C. Vilas - La Revalorización Del Estado Después Del Consenso de Washington

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LA REVALORIZACIN DEL ESTADO DESPUS DEL


CONSENSO DE WASHINGTON

Carlos M. VILAS1

RESUMEN: En varios pases de Amrica Latina se est


experimentando desde hace varios aos una revalorizacin del
papel del Estado en la economa y en las relaciones sociales,
como respuesta a los resultados arrojados por un conjunto de
polticas y estrategias usualmente conocidas como Consenso de
Washington, especialmente en materia de crecimiento sostenido,
estabilidad macroeconmica, empleo y bienestar. En algunos
de esos pases esos resultados alimentaron amplias protestas
sociales que dieron paso a cambios polticos importantes. Por
contraste con el panorama predominante en las ltimas dcadas
del siglo pasado, el Estado es repensado ahora como herramienta
de desarrollo y bienestar social, a travs de la ejecucin de
polticas activas que incluyen el impulso a procesos alternativos
de integracin y coordinacin regional. El artculo tambin analiza
el carcter histricamente variable de la relacin Estado-economa
y los factores que condujeron tanto a la adopcin del Consenso
de Washington como a su abandono o reformulacin, y discute
en qu medida este cambio implica una innovacin, un regreso
a viejos estilos desarrollistas o populistas, o simplemente la
recurrencia de una oscilacin cclica entre periodos de nfasis en
el Estado y periodos nfasis en el mercado.

PALABRAS CLAVE: Estado. Consenso de Washington.


Neoliberalismo. Desarrollo. Polticas pblicas. Bienestar social.

1
UNLa Universidad Nacional de Lans. Departamento de Planificacin y Polticas Pblicas. Maestria
en Polticas Publicas y Gobierno. Buenos Aires Argentina . C.P. 1826 [email protected]

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La conveniencia de dotar al Estado de un papel ms activo
con relacin al desarrollo, la justicia social y la integracin
regional est ganando consenso en la opinin pblica y en varios
gobiernos de Amrica Latina. Desde mbitos de la actividad
poltica, de la vida acadmica y de la sociedad civil, se afirma
que el logro de tasas sostenidas de crecimiento econmico, una
ms clara repercusin de estas en trminos de bienestar social
y de responsabilidad ambiental, y un proceso de integracin
que responda mejor a los intereses de los pases involucrados
requieren la definicin de objetivos ms amplios, la dotacin
de instrumentos de poltica y herramientas de gestin ms
eficaces, y en general una intervencin ms activa del Estado
en reas que en las ltimas dos dcadas estuvieron libradas a la
dinmica del mercado. En pases como Argentina, Bolivia, Brasil,
Uruguay y Venezuela, gobiernos surgidos de amplias coaliciones
electorales estn impulsando una gestin estatal ms activa en
un arco amplio de asuntos econmicos y sociales considerados
de relevancia estratgica para el desarrollo y el bienestar
social (recursos energticos, saneamiento y medio ambiente,
telecomunicaciones, transporte, inversin en infraestructura,
seguridad social), incluyendo la re-estatizacin de algunas
empresas y actividades que haban sido privatizadas en dcadas
anteriores, y una posicin ms firme frente al sistema financiero
internacional. Este viraje contrasta con el enfoque que predomin
hasta hace poco, en la que el acotamiento de la accin estatal
a un mnimo de competencias y responsabilidades, y a una
actividad pasiva frente a las iniciativas de los mercados, fueron
consideradas condiciones insoslayables para un desempeo
exitoso de la economa y un ingrediente fundamental de la
democracia. A su turno, la adopcin de esta posicin signific un
cambio radical respecto de la concepcin, vigente con variantes y
matices durante casi medio siglo, respecto de la conveniencia de
la intervencin estatal en algunas reas de la economa para una
eficaz promocin del desarrollo, el mejoramiento de la calidad de
vida y la proyeccin de la democracia ms all de determinados
procedimientos institucionales.
La actual revalorizacin del papel del Estado en la economa
responde a varios factores, entre los que se destaca la sucesin
de crisis econmicas y sociales que estallaron en varios pases
de Amrica Latina en las postrimeras de la dcada pasada y los
inicios de la actual. Mucha gente, incluido un nmero importante

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de organizaciones sociales y polticas e intelectuales de prestigio,
interpret esas crisis como producto de la incapacidad del esquema
hasta entonces predominante para se pensar la relacin entre el
Estado y la economa para resolver los asuntos, atribuyndole
tambin responsabilidad en la generacin o agravamiento de
otras cuestiones que deliberadamente fueron dejadas al margen
de la accin estatal. Ese esquema es usualmente conocido como
Consenso de Washington, una metfora simplificadora que hace
alusin al conjunto de polticas neoliberales coincidentemente
recomendadas durante las dcadas de 1980 y 1990 por los
organismos multilaterales de crdito domiciliados en esa ciudad
de Estados Unidos (el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial) y por la Secretara del Tesoro del gobierno de ese pas,
tambin ubicada en Washington. En varios pases de Amrica del
Sur las crisis de finales de la dcada de 1990 alimentaron masivos
estallidos sociales y alimentaron importantes re-alineamientos
electorales, as como la incorporacin de nuevos actores a la
escena poltica, en una culminacin dramtica del malestar
que se haba acumulado a medida que esas polticas fueron
responsabilizadas del deterioro de la calidad de vida de sectores
amplios de la poblacin y de incrementos en la desigualdad
juzgados inaceptables por la conciencia social predominante. En
otros pases, el avance de nuevas organizaciones polticas hacia
el gobierno estuvo abonado por sistemticas crticas al esquema
neoliberal, incluso en casos como el de Brasil, donde la adopcin
del Consenso de Washington fue relativamente moderada.
Se abri as el espacio para la articulacin institucional de un
reenfoque de las relaciones entre poltica y economa en general,
y en particular entre el Estado y el mercado, como una de las
dimensiones ms perceptibles de una eventual reformulacin de
las relaciones de poder entre los principales actores sociales.
Representa este viraje un regreso a modalidades de
intervencin del Estado en la economa, que se crean fracasadas
por algunos, agotadas por otros, y en todo caso anacrnicas tras
los cambios en los escenarios internacionales globalizados y la
accin reformadora del Consenso de Washington? En particular:
significa esto un remozamiento del populismo de mediados del
siglo pasado? Implica, por lo menos, una reincidencia en la
dinmica pendular que parece ser tpica de los latinoamericanos,
oscilando siempre de un extremo al otro, sin jams aprender de
los propios errores? Se trata en cambio de un avance, a partir de

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los alcances y limitaciones de experiencias pretritas prximas
y lejanas hacia formas ms racionales, pragmticas al mismo
tiempo que polticamente comprometidas con ciertos valores
bsicos de la democracia, el bienestar colectivo, las libertades
individuales y los derechos sociales? O es simplemente un
artilugio institucional que pretende dar alguna respuesta a las
demandas ms urgentes de las masas para preservar, en el
fondo, un patrn de dominacin de clase y fortalecer su debilitada
gobernabilidad?
Estas son algunas de las interrogantes que subyacen a
mucho de lo que se dice y escribe sobre las transformaciones
recientes de la participacin estatal en la organizacin y el
desenvolvimiento de la economa en Amrica Latina y en su
intervencin en las relaciones sociales. Este artculo propone una
reflexin general sobre el asunto, que responde slo parcialmente
a las preguntas que se acaba de formular. En la primera seccin
se afirma la historicidad de las varias modalidades de articulacin
entre el Estado y la organizacin econmica, vinculndoselas a la
dinmica de los actores sociales, a la diferenciacin, tensiones
y conflictos de sus intereses y a las relaciones de poder que se
procesan entre ellos. A continuacin se presenta un apretado
resumen del paradigma de relaciones entre el Estado y la
economa que caracteriz a la ltima dcada y media del siglo
veinte y se enuncian los principales factores que coadyuvaron
a su amplia aceptacin. Se lleva a cabo luego un repaso de los
principales resultados en materia de crecimiento, estabilidad
y bienestar que constituyeron las grandes promesas de ese
esquema y la incapacidad de ste para cumplirlas. En la cuarta
seccin se exploran los principales rasgos de la re-configuracin
en curso. Finalmente, se plantea una breve discusin respecto
del significado poltico de esta re-configuracin.

Una relacin variable


Las relaciones entre el poder poltico y la economa han
sido siempre extraordinariamente dinmicas y cambiantes en
funcin de estmulos diversos. Las fronteras entre poltica y
economa, y entre Estado y mercado, nunca fueron rgidas, y en
la consideracin de qu asuntos deban quedar a cargo de uno u
otro trmino de la relacin incidieron tanto argumentos tericos y

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doctrinas filosficas como necesidades o conveniencias polticas
histricamente contingentes. Actividades y responsabilidades
que en cierto momento o en determinadas circunstancias
estuvieron a cargo del Estado o en las que de una u otra manera
el Estado intervino, en otros periodos o escenarios han sido
desempeadas por empresas de negocios, y a la inversa. Las
grandes compaas europeas de comercio y colonizacin de los
siglos XVII y XVIII que impulsaron la expansin del capitalismo
europeo hacia gran parte de Asia, frica y el Pacfico, y las
que en los siglos XIX y XX operaban en economas de enclave,
desempearon funciones tpicamente estatales control de
territorios y de poblaciones, administracin local, emisin de
moneda de aceptacin obligatoria, cobro de tributos, dictado
de normas e imposicin de sanciones. En tiempos recientes se
ha ampliado la delegacin de funciones tpicamente estatales
como seguridad y operaciones militares hacia empresas
de negocios (ESCUD, 1999; ROSEN, 2005). Por otro lado, un
amplio arco de empresas de propiedad total o parcial estatal se
involucr, durante largos periodos del siglo XX, en la produccin
y distribucin de una gran variedad de bienes y servicios,
en condiciones de competencia o complementacin con las
empresas privadas, o bien de monopolio. Regmenes autoritarios
o dictatoriales como el fascismo y el nazismo recurrieron a un
marcado involucramiento estatal en la economa, como tambin lo
hicieron, a su manera, regmenes democrticos como el New Deal
rooseveltiano o el laborismo britnico de la segunda posguerra, los
populismos y el desarrollismo latinoamericanos, o los regmenes
que protagonizaron la industrializacin acelerada del milagro
asitico. En 1921 los revolucionarios bolcheviques viraron desde
el comunismo de guerra, la centralizacin y la colectivizacin
acelerada, a la nueva poltica econmica con mayor espacio
para las actividades privadas y cierta descentralizacin. A
principios de la dcada de 1930, al contrario, la oligarqua liberal
argentina recurri a una amplia estrategia de regulacin estatal
de sectores vitales de la economa nacional. Muchas otras
referencias podran agregarse a stas, pero lo apuntado parece
suficiente para advertir la historicidad de la relacin. Sobre todo,
su carcter instrumental al logro de determinados objetivos
polticos y no meramente econmicos o sectoriales.
El tipo y los alcances del involucramiento estatal en la
organizacin y la marcha de la vida econmica varan, en efecto,

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de acuerdo con los objetivos que se les asigna. Cambios en los
objetivos que orientan la accin estatal implican modificaciones
en sus instrumentos de gestin y en su dotacin de recursos, en
sus competencias y en sus responsabilidades. En ltimo anlisis
esas modificaciones son referibles a los cambios que tienen lugar
en el bloque de poder que se articula en el Estado, pero obedecen
tambin a desafos planteados por crisis econmicas, guerras
internacionales o revoluciones sociales que normalmente dan
paso a cambios de aquel tipo. Estos acontecimientos imponen
modificaciones en el patrn de acumulacin, y por lo tanto en el
modo de interaccin entre el Estado su estructura, recursos,
competencias, herramientas, etc y el conjunto de relaciones
sociales y econmicas. La experimentacin con nuevos diseos
institucionales o la bsqueda de orientacin en determinadas
teoras, normalmente estn encuadradas en esos fenmenos
traumticos, o encuentran en ellos la oportunidad para
incorporarse a la agenda de la accin poltica.
Es fcil entender que as sea. Mientras las cosas marchan
razonablemente bien no hay muchos incentivos para modificarlas
y quienes sacan provecho de ellas obstaculizan las iniciativas
de reforma. Es recin cuando los resultados dejan de ser
satisfactorios, o cuando irrumpen en escena nuevos elementos,
que la conveniencia o necesidad de cambiar de rumbo comienza
a ser tenida en cuenta. La crisis de 1982 cre las condiciones
polticas para el retorno a un tipo de relacin entre el estado y
la economa que se haba abandonado medio siglo antes para
poder salir del descalabro de la economa internacional de 1929-
1930; encuadramientos tericos de inspiracin genricamente
neoclsica, que durante ms de medio siglo haban tenido
gravitacin marginal en la poltica econmica y en las
elaboraciones acadmicas, fueron as resucitados. De la misma
manera la sucesin de crisis en la dcada de 1990 e inicios de la
actual abon el terreno para la definicin de un papel ms activo
para el Estado y una mayor atencin a los procesos de mayor
complejidad y alcance.
Que los objetivos y en consecuencia el modo de organizarse
y desarrollarse la gestin estatal sean referibles a arreglos de
poder entre actores no significa que el Estado sea simplemente
un reflejo o una derivacin mecnica de los grupos dominantes o
un mero instrumento de ellos. Por su propia naturaleza, el Estado
moderno es siempre, en trminos estrictamente polticos, estado

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de todo el pueblo (subsumidas las eventuales connotaciones
sociales de ste en los conceptos de nacin y ciudadana) en el
sentido que de alguna manera, y en alguna medida, debe dar
respuesta a demandas y expectativas que emanan del conjunto de
la sociedad seguridad, libertad, igualdad de derechos, respeto,
acceso a recursos, otras en general receptadas en los textos
constitucionales. Pero tampoco es simplemente una estructura
legal abstracta al margen de la dinmica de las clases y otros
actores sociales. La denominada autonoma relativa del Estado se
origina, precisamente, en esta tensin entre su carcter de Estado
nacional y al mismo tiempo de Estado que resume una matriz de
relaciones de dominio y subordinacin vale decir de poder.
Existe siempre una adecuacin bsica entre la estructura
socioeconmica y las relaciones de dominacin/subordinacin
que se generan en ella, y las relaciones de poder poltico que se
institucionalizan como Estado. Sin necesidad de remontarnos muy
atrs, sealemos simplemente la compatibilidad estratgica entre
el llamado Estado oligrquico latinoamericano y el capitalismo
primario-exportador, o la del Estado nacional-desarrollista, o
populista, y el desarrollo industrial, la acumulacin centrada en
el mercado interno y la potenciacin de las clases populares y
los sectores medios. Del mismo modo la instauracin del Estado
mnimo del Consenso de Washington tuvo importancia en la
consolidacin de un esquema de acumulacin asentado en la
valorizacin financiera del capital en escala transnacional y en
la exclusin social de amplios segmentos de poblacin. El tipo
particular de relacin entre el Estado, en cuanto institucionalizacin
del poder poltico, y el mercado como forma predominante de
organizacin de la vida econmica, refiere as a los acomodos
de poder entre actores y a dinmicas de conflicto, negociacin
y consenso entre fuerzas polticas orientadas en funcin de
intereses y objetivos, en el marco de determinados escenarios
locales, regionales y globales. El Estado debe compatibilizar
la hegemona poltica de determinado grupo o sector, con su
carcter de Estado de todo el pueblo, vale decir, con su cometido
bsico de asegurar un mnimo de integracin social y cultural al
conjunto de la poblacin.
Cuando se habla del involucramiento del Estado en la
economa, o de la relacin Estado/mercado, se est haciendo
referencia, en realidad, a una variedad amplia de situaciones,
modalidades, niveles y alcances de la gestin estatal y de las

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relaciones de mercado. El arco posible de intervenciones estatales
cubre desde funciones de regulacin de la actividad privada, a la
promocin de determinadas actividades a travs de la definicin
de estmulos a la inversin privada incluyendo variadas formas de
complementacin y asociacin , hasta la produccin y provisin
directa de bienes y servicios. stas y otras modalidades han dado
lugar a una clasificacin de los regmenes contemporneos de
poltica econmica en tres grandes tipos o estilos: el modelo o
esquema anglosajn o neoliberal, de involucramiento mnimo del
Estado en las relaciones de mercado; el modelo o esquema renano
o del Estado de bienestar, y el modelo de Estado desarrollista.
Como cualquier otra clasificacin, sta puede ser objetada a causa
de las diferencias que es posible sealar dentro de cada grupo.
No obstante, y por encima de variaciones particulares, identifica
en grandes trazos los estilos o estrategias de desarrollo del siglo
XX adems de las experiencias hoy frustradas de planificacin
centralizada. A partir de la dcada de 1930 la mayora de los
pases de Amrica Latina y el Caribe apel, con diferencias de
nfasis y eficacia, a alguna variante de regulacin y desarrollismo
que dot al Estado de capacidades de orientacin del proceso
econmico y estimul el surgimiento o el fortalecimiento de nuevos
actores y un rediseo de las relaciones econmicas externas. Ese
marco institucional permiti avances significativos en materia
de industrializacin, integracin de los mercados nacionales
y modernizacin de las sociedades, as como progresos muy
importantes en materia de participacin democrtica y bienestar
social (MADDISON, 1993; BULMER-THOMAS, 1994; CHEVALIER,
1999).
Todos estos esquemas o modelos y sus mltiples variaciones
implican algn tipo de combinacin de objetivos e instrumentos
de interaccin pblico/privado, y de regulacin y control, directo
o indirecto, de la dinmica del mercado por algn tipo de
involucramiento estatal. La variedad de intervenciones apunta
al arco de opciones abierto a los actores del mercado sea
para ampliarlo, acotarlo, darle mayores condiciones de hacer
previsiones, etctera en la hiptesis de que ellos redundan en
un mejor y ms sostenido desempeo del conjunto, sea porque el
mercado carece de estmulos para involucrarse en determinadas
reas, o porque los efectos generados por la gestin del mercado
son insatisfactorios desde la perspectiva del inters general. El
modo de intervencin tambin es variable. Un mismo objetivo

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puede ser encarado mediante herramientas diferentes. Por
ejemplo, el Estado puede influir en el tipo de cambio sea fijndolo
administrativamente, o bien operando como comprador o vendedor
en el mercado de divisas, o estableciendo cuotas y controles. La
promocin de inversiones en determinadas reas puede llevarse
a cabo a travs de medidas crediticias, tributarias, arancelarias,
creacin de emprendimientos estatales o mixtos, generacin de
mercados protegidos, etctera.
En consecuencia, expresiones como achicar el Estado, el
retorno del Estado, Estado ausente, y similares, para tener
sentido ms all del valor de una consigna poltica o una muletilla
meditica, deberan precisar a qu modalidades, dimensiones
o niveles de estas complejas articulaciones hacen referencia.
El Estado puede irse en algn sentido o nivel, y fortalecer
su presencia en otros. En principio, la gravitacin poltica del
Estado y su capacidad de orientacin, estmulo y regulacin del
mercado no tienen correlatos puntuales con la extensin de su
red administrativa o con el nmero o la magnitud de las empresas
de propiedad estatal. Estudios de amplia cobertura internacional
sugieren que, en el largo plazo, existe una asociacin positiva
entre la dimensin del sector pblico y su eficacia en la promocin
del desarrollo (RAM, 1986; EVANS, 1997). Estos estudios indican
sin embargo que las reas y modalidades de intervencin resultan
ms relevantes para la promocin del crecimiento que el simple
tamao administrativo del aparato estatal.

El gran viraje
Ms all de recomendaciones especficas y de acciones
puntuales, el Consenso de Washington se asent sobre tres
premisas bsicas: 1) la reactivacin econmica de Amrica
Latina y su crecimiento sostenido dependen de un fluido ingreso
de inversiones extranjeras; 2) para atraer esas inversiones los
gobiernos deben dar la ms amplia libertad a los mercados
abstenindose de intervenciones estatales puesto que stas
distorsionan los incentivos, desvan recursos e introducen
irracionalidad; 3) los gobiernos deben ejecutar amplias reformas
poltico-institucionales de libre mercado eliminando controles,
restricciones, subsidios y regulaciones. Asentados en estas tres
premisas figuran dos supuestos que, lo mismo que aqullas, fueron

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asumidos como verdades auto-evidentes: a) el Estado y la poltica
generan distorsiones e irracionalidades en la vida econmica,
de ah la necesidad de reducir al mnimo su intervencin en ese
terreno; b) la dinmica inmanente de los mercados genera un
efecto de derrame (spill over) de sus beneficios al conjunto de
la sociedad.
Las polticas del Consenso de Washington propugnaron en
consecuencia la liberalizacin amplia de la economa, asumiendo
que ella favorecera una asignacin racional de los recursos y la
recomposicin de los flujos de inversin externa (WILLIAMSON,
1990, 1993). Se esperaba como resultados la recuperacin de
la competitividad externa y el reinicio del crecimiento en un
ambiente de estabilidad macroeconmica. El Estado deba
limitarse a proveer de seguridad jurdica y poltica a la propiedad
privada y a las transacciones entre los agentes de la economa,
y a garantizar el efectivo respeto del nuevo marco normativo
presidido por la vigencia ms amplia de la oferta y la demanda.
En realidad estos objetivos instrumentales y su amplio
marketing meditico apuntaban a la concrecin de un objetivo
sustantivo: permitir la continuidad del esquema de fuerte
endeudamiento externo que haba caracterizado a la dcada
anterior a la crisis de 1982 y que la mora en los pagos por el alza
de las tasas de inters pona en riesgo. Ese endeudamiento haba
sido estimulado por encima de toda prudencia por los bancos
ahora al borde de la quiebra por la crisis de sus deudores.2 La
ejecucin de las reformas fue la condicin para el regreso de stos
a los mercados financieros internacionales. La reestructuracin y
el refinanciamiento de sus pasivos permitieron dar continuidad a
los pagos externos a costa de mayor endeudamiento, alejando el
peligro de bancarrota que un default generalizado podra haber
significado para los bancos acreedores y el sistema financiero
internacional en su conjunto.
El diagnstico en que esas recomendaciones se apoyaron
asign al Estado responsabilidad fundamental en el estallido de
la crisis. La ineficiencia institucional, la falta de un buen manejo
fiscal, la pesada carga de subsidios y preferencias habran
conducido al ahogamiento o la distorsin de los mercados y a una
irracional asignacin de recursos que increment la vulnerabilidad

2
Perkins (2004) ofrece una versin supuestamente autobiogrfica y casi novelstica de algunas
modalidades de induccin de sobreendeudamiento a gobiernos de pases en desarrollo por encima de sus
necesidades reales.

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de las economas, aliment los procesos inflacionarios y potenci
el descalabro. Liberado de las deformaciones, irracionalidades, la
corrupcin y el rentismo que haran, segn esta interpretacin,
a la esencia de la gestin pblica en el terreno econmico , el
mercado se encargara de retomar la senda del crecimiento y
recuperar la estabilidad.
En funcin de ese diagnstico el Estado privatiz empresas y
otros activos, as como la prestacin de servicios hasta entonces
considerados pblicos (atencin primaria en salud y educacin) y
desmont mecanismos de regulacin. La desregulacin tambin
abarc al mercado de trabajo, estimndose que la intervencin
estatal en las relaciones laborales haba generado costos excesivos
que desincentivaban la inversin de capital. El achicamiento del
Estado en cuanto capacidad de regulacin y sistema de gestin
se llev a cabo a travs de una potenciacin de sus funciones
propiamente polticas: creacin normativa, movilizacin y
transferencia de recursos entre clases y grupos sociales,
redefinicin de las relaciones exteriores, institucionalizacin de
nuevos esquemas de alianzas y antagonismos, y despliegue de
las capacidades disciplinarias y de coaccin fsica y simblica.
La reforma administrativa privatizaciones, descentralizacin,
introduccin de criterios de mercado en la gestin pblica se sus-
tent en una resignificacin poltica del Estado en lo que toca a los
nuevos arreglos de poder que alcanzaban expresin institucional
y a los objetivos e intereses que los dinamizaban. El achicamien-
to administrativo o gerencial fue parte y herramienta de una pro-
funda reorientacin poltica en lo que refiere a los objetivos de la
accin estatal, a los grupos sociales que tom como referentes y a
los intereses cuya promocin dot de imperatividad institucional
(VILAS, 1997, 2001). La circunscripcin de gran parte del debate
acadmico a los aspectos instrumentales de la transformacin sos-
lay esta dimensin poltica. La discusin tendi a centrarse en las
herramientas y en los procedimientos, mucho ms que en los obje-
tivos y en las relaciones de poder a las que unas y otros tributaban.
Bajo el rtulo de neoliberalismo este diagnstico, las recomenda-
ciones de poltica derivadas de l, y la historia negra que narr de
la versin latinoamericana del Estado desarrollista, se convirtieron
en una especie de sentido comn de la poltica econmica, con
un grado de imperatividad que lleg a afirmar la inexistencia de
alternativas. En pocos aos la casi totalidad de los gobiernos de la

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regin, las cadenas de medios y los formadores de opinin hicieron
suyo este modo de ver las cosas.
Intervinieron en este cambio conceptual y de poltica varios
factores. Ante todo, las dificultades de la estrategia desarrollista
para adaptarse a los cambios que comenzaron a gestarse en la
economa internacional desde inicios de la dcada de 1970 por
ejemplo, alza de los precios del petrleo, re-despliegue de las
inversiones extranjeras, aumento de la liquidez internacional,
abandono del patrn oro, desarrollo de nuevos mercados e
instrumentos de especulacin financiera, aceleracin de la
circulacin internacional del capital. Los esfuerzos de las economas
que ms haban avanzado en la sustitucin de importaciones
Argentina, Mxico, Brasil por reorientar la produccin industrial
hacia la exportacin se vieron complicados por esos cambios.
Adems, la desaceleracin del crecimiento y la persistencia de
las presiones inflacionarias exacerbaban en el corto plazo las
pugnas sociales por la distribucin del excedente y contribuan
adicionalmente a hacer ms complicada la administracin de
las tensiones que la propia estrategia generaba. Por su lado, los
compromisos polticos del Estado con una variedad de actores
sociales con intereses y demandas contrapuestos favorecieron
la ejecucin de polticas errticas; un nmero importante de
intervenciones careci de articulacin relevante a un programa de
desarrollo, o a algn diseo de mediano o largo plazo (SUNKEL,
1991; VILAS, 1995).
Hay que mencionar tambin la frustracin, por una combinacin
de factores econmico-financieros y polticos, de los ensayos de
ajuste heterodoxo con que algunos gobiernos en Argentina,
Brasil y Per sobre todo intentaron enfrentar los efectos de la
crisis. Salvo el caso de Mxico que, por su vinculacin especial
con Estados Unidos, recibi del gobierno de este pas oportuno
apoyo poltico y financiero, la comunidad internacional dej al
resto abandonado a sus propios esfuerzos, en escenarios que
combinaban la cada de los precios de la mayora de sus productos
de exportacin y la persistente alza de las tasas de inters es decir,
dos de los detonantes de la propia crisis. La debilidad poltica de
los gobiernos que intentaron estas heterodoxias tambin conspir
contra su xito: primeros experimentos democrticos despus de
aos de regmenes militares debieron enfrentar, adems de las
turbulencias del mercado y las resistencias del sistema financiero
internacional, la oposicin activa de los remanentes de las

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dictaduras y de los actores sociales y econmicos que haban sido
sus apoyos y beneficiarios.
En tercer lugar, transformaciones en la construccin
social del conocimiento econmico, es decir en el proceso
de formulacin y difusin de las ideas econmicas y en la
gravitacin de elementos institucionales, polticos, culturales,
intereses profesionales, etctera, en ese proceso. La formacin
acadmica de los economistas, la participacin en seminarios,
conferencias y asociaciones profesionales, la publicacin de
artculos en determinadas revistas profesionales, la vinculacin
laboral a empresas de consultora y a organismos internacionales
contribuyen decisivamente a la formacin de paradigmas,
teoras y modas intelectuales. La rotacin de los economistas
entre universidades, asesoras a gobiernos, contrataciones
con consultoras e investigaciones promovidas por organismos
financieros multilaterales, es factor determinante en la instalacin
de una especie de sentido comn de la profesin. En la mano
de una nueva generacin de economistas formados en algunas
universidades de Estados Unidos, o vinculados a los proyectos
promovidos por los organismos internacionales de crdito, las
premisas de la economa neoclsica encontraron nuevo vigor
en Amrica Latina.3 Debe mencionarse, en este mismo sentido,
una interpretacin ampliamente difundida de los procesos
econmicos y financieros transnacionales, que dio por sentada
la incompatibilidad casi de principio entre ellos y el Estado,
anticipando el inevitable fin del Estado-nacin (OHMAE,
1997) y de las economas demarcadas territorialmente (OBRIEN,
1992). En virtud de esta interpretacin, el deber ser de la teora
neoclsica, con su descalificacin del Estado, coincida con una
pretendida ineluctabilidad fctica. Este progresivo, y agresivo,
cambio de concepcin no se circunscribi a Amrica Latina.4
Tambin jug un papel importante la adopcin del paradigma
neoclsico por las polticas econmicas y financieras de los

3
Babb (2003) estudia detenidamente la evolucin de las posiciones tericas de los economistas mexicanos
de acuerdo a una variedad de circunstancias e influencias. Sobre ese asunto ver tambin Silva (1997) para
el caso de Chile, y Bouzas y FFrench-Davis (2005) para un tratamiento general. La referencia terica
fundamental sobre este asunto sigue siendo Myrdal (1967).
4
Una transformacin similar tuvo lugar en varios pases del sureste de Asia, donde a partir de mediados
de la dcada de 1980 economistas formados en universidades de Estados Unidos se incorporaron a
sus respectivos gobiernos e impulsaron reorientaciones de poltica econmica que favorecieron el
desmantelamiento de las agencias de planificacin, retrajeron la capacidad orientadora del Estado, y a la
postre agravaron la vulnerabilidad de esas economas a los movimientos financieros de corto plazo que
detonaron la crisis de 1997 (CUMMINGS, 1998; WADE; VENEROSO, 1998; AMSDEN, 1994).

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 59


gobiernos de Margaret Thatcher en Gran Bretaa y Ronald Reagan
en Estados Unidos. El peso de ambos, sobre todo de este ltimo
pas, en los principales organismos financieros multilaterales,
facilit la reconversin de esas instituciones al nuevo credo.
Programas de reestructuracin y refinanciamiento de la deuda
externa en mora fueron diseados por la Secretara del Tesoro y
ofrecidos a los gobiernos latinoamericanos que aceptaran encarar
reformas macroeconmicas acordes con el nuevo paradigma (plan
Brady, plan Baker). Los organismos multilaterales pusieron
a disposicin de los gobiernos que aceptaran esas condiciones
lneas especiales de crdito para financiar las reformas y los
nuevos trminos del endeudamiento, y destinaron especialistas y
tcnicos para hacerse cargo de la formulacin e implementacin
de las polticas.
El pesado endeudamiento y la urgente necesidad de
financiamiento de los gobiernos latinoamericanos otorgaron al Fondo
Monetario Internacional, al Banco Mundial y al gobierno de Estados
Unidos un gran poder de negociacin. Amrica Latina se encontr
aprisionada en un dilema incmodo: persistir por su cuenta en la
bsqueda de alternativas heterodoxas pero sin poder contar con
ayuda financiera, o tomar sta en las condiciones que se le ofrecan,
pero abdicando el diseo o incluso la adaptacin de las polticas
confeccionadas y exportadas llave en mano desde Washington.
El cambio de paradigma terico no oper en Amrica Latina
en un terreno virgen. El debate de las dcadas de 1950 y 1960
entre estructuralistas y monetaristas anticip gran parte de
la discusin respecto de las conveniencias o inconveniencias,
alcances y limitaciones, de la intervencin estatal (SUNKEL, 1967;
PINTO, 1973). Reforzada por los cambios mencionados, la crtica
al estructuralismo econmico latinoamericano, frecuentemente
sesgada hacia determinados momentos o aspectos parciales
de su desempeo, se convirti en poco menos que palabra de
orden y consigna intelectual en la profesin econmica y en
los diseadores de polticas. Adems, en la medida en que el
esquema de acumulacin desarrollista contemplaba, como uno de
sus ingredientes centrales, una alianza entre el Estado y ciertas
fracciones del capital industrial, las clases medias y los asalariados,
el ataque a la gestin estatal fue un ingrediente persistente de
la ideologa de los actores que, durante dcadas, confrontaron
polticamente con ese esquema. En el contexto de la crisis, el
paradigma neoclsico aport nuevos argumentos a ese conflicto de

60 Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007


intereses econmicos, poder poltico, prestigio social y hegemona
cultural, en un clima de intenso debate intelectual y poltico.5

Qu nos dej el Consenso de Washington?


El balance regional del Consenso de Washington indica, ms
all de diferencias de matices, que los resultados efectivamente
alcanzados quedaron lejos de lo prometido, incluso en aquellos
pases que con ms disciplina lo acataron. Lo ms que pueden
argumentar sus promotores es que el dficit de resultados
obedece a mala ejecucin de sus medidas, falta de persistencia
o de valor poltico de los gobiernos, ejecucin incompleta, mala
calidad de las instituciones. De acuerdo a esto, las limitaciones no
seran atribuibles a la propuesta, sino a quienes la llevaron a cabo
con ineficiencia o insuficiente conviccin6. Un argumento que se
parece mucho al de todas las religiones: el dogma es inobjetable,
el problema es la falta de fe de los practicantes y la debilidad de
la carne.
Por supuesto, en esos resultados incidieron varios factores
adems de la fidelidad, la conviccin o el entusiasmo con que
las medidas fueron ejecutadas. Algunos pases se embarcaron
en esta travesa antes que otros (Chile por ejemplo comenz el
trayecto en la dcada de 1970, mientras que Bolivia se meti de
lleno a mediados de los ochentas, Argentina a fines de ella y Per
y Brasil an ms tarde). Asimismo, los escenarios regionales o
internacionales especficos en que cada uno se desenvuelve
introdujeron algunos efectos diferenciales. Por ejemplo, dentro
de un panorama general de cada de los precios de exportacin
de la dcada de 1980, ni todos tuvieron el mismo recorrido. La
combinacin de caf y petrleo amortigu mucho de la crisis en
Colombia, mientras que el comportamiento de las economas de
Centroamrica estuvo severamente determinado por los conflictos
poltico-militares de la dcada de 1980. Finalmente, algunos
pases se mantuvieron relativamente al margen del ideologismo
que, en un sentido y en otro, rode al marketing del Consenso;
esto les permiti alcanzar un desempeo ms satisfactorio. Un
balance sistemtico del Consenso debera prestar atencin, por

5
Como escribi Frances Stewart (1998): La dcada de 1980 puede considerarse como una prolongada
batalla sobre las decisiones de poltica en Amrica Latina.
6
Por ejemplo Walton (2004).

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 61


lo tanto, a los resultados recogidos en cada pas, ponderando
una variedad de elementos poltico-institucionales, culturales y
escenarios especficos (HUBER; STOLL, 2004). Sin perjuicio de
ello, para los fines de este artculo los resultados aportados por el
panorama regional son suficientes.
En lo que sigue de esta seccin, prestaremos atencin a los
resultados recogidos en cuatro grandes cuestiones: crecimiento
econmico, estabilidad, empleo y calidad de vida.

Crecimiento y estabilidad7

1971-80 1981-90 1991-95 1996-2000 2001-05


PIB p.h. 3.3 - 1.2 1.2 1.6 1.7
IPC 27.3 98.5 371.2 11.6 8.1
Cuadro 1 Amrica Latina y el Caribe: tasa de variacin anual del PIB por habitante y del
ndice de precios al consumidor
Fuente: CEPAL (2006).

El cuadro 1 muestra que el crecimiento del producto por


habitante, a nivel de agregacin regional, se recuper despus
de la dcada perdida, pero con ritmo notoriamente inferior al
anterior a la crisis. Las tasas medias quinquenales del Consenso
de Washington han sido sistemticamente inferiores a las del
esquema desarrollista que le precedi. Estos resultados marcan
un ntido contraste con la rpida recuperacin que tuvo lugar tras
la crisis de 1929-30. A nivel agregado, durante la dcada de 1990,
el PNB latinoamericano acumul un crecimiento de ms del 20
por ciento, inferior de todos modos al que haba tenido lugar en la
dcada turbulenta de 1970.
A esto debe agregarse el carcter errtico del crecimiento; las
tasas de variacin anual del PIB per cpita experimentaron una
persistente inestabilidad de corto plazo (grfico 1). El modesto
incremento del PNB se verific con marcadas variaciones en su
tasa anual que no estimularon decisiones de inversin de horizonte
ms amplio que podran haber dotado de mayor estabilidad a
las economas y de previsibilidad a su desempeo. La apertura
externa acentu esa inestabilidad. Las fuertes oscilaciones
que muestra la evolucin del producto indican la persistente
vulnerabilidad respecto de factores externos, agravada por
7
Natalia Vitcop colabor en la elaboracin de la parte estadstica y grfica.

62 Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007


la remocin de mecanismos e instrumentos de control, o de
administracin y morigeracin del impacto de cambios bruscos
de corto plazo. Esto se advirti en la rpida difusin de la crisis
mexicana de fines de 1994, y en la importacin de las crisis de
Asia y Rusia en la segunda mitad de los aos noventa.
6

2
PIB

0
1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
P IB

-2

-4

-6
Ao

Grfico 1 Amrica Latina: PIB por habitante, 1983 2005. (Tasa anual de variacin,
precios constantes).
Fuente: CEPAL (2006).

A diferencia de lo que ocurri en la crisis de 1929-1930, los


gobiernos latinoamericanos optaron por descartar el default
y rechazar las iniciativas de negociar de manera conjunta
su endeudamiento agregado, mientras que al contrario sus
acreedores pblicos y privados optaban por la cartelizacin.8 La
adopcin de las reformas y la continuidad en el pago de la deuda
externa estimularon el regreso del financiamiento externo a la
regin. Por contraste con la dcada de 1980, en la que se registr
una transferencia neta de recursos al exterior de ms de 220 mil
millones de dlares, los movimientos de la primera parte de la
dcada de 1990 arrojaron un saldo neto positivo de 147 mil millones,
pese a que la crisis de Mxico implic una salida de casi 30 mil
millones de ese pas slo en 1995. La fuerte entrada de capital que
se registr en la primera mitad de los noventas no fue mayormente
inversin de largo plazo destinada a la ampliacin de la capacidad
productiva. Una proporcin importante se trat de colocaciones
de corto plazo, adquisiciones de empresas pblicas y privadas, y

8
Felix (1987) compara crticamente los modos diferentes con que los gobiernos latinoamericanos
encararon sus deudas externas en la crisis de 1929-1930 y la de 1982, los factores que gravitaron en las
decisiones gubernamentales y los resultados alcanzados.

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 63


estmulo a la recuperacin del consumo. La mayor disponibilidad
de divisas lquidas permiti que los pases retomaran el pago de
sus deudas externas, bien que a costa de nuevo endeudamiento en
condiciones ms duras y con garanta estatal.
El retorno de la regin a los mercados financieros
internacionales se manifest entre otros aspectos en un
crecimiento muy rpido de la emisin de deuda pblica. La emisin
de ttulos pblicos casi se triplic entre el primer quinquenio de
la dcada de 1990 y el segundo, pasando de 83.000 millones de
dlares desde 1991 a 1995, a casi 235.000 millones desde 1996
al ao 2000. Ms de 85% de esos montos correspondieron a slo
tres pases: Argentina, Brasil y Mxico. Pero despus de las crisis
de Asia y Rusia las transferencias volvieron a ser negativas.
Desde 1999 hasta 2005, el saldo neto implic una salida de casi
215 mil millones de dlares, de los cuales 78% solamente entre
2002 y 2005. El execrado Estado asumi, de esta manera, el doble
papel de deudor y de garante de los endeudamientos privados,
relevando a stos de cualquier responsabilidad internacional en
caso de mora o quebranto.
Ms claros fueron los resultados en materia de inflacin. El
cuadro 1 y el grfico 2 muestran la evolucin del ndice de precios al
consumidor desde la dcada de 1980; las tensiones inflacionarias
se redujeron, pero relativa estabilidad de precios alcanzada tras
las reformas no excluy algunos fuertes sobresaltos. En los aos
finales de la dcada de 1980 incidieron las hiperinflaciones de
Argentina (1407.4 promedio anual), Brasil (1209%) Nicaragua
(12.518,5%) y Per (1.172,2%). En el quinquenio 1991-95 incidi
la hiperinflacin de Brasil (1991-94: 1152% promedio anual, con
un pico de 2489% en 1993); sin contar a Brasil, la variacin anual
media del quinquenio habra sido de 28.4%. El deterioro social
consecuente con el achicamiento del mercado de trabajo y la
contraccin del consumo de los sectores medios y bajos, y la
apertura externa contribuyeron a la cada de las tasas de inflacin
en los aos noventas.

64 Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007


3 ,5

2 ,5
Variacin (Log.)

2
V a ria ci n

1 ,5

0 ,5

0
1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Ao Fuente: CEPAL

Grfico 2 Amrica Latina: precios al consumidor (variacin anual, escala logartmica).


Fuente: CEPAL (2006).

Empleo
La promesa ms difundida y persistente del Consenso
de Washington, y uno de sus supuestos tericos, fue la del
derrame. Hasta la saciedad se afirm que aunque las reformas
podran producir algunos efectos socialmente nocivos en el
corto plazo desajustes en el mercado de trabajo, incremento
coyuntural de la pobreza y de la desigualdad, desintegracin
social superada esa coyuntura la dinmica de los mercados,
libre de interferencias estatales, habra de generar una difusin de
los resultados positivos al conjunto de la poblacin y en particular
a sus sectores ms vulnerables, mejorndose en consecuencia la
distribucin del ingreso, reducindose los ndices de pobreza e
indigencia y fortalecindose la integracin social.
El cuadro y los grficos anteriores mostraron que la
recuperacin del crecimiento fue modesta, con niveles inferiores
a los anteriores al descalabro de los aos ochenta, muy errtica
y extremadamente vulnerable a los cambos de corto plazo de la
economa internacional. La estabilidad relativa se alcanz ms
en el comportamiento del nivel de precios, por retraccin de los
mercados, que en el del producto por crecimiento sostenido de la
inversin productiva.
Estos resultados se tradujeron de manera desigual en el nivel
de empleo de la fuerza de trabajo. Salvo en Chile, donde la tasa de

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 65


desempleo urbano se redujo a lo largo de la dcada de 1980, en el
resto de los pases incluidos en el grfico 3, y en el conjunto de la
regin, la tasa de desempleo tuvo un comportamiento dispar.9 En
la dcada de 1990 el desempleo volvi a crecer; hacia 1999 casi
la mitad de la fuerza de trabajo latinoamericana (48 por ciento)
estaba desocupada.

25

20

A rg e n tin a
B ra sil
15 C h ile
C o lo m b ia
C o sta R ica
%

M xico
P e r
10 U ru g u a y
V e n e zu e la

0
1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Ao
Fuente: CEPAL
Grfico 3 Amrica Latina: Desempleo urbano. (Tasas anuales medias).
Fuente: CEPAL (2006).

A esto debe agregarse un rpido deterioro de la calidad del


empleo. Mientras en 1990 57% del empleo urbano correspondan
al sector formal de la economa (algo ms de 61 millones de
puestos de trabajo en un total de 107.5 millones) a mediados
de la dcada se haban reducido a 54% y en 1999 representaban
solamente 51.6% del empleo total, mientras 66 millones de empleos
correspondan al sector informal de la economa. A lo largo de
toda esa dcada dos de cada tres nuevos puestos de trabajo
correspondieron al sector informal (CEPAL, 2002). El salario real
en el sector formal mantuvo su nivel e incluso mejor algunos
puntos en varios pases de la regin (Brasil, Colombia, Costa Rica
e Uruguay, principalmente); sin embargo no alcanz a compensar
el deterioro generalizado de las condiciones de trabajo en el
conjunto del mercado de trabajo, avalando la hiptesis de que, al
contrario de lo prometido por el Consenso de Washington, una de

9
Puesto que los pases incluidos en el grfico 2 comenzaron sus reformas neoliberales en diferentes
momentos y con desigual alcance, la informacin que l contiene slo brinda un panorama general.

66 Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007


las variables de ajuste del modelo neoliberal fue, precisamente, el
nivel y la calidad del empleo de la fuerza de trabajo.
Se advierte tambin en el grfico 3, asimismo que el
crecimiento de la tasa de desempleo recin logr revertirse
desde principios de la dcada actual, coincidiendo con un
relativo fortalecimiento del nivel de precios y una coyuntura
de reactivacin del producto estimulada por el aumento de
la mayora de los precios internacionales de exportables, y un
cambio importante en los esquemas de poltica macroeconmica
ejecutados en varios de los pases de la regin.

Bienestar
Tasas altas de desempleo y deterioro del mercado de
trabajo contribuyeron a la persistencia de altos niveles de
pobreza en comparacin a los que se registraron en el esquema
desarrollista.
250

200

150
Poblacin

P o b re za
In d ig e n te s

100

50

0
1970 1980 1990 1997 1999 2000 2001 2002
Ao
Fuente: CEPAL
Grfico 4 Amrica Latina: poblacin pobre e indigente, 1970-2002 (en millones).
Fuente: CEPAL (2002).

Pobreza e indigencia crecieron mucho inmediatamente


despus del inicio del ajuste neoliberal (grfico 4). Mientras
que los promotores de ste adjudicaron ese crecimiento a los
efectos retardados de la crisis, los crticos lo presentaron como
un efecto de las reformas mismas. La posterior reduccin relativa
de la incidencia tanto de la pobreza como de la indigencia fue
presentada como una victoria del argumento neoliberal y de

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 67


sus polticas asistencialistas centradas en los grupos de mayor
vulnerabilidad. Efectivamente ambos indicadores se redujeron en
trminos porcentuales, lo que indica que la tasa de crecimiento
del empobrecimiento fue menor que la tasa de crecimiento
demogrfico de la regin. Pero la cantidad de pobres sigui
incrementndose. As, mientras la poblacin en condiciones de
pobreza pas de representar el 48% de la poblacin total en 1990,
al 44 por ciento en 2002, durante ese mismo periodo se sumaron
21 millones de pobres, de los cuales cuatro millones bajo la lnea
de indigencia (grfico 4). Es recin en aos recientes que el
volumen absoluto de pobres comienza a disminuir, coincidiendo
con el abandono de las recomendaciones del Consenso de
Washington en varios pases de la regin (CEPAL, 2006).
La cada de los niveles de empleo, la fragmentacin de
los mercados de trabajo, el deterioro de los ingresos reales, la
marginacin social, el desmantelamiento de un amplio arco de
prestaciones sociales, el deterioro de los sistemas pblicos
de atencin a la salud y educacin no slo impactaron en el
crecimiento de la pobreza y de la indigencia, sino que agravaron
severamente las desigualdades sociales. La desigualdad entre
ricos y pobres, entre integrados y marginalizados, que era uno
de los rasgos tradicionales del capitalismo latinoamericano y
que el modelo desarrollista haba venido reduciendo, alcanz
niveles histricos. Durante los aos del experimento neoliberal la
desigualdad del ingreso aument significativamente en la regin
en su conjunto y, con algunas excepciones, en cada uno de los
pases, revirtiendo la tendencia que se haba registrado hasta
inicios de la dcada de 1980. Debe agregarse que el crecimiento
de la pobreza y el ahondamiento de las desigualdades sociales
tuvieron lugar al mismo tiempo que se recuperaba el crecimiento
de la economa, que a fines de la dcada de 1990 super el 20%
para toda la regin. Adems de desmentir la hiptesis neoliberal
del derrame, la percepcin de la distribucin desigual de esos
frutos contribuy a deslegitimar al sistema poltico que toleraba
segn algunos, promova segn otros, este resultado.

68 Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007


Variacin del ndice de Gini Variacin en la polarizacin
+ = - + = -
Argentina Bolivia Brasil Argentina Costa Rica Brasil
Chile Costa Rica Colombia Bolivia Mxico Honduras
Ecuador Nicaragua Honduras Chile Panam Nicaragua
El Salvador Panam Mxico Colombia
Per R e p b l i c a Ecuador
Dominicana
Uruguay El Salvador
Venezuela Per
Repblica
Dominicana
Uruguay
Venezuela
Cuadro 2 Cambios en la desigualdad social, dcada de 1990.
Fuente: Elaboracin a partir de De Ferranti et al. (2004) cuadros A3 y A4.

El cuadro 2 presenta la evolucin del ndice de Gini y del


ndice de polarizacin de la distribucin del ingreso en 16 pases
para los cuales la informacin disponible permite efectuar
comparaciones.10 A lo largo de la dcada de 1990 el ndice de Gini
de desigualdad de los ingresos creci en siete de esos pases,
se redujo en cinco y se mantuvo sin variaciones significativas
en cuatro de ellos. En cambio el ndice de polarizacin social
aument en diez pases, permaneci sin variaciones en tres y
disminuy solamente en otros tres.
La preocupacin por la desigualdad social fue ajena al
Consenso de Washington como lo es para la economa
neoclsica. En este terreno las posiciones oscilan entre quienes,
siguiendo a Kuznets, afirman la inevitabilidad del crecimiento de
la desigualdad en las etapas iniciales del crecimiento econmico,
hasta que en cierto momento la propia dinmica de ste revierte
la tendencia y la desigualdad se reduce, y quienes, de acuerdo
con Kaldor, consideran que la desigualdad es positiva para el
crecimiento por la mayor propensin al ahorro de los grupos de
mayor ingreso, que se traduce en tasas altas de inversin que,
en determinado momento, comenzarn a derramar sus beneficios
al conjunto de los actores reducindose, en consecuencia, la

10
El ndice de polarizacin mide la diferencia entre la porcin del ingreso total captado por el 10% ms
rico de la poblacin y la que capta el 10% ms pobre.

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 69


desigualdad. La preocupacin por la desigualdad sera entonces
producto de consideraciones ajenas a la economa: la conciencia
culposa de los mejor dotados de las conveniencias de la vida, el
resentimiento de los pobres, la demagogia de polticos populistas,
o todo eso junto.
Al contrario, varios economistas vinculados a las experiencias
desarrollistas latinoamericanas de la segunda mitad del siglo
pasado sealaron la vinculacin del crecimiento de la pobreza
con la desigualdad socioeconmica y el papel de la poltica en
la evolucin de una y otra. Demostraron que pobreza y extrema
riqueza son producto de un estilo de acumulacin de capital que
genera y reproduce de manera ampliada fuertes desigualdades
en materia de propiedad de activos, niveles de productividad y
de ingresos, absorcin de empleo y apropiacin de los frutos del
progreso cientfico-tcnico.11 El capitalismo perifrico se basa
fundamentalmente en la desigualdad reconoci Ral Prebisch
al final de su vida. Y la desigualdad tiene su origen [] en la
apropiacin del excedente econmico que captan principalmente
quienes concentran la mayor parte de los medios productivos.
(PREBISCH, 1984, p.15). Los trabajos de economistas heterodoxos
en la dcada de 1990 que asignan importancia estratgica
al desarrollo de capital social y destacan el efecto nocivo de
desigualdades econmicas y sociales profundas, entronca con
esa lnea de anlisis.12
El asunto ingres slo muy recientemente en las preocupa-
ciones de algunos organismos financieros multilaterales, y sobre
todo por la evidencia del papel que la agudizacin de la desi-
gualdad juega en la acumulacin y estallido de tensiones socia-
les como las que se suscitaron a fines de la dcada de 1990 e ini-
cios de la siguiente en varios pases de Amrica del Sur: Ecuador,
Per, Bolivia, Argentina. Se afirma ahora que las desigualdades
en materia de poder y de riqueza, dado el carcter imperfecto de
los mercados, se traducen en desigualdad de oportunidades que
a su turno conducen al desperdicio del potencial productivo y a
una ineficiente asignacin de recursos (WORLD BANK, 2005).
En resumen, ninguno de los tres supuestos bsicos del
paradigma del Consenso de Washington ha funcionado. En

11
Por ejemplo los anlisis de Anbal Pinto en la dcada de 1960 sobre la heterogeneidad estructural de
Amrica Latina y la concentracin del progreso tcnico (PINTO, 1973), o los trabajos de Armando di
Filippo (1981) y de Pedro Vuskovi (1993).
12
Por ejemplo Fujii (1993), Birdsall y Sabot (1994), Birdsall, Ross y Sabot (1996).

70 Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007


vez de derrame, se increment la concentracin de los ingresos,
los activos, los niveles de productividad y los frutos del progreso
cientfico-tcnico y crecieron la pobreza y la desintegracin social.
La desregulacin amplia de la economa y la apertura externa
tuvieron poco impacto dinamizador y, al contrario, ahondaron
el endeudamiento externo por encima de toda prudencia
contribuyendo a la gestacin de crisis, estallidos sociales y
cadas de gobiernos. Todo ello a pesar de la disciplina e incluso
entusiasmo con que las recomendaciones del Consenso de
Washington fueron implementadas.13

Cambiando de rumbo
La evidencia de los exiguos logros del neoliberalismo
en materia de crecimiento y estabilidad, as como el elevado
costo impuesto a grandes sectores de poblacin y a las propias
perspectivas de desarrollo de los pases, condujeron a una visin
crtica de sus recomendaciones de poltica. La postulacin de
ms instrumentos y metas ms amplias para el desarrollo
(STIGLITZ, 1998, 2003) coincidi con una valoracin ms
equilibrada de los frutos del desarrollismo latinoamericano y el
abandono de la leyenda negra que de ste narraban los epgonos
del Consenso de Washington. Debe reconocerse sin embargo
que la capacidad de persuasin de argumentos de este tipo fue
potenciada por las crisis en que culminaron varios procesos de
reforma inspirados en ese modelo; crisis en las que el masivo
repudio a los frutos efectivamente recogidos por las reformas
condujo al derrocamiento de varios de los gobiernos que las
haban impulsado.
El panorama regional y su evolucin probable marcan un
contraste fuerte con la homogeneidad neoliberal del pasado
reciente. Despus de dos dcadas en que los organismos
financieros multilaterales, las grandes cadenas de medios y los
gobiernos del norte industrializado pretendieron convencer a los
latinoamericanos de que no hay alternativa al neoliberalismo,
los acontecimientos de lo que va del siglo veintiuno demuestran
que s la hay, y que vale la pena construirla. Incluso en Chile,

13
A la vista de los resultados efectivamente alcanzados por la aplicacin del recetario neoliberal
Williamson ensay, con ms sentido de la oportunidad que eficacia, una reformulacin post festum de su
versin inicial del Consenso de Washington: Vid Williamson (1998).

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 71


donde el sistema poltico acopl bastante bien con el esquema
macroeconmico instalado durante la dictadura de Pinochet, el
gobierno de Michelle Bachelet se muestra decidido a hacerse
cargo de algunas de las tareas pendientes de la democratizacin
y de la justicia social.
Como resultado de una conjugacin de intensas y prolongadas
movilizaciones sociales y procesos electorales, el panorama
poltico de Amrica del Sur est experimentando modificaciones
importantes. Destaca, en lo que a nuestro asunto concierne, un
cambio fuerte en el papel que se asigna al Estado en el desarrollo
econmico, una revalorizacin de sus capacidades de regulacin
y orientacin, y sobre todo en su responsabilidad para promover
y contribuir a alcanzar los grandes objetivos de desarrollo y
bienestar social que sectores mayoritarios de la poblacin le
reclaman en particular, los que pagaron los platos rotos
del neoliberalismo. Los nuevos escenarios expresan tanto la
frustracin de muchos pueblos por la ineficacia de la democracia
liberal para dar respuestas a las demandas de progreso
social, como tambin la voluntad de profundizar los sistemas
democrticos de manera de dotarlos de efectividad reformadora
de las relaciones socioeconmicas, las estructuras de poder y las
articulaciones externas.
Existen diferencias de contenido programtico, de estilo y de
consolidacin institucional entre los gobiernos y organizaciones
polticas de pases y sociedades tan diferentes en dimensiones
fsicas, tejidos sociales, dotacin de recursos, niveles de
desarrollo, etc. como Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay,
Venezuela pases que en conjunto renen ms de la mitad de la
poblacin latinoamericana. Algunos incluso son de inauguracin
muy reciente y estn empeados todava en definir un nuevo
diseo de relaciones institucionales de poder con sus respectivas
oposiciones e incluso con el gobierno de Estados Unidos. Los
alcances de las transformaciones varan de pas a pas. Muy
esquemticamente, se podra ubicar a Venezuela y a Bolivia en
las posiciones ms radicales, a Brasil, Panam, Uruguay y Chile
en las ms moderadas, y a Argentina en posiciones intermedias.
Ms all de las especificidades de cada caso, es posible
identificar algunos rasgos recurrentes en todos ellos.
En primer lugar, una recuperacin del Estado como
herramienta de desarrollo y bienestar. Esto se expresa en
la adopcin de polticas econmicas y sociales activas y en

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la ampliacin de los espacios de autonoma para la toma de
decisiones, tanto respecto de los grupos de poder econmico como
en los escenarios internacionales. Un aspecto muy publicitado es la
recuperacin de la propiedad y el control de recursos energticos,
la creacin de empresas pblicas en sustitucin de empresas
transnacionales y el estmulo a inversionistas domsticos
(Argentina, Bolivia, Uruguay, Venezuela). El Estado asume
un papel ms activo de regulacin y orientacin en reas que
tradicionalmente pertenecieron al sector pblico de la economa
y que fueron privatizadas en dcadas pasadas como parte del
programa neoliberal. Pero a diferencia de los regmenes populistas
o nacionalistas del pasado, el enfoque es ahora selectivo y no
involucra un cuestionamiento de principio a la actividad privada
o a las firmas extranjeras. Los avances de Venezuela y Bolivia
en la nacionalizacin de empresas extranjeras en el terreno de
la energa se estn efectuando a travs de negociaciones; en
Argentina, la re-estatizacin de algunos servicios pblicos
(agua y saneamiento, correos, control del espacio radioelctrico)
fue la respuesta a incumplimientos contractuales graves por
las empresas privadas que los operaban. La re-estatizacin
del servicio metropolitano de agua y saneamiento en Uruguay
se decidi a travs de un plebiscito de amplia participacin
ciudadana.
El re-posicionamiento estatal expresa la intencin de
recuperar capacidad de decisin y de conduccin poltica en
asuntos que, en las ltimas dcadas, fueron cedidas al mercado
y, en particular, a un mercado controlado por intereses externos.
Las privatizaciones de las dcadas pasadas no slo transfirieron
al mercado la propiedad de activos, sino tambin la definicin
de los objetivos de poltica pblica y el diseo de sta en reas
estratgicas para el desarrollo y el bienestar de la poblacin.
Por lo tanto ms importante que medir si el Estado crece mucho
(Bolivia, Venezuela) o poco (Argentina, Brasil, Uruguay) en
trminos de presupuesto o de su red administrativa, es percibir el
objetivo poltico de la recuperacin estatal en funcin de objetivos
de mayor autonoma respecto de los intereses de corto plazo de
los mercados, una reinsercin ms equitativa y beneficiosa en
la globalizacin, y una promocin ms decidida de un estilo de
desarrollo que distribuya mejor los frutos del esfuerzo colectivo.
En esta bsqueda de mayores espacios de autonoma poltica
destacan asimismo las decisiones de desendeudamiento

Perspectivas, So Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007 73


adoptadas por Brasil y Argentina respecto del FMI. Al saldar
anticipadamente sus deudas con el organismo, utilizando
reservas acumuladas en virtud de una correcta administracin
fiscal, ambos pases sacaron del juego a un organismo que, en
trminos polticos, siempre actu como un instrumento de presin
de los grupos del poder econmico y del gobierno de Estados
Unidos, y que en asuntos tcnicos y de tica ha sido severamente
cuestionado.
Como resultado, los gobiernos cuentan con mayores grados
de libertad en la definicin de objetivos, diseo de polticas y
orientacin del desarrollo.
En segundo lugar, la adopcin de polticas activas en materia
de desarrollo econmico y social. La poltica social neoliberal de
focalizacin y alivio de la pobreza crtica es sustituida por una
estrategia integral de intervenciones que apunta a remover las
causas profundas del fenmeno. La reactivacin econmica, el
re-posicionamiento de la inversin pblica en infraestructura, la
promocin del empleo genuino, la mejora de los salarios reales, un
mejor acceso a recursos, etc., estn permitiendo revertir el hasta
hace poco imparable crecimiento de la pobreza y la desigualdad
social. Reforma agraria, ambiciosos planes de apoyo a la pequea
y mediana empresa y a las economas campesinas, desarrollo
de la educacin pblica y agresiva expansin de la cobertura
de los sistemas pblicos y gratuitos de salud forman parte de
la agenda de la poltica social de los aos recientes. De acuerdo
a un reciente informe de la CEPAL son precisamente Argentina
y Venezuela los pases que en los ltimos tres aos ms han
avanzado en la reduccin de la pobreza, gracias a estrategias y
enfoques heterodoxos e integrales (CEPAL, 2006).
Los nuevos gobiernos reformistas parecen haber sacado
experiencia de los malos manejos macroeconmicos del pasado.
La ampliacin y reorientacin de las polticas pblicas se lleva a
cabo junto con un manejo prolijo de las cuentas fiscales. Mejora la
recaudacin fiscal y hay una mejor asignacin del gasto pblico
a metas de desarrollo y bienestar, pero los sistemas tributarios
siguen siendo regresivos. Los resultados recogidos en lo que
va del siglo demuestran que la promocin del bienestar y la
participacin social, la reactivacin del crecimiento y las reformas
con sentido de progreso son compatibles con una macroeconoma
convencionalmente sana.

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En tercer lugar un nuevo impulso a procesos de integracin
regional alternativos a la propuesta ALCA del gobierno de los
Estados Unidos. Esto abarca tanto la ampliacin del MERCOSUR
para integrar a Venezuela como miembro pleno, como a la
promocin por Venezuela de una Alternativa Bolivariana de
integracin regional (que incluye Cuba y Nicaragua), como a
proyectos bi o plurinacionales de inversin en infraestructura,
desarrollo cultural, financiamiento, etc., de los que Venezuela es
el ms visible impulsor por ejemplo, el proyecto de gasoducto
desde el Orinoco hasta el Ro de la Plata pasando por Brasil,
Paraguay y Uruguay, la creacin de un banco sudamericano
encargado del financiamiento de este tipo de emprendimientos
multigubernamentales, la venta de petrleo a precios
preferenciales a Cuba y Nicaragua, la creacin de una red de
televisin cultural e informacin alternativa a la de los grandes
multimedios estadounidenses, etc. En conjunto, estas acciones
forman parte del objetivo de ampliar los mrgenes de decisin
autnoma de la regin y de alcanzar una insercin ms beneficiosa
en los procesos y escenarios de la globalizacin. Una vez ms
debe enfatizarse el carcter poltico de este impulso. Va ms all
de la ampliacin de intercambios comerciales, desgravaciones
arancelarias, coordinacin o unificacin de polticas y asuntos
similares, y se orienta tambin a generar instancias institucionales
de participacin de los actores de la sociedad civil.

Hacia atrs o hacia delante?


El camino que estos pases estn recorriendo no est exento
de dificultades. La magnitud de las carencias sociales alimenta
la impaciencia de los damnificados en recibir respuestas a sus
reclamos. El ritmo en la recuperacin de los niveles de bienestar
tiene que ver no slo con la buena voluntad de los gobiernos sino
con la propia magnitud de los problemas y con un complejo juego
de presiones y negociacin con los factores de poder real, que a
menudo la gente de a pie tiende a interpretar como dilaciones o
simplemente olvido de los compromisos electorales. Otras veces, la
convergencia electoral de amplias coaliciones sociales deja paso,
despus del triunfo, a la explicitacin de diferencias y conflictos de
visin respecto de cuestiones especficas y a abiertas competencias
por recursos escasos. Por otro lado, parece inevitable que la

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importancia asignada por cada pas a sus intereses nacionales
suscite o reavive cortocircuitos con sus vecinos, especialmente
cuando estn de por medio intereses y expectativas de empresas
transnacionales: por ejemplo, las tensiones entre Bolivia y Brasil
en torno a los alcances y condiciones de la nacionalizacin de
los hidrocarburos o de la reforma agraria, que afecta a algunas
empresas e inversionistas brasileos, o el entredicho entre
Argentina y Uruguay en materia de contaminacin ambiental.
Finalmente, es evidente la desconfianza e incluso agresividad
de Washington respecto de muchos de estos gobiernos y de los
procesos de reforma que estn impulsando. Para el gobierno del
presidente Bush Jr regmenes como los de Venezuela y Bolivia
constituyen casos de populismo radical y amenazas a su
seguridad hemisfrica. Con menor virulencia, es incuestionable
el desagrado de Washington por la evolucin de los asuntos
polticos en la regin. Despus de dcadas de anatemizar al
cambio social de inspiracin popular acusndolo de ser proclive
al comunismo y antidemocrtico, Washington se encuentra con
que las democracias latinoamericanas de hoy estn demostrando
una notable capacidad para hacerse cargo con eficacia de las
aspiraciones populares de progreso y autonoma nacional.
Estamos en presencia de un regreso a esquemas poltico-
econmicos que ya fueron ensayados en el pasado, o avanzando
por senderos nuevos? Contrariamente a lo que cierta retrica
presume, en asuntos de poltica la diferenciacin, no se diga
confrontacin, entre lo nuevo y el viejo nunca es absoluta. Si la
revalorizacin del papel del Estado en cuestiones de gestin
econmica y relaciones sociales puede evocar resonancias del
estilo desarrollista o nacional-popular de mediados del siglo
pasado, es innegable que la mayor transparencia en la gestin
pblica y el respeto a los fundamentos macroeconmicos tributa
en las experiencias recogidas tanto de la crisis del desarrollismo
como de los experimentos neoliberales y la debacle econmico-
financiera, los estallidos sociales y las turbulencias polticas en
que muchos de esos experimentos culminaron.
Sin perjuicio de los debates ideolgicos e incluso acadmicos
que esta reorientacin est suscitando, debe reconocerse que,
hasta el momento, poco ha cambiado en el anclaje estructural
de las economas y las sociedades latinoamericanas que la estn
protagonizando. Puede argumentarse que unos pocos aos no
bastan para modificar los rasgos duros de la regin, en particular

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su histrica dependencia de factores exgenos. Sin perjuicio de
los recientes avances en materia de distribucin del ingreso,
reduccin de la pobreza y reactivacin productiva, es claro que esos
progresos deben mucho a la coyuntura favorable de los precios
internacionales de los principales productos de exportacin de la
regin. Pero no es menos cierto que auges externos parecidos se
registraron en el pasado sin una repercusin o derrame en la
calidad de vida de las poblaciones. La interrogante fundamental
aqu refiere a la voluntad y capacidad de los gobiernos respectivos
de transformar la bonanza externa en polticas eficaces de
desarrollo sostenido y progreso social. La decisin de fortalecer
la participacin y el control estatal de recursos estratgicos
en materia energtica, la posicin ms firme respecto de los
organismos financieros multilaterales a los que se responsabiliza
del descalabro reciente, la bsqueda de un mejor equilibrio entre
intereses nacionales y condicionamientos de la globalizacin
apuntan en este sentido.
Esta bsqueda de mayores grados de libertad con relacin
a los actores de la globalizacin econmica y el sistema
internacional de poder tiene como fundamento poltico ltimo
las transformaciones recientes del sistema poltico de los pases
empeados en estos esfuerzos. Lo que a veces se presenta
como un supuesto regreso del populismo no es otra cosa que
una reconciliacin del Estado con sus sustentos sociopolticos y
con una democracia enriquecida por sus proyecciones sociales.
Con retricas o estilos ms radicales en unos pases que en
otros, con un acople ms armnico o ms conflictivo entre viejas
y nuevas modalidades de participacin y organizacin, con un
ensamble convencional o ms heterodoxo entre participacin
social y representacin poltica, forman parte de un proceso
inevitablemente conflictivo, pero no necesariamente violento,
de dotar al Estado de su carcter constitutivamente poltico de
Estado nacional, de Estado de un pueblo de ciudadanos.
Si de regreso se trata, es en todo caso un retorno hacia
adelante despus de una dcada de avances hacia atrs.

VILAS, Carlos. M. Forward or Backward? Re-evaluating the


States role after the Washington Consensus. Perspectivas, So
Paulo, v. 32, p. 47-81, jul./dez. 2007.

ABSTRACT: In a number of Latin American countries a re-evaluation


of State intervention in economic and social relations is taking

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place in current years, as a reaction to the outcomes delivered by
the implementation of the so-called Washington Consensus an
implementation that, in some of these countries, triggered massive
protests which in turn fostered far-reaching political shifts. In
sharp contrast to the overwhelming institutional landscape of
past decades, the State is now re-approached as a policy-tool
for development and social welfare, which comprises fostering
alternative processes for regional integration and public policies
coordination. The article also focuses on the historically variable
relations between State and the economy, on the main factors
which contributed to the implementation of the Washington
Consensus as well to its recent rejection or reformulation; it also
discusses whether the current re-evaluation should be understood
either as a progressive innovation, as a retreat to past populists
or developmentalist experiments, or just another cyclical turn
between State-centered and market-centered approaches.

KEYWORDS: State. Washington Consensus. Neoliberalism.


Development. Public policies. Social Welfare.

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