Implicaciones Del Diseño Como Lenguaje
Implicaciones Del Diseño Como Lenguaje
Implicaciones Del Diseño Como Lenguaje
Introducción
Los estudiantes, los profesores y los profesionales en ejercicio, debemos tener parámetros que
nos permitan tomar una posición consciente y coherente frente a las opciones y las obligaciones
que la práctica del diseño nos ofrece. Esos parámetros residen en las implicaciones ético-
políticas de nuestro ejercicio profesional, las cuales no le son exclusivas, sino que son
compartidas con todas las prácticas que conllevan a la comúnmente llamada producción cultural.
Para ser conscientes de tales implicaciones, hemos de considerar al diseño como una de las
facultades característicamente humanas, por lo que hemos de considerarlo como un lenguaje,
entendido esto en los siguientes términos:
− Si el diseño es un lenguaje, debemos analizarlo como sistema de códigos culturales, pues
eso es todo lenguaje. Este análisis permitirá concluir que el diseño, se constituye en un
proceso netamente ideológico.
− Por otra parte, también debemos analizarlo como instrumento de poder. Con ello sabremos
qué clase de instrumento de poder ha venido siendo el diseño en la historia de occidente; y,
sobretodo, qué tan conscientes hemos sido del poder que, si quisiéramos, podríamos tener
en nuestras manos.
− Finalmente, debemos reparar en cómo es que el diseño genera dinámicas culturales y qué
papel jugamos en los procesos que las caracterizan.
Dicho código cultural, constituido por los productos del diseño y sus correspondientes
significaciones, adquiere el status de “lengua” (no verbal) 2 en cuanto el conjunto de productos
que incluye, y el conjunto de elementos, situaciones y/o fenómenos al que se refiere, es tan
amplio que, el consecuente sistema de correlaciones o convenciones, adquiere la categoría de
representación global o trascendental del mundo: Se constituye, para quienes forman parte de la
respectiva cultura, en una cosmovisión.
Se debe precisar aquí la diferencia sustancial que existe entre un código cultural y un código
físico-químico: Todo ser humano posee códigos físico-químicos adquiridos mediante procesos
hereditarios o genéticos; en cambio, los códigos culturales los apropia en la interacción social,
los aprende. Este hecho, que hace factible y característico de la especie humana que el dominio
competente de los códigos culturales no sea idéntico en cada individuo, es el que permite la
consciencia de los mismos (inicialmente por diferencias entre niveles de dominio y,
posteriormente, por contraste entre culturas). Adicionalmente, permite que los códigos culturales
puedan ser sujeto y objeto de los procesos de correlación: Sujeto, porque constituyen el sistema
de correlaciones; Objeto, porque son parte de los elementos, fenómenos y/o situaciones
correlacionables.
Sin embargo, esto último (el que un código cultural sea considerado como objeto correlacionable)
no siempre sucede; es más, pocas veces sucede. Con esto se quiere decir que casi siempre
aprendemos el dominio de los códigos culturales sin darnos cuenta de ello. Sin ser conscientes.
Sin correlacionar al código cultural aprendido con el resto de fenómenos que él mismo abarca y
con otros códigos culturales. La mayor parte de los individuos de la especie humana no
desarrollan estas capacidades metaculturales.
Con las lenguas (verbales y no verbales) no sólo es frecuente éste hecho (que todos las
“hablamos”), sino que es característico que muy pocos de nosotros seamos conscientes de ellas,
como tales. Pero, pese a esto y debido a su carácter de cosmovisiones, la totalidad de nuestras
acciones y actitudes se fundamenta en esas inconscientes representaciones del mundo que
hemos aprendido culturalmente.
A estos procesos, que se caracterizan por ser inconscientes, la literatura sociológica los
denomina ideológicos; por ello podemos afirmar que los productos del diseño, en su calidad de
lengua, se caracterizan por ser instrumentos de un proceso netamente ideológico 3.
De acuerdo con J.K. Galbraith, podemos afirmar que el diseño no se impone sobre los otros
como un castigo (poder condigno), ni como una recompensa (poder compensatorio), sino como
una persuasión, como un convencimiento (poder condicionado). Es decir que, en su calidad de
lenguaje multimedia, nos permite lograr que otros se auto sometan a nuestra voluntad. Quien cae
víctima del diseño, a diferencia de otros casos de ejercicio del poder, no es consciente de su
sumisión; sino que, al someterse, lo hace por convicción y, por tanto, no se considera sometido.
Por ello, una de las características más comúnmente recalcadas como propias del diseño, es la
capacidad que tiene como herramienta de mercadeo: La imagen, la funcionalidad, la calidad que
se le imprime a un producto, es la mejor forma de con-vencer al interlocutor para que consuma,
en últimas, se someta, a la forma de vida implícita en él.
Por otra parte, retomando el punto de las fuentes de poder que tenemos a nuestra disposición
para asumir la opción de someter, podemos acudir a nuestras capacidades físicas e intelectuales
y a la imagen que de ellas proyectamos; igualmente, podemos acudir a nuestros recursos
económicos o propiedades y a nuestra capacidad de organización para hacer aparecer como
legítimas nuestras pretensiones de poder. Pero es evidente que la mayoría de diseñadores, por
nuestra propia iniciativa, sólo hemos insistido en el uso de nuestras capacidades físicas e
intelectuales como fuente de poder: Incansablemente pregonamos nuestra genialidad, talento y
originalidad individuales. Pero sólo en contados casos acudimos al poder económico
(compensatorio) o a nuestra capacidad de organización y legitimación (poder condicionado).
Por ello es que no nos damos cuenta del poder al que estamos siendo sometidos cuando
hacemos lo que el cliente diga, o cuando hacemos lo que al profesor le gusta. Incluso, estamos
Cabe aclarar, como lo hace el mismo Manheim, que la consideración de una cosmovisión como
utopía o como ideología, depende de la inserción social que tenga quien la juzga. Pues, si la
cosmovisión incluye las relaciones socio-económicas de las que es portador, entonces su
representación no le parecerá irrealizable. Pero si incluye relaciones socio-económicas de las que
no es portador ni partidario, le parecerá irrealizable.
Conclusión
Queda planteada así, la opción con la cual los diseñadores latinoamericanos podemos,
conscientes de nuestra posición en el proceso de la dinámica cultural, implementar mecanismos y
estrategias que nos permitan acceder a más y mejores fuentes de poder para proponer
incesantemente representaciones utópico-concretas del mundo.
1 En cuanto al concepto de código, obtenido del Tratado de Semiótica General, de Umberto Eco. Editorial
Lumen. 1977
2
En cuanto a la diferencia entre Lenguaje y Lengua, conforme a las precisiones de F. de Saussure en su “Curso de
Lingüística General”. Específicamente cuando afirma que la lengua “…es a la vez un producto social de la
facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias, adoptadas por el cuerpo social para permitir el
ejercicio de esta facultad en los individuos.” Fragmento tomado del Capítulo III Pág. 19. Y es en torno a esta
precisión que Juan Magariños de Morentin afirma: “Con ello, Saussure está poniendo el acento, no sobre
determinados signos (los del lenguaje verbal) sino sobre cualquier instrumento, o sea, signos de otros lenguajes
capaces, mediante la correspondiente convención, de manifestar la capacidad del pensamiento humano para
sustituir.” En su texto “El Signo”. Buenos Aires. Edicial. 1983.
3 En cuanto al concepto de ideología, obtenidos de Karl Manheim, citado en Ideología y Utopía del Diseño de Gert