Mercedarios y La Trata de Personas Como Nueva Cautividad

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Los mercedarios y la trata de personas como una nueva cautividad

Fr. Sergio Augusto Navarro

1. Introduccin.

Cuando los cristianos y mercedarios hablamos de la libertad de los cautivos no siempre nos

detenemos a pensar que hasta hace pocas dcadas la esclavitud era legtima en muchos de nuestros

pueblos y culturas. Recin con la Convencin sobre la esclavitud (Ginebra, 25/08/1926) la

Organizacin de las Naciones Unidas (ONU) se propone prevenir, reprimir y suprimir la esclavitud en

todas sus formas. Y aunque muchos Estados ya la haban suprimido en sus Constituciones Nacionales,

no siempre fue inmediato en los hechos. El sometimiento a esclavitud hoy nos resulta extrao y como

cosa de otra poca pero la trata de personas victimiza a millones de personas1, y constituye uno de

los tres delitos internacionales ms redituables, junto con el trfico de armas y el narcotrfico.

1
Segn datos y cifras de la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT): a) Casi 21 millones de personas son vctimas del trabajo
forzoso: 11,4 millones de mujeres y nias, y 9,5 millones de hombres y nios. b) Alrededor de 19 millones de vctimas son explotadas por
individuos o empresas privadas y ms de 2 millones por el Estado o grupos rebeldes. c) De aquellos que son explotados por individuos o
empresas, 4,5 millones son vctimas de explotacin sexual forzosa. d) Aquellos que imponen o promueven el trabajo forzoso generan
ganancias ilegales enormes. e) El trabajo domstico, la agricultura, la construccin, la manufactura y el entretenimiento se encuentran entre
los sectores ms afectados. f) Los trabajadores migrantes y los pueblos indgenas son especialmente vulnerables al trabajo forzoso.
(http://www.ilo.org/global/topics/forced-labour/lang--es/index.htm el 19/09/2013)
Para entendernos mejor empecemos por algunas definiciones generales que usaremos en

adelante para lograr una reflexin actualizada sobre nuestra misin redentora. Esclavo2 es la persona

sobre la que se ejercen derechos de propiedad, es decir, es un objeto de uso, consumo o

comercializacin. Cautivo3, originalmente para nosotros, es el cristiano esclavizado que est en peligro

de perder su fe. Y actualmente la trata de personas4 consiste en el delito de captacin, traslado y

reduccin a servidumbre con fines de explotacin sexual, laboral o por trfico de rganos. Estas tres

definiciones tienen en comn la negacin prctica de la libertad de las personas, su reduccin

ontolgica de un humano a objeto, y la clara finalidad econmica de esta negacin y esta reduccin en

los sistemas esclavistas.5 Solo la cautividad hace referencia a la confesin religiosa del sujeto

esclavizado. Es por eso que, como mercedarios, la cautividad ha sido durante siglos nuestro motivo de

observacin, reflexin y misin.

Para nuestros fines prcticos y pastorales vamos a hablar de esclavitud y trata de personas

como sinnimos, y propongo reservar el trmino cautividad cuando se quiera hacer referencia a la

esclavizacin como forma de persecucin religiosa, en nuestro caso, de cristianos. Ms adelante

veremos que el magisterio eclesistico habla directamente de esclavizados o nuevas formas de

esclavitud, sin distinguirlo de cautivo o nuevas formas de cautividad, cuando tiene que afirmar su

compromiso por los derechos humanos. Esto nos permite traducir, por decir as, nuestra expresin

redencin de nuevos cautivos por liberacin de esclavizados sin mayor detrimento del sentido de

nuestra misin, ya que en una y otra est en juego la promocin de la dignidad y derechos humanos.

2
La esclavitud, que implica un derecho de propiedad sobre determinadas personas, sometidas as a la voluntad de su amo, es una institucin
que existi desde la ms remota antigedad con diversas modalidades. CHUMBITA, Hugo, Esclavismo en: DI TELLA, Torcuato et
al., Diccionario de Ciencias Sociales y Polticas, Ariel, Buenos Aires, 2004: 226.
3
Alfonso el Sabio, en las Siete Partidas, define al cautivo como al hombre que cae en manos de enemigos que profesan otra religin,
sufriendo tormentos o servicios de esclavos (Leyes de Partida, part. II, tit.XXIX, ley I). Y, por otro lado, el Corn dice: Cuando encuentren
infieles, y bien!, mtenlos, haciendo una gran carnicera, y aten fuertemente las cadenas de los cautivos (Corn, cap. XLVII, vers. IV).
Como vemos, cautivo es una categora religiosa, un fiel de la propia religin que cae en poder de enemigos de la fe.
4
Cf. Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y nios que completa la Convencin de
Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional (1998).
5
Entendemos por sistema esclavista a un sistema econmico legitimado por un pueblo, nacin o Imperio donde gran parte de la fuerza de
produccin es esclava. Por ejemplo, en el mundo judo de los relatos bblicos encontramos infinidad de esclavos y esclavas. En las
civilizaciones precolombinas de Amrica tambin podemos identificar sistemas esclavistas de economa. En el Imperio grecorromano, en la
cristiandad medieval y en la conquista de Amrica encontramos tambin una economa que legitima el sistema esclavista de produccin y
comercializacin, reglamentado de forma nica por la Corona espaola.
2
Con una actitud de dilogo abierto con el mundo contemporneo es que la Provincia

Mercedaria Argentina propone la Campaa Redentora contra la Trata de Personas, cuyo lema es Tu

libertad no tiene precio. No queremos imponer este compromiso como la nica misin redentora de

la Orden de la Merced, como en otros tiempos de nuestra historia reciente se pretendi con ciertos

ministerios liberadores. Tampoco queremos considerarla como una accin pastoral entre otras,

porque creemos que presenta caractersticas que nos identifican en nuestra misin redentora, y

asumirla nos volvera ms significativos tanto social como eclesialmente.6 Queremos abrir un espacio

de sensibilizacin, concientizacin, dilogo y compromiso redentor sobre la trata de personas como

una esclavitud contempornea que atenta contra la dignidad y los derechos humanos, y por tanto,

contra la fe cristiana.7

2. Ver con ojos nuevos los rostros de los cautivos

Para involucrarnos en la comprensin de la trata de personas y nuestro posible papel de

liberadores comencemos por plantearnos un problema que puede habernos pasado desapercibido en

nuestra formacin sobre historia de la Iglesia y de la Orden.

Desde nuestro origen hemos entendido que la redencin de cautivos para la Orden de la

Merced consista en la liberacin de los cristianos esclavizados en peligro de perder su fe. Hasta ac

todos conocemos, ms o menos, nuestra historia. Pero pensemos en un problema histrico-

antropolgico que no siempre se plantea con crudeza: Si redimir cautivos consista en liberar cristianos

esclavizados Por qu no se consideraba redencin de cautivos liberar a los esclavos ya bautizados

6
Basta pensar el compromiso que vienen logrando algunos pases occidentales, y lo significativa que fue la primera visita del Papa Francisco
fuera de Roma: la isla de Lampedusa, donde denunci la globalizacin de la indiferencia ante la muerte de migrantes africanos, vctimas de
la pobreza, el trfico y la trata de personas. (http://www.vatican.va/holy_father/francesco/homilies/2013/documents/papa-
francesco_20130708_omelia-lampedusa_sp.html)
7
Cf. PONTIFICIO CONSEJO DE JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, CEA, 2005, Cap. III.
3
(negros africanos o afrodescendientes esclavizados por europeos en Amrica o en otras

Colonias) que tambin se sentan en peligro de perder su fe? Por qu la ceguera de recaudar

limosnas para los cristianos cautivos en poder de los musulmanes y no ver a los cristianos

esclavizados en las propias sociedades y conventos? Por qu el cautivo era siempre un otro-igual (en

etnia, lengua o religin), pero nunca un otro-como-otro, un otro-diverso (justamente, por su diferente

etnia, lengua o religin)? Hay una ceguera histrica por parte de los cristianos y mercedarios en no

considerar al otro-diverso como digno de libertad, ms an, en considerarlo como un ser humano de

menor dignidad8. El gran problema antropolgico radica en ese desigual reconocimiento de la

humanidad del otro.

Esta ceguera histrica no es una falta de fe o caridad de nuestros antepasados, sera un

injusto anacronismo pensar de esa manera. Este no poder ver es propio de lo que en ciencias sociales

se denomina la naturalizacin de un arbitrario cultural, es decir, la operacin de eternizar una creencia

histrica como algo propio de la naturaleza humana. Y esta imposibilidad de reconocimiento del otro-

como-humano es una forma de violencia simblica, de ejercicio de poder simblico (cf. Chevallier &

Chauvir, 2011). Podemos decir entonces que la ceguera histrica de nuestros antepasados

mercedarios es propia de la cristiandad occidental, que en continuidad con el antiguo mundo greco-

romano, naturaliz y legitim el sistema esclavista de economa, verdadero fundamento de las razones

del derecho colonialista (con las leyes que regulaban el comercio de esclavos) y de muchas creencias

religiosas de la poca (con creencias acerca de la fatalidad divina de haber nacido esclavo). Es ms, la

abolicin de la esclavitud fue una conquista histrica, conflictiva y despareja, muchas veces en contra

de intereses de naciones que se denominaban cristianas (catlicas o protestantes). Y esta conflictiva

historia de la conciencia de la igualdad y libertad entre todos los seres humanos, de la igual dignidad

8
Es memorable la defensa que fr. Bartolom de las Casas hace de los pueblos originarios de Amrica en la discusin de si tenan alma y,
por tanto, si podan ser bautizados o acceder al sacerdocio. Logra prohibir la esclavizacin de los aborgenes y sienta las condiciones
jurdicas de la evangelizacin en la Colonia, pero no ve necesaria ni exige la liberacin de los esclavos africanos, institucin claramente
regulada por la Corona espaola.
4
y derechos de los humanos, es an una historia pendiente, abierta, donde los cristianos y

mercedarios tambin tenemos que despertar de las cegueras que an nos pueden estar

condicionando.

La perspectiva histrica nos permite comprender las cegueras de nuestros antepasados,

pueblos, culturas e instituciones que han negado en los hechos la igual dignidad y derechos de los

seres humanos. Necesitamos ahora entonces abrir los ojos sobre nuestras propias cegueras

actuales para lograr vivir una mstica de ojos abiertos9. No sea cosa que se nos escapen hoy las

razones histricas de la esclavitud y cautividad, no simplemente para entenderlas, sino para no

repetirlas ni reproducirlas como cmplices.

Para comprender en qu sentido la trata de personas es una nueva cautividad para los

mercedarios les propongo hacer memoria de nuestros orgenes de Orden redentora de cautivos,

reconocer la lucha histrica que signific la abolicin de la esclavitud y la conquista de la libertad

como un derecho humano en occidente, y comprender as como hoy la trata de personas alcanza las

condiciones constitucionales de nueva cautividad (cf. COM. N 16).

9
Cf. METZ, Johann Baptist, Por una mstica de ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad, Herder, Espaa, 2013. No
desarrollaremos la riqueza de su diferenciacin entre la mstica de ojos cerrados, propia de la bsqueda de interioridad como intemporal y
posible fuga mundi, y la mstica de ojos abiertos, consciente y crtica de la historia como camino de salvacin donde Dios se revela por su
Espritu. Vale la pena plantear que para el autor son caminos complementarios de la espiritualidad. Considero que estamos llamados a ver
con ojos nuevos, respondiendo fiel y creativamente, desde nuestras tradiciones liberadoras, a los urgentes desafos actuales.
5
3. Nuestra original pasin por la libertad a travs de los siglos

Para comprender la pasin por la libertad de Pedro Nolasco y los primeros

mercedarios no podemos remitirnos a escritos suyos, ni siquiera a testimonios biogrficos de personas

cercanas a su tiempo. Solo tenemos el testimonio de su vida en su obra, la redencin de los cautivos.

Es a partir de esta identidad entre su obra y su vida que podemos acercarnos al carisma que lo

apasion. Nos ceiremos entonces a los pocos datos acerca de su vida y la fundacin de la Orden de la

Merced.10

San Pedro Nolasco naci entre el 1180 y 1182 en Mas de las Santas Puellas (segn

la tradicin de Gaver y Cijar, s.XV), dicesis de San Pablo, entre Narbona y Carcasona, que en aquella

poca era parte de Francia. Cuentan que sus padres fallecieron entre sus 15 y 24 aos (primero su

padre, luego su madre), por lo que se traslada a Barcelona y se radica en esta ciudad. Ya en 1203 hay

testimonios de su asociacin con otros jvenes (testimonio de documentos notariales de la poca).

Pedro Nolasco contina su camino hasta el momento en que la tradicin puntualiza la aparicin de

Mara en la noche del 1 al 2 de agosto de 1218. En este momento, por inspiracin divina, proyecto y

fund la Orden de la Virgen de la Merced de la Redencin de los cautivos de Santa Eulalia de

Barcelona, con el aval legal del rey Jaime I y la presentacin del Obispo de Barcelona, Berenger de

Palau. Fue as iniciador de una Orden de caractersticas especiales para la poca, ya que estaba

formada por caballeros (con una organizacin militar y religiosa) que se dedicaban a la compra de

cristianos esclavizados (como mercaderes), usando la limosna de los cautivos recogida en los

pueblos (como mendicantes), quedndose a veces en rehenes a riesgo de morir (con fe martirial) si no

llegaba el rescate.

10
Seguiremos en este apartado la historiografa bsica de nuestra Orden, sin pretender cuestionamientos o aportes propios de la disciplina
histrica, objetivo que excedera la finalidad de este artculo. Cfr. INSTITUTO HISTRICO DE LA ORDEN DE LA MERCED. La
Orden de Santa Mara de la Merced (1218-1992). Sntesis histrica. Edita Curia General de la Orden de la Merced, Roma, 1997, Biblioteca
Mercedaria VI. pags. 21-23.45-46.
6
La primera casa fue el Hospital de Santa Eulalia, al lado del Palacio Real. Por lo observamos

Pedro Nolasco le dio a la Orden una organizacin basada las rdenes de caballeros. Podemos seguir su

actividad solo con fuentes de documentos notariales de actos pblicos (limosnas, donaciones, compra-

venta de bienes, redenciones, etc.) y las Constituciones de 1272 (escrita en lengua vulgar, testimonia

una buena organizacin de la recoleccin de limosnas por cuestores, con regiones divididas como

bailas, en un modo de vida sencillo y laical), lo que muestra una gran capacidad organizativa para

hacer eficiente la obra redentora. La fecha de su muerte tradicionalmente fue fijada el 13 de mayo de

124911, pero hoy la hiptesis ms probable es que fue el 6 de mayo de 1245 en Barcelona.

Es interesante observar que en nuestros orgenes la redencin de los cautivos consista en usar

del mismo sistema esclavista de compra-venta de personas para lograr la libertad de los cristianos

esclavizados. Estaban en el negocio, pero para salirse con la suya: la liberacin de los cautivos. La

misin redentora no poda ser ajena a su tiempo, se realizaba dentro de la lgica de comercializacin

de los esclavos, pero para romper con sus propios presupuestos de dominacin, ya que los mercedarios

gratuitamente liberaban y hasta llegaban a dar la vida si fuera necesario por el cristiano cautivo.

Las primeras Constituciones de 1272 (Constituciones Amerianas, llamadas as porque

fueron redactadas por Pedro de Amer), constituyen un documento invalorable por el perfil espiritual

del fundador y de los primeros mercedarios que ofrece.12 Es significativo que esta Constitucin haya

sido redactada por fr. Pedro Amer revisando los escritos de los Maestres anteriores y las reglas de vida

dispersas en las comunidades, recogiendo as la tradicin vivida hasta ese momento. Y es muy

significativo tambin que fuera redactada en lengua laica (lemosin, provenzal en su variante

catalana) y no en latn (lenguaje del clero, exclusivo de los documentos eclesisticos), para que todos

11
GAZULLA, Faustino Decoroso. La Orden de Nuestra Seora de la Merced. Estudios histricocrticos (1218-1317). Edita Monasterio
del Puig, Valencia, 1985. pag. 51. Esto lo cita de P. Gaver (1445) en su Speculum Fratrum.
12
Cfr. PIKAZA, Xavier. La vida mercedaria segn las Constituciones y la Regla en: INSTITUTO HISTRICO DE LA ORDEN DE
LA MERCED, Espiritualidad Mercedaria. Cristo Redentor, nuestro maestro y modelo, suscita la obra de visitar y redimir a los cautivos.
Edita Curia General de la Orden de la Merced, Roma, 1999, pags. 263-367.
7
los hermanos la comprendieran bien. La relectura del Proemio de las Constituciones Amerianas nos

ofrece trazos muy claros sobre la espiritualidad de Pedro Nolasco y los primeros mercedarios:

a. En el comienzo del texto est la figura de Jesucristo Redentor como modelo a imitar

por Pedro Nolasco y sus amigos. Les resulta vitalmente intenso el amor a Jesucristo enviado para

visitar a todo el linaje humano que se hallaba como en crcel (...) para visitar y sacar a todos sus

amigos (...) y colocarlos en su gloria (...), y en l fundamentan su amor redentor.

b. Jesucristo es enviado por Dios, Padre de misericordia, y de semejante manera el

Padre, Hijo y Espritu Santo (...) decretaron fundar y establecer esta Orden (...) y para que

ejecutara lo decretado constituyeron (...) a Fray Pedro Nolasco. l es servidor, mensajero,

fundador y adelantador desde Dios-Trinidad, y hacia este Dios-Comunin orienta toda la

redencin.

c. Mara por primera vez en la historia es llamada Virgen de la Merced de la redencin

de los cautivos, y por primera vez una Orden religiosa toma su nombre de una advocacin

mariana. No se llamarn nolasquinos, como los franciscanos o dominicos, que toman el nombre de

su fundador. Esto indica una devocin mariana muy fuerte en Pedro Nolasco y sus amigos, que se

desarrollar en toda la tradicin mercedaria con mucha intensidad.

d. Toda la accin de Pedro Nolasco y sus amigos se focaliza en mantener y aumentar

obra de tan gran misericordia, esto es: visitar y liberar a los cristianos cautivos en poder de los

sarracenos (...) y con este fin todos los frailes de la Orden (...) estn siempre alegremente

dispuestos a dar sus vidas, si es menester, como Jesucristo la dio por nosotros (...), ya que

Jesucristo se identifica con los cautivos de la historia (en la lnea de Mt 25). De este modo, su

seguimiento de Jess (redentor de todo hombre y sufriente en los pobres) se concreta en la obra en

favor de los cautivos.

Podemos decir que estos sern los cuatro motivos fundamentales de la vida de la

Orden de la Merced a lo largo de ochocientos aos: a) la redencin como imitacin de Jesucristo

8
Redentor; b) la Trinidad como origen y destino de la comunin humana; c) la Orden es de Mara

que hace la Merced de redimir cautivos, d) los mercedarios como enviados a visitar y liberar a los

cautivos hasta dar la vida. Estos son an los motivos ms profundos de nuestra espiritualidad

mercedaria, lo que nos permite comprender el sentido, esperanza y horizonte de nuestra pasin

por la liberacin de los cautivos a lo largo de los siglos.

Histricamente no fue fcil para los mercedarios comprender que la abolicin jurdica

de la esclavitud no significaba la disolucin de su razn de ser, su extincin por falta de misin.

La modernidad, enarbolando los ideales de la Revolucin Francesa de libertad, igualdad y

fraternidad, fue promoviendo la lucha de los movimientos independentistas y abolicionistas de

Amrica y frica, y han ido gestando la conciencia de que la primera conquista de las personas y

los pueblos es la libertad. En este proceso histrico la Merced misionera en Amrica Latina fue

descubriendo nuevas formas de inculturar el evangelio con las advocaciones marianas

militares, que asumen la lucha por la soberana de los pueblos.

Pero ser recin en la segunda mitad del siglo XX cuando la Merced puede tomar plena

conciencia de la necesidad de pensar y buscar la libertad de una forma muy diferente a la que estaba

acostumbrada. A instancias del proceso de dilogo con la modernidad inaugurado por el Concilio

Vaticano II fue acuando la expresin nuevas formas de cautividad13, hasta lograr la definicin an

vigente en las Constituciones de 1986:

Las nuevas formas de cautividad constituyen el campo propio de la misin y

cuarto voto mercedarios, se dan all donde hay una situacin social en la que

concurren las siguientes condiciones: 1. es opresora y degradante de la persona

humana; 2. nace de principios y sistemas opuestos al evangelio; 3. pone en peligro la

13
Es preciso releer como fuente documental: ORDEN DE LA MERCED, La palabra mercedaria desde el Concilio Vaticano II. Captulos
Generales y Reuniones de Provinciales, Roma, 1993. Y como comentario crtico que permite dar cuenta del nacimiento y evolucin de los
trminos: DE BRITO, Luis, Misin redentora y nuevas formas de cautividad. Reflexiones sobre la palabra mercedaria, Roma, 1996.
9
fe de los cristianos; y 4. ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las

personas que se encuentran dentro de ella. (Constituciones Orden de la Merced, 1986:

N 16).

Esta definicin heurstica de las nuevas formas de cautividad y misin redentora es un

punto de llegada de toda la Merced,14 y ofreci un punto de partida para que cada Provincia discierna

cuales son las situaciones sociales en las que concurren estas condiciones y puede ejercer el cuarto

voto, priorizando diferentes ministerios de accin liberadora.

4. Libertad promesa de la modernidad, esperanza cristiana

La abolicin de la esclavitud en occidente fue un proceso histrico conflictivo, desparejo y

muy lento. Repasemos algunos acontecimientos fundamentales para comprender lo difcil que fue la

abolicin del sistema esclavista y por qu decimos que la trata de personas sigue siendo una esclavitud

contempornea.

Portugal, uno de los imperios que ms se benefici del sistema esclavista, fue tambin la

nacin pionera del abolicionismo. El Marqus de Pombal aboli la esclavitud el 12 de febrero de 1761,

pero recin el 25 de febrero de 1869 se produjo finalmente la abolicin completa de la esclavitud en

todo el imperio portugus. Tras la Revolucin francesa se aboli la esclavitud en Francia el 4 de

febrero de 1794. Sin embargo, la abolicin definitiva lleg recin luego del gobierno imperialista de

14
Un primer fruto positivo ha sido la clarificacin y distincin entre nuevas esclavitudes y nuevas cautividades. En los primeros momentos
posconciliares la terminologa era oscilante. An hoy, a veces lo sigue siendo, pero la interpretacin es ms clara. Me parece posible
sintetizarla as: del mismo modo que la esclavitud jurdica hizo soporte a la cautividad entre musulmanes en otros tiempos, ahora existen
otras esclavitudes, no jurdicas, que subyacen a la cautividad actual. Es decir, atentaba contra la fe a travs de un modo de dominacin que
era la esclavitud. De igual modo la cautividad actual no se reduce a la opresin, pero encuentra en ella un modo de agredir la fe cristiana.
(DE BRITO, Luis, Misin redentora y nuevas formas de cautividad. Reflexiones sobre la palabra mercedaria, Roma, 1996, 98)
10
Napolen, el 27 de abril de 1848. Por otro lado, en el Reino Unido recin el 23 de agosto de

1833 se aprob la Ley de abolicin de la esclavitud, por la que desde el 1 de agosto de 1834

quedaban libres todos los esclavos de todas las colonias britnicas.

En los Estados Unidos el proceso abolicionista fue ms complejo, gradual y signado por

luchas entre el norte y sur. El movimiento abolicionista se consolid en los estados del norte. Todos

los estados al norte de Maryland abolieron la esclavitud entre 1789 y 1830, gradualmente y en

diferentes momentos. Sin embargo, la esclavitud permaneci inalterada en el sur, y las costumbres y el

pensamiento pblico evolucionaron en defensa de la dominacin esclavista. Mediante la

Proclamacin de Emancipacin (promulgada por el presidente Abraham Lincoln), los abolicionistas

americanos obtuvieron la liberacin de los esclavos. El movimiento abolicionista abon el campo para

el futuro movimiento para los derechos civiles en Estados Unidos, entrado ya el siglo XX.

Espaa fue reticente en abolir la esclavitud, ms an que las colonias emancipadas. Aunque el

abolicionismo tuvo precedentes desde comienzos del siglo XIX, ninguno de ellos fue trascendente.

Cuba y Puerto Rico, las ltimas colonias espaolas en Amrica, tenan como recurso econmico

importante la esclavitud, sobre todo en la industria del tabaco y el azcar. Las sucesivas sublevaciones

en Cuba del ltimo tercio del siglo XIX, hasta la Guerra de Independencia cubana de 1895-1898,

tuvieron como una de sus causas las polmicas entre esclavitud y abolicionismo. Estas pugnas

llegaban hasta el poder espaol, en cuyo territorio se fund la Sociedad Abolicionista Espaola, tras

la Revolucin de 1868, e impuls fuertemente la ley de vientres libres o de libertad de vientres en

1870. Con ella se concedi la libertad a cualquier nacido posteriormente al 17 de diciembre de 1868,

as como a los esclavos mayores de 60 aos.

11
En Argentina el abolicionismo fue ms prematuro que en Espaa, aunque no tanto como en el

mundo anglosajn, y tuvo dos hitos importantes. Como ya dijimos, la libertad de vientres se decret

el 31 de enero de 1813 por la Asamblea General del Ao XIII. La concrecin de estos derechos se

realiz de forma muy gradual y poco vigilada por un Estado an en construccin. La abolicin de la

esclavitud, como tal, recin se declar en la Constitucin Nacional de 1853, pero en Buenos Aires no

fue sino hasta 1861 que se instrument, cuando la ciudad suscribi a la reforma de la Constitucin

recin promulgada.

En el fondo, occidente entre el siglo XVIII y el siglo XX va despertando a una indita

conciencia sobre los valores de libertad, igualdad y fraternidad como aplicables a todos los seres

humanos. Podemos decir que hay una progresiva conciencia de una comn dignidad humana, que se

fue expresando en declaraciones universales no siempre bien recibidas. Las primeras declaraciones

universalistas de igualdad son de la Revolucin norteamericana y de los Derechos del Hombre, en la

Revolucin francesa. A partir de all, encontramos una intensa historia de discusiones y conquistas

sociales a la par de la construccin de los Estados modernos, que, luego de las guerras mundiales, se

proclaman en la Declaracin Universal de los Derechos Humanos por la Organizacin de las

Naciones Unidas (1948).

Recientemente se han seguido ampliando esta conciencia en trminos ms globales, con la

Declaracin Universal de los Derechos Humanos Emergentes (DUDHE) primero en Barcelona (2004)

y en Mxico (2007), entendidos como nuevas formas de articular legal y polticamente las demandas

propias de la sociedad civil. Podemos decir que el proceso abolicionista y las declaraciones

universales de Derechos Humanos van de la mano histricamente. Por distintos motivos e intereses, el

mundo anglosajn y las confesiones protestantes fueron protagonistas en esta lucha, mientras que en el

12
mundo hispanoamericano y catlico no fueron tan propugnadas estas banderas, salvo honrosas

excepciones.

En el catolicismo hay que esperar recin al Concilio Vaticano II y el Magisterio posterior para

que la Iglesia abrace sin titubeos los Derechos Humanos comprendindolos como expresin de la

dignidad humana15, que radica en la comn y universal dignidad de ser creado a imagen y semejanza

de Dios (cf. Gen 1, 27).

Actualmente podemos decir que la abolicin de la esclavitud y la realizacin de los derechos

humanos son promesas an pendientes de la modernidad. Si la esclavitud parece que fue la forma ms

universal y antigua de reduccin de una persona a objeto Cmo es que llega a lograrse la conciencia

de la necesidad de su abolicin? La abolicin de la esclavitud es, en realidad, una invencin

moderna, occidental y de profundas races cristianas. A grandes rasgos podemos decir que la

modernidad inaugur en la historia occidental una conciencia inaudita hasta ese momento: todo ser

humano es (ontolgicamente) y debe ser (tica y polticamente) un libre, igual y hermano. No

podemos dar un paso atrs en estas conquistas de la conciencia humana. Sabemos que la libertad del

hombre creado a imagen y semejanza de Dios es un don (una dimensin ontolgica), pero esa

condicin creatural de libertad se realiza como derecho a partir de pugnas econmicas, polticas y

religiosas.

De todos modos, no siempre que se enarbolan las banderas de los derechos humanos se est

cuidando del bien comn, o mejor, del bien de las vctimas. Si la guerra del Golfo o de Kosovo se

realiza en nombre de una justicia infinita o en defensa de la libertad, dejando miles de vctimas, es

que hay algo que est fallando en los argumentos polticos, sobre todo en conceptos como los de

15
Cf. PONTIFICIO CONSEJO DE JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, CEA, 2005, Cap. III.
13
guerra preventiva o defensa armada de la paz16. Por eso es importante ejercer una

racionalidad que vigile los argumentos universalistas desde el particular lugar de las vctimas, y no

slo como una cuestin de compasin, sino de conciencia crtica.17 Esta conciencia crtica es tambin

esperanzada, ya que sin estar atada a ningn dogmatismo ideolgico se cuestiona desde el lugar de

las vctimas, buscando as realizar un mundo ms humano para las generaciones futuras.

5. La trata de personas como nueva cautividad para los mercedarios

Como venimos diciendo, la abolicin real de la esclavitud real y la promocin de los

derechos humanos es una deuda pendiente de la modernidad y una esperanza que nace de nuestra fe

cristiana. Hoy ya no nos hace falta diferenciar demasiado entre liberacin de esclavos o redencin de

cautivos o de nuevas formas de cautividad, porque el mismo magisterio eclesistico no hace esa

diferencia, hablando llanamente de nuevas formas de esclavitud como una de las violaciones a los

derechos humanos.

La solemne proclamacin de los derechos del hombre se ve contradicha por

una dolorosa realidad de violaciones, guerras y violencias de todo tipo: en primer

lugar los genocidios y las deportaciones en masa; la difusin por doquier de nuevas

formas de esclavitud, como el trfico de seres humanos, los nios soldados, la

explotacin de los trabajadores, el trfico de drogas, la prostitucin: Tambin en los

16
HINKELAMMERT, Franz J. (1999), La inversin de los derechos humanos: el caso de John Locke en: Revista Pasos 85,
Departamento Ecumnico de Investigaciones (DEI), San Jos de Costa Rica
17
La ciencia crtica () En vez de centrarse en problemas puramente acadmicos o tericos, tiene como punto de partida los problemas
sociales predominantes, y por ello escoge la perspectiva de quienes ms sufren para analizar de forma crtica a quienes poseen el poder, a los
responsables, y a los que tienen los medios y la oportunidad de resolver dichos problemas. VAN DIJK, Teun, (2003), Ideologa y discurso.
Una introduccin multidisciplinaria, Barcelona, Ariel
14
pases donde estn vigentes formas de gobierno democrtico no siempre son

respetados totalmente estos derechos. (PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ,

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, CEA, Buenos Aires, 2005, pag. 110)

Siguiendo los criterios de discernimiento de las nuevas formas de cautividad de la COM.

N16, y releyendo el Mensaje del Captulo General del 2010, podemos decir que la trata de personas

es: 1) opresora y degradante de la persona, ya que niega su libertad y reduce a mercanca su

condicin humana; 2) es un crimen organizado transnacional opuesto al evangelio, ya que nace de

principios materialistas (economicistas) en el actual sistema capitalista global; 3) pone en peligro la

fe de los cristianos porque es un atentado a la dignidad y derechos de todos los seres humanos como

hijos de Dios, 4) ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que estn en esta

situacin injusta, pero para salir de ella (sometimiento a servidumbre), an a riesgo de su propia vida.

No podemos dudar que la trata y trfico de personas es un campo propio de nuestra misin

redentora. En primer lugar, podemos decir que hay

En primer lugar, la trata de personas supone una reduccin de una persona humana a la

condicin de propiedad como ejercicio del poder simblico. El poder simblico tiene que ver con la

forma en que se percibe, piensa y se elabora un lenguaje sobre el mundo, y el poder no coactivo de

hacer a otros ver el mundo como tal (Bourdieu, 1999). Se trata de estar convencido y de convencer

cual es la verdad sobre el mundo y su mejor ordenamiento. Por ejemplo, un juez en tiempos de la

Colonia poda estar convencido de que los negros esclavos eran inferiores, pretenda explicarlo con

razones teolgicas y enseaba a las autoridades que el trato a los negros era cosa de poca monta. Lo

mismo que ocurra con los jueces y abogados en la Colonia, pasa con los religiosos y laicos, los

maestros y alumnos con creencias racistas o machistas y no es slo por mala fe, sino por la fuerza

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de la creencia de que ese otro-diverso es menos humano que nosotros. Las dominaciones de

clase, gnero, etnia y generacin se sostienen sobre lo obvio de una desigualdad naturalizada.

Como podemos entender, mucho de las cegueras o la naturalizacin de la trata de

personas se juega en el campo de la percepcin, del lenguaje y sus esquemas mentales. De eso se trata

cuando se justifica la prostitucin y el proxenetismo con afirmaciones machistas sobre las necesidades

que los varones tienen de divertirse con mujeres que se reduzcan a objetos de comercio. Es lo que

sucede cuando se afirma que hay pueblos o razas inferiores que deben hacer el trabajo que no

deseamos para los de nuestra propia familia o nacionalidad.

El poder simblico es estructurador de los campos lingsticos, culturales, educativos,

cientficos, artsticos y religiosos, porque su ejercicio tiene que ver con la produccin y reproduccin

de sentido, del sentido reflexivo (o ideolgico) de las prcticas y discursos. Creer y hacer creer, mirar

y no querer ver, buscar la verdad o manipularla segn un inters slo materialista insistir en un rezar

lo correctamente instituido o clamar a Dios en solidaridad con las vctimas son formas muy

diferentes del ejercicio del poder simblico, ya que pueden ser ideolgicas (de reproduccin de la

dominacin), o por el contrario, profundamente liberadoras (emancipatorias). Y esto se revela en el

lenguaje, en las formas de comunicacin, en los estilos pedaggicos, en el modo crtico de hacer

cualquier tipo de disciplina o ciencia. No hay conocimiento o produccin simblica neutra, o es

humanamente promotora de un desarrollo integral, o bien es inhumano, en cuanto reproductor de

dominaciones y nuevas formas de esclavitud. Aqu es donde pueden encontrar un sentido

profundamente liberador y redentor las actividades formativas, educativas, preventivas.

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En segundo lugar podemos decir que la trata de personas es un crimen organizado que se

asocia fuertemente con el narcotrfico, el trfico de armas y la corrupcin del Estado, con

caractersticas transnacionales y globalizadas. El traslado de personas dentro de un territorio o como

trfico de un pas a otro no es posible sino a travs de redes de narcotrfico y con complicidades

estatales. Los prostbulos suelen ser lugares donde se consume y distribuye drogas, y la iniciacin a las

adicciones es un modo de someter a las vctimas de trata. En los pases con conflictos armados el

trfico de armas y el uso de nios soldados en los combates es algo que se naturaliza por motivos de

guerra. La trata de personas, el narcotrfico, el trfico de armas, la corrupcin de funcionarios estatales

tienen algo muy bsico en comn: la conviccin de que toda persona tiene precio. Si es posible

comprar a una mujer para prostituirla, a pagar traficantes de drogas o armas, o ponerle precio a los

favores o negligencias de un funcionario pblico, es porque todo se reduce implacablemente al dinero.

Ese es el sentido comn de estas formas del capitalismo ms salvaje, en donde todo se justifica con

una tautologa: los negocios son negocios. Es el imperio del capital sin lealtad ni patria, globalizado

segn la conveniencia de los mercados financieros donde se impone como un dios-dinero ante quien

se inmolan vidas y pueblos.

Contra este arrollador sentido comn del dios-dinero es que los mercedarios venimos a

poner la libertad de las personas en el centro del Plan salvfico de Dios. No pueden servir a dos

seores, porque amarn a uno y odiarn a otro. No pueden servir a Dios y al dinero (Lc. 16, 13). El

uso del dinero como medio de liberacin y nunca como un fin en s mismo viene a contradecir al

mundo que endiosa el dinero. Pero ese uso est lejos de demonizarlo, ya que no es el dinero en-s-

mismo ni bueno ni malo, sino que puede ser instrumento de dominacin o liberacin segn el lugar

que ocupa en el corazn de las personas y los pueblos. Convocar a las personas honestas a formar

comunidades y redes de participacin ciudadana donde realizar sus vidas en libertad y democracia es

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ya un modo de prevenir la manipulacin social, las formas de asociacin ilcita ms complejas o las

complicidades con el crimen organizado.

En tercer lugar, para los mercedarios queda un camino abierto Cmo entender la

visita y redencin, gestos propios de nuestra espiritualidad, cuando hablamos de la trata de

personas? En nuestro caso, la visita del mercedario/a no puede entenderse como una mera

observacin de la situacin, una mirada periodstica o investigativa, una simple comprensin emptica

del sufrimiento de las personas. La visita ha de ir acompaada de gestos y procesos de liberacin, de

la promocin de los derechos humanos de las vctimas. Como mercedarios, tengamos en cuenta

algunas condiciones concretas de accin:

a. La trata de personas es un crimen organizado transnacional que exige entonces

acciones multi-institucionales, ya que se debe atender a las vctimas y perseguir un delito

complejo. No es posible actuar por cuenta propia, individual o institucionalmente, si no es

contando con otras organizaciones civiles (foros sociales o redes), la justicia y las fuerzas de

seguridad del Estado. Y a su vez, los Estados nacionales tienen que poder implementar polticas

pblicas de prevencin, persecucin del delito y asistencia a las vctimas, contando con las

organizaciones civiles experimentadas, que en el caso de la Iglesia catlica, tiene dimensiones

transnacionales.

b. Siendo la trata de personas un delito global, exige tambin actuar localmente con

sentido global. Si lo pensamos bien, son inmensos los recursos de comunicacin, organizacin y

traslado de personas con que cuentan las iglesias cristianas, y particularmente, las congregaciones

religiosas. Sus presencias estn en las fronteras, no slo territoriales, sino tambin existenciales,

de la formacin humana y las posibles prdidas de sentido. La trata de personas no es slo un

problema de migrantes o de pobreza, sino tambin de adolescentes en buena situacin econmica

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que sin contencin familiar han incursionado en las drogas, la prostitucin por cuenta propia o la

incorporacin a pandillas. Hay que pensar localmente, en las personas concretas de las

comunidades locales, pero conscientes de los condicionamientos globales, de las formas en que la

mentalidad materialista y el delito organizado termina asfixiando lo mejor de nuestras vidas.

c. Si la trata de personas exige acciones multi-institucionales y de sentido local-global,

tambin supone compromisos ntimos, apasionados, que se hacen pblicos y efectivos. Nuestra

familia mercedaria cuenta con laicos comprometidos desde su profesin, y nos hemos consagrado

a la misin liberadora con voto de redencin. Tenemos que ser capaces de formarnos y

especializarnos en la ayuda a vctimas y en la prevencin civil del delito. Tenemos que animarnos

a cultivar los talentos que Dios nos concedi para realizar nuestra vocacin, como lo hizo Pedro

Nolasco y los primeros mercedarios, de forma esperanzada, inteligente, en verdaderas redes de

liberacin

6. Conclusiones. Nuestra razn de ser como liberadores hoy

Me parece honesto concluir con una pregunta que seguramente desvel a ms de un

mercedario en nuestra historia Dnde estn y quines son los cautivos por los que hoy hago voto

de dar la vida?

La experiencia nos ensea que cada mbito en el que nos atrevemos a observar las formas de

violencia y dominacin de clase, gnero, etnia y generacin son espacios donde hay personas que

sufren opresin y corren peligro de perder la fe. Un nio o nia en situacin de calle o abuso sexual

en la familia, una familia en situacin de violencia que se niega a una posibilidad de cambio, un joven

que ya no comprende lo que significa trabajar y recibir una retribucin justa porque no encuentra

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empleo son algunos rostros, voces y situaciones que ponen en peligro la fe. La heroicidad

martirial o el ejercicio del 4to voto no parece radicar slo en la situacin del destinatario, sino

sobre todo en la disponibilidad martirial de visitar y redimir a los cautivos ah donde estn, ya sea

en la escuela, la calle, el barrio o la crcel.

Sin embargo, la trata de personas conjuga situaciones que se parecen mucho a las esclavitudes

y cautividades de otro tiempo. Actualmente las vctimas de trata por explotacin sexual pueden ser

nios, nias o mujeres adultas, que son reducidas a objeto de consumo sexual, y en donde la violencia

de gnero alcanza su mayor expresin. Las vctimas de explotacin laboral pueden ser familias,

grupos o etnias, cuyas fuerzas de produccin es reducida a ser un bien de comercializacin. El comn

denominador del la trata es la reduccin de personas a objetos de consumo para sostener el sistema

capitalista salvaje. Y como en otros tiempos, podemos no visibilizar los rostros y situaciones de

quienes sufren esa violencia fsica y simblica.

Quisiera terminar diciendo que este compromiso con la prevencin civil y asistencia a las

vctimas de la trata de personas supone una mstica de ojos abiertos, un pensamiento crtico y

esperanzado, la pasin por la libertad y la certeza sobre el protagonismo de las vctimas en su

liberacin. La problemtica de la inmigracin ilegal como trfico de personas, la captacin por

secuestro o engao, las amenazas contra la integridad de la propia vida o la de familiares, y el

sometimiento a servidumbre provocan intensos sufrimientos a las vctimas, y pone en riesgo a todos

quienes tratar de denunciar, ayudar o prevenir dicha situacin, porque atenta contra los intereses

mafiosos del narcotrfico, empresas inescrupulosas o complicidades de funcionarios pblicos. No es

un terreno para francotiradores, ni siquiera para una institucin heroica, por ms prestigio o recursos

con los que cuente. Se trata de entrelazar vnculos de redes entre los recursos de diversas

organizaciones civiles, confesionales o no, y un Estado con polticas efectivas de persecucin del

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crimen organizado, pensando de forma global una problemtica que aprovecha las fragmentaciones

locales.

La mstica mercedaria nos exige vivir la unidad con Cristo Redentor desde el lugar de las

vctimas con una conciencia crtica de las causas histricas, denunciando a los responsables y

objetivando los mecanismos estructurales que reproducen la dominacin tal vez sea este un nuevo

camino de santidad comunitaria y en red, en el que se nos exija el amor y la pasin de los mrtires

de siempre, pero con una lucidez crtica moderna, desde la cual visibilicemos con mucha claridad

quienes son las vctimas, los victimarios, los clientes y los que se benefician de la complicidad.

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