La Alquimia Filosofal
La Alquimia Filosofal
La Alquimia Filosofal
filosofal
La alquimia
filosofal
En busca de una teora unificada
de la verdad
Arash Arjomandi
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ISBN: 978-84-15462-37-8
IBIC: HP
Depsito legal: B. 7853-2014
Sumario
Captulo 1
La piedra filosofal
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Captulo 2
Husserl o la bsqueda
de las esencias
tonces la ciencia de las cosas debe de ser la ciencia del pensamiento: la ciencia de las leyes en virtud de las cuales opera el intelecto.
El psicologismo limitaba, as, el conocimiento de la realidad a una
comprensin subjetiva de sta negndole al hombre la posibilidad
misma de alcanzar un criterio a travs del cual llegar a algn tipo
de certeza en el conocimiento.
Husserl crea esta postura falsa y pretendi proponer una alternativa por la va de la refundacin de la filosofa. Es sta la razn
por la que quiso recuperar a Descartes, pues si ste haba buscado
combatir el caos y el desbocamiento de la filosofa escolstica proporcionando un mtodo al pensamiento para l, ausente hasta
entonces, Husserl crey tambin que la refundacin de la filosofa
en su poca deba nuevamente hacerse por la va metdica. La
filosofa se haba corrompido, segn l, debido al empeo psicologista de ubicar el punto mximo de las capacidades intelectivas
del hombre en la documentacin relativa a los estados mentales
de los sujetos, sin darnos, para mayor escarnio, ningn criterio con
el que discernir si lo que pasa por nuestras mentes tiene o no su
correlato en las cosas.
La meta de Husserl era clara: buscar objetividad y verdad, algo
que el psicologismo crea imposible al sostener que, si por verdad
se haba entendido la adecuacin del intelecto a la cosa, no tendramos jams evidencia alguna del momento o el estado en el que
tal conformidad se estuviera efectivamente dando. Pero el mtodo
que Husserl buscaba sacaba provecho de modo similar al de Descartes del enemigo al que aspiraba a combatir: el escepticismo en
el que haba desembocado el psicologismo empirista prevalente
en su poca.
Se propuso, as, emplear el escepticismo en su proyecto, entendindolo como una suspensin del pensamiento a la hora de emitir
juicios con relacin a la existencia: el juicio sobre la existencia del
mundo exterior o sobre su inexistencia; el juicio sobre el ser o no
ser; el juicio sobre la existencia de las cosas en s; etc. Su primera y
principal arma contra el psicologismo consista, de este modo, en
algo que tomaba de l mismo: la suspensin del pensamiento, su
puesta entre parntesis, con vistas, paradjicamente, a alcanzar la
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objetividad. Se trataba, pues, de poner la inteligencia en una actitud suspendida para propiciar, desde ese punto, la adecuacin del
pensamiento a la cosa.
Si para Descartes era en el acto mismo de la duda universal
donde se descubra una sustancia pensante y un sujeto que la sostena, Husserl crey que la suspensin del juicio nos conducira, ella
misma, a una ciencia rigurosa o saber de evidencias, pues entenda
que tanto el juicio del ser como el que lo niega son, ambos, los dos
grandes obstculos para alcanzar las esencias; una ciencia que no
poda ser la emprica sino que deba ser la ciencia de la intuicin, es
decir, la de la captacin de las esencias por parte de la inteligencia
sin mediacin sensorial. La ciencia estricta que l buscaba era, por
consiguiente, la ciencia de las esencias: el acceso a la verdad unitaria de cada cosa por va estrictamente intelectual.
Entenda, as, que la intuicin intelectual era el rgano que
poda dar acceso a las cosas mismas, por cuanto supona que
las esencias son, en rigor, las cosas mismas, pero desrealizadas.
Y bien, ste es el fascinante punto que ms atrae del sofisticado
proyecto husserliano, pues se trata de una propuesta sin parangn en toda la historia del pensamiento occidental; a saber: la
pretensin de desrealizar las cosas para alcanzar sus esencias.
Qu significa esa complicada operacin? Cmo se puede
abstraer algo de su realidad, de su ser? Husserl quera efectuar esa
ingeniosa operacin alqumica por medio de una transvaloracin
de prioridades. Crea que se deba priorizar el sentido de cada
cosa por encima de su ser. Lo que tiene primaca crea es el sentido, no el ser; ste ha de quedar como una realidad accidental del
sentido. Slo logrando el sentido de lo que hay (del ser), podemos
hacer trascender nuestra mente y alcanzar la intuicin de las esencias (las cosas mismas).
Pero qu significaba para l hacer trascender?, por qu lo
prescribe Husserl como la va para alcanzar las esencias? La respuesta se halla en una de sus tesis ms repetidas: nuestra conciencia es intencional, no mental; ello significa que la mente se
halla siempre tendida, tensionada, hacia algo que en contra de lo
que crea el psicologismo no est en ella misma, sino que la tras17
importaba no era encontrar lo comn que todos los sujetos pudieran percibir de un objeto, sino la significacin ms propia que
el objeto arroja sin ninguna generalizacin abstractiva. La diferencia del planteamiento de Husserl con respecto a la ciencia emprica se halla, por tanto, en que l entenda la objetividad como
resultado de una elaboracin descriptiva de mltiples detalles y
no de una induccin de percepciones iguales.
Empero, y a pesar de que toda esa teora resulta conmovedora,
no responde a la preocupacin acerca de la unin originaria de las
cosas y las realidades permanentes o universales; unidad que debe
de estar oculta tras el aparecer de los objetos: las esencias. Parece
necesario, as, dejar de indagar en la fenomenologa y retroceder,
momentneamente, a los orgenes del problema.
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Captulo 3
En busca de un resto
metafsico
Como es bien sabido, Immanuel Kant dedic tres inmensos monumentos a la inteligencia humana: sus tres clebres crticas. Una, que
evala las posibilidades inherentes (denominadas por l puras) a
nuestra razn en su bsqueda del conocimiento emprico y en la que
examina los lmites de nuestra inteleccin para conocer lo que no
cae en la percepcin espaciotemporal; otra, que intenta descubrir
las capacidades del uso moral de nuestra inteligencia en su intento
de determinar las normas ticas; y una tercera, en la que pretende
averiguar si la razn puede discernir lo bello y lo sublime.
Una de las cosas que ms suele sorprender a quienes realizan
el esfuerzo de profundizar en este imponente pensador es que el
tema principal explorado por Kant en su extensa obra, la inquietud
bsica que a lo largo de ella parece ocuparle y preocuparle, no
es como se suele decir de l la finitud o limitaciones de la razn
humana. Su inquietud parece, ms bien, de un orden distinto.
Tras leer con detenimiento la primera de sus crticas (La crtica
de la razn pura), uno se da cuenta de que el tema de Kant o ms
bien su gran problema es la pregunta por las posibilidades y condiciones de la experiencia humana. Se podra, incluso, decir que
todo el proyecto kantiano consiste en la clarificacin de los distintos mbitos de la experiencia. Se descubre, as, que en el fondo lo
que ha hecho Kant ha sido identificar la posibilidad de varios tipos
de experiencia en el ser inteligente.
Kant explor, en primer lugar, la experiencia del conocimiento.
Experiencia que, sin embargo, descubri como resultado de la sn21
humanos. Si no nos es posible conocer con antelacin en qu medida, de qu modo y hacia qu sentido evolucionar nuestro conocimiento, mucho menos podemos predecir sus consecuencias,
entre las cuales se hallan las acciones humanas.
Su posicin es bien distinta, en cambio, con relacin a los fenmenos de la naturaleza. Si bien entiende que los fenmenos
presentan propensiones probabilsticas inherentes (objetivas) al
conjunto de condiciones en que, dada cada ocasin, se encuentran, defiende con fortaleza la nocin de causa. La causa de un
fenmeno singular es aquella condicin inicial que, en compaa
de una ley cientfica, nos permite predecirlo.
Lo que Popper sostiene acerca de la inexorabilidad de la postulacin de leyes necesarias y universales en el mbito de la ciencia
emprica parece, nuevamente, una evidencia; se trata, otra vez, de
una obviedad clara y distinta; una de aquellas evidencias que en
todas sus posibles refutaciones debe, obligatoriamente, ser usada
o supuesta. Cmo negar la existencia de leyes universales si esta
misma negacin constituira una afirmacin universal? El afirmar la
inexistencia de leyes necesarias en la naturaleza es, en s misma,
una declaracin con pretensin de validez para todos los fenmenos y todas las regiones de la realidad.
Pero existe una segunda razn que, si bien de ndole prctica,
no es menos poderosa para percatarse de que es imperioso dar
por existentes, en la naturaleza, hechos necesarios. En efecto, el
carcter obligatorio de la formulacin de leyes hipotticas queda
evidenciado desde el momento en que uno repara en la imposibilidad de descubrir conocimientos objetivos sin el intento de corroborar o refutar explicaciones hipotticas. No se puede conocer
nada objetivo acerca de la realidad sin establecer, como meta final,
el sometimiento de nuestras conjeturas al examen de refutacin.
Pero qu relacin se puede encontrar entre el carcter ineludible de las leyes universales y la causacin universal? Se trata de
una vinculacin patente y de pronta identificacin. Se puede asumir con facilidad que el conocimiento objetivo o es de leyes o no
es; y ello nos hace concluir que no puede haber objetividad sin el
concepto de causa.
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de a la postre de un punto que, si bien ha de dejarse en la oscuridad, sin embargo, lleva y soporta el todo, y perdera esta
fuerza en el mismo instante en el que quisiramos disolverlo
en la razn. En verdad se apoderara de vosotros el desasosiego si, tal como exigs, el mundo entero llegara alguna vez a hacerse comprensible en serio. Y l mismo, este mundo infinito,
no ha salido gracias al entendimiento de lo incomprensible o
del caos?.
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Captulo 4
El lugar de la cita
con las cosas
Todo el edificio del conocimiento del fenmeno se cimienta sobre este tipo de declaraciones pretendidamente observacionales.
Ellas recogen los hechos singulares que percibimos; son los pilares
del conocer y el lugar mismo del encuentro o imantacin entre
nosotros (nuestra observacin) y las cosas (los objetos). Y bien, la
indagacin acerca de la pretensin de verdad de tales proposiciones bsicas del conocimiento del fenmeno es equivalente a
localizar el punto de reunin ms bsica, ms elemental, de nuestra inteleccin y la realidad. Pero la solucin de Popper ha significado, ciertamente, un jarro de agua fra para la alquimia filosofal:
echa por tierra toda la utpica ilusin de encontrar ese lugar de
cita, pues defiende que slo hay un modo de determinar que un
enunciado expresa lo que realmente se registra sensorialmente:
comprobando si no contradice otros enunciados que tengamos
por verdaderos.
Aunque al inicio pueda parecer absurdo, y algo en nuestro sentido comn o sensatez se resista a admitirlo, nos acaba adentrando, poco a poco, en sus explicaciones. Popper expone con gran
potencia de persuasin el salto probatorio que se da entre la empira y los enunciados bsicos, que son los que expresan un hecho nico percibido sensorialmente. Es verdad que estas clusulas
empricamente elementales se formulan debido al hecho de que
nuestros sentidos perciben lo que ellas expresan con vistas a refutar una hiptesis o teora, pero la justificacin veritativa no puede
venir dada por la recepcin de unas impresiones sensibles en un
sujeto o en varios sujetos.
Esa captacin emprica es una de las causas de la formulacin
del enunciado elemental en el orden de la investigacin pero no
puede constituir su razn o fundamento en el orden de la demostracin de su pretensin de verdad. Y esto constituye un elemento
clave que muchos crticos de Popper creo no han comprendido
adecuadamente. Esa razn justificante es siempre provisional; y es
probatoria slo en virtud de su coherencia con los dems enunciados bsicos que intersubjetivamente tenemos por verdaderos.
La conexin lgica no desde el punto de vista secuencial o
temporal, sino en trminos probatorios y demostrativos entre
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que este enunciado bsico no se pueda reducir jams a experiencias sensoriales, en tanto en cuanto stas son singulares en grado
absoluto: son datos inmediatos nicos que se dan una sola vez, y
no pueden, por lo tanto, efectuar ningn salto legtimo al plano
universal.
Nunca podremos justificar o demostrar la verdad de una representacin lingstica sensorial (un enunciado bsico) en trminos
de su contenido, sino simplemente aceptarla como una decisin
en virtud del cumplimiento de requisitos formales de ndole metodolgica, que se compartan con los dems sujetos, con vistas al
descubrimiento consensuado de conocimientos fenomnicos.
Se trata de una gran verdad, aunque dura de admitir, que Aristteles ya haba insinuado: la inteligencia humana no puede dar
cuenta de las diferencias individuales; stas son constatables slo
por nuestra captacin emprica. Es verdad que la formulacin de
tales individualidades es siempre efecto o consecuencia de que
tengamos unas percepciones (que deben ser intersubjetivas e intrasensoriales), pero ello es slo su origen, no su fundamentacin
o prueba de verdad. De hecho, lo planteado por Popper es algo
mucho ms crucial de lo que parece: se trata de una suerte de
inversin total del esquema del conocimiento fenomnico. Antes
de l, la teora moderna del conocimiento del fenmeno, conocida
como positivismo, haba credo que las grandes explicaciones que
tenemos sobre la realidad eran generalizaciones, mediante reglas
lgicas de inferencia e induccin, de observaciones singulares. stas se consideraban bsicas para nuestros saberes por su unicidad
y carcter atmico; por declarar una sensacin, y slo una; y por no
ser resultado lgico de ninguna otra observacin, sino nicamente
un protocolo de una percepcin concreta e irrepetible.
Nadie antes de Karl R. Popper haba podido demostrar, con slida argumentacin, que nuestro conocimiento fenomnico, aun siendo emprico y contrastable mediante experiencia, no se halla fundado en los datos de nuestra percepcin ni cimienta sus afirmaciones,
explicaciones o teoras en enunciados que registren, singularmente,
una observacin particular. As, cada enunciado elemental, que hace
de uno de los miles de pilares de una explicacin objetiva, consti42
tua, para la epistemologa previa a Popper, el registro de una recepcin sensorial irrepetible.
La verdadera genialidad de este grandsimo pensador ha consistido en girar completamente este esquema. Popper ha intentado mostrar, recurriendo sobre todo a herramientas lgicas, que las
cosas son al revs. Que todo enunciado elemental tiene, l mismo, naturaleza de teora o hiptesis universal, y que, por lo tanto,
debe ser, a su vez, justificado por otros enunciados de pretendida
elementalidad. Ahora bien, no nos encontramos ante un planteamiento que desencadena un proceso recurrente ad infinItum? Si
cada clusula protocolaria cada uno de los pilares empricos no
se justifica por s misma, por no ser, en el fondo, dependiente de
la empira y no recoger singularmente datos sensoriales nicos; si
cada base emprica del conocimiento del fenmeno debe recurrir,
para la demostracin de su pretensin de verdad, a otros enunciados considerados elementales, entonces nunca llegaremos al suelo
de nuestra observacin. Nunca alcanzaremos un puntal firme que,
sin necesidad de referirse a otras clusulas protocolarias, se acepte
por s mismo como un registro de percepcin.
Pero he aqu que sorprende la solucin que el propio Popper
da a este problema. Apela a algo que, precisamente, la alquimia
ha desestimado muchas veces: la intersubjetividad como pauta
para la asuncin de la verdad. Afirma que la ruptura de la cadena
infinita, el punto en el que se debe detener la regresin al infinito, lo decide la comunidad de sujetos cognoscentes que se hallan
involucrados en el proceso de la corroboracin o refutacin del
conocimiento para el cual la clusula en cuestin es un pilar observacional. Es como si el suelo del conocimiento, el cimiento mismo
de nuestro saber fenomnico, lo eligiramos los que lo estamos
descubriendo. La profundidad a la que debemos cavar la zanja,
para el cimiento de cada conocimiento, tenemos que, necesariamente, acordarla siempre de modo provisional y con vistas a la
reconsideracin entre todos.
El grado de la suficiencia de esa hondura lo marca el lmite de
su compatibilidad con los dems enunciados empricos bsicos
que, sobre ese fenmeno, tenemos por verdaderos. Nos detene43
existe. No hay un lugar donde empalmar subjetividad y objeto, observacin y cosa, conocimiento emprico y fenmeno.
El razonamiento de Popper resulta fulminante: si decimos que
esta mesa es roja estamos usando dos nombres universales:
mesa y rojo, pues ambas palabras conllevan una serie de atribuciones y propiedades que van ms all de la observacin singular
que estoy teniendo de un objeto concreto, aqu y ahora. La lgica
y nuestra estructura lingstica no nos permiten formular ninguna
proposicin en la que sujeto y predicado sean conceptos que representen cosas singulares. Ya en el plano meramente teortico
fracasa, por imposible, cualquier esfuerzo por expresar enunciados
que quieran describir hechos nicos e irrepetibles.
La alquimia filosofal se ve, as, en un callejn sin salida; asfixiada en su propio enredo o maraa de intrigas lgicas, que, casi sin
darse cuenta, ha ido tejiendo para hallar el pasadizo secreto que
crea que le conducira a la cita secreta de las palabras con las cosas
(Foucault) o a la desconocida raz comn (Kant) de inteligencia y
mundo. Se trata de un nudo problemtico que no slo no se acierta a desenredar sino que incluso parece haber truncado todas las
esperanzas en la bsqueda de aquel oculto talismn del saber que
tuviera la virtud de trocar el conocimiento del fenmeno en alguna
experiencia del nomeno, o de permutar entre s ambas formas de
acceso.
Es perentorio, por ello, revisitar nuevamente algunos de los
pasajes cenitales de la teora de la verdad del novecientos para
cerciorarse de que se han probado todas las pistas. Si se hace,
y se torna a recorrer el itinerario alqumico seguido, se confirma
que la apora es realmente irresoluble. La conclusin suscita en
nosotros como dira Eugenio Tras vrtigo. Ni angustia ni nusea; vrtigo. Pues consiste en admitir que no solamente las proposiciones universales trascienden la experiencia emprica, sino
que tambin la trascienden las proposiciones descriptivas o enunciados elementales. No hay descripcin singular que valga. En
expresin alguna hay singularidad. No es posible la justificacin
lgica o la defensa probatoria de ninguna formulacin lingstica
que pretenda ser expresin de una percepcin singular.
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La gran genialidad de Wittgenstein consiste en haber demostrado que entre las proposiciones elementales no puede haber
ninguna conexin lgica. Los nicos entes lingsticos que enuncian acontecimientos no expresados en otras proposiciones son
los enunciados bsicos. El estudio de Wittgenstein nos ensea que
stos no tienen naturaleza lgica, no son funcin lgica de otros
enunciados, no mantienen vinculaciones lgicas con otras proposiciones elementales.
Si las proposiciones bsicas tuvieran la posibilidad de ser derivadas o inferidas de otras, habra alguna comunidad de datos entre ellas y dejaran de ser, en sentido estricto, enunciados bsicos.
De ah el gran acierto del autor del Tractatus en decidir acuar el
trmino enunciados atmicos, justamente por el hecho de su
carencia de relacin con las dems proposiciones descriptivas. Si
hubiera vinculacin lgica entre los diferentes enunciados elementales o, dicho de otro modo, si estos tuvieran naturaleza lgica,
no contendran en rigor descripciones nuevas y, por lo tanto, no
estaran ubicados en la base del conocimiento; pues Kant ya nos
ha advertido de que slo cuando hay sntesis (aadidura de un contenido, nota o propiedad nueva) hay conocimiento; aquella brota
nicamente en la juntura entre un sujeto y un predicado que le sea
enteramente ajeno e independiente. Se da sntesis y, por tanto,
conocimiento slo cuando aadimos a un objeto una atribucin
que no la incluye de modo inherente.
Es, pues, una buena nueva para el proyecto filosofal haber descubierto el carcter atmico de los pilares del conocimiento, aun a
pesar de haber desembocado en una tremenda e indeseada consecuencia: la imposibilidad de que haya conexiones lgicamente
necesarias entre distintas descripciones; o, dicho de otro modo,
el hecho de que las proposiciones elementales, que habitan en la
base del conocimiento, no sean lgicas sino ostensibles o mostrativas hace que los hechos universales no sean inteligibles!
Puede parecer, ciertamente, un nuevo giro inesperado cuya
gravedad pudiera truncar, de hecho, todo el plan alqumico. Es
un desenlace que no concuerda en absoluto con la noticia que
siempre hemos tenido de uno de los grandes descubrimientos
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medievales: lo universal nunca ha sido sensible; siempre, inteligible, y significara, entonces, que Wittgenstein, gracias a su potente dispositivo argumentativo, le hubiera quitado la razn a los
escolsticos. Pero, en tal caso, qu podran ser los hechos universales ininteligibles?, no seran, en ese caso, sucesos metafsicos? Si no son susceptibles de expresin lingstica, no ser que
se encuentran fuera como dira Wittgenstein de mi lenguaje?
Pero qu significaba exactamente ser extralingstico?
Uno de los descubrimientos fundamentales que ha hecho el
Tractatus es la imposibilidad de afirmar nada acerca del mundo
como tal. Su razonamiento es, en este punto como en tantos
otros, implacable. Enunciar cosas sobre el mundo como totalidad
requerira salirse del mundo y hablar sobre l desde sus afueras.
Pero el mundo visto desde su intemperie ya no es un mundo,
dado que Heidegger ha desnudado en su Ser y tiempo la mundaneidad del mundo; nos ha hecho saber que el mundo es mundo
slo porque el ser humano es, por cuanto el mundo no constituye
un lugar en el que ste habite, sino una de las caractersticas de
su ser. Salirse del mundo es, pues, un imposible.
De un modo menos heideggeriano y ms wittgensteiniano, podramos decir que no podemos salirnos del mundo porque desconocemos sus lmites; son, para nosotros, inexistentes. Nuestro
campo visual dibuja los confines del mundo; nuestra lgica no
conoce nada fuera de l. Los lmites de nuestra visin son lo visible; la frontera de la lgica, lo lgico. Ni siquiera en el plano
teortico nos vemos capaces de sostener que hay en el mundo
esto y lo otro, pero no lo de ms all (como dice Wittgenstein). Si
no sabemos lo que hay fuera del mundo, no podemos tampoco
saber lo que no hay en l.
El Tractatus, de este modo, nos ha hecho comprender que los
lmites del lenguaje indican o muestran si bien no pueden enunciarlos debido a la ausencia de un metalenguaje los lmites del mundo.
El mundo es mi mundo nos repite Wittgenstein; en consecuencia, nosotros nuestro lenguaje somos los lmites del mundo.
Estar fuera del lenguaje es estar fuera del mundo! Pero no era
metafsico todo lo que se hallaba ms all del mundo?, no era lo
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Captulo 5
Si todo este razonamiento no falla, equivale a decir que los nomenos o entes metafsicos son hechos universales. Los nomenos,
de ser algo, sern entonces sucesos universales y no cosas (en s,
como Kant ha querido). Y, puesto que la alquimia filosofal parece
haberse visto conducida al peliagudo corolario de que lo universal
no puede ser enunciado ni, por lo tanto, objeto de inteleccin,
de existir alguna experiencia de los hechos universales no podr
ser, a buen seguro, de corte intelectual. Una sensacin de intenso
vrtigo nos vuelve a invadir en esta posicin. El asunto reviste, ciertamente, mayores complicaciones de las que de entrada pudiera
aparentar.
Si las afirmaciones sobre los hechos singulares fenomnicos no
son susceptibles de ser justificadas racionalmente por mucho que
nos sea factible formular enunciados referidos a ellos que contengan nombres universales, resulta imposible expresar nada lingsticamente (con justificacin lgica) sobre hechos universales. Si los
hechos universales son lgicamente indecibles, son metafsicos
(por extralingsticos); lo cual equivale a decir que son eidticos.
Los nomenos nos resurgen, por tanto, como sucesos universales
inenarrables.
El punto clave de este razonamiento que nos lleva a admitir que
las verdades universales sobre hechos del mundo, de ser algo, no
son susceptibles de enunciacin lingstica sino slo de mostracin
ostensiva, nace de la insistencia del Tractatus en el carcter necesariamente atmico de las bases del conocimiento. Vemos, as,
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As las cosas, los eventos buscados debern ser, necesariamente, universales, pues si el objeto filosofal son los sucesos eidticos,
se hallarn fuera del tiempo y del espacio; constituirn aconteceres
que son, que no devienen o cambian. Si son, no pueden ser, por las
razones aducidas, hechos singulares.
Pero la pista decisiva parece estar todava por llegar. La proporciona un pensador que es reconocido como el gran filsofo
contemporneo de lengua espaola; a la altura de los grandes
pensadores ingleses del siglo XVII, alemanes de los siglos XVIII y
XIX o franceses del siglo XX. Se trata de Eugenio Tras. l ha encontrado una explicacin al hecho de que nuestra inteligencia reconozca que este lpiz que sealo es rojo como el mismo suceso
que el indicado en otro momento. Tras ha desarrollado una teora
acerca de por qu pues el cmo ya lo dej Kant suficientemente
aclarado soy capaz de reconocer que este lpiz es el lpiz que yo
conozco o de recordar que su color sigue siendo el mismo rojo, a
pesar del paso del tiempo o el cambio de su ubicacin.
Lo expone en su libro Filosofa del futuro. Ese reconocimiento
no se debe a mi razn e inteleccin. Debe de haber algo en el
propio lpiz y en su color que lo haga comn al lpiz percibido en
otros momentos y lugares. Si no hubiera algo del suceso esto es
un lpiz y es rojo que, por decirlo de algn modo, retornara, mi inteleccin no lo reconocera como el mismo hecho. Debe de haber
algo que no acertamos a percibir ni enunciar que hace que surja
y resurja el mismo suceso. Debe ser algo que se halla en el propio
ser. Eugenio Tras, lo ha descubierto: se trata de la regla misma del
devenir del ser; Tras la ha denominado principio de variacin.
Segn esta norma o pauta de ser, el ser, ese acontecer denominado ser (real, posible o necesario), es de tal modo que el devenir
de lo singular sensible transcurre anlogamente a las variaciones
musicales. La variacin o diferencia consiste en la repeticin insistente y recurrente de una frase musical que sufre, cada vez, algunas
modificaciones. A esa frase musical que se reitera se le denomina
tema. Y lo que con cada variacin se modifica del tema pueden ser
los aspectos meldicos, rtmicos o armnicos. El soporte sobre el
que se construyen las variaciones es el tema. ste suele ser de fcil
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que reaparezcan, en distintos lugares y tiempos, hechos que reconocemos como los mismos sucesos.
El nomeno se puede empezar a entender, as, como aquel suceso universal imperceptible e ininteligible cuyo aparecer se repite
diferenciadamente por las propias exigencias de la manifestacin
fenomnica. Es el acontecer que hace discurrir los singulares sensibles lo que causa la inscripcin de un suceso universal en el mbito
eidtico; evento que, a su vez, constituye la causa no fenomnica
de su retorno variado.
Parece probable que todo este descubrimiento pueda significar
una contribucin decisiva a la alquimia filosofal, pues las diferentes
rutas que sta se ha trazado, segn voy relatando aqu, van, poco
a poco, encontrndose y encajando: al ser la recurrencia en el
espacio-tiempo recreada de los hechos singulares lo que crea el
evento incognoscible, los fundamentos de ste parecen empricos.
Y eso concuerda plenamente con el plan alqumico de vincular las
vas hermticas, que tantas veces se han propuesto como accesos
a las esencias ocultas de las cosas, con la experiencia del conocimiento, desde el momento en que las bases (de lo accedido y del
acceso) pueden ser de idntica naturaleza: emprica.
El principio generatriz de esas variaciones no es algo exterior o
extrnseco a las cosas, sino la regla de ser del mismo ser. Es en la
repeticin reiterada, aunque diferenciada, de los sucesos singulares, nicos, (ser este lpiz que sealo aqu y ahora del color rojo
que percibo), donde se engendra alqumicamente su nomeno
entendido como aquel suceso que, al ser un hecho universal, permanece (singular, diferenciado de otros) y retorna recreado como
fenmeno. En razn del elemento temporal, debido al dinamismo
del devenir, esa insistencia no puede ser nunca idntica o invariable, sino que el suceso en cuestin (este lpiz es rojo) sufre, cada
vez, una mutacin o recreacin. Y es, precisamente, esa repeticin
mutada la que hace que cuanta ms recurrencia temporal haya tanta mayor envergadura tenga su nomeno o ms profundamente
inscrito est el acontecer que va causando.
Parece tambin de una gran genialidad el rendimiento que Tras
extrae de la doble acepcin del trmino recreacin: un volver a
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crearse (primera acepcin) segn un juego libre (segunda acepcin), azaroso y mutacional.
El nomeno (esencia unitaria, universalidad necesaria, eidos o
Idea platnica) de ningn hecho fenomnico es plenamente identificable (audible, siguiendo el smil musical). Slo lo sera, acaso, en
el final asinttico y regulativo de la serie infinita de variaciones. De
ah la incognoscibilidad de la cosa en s: no es nunca determinable,
por cuanto siempre habr una prxima variacin. El nomeno (el
tema) se identifica escuchando la serie infinita de variaciones. Por
ello nunca llega a ser plenamente audible; permanecer siempre
inefable; y es slo postulable, en forma tentativa, cual horizonte
liminar, asinttico, sobre la base de las variaciones precedentes.
Y es as como se debe entender la clebre afirmacin de Tras
de que todo fenmeno es un singular sensible en devenir: un hecho que aparece y puede ser, por ello, objeto de la sensibilidad
emprica, pero que se reitera en transformacin, sin dejar de ser
reconocido por m como el mismo. Y es su devenir lo que genera ese valor aadido o singularidad cualitativa que reconocemos.
El principio de variacin nos expresa, as, el modo en que el ser
acontece. El ser tiene incrustado en su seno un programa de autorrplica que hace que cada fenmeno vuelva a aparecer bien que
no de forma idntica en otros tiempos y lugares. Esa liberacin de
la esencia con respecto del espacio y el tiempo constituye la gran
prueba documental de la universalidad de los hechos eidticos.
El hecho singular sensible se autorreplica; y en eso reside precisamente la fuente del valor que aade: en esa autorrplica genera una trama (suceso universal) que lo revalida (aunque siempre
diferenciado, por estar en el plano real del individuum). No es que
los hechos fenomnicos se creen unos a otros generando rplicas,
si no que, tras la aparente repeticin de un suceso nico (singular
extensivo), se va dibujando, gracias a esa repeticin, una trama en
s, esencial, eidtica (por recuperar una expresin de Edmund
Husserl).
La conclusin a la que estamos llegando es un descubrimiento
importante, pues sita el proyecto filosofal en una posicin nueva
que nadie antes haba ocupado. Los pensadores o han sido esen61
cialistas y, siguiendo el modelo platnico, han credo que las esencias son las causantes de la aparicin de los fenmenos; o, por el
contrario, cayendo en un psicologismo fisicalista y empirista, han
sostenido que slo hay hechos y fenmenos, siendo los conceptos
universales, bajo los que los agrupamos por sus notas definitorias,
productos de nuestra mente o razn.
Esta nueva explicacin de las cosas es, sin embargo, distinta.
Las esencias son hechos universales que estn causados por sus
apareceres particulares, promoviendo, a su vez, el retorno de stos. De este modo, el hecho emprico ser esto un lpiz rojo no
es nada esencial per se; no es algo en s. Slo en la medida en
que ese suceso se repita (diferenciadamente), se producir una
sntesis, una adicin de valor a las sensaciones empricas; sensaciones que, tomadas individualmente, constituyen la base para
cada clusula protocolaria nica del conocimiento fenomnico.
Ese valor que se adiciona es, ciertamente, incognoscible; pero de
l no podemos dudar porque, de no darse, no podramos reconocer los hechos, en diferentes emplazamientos, como los mismos
hechos y como singulares (distintos de otros). Ese valor o sntesis
que aade algo fenomnicamente incognoscible a cada hecho
nico estar inscribiendo, as, un hecho en el reino de acontecimientos no fenomnicos.
Lo que nos prueba que ese acontecer eidtico, o nomeno, no
es slo una idea existente en nuestra mente, sino que se halla en
las cosas, es que, a pesar del azar o de las mutaciones allende nuestro control y prediccin que rigen las metamorfosis de los eventos,
nos vemos capaces de reconocer que, pese a las transformaciones
que ha sufrido, nos encontramos ante el mismo suceso replicado
en otros momentos y lugares. Pero tambin lo documenta el hecho
de que, en general, no lo confundamos, con independencia de su
ubicacin espaciotemporal, con otros hechos. O, visto a contraluz, sabemos que estamos ante un evento eidtico distinto cuando
nuestra razn es incapaz de reconocer un hecho, o lo hace pero
confundindolo con otro.
Es gracias a que hay un suceso eidtico tan innegable como su
manifestacin fenomnica, en continua generacin, que los he62
Es sta la razn por la cual el mundo es racionalmente comprensible, empero habra que admitir, por lo mismo, que constituye la
obra de un modelo. Comoquiera que el modelo del mundo, objeto
de nuestro conocimiento, lo suponemos inmutable, ste habra de
serlo. El mundo debe de ser firme y estable; por ello podemos
disponer de l un conocimiento verdadero en lugar de creencias
aparentes u opiniones cambiables.
Se trata, sin embargo, de conocer la imagen de ese modelo:
el mundo y no el modelo tomado por su artfice a la hora de crear
su obra. De ese modo, el conocimiento que de ello extraigamos
ser verosmil por cuanto ser resultado de establecer relaciones
de semejanza con la verdad; no proporcionar un conocimiento
infalible segn el dilogo, pero constituir la explicacin ms
probable. No obstante, es posible se preguntan que haya un
nomeno de la semejanza, y otro, de la desemejanza; de ser as,
todas las cosas empricas seran, a un tiempo, fenmenos de ambas Formas. Todos los objetos seran, en tal caso, manifestaciones fenomnicas de lo semejante y de lo desemejante, as como
de lo uno y lo mltiple. Lo cual no significara que lo uno, cual
cosa en s, fuera lo mismo que lo mltiple ni que lo semejante
fuera desemejante.
Scrates eleva, entonces, el dilogo a su momento lgido. Propone admitir que lo empricamente sensible s que consiste en fenmenos de distintos nomenos, en cuanto stos son fijos y permanentes, ajenos a mutaciones y cambios. Si vemos aduce como
dato probatorio que las cosas son, a un tiempo, uno y mltiple
no nos sorprende; puedo decir que yo soy mltiple porque lo demuestra el hecho de que poseo diferentes miembros en mi cuerpo;
pero puedo, al mismo tiempo, decir que soy uno por distinguirme
de las dems personas con las que estoy en este momento dialogando.
Con este recorrido, el dilogo va desvelando paulatinamente
que los nomenos no son sino Formas (eidos): la semejanza, la
desemejanza, la multiplicidad, la unicidad, el reposo, el movimiento, la justicia, la belleza, la bondad, etc.; bien que hay tambin
nomenos de cosas fsicas, como el ser humano, el fuego, el agua,
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etc. Se distinguen, por tanto, finalmente los fenmenos de los nomenos, y se dice que aqullos pueden serlo de varios nomenos
a la vez.
Mas ello plantea enseguida otra duda crucial: el que los fenmenos que admitiramos como imperfectos (como la suciedad o
los desechos) pudieran ser fenmenos de nomenos, por cuanto se entiende lcito nombrar a los fenmenos por sus nomenos
(las cosas semejantes, las cosas grandes, las bellas o las justas, por
ejemplo). Ello conduce el dilogo al nudo gordiano del asunto.
La complejidad de la cuestin aparece, en efecto, en el momento
de establecer el tipo de relacin que guarda un fenmeno con
su nomeno. Si los eidos estn, de algn modo, en su fenmeno,
entonces no es posible que un mismo eidos lo est en diferentes
fenmenos. Pero tal vnculo puede ser, se sugiere, una relacin de
manifestacin y no de emanacin (de forma anloga al brillo solar,
cuyo esplendor aparece en todos los espejos que se colocan frente
a su luz sin que ello signifique que el sol descienda o se adentre en
cada uno de los espejos).
Adviene, en ese momento, una genial ocurrencia: la de resolver
esta cuestin, en una manera bien distinta, por mediacin del clebre argumento del tercer hombre, segn el cual el eidos de la
grandeza, por ejemplo, aparece en todos los fenmenos grandes.
Siendo la grandeza, como tal, una, puede haber semejanzas entre
el eidos de la grandeza misma y todos los fenmenos grandes;
pero ello exigira la existencia de una tercera realidad: un eidos todava ms abarcador o profundo de grandeza, que uniera la grandeza en s y todos los fenmenos grandes. Mas esto desencadenara una escalada infinita y hara necesaria una pluralidad ilimitada
de eidos de grandeza.
La respuesta provisional parece clara: el eidos es algo inteligible
y no se le puede igualar, ciertamente, al plano de los fenmenos.
No siendo fenmenos, los eidos (nomenos, esencias, Formas) son
modelos suyos que se encuentran en la realidad; los fenmenos
seran, entonces, las obras que se les parecen. La conclusin no se
hace esperar ya ms: la relacin existente entre los fenmenos y
sus nomenos debe de ser la de la semejanza de algo con respec66
67
Captulo 6
La base emprica de
la alquimia
como uno de los varios tipos de experiencias racionales que al humano le son posibles, el pensador espaol encuentra lo que nos
podra capacitar para acceder a las esencias. Dice que es la pasin;
la entiende, en efecto, como raz de las experiencias racionales.
Deviene, as, la pasin en la responsable de la eliminacin de la
singularidad extensiva (singularidad como unicidad y unidad) de
las cosas percibidas. Siempre que el singular sensible que percibimos, el fenmeno emprico que captamos, nos apasione, deja de
ser uno para convertirse en singular, excepcional.
De cualquier modo, ese descubrimiento de Tras constituye un
verdadero novum. A la luz de un recorrido recopilatorio por las tesis
de los principales epistemlogos contemporneos, se puede sostener que nadie ha llegado tan lejos a la hora de vincular conocimiento con emotividad. Tampoco se debe confundir esta teora de Tras
con las ideas populares que se han difundido tanto en las ltimas
dcadas. El cimiento pasional de la experiencia de las esencias, que
descubre el pensador barcelons, no debe confundirse con la denominada inteligencia emocional; pues, segn la teora triasiana, la
pasin constituye un tipo especfico de emocin que confiere a nuestra facultad racional un inters motriz por retener lo ms singular y
distintivo (esencial) y la motivacin originaria para su aislamiento.
No se trata pues de reivindicar como en los libros actuales de autoayuda un tipo de inteligencia que se vea acompaada, regulada
u orientada por las emociones, sino de explicar analticamente por
qu somos capaces cuando lo somos de acceder racionalmente a
lo singular esencial (universal) en lo singular sensible.
Y bien, la teora de Tras con relacin a la pasin de la razn
le resulta al proyecto alqumico de gran valencia y utilidad. Si
Popper nos ha convencido de que el proceso por el cual justificamos nuestras proposiciones bsicas tiene lugar desde arriba es
decir, a priori y no desde la propia percepcin, al tratarse de justificaciones indirectas o mediadas por otras clusulas empricas;
si Popper nos ha enseado que los enunciados elementales son
bsicos, no por ser singulares sino por haberse establecido como
el suelo del conocimiento, en virtud de acuerdos intersubjetivos
validados, ms tarde, en el curso de los experimentos empricos;
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no fenomnico de acontecimientos, responsables de que los fenmenos retornen, pero causados, a su vez, por ellos.
Pero sabemos que, en el caso de los procesos no biolgicos,
o no fisiolgicos, del ser humano, slo hay una fuente de energa
posible: las emociones. En el caso que nos ocupa, la emocin de la
pasin resulta la ms relevante, por cuanto aparece como la nica
que se halla estrechamente relacionada con la visin de las singularidades:
El suceso singular o la concurrencia desencadena a la vez conocimiento y accin, o bien conocimiento-accin, razn-accin,
siendo la base emprica que da lugar a tan sabroso efecto
sinttico, no ya un hecho fsico (cualquiera) que ha sido, casualmente, observado, cuanto un suceso pasional, algo que ha
sido sufrido por el sujeto virtual de conocimiento y de accin,
el cual, contra su voluntad y contra sus ideas previas de recibo, ha sido atacado por la singularidad irreductible [de algo
singular], que le ha hecho desfondar propsitos, desviar rutas
imaginativas y mentales, torcer afectos [].
de facto, es plausible suponer la existencia de algn tipo de experiencia de los acontecimientos mismos (nomenos) que el sujeto
pueda realizar. La pasin se debe entender, por tanto, como el
ndice o indicativo de hallarse la persona ante la manifestacin de
un hecho universal al que poder acceder. Lejos de ser sta una explicacin psicologizante, se revela enormemente fenomenolgica,
es decir, descriptiva de cmo tiene lugar el anisado enlazamiento
unificador, que busca la alquimia, de dos tipos de experiencias de
lo fctico: la fenomnica, por un lado, y una que todava se encuentra por descifrar pero cuya posibilidad lgica ya se ha advertido.
Eugenio Tras explica, adems, que esta excepcional emocin,
que en contraposicin a la tradicin que culmina en Spinoza
es detectada como propia y distintiva de los seres racionales, se
caracteriza por una propiedad: la recurrencia. Es la pasin un sentimiento que, cuando invade a la persona con relacin a algo,
adviene de un modo reiterativo, hasta el punto de convertirse en
una emocin habitual, para el sujeto, relativa al objeto en cuestin. Cuando se siente pasin por algo, se siente siempre, en
cualquier emplazamiento. Se caracteriza, esta emocin, por contraponerse a la fugacidad o carcter espordico. Y es sta justamente la gran prueba de su racionalidad, por cuanto, a diferencia
de otro tipo de emociones, se halla vinculada a cierta permanencia o universalidad.
Su recurrencia constituye una prueba clara de que conforma
una apertura a lo universal; pues ya se ha dicho que el fenmeno
no es, para entonces, sino el retorno recreado de lo universal
eidtico. Si todo suceso esencial aparece de modo recurrente
en forma de un mismo fenmeno, bien que variado, entonces su
efecto atrayente en nosotros, que constituye su indicativo documental, debe caracterizarse, tambin, por esa insistencia. Y por
eso hay que darle la razn a Platn, que entiende el conocimiento
como una anamnesis; el ndice que nos recuerda que estamos
ante el mismo hecho, a pesar de sus diferencias, es una seal
inmediata, directa, y por tanto emocional: pasional. Como en la
magdalena de Proust, recordamos que el hecho es el mismo fenmeno porque sentimos el mismo sentimiento de pasin con
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Captulo 7
Traspasando el
fenmeno
Hasta ahora la alquimia se ha cerciorado de que los humanos disponemos de la facultad necesaria para acceder al universal fctico
o nomenos. La capacidad de la inteligencia no es suficiente, pues
Kant ha demostrado que ella no puede ir ms all del fenmeno.
Pero la inteligencia debe estar fecundada por otra facultad humana que le haga posible acceder a las esencias.
Esa facultad es y se ha descubierto gracias al Tratado de Tras
la emocin de la pasin. Percibir, ante algunos sucesos, este sentimiento de pasin es ciertamente el indicativo de que se nos abre la
disposicin a una experiencia del eidos sobre bases empricas. Pero
todava no se ha siquiera vislumbrado en qu consiste realmente
esa experiencia. Sera acaso de utilidad profundizar en algn otro
filsofo; alguien que haya intentado relacionar los nomenos con
lo ms fctico que el ser humano tiene: nuestras obras tcnicas.
Pues bien, emerge, en este punto, con nitidez ante nosotros, la
figura de un filsofo de la tcnica algo olvidado en nuestros das
llamado Friedrich Dessauer; sus reflexiones acerca de la tcnica
constituyen, de hecho, las perlas esparcidas de un collar roto que
conviene encontrar y recolectar.
Segn Dessauer, Kant ha mostrado en su Crtica de la razn
pura que el conocimiento cientfico lo es nicamente del mbito
de los fenmenos, y que parece identificarse con el de las apariencias. El hombre nunca puede hallar contacto, segn Kant, con el
mbito del nomeno, o cosas en s, si no es de forma mediada, a
travs de sus apariencias o fenmenos. Dessauer nos recuerda, sin
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Captulo 8
La magia de los
fenmenos
las obras que iba realizando y de las creaciones tcnicas que iba,
fruto de sus decisiones libres y voluntaria accin, inventando.
No es gravoso comprobar que lo que se persegua en esa poca tan racional y, por ello, tan mgica, era diferenciar claramente
la falsa magia que era la ceremonial de la magia verdadera o
religin natural; sta se entenda como el simple ejercicio de la
facultad ms propia y caracterstica del hombre: la libertad. Era
en el uso de su libre eleccin y accin como se crea al hombre
capaz de crear formas en un mbito que, por su propia naturaleza, carece de ellas. La esfera de lo humano era el nico mbito
de la realidad que el Renacimiento vea que careca de configuraciones, pues la entendan posicionada justo en la frontera entre la
uniformidad subhumana y las formas puras e infinitas de lo divino.
La magia ceremonial, sin embargo, era el intento por degradar el
orden natural a estados de imperfeccin informes. De ah que no
pudiera entrar nunca en los planes e intenciones de los renacentistas.
Esto puede volver, nuevamente, a entusiasmar a los alquimistas
del conocimiento; pues tomamos conciencia de que el proyecto
unificador de la verdad se halla sobre otra pista prometedora. Se
ha descubierto, en primer lugar, la existencia de un orden de nomenos detrs de las manifestaciones fenomnicas; se ha llegado a
la conclusin de que los nomenos son hechos, sucesos de categora universal; se ha comprobado, en el ser humano, una fuente
nutritiva (la pasin) que lo capacita para efectuar un salto abismal
desde datos singulares percibidos hasta las bases empricas de una
posible experiencia de tipo racional todava por identificar de
los tramas de aconteceres universales a los que esos datos corresponden; se ha conjeturado que, quiz, el acto mismo de creacin
tcnica pudiera ser una modalidad de esa buscada experiencia,
pero sin saber exactamente en qu tipo de acceso (si intelectiva, visionaria u onrica) consistira. Y ahora se rescatan las fuentes
renacentistas y se descubre que la prctica de esa magia, como
experiencia inaugural de tal creatividad e intervencin tcnica del
hombre sobre la naturaleza, podra acaso ayudar a vislumbrar de
qu tipo de experiencia subjetiva se trata.
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Captulo 9
El nomeno se oculta
en el futuro
La idea de la apertura del universo entendido como indeterminismo fenomnico u ocultacin permanente del futuro es intrigante.
Parece perentorio trabajar seriamente en la hiptesis de que es
en la ocultacin del futuro donde se resguarda el nomeno. Se
puede recurrir, en esta va, a una de las teorizaciones ms completas y originales que sobre el futuro se han realizado. Me refiero obviamente a Heidegger. En l se encuentra un concepto del
futuro temporal que podra asistir a la alquimia en su camino de
bsqueda.
Visitando de nuevo Ser y tiempo, un texto enrevesado y crptico
hasta extremos insospechados, y leyndolo con paciencia y detenimiento, se descubre toda una teora acerca del tema que ahora
nos preocupa: el futuro temporal. Para ello es imposible pasar de
largo por las dems secciones del libro, por cuanto no se puede
entender la concepcin del tiempo y del futuro de este complejsimo autor sin acertar primero a comprender la inquietud principal
de la obra.
Heidegger cree que el ser del hombre no tiene determinacin
alguna. El hombre es en trminos de su constitucin existencial, y
no desde el punto de vista psicolgico un proyecto; esto implica
que yace, desde su nacimiento, disperso entre distintas posibilidades de ser. Solamente puede conseguir la condicin que Heidegger denomina de autenticidad cuando elija todas esas posibilidades sin dejar ninguna hasta el final como propias.
Pero para elegir, cada persona, tales posibilidades que su
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gger, se comprende que el futuro es lo que nos viene al encuentro. En esto, como en tantas otras cosas, este peculiar pensador
invierte absolutamente los planteamientos tradicionales y los del
sentido comn. El futuro no es lo que nosotros alcanzaremos despus, sino las posibilidades que, como tales, se hallan referidas,
desde la apertura y no desde nuestro presente o realidad, a nosotros.
Y es as como se entiende la clebre afirmacin de Heidegger de
que el futuro es la pre-esencia que adviene; es decir, aquella esencia
que no est dada sino que va siendo sido. Es el conjunto de todas
las posibilidades, indeterminadas, carentes de predeterminacin,
cuya realizacin efectiva nos es siempre una incgnita.
En cierto modo se tiene la sensacin de que este planteamiento de Heidegger vuelve a corroborar el principio triasiano de variacin. El nomeno se halla siempre ausente; es el conjunto de
posibilidades que fundan la presencia de los fenmenos (para Heidegger, entes), que se van presentando desde su morada oculta del futuro. El futuro es aquello desconocido o la permanente
posibilidad desde la que va sucediendo la presencia (el presente).
Todas las cosas (los entes) son, de este modo, realidades que se
han hecho presente desde una posibilidad que siempre est por
conocerse. El futuro y el advenir son, por lo tanto, el horizonte
de las posibilidades que nunca llegan a cerrarse, siendo, en cada
aparecer (presencia) del hecho o fenmeno, algo previo a su preesencia.
Con este esquema no es descabellado considerar que el nomeno sea ese conjunto de posibilidades que se ausentan o cobijan
en el futuro; los hechos universales, que nunca pueden aparecer en
nuestra experiencia emprica, no son sino un haz de posibilidades
que se van haciendo presente (aparecen fenomnicamente) con el
tiempo, que se convierte as, gracias a Heidegger, en el advenir de
una pre-esencia.
Ello encaja perfectamente con los resultados de las pesquisas
que se han avanzado hasta ahora. La idea de que los sucesos
eidticos no son sino un horizonte abierto de los hechos del porvenir concuerda a la perfeccin con lo hallado por la alquimia y no
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da al conjunto del universo a travs de un lazo imposible de desligar! En ella siempre resonar el eco de todos los eventos que
tengan lugar en el conjunto del cosmos, del que, cual partcula o
como feto alojado en su seno maternal, forma parte. En un mundo
as, no es absurdo creer en la posibilidad de la profeca racional por
parte de los humanos.
Esa posibilidad racional de profetizar le resulta altamente til
a los planes alqumicos: dando por hecho que hay una dimensin
eidtica en el ser, aparece la posibilidad de una aproximacin a ella
por medio de la adivinacin proftica. Si se pudieran profetizar, de
alguna manera, las variaciones sucesivas del fenmeno, se podra
escuchar, aunque fuera vaga y remotamente, el tema en cuestin o
la universalidad del suceso que manifestase.
Mas las condiciones por Ficino establecidas no son ni poca cosa
ni cosa fcil. El acceso proftico a las esencias, su experiencia racional por va temporal, requiere, ni ms ni menos, de la purificacin racional con respecto de la sensibilidad y de lo espaciotemporal. Pero no es sencillo imaginarse la hechura de tal liberacin
purificante. Ello puede suponer, en consecuencia, un nuevo revs,
por cuanto Ficino no nos proporciona las claves del procedimiento
a seguir.
A pesar de que parece una verdad incuestionable que el eje
del tiempo proporciona una ruta conducente a los hechos hermticos del ser, no hay ms remedio que abandonarla como lnea de
investigacin porque carece de los instrumentos necesarios para
efectuar ese viaje a travs del tiempo. Hay que regresar, entonces, a una de nuestras anteriores pistas. Hemos ido dejando por
el camino muchos elementos propicios para abonar una nueva hiptesis de trabajo en busca de una experiencia, de tipo racional,
que pueda otorgar acceso a la trama de aconteceres universales
o haz de posibilidades, no predeterminadas, de los hechos fenomnicos. Se necesita ya, como el aire que se respira, hallar una explicacin, no importa cun provisional o pendiente de ratificacin,
sobre cmo puede o debe ser ese acceso, sobre cmo el sujeto
podra tener una experiencia de hechos universales manifestados
en los fenmenos.
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Captulo 10
La necesidad de un
doble lenguaje
ms rico por abarcador?, que la verdad slo puede ser descubierta en el intersticio diferenciador de un lenguaje menos ambiguo y de un lenguaje ms holstico y menos preciso?, que no es
posible hablar de verdad de una proposicin a la intemperie, sino
que se precisa del cubrimiento de sta por su equivalente en otro
lenguaje?, que no cabe hablar de la verdad referida a ninguna
expresin de lenguaje, por muy formal y preciso que ste sea,
si no es en el contexto de otro lenguaje?, que las afirmaciones
pueden ser verdaderas slo dentro del marco de otro lenguaje
que le haga de superestructura a aquel en el que se expresa la
afirmacin?
Y bien, Tarski quiz sin pretenderlo as lo ha descubierto. Se
trata de un hecho suficientemente crucial y decisivo como para
que la alquimia filosofal lo haga pauta de su andadura. Si sa es la
condicin para las verdades fenomnicas, tambin debe de serlo
de acuerdo con la hiptesis unificadora en el caso de las verdades
esenciales. O que la expresin verdadera de los sucesos eidticos
debe realizarse, necesariamente, en un lenguaje de respaldo.
La mente nos comienza a girar y girar, dando vueltas para localizar ese lenguaje; emprendemos una suerte de danza suf, hasta alcanzar una vertiginosa velocidad, con el objeto de rastrearlo
todo en nuestro entorno y detectar qu lenguaje podra ser. Tras
un amago de trance, se nos pone a la vista la referencia a un enigmtico grupo que ha realizado valiosas investigaciones acerca de
un extrao tipo de lenguaje, mucho ms rico que el ordinario, que
reviste propiedades especiales para expresar verdades acerca de
hechos que, al parecer, transcurren en el mbito del nomeno. Se
trata del Crculo de Eranos y, muy en particular, de uno de sus
miembros ms destacados: Henry Corbin. Al aproximarse a este
autor enseguida se descubre la gran aportacin que ha hecho a
Occidente: exponer y difundir los rasgos especficos del tipo de
lenguaje que la alquimia necesita; un tipo de expresin lingstica
que haba permanecido, antes de l, oculto para los occidentales.
Corbin lo ha descubierto en un autor medieval que ha ensayado
una extraa operacin: la de aunar la antigua Persia y el Platn del
mundo de las Ideas en el contexto del siglo XII y en el seno del ni108
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Captulo 11
El relato visionario
de Las aves
mos conocido antes. El deleite que nos produca a los ojos tanta
bonanza y frondosidad, tanta bendicin y alimentacin, nos haca
perder la razn. Escuchbamos melodas que no habamos odo
jams y olamos fragancias que desconocamos hasta entonces.
Con placer gozoso nos alimentamos de las frutas y de las aguas
cristalinas. Una de las aves alz la voz y dio el aviso de partida.
Tenamos que ser prudentes; si esperbamos ah por ms tiempo,
los enemigos y las amenazas nos alcanzaran.
Alzamos el vuelo y llegamos al octavo monte; su cima alcanzaba el cielo. Cuando nos hubimos acercado, omos las melodas
de los cantos de las aves cuyas bellezas nos debilitaron las alas y
nos forzaron a bajar. Veamos abundantes alimentos y preciosas
formas y figuras. Descendimos y aceptamos gustosamente la hospitalidad de las aves anfitrionas, cuyos favores y agasajos ninguna
criatura podra describir. El gobernador de ese valle se nos acerc
y nos infundi jubilosos nimos. Le contamos todo lo que nos haba acaecido y le confiamos los pesares y sufrimientos que habamos padecido.
Se compadeci de nosotras y nos dijo que en la cima de esa
montaa haba una villa en la que Su Majestad Real se encontraba. l liberaba de padecimientos a los oprimidos y desfavorecidos
que alcanzaran Su presencia y le confiaran sus dolores. Cualquier
descripcin de Sus bondades sera, ciertamente, imperfecta por
cuanto Sus favores las excedan.
Cuando hubimos escuchado aquello, nuestro corazn hall
solaz y se llen de embeleso. Deseosos y presurosos, fuimos en
busca de la Presencia Real. Cuando nos hubimos acercado a Su
ciudad y descendimos a la estancia real, antes de que hubiramos
llegado, un centinela haba dado el aviso. Su Majestad haba dado
indicaciones para que nos llevaran a Su presencia. As lo hicieron.
Nos condujeron a una estancia esplendorosa y sublime. Tras ella,
rasgaron un velo y nos llevaron a otra, que superaba a la anterior
en belleza y majestuosidad.
Alcanzamos por fin un aposento. Al entrar, pudimos percibir
desde lejos la Luz de Su presencia. Nuestra vista se ofusc; nuestras mentes se nublaron y desfallecimos. l, con Su Gracias, nos
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Captulo 12
La expresin imaginal
del nomeno
Se hace ineludible preguntarse si este tipo de expresiones lingsticas puedan ser, acaso, esa forma fronteriza entre la enunciacin
literal del lenguaje ordinario y la narracin ficticia con sentido metafrico. Quiz el autor iranio, que vincula Persia con Grecia esto
es, Asia con Europa, est pretendiendo, as, aunar tambin el esclarecimiento propio del lenguaje fenomnico con el silencio del
nomeno, sealando, de este modo, cual deixis, acontecimientos
esenciales.
Quiz toda la clave del problema se halle en darnos cuenta de
que lo narrado por Suhrawardi ostenta como l mismo reclama
hacia el final de su relato una pretensin de verdad. Afirmar que
ha constatado un acontecimiento real significa que no se trata de
una experiencia de ficcin o fantasa.
La hiptesis sera, ahora, que lo expresado por Suhrawardi en
el contexto parsi y ms tarde, por Ibn Arabi en Espaa son proposiciones que, si bien expresan hechos incompatibles con nuestro
conocimiento de los fenmenos, tienen una pretensin de verdad
declarativa, descriptiva. O que no se hayan enunciado con el objeto de ser tenidas por representaciones metafricas.
La alquimia se encuentra, de pronto, en la tesitura de abandonar este tipo de lenguajes por no conllevar justificacin de sus
pretensiones, o de seguir indagando para hallar, en tales expresiones, algn modo de criterio con el que comprobar la verdad de los
enunciados lingsticos que usan.
La primera intuicin que se tiene es que, si una proposicin
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o un conjunto de enunciados como los que componen tales relatos son verdaderos, deben de estar describiendo algo real;
algo que es o existe. El hecho de que sea el sujeto que relata
el acontecimiento quien haya creado tal suceso no debe ser un
impedimento para conceder estatuto de real al hecho descrito;
puede una creacin ser producto mental de un sujeto y conllevar, al mismo tiempo, una dosis grande de realidad, a juzgar por
sus efectos.
Una definicin de realidad que parece muy actual, al tiempo
que plenamente acorde con toda nuestra tradicin filosfica, consiste en entender lo real como aquello que, siendo empricamente
perceptible o no, ejerce influencia sobre los fenmenos empricos
y reacciona frente a ellos. Es real, por lo tanto, slo aquello que
propicia cambios y transformaciones en lo fenomnico o es modificado por stos.
Una creacin subjetiva, por tanto, que sea capaz de tener o
mantener interacciones de esa ndole con lo fenomnico es real.
Tenemos, gracias a la modernidad, la inmensa bondad de haber
dado con un criterio de verdad: el conocimiento objetivo. La verdad del conocimiento objetivo nos viene demostrada por su independencia y autonoma con respecto de la persona y, por ende,
del lugar y del espacio que la descubra, compruebe o aplique.
Gracias a ella tenemos un conocimiento verdadero sobre los fenmenos. Justamente de los fenmenos, es decir, de aquello cuyas
transformaciones o efectos modificantes disciernen si algo es real
o irreal.
Con ello ya tenemos un punto de partida para poder someter a
examen esas narraciones que describen sucesos. Si son verdaderas, los hechos que relatan son reales. Si stos son reales, es que
interactan con los fenmenos; fenmenos que se pueden conocer de un modo verdadero por medio del conocimiento objetivo.
Lo que es en este punto importante es retener el hecho de que
la creacin no est necesariamente reida con la veracidad, pues
el nico criterio de verdad que, hoy como ayer, sigue siendo plausible aceptar es el de la universalidad y necesidad; la universalidad
entendida como la autonoma con respecto de los parmetros de
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espacio y tiempo; y la necesidad concebida, empero, como la independencia con respecto a lo subjetivo.
Lo que no es necesario dentro de nuestro mundo es decir, que
le es contingente, segn la jerga de la tradicin filosfica es aquel
hecho que, pudindose dar incluso en la totalidad de las regiones
espaciotemporales, no suceda con tal universalidad en al menos
uno de los hipotticos mundos esencialmente iguales al nuestro.
Dos mundos son esencialmente iguales cuando en ellos se cumplen idnticos enunciados universales.
Y bien, es obvio que los eventos contingentes (no necesarios)
de nuestro mundo se deben a estados mentales o biolgicos de
los sujetos, pues de lo contrario, en caso de que fueran necesarios,
se daran en todos los tericos mundos que se predicasen de la
totalidad de enunciados universales descriptores de nuestro mundo; acaeceran en todos los mundos con idntica estructura natural
que el nuestro: en todos los que se diferenciaran del nuestro slo
en su casustica histrica.
Es necesario retener, por tanto, la idea de que los productos de
la subjetividad pueden ser verdaderos, que pueden ser atemporales (e independientes de su ubicuidad), al tiempo que autnomos
con respecto a los estados mentales o biolgicos del sujeto creador
(no en su origen, sino en sus efectos). El indicio de la autonoma de
lo creado con respecto del sujeto se cifra, as, en que los efectos
que acarrea lo producido se hallen fuera de la previsin, prediccin, intenciones y control de aqul. En el caso de las narraciones
que Suhrawardi transmite en sus relatos, el autor (su subjetividad)
ha creado un suceso. Se trata ciertamente de un acontecimiento; a
pesar de ser producto de su mente, l los ha percibido con pleno
realismo. sta puede ser la pauta clave para distinguir tal suerte
de relatos imaginales de cualquier otra narracin imaginaria o fictica que Corbin, para diferenciarlas de las imaginales, denomina
alegricas: su realidad.
El punto sutil, verdaderamente difcil de comprender, que es
imperativo entender debidamente para captar la gran innovacin
que implica y percatarse de que constituyen un viso de solucin
para la bsqueda alqumica, es ste: son, en efecto, creaciones
117
Aparentemente el narrador no est sino exponiendo una alegora, una narracin simblica compuesta por una concatenacin de
metforas en accin; una ficcin con la cual cabe establecer una
analoga con estos hechos que tiene que ver con la esencia de su
ser y existencia. Aparentemente, por tanto, no son sino un conjunto de metforas que representan diferentes hechos y realidades
que se pueden afirmar, en general, sobre la existencia humana.
La clave, sin embargo, estara en darse cuenta de que ms all de
una forma representativa (metfora, alegora) nos hallamos ante un
suceso real, bien que no susceptible de ser objeto de una experiencia de conocimiento.
Se trata, pues, de una experiencia que no constituye conocimiento, pero s acceso a una realidad cuya solidez es incuestionable en la medida en que ejerce efectos empricamente constatables en el sujeto. Es una experiencia de tipo racional y con bases
empricas, fundada como ya se ha explicado en la singularidad
de los fenmenos observados: la existencia, la vida, los diferentes
estados del ser humano, etc. No se da el caso, pues, de que en
el ejemplo propuesto del relato de Las aves est el narrador queriendo ilustrar, mediante una analoga con el suceso contado, el
caer presos en una opresin impropia de nuestro estado originario
o condicin natural; tan slo describe un acontecimiento que ha
percibido (bien que no fenomnicamente) y que constituye el haz
eidtico de posibilidades en que puede aparecer, en sus diferentes
momentos, su existencia.
La enunciacin lingstica de esa verdad es slo posible mediante un lenguaje ms formalizado que el imaginal; por ejemplo,
nuestro lenguaje natural: mi existencia es un estado de opresin,
distinto de mi originaria condicin. Pero la verdad de este enunciado no es justificable; slo mostrable, mediante deixis, por tratarse como dice Wittgenstein de un hecho mstico: de un suceso
universal. Y ese sealamiento veritativo puede tener lugar slo en
la frontera misma del acoplamiento de un lenguaje ms rico de
orden superior (en el caso de Suhrawardi, la narracin visionaria o
mstica) con un lenguaje de mayor formalizacin (para el caso, el
ordinario o natural).
119
No es que la pretensin de verdad del enunciado mi ser consiste en un estado de opresin pueda ser justificada o demostrada por mediacin de expresiones efectuadas en ese lenguaje
imaginal; no! puesto que el hecho en cuestin (mi existencia es
opresin) es, como tal hecho eidtico o esencial, inexpresable.
De lo que se trata es de que en la frontera misma que une y separa ambas expresiones lingsticas (el enunciado y la narracin
suhrawardiana de las aves, por ejemplo) se muestre la realidad de
tal hecho y, por ende, se seale ostensivamente la verdad de ese
enunciado y otros muchos.
Nos hallamos, pues, ante un suceso del que el narrador ha tenido, de modo similar a lo que se padece en un sueo, experiencia
racional y directa, con la fundamental diferencia de que en su caso,
al ser la experiencia efecto de una creacin activa o imaginatio
vera, posee realidad: interacta con algo tan fenomnico como
es el ethos del sujeto, o sus hbitos de accin. Se trata de una
experiencia real por cuanto, a diferencia de los sueos, tiene interrelaciones permanentes con producciones biolgicas y mentales
(los hbitos de accin y de vida del sujeto) tan reales que pueden
ser, de hecho, objeto de conocimiento fenomnico. Y es de ndole racional dado que, en contraposicin a los estados de alucinacin, trastornos mentales o prdidas del principio de realidad,
no se queda, como una fantasa o mera imaginacin, incrustada
en la mente del sujeto sino que desaparece tras haber sido vivida, dejando tras de s nicamente sus efectos: sus impactos en el
ethos de la persona. Y he aqu la prueba de que, tratndose de un
producto subjetivo o creacin de la mente, posee efectos tan autnomos con respecto de sta que puede transformar la realidad
(cambiando las acciones del sujeto) en tanto que desaparece la
creacin que origina tal cambio.
De forma anloga a como la blancura de la nieve es percibida
empricamente, la opresin no originaria de su condicin en el momento de la narracin es un hecho que ha sido por el sujeto padecida en un acontecimiento; un evento que, a pesar de su origen
subjetivo, es real porque tiene efectos perdurables en la realidad,
de modo muy similar a cuando se vive o experimenta un sueo.
120
al ser o al no ser; a la necesidad o la libertad; a la unidad o a la multiplicidad) efecta una inversin: toma el hecho universal narrado
(y no su expresin o descripcin lingstica) como el sentido, y no
su concepto. En todo caso, deviene necesario encontrar y hacerle corresponder una proposicin formulada en un metalenguaje
mucho ms rico que el ordinario, que haga posible la deixis de esa
verdad eidtica.
En tanto en cuanto la expresin narrada describa sucesos directamente perceptibles (al igual que la percepcin de lo soado),
stos sern objeto de experiencia racional; lo referido, empero, no
sern ideas como el alegorista pretendera, ni fenmenos como el
literalista querra. La lectura eidtica de la alquimia no busca, por
lo tanto, una referencia indirecta y analgica como dice Kant a
ideas no empricas que el buen intrprete haya de descubrir; el
sentido es, ms bien, la indicacin ostensiva de acontecimientos
universales, haz de posibilidades esenciales (la llegada a un estado
de gua tras una montuosidad de depresiones y euforias en mltiples etapas, por ejemplo) que se manifiestan para l en forma fenomnica (hechos de su vida y existencia): eventos cuya realidades
no se pueden justificar; slo indicar (con el silencio del lenguaje
natural, como quiere Wittgenstein).
Para entender todo ello resulta til recurrir al mundo onrico
que siempre aparece apasionante, por misterioso, y sobre el que la
neurociencia habr de efectuar todava grandes descubrimientos.
El mundo de los sueos es un mundo de percepciones, pero no
lo es nicamente en trminos sensoriales; posee, adems, otras
dos dimensiones: el pensamiento-diccin y el orden de los sentimientos o emociones. En los sueos, el sujeto adems de ver, or,
palpar, gustar y oler piensa, o habla, y siente emociones. En el
momento en que est en sueo, se halla teniendo una experiencia
percibida. Cuando se despierta, se da cuenta de que, si bien ha
vivenciado cosas empricamente sensibles, lo soado realmente no
ha sucedido; slo ha tenido lugar en su mente.
Lo que se suea es, pues, una experiencia percibida, pero irreal;
pero como sabemos de su irrealidad? El sujeto sabe que es un
suceso que ha tenido lugar slo en su mente por el hecho de que
124
que han tenido lugar en la mente del sujeto, pero tienen certeza
acerca de su realidad. Se diferencian de los sueos por sus efectos
perdurables en el exterior. Cuando el sueo termina, y se vuelve
al estado de vigilia, la impronta que nos deja esa experiencia onrica es momentnea, de fugaz paso; por muy intenso que sea el
recuerdo de un sueo, con el transcurrir de las horas va perdiendo
fuerza hasta acabar desapareciendo. Las experiencias eidticas, en
cambio, constituyen pensamientos ostentadores de efectos permanentes sobre la realidad: por intermediacin de nuevas creencias y convicciones engendradoras de actitudes y hbitos innovadores. De ah que parezca legtimo afirmar que las experiencias de
esa ndole conforman de veras saberes. Se trata de experiencias
sapienciales, en la medida en que configuran una trada: acceso
(deixis de acontecimientos esenciales), nuevas creencias y cambios
en los hbitos de accin. Y ste parece, acaso, el principal resultado que arroja por el momento la bsqueda filosofal de una teora
unificadora de la verdad.
Se distinguen, claramente, de los estados de paranoia o alucinacin. En toda prdida del principio de realidad ya sea debida
a sustancias alucingenas o a trastornos mentales de cualquier ndole, el sujeto no tiene conciencia de que la experiencia es vivida
nicamente en su mente. A diferencia de las ilusiones, fantasas y
espejismos, el conocimiento imaginal conforma un saber que traba
lo sensorial con lo inteligible. Por eso ven ubicarse el autor iranio
y el pensador murciano su mundus imaginalis en la frontera misma
entre la ideacin y la sensibilidad. En la narracin de Suhrawardi,
por ejemplo, en la que se relata la travesa por las montaas y la
llegada a la presencia de un monarca, hay, ciertamente, un padecimiento de algo sensorial (que se percibe y se siente). Pero, en
la medida en que acontece slo en el mundo mental, constituye
tambin un pensar-decir: una ideacin, por tanto, sensible; produce los mismos efectos en el sujeto que toda percepcin sensorial,
bien que no proviene de fuera sino que constituye una creacin del
pensar-decir.
La gran novedad que esta teora del elixir del conocimiento descubre es, por lo tanto, la crucial diferencia entre la lectura alegrica
126
de las apparientiae reales independientes de la materia; a travs de este universo es donde se lleva a cabo la resurreccin de
los cuerpos y las apariciones divinas, y donde se cumplen todas
las promesas de la profeca.
Te hemos dicho que es imposible que las imgenes estn
impresas materialmente en el ojo; es as mismo imposible que
lo estn en algn lugar del cerebro. La verdad es que las formas
que vemos en los espejos, al igual que las Formas imaginales,
no estn materialmente impresas, ni en el espejo ni en la imaginacin. No; son cuerpos en suspenso que no dependen de
un sustrato (al que se uniran como el color negro, por ejemplo,
lo hace con el cuerpo negro). Tienen, por supuesto, lugares de
aparicin o lugares epifnicos, pero no estn materialmente
contenidas en ellos. El espejo es, desde luego, el lugar de aparicin de las formas que vemos en el espejo, pero estas formas
estn, a su vez, en suspenso; no se encuentran en l ni como
algo material en un lugar del espacio como un accidente en su
sustrato.
La Imaginacin activa es, evidentemente, el lugar de aparicin de las Formas imaginales, pero estas mismas formas estn en suspenso; no estn ni en ese lugar ni en ese sustrato.
Mientras en el caso de los espejos aceptamos la existencia de
una imagen autnoma, aunque sea superficial, sin profundidad
ni reverso, mientras que eso de lo que es imagen es un accidente, debemos aceptar a fortiori la existencia de una quiddidad
sustancial, la de la Forma imaginal (sustancial efectivamente, ya
que es independiente de todo sustrato), que tiene una imagen
accidental. Ahora bien, la luz imperfecta est hecha a imagen
de la luz perfecta. Comprndelo.
131
Captulo 13
El relato De la condicin
del nio
El que es ajeno a la verdad sufre algo anlogo; la toma de consciencia de su ceguera de corazn le supone, por s misma, un pequeo recobro de la visin. Empero me advirti, tanto el enfermo corporal como el del corazn deben acudir al mdico; ste
prescribir diversos jarabes para el que padece del cuerpo y otros
tantos para el que sufre del corazn, con el objeto de que ambos
se curen. Los primeros son frmacos para los humores; los segundos, actan sobre la comprensin. Una vez estn ambos curados,
deben ser fortalecidos. Hay me desvel tres fases en la revitalizacin en ambas convalecencias.
Al afectado del cuerpo, le prescribe, en primer lugar, agua de
cebada; tras ello, le indica tomar un jarabe; le dice, en tercer lugar,
comer fiambre. Tras ello el enfermo ya conoce qu debe comer
para su bienestar.
Al enfermo del corazn el mdico le prescribe que vaya, en primer lugar, al desierto. En el desierto hay una lombriz que no sale
de su guarida de da; slo lo hace de noche. El gusano tiene la
propiedad de arrojar luz de su boca, al respirar, de modo similar al
fulgor que desprende el hierro incandescente. El gusano del desierto se pasea con esa claridad y as recobra fuerza.
Le preguntaron al gusano por qu no sala al desierto de da.
Contest que no necesitaba la luz del da porque su propio aliento
lo iluminaba. Para qu se justificaba aceptar los favores del sol
y ver el mundo por su mediacin. Mas, esa pobre lombriz es corta
de visin; no se da cuenta de que la luz de su aliento tambin se
debe al sol.
Cuando el enfermo del corazn encuentra al gusano, comprueba, gracias a su luz, qu tipo de hierbas usa para alimentarse, con
el fin de nutrirse l de ese mismo vegetal. Se alimenta el tiempo
necesario hasta que pueda desarrollar, tambin l, la facultad de
irradiar luz de espiracin. Aqu concluir la primera fase del tratamiento.
Tras ello debe dirigirse al gran mar, pues en la mar vive un
toro que sale de noche a la orilla, bajo la luz de la gema fosforescente, y evita as la luz solar; ilumina la gema con la luz de su
aliento para que ste se apague y se encienda aqulla. No es
136
jetos preciosos. Como es costumbre en ellos, recriminaron al mercader e infundironle gran miedo.
ste se entristeci profundamente y le sobrevino un temor inmenso; le sobrecogi tal pesar que no poda ya soportar la tristeza.
En algunos momentos le asaltaba el temor por su propia vida; en
otros, la pena por haber perdido tantos bienes. Mas ninguna salida
le quedaba ni poda tampoco escapar. Se amarg la existencia tanto que ni propiedades ni riquezas le producan ya ilusin.
Pero el viento amain y el barco se encauz, llegando finalmente a buen puerto. Cuando hubo llegado al desembarcadero, el
mercader desech todos los bienes que le quedaban. La gente le
pregunt si haba perdido el juicio. Le preguntaron por el motivo
de desentenderse de todo ahora que ya estaba a salvo, y no cuando estuvo en peligro de muerte.
El mercader les contest que entonces hubiera sido completamente indiferente arrojar los bienes a la mar o no hacerlo; si
el barco hubiera llegado a salvo, l hubiera salvado tanto la vida
como los bienes; y si se hubieran hundido, no tendra ni la vida ni
las propiedades. Pero ahora haba llegado sano y salvo, y se daba
cuenta de que ningn mal le haba sucedido. Al llegar la calma es
cuando supo que estaba en calma. Me he dicho que es ahora el
momento de hacerlo les dijo; ahora que retengo todava esos
miedos y sufrimientos, pues seguro que con el paso del tiempo
los olvidar.
En mis bienes vi una fuente de ambicin y codicia se explay. Lo arrojo todo ahora, no vaya a ser que nuevamente suba a un
barco y entonces pierda la vida; es sta, ciertamente, ms preciosa
que los bienes. Me libero de todo para no poseer ya nada ms, y
no tener, por lo tanto, motivo alguno para embarcarme en el futuro. De algn modo un cacho de pan conseguir y subsistir podr.
Ms vale un pedazo bien comido con salud que un gran reino de
tesoros.
Mi maestro me dijo, entonces, que el mercader haba llegado
a la verdad; que quien tuviera esa certeza podra llegar a su meta.
Todo aquel que consiga algo en ese mundo me instruy en ste
de algo se libera. Si alguien suea que ha encontrado un gran ob138
139
Captulo 14
Son verdaderamente
nomenos?
Se ha expuesto, con la mxima claridad posible, que en los relatos visionarios o imaginales lo narrado no son los hechos universales (nomenos); stos slo se pueden sealar. Lo que se narra
es la trama experiencial en cuya urdimbre esa deixis silenciosa se
efecta.
Puesto que los acontecimientos esenciales mismos son inenarrables, la pregunta acerca del carcter eidtico de esos hechos
universales sealados ostensivamente en las experiencias visionarias se ha transformado en la pregunta por la naturaleza de las
proposiciones que expresan sus manifestaciones fenomnicas.
Tales declaraciones son enunciados de este tenor: hay (en la
existencia humana) una opresin de la que es posible escapar,
se dan (en los humanos) acciones de libre eleccin, hay actos
justos, existen creaciones bellas, hay un Diseador Inteligente
que ha causado la evolucin biolgica, etctera. Son, siempre,
enunciados existenciales por ser apareceres (manifestaciones en el
plano fenomnico); pero no se pueden acotar en un punto del espacio y del tiempo finitos porque pretenden expresar (los apareceres de) hechos universales; no constituyen declaraciones acerca de
fenmenos singulares de nomenos, sino, ms bien, expresiones
fenomnicas de la deixis de eventos universales.
Una cascada de preguntas aqu nos asaltan: en primer lugar,
son esas proposiciones descripciones de conjunto?, son verdades completas en trminos lgicos?, se trata de enunciados que
conciernen a la totalidad de lo que hay y no nicamente a una
141
racin objetiva, no de los acontecimientos percibidos por el narrador de esas experiencias al ser obra de la imaginacin creadora
de un sujeto, sino el modo de comprobar (por cualquier sujeto y
en cualquier momento o lugar) la realidad del hecho universal que
el narrador, por deixis, seala en el contexto de la trama que nos
relata.
148
Captulo 15
La corroboracin de
la experiencia
objetiva es la pura realizacin del escepticismo, pues el escptico dice que no puede haber una experiencia que se efecte dos
veces. Es verdad que una experiencia puede ser confirmada, pero
ella misma, en sentido estricto, no puede volver a repetirse de nuevo. Y, de hecho, adquirir una experiencia es reiterar su confirmacin pero no su repeticin. Gadamer muestra, as, como lo hace
Popper con otro tipo de formulacin que cuando se ha tenido una
experiencia incluido el descubrimiento de una verdad objetiva
ya se la posee para siempre; antes de vivirla era algo inesperado;
pero tras realizarla una vez, es algo predecible.
Basndose en esta peculiaridad de la experiencia incluida la
del conocimiento objetivo Gadamer nos descubre que nunca
algo puede volver a convertirse en experiencia; slo un hecho imprevisto e imprevisible puede constituir una experiencia nueva. Por
lo tanto, experimentar significa volver hacia s o ser consciente de
la experiencia tenida; es como entrar en una nueva perspectiva
desde la cual la experiencia es ya conocida.
ste es el razonamiento de Gadamer para afirmar que no se
puede abstraer la experiencia de su historia. La experiencia es irrepetible; en consecuencia, toda experiencia puede ser nicamente
la de recordarse a s misma o tener memoria de s. La argumentacin tiene visos de resultar incontestable: ninguna experiencia es
transferible; toda experiencia debe ser tenida por cada sujeto, y,
por tanto, su corroboracin, de existir, debe de ser necesariamente de modo muy distinto a la del conocimiento objetivo.
Es verdad que todo ello parece haber conducido a la empresa
alqumica a una conclusin aportica, que se quedara por resolver:
la nica corroboracin posible de las realidades eidticas que en
las experiencias sapienciales se indican slo puede ser ser subjetiva
e intransferible. Pero he aqu que el libro de Gadamer le suministra
a la bsqueda unificadora un giro inesperado: una nueva hiptesis,
que constituye acaso una lnea de investigacin que permanece
abierta: puede haber, de tales experiencias, una validacin de naturaleza no tan subjetiva.
Al tratarse de hechos universales, pueden los enunciados que
expresan sus manifestaciones fenomnicas ser cotejados mediante
151
mente no implica tomarla dogmticamente o a ciegas, sino reconocerla dice Gadamer: reconocer que en m, como sujeto inserto
en la tradicin, hay algo que no se puede negar y debo aceptar.
De ah que Platn enseara que conocer es reconocer: el reconocimiento de la alteridad de la tradicin. Un reconocimiento que, sin
embargo, no se debe entender de naturaleza pasiva, por cuanto
la conciencia de lo que Gadamer denomina historia efectual (que
enseguida se caracterizar) no lleva a cabo un reconocimiento ingenuo y receptivo de la alteridad de la tradicin; antes al contrario,
para leer los textos histricamente se debe nivelar la tradicin con
respecto de las pautas propias de conocimiento.
Estar abiertos a la tradicin significa nicamente no ningunearla; admitir que en el proceso de su comprensin pueden ser corroboradas o refutadas las experiencias subjetivas de sucesos esenciales. Ello no implica alterar los criterios del propio saber, sino slo
ser conscientes de que la tradicin tiene algo que manifestar; pero
que siempre lo hace en el marco de las pretensiones e intenciones
del propio sujeto. As, en ese proceso de validacin que supone
la experiencia hermenutica promovida por la comprensin de los
textos que nos transmite la tradicin la alquimia del saber recupera el modelo platnico del dilogo y la lgica de la pregunta y
la respuesta.
Ahora bien, esa pauta de validacin, que gracias a Gadamer
se ha encontrado para las experiencias sapienciales del nomeno,
requiere liberarse del apego al mtodo y, en particular, a unos mtodos especficos. Reducir la cuestin de la verdad a la cuestin de
la precisin pareca segn la alarma gadameriana volver a caer
en la trampa de olvidar que las verdades eidticas son verdades
relativas al conjunto de la realidad y, por tanto, no objetivables por
mtodo alguno.
El dilogo con la tradicin se revela, ella misma, una suerte
de encuentro intersubjetivo, pero que no discurre por la va de la
exactitud propiciada por una metodologa que la quiera objetivar.
La corroboracin no debe entenderse, en las experiencias en cuestin, como adecuacin a unos determinados requerimientos metodolgicos objetivistas. Y no por ello se debe considerar el proceso
153
de la comprensin viciado en su intencin, pues finalmente persigue, en efecto, comprobar y contrastar todos los elementos de
una situacin para llegar a corroborar o refutar una pretensin de
verdad (en el caso del proyecto unificador del saber, los enunciados arriba referidos).
Cmo efecta, la experiencia hermenutica, esa contrastacin? Se ha establecido un bello y altamente pedaggico smil
para poderlo explicar. Es obra de un profesor de la Universidad
de San Diego, Lawrence M. Hinman. Este estudioso de Gadamer
toma una metfora que tiene un peculiar acierto: adems de poseer la virtud de la clarificacin, constituye, ciertamente, uno de los
recursos que el propio Gadamer utiliza en su teora hermenutica:
la imagen del juego.
Tengamos presente las cosas que acontecen en una partida de
ajedrez. Cuando se empieza realizando los primeros movimientos,
se tiene en mente cierto anteproyecto o plan de juego. Ese plan,
denominado tambin estrategia, nos da una visin previa de nuestros prximos movimientos que tenemos en proyecto realizar. Al
comenzar la partida las estrategias son de libre eleccin; dentro
del marco de las posibilidades que ofrecen las reglas del juego, y
de las probabilidades que tiene cada jugada potencial de nuestro
adversario, tenemos un campo muy amplio para elegir aquel plan
de juego que deseemos o escojamos. Sin embargo, a medida que
la partida avanza, nuestra estrategia o plan de juego es forzado,
cada vez ms, a concretarse y a tomar de forma paulatina una determinacin especfica.
A la par que este proceso de concretizacin, nuestra libertad
de elegir las jugadas se va mermando. Que al inicio de la partida
nuestro proyecto era muy libre significa que tenamos en mente
diferentes modos posibles de hacer evolucionar la estrategia, o de
promover plausibles ramificaciones que sta poda conllevar. Pero
esa amplia libertad implicaba tambin una gran indeterminacin
del plan. Conforme la partida avanza, mi plan original, que conllevaba muchas bifurcaciones potenciales y posibilidades de tomar
forma, va encauzndose en algunas de tales vas potenciales. En
consecuencia, cada una de mis jugadas deviene menos opcional o
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sujeta a la libre eleccin para convertirse, cada vez ms, en consecuencia necesaria de mi plan de juego que inicialmente, muy libre
e indeterminado ahora se va fraguando.
Dicho en otros trminos, la estrategia ideal es aquella en que las
jugadas que la componen se vayan determinando conforme avanza la partida, y cada una de ellas vaya apareciendo como la nica
que, en cada momento concreto, es posible si queremos ganar la
partida por la va elegida desde el inicio. Esa va constituye el plan
originario con el que arrancamos la partida y que nicamente est
determinado en sus lneas maestras o contorno general. Es como
si la partida ideal fuera demandando, ella misma, cada jugada. Mi
partida maestra sera aquella en la que haya sido capaz de sortear
mis tentaciones de ir por libre y desviarme de las jugadas que mi
plan, cada vez ms concretizado, me iba solicitando.
Con este smil se entiende, por fin, qu significa sentido para
la hermenutica; el sentido de un acontecimiento, el sentido de
un hecho (ya sea expresivo o extralingstico). El sentido de una
jugada anterior no es sino su porqu, o razn de ser, en trminos de su obligatoriedad motivada por mi estrategia de juego
originariamente, un esquema formal; pero paulatinamente, materializndose en un contenido determinado. Esa razn de ser
tambin puede incluir, a veces, la razn de no ser, es decir, el
error que haya supuesto una jugada efectuada; error que puede
ser revelado, como tal, nicamente despus de tener lugar sus
consecuencias. Las jugadas equivocadas son siempre debidas a
haberme desviado de los requerimientos de la partida, o bien, de
previsiones que hayan resultado ser equivocadas al no cumplirse.
El sentido verdadero de cada jugada emerge siempre con posterioridad a ella; y, sobre todo, nunca puede ser descifrado de
forma aislada sino que es una funcin de toda la trama y urdimbre
que han ido tejiendo las jugadas previas y las que la siguen. Se
comprenda, as, que el sentido de un suceso es algo que emerge de sus antecedentes y de sus consecuentes. El sentido de
un suceso lingstico (una expresin) o de un evento exterior al
lenguaje (un hecho) es el haz complejo de antecedencias y derivaciones de tal acontecimiento junto con la valoracin que de ella
155
guardan nexos causales con el hecho en cuestin, as como la trama de consecuencias que se prev pueda tener en el futuro; y en
segundo lugar, la posicin que ocupa el hecho objeto de consideracin en medio de ese tejido de elementos precedentes y del
complejo de posibilidades futuras.
Eso significa que no puede hablarse jams de sentido si no hay
una causa final, pues si el conjunto se halla formado por un entramado de nexos causales, se est admitiendo que el haz de relaciones causales, de antecedentes y consecuentes, se halla motivado
por una causa primera: la bsqueda de un fin. Slo puede haber,
por lo tanto, planteamiento del sentido de un hecho expresivo o
extralingstico si hay una causa teleolgica (o relativa a fines).
No tiene sentido hablar del sentido valga la redundancia de
una proposicin dentro de un contexto de proposiciones antecedentes y consecuentes si no hay una intencin expresiva final que
haya desencadenado el haz de proposiciones; con la pretensin
de conducir, en ltima instancia, a la expresin de algo, de un contenido. Pero, a su vez, ese contenido es siempre un sentido y, por
lo tanto, una concatenacin motivada por una causa final que sera
la expresin de un contenido, y as indefinidamente. La causa final
no poda ser nunca la expresin lingstica misma, es decir, el soporte acstico o visual, por cuanto un signo acstico o visual sin
considerar su significado es un objeto fsico (no puede entrar en
mi mente ni ser objeto de comprensin).
Si, en lugar de un hecho lingstico, se toma un suceso extralingstico ocurre exactamente lo mismo, por cuanto una realidad
actual, una accin, un evento o suceso no puede estar contenido
en la mente; es nicamente su sentido lo que constituye lo alcanzado, y no una accin buscada teolgicamente o un acontecimiento
meta. Si no se da tal motivacin finalstica no hay lugar a hablar de
sentidos o sin sentidos, porque la misma dicotoma que se asume
entre sentido y su ausencia indica que se est dando por hecho la
dicotoma entre adecuacin y su carencia, o la correccin y el error.
Un hecho o expresin posee sentido si se encuentra en ajuste y
concordancia con algo; en caso contrario, no tiene sentido o nos
parece un sinsentido.
157
Ese algo al que se tiene que adecuar el hecho expresivo o extralingstico para que adquiera sentido es una causa final, es decir,
una meta ltima, un objetivo final que, como tal, mueva y promueva el origen, o desencadene, cual causa primera, toda la trama y
urdimbre de vnculos concatenados.
En este planteamiento se aprecia, adems, otra verdad de enorme calado: el hecho de que la totalidad de las consecuencias de
un acontecimiento (movimiento de la partida), que en un momento
concreto tiene lugar, no pueden ser nunca comprendidas hasta el
trmino del proceso eventual (la partida). Y, por lo tanto, hasta
el final de la concatenacin de sucesos relacionales (la partida),
la evaluacin (interpretacin) de la correccin o inadecuacin de
cada accin (jugada) se halla sujeta a revisin.
Este smil expone, pedaggicamente y de un modo grfico,
las principales tesis de la hermenutica filosfica de Gadamer. En
primer lugar, la imagen del juego hace entender, por fin, la compleja tesis gadameriana de la proyeccin, o de la necesidad de
anticipar, en la comprensin de un hecho, un proyecto previo de
comprensin. Esta necesidad tambin es imperante, no slo en la
comprensin de los hechos ya acaecidos, sino para los propsitos
de emprender cualquier accin, puesto que para promover un acto
es necesaria la prefiguracin o anticipacin de las consecuencias
de esa accin as como una previsin de otros actos a realizar en
el futuro.
Esta exigencia, cara a la comprensin pero tambin a la accin,
se aprecia con nitidez en el smil del ajedrez. Se comprende que,
tanto para efectuar la evaluacin del grado de adecuacin de una
jugada anterior como para la eleccin de cada movimiento, es necesario tener una estrategia o una seleccin de posibles jugadas
concatenadas.
Gadamer, por otro lado, insiste mucho en que la comprensin
nunca tiene lugar en el vaco, sino desde una situacin recibida
(que se ha dado en llamar la situacin hermenutica). El esbozo de
comprensin que yo proyecto en cualquier momento constituye un
mero borrador que deber ser precisado y concretado a medida
que avanzo en mi proceso de contrastacin para comprobar si ese
158
esbozo concuerda con el hecho que deseo comprender. Esa situacin hermenutica que determina el esbozo de comprensin que
proyecto en cada momento, y esa matriz previa desde la que emerge en cualquier punto una hiptesis de comprensin, no se halla
conformada por nada ms que no sea otro conjunto de hechos,
ideas, juicios y comprensiones previas; de modo similar a la forma
en que, para idear en un punto determinado de la partida una estrategia o plan de futuras jugadas, me hallo influido y determinado
por los movimientos precedentes.
Se entiende, as, que toda comprensin tiene una dependencia
esencial de lo dado: los hechos e ideas previas (peyorativamente
denominadas prejuicios) que constituyen el dato sobre el que formular una conjetura o proyecto de comprensin. Mi partida ideal
no ser sino aquella formada por las jugadas adecuadas; y el elegir
estas depender, en buena parte, del conocimiento que yo tenga
de las jugadas precedentes y sus consecuencias. Ese conocimiento de los hechos anteriores y sus sentidos constituye la condicin
necesaria para poder trazar un plan de acciones futuras que sean
acertadas con respecto del fin o causa teleolgica a la que se ha
referido.
Gadamer, por lo tanto, remite la alquimia a la necesidad de revisar continuadamente el esbozo de comprensin (del sentido) que
en cada momento se proyecta, forzada por las exigencias que el
desencadenamiento de hechos e ideas previas plantea, con tal de
ir puliendo su esbozo de comprensin hasta ajustarlo, cada vez
ms, a la cosa misma, que no es otra que el sentido verdadero. En
el smil arriba expuesto, se dira que, para ganar la partida, se debe
estar en todo momento abiertos a escoger slo aquellas jugadas
que la partida misma nos va mostrando como obligatorias para
llegar a la meta final de concluir el juego por medio de un jaque
mate al adversario.
El estudio de Gadamer ensea, tambin, su conocida tesis de
la distancia temporal, como aquel elemento que es notablemente
fecundo a la hora de hacer brotar el sentido. Del mismo modo en
que un jugador de ajedrez tendr mejor perspectiva para descubrir
el sentido ms fidedigno de una determinada jugada cuantos ms
159
movimientos hayan pasado desde ella, la comprensin del sentido de un hecho lingstico (o de otra ndole) se va adquiriendo
de forma paulatina, en la medida en que se deja que el referido
hecho engendre ms consecuencias, o que se vaya desarrollando
con mayor amplitud la cadena de eventos que de l se derivan;
bien entendido que las consecuencias de un suceso dado slo van
emergiendo y aconteciendo a travs del tiempo. Gadamer nos revela, con su tesis de la distancia temporal, que el tiempo constituye
el elemento necesario e indispensable para que haya comprensin
y pueda tener lugar el acceso al sentido.
Y aqu es donde se descubre la gran diferencia entre el conocimiento objetivo y el hermenutico: la comprensin siempre tiene
por objeto un sentido, entendido como concatenacin promovida
por una causa final, y no como un dato o hecho en s. El decisivo
elemento diferenciador que distingue un tipo de conocimiento del
otro deviene ahora evidente: mientras que el conocimiento objetivo es independiente del tiempo, la comprensin se caracteriza por
ser esencialmente temporal y supeditado a los vnculos sucesorios
de los eventos, ms que de los propios hechos.
Y en estrecha relacin con esto, Gadamer plantea su celebrada
tesis de la historia efectual. Consiste en afirmar que es imposible
descubrir el sentido de un suceso determinado sin tener en cuenta
sus efectos; o, dicho en otros trminos, para lograr un conocimiento hermenutico de un hecho comprender su sentido, no se le
debe considerar de forma aislada, como algo meramente disponible como dice Heidegger, como estando ah sin ms, sino como
algo que se halla a la mano.
Este principio gadameriano, que debe a las innovaciones de
su maestro, el hecho de que el curso de los acontecimientos es
de naturaleza efectual no se refiere nicamente a la afeccin que
producen en nuestra comprensin de un hecho las consecuencias
que ste haya desplegado, sino, adems, a los antecedentes que
tal evento (sea extralingstico o expresivo) ha tenido. Ello resulta
ser una segunda variante del principio de la historia efectual, y bien
podra denominarse el principio de la conciencia histricamente
afectada, pues remite al hecho de que nuestra comprensin de un
160
nutico se contrasta con la cosa misma aplicando el esquema previo de comprensin (o proyecto provisional que en cada momento
formulamos) a los sucesos futuros. Si los sucesos subsiguientes responden a nuestro esquema provisional de comprensin, es decir, si
el sentido del hecho referido que hasta ahora hemos descubierto
resulta vlido, nos seguir siendo, a grandes rasgos, el mismo; es
decir, no ser sustancialmente modificado porque continuaremos
considerando que la concatenacin de los eventos, y sus interrelaciones causales, son bsicamente los mismos (en el smil utilizado,
las razones de ser de cada jugada, o su identificacin en trminos
de antecedente de unas elecciones y consecuentes de otras; siempre en una sucesin teleolgicamente promovida hacia la conclusin de la partida por victoria de uno de los dos contrincantes).
No es costoso ver que en la experiencia hermenutica los dualismos entre sujeto y objeto (tan caractersticos de la tradicin
filosfica occidental) se superan al tiempo que, por otro lado,
el psicologismo reduccionista que niega la existencia de verdades universales y atemporales queda excluido. Ello conduce al
proyecto filosofal a una conclusin del todo imprevisible en el
momento de principiar las pesquisas alqumicas: el sujeto que intenta validar las experiencias imaginales de la comprensin es, l
mismo, parte de la tradicin, y se halla, por lo tanto, incapacitado
para mantener la objetividad. Gadamer nos ha enseado que el
sujeto ya no es la razn comprensora o la unidad de la apercepcin
kantiana sino la partida misma, por cuanto los jugadores resultan,
ciertamente, absorbidos en el propio juego. Pero hay todava ms:
la operacin ms interesante de la hermenutica es hacer desaparecer tambin la dicotoma tan arraigada en la tradicin filosfica
de Occidente de eleccin racional y tradicin heredada, puesto
que, como ya se expuso, para ejercitar mi accin y hacer realidad
mi voluntad me es necesario adquirir, previamente, un conocimiento del sentido de los acontecimientos que me han conducido a la
situacin actual en la que me encuentro; un conocimiento que se
funda, se quiera o no, en la tradicin, esto es, en los sucesos precedentes as como en los supuestos e ideas que, cuales datos, se
reciben del pasado.
162
La bsqueda de una teora del todo en el campo epistemolgico se halla, as, en gran deuda con la hermenutica filosfica: le ha
demostrado que el ideal de un conocimiento que pretenda hacer
caso omiso de lo acaecido y de lo pensado, y planifique arrancar
sin presupuestos previos, evitando ser afectado por elementos que
no ha generado y controlado, es, ciertamente, una quimera irrealizable, del mismo modo en que se hace imposible realizar ningn
movimiento en medio de la partida pretendiendo que ella sea la
primera jugada. Gadamer nos ha enseado justo lo contrario: la
tradicin y la herencia constituyen aquello que evita la accin arbitraria, por cuanto conforman la condicin de posibilidad para discernir la eleccin ms racional que se debe emprender si se quiere
que esa apuesta tenga sentido; un sentido que, como se acaba de
exponer, depende siempre de lo recibido del pasado. Le significa,
todo ello, a la alquimia del conocimiento nada menos que un procedimiento vlido, bien que todava subjetivo, para la corroboracin racional de las experiencias sapienciales.
163
Captulo 16
La buscada objetividad
La bsqueda alqumica parece, as, haberse encauzado, definitivamente, hacia el rastreo de un criterio filosfico que permita convertir la experiencia eidtica, que es de ndole racional pero subjetiva,
a aquel metal preciado y condicin inmortal en el sentido de independiente del tiempo que es el conocimiento objetivo. S; ah
reside el corazn de la alquimia: encontrar una piedra de toque,
un elixir filosofal, que destemporalice lo subjetivo racional de las
esencias, o trueque mgicamente la experiencia temporal de los
nomenos en algo objetivo y universal.
El alquimista debe volver sobre sus propios pasos, o, mejor dicho, sobre los de aquel mago de la objetividad que es sir Karl
Popper, pues se ha enfrentado al problema de la distincin entre
el conocimiento objetivo y la subjetividad de un modo realmente
sugerente para los propsitos filosofales. El pensamiento en sentido subjetivo es un proceso que puede diferir enormemente de
ocasin en ocasin y de persona a persona; sucede en un cierto
momento. El pensamiento en sentido objetivo, por contra, es el
contenido de un enunciado (o afirmacin, proposicin), el razonamiento que respalda un argumento o el planteamiento de un
problema no resuelto. Aunque pueda haber sido inventado, encontrado o descubierto en cierto momento, podemos conectarnos
a l o comprenderlo en cualquier momento posterior.
Popper refiere algunos ejemplos sencillos para distinguir ambos
tipos de conocimiento: Es bien sabido que el agua se compone
de hidrgeno y oxgeno o Es bien sabido que podemos explicar
165
las estructuras atmicas y nucleares en funcin de las llamadas partculas elementales. Pero no se sabe an si las partculas elementales gozan, a su vez, de una estructura; esto representa todava
un problema no resuelto. Estos dos son ejemplos, elementales
pero claros, de enunciados que constituyen conocimientos objetivos. Dos ejemplos de conocimiento subjetivo seran: l saba que
sobrepasaba el lmite de velocidad o l saba que el agua se
compone de hidrgeno y oxgeno.
Popper expone que el conocimiento objetivo no es reductible
al conocimiento subjetivo, en el sentido de que no constituye un
conocimiento que conste de diversos elementos propios del conocimiento subjetivo. Es ms, solamente estudiando el aumento
del conocimiento objetivo, y las continuas interrelaciones e interacciones entre ambos tipos de conocimiento, podemos adquirir
conocimientos subjetivos. Desarrolla, entonces, su tesis acerca de
la distincin fundamental entre ambas formas de conocimiento
proponiendo su clebre teora de los tres mundos.
Existen tres mbitos de entes o cosas, a las cuales Popper denomina mundos. En primer lugar, existe un primer mundo, que
se halla formado por el conjunto de cuerpos fsicos y estados
fisiolgicos. Hay, por otro lado, un segundo mundo, formado por
los estados mentales; las ondas sonoras pertenecen pongamos
como ejemplo al primer mundo pero los sentidos de los sonidos
que nosotros omos gracias a ellas pertenecen al segundo mundo, por cuanto las descodificaciones de tales ondas son procesos
mentales.
Los materialistas extremos los monistas o fisicalistas mantienen que el segundo mundo es reductible al primer mundo, al
considerar que el segundo mundo no es sino un subconjunto del
primer mundo que incluira formas ms complejas y sofisticadas de
estados fisiolgicos. Pero Popper aduce un sencillo y convincente
rechazo de esas posiciones monistas. Su argumento consiste en
considerar el modo en que el fisicalista intenta probar su pretensin de verdad. Para poder demostrar la validez de la tesis monista, los materialistas deben convencernos a los que no lo somos de
que lo dicho por el sentido comn (la irreductible distincin del
166
las personas poseemos. Y, de forma paralela, hay conocimientos basados nicamente en datos que pueden ser plenamente
subjetivos: aquellos que sean resultado de perfeccionar nuestra
disposicin natural de la memoria, y nuestra disposicin innata
de esperar que acaezcan las consecuencias racionales y no sus
contrarias de las informaciones que en ella tenemos guardadas.
Recordar quin fue el ltimo presidente del gobierno espaol
que tuvo bigote o no esperar que maana los diarios digan que
Franco ha dictado cierto decreto son claros ejemplos de ello. As,
los conocimientos subjetivos no son sino disposiciones a actuar
de determinados modos en algunas situaciones, y a tener ciertas
expectativas. Si se adquieren conocimientos subjetivos es porque
hay modificaciones que tienen lugar en algunos sujetos: aquellos
que logran cambiar algunas disposiciones connaturales a la especie humana, como pueda ser, por ejemplo, el hablar chino o el
escribir japons.
Y bien, el gran golpe de efecto que atesta el conjunto de la
obra de Popper a la mentalidad comn de la filosofa occidental
moderna es evidenciar que el conocimiento objetivo se adquiere y
desarrolla siguiendo un modelo muy parecido a la teora neodarwinista. Ese grandsimo pensador efecta la originalsima inversin,
el decisivo giro copernicano, absolutamente innovador, de negar
todas las teoras modernas acerca del conocimiento que no sigan
el modelo de la teora evolutiva.
Segn Popper, ellas sostienen que nuestros conocimientos se
adquieren por medio de los datos sensoriales percibidos del exterior; datos que, tras el descubrimiento de similitudes en todo
el material sensorial que almacenamos en nuestra mente, arrojan
repeticiones de hechos; sobre esa base establecemos generalizaciones que segn los empiristas no son sino la formalizacin de
una expectativa basada en las regularidades a las que nos hemos
habituado hasta entonces; o segn los kantianos son inducciones a partir de ordenamientos llevados a cabo por nuestros conceptos innatos.
Karl Popper nos facilita ver que las cosas son totalmente al revs; que las expectativas son anteriores a nuestra identificacin de
171
Esto establece exactamente lo que yo denomino la autonoma del mundo 3. El trmino es convincente aunque no importante. Lo que importa es la siguiente afirmacin.
Es verdad que el tercer mundo es consecuencia de productos del segundo mundo, pero como tal tiene existencia propia y
vida autnoma; y posee, sobre todo, un desarrollo independiente
que, muy a menudo, contradice, se contrapone y sobrepasa las
disposiciones innatas y hereditarias caractersticas del segundo
mbito. Es sa la razn por la cual las verdades objetivas tienen
historia; su descubrimiento y primera demostracin constituyen
su establecimiento, pero, como tales verdades, son atemporales
por cuanto tiene la capacidad de ser demostradas, comprobadas
y corroboradas tantas veces como se quiera y en cualquier parmetro temporal.
Es verdad que si los egipcios y babilonios no hubieran inventado la recta y la circunferencia, el teorema de Tales no se hubiera
podido formular ni probar, pero hubiera seguido siendo verdad,
puesto que se hubiera comprobado en otro hipottico punto espaciotemporal del universo en que seres mentales hubieran creado
la recta y el crculo. Y, lo que es ms importante: aunque la historia
del teorema de Tales se inicie con la invencin de la recta y el
crculo en Egipto y Babilonia, su evolucin temporal es independiente de ese origen histrico; y su futuro, absolutamente imprevisible por las mentes humanas (segundo mundo), puesto que es
imposible saber qu problemas objetivos pueden surgir en el futuro como consecuencia de interrelaciones, uniones o colisiones que
puedan darse entre este teorema y otras verdades objetivas que se
descubran; y ms impredecible an, saber qu resoluciones o falta
de soluciones podrn esos problemas tener.
Y bien, casi sin darse cuenta, la indagacin alqumica parece haber descubierto, as, una inversin vertiginosa; un giro que
puede propiciar nuestro aturdimiento radical: el metal preciado
objeto de la alquimia, lo universal, lo esencial, lo eidtico, la inmortalidad o condicin imperecedera, no es como tantas veces
se ha credo algo metafsico sino todo lo contrario: consiste en la
membresa o pertenencia al tercer mundo de Popper. Slo aquellas cosas que forman parte de ese tercer mbito son atemporales, independientes de lugar y tiempo, y, por tanto, perennes y
ureos.
179
180
Captulo 17
La va minimalista de
la alquimia
Con todo, la tarea exploratoria de la alquimia filosofal resta abierta. La eterna separacin entre el conocimiento objetivo y las experiencias subjetivas, o entre Descartes y Platn, respectivamente,
permanece sin suturar. Parece perentorio efectuar una renovada
inmersin en Cartesius para cerciorarse de que es posible invertir
la perspectiva de Platn, o sostener, en razn de tal giro, que las
ideas innatas, consideradas inscritas en el entendimiento humano,
son algo a lo que se puede llegar desde conocimientos empricos
fundados en hechos indubitables, como pueda ser la conciencia de
uno mismo.
Descartes muestra, llegado ah, que la experiencia de la ciencia aporta el conocimiento de las relaciones causales entre los
fenmenos; relaciones que pueden ser expresadas en el lenguaje
de las matemticas, concebido por l como exacto. La perspectiva platnica del diseo del mundo despierta la conjetura de que
existen estructuras abstractas subyacentes a la realidad material.
Pero la propuesta cartesiana, corroborada por el xito del modelo de Newton basado en relaciones causales formuladas por
universales leyes de necesidad indica que tales estructuras abstractas se manifiestan, en la realidad material, por mediacin de
vnculos causales.
Es, precisamente, uno de los mayores platnicos del otro siglo,
William Hatcher del que ya se ha tenido ocasin de hablar, quien
ayuda a zafarse del fardo de tal perversa dicotoma entre el padre de
las Ideas y el descubridor del cogito. El estudio de sus textos exhibe
181
abierta al futuro, y resulta, en este sentido, compatible con cualquier evento por venir, debido al hecho de no exigir el apego a
posiciones previas o pretensiones desmedidas.
El subjetivismo posmoderno se instala en el otro extremo: es
tambin ideolgico por empecinarse, frente a las evidencias de
la adecuacin del conocimiento objetivo a la realidad, en negar la
validez de la objetivacin, considerndola una trivializacin del conocimiento. El punto clave del razonamiento de Hatcher, el padre
del minimalismo, es que este subjetivismo radical se funda en un
apriorismo lgico que, arrancando desde Kant, niega toda base
emprica a la lgica. Ello se ha evidenciado como absurdo por los
sistemas computacionales digitales de la actualidad la base de
cualquier tipo de actividad relevante en el mundo de hoy, por
cuanto se basan en la lgica de predicados; si la lgica de predicados fuera, como arguyen todos los posmodernistas, un mero juego
lingstico sin ninguna conexin verdadera con la realidad emprica, las computadoras no slo no funcionaran sino que no estaran
transformando nuestra realidad hasta los lejanos extremos de los
que somos cada da sorprendidos testigos.
Al propio tiempo, el minimalismo desenmascara la imposibilidad de objetivar la frontera entre lo objetivable y lo no objetivable. Hatcher sostiene que el criterio de la demarcacin de Popper segn el cual slo las proposiciones lgicas o empricamente
refutables son objetivables es, l mismo, un criterio subjetivo, y
se presenta insuficiente para determinar la frontera que separa la
objetividad de lo que no lo es.
Como alternativa, aporta Hatcher una novedad fundamental
con respecto del pensamiento objetivo contemporneo, representado, mejor que por ninguno otro, por el racionalismo crtico
de Popper. A diferencia de ste, el minimalismo sostiene la asombrosa afirmacin de que los fenmenos materiales pueden tener
causas racionalizables y objetivables bien que de naturaleza inmaterial, al considerar la causalidad como una relacin lgica que va
ms all de lo material y temporal. Extrae, entonces, el mximo
rendimiento a tal relacin lgica, y la aplica, sorprendentemente, a
los sucesos eidticos.
188
En efecto, esta alquimia minimalista tiene como herramienta fundamental para convertir los hechos metafsicos propios del reino
de las esencias al ureo metal de la objetividad justamente la lgica moderna; y en ello reside su indubitable valencia y fuente de
legitimacin. De este modo, el gran descubrimiento de la alquimia
filosofal o proyecto en pos de una teora unificada del conocimiento
es formulable en trminos precisos: muchos acontecimientos eidticos o sucesos metafsicos pueden ser conocidos objetivamente si se
aplica adecuadamente, cual panacea alqumica, esa relacin lgica
que, a diferencia de las lgicas atributivas al uso, s resulta capaz de
objetivar lo inmaterial.
Hatcher reconocido por la Encyclopdie philosophique universelle como uno de los grandes lgicos de la segunda mitad del siglo
XX explica, en sus trabajos, cmo la lgica relacional presenta un
claro valor aadido sobre las dems lgicas: el punto de vista relacional se presenta mucho ms eficaz a la ahora de encontrar respuestas a las interrogaciones sobre la realidad que la que aporta la
perspectiva de la atribucin; muy en particular, si esa realidad son
hechos eidticos, sucesos universales inmateriales. Dios, considerado como un ser que tiene el atributo de la necesidad, como lo ha definido toda la historia de la filosofa, desde santo Toms hasta Kant,
pasando por Anselmo, ha resultado ser una perspectiva infrtil de la
realidad por cuanto se ha mostrado incapaz de aportar una nocin
clara de necesidad. Esa atribucin ha desembocado, adems, en
contradicciones difciles de resolver, puesto que diferentes atributos
han entrado, a menudo, en colisin unos con otros, como pueda ser
el caso por poner tan slo un ejemplo de la incompatibilidad que
presenta la unicidad con la propia necesidad, habida cuenta de que
aquella impide cualquier otro tipo de atribucin referida a Dios. Desde una perspectiva relacional, sin embargo, se puede definir a Dios
de otro modo; como una causa universal, por ejemplo.
La teora del Gdel avala el hecho de que el nico acceso objetivo a las verdades eidticas deber estar configurado por una
sucesin interminable de teoras cada vez ms exhaustivas. Es lo
que el minimalismo denomina el modelo de acceso a la verdad
por convergencia en regresin infinita; y ello entronca perfecta189
puede ser probada objetivamente, demostrada en trminos objetivos; pues los objetivistas defienden la neutralidad judicativa o la
abstencin de efectuar juicios de valor, y los subjetivistas aducen la
trascendencia de los valores con respecto de toda objetivacin. La
filosofa minimalista ensea, empero, que es posible objetivarlos
con la condicin de que lo intentemos slo en trminos de explicitacin intersubjetiva. Aquellas regiones de nomenos, aquellos sucesos eidticos, aquellos acontecimientos universales inmateriales,
aquellas verdades metafsicas, que, como los valores o el sentido,
se quedan, en virtud del teorema de Gdel, necesariamente sin
objetivar, podrn ser nicamente explicitados intersubjetivamente.
As las cosas, los resultados que la teora unificada del conocimiento parece haber alcanzado hasta la fecha se pueden resumir
del siguiente modo:
1) Las esencias o nomenos que se nos hacen perceptibles nicamente por medio de sus fenmenos, pero jams en s mismos
no son entidades ni sustancias, sino acontecimientos; pero
constituyen sucesos contraintuitivos por cuanto no consisten en
hechos singulares sino en eventos de orden universal.
2) Por mediacin de la captacin pasional de las singularidades
que percibimos sensorialmente, podemos efectuar el salto desde tal empiria a la experiencia racional de esos eventos eidticos.
3) Estas experiencias, aunque plenamente racionales, no se pueden relatar; slo sealar. Tales deixis consisten en efectos de un
tercer nivel, ms profundo, generado por el diferencial existente entre el lenguaje ordinario u objetivo y el lenguaje imaginal
(que narra tales experiencias subjetivas, bien que reales y racionales).
4) De entre tales sealamientos, los que se puedan formular en
proposiciones objetivas se deben enunciar mediante la alquimia
minimalista, transformndolos, as, en la preciada atemporalidad de la objetividad, pues la dimensin urea a la que transformar lo percibido (los fenmenos) no es lo metafsico sino una
suerte de pertenencia al tercer mundo de Popper. Tal alquimia
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Arash Arjomandi
Ribes de Freser, febrero de 2013
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del saber
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Pilar Iranzo
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longevidad
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