Cueva Del Tesoro PDF

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ESTEDIO PREESTRM
SOBRE
LA WIEtt. DEL TESORO

POR
EDUARDO J. NAVARRO
MALAGA
1884
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SOBRE:
LIC EVA DEL TECO

POR
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MLAGA
Tip. do la 13iiimoTEcA ANDALUZA
Comedias 28
Esta primera edicion se ha hecho 4
esrensas de la SOCIEDAD MALAGUEA DE
CIENCIAS FSICAS Y NATURALES y de DON
EDUARDO PALANCA Y ASENSI, para distri-
buirla gratuitamente entre las corlora-
times y :personas cientficas.
AL SR. D. EDUARDO PALANCA Y ASENSI.
Querido Eduardo:
No siempre han de ocuparnos las ridas tareas do
nuestra profesion: el espritu apetece recreaciones
que sirvan para descanso de su habitual ejercicio:
esto ligero estudio ha sido para m verdadera y agra-
dabilsima recreacion, y como la debo la amistosa
complacencia con quo has puesto i ini disposicion
cuanto se ha encontrado en la Cueva del Tesoro, en-
riqueciendo mi insignificante gabinete, nada mas
justo quo te lo dedique; y sin que pretenda valorar
esto acto, en que me complazco, to dir que jains
fui propenso dedicatorias.
Tu siempre amigo
EDUARDO J. NAVARRO.
Mlaga 20 Febrero 1884,

:AL1
D .n! ti
r,41
ElE
PREFACIO
Antes de comenzar la descripcion de los

hallazgos preshistricos de la Cueva del Te-
soro, me siento movido estampar algunas
breves consideraciones relativas al estado en
que mi ver se encuentra al presente tan
interesante linaje de investigaciones. Empe-
zar lamentando el desprestigio en que se
halla en Espaa y sobre todo en Madrid, sin
detenerme en averiguar cual sea la causa
de quienes sea la responsabilidad; por otra
parte, esto pertenece ya al pasado y por tan-
to quien corresponde ilustrar sobre el par-
ticular es la Real Academia de la Historia.
Por el contrario las principales naciones de
Europa exploran y estudian con incansable
8 LA CUEVA DEL TESORO
afan, enriqueciendo constantemente con nue-

vos importantes datos la Prehistoria.
Pero cual es hasta hoy el resultado obte-
nido por tan mltiples y valiosos esfuerzos?
Por mi parte me permito creer que el estudio
ante-histrico del hombre no se ha emanci-
pado aun de la Geologia y Paleontologia y
que tardar en hacerse independiente, en
cuanto puede serlo una ciencia respecto las
otras que le estn. ntimamente ligadas: consi-
dero la Prehistoria en vas de formacion y
cuanto se ha hecho y se hace un aporte y
agrupamiento de materiales preciosos, pero
hasta hoy insuficientes, para dotarla de vida
propia y de los caractres distintivos que en
su dia ha de alcanzar, que la llevarn ocu-
par el rango cientfico que le corresponde y
inundar. de luz ese inmenso periodo de la in-
fancia humana, hace pocos aos completa-
mente ignorada y oculta todavia bajo el mis-
terio de problemascientficos tan interesantes
como heterogneos.
La Geologia no alcanza una elasificacion
cientfica y definitiva; dista mucho de poder
establecer la ley evolutiva de los distintos
perodos de la formacion terrquea; aun. no
conoce muchos de nuestros paises europeos.
1111111101111/'
PREFACIO 9
La Paleontologia ha adelantado bastante, pe-

ro le queda mas que hacer, y prehistricamen-
te no se ha-estudiado roas que una pequea
extension de Europa y esta no se encuentra
completamente explorada. Tal estado cient-
fico ocasiona problemas que son por hoy si no
de imposible, de muy dificil solucion.
Se ha considerado con razon testimonio fe-
baciente de la antigedad del hombre, el ha-
llazgo repetido de sus restos de los de su
primitiva industria en compaia de los restos
del marmnuth, del Oso de las cavernas y de
otros animales que se consideran especies ex-
tinguidas; pero puede deducirse de ese hecho
una regla general por la cual se excluyan de
ser tambien contemporneos restos con los
que no se encuentran precisamente asociados
los de semejantes cuadrpedos? Es la opinion
recibida y justificada que esa fauna postplio-
cena se ha replegado al Norte, parte extin-
g uindose, parte conservndose hasta nues-
tros dias, corno la danta, la gamuza, el reno y
Otros.
Siendo ese hecho cierto, el encuentro de
restos del oso de las cavernas 6 de alguno de
aquellos monstruosos paquidermos con huesos
del hombre productos de su trabajo, atesti-
LA CUEVA DEL TESOTtO
guarn, es verdad, la antigedad del ser hu-

mano, pero de un modo relativo, pues en
aquel mismo momento el hombre ha podido
vivir en comarcas en que el movimiento geo-
lgico podia ser distinto y que ya haban sido
abandonadas por esos animales, 6 que estos no
las habian nunca habitado, porque no puede
sustentarse como inconcuso que aquella fauna
fuera general en un mismo tiempo A toda Eu-
ropa.
Se desprende de ello que para afirmar la
contemporaneidad de esos hombres, cuyos res-
tos se pueden presentar asociados con distin-
tas faunas y diversas floras, se requiere por lo
menos la coetaneidad demostrada de los fen-
menos geolgicos y la coexistencia de esas
faunas y de esas floras: y as, con esta ayu-
da, la Prehistoria podr establecer, siquiera
sea aproximadamente, la diZerencia igual-
dad de civilizaciones con relacion un tiempo
y ds paises, lo que hoy no puede hacer.
La division primera y fundamental de la
nueva ciencia, la cual subordino estos apun-
tes, es la edad de piedra (paleoltica y neolti-
ca) y edad de :bronce; . division dems conOci-
da para que haya de explicarla: pero cuya
aplicarion al estudio de las distintas localida-

PREVACIO 1.1
des no puede ser absoluta porque los hombres

de distintas regiones han podido encontrarse
en un mismo momento en diversos grados de
civil izacion. El estudio de los salvajes mo-
d ernos, en verdadera edad de piedra, sirve y
veces es el nico medio til para que esas
inte ligencias creadoras de la Prehistoria,
em inentes entre las de una poca y paises tan
civ ilizados, puedan explicar alguna costum-
bre (') industria de sus salvajes predecesores
Por tanto tiempo desconocidos; y si estas di-
ferencias se dan en la edad presente, con ma-
yor razon y entre localidades mucho mas in-
mediatas se donan en aquella edad tan remo-
tamente lejana inculta. En realidad, puede
decirse que la Prehistoria acumula los datos
que han de 'servir para su constitucion verda-
deramente cientfica.
Sin embargo, una doctrina que apenas
cuenta medio siglo y que desde su nacimien-
to ha tenido que luchar enrgicamente con
tan poderosos obstculos como le oponian la
preo cupacion ilustrada, la oposicion sistem-
ti ca y hasta el desprecio de muchos genios
ci entficos y la burla de los eruditos, de so-
bra ha hecho con ordenar y clasificar gran-
des rasgos tantos datos y tan numerosos
12 LA CUEVA DEL TESOR4
descubrimientos, al mismo tiempo que acudir

con denodado esfuerzo su defensa, logrando
prevalecer contra los mltiples insistentes
ataques de sus adversarios, seores exclusi-
vos, que siempre fueron, del desigual terreno
en que ha tenido lugar tan interesante lucha.
Antes de su aparicion, el estudio de lo que ha
sido el hombre no pasaba de la Historia y la
Tradicion: las investigaciones concluian all
donde el mito empezaba; no se presumia que
mas all de las escenas mticas, al (tro lado de
toda fecha cronolgica se ocultaba un periodo
inconmensurable de tiempo durante el cual la
Humanidad, abismada en lo proftmdo de la
brutalidad y de la ignorancia, labia sin em-
bargo labrado lenta y penosamente por milla-
res de aos los cimientos del arte y de la cien-
cia, orgullo de nuestro siglo, con el hacha. de
piedra que los romanos colocaban en el tem-
plo de Jpiter Feretrius y sobre la cual pres-
taban sus solemnes juramentos, la adoraban
como la personificacion del mismo Dios, Jpi-
ter Lvis; que el vulgo de Europa cree piedra
de rayo y muchos eruditos canto rodado. Ya
el mito se derrumb para no levantarse mas,
y el espritu de la ciencia conquista el cono-
cimiento del pasado ante tradicional del hom-
PIUFCO 13
hie,derribando por tierra los orgenes fabulo-

sos con que se envaneca cada nacionalidad,
obra ya comenzada por la crtica histrica
moderna y la cual ensea que los mas an-
tiguos monumentos histricos, que aun los
datos filolgicos son por dems insuficientes
para resolver el problema de las primitivas
razas, y mas aun el misterio de los autcto-
nos de los diferentes paises.
Ahora bien, puesto que la Prehistoria acu-
mula datos para su desenvolvimiento, mi afi-
cion me mueve darle noticia de la Cueva
del Tesoro: ojal, le sea de alguna utilidad y
no se convierta la importancia que le doy en
una vision inspirada por el amor la locali-
dad,
4
IT
LA CUEVA
Bajo el Tajo que da nombre al cortijo sobre

el cual eleva sus moles de cantillo, en que se
ven por algunos lados grandes masas com-
puestas exclusivamente de hojas, troncos y
otros restos vegetales, y que prolongndose
hasta el mar forma la Punta de Torremoli-
nos 10 kilmetros de Mlaga, se encuentra,
vecina otras muchas, la Cueva del Tesoro,
cuya entrada se presenta al Nordeste, como se
v en el croquis que
mi modo he formado se-
gun se hallaba cuando por primera vez la vi,
lamina I: su irregular superficie es aproxima-
da mente de unos 9
metros cuadrados y su
altura muy desigual.
No es it la verdad preciso ser gelogo para
' LA CUEVA DEL TESORO 16
ver que aquella se abre en una formacion pos-

terciaria de agua dulce, y que su estado actual
esproducto de la constante fICCi011 de las aguas
que han trasformado por completo su primi-
tivo aspecto, reduciendo su tamao por im
potente desarrollo estala,ctitico, cuya energia
fu debida indudablemente la abundante
cantidad de carbonato de cal, que las aguas de
esa localidad arrastraban en aquella poca y
que parecen siguen arrastrando, dada la faci-
lidad con que los terrenos inmediatos, una vez
descuidada su labor, tienden convertirse en
cantillo.
Esa accion despues de haber sido utilizada
la Cueva por el hombre, ha sido evidentemen-
te lenta por lo que hace al interior de la ca-
verna, y lo demuestra el hecho de que ningu-
no de los huesos y objetos en ella encontrados
acusa la mas pequea serial de haber sido ro-
dado; pero es de notar que el fondo de la cavi-
dad estaba relleno de dIritus exteriores y
fragmentos de estalactitas, los que despues de
haberse amontonado, aprisionando los restos
humanos y objetos en ella depositados por la
piedad salvaje de los hombres contemporneos
de ese movimiento geolgico, se elevaron por
encima hasta una altura de 13 20 centime-
IMM
LA CUEVA 17
tros, determinando una superficie sobre la
cual. su vez se form la capa estalacmtica
que alcanzaba un grueso variado cuyo mxi-
mo era de 20 centmetros.
Sin embargo de la existencia de ese detri-
tus, resisto toda hiptesis de un movimiento
violento de las aguas, aunque se considere in-
termitente, por el cual se haya producido ese
relleno, porque repito, el estado de los huesos
y objetos encontrados es tan perfecto en la vi-
veza de sus aristas, que excluye completa-
mente el hecho de que hayan podido ser roda-
dos por la accion tumultuosa del agua. Ora
por desprendimientos en el interior de la cue-
va, en cuanto hace relacion los fragmentos
estalactticos, ora por arrastres exteriores in-
troducidos sin violencia notable, ora por cua-
lesquiera otras causas que no estn mi al-
cance de todo punto incompetente en materia
geolgica, podr explicarse la fornaacion de
ese depsito, en que vinieron quedar sote-
rradas reliquias tan interesantes de la edad
prehistrica en esta costa de la fenicia Mala-
ca.
La paulatina evaporacion de las aguas ha
ido revistiendo de capas de carbonato de cal
muchos de los restos y objetos en la cueva in-
3

troducidos: as se han encontrado pedazos de

cermica cubiertos de una capa de un milme-
tro de grueso aun por el lado de su fractura,
lo cual demuestra haberse roto la vasija que
formaban, sin duda por la poca consistencia
de su psima fbrica, insuficiente para resis-
tir la presion sobre ella ejercida por la cubier-
ta estalacmtica; y huesos como una rtula
humana cuya existencia nadie hubiera sospe-
chado, no haberse partido la capa de dos
milmetros de grosor que la encubria.
La accion del agua ha debido ser tan dila-
tada y tan enrgica que los huesos mas duros,
como un diente incisivo y un colmillo de ja-
bal, se partian al tocarlos por hallarse com-
pletamente reblandecidos: esta influencia no
ha cesado, pues se nota gran humedad en e
dciritus que forma el suelo de la cueva, no
obstante que hasta ahora no he observado ni
en las paredes ni en el techo seintles de tras-
piracion del agua.
Cuando juntos D. Eduardo Palanca, dimito
del mencionado cortijo, y yo recorrimos las
cuevas con el intento de explorarlas, obstrua
el acceso la del Tesoro, un reciente vacia-
miento que nos mostr dispersos varios hue-
sos humanos, y nos avis de que algun busca-
LA CUEVA 19
dur de tesoros, tipo tan frecuente en todas las

zonas, labia roto y esparcido el que la cueva
verdaderamente encerrabl: penetramos en el
interior y lo primero que observamos fu par-
te ya descubierta de un crneo humano sote-
rrado tinos 40 centmetros bajo la superficie
exterior de la capa estalacmtica, levantada
ya como el subsuelo en la mitad lo menos
de la cueva por las groseras maniobras de la
codicia, que labia excavado por sitio3 hasta
mas de un metro de pro.'undidad.
La exploradon del resto de la cueva y del
vaciamiento ha dado por resultado el hallaz-
go de varios crneos y otros huesos humanos,
instrumentos de silex, una sola hacha de diori-
ta, un ejemplar integro de cermica con otros
restos, adornos de collares y brazaletes, un
anillo y algunos huesos de animales.
Durante las exploraciones he adquirido la
noticia, por personas merecedoras de crdito,
de que la cueva fu corno otras descubierta
hace afios extrayendo cantillo, bajo el cual se
hallaba oculta y su entrada tapada por una
losa de piedra distinta del cantil lo, y que poco
antes de nuestros trabajos un vecino de Torre-
molinos hizo en ella excavaciones en busca de
un tesoro.
LA CUEVA DEL TESORO
Despues de la rpida descripcion que pre-

cede, la har de los objetos indicados y con-
cluir por el juicio que bajo el aspecto pre-
histrico he formado de la Cueva del Tesoro:
siento que mi falta de conocimientos geolgi-
cos y paleontolgicos inc impida emitir ()pi-
ilion alguna bajo esos puntos de vista tan in-
teresantes,
JI'
IN Tn., U ME NTOS
Los encontrados son todos de silex peder-

nal, 'menos uno de (bolea: entre ellos bay
algunos verdaderamente notables y para mi
inditos, sea por su ejecucion, sea por el uso.
que pueda atribuirseles.
Lascas.Bajo el nombre genrico de eelats
entre los franceses y fi7ms entre los ingleses,
en espafiol laReqs, pues no encuentro palabra
mas adecuada, se incluyen cuantas piezas de
variadas dimensiones y figuras se despren-
den saltan consecuencia de golpes aplica-
dos con cierta trascendencia vibratoria sobre
un ncleo de pedernal; sistema de percusion
(Inc es el mas general y el empleado en los
LA CUEVA DEL TESORO
-
objetos prehistricos segun la opinion mas

autwizada: en algunos pueblos, como entre
los aztecas, antiguos mejicanos, se obtenian
de la obsidiana por la presion, segun explica
Torquemada.
Para evitar la repeticion de descripciones
simplificar en esta parte mi trabajo, estable-
ciendo una division general de las lascas; en
exteriores, aquellas que por ser extraidas las
primeras tienen por superficie de una de sus
facetas la corteza del ndulo de silex; interio-
res, las que extraidas despues de levantada la
corteza del ndulo no pueden tener faceta al-
guna formada por la capa del rifion de peder-
nal. Estas segundas afectan generalmente
una forma prismtica, pero con gran irregu-
laridad, y pueden determinarse por su seccion
triangular, cuadrangular 6 pentagonal, ejem-
plar tan raro como frecuentes son los otros.
Ea cada lasca han de considerarse dos fases,
una plana interior y otra convexa exte-
rior, siendo esta ltima la formada por las
superficies que dejaron otras al ser extraidas,
y aquella por no tener mas que la superficie
que se produjo al levantarla del ncleo.
Las encontradas en la . Cueva del Tesoro es-
tn obtenidas por medio de la percusion, y
INSTRUMV.NTOS 23
entre ellas son notables por su tamafio dos de
las llamadas
eiteltillos,los cuales parecen por la seme-
janza de color y magnitud procedentes del
mismo ncleo y alcanzan una longitud, que
sin ser de las mayores no es tampoco frecuen-
te: mide uno 17 y el otro 18 centmetros, y
Ja figura nmero 1, lm. II, corresponde al
primero, que he escogido por concurrir en l
un interesante detalle de que mas adelante inc
ocupar. Este ejemplar es interior, de seccion
triangular; el otro presenta las tres cuartas
partes de su longitud con tres facetas y por
tanto la seccion cuadrangular, participando
de dos secciones, pues la de la otra cuarta par-
ta es triangular. Notase en el ejemplar figu-
rado, mas que en el otro, la particularidad de
estar ambos filos bordes sutil irregular-
mente dentados, circunstancia que creo pro-
ducida por el uso del instrumento, haya sido
rascar, cortar otro cualquiera, y no en ma-
nera alguna por intencion preconcebida.
Otro ejemplar, fig. 2, lm. II, puede con-
siderarse semejante , los largos cuchillos del
taller de Pressigny (Francia), pues -si bien es
de menor tamao, muestra trabajada por la
talla una de sus dos facetas exteriores, lo cual_
24 LA CUEVA 1.1 EL TESORO
-------- -
demuestra que se quiso regularizar la lasca
dAndole la forma que tiene, siendo de notar la
extremidad opuesta A la de la bulba de per-
cusion por conservar un resto de la corteza
del ncleo de pedernal: es muy gruesa con re-
lacion A la otra, pero facilmente se v que su
grueso es debido A la manera de fracturar el
silex; algunas partes del lado convexo estAn
cubiertas de carbonato de cal.
itilidor.E n el extremo convexo que co-
rresponde al cono de percusion de la pieza de
que vengo hablando, hay una faceta, A. pulida
A mi juicio A consecuencia de haberse servido
de ella para bruir algun objeto pequeo,
tal vez algunos adornos de los que mas ade-
lante hablar.
Se ha encontrado tambien otro fragmento
de pedernal, que juzgar por su forma debi
ser parte de una pieza cuya figura puede equi-
pararse A. la de un prisma cuadrangular; la
base algo oblicua del fragmento ofrece una
superficie de 4 centmetros cuadrados, y en
ella se notan desde luego los trazas de haber
servido para bruir: en tres de las caras late-
rales se conserva la corteza primitiva del n-
dulo, lo cual prueba que este era de pequeas
proporciones.
INSTRUMENTOS 25
De magnitud aproximada la del nm. 2
se han recogido dos lascas, gris una, y blan-
cuzca quizas calcinada la otra, ambas interio-
res y de seccion triangular.
Las respectivas A las figuras 3 y 4, lam. II,
y otra no dibujada parecida al nm. 4 son de
pequeas proporciones, longitud de 4, 5 y 6
centmetros, aquella de color blancuzco azu-
lado y las otras dos grises: el uso que de ellas
se hiciera indeterminable.
Hemos recogido muchos fragmentos de otras
y entre ellos tres que se corresponden, si bien
aun dejan incompleto el cuchillo que forma-
ban, al cual falta el extremo opuesto al de la
bulba de percusion; lasca interior de seccion
cuadrangular, notable por su bello color blan-
co plata y que entera hubiera sido un. hermo-
so ejemplar. Recuerdo haber leido en alguna
obra extranjera de respetable autoridad la
idea repetida con insistencia, de que el color
blanco lo adquieren estos objetos por estar
largo tiempo expuestos la intemperie sobre
la superficie de la tierra: esta y otras piezas
han estado desde que se pusieron ea la cueva
cubiertas por el detritus y despues por la capa
estalacmitica; en este caso el color debe atri-
buirse la calcinacion sufrida antes de sote-
4
LA CUEVA DEL TESORO
rrarlos, pues los dems ejemplares no han te-

nido esa decoloracion.
Deliberadamente he dejado para lo ltimo
el ocuparme de una lasca que primera vista
nada ofrece de particular, y examinada con
atencion presenta en ambos bordes un tra-
bajo notabilisimo: vase la fig. 5, lm.
En efecto, se nota en el filo izquierdo hacia
la parte inferior, y en el filo derecho en la
parte superior, marcados con las letras B, O
y D, unos rebajos que afectan las curvas per-
fectas de arcos de circunferencia; cmo se ha
ejecutado trabajo tan delicado y de tan suma
habilidad? Son posibles dos hiptesis: esa
forma es consecuencia imprevista de la apli-
cacion repetida del filo del instrumento la
elaboraclon de un objeto de relativa dureza
suficiente desgastar lentamente el filo del
pedernal, 6 ha sido producto de un acto re-
flexivo solicitado por la necesidad de esa for-
ma para determinado uso; y en este caso el
arco entrante de circunferencia se ha debido
obtener por medio de otro otros cuerpos un
tanto cilndricos de mas 6 menos dimetro,
frotando lenta y regularmente el filo de la
lasca.
Y bien pensado entiendo, juzgando en ge-
INSTRUMENTOS 27
l'eral y abstraccion hecha por el momento de

ese ejemplar y de otros, que el acto reflexivo
ha debido en este caso suceder . la observa-
clon del hecho impensado, y que una vez co-
nocido este pudo hacerse aplicacion del des-
cubrimiento a las piezas que lo exigieron se-
gun las necesidades manufactureras de aque-
llos hombres. Se comprende desde luego cuan
dificil es determinar en sefialados casos si una
lasca ha sido 6 no trabajada en esa forma de-
liberadamente; as, respecto al ejemplar n." 5
puede la opinion inclinarse creer que no se
quiso hacer un determinado instrumento,
atendido que los arcos B y C estan en un
borde y D por completo aislado en el otro,
pero repugno semejante presuncion en el caso
presen te.
El cuchillo, fig. 1, tiene uno de estos ar-
cos de circunferencia perfectamente marca-
do en el punto E, y otro mas dudoso 6 no
concluido en el punto F; cmo optar por una
otra opinion? Aisladamente considerados y
sin detenido exlmen pudiera creerse que eran
efectos de fracturas fortuitas, aunque posible-
mente naturales del pedernal; pero si bien
esto es imaginable siempre al primer golpe
de vista, toda duda desaparece ante el mag-
nfico ejemplar, que como el anterior reputo

indito y de que paso hablar.
Lijado)" .-Sierra?E1 insLrumento fig. 6,
Mm. III, acaba con toda duda, no es posible
ya la incertidumbre: muestra el filo opuesto
la bulba de percusion trabajado en toda
su longitud por once arcos contiguos, de los
cuales han desaparecido dos por la pequea
fractura, que se observa en el filo; las cuerdas
de estos arcos van disminuyendo de un extre-
mo al otro en la nroporcion de 6, 5 y medio, 5,
4 y 2 milmetros, y siguiendo la descripcion
de tan precioso como interesante ejemplar,
son de notar en los bordes de los dos lados en
contacto con los extremos del filo, otros dos
arcos G y G', que hacen simtrica esa parte
del instrumento, respecto al cual es ya impo-
sible dudar; la ejecucion es de todo punto de-
liberada, consciente.
A que uso lo dedicaban aquellos hombres
es punto de sumo inters para que en olvido
se deje. A primera vista parece una sierra,
si bien labrada en forma diferente los ejem-
plares hasta ahora encontrados en Europa,
puesto que los dientes no se han hecho por
pequeos golpes de talla, sino desgastando
por el frotamiento, lijando; pero luego me
INSTRUMENTOS 29
hizo dudar la idea de que era quizs mas na-

tural que los dientes se hubieran hecho, no
por medio de esos arcos de circunferencia,
sino por ngulos entrantes y salientes mas
menos irregulares, tarea menos dificil y ade-
mas de resultado mas semejante los dien-
tes de las sierras talladas, que deberian Im-
her servido de base ese adelanto en la elabo-
racion de tal clase de instrumentos.
Pero por otra parte sostenia mi prime-
ra idea el ejemplar fig. 7, lm. III. En efec-
to, este instrumento de tamaiio un poco me-
nor, obtenida la lasca por percusion, se ha
tallado por los lados de la }m'iba y por de-
trs hasta dejar la forma que tiene, y lo
mismo que la otra se ha trabajado por el filo
opuesto al cono de percusion, vindose en el
extremo izquierdo, punto H, uno de esos arcos
de circunferencia y de este extremo al otro ta-
llado en forma dentada 6 de sierra: nada mas
natural, pues, que pensar que todo el filo, co-
mo el de la fig. 6, estuvo labrado antes de
igual modo y que despues habindose roto
inutilizado, como prueba el hallarse esta par-
te del filo mas baja, el poseedor del instru-
mento se contentara por ser obra mas fcil
con tallarlo, pero con el propsito de seguir
utilizandolo como sierra. Cmo, sin, expli-

carse ese arco de circunferencia aislado en una
lasca tan semejante la del nm. 6?
Sin embargo, acerca de este ltimo ejem-
plar (nm. 6) creo que si ha podido utilizarse
como sierra, mas debi usarse como bjudor:
para corroborar esta idea se hace necesario
averiguar la existencia de objetos que requi-
riesen para su conclusion y ti que se pudiera
aplicar para lijarlos tal instrumento. Las fi-
guras nm. 24 al 28, Min. VI, representan in-
dudablemente algunos de esos objetos; estas
cuentas de collares, que son de dolomia, de
concha, de hueso 6 de serpentina, ofrecen su-
perficies curvas de mas 6 menos grueso, que
se adaptan perfectamente las curvas de dis-
tinto tamal de los arcos de circunferencia
del instrumento, que he denominado Ldor
porque su construccion para aplicarlo /ijar
esos adornos, despues de desbastados, es sin
duda alguna precisamente la adecuada.
En suma, sea que el instrumento haya ser-
vido para serrar, para lijar 6 para ambos usos,
es lo cierto que su forma es indudablemente
intencional y que se trata de un ejemplar, que
reputo tan interesante como nuevo 6 hasta
ahora desconocido.
INSTRUMENTOS 21
Pien,tas de ilecItc,s. .Prescindiendo de otros
ejemplares de que dar cuenta mas adelante,
las fig. 8 al 11, lam. III, dan idea de los tipos
de las distintas puntas de flechas encontradas
en la Cueva del Tesoro.
El n'un. 8 es una lasca obtenida por per-
cusion de un ncleo pequeo que vino
disminucion: todo su trabajo est, reducido
los golpes dados para sacar la lasca, en la cual
est perfectamente marcada la bulba de per-
cusion, lo dems es obra del tamao diminuto
del ncleo y del modo natural de fracturarse
el pedernal; su forma, pues, de hoja no es ar-
tificial. Del mismo color, una mas larga y an-
gosta y otra mas corta, hay otras dos, que
bien puede creerse sean procedentes del mis-
mo ncleo, y por ello que, s aquellos hombres
escogian pequeos ndulos para conseguir
esas puntas de flechas; que aprovechaban, y
es In mas verosmil, para la fabricacion de es-
tas armas los riones ya reducidos por la ex-
traccion precedente de mayores lascas desti-
nadas adoptables otros usos, como mas
adelante insistir.
El nm. 9, Mm. III, es una punta de fle-
cha . triangular; silex color blanco ligeramente
rosceo, opaco, tal vez calcinado y la fabrica-
cion del arma artificial: un fragmento de una

lasca cuchillo de seccion cuadrangular, se ha
regularizado para obtener la punta de flecha,
tallndolo transversalmente y formando asi
uno de los lados del tringulo imperfecto que
semeja la flecha, aunque considerada la figura
en rigor geomtrico es mas bien de un tra-
pecio. Tambien la base ha sido tallada, pero
no en lnea recta sino curva, de modo que
presenta una forma rudimentaria de las fle-
chas barbadas. Del mismo tamao y de otra
lasca seccion cuadrangular se ha encontrado
otro ejemplar, que solo varia en el color del
perdernal.
El nm. 10, lm. IH, est fabricado de la
misma manera y de otro fragmento semejan-
te: se diferencia en que es mas largo y menos
ancho: la curva que forma la base del trin-
gulo se inclina . y prolonga por uno de los ex-
tremos, lo que dit it la punta de flecha cierto
aspecto de semibarbada.
El nm. 11, ltim. III, es una punta de flecha
triangular barbada: bello y admirable ejem-
plar tallado presion, de forma elegante y
de la finura de la filigrana; nada tiene que
envidiar d los magnficos y raros ejemplares
qu se ban encontrado principalmente al
INSTRUMENTOS 33
norte de Europa, pues es un prodigio de la pa-
ciencia y de la habilidad de aquellos hombres
que aun cuando lo considerasen un rico orna-
mento dedicado solo al lujoso atavio del jefe y
no al uso frecuente, no podian siquiera soar
que llegara A ser objeto de admiracion para
inteligencias acostumbradas al grandioso es-
pectculo de las maravillas del arte y de la
industria, espectculo que ellos les haria
creer, si presenciarlo pudieran, que se encon-
traban entre los Dioses.
A los que tuvieron la habilidad de labrar
esa punta de flecha bien fcil hubiera sido ya
hacerla pedunculada; sin embargo, en la Cue-
va del Tesoro no se ha encontrado ninguna
con esa forma. Es que aun no se habla llega-
do concebir esa idea? Probablemente.
Se han encontrado otros pequeos instru-
mentos de los que la fig. 12, lm. IV, es el ti-
po mas regular, su longitud semejante la
de las puntas de flechas: todas presentan el
cono de percusion y trazas de haber sufrido
para obtenerlas varios golpes. Puede ser que
se hayan aplicado otros usos, pero creo que
son verdaderas puntas de flechas, por mas que
no afecten la forma general de esas armas:
ellas tienen parecido las antiguas flechas
24 LA CUEVA DEL fESOR
egipcias y semejanza con algunas de pedernal

encontradas en Dinamarca: un ejemplar ha
publicado Madsen y el grabado ha sido repro-
ducido por Evans, bajo el nm. 344 de su obra
sobre los Instrumentos de piedra de la Gran
Bretaa.
Respecto su forma se explica perfectamen-
te, pues era lo natural que aquellos salvajes
posiblemente guerreros, pero con toda segu-
ridad cazadores, habiendo necesidad de gran
nmero de flechas por Ja facilidad y frecuen-
Cia con que estas se extravian 6 inutilizan,
estuviesen en el caso de aprovechar todas
estas pequeas lascas, que sin necesidad de
adaptarlas una forma dada, podien utilizar
desde luego para flechas, sin mas trabajo que
extraerlas de los ncleos ya disminuidos e in-
tiles para obtener de ellos piezas de mayor ta-
mao y adaptables otros usos.
Taladros-Punzomes.Dos son los instru-
mentos de esta clase que hemos encontrado,
fig. 13 y 14, bam, IV: uno y otro han sido ob-
tenidos como acreditan las respectivas bulbas
por percusion, pero el primero fue tallado para
perfeccionar la punta por el lado convexo 6
exterior: estos instrumentos exigen imprescin-
diblemente para su uso ser montados en puos
INSTRUMENTOS 35
--
6 mangos de madera otra materia y son
iguales, salvas diferencias accidentales, los
dems encontrados en Europa.
Raedera, mspadera 6 rascador. .Prescin-
diendo de otro ejemplar roto y del cual no hay
para que hacer Mencion, la fig. 15, lam. IV,
da idea de uno de esos instrumentos segun los
salvajes de Torremolinos: lasca exterior, pues
una de sus facetas esta formada por la corte-
za del ndulo de que fu parte, es de seccion
cuadrangular en la mitad de su longitud, des-
pues pentagonal y por completo irregular en el
extremo exterior que corresponde al cono de
percusion, irregularidad debida las pequeas
lascas que se desprendieron por los varios gol-
pes que el artfice tuvo que aplicar hasta obte-
ner esta pieza. Este instrumento muestra se-
ales de haber servido, fuera para raer pieles,
raspar maderas 6 para otra operacion an-
loga.
Formon-Gubia . Correspondiente la pri-
mera clase de instrumentos solo se ha encon-
trado el ejemplar fig. 16, lam. IV, que se le
pueda dar ese nombre. Se trata de una lasca
en que se ve la bulba de percusion: el extremo
punta opuesta parece haber sido afilada en
forma de bisel por el lado de la faz exterior;
33 L CUEVA DEL TESORO
este filo tiene un desgaste que indica haber

servido.
Probablemente el pedazo de pedernal de que
se ha labrado el ejemplar que califico de gubia
tenia la forma aunque imperfecta de un pris-
ma cuadrangular: como se ve fig. 17, lin. V,
uno de sus extremos ha sido tallado por los
cuatro lados, adelgazando hasta dejar una pe-
quea superficie triangular en forma de bisel,
sin duda utilizando la base oblicua en que ter-
minaba por esta parte el prisma: de modo que
el corte del instrumento fue reducido cinco p.
seis milmetros, siendo de notar que el filo
resulta curvo, como el de nuestras gubias, por
la talla ejecutada sobre el lado del prisma que
no se v en la figura.
Todos los instrumentos y armas de silex
que be descrito eran seguramente fabricados
con los riones 6 ndulos de pedernal que las
inmediaciones de la Cueva suelen aun encon-
trarse en algunas fajas de arcilla A poca pro-
fundidad de la superficie del terreno y de los
cuales he visto algunos.
Iladta.Bajo este nombre en espaol y cal-
francs vienen comprendindose multitud
ten francs
de instrumentos de variadas formas, aunque
de un tipo comun ; y que todavia no se han su-
dB
INSTRUMENTOS 37
jetado ti una clasificacion generalmente reco-
nocida. El nico ejemplar de estos instrumen-
tos procedente de la Cueva del Tesoro est re-
presentado en su tamao natural por la fig.
18, han. V: una de sus fases mas convexa que
plana y por el contrario la otra mas plana que
convexa; sus lados son irregularmente redon-
deados; toda ella pulimentada, aunque en par-
te perdido el pulimento por la descomposicion
de la dimita: la seccion media es oblonga y la
particularidad que la distingue es que su cor-
te est hecho en forma de bisel, por lo cual
una de sus caras es de mas longitud que la
otra. Ese corte en bisel es circunstancia que
concurre en otros ejemplares que provenientes
de varios puntos de esta provincia he visto y
algunos de los cuales poseo: por lo dems la
manufactura es muy conocida.
Pudiera clasificarse este instrumento de una
pequea azuela, y para concluir debo hacer
constar, que este ejemplar fu encontrado por
Mr. George Clifton Pecket, vice-cnsul brit-
nico en Garrucha, el cual fu ti visitar la Cue-
va con D. Eduardo Palanca y otras personas.
i
III
IV
ADORNOS
No se olvidaron los salvajes de Torremoli-

nos, pues es tendencia ingnita en el hombre,
de ataviarse con las joyas que su primitiva
industria alcanzaba elaborar: como testimo-
nio de su ostentacion nos quedan restos de co-
llares y brazaletes, y un anillo de hueso que
estimo como ejemplar verdaderamente raro.
Las primeras materias de que se han labra-
do estas joyas, en aquella ignota poca primo-
rosas y delicadas obras del arte, satisfiiccion
de la vanidad de sus (limeos, objeto de envidia
de los que con ellas no se engalanaban y para
nosotros muestras de una incipiente civiliza-
cion, pero que revelan la vez la paciencia y
la habilidad del salvaje, fueron val vas de mo-
1
luscos, piedra y hueso, aunque este en escasas

proporciones.
Collares .Las cuentas perlas que estos
adornos formaban ensartadas sin duda en
cuerdas de tripas de animales de filamentos
vegetales, son de varias figuras y de diversas
materias que ir examinando separadamente.
Tubos, fig. 19, lm. VI, formados por trozos
de Dentalium el .,,p1tantinum: este Antalium
se encuentra abundantemente entre los nume-
rosos fsiles que encierra el famoso barro azul
de los Tejares inmediatos esta ciudad corres-
pondiente al periodo plioceno y aun quizs al
miceno: no obedece esta indicacion al pensa-
miento de pretender deducir de ella una mas
remota antigedad de los hombres que utili-
zaron los tubos de ese molusco para construir
sus collares, pues este dato insignificante, no
podia por si solo ser suficiente para aventurar
no ya la deduccion, sino que ni aun la sospe-
cha del hombre terciario en Torremolinos.
Entiendo, por el contrario, que ese molusco
subsisti en nuestros mares hasta el . periodo
posplioceno, porque el trnsito de uno otro
periodo geolgico, ya segun la division adop-
tada actualmente por la ciencia, ya con suje-
clon cualquiera que est llamada estable-
ADOILNOS 41
cerse en lo futuro, no se ha verificado . de golpe
de una vez sin ,gradacion: ha debido existir
entre periodo y perodo una transicion dilata-
da y duradera, y asi se explica que los salva-
jes de Torremolinos pudieran disponer de esos
moluscos, era en playas de tiempo abandona-
das por el mar, ora en las arenas que este aun
batiera y que los desnudos y endurecidos pies
de aquellos hombres hollaban, buscando esas
para ellos inestimables riquezas.
Estos ejemplares, nicos aprovechados en
su estado natural, han sido muy rodados por
las olas y han perdido por consecuencia casi
todos completamente, y los que no apenas las
conservan distinguibles, sus facetas y estras
caractersticas y tambien las aristas que al
quebrarse debieron producirse en los bordes de
sus trozos, sin que suponerse pueda que han
sido rodados en el interior de la cueva, no solo
porque estos tubos estn horadados por las per-
foraciones microscpicas de los lithofagos ,
sino porque ninguno de los otros objetos mues-
tra, como ya antes he apuntado, indicios de
desgaste alguno ocasionado por el movimien-
to de las aguas. Estos trozos de tubos de den-
talium no han sido modificados por la mano
humana; aquellos hombres se servian de ellos
ti
L_
Mnlb
42 LA CUEVA DEL TES0110
tal corno los encontraban; ni aun se ocuparon

de regularizar el borde desigual de sus orifi-
cios, cosa tan fcil para los que construyeron
los delicados y pequeos adornos de que paso
ocuparme.
Discos obtenidos de pedazos de valvas de
moluscos, fig. 20, lm. VI, en los cuales se v
que para hacerlos se ha desgastado la forma
exterior mas menos acanalada estriada de
las valvas, no sin embargo tanto que no se
perciba, si bien no lo suficiente para poder
precisar con certeza el molusco que aquellas
pudieran corresponder.
Mi primera impresion A la vista de estas
pequeas piezas discoides fu la de que ha-
bien sido cortadas de tubos de dentalium;
pero un exmen mas atento bien pronto vino
persuadirme de que no habian sido jams
parte de ese molusco. En efecto, vista una de
sus partes planas A travs de una sencilla len-
te se nota con suma claridad que la estructura
fsico-orgnica no es por capas como en el
dentalizon, sino en muy distinto sentido,
pues se observan fajas mas menos parale-
las y de igual contextura en la forma y dispo-
sicion que ilustra la fig. 20, letra J, lm. VI,
con aumento de cuatro dimetros.
Al
ADOlt NOS 43
Estas fajas cortadas bruscamente por el

limite circular de los discos revelan que estos
han sido partes integrantes de piezas mayores,
indudablemente de valvas pur lo menos de
regular tamao, y que yo creo ser correspon-
dientes en cuanto varios de los discos h algun
pecten, por la identidad que existe en el para-
lelismo y movimiento de ondulacion que se
nota en las indicadas piezas y en la valva del
pecten.
Este debi tener cierta importancia los
ojos de los hombres de aquella poca que ha-
bitaban este litoral, pues se han encontrado,
entre otros objetos rrehistricos, varias val-
vas colocadas con cierta regularidad en la fa-
mosa cueva del Hi,gueron, situada en el can-
tal mas all de la Cala, revuelta y trastornada
por los trabajos titnicos del inolvidable iluso
conocido por el Suizo, que en ella vivid mas
de treinta aos buscando el tesoro de los cinco
reyes nri ros de que hablan las Conversaciones
Malagueas, y donde al fin perdi la vida des-
irozndole, segun pudo inquirirse, la explo-
sion de un barreno.
Por la faz opuesta la que presenta las re-
feridas fajas, estas no existen, lo cual prueba
que la superficie que muestra aquellas, aun-
que desgastadas por el trabajo del operador,

corresponde la externa convexa de la val-
va y la otra la superficie interna.
Comparando el grueso excepcional de dos
milmetros de algunos de estos discos con el
de las valvas aun de los mayores pectens ac-
tuales que se encuentran en esta costa, apare-
ce imposible, pues son mas delgadas, que de
tales valvas se hayan hecho esos adornos;
pero si la comparacion se hace con valvas de
los pectens grandes del perodo posplioceno
que en estos contornos se suelen ver desapare-
ce esa dificultad.
Creo que otros discos provienen de las val-
vas del cardium porque las fajas no guardan
entre s paralelismo, sino que manifiestamente
divergen.
El taladro de esas cuentas es como en las
dems que he de examinar artificial y hecho
de uno y otro lado, lo que comprueba que los
discos eran antes de horadados piezas macizas
y que no pueden corresponder al tubo de nin-
gun molusco y menos del deiitaliitin, porque
en tal caso los taladros sobre ser naturales
hubieran sido de mucho mas dimetro y mu-
cho menos el grueso de tan diminutas anillas.
En frente de las consideraciones expuestas

ADOnNOS 45
solo se levanta una objecion y es, cmo ha

podido la tosca mano de hombres tan rudos der
los discos una figura circular tan perfecta?
Aparte de que los taladros son tambien cir-
cuuferencias correctas y ciertamente artificia-
les, mas adelante hemos de ver brazaletes
pulseras de piedras trabajadas con igual per-
feccion; por lo dems, las secciones de tubos de
moluscos son por naturaleza mas irregulares,
y por consecuencia hay que admitir la correc-
cima de lineas de esos discos como un ejemplo
mas de la habil3dad de aquellos hombres, que
solo con la paciewia peculiar del salvaje po-
dan perfeccionar hasta un punto tan admira-
ble, dados sus escasos recursos, las obras de su
primitivo arte; si bien este revela ya un mar-
cado adelanto relativamente al estado anterior
del hombre.
La fig. 21, lAin. VI, representa una cuenta
que debi formar parte del collar en que fue-
ron engarzados los discos y por ello la consi-
dero uno de tantos, si bien lo hace diferenciar
mucho la circunstancia de su altura que llega
4 112 milmetros. Este. trozo de cilindro (su
forma en realidad es de un barrilito) hecho
no dudar de la valva de un molusco que no
Considero posible determinar, ha sido horadado
46 LA CUEVA DEL TESO=
por ambos extremos y el taladro ofrece rastros

muy sealados del movimiento cut circular
del instrumento con que manipul el artfice.
Ovalos. Estas piezas, fig. 22 y 23, lm. VI,
cuya longitud mxima es de 22 milmetros y
la mnima de 12, han sido tambien formadas
de valvas de varios moluscos. La cuenta co-
rrespondiente A la fig. 22 es por iguales con-
sideraciones A las anteriormente expuestas de
la valva de un Cnrdiunz; la respectiva A la fig.
23 creo que ha sido parte de la valva de un
Pednculo, tan frecuente hoy en estas pla-
yas. De los otros ovalos hay algunos ejempla-
res que corresponden A valvas de otras con-
chas, pero que no acierto por hoy designar.
Lerimas. Las formas de las cuentas de que
presento como tipo las figs. 24 al 28, Mm. VI,
me parece que justifican el nombre que les he
asignado: es la forma de la cual han sido mas
numerosas las piezas encontradas, y las mate-
rias de que se han labrado son concha, piedra
y hues
Varias son las valvas de que se valieron
aquellos hombres para labrar las bgrimas cu-
yo tipo es la fig. 24, Um. VI, entre esas val-
vas se puede reconocer la de una Vnus y la
de un Per:Milete-1Q. En algunas lgrimas se
-11

ADOR:NOS 47
notan los dientes de engaste de las valvas y
otras son parte de la extremidad del nactes.
Estas cuentas son las que afectan una forma
de lgrima mas irregular imperfecta hasta
venir A confundirse en la figura de valos dis-
cides mas menos prolongadas.
No asi las hechas de doloma, seguramente
de la que se encuentra en la inmediata Sierra
de Mijas; estas presentan ya un trabajo Mas
acabado y una forma de lgrima mas regular,
fig. 25, lm. VI. Entre estas hay una de for-
ma excepcional, fig. 26, lm. VI, que si no es
comienzo remate del collar, A lo cual me in-
clino, no puede considerarse otra cosa que ca-
pricho del artista.
Las de dibujo mas correcto son las de ser-
pentina, fig. 27, lm. VI, (le las cuales solo
se han encontrado cuatro y un fragmento de
otra.
En menos proporcion son las de hueso,
28, lm. VI, pues de ellas solo hemos obteni-
do dos: A mi ver estas han sido labradas de
colmillos de jabal, aprovechando las extremi-
dades probablemente de los superiores: se ve
en ellos el conducto (5 canal dentario.
Por ltimo se han encontrado hasta tres
cuentas, forma de lgrima. que estn sin tala-
- --
drar y mi entender sin concluir, pues pre-
sentan perfectamente determinadas las face-
tas que para desvastarlos dej el asperon con
que se trabajaron y las huellas estrias de la
accion de este. Lo que no puede explicarme es
como estando sin, concluir se encontraban en
la cueva.i,Serian testimonio de la supersticiosa
piedad salvaje para con sus amigos parien-
tes difuntos?
Los tres ejemplares aludidos dan luz sobra-
da para precisar la mano de obra de aquellos
artfices. Es indudable que obtenido el frag-
mento informe de concha 6 doloma, de hueso
serpentina, lo desgastaban por medio de un
asperon fino del cual encontr en el detritus
vaciado fuera de la caverna un pedazo con
evidentes seales de haber servido: en las fa-
cetas de las piezas que reputo sin acabar se
distinguen perfectamente las estrias parale-
las, que en cada una dej el asperon y que for-
man ngulos mas 6 menos agudos con las de
las facetas inmediatas. Una vez configuradas
las cuentas se lijaban con ayuda del instru-
mento anteriormente descrito bajo el nombre
de lijador otro semejante, y finalmente se ho-
radaban con los punzones de que he hablado:
estos taladres se hacian perforando por ambos

ADORNOS 49
lados de la cuenta, pues en la mayor parte de

ellas se observa el movimiento contrario
Opuesto del instrumento que para el objeto se
US. La ltima operacion con que se daba por
concluida la elaboracion de estos adornos era
la de pulirlos, lo que se hace muy bien con la
superficie lisa de cualquier pieza de pedernal
como la reseada bajo el nm. 2.
Queda aun pendiente un punto que diluci -
dar, cual es, si los collares se formaban de
Cuentas de la misma figura entraban en su
composicion cuentas de distintas formas.
Si en la cueva del Tesoro hubiera ocurrido,
por ejemplo, como en la sepultura de la de Au.;
ringac en la grava de A.miens, que se encon-
traron, all discos tambien de conchas un poco
mas grandes que los descritos, aqu pequeos
cuervos globulares fsiles, y en una y otra
parte cuentas de igual forma, la solucion ven-
dria impuesta por la misma ndole del hallaz-
go; pero nuestras cuentas son de diversa figu-
ra y esta circunstancia es la que da, lugar
duda. Es lo naturalmmte lgico pensar que
los primeros collares con los cuales se adorn
el hombre serian uniformes, p g r cuanto la
inteligencia empieza pr lo mas simple para
pasar lo compuesto; pero, por otra parte,
7
la circunstancia de que los adornos de la

misma clase se han encontrado inmediatos, la
gran desproporcion numrica entre los de hue-
so y los de serpentina con los de concha y de
doloma y el tratarse de gentes capaces de
labrar tan diversos objetos para una misma
aplieacion, puede dar lugar zi suponer que es-
tos collares se formaban con cuentas quizs de
todas las variedades encontradas. Me atrae la
opinion contraria, si bien no la afirmo en defi-
nitiva; pues presumiendo que los cadveres
yacentes en el lodo de la cueva estuvieron
sentados, y habiendo bien pronto de romperse
la cuerda de los collares, tanto por la accion
de la humedad como de la putrAfaccion, las
cuentas se desprenderian de golpe exparcin-
dose a, mas 6 menos distancia y, pues esta no
la labia apenas entre los cadveres, mezcln-
dose unas con otras las de distintos collares;
as se esplica que al rededor i en contacto
con los crneos se encontraban en escaso n-
mero. Por otra parte, las de hueso y de ser-
pentina son tambien de figura de lagrimas
aunque sea diversa la materia, y por ltimo,
en hallazgos de una poca correlativa y aun
posterior se ven collares uniformes: solo cita-
r a este objeto el collar fig. 37 8 de la citada
ADORNOS 51 -2
' _f) 5;"
obra de Evans, precisamente porque sus cuea"---...

las discides hechas de azabache parecen fa-
bricadas por el mismo patron que nuestros
discos, y sin embargo aquellas corresponden
in edad de bronce.
Despues de escrito esto me ha enseriado
D. Manuel Diaz Morales doce lagrimas de
concha, de igual estilo y fabricacion, proce-
dentes de Almeria y que recibi de manos del
Brigadier de Artilleria D. Federico Varela,
al cual con orPa.s muchos le fueron entrega-
das por un trabajador minero, sin que el seor
Diaz recuerde mas detalles. Es lcito, pues,
deducir que ellas son de la misma poca y de
uso generalizado en este litoral de Andalucia
y que formando un collar este era de cuentas
de la misma figura.
Fcilmente se forma idea de un collar he-
cho con los tubos de denfaliwn con los dis-
cos; pero no asi con las lagrimas y mas aun si
estas son las de doloma, que estn mejor con-
cluidas y por ello se combinan de un modo que
sorprende agradablemente, resultando una
joya de inesperada belleza como puede verse
en la fig. 29, lam. VI.
Muchas de las lgrimas de doloma y aun
algunas de las otras aparecen manchadas de
LA CUEVA DEL TESORO
rojo y sobre si han sido teidas antes de ha-

llarse en la cueva 6 despues de soterradas di-
r algo al hablar de la cermica.
Brozaletes.Seis fragmentos de cinco pul-
seras son los Unicos restos que se han podido
recoger de tan preciosos adornos, dos de dolo
ma blanca, dos de doloma cuasi negra y uno
de pizarra. Estos brazaletes han debido ser
circulares, puesto que todos los puntos de los
arcos formados por las lneas interior y exte-
rior de los bordes de los fragmentos, coinciden
con los de otras tantas circunferencias si bien
no con una exactitud matemtica, que al fin
obras son de la mano del hombre y del hom-
bre inculto. Como el dibujo ilustra mas pron-
to y mejor que las descripciones, represento
los mencionados fragmentos del tamao natu-
ral en las figs. 30 al 34, lm. VII, acompa-
findolos de sus respectivas secciones vertica-
les y me limito llamar la atencion sobre al-
gunas particularidades de los mismos.
Por el Orden de las respectivas figuras el
dimetro interior medio correspondiente ca-
da tina de esos aros es, salvo aignn pequeo
error, de 64, 72, 80, 80 y 83 milmetros. He
dicho dimetro medio porque estos brazaletes
eran con6ideos; esta circunstancia se com-
-Ab
ADORNOS 53
prueba ciertamente en los fragmentos fig. 30,

33 y 34, siendo de notar que la diferencia en-
tre la circunferencia superior y la inferior,
suponiendo el aro colocado sobre la de mayor
dimetro, es en los tres precisamente de 2 mi-
lmetros por radio 6 sean 4 por dimetro, par-
ticularidad que no deja de llamar la atencion
aunque sea casual.
Joyas de gran estima debieron ser, no ya
por la materia de que estn hechas, sino por
el trabajo invertido en labrarlas aunque la
piedra sea de poca consistencia: ha sido preci-
so horad...r un pedazo de una tabla de doloma
6 pizarra al efecto ya preparado, cuyo grueso
gira entre dos tres centmetros: despues
desgastar, para ensancharlo, el taladro hasta.
obtener la anchura interior apetecida, al par
que contornear el exterior dndole la forma
circular, y ltimamente perfeccionar el ador-
no por medio del asperen. quedando las rayas
consiguientes sa uso claramentente visibles
y perpendiculares las circunferencias de los
bordes de los brazaletes por la parte interior, y
paralelas las mismas circunferencias por el
lado exterior, circunstancias que ensean como
y en que direcciones se hizo uso del asperon.
El brazalete fig. 30, lm. VII, est
tado: es el nico del cual se han encontrado

dos fragmentos que casualmente se correspon-
den, y como uno de ellos se halla aun por las
superficies de fractura completamente cubierto
de una capa de carbonato de cal, que por si-
tios afecta la forma de agrupadas eflorecen-
cias, sobre todo en una de las fracturas, es
evidente que su rotura se verific de antiguo
y en la cueva, donde lo encontr; explicndose
que el otro fragmento no tenga esa cubierta,
porque se bailaba en el detritus arrojado fuera
de la caverna y ha sufrido por efectos del tras-
porte choques que han hecho la capa des-
prenderse, si bien quedan aun seales de su
existencia.
El brazalete fig. 31, lm. VII, aparece te-
1-lid como las lgrimas de .doloinia y volvien-
do diferir el examen de este punto para mas
adelante, concluir este particular preguntan-
do, esos adornos eran vira uso de las hem -
bras 6 de los varones? Sabido es que en los pue-
blos salvajes se adornan lo 3 hombre tanto 6
mas que las mujeres 6 solamente ellos; pues
bien, si es legitima la deduccion que puede
sacarse de las diferencias de los dimetros de
estos brazaletes, es de creer que entre aque-
llas gentes hembras y varones usaban estas
3k,
ADOUNOS 55
alhajas, puesto que la anchura de un dime-

tro de 64 milmetros es bien estrecha para que
por ella pueda pasar la mano de un hombre y
menos la embastecida de un salvaje; en tanto
que por una circunferencia cuyo dimetro al-
canza 80 mas milmetros bien puede atreve-,
sar la mano de un hombre: par lo dems, re-
pugno toda idea de que estos objetos hayan te-
nido otra aplicacion.
Anillo.Este precioso y que considero rar-
simo ejemplar, pues no tengo noticias de ha-
berse verificado otro hallazgo semejante en
los descubrimiento3 y exploraciones relativas
esta poca prehistrba, es de hueso puli-
mentado al exterior; A su vez el interior co-
rrespondiente al del hueso de que se form, si
bien se ven aun restos, ha sido desembaraza-
do del tejido diploe para dar conveniente en-
trada al (ledo, notndose en los puntos mas
salientes el pulimento especial del uso. Fig.
35, lm. VII.
Al descubrirlo le caus una pequea rotu-
ra, pues se hallaba sumamente reblandecido.
tanto, que al perder la humedad y endurecer-
se se ha grietado. Su forma en conjunto es de
lgrima, del mismo estilo que las cuentas de
collar. i3 Obedecia esa figdra alguna supers-
lak
ot 8 LA CUEVA DEL TES0110
ticion de aquellas gentes? Era producida sim-

plemente por capricho? Tenia algun valor con-
vencional en virtud del cual constitnia un dis-
tintivo? Las cosas mas insignificantes moti-
van entre los salvajes asuntos de gran mon-
ta en los cuales entra siempre por mucho un
espritu de supersticion, principalmente en
cuanto hace las costumbres: esa repeticion
de forma ea adornos de tan distinta indole y
especialmente en un anillo, adorno que, sin
P5' de los tiempos histricos, ha sido siem-
pre en la antigedad y mas cuanto mas remo-
ta, un smbolo de autoridad 6 excelencia de
la persona, me inclina ti creer que esa figura
implicaba una singular importancia en que
liana su papel la supersticion, esa compaera
inseparable de los pueblos primitivos ; y que
el anillo fue probablemente insignia de algun
jefe 6 personaje. De que hueso fu hecha esa
joya no es posible adivinarlo: por lo dems
visto en el dedo o:rece un aspecto relativa-
mente elegante.
Collares, brazaletes, anillos, he aqu los
adornos que hasta ahora se conozca usaban
los salvajes de Torremolinos; cuantos millares
de aos han trascurrido y cuanto progreso se
ha obtenido en las artes para que esas pren-

ADORNOS 57
das entonces de inestimable mrito vengan

it ser objetos despreciables por su valor in-
trnseco y artstico; pero de inmensa vala
para el estudio de las costumbres industria
de aquellos hombres, cuya memoria estaba
perdida no solo entre nosotros, sino segura-
mente entre los mas antiguos pueblos hist-
ricos que ocuparon estas costas!
.41111111111n
...
___Al
CERMICA
Los restos encontrados prueban que la alfa-

rera era conocida entre los hombres antehis-
tricos de Torremolinos: con no poco cuidado
y trabajo se ha podido al fin de las exploracio-
nes extraer un ejemplar entero; los denlas son
fragmentos de los vasos rotos por los busca-
dores del tesoro p3r la presion sobre ellos
ejercida en el interior de la cueva, accidente
fcil por la poca dureza y tosca fabricacion de
esas vasijas, y que est, comprobado por el he-
cho de estar muchos de esos fragmentos cu-
biertos por el borde de las fracturas con una
capa de carbonato de cal cristalizado, que se-
gun ya he indicado mide en algunos mas de
un milmetro de grueso,
LA CUEVA DEL TESORO
La materia de que estas vasijas estn fabri-

cadas es arcilla mezclada con alguna- arena y
con pequeos granos de cuarzo, cuya abun-
dancia revela haber sido introducidos con la
intencion de evitar que los vasos al desecarse
se grietearan. La cochura es en general muy
imperfecta y hecha seguramente al aire libre,
puesto que el color de los vasos vara desde el
negro al rojo plido y en un solo ejemplar se
ven distintos matices, segun fu mas (5 menos
enrgica la accion del fuego por este aquel
lado: por regla general al interior son mas os-
curos, hasta negros. Tratada la pasta por los
cidos se nota en todos mas menos efer-
vescencia y es blanda hasta rayarse con la
ua.
La fabricacion de esas obras de cermica es
t mano; los artfices desconocian la rueda del
alfarero; la manufactura por consecuencia es
grosera: alguna vasija ha sido afinada puli-
da tanto al interior como al exterior, notando-
se las huellas del medio instrumento de que
el obrero se vali). La ornamentacion silo se
ve en un ejemplar y es de la mas sencilla. La
anchura, altura y capacidad de estos vasos es
variada: en las figuras vit indicada la propor-
c 1011 de los dibujos con rehteion al clculo,
CERMICA 61
nunca exacto pero si aproximado, que he he-

cho de la mfignitud de esas vasijas fabricadas
por los primitivos alfareros malagueos, re-
motos predecesores de los que construyeron et
famoso jarron de la Alhambra, del que hace
pocos aos se vienen haciendo no menos famo-
sas imitaciones.
Las formas que he podido determinar mas
menos aproximadamente son cuatro de que
pueden dar idea los dibujos, figs. 33 al 39,
!t rn. VII. Advierto que usar en su sentido ge-
nrico de la palabra vaso, porque no encuen-
tro aceptables hasta hoy las clasificaciones de
la cermica prehistrica por la dificultad de
saber el uso it que se dedicaban las vasijas,
que yo creo seria vario, a excepcion de las
urnas cinerarias cuyo contenido las clasifica,
no obstante que se aplicaran otros fines.
Fig. 33, hin]. VII. Vaso bajo y de pequeas
dimensiones. El fragmento dibujado, com-
puesto de tres pedazos. como otros que son
indudablemente del mismo ejemplar y no se
corresponden, ostenta una gruesa cubierta de
eflorescencias de carbonato de cal.
Fig. 37, hin). VIII. Vaso de doble altura
igual anchura; fragmento compuesto de cua-
tro piezas,
Hay otros fragmentos correspondientes it

los bordes de otras vasijas y que revelan ha-
ber sido estas de semejante forma, pero de ma-
yor anchura.
Fig. 38, lm. VIII, representa un fragmen-
to en que se v un asa; esta ha sido formada
por un saledizo que semeja un medio crculo
como adherido por su dimetro la pared del
vaso. A ser solo este ejemplar y olvidando que
para formar juicio, siquiera sea aproximati-
vo, se necesita examinar muchos, pudiera su-
ponerse que los salvajes de Torremolinos des-
conocian las verdaderas asas; pero no es as,
y aparte de otro fragmento que tiene una, el
anfora de la cual he hecho antes referencia
presenta tres. De la vasija que corresponde
el fragmento de que vengo ocupndome ten-
go otro pedazo, ambos contienen, aunque sin
complementarse, parte del borde de la boca,
cuyo dimetro puede suponerse de 220 mil-
metros; pero como esta ltima pieza, larga de
85 milmetros relativos la altura de la vasi-
ja, es recta, no he podido configurar esta, que-
dndome reducido a conjeturar que el vaso
era cilndrico. El alfarerero puli afin su
obra, segun puede presurnirse por la 3 huellas
de su trabajo, con algun instrumento de 'Tia-
cErtfixicA 63
dera por el estilo quizs de los palillos de mo-
delar que usan nuestros escultores.
Fig. 39, Min. VIL Anfora de grandes pro-
porciones relati vamente hablando; hermoso
ejemplar ornamentado con agradable senci-
llez. Se encontr indudablemente en la misma
posicion, la adecuada, en que fue aquel remo-
to dia colocado: junto labia uii crneo frac-
turado incompleto: por uno de los lados es-
taba el nfora un poco soldada la estalacti-
ta; una de las ralees de la higuera, que por
fuera de la cueva arroja sus dulces frutos sa-
zonados por una savia impregnada de la sus-
tancia de los cadveres de aquellos salvajes,
labia penetrado traves del caldillo hasta el
interior del vaso adhirindose por centenares
de raicillas.
La forma de este nfora es del mismo estilo
que la cermica proveniente de la cueva del
Iligueron, de que ya he hecho referencia; los
tres ejemplares que poseo los debo a, la ama-.
bilidad de D. Ateneodoro Muoz; uno de ellos
por cierto notabilsirno, es un precioso vaso
para perfumes de 6 centmetros de altura y
decorado por tres bandas de rayas cruzadas:
otro es igual al nfora de T orremolinos y lle-
va tambien tres asas colocadas en tringulo, si
LA CUEVA DEL TESORO
bien es mas pequeo y carece de ornamenta-

clon. El adorno de la encontrada en la cueva
del Tesoro es bien modesto: en las asas an-
chas de cinco centmetros, una vez adheridas
por la parte baja, se ha estirado la masa pa-
ra adaptarla por el otro extremo y se han for-
mado tres cuatro dentellonei sin cuidarse
de igualar las distancias intermedias: desde
el punto de insercion de un asa al de otra se
ha sobrepuesto un filete 6 moldura de un poco
mas de un centmetro de grueso, y peque-
os trechos se le ha impreso no dudar la
ua del alfarero, imitando as toscamente una
cuerda torcida de dos cabos. La boca es re-
donda al interior, pero exteriormente presen-
ta la figura de un heptgono de lados des-
iguales y en el vrtice exterior de cada ngu- 1
lo se ve una pequea bulba. La coc,cion de
esta vasija fu un poco mas igual.
El detritus de la cueva cubra toda el n-
fora y la habla rellenado por completo: reti-
rado el que la tenia soterrada, se hizo nece-
sario extraer el que dentro contenia, pues era
inminente el riesgo de que se quebrara dada
la blandura de la pasta, las grietas de origen
que se le notaron y el peso que encerraba:
procedimos la operacion, y encontramos al
CERMICA 65
terminarla que el fondo del nfora estaba lleno
de una sustancia que fu preciso quebrantar y
la cual sali parte pulverizada, parte en terro-
nes de diversa magnitud.
Antes de estudiar este inesperado hallazgo
llamar la atencion sobre un pequeo, pero
interesante detalle. Envuelto en esa materia
sali uno de los pequeos discos de que me he
ocupado al hablar de los adornos: es evidente
que el disco penetr en el nfora antes que el
detritus de la cueva subiendo de nivel y por
otras causas viniera introducirse en el vaso,
y como no hay razon para creer que la intro-
duccion aislada de ese adorno fuera intencio-
nal y por la parte inmediata exterior la va-
sija encontr el Sr. Palanca otros, es lo vero-
smil pensar que ese disco ensartado en el co-
llar que llevaba al cuello el cadver mas cer-
cano, correspondiente sin duda al crneo ya
indicado, se encontraba mas altura que la
boca del nfora, circunstancia que solo puede
explicarse por estar el cadver sentado y por la
cual al romperse la cuerda del collar y disper-
sarse sus cuentas, una de ellas vino por ca-
sualidad 11 caer dentro del nfora. Puede,
pues, estimarse este accidente como un indi-
cio importante favor de la posicion en que
9
be de considerar fueron colocados los cadve-

res, y como una prueba mas de lo que dejo
dicho respecto los collares y que explica
corno han podido encontrarse mezcladas cuen-
tas de distintas formas, no obstante que aque-
llos estuvieran hechos de las de una misma
figura.
Volviendo la materia que ocupaba el fon-
do del nfora, ella es de color rojo oscuro con
algunos tonos grises, no metlica, su polvo
rojo moreno, su densidad aproximada 5 y por
ello es evidente que se trata de un xido de
hierro.
En un tmulo, si as puede llamarse, des-
cubierto en las cercanas de Cabra, en el cual
concurre la circunstancia que considero rara,
por no serme conocido otro caso semejante, de
que en vez de ser una sala formada por gran-
des bloques como todos los monumentos me-
galticos y cubierta de un montculo, es una
bveda escavada en una arenisca, las paredes
estn teidas con rojo bermellon natural, sea
de plomo 6 de cinabrio, segun los detalles y
las muestras que me ha facilitado mi amigo el
ingeniero 1). Jos Sancha: dicho tmulo des-
cubierto casualmente y en el cual se encon-
traron gran nmero de cuchillos de silex
CERMICA 67
algunas hachas pulimentadas de gran tamao
corresponde sin duda la mas avanzada po-
ca neoltica.
Esa materia depositada en el nfora por
aquellos remotsimos moradores de Torremo-
linos estaba destinada t un uso semejante? Se
nota, segun ya he indicado, en las cuentas de
doloma y en un fragmento de brazalete man-
chas rojas de xido de hierro: son restos de
pintura con que se decoraran esos adornos?
Creo que no. Esas manchas no reunen carac-
tres que revelen la accion humana; muchas
de las lgrimas no tienen la mas pequea se-
al de haber estado coloradas; por otra par-
te en otros objetos sucede lo mismo, esto es;
que unos estn y otros no; ninguno de los tu-
bos de dentalium aparecen sealados al exte-
rior y, sin embargo, interiormente alguno tie-
ne visos del color y uno est casi teido; de
las dos lgrimas de hueso una tiene grietas al
travs de las cuales se propaga al interior del
objeto el tinte rojo, grietas que seguramente
no existirian al trabajar el hueso que estaria
compacto: estas y otras circunstancias me ha-
cen resistir la idea de un tinte artificial y
creer que esas manchas provienen de las ac-
ciones qumicas desenvueltas en el yacimien-
to especial en que por miles de aos se han

encontrado unos y otros objetos, aunque todos
hayan estado soterrados en la cueva.
No obstante, mi parecer es que esa sustan-
cia la dedicaban aquellos hombres tintar.
He hecho una prueba con un pedazo de tejido
flojo de lana y ha quedada teido; reconozco
que el color no sera muy permanente, pero en
la actualidad hay tintes que no son mas dura-
deros ni de mas persistencia, y no debe olvi-
darse que nos referimos hombres salvajes
cuya industria no podia hallarse sino en esta-
do embrionario; por otra parte, lo natural es
que el arte de teir empezara por ser bien
imperfecto y grosero, utilizando para sus ma-
nipulaciones los ocres y otros minerales terro-
sos en el mismo estado en que exponteinea-
mente los brinda la naturaleza al hombre. De
otra suerte, qu atribuir la existencia de
ese mineral en el nfora? Es por demits cono-
cido que casi todos los pueblos salvajes no solo
tien las cosas, sino que hombres y mujeres se
pintorrean las carnes dando estas pinturas
grandsima importancia.
En resumen, los salvajes de Torremolinos
no solo eran alfareros, sino que conocan la
cordelera, puesto que imitaban como adornos
CERMICA 69
de sus vasijas, la cuerda y, por otra parte, ha-

bian de usarla para sus collares y para suje-
tar las puntas de flechas; y como de la cuerda
al tejido no media mucha distancia, puede
presumirse que ya mas menos tejian y tal
vez que teftian sus tejidos otros objetos, sino
sus propios cuerpos, atendido que usaban de
materias de las cuales es bien dificil concebir
hicieran otra aplicacion que no fuera colorar.
r- -
VI
HUESOS ANIMALES
Algunos han sido encontrados y entre esos

solo han podido lograrse tiles para el estu-
dio cuatro, los dems muy deteriorados casi
destruidos apenas dan idea de lo que fueron:
varios fragmentos, que no se corresponden,
ofrecen motivo sospechar la existencia de
un crneo. A que animal perteneci es posible
conjeturarlo, pues es de presumir que l co-
rrespondieran los cuatro dientes tiles recogi-
dos y que, salva mas acertada clasificacion, son
dos muelas, un incisivo y un colmillo de jaba-
8V8 scrofa ferus, todos pertenecientes A
la mandbula superior izquierda del animal.
He atribuido al cerdo silvestre y no al do-
LA CUEVA DEL TESORO
mstico estos dientes por las siguientes con-

sideraciones.
Segun Lubboch el cerdo domstico se en-
cuentra por la primera vez en los villajes la-
custres de Suiza. Vogt dice que no se le halla
durante la mayor parte del periodo de la edad
de piedra sino en estado salvaje y que sola-
mente en Concisa, estacion lacustre estableci-
da sobre el lago Neurchatel, donde la civili-
zacion de la edad de piedra alcanz el mas
alto grado de desarrollo, se han encontrado
restos de la domesticidad del jabal. El pro-
fesor Riitimeyer, que tan detenidamente ha
estudiado los restos orgnicos de las habita-
ciones lacustres, no cree que el jabal haya
sido sujeto la domesticidad por los habitan-
tes de Suiza, sino que los restos encontrados
en Concisa son procedentes de una raza de
cerdos domsticos importada durante la edad
del bronce. Lyell acepta la opinion de Riiti-
meyer quien se refiere bajo el punto de vis-
ta de que el puerco domstico aparece en la
ltima parte del perodo de piedra.
Con estas y otras no menos autorizadas
opiniones, y no olvidando que las mas anti-
guas habitaciones lacustres de Suiza corres-
ponden al periodo francamente neoltico, pue-
HUESOS ANIMALES 73
de opinarse, puesto que el estado de adelanto
humano revelado por la cueva del Tesoro no
es mas moderno, que los dientes son de jabal
salvaje y no del cerdo domstico: pero seme-
jante raciocinio aunque sea exacto no es bas-
tante por s solo, porque bien podia haber ocu-
rrido la domesticidad del jabal en esta costa
del Mediterrneo con anterioridad la poca
lacustre de Suiza, pues el progreso, cualquiera
que sea el punto de vista bajo el cual se consi-
dere, no se verifica por igual geogrficamente
y unos pueblos se adelantan , otros en la mar-
cha de la civilizac ion.
Estos dientes, iguales 11 los de un jabal de
los que se cazan hoy en las sierras de la inme-
diata provincia de Crdoba y ya extinguidos
en la mas cercana serrana de Ronda, bien
distintos, sobre todo el colmillo, de los del
cerdo domstico de esta region, evidencian
por el extraordinario desgaste de la corona
de los molares y del incisivo una dilatada y
enrgica masticacion ejercida sobre alimentos
muy resistentes, y en consideracion que el
cerdo domestico dedicado al alimento huma-
no y mas en aquella remo ta poca de salva-
jismo, en que los recursos alimenticios eran
mucho mas escasos, no se le deja vivir tiem-
lo
po suficiente para dar lugar producirse en

sus dientes desgaste tan excesivo, al cual
. por otra parte no puede contribuir tanto el
alimento que se stuninistra al cerdo domsti-
co, cualquiera que sea el estado relativo de
prosperidad en el cual se considere al hombre,
por ser siempre menos groseros que aquellos
los cuales el animal salvaje se ve forzado a,
mer, me persuado de que los cuatro huesos
corresponden al jabali salvaje y presumo no
equivocarme afirmando, que provienen de una
misma mandibula y esta del crneo cuyos
fragmentos hice antes referencia.
Es opinion de todos los que hacen relacion
cavernas que han servido de sepultura, que
los huesos de animales en ellas encontrados se
enterraron con los cadveres, ya corno alimen-
tos para su viaje otro mundo segun prctica
de algunos pueblos salvajes modernos, ya co-
mo testimonio 6 trofeo de la bravura del difun-
to; pero carezco de datos para preferir una
otra hiptesis y me limito creer (pie esas
prcticas funerarias son hijas de un senti-
miento de piedad mas 6 menos supersticiosa.
VII
HUESOS HUMANOS
Poso puedo decir acerca del aspch:to antro-

polgico de la cueva por ser extrao nles
conocimientos: he de limitarme dar noticia de
alguna particularidad y respecto los crneos
enunciar los datos en cuanto sean posibles de
su medida y capacidad.
Pueden reputarse estos huesos reducidos hoy
un estado puramente calizo y desprovistos
de toda sustancia gelatinosa, me fundo para
asegurarlo en que, prescindiendo de la prue-
ba de la mayor menor adherencia la len-
gua, prueba que estimo insuficiente, he em-
papado una brocha en agua y dando brocha-
zos sobre los crneos el agua ha desaparecido
instantneamente absorvida por el hueso: por
otra parte, usando la accion del fuego apenas

se percibe que el hueso ennegrezca.
En todos los huesos se ven unas ramifica-
ciones arborizaciones que al influjo de la
humedad enrojecen y, por consecuencia, creo
que son grandes dendritas procedentes del
xido de hierro adherido durante el yacimien-
to de los huesos en la cueva.
Han abundado en esta los dientes, tanto in-
cisivos corno caninos y molares, pertenecien-
tes A todas las edades desde la infancia hasta
una edad ya proyecta juzgar por el gran
desgaste que ofrecen algunos.
Testimonio de que aquellas gentes padecie-
ron de caries en la dentadura son varios mo -
lares que estn corroidos; entre ellos es no-
table uno perteneciente sin duda un hombre
de edad, aunque DO muy avanzada, pues la
corona presenta gran desgaste, al cual ha de-
bido tambien contribuir una alimentacion de
raices y granos: es la tercera muela del lado
izquierdo del maxilar inferior; est implanta-
da en su alvolo y en el trozo de mandbula,
fig. 40, lm. IX, en que se encuentra, se ven
mas menos ntegros los alvolos de un in-
cisivo, del canino, de dos molares, despues
del tercero un intervalo correspondiente al
F

HUESOS HUMANOS 77
cuarto y continuacion retos del alvolo del

quinto.
Del tercero al quinto, en el indicado intr-
valo, no aparece mas que un borde compacto
y el hueso maxilar por este sitio y al-lado ex-
terior deprimido: todo hace creer que el molar
que falta estuvo tambien enfermo y se des-
prendi, que el paciente de la, caries se lo
arranc, viviendo despues bastante tiempo-pa-
ra que el alvolo se cerrara solidifiendose
de ah la depresion eh el hueso maxilar.
En su sitio correspondiente est, el agujero
mentoniano, pero un poco mas alto y por deba-
jo del molar que subsiste se ve otro agujero,
y mas al comienzo de la indicada depresion
hay un tercero, los dos completamente anma-
los. Esta anomala es orgnica, morbosa
debida efectos desarrollados en la cueva . du-
rante la permanencia del hueso en ella?
Creo que fu producida por la caries, pues
son horadaeiones que dejan al descubierto la
materia diploe, oculta siempre por las paredes
de todos los conductos nutricios, los -cuales
pudieran estos asimilarse. Por otra parte, no
he podido ver en algun otro hueso de distinta
clase parecido accidente, lo cual aleja de todo
punto la posibilidad de achacarlos al trabajo
de algun animlculo generado por la descom-

posicion del cadver viviente en el lodo de la
caverna: indudablemente la accion morbfica
atac no solo las molares sino el maxilar. Se-
rn esas horadaciones canales fistulosos?
Corrobora la existencia. de la caries en
aquella remota edad otro mas raro y notable
ejemplar tambien procedente de la cueva, el
cual es una media mandbula inferior, fig. 41,
lm. IX. compuesta de casi todo el maxilar iz-
quierdo y parte del derecho unidos en un men-
ten cuadrado: se ven en aquel las muelas 1.a,
3." y 4.' y los alvolos de los dos incisivos, del
canino y del quinto molar: pero en el trozo del
maxilar derecho, que alcanza hasta el punto
en que debiera estar el alvolo del tercer mo-
lar, no ha quedado ni la mas mnima seal, no 411
ya de los dientes, sino de los alvolos, habien-
do desaparecido el agujero mentoniano; el
hueso est reducido ei la mitad de su altura y
encorbado deformemente hcia el interior; la
caries hizo pues un formidable destrozo.
De las tres muelas de la izquerda que se
mantienen en sus alvolos, la 3 ' y 4 ' estn
por varias partes corroidas y debajo de la ter-
cera se v otro agujero semejante los del
ejemplar anterior: los tubrculos de esos mo-
HUESOS HUMANOS 79
lares no tienen el desgaste que, comparando

con los otros dientes encontrados en la cueva,
corresponde la edad de este salvaje, segun
la revela la existencia del quinto molar y, por
otra parte, el primero, que est sano, ofrece un
desgaste anmalo en forma de una faceta que
corta oblicuamente el borde exterior, todo lo
cual me explico solo por el padecimiento que
obligaria al enfermo, falto ya probablemente
de los huesos del maxilar derecho, masticar
con el canino sobre el primer molar.
Rstame llamar la atencion sobre las dife-
rencias que hay en las magnitudes de las man-
dbulas de que fueren parte respectivamente
estos dos ejemplares ya descritos: el primero
tiene de altura hasta el borde de los alvolos
35 milmetros y de ancho 13, una tercera
parte mas grande que el otro; resultando esta
segunda mandbula verdaderamente raquti-
ca. Tales diferencias y otras semejantes, que
hay entre los crneos y otros huesos, demues-
tran no ser condicion forzosa de aquella poca
tan salvaje como remota el tipo hercleo gi-
gantesco, que mi parecer es una preocupa-
clon.
Queda comprobado, pues tambien se .ha da-
do otro caso en la dentadura de un crneo de
la caverna de Lombrive, que la caries no es

seguramente enfermedad moderna, ni pecu-
liar de los paises civilizados, puesto que la
padecieron tambien los salvajes que tan re-
motamente vivieron en Torremolinos.
Pero, prescindiendo del segundo ejemplar,
porque respecto l cabe explicar el despren-
dimiento de los dientes por la caries, que me-
dio destruy el maxilar donde se sostenian, la
cuarta muela del primer ejemplar fu arran-
cada desprendida a, consecuencia de la en-
fermedad, que en este caso apenas ha mortifi-
cado al maxilar? Ocurre con frecuencia lo l-
timo, mas no puede negarse por ser muy po-
sible que en un acto de desesperacion cau-
sada por un dolor intenso, aquel salvaje se
arrancara la muela, cosa no dificil una ma-
no de fuerza y mas estando el diente enfermo:
tampoco es dudoso que varios de esos actos, ya
voluntarios, ya casuales, seguidos del feliz
xito de cesar los dolores, dieron origen al ar-
te anmalo de extraer los dientes para curar
el padecimiento, arte que aun maniobra a
despecho de la medicina, impotente todavia en
muchos casos para curar la enfermedad y con-
servar el hueso: pero no es posible afirmar si
el hecho de que puede ser testimonio ese trozo
HUESOS HUMANOS - 81
de maxilar fij casual 6 debido una prcti-
ca ya admitida entre aquellas gentes y tal vez
encomendada algun sabihondo de la tribu,
verdadero curandero y dentista primitivo, del
cual la supersticion y la ignorancia harian un
gran personaje.
La conjetura expuesta es tanto mas veros-
mil, cuanto que el molar mencionado no se
encontraba aislado: si hubiera sido as 6 por
lo menos hubiera estado sin el apoyo de algu-
no de los dos inmediatos, su desprendimiento
5
de la mandbula se explicaria; pero es que se
hallaba interpuesto entre el tercero y el quin-
to y por consiguiente sostenido y sujeto por
ambos, lo cual hace tan imposible la caida,
como probable la extraccion.
Es sabido que las dentaduras, tanto huma-
nas como animales, obligadas frecuentemente
una masticacion de alimentos duros, sufren
mucho desgaste principalmente en los mola-
res: ahora bien, entre los muchos recogidos en
la cueva del Tesoro hay una mitad sumamen-
te gastados, habiendo desaparecido por com-
pleto los tubrculos. Entre estos molares es-
tn los existentes todava en la mandbula su-
perior de un crneo, cuyas suturas no estn .
soldadas y en cuyos maxilares aparece en uno
el quinto molar y en el otro no, crneo que por

tales circunstancias no puede considerarse de
persona cuya edad excediera de 30 aos, y por
consecuencia tal desgaste no es explicable por
lo avanzado de la edad. De todo ello se infiere,
que aquellos hombres usaban para su alimen-
tacion frecuentemente de rices y granos: es-
tos serian silvestres y no producto del culti-
vo, conjetura N erosrnil, pues ningtm instru-
mento se ha encontrado que referirse pueda
algun uso agrcola.. Tambien puede haber in-
fluido en el desgaste dental el acto repetido
de roer quizs las partes menos duras de los
huesos, despues de haber comido la carne.
Se ven igualmente desgastados los incisi-
vos y caninos, lo cual por su parte atestigua
el hecho de que desgarraban despedazaban
con los dientes los alimentos que no podian
ingerir de una vez en la boca, en lugar de
partirlos en trozos adecuados.
Son dignos de mencionarse varios dientes
de la primera denticion por lo extraordinario
de su tamao, figs. 42 45, lam. IX: la me-
dida de un incisivo dar idea de los dems,
trece milmetros de alto sin contar el raigon y
seis milmetros de ancho. Los hay de las tres
clases: entre ellos dos primeros molares nota-
n
HUESOS HUMANOS 83
bles porque sus tubrculos tienen la confign-

racion propia de los dientes equivalentes de la
segunda denticion, mientras que el raigon es
el que corresponde la primera; una de esas
muelas est representada en la fig. 46, lm.
A estos dientes deban corresponder unas man-
dbulas y un crneo en proporcion, y si el res-
to del cuerpo era igualmente proporcionado,
seria un infante gigantesco, caso que al pare-
cer he era entre aquellas gentes el nico, pues
es indudable que hay clientes de dos personas:
por lo dems, otros son iguales en tamao
los dientes de nuestros nios.
De los nueve crneos de distintas edades
que hemos encontrado solo uno est completo,
si bien carece de la mandbula inferior. Todos
tienen de comnn una falta muy visible de ele -
vacion de la re,gion frontal.
Como quiera que carezco de conocimientos
relativos a. este particular, me concretar A dar
noticia de las medidas que he practicado, sin
responder por completo de su rigurosa exac-
titud, pues aparte de carecer de la experiencia
de tan delicadas operaciones, algunos crneos
estn movidos deformados: las medidas por
milimitrbs estn hechas segun Welcker y las
limito al contorno horizontal por las protube-
rancias frontal y occipital; al dimetro longi-

tudinal, desde la protuberancia frontal
occipital; y al dimetro trasversal desde el
punto medio superior de una otra sutura
escamosa. Debo decir que varias indicaciones
.de carcter cientfico las debo mi amigo el
Dr. D. Luis Parody, quien se ha servido ha-
crmelas notar.
El crneo primero, fig. 47, him.'X: nico
completo, de mujer, con los arcos superciliares
salientes, ofrece la particularidad de que en
los dos maxilares superiores existe una nota-
ble depresion hacia atrs y abajo, entre la
apfisis montante y la parte anterior del cuer-
po de dichos huesos, resultando por ello muy
tnplia la apertura de las fosas nasales. Par-
ceme que esa particularidad es puramente in-
dividual, y ratificar mi opinion con los futu-
ros descubrimientos, si es que estos al dar
ocasion para esclarecer este punto, no me ha-
cen variar de juicio.
El contorno horizontal mide 500, el dime-
tro longitunidal 178 y el trasversal 12, re-
sultando, pues, un indice enceflico de 71 y
por tanto un craneci dolicocfalo, cuya capaci-
dad es de 1275 centmetros cbicos. Esta lti-
ma medida la le - hecho con alpiste; en evita-
HUESOS HUMANOS 85
clon de que el crneo pudiera, lo cual era muy
fcil, romperse: la estivacion de la semilla no
la he violentado, pero considero la medicion
todo lo exacta posible y reputo que, aun vio-
lentndola, nunca el resultado alcanzaria los
1300 centmetros cbicos. Si este solo caso
pudiera servir para conjeturar la capacidad
craneana de los habitantes prehistricos de
esta costa, y la tabla de Vogt tiene la autori-
dad que corresponde en la materia, nuestros
predecesores ocuparian bajo este punto de vis-
ta un lugar bien inferior los negros africa-
nos y los indios salvajes.
El ngulo facial de Campe'', medido sobre
el borde inferior del maxilar, el agujero au-
ditivo y punto mas culminante de la protube-
rancia frontal, es de 68" en este crneo.
El segundo aparece ser de Mucha edad,
estando sus suturas obliteradas, es de hom-
bre, los arcos supraorbitarios son pronuncia-
dos y tiene de particular la delgadez de sus
huesos. El contorno horizontal es de 500, el
el dimetro longitudinal de 173 y el trasver-
sal de 125, siendo de advertir que la parte in-
ferior del parietal derecho est, rota y nota-
blemente movida hacia afuera, quizs un cen-
tmetro, resultando un ndice enceflico de
86 LA CUEVA DEL TES0110
mas de 72: . crneo mesaticfalo dudoso por la

circunstancia expuesta y por ella tambien he
rebajado un centmetro del contorno horizon-
tal.
El crneo tercero es pequeo, de mujer, con
suturas muy poco obliteradas, no le he encon-
trado ninguna particularidad y su contorno
horizontal es de 480, el dimetro longitudi-
nal de 168, el trasversal de 120, dardo un in-
dice de 71 que lo clasifica de dolicocfalo.
El cuarto es de bastante edad, de suturas
obliteradas, masculino, con arcos supraorbi-
tarios salientes, huesos delgados, contorno ho-
rizontal 540, dimetro longitudinal 191, tras-
versal 133 indice 71, dolicocfalo.
El quinto y ltimo presenta las suturas li-
bres y parece de mujer jven; en el sitio que
corresponde la fontanela menor hay dos gran-
des huesos vormianos; esta clase de huesos
son bien frecuentes en estos crneos; hay par-
te de otro crneo en que toda la sutura est
literalmente cuajada de ellos. El quinto que
mide de contorno horizontal 505, de dimetro
longitudinal 180, del trasversal 122, dando
un indice de 68, es marcadamente dolicoc-
falo.
Por ltimo, la simple vista de los crneos
HUESOS HUMANOS 87
se nota que la dolicocefalia de aquellos hom-

bres era occipital.
Las rugosidades del occipital y de los parie-
tales no revelan un excesivo desarrollo mus-
cular, aunque este sea grande en algunos cr-
neos.
Comprendo que habr omitido mucho dig-
no de mencionarse y tal vez incurrido en al-
gun error; pero la materia es de la competen-
cia del antroplogo y no de un mero aficio-
nado 11 la arqueologia prehistrica, que si en
tales detalles ha entrado solo ha sido para lla-
mar la atencion de los inteligentes, pues es-
tima que esos crneos merecen ser estudia-
dos, siquiera por lo que pueden ensear acer-
ca de las primitivas razas que habitaron este
pais.
VIII
SEPULTURA
Dada la naturaleza de los restos y objetos

encontrados en la cueva del Tesoro se com-
prende facilmente que esta es una sepultura y
no una habitacion: ningunas seales de hogar,
ningunos rastros de cenizas, nada de esa
abundancia de restos, especialmente de peda-
zos de silex sobrantes de la fabricacion ins-
trtnnentos abandonados por inservibles, como
se recogen en las viviendas de la poca: solo se
han visto algunos raros y diminutos pedazos
de carbon -vegetal, que no son suficientes
determinar la idea de habitacion y que, por
otra parte, no es raro encontrar en las sepul-
turas de alud periodo de la vida del hom-
bre..
Aqu, corno en todas partes en que han te-

nido lugar descubrimientos semejantes este,
acompaan al cadver armas, instrumentos,
adornos y vasos funerarios, que depositaba
junto sus difuntos la piedad de aquellos
hombres, piedad movida mi entender, no
por la creencia de la inmortalidad, sino por
la grosera idea de una continuacion de la vi-
da material segun sus ojos fsica y sensible-
mente se desenvolvia, como lo demuestra el
que esos objetos iban acompaados de alimen-
tos, siendo estos trozos de los animales de que
se sustentaban, cuyos huesos se han encon-
trado, y otros, como las frutas, que no es fre-
cuente hallar por la facilidad con que estos
objetos desaparecen bajo la destructora accion
del tiempo.
Es de sumo inters, tratndose de una se-
pultura, investigar como se inhumaron los ca-
dveres. Si se tiene presente que no hay mo-
tivo alguno para sospechar la accion tumul-
tuosa de las aguas y, tampoco por tanto, para
pensar que el movimiento de estas haya podi-
do trastornar los cadveres, llevando y tra-
yendo sus huesos despues que aquellos fueron
depositados en la cueva y vinieron conver-
tirse en esqueletos; si se dirige una ojeada al
SErULTURA oi
croquis de esta y se ven les puntos que ocu-
paban los crneos descubiertos y las distan-
cias que entre si guardaban, no olvidando la
alteraciori que estas pudieron sufrir al des-
prenderse los crneos de los esqueletos, se
viene la persuasion de que los cadveres se
colocaron sentados, siguiendo la costumbre
propia de muchos salvajes modernos y qiie
rece generalizada en toda Europa en el pero-
do neoltico; persnasion que Corrobora la cir-
cunstancia de que bajo los crneos se han en-.
contrado indistintamente huesos de todo .el
esqueleto, segun los que han podido sobrevi-
vir tan dilatada serie de tiempo.
Si como hay motivos para presumirlo, la
parte del suelo de la cueva escavado antes - de
nuestras exploraciones contenia restos de ca-
dveres en la misma proporcion, que la parte
por nosotros registrada, donde se han hallado
nueve, pm-de calcularse que el nmero de los
en ellas inlunnados fu aproximadamente de
unos veinte; nmero que Ii la verdad no peca
de exageracion y que comprueba el hecho de
ser una sepultura y no una vivienda, pues no
puede explicarse la vida, aunque esta sea sal-
vaje, encerrada para tantas personas en tan
reducido recinto.
(32 LA CUEVA DEL TESOU
Por otra parte, cmo explicar el yacimiento

de tantos. restos humanos en el lodo de la ca-
verna? Temeraria hiptesis sera y . sin funda-
mento alguno - en las condiciones del terreno.
suponer que hubieran quedado all sepultados
por la accion de nigua imprevisto cataclisme,
tanto mas, cuanto que todo tiene natural ex-
plicacion considerando la 'cueva como Una se,
pultu ra.
El m'unero de los cadveres que dejo apun-
tado confirma adems la costumbre de inhu-
mados sentados, pues evidente s que. tendi-
dos no se hubieran podido colocar mas A lo su-
mo que la mitad. .
Siempre he pensado que las cuevas del Tajo
de Torremolinos eran una necrpolis prehist-
rica. D. Eduardo Palanca me ha referido, que
un obrero de hace arios dedicada la extrae-
cion del cantillo le relat haber presenciado
de arios atrs el descubrimiento de una de esas
cuevas, que despues qued soterrada, y en ella
vi un esqueleto como sentado. La circunstan-
cia que me hace mencionar esta relacion es la
posicion del esqueleto, que ciertamente no ha
podido ser inventada por la malicia de per.3ona,
tan ignorante de estas cosas, y que no tenien-
do noticia alguna de cun interesantes son.
15KINH
SEPULTURA 93
no ha podido ser movido por el inters de su

propia utilidad.
Las futuras escavaciones, esta fecha em-
pezadas por mi precitado amigo en otra cueva
inmediata, a cuya entrada ya ha encontrado
algunos objetos y huesos humanos, vendrAn
confirmar, as lo espero, que las cuevas del
Tajo de Torremolinos son una necrpolis de la
poca en que el salvajismo, tal como lo ha re-
velado la cueva del Tesoro, era la civilizacion
que alentaba en estas costas del que muchos
siglos despues ha sido llamado mar Mediterr-
neo.
I XI
.POCA PREIESTRICA
Despues de la descripcion que dejo hecha de

cuanto se ha encontrado en la cueva del Teso-
ro. es evidente la imposibilidad de referir es-,
tos remotos moradores de Torremolinos ti la
poca paleoltica; pues ni las condiciones geo-
lgicas del yacimiento de sus restos y los de
su industria, ni los caracteres arqueolgicos
que la ltima ofrece, permiten dudar que co-
rresponden una etapa mas avanzada en la
marcha de la civilizacion, bajo cuyo punto de
vista voy hacer algunas breves consideracio-
nes para poner punto final mi trabajo.
La industria de la elaboracion del silex en:
la poca prehistrica afecta dos carcteres
tan diferentes, en partinilar con relacion
los pequeos instrumentos como son las pun-

tas de flechas, que justifican por completo la
distincion en dos diversos perodos: el prime-
ro, aquel en que la industria humana utiliza
el pedernal aceptando las formas que expon-
tneamente se producen por la fractura de la
piedra, modificndolas lo sumo bien grose-
ramente: el segundo, aquel en que el arte no
solo aprovecha precavindola la manera de
quebrarse la piedra, sino que coge sta y ta-
llndola esmeradamente le imprime la forma
que le place, hasta el punto de labrar instru-
mentos verdaderamente bellos; en un perodo
el arte es casi esclavo de la piedra, en el otro
la piedra es casi esclava del arte. Es as cuino
se inicia esa maravillosa conquista de la inte-
ligencia, sobre la materia y las leyes que la
rigen para ponerlas cada vez mas al servicio
del hombre, que si fisiolgicamente se cree el
mono perfeccionado, moralmente es el espri-
tu conquistador de la ciencia, en cuya empre-
sa en vez de luchar por la existencia, frecuen-
temente la sacrifica sabiendas; es la huma-
nidad, ser sin formas sensibles, sin determina-
cion fisiolgica, que viene creando .desde que
apareci la vida la verdad y el bien, la jus-
ticia y la bcIleha y con ellas la riqueza y el
EPOCA PREHISTRICA 97
bienestar siempre creciente de las sociedades
humanas.
Pero dejando esta digresion y volviendo A,
mi objeto, es indudable que los pedernales de
la cueva del Tesoro son obra de hombres que
ya se encontraban en ese segundo perodo,
que ya. manejaban el silex con inteligente
superioridad, maniobrando sobre grandes n-
cleos, obteniendo cuchillos de no frecuente lar-
gor, tallando piezas delicadas y de sorpren-
dente finura, como flechas barbadas y lijado-
res, modelos de su extrema habilidad en el ar-
te de trabajar el silex.
Ya pulen la piedra, si bien el pulimento re-
cae sobre materiales blandos como la doloma,
la serpentina y la diorita, y el bruido no se
limita los objetos exclusivamente de adorno,
sino que se extiende los instrumentos, aun-
que estos se consideren de lujo, pues aparecen
en muy diminuta proporcion; tan solo se ha
encontrado un ejemplar de los que es tan fre-
cuente hallar en la superficie.
La ostentacion satisface ya la vanidad de
aquellos hombres con collares, brazaletes y
anillos de concha, piedra y hueso, joyas que
si algunas son productos naturales de poca
cuidadosa ejecucion, otras son en su gnero
13
irrecusable testimonio de una incipiente ini-

ciacion en el misterio de la belleza. El arte
bajo el imperio de la supersticion da sus pri-
meros inciertos pasos, empieza por dedicar
sus obras al embellecimiento del cuerpo hu-
mano.
Alfarero, el hombre de Torremolinos no solo
perfecciona en sus obras de cermica la forma
de ese modelo semiesfrico, pero irregular,
contrahecho, que la naturaleza ofrece desecan-
do, quebrando y encorbando los pedazos de
esas capas de barro que extienden trechos la
avenidas de los nos; sino que elevando las
curvas, cierra gradualmente el vaso, dejando
una boca circular en la cual mas adelante ha-
hin de elevarse el esbelto cuello torneado por
la rueda del alfarero de los tiempos histricos:
El alfarero prehistrico de Torremolinos cono-
ce no solo las asas para coger la vasija, sino
para colgarla, y las coloca en graciosa sime-
tra, triangularmente, en los hombros del a n-
fora, ciendo esta de una :I otra asa con la
sencilla imitacion de una cuerda torcida, tal
vez de las que usaran para montar sus arcos y
sus flechas. Aquellos ignorados moradores de
estas costas conocian, pues, ese embrion del
arte de tejer, esa verdeciera Haca de la. super-
fide del tejido, y si esa imitacion no autoriza

para afirmar que fueron tejedores, si permite
creer que estaban bien cercanos A serlo, pues
dando un paso mas, entrelazando las cuerdas,
aparece el tejido. Aumenta aunque insuficien-
temente la probabilidad del hecho de ser teje-
dores la circunstancia de que manejaban una
sustancia cuyo uso mas adecuado es el teir
y que, bien examinado, no es concebible pu-
diera tener otra aplicacion en manos de aque-
llos salvajes; con lo cual se levanta la idea de
(pie fueran tambien tintoreros, que se pinta-
ran, quizAs ambas cosas A la vez.
Modelada la vasija, nuestro alfarero la ex-
pone A la accion del aire para que se seque,
y sacando fuego del choque de la pirita de
hierro y del pedernal de otro medio, encien"-
de la lea amontonada y cuece la llama el
vaso para el hogar y el anfora que le acompa-
arA en la tumba, donde bien pronto el cadA-
ver del obrero se descompone y torna en lodo,
quedando solo algun que otro hueso, mientras
que la obra sobrevive intacta miles de aos
no obstante su psima construccion.
- Los salvajes de Torremolinos no construyen
sepulturas, ni aun el sencillo tmulo de celda,
be sirven de las cavernas para enterramien-
l oo LA CUEVA DEL TESORO
tos, sientan los cadveres adornados de sus

mas preciadas joyas sobre el hmedo suelo de
la cueva y colocan su lado vasos fnebres,
viandas, armas 6 instrumentos, propiedad que
fueron del difunto homenaje piadoso de sus
parientes y amigos.
En resmen, aquella gente mas cazadora
industrial que guerrera, A juzgar por los ins-
trumentos encontrados, vivi en la edad neo-
ltica respectiva A este pais, y mi ver, tan
distante del hombre paleolitico como de los
guerreros de la edad de bronce.
Har constar mi extraeza por no haber en-
contrado cosa alguna que relacionarse pueda
con la pesca, siendo as que debieron vivir
aquellos hombres A las orillas del mar.
La relacion cronolgica en que se encuen-
tran la edad neoltica de esta costa del Medi-
terrneo con las pocas semejantes de otros
paises, es para m hoy problema de todo pun-
to irresoluble por las indicaciones hechas en el
prefacio.
Hasta aqu mi juicio: si las nuevas explora-
ciones en la que juzgo necrpolis ante-histri-
ca de Torremolinos dan ocasion A modificarlo
A ratificarlo y, por otra parte, la opinion II -
torizada de los hombres competentes en este
linaje de estudios me hace ver que el asunto

tiene realmente la importancia que le atribu-
yo, ser posible que vuelva coger la pluma
para ocuparme de nuevo de los salvajes de To-
rremolinos y de otros datos prehistricos no
menos interesantes de este bello rincon de Es-
paa que se llama Mlaga.
.rete.11.
DE
11,911-1iD
-,5")
NDICE.
Pdys.
Dedicatoria
Prefacio 7
La Cueva.
Instrumentos 21
Adornos 2,9
Cerilmica 59
Huesos aMmales 71
Huesos humanos. '75
Sepultura. 89
Epoca prehistrica.
IN n
CROQUIS
DE LA
Cueva del Tesoro.
1
I._ Entrada C_Sitios dehajo de los
2._Terreno es ca va do. cuales sehallahan los
3. Suelo estalagmitico. CrlleOS
1
10 0
i de F.
Impy L t. MI;j 02, Alage.
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II
I t. 2
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fnzpyLkJ2 E Mrio Mgaga .

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III
Impy Lit de E Muiwz . Maie.

1
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Imp. y Lh. de E kHz. Ale . _

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bnp..y Lit. de E M13302.
LX
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4 3 44 45 46
imp. Lit. de F. flizicY..Me5r.g .

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In

LA WIEtt. DEL TESORO

LIC EVA DEL TECO

EbIJA130 (1. NAMIO

Mlaga 20 Febrero 1884,

Antes de comenzar la descripcion de los

afan, enriqueciendo constantemente con nue-

La Paleontologia ha adelantado bastante, pe-

guarn, es verdad, la antigedad del ser hu-

des no puede ser absoluta porque los hombres

descubrimientos, al mismo tiempo que acudir

hie,derribando por tierra los orgenes fabulo-

Bajo el Tajo que da nombre al cortijo sobre

ver que aquella se abre en una formacion pos-

troducidos: as se han encontrado pedazos de

dur de tesoros, tipo tan frecuente en todas las

Despues de la rpida descripcion que pre-

Los encontrados son todos de silex peder-

objetos prehistricos segun la opinion mas

rrarlos, pues los dems ejemplares no han te-

l'eral y abstraccion hecha por el momento de

nfico ejemplar, que como el anterior reputo

hizo dudar la idea de que era quizs mas na-

utilizandolo como sierra. Cmo, sin, expli-

cion del arma artificial: un fragmento de una

egipcias y semejanza con algunas de pedernal

este filo tiene un desgaste que indica haber

No se olvidaron los salvajes de Torremoli-

luscos, piedra y hueso, aunque este en escasas

42 LA CUEVA DEL TES0110

tal corno los encontraban; ni aun se ocuparon

Estas fajas cortadas bruscamente por el

que desgastadas por el trabajo del operador,

solo se levanta una objecion y es, cmo ha

por ambos extremos y el taladro ofrece rastros

lados de la cuenta, pues en la mayor parte de

la circunstancia de que los adornos de la

obra de Evans, precisamente porque sus cuea"---...

rojo y sobre si han sido teidas antes de ha-

prueba ciertamente en los fragmentos fig. 30,

tado: es el nico del cual se han encontrado

alhajas, puesto que la anchura de un dime-

ot 8 LA CUEVA DEL TES0110

ticion de aquellas gentes? Era producida sim-

das entonces de inestimable mrito vengan

Los restos encontrados prueban que la alfa-

La materia de que estas vasijas estn fabri-

nunca exacto pero si aproximado, que he he-

Hay otros fragmentos correspondientes it

bien es mas pequeo y carece de ornamenta-

be de considerar fueron colocados los cadve-

to especial en que por miles de aos se han

de sus vasijas, la cuerda y, por otra parte, ha-

Algunos han sido encontrados y entre esos

mstico estos dientes por las siguientes con-

po suficiente para dar lugar producirse en

Poso puedo decir acerca del aspch:to antro-

otra parte, usando la accion del fuego apenas

cuarto y continuacion retos del alvolo del