Estudios Medievales Hispánicos
Estudios Medievales Hispánicos
Estudios Medievales Hispánicos
ESTUDIOS
MEDIEVALES
HISPNICOS
1
DIRECTOR
CONSEJO DE REDACCIN
CONSEJO EDITORIAL
Ao 1, nmero 1
2012
Madrid, Espaa
ndice
Resumen: La Edad Media es una poca cuya mencin suele traer aparejadas conno-
taciones despectivas. Aunque resulte sorprendente, hoy da este prejuicio
historiogrfico se encuentra lejos de desaparecer, y ello nos ha llevado a preguntar-
nos cmo y por qu naci este concepto de Edad Media. El hecho de que sus
creadores fueran los artistas y literatos del renacimiento italiano exige que dicha
investigacin sea realizada con una metodologa de carcter netamente interdisci-
plinar, ya que sta se adecua mejor a la diversidad de campos culturales y
artsticos cultivados por los autores estudiados. El anlisis de la labor de Petrarca
en la creacin de la idea y el concepto de Edad Media servir como ejemplo de
esta propuesta de investigacin.
*
Entregado: 30/11/2011. Aceptacin definitiva: 21/02/2012
1. INTRODUCCIN
1.1. Justificacin del tema
La Edad Media es sin duda el perodo histrico que ms prejuicios,
simplificaciones y generalizaciones ha merecido. Cuando se hace referencia
a esta poca, a menudo mediante el tan manido adjetivo medieval, carente
de significacin alguna el hombre medieval del siglo VI es el mismo que
el hombre medieval del siglo XIII? 1 Se puede englobar con el mismo
trmino al medieval Carlomagno y al medieval santo Toms?, se hace
siempre con una connotacin claramente despectiva: lo medieval es sinni-
mo de incultura, irreflexin, violencia y atraso en todos los mbitos.
Desde el final de los llamados siglos medievales, la nica poca en la
que dicha visin negativa dej de estar en boga se corresponde con la mitad
del siglo XIX, gracias al redescubrimiento de lo medieval por medio del Ro-
manticismo. Las novelas de Sir Walter Scott y los cuadros de Caspar David
Friedrich entre otros presentan un melifluo Medievo caracterizado, en pala-
bras de Giuseppe Sergi, por torneos, la vida de corte, elfos y hadas,
caballeros fieles y prncipes magnnimos 2.
Esta ingenua y benigna imagen de la Edad Media, sin embargo, no
prosper debido a que coincidi en el tiempo con un recrudecimiento de la
visin despectiva tan generalizadora y exagerada como la concepcin ante-
rior, por medio de autores tan renombrados como Jules Michelet y Jakob
Burckhardt, grandes propagandistas del renacimiento italiano 3. Estos estu-
diosos, en su empeo por ensalzar los logros de los artistas del Quattrocento
y el Cinquecento, decidieron cargar las tintas contra el perodo inmediata-
mente anterior, esto es, la Edad Media, para as valorar ms
entusisticamente si cabe las creaciones de unos hombres que, desde esa
ptica, habran logrado un renacer de la cultura partiendo de una situacin
de absoluta aridez en las artes y las letras.
tivo italiano, porque, tal y como se ha puesto de manifiesto desde hace dcadas, el italiano
no fue el nico acontecimiento cultural de estas caractersticas: la existencia de los llama-
dos renacimientos carolingio, otoniano y del siglo XII hace, pues, aconsejable abandonar la
tradicional expresin Renacimiento y optar por una ms exenta de connotaciones ideol-
gicas como la de renacimiento italiano.
herentes al campo estudiado, as como el gran inters que suscita, nos permiten afirmar
que el estudio de esta cuestin se prolongar en el tiempo ms all de la realizacin de di-
cho trabajo doctoral.
1.2. Metodologa
1.2.1. El punto de partida: los estudios existentes
Como en toda investigacin acadmica que se precie, el comienzo lgi-
co y obligado pasa por partir de los trabajos que se hayan realizado hasta
ese momento en el campo de estudio en cuestin. Centrndonos en el tema
que nos atae, el de la creacin del trmino y del concepto de la Edad Media,
hay que sealar que, por extrao que parezca, se trata de un asunto que ha
merecido un muy reducido inters por parte de los estudiosos.
De este modo, nos encontramos con que los trabajos que han abordado
este tema son muy escasos y datan en su mayor parte de mediados del siglo
XX lo cual, por otro lado, no les resta un pice de validez, ya que se trata de
estudios muy interesantes e imprescindibles para adentrarse en esta cues-
tin. En ese sentido, son prototpicos los trabajos de Gordon, Mommsen y
Ferguson, aunque dichos autores tienden a ceirse a realizar una presenta-
cin de la temtica abordada, ms que una investigacin profunda y
prolongada en el tiempo de la misma 7.
Por si ello fuera poco, el investigador castellanoparlante que quiera
adentrarse en este campo de estudio se encuentra con una dificultad aadi-
da: apenas si existen trabajos realizados en lengua castellana sobre la
creacin de la nocin de Edad Media. Y, aparte de las ocasionales traduccio-
nes de obras forneas, en el panorama hispnico, los escasos estudios que
hay no son exhaustivos, sino que se limitan a resumir la cuestin, recogien-
do las investigaciones de otros autores extranjeros 8. Se trata, por tanto, de
7 Las tres monografas ms exhaustivas son la de Marcel Beck (BECK, M., Finsteres oder
romantisches Mittelalter, Artemis, Zrich, 1950), Lucien Varga (VARGA, L., Das Schlagwort
vom finsteren Mittelalter, Scientia, Baden, 1978) y la ms reciente de Jacques Heers
(HEERS, J., La invencin de la Edad Media, Critica, Madrid, 2000). Con respecto a los art-
culos, destacan los ya tradicionales de Lehmann (LEHMANN, P., Vom Mittelalter und von
der lateinischen Literatur des Mittelalters, Quellen und Untersuchungen zur lateinischen
Philologie des Mittelalters, 1914, vol. 5, pp. 1-25), Gordon (GORDON, G., Medium aevum
and the Middle Ages, S. P. E, Tract. N XIX, Oxford, Oxford University Press, 1925) y
Mommsen (MOMMSEN, T. E., Petrarchs conception of the dark ages, Speculum, vol. XVII,
1942, pp. 426-42). Tambin son importantes los estudios de Huizinga (HUIZINGA, J., Das
Problem der Renaissance, Verlag Klaus Wagenbach, Berlin, 1991, 1 ed. de 1930) y Fergu-
son (FERGUSON, W. K., The Renaissance in historical thought, Toronto University Press,
Toronto,1948).
8 El libro colectivo coordinado por Benito Ruano (BENITO RUANO, E. (coord.), Tpicos y reali-
dades de la Edad Media, 3 vols., Real Academia de la Historia, Madrid, 2007) contiene dos
acercamientos a esta cuestin, llevados a cabo por Ladero Quesada (LADERO QUESADA, M.
., Tinieblas y realidades de la Edad Media, vol. I, pp. 49-90) y por Valden (VALDEN
BARUQUE, J., El concepto de Edad Media: del infierno a la gloria, vol. III, pp. 211-231).
Igualmente recomendables son los apuntes llevados a cabo por el profesor Rodrguez de la
Pea (RODRGUEZ DE LA PEA, M. A., Media tempestas? Las races cristianas de Europa y
11El conocido como petrarquismo la imitacin de los metros, el estilo y los temas de Pe-
trarca por parte de los poetas espaoles del siglo XVI es un claro ejemplo de ello.
12 Lc I, 78-79.
13 Ef 5, 7-8.
14Dichas edades son las siguientes: de la Creacin al Diluvio Universal; del Diluvio a Abra-
ham; de Abraham a David; de David al cautiverio de Babilonia; del cautiverio al nacimiento
de Cristo; y del nacimiento de Cristo al fin de los tiempos. San Agustn las cita en numero-
sos pasajes, como en De catechizandis rudibus (XII, 39), De diversis questionibus (LVIII) y
De civitate dei (XXII, 30). No obstante, no se trat del nico sistema de periodizacin, pues
hubo otros como el de las tres eras (ante legem, sub lege y sub gratia, cuya tercera y ltima
edad coincida con la sexta del esquema anterior) y las diversas manifestaciones del sistema
de las tres edades (del Padre, del Hijo y del Espritu Santo). Acerca del apasionante tema de
la divisin de la historia en edades durante el Medievo sobre el que hemos realizado un
estudio, Aetates mundi sunt...: Una aproximacin a la periodizacin de la historia en la
Edad Media (ss. IV-XIII), actualmente en prensa, son especialmente recomendables las
obras de Heussi (HEUSSI, K., Altertum, Mittelalter und Neuzeit. Ein Beitrag zum Problem
Esta idea de que la edad que estaban viviendo no era ms que un me-
ro paso intermedio previo a la verdadera vida celestial fue expresada por los
autores medievales en numerosos textos, e impregn la mentalidad teolgica
e historiogrfica de todo un milenio. Un ejemplo de ello son los trminos
medium annorum y medio tempore, hallados en versiones de la Vulgata
del siglo XIII 16.
der historischen Periodisierung, Mohr, Tbingen, 1921) y Bodmann (BODMANN, G., Jahres-
zahlen und Weltalter. Zur Grundlegung von Zeit-und Raumvorstellungen in der
mittelalterlichen Chronistik, Campus, Frankfurt am Main New York, 1992). Para conocer
ms a fondo la doctrina de las seis edades dentro del pensamiento de san Agustn contamos
con dos estudios interesantes: el de Ferrater Mora (FERRATER MORA, J., San Agustn o la
visin Cristiana, en Cuatro visiones de la historia universal, Alianza, Madrid, 2006 (1 ed.,
1982), pp. 35-61) y el de Markus (MARKUS, R. A., Saeculum: history and society in the theo-
logy of Augustine, Cambridge University Press, Cambridge, 1970).
15 SAN AGUSTN, De civitate dei, XI, 1. Cf. GORDON, G., Medium aevum, p. 6.
16 Ibd., p. 7.
17 Un ejemplo interesante de cmo los humanistas italianos recogieron estas nociones histo-
19 Edicin utilizada: PETRARCA, F., Dichtungen. Briefe. Schriften, Frankfurt am Main, Insel
Verlag, 1980, p. 30.
20 MANN, N., Introduccin en PETRARCA, F., Cancionero, vol. II, Ctedra, Madrid, 1989, p.
913.
21 PETRARCA, F., Canzionere, rima XCIV. Ed. utilizada: Cancionero, Madrid, Novelas y
p. 42.
25 Credi enim michi, Cicero, si quo in statu res nostre sint audieris, excident tibi lacrime,
quamlibet vel celi vel erebi partem tenes. PETRARCA, F., Epistolae Familiares XXIV, 4 (ed.
cit., p. 68).
las Musas al lugar que les corresponda, y del que supuestamente llevaban
siglos apartadas.
2.3. La fractura de la historia
Como vemos, por tanto, desde el punto de vista cultural Petrarca to-
dava se senta partcipe de esa en su opinin nefasta poca, que habra
comenzado con la decadencia de Roma, que l materializ y situ concreta-
mente en el momento de la conversin de Constantino al cristianismo, es
decir, en la primera mitad del siglo IV 26. Desde dicha fecha, slo habra
transcurrido una poca en la historia de la humanidad, una edad, la edad
cultural que se habra prolongado durante prcticamente mil aos, alcan-
zando y marcando igualmente la era del propio Petrarca.
De este modo, el poeta arentino expres en sus escritos dicha bipola-
ridad histrica entre una edad pretrita llena de luces y otra
inmediatamente posterior, que llegara hasta el presente y que estara ca-
racterizada por la oscuridad. Es el caso de una de las cartas que componen
su epistolario De rerum senilium libri, dirigida a su amigo el fraile dominico
Giovanni Colonna, con quien en el pasado sola pasear por la ciudad eterna
departiendo sobre la historia y sus acontecimientos:
Nuestra conversacin a menudo volva a la historia, que habamos dividido
aparentemente de tal manera que parecamos expertos: t en la historia an-
tigua [antiquis] y yo en la historia moderna [novis]; y antiguos eran
denominados aquellos sucesos que haban tenido lugar antes de que el nom-
bre de Cristo fuera celebrado en Roma y adorado por los emperadores
romanos; modernos, en cambio, los sucesos desde ese tiempo al presente 27.
Sin embargo, Petrarca no se ci a hacer referencia a las dos etapas
culturales que para l daban forma de manera natural y automtica a dos
edades histricas acontecidas en el pasado y en el presente, sino que su
reflexin alcanz tambin al futuro. La desgraciada situacin en la que en
su opinin se encontraban el arte y la literatura de su tiempo le llev a de-
sear fervientemente la aparicin de una nueva edad en la que dichas
disciplinas culturales habran de alcanzar de nuevo cotas memorables. As
lo expres en sus Epystolae metricae: Hubo una edad ms afortunada y
26 Este tipo de opiniones, contradictorias en alguien que ostentaba las rdenes menores, son
las que han llevado a algunos autores como Neumann a defender que Petrarca, al igual que
otros muchos literatos y artistas de la poca, decidi recibir dichas rdenes no tanto por un
deseo ferviente de dedicarse a la labor pastoral como s con el objetivo de poder disponer de
ms tiempo y mayor libertad para cultivar la poesa (Neumann, F., Nachwort en PETRAR-
CA, F., Epistolae familiares XXIV, ed. cit., p. 305.
27 PETRARCA, F., Epistolae familiares, VI, 2 (ed. utilizada: PETRARCA, F., Letters on familiar
28 Vivo, sed indignans quod nos in tristia fatum / secula dilatos peioribus intulit annis. /
Aut prius aut multo decuit post tempore nasci; / nam fuit, et fortassis erit, felicius evum. /
In medium sordes, in nostrum turpia tempus / confluxisse vides, gravium sentina malorum
/ nos habet. PETRARCA, F., Ad Franciscum priorem sanctorum apostolorum de Florentia,
en Epistolae metricae, III, 33. (ed. cit.: compilacin de las obras latinas de Petrarca, dispo-
nible en http://petrarca.scarian.net/index.html [consultado el 20/02/2012]). Traduccin
basada en MOMMSEN, T. E., Petrarchs conception, p. 240.
29 Michi degere uitam / impositum uaria rerum turbante procella./ At tibi fortassis, si
quod mens sperat et optat / es post me uictura diu, meliora supersunt / secula: non
omnes ueniet Letheus in annos / iste sopor! Poterunt discussis forte tenebris / ad purum
priscumque iubar remeare nepotes. PETRARCA, F., Africa, XI, 451-457 (ed. bilinge latn-
alemn de B. Huss y G. Regn, Dieterisch'sche Verlagsbuchhandlung, Maguncia, 2007, pp.
674-676).
Abstract: The prosopography is a tool of historical research that has always been
applied in a very schematic way, here we try to redefine it by offering a biograph-
ical perspective and using it to study the bishops during the reign of Alfonso VI,
with the figure of Arias Cromaz as a practical example.
estudiar la historia poltica de los hombres y los acontecimientos con la historia social an-
nima de los procesos de larga duracin por medio del estudio de los individuos, que son el
sostn de ambos, en WERNER, K. F., L'apport de la prosopographie l'histoire sociale des
lites, Family trees and the roots of politics (the prosopography of Britain and France from
the tenth to the twelfth century), ed. K. S. B. Keats-Rohan, Woodbridge, 1997, pp.1-21.
4 GARCA MORENO, L. A., Prosopografa del reino visigodo de Toledo, Universidad de Sala-
manca, 1974.
5 OLIVEIRA, L. F., A coroa, os Mestres e os Comendadores. As ordens Militares de Avis e de
6 Prosopographie et Gense de l`tat Moderne, ed. AUTRAND, F., cole Normale Superieur
de jeunes filles, Pars, 1986.
7 NARBONA VIZCANO, R., El mtodo prosopogrfico y el estudio de las elites, El estado en
Elaboracin de hiptesis.
Esas cuestiones y preguntas que puedan ir surgiendo durante el pro-
ceso de recogida y articulacin de informacin, deben ser reflexionadas y
contrastadas con todos los datos contextuales manejables de las fichas ela-
boradas. Una vez obtenidos todos los datos que se puedan aportar en
relacin a las cuestiones planteadas, ya queda abierta la posibilidad de la
formulacin de hiptesis que permitan enriquecer el propio proceso de inves-
tigacin, sin olvidar, naturalmente, la recogida de todas aquellas otras que
desde otros trabajos hubiesen sido formuladas.
zar a verse empaada, primero con la terrible derrota del ao 1086 en Za-
laca o Sagrajas contra los almorvides, y ya posteriormente con las derrotas
en Consuegra en el ao 1097, y en la batalla de Ucls en el ao 1108 donde
morir el heredero del reino, Sancho 12.
12Un buen estudio sobre el reinado de Alfonso VI es el realizado por REILLY, B., El reino de
Len y Castilla bajo el rey Alfonso VI (1065-1109), Instituto Provincial de Investigaciones y
Estudios Toledanos, Toledo, 1989. Tambin ofrece una informacin muy reseable Andrs
Gambra en su estudio sobre la coleccin diplomtica del monarca, GAMBRA, A., Alfonso VI:
Cancillera, Curia e Imperio, I, Estudio, Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro,
Madrid, 1997.
13 REGLERO DE LA FUENTE, C., Los obispos y sus sedes en los reinos hispnicos peninsula-
dentro de la dicesis que se encuentra bajo su cargo 14. Adems de estas fun-
ciones, solan disponer de un papel destacado dentro de la corte real como
derivacin lgica de su procedencia, posicin y poder, y disponan de amplios
dominios y derechos jurisdiccionales, otorgndoseles mltiples privilegios.
Sern realmente considerados como grandes seores, ya que logran en mu-
chos casos el control directo sobre las ciudades en las que se encontraban las
sedes catedralicias, as ocurrir con Lugo, Tuy, Palencia o Santiago de Com-
postela 15.
14 Estas funciones las define COWDREY, H.J., The structure of the Church 1024-1073, The
New Cambridge Medieval History, IV-I, c. 1024-c. 1198, Luscombe y J. Riley-Smith (eds.),
Cambridge, Cambridge University Press, 2004, p.246.
15 ROBINSON, I. S., The institutions of the Church, 1073-1216 The New Cambridge Medie-
val History, IV-I, c. 1024-c. 1198, LUSCOMBE y J. RILEY-SMITH (eds.), Cambridge University
Press, 2004, pp.453-458.
16 AYALA MARTNEZ, C., Sacerdocio y reino en la Espaa altomedieval. Iglesia y poder pol-
tico en el occidente peninsular, siglos VII-XII, editorial Slex, Madrid, 2008, pp.306-317.
Todo esto conllevar una fuerte discordia entre papa y rey, en un con-
texto en el que el pontfice buscaba aumentar su influencia por medio de los
legados pontificios y de los concilios legatinos, y tambin entre obispos y
monarca, que favorecer el descontento de cierta parte de la nobleza y de la
poblacin de las regiones en las que aquellos mostraron su desacuerdo con
los cambios que estaba conllevando la reforma.
Para esta investigacin se debe crear un modelo de ficha con una es-
tructura fija y muy determinada, pero de uso relativamente flexible, que
conformar la herramienta bsica y principal para realizar la prosopografa
episcopal de la que nos ocuparemos. En ellas se ir recogiendo la informa-
cin obtenida sobre los diferentes obispos, personajes de muy distinta
procedencia y con una relevancia muy variable y con trayectorias circuns-
tanciales muy diversas. Se hace absolutamente necesario disponer de este
instrumento que facilite el anlisis ordenado de los datos.
17 DAZ Y DAZ, M., La dicesis de Iria-Compostela hasta 1100, Historia de las Dicesis
narca, curia real y familia real, pasando por las aristocracias nobiliarias, y
llegando hasta las que podramos considerar de carcter ms local, como la
relacin con la ciudad en la que se encuentra la sede episcopal.
El sustento de todo ello, como ya indiqu anteriormente, es toda la bi-
bliografa y toda la documentacin recogida en torno al personaje, siendo el
punto que requiere de un trabajo ms exhaustivo y analtico. Para ello es
necesario repasar todas las colecciones diplomticas y cartularios que pue-
dan ayudarnos a seguir los pasos de los pontfices, entre estos cabra
destacar los documentos conservados en monasterios 18, y en las propias ca-
tedrales 19. Igualmente no hay que olvidar la documentacin derivada de las
cancilleras reales, tanto del monarca que nos ocupa como de los de reinos
cercanos 20, junto con las bulas papales en las que tambin pueda incluirse
informacin relevante para nuestro estudio 21.
A continuacin se incluye la ficha completa de Arias de Oviedo para
servir como muestra de la aplicacin de la metodologa anteriormente defi-
nida, utilizando para ello un pontfice que, como veremos seguidamente,
responde a un perfil poltico y religioso muy interesante.
en RUIZ ASENCIO, J., Coleccin diplomtica del archivo catedral de Len, (775-1230), Centro
de estudios e investigacin San Isidoro, Len, 1990; o la del Tumbo de la catedral de San-
tiago de Compostela, en LUCAS LVAREZ, M., La documentacin del tumbo A de la catedral
de Santiago de Compostela, estudio y edicin, Centro de Estudios e Investigacin San Isido-
ro, Len, 1997. Tambin podemos encontrarnos casos como el de Lugo, en el que la
documentacin de su catedral se no est publicada y en su mayora se encuentra en el Ar-
chivo Histrico Nacional de Madrid, all gran parte se puede revisar fcilmente debido a
que fue digitalizada, concretamente el Tumbo viejo de la catedral de Lugo, a travs de la
plataforma PARES.
20 La coleccin diplomtica de Alfonso VI est publicada por en GAMBRA, A., Alfonso VI:
D., Documentacin pontificia hasta Inocencio III, Instituto espaol de estudios eclesisticos,
Roma, 1955.
22Sobre el origen como abad de Corias del obispo Arias, GARCA GARCA, M. E., San Juan
Bautista de Corias, Historia de un seoro monstico asturiano, Universidad de Oviedo,
1980, pp.77-78 y pp.90-92.
23 GARCA GARCA, M. E., San Juan Bautista de Corias, p.79.
24 Respecto al episcopado de Froiln en FLREZ, E., RISCO, M. y otros (ed.),en Espaa Sagra-
da, Madrid, 1747-1879, vol.38, pp.71-81; y breves apuntes en AYALA MARTNEZ, C.,
Sacerdocio y reino, p.256; FERNNDEZ CONDE, F.J., El libro de los testamentos de la catedral
de Oviedo. Estudio Crtico, Instituto Espaol de Estudios Eclesisticos, Roma, 1971, p.229.
25 Ramn Menndez Pidal afirm que la intervencin en el reino gallego debi producirse de
forma conjunta por los dos hermanos, MENNDEZ PIDAL, R., La Espaa del Cid, Madrid,
1959, vol.1, pp.168-171. La teora basada en que sera Sancho el nico invasor la sigue Er-
melindo Portela aunque, como l mismo seala, tuvo que asegurarse la colaboracin o la
neutralidad de Alfonso para poder cruzar su reino, en PORTELA SILVA, E., Garca II de Gali-
cia. El rey y el reino (1065-1090), La Olmeda, Burgos, 2001, pp.121-126.En cambio Bernard
Reilly sugiere una primera intervencin de Alfonso que provocara los recelos de su herma-
no Sancho II, producindose un enfrentamiento que termin con el monarca leons
derrotado, en REILLY, B., El reino de Len, pp.45-49.
26 Vase apndice, doc.2.
27 Vase apndice, noticia cronstica n1.
28 Los diferentes cargos dentro del cabildo y su evolucin en la documentacin desde el siglo
29 El obispo Pelayo dirigi los designios de la sede ovetense durante gran parte de la prime-
ra mitad del siglo XII. Elabor el Liber Testamentorum, donde recopil gran cantidad de
diplomas relacionados con su dicesis, introduciendo mltiples interpolaciones y falsifica-
ciones en favor de los derechos de la iglesia de Oviedo. Una buena edicin crtica es la ya
citada anteriormente, FERNNDEZ CONDE, F.J., El libro de los testamentos de la catedral de
Oviedo. Estudio Crtico, 1971.
30 Vase apndice, doc.3.
31 Vase apndice, doc.10, doc.11, doc.12, doc.13 y doc.14.
32 Vase apndice, doc.4.
33 Vase apndice, doc.20 y doc.22.
34 Vase apndice, doc.23, doc.25, doc.28, doc.29, doc.30 y doc.31.
nos encontramos es el pleito que se llev a cabo en agosto de 1083 entre Ro-
drigo Daz, el Cid, y el obispo Arias por la posesin de este mismo
monasterio de San Salvador de Taule, que terminar con la decisin del
monarca de dar la propiedad a Arias. El problema reside en que este diplo-
ma es considerado como una falsificacin pelagiana 40.
Por ltimo, tenemos un pleito entre el conde Pedro Pelez y el obispo
Arias con motivo de la propiedad sobre varios siervos de Santa Mara de
Cartavio y de los lugares de Suarn y Alba. El monarca dirimir nuevamen-
te en favor del obispo ovetense, sin embargo Andrs Gambra pone en seria
duda la presencia de Alfonso VI durante el desarrollo del pleito, en lo que
parece otro ejemplo ms de documentacin sospechosa ovetense 41.
Creo que, a pesar de falsificaciones y elementos sospechosos, la docu-
mentacin no deja lugar a dudas sobre la incesante actividad y efectividad
del obispo Arias en su labor en el territorio diocesano.
2.3. El obispo y sus monjes: las relaciones con la iglesia regular.
La poltica seguida por el obispo Arias en el mbito territorial de su
dicesis, tendr cierta continuidad en su trato con la iglesia regular, relacio-
nes que debieron verse favorecidas por el importante bagaje que el pontfice
ovetense tena en este mbito gracias a su procedencia monacal.
Ya hemos visto en la poltica territorial diocesana las innumerables
donaciones relacionadas con monasterios que recibi el obispo ovetense. En-
tre estos cenobios encontramos los de San Salvador de Taule, el de Santa
Eulalia situado junto al ro Lena, el de San Antonino en el valle de Orna,
San Andrs de Espinareda, Santa Mara de Celn y San Tirso de Lamas,
San Salvador de Bergundio, San Pedro de Sevares y varios situados en el
territorio de Tineo. Todos procedentes de donaciones privadas que sirven de
prueba lo que seala Fernndez Conde cuando afirma que los cenobios re-
gionales ovetenses eran en muchas ocasiones pequeas iglesias y
explotaciones agrcolas donde vivan familias enteras con servidumbre y ba-
jo una determinada regla, es decir, monasterios familiares creados por
magnates regionales o familias medianamente poderosas 42. De ellos se pre-
ocupara el obispo Arias al buscar su dependencia, tal y como hizo su
predecesor Froiln, sometindolos a su potestad jurisdiccional y seorial.
No solo fue receptor de donaciones, tambin le vemos suscribir docu-
mentos relacionados con uno de los monasterios ms importantes de su
48 El diploma que sirve para justificar la celebracin de este concilio en, apndice doc.19.
49 As lo afirma REILLY, B., El reino de Len, p.262, aludiendo a que la confusin se produ-
cira debido a las manipulaciones que el diploma ha ido sufriendo con el tiempo.
50 Sobre el concilio de Burgos, AYALA MARTNEZ, C., Sacerdocio y reino, pp.318-322, y
GARCA, A., Concilios y snodos en el ordenamiento jurdico del reino de Len, El reino de
Len en la alta edad media. Cortes, concilios y fueros, Centro de Estudios e Investigacin
San Isidoro, Len, 1988, vol.1, pp.391-392.
51 Documento justificativo de este concilio en apndice, doc.36.
p.305.
55 Respecto a este concilio en AYALA MARTNEZ, C., Sacerdocio y reino, pp.340-344; REILLY,
propia iglesia de veinte sueldos para la iluminacin del altar de San Juan, vase apndice,
doc.45. El 22 de julio de ese mismo ao confirma una permuta entre Eicta Pelaiz y el obispo
Pedro de Len, vase apndice, doc.46.
64 Vase apndice, doc.17.
65 Vase apndice, doc.21.
66 Vase apndice, doc.26.
3. PERFIL POLTICO
3.1. El obispo y el poder real
Hemos hecho alusin en diversas ocasiones a la cercana relacin esta-
blecida entre el obispo Arias y el rey Alfonso VI, algo normal si
consideramos que el nombramiento se produjo a peticin expresa del monar-
ca. Para buscar una justificacin a esta afirmacin de buena sintona entre
ambos, es necesario acercarse nuevamente a la documentacin conservada.
Tres documentos de marzo de 1075 atestiguan la presencia del mo-
narca en la apertura del Arca Santa de San Salvador de Oviedo y en ellos,
como ya hemos visto, se realiza una gran donacin y se da solucin a dos
pleitos en favor del obispo 70. El acto de apertura del Arca Santa responde,
segn Peter Linehan, a la inquietud de Alfonso VI por recuperar el pasado y
rememorar la historia del reino, actitud por la que habra optado como res-
puesta al pretendido intento del papa Gregorio VII de liderar en tierras
peninsulares la ofensiva reconquistadora basndose en una interpretacin
abusiva del Patrimonium Petri 71.
Durante el ao 1076 la regin asturiana ser la nica que no reciba
visita del rey. Ya en 1077 el monarca se trasladar con toda su corte para
confirmar el 12 de marzo un documento en favor del monasterio de San Sal-
la Alta Edad Media, vol.6, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1988, p.441.
vador de Oviedo 72, aprovechando adems, segn Bernard Reilly, para for-
mar parte de un ejrcito con destino a tierras toledanas73.
El fiel Arias ser uno de los asistentes al concilio de Burgos de 1080
junto con doce obispos ms y un amplio grupo de magnates laicos, tal y como
nos informa el documento fechado a 8 de mayo de 1080 en el que se otorga
inmunidad al nuevo abad del monasterio de Sahagn, Bernardo 74. La pre-
sencia de Arias no es permanente en la curia real y la etapa posterior a este
concilio es prueba de ello. Habr que esperar hasta el ao 1083 para volver a
encontrar a obispo y rey juntos, y al tratarse de un diploma calificado como
falso o al menos sin la presencia del rey 75, tendremos que esperar hasta el 5
de diciembre de 1084. Este da el monarca concede un privilegio a la iglesia
de Astorga, declarndola exenta de jurisdiccin real en lo que parece una
gran reunin de la curia rega con un buen nmero de obispos, la reina y las
infantas 76. De all se trasladaran a Len, donde continuaran tratndose
asuntos de importancia como el manteamiento del ejrcito en las afueras de
Toledo 77.
Precisamente el siguiente documento en el que aparece Arias junto al
rey es el que corresponde a un evento tan importante desde el punto de vista
ideolgico y legitimador como fue la dote fundacional de la sede toledana el
18 de diciembre de 1086 78. Al igual que tambin le encontramos en la cele-
bracin del concilio de 1088 en Husillos, donde se debatir la demarcacin
de las dicesis de Osma y Burgos, adems de otros temas eclesisticos y
polticos 79. Desde este momento aparece de forma intermitente en hasta
cuatro documentos reales 80, entre los que se incluye el privilegio a 2 de sep-
tiembre de 1093 concedido por Alfonso VI a la villa de Sante declarndola
exenta del pago de tributos, y que es la ltima aparicin documental de
Arias antes de retirarse de nuevo hacia el monasterio del que haba sido
abad, San Juan de Corias 81.
documento que seala que Arias estuvo presente es el diploma de fundacin de un hospital
a las puertas de Len por el obispo Pelayo, vase apndice, doc.27.
78 Vase apndice, doc.32.
79 Vase apndice, doc.36. De esta misma reunin conciliar pueden derivarse los documen-
tos que hacen alusin a la entrega por parte del monarca del monasterio de San Servando
de Toledo a la Sede apostlica, y que estn confirmados por Arias, vase apndice, docs.34-
35.
80 Vase apndice, doc.39, doc.42, doc.44 y doc. 49.
81 AYALA MARTNEZ, C., Sacerdocio y reino, p.356.
4. APNDICE DOCUMENTAL.
1
1073, noviembre, 10.
Consagracin de la sede de Santa Mara de Len por el obispo Pelayo de Len, en la
cual recibe una cuantiosa donacin de manos de Alfonso VI, su hermana Urraca,
los presbteros Xabe Miceliz e Iigo Ordez, la condesa Justa, don Ero y abad
Fortis del monasterio de San Cipriano de Valdesaz.
Arias tunc factus episcopus ovetensis sedis.
PUB. RUIZ ASENCIO, J., Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1.190.
2
1074, noviembre, 10.
Concesin del obispo Pelayo de Len a la propia iglesia de Santa Mara, de 30 suel-
dos de los 300 que, desde tiempos del obispo Alvito, se le deban entregar del censo
a los judos, para la iluminacin de los altares, en particular del de San Salvador,
durante todo el ao.
Arias episcopus sedis Oventesis conf..
PUB. RUIZ ASENCIO J. Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1.193.
3
1075, febrero, 2 82.
Donacin de Gontrodo Gundemariz a la iglesia de Oviedo y su obispo Froiln de los
monasterios de San Salvador de Taule, situado entre los ros Ove y Porcia, y el de
Santa Marina, cerca de San Tirso.
Arianus Ovetensis episcopus conf..
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.70.
4
1075, marzo, 14 83.
Apertura del Arca Santa de San Salvador de Oviedo en presencia del monarca Al-
fonso VI, Urraca, y varios obispos. El monarca en conmemoracin a este hecho,
dona a la iglesia de Oviedo la mandacin de Langreo y al herrero Ecta Velzquez.
et Ariani qui in predicta ecclesia presulatus officium fungebatur. Arias sancte
sedis Ovetensis ecclesie episcopus conf..
PUB. GAMBRA, A., Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplom-
tica, doc. 27.
82 Este documento es original pero con la introduccin en poca de Pelayo de Oviedo de di-
como el uso del ttulo de imperator, que Alfonso VI todava no utilizaba, o la cesin de un
herrero por parte del rey, entre otros muchos elementos ms. Considera que se trata de una
refundicin de dos diplomas bastante posterior, pero posiblemente basada en una donacin
autentica.
5
1075, marzo, 26.
Pleito en presencia de Alfonso VI entre el obispo de Oviedo Arias y el conde Vela
Ovquiz y su hermano Vermudo con razn de la posesin del monasterio de San
Salvador de Taule. Se designaron cuatro jueces entre los que se encuentra el obispo
de Palencia, Bernardo y el Cid declarando como falsos los documentos presentados
por el conde y llegndose finalmente a un acuerdo por el cual estos aceptaban que
la propiedad del cenobio corresponda a la sede ovetense.
inter Ovetensem episcopum domnum Arianum.
PUB. GAMBRA, A., Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplom-
tica, doc. 29.
6
1075, marzo, 27.
Pleito entre el rey Alfonso VI y los habitantes de Langreo con motivo de la propie-
dad de la mandacin de aquel lugar, ya que stos aducan que estaban exentos de
tributos desde tiempos pasados, negando el monarca este hecho y declarando que la
venta a la catedral de Oviedo era por tanto licita. Se realiza un nuevo juicio que
termina con los habitantes de Langreo renunciando a lo que reclamaban.
Arias sancte sedis Ovetensis ecclesie episcopus conf..
PUB. GAMBRA, A., Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplom-
tica, doc. 30.
7
1075, agosto, 15.
Donacin de Marina Pelez y sus hijas a la iglesia de Len y su obispo Pelayo, de la
quinta parte de la villa de Cavatellos, con la condicin de que ayude a su madre,
que vive all, si ella mueriera antes. Dona tambin las partes que le corresponden
en Val de Populo, Villa Paterna, Frexino, Veicella y Lorma, adems de su parte en
el monasterio de Villa Zeide y la tercera parte de sus bienes muebles, excepto el
ajuar de sus hijas.
Arianus Oventese sedis episcopus conf..
PUB. RUIZ ASENCIO, J., Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1.195.
8
1075 84.
Donacin de Alfonso VI al obispo Jimeno de varias villas y heredades que le haban
sido concedidas este mismo ao, exceptuando unas propiedades en Leciena, con
motivo de la restauracin de la sede de Oca en la villa de Gamonal, cerca de Bur-
gos, donde haba sido recientemente consagrada la iglesia de Santa Mara.
Arias Ovetense sedis aepiscopus conf..
PUB. GAMBRA, A., Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplom-
tica, doc. 34.
Gambra que se trata de un diploma confeccionado algn tiempo despus de que se produje-
ra el acto que recoge.
9
1076, enero, 19.
Donacin realizada por los hombres del Valle del Escoriel al obispo Pelayo de Len,
de la iglesia de aquel lugar, advocada a Santa Mara y consagrada por el prelado de
Len.
Ariani episcopi in sedis Oveto conf..
PUB. RUIZ ASENCIO, J., Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1.197.
10
1076, marzo, 26.
Donacin realizada por el conde Diego Ansuriz a la iglesia de Oviedo y su obispo
Arias de una heredad situada en el valle de Aller, en la villa que denominan Veiga.
sub regimine pontificalis domni Ariani episcopi.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.75.
11
1076, marzo, 28 85.
Donacin realizada por Bronildi Garciaz a la iglesia de Oviedo y su obispo, Arias,
del monasterio de Santa Mara, situado en Nozana, junto con varias villas de sus
alrededores.
et tibi Ariani episcopi.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.76.
12
1076, mayo, 29 86.
Donacin realizada por Martinus Roderiquiz y su mujer Sancha Vimaraz a la igle-
sia de Oviedo y su obispo, Arias, del monasterio de San Antonio de Ibias, junto al
ro Cecos.
Arias Ovetensis episcopus conf..
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.77.
13
1076, julio, 3 87.
Donacin realizada por Adefonsus Fredenandiz y su hermano Veremundus a la
iglesia de Oviedo de las villas Leigorda, Fonte Auria y Villa Casare, entre otras
situadas en el territorio de Asturias.
concedimus Ovetensis sedi.
85 Podra tratarse de una elaboracin de tiempos del obispo Pelayo de Oviedo creada con
informacin de un suceso real, en FERNNDEZ CONDE, F.J. El libro de los testamentos de la
catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.271-272.
86 Documento interpolado elaborado en tiempos del obispo Pelayo, aunque es posible que la
informacin que aporta provenga de un evento real, en FERNNDEZ CONDE, F.J. El libro de
los testamentos de la catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.272-273
87 Documento interpolado durante el episcopado de Pelayo de Oviedo. Sin embargo, la in-
formacin que contiene es posible que sea verdica, en FERNNDEZ CONDE, F.J. El libro de
los testamentos de la catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.274-275.
14
1076, agosto.
Donacin de Mara Froilaz a su sobrina Jimena Moniz del monasterio de Santa Eula-
lia, junto al ro Lena, con todo lo que a sta pertenece ms la villa denominada
Simplice. Establece como condicin que una vez muera, pase todo a propiedad de la
iglesia de Oviedo.
Arias episcopante in Oveto.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.79.
15
1077, enero, 30.
Donacin realizada por el conde Sancho Ordez a la iglesia de Len y su obispo
Pelayo, de la quinta parte de la villa de Regini, en Lampreana, beneficindose
mientras viva de la renta en sal que all se cobra para, una vez haya fallecido, pase
la villa ntegramente a la sede leonesa.
Arianus episcopus Ovetense sedis conf..
PUB. RUIZ ASENCIO J. Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1201.
16
1077, septiembre, 3.
Donacin realizada por la infanta Elvira a la iglesia de Len y su obispo Pelayo de
la mitad que le perteneca del monasterio de San Vicente de Cea con sus siete de-
canas libres de cargas fiscales, y dejando a cargo de su reparacin al presbtero
Spasando. Recibe en agradecimiento la villa de San Julin en Oteros del Rey.
Ariani Ovetatane sedis episcopus conf..
PUB. RUIZ ASENCIO J. Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1207.
17
1078, abril, 5.
Venta realizada por Mara Froilaz y sus hijos al obispo de Astorga Pedro Nez de
una villa llamada Ataulio, situada en el territorio de Gijn junto al mar, recibiendo
a cambio 301 sueldos de plata, adems de diversos paos.
Arias ovetensis episcopus conf..
PUB. QUINTANA PRIETO A. El obispado de Astorga en el siglo XI, Astorga, 1977,
pp.595-596, doc.23.
18
1079, marzo, 12 88.
Confirmacin de Alfonso VI al monasterio de San Vicente de Oviedo y su abad Ra-
miro de los hombres que le pertenecan por donaciones anteriores, concedindoles
algunos hombres ms y confirmando las posesiones en propiedad del cenobio.
Arianus Dei gratia Oventesis ecclesie episcopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc. 62.
19
1080, mayo, 8.
Alfonso VI y la reina Constanza, confirman las libertades y condiciones de las que
disfrutaba el monasterio de Sahagn desde poca de su anterior abad Roberto, al
recientemente electo abad Bernardo. Adems, seala su afn por introducir en Es-
paa el nuevo oficio romano, y la presencia en este proceso del cardenal romano
Ricardo.
Arias Oventesis ecclesie episcopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc. 67.
20
1080, mayo, 23. 89
Donacin realizada por la condesa Gunterodo y su hija a la iglesia de Oviedo y su
obispo, Arias, del monasterio de San Antonino, situado en el valle de Orna.
et eius pontificem domnui Ariani episcopi.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.83.
21
1081, marzo, 18.
Donacin realizada por Pedro Nez, obispo de Astorga, a la iglesia de San Salva-
dor de Oviedo y su obispo, Arias, de la villa denominada Ataulio, situada en el
territorio de Gijn junto al mar.
et tibi Arriane episcopo.
PUB. QUINTANA PRIETO, A., El obispado de Astorga en el siglo XI, doc.24.
22
1081, julio, 9.
Donacin realizada por el presbtero Paterno a la iglesia de Oviedo y su obispo,
Arias, de la villa llamada Ferrera, situada junto al ro Naln.
et domni Ariani Dei gratia episcopi sedis Ovetensis.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.84.
23
1082, diciembre, 20 90.
Donacin realizada por Elvira Menndez y su hija Urraca a la iglesia de Oviedo y
su obispo, Arias, de lo que las perteneca del monasterio de San Andrs de Espina-
reda, adems de diversos bienes en el Bierzo, Somiedo y otras villas.
introduccin de los tres obispos confirmantes, en FERNNDEZ CONDE, F.J. El libro de los
testamentos de la catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.283-285.
90 Parece tratarse de un documento interpolado e incluso falso, de elaboracin pelagiana,
con gran cantidad de elementos no correctos, como por ejemplo la inclusin de Pedro como
obispo de Astorga, cuando ya no lo era, en FERNNDEZ CONDE, F.J. El libro de los testamen-
tos de la catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.285-287.
24
1083, agosto, 13 91.
Pleito en presencia de Alfonso VI entre Rodrigo Daz y su hermano Fernando y el
obispo de Oviedo, Arias, con motivo de la posesin del monasterio de San Salvador
de Taule. Despus del proceso judicial con una revisin documental de ambos con-
tendientes, los jueces terminarn dando la razn al prelado ovetense.
inter ovetensem episcopum domnum Arianum
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.77.
25
1084, septiembre, 12.
Donacin realizada por Antonino Alfonso a la iglesia de Oviedo y su obispo Arias
del lugar que denominan Fuentes, situado junto al ro Sella.
et tibi Ariano eiusdem sedis episcopo.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.88.
26
1084, diciembre, 5.
Alfonso VI declara a la iglesia y obispo de Astorga exentos de jurisdiccin real y
pago en todo su territorio, dando indicaciones de los castigos a los homicidas es
aquellas tierras.
Arias Oventesis episcopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.78.
27
1084, diciembre, 13.
Fundacin del obispo Pelayo de un hospital en las puertas de la iglesia de Len,
dotndolo de la villa de Palanquina, tres vias en Castrello, diversos viedos y
huertos en las villas de Villa Havive y Aupelaire, entre otras. Adems le concede el
diezmo de ciertos viedos y de la sal en Lampreana.
Arias Ovetensis episcopus conf..
PUB. RUIZ ASENCIO J. Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1236.
28
1085, septiembre, 5.
Donacin realizada por Rodrigo Moniz y su madre a la iglesia de Oviedo y su obis-
po, Arias, de la parte que les perteneca en el monasterio de Zalun.
91 Para Andres Gambra es un diploma falso de fabricacin posterior por el obispo Pelayo en
29
31
1086, mayo, 11.
Donacin realizada por Oveco Roderiquiz a la iglesia de Oviedo de la parte que po-
sea de los monasterios de San Salvador de Bergundio, San Juan de Vega y Santa
Mara en Ermo.
concedo Ovetensi sedi iure perhenni
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.92.
32
1086, diciembre, 18.Toledo 93.
Dote fundacional de la iglesia de Toledo realizada por Alfonso VI, en la cual el mo-
narca habla brevemente de la toma de la ciudad, y de su intencin de devolver toda
la dignidad a esta iglesia. Se realiza una asamblea con mltiples obispos y abades
del reino para nombrar a Bernardo como arzobispo, consagrar la iglesia de Santa
Mara e incluir las diversas donaciones que el monarca hace a la reinstaurada igle-
sia, tanto en la propia Toledo como en territorios de Alcal, y Guadalajara,
terminando con la concesin de autoridad jurisdiccional del obispo toledano sobre el
resto de prelados y abades del reino.
92 El documento incluye alguna interpolacin de tiempos del obispo Pelayo de Oviedo, sien-
do difcil sealar si sta afect al contenido del propio diploma, en FERNNDEZ CONDE, F.J.
El libro de los testamentos de la catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.295-296.
93 Hay ciertos elementos de carcter formal y algunos problemas de carcter temporal con
los suscriptores que hacen sospechar de su autenticidad, algo que no evita que Gambra
considere que el documento podra ser un instrumento autntico pero elaborado por la can-
cillera real algn tiempo despus. Los obispos Pedro de Njera, Pedro de Orense y
Cresconio de Coimbra no lo eran todava en este momento, al igual que seguramente Amor
de Lugo y Pedro de Len.
33
1087, diciembre, 25 94.
Donacin realizada por Velasquita Gonzalviz a la iglesia de Oviedo y su obispo,
Arias, del lugar que denominan como Fontoria, junto al ro Pigea, en el valle de
Leiguarda.
Arias episcopante in Oveto.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.93.
34
1088, marzo, 11.
Donacin a la Santa Sede del monasterio de San Servando en Toledo, junto con la
villa de Azucaica, una almunia y una acea. Este cenobio pasara a ser regido por
el abad de San Vctor de Marsella, Ricardo, y por sus sucesores en el futuro.
Arias Oventesis episcopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.91.
35
1088, abril, 30.
Donacin de Alfonso VI a la baslica de San Servando de Toledo del monasterio de
San Salvador de Peafiel y una villa llamada de Moratell, situadas cerca de Sa-
hagn, declarando estos lugares como exentos de tributacin al monarca.
Arias Oventesis aepiscopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, p.92.
36
1088, Husillos.
Diploma relacionado con el concilio de Husillos en el cual Alfonso VI, los magnates,
abades y obispos del reino, establecen en presencia del legado pontificio Ricardo, la
demarcacin entre las dicesis de Burgos y la recin restaurada Osma, por el con-
flicto que se haba creado entre el prelado burgals, Gmez, y el arzobispo toledano
Bernardo.
Ariano Oventense episcopo.
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.97.
37
(1088-1091).
Donacin del conde Pedro Ansrez a la iglesia de Len de todas las posesiones que
haba heredado de su madrastra doa Justa, adems de Villazanzo, la villa Gorda-
94 Larragueta lo data en 1086, sin embargo Fernndez Conde da como fecha vlida de este
liza del Pino con su iglesia de San Martn, mil sueldos de plata y trescientos metka-
les de oro de la moneda ovetense. Agradece la confirmacin del documento
entregando un vaso de oro al rey Alfonso VI y trescientos sueldos de denarios de
moneda leonesa a los cannigos.
Arias Ovetensis episcopus conf..
PUB. RUIZ ASENCIO J. Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1.262.
38
1089, noviembre, 9.
Donacin de Alfonso VI a la iglesia de Toledo de las antiguas mezquitas situadas
en los castillos y villas al sur del puerto de Balatomer con todas las propiedades
que haban sido de stas.
Aries episcopus confirmo.
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.101.
39
1090, febrero, 14 95.
Donacin de Alfonso VI al monasterio de San Pedro de Cardea y su abad Pedro de
otro monasterio llamada de Santa Olalla de Ceburniga, con todo lo que ha este le
pertenezca.
Arianus episcopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.106.
40
1090, febrero, 19.
Donacin realizada por Elo Guterriz a la iglesia de Oviedo y su obispo, Arias, del
monasterio que posean en Sevares y que estaba dedicado a San Pedro, y las villas
de Sala y Salzeta.
Arias Ovetensis episcopus conf..
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.96.
41
1090, marzo, 8.
Donacin realizada por Fortes Sanxiz a la iglesia de Oviedo y su obispo Arias, de la
villa de Perns, situada en el territorio de Colunga, adems de seis moros que all
habitaban.
Arias episcopante in Oveto conf..
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.97.
por ejemplo que Pedro ya no era abad de Cardea sino obispo iriense, o que Sancho de
Njera haba sido sustituido por Sigefredus, son suficiente razn para que Andrs Gambra
lo considere falso.
42
1090, marzo, 23 96.
Pleito en presencia de Alfonso VI entre el obispo de Oviedo Arias y el monasterio de
San Vicente y su abad, Ramiro. Declaraba el prelado que el cenobio perteneca a la
iglesia ovetense desde su creacin, negndolo el abad, para que finalmente el mo-
narca se lo conceda al obispo ovetense con la obligacin de que hiciera cumplir la
regla benedictina de forma estricta en aquel monasterio.
inter dompni Ariani episcopi sedis Oventensis.
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.107.
43
1090, junio, 16.
Donacin realizada por Vermudo Periz y su mujer Adoni a la iglesia de Oviedo y su
obispo, Arias, del monasterio situado en Baias y dedicado a San Feliz.
et pontifici nostri domno Ariani episcopi.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.99.
44
1090 97.
Pleito en presencia de Alfonso VI entre el conde Pedro Pelez y el obispo de Oviedo
Arias, con motivo de la propiedad de varios siervos de Santa Mara de Cartavio y de
los lugares de Suarn y Alva. El monarca dispone el inicio de una investigacin que
aclare el conflicto.
inter domnum Arianum episcopum sedis Oventesis.
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.112.
45
1092, marzo, 15.
Pedro, obispo de Len, decide aadir veinte sueldos ms de la renta obtenida por l
en el cobro a judos (el obispo Pelayo haba decidido dedicar treinta de ellos a la
iluminacin de altares), para la iluminacin del altar de San Juan, adems de cua-
tro libras de incienso procedente de otras renta. Tambin dedica el diezmo de otras
cuatro villas al cuidado de enfermos y peregrino.
Arias Ovetensis episcopus conf..
PUB. RUIZ ASENCIO J. Coleccin Diplomtica del Archivo Catedral de Len,
doc.1.265.
46
1092, julio, 22.
Permuta entre Eicta Pelaiz y su mujer Auro con el obispo Pedro de Len de una
heredad en Busto Sillati, junto al ro Aller en territorio de Asturias, por lo que reci-
be a cambio una tierra en Santa Mara de Manzaneda.
96 Andrs Gambra considera este diploma como sospechoso debido a que un pleito por esta
razn parece algo bastante improbable; el cenobio no dependa ni del rey ni del obispo du-
rante este siglo. Adems se detectan ciertas irregularidades en su estructura.
97 Para Gambra, el pleito debi de producirse pero sin presencia del rey, que en este mo-
47
1092, julio, 31.
Donacin realizada por la condesa Aldonza a la iglesia de Oviedo y su obispo, Arias,
del monasterio de San Pedro de Teverga y diversas heredades que posea en sus
alrededores.
Arias ovetensis episcopus conf..
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.104.
48
1093, julio, 26. 98
Donacin realizada a ttulo testamentario por Ihoannes Pinioliz a la iglesia de
Oviedo, de la parte que posea en diversos monasterios situados en el territorio de
Tineo, como son Santa Mara de Villa Cipriani o San Salvador de Ciuvio.
eclesia fundatga est in Oveto.
PUB. GARCA LARRAGUETA, S., Coleccin de Documentos de la Catedral de Oviedo,
doc.105.
49
1093, septiembre, 2.
Privilegio concedido por el rey Alfonso VI a la villa llamada de Sante, situada en el
valle de Palazuelo y perteneciente a Pelayo Velldez, declarndola exenta del pago
de tributos.
Arias Oventensis episcopus conf..
PUB. GAMBRA A. Alfonso VI: Cancillera, Curia e Imperio, II, Coleccin Diplomti-
ca, doc.125.
98 El diploma parece incluir alguna interpolacin elaborada en tiempos del obispo Pelayo de
Oviedo que puede haber afectado al contenido del diploma, en FERNNDEZ CONDE, F.J. El
libro de los testamentos de la catedral de Oviedo. Estudio Crtico, pp.309-310.
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cesis Espaolas. Santiago de Compostela, Tuy-Vigo, Garca Oro J. (coord.),
Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 2002, pp.9-40.
FERNNDEZ CONDE, J., El libro de los testamentos de la catedral de Oviedo. Estu-
dio Crtico, Instituto Espaol de Estudios Eclesisticos, Roma, 1971,
*
Entregado: 1/10/2011. Aceptacin definitiva: 30/01/2012
Pero as como Dios se sirve de los sueos para comunicar sus mensa-
jes, tambin lo hace para comprobar la fe de sus creyentes a travs de la
intervencin de falsos profetas, que intentarn llevar a los creyentes por el
camino de la idolatra y el pecado, como se nos advierte en Deuteronomio
13:2-4:
2 Si surge en medio de ti un profeta o un vidente en sueos, y te ofrece una
seal o un prodigio, 3 y llega a realizarse la seal o el prodigio que te ha
anunciado, y te dice: "Vamos detrs de otros dioses (que t no habas conoci-
do) a servirles, 4 no escuchars las palabras de ese profeta o ese vidente en
sueos. Es que Yahv vuestro Dios os pone a prueba para saber si verdade-
ramente amis a Yahv vuestro Dios con todo vuestro corazn y con toda
vuestra alma".
Si bien la tradicin bblica en lo que respecta al sueo, protagonista
por excelencia de la noche, ha dejado las caractersticas sealadas en los
prrafos anteriores, la tradicin de raz ms clsica ha legado la clasifica-
cin que realiz Macrobio en el siglo IV en su comentario del Sueo de
Escipin y de la cual da testimonio Guillaume de Lorris en Le Roman de la
Rose 2. Para Macrobio, las imgenes onricas se dividen en cinco grupos dis-
tintos: neiros o sueo (somnium); hrama o visin (visio); khrematisms u
orculo (oraculum); enpnion o ensueo (insomnium); y phntasma o apari-
2 Guillaume de Lorris al inicio del poema dice: Maintens gens dient que en songes / na se
fables non et menonges; / mais len puet tel[s] songe[s] songier / qui ne sont mie menon-
gier, / ains sont aprs bien apparant, / si en puiz bien traire a garant / un aucteur qui ot
nom Macrobes, / qui ne tint pas songes a lobes, / ainois descrist lavision / qui avint au roi
Ciprion. En GUILLAUME DE LORRIS, Le Roman de la Rose-El Libro de la Rosa, ed. Carlos
Alvar, Edicions dels Quaderns Crema, Barcelona, 1985, p. 41.
3 MACROBIO, Comentarios al Sueo de Escipin, Libro I, cap. 3, 1-11, ed. Jordi Ravents,
Siruela, Madrid, 2005, pp. 32-35.
4 En el captulo XXIV del mismo se seala que: Los que imitacin de los gentiles, creen
1992, p. 93.
al Dios del cielo. Y como ejemplo en el Fuero de Toledo de 1118 se menciona la misma
expresin: Omnes clerici, qui nocte, et die pro se, et omnibus christianis, omnipotentem
Deum exorant. Recogido en MUOZ Y ROMERO, T., Coleccin de Fueros Municipales y Car-
tas Pueblas de los Reinos de Castilla, Len, Corona de Aragn y Navarra, Coordinada y
Anotada, Atlas, Madrid, 1978, p. 364.
7 En FOSSIER, R., Gente de la Edad Media, trad. Paloma Gmez Crespo y Sandra Chaparro
8 En MITRE-FERNNDEZ, E., Iglesia y vida religiosa en la Edad Media, Istmo, Madrid, 1991,
pp. 157-158.
9 En la cancin He estado muy angustiada, la Condesa de Da menciona lo siguiente: Bien
quisiera a mi caballero tener una noche en mis brazos desnudo Amigo bello y amable
cundo os tendr en mi poder? Ojal estuviese con vos una noche y os diese besos amoro-
sos. En VINYOLES, T., El Discurso de las mujeres medievales sobre el amor, Fuentes
directas para la historia de las mujeres (siglos VIII-XVIII) [II Jornadas de Historia Medie-
val de la Asociacin Cultural Al-Mudayna], Cristina Segura Grao, ed, Asociacin Cultural
Al-Mudayna, Madrid, 1992, vol. I, p. 133.
10 Cuando Melibea ya ha sucumbido ante los encantos de Calixto en el Dcimo Auto, en el
que se confiesa con Celestina, recuerda lo siguiente: Seor, por Dios, pues ya todo queda
por ti, pues soy tu duea, pues ya no puedes negar mi amor, no me niegues tu vista. Y ms,
las noches que ordenares sea tu venida por este secreto lugar, a la mesma hora, por que
siempre te espere apercebida del gozo con que quedo, esperando las venideras noches. Y por
el presente vete con Dios, que no seas visto que hace muy escuro, ni yo en casa sentida, que
aun no amanece. En FERNANDO DE ROJAS, La Celestina, Auto XIV, Escena V, ed. Santiago
Lpez-Ros, Debolsillo, Barcelona, 2010, 3 ed. p. 293.
11 Como el caso de una mujer, Margarida, acusada de adulterio que defiende as su versin
de la primera cita: A los dos meses, ms o menos, ella mand al citado Antoni un pescado
llamado langosta, a travs de un criado que continuamente iba con l Aquella misma
noche Antoni fue a casa de ella, declarante el citado Antoni quiso besar a la declarante,
pero ella tuvo miedo, no le viesen los vecinos desde las ventanas o las azoteas, y mand
apagar la luz entraron en la habitacin, el citado Antoni bes a la declarante y la ech
sobre el lecho En VINYOLES, T., El Discurso de las mujeres, p. 143.
final recibi una cuchillada en la cabeza y otras dos en las piernas, heridas
que le provocaron la muerte en menos de cinco das; o la peticin de Ins
contra aquellos que atentaron contra ella realizada el 27 de Marzo de
1487 20, en la que estando ella dormida una noche, entraron en su habitacin
y la sacaron de ella llevndola por la fuerza, y despus le cortaron las nari-
ces, que era una de las peores afrentas que se poda cometer contra una
mujer, como muy bien queda recogido en la literatura medieval 21.
Por otro lado, y siguiendo dentro del mbito de la violencia, tambin
hay que hablar de la que se cometa hacia la propia persona, es decir, el sui-
cidio. El suicidio, a pesar de estar moralmente condenado por la Iglesia, era
muy comn en la Edad Media, aunque en este caso no se puede decir que
fuera ms frecuente a una u otra hora determinada, adems que, como sea-
la Julia Bald Alcoz 22, hay muy pocos casos en los que se especifique la hora
a la que se produjo. En torno al suicidio, que estaba considerado como una
aberracin y el peor de los homicidios, en tanto que supona el desprecio de
la vida misma otorgada por Dios, adems de una traicin hacia el propio Rey
y su Corona, haba toda una serie de castigos establecidos, ya sea en el nivel
vecinal o con penalizaciones legales, que iban desde el embargamiento de
bienes, hasta la prohibicin de la sepultura o el ajusticiamiento del cad-
ver 23. En cualquier caso, en torno al suicidio, se realizaba toda una
investigacin destinada a esclarecer las causas y condiciones en las que se
haba producido la muerte: si de verdad haba sido un suicidio o una muerte
accidental, si la persona que se haba suicidado estaba cuerda o daba mues-
tras de locura, en cuyo caso las penas se minimizaban.
La documentacin de la poca nos da tambin otra informacin relati-
va a la noche, y es la idea del regreso a casa, que se ve manifiesta en los
siguientes ejemplos: en el Fuero de Valle concedido en el ao 1094 por el
conde D. Ramn 24 dice: Pedones vadant in facedeira, quomodo tornent se
pro nocte ad suas casas; y en el Fuero de Calatayud otorgado por D. Alfonso
I el Batallador en el ao de 1131 25 menciona de ganato qui mane exivit, et
de nocte debet venire. Por la noche, las calles, tanto de los pueblos como de
20 bid, p. 611.
21 En el lai Bisclavret de Mara de Francia, es el castigo que recibe la mujer del protagonis-
ta por los tormentos a los que somete al caballero que se convierte en hombre lobo. MARA
DE FRANCIA., Lais, trad. Carlos Alvar, Alianza Editorial, Madrid, 2004, pp.77-85.
22 En BALD ALCOZ, J., Por la quoal cosa es dapnado. Suicidio y Muerte Accidental en la
Urraca, despus reina de Castilla y de Len, en MUOZ Y ROMERO, T., Coleccin de Fueros,
p. 332.
25 bid, pp. 461-462.
las ciudades, quedaban a oscuras, salvo por los escasos rayos de luz que se
escapaban de las ventanas de las casas; mientras que el campo quedaba
completamente a oscuras. Por ello, las casas se convertan en puntos de se-
guridad en los que la poblacin se cobijaba a la luz del hogar, al que se le
podan aadir otras fuentes de luz como velas, candelas de junco, candiles o
las linternas, de uso general desde el siglo XIII, que podan usarse tanto en
el hogar como llevarse sin peligro alguno, en el caso de tener que aventurar-
se fuera de la casa de noche 26. Asimismo, esta luz no solo serva para
protegerse de los peligros y violencias fsicos, como los comentados ante-
riormente, sino que tambin mantenan al margen al mundo de los
espritus, muy presente en la conciencia medieval a travs de las supersti-
ciones.
Retomando nuevamente los conceptos abstractos, hemos de hablar
ahora de la superstitio, de la que San Agustn, nuevamente, se va a configu-
rar como su gran terico. Para definirla, partir de dos ideas: la primera de
ellas es considerar que las supersticiones son supervivencias de creencias y
prcticas paganas que el Cristianismo no haba conseguido abolir; y la se-
gunda, es asociar estas creencias con la seduccin diablica para hacer
tropezar a los hombres hacia el pecado. As, la definicin que va a establecer
para el concepto de supersticin es la siguiente:
Es supersticin todo aquello que los hombres han instituido para hacer y
adorar a los dolos, o para dar culto a una criatura o parte de ella, como si
fuera Dios; o tambin las consultas y pactos de adivinacin que decretaron y
convinieron con los demonios, como son los asuntos de las artes mgicas, las
cuales suelen ms bien los poetas conmemorar ms que ensear 27.
San Agustn, adems, introducir ms adelante los conceptos de so-
ciedad y pacto con el demonio en el uso supersticioso de las cosas. A este
respecto, menciona lo siguiente:
Todos estos signos valen tanto en cuanto que por soberbia de las almas han
sido convenidos con los demonios formando como cierta lengua comn para
entenderse. Todos ellos estn llenos de curiosidad pestilente, de solicitud
molesta y de servidumbre mortfera. Porque no se observaron porque tuvie-
ra algn valor, sino que observndolos y simbolizndolos se hizo que
adquirieran valor; y por esto a distintas gentes se muestran diferentes con-
forme sean los pensamientos y opiniones de cada sujeto. Porque aquellos
26 POUNDS N.J.G. La Vida Cotidiana. Historia de la Cultura Material, trad. Jordi Ainaud,
espritus que solo quieren engaar, a cada uno le proporcionan las cosas con-
forme a las sospechas y convenios en que le ven enredado 28.
En este caso se puede decir que el pacto es fruto de la ignorancia y
credulidad de las personas, ya que los demonios les mantienen engaados
hacindoles ver lo que quieren ver. Esta definicin ser recogida por santo
Toms de Aquino, que la radicaliza. Para santo Toms el pacto ya no depen-
de del engao demonaco, sino que lo establece como voluntario al invocar
conscientemente al diablo o al dejarse seducir por sus mentiras. Aun as, a
pesar del discurso terico que se escribi en contra de la supersticin, tanto
desde el punto de vista de la idolatra como desde el del pacto demonaco, es
conveniente destacar que a partir de la Baja Edad Media hubo un inters
por parte de los clrigos por conocer las supersticiones que atormentaban las
noches cotidianas, de ah que se hayan conservado numerosos relatos de
ellas.
Si hablamos primero de los escenarios de las supersticiones, se podra
decir que los ideales para despertar los terrores nocturnos se centraban en
ambientes naturales, como el bosque o la encrucijada, pero tambin tenan
lugar en las casas de las gentes y en lugares abandonados y derruidos. Con
respecto a los ambientes naturales, es cierto que el bosque era una fuente
indispensable de recursos, pero al caer la noche se converta en otro tipo de
fuente: de terror, pues se pensaba que perteneca al diablo, y en l sus se-
cuaces, tales como elfos, goblins, troles, faunos, y todo tipo de criaturas
malficas, estaban aliados para hechizar y confundir a los seres humanos
que caan con ms facilidad en sus trampas 29.
Si nos fijamos en la literatura, vemos tambin que el bosque era el
hogar del hombre lobo, aquel ser humano que en determinadas noches se
converta en lobo, y que podra regresar a su forma original siempre y cuan-
do mantuviera sus ropas escondidas y pudiera disponer de ellas cuando lo
necesitara. Este es el caso que aparece en el lai de Mara de Francia, Bis-
clavret:
Antao se poda or, y ocurra con frecuencia, que algunos hombres se con-
vertan en garval [hombre lobo en forma normanda] y hacan de los
bosques su casa 30.
Acerca de la transformacin se menciona lo siguiente:
Seora, me convierto en lobo. Me meto en el gran bosque, en la parte
ms espesa de matorrales, all vivo de la presa y la rapia.
34 bid, p. 145.
35 bid, p. 144.
llos que haban pactado con el diablo; y adems recogi la idea del vuelo noc-
turno, que ms tarde sera asociada a las brujas.
Otro tipo de apariciones colectivas que va a poblar los miedos de las
gentes es el de aquellos aparecidos que forman un cortejo, una tropa o un
ejrcito, es decir, el exercitus mortuorum, que tiene el aspecto de una tropa
de caballeros malditos. A este respecto, la Iglesia tuvo dos posturas: la pri-
mera de ellas, a favor, ya que intent cristianizar esta creencia definindola
como un grupo de almas en pena que buscaban la redencin en el mismo
lugar en el que haban cometido sus pecados; pero al aparecer a fines del
siglo XII el concepto de un purgatorio especfico dentro del Ms All, esta
primera postura se hizo insostenible y el exercitus mortuorum empez a ser
teido con los rasgos diablicos de la cacera salvaje.
Dentro de este ejrcito de los muertos, destaca la Mesnada Hellequin,
un autntico ejrcito que sola aparecer en los bosques, poco despus del
anochecer o a medianoche, cuando haba luna llena. Los testimonios que se
conservan se concentran de modo especial en el territorio francs del siglo
XII, aunque quiz la descripcin ms precisa sea la recogida por Orderic Vi-
tal en su Historia eclesistica de 1140; en ella se dice que una noche, el
sacerdote de la iglesia de Bonnevaux, vio desfilar ante l un ejrcito que iba
guiado por un gigante que le amenaz con una enorme maza; le segua un
grupo de soldados de a pie entonando lamentos, que identific como perso-
nas muertas recientemente; tras ellos, vena un grupo de enanos de enorme
cabeza, instalados en parihuelas, y dos etopes 36 diablicos que transporta-
ban un madero sobre el que un demonio torturaba un criminal, reconocido
tambin por el sacerdote; a continuacin, iba una tropa de mujeres a caballo,
conocidas, y espantosamente torturadas; tras ellas, iba un grupo de clrigos
y monjes negros, que suplicaban que se rogara por ellos; y detrs los caballe-
ros, portando estandartes negros y apresurndose hacia la batalla 37.
Como hemos sealado anteriormente, la Iglesia rechaz la idea de un
purgatorio itinerante, y as Esteban de Borbn la define como una cacera
salvaje, es decir, una tropa diablica que engaa a las gentes ms crdulas,
seducindolas con los deseos de la carne. Por tanto, el ejrcito de los muertos
va a ser interpretado como un ejrcito de demonios, que sin estar fijos en un
espacio, s quedan vinculados a un lugar de desenfrenos sexuales y diabli-
cos, caractersticas que tambin van a pasar al concepto del aquelarre.
36 La idea del etope como imagen del diablo estuvo muy difundida en los primeros momen-
tos de plasmacin del arte religioso, pues las personas de raza negra estaban consideradas
como copias inferiores de las personas de raza blanca, igual que el diablo era una especie
de copia defectuosa de Dios.
37 SCHMITT, J.C., Historia de la Supersticin, p. 141
turna, trad. Alberto Clavera Ibez, Muchnik, Barcelona, 1991, pp. 133-179,
respectivamente.
40 En Bula del 6 de Julio de 1348, promulgada por el Papa Clemente VI en GINZBURG, C.,
41En Bula del 4 de Septiembre de 1409, promulgada por el Papa Alejandro V, bid, p. 147.
42En Bula Desiderantes Affectibus, de 1484, promulgada por el Papa Inocencio VIII en
BIGALLI, C., El Malleus Maleficarum, Subjetividad y procesos cognitivos, vol. 9, (2006), p.
95.
hombres lobo en la Edad Media: historia del doble, Jos J. de Olaeta, Palma de Mallorca,
2 ed., pp. 91-107.
49 SPRENGER, J. e INSTITORIS, H., El martillo de las brujas, pp. 231-233.
55 bid, p. 176.
56 SPRENGER, J. e INSTITORIS, H., El martillo de las brujas, pp. 147-148.
57 bid, p. 306.
58 bid, p. 224.
59 En SALLMAN, J.M., La Bruja, Historia de las Mujeres en Occidente, G. Duby y M. Pe-
tincin de los tres tipos de brujas, a saber, aquellas que hieren pero no pue-
den curar; las que hieren y pueden curar; y dentro de estas, las que pueden
realizar todas las formas de maleficio61. De esta forma se va a crear un este-
reotipo en torno a la Bruja que la va a describir como una mujer vieja,
generalmente de ms de cincuenta aos 62, en soledad, ya sea por no haberse
casado o por haberse quedado viuda, pobre, fea, agresiva, de aspecto terror-
fico 63. El trmino usado comnmente para referirse a estas brujas es el de
strix, de las que Ovidio explica que son seres que roban de las cunas a los
nios cuando sus amas se descuidan de ellos y les chupan la sangre 64. Y en
referencia a estos nios de cuna, las sospechas de brujera tambin recaan
sobre las parteras; buena cuenta de ello da el Malleus Maleficarum, ya que
destina varias cuestiones a tratar sobre estas parteras. Segn se seala en
esta obra, hay parteras que intentaban presionar a las parturientas para
que les dejaran ayudarlas en el parto y as realizar algn maleficio sobre el
nio; por lo general, las sospechas tambin recaan en aquellas parteras an-
te las que el nio naca muerto, ya que se deca que lo haban hecho bajo
influencia diablica 65. En cualquier caso, a pesar de que los estereotipos re-
caan sobre las mujeres, la realidad fue que tanto hombres como mujeres
sufrieron todo tipo de acusaciones de brujera ante los que los horrores de la
horca o de la hoguera manifestaban en su crueldad toda la responsabilidad
penal que recaa en estos brujos 66.
67 En LINAGE CONDE, A., La Vida cotidiana de los monjes en la Edad Media, Editorial Com-
72 bid, p. 347.
73 bid, p. 346.
dia cada uno en su cama, para as aprovechar la paz y soledad que la noche
propiciaba.
Si bien la vigilia voluntaria estaba muy estimada y el empleo de ese
tiempo para llegar a Dios a travs de la oracin y la meditacin estaba muy
extendido, tambin es cierto que algunos religiosos interpretaban sus sueos
como revelaciones de Dios en las que les transmita diversos mensajes; el
ms comn era revelar la acechanza de la muerte, para que pudieran prepa-
rarse fsica y espiritualmente antes de su encuentro con Dios. Tambin estos
religiosos, y ms en concreto religiosas, tuvieron experiencias extticas con
Dios a travs del sueo recogidas dentro de la literatura mstica. Este misti-
cismo se denominaba fruitio 74, la unin mstica, y simbolizaba la
contemplacin divina en el lecho y el sueo.
Los primeros testimonios destacables de estas experiencias msticas
se conservan desde finales del siglo XIII, siendo stas interpretadas como
smbolos de santidad entre las mujeres ms devotas 75, que eran las principa-
les protagonistas de estas experiencias, y es a ellas a quienes se debe la
interpretacin de la fruitio como una metfora de la unin de la amada (la
devota que tiene esa visin) y el esposo (que en este caso sera Cristo) en el
lecho. En esa unin, el lenguaje corporal supera a la voz y se vuelve exage-
rado, exttico e incluso violento; el cuerpo femenino se convierte en el
escenario en el que el alma, alejada del mundo gracias al silencio que otorga
la soledad del lecho, contemplaba a Dios entre espasmos de fragilidad y
fuerza fsica que parecan quebrar ese escenario. En estas contemplaciones,
los gritos, chillidos y sollozos eran signos de esa contemplacin elevada; a los
que se les una el llanto. Danielle Regnier-Bohler recoge la respuesta de
Cristo cuando la mstica Margery Kempe le pregunta el por qu de sus gri-
tos y llantos incontrolables:
Envo grandes lluvias y violentos aguaceros, y tambin pequeos chubas-
cos. sta es la manera en que procedo contigo cuando Me place hablarte al
alma. Como prenda de Mi amor por ti, a veces te doy ligeros llantos y
lgrimas dulces; o bien, en prenda del deseo que me anima a verte com-
prender el dolor de Mi madre, te doy grandes gritos y chillidos, a fin de que
la gracia de la que te doto atemorice a la gente y le inspire ms compasin
ante todo lo que ha sufrido por M76.
El resultado de estas contemplaciones tan extremas era que las msticas
quedaban en un estado cercano a la muerte. Adems el lenguaje amoroso de
74 RGNIER-BOHLER, D., Voces literarias, Voces msticas, Historia de las Mujeres en Occi-
como las ves y oyes en las alturas celestiales y en las maravillas del Seor;
proclmalas como el discpulo que, habiendo escuchado las palabras del
maestro, las comunica con expresin fiel, acorde a lo que este quiso, ense
y prescribi. As dirs tambin t, oh hombre, lo que ves y escuchas; y
escrbelo, no a tu gusto o al de algn otro ser humano, sino segn la volun-
tad de Aquel que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo dispone en los secretos de
Sus misterios 81.
4. CONCLUSIONES
En HILDEGARDA DE BINGEN, Scivias: Conoce los Caminos, trad. Antonio Castro Zafra y
81
Abstract: The reign of Alfonso XI is one of the most prominent in the Late Middle
Ages. This is when the Justiciero government action takes its first steps towards
Modernity. Besides, the writing was not immune to this new dynamic and in this
period the gothic writing would evolve into typical forms of the Modern Age. It
would strongly arrive to the chancelleries and notaries, which also would suffer
major changes within their organization as issuing offices documentary, whilst
there is a nascent, but unstoppable, transformation of late medieval documentary
types.
1. INTRODUCCIN
No es fcil escoger un tema de investigacin con el que comenzar a trabajar
ya que existen muchos factores que, sin duda alguna, influyen a la hora de
hacer una correcta eleccin. Alguno de ellos son los innumerables estudios
realizados anteriormente y el hecho de que debe ser un trabajo indito. Es-
tos elementos hacen que este paso suponga una tarea bastante compleja,
aunque no imposible, como se ha podido comprobar en las I Jornadas de In-
vestigacin en Estudios Medievales Hispnicos. El presente artculo, que
lleva por ttulo La Cancillera en el reinado de Alfonso XI: documentacin y
escritura. Una aproximacin a travs de la documentacin de las rdenes
Militares del Archivo Histrico Nacional, es un ejemplo de ello.
La eleccin del tema responde a dos motivos claramente diferencia-
dos. En primer lugar, he optado por trabajar desde el mbito de la
Paleografa y Diplomtica por ser la ciencia hacia la que he orientado mi
formacin durante la Licenciatura en Historia. Mis primeras investigacio-
nes, publicaciones y ponencias han estado todas centradas en estas ciencias
y en esa direccin es en la que quiero seguir trabajando.
Por otro lado, dentro de los grandes reyes de la Edad Media peninsu-
lar es con El Justiciero con el que menos justicia ha hecho la bibliografa,
valga el juego de palabras. Y es que pese a ser un reinado clave en muchos
aspectos que a continuacin introducir someramente, los documentos pu-
blicados son mucho menos numerosos que los que se puede encontrar para
otros mandatarios como Alfonso X o Pedro I.
La poltica de Alfonso XI pone, sin lugar a dudas, a la corona castella-
noleonesa en una clara proyeccin hacia la Edad Moderna. Su accin de
gobierno tuvo un gran impacto en su tiempo, pero ms an en siglos venide-
ros por las reformas de gran calado que emprendi. En el mbito social se
observa una importante presencia de letrados en la administracin, por fin
se pone en marcha un nuevo cdigo jurdico a travs del Ordenamiento de
Alcal (1348), uno de los impuestos que mayores ingresos produce a la
Hacienda Real es la alcabala y en el terreno militar se traban las ms nota-
bles batallas desde Fernando III.
Desde una perspectiva diplomtica, el reinado de Alfonso XI tambin
dej grandes cambios en cancilleras y escribanas. En este periodo se dan
los primeros pasos hacia el nacimiento de nuevos tipos diplomticos, como el
mandato o provisin real, debido a las necesidades que impone la renovacin
burocrtica estatal.
1 Citado en PORRAS ARBOLEDAS, P.A., RAMREZ VAQUERO, E. y SABAT I CURULL, F., La po-
ca medieval: administracin y gobierno, Istmo, Madrid, 2003, pp. 89-90.
2 Los ttulos XIX y XX de la Partida Tercera definen a los escribanos y cmo deben ser los
sellos y los funcionarios encargados de custodiarlos. Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso
X El Sabio, Imprenta Real, Madrid, 1807, (facsmil), pp. 633-653.
3 Riesco Terrero lo define como un rgano oficial algunos lo llaman menor respecto del
general creado por reyes y papas (s. XIIIXIV) para la tramitacin y expedicin de la do-
cumentacin particular y personal de dichas autoridades y, tambin, la oficial que por
razn de su naturaleza y contenido secreto o confidencial requera especial seguridad y cau-
telas y un procedimiento de mayor rapidez, garanta y reserva. RIESCO TERRERO, A.,
Vocabulario cientfico-tcnico de Paleografa, Diplomtica y ciencias afines, B&A, Madrid,
2003, pp. 56-57.
4 Este trmino hace referencia no slo al lugar, edificio o sede material donde se imparta y
haca justicia sino tambin al tribunal unipersonal o colegiado de justicia: civil, militar,
eclesistica, etc., designado para or y resolver apelaciones, causas, pleitos..., conforme a
equidad y derecho, y de acuerdo con la delimitacin territorial y jurisdiccional del mismo.
Ibd., p. 27-28.
7 Cortes de los antiguos reinos de Len y Castilla, Rivadeneyra, Madrid, 1861, 6 tomos.
8 La situacin fue extremadamente delicada al no haber acuerdo entre ambos aspirantes.
Por un lado se encontraba la reina doa Mara de Molina, mujer de Sancho IV, junto con su
hijo el infante don Pedro, hermano de Fernando IV, abuela y to de Alfonso XI. Por otro
estaban el infante don Juan, hermano de Sancho IV, la reina Constanza y Juan Nez de
Lara. Los acontecimientos darn un giro inesperado cuando en la campaa de Granada
contra los musulmanes, los infantes Juan y Pedro fallezcan. Doa Mara de Molina quedaba
como nica tutora por lo que un nuevo captulo de intrigas se cierne sobre el reino. En esta
ocasin, los candidatos eran el infante Juan Manuel, el infante don Felipe hermano de
Fernando IV y por lo tanto to suyo, y Juan el Tuerto, hijo del infante Juan. La Gran
Crnica en su captulo XLIX ilustra muy bien el estado de los reinos de Castilla y Len en
esta poca: Asi como la ystoria a contado los fechos que pasaron en los rreynos, deue contar
el estado de la tierra en que guisa estaua en aquel tienpo; e dize que avia muchas rrazones
e muchas maneras en la tierra por que las villas del rrey e los otros lugares del rreyno rres-
ibieron muy gran dao por lo qual eran destruydos: ca los rricos omes e los caualleros
biuian de rrobos e de tomas que fazian en la tierra, e los tutores consentianselo por los aver
cada vno de ellos en su ayuda. CATALN, D., Captulo XLIX: Del estado en que el rreyno
estaua en esta sazn, e de los ynsultos e rrobos que se fazian en todo el rreyno, ansi en los
lugares que tenian tutores como en los que no los tenian, Edicin crtica de la Gran Crni-
ca de Alfonso XI, Gredos, Madrid, 1976, tomo 1, p. 369.
9 Fue prctica habitual la expedicin de este tipo de misivas durante la minora de edad del
monarca castellanoleons. Las cartas blancas desde el punto de vista diplomtico, podran
considerarse como cartas falsas, pues su expedicin no se someta a las normas de cancille-
ra, aunque estuvieran validadas por el sello real. Por eso su cumplimiento no obligaba a las
autoridades a las que iban dirigidas. OSTOLAZA ELIZONDO, I., La Cancillera, p. 184.
10 ... e que en la chanelleria que non aya otra llaue ninguna ssaluo las llaues de los tutores
e la del mayordomo. Et aquellos que estas llaues touieren, que non sseellen ninguna carta
sin vistas ssigunt que ffuere ordenado; et ssila sseellaren ssinon commo dicho es, quelos
maten por ello. Cortes de Carrin de 1317, Cortes de los antiguos... tomo I, p. 301.
11 Et que enla chanelleria e en las notarias e en los seellos e en los otros offiios que per-
tenesien ala chanelleria, que non y andudiesse clerigo que touiesse offiio e que
tirassemos ende los clerigos que agora y andauan, e aquellos aquien diessemos los offiios
que ssean lego e tales que ssean para ello e que sean dela hermandat, por que ssy en el offi-
io algun yerro ffeziessen, que el Rey e nos que nos podamos tornar alos sus cuerpos e a
todo lo que ouyeren, lo que non podemos ffazer a los perlados nin alos otros clrigos []. A
lo de los clerigos rrespondemos quelos seellos del Rey que sson suyos para darlos aquien la
su mered ffuere et todos los offiios que pertenesen alos seellos, e ssi algunos rreys dieron
preuileios a arobispos o a otros que esto quelo pudian ffaer por ssu vida, mas despues de
ssus dias de aquel que libresn ffincaron los offiios al otro Rey para darlos a quien el quis-
siese, e que assy lo vssaron siempre los rreys. Et nos cataremos tales offiiales que
pongamos y por que el sseruiio del Rey ssea guardado e ssena para ello, que ssy nos guar-
dassemos aquellos priuilleios, que meteriamos los offiios del Rey dela ssu chanelleria en
firmedunbre e que ssy assy lo non guardassemos, que non ffariamos commo buenos tutores
que non podemos nin deuemos tirar al Rey, que non d los offiios dela su chanelleria
aquien el touiere por bien e a quien entendiere que ssera mas su seruiio. Cortes de Ca-
rrin de 1317, Cortes de los antiguos..., p. 301.
12 Varias son las peticiones referentes a las personas que deben ocupar los oficios de la Can-
13 MOX, S. DE, La promocin poltica y social de los letrados en la corte de Alfonso XI,
Hispania. Revista espaola de Historia, 129 (1975), p. 7.
14 RAH, Coleccin Salv, 4. Visto en OSTOLAZA ELIZONDO, I., La cancillera, p. 163.
15 OSTOLAZA ELIZONDO, I., La cancillera, p. 166.
16 Calificado por Salvador de Mox como el arquetipo de letrado ya que fue uno de los
primeros colaboradores de Alfonso XI cuando ste se hizo cargo del gobierno personal de su
reino, el cual intervino como su emisario personal junto a los ltimos tutores, el Infante don
Felipe, don Juan Manuel y don Juan el Tuerto. Versado en la naciente tcnica de la admi-
nistracin, dotado de condiciones para las negociaciones polticas y jurista al parecer
eminente, Fernn Snchez de Valladolid fue desde los orgenes del reinado un eficiente y
leal servidor de la Corona, as como tambin un personaje influyente en el crculo poltico
cortesano, formando parte del Consejo del Rey y alcanzando los puestos de Canciller del
Sello de la Poridad y Notario mayor de Castilla. MOX, S. DE, La promocin poltica, p.
13-14.
17 S. Martn Postigo realiz en 1975 un estudio sobre esta oficina cancilleresca en Notara
crita en una orden militar. El establecimiento de 1440, Universidad de Len, Len, 2008, p.
91.
19 La Orden de Santiago contaba con los archivos de Ucls y San Marcos de Len; la Orden
rdenes extranjeras.
San Juan de Jerusaln, Lengua de Castilla. Su sede es Santa Mara
de Horta (Zamora). En un principio formaban parte del Archivo Gene-
ral Central de Alcal (1877) en la llamada seccin histrica pero
tiempo despus fueron trasladados al Archivo Histrico Nacional
(1896). Existe tambin documentacin de esta orden en otras seccio-
nes como Estado, Consejos y Fondos Contemporneos.
Orden del Temple y Orden del Santo Sepulcro. Con su extincin los
bienes pasaron a la de San Juan. Para su estudio es necesario remi-
tirse a los fondos de Castellana de Amposta.
22 Es destacable que no hayan actualizado las signaturas de los mismos en los catlogos
consultados y sea necesario acudir a los jefes de sala para conocer la signatura conveniente.
1, p. 201.
24 FLORIANO CUMBREO, A. C., Curso general de Paleografa y Paleografa y Diplomtica
26 Partida III, ttulo 18, ley IV: En qu manera debe seer fechas las cartas plomadas. Las
Siete..., pp. 549-550.
a un documento falso de Alfonso XI, Anuario de Estudios Medievales, 13 (1983), pp. 303-
326.
31 LVAREZ MRQUEZ, M. C., Escritura latina en la plena y baja Edad Media. La llamada
gtica libraria en Espaa, Historia, Instituciones, Documentos, 12 (1985), pp. 377-410.
32
Por ejemplo, entre otros muchos aspectos, a nivel estatal se est produciendo una dinmi-
ca de claro reforzamiento del poder de los monarcas. O desde un punto de vista econmico
es destacable el surgimiento por doquier de ferias y mercados, y de su mano se deduce un
momento especialmente vital para el comercio y el artesanado.
34 LVAREZ MRQUEZ, M. del C., Escritura latina, p. 395. Aunque lvarez Mrquez
hace varias crticas, considera que es una clasificacin correcta. As lo muestra en el estudio
citado en el que sigue fundamentalmente la lnea marcada por Canellas y Lieftinck.
35 GURRUCHAGA SNCHEZ, M., La nomenclatura de las escrituras gticas cursivas castella-
6. CONCLUSIN
Como se ha podido observar a lo largo de estas pginas, Alfonso XI es
un personaje clave para la historia de la Baja Edad Media. No se va a volver
a incidir en los aspectos polticos, econmicos, sociales o culturales, los cua-
7. BIBLIOGRAFA
8. APNDICE DOCUMENTAL
Resumen: En las ltimas dcadas son muchas las investigaciones que se estn
abriendo a las posibilidades de estudio que ofrecen las nuevas herramientas anal-
ticas como la identidad. Por ello, a travs de un balance historiogrfico y de una
reflexin terminolgica sobre el vocablo identidad, el objetivo de este artculo es el
de reflexionar acerca de los resultados que est proporcionando la aplicacin de los
anlisis identitarios a la disciplina histrica y cmo pueden contribuir a los futuros
trabajos sobre el mundo urbano. De este modo demostraremos que no estn agota-
das las vas de estudio sobre las ciudades medievales, pues este tipo de
herramientas permiten abordar viejos temas bajo nuevos enfoques, aportando con
ello un mayor conocimiento sobre los hechos pasados.
Palabras clave: Baja Edad Media, Historiografa, Identidad poltica, Identidades,
Mundo urbano.
Abstract: In the last decades many investigations are beginning to open to the pos-
sibilities of study offered by the new analytical tools such as identity. Therefore,
through a historiographical balance and a reflection on the meaning of the word
identity, the aim of this paper is to reflect on the results that the application of
identity categories are providing to historical discipline and how they can contrib-
ute to the future work and projects on the world urban. In this manner, we show
that no routes are exhausted study of medieval cities, as these tools allow ap-
proaching old issues under new approaches, providing greater knowledge about
past events
Keywords: Late Middle Ages, Historiography, Identities, Political identity, Urban
world.
4 BONNEY, M., Lordship and the urban Community. Durham and its overlords, 1250-1540,
Cambridge, Cambridge University Press, 1990.
5 LPEZ PREZ, M.. Identidad urbana e idea de ciudad en el mundo hispano (siglos XV-
XVI): estado de la cuestin. Trabajo de investigacin para la obtencin del D.E.A., presen-
tado en el curso 2005/2006 en el Dpto. de Historia Medieval de la UAM, bajo la direccin de
la Dra. Yolanda Guerrero Navarrete (indito), 2005-2006, p.34.
6 MERCADO MALDONADO, A. y HERNNDEZ OLIVA, A. El proceso de construccin, p.231.
7 ERICKSON, E. Identidad, Juventud y Crisis, Paids, Buenos Aires, 1974, 2 ed.
8 TAJFEL, H., Social identity and intergroup behaviour, Social Science Information, 13
(1971), pp.65-93; Id., Human Grupos and Social Categories, Cambridge University Press,
Cambridge, 1981 y TAJFEL, H. y TURNER, J. The social identity theory of inter-group be-
Aires, 1963.
ments sociaux, Privat, Touluse, 1980; ID., Identites collectives et changements sociaux,
Privat, Toulouse, 1980 y Id., Style personnel et transformation des rles sociaux Bulletin
de Psychologie, XL,379 (1987), pp.399-403.
13 HABERMAS, J. Teora de la accin comunicativa, vol I., Taurus, Madrid, 1987, 2.
14 MERCADO MALDONADO, A. y HERNNDEZ OLIVA, A. El proceso de construccin, pp.229-
249.
tidad europea: pasado, presente y futuro. Europa; un modelo de sociedad El reto europeo:
identidades culturales en el cambio de siglo. I Jornadas de Hispanismo filosfico celebradas
en Madrid entre el 9 y el 12 de de diciembre de 1992, 1994, pp.121-123; MELUCCI, A. Qu
hay de nuevo en los movimientos sociales? en GUSFIEL J y LARAA RODRGUEZ E. (coords.)
Los nuevos movimientos sociales: de la ideologa a la identidad, 1994, pp.119-150; GIMNEZ,
G. Identidades tnicas: estado de la cuestin en REINA, L., Los retos de la etnicidad en los
Estados-nacin del siglo XXI, Mxico, 2000; Id., Materiales para una teora de las identi-
dades sociales en ARCE, J.M. (coord.), Decadencia y auge de las identidades, Mxico, 2000;
FRIEDLANDER, J. Being Indian in Hueyapan: A study of forced identity in contemporay
Mxico, St. Martins Press, New York, 1975, 1 ed. y DE VOS, G. y ROMANUCCI-ROSS, L.
Ethnic identity: Creation, conflict an acomodation, Altamira Press, Walnaut Creek, 1995, 3
ed.
20 ANDERSON, B. Imagined Communites: Reflections on the Origin and Spread of National-
22 ROSSER, G. Myth, image and social process in the English medieval town, Urban His-
tory, 23, 1(1996), pp.5-25
Ages 23, a travs del cual no slo estudian la construccin de las identidades
nacionales buscando los orgenes de pueblos, como los francos, o las imge-
nes que los distintos sujetos proyectan sobre diversas realidades
territoriales como Espaa, sino que tambin usan la escultura gtica como
una fuente vlida para el estudio de la identidad nacional. Asimismo dentro
del estudio de la identidad nacional destacan algunos trabajos como el de H.
Bresc 24 sobre la nacin siciliana, el de I. Beceiro Pita 25 para el caso luso y el
dirigido por H. Bres y Ch. Veauvy 26 en donde en base a un estudio multidis-
ciplinar en el que participan tanto historiadores como socilogos se busca el
inicio del proceso de la construccin de una identidad colectiva mediterrnea
que descansara en la existencia de unos marcadores comunes desde la Edad
Media hasta la etapa contempornea. Un Mediterrneo que se encuentra
conectado entre s por vas de comunicacin que uniran a los pueblos y que
ayudaran a stos a dotarles de sus propias identidades como puso de mani-
fiesto, para el caso peninsular, el trabajo resultante de la XXVII Semana de
Estudios Medievales de Estella sobre Itinerarios medievales e identidad
hispnica 27, cuyo objetivo era el de presentar cmo se configuraba una iden-
tidad hispana a travs de los diferentes itinerarios o caminos que confluan
en la pennsula: las vas de comercio atlnticas y mediterrneas, el camino
de los pirineos o la pennsula como camino entre la Cristiandad y el Islam.
Dejando al margen el anlisis de la identidad nacional, los medieva-
listas han centrado sus investigaciones en estudios ms especficos en torno
a la construccin de la identidad de poblaciones concretas como el trabajo de
E. Martn Gutirrez 28 sobre Jerez de la Frontera y la evolucin histrica de
esta villa a lo largo de la Edad Media, gracias a la cual pueden observarse
las caractersticas identitarias que la configuran. Tambin enfocado al estu-
dio de la identidad de una zona geogrfica concreta debe citarse la obra
colectiva de C. Ayala Martnez, P. Buresi y P. Josserand Identidad y repre-
23 FORDE, S., JONSON, L., y MURRAY, A. (eds.) Concepts of Nacional Identity in the Middle
Ages, Universidad de Leeds, Leeds, 1995
24 BRESC, H. Mosaque de peuples, nation rebelle: la naissance violente de lidentit sici-
vales. Estella del 17-21 de Julio de 2000, Gobierno de Navarra, Pamplona 2001.
28 MARTN GUTIRREZ, E. La identidad rural de Jerez de la frontera: territorio y poblamien-
estas incluyen unos valores y modo de vida, son un factor clave a tener en cuenta en el pro-
ceso de construccin de la identidad, sobre todo en el periodo medieval, en donde la
confesin religiosa a la que el sujeto individual se adscribe le identifica como miembro de un
grupo frente a los otros, representados si hablamos de los cristianos por los judos y los
musulmanes. Es precisamente esta idea la que recogen los trabajos de RUANO, B., De la
alteridad en la Historia. Discurso ledo en la recepcin pblica como acadmico, Real Aca-
demia de la Historia, Madrid, 1988, y BARKAI, R., Cristianos y musulmanes en la Espaa
Medieval (El enemigo en el espejo), Rialp, Madrid, 1984.
31 SCHEIDMULLER, B., Constructing the past by the means of the present. Historiographical
34 SWAN, G. Necesary conjunctions: the social self in medieval England, Palgrave Macmil-
lan, New York, 2005
35 TAYLER, C. Fuentes del yo: La construccin de la identidad moderna, Paids Ibrica, Bar-
Si nos centramos en los estudios que desde principios del siglo XXI se
han realizado sobre la identidad urbana nos encontramos con un panorama
no muy diferente.
Efectivamente, los medievalistas que han aplicado categoras identi-
tarias al mundo urbano no se han alejado mucho de los trabajos que se
estaban realizando en otras parcelas del medievalismo. En este sentido, la
mayora de las investigaciones se han centrado en el estudio del concepto
comunidad o en el anlisis de las identidades de los grupos dirigentes urba-
nos. En relacin con ello puede ser puesto el trabajo coordinado por G.
Chittolini y P. Johanek 38 sobre configuracin de la identidad en las ciudades
alemanas e italianas entre los siglos XIV-XVI y la tesis de V. Fulda, sobre
los conceptos de identidad, espacio cvico y ciudadana en la ciudad de
Portsmouth en 1890 39. Vinculado al desarrollo de una conciencia urbana
comn cabe mencionar el trabajo realizado por I. Val Valdivieso 40 sobre los
ncleos urbanos de la Corona de Castilla a finales de la Edad Media. En l
se analizan las caractersticas que daran lugar a la construccin de una
identidad colectiva urbana, entre las que destacan las siguientes: en primer
lugar, el sentimiento de pertenencia a un lugar determinado con un estatuto
jurdico propio que concede a ese ncleo urbano una serie de privilegios; en
segundo, la capacidad jurisdiccional que la ciudad ejerce hacia su alfoz, ele-
mento que diferencia a los habitantes de un lado de los de otro, lo que lleva a
la tercera caracterstica, la condicin de vecino; en cuarto lugar estara el
sentimiento de identificacin de los vecinos de un municipio con la simbolog-
a que la ciudad adopta, es decir, con los atributos, lemas y ttulos con los
que la ciudad se autocalifica y es calificada; en quinto lugar con el tamao
de carcter cualitativo de la ciudad, el cual estara vinculado a la honorabi-
lidad de sus habitantes, vivos o muertos, a sus monumentos y edificios y a
los acontecimientos relevantes para el Cuerpo Poltico de la monarqua que
han tenido lugar en el espacio urbano 41. Desde esta perspectiva, los vecinos
presumen de la honra de su ciudad por lo que la defienden, entendiendo
que su conservacin es una tarea concejil; y por ltimo, en sexto lugar estar-
an los intereses econmicos comunes. En suma, todos estos rasgos
VAL VALDIVESO, I. DEL y SOPENA MARTNEZ, P. (coords.), Castilla y el mundo feudal. Home-
naje al profesor Julio Valden, Junta de Castilla y Len, Valladolid, I, 2009, pp.551-565
y altomoderna hispana en los ltimos treinta aos: Lneas para el estudio de la cultura e
identidad urbana, Miscelnea Medieval Murciana, 31 (2007), pp.111-122.
48 ANDRS DAZ, R. Las entradas reales castellanas en los siglos XIV y XV, segn las crni-
Lovaina, 2000.
51 SIMON-MUSCHEID, K. La fte des mendiants: fictions et ralits au bas Moyen Ages and
54 Congreso celebrado en Cuenca en septiembre del 2007 fruto del cual nace la publicacin:
JARA FUENTE, J.A., MARTIN, G. y ALFONSO ANTN, I. (eds.) Construir la identidad en la
Edad Media, Universidad de Castilla La Mancha, Cuenca, 2010 fruto del congreso interna-
cional celebrado en Cuenca en septiembre del 2007, Construir la identidad en la Edad
Media. Poder y memoria en la Castilla de los siglos VII al XV.
55 Congreso internacional celebrado en Cuenca en septiembre del 2011
56 BARRIO BARRIO, J. A. (coord.), Espacios de Identidad Poltica urbana en la Pennsula Ib-
GUERRERO NAVARRETE, Y. Identidad y honor urbano y Id., Patrician power and politi-
cal identity in Burgos, en BARRIO BARRIO, J. A. (coord.), Espacios de Identidad, pp.63-92.
61 JARA FUENTE, J.A., MARTIN, G. y ALFONSO ANTN, I. (eds.), Construir la identidad, p.9.
3. CONCLUSIONES
En conclusin, cabe afirmar que a pesar de las dificultades que en-
traan las investigaciones sobre la identidad como prueba el pequeo
balance historiogrfico que hemos realizado a lo largo de estas pginas, es-
tas nuevas herramientas analticas tienen mucho que ofrecer. Si bien, los
resultados positivos de las investigaciones dependern del correcto uso que
se haga de estas categoras, lo cual pasa por definir de manera correcta qu
se entiende por identidad y cmo opera en el campo de trabajo al que nos
referimos, amn de la utilizacin de una correcta metodologa.
De este modo, las investigaciones identitarias, en concreto aquellas
que se centren en la identidad poltica urbana tendrn mucho que ofrecer,
ms si tenemos en cuenta la cantidad de enfoques a los que pueden ser so-
metidas las nociones identitarias. En este sentido los anlisis identitarios
sobre el mundo urbano cuentan con una rica variedad de fuentes de diversa
ndole que pueden ser utilizadas interdisciplinarmente bajo los anlisis
identitarios y que en conjunto pueden aportar nuevos datos sobre las ciuda-
des medievales.
En definitiva, lo que estos trabajos demuestran es que no estn ago-
tadas las vas de estudio sobre las ciudades medievales, por lo que los
medievalistas deben aceptar el reto que les brindan estas nuevas herra-
mientas y estar siempre abiertos a los cambios en el modo de investigar,
pues como bien dijo Lucien Febvre el historiador debe trabajar
con todo lo que el ingenio pueda permitirle utilizar para fabricar su miel, a
falta de las flores usuales. Por tanto, con palabras. Con signos. Con paisajes
y con tejas. Con formas de campo y hierbajos. Con eclipses de Luna y cabes-
tros. Con exmenes periciales de piedras realizados por gelogos y anlisis
de espadas de metal realizados por qumicos. En una palabra: con todo lo
que siendo del hombre, depende del hombre, sirve al hombre, expresa al
Abstract: The aim of this paper is to offer an overall view of the different
iconographical topics that we can find in the Romanesque sculpture from
Soria, framing it in its historical and artistic context. Moreover, it has been
chosen the example of apes depictions in order to show the work method-
logy based on the analysis of the interpretation and evolution of every sin-
gle iconographical topic that has been used in a more intensive research.
1. INTRODUCCIN
El contenido de esta comunicacin pertenece a una investigacin so-
bre la escultura romnica de la zona occidental de la provincia de Soria 1. Se
trata de un estudio en el que pretendimos mostrar una visin de conjunto
sobre la iconografa del Romnico occidental soriano 2, analizando las rela-
ciones modelo-copia en funcin de la evolucin de los temas iconogrficos en
los distintos ejemplos encontrados en la zona de estudio. En esta rea, que
abarca las regiones de la Ribera del Duero y las Sierras Meridionales 3 y fue
la zona de repoblacin ms temprana, encontramos la mayor parte de obras
romnicas influidas por las formas desarrolladas en el monasterio de Santo
Domingo de Silos (Burgos).
Nuestro objetivo es mostrar la metodologa de trabajo desarrollada
durante la realizacin de esta investigacin, en la que han sido estudiados
de un mismo modo todos los temas iconogrficos. Para ello, nos acercaremos
a las representaciones de simios en el romnico soriano, estudiando tanto su
tipo iconogrfico como las diversas interpretaciones que pueden aplicarse a
este tipo de imgenes. Adems, destacaremos los ejemplos hallados en nues-
tra zona de estudio y analizaremos la posible evolucin que habra sufrido
dicho modelo a travs de la transmisin del tema entre los distintos templos.
elementos de gran inters, como numerosas galeras porticadas, y la nica obra que haba
abordado el simbolismo de este Romnico soriano es la de Sainz Magaa, solo dedicada al
Romnico de la capital y a la zona oriental de la provincia. GAYA NUO, J. A., El romnico
en la provincia de Soria, CSIC, Madrid, 1946. [Ed. Facsmil: CSIC, Madrid, 2003]. SAINZ
MAGAA, M. E., El romnico soriano. Estudio simblico de los monumentos, Universidad
Complutense, Madrid, 1984.
3 Seguimos la divisin que aporta Sainz Magaa, basada en la efectuada por Mercedes Mo-
lina para el Instituto Geogrfico Nacional; por la cual Soria se divide en cuatro grandes
conjuntos: Altas Serranas Sorianas, Altiplano Soriano, Ribera del Duero y Sierras Meri-
dionales. SAINZ MAGAA, M. E. El romnico, pp. 15-18. Fueron incluidas en el estudio un
total de 70 localidades, seleccionadas en base a los siguientes criterios: la presencia de un
templo romnico con decoracin escultrica y que dicha decoracin fuese de carcter figura-
tivo, ya fuera humano, animal o simblico, excluyendo la decoracin vegetal y su
simbolismo por haber sido tratada por otros autores. QUIONES COSTA, A. M., La decoracin
vegetal en el Arte Espaol de la Alta Edad Media: su simbolismo. Universidad Compluten-
se de Madrid, Madrid, 2002.
2. CONTEXTO HISTRICO
El perodo histrico de inters para nuestro objeto de estudio se sita
en Castilla, desde finales del siglo XI hasta el primer tercio del XIII. Con el
objetivo de entender los condicionantes que rodeaban a esta escultura
romnica soriana, realizaremos una breve introduccin a las cuestiones pol-
ticas y religiosas ms relevantes.
El rea que actualmente ocupa la provincia de Soria sufri en esta
etapa un contexto de disputa por el poder del territorio. Se trata de una zona
de frontera entre cristianos y musulmanes que, a pesar de lo que tradicio-
nalmente 4 se ha considerado, no estuvo totalmente despoblada 5. Tras un
siglo X marcado por la alta actividad blica y el constante cambio de manos
de las diversas poblaciones 6, las tropas de Fernando I conquistaron en el ao
1060 de manera definitiva la fortaleza de Gormaz y las plazas de Vadorrey,
Aguilera y Berlanga 7. Por su parte, Alfonso VI de Castilla 8 y Alfonso I el
4 SNCHEZ ALBORNOZ, C., Despoblacin y repoblacin del valle del Duero, Instituto de His-
toria de Espaa, Buenos Aires, 1966.
5 Actualmente, numerosos autores consideran que estos territorios de Castilla se convirtie-
SENZ RIDRUEJO, C., Soria durante la Reconquista, Historia de Soria, I, Centro de Estu-
dios SorianosCSIC, Soria, 1985. p. 219.
7 Senz Ridruejo seala que casi con toda seguridad, aunque no se cite en la Crnica, Anda-
luz tambin se encontrara entre los lugares tomados por Fernando I. Ibd. p. 236. sta es
la primera villa de Soria a la que se le otorga un fuero, en el ao 1089. FERNNDEZ MARTN,
P., El Fuero de Andaluz, dado en Burgos el ao de 1089, Celtiberia, 44 (1972), pp. 237-
249.
8 Para ampliar cualquier dato sobre el reinado de ste y otros monarcas del perodo de re-
conquista remitimos a: LADERO QUESADA, M. ., MATTOSO, J., MARTN DUQUE, . J., UDINA
MARTORELL, F., FORTN PREZ DE CIRIZA, L. J., Y SESMA MUOZ, J. ., La Reconquista y el
proceso de diferenciacin poltica (1035-1217), Historia de Espaa Menndez Pidal, Espasa
Calpe, Madrid, 1998, Tomo 9.
obispado de Osma, Imprenta Real, Madrid, 1788 (Ed. Facsmil: Turner, Madrid, 1978). Des-
tacamos tambin la siguiente sntesis: REGLERO DE LA FUENTE, C. M., El obispado de
Osma hasta mediados del siglo XIII: gnesis y problemtica, Santo Domingo de Caleruega.
Contexto eclesial religioso. IV Jornadas de Estudios Medievales-1995, Editorial San Este-
ban, Salamanca, 1996, y BARTOLOM MARTNEZ, B. (coord.), Historia de las dicesis
espaolas. Iglesias de Burgos, Osma-Soria y Santander, Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, 2002, Vol. 20.
13 NIZ IRIARTE, C., O. P., Restauracin de la Dicesis de Osma: escuelas espirituales en los
14 Se escapa de nuestros objetivos tratar aqu la problemtica de los lmites diocesanos, por
lo que remitimos a las publicaciones anteriormente citadas, as como a: MANSILLA REOYO,
D., Geografa eclesistica de Espaa. Estudio histrico-geogrfico de las dicesis, Iglesia
Nacional Espaola, Roma, 1994, Vol. 2, p. 173 y PALACIOS MADRID, F., Lmites de la Dice-
sis de Osma, segn el Concilio de Husillos, Celtiberia, 57 (1979), p. 123.
15 Ya que tampoco ha lugar un estado de la cuestin, remitimos a la interesante sntesis
planteada por Izquierdo Brtiz en la que apunta ciertas hiptesis de trabajo acerca de los
talleres de escultura de la provincia. IZQUIERDO BRTIZ, J. M., Arte Romnico en PREZ
RIOJA, J. A. (coord.), Historia de Soria, Centro de Estudios Sorianos CSIC, Soria, 1985.
Destacamos asimismo ciertas obras relevantes publicadas con posterioridad a 1985: BANGO
TORVISO, I., El arte Romnico en Castilla y Len, Banco de Santander, Madrid, 1997.;
MONTEIRA ARIAS, I., La influencia islmica en la escultura romnica de Soria. Una nueva
va para el estudio de la iconografa en el Romnico, Cuadernos de Arte e Iconografa, 27
(2005), nmero monogrfico.; LOZANO LPEZ, E., Un mundo en imgenes: la portada de
Santo Domingo de Soria, Fundacin Universitaria Espaola, Madrid, 2006. Aparte, no po-
demos dejar de valorar la Enciclopedia del Romnico, que identifica 407 testimonios de arte
romnico repartidos en 323 ncleos de poblacin en la actual provincia de Soria. Sealamos
este dato para ponerlo en contraste con los apenas cien o ciento cincuenta ejemplos que se
conocan cuando se realizaron los ms relevantes estudios sobre el Romnico de Soria, como
son los de Gaya Nuo, Sainz Magaa o Izquierdo Brtiz, ya citados. GARCA GUINEA, M. A.,
y PREZ GONZLEZ, J. M. (dirs.), Enciclopedia del Romnico en Castilla y Len. Soria I-III,
Fundacin Santa Mara la Real Centro de estudios del Romnico, Aguilar de Campoo,
2002.
16 Principalmente en capiteles, canecillos y arquivoltas, si bien encontramos otros elementos
Espaola: Estado de la cuestin, Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte,
IX-X (1997-1998). p. 18.
Rivero, as como con las portadas de San Miguel de Andaluz y Santa Mara de Tiermes.
21 Esta lnea de investigacin fue apuntada por Lambert y Torres Balbs (LAMBERT, E.,
Linfluence artistique de lIslam dans les monuments de Soria, Anuario del Cuerpo Facul-
tativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arquelogos, III (1935), pp. 43-50, y TORRES BALBS,
L., La influencia artstica del Islam en los monumentos de Soria, Al Andalus, V (1940),
pp. 465-467.). Si bien los trabajos ms recientes realizados a este respecto son de Ins Mon-
teira: MONTEIRA ARIAS, I., La influencia islmica, y La escultura romnica hispana y la
lucha contra el Islam (mediados del siglo XI a mediados del siglo XIII), Universidad Carlos
III de Madrid, Getafe, 2010.
22 Hemos de tener en cuenta para ello que, de las dos campaas constructivas del claustro
de Silos la principal influencia va a ejercerse desde la segunda de ellas, llevada a cabo hacia
nota 26.
24 LOZANO LPEZ, E., La portada de Santo Domingo de Soria. Estudio formal e iconogrfico,
Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, p. 703. Tesis doctoral defendida en 2003. [en lnea
http://www. tdx. cat/TDX-0504107-140820/] [consulta: 02. 12. 2010].
25 La cabecera de la Catedral calceatense y el Tardorromnico hispano. Actas del Simposio
4. ICONOGRAFA
Al iniciar el recorrido por la iconografa de la escultura romnica so-
riana debemos sealar que en relacin a los temas protagonistas de dicha
decoracin, adems de aquella basada en elementos geomtricos y vegetales,
abundan los motivos figurativos, primando los animalsticos sobre los antro-
pomorfos. A partir de los datos recogidos, de un total de 695 temas
registrados, 300 corresponden a animales reales y fantsticos, 276 a figura-
cin profana y tan solo 44 a temas bblicos; adems de los 2 martirios y 5
crismones 28. Adems, en relacin con los temas bblicos, debemos hacer hin-
capi en el hecho de que en varias ocasiones encontramos cuatro temas
diferentes en un mismo capitel, como es el caso de escenas del Ciclo de la
Infancia, o del Tetramorfos, ubicado en un tmpano dentro del propio tema
de Juicio Final. Esto nos lleva a reducir an ms el nmero de obras asocia-
MELERO, M. L., El llamado taller de San Juan de la Pea. Problemas planteados y nuevas
teoras, Locus amoenus, 1 (S) (1995), pp. 47-60.
27 A este respecto, contamos con interesantes aportaciones en un campo en el que la propia
definicin del trmino romnico rural o romnico popular ha sido muy cuestionada,
algunas de stas son: RUIZ MONTEJO, I., Concepto y mtodo del romnico rural, Anales de
Historia del Arte, 1 (1989), pp. 21-37, y RODRGUEZ VZQUEZ, J. M., y GARCINUO CALLEJO,
O., De Romnico y romnicos: una aproximacin a la doble naturaleza del romnico popu-
lar, Anales de Historia del Arte, 2003 (13), pp. 7-25.
28
Hemos reflejado todos estos datos en un cuadro-resumen (p.166) en el que se aprecia la preeminencia
de unos temas sobre otros en funcin de los testimonios recogidos. Al analizar este tipo de cifras
debemos tener cierta precaucin dado que algunas identificaciones, sobre todo en el caso de
los campos otros, son dudosas o no van ms all de reconocer a un animal o a una figura
mediante los volmenes, pero no se ha podido precisar ms debido al psimo estado de con-
servacin de muchos de los testimonios recogidos. De ah que el campo otras figuras
registre un nmero de testimonios tan elevado, son muchas las figuras humanas difcilmen-
te identificables, animales mutilados o elementos que solo se repiten una o dos veces y son
de compleja catalogacin.
29 MONTEIRA ARIAS, I., La influencia islmica, p. 81. Esta autora tambin hace referencia
a tratados de origen islmico que aludan a conclusiones morales y a los hadices musulma-
nes como posible fuente iconogrfica.
30 Son narraciones similares a los que insertan fbulas para llamar la atencin del lector.
primer bestiario conocido con un origen que se remonta a Alejandra entre los siglos II y V.
Esta obra, fue traducida al latn a partir del siglo V, y comenzaron a realizarse manuscritos
iluminados ya en el siglo XI. En ella se establecen relaciones de carcter mstico entre Cris-
to o el Demonio y determinados animales, mostrando el mundo animal como un reflejo
simblico de otra realidad ms profunda. El propio Isidoro de Sevilla difundir parte de
esta tradicin a travs de sus Etimologas (S. VI), con un carcter cientfico, pero de inten-
cin moralizadora; as como otras obras posteriores que comparten un mismo espritu, como
por ejemplo, el Liber monstrorum de diversis generibus (S. VI), De Universo de Rabano
Mauro (S. IX) o el Bestiario de Pierre de Beauvais (h. 1218). Son muchos los autores que
han tratado estos aspectos, destacamos, entre otros: WHITE, T. H., The Book of Beasts, Be-
ing a Translation from a Latin Bestiary of the Twelfth Century. Jonathan Cape, London,
1954.; GUGLIEMI, N., El Fisilogo.; BAXTER, R., Medieval Bestiaries and their Users in the
Middle Ages. Sutton Publishing, Thrupp, 1998.; BITTERLING, K., Physiologus und
Bestiarien im englischen Mittelalter, Mittellateinisches Jahrbuch: Internationale
Zeitschrift fr Medivistik, 2 (2005), pp. 153-170.
34 La primera de ellas est marcada por las figuras de Baltrusaitis y Focillon y en contra de
esta visin, podramos sealar numerosas obras como la de Debidour. BALTRUSAITIS, J., La
stylistique ornamentale dans la sculpture romane, Presses Universitaires de France, Pars,
1931. FOCILLON, H., La escultura romnica. Investigaciones sobre la historia de las formas,
Akal Arte y Esttica, Madrid, 1987. [1 ed: Librairie Ernest Leroux, Pars, 1931].
DEBIDOUR, V. H., Le Bestiaire sculpt du moyen age en France, Arthaud, Pars, 1961.
35 BOTO VARELA, G., Ornamento sin delito, Se trata de unas ideas que ya haba adelantado
en: Leer o contemplar. Los monstruos y su pblico en los templos tardorromnicos caste-
llanos, La cabecera de la Catedral calceatense y el Tardorromnico hispano. Actas del
Simposio en Santo Domingo de la Calzada. 29 al 31 de enero de 1998, Catedral de Santo
Domingo de la Calzada, Logroo, 2000, pp. 357-387.
36 Ibid, p. 294.
37 BONNE, J. C., Repenser lornement, repenser lart medieval, Le rle de lornement dans
la peinture murale du Moyen ge, Universit, Poitiers, 1997. GRABAR, O., The mediation of
ornament, University Press, Princeton ,1992.
38 Sainz Magaa ha estudiado en alguna ocasin la simbologa de los animales en el rom-
nico soriano, destacando las influencias de los pueblos prerromnicos, as como el papel de
Fisilogo y de las artes suntuarias islmicas. Sin embargo, no se posiciona sobre su posible
funcin ornamental. SAINZ MAGAA, M. E., El romnico y Simbologa de los animales ms
frecuentes en el romnico soriano, Revista de Soria, 22 (1998), pp. 15-32.
39 Este tema ha sido analizado en el siguiente trabajo: OLIVARES MARTNEZ, D., La figura
de Sansn en la escultura romnica de Soria, Anales de Historia del Arte, Volumen extra-
ordinario, (2012). [en prensa].
40 El ciclo de la Infancia se dividir a su vez en Anunciacin, Sueo de Jos, Visitacin, Na-
tividad, Anuncio a los Pastores, Adoracin de los Magos y Matanza de los Inocentes.
Mientras que el ciclo de la Pasin cuenta con las escenas de la Entrada en Jerusaln, el
Lavatorio y la ltima Cena.
41 La identificacin temtica fue realizada por Marta Poza Yage en su Tesis Doctoral in-
dita, aunque posteriormente ha aparecido sugerido como tal en HERNANDO GARRIDO, J. L.,
Berzosa en GARCA GUINEA, M. A., y PREZ GONZLEZ, J. M. (dirs.), Enciclopedia del
Romnico en Castilla y Len. Soria I, p. 238.
42 Entre otros estudios, destacamos, RUIZ EZQUERRO, J. J., Silos y el romnico rural.
43 A pesar de los aos, el siguiente artculo sigue siendo una referencia clave para el estudio
muchos estudios: CHRISTE, Y., Les Grands Portails Romans: tudes sur liconologie des
thophanies romanes. Genve: Librairie Droz, 1969; CONANT, K. J., The Theophony (sic) in
the History of Church Portal Design, Gesta, 15 (1976), pp. 127-134.
46 YARZA LUACES, J., San Miguel y la Balanza. Notas iconogrficas acerca de la psicostasia
y el pesaje de las acciones morales, Boletn del Museo e Instituto Camn Aznar, VI-VIII
(1981), pp. 5-36.
47 OCN ALONSO, D., Problemtica del crismn trinitario, Archivo Espaol de Arte, 1983
(223), pp. 242-264 y Tmpanos Romnicos Espaoles: reinos de Navarra y Aragn. Madrid:
Universidad Complutense, 1987 y El sello de Dios sobre la Iglesia: tmpanos con crismones
en Navarra y Aragn, en SNCHEZ AMEIJEIRAS, R., y SENRA GABRIEL Y GALN, J. L. (co-
ord.), El tmpano romnico. Imgenes, estructuras y audiencias. Universidad, Santiago de
Compostela, 2003, pp. 75-101.
48 Los ejemplos sorianos han sido estudiados en las siguientes publicaciones: MRQUEZ
tmpano de Santo Domingo de Soria, fechado a su vez hacia 1170. LOZANO, E., Un mundo,
p. 261.
51La figura de Santo Toms Becket es tratada en distintas publicaciones: Aub, P., Toms
Becket, Ediciones Palabra, Madrid, 1994. KNOWLES, D., IPAS, J., ARTIGAS MAYAYO, A.,
Toms Becket, Rialp, Madrid, 1980. MARQUS, I., Santo Toms Becket, Arzobispo de Can-
terbury, Centro de Pastoral Litrgica, Barcelona, 2004.
52 Hija de Enrique II Plantagenet y esposa de Alfonso VIII de Castilla, sintindose culpable
de los pecados de su padre, la necesidad de expiacin de los mismos le llev a realizar nu-
merosas fundaciones y obras en honor a este santo. OCN ALONSO, D., El papel artstico de
las reinas hispanas en la segunda mitad del siglo XII: Leonor de Castilla y Sancha de
Aragn, VIII Jornadas de Arte. La mujer en el arte espaol, CSIC, Madrid, 1997.
53Algunos estudios dedicados a los distintos temas: HERNANDO GARRIDO, J. L., Apuntes
sobre la caza en el arte medieval hispano, Codex Aqvilarensis, 19 (2003). p. 107; RUIZ
MALDONADO, M., El caballero en la escultura romnica de Castilla y Len, Universidad,
Salamanca, 1986.; GARCA FLORES, A., Fazer batallas a los moros por las vecindades del
reyno : imgenes de enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en la Castilla medie-
val en AYALA MARTNEZ, C. de (coord.) , Identidad y representacin de la frontera en la
Espaa medieval (siglos XI-XIV): seminario celebrado en la Casa de Velzquez y la Univer-
sidad Autnoma de Madrid (14-15 de diciembre de 1998), Universidad Autnoma Casa de
Velzquez, Madrid, 2001, pp. 267-291.; SENZ RODRGUEZ, M., La iconografa de la lucha
de caballeros en la escultura monumental riojana y su relacin con la leyenda jacobea de
Roldn y Ferragut, Cuatro pilares para un camino. Actas VI Congreso Internacional de
Asociaciones Jacobeas 2002. Logroo, 31 de octubre y 1,2,3 de noviembre., Publicaciones
Logroo, Logroo, 2005. p. 323.; FERNNDEZ, E., Temas juglarescos en el romnico de Vi-
llaviciosa (Asturias), Estudios Humansticos y Jurdicos, Colegio Universitario, Len,
1977, pp. 79-106.; GMEZ GMEZ, A., Musicorum et cantorum magna est distantia. Los
juglares en el arte romnico, Cuadernos de arte e iconografa, 7 (1991), pp. 67-73.; RUIZ
MONTEJO, I., La temtica obscena en la iconografa del romnico rural, Goya, 147 (1978),
pp. 136-146.; NUO GONZLEZ, J, Hacia una visin de la iconografa sexual: escenas proca-
ces y figuras obscenas, Poder y seduccin de la imagen romnica, Fundacin Santa Mara
la Real, Aguilar de Campoo, 2005, pp. 109-226.
54 Se ha fechado a finales del S. XII y, a pesar de que esta escena no se encuentre en Burgo
tenido como marginales 57, si bien en las ltimas dcadas han atrado la
atencin de la historiografa 58. Algunos de estos ejemplos pueden ser las fi-
gurillas de representantes del clero, actividades humanas como un hombre
bebiendo de un barril, leyendo o caminando; adems de diversas cabezas
humanas, cabezas monstruosas incluyendo una trifacial ubicada en el
bside de San Pedro de Caracena y tambin cabezas de animales.
Uno de los principales problemas en la identificacin de la temtica
representada en los canecillos es precisamente su estado de conservacin, ya
que en numerosos casos las figuras se encuentran mutiladas o con una pie-
dra demasiado erosionada que impide definir ms all de si se trata de una
figura humana o no. Por lo tanto, intentar encontrar un significado a mu-
chas de estas representaciones puede resultar bastante arriesgado, dado que
en la mayora de los casos se trata de figuras aisladas que no mantienen re-
lacin entre ellas.
57 Siguiendo esa calificacin tradicional de espacio marginal, Camille dedic una obra a las
representaciones ubicadas en aquellos espacios menos estudiados. CAMILLE, M., Image on
the Edge. The margins of Medieval Art, Harvard U. P., Cambridge, 1992.
58 HENRY, F., y ZARNECKI, G., Romanesque arches decorated with human and animal
heads, British Archeological Association Journal, XX-XXI (1958), pp. 16-35; COMPANYS
FARRERONS, I., y VIRGILI GASOL, M. J., Un intento de clasificacin de los canecillos de cor-
nisa del romnico tardo, a travs de cuatro ejemplares catalanes, Cuadernos de Arte e
iconografa, Vol. IV, 7 (1991), 45-61; BARTHAL, R., La coexistencia de los signos apotropi-
cos cristianos y paganos en las entradas de las iglesias romnicas, Archivo Espaol de
Arte, 262 (1993), pp. 111-132.
59 RAU, L., Iconografa del arte cristiano. Introduccin General, Ediciones del Serbal, Bar-
trata de un tema folclrico del titiritero con el mono que ira de un pueblo a
otro.
5.1. Interpretaciones generales
Ya desde el siglo V a.C., los monos eran tenidos como la personifica-
cin de la fealdad y estaban asociados a una simbologa moral ligada a la
hipocresa y la adulacin; aunque en cultos como el de Isis, no constaba este
signo negativo 60.
En el Cristianismo, dada la tradicin despectiva que gozaba este ani-
mal, adems de por su semejanza caricaturesca con el ser humano algo
que haca que fuese considerado un hombre degradado se convirti en un
smbolo del Demonio; asimilndose con ste en numerosos Bestiarios 61. Esto
se debe a que se pensaba que el Demonio quiso ser Dios y solo consigui
quedarse en una caricatura desfigurada del propio Dios, lo mismo que el
mono respecto al hombre. Algunas caractersticas fsicas adicionales que se
han utilizado para asociar este animal con el Demonio son la desnudez y el
cuerpo cubierto de pelo, que suelen encontrarse en las descripciones del Ma-
ligno.
La representacin del simio o cuadrmano 62 en los ejemplos peninsu-
lares ha sido relacionado por algunos autores con la presencia de alarifes
mudjares 63. Sin embargo, esta hiptesis resulta poco probable si tenemos
en cuenta que los primeros ejemplos aparecen en capiteles de la catedral de
Jaca y en Loarre. En ese contexto, existe una lnea de investigacin que re-
laciona estas figuras de simios con la tradicin escatolgica musulmana,
basndose en las descripciones de los hadices, tanto en las de los propios
condenados como en las del Demonio64.
La utilizacin de la figura simiesca para representar a los condenados
podra verse apoyada no exclusivamente por la tradicin literaria musulma-
utilizarlo fue el propio Gaya. GAYA NUO, J. A., El romnico, p. 49. Segn la RAE su defini-
cin es: Se dice de los animales mamferos en cuyas extremidades, tanto torcicas como
abdominales, el dedo pulgar es oponible a los otros dedos
63 MONTEIRA ARIAS, I., La influencia islmica, p. 106. Esta idea reafirma la teora de la
estar desnudos y con una soga al cuello. Aunque tambin alude a la figura de Iblis, bestia
encadenada en el fondo del Infierno que se presenta como contrafigura de Dios. Ibid, pp.
104-106.
65 JANSON, H. W., Apes and Ape Lore in the Middle Ages and the Renaissance, The War-
burg Institute-University of London, London, 1952, p. 31. El mismo autor acude a fuentes
literarias medievales, Bestiarios o sermones, entre otros, como el de Jacques de Vitry, el
cual a partir de la evolucin de una fbula de Esopo sobre un simio hembra y sus dos hijos
en leyenda moralizante, compara al simio con los rprobos. p. 33.
66 bid, p. 30.
67 bid, p. 47.
68 HERNANDO GARRIDO, J. L., San Esteban de Gormaz en GARCA GUINEA, M. A., y PREZ
GONZLEZ, J. M. (dirs.), Enciclopedia del Romnico en Castilla y Len, Soria II, p. 872.
69
Tambin existe la posibilidad de que perteneciera a la desaparecida iglesia de San Este-
ban, en la misma localidad.
70
La cronologa de este templo y del de San Miguel, en la misma localidad, ha sido cierta-
mente polmica en la historiografa debido a una inscripcin procedente de la iglesia de San
Miguel que remitira a 1081; si bien lvarez Tern la interpreta como de 1111. Sin embar-
go, la estereotoma de la galera porticada no parece aportar luz sobre la hiptesis que hara
prevalecer la antigedad de San Miguel sobre la del Salvador de Seplveda, datado en
1093. Remitimos a la bibliografa especfica: ARTIGAS Y COROMINAS, P., Por tierras de Ges-
ta. San Esteban de Gormaz. III. Idea de sus monumentos y de sus principales
fundaciones, Boletn de la Sociedad Espaola de Excursiones, XI (1932), 221-235.;
TARACENA, B., (1933), Notas de arquitectura romnica; LVAREZ TERN, C., y GONZLEZ
TEJERINA, M., Las iglesias romnicas de San Esteban de Gormaz, Boletn del Seminario
de Estudios de Arte y Arqueologa, III (1935), 299-330.; RUIZ MONTEJO, I., Focos primitivos
del romnico castellano. Cronologa y nuevos planteamientos de taller. Una aproximacin a
la problemtica de los prticos, Goya, 158 (1980), 86-93.; HERNANDO GARRIDO, J. L., San
Esteban de Gormaz en GARCA GUINEA, M. A., Y PREZ GONZLEZ, J. M. (dirs.), Enciclope-
dia del Romnico en Castilla y Len. Soria II. Fundacin Santa Mara la Real Centro de
estudios del Romnico, Aguilar de Campoo, 2002.
71 A este respecto, Monteira destaca que El hecho de que la mayora de los ejemplos recogi-
dos conserven policroma roja podra aludir tambin al significado infernal del animal.
MONTEIRA ARIAS, I., La influencia islmica, p. 106.
72 GAYA NUO, J. A., El romnico, p. 55.
galera, se ha fechado en la primera mitad del siglo XII, hacia 1136 73; por lo
que ser precisamente de estos momentos la realizacin de los capiteles de
la portada sur. En uno de ellos, a pesar de que ha sido identificado en algu-
na ocasin como Daniel ente los leones 74 (Fig.15), lo que aparece es un
personaje con turbante y caftn que nos remite a los vistos en San Esteban
de Gormaz y se encuentra flanqueado por dos simios. Estos dos simios, en
ocasiones confundidos con leones, se encuentran descabezados y una vez
ms, la disposicin de sus patas similar al sealado de Loarre nos lleva a
su identificacin.
En uno de los canecillos del bside del mismo templo (Fig.15), datado
en este primer momento de construccin previo a la galera, volvemos a ver
la figura del simio, conservando en esta ocasin la cabeza, que nos muestra
la boca abierta y los ojos desorbitados, como ocurra con el de la portada del
Rivero.
En la sala capitular de Burgo de Osma, ubicado en una de sus arqui-
voltas (Fig.16), hay una figura simiesca perfectamente detallada, que
aparece rascndose y con un canon mucho ms esbelto que los anteriormen-
te vistos. La cronologa es posterior, hacia 1160-1170 75, ofreciendo adems
una talla ms cuidada y volumtrica que delimita los rasgos del simio en sus
manos, ojos, boca y nariz. Sin embargo, nos sorprende el hecho de que se
trate de una tipologa completamente distinta a todo lo visto con anteriori-
dad.
Por ltimo, sealamos el ejemplo de Berzosa (Fig.17), el cual hemos
considerado de inercia debido a la tosquedad de su talla; a pesar de que en
algunas ocasiones se haya incluido en el mismo grupo que San Esteban de
Gormaz por considerrsele un ejemplo primitivo76. Esta figura de simio si-
gue el esquema de las anteriores, si bien podemos observar como las formas
originales se van disolviendo y esquematizando hasta conseguir que apenas
73 Esta cronologa viene dada porque ya en 1136 aparece identificado el templo como mo-
nasterio Sanctae Marie de Termis (sic.) Ms tarde ser citado como parroquia por lo que
se ha concludo que la iglesia como tal se realizara en ese primer momento alrededor de
1136, y tras su transformacin en parroquia se construira la galera porticada a finales del
siglo XII. GAYA NUO, J. A., El romnico p. 73. CASA MARTNEZ, Carlos de la, Los
Monasterios de San Salvador y Santa Mara de Tiermes: la documentacin y los datos ar-
queolgicos, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXXII, 3 (1979), 525-529.
74 RODRGUEZ MONTAS, J. M., Montejo de Tiermes, en GARCA GUINEA, M. ., Y PREZ
GONZLEZ, J. M. (dirs.), Enciclopedia del Romnico en Castilla y Len, Soria II, p. 664.
75 Seguimos la datacin aportada en: VALDEZ DEL LAMO, Elizabeth, Nova et vetera p.
274.
76 Gaya, entre otros, haba datado la portada de Berzosa a finales del siglo XI. GAYA NUO,
J. A., El romnico, p. 69. Sin embargo, Bango considera que la escultura de Berzosa es de
carcter rural y tarda. BANGO TORVISO, I., El arte Romnico en Castilla y Len. p. 247.
77YARZA LUACES, J., Elementos formales del primer taller de Silos, El Romnico en Silos.
IX Centenario de la consagracin de la iglesia y claustro, Abada de Silos, Santo Domingo
de Silos, 1990, p. 110.
78 bid, p. 117.
79 MORALEJO, S., El claustro de Silos y el arte de los caminos de peregrinacin, El Rom-
na, pero no razn humana; al igual que los monjes que llevan el hbito, pero
no siguen las buenas costumbres 81.
Tras el anlisis de los distintos ejemplos consideramos que las prime-
ras representaciones de simios son aquellas vistas en la portada del Rivero
y, eventualmente el canecillo de San Miguel conservado en San Esteban de
Gormaz. Es nuestra intencin proponer como hiptesis de trabajo la posibi-
lidad de que el primero de estos ejemplos tenga su origen en el capitel de la
sala capitular silense, dado que la composicin y forma de esta figura es
muy similar; vindose algo distorsionada por la tosquedad de la talla.
En cuanto a Burgo de Osma, podramos suponer que se habra extra-
do esta representacin de alguna plantilla conocida por el maestro, dado que
difiere absolutamente de los ejemplos simiescos conservados. En Berzosa,
resulta probable que se estuviesen interpretando con un lenguaje inercial
los simios de la cercana localidad de San Esteban de Gormaz.
Debemos sealar que los ejemplos conservados de simios en toda la
provincia de Soria, ya no exclusivamente en nuestra zona de estudio, se li-
mitan a los aqu recogidos, todos ubicados en torno a la cuenca del Duero, en
el sector sudoeste de la provincia. Adems, segn Ruiz Montejo, el tema de
los simios se habra transmitido desde el foco soriano a los ejemplos sego-
vianos, posiblemente desde San Esteban de Gormaz a San Miguel de
Sacramenia y el Salvador de Seplveda 82.
La posible irradiacin de motivos del primer taller de Silos es una te-
ora tradicionalmente desechada o al menos poco trabajada, en relacin a la
cual nos gustara sugerir una hiptesis de trabajo desarrollada a partir del
estudio de las representaciones de monos o simios en la escultura romnica
soriana.
Hemos tomado como referente el ya explicado capitel de los monos en-
cadenados adscrito a la sala capitular del monasterio de Silos, que segn lo
visto habra sido realizado tras la finalizacin de la primera campaa por un
maestro continuador de peor calidad, posiblemente por encargo del abad;
pero antes de la tradicionalmente aceptada influencia del segundo taller.
Por otro lado, si observamos las figuras de simios conservadas en toda la
provincia de Soria, veremos cmo se ubican en torno a la cuenca del Duero,
en el sector sudoeste de la provincia.
6. CONCLUSIONES
Para finalizar, hemos destacado unas breves conclusiones relativas a
este estudio sobre la iconografa de la escultura romnica soriana.
Destacamos el predominio de la representacin de animales, tanto re-
ales como fantsticos, sobre el global de ejemplos estudiados. Asimismo,
hemos de sealar la difusin de las escenas o figuras de temtica profana
respecto a aquellas basadas en los textos bblicos, que a su vez se encuen-
tran agrupadas en edificios muy concretos; principalmente la catedral de
Burgo de Osma y su rea de influencia. Adems, apreciamos la posible fun-
cin ornamental de ciertas representaciones de animales, en el sentido de la
adecuacin y representatividad de dichas figuras y no como mero elemento
decorativo.
Finalmente, en relacin al estudio realizado sobre los simios en esta
escultura monumental soriana, debemos ensalzar la importancia del anli-
sis de estas figuras para trazar una hiptesis sobre una posible corriente de
influencia silense en el Romnico soriano previa al segundo taller de Silos,
que habra penetrado antes de 1158 en la zona de San Esteban de Gormaz.
Esto nos lleva a valorar el estudio iconogrfico como una va ms de conoci-
miento de nuestro patrimonio.
83
Seguimos la cronologa propuesta por VALDEZ DEL LAMO, E., Nova et vetera p. 91.
7. APNDICE FOTOGRFICO
1 As es denominado en HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas entre los mozra-
ticos testimonios de los escritores christianos y rabes, Oriental Press, msterdam, 1967
(Madrid, 1903), pp. 77-82; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 13-14;
COOPE, J. A., The Martyrs of Crdoba. Community and Familiy Conflict in an Age of Mass
Conversion, University of Nebraska Press, Lincoln-Londres, 1995, pp. 1-2; CABRERA, E.,
Los cristianos de al-Andalus y el problema de la convivencia durante la poca omeya, en
VV. AA., Actas del III Congreso de Historia de Andaluca. Crdoba, 2001. Andaluca Medie-
val, Publicaciones Obra Social y Cultural CajaSur, Crdoba, 2003, t. 1, p. 241; RINCN
LVAREZ, M., Mozrabes y Mozarabas, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2003, pp.
61-64; HITCHCOCK, R., Mozarabs in Medieval and Early Modern Spain. Identities and in-
fluences, Ashgate, Hampshire, 2008, pp. XII-XIII
3 DOZY, R. P., Historia de los musulmanes de Espaa. Tomo II. Cristianos renegados, Tur-
ner, Madrid, 1984 (Leyden, 1861), p. 47; SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 91-
93; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, p. 13; COOPE, J. A., The Martyrs of
Crdoba, p. 2; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, pp. 61-62; LPEZ PITA, P., Algunas consi-
deraciones sobre la legislacin musulmana concerniente a los mozrabes, Espacio, Tiempo
y Forma, 20 (2007), pp. 167-168
4 DOZY, R. P., Historia de los musulmanes de Espaa, t. 2, pp. 47-48; SIMONET, F. J., Histo-
ria de los mozrabes, pp. 88-91; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 62; LPEZ PITA, P.,
Algunas consideraciones, pp. 167-168
5 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 106-107; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y
lengua latinas, p. 19; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 64; LPEZ PITA, P., Algunas con-
sideraciones, pp. 176
visigoda, y al igual que haban hecho los reyes de la antigua monarqua visi-
goda, los emires designaban a los mozrabes que ocupaban estos cargos por
peticin del pueblo cristiano o por designacin personal, segn el caso 6.
En primer lugar, el comes (qumis en rabe), tambin denominado
preceptor y defensor, era la mxima autoridad civil entre los mozrabes cor-
dubenses y alcanz cierta preeminencia sobre los comites de las dems
ciudades andaluses por encontrarse en la capital del emirato. Al tener tan
gran poder en la ciudad, era admitido en la corte del emir y sola ser un es-
trecho colaborador suyo en tareas de gobierno y de la administracin del
emirato 7.
En segundo lugar, el censor o iudex (qadi an-nasara) era la mxima
autoridad judicial y aplicaba la justicia siguiendo las leyes del Liber iudi-
cum, siempre que ambos litigantes fuesen mozrabes, ya que, si uno de ellos
era musulmn o judo, intervena el cad musulmn o el jefe de polica 8. Sin
embargo, ciertos autores han considerado que la ltima instancia jurdica de
la comunidad cristiana era el obispo (usquf) 9.
Por ltimo, el exceptor rei publicae o publicanus (musrif) era la
mxima autoridad en la recaudacin de impuestos a los cristianos 10. Una
vez recaudado el dinero, deba entregarlo a la Hacienda emiral. Asimismo, el
cargo de exceptor era honorfico y muy codiciado porque permita lucrarse
6 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 111-113; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y
lengua latinas, p. 20
7 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, p. 111; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y len-
lengua latinas, pp. 20-21; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 65; LPEZ PITA, P., Algunas
consideraciones, p. 176; ECHEVARRA ARSUAGA, A., Los marcos legales de la islamizacin:
el procedimiento judicial entre cristianos arabizados y mozrabes, Studia historica. Histo-
ria medieval, 27 (2009), p. 43
9 ECHEVARRA ARSUAGA, A., Los marcos legales de la islamizacin, p. 46. Aunque esta au-
tora no proporciona razones para realizar esta afirmacin, es posible que fuera as en las
ciudades donde hubiera quedado desarticulada completamente la organizacin civil visigo-
da, pues, en estos casos, el obispo se hubiera convertido en el depositario del derecho
hispano-visigodo. De ser as, esta posibilidad no hubiera afectado a los mozrabes cordobe-
ses del siglo IX, ya que conservaron las estructuras civiles de poca visigoda, como lo
demuestra la permanencia de las figuras del comes, el censor y el exceptor, citados en las
fuentes.
10 Los historiadores citados en la nota siguiente (Simonet, Herrera Roldn y Rincn lva-
rez) indican que la jizya se pagaba directamente a la Hacienda emiral. Sin embargo, opino
que este impuesto se pagaba tambin al exceptor en esta poca, ya que no hay noticias del
siglo IX de que cada mozrabe la pagara personalmente al fisco emiral en al-ndalus. Llego
a esta conclusin porque estos historiadores se fundamentan en testimonios de poca poste-
rior y porque, si hubiera ocurrido en la Crdoba del siglo IX, autores como Eulogio y lvaro
de Crdoba lo hubiesen recalcado como smbolo de subyugacin de la mozaraba.
11 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 111-112; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura
y lengua latinas, p. 21; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 65
12 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 108-110; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes,
p. 65; LPEZ PITA, P., Algunas consideraciones, p. 176. Por la explicacin de Simonet sobre
el alguacil o uazir (Ni alcanz menos importancia el uazir, vocablo arbigo cuya significa-
cin primitiva es la de consejero y ministro (visir), pero que andando el tiempo la hubo de
cambiar en la de gobernador, [...] as como para designar una magistratura que abarcaba la
suprema jurisdiccin en lo civil y en lo criminal. Es de notar que en las escrituras arbigo-
mozrabes de Toledo suelen hallarse reunidas en una sola persona las dignidades de alcadi
y aluazir), es posible interpretar que no exista an como cargo mozrabe en el siglo IX y
posteriormente sustituy al censor en sus funciones.
13 DOZY, R. P., Historia de los musulmanes de Espaa, t. 2, p. 49; SIMONET, F. J., Historia
de los mozrabes, pp. 113-117; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 19-20.
Aqu he recogido la opinin de Herrera. Frente a ella, Simonet y Dozy consideran que esta-
ban empobrecidos y su nmero se estaba reduciendo drsticamente.
14 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, p. 20.
vertan a la religin islmica 15. Por lo tanto, cabe suponer que el nmero de
cristianos debi descender mucho en las reas rurales agrcolas. Sin embar-
go, en los textos sagrados islmicos no aparece esta proclividad hacia la
emancipacin; ms bien se apoya la existencia de esclavitud, como en la su-
ra 16, aleya 71 (Y Allah ha favorecido a unos sobre otros en cuanto a la
provisin. Es que acaso aquellos a los que se les ha dado una posicin de
favor comparten su provisin con los que poseen sus diestras hasta el punto
de que no haya distincin entre ellos? Vais a renegar de los dones de
Allah?) o en la sura 16, aleya 75 (Allah pone como ejemplo a un siervo que
pertenece por completo a otro y no tiene ningn poder, y a uno al que le
hemos dado procedente de Nos una buena provisin de la que gasta en se-
creto y pblicamente. Son iguales acaso? Las alabanzas pertenecen a Allah;
sin embargo la mayora de ellos no saben) 16. Teniendo presente estos tex-
tos, no se puede afirmar con rotundidad que por preceptos islmicos
disminuyese la esclavitud en los campos andaluses.
1.4. Presiones externas contra la permanencia ntegra de la comunidad
mozrabe
Como se ha visto en el caso de los servi, los mozrabes reciban pre-
siones que llevaban a reducir su nmero, pero tambin sufrieron otro tipo de
presiones, de origen popular, por una simple razn de conflictividad. En este
caso, constan noticias de musulmanes pronunciando improperios contra
mozrabes, principalmente sacerdotes y monjes, y tratando de perturbar
ceremonias y actos cristianos. Por lo tanto, se puede observar que, entre la
comunidad musulmana y la cristiana, se estaba generando un clima de ani-
madversin, alentado muchas veces por discursos de alfaques 17 . Sin
embargo, en mi opinin, estos hechos tuvieron un cariz puntual frente a un
ambiente cotidiano de tolerancia porque, de haber sido al contrario con con-
tinuos enfrentamientos, la comunidad mozrabe hubiera desaparecido en el
mismo siglo IX y, sobre todo, porque hay indicios de una sociedad funcional
con distintos grupos culturales. En el mismo sentido de eventualidad habra
15DOZY, R. P., Historia de los musulmanes de Espaa, t. 2, pp. 49-50; SIMONET, F. J., Histo-
ria de los mozrabes, pp. 117-118; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, p. 20.
Esta propuesta es recogida por Dozy con estas palabras: En nombre del Eterno, Mahoma
orden que se permitiera rescatar a los esclavos. Emanciparlos era una obra de piedad, con
la que podan expiarse muchos delitos. As, la esclavitud entre los rabes no era dura ni
larga. Muchas veces el esclavo, despus de algunos aos de trabajo, era declarado libre,
sobre todo si abrazaba el islamismo.
16 Las traducciones del Corn proceden de MELARA NAVO, A. G., El Corn. Traduccin co-
religiosas de la Edad Media espaola. I. Los mozrabes, Inst. Estudios Africanos, Madrid,
1947, vol. 1, p. 189; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 16-19.
18DOZY, R. P., Historia de los musulmanes de Espaa, t. 2, pp. 54-55; SIMONET, F. J., Histo-
ria de los mozrabes, pp. 362-363. Me surge la duda de si estas medidas econmicas
formaban parte de una poltica emiral para acabar con la mozaraba, como sugieren estos
dos autores, o ms bien eran medidas meramente recaudatorias en momentos circunstan-
ciales.
19 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 18-19.
20 CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, pp. 189-190 y 193; ACIN
ALMANSA, M., Consideraciones sobre los mozrabes de al-Andalus, Studia historica. His-
toria Medieval, 27 (2009), pp. 28-29. Acin explica que el levantamiento mozrabe se
produjo concretamente por una regulacin de los impuestos de la jizya y el kharadj por par-
te de la autoridad emiral en una nueva fiscalidad que afectaba tambin a los musulmanes.
Sobre el comportamiento de los alfaques, Cagigas seala que se debi a su odio hacia el
emir al-Hakam. Por lo tanto, de ningn modo los alfaques trataban de ayudar a los moz-
rabes, sino coincidieron en un propsito comn.
ocurri durante el movimiento del martirio voluntario (aos 50 del siglo IX)
y las presiones fueron fundamentalmente dirigidas contra sus defensores,
los mozrabes renuentes; por lo que, posteriormente, se restaur la toleran-
cia y disminuyeron dichas presiones. As, no consta ningn testimonio de
las ltimas dcadas del siglo IX que mencione problemas entre comunida-
des 21.
21 Esto se puede deducir a partir de las obras de Sansn, Cipriano y Hafs ibn Albar. Concre-
tamente, Sansn recoge solamente enfrentamientos dentro de la propia comunidad
mozrabe, aunque menciona que todava, en los aos 60, hubo un martirio voluntario.
22 Segn los datos proporcionados en LPEZ LPEZ, T., La iglesia mozrabe del Badajoz
cin de una sociedad musulmana en tierras malagueas (siglos VIII-X), Centro de Ediciones
de la Diputacin de Mlaga, Mlaga, 2003, pp. 558-560, Umar ibn Hafsun, rebelde arist-
crata hispanogodo y mulad converso al cristianismo, cre la sede episcopal de Bobastro a
finales del siglo IX y nombr como obispo a su cercano colaborador Yafar ibn Maqsim. Sin
embargo, esta sede no prosper y permaneci el tiempo que dur la revuelta hafsun, des-
apareciendo con la conquista emiral de Abd ar-Rahman III en el siglo X. Asimismo, en
MARTNEZ ENAMORADO, V., Sobre las cuidadas iglesias de Ibn afn. Estudio de la baslica
hallada en la ciudad de Bobastro (Ardales, Mlaga), Madrider Mitteilungen, 45 (2004), pp.
507-531, se ha hecho un estudio arqueolgico y artstico de la baslica de Bobastro, sede
episcopal que formaba parte de un programa poltico de Umar ibn Hafsun junto a la iglesia
hallada en Las Mesas de Villaverde. De esta manera, se ha concluido que ambas baslicas
pertenecen al arte mozrabe por su semejanza con iglesias adscritas a este estilo artstico
localizadas en la Meseta Norte, como San Miguel de la Escalada y San Cebrn de Mazote,
y que poseen paralelismos con iglesias de poca visigoda del nordeste peninsular y Balea-
res, como Son Bou, Cap des Ports de Fornells, Son Peret y Santa Margarida de Martorell.
al emir 24. Por lo tanto, Crdoba mantena la sede episcopal con obispo 25 y
cabildo catedralicio, del que consta que haba arciprestes y arcedianos 26.
La Iglesia hispana estaba bajo el control del emir porque este acoga
los derechos que los reyes visigodos haban tenido sobre ella. De esta forma,
el emir de Crdoba poda convocar concilios nacionales y nombrar obispos,
por lo que las prcticas simonacas se manifestaban frecuentemente 27. Asi-
mismo, los obispos, como jefes de las comunidades mozrabes de cada
ciudad, se convirtieron en intermediarios entre los dirigentes musulmanes y
la poblacin cristiana mayoritaria, por lo que garantizaban el respeto a las
leyes y al culto de los cristianos y conseguan mantener un relevante puesto
de autoridad 28. Adems, los obispos se convirtieron en cortesanos habituales
del palacio del emir, en Crdoba, de tal manera que este reafirmaba su au-
toridad sobre la mayora de sus sbditos, la mozaraba 29.
2.2 Baslicas y movimiento cenobtico
Los mozrabes cordubenses posean un significativo nmero de igle-
sias, lo que demuestra que an la poblacin cristiana era mayoritaria en
24 Esta adecuacin entre capital poltica y principal sede eclesistica no es una novedad
porque, por poner un ejemplo hispano, Toledo se convirti en sede primada por estar la sede
regia visigoda en la misma ciudad. Se sabe que se celebraron varios concilios nacionales en
Crdoba en los aos 839, 852, a.861 y 862.
25 Se conocen los nombres de varios obispos cordubenses: Recafredo (a.839-851), Saulo (851-
862), Valencio (862-864) y Estfano Flaccn (864-?); y se sabe que hubo un pseudo-obispo,
cuyo nombre es desconocido, durante el episcopado de Saulo. En VAN KONINGSVELD, P., La
literatura cristiano-rabe de la Espaa Medieval y el significado de la transmisin textual
en rabe de la Collectio Conciliorum, en VV. AA., El Concilio III de Toledo: XIV centenario,
589-1989, Arzobispado de Toledo, Toledo, 1991, p. 697 y en AILLET, C., Les mozarabes.
Christianisme, islamisation et arabisation en Pninsule Ibrique (IXe-XIIe sicle), Casa de
Velzquez, Madrid, 2010, p. 179, se desprende y se afirma respectivamente que Valencio
era obispo en el ao 889 al ser mencionado en la obra de Hafs ibn Albar, por lo que poste-
riormente al 864 recuper el episcopado. Sin embargo, la identificacin de Balans con
Valentius en el texto de Ibn Albar es muy dudosa por la edad que tendra en el ao 889 y
porque Balans significa ms bien Valente. Si esto es as, en el ao 889 haba un obispo
cordubense llamado Valente.
26 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 337-338; CAGIGAS, I. de las, Minoras tni-
co-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 203; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 21-
22; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 63
27 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 337-338 y 360-362; HERRERA ROLDN, P.
P., Cultura y lengua latinas, pp. 21-22; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 63; LPEZ PITA,
P., Algunas consideraciones, pp. 170-171; DAZ Y DAZ, M. C., Los mozrabes. Una minor-
a combativa, en AILLET, C., PENELAS, M, y ROISSE, Ph. (coords.), Existe una identidad
mozrabe? Historia, lengua y cultura de los cristianos de al-Andalus (siglos IX-XII), Casa
de Velzquez, Madrid, 2008, p. 3
28 TOLAN, J. V., Sarracenos. El Islam en la imaginacin medieval europea, Universitat de
Valncia, Valencia, 2007 (Nueva York, 2002), pp. 114-115. En esta funcin de intermedia-
rios habra que incluir tambin las lites aristocrticas laicas de las ciudades.
29 TOLAN, J. V., Sarracenos, p. 115
Crdoba. Casi todas estas baslicas estaban situadas en los arrabales, lo que
indica que la poblacin cristiana viva generalmente en las afueras de la
ciudad 30.
Como no disponan de catedral, al haber sido vendida la iglesia de
San Vicente 31 a las autoridades musulmanas para construir la mezquita
aljama en la segunda mitad del siglo VIII 32. la sede episcopal estaba ubicada
en otra baslica: en la de los Tres Mrtires, segn Simonet y Marfil Ruiz 33, o
en la de San Acisclo, segn Aillet 34.
En cuanto a la localizacin de las baslicas y monasterios de la ciudad
de Crdoba (ver esquema 1), a intramuros se encontraban las baslicas de
San Cipriano, Santa Mara y, tal vez, los Tres Mrtires. A extramuros, al
oeste, se situaban la baslica de San Acisclo en el arrabal de al-Raqqaqin, la
baslica de San Zoilo en el arrabal al-Tiraz, y el convento de Santa Mara de
Cuteclara en el arrabal de Cuteclara. Al sur, estaban la baslica-monasterio
de San Cristbal en el arrabal al-Munia ajab, y la baslica-monasterio de
San Gins y la baslica-monasterio de San Martn, ambos en el arrabal de
Tertios, tambin llamado Tarsil. Al este, ms probablemente que en el cen-
tro de la ciudad, se localizaba la baslica de los Tres Mrtires 35 en el arrabal
de Turris. Al norte, estaban la baslica de Santa Eulalia de Mrida y tal vez
el monasterio de Jelinas, ambos en el arrabal de Fragellas. Sin identificar su
posicin, se encontraban la baslica-monasterio de Santa Eulalia de Barce-
lona en un territorio llamado as-Sahla, la baslica de los Santos Cosme y
Damin en el arrabal de Colubris, y la baslica de los Santos Servando y
Germn en el arrabal de Quartus 36.
Gracias a excavaciones arqueolgicas se han hallado y estudiado los
restos de una de estas baslicas en el yacimiento de Cercadilla (Crdoba) 37,
(ver nota siguiente), y descrita en MARFIL RUIZ, P., Crdoba de Teodosio a Abd al-Rahmn
III, pp. 134-135.
36 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 327-332; AILLET, C., Les mozarabes, pp.
cen en HIDALGO PRIETO, R., y MARFIL RUIZ, P., El yacimiento arqueolgico de Cercadilla.
opcin de San Acisclo en HIDALGO PRIETO, R., y MARFIL RUIZ, P., El yacimiento arqueolgi-
co de Cercadilla. Avance de resultados, p. 281; HIDALGO, R., Sobre la cristianizacin de la
topografa de Crdoba Tardoantigua: el caso del Palacio de Cercadilla, en OLIVEIRA JORGE,
V. (coord.), 3. Congresso de arqueologia peninsular. Utad, Vila Real, Portugal, setembro de
1999. Vol. 6. Arqueologia da antiguidade na Pennsula Ibrica, ADECAP, Oporto, 2000, pp.
745-747; e HIDALGO, R., De edificio imperial a complejo de culto: la ocupacin cristiana del
palacio de Cercadilla, pp. 358-369. En cambio, la adscripcin de este yacimiento a la basli-
ca de San Zoilo, dedicada inicialmente a san Flix, es mantenida en MARFIL RUIZ, P.,
Crdoba de Teodosio a Abd al-Rahmn III, pp. 121-122.
39 MORENO MARTN, F. J., La arquitectura monstica hispana, pp. 197-198. La hiptesis de
cin de la topografa de Crdoba Tardoantigua: el caso del Palacio de Cercadilla, pp. 742-
745, y sobre todo HIDALGO, R., De edificio imperial a complejo de culto: la ocupacin cris-
tiana del palacio de Cercadilla, pp. 358-369.
44 COOPE, J. A., The Martyrs of Crdoba, pp. 21-22; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, pp.
77-78; HITCHCOCK, R., Mozarabs in Medieval and Early Modern Spain, pp. XVI-XVII. En
HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 15-16, los dos nicos monasterios
fundados fueron Tbanos y Peamelaria, por lo que los dems existan antes de la llegada
de los musulmanes.
y lengua latinas, pp. 39-41; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 77; AILLET, C., Les mozara-
bes, pp. 71-73
Esquema 1. Situacin de las baslicas (B.) y los monasterios (M.) de la ciudad y sie-
rra de Crdoba
51 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 83-86; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y
lengua latinas, p. 14; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, pp. 65-66; LPEZ PITA, P., Algunas
consideraciones, pp. 172-175
De esta manera, por poner unos ejemplos, los clrigos podan desarrollar sus
oficios con normalidad; se permitan las procesiones y entierros en ceremo-
nias pblicas; las baslicas podan mantener sus torres, ser reparadas y ser
incluso ampliadas; se permiti la construccin de dos nuevos monasterios
(Tbanos y Peamelaria); y se podan tocar las campanas sin problema 52.
Sin embargo, esta permisividad desapareci durante el movimiento del mar-
tirio voluntario como mtodo de represin desde el poder 53.
2.4 Conversin al islam y cristianos ocultos
Debido a la presin social, econmica y poltica, las ventajas jurdicas
y las posibles afinidades de religiosidad hacia el islam 54, se fue produciendo
un lento pero progresivo proceso de conversin a la religin islmica a lo
largo del siglo IX 55. Verdaderamente, la ley islmica ofreca ventajas atrac-
tivas al converso: exencin del pago de la jizya, perdn de delitos, posibilidad
de formar parte de la clase dirigente, posibilidad de hacer carrera militar,
etc. 56 Segn la ley islmica, en los matrimonios mixtos, formados siempre
por hombre musulmn y mujer cristiana, ella deba convertirse obligatoria-
mente al islam y los hijos nacidos de estos matrimonios deban ser educados
en la religin islmica 57.
52 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 15-16; CABRERA, E., Los cristianos
de al-Andalus y el problema de la convivencia durante la poca omeya , t. 1, pp. 239-241;
LPEZ PITA, P., Algunas consideraciones, pp. 166 y 175
53 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 18-19; CABRERA, E., Los cristianos
servil hispana apenas estaba instruida en el cristianismo, por lo que no encontraran dife-
rencias entre ambas religiones y aceptaran fcilmente la conversin. Adems, hay que
tener en cuenta que, como se ha indicado, dejaban de ser esclavos si se convertan. En cuan-
to al patriciado, este autor opina que no se puede obviar que prefiriesen el islam, por
considerarlo como la religin verdadera, y no solamente estuviesen interesados en las ven-
tajas econmicas (no pagar la jizya) y en la mayor accesibilidad a los crculos cortesanos.
55 El ritmo de conversin del cristianismo al islam en al-ndalus ha sido analizado en
BULLIET, R. W., Conversion to Islam in the Medieval Period. An Essay in Quantitative His-
tory, Harvard University Press, Cambridge, Mass.-Londres, 1979, pp. 114-127. A partir del
estudio de la onomstica de 154 genealogas, su autor concluye que las conversiones fueron
escasas en el siglo VIII, hubo un gran aumento de ellas en el siglo IX y alcanz un nivel an
mayor en el siglo X y sobre todo en los siglos XI y XII. Estos resultados han sido aprobados
en CABRERA, E., Los cristianos de al-Andalus y el problema de la convivencia durante la
poca omeya, t. 1, pp. 232-233; puesto que asegura que los datos obtenidos por Bulliet con
otros indicios que apuntan en la misma direccin.
56 CABRERA, E., Los cristianos de al-Andalus y el problema de la convivencia durante la
tyrs of Crdoba, pp. 10-13; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 14-15 y
25-26; CABRERA, E., Los cristianos de al-Andalus y el problema de la convivencia durante
la poca omeya , t. 1, p. 237; LPEZ PITA, P., Algunas consideraciones, pp. 175-176
DOZY, R. P., Historia de los musulmanes de Espaa, t. 2, pp. 55-56; CAGIGAS, I. de las,
58
Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, pp. 202-203; CABRERA, E., Los cristianos de al-
Andalus y el problema de la convivencia durante la poca omeya, t. 1, pp. 238-239.
59 En poca visigoda, antes de la presencia musulmana, ya haba brotes herticos, sobre
dos para el estudio del adopcionismo en las siguientes obras: MCWILLIAM, J., The Context
of Spanish Adoptionism: A Review, en GERVERS, M. y BIKHAZI, R. J. (eds.), Conversion and
Continuity. Indigenous Christian Communities in Islamic Lands. Eighth to Eighteenth
Centuries, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, Toronto, 1990, pp. 75-88; EPALZA, M.
de, Sobre el origen islmico del adopcionismo: influencias musulmanas encubiertas en el
Cristianismo latino, en SANTIAGO-OTERO, H. (ed.), Dilogo filosfico-religioso entre cristia-
nismo, judasmo e islamismo durante la Edad Media en la Pennsula Ibrica. Actes du
Colloque international de San Lorenzo de El Escorial, 23-26 juin 1991, organis par la So-
ciet Internationale pour lEtude de la Philosophie Mdivale, Brepols, Turnhout, 1994, pp.
29-52; y MITRE, E. y GRANDA, C., Las grandes herejas de la Europa cristiana (380-1520),
Istmo, Madrid, 1999 (Madrid, 1983), 2 ed., pp. 46-48
61 MENNDEZ PELAYO, M., Historia de los heterodoxos espaoles, CSIC, Madrid, 1963 (Ma-
drid, 1880), 2 ed., t. 1, pp. 312-313; SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 371-373;
HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 24-25
62 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 341-342; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura
y lengua latinas, p. 24
63 MENNDEZ PELAYO, M., Historia de los heterodoxos espaoles, t. 2, pp. 86-89; SIMONET, F.
J., Historia de los mozrabes, pp. 489-490 y 492-499; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y
lengua latinas, p. 25; DOMNGUEZ DEL VAL, U., Hostegesis, en ID., Historia de la antigua
literatura latina hispano-cristiana. Tomo VI: Siglo IX, Fundacin Universitaria Espaola,
Madrid, 2004, pp. 177-183; DOMNGUEZ DEL VAL, U., Samsn, en ID., Historia de la anti-
gua literatura latina hispano-cristiana. Tomo VI: Siglo IX, Fundacin Universitaria
Espaola, Madrid, 2004, pp. 184-216. La heterodoxia de Hostegesis y su disputa con Sansn
de Crdoba se tratan en profundidad en mi Trabajo fin de mster, Sansn de Crdoba: vida
y pensamiento. Comentario de las obras de un intelectual cristiano-andalus del siglo IX, en
el que se inserta esta ponencia como parte integrante de l.
64 CERRO CALDERN, G. DEL y PALACIOS ROYN, J., Introduccin, en CERRO CALDERN, G.
co-religiosas, t. 1, vol. 1, pp. 195-196; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp.
16-17; TOLAN, J. V., Sarracenos, pp. 114-116; CABRERA, E., Los cristianos de al-Andalus y
el problema de la convivencia durante la poca omeya, t. 1, pp. 242-243; RINCN LVAREZ,
M., Mozrabes, pp. 17-18; HITCHCOCK, R., Mozarabs in Medieval and Early Modern Spain,
p. 31
66 La convivencia cotidiana entre cristianos y musulmanes provoc que los juristas musul-
ban con las disposiciones legales establecidas sobre los cristianos por los
pactos de proteccin y la ley islmica, y no les interesaba entrar en conflicto
con los musulmanes, ya que consideraban que mediante la paz y la colabo-
racin se garantizaba la supervivencia de la comunidad cristiana. Entre
ellos se encontraban especialmente los que al saber rabe ocupaban cargos
en la administracin o en la corte emiral 67, los altos magistrados mozrabes,
y los mozrabes pertenecientes a clases superiores (aristcratas y grupos
acomodados). En general, eran ms proclives a convertirse al islam por la
sintona cultural y el contacto social.
Por otro lado, los renuentes evitaban el contacto y el trato con los mu-
sulmanes. Asimismo, reivindicaban la cultura tradicional, la defensa de la fe
cristiana a ultranza, el rechazo a las costumbres rabes por inmorales, y la
denigracin de la religin islmica como secta diablica. Se sentan humilla-
dos y sojuzgados por las condiciones jurdicas, impositivas y religiosas a las
que estaban sujetos por las autoridades musulmanas. Por lo tanto, estaban
a favor de levantarse contra el gobierno y la religin islmicas como va para
hacer volver las costumbres tradicionales a los mozrabes colaboracionistas
y para intentar provocar una revuelta mozrabe, que no consiguieron entre
otras razones por ser minoritarios dentro del colectivo mozrabe. Este grupo
opositor estaba formado principalmente por clrigos, sobre todo monjes, y
laicos instruidos en escuelas eclesisticas. De sus filas salieron los partcipes
e instigadores del movimiento del martirio voluntario 68.
Sin embargo, esta divisin socio-cultural no se puede realizar tajan-
temente, ya que haba mozrabes con opiniones y actitudes intermedias.
As, entre los colaboracionistas, haba quienes se sentan fervientemente
cristianos y seguiran el culto cristiano fielmente y, entre los renuentes, al-
gunos saban hablar y escribir rabe perfectamente y los obispos no podan
abstraerse de la obediencia al emir. Por ltimo, tras el movimiento del mar-
para denominar a cada grupo: mustaribun, para los colaboracionistas, y nasara, para
los renuentes. Sin embargo, en mi opinin estos trminos no se ajustan a las caractersticas
de los grupos, ya que el significado de cada trmino tambin se puede aplicar al otro grupo.
As, mustaribun (arabizados) eran tambin parte de los renuentes por la influencia cultu-
ral rabe, aunque no la desearan, y por su conocimiento de lengua rabe. Nasara
(nazarenos o cristianos) eran todos los mozrabes, ya que si no tenan esta religin pa-
saban a ser mulades. Adems, el hecho de que el censor fuese denominado qadi an-
nasara denota que los nasara, es decir, todos los mozrabes, estaban bajo su jurisdiccin,
sin discriminar a un grupo identificado como mustaribun.
69 Sobre la situacin de ambos grupos en la dcada de los 60 del siglo IX, tras el momento
lgido del movimiento del martirio voluntario, hago una mayor profundizacin en mi Traba-
jo fin de mster, mencionado en la introduccin de esta ponencia.
70 CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 197; COOPE, J. A., The Mar-
preislmico, el cual siempre estuvo presente en la cultura andalus y pudo pervivir al influir
en la cultura dominante, puesto que Tolan considera que se estableci una cultura total-
mente ajena a la de la poblacin autctona. No creo que en la cultura se puedan hacer
cortes tajantes.
72 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, p. 368; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 70
73 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 350-353 y 369-371; CAGIGAS, I. de las, Mi-
noras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 197; COOPE, J. A., The Martyrs of Crdoba, pp. 7-8
74 RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 70; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua lati-
nas, p. 15
75 RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, pp. 72-73; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua
latinas, p. 15
76 CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 197; RINCN LVAREZ, M.,
Mozrabes, pp. 70-74
77 CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 197; RINCN LVAREZ, M.,
Mozrabes, p. 66
78 RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 71. Segn mi opinin, quizs celebrasen el da de
Navidad y el da de san Juan, ms que por ser fiestas religiosas, por ser das de solsticio en
una celebracin profana. Tambin hay que tener en cuenta que, al convertirse las celebra-
ciones en costumbre, pierden parte del cariz religioso y tienen ms una funcin de cohesin
social, en este caso entre mozrabes y mulades, que poco tiempo atrs pertenecan al ante-
rior colectivo y se sentan parcialmente identificados con ellos por tener muchos elementos
culturales en comn.
79 RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, p. 74
80 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, p. 42; TOLAN, J. V., Sarracenos, pp.
116-117.
81 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 49-51; AILLET, C., Les mozarabes,
p. 139.
82 AILLET, C., Les mozarabes, p. 152.
83 SAFRAN, J. M., Identity and Differentiation in Ninth-Century al-Andalus, pp. 576-582.
siglo XI. Ocho estudios sobre la vida literaria peninsular, El Albir, Barcelona, 1976, pp. 25-
28; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 35-36. Para una explicacin ms
extendida sobre la enseanza en poca visigoda, consltese MARTN HERNNDEZ, F., La
formacin del clero en la iglesia visigtico-mozrabe, en SARANYANA, J.-I., y TEJERO, E.
(eds.), Hispania Christiana. Estudios en honor del Prof. Dr. Jos Orlandis Rovira en su sep-
tuagsimo aniversario, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 1988, pp. 193-216
88 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 36-37; COOPE, J. A., The Martyrs of
Crdoba, p. 9; HERRERA ROLDN, P. P.: Las Escuelas cristianas de la Crdoba del s. IX, en
VV. AA., Actas del I Congreso Nacional de Cultura Mozrabe (Historia, Arte, Literatura,
Liturgia y Msica), Crdoba, 1996, p. 197
89 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 36-37; HERRERA ROLDN, P. P.,
91 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 38-39; HERRERA ROLDN, P. P.,
Las Escuelas cristianas, pp. 198-199.
92 CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 200; HERRERA ROLDN, P. P.,
Cultura y lengua latinas, p. 36; HERRERA ROLDN, P. P.: Las Escuelas cristianas de la
Crdoba del s. IX, pp. 196-197.
93 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, p. 36; HERRERA ROLDN, P. P., Las
Edad Media hispana, en ID., De Isidoro al siglo XI. Ocho estudios sobre la vida literaria
peninsular, El Albir, Barcelona, 1976, pp. 170-171; DAZ Y DAZ, M. C., Cdices visigticos
en la monarqua leonesa, pp. 15-88; HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp.
50-51; DAZ Y DAZ, M. C., Los mozrabes, pp. 2-5. No incluyo BN 10029, o Cdice de Aza-
gra, porque, segn GIL, J., Aproximacin a la literatura latina de los mozrabes, p. 90, es
del siglo X por claros indicios paleogrficos aunque probablemente recoja un arquetipo cor-
dubense del siglo IX. Asimismo, segn DAZ Y DAZ, M. C., Los mozrabes, p. 5, BRAH 29
copia un cdice cordubense de la segunda mitad del siglo IX con la Ciudad de Dios, anota-
ciones incluidas.
99 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 51-64; GONZLEZ MUOZ, F., Lati-
andaluses apenas utilicen el Apocalipsis para la redaccin de sus obras literarias. Proba-
blemente se deba a que estos intelectuales no eran monjes. As pues, si se hubiese
conservado alguna obra mozrabe de mbito monstico, el uso de este libro bblico estara
aumentado, ya que, como se ver en el apartado 8, los mrtires voluntarios, que procedan
fundamentalmente de cenobios serranos, estaban imbuidos de una mentalidad apocalptica.
De todas formas, el Apocalipsis no es la nica obra apocalptica, ya que los libros profticos
del Antiguo Testamento y el De comprobatione sextae aetatis de Julin de Toledo favorecen
tambin esta visin y esta sensacin.
obra de al-Kindi es posterior, del siglo X, y por lo tanto no habra influido en los mozrabes
cordubenses del siglo IX. Sin embargo, en GONZLEZ MUOZ, F., En torno a la orientacin
de la polmica antimusulmana, pp. 9-31, se considera que es contempornea a ellos y, en
SAMIR, S. K., La version latine de lApologie dal-Kind (vers 830 ap.J.-C.) et son original arabe, en
AILLET, C., PENELAS, M, y ROISSE, Ph. (coords.), Existe una identidad mozrabe? Historia,
lengua y cultura de los cristianos de al-Andalus (siglos IX-XII), Casa de Velzquez, Madrid,
2008, p. 39, aparece datada entre el 819 y el 833.
106 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 47-48; GONZLEZ MUOZ, F., En
torno a la orientacin de la polmica antimusulmana, pp. 10-11.
107 HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, p. 47; GONZLEZ MUOZ, F., En torno
13.
110 GONZLEZ MUOZ, F., En torno a la orientacin de la polmica antimusulmana, p. 14
111 CABRERA, E., Los cristianos de al-Andalus y el problema de la convivencia durante la
112 COOPE, J. A., The Martyrs of Crdoba, pp. 47-49; GIL, J., Aproximacin a la literatura
latina de los mozrabes, pp. 98-101; CHRISTYS, A., Christians in al-Andalus, 711-1000,
Curzon Press, Richmond, 2002, pp. 62-65; TOLAN, J. V., Sarracenos, pp. 121-122; GONZLEZ
MUOZ, F., En torno a la orientacin de la polmica antimusulmana, pp. 15-16 y 18-23.
113 COOPE, J. A., The Martyrs of Crdoba, pp. 47-49; CHRISTYS, A., Christians in al-Andalus,
pp. 62-65; TOLAN, J. V., Sarracenos, pp. 123-124; GONZLEZ MUOZ, F., En torno a la orien-
tacin de la polmica antimusulmana, pp. 16-18.
114 CHRISTYS, A., Christians in al-Andalus, p. 62; GONZLEZ MUOZ, F., En torno a la orien-
tacin de la polmica antimusulmana, pp. 23-26.
115 CABRERA, E., Los cristianos de al-Andalus y el problema de la convivencia durante la
118 Sobre el uso del Liber ordinum y el Liber sacramentorum, en FONTAINE, J., La literatu-
ra mozrabe, pp. 110-111, se considera que, al citar estas obras, los mozrabes enlazaban
con un pasado hispano-cristiano idealizado y lo evocaban porque queran volver a l.
119 FONTAINE, J., La literatura mozrabe, pp. 122-137; ALDANA GARCA, M J., La imagen
literaria, pp. 165-173; RINCN LVAREZ, M., Mozrabes, pp. 81-83. Relacionado con este
tema es interesante la parte IV del libro de WOLF, K. B., Christian Martyrs in Muslim
Spain, Cambridge University Press, Cambridge, 1988, pp. 95-104, porque estudia el reves-
timiento ideolgico que Eulogio de Crdoba da a los martirios mozrabes, en los que, a
diferencia de los martirios paleocristianos, no se producan milagros, no se luchaba real-
mente contra paganos y no sufran persecuciones religiosas.
nes), porque de esta manera limpiaban todos sus pecados y pasaban a la fe-
licidad eterna del Paraso celestial.
En este combate espiritual, el mrtir como miles Christi era un elegi-
do de Dios para llevar a cabo personalmente una misin sagrada. El mrtir
era invitado por Dios a unirse a l con distintas metforas y, tras aceptar la
invitacin, marchaba alegre e inflamado con el deseo de ofrecer su vida para
cumplir las rdenes de Dios, combatir al Mal y alcanzar la gloria eterna me-
diante el martirio.
Asimismo, los alentadores del martirio voluntario, es decir, Eulogio y
lvaro de Crdoba, conceban este movimiento como el medio para crear una
divisin inquebrantable entre la poblacin mayoritaria cristiana y la lite
minoritaria musulmana. De esta manera, pretendan que los mozrabes co-
laboracionistas descubriesen el tremendo error de participar con los
musulmanes y les apoyasen en su reaccin para acabar con la lite gober-
nante islmica 120. Como se ver, fracasaron en ganarse el apoyo popular.
8.2 Bases sociales del martirio voluntario121
En cuanto a la procedencia social, los mrtires cordubenses pertenec-
an al sector mozrabe de los renuentes, quienes tenan una visin
radicalizada de la situacin de la comunidad mozrabe y rechazaban todo
tipo de contacto con los musulmanes. Concretamente, los mrtires procedan
del mbito monstico y, en general, del mbito eclesistico y haban sido
educados en las escuelas eclesisticas. En los monasterios, mucho ms que
en las baslicas, adquirieron primero el rechazo a la sociedad cordubense, en
la que convivan musulmanes y cristianos en un rgimen llevadero de tole-
rancia, y despus la ideologa martirial, mediante la que asuman el deseo
de acabar con esta sociedad.
Si se observa detenidamente el origen social de los mrtires, eran
monjes, sacerdotes y laicos por este orden de prelacin. Adems, llama la
atencin que bastantes de ellos eran descendientes de matrimonios mixtos.
En general, los mozrabes contrarios al martirio eran una buena parte de
los sacerdotes, entre los que estaba el influyente metropolitano Recafredo, y
la mayora de los laicos. En ellos no lleg a prender el ideal del martirio y,
ms bien, preferan que dejaran de producirse martirios por las consecuen-
122 TOLAN, J. V., Sarracenos, p. 120. Tolan considera que los mrtires voluntarios eran re-
chazados por la mayora de los cristianos cordubenses por los perjuicios que les conllevaban
sus actos.
123 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 384-486; CAGIGAS, I. de las, Minoras tni-
co-religiosas, t. 1, vol. 1, pp. 201-209; COLBERT, E. P., The Martyrs of Crdoba (850-859). A
Study of the Sources, University of America Press, Washington, 1962, pp. 195-207, 225-227,
234-243 y 247-265; WOLF, K. B., Christian Martyrs in Muslim Spain, pp. 12-35; HERRERA
ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 26-30; CHRISTYS, A., Christians in al-Andalus,
pp. 52-53; TOLAN, J. V., Sarracenos, pp. 118-120 y 125-126; HITCHCOCK, R., Mozarabs in
Medieval and Early Modern Spain, pp. 27-35. En CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-
religiosas, t. 1, vol. 1, pp. 211-221, se incluye de forma esquemtica una relacin de todos
los martirios con los datos principales. En COOPE, J. A., The Martyrs of Crdoba, pp. XV-
XVII, aparece una relacin cronolgica de los martirios.
124 CAGIGAS, I. de las, Minoras tnico-religiosas, t. 1, vol. 1, p. 194; COOPE, J. A., The Mar-
Con el fin del auge del movimiento del martirio voluntario se produjo
simultneamente la decadencia del renacimiento cordubense de la cultura
latina, ya que las ltimas obras en latn en Crdoba fueron escritas por
Sansn y Cipriano. Pese a ello y aunque pueda parecer paradjico, surgi
una nueva defensa de la cultura latina y del cristianismo en lengua rabe.
Con ella se evitaba la confrontacin total y haca accesible su contenido tan-
126 SIMONET, F. J., Historia de los mozrabes, pp. 340-342; MADOZ, J., La literatura en la
poca mozrabe, t. 1, p. 264; COLBERT, E. P., The Martyrs of Crdoba, pp. 157-162;
HERRERA ROLDN, P. P., Cultura y lengua latinas, pp. 65-67.
127 VAN KONINGSVELD, P., La literatura cristiano-rabe, pp. 697-700; TOLAN, J. V., Sarra-
cenos, p. 129; AILLET, C., Les mozarabes, pp. 177-189. Para profundizar sobre la literatura
rabe cristina, aunque solamente se ocupa de la procedente de Oriente Prximo, vase
MONFERRER SALA, J. P., Textos apcrifos rabes cristianos, Trotta, Madrid, 2003, pp. 30-46.
128Hay un antecedente sevillano de un intelectual mozrabe que escriba sobre temas cris-
tianos en rabe. As, Juan de Sevilla, con quien se carteaba lvaro de Crdoba poco antes
de mediados del siglo IX, escribi un comentario a las Sagradas Escrituras en rabe. Esto
est recogido en CABRERA, E., Reflexiones sobre la cuestin mozrabe, en VV. AA., Actas
del I Congreso Nacional de Cultura Mozrabe (Historia, Arte, Literatura, Liturgia y Msi-
ca), Publicaciones Obra Social y Cultural CajaSur, Crdoba, 1996, p. 23.
10. CONCLUSIONES
A lo largo de esta exposicin se ha hecho un recorrido general sobre la
situacin social, cultural e intelectual de los mozrabes cordubenses y su
evolucin durante el siglo IX.
As, la organizacin poltica y eclesistica de la comunidad cristiana
se mantuvo como era en la poca visigoda, con las grandes diferencias de
que, en lugar de estar en la cspide el rey visigodo, estaba el emir corduben-
se y de que deban atenerse a los acuerdos del pacto de proteccin. Gracias a
l se estableca un rgimen de tolerancia 129, mucho mayor que el de otros
territorios islmicos y que permita la pervivencia de la comunidad mozra-
be. Aun as, las disposiciones legales islmicas favorecan claramente la
conversin al islam y la inculcacin del islam en los neonatos andaluses,
surgiendo a la postre casos de cristianismo oculto. Al mismo tiempo haba
una atraccin por la cultura rabe porque aportaba renovaciones a la cultu-
ra latina tradicional y su asimilacin significaba seguir las tendencias
culturales de la lite dominante.
Ante estas dos situaciones (proclividad a la conversin y acultura-
cin), se puede decir que la mozaraba cordubense se dividi en dos:
partidarios y detractores de la convivencia con los musulmanes y de la con-
secuente arabizacin. Aunque los segundos eran minoritarios, se
fortalecieron y se radicalizaron en las escuelas eclesisticas, en donde a la
par haba surgido un renacimiento cultural mozrabe con el legado de la
cultura tradicional latina. Con una formacin religiosa y asctica y una
129Con tolerancia no quiero decir que existiera respeto o integracin, aunque es posible que
en ciertos momentos los hubiese tambin. Tolerancia significa reconocimiento de inmuni-
dad poltica para quienes profesan religiones distintas de la admitida oficialmente (DRAE).
Palabras clave: Navarra, Crnica, Carlos III de Evreux, Garca Lpez de Roncesva-
lles, Tesorero, Discurso historiogrfico, Cristianismo, Legitimacin, Capeto.
1. EL AUTOR
Navarra, 1977.
2 RAMREZ VAQUERO, E., Al rey lo que es del rey, en Ramrez Vaquero, E. (dir.) Estudios
sobre la realeza navarra en el siglo XV, Universidad Pblica de Navarra, 2005. pp. 179-
230. p. 182.
sealaba que el origen de Garca Lpez era navarro y ello vena avalado por
el apellido Roncesvalles, que apuntaba tambin a la pertenencia del
cronista a una conocida familia de elevada categora social 3. Como seala
Carmen Orcstegui, pertenecera a esa familia de mercaderes enriquecidos
cuyo prestigio se habra apoyado no solo en los negocios sino en su lenta
aproximacin al entorno de la Corona. La documentacin conservada en
Comptos menciona a un Salvador de Roncesvalles que en 1411 ocupaba el
cargo de guardasellos del rey 4. Tambin conservamos nombres como el de
Nicols de Roncesvalles, que aparece como bachiller de decretos en torno a
1410 y como mercader de paos 5. Hay ms ejemplos de la familia de los
Roncesvalles con cargos en la administracin 6 o dedicados a actividades
comerciales 7. Esto indica cmo esta familia se gan el favor del rey como
consecuencia, en parte, de su enriquecimiento gracias al comercio, si bien es
cierto que los Roncesvalles no constituyen sino uno ms de los linajes que
figuran en la documentacin ocupando diversos cargos administrativos 8. Ya
durante el reinado de Carlos II, en la documentacin de Comptos aparece el
nombre de Aznar Lpez de Roncesvalles, como guarda del peaje de
Pamplona en el ao 1371 9. Tambin ocupando el mismo puesto, aunque en
otro momento distinto, aparece Arnaldo Lpez de Roncesvalles, que adems
detentaba una notara. A la vista de lo sealado, se puede afirmar, casi con
toda seguridad, que los lazos familiares entre estas personalidades y la de
Garca Lpez de Roncesvalles pudieron haber sido estrechos y estaramos
hablando, incluso, de familiares muy directos.
Todo esto nos indica una presencia, ms o menos activa, de la familia
Roncesvalles en relacin con la monarqua navarra, sobre todo a partir del
momento en el que Carlos II inicia su programa de modernizacin del reino,
una vez que ve fracasadas sus polticas reivindicativas en Francia. Este
Navarra, 1977
5 AGN, Seccin de Comptos, caj. 90, n 33
6 Como es el caso de Lope de Roncesvalles, que ocup el cargo de Colector de la Caridad de
Pamplona y que Carmen Orcstegui apunta que pudo ser el padre de Garca Lpez de Ron-
cesvalles. Tambin est documentado Pedro Lpez de Roncesvalles y ocupado al servicio de
las armas.
7 En la documentacin de la seccin de Comptos del AGN aparecen ms nombres como el de
de Carlos III (1387-1425) en Ramrez Vaquero, E (dir.), Estudios sobre la realeza navarra
en el siglo XV, Universidad Pblica de Navarra, 2005. pp. 21-39
9 AGN, Seccin de Comptos, Caj. 26, n 94, 69
aspecto lleva a situar al cronista dentro de esta rbita, solo que debe tenerse
en cuenta que el autor acab desempeando entre las fechas ya sealadas el
cargo de tesorero del reino, y ocup por tanto un puesto ms importante que
los que hasta el momento haban conseguido los otros miembros del linaje
Roncesvalles. Su cargo en la tesorera, con mayor o menor dificultad, puede
seguirse a travs de la documentacin, pero cabra preguntarse qu oficio
desempaaba con anterioridad el cronista. La documentacin conservada
seala que Garca Lpez de Roncesvalles ocupaba el oficio de recibidor de
tributos de la Merindad de las Montaas en 1386, lo que sugiere una lenta
pero permanente especializacin en el terreno de la administracin contable
y una temprana participacin en los asuntos financieros de la monarqua, a
cuya sombra habra progresado desde tiempos tempranos
Tambin se conocen algunos datos personales aunque con algunas
discrepancias sobre su interpretacin. S.H. Duverg afirm, atendiendo al
contenido de las primeras pginas de la Crnica, que el cronista deba de ser
clrigo. Ciertamente las constantes referencias bblicas que aqu se
encuentran pudieron llevar a la autora francesa a este tipo de conclusiones,
pero su propuesta fue rebatida por Carmen Orcstegui, que apunta todo lo
contrario, y resalta el origen laico de Garca Lpez. De hecho, conocemos
incluso el nombre de su esposa, Mara Moza 10.
Esta condicin de laico hace que la Crnica de los Reyes de Navarra
de Garca Lpez de Roncesvalles tenga tintes completamente distintos a la
que unas dcadas antes haba compuesto Garca de Eugui, aunque sin duda
se asientan sobre una misma base ideolgica. Sobre las referencias bblicas
de la crnica, no obstante, hay que considerar stas, adems del contagio del
autor de la tradicin de la historiografa cristiana medieval, como un
elemento ideolgico de primer orden. Las citas bblicas que utiliza
recurrentemente el cronista son fruto de un intento de vincular Navarra y
sus monarcas con la cristiandad ms pura y ms primitiva. Desde los inicios
del cristianismo y su institucionalizacin, siempre ste ha sido el arma de
legitimacin ms fuerte que ha tenido un rey o un reino, con lo cual, si
tenemos en cuenta tambin que las crnicas son elementos propagandsticos
de primer orden, resulta muy lgico que aparezcan estas constantes
referencias bblicas a lo largo de la obra; pero, sin duda, nada tienen que ver
con el estado laico o clerical del cronista.
En definitiva, Garca Lpez de Roncesvalles no parece
necesariamente un erudito dedicado a las letras y a la cultura. Forma parte
10 GOI GAZTAMBIDE, J., Catlogo del Archivo Catedral de Pamplona, I, n 1.715, Pamplona,
1965.
11 KAGAN, R., Los cronistas y la corona. La poltica de la Historia en la Espaa de las edades
cuentas del hostal del rey y de la reina con el objetivo de buscar pistas que
permitieran esclarecer, si esto fuera posible, la intencin del autor a la hora
de componer la obra o los posibles impulsos recibidos.
14Rodrigo Jimnez de Rada traza una historia de los rabes en su Historia Arabum, pero
poco ms se conoce que se haya escrito estrictamente acerca de musulmanes en la historio-
grafa cristiana.
15 OIHENART, A., Notitia Utrusque Vasconiae (ed. R. Cierbide), Parlamento Vasco, Vitoria,
18 dem, p. 69.
19 dem, p. 61.
20 dem, p. 65.
21 dem, p. 65.
22 dem, p. 62.
23 dem, p. 61.
24 dem, p. 71.
25 dem, p. 68.
sus regnos gran justicia et paz. Aparecen dos de los elementos ms pro-
totpicos de la monarqua medieval: la paz y la justicia. La imagen del rey
juez es cierto que se va configurando a partir de la plenitud de la Edad Me-
dia y se asocia con la imagen bajomedieval de la monarqua, pero el hecho
de que se presente al monarca de esta forma es muy lgico si se tiene en
cuenta que el cronista escribe desde la ptica que le proporciona su tiempo,
principios del siglo XV, y hace una radiografa de cada uno de los monarcas
desde el prisma de valores que se encuentran asentados desde el momento
en el que escribe.
Bien es cierto, por tanto, que la monarqua se llena de valores de va-
lenta, liderazgo del pueblo, justicia y paz. Estos valores, adems, se
mantienen vigentes a lo largo de toda la crnica pero cambian ligeramente a
partir de la llegada de los reyes de Francia. A partir de ese momento, la
monarqua contina siendo descrita atendiendo a todos estos aspectos, sin
embargo, el cronista , sin descuidarlos, los deja en un segundo plano, pres-
tando ms atencin a otro elemento que, por otra parte, est muy
relacionado con ste: la gran fe catlica y la pureza de la piedad cristiana de
los reyes de Navarra. Garca Lpez seala, al inicio de la composicin, que
es Pamplona el primer territorio de la pennsula que fue evangelizado, y lo
fue como consecuencia de la llegada de San Saturnino, que una vez que
evangeliz Pamplona hizo lo propio con Toledo y con otras regiones como
Galicia 26. Poner el acento en la antigedad del cristianismo en el reino de
Pamplona tampoco es una cuestin balad, ni mucho menos, sobre todo si se
tiene en cuenta que la Iglesia fue fuente de legitimidad y transmisin de
antigedad y tradicin durante toda la Edad Media. Las alusiones a la pu-
reza de la fe catlica de los monarcas navarros son constantes en toda la
crnica. En estos trminos se describe a Sancho el Sabio diciendo de este
monarca que fue buen cathlico et hodebient a Sanct Yglesia 27, elemento
que a lo largo de la descripcin del reinado lo seala en dos ocasiones, lo
cual, da a entender el inters del cronista por sealar este aspecto por en-
cima de otros. De Teobaldo II tambin seala su profunda obediencia a la
Iglesia catlica, igualmente 28. Esta fe catlica se manifiesta tambin en el
aspecto de la lucha contra el Islam. Asimismo, la lucha contra los musul-
manes se convierte en un ejemplo ms que seala la devocin de los reyes.
Pese a esto, tambin en este aspecto el cronista se encuentra con al-
gunas dificultades que tiene que salvar. Teobaldo I, primer rey de la
26 dem, p. 58.
27 dem, p. 67.
28 dem, p. 71.
3. LA CUESTIN FRANCESA
Otro de los aspectos que destacan de la Crnica de los Reyes de
Navarra de Garca Lpez de Roncesvalles es el constante intento de
vinculacin de los reyes navarros con respecto a la casa real de Francia,
fundamentalmente con los capetos y no tanto con los champaeses 31. Este
elemento est presente de forma continuada a lo largo de la obra aunque,
sobre todo, se manifiesta sobremanera mediante la inclusin de los dos
apndices que referencian a Francia. Por ese motivo resulta conveniente
aislar la explicacin de las dos argumentaciones anteriores y dedicar unas
pginas a este elemento definitorio de la obra.
Cabe mencionar, en primer lugar, que este aspecto se diferencia
mucho con respecto a la composicin de Garca de Eugui. La obra del obispo
bayons se haba centrado mucho ms en los orgenes del reino y se haba
explayado, igualmente, en la explicativa de los reyes navarros hasta el siglo
XII, mientras que se haba relajado bastante con entrada de la dinasta
champaesa. As, basta comprobar el espacio que dedica a Sancho III el
Mayor o a Sancho VII el Fuerte, y compararlo con lo que compone Garca
Lpez de Roncesvalles, cuya crnica es mucho ms breve en lo que se refiere
a estos captulos. Sin embargo, a partir de la entrada de la primera dinasta
francesa, tras la muerte de Sancho VII en 1234, la Crnica de Garca Lpez
se hace ms densa en la narracin que la de Garca de Eugui y da cabida, en
del anexo mediante el cual vincula a los reyes Evreux con la figura del rey
santo.
grant et bella cosa es a saber breument, sin estudiar este libro, como la
noble generacin et lures criazones de los reyes de Navarra, Don Carlos a
qui Dios perdona, et Don Carlos, a qui dios de buena vida, son descendidos
por recta lnea, en tres partidas, del rey Sanct Loys de Francia35.
Es evidente que, a la vista de esto, el autor tiene dos pretensiones.
La primera de ellas, hacer referencia al prestigio que han alcanzado los
reyes de Navarra mediante la vinculacin a la casa de Francia. Este,
asimismo, es un aspecto muy interesante que, a priori, puede explicar
perfectamente un segundo motivo por el cual el propio autor muestra tanto
inters en hacer referencia a la vinculacin entre ambas monarquas. A
Garca Lpez le interesa resear en la crnica dos tipos de vinculaciones que
son otorgantes de prestigio. La primera, la relacin territorial, cmo lo fue
en su momento la de Champaa 36, pero, sin embargo, lo que le interesa por
encima de todo, es resear la vinculacin sangunea, ya que esto eleva
todava ms el prestigio, tanto externo como interno, de los reyes de
Navarra. Garca Lpez tiene un especial inters en resaltar la vinculacin
de la monarqua navarra a los reyes de Francia ya que considera a stos
fuente de engrandecimiento y otorgantes de valores de prestigio. Sin
embargo, evidentemente, no es solamente por este motivo, sino tambin por
el valor cristiano que se asociaba a la dinasta francesa. El ejemplo ms
clarividente es la referencia al anexo en el cual el cronista vincula a San
Luis con Carlos II y Carlos III de Evreux.
A mediados del siglo XIII, ya en la segunda mitad, sobre todo, el
reino de Francia haba logrado alcanzar una singular posicin dentro del
conjunto de los estados de la Europa medieval. La posicin del rey francs, y
no solamente del rey sino, en definitiva del reino, haba sido central en
cuestiones religiosas, de tal modo que Francia era concebida como un
autntico reducto de la cristiandad ms pura, el primero de todos los reinos
cristianos europeos, y as, el rey de Francia se comenz a asociar a la figura
del prncipe cristiano ms importante 37. Los motivos para este
reconocimiento haban sido varios pero, sobre todo, le haban hecho gala de
en Solwiir, J. R. (ed.), Medieval statecraft and the perspectives of history. Princeton, New
Jersey, 1971, p. 303.
4. CONCLUSIONES
As, y a la vista de lo que se ha analizado, podemos proponer las
siguientes conclusiones:
1. La nueva situacin poltica que atraviesa Navarra, una vez que se
separa de Francia en 1328 y se ve obligada a girar la cabeza hacia la
pennsula, de nuevo, se orienta, en primer lugar, hacia la realidad
hispnica, como no poda ser de otra manera, y en segundo, hacia la realidad
francesa, con lo que, por extensin, tambin al resto de la Europa medieval.
Teniendo en cuenta este factor, lo importante para el reino no es tanto
KAGAN, R., Los cronistas y la corona. La poltica de la Historia en la Espaa de las edades
40
Abstract: History never studied the influence of the main nuclear people
gave in the Castilla urban network of the thirteenth, fourteenth and fif-
teenth centuries. The currency production was one of the most important
systems of control and influence within the Castilla urban system. As a way
of consequence what this compared studies means is to give an estimation of
the influence area of the town of Burgos in the middle-age through one of its
main institution: the Burgos Mint.
1 SPUFFORD, P., Dinero y moneda en la Europa medieval, Crtica, Barcelona, 1991, p. 28.
2 Una aportacin bibliogrfica muy extensa sobre el tema se encuentra en MIRANDA, F.,
Aproximacin bibliogrfica, Moneda y monedas en la Europa medieval (siglos XII-XV):
XXVI Semana de Estudios Medievales, Estella, 19-23 de Julio de 1999, Gobierno de Nava-
rra, Pamplona, 2000, pp.485-517.
3 En todo estudio relacionado con cuestiones econmicas es necesario tener totalmente claro
el pensamiento econmico en la Edad Media. Algunas obras destacadas son: LANGHOLM, O.,
Economics in the Medieval Schools: Wealth, Exchange, Value, Money and Usury according
to the Paris Theological Tradition, 1200-1350, Leiden, 1992; MICHAUD-QUANTIN, P., La
politique montaire la Facult de Thologie de Paris en 1265, Le Moyen age, 68 (1962),
137-151. BISSON, T.N., Conversation of Coinage. Monetary exploitation and its Restraint in
France, Catalonia and Aragon, c. 1000-1250 AD, Oxford, 1979.
Para realizar este estudio he recogido todos los tipos monetarios rea-
lizados en el reino de Castilla desde Alfonso X hasta los Reyes Catlicos 4.
Estos tipos monetarios, en la mayora de los casos, eran marcados con el
smbolo de la ceca de donde procedan. La ceca de Burgos sola utilizar la
letra B para identificar sus creaciones 5, lo que nos facilita la recogida de los
datos. Sin embargo, una de nuestras limitaciones ha sido el hallarnos ante
un tipo de fuente muy mermada. Por eso, mis conclusiones han tratado de
apoyarse, cuando ha sido posible, en otras fuentes y, en cualquier caso, han
sido utilizadas con la precaucin que requieren.
4 Los catlogos utilizados son: LVAREZ BURGOS, R., Catlogo de la moneda medieval caste-
llano-leonesa siglos XI al XV. Vico-Segarra, 1998; RAMN BENEDITO, F., La moneda
medieval hispano-cristiana. F.A.M. 1974; PELLICER i BRU,J., Ensayadores: las emisiones
monetarias hispnicas (siglos XV-XX), Asociacin numismtica espaola, Madrid, 2010.
Este tipo de catlogos solamente registran aquellas monedas conservadas. Hay que tener
en cuenta que en Castilla en los siglos anteriores la acuacin de monedas no fue muy des-
tacada.
5 Para conocer con exactitud cmo las cecas trabajaban los metales se puede consultar las
obras de TORRES LZARO, J., Ordenanzas medievales sobre fabricacin de moneda en Casti-
lla, Tesis (indita), Universidad Complutense de Madrid, 1998, pp.17-22; CRDOBA, R.,
Ciencia y tcnicas monetarias en la Espaa Bajo Medieval, Madrid, 2010.
6 La creacin de moneda fue uno de los privilegios ms protegidos por los monarcas caste-
llanos, ya que, esto les permita tener un control ms efectivo sobre la economa del Reino.
Aunque, como sabemos, la peor de todas las series de devaluaciones europeas en los siglos
XIV y XV puede verse en Castilla. Uno de los ejemplos ms claros, es que en 1480 el florn
florentino poda cambiarse por unos 375 maravedes castellanos, mientras que en 1350 se
cambiaba por 20. En otras palabras, la moneda de cuenta castellana perdi un 95 por ciento
del valor que tena anteriormente. Sin tener en cuenta las devaluaciones continuas, el estu-
dio de las cecas y de la moneda castellana puede ser una va para aproximarnos a las
hiptesis planteadas.
7 Una obra que sintetiza perfectamente las cecas de este periodo es TORRES LZARO, J., Las
8 En el caso de Burgos el nmero de monederos es de 397 para 1429, 148 para 1494, 250
para 1495 y 160 para 1497. Estos datos provienen de BARTOLOM, A., y SAINZ VARONA,
F.A., La ceca de Burgos, Burgos, 1983. Evidentemente, esta cifra no se corresponda con el
nmero de trabajadores efectivos de la Ceca de Burgos, pero este tipo de cargos otorgaban
una serie de privilegios, principalmente la exencin de impuestos, muy apreciados por cier-
tos grupos sociales de Burgos.
9 TORRES, J., Espaa, cecas medievales y modernas del reino de Castilla. Un repaso bi-
bliogrfico, I luoghi della moneta. Le sedi delle zecche dallantichit allet moderna. Atti
del convegno internazionale. 22-23ottobre 1999 Milano, Miln, 2001, pg. 289
2. TIPOS DE METALES
Los tipos monetarios conservados dan una serie de datos muy superfi-
ciales, sobre todo para los siglos XIII y XIV. Aun as, en el siglo XIII se
puede comprobar que la moneda de velln es la ms abundante. Segn La-
dero Quesada, las reformas llevadas a cabo por el rey Alfonso X dieron a la
moneda de velln un gran protagonismo debido a los gastos de la Corona
durante su reinado y, sin duda, por las exigencias monetarias al aumento el
volumen comercial de Castilla 12. Protagonismo que no perder en estos tres
siglos.
10 Sin duda, los datos aportados por los tipos monetarios resultan muy fidedignos ya que
coinciden con los estudios realizados a travs de las fuentes escritas.
11 MACKAY, A., Moneda, precios y poltica en la Castilla del siglo XV, Universidad de Gra-
XIII al XV), XXVI Semana de Estudios Medievales, Estella, 19-23 de Julio de 1999, Gobier-
no de Navarra, Pamplona, 2000, p.145.
1313DAY, J., The Great Bullion Famine of the Fifteenth Century, Past and Present, 79
(1987), 3-54.
16 En el siglo XV, la ceca de La Corua tena 5-6 hornos, Burgos de 7 a 9 hornos, Toledo 9
hornos y Sevilla 12 hornos. Datos de Angus MacKay en su obra ya citada de Moneda, Pre-
cios y Polticas en la Castilla del siglo XV. p. 45.
17 Los estudios sobre las diferentes cecas castellanas en la Edad Media y Moderna son
abundantes. Por poner algunos ejemplos: ALMONACID, J.A. Cuenca, su ltima casa de la
moneda. Reflexiones sobre sus prosteras acuaciones y clausura definitiva, Gaceta Nu-
mismtica, 134, pp.45-56. BARTOLOM A., SINZ VARONA F.A., La ceca de Burgos, Burgos,
1983. CATALINA, R., La antigua ceca de Madrid, Aproximacin a su historia, Madrid, 1980.
ESPIAU EIZAGUIRRE M., La casa de la moneda de Sevilla y su entorno, Historia y morfologa,
Sevilla, 1991. GARZN. M., La Real Casa de la Moneda de Granada, Granada, 1970.
HERRERO, M., El ingenio de Acuar Moneda en Segovia: nuevas aportaciones documenta-
les, Estudios segovianos, 94, 1996, pp.289-415. MARTN PEATO, M,J., La Casa de la
Moneda de Toledo, Toledo, 1991. MURO, J., Casa Real de Moneda de la Corua. Noticias
acerca de este antiguo establecimiento y de sus acuaciones, Madrid, 1888. PREZ GARCA,
M., La Real Fbrica de Moneda de Valladolid a travs de sus registros contables, Vallado-
lid, 1990.
los Reyes Catlicos en materia monetaria es: SANTIAGO FERNNDEZ, J., Trascendencia de la
poltica monetaria de los Reyes Catlicos en la Espaa Moderna, Universidad Complutense
de Madrid, Madrid, 2004.
20 Para determinar el rea de influencia es necesario tener en cuenta muchos otros datos.
Evidentemente, la utilizacin de los tipos monetarios no determina tal rea, pero s sirve
para completar los datos obtenidos en las fuentes escritas.
21 La bibliografa sobre Burgos es muy extensa, algunos de los ejemplos ms destacados son:
BONACHA HERNANDO, J.A., El Seoro de Burgos durante la Baja Edad Media (1255-1508),
Universidad de Valladolid, Valladolid, 1988. Del mismo autor: El Concejo de Burgos en la
Baja Edad Media (1345-1426), Universidad de Valladolid, Valladolid, 1978. CASADO
ALONSO, H., Seores, mercaderes, campesinos: la comarca de Burgos a fines de la Edad
Media, Valladolid, 1987. GUERRERO NAVARRETE, Y., Organizacin y gobierno en Burgos
durante el reinado de Enrique IV de Castilla, 1453-1476, Universidad Autnoma de Ma-
drid, Madrid, 1986.
glo, no slo en la zona norte, sino en todo el reino es muy importante. Por lo
tanto, las cecas muestran una realidad que se asemeja a lo que las fuentes
escritas dicen de la ciudad en este periodo.
AR AU
vila Burgos Len vila Burgos Len
0% 0%
100%
100%
V
vila Burgos Len
5%
43%
52%
22 Sin duda, estos datos no muestran la realidad del momento. La ciudad de Burgos es en el
siglo XV cuando ms actividad econmica tiene y, por lo tanto, mayor y ms intensas son
las relaciones que conforman su rea de influencia dentro del sistema urbano castellano.
4. CONCLUSIONES
e) Ao de edicin
f) Edicin utilizada (ej.: 2 ed.)
g) Nmero de volumen o tomo en cifra arbiga, tras la abreviatu-
ra t. o vol. segn corresponda
h) Pgina o pginas citadas, tras la abreviatura p. o pp. segn co-
rresponda
i) Todos los datos deben separarse entre s por una coma
8.2. Referencias a artculos de revistas y publicaciones peridicas
a) Apellidos (en versalita) y nombre (abreviado) del autor
b) Ttulo del artculo entre comillas angulares ( )
c) Nombre de la revista o publicacin peridica en cursiva
d) Nmero del volumen en cifras arbigas
e) Ao de publicacin entre parntesis
f) Pgina o pginas citadas tras la abreviatura p. o pp. segn co-
rresponda
g) Todos los datos deben separarse entre s por una coma
h) En el caso de ediciones consultadas en red se aadir adems
la direccin telemtica y la fecha de consulta.
8.3. Referencias a captulos de obras colectivas
a) Apellidos (en versalita) y nombre (abreviado) del autor
b) Ttulo del artculo entre comillas angulares ( )
c) Ttulo del libro en cursiva
d) Nombre y apellidos del editor del libro, seguido de la abreviatu-
ra que corresponda: dir./dirs., ed./eds., coord./coords. Segn
conste como director/es, editor/es o coordinador/es
e) Editorial
f) Lugar de publicacin
g) Ao de edicin
h) Edicin utilizada (ej.: 2 ed.)
i) Nmero de volumen o tomo en cifra arbiga, tras la abreviatu-
ra t. o vol. segn corresponda
j) Pgina o pginas citadas, tras la abreviatura p. o pp. segn co-
rresponda
k) Todos los datos deben separarse entre s por una coma
8.4. Referencias a ediciones de textos
a) Apellidos (en versalita) y nombre (abreviado) del autor, si cons-
ta
b) Ttulo en cursiva
c) Nombre y apellidos del editor cientfico, precedido de la abre-
viatura ed.
d) Editorial
e) Lugar de publicacin
f) Ao de edicin
g) Edicin utilizada (ej.: 2 ed.)
h) Nmero de volumen o tomo en cifra arbiga, tras la abreviatu-
ra t. o vol. segn corresponda
2. CONTROL DE CALIDAD