El Dios en Quien No Creo

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El Dios en quien no creo

Ms de 40 aos despus

Juan Arias

Mi libro El Dios en quien no creo, antes de aparecer


como libro fue objeto de un artculo aparecido con gran
escndalo en la primera pgina del desaparecido
vespertino de Madrid, PUEBLO. Hace de ello ms de 40
aos. Eran los tiempos duros de la dictadura franquista,
con censura en los peridicos. En aquella ocasin debieron
pensar que se trataba de algo religioso y lo dejaron pasar,
sin leerlo, ciertamente. Al final fue objeto de escndalo
hasta para el entonces arzobispo de Madrid Mons.
Morcillo, quin me llam para cantarme las cuarenta.

Cmo me atreva a decir, debi preguntarse, que no


se deba creer en el Dios que manda al infierno, o en el
Dios que no necesita del ser humano, o en el Dios que
ame el dolor, o en el Dios al que no tengan miedo los
ricos, etc.? Eran 99 imgenes falsas de Dios, que a
muchos ayudaron a pensar, en aquel ambiente de caverna
de la Espaa dictatorial. Por ejemplo, a un matrimonio
joven que me escribi diciendo que ellos eran ateos pero
que haban recortado mi artculo para que si un da sus dos
hijos pequeos decidieran creer, que lo hicieran en aquel
Dios incapaz de condenar la sexualidad.

Hace ahora 40 aos, el ttulo de aquel artculo dio vida


a mi primer libro, publicado en Ass por Cittadella Editrice.
Yo me opona a que se publicara. Tena poco ms de 30
aos y nadie me conoca en Italia. El libro sin embargo fue
el ms traducido de los mos. Sali en ms de diez idiomas,
entre ellos en coreano e indonesio. Hoy mismo, cuando veo
que el libro sigue publicndose en varios pases, me
pregunto el por qu. El fallecido cardenal Giovanni Benelli,
me deca que era un fruto del Concilio Vaticano II que
haba acabado con aquellas imgenes negativas del Dios
del temor.

Quizs hoy aadira otras nuevas imgenes negativas


de Dios a aquel catlogo. En 40 aos las cosas han
cambiado mucho, pero creo que sigue viva en tantos
corazones la esperanza en un Dios que no condene, en el
Dios de la compasin entendida etimolgicamente: el Dios
que sufre con el ser humano; en el Dios del perdn, el Dios
que ama nuestro barro, nuestras miserias, como las
madres. En el Dios que se interesa por nuestro Planeta
Tierra, por todos los desheredados del mundo; por todos
los humillados; por todos los diferentes.

Hoy, mientras crece el agnosticismo, curiosamente,


crece tambin la bsqueda de una imagen distinta de Dios,
sin etiquetas, con el que el ser humano moderno, como el
Job de la Biblia, pueda enfadarse, pedirle cuentas y hasta
quejarse, como Jess en la cruz, de haber abandonado al
ser humano a su destino.

No es Dios el que est en crisis. Son esas falsas


imgenes de Dios que hemos amasado con nuestra visin
estrecha del misterio, de lo divino, de una fe estril
incapaz ya de mover las montaas. El Vaticano II removi
muchas de las falsas imgenes de Dios. Lleg a defender
que la culpa del atesmo en el mundo eran las
deformaciones que los creyentes habamos hecho de Dios y
de su hijo, Jess. An quedan, sin embargo, muchas por
desenmascarar.

An mantenemos un cierto paternalismo y una cierta


religin del poder en relacin a la figura de Dios. Palabras
claves del mensaje cristiano han acabado prostituidas.
Hasta la formidable palabra misericordia, que Jess,
siguiendo a Oseas, prefera a los sacrificios, ha perdido
su fuerza porque se ha interpretado en clave de poder,
referida a Dios. l es quien se compadece del ser humano,
porque l es el misericordioso, superior en su bondad.
Jess pens, sin embargo en la misericordia como en la
moderna solidaridad. De ese modo, la clave de la
misericordia no es la bondad de Dios hacia el ser humano a
quin ayuda, sino que somos los seres humanos los que
tenemos que ser solidarios con los dems, no porque
somos superiores a los que le ofrecemos nuestra
misericordia, sino porque somos iguales en dignidad, todos
hermanos de una misma raza, acuada con la imagen del
Creador. Nadie es superior a nadie en la lgica
misericordiosa de Jess. Si acaso, el que de alguna forma
se considera superior, debe lavar los pies de los dems,
para que quede en evidencia que nadie es superior a
nadie.

Lo mismo ocurre con la palabra perdn. Quien


perdona se coloca por encima del perdonado. De nuevo se
trata de una relacin de poder. Jess, en la cruz, da un
ejemplo magnfico de cmo hay que perdonar sin humillar,
sin sentirse superior: Perdnales, porque no saben lo que
hacen. No les perdona, colocndose superior a los que le
crucifican, sino que les excusa: no saban lo que estaban
haciendo, por tanto no necesitan ser perdonados.

Tambin Juan XXIII en su testamento afirm que no


necesitaba perdonar a nadie, porque no se haba sentido
nunca ofendido por nadie.

Es la sublimidad del amor. Son sas las nuevas caras


del Dios que difcilmente rechazaran, al menos como
concepto, ni los agnsticos ni los ateos, y que serviran en
nuestro mundo moderno, an amasado por la ley eterna de
la violencia, de las envidias, de los odios mutuos, de las
ambiciones, para descansar en la playa amable de un Dios
diferente al que siempre les han presentado, que no es el
Dios de las leyes -Jess arremeti contra el sbado-, ni el
Dios burocrtico del derecho cannico, sino el Dios que no
exige al ser humano nada ms ni nada menos que ser fiel a
la voz de la propia conciencia, que por cierto, es ms
severa y exigente que todas las leyes promulgadas por los
humanos. Y que, como deca el convertido cardenal
Newman: Es mejor equivocarse siguiendo la propia
conciencia que acertar en contra de ella.
El Dios en quien no creo
Juan ARIAS

El Dios en quien no creo (Juan ARIAS)

Yo nunca creer en:

El Dios que sorprenda al hombre en un pecado de


debilidad.

El Dios que condene la materia.

El Dios que ame el dolor.

El Dios que ponga luz roja a las alegras humanas.

El Dios mago y hechicero.

El Dios que se hace temer o no se deja tutear.

El Dios que se haga monopolio de una iglesia, de una


raza, de una cultura o de una casta.

El Dios que juega a condenar.

El Dios que manda al infierno.

El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres


condenan.

El Dios incapaz de comprender que los nios deben


mancharse y son olvidadizos.

El Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a


ser hombre.

El Dios a quien no temen los ricos a cuya puerta yace


el hambre y la miseria.
El Dios al que adoran los que van a Misa y siguen
robando y calumniando.

El Dios que no supiese descubrir algo de su bondad, de


su esencia, all donde vibre un amor por equivocado que
sea.

El Dios que condene la sexualidad.

El Dios para quien fuese el mismo pecado complacerse


con la vista de unas piernas bonitas que calumniar y robar
al prjimo o abusar del poder para medrar.

El Dios morfina para la reforma de la tierra y slo


esperanza para la vida futura.

El Dios de los que creen que aman a Dios porque no


aman a nadie.

El Dios que d por buena la guerra.

El Dios de los que pretenden que el cura roce con


agua bendita los sepulcros blanqueados de sus juegos
sucios.

El Dios que negase al ser humano la libertad de pecar.

El Dios a quien le falte perdn para algn pecado.

El Dios que aceptase y diese por bueno todo lo que los


curas dicen de l.

El Dios que ponga la ley por encima de la conciencia.

El Dios que prefiera la pureza al amor.

El Dios que no pueda descubrirse en los ojos de un


nio o de una mujer bonita o de una madre que llora.

El Dios que se case con la poltica.


El Dios que aniquilara para siempre nuestra carne en
lugar de resucitarla.

El Dios que aceptara por amigo a quien pasa por la


tierra sin hacer feliz a nadie.

El Dios que al abrazar al ser humano aqu en la tierra


no supiera comunicarle el gusto y la felicidad de todos los
amores humanos juntos.

El Dios que no se hubiera hecho verdaderamente


humano con todas sus consecuencias.

El Dios en el que yo no pueda esperar contra toda


esperanza. (...)

S, mi Dios es... el otro Dios.

Juan Arias

Ro de Janeiro RJ, Brasil

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