Isabel Corpas (1) Las Mujeres en La Biblia

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Las mujeres en la Biblia*

Isabel Corpas de Posada **

Este trabajo trata de buscar en las pginas de la Biblia las figuras femeninas que
acogen, protagonizan y, algunas veces, simbolizan la salvacin de Dios.

En realidad, el trabajo estaba ya hecho en la carta apostlica del Papa Juan Pablo
II sobre la dignidad de la mujer! y como no se trataba de repetir o comentar este
valioso documento, me pregunt cul podra ser mi aporte a una reflexin en tomo
a la mujer.

Entonces se me ocurri que mi aporte personal tena que ser identificar las mujeres
de la Biblia con ojos de mujer y reflexionar sobre la situacin de la mujer de
entonces y de ahora desde mi perspectiva de mujer.

Comenzar haciendo un par de consideraciones preliminares, luego har una


primera lectura de las figuras femeninas que me conduce a precisar el modelo

* Ponencia presentada en el Foro La mujer y la sociedad organixzado por el


Departamento de Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal Venezolana, Caracas, septiembre
16 de 1995.

** Doctora en Teologa por la Pontificia Universidad Javerina de Santaf de Bogot.


Profesora en la Facultad de Teologa de la misma Pontificia Universidad Javeriana.

1. JUANPABLOII, Carta Apostlica Mulieris Dignitatem, libreria Edictrice Vaticana,


Ciudad del Vaticano,1988.

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patriarcal del mundo en el cual nacieron los escritos bblicos y desde el cual llaman
la atencin las afinnaciones de igualdad de hombres y mujeres en el proyecto de
Dios. Tennino con unas contraposiciones entre una realidad presente en la Biblia
que, desde las circunstancias actuales, se interpreta como injusticia respecto a la
mujer, y una propuesta, igualmente bblica, que le hace justicia.

1. CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Antes de abordar el tema que me ha correspondido, penntanme hacer un par de


aclaraciones. Una, relacionada con las caractersticas de la Biblia. Otra relacionada
con las caractersticas del lector de un texto bblico.

La Biblia, una confesin de fe

Comencemos por la primera. La Biblia, en cada una de sus pginas y toda ella, es
una confesin de fe. Fe vivida en circunstancias histricas concretas y expresada
en los moldes de pensamiento y el lenguaje correspondientes a esas circunstancias.

El Antiguo Testamento proclama la fe de Israel en el Dios de la Alianza y


reglamenta en la Ley las consecuencias prcticas para el pueblo de la Alianza,
desde la conciencia expresada, por ejemplo, en las palabras de Dios dirigidas a
Moiss: si cumplen mi alianza, sern mi pueblo (Ex 19,5).

El Nuevo Testamento, por su parte, proclama la fe de la primera comunidad


eclesial en Jess como el Mesas, el Hijo de Dios, y las consecuencias prcticas
para el que acepta vivir al estilo de Jess, tal como lo afirma el evangelio de Juan
en su justificacin final: <<para que ustedes crean que Jess es el Mesas, el Hijo
de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de l (Jn 20,31).

y es que la fe se expresa en un estilo de vida: para el israelita es el cumplimiento


de la Ley que pennite la convivencia del pueblo y para el discpulo de Jess es la
vida nueva del bautizado como experiencia del amor y la salvacin de Dios vivida
en la comunin fraterna.

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El horizonte de percepcin del lector de la Biblia

La otra consideracin tiene que ver con la perspectiva desde donde se hace la
lectura de un texto bblico.

Fjense que un mismo texto se presta a diferentes lecturas, cada una de ellas vlida
dentro del contexto desde el cual es ledo. Porque las circunstancias desde las
cuales se aborda el texto, condicionan las preguntas y las respuestas. Por eso cada
poca percibe unos aspectos y deja pasar otros muchos desapercibidos.

Pero la lectura e interpretacin del texto bblico est enmarcada no solamente por
las circunstancias histricas sino por condiciones de tipo personal del lector.
Tradicionalmente hemos estado acostumbrados o acostumbradas a una lectura de
la Escritura con ojos masculinos, a los que posiblemente se han escapado detalles,
actitudes, personajes, que las mujeres no pasamos por alto porque tienen que ver
con nuestra realidad, con nuestra situacin 2. Es decir, que lo que para unos pudo
pasar desapercibido, nosotras podemos percibirlo.

As, desde el contexto cultural de superioridad del varn e inferioridad de la mujer,


se destac la creacin de la mujer a partir de la costilla para fundamentar su
inferioridad y de los escritos de Pablo se destacaron aquellos textos que,
descontextuados, parecan justificarla.

Estos son ejemplos bastante ilustrativos.

El primero: desde esta perspectiva y desde una visin de la mujer reducida a la


funcin procreadora, San Agustn y Santo Toms pudieron afirmar con la certeza
correspondiente a su contexto histrico:

Cuando se pregunte para qu clase de ayuda del varn es hecho aquel sexo, a mi
parecer solamente a causa de la prole 3.

2. Cfr. NAVIA VElASCO, CARMINA, la mujer en la Biblia, Opresin y liberacin, Indo-


American Press Service, Bogt, 1991, p.37.

3. SAN AGUSTN, De Genesi ad litteram IX 5,9.

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La mujer era necesaria como pareja para la obra de la procreacin pero no para
cualquier otra actividad como algunos pretenden, ya que para todas las dems
obras el hombre est mejor ayudado por otro hombre que por una mujer 4

El segundo: desde esta perspectiva, igualmente, el Papa Po XI, en la primera mitad


de este siglo, calific la emancipacin de la mujer como corrupcin del carcter
propio de la mujer y de su dignidad de madre, trastorno de toda la sociedad familiar,
libertad falsa e igualdad antinatural de la mujer COli' el hombre 5.

Pero los tiempos son otros. El ingreso de las mujeres a la vida pblica y la
conciencia de su dignidad es, al decir del Papa Juan XXIII, signo de los tiempos
y una de las tres caractersticas de nuestra poca 6. Por eso el Papa Juan Pablo II
pudo proclamar, desde la perspectiva correspondiente al contexto contemporneo,
la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer 7, as como justificar
el acceso de la mujer a las funciones pblicas 8.

2. MUJERES PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA DE LA


SALVACIN

Tal vez yo no lo haba percibido. Tal vez porque hemos estado acostumbradas y
acostumbrados a identificar nicamente a los varones como protagonistas de la
historia. De la historia sagrada y de la historia profana.

Con ojos de mujer me puse a recorrer los libros de la Biblia en busca de las figuras
femeninas. Saba que estaban all, en todas sus pginas, desde Eva hasta la mujer
del Apocalipsis. Saba, con certeza, que la mujer no estaba ausente de la historia
de la salvacin. Pero quera comprobarlo.

4 SANfO ToMs DE AQUINO, S. Th.l,/l, q.92 a.2.

5. Po XI, Encclica Casti connubii, n.49.

6. Cfr. JUAN XXIII, Encclica Pacem in terris, n.39

7. Cfr. JUAN PABLO 11, Exhortacin apostlica Familiaris consortio, n.22.

8. Cfr. JUAN PABLO 11, Familiaris consortio, n.22.

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Mujeres de Israel

En las primeras pginas de la historia bblica, alIado de los patriarcas, encontr a


sus esposas: todas ellas, modelos de fe, dispuestas a colaborar en el plan de Dios.
Encontr a Mara, la hermana de Moiss y de Aarn (Ex 15,20-21; Nu 12,1); a
Dbora, la juez de Israel (Jue4,4-5; 5,1-31); ya Ana, la madre de Samuel (1 Sa 1,1-
2,11).

Las historias de Rut y de Judit, como la de Ester, estaban desde siempre, cada una
en su libro correspondiente: historias de fidelidad al Dios de su pueblo.

Tambin haba mujeres cuyos nombres no guard la crnica: la viuda de Sarepta


a quien Elas resucit su hijo (1 Re 17,8-24) y la madre que alentaba valerosamente
la fe de los hermanos Macabeos (11 Mac 7,20-22).

Con seguridad haba ms, muchas ms. Unas cuyos nombres pas por alto y otras
que la memoria de una cultura patriarcal no registr pero que fueron instrumentos
de la salvacin de Dios para su pueblo.

Mujeres del Evangelio

Al llegar a las pginas del Nuevo Testamento pude confirmar que, en la plenitud
de los tiempos, el puesto central le ha pertenecido siempre a Mara, la madre de
Jess. Es decir, que, en palabras de Juan Pablo 11, la mujer se encuentra en el
corazn mismo de este acontecimiento salvfico 9.

En las pginas de los evangelios encontr numerosas mujeres: la suegra de Pedro


(Mt 18,14-15); la hija de Jairo (Mt 9,18-19.23-26); la mujer sirofenicia y su hija
(Me 7,24-30); la viuda de Nan (Le 7,11-17); la mujer encorvada (Le 13,10-17) Y
la que sufra un flujo de sangre (Mt 9,20-22); la mujer pecadora (Le 7,36-50) Y la
que haba sido sorprendida en adulterio (Jn 8,3-11); la mujer de Samara (Jn 4,1-
42) Y las dos hermanas de Betania (Le 10,38-42); el grupo de las que seguan a
Jess, encabezadas por Mara Magdalena (Le 8,1-3); la madre de Santiago y Juan,
con sus preocupacin por sus hijos (Mt 20,20-25). Mujeres curadas, mujeres
perdonadas, mujeres que se hicieron discpulas: mujeres, todas ellas, salvadas por
Jess.

9 JUAN PABLO n, Mulieris Dignitatem, n.3.

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Encontr, tambin, que en las parbolas que contaba Jess, las mujeres eran
protagonistas: la que amasa el pan (Mt 13,33) Yla que perdi una moneda (Le 15,8-
10), las que olvidaron poner aceite en sus lmparas y las que no lo olvidaron (Mt
25,1-13).

y encontr que, contrariando la usanza juda, fueron mujeres las primeras testigos
de la resurreccin cuando un grupo de ellas, segn un papel femenino habitual en
el judasmo, prepararon mezclas aromticas y fueron al sepulcro a embalsamar el
cadver del Maestro. El evangelio de Mateo seala a Mara Magdalena y la otra
Mara (Mt 28.1); para Marcos, fueron Mara Magdalena, Mara la de Santiago y
Salom (Me 16,1); para Lucas eran Mara Magdalena, Juana, Mara la de Santiago
y otras (Le 24,10); para Juan fue nicamente Mara Magdalena (Jn 20,1).

Mujeres en la Iglesia Apostlica

Igualmente encontr en el primer captulo de la historia del cristianismo la


presencia de muchas, muchsimas, mujeres: convertidas, misioneras, animadoras,
diaconisas. El libro de los Hechos de los Apstoles y las cartas paulinas mencionan
su presencia en la comunidad y elogian su colaboracin en la actividad misionera.

Las mujeres, encabezadas por Mara, formaban parte del primer grupo que se
reuna para orar y que recibi el Espritu en Pentecosts (Hech 1,14; 2,1-2). A un
grupo de mujeres de Filipos, Pablo y Timoteo les hablaron del evangelio (Hech
16,13) y una de ellas, Lida, se convirti con su familia. En Damasco, tanto
hombres como mujeres eran seguidores del Camino a quienes Saulo de Tarso
persegua (Hech 9,2) y en Samara, tanto hombres como mujeres se bautizaron
cuando creyeron en la buena noticia que Felipe les anunciaba acerca del reino de
Dios y de Jesucristo (Hech 8,12). En Tesalnica, creyeron muchos griegos y
muchas mujeres distinguidas (Hech 17,4), lo mismo que en Berea (Cf. Hech
17,12).

Con nombre propio aparecen Tabita, en Joppe, rica en buenas obras y limosnas
(Hech 9,36-42); Lidia, la comerciante en prpura y primera convertida de Filipos
(Hech 16,14); Mara, la madre de Marcos, en cuya casa se congregaba la
comunidad (Hech 12,12); Damaris, la ateniense (Hech 17,34); Febe, diakonos en
la Iglesia de Ceneras, el puerto de Corinto (Ro 16,1-2); Priscila, la mujer de Aquila,
que reunan la ekklesia en su casa (Ro 16,3-5) y que instruy, con Aquila, a Apolo
en el camino de Dios (Hech 18,26); Mara, Trifena, Trifosa y Perside (Ro 16,6-12);

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la madre de Rufo, Julia y la hermana de Nereo (Ro 16,13.15); Ninfas, que reuna
en su casa la congregacin (Col 4,15), Claudia (2Tim 4,21), Evadia y Sintique (Fil
4, 2.15: todas ellas debieron trabajar en igualdad de condiciones con los varones
en la difusin del evangelio y en la organizacin de la Iglesia.

3. EL CONTEXTO PATRIARCAL DEL ANTIGUO Y DEL NUEVO


TESTAMENTO

En la Biblia, que refleja las circunstancias histricas en las que el pueblo de Israel
y la primitiva Iglesia vivieron la experiencia de Dios, encontramos textos y
situaciones en los que la mujer aparece minusvalorada, marginada, oprimida.
Estos condicionamientos, propios de una sociedad patriarcal, conviene tenerlos en
cuenta para poder distinguir entre aquello que corresponde al contexto histrico y,
como tal, no se puede absolutizar como dato de la revelacin.

En el mundo del Antiguo Testamento la mujer no era considerada miembro del


pueblo de la alianza pues no llevaba en su carne el signo de pertenencia (Cfr.
Gen 17,11). Por esta razn y por su impureza contagiosa durante la
menstruacin y despus del parto, no poda participar en el culto y le estaba
prohibido leer en la sinagoga 10. Adems estaba excluida de la vida pblica, no
se le aceptaba su testimonio y el nico papel que se le reconoca era el de
esposa y madre, pero en el matrimonio era considerada como propiedad del
marido 11, motivo por el cual ste la poda repudiar (Cfr. Dt 24,1) Y el adulterio
era delito contra la propiedad (Cfr. Ex 20,17).

Razn tenan los judos cuando recitaban la triple plegaria:

Bendito sea Dios que no me ha hecho nacer gentil,


que no me ha hecho nacer esclavo,
que no me ha hecho nacer mujer 12

10. ALEXANDRE, M., Imgenes de mujeres en los inicios de la cristiandad en DuBY,


G.- PmRar, M., Historia de las mujeres en occidente, T.L, Taurus, Madrid, 1991, pp. 471-
473.

11. DE VAUX, R., Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1964,
p.58.

12. Berakot. 7,18.

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El Nuevo Testamento, por su parte, asume las realidades concretas de su momento
histrico tales como la esclavitud, la subordinacin de la mujer en el seno familiar
y su discriminacin en el entorno social. Es as como la mentalidad patriarcal
condiciona el pensamiento de Pablo respecto a la mujer que aparece en sus escritos,
pues del judasmo provena el dominio del hombre sobre la mujer y su
minusvaloracin, como lo expresa el historiador judo contemporneo de los
primeros cristianos, Flavio Josefo:

La mujer, dice la Ley, es inferior al hombre en todo. Por tanto, debe obedecer, no
para ser violentada, sino para ser mandada, pues es al hombre a quien Dios ha dado
el poder 13.

4. LA MUJER EN EL PROYECTO DE DIOS

En tres momentos de la reflexin bblica quiero detenerme para percibir, con


ustedes, cmo la Escritura cuestiona la inferioridad, el sometimiento, la
discriminacin de la mujer, propias de la cultura patriarcal, a pesar de que en dicha
cultura se escribieron los libros sagrados. El primer momento corresponde a los
relatos de creacin. El segundo es la actitud de Jess con las mujeres. El tercero
es la conviccin de la primera comunidad eclesial acerca de la relatividad de las
diferencias culturales frente a Dios como nico absoluto.

La mujer en los textos de creacin

En los primeros captulos del Gnesis, las condiciones actuales permiten percibir
la creacin del varn y la mujer en igualdad y reciprocidad, lo cual pudo haber
pasado para las generaciones anteriores.

No sobra recordar, aqu, que la creacin de la pareja representa el momento


culminante de cada uno de los relatos de creacin del libro del Gnesis; que ambas
narraciones, complementarias, muestran el ideal sealado por el creador a la pareja
humana en el principio, entendido ste no en sentido cronolgico sino como
ideal hacia el cual es posible tender; y que ambos relatos son expresin de la fe de
Israel que protologiza, en el principio de los tiempos, la salvacin de Dios que ha
experimentado en los acontecimientos de su historia.

13. FLAVIO JOSEFO, Contra Apin 1l,202.

384 Las mujeres en la Biblia


El escenario del segundo relato (Gen 2,4b-3,24), conocido como el yahvista, es un
desierto que el creador convierte en un jardn donde coloca al primer ser humano
modelado con el polvo de la tierra. Este primer ser humano est solo y el creador
reflexiona: <<No es bueno que el hombre est solo. Le vaya hacer alguien que sea
una ayuda adecuada para l (Gen 2,18). Entonces le presenta los animales
model?dos de la misma tierra pero en ellos no encuentra compaa. Es, entonces,
cuando aparece misteriosamente en escena la mujer como la nica capaz de romper
la soledad del hombre: Yahv Dios la forma de una costilla del hombre, se la
presenta y ste la acoge como su compaera: Esta sf que es de mi propia carne
y de mis propios huesos (Gen 2,23).

En el relato conocido como el sacerdotal (Gen 1,1-2,4), lo primero que hace Dios
es separar, luego adornar, luego poblar. Separa la luz de las tinieblas, las aguas
superiores de las inferiores, las aguas y la tierra seca; adorna la tierra con plantas
y arboles frutales, el firmamento con el sol, la luna y las estrellas; puebla el mundo
con los animales grandes y pequeos. Entonces decide crear al hombre 14, decide
crearlo a su imagen y semejanza y constata el texto sagrado: y cre Dios al
hombre a su imagen; a imagen de Dios lo cre; varn y hembra los cre (Gen
1,27), expresin con la cual el relato afirma la igualdad fundamental del varn y
la mujer, su idntica dignidad.

Desde el contexto actual, los relatos de creacin muestran, al decir de Juan Pablo
11, la verdad fundamental sobre el ser humano creado a imagen y semejanza de
Dios como hombre y mujer 15. Y el Papa precisa:

El texto bblico proporciona bases suficientes para reconocer la igualdad esencial


entre el hombre y la mujer desde el punto de vista de su humanidad. Ambos desde
el comienzo son personas, a diferencia de los dems seres vivientes del mundo
que los circunda. La mujer es otro yo en la humanidad comn 16.

14. El Creador parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese


a entrar en s mismo para tomar una decisin. JUAN PABLO II, Audiencia del mircoles 12
de septiembre de 1979, A.R., septiembre 16/79.

15. JUAN PABLO 11, Mulieris Dignitatem, n.6.

16. JUAN PABLO II, Ibdem.

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Ahora bien, los relatos de creacin describen el ideal original pero la realidad que
vive Israel es otra. El captulo 3 del mismo libro dramatiza el origen de esta
situacin de injusticia en la ruptura de la comunin con Dios de la primera pareja
que trae como consecuencia la ruptura de la solidaridad: la mujer que me diste por
compaera (Gen 3,12), acusa el primer hombre a la primera mujer que no es ayuda
sino seductora (Gen 3,6). As, la igualdad original (Gen 2,18-25) se torna por el
pecado en dominacin de la mujer por parte del varn (Gen 3,16b) y la atraccin
de los sexos (Gen 2,23) se convierte en concupiscencia: tendrs ansia de tu
marido (Gen 3,16b).

Jess y las mujeres

Al leer el evangelio desde las circunstancias del momento presente es posible


percibir que para Jess no son obstculo las costumbres judas. Su actitud, su
forma de tratar a las mujeres y de referirse a ellas contrasta con los prejuicios del
mundo judo al cual perteneca y lo cuestiona.

Aunque era impensable que un judo le dirigiera la palabra en pblico a una mujer
o que un maestro las aceptara entre sus discpulos, Jess admite mujeres entre sus
seguidores (Le 8,1-2); les habla largamente a Marta y a Mara en Betania (Le
10,38-42); sostiene una larga conversacin con una samaritana junto al pozo de
Jacob ante la extraeza de los discpulos (Jn 4,1-42); se dirige a un grupo de
mujeres en el camino del Calvario (Le 23,28) y, lo ms asombroso, son mujeres
las primeras testigos de la Resurreccin (Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Le 24,1-12; Jn
20,1-10).

En cuanto a las normas de pureza (Lev 15,19-27), segn las cuales el contacto con
una mujer haca impuro al hombre, sobre todo durante la menstruacin o si tena
algn sangrado, Jess hace caso omiso de ellas. Se deja tocar por la mujer que tena
una hemorragia (Mc 5,25-34) y por la mujer pecadora (Le 7,36-50) y a las dos las
despide con el mismo por tuJe has sido salvada.

Cuestiona la discriminacin a la mujer en su actitud con la mujer adltera (Jn 8,3-


11), cuando condena el derecho del varn a repudiar a la mujer (Le 16,18 Y par.)
y su cosificacin (Mt 5,28).

Con sus actitudes, que resultan extraordinarias si se considera el ambiente de su

386 Las mujeres en la Biblia


tiempo 17, al decir de Juan Pablo"n, Jess contradice aquella tradicin que
comportaba la discriminacin de la mujer 18 y reprocha cuanto ofende la
dignidad de la mujer 19

La fundamental igualdad delante de Dios

Posiblemente las generaciones anteriores pudieron prefeir los escritos de Pablo


que hacen referencia a la subordinacin de la mujer. Pero los cambios sociales y
las circunstancias actuales permiten percibir que en el cristianismo primitivo, las
diferencias de raza, de estatus social o de gnero, pierden importancia y resultan
relativizadas para quien se ha revestido de Cristo. Por eso Pablo, a pesar de los
condicionamientos de la sociedad patriarcal a la cual perteneca, puede afirmar:

Por la fe en Cristo Jess todos ustedes son hijos de Dios, ya que al unirse a Cristo
en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. Ya no importa ser judo o
griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jess, todos
ustedes son uno solo (Gal3,26-28).

y que esta afirmacin se traduce en la prctica en la gran estima que tuvo Pablo
para sus compaeras en la difusin del evangelio, como Febe, que ha ayudado a
muchos (Ro 16,2); como Mara, que tanto ha trabajado (Ro 16,6); como
Trifena, Trifosa y Prside, que trabajan en la obra del Seor (Ro 16,12); como
Evodia y Sintique, que lucharon a su lado en el anuncio del evangelio (FiI4,2);
como la madre de Rufo, que fuera una madre para l (Ro 16,13); como Priscila
y como Ninfas que reunan a la iglesia en sus casas (Ro 16,5; Col 4,15).

5. CAMINOS DE LIBERACIN PARA LA MUJER

Aunque en la Biblia estn presentes costumbres patriarcales porque sas eran las
circunstancias histricas en que vivi el pueblo de Israel y la primera comunidad
cristiana, al repasar las pginas de la Escritura con ojos de mujer es posible
percibir, en ellas, caminos de liberacin para las mujeres que han descubierto una
nueva manera de hacerse presentes en el mbito familiar y social.

17. JUAN PABLO 11, Mulieris Dignitatem, n.12.

18. JUAN PABLO 11, Ibdem.

19. JUAN PABLO n, Ibdem, n.15.

Isabel Corpas de Posada 387


Porque a pesar de que la cultura les impona guardar silencio, las mujeres de la
Biblia proclaman la fe. Porque a pesar de que las costumbres establecen su
inferioridad y sometimiento con respecto al varn, tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamento proclaman la igualdad fundamental de la pareja. Porque a pesar de que
eran consideradas pertenencia del marido conforme a los patrones culturales, no
faltan textos en la Biblia que manifiestan la reciprocidad del varn y la mujer.
Porque a pesar de que la prctica religiosa juda las discriminaba y las exclua, las
mujeres del Nu,evo Testamento participaron activamente en la vida de la Iglesia.

y es que la injusticias que se comete contra la mujer, como contra cualquier ser
humano, son contrarias al plan de Dios. Son consecuencia del pecado, del desorden
introducido por varones y mujeres en la creacin. En cambio, el proyecto de Dios
para la humanidad es la liberacin del pecado, de la injusticia y de las injusticias,
una de las cuales es la minusvaloracin y discriminacin de la mujer a nivel
conyugal y social.

Pero vayamos por partes, recogiendo en estas lneas de sntesis los datos percibidos
en la anterior reflexin.

Del silencio a la proclamacin de la fe

La palabra y el saber eran, yen cierta manera todava siguen siendo, masculinos.
Pertenecan al mundo exterior del cual estaba ausente la mujer. El silencio, en
cambio, era femenino.

As, por ejemplo, en el mundo del Antiguo Testamento, la mujer no recitaba


diariamente el credo israelita como s lo haca el judo, no lea en la sinagoga, no
estudia ba la Torah.

Por eso llaman la atencin las mujeres que toman la palabra en el Antiguo
Testamento para proclamar las maravillas de Dios: el canto de Mara, la hermana
de Moiss, con el que anima a las dems mujeres a seguirla bailando y tocando
panderetas cuando los israelitas salieron de Egipto (Ex 15,20); y el canto de Dbora
que es una relectura de la historia de la salvacin (Jue 5,2-31); el canto de Ana que
es un himno de alegra y accin de gracias al Seor Dios por su ayuda (1 Sa 2,1-
11); la oracin y el canto de alabanza de Judit (Jdt 9,1-14; 16,1-17); la oracin de
Ester (Est 4,17). Llaman la atencin, porque la Biblia pone en labios de mujeres
la proclamacin de la fe en la salvacin de Dios que tambin ellas experimentan.

388 Las mujeres en la Biblia


Tampoco estaba autorizada para llevar la palabra en el mundo del Nuevo
Testamento. Sin embargo, la primera comunidad debi romper con esta costumbre.

Prueba de ello son Mara de Nazaret, la mujer samaritana, Mara Magdalena y las
otras discpulas cuyos testimonios recoge el evangelio probablemente en
consonancia con la prctica de las reuniones de la comunidad a las cuales Pablo
hace referencia:

Si un hombre se cubre la cabeza cuando ora o cuando comunica mensajes


profticos, deshonra su cabeza. En cambio, si una mujer no se cubre la cabeza
cuando ora o cuando comunica mensajes profticos, deshonra su cabeza (1 Cor
11,4-5).

El que tanto el hombre como la mujer oren y profeticen resultaba impensable en


el mundo judo, no obstante lo cual el Nuevo Testamento admite que las mujeres
puedan hablar, que su condicin de mujer no limita este derecho, quizs por cuanto
este hecho podra considerarse como uno de los signos del cumplimiento de la
promesa: los hijos e hijas de ustedes comunicarn mensajes profticos (Jo
2,28).

Pero recordemos los testimonios de las mujeres del evangelio: el canto de fe y de


alabanza de Mara, proclamando las maravillas de Dios (Le 1,46-55); el acto de fe
de la samaritana por el cual muchos de los habitantes de aquel pueblo de Samarla
creyeron en Jess (Jn 4,39); el anuncio de las mujeres que despus de la
resurreccin corrieron a llevar la noticia a los discfpulos (Mt 28,8; cf. Le 24,
8-11) Y fueron las primeras en encontrarse con Jess Resucitado (Cf. Mt 28,9); el
testimonio de Mara Magdalena que recibi de Jess el encargo de anunciar la
resurreccin (Cf. Jn 20,17-18) y que avis a los que hablan andado con Jess que
lo habla visto y estaba vivo (Me 16,10).

Ahora bien los escritos paulinos, recogen la orden de callarse para las mujeres, la
cual se considera, en 1 Corintios, una interpolacin tarda, contempornea de la
carta a Timoteo, es decir que corresponde a un poca de transicin de la comunidad
carismtica al estilo de la de Corinto a una ms institucional como es la de las cartas
pastorales:

Las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia porque no les
est permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley.
Si quieren saber algo, pregntenIo a sus esposos en su casa, porque no est bien
que una mujer hable en las reuniones de la iglesia (1 Cor 14,34).

Isabel Corpas de Posada 389


La mujer debe escuchar la instruccin en silencio, con toda sumisin; y no
permito que la mujer ensee en pblico ni domine al hombre. Quiero que
permanezca callada, porque Dios hizo primero a Adn y despus a Eva y Adn
no fue el engaado sino la mujer; y al ser engaada cay en pecado. Pero la mujer
se salvar si cumple sus deberes como madre y si con buen juicio se mantiene en
la fe, el amor y la santidad (1 Tim 2,11-15).

Del sometimiento a la igualdad

Una vez ms conviene recordar el contexto patriarcal de los escritos del Antiguo
Testamento para percibir qu tan llamativa resulta la proclamacin de la fundamental
igualdad de la pareja en los relatos de creacin (Gen 1,1-2,24).

En cuanto al Nuevo Testamento, la organizacin familiar y social que se trasluce


en sus pginas corresponde al mundo judo y grecorromano de la poca. Es as
como las tablillas domsticas, pertenecientes al judasmo helenstico y al mundo
grecorromano y que regulaban las relaciones de la vida familiar, pasan a las
pginas de la Escritura. La sumisin de la mujer es un dato cultural y Pablo, que
es un hombre de su tiempo, considera que por este motivo el esposo es cabeza de
su esposa (1 Cor 11,3; Ef 5,23). Ahora bien, lo novedoso que el Nuevo Testamento
propone en las tablillas domsticas es la forma de vivir la relacin: salvficamente,
en el Seor:

Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Seor. Porque el esposo es
cabeza de la esposa, como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo; y
l es tambin su salvadora. Pero as como la iglesia est sujeta a Cristo, tambin
las esposas deben estar en todo sujetas a sus esposos (Ef 5,22-24).

Esposas, somtanse a sus esposos, pues este es su deber como creyentes en el


Seor(Col 3,18).

Esta forma de vivir la vida cristiana en el mbito familiar constituye testimonio


para los no creyentes y es ste el enfoque de la 1 Pedro en la tabllilla domestica que
contiene esta carta:

Ustedes, las esposas, somtanse a sus esposos, para que, si algunos de ellos no
creen en el mensaje puedan ser convencidos, sin necesidad de palabras, por el
comportamiento de ustedes, al ver ellos su conducta pura y reverente para con
Dios 1 Pe 3,1-2

390 Las mujeres en la Biblia


Por esta misma razn Pablo aconseja a las ancianas que deben ensear a las jvenes
a ser <<sujetas de sus esposos (Tit 2,5), pues la sumisin era una virtud que las
creyentes deban vivir conforme a las costumbres de la poca ..

Esta sujecin la identifica el apstol en el uso del velo, muestra de pudor pero
tambin, en la mujer casada, signo de pertenencia y sumisin al marido. La cabeza
descubierta se consideraba una indecencia. Ahora bien para las mujeres griegas era
sta una costumbre extraa que posiblemente se negaban a aceptar. Pablo intenta
convencerlas con argumentos tomados del sentido comn: no usar velo equivale
a tener a,cabeza rapada (1 Cor 11,5-6.14-15), lo que constituye una afrenta a su
feminidad; y con un tipo de argumentacin rabnica que consiste en recurrir al
lugar de la mujer en el orden de la creacin:

Pues aunque es verdad que la mujer fue fonnada del hombre, tambin es cierto
que el hombre nace de la mujer y todo tiene su origen en Dios (1 Cor 11,112).

Porque Dios hizo primero a Adn y despus a Eva; y Adn no fue el engaado
sino la mujer; y al ser engaada, cay en pecado (1 Tim 2,14).

Pero el texto que vale la pena destacar es la proclamacin de la igualdad delante


de Dios que el mismo Pablo hace: Ya no importa ser judo o griego, esclavo o
libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jess, todos ustedes son uno solo
(GaI3,26-28).

De la pertenencia a la reciprocidad

Recordemos, una vez ms, el estatus de la mujer en mundo judo. Es la mujer


seductora, que carga con la culpa del pecado de la pareja original (Gen 3,1-6) y con
el castigo: tu deseo te llevar a tu marido y l tendr autoridad sobre ti (Gen
3,16). Es, as mismo, pertenencia del marido, junto con el esclavo y la esclava, el
buey y el asno (Cf. Ex 20,17)

Ahora bien, la primera pareja afirma su existencia reciproca en las palabras del
primer hombre al acoger gozoso a la primera mujer:

Lo mismo puede decirse de la pareja del Cantar 20, que cuestiona las costumbres
y se contrapone a las expresiones del relato de cada: :

20. Cfr. DUBARl.E, A.M., Amor y fecundidad en la Biblia, Paulinas, Madrid, 1970, pp.
83-84.

Isabel Corpas de Posada 391


Yo soy de mi amado: los impulsos de su amor lo atraen a m (Ct 7,11).

Mi amado es para m y yo soy suya (Ct 2,16).

La reciprocidad tampoco corresponde a la sociedad contempornea de Pablo, en


la que no se pensaba en igualdad de derechos. Sin embargo constata la reciprocidad
entre el hombre y la mujer cuando hace notar cmo la diferencia resulta borrada
al interpretar la relacin en el Seor o al reconocer que uno y otra provienen de
Dios:

Ni la esposa es duea de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposo, ni


el esposo es dueo de su propio cuerpo puesto que pertenece a su esposa (1 Cor
7,4).

En la vida cristiana, ni el hombre existe sin la mujer, ni la mujer sin el hombre.


Pues aunque es verdad que la mujer fue formada del hombre, tambin es cierto
que el hombre nace de la mujer y todo tiene su origen en Dios (1 Cor 11,11-12).

Si se tiene en cuenta cul era la condicin de la mujer tanto en el mundo


grecorromano como en el mundo judo, podemos subrayar que el solo hecho de
admitir una reciprocidad de deberes entre el hombre y la mujer (I Cor 7,3-5), es
decir una igualdad entre ellos y lo que es ms, la posibilidad de acuerdo en lo
referente a su vida conyugal, constituye un acontecimiento. Acontecimiento que
alcanza su mxima expresin en Ga 3,28, con lo cual Pablo supera la estrechez de
la Ley para afirmar sin reparos que el Dios de la esperanza no hace acepcin de
personas, que su misericordia abarca todas las criaturas 21.

De la discriminacin a la participacin

Porque no llevaba en su carne, como el varn, el signo de pertenencia al pueblo de


la alianza, y por su impureza contagiosa la mujer juda estaba excluida del culto
y de las reuniones de la sinagoga, slo poda ingresar hasta determinado lugar en
el Templo y no estaba obligada a ir en peregrinacin a Jerusaln con motivo de la
Pascua

Por eso son tan llamativas las figuras femeninas que participan en la historia de la

21. STEIN, D. Le statut des fernmes daos les lettres de Paul, en Lumiere et Vie 139
(78), p.7l.

392 Las mujeres en la Biblia


salvacin, como Mara, la hermana de Moiss y de Aarn, a quien la Biblia
reconoce un papel protagnico (Ex 15,20; Nu 12,1-16; 26,59; Dt 24,9; 1 Cro 6,3);
como Dbora, una madre de Israel, que conduce los ejrcitos y vence al enemigo
(Jue 5,7); como Judit sirve como instrumento de Dios para salvar a su pueblo del
enemigo porque confa en Dios; como Ester, que obtiene para su pueblo la
liberacin tambin por intervencin de Dios. Y como Mara, que acept participar
en la encarnacin; como el grupo de las mujeres discpulas que seguan a Jess;
como Mara Magdalena, la primera apstol; como Priscila que instruy a Apolo;
como la diaconisa Febe (Ro 16,2), Mara (Ro 16,6), Trifena, Trifosa y Prside (Ro
16,12), Ninfas (Col 4,15), Evodia y Sintique (FiI4,2); como las ancianas (Tit
2,3-5) que tenan una responsabilidad en la comUldad y las mujeres mencionadas
junto con los diconos (1 Tim 3,11): todas ellas, de muchas maneras, participaron
en el anuncio del evangelio. Lo cual indica que la primera comunidad cristiana era
un espacio abierto para las mujeres.

6. A MANERA DE CONCLUSIN

Las figuras femeninas jalonan las pginas de la Biblia, su papel protagnico es un


reto a las costumbres, lo mismo que el reconocimiento de la igualdad de hombres
y mujeres que contrasta con la injusta minusvaloracin de la mujer.

La historia del cristianismo ha estado enmarcada en una cultura patriarcal que ha


condicionado doctrinas y prcticas.

Por eso todava no se han hecho realidad las palabras de Joel que el apstol Pedro
cita en su discurso del da de Pentecosts para referirse al cumplimiento de la
promesa en la plenitud de los tiempos:

Suceder que en los ltimos das, dice Dios,


derramar mi Espritu sobre toda la humanidad;
los hijos e hijas de ustedes
comunicarn mensajes profticos,
los jvenes tendrn visiones
y los viejos tendrn sueos.
Tambin sobre mis siervos y siervas
derramar mi Espritu en aquellos das
y comunicarn mensajes profticos (Hech 2,17-18).

Isabel Corpas de Posada 393


Ese da ciertamente no ha llegado porque las circunstancias histricas no lo han
permitido. Pero llegar. Y el ideal original proclamado en los textos de creacin
tendr cumplimiento: entonces la violencia y la injusticia que se han cometido y
se cometen contra la mujer podrn borrarse por la accin del Espritu de Jess que,
como en Pentecosts, da vida a la Iglesia y la pone en camino para anunciar la buena
noticia del amor y la salvacin de Dios para hombres y mujeres.

394 Las mujeres en la Biblia

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