Historia Del Tango
Historia Del Tango
Historia Del Tango
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ESTA NOCHE SE TANGUEA IMPROVISANDO
Diez de la noche. Las Heras y Callao. Pasa un vendedor de diarios: Renunci el presidente,
renunci! ltimas noticias!
se lo llama al pibe, le compra y vuelve a unirse a su congregacin de tres caminantes tres.
Los estuches cantan: son msicos.
Moreno, el de la guitarra. Quince aos atrs, en el alambrado, as nombra l a su instrumento,
con una sonrisa blanqusima con esa caries que es casi una guiada, supo bordonear las
milongas tejedoristas. Unas canciones protestonas que vengan con filo y contrafilo de coplas, la
derrota de don Carlos Tejedor. Hoy, y se le ve de lejos en la penumbra de la calle, calzacon
seduccin de reto a ver quin me la saca! una boina blanca. Es hombre de la Unin
Cvica. Del partido amasado entre los rezongos muy populares contra un gobierno el del
cordobs Jurez Celman tan flojo para contener los delitos financieros de unos pocos que
pusieron al pas en punto de quiebra. Todo aquel lo, digo, que empuj las acciones
revolucionarias de 1890.
Ja! Que estn ustedes para constitucionalizar las renuncias presidenciales, hombre! Cinco
aos ha, Celman. Ahora el Senz Pea. Maana . . .
Re, pliega el diario y lo desliza bajo el brazo zurdo junto a la caja del violn. Es madrileo,
cincuentn, semicalvo. Se vino con su gente hace un par de aos. No le ha ido tan lindo como
so al embarcarse. Por eso entre las cachaditas de sus compinches de musiquera nocturna,
trata de rescatar sus "categoras". Rascatripas yo? No sabe lo que dice! Me hubieran visto
en el Eslava, voto a Chueca! Cuando El ltimo Chulo, de Valverde y Torregosa, yo yo
mismito, s seor diriga el tro orquestal que tocaba en la escena. Tro orquestal? Jua,
jua, jua!
Rase. . . Pero eso era msica. Y ustedes se creen que inventaron los tros! Por favor.
Cllese, don Gallegn. Que ust habla de pura hambre, che.
El morocho, jua jua! larga otra vez su carcajada de glotis y le festeja la salida al tercero del
grupito. A este oriental del Guruy de Montevideo, flautista de odo. Se viene un da de all
siguindole el aroma y el escote bien amanecido a aquella tiple portea que no nombra. La tiple
se le enamora de un "high" y l se queda a rumiar su mezcla de desengao y de patez. Antes
de eso tocaba milongones surtidos por un peso oro la noche en las academias del bajo
montevideano, porque all sabs? no se toca tango, botija, como suele explicarle al negro. En
la de Sols y Gloria tecleaba el piano; en la de El Picaflor, Mercedes y Rondeau, "un armonio
que era una bosta y le faltaban seis voces amasijadas por un balazo". Ahora en Buenos Aires,
en estos recreos de Palermo donde no hay con qu reponer los vasos que escrachan los clien-
tes cabreros, van a tener plata para comprar pianos! Y pagan una miseria, como all; a l con
el negro y el violinista cada jornada se les hace una maratn. Tocan en tres o cuatro locales
distantes varios kilmetros entre s. Por eso, como el de ellos, todos los conjuntos que hacen
Tango se integran con instrumentos livianos, porttiles. Y jams de cobre; nada de trompeta o
de saxofn. Los tres que ya sabemos, y a veces un mandoln, un arpa pequea rara vez
un clarinete que son los que mejor dan el sonido del Tango.Maana, caballeros de la
tristsima figura, tocamos en La Red, de San Telmo: una bicoca, pagan dos nacionales por
barba! Pasado, si gustan, en las carpas de La Recoleta; guita no hay, pero tienen unas
chinonas ca-derudas para pagar en especies, como quien dice. Oste eso, negro sucio?
Y traspasado, sbado, en la alpargatera de Sols y Estados Unidos.
Alpargatera! Vlgame Dios; me hubieran visto en el Eslava, coo!
Y dale con el Eslava! Por qu no se va un poquito a la pucha! A ver si respeta un cachito a
la msica nacional, galleguete pelado y vejancn.
Ah! S, s. Msica nacional, msica celestial! Con melodas robadas a mazurcas y chotises
y tanguillos. Fuera.
No dir eso por los tres tanguitos criollazos que sopl antiayer de improvisada pura con la
flauta, no?
Carroa.
Carroa que hoy voy a tocar otra vez! corregida y aumentada, y que dejar de serlo si usted
afina aunque sea una en el violn. Pero quin te ense a tocar! Sancho Panza?
Y as entre risa y pa siguen los tres rumbo al recreo de Palermo. Tocarn all qu sabe uno!,
hasta que el sol est alto, mientras los bailarines infatigables le den al corte. El moreno pondr
la base de ritmo con su alambrado; el acompaamiento una "corchea con puntillo, una
semicorchea y dos corcheas" como alguien le ha aclarado, y l repite como un loro, porque l
de esos cositos negros del pentagrama no sabe ni jota.
Comps de dos por cuatro plagiado de la habanera, claro!
El "glorioso de la zarzuela" cantar la meloda en su violn, a la que el oriental ir bordando la
ornamentacin flautstica. Una suerte de improvisacin sin solos.
Un espanto! Ah, mis tiempos del Eslava!
Cllese o le pongo la guitarra de poncho. Jua, jua!
Mrelo al negro fesimo, no se saca esa boina sucia ni cuando to-
camos en los velorios.
Usted lo ha dicho, radical hasta en la muerte!
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PALERMO ERA UNA FIESTA
Esta Buenos Aires de 1895 es una cosa muy seria. El segundo censo nacional cuatro
millones en toda la Repblica arroja para la capital una cifra asombrosa: la ciudad ha
cuadruplicado su poblacin de 1870. Tiene hoy 677.786 habitantes.
En el Gaulois o en el Tortoni de la recin abierta e inaugurada Avenida de Mayo, van y vienen
sos y otros orgullos: que Sara Bernhardt, que Eleonora Duse, que Mara Guerrero en el
Politeama, en el Oden, en el Coln. Como los mejores del mundo, nuestros teatros.
Dos paseos preciosos al norte y al sur, tiene Buenos Aires: las barrancas de la Recoleta y el
Parque Lezama. Y ms all el bosque de Palermo, habilitado en el 74 que por la noche es una
boca de lobos en la que apenas se sospechan las lucecitas de los recreos nocturnos.
All, un poco a espaldas de la metrpolis, calaveras, cocotas y compadres perpetran, dale que
dale, la entusiasmada y grave travesura del Tango.
En el Tarana estn "El Negro" Lorenzo Martnez (guitarra), Benito Masset (flauta) y Enrique
Saborido (violn). En El Tambito, "El Pibe" Ernesto Ponzio (violn), Eusebio Aspiazu (guitarra) y
Vicente Pecci (flauta). En el recreo contiguo al Veldromo, Luciano Ros (guitarra), Pepe
Guerriero (flauta) y Julin Urdapilleta (violn). Otros en El Kiosquito y en lugares que van hasta
el bajo Belgrano: La Fazenda, La Pajarera, la Cancha de Rosendo.
A la par de los ejecutantes, los bailarines. Y entre estos tres ases indiscutidos, noctmbulos
perdidos, hombres de teatro todos: Elas Alippi, Francisco Ducasse y Atilio Supparo.
Por primera vez es que la fama de los arrabaleros viene empujando muy fuerte los
nombres propios le han ganado al anonimato de ayer.
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CRNICA DE LA PRIMERA MUERTE
Qu te dije, Reynaldo? Nada de lo bueno dura, esos muchachos estn desvirtuando al
Tango. Manga de fifs . . .
Los que tocan y bailan en las pistas de Palermo son muchachos claro, para los veteranos del
80. Esos muchachos bien identificados y secretamente admirados con nombre y apellido
son la nueva hornada de tanguistas, la generacin de 1895. La que bailar tangos en Pars. La
que colonizar a Buenos Aires para la msica del arrabal. La que impondr en uno de los
ms enigmticos episodios de esta historia el bandonen en las orquestas. La que ganar
para el Tango a editores y fonograferos. La que. . . Bueno una promocin de revolucionarios!
Los viejos, como ocurre siempre como ocurrir infaliblemente despus, generacin por
generacin tiran la bronca: "Tango-tango, no esto de ahora es lo que bailbamos nosotros,
djeme de embromar, querido".
Un veterano de sos hace de esta protesta artculo periodstico. Es Jos Sixto lvarez, "Fray
Mocho". Con el seudnimo Sargento Pita, escribe en el "Caras y Caretas" del 7 de febrero de
1903: La memoria del Tango se ha salvado debido a los Podest, que la conservan. Pero la
silueta del compadre pendenciero que lo bailaba se perdi para siempre, y apenas evocan sus
contornos que se esfuman, los pocos sobrevivientes de algn drama sangriento de aquel
tiempo. Se fueron los del Alto y Balvanera con sus pantalones de campaa, su ponchito en el
hombro y en los labios la insolencia procaz, compaera inseparable de la daga traidora y del
taco de aguja que desmenuzaba el paso y obligaba al contoneo mujeril de las caderas bus-
cando el equilibrio. Este Tango de la actualidad 1903 no es ya un pendn de bandera
como en tiempos de alsinistas y mitristas, sino simple entretenimiento callejero de la
muchachada ociosa. Y si no asistimos a su ignorada muerte omos el fnebre taido de la
campana que anuncia su agona.
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LA CASA DE MADAME DE...
Todo el Tango en su expresin instrumental se aguanta ahora en quince o veinte tercetos de
mayor o de menor nombradla. Guitarra, flauta, violn, muy bien: pero qu hacemos con el
piano? Mir, al piano lo tocamos all donde la casa tiene el montn de guita que hace falta para
comprar uno.
Es decir, en lo de Mara "La Vasca", en lo de "La Parda" Adelina, en lo de "La Gringa" Adela.
Qu es esto? Confiteras? No, prostbulos elegantes. "Casitas" placenteras a las que el
doctor o el senador Perengnez van a perpetrar su farruca a contramano a cambio de algn
regalito a la chica del caso y de una paga, reservada pero jams poca, para la duea.
Para sus fiestecitas de puertas entornadas esas propietarias organizan el baile. Las locuelas
bonitas que hagan falta, bien vestidas, bien habladas, bien perfumadas; y un pianista
aguantador y de pinta pasable. Laura Monserrat tiene en sus veladas al morocho Rosendo
Mendizbal. La madame Blanche, francesa, al "Johnny" Aragn. Mara "La Vasca", a Alfredo
Bevilacqua; "La Parda" Adelina a Manuel Campoamor. Y "La Gringa" Adela, a Samuel
Castriota. Si alguno de estos msicos se enferma o falta por cualquier razn manda "cambio".
Para eso estn a la orden Camilin, Harold Phillips, Roncallo, Braun o Nicolini.
As, al son de los pianitos, algunos hombres que hacen la historia de nuestro pas bailan Tango
con los mismos cortes solemnes, refinados, gozosamente dibujados sobre el piso que practican
sus guardaespaldas, sus matonazos de parroquia, de puro compadres que son.
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TANGO CRIOLLO PARA PIANO
Los doce o quince pianistas de las casas de . . ., tienen, por asi decir, su logia aparte. Son
amigos o conocidos entre si. Y suelen intercambiar repertorio, novedades, ideas.
Logran ellos de este modo plasmar un tipo de Tango. Casi un estilo tangustico que s, es bien
semejante en lo capital: tensin y tiempo de ejecucin, meloda y acentuaciones al que se
ejecuta en los tros. Tanto que muchas veces la zurda del pianista trata de reproducir en la
tesitura gorda de su instrumento el acompaamiento bordoneado de la guitarra. La diferencia
es otra. Estos tangos piansticos aparecen dotados de una mayor solidez armnica y
estructural. Es la mejor calidad formal que se advierte en cinco obras, una de cada uno de los
cultores ms destacados de este estilo: El talar, de Aragn (1894); El Entrerriano, de
Mendizbal (1897); Sargento Cabral, de Campoamor (1899); Venus, de Bevilacqua (1902) y La
Yerra, de Castriota (1903).
Esa superacin musical se explica. Tal vez con dificultades, muy toscamente sin duda, pero
ellos a diferencia de los msicos de tro anotan sus temas. Nada ms que la lnea meldica
y los acordes bsicos. Alguno de esos maestros italianos que se mueren de hambre les da una
mano a regaadientes, pero se las da, para redondear la marcha armnica elemental de cada
tango.
Esta es la primera tanda de obras que llega al pentagrama ms o menos sistemticamente. Se
divulga bajo una denominacin sellada por su origen pianstico, que llenar toda una poca:
"Tango criollo para piano". El repentinsimo de los msicos de tro, esa confusa improvisacin
sin solos los ejecutantes son realmente mediocres no encierra un estilo.
Tocan improvisando porque no hay repertorio impreso y lo poco que hay no saben leerlo. Son
payadores instrumentales por pura necesidad.
Por el contrario, el Tango criollo para piano, ms elaborado, ms trabajado, mejor msica,
plasma para siempre ya un rasgo incanjeable del tango entero: su constitutivo carcter de
msica compuesta. Compuesta, concebida y facturada antes de la ejecucin por esencial y
radical oposicin a la msica improvisada. Al temperamento esttico que por ejemplo, defineal
alma del Jazz.
El Tango se consuma, se desarrolla, adquiere cien estilos siempre como idea de la msica
totalmente sentida y pensada antes del primer sonido de instrumentos. Como arte musical de
acuerdo previo.
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LOS RECUERDOS DE QUINTANA
Gauchos alzados, payadores de fama junto con los personajes del suburbio, sirvieron de
materia prima a los autores de teatro y a los milongueros. Expresin stos del alma portea
descubran la nota tpica en cada uno de los elementos que la componen, reflejando loas
deseos, tristezas, alegras y protestas de la campaa y el arrabal. La escena y la msica tenan
por consiguiente, que inspirarse predominantemente en ellos relata Federico Quintana en
evocacin del Buenos Aires de fin de siglo. Y agrega: Aquella gente era duea de un modo de
ser, de hablar, de sentir, de un ritmo muscular evidente y hasta de una garganta especial. La
msica' ajust los compases a la armona de sus movimientos y su letra debi de adecuarse a
sus modalidades y tendencias. Hallar la correspondencia exacta entre estos instintos y su
expresin musical, fue un xito de vasta resonancia.
Para la sensibilidad argentina, aun para la del hombre evolucionado perteneciente a las clases
cultas, resultaban algo propio aquellas melanclicas canciones, como si an subsistieran en
ellas ecos de esa nostalgia y tambin como un contraste con la escasa originalidad que le
proporcionaba el ambiente circundante. Tal vez para muchos, en esos acordes se juntaban
adems, un ansia de consuelo y la incontenible necesidad de una msica propia. La ms
genuina expresin de todo aquello fue el Tango.
La muchachada de Buenos Aires sigue contndonos Federico Quintana se contagi muy
pronto con la atraccin de costumbres tan llenas de vehemencia, tan diversas a las suyas; y
quiso acercarse a ellas como quien se asoma a un mundo de emociones fuertes. No era fcil
introducirse sin cicerones en ese ambiente. Haba que buscar un tipo de prestigio que sirviera
de acompaante, que cuidara las espaldas. Pero esa misma dificultad, junto con las fuerzas
envolventes del medio lo incitaban a vencerla. Gran parte de la juventud portea comenz
entonces a hacer todo lo posible para ponerse a la altura de sus modelos, imitando a su vez, su
andar, sus posturas, su lenguaje. Qu hacan all con semejantes modales gente bien nacida,
absolutamente ajena a ese medio? No lo s. Pero lo seguro es que el Tangoy no me refiero
tan slo a su versin musical y cantada, sino a todo lo que representa de extraccin vulgar
no bien apareci en el arrabal, se extendi rpidamente, y al llegar al centro de la ciudad se
apoder de l.
Fue una verdadera invasin que conquist fcilmente el terreno, prueba de que ste se
hallaba preparado para recibirlo y absorberlo.
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CORAZON DE CAJETILLA
Nacido en el 900, y cajetilla pato de una familia rica, mi to Goyo Ezcurra se hace a la mar de la
milonga apenas adolescente. Porteo hasta lo delirante, guitarrero y cantor por una
huracanada interior que le pona a temblar las camisas con monograma bordado, comparte con
otros jvenes amigos y primos sus travesas por la noche de Buenos Aires. La clave de las
exploraciones, la escarapela que flamea en la solapa de su alma en orgullo de desafo son los
tangos, con mstica que hereda de parientes mayores y de un clima de amor a la ciudad que se
le empareja con el puro instinto de su porteismo. Bueno, simpatiqusimo y generoso hasta
reventar el ltimo nacional en beneficio de cualquiera, el Tango es para l lo insurgentemente
argentino, el latido de tripas que hace proselitismo criollo sobre sus impecables ternos a la
britnica y en lo alto de la educacin esmaltada a la francesa.
Mi to Goyo fue el modelo que me despej para siempre los fraudes poco gloriosos que
embalsamaron al Tango en la supuesta expresin de los desheredados del suburbio, sin poder
desprestigiar, gracias a Dios, el soberbio empujn inventivo que hizo realmente popular al
Tango por una alianza de porteos que slo le hizo caso al precinto del talento.
Jorge Newbery, Florencio Parravicini y Ricardo Giraldes bailarn Tango con calidades de
maestra que miden con la misma vara los cortes de "El Mocho" que es carrero de profesin, o
de Elas Alippi que es actor. Y los formidables tangos de Agustn Bardi que ser empleado de
una casa de mudanzas, nada tiene que los diferencie de los formidables tangos del
universitario oriental Martn Lasala lvarez.
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SER HOMBRE DE BUENOS AIRES
La comparencia inevitable y entraable de Goyo Ezcurra en mi vidafue l quien desat lo que
en m haba de predispuesto para zambullirme de boca en eso magntico que no te suelta ms
con que el Tango se lo devora a uno se acopla siempre a los recuerdos de un hombre que
dio un libro insuperable para remachar estos prrafos: No parece inquietar demasiado a los
argentinos de ahora la fama de lupanario que se atribuye al Tango criollo desde los comienzos
de siglo cuenta Jos Sebastin Tallon en El Tango en sus Etapas de Msica Prohibida.
Yo pertenezcodice a una vieja familia portea de la clase media que se dividi desde
mucho antes de 1910, en tolerantes y prohibicionistas. Mi padre contina hoy irreconciliable
con el Tango, al que concepta un baile de gente baja en su origen. Mi to Roberto, su hermano
menor, fue a la inversa, un hombre del Tango. En aquella poca el Tango daba al hombre que
se le aficionaba una fisonoma psicolgica muy peculiar. Hasta en las personas como mi to
Roberto que no fue nunca por supuesto, un hombre del suburbio, el Tango era como en los
carreristas apasionados que vemos hoy algo que sustancialmente daba un tono a su
personalidad. En el modo de ser, de pensar, de sentir, de comprender la vida, se era un hombre
de Tango. Dentro de nuestra clase social mi to era un hombre de educacin discreta; sin
embargo, el Tango estaba en l de ese modo. Ser un hombre del tango significaba para l,
simplemente, ser un hombre de Buenos Aires. Era el modo revolucionario que tenan los
hombres del tiempo, de sentirse porteos hasta las races de su ser. El sensualismo se haba
amotinado en las orillas y la juventud no poda sufrir, sin tenerse por anticuada o aburrida o
bobalicona, el desconocimiento del bajo fondo. Se padeca como un defecto fsico la ignorancia
de los secretos de la noche ... No culpemos demasiado a aquellos muchachos que huan as de
la vaciedad interior y del hasto pavoroso que atormentaba entonces a la ciudad.
SEGUNDO ACTO, AL SUR
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Y LA MSICA ENCUENTRA SU ABRAZO
Qu poco, che, queda de las cosas despus que uno se las explica,sola decir Wmpi.
Bueno, aqu va a quedar muchsimo porque no se explica casi nada. Y el cachito que admite
explicacin servir nicamente, para exaltar el ingenio de esos silvestres musicantes que
hacen Tango a comienzos de siglo. Porque en este prrafo, lector, se relata un episodio
enigmtico, rico en absurdo, en belleza y en misterio.
En hora de este puntapi inicial del siglo ya se ha enriquecido el Tango con dos de las artes
que expresan su totalidad: tiene su Danza, tiene su Msica. Dar todava dos ms, una
Cancin (no sta a la madrilea que conocemos, sino otra absolutamente original) y un Arte
Interpretativo que de alguna manera vamos sospechando en el piano y en los tros. Porque
hay, es muy cierto, un principio de este arte de la interpretacin instrumental que ser luego
ms pleno, en ese no s qu de las acentuaciones y del rudimentario fraseo que destella como
un perfume vago en la ejecucin de las vacilantes congregaciones de tres msicos. Aunque se
insina tambin una intencin de densidad expresiva que la guitarra, el violn y la flauta
mucho ms por el nfimo concepto armnico con que se los une no alcanzan a dar. Carecen
estos grupos de la personalidad tmbrica que los distinga rotundamente y sus realizaciones
proponen apenas una deslavada versin de lo que el Tango ya es y ya dice de su hondura, por
ejemplo, en la brillante y trgica potencia esttica de su danza.
Hay que encontrar para el arte de los instrumentos algo inesperado, identifcador,
revolucionario. Una fuerza que selle, que apellide a la tocata tanguera. Un equivalente de lo
que el abrazo ha representado para el baile.
Hay que encontrarlo, y se encuentra!
Es casi un mandato biolgico. Un imperativo de genes musicales que se consuma a expensas
de uno de esos absurdos que instilan a lo popular buena parte de su indescifrable belleza.
Fjese cmo viene esto: para darle a su Tango orquestal (de alguna manera hay que llamarlo),
cara y garganta propia, los tanguistas se aduean de un extrao y casi ignorado instrumento.
Porque aunque parezca disparatado, incierto, inslito y aberrante, es as no ms. En este
momento de su incorporacin al Tango no hay en Buenos Aires ms de una decena de
ejemplares de esta rara herramienta de la msica que se eligen: el bandonen.
Qu caracho es esto? Nos enteramos, pero mucho despus (y en una versin de tantas;
tambin es neblinoso su origen), que al bandonen lo inventa un artesano de Chemnitz:
Herman Uhlig. Parece que ocurre hacia 1830. La idea es crear un sucedneo porttil del
rgano, que pueda llevarse colgado del cuello para el oficio de los funerales callejeros.
Sabemos tambin (lo sabemos ms o menos; hay quienes afirman que es el otro y no Uhlig el
inventor) que otro alemn, comerciante de Krefeld se asocia con Herman y le dar escala
industrial a su fabricacin. Tambin le dar su nombre, porque se llama Vertag Band.
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BANDONIUM
Segn las mismas referencias, en torno de 1850 el uso del "bandonion" o "bandonium" stas
son las denominaciones iniciales excede con mucho el propsito de Uhlig. Los campesinos
de Baviera lo adoptan para acompaar el jbilo de sus danzas colectivas a cielo abierto. El "r-
gano porttil" se esparce luego por toda Alemania.
En Buenos Aires, cuando el bandonen llega a las orquestitas arrabaleras nadie sabe nada de
toda esta historia de alemanes, de funerales y de campesinos. Esto no tiene la ms mnima
importancia, desde luego.
Pero no resulta hermosamente contradictorio que para ejecutar una msica de creciente
divulgacin se elija un instrumento impopular? Que se prefiera un instrumento cuyo
complejsimo manejo se agrava porque no ha llegado con l ni el ms elemental mtodo de
aprendizaje?
Veamos todos los problemas casi insolubles que derivan de esta eleccin. Se desconoce la
tcnica, habr que descubrirla; se desconoce su mecnica: ser necesario aprender a
componer el instrumento e introducirse en una tarea delicadsima, la afinacin; habr que
importar ms y ms ejemplares, de dnde? Ah! de Alemania ... Y aun logrado todo eso, que
no es poco, habr que ensear cmo se toca y habr que esperar el advenimiento improbable
de una generacin de bandoneonistas.
Todo en contra, pibe! Todo difcil! Todo improbable! Caramba, no hubiera sido mucho ms
lgico, ms directo, ms sencillo, ms sensato, ms realista, ms rpido, ms remunerador
poner en las orquestas el acorden? S, la "verdulera" sa que tocan tres de cada diez tanos;
que es de manipuleo bien fcil, que est presente en alto nmero de ejemplares, que es barata,
cmoda, absolutamente popularizada, en vez de tantos los
Dejenm de embromar, hombre! con un instrumento que casi nadie conoce.
Nones: el arte se re de los que piensan as. El arte es para los ilgicos, para los que no piden
cuartel ni esperan atajos, para los insensatos, para los que la realidad les importa un pito y el
dinero un zorro.
Claro, el acorden es la gran solucin, s! Pero tiene este "pequeo" inconveniente: "no dice
nada de lo que quiero decir." Yo quiero cavarle a la msica un pozo de tres metros de fondo, y
el acorden me hace uno de diez centmetros! Es cierto; la eleccin del bandonen supone un
inmenso disparate. Tan grande que ya no pertenece a la fauna de la locura ni al reino de los
absurdos. Habita una categora ms inmaterial, ms alta, ms linda: el bandonen es una
fatalidad del Tango.
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EL FUEYE MS NIO
Y no fue, no, la "verdulera" accesible y facilonga sino el complicadsimo y casi inexistente
bandonen el instrumento elegido. Lo cual me ratifica en una idea congruente con varios
conceptos que he subrayado prrafos atrs: la influencia de la inmigracin en el Tango y en
general, en todas las formas del arte nacional no es nula. Pero es muchsimo menor de la
que se le atribuye. El Tango es obra de nativos. Es afirmacin de lo argentino, de lo porteo, de
lo rioplatense en franca pelea contra las fuerzas disolventes, despersonalizadoras de la
inmigracin.
El bandonen, justamente por desconocido, porque llega absolutamente vacio, virgen, sin
historia, sin tcnica, sin tradicin musical, sin presin emocional, sin temperatura nacional, es la
gran posibilidad. La criatura justa para ser educada a la criolla, para ser llenada hasta los
bordes con la nuestra.
Encierra adems, enigmas que satisfacen a nuestro temperamento, a nuestra infatigable
bsqueda de signos misteriosos. Son menos que borrosas las circunstancias que rodean la
llegada del bandonen a Buenos Aires.
Ciriaco Ortiz me ha contado que el primer bandonen que hubo en la Argentina fue el de su
padre un modelo primitivo, de dos octavas, de madera clara y sensiblemente ms pequeo
que el clsico. Ciriaco padre nace en 1883; es posible que haya recibido su instrumento de
otro ejecutante.
Porque es tradicin muy firme que ya el padre de los Santa Cruz Domingo y Juan tocaba
bandonen como voz de vivac, en la Guerra de la Triple Alianza.
Se barajan, a la par, otras hiptesis vagas. Se menciona el nombre de un cierto marinero ingls
Toms Moore para ubicar al introductor del primer ejemplar, y a unos tales "brasilero
Bartolo" y "ciego Ruperto" entre sus ejecutantes ms remotos.
He odo contar tambin que el bandonen deriv del perfeccionamiento de otra herramienta
musical anterior: el Onion, de ah vendra lo de BandOnion; y que un hijo de Vertag Band trajo
un ejemplar a Buenos Aires en torno de 1870. Que saba tocarlo en un caf de alemanes que
estaba en la calle Corrientes, en el mismo local que ms tarde ocup La Helvtica. Y que all
pap Santa Cruz aprendi de Band hijo, las primeras lecciones. Y siguen las hiptesis. . .
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LA HORNADA DEL MAYORAL
Coinciden en cambio todas las memorias, cuando se trata de sealar al primer bandoneonista
importante, por calidad de ejecucin y por fama.
Es cochero de tranvas con traccin a sangre. La piel oscura, rasgos de negro. Recibe sus
apellidazos cuando la liberacin de vientres. Se llama Sebastin Ramos Meja. Le dicen "El
Pardo". Es el fundador de toda la dinasta bandoneonera. Se le puede escuchar toca solo,
cantando con la derecha y acompandose con los bajos en un bodegn que hay en Mi-
nistro Ingls (despus Canning) y Santa Fe. Tambin se le ha escuchado en Montevideo, y
adems da lecciones de bandonen. Sus discpulos principales son Zambrano, Chiappe,
Romero, Mazuchelli, Repetto. stos a su vez, introducirn en los secretos del fueye ya se
llama al instrumento as, otros le dicen "bandolen" al Sargento Gil, a Mximo "El
Lombardito", a Cipriano Nava, a Domingo Villeri, a Sebastin Vzquez, a Domingo Santa Cruz.
En conjunto "maestros" y "discpulos" salidos de la vocacin precursora de "El Pardo"
Sebastin, configuran una primera generacin de bandoneones.
En su mayora usan ellos la versin arcaica del instrumento, musicalmente limitada y
mecnicamente ms simple, comparada con los novedosos modelos perfeccionados que van
llegando de Alemania; ms voces, y voces ms tersas, botoneras ms ricas. As al modelo
inicial de 44 botones se suceden otros dos, con 53 y 65 respectivamente, hasta el ejemplar
defini-tivo, de 71 38 en la caja armnica de la derecha, 31 en la izquierdaque es un
verdadero alarde de equilibrio musical.
Cuando en 1899 el padre de Vicente Greco quiere regalarle a su hijo uno de estos
bandoneones grandes, despus de mucho recorrer slo encuentra uno en un negocio de la
calle Buen Orden. Pero ya es el modelo que emplea entonces un discpulo de Zambrano que
tiene diecinueve aos y que ser estrella. Se llama Juan Maglio. Lo apodan Pacho.
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LA TANGOPLIS DEL RIACHUELO
Tres pueblos cercanos, cada cual con propia lnea portea bien definida, se han ido
entretejiendo quinta por quinta, baldo por baldo al mapa central de Buenos Aires: al norte,
Belgrano; al oeste, Flores; al sur, La Boca.
A ste podemos divisarlo desde las barrancas del Parque Lezama. Es un casero de casa
liviana mucha chapa de fierro galvanizada porque el suelo blando, anegadizo, lodoso, no
aguanta manipostera. Una iglesia, un juzgado, un par de plazas, el tranva a caballos
itinerario: Boca-Plaza de Mayo, la va del ferrocarril. Y un protagonista, esta suerte de Nilo
propio que le enoja el clima, que lo inunda, que lo irrita, que le modula el paisaje, que le muerde
los cimientos, que le aclara la vocacin: el Riachuelo.
Cuando este pueblo se perpeta en barrio, ya es la babelita pampeana que sabemos.
Muchsimos genoveses, centenares de italianos de cuanta regin hay, espaoles, griegos,
dlmatas, japoneses algunos, provincianos yramos pocos! todo ese turismo yugador que
dejan en el puerto contiguo vapores de treinta banderas diferentes.
Esta Boca 1900 tiene su oscuro firmamento costero hecho de fondn, de caf, de bodegn, de
prostbulo. Y en la docena de manzanas apretada en las calles Almirante Brown, Olavarra,
Pinzn y Gaboto, esa cafetinera se espesa y gana todo su estilo. Aqu los bares son servidos
por camareras muy vestidas de negro y con el delantal blanco. Y en los palcos, estrechos y
altos, se oye esa msica que es una divisa: Tangos criollos ejecutados por cuartetos con
Bandonen.
Antes, las orquestitas de tres msicos sientan plaza en Palermo. Desde ya La Boca es
comarca de cuartetos. La distincin, por as decir, geogrfica o la variante numrica, resultan
de todos modos poca cosa si se trata de ahondar en estos grupos que son el delirio del barrio
"xeneize". Porque cuando al tro guitarra, violn, flauta se agrega el bandonen, se acab
para siempre la democracia de los instrumentos tangueros! Aquellos tres ya no son ms que
puro trpode donde hace pie con sensacin de prncipe el "Gran Arrugado".
En cualquier tablado, en la foto o en la simple enunciacin de personal de un conjunto no hay
tuta: el bandonen al frente!
No hay capricho en esta distincin, en ese clasismo musical, en esta categorizacin de
presencias, en esta jerarqua as aceptada. El bandonen tiene ms misterio, ms
personalidad, ms salsa visual, ms originalidad, ms prepotencia, ms "swing" reo. Cmo?
Eso: es un kilmetro cero, con toda la voz a nuevo para que el Tango intente el esfuerzo
gentico de echar su propia garganta y su propia cara. Desde este instante y para siempre la
orquesta de tangos tendr cara de bandonen o no tendr cara! S: es la rotunda jeta del
Tango que setenta aos despus Piazzolla vuelve a imponer en Pars y en Nueva York, o no?
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HABLEMOS DE CUARTETOS
La Boca, desde 1905 en ms, es Tangoplis.
Esta autoridad del bandonen queda patente desde el pique. Las primeras vedettes de la
msica portea, los dolos populares que ordenan a la gran tribu arrabalera de los "fans" del
canyengue, sern bandoneonistas. Pacho y Greco son una bomba. Aqul en buen estilo para la
poca: pulcro el sonido, agradable la manera de expresar (ojo, que comparado con Laurenz,
con Pichuco o con "El Gordo" Federico, no pasa de aprendiz!).
Y el otro, ocho aos menor, completa con el encanto comprador de su cara redonda de pllete y
de su aureola de fueyero precoz, todo lo que le falta de dedos.
Puntos altos de la misma promocin vienen stos a completar, junto a bailarines,
compositores y los dems ejecutantes, la generacin de 1895 son Domingo Santa Cruz,
Genaro Spsito, Antonio "El Ruso" Gutman. Y tcnicamente muy por encima de la valoracin
propuesta para los dems Arturo "El Alemn" Bernstein, brasileo de origen y un virtuoso con
el Doble A entre las manos, un nmero de circo tomando cerveza. Viste?
Hijo de alemanes, con instrumento alemn, alemn por el trago, este Arturo dict ctedra de
porteisimo. Son las cosas de Buenos Aires!
El bandonen toma la cabecera por afuera porque, antes, su imperio es interior y manda en las
tripas de la msica. Porque conmueve, rehace, reorganiza por entero la naturaleza acstica y el
tempo del Tango orquestal. Porque pesa mucho su leo tan denso, tan cargado de
pigmentacin sonora con sus ligaduras espesas sobre la ligera acuarela de los colores
instrumentales que lo han precedido y sobre los cuales se inscribe ahora.
Su consagracin no aquieta al Tango. Es al revs: es que el Tango encuentra en el bandonen
el registro preciso de una gravedad expresiva todava no dicha pero absolutamente constitutiva
y con ganas de ser dicha.
Todos los instrumentos algo le copiarn al bandonen. En el piano y en la guitarra, por
ejemplos evidentes, el fraseo bandoneonstico dejar su cuo inconfundible. El carisma
orquestal del Tango es bandoneonstico.
Desde Pacho hasta Mederos. El Tango en suma adquiere su tercera rama de arte, se
realiza como arte interpretativo diferenciado y pleno, con el advenimiento del bandonen.
TERCER ACTO,
AL CENTRO
45
BUENOS AIRES, 1900
A todo esto, mientras una revolucin con bandoneones consolida el poder de expresin del
Tango arrabalero, qu es de Buenos Aires?
Para 1904 anda manoteando el milln de habitantes. El ftbol es el deporte popular por
excelencia. El 14 de agosto de 1903 se estrena en el Teatro Comedia una obra de
extraordinaria relevancia, M'hijo el Dotor, de Florencio Snchez; esta pieza, juntamente con
otras dos de 1905, Locos de Verano, de Gregorio de Laferrre, y Marco Severi, de Roberto
Payr, afirman la vigencia del teatro nacional de clase. En 1908, luego de diez aos de
ensayos documentales realizados por el francs Eugenio Py y el austraco Max Glucksmann,
un italiano joven, Mario Gallo, plasma la primera pelcula argentina de argumento: El
Fusilamiento de Dorrego. Ahora en los semanarios o quincenarios ilustrados de mayor tirada se
leen notas, composiciones poticas y sumarios entremeses, redactados en una jerga que viene
a ser al castellano popular que se habla en Buenos Aires, lo que el "slang" es al ingls vulgar
de Londres o lo que el "argot" al francs callejero de Pars. Es el lunfardo.
Cabe preguntarse ante este sucinto inventario de expresiones de lo popular, cul es
realmente la estimacin que Buenos Aires da al Tango arrabalero?
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CARNAVAL CON "CARAS Y CARETAS"
"Caras y Caretas" es la revista que ha fundado en 1897 el escritor entrerriano Jos Sixto
lvarez. Est muy, pero muy bien hecha; una delicia de diagramacin, de tipografa, de
impresin, de vieta. Aparece bien surtida de fotografas y de firmas que hacen el prestigio de
una redac- cin excelente, ingeniosa, bien informada. Es en suma, ese periodismo con valor de
termmetro extremadamente sensitivo para cuanto acontece en la ciudad.
Y aqu viene el caso. En su edicin del 11 de marzo de 1905 "Caras y Caretas" publica a
pgina entera, con sus pertinentes fotografas disparadas en el lugar del hecho, una nota de
Goyo Cuello. Se titula Baile de Moda, y dice esto: Llegado el carnaval, el Tango se hace
dueo y seor de todos los programas de baile, y la razn es que siendo el ms libertino slo
en estos das de locura puede tolerarse.
No hay teatro donde no se anuncien tangos nuevos, lo que es un gran aliciente para la
clientela de bailarines que, deseosa de lucirse con las compadradas y firuletes a que da lugar
tan lasciva danza, concurre a ellos como moscas a la miel.
Como espectculo es algo original. En el Victoria sobre todo, es donde tiene que admirar ms.
La sala llena de gente alegre, por todas partes se oyen frases capaces de enrojecer el casco
de un vigilante. En el fondo, el malevaje de las afueras con disfraces improvisados; en los
palcos mozos bien y muchachas ms bien todava.
De pronto arranca la orquesta con un tango y empiezan a formarse las parejas. El chinero Y
el compadraje se unen en un fraternal abrazo y da principio a la danza, en la que los bailarines
ponen un arte tal que es imposible describir las contorsiones, cuerpeadas, desplantes y
taconeos a que da lugar el Tango.
Y se deslizan las parejas hamacndose cadenciosamente al comps de la danza,
voluptuosamente, como si en ese baile pusieran todos sus deseos . . . All en el fondo, la gente
forma grupo para ver bailar a una china orillera, la que es proclamada maestra sin igual en el
difcil arte, y la muchedumbre aplaude a rabiar este prodigio de la quebradura, riendo
escandalosamente cuando el compaero de la bailarina le dice: "Haceme el gusto, mi china".
Este es el baile orillero por excelencia: l da lugar a que el compadre luzca habilidades cnicas,
en que demuestra toda la agilidad de su cuerpo y la resistencia de sus pies.
Y por eso est de moda en carnaval; hasta los ttulos que ostentan rebosan originalidad
compadre: No me arrugus la pollera, Golpe que te van a abrir, Embadurname la persiana,
Sacale la nicotina y otros por el estilo, para que se graben mejor en la mente de los bailarines.
47
PROHIBIDSIMO
Porque es el ms libertino de los bailes, la aparicin del Tango y de sus cultores slo puede
tolerarse en estos das de locura del carnaval. As opinando, el notero Cuello coincide con
todas las memorias: el Tango es cuestin de la mala vida. Vida oscura de arrabal habitada por
personajes reclutados en todas las clases sociales. El compadre, el cajetilla, la china burdelera
el Tango, en suma son tan impotables para la moral distinguida de Callao y Arenales, como
la ms proletaria de San Juan y Boedo, o las burguesas de Charcas y Serrano. El Hansen, de
Palermo; la manceba de Mara "La Vasca", en Paraguay y Pueyrredn, o el caf El Griego, de
Surez y Necochea, son arrabal los tres, por definicin. La amoralidad de un cafisho llamado
"El Cvico" o las locuras farristas de un seorito llamado Parravicini, pertenecen por igual a ese
mundo de patotas que tiran manteca al techo, a ese universo nfimo de las polleras levantadas
por un nacional, de cinematgrafo escatolgico, de copas derramadas a la madrugada. Es esa
trastienda de Buenos Aires forjada en el contrapelo canallesco de la noche, vigilada por las sec-
cionales y anatematizada por todos los que no pertenecen a ella.
Y est muy bien, qu van a hacer? A postular todo eso como ejemplo? A convertirlo en
textos para sustituir en las escuelas a "El Nene" de Ferreyra? No, claro que no.
Pero Buenos Aires, la gente de Buenos Aires, ya le ha robado a los ladrones cualquier cantidad
de voces del lunfardo, sin tener por eso que vivir entre ladrones. Est claro? La parla de los
ladrones nos gusta y nos viene bien, aunque los ladrones nos disgusten y nos vengan siempre
mal.
Desde ahora, no bien encuentre el vehculo sutil que es menester, la ciudad le va a ir
pungueando el Tango a sus depravados artfices.
Y aqu me tomo el permiso para dar vuelta una idea casi folklrica: para m el Tango de Arrabal
no conquista el centro. Los arrabaleros no tienen el ms mnimo inters en conquistarlo. Es el
centro y no ya el centro, Buenos Aires entera que le roba el Tango a su arrabal.
La "palanqueta" de ese asalto va a ser el disco de fongrafo.
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ESA NOCHEBUENA DE 1905
24 de diciembre de 1905. El canillita, apurado para alcanzar la salida de la misa de gallo en la
Catedral, cruza de norte a sur la esquina de Reconquista y Lavalle. Vocea, por las dudas, la
noticia de cabecera del ltimo "Caras y Caretas".El "Caras" de hoy con fotos de la guerra
ruso-japonesa y la caricatura del presidente Quintana! El "Caras y Caretas"!
El hombre vern que ya lo conocemos tiene ahora unos treinta y cinco aos, parece mayor
por esos eternos bigotes clinudos, El chico lo reconoce, l lo saluda tan cordial y entra a la
rotisera de Ronchetti: jamones serranos entelados, chiantis, botellones y encurtidos hacen la
constelacin gastronmica. El aroma de los pollitos que ruedan brillando en el spiedo, se
manda a mudar por los ventanales de guillotina abiertos a la noche; hay un calorazo de
morirse. Salute, ngel. Cmo lo tratan las navidades?
Ah vamos, Enrique.
Y, trajo eso?
As recibe al de los mostachos ngel Villoldo ese muchacho oriental que toca su piano en
este restorn: a Enrique Saborido Morcillo. Quedaron los dos en encontrarse aqu esta noche.
Fue a raz de una apuesta.
Lola Candales, una vedette tambin uruguaya, bellsima, lo ha desafiado a Saborido: "Los
tangos, che le coment la otra vez no se pueden cantar.
Por qu? O no tienen letra o tienen letras que son un asco. A que no sos capaz de hacer uno
que yo pueda cantar ante una platea decente?"
Y Enrique recoge el guantazo. l sabe que eso es posible. Destrenza una musiquita ligera. Una
composicin ai modo liviano, lineal, directo de los tangos con dejo de cupl. Ya hecho, lo llama
a Villoldo.
Nada de malevos, nada de noche, nada de arrabaleras, comprende?
Una letra, viejo, que se pueda cantar en un confesionario. Villoldo ha venido ahora a la rotisera
en el da convenido, con las copias listas.
En una mesa, con su novio esperando est la Candales. Se levanta y se une a los autores.
ngel le extiende los versos. Ella los lee rpido, ansiosamente. Luego, con su voz tiplona,
hinchando el prdigo pecho, arranca con el canto: "Yo soy La morocha, / la ms agraciada, / la
ms renombrada / de esta poblacin . .."
El Tango en el aire. Ella cantando. Enrique al teclado. Villoldo recostado al piano. Si alguien los
retrata as, en este momento, podr decir despus que ha retratado a la redencin social del
Tango. Cmo dijo? S, s:
La morocha, tango para piano y canto de Saborido y Villoldo, pasa la aplanadora. Buenos Aires
acepta esa ingenuidad, esa oera encantadora, y entera, lo canta. Por ese atajo inesperado
se derramar caudaloso, a paso de triunfo y en ancas de un fongrafo, el Tango todo.
Historia del Tango de 1895 a 1910 tomada de El Libro de el Tango
De Horacio Ferrer (Parte 2)
Montevideo a principios del siglo xx, a la derecha Cafe Southampton, al fondo el templo
Ingles
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UN MANIJAZO MILAGROSO
En los aos finales del siglo XIX Buenos Aires conoce los aparatos que reproducen
mecnicamente por vibraciones el sonido. Las voces se reciben como si vinieran del otro
mundo. La msica parece tocada en frecuencias de ultratumba. La cosa es que se oye, aunque
esa porcin de tachos y de cilindros a manivela para or cuesta todava un dineral. Para 1899
resulta comn encontrarse en diarios y revistas los avisos de Tagini o de Cassels que ofrecen
todo un men de aparejos sonoros: graffonos, fongrfos, gramfonos. "Brillante boca de
torcido embudo / que ms parece ingenio belicoso, / hace entrever el hueco misterioso / donde
el sonido duerme yerto y mudo. / La reluciente mquina al desnudo / recuerda al movimiento en
el reposo / unida de la caja al negro foso / por lo que un tiempo fuera tronco mudo. / El callado
artificio, en un momento, / pone seco crujir en movimiento, / y del sonido las cadenas rotas / un
murmullo creciente el aire llena, / que adquiere forma, y el espacio atruena, / con vibrante
raudal de agudas notas". Mientras el poetn del semanario ironiza en sus rimas al artefacto, la
gente poco menos que mete la cabeza en las enormes bocinas. Es el delirio. El 3 de octubre de
1900 hay una novedad que se comenta: "The New Century", negocio porteo de los seores
Picardo, Palmada y Ca. Inaugura el primer laboratorio de fonografa en Buenos Aires, con
grabacin, impresin y edicin comercial de discos a 80 revoluciones por minuto. Y en cinco
aos, nada ms, aparece una caterva de marcas y marquitas. Victor, Nacional y Columbia, son
las importantes. Hay veinticinco ms con Era y Atlanta a la cabeza. Qu graban y qu
venden? peras fragmentadas, msica de saln, discursos, recitados, escenas teatrales,
monlogos, repertorio popular cantable, en especial canciones criollas campesinas. Tangos
tambin, pero soplados por Bandas: la Espaola, la De Souza, la del Pabelln de las Rosas; o
tocados por Rondallas: la Fgaro, la Estudiantina Centenario, a del Gaucho Relmpago. Y los
tangos cantados en modo cupletero. Disco al aparato, bastante manija y la voz de Linda
Thelma que asoma del fondo loco de la bocina de metal como si estuviera cantando su tango
en los Jardines del Buen Retiro:
"Nos fuimos juntos, / y en un nido coqueto / nuestro secreto, / celoso se escondi...".
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EL TANGO DEL CISNE
A principios de 1906, hay fongrafos en casi todas las casas de familia que se precien, y los
discos se venden como pan francs. De tal suerte, La morocha, ese tango que ya apunta
exitoso es requerido para una grabacin. Pero no es la Candales quien lo registra sino otra
famosa del mismo estilo: Flora de Gobbi. La placa Victor de una sola faz recoge sus gorgoritos
dignos de una Joaquina Pino, y La morocha en disco pasa al frente de un solo tirn fulgurante y
realmente espectacular. Hace un capote como no se ha visto. A los das, Rivarola la edita para
piano y canto; se cansar de reimprimirla. Se cuenta inclusive, que cinco mil ejemplares de su
primera edicin se los llevan los cadetes de la Fragata Sarmiento para repartirlos por ciuda-
des de todo el mundo. Visto el xito obtenido, don Villoldo intenta varias veces repetir, imitar su
propio suceso: no lo consigue. Estaba como escrito. La morocha es el canto del cisne del tango
azarzuelado. De una especie que irremisiblemente est agotada. Pero que al extinguirse, le
abre todos los caminos al Tango de arrabal.
S: tras el campanazo de La morocha, diez editores, con Prelat, Ortelli, Breyer, Medina,
Francalanci y Poggi a la cabeza, entran a imprimir decenas de tangos. As, del original a la
linotipia, de la linotipia a las vidrieras y de las vidrieras al lbum que est sobre el piano de casa
entre un florero y un mantn de Manila, marchan El arroyito, de Castriota; Te conozco
mascarita, de Quijano; Don Juan, de Ponzio; Qu rico tipo, de Bonelli; La catrera, de De Bassi;
Payaso, de Santos Discpolo; El apache argentino, de Arstegui; Ni fsforos, de Roncallo; La
Reina de Saba, de Mendizbal; Hotel Victoria, de Latasa; Unin Cvica, de Santa Cruz; El
esquinazo, de Villoldo; Sbado ingls, de Maglio; Sacudime la persiana, de Guerriero; El
Pierista, de Aragn; El Tamango, de Posadas. A ciertos tangos se les retoca el ttulo que traen
de la noche con intencin de pornografa: pasa con La cara de la luna, de Campoamor y con
Cara sucia, de Canaro. Es imposible imaginar hoy el nmero de ejemplares vendidos entre
1905 y 1910; no debe bajar del milln.
De este modo, La morocha, a falta de mejor mrito artstico, ha tenido, y no es escaso por
cierto, este otro: ha incorporado el Tango a la vida social de Buenos Aires.
A LA TACITA DE PLATA
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TUMULTO EN MONTEVIDEO
Escndalo fenomenal ha provocado Juan Maglio en Montevideo. Llega en 1914. Sus discos de
fongrafo matrizados a doble faz por la Columbia se venden por gruesas en avanzada de
popularidad. Y han anticipado en las vidrieras de Carlos Trpani y de otras casas de msica,
este exitazo que poda sospecharse. Su campaa en Buenos Aires, ya mayormente rendida al
resplandeciente ascenso del Tango, lo trae de superestrella.
Con su bigotazo pulcramente cocinado en bigoteras, su jopo trigueo y su bandonen de buen
estilo ha grabado por primera vez solos de fueye "a cappella" toca con su cuarteto en el
caf Bon March de Soriano y Florida, a los fondos de la Casa de Gobierno, callecitas
arracimadas de trazado colonial con cuadras de cien varas, donde un almcigo de fondines y
de pensiones alegres le saca punta a la lonja costera de tres cuadras de ancho, que desde all
hasta el puerto es el bajo fondo de la ciudad.
Con sus hinchas emocionndose con Royal Pigall y El zurdo desde la mitad de la calzada y con
el caf en estado de mitin, este triunfo de Maglio le baja la temperatura a la hostilidad
antimilonguera e instaura pblicamente al Tango en Montevideo, llamada ya La Tacita de Plata,
como antes la llamaron a Cdiz sus gaditanos, que en la otra vereda del Mar Dulce le dieron su
gentilicio "porteos" a los habitantes de Buenos Aires.
Entre los ms fervorosos de las primeras mesas del Bon March, aplaude un antiguo conocido
de Pacho: con la crencha rojiza, sus veintisis aos y la buena fama de ser un virtuoso de la
gran siete del piano tanguista en todo el Ro de la Plata, Prudencio Aragn, porteo nacido en
Belgrano, se radic en Montevideo. Ha eludido la "colimba", servicio militar obligatorio,
mandndose a mudar a Rosario, luego a Chile. Aqu, desde tres aos atrs con sus tangazos
Las siete palabras, El pierista, El talar, El pardo Cejas, sus milongones y esos dedos
asombrosos por el "yeite" y por la gracia que le respondern hasta la muerte, es estimado en
clase de rbitro y de maestro por el puado de muchachos locales adoradores del Tango, en
los amotinamientos calaveras de la noche.
Uno de los aventajados discpulos de Aragn, Alberto Alonso nos cuenta: Ya en 1904,
siguiendo la huella de ngel Villoldo, yo ejecutaba sus originales tangos; comprendiendo a
pesar de mis pocos aos cunta enseanza encerraban las obras del maestro, extraa de ellas
toda la savia que habra de orientar mi oficio de msico tanguero. Por 1907 lleg el pianista
argentino Prudencio Aragn, de quien puede decirse que inici la autntica era tanguista entre
nosotros. Montevideo vena rezagada en la carrera tangustica que se haba iniciado en la
vecina orilla y se desarrollaba con caractersticas bien definidas, y aunque desde principios de
siglo ya actuaban aqu algunos guitarristas "milongueros", no haba aqu msicos de Tango
propiamente dichos.
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GIUSEPPE VERDI Y LOS REYES CONGOS
El 24 de diciembre de 1726 por orden de Felipe V, el gobernador del Ro de la Plata, Bruno
Mauricio de Zavala, funda la ciudad de Montevideo. "La muy fiel y reconquistadora", guapa
hasta la temeridad frente al maln ingls de 1806, es tambin muy artista desde el pique. Tiene
su Casa de Comedias desde 1793, de la que luego ser director Bartolom Hidalgo, pri-mer
poeta oriental. Hasta la Guerra Grande, 1843, la atraccin es la tonadilla espaola. En los
salones los montevideanos de una Montevideo con quince mil vecinos en su planta urbana,
bailan vals, chotis, fandango, boleros, gavotas, cuadrillas y contradanzas.
Concluido el sitio de la ciudad en 1851, la msica escnica italiana pasa la escoba. Y en su
homenaje, el 25 de agosto de 1856 con la compaa de Sofa Vera Lorini cantando Hernani de
Verdi, inaugura su templo del arte lrico: el Teatro Sols.
A espaldas del Sols la metfora del paisaje traza de paso, el orden social saludan al mar
los cantones humildes del sur. Viven all los negros.
En 1825, cuando la Asamblea de la Florida decreta la libertad de vientres, los morochos y las
morochas son ya la cuarta parte de la poblacin.
Desde 1834 se llama candombe en las crnicas a la ceremonia que los negros, mayormente
bantes, celebran desde mucho antes y es en el lenguaje clandestino de su esclavatura
Calenda, Tambo o Tango, Chicha, Bmbula o Semba. Lo practican inicialmente en su
ocultamiento de exiliados, despus a plena calle, siempre entre Navidad y Reyes.
El candombe pertenece al ciclo de las danzas pantommicas profanas sobre la coronacin de
los reyes congos con remedo de las instituciones estatales blancas nos dice Ayestarn y
describe los momentos del ceremonial candombero: Cortejo Formacin en la calle,
Ombligada, Cupls, Rueda y Entrevero. Los personajes son el Santo, el Rey, la Reina, el
Prncipe, el Gramillero (o yuyero y mdico de la tribu), el Escobero (que trueca el bastn de
mando del bastonero por una escoba con la que llegar al asombroso arte de un saltimbanqui),
y los msicos con sus tamboriles.
Expresin suprema de la msica y la danza afro-uruguaya, el ceremonial del candombe
degenera cerca de! 80. Y de todo su repertorio ritual y plstico slo perdurarn genuinos el
paso de candombe, algunos personajes y el blasonal cuarteto de parches: chico, piano, repique
y bombo. Cada carnaval, y por ms de cien aos, sern los atributos de las comparsas de
lubolos (negros, y blancos pintados de negro) en otra esplendorosa fiesta, ya que evoca el
dilogo de tamboriles de las diversas "naciones" africanas de un barrio a otro de la ciudad
antigua, y sern las clebres Llamadas Montevideanas.
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LA GUITARRA DE BACHICHA
Lo bien genuino, pautado y ratificado que conocemos de melodas africanas negras en
Montevideo, es poco. Eso poco tiene el dibujo y la entonacin jadeadora y nerviosa, bien
distintos de los mbitos amplios y ms meditativos del melodismo mediterrneo que se acopla
al tamborileo para principiar el clima de las milongas.
En el Folklore musical oriental tan semejante al bonaerense, los estilos, las cifras, las vidalitas,
como cantables, y como cantables que se danzan, los cielitos, las polcas y las mazurcas
criollas o rancheras, segundean fatalmente tras la mgica concentracin de la milonga, cosa
bruja, conejera y ubicua con su alma plural que se las sabe todas y se anota lisa o con filigrana,
igual de ganadora y plena en la pellejera o en la lgrima, y es voz del mstico y del calavera,
telar para lo csmico y lo de entrecasa, pedestal para payadores y capitel de cabezas fundidas
de varn con hembra en el emparejamiento gtico del baile.
La Montevideo del 1880 en adelante no es tanguista sino mlonguista hasta rayar en la
maestra. En las academias, con las favoritas para msicos y bailarines metidas en la feria
trgica del Bajo, manotea su perfeccin ms lindos no pueden ser lo que la tradicin
nombrar para siempre unido al apodo genovs del criollo guitarrero que salv esa belleza en
el amor de su memoria: Los Milongones de Bachicha. Imponen un seoro salonesco, pero de
saln pulguiento de queco, o de cuartel con pulgas que centinelan la entera originalidad de sus
"yeites" y de su msica. Entre la sexta y la prima tripera la guitarra es un clavicordio atorrantn,
con inscrustaciones de luna y de uas de tigra burdelera, que emprende su suelta de
milongones con cara de mandar telegramas en verso al otro mundo.
El negrazo, que a pesar de todos los decretos igualitarios ir a revolear su carrocera morocha
y corajuda en la primera fila de las bataholas con caudillos arregladas a plomo y a ponchazos,
baila el milongn ensimismado como un muerto que vuelve de la muerte que todava no lo ha
matado, con la criolla enlazada a la sncopa de su cintura. El milongn, grave, abismtico, a
veces con diablura cortesana de minu canyengue, dice todo lo que tiene para decir en su
msica. Y no precisa letra, que pudo ser ofensiva hasta para el marqus de Sade, desvirtuado
su arte y el de los bailarines con la emocin y el cuerpo puramente dados a la danza, de haber
delatado en versos al lazareto alucinante de su ambiente, y que nicamente hubieran sido
bellos, en olor de satanismo, escritos por Isidoro Ducasse, el conde de Lautremont.
54
EN EL INFIERNO DE SANTA TERESA
La Estrella Partida, lo de Las Hngaras, Southampton, los bailes de Pepe El Jerazano, la casa
de Juana "La Vasca", el caf de Londres, La Nina, La Media Noche, lo de Rosa "La Correntina",
el Bodegn del Polo Sur, ponen a la ensalada aberrante de los carteles, de dialectos y de jetas
en perspectiva de manicomio, cuando Rafael Sienra publica en 1896 su libro Llagas Sociales,
La Calle de Santa Teresa, leo macabro del bajo fondo montevideano. A la verdad escribe
la calle Santa Teresa, hedionda cloaca de podredumbre moral, madriguera del pillaje y de la
holganza, funesto escenario del eterno drama de la prostitucin, no necesitaba aquella noche
para estar en alegre y animada ebullicin los elementos de mujerzuelas y tahres que le
usurpaba el baile del Sols; del Sols, el viejo teatro, el clsico centro de sociabilidad y de
cultura que nuestros abuelos nos legaron! El vino cantaba en ella. El aire estaba lleno con los
ruidos del mar, con las aguardentosas carcajadas y las msicas de los cafetines y academias
enrejadas, con las reyertas de los figones y las pulperas, con los insultos de vereda a vereda
de las guardianas de los prostbulos y deslenguados de la calle. Abigarrada multitud de
hombres salpicada de mujeres circulaba por todas partes: mscaras sueltas, almidonados
soldados vestidos de brin con polainas, endomingados dependientes de comercio, marineros
ingleses, negros de la Capitana y del Resguardo, hijos de familia, puesteros del mercado,
desbordndose por los bodegones, rebasando los cafs, los tufientos zaguanes, conversando
por las ventanas y saliendo de todos los burdeles. La Plaza Constitucin y las calles de
Guaran y Patagones sigue otro prrafo del cronista le han escupido sus bocanadas de
contingente y por medio de sus veredas, o escondidos en sus guaridas, como en una ola po-
drida hierven all todas las colectividades: matones de Palermo, orilleros de la Aguada y del
Cordn, cabos y sargentos de los batallones, directores de cotilln, atildados paseantes de las
calles 18 de Julio y 25 de Mayo, desolladores de los saladeros del Cerro, comensales de
Charpentier, registrerosmecenas de tenderos de campaa, parroquianos de los cafs de
camareras, miembros conspicuos de los clubes sociales, sportmens de Maroas y de los
caballitos de la plaza, troperos de La Tablada, clientes de Boisseau y de Vanrell, liberales,
catlicos de pega y taitas enrolados en La Criolla. Se sienten los pianos de manubrio, los
musiqueros de la casa de La "Vieja Rita"; de los cafs del Alba y la Gait; se oye el crujido de la
pesada puerta de Cristina "La Catalana" al abrirse para arrojar a la calle a los exanges ya
servidos contra naturaleza, o para dar entrada a nuevos, elegantsimos atxicos, a solterones
contumaces, viudos de cien mujeres, a los afnicos refinados, a los temblorosos artistas del
agotamiento. . . y como de ratn goloso atiborrado de queso con cardenillo, en el ambiente
revulsivo de la calle, jipean los estmagos saturados de yoduro.
Relata Sienra ms adelante: Hay en el baile aqul madrileas alegres y decidoras; pervertidas
francesas e italianas; criollas de rostro fresco con el sufrimiento y un resto de vergenza
impresos en la mirada, suceptibles tal vez de redencin, arrastradas all, quin sabe, tal vez,
ms que por el instinto, por el infortunio y la desgracia; alemanas fras, de un embruteci- miento
ejemplar, endurecidas en el oficio, que se prestan a todos los excesos sin que en su cuerpo se
note la menor seal de cansancio, ni en su piel blanca y rosada se produzca jams el menor
estremecimiento de un deseo; y, en contraste, las crines erizadas, por las fosas nasales
echando fuego, chinas ardorosas con el espritu en tensin, la carne hirviente y los ijares
palpitantes, goteando sudor, como yeguas de carrera cubiertas de espuma. Despus de la
casa de baile est la de los Cuadros Vivos, en donde al levantarse el teln, aparecen en
escena mujeres desnudas como enjauladas fieras, del zarpazo del ardor impuro defendidas por
barrotes de fierro. Pero es fama que, a veces, corrido el enrejado y apagadas las luces,
hombres y mujeres se unen al azar en las tinieblas. Sent vergenza de ser hombre.
55
MILONGONES PARA PIANO
Campamento, El Orillero, El Sof de la Rosada, la Milonga del Negro Hilario, la Chiquita, son
los milongones que estiban desde la difana honestidad de los ttulos, la superpomada
fogonera de los parques de artillera con tinto y baile, que hacen acampar afuera los
bordonazos y los punteos que exporta la infatigable usina musical del bajo fondo, dejando claro
que la miseria moral no enchastra al arte.
Como damasquinada a la criolla se borda la meloda sobre el "yeite" del acompaamiento, en
este tesoro delicado que Alberto Galotti "Bachicha", tocando regular su viola, pero
admiradamente los milongones, acopi en su alma despus de embocarlos un milln de veces
en su guitarra, para que seis generaciones de guitarreros y de guitarristas montevideanos se
los pasaran amorosamente de una en una, como el nufrago que hace su posta de maderos en
la mar hasta manotear la orilla de lo definitivo. Porque la memoria oficial mayormente
desdeosa y discontinua para lo popular, se ha mandado el "orsai" maysculo con los cien
Milongones de Bachicha, que son Folklore sin agriar, con aristocracia de espectros
sobrevivientes y nicos, y hasta embellecen madrporas de msica en el fondo del alma
montevideana una suerte de filosofa, "el bachichismo", allanadora y cordial para la
comprensin de muchos varones orientales.
Altivos y tristes o apicarados, siempre refinados y hondos, los milongones llegan al piano con el
talento de Carlitos Nieto, que los toca o los estiliza sobre sus temas de origen en los comienzos
del siglo. Algn aire familiar los une entonces en esta nueva manera, con los danzones
piansticos del gran cubano Ignacio Cervantes, y al Jazz primitivo tipo Morton.
A las mismas cepas que los milongones de Bachicha, deben su gracia y su cuerpo musical, las
milongas que Vicente Rossi rescata, como de la Academia Montevideana, La Canaria de
Canelones, Seor Comisario, Pejerrey con Papas, Cara Pelada, las llamadas Milongas de
Cortacans, y los milongones compuestos, obras de "El Johnny" Aragn Bien en el Coco, La
Parda Corina y Para la Beba, dedicado a Beba Ponce de Len estupenda milongonista al piano
, y otros que Federico y Tucho Iripaldi denominaron "candombes" como Martn.
A la Montevideo de 1909, con sus treinta mil habitantes, su ciudad viejala distinguida de El
Telgrafo y la perdularia de Yerbal llega un notable pianista negro: nacido en los Estados
Unidos, Harold Philips morirdicen fusilado en Europa durante la Primera Guerra Mundial
acusado de espionaje. "Jarolfil", as lo nombran aqu colegas y admiradores, resulta ser un
Brindis de Salas en el piano cuando toca milongas y tambin tangos. Philips, como Aragn y
poco ms luego Roberto Firpo, orientan tangusticamente a toda una promocin de msicos
cuyos nombres relucirn poco despus, y unidos a los que actan en Buenos Aires Manuel
Campoamor, Pascual Cardarpolis, Enrique Saborido, Manuel Arztegui, Albrico Sptola,
Juan y Francisco Canaro, Alfredo Gobbi inauguran la contribucin oriental a los estilos del
Tango.
Pascual Contursi
Enrique Delfino
Juan Carlos Cobian
69 ROMANZAS PORTEAS
Pares en calidad, sus iguales en invencin, muy amigos en este frente del nuevo Tango con
que se postula la Generacin del Centenario, Enrique Delfino y Juan Carlos Cobin sin
embargo, sienten, conciben y consuman la msica en los antpodas de Arolas y de Bardi. Fuera
del insondable enigma que, en definitiva, plasma cada personalidad, esa diversidad acepta
alguna explicacin. Enrique, por ejemplo, es un muchacho hecho en el centro. De chiquiln,
tambin de adolescente ha estado las horas metido en el Politeama. Su padre es concesionario
de la confitera del teatro. En el piano del teatro ha hecho sus primeros dedos, sus melodas
iniciales con gusto a diablura. All, adems, ha escuchado cunta pera y opereta se ha
ofrecido. Vive en la revelacin euforizante de la ltima onda de lo lrico. Es por eso que goza
como un energmeno a Cobin le pasa otro tanto probando en sus tangos pasajes
armnicos, ideas meldicas, ese giro, aquella resolucin de frase que su natural olfato de
msico bien dotado ha captado de un aria, de una obertura. O de alguna de las romanzas
italianas y francesas, tan de moda. Pero no hay imitacin. En la inventiva de ambos est
presente ese secreto don, que es tambin uno de los dones de Buenos Aires, cuando Buenos
Aires no se prosterna; la capacidad de asimilar el embale por lo que llega de afuera para luego,
como un poderoso metabolismo del espritu, soltarlo convertido en algo eminentemente
porteo. O no cantan como fidelsimos espejos de su poca Mi refugio de Cobin y Milonguita
de Delfino? En la confrontacin de los temas criollistas de Arolas y de Bardi, stos de Cobin y
de Delfino aparecen en una lnea ms internacional. Ese rasgo diferencial queda patente hasta
en la calificacin genrica: aqullos son los tangos de corte milonga; stos, los tangos de corte
romanza. Las obras de este temperamento musical tambin perfilan una tendencia, en la que
pronto militan otros compositores: Carlos Flores, Melenita de oro; Osvaldo Fresedo, Sollozos;
Tito Roccatagliata, Elegante papirusa. Enfrentados, pues, por el modo de sentir y de plasmar
sus ideas, criollistas e internacionalistas participan, no obstante, de un idntico culto por la
refinada exposicin meldica, por la superacin tcnica de la realizacin escrita, por el
enriquecimiento musical del Tango. Y postulan una variante rtmica capital entre todos: siguen
pautando los temas en comps de 2/4; pero los ejecutan en 4/8. Esto es, un movimiento
uniforme de corcheas: tan-tan-tan-tan. De esos puntos en comn, exaltados por el primer
florecimiento de dos variedades bien perfiladas, derivar ahora el cauce en el que el Tango
ya msica, danza, arte de interpretacin adquirir su cuarto brazo artstico: la Cancin.
71 EL HALLAZGO
Es de lo ms artista este Contursi. Un artista silvestre, lozano, vocacional. Le encanta, por
ejemplo, enguantarse ese par de tteres cachiporreros que ha manufacturado con pastas de
papel y cola. Da funciones de libreto repentinista, para los chiquilines, en el patio de este
inquilinato donde vive. A ver, Pascual, si larga esos muecos de Satans y se despacha con
un par de estilos. No se lo van a pedir dos veces! Canta. Con voz delgada, afinada y
graciosamente, canta. Su mujer, Hilda, le ha dado en la primavera de 1911, el hijo nico que
pronto empezar el colegio: Jos Mara. Pero Pascual no es hombre de quedarse demasiado
en casa. A veces por ganar unos pesos otras, por los de polleras est un tiempo en
Buenos Aires y otro en Montevideo. Desde 1914 anda en estas escapadas. Una valijita, la
cdula, vapor de la carrera, y ya est. Es en La Tacita de Plata donde l ha versificado esa
msica de Castriota que ser, as, Mi noche triste. Entona esa cancin en el escenario del
cabaret Royal de la calle Cerro. Aqu y all lo sabemos, sigue y seguir fiel a su consigna
revolucionaria, pergendoles letras a los tangos. A uno de Arolas, Qu quers con esa cara; a
uno de Delfino, Amores viejos; a uno de Cobin, El motivo; a uno de Costa Roca, Ivette; a uno
de Jos Martnez, De vuelta al buln; a uno de Gentile, Flor de fango. Pero su cosa, su invento,
no est en ste o en aquel otro tema. Est, y con qu fuerza!, en la idea general. En el
hallazgo de fondo. Y en la veta entera que el hallazgo deja en descubierto. Tiene motivos para
sentirse entusiasmado. A la danza, a la pieza de msica, al arte de ejecucin orquestal que en
conjunto ya se han difundido en Amrica y en Europa bajo la comn etiqueta de Tango, l, que
se ha ganado la vida vendiendo zapatos o guitarreando por ah, va a incorporar una cuarta,
enorme, variante esttica: el cantable.
72 ESTO ES CANCIONISTICA
Claro que la idea por s sola no hubiera alcanzado para nada. Posiblemente antes que a l ya
se le ha ocurrido a otros. Tambin Giraldes o Carriego o Del Mazo, que han glosado al Tango
en poemas podran haber intentado esta posibilidad. Desde luego que el mrito de Contursi
excede a la pura ocurrencia. Porque l trabaja en su idea, resolviendo en el acto mismo de
cantar y esto es sobremanera importante: en el acto mismo de cantar varios problemas.
Por de pronto, uno de tcnica lrica. El Tango tal como viene con- cebido con el ritmo muy
acusado, muy presente en la meloda se diferencia ya y slo por eso, de todo tipo de msica
cantable. De ah que resulte tan difcil cantarlo bien. Adems, el Tango tiene un tuco propio.
Una salsa de expresin cocinada de sutiles ingredientes. Es un modo de enfatizar ciertos
acentos, de exaltar algunos modismos meldicos y rtmicos. Pues bien, Pascual Contursi logra
nada menos que esto: un equivalente ordenamiento interior del texto, estrictamente ceido al
modo silbico una slaba para cada nota que domina en todo el Cancionero Oriental. As,
l le da al Tango ese conjunto orgnico de procedimientos literario- musicales que aos
despus, Homero Expsito denominar con todo acierto: Cancionistica. Es el arte de hacer
canciones. Arte que por tal, se ajusta a una preceptiva. Su ejercicio impone excluyentemente, la
sensibilidad y el instinto musical de sus oficiantes, los letristas. La letra o texto cantable no es
por consiguiente, un rango inferior de la poesa "en seco", sino el modo natural del poeta que
canta. Instintivamente, por clase de cantor, Contursi propone implcito en los temas que
escribe un primer repertorio de normas elementales: las sinalefas bien metidas en sus
ligaduras meldicas, la puntuacin y el ritmado de sus textos, a pesar de los lunares
gramaticales, siempre respetuosos de los puntos, de las comas, de las admiraciones de la
frase musical: "Mina que te manyo de hace rato / perdname si te bato / de que yo te vi nacer. .
.". Y porque es su lenguaje, escribe en ese castellano vulgar salpicado de lunfardo y cuyos
valores fonticos, por igual que su fuerza sonora, entran en perfecta alianza de intencin y de
tensin con las melodas tangueras, como la msica de las nanas sevillanas hablan el mismo
idioma sonoro que sus palabras. As, cantando y amasando en la cantada una tcnica, un
lenguaje, una msica que son nuevos y familiares a la vez Pascual Contursi heredero de
los trovadores, crea la Cancionistica del Tango. Medio mundo cantar como l canta.
73 LA VOZ
Rogelio Jurez es un madrileo buen actor. Llega a Buenos Aires en 1888 en la compaa
peregrina de Alfredo Mazza. Los dems cmicos siguen, l se queda. Debuta en el Variedades.
Ha ganado prestigio en papeles del teatro espaol. A veces no ha tenido otra salida; el
pblico impone lo nacional ha encarnado tambin, personajes porteos o gauchescos. Para
eso pone l toda su buena voluntad. No basta. Entonces se empea, estudia, observa, ensaya.
Tanto, que Soiza Reilly cuenta de l esto: Resulta que cierto da se aparece un amigo en casa
de Jurez. Y se lo ve a Rogelio en una cosa loca; ha tendido una larga cuerda en el piso, y se
pasea sobre ella, caminando a lo equilibrista, de un lado a otro de la sala. Qu es esto,
Jurez? Ja, ja! No tanta risa, hombre; estoy aprendiendo a caminar en criollo .. . Algo por el
estilo, pero no con las caderas sino con sus gargantas a lo Bibiana Valverde o a lo Riquelme,
tendran que haber probado las casi olvidadas tonadilleras del bajo o los divos del variet del
900, para poder cantar y decir en forma e intencin: "Mina que fue en otro tiempo / la ms papa
milonguera. ". No hay caso; en este novedoso puado de tangos cantables que Contursi viene
plasmando, ya no andan ni las manolas aporteadas ni los payadores que orillan el asfalto. Mi
noche triste o Ivette o Flor de fango, estn pidiendo a gritos otra cosa. Se dira no es as?
que en la "polenta" misma de esta atadura original de msica y verso, se sospecha como un
eco antenatal la especie sonora, la acstica cernida entre la guiada y el suspiro, de la voz y
del apronte anmico que debern expresarla. Hace falta en suma y nada menos un cantor
capaz de entender a fondo texto y meloda. En lo evidente y en todo lo que guardan de sobre-
entendido. Alguien que sienta a las criaturas de Contursi. Que les agarre el punto como si fuera
una de esas criaturas. A ver, Pascual, dale, pasmelo otra vez. . Y vos, "Negro": tom nota
en la guitarra. Qu te parece, Pepe? Le voy a asestar unos gorgoritos al gotn de este poeta,
le voy a asestar. Arriba con esa letra, Pascualetti! . . . Pepe Razzano asiente. Jos Ricardo
modula un esbozo de acompaamiento. Y mientras Contursi repite la estrofa musicada, otra
voz una voz tersa, exquisita, pareja, llena, tensa le roba el tema y sale al frente sobre el
tono mayor, con estupendo fraseo brillante: "La guitarra en el ropero, / todava est guardada; /
nadie en ella canta nada / ni hace sus cuerdas vibra-ar " Madona! En este momento, lector, ha
nacido el cantor de tangos. Porque ese bartono gordn, peinado en bands el pelo muy lacio y
muy negro, que deja ver sus perfectos dientes al trefilar el canto; ese trovero que ha entonado
hasta hoy canciones camperas, que tendr unos treinta aos y un encanto de sos que te
agarran de entrada, ese trovero tiene por fin! todo lo que hace falta para cantar Mi noche
triste. Viejo Pascual, bardo loco, el jueves que viene te lo juro este punto Carlitos
Gardel, servidor, te estrena el tango, te estrena. Y decile al Castriota que se vaya a quejar al
gran rey de Borgoa, pero invtalo igual al teatro para que despus no chille, invtlo. Da capo,
grone: que hay que ablandar. Pero mir qu pera te mandaste, hermano! "Percanta que me
amuraste", letra de Rubn Daro y msica del compositor que muri ahogado. Quin?
Gluck, pibe, Gluck, quin va a ser? Ja, ja, ja! A ver: Arriba con ese acorde, morcilla con ojos!
Ya: "De noche cuando me acuesto / no puedo cerrar la puerta ".
75
LA NOCHE DEL 26 DE ABRIL DE 1918
PAYO (A M. Esther). Y usted, no baila? MARIA ESTHER Cmo no! Para eso estoy
aqu, seor. PAYO Seor? El "Seor" est en el cielo. Se divierte?
MARIA ESTHER Tanto como divertirme ... La obligacin . . .
PAYO Usted est a sueldo, ahora?
MARIA ESTHER Qu ms remedio, seor!
PAYO Pero hace poco que frecuenta este cabaret.
MARA ESTHER S, seor; poco. Antes me obligaban a venir, me traan a divertirme; ahora
he vuelto sola, para ganarme el pan. (Patotero 1o arroja un bollito a la mesa del Viejo).
PAYO (Al Viejo). Che! Me parece prudente que se vaya. . .
IVONNE Pur cu? Se puede mandag a mudag ust si quiere. . .
PAYO (A Ivonne). Cmo son ustedes! Comprometen a cualquiera con tal de no quedarse
con el agravio.
IVONNE Quiegue que le diga la cuestin? Con el valor que ust tine puede muy bien
montag una fabric de jabn! (El Viejo re).
TURDERA (A M. Esther). Vas a bailar conmigo el tango que van a tocar . . Pero arriba de
una mesa! MARIA ESTHER Lo acompaar si quiere . . . Pero hacer el ridculo no!
TURDERA Quiere decir que te negs a bailar conmigo?
MARIA ESTHER Ya lo he dicho.
TURDERA No te vas a arrepentir despus eh?
MARA ESTHER Para eso, all tiene a su amiga.
ANGLICA (Interviniendo). Qu es lo que hay?
TURDERA Nada: se niega a bailar conmigo.
ANGLICA (A M. Esther). Che, a Turdera no le hace un desaire ni vos ni nadie.
MARIA ESTHER Yo no me niego a bailar. Lo que s, no me presto a servir para el titeo de
todos. ANGLICA Por qu para el titeo?
MARA ESTHER Bailar arriba de una mesa es dar espectculo, y yo no quiero.
ANGLICA Jess, la nia! (A Turdera) Ven, papato, yo te acompao, ven.
TURDERA (A M. Esther). Acordate, eh? Ya te va a pesar esto. (Vase a su mesa).
ANGLICA (Volvindose a M. Esther). Che! Y eso que has dicho de titeo . . . Creme: tanto
pa' vos, como para m, como pa' cualquiera de estas mujeres, es un orgullo bailar con mi
Turdera. (Vase a su mesa contonendose. Los Patoteros siguen arrojando proyectiles al Viejo).
PAYO (Acercndose a M. Esther). Usted conoce a ese mozo?
MARA ESTHER (Con dolor). Si lo conozco?. . . Es a quien debo toda mi desventura,
seor.
PAYO Aja! Pues, por su aspecto nadie lo creera.
MARA ESTHER Nadie, seor, nadie. Cmo poda yo sospechar?
PAYO S, es claro: lo de siempre. Visten tan bien en su exterior, que fcilmente engaan . . .
MARA ESTHER Vena a lo de Harrods, donde yo trabajaba, y se mostr tan amable,
obsequioso, caballero, que lo present a mi madre. (Pausa). Lo ms contenta ella! ... Le
pareci tan bueno, que lleg a quererlo como un hijo. Un da confi en l, en sus promesas. . .
(Pausa). Logrado lo que quiso, no supo disimular ms, o no lo pretendi siquiera. Me di cuenta
de mi situacin, pero no atin a nada. Por aquella casa comenzaron a desfilar todos sus
amigotes y amigas y me presentaba como ostentando una hazaa. All se bailaba y se beba
hasta el amanecer. Y as, despus, en Palermo, en Armenonville, en los cabarets, me exhiba
como si pusiese todo su afn en arrancar a girones el pudor que yo, vanamente, pretenda
conservar. Mi madre lo supo y muri de pena.
PAYO (Luego de pausa). Y cmo pudo desprenderse de sus garras?
MARIA ESTHER Como no me prestara a sus combinaciones, me ech a la calle con lo
puesto.
PAYO Qu infamia!
MARIA ESTHER Ya ve usted, seor, si lo conozco. (Pausa).
PAYO Y esa Anglica?
MARIA ESTHER Es una que tocaba en la orquesta del Guarany.
PAYO Una nueva vctima.
MARIA ESTHER S... pero ella parece tan a gusto . . .
PAYO Efectivamente: a todos asombra por las grandes predisposiciones que demuestra
para esta vida. Ha acertado, esta vez, el bandido. Es la mujer que le conviene, aunque se ve
que es una criatura inconsciente. (La orquesta comienza a ejecutar un tango. Se ha de bailar el
tango como en los cabarets: una pareja de mujeres solas. Con "cortes". En la orquesta debe
haber los ruidos peculiares de las autnticas: gritos, ladridos, silbidos, etctera).
ANGLICA Un momento! . . . Ven, papato . . . seores: este tigre (sealando a Turdera)
y no hay dos, es un bailarn cientfico del tango ... Percatan?. . . (Turdera le amaga,
carioso, un golpe de puo). Parate! Y yo? Aunque soy remanyadsima, soy una papusa! . . .
(Mirando a M. Esther). Verdad, Papito? (Ren y bailan).
PATOTERO 1 (Que ha seguido haciendo libaciones, tararea el tango y se conmueve con
sus notas). Ah! Tango, tango... (Borracho). La siento en el alma a esta msica tan nuestra!
Pucha! Cmo estoy de triste! (Tira un bollito al Viejo que pasa bailando, y sus compaeros lo
imitan, hasta aumentar el calibre de los proyectiles).
PAYO (Al Viejo). Compadre, abra el paraguas, que llueve.
VIEJO Al que yo lo pesque le voy a hacer sonar el coco . . . (Arrecian los proyectiles y
entonces el Viejo se encara con el Patotero 1o). A vos mismo! (Patotero 1o mira a un lado, al
otro, despus re). Vos mismo!: llorn!
PATOTERO 1o A mi me habla? VIEJO Y a quin ser? (Patotero 1o se levanta y le da
un trompazo, al que siguen otros de los dems patoteros. Intervienen los mozos y el patrn y
se hace la calma, despus de invitar al Viejo a que abandone el local. La orquesta acalla el
bochinche o, mejor dicho, lo aumenta a puro tango). Si yo los llego a agarrar por mi provincia!
(Vase).
PATOTERO 1o (A Payo). Perdone, che, Payo, no?
PAYO Yo? Por qu?: le estuve diciendo que se la iba a ligar. . . (Turdera y Anglica se
sientan, a invitacin de stos, en la mesa de los patoteros y piden de beber).
ANGLICA (Riendo). Se dan masajes faciales gratuitos! (A continuacin, Mara Esther sale
a cantar el tango Mi noche triste). Una ovacin saluda a la juvenil actriz Manuela "Manolita"
Poli. "Mara Esther" al concluir el cantable del sainete estrenado hoy: Los Dientes del
Perro, de Gonzlez Castillo y Weisbach. Contursi en un palco, asiste casi sin poder creerlo,
esta noche del 26 de abril de 1918 y cien noches ms, an a la consagracin inesperada y
absoluta de su tema. Muy poco despus Gardel se lo graba. Y por la brecha de M noche triste,
pasa triunfante la nueva cancin de Buenos Aires.
El quinteto Augusto de
actuacin en La Oracin, Bar Castilla y otros cafs del centro. De derecha a izquierda:
Domingo Salerno, guitarra; Jos Martinez. piano; Augusto Pedro Berto, bandonen y
direccin; Luis Teisseire, flauta y Julio Doutry violn.
Una clsica institucin
comercial y social europea, el caf con antecedentes en los "divanes" orientales,
consolida en Buenos Aires la tradicin cafetinera del Greco de Roma, del Royal
londinense, del Madrid y del Procope parisienses, del Pombo y del Gijn madrileos.
ste el mbito porteo del caf La Brasilea, propiedad del francs M. D'Huicque con
entrada por Maip 232 al 36,inaugurado en 1902 En centro y barrios, los palcos de los
cafs son escenario natural de los tanguistas a partir del Centenario.
Conjunto de Vicente
Greco en 1911 al grabar su disco inicial, Don Juan y Rosendo para la Casa Columbia; de
derecha a izquierda: "Palito" Abate, violn; Lorenzo Labissier, segundo bandonen;
Domingo Greco,guitarra luego, piano, Vicente Pecci "El Tano",flauta; Vicente Greco,
primer bandonen y director, con 23 aos de edad, y Francisco Canaro,violn.
En torno del Centenario la
exaltacin de lo nacional alcanza a los discos de fongrafo: en primer lugar la lrica
pampeana, luego el Tango tocado por bandas, rondallas y solistas, poco despus por
sus insustituibles orquestas tpicas criollas, que son destinatarios naturales del fervor
porteo y argentino.
C'EST LE TANGO
MUY NACIONAL, TAN CRIOLLO( Capitulo 56)
El Hotel de Inmigrantes est all abajo. En el barrancn de Retiro, sobre el ro. Hotel?
Llamar hotel a esa pajarera feroz? Eso es un hormi-guero a donde van a parar con su
documento y su atado de ropas los que recin desembarcan y an no tienen conventillo
conseguido.
Pero aunque as de fiero, as de penitenciario, as de triste, algo hubo que hacer para
albergarlos. Porque, sabs cuntos son los inmigrantes que llegan solamente entre 1906 y
1910? Es inimaginable. Tantos como para poblar una enorme ciudad: 850.000 llegan! Muchos,
al campo. Muchos, ms de lo posible quedan de nuevo en Buenos Aires. Y hacen hijos y hacen
ms hijos todava. Es de asombro: en 1909, la Capital Federal alberga a un milln y cuarto de
seres. Otra vez, hay aqu ms extranjeros que nativos.
Cuando los festejos del Centenario de Mayo 1910, preside Figueroa Alcorta. Ya se siente "en el
aire", cierta complacencia oficial para todo lo que importe exaltacin de las tradiciones. Para
ese difuso pero creciente sentimiento nacional que es nuestra silvestre y ms o menos eficaz
lnea Maginot frente al cambalache de dialectos, a la "melange" de filosofas.
Los centros nativistas, las publicaciones gauchescas, el libro es de 1909 la Restauracin
Nacional, de Ricardo Rojas, el auge de payadores y de milongueros, la ola de cifras, estilos,
gatos, pericones y canciones criollas son los como anticuerpos que suscita la inmigracin.
Vocacin nacional alienta en el teatro, y hasta en el incipiente cine que produce Episodios de
San Martn, Alma de Criolla, Por mi Bandera. Tierra Argentina, Dios te Bendiga, El Gaucho,
Romance Argentino. El culto religioso por el pequeo prncipe pampa Ceferino Namuncur
muerto en Roma en 1905, tambin es una devocin nacional. Criollo y Nacional ascienden a
rango de divisa identificadora: autor nacional, cantor nacional, do criollo, tenor nacional, son
etiquetas de uso corriente. Los catlogos de discos fonogrficos, en pleno primer apogeo de
produccin y de ventas, se llenan con tiradas de Gabino Ezeiza, de Arturo de Navas, de Jos
Betinotti, de Jos Razzano, de Carlos Guido Spano, de Florencio Parravicini, de Roberto
Casaux.
Dos sellos impresores de la fonografa se apropian de esos distintivos: discos Criollo, y discos
Nacional. Y en el mismo ao del Centenario otra empresa Columbia anuncia la edicin del
primer fonograma de dos fases de un conjunto instrumental de tangos, de un cuarteto del
Tango arrabalero.
Ahora que ya sabemos cmo es el clima de la poca; ahora que el Tango ya va siendo
protagonista socializado de Buenos Aires y msica nacional por excelencia, qu otra
denominacin iba a adoptar su congregacin instrumental ms tpica que no fuera sta?:
Orquesta Tpica Criolla.
No pasa igual en las clases alta y media: aqu el Tango no es si quiera nombrado. Pero estos
"cien gramos que faltan para el kilo" del triunfo total, los pone un acontecimiento inesperado.
Pars, que admite cualquier cosa menos el tedio, se hasta de las viejas danzas. Necesita re-
novarse. El Tango, intacto, atrayente, extico, diferenciado, rarsimo, es el perfecto candidato.
Pars va a bailar Tango.