Isabel Corpas (1) Las Mujeres en La Biblia
Isabel Corpas (1) Las Mujeres en La Biblia
Isabel Corpas (1) Las Mujeres en La Biblia
Este trabajo trata de buscar en las pginas de la Biblia las figuras femeninas que
acogen, protagonizan y, algunas veces, simbolizan la salvacin de Dios.
En realidad, el trabajo estaba ya hecho en la carta apostlica del Papa Juan Pablo
II sobre la dignidad de la mujer! y como no se trataba de repetir o comentar este
valioso documento, me pregunt cul podra ser mi aporte a una reflexin en tomo
a la mujer.
Entonces se me ocurri que mi aporte personal tena que ser identificar las mujeres
de la Biblia con ojos de mujer y reflexionar sobre la situacin de la mujer de
entonces y de ahora desde mi perspectiva de mujer.
1. CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Comencemos por la primera. La Biblia, en cada una de sus pginas y toda ella, es
una confesin de fe. Fe vivida en circunstancias histricas concretas y expresada
en los moldes de pensamiento y el lenguaje correspondientes a esas circunstancias.
La otra consideracin tiene que ver con la perspectiva desde donde se hace la
lectura de un texto bblico.
Fjense que un mismo texto se presta a diferentes lecturas, cada una de ellas vlida
dentro del contexto desde el cual es ledo. Porque las circunstancias desde las
cuales se aborda el texto, condicionan las preguntas y las respuestas. Por eso cada
poca percibe unos aspectos y deja pasar otros muchos desapercibidos.
Pero la lectura e interpretacin del texto bblico est enmarcada no solamente por
las circunstancias histricas sino por condiciones de tipo personal del lector.
Tradicionalmente hemos estado acostumbrados o acostumbradas a una lectura de
la Escritura con ojos masculinos, a los que posiblemente se han escapado detalles,
actitudes, personajes, que las mujeres no pasamos por alto porque tienen que ver
con nuestra realidad, con nuestra situacin 2. Es decir, que lo que para unos pudo
pasar desapercibido, nosotras podemos percibirlo.
Cuando se pregunte para qu clase de ayuda del varn es hecho aquel sexo, a mi
parecer solamente a causa de la prole 3.
Pero los tiempos son otros. El ingreso de las mujeres a la vida pblica y la
conciencia de su dignidad es, al decir del Papa Juan XXIII, signo de los tiempos
y una de las tres caractersticas de nuestra poca 6. Por eso el Papa Juan Pablo II
pudo proclamar, desde la perspectiva correspondiente al contexto contemporneo,
la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer 7, as como justificar
el acceso de la mujer a las funciones pblicas 8.
Tal vez yo no lo haba percibido. Tal vez porque hemos estado acostumbradas y
acostumbrados a identificar nicamente a los varones como protagonistas de la
historia. De la historia sagrada y de la historia profana.
Con ojos de mujer me puse a recorrer los libros de la Biblia en busca de las figuras
femeninas. Saba que estaban all, en todas sus pginas, desde Eva hasta la mujer
del Apocalipsis. Saba, con certeza, que la mujer no estaba ausente de la historia
de la salvacin. Pero quera comprobarlo.
Las historias de Rut y de Judit, como la de Ester, estaban desde siempre, cada una
en su libro correspondiente: historias de fidelidad al Dios de su pueblo.
Con seguridad haba ms, muchas ms. Unas cuyos nombres pas por alto y otras
que la memoria de una cultura patriarcal no registr pero que fueron instrumentos
de la salvacin de Dios para su pueblo.
Al llegar a las pginas del Nuevo Testamento pude confirmar que, en la plenitud
de los tiempos, el puesto central le ha pertenecido siempre a Mara, la madre de
Jess. Es decir, que, en palabras de Juan Pablo 11, la mujer se encuentra en el
corazn mismo de este acontecimiento salvfico 9.
y encontr que, contrariando la usanza juda, fueron mujeres las primeras testigos
de la resurreccin cuando un grupo de ellas, segn un papel femenino habitual en
el judasmo, prepararon mezclas aromticas y fueron al sepulcro a embalsamar el
cadver del Maestro. El evangelio de Mateo seala a Mara Magdalena y la otra
Mara (Mt 28.1); para Marcos, fueron Mara Magdalena, Mara la de Santiago y
Salom (Me 16,1); para Lucas eran Mara Magdalena, Juana, Mara la de Santiago
y otras (Le 24,10); para Juan fue nicamente Mara Magdalena (Jn 20,1).
Las mujeres, encabezadas por Mara, formaban parte del primer grupo que se
reuna para orar y que recibi el Espritu en Pentecosts (Hech 1,14; 2,1-2). A un
grupo de mujeres de Filipos, Pablo y Timoteo les hablaron del evangelio (Hech
16,13) y una de ellas, Lida, se convirti con su familia. En Damasco, tanto
hombres como mujeres eran seguidores del Camino a quienes Saulo de Tarso
persegua (Hech 9,2) y en Samara, tanto hombres como mujeres se bautizaron
cuando creyeron en la buena noticia que Felipe les anunciaba acerca del reino de
Dios y de Jesucristo (Hech 8,12). En Tesalnica, creyeron muchos griegos y
muchas mujeres distinguidas (Hech 17,4), lo mismo que en Berea (Cf. Hech
17,12).
Con nombre propio aparecen Tabita, en Joppe, rica en buenas obras y limosnas
(Hech 9,36-42); Lidia, la comerciante en prpura y primera convertida de Filipos
(Hech 16,14); Mara, la madre de Marcos, en cuya casa se congregaba la
comunidad (Hech 12,12); Damaris, la ateniense (Hech 17,34); Febe, diakonos en
la Iglesia de Ceneras, el puerto de Corinto (Ro 16,1-2); Priscila, la mujer de Aquila,
que reunan la ekklesia en su casa (Ro 16,3-5) y que instruy, con Aquila, a Apolo
en el camino de Dios (Hech 18,26); Mara, Trifena, Trifosa y Perside (Ro 16,6-12);
En la Biblia, que refleja las circunstancias histricas en las que el pueblo de Israel
y la primitiva Iglesia vivieron la experiencia de Dios, encontramos textos y
situaciones en los que la mujer aparece minusvalorada, marginada, oprimida.
Estos condicionamientos, propios de una sociedad patriarcal, conviene tenerlos en
cuenta para poder distinguir entre aquello que corresponde al contexto histrico y,
como tal, no se puede absolutizar como dato de la revelacin.
11. DE VAUX, R., Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1964,
p.58.
La mujer, dice la Ley, es inferior al hombre en todo. Por tanto, debe obedecer, no
para ser violentada, sino para ser mandada, pues es al hombre a quien Dios ha dado
el poder 13.
En los primeros captulos del Gnesis, las condiciones actuales permiten percibir
la creacin del varn y la mujer en igualdad y reciprocidad, lo cual pudo haber
pasado para las generaciones anteriores.
En el relato conocido como el sacerdotal (Gen 1,1-2,4), lo primero que hace Dios
es separar, luego adornar, luego poblar. Separa la luz de las tinieblas, las aguas
superiores de las inferiores, las aguas y la tierra seca; adorna la tierra con plantas
y arboles frutales, el firmamento con el sol, la luna y las estrellas; puebla el mundo
con los animales grandes y pequeos. Entonces decide crear al hombre 14, decide
crearlo a su imagen y semejanza y constata el texto sagrado: y cre Dios al
hombre a su imagen; a imagen de Dios lo cre; varn y hembra los cre (Gen
1,27), expresin con la cual el relato afirma la igualdad fundamental del varn y
la mujer, su idntica dignidad.
Desde el contexto actual, los relatos de creacin muestran, al decir de Juan Pablo
11, la verdad fundamental sobre el ser humano creado a imagen y semejanza de
Dios como hombre y mujer 15. Y el Papa precisa:
Aunque era impensable que un judo le dirigiera la palabra en pblico a una mujer
o que un maestro las aceptara entre sus discpulos, Jess admite mujeres entre sus
seguidores (Le 8,1-2); les habla largamente a Marta y a Mara en Betania (Le
10,38-42); sostiene una larga conversacin con una samaritana junto al pozo de
Jacob ante la extraeza de los discpulos (Jn 4,1-42); se dirige a un grupo de
mujeres en el camino del Calvario (Le 23,28) y, lo ms asombroso, son mujeres
las primeras testigos de la Resurreccin (Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Le 24,1-12; Jn
20,1-10).
En cuanto a las normas de pureza (Lev 15,19-27), segn las cuales el contacto con
una mujer haca impuro al hombre, sobre todo durante la menstruacin o si tena
algn sangrado, Jess hace caso omiso de ellas. Se deja tocar por la mujer que tena
una hemorragia (Mc 5,25-34) y por la mujer pecadora (Le 7,36-50) y a las dos las
despide con el mismo por tuJe has sido salvada.
Por la fe en Cristo Jess todos ustedes son hijos de Dios, ya que al unirse a Cristo
en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. Ya no importa ser judo o
griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jess, todos
ustedes son uno solo (Gal3,26-28).
y que esta afirmacin se traduce en la prctica en la gran estima que tuvo Pablo
para sus compaeras en la difusin del evangelio, como Febe, que ha ayudado a
muchos (Ro 16,2); como Mara, que tanto ha trabajado (Ro 16,6); como
Trifena, Trifosa y Prside, que trabajan en la obra del Seor (Ro 16,12); como
Evodia y Sintique, que lucharon a su lado en el anuncio del evangelio (FiI4,2);
como la madre de Rufo, que fuera una madre para l (Ro 16,13); como Priscila
y como Ninfas que reunan a la iglesia en sus casas (Ro 16,5; Col 4,15).
Aunque en la Biblia estn presentes costumbres patriarcales porque sas eran las
circunstancias histricas en que vivi el pueblo de Israel y la primera comunidad
cristiana, al repasar las pginas de la Escritura con ojos de mujer es posible
percibir, en ellas, caminos de liberacin para las mujeres que han descubierto una
nueva manera de hacerse presentes en el mbito familiar y social.
y es que la injusticias que se comete contra la mujer, como contra cualquier ser
humano, son contrarias al plan de Dios. Son consecuencia del pecado, del desorden
introducido por varones y mujeres en la creacin. En cambio, el proyecto de Dios
para la humanidad es la liberacin del pecado, de la injusticia y de las injusticias,
una de las cuales es la minusvaloracin y discriminacin de la mujer a nivel
conyugal y social.
Pero vayamos por partes, recogiendo en estas lneas de sntesis los datos percibidos
en la anterior reflexin.
La palabra y el saber eran, yen cierta manera todava siguen siendo, masculinos.
Pertenecan al mundo exterior del cual estaba ausente la mujer. El silencio, en
cambio, era femenino.
Por eso llaman la atencin las mujeres que toman la palabra en el Antiguo
Testamento para proclamar las maravillas de Dios: el canto de Mara, la hermana
de Moiss, con el que anima a las dems mujeres a seguirla bailando y tocando
panderetas cuando los israelitas salieron de Egipto (Ex 15,20); y el canto de Dbora
que es una relectura de la historia de la salvacin (Jue 5,2-31); el canto de Ana que
es un himno de alegra y accin de gracias al Seor Dios por su ayuda (1 Sa 2,1-
11); la oracin y el canto de alabanza de Judit (Jdt 9,1-14; 16,1-17); la oracin de
Ester (Est 4,17). Llaman la atencin, porque la Biblia pone en labios de mujeres
la proclamacin de la fe en la salvacin de Dios que tambin ellas experimentan.
Prueba de ello son Mara de Nazaret, la mujer samaritana, Mara Magdalena y las
otras discpulas cuyos testimonios recoge el evangelio probablemente en
consonancia con la prctica de las reuniones de la comunidad a las cuales Pablo
hace referencia:
Ahora bien los escritos paulinos, recogen la orden de callarse para las mujeres, la
cual se considera, en 1 Corintios, una interpolacin tarda, contempornea de la
carta a Timoteo, es decir que corresponde a un poca de transicin de la comunidad
carismtica al estilo de la de Corinto a una ms institucional como es la de las cartas
pastorales:
Las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia porque no les
est permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley.
Si quieren saber algo, pregntenIo a sus esposos en su casa, porque no est bien
que una mujer hable en las reuniones de la iglesia (1 Cor 14,34).
Una vez ms conviene recordar el contexto patriarcal de los escritos del Antiguo
Testamento para percibir qu tan llamativa resulta la proclamacin de la fundamental
igualdad de la pareja en los relatos de creacin (Gen 1,1-2,24).
Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Seor. Porque el esposo es
cabeza de la esposa, como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo; y
l es tambin su salvadora. Pero as como la iglesia est sujeta a Cristo, tambin
las esposas deben estar en todo sujetas a sus esposos (Ef 5,22-24).
Ustedes, las esposas, somtanse a sus esposos, para que, si algunos de ellos no
creen en el mensaje puedan ser convencidos, sin necesidad de palabras, por el
comportamiento de ustedes, al ver ellos su conducta pura y reverente para con
Dios 1 Pe 3,1-2
Esta sujecin la identifica el apstol en el uso del velo, muestra de pudor pero
tambin, en la mujer casada, signo de pertenencia y sumisin al marido. La cabeza
descubierta se consideraba una indecencia. Ahora bien para las mujeres griegas era
sta una costumbre extraa que posiblemente se negaban a aceptar. Pablo intenta
convencerlas con argumentos tomados del sentido comn: no usar velo equivale
a tener a,cabeza rapada (1 Cor 11,5-6.14-15), lo que constituye una afrenta a su
feminidad; y con un tipo de argumentacin rabnica que consiste en recurrir al
lugar de la mujer en el orden de la creacin:
Pues aunque es verdad que la mujer fue fonnada del hombre, tambin es cierto
que el hombre nace de la mujer y todo tiene su origen en Dios (1 Cor 11,112).
Porque Dios hizo primero a Adn y despus a Eva; y Adn no fue el engaado
sino la mujer; y al ser engaada, cay en pecado (1 Tim 2,14).
De la pertenencia a la reciprocidad
Ahora bien, la primera pareja afirma su existencia reciproca en las palabras del
primer hombre al acoger gozoso a la primera mujer:
Lo mismo puede decirse de la pareja del Cantar 20, que cuestiona las costumbres
y se contrapone a las expresiones del relato de cada: :
20. Cfr. DUBARl.E, A.M., Amor y fecundidad en la Biblia, Paulinas, Madrid, 1970, pp.
83-84.
De la discriminacin a la participacin
Por eso son tan llamativas las figuras femeninas que participan en la historia de la
21. STEIN, D. Le statut des fernmes daos les lettres de Paul, en Lumiere et Vie 139
(78), p.7l.
6. A MANERA DE CONCLUSIN
Por eso todava no se han hecho realidad las palabras de Joel que el apstol Pedro
cita en su discurso del da de Pentecosts para referirse al cumplimiento de la
promesa en la plenitud de los tiempos: