El Manifiesto de Manila
El Manifiesto de Manila
El Manifiesto de Manila
INTROCUCCIN
En julio de 1974 se celebr, en Lausana (Suiza), el Congreso Internacional de
Evangelizacin Mundial y se proclam el Pacto de Lausana. Ahora, en julio de
1989, ms de 3000 personas de cerca de 170 pases, nos hemos reunido en
Manila con el mismo propsito y hemos proclamado el Manifiesto de Manila.
Agradecemos la bienvenida que hemos recibido de nuestros hermanos filipinos.
Durante los 15 aos entre los dos congresos, se han celebrado algunas consultas
menores sobre temas como el Evangelio y la Cultura, la Evangelizacin y la
responsabilidad Social, un Estilo de Vida sencillo, y el Espritu Santo y la
Conversin. Estas reuniones y sus informes han ayudado a desarrollar el
pensamiento del movimiento de Lausana. Un manifiesto se define como una
declaracin pblica de convicciones, intenciones y motivaciones. El manifiesto de
Manila toma los dos temas de los congresos: Proclamar a Cristo hasta que el
regrese y Llamando a toda la iglesia a llevar el evangelio a todo el mundo. Su
primera parte es una serie de afirmaciones cortas. Su segunda parte las elabora
en doce secciones, que presentamos a las iglesia para que, junto con el Pacto de
Lausana, sean estudiadas y llevadas a la prctica.
VEINTIN AFIRMACIONES
4. Afirmamos que los seres humanos, aun cuando han sido creados a la imagen
de Dios, son pecadores y culpables, perdidos sin Cristo, y que esta verdad es
preliminar en la comprensin del evangelio.
6. Afirmamos que en la cruz Jesucristo tom nuestro lugar, llev nuestros pecados
y sufri la muerte que a nosotros nos corresponda morir, y que nicamente por
esta razn, Dios perdona gratuitamente a quienes son llevados al arrepentimiento
y la fe.
9. Afirmamos que la proclamacin del Reino de Dios de toda justicia y paz, exige
la denuncia de toda injusticia y opresin, tanto personal como estructural; no
rehuiremos este testimonio proftico.
10. Afirmamos que el testimonio que da el Espritu Santo acerca de Cristo es
indispensable para la evangelizacin y que, aparte de su obra sobrenatural, no
son posibles, ni el nuevo nacimiento, ni la vida nueva.
13. Afirmamos que los que decimos ser miembros del cuerpo de Cristo debemos
superar las barreras de raza, sexo y clase social dentro de nuestra comunidad.
14. Afirmamos que los dones de Espritu Santo son repartidos a todo el pueblo de
Dios, tanto a las mujeres como a los hombres, y que se debe promover la
participacin de todos en la evangelizacin para el bien comn.
16. Afirmamos que toda congregacin cristiana debe volcarse hacia la comunidad
en la que se encuentre inserta a travs del testimonio evangelizador y el servicio
compasivo.
17. Afirmamos la necesidad urgente de que las iglesias, agencias misioneras y
otras instituciones cristianas colaboren mutuamente en la evangelizacin y accin
social, y que repudien la competencia y eviten duplicar esfuerzos.
18. Afirmamos que es nuestro deber estudiar la sociedad en la cual vivimos a fin
de entender sus estructuras, sus valores y sus necesidades, y de esta manera
desarrollar una estrategia apropiada para la misin.
20. Afirmamos nuestra solidaridad con los que sufren por el evangelio, y
procuraremos prepararnos para la posibilidad de sufrir de la misma manera.
Trabajaremos a favor de la libertad religiosa y poltica en todas partes.
21. Afirmamos que Dios est llamando a toda la iglesia a llevar todo el evangelio a
todo el mundo. Nos comprometemos, por tanto, a proclamarlo con fidelidad,
urgencia y sacrificio hasta que Cristo regrese.
A. TODO EL EVANGELIO
El evangelio es la buena nueva de la salvacin que Dios ha provisto para el
hombre al librarlo de los poderes del mal. Es, a la vez, nuevas de la instauracin
de su reino eterno y de su victoria final sobre todo lo que se oponga a sus
propsitos. En su amor, Dios se propuso efectuar esta salvacin antes de que el
mundo fuese creado, y llev a cabo su plan por medio de la muerte de nuestro
Seor Jesucristo, en quien hay liberacin del pecado, de la muerte y del juicio. Es
Cristo quien nos hace libres y nos une al incorporarnos en la comunidad de los
redimidos por l.
1. La apurada salvacin humana
Ya que nos encontramos comprometidos en predicar el evangelio total, es decir, el
evangelio bblico en toda su plenitud, lgicamente debemos entender por qu lo
necesitan los seres humanos.
Los hombres y mujeres tienen una dignidad y un valor intrnseco por cuanto han
sido creados a la imagen de Dios, para conocerle, amarle y servirle. Sin embargo,
a consecuencia del pecado, cada aspecto de su humanidad ha sido distorsionado.
Los seres humanos se han vuelto rebeldes y egocntricos, se sirven a s mismos y
no aman a Dios ni a su prjimo como deberan hacerlo. Por consiguiente, estn
alienados, tanto de su creador como del resto de la creacin, lo cual es la causa
fundamental del dolor, la desorientacin y la soledad que tanta gente sufre hoy en
da. Muchas veces, el pecado se manifiesta tambin bajo las formas de conducta
antisocial, explotacin violenta de los dems, y de un desgaste de los recursos de
la tierra, de la cual Dios ha hecho a los hombres y las mujeres sus mayordomos.
La humanidad se encuentra culpable y sin excusa y va por el camino que conduce
a la destruccin.
Aunque la imagen de Dios en los seres humanos ha sido corrompida, stos son
an capaces de reconciliarse los unos con los otros con amor, y de realizar
acciones nobles y crear obras de arte hermosas. Pese a todo el logro del ser
humano, sea cual fuere, est fatalmente marcado por la imperfeccin y de ninguna
manera pude proporcionarle el derecho de tener acceso a Dios. Cada individuo es
a la vez un ser espiritual; las tcnicas de auto-ayuda slo pueden, a lo mucho,
aliviar las necesidades que sienten, siendo incapaces de solucionar los problemas
trascedentes del pecado, de la culpabilidad y del juicio. Ni la religin humana, ni la
justicia humana, ni los programas socio-polticos pueden salvar a nadie. No existe
posibilidad alguna de que el ser humano se salve por s mismo. Abandonadas a s
mismas, las personas estn perdidas para siempre.
De modo que repudiamos los falsos evangelios que niegan la realidad del pecado
humano, el juicio divino, le deidad y encarnacin de Jesucristo y la necesidad de la
cruz y la resurreccin. Asimismo rechazamos evangelios a medias, los cuales no
toman en serio el pecado y confunden la gracia de Dios con el esfuerzo humano.
Confesamos que a veces, nosotros mismos, hemos relativizado el evangelio, pero
nos comprometemos a tomar en cuenta, en nuestra agilizacin, el diagnstico
radical que Dios hace del pecado, y el remedio, igualmente radical, que l ha
provisto.
Otra vez hemos visto el nfasis de Lucas en el evangelio como buenas nuevas
para los pobres (Lucas 4:18; 6:20; 7:22) y nos hemos preguntado qu significa
esto para la mayora de la poblacin mundial, que son pobres, afligidos u
oprimidos. Se nos ha recordado que la ley, los profetas y los libros de Sabidura,
as como la enseanza y ministerio de Jess, todos enfatizan la preocupacin de
Dios por los pobres en recursos econmicos y nuestro deber consecuente de
interesarnos por ellos y protegerlos. La Escritura tambin se refiere a los
espiritualmente pobres, quienes miran slo a Dios para alcanzar misericordia. El
evangelio viene como buenas nuevas a ambas clases. Los pobres en espritu,
quienes sin importar sus circunstancias econmicas, se humillan ante Dios,
reciben por fe el don gratuito de la salvacin. Para nadie hay otra manera de
entrar en el reino de Dios. Los materialmente pobres y desposedos encuentran
adems, una nueva dignidad como hijos de Dios y el amor de los hermanos y
hermanas, quienes lucharn con ellos por su liberacin de todo lo que los degrada
y los oprime.
3. La singularidad de Jesucristo
Somos llamados a proclamar el evangelio de Cristo en un mundo cada vez ms
pluralista. Hay un resurgir de religiones antiguas y el nacimiento de otras nuevas.
En el primer siglo tambin haba muchos dioses y muchos seores (1 Corintios
8:15). Sin embargo, los apstoles afirmaron valientemente la singularidad, la
indispensabilidad y centralidad de Cristo. Nosotros debemos hacer lo mismo.
Debido a que los hombres y las mujeres han sido hechos a la imagen de Dios y
ven en la creacin evidencias del Creador, las religiones que han surgido
contienen a veces algunos elementos de verdad y belleza. A pesar de eso, no son
evangelios alternativos. Debido a que los seres humanos son pecadores y debido
a que el mundo entero est bajo el maligno (1 Juan 5:19), tambin las personas
religiosas necesitan la redencin provista por Cristo. Por lo tanto, no tenemos
ninguna base para decir que la salvacin puede encontrarse fuera de Cristo aparte
de una aceptacin explcita de su obra por medio de la fe.
A veces se afirma que en virtud del pacto de Dios con Abraham, el pueblo judo no
tiene que reconocer a Jess como su Mesas. Afirmamos que ellos lo necesitan
tanto como cualquier otra persona y que sera una forma de antisemitismo,
adems de deslealtad a Cristo, el separarnos del patrn neotestamentario
consistente en llevar el evangelio al judo primeramente Por lo tanto,
rechazamos la tesis de que los judos tengan su propio pacto que hace
innecesaria la fe en Jess.
Nuestro continuo compromiso con la accin social no es una confusin del reino
de Dios con una sociedad cristianizada. Se trata ms bien, un reconocimiento de
que el evangelio bblico tiene implicaciones sociales ineludibles. La verdadera
misin debe ser siempre la encarnacin. Se requiere entrar humildemente en
mundos de otras personas, identificndose con su realidad social, su dolor y
sufrimiento, y sus luchas por la justicia contra los poderes opresivos. Esto no
puede hacerse sin sacrificios personales.
B. TODA LA IGLESIA
Todo el evangelio ha de ser proclamado por toda la iglesia. Todo el pueblo de Dios
ha sido llamado a compartir la tarea evangelstica. Sin embargo, sin el Espritu
Santo de Dios todos los esfuerzos sern infructuosos.
5. Dios, el Evangelista
Las Escrituras declaran que Dios es el evangelista por excelencia. Porque el
Espritu de Dios es el Espritu de verdad, amor, santidad, y la evangelizacin es
imposible sin l. Es l quien unge al mensajero, confirma la Palabra, prepara al
oyente, convence al pecador e ilumina al ciego; da vida al muerto, nos capacita
para arrepentirnos y creer, nos une al cuerpo de Cristo, nos asegura que somos
hijos de Dios, nos gua hacia el servicio y carcter de Cristo, y a la vez, no enva a
ser testigos de Cristo. En todo esto la preocupacin principal del Espritu Santo es
glorificar a Cristo mostrndonoslo y formndolo en nosotros.
Toda evangelizacin involucra una batalla espiritual con los principados y
potestades del mal. Sobre los cuales slo las armas espirituales pueden
prevalecer, especialmente la Palabra y el Espritu, con la oracin. Por lo tanto,
hacemos un llamado a todos los creyentes para que sean diligentes en sus
oraciones, tanto por la renovacin de la iglesia como por la evangelizacin del
mundo.
Reconocemos con gran agradecimiento que los nios y los jvenes enriquecen la
adoracin y la extensin de la iglesia con su entusiasmo y su fe. Necesitamos
entrenarlos en el discipulado y la evangelizacin para que alcancen a su propia
generacin para Cristo.
Otro contexto para el testimonio laico es el lugar de trabajo, porque es aqu donde
la mayora de los cristianos pasa la mitad de las horas de cada da, y porque el
`trabajo es una vocacin divina. Los cristianos pueden reportar alabanza a Cristo
por sus palabras, por el trabajo eficaz, por su honradez y consideracin hacia los
dems, por su bsqueda de justicia en el lugar de trabajo, y este testimonio cobra
eficacia especial si es que los dems pueden ver por su calidad de trabajo diario
que se hace para la gloria de Dios.
Nuestro reto a los dems es que se nieguen a s mismos, tomen su cruz y sigan a
Cristo ser creble slo si nosotros mismos hemos muerto claramente a
ambiciones egostas, a la falta de honradez y a la codicia, y vivimos una vida de
sencillez, contentamiento y generosidad.
8. La iglesia local
Toda congregacin cristiana es una expresin local del cuerpo de Cristo y tiene las
mismas responsabilidades. Es tanto un sacerdocio santo para ofrecer a Dios los
sacrificios espirituales de adoracin, como tambin una nacin santa para
anunciar su excelencias mediante el testimonio (1 Pedro 2:5,9). La iglesia es
entonces una comunidad que adora y una comunidad que testifica, reunida y
esparcida, llamada y enviada. La adoracin y el testimonio son inseparables.
Creemos que la iglesia local tiene la responsabilidad primordial de extender el
evangelio. La Escritura sugiere esto en la progresin de nuestro evangelio lleg a
vosotros y luego parti de vosotros (1 Tesalonicenses 1:5,8). De esta manera, el
evangelio crea la iglesia que extiende el evangelio, el cual crea ms iglesias en
una continua reaccin en cadena. Ms an, lo que la Escritura ensea, la
estrategia lo confirma. Cada iglesia local debe evangelizar el distrito en el que est
localizada, y tiene los recursos para hacerlo.
La iglesia ha sido concebida por Dios para ser una seal de su reino, esto es, una
indicacin de cmo es una comunidad humana cuando est bajo su gobierno de
justicia y paz. As como en los individuos, tambin en las iglesias, el evangelio
tiene que ser encarnado si ha de ser comunicado efectivamente. Es a travs de
nuestro amor mutuo que el Dios invisible se revela a s mismo hoy (1 Juan 4:12),
especialmente cuando nuestro compaerismo se expresa en grupos pequeos, y
cuando trasciende las barreras de raza, rango, sexo, y edad que divide a otras
comunidades.
9. La cooperacin en la evangelizacin
La evangelizacin y la unidad estn estrechamente relacionadas en el Nuevo
Testamento. Jess pidi que la unidad de su pueblo reflejara su propia unidad con
el padre (Juan 17:20,21), y Pablo exhort a los filipenses a combatir
unnimemente por la fe del evangelio (Filipenses 1:27). En contraste con esta
visin bblica, estamos avergonzados de las sospechas y rivalidades, del
dogmatismo en cuestiones secundarias, de las luchas por el poder y de la
edificacin de imperios que arruinan nuestro testimonio evangelstico. Afirmamos
que la cooperacin en la evangelizacin es indispensable. Primero, porque es la
voluntad de Dios, pero tambin porque el evangelio de reconciliacin es
desacreditado por nuestra falta de unidad, y porque si la tarea de la
evangelizacin del mundo ha de ser alguna vez lograda, debemos realizarla
juntos.
Cooperacin significa encontrar unidad en la diversidad. Involucra personas de
diferentes temperamentos, dones, vocaciones y culturas, iglesias nacionales y
agencias misioneras, todas las edades y ambos sexos, en un trabajo conjunto.
Estamos decididos a dejar atrs de una vez por todas, como restos de nuestro
pasado colonial, la distincin simplista entre pases enviadores del primer mundo,
y los pases receptores del tercer mundo. Porque la gran novedad de nuestra era
es la internacionalizacin. No slo una gran mayora de cristianos evanglicos no
son occidentales, sino que el nmero de misioneros del tercer mundo pronto
sobrepasar a los del occidente. Creemos que equipos misioneros de composicin
diversa, pero unidos de mente y corazn, constituyen un impresionante testimonio
de la gracia de Dios.
C. TODO EL MUNDO
El evangelio en su totalidad ha sido encomendado a toda la iglesia, para que se
proclame a todo el mundo. Es necesario, entonces, que comprendamos el mundo
al cual somos enviados.
En cuarto lugar, estn los no-alcanzados. Estos son los dos millones de personas
que nunca han escuchado que Cristo es el Salvador, y que no estn al alcance de
cristianos de su propio pueblo. Existen, de hecho, unos 2000 pueblos o grupos
nacionales donde todava no hay una iglesia autctona viva. Nos ayuda a pensar
en ellos como miembros de grupos tnicos menores, que se ven a s mismos
como teniendo algo en comn (por ejemplo: cultura, idioma, territorio u oficio). Los
mensajeros que ms eficazmente los podran alcanzar son los creyentes que ya
pertenecen a esa cultura y hablan su lengua. De lo contrario, tendrn que ir
mensajeros transculturales del evangelio, dejando atrs su propia cultura e
identificndose abnegadamente con aquellos a quienes anhelan alcanzar para
Cristo.
No hay nada mgico en cuanto a esa fecha, pero de todos modos no deberamos
dar nuestros mejores esfuerzos para alcanzar esa meta. Cristo nos manda a
Ante esta situacin, queremos hacer tres declaraciones a los gobiernos que estn
reconsiderando su actitud frente a los creyentes cristianos.
En primer lugar, los cristianos son ciudadanos leales que buscan el bienestar de
su nacin. Oran por sus lderes y pagan sus impuestos, desde luego, los que han
confesado a Jess como Seor no pueden, a la vez, decir Seor a otras
autoridades, y si se les ordena hacerlo, o cualquier otra cosa que Dios prohbe,
tendrn que desobedecer. Pero son ciudadanos responsables. Tambin
contribuyen al bienestar de su pas con la estabilidad de sus matrimonios y
hogares, su honradez en el negocio, su trabajo esforzado y su actividad voluntaria
al servicio de los incapacitados y necesitados. Los gobiernos justos no tienen por
qu temer a los cristianos.