Cargamento de Sueños

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CARGAMENTO DE SUEOS
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CAMINO HACIA LA ETERNIDAD: CARGAMENTO DE SUEOS Y ARTE NUEVO

MARIANO DE PACO
Universidad de Murcia

Cargamento de sueos se represent en la segunda temporada de Arte


Nuevo, el 9 de enero de 1948 en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid. El
grupo, denominado en ella Teatro Experimental (antes se llam Compaa
de Teatro Moderno o de Vanguardia), haba tenido que pasar de los locales
comerciales en su da de descanso (Teatros Infanta Beatriz y Lara) a los salo-
nes de actos de los centros de enseanza media. A pesar de los parabienes de
algunos de los crticos ms notables del momento y de la aceptable respuesta
del pblico, las dificultades se haban multiplicado para Arte Nuevo, empeado
en una lucha amarga para renovar el teatro espaol. En su entusiasmo e
ilusin reside la importancia de la empresa emprendida, que, aunque apenas
tuvo una influencia real en los escenarios de la poca, s apunt certeramente
hacia los males que stos padecan.
Alfonso Sastre, Alfonso Paso, Jos Gordn, Medardo Fraile, Carlos Jos
Costas y Francisco Esbr, amigos todos y amantes de la escena, decidieron en
un caf madrileo, en septiembre en 1945, formar un grupo que mostrase su
rechazo de lo que era habitual en los escenarios de entonces, y a ellos se
unieron pronto Jos Mara Palacio, Jos Franco y Jos Mara de Quinto. No se
trataba de hacer un teatro de aficionados al uso, sino que apostaban por lo
difcil y hasta por lo oscuro tratando de prefigurar lo que habra de ser el teatro

1
Son palabras de Alfonso Sastre en el Prlogo escrito para la edicin de Teatro de vanguar-
dia (Hondarribia, Hiru, 1992), que incluye Comedia sonmbula, Uranio 235 y Cargamento
de sueos junto a textos tericos y poemas de aquel tiempo. En las pginas introductorias se
refiere Sastre con cierto detalle a la prehistoria de su vocacin teatral que culmina precisa-
mente con Arte Nuevo.
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del porvenir1. Alfonso Sastre ha mantenido siempre un afectuoso recuerdo


de esta impetuosa y generossima empresa en la que unos voluntariosos
muchachos traan a los escenarios espaoles fuego, pasin, inocencia, auda-
cia, amor al teatro2; eran una nueva gente que iba al asalto de un viejo
edificio, de una vieja cloaca, [...] a incendiar las viejas salas, como afirm en
1947 en su Poema o Manifiesto de un teatro de vanguardia.
El 31 de enero de 1946, en el Teatro Infanta Beatriz de Madrid, tuvo lugar
la primera representacin de Arte Nuevo, con tres textos, entre los que estaba
el reportaje Ha sonado la muerte, de Alfonso Sastre y Medardo Fraile. En
la siguiente (11 de abril de 1946), se present el poema escnico Uranio
235, de Sastre. En la segunda sesin de la temporada 1947-48 figuraban los
dramas en un acto 3 mujeres, de Alfonso Paso; El hermano, de Medardo
Fraile; Sed, de Jos Mara de Quinto; y, como hemos dicho, Cargamento de
sueos, de Sastre. El autor dirigi su obra, como hicieron tambin con las
suyas Paso, Fraile y de Quinto; Sastre dibuj los decorados y Alfonso Paso era
el protagonista masculino (su hermana, Elisa Paso, la femenina). Entre los
propsitos de los miembros del grupo figuraba, en efecto, el de que todos par-
ticipasen, en la medida de lo posible, en los distintos quehaceres de los monta-
jes: escritura, actuacin, escenografa, direccin..., como sucedi dcadas des-
pus con el teatro independiente, aunque la voluntad de creacin colectiva
tena en este ltimo una manifestacin diferente, que ocultaba los nombres de
los participantes en cada tarea.
Las obras escritas por los dramaturgos de Arte Nuevo se cean a los
lmites de un acto porque eso permita que en cada programa interviniesen
varios autores, pero, junto a este motivo funcional, existan tambin razones de
carcter esttico, las de hacer un teatro sinttico, teatro breve que no era
usual en Espaa y se vea como un elemento de modernidad. As lo seala un
periodista norteamericano que inicia la accin en Ha sonado la muerte.
La aventura de Arte Nuevo concluy pronto; los problemas (sobre todo
los econmicos) pudieron con las buenas intenciones y el 22 de marzo de 1948
tuvo lugar su postrera aparicin en escena. Pero el ao siguiente aparece un
interesante volumen que recoge sus textos (Teatro de vanguardia. Quince
obras de Arte Nuevo) y nos permite recordar as una labor que no tuvo res-

2
El teatro de Alfonso Sastre visto por Alfonso Sastre, Primer Acto, 5, noviembre-diciem-
bre 1957, p. 7.
INTRODUCCIN 59

puesta adecuada a su esfuerzo como tampoco ha gozado despus de la sufi-


ciente atencin.
En los escritos de los programas de Arte Nuevo se utiliz como lema un
verso del poeta ingls Robert Browning: Una luz y un eco hacia la eternidad.
La eternidad figuraba tambin en el ttulo de la conferencia de Alfonso Sastre
(El teatro, pre-gusto de eternidad) en el ciclo que el grupo organiz a finales
de 1945 en el Real Conservatorio de Msica y Declamacin de Madrid. Eter-
nidad (Ewigkeit) es la palabra indicada en un poste situado en una encruci-
jada cualquiera del viejo continente europeo que constituye el espacio de Car-
gamento de sueos. Porque la existencia de Man, un personaje con nombre y
valor simblico (como el femenino Frau), camina inexorablemente hacia ese
presente sin antes ni despus. Toda la Humanidad lo hace, arrastrando un
cargamento terrible de sueos.
El estreno anterior de Sastre, el de Uranio 235, fue, segn confiesa el
autor, su primer fracaso o quiz su primer triunfo. Los espectadores rieron en
una situacin trgica, pero esto fue una muestra de la efectividad de la provo-
cacin que se pretenda: Contento de mi experiencia y reafirmado en mis
postulados experimentales, aquel mismo aos escrib Cargamento de sueos,
que empieza con un personaje moribundo que increpa al pblico3. En efecto,
cuando Man, que aparece tendido en el suelo, se levanta, se dirige bruscamen-
te al pblico y le dice: Bueno, vamos a ver. A qu habis venido aqu? (Sar-
cstico.) Me gustara saberlo. (Con voz aburrida.) Resulta curioso pensar
que ni vosotros mismos lo sabis. (Fuma y se vuelve hacia JESCHOUA, que ha
abierto el paraguas y cobija a MAN de una imaginaria lluvia.).
En tan escasas frases advertimos con toda claridad las lneas maestras de
esta breve obra. La interpelacin a esos espectadores que slo l ve es un
recurso de llamada propio de un modo dramtico inhabitual para quienes ocu-
pan la sala. La muestra de las posibilidades narrativas del drama con la que
Cargamento de sueos se estructura (y que Sastre reconoce haber descu-
bierto en Nuestra ciudad, de Wilder) exige sin duda un cambio de perspectiva
en quienes la contemplan, y desde este momento se reclama.
Pero esta manifestacin implica tambin que Man acta a un tiempo en la
escena y en el gran teatro del mundo, en el que se desarrolla su propia

3
Vase Mi primer fracaso (o mi primer triunfo, segn se mire), en la edicin de Teatro de
vanguardia, pp. 17-18.
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existencia. Por eso, queriendo definir su situacin, afirma muy poco des-
pus: Es como si la humanidad entera me contemplara esta noche. Las
imgenes de la dualidad calderoniana vida-teatro (como tambin la de sue-
o-vigilia) se encontraban ya presentes en Uranio 235; El Cnico se refiere
all a las estrellas del Seor como un espectculo genial... Diablas colosa-
les y un teln azul inmenso. Es el anuncio de un espectculo que nunca lle-
gamos a ver4.
Man ha preguntado a los espectadores el motivo de su presencia en el
teatro. Sin embargo sus palabras poseen igualmente una segunda interpreta-
cin ms profunda. A qu habis venido aqu? puede cuestionar el ignoto
sentido del existir, cimiento de la bsqueda del personaje durante el momento
de lucidez (o la pesadilla) que constituye Cargamento de sueos. Al comien-
zo de Uranio 235, el Profesor indica enfticamente que el radium es un
elemento que rompe con todo lo establecido; la guerra y su crueldad ha des-
truido toda la seguridad del ser humano; ste se muestra ahora como alguien
intil y perdido en un mundo incierto: Acaso yo sea un sueo, una pasin sin
objeto, un error del espacio. Las cosas viven ignorndome. No existo para
ellas. Ellas tampoco existen. Nadie las ve. [...] Esto soy yo: algo detrs de una
mscara, algo detrs de una equivocacin biolgica. Aqu estoy vindome. Me
llevo encima como un traje, un viejo, roto y querido traje. se es mi cuerpo....
Esta imagen del cuerpo deshabitado nos remite al poema de Alberti de
ese ttulo en Sobre los ngeles. La desorientacin existencial lleva al hombre
(Man) a distanciarse de la materialidad de su cuerpo, a sentirse como extrao
a s mismo, a verse perdido sin remedio. Ante esa fatal realidad de la que
parece que no es posible escapar, cabe, no obstante, la rebelin de la bs-
queda, quiz contra toda esperanza:

JESCHOUA. Piensas que debe ser tremenda la causa de que existamos,


verdad?
MAN. S, debe existir una razn..., una razn enorme. Porque aqu
ocurren cosas tremendas, cosas...
4
No es ocioso recordar que, casi medio siglo despus, Sastre escribi Teora de las catstrofes
(Hondarribia, Hiru, 1995), con elementos que recuerdan de modo explcito El gran teatro del
mundo, de Caldern. Las ltimas palabras que se escuchan en este texto, repetidas desde los
altavoces, no estn lejanas de ideas de Cargamento de sueos: Cabalgamos sobre los Cuatro
Jinetes del Apocalipsis. El hombre no es una gran hazaa. El hombre es un ser imposible.
INTRODUCCIN 61

En la intervencin de Jeschoua que citamos antes, ste ampara finalmente


a Man bajo su paraguas. Esta proteccin cobra todo su sentido cuando, al
concluir la obra, amanece y se escuchan las palabras evanglicas que l pro-
nuncia antes de partir mientras Man camina hacia la eternidad o hacia la muer-
te: En verdad, en verdad, te digo que esta noche no has estado solo, Manfred.
De inmediato viene a la memoria la promesa que Jess hace desde la cruz al
Buen Ladrn, segn se cuenta en el Evangelio de San Lucas (23, 40): En
verdad te digo que hoy estars conmigo en el paraso. La existencia de Dios
y la figura de Cristo apuntan hacia la ansiada posibilidad de una solucin. No
olvidemos que en Uranio 235 las ltimas frases de El Hombre quieren que
ascendamos por encima de la guerra, de la amenaza nuclear, de la enfermedad
y de la muerte: Hay estrellas. Yo he visto a Dios. No ha muerto. Nos ama
ms que nunca. Es hermoso. Est con los hombres de buena voluntad; por
eso Mara desea creer que su hijo vencer al pecado y a la muerte y ser el
padre de una humanidad nueva. En Cargamento de sueos otra pareja pien-
sa que hay alguien en Europa que espera, aunque no sepan bien qu o en
quin.
Alfonso Sastre dedic Cargamento de sueos, al publicarse por vez pri-
mera, en 1949, A los vagabundos. Porque en un instante cualquiera de esta
noche oirn de los labios metafsicos del Cristo el anuncio de la madrugada.
En la edicin de Obras completas (1967) se suprime la causa (Porque...) y
el autor explica que entonces los componentes del grupo se encontraban acorra-
lados por las deudas y vagaban por escenarios marginales expulsados, des-
preciados, apaleados. En la citada edicin de Teatro de vanguardia desapa-
rece la dedicatoria y se mantiene la denominacin drama para vagabundos.
La difusa religiosidad y la explicacin filosfica se han desvanecido, como se
ha difuminado la esperanza de antao.
Comedia sonmbula, Uranio 235 y Cargamento de sueos, las tres
piezas breves de Sastre escritas en la dcada de los cuarenta que conocemos,
poseen numerosos elementos comunes: la presencia de la muerte, la vigilia y el
sueo como mezcla de realidades, la dificultad y el deseo de encontrar una
razn a la existencia, la construccin dramtica hbil y arriesgada... Algunos
han permanecido y otros se han mudado en la produccin posterior de Alfonso
Sastre, que nos ofreca con ellas los primeros y atrayentes pasos de un drama-
turgo fundamental en la historia de nuestra escena contempornea.
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CARGAMENTO DE SUEOS
(Drama para vagabundos)
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Esta obra se estren, con arreglo al siguiente

REPARTO

FRAU Elisa Paso


LA MADRE Consuelo Marugn
MAN Alfonso Paso
JESCHOUA Ricardo Prez Martn
EL PADRE Pedro Ruiz Gea

No hablan: EL MDIUM, varios ESPIRITISTAS y los dos HOMBRES INDIFERENTES.

Accin: En una encrucijada cualquiera del viejo continente europeo.


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Una encrucijada. Al fondo, la llanura, sembrada de irreales o


sobrerreales esfinges. Un poste indica Ewigkeit. Un farol con pan-
za de violn ilumina, con la luna, este paisaje dormido bajo la desolacin
de un otoo futuro. Un velador de espiritistas. Un enorme tablero de
ajedrez sin piezas sobre una mesita. Sillas alrededor del velador y dos
junto al tablero de ajedrez, frente a frente. Apoyado en el farol, un
atizador de chimenea.
El cuerpo de un hombre, MAN , est tendido en el suelo, inmvil,
cara a las estrellas. Un largo silencio. Llegan los dos hombres indife-
rentes. Van cogidos del brazo. Al pasar ven el cuerpo de MAN y se detie-
nen. Se miran. Uno de ellos se acerca resueltamente al cuerpo. Le sigue
el otro y ambos lo contemplan. El que se acerc primero golpea una
vez, con el pie, la cabeza de M AN y consulta a su compaero con la
mirada. ste sonre enseando unos dientes ntegramente negros, y mue-
ve con el pie el cuerpo, que empieza a removerse. Entonces vuelven a
cogerse del brazo y se marchan en silencio. Pausa. MAN ha ido incor-
porndose y queda sentado. Mira desconsolado al pblico. Queda in-
mvil, llorando. Saca un pauelo y se seca las lgrimas. Despus con
lentitud dirige su mirada hacia los palcos y las localidades altas del
teatro. Queda mirando fijamente. Ha llegado por detrs JESCHOUA con
un paraguas colgado del brazo. Queda quieto, sin hacer ruido. Luego
saca un cigarrillo y lo pone en la boca de MAN, que no se mueve. En-
ciende una cerilla y se la da a MAN. ste la acepta en silencio, sin mirar
a JESCHOUA que an est detrs y enciende el cigarrillo. Fuma y, brus-
camente, dice, dirigindose con toda claridad al pblico:
68 ALFONSO SASTRE

MAN. Bueno, vamos a ver. A qu habis venido aqu? (Sarcstico.) Me


gustara saberlo. (Con voz aburrida.) Resulta curioso pensar que ni
vosotros mismos lo sabis. (Fuma y se vuelve hacia JESCHOUA, que ha
abierto el paraguas y cobija a MAN de una imaginaria lluvia. Lo
contempla y, dulcificando un poco la voz, aade.) Y t, qu queras?
JESCHOUA. (Sin inmutarse.) Hola, amigo. (Con toda naturalidad se sien-
ta junto a l.) Hablabas con alguien?
MAN. S. (Mira hacia el pblico, con inquietud.) Hay muchos que miran.
JESCHOUA. (Pensativo, observndole.) Cmo puedes decir eso? Estamos
solos. Ves? (Seala a todas partes.) Completamente solos.
MAN. (Receloso.) De veras? (Mira de nuevo queriendo convencerse.)
Solos?
JESCHOUA. S, solos t y yo, bajo la noche.
MAN. (Con voz ronca.) Sin embargo...
JESCHOUA. Qu piensas?
MAN. (Queriendo definir su situacin.) ... es como si la humanidad ente-
ra me contemplara esta noche.
JESCHOUA. Bah! Tonteras.
MAN. (Convencido.) No. Yo s que me contemplan. (Un silencio.) Y al-
gunos se ren. Oigo sus risas... Escucha.
JESCHOUA. No oigo nada.
MAN. (Re.) Se figuran que yo soy un bufn. (Escucha.) Oyes?
JESCHOUA. (Le mira preocupado.) No.
MAN. Ests sordo. Se oye ja, ja, ja la risa de la gente.
JESCHOUA. (Le observa y dice, cerrando el paraguas.) Vers, es mucho
ms sencillo. Tienes fiebre.
MAN. Fiebre yo? (Se toca la frente y abre mucho los ojos.) Fiebre!
JESCHOUA. Te convences? (MAN le mira aterrado.) Ests asustado... y
empiezas a preocuparte. (MAN no acierta a responder.) Delirabas. La
fiebre nos hace ver cosas que no existen. Pero no te preocupes. Ahora
estoy yo aqu y no tienes nada que temer.
MAN. Eres acaso mdico?
JESCHOUA. Mdico? Para qu?
MAN. (Trmulo.) Tengo fiebre. T mismo lo has dicho. Estoy enfermo.
Quizs voy a morir.
JESCHOUA. (En tono ligero.) Cmo te llamas?
CARGAMENTO DE SUEOS 69

MAN. Man. Y t?
JESCHOUA. Jeschoua.
MAN. Bueno, y ahora, qu piensas hacer conmigo?
JESCHOUA. No te comprendo.
MAN. (Cada vez ms nervioso.) Estoy enfermo. Apenas puedo andar.
JESCHOUA. Y no te habas dado cuenta hasta ahora?
MAN. (Sombro.) No, pero t me lo has dicho y es verdad.
JESCHOUA. Tienes hambre?
MAN. (Con desprecio.) Bah, no es eso..., te equivocas. He comido.
JESCHOUA. De dnde eres?
MAN. Del norte.
JESCHOUA. Hay buena gente por all..., como en todos los sitios. Pero luego
algunos se extravan.
MAN. (Se siente observado y le mira.) Yo no soy de sos.
JESCHOUA. (Le observa detenidamente.) Entonces?
MAN. Ando mucho. Nunca he hecho otra cosa. Me gusta.
JESCHOUA. Y... esta noche?
MAN. Deja que lo recuerde. Iba andando y de pronto he visto dos caminos.
(Seala.) sos. (Reflexiona.) Entonces me he sorprendido llorando.
Recordaba. Sabes?
JESCHOUA. Y despus?
MAN. He sentido..., no s cmo decirlo. Una sensacin... Y ya no poda dar
un paso. Estoy cansado, es lo nico que se me ha ocurrido pensar..., y me
he tendido aqu... Luego..., intentaba dormir, y alguien..., no s quin...,
me ha despertado. (Se toca la cabeza.) Me duele mucho. (Se mira la
mano, preocupado.) Es sangre!
JESCHOUA. Creyeron que estabas muerto. Yo vi cmo te golpeaban.
MAN. (Asombrado.) A m?
JESCHOUA. (Amargamente.) S; para convencerse... te golpearon. Los hom-
bres no quieren que haya cadveres por los caminos.
MAN. Pero... es terrible. (Con una sonrisa desdeosa.) Como si fuera un
perro. Y qu hicieron despus?
JESCHOUA. Vieron que abras los ojos..., que te removas. Y se marcharon
convencidos de que estabas borracho.
MAN. (Se re.) Borracho! S, eso quisiera yo.
JESCHOUA. Por qu?
70 ALFONSO SASTRE

MAN. A veces... me gusta olvidarlo todo. A ti no?


JESCHOUA. No. Es hermoso recordar.
MAN. Est bien. Bueno, ahora djame dormir. Tengo sueo.
JESCHOUA. Oh, no! Sera horrible. T figrate. No es agradable dormirse
para no despertar ya ms en este mundo.
MAN. (Con miedo.) Qu dices?
JESCHOUA. No me hagas caso.
MAN. (Con terror.) Pero... has dicho algo espantoso.
JESCHOUA. (Como disculpndose.) Perdona... Sin querer he pensado que...,
que...
MAN. Vamos, dilo.
JESCHOUA. Que podas dejar de vivir. Figrate; esto puede sucederle a todo
el mundo. Un hombre puede morir mientras duerme... Muchas veces ha
pasado.
MAN. Ya. Pero si quieres, hablemos de otra cosa.
JESCHOUA. Est bien. Dime cmo eres y qu piensas del mundo. (MAN se
estremece.) Tienes fro?
MAN. Un poco.
JESCHOUA. (Se quita una prenda de su traje.) Toma.
MAN. Gracias.
JESCHOUA. Te encuentras bien?
MAN. S..., parece. Algo..., (Hace un gesto con la mano.) algo nervioso.
Tiemblo un poquito... y me duele la cabeza. Sueo con una ventana azul,
tan azul como si no existiera. Sin embargo, soy un pobre imbcil. Cuan-
do lo pienso me da asco.
JESCHOUA. De ti?
MAN. (Afirma.) Y del mundo.
JESCHOUA. Comprendo. Casi veo tu vida: desilusiones... y fracaso.
MAN. (Sorprendido.) Cmo lo sabes?
JESCHOUA. Conozco mucho al mundo. (Le observa detenidamente.) Llevas
el traje roto. Y sucio.
MAN. Djame.
JESCHOUA. Lo deca porque..., a pesar de todo, no pareces un vagabundo...,
entiendes? Quiero decirte...
MAN. Djame. (Un silencio.) Hay algo que se interpone entre m y la ver-
dad. Una carga querida y absurda. El estpido soporte de los sueos. Y,
CARGAMENTO DE SUEOS 71

por otra parte, acaso yo sea un sueo, una pasin sin objeto, un error del
espacio. Las cosas viven ignorndome. No existo para ellas. Ellas tam-
poco existen. Nadie las ve. Esfinges..., oh, s! Esfinges espantosamen-
te plcidas en su mente. Y esto soy yo: algo detrs de una mscara, algo
detrs de un equivocacin biolgica. Aqu estoy, vindome. Me llevo
encima como un traje, un viejo, roto y querido traje. se es mi cuerpo.
Ya lo ves. Brazos, piernas..., cosas que palpitan, lquidos que circulan...
(Se toca la frente.) Y algo raro, que me estorba, aqu dentro. Cmo
pesa!
JESCHOUA. Qu?
MAN. El cuerpo, Jeschoua, escucha... He sido, en vida... No s si lo entien-
des. En vida...
JESCHOUA. En vida? Calla, no ests muerto.
MAN. Ya. Sin embargo, deja que te hable as. En vida, buscaba entre mil
caminos mi camino, y no lo encontraba. Cazaba sombras en vez de ideas.
Cazaba, como te digo, sueos.
JESCHOUA. Sueos!
MAN. S, y, a veces, pesadillas. (Por su cabeza.) Este cofre de sueos
ilustrados, de tristes margaritas, de cadveres. (Mira al cielo.) Qu
hora tan propicia! La luna, all, y nosotros aqu, bajo un peso de sueos.
Eh? Qu te parece?
JESCHOUA. Maravilloso. (Saca cigarrillos.) Quieres fumar?
MAN. S. (Enciende.) Arrastro, sabes qu? Un cargamento de sueos.
Esto hace la Humanidad. Es como una caravana que desde hace muchos
siglos arrastra un cargamento terrible de sueos. Todo es demasiado
vago, casi irreal... No llegamos nunca. A veces me dan ganas de acabar.
JESCHOUA. Calla! No puedes decir eso. (Otro silencio. MAN se echa en la
tierra aburridamente.)
MAN. Est bien esto de tumbarse cara a las estrellas..., pero tengo fro.
(JESCHOUA le arropa.) As estoy mejor. Il dolce far niente... Un paso
sooliento hacia la eternidad... Otra vez tengo fro. No s qu me pasa.
JESCHOUA. (Espantado.) Man! (ste se vuelve hacia JESCHOUA. Se mi-
ran. Un silencio.) Man, qu tienes? Tiemblas! Dime, qu te pasa?
(Otro silencio. Con la mirada fija en MAN, lentamente.) Man..., fjate
bien. Es necesario que me digas cmo fue tu vida.
MAN. Por qu?
72 ALFONSO SASTRE

JESCHOUA. (Trmulo.) Man..., es necesario.


MAN. No, dime...
JESCHOUA. (Nervioso, intranquilo.) No hay tiempo que perder. Dime, Man,
cmo fue tu vida? (MAN, casi sin fuerza, se levanta y mira fijamente
a JESCHOUA.) No me mires de esa forma... Necesito que me hables de tu
vida, Man. Qu te extraa? (MAN ha quedado de pie, inmvil.) No
debes preguntarme nada... Empieza. Pronto, Man. Es que no me oyes?

(Un silencio. MAN comienza a hablar con voz monto-


na, casi automticamente.)

MAN. S, debo hablar. S que debo hablar. (Cara al pblico.) Recuerdo a


mis padres. Los recuerdo, Jeschoua. Eran buenos y, sin embargo, no
llegaron nunca a comprenderme. (Entran, cada uno por un lateral, EL
PADRE y LA MADRE, y se renen en el centro.)
LA MADRE. (Inmvil cara al pblico.) Me llam Llaura. Nac en Lebendorff.
En el norte conoc a Guillermo Kirschoff, y una maana de julio se cele-
br la boda. Ms tarde vino Man al mundo. Su nombre es Manfred, pero
nosotros le llambamos siempre Man. (Una pausa.) Mi esposo muri
cuando Man tena veinticinco aos, y yo dos aos despus. Siempre hice
mis labores. sta es la vida de Laura Kirschoff.

(MAN y JESCHOUA estn completamente inmviles. EL PA-


DRE comienza a hablar.)

EL PADRE. Me llam Guillermo Kirschoff... No quiero hablaros de mi vida.


Slo os dir que Laura fue muy buena conmigo, y que yo no daba impor-
tancia a esto. (Con emocin.) Luego he comprendido que Laura mere-
ca mucho ms de lo que yo pude darle. (Un silencio.) En realidad creo
que Laura se aburra. Bah! Yo no me fijaba demasiado en ella. (Pensa-
tivo.) A veces pienso que los hombres debamos ser de otra forma... S,
y tambin creo que debamos comprender un poco ms. (Otro silencio.)
La aldea no era alegre y llova durante casi todo el ao. Por eso y por
otras cosas nos aburramos. No es raro: mi vida consisti en sacar
pedazos de carbn a la tierra, y termin una tarde fra de diciembre
cuando se acercaba la noche de Navidad. Desde entonces descanso en
paz, como dicen los hombres.
CARGAMENTO DE SUEOS 73

(Va hacia su esposa y se abrazan llorando. MAN, con-


movido, dice a JESCHOUA en tono falsamente ligero.)

MAN. Ves? Son cosas... conmovedoras. A m, al menos, me conmueve.


(Intenta sonrer.) Bah! (Melanclico, con ganas de llorar viendo
que sus padres han iniciado el mutis.) Cuando vemos que nuestros
padres se marchan para siempre... (Mutis de los padres.)
JESCHOUA. Piensas que debe ser tremenda la causa de que existamos, ver-
dad?
MAN. S, debe existir una razn..., una razn enorme. Porque aqu ocurren
cosas tremendas, cosas...
JESCHOUA. Contina... Ya sabes que no debes perder tiempo.
MAN. (Cierra los ojos.) Mi juventud.
JESCHOUA. La recuerdas?
MAN. Demasiado bien. A los veinte aos hice lo que todos. Intentaba ser
feliz y no lo consegua.
JESCHOUA. Y despus?
MAN. (Amargamente.) Luego... vino algo peor.
JESCHOUA. Qu?
MAN. Algo trgico... Lo que siempre me atormenta. Es mi secreto.
JESCHOUA. Man, tengo que saberlo. Puedes morir ahora.
MAN. Morir? S, es fcil. No lo temo.
JESCHOUA. Man. Tengo que saberlo todo. Todo.
MAN. (Comprende, y aade desalentado.) S..., ya lo comprendo. Es...
como una confesin. T eres el cura, no? El cura que me asiste en los
ltimos momentos.
JESCHOUA. No. Qu dices? No ests tan grave... Puedes vivir an muchos
aos. Tienes mucha fiebre, pero eso nada quiere decir. (Cada vez ms
nervioso.) Anda, anda, contina!
MAN. A los veintiocho aos conoc a Frau. (Calla bruscamente.)
JESCHOUA. Una mujer?
MAN. S.
JESCHOUA. La amaste?
MAN. Con toda mi alma..., y la mat. (Un silencio hondo.)
JESCHOUA. (Apenado.) Man. Es cierto eso?
MAN. (Dice que s con la cabeza.) Pero no te vayas. No me dejes solo
ahora. Me morira de terror.
74 ALFONSO SASTRE

JESCHOUA. Calla, calla. Yo no puedo abandonarte.


MAN. Vers. Una noche la encontr.
JESCHOUA. Dnde?
MAN. En una ciudad.
JESCHOUA. Y cmo la conociste?
MAN. Oh, no puedes figurarte! En circunstancias sorprendentes. Era de
noche. El puente estaba apenas iluminado. Slo unas lmparas pequei-
tas. Yo pasaba y me asom al ro. (Ha entrado FRAU, que se coloca en
el centro mirando fijamente al suelo.) De pronto vi algo. (Mira a
FRAU.) Me acerqu. (Se acerca.) Ella no me oy. Segua mirando fija-
mente al agua. (Un silencio. A FRAU, aparentando tranquilidad.) Yo
que usted lo hara inmediatamente. Es mucho mejor. (Ella no se vuelve.
En tono ligero.) Los preparativos... Vacilaciones, dudas... Todo eso es
tan penoso. La angustia de un ms all que permanece indescifrable;
una cada en el vaco... S, se trata de un salto muy confuso. Tan tene-
broso que a veces detiene al ms cobarde. (Pausa breve.) No se enfa-
de conmigo. Crame que quisiera haberme equivocado. Por otra parte,
soy capaz de comprender perfectamente una tragedia.

(Se miran. Ella, con desprecio, murmura.)

FRAU. Eres capaz, eh? Te crees capaz... de eso? (l la mira sorprendi-


do.) Qu, no te das cuenta? Otros dicen: Cunto? (Con desdn.)
T... eres distinto?
MAN. No pensaba... (Apenado.) Tiene que perdonarme. (Transicin.) Con
qu crueldad me hablas. La vida ha sido cruel contigo, verdad? Pero
cremelo si quieres, no pensaba... Hay tantas tragedias que pueden abru-
mar a una pobre mujer, a una mujercita como t. No podas resistirlo?
Acaso... no podas resistirlo? Tan penoso era? (Ella le mira sin con-
testar.) No quiero saber nada, ni siquiera necesito que hables... Slo
quiero que me escuches; es todo lo que pido de ti. Mira. Acabas de
tirarte al ro. (Ella la mira con espanto.) Cmo te llamas?
FRAU. (Automticamente.) Frau.
MAN. (Sonre tristemente.) Frau..., acabas de tirarte al ro. Ya no hay re-
medio. Sabas que Satans espera, en su oscuridad, a los suicidas?
(Sonre.) Yo te esperaba... Has cado en el crculo de mi infierno. Mi
CARGAMENTO DE SUEOS 75

infierno, Frau! (Se miran fijamente. La coge de un brazo con violen-


cia.) Ya no podrs escaparte nunca! (Silabea.) Eternidad... Sabes
qu es eso? Un presente sin antes ni despus. Lo sabes? Slo un pre-
sente. El infierno, Frau, en l has cado! No, no te asustes... (Un breve
silencio.) Qu ves... dentro de m? Otro ms? Un hombre? Slo...
eso?
FRAU. No s quin eres. De dnde has venido?
MAN. A quin le importa? (Con dulzura.) Y t, vas a venir con exigen-
cias?
FRAU. Sin embargo, es preciso...
MAN. Oh, una suicida no puede protestar. El infierno es... largas tardes de
lluvia; y a veces no saber a dnde ir. Consolarnos de la melancola en un
viejo caf bajo las doradas lmparas de luz de gas que ya nadie encien-
de... Y sentir a Europa dentro como una vieja cancin... Somos antiguos,
Frau... sa es toda nuestra profundidad. Sin embargo, hay alquien en
Europa que espera... Algunos hombres...
FRAU. (speramente.) Qu esperan?
MAN. No sabra decirte. (Mira hacia el ro.) El agua del ro, las viejas
ciudades, las estrellas. S, todo eso es sencillo, se nos presenta clara-
mente. Lo otro es ms difcil... Imaginar un cielo, un Dios... Quin sabe.
Algn da... o nunca. Pero t y yo estamos ahora aqu. Ya es algo. Algo
que sabemos, algo en lo que debemos creer para salvarnos. (Pausa.
Murmura.) Vienes? (Ella se deja conducir.) Maana por la noche
volveremos juntos. Si no hemos logrado el consuelo... (Seala al ro.)
Ah estar la solucin. De cabeza!
FRAU. (Cierra los ojos.) Maana... volveremos?
MAN. (Gravemente.) S, Frau. Concdeme otro da. (FRAU se echa a llo-
rar. Se refugia en MAN , que acaricia sus cabellos.) Frau! Frau!
(Transicin. Susurra.) Qu queras hacer? Cmo has podido pensar
esa locura? (Ella queda inmvil y MAN se separa. A JESCHOUA.) Aque-
lla mujer no se mat. Estaba destinada a ser otro de mis sueos. Lo de
aquella noche no he podido comprenderlo bien. Ni siquiera s por qu lo
hice. Dos das ms tarde, en una cervecera de aquel barrio, quiso contar-
me la historia de su vida. Las de su clase suelen tener una historia bas-
tante mediocre: nada de piruetas romnticas... En aquel momento hubie-
ra sido desagradable orla. Adems, llegu al convencimiento de que
76 ALFONSO SASTRE

slo me importaba ella... en aquel instante. Ya sabes lo que esto signifi-


ca: estaba enamorado. S, no debe sorprenderte. Ella abomin de todo
su pasado y unos meses despus se convirti para m en algo imprescin-
dible. Como ves, casi no me di cuenta de que una mujer haba entrado en
mi vida, y ya no haba remedio. Nos fuimos a Pars. Yo quera que Frau
experimentara la emocin de Europa... Pero all la suerte nos fue poco
propicia. Falt el dinero y sufrimos privaciones. Una noche ella desapa-
reci. (Agitado.) Una voz servicial me di su pista. Frau se haba mar-
chado a Londres. Con el ltimo dinero atraves el canal. En Londrres
me sent abrumado por la ciudad. (Calla bruscamente.)
JESCHOUA. Qu pas luego?
MAN. (Con un estremecimiento.) No s por qu fu a la orilla del Tmesis.
No lo s. All, junto al puente, estaba ella..., como entonces. Haba niebla
y de pronto nos miramos con asombro. Estaba all! Nos habamos sor-
prendido mirando hacia abajo..., hacia el agua, entiendes? Y nos pare-
ci que el tiempo no haba pasado. Sentimos angustia, algo... que nos
oprima, que no nos dejaba respirar. Ella se ech a llorar de pronto. No
supe qu hacer. Nunca como entonces me haba parecido el tiempo una
mentira... Record a Ivan Goll. La verdadera vida corre bajo los puen-
tes. Yo lo record en aquel momento. (Vuelve junto a FRAU. Con voz
insegura.) La verdadera vida corre bajo los puentes. Nosotros, los que
pasamos, lo comprendemos demasiado tarde. Nosotros llevamos nues-
tras penas de una a otra orilla: de la una a la otra. Oh! Padre nuestro:
danos el pan de cada da para no reventar de aburrimiento.
FRAU. (Se vuelve.) Vmonos de aqu!
MAN. (Se separa de ella.) Comprend que tena miedo. Me llev a una
casa de Whitechapel, donde haba alquilado una habitacin. (Trmulo.)
Aquella noche la mat. (Una pausa larga. Con voz casi lgubre.)
Encendimos algo de fuego en la chimenea y a la luz de la lumbre su
rostro me pareci raro como nunca. (A FRAU, roncamente.) Puedes
empezar cuando quieras. Todo tiene una explicacin. Te escucho... (Como
ella no habla, MANFRED contina.) Has de saber que en nada ha dismi-
nuido mi afecto, aquel amor que naci en la cordialidad de todos nues-
tros das... Slo quiero saber qu te ha ocurrido, qu has hecho en ese
tiempo.
FRAU. (Tiembla.) Hay algo que t no sabes, Manfred.
CARGAMENTO DE SUEOS 77

MAN. Muchas cosas. De ti, qu es lo que conozco? Apenas tu nombre.


Nunca quise... Slo me extraa, ahora, que hayas podido llegar hasta
aqu. (La mira fijamente.) Quin te ha dado el dinero para llegar
hasta Londres? Y, adems...
FRAU. Manfred! No he venido sola. Alguien vino conmigo... desde Pars.
MAN. Quin?
FRAU. (Inclina la cabeza sobre el pecho.) Alguien que ahora me ha aban-
donado.
MAN. Frau! Es cierto eso? Has sido capaz...?
FRAU. No s lo que hay en nosotras... Algo repugnante que no acabo de
comprender. De pronto vuelve a surgir aqulla, la que ramos. Todo aquel
encanto perverso... S, llegamos a aorar la porquera en que nos revol-
cbamos. Hay una red inmensa. Nos atrapa... No es posible escapar.
(Le mira, y el rostro de FRAU se emsombrece.) Qu te pasa? Manfred...
Ahora debo irme. (Intenta huir.)
MAN. No. T no te vas. (Con los ojos muy abiertos.) Cuenta. Tienes que
contrmelo todo. Todo.
FRAU. (Espantada.) Qu te pasa, Manfred?
MAN. Cuenta. Quieres? Debe ser divertido. (Entre dientes.) Suciamente
divertido.
FRAU. Manfred, cllate!
MAN. No, cuenta, cuenta! Soy yo quien te lo pide. No lo oyes? Es mi
voluntad.
FRAU. No. Manfred, deja que me vaya.
MAN. (La coge brutalmente por una mueca.) Cuenta, imbcil.
FRAU. Ests loco,
MAN. Cuenta, imbcil. (Un silencio espantoso.)
FRAU. (Aterrada.) Ya sabes... Debes comprenderme... (Horrorizada, con
el rostro oculto entre las manos.) No lo conoca...
MAN. Sigue, imbcil! No lo conocas... Cmo fue? Di, cmo ocurri?
FRAU. (Con espanto.) No..., no lo conoca, Manfred.
MAN. Bonita historia! Es que no sabes decir ms que eso?
FRAU. Calla, Manfred... Me haces mucho dao...
MAN. Pues sigue. O es que no quieres?
FRAU. Te habas ido de casa..., no s adnde. A buscar trabajo en no s que
peridico. Yo me haba quedado sola. No me gustaba estar sola en aque-
78 ALFONSO SASTRE

lla habitacin tan vieja, tan triste. (MAN ha quedado inmvil, fijo en
ella.) Baj al bar de enfrente. Me sent. En el espejo me di cuenta de lo
fea que estaba. (Esquiva la mirada de MANFRED . ste, fro ahora,
imperturbable, sigue mirndola acusadoramente, implacablemen-
te.) Saqu la barra de los labios, el espejito... Qu roto, qu sucio estaba
mi bolso. La falda..., cruc las piernas. Me pareci que no te haba
conocido. Ni pens en ti. Me pint los labios mucho, como antes. Era
otra. Aquella... (Apenas puede continuar.) Los hombres me queran...
Siempre me han querido. Me admiraban. Las piernas, el... S, todo lo
que t no habas visto o no habas querido ver. (Con un sollozo.)
Manfred!, por qu me obligas a toda esta vergenza? Manfred... (El
no contesta. Ella le mira entre lgrimas, y casi sin voz aade.) Se
acerc un hombre, un... s, un hombre. Me dijo que... (Cierra los ojos.)
Una cosa, y... yo no pude..., no poda...

(MAN, en silencio, ha cogido el atizador de la chime-


nea y lo ha levantado sobre su cabeza. FRAU hace un
gesto de espanto y da un grito horrible. Luego se va
en silencio. MAN, desalentado, arroja el hierro y, con
los ojos llenos de lgrimas, dice a JESCHOUA.)

MAN. Se cumpli una vez ms lo que dijo un infeliz..., un pobre infeliz. En


la vida todos matan lo que aman. Por otra parte, yo era el nico dueo
de su vida. La haba salvado una vez.
JESCHOUA. (Con serenidad.) Y luego?
MAN. Fu... una cosa sin rumbo. Mi vida ya no tena solucin. Estaba perdi-
do sin remedio. Volv a Pars. (Se oprime la cabeza con ambas ma-
nos.) Tena aqu, aqu dentro, el ltimo grito de Frau..., y su gesto..., su
ltimo gesto! La polica me persigui..., pero luego se cans de buscar-
me. (Han entrado silenciosamente varios ESPIRITISTAS y la MDIUM. Se
sientan alrededor del velador en la actitud que adoptan los ESPIRI-
TISTAS . La MDIUM , que es una joven delgada y plida, pone ambas
manos sobre el velador y los dems permanecen inmviles. Sigue
mientras tanto la accin.) Supongo que ahora comprenders toda mi
tragedia... y mis temores.
JESCHOUA. (Con dulzura.) Te comprendo, Manfred.
CARGAMENTO DE SUEOS 79

MAN. Desde aquel da he andado mucho... y he visto un camino, y otro, y


otro..., pero nunca s por dnde voy. (Vuelve a tenderse en el suelo.)
JESCHOUA. Continas?
MAN. No.
JESCHOUA. No tienes otra cosa que contarme?
MAN. Nada!
JESCHOUA. Te aburres? (MAN asiente como un autmata.) Pero de aque-
llo... te arrepentiste, verdad?
MAN. De qu?
JESCHOUA. Si Frau resucitara, volveras a matarla?
MAN. No. Creo..., creo que no.
JESCHOUA. La perdonaras?
MAN. Supongo que s. Aunque quizs... (No contina.)
JESCHOUA. (Le toca la frente.) Cunta fiebre tienes, Manfred!
MAN. S..., y apenas puedo respirar. Crees que estoy muy grave?
JESCHOUA. (Con dulzura.) Calla..., debes dormir. Intntalo.
MAN. (Tendido con los ojos cerrados.) Jeschoua..., siempre he estado
solo.
JESCHOUA. Calla..., duerme.
MAN. Jeschoua..., nunca he comprendido las cosas.
JESCHOUA. Cllate..., descansa. Es necesario que descanses.
MAN. (Inmvil.) Jeschoua, estoy solo?
JESCHOUA. (Se levanta. Un silencio. Las palabras de JESCHOUA suenan
ahora hondas, trascendentales, en un silencio absoluto.) En ver-
dad, en verdad, te digo que esta noche no has estado solo, Manfred.
Mira. Ya empieza a amanecer.

(En efecto, se ven las primeras luces del da. JESCHOUA


mira por ltima vez a MANFRED y se va en silencio.
entran los dos HOMBRES INDIFERENTES, que al pasar ven
el cuerpo de MAN. Se acercan y lo remueven con los
pies. Hacen un gesto de disgusto, se miran preocupa-
dos y luego se van rpidamente. MAN, con un esfuer-
zo penoso, se incorpora. Se toca las sienes. Quiere
recordar. Mira al cielo.)
80 ALFONSO SASTRE

MAN. En verdad, en verdad te digo... (Con sorpresa.) En verdad, en


verdad te digo! Quin ha habla as? (Grita.) l! Jeschoua! (Lo bus-
ca con la mirada.) En verdad, en verdad te digo! No es posible!
(Grita.) Jeschoua! Jeschoua! Dnde ests? Por qu te has ido?
Ven! (Como alucinado.) Dios santo! Mis ojos se quedaron all... en
mi armario de luna. Se quedaron dentro como araas. Me he venido sin
ellos. (Avanza con los ojos cerrados.) Sbanas para mi muerte..., para
empaparlas con el sudor de mi calentura. El termmetro estalla! (Se
lleva la mano al corazn.) Imbcil! Cllate ya. Madre..., madre...
(Entra LA MADRE, sonriente, y se acerca a l.) Te la has llevado...,
madre!
LA MADRE. Qu, hijito? Qu me he llevado yo?
MAN. Mi alcoba... La lamparilla roja en el aceite... El Cristo sangrando
sobre mi cabeza. Lo necesito todo... para morir! (Mira hacia arriba y
se tapa los ojos.) Lo ves? Es sangre... El Cristo de mi cabecera est
sangrando...

(Tiende las manos al paraguas que dej JESCHOUA. No


consigue moverse. Entra EL PADRE y coge el paraguas.)

EL PADRE. (A LA MADRE.) Est lloviendo, Laura.


LA MADRE. S, Guillermo.

(EL PADRE abre el paraguas y ambos se van en silencio.)

MAN. (Los ve marcharse.) No... Quiero ver, quiero todava... Jeschoua!


Vuelve! Estoy solo! Jeschoua! Jeschoua! (Intenta buscarlo con la
mirada, pero apenas ve ya y se frota los ojos. Con paso vacilante,
va hacia el tablero de ajedrez y se sienta. Entonces mira frente a s,
con espanto.) Eh? Quin eres t? (Intenta sonrer.) S, ya compren-
do. Quieres jugar, eh? T las negras? Bueno! (Bruscamente juega una
invisible pieza.) Toma! Qu me dices a eso? (Abre los ojos sorpren-
dido.) Eh? Veo que sabes lo que es jugar..., pero mira. (Juega otra
pieza. Sonre.) Qu te parece? (Calla espantado.) No, no es posible.
Qu haces? (Nervioso, mueve sus piezas.) No, nunca me has ganado
y ahora tampoco me ganars. Mira. (Mueve.) Eh? (Con terror.) Me
CARGAMENTO DE SUEOS 81

he equivocado! Qu dices? No! (Juega.) Ves? (Hace un gesto con


terror.) No, no es posible! No es posible! (Solloza.) He jugado mal, he
jugado mal... (Juega an.) sta! (Se seca el sudor de la frente e
intenta tragar saliva.) Estoy perdido! (Juega an, pero ya dbil-
mente.) Completamente perdido! Te res? (Un silencio. MAN se es-
tremece y murmura con voz lgubre.) Est bien. Has ganado.

(Se levanta. Anda lentamente, pero con paso seguro.


Se despoja de su chaqueta y la tira al suelo *. Se acer-
ca a la mesa de los ESPIRITISTAS y da tres golpes con los
nudillos en el velador. Los ESPIRITISTAS se miran asom-
brados. Entonces MAN hace mutis, silbando y con las
maNos en los bolsillos del pantaln, por el sitio que
utiliz JESCHOUA para salir. Entran los dos HOMBRES IN-
DIFERENTES. Llevan uno un pico y el otro una pala. El
HOMBRE 1 seala al otro la chaqueta y ambos cambian
una sea indefinible. Luego, entre los dos, cogen la cha-
queta y hacen mutis por el sitio contrario. Los ESPIRI-
TISTAS han quedado inmviles en postura de asombro.)

(Teln.)

*
Nota para la edicin de 1992. El actor Alfonso Paso tuvo la buena idea, en esta ltima
escena, de no tirar su chaqueta al suelo, sino de colocarla, con amoroso cuidado, en el respaldo
de una silla y de acariciar sus hombros antes de iniciar el mutis. Tambin recuerdo con agrado
que la meloda que silb fue la del tango Celos. (A. S.)
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