para saber la causa de
esto, les prest uno de sus infinitos rayos para que con l hicieran fuego. Los
jaguares hicieron una hoguera y se calentaron junto a ella. Pero quisieron
guardar celosamente su secreto, para que ningn otro ser pudiera gozar de
tan placentero privilegio. Les hizo traicin un pequeo bichito, una sabandija
astuta que se cuela por todas partes y todo lo sabe y todo lo dice. Admirada
de lo que posean los jaguares, se dio cuenta de que ellos solos disfrutaban
de aquel brillante tesoro. Y una noche, mientras los jaguares dorman, la
lagartija rob un tizn y lo llev al bosque, donde prendi fuego a unos
rboles. Esos rboles hacen fuego con slo frotar insistentemente dos
ramitas. El secreto de la lagartija lo conservaron los rboles del bosque y lo
comunicaron a los hombres, los cuales lo dejaron en herencia a los indios
cunas.
El Sol estaba satisfecho de su obra, crea haberla hecho completa y perfecta.
Volvi a su palacio en las alturas y no tuvo otra ocupacin que enviar calor y
luz al universo. Esto era tan fcil y cmodo para l, que empez a aburrirse.
Record que su padre, Oba, le haba dado una compaera para ayudarlo en
su tarea mientras l descansaba. Y tuvo el deseo de ver a la Luna y dar un
largo paseo con ella. Fue a buscarla. Pero la Luna estaba advertida de su
llegada y escap antes que llegara, evitando su encuentro. Saba que el Sol
no traa buenas intenciones y era necesario ponerse en guardia y defender
sus castos velos. Su carrera no tena fin, y hua vertiginosa en cuanto
vislumbraba el primer rayo del Sol que la persegua. A veces, pareca
cansada o conmovida por la tenacidad y la constancia con que el Sol segua
cortejndola. Pero siempre encontraba refugio en una nube o en el mar. El Sol
se haba enamorado de ella y tan pronto estaba triste como se enfureca,
redoblando la persecucin. Ella se dio cuenta del amor sincero de su
perseguidor y le correspondi tiernamente. Pero su coquetera la dominaba y
segua en su carrera, gozando en verlo sufrir tras ella; as retrasaba el
momento que ya era inevitable.
Y un da, el momento tan ansiado por el Sol lleg. La Luna, rendida de amor,
cay en sus abrasadores rayos y quem en ellos los largos velos que cubran
su belleza. Su felicidad no es nunca prolongada. Pasados los breves instantes
de un apasionado abrazo, los dos siguen su camino de luz y resplandores.
Pero siempre vuelven a encontrarse y en su gran dicha olvidan el encargo
que Oba les hiciera: la tierra se oscurece porque no recibe los rayos del Sol,
ni alumbra la Luna.
LEYENDAS RAPA NUI
EL SUEO DE HAU MAKA:
Un hombre que viva en HIVA; llamado HAU MAKA, so una noche que
llegaba a una isla lejana, al despertar y percatarse de lo que haba soado,
fue y se lo cont a su rey, HOTU MATUA, el ARIKI. Al escuchar el relato que le
haca el hombre, de inmediato deleg a siete jvenes para que acudieran
como exploradores en una travesa a inspeccionar el lugar soado, y segn
las indicaciones en direccin del sol naciente. Ah avistaron una isla similar a
la descrita por HAU MAKA en su sueo. Al aproximarse reconocieron cada
lugar, y volvieron a contarle al rey lo que haban visto, pero al emprender el
viaje de regreso, uno qued mal herido por un accidente, otro muri por un
aletazo de tortuga y otro qued haciendo guardia en la isla; as volvieron slo
cuatro jvenes que haban salido en la misma misin de exploracin.
El sueo proftico
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Viva en cierto tiempo un comerciante que tena dos hijos: Dimitri e Ivn. Una
vez les dio los buenos noches y los mand a dormir diciendo:
- Hijos, maana me diris lo que hayis soado, y el que me oculte su sueo
no espere nada bueno.
Al da siguiente, el hijo mayor fue a ver a su padre y le dijo:
- He soado, padre, que mi hermano Ivn suba al cielo arrebatado por veinte
guilas.
- Est bien -contest el padre,- y, t, Ivn, qu has soado?
- Una cosa tan insensata, padre, que es imposible explicarla.
- Qu quieres decir? Habla!
- No, no quiero hablar.
El padre se indign y resolvi castigar a su hijo por desobediente. Llam a los
criados y les orden que se llevasen a Ivn, lo desnudasen y atasen a un
poste en la encrucijada. Dicho y hecho. Los criados cogieron a Ivn y se lo
llevaron muy lejos, a un lugar donde se cruzaban siete caminos, lo ataron de
pies y manos al poste y lo abandonaron a su suerte. El pobre muchacho lo
pas muy mal. El sol lo achicharraba, los mosquitos y las moscas le chupaban
la sangre, el hambre y la sed lo atormentaban.
Afortunadamente, acert a pasar por uno de los siete caminos un joven
Zarevitz que, al ver al hijo del comerciante, se compadeci, y orden a sus
criados que lo desatasen, le dio uno de sus vestidos y lo salv de una muerte
segura. El Zarevitz se llev a Ivn a la corte, le dio de comer y de beber y le
pregunt quin lo haba atado al poste.
- Mi mismo padre, que estaba enojado conmigo.
- Y por qu? Sin duda no sera leve tu falta.
- Es cierto. No quise obedecerle. Me negu a contarle lo que haba soado.
- Y por una cosa tan insignificante te conden a una muerte tan cruel? El
muy bandido! Seguramente ha perdido el juicio. Y qu soaste?
- So algo que no puedo decirte ni aun a ti, oh, Zarevitz!
- Cmo! Que no puedes decrmelo a m, que soy el Zarevitz? A m, que te
salv de una muerte cruel no puedes decirme una cosa tan sencilla, ni en
prueba de agradecimiento? Habla enseguida si no quieres que te ocurra algo
que te har arrepentir!
- No, Zarevitz. Mantengo mi palabra. Lo que no dije a mi padre no te lo dir a
ti.
Arrebatado de ira, el Zarevitz se puso a gritar llamando a sus criados y les
orden:
- Cogedme a este villano, cargadlo de cadenas y encerradlo en la ms negra
mazmorra!
Los criados no lo pensaron dos veces. Cogieron a Ivn, lo encadenaron de
pies y manos y lo llevaron al calabozo.
Pasado algn tiempo, el Zarevitz determin casarse con la tres veces sabia
Elena, la primera doncella en belleza y talento sobre la tierra, y hechos los
preparativos, emprendi el viaje al extranjero para casarse con la tres veces
sabia Elena. Y sucedi que la vspera de su marcha, su hermana la Zarevna,
se paseaba por el jardn no lejos del tragaluz que dejaba pasar un poco de
claridad a la mazmorra donde estaba encerrado Ivn, el cual vio a la Zarevna
a travs de los barrotes y lo grit con voz lastimera,
- Madrecita Zarevna, tu hermano no podr casarse sin mi ayuda.
- Quin eres t? -inquiri la Zarevna. Ivn dio su nombre y aadi:
- Supongo, Zarevna, que ests enterada de los ardides y engaos que usa la
tres veces sabia Elena. Muchas veces he odo decir que manda a sus
pretendientes al otro mundo; creme cuando te digo que tampoco tu
hermano podr casarse con ella sin mi ayuda!
- Y t puedes ayudar al Zarevitz?
- No slo puedo sino que estoy dispuesto a hacerlo con mucho gusto, pero el
halcn que tiene las alas atadas no puede volar.
La Zarevna mand que lo desatasen y lo pusieran en libertad, y le dio
autorizacin para hacer lo que quisiera mientras fuese en ayuda del Zarevitz.
Lo primero que hizo Ivn fue elegir sus compaeros: todos haban de ser
jvenes y todos tan parecidos entre s que se les pudiera tomar por
hermanos gemelos. A todos les dio un vestido idntico, hizo que se
arreglasen la barba y se peinasen de la misma manera; les dio a cada uno un
caballo del mismo color y que no se diferenciaban entre s ni en un pelo,
montaron y emprendieron la marcha. Doce eran los compaeros de Ivn, el
hijo del comerciante. Cabalgaron un da y otro da y otro, hasta que llegaron
a un bosque e Ivn les dijo:
- Alto, hermanos! Estamos cerca de un precipicio, y al borde, del abismo hay
un rbol hueco sin ramas. He de ir a buscar mi fortuna al hueco de ese
tronco.
Se adelant, pues, en busca del rbol, meti la mano en el hueco del tronco y
sac un gorro que tena la virtud de hacer invisible al que lo llevaba. Lo
guard en su seno y, volvi al lado de sus compaeros.
Y llegaron por fin al reino de la tres veces sabia Elena, se dirigieron a la
ciudad y all encontraron al Zarevitz a quien rogaron:
- Tmanos a tu servicio, Zarevitz, y te serviremos como un solo hombre
El Zarevitz reflexion un momento y se dijo: "Sera tonto no tomar a mi
servicio a tan gallardos jvenes. En tierra extraa, pueden serme de gran
utilidad". Y a cada uno de ellos asign un cargo: a uno lo nombr su
escudero, a otro su cocinero, y orden a Ivn que nunca se alejase de su
lado.
Al da siguiente, se visti el Zarevitz en traje de ceremonia y fue a pretender
la mano de la tres veces sabia Elena. Ella le dispens una corts acogida, lo
obsequi con exquisitos manjares, y luego le dijo:
- No me disgusto ser tu mujer, pero antes es preciso que demuestres tus
mritos. Si cumples mis encargos, ser tu fiel esposa; pero si no los cumples,
tu altiva cabeza caer de tus hombros,
- Por qu asustarse antes de tiempo? Dime lo que he de hacer, tres veces
sabia Elena!
- He aqu mi primer encargo: He de tener acabado para maana lo que no te
dir y para lo que yo no s; dame una prueba de tu inteligencia trayndome
su parigual.
El Zarevitz sali del palacio cabizbajo. Pero Ivn le sali al encuentro y le dijo:
- Confisame la causa de tu pena, Zarevitz, y saldrs ganando.
- Pues, mira -dijo el Zarevitz,- que Elena me ha encargado algo que no hay
hombre, por sabio que sea, que lo pueda cumplir. -Y le cont lo sucedido.
- Despus de todo -le contest Ivn,- no es una cosa tan difcil! Reza y
chate a dormir, que la almohada es buena consejera y maana
resolveremos el asunto.
El Zarevitz se ech a dormir, pero Ivn, el hijo del comerciante, se puso el
gorro invisible, se dirigi corriendo al palacio y atravesando salas y ms salas
lleg al dormitorio de la tres veces sabia Elena a tiempo para or las rdenes
que ella daba a su doncella de confianza.
- Lleva este tejido de oro a mi zapatero que me haga un par de zapatos lo
antes posible.
La doncella sali corriendo con todas sus fuerzas, y tras ella sali Ivn. El
zapatero puso enseguida manos a la obra y trabajaba tan aprisa, que pareca
que el trabajo le quemase los dedos. Machacaba la suela con su martillo y
cosa la tela con su lezna, y en poco tiempo qued listo un zapato que dej
en la ventana. Ivn, el hijo del comerciante, cogi el zapatito y se lo escondi
en el seno. El zapatero estaba consternado: Qu significaba aquello? El
zapato haba desaparecido ante sus ojos. Lo busc en vano por todos los
rincones,
- Qu misterio es ste? -pens.- Es posible que el espritu maligno quiera
tomarme el pelo?
Viendo que nada poda remediar lamentndose, volvi a sentarse al trabajo y
acab el otro zapato, que mand por la criada a la tres veces sabia Elena.
Pero Ivn corri tras la criada, se introdujo invisiblemente en el palacio, se
puso detrs de la sapientsima Elena y vio que sta se sentaba a la mesa y
empezaba a recamar el zapatito con realces de oro, incrustndole perlas y
piedras preciosas. Ivn, el hijo del comerciante, sac el otro zapato y se puso
a hacer lo mismo, poniendo una perla cuando ella pona una perla y cogiendo
una gema igual a la que ella coga. La tres veces sabia Elena acab la labor y
contempl su obra con honda admiracin, sonriendo al pensar: "Ya veremos
qu me presentar maana el Zarevitz!"
Ivn, el hijo del comerciante, despert al Zarevitz muy temprano y sacando
de su seno el zapato, le dijo mientras se lo entregaba:
- Cuando te presentes a tu dama, ofrcele este zapatito y tendrs realizada
tu primera prueba.
El Zarevitz se ba, se atavi y fue a ver a su dama. Encontr sus
habitaciones llenas de boyardos y magnates, y todos sus consejeros que
estaban ya reunidos sin que faltase ni uno. Son la msica, se abrieron las
puertas de las habitaciones interiores y apareci la tres veces sabia Elena,
avanzando como un cisne blanco, repartiendo saludos a todos lados y
dedicando la ms profunda inclinacin al Zarevitz. Luego sac de su bolso el
zapatito recamado de perlas y piedras preciosas y mir al Zarevitz con una
sonrisa burlona, y todos los boyardos, los magnates y los consejeros del
palacio fijaron su vista en el mismo Zarevitz. Y ste dijo a la tres veces sabia
Elena:
- Tu zapatito es muy bonito, pero de nada te sirve si no tienes su parigual.
Pues bien, aqu tienes, el otro que es exacto.
Y sacando del bolsillo el zapato lo puso al lado del otro. Todo el palacio
prorrumpi en una exclamacin admirativa, y los boyardos, magnates y
consejeros gritaron a una voz:
- T eres digno, Zarevitz, de casarte con la tres veces sabia Elena!
- No tan pronto, por favor -dijo la Zarevna;- veamos si sale bien de la
segunda prueba. Te esperar maana aqu mismo, Zarevitz, y hazte cargo de
lo que voy a mandarte: Yo tendr algo inexplicable envuelto en plumas y
piedras; trae tambin algo semejante desconocido, envuelto en plumas y
piedras.
El talero mgico
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VOCABULARIO
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El da mora lentamente, mientras que los ltimos rayos del sol lo envolvan
todo en un tinte que iba desde el rojo sangre al apagado naranja. Una tenue
nostalgia pareca flotar por doquier, adormeciendo los espritus y las
voluntades.
Un vigilante, situado en la parte alta del templo, vio ascender del lago una
nube ligera que fue a ponerse a los pies del volcn. Rpidamente se dispuso
a comunicar la buena nueva: aquello significaba la paz, tan deseada, pues
aquel volcn era el orculo para los habitantes del Valle Florido. Cuando su
silueta se destacaba ntida y despejada, la guerra estaba prxima; si, por el
contrario, las nubes lo rodeaban, auguraba el descanso. Y desde el da
anterior, lo haban visto cubrirse con vellones de gasas, que se haban ido
desgajando entre los rboles de la ladera.
Pronto los heraldos anunciaban por todas partes que la guerra haba
terminado. Por eso, aquella noche fue una larga fiesta. El lago presentaba un
aspecto fantstico, cuajado de luces que parecan estrellas: eran las barcas
de los comerciantes que lo surcaban en todas direcciones: unas, cargadas de
frutas; otras, de plantas medicinales; aqullas llevaban esmeraldas, perlas,
aguas aromticas; en estas prximas se vean loros, guacamayos, cocos. Un
delirio para los ojos y una alegra para el corazn era el espectculo aqul.
Tambin las hijas de los seores salieron a pasear en sus piraguas y el
conjunto armonioso de sus cantores y msicos se entremezclaban con las
voces de los compradores y vendedores, formando un delicioso conjunto.
La noche iba pasando y Aurora, la de rosados dedos, se acercaba, mientras
que los sacerdotes, fieles en sus puestos, seguan vigilando el Volcn... No
caba duda: podan considerarse libres y por ello organizaran fiestas tan
hermosas, cuyo recuerdo habra de perdurar siempre.
Las mejores galas salieron de las arcas; en los aires sonaban los tambores,
las flautas y los atabales; y haba flores y frutos, plumas y pjaros para recibir
a los guerreros, que ya se acercaban. Las madres, trmulas por la emocin,
reciban llorando a sus hijos, a los que reconocan entre mil, y las jvenes
adivinaban, impulsadas por el amor, a sus enamorados.
Fue un desfile esplndido: los guerreros pasaban con plumas rojas, amarillas,
verdes, sobre sus cascos; las pieles curtidas por el ardiente sol, las miradas
altivas y el corazn rebosante de orgullo.
Tambin el cacique se uni a la fiesta vestido con un manto bordado en oro y
los dedos cuajados de sortijas... Se organizaron bailes y los prisioneros fueron
traspasados por las flechas que disparaban los vencedores, al comps de los
instrumentos...
Pero, cuando menos lo esperaban, alguien dio la voz de alarma. El crter del
volcn iba apareciendo cada vez ms limpio de nubes. En un santiamn
cambi la decoracin: los gritos de jbilo se volvieron ayes, lgrimas y
sobresaltos. Los enemigos blancos se aproximaban en son de guerra.
Avanzaban precipitadamente sobre la ciudad, intrpidos, valerosos,
dispuestos al ataque; por eso, mientras que una parte de la tribu hua con el
tesoro para esconderlo en la falda de la montaa del volcn, otra se
aprestaba a la defensa.
Al darse cuenta los blancos, cambiaron el rumbo y se lanzaron en su
seguimiento... El chocar de sus remos levantaba velos de nvea espuma en el
azul intenso del mar. Cuando estuvieron cerca de la orilla, hicieron sus
primeros disparos, contra los perseguidos. stos, desorientados, huyeron,
dejando esparcidos por los suelos, como un rico tapiz, los palos, rubes,
esmeraldas, diamantes, estatuillas de oro, preciosas telas, copas de plata...
Con qu asombro y fruicin lo contemplaban los blancos, impacientes por
saltar a tierra...!
De pronto, oyeron el ronquido del volcn que los dej petrificados y antes de
que se dieran cuenta, comenz a vomitar ros de lava ardiente que caan
impetuosos sobre el tesoro del Lugar Florido, sepultndolo por completo. Fue,
como un insulto que la Naturaleza brindaba a aquel puado de hombres,
enviados por Pedro de Alvarado que, cubiertos de temor sus rostros y de
desconcierto su corazn, navegaron a la deriva por los mares...
El tigre, el bracmn y el chacal
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Hubo una vez un tigre que cay en una trampa. En vano trat de salir por
entre los barrotes; tuvo que darse por vencido y lo proclam con fuertes
rugidos.
Por casualidad un bracmn pasaba por all y al verle el tigre le dijo:
- Por favor, venerable santo, aydame a salir.
- De ninguna manera, amigo mo -replic el bracmn.- Si lo hiciese me
devoraras.
- No lo har -asegur el tigre.- Al contrario, te quedar eternamente
agradecido y ser tu esclavo.
Tantas fueron las lgrimas que verti el tigre, que el santo hombre se
compadeci de su infortunio y consinti en abrir la trampa.
Libre, el tigre salt sobre el bracmn, y le dijo:
- Qu estpido has sido! Quin puede impedirme devorarte en un
momento? He estado encerrado mucho tiempo y me muero de hambre.
En vano intent el bracmn convencerle de lo injusto de su sentencia; la
nica cosa que logr fue que el juez se atuviera al juicio de las tres primeras
cosas a quienes el bracmn interrogara. Si stas decidan que la condena era
injusta, el tigre no lo devorara.
El bracmn interrog primero a una acacia, pero el rbol le contest
framente:
- De qu te quejas? No doy yo sombra a los cansados pastores y sin
embargo ellos arrancan mis ramas para alimentar el ganado? No llores; s
hombre.
El bracmn sigui su camino hasta encontrar un ceb que haca girar una
noria. Sin embargo, la respuesta que obtuvo no fue mejor que la anterior.
- Eres un imbcil si confas en la gratitud! Fjate en m! Mientras he dado
leche me han alimentado a cuerpo de rey, pero ahora que ya no sirvo para
ello, me atan a esta noria que terminar conmigo.
El bracmn reanud la marcha por la carretera, a la cual pregunt su opinin
acerca del caso.
- Lo encuentro muy natural, santo padre -replic la carretera.- Lo que no
encuentro natural es que vos, esperaseis otro pago. Fijaos en m! Soy til a
todos, ricos y pobres, grandes y pequeos, y qu obtengo de ello? Que me
abran profundos surcos en mi carne y me tiren los residuos de sus comidas.
El bracmn, abatido, apartse del camino. En esto tropez con un chacal que
le pregunt:
- Qu os ocurre, santo bracmn? Parecis como un pez fuera del agua.
El bracmn explic al chacal lo que le ocurra.
- Qu historia tan enredada! -exclam el chacal.- Queris repetrmela de
nuevo, a fin de que me haga cargo de todo lo que ha pasado?
El bracmn repiti su historia, pero el chacal movi la cabeza indicando que
no entenda an.
- Es muy extrao -murmur,- pero me da la impresin de que me entra por
un odo y me sale por otro. Ser mejor que vayamos al sitio donde ha
ocurrido eso y as, tal vez, pueda entenderlo mejor.
Regresaron, pues, junto a la trampa en donde el tigre esperaba el regreso del
bracmn.
- Has tardado mucho -le reconvino.- Pero en fin, te perdono. Dispnte a
servirme de cena.
- Dadme unos minutos -pidi el bracmn.- Quisiera explicar al chacal cmo
ha ocurrido la cosa. Es un poco duro de cabeza y no me ha entendido bien.
El tigre consinti en ello y el bracmn empez de nuevo la historia, sin omitir
detalle alguno.
- Qu cabeza la ma! -dijo el chacal, apretndose las sienes.- Repetid otra
vez ese cuento. Vos estabais en la trampa, y en esto aparece el tigre...
- Idiota! exclam el tigre.- Yo era quien estaba dentro de la trampa.
- S, s, claro, ya comprendo! Yo estaba dentro de la trampa y... -el chacal se
apret de nuevo las sienes.- No, no era yo! No s cmo tengo el cerebro! El
tigre haba cado dentro del bracmn y lleg la jaula... No, tampoco es esto!
- Claro que no! -rugi el tigre, enfadado por la estupidez del chacal.- Te lo
voy a explicar grficamente, con detalles. Yo soy el tigre, me entiendes?
- S, seor tigre.
- Este es el bracmn.
- S, seor tigre,
- Yo estaba dentro de la trampa. Yo, entiendes?
- S... No... no le entiendo mucho, podra...?
- Qu? -aull impaciente el tigre.
- Podra explicarme cmo cay en la trampa?
- Cmo? Pues como se cae en una trampa.
- No, no, as no nos entenderemos. La cabeza vuelve a darme vueltas. Cul
es la manera de caer dentro de una trampa?
Al or esto el tigre agot la paciencia y saltando dentro de la trampa grit:
- Esta! Has entendido ahora cmo es?
- Perfectamente -sonri el chacal, y cerrando diestramente la puerta, aadi:
- Con vuestro permiso, seor tigre, os dir que ahora las cosas quedan como
antes y podris reflexionar acerca de la conveniencia de cumplir la palabra
que se da.
El trbol de cuatro hojas
*****************
Amalia era una nia mimada por su padre, que viva en las lejanas regiones
de la Patagonia, en donde su familia era poseedora de grandes extensiones
de tierra en donde pululaban grandes rebaos de ovejas.
Segn aseguraban los que conocan al padre de Amalia, ste era propietario
de dos millones de estos mansos animalitos que nos dan sus rizadas lanas
para fabricar nuestros vestidos y otras prendas necesarias para la vida
cotidiana.
Amalia posea virtudes que la hacan querer por racionales e irracionales y
todas las maanas las dedicaba a recorrer las solitarios extensiones cuidando
los corderillos recin nacidos y acariciando a las madres que balaban de
gusto al verla llegar.
No haba persona en cien leguas a la redonda, que no hubiera sido alguna
vez protegida por la buena nia y no tuviera palabras de agradecimiento
para sus bondades y misericordias.
Donde haba un enfermo, all estaba Amalia.
En la choza que entraba la miseria, la mano de la nia llegaba, para
tranquilizar con sus regalos a sus habitantes.
Los chicuelos de los contornos crean ver en ella al ngel de la Guarda, ya
que se desviva por llevarles juguetes y golosinas que hacan la dicha de sus
humildes amiguitos.
Hasta los pjaros de la llanura coman en su mano y revoloteaban confiados
sobre su cabeza, agitando alegremente las alas, en bulliciosa bienvenida.
Amalia posea un tesoro en su pequeo alazn, caballito manso y fiel, con el
que todas las maanas recorra los campos montada sobre su lustroso lomo.
El caballito atenda por el dulce nombre de Picaflor, que le haba puesto la
pequea, comparndolo con el hermoso pajarillo de mil colores que por las
madrugadas llegaba hasta su ventana para libar el nctar de las flores rojas
de un rosal.
Pero, como la felicidad no es duradera en el mundo, el padre de Amalia
perdi completamente su gran fortuna en malos negocios y poco a poco
tuvieron que ir reduciendo sus lujos, hasta llegar a una pobreza terrible.
- Qu haremos ahora? -deca tristemente mientras contemplaba a su
querida hijita.
- Luchar, pap! -responda Amalia, dndole nimos al pobre hombre, que se
inclinaba derrotado y dolorido.
Instigado por las palabras de aliento de su pequea, el padre prosigui
trabajando, pero la Diosa Fortuna le haba dado definitivamente la espalda.
Como es muy natural en todos estos casos, los amigos, al ver al padre de
Amalia pobre y sin medios para brindarles fiestas y diversiones, se fueron
alejando, hasta que un da se encontr solo, sin relaciones y despreciado por
los que antes lo haban adulado en todas las formas.
- ste es el mundo! -gema.- El desagradecimiento impera en casi todas las
almas y bien pronto se olvidan de los favores recibidos.
No obstante su gran pobreza, el buen padre conserv unas leguas de tierra
yerma en el lejano territorio del Chubut, las que no haba podido convertir en
dinero por no encontrar comprador para tan ridas propiedades.
Efectivamente, los campos eran arenales, sin vegetacin y completamente
estriles, en los que slo moraban los huemules y algunos indios patagones,
pobres y hambrientos.
Amalia, por todos estas desgracias, estaba muy triste y lloraba en silencio tal
desastre, junto al pequeo Picaflor, del que no se separara por nada del
mundo.
El buen animalito, como dndose cuenta de la pesadumbre que embargaba a
la nia, se acercaba a ella y la acariciaba amorosamente con su belfo tibio y
tembloroso.
Una sombra tarde, el padre resolvi irse a vivir a aquellos solitarios campos
del Chubut, ya que era el nico lugar que le brindaba algn sosiego y sin
pensar ms se encamin la familia hacia las lejanos regiones.
Por supuesto, Amalia llev consigo a su fiel Picaflor, en el que iba montada
para no cansarse de tan fatigoso viaje.
En esas tierras levantaron su humilde hogar y continuaron luchando por la
vida, en la esperanza de que aquellas arenas respondieran con hermosos
frutos a los deseos del buen hombre.
Pero bien pronto una nueva desilusin los entristeci ms. Todo aquel campo
era un lugar maldito, en donde slo imperaba el constante viento que
quemaba las carnes y la dorada arena que cegaba los ojos.
El dolor y la desesperacin llegaron con su corte de lgrimas y de quejas.
Amalia sollozaba al ver la plida cara de su buen pap y rogaba a Dios noche
tras noche, para que los ayudara en tal difcil situacin.
Una maana en que la bondadosa nia recorra los ridos lugares montada
en su fiel Picaflor, contempl algo inesperado que la llen de asombro. Ante
ella, cortndole el camino, haba surgido de la tierra una divina figura de
nio, alto y de ojos celestes, que la mir sonriendo.
- Quin eres? -pregunt Amalia sin temores.
- Soy tu ngel de la Guarda! -le respondi el hermoso aparecido.
- Mi ngel de la Guarda?
- S! Has de saber, linda Amalia, que todos los nios buenos que existen en
el mundo tienen un ngel invisible que los cuida y los libra de todo mal!
- Y t eres el mo? -insisti la nia alegremente.
- Lo has adivinado! Soy tu ngel tutelar, que al verte llorosa y triste viene a
ayudarte para que la risa vuelva a tu rosado rostro! Qu es lo que quieres?
- Que ayudes a mi pap! -dijo Amalia pausadamente.- Hace mucho que
trabaja y siempre le va mal! l no merece tanta desgracia y quiero que
vuelva a ser rico, para que yo pueda ayudar a los necesitados como lo haca
antes!
- Si se es tu deseo, tu padre volver a ser millonario! -respondi el ngel.-
Tu bondad y tu maravilloso comportamiento para con los menesterosos, te
hacen acreedora a que los seres que nos rigen te ayuden, buena Amalia!
- Gracias... gracias! -respondi entusiasmada la nia.
- Escucha -continu el ser divino.- Estas tierras ridas que parecen no servir
para nada, tienen en sus entraas una fortuna tan grande, que el que la
posea ser uno de los hombres ms ricos de la tierra. Sigue tu camino
buscando entre estos arenales sin vida, un trbol de cuatro hojas. En el lugar
en que lo encuentres, dile a tu padre que cave y se har poderoso. Adis mi
querida nia! -termin diciendo el hermoso ngel y vol hacia los cielos
perdindose entre las nubes doradas por el sol.
Amalia, loca de contento, prosigui su camino montada en su inseparable
Picaflor, mirando el arenoso suelo, para ver si encontraba el maravilloso
trbol de cuatro hojas.
- Podr ser cierto? -murmuraba la nio, contemplando el desierto.- Aqu no
crece ni una brizna de hierba!
Pero su caballito fiel fue el que ms tarde le indic el sitio en donde se
esconda el codiciado trbol. Como si el animalito tambin hubiera odo las
palabras del ngel de la Guarda, recorri el campo paso a paso, hasta que de
pronto se detuvo y relinch alegremente.
- Aqu est! Aqu est! -pareca decir en su relincho.
La nia se ape y arranc de entre unas dunas recalentadas por el sol, la
buscada ramita de trbol, que posea cuatro hojitas, tal como lo haba
indicado la divina aparicin.
Bien pronto lleg alborozada a su humilde hogar y conduciendo a su
entristecido padre hasta el sitio del hallazgo, le rog que llevara
herramientas para cavar, cumpliendo con las rdenes de su buen ngel
tutelar.
El hombre, quizs alentado por una loca esperanza, obedeci a su buena hija
y comenz a cavar de tal manera que a las pocas horas haba hecho un
profundo pozo.
- No hay nada! -gema.
- Cava! Cava! -le responda la nia mirando hacia los cielos.
De pronto, el buen hombre, lanz un grito de alegra: el tesoro indicado por el
ngel estaba all. S! All! Era un manantial de petrleo que comenz a subir
por el pozo abierto y pronto inund parte de la yerma llanura.
- Petrleo! Petrleo! Ahora seremos nuevamente ricos! -exclamaba el
hombre abrazando a su hija.- ste es un milagro! Bendito sea Dios!
La nia lloraba y rea abrazado a su buen padre, mientras sus pequeos
labios oraban en accin de gracias.
El manso Picaflor tambin estaba alegre y sus relinchos agudos resonaban de
cuando en cuando en el espacio callado.
Como es natural, poco despus comenz la explotacin de tanta riqueza, y la
familia volvi a ser millonaria, pudiendo desde entonces, la buena Amalia,
proseguir sus anhelos de bien, recorriendo en su fiel caballito todas las
viviendas de la comarca, llevando en sus bolsillos oro y en sus ojos alegra,
para el bienestar de los desvalidos y los desgraciados.
El valiente jornalero
****************
*****************
El 31 de agosto de 1217, Fernando III fue proclamado rey de Castilla por las
cortes de Valladolid.
Antes de su casamiento con doa Beatriz de Suabia, inici sus expediciones
conquistadoras por los dominios de los musulmanes hispanos, logrando
importantes triunfos.
Como consecuencia de su primera victoria obtuvo la villa de Martos, que
conserv hasta 1240, en que la don, junto con las dems que formaban su
partido, a los freires y maestros calatravos.
Durante el perodo de tiempo en que fue propiedad realenga, el monarca
nombr como custodio y defensor de su castillo de Martos, ubicado en la alta
y famosa pea del mismo nombre, al conde don Alvar Prez de Castro, seor
de Paredes, Nava, Mucientes, Cigales, Iscar, Santa Olalla y otros lugares, y le
asign cincuenta mil maravedes de tenencia.
Por otra parte, el seor de Arjona, Muhammad ben Yusuf ben Nasr, llamado
Ibn al-Ahmar -"el hijo del Rojo"- haba trasladado su corte a Granada,
fundando en 1237 el reino nazar, ltimo refugio de los musulmanes en
Espaa.
En cierta oportunidad, vindose obligado a marcharse a Castilla para
negociar con el soberano el envo de bastimento y pertrechos, el conde Alvar
dej a la condesa y a su sobrino don Tello como guardianes de la fortaleza,
junto con cuarenta y cinco caballeros.
Don Tello, que era un joven demasiado impetuoso, deseando ejercitarse en el
combate, reuni a todos los soldados y caballeros de que dispona y se dirigi
hacia tierras de musulmanes hispanos, animado a efectuar una notable
algarada.
Mientras tanto, al-Ahmar organizaba su ejrcito para apoderarse
precisamente de Martos, que era considerada una posicin estratgica. Poco
despus, los musulmanes cercaban la pea.
Sin otra compaa que sus dueas y doncellas y varios viejos guerreros que,
por su edad y achaques, no haban podido participar en la correra de don
Tello, la condesa de Castro se hall en una situacin muy difcil y
comprometida.
Sin embargo, no se amilan. Demostrando que su valor era parejo a su
ingenio, ide una estratagema: ella y sus doncellas y dueas se vistieron con
corazas, cotas, cascos y celadas. Despus, armadas con escudos y lanzas se
repartieron parejamente por las saeteras de las murallas que circundaban el
castillo. De esta manera, los enemigos creeran que el recinto se hallaba
defendido.
Y, efectivamente, vistas desde fuera parecan ser realmente guerreros.
Cuando los ataques del ejrcito musulmn comenzaron, las mujeres
respondieron arrojando piedras, saetas y galgas, que arrancaban de la misma
muralla, y lograron repelerlos en varias oportunidades.
Coincidiendo con el desarrollo de un peligroso ataque, animosamente
replicado desde la fortaleza, lleg don Tello con sus huestes, muy satisfecho
por la algarada realizada y por los daos infligidos al enemigo. En el fragor
del combate, ni sitiados ni sitiadores advirtieron su arribo.
El aparato blico dispuesto en torno al castillo los sumi en el natural
desconcierto. Pero, una vez repuestos de la sorpresa y acicateados por el
temor de que la condesa y sus damas cayeran en cautividad, se dispusieron
a presentar combate lo antes posible.
Con la ventaja que les proporcionaba el hecho de que su presencia fuera
ignorada por los musulmanes, acometieron violentamente por la retaguardia
enemiga, logrando atravesar el cerco. Poco despus franqueaban las puertas
del amurallado recinto.
Los musulmanes se dieron cuenta recin entonces del ardid empleado por la
condesa de Castro y quedaron asombrados por el valor demostrado por
aquellas mujeres. Tras considerar las dificultades que presentaba la empresa,
dados los animosos refuerzos que acababan de recibir los sitiados,
resolvieron levantar el cerco y regresar a sus tierras.
l Viajero Extraviado
.o0o.
Fin
El Villano y La Vid
.o0o.
El campesino cuidaba muy bien de la vid y sta crey que la quera mucho,
pues la apuntalaba con ramas.
-Tendr que recompensarle con buenos racimos -pens ella.
Y la vid trabaj con tesn y produjo mucha uva. Pero despus de la vendimia
el campesino le quit de golpe todos los palos y puntales y la pobre vid se
desplom. Luego, con su hacha, el campesino hizo pedazos la planta, la llev
a su casa y la arroj al fuego.
As premian los ingratos los servicios recibidos.
Fin
El violn mgico
*****************
ranse una vez siete hermanos y una hermana. Los hermanos estaban
casados, pero sus esposas no cocinaban, ya que este trabajo quedaba
reservado para la hermana. Por este motivo las esposas sentan una profunda
antipata por su cuada y decidieron desposeerla de este privilegio, que
todas ambicionaban.
- Ella no sale a trabajar a los campos como nosotras, -deca una- sino que
permanece sentada en casa y mi siquiera tiene preparadas las comidas a
tiempo.
Reunidas todas las cuadas fueron a ver a un brujo que viva cerca de su
casa y le pidieron les librara de la odiada parienta. El brujo, que les estaba
agradecido por unos favores que le haban hecho, prometi hacerlo, y as, al
da siguiente, cuando la joven fue a buscar agua para la comida, un genio
enviado por el brujo la empuj tirndola al ro, donde se ahog.
Pas algn tiempo, y un da su espritu reencarn en un hermoso bamb que
creci junto al ro, en el mismo sitio donde ella se haba ahogado. En pocos
das alcanz un tamao enorme y un yogui que acert a pasar por all, lo vio
y se dijo que con la madera poda hacerse un magnfico violn. Al da
siguiente volvi al lugar con una afilada hacha y se dispuso a cortar el alto y
grueso bamb.
En el momento en que se dispona a descargar el primer hachazo, una voz
son dentro del bamb, diciendo:
- Por favor, no me cortes por la raz, corta un poco ms arriba.
Al disponerse a descargar un golpe en el sitio indicado, volvi a or la voz del
bamb que le deca:
- No, por ah no cortes, corta por las races.
Cuando de nuevo el yogui iba a cortar el bamb por las races, el espritu
volvi a hablar:
- Corta ms arriba.
Y as continu hasta que el yogui se dio cuenta de que el espritu aquel se
estaba burlando de l y sin vacilar ms, cort el bamb por las races y
llevndoselo, se hizo con l un violn, tan magnfico, que cuantos lo oan
quedaban maravillados de su tono.
De cuando en cuando visitaba la casa de los hermanos de la ahogada,
quienes siempre que oan la msica de aquel violn no podan contener las
lgrimas. El hermano mayor pidi varias veces al yogui que le vendiera el
violn, ofrecindole mantenerlo un ao entero, pero el hombre, que conoca el
inmenso valor de su violn, se neg a desprenderse de l.
Ocurri que un da el yogui fue a visitar al jefe de un poblado y despus de
tocar unas piezas con el violn, pidi algo para comer.
El jefe del poblado le pidi le vendiera el violn, ofrecindole por el mismo un
elevado precio, pero el yogui se neg a venderlo replicando que el
instrumento era su medio de vida.
Cuando el jefe vio que no podra adquirir el violn, decidi emborrachar al
yogui, y para ello sirvi una excelente comida acompaada de los mejores
vinos. Cuando hubo terminado de comer, el yogui estaba completamente
borracho, y valindose de su estado, el jefe cambi su violn por otro viejo y
malo.
Al volver en s, el yogui se dio cuenta de que le haban cambiado el violn, y
protest airado, pero el jefe neg haberle robado el instrumento, y al fin tuvo
que marcharse con el violn viejo.
El hijo del jefe del poblado haba aprendido msica y en sus manos el violn
daba unas notas tan maravillosas que causaba la emocin de cuantos lo
oan.
Cuando todos los habitantes de la casa estaban ausentes, ocupados en sus
trabajos en los campos, el espritu que habitaba dentro del violn, sala del
mismo y preparaba la comida de la familia.
De momento, los dueos de la casa supusieron que alguna joven que estaba
enamorada del hijo del jefe demostraba de aquella manera su amor, y no se
molestaron en averiguar quin era, suponiendo que ella misma se
presentara cuando llegara la oportunidad.
Sin embargo, el hijo empez a sentirse intrigado por aquella constancia y al
fin decidi averiguar cul era la muchacha que tanto se preocupaba por l.
Para ello ocultse detrs de un montn de lea y desde all vio salir a la joven
que habitaba dentro del violn. Con profundo asombro la vio peinarse y
preparar la comida, y prendado de su belleza, sali de su escondite y la cogi
entre sus brazos y trat de besarla.
- Vete, -exclam ella.- T y yo no podemos casarnos, pues yo soy mitad
espritu y mitad humana.
- De ninguna manera -replic el joven.- T sers de hoy en adelante mi
esposa, porque al quererte yo, volvers a ser slo humana.
Y as fue, y toda la familia se sinti muy feliz al ver a la mujer que el hijo del
jefe tomaba por esposa.
Pasaron los aos y en la casa reinaba la mayor alegra, pues la joven
administraba a la perfeccin los bienes de su marido, y tanta fue su buena
administracin que cada da fueron ms ricos y poderosos.
En cambio, los hermanos de ella eran cada da ms pobres, y lleg un da en
que tuvieron que acudir al jefe del poblado, pues ya ni siquiera podan comer.
La joven les reconoci enseguida, aunque ellos no supieron que era su
hermana, y despus de servirles excelentes viandas, les cont su historia,
fingiendo que era la de una amiga suya. Los hermanos se avergonzaron de
no haber procurado salvarla, y hasta el final de sus das se lamentaron de su
mal proceder.
Y sta fue toda la venganza de la joven del violn encantado.
El Castillo de Irs y No Volvers
*********************
rase que se era un pobrecito pescador que viva en una choza miserable
acompaado de su mujer y tres hijos, y sin ms bienes de fortuna que una
red remendada por cien sitios, una caa larga, su aparejo y su anzuelo.
Una maana, muy temprano, sali el pescador camino de la playa con el
estmago vaco, la cabeza baja, descorazonado, y cargado con los trebejos
de pescar.
A medida que andaba, el cielo se iba ennegreciendo y cuando lleg al lugar
donde acostumbraba a pescar observ que se haba desencadenado una
horrorosa tempestad.
Pero el infeliz pescador no pensaba ms que en sus hijos y en su esposa, que
ya haca dos das que no probaban bocado, por lo que, sin hacer caso de la
lluvia que le empapaba, ni del viento que le azotaba, ni de los relmpagos
que le cegaban, arm la red y la ech al mar.
Y cuando fue a sacarla, la red pesaba como si estuviese cargada de plomo;
por lo que el pescador tir de ella con todas sus fuerzas, sudando a pesar del
viento y de la lluvia, latindole el corazn de alegra al pensar que aquel da
su familia no se acostara sin cenar, como en tantas otras ocasiones.
Finalmente, con la ayuda de Dios y de la Virgen del Carmen, a la que implor,
viendo que le faltaban las fuerzas, el pescador consigui aupar la red, viendo
que en su interior no haba ms que un pez muy chiquito pero gordito, cuyas
escamas eran de oro y plata.
Asombrado al ver que le haba costado tanto trabajo pescar aquel nico pez,
el pobre pescador se lo qued mirando con la boca abierta.
De repente el extrao pececillo rompi a hablar y dijo con voz dulcsima,
extraordinariamente armoniosa y musical:
- chame otra vez al agua, oh pescador, que otro da estar ms gordo!
- Qu dices, desventurado? - pregunt el interpelado, que apenas poda
creer lo que oa.
- Que me eches otra vez al agua, que otro da estar ms gordo!
- Ests fresco! Llevan mis hijos y mi mujer dos das sin comer; estoy yo dos
horas tirando de la red, aguantando el viento y la lluvia, y quieres que te
tire al agua?
- Pues si no me sueltas, oh pescador, no me comas. Te lo ruego...
- Tambin est bueno eso! De qu me habra servido cogerte, si no te
echara en la sartn?
- Pues si me comes - prosigui diciendo el pececillo -, te suplico que guardes
mis espinas y las entierres en la puerta de tu casa.
- Menos mal que me pides algo que puedo hacer... Te prometo cumplir
fielmente tu solicitud.
Y marchse, contento de su suerte, camino del hogar.
A pesar de ser tan chiquito el pececillo, todos comieron de l y quedaron
saciados. Luego, el pescador enterr, como prometiera, las espinas en la
puerta de su choza.
Por la maana, cuando Migueln, el hijo mayor del pescador, se levant y
sali al aire libre, encontr, en el lugar donde haban sido enterradas las
espinas, un magnfico caballo alazn; encima del caballo haba un perro;
encima del perro un soberbio traje de terciopelo y sobre ste una bolsa llena
de monedas de oro.
El muchacho, que anhelaba correr el mundo, pero que estaba dotado de
excelente corazn, dej la bolsa a sus padres, sin tocar un cntimo, y,
seguido del can, emprendi la marcha sin rumbo fijo.
Galop durante tres das y tres noches, recorriendo la selva de los rboles
parlantes y el bosque de las campanillas ureas y argentinas, que sonaban al
ser acariciadas por el viento, formando un serfico concierto, llegando
finalmente a una encrucijada donde vio un len, una paloma y una pulga
disputndose agriamente una liebre muerta.
- Prate o eres hombre muerto, - rugi el len. - Y si eres, como dicen, el rey
de la creacin, srvenos de juez en este litigio. La paloma y la pulga estaban
disputndose la liebre... Para qu quieren ellas un trozo de carne tan
grande...? Yo, confieso que he llegado el ltimo, pero para algo soy el rey de
la selva... La liebre me corresponde por derecho propio... No lo crees as?
La paloma habl entonces y dijo, arrullando:
- Ya habas pasado de largo, cuando yo descubr desde lo alto a la liebre, que
estaba mortalmente herida... Me corresponde a m, por haberla visto morir.
La pulga, a su vez, exclam:
- Ninguno de vosotros tiene derecho a la liebre!. No la habran herido, si no
le hubiese dado yo un picotazo debajo de la cola cuando iba corriendo, con lo
que le obligu a detenerse y entonces, un cazador le meti una bala en las
costillas... La liebre es ma!
Y ya estaba la disputa a punto de degenerar en tragedia si Migueln no
hubiese mediado como amigable componedor.
- Amiga pulga - dijo - Qu haras t con un trozo de carne como ese, que
asemeja una montaa a tu lado?
Y sac el cuchillo de monte, cort a la liebre muerta la puntita del rabo y lo
entreg a la pulga, que qued complacidsima.
Del mismo modo, cort las orejas y el resto del rabo, que ofreci a la paloma,
la cual confes que tena bastante con aquellos despojos.
Lo que quedaba, o sea, la liebre entera, se la cedi al len, que qued
encantado de juez tan justiciero.
- Veo que eres realmente el rey de la creacin - exclam, con su ms dulce
rugido - pero yo, el rey de los animales, quiero recompensarte como
mereces, como corresponde a mi indiscutible majestad.
Y arrancndose un pelo del rabo lo entreg a Migueln, dicindole:
- Aqu tienes mi regalo; cuando digas: Dios me valga, len!, te convertirs
en len, siempre que no pierdas este pelo. Para recobrar tu forma natural, no
tendrs ms que decir: Dios me valga, hombre!
Marchse el len, alta la frente, orgullosa la mirada, pero sin olvidar llevarse
la liebre, y se intern en la selva.
La paloma, para no ser menos, se arranc' una pluma y dijo:
- Cuando quieras ser paloma y volar, no tienes ms que decir: Dios me
valga, paloma!
Y agitando las alas, se remont por el aire.
- Yo no tengo plumas ni pelos - dijo la pulga - pero puedo orte dondequiera
que digas: Dios me valga, pulga! y convertirte en un ente tan poco
envidiable y molesto como yo.
Migueln volvi a montar a caballo y prosigui su camino sin descansar, hasta
que, al cabo de tres das y tres noches, vio brillar una lucecita a lo lejos.
Pregunt a un pastor que encontr:
- De dnde procede esa luz?
El pastor respondi:
- Ese es el Castillo de Irs y No Volvers.
Migueln se dijo:
- Ir al Castillo de Irs y No Volvers.
Al cabo de tres das y tres noches, se encontr con otro pastor.
- Podras decirme, amigo, si est muy lejos de aqu el Castillo de Irs y No
Volvers?
- Libre es el seor caballero de llegar a l - repuso el pastor, echando a correr
como alma que lleva el diablo.
Pero el hijo del pescador era firme de voluntad y duro de mollera y se haba
propuesto ir al castillo, aunque fuese preciso dejar la piel en el camino; as es
que, sin pizca de temor, sigui cabalgando tres das con tres noches, al cabo
de los cuales la lucecita pareca acercarse, por fin!, ante sus ojos.
Y he aqu que, despus de muchas, muchsimas fatigas, lleg ante el
suspirado Castillo de Irs y No Volvers.
De oro macizo eran sus muros y de plata las rejas de sus ventanas y las
cadenas de sus puertas; en lo alto de sus almenas, deslumbraban, al ser
heridas por el sol, las incrustaciones de jaspe y lapislzuli, el nix, el marfil, el
gata e infinidad de piedras preciosas.
Rodeaba al edificio un bosquecillo donde, posados en las ramas de sus
rboles, cuyas hojas eran de oro o plata, segn se reflejara en ellas, el sol o
la luna, innumerables pajarillos de colores maravillosos saludaban al recin
llegado; unos con burlonas carcajadas, otros con sus trinos ms inspirados,
otros con palabras de nimo o de desesperanza.
- Adelante el mancebo! Adelante nuestro salvador! - decan unas voces.
- Atrs! Atrs! Irs y no volvers! Irs y no volvers! - repetan otras.
Pero el hijo del pescador, como si fuese sordo, continuaba su camino sin
detenerse un instante a escuchar los maravillosos trinos, ni volver la cabeza
para ver de dnde procedan, sin detenerse ante la fuente de cristal que
cantaba: Alto! Alto!, ni el rbol de mil hojas que, como manecitas verdes,
se agarraban a su casaca para impedirle el paso.
As hasta las mismas puertas del castillo, pero oh desilusin! Tres perros, del
tamao de elefantes, le impedan la entrada.
Qu haba de hacer? Volverse, atrs? De ninguna manera! Todo antes que
retroceder!
Sac el cuchillo con aire decidido, mas qu poda aquella arma minscula
contra los formidables monstruos?
De repente record las ddivas de los animales litigantes y viendo en lo alto,
junto a las almenas, una ventana abierta sac de su escarcela la pluma y
grit:
- Dios me valga, paloma!
Una fraccin de segundo ms tarde, Migueln, convertido en paloma, volaba
a travs de la abierta ventana y se colaba de rondn en el castillo. Cuando
estuvo dentro se pos, en el suelo y grit:
- Dios me valga, hombre!
Y recobr en el acto su forma natural.
Encontrse en una sala inmensa, cuyas paredes eran de plata; pero no haba
en ellas muebles, adornos, ni utensilios de ninguna clase, as como tampoco
el menor rastro de persona viviente. Pas a otra estancia toda de oro y luego
a otra de piedras preciosas, esmeraldas, rubes y topacios que refulgan de
tal modo que le cegaban. En todas hall la misma soledad.
La contemplacin de tales maravillas no impeda a nuestro hroe sentir un
apetito horroroso, hasta el punto de que, impaciente por conocer de una vez
la dicha o el peligro que le aguardaba, exclam:
- Diablo o ngel, genio o gigante, dueo de este maravilloso castillo; todo tu
oro, toda tu plata, todas tus piedras preciosas, las trocara de buena gana por
un plato de humeante sopa!
Al punto aparecieron ante sus ojos una silla, una mesa con su blanco mantel,
sus platos, cubierto y servilleta. Y Migueln, contentsimo, sentse a la mesa.
Servidos por mano invisible fueron llegando todos los platos de un opparo
festn, desde la humeante y sabrosa sopa de tortuga, hasta las riqusimas
perdices, amn de frutas, dulces, y confituras.
Terminado el banquete, desaparecieron platos, cubiertos, mesa, silla y
manteles como por arte de magia, y Migueln empez a vagar, desorientado,
por los regios y desiertos salones.
- Siete das llevo sin dormir - record - si en vez de tanta pedrera hubiera por
aqu aunque fuera un jergn de paja...
Al punto apareci ante sus ojos asombrados una magnfica cama de plata
cincelada con siete colchones de pluma.
Migueln se acost, dispuesto a dormir toda la noche de un tirn. Mas apenas
haban transcurrido unas dos horas, despertle un llanto ahogado, que sala
de la habitacin vecina.
- Ser algn pequeo del hada - murmur, dando media vuelta.
Pero todava no haba conseguido reconciliar el sueo, cuando los sollozos se
dejaron or con ms fuerza, acompaados de suspiros entrecortados y
lamentos de una voz de mujer.
- Esto se pone feo - pens, Migueln.
Y levantndose de un salto, pas al saln contiguo, que encontr tan desierto
como antes.
Pas a otro, y a otro, y a otro, hasta recorrer ms de cien salones, sin dar con
alma viviente y oyendo siempre, cada vez ms cercanos, los lamentos.
El and blanco
*********************
Cierta vez, y de esto hace muchos aos, tantos que ya casi no se pueden
contar, viva en un rancho de la pampa una familia muy humilde que slo
tena, por toda riqueza, una oveja, una vaca y un caballo.
La tal familia estaba compuesta de tres personas: el padre, llamado
Anastasio; la madre, que se deca Filomena y un hijo de quince aos, de
nombre Apolinario.
Con tan escasas riquezas, lgico es que vivieran muy pobres y necesitados y,
muchos das, cuando Anastasio no traa dinero por su trabajo en las
estancias, para comer tenan que cazar animales del campo.
As pues, algunas tardes sala la familia armada con palos, lazos y boleadoras
para atrapar cuanto bicho viviente hubiera por el desierto, no perdonando ni
a los mismos avestruces que, en grandes manadas, merodeaban por los
campos.
De este manera volvan al rancho por la noche con una buena cantidad de
caza, en la que no faltaban las inocentes mulitas, los cascarudos peludos, las
veloces liebres, las pintadas perdices y ni an se salvaban de la matanza,
cuando el hambre apretaba, los feos vizcachones que pueblan el subsuelo de
la llanura.
Por aquel tiempo, los indios que vivan en toda la pampa, casi hasta los
mismos lindes de las poblaciones prximas a Buenos Aires, iniciaban de vez
en cuando feroces malones, es decir, se reunan en gran nmero y montados
en sus ariscos caballos, caan como aves de rapia sobre las poblaciones de
los blancos, asesinando a los hombres, cautivando a los mujeres y a los nios
y robando grandes masas de ganado que, ms tarde, encaminaban a sus
lejanas tolderas.
Anastasio, Filomena y Apolinario, tambin vivan en constante peligro de ser
atacados por los salvajes, pero el dueo del hogar no daba odo a los ruegos
de su mujer, para que se trasladara con el rancho hacia sitios ms
amparados por las tropas del gobierno.
As continuaron su vida, de zozobra en zozobra, cazando animales para la
subsistencia y en alerta constante del horizonte, por si a los caciques
brbaros, se les ocurra merodear por aquel lado del desierto.
Una noche como tantas, en que la pampa estaba en absoluto silencio, lleg
Anastasio triste, y le cont a su mujer que no haba conseguido trabajo por
los alrededores, ya que los estancieros haban huido con sus enseres y
ganados, por miedo a los temibles malones indios.
Filomena se afligi mucho y volvi a rogar a su esposo para que abandonaron
el peligroso lugar y se internaran ms hacia el ncleo de la civilizacin.
Todo fue intil. Anastasio, como buen gaucho, amaba el desierto y prefera
exponerse a una lucha desigual, que alejarse de aquellos campos que
conoca desde su niez.
A todo esto, Apolinario, en sus cotidianas correras por los alrededores de la
casa, encontr abandonada junto a su nidal a una charita, a sea un polluelo
de avestruz, que tena la particularidad de ser blanco su plumaje, cosa muy
rara en esta especie de aves.
Junto a la pobre charita estaba su madre muerta, quiz atacada por otro
animal de la pampa, de manera que cuando Apolinario se acerc al nido, el
indefenso polluelo, en vez de salir disparado como lo hacen comnmente
estos rpidos corredores de la llanura, se qued esperndolo y aun ms, se le
aproxim y se restreg en sus rodillas como demandndole proteccin.
Apolinario conmovido por el abandono de la pobre charita y entusiasmado
por la adquisicin de tan raro ejemplar, no vacil en conducirla al rancho de
sus padres, a donde lleg poco despus, con el curioso hallazgo..
Anastasio se enoj mucho, ya que estos animales son muy voraces y no
respetan nada de lo que ven, metiendo todo en su buche sin fondo, y quiso
arrojarlo de la casa; pero ante el llanto de Apolinario, permiti que se
quedara, no sin antes recomendar que tuvieran mucho cuidado de no dejarle
nada al alcance de su incansable pico.
El and blanco se cri desde entonces como si fuera de la familia y aun
cuando alguna vez daba serios disgustos a los amos, ante la prdida de tiles
necesarios, como mates, bombillas, cucharas, etctera, todo le era
perdonado, ya que se saba que lo desaparecido estaba depositado en su
inmenso buche.
Como es natural, Apolinario y el and se queran entraablemente y no se
separaban jams, correteando por los campos en juegos raros, en los que el
avestruz demostraba ante el asombrado muchacho la gran velocidad de sus
patas, capaces de triunfar sobre el caballo ms veloz.
Pero, hete aqu, que las cosas fueron de mal en peor para la solitaria familia,
y una noche tenebrosa los feroces indios arrasaron el indefenso rancho,
incendindole, convirtiendo todo en ruinas y llevndose a sus lejanas
tolderas a la pobre gente con los pocos animales que cuidaban.
Apolinario perdi de vista a su querido compaero y lo llor mucho
creyndolo muerto, mientras su familia era transportada a la carrera hasta
los poblados salvajes a donde llegaron tres das ms tarde, despus de mil
privaciones y padecimientos.
Los indios festejaron el triunfo y aquella noche encendieron grandes
hogueras, bailando a su alrededor entre alaridos salvajes que ponan los
pelos de punta al testarudo Anastasio, a la pobre Filomena y al inocente
Apolinario.
- Nos matarn, mam? -preguntaba a cada instante el atemorizado
muchacho.
- No lo s, pero nada bueno debemos esperar de esta gente sin alma!
-contestaba la madre, entre grandes sollozos.
Al otro da, cuando el sol alumbr las tolderas indias, se dieron cuento de
que ellos no eran los nicos cautivos, ya que en otros lugares se encontraban
grandes grupos de mujeres llorosas y de nios afligidos.
Pobrecita gente! Harapienta y demacrada, era la demostracin autntica del
modo brutal y cruel como procedan los indios con sus indefensos cautivos.
Anastasio y su familia se apiadaron mucho de todos y pensaron con espanto,
que a ellos tambin les aguardaba una vida mala como la de aquellos
angustiados seres.
- Ya ves! -llorique la mujer.- Ya ves! Si hubieras atendido mis ruegos de
marcharnos a la ciudad, no nos pasara todo esto! Nos han robado, nos han
incendiado nuestra humilde casa... nos han quitado los animales que
poseamos...!
- Calma Filomena! -respondi el hombre tristemente.- ya veremos el modo
de salir de aqu!
- Salir de aqu? Imposible! Nos mataran al primer intento de fuga! -dijo la
esposa entre sollozos.
As pasaron varias semanas y la vida se les haca imposible cada vez ms, ya
que les daban de comer carne de caballo y no los dejaban apartarse de las
tolderas el ms leve trecho, por temor a las fugas.
Para mayor pena, Filomena enferm de gravedad y sin medios de curacin en
la inmensidad del desierto, su fin se aproximaba ante la desesperacin de
Anastasio y Apolinario.
Esa noche, el pobre muchacho, llorando de angustia se tumb bajo unas
mantas y comenz a rogar a Dios, pidindole ayuda para salvar a su pobre
madre de la muerte y a todos del cautiverio.
De pronto, junto a la puerta de su tienda de campaa le pareci or unas
leves pisadas y cul no sera su sorpresa, al volverse y encontrar en la
abertura de la msera vivienda, al hermoso and blanco, que lo miraba con
ojos de alegra como saludndolo, despus de tantos das sin verle.
El avestruz, encariado con el muchacho, lo haba buscado por el desierto,
como un perro fiel, hasta dar con l en las tolderas indias!
- Mi charita! -grit Apolinario, entusiasmado.
El buen animal, como si comprendiera el grave peligro en que estaba su
amigo, se le acerc lentamente y se ech junto a sus piernas.
- Lindo and! -deca Apolinario acariciando el plumaje del avestruz. Nada
puedes hacer por m, sino acompaarme a sufrir.
Ms tarde, despus que los indios terminaran sus diablicas danzas, se hizo
el silencio y Apolinario pudo conciliar el sueo junto al fiel y hermoso
avestruz blanco.
Una hora despus, un misterioso sueo perturb su tranquilidad.
So que su amigo, el and blanco, le hablaba al odo y le deca con una
voz suave y lenta:
- Querido hermanito Apolinario! Estos indios salvajes te matarn muy
pronto y yo no permitir tal cosa! Debo salvarte, como t me salvaste a m
al protegerme en mi triste orfandad! Escucha... he llegado para que puedas
comunicarte con la gente que lucha contra los indios! Escribe dos lneas en
un papel y talo a mi aln, que yo me encargar de llevarlo por el desierto,
para que lo lean los soldados que vendrn a salvaros! No pierdas tiempo!
Despierta, que debes hacer ahora lo que te pido, antes de que me vean!
Apolinario se incorpor de pronto asustado y vio a su fiel amigo el and que
lo picoteaba para volverlo a la realidad.
- Entonces... es cierto! -exclam el muchacho.- He escuchado la voz del
avestruz! l me ha hablado! Es un milagro! -y sin prdida de tiempo, le
refiri a su padre el curioso sueo y despus la prisa del animal por
despertarlo.
- Quiz sea un milagro! -repuso el padre al escuchar el relato. Y sin ms
vacilaciones, cort un pedazo de la tela de su camisa y con su propia sangre
escribi unas lneas, indicando el sitio en dnde estaban y los muchos
cautivos que all haba.
Sin ms trmite, at el pedazo del blanco gnero en uno de los alones del
and y luego dijo, empujando al animal hacia la salida:
- Si es cierto lo soado por mi hijo, t nos salvars!
El and pareci comprender y despus de acariciar con su fuerte pico las
manos de Apolinario, en seal de despedida; emprendi su veloz carrera por
el desierto, cortando las densas sombras de la noche.
Varios das corri por la solitaria pampa sin detenerse. Vade ros, atraves
extensiones arenosas y sus largas patas parecan incansables, movindose
como si una fuerza superior las impulsara.
Por fin, al sexto da, cuando el sol comenzaba a levantarse tras unas verdes
lomas, el and blanco, divis el Fortn Argentino, primera avanzada de la
civilizacin en aquellas enormes soledades.
Varios soldados lo divisaron y se dispusieron a dar caza al hermoso animal.
- Vamos a matarlo para desplumarlo -dijo uno de los hombres.
- Derribmosle de un tiro! -grit otro.
- Mejor de un bolazo! -exclam un tercero.
El and, sabiendo por instinto que aquellos seres lo mataran, no intent
escapar, por el contrario, se aproxim ms y ms a ellos, moviendo sus
enormes alones, poniendo su pecho de blanco a los mortales disparos, y
mirando a los soldados fijamente, como si quisiera decirles algo, con sus ojos
azules y grandes.
Los soldados no se daban cuenta del proceder del and y slo vean en l
un hermoso ejemplar, merecedor del gasto de una bala.
El disparo sali, repercutiendo como una larga queja en la dilatada pampa y
el noble and blanco cay para siempre, moviendo an sus alones, como
queriendo dar a entender que en uno de ellos llevaba un urgente mensaje.
Los hombres, encantados con la caza, se pusieron a arrancarle las codiciadas
plumas, hasta que uno de ellos encontr la blanca tela en la que Anastasio y
su gente, solicitaban auxilio.
La noticia lleg muy pronto a odos de los jefes y ms tarde una fuerte
columna de soldados se intern en el desierto, siguiendo el camino indicado
por Anastasio, hasta dar con las tristes tolderas, en donde, despus de una
batalla contra los salvajes, pudieron reconquistar a los cautivos, entre los
cuales estaban, como es sabido, Anastasio, Filomena que muy pronto mejor
de su enfermedad y el bueno de Apolinario que desde entonces llor
amargamente la prdida del maravilloso and blanco, que de modo tan
heroico se haba sacrificado, en aras de su lealtad, mayor, mucho mayor, que
la de algunos seres humanos.
El ltimo rey godo, Don Rodrigo
(Leyenda espaola )
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Erndira
(Leyenda de los Tarascos, Michoacn - Mxico)
Hubo en algn tiempo, un lugar donde el aire que se respiraba era limpio y
donde se mirara se encontraba uno con hermosos paisajes, y aqullos que
vinieron al comienzo de los tiempos se maravillaron con aquel lugar y
vivieron ah desde el comienzo de los tiempos e hicieron su ciudad junto a un
gran lago. Otras culturas llamaron a este lugar Michoacn , que significa
"tierra de pescadores" y a sus habitantes michoacanos.
Y vivieron ah por largas generaciones, los michoacanos vivan en comunin
con su entorno y desarrollaron su cultura, engrandeciendo su pas,
construyendo da a da su ideologa.
El tiempo pas, vinieron monarcas buenos y monarcas malos, guerras,
hambres y tiempos de opulencia, y llegaron noticias con los mensajeros de la
Tenochtitln de como unos invasores venidos de tierras ms lejanas de donde
el cielo y la tierra se hacen uno, se hablaba del terror de ver al imperio ms
grande resquebrajarse frente a sus ojos, como el ejrcito inigualable era
vencido y la sangre de una de las culturas ms grandes estaba vertida sobre
las ruinas que fueran la gran Tenochtitln.
Los jvenes michoacanos estaban dispuestos a luchar sin tregua a defender
su suelo, el pas que les perteneca, en donde los hombres eran libres y las
guilas volaban, ms de que serva un ejrcito resuelto a morir por su patria
si el rey temblaba frente al enemigo.
Hernn Corts haba odo hablar de las riquezas que haba en Michoacn y
mand a sus mensajeros a hablar con el monarca michoacano,
persuadindolo a rendirse y reconocer al rey de Castilla.
Tras realizar la misin que les fuera encargada los mensajeros regresaron con
la respuesta de Tzimtzicha , quien ofreca su amistad y obediencia a Hernn
Corts, y un cargamento de presentes para este, a cambio de un enorme
perro lebrel propiedad de un espaol llamado Francisco Montao.
En Michoacn se senta en el ambiente la desolacin, la duda se reflejaba en
todos los rostros, en los jvenes arda el patriotismo, y los viejos estaban
resignados pues saban que un rey como Tzimtzicha sin ambiciones los
llevara a un final catastrfico como el de los mexicanos.
Pero en medio de la confusin hubo una mujer que se alz por su coraje que
guardaba dentro de s un amargo odio hacia los espaoles, esta era la hija de
Timas, el principal consejero del rey.
"y la llamaron Erndira, que significa risuea, pues su constante sonrisa
imprima un sello de malicia y burla".
Pero Erndira no amaba a nadie y esto era debido a que tena un amor ms
grande que cualquier otro, amaba los llanos, amaba las montaas de su
Michoacn, amaba su aire y su cielo, sus lagos y sus campos, Nanuma le
hablaba de amores:
Lleg entonces la hora que los tarascos llaman Inchantiro, la hora en que el
sol desaparece debajo del horizonte, y la luna se levant como un gran disco
hasta llegar a su lugar debido y entonces se present en todo su esplendor.
Mientras, las quiringuas dejaban or su melanclico canto.
La fiera luchaba por liberarse, en sus ojos asomaba la ira y su hocico verta
espuma, cuando la luna se ostentaba ya arriba del horizonte cesaron los
ladridos y pusironle los sacerdotes en la piedra de los sacrificios; el
sacerdote plido sac su cuchillo labrado de obsidiana y jade, lo hundi en el
pecho de la bestia y rpidamente sac su corazn.
-Hoy es la bestia y maana sern los espaoles los que mueran as!
entonces yo ser tu esposa.-
Una maana marcharon las tropas del ejercito michoacano por as calles de
Tzintzntzan, a la vista de Tzimtzicha quien estaba inquieto por el resultado
de la guerra que aquel ejrcito estaba a punto de iniciar. Hernn Corts
envi a su ejrcito a encontrarlos comandado por su ms valiente capitn
Cristbal de Olid.
La guerra se desencaden en la ciudad de Taximora que haba sido tomada
por el ejrcito tarasco, quienes caan valientemente frente al hierro del
enemigo. Aquellos que no se sacrificaban en la lucha desigual quedaron
mudos de espanto al or los disparos de los espaoles y emprendieron una
vergonzosa fuga para lograr su salvacin.
Timas habl entonces a los hombres que lo rodeaban, y aquellos que estaban
decididos a defender su patria hasta la muerte, juraron hacerlo y armndose
de hondas y flechas fueron al templo, a las mujeres y a los nios se les
orden huir a los montes, mientras tanto ellos esperaban la venida de los
invasores.
ETSA
(Mito de los Shuar - Ecuador)
Ampam haba ido esa maana lluviosa al Registro Civil para inscribir a
supequeo hijo. Un hombre de traje gris les vio llegar, se sec el sudor con
un pauelo arrugado y pregunt de mala gana.
Ampam trat de explicarle que Etsa, en el idioma de los shuar, quera decir
Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados, pero el tipo no lo
dej explicar nada. Ampam mir con tranquilidad a aquel hombrecito que se
negaba a escuchar e insista en hablar palabras sin sentido. Entonces record
la tarde en que su abuelo Artam -que en shuar quiere decir Poderoso
Espritu Tigre de la maana- lo llev a caminar por la selva. Ah, entre
gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, le cont
de qu manera el luminoso Etsa le devolvi la vida a los pjaros.
Cuando Etsa creci, todos los das, al amanecer, sala a cazar para el
insaciable Iwia que siempre peda pjaros a manera de postre. El muchacho
regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies, pero
una maana, cuando apenas empezaba su cacera, descubri con asombro
que la selva estaba en silencio. Ya no haba pjaros coloridos por ninguna
parte. Slo quedaba la paloma Ypankam, posada sobre las ramas de una
Malitagua.
Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron
largamente.
-No -dijo Etsa-, de qu servira? Parece que he dejado toda la selva sin
pjaros, este silencio es terrible.
Etsa sinti que se le iban las fuerzas y se dej caer sobre el colchn de hojas
del piso. Entonces Ypankam vol hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a
fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que an
navegaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se
convirtieron en amigos.
-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres,
pero an puedes devolvrsela a los pjaros.
Ampam abandon el Registro Civil, con una sonrisa dibujada en los labios,
ante el desconcierto del empleado que, de pronto, sinti que algo se haba
transformado dentro de l, que su voz altanera haba cambiado, que ahora
estaba chillando como Yampuna, el papagayo de las selvas amaznicas.
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ndice:
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Redactamos esta fbula sobre las versiones recogidas por los Sres. Evaristo
Gmez y Sra. Teresa C. de Prez, en San Luis. Tenemos a la vista la variante
enviada por la Srta. Berta Morales Valdez de San Juan; Srta. Dolores Sosa, de
Catamarca; Srta. Clara M. Posse de Tucumn.
EL ZORRO Y LA PERDIZ
Esta es una de las fbulas que tiene mayor difusin en la Argentina. Entre
otros la han recogido los maestros: Srta. Ofelia Nicolet de Crdoba; Sr. Isaac
Agero Quinteros y Martn Acevedo, Francisco A. Vildoza, Alberto Herrera de
Catamarca; Sra. Salvaria I de Barraza y Srta. Braulia Arias Ruiz, de Santiago
el Estero, Srta. Mara Magdalena Dulce, Rosario Santilln y Sr. Antonio Correa
de Tucumn; Sra. Mara Elena R. de Campos y Srta. Laura Molina de Salta;
Sra. Elvira E. de Gonzlez y Sr. Abdn Castro Tobay de Jujuy.
EL TIGRE Y EL ZORRO
LA MULA Y EL TIGRE
Una noche en un claro monte, la mula y el tigre discutan cual de los dos
podan manejarse mejor en la oscuridad.
Hicieron algunas apuestas.
En una de esas se sacudi el tigre, y los dos gritaron:
un pelo!, un pelo!
- yo lo vi, -dijo el tigre.
- yo lo sent el tropel, -le replic la mula.
El ojo del tigre haba descubierto el pelo que volaba en la oscuridad, pero el
odo de la mula lo haba reconocido por la vibracin que produca en el aire.
Nadie debe desprecia las cualidades ajenas: pueden ser tan buenas como las
propias.
Redactamos esta fbula sobre las versiones enviadas por la Sra. Sofa Z.P.de
Daz, de La Rioja, el Sr. Isaac Agero Quinteros de Catamarca.
Las aves fueron invitadas a un gran baile que se daba en el cielo. El sapo se
enter de la noticia y no saba cmo hacer para asistir.
El guila, que era cantora y guitarrera, ira seguramente con su instrumento,
y el sapo resolvi esconderse en la caja de la guitarra.
Todas las aves, muy coquetas y arregladas, llegaron al cielo y comenzaron a
sentarse a la mesa del banquete. Lleg el guila con su guitarra a la espalda,
la dej a un lado y busc su lugar.
Al rato sali el sapo y se present entre los invitados. Para todos fue una gran
sorpresa ver aparecer aquel caballero. No se explicaban cmo haba podido
subir hasta esas regiones.
Para colmo de sus males, en medio de la reunin, se dio vuelta y escupi,
descuidadamente, con tan mala suerte, que le tap un ojo al colcol -buho-,
quien se enoj y protest en pblico por la mala educacin del mozo.
La fiesta fue esplndida. Los concurrentes bailaron y divirtieron muchsimo.
Cuando lleg el momento de regresar, fueron grandes los apuros del sapo
para esconderse otra vez en la guitarra.
Todos estaban atentos y lo vigilaban para descubrirlo.
El guila advirti la maniobra y se propuso castigarlo. Se puso la guitarra
volcada, de modo que en cuanto comenz a volar hacia la tierra, cay el
sapo desde muy alto.
Caa sobre un pedregal y el pobre gritaba: Pongan colchones!, pongan
colchones que voy a partir las piedras! -Pero nadie le hizo caso.
El golpe fue terrible y el cuerpo se le llen de heridas. Las cicatrices son las
manchas que han quedado para siempre en la piel del sapo.
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Una vez vivan en un pueblo dos hermanos, uno rico y otro pobre. Al rico todo
le sala a pedir de boca y la suerte le acompaaba en todos los negocios que
emprenda, pero al pobre pareca huirle la fortuna por ms que se esforzase
en trabajar como un esclavo.
En pocos aos, se vio el rico tan acaudalado y en un estado de prosperidad
tan abundante, que se traslad a la ciudad, se hizo construir la casa ms
grande y se estableci como comerciante, mientras el pobre pasaba tales
apuros, que a veces no tena en casa ni un pedazo de pan que dar a un
racimo de hijos, todos pequeos, que lloraban a un tiempo pidiendo algo que
comer o beber. El pobre hombre empez a desanimarse, maldiciendo su
suerte y su desgraciada cabeza empez a hundrsele entre los hombros.
Fue a visitar a su hermano de la ciudad y le dijo: -Socrreme! Estoy
completamente aniquilado!
- Por qu no? -contest el rico.- Medios no me faltan, pero has de trabajar
conmigo toda esta semana.
- De mil amores! -accedi el pobre. Y puso manos a la obra. Barri el
establo, dio de comer a los caballos y cort lea para el fuego.
Al fin de la semana, el hermano rico le dio tres monedas y un trozo de pan.
- Gracias, aunque sea por tan poca cosa -dijo el pobre. Y ya se volva a casa
cuando su hermano, sin duda sinti remordimientos de conciencia y le dijo:
- Por qu te marchas tan pronto? Maana es mi cumpleaos. Qudate a
celebrarlo con nosotros.
El pobre hombre se qued al banquete que se haba preparado, pero, por
desgracia para l, se reunieron en casa de su hermano gran nmero de
hombres ricos, a quienes el hermano reciba con grandes muestras de
alegra, rogndoles como un gran favor que le hiciesen el honor de compartir
su mesa.
El hermano pobre se vio completamente olvidado y slo pudo mirar desde
lejos cmo los amigos de su hermano coman y beban y gritaban alegres y
satisfechos. Terminado el banquete, los invitados se levantaron dando la
enhorabuena al anfitrin y a su esposa y el pobre hermano tambin se
inclinaba ante ellos hasta la cintura. Todos los comensales se marcharon a
casa muy divertidos, riendo, bromeando y cantando canciones. Y el hermano
pobre tambin se dirigi a su casa ms hambriento que nunca. Pero
reflexion por el camino y se dijo:
- Caramba! Tambin yo ir cantando para que la gente sepa que he pasado
el da en casa de mi hermano y se figure que he comido hasta hartarme y he
bebido hasta emborracharme como todos ellos.
Y el campesino se puso a cantar una cancin, pero enseguida desfalleci su
voz. Oa claramente que detrs de l iba alguien imitando su cancin como
silbndola. Enmudeci y la voz dej de orse. Volvi a cantar y de nuevo oy
que lo imitaban.
- Eh, t, cantor! Acrcate! -chill el pobre. Y se le present un hombre
monstruoso, de rostro arrugado y plido, que apenas daba muestras de vida,
envuelto en andrajos y calzado con un manojo de esparto. El campesino se
qued petrificado de horror y pregunt al monstruo:
- Quin eres?
- Soy Gore-Gorinskoe. Me has dado lstima y quiero ayudarte a cantar.
- Bueno, Gore, vamos a recorrer los dos juntos el mundo, de bracete; ya veo
que aqu no puedo contar con amigos ni parientes.
- Vamos, pues, amo; nunca te abandonar.
- Y en qu viajaremos?
- No s en qu viajars t, pero yo viajar sobre ti.
Y esto diciendo, dio un brinco y se subi a la espalda del campesino,
agarrndose con tal fuerza, que ste no pudo quitrselo de encima. El
campesino no tuvo ms remedio que seguir andando llevando a cuestas a
Gore, aunque apenas poda l mismo dar un paso firme, y el monstruo no
haca ms que contar y arrearlo golpendole con una varita.
- Oye, amo, quieres que te ensee la cancin que ms me gusta?
"Soy Gore-Gorinskoe, Doliente el dolorido!
Soy un andrajo. Vivo en una pieza.
Tu suerte une a mi suerte, amo querido
Y nunca ms sabrs lo que es tristeza!.
Si el dinero que tienes no te basta,
Bscalo donde sea y no te apures;
Pero cuando lo tengas, gasta, gasta,
Y no pienses ni cuentes ni mesures."
Y adems -aadi Gore, el Dolorido- aun te quedan esas monedas para un
mal da, y un pedazo de pan. Vamos, pues, a beber y a divertirnos.
Anda que andars y bebe que bebers, llegaron a casa. All estaban la madre
y los hijos llorando de hambre, pero el Dolorido hizo bailar el campesino. Al
da siguiente Doliente empez a contar y dijo:
- Me duele la cabeza de tanto beber!
Y oblig a su amo a que lo llevase a echar una copa.
- No tengo dinero -dijo el campesino.
- No te tengo dicho que siempre puedes encontrarlo, querido? Empea la
azada y el arado, el trineo y el carro, y bebamos; hemos de pasar un da
alegre, sea como sea.
Qu poda hacer el pobre? le era imposible desprenderse de Doliente que se
agarraba a l tan fuerte, que pareca que iba a romperle los huesos, y se dej
conducir de taberna en taberna bebiendo todo el da en vez de trabajar,
Al da siguiente, el Dolorido se quej an ms y empez a gruir diciendo:
- Vamos a dar una vuelta. Nos beberemos todo lo que tengas por empear.
Vndete en esclavitud y tendrs dinero para beber.
Viendo el campesino que su perdicin era inevitable, recurri a la astucia y
dijo a Doliente el dolorido:
- He odo decir a los ancianos del pueblo que no lejos de aqu se enterr un
tesoro hace mucho tiempo, pero le pusieron encima piedras tan pesadas, que
mis solas fuerzas no bastaran a levantarlas. Si pudiramos sacar ese tesoro,
queridito Gore, qu vida de regalo podramos llevar juntos!
- Pues vamos a sacarlo, que Gore tiene fuerzas para todo.
Llegaron a un paraje solitario y se detuvieron ante una piedra muy grande y
pesada, que cinco campesinos no hubieran podido mover ni uniendo sus
fuerzas; pero nuestro amigo Gore la levant sin el menor esfuerzo. Y, Oh,
maravilla! bajo la piedra apareci un arca negra y maciza en cuyo fondo
resplandecan numerosos objetos. Y el campesino dijo a Gore:
- Anda, baja el arca y saca el oro mientras yo sostengo la piedra.
Gore baj al fondo con gran alegra y grit:
- Amo! Aqu hay riquezas incalculables! Veinte jarras llenas de monedas de
oro, puestas en fila! Ah va una! - y alarg al campesino la primera jarra.
El campesino cogi la jarra con una mano y al mismo tiempo dej caer la
piedra sepultando al Doliente dolorido en el arco, con todo el oro restante.
- Ah te pudras con todas tus riquezas! -pens el campesino,- Nada bueno
puedo esperar de ti!
Se volvi a casa andando y con el dinero de la jarra compr madera, repar
su vivienda, adquiri nuevas tierras, trabaj con ms afn que nunca, se
dedic al comercio y todo le iba bien. En un ao acrecent su riqueza y en
vez de la cabaa se construy una hermosa casa de madera. Entonces fue a
la ciudad e invit a su hermano y a su cuada a la inauguracin de su nueva
vivienda.
- Cmo ha sido esto? -dijo el hermano rico con una sonrisa burlona.- Hace
poco estabas desnudo y te moras de hambre y ahora inauguras un palacio y
das banquetes!
- S, hubo un tiempo en que nada tena que comer; pero ahora a Dios gracias,
no estoy peor que t. Ven y vers.
Al da siguiente el hermano rico se dirigi al campo a ver a su pobre hermano
y se qued admirado ante las magnficas construcciones de madera, de que
ningn rico comerciante poda jactarse. El hermano pobre obsequi al rico
con un banquete en que no faltaron los manjares ms exquisitos y cuando se
le desat la lengua con las abundantes libaciones, cont de qu manera
haba llegado a ser tan rico. La envidia se apoder del rico comerciante,
quien pens:
- Qu tonto es mi hermano. De veinte jarras que haba, slo cogi una. Con
tanto dinero como all queda ni el mismo Doliente es temible. Ir all,
apartar la piedra, coger el dinero y dejar en libertad a Doliente el
dolorido. Qu se vengue de mi hermano con la mismo muerte!
Y dicho y hecho. El rico se despidi de su hermano, pero en vez de volver a
casa se dirigi a la famosa piedra. Apelando a todas sus fuerzas, logr
removerla hasta dejar espacio para poder mirar el arco. Pero antes que l
pudiera sacar la cabeza, el Doliente se escabull del agujero y en un instante
se le subi a la espalda y se le agarr el cuello.
El rico sinti el peso en la espalda, volvi la cabeza y vio al monstruo colgado
de l y murmurndole al odo:
- Lindo compaero ests hecho! Conque queras matarme de hambre! Pues
te juro que no te desprenders de m tan fcilmente. Nunca te dejar!
- No seas insensato, Doliente -chill el rico.- No soy yo quien te dej
encerrado bajo la piedra, y no hay razn para que te prendas a m, que soy el
rico; ve a atormentar a mi hermano, que te ha encerrado.
Pero el otro no quiso escucharlo.
- Mientes! -gru.- Una vez me engaaste y no volvers a hacerlo.
Y el rico no tuvo ms remedio que llevar a cuestas a Doliente el dolorido
hasta su casa y por todos los das de su vida. Sus riquezas se extinguieron y
su opulencia se convirti en humo y cenizas. El pobre hermano vive en paz y
en la abundancia y canta cantinelas divertidas de Doliente, el que era ms
listo que todos.
udrun
(Leyenda de Alemania)
****************
Del matrimonio de Hetel y Hilde naci una pareja de nios. Un nio, que
recibi el nombre de Ortwin, que fue entregado, para su educacin, al viejo
guerrero Wate de Stormarn, y una nia, Gudrun, que fue enviada por sus
padres a la alegre corte de Horand, el dans, en la que reinaba siempre el
jbilo. All Gudrun creci, siendo querida por todos, y lleg a ser una deliciosa
doncella. Pronto la fama de su belleza pas por los estrechos, ms all del
mar. La gente deca: Bella es Hilde, la reina, pero Gudrun es an ms
hermosa. Y, naturalmente, esta fama atrajo el inters de jvenes guerreros,
que desearon obtener en matrimonio a Gudrun. El primero que lleg a la
corte fue Sigfrido, valiente guerrero de los pantanos de Frisia. Estaba
acostumbrado a conquistar fortalezas y a vencer ejrcitos, y pens que al
lado de los trabajos blicos, la conquista del corazn de Gudrun y el obtener
de sus padres el consentimiento no tena nada de difcil. Se present ante
Hetel y Hilde, acompaado de un lucido ejrcito, y solicit la mano de la
doncella. Pero Hetel y Hilde no manifestaron alegra ninguna al or la peticin.
El podero del pretendiente no les impresion y rechazaron a Sigfrido, el cual
se retir lleno de rencor, enemistado con los Reyes y jurando venganza.
En el pas de los normandos, Hartmut, joven prncipe, haba odo tambin
contar de la maravillosa belleza de Gudrun y supo cmo el frisio haba sido
rechazado. Esto incit an ms al joven prncipe, que dijo a su madre, la
orgullosa Gerlind:
- Quiero ir a pedir la mano de Gudrun, la bella princesa de los hegelingos.
A Gerlind le agrad esto, pues, Hetel tena fama de poderoso monarca.
Ludwig, el padre, sin embargo, le aconsej que no intentara tal cosa,
diciendo:
- Gudrun vive en un pas lejano. El viaje est lleno de peligros.
Hartmut contest que cuando un hombre quiere ganar a una mujer, la
distancia no importa, y que los peligros no existen para un prncipe
normando que quiere ir a Dinamarca.
Ludwig insisti:
- Recuerda lo que sucedi cuando Hetel rob a la hermosa Hilde. Muchos
hombres perecieron en aquella expedicin, y la sangre corri
abundantemente.
- Pero Hetel consigui a Hilde - contest Hartmut -, y yo conseguir a Gudrun.
La madre, entonces, tom la palabra y dijo que deban primero enviar
mensajeros en son de paz para pedir la mano de Gudrun, y que los
mensajeros deban llevar ricos presentes, para el rey Hetel.
Esto lo acept el viejo Rey, diciendo:
- Nada regatear en esos presentes.
Prepararon suntuosamente a los mensajeros, los cuales partieron ricamente
vestidos y siendo portadores de preciosos regalos. Primero pasaron por la
corte del dans Horand y all pudieron ver a Gudrun, cuya hermosura no hizo
ms que confirmar las noticias que tenan. Horand, cuando supo el objeto de
la embajada, se ofreci para escoltar a los mensajeros hasta el castillo de los
hegelingos. Por fin llegaron y, sin decirles nada de su verdadero objeto, les
presentaron los regalos. Hetel se extra de esos obsequios, mas pronto
supo qu deseaban. Corts, pero orgullosamente tambin, pidieron la mano
de Gudrun. Hetel tuvo cierta molestia, por lo pretencioso de la embajada, y
les contest que no necesitaba para su hija tan ricos presentes. Igualmente
fra se mostr la Reina:
- No necesitamos nada de vuestro rey. A l le regal mi padre, el terrible
Hagen, muchos castillos, cuando era joven. Y Hartmut, sin duda, encontrar
mejores suegros.
Los mensajeros volvieron llevando una respuesta tan dura. Hartmut no quiso
apenas saber lo que haban contestado los padres de Gudrun, sino que
preguntaba incesantemente si haban visto a la muchacha y si era tan
hermosa como se deca. Los mensajeros respondieron:
- Es mucho ms hermosa de lo que dicen.
Y Hartmut, cuando hubo odo esto, declar su propsito de ir l mismo a
buscar a Gudrun.
Gerlind, al or las palabras de su hijo, protest:
- Oh hijo mo!, veo que la desgracia te acechar en ese viaje.
Y como los normandos se preparaban entonces para una expedicin,
Hartmut, a ruegos de su madre, desisti de su viaje a Dinamarca y se
embarc con sus compaeros.
En tanto, Gudrun tena un nuevo pretendiente, Herwig, joven seor de la
regin de Zelandia, que haba sido tambin atrado por la belleza de Gudrun.
Y a pesar de no ser de una antigua estirpe, agrad a la muchacha mucho
ms que los anteriores. A la madre de Gudrun no le gustaba demasiado el
nuevo pretendiente, pues encontraba que tena poco rango y que su estirpe
no era muy noble y vetusta. Todos los esfuerzos - mensajeros, regalos - de
Herwig eran intiles, pero el joven guerrero no se desanim por ello y
meditaba un golpe de fuerza. En esto, lleg Hartmut, que haba vuelto de su
expedicin y que vena disfrazado para contemplar a Gudrun. Pudo hablar
varias veces con la joven, y cuando crey que la muchacha no le miraba mal,
descubri su verdadera personalidad y su amor. Gudrun contest, sin
embargo:
- Vuestras palabras me causan gran dolor, pues en la corte de mis padres los
pretendientes son mal recibidos, y yo no har nada en vuestro favor; antes
bien, os ruego que os marchis, pues vuestros esfuerzos son intiles.
Hartmut se sinti herido, y aunque contest cortsmente, arda en deseos de
venganza contra Hetel, pero se march.
Herwig, en tanto, haba terminado sus preparativos para conseguir por la
fuerza lo que se le haba negado. Un guerrero de los pases vecinos a sus
tierras avis a los hegelingos de los propsitos del guerrero zelands, pero, el
aviso lleg demasiado tarde. Con numeroso ejrcito atac por la noche el
castillo de Hetel. En la fortaleza dorman todos cuando el centinela dio la
seal de alarma. As que los defensores no pudieron impedir que al poco
tiempo los asaltantes llegaran a la poterna. sta fue derribada, y Herwig, al
frente de sus hombres, se precipit en el patio de armas, entrando en las
salas del castillo, donde sali a su encuentro el propio Hetel. Los dos
guerreros empezaron, a combatir, y all el oscuro guerrero zelands dio claras
muestras de ser de tan buena estirpe como el terrible hegelingo. ste, que
era hasta entonces invencible, se asombraba de la fuerza que tena el joven
enemigo. A medida que los golpes se hacan ms fuertes, en vez de sentir
odio hacia su adversario, vea con ms admiracin al que frente a l luchaba
con tanta valenta. Cuando de los anillos de la coraza de Herwig brotaba la
sangre, su admiracin creca ms y ms. Las mujeres, aunque llenas de
temor, se haban acercado y tambin se decan: Magnfico guerrero tiene
frente a s el invencible Hetel! Fuerza y valor demuestra el zelands!
En esto, Gudrun no pudo contenerse y grit:
- Alto! Que haya paz! Nobles guerreros, pensad en nosotras! Dejad las
armas! Padre, permite al extranjero que hable!
Los combatientes bajaron sus anchas y fuertes espadas. Despus refrescaron
sus sangrantes y calientes cotas, bebieron y brindaron por la paz. Herwig
dijo:
- No vine con intencin de haceros dao, por deseo de conquistar bienes,
sino por amor a Gudrun a quien deseo tomar por esposa.
Y como haba demostrado ser un guerrero valeroso, su peticin fue ahora
bien acogida. Gudrun tambin acept y se prometieron. Ojal se hubiesen
casado entonces! Mucha sangre se hubiera ahorrado. Pero Hetel e Hilde
creyeron que era mejor y ms conveniente esperar un ao para la
celebracin de las bodas, a fin de poder preparar las fiestas con todo
cuidado. Herwig no quiso insistir y volvi a sus tierras lleno de alegre
esperanza.
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*************
Al or esto, el Bracmn cerr los ojos, pensando que haba llegado su ltima
hora, y recordando lo que le deca su padre cuando haca algo malo,
murmur:
- Dnde te has metido, renacuajo!
El Raj y los cortesanos prorrumpieron en aplausos al or estas palabras del
Bracmn, ya que en un momento haba adivinado el contenido de la taza. El
soberano aadi otros pueblos a los que ya le haba donado, adems, un
saco de rupias y una hermosa sombrilla.
Y as, gracias a la costumbre de su padre de llamarle renacuajo, Harisarman
se convirti en uno de los hombres ms ricos de la India.
Havelok el Dans
(Leyenda de Dinamarca)
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ndice:
- respuesta oportuna
- Coplas
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RESPUESTA OPORTUNA
Glosa
Cercado de desventuras,
Desdichas y desaciertos,
No distingo sino muertos,
No veo sino amarguras.
Los hijos de estas llanuras
Tienen valor admirable;
Belgrano, grande y afable
A m me ha juramentado;
Y, pues todo est acabado,
Ah te mando, primo, el sable.
COPLAS
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Uno de los principales banqueros del Madrid del siglo XVIII fue D. Fernando
Nogales, ilustre prcer, tan famoso por sus obras pas, sus fundaciones
benficas y sus infinitas caridades, como por sus actividades de hombre de
negocios y por su riqueza, la cual era tanta que le vali el sobrenombre de "el
Creso espaol".
D. Fernando Nogales, hombre modestsimo, no quiso aceptar jams del rey ni
de los gobiernos prebendas, ttulos ni honores de ninguna clase. Dueo de
inmensa fortuna, como hemos dicho, teniendo varios carruajes y una de las
cuadras ms famosas de la antigua Villa y Corte, era tan sencillo el gran
banquero que por las maanas, en vez de utilizar alguno de los carruajes
para ir a sus oficinas, instaladas en la actual Puerta del Sol, haca a pie el
trayecto desde su casa, situada en la vieja calle del Barquillo, hasta ellas.
Al subir la calle de Alcal, el seor Nogales tena la costumbre desde haca
muchos aos, de dar, cada maana, a un pobre viejecito que peda limosna a
la puerta de la iglesia de San Jos, un real, cantidad no despreciable en
aquellos tiempos, y casi una fortuna para un mendigo.
Este mendigo, llamado Simn y por sobrenombre el Avaro, porque lo era
mucho, conoca de sobra al gran seor que diariamente le haca tal merced y
se mostraba con l obsequioso y sonriente en extremo.
Un da D. Fernando Nogales no pas por la calle de Alcal. Simn pens que
no habra salido de casa. Como al da siguiente sucediera lo mismo, recel
que estuviera enfermo. Y as, esper hasta las doce y se decidi a acercarse
a la fastuosa mansin del prcer.
Llegado que fue a ella se dirigi al imponente portero, tieso y empaquetado
como un ministro del rey:
- Dgame, amigo mo: est enfermo el seor Nogales?
Aquel personaje - conoca de vista al mendigo y estaba enterado de la
merced que reciba diariamente de su seor - se dign contestarle; mirle
desdeosamente y, al fin, repuso, con el nfasis de los servidores de casa
grande:
- Su Excelencia se encuentra perfectamente, a Dios gracias! Es que ha salido
de Madrid.
- Y sabe usted si tardar en volver?
- Lo ignoro. Acaso la ausencia dure una semana.
- Muchsimas gracias - dijo Simn, melosamente, con la mejor de sus
sonrisas, despidindose del portero.
Ocho das justos, en efecto, dur la ausencia de D. Fernando. Haba estado
por sus fincas de Salamanca en viaje de negocios e inspeccin, para resolver
asuntos.
Cuando regres, hombre metdico y puntual en todas las cosas, reanud
desde el da siguiente su vida ordinaria: se levant puntualmente a las ocho,
recibi al barbero que le afeit y riz la peluca, de moda en la poca; se
visti cuidadosamente y tomando de manos del ayuda de cmara bastn y
tricornio se ech a la calle.
Al cruzar por delante de la iglesia de San Jos, Simn el mendigo adelantse
a encontrarle, obsequioso y sonriente, con el mugriento birrete en la mano
temblorosa y flaca.
- Oh, seor Nogales, muy bien venido! - exclam con la mejor de sus
sonrisas. - Ya me he informado de que habis estado fuera de Madrid estos
das!
- He estado en Salamanca, a ver unas finquitas que hay por all -, repuso
bondadosamente el banquero.
Y como era hombre muy atareado, enemigo de desperdiciar el tiempo,
aadi:
- Yo tambin me alegro de verle! Muy buenos das! Ah tiene usted.
Y le dio el real consabido, como de costumbre, siguiendo su camino.
Simn mir el dinero en la palma de la mano, y tras vencer una leve
vacilacin corri tras el banquero:
- Seor Nogales, seor Nogales!
- Qu hay? - dijo ste, detenindose y volviendo la cabeza.
- Qu me ha dado usted? - y Simn mostraba el dinero en la abierta palma
de la mano.
- Un real!
- Un real?... Pero, no es esto, seor Nogales! Me debe usted ocho reales!
- Yo a usted? - pregunt, sin comprender.
Y Simn, el mendigo, exclam:
- Claro, seor mo: ha estado usted ocho das fuera; a un real diario, son
ocho reales! No es as?
Se irrit D. Fernando ante la osada y la avaricia de aquel mendigo ingrato;
hizo un gesto de impaciencia y exclam en tono airado:
- Vaya usted a paseo!
A lo que contest el mendigo, colrico y altivo:
- Pues busque usted otro pobre!
*************
Hace mucho tiempo, en cierto reino de cierto imperio haba una ciudad
donde reinaban el Zar Gorokh, que quiere decir guisante y la Zarina
Morkovya, que quiere decir zanahoria. Tenan sabios boyardos, ricos prncipes
y robustos y poderosos campeones, y en cuanto a guerreros no bajaban de
cien mil. En la ciudad viva toda clase de gente, comerciantes de barbas
respetables, hbiles artesanos, alemanes mecnicos, bellezas suecas,
borrachos rusos; y en los suburbios vivan campesinos que labraban la tierra,
cosechaban trigo, lo llevaban al molino, lo vendan en el mercado y se beban
las ganancias.
En uno de los suburbios haba una casita habitada por un anciano con tres
hijos que se llamaban Pacomio, Toms y Juan. El anciano no slo era listo sino
astuto y cuando se encontraba al diablo entablaba conversacin con l, lo
convidaba a beber y le arrancaba muchos secretos que luego aprovechaba
obrando tales prodigios, que sus vecinos lo tenan por hechicero y mago,
mientras otros lo respetaban como a un hombre ladino enterado de alguna
que otra cosa. El viejo haca realmente cosas prodigiosas. Si alguien se senta
consumido por la llama de un amor desesperado, no tena ms que ir a
visitar al hechicero y ste le recetaba unas races que ablandaban enseguida
el corazn de la ingrata. Si algo se perda, l se las arreglaba para
encontrarlo por ms escondido que lo tuviese el ladrn, con agua encantada
y una red.
A pesar de su sabidura no pudo lograr que sus hijos siguieron su ejemplo.
Los dos mayores eran unos holgazanes que nunca saban cundo echar
adelante o cundo retroceder. Se casaron y tuvieron hijos. Su hijo menor no
se cas, pero el anciano no se preocupaba por l, porque su tercer hijo era
tonto e incapaz de contar ms de tres; no serva mas que para comer, beber
y tumbarse a la bartola junto al fuego. Por qu preocuparse de un hijo como
aquel? Ya sabra componrselas por s mismo mucho mejor que un hombre
de juicio. Y adems Juan era tan blando y suave, que ni la manteca se
fundira en su boca. Si le pedais su cinto os daba tambin su caftn; si le
quitabais los guantes os peda que aceptaseis su gorro por aadidura. Por eso
todos queran a Juan y lo llamaban queridito Juan o queridito tonto; en fin, era
tonto de nacimiento, pero un muchacho muy amable.
El anciano vivi con sus hijos hasta que le lleg la hora de morirse. Entonces
llam a sus tres hijos y les dijo:
- Queridos hijos, la hora de mi muerte ha sonado y habis de cumplir mi
deseo. Cada uno de vosotros ha de venir a mi tumba a pasar una noche en
mi compaa. Primero t, Toms; despus t, Pacomio, y el tercero t, Juanito
el tonto.
Los dos mayores, como personas juiciosas, prometieron obedecer; pero el
tonto, sin prometer nada, se limit a bajar la cabeza.
Muri el anciano y lo enterraron. Comieron tortas y pastelillos y empinaron el
codo de lo lindo, todo en honor del difunto, y al tercer da toc al mayor de
los hijos, Toms, ir a su tumba. Se ignora si fue por pereza o por miedo, el
caso es que dijo a Juan el tonto:
- Maana he de levantarme temprano para moler trigo; ve t en lugar de m
a la tumba de nuestro padre.
- Est bien! -contest Juanito el tonto, que con un pedazo de pan bajo el
brazo, fue a la tumba, se acost y empez a roncar.
Dieron las doce de la noche, la tumba empez a moverse, sopl un viento
recio, cant la lechuza, cay la losa de la tumba, y el difunto sali y dijo: -
Quin hay aqu?
- Yo -Contest Juan el tonto.
- Bien, querido hijo; yo premiar tu obediencia.
Apenas dijo estas palabras cantaron los gallos y el difunto volvi a hundirse
en la tumba. Juanito se volvi a casa y se acost junto al fuego, y sus
hermanos le preguntaron:
- Y bien, qu ha pasado?
- Nada! -contest l.- He dormido toda la noche, pero tengo hambre y
comera algo.
La siguiente noche tocaba por turno a Pacomio, el segundo hijo, ir a la tumba
de su padre. Despus de mucho pensar, se dirigi a Juanito el tonto y le dijo:
- He de levantarme muy temprano para ir al mercado. No podras ir en mi
lugar o la tumba de nuestro padre?
- Est bien! -contest Juanito el tonto, que despus de comerse una tortilla y
una sopa de coles, se dirigi a la tumba y se ech a dormir a pierna suelta. A
media noche, la tumba empez a moverse, sopl la tempestad, una bandada
de cuervos volaron haciendo giros, cay la losa de la tumba y el difunto
asom la cabeza y pregunt:
- Quin hay aqu?
- Yo -contest Juanito el tonto.
- Bien, hijo mo! -dijo el anciano,- no te olvidar, porque no me has
desobedecido.
Apenas pronunciadas estas palabras, contaron los gallos y el difunto volvi a
desaparecer en la fosa.
Juanito el tonto se despert, fue a acurrucarse junto al fuego y sus hermanos
le preguntaron.
- Y bien, qu ha pasado?
- Nada! -contest Juanito.
Y al tercer da los hermanos dijeron a Juanito el tonto.
- Ahora te toca a ti ir a la tumba de nuestro padre. El deseo de un padre se
ha de cumplir.
- No faltaba ms! -contest Juanito el tonto, que despus de comer una
fritada, se puso la blusa, y se dirigi a la tumba.
A media noche la losa de la tumba se levant y el difunto sali y pregunt:
- Quin hay aqu?
- Yo -contest Juanito el tonto.
- Bien, hijo obediente! -dijo el anciano.- No en vano has cumplido mi deseo.
Vers premiada tu fidelidad!
Y se puso a gritar con una voz monstruosa y a cantar en voz de ruiseor:
- Eh, t! Sivka-burka, vyeshchy kaurka!. Prate ante m como la hoja ante
la hierba!
Y le pareci a Juanito el tonto como si se acercase corriendo un caballo que
haca temblar la tierra y echaba fuego por los ojos y nubes de humo por las
orejas. Se detuvo ante el difunto como si las patas se le hubieran clavado en
el suelo y habl con voz humana diciendo:
- Qu quieres?
El anciano se introdujo por una oreja, tom un bao fresco, se sec, se visti
las ropas ms finas y sali por la otra oreja tan joven y hermoso, que no hay
lengua que pueda expresarlo ni pluma que pueda describirlo, ni imaginacin
que pueda imaginarlo.
- Querido hijo mo, aqu tienes mi valiente corcel; y t, caballo, mi buen
corcel, sirve al hijo como serviste al padre!
Apenas hubo pronunciado estas palabras, los gallos de la aldea batieron las
alas y cantaron anunciando el nuevo da, el anciano se hundi en la tumba y
sobre la tumba creci la hierba. Juanito el tonto se encamin paso a paso a
su casa, se acost en su rincn de siempre y empez a roncar hasta hacer
temblar las paredes.
- Qu sucede? -preguntaron sus hermanos. l, por toda respuesta, agit la
mano.
Y as continuaron viviendo juntos, los hermanos mayores pasando por listos,
y el menor pasando por tonto. Vivieron as un da y otro da y como una
mujer forma un ovillo arrollando hilo, as se arrollaban los das para ellos
hasta que quedaron del todo enrollados.
Y un da supieron que los capitanes del ejrcito iban por todo el reino con
trompetas y clarines y tambores y platillos, y hacan sonar las trompetas y los
tambores, proclamando en los mercados y en las plazas la voluntad del Zar, y
la voluntad del Zar era sta: El Zar Gorokh y la Zarina Morkovya tenan una
hija nica, la Zarevna Baktriana, heredera del trono, tan hermosa, que
cuando miraba al sol, el sol se avergonzaba y cuando miraba a la luna, la
luna se senta humillada. Y el Zar y la Zarina pensaron: A quin podremos
dar la hija en matrimonio para que gobierne nuestro reino, lo defienda en
tiempo de guerra, se siente a juzgar en el real consejo, ayude al Zar en su
vejez y sea su sucesor cuando muera? El Zar y la Zarina deseaban un novio
que fuese un valiente guerrero, un hermoso campen, que amase a la
Zarevna y se hiciese amar de ella. Pero el asunto del amor no era tan fcil,
pues ofreca una gran dificultad: la Zarevna no amaba a nadie. Cuando su
padre el Zar le hablaba de un pretendiente, siempre contestaba ella: "No lo
amo!" Si su madre la Zarina le indicaba a alguien, siempre contestaba: "No
es guapo!". Por fin el Zar y la Zarina le dijeron:
- Querida hija y mimada nia, ms de tres veces bella Zarevna Baktriana, ha
llegado el tiempo de que elijas esposo. Pon tus ojos en los pretendientes que
te rodean; los reales e imperiales embajadores estn todos en la corte; se
han comido todos los pasteles y han dejado seca la bodega, y aun no has
elegido el amado de tu corazn!
Entonces la Zarevna les dijo:
- Mi soberano pap y mi soberana mam, me aflige vuestra pena, y de buena
gana os obedecera; pero permitid que la suerte decida quin es mi
prometido. Erigidme un aposento a la altura de treinta y tres pisos con una
ventana saliente encima. Yo, la Zarevna, me sentar en ese aposento junto a
la ventana y vosotros mandad publicar una proclama. Que todo el mundo
acuda: Zares, Reyes, Zareviches, Prncipes, adalides, jvenes valientes, y el
que d un brinco hasta mi ventana en su bravo corcel y cambie los anillos
conmigo, se ser mi esposo y vuestro hijo y sucesor.
El Zar y la Zarina siguieron el consejo de su prudente hija.
- Est bien! -dijeron.
Mandaron construir una torre de treinta y tres pisos, de fuertes vigas de
roble, y adornaron el aposento de la Zarevna con graciosos relieves y con
brocados venecianos y tapiceras de perlas y de oro, y lanzaron pregones y
soltaron palomas mensajeras, y mandaron embajadores a todos los reinos,
convocando a todos los caballeros para que acudiesen al imperio del Zar
Gorokh y de la Zarina Morkovya, para que quien llegase de un brinco, en su
magnfico corcel, al aposento de la hija y cambiase los anillos con la Zarevna
Baktriana, la tomase como esposa y heredase con ella el trono, ya fuese Zar
o Rey, Zarevitz o Prncipe, o aunque no fuese ms que un libre y esforzado
cosaco sin cuna ni linaje.
Julio Jorge, el nio travieso
****************
Julio Jorge es un hermoso nio de poca edad, inteligente y vivaz, que tiene el
defecto de no obedecer las rdenes que le dan sus padres.
Al cumplir los tres aos, hubo una gran fiesta en la casa del pequeuelo, a la
que concurrieron muchos amiguitos y diversas amistades de la familia.
Entre el gran nmero de regalos que recibi Julio Jorge ese feliz da, resaltaba
un lucido burrito de cartn con plomizo pelaje y largas orejas, obsequio de su
madrecita Matilde.
Cudalo -dijo la buena seora al entregrselo; este burrito que mueve la cola
y la cabeza, lo debes guardar, para que constituya un grato recuerdo de tu
niez, cuando seas hombrecito.
Julio Jorge, prometi no romperlo y comenz a jugar con el burrito, corriendo
por los pasillos de la casa ante la alegra de sus abuelos Digenes, Isaura,
Francisco y Matilde.
Pero, como era de presumir, la promesa fue olvidada bien pronto por el nio
pilln, y a los pocos das, cansado del burrito que mova la cabeza, se propuso
romperlo para curiosear qu tena en su voluminosa panza.
Se apoder de un afilado cuchillo, a hurtadillas de sus progenitores, se
arrincon tras de la puerta de la cocina y comenz la repulsiva tarea de
someter a una pintoresca autopsia al bonito pollino de cartn.
Tomando al juguete por las patas, inici el trabajo, asestando una profunda
pualada en el pecho del borrico y cual no sera su sorpresa y su pnico,
cuando escuch de boca de su vctima, las siguientes palabras:
- Por qu quieres deshacerme? Acaso no soy tu compaero y juego a todo
hora contigo sin que me canse de ti?
Julio Jorge, repuesto del susto y creyendo que la voz haba llegado de las
habitaciones contiguas, intent proseguir la tarea, cuando de nuevo el burrito
repiti su queja:
- No me hieras amiguito! No merezco este fin tan desastroso!
- Me gustara saber qu tienes dentro -respondi el nio sin detenerse en su
trabajo.
- Tengo madera y lana -contest el animalito lastimero.- Sera una crueldad
que me destrozaras!
- Nada me importan tus quejas! Tengo muchos juguetes con que
entretenerme aunque t me faltes! - No digas semejante cosa Julio Jorge! Si
me despedazas, algn da sentirs mi desaparicin y llorars mi ausencia!
El nio travieso, no se conmovi ante los lamentos y prosigui su obra de
destruccin.
Por fin rod por el suelo un pedazo.
- Ay, mi patita! -grit el burrito.
Otra parte del animal caa ms tarde.
- Ay, mi cola! -se lament la vctima.
Y poco a poco, entre quejas y expresiones de resignacin, el hermoso juguete
fue convirtindose en algo inservible, en las manos crueles del travieso nio.
Una vez terminada su desdichada obra, Julio Jorge mir los restos de su
amigo esparcidos por el suelo, transformado en un informe montn de
maderas y de vellones de lana, y entonces, cuando ya no haba remedio, se
dio exacta cuenta de su mala accin y del remordimiento que le producira
con el tiempo la desaparicin de tan lindo juguete.
- Mi pap me comprar otro! -dijo, por fin, en tono de consuelo y corri para
seguir sus juegos con otros muecos que se hacinaban en un rincn de su
cuarto de recreo.
Das ms tarde, recordando a su compaero de juegos, el burrito que mova
la cabeza, rog a su padre le adquiriera uno igual al desaparecido, y ante la
rotunda negativa que se le dio como castigo por su afn destructor, Julio
Jorge comenz a sentir dolorida su almita, por la ausencia del lindo juguete
que tantos ruegos le dirigiera para que no lo despedazara.
Muchas noches, en su sueos infantiles, se le apareci el buen burrito y
escuch estremecindose en el lecho su voz dolorida, y tanta y tanta fue su
pena ante el recuerdo del frgil compaero, que verti copioso llanto y jur
no romper jams otro juguete, que al fin y al cabo, eran y siguen siendo, sus
amiguitos ms dciles, ms nobles y ms bellos.
Cuentos y leyendas americanas
Kamshout y el otoo
(Leyenda Slknam - Tierra del Fuego, Argentina-Chile)
Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. En ese
entonces el joven slknam Kamshout parti en un largo viaje para cumplir
con los ritos de iniciacin de los klketens.
El joven iniciado tard tanto en volver que el resto del grupo lo dio por
muerto. Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvi completamente alterado
y empez a relatar su sorprendente incursin en un pas de maravillas, ms
all en el lejano norte.
En ese pas los bosques eran interminables y los rboles perdan sus hojas en
otoo hasta parecer completamente muertos. Sin embargo, con los primeros
calores de la primavera las hojas verdes volvan a salir y los rboles volvan a
revivir. Nadie crey la historia y la gente se ri de Kamshout quien,
completamente enojado, se march al bosque y volvi a desaparecer.
Luego de una corta incursin por el bosque, Kamshout reapareci convertido
en un gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era
otoo y Kamshout -a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que
emita- volando de rbol en rbol fue tiiendo todas las hojas con sus plumas
rojas.
As coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temi la muerte
de los rboles.
Esta vez la risa fue de Kamshout.
En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la
veracidad de la aventura vivida por Kamshout. Desde entonces los loros se
reunen en las ramas de los rboles para reirse de los seres humanos y as
vengar a Kamshout, su antepasado mtico.
Vocabulario:
Klketens: Ceremonia de iniciacin, sociedad secreta de los hombres.
Kerrhprrh: Loro, grito de esta ave.
Acerca de:
Slknam (Onas):
Los Slknam habitaron la isla Grande de Tierra del Fuego (Amrica del Sur),
hbitat que compartieron con los Yaganes o Yamanas, los Alacalufes o
Kawsqar y los Tehuelches o Aoniken, con los que se encontraban
emparentados o cercanos.
*******************
Una vez viva un matrimonio campesino que tena un hijo, y ste, aunque
buen chico, era tonto de capirote e intil para los trabajos del campo.
- Marido mo -dijo un da la mujer,- no haremos nada bueno con este hijo y se
nos comer casa y hacienda; mndalo a paseo, que se gane la vida y se abra
camino en el mundo.
Lo sacaron, pues, de casa, y le dieron un rocn, una cabaa destartalada del
bosque y un gallo con cinco gallinas. Y el pequeo Kuzma viva solo,
completamente solo en medio del bosque.
La raposa oli las aves de corral que le ponan casi bajo las narices en el
bosque y resolvi hacer una visita a la cabaa de Kuzma. Un da el pequeo
Kuzma sali a cazar y apenas se haba alejado de la cabaa, la raposa que
estaba vigilando la ocasin, entr, mat una de las gallinas, la as y se la
comi. Al volver el pequeo Kuzma qued desagradablemente sorprendido al
ver que faltaba una gallina, y pens: "Se la habr llevado un buitre". Al da
siguiente volvi a salir de caza, encontr por el camino a la raposa y sta le
pregunt:
- Adnde se va, pequeo Kuzma?.
- Voy a ver que cazo, raposita!
- Buena suerte!
E inmediatamente se desliz hasta la cabaa, mat otra gallina, la coci y se
la comi. El pequeo Kuzma volvi a casa, cont las gallinas y vio que faltaba
otra. Y se le ocurri pensar: "No ser la raposilla la que est probando mis
gallinas?" Y al tercer da dej bien cerradas la ventana y la puerta y sali
como de costumbre. Se tropez con la raposa, la cual le dijo:
- Hola, pequeo Kuzma! Dnde vamos?
- A cazar, raposita!
- Buena suerte!
Y corri a la cabaa de Kuzma, pero ste se volvi tras ella. La reposa dio la
vuelta a la casita y vio que la puerta y la ventana estaban, tan bien cerradas
que no le era posible entrar. Entonces se encaram hasta el tejado y entr
dejndose caer por la chimenea. Entonces entr Kuzma y cogi a la raposa.
- Ah, ah! Conque me honran las ladrones con sus visitas? Espera un poco,
seorita, que no saldrs viva de mis manos.
Entonces la raposita empez a rogar a Kuzma:
- No me mates y te dar una novia muy rica en matrimonio. Pero habrs de
asarme otra gallinita, la ms gorda, con unos chorritos del mejor aceite!
El pequeo Kuzma reflexion y luego mat una gallina para la raposita.
- Toma, raposita, come y que te aproveche!
La raposa comi, se lami el hocico y dijo:
- Detrs de este bosque se hallan los dominios del grande y terrible Zar Ogon
(Fuego), su esposa es la Zarina Molnya (Relmpago), y tienen una hija, una
bellsima Zarevna; con ella te casar.
- Quin va a querer a un pobre diablo como yo?
- Calla, eso no es cosa tuya.
La raposita fue a ver al Zar Ogon y la Zarina Molnya. Corri sin parar hasta el
palacio, entr, hizo una profunda reverencia y dijo:
- Salud, poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya!
- Salud, raposa! Qu nuevas te traen por aqu?
- Vengo como agente de matrimonio. Vosotros tenis la novia y yo tengo el
novio, Kuzma Skorobogati.
- Dnde est sepultado, que no viene l mismo?
- No puede abandonar su principado. Gobierna a los animales salvajes y se
complace en vivir con ellos.
- Y esa es la clase de novio que nos ofreces?. Bueno, dile que nos mande
cuarenta cuarentenas de lobos grises y lo aceptaremos como novio.
Entonces la raposita baj corriendo a las praderas que se extienden por la
falda del bosque y empez a revolcarse por la hierba. Un lobo se le acerc
corriendo y le dijo:
- Adivino que acabas de darte un gran atracn en alguna parte; de lo
contrario no te revolcaras as.
- Ojal no hubiera comido tanto. Me siento demasiado llena. He estado en un
banquete con el Zar y la Zarina. Quieres decir que no te han invitado a ti?
Imposible! Todos los animales salvajes estaban all, y en cuanto a las martas
y los armios, eran incontables. Los osos aun estaban sentados cuando me
march y coman como si tal cosa!
El lobo empez a rogar a la raposa humildemente:
- Raposita, podras llevarme al banquete del Zar?
- Por qu no?. Escucha. Cudate t mismo de reunir para maana a cuarenta
cuarentenas de tus hermanos, los lobos grises, y yo os acompaar a todos
hasta all.
Al da siguiente, los lobos se reunieron y la raposa los condujo al palacio de
piedra blanca del Zar, los puso en filas, y anunci:
- Poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya, vuestro futuro yerno os enva
un presente. Aqu tenis toda una manada de lobos grises que vienen a
rendiros homenaje, y su nmero es de cuarenta cuarentenas.
El Zar hizo pasar a todos los lobos a un encierro y dijo a la raposa:
- Si mi futuro yerno ha podido mandarme lobos como presente, que me traiga
ahora otros tantos osos.
La raposa corri al lado del pequeo Kuzma y le pidi que le asase otra
gallina, la devor en un instante y sali corriendo hacia las praderas del Zar.
Junto al bosque empez a revolcarse y no tard en salir de la espesura un
hirsuto oso, que, viendo a la raposa, se le acerc diciendo:
- Hola, comadre! Bien se ve que te has hartado, de otra manera no te
revolcaras tan contenta.
- No lo sabes t bien! Figrate que vengo del banquete del Zar; haba all un
sinfn de bestias y las martas y los armios eran innumerables. All he dejado
comiendo a los lobos, y que tienen una comida que hay para lamerse los
dedos.
El oso empez a rogar a la raposa que lo dejase ir all:
- Raposita, podras llevarme al banquete del Zar?
- Con mucho gusto. Escucha. Rene para maana cuarenta cuarentenas de
osos negros, y entonces os llevar de mil amores; porque, de ti solo, el Zar
no hara caso.
El oso recorri todos los bosques pregonando la noticia y pronto pudo reunir
el nmero de osos que la raposa exiga, y sta los condujo al palacio de
piedra blanca del Zar, los puso en filas y anunci:
- Poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya, vuestro futuro yerno os enva
un presente de cuarenta cuarentenas de osos negros.
El Zar hizo pasar tambin a los osos al encierro y dijo a la raposa:
- Si mi futuro yerno puede mandarme tantos lobos y osos como presente, que
me mande otras tantas martas y garduas.
La raposa se apresur a volver a lado de Kuzma, le mand asar la ltimo
gallina y el gallo por aadidura, y cuando se los hubo comido en su honor,
corri a revolcarse por la hierba en las praderas del Zar. Una marta y una
gardua acertaron a pasar por all y preguntaron:
- Dnde has comido tan opparamente, seora Raposa?
- Cmo? Vosotros vivs en el bosque y no sabis que me veo honrada con la
amistad del Zar? Hoy mismo le he llevado al banquete a los lobos y a los
osos, y los muy tragones no saben cmo separarse de aquellos manjares tan
exquisitos como en su vida haban probado.
Entonces la gardua y la marta empezaron tambin a suplicarle:
- Queridita comadre! Por qu no nos presentas tambin al Zar? Nos
contentaremos con mirar mientras los otros comen.
- Si queris reunir cuarenta cuarentenas de garduas y de martas, os
prepararan un banquete para todas. Pero a un par slo de vosotras os
negaran la entrada en la corte.
Al da siguiente, las garduas y las martas estaban reunidas sin faltar una, y
la raposa las condujo a presencia del Zar Ogon; le ofreci los respetos en
nombre de su futuro yerno y le hizo el presente de las cuarenta cuarentenas
de garduas y de martas. El Zar acept el obsequio y dijo:
- Gracias! Di a mi futuro yerno que venga en persona; deseamos verle y ya
es hora de que conozca a su prometida.
Al da siguiente, la raposita se present de nuevo en la corte, y el Zar le
pregunt:
- Y bien dnde est nuestro futuro yerno?
A lo que contest la raposa:
- Me ha ordenado que os presente sus respetos y que os diga que hoy le ser
imposible de todo punto venir.
- Cmo as?
- Est abrumado de trabajo, recogiendo todas sus cosas para venir, y ahora
mismo acabo de dejarlo contando su tesoro. Precisamente os ruega que le
prestis un almud, porque ha de contar sus monedas de plata; sus almudes
los tiene llenos de oro.
El Zar entreg a la raposa el almud sin comentario, pero dijo para sus
adentros: "Magnfico, raposa! Eso es caernos en suerte un buen yerno! No
todos pueden contar en almudes el oro y la plata, en estos tiempos que
corremos!"
Al da siguiente, la raposa se present de nuevo en la corte y devolvi al Zar
su almud (en cuyos ngulos haba tenido la precaucin de pegar unas
moneditas de plata), y dijo:
- Vuestro futuro yerno, Kuzma Skorobogati, me ordena que os presente sus
respetos y os diga que hoy estar entre vosotros con todas sus riquezas.
El Zar estaba encantado y orden que lo preparasen todo para la recepcin
de tan estimable husped. Pero la raposa corri a la cabaa de Kuzma, donde
haca dos das que el desgraciado estaba echado sobre la estufa, muerto de
hambre y esperando. La raposa le dijo:
- Por qu ests tan abatido? No sabes que ya tengo para tu novia a la hija
del Zar Ogon y de la Zarina Molnya? Vamos a verlos en calidad de
huspedes y a celebrar la boda!
- Pero, raposa, ests en tu sano juicio? Cmo he de ir si no tengo ropa que
ponerme?
- Haz lo que te digo. Ensilla tu rocn y no te preocupes de nada!
Kuzma sac el rocn del cobertizo, le ech encima una manta vieja, le puso
las riendas, lo mont y sigui a la raposa a trote ligero. Ya llegaban cerca del
castillo, cuando encontraron un puente que cruzaba un ro.
- Baja del caballo! -dijo la raposa a Kuzma. Sierra los pilares de este puente!
El pequeo Kuzma se puso a serrar con todas sus fuerzas los pilares, hasta
que el puente se vino abajo con un crujido.
- Ahora desndate, arroja el caballo y todas tus prendas al agua y revulcate
por la arena hasta que yo vuelva!
Dicho esto, la raposa ech a correr hacia el castillo donde esperaban el Zar y
la Zarina, y se puso a gritar desde lejos:
- Eh, padrecito! Qu desgracia! Socorro, socorro!
- Qu sucede, raposita? -Pregunt el Zar.
- Que los puentes de vuestros dominios no son bastante fuertes. Vuestro
futuro yerno vena con todas sus riquezas y ese dichoso puente se hundi
bajo el peso y toda la riqueza y toda la gente se ha ido al agua, y mi mismo
amo yace junto al puente ms muerto que vivo!
El Zar promovi un gran alboroto y chill a los criados gritando:
- Daos prisa, daos prisa, no perdis tiempo; tomad de mi guardarropa lo
necesario para Kuzma Skorobogati y preservadlo de todo mal!
Los criados del Zar corrieron cuanto les permitieron las piernas hacia el
puente y vieron a Kuzma todo envuelto en arena. Lo levantaron, lo lavaron
bien, lo vistieron con las ropas reales, le rizaron los cabellos, y lo condujeron
con el mayor respeto a palacio. El Zar, lleno de gozo al ver a su futuro yerno
libre de tan gran peligro, mand tocar todas las campanas y disparar todos
los caones, y quiso que se celebrase la boda enseguida. Coronaron a Kuzma
como esposo de la Zarevna, y vivi en compaa de su suegro, cantando
canciones todo el da. La raposa recibi los ms altos honores de la corte y
cuando la vida cortesana dej de aburrirla, ya no sinti deseos de volver a los
bosques.