Las Mujeres y Su Papel en La Villa Romana
Las Mujeres y Su Papel en La Villa Romana
Las Mujeres y Su Papel en La Villa Romana
INTRODUCCIN
Desde los inicios del s. XX, cuando se plante la necesidad de escribir una Historia de las mujeres, largo y abrupto
ha sido el camino recorrido hasta llegar al estado actual de la investigacin.
El inters suscitado por el estudio de la mujer antigua en las ltimas dcadas y los, cada vez, ms frecuente trabajos
serios publicados, han proporcionados avances a la investigacin, pero desde luego, no han agotado esta problemtica
histrica. Es ms, podemos considerar el tema de la mujer como una de las cuestiones ms controvertidas del reciente
debate historiogrfico de la Antigedad (Bravo 2001:737).
Con la experiencia ya acumulada por estas investigaciones, nos planteamos realizar un trabajo que pretende ofrecer
una visin en conjunto del papel de la mujer en un marco concreto: la villa clsica romana. Tal decisin obedece a varios
motivos. En primer lugar, el hecho de que en la villa pudieron convivir contemporneamente mujeres de todas las
edades y condiciones, tanto jurdicas como sociales y econmicas; en segundo lugar, porque como unidad de explotacin
agropecuaria, la villa, se encuentra en el mbito rural y esto nos permite acercarnos al mundo de la mujer del campo, an
ms marginada si cabe1149; finalmente, porque determinar las actividades que las mujeres desarrollaban en estas unidades
de produccin nos permitir valorar en su justa medida el trabajo y el papel socioeconmico desempeado por ellas no
solo en las villas, sino en toda la sociedad romana.
Para reconstruir cmo era la vida de la mujer en las villas el punto de partida obligado son las fuentes literarias,
pese a que las mujeres se encuentran escasamente representadas en ellas, ya sea como escritoras que como sujetos de la
narracin.
Marcial, Juvenal, Tcito, Ovidio, Virgilio, Plauto, Plinio el Joven y, especialmente, las obras de los agrnomos
latinos, que nos aportan datos concretos sobre las actividades desarrolladas por las mujeres en las villas, constituyen las
fuentes escritas que manejaremos, teniendo en cuenta que, as se traten de textos jurdicos, escritos de carcter doctrinal,
literario, epistolar o agrarios, resultan ser un conjunto documental fundamentalmente de carcter pblico y realizado
bsicamente por varones, para quienes los comportamientos, vivencias y problemas de la mujer no eran dignos de
mencin. Sin embargo, estos textos reinterpretados y contrapuestos a otras fuentes, pueden resultar de gran utilidad.
Una revisin similar debemos efectuar con las fuentes arqueolgicas (viviendas, necrpolis, ajuares domsticos y
funerarios), la epigrafa y las artes plsticas1150 (estatuaria, pintura, etc.), hasta ahora insuficientemente explotadas por la
investigacin histrica al no ser analizadas desde una perspectiva de gnero, desaprovechndose la enorme riqueza e inters
de su informacin para el estudio de la mujer antigua.
Estas fuentes nos transmiten una informacin menos manipulada, permiten aproximarnos a grupos poblacionales
ms amplios, especialmente a los ms desfavorecidos que pasan casi desapercibidos en los textos, ofrecen un mayor
acercamiento a la esfera de lo privado y a la realidad cotidiana, y por ltimo, permiten completar y precisar mejor el
panorama reflejado en los escritos, confirmando los datos aportados por stos, contradicindolos o aadiendo informacin
indita (Gallego 2007: 11-14; Garrido 2005: 222).
En definitiva, es necesario analizar los textos, los documentos arqueolgicos, los epgrafes y las imgines desde una
ptica distinta a la de la historia tradicional para lograr un total aprovechamiento de esa informacin, siendo consciente,
adems, que cada fuente tiene un discurso propio, unas ventajas y limitaciones, y que ninguna permite una lectura
inmediata de la realidad, sino que representan una trasposicin particular de la misma, por lo cual es imprescindible
contraponer la informacin que ofrecen. As pues, en palabras de C. Martnez: No fallan las fuentes sino las categoras
histricas con que se interrogan (Martnez 1991:174).
De todos los valores que se le ha dado a la villa, Hacienda de explotacin agrcola es al que se refieren con mayor
frecuencia los agrnomos latinos: Catn, Varrn y Columela1151. En las fuentes escritas, la parte edificada, la casa (uilla),
y el terreno que es objeto de explotacin desde ella (fundus), son aspectos constitutivamente inseparables1152. Por tanto,
1149) De este modo queremos situarnos en la lnea que rompe con el predominio de los estudios centrados en la ciudad y en la mujer urbana,
generalmente perteneciente a la lite aristocrtica, como antes ya lo han hecho algunas autoras del mbito historiogrfico andaluz. Nos referimos
sobre todo a Martnez Lpez (1991:188-191; 2002: 65-95; 2005: 181-190) y Lpez Medina (en prensa).
1150) Las manifestaciones plsticas femeninas, aunque generalmente suelen identificarse con diosas, damas de la familia imperial y mujeres de la
lite provincial.
1151) Cat., De agri cultura, III, 2; Varr., Rerum Rusticarum, III, 2,5; Col., De re rustica I, 4, 8.
1152) Varr., III, 2, 5; Col., I, 4, 8; Plin., Naturalis Historia, XVIII, 6, 1; Digesto I, 16, 211.
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aunque en sentido estricto, villa define el hbitat rural, por extensin se conoce con dicho trmino a todo el conjunto de
la propiedad rural.
Este modelo de explotacin agraria se origin en Italia entre mediados del s. III y el s. II a.C., si bien no est claro
de donde tomaron los romanos la inspiracin para crearlo. Para algunos, los precursores han de buscarse en el Oriente
helenstico (Mielsch 1990: 30), pero resulta ms verosmil que fueran las plantaciones siciliotas y las pnicas del Norte de
frica las inspiradoras (Carandini 1989: 112-113).
El modelo econmico fue importado al centro de la Pennsula Itlica, y durante el s. II a.C. se fue extendiendo
por gran parte del territorio itlico, adquirindose esclavos del Mediterrneo oriental como mano de obra. De este
modo, el primitivo modelo de explotacin agraria haba sido adaptado y potenciado hasta transformarse en algo con
caractersticas propias que podemos definir como el sistema romano de la villa, verdaderas haciendas esclavistas orientadas
a la produccin agrcola especializada.
La implantacin de la villa, que fue posible gracias a la disponibilidad de una abundante mano de obra esclava,
que limitaba los costes productivos a niveles mnimos1153, no supuso la desaparicin automtica del tradicional modelo
del pequeo campesino, hasta entonces el fundamento socioeconmico de la ciudad-estado. Durante un tiempo, los
dos sistemas convivieron, pero la incapacidad del primero para competir con el nuevo acabar conducindolo a la
desaparicin1154.
El modelo tradicional, constituido por una unidad familiar, cuyos miembros se encargan de explotar la tierra,
recurriendo a veces, un aporte restringido de esclavos o de campesinos libres (pobres, deudores insolventes, desposedos,
libertos, etc.) que cultivaban la finca ajena a cambio de un salario, ha de vincularse a la pequea propiedad.
En cambio, segn se desprende de las descripciones de los agrnomos, si la villa supone una fuerte inversin, que
favorece el desarrollo de una agricultura de plantacin, donde domina la rentabilidad, y exige una fuerza de trabajo
mucho mayor (esclavos con carcter permanente y trabajadores libres temporales) que supera los lmites de la mano
de obra domstica, debemos asociarla a la mediana y gran propiedad (Vera 1995: 190), aunque la definicin de sus
dimensiones ha originado discrepancias y no existe un acuerdo en la historiografa1155.
La actividad econmica que se realizaba en las villas poda tener un carcter diversificado, pues aunque la
mayora de ellas se dedica a una produccin mixta agrcola-ganadera, esto no excluye el desarrollo de otras actividades
complementarias, como la pesquera, la artesanal o la minera.
Por otra parte, aunque el autoconsumo estaba presente en todas las explotaciones, la produccin de algunas villas
permita el abastecimiento de un mercado local, que abarcaba la ciudad a cuyo territorio se adscriben y ncleos de poblacin
vecinos. En cambio, otras, situadas en territorios dotados especialmente por su fertilidad y buenas comunicaciones,
presentan una clara vocacin comercial y registran una semiespecializacin de cultivos en los que domina la trada
mediterrnea1156.
Despus de una vida floreciente de casi cuatro siglos, la villa Itlica entra en decadencia debido a la fuerte
competencia de las provincias occidentales, que invaden el mercado con sus productos. Esto, acompaado de la crisis de
la ciudad, supondr el colapso definitivo.
Los sntoma del declive pueden apreciarse, tal y como la arqueologa nos indica, a mediados del s. II, cuando cerca
del 40% de las villas cierran sus puertas. El restante 60% que sobrevive sufrir un abandono progresivo en los siglos III y
IV (Carandini 1989: 116-117).
Con la difusin de las formas de vida urbana tpicamente romana, las villas se convertirn en un componente
esencial de la economa en los territorios conquistados por Roma.
La difusin, el desarrollo y la decadencia de las villas en las diversas provincias tendrn tiempos diversos, y es
obvio que al constituir un sistema de explotacin econmica del medio, dependiendo del espacio fsico concreto en
que se exporte puede sufrir alteraciones adaptativas. Sin embargo, estas alteraciones no sern sustanciales, y en cuanto
a los tiempos, podemos decir, grosso modo, que el modelo, que se haba proyectado puntualmente a fines de poca
republicana (s. I a.C.) por las provincias, se encuentra solidamente implantado en el s. I d.C., en evidente relacin con la
intensificacin del proceso de urbanizacin.
Desde ese momento y durante la siguiente centuria, observaremos una trayectoria de crecimiento y desarrollo que
se ver frenada en el s. III.
En la Galia y en Germania, las villas fueron duramente golpeadas por las invasiones brbaras. Pero en territorios
ms alejados y menos afectados, como la Galia sur-occidental, Hispania y Britania, tras la crisis econmica de aqul siglo,
1153) Era obtenida como botn en las victorias militares y bastaba con garantizarles la subsistencia.
1154) Por ejemplo, en la Btica, la mayora de los pequeos asentamientos no sobreviven al final del s. II; su nmero fue disminuyendo en proporcin
directa al aumento de villas hasta que stas alcanzan el predominio absoluto del territorio analizado en el Bajo Imperio (Fornell 2005: 118).
1155) La literatura agronmica nos ofrece una particular informacin sobre los tipos de propiedad existentes en los aos comprendidos entre inicios
del s. II a.C. y finales del s. I d.C., aunque referidos fundamentalmente a la Pennsula Itlica. Pero la valoracin de esta fuente documental ha
suscitado polmica, pues una parte de la historiografa subraya el carcter particularmente terico de los modelos propuestos, mientras que otros
defienden que estas obras plasman claramente la realidad del sistema productivo de la villa.
1156) La arqueologa nos ayuda a conocer una serie de factores que nos lleva a la conclusin de que una parte de la produccin de algunas villas
estaba destinada a la comercializacin: la presencia de almacenes y la situacin de los establecimientos cerca de las ciudades y de las vas de
comunicacin.
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se asiste a un renacimiento, un nuevo perodo de prosperidad que se manifiesta en las grandes y lujosas villas de aquella
poca1157. Este desarrollo y embellecimiento, que nos permiten hablar sin exageracin de un apogeo para este perodo,
continuar hasta las segundas invasiones germanas del s. V.
Tras definir la villa y el contexto histrico en el que nace y se desarrolla, hora es ya de pasar al punto principal de
nuestro planteamiento: las condiciones de vida de las mujeres en estos dominios agrarios.
El escenario en el que nos centraremos para analizar la vida de las mujeres es la villa clsica, es decir, la hacienda
agrcola que en la Pennsula Itlica ya estaba plenamente formada en el s. II a.C. y que se mantendr prcticamente
inalterada hasta el II d.C. No obstante, este cuadro que ofrecemos puede extrapolarse fuera de Italia a otras provincias del
Imperio teniendo en cuenta las matizaciones antes sealadas.
En nuestro intento de reconstruir la villa como entidad fsica, los agrnomos latinos constituyen la primordial
fuente de consulta, pues sus meticulosas relaciones de preceptos dirigidos a los propietarios itlicos interesados en las
inversiones agrarias nos aportan una valiossima informacin al describir con exactitud como ha de ser la ubicacin y
tamao de la propiedad, situacin del predio y de la casa de campo, distribucin y orientacin de sus estructuras, etc.
(Fernndez Castro 1982: 41-56).
Columela, en el captulo VI del libro primero de su De Re Rustica, nos presenta la villa en su morfologa ms
cannica y completa. Segn al agrnomo gaditano, sta se articula desde su origen en tres partes: urbana, rstica y
frumentaria.
Arquitectnicamente hablando, las villas obedecen a una concepcin ambivalente desde sus orgenes, pues
acogieron simultneamente un sector apropiado a una casa de labor y un rea residencial. Por tanto, estar constituida
por una construccin domstica, una casa que sirve de vivienda al propietario, y una granja o establecimiento que alberga
instalaciones destinadas al trabajo de la hacienda.
- La pars urbana o dominica.
Constituye la parte noble, pues es el lugar de residencia del dominus o propietario de la finca, su familia (esposa e
hijos), el servicio domstico y los huspedes.
La necesidad de que el dueo habite en su hacienda campestre en perodos significativos para la supervisin de la
misma, obliga a la creacin de un edificio que cumpla con una funcin residencial. Lgicamente, la condicin ciudadana
de los propietarios requerir espacios de habitacin semejantes a los urbanos. As, en las villas mediterrneas, encontramos
que la pars dominica reproduce en gran medida el esquema de la casa de la ciudad, la domus o vivienda particular
desarrollada en extensin, donde resida habitualmente la gente acomodada.
La traslacin de la casa urbana al campo supone una adecuacin de la misma a este mbito. As pues, aunque
el esquema tpico de la domus itlica no muestra estricta equivalencia en la uilla, por las peculiaridades derivadas de la
distinta ubicacin y naturaleza, pars urbana y domus comparten bastantes rasgos en comn (Fernndez Castro 1982: 26-
27).
En las visitas peridicas que el propietario realizaba a su finca, era generalmente acompaado por su familia: hijos
y esposa (dominica) Cmo eran ests mujeres? Qu hacan en estos espacios? Dnde desarrollaban sus actividades?
Los textos antiguos nos muestra, de modo explcito o implcito, algunas de las cualidades femeninas ms apreciadas
por los varones. Columela (XII. Praef.), refirindose a las mujeres en general, sin distincin de clase, ensalza la timidez, la
memoria y la diligencia; mientras que Plinio el Joven (Epigramas V 16, 1-8), en un retrato de la joven aristcrata Minicia
Marcela, destaca la prudencia, la dignidad, la amabilidad, el respeto y la obediencia.
Todas estas actitudes son consideradas virtuosas para el correcto desempeo de las distintas actividades que
ocupaban a la mujer.
La dominica es ante todo esposa y madre (mater familias), y como tal asume la responsabilidad del cuidado y
atencin del marido, su descendencia (hijos e hijas) y sus propiedades. Dentro de la unidad domstica (formada por la
familia, la servidumbre y el espacio donde conviven), sometida al poder del pater familias (que, por ley, poda decidir
sobre la vida y la muerte de los miembros de la familia), ella debe velar por el funcionamiento y orden para satisfacer las
necesidades de sus miembros, y afanarse en conservar y hacer ms prsperos los bienes del marido.
El matrimonio y la maternidad eran la tradicional expectativa en las mujeres romanas pudientes. Tal como ponen
de manifiesto abundantes textos1158, la capacidad reproductora de las mujeres en sociedades patriarcales como la romana
es lo que ms se valora en ellas, aunque hay diferentes pautas de fecundidad en funcin de los grupos sociales.
Puesto que el estatus jurdico de un individuo se transmita a travs de la madre, la dominica, al gozar del estatus
de ciudadana, se considera madre potencial o real de ciudadanos, as como los nacidos de una esclava eran esclavos. Por
1157) Las villas bajoimperiales, convertidas en residencia definitiva de sus dueos, son ya claramente la expresin de un cambio en las normas
arquitectnicas, artsticas, econmicas y sociales que regan el mundo del campo; el desarrollo y el embellecimiento de todo gnero se apoderan de
los establecimientos rurales, siendo expresin de la nueva aristocracia que anuncia lo feudal (Fornell 2005: 31-32).
1158) (Plut. M.228A-B (17); Plin., Pan. 22,3; Cic., Ad Quirit. 2; Col., De R.R., I, 8; II, 1; III, 8-10; X, 161-165; XII, Pref.).
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ello y otros motivos, las esclavas trataban de controlar su natalidad, mientras que las libres, y sobre todo, las pudientes, no
lo hacan, ya que cuantos ms hijos tuvieran, mayor sera su prestigio social.
Sin embargo, la labor reproductora de la las mujeres no se limitaba a dar luz. En el ejercicio de su papel de madre,
sta pasaba estrechamente ligada a sus vstagos un periodo que comprenda los siete primeros aos de sus vidas, momento
el que se forma la personalidad y el carcter de un individuo, y cuando se transmiten los valores de la sociedad.
Por supuesto, en esta funcin bsica, como en sus otras labores, la dominica, a diferencia de las mujeres de grupos
sociales no privilegiados, contaba con la inestimable ayuda de un servicio domstico formado por esclavas y esclavos, que
le permita desligarse de realizar directamente las tareas ms tediosas y duras.
As pues, realmente, su labor se concretaba en la planificacin y supervisin de las innumerables actividades
necesarias para el buen funcionamiento de la unidad domstica: la preparacin del alimento diario, del orden, limpieza y
mantenimiento de la casa, etc.
En consecuencia, descargada incluso de la preocupacin de los hijos, gracias a las nodrizas o nutrix, la dominica
dispona de ciertos momentos para entregarse a otras actividades ms placenteras.
Tal y como testimonian las fuentes escritas, arqueolgicas e iconogrficas, el hilado y el tejido de la lana constituan
una de las ocupaciones tradicionales de las mujeres. En los telares domsticos, tanto en las viviendas ms grandes como en
las ms pequeas y humildes, se produca la mayor parte del vestido diario y ropas de abrigo, con el consiguiente ahorro en
la adquisicin de telas. Sin embargo, muchas mujeres pertenecientes a la lite, podan permitirse el lujo de obtener las telas
ya confeccionadas comprndola en los mercados urbanos, algo criticado por Columela (XII. Praef.) como un despilfarro
cuando defiende la mxima de la mujer ahorradora.
En consecuencia, la dominica, liberada de ciertas carga, poda dedicar su tiempo a disfrutar de paseos por los
jardines e inmediaciones de la villa, a su cuidado personal o a cultivarse en las principales artes (msica, geometra) y
gneros literarios1159.
Son numerosos los textos antiguos1160 de los que se desprende que desde el s. I d.C., y siempre entre las clases
aristocrticas, existi cierto protagonismo femenino en la cultura, concretamente en el mbito de las letras. El propio
Marcial (12 97, 1-3), que como Juvenal menosprecia a menudo a estas mujeres letradas, cuando expone su ideal de esposa,
insiste en que debe ser rica, noble, casta y culta.
Sabemos que las hijas de familias acomodadas tenan tutores privados. Pero a diferencia de los muchachos, las
muchachas no estudiaban fuera de casa, con filsofos o retricos, puesto que ya estaban casadas a la edad en la que ellos
estaban an ocupados en recibir una educacin ms profunda. No obstante, pese a la desigualdad de oportunidades, las
mujeres de la lite estaban lo suficientemente cultivadas como para ser capaces de participar en la vida intelectual de sus
familiares varones (Pomeroy 1987: 193).
Si bien la vida en la villa permita a las dominicae disfrutar de la paz y el sosiego del campo, y disponer de tiempo
para cultivarse, no es menos cierto que, en contrapartida, se pudieran sentir ms solas y aisladas. Relegadas generalmente
al dominio privado, familiar y domstico, cuando se las representa, las mujeres aparecen reunidas en escaso nmero y
relacionndose solo con otras mujeres de su unidad domstica (familia y sirvientas) y de unidades domsticas vecinas
(amigas o conocidas).
El carcter apartado de las haciendas agrcolas y sus menores comodidades, disminua la frecuencia de recibir
visitas de parientes y amigos, al tiempo que impeda a la dominica participar en las actividades pblicas y eventos sociales
a los que acostumbraba a asistir durante su estancia en la ciudad, como acudir a las termas, al mercado, a banquetes (en
los que se conversaba, bailaba y beba) y espectculos de todo tipo (teatro, circo, luchas de gladiadores).
Esto explica las recomendaciones que da Columela (VI 4, 8) a los propietarios para, dependiendo siempre de las
posibilidades econmicas particulares, hacer ms confortables y lujosas sus casas de campo, con el fin de que la permanencia
en ellas resultara ms llevadera, sus esposas pudieran permanecer a gusto y no se resistieran a acompaarlos.
Hasta ahora hemos hablado de la dominica como esposa del propietario de la hacienda, pero, tenemos constancia
que a partir del s. I d.C. tambin existieron mujeres que poseyeron y gestionaron su propio fundo1161. Sirva de ejemplo la
Corelia a quin Plinio el Joven (VII 11, 1) vende campos que l haba heredado.
Estas mujeres, que basaban su patrimonio en la explotacin de medianas y grandes propiedades, conseguiran su
riqueza de la renta que le proporcionaba la tierra trabajada por hombres y mujeres de distinta condicin. Y no estamos ante
1159) Plin., IV 19, 1-5; Plut. Pompeyo, 55, 66, 74, 76, 78-80.
1160) Tac. Annales 4,53; Plin. Nat. 7, 8, 46; Juv. Satiras 6, 434-456; Mart. Epigramas, 10.68 y 11.69.
1161) Las mujeres podan poseer un notable patrimonio y, adems, hacer uso del mismo gracias a: la abolicin de la Lex Voconia de mulierum
hereditatibus (169 a.C.) por la que se prohiba a las mujeres heredar, y a la relajacin de la tutela por la cual, al casarse, ya no pasaba a la familia del
marido, pudiendo mantener su patrimonio fuera de la actuacin de l (Maas 2003: 198-199). El pater familias decida si su hija deba permanecer
sometida a su poder o si pasaba a la tutela de otro hombre, y en este caso, quin sera el tutor. ste no tena que ser necesariamente un pariente, ni
en el caso de estar casada la hija tena que estar forzosamente bajo el poder de su marido. El padre decida si ella se casara o no de acuerdo con una
forma legal que la librara de su autoridad y la transferira al poder del marido (manus), pasando a formar parte de la familia de ste. El matrimonio
sin manus daba a la mujer ms libertad, ya que segua bajo la autoridad de un padre o tutor que viva en una casa distinta, mientras que su marido,
cuya vigilancia diaria era factible, no tena autoridad sobre ella (Pomeroy 1987: 174-177; Martnez 1990: 226-227). En definitiva, las mujeres podan
heredar la totalidad de riquezas de otras personas y administrarlas directamente o bien encomendar su administracin a alguien de confianza, que
a veces poda ser el propio marido.
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casos excepcionales, sino ante una situacin habitual entre las lites de Roma y de las provincias, como nos demuestran
los textos1162 y la epigrafa de todo el Mediterrneo (Martnez 2005: 94).
- La pars rustica.
Siguiendo con la descripcin de las partes habitables de la villa, llegamos a la parte rstica, que es el lugar de
residencia de la mano de obra esclava y el personal vinculado a la gestin de la explotacin, donde se estabulan los
animales, y donde se guardan los instrumentos empleados en las labores agrcolas.
A su vez, dentro de la pars rustica debemos distinguir, la pars frumentaria, espacio donde tienen lugar las actividades
de elaboracin, conservacin y almacenaje de la produccin agrcola. Forman parte de ella los locales que intervienen
en la produccin y conservacin del vino y el aceite, los graneros, un lugar para tostar el cereal, el molino para hacer la
harina, etc.
Aunque parte urbana y rstica constituyen el conjunto de edificios de la villa como hbitat rural, representan
dos mundos o realidades socioeconmicas opuestas: la del rico propietario aristcrata y la de la mano de obra explotada
formada por hombres y mujeres libres empobrecidos (colonos), libertos (esclavo manumitido) o esclavos.
Desde finales de la Repblica el suelo agrcola se encontraba distribuido en propiedades de tamaos y carcter
diferentes. El dimensin de la propiedad rstica entraaba ciertas consecuencias en cuanto a la forma de explotacin.
Buena parte de las haciendas presentaran el tipo esquema de explotacin media donde prevaleca el trabajo esclavo,
siendo considerada por los agrnomos el modelo ms aconsejable. Pero la concentracin agraria, que gener la aparicin
de las grandes propiedades, fue creciendo con el paso del tiempo desde su inicio en poca republicana.
La aparicin y consolidacin de las grandes extensiones provocar un cambio en las formas de explotacin, siendo
habitual que una parte de sus tierras, en principio las ms alejadas e improductivas, fuesen arrendadas a personas libres.
Este fenmeno, constatado en el Alto Imperio, y conocido como colonato, se impondr como hegemnico en el Bajo
Imperio con el agravamiento de la crisis del sistema esclavista1163.
Por tanto, podemos sealar la existencia de distintas formas de explotacin, unas de marcado carcter esclavista y
otras donde la organizacin del trabajo recaa en unidades familiares de personas libres (pequeos propietarios o colonos
arrendatarios) ayudadas, tal vez, por algunos esclavos y esclavas.
Sin embargo, la equivalencia entre formas de propiedad y formas de explotacin de la tierra, no tiene porqu ser
rgida, ya que poda ocurrir que en una gran propiedad coexistieran de manera combinada el sistema esclavista y el del
colonato1164.
La actividad de las mujeres (sean libres, libertas o esclavas) en estas unidades agrarias pueden ser analizadas a partir
de unas mismas constantes, aunque tanto su composicin como su organizacin repercuta directamente en las vidas de
ellas, concretamente en su capacidad para acceder a los recursos, al trabajo y a la renta.
Cmo eran estas mujeres campesinas? Qu espacios ocupaban? Qu tareas desempeaban?
Las mujeres de la clase baja fueron siempre ms numerosas, pero menos notorias que las prominentes. De modo
que lo poco que sabemos de ellas es a travs de lo que literatura nos cuenta sobre las formas en que stas gustaban o
disgustaban a sus superiores, y a travs de los mensajes de las inscripciones funerarias.
Los propietarios de las fincas, pertenecientes a las lites urbanas, vivan en las ciudades y visitaban sus haciendas
agrcolas en momentos puntuales y no por largos periodos. Por ello deban elegir a alguien de su confianza para que le
representara y dirigiera el funcionamiento de su propiedad durante su ausencia. Esa responsabilidad recaa sobre el capataz
o uillicus, que generalmente era reclutado entre los esclavos ms preparados, si bien tambin poda designarse entre los
clientes (libres o libertos), segn se desprende de Columela.
Igual de importante que la eleccin del uillicus para la correcta gestin de la hacienda, era el de su mujer, la uillica.
En ella se busca las cualidades fsicas y los comportamientos que proporcionan una mayor rentabilidad a la villa. De ah
que cuando se las menciona, la fragilidad, la timidez y las dems consideraciones de los tradicionales discursos sobre las
mujeres se vean desplazadas por el vigor fsico, la buena salud, la resistencia a los trabajos, la capacidad para ordenarlos
(memoria y planificacin), etc. En resumen, se trata de una mujer para trabajar y para hacer trabajar, con un cuerpo fuerte,
una actitud diligente y sobria, y con escasas relaciones sociales para que no interfiera en su total disposicin para el trabajo
(Martnez 2005: 74).
1162) Son frecuentes las citas de autores antiguos haciendo referencia a mujeres prsperas, algunas poseedoras de un gran patrimonio. Los Epigramas
de Marcial abundan en alusiones a mujeres con cuantiosas fortunas, la mayora viudas sin hijos, y Tcito nos ofrece ejemplos de damas de proverbial
riqueza como Junia, hermana de Marco Bruto, Lolia Paulina, esposa del emperador Claudio o Munatia Placina, mujer de Pisn. Tac. Ann. 12, 22;
2, 43 y 48; 15, 71; Hist.1, 73.
1163) A partir del s. I d.C., en las grandes propiedades, se comienza a adoptar la frmula del colonato consistente en ceder el cultivo de la tierra a
coloni, que es el trmino que Columela (I, 7, 4) utiliza para designar a los campesinos (libres desposedos o libertos) que trabajan un lote de tierra que
no era de su propiedad en rgimen de arriendo (pago de una renta con dinero) o aparcera (pago de una renta en especia). La diferencia fundamental
entre ambos contratos reside en que, en el primer caso, el colono disfruta de mayor autonoma en la organizacin del trabajo, mientras la aparcera, al
basarse en la entrega de un porcentaje de la cosecha, vara segn lo que se recoja, entraando una mayor dependencia con respecto al propietario.
1164) El epistolario de Plinio (III 19, 7; VIII 16, 1) resulta un precioso documento de la existencia tanto de esclavos como de colonos en las grandes
propiedades.
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La principal tarea que se le encomienda a estas mujeres es la de controlar y vigilar todo lo que hay en la hacienda,
todo lo que se hace, as como los productos que de ella entran y salen. A ellas les corresponde la distribucin del trabajo
entre el personal, velando porque cada grupo realice las funciones que se le ha adjudicado, y debe preocuparse por el
estado fsico de esclavos y esclavas.
Dentro de sus responsabilidades tambin recae el orden, distribucin, organizacin y cuidado de productos y
enseres en sus respectivos espacios. Por ltimo, sealaremos el control de la actividad diaria, que incluye la limpieza de
las distintas partes de la hacienda, la limpieza y arreglo de las herramientas e instrumentos de trabajo, la elaboracin de la
comida para todo el grupo, etc.
Obviamente, todos estos deberes no se daran por igual en todas las villas. En las haciendas grandes y medianas
donde hubiera un elevado nmero de esclavos o trabajadores dependientes y una diversidad de actividades (agrcolas,
ganaderas, textiles, etc.), el tiempo de la mujer que dirigiese la hacienda (casera) lo ocupara prcticamente el orden y
control de los trabajos, incluso participara en algunos de ellos, mientras que los ms difciles y pesados recaan en las
esclavas y libertas, si las hubiese. En una pequea propiedad, con muy poco personal, o en un terreno arrendado a colonos,
la tarea de planificar y controlar la ejecucin del trabajo domstico, con ser importante , no ocupara todo el tiempo de
la mujer de la casa. De ah que junto con esta actividad principal realice otras que estn directamente relacionadas con el
proceso productivo, ya sea en el campo ayudando al marido, recolectando frutos y hierbas o llevando a pastar el ganado,
transformando los productos, fabricando tejidos, cuidando el fuego, etc.
Como hemos visto, las campesinas se ocupan de una infinidad de actividades, sometida al hombre y sin descanso.
Pero adems, entre ellas, la que es esclava, se encuentra doblemente explotada por su condicin de mujer y de esclava.
En Roma, la condicin de los esclavos empeora con respecto a Grecia. Con cada conquista militar cortejos
interminables de esclavos escoltan el triunfo de los generales. Este ritual se haba vuelto tan familiar que la mirada
hastiada del ciudadano no distingue ya muy bien entre esclavo y animal1165. Adems, la acumulacin de esclavos en
los mercados abarataba los precios y los hacan muy asequibles. Tan poca era la consideracin de estos seres de fcil
adquisicin que Columela definir como instrumentum uocale a los numerosos esclavos que hacan prosperar las grandes
posesiones rurales.
El sentido comn podra hacernos pensar que las esclavas eran menos numerosas que los esclavos, si nos atenemos
a su prioritaria utilizacin domstica, pero nada demuestra que los hombres, considerados ms fuertes, hayan sido los
nicos en haber trabajado en los talleres o los campos. No sabemos qu proporcin de mujeres engrosaban las filas de la
esclavitud, pero no parece muy descabellado que el nmero de esclavas fuera ligeramente menor que el de esclavos (40
y 60% respectivamente). Sin embargo, dependiendo de qu situaciones, las mujeres podan ser ms numerosas que los
hombres.
A las esclavas la podemos encontrar desarrollando diferentes tipos de trabajos tanto en la parte urbana de la villa
como en la rstica, y tanto el interior como en el exterior, como las mujeres libres. Pero aunque unas y otras se hallen
dedicadas a menudo a las mismas tareas, las condiciones de la esclava siempre resultan peores.
La mayora de ellas no tenan ninguna prctica ms all de las tradicionales tareas caseras. Pero, ya fuese como otra
de sus responsabilidades domsticas o como ocupacin principal, estas mujeres, incluso nias, eran utilizadas tambin
para fines sexuales, y a veces eran sometidas a maltrato fsico debiendo aceptar eventualmente algn que otro palo1166.
Consideradas ms un instrumento que una persona, nada en su vida se dejaba al azar pues se trataba de sacarles el
mximo partido. Por ello la uillica poda administrar la vida sexual de las esclavas, organizando eventuales turnos para el
amo. Adems, incluso podan estar disponibles para relaciones con otros esclavos, con el permiso del amo.
La esclavitud inhabilitaba a una persona para realizar el matrimonio formal romano, pero dos esclavos podan
unirse informalmente mediante el contubernium o cohabitacin. Promover la vida familiar entre esclavos favoreca el
inters del amo, puesto que produca nios esclavos que se quedaban en su casa. Por eso la fecundidad en una esclava era
doblemente considerada, pues implicaba, de forma directa el aumento de patrimonio del dueo1167. Hasta tal punto fue
as, que se dispens de trabajar a aquellas esclavas que tuviesen ms de tres hijos, incluso conceder la libertad a las que
pariesen cuatro. Tal vez esta noticia de Columela haya que relacionarla con un momento en el que la mano de obra se
haba menguado y encarecido y, por tanto, la reproduccin de las esclavas era la mejor inversin que se poda hacer con
ella, pues le resultara ms rentable si le produca esclavos1168 que si trabajaba en el campo (Martnez 2005: 176-177).
En cualquier caso, aunque la vida sexual de las esclavas dependa de la disposicin de su dueo, sus condiciones
de vida no facilitaban que tuviesen un nmero de hijos elevados y muchas eligieron la anticoncepcin para manifestar
resistencia.
En definitiva, las esclavas actan como concubina del seor por la noche, sirven a la esposa legtima durante el
da, aseguran las tareas del hogar, trabajan en el campo y reproducen mano de obra, y todo esto a cambio de una mnima
inversin que hace el amo para su sustento Se puede ser ms rentable?
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CONCLUSIN
A lo largo de esta exposicin, hemos comprobado que las unidades agrcolas, fuesen esclavistas o trabajadas por
personas libres, necesitaban de las actividades productivas y reproductivas de las mujeres para su funcionamiento, hasta el
punto que podemos afirmar que la hacienda no funciona sin la participacin de las mujeres.
Con una vida cotidiana entregada a un continuo laboral, sin ritmos separados de trabajo y descanso, sus actividades
resultan muy rentables y contribuyen significativamente al mantenimiento y desarrollo de la economa.
Si el trabajo invisible, en general, de las mujeres ha dado lugar a ros de tinta, el desarrollado, en particular, por las
mujeres rurales muestra ms que ninguno la invisibilizacin de su labor. Su trabajo ha sido tradicionalmente considerado
un complemento al del hombre, invisible y no valorado en la economa. A pesar de ello, su contribucin fue fundamental
no solo para el desarrollo de su medio ms cercano, sino de la poblacin en general, hasta el punto que podemos decir sin
exagerar que gracias a las mujeres rurales se alimentaba el mundo.
En definitiva, una vez ms, queda de manifiesto la contradictoria e injusta situacin vivida por las mujeres en la
Antigedad, sometidas y vejadas por el hombre, que es quien se beneficia silenciosamente de su persona y de su trabajo.
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