Oracio Mental
Oracio Mental
mental
Condiciones para distinguir con
xito lo que Dios me dice
PRLOGO........................................................... 7
I. A LA ESCUCHA DE DIOS............................. 11
1. Oracin vocal: hablar a Dios.
Oracin mental: orle.......................................... 11
2. El idioma habitual de Dios:
los pensamientos................................................. 12
3. El idioma humano que ms conquista a Dios:
los deseos............................................................. 21
4. Cmo me habla Dios....................................... 29
5. Cmo distingo mis pensamientos y deseos,
de aqullos que proceden de Dios...................... 35
V. SI SE PUEDE,
SILENCIO ABSOLUTO............................... 167
7
dados intensivos, Karen se decidi. Si no la ve con vida
hoy pensaba, maana ser demasiado tarde.
Trat de disimular, con ropa, su edad y de introdu-
cirle rpidamente en la UCI, pero no consigui eludir el
encuentro con una enfermera.
Lo lamento; est prohibida la entrada a menores.
Mi hijo no se mover de aqu hasta que vea a
su hermanita respondi Karen con estudiada firme-
za. Su actitud decidida y el temor a empeorar la situa-
cin, facilit que se aceptase su propuesta sin reparos.
Poco despus, Michael contemplaba en silencio aquella
jadeante figura que, en el interior de la incubadora, se
debata entre la vida y la muerte. Acercando sus labios,
enton en voz baja la cancin que tantas veces le haba
dedicado antes de nacer.
T eres mi sol, mi nico sol. Me haces feliz aun
cuando el cielo est oscuro En ese momento, el beb
pareci revivir. Las aceleradas pulsaciones registradas
en uno de los monitores disminuyeron de frecuencia y
se hicieron estables.
Sigue cantando, Michael le pidi su madre,
sorprendida por lo que vea.
T no sabes, querida, cunto te amoPor favor,
no te lleves mi sol ahora
Mientras Michael cantaba, la respiracin apresura-
da del beb se fue suavizando visiblemente.
Contina, hijo mo! insista Karen conmovida.
La otra noche, querida, so que estabas en mis
brazos La criatura se relajaba de modo gradual,
hasta adentrarse en lo que pareca un profundo sueo.
Sigue un poco ms, Michael.
Una enfermera comenz a llorar. El personal mdi-
co de la sala se fue concentrando, atnito, alrededor de
la incubadora.
8
T eres mi sol, mi nico sol. T me haces feliz
aun cuando el cielo est oscuro Por favor, no te lleves
mi sol ahora
Las pruebas confirmaron su curacin. Tras unos
das de cautela, pudieron trasladarla a casa sin riesgos.
En la prensa local, los mdicos que siguieron el caso
calificaron la mejora de inmediata y asombrosa. El
Womans Day Magazine titul esta historia como La
cancin de un hermano. Karen lo llam, con naturali-
dad, el milagro del amor.
El amor humano es increblemente poderoso por-
que es prolongacin del de Dios. Un movimiento del
Amor divino cre el universo; y su intervencin constan-
te lo mantiene en continua actividad. Las almas que lo
buscan y acrecientan, al menos en sus manifestaciones
exteriores, notan que algo les acerca paulatinamente a
esa omnipotencia benefactora que todos detectan, como
agazapada, en la naturaleza.
Quiz, por parecerles pretencioso o inalcanzable,
no se plantean una conclusin evidente y esperanzado-
ra: si el afecto humano logra prodigios tan extraordi-
narios, qu ocurre cuando alguien se expone de cer-
ca, sin barreras, al volcn silencioso del Amor, llamado
Espritu Santo?
Quieres entrar en contacto, de un modo extre-
madamente directo, con esa fuerza arrolladora capaz
de transformarlo todo? Practica con perseverancia la
oracin mental: dialoga con Dios. Concentra todas tus
energas en el recogimiento del alma. Estas lneas tratan
de eliminar, uno por uno, los obstculos habituales, de
manera que logres presentarte ante la mirada bondado-
sa y radiante del Creador. As, advertirs su actuacin
con facilidad y te entusiasmar interpretar con acierto
cuantos mensajes personales suyos recibas.
9
10
I. A LA ESCUCHA DE DIOS
11
muevan o de doctrinas desconocidas que centren su in-
ters. Esto es lo que a tantos les lleva a conformarse con
leer un libro espiritual; un buen libro, en el mejor de
los casos. No distinguen la oracin mental de la lectu-
ra meditada; o bien, les parece suficiente. Es indudable
que esta ltima ha ayudado a muchas almas a llegar a
la santidad y nunca debera abandonarse. Pero puestos
a comparar, la oracin mental es muy superior, porque
el Todopoderoso abre el cofre de los tesoros cuando tra-
tamos de conversar con l. Y es que cualquier padre
disfruta ms del contacto directo y personal con cada
uno de sus hijos que con la generalidad de un mensaje
escrito a todos por igual.
Adems, las acciones simples y diminutas empren-
didas por obediencia a las inspiraciones de Dios logran
una recompensa enorme, ya experimentada tantas veces
en la tierra. En cambio, los mayores sacrificios realiza-
dos sin preguntar al Seor suelen ser menos premiados.
Si dispones de poco tiempo, si pretendes economi-
zar tus esfuerzos, consulta las sugerencias del Altsimo
en la oracin mental, porque los que son guiados por el
Espritu de Dios, stos son hijos de Dios4.
12
de los recursos interiores eficaces que eviten confusio-
nes con lo que inventamos nosotros, o con lo que nos
inspiran otros seres? Ese modo de actuar ira en contra
de su cordura, o lo que es peor, de su enorme Bondad.
No te quepa duda. Dios nos ha concedido la facul-
tad de distinguir con precisin y certeza lo que nos ex-
plica en el alma. Y para ello, de ordinario, se sirve de
nuestra mente. Si hubiera querido comunicarse con ca-
ballos, habra utilizado aspavientos y silbidos. Pero con
los hombres se vale de las potencias espirituales que le
confiri y, en especial, de nuestro talento en la interpre-
tacin de ideas5, capacidad propia del intelecto huma-
no. Ms aun; es probable que ste haya sido diseado
por l, sobre todo, para que entremos en contacto con
su Naturaleza espiritual, de modo semejante a como
una buena madre se cerciora de que su hijo, al salir de
excursin, lleva el mvil encima. Francisca Javiera del
Valle6 describa su propia experiencia cuando afirmaba
que el Espritu Santo ensea por medio de una luz cla-
ra y hermosa que l pone en el entendimiento7.
Es importante hacer notar que Dios no suele re-
currir a voces que puedan percibir los odos. La expli-
cacin es evidente: este modo de comunicarse con sus
criaturas, tan claro e inequvoco, nos obligara ms. Y si
se desobedeciera, se ensombrecera nuestra conciencia,
lo que es poco recomendable.
5 Con el trmino ideas englobamos con poca precisin cuantos actos pue-
de ejecutar nuestro entendimiento, como veremos ms adelante: la simple
aprehensin de algo, intenciones, pensamientos, juicios, etc. Quedan aparte
las imaginacin y la memoria sensitiva (S. TOMS DE A., S. Th., I, q. 79, a.
10, r. 3).
6 (1856-1930) Una humilde campesina que trabaj como costurera en el
Colegio que la Compaa de Jess tena en Carrin. Alcanz las cumbres ms
altas de la espiritualidad mediante una vida sencilla, llena de ocupaciones.
7 Francisca Javiera del Valle, Decenario al Espritu Santo, Rialp,
Madrid 1954, p. 69.
13
Basta acordarse de alguien tan piadoso como el an-
ciano Zacaras. Su resistencia a creer lo que se le anun-
ciaba durante una aparicin, y la medicina administra-
da en el tratamiento de su alma herida: Desde ahora,
pues, te quedars mudo y no podrs hablar hasta el da
en que sucedan estas cosas, porque no has credo en
mis palabras, que se cumplirn a su tiempo. El pueblo
estaba esperando a Zacaras, y se extraaba de su de-
mora en el Templo. Cuando sali no poda hablarles, y
comprendieron que haba tenido una visin. El intenta-
ba explicarse por seas, y permaneci mudo8. Zacaras
no recupera la voz hasta que, nueve meses ms tarde,
realiza un acto pblico de confianza en lo que Dios le
comunicaba: Al mismo tiempo preguntaban por seas
a su padre cmo quera que se le llamase. Y l, pidiendo
una tablilla, escribi: Juan es su nombre. Lo cual llen a
todos de admiracin. En aquel momento recobr el ha-
bla, se solt su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios9.
Su Divina Majestad no utilizar voces o apariciones
de ngeles, a menos que nos vea preparados para esta
responsabilidad. Ese sistema de comunicacin forzara
tanto la libertad humana, tensara de tal modo nuestra
capacidad de obedecer, que es posible que acarrease
ms inconvenientes que beneficios.
Un matiz: que Dios no acostumbre a comprometer-
nos con visiones de ngeles, no significa que renuncie a
criaturas tan perfectas para sus relaciones privadas con
los hombres. Al contrario, es uno de sus cauces ordina-
rios.
Otra distincin ms sutil, pero no por eso menos
importante: es muy poco frecuente que nos transmita,
en terminologa clsica, locuciones sobrenaturales. San
8 Lc 1, 13-20.
9 Lc 1, 62-64.
14
Juan de la Cruz las define como aquellas palabras in-
teriores, distintas y formales que el espritu recibe, no
de s mismo, sino de otro, unas veces estando recogido,
y otras no10. Conviene ser muy cauto antes de admitir
con seguridad que Dios me habla de este modo. Es pre-
ferible desconfiar, hasta que se haya constatado, incluso
repetidamente, que producen buenos frutos o anticipan
acontecimientos verdaderos que resulten tiles para ha-
cer el bien. De lo contrario, puede que en mi interior est
componiendo frases ms o menos redondas, que nada
tienen que ver con aquel tipo de comunicacin divina.
Lgicamente, el Seor se relaciona con sus criatu-
ras como mejor le parece, tambin con palabras que se
presenten en nuestro intelecto con nitidez y desligadas
de sonidos. Pero no suele ser un medio habitual. No es su
idioma. Del mismo modo que las apariciones se reser-
van a unos pocos, la transmisin de una idea concreta,
utilizando palabras de una lengua es una condescenden-
cia con las facultades humanas que Dios suele destinar
a sus ms ntimos. El Seor hablaba con Moiss cara
a cara, como se habla con un amigo11, se describe en el
Antiguo Testamento acerca de la oracin del Patriarca.
Tambin se ha dirigido as a otros que disfrutaron de
mucha intimidad divina. San Josemara Escriv perci-
bi claramente estas palabras: Si exaltatus fuero a terra,
omnia traham ad me ipsum (cuando sea exaltado en las
actividades humanas, lo atraer todo hacia M)12.
Entonces, cmo se dirige a los hombres habitual-
mente? Con pensamientos. Dicho de otro modo, Dios
regala sus ideas a cualquiera que desee hablarle y sepa
15
distinguirlas entre el mar turbulento de las reflexiones
humanas. Recordemos lo que dijo el apstol san Juan
cuando intent ensear la prctica de la oracin: Dios
es espritu, y los que le adoran deben adorar en espritu
y en verdad13. El discpulo amado del Seor nos da la
pauta de cmo le gusta al Padre ser tratado: en espritu.
Admite las palabras interiores y otros hbitos propios
de la mente, pero le agrada ms que nos dirijamos a l
en su modo acostumbrado: en espritu. Tal vez porque
est al corriente de la facilidad del hombre para decir
y no hacer. Porque conoce nuestra tendencia a ignorar
las disposiciones reales de la voluntad, que detecta de
modo continuo y preciso. Y tambin, quiz, porque la
transformacin de ideas en vocablos recogidos en los
diccionarios es una actividad del todo humana y, por
tanto, expuesta constantemente a los errores del inter-
prete que traduce.
Nos resulta extrao restar importancia al lxico. Sin
embargo, es una batalla que no pertenece solo a los cris-
tianos del siglo XXI. San Pablo deca a los corintios, en su
particular escuela de oracin de dilogo: Si rezo en len-
guas, mi espritu reza, pero mi mente queda sin fruto14.
Se refera a los que adoraban en dialectos inspirados des-
de lo Alto y, a menudo, desconocidos para todos, incluido
el orante. Pero tambin al error de olvidar el papel decisi-
vo de la mente, como parte esencial del contacto divino.
En otras palabras: el Creador aprecia el esfuerzo del que
intenta relacionarse con l en su idioma, el de los pensa-
mientos, y lo premia. No queda sin fruto.
13 Jn 4, 24.
14 1Co 14, 14. El don de lenguas es la facultad sobrenatural de orar o de
cantar las alabanzas de Dios con entusiasmo, con palabras desconocidas que
con frecuencia requeran la intervencin de un intrprete. Aunque S. Pablo se
refera a este carisma, su enseanza va ms all al tratar de que sus oyentes
dieran prioridad a los actos interiores, por medio de los cuales Dios alimenta
al alma.
16
Es evidente, que nada hay en contra de la plegaria
vocal. En absoluto. El Seor compuso el Padrenuestro
con el fin de ensear a sus discpulos a rezar. Aun as, in-
cluso en ese modo de dirigirme a Dios, no oro para ma-
nifestarle algo que l desconozca y que deseo, sino bus-
cando avivar el impulso de mi mente, y la de los otros
hombres, hacia el Creador. Por este motivo, segn santo
Toms de Aquino, en la oracin privada hemos de usar
de tales palabras y signos en la medida en que sean pro-
vechosos para excitar interiormente el espritu. Pero si
nuestra alma se distrae por este camino, o de cualquier
modo se siente impedida, habr que prescindir de tales
recursos15.
La oracin de la mente o del corazn es muy su-
perior a la vocal porque, si exceptuamos algunos actos
como la entrega o el sacrificio, utiliza el medio ms n-
timo e intenso del que disponemos los hombres para
amar: el dilogo.
Cierto que a veces es difcil percibir las ideas di-
vinas, y que el alma parece que necesita, en algunos
momentos, como cerrar sus odos a intervenciones ex-
teriores y as transmitir sus sentimientos de gratitud o
afliccin con rezos ya compuestos. Pocas cosas son tan
aconsejables. Pero, en lneas generales, el dilogo con el
Seor resulta lo ms ventajoso.
Cualquiera que se haya ejercitado en ella como
debe, aprecia lo rpidamente que le reporta una viva
cercana de Dios e inconfundibles avances en las virtu-
des. Vosotros ya estis limpios por la palabra que os he
hablado16, dijo Jess a los que le atendan, poco antes de
animarles a retener esta doctrina que hemos explicado
sobre escuchar al Creador: Si permanecis en M y mis
15 S. TOMS DE A., S. Th., II-II, q. 83, a. 12.
16 Jn 15, 3.
17
palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queris y
se os conceder. Adems, durante la conversacin con
Poncio Pilato, estableci una especie de rango superior
para los que se esforzaran en percibir lo que el Cielo en-
va a la propia mente: Todo el que es de la verdad, escucha
mi voz17.
Es lgico que este modo de dirigirse a l sea tan
eficaz: a quin no le agrada ser entendido cuando se
expresa? A Dios tambin. A cualquiera le gusta que con-
testen a sus preguntas o que no rompan, sin motivo jus-
tificado, el hilo de la propia exposicin; de igual modo
al Seor.
Por otra parte, cuntas veces hemos experimenta-
do el desconcierto que provocan algunas personas que
parecen iniciar una conversacin de tono amable, y te
acaban endosando un discurso preparado, en el que re-
sulta intil cualquier intento de participar. El Hijo es in-
mensamente apacible, es verdad, pero este pretexto no
parece haber servido a Simn, el fariseo, cuando Jess
le reproch sus numerosas faltas de cordialidad como
anfitrin18.
Sabemos que Dios ama a quien le pide, sin embargo
a nadie se le escapa que, hasta en las relaciones huma-
nas, se demuestra mucha ms cortesa y desinters con
una atencin despierta y obediente, que con cualquier
splica de favores. Para Jess es encantadora la actitud
de la persona receptiva que espera en silencio la orden
de su amo, la opinin de un invitado o el deseo de un
amigo: Lo sembrado en buena tierra es el que oye la pala-
bra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el se-
senta, o el treinta19. Al Seor, tanto por su naturaleza hu-
17 Jn 18, 37.
18 Lc7, 44.
19 Mt 13, 23.
18
mana como por la divina, le atrae lo que suele cautivar a
la mayora: la escucha respetuosa, el intento de ofrecer
un servicio, de divertir o de agradar, aunque no se logre
ese objetivo, porque Dios ama al que da con alegra20.
Durante un desplazamiento en tren me encontr a
la esposa de un catedrtico de universidad, amigo mo.
Regresaba de un viaje turstico. Me extra que no fuera
acompaada por su marido y le pregunt por el motivo,
asumiendo riesgos evidentes. Porque pago la mitad y
me divierto el doble, contest con clara intencin de di-
vertir y de suavizar mi imprudencia. Y le llevo al nico
que se alegra de verle: al perro, ironiz, mientras sea-
laba a un jadeante bretn recostado bajo su asiento. La
charla se centr en su frgil entorno familiar: Mi mari-
do est en la universidad a jornada completa, y regresa
muy tarde del trabajo. Cena sin apenas dirigirme la pa-
labra. Mis hijos estudian en un internado. Acuden a casa
durante el fin de semana. Pero pasan casi todo el tiempo
con sus amigos. Solo me hablan para pedir la comida
o reprocharme algn error. Como puedes suponer, me
resulta difcil viajar acompaada. Aun as, opinamos sin
excepcin que hay uno maravilloso en la casa: el perro.
Es adorable. No se queja nunca, y cada vez que alguien
abre la puerta, agita todo el cuerpo para manifestar su
alegra, y se abalanza hacia nosotros sobre sus patas tra-
seras como si intentara darnos un beso. Me qued muy
sorprendido. El animalito le haba ganado la partida a
todo un catedrtico, con sus concienzudos estudios. Los
que deberan conquistar el afecto ajeno, sucumbieron
ante un efusivo movimiento de rabo.
Repitamos las palabras de san Pablo: Dios ama al
que da con alegra, en especial, si le dan a l y, sobre
todo, si se le atiende cuando la vida dificulta esa escucha
20 2 Co 9, 7.
19
amorosa. San Josemara Escriv era especialista en la
oracin de la gente con poco tiempo libre. Y daba impor-
tancia capital a estas ideas que se reciben desprovistas
de palabras: Permanece atento, porque quiz l querr
indicarte algo: y surgirn esas mociones interiores, ese
caer en la cuenta, esas reconvenciones21. Es aconseja-
ble fijar la atencin en ese pensamiento desligado del
lenguaje, para distinguir con exactitud lo que Dios nos
dice. En seguida, descifrar todos sus matices y, enton-
ces, cuando resulte preciso, traducirlos a nuestro idio-
ma, o simplemente ponerlos en prctica si el Espritu
Santo nos sugiere esto.
Jess asegur esta manera de comunicarse con sus
apstoles, en los instantes en que atravesaran situacio-
nes delicadas: Cuando os conduzcan para entregaros, no
os preocupis por lo que debis decir; ms bien tenis que
decir lo que en aquel momento se os comunique. Pues
no sois vosotros los que vais a hablar, sino el Espritu
Santo22.
Esa promesa no ha perdido vigencia; al contrario.
Es como si la premura por extender el Reino de los
Cielos hubiera ampliado el radio de accin a cuantas
personas le busquen, vindose todas ellas asistidas en
las circunstancias ms variadas. El 23 de abril de 1975,
el papa Pablo VI nombr arzobispo coadjutor de Saign
al sacerdote vietnamita Nguyen van Thuan. El rgimen
comunista le encarcel durante trece aos, nueve de
ellos incomunicado. La sentencia dictaminaba arresto
porque su designacin era considerada fruto de un com-
plot del Vaticano y de algunos gobiernos imperialistas.
En su aislamiento, estuvo sometido a la vigilancia
de cinco centinelas. Por turnos, dos de estos estaban
21 Amigos de Dios, n. 253, 29 ed. Rialp, Madrid 2002, p. 361.
22 Mc 13, 11.
20
siempre con l. Los jefes les haban dicho: Os sustitui-
remos cada dos semanas por otro grupo, para que ese
peligroso obispo no os contamine. Despus decidieron:
Ya no os cambiaremos, porque si no, este obispo conta-
minar a todos los policas. Al principio, los guardias,
no hablaban con l. Se limitaban a contestar s o no.
Era realmente triste relata van Thuan en sus
apuntes: pretenda ser afable y corts con ellos, pero
resultaba imposible. Evitaban toda conversacin. Una
noche, me vino un pensamiento que traduje en estos
trminos: Francisco, t todava eres muy rico; tienes
el amor de Cristo en el corazn. malos como Jess te
ha amado. A la maana siguiente, empec a querer-
los ms an, a amar a Jess en ellos, sonriendo, diri-
gindoles palabras amables. Les cont historias de mis
viajes, de cmo viven los pueblos en Amrica, Canad,
Japn, Filipinas, sobre la economa, la libertad, la
tecnologa. Esto estimul su curiosidad y los impuls
a hacerme muchsimas preguntas. Poco a poco nos hi-
cimos amigos. Quisieron aprender lenguas extranjeras:
ingls, francs, Mis guardias se convirtieron en mis
alumnos!23.
Recibir un pensamiento de origen divino, puede ser
la clave que explique una situacin o que resuelva un
problema que nos atenaza. Que siga procediendo del
Altsimo o que pase a ser de nuestra cosecha depender
de mi habilidad para transformarlo en las palabras ade-
cuadas.
21
aunque se insistiera en este detalle, difcilmente com-
prenderamos su verdadero alcance. De ah que estas
lneas se extiendan en algo que aparenta ser tan sencillo.
El Espritu Santo se comunica habitualmente a tra-
vs de ideas, como se ha dicho antes. Ahora bien, al cen-
trarnos en los asuntos divinos, la potencia principal de
nuestra alma no es el entendimiento sino la voluntad24,
con sus facultades apetitivas. Entre stas, sobresale el
libre albedro con su acto propio, la eleccin, que no es
ms que un tipo de deseo25.
Cuando aqu utilizamos el verbo desear, no nos
referimos a su significado clsico: pretender una cosa
desde el punto de vista afectivo, sentimental, a modo
de rfaga que atraviesa la voluntad sin dejar rastro. En
absoluto. El deseo que llega al Corazn de Dios es el
que busca algo poniendo la voluntad por delante, con
empeo y tesn, dejndose la piel en la empresa si de
actuar se tratara. Es lo que, en la escolstica, se conoce
como querer, propio de almas slidas, hechas, que han
alcanzado la madurez. En el Nuevo Testamento vemos,
con frecuencia, cmo Jess se deja atraer por personas
as: san Pedro, los Hijos del Trueno Santiago y Juan
Evangelista, san Juan Bautista, etc.
En el mbito de la comunicacin con alguien como
Dios, que es Espritu puro y Amor inmenso, parece l-
gico que los deseos cobren enorme importancia, pues
son el medio inmaterial con el que se manifiesta nuestra
voluntad cuando ama.
Por ejemplo, es corriente que deseemos sin inten-
sidad, de modo rutinario, formalista o por costumbre.
24 La voluntad es ms eminente que el entendimiento () Por eso, es mejor
amar a Dios que conocerle, y al revs: Es mejor conocer las cosas caducas que
amarlas (S. TOMS DE A., S. Th., I, q. 82, a. 3, r).
25 La eleccin es el deseo de aquello que est en nuestro poder (S. TOMS
DE A., S. Th., I, q. 83, a. 3).
22
Esto es lo que suele ocurrir al sentirnos cansados de las
oraciones vocales porque con frecuencia no obtenemos
lo que pedimos. Tambin se da al rezar mentalmente
sin corazn, al promover un parloteo interior que igno-
ra que Dios pueda intervenir en ese monlogo. Quiz lo
atribuyamos a la inexperiencia o a una carga de pecados
demasiado excesiva como para obtener algo tan ambi-
cioso. Muchas veces no caemos en la cuenta de que se
debe a que nuestros deseos son tan tibios que resultan
ineficaces.
Conoc hace aos a un estudiante de primer curso
de Biologa. Me deca que su madre alcanzaba del Seor
todas sus peticiones. Con el fin de explicarlo, nada se-
ra mejor que observarla al rezar, como logr aos ms
tarde: la vi paladear cada slaba del padrenuestro; es-
forzarse tanto en poner el afecto en sus frases, que esta
oracin le llevaba de ordinario varios minutos. Cuando
oramos con un querer profundo, casi abrasador, se en-
trev con facilidad la influencia directa del Cielo, por lo
novedoso que resulta, y es seal clara de que probable-
mente quiera conceder aquello que ya est imprimiendo
en nuestro interior.
Es cierto que Dios acoge con verdadera solicitud
cualquier modo de dirigirle la palabra por maquinal,
distrado y breve que sea nuestro dilogo. Pero en abso-
luto obtiene el mismo fruto esa splica que otra intensa,
o insistente pues, a fin de cuentas, siempre presupone el
ofrecimiento de un valioso tesoro humano: el del tiem-
po o el del propio esfuerzo. Todo un homenaje de amor.
Quiz sirva de ejemplo, el relato de un viaje a Madrid
que mi buen amigo Vicente, asesor financiero, hizo en
2005.
Acudi, junto a otras cinco personas, a la Parroquia
de Nuestra Seora de Zulema cuando le convoc su ti-
23
tular, D. Jos Antonio Fortea, telogo de la dicesis de
Alcal de Henares, especializado en demonologa. Los
exorcistas, durante sus sesiones, suelen recurrir a la
ayuda de catlicos piadosos para que le apoyen con sus
plegarias. D. Jos Antonio aconsej a los asistentes que
mantuvieran la calma y que no dieran crdito al padre
de la mentira si, como era frecuente, refera pecados
ocultos de los all presentes. Poco despus lleg, acom-
paada por su madre, Marta, una estudiante de Ciencias
Exactas. Joven, de grandes ojos negros, pelo moreno y
guapa, nada daba a entender la temible dolencia espiri-
tual que padeca. Era poseda por siete demonios, seis
de los cuales haban salido en exorcismos anteriores. El
ltimo se resista: siempre queda el ms poderoso para
el final.
El padre Fortea abre la capilla situada en el stano
de su parroquia. Transportan una colchoneta forrada
de plstico verde hasta el pie del altar. Marta se recues-
ta boca arriba y el sacerdote permanece unos minutos
arrodillado en recogimiento. Extiende su mano derecha
y la impone sobre el rostro de la joven, sin tocarla, mien-
tras inclina la cabeza y susurra repetidamente y con los
ojos cerrados una plegaria ininteligible.
Al poco, un alarido desgarrador rompe el silencio de
la capilla. Es ronco, varonil. Los gemidos aumentan de
frecuencia. Su cuerpo se estremece. Mueve la cara de un
lado a otro; primero, lentamente; luego, con inusitada
rapidez. El exorcista, impasible, prosigue su salmodia
incluso cuando las lgubres voces dan paso a un rugi-
do estentreo y furioso. D. Jos Antonio, con serenidad,
coloca un crucifijo sobre el vientre de la joven, la roca
con agua bendita e invoca a san Jorge. Al orlo, Marta
arquea su cuerpo hasta tirar el crucifijo. A continuacin,
pone los ojos completamente en blanco y se levanta toda
24
entera un palmo de la colchoneta. Los presentes no dan
crdito a lo que ven.
Sal de la criatura, en nombre de Dios.
Noooo! alla la joven mientras se aferra a la
colchoneta.
Sal, te lo ordeno en nombre de Cristo.
Asesinos! Asesinos! repite una y otra vez, al
mismo tiempo que sus manos se contraen como garras.
El presbtero arrecia en sus exhortaciones hasta que,
agotado tras hora y media de lucha, se levanta y sale de
la capilla.
En ese momento, la posesa deja de jadear y fija su
oscura mirada en los invitados que haban permanecido
en segundo plano. Durante un rato interminable escru-
ta, de uno en uno, el semblante de los presentes, tra-
tando de calibrar sus energas espirituales. Finalmente,
como desprecindoles y conocedor del poder ante Dios
de una madre, detiene la vista en la seora que se man-
tiene junto a la cama. sta, preocupada por ayudar a su
hija, toma la iniciativa:
En nombre de Cristo, te ordeno salir! supli-
ca, mientras muestra una postal de nuestra Seora de
Ftima.
Abre los ojos! Mira a la Virgen! obtiene como
respuesta un bufido que termina en rugido.
San Jorge, ven! San Jorge, ven! Ven, san Jorge!
Sal de ella, san Jorge!
La posesa se detiene un instante, sonre y dice con
sorna:
Sal de ella, san Jorge!
Vicente, que hasta entonces ha estado rezando el
rosario de un modo maquinal, absorto en un espect-
culo tan horrible, reacciona al ver la humillacin de la
pobre madre y decide concentrarse intensamente en el
25
avemara que va a comenzar. Cierra los ojos y trata de
recogerse, ralentiza la cadencia de las frases para apli-
car toda su alma en la siguiente peticin: Ruega por
nosotros, pecadores. En ese mismo instante, el de-
monio, con el rostro desencajado, se vuelve hacia l y
lanza un aullido de terror completamente distinto a los
anteriores. Se agita de espanto, tiembla presa del ms
profundo pavor sin perder de vista a Vicente con los ojos
casi fuera de las rbitas.
Esta reaccin de Satans no pas inadvertida para
el exorcista, y a Vicente se le qued grabada en la memo-
ria de modo imborrable. En lo sucesivo, le ayudara a
aplicar con empeo toda la fuerza de la voluntad en sus
charlas con el Seor. Minutos despus, el padre Fortea
dio por finalizada la sesin sin haber conseguido, por
desgracia, expulsar ese demonio.
El mpetu irrefrenable de nuestro espritu es el que
llega con rapidez a lo profundo del Corazn paternal de
Dios, que se comporta como apremiado a manifestar su
Bondad cuando nos dirigimos a l de ese modo. Las
lgrimas de Mara obtuvieron ms prontamente la resu-
rreccin de Lzaro que las adorables consideraciones de
Marta acerca del Mesas. El dolor intenso de la viuda de
Nan propici la vuelta a la vida de su nio con mayor
destreza que si lo hubiera solicitado con palabras poti-
cas o con locuacidad.
Conviene que nos fijemos en otras oraciones que
Jess atendi en el acto. No se trataba de frmulas sabias
y complicadas. Eran, a lo sumo, la exposicin sencilla
de una angustia o necesidad: Jess, Hijo de David, ten
piedad de m!26, Creo, Seor; ayuda mi incredulidad!27,
26 Mc 10, 47.
27 Mc 9, 24.
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