La Caida Del Imperio Romano - Adrian Goldsworthy
La Caida Del Imperio Romano - Adrian Goldsworthy
La Caida Del Imperio Romano - Adrian Goldsworthy
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Adrian Goldsworthy
La cada del Imperio Romano
El ocaso de Occidente
AGRADECIMIENTOS
PREFACIO
Si hay algo que la gente todava recuerda sobre el Imperio romano es que cay .
Se trata sin duda del dato ms conocido sobre la antigua Roma, del mismo modo
que Julio Csar es el romano ms famoso del mundo. La cada de Roma es un
acontecimiento memorable debido a la larga vida de su Imperio: despus de la
muerte de Csar perdur ms de quinientos aos en Italia y las provincias
occidentales, mientras que el Imperio de Oriente dur tres veces ms, dado que
los emperadores se mantuvieron en el poder en Constantinopla hasta el siglo XV.
El Imperio romano fue tambin excepcionalmente grande ninguna otra
potencia ha controlado jams todos los territorios que circundan el Mediterrneo
y dej sus huellas y su influencia en numerosos pases. An hoy sus
monumentos resultan espectaculares: el Coliseo y el Panten en la propia Roma,
adems de teatros, acueductos, villas y vas repartidos a todo lo largo y ancho de
sus provincias. Ningn otro estado de cualquier poca construira una red tan
inmensa de caminos hasta el siglo XIX y en muchos pases ese tipo de
infraestructura no existira hasta el siglo XX. El Imperio romano suele
considerarse muy moderno y sofisticado (cristales en las ventanas, calefaccin
central, casas de baos y cosas por el estilo), sobre todo por los que visitan los
museos y monumentos. Todo esto hace todava ms sorprendente su cada, en
especial porque, en comparacin con la vida en el Imperio romano, el mundo
que surgi de entre sus ruinas resulta tremendamente primitivo. La denominacin
de Edad Oscura para la Edad Media est muy arraigada en la mente de la
gente, a pesar de que es un trmino que los estudiosos han dejado de utilizar hace
mucho tiempo.
Por qu se hundi Roma? Este contina siendo uno de los grandes
interrogantes de la historia. En el mundo anglfono, la cada est
inevitablemente ligada a la decadencia , porque el ttulo de la monumental
obra de Edward Gibbon ha quedado firmemente grabado en la conciencia
colectiva. Ningn otro libro de historia del siglo XVIII ha sido publicado con tanta
regularidad en diversas formas y ediciones hasta el da de hoy. Se han escrito
muchsimos ms libros sobre el tema, y algunos han presentado un anlisis ms
perspicaz del asunto, pero ninguno ha cuestionado el puesto de Historia de la
decadencia y cada del Imperio romano como una de las obras fundamentales de
la literatura inglesa. En los ltimos aos de su vida, a Gibbon le gustaba pensar
que convertirse en historiador y escribir la crnica de la cada de Roma haba
sido una eleccin del destino. Afirmaba que la inspiracin le haba llegado en un
momento especfico:
Estaba en Roma, era 15 de octubre de 1764 y me hallaba sentado
meditando entre las ruinas del Capitolio mientras los monjes descalzos
hecho de que a dos de los seis historiadores presentes nos pidieran que
hablramos sobre distintos periodos de la historia romana.
La verdad es que para un historiador es una sensacin bastante extraa hablar
ante un pblico que realmente est escuchando lo que dice. En el mbito
universitario, la may ora de los asistentes suele estar pensando ms en lo que
escribirn al respecto en su prximo artculo. Adems, el tema tratado es,
literalmente, slo de inters acadmico y, por mucho entusiasmo que
despierte en nosotros, esa emocin se debe nicamente a que nunca perdemos la
esperanza de descubrir la verdad. Impresiona bastante pensar que, aunque sea a
partir de una conexin muy leve, casi insignificante, alguien pueda intentar
perfilar su poltica basndose en tu anlisis. Por supuesto, esa idea hace que la
mente se concentre de un modo que no consigue una reunin puramente
acadmica. Resulta an ms importante lograr llegar a la verdad en la materia
de la que eres especialista. Al mismo tiempo, la idea de que un organismo
gubernamental est intentando aprender una leccin de la historia es muy
alentadora. De nuevo, es mucho ms probable que algo as ocurra en Estados
Unidos que en Gran Bretaa.
Muchas personas piensan que existen claras semejanzas entre la antigua
Roma y el mundo moderno. Con una diferencia abrumadora en comparacin
con el resto, los comentarios y las preguntas al respecto han sido las ms
frecuentes durante las entrevistas concedidas para promocionar mi biografa de
Julio Csar. As ha sucedido en todas partes, pero en especial en Estados Unidos.
Con todo, las conclusiones que la gente extrae de ese paralelismo son muy
dispares e, inevitablemente, tienen mucho que ver con sus propias creencias
polticas. Siempre ha resultado fcil aprender lecciones de la historia, pero
demasiado a menudo lo nico que se hace es utilizar el pasado para justificar
ideas modernas. Si observamos con atencin el Imperio romano, enseguida
descubrimos enormes diferencias con cualquier estado moderno, incluy endo a
Estados Unidos, aunque eso no significa que sea imposible aprender del pasado,
sino sencillamente que debe hacerse con considerable cuidado y una buena dosis
de precaucin.[3]
Este no es un libro sobre los actuales Estados Unidos de Amrica y su lugar
en el mundo, un tema sobre el que otras personas estn en mucha mejor posicin
para escribir que y o. Es un libro sobre la cada del Imperio romano que se
desmoron en Occidente y del que, con el tiempo, no quedaron ms que unos
pequeos restos en Oriente, cuy o objetivo es comprender la historia en sus
propios trminos y en su propio contexto. Los historiadores no son siempre los
mejores profetas. Slo unos meses despus de que tuviera lugar el seminario que
he mencionado unas lneas ms arriba se produjo el atentado de las Torres
Gemelas en Nueva York. En vista del profundo cambio experimentado en el
orden de las prioridades inmediatas, supongo que el informe que se redact una
humana que con una medida poltica concreta. No pretendo afirmar que esas
ideas sean especialmente profundas u originales, aunque eso tampoco significa
que no sean importantes o que no sean aplicables a toda institucin humana, y a se
trate de un pas o de una empresa. Deberamos sentirnos agradecidos de que
muchos aspectos de la experiencia romana no estn presentes en absoluto en
nuestra realidad actual. La vida pblica no es violenta, y las rivalidades polticas
en las democracias occidentales no desembocan en una guerra.
No obstante, tal vez s hay a una leccin que merezca la pena aprender de
nuestra propia poca. Prcticamente todas las noches, las pantallas de televisin
nos muestran terribles imgenes de la violencia en Irak y otras zonas en guerra.
Hace slo unos das se ha producido un incidente especialmente nauseabundo:
dos chicas con sndrome de Down recibieron instrucciones de adentrarse en una
multitud llevando consigo sendas bombas. Los explosivos fueron detonados por
control remoto, asesinando a sus portadoras junto con las dems vctimas. Como
suele ser habitual, stas fueron may oritariamente civiles, sin ninguna conexin
con el gobierno o Estados Unidos y sus aliados. Incidentes tan espantosos como
ste deberan recordarnos que hay seres humanos capaces de matar a personas
que son sus vecinos.
La atencin de los medios de comunicacin se centra forzosamente en estas
atrocidades. Ese tipo de hechos son noticia, mientras que la apacible vida
cotidiana no lo es. Lo que es necesario que recordemos es que la violencia y la
rutina del da a da coexisten. Los bulliciosos mercados, donde la gente va a
comprar comida y otros artculos necesarios, son objetivos comunes de
terroristas suicidas o del fuego de mortero y otro tipo de ataques. A slo unas
calles de un atentado, la vida diaria seguir adelante casi como si nada hubiera
pasado. Los adultos van al trabajo y los nios al colegio, la gente cocina y come,
duerme en sus camas y hace cosas tan normales como casarse. La vida contina
porque, en realidad, no hay ms remedio. Algunas personas decidirn huir, pero
para muchos la huida no es posible. La violencia dificulta todas las cosas, y su
amenaza hace que el miedo no slo afecte a las vctimas directas sino a muchas
ms personas. Sin embargo, la vida continuar. Merece la pena recordar esa
verdad cuando estudiamos el desmoronamiento de la autoridad romana, el final
del poder imperial y las invasiones brbaras. Tal vez entonces nos sintamos
menos impresionados al constatar que algunos aspectos de la cultura romana han
sobrevivido, o que la ocupacin de un invasor no tiene como resultado la huida o
la extincin de todas las comunidades ocupadas.
*
Tras concluir el libro sobre Csar, me pareci que analizar la cada del Imperio
romano era, por lgica, el proy ecto que deba emprender a continuacin. En
muchos textos extranjeros slo estn disponibles para la minora de lectores que
tienen acceso a una buena biblioteca universitaria.
En el siglo II d. C. el Imperio romano era la potencia ms poderosa del
mundo conocido. Se podra decir que era la superpotencia de su tiempo,
entendiendo ese trmino en el sentido ms general. No pretendo definir palabras
como superpotencia, potencia o ni siquiera imperio. Esas clasificaciones tan
rgidas son muy comunes, pero, en mi opinin, pocas veces resultan instructivas.
En el seminario de Washington, recuerdo a un acadmico cuy a obra admiro
inmensamente afirmando sin rodeos que el imperio britnico no era un
verdadero imperio. Sin duda, lo que quera decir era que no reuna todas las
caractersticas de los dems imperios, pero resulta difcil saber qu se gana con
una definicin tan estricta. No son necesarias etiquetas tan artificiales para
demostrar que, hacia finales del siglo VI, el poder, la prosperidad y el tamao del
Imperio romano se haban visto enormemente reducidos.
De la misma manera, apenas he utilizado los trminos modernos Bizancio
y bizantino , y cuando he hecho referencia a los emperadores que gobernaban
desde Constantinopla los he llamado romanos, aun cuando y a no controlaban
Italia ni la propia Roma. As es como se hacan llamar ellos mismos. La exactitud
de trminos como germnico y tribu se debaten ahora acaloradamente.
Los he empleado porque no existen mejores alternativas. Asimismo, en
ocasiones la palabra brbaro es conveniente. Ninguno de estos trminos
debera interpretarse con demasiada rigidez.
Este libro abarca ms de cuatro siglos y no puede aspirar a describir toda la
historia del periodo con igual detalle. Sera fcil ampliar cada uno de los captulos
y crear con cada uno de ellos una obra de similar longitud al libro entero. Ya he
dicho que en las notas finales se citan estudios ms detallados. He intentado
mantener una narrativa coherente, aunque a veces ha sido conveniente centrarse
en los hechos relacionados con un rea antes de tratar acontecimientos que
tuvieron lugar en otras zonas. Algunas cuestiones como la religin, las ley es y la
sociedad en general son abordadas con mucha brevedad por motivos de espacio,
es decir, no porque esos temas no fueran importantes, sino simplemente porque
tuvieron menos repercusin en el lento desmoronamiento de la potencia romana.
Una altsima proporcin de las fuentes que se conservan son cristianas y habra
sido muy fcil que este libro se convirtiera en una historia de la Iglesia de esos
siglos. Una vez ms, sera en s misma una obra interesante, pero se tratara de
una digresin de nuestro autntico tema. Mi lema ha sido centrarme siempre en
los factores y hechos que llevaron a la cada del Imperio. sa es la historia que
este libro intenta contar. Indudablemente, se trata de una historia de decadencia y
de cada.
INTRODUCCIN
LA GRAN PREGUNTA
La decadencia de Roma fue la consecuencia natural e inevitable de su
desmesurada grandeza. La prosperidad sufri ante el principio de decadencia; las
causas de la destruccin se multiplicaron al ampliarse la conquista y, tan pronto
como el tiempo o el azar hubieron eliminado los apoyos artificiales, el
extraordinario tejido cedi a la presin de su propio peso. La historia de su ruina
es simple y obvia, y en vez de preguntarnos por qu fue destruido el Imperio
romano, deberamos ms bien sorprendernos de que perdurara tanto tiempo.
EDWARD GIBBON[1]
En
476 el ltimo emperador romano que ejerca su poder desde Italia fue
depuesto en Rvena. Rmulo Augstulo tena poco ms de diez aos y era una
marioneta en manos de su padre, que comandaba el ejrcito imperial. No era un
ejrcito demasiado grande, pero en aquel momento y a no controlaban un
imperio demasiado extenso. En el este, en Constantinopla, gobernaba otro
emperador que no reconoca al pretendiente de Italia. La may ora de las
provincias occidentales Galia, Hispania y el norte de frica haban sido
reconvertidas en reinos por caudillos de origen germnico. Ahora que un oficial
del ejrcito de extraccin brbara llamado Odoacro haba asesinado al padre de
Rmulo y haba depuesto al emperador, a Italia le aguardaba el mismo destino.
El muchacho no fue considerado suficientemente importante como para que
mereciera la pena matarle y se le permiti pasar el resto de su vida en un
cmodo retiro. Existe una amarga irona en el hecho de que hubiera sido
bautizado con el nombre de Rmulo en honor del mtico fundador de Roma y de
que le apodaran el pequeo Augusto por el primer emperador Augusto.
Sealar el ao 476 como aqul en el que cay el Imperio romano Occidental
se ha convertido en algo habitual. De ser as, entonces cinco siglos de gobierno
imperial habran finalizado con un mero quejido. El suceso no pareci tener
excesiva importancia para los contemporneos, y probablemente pas
inadvertido para la may ora de los sbditos del emperador. Rmulo Augstulo era
slo el ltimo de una sucesin de emperadores ttere manipulados por
poderosos generales. Hacia finales del siglo IV, el Imperio se haba dividido en
las mitades oriental y occidental, cada una gobernada por su propio emperador.
El Imperio de Oriente haba conservado su fuerza, pero el occidental haba
decado: su riqueza y poder haban disminuido tras una serie de reveses. En 476
al Imperio de Occidente le quedaba poco tiempo para caer de forma definitiva.
Durante el siglo siguiente, los romanos orientales intentaran reconquistar los
vnculo no sea tan ntimo ni tan obvio, pero la influencia de Roma en el mundo
moderno y especialmente en la cultura occidental sigue siendo muy
profunda. Tambin sigue viva la simple curiosidad de saber cmo un estado que
consigui seguir siendo tan prspero e inmenso durante tanto tiempo, a pesar de
todo lleg a desmoronarse o a ser derribado para ser sustituido por culturas
mucho menos sofisticadas. El destino de Roma parece servir de advertencia de
que, al final, el poder y el xito siempre sern transitorios, y de que la civilizacin
no saldr victoriosa de forma automtica. No fue por casualidad que uno de los
ms famosos discursos de Winston Churchill de 1940 predijese que la derrota de
Gran Bretaa traera como resultado una nueva Edad de las Tinieblas , una
frase particularmente apropiada, dado que muchos crean que el Imperio
romano haba sucumbido a manos de los brbaros germanos en el siglo V.
Cada nueva generacin ha vuelto a plantearse el enigma de por qu cay
Roma, y se han propuesto infinidad de teoras diferentes (no hace mucho un
estudioso alemn catalog unas doscientas). Con frecuencia, se han establecido
paralelismos de forma bastante explcita entre los problemas a los que se
enfrenta el propio pas y poca del historiador en cuestin y los del Imperio
romano. Existe, como mnimo, un importante contraste entre la experiencia
romana y la desaparicin de los grandes imperios del siglo XX. Potencias como
Gran Bretaa y Francia estaban y a en plena decadencia, agotadas por las dos
guerras mundiales y sus consecuencias econmicas, pero es que adems tenan
que hacer frente a la enorme presin que ejercan sus colonias para obtener la
independencia. No parece probable que ninguna de las dos potencias hubiera
tenido la capacidad y la voluntad de resistir esa presin por tiempo indefinido,
sobre todo porque estaba siendo alentada por las dos nuevas superpotencias:
Estados Unidos no haba participado en la Segunda Guerra Mundial con el fin de
proteger el imperio britnico y su sistema comercial, mientras que la Rusia
sovitica apoy aba de forma activa a los revolucionarios marxistas que aspiraban
a conseguir la independencia.[6]
No hay rastro de un deseo comparable de liberarse del dominio imperial en
ninguna de las provincias romanas. La poblacin de las provincias hispanas no
anhelaba convertirse en un estado independiente hispnico, como tampoco hubo
movimientos para obtener la liberacin de Capadocia o Grecia. Sencillamente,
en el periodo romano no hubo equivalentes de Gandhi o Nehru, Washington o
Bolvar, Keny atta o Mugabe. Ni siquiera la poblacin juda del Imperio, que se
haba rebelado en varias ocasiones en el siglo I y II, pareca seguir deseando
tener su propia nacin en el siglo IV. La poblacin quera ser romana y asociaba
la idea de la libertad con el hecho de pertenecer a un imperio y no con
independizarse de l, y eso a pesar de que los gobernantes del Imperio no eran
elegidos y disfrutaban de autntico poder absoluto. En todos los casos, en las
antiguas provincias romanas, con el tiempo y a veces de forma inmediata,
econmica.[7]
En las ltimas dcadas, la propia naturaleza del debate ha cambiado en la
comunidad acadmica. Las razones son diversas: por una parte un fenmeno
que es comn a toda la sociedad occidental, se deja sentir el cambio de actitud
respecto a los imperios en general, ahora que los imperios modernos han
desaparecido. Ya no se considera que fueran buenos por naturaleza, sino que, por
el contrario, el pndulo de la opinin popular o al menos de la clase media y de
los acadmicos se ha trasladado al otro extremo. En vez de fuerzas de orden y
progreso que traen la paz, la educacin, la ciencia, la medicina y el cristianismo
a las zonas ms salvajes del planeta, los imperios han pasado a ser nicamente
los brutales explotadores de las poblaciones indgenas. Si los imperios son
negativos de por s, entonces resulta reconfortante pensar que son ineficientes. Se
ha hecho mucho hincapi en los estudios ms recientes sobre el Imperio romano
de los siglos I y II en la falta de control o planificacin central, la falta de
sofisticacin de su economa, lo limitado de su tecnologa y la manera simplista
de pensar sobre ciertas materias como la geografa y la estrategia militar. En vez
de la aparente sofisticacin de sus estructuras, se han resaltado los aspectos
primitivos.[8]
Curiosamente, las actitudes respecto al Bajo Imperio romano han tendido a
situarse en el extremo opuesto. Durante mucho tiempo, no estaba de moda que
los acadmicos trabajaran sobre los periodos finales en vez de centrarse en los
inicios del Imperio. La principal razn era la falta de fuentes de calidad sobre
todo de obras histricas narrativas detalladas y dignas de crdito que se
ocuparan del siglo III, de gran parte del siglo IV y de todo el siglo V. Se ha
conservado un importante corpus bibliogrfico de esos periodos, pero apenas
aborda cuestiones polticas o militares, sino que se trata en gran medida de textos
de contenido religioso principalmente cristianos, aunque no exclusivamente,
filosfico o legal. A pesar de su escaso valor a la hora de estudiar los grandes
acontecimientos de aquellos aos, proporcionan considerable material sobre
aspectos diversos de la historia social, cultural e intelectual, que han cobrado
mucha ms popularidad entre los acadmicos a lo largo de la ltima generacin.
Como consecuencia de ese incremento de popularidad, se ha producido un
enorme auge en el estudio del Bajo Imperio romano. Se han llevado a cabo un
gran nmero de estudios importantes y reveladores, y se puede afirmar que
ahora sabemos mucho ms de distintos aspectos de ese periodo.[9]
Y sin embargo tambin ha sucedido algo extrao. Al principio era obvio que
en cierto modo se esperaba que los historiadores que elegan estudiar el ltimo
periodo del Imperio justificaran su decisin. Muchos se sentan muy incmodos
con la idea de hablar de un Imperio en decadencia y resaltaban la vitalidad y la
fuerza del estado romano del siglo IV e incluso del siglo V, en especial aquellos
con cifras sobre cuntos soldados romanos murieron o fueron mutilados luchando
contra los otros romanos, pero el total tiene que haber sido considerable. Es cierto
que tal vez la poblacin que viva en provincias alejadas de los escenarios de las
batallas no se viera directamente afectada por los estallidos de conflictos internos,
a menos que tuvieran familiares entre los lderes del bando de los derrotados. Eso
no significa que fueran hechos de poca importancia. La guerra civil era una
realidad de la vida y todos los que alcanzaban la edad adulta haban pasado por
una, aun cuando no tuviera un impacto directo sobre ello.
Aunque parezca extrao, a pesar de que la may ora de historiadores registran
la frecuencia con la que se produjeron conflictos internos en el Imperio romano
desde el siglo III en adelante, rara vez dedican mucho tiempo a considerarlos con
un mnimo de detalle. A. H. M. Jones llev a cabo un estudio colosal del Bajo
Imperio que sigue siendo un punto de referencia indispensable aun hoy, ms de
cuarenta aos despus de su publicacin, y que incluy e esta curiosa afirmacin:
Diocleciano mantuvo durante veinte aos la paz interna, interrumpida slo
por dos revueltas.[13]
Llegados a este punto, conviene sealar que una de esas revueltas dur casi
una dcada y que la represin de ambas requiri un enorme esfuerzo militar. Por
otra parte, para empezar, Diocleciano haba combatido y resultado vencedor en
otra guerra civil para hacerse con el puesto de emperador. Sin duda fue un
emperador de xito conforme con los estndares de anteriores periodos, pero la
estabilidad que proporcion al Imperio fue limitada y breve. Su reinado fue
seguido por una racha de guerras civiles de una escala especialmente grande.
Resulta significativo el hecho de que Jones dedicara un nico prrafo a la guerra
civil y a los enfrentamientos intestinos en el largo captulo que dedic a analizar
las causas de la cada de Roma. Su actitud era tpica, y lo sigue siendo, puesto que
las guerras civiles y las usurpaciones son aceptadas sin ms como parte del
paisaje normal del periodo del Bajo Imperio romano. Uno de los motivos de que
no sean tomadas en consideracin puede ser el hecho de que la may ora de los
estudiosos han desarrollado sus trabajos en pases para los cuales las guerras
civiles son slo el recuerdo de un pasado distante. Para ellos era natural asumir
que las amenazas extranjeras son siempre ms graves que las luchas internas.
Adems, centrar el inters en las instituciones y en la cultura dejaba poco
espacio a las guerras civiles, que raramente suponan cambios fundamentales en
ese orden de cosas. En muy pocas ocasiones los expertos se detienen a
considerar las consecuencias de esa realidad, a todos los niveles, en las actitudes
de los emperadores y sus subordinados.
El objetivo de este estudio es observar con ms atencin tanto los problemas
internos como los problemas externos a los que se enfrent el Imperio romano.
El punto de partida ser, como el de Gibbon, el ao 180, cuando el Imperio an
pareca estar en pleno apogeo, para proseguir rastreando los vestigios del
descenso hacia el caos que se produjo a mediados del siglo III. A continuacin,
examinaremos el Imperio reconstruido de Diocleciano y Constantino, la
evolucin hacia la divisin en las mitades oriental y occidental en el siglo IV y la
cada del Imperio de Occidente en el siglo V. Por fin, la obra concluir con la
tentativa frustrada del Imperio de Oriente de recuperar los territorios perdidos en
el siglo VI. Gibbon lleg mucho ms all, continuando hasta la cada de
Constantinopla ante los turcos en el siglo XV, una historia fascinante por derecho
propio, pero demasiado amplia para poder tratarla de manera adecuada en el
presente libro. A finales del siglo VI el mundo era profunda y definitivamente
distinto al mundo descrito en nuestro punto de partida. El Imperio romano oriental
era fuerte, pero y a no ejerca el inmenso poder y la hegemona del Imperio
romano unido. Esta obra habla sobre cmo se lleg hasta esa situacin, y en ella
desempea un papel clave la historia de los individuos, hombres y mujeres, as
como de los grupos, los pueblos y las tribus, y los acontecimientos que vivieron y
que dieron forma a esos siglos. Al relatar esa historia, trataremos de evaluar las
teoras ms probables sobre por qu los hechos se desarrollaron tal y como lo
hicieron.
LAS FUENTES
Contamos con importantes ventajas sobre Gibbon a la hora de analizar este tema.
Los especialistas en la Antigedad se han esforzado en recopilar y catalogar las
inscripciones del mundo antiguo y en describir los restos visibles de los antiguos
pueblos y ciudades. Sin embargo, hasta el siglo XIX la prctica de la arqueologa
no era en absoluto sistemtica y las tcnicas de recopilacin y anlisis de datos se
han refinado mucho desde entonces. Continuamente se descubren nuevos
y acimientos y se alcanza una may or comprensin de los y a existentes, sumando
nueva informacin a los datos y a acumulados sobre cada regin y periodo. En
las circunstancias apropiadas, los mtodos modernos son muy sofisticados y
efectivos a la hora de extraer informacin, lo que conlleva que en la actualidad
se tienda a excavar reas cada vez ms pequeas con cada vez may or detalle:
dado el tamao de muchas comunidades del periodo romano, hoy en da es
bastante poco habitual que se excaven en su totalidad. Del mismo modo, por lo
general slo hay recursos para obras a gran escala en una pequea proporcin de
los y acimientos localizados, lo que puede dar lugar a que una visin general de la
vida rural o urbana en una provincia se base en una diminuta muestra de los
restos existentes, pasando incluso por alto lo que se ha perdido o los y acimientos
que an no han sido localizados. Tambin es vital ser consciente de que la
muchos otros autores y sus obras slo sobreviven los nombres. Sin duda, haba
muchos ms que ni siquiera se llegaron a mencionar en los textos. La may ora de
las obras se conservaron en forma de manuscritos en bibliotecas eclesisticas.
Inevitablemente, eso significa que las perspectivas de supervivencia de los
manuscritos cristianos eran mucho mejores y asimismo que el mrito literario
influa ms que el inters histrico. El azar desempeaba un papel todava ms
importante.
El papel del azar fue decisivo sobre todo para los dems documentos en su
may ora escritos en papiros, pero en ocasiones en tablillas o fragmentos de
cermica, cuy o hallazgo ha sido en buena medida cuestin de suerte. Se siguen
encontrando donde las condiciones son adecuadas, y a veces aparecen en
cantidades considerables. Entre los escritos hallados se incluy en en ocasiones
documentos como declaraciones censales, que proporcionan informacin de
enorme utilidad, pero nunca en cantidades suficientes para generar estadsticas
fidedignas sobre el tamao de la poblacin, la escala de edad y los niveles
generales de prosperidad ms all del mbito ms local y el corto plazo. Todos
los estudios de la Antigedad se ven obligados a proceder sin el apoy o de las
estadsticas, lo que no significa que sea imposible demostrar o rebatir algunas de
las teoras propuestas para explicar la cada del Imperio romano. Simplemente,
no podemos decir si una sustancial reduccin de la poblacin influy o no en su
derrumbe. Del mismo modo, no podemos calibrar el estado de la economa en
un periodo concreto o analizar el verdadero impacto de la asombrosa
devaluacin sufrida por la moneda en el siglo III. Las fuentes con las que
contamos dejan entrever algunas tendencias, pero no todo el mundo las
interpretar del mismo modo.
Hay muchas cosas que, sencillamente, hoy nos es imposible averiguar sobre
la historia de Roma en los siglos III y posteriores. En may or o menor medida, lo
mismo sucede en la may ora de periodos de la historia de la Antigedad. No
obstante, debemos esforzarnos en formular aquellas preguntas cuy a respuesta
nos interesa realmente, en vez de dirigir nuestra atencin hacia aquellas que son
ms fciles de responder a partir de nuestras fuentes. Adems, el mero hecho de
que gran parte de la literatura griega y romana se hay a perdido hace pensar que
el paso del mundo romano al mundo medieval fue drstico desde muchos puntos
de vista. El grueso de esas obras no fue eliminado o destruido de forma
deliberada por los clrigos, sino que se perdi sin ms. El mundo medieval era un
lugar mucho menos cultivado que el mundo clsico que le precedi, sobre todo
en Europa Occidental. Ninguna de estas circunstancias sugiere que se hay a
producido una transformacin. La cada del Imperio romano fue un
acontecimiento de gran importancia, aunque tuviera lugar a lo largo de un lapso
de tiempo considerable y no pueda asignrsele una fecha especfica. Su peso
resulta an ms evidente cuando analizamos el periodo en el que el Imperio
PARTE I
CRISIS?
EL SIGLO III
EL REINO DORADO
Reflexiona repetidamente sobre la rapidez de trnsito y alejamiento de los seres
existentes y de los acontecimientos. Porque la sustancia es como un ro en
incesante fluir, las actividades estn cambiando de continuo y las causas sufren
innumerables alteraciones. Casi nada persiste y muy cerca est este abismo
infinito del pasado y del futuro, en el que todo se desvanece. Cmo, pues, no va a
estar loco el que en estas circunstancias se enorgullece, se desespera o se queja
porque sufri alguna molestia cierto tiempo e incluso largo tiempo?
MARCO AURELIO[1]
Las personas cultivadas, como Marco Aurelio, saban que el mundo era
redondo. Los filsofos griegos haban sido los primeros en darse cuenta, pero
durante siglos tambin los romanos hablaron del globo o el orbe. Por otro lado,
aunque ocasionalmente apareca algn pensador que defenda lo contrario, la
tendencia entre los filsofos era a afirmar que las estrellas y los planetas giraban
alrededor de la Tierra y no del Sol. Muchas culturas del mundo antiguo posean
un conocimiento notable del cielo nocturno, en parte porque la gente tena una
creencia muy arraigada en la astrologa. Se deca que el emperador Adriano
haba sido capaz de predecir hasta los ms pequeos incidentes con el may or
detalle, incluy endo el da y la hora de su propia muerte. El mundo era redondo,
pero slo se conocan tres continentes Europa, Asia y frica y no se tena
una idea clara de la superficie total de los dos ltimos. En torno a las masas
terrestres se extenda el vasto ocano, que slo interrumpan en sus extremos
unas cuantas islas como Britania. En el centro de los continentes se encontraba el
Mediterrneo, o mar del medio, que constitua el centro del mundo y del Imperio
romano.[3]
En la poca de Marco Aurelio, el Imperio se extenda desde la costa atlntica
hasta el Rin y el Danubio, y desde la lnea que trazan los ros Forth y Cly de en el
norte de Britania hasta el ufrates en Siria. Era un rea muy vasta, con mucho la
ms grande del mundo conocido, por lo que saban sus habitantes. Resultaba
especialmente grande en una poca en la que el transporte nunca avanzaba ms
rpido que un barco navegando por mar o un caballo galopando por tierra. Meda
casi cinco mil kilmetros desde las zonas perifricas de su extremo ms al norte,
pero, aun as, tenemos constancia de que los viajeros recorran esas distancias: en
1878 se encontr una lpida cerca del emplazamiento del fuerte romano Arbeia,
en South Shields, mirando hacia la desembocadura del Ty ne. Conmemora a
Regina nombre que significa reina la liberta y esposa de treinta aos de
Barates de la nacin de Palmira . Palmira era una rica ciudad-oasis de Siria y
parece probable que Barates fuera un comerciante y, a juzgar por el tamao y
calidad del monumento, uno de xito. Su esposa era de la zona, una britana de la
tribu de los catuvellaunos, que vivan al norte del Tmesis. Originalmente, la
joven haba sido su esclava, pero le haba otorgado la libertad y se haba casado
con ella, algo que suceda con cierta frecuencia. En la lpida, Regina aparece
sentada y ataviada con las galas de una dama romana, con un brazalete en la
mueca y un collar en el cuello, el pelo recogido en lo alto de la cabeza, en uno
de los estilos ornamentados que dictaba la moda. Al menos por parte del marido,
parece haber existido afecto sincero. La may or parte de la inscripcin est en
latn, pero la ltima lnea est escrita en el alfabeto curvado de su propia lengua
nativa y reza sencillamente Regina, la liberta de Barates, ay .[4]
Ni Barates ni Regina eran ciudadanos romanos, pero tanto su matrimonio
como su presencia en el norte de Britania se deban al Imperio, como tambin el
los icenos, liderada por la famosa reina Boudica, haba dado la bienvenida a los
invasores romanos en el ao 43 y slo se rebel en el ao 60, cuando la familia
real fue humillada y maltratada. Las legiones eran tan eficientes y brutales
cuando se trataba de sofocar una rebelin como lo eran cuando libraban
cualquier otro tipo de guerra, y la revuelta de los icenos termin con una derrota
absoluta y terrible.
A menudo, las rebeliones tenan lugar aproximadamente una generacin ms
tarde de que se produjera la conquista inicial, pero despus de ese momento eran
muy raras en la may ora de las regiones. A partir del siglo II resulta muy difcil
detectar ningn indicio de la existencia de un deseo de independencia en la gran
may ora de la poblacin de las provincias. En parte, ese hecho responde al
reconocimiento del tremendo poder de las legiones, pero el ejrcito no era lo
bastante grande como para mantener el Imperio por la fuerza, y la may ora de
las regiones nunca llegaron a ver a un soldado, no digamos y a a un cuerpo de
tropas organizado. Lo que es an ms importante, el nmero de personas que
prosperaban bajo el gobierno romano era suficiente como para desear que se
quedaran. A los romanos no les interesaba en absoluto ocupar una tierra balda,
sino que queran conquistar las provincias ms pacficas y ricas. En algunos
periodos, un nmero sustancial de colonos romanos e italianos se asentaron en
comunidades situadas en territorios conquistados, pero nunca pasaron de ser una
minora entre la poblacin indgena. En las provincias nunca habra reinado la paz
ni se habran pagado los impuestos requeridos si las propias provincias no se
hubieran esforzado y hubieran puesto algo de su parte.[6]
Los que ms se beneficiaron fueron las aristocracias locales, muchas de las
cuales conservaron sus tierras, estatus y riqueza. Los romanos permitan que las
comunidades locales gestionaran sus propios asuntos la may or parte del tiempo,
y a que el gobierno central ni quera ni poda interferir en ellos. Se impusieron
algunas ley es, sobre todo para regular incidentes que afectaran a ciudadanos
romanos o para reglamentar las relaciones con otras comunidades. Por lo
general, esas comunidades eran ciudades que administraban las tierras que las
circundaban. Muchas eran anteriores a la ocupacin romana, pero, all donde no
haba ninguna ciudad, se sola establecer una. La cultura del Imperio era
fundamentalmente urbana, y los aristcratas locales eran alentados a convertirse
en magistrados y consejeros de la ciudad, puestos que les brindaban prestigio,
autoridad y, en ocasiones, la oportunidad de aspirar a una carrera todava ms
atractiva en el servicio imperial. A muchos de ellos se les otorg la ciudadana
romana, pero Roma siempre haba sido generosa en ese sentido y este derecho
se extendi asimismo a muchos habitantes menos acaudalados de las provincias.
A mediados del siglo I, el apstol San Pablo, un judo de la ciudad de Tarso, en
Asia Menor, era ciudadano romano, aunque no hay pruebas de que hablara latn.
Su familia consigui darle una buena educacin, pero, por lo visto, no contaban
la clase tena algunos miembros ms. Para ser senador era necesario haber
nacido libre y poseer propiedades valoradas al menos en un milln de sestercios.
La fortuna de la may ora de los senadores era superior y el grueso de sus
propiedades estaba formado por terrenos, que a veces estaban repartidos por todo
el Imperio, aunque todos los senadores deban poseer algunas tierras en Italia.
Muchas de las familias con solera que haban dominado la Repblica se
haban extinguido, vctimas de las guerras civiles del siglo I a. C. o de las purgas
realizadas por emperadores nerviosos. Las prdidas naturales tambin
contribuan, y a que la tasa de natalidad en la aristocracia era baja, mientras que
la mortalidad infantil era terriblemente elevada. Marco Aurelio y su esposa
Faustina fueron un caso excepcional, al tener hasta catorce hijos, pero slo seis
alcanzaron la edad adulta. Algunos linajes sobrevivieron a travs de la adopcin
y otros vieron cmo se sumaban sus riquezas y herencias mediante el
matrimonio de una hija con otra familia, pero muchos desaparecieron sin dejar
rastro. Los patricios, la aristocracia ms antigua de Roma, estuvieron a punto de
extinguirse durante el reinado de Augusto y su familia. Los emperadores
posteriores conferan el estatus de patricio a otros senadores como un gran honor.
Csar y Augusto haban introducido a muchos italianos en el Senado; Claudio
aadi un gran nmero de hombres provenientes de la Galia y, a lo largo de los
aos, se fueron incorporando senadores de prcticamente todas las provincias del
Imperio. Todos eran ciudadanos romanos, algunos descendan de colonos
romanos o italianos, pero otros procedan de las aristocracias provinciales,
hombres cuy os antepasados bien podan haber luchado contra Roma. Con el
tiempo, lo mismo suceda con los emperadores. Trajano y Adriano eran
originarios de Hispania, como la familia de Marco Aurelio, mientras que
Antonino Po era de la Galia.
El antiguo prestigio del Senado perduraba, pero muy pocos de sus miembros
podan presumir de contar con ms de unas cuantas generaciones de senadores
entre sus ancestros. Las elecciones libres haban desaparecido con la Repblica,
pero las magistraturas seguan siendo cargos prestigiosos e importantes. Adems,
existan nuevos puestos en el servicio imperial. La carrera de la may ora de los
hombres inclua tanto puestos tradicionales como imperiales, y mezclaba
responsabilidades civiles y militares. En la Repblica los magistrados superiores
haban sido los dos cnsules elegidos anualmente. Alcanzar el consulado segua
siendo un gran honor, pero era normal que cada pareja de cnsules dimitiera a
los tres meses y fuera sustituida, de manera que sola haber ocho por ao, todos
ellos elegidos por el emperador. Era ms prestigioso ser uno de los dos cnsules
que empezaban el ao y mejor an ocupar el cargo dos o incluso tres veces, y lo
mejor de todo era ser cnsul con el emperador como colega. Varias provincias
eran gobernadas por procnsules senatoriales cuy o nombramiento segua siendo
prerrogativa del Senado, aunque era muy poco probable que el candidato que
incluy en muchos manuscritos cristianos. Por otro lado, hay casos en los que
Kopros pas a ser un digno nombre de familia, que fue legado de generacin en
generacin despus de que el expsito lograra prosperar.[17]
La esclavitud era una realidad de la vida en el Imperio romano y, de hecho,
en todas las dems sociedades antiguas. Nunca existi ningn tipo de presin para
que fuera abolida, aunque en el siglo II algunos emperadores haban aprobado
diversas ley es para liberar a los esclavos de algunas de las prcticas ms
brutales, como la castracin de los nios para obtener de ellos un precio mejor
como eunucos. Tambin en este caso desconocemos qu porcentaje de la
poblacin general eran esclavos. Los esclavos del hogar eran comunes en todas
partes y a hemos mencionado a Regina, la esposa de Barates y el personal
domstico de las mansiones ms ricas poda llegar con facilidad a la centena. Al
parecer, los esclavos rara vez eran la principal mano de obra, excepto en las
grandes fincas de Italia y en algunas de las tareas ms peligrosas y
desagradables, como la minera. Los esclavos domsticos a menudo disfrutaban
de mejores condiciones de vida que las personas libres que vivan en la pobreza,
y tenan bastantes posibilidades de obtener la libertad. Tambin era comn que un
esclavo gestionara los negocios de su amo en su nombre y, con el tiempo,
comprara su libertad a cambio de una parte previamente acordada de los
beneficios. Con todo, a fin de cuentas los esclavos seguan siendo propiedad de
alguien y estaban sometidos a graves desventajas legales. Tambin era normal
que los esclavos fueran interrogados bajo tortura si su amo era sospechoso de
algn delito, y a que se pensaba que, de otro modo, no testificaran en su contra.
[18]
Hoy en da nos encontramos con demasiada frecuencia con especialistas que
presentan una visin muy simplista del mundo romano. Por una parte, los ricos
los senadores y los quites y, como mximo, tambin la clase curial y, por la
otra, los pobres, que son todos los dems, con los esclavos formando un subgrupo
bien diferenciado. En gran medida, este enfoque hereda el esnobismo de nuestras
fuentes literarias, escritas en su gran may ora por y para la lite. Si la
observramos, como si dijramos, a vista de pjaro, lo ms probable es que las
distinciones entre la poblacin en general no se apreciaran. Un senador poda
poseer perfectamente una propiedad diez veces may or que un magistrado en una
ciudad menor, pero eso no significa que el magistrado fuera pobre. La misma
lgica dictaminara que cualquier persona actual que gane menos que el director
ejecutivo de una multinacional vive inevitablemente en la may or de las miserias.
No cabe duda de que en el Imperio no exista nada que se asemejase ni
remotamente a la clase media de la Inglaterra victoriana y de pocas
posteriores. Ni siquiera la orden ecuestre formaba un grupo cohesionado con
intereses y actitudes propias, as que eso no debera sorprendernos. A juzgar por
todas las pruebas con las que contamos, as como por simple lgica, resulta
pequeos talleres, que a menudo estaban uno al lado del otro, ms que grandes
industrias unificadas. Sin embargo, sabemos tan poco de quines eran los
propietarios y obtenan el mximo beneficio de esas empresas que conviene ser
prudentes a la hora de extraer conclusiones. Los romanos no desarrollaron un
sistema de ley es corporativas comparable a la pionera legislacin que crearon
los holandeses a principios de la Edad Moderna.[22]
Era ms fcil y barato transportar los objetos voluminosos por agua, a travs
de los ros, los canales o, sobre todo, por mar. Se han encontrado muchos ms
restos de naufragios de navios mercantes pertenecientes a los siglos I y II que a
ningn otro periodo de la poca romana. Los romanos posean algunos barcos de
enorme tamao, en especial los que transportaban el grano de Egipto a Roma,
pero, al parecer, la gran may ora de naves eran bastante pequeas. Tambin en
este caso la imagen que tenemos muestra un alto nmero de pequeas empresas,
ms que grandes compaas centralizadas. Es ms fcil seguirle el rastro a unos
bienes que a otros: los barriles eran comunes, sobre todo en Europa, pero es muy
poco probable que queden de ellos restos arqueolgicos, mientras que las nforas
de cermica que se utilizaban como contenedores de vino, aceite, salsa de
pescado y muchos otros lquidos han sobrevivido en enormes cantidades. El
famoso Monte Testaccio de Roma, una colina artificial construida a partir de
innumerables fragmentos de nforas rotas, es uno de los ejemplos ms
espectaculares, pero los hallazgos de nforas y cermica en general son muy
comunes en todo el Imperio. Los naufragios de los barcos que llevaban un
cargamento de nforas suelen ser especialmente visibles.
Con frecuencia, el transporte de bienes por tierra era ms difcil, pero en
ocasiones era la nica opcin. Las vas romanas son justamente famosas por sus
dimensiones y su obsesin por la rectitud. Aunque originalmente se construy eron
con fines militares, tambin resultaron ser valiosas rutas de comunicacin para el
trfico civil. Todava persiste el mito de que los romanos nunca llegaron a
fabricar arneses efectivos para sus caballos, lo que restringa gravemente el uso
de carros para transportar cargas pesadas. Por otro lado, las circunstancias
ideales para el transporte con ruedas son las superficies llanas o con pendientes
suaves y, de todos modos, la geografa de Italia es tan montaosa que se solan
preferir los animales de carga, como las mulas, que se utilizaban en gran
nmero. En las dems regiones del Imperio eran comunes los carros y
carromatos tirados por mulas, o bien caballos, dependiendo de la disponibilidad y,
si la velocidad no era un criterio prioritario, buey es. Los camellos eran
importantes como bestias de carga y de tiro en Egipto y algunas zonas en
Oriente. Los carros y carromatos estaban bien diseados para su propsito y
una vez ms, contradiciendo las frecuentes aseveraciones de algunos
historiadores especializados en tecnologa bsicamente eran tan sofisticados
como cualquier objeto semejante anterior a la era moderna.
EL EMPERADOR FILSOFO
Cuando Marco Aurelio se convirti en emperador en 161, el Imperio estaba en
pleno apogeo: era prspero y estable, y estaba floreciendo en l una sofisticada
cultura que mezclaba elementos griegos y romanos con otras influencias. No era
una sociedad perfecta: la esclavitud estaba muy difundida y la vida de los
ciudadanos libres ms pobres a menudo discurra en condiciones de profunda
miseria y, lo que resulta tal vez todava ms inaceptable para la mente moderna,
los seres humanos eran sacrificados regularmente como entretenimiento. Sin
embargo, ni antes ni durante mucho tiempo despus rein la paz en un territorio
tan amplio de Europa, norte de frica y Oriente Prximo. Por otra parte, haba
ms ricos que antes. En opinin de Gibbon, que escriba en 1770, el mensaje era
claro:
Si se le pidiera a un hombre que determinara el periodo de la historia del
mundo durante el cual la condicin de la raza humana hubiera sido ms
feliz y prspera, sin vacilacin nombrara el que se extiende desde la
muerte de Domiciano hasta la ascensin de Cmodo (es decir, 96-180). El
vasto Imperio romano estaba gobernado por un poder absoluto, bajo la
gua de la virtud y la sabidura. Los ejrcitos estaban contenidos por la
firme pero suave mano de cuatro emperadores sucesivos cuy os
II
C uando
discurso pblico de que haba pagado a los soldados todo lo que les deba y de que
les haba dado lo mismo que Marco Aurelio y Lucio Vero cuando asumieron el
poder supremo. Era mentira, porque ellos haban entregado veinte mil sestercios
a cada hombre. En las primeras semanas de su gobierno, algunos elementos
dentro de la guardia intentaron dos veces proclamar a un emperador alternativo.
En ambas ocasiones, el orden se restaur enseguida y Pertinax mantuvo su
promesa de no ordenar la muerte de ningn senador y no castig a los hombres
que se haban presentado candidatos. No obstante, s dio orden de ejecutar a
varios soldados, lo que aument todava ms el resentimiento de sus camaradas.
[9]
En la maana del 28 de marzo, entre doscientos y trescientos guardias
marcharon desde su campamento hasta el palacio de la colina Palatina. No
formaban parte del relevo de los centinelas, pero el personal del palacio los
admiti de inmediato porque muchos de ellos seguan teniendo buenos recuerdos
de Cmodo. Emilio Laeto se cubri la cabeza con una capucha y se esfum para
evitar enfrentarse a las tropas amotinadas. Slo el liberto Eclecto se qued junto
al nuevo emperador. Pertinax podra haber respondido a la fuerza con fuerza,
reuniendo a los equites singulares Augusti, la guardia imperial de jinetes cuy o
historial de lealtad hacia todos los emperadores era intachable y que estaban
acampados en las proximidades, separados de los pretorianos. Pero lo que
decidi fue enfrentarse a los amotinados con la esperanza de avergonzarlos y que
regresaran a cumplir con su deber. Din opin que su decisin haba sido valiente,
pero necia. Por un instante, los guardias quedaron impresionados, pero entonces
uno de ellos rompi el hechizo y acuchill al viejo emperador. Eclecto derrib a
dos soldados antes de que le despedazaran a l tambin. Pertinax haba
gobernado como emperador durante slo siete u ocho das.[10]
Para entonces, Laeto haba retornado al campamento y recuperado en parte
el control sobre los pretorianos (algunas voces le acusaron incluso de haber
estado detrs del asesinato). En aquel momento se present ante l el suegro de
Pertinax, que ocupaba el prestigioso puesto administrativo de prefecto de la
ciudad, con la intencin de que le nombraran emperador. Los oficiales de la
guardia estaban dispuestos a escuchar, pero tambin les inquietaba pensar que un
familiar pudiera elegir vengarse del asesinato de su predecesor. Dos de ellos
bajaron al Foro y encontraron un candidato alternativo, el colega consular del
emperador, Didio Juliano, que se dirigi al campamento pretoriano acompaado
de su squito, pero al principio no logr que le dejaran pasar. Desde fuera de la
puerta, hizo gestos a los hombres que estaban en las murallas, indicando con los
dedos el tamao del donativo que estaba dispuesto a pagar. Un rato despus, le
abrieron la puerta y los hombres empezaron a ir y venir de ac para all entre
ambos postores. Juliano gan el concurso prometiendo veinticinco mil sestercios
a cada guardia. Con tantos donativos para asegurarse la lealtad de los soldados, es
importante recordar que los centuriones probablemente recibieran diez veces esa
cantidad y los oficiales de ms graduacin sumas an ms elevadas. Si a los
guardias les fue bien, sus comandantes y, sobre todo, sus dos prefectos iban a
hacerse con una autntica fortuna.[11]
Con la guardia pretoriana respaldndole, Juliano fue debidamente reconocido
como emperador por el Senado y, mediante un decreto formal, le otorgaron
poderes imperiales. Era un senador razonablemente distinguido, pero no podra
librarse del estigma de la evidencia de que haba comprado el Imperio. En su
primera aparicin fue atacado por una multitud y, a continuacin, hubo protestas
en el Circo Mximo. El poder armado de los pretorianos poda mantener bajo
control la propia Roma, pero no as al resto del Imperio. Cuando se propagaron
las noticias de la vergonzosa subasta , los gobernadores de las tres provincias
con las guarniciones militares ms poderosas Britania, Panonia Superior, en el
Danubio, y Siria se negaron a reconocer a Juliano y reclamaron el trono para
s mismos. Por primera vez desde que la muerte de Nern en el ao 68 llevara a
la guerra civil, sera el ejrcito el que decidira el destino del Imperio.[12]
UN MURO ALREDEDOR DE LAS PROVINCIAS. EL EJRCITO ROMANO
El ejrcito romano fue la fuerza de combate ms grande y disciplinada que
existi antes de la era moderna, pero no era especialmente grande en
comparacin con el tamao del Imperio. Su ncleo estaba compuesto por treinta
legiones, cuy os soldados eran reclutados entre los ciudadanos romanos y que
contaban con unos cinco mil o cinco mil quinientos hombres cuando estaban
completas. Una legin se divida en diez cohortes, que solan contar con
cuatrocientos ochenta legionarios, exceptuando la primera de ellas, que tena
ochocientos hombres. Las legiones disponan del apoy o de las fuerzas auxiliares,
reclutadas fundamentalmente entre los no ciudadanos. Las fuerzas auxiliares no
estaban organizadas ms all de la cohorte o ala, que era el nombre que reciban
los regimientos de caballera de tamao similar. A finales del siglo II, puede que
hubiera ms auxiliares que legionarios. El ejrcito contaba asimismo con una
flota de naves, que patrullaba las rutas martimas y protega el comercio de los
mercaderes de los piratas. Roma se encontraba bajo la proteccin de los
pretorianos con nueve cohortes de ochocientos hombres, era el equivalente de
una legin fuerte y los singulares, adems de cohortes urbanas paramilitares, y
los vigiles, que actuaban como bomberos y polica nocturna. En total, las fuerzas
armadas del Imperio ascendan a unos trescientos cincuenta mil o trescientos
setenta y cinco mil hombres, un aumento de no ms del 10-15 por ciento desde
los das de Augusto. Esos, al menos, eran sus efectivos sobre el papel. En
realidad, como la may ora de los ejrcitos a lo largo de la historia, a muchas
unidades les faltaban hombres durante gran parte del tiempo. Aun tomando la
cifra terica ms alta para el nmero de hombres uniformados y el clculo ms
bajo de la poblacin del Imperio, haba ms de ciento treinta civiles por soldado.
En amplias partes del Imperio los soldados fueron vistos en contadas
ocasiones y nunca se present un ejrcito. La may ora del ejrcito estaba
estacionada cerca de las fronteras, en bases de operaciones construidas en
piedra, todas ellas rodeadas por su propio asentamiento civil. En las provincias
orientales, el modelo era distinto, en Siria, Judea y Egipto las tropas estaban
estacionadas cerca de las grandes ciudades de la regin, o en ellas, en parte para
controlar a su voltil poblacin. El ejrcito era, con mucho, la fuente ms
importante de mano de obra de que dispona el emperador, de modo que haba
algunos pequeos destacamentos de soldados desperdigados por las provincias
actuando como administradores, policas, reguladores de trfico e ingenieros.
Tambin estaban los frumentarii, u hombres del grano, tropas responsables de
garantizar que a los soldados se les suministraban las grandes cantidades de
comida que consuman cada da. La compleja red de agentes necesaria para
desempear esa tarea haba ampliado su papel y se dedicaba a proveer de
informes de inteligencia al emperador, espiando tanto a soldados como a civiles.
[13]
Sin embargo, en general, el ejrcito llevaba una vida separada de la
generalidad de la sociedad civil. Los ciudadanos legionarios y los no ciudadanos
auxiliares eran profesionales con una larga carrera en perspectiva, que se
alistaban para veinticinco aos. El ejrcito prefera a los voluntarios, pero cuando
era necesario tambin se empleaba el servicio militar obligatorio. Marco Aurelio
enrol a gladiadores y a otros esclavos libertos durante la crisis que sigui a la
peste, pero fue una medida excepcional. No obstante, es posible que las levas
mencionadas en nuestras fuentes hay an sido poco ms que reclutamientos
forzosos. Los legionarios reciban mil doscientos sestercios al ao, lo que supona
una importante diferencia respecto a los pretorianos, que tenan un salario anual
de cuatro mil sestercios y slo tenan que servir durante diecisis aos.
La paga haba permanecido inamovible desde finales del siglo I, de modo que
es probable que su valor en trminos reales hubiera disminuido. Nunca haba sido
especialmente generosa y era comparable a lo que cobraba por da un
trabajador del campo, con la salvedad de que la paga del ejrcito estaba
garantizada todos los aos. Esta ventaja se contrapona a las dificultades y riesgos
de la vida de un soldado, sobre todo cuando estallaba una guerra. Incluso en las
unidades estacionadas en las provincias ms pacficas era probable que se
produjera al menos una campaa de envergadura durante los veinticinco aos
que un soldado estaba de servicio. En otras zonas, los combates eran mucho ms
frecuentes. Incluso el servicio en tiempos de paz tena sus peligros: algunas listas
de turnos que han llegado hasta nosotros mencionan a soldados que murieron
slo le encargaban tareas ligeras mientras que los dems reclutas estaban fuera
partiendo piedras. En vista de la poca informacin disponible sobre los estndares
de alfabetizacin de la poblacin en general, es difcil calcular cuntos reclutas
estaban alfabetizados, pero probablemente se trataba de una minora. La
disciplina en el ejrcito era brutal: varias faltas eran castigadas con la flagelacin
o la ejecucin. Los permisos eran un privilegio ms que un derecho, y ese y
otros favores, muy a menudo, slo se obtenan sobornando a un oficial.
A partir del siglo I, a los italianos dej de interesarles alistarse en las legiones
y preferan la vida ms cmoda y con mejor salario de las unidades
estacionadas en Roma. No cabe duda de que algunos hombres se incorporaban al
ejrcito por las mejores razones y respondan a la imagen ideal que los tericos
militares tenan de un recluta. Posiblemente, esos reclutas de alta calidad eran
ms comunes en las auxilia, y a que muchos provenan de sociedades en las que
las virtudes del guerrero seguan siendo muy admiradas. Tambin era habitual
que se alistaran los hijos de los soldados que, con frecuencia, haban crecido
dentro o cerca de bases militares, y el ejrcito reciba con los brazos abiertos a
ese tipo de reclutas. Desprovistos de estatus legal, el lugar de nacimiento de estos
hombres apareca en las listas como en el campamento (in castris) . Con todo,
es muy posible que la may ora de los reclutas, sobre todo de las legiones, se
alistaran debido a la escasez de alternativas a su alcance y al hecho de que, al fin
y al cabo, saban que el ejrcito les alimentara, vestira y pagara con
regularidad. Un emperador lleg a quejarse de que las filas de la legin se
engrosaban slo con vagabundos. Tambin llama la atencin el hecho de que slo
se prohiba ingresar en el ejrcito a aquellos hombres que haban sido declarados
culpables de los delitos ms graves.[16]
Si era cierto que muchos soldados eran hombres que haban fracasado en la
vida civil, ese hecho sin duda reforz la sensacin, realista, de que su unidad era
su hogar. Cada legin tena un nmero la secuencia no era lgica y haba
varias legiones primera, segunda y tercera y un nombre, al que a menudo se
le sumaban ttulos y honores adicionales. Las unidades auxiliares tambin tenan
sus ttulos y todos los regimientos del ejrcito posean una conciencia muy
desarrollada de su propia identidad. Con frecuencia, los comandantes animaban a
diferentes unidades a competir entre s y, en ocasiones, la rivalidad provocaba
rey ertas. El orgullo de la unidad era una parte importante de la efectividad
militar, al igual que la promocin del valor individual. Un acto destacado de valor
era recompensado con condecoraciones y estatus, as como, a veces, con un
ascenso y una recompensa econmica. Como la paga, todo ese tipo de medallas
eran otorgadas nominalmente por el emperador, estuviera ste o no fsicamente
presente. Del mismo modo, los reclutas que se unan al ejrcito prestaban un
juramento de lealtad al emperador y al Estado que se renovaba con regularidad.
Cada regimiento contaba asimismo con las denominadas imagines, imgenes del
otra. Cuando surga, la iniciativa de rebelin tenda a venir de arriba, sobre todo
de los gobernadores senatoriales. El resto de los oficiales desempeaba tambin
un papel clave, en especial los centuriones.[20]
UN EMPERADOR DE FRICA
El ejrcito de Panonia Superior era el que estaba estacionado ms cerca de
Italia, y el legado de la provincia, Lucio Septimio Severo, no dud en aprovechar
la ventaja que eso le otorgaba. Haba servido bajo el mando de Pertinax en los
inicios de su carrera y es posible que tambin formara parte de la conspiracin
original contra Cmodo. Resultaba especialmente conveniente que la vecina
Moesia Inferior, con sus dos legiones, se encontrara en aquel momento bajo el
control de su hermano. Severo march enseguida hacia Italia, y se cuenta que l
y su guardia personal probablemente, los singulares del gobernador, jinetes
seleccionados entre las alae auxiliares de su provincia ni siquiera se despojaron
de sus armaduras en las breves paradas que hacan para dormir. No se encontr
con una oposicin importante, porque Juliano no contaba con un ejrcito
apropiado, como ilustra el desesperado intento de entrenar elefantes utilizados en
los juegos para transportar torres y luchar contra las fuerzas invasoras en la
tradicin del combate clsico, que termin en un absurdo fracaso cuando las
criaturas se negaron a transportar esas cargas con las que no estaban
familiarizadas. Al parecer, el episodio les result muy divertido a Din y otros
senadores. Juliano se desesper e hizo que asesinaran a Laeto y a Marcia, pero
pronto perdi incluso la lealtad que les haba comprado a los pretorianos.
Abandonado por todos, fue asesinado en el palacio por un miembro de la guardia.
Severo lleg y, en una espectacular exhibicin de poder, hizo desfilar a su
ejrcito por toda la ciudad. El Senado le proclam emperador, como
corresponda. Se dio orden a los pretorianos de que arrestaran a los asesinos de
Pertinax y que, luego, formaran sin armas ni coraza. Severo los rode con sus
propios legionarios y, a continuacin, les recrimin su traicin con duras palabras.
Los asesinos fueron ejecutados y el resto fue licenciado con deshonor del
servicio y se les prohibi que se acercaran a menos de ciento cincuenta
kilmetros de Roma. Con una seleccin de los mejores legionarios del propio
Severo se formaron nuevas cohortes pretorianas.[21]
An haba que hacer frente a los otros dos aspirantes al trono. Severo cerr un
acuerdo con el legado de Britania, Dcimo Clodio Albino, por el que le otorgaba
el ttulo de csar y le converta en su colega, si bien en calidad de subalterno. A
continuacin, el grueso de sus tropas se dirigi al este para enfrentarse a Cay o
Pescenio Nger en Siria. Los partidarios de Severo ganaron una serie de batallas
que culminaron en la victoria final en 194 en Issus, que, casualmente, se
encontraba cerca del lugar de una de las victorias de Alejandro Magno sobre los
persas. Nger fue asesinado cuando hua. Severo no haba hecho acto de
presencia en ninguna de esas batallas, pero se ocup de supervisar la breve
campaa que se inici entonces contra los pueblos que habitaban ms all de la
frontera. Cuando regres de Oriente en 195, en un gesto provocador, nombr
csar a su hijo de siete aos, al parecer sin haber consultado a Albino. La guerra
civil se reanud y dos aos ms tarde se produjo una batalla decisiva en las
afueras de Lugdunum (la actual Ly on, Francia), donde el legado britano haba
establecido su principal centro de operaciones. Din afirma que las tropas que
participaron en la lucha eran inmensas, en nmero no inferior a ciento cincuenta
mil hombres por bando, lo que habra supuesto la inmensa may ora del ejrcito.
Se trata, evidentemente, de una exageracin, pero puede que Albino, en
particular, hubiera realizado grandes levas a partir del ao 193. El grueso del
ejrcito regular se haba unido a Severo. Aun as, la lucha fue feroz y, en un
momento dado, el propio Severo fue desmontado de su caballo y escap por
muy poco a la muerte o el apresamiento. Corrieron rumores de que su nuevo
prefecto del pretorio haba retrasado de forma deliberada la entrada en la batalla
con la esperanza de que ambos lderes fueran asesinados. Sin embargo, al final
fue l quien lider la gran carga de la caballera que obtuvo la victoria aquel da.
Tras cuatro aos de guerra civil y caos, el Imperio volva a tener un solo
gobernante indiscutible. El conflicto haba sido mucho peor y ms prolongado
que el ao de los cuatro emperadores que sigui a la muerte de Nern.[22]
No hay nada excepcional en la carrera de Severo antes de 193, como
tampoco lo hubo en la de Vespasiano, que result victorioso en el ao 69. Ambos
eran senadores con una carrera razonablemente distinguida, pero es dudoso que,
en otras circunstancias, alguno de ellos hubiera sido considerado un emperador
en potencia. En virtud de su puesto de legado, cada uno de ellos, simplemente, se
haba encontrado al frente de un gran ejrcito en un momento en el que exista
un vaco de poder en el centro del Imperio y, a continuacin, haban jugado bien
su mano si bien, en el caso de Severo, de un modo especialmente implacable.
Desde muchos puntos de vista, Severo era un miembro tpico del Senado de ese
periodo. Haba nacido en Lepcis Magna (en la actual Libia), que originalmente
haba sido fundada por los cartagineses. La propia Cartago haba sido destruida en
146 a. C. por un ejrcito romano en lo que haba sido la culminacin de tres
grandes conflictos con Roma. Aun as, Severo creci utilizando el pnico como
primera lengua y su latn siempre estuvo impregnado de un acento provinciano
que tena a convertir el sonido /s/ en //, parecido al que hacemos cuando
mandamos callar. Es posible que pronunciara su propio nombre Sseptimio
Ssevero . Din afirma que deseaba tener ms educacin de la que haba
recibido, pero esto debe contemplarse segn los altsimos criterios de la lite
romana. Una fuente del siglo VI cuenta que tena la piel oscura, pero el nico
ambas legiones estaban a su vez comandadas por quites. Lo mismo suceda con
la legin II Parthica, en Alba. El proceso no se complet del todo hasta un ao o
dos despus de la muerte de Severo, cuando Britania tambin fue dividida, pero a
partir de entonces ninguna provincia albergara y, por tanto, ningn gobernador
tendra a su mando ms de dos legiones.[26]
Septimio Severo era un buen emperador, que se esforz para gobernar bien el
Imperio, pero tambin era un hombre que haba obtenido el poder a travs de la
fuerza militar y tema que algn otro pudiera seguir su ejemplo. Esa inseguridad
guiaba sus decisiones a todos los niveles. Nada de esto habra importado
demasiado si hubiera fundado una dinasta que hubiese resultado slida y
duradera. En los ltimos aos de su vida, nombr coherederos del trono a sus
hijos Caracalla y Geta. Era una decisin arriesgada, porque slo en el caso de
Marco Aurelio y Lucio Vero una pareja de emperadores haban trabajado bien
juntos. Severo critic a Marco Aurelio con frecuencia por haber elegido a
Cmodo como sucesor, favoreciendo as los vnculos de sangre frente al talento,
pero l se tuvo que enfrentar al mismo problema. Mientras Caracalla y Geta
estuvieran vivos, habran representando inevitablemente una amenaza para
cualquier otro emperador. Si slo le suceda uno de sus hijos, entonces el otro
representara siempre un peligro potencial, sobre todo porque ambos hermanos
se detestaban desde la infancia. Se dice que Severo confiaba en que llevrselos
con l en sus campaas sera mejor para ellos que permanecer en Roma, donde
existan tantas oportunidades para el vicio, y quiz tambin esperaba poder
ensearles a trabajar juntos. Pero sus esperanzas se vieron defraudadas.
Llegaron a circular historias que contaban que Caracalla haba intentado asesinar
a su padre en sus ansias por sucederle. De todos modos, tras sufrir ataques de
gota durante aos, la salud de Severo estaba muy deteriorada. El 4 de febrero de
211, el emperador, de sesenta y cinco aos de edad, falleca en Eburacum (la
actual York) y sus dos hijos heredaron conjuntamente el trono. Se dice que el
ltimo consejo que les dio su padre fue sencillo: Mantened la concordia,
enriqueced a los soldados y desdead a todos los dems .[27]
III
L os
El nuevo emperador trat bien a Julia Domna hasta que descubri que estaba
intrigando contra l y la puso bajo arresto domiciliario. En protesta, ella dej de
comer hasta que se muri de hambre, si bien su final fue acelerado por una
prolongada enfermedad que se cree que pudo ser cncer de mama. Es probable
que todava no hubiera cumplido los cincuenta aos.[13]
La cosa podra haber terminado all, porque los dos hijos de Severo haban
muerto y pareca que la dinasta haba llegado a su fin. Sin embargo, Julia
Domna tena una hermana, Julia Mesa, que sola acompaarla y ay udarla en sus
tareas, que tena dos hijas. Las tres mujeres eran ahora viudas, y ambas hijas
Soemias y Mamea tenan hijos pequeos. Tras la muerte de su hermana, Mesa
regres a su ciudad de origen, Emesa, donde se dice que se lamentaba de no vivir
y a en la Casa Imperial. Emesa (cerca de la actual Homs) se encontraba en la
provincia de Siria-Fenicia, que estaba guarnecida por una sola legin, la III
Gallica, estacionada al norte, en Rafanea, a la que se poda llegar fcilmente
desde all. Los orgenes de la ciudad son oscuros, como tambin la etnia de la que
proceda su poblacin. Al parecer, algunos los consideraban fenicios, aunque no
hay constancia de que hubiera ningn asentamiento fenicio all. El grueso de la
poblacin hablaba arameo, pero casi todas las inscripciones estaban escritas en
griego y presumiblemente la may ora de asuntos oficiales se llevaran a cabo en
esa misma lengua. El comercio contribua a la prosperidad de Emesa, pero era
ms famosa por el gran templo del dios Elagbalo (LHGBL, en arameo), que
estaba relacionado con el sol y cuy a imagen era una piedra negra y cnica que
se deca que haba cado del cielo.
El hijo de catorce aos de Soemias era el supremo sacerdote del culto. Se
llamaba Basiano, pero ha pasado a la historia con el nombre de su deidad,
Elagbalo (en ocasiones transcrito en la inexacta forma de Heliogbalo, utilizada
posteriormente por Gibbon, entre otros). Era un muchacho guapo y su figura
resultaba especialmente impresionante cuando estaba adornado con los ropajes
de su sacerdocio. Una fuente del siglo IV afirma que su abuelo tambin haba
sido supremo sacerdote y es posible que el cargo hubiera permanecido en la
familia durante generaciones. Extrapolar ese hecho y asumir que Julia Domna y
su hermana eran descendientes de la antigua dinasta de rey es-sacerdotes que
gobernaba aquellas tierras es mucho ms cuestionable de lo que se suele afirmar.
Su padre era ciudadano romano y era evidente que eran una familia importante
y con solera de la aristocracia local. Julia Domna era la esposa de un senador
se contaba que Severo se sinti atrado hacia ella porque su horscopo predeca
que sera la esposa de un rey , y tanto Mesa como sus hijas haban contrado
matrimonio con miembros de la orden ecuestre que se haban dedicado a la
carrera pblica. Eran romanos y su familia ocupaba una posicin destacada
tambin a nivel local, posean influencias y contactos familiares en Emesa y en
toda la regin. Siempre haban estado bien situados, pero la familia se haba
mujer que haba participado en las reuniones del Senado antes de ellas haba sido
la madre de Nern, Agripina, pero ella haba permanecido oculta tras una
cortina. A los senadores no les gust esa violacin de la tradicin, y todava les
desagradaba ms la continua promocin de favoritos de antecedentes humildes a
cargos importantes. No obstante, en general, su odio se centraba en el propio
emperador, cuy o comportamiento se iba tornando ms y ms estrambtico.[17]
Elagbalo pas la may or parte de sus cuatro aos de reinado dentro de Roma
o en sus proximidades, y su principal preocupacin era divertirse. Los relatos que
han llegado hasta nosotros de sus excentricidades son fabulosos y sin duda fueron
exagerndose al pasar de boca en boca. Sin embargo, tanto Din como
Herodiano vivieron en la poca en la que l estaba en el poder y sera
imprudente hacer caso omiso de su testimonio, a pesar de que ambos odiaban al
emperador. Es probable que, junto a los hechos, repitieran tambin los cotilleos
que se contaban sobre l, pero resulta significativo el hecho de que hubiera
historias de ese tipo circulando por el Imperio (y, adems, que se les diera
crdito). Se cree que el emperador adolescente se cas hasta seis veces, y dos de
ellas con la misma mujer. Se trataba de la virgen vestal Aquilia Severa, por quien
se divorci de su primera mujer, por lo visto al considerar que sera una unin
sagrada apropiada a su estatus como sacerdote. Se produjo tal escndalo ante su
transgresin del antiguo tab que incluso el emperador fue consciente de que
haba cometido un error y se divorci de ella. No obstante, extraamente, tras
divorciarse de su tercera mujer, una descendiente de Marco Aurelio, no hubo
ninguna protesta cuando se cas de nuevo con Aquilia, seguramente porque se
consideraba que haba perdido su estatus sagrado. (Es posible que compartiera su
gusto por las vestales con su presunto padre Caracalla, quien se supona que haba
tratado de violar a una de ellas, siendo frustrado solamente por su impotencia.
Ms adelante, la mujer fue llevada a juicio por romper su voto de castidad y se
defendi alegando que el propio emperador poda dar fe de que su virginidad
segua intacta a pesar de lo mucho que l se esforz en lo contrario. Aun as,
sufri el tradicional castigo de ser sepultada viva).
Adems de casarse varias veces, el joven emperador utilizaba con
frecuencia el servicio de las prostitutas, aunque, segn se deca, nunca visit a la
misma prostituta dos veces. Tampoco ocult los numerosos amantes masculinos
que tuvo y, como el propio Nern, se deca que haba sido la novia de una
ceremonia nupcial y, a continuacin, se haba ido a vivir con su marido . Se
lleg a afirmar incluso que les haba preguntado a sus mdicos si podan emplear
la ciruga para proporcionarle una vagina. Las actitudes de los romanos hacia la
homosexualidad eran complejas, pero pese a algunas reivindicaciones
modernas siempre fue considerada como un vicio. Si se llevaba con
discrecin, era considerada un vicio menor, quiz comprensible, y se perdonaba
con facilidad si el hombre en cuestin posea ciertas virtudes. Se dice que al
emperador Trajano le gustaban los jvenes, pero nunca haba permitido que su
favorito ejerciera una influencia malsana sobre l o le persuadiera para cometer
alguna injusticia. Elagbalo exhiba y favoreca a sus amantes de forma
descarada. Se deca que los mandatos de las provincias estaban siendo asignados
a los penes ms grandes. El comportamiento del emperador en pblico era
escandaloso tal vez de forma deliberada y corran innumerables rumores
sobre sus extravagancias en privado.[18]
El emperador sigui desempeando un papel activo en el culto de su dios, lo
que implicaba bailar en pblico mientras sus devotos alcanzaban un violento
frenes. Los romanos haban adoptado numerosas deidades extranjeras a lo largo
de los siglos, pero, por lo general, en una versin asptica. Los nuevos rituales les
escandalizaron, en especial porque el emperador era el centro de toda la
ceremonia y esperaba que los senadores participaran. Toda la clase senatorial le
odiaba por ese motivo, a pesar de que no se negaban a participar y los ms
ambiciosos lo hacan incluso con enorme entusiasmo. Diariamente se realizaban
sacrificios de animales en proporcin desmesurada y Din crea que se
celebraban asesinatos rituales de nios en secreto. El emperador adolescente
transform el culto en algo que nunca antes haba existido, relacionndolo
ntimamente con l mismo y el Imperio. La piedra negra se haba trasladado con
el grupo imperial e instalado en el templo de Jpiter en el Capitolio,
reemplazando a este ltimo en la cspide de los dioses de Roma. En el ao 220 se
celebr el matrimonio entre el dios sol y la diosa romana Minerva, y una estatua
muy antigua y sagrada de ella fue trasladada desde su templo para reunirse con
l. Una vez ms, la opinin pblica expres su indignacin, sobre todo la
aristocracia, y un ao ms tarde, el dios se divorci de su esposa por considerarla
demasiado blica para su naturaleza y se cas con Astart, cuy a imagen fue
trada desde Cartago.[19]
Elagbalo no era un tirano, pero s un incompetente, probablemente el
emperador ms intil que Roma haba tenido jams y, en realidad, el Imperio
segua funcionando fundamentalmente gracias a los esfuerzos de su abuela. El
muchacho, que nunca dej de ser una figura decorativa, pronto se convirti en
una vergenza. Se produjeron varios motines en los que algunos elementos del
ejrcito elevaron al trono a candidatos rivales, pero hasta entonces ninguno de
ellos haba ganado suficiente fuerza para suponer una seria amenaza. Incluso la
legin que le haba respaldado en un principio, la III Gallica, se declar a favor
de otro emperador y, al parecer, fue licenciada en grupo, aunque tiempo despus
fue reformada. La habilidad, el dinero y los contactos de Mesa haban hecho
emperador a Elagbalo. Su otro nieto, Alejandro, hijo de Mamea, era cinco aos
menor que su primo y en 218 era demasiado pequeo para ser un candidato
viable. Ahora que haba crecido un poco se estaba convirtiendo en una
alternativa, y en el ao 221 ordenaron a Elagbalo que le adoptara. Dndose
IV
REY DE REYES
Yo soy el divino Sapor; adorador de Mazda, rey de reyes de los iranes y de los no
iranes Y cuando establec mi dominio sobre las naciones, el csar Gordiano
reuni un ejrcito de todo el Imperio romano y la nacin de los godos y los
germanos y march contra Siria, contra las naciones de los iranes y contra
nosotros. Tuvo lugar una gran batalla entre ambos bandos en la frontera de Asiria
(Babilonia) en Misikhe. El csar Gordiano result destruido y el ejrcito romano
aniquilado.
SAPOR I DE PERSIA, describiendo su victoria sobre los romanos en 244.[1]
En
cotidiano. Sin embargo, los grafitis y los papiros demuestran que tambin se
empleaban con regularidad otros idiomas, entre ellos el arameo, el palmireno, el
parto y el latn. Los partos conservaron la ciudad durante dos siglos y medio antes
de que fuera conquistada por Roma en 165, durante las campaas de Lucio Vero.
Unos noventa aos ms tarde, Dura cay bajo el ataque enemigo y fue
abandonada para siempre.[2]
Las condiciones de Dura contribuy eron a conservar muchas cosas que no
suelen sobrevivir al paso del tiempo, como escudos de madera con decoracin
pintada, astas y mangos de armas, telas y una gran cantidad de documentos
escritos en papiro. Muchos estaban relacionados con la Cohorte XX de los
Palmirenos, lo que la convierten, probablemente, en la unidad mejor conocida
del ejrcito romano. Como en toda burocracia, por lo general los asuntos tratados
eran prosaicos. Se conservan informes diarios del nmero de hombres aptos para
el servicio en la cohorte, que estaba compuesta fundamentalmente por soldados
de infantera, pero que contaba tambin con una parte de caballera e incluso con
unos cuantos soldados que montaban camellos. Se registraba el nombre de
aquellos hombres a los que se destinaba a otra unidad, de los que se iban de
permiso, o de los que regresaban al servicio. Otros documentos registran la
asignacin de caballos a los jinetes, anotando la edad de cada animal e
incluy endo una descripcin bastante especfica de su color.
Al parecer, la Vigsima representaba el grueso de la guarnicin permanente
(resulta interesante constatar que en el pasado los partos haban estacionado
arqueros que les haban proporcionado sus aliados de Palmira para defender el
lugar). Otras unidades, incluy endo destacamentos de legionarios, solan estar
presentes tambin. Los palmirenos eran tropas auxiliares, pero la diferencia de
estatus entre estas tropas y las legiones y a no era tan importante como antes.
Prcticamente todos los hombres de la cohorte eran ciudadanos romanos. En la
lista de efectivos, el nombre Marco Aurelio Antonino es muy comn, lo que
revela que haban obtenido la ciudadana en la concesin universal de Caracalla
y haban adoptado el nombre del emperador. Es posible que algunos de ellos
realmente procedieran de Palmira, pero muchos provendran de otras
comunidades sirias. El ejrcito romano tenda a alistar reclutas locales siempre
que era posible.[3]
La familia de Julio Terencio deba su nombre y ciudadana a un emperador
anterior. Como corresponda al comandante de una cohorte, era un quite. En las
representaciones pictricas aparece alto aunque puede que as se quisiera
reflejar su estatus, con la barba recortada y amplias entradas. Los dems
oficiales presentan distintos peinados y casi todos llevan barba. Uno de ellos
destaca porque tiene el pelo rubio. El tribuno lleva una capa blanca, en contraste
con las capas ms oscuras y apagadas que llevan todos los dems. Ninguno de
ellos est provisto de armadura (aunque los cascos, la coraza y los escudos se
obtenido gloria, gracias a sus victorias y a que haba evitado una derrota grave.
Habiendo reforzado su posicin en el trono, por el momento se daba por
satisfecho.
LA MUERTE DE UN EMPERADOR
En 236 Ardashir lanz otro ataque contra Mesopotamia, tomando las ciudades de
Carras, Nisibis y Edesa. Una vez ms, es posible que se tratara esencialmente de
un asalto cuy o fin era obtener gloria y botn. El nuevo emperador Maximino
estaba demasiado preocupado con las campaas en el oeste para responder.
Adems, y a se estaba enfrentando a una creciente oposicin interna. Las arcas
imperiales no estaban muy llenas, as que orden a sus representantes que fueran
especialmente rigurosos en la recaudacin de impuestos, lo que acentu su
impopularidad. En marzo de 238, un procurador imperial fue linchado en frica
por los arrendatarios de algunos terratenientes a los que haba estado
extorsionando para sacarles dinero. De inmediato proclamaron emperador al
procnsul de la provincia. Su nombre era Gordiano (el nombre completo era
Marco Antonio Gordiano Semproniano Romano) y era senador, de buena familia
pero escaso talento. Tambin era extremadamente viejo, ochenta aos, segn
Herodiano. No obstante, su hijo estaba con l en la provincia y fue nombrado
corregente en cuanto establecieron la corte en Cartago. Cuando las noticias
llegaron a Roma, el Senado se regocij y enseguida le prometi su lealtad,
declarando a Maximino enemigo pblico del Imperio.[8]
Se precipitaron. frica no era una provincia militar y no posea una
guarnicin significativa. La vecina Numidia contena una legin entera la III
Augusta as como tropas auxiliares. Su gobernador era tambin un senador,
pero le guardaba rencor a Gordiano y decidi mantenerse leal a Maximino. La
legin march sobre Cartago. El joven Gordiano lider un ejrcito de voluntarios
contra ellos, pero el entusiasmo de los campesinos no poda competir con
soldados bien equipados y entrenados. El ejrcito sufri una derrota aplastante y
su comandante fue ejecutado. Cuando recibi la noticia, su padre se ahorc.[9]
La rebelin haba sido sofocada al cabo de unas pocas semanas, pero era
demasiado tarde para que el Senado cambiara su decisin, por lo que era
necesario encontrar un nuevo emperador. A un consejo de veinte ex cnsules se
le encarg la tarea de seleccionar entre sus pares a aquellos hombres que
juzgaran apropiados para el trabajo. Eligieron a dos de su propio grupo, Balbino y
Pupieno, quienes probablemente tenan como mnimo sesenta aos. El da que
fueron proclamados emperadores hubo disturbios y se vieron obligados a aceptar
a otro colega, el nieto de Gordiano (el hijo de su hija, no del hijo que acababa de
morir). Gordiano III slo tena trece aos y es muy probable que los desrdenes
hubieran sido orquestados por senadores y oficiales ecuestres de rango superior
completo era Marco Julio Filipo), fue proclamado emperador por el ejrcito. Es
posible que su hermano may or, simplemente, tuviera un carcter menos fuerte,
pero tal vez el factor decisivo fue que Filipo tena un hijo, que a su debido tiempo
fue nombrado corregente. Tambin en esta ocasin el emperador perteneca a la
orden ecuestre y, como Macrino, haba ascendido a travs del squito imperial.
Filipo era un hombre que probablemente tuviera algo ms de cuarenta aos,
proceda de un pueblo poco conocido del sur de Siria que, tiempo despus, orden
reconstruir con una inversin astronmica, convirtindolo en la gran ciudad de
Filippolis. Ms tarde, los historiadores le otorgaron el sobrenombre de Filipo el
rabe, pero no hay razn para creer que no fuera romano en todos los aspectos
importantes.
Los nuevos emperadores eran siempre vulnerables ante posibles usurpadores
del trono, y Filipo deseaba regresar al corazn del Imperio tan pronto como fuera
posible. Hizo las paces con Sapor, dndole quinientas mil monedas de oro y
aceptando que Armenia quedara dentro de la esfera de influencia de Persia. No
cedi ningn territorio romano, pero el rey persa conserv Hatra y haba
obtenido cierto grado de dominio sobre las regiones fronterizas. Tambin logr
alcanzar una enorme gloria y no dud en celebrarlo: en un monumento dedicado
a la victoria se le representa a lomos de su caballo pisoteando el cadver de
Gordiano mientras Filipo suplica compasin. El xito fortaleci en gran medida
su dominio sobre el reino.[13]
Filipo retorn a Europa. Ms tarde, envi a su hermano may or a que se
hiciera cargo de las provincias orientales con el ttulo de comandante de
Oriente (rector orientis) y la misin de vigilar la precaria paz con Persia. En los
aos 245 y 246 el propio Filipo luch en la frontera del Danubio, que haba sido
objeto de duros ataques por parte de las tribus que habitaban en la orilla opuesta.
Un ao ms adelante se encontraba en Roma, donde celebr el aniversario mil
de la fundacin de la ciudad con un gran festival. La may ora de nuestras fuentes
son hostiles a Filipo, pero, por lo que sabemos, parece haber hecho todo cuanto le
fue posible para gobernar bien. En ese periodo, eso rara vez era suficiente. Como
los ltimos emperadores que le precedieron, la escasez de fondos de sus arcas
imperiales era desesperada, y sus despilfarros no ay udaban demasiado a
mejorar la situacin. Los elevados impuestos provocaron una revuelta en Siria en
248 y a finales de ao el ejrcito estacionado en Moesia, junto al Danubio,
proclam a un emperador rival. Este, por su parte, no dur demasiado tiempo en
el puesto, porque sus propios hombres se volvieron contra l y lo asesinaron.[14]
Pronto surgieron nuevos problemas en la frontera del Danubio, quiz
motivados por la reduccin o la cancelacin de los subsidios pagados a las tribus
para mantener la paz. Filipo envi a la regin a un senador experimentado
llamado Decio (su nombre completo era Cay o Mesio Quinto Decio) con el fin de
Todo lo que tenan que hacer era llevar a cabo un sacrificio y vilipendiar el
nombre de Cristo. Plinio le dio a cada sospechoso tres oportunidades de librarse
del castigo de ese modo. Si se negaban, los mandaba ejecutar, y su opinin era
que merecan la muerte tanto por ese fanatismo y esa intransigente
obstinacin como por cualquier otra razn.[20]
El emperador Trajano aprob las acciones de Plinio, considerando que se
era el procedimiento correcto que se deba aplicar. El delito consista
sencillamente en ser cristiano en el momento en que las autoridades lo
preguntaban. Al Imperio no le importaban las creencias pasadas e incluso
futuras, sobre todo si se mantenan en privado. A finales del siglo II, el autor
cristiano Tertuliano, abogado, afirm que ningn otro delito era tratado de forma
tan ilgica. Tambin hizo hincapi en el hecho de que los cristianos eran
ciudadanos modelo, que se encontraban en casi todas las profesiones y
condiciones sociales. Su negativa a realizar un sacrificio era slo una prueba de
su integridad, de que no podan celebrar un ritual que saban que estaba mal. A
pesar de todo, eran sbditos leales que obedeceran todas las dems ley es,
pagaran sus impuestos y rezaran por el emperador y el bien del Imperio.[21]
Una vez desaparecido Nern, las persecuciones de los cristianos se tornaron
espordicas y locales. Solan tener lugar en pocas de agitacin o despus de que
se produjera alguna catstrofe natural, cuando el pueblo necesitaba tener a algn
grupo al que echar las culpas. Segn Tertuliano, prcticamente cualquier
infortunio provocaba el grito de cristianos al len! . (Ntese el uso de len en
singular, de modo similar a cuando en la Primera Guerra Mundial se llamaba a
los alemanes el huno! ). El consejo que Trajano le dio a Plinio fue muy
revelador, porque subray que un gobernador no deba perseguir a los cristianos,
sino nicamente juzgar a aquellos que fueran arrestados por las autoridades
locales. A los emperadores no les preocupaba el cristianismo, sino mantener
contentas a las distintas comunidades. Bajo el gobierno de Marco Aurelio hubo
una persecucin a gran escala de cristianos en Lugdunum (la actual Ly on), en la
Galia, en torno al ao 177. Es muy posible que los continuos brotes de peste
tuvieran algo que ver con el nerviosismo de la poblacin, para el que los
cristianos sirvieron como vlvula de escape. Desde una perspectiva ms
inmediata, significaba que haba escasez de delincuentes apropiados para servir
de vctimas en la arena del circo.[22]
Aun as, hay pocos indicios de que se produjera una caza sistemtica de
sospechosos. Durante el juicio, el abogado que se present para defender a los
arrestados fue acusado a su vez de ser cristiano. Tras confesar, se uni a los
acusados y muri en la arena. Ms tarde, cuando se sospech que un conocido
mdico estaba dando nimos a los cristianos cuando se dirigan hacia la muerte,
ste fue asimismo arrestado y condenado a la ejecucin. En ocasiones, el arresto
cristianos eran asesinados: algunos hombres podan ser enviados a las minas
imperiales a trabajar en condiciones espantosas, mientras que las mujeres a
veces eran obligadas a trabajar en burdeles. En otras ocasiones se empleaban las
multas o la prisin, tambin en este caso con la intencin de persuadir al acusado
de que deba abjurar de su religin. Cuando se dictaminaba la pena de muerte, a
menudo se infliga con mtodos extremadamente despiadados, incluso para los
estndares romanos. Normalmente, la multitud se deleitaba presenciando
aquellas carniceras y eran contadas las ocasiones en las que mostraban algn
signo de compasin. En frica, en torno al ao 203, dos jvenes haban sido
condenadas a morir frente a una vaquilla enfurecida: As que las desnudaron,
las envolvieron en redes y as las llevaron a la arena. Incluso la multitud qued
horrorizada cuando vieron que una de ellas era una delicada chiquilla y la otra
una mujer que acababa de dar a luz, con la leche todava goteando de sus pechos.
Por tanto, las llevaron de vuelta al interior y las vistieron con unas tnicas sin
cinturn . Por lo visto, el gento no tena nada en contra de ver a mujeres
vestidas siendo pisoteadas y corneadas hasta la muerte.[25]
Las persecuciones eran espectaculares, y terribles para aquellos que eran
capturados, pero tambin fueron poco habituales hasta mediados del siglo III. La
may or parte del tiempo, a casi todos los habitantes del mundo romano les pareca
bien que los dems obedecieran a su propia conciencia en cuestiones de religin.
Muchos que no eran cristianos reverenciaban a Jess como un hombre santo:
Julia Mamea haba invitado al famoso pensador cristiano Origen a visitarla en
Antioqua para poder escuchar sus ideas, y se cree que su hijo, Alejandro
Severo, tena incluso una estatua de Jess junto con las de otros dioses y grandes
hombres ante las que rezaba en sus estancias privadas. No debemos olvidar que
la mentalidad politesta facilitaba la aceptacin de nuevas deidades, a pesar de
que los propios cristianos insistieran que la adoracin de Cristo deba ir
acompaada del rechazo de los dems dioses. Se cuenta que Filipo se mostr
comprensivo con los cristianos y una fuente posterior llega a afirmar que l
mismo era cristiano.[26]
Las persecuciones eran locales y ocasionales y no parecen haber entorpecido
la expansin del cristianismo. Como suele suceder en lo tocante a las estadsticas,
no sabemos realmente cuntos cristianos haba en cada periodo especfico.
Parece que se trataba de una religin fundamentalmente urbana, pero en
realidad siempre disponemos de ms informacin sobre la vida en las ciudades
que en el campo, por lo que esta suposicin puede ser errnea. Desde el
principio, los cristianos produjeron profusas cantidades de textos, lo que indica
que un buen nmero de ellos haban aprendido a leer y a escribir y que algunos
haban recibido una buena educacin. Seguramente entre ellos haba muchos
individuos pertenecientes a clases medias prsperas e importantes en su
localidad. Lo ms probable es que los cristianos fueran poco habituales entre la
LOS BRBAROS
Las guerras las decide el valor ms que el nmero. Nuestra fuerza no es miserable.
En total nos hemos reunido dos mil aqu, y hemos establecido en este lugar
desierto nuestra base de operaciones, desde la que nos lanzaremos contra el
enemigo atacndole en pequeos grupos y tendindole emboscadas Que nuestro
lema en la batalla sean nuestros hijos y todo lo que nos es ms querido, y para
preservarlo, luchemos juntos en el combate, invocando a los dioses para que nos
protejan y nos ayuden.
Versin del historiador DEXIPO del discurso poltico que pronunci ante los
atenienses tras la cada de su ciudad a manos de asaltantes en 267-268.[1]
terreno cenagoso. Decio fue asesinado, al igual que su hijo y coemperador. Una
de nuestras fuentes afirma que sus caballos quedaron atascados en el fango y que
all fueron acribillados por los proy ectiles enemigos.
No sabemos cuntos soldados cay eron con Decio y su hijo, aunque los relatos
de la campaa no sugieren que ninguno de los dos ejrcitos fuera
excepcionalmente grande, probablemente ms cerca de la cifra de los miles que
de las decenas de miles. Los ejrcitos romanos y a haban sido derrotados por
tribus brbaras en el pasado. Es famosa la ocasin en la que Augusto perdi tres
legiones y a sus tropas auxiliares tal vez una fuerza de entre quince y veinte
mil hombres en una emboscada en el bosque de Teutoburgo en el ao 9.
Seguramente las prdidas en Abrittus fueron menores, pero era la primera vez
que un emperador mora a manos de un enemigo extranjero, lo que empeor el
hecho de que su cadver nunca fuera encontrado y no pudiera ser debidamente
enterrado. Resulta irnico que el desastre tuviera lugar relativamente cerca de
Tropaeum Traiani, donde Trajano haba erigido un monumento con forma de
tambor para conmemorar su victoria sobre Dacia, as como otro para honrar a
los cados en la guerra.
La incursin de Cniva haba sido una ms de las muchas que se produjeron en
las provincias del Imperio durante las dcadas intermedias del siglo III. Regiones
que se haban mantenido en paz durante generaciones Galia, Italia, Hispania,
Grecia, Asia Menor y norte de frica fueron presa de bandas de asaltantes
que provenan del otro lado de las fronteras. La may ora de los saqueadores
hablaban una lengua germnica, pero los germanos estaban divididos en muchas
tribus distintas y en algunas agrupaciones ms amplias. Cniva perteneca a una
tribu de godos, un pueblo que haba entrado en estrecho contacto con los romanos
en tiempos bastante recientes. A finales del siglo III, los godos, junto con otros
pueblos aparentemente nuevos y poderosos como los francos y los alamanes, se
convirtieron en una grave amenaza para las fronteras del Rin y el Danubio. El
equilibrio de poder pareca haber sufrido una profunda alteracin.[2]
LOS GERMANOS
Julio Csar afirm que el Rin marcaba la frontera entre los germanos y los galos,
proporcionndole una barrera natural donde sus conquistas se detenan. Los
germanos, inquietos, agresivos y muy numerosos, trataban continuamente de
avanzar hacia el oeste para penetrar en las ricas tierras de la Galia o incluso ms
all. En las descripciones que hizo Csar sobre las tribus germnicas los present
como pueblos medio nmadas y afirmaba que constituan una amenaza para los
aliados de Roma e incluso para la propia Italia. Se enfrent a esa amenaza de
manera implacable, pero su propio relato de los hechos revela que la situacin
era bastante ms complicada. Algunas tribus germnicas y a estaban bien
aumento de estatus y poder, de manera que la competencia por el poder entre los
lderes cobr una nueva tensin e intensidad. La riqueza no bastaba para
garantizar el xito a largo plazo. Algunos de los gobernantes a los que Roma haba
brindado su apoy o fueron asesinados por sus rivales, y otros huy eron a travs de
la frontera para vivir confortablemente en el exilio.[12]
Muchos guerreros elegan unirse al ejrcito romano, seguramente porque lo
consideraban algo similar a unirse a la banda de un caudillo de otra tribu. Algunos
caudillos tambin sirvieron a Roma, llevando con ellos a los guerreros de su
squito. Las incursiones de saqueo en las provincias romanas eran tambin una
opcin muy tentadora. Aunque era ms peligroso que atacar a otra tribu, exista
la posibilidad de obtener mucho ms botn y gloria. Lo ms probable es que la
may ora de las razias fueran de pequea escala, pero si los resultados eran
buenos, eran seguidas de ataques de ms envergadura. Una inscripcin del
reinado de Cmodo registra la construccin de fortines en los puestos de
avanzada situados a lo largo del Danubio para impedir que los bandidos
cruzaran el ro a escondidas .[13] Lo mismo haba ocurrido en muchas fronteras
romanas desde los tiempos de la Repblica. Cuando se consideraba que las
provincias eran vulnerables, se solan atacar. El tamao y los signos de que la
guarnicin fronteriza se mantena en estado de alerta actuaban como elemento
de disuasin, pero si se vea la fuerza romana como una mera ilusin, entonces
sta tena que batallar duramente para restaurar su posicin.[14]
Era difcil capturar a todas esas veloces bandas de asaltantes aunque
resultaba ms fcil cuando se retiraban cargadas con el botn y, con
frecuencia, la respuesta romana era una expedicin punitiva contra los que eran
considerados responsables. Los pueblos eran incendiados, las cosechas arrasadas,
los rebaos ahuy entados y los pobladores, o bien masacrados o bien convertidos
en esclavos. Era un objetivo a corto plazo: buscaban infundir miedo, pero la
crueldad desplegada tambin sembraba las semillas del odio del futuro. La
diplomacia aspiraba a mantener la paz de forma ms permanente. Los lderes
tribales eran amenazados o sobornados para que cesaran las hostilidades. Las
comunidades ms prximas a las fronteras solan mostrarse ms pacficas, y a
que para ellos los romanos representaban un valioso mercado. Igualmente
importante era el hecho de que, al encontrarse cerca, los romanos podan llegar
hasta all fcilmente para tomar represalias. Los lderes y los pueblos ms
lejanos eran ms difciles de controlar. Mantener el dominio romano en las
fronteras era una tarea constante, en la que influan los cambios polticos de las
tribus, as como los hechos acaecidos en otras partes del Imperio.
FRONTERAS EN CRISIS
En las dcadas intermedias del siglo III qued claro que las defensas de las
fronteras del Rin y el Danubio eran completamente insuficientes, cuando
sucesivas bandas de saqueadores abrieron una brecha en ellas y atacaron las
desprotegidas provincias situadas al otro lado. Casi todos los expertos lo
consideran un signo de que la amenaza exterior se haba incrementado. La
may ora relaciona este hecho con la aparicin de nuevas confederaciones de
tribus, consideradas mucho ms peligrosas que los pueblos germnicos que
haban vivido junto a la frontera en el siglo I. La opinin se ha dividido entre
aquellos que decan que las confederaciones estaban formadas por grupos recin
llegados y los que crean que haban evolucionado a partir de los grupos tribales
que y a se encontraban all. En la actualidad los arquelogos estn mucho menos
inclinados a recurrir a las migraciones para explicar los cambios culturales, de
manera que la may ora acepta esta ltima opinin. Aun as, las pruebas halladas
sugieren que los godos llegaron desde la costa bltica hasta la regin del mar
Negro y el sur del Danubio entre el siglo I y el principio del siglo III. No se
trataba de un nico pueblo unido, sino de un agrupamiento poco cohesionado de
tribus bien diferenciadas que hablaban lenguas afines y que compartan muchos
rasgos culturales. Lo mismo ocurra con los francos, que aparecieron en Renania,
y los alamanes, que emergieron al sur de los primeros. Sin duda, tanto los francos
como los alamanes eran grupos importantes a finales del siglo III, pero es mucho
ms difcil afirmar con certeza cundo aparecieron por primera vez.[15]
Las duras guerras en las que Marco Aurelio luch contra los marcomanos y
los cuados suelen describirse como los primeros signos de advertencia de esta
transformacin de la sociedad germana. La amenaza de los brbaros era ahora
may or y revelaba debilidades fundamentales en las defensas de las fronteras
romanas. El ejrcito estaba desperdigado en torno al permetro del Imperio, de
modo que una vez que un enemigo penetraba no haba reserva central para
hacerle frente. Por otro lado, las dificultades que les plantearon a los romanos los
ataques brbaros en el Danubio poco despus de la invasin de Partia son
consideradas indicativas de que a los ejrcitos imperiales les resultaba
enormemente complicado rendir en batalla cuando dos guerras importantes se
sucedan con rapidez.
Nada de esto es seguro. Los marcomanos haban sido considerados una
importante amenaza por Augusto cuando se unieron a las tribus vecinas bajo un
rey fuerte. Bien puede ser que un lder u otros lderes igualmente carismticos
hubieran aparecido de nuevo entre ellos. Un patrn similar se observa entre los
dacios, que eran percibidos como una grave amenaza en la poca de Julio Csar,
pero a continuacin desaparecen hasta finales del siglo I, cuando surgi otro rey
fuerte. Es cierto que durante las guerras contra los marcomanos una de las tropas
de saqueo lleg hasta Italia, pero eso nunca se repiti. Un factor bastante ms
importante en la debilidad de las defensas romanas en aquella poca fue no y a el
lento regreso de las tropas de la guerra oriental, sino la peste que trajeron con
ellas. El impacto de la enfermedad en el ejrcito no se limit al nmero de
hombres que mat, aunque nuestras fuentes sugieren que hubo muchas vctimas
en los atestados barracones. Igualmente importantes fueron las complicaciones
causadas por los que cay eron enfermos y la extrema dificultad de continuar con
el entrenamiento normal en medio de una epidemia. Algunos ataques lograron
atravesar las fronteras y, como era habitual, su xito alent a otros caudillos a
imitarlos. El ejrcito romano se encontraba en un estado deplorable y tuvo que
hacer grandes esfuerzos para superar el problema. Sin embargo, con el tiempo lo
logr, aunque a costa de considerables recursos. No se perdi ningn territorio, e
incluso se baraj la posibilidad de crear nuevas provincias.[16]
No hay constancia de que se produjera ningn enfrentamiento importante en
esa frontera durante bastante ms de una generacin despus de que finalizaran
esas guerras. Caracalla pas algn tiempo junto al Rin, y Alejandro se
encontraba all cuando fue asesinado. Maximino permaneci en esa frontera y
en la del Danubio durante gran parte de su mandato, pero tambin reclut a
numerosos guerreros germnicos para fortalecer su ejrcito cuando march
sobre Italia en 238. Poco despus, los godos y los carpios cruzaron el Danubio
para saquear la zona. Durante un tiempo, para mantener la paz, los romanos
sobornaron a los godos, pero este pago ces, o con Gordiano o con Filipo. Como
era de prever, la consecuencia fue una nueva oleada de razias desde el ao 243
en adelante. Filipo tuvo que ir en persona a la regin para restaurar la situacin.
En 248 los cuados y los srmatas y acigos nombres y a familiares gracias a las
campaas de Marco Aurelio atacaron Panonia, y su xito alent una nueva
arremetida de los godos. Decio fue enviado a solucionar el problema, pero lo que
hizo fue erigirse en emperador. Pronto tuvo que regresar al Danubio, para liderar
las campaas que ms tarde le llevaran a la muerte en Abrittus.[17]
El nuevo emperador, Galo, compr a los godos prometindoles un subsidio
anual y permitindoles retirarse con el botn y los prisioneros que haban hecho.
Le preocupaban bastante ms sus rivales internos, as que se apresur a
presentarse en Italia: al parecer, en 253, el hombre que haba dejado en el cargo
de gobernador de Moesia, Emiliano, haba sido atacado por un grupo de godos y
obtenido una victoria sobre ellos. El xito le impuls a ponerse al frente de una
parte importante del ejrcito fronterizo en una tentativa de hacerse con el trono.
Tanto Galo como Emiliano murieron en cuestin de meses, pero la debilidad de
las defensas de la frontera provoc una nueva ola de razias. La banda de godos
de Cniva particip en estas incursiones una vez ms y es posible que fuera uno de
los grupos que penetr hasta Macedonia.[18]
Aproximadamente en la misma poca surgi una nueva amenaza
proveniente del mar Negro. Varios grupos, entre los que se encontraban un
Atenas fue saqueada por una banda de hrulos, que cuando se retiraron fueron
hostigados por los atenienses, a los que lideraba un aristcrata local, P. Herenio
Dexipo. Desgraciadamente, de la historia que ste escribi sobre esas 22 guerras
slo se conservan fragmentos.[22]
Es difcil calcular el dao causado durante estas razias a partir de la evidencia
arqueolgica. Algunos y acimientos, en especial los que se encuentran a lo largo
de la frontera del Rin, han revelado varias capas de restos de incendios y
destruccin. Sin embargo, no siempre queda claro si son el resultado de una
batalla o de un accidente. La datacin puede ser igualmente problemtica y, con
frecuencia, en el pasado se ha asumido con excesiva prontitud que los vestigios
procedan de una de las incursiones registradas. Tambin han surgido problemas
a la hora de comprender el enorme aumento del nmero de tesoros monetarios
enterrados durante la segunda mitad del siglo III. Sin duda, algunos fueron
escondidos por personas que teman el ataque de los brbaros y que fueron
asesinadas, apresadas o que, por alguna otra razn, no pudieron recuperar su
fortuna. No obstante, puede haber otros motivos para ocultar dinero en una poca
en la que la calidad de la acuacin de monedas variaba enormemente, y a que
las monedas de plata en particular contenan proporciones cada vez may ores de
metales de baja ley. Es posible que algunos tesoros fueran de tan escaso valor
que no mereciera la pena recuperarlos.[23]
Es evidente que el impacto de una razia era terrible para aquellas
comunidades y personas que se convertan en blanco de los saqueos brbaros.
Prcticamente ninguna ciudad dentro del Imperio posea fortificaciones
modernas. Atenas hizo un cierto esfuerzo para reparar sus antiguas murallas tras
las primeras incursiones en Macedonia, pero es obvio que eso no bastaba para
detener a los hrulos. La may ora de las ciudades careca de murallas y casi
ninguna contaba con una guarnicin que se hiciera cargo de las defensas que
tuvieran, fueran las que fueran. Eran vulnerables, y las noticias de los ataques
sufridos por otras comunidades sin duda aumentaran su nerviosismo.
Inevitablemente, las provincias que estaban ms prximas a las fronteras del Rin
y del Danubio fueron las ms afectadas, sobre todo las ciudades y pueblos
situados a lo largo de las principales rutas de comunicacin, cuy as posibilidades
de ser atacadas eran may ores. El norte de la Galia fue una de las zonas que se
llevaron la peor parte. Muchas granjas y pequeos asentamientos parecen
desaparecer en la segunda mitad del siglo III, aunque, como siempre, hay que
recordar que incluso en el caso de los y acimientos conocidos barajamos datos
correspondientes a una pequea muestra.
A finales del siglo III, toda ciudad de tamao considerable dentro del Imperio
haba construido una muralla. No haba un patrn estndar, pero casi todas eran
muy gruesas y estaban reforzadas por torres que sobresalan de los muros para
permitir a los defensores arrojar proy ectiles contra los flancos de los potenciales
atacantes. En las ciudades ms grandes estas torres solan estar diseadas para
albergar artillera . En ocasiones, las defensas parecan ms poderosas de lo
que realmente eran, pero es evidente que el objetivo era disuadir a sus enemigos
de aventurarse a un ataque. El rea que rodeaban casi todas estas nuevas
murallas era menor que el que ocupaba la totalidad de la ciudad en siglos
anteriores. El tamao de muchas ciudades de la Galia se redujo drsticamente y
se cree que sus poblaciones mermaron tambin. Al parecer, Amiens fue atacada
repetidas veces y en la segunda mitad del siglo III sus dimensiones se redujeron
mucho. Tras sufrir el saqueo de los hrulos, los atenienses construy eron una
nueva muralla que atravesaba por el antiguo mercado y dejaba fuera varios
monumentos magnficos. Gran parte de la piedra utilizada fue obtenida de
edificios antiguos que posiblemente estaban en ruinas o que fueron demolidos
expresamente para ese fin. Esta utilizacin de los antiguos monumentos como
material para construir nuevas defensas era habitual en muchas ciudades.[24]
No se fortificaron slo las comunidades urbanas, porque la misma tendencia
es visible en las reas rurales. A menudo, las villas ms grandiosas haban sido
construidas con torres, pero stas tenan una funcin bsicamente ornamental,
aumentando la presencia visible de una gran casa, adems de conferirle un
aspecto impresionante. Durante el siglo II, en algunas partes del norte de frica
varias villas haban adoptado una forma ms defensiva como respuesta a la
amenaza de bandidos y asaltantes. Ahora, ese tipo de construccin se hizo ms
habitual en otras zonas cercanas a las fronteras expuestas. En la Galia, antes de la
llegada de los romanos, era comn que los asentamientos se situaran en la cima
de las colinas. La paz romana ocasion un descenso a las llanuras debido a que el
tamao de las comunidades iba aumentando y haban dejado de temer el ataque
enemigo. A finales del siglo III la tendencia se invirti y aparecieron ms y ms
aldeas amuralladas que se construan en terreno elevado como respuesta a la
necesidad de contar con lugares de refugio durante los ataques.
EL IMPERIO GALO
La doctrina romana haba sido siempre que el mejor modo de enfrentarse a un
ataque era derrotar al enemigo en una guerra abierta. Idealmente, presentaban
una fachada de fuerza abrumadora para disuadir a los enemigos potenciales de
una posible agresin. Cada derrota debilitaba esa impresin, as como la
frecuente retirada de tropas de las fronteras para enfrentarse entre s en guerras
civiles. La captura de Valeriano por los persas fue otra humillacin en un
momento en el que y a se haban abierto muchas grietas en la fachada. Ms
tarde, su hijo Galieno fue censurado en la may ora de nuestras fuentes, que le
acusan de ser indolente y demasiado aficionado a los lujos de la vida de Roma.
Esas crticas eran bastante injustas, y a que pas mucho tiempo combatiendo en
las fronteras europeas: por ejemplo, en 268 estaba en Grecia persiguiendo a las
bandas que haban saqueado Atenas y muchas de las otras ciudades famosas del
pasado clsico. Se dice que sali victorioso de la empresa, pero las condiciones
impuestas a los derrotados godos fueron muy generosas: su rey fue aceptado
entre los romanos y se le otorg rango senatorial. Las habladuras tambin
afirmaban que el emperador se encaprich de una princesa goda a la que tom
como amante.[25]
Poco despus de la derrota de su padre, Galieno perdi el control real sobre
muchas de las provincias occidentales a medida que empezaron a surgir en ellas
distintos pretendientes a la prpura imperial. En el ao 260, el gobernador de
Germania Inferior, Pstumo (de nombre completo Marco Casiano Latino
Pstumo) se proclam a s mismo emperador. Ya haba organizado el asesinato
del hijo de Galieno, que era slo un nio, y de su tutor, que haba quedado al
mando en el Rin. Ambas provincias germnicas y toda la Galia se unieron
enseguida a Pstumo, que posiblemente era descendiente de aristcratas galos.
Con el tiempo, tambin se le unieron Britania y gran parte de Hispania. Al
contrario que la gran may ora de los usurpadores que se mantuvieron un tiempo
en el trono, Pstumo no se esforz por marchar sobre Italia y derrotar a Galieno,
sino que se content con permanecer a la defensiva, luchando contra los rivales
romanos cuando le atacaban. Los ejrcitos de Galieno fueron rechazados en dos
ocasiones. En 269 apareci otro rival en Maguncia. En unos cuantos meses,
Pstumo le haba derrotado, pero, cuando se neg a permitir que sus tropas
saquearan la ciudad, fue asesinado. El hombre elegido por el ejrcito dur en su
puesto doce semanas, hasta que l tambin fue asesinado. Su sucesor, Victorino,
permaneci en el poder durante casi dos aos, y se supone que su asesinato se
debi a que intent seducir a la esposa de uno de sus oficiales.
Tradicionalmente, los historiadores se refieren a este rgimen como el
Imperio galo (en latn Imperium Galliarium). Ese nombre no tiene ninguna base
histrica, aunque un historiador del siglo IV habla de que Pstumo asumi el
poder de las provincias galas . Para l y sus sucesores, ellos eran los legtimos
emperadores de todo el Imperio. Todos los aos se nombraban los dos cnsules,
haciendo caso omiso del hecho de que Galieno continuara nombrndolos en
Roma tambin. No se sabe si se constituy un segundo Senado. Muchos de los
puestos en el servicio imperial fueron ocupados por aristcratas de la Galia, pero
eso tiene ms que ver con la dificultad de traer hombres de zonas ms lejanas y
de las provincias que no reconocan a esos emperadores. Desde el punto de vista
cultural, no haba nada especialmente galo u occidental en el nuevo rgimen.
Los ttulos y la iconografa y asimismo las ley es empleados por estos
emperadores eran completamente convencionales. Lo nico inusual era su
renuencia a tratar de controlar el resto de provincias del Imperio.[26]
Durante gran parte de su reinado, el gobierno de Galieno abarc slo a
aumento demogrfico entre las tribus que habitaban ms all del Rin y del
Danubio. Es posible que tambin tuvieran que hacer frente a los problemas
provocados por el cambio climtico y el agotamiento de los suelos debido al uso
agrcola, aunque hasta el momento no se han recopilado suficientes pruebas para
comprender en detalle lo sucedido. Ciertamente parece que los niveles del agua
en la costa del mar del Norte haban subido, de modo que algunas zonas costeras
haban quedado inundadas, mientras que en otras reas el suelo contena ahora
una proporcin excesiva de sal para ser cultivable.[31]
La escala de la amenaza en las fronteras siempre haba fluctuado, pero la
principal diferencia entre ese periodo y los anteriores era que las guerras civiles
estallaban ahora con may or frecuencia dentro del Imperio: las tropas eran
retiradas de las fronteras una y otra vez para apoy ar las ambiciones de sus
comandantes. Con tantos cambios en las filas de ms alta graduacin del ejrcito
que, presumiblemente, a menudo eran seguidos de alteraciones considerables
en los niveles inferiores, tiene que haber sido difcil que el ejrcito se entrenara
debidamente. Las fronteras quedaron debilitadas, a las tribus les resultaba cada
vez ms sencillo organizar una razia y tener xito, y cada xito no haca ms que
alentar nuevos ataques. Es de destacar que tanto los emperadores como los
usurpadores invariablemente consideraban a los enemigos extranjeros menos
peligrosos que los rivales internos. Una y otra vez cerraban acuerdos con los
atacantes extranjeros incluidos los persas o les concedan unas condiciones
de paz muy generosas para poder enfrentarse a los usurpadores romanos.
Las guerras civiles tenan otra dimensin: cuando un ejrcito romano se
enfrentaba a otro en batalla no poda contar con ningn tipo de superioridad en
materia de disciplina, tctica o equipamiento, lo que converta la cuestin de los
efectivos en algo crucial. Sin embargo, era difcil reclutar y entrenar a nuevos
soldados con rapidez. La alta frecuencia de las guerras mermaba asimismo las
filas de las tropas regulares, e interrumpa el curso normal de las tareas de
reclutamiento y entrenamiento. Contratar los servicios de un caudillo brbaro y
sus seguidores era una opcin atractiva elegida por muchos lderes romanos. Es
posible que esos guerreros carecieran de la disciplina de las tropas profesionales
romanas, pero sin duda eran ms eficaces que los que eran obligados a alistarse o
los voluntarios reclutados con precipitacin. No obstante, cuando su patrn
romano era agredido o asesinado, ese tipo de contingentes no poda confiar en ser
bienvenidos y contratados por el siguiente emperador. Es ms que probable que
algunos de los grupos que recorran y saqueaban las provincias, originalmente,
hubieran entrado en el Imperio invitados por un lder romano. El deseo de los
lderes romanos de reclutar guerreros de esa manera era otro factor que
favoreca la aparicin de caudillos poderosos. Esos hombres dependan an ms
de la continuidad de las guerras que, por lo general, los lderes de las tribus. Si y a
no eran capaces de encontrar a ningn romano que pagara por sus servicios,
entonces las nicas dos opciones que les quedaban eran luchar contra otras tribus
o atacar el Imperio. Es posible que las guerras civiles provocaran trastornos tan
graves en el comercio que incluso para algunas comunidades agrcolas en las que
normalmente reinaba la paz las razias pasaran a ser una alternativa atractiva. Sin
duda, otras sufrieron el ataque de emperadores a los que les gustaba la gloria
rpida y limpia que se obtena al derrotar a enemigos extranjeros en vez de a
rivales romanos.
Es poco probable que a las vctimas de una banda de saqueadores les
preocuparan demasiado las razones que haban impulsado a los guerreros a
tomar el camino de la guerra. El impacto de una razia en la zona atacada poda
ser atroz, sobre todo si se producan otras incursiones similares en los aos
subsiguientes. Seguramente verse atrapado en medio de una guerra civil no era
mucho peor, y a que ni siquiera las fortificaciones bastaban siempre para detener
a un ejrcito romano. Tanto la guerra civil como las invasiones brbaras
aplastaban las comunidades y les privaban de sus medios de vida, incrementando
las filas de los desesperados. Se dice que los brbaros que asolaron la zona del
mar Negro aprendieron a fabricar barcos y, despus, a tripularlos, gracias a los
supervivientes de las ciudades que haban arrasado. Es evidente que muchos
desertores del ejrcito y esclavos huidos se unieron a estas bandas de asaltantes,
mientras que otros se establecieron como bandidos independientes. Tras las
guerras marcomanas tuvo lugar una guerra de desertores en la Galia, y en el
siglo III se produjeron brotes de violencia similares.[32]
Algunas regiones parte del norte de frica, el sur de Italia, Sicilia y la
may or parte de Hispania salieron indemnes de estas agitadas dcadas,
mientras que otras sufrieron slo leves daos. La Galia belga (Gallia Belgica), la
regin ms prxima al Rin, qued muy destruida a pesar de todos los esfuerzos
de los emperadores galos. La may ora de los puestos de avanzada romanos
situados en la orilla opuesta del ro fueron abandonados de forma definitiva, as
como el Agri Decumates, la franja de terreno que se extenda entre el Rin y el
Danubio. Varios fuertes que se elevaban a lo largo de la frontera de esta zona
muestran signos de haber sido blanco de violentos ataques. En el fuerte auxiliar
de Pfnz, en Raetia, se hallaron tres mandbulas humanas dentro de la torre
suroriental. El arquelogo del siglo XIX que investig el hallazgo supuso que se
trataba de los restos mortales de los centinelas. Todo apuntaba a que los soldados
haban sido tomados por sorpresa, porque no llevaban consigo los escudos (se
encontraron restos de las ataduras en el exterior). Los hallazgos realizados en el
fuerte de Niederbieder en la Germania Superior fueron, si cabe, an ms
dramticos. En los cuarteles se encontr el esqueleto de un soldado que an
llevaba puestas sus botas militares con tachuelas.
Hallazgos como stos indican la dificultad que presenta la interpretacin de
algunas pruebas arqueolgicas de este periodo, en especial cuando se han
VI
En
simplemente en calidad de hombre prominente del lugar. Puede que sus lealtades
no estuvieran siempre claras y una fuente afirma que busc entablar amistad con
Sapor. Tras ser rechazado con desdn, Odenato obtuvo una serie de victorias
sobre los persas, acelerando su retirada. Cuando se marcharon los invasores, lo
siguiente que hizo fue suprimir al hijo pequeo de Macriano.[4]
Odenato no se content nicamente con expulsar a los persas de las
provincias romanas, y en 262 lider una importante ofensiva que lleg hasta
Ctesifonte. Esta expedicin y una segunda probablemente en 266 no fueron
ms que razias a gran escala, pero contribuy eron a restaurar el prestigio romano.
Sapor se mantuvo a la defensiva durante el resto de su reinado (en cualquier caso
y a haba acumulado suficientes victorias como para garantizar su control del
trono). Galieno otorg a Odenato diversos honores y los ttulos de dux (un ttulo de
alto rango, origen del duque medieval) y comandante de todo Oriente
(Corrector Totius Orientis), que probablemente le dio autoridad sobre los
gobernadores provinciales. Odenato y a se haca llamar seor de su ciudad
natal, Palmira; ahora imit al monarca persa y fue nombrado rey de rey es .
[5]
A pesar de la grandeza de ese tipo de ttulos, Odenato nunca aspir al estatus
imperial. Protegi la frontera con Persia y sofoc cualquier ataque contra
Galieno, pero, de modo similar a los lderes del imperio galo , no hizo ningn
intento de expandir el territorio bajo su mando. Durante seis aos tuvo el control
efectivo de buena parte de la zona oriental del Imperio. Por lo que sabemos,
parece que gobern competentemente, de hecho, casi todas nuestras fuentes le
son favorables. Aun as, l y su hijo may or, Herodes, fueron asesinados en 267
por uno de sus primos. Se dijo que la disputa comenz con una ria sobre
prioridad durante una cacera (Odenato, como muchos otros aristcratas, era
muy aficionado a la caza). Quiz no fuera ms que el arrebato de ira de un
familiar debido a una humillacin pblica, pero en aquel momento y ms tarde
algunas personas han sospechado que se trataba de una conspiracin ms
profunda y poltica.
Sea cual sea la verdad, su consecuencia no est en duda: el poder pas ahora
nominalmente al hijo menor de Odenato, Vabalato, pero, puesto que era slo un
nio, el control efectivo recay en su madre, Zenobia. Era la segunda esposa de
Odenato, y el hecho de que el hijo asesinado, Herodes, fuera fruto de un
matrimonio anterior, acrecent los rumores sobre una conspiracin palaciega.
Vabalato fue nombrado rey de rey es y comandante de todo Oriente . Eran
tiempos excepcionales y Odenato se haba labrado una carrera excepcional al
dominar una zona tan amplia durante un largo periodo de tiempo. Sus contactos
locales haban aumentado su prestigio, pero, en ltima instancia, haba sido un
oficial romano que ocupaba un cargo otorgado por el emperador (aunque, en
realidad, puede que Galieno tuviera escasa eleccin en el asunto). Se trataba de
retirada. La batalla fue ganada por la infantera romana, que brind un apoy o
resuelto. El ejrcito de Aureliano inclua un amplio abanico de tropas que haba
llevado consigo desde Europa junto con hombres procedentes de las provincias
vecinas. Es sabido que posea un contingente de Palestina muy probablemente
unidades regulares estacionadas en la regin, que llevaban garrotes y mazas
adems de su equipo habitual y que resultaban especialmente efectivos contra el
enemigo provisto de armadura. Es ms que probable que todava hubiera
unidades regulares entre las tropas controladas por Zenobia, pero es evidente que
a Aureliano le interesaba resaltar el hecho de que sus enemigos eran extranjeros.
Augusto haba hecho prcticamente lo mismo cuando se enfrent a Antonio y
Cleopatra.[16]
Tras su victoria, Aureliano inici el asedio de la propia Palmira. En torno a la
misma poca, un ejrcito liderado por uno de sus comandantes reconquist
Egipto. En Palmira, Zenobia perdi las esperanzas, se escabull de la ciudad con
un reducido squito y emprendi la travesa del desierto a lomos de camello. Se
dijo que confiaba en poder escapar a Persia, pero se top con una patrulla
romana mientras estaba cruzando el ufrates y fue capturada. Abandonadas por
su reina, las tropas de la ciudad pronto se rindieron y se ahorraron as los horrores
del saqueo. Aureliano se mostr piadoso con Zenobia, del mismo modo que, a
continuacin, sera generoso con Ttrico, y en vez de sobre ella, la culpa recay
fundamentalmente sobre sus consejeros. Casio Longino fue uno de los asesores
ejecutados y se dice que se enfrent a su destino con gran dignidad. No se sabe
qu le sucedi a Vabalato, lo que es un indicio de que careca de importancia
real.[17]
La rebelin no haba concluido del todo. Cuando Aureliano retir el grueso de
sus fuerzas, los palmirenos proclamaron un nuevo emperador en 273. El ejrcito
romano regres y asalt la ciudad y esta vez sus habitantes pagaron un alto
precio. Fue el final de la edad de oro de Palmira. Su tamao se redujo, pasando a
ser poco ms que un pueblo con guarnicin, que por fin obtuvo su casa de baos
para satisfacer las necesidades de los soldados. Las rutas comerciales se
desviaron seguramente la ruina de Dura Europos unos aos antes aceler el
proceso y la fuente de la prosperidad de Palmira desapareci. Se sofoc otra
rebelin en Alejandra, pero es menos claro si su lder buscaba o no alcanzar el
mando imperial o tena objetivos ms modestos.[18]
Aureliano volvi a Roma en 274 y celebr el triunfo ms grandioso que se
haba visto en muchos aos. Ttrico march como prisionero en el desfile, como
tambin Zenobia, tan cargada de joy as y cadenas de oro que le costaba caminar.
A continuacin, el antiguo emperador de los galos ocup su puesto administrativo,
convirtindose en corrector de Italia. Los relatos difieren en cuanto a la suerte
que corri Zenobia, pero el ms convincente adems del ms atractivo es
que se cas con un senador y vivi el resto de su vida en una cmoda paz.
Aproximadamente un siglo ms tarde, sus descendientes eran miembros
establecidos de la lite senatorial y estaban orgullosos de su famosa antepasada.
[19]
El trato dado a Ttrico y Zenobia subray a que no eran considerados lderes
nacionalistas que deseaban independizarse del Imperio. Los emperadores
galos y Vabalato y su madre eran usurpadores, pero haban mostrado
bastante moderacin y no haban centrado sus esfuerzos en la destruccin de sus
rivales romanos, sino en obtener el control de partes del Imperio que la autoridad
central del emperador legtimo en Roma tena dificultades para gobernar y
proteger. Durante ms de una dcada, se mantuvo all un grado de normalidad y
aplicacin de la ley y la administracin romanas superior al que podra haber
garantizado el debilitado gobierno central. Todos estos lderes eran ambiciosos y,
sin duda, confiaban en alcanzar con el tiempo el poder sobre todo el Imperio
mediante la negociacin o el combate. Si alguno de ellos lo hubiera hecho, no
cabe duda de que habramos hablado de un hombre o una mujer fuerte
cuy a ambicin haba sido necesaria para restaurar el Imperio.
Aureliano fue elogiado por ese motivo, incluso en aquellas fuentes que hacen
hincapi en su crueldad y falta de piedad. Derrotar a Zenobia y a Ttrico y
reunir de nuevo las provincias que gobernaban bajo el control del gobierno
central fueron los grandes logros de su reinado. Durante un breve periodo de
tiempo, el Imperio estuvo reunificado bajo un solo emperador. No fueron las
nicas guerras que se libraron durante su mandato, y pas sus dos primeros aos
en el poder haciendo frente a diversas incursiones brbaras. En 270 o 271, los
asaltantes volvieron a llegar a Italia y el emperador se apresur a regresar desde
el Danubio para luchar contra ellos. La columna de Aureliano cay en una
emboscada y fue aplastada cerca de Placentia (la actual Piacenza), junto al Po.
Esta derrota fue excepcional y pronto se recuper y aplast al enemigo en las
dos batallas siguientes.[20]
Aureliano pas la may or parte de su reinado lejos de Roma. Estuvo all en el
ao 271, sofocando unos disturbios encabezados por trabajadores de la casa
imperial de la moneda, que casi lleg a convertirse en una rebelin abierta.
Haba sido provocada por la prohibicin de que continuara la corrupcin de larga
tradicin y altamente rentable que exista dentro del sistema. Es posible que
murieran miles de personas en la lucha antes de que el problema fuera
solucionado. Aureliano fue implacable a la hora de aplastar esa oposicin, pero
parece que not que la disminucin de la seguridad de Roma era perceptible, por
lo que inici las obras de construccin de un enorme muro circular de ms de
diecinueve kilmetros de longitud y algo ms de seis metros de altura. A
diferencia de otras muchas ciudades cuy o tamao se redujo cuando fueron
fortificadas, las nuevas defensas de Roma rodeaban prcticamente toda la urbe.
obispo, Pablo de Samosata. Este, durante algn tiempo, haba predicado doctrinas
consideradas herticas, entre las cuales la ms destacada era el postulado que
negaba la divinidad de Jess. Despus de un primer consejo eclesistico haba
renunciado pblicamente a esa opinin, pero ms tarde volvi a adoptar su
posicin original. Fue expulsado de su sede y rehabilitado en el cargo por
Zenobia, tras haber apelado a ella como la ms prxima representante de la
autoridad imperial. Ahora se negaba a abandonar el edificio utilizado como lugar
de congregacin de la Iglesia, y fue asimismo acusado de vivir en un esplendor
fastuoso, atendido por un squito como si se tratara de un funcionario del
gobierno. Era normal que los representantes de un culto, e incluso de otras
comunidades o grupos, apelaran al juicio del emperador cuando eran incapaces
de resolver las disputas de forma que les satisficiera. Aun as, resulta
sorprendente ver cmo los cristianos, que haca tan poco tiempo sufran
persecucin por parte del Estado, recurran al emperador. Aureliano fall contra
Pablo y orden que fuera expulsado del edificio de reunin de la Iglesia. El
incidente no permite intuir nada sobre un futuro perseguidor.[23]
ASESINATO Y GUERRA CIVIL
Aureliano fue un emperador de xito, pero la may ora de los oficiales y del
personal que tena una relacin ms estrecha con l le teman y algunos le
odiaban. En 275 se encontraba en Tracia, tal vez de camino hacia el este, para
organizar una expedicin contra los persas, cuando fue asesinado. Ninguno de los
conspiradores parece haber tenido demasiada graduacin, y corri el rumor de
que uno de los secretarios del emperador les haba engaado para que temieran
por sus vidas. No tenan a ningn candidato al trono y, de todos modos, no habra
tenido peso alguno frente al ejrcito en general, porque la tropa segua estando
muy unida a Aureliano. Se produjo una extraa pausa mientras los oficiales de
ms rango elegan a un sucesor. Ms tarde, la tradicin magnific ese periodo
convirtindolo en el interregno de seis meses en los que el Senado y el ejrcito se
invitan mutuamente con educacin a proponer el nombre de un nuevo
emperador. Lo ms probable es que, como mximo, fuera cuestin de semanas
que Tcito (de nombre completo Marco Claudio Tcito), un hombre de edad
avanzada, fuera designado emperador. Una fuente afirma que tena setenta y
cinco aos, pero es muy posible que se trate de una exageracin. Era otro de los
prsperos oficiales de la orden ecuestre que haban llegado de las provincias del
Danubio, haba obtenido el rango senatorial y, a continuacin, se haba retirado
del servicio activo para vivir en una finca en Campania.[24]
Tras asumir el poder en Roma a finales del ao 275, Tcito emprendi una
campaa a principios del ao siguiente, dirigindose hacia Asia Menor, que
volva a sufrir en ese momento los repetidos ataques de asaltantes llegados por
La invasin de Caro haba golpeado a una Persia que a su vez estaba dividida por
las luchas entre aspirantes rivales al trono. Sapor I haba fallecido en el ao 272.
Entre los dos, su padre y l, haban gobernado durante casi medio siglo desde la
derrota de los partos en 224. Ambos eran lderes fuertes y hbiles comandantes y
juntos establecieron firmemente su dinasta, pero pasaran muchos aos antes de
que otros rey es persas volvieran a tener una vida tan larga y llena de xitos. El
hijo de Sapor muri slo un ao despus de convertirse en rey y su nieto dur
slo tres. Cuando el hijo de este hombre, Vahran II, le sucedi, la familia real se
dividi, porque otra rama apoy a un candidato diferente y se rebel. El hecho
de que no surgiera ningn aspirante al trono de fuera de la familia sasnida es un
signo del xito de Ardashir y Sapor. Sin embargo, la naturaleza feudal del reino y
su marcada dependencia de los miembros de la familia para ocupar el puesto de
rey es locales de cada regin dej siempre abierta la posibilidad de que en el seno
internos como para atacar a Roma. Tambin tuvieron que enfrentarse a una
oposicin ms poderosa y unida cuando la frecuencia de las guerras civiles en
Roma descendi. Los persas fueron incapaces de repetir los xitos de Sapor
durante muchas generaciones.
VII
CRISIS
Nunca ha habido tantos movimientos ssmicos y pestes ni, finalmente, vidas de
tiranos y emperadores tan increbles, que antes eran raras o ni siquiera se
recordaban. De stos unos mantuvieron su autoridad durante bastante tiempo
mientras que para otros el poder fue pasajero; algunos yendo slo en pos del ttulo
y de la gloria efmera rpidamente fueron derrocados. Durante un periodo de
sesenta aos, el Imperio romano estuvo en manos de ms seores de los que el
tiempo exiga.
HERODIANO, a mediados del siglo III.[1]
En
Marco Aurelio). Por otro lado, este ritmo a su vez difiere de los cincuenta y cinco
aos que siguieron a la muerte de Marco Aurelio. Entre 180 y 235 hubo diez
emperadores (once si contamos a Geta) y, de hecho, la cifra podra ampliarse si
se incluy e en la lista a los fugaces usurpadores que se alzaron contra los ltimos
Severos. Es obvio que la situacin era mucho peor a mediados del siglo III, pero
se trata fundamentalmente de una cuestin de grado. Del mismo modo, aunque
Diocleciano gobernara con colegas durante dos dcadas, en esos aos surgieron
varios usurpadores y durante un tiempo Britania y algunas partes de la Galia se
escindieron en una repeticin del primer Imperio galo . La guerra civil segua
siendo un hecho comn, si bien nunca volvi a ser tan frecuente.
Tradicionalmente, la crisis del siglo III ha sido descrita como un periodo
nefasto. Fue una poca en la que los romanos sufrieron derrota tras derrota a
manos de enemigos extranjeros, nuevos y ms poderosos. Los ejrcitos persas
tomaron Antioqua, las flotas de piratas godos saquearon Grecia y Asia Menor y
otras tribus brbaras atravesaron las fronteras irrumpiendo en la Galia, Italia e
Hispania. Durante muchos aos, gran parte de Oriente estuvo controlado por los
monarcas de Palmira, y las provincias occidentales se separaron y colocaron en
el gobierno a una sucesin de sus propios emperadores. Tambin hubo brotes de
peste en amplias zonas del Imperio, que muy posiblemente rivalizaron con la
peste antonina en su virulencia y el nmero de vctimas causadas. Al mismo
tiempo, la economa entr en crisis debido a la enorme devaluacin de la
moneda que llevaron a cabo los sucesivos emperadores para poder hacer frente
al pago de sus guerras. Tambin cambi la sociedad y algunos de los ciudadanos
ms pobres de las zonas rurales se vieron reducidos a poco ms que siervos. Todo
esto vino acompaado de una crisis de fe, a medida que en todo el Imperio la
poblacin fue abandonando las antiguas creencias por nuevas religiones y
descabelladas supersticiones.
Las modas acadmicas cambian, y en la actualidad pocos aceptaran un
panorama tan desolador, y a que las pruebas con las que se cuenta pueden
interpretarse de un modo distinto. Algunos estudiosos argumentaran que es un
error emplear la palabra crisis, dado que es evidente que la supervivencia en s
del Imperio, independientemente de la forma adoptada, nunca estuvo en peligro.
Y, sin embargo, nadie pone en duda que se trata de un periodo de profundos
cambios. El Imperio de Diocleciano funcionaba de forma muy distinta al que
conoci Marco Aurelio. Antes de pasar a analizar el sistema que ste cre, es
prudente detenerse a considerar algunos de los cambios ms amplios que
parecen haber tenido lugar.[3]
DARLE AL CSAR LO QUE ES DEL CSAR: EL DINERO Y LA ECONOMA
De los emperadores se esperaba que gastaran con generosidad. Uno de los
les gusta considerar el trueque como una parte esencial de la economa rural
tienden a afirmar que grandes reas del Imperio no llegaron a verse afectadas
por los cambios en la moneda. Del mismo modo, las personas que se dedicaban a
la manufactura tenan productos para vender, suponiendo que, como los
granjeros, an encontraran un mercado. Es probable que el cambio se produjera
de forma lenta, y a que el aumento del nmero de monedas habra empezado a
circular gradualmente y quiz la poblacin tuvo tiempo para adaptarse a la nueva
situacin. Sin embargo, se no era el nico factor. Las guerras eran caras, quiz
en especial las guerras civiles, que exigan el desplazamiento de los ejrcitos a
travs de zonas que solan estar en paz en una poca en la que la disciplina militar
tenda a relajarse. Muchos sufrieron y unos pocos probablemente se
beneficiaron. Es posible que la poblacin estuviera mermando: desde luego, debe
de haberse producido una reduccin sustancial en las cifras demogrficas locales
como resultado de los brotes de peste, a pesar de que los cambios globales fueron
pequeos a largo plazo.[6]
En ltima instancia, simplemente no sabemos qu sucedi. Es importante
recordar que si tuviramos para el siglo XX la misma cantidad de datos que
tenemos del siglo III, no tendramos una idea fidedigna de la magnitud de la Gran
Depresin, o del impacto de las dos guerras mundiales. Por ejemplo, la creciente
prosperidad de Japn y Alemania sin duda sera considerada como un proceso
inexorable e ininterrumpido a lo largo del siglo. Cualquier mencin hallada en los
fragmentos literarios que abordan la devastacin provocada por la guerra
seguramente sera descalificada por considerarla una exageracin. Es evidente
que haba muchas personas muy ricas en el mundo romano a principios del siglo
IV, lo que no tiene por qu ser demasiado significativo, pues al fin y al cabo
tambin hubo personas que siguieron siendo ricas y prsperas durante la Gran
Depresin. No hay cifras que nos informen de si el nmero de individuos
acaudalados era inferior en el siglo IV a la cifra de ricos del siglo II. En ambos
periodos habra gente muy pobre y otros que ocuparan las distintas franjas
econmicas intermedias, pero, una vez ms, no sabemos nada de cifras o de
proporciones en la poblacin general.
Existen varios indicios que sugieren que haba menos ingresos disponibles en
circulacin: el nmero de inscripciones conservadas que pertenecen a mediados
del siglo III experimenta una cada en picado. Puesto que con frecuencia
conmemoran obras de beneficencia realizadas por los magistrados de la ciudad u
otras destacadas figuras locales, ese dato apunta a que tambin ese tipo de obras
eran cada vez menos comunes. Aunque puede que, sencillamente, la actividad
que cesara fuera la de erigir monumentos con inscripciones, el registro
arqueolgico confirma la impresin de que cada vez se construan menos
edificios pblicos con la grandiosidad de antao. Es conveniente recordar que la
may ora de las ciudades y a tena casas de baos, teatros, anfiteatros, baslicas y
ms senadores esos cargos tan importantes. Pero eso nunca lleg a suceder, a
pesar de que nuestras fuentes afirman que algunos gobernantes, como por
ejemplo Alejandro y Tcito, mostraron pblicamente una inmensa fe en el
Senado.[17]
Lo ms irnico es que, a largo plazo, la exclusin de los senadores de los
mandos superiores hizo que los emperadores fueran ms vulnerables ante las
violentas aspiraciones al poder de sus rivales, en vez de serlo menos. En los siglos
I y II slo los senadores eran considerados apropiados para ocupar el trono si no
exista ningn candidato aceptable en la familia imperial. An ms, slo los
miembros ms distinguidos de la orden tenan posibilidades de xito, como
mucho unas cuantas docenas de hombres en un consejo de seiscientos. El xito
de los emperadores se basaba en el establecimiento de una relacin de trabajo
con el Senado que fuera tolerable para ambos lados. Septimio Severo lleg a
conseguirlo, a pesar de que sus mtodos, en ocasiones, eran brutales.
Era mucho ms fcil controlar al Senado que a la orden ecuestre, ms nutrida
y dispar. Los senadores regresaban a Roma a lo largo de su carrera, se
mezclaban socialmente con otros senadores y se emparentaban entre s. Era
poco probable que un oficial de la orden ecuestre conociera a otros hombres de
rango similar que sirvieran en el ejrcito en provincias distantes. Ahora era
mucho ms sencillo llegar a ser emperador, y a que un hombre slo necesitaba
obtener el respaldo de las tropas in situ. Persuadir al resto del Imperio de que su
gobierno era mejor que el resto de alternativas resultaba mucho ms difcil.
Mucho tiempo despus de haber perdido su autntica independencia poltica, el
Senado sigui siendo una fuerza importante para la cohesin poltica. Sin
embargo, su valor en esa funcin dependa de que los emperadores trataran a la
institucin con respeto y de que emplearan senadores en la gran may ora de los
puestos de rango superior. As era como Augusto haba calmado los nimos de la
lite romana, ay udndoles a aceptar el paso a la Repblica. Para los
emperadores, se trataba de una convencin voluntaria, pero, por lo general, haba
funcionado bien durante ms de doscientos aos.
La sustitucin de los senadores por los quites a la cabeza de los ejrcitos
romanos no tena ninguna relacin con las necesidades militares y menos an
haba sido provocada por la demanda concertada por parte de una clase cada vez
ms prspera y numerosa de ocupar un papel may or en la vida pblica, y a que
la orden ecuestre careca de sentimiento de identidad corporativa. En el pasado,
los individuos de ms xito siempre haban tenido la posibilidad de ingresar en el
Senado. De hecho, la llegada de los quites a los puestos al frente del mando
supremo provoc marcadas divisiones en el seno de la orden entre los miembros
de estatus ms alto y los de estatus inferior. El dominio de los oficiales ecuestres
era consecuencia del deseo de una serie de emperadores recin llegados, y
normalmente pertenecientes a la orden ecuestre, de rodearse de hombres en
quienes sintieran que podan confiar. Esa sensacin, en buena medida, era una
ilusin, como muestra el elevado nmero de emperadores asesinados por esos
subordinados tan de confianza .
A medida que el Senado iba perdiendo su papel central en la vida pblica, la
importancia de la propia Roma disminuy . Ambos seguan siendo smbolos
poderosos de la grandeza del Imperio. El Senado continu reunindose,
debatiendo y aprobando mociones, normalmente para alabar al emperador con
gran formalidad. Los senadores seguan ejerciendo influencia y tambin
ocupaban puestos administrativos en Italia y gobernaban provincias menores. La
poblacin de Roma continuaba siendo mimada con comida y bebida gratuita, y
subvencionada, disfrutando de entretenimientos espectaculares en sedes
inmensas como el Coliseo y el Circo Mximo, as como de los placeres que
brindaban las enormes casas de baos pblicas. Rara vez vean a los
emperadores, e incluso cuando uno de ellos resida en la ciudad, era muy
improbable que entrara en la Casa del Senado. Roma continuaba siendo la ciudad
ms grande del Imperio, pero ella y su Senado se haban desplazado a los
mrgenes de la vida poltica. El poder resida en el emperador y su corte, que no
se acercaban a la ciudad sino en contadas ocasiones.
SOBREVIVIR A LA CRISIS
Los emperadores pasaban poco tiempo en Italia y menos todava en la propia
Roma. Iban a la guerra frecuentemente y algunos de ellos combatieron en
campaa todos los aos de su mandato. Pas a ser infrecuente que un solo
emperador estuviera al frente del gobierno. En algunos casos se trataba de algo
involuntario, por ejemplo, cuando surgan emperadores rivales demasiado
poderosos para ser derrotados en el momento, pero ms a menudo se trataba de
una cuestin de eleccin. Los emperadores con hijos solan nombrarlos
corregentes casi en el mismo instante en que se hacan con el poder. Si todava
eran unos nios, marcaban de ese modo una clara sucesin y creaban as la
promesa de una estabilidad a largo plazo. Los hijos adultos podan ser enviados a
solucionar problemas surgidos en una regin mientras el padre se ocupaba de
algn asunto en otra zona.
En opinin de muchos estudiosos, esta evolucin demuestra que un solo
emperador y a no poda gobernar todo el Imperio. La may ora afirman asimismo
que, como mnimo desde la poca de Marco Aurelio, se esperaba que los
emperadores presidieran en persona las guerras ms importantes. Tambin se
esperaba que resultaran vencedores. Si haba ms de una guerra al mismo
tiempo, entonces tena que haber ms de un emperador. Por tanto, se desarroll
la tendencia a dividir el poder imperial y, en ltima instancia, esa divisin llev a
la particin entre el Imperio de Oriente y el de Occidente a finales del siglo IV.
Ese tipo de anlisis no slo se basa en datos conocidos a posteriori, sino que da por
supuesto que ese drstico cambio fue una reaccin razonable, quiz incluso
inevitable, a los nuevos problemas. Una vez ms, esa opinin est vinculada con
la creencia de que en el siglo III las amenazas procedentes del exterior a las que
se enfrent el Imperio eran mucho ms graves que nunca.[18]
El cambio era inexorable y recibi el impulso de la presin externa. Con
frecuencia se ha empleado un razonamiento similar para afirmar que la cada de
la Repblica y la creacin del Principado por parte de Augusto fueron
igualmente inevitables. Si no lo hubiera hecho, entonces alguien muy semejante
a l habra creado una monarqua esencialmente igual a la suy a. Este tipo de
anlisis despoja a los individuos cuy as decisiones y actos dieron forma al proceso
de cualquier independencia de accin, tal vez incluso de responsabilidad. Y lo que
es ms importante, un examen ms detenido del curso de los acontecimientos
revela un panorama muy distinto. Muchos de los supuestos suby acentes resultan
ser muy cuestionables y toda sensacin de inevitabilidad desaparece.
En el siglo II, Trajano pas varios aos de su reinado en campaa y Adriano
emprendi amplios viajes por las provincias. Ambos pasaron asimismo buena
parte de su tiempo en Italia, y Antonino Po nunca se march de all. El reinado
conjunto de Marco Aurelio y Lucio Vero no tuvo nada que ver con que
percibieran la necesidad de que hubiera dos emperadores. Cuando Vero falleci,
no fue reemplazado hasta siete aos ms tarde, cuando se consider que Cmodo
tena suficiente edad para gobernar. Durante mucho tiempo haba sido habitual
sealar un sucesor compartiendo el poder con l. Cmodo gobern solo, como
tambin Septimio Severo hasta que quiso dejar claro que sus hijos seran sus
sucesores. Caracalla y Geta heredaron el cargo de forma conjunta porque no era
seguro depositar el poder en un solo hijo adulto.
Marco Aurelio se tom muy en serio su papel de emperador y pas gran
parte de la segunda mitad de su reinado en campaa, ms por su sentido del
deber que porque tuviera obligacin de hacerlo. Cmodo vea las cosas de forma
distinta y, despus de regresar a Roma del Danubio, abandon por completo las
campaas militares. Severo libr frecuentes batallas. Al principio, sus oponentes
fueron romanos, y despus lider importantes operaciones en Oriente y en
Britania (las regiones que haban apoy ado a sus rivales). Es posible que hubiera
buenas razones detrs de esas guerras, pero a Severo tambin le interesaba crear
un vnculo con las tropas de las distintas zonas y obtener gloria (Augusto haba
sido igualmente agresivo en los primeros aos del Principado). Caracalla deseaba
ardientemente crearse la imagen de duro soldado y prefera la vida en campaa
a la vida pblica en Roma. Las grandes victorias siempre posean un preciado
valor propagandstico, de ah que se adoptaran nombres triunfales, como
Germnico, Samrtico o Prtico, y la prominencia de los smbolos de la victoria
en las monedas.[19]
problemas del siglo III. El azar desempeaba un papel ms importante del que
los historiadores estn dispuestos a reconocer. Fue una cuestin de azar que a
Marco Aurelio le sobreviviera un hijo joven que, sencillamente, no estaba a la
altura del trabajo de emperador. No era necesario que Pertinax equivocara la
jugada y fuera asesinado, y Septimio Severo podra haber vivido ms tiempo y
quiz ensear a sus hijos a trabajar juntos y a gobernar bien. Si Cmodo,
Caracalla, Elagbalo o Alejandro hubieran sido may ores al llegar al poder,
entonces tal vez habran hecho gala de may or capacidad en el cargo.
Las decisiones adoptadas por los sucesivos emperadores empeoraron la
situacin. La exclusin gradual de los senadores de los mandos militares y su
sustitucin por parte de los quites pretenda aumentar la seguridad de los
emperadores. A largo plazo, el efecto fue el contrario, y los emperadores
empezaron a proceder cada vez ms del grupo de los oficiales ecuestres de
may or graduacin. Del mismo modo, la reduccin del tamao de las
guarniciones de las provincias debilit la capacidad de los gobernadores para
hacer frente a operaciones de envergadura. Los emperadores tenan que ir a la
guerra personalmente o bien otorgar suficiente poder extraordinario a un
subordinado para permitir que dispusiera de los recursos requeridos para hacer
frente a la situacin, confiando en que eso no implicara a su vez darle la
posibilidad de rebelarse. Hasta Diocleciano no volvi a reafirmarse, hasta cierto
punto, el control del emperador. Muchos menos emperadores fueron asesinados
despus del ao 285. Las guerras civiles dejaron de ser tan comunes, aunque
tendan a ser mucho ms importantes y costosas cuando estallaban. La situacin
no era tan mala como en el medio siglo previo a su llegada al poder, pero no
deberamos exagerar el alcance del cambio. La estabilidad de los siglos I y II
nunca se volvera a repetir.
PARTE II
RECUPERACIN?
EL SIGLO IV
VIII
E l violento ascenso de
ellos. La poca del amateurismo senatorial haba quedado muy atrs y ahora lo
que se necesitaba eran gobernantes ms duros que, simplemente, no tenan
tiempo para representar una charada republicana. Dejando a un lado el hecho de
que ese tipo de argumentos se hay a utilizado para justificar las dictaduras a lo
largo de todos los tiempos, se trata en buena medida de un anlisis basado en una
visin retrospectiva. El xito de Diocleciano no era inevitable, ni tampoco lo fue
la forma del Imperio del siglo IV, que l tanto contribuy a definir. La causa
esencial de los problemas segua siendo la inestabilidad interna que, con tanta
frecuencia, daba lugar a guerras civiles. La tetrarqua resulto ser slo una
interrupcin temporal y parcial de ese ciclo.[5]
LA CREACIN DE LA TETRARQUA
Diocleciano tena algo ms de cuarenta aos cuando fue proclamado emperador.
Era otro oficial de la orden ecuestre de una de las provincias del Danubio. Haba
rumores de que haba nacido esclavo, algo extremadamente improbable, o de
que era hijo de un liberto, igual que Pertinax, lo cual era posible. Se sabe muy
poco sobre l o su carrera hasta ese punto (incluso las imaginativas biografas de
la Historia Augusta finalizan con Numeriano). Diocleciano estaba casado y tena
una hija, pero ningn hijo. La may ora de los emperadores del siglo III
designaban un sucesor enseguida, por lo general nombrando csar a su hijo o a
otro familiar de sexo masculino. Muchos de esos sucesores potenciales eran
nios, incapaces de ay udar en la tarea de gobernar el Imperio, pero que
representaban la promesa de que el nuevo rgimen tena un futuro.
A falta de un familiar adecuado, Diocleciano seleccion a un oficial de su
ejrcito llamado Maximiano (de nombre completo Aurelio Maximiano) y lo
nombr csar a los pocos meses de derrotar a Carino en may o de 285. A
principios del ao siguiente, Maximiano fue ascendido a augusto, lo que le
converta en un igual o prcticamente igual a Diocleciano. Maximiano tena
un hijo pequeo, pero Diocleciano buscaba un colega que le ay udara en el
presente y en el futuro inmediato, y todava no le preocupaba la cuestin de la
sucesin a largo plazo. Necesitaba a un hombre en quien pudiera confiar, alguien
que fuera capaz de enfrentarse a problemas graves en una regin mientras l se
ocupaba de diversos asuntos en otra parte. No exista ninguna divisin oficial del
Imperio en dos mitades, pero Diocleciano se dirigi a Oriente mientras que
Maximiano fue enviado a la Galia. El primero adopt el epteto de Iovius (similar
a Jpiter) y Maximiano el de Herculius (similar a Hrcules): Diocleciano-Jpiter
era el may or, la figura paterna no se sabe si lleg a adoptar realmente a
Maximiano que se encargaba de la planificacin y se preocupaba por lograr el
bien del Imperio; Maximiano-Hrcules era el hijo heroico que viajaba por el
mundo superando a cuantos enemigos y obstculos se interpusieran en su
camino.[6]
En la Galia su primera tarea fue suprimir a los bagaudae o bagaudas, un
grupo de rebeldes cuy a principal fuerza parece haber residido en las zonas
rurales. Los detalles y la causa de esta rebelin son inciertos, pero varios grupos
del mismo nombre apareceran en la regin durante varias generaciones. Puede
que, simplemente, fueran un reflejo de las dcadas de desrdenes que se
produjeron en la zona tras aos y aos de guerra civil e incursiones brbaras. Tal
vez hubiera tambin problemas sociales y econmicos ms generales, pero
deberamos ser precavidos a la hora de aceptar la propaganda oficial y
considerarlos unos meros bandidos. Las monedas acuadas por sus lderes
reivindicaban ttulos imperiales completos.[7]
Parece que Maximiano derrot a los bagaudas con rapidez. Entretanto, envi
a un oficial llamado Carausio a proteger las costas del Canal de la Mancha de la
Galia y Britania de los ataques por mar lanzados por tribus como los frisios y los
sajones. Una vez ms, los romanos lograron un xito inmediato, demostrando que
si contaban con un lder y una organizacin apropiados, su flota, como el ejrcito,
poda resultar altamente eficaz. Sin embargo, se pusieron en duda los mtodos y
los motivos de Carausio. Se afirm que haba cerrado acuerdos con los
saqueadores, o que aguardaba a que estuvieran de regreso a su territorio para
atacarles, y as apropiarse de su botn y guardrselo. Puede que las crticas no
estuvieran justificadas. Combinar la fuerza con la diplomacia era una prctica
romana muy habitual, y siempre era ms fcil capturar a los saqueadores
cuando iban de camino a casa que cuando estaban entrando en territorio romano.
Ya sea porque lo tuviera planeado desde el principio, o porque se dio cuenta
de que sospechaban de l, Carausio se declar emperador en el norte de la Galia,
probablemente a finales del ao 286. La casa de la moneda de Run pronto
empez a acuar monedas con su nombre, y al poco Britania se declar a favor
del usurpador. Carausio se cuid de reconocer la legitimidad de Diocleciano y
Maximiano y, al parecer, confiaba en que le aceptaran como un colega
adicional. Todas esas tentativas de acercamiento fueron rechazadas. Maximiano
pas los dos aos siguientes luchando contra las tribus que habitaban al otro lado
del Rin. En el ao 289, se haban iniciado grandes preparativos para emprender
una expedicin hacia Britania y un discurso panegrico anticipaba con fruicin el
inevitable triunfo de Maximiano. En discursos semejantes de aos posteriores
encontramos un sospechoso silencio al respecto, que parece indicar que la
campaa fue un absoluto fracaso. Puede que gran parte de la flota se perdiera en
una tormenta, o quiz Carausio result ser un oponente demasiado hbil. Aun as,
la propaganda continu tildndolo de simple pirata.[8]
Carausio sigui presentndose como colega de Diocleciano y Maximiano, y
no parece que emprendiera ninguna accin blica contra ellos. Si todava
propaganda; sin duda crea que la mejor manera de encarar los problemas del
Imperio era imponer un fuerte control central. Esa idea no era nueva. La
burocracia haba crecido a lo largo de las ltimas dcadas. La rotacin de
emperadores era tan rpida que los oficiales, especialmente los de media
graduacin, con menos probabilidades de ser vctimas de una purga cuando
cambiara el rgimen, constituan el elemento ms estable del gobierno.
Diocleciano se mantuvo en el poder ms tiempo que sus recientes predecesores
y su fuerza se fue incrementando con cada ao que pasaba. Gracias a ello, logr
llevar mucho ms lejos la tendencia y a existente hacia la centralizacin del
gobierno.
Con todo, fue un proceso gradual. Puede que tuviera planes a largo plazo
desde el principio de su reinado, aunque esas ideas fueran desarrolladas o
reemplazadas por otras a lo largo de los aos. La creacin de nuevas provincias y
el crecimiento de los departamentos estatales no fueron instantneos. Es probable
que las reformas fiscales no estuvieran en pleno funcionamiento hasta
prcticamente el final de su mandato. Las nuevas instituciones del gobierno
ay udaron a reforzar su posicin, pero no fueron la causa de su xito y
longevidad. Su eficacia tambin dependa en gran medida de su propio impulso,
habilidad poltica y clara conciencia de su propsito. Supervisada de cerca y
dirigida por prefectos del pretorio y gobernadores cuidadosamente elegidos y
leales, la nueva burocracia permita al emperador tener mucho ms impacto en
la vida de las provincias. El alcance y el tono de sus decretos sugieren que
Diocleciano crea que poda y deba regular todos los asuntos que le fueran
presentados.[28]
Los emperadores eran supremos y gobernaban a travs de un gran nmero
de funcionarios que tenan poder y estatus slo por el hecho de ser representantes
imperiales. Los propios tetrarcas estaban muy por encima de ellos en dignidad y
autoridad. Eran figuras distantes, estrechamente protegidos en todas las
ocasiones. Los esclavos que les atendan ahora, cada vez ms a menudo,
eunucos se convirtieron en personajes poderosos. Los servidores de ms rango,
como el gran chambeln (praepositus sacri cubiculi), el superintendente del
dormitorio sagrado (primicerius sacri cubiculi), y el camarero jefe (castrensis
sacri palatini), con el tiempo llegaron a poseer un rango superior a la gran
may ora de la nobleza. Cuando los emperadores residan en ciudades, lo hacan
con gran esplendor. Cuando viajaban lo hacan rodeados de miles de soldados,
burcratas y asistentes, adems de cientos o incluso miles de personas que haban
llegado a la corte con la esperanza de presentar una peticin. A partir de
Diocleciano, se hizo cada vez ms difcil acceder a los emperadores, lo que,
como mnimo, significaba que era tambin mucho ms difcil asesinarlos.
Algunas fuentes e historiadores han considerado que este nuevo ceremonial de la
corte estaba inspirado en el gobierno autoritario de los rey es de Persia. Es una
IX
LOS CRISTIANOS
Constantino fue el primero de los dos primero tambin en honor y dignidad
imperiales que mostr moderacin con los oprimidos por los tiranos en Roma.
Despus de invocar como aliado en sus oraciones al Dios del cielo y a su Verbo, y
aun al mismo Salvador de todos, Jesucristo, avanz con todo su ejrcito, buscando
alcanzar para los romanos su libertad ancestral.
EUSEBIO, c. 325.[1]
De resultas de ello qued todo el poder en las solas manos de Constancio; el cual,
incapaz de sobrellevar con medida su ventura, se llen de jactancia.
ZSIMO, finales del siglo V.[2]
Majencio sali de Roma al frente de sus tropas y cruz el Tber por el puente
Milvio (el puente de piedra haba sido demolido, por lo que se haba construido un
pontn a su lado). A pesar de contar con elevados contingentes, ni el general ni el
ejrcito estaban a la altura de sus oponentes y Constantino obtuvo una victoria
abrumadora. Majencio fue asesinado y muchos de sus soldados, presa del
pnico, se ahogaron cuando atravesaron en tropel el pontn y ste se derrumb
bajo su peso.[10]
Quedaban tres emperadores, y Constantino y Licinio se convirtieron en
aliados. En 313, Licinio se cas con la hermanastra de Constantino, Constancia
(hija de Teodora), antes de llevar a su ejrcito hacia el este contra Maximino
Daza, que haba penetrado en Europa y haba avanzado a lo largo de la ruta
principal a travs de los Balcanes. Se encontraron cerca de la ciudad de
Adrianpolis el 30 de abril y entablaron una batalla en la que el ejrcito de Daza
fue aplastado. l escap, pero le dieron caza y en julio se quit la vida. Los dos
emperadores supervivientes acordaron repartirse las provincias entre ellos:
Constantino se qued con las provincias occidentales y Licinio con las orientales.
En el ao 316 Constantino, en un gesto provocador, penetr en territorio de
Licinio durante el curso de una campaa contra las tribus srmatas. Si su
intencin era desencadenar una guerra y no slo reafirmar su may or rango
sobre el otro, es posible que se llevara un buen chasco al comprobar que su
enemigo era ms fuerte de lo que esperaba. Se libraron dos batallas, la segunda
de las cuales, una vez ms, tuvo lugar cerca de Adrianpolis, pero aunque
Constantino gan en ambas, su victoria no fue aplastante. En un acuerdo
negociado, Licinio cedi casi todas sus provincias europeas. En 324 la lucha se
reanud. De nuevo la red de vas de comunicacin fue determinante en la
campaa y Constantino obtuvo su primera victoria cerca de Adrianpolis. Licinio
se retir a Bizancio, pero perdi una batalla naval y, a continuacin, huy a Asia
Menor. Constantino fue tras l y obtuvo la victoria final en Crispolis. Licinio se
rindi y se le permiti retirarse y vivir en un cmodo cautiverio. No obstante,
algn tiempo ms tarde fue acusado de conspiracin y ejecutado junto con su
hijo pequeo. A Constancia le perdonaron la vida y continu siendo un respetado
miembro de la corte imperial.[11]
Por primera vez en casi cuarenta aos, el Imperio estaba unido bajo un solo
emperador. Es cierto que, durante su reinado, Constantino nombr csares a
varios de sus hijos, pero nunca hubo ninguna duda sobre el hecho de que l
representaba el poder supremo. Yendo ms all que Septimio Severo, que
simplemente haba encontrado un padre , haca mucho que Constantino se
haba inventado un antecesor, declarndose a s mismo descendiente de Claudio
II, de breve pero honorable mandato. No intent en ningn momento restablecer
la tetrarqua y su xito ms bien desautoriza las reivindicaciones modernas de
que en aquel momento era esencial tener ms de un emperador. Como
judas y cristianas.[13]
Hubo un ltimo brote de persecuciones durante la tetrarqua. Al parecer,
Diocleciano empez a preocuparse cuando unos sacerdotes que no haban
obtenido el resultado deseado de un augurio le echaron la culpa al hecho de que
los cristianos que haba entre la multitud haban hecho el signo de la cruz. As
pues, en el ao 297 se exigi a todos los funcionarios y soldados imperiales que
demostraran su lealtad realizando un sacrificio. La reaccin de algunos cristianos
fue presentar su dimisin, un nmero probablemente superior de ellos hicieron
slo lo estrictamente necesario para cumplir y unos cuantos se negaron
abiertamente y fueron ejecutados. En 303 se organiz una accin ms
concertada contra la Iglesia, impulsada en parte por un incendio en el palacio de
Nicomedia, del que se culp a unos incendiarios cristianos. El foco de atencin de
la nueva ronda de persecuciones nos da una clara idea de lo bien establecido y lo
pblico que se haba tornado el movimiento cristiano: sus objetivos fueron las
iglesias la que se alzaba cerca del palacio de Nicomedia fue la primera en
demolerse y sus bienes fueron confiscados. Todas las Escrituras cristianas
deban entregarse a las autoridades, que las echaran a las llamas. Ms que tratar
de encontrar a todos los cristianos, fueron arrestados fundamentalmente sus
lderes, y se emple la tortura para obligarles a abjurar de su religin. Los que se
negaban eran hechos prisioneros, de nuevo se les aplicaban salvajes mtodos de
coaccin y, a su debido tiempo, si continuaban resistindose, con frecuencia eran
ejecutados.
Como en el pasado, el principal objetivo de Diocleciano era imponer la
conformidad y unidad exterior a lo largo y ancho del Imperio. Tambin en esta
ocasin, al igual que en anteriores persecuciones de la Iglesia, el xito de las
medidas dependa en buena medida del entusiasmo que mostraran los
gobernadores y otros funcionarios locales a la hora de aplicarlas. En algunas
regiones, se pusieron en prctica con vehemencia y extrema brutalidad y
probablemente la persecucin result an ms terrible para una comunidad
cristiana que se haba visto libre de ese tipo de ataques durante dcadas.
Diocleciano fue un perseguidor entusiasta, Maximiano y Galerio estaban algo
menos comprometidos con la causa y Constancio realmente mostr escaso
inters. Este ltimo hizo demoler iglesias, pero, al parecer, no ejecut a nadie.
[14]
Los cristianos no fueron el nico grupo que sufri en aquellos aos. En 302
Diocleciano haba ordenado asimismo la persecucin de los seguidores del
profeta Mani. Nacido en Persia en 216, Man haba viajado por todo el mundo,
incluy endo una visita a la India, y la religin que cre dejaba traslucir la
influencia del judasmo, el cristianismo, el zoroastrismo y el budismo, entre otras
ideas. Por lo visto, Diocleciano haba considerado que los maniqueos eran
potencialmente subversivos debido a su supuesta proximidad con los persas. En su
incluy endo los solares donde se haban levantado en el pasado las iglesias
demolidas. Con el fin de no perder el apoy o de ningn ciudadano, los dos
emperadores afirmaron que los actuales propietarios seran compensados
(tradicionalmente, este acuerdo se conoce como el Edicto de Miln, aunque
como han sealado numerosos estudiosos, ni era un edicto tcnicamente, ni fue
emitido en Miln). El enfrentamiento que tuvo lugar posteriormente entre Licinio
y Maximino Daza fue descrito como un conflicto religioso: empez a circular el
rumor de que un ngel haba visitado a Licinio la noche que precedi a la batalla
decisiva y le haba enseado una oracin especial que deban pronunciar sus
soldados. Las palabras en s eran ms monotestas que especficamente
cristianas, pero su aplastante victoria pareci demostrar su eficacia. Ms tarde,
cuando estall la guerra entre Constantino y Licinio, hubo algunas voces que se
esforzaron por presentarla como una cruzada, pero no hay ninguna prueba
convincente de que Licinio mostrara en ningn momento una hostilidad seria
hacia la Iglesia. Quiz crey era que muchos cristianos prominentes se sentan
unidos a su rival y por eso desconfiaba de ellos, pero es poco probable que su
rechazo fuera ms all. Aun as, marchando detrs del lbaro, las tropas de
Constantino obtuvieron la victoria.[20]
Haba cristianos luchando en el ejrcito de Constantino, pero tambin muchos
paganos, as como sin duda un nmero superior de soldados sin ninguna creencia
formal especialmente firme. No gan porque hubiera utilizado un enorme
contingente humano que hasta entonces hubiera permanecido ignorado o
marginado por el Estado; todas las pruebas sugieren que al principio del siglo IV
los cristianos eran una minora entre la poblacin general. Tambin se suele
afirmar con regularidad que eran una minora pequea, pero eso de ningn modo
est claro. Como siempre, no contamos con estadsticas fidedignas y, por
supuesto, ni siquiera sabemos cuntos individuos componan la poblacin del
Imperio. Un estudio reciente ha sugerido que los cristianos representaban el 10
por ciento del total, pero este dato sigue siendo una conjetura.[21]
Es muy poco probable que el porcentaje que representaban los cristianos
fuera inferior, y tambin es posible que fueran dos o tres veces ms. La may ora
de los datos con los que contamos se refieren a las iglesias de las provincias
orientales, incluy endo Egipto, poseemos bastantes sobre las iglesias del norte de
frica y tenemos cierta informacin sobre la iglesia de Roma, pero apenas
sabemos nada sobre la actividad de los cristianos de las provincias occidentales.
En algunas zonas del este, es posible que los cristianos fueran may ora en algunas
poblaciones. Armenia fue el primer pas del mundo que adopt formalmente el
cristianismo cuando su rey se convirti a principios del siglo IV, lo que aument
an ms su proximidad con Roma cuando Constantino se hizo con el control de
todo el Imperio. Los cristianos que vivan bajo el mandato de los rey es persas no
tardaron mucho en encontrarse bajo sospecha de simpatizar con el enemigo
romano.[22]
Es importante no considerar los grupos religiosos desde una perspectiva
excesivamente simplista. La lnea divisoria entre cristianos y paganos era
fundamental para los primeros, pero a menudo era mucho menos evidente para
los segundos. No cabe ninguna duda de que los paganos no eran un grupo
homogneo y seguramente muchos de ellos no sentan una especial afinidad
hacia otros individuos que los cristianos vean como paganos. El cristianismo
estaba mucho ms organizado que cualquier secta pagana importante: tena sus
propias Escrituras, complementadas desde el principio por una bibliografa en
continua expansin que analizaba la doctrina, conmemoraba a sus mrtires y
justificaba sus creencias ante los que no pertenecan a su Iglesia. Los cristianos
buscaban convertir a los dems a sus creencias de una forma que, de nuevo, era
muy poco habitual en otras religiones establecidas. En la may ora de las
comunidades cristianas haba un nutrido grupo de personas que tenan relacin
con los crey entes y mostraban inters y simpata hacia su fe, pero que todava no
se haban comprometido con ella firmemente. Con el tiempo, algunos de ellos se
comprometeran ms, otros se alejaran y algunos, simplemente, se quedaran en
los mrgenes de la religin. Al calcular las cifras de cristianos es necesario ser
consciente tanto de su diversidad como de todo el abanico de niveles y periodos
de permanencia que presentaba el compromiso con la fe.[23]
Tambin sera un error hablar con demasiada rigidez de una nica Iglesia:
haba muchas comunidades cristianas, cada una de ella tena orgenes distintos y,
en ocasiones, tambin eran diferentes sus prcticas o bien su doctrina. Podramos
asimismo establecer una diferenciacin basada en el idioma: en las provincias
orientales haba una amplia comunidad cristiana de lengua siria que parece haber
tenido diferencias profundas respecto a la cristiandad griega. Ni siquiera aquellas
iglesias que pronto se reuniran para formar la Iglesia catlica ortodoxa eran tan
uniformes como llegaran a serlo en el futuro. No deberamos permitir que la
visin retrospectiva nos induzca a asumir que sus instituciones se crearon en un
instante en vez de ir desarrollndose a lo largo de un periodo prolongado.
EL EMPERADOR CRISTIANO
Constantino obtuvo el control del Imperio a travs de la fuerza militar. El respaldo
de los cristianos era una baza, pero representaba slo un elemento menor de su
xito. Sin embargo, no hay ninguna razn de peso para dudar de que el
emperador crey era realmente que haba sido Dios quien le haba concedido la
victoria. Prcticamente todos los expertos aceptan esta teora, aunque durante
mucho tiempo se mantuvo un infructuoso debate al respecto, y a que algunos
preferan verle como un pragmtico de un cinismo absoluto. Aparte de
simplificar en exceso el carcter humano, esa visin pasa por alto tres puntos
otros monumentos y cre un nuevo complejo de baos para Roma. Varias de las
construcciones que financi en la ciudad eran proy ectos iniciados por Majencio
que l finaliz, entre los que destaca la enorme baslica cuy as altas ruinas todava
descuellan sobre las dems en el Foro. Esta baslica albergaba una monumental
estatua del propio Constantino.[26]
El Arco de Constantino fue asimismo resultado de la remodelacin de un
monumento cuy a construccin fue iniciada por su derrotado predecesor. Las
esculturas para el arco fueron robadas de obras de arte de pocas anteriores y los
rostros de emperadores como Trajano, Adriano y Marco Aurelio fueron
retocados para representar al propio Constantino, de caza y haciendo un
sacrificio. El texto de la inscripcin es monotesta, pero resulta bastante impreciso
y habla de cmo Constantino derrot a su rival mediante la grandeza de su
mente y con la inspiracin de la divinidad . Otros lemas eran muy
tradicionales y le llamaban el liberador de la ciudad y fundador de la paz .
Por el contrario, los relieves que reproducen escenas de su campaa italiana,
incluy endo la batalla del Puente Milvio, no tenan precedentes, porque nadie
hasta entonces haba descrito la derrota de otros romanos en un monumento
permanente. El Arco de Severo slo mostraba escenas de su campaa parta y
pasaba por alto sus victorias en las guerras civiles. Es posible que las actitudes
hubieran cambiado, porque no hay constancia de que nadie criticara esa
decisin.[27]
El may or proy ecto de Constantino fue la conversin de la ciudad de Bizancio
en la gran metrpoli de Constantinopla. Tambin en este caso es importante no
presuponer que el emperador siempre haba tenido la intencin de que la ciudad
llegara a ser lo que acabara siendo con el tiempo: la capital del Imperio de
Oriente y la nueva Roma. Es mejor ver esa conversin dentro del contexto de la
prctica de los tetrarcas de promover el desarrollo de ciertas ciudades, como
sucedi con Nicomedia y Trveris, aunque es probable que el proy ecto de
Constantino fuera ms grandioso, y a que se haba erigido como emperador nico
y deseaba celebrar su victoria. De todas partes del Imperio se trajeron obras de
arte para adornar Constantinopla. La pretensin cristiana de que no haba rastro
de cultos paganos en la ciudad es exagerada: una enorme estatua de Constantino,
desnudo, representado como dios Sol se alzaba sobre lo que hoy se conoce como
la columna quemada y tambin haba unos cuantos templos, en su may ora
levantados sobre cimientos y a existentes. No obstante, en honor a la verdad hay
que reconocer que se trataba de una ciudad abierta y abrumadoramente
cristiana. Desde un punto de vista estratgico, Constantinopla estaba bien situada
para un emperador que deseara avanzar hacia el este o emprender operaciones
en la frontera del Danubio, lo que en parte explica por qu, con el tiempo,
aventajara al resto de las capitales de la tetrarqua.[28]
que eran Sagradas Escrituras. Otros haban sufrido tortura e incluso la muerte,
mientras que varios de ellos haban tenido la buena fortuna de no ser arrestados.
Cuando todo termin, un grupo denominado los donatistas cuy o lder se
llamaba Donato se neg a readmitir en la orden a aquellos que haban huido o
colaborado, y no digamos a dejarles volver a practicar el sacerdocio. La disputa
alcanz su punto culminante cuando los donatistas se negaron a aceptar el
nombramiento de un tal Ceciliano como obispo de Cartago porque lo
consideraban demasiado indulgente. Es muy posible que tambin hubiera
incompatibilidad de caracteres por ambos lados. Los donatistas apelaron a
Constantino, del mismo modo que la congregacin de Antioqua haba solicitado
la presencia de Aurelio, pero con la diferencia de que el emperador era ahora
cristiano. Constantino decidi que la cuestin deba ser dirimida por el obispo de
Roma, que opt por emplear el formato tradicional de la justicia romana, pero
los representantes de los donatistas, o bien no estaban informados al respecto o
bien no estaban bien preparados, y su alegacin fue rpidamente desestimada.
Sin embargo, se negaron a aceptar el fallo y el resultado fue un cisma en la
Iglesia del norte de frica que persisti durante generaciones.[32]
La otra disputa de envergadura dur tambin bastante, pero en esta ocasin el
problema era de doctrina. Se entabl un acalorado debate sobre la precisa
naturaleza de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Espritu Santo. Desde muchos
puntos de vista, los argumentos presentados revelan la honda influencia de los
modos de pensar que promovan las principales escuelas filosficas, con su
obsesin por categorizar las cosas de modo especfico. Es un indicio de cuntos
cristianos haban recibido una educacin tradicional, lo que debilita en parte la
reiterada afirmacin de que todos ellos eran ignorantes y provenan
invariablemente de un estatus humilde. Un grupo conocido como los arrianos
seguan las ideas de un presbtero de Antioqua llamado Arrio aleg que,
necesariamente, el Padre tena una existencia anterior y superior. Por tanto,
como Hijo, Jess, aunque fuera de forma marginal, no era el igual del Padre. En
el ao 324 se convoc un concilio que se reuni en Nicea bajo el auspicio del
emperador. Constantino estaba presente, pero, al parecer, actu como un lego
interesado y realmente no particip en el debate en s. Ms adelante, el concilio
dio lugar a un credo en el que la Trinidad fue descrita como de la misma
sustancia (homoousios en griego). Se atribuy e al propio Constantino haber
respaldado y quiz inventado el trmino. Arrio y otros que se negaron a aceptarlo
fueron obligados a exiliarse, aunque ms tarde se les permiti regresar.[33]
Constantino afirm de manera reiterada que su gobierno estaba sancionado
por el favor divino. A medida que su reinado avanz, ese favor pas a ser
llamado explcitamente el apoy o del Dios supremo, el Dios cristiano, que haba
sido elegido para gobernar el Imperio exactamente igual que los obispos eran
hirviente.
Pronto empezaron a circular algunas historias descabelladas que contaban
que Fausta haba desarrollado una irresistible pasin por su hijastro; al parecer,
cuando l rechaz sus proposiciones, ella le acus de intentar violarla, y su rgido
padre que haba introducido una legislacin muy dura contra ese tipo de delitos
impuso la pena de muerte a su hijo. Se supone que, ms tarde, averigu la
verdad e hizo ejecutar a su esposa. Lo ms probable es que la historia no sea ms
que puro cotilleo. Igualmente falsa es la maliciosa afirmacin de algunos autores
paganos, incluy endo al emperador Juliano, de que Constantino se convirti al
cristianismo porque slo su Dios perdonara a un hombre culpable de asesinar a
su propia familia. Ya llevaba siendo cristiano ms de una dcada antes de que
tuvieran lugar esos salvajes hechos. Fueran los que fueran los detalles precisos, la
causa que parece ms probable es el deseo de Fausta de que sus propios hijos
heredaran en vez de su hermanastro de ms edad.[36]
Las conspiraciones de palacio no eran nada nuevo y la familia de Constantino
era especialmente amplia y sus relaciones complejas. No confiaba del todo en
sus propios hermanastros, a los que mantuvo alejados del poder durante la may or
parte de su reinado. La madre de stos llevaba muerta mucho tiempo, pero la
suy a, Helena, fue una figura prominente durante el reinado, y desde los crculos
oficiales se haca hincapi en el hecho de que haba sido esposa de Constancio,
independientemente de cul fuera la verdadera esencia de su relacin. Tanto ella
como Fausta fueron nombradas augustas. Helena era una seguidora muy
destacada de la fe catlica y en sus ltimos aos realiz un peregrinaje a Judea.
En 327 se encontraba en Jerusaln y particip en la construccin de la iglesia del
Santo Sepulcro, elevada sobre lo que se crea que era la tumba vaca de
Jesucristo. En aos posteriores, se multiplicaron las ley endas que afirmaban que
Helena haba descubierto numerosas reliquias, entre ellas algunos fragmentos de
la cruz en la que fue crucificado Jess. Aunque muri poco despus, Helena
sigui siendo una figura de importancia a lo largo de la Edad Media.[37]
Constancio II, el segundo hijo de Fausta, fue nombrado csar en 324, y su
hermano menor Constante fue elevado al mismo rango en 333. Dos aos
despus, Constantino ascendi asimismo a su hermanastro Dalmacio, de modo
que haba un total de cuatro csares. El Imperio tena cinco emperadores de
ah que hubiera cinco prefectos del pretorio, pero slo el propio Constantino era
augusto y nunca hubo ninguna duda de que su poder era superior. No se trataba
de un colegio de iguales. Desde muchos puntos de vista, el sistema tena ms en
comn con el nombramiento de familiares como cogobernantes por parte de
emperadores como Gordiano, Decio y Filipo. Demostraba al mundo que el
rgimen poda continuar aunque el propio emperador falleciera. Tampoco era
una restauracin deliberada del principio hereditario y el rechazo de la seleccin
deliberada de los sucesores. De forma muy similar a los emperadores del siglo II
RIVALES
Tras los daos que con todas estas disposiciones infligi al Estado, muri
Constantino de enfermedad. Recibieron el Imperio sus tres hijos [], quienes se
ocuparon del gobierno atendiendo ms a las inclinaciones de la juventud que al
bien pblico. Pues, en primer lugar, se repartieron las provincias.
ZSIMO, a finales del siglo V.[1]
Y a nosotros, que ramos sus parientes tan cercanos, ese clementsimo emperador
(Constancio II), qu cosas nos ha hecho! A seis primos mos, que tambin lo eran
suyos, a mi padre, que era su to, y adems a otro to comn por parte de padre y a
mi hermano mayor los hizo matar sin juicio.
El emperador JULIANO, 361.[2]
El
extrao se entrometiera. La guerra civil que estall a continuacin dur tres aos
y se libr a gran escala y con un considerable nmero de vctimas mortales.
Magnencio se enfrent tambin a otra amenaza cuando Nepotiano, hijo de una
de las hermanastras de Constantino, fue proclamado emperador de Roma. Al
cabo de un mes, l haba sido decapitado y su madre ejecutada. Ms grave para
Magnencio fue la desercin de uno de sus oficiales de rango superior. Ese
hombre, Silvano, se uni a Constancio y es muy posible que se llevara a muchos
de sus soldados con l, lo que ay ud a Constancio a ganar la sangrienta batalla
que se entabl en las afueras de Mursa, junto al Danubio, en 351. Al ao
siguiente, sus tropas invadieron Italia y en 353 empez a reclamar la propia
Galia. Cuando las derrotas empezaron a sucederse, Magnencio finalmente perdi
la esperanza y se suicid, junto con su hermano, al que haba educado para que
se convirtiera en csar.[6]
Ahora Constancio era el amo de todo el Imperio y gobernaba con un nico
colega de rango inferior, Galo, el may or de los dos sobrinos de Constantino que
sobrevivieron a la sangra del ao 337. l y su hermanastro Juliano fueron
educados prcticamente en cautividad y no se les haba otorgado ningn papel o
responsabilidad pblica para prepararlos para ocupar un alto cargo. Galo, de
veintisis aos de edad, fue nombrado csar en 351, y se le encarg controlar las
provincias orientales mientras Constancio se diriga a la Galia a enfrentarse a
Magnencio. Al principio, parece que llev a cabo la tarea de un modo
razonablemente eficaz, pero es probable que la desconfianza entre el csar y el
augusto que haba asesinado a su padre y familiares resultara inevitable. No fue
ninguna coincidencia que las desavenencias llegaran al culmen en el mismo
momento que Constancio estaba finalizando el proceso de sofocar la rebelin de
la Galia. Es posible que Galo hubiera empezado a comportarse con menos
comedimiento y, ciertamente, sus relaciones con muchos de los funcionarios
superiores elegidos por el augusto se haban vuelto tirantes. Tambin se haba
convertido en un personaje impopular entre las familias acomodadas de
Antioqua, a las que culp de crear de forma deliberada una escasez de grano en
la ciudad para forzar la subida de los precios. Varios hombres prominentes fueron
arrestados, torturados y asesinados con cargos falsos. Un gobernador pereci
hecho pedazos cuando Galo lo entreg a una turba airada.
Constancio se movi con precaucin, temiendo que su csar obtuviera
suficiente apoy o local para levantarse contra l. Poco a poco, Galo fue
despojado de las tropas que tena a su inmediata disposicin. A continuacin, en
354, fue convocado para reunirse con el augusto en el norte de Italia, con el
pretexto de una celebracin. Por el camino, fue arrestado y ejecutado. Despus,
un oficial cabalg hasta Miln todo lo deprisa que los puestos de caballos de
relevo del servicio postal imperial le permitieron. All arroj la joy a que el csar
llevaba incrustada en los zapatos imperiales ante los pies de un complacido
Constancio, como si fueran los despojos del cadver de un rey de los partos .
[7]
EL USURPADOR RENUENTE
Nuestras fuentes de las primeras dcadas del siglo IV son insuficientes, en
especial aquellas que describen los aos que trascurrieron tras la muerte de
Constantino. Esta situacin cambia radicalmente en 353, cuando comienza la
narracin histrica que se conserva de Amiano Marcelino, que nos proporciona
un relato detallado de los siguientes veinticinco aos. Amiano fue el ltimo gran
historiador latino, lo que no deja de resultar irnico, considerando que proceda
del Mediterrneo oriental probablemente de la propia Antioqua, por lo que
su lengua materna era el griego. Despus de servir como oficial del Estado
May or en el ejrcito, se retir a Roma y, tiempo despus, redact un texto
histrico que cubra el periodo desde el ao 96 al 378. Slo se conservan los
ltimos dieciocho de los treinta y un libros originales, pero es evidente que cubri
los acontecimientos que presenci durante su vida con ms detalle que los
periodos precedentes, lo que nos brinda una descripcin pormenorizada que no
slo es contempornea, sino que en ocasiones tambin es el relato de un testigo
presencial. Sin embargo, como cualquier otra fuente, debemos hacer uso de la
historia de Amiano con un cierto grado de prudencia. No era completamente
imparcial y a veces su inters por determinados hechos distorsiona su lugar en el
panorama general. Aun as, gracias a los detalles de sus relatos disponemos de un
vvido retrato del Imperio del siglo IV.[8]
La narrativa de Amiano que ha llegado a nuestros das comienza con la
ruptura final de las relaciones entre Constancio y Galo. Este ltimo es retratado
como un tirano sin control, incitado por su esposa, an ms feroz que l, una hija
de Constantino que anteriormente haba estado casada con Anibaliano, luego
asesinado. El relato de Amiano nos permite ver el proceso mediante el cual Galo
fue gradualmente despojado de su poder, aislado y asesinado. Lo que es an ms
importante, nos describe las purgas que tuvieron lugar tras la cada del csar y la
derrota de Magnencio. De pronto, cualquiera que tuviera algn tipo de relacin
con ellos, y especialmente los oficiales del ejrcito y los funcionarios, estaba
bajo sospecha. Hombres de edad avanzada fueron torturados con el fin de
arrancarles una confesin y pruebas contra otros sospechosos. A continuacin,
muchos fueron ejecutados y a unos pocos slo los obligaron a exiliarse.[9]
En ese clima de desconfianza casi paranoica, uno de los modos ms fciles
que tena un individuo de probar su lealtad era delatar a otro. A menudo, esa
demostracin de fidelidad traa consigo un ascenso u otros favores por parte del
agradecido emperador. Pero haba incentivos adicionales: ese tipo de
sentan que podan hacerlo sin tener que pagar las consecuencias. Desde la
cumbre, el emperador sospechaba que sus subordinados ms poderosos deseaban
suplantarle, y a que la usurpacin y la guerra civil seguan siendo hechos
cotidianos. Por otro lado, el incremento de la burocracia y de los grandes
ceremoniales de la vida cortesana haca que le resultara ms difcil averiguar lo
que estaba sucediendo.
El destino de Silvano, el oficial que desert del ejrcito de Magnencio durante
la guerra civil, ilustra bien el clima de los tiempos. Cuando finaliz el conflicto,
Constancio le recompens con el puesto de comandante del ejrcito acantonado
en la Galia. Silvano, cuy o padre haba luchado con honor por Constantino, era
franco, uno de los numerosos oficiales con ascendencia germnica que
formaban parte del ejrcito en aquella poca. Un caudillo de la tribu de los
alamanes haba tenido un papel destacado en la proclamacin de Constantino
como emperador en York en 306. Muchos de esos hombres adoptaron nombres
romanos, a todos ellos se les haba otorgado la ciudadana y un estatus social
acorde con su rango y eran romanos en todos los aspectos culturales de
importancia. Silvano era cristiano algo que segua siendo raro entre los francos
que vivan fuera del Imperio y era decididamente leal al Imperio, si bien su
inicial desercin dejaba menos claro a qu emperador en concreto deba lealtad.
[12]
Cuando todava llevaba poco tiempo en el cargo, Silvano escribi unas cartas
de recomendacin para un funcionario imperial que estaba destinado en la zona.
Era completamente normal que se solicitaran ese tipo de cosas de aquellos que
tenan poder en una regin, pero el individuo en cuestin tena un motivo ms
siniestro. Con cuidado, borr la tinta del cuerpo principal de las cartas, dejando
slo la firma del general Silvano en cada pgina. A continuacin, redact sus
propias cartas, dirigidas a diversos oficiales de alto grado, administradores y otros
hombres prominentes, dando a entender que se estaba planeando una rebelin
contra Constancio. Las cartas fueron enviadas a otros conspiradores, entre ellos al
prefecto del pretorio Lampadio y a otros funcionarios de alto rango. El prefecto,
cuy o papel le daba acceso al emperador ms all de las restricciones de la
ceremonia de la corte, le entreg en privado las cartas a Constancio.
De inmediato, el emperador orden el arresto de los hombres cuy o nombre
figuraba en las cartas. No obstante, algunos oficiales muchos de ellos tambin
de ascendencia franca, entre los que se contaba Malarico, el comandante de uno
de los regimientos de la guardia protestaron y defendieron incondicionalmente
la inocencia de Silvano. Constancio cedi un poco, pero no acept su propuesta de
enviar a uno de los suy os para hacer venir a Silvano a la corte de Miln y as
darle la oportunidad de explicarse, sino que escuch al predecesor de Silvano en
el mando de la Galia, a quien no le haba gustado ser reemplazado, y seleccion
otro emisario. Este hombre fue a la Galia, pero no hizo ningn esfuerzo por
cosidas juntas.[13]
Constancio se qued estupefacto cuando las noticias de la usurpacin llegaron
a Miln. En la corte estaba Ursicino, que hasta cierto punto segua estando bajo
sospecha, y se decidi que sera l quien fuera a parlamentar con Silvano. No le
acompa el ejrcito, sino slo unos cuantos oficiales y diez miembros de su
comitiva personal, entre los que se encontraba el propio Amiano. Sus
instrucciones eran tratar de forma encubierta con el usurpador, pero ms tarde el
historiador escribi que sintieron que tendramos que enfrentarnos a fieras
terribles como si fusemos gladiadores . Partieron con premura hacia Colonia
llevando una amistosa carta de Constancio en la que finga no saber nada sobre la
proclamacin de Silvano. Deba entregar el mando a Ursicino y regresar con
todos los honores a Miln.[14]
Cuando la partida alcanz Colonia, ante el importante contingente de tropas y
notando que el usurpador contaba con completo apoy o local, Ursicino decidi
presentarse como un simpatizante y se postr ante Silvano como corresponda.
Le dieron la bienvenida y lo recibieron como a un valioso aliado, dado que el
hecho de que l tambin hubiera sido objeto de las sospechas injustificadas de
Constancio haca que su actuacin resultara bastante plausible. Mientras Silvano
se resista a atender los llamamientos de sus hombres de marchar sobre Italia
puesto que slo haban pasado unas cuantas semanas desde su proclamacin
como emperador, es posible que todava no estuviera preparado, pero tambin
puede que no deseara agravar el conflicto, los recin llegados empezaron a
trabajar en secreto. Tras descubrir que un par de unidades del ejrcito no
mostraban un respaldo tan decidido al usurpador, les pagaron sustanciales
sobornos para persuadirles de que se volvieran contra Silvano. Al amanecer, un
grupo de estos soldados irrumpi en el palacio, acabando con la vida de todos los
centinelas que encontraron en su camino. Entonces:
Sacaron a Silvano de una capilla en la que se haba refugiado presa del
pnico cuando se dispona a celebrar un rito cristiano, y le mataron
clavndole repetidamente sus espadas. Y as muri este general de mritos
nada escasos que, por temor a las calumnias de sus enemigos, en las que
se vio envuelto durante su ausencia, busc todo tipo de recursos en su
intento de salvar la vida.[15]
A continuacin se produjo la habitual purga de los familiares y asociados del
fallecido. Paulo cadenas desempe un papel destacado a la hora de
descubrir informacin que desencaden un alto nmero de ejecuciones.
Amiano menciona el nombre de cinco vctimas, as como a muchos otros .
Durante un tiempo, el mismo Ursicino estuvo bajo sospecha de haber
malversado fondos.[16]
El reinado de Silvano haba durado slo veintiocho das. Su asesinato evit una
guerra civil, que habra supuesto un coste muy superior en vidas al nmero de
ejecuciones que tuvieron lugar. Sin embargo, es importante no medir los costes
de las usurpaciones slo en trminos de vctimas y perjuicios fsicos. Cada una de
ellas subray aba lo precaria que era una carrera en el servicio imperial. Uno de
los descubrimientos ms impactantes de este episodio es los pocos escrpulos que
mostraban los funcionarios romanos de alto rango para orquestar la deshonra y
asesinato de sus colegas para su propio provecho. Otro es lo difcil que le
resultaba a Constancio saber qu estaba sucediendo en su Imperio. Contra lo que
pudiera parecer, el enorme aumento de la burocracia haba trado como
consecuencia que el emperador estuviera peor informado de lo que lo haban
estado en los siglos I y II. Nada de esto contribua a la marcha eficiente del
Imperio.[17]
Con todo, el buen gobierno no era la prioridad absoluta de los emperadores,
sino la supervivencia. A lo largo de su carrera, Constancio siempre haba estado
dispuesto a ejecutar, asesinar o iniciar una guerra civil contra cualquiera que
cuestionara su control del poder imperial. Con frecuencia, los emperadores del
Principado se haban mostrado igualmente implacables. Amiano compar la
peliaguda situacin de Ursicino en 354 con la de Corbuln, un distinguido general
a quien Nern dio instrucciones de suicidarse. En el siglo I, tanto Augusto como
Vespasiano, dos hombres que nuestras fuentes suelen situar entre los mejores
emperadores, obtuvieron el poder mediante una guerra civil. Aun as, la
diferencia era considerable. Las usurpaciones no eran tan comunes en el siglo IV
como en el III, pero seguan siendo frecuentes. Costaba ms asesinar a los
emperadores porque en la corte haba un nivel de seguridad ms elevado, pero el
peligro de que alguien se ganara a una amplia parte del ejrcito segua siendo
muy real.
Ningn emperador estaba nunca totalmente seguro. La compleja burocracia
y la jerarqua dividida, con una estricta separacin entre el poder militar y el
poder civil, y las complejas relaciones dentro de cada uno de ellos, garantizaban
una cierta proteccin. Era ms difcil que en otros tiempos organizar un ataque de
xito. Sin embargo, no era imposible, y si se consegua reunir un amplio apoy o
en distintas ramas del ejrcito y la administracin, entonces era probable que el
ataque fuese peligroso. Los emperadores tenan una actitud temerosa y
desconfiada, como era comprensible, que se filtraba inevitablemente a las
jerarquas inferiores. Sus subordinados saban muy bien que en cualquier
momento podan caer bajo sospecha. Una carrera poda terminar de forma
abrupta en la tortura y la muerte, o poda florecer, muy posiblemente mediante
el asesinato de otros. La competencia violenta impregnaba todos los niveles del
gobierno y en especial de los rangos superiores. Exista asimismo un cierto grado
XI
ENEMIGOS
Voy ahora yo a empezar por recordar que gracias a tu valor las Galias han sido
recuperadas y toda la barbarie sometida como si se tratase de cosas nuevas y
nunca odas? Estas hazaas de grandsima fama en esta parte del Imperio romano
han sido celebradas con la alabanza del buen nombre, en tal grado que
merecieron la envidia del emperador, tu primo.
Discurso de agradecimiento de CLAUDIO MAMERTINO al emperador Juliano,
pronunciado el 1 de enero de 362.[1]
P ese
confiar en hacer ms que recuperar parte del territorio que les haban arrebatado
los romanos. Las guerras con extranjeros no eran luchas a vida o muerte, al
menos por lo que se refera a los romanos; pero eran frecuentes. Roma tena
muchos enemigos viviendo a lo largo de sus largas fronteras.
Que ninguna de esas potencias por s sola supusiera una amenaza de muerte
para el Imperio no significa que no lo fueran de todas formas. Los crmenes
violentos no amenazan la existencia de las democracias modernas, pero eso no
significa que puedan pasarse por alto sin ms, aunque los gobiernos y los votantes
parezcan resignarse a su elevada frecuencia en algunas zonas. Para los romanos,
era necesario mantener las incursiones que atravesaban las fronteras a un nivel
aceptable para el gobierno. La guerra tambin desempeaba un papel central en
la ideologa del Imperio: obtener victorias sobre oponentes extranjeros era la
prueba definitiva de la capacidad de gobierno de un emperador, y cualquier xito
de este tipo reciba un lugar destacado en su propaganda. Sin duda, el deseo de
gloria inspir a sucesivos emperadores a lanzar campaas en las zonas
fronterizas.
UN EJRCITO CON UN NUEVO MODELO
Como hemos visto, adems de emprender la reforma de la administracin,
Diocleciano y Constantino presidieron una reestructuracin importante del
ejrcito. Las tropas haban sido divididas en dos grandes tipos de unidades
distintas, los comitatenses y los limitanei. Estos ltimos reciban menos paga y se
les exigan menos requisitos fsicos, pero seguan siendo soldados profesionales a
tiempo completo. El origen del nombre es la palabra que designaba los caminos
de uso militar (limes), aunque su significado preciso es objeto de debate. En
ocasiones, los limitanei tambin eran llamados riparienses, palabra que vena de
ripa, las orillas de un ro. Estaban estacionados en las provincias, normalmente en
zonas fronterizas, y eran comandados por duces. Su papel era patrullar y vigilar
el rea que rodeaba sus guarniciones, as como sofocar ataques de escala
relativamente pequea, como incursiones de saqueo de bandas cuy os efectivos
ascendan a unas cuantas docenas o, como mucho, a un par de cientos de
guerreros. Un estudio ha sealado que no hay noticia de bandas de menos de
cuatrocientos hombres, y sugiere que los grupos ms pequeos eran detenidos de
manera rutinaria por los limitanei.[3]
Los comitatenses contaban con una estructura de mando completamente
independiente y se trasladaban con mucha ms frecuencia de una regin a otra.
El nombre derivaba de comitatus, el personal de la casa imperial, y la idea
original era claramente que deban estar a disposicin del emperador. Es posible
que bajo el reinado de Constantino estuvieran organizados como un solo ejrcito,
listos para seguirle en campaa all donde fuera. Cuando sus tres hijos dividieron
el Imperio en el ao 337, los comitatenses fueron divididos en tres ejrcitos
separados. Con el tiempo se crearan ms ejrcitos independientes estacionados
en regiones especficas. En la prctica, los comitatenses solan ser mandados por
generales con el ttulo de jefe del ejrcito (magister militum), como Silvano y
Ursicino. Entre las variantes del ttulo se encontraban el jefe de caballera
(magister equitum) y el jefe de infantera (magister peditum), ninguno de los
cuales mandaba exclusivamente infantera o caballera, sino una combinacin de
ambos tipos de fuerzas. Como subordinados, los magister militum tenan a su
cargo a oficiales con el rango de comes o condes (plural comites). Recordemos
que la palabra procede de la comitiva que sola acompaar tradicionalmente a
los emperadores en un viaje o en campaa. En algunos casos, los condes reciban
mandos independientes a pequea escala.[4]
Los magister militum mandaban con regularidad contingentes importantes de
tropas, aunque probablemente no ms que los gobernadores senatoriales de una
amplia provincia militar en el siglo I o II. Slo haba tres la cifra se duplicara a
finales de siglo, pero nunca superara esa cantidad, lo que haca ms fcil para
el emperador poder mantenerlos bajo estrecha vigilancia. No obstante, el
episodio de Silvano demostr que esa vigilancia poda no ser suficiente. Ms
importante a la hora de garantizar la seguridad del emperador eran los complejos
repartos de responsabilidad y poder a lo largo y ancho de las provincias. El
ejrcito estaba dividido en dos y, seguramente, ms de la mitad de sus unidades
eran limitanei. Con todo, parece que la cooperacin entre limetanei y
comitatenses era habitual y, en la prctica, en ocasiones los oficiales de alto rango
tenan bajo su mando tropas de ambas clases durante una campaa. Se mantena
una divisin mucho may or entre la jerarqua militar y la administracin.
El ejrcito dependa de las burocracias civiles para recibir la paga, el
alimento y la ropa. Incluso las armas y otras piezas del equipamiento que en los
inicios del Imperio se fabricaban en los enormes talleres que posean las legiones
procedan ahora de fbricas dirigidas por el Estado bajo la supervisin de los
prefectos del pretorio. Un magister militum que planeara enfrentarse al
emperador tena que asegurarse de obtener no slo el respaldo de los soldados,
sino la cooperacin o la sustitucin de numerosos burcratas. Ahora era mucho
ms difcil conocer y ganarse el favor de todos aquellos que eran importantes. Al
mismo tiempo haba muchas personas sirviendo en jerarquas independientes con
capacidad para enviar informes reales o fabricados sobre cualquier
comportamiento desleal que presenciaran o del que tuvieran noticia. El sistema
ofreca cierta proteccin al emperador, pero a cambio resultaba mucho ms
difcil conseguir que las cosas se hicieran. Las campaas podan retrasarse o
verse obstaculizadas por una falta de aprovisionamiento sobre la que los
May or, y es ms que probable que hubiera muchos ms hombres con cargos de
oficiales que unidades que pudieran mandar. Es muy posible que algunos tribunos
fueran ascendidos tras servir en la tropa. Un camino mucho ms comn era la
obtencin del puesto tras haber servido en las unidades especiales de la corte
imperial. Los calididad actuaban como guardia personal del emperador durante
las ceremonias de la corte. Los protectores domestici servan como oficiales de
rango inferior del Estado May or, y a fuera con el emperador o con un magister
militum. Amiano fue uno de ellos. Oficialmente, el ascenso era una prerrogativa
del emperador, pero en la prctica tena que confiar en las recomendaciones de
los oficiales, funcionarios y cortesanos superiores. No exista ningn sistema
oficial para entrenar a esos oficiales o para seleccionarlos basndose en el
talento. Como siempre suceda en la sociedad romana, el clientelismo
desempeaba un papel importante a la hora de determinar la carrera de un
hombre.[11]
Los especialistas modernos, convencionalmente, se refieren a los
comitatenses como unidades mviles de campaa, y con frecuencia van ms all
y los denominan tropas de lite. Son vistos como una respuesta necesaria al
incremento de las amenazas externas a las que se enfrentaba el Imperio. En el
pasado, las guerras que exigan la retirada de tropas de una zona fronteriza haban
debilitado las defensas de la regin, que quedaba vulnerable ante un ataque. En el
siglo IV, los limitanei permanecan en todo momento en su puesto. No eran tan
numerosos como las fuerzas situadas en las fronteras del Alto Imperio y no
podan esperar salir victoriosos ante incursiones de envergadura. No obstante, sus
campamentos base contaban con abundantes fortificaciones, al igual que los
pueblos y las ciudades, y en caso de ataque se esperaba que resistieran todo
cuanto pudieran y adems hostigaran al enemigo. En caso necesario, un ejrcito
de un tamao considerable de comitatenses poda ser enviado a continuacin a la
regin para enfrentarse al invasor. En esencia, los limitanei conformaban las
reservas mviles de las que se dice que carecan las anteriores configuraciones
de las tropas.[12]
Buena parte de ese anlisis ha sido cuestionado, en especial hasta qu punto
actuaban como reservas. En nuestras fuentes antiguas no se hace ninguna
referencia al respecto. Ningn ejrcito poda moverse a ms velocidad que un
soldado de infantera marchando y, en general, sta se vea reducida a la del
lento buey que arrastraba el bagaje y transportaba el suministro de alimentos.
Considerando el tamao del Imperio, tena poco sentido hablar de reservas, y a
que, a menos que estuvieran bastante cerca del teatro de operaciones, tardaran
mucho en llegar. A pesar de las crticas, el nombre de unidad mvil de campaa
se ha popularizado, por lo que merece la pena comentar unos cuantos puntos
sobre el verdadero despliegue y uso de los comitatenses.
fbricas del siglo IV tiene un aspecto ms funcional que la armadura y las armas
del Alto Imperio. Tanto el pilum (una pesada jabalina) como el gladius (espada
corta) haban cado en desuso, y en su lugar las armas oficiales eran una espada
de hoja larga, la spatha que anteriormente utilizaban slo los jinetes, y lanzas
ms simples que servan tanto para dar estocadas como para lanzar. Como
individuo, el soldado romano segua siendo un combatiente bien equipado. Es
probable que las tcticas de infantera fueran algo menos agresivas, pero seguan
siendo eficaces. El ejrcito del siglo IV gan la gran may ora de las batallas que
libr.[15]
Inevitablemente, el estndar de entrenamiento y la calidad del liderazgo del
ejrcito romano del siglo IV variaban, como tambin lo haban hecho en pocas
anteriores. Como trmino medio, puede que fueran ligeramente inferiores, pero
seguan siendo el nico ejrcito profesional del mundo conocido. La desaparicin
de la legin de cinco mil hombres elimin un nivel de mando que haba sido til
para operar y controlar ejrcitos de gran tamao en el campo de batalla, e hizo
asimismo ms difcil contar con grandes nmeros de especialistas ingenieros,
arquitectos, especialistas en asedios, artilleros, etc. dentro del ejrcito y lograr
que su experiencia pasara a sucesivas generaciones. Los comitatenses no posean
campamentos base permanentes que pudieran servir de almacenes y
mantuvieran los registros del personal, sus destinos, equipamiento y monturas.
Los registros se seguan llevando, pero tenan que ser continuamente trasladados
para que fueran de utilidad para la unidad. Lo mismo suceda con los soldados:
los nuevos reclutas, los convalecientes o los hombres destacados en una posicin
temporal que tuvieran que regresar a sus funciones normales tenan que viajar
para reincorporarse al regimiento principal all donde se encontrara. La
frecuencia con la que las unidades combatan las fue debilitando poco a poco.
Algunos hombres falleceran en acciones contra el enemigo, pero muchos ms
estaran de baja por enfermedad o seran trasladados, lo que supona que
posiblemente habra muchos hombres que fueran pagados legtimamente por el
Estado, pero en realidad no estaran con su unidad cuando sta emprendiera una
campaa. La probabilidad de que los efectivos de la may ora de las unidades
estuvieran seriamente mermados buena parte del tiempo dificulta todava ms el
clculo de su dotacin terica completa.[16]
No deberamos exagerar la eficiencia del ejrcito romano del siglo IV, pero
tampoco olvidar hasta qu punto era nico en su tiempo. A pesar de lo complejo
que resultaba organizar los suministros, los romanos posean un sistema apropiado
para gestionar estas cuestiones a gran escala. El ejrcito del siglo IV distaba
mucho de ser perfecto, pero segua contando con claras ventajas respecto a todos
sus oponentes. Es necesario recordar que haba sido modelado por un siglo de
guerras libradas contra s mismo. Diocleciano y Constantino no crearon un
ejrcito siguiendo un diseo fro y lgico ni cambiaron el sistema militar del siglo
II porque estuviera obsoleto, sino que formaron una fuerza unificada uniendo los
dispersos retazos que haban dejado varias generaciones de guerras civiles. Su
primera prioridad siempre fue protegerse de los potenciales usurpadores, y
cualquier otra consideracin era secundaria. La amenaza inmediata de la guerra
civil nunca desapareci por completo y continuaba dominando el pensamiento de
sus sucesores. En ese contexto, el ejrcito del siglo IV era muy eficaz, y ahora lo
apropiado es analizar cmo se comportaba en el campo de batalla.
UN NUEVO CSAR EN LA GALIA
Como era comprensible, a Constancio le preocupaba que de la Galia hubiera
salido un segundo usurpador tan poco tiempo despus de la eliminacin de
Magnencio. Al final, decidi que una conexin familiar era la base ms fuerte
para fomentar la confianza mutua y convoc al hermanastro de Galo, Juliano, en
Miln. El 6 de noviembre, el joven, de veinticuatro aos, fue proclamado csar
ante un masivo desfile de tropas. Amiano seala que los soldados mostraban su
aprobacin golpeando sus escudos contra las rodillas. Si no estaban de acuerdo
con un nombramiento, levantaban los escudos en el aire y los golpeaban con los
astiles de sus lanzas. Del mismo modo que su hermano antes que l, Juliano no
haba recibido ninguna preparacin para ocupar un alto cargo, pero, a diferencia
de aqul, no slo dej tras de s un considerable corpus de escritos que han
sobrevivido hasta nuestros das, sino que en general recibe un tratamiento mucho
ms favorable en nuestras fuentes, al menos en ese periodo de su vida.[17]
El ejrcito de la Galia haba demostrado que estaba dispuesto a rebelarse
contra el emperador, pero era necesario mantener un poderoso contingente all
para proteger las provincias de los ataques de las tribus que habitaban al otro lado
de las fronteras. A lo largo de los tramos norteos del Rin se encontraban los
francos, y al sur, en las tierras que se extendan entre el Rin y el Danubio, los
alamanes. Eran los dos grupos principales, pero otros pueblos lanzaban ataques
peridicos contra los romanos. Ni los francos ni los alamanes eran naciones
unificadas, sino un sinnmero de agrupamientos independientes de tribus y clanes
dirigidos por caudillos cuy o poder iba aumentando o disminuy endo a lo largo del
tiempo. En ocasiones, algunos de estos grupos ms reducidos aceptaban un
liderazgo comn, pero nunca se trataba de algo universal. Sus ataques contra el
Imperio eran, casi sin excepcin, incursiones cuy o objetivo era el pillaje y no la
ocupacin. No haba hordas de brbaros abalanzndose una y otra vez contra los
muros de la civilizacin. Probablemente, la densidad de la poblacin de la zona
ocupada por los alamanes era menor que en las reas ms prximas de las
provincias romanas. Por s solas, estas incursiones no destruan el Imperio, pero s
hacan la vida extremadamente desagradable para aquellos que las sufran. Nos
han llegado noticias de cautivos que eran arrastrados a vidas de esclavitud al otro
lado de la frontera. Los asentamientos aislados fueron destruidos e incluso
algunas ciudades importantes fueron invadidas y saqueadas. Contar con un
circuito de murallas no siempre representaba una gran proteccin si no se
cuidaba su mantenimiento o si no haba gente suficientemente organizada para
defenderlas. Ms tarde, Juliano afirm que hasta cuarenta y cinco ciudades
importantes haban sido invadidas antes de que l llegara a la Galia.[18]
La guerra civil alentaba a los brbaros a atacar, tal como hemos visto que
ocurra en el siglo III. Las luchas intestinas alejaban a las tropas romanas de sus
posiciones y dejaban vulnerables las fronteras. Tambin tendan a trastornar el
comercio con las tribus que vivan fuera del Imperio, lo que haca tan
desesperada la situacin de algunas comunidades que se vean obligadas a
recurrir a la guerra en vez de comerciar. Al parecer, los alamanes provean a los
romanos de madera y piedra para la construccin en tiempos de paz. Por ltimo,
los lderes romanos siempre estaban dispuestos a conseguir aliados brbaros para
luchar contra sus rivales. Magnencio reclut a un gran nmero de guerreros
procedentes de regiones que no pertenecan al Imperio. Sin duda, Constancio hizo
lo mismo y tambin anim al rey alamn Vadomario a que invadiera el territorio
del usurpador, otorgndole el derecho a asentarse en la orilla occidental del Rin,
con lo que Vadomario se quedaba con parte de la provincia romana. Ese tipo de
tratos pragmticos eran atractivos durante la guerra civil, pero despus se
convertan en algo en cierto modo embarazoso. Como de costumbre, los
vencedores de las guerras civiles estaban deseosos de obtener algo de gloria
limpia derrotando a enemigos extranjeros de Roma. A los jefes de las tribus no
siempre les resultaba fcil saber responder a los drsticos cambios de actitud de
sus aliados romanos. Las guerras civiles y las razias tambin creaban desechos
humanos los desertores, los desposedos, los esclavos huidos y los fugitivos, y
ese tipo de desesperados se unan a bandas de saqueadores o se convertan en
bandoleros. A menudo debi de ser muy difcil conocer la identidad de los
saqueadores.[19]
Juliano ley los Comentarios a la guerra de las Galias de Julio Csar mientras
viajaba hacia el norte para asumir su nuevo mando. El mundo haba cambiado
mucho en los ltimos cuatrocientos aos, pero el nuevo csar demostr pronto
que poda rivalizar en ambicin con el famoso general. Adopt la vida militar con
entusiasmo. La tradicin que le es favorable afirma que los oficiales de rango
superior y los subordinados enviados por Constancio para vigilarle estrechamente
obstaculizaron su carrera. Se trata, claramente, de una exageracin, y es
probable que necesitara bastante asesora y orientacin cuando emprendi su
labor. Inicialmente, Ursicino permaneci en su posicin de magister militum para
ejercer ese papel de gua. No obstante, Juliano, que era un hombre inteligente
que haba pasado la may or parte de su vida solo con sus propios pensamientos, se
mostr reacio a aceptar opiniones de otros.[20]
En 356 el propio Constancio dirigi una operacin de envergadura contra
parte de los alamanes que respaldaron Juliano y sus tropas (si leemos a Amiano
sin prestar demasiada atencin, tendremos la impresin de que las cosas
sucedieron al contrario, y que el csar desempe el papel dominante). Juliano
mand la columna norte, mientras que el augusto encabez un ejrcito may or en
el sur. Fue bsicamente una exhibicin de fuerza que pretenda demostrar a las
tribus que los romanos volvan a estar unidos y listos para lanzar un ataque
masivo sobre cualquiera que les contrariara. El objetivo era negociar nuevos
tratados con los lderes de las tribus desde una posicin de abrumador dominio
romano. Autntico combate hubo ms bien poco, aunque Juliano gan unas
cuantas escaramuzas. Los encuentros iniciales se produjeron antes de que l se
uniera al contingente principal un indicio del tiempo que se tardaba en reunir
un ejrcito de campaa, cuando le acompaaba slo una unidad de catafractos
y otra de ballistarii (que literalmente significa artilleros , pero en este caso
probablemente estaban equipados como infantera, y tal vez con una especie de
ballesta). Incluso contando con su guardia personal, es posible que no tuviera bajo
su mando mucho ms de mil hombres, pero seguramente fueron suficientes para
ir apartando de su camino a las partidas de saqueo que se fue encontrando.[21]
El principal contingente se estaba concentrando en Reims, y de camino hacia
all liber Autun, Auxerre y Troy es. No haba enemigos en ninguna de estas
ciudades: Autun haba sido atacada recientemente, pero los asaltantes haban sido
rechazados, no por las tropas de la guarnicin, sino por una fuerza improvisada
formada por soldados retirados que se haban agrupado para actuar. En Troy es
las puertas de la ciudad permanecieron cerradas ante l durante un tiempo, hasta
que fue capaz de convencer a sus lderes de que era realmente un csar y el
representante legtimo del poder romano. Este ejemplo parece sugerir que en
ocasiones era difcil distinguir entre ciertas unidades del ejrcito romano y una
banda de saqueadores. Tras unirse al resto de su ejrcito, Juliano sigui
atravesando ms y ms ciudades, marchando a lo largo del Rin hasta que lleg a
Colonia, que algn tiempo atrs haba sido tomada por los francos, aunque, al
parecer, se haban marchado de all poco despus. Tambin en este caso, la
campaa era esencialmente una demostracin de fuerza que exhiba el poder del
gobierno ante algunas comunidades que posiblemente se hubieran sentido
abandonadas en los ltimos aos.[22]
Juliano pas el invierno en Senon tal vez la actual Sens, pero ms
probablemente cerca de Verdn y sufri un bloqueo organizado por una banda
de alamanes. No tena a su lado a demasiadas tropas como de costumbre,
debido a cuestiones logsticas, el ejrcito se haba dispersado para retirarse a los
cosas.[31]
XII
EL PAGANO
Pongo por testigos a Zeus y a todos los dioses protectores de las ciudades y nuestra
familia, de mis intenciones y de mi lealtad a Constancio, de que me port con l
como a m me hubiera gustado que mi hijo se comportase conmigo.
[]
Acaso no me insulta y se burla de mi locura por haberme puesto as al servicio
del asesino de mi padre, de mis hermanos, de mis primos y, por as decirlo, del
verdugo de toda nuestra casa y familia comn?
El emperador JULIANO, 361.[1]
J uliano
en las defensas con una mezcla de asaltos directos con escalas y torres de asedio
mviles, intentando infiltrarse en la ciudad con una partida de arqueros que entr
a travs de un tnel del alcantarillado con el objetivo de conquistar una torre y,
por ltimo, utilizando la ingeniera para lanzar proy ectiles de catapulta y arietes
contra las defensas. Sus prdidas humanas fueron elevadas, sobre todo en los
reiterados asaltos directos. Los defensores romanos desplegaron su abundante
municin de catapultas con gran habilidad y rechazaron todos y cada uno de los
ataques. Cuando los persas llevaron una enorme torre de lanzamiento de piedras
para eliminar a los defensores de la muralla, los romanos se apresuraron a
construir un alto montculo detrs para recuperar la ventaja de la altura para sus
propias catapultas. Por desgracia para ellos, el montculo se desmoron contra la
propia muralla, proporcionando de pronto a los persas una rampa perfecta para
entrar en la ciudad. Amida fue tomada al asalto y saqueada. Aquellos habitantes
y soldados que sobrevivieron a la masacre que se desencaden en la ciudad
fueron obligados a regresar con los asaltantes a Persia, donde les esperaba una
vida de cautiverio. Amiano fue uno de los pocos que permaneci escondido y, a
continuacin, escap al abrigo de la oscuridad.
Sapor haba ganado una victoria importante, aunque costosa: Amida fue la
primera ciudad importante que cay ante los persas en el reinado de Constancio.
No obstante, tras el prolongado asedio, la estacin de campaas haba terminado,
y los persas se retiraron con sus prisioneros. El desmoronamiento del montculo
romano habra hecho muy difcil reparar las defensas, por lo que no se dej
ninguna guarnicin en la ciudad en ruinas. En 360, Sapor atac de nuevo, y esta
vez sigui la ruta ms directa hacia Mesopotamia, pero tambin en esta ocasin
evit Nisibis. Irrumpi por la fuerza en la ciudad de Singara, incendindola y
llevndose a sus pobladores como cautivos. En otra ocasin, Amiano mencion
haber visto un grupo de dbiles y ancianos, quienes, por su incapacidad para
mantener el paso de una columna de prisioneros, haban sido abandonados tras
cortarles el ligamento de la corva. Despus de ese xito, Sapor atac el fuerte de
Bezabde, situado en una posicin muy slida, y lo tom. Sus murallas sufrieron
daos menores y, tras librarse de la poblacin, instal all una guarnicin persa. El
verano estaba a punto de acabar, y el rey dirigi a su principal ejrcito de
regreso a casa.[9]
Para entonces, haba llegado a la zona el propio Constancio. A pesar de las
noticias de la aclamacin de Juliano en la Galia, decidi ponerse al frente del
ejrcito y dirigir una tentativa de reconquista de Bezabde. Los romanos llevaban
consigo un ariete que haba abandonado Sapor I tras una de sus invasiones del
siglo anterior y que, tras ser reparado, estaba listo para ser usado. Pese a esta y a
otras piezas de asedio modernas, la guarnicin persa rechaz con valenta todos
los asaltos romanos. El invierno se estaba acercando rpidamente y, poco
convencido, Constancio abandon el asedio. En 361 los persas no lanzaron
363 las tropas de invasin estaban listas. Amiano, que particip en la expedicin,
no nos informa del tamao que tenan, aunque s dice que haba unos veinte mil
hombres encargados de tripular las barcazas que navegaran por el ro
transportando el grueso de los suministros del ejrcito. Tambin seala que haba
una fuerza concebida para distraer la atencin del enemigo que ascenda a unos
treinta mil soldados y, ms adelante, sugiere que el ejrcito principal era slo un
poco may or. Una fuente posterior asegura que slo el ejrcito principal de
Juliano tena sesenta y cinco mil hombres. Es posible que las cifras sean
correctas y, desde luego, es una cifra inferior a las cantidades, obviamente
infladsimas, que este mismo autor afirma que tenan otros ejrcitos de este
periodo. Con todo, es necesario ser prudentes, y a que puede que siga siendo una
exageracin, o tal vez en esa cifra se incluy an los efectivos de la fuerza de
distraccin. Lo que parece que podemos afirmar sin temor a equivocarnos es que
ste fue el ejrcito romano ms numeroso enviado a combatir contra un
oponente extranjero en el siglo IV. Juliano no tena absolutamente ninguna
experiencia controlando un ejrcito que tuviera un tamao que ni siquiera fuese
la mitad del que llevaba en esa expedicin. Ni tampoco, en realidad, ninguno de
sus oficiales.[12]
El plan era sorprender a Sapor, del mismo modo que en 359 el rey persa
haba llevado a cabo una accin inesperada. Haba un ejrcito de distraccin que
actuaba bajo el mando conjunto de un familiar de la rama de la madre de
Juliano llamado Procopio y otro oficial. Asistido por sus aliados armenios, ese
ejrcito deba simular un avance por las rutas habituales de Mesopotamia. Sapor
cay en la trampa y dirigi hacia all su ejrcito principal para defenderse del
ataque. Entonces, Juliano descendi junto al curso del ufrates encontrando al
principio una oposicin mnima. Los romanos pasaron junto a las ruinas de Dura
Europos y el monumento al emperador Gordiano con escasos problemas. El
suministro de agua de la regin estaba garantizado por un eficaz sistema de
canales de irrigacin que la hacan muy frtil. Sin embargo, los persas rompieron
las presas para anegar los campos y, donde no era posible, incendiaron o se
llevaron las cosechas para evitar que las aprovechara el enemigo. Ese tipo de
tcticas en las que se arrasaban las tierras sin escrpulos eran comunes en los
conflictos entre Roma y Persia. Los defensores romanos haban actuado del
mismo modo en el ao 359, devastando la regin por la que esperaban
errneamente, como descubrieron ms tarde que avanzara Sapor. Los
hombres de Juliano lograron recoger pocos alimentos y forraje de los campos
que atravesaron, pero por el momento sus necesidades eran saciadas con los
suministros que eran transportados ro abajo en cientos de barcazas.
Por supuesto, eso significaba que la columna deba avanzar a escasa distancia
de la orilla del ufrates, por lo que en realidad no tenan ms alternativa que
asaltar los fuertes y las ciudades amuralladas que se encontraban en su ruta. Los
para conquistarla mediante un asedio total. En cualquier caso, ste habra exigido
bastante tiempo, lo que habra creado problemas graves para mantener al
ejrcito abastecido, y a que no haban acumulado reservas importantes de
alimento capturadas al enemigo. Para agravar la situacin, en aquel momento
Sapor y a se haba dado cuenta de que haba sido vctima de un engao tal vez
las fuerzas de distraccin no atacaban con la suficiente agresividad y se estaba
aproximando con gran parte del principal ejrcito persa. Un asedio sera una
empresa difcil y peligrosa y Juliano decidi enseguida que no mereca la pena
intentarlo.
Tal vez la conquista de Ctesifonte nunca haba formado parte del plan, a
menos que hubiera sido posible tomarla con sigilo o presionando a la poblacin
para que se rindiera. Por otra parte, es posible que los romanos sencillamente
hubieran subestimado la enjundia de la tarea, aunque eso habra significado un
grave fallo, y a que, en principio, deban conocer bien su podero, aunque slo
fuera por anteriores campaas. Recordemos que la principal experiencia de
combate de Juliano proceda de sus operaciones en la frontera del Rin. All, una y
otra vez, los romanos se adentraron con rapidez en territorio enemigo, quemando
aldeas y cosechas, confiscando sus rebaos y, si podan atacar por sorpresa,
asesinando o capturando a la poblacin. Al enfrentarse a una matanza tan
espantosa, los rey es de las tribus solan negociar para firmar la paz. Si no lo
hacan, entonces la prctica se repeta. En la guerra civil, un ataque rpido contra
el corazn del territorio de Constancio le haba proporcionado el triunfo, si bien el
xito se debi sobre todo a que el emperador haba fallecido de manera muy
oportuna. Es difcil no pensar que Juliano vea su expedicin persa de una forma
muy similar: un ataque sorpresa en lo ms profundo del territorio enemigo,
conquistando ciudades, arrasando las tierras y derrotando a cualquier fuerza con
la que se topara. Tras mostrar a los persas que su rey no poda proteger su propio
reino, Sapor se vera obligado a hacer un llamamiento a la paz y aceptar un
tratado cuy as condiciones establecera Roma. Es posible incluso que Juliano
esperase que el impacto fuera tan fuerte como para destronar al rey y permitir
que fuera reemplazado por un miembro de la misma familia real que haba
vivido largo tiempo con los romanos como exiliada.
Si se trataba de ese plan, entonces estaba seriamente desorientado. El alcance
de ese ataque era muchsimo may or que el de las expediciones punitivas en el
Rin, en cuanto al nmero de soldados implicados y sobre todo en cuanto a las
distancias. Tampoco haba ningn motivo para creer que los persas seguiran el
guin y se hundiran bajo la presin del ataque romano. Sapor era un rey fuerte,
muy establecido y con considerables recursos para entablar una guerra, no un
lder tribal de tres al cuarto. Habra hecho falta mucho ms para quebrar su
voluntad o lograr que sus sbditos se volvieran contra l.
Juliano se sinti incapaz de tomar Ctesifonte. No poda avanzar ms sin riesgo
explicit con claridad si tambin se les restituan sus antiguos cargos. Juliano
foment de forma deliberada el entusiasmo de muchos cristianos por
embarcarse en enconadas disputas internas. Dado que en los Evangelios Jess
haba predicho la destruccin del gran Templo de Jerusaln, que efectivamente
tuvo lugar en el ao 70, Juliano dio orden de que fuera reconstruido. La
comunidad juda mostraba una actitud comprensiblemente precavida frente al
gobernante de un imperio que, con tanta frecuencia, los haba perseguido en el
pasado, pero algunos lderes recibieron con alegra la decisin. El proy ecto se
abandon enseguida: incluso el pagano Amiano relat la historia de las
misteriosas bolas de fuego que haban aparecido en el cielo y haban ahuy entado
a los obreros.[19]
Juliano trat de crear una Iglesia pagana organizada (Iglesia es la palabra
correcta, y a que su visin estaba muy influida por el cristianismo). Se designaron
sacerdotes para cada regin cuy o papel y comportamiento deban ser muy
similares a los de los obispos cristianos. Juliano crea que el fervor cristiano por la
caridad haba dejado en muy mal lugar a los paganos y decidi asegurarse de
que sus sacerdotes se ocuparan de cuidar a los pobres. Parte de la estructura
destinada a ese fin lleg a organizarse. Se efectuaron algunos nombramientos, y
las ciudades que incorporaron el nuevo sistema recibieron el elogio imperial,
pero, por lo que dejan traslucir las escasas huellas que se conservan, la particular
forma de paganismo de Juliano no despert demasiado entusiasmo entre la
poblacin. Sus creencias fueron siempre esencialmente personales: era la
religin de un hombre inteligente, en la que el aprendizaje, la sabidura y un
carcter disciplinado permitan obtener el favor de los dioses. Una de las cosas
que a Juliano ms le molestaban del cristianismo era la promesa de salvacin
universal. En Los csares, Constantino es rechazado por todos los dioses hasta que
echa a correr hacia Jess, que proclama:
Cualquier corruptor, cualquier criminal, cualquier maldito e infame venga
con confianza; le baar con esta agua y al instante lo purificar y, si de
nuevo vuelve a caer en los mismos crmenes, le conceder la purificacin
con tal de que se golpee el pecho y la cabeza.[20]
En gran parte, sin duda, todo ese rechazo tena que ver con el resentimiento
de un hombre cuy a familia haba sido asesinada por su to cristiano, que tan po
se declaraba. En su opinin, los dioses deberan recompensar slo a los
verdaderamente virtuosos y no a los malhechores, simplemente porque se
hubieran arrepentido. No era un mensaje con demasiado gancho para las masas.
Juliano no persigui de manera oficial a los cristianos (o galileos, como l los
llamaba): algunos cristianos fueron asesinados en los disturbios que se
temas de doctrina. Era tolerante con los paganos, y slo legisl contra un
reducido nmero de prcticas y conden a algunas sectas cristianas. Por el
contrario, Valente era entusisticamente arriano y continu las prcticas de
Constancio. El arrianismo era ms comn en las provincias orientales, aunque sin
duda no era profesado por toda la poblacin. Ahora bien, por una cuestin de
pragmatismo poltico, Valente, como cualquier emperador, emple a muchos
funcionarios y oficiales del ejrcito que eran paganos o cristianos no arrianos.
[24]
Los dos nuevos emperadores entablaron frecuentes guerras. En parte los
enfrentamientos estaban motivados por su deseo de obtener la gloria necesaria
para reafirmar su gobierno. Dividieron a los comitatenses, y numerosas unidades
individuales fueron convertidas en dos nuevos regimientos, llamados seniores y
juniores respectivamente (al parecer, estos trminos y a estaban en uso antes,
pero la may ora de estudiosos creen que el grueso de las unidades con esos
nombres fueron creadas en ese momento). Durante un tiempo, hasta que sus filas
pudieron ser completadas con nuevos reclutas, ese tipo de regimientos, como
mnimo, dispondran slo de parte de sus efectivos. El aumento del nmero de
regimientos tambin cre instantneamente ms puestos de mando para
oficiales, lo que proporcion una buena manera de recompensar a los seguidores
leales. Valentiniano operaba en las fronteras del Rin y del Danubio, y envi a
algunos de sus subordinados a luchar en Britania y el norte de frica. De modo
intermitente a lo largo de su reinado, Valente tuvo que ocuparse de los conflictos
surgidos en las fronteras con Persia. A pesar de que el tratado de 363 nunca fue
oficialmente abandonado, cada uno de los bandos rivales lo interpret a su
manera. Los romanos siguieron entrometindose en los asuntos de Armenia,
mientras que los persas se esforzaron en dominar el reino y siguieron confiando
en poder recuperar el resto de territorios perdidos ante Galerio. Se produjeron
numerosas incursiones y algunas batallas de ms envergadura, aunque la escala
de la guerra nunca lleg a igualar las operaciones del reinado de Constancio y
Juliano. Valente estaba en Siria en el ao 365 cuando recibi la noticia de que
haba estallado una rebelin importante. Un familiar de Juliano, Procopio, haba
sido proclamado emperador en las afueras de Constantinopla. En el plazo de unos
meses, varias provincias reconocieron al usurpador.[25]
El nico argumento a su favor que poda esgrimir Procopio era su conexin
con Juliano, que a su vez era familiar de Constantino. Tras haber desaparecido en
las semanas que siguieron a la muerte de Juliano, Procopio surgi de su escondite
y logr ganarse a dos unidades del ejrcito que pasaban por Constantinopla de
camino a la frontera del Danubio. Se haba dejado crecer la barba y as fue
representado en sus monedas, pero, aunque alardeaba de su semejanza con
Juliano, por lo visto Procopio haba seguido siendo cristiano. Evidentemente, no
emperador. Por ese motivo, se cre un nuevo grupo cuy a principal tarea era
vigilar e informar sobre las actividades de sus colegas. Entre ellos, los jefes eran
los agentes (agentes in rebus), mientras que los secretarios de rango superior
(notarii) se solan ocupar de una tarea similar. Ninguno de los dos grupos era
popular ni entre los dems funcionarios ni entre el pblico en general, sobre todo
entre los ricos y prominentes, que tenan ms posibilidades de ser investigados. A
la may ora de los emperadores les gustaban porque parecan ofrecerles ms
control sobre su propia administracin. Constancio increment mucho el nmero
de sus miembros, sobre todo los cargos de agentes. Juliano despidi pblicamente
a muchos de ellos, pero la cifra volvi a crecer con celeridad tras su muerte. Ese
tipo de representantes podan investigar problemas especficos e informar
directamente al emperador. En el mejor de los casos, as obtenan informacin
precisa sobre problemas distantes, lo que les permita tomar una decisin
informada sobre ellos. Esta prctica presupona que los informes que los agentes
presentaban eran correctos, pero, inevitablemente, exista la posibilidad de que se
produjera un error humano, as como un engao deliberado.[31]
En el ao 360 las tierras que rodeaban la ciudad natal de Septimio Severo,
Lepcis, se vieron sometidas a repetidas razias por parte de tribus nmadas del
otro lado de la frontera. Las incursiones haban comenzado despus de que las
autoridades de la ciudad ejecutaran a varios nobles de una de las tribus
acusndolos de bandolerismo. Los consejeros de la ciudad solicitaron ay uda del
comandante militar local, el comes Romano, que reuni algunas unidades de
comitatenses y, a continuacin, exigi a los lderes de la ciudad que le entregaran
cuatro mil camellos y provisiones. Era normal que las comunidades
proporcionaran a los ejrcitos animales de carga y vveres, pero las cantidades
eran totalmente excesivas. Con tan poco tiempo, es poco probable que la
poblacin hubiera podido reunir tantas bestias, o que las fuerzas de Romano las
necesitaran realmente. Presumiblemente, pretenda sacar provecho de la
situacin, y a fuera vendiendo la may or parte de los camellos o aceptando un
soborno para compensar el hecho de que la ciudad no pudiera facilitarle todo lo
que peda. Los lderes de Lepcis se negaron al instante, as que Romano aguard
un mes y luego retir al ejrcito, dejando la ciudad a su suerte. Las razias
continuaron. Como de costumbre, eran de escala reducida, y los cultivos que
rodeaban la ciudad, ms que ser destruidos, experimentaron algunos trastornos a
consecuencia de los asaltos. Con todo, fue muy mortificante para los ciudadanos
de Lepcis ver que el ejrcito no estaba dispuesto a protegerlos. Un grupo de
notables personajes locales fue enviado en una embajada a Valentiniano, y
finalmente obtuvieron una audiencia con el emperador en Miln. Romano hizo
llegar su propia versin de los acontecimientos, que fue presentada de forma
persuasiva por un familiar suy o, uno de los funcionarios superiores de la corte
imperial.
Al principio no se hizo nada, pero a medida que fueron llegando informes de
nuevas y ms graves incursiones, Valentiniano decidi investigar la cuestin y
encarg esa tarea al secretario Paladio, que de todas formas iba a frica a
entregar la paga a las tropas. Esa misin era urgente y tena precedencia sobre la
investigacin. Paladio lleg a varios acuerdos privados con los comandantes de
los regimientos de frica, desviando parte de la paga de los soldados quiz
aceptando informes inflados sobre el nmero de hombres de cada unidad y
compartiendo los beneficios. Cuando por fin se dign investigar el problema de
las razias, el secretario estableci enseguida la culpabilidad de Romano. No
obstante, este ltimo se haba informado de las actividades financieras de Paladio
y le chantaje para que falsificara su informe. Juntos persuadieron a algunos
lugareos de que contradijeran a los emisarios y negaran que se hubiera
producido ninguna razia de importancia. As, a continuacin Valentiniano fue
informado de que no haba ninguna verdad en las acusaciones que se haban
elevado contra su comandante en frica y, enfadado, la emprendi con los
enviados de Lepcis por hacer falsas acusaciones contra un funcionario
imperial. Algunos fueron ejecutados, como el gobernador civil de la provincia,
que haba respaldado su historia, mientras que a otros emisarios les arrancaron la
lengua.
Slo aos ms tarde, tras una rebelin tribal en el norte de frica que con el
tiempo se convirti en un intento de usurpacin, emergi la verdad. Romano fue
desacreditado por provocar ese episodio y puesto bajo arresto. Entre sus
documentos se encontr una carta de Paladio que revelaba su acuerdo secreto. El
antiguo secretario y a haba sido dado de baja del servicio. Fue arrestado, pero,
mientras lo retenan de noche en una iglesia durante un festival, eludi la
vigilancia de sus guardias y se ahorc. Unos cuantos emisarios haban
permanecido escondidos y as haban evitado el salvaje castigo que se haba
decretado. Ahora sirvieron de testigos cuando aquellos que haban apoy ado la
historia de Romano y Paladio fueron localizados y castigados.[32]
Todo ese srdido episodio dur algo ms de una dcada. Revel con claridad
la dependencia del emperador de sus funcionarios y la dificultad de establecer lo
que realmente estaba sucediendo en las provincias. La visin imperial era
limitada y el aumento de la burocracia haba empeorado la situacin, y a que
toda la informacin era filtrada y refinada por otros antes de llegar al propio
emperador. La violencia y crueldad de la respuesta imperial contra los
emisarios y sus seguidores y, ms tarde, contra los conspiradores cuando se
descubri la verdadera historia era tpica del siglo IV y demostraba que era un
mundo muy distinto al de los inicios del Imperio. En los siglos I y II, las
comunidades de las provincias podan llevar a juicio a los gobernadores
impopulares cuando terminaba su mandato. Podan ganar o perder el caso
XIII
LOS GODOS
El sol estaba ya ms alto [] haciendo que los romanos [] se sintieran exhaustos
por el hambre, la sed y el duro peso de las armas. Finalmente, nuestras lneas
cedieron ante el empuje de los brbaros []. Algunos cayeron sin saber quin les
golpeaba, otros se vieron sepultados por los perseguidores, y algunos perecieron
por una herida causada por los suyos [], el emperador, cuando se encontraba
entre los soldados rasos, cay herido de muerte por una flecha, despus de lo cual
lanz un ltimo suspiro y muri, si bien su cuerpo no fue hallado en parte alguna.
Relato de AMIANO del desastre de Adrianpolis.[1]
romanos notaron que haba otra nutrida partida de godos que se dirigan hacia
territorio del Imperio con un propsito similar. Se trataba de los greutungos,
aunque tambin en este caso eran slo una parte del pueblo que atenda a ese
nombre.[12]
Despus de un viaje de ida y vuelta de bastante ms de mil quinientos
kilmetros, los embajadores tervingos regresaron de Antioqua y de su audiencia
con Valente con la buena nueva de que se les haba concedido lo que pedan.
Amiano nos cuenta que los consejeros del emperador le haban convencido con
facilidad de que los emigrantes podan serle de gran utilidad, y a que, al
proporcionar al ejrcito un suministro seguro de reclutas, la leva obligatoria que
se exiga de otras provincias poda ser conmutada por un pago en oro. De ese
modo, el Imperio tendra tanto soldados como dinero. Nada respalda en las
fuentes antiguas la sugerencia moderna de que la continuada tensin entre Roma
y Persia impeda a Valente rechazar la entrada de los tervingos aun cuando
hubiera sido su deseo. Al poco tiempo, rechaz una peticin similar de los
greutungos. Se desconoce cul fue el motivo de que los dos grupos fueran
tratados de forma diferente. Entre las posibles razones, se ha sugerido desde la
incapacidad de las autoridades para ocuparse de tantas personas hasta que se
trataba de una demostracin de fuerza para destacar ante los tervingos que los
romanos no se haban visto obligados a admitirlos. Igualmente probable es la
posibilidad de que las relaciones que en el pasado hubieran establecido sus lderes
con Roma hubieran sido diferentes.[13]
El hecho de que una tribu procedente del exterior del Imperio se estableciera
en las provincias no era ninguna novedad. Diocleciano y Constantino, como
muchos otros emperadores, haban elegido aceptar ese tipo de asentamientos.
Pueblos que hasta entonces haban sido hostiles hacia el Imperio eran trasladados
a unas tierras ms productivas y de ese modo no slo dejaban de ser una
amenaza, sino que, con el tiempo, se convertan en contribuy entes fiscales y /o
soldados para el ejrcito. Los precedentes de comportamientos semejantes por
parte de las autoridades romanas se remontaban a pocas muy antiguas, al
momento de la creacin de las fronteras en tierras remotas durante la Repblica.
En el siglo I d. C., un gobernador senatorial haba escrito con orgullo que trajo a
ms de cien mil miembros del pueblo que vive al otro lado del Danubio para que
paguen tributo a Roma, junto con sus esposas y familias . Como siempre, es
posible que la cifra hay a sido exagerada, pero no hay duda de que era un grupo
sustancial de personas y que fue considerado uno de sus may ores logros.[14]
No obstante, no todos los emigrantes eran admitidos. Julio Csar comenz sus
campaas galas negndose a permitir que una tribu, los helvecios, atravesaran su
provincia de camino hacia su destino en la Galia. No slo los rechaz cuando
trataron de entrar a la fuerza, sino que alegando que estaban saqueando a
aliados de Roma sali tras ellos y los derrot en batalla, para enviarles despus
de vuelta a sus hogares. Fue una reaccin especialmente contundente de un
general ambicioso que necesitaba obtener gloria con varias victorias importantes.
Sin embargo, no se trataba de una actitud poco habitual, y hay muchos otros
casos en los que se neg la entrada a grupos migratorios o bien fueron expulsados
por la fuerza. Supuestamente, la eleccin siempre dependa de las autoridades
romanas, que reaccionaran sin piedad ante cualquier negativa a aceptar su
decisin. En la may ora de los casos, los pueblos implicados y a haban sufrido
una clara derrota a manos del ejrcito romano. En otras ocasiones, la sumisin
era ms simblica y los romanos hacan una exhibicin de poder que iba
acompaada de gestos de total sometimiento por parte de los lderes brbaros. En
esencia, los emigrantes deban rendirse ante Roma antes de entrar en sus tierras.
Despus, se les ofreca un lugar donde asentarse, lo que hacan normalmente en
pequeos grupos repartidos por una amplia zona que hubiera dejado de cultivarse
o formara parte de una propiedad imperial. El exacto estatus legal de los colonos
brbaros variaba y, por ejemplo, los descendientes de aquellos que haban sido
derrotados fueron uno de los pocos contingentes excluidos de la concesin de
ciudadana de Caracalla. La may ora de los asentamientos se convirtieron en
pueblos muy prsperos.[15]
Los tervingos no haban sido derrotados, pero, puesto que llegaban en calidad
de peticionarios, la decisin de Valente de concederles lo que queran no era un
acto sin precedentes ni poco razonable. Ignoramos cules fueron los detalles del
tratado, as como las condiciones precisas en las que deba tener lugar el
asentamiento de los emigrantes. Al parecer, una de las condiciones era que los
godos se convirtieran al cristianismo. Estos no dudaron en hacerlo y adoptaron la
forma arriana que prefera el propio Valente. Una fuente posterior afirma
asimismo que los hombres de la tribu deban entregar sus armas, aunque en los
relatos de Amiano, contemporneo de los hechos, no se hace ninguna mencin al
respecto. Es posible que el desarme fuera parte del acuerdo, pero, incluso si lo
fuera, el gesto de entregar unas cuantas armas bien puede haber sido
fundamentalmente simblico. De hecho, los tervingos conservaron un buen
nmero de armas. El proceso de llevar a todos los godos al otro lado del Danubio
llev un tiempo considerable, en parte debido a que, por lo general, no se
necesitaban tantas barcazas de ese tipo. El escuadrn naval que patrullaba el ro
les ay ud, pero sus embarcaciones no eran especialmente numerosas y desde
luego no estaban diseadas para transportar grandes cantidades de personas o
pesados carromatos. Muchos de los godos atravesaron en balsas construidas
especficamente para ese fin, pero se dice que unos cuantos intentaron cruzar a
nado y se ahogaron.[16]
CAMINO AL DESASTRE
Haba mecanismos establecidos para asimilar grupos de brbaros en el seno del
Imperio y permitir que se asentaran en las provincias. Sin embargo, desde el
principio las cosas no funcionaron demasiado bien para los tervingos.
Posiblemente hubo negligencia por parte de los funcionarios romanos acerca de
la cuestin de desarmar a la tribu. Sin duda hubo descuido, incompetencia y
corrupcin en casi todos los dems aspectos del asunto. Amiano culp a los dos
oficiales del ejrcito que estaban al mando en el lugar de los hechos: Lupicino, el
comes a cargo de los comitatenses en Tracia, y el dux Mximo, que controlaba a
los limitanei. El problema ms bsico fue el de la alimentacin. Es muy posible
que los tervingos hubieran utilizado gran parte de sus propios vveres mientras
aguardaban la respuesta de Valente y, despus, durante el largo proceso de cruzar
el ro.
Se supona que los romanos se ocuparan de proporcionarles alimento, pero
las cantidades que los godos recibieron apenas fueron suficientes. Puede que,
simplemente, no hubiera provisiones disponibles. Los tervingos equivalan en
nmero a un ejrcito expedicionario romano muy grande y normalmente se
tardaba un par de aos en acumular el grano y el resto de vveres necesarios
para alimentar a un contingente as. Los funcionarios del Danubio no haban
tenido ms que unos pocos meses para hacer los preparativos. Aun as, el Estado
reciba una importante cantidad de impuestos en forma de productos agrcolas y
se supona que los excedentes se almacenaban en graneros dentro de distintas
ciudades amuralladas y bases militares, listos para ser consumidos por las tropas,
la corte o los funcionarios. Si no haba recursos suficientes para satisfacer las
necesidades de los tervingos, la decisin de admitirlos habra sido muy poco
prudente. Tal vez s contaban con bastantes vveres, pero no haban sido
trasladados al lugar adecuado. Resulta difcil creer la teora de que el emperador
ordenara a sus funcionarios que restringieran las cantidades entregadas a los
godos con el fin de mantenerlos en un estado de dependencia, porque sa habra
sido, claramente, una estrategia muy arriesgada. Es posible que los funcionarios
que se encontraban al mando de la zona decidieran por s mismos adoptar un
comportamiento tan peligroso. Desde luego, no dudaron en sacar provecho de la
situacin. Amiano nos cuenta que una vez que Lupicino se hubo hecho con buena
parte de la riqueza de los brbaros a cambio de comida vendida a travs del
mercado negro, inici un comercio an ms siniestro: los godos estaban
suficientemente desesperados como para vender a sus hijos por mseras
cantidades de carne de perro. La tarifa vigente era un nio por un perro. Al
parecer, los hombres de Lupicino estaban lo bastante organizados como para
haber capturado perros vagabundos en un radio muy amplio.[17]
mxima esperanza era negociar desde una posicin de fuerza. No tenan ningn
objetivo militar claro y eso, unido al eterno problema del suministro, llev a los
godos a deambular aparentemente sin rumbo durante los siguientes aos. No
permanecieron juntos como un ejrcito concentrado, sino que se separaron en
muchas partidas pequeas para buscar vveres y saquear. Cuando las fuerzas
romanas los amenazaban, los diferentes grupos intentaban reunificarse tan rpido
como podan.
A la larga, los romanos no podan perder esa guerra, pero eso no significaba
que les resultara fcil ganarla. Lupicino haba sufrido considerables bajas en su
precipitado e improvisado ataque en las afueras de Marcianpolis. Otras tropas
fueron divididas para formar guarniciones que se repartieron por las distintas
ciudades amuralladas de la regin para defenderlas del enemigo. Al principio,
todo lo que podan hacer las fuerzas locales era conservar los vitales pasos de
montaa que contenan a los godos en una sola zona de la llanura tracia. En 377
se form un ejrcito de campaa con una mezcla de unidades enviadas por
Graciano desde Occidente y un contingente de tropas de Oriente, y ese ejrcito
combinado obtuvo varias victorias atacando a algunos grupos aislados de godos a
los que aniquilaron o hicieron prisioneros. El rpido desplazamiento y los ataques
sorpresa volvieron a ser las tcticas romanas ms efectivas. No obstante, en
ocasiones los godos consiguieron hacer lo mismo y varias unidades romanas
fueron aplastadas en el exterior de la ciudad de Dibaltum, realmente Deultum (la
actual Debelt, en Bulgaria).[21]
Buena parte de las veces los romanos operaban en pequeos destacamentos
que hostigaban a sus dispersos rivales. Slo en una ocasin se concentraron para
atacar a un nmero sustancial de godos no estamos seguros de qu grupo
concreto se trataba que haban situado sus carros formando un gran crculo
cerca de la ciudad de Ad Salices. Mientras los romanos formaban, los brbaros
tambin tuvieron tiempo para convocar a muchas de las bandas de saqueadores
que estaban desperdigadas por el territorio. Cuando los romanos finalmente
atacaron, se produjo una dura lucha alrededor de la lnea de carromatos. Una
carga goda abri una brecha en el ala izquierda de los romanos y la situacin slo
se estabiliz gracias a la intervencin de las unidades de reserva. La batalla
finaliz en tablas, con elevadas prdidas humanas, pero fueron los romanos
quienes se retiraron unos das ms tarde. Despus de esa experiencia, regresaron
a su estrategia de hostigamiento.
Valente firm la paz con los persas en 377 y retorn a Constantinopla al ao
siguiente para abordar el problema de los godos. Haba formado una fuerza de
campaa, y su plan era combinarla con un ejrcito que Graciano llevara a
Oriente antes de enfrentarse al principal contingente del enemigo. Por desgracia,
el ejrcito occidental se retras: un soldado alamn de la guardia de Graciano se
tom un permiso y por casualidad mencion a los miembros de su tribu que
nmero de jinetes.[23]
Es posible que el lder godo estuviera tratando de ganar tiempo para permitir
que llegaran esas fuerzas adicionales cuando volvi a solicitar que
parlamentaran. O bien, puede que realmente hubiera comprendido que era
mucho lo que arriesgaba y nada lo que poda esperar ganar entablando batalla
contra el emperador. Valente se neg a hablar al primer grupo de enviados
porque no tenan suficiente rango, pero, cuando se acercaron por segunda vez, los
romanos respondieron pidindoles que enviaran a un oficial de alto rango como
rehn. Puede que tambin Valente quisiera simplemente ganar tiempo para que
pudiera llegar el resto de su ejrcito y se formara la lnea de batalla, pero, por
otro lado, sin duda se habra dado por satisfecho con una victoria incruenta, en la
que el enemigo se sometiera ante una mera demostracin de fuerza por parte de
los romanos. Fueran cuales fuesen las autnticas intenciones de ambos jefes, al
final los godos no se rindieron sin luchar.
El combate empez cuando las dos unidades de caballera romana situadas en
el flanco derecho atacaron sin esperar rdenes. Siempre exista el peligro de que
sucediera algo as cuando dos ejrcitos rivales se mantenan durante horas uno
enfrente del otro a una distancia tan corta. Los jinetes fueron rechazados con
rapidez, pero, al parecer, desencadenaron un ataque general en toda la lnea
romana. En el flanco izquierdo, las unidades acababan de llegar a su puesto y no
haban formado an adecuadamente cuando se unieron al ataque. Las unidades
de caballera que deberan haber protegido el flanco de la infantera no estaban
en posicin, por lo que el flanco qued muy expuesto. No estaban en absoluto
preparados para hacer frente al repentino ataque de los greutungos, junto a los
que luchaban la caballera goda y una banda de alanos. El ataque romano perdi
mpetu, pero antes de que terminara la batalla hubo un prolongado periodo de
salvaje combate. Parte de la infantera qued rodeada por el enemigo, los
soldados estaban demasiado confusos y las filas demasiado apretadas para
formar una lnea de combate apropiada, pero continuaron resistiendo durante
algn tiempo. El ao anterior, los romanos haban logrado superar el
derrumbamiento de uno de sus flancos enviando a las reservas hacia ellos. En
esta ocasin, el ejrcito no haba formado como deba ni tampoco estaba bajo
control. Fue imposible encontrar al regimiento que debera haber estado
estacionado en reserva cuando lo necesitaron, muy probablemente porque y a
haba sido arrastrado hacia el ataque.
Tcticamente, el ejrcito romano se encontraba en una situacin desesperada
y, al final, sus fuerzas se dispersaron y huy eron. Los godos los persiguieron con
entusiasmo y, como era habitual en las batallas de ese periodo, el bando perdedor
sufri graves prdidas humanas. Aproximadamente dos tercios de los soldados
fueron abatidos, junto con no menos de treinta y cinco tribunos algunos estaban
al mando de un regimiento y otros, sin mando de tropas, pertenecan al Estado
May or imperial y otros dos oficiales de alto rango. Valente tambin pas a
engrosar la lista de los fallecidos y exactamente igual que Decio ms de un
siglo antes su cadver nunca fue encontrado. Empez a circular la historia de
que l y los miembros de su comitiva se haban escondido en una granja y que,
cuando los godos trataron en vano de entrar en ella, le prendieron fuego al
edificio, matando a todos excepto a uno de sus asistentes, que les dijo lo cerca
que haban estado de hacer prisionero a un emperador.[24]
No sabemos cul era el tamao del ejrcito de Valente en Adrianpolis, por
lo que no podemos calcular las prdidas totales. La may ora de los clculos
modernos sitan a los ejrcitos romano y godo en torno a la cifra de los quince
mil, de modo que se cree que murieron unos diez mil soldados romanos. Una vez
ms, las cifras son plausibles, pero estn enteramente basadas en conjeturas. No
sabemos cuntos de los tribunos que murieron estaban al mando de una unidad,
pero, puesto que desconocemos las dimensiones de esos regimientos, y no
digamos si estaban presentes ntegramente o slo como destacamentos, eso
tampoco nos dira nada definitivo. Tampoco sabemos cuntos tribunos de los que
estaban al mando de una unidad sobrevivieron a la batalla. Es evidente que
Valente tena plena confianza en que su ejrcito poda hacer frente a un
contingente de diez mil godos, que presumiblemente eran todos guerreros,
aunque Amiano no lo especifica. De nuevo, slo nos queda tratar de adivinar si
eso significaba que estaban en igualdad de condiciones o que posean una ventaja
numrica. Se cree que Juliano haba derrotado a un ejrcito de alamanes casi
tres veces may or que su propia fuerza en Estrasburgo.[25]
Adrianpolis supuso un desastre terrible. Fuera cual fuese la cifra exacta, el
punto crtico fue que la may or parte de los soldados que el emperador de la zona
oriental tena a su inmediata disposicin para las operaciones de guerra haban
sido asesinados. Amiano compar la derrota con la de Cannas en 216 a. C., en la
que Anbal haba acabado con unos cincuenta mil soldados romanos y capturado
a veinte mil ms. La cifra de Adrianpolis era mucho ms pequea, pero fue la
peor derrota a manos de un enemigo extranjero desde el siglo III. La suerte
desempe un papel considerable, pero Valente haba pecado de exceso de
confianza al enfrentarse al enemigo, a continuacin se haba mostrado indeciso,
considerando la negociacin en el ltimo momento y, por ltimo, haba fracasado
estrepitosamente a la hora de controlar el ataque en s.
Los godos obtuvieron una gran victoria, pero a largo plazo no dio lugar a
ninguna mejora en su situacin, porque lo que necesitaban realmente era
negociar con un emperador, no matarlo. A continuacin, atacaron Adrianpolis,
con la esperanza de hacerse con las provisiones, as como con el tesoro imperial.
Valente haba dejado atrs suficientes tropas como para repeler cualquier ataque
y los soldados tambin frustraron un intento de traicionar la ciudad protagonizado
por algunos renegados del ejrcito. Tras esos vanos intentos, Fritigerno y sus
tamao del ejrcito creci, pero muchos de los nuevos reclutas no estaban
todava adecuadamente entrenados y la confianza del resto estaba de capa cada.
Los romanos prosiguieron su estrategia previa de hostigar a los grupos
individuales de godos, bloqueando sus movimientos y privndoles de alimento.
Hubo un ataque ms directo que termin en fracaso cuando una columna
liderada por Teodosio fue duramente vapuleada.[28]
A lo largo de los siguientes aos, los romanos fueron desgastando poco a poco
la resistencia de los godos mediante emboscadas y ataques sorpresa. Se rindieron
varios grupos y Graciano permiti a algunos que se asentaran en Italia. No
conocemos los detalles de estas campaas, y a que, lamentablemente, el relato de
Amiano se detiene unos cuantos meses despus de Adrianpolis y no hay
ninguna narracin histrica comparable a la suy a hasta el siglo VI. Al final, todos
los godos que permanecieron en el Imperio capitularon en 382. Fritigerno no es
mencionado, y bien puede ser que y a hubiera fallecido, de muerte natural, o bien
asesinado como parte del acuerdo. Los godos consiguieron mucho de lo que
originalmente haban solicitado: se les permiti asentarse en tierras tracias o en
las zonas fronterizas ady acentes que se extendan a lo largo del Danubio. Los
precisos detalles del tratado son objeto de un acalorado debate que no concierne
a este texto. Se puede afirmar que su feroz resistencia consigui que las
condiciones de que disfrutaron para asentarse fueran mucho ms generosas de lo
habitual. Sus propios caudillos parecen haber conservado considerable autoridad
y puede que, en la prctica si no en teora, disfrutaran de un cierto grado de
autonoma local.[29]
No hay nada sorprendente en la derrota de los godos, porque, sencillamente,
no podan competir contra los recursos y la organizacin del Imperio. Lo que
asombra es que los romanos tardaran seis aos en obligarles a rendirse, y que
incluso entonces la victoria romana no fuera tan completa como habran
esperado. se es un grave problema para aquellos que hacen hincapi en la
fortaleza y eficiencia del Imperio a finales del siglo IV. Parece que el ejrcito,
cuy o tamao y eficiencia supuestamente haba aumentado, en la prctica tuvo
grandes dificultades para reunir un nmero suficiente de hombres para
enfrentarse a las tribus emigrantes. No obstante, ni mucho menos era un
problema nuevo ni tampoco un problema de escala masiva. En las batallas
principales de esas campaas, los romanos sufrieron tres claras derrotas la de
Adrianpolis fue catastrfica, pero tambin las derrotas bajo el mando de
Lucipino y Teodosio, aunque de menor escala, fueron bastante desastrosas y
como mucho se puede decir que consiguieron unas tablas muy reidas en Ad
Salices. Desde luego, no es un rcord muy impresionante y confirma
nuevamente la sensacin de que en ese periodo el ejrcito funcionaba mejor en
operaciones de menor escala, cuando utilizaban la sorpresa, la velocidad y la
emboscada en vez de la fuerza directa. El Imperio segua disponiendo de
lanz un ataque repentino sobre Italia y para 388 y a haba llegado a Miln y tena
bajo control los territorios de Valentiniano II, que, junto con la may or parte de su
corte, logr escapar y reunirse con Teodosio.[32]
La extensin de las ambiciones de Mximo marc una ruptura permanente
con el emperador oriental. La madre de Valentiniano, Justina, era una mujer
formidable y era obvio que ejerca considerable influencia en las decisiones de
su hijo. Se dice que en aquel momento explot la belleza de la hermana del
muchacho para fascinar a Teodosio. Ambos se casaron poco despus y,
supuestamente, el precio de la novia fue la promesa de recuperar el territorio
perdido ante Mximo. Con independencia de las razones precisas, en el verano de
388 una veloz fuerza expedicionaria captur al usurpador occidental en Aquilea.
Mximo fue despojado de los ropajes imperiales y decapitado. Se produjeron
algunos enfrentamientos contra fuerzas que permanecieron leales a su familia
antes de que toda la zona occidental fuera recuperada.[33]
Oficialmente, el Imperio contaba ahora con tres augustos Teodosio,
Valentiniano II y Arcadio aunque resultaba obvio que el poder real resida en
el propio Teodosio, mientras que Valentiniano segua siendo poco ms que un
cero a la izquierda. Despus de que su madre muriera, el poder real qued en
manos de algunos oficiales de alto rango elegidos por Teodosio, entre los que
destacaba Arbogasto. Como muchos oficiales superiores del ejrcito, era de
ascendencia brbara, en su caso, franca. Con el paso del tiempo, empez a
despreciar ms y ms al augusto al que se supona que deba servir, llegando a
asumir el cargo de magister militum sin molestarse en consultar a Valentiniano.
Cuando el emperador lo expuls de su puesto, Arbogasto le dijo a la cara, con
calma, que no tena autoridad para hacerlo. Valentiniano II, con sus veintin aos,
era una figura pattica, y el 15 de may o de 392 fue encontrado muerto en su
dormitorio. Es posible que se tratara de un suicidio.
Es evidente que Arbogasto crea que su ascendencia le impedira convertirse
en emperador, por lo que nombr augusto a un tal Flavio Eugenio. ste haba sido
profesor de gramtica y retrica y su apreciada educacin literaria le haba
servido para obtener un puesto en la corte de Valentiniano. Desde el principio
qued claro que no era ms que una figura decorativa. Eugenio, que, al menos
nominalmente, era cristiano a diferencia de Arbogasto, que era abiertamente
pagano, empez a cultivar el apoy o de los paganos y seguramente increment
sus actividades conciliatorias cuando Teodosio nombr augusto a su hijo menor,
Honorio, a principios de 393, dejando claro que no aceptara al usurpador. La
guerra civil que se desat a continuacin fue nuevamente decidida cerca de
Aquilea. En septiembre de 394 los dos ejrcitos se encontraron junto al ro
Frgido. Despus de dos das de duro combate, en el que se produjeron
numerosas vctimas, el ejrcito de Teodosio se hizo con el triunfo. Eugenio fue
XIV
EL ESTE Y EL OESTE
Cesaron entonces los ritos sacrificales y, asimismo, quedaron descuidadas cuantas
otras cosas concernan a las tradiciones patrias, con lo que el Imperio romano,
progresivamente disminuido, lleg a convertirse en morada de brbaros e incluso,
al fin, tras perder sus habitantes se vio reducido a tal estado que ni los lugares en
que estuvieron las ciudades podran reconocerse.
ZSIMO, siglo V.[1]
era relativamente rara y no siempre efectiva. Por otro lado, slo se produca un
conflicto directo cuando uno de ellos respaldaba la reivindicacin de un
emperador legtimo frente a un usurpador. Nunca hubo ninguna tentativa de
reconquistar todo el Imperio por la fuerza. Ni tampoco las dos mitades del
Imperio competan entre s de ningn modo equivalente a como lo hacen los
actuales estados independientes. En ocasiones eran rivales, pero su rivalidad se
limitaba a objetivos parciales, pugnaban por la influencia ms que por el control.
[2]
Las races de la divisin se remontaban al siglo III (realmente lo peor que
podra haber sucedido en la gran crisis de esa poca era que el Imperio se
hubiera fragmentado en dos o tres imperios romanos antes de cuando
finalmente ocurri). Nunca se puso en duda la persistencia del Imperio con una
forma u otra. Bajo la tetrarqua, los cuatro emperadores se repartieron las
provincias entre ellos, pero por lo general cooperaron bajo la enrgica gua de
Diocleciano. Slo Constantino fue capaz de repetir este tipo de dominio en los
ltimos aos de su reinado cuando gobern con sus hijos. Durante el resto del
siglo IV, normalmente haba dos o ms emperadores controlando grupos bien
diferenciados de provincias. En ocasiones colaboraban y se apoy aban
mutuamente. Con ms frecuencia, su comportamiento demostraba que la suerte
de sus colegas imperiales les era indiferente, como cuando Constancio observaba
cmo se enfrentaban sus hermanos o Valentiniano decidi no ay udar a Valente
frente a Procopio. El conflicto directo no era raro.
La divisin permanente del Imperio en 395 no surgi a resultas de una
decisin consciente. En aquel momento, seguramente nadie pensara que exista
alguna diferencia entre esa separacin y los anteriores acuerdos adoptados para
repartirse las provincias entre los colegas imperiales. La divisin era, de hecho, la
misma que se estableci entre Valentiniano y su hermano Valente. Slo los
acontecimientos que tuvieron lugar a continuacin en particular una sucesin
de emperadores dbiles y generalmente jvenes dominados por poderosos
cortesanos hicieron que esa separacin se mantuviera. No apareci ningn
emperador del temple de Aureliano, Diocleciano o Constantino, con la capacidad
y el deseo de poner en tela de juicio esa situacin. En poco ms de ochenta aos
una vida humana muy larga, pero que quiz sea mejor contemplar como dos o
tres generaciones la lnea continua que haban trazado los emperadores
occidentales se cort definitivamente.
Ya desde la segunda mitad del siglo III podra haberse producido una divisin
permanente en el Imperio. El momento y la manera exactos fueron los que
fueron, ms bien por una cuestin de azar. El omnipresente temor al magnicidio
y a la guerra civil haban cambiado profundamente la forma de gobernar de los
emperadores. Nadie se senta lo bastante a salvo como para delegar en sus
subordinados tanto poder como el que haban disfrutado los legados senatoriales
mercado que funcionaba bajo las mismas ley es y con la misma moneda y que,
hasta cierto punto, se haba estabilizado durante el siglo IV.[8]
Como sucede con la economa, no contamos con estadsticas fiables sobre la
poblacin del Imperio ni antes ni despus de que se dividiera en dos. Parece que
algunas zonas experimentaron un gran auge. Se han descubierto diversos vestigios
que indican que la poblacin rural se multiplic en varias regiones a lo largo de
los siguientes siglos, muy especialmente en torno a la gran ciudad de Antioqua,
pero tambin en partes del norte de frica y Grecia, y que los habitantes no slo
eran ms numerosos sino tambin ms prsperos que en periodos anteriores. No
obstante, tenemos que ser muy cautelosos a la hora de extrapolar esa
informacin e inferir condiciones similares en todas las provincias orientales, y
no digamos en el resto del mundo romano. Sencillamente, no contamos con
suficientes evidencias arqueolgicas para permitirnos generalizar sin temor a
equivocarnos y siempre corremos el peligro de ver en esos restos aquello que
esperamos ver. Sabemos bastante sobre algunos lugares concretos y hemos
constatado que la evolucin de sus comunidades fue muy diversa: fueron
fundadas o abandonadas, y crecieron, menguaron o bien siguieron siendo
esencialmente iguales. Tal variedad no es en absoluto exclusiva de este periodo,
pero debera convencernos de lo inapropiado de las generalizaciones. La
capacidad del gobierno central para proporcionar tierras a grupos de emigrantes
brbaros sugiere que algunas zonas estaban muy poco pobladas. Sin embargo, en
pocas anteriores se haban producido asentamientos similares, de modo que esta
necesidad no es en s misma un sntoma de que existiera un problema nuevo y
preocupante.[9]
Es probable que existiera considerable variacin entre las distintas regiones.
Es obvio que las zonas que fueron escenario de prolongados combates tuvieron
que pagar un precio que se tradujo en muertes, destruccin de granjas y aldeas y
la prdida de cosechas y animales. Con el tiempo y una vez establecida la paz, se
recuperaran, pero a corto plazo el impacto del conflicto poda ser
verdaderamente terrible. Fuera cual fuese el tamao de la poblacin total, hay
suficientes pruebas que ponen de manifiesto que a las autoridades les resultaba
difcil garantizar que hubiera suficientes personas en los lugares adecuados y
haciendo lo que deban. La frecuencia con que se redactaban ley es que
obligaban a los hijos a dedicarse a la profesin de sus padres sugiere que a
menudo se haca caso omiso de esa ley, que desde luego no lograba cumplir su
objetivo de que hubiera bastantes artesanos y otros especialistas. La mano de
obra rural era considerada insuficiente y, digmoslo una vez ms, era comn
promulgar legislacin para restringir los movimientos de los campesinos y los
jornaleros. De igual modo se crea que el nmero de reclutas que se alistaban en
el ejrcito era, como mucho, el mnimo necesario, hasta el punto de que el deseo
de asegurarse ms reclutas pudo influir en la poltica imperial y animar a Valente
emperadores rara vez visitaban su ciudad, pero de momento slo era uno ms en
un grupo de obispos de alta jerarqua.[14]
El respaldo imperial de la Iglesia proporcionaba a sus lderes un acceso
privilegiado al emperador, algo que siempre haba conllevado un aumento de la
influencia. Con frecuencia, las ciudades y las provincias recurran a los obispos
para exponer y defender su caso en la corte imperial. Los obispos eran hombres
importantes a nivel local. Muchos de ellos venan de las filas de las aristocracias
regionales, por lo que tenan bastante en comn con los magistrados locales y los
hombres de ms jerarqua pertenecientes al servicio imperial. Tambin
disfrutaban de autoridad para actuar como magistrados en determinados casos.
El grado de influencia que un obispo poda llegar a ejercer en la corte, o hasta
qu punto llegaba a dominar su ciudad y el rea circundante, dependa mucho de
su personalidad y sus contactos familiares.
Desde luego, el obispo San Ambrosio de Miln posea una personalidad
formidable. Cuando Justina, la madre de Valentiniano II, quiso proporcionar un
lugar de reunin a los arrianos que formaban parte de la guardia personal del
emperador es posible que muchos de ellos fueran godos en Miln, San
Ambrosio protest tan enrgicamente que logr que Justina se echara atrs. En
388, una sinagoga de Callinicum, junto al ufrates, as como varios santuarios
paganos fueron destruidos por una turba de cristianos. Se culp a un obispo y a
sus monjes, y Teodosio orden que deba ser dicho prelado quien pagara la
reconstruccin de la sinagoga. A pesar de la ocasional retrica, las comunidades
judas se enfrentaban a escasa hostilidad oficial: las sinagogas eran respetadas
muchas se encontraban en lugares prominentes en los centros urbanos y los
rabinos disfrutaban de privilegios legales semejantes a los sacerdotes cristianos.
Ante la decisin del emperador, San Ambrosio escribi de inmediato una carta
de protesta a Teodosio y continu condenando al emperador aun despus de que
modificara su decisin para que toda la comunidad se hiciera cargo de los costes.
Al final, Teodosio se retract por completo.[15]
Ms espectacular fue su segunda confrontacin. En el ao 390 un oficial del
ejrcito fue linchado en Tesalnica por una muchedumbre indignada despus de
que el militar arrestara a un famoso auriga. Como castigo, Teodosio orden a la
guarnicin que atacara a la multitud congregada en el circo en un da en
concreto. No era una manera sutil de gestionar el problema y sugera ms bien
que las autoridades no lo tenan todo bajo control. Fuera lo que fuese lo que el
emperador pretendiera en realidad, el resultado fue una masacre indiscriminada.
Se supone que murieron unas siete mil personas, aunque lo ms probable es que
se trate de una enorme exageracin. San Ambrosio escribi a Teodosio
dicindole que boicoteara la ceremonia oficial que tendra lugar cuando el
emperador entrara en Miln poco despus. Exigi que el emperador hiciera
penitencia antes de permitirle recibir el sacramento. Parece que Teodosio y a se
El Imperio unificado de los ltimos aos del siglo IV era grande y poderoso,
aunque es poco probable que lo fuera tanto como lo haba sido en el ao 300. No
cabe duda de que era ms dbil de lo que lo haba sido en los siglos I y II. Ahora
estaba dividido en dos y cada una de las mitades separadas era menos fuerte que
cuando estaban unidas. Tampoco las dos mitades tenan el mismo poder, y los
PARTE III
LA CADA?
SIGLOS V Y VI
XV
estilos romano y medieval. Todo lo que el artista reconoca tenda a ser pintado
con el aspecto que tena en su mundo, de ah que los pueblecitos amurallados
tengan un marcado aire medieval. Aquellas cosas que no comprenda tenan ms
posibilidades de ser copiadas con exactitud.
Parece que, incluso en el periodo romano, la Notitia Dignitatum fue
modificada varias veces. Es evidente que fue utilizada por alguna seccin del
gobierno imperial en el Imperio de Occidente, y a que las secciones del Imperio
de Oriente no parecen haber experimentado ningn cambio despus de 395. Las
secciones occidentales, en especial algunas de las que se ocupaban de la
organizacin militar, fueron alteradas en el siglo V, quiz en el ao 420. Las
actualizaciones son irregulares y no siempre se han aplicado de forma
sistemtica en todas las secciones relevantes. Tambin hay claros errores en las
pginas que muestran los dibujos de los escudos de las unidades del ejrcito.
Unas cuantas aparecen sin dibujo y otras parecen variaciones inventadas sobre
un tema. Por otra parte, son representadas como si fueran perfectamente
circulares, cuando de hecho el ejrcito utilizaba escudos ovalados. A juzgar por
los intrincados motivos de los escudos pintados de Dura Europos, es posible que
las versiones en miniatura tambin estn muy simplificadas.[4]
A pesar de todos sus errores y confusiones, la Notitia Dignitatum es el nico
documento que nos brinda un informe oficial de la burocracia y el ejrcito
imperial. Contiene una vasta cantidad de informacin sobre la estructura del
Imperio tras la divisin, incluy endo muchos detalles que no estn registrados en
ninguna otra parte. Sin embargo, el propio hecho de que sea nico resulta muy
frustrante, y a que si dispusiramos de uno o dos documentos comparables de
dcadas anteriores o posteriores podramos seguir el desarrollo de los cambios y
avances de la estructura imperial con mucha ms claridad. En el texto que se ha
conservado hay indicios de cambios, mientras que otras fuentes confirman la
existencia de gran parte de la estructura administrativa y militar descrita en otros
periodos. Amiano, por ejemplo, menciona muchos de los rangos y puestos
enumerados en la Notitia, as como algunos de los regimientos, y parece
confirmar otros aspectos de la organizacin. Es probable que buena parte de la
estructura a nivel provincial, adems de la distribucin de los limitanei,
permaneciera igual a pesar de la divisin del Imperio en 395. [5]
Todo esto nos hace abrigar grandes esperanzas sobre la utilidad general de la
Notitia Dignitatum, pero los especialistas la han empleado a veces con bastante
temeridad. Los expertos dedicados al estudio del ejrcito se han mostrado
especialmente inclinados a extender las listas de unidades que presenta tanto para
adelante como para atrs durante ms de un siglo. Es una prctica convencional
asumir que un regimiento que llevaba el nombre de un emperador tambin haba
sido formado por l, pasando por alto la posibilidad, muy real, de que las
distribucin exacta fueran diferentes en 405, pero aun as ese hecho sugiere que
era casi imposible concentrar ms de una pequea minora del ejrcito de
campaa (supuestamente mvil) en un lugar, incluso asumiendo que todas las
unidades de Estilicn en esta ocasin fueran comitatenses. Tambin en este caso,
la ignorancia de las dimensiones de las unidades hace imposible calcular el
tamao del ejrcito, pero, en cualquier caso, qued demostrado que contaba con
los efectivos suficientes para hacerse con una victoria clara (se supone que el
precio de los esclavos cay de forma drstica cuando el mercado se vio
inundado de prisioneros godos).[17]
Durante esa campaa, el primero de una serie de usurpadores fue
proclamado emperador por el ejrcito de Britania. Fue asesinado por los soldados
en cuestin de semanas y su sucesor sufri el mismo destino despus de slo unos
meses. El tercero en la lnea de sucesin era Constantino, elegido supuestamente
debido a su famoso e imperial nombre, y demostr ser mucho ms capaz como
poltico. A menudo, la distante Britania parece haberse sentido descuidada por el
gobierno imperial y, por tanto, inclinada a tener a su propio gobernador, pero esos
hombres rara vez se daban por satisfechos slo con el gobierno de la isla. Como
otros antes que l, Constantino cruz el Canal, probablemente en 407, y pronto
control la may or parte de la Galia, as como amplias zonas de Hispania.
Estilicn envi a un oficial godo llamado Saro, un enconado enemigo personal de
Alarico, para luchar contra el usurpador. Obtuvo cierto xito, pero pasado un
tiempo fue obligado a batirse en retirada.[18]
La noche de Fin de Ao (segn la tradicin, del ao 406, pero se han
presentado fundados argumentos a favor de 405), varias bandas de saqueo de dos
grupos vndalos independientes, los silingos y los asdingos, as como los suevos y
los alanos, atravesaron el Rin cerca de Maguncia. Tambin en esta ocasin
parece que se trataba sobre todo de grupos de guerreros y no de tribus enteras
que estuvieran emigrando en busca de nuevos hogares. No existe una prueba
directa de la tan repetida historia de que el ro se haba helado, aunque desde
luego esa circunstancia es posible. Igualmente, la teora de que, en ltima
instancia, ese desplazamiento fue provocado por la presin por parte de los hunos
no tiene base y, en general, es poco probable. Lo es mucho ms que la aparente
debilidad de la frontera romana pareciera brindar una oportunidad. Si la fecha
anterior es correcta, entonces la retirada de las tropas del Rin para enfrentarse a
Radagaiso podra muy bien haber creado esa impresin. En ese caso, puede que
las usurpaciones en Britania y su rpida ocupacin de la Galia hubieran sido
alentadas por la incapacidad de los representantes de Honorio para detener a los
invasores. Si el ataque no tuvo lugar hasta finales de 406, es posible que las
propias bandas de guerreros estuvieran aprovechando la inevitable confusin que
segua al estallido de una guerra civil dentro del Imperio. No se nombra a ningn
atacarle. Las tropas concentradas en Ticino, que estaban listas para ser enviadas
a la Galia, se amotinaron. Varios oficiales y funcionarios de rango superior
probablemente todos ellos nombrados por Estilicn y leales a l fueron
asesinados. Honorio estaba all, pero sobrevivi al derramamiento de sangre.
Estilicn estaba a cierta distancia, asistido slo por algunas tropas brbaras de
lealtad incondicional. Para cuando lleg a Rvena, el emperador haba ordenado
su arresto. Se neg a luchar, a pesar de que los soldados que le acompaaban
estaban dispuestos a secundarle. Busc refugio en una iglesia, pero se entreg
cuando le prometieron que le perdonaran la vida. Sin embargo, le ejecutaron de
inmediato, despus de que l hubiera dado orden a sus hombres de que no le
protegieran. Su final fue digno, sobre todo porque era inusual que un comandante
romano de alto rango aceptara la muerte en vez de buscar la oportunidad de
librar una guerra civil. Quiz se hubiera dado cuenta de que sus oponentes haban
sido ms hbiles que l y que su posicin en aquel momento era demasiado dbil
para tener ninguna posibilidad de resultar vencedor en una lucha contra Honorio.
Con todo, es difcil no desear creer que antepuso el bien del Imperio a su propia
suerte. Puede que incluso fuera cierto.[21]
XVI
de una invencin, pero nos da una idea del temor que reinaba en Roma en aquel
momento. Desde Rvena, Honorio y sus ministros no hicieron nada para ay udar.
Gran nmero de esclavos de los cuales seguramente la may ora eran godos
que haban sido capturados recientemente, muchos en la guerra contra Radagaiso
desertaron para unirse a los hombres de Alarico. El Senado decidi negociar,
pagando a los godos para que pusieran fin al bloqueo y enviando una delegacin
a Rvena para iniciar las conversaciones entre el emperador y Alarico. Este
ltimo segua aspirando a que le concedieran estatus oficial en el sistema
imperial, y retir su ejrcito hacia el norte, hasta Ariminum (la actual Rmini),
donde se celebrara la conferencia.[4]
Las conversaciones fracasaron en cuestin de meses. Olimpio se neg a
otorgarle a Alarico un nuevo mando, pero las concesiones que le ofreci bastaron
para desprestigiarle y, poco despus, huy al exilio antes que enfrentarse a la
ejecucin. La nueva figura de poder en la corte imperial era Jovio, un antiguo
asociado de Estilicn que en ese momento era el prefecto del pretorio de Italia y
el principal negociador con los godos. Ahora que no estaba Olimpio, Jovio fue
tornndose ms y ms intransigente en las negociaciones, y culp a Alarico
cuando stas finalmente se interrumpieron. El gobierno imperial rechaz
asimismo su peticin de que le entregaran Noricum o una provincia similar,
aunque fuera sin un mando oficial. Sin duda el emperador y sus consejeros se
sintieron satisfechos al interpretar la reduccin de las demandas de los godos
como un signo de debilidad. Los godos marcharon hacia el sur y volvieron a
bloquear Roma. Esta vez Alarico se decidi por una nueva tctica y persuadi a
un distinguido senador y prefecto de la ciudad, Prisco Atalo, de que aceptara ser
proclamado emperador a finales del ao 409. Aunque era pagano, fue bautizado
de inmediato, porque era poco probable que un emperador que no fuera al
menos nominalmente cristiano consiguiera reunir demasiado apoy o. Alarico fue
nombrado magister militum, mientras que a Atalfo se le concedi un puesto
menor, como a diversos hombres que eran ms obviamente romanos (varios
senadores de alto rango fueron designados para puestos prominentes).[5]
frica, tan vital para mantener el suministro de alimentos de Roma e Italia,
segua siendo leal a Honorio. Atalo demostr que era ms que una marioneta al
negarse a permitir que Alarico enviara a algunos de sus guerreros godos una
fuente afirma que eran slo quinientos a hacerse con el control de la provincia
y mandar en su lugar a un comandante romano con tropas regulares. Sufrieron
una importante derrota, de modo que el nuevo emperador y su comandante godo
dirigieron su ejrcito principal de regreso a Rmini para amenazar a Honorio de
forma ms directa. ste estaba lo bastante asustado como para considerar la
posibilidad de aceptar a Atalo como colega imperial. Por su parte, el nuevo
emperador estaba decidido a deponer a Honorio y enviarlo al exilio posiblemente
Constancio se cas con Gala Placidia en 417 y ella le dio un hijo en 419, que
fue bautizado con el nombre de Valentiniano. No haba en la relacin ninguna
muestra del autntico afecto que ella parece haber sentido por Atalfo, y segua
siendo atendida por su squito godo. Constancio era un hombre desgarbado, de
cuello largo, ojos protuberantes y enorme cabeza, que en pblico tena tendencia
a sentarse en la silla de montar con la gallarda de un saco de patatas, mientras
lanzaba miradas furtivas en todas direcciones. En privado era mucho ms
efusivo, y en los banquetes estaba a la altura de los cmicos y los pay asos
profesionales. Fuera cual fuese su carcter, haba logrado eliminar a los
usurpadores y a los grupos insurrectos del Imperio y haba trado un cierto grado
de control a las fronteras. Ya ocupaba el antiguo rango de Estilicn de magister
militum, tena el ttulo de patricio y fue elegido cnsul tres veces.
Constancio era el gobernante de facto del Imperio de Occidente y en 421
Honorio le nombr oficialmente augusto y colega suy o. Gala Placidia fue
nombrada Augusta, pero su marido falleci por causas naturales antes de que
finalizara el ao. La corte de Constantinopla no reconoci en absoluto ninguno de
los nuevos ttulos imperiales. De inmediato, estall una pugna por convertirse en
el sustituto de Constancio, con algunas luchas abiertas. Gala Placidia huy con su
hijo a Constantinopla. Su hermano, sin haber llegado a tener descendencia, muri
en 423. Al poco, un usurpador fue proclamado emperador con el respaldo de
algunos miembros de alto rango de la corte de Rvena. Fue necesaria una reida
campaa por parte de importantes elementos del ejrcito y la armada orientales,
as como una buena dosis de traicin, para derrotar a ese hombre. Por fin, en
octubre de 425, Valentiniano III, que entonces contaba seis aos de edad, fue
proclamado augusto en Roma.[14]
Teodosio II slo tena un ao ms que Valentiniano cuando su padre muri y
le sucedi como monarca nico del Imperio de Oriente en 408. A pesar de su
juventud, ambos emperadores llegaran a tener reinados inusitadamente largos.
Tcnicamente, Teodosio, que fue nombrado augusto cuando era un nio, gobern
durante ms tiempo que ningn otro emperador. Su poder slo poda ser nominal
hasta que hubiera alcanzado como mnimo los dieciocho o diecinueve aos y
ninguno de los dos estara nunca realmente libre del control ejercido por otros.
Gala Placidia acompa a su hijo a Roma. Oficialmente era la augusta, y
aunque el ttulo legal de regente no exista, se era en la prctica su papel. Se hizo
un esfuerzo consciente por reforzar los vnculos entre las dos mitades del Imperio
y su hijo se prometi a la hija de Teodosio II, que era, a su vez, slo una nia de
tres aos. El apoy o del Imperio de Oriente tena un precio e Illy ricum fue cedido
al gobierno en Constantinopla a cambio de respaldar a Valentiniano en la guerra
civil.
Las mujeres imperiales desempeaban un papel prominente y en ocasiones
muy pblico en la poltica del siglo V, y no simplemente como un conveniente
de las decisiones que persuadieron al emperador que deba tomar, o que tomaron
en su nombre, su posicin siempre fue incierta. En cualquier momento otra
persona poda suplantarles. En ambas mitades del Imperio el poder segua
concentrado en manos del emperador. Ni siquiera al alcanzar la edad adulta
fueron capaces Valentiniano III y Teodosio II de hacerse con las riendas del
control permanente, sino que continuaron siendo indecisos y muy susceptibles a
la influencia de los dems. La debilidad y la inestabilidad que existan en el
propio seno del gobierno hacan ms difcil que los imperios mantuvieran una
poltica coherente, y no digamos que dirigieran sus esfuerzos y recursos de
manera efectiva.
BANDAS DE GUERREROS Y EJRCITOS
Treinta aos despus de la muerte de Teodosio, sus nietos reinaron como
emperadores de los imperios oriental y occidental. Durante esas dcadas, la
guerra civil haba estallado con frecuencia, sobre todo en Occidente, de donde
siempre haban salido ms usurpadores que de Oriente. An ms sorprendente
fue la escalada de la ahora endmica rivalidad entre oficiales del ejrcito y
burcratas, que acab desembocando en brotes de violencia. La juventud y
debilidad de los emperadores creaban un vaco de poder en la cumbre de la
jerarqua imperial que otros pugnaban por llenar. El ascenso de Constancio de
oficial a comandante del ejrcito, de ah a cuado del emperador y, por ltimo,
al gobierno imperial, demostraba cunto era posible lograr. Otros no llegaban tan
alto, pero una sucesin de hombres, tanto en la corte oriental como en la
occidental, consiguieron hacerse con el poder de facto del Imperio a lo largo de
esos aos. Constancio supuso casi un caso nico, al morir por causas naturales,
pues prcticamente todos los dems fueron ejecutados. En la may ora de los
casos, su cada vino acompaada por la muerte de muchos de sus partidarios.
Esta constante competicin dentro de la jerarqua imperial, junto con el clima
de sospecha, el miedo a la violencia y la implacable ambicin personal que
creaba es el teln de fondo de la historia de ese periodo. Alarico se rebel con la
esperanza de sacar provecho de una poca de debilidad imperial para lograr
posicin y estatus. Atalfo y l sobrevivieron porque los gobiernos imperiales
nunca fueron lo suficientemente poderosos como para acabar con ellos. La
propaganda de Estilicn afirmaba que tuvo a los godos a su merced en tres
ocasiones, pero que en los tres casos fue obligado a retroceder. Es una teora poco
convincente. Sin embargo, probablemente sea cierto que el ejrcito godo era
demasiado til como para que lo destruy eran aunque hubieran podido hacerlo.
Desde luego, Alarico fue nombrado magister militum primero por el emperador
oriental y despus por el occidental, aunque ambos rangos le fueron ms tarde
retirados. Durante su carrera altern entre el papel de rebelde y el de general
romano. Constancio prefiri enviar a los godos contra los vndalos y los alanos en
Hispania a tratar de completar su derrota sobre ellos. En las guerras civiles, los
emperadores contrataban de forma rutinaria a los mismos brbaros que haban
estado poco tiempo atrs saqueando las provincias para luchar contra sus
oponentes romanos. Casi siempre, los rivales romanos eran considerados los
enemigos ms peligrosos.
No sabemos qu tamao tena el ejrcito godo en ningn momento de su
historia. Se dice que lleg a reunir a cuarenta mil hombres a las afueras de
Roma. Esta cifra no es imposible, sobre todo si inclua a los seguidores del
campamento adems de a los combatientes, pero ignoramos si esa cantidad es o
no exacta. La peticin de siete mil prendas de seda como parte del precio por
levantar el primer sitio de Roma ha sido empleada para deducir que haba ese
nmero de guerreros adecuadamente equipados, autnticos. De nuevo hay que
decir que eso es perfectamente posible. Los godos nunca intentaron organizar un
asedio o un asalto formal sobre Roma. Fuera cual fuera el tamao de su ejrcito,
los habitantes de la ciudad los superaban en nmero con creces, pero no estaban
organizados ni equipados. Los godos slo necesitaban ser lo bastante numerosos
para impedir que suministros sustanciales de alimentos llegaran a la ciudad. En
esas circunstancias incluso unos pocos miles de guerreros mandados por una
mano firme podan complicar extremadamente la vida en Roma. De igual modo,
parece poco probable que los diversos grupos brbaros que atravesaron el Rin
fueran especialmente numerosos (hay ms posibilidades de que se tratara de
bandas de unos cuantos miles de guerreros de cada grupo que de ejrcitos de
decenas de miles o ms). El comportamiento de esos grupos de brbaros, de
manera similar a la habilidad de los godos para deambular de aqu para all,
calzando pasos de montaa cuando era necesario, sobreviviendo durante aos en
las provincias mediante el pillaje y la bsqueda de alimentos en los alrededores,
no sugiere que hubiese grandes contingentes. Sin duda el impacto en los lugares
concretos donde golpeaban esos grupos era terrible, pero, debido a la escasez de
efectivos de las bandas, en cada una de las ocasiones slo se vera afectada una
zona reducida. Es probable que los godos fueran la fuerza ms nutrida, abastecida
a veces por los recursos imperiales y, en aquel periodo, bien equipada con las
armas salidas de las fbricas estatales. Seguramente su apariencia no era muy
diferente de la de las tropas regulares romanas.[16]
Tampoco parece que hubiera ejrcitos especialmente grandes e
inequvocamente romanos en esos aos. Es posible que las treinta unidades de
Estilicn, con los contingentes aliados, fueran uno de los may ores ejrcitos que
salieron al campo de batalla. Asimismo, merece la pena mencionar que los
cuarenta mil soldados enviados desde Oriente a Rvena cambiaron
profundamente el equilibrio de fuerzas de la campaa. En 409 se dijo que se
haban enviado seis mil soldados a defender la propia Roma, aunque cay eron en
una emboscada y slo algunos consiguieron abrirse paso hasta all. Si la cifra es
correcta, entonces es evidente que un nmero as era considerado adecuado para
proteger la ciudad. La Notitia Dignitatum revela la existencia de bajas y una
desesperada improvisacin en la composicin de los ejrcitos de campaa
occidentales. Muchas unidades fueron de nueva creacin o al menos se les dio
un nuevo nombre despus de 395, y hay una significativa proporcin de
unidades de pseudocomitatenses, regimientos transferidos permanentemente al
ejrcito de campaa de los limitanei. Es dudoso que ese tipo de unidades fueran
reemplazadas entre las tropas fronterizas, pero al considerar los efectivos del
ejrcito volvemos al problema bsico de que no conocemos las dimensiones que
los regimientos tenan en la prctica, ni tampoco cuntos haba en realidad, y no
sobre el papel. La facilidad con la que esos grupos mixtos de saqueadores
cruzaban el Rin, despus sobrevivan en la Galia y, por ltimo, se marchaban a
Hispania plantea inevitablemente la pregunta de dnde estaba el ejrcito romano.
Ese problema no hace ms que incrementarse si, como parece probable, el
nmero de brbaros era relativamente pequeo. Es muy posible que Estilicn se
hubiera llevado a numerosas unidades romanas a Italia, o que, a lo largo del
tiempo, se vieran implicadas en las guerras civiles. No obstante, al final es difcil
evitar concluir que muchas de ellas sencillamente no existan.[17]
Lo que es seguro es que ninguno de los que dirigieron las operaciones de
aquellas dcadas estaba dispuesto a arriesgarse a sufrir graves prdidas humanas.
Eso era tan cierto de hombres como Alarico (as como de quienquiera que
estuviese al frente de las bandas tribales de vndalos, alanos y dems grupos)
como de los romanos. Las batallas de envergadura eran muy poco comunes y
ninguna de ellas fue decisiva. Al parecer, tanto Estilicn como Constancio
preferan organizar un asedio para forzar al enemigo a rendirse antes que
entablar una confrontacin directa. En el caso de Estilicn, puede que su
experiencia y talento militar fueran modestos, y quiz l mismo fuera consciente
de esa limitacin. Es posible que Constancio tuviera ms talento, pero ambos
hombres eran fundamentalmente soldados polticos. No era fcil asumir un
nmero elevado de vctimas, ni reponer las bajas, y tales prdidas humanas
podan conllevar un desprestigio que poda precipitar una rpida deposicin y una
rpida ejecucin.
De modo similar, para conservar su posicin prominente, Alarico dependa
de poseer una fuerza formidable de guerreros a su mando. Lo mismo era
aplicable a los dems jefes brbaros. Las bandas de guerreros o los ejrcitos
aislados en lo profundo de las provincias no contaban con ninguna fuente
disponible de refuerzos sustanciales. Es ms que probable que los grupos que
obtuvieran ms triunfos atrajeran a nuevos reclutas entre los guerreros que
haban entrado en el Imperio solos o en pequeas bandas. Las defensas de las
fronteras del Imperio no estaban en posicin de impedrselo. Tambin haba
desertores del ejrcito y esclavos huidos. Ahora bien, esos hombres slo se unan
a aquel lder que crey eran que iba a tener xito, hasta el punto de que incluso
algunas derrotas menores, en especial cuando se producan varias seguidas, les
persuadan de que no les convena incorporarse a uno u otro grupo, adems de
impulsar quiz a la desercin a algunos de los guerreros que y a pertenecan a l.
Librar batallas de envergadura era simplemente demasiado arriesgado a menos
que uno de los caudillos tuviera una ventaja abrumadora, en cuy o caso, para
empezar, era poco probable que el enemigo se decidiera a luchar contra l. Por
tanto, las campaas solan ser tentativas y con ellas ambos bandos buscaban
obtener una ventaja que pudieran usar en las negociaciones. Por otro lado, muy a
menudo, para los gobiernos imperiales el enemigo representaba la perspectiva de
conseguir soldados efectivos para sus propios fines. Se libraban guerras basadas
en escaramuzas o razias y el ejrcito romano mantena su arraigada aficin por
las emboscadas y los ataques sorpresa. Las campaas se decidan en muchas
acciones pequeas, ms que en batallas grandes y bien planificadas. Para los
hombres que participaban en ellas sin duda esa diferencia era acadmica y una
pequea refriega poda ser tan violenta y peligrosa como una batalla famosa.
Alarico y sus sucesores aspiraban a obtener rango, posicin y tanta seguridad
como les fuera posible dentro del sistema romano. No podan derrocar el
Imperio porque, simplemente, no contaban con efectivos suficientes. En la poca
empezaron a circular historias que contaban que los godos haban jurado
derrocar el Imperio aun antes de atravesar el Danubio, y se supone que Atalfo
haba hablado de sus planes de reemplazar el Imperio romano por un imperio
godo. Cambi de opinin cuando decidi que las ley es romanas eran necesarias
para gobernar un estado en paz. No obstante, el mero hecho de que aprovecharan
momentos de inestabilidad en los dos imperios tambin haca que su objetivo
fuera ms difcil de alcanzar. El rpido auge y cada de las sucesivas figuras de
poder que surgan tras los emperadores provocaba cambios radicales en la
poltica romana. En varias ocasiones eso les quit a ambos jefes godos la
oportunidad de negociar con xito con los romanos.[18]
Muy pocos aos despus del saqueo de Roma, el emperador Honorio celebr
un triunfo en la ciudad, y, adems, fue un triunfo sobre un rival romano, algo que
habra sido inimaginable en los siglos I y II. La vida en Roma continuaba su
curso: el Senado se reuna y, cuando no les interrumpa la guerra civil, la
poblacin segua disfrutando de los entretenimientos y de los subsidios estatales
de alimento. Polticamente, los bloqueos godos y el pillaje sufrido por Roma no
haban tenido ningn impacto en la vida del Imperio, cuy o centro haba sido
trasladado mucho tiempo atrs all donde estuviera la corte imperial en cada
momento. Psicolgicamente, las noticias del saqueo haban supuesto una fuerte
impresin para el mundo romano, incluy endo a las provincias orientales, que y a
posean su propio emperador y su propia capital, Constantinopla. Los paganos
XVII
LOS HUNOS
La nacin brbara de los hunos [] creci tanto que ms de cien ciudades fueron
tomadas y Constantinopla estuvo a punto de peligrar [] y haba tantos asesinatos
y tanto derramamiento de sangre que era imposible contar los muertos. Incluso
tomaron las iglesias y los monasterios y mataron a grandes nmeros de monjes y
monjas.
CALINICO, describiendo la invasin de los hunos en la dcada de 440.[1]
A n
aunque prcticas semejantes han sido bastante comunes en otras culturas. Por
una vez es probable que acertemos al suponer que se trataba de un motivo ritual,
de algo que no comprendemos.[4]
Los hunos les resultaban extraos tanto a los romanos como a los godos.
Tambin les parecan guerreros terrorficamente feroces y mortferos. Sin
embargo, no eran invencibles. El imperio de Atila era grande, aunque no tan
amplio como l y sus alardes y algunos historiadores nos querran hacer
creer. Sus ejrcitos se adentraron en las provincias romanas sembrando la
destruccin, pero no consiguieron quedarse all. El Imperio romano le cedi
algunas regiones fronterizas y otras quedaron arrasadas, pero en general sus
ganancias territoriales romanas fueron modestas. Por otro lado, la pervivencia
del imperio de Atila fue muy breve, y a que se fragment en los aos que
siguieron a su muerte, cuando sus hijos se pelearon por el poder y los pueblos
sometidos se rebelaron. Es poco probable que los hunos fueran alguna vez
especialmente numerosos y, al parecer, los grandes ejrcitos de Atila siempre
haban incluido una may ora de guerreros aliados, entre los que haba godos,
alanos y otros pueblos. Y adems, los hunos tampoco fueron siempre enemigos
de Roma. Tanto el Imperio de Oriente como el occidental alistaban con
frecuencia bandas de hunos que lucharon con gran eficacia en su nombre.
Atila el hombre es mucho ms interesante que su mito. No era igual a Gengis
Khan, ni tampoco los hunos eran idnticos en todo a los mongoles de la Edad
Media. No todos los pueblos nmadas conforman una nica cultura invariable.
Los hunos han cargado con la culpa de provocar las invasiones brbaras que
acabaron derrotando al Imperio de Occidente. Tambin se les ha atribuido el
mrito de preservar el Imperio durante varias dcadas, retrasando su cada al
mantener bajo control a las tribus germnicas. Hay parte de verdad en ambas
declaraciones, pero ninguna de ellas cuenta toda la historia. No obstante, es justo
decir que, durante una generacin, los hunos y sus rey es fueron la fuerza ms
poderosa a la que se enfrentaron los romanos en Europa.[5]
DE LAS ESTEPAS AL DANUBIO
Para los romanos, los hunos simplemente haban aparecido en el siglo IV y, a
pesar de diversos intentos de vincularlos a los grupos conocidos por la
tradicin clsica, no tenan autntica informacin sobre su origen. No
conservamos ningn vestigio de la cultura oral de los propios hunos que nos pueda
orientar sobre sus opiniones sobre el tema. En el siglo XVIII se sugiri que los
hunos eran el mismo pueblo que los hsuing-nu xiong-nu es la ortografa
moderna, que conocemos a partir de fuentes chinas. Esta poderosa
confederacin de tribus nmadas haba supuesto una grave amenaza para las
fronteras de China desde el final del siglo III a. C. hasta que se separaron a
finales del siglo I d. C. Expulsados por el renaciente imperio chino, se supone que
los supervivientes se alejaron ms y ms hacia el oeste hasta llegar a los lmites
del mundo romano varios siglos ms tarde. Aunque esa versin es posible, los
argumentos a favor de esta teora no son demasiado slidos. Ciertamente parece
que los hunos procedan de algn lugar de la gran estepa, pero esa rea de pastos
era tan vasta y contena tantos grupos nmadas distintos que esa informacin por
s sola no nos dice demasiado.[6]
Sencillamente, no sabemos por qu los hunos se desplazaron hacia el oeste.
Las fuentes clsicas repiten el mito de que su primer contacto con los godos fue
accidental: persiguiendo a un animal extraviado, una partida de hunos lleg ms
lejos de lo que nunca se haban aventurado y se top con un pueblo que nunca
antes haban visto. Ese tipo de historias son habituales en la literatura de la
Antigedad, pero rara vez son crebles. En los grupos nmadas como los hunos
haba artesanos de gran destreza, entre ellos trabajadores del metal y, ms en
concreto, los fabricantes de los carros en los que viajaban y los arcos con los que
cazaban y luchaban. Sin embargo, tendan a poseer escasos artculos de lujo y
dependan de las comunidades sedentarias para ese tipo de cosas. Al final, es
probable que fuera la riqueza de Roma, y desde luego la de Persia, as como la
de los pueblos que vivan en las fronteras con ambas potencias, lo que impuls a
los hunos a dirigirse hacia ellos. En la segunda mitad del siglo IV llegaron al mar
Negro. Cuando el siglo estaba a punto de finalizar, en su desplazamiento hacia el
oeste algunos de ellos haban llegado hasta lo que ahora se conoce como la
llanura de Hungra.[7]
Como sucede con los godos, los alamanes u otros pueblos, es un error
considerarlos una nica nacin unificada. En las estepas, a menudo los grupos
nmadas pasaban buena parte del ao en pequeas partidas que consistan en
unas cuantas familias, desplazndose de un sitio a otro para encontrar pastos
estacionales para las ovejas y las cabras que suplan tantas de sus necesidades
vitales. Es muy posible que y a hubiera rey es y caudillos entre ellos (aunque su
poder no fuera oficial), as como algo que se pareca vagamente a clanes o
tribus. El contacto y los conflictos con otros pueblos como los godos y los alanos,
y ms adelante con los romanos, intensificaron la importancia de ese tipo de
grupos, y el poder de esos lderes individuales creci. Las razias a gran escala
requeran lderes que controlaran a las bandas de guerreros y dirigieran sus
ataques. Las incursiones que tenan xito les reportaban botn y gloria, lo que
aumentaba el prestigio y el poder del hombre que estaba al mando. La guerra
que provoc que grupos tan amplios de godos buscaran refugio al otro lado del
Danubio en 376 sin duda foment el incremento de poder de los lderes hunos que
resultaron vencedores. Algunos grupos huy eron de la invasin de los hunos, pero
muchos ms se quedaron y acabaron unindose a ellos como aliados ms o
menos subordinados. Los lderes hunos llegaron a tener caudillos y rey es de otras
El arco de los hunos era una compleja pieza de artesana. Era un arco
compuesto, que combinaba la madera con tendones animales, cuerno y hueso.
Los tendones poseen una gran resistencia a la tensin, mientras que el cuerno
resiste la compresin. Juntos, ambos elementos incrementan enormemente la
potencia de un arco en relacin con su tamao. Cuando se tensa, ese tipo de arco
se curva hacia atrs con elegancia desde la empuadura. Su longitud se ampla
con las extensiones de hueso o cuerno, que son flexibles, y su efecto es el
alargamiento de la cuerda, lo que de nuevo incrementa la potencia. Cuando el
arco no est armado, se dobla hacia atrs en direccin opuesta, de ah que se
suelan llamar arcos recurvados. Los arcos compuestos estaban muy extendidos
en la Antigedad. Los persas los empleaban, as como algunos pueblos nmadas
o seminmadas, como los srmatas y los alanos. Tambin haban sido el estndar
en el ejrcito romano durante siglos, y las extensiones son hallazgos
relativamente comunes en y acimientos militares. Los arcos hunos eran
excepcionalmente grandes sobre todo para ser disparados desde lomos de un
caballo, lo que los haca ms potentes, y su potencia era acentuada por las
extensiones. Tambin eran asimtricos, de manera que el brazo del arco situado
por encima de la empuadura era ms largo que el extremo inferior, lo que no
afectaba a la potencia pero haca que al arquero montado le resultara ms fcil
sujetarlo. Los arcos hunos eran de altsima calidad. Es probable que se tardara
varios aos en fabricar un arco y su elaboracin requera un importante
conocimiento especializado que iba pasando de un fabricante a otro. Un buen
arco duraba mucho tiempo y es interesante constatar que los vestigios hallados en
enterramientos parecen ser armas rotas. Un arco era un arma demasiado valiosa
para enterrarla, a menos que y a estuviera deteriorada.[9]
La tecnologa explica parte de la implacable capacidad de destruccin de los
guerreros hunos. Todos ellos utilizaban un arco de extrema potencia y
sofisticacin. Tambin contaban con una silla que les proporcionaba un asiento
seguro aun cuando cabalgaran a toda velocidad, controlando el caballo con las
rodillas, y a que necesitaban ambos brazos para disparar. Un arco no es como un
arma de fuego o una ballesta, en los que la energa para impulsar el proy ectil
procede de la propia arma. Es mucho ms fcil entrenar a alguien para que use
ese tipo de armas, mientras que convertirse en un gran arquero exige mucha ms
prctica y habilidad personal. Un arco toma la may or parte de su energa de la
persona que dispara. El diseo compuesto incrementa esa potencia, pero no la
crea, por lo que los arqueros tienen que ser fsicamente fuertes, sobre todo en el
pecho y los brazos. La habilidad se desarrolla nicamente con el entrenamiento
constante, algo que es doblemente cierto de los jinetes arqueros, y a que el
guerrero debe ser un jinete experto adems de muy competente con el arco. La
caza proporcionaba prctica para la guerra, y para sobrevivir en las estepas todos
los hunos tenan que ser expertos jinetes y arqueros. Ms tarde, cuando los hunos
que solucionar, entre los que destacaba la amenaza que representaban los rivales
romanos. En esa era, Atila fue capaz de reunir ejrcitos que eran grandes y
formidables segn los criterios contemporneos, y mantenerlos en campaa
durante periodos bastante prolongados. Slo en contadas ocasiones tuvieron que
hacer frente a una oposicin fuerte. En gran medida, el xito de los hunos fue
consecuencia de la debilidad romana.[12]
UNA NUEVA AMENAZA EN EL DANUBIO
El Imperio de Oriente estaba mucho ms expuesto a las razias de los hunos. La
situacin parece haberse agravado poco a poco desde principios del siglo V, a
medida que, como de costumbre, las incursiones victoriosas fueron alentando
ataques ms grandes y frecuentes. Surgieron algunos lderes hunos muy
poderosos, como Rua, el to de Atila. En 422, el gobierno de Constantinopla
accedi a pagarle trescientas cincuenta libras de oro todos los aos como precio
para mantener la paz. En el ao 434 exigi que esa cantidad se incrementara, y
cuando los romanos se negaron lanz un ataque contra las provincias balcnicas.
Sin embargo, Rua falleci poco despus y fue sucedido por Atila y su hermano
Bleda. Parece que ambos se repartieron el reino de su to en vez de gobernar de
forma conjunta. Durante un tiempo, la presin sobre la frontera romana se
redujo, pero en 440 los hermanos lograron extorsionar al Imperio de Oriente y
sacarle un pago anual de setecientas libras de oro. Los ministros de Teodosio II se
enfrentaban a otros problemas militares y puede que esa suma pareciera un
pequeo precio por la paz.[13]
Los chantajistas siempre interpretan la docilidad como un signo de debilidad e
incrementan sus exigencias. La paz result ser una ilusin y, en el plazo de un
ao, los hunos empezaron a saquear Illy ricum y Tracia de nuevo. Uno de los
pretextos para la reanudacin de la guerra fue la presunta actividad del obispo de
la ciudad de Margus, que se supone que haba cruzado el Danubio para despojar
de oro las tumbas de algunos rey es hunos. La propia Margus fue elegida
enseguida como objetivo, y el obispo empez a preocuparse de que sus
ciudadanos prefirieran entregarle al enemigo a perecer todos por defenderle, as
que desert, unindose a los hunos, y sin demora traicion a la ciudad, acordando
que algunos de sus asociados abrieran la puerta y dejaran que el enemigo entrara
en ella durante la noche.[14]
Otras ciudades amuralladas fueron tomadas mediante el ataque directo.
Algunos fragmentos de la historia de la poca mencionan que los hunos
empleaban arietes, escalas y torres mviles para organizar los asaltos. Puede que
hubieran copiado esa tecnologa de los romanos o bien que su mejora tcnica se
debiera a que ahora contaban con numerosos contingentes que en el pasado
haban servido con el ejrcito romano. Tan importante como esas mquinas,
simples en comparacin con las originales romanas, era la cifra de tropas que
desplegaban, la capacidad de mantenerlas en un lugar el tiempo suficiente para
organizar un asedio y el hecho de que estaban dispuestos a aceptar las prdidas
humanas del asalto. La habilidad de los hunos para tomar lugares fortificados les
diferencia de otros ejrcitos tribales. Singidunum (la actual Belgrado) y la gran
ciudad de Sirmium fueron algunos de sus objetivos y fueron abandonadas en
ruinas. En 443, tambin arrasaron Naissus, otra ciudad importante (y lugar de
nacimiento de Constantino) que fue pasto de las llamas. Unos cuantos aos ms
tarde, unos viajeros observaron que haba algunas personas viviendo con lo
mnimo en los pocos edificios que quedaban en pie, pero lo que resultaba
verdaderamente siniestro era que tenan que acampar a cielo abierto, lejos del
cercano ro, porque todo el terreno ady acente a la orilla estaba plagado de los
huesos de los hombres muertos en la guerra . La cifra de personas que fueron
arrastradas a vidas de esclavitud era todava ms alta. De ellas, algunas seran
intercambiadas por un rescate, mientras que unas pocas afortunadas conseguiran
la libertad e incluso obtendran honores y estatus entre sus antiguos amos. No
obstante, para la inmensa may ora, la esclavitud entre los hunos era tan brutal y
desagradable como en cualquier otra sociedad.[15]
Los romanos reforzaron el ejrcito de la regin llevando tropas de otras zonas
y, finalmente, fueron capaces de expulsar a los grupos de saqueadores. El pago
del subsidio se interrumpi durante algunos aos. En 445, Atila mat a su
hermano y se convirti en el nico gobernante de un enorme imperio huno. A lo
largo de su vida no apareci ningn otro rival. Buena parte de Centroeuropa
parece haber estado bajo su control, aunque debemos mostrarnos escpticos
respecto a las afirmaciones de que su gobierno se extendi hasta el mar del
Norte. Bajo el mando de Atila, algunos hunos disfrutaron de considerable poder,
al igual que diversos rey es de otras tribus. Se cas con muchsimas mujeres,
tanto por placer como, sin duda, para consolidar alianzas polticas. Tambin
sabemos que al menos una de las esposas de Bleda sobrevivi y fue tratada con
bastante honor. Los seguidores leales eran recompensados y prosperaron bajo el
mando de Atila. Los enterramientos godos dentro del Imperio a menudo
presentan espectaculares objetos de oro y, en algunos casos, revelan la
emulacin de las costumbres hunas, como los crneos deformados. La deslealtad
era castigada sin piedad. Una constante de los tratados que Atila firm con los
romanos era su exigencia de que todo aquel y puesto que eran mencionados
por su nombre, es evidente que se refera a individuos prominentes que huy era
de su lado para marcharse al Imperio deba serle entregado. Sabemos de dos
prncipes que fueron empalados en cuanto los pusieron en manos de los hombres
de Atila.[16]
Tras dos aos de malas cosechas y de brotes de peste, en 447 una serie de
terremotos arras amplias zonas a todo lo largo y ancho del Imperio de Oriente.
Constantinopla result muy castigada y partes sustanciales de sus grandiosas
murallas se derrumbaron. Atila intuy que se le haba presentado una
oportunidad y lanz un gran ataque. Un general romano que, como suceda tan
a menudo en esos aos, era de extraccin germana decidi correr el riesgo de
combatir y sufri una aplastante derrota. Una vez ms, el invasor conquist
diversas ciudades y las saque. En Constantinopla, el prefecto del pretorio Flavio
Constantino contrat los servicios de las dos facciones en las que se dividan los
entusiastas espectadores del circo. Normalmente, los Azules y los Verdes eran
rivales acrrimos, pero bajo su liderazgo acordaron trabajar juntos y en unos
sesenta das haban recogido gran parte de los escombros de la ciudad. Sus
murallas fueron reparadas mucho antes de que los hunos fueran capaces de
aprovecharse de su vulnerabilidad. En otras regiones sembraron la devastacin
all por donde fueron. Un grupo lleg incluso hasta las Termopilas en Grecia, el
famoso paso donde en 480 a. C. un ejrcito de griegos dirigidos por espartanos
haban resistido sacrificando sus vidas para retrasar a los invasores persas.[17]
El Imperio de Oriente volvi a verse obligado a comprar la paz a los hunos.
Ahora a Atila se le iban a enviar nada menos que dos mil cien libras de oro todos
los aos, y adems recibi un pago inmediato de seis mil libras ms, la cifra que
calcul como los atrasos que le deban desde que los romanos dejaron de pagar
el anterior subsidio. Por primera vez, le concedieron asimismo unas tierras al sur
del Danubio: una franja de terreno de casi quinientos kilmetros de longitud,
desde Singidunum a Novae, en Panonia, y de una anchura de cinco das de viaje
(lo que puede significar entre treinta y ciento sesenta kilmetros), lo que inclua
toda la provincia de Dacia Ripensis una de las que fue bautizada para ocultar el
abandono de la autntica Dacia en el siglo III y partes de otras tres provincias.
Buena parte de la zona haba sido muy castigada por las recientes razias y no
queda claro hasta qu punto Atila la ocup realmente. Puede que simplemente
quisiera poseer una franja despoblada de tierra para hacer propaganda de su
poder y de su habilidad con el fin de obligar a los romanos a hacer concesiones.
Su principal objetivo en la relacin con Roma era sacar provecho del saqueo
durante las pocas de guerra y de la extorsin en pocas de paz. Ambas prcticas
reforzaban su prestigio y le proporcionaban la riqueza que necesitaba para poder
mostrarse generoso con sus partidarios.[18]
Las sumas pagadas a Atila eran considerables, aunque no totalmente
desproporcionadas en comparacin con las cantidades pagadas a otros lderes
extranjeros en el pasado. A largo plazo, el Imperio de Oriente bien poda
permitirse el gasto y, a corto, el pago supona tener que subir los impuestos,
incluy endo los tributos para la clase senatorial, una medida que siempre haba
sido considerada una ofensa por ese grupo. Sin embargo, Atila nunca fue un
vecino cmodo y siempre existi el temor de que decidiera renovar sus ataques
Durante todo ese tiempo, los embajadores fueron a la zaga de Atila mientras
recorra sus tierras, con una parada en una aldea para tomar una nueva esposa.
En un momento dado llegaron a una de sus residencias ms permanentes, donde
viva en una grandiosa mansin de madera rodeada por una impresionante
empalizada ornamental. Onegesio posea un complejo de viviendas de menor
tamao, que inclua una casa de baos de piedra al estilo romano y que haba
sido construida por prisioneros romanos capturados en los ataques contra las
provincias balcnicas. En la llanura hngara no haba ninguna cantera, de modo
que todos los materiales haban tenido que transportarse a lo largo de cientos de
kilmetros hasta aquel lugar. El ingeniero que la dise haba confiado en obtener
la libertad a cambio de hacer un buen trabajo, pero en vez de eso se encontr con
que deba quedarse all permanentemente en calidad de asistente.
No era el nico romano: Prisco se sorprendi cuando un huno lo salud en
griego. Aquel hombre result ser un mercader que haba sido hecho prisionero
cuando los hunos saquearon una ciudad junto al Danubio. Con el tiempo, se haba
ganado la confianza de su amo, un noble huno, luchando como uno de sus
guerreros tanto contra los romanos como contra otros pueblos. Finalmente haba
conseguido su libertad y se haba casado con una mujer huna. Ese hombre le
confi a Prisco que su nueva vida era preferible a la antigua y empez a
quejarse de los elevados impuestos, de la corrupcin del gobierno y de que el
sistema legal romano era injusto y costoso. Prisco afirma haberle convencido de
la superioridad del gobierno del emperador, pero es difcil estar seguro de si lo
pensaba en realidad. En cualquier caso, en la literatura clsica exista una larga
tradicin de contraste entre la primitiva honestidad de los brbaros y la
corrupcin de las sociedades civilizadas.
Aparte de esos supervivientes, haba asimismo una embajada del Imperio
romano de Occidente. Estaba all para aplacar la clera de Atila en torno a un
problema con un tesoro de oro de Sirmium, en Panonia. El obispo de la ciudad se
lo haba entregado a uno de los secretarios de Atila, un romano llamado
Constancio que le haba facilitado el Imperio de Occidente. Ese hombre prometi
que pagara un rescate por el sacerdote si lo capturaban o, si el obispo falleca,
utilizara el tesoro para pagar la libertad de su grey. Lo que sucedi fue que
Constancio se qued el oro, y ms tarde lo empe en una visita a Roma en
nombre de Atila. Sin embargo, ms adelante perdi la confianza real y fue
ejecutado, y Atila ahora estaba exigiendo, no slo el oro, sino tambin el
banquero con el que Constancio haba cerrado el acuerdo. Los embajadores
romanos confiaban en poder persuadirle de que aceptara slo la suma
equivalente en oro.[21]
Tuvo que pasar un tiempo antes de que Prisco y su partida consiguieran ver a
Atila y, al principio, slo lo hicieron desde la distancia. Observaron las grandiosas
procesiones organizadas a su alrededor y presenciaron su cortesa con uno de sus
ofrecerle refugio dentro del Imperio. Es difcil saber si Edeco lleg a considerar
alguna vez el cumplimiento de su parte del acuerdo, porque cuando regres a su
hogar inform al instante al rey del complot. Con la bendicin de Atila, continu
hacindole el juego a Vigilas. Al final, ste fue pillado con las manos en la masa
llevando el oro para pagar al magnicida. Su hijo y l fueron apresados y los
hunos exigieron ms dinero de las autoridades romanas antes de liberarlos.[23]
Obviamente, las conspiraciones para cometer asesinato no favorecan el xito
de la diplomacia, y Maximino y Prisco, como era de esperar, lograron muy
poco. Con todo, la respuesta de Atila fue moderada y utiliz el hecho de haber
destapado el complot para contar con una ventaja sobre los romanos en las
siguientes negociaciones. Aun cumpliendo sus exigencias mximas, el gobierno
de Constantinopla poda pagar con comodidad el subsidio y las dems sumas que
le abonaban, pero eso era un sntoma de su impotencia a la hora de tratar con los
hunos militarmente. Como mucho, cuando no libraban otra batalla en alguna otra
parte, a todo lo que podan aspirar era a contenerlos. No tenan ninguna
posibilidad de atacar y derrotar de forma permanente a Atila, de ah su deseo de
perpetrar el magnicidio. Atila inspiraba demasiado miedo en las personas de su
crculo ms prximo para que esa opcin fuera viable. De momento, el Imperio
de Oriente no tena ms opcin que vivir con l y continuar pagando los subsidios.
Por suerte para ellos, Atila estaba empezando a ampliar sus miras, trasladando su
atencin hacia el Imperio de Occidente.[24]
EL LTIMO ROMANO
Flavio Aecio naci en una de esas familias militares de las provincias balcnicas
que haban ocupado los rangos ms altos del ejrcito y de donde haban salido un
buen nmero de emperadores en los siglos III y IV. Como muchos de aquellos
emperadores, pas su carrera casi permanentemente en guerra, comandando
regularmente tropas en campaas contra oponentes extranjeros y romanos.
Durante unos veinte aos fue, con mucho, el hombre ms poderoso del Imperio
de Occidente. Fue elegido cnsul y magister militum tres veces, fue nombrado
patricio en 435 y, sin embargo, nunca intent proclamarse emperador. Las
guerras civiles en las que particip fueron enfrentamientos que buscaban
determinar quin dominara la corte imperial. Otros aspectos de su vida
mostraban lo distintas que eran las condiciones en el siglo V: en dos ocasiones
durante su juventud fue enviado como rehn con unos lderes extranjeros,
primero con Alarico y, ms tarde, con un lder huno. En siglos anteriores, los
romanos haban tomado rehenes con frecuencia, a los que se les daba educacin
romana con la esperanza de despertar simpata hacia su imperio. Los romanos no
entregaban rehenes a otros. En el siglo V el equilibrio de poder haba cambiado
profundamente.
Aecio recibi una educacin romana integral, complementada por la
experiencia de vivir entre pueblos extranjeros. Se convirti en un jinete y
arquero muy competente gracias a los aos pasados con los hunos. Lo que era
todava ms importante, lleg a comprenderlos y estableci relaciones que le
seran de gran utilidad durante su vida. Tras la muerte de Honorio, fue uno de los
partidarios ms destacados del usurpador Juan, y se dirigi a territorio huno para
reunir una fuerza de auxiliares quiz sea ms correcto llamarlos mercenarios
con los caudillos que conoca. Aecio y esos guerreros llegaron a Italia
demasiado tarde para participar en la campaa y se encontraron con que Juan
haba sido ejecutado y Valentiniano III haba sido proclamado emperador por un
ejrcito oriental. Sus hunos permanecieron leales a l, y a cambio de no reiniciar
la guerra y de aceptar apoy ar al nuevo emperador, Aecio fue ascendido a
magister militum de la Galia. Parece que al menos algunos de los hunos se
quedaron a su lado y combatieron en sus siguientes campaas contra los francos,
al oeste del Rin, y contra los godos establecidos dentro de la propia Galia.[25]
En aquellos aos haba otros dos comandantes compitiendo por la supremaca
en el Imperio de Occidente. Gala Placidia trat de hacer que surgieran
disensiones entre ellos, con la esperanza de impedir que cualquiera de los tres se
hiciera con demasiado poder y acabara siendo imposible de controlar. Ms
adelante, en 427, Flix, el magister militum de ms rango al mando del ejrcito
imperial en Italia, envi tropas para atacar a su colega Bonifacio, que estaba al
mando de frica. Esa fuerza fue derrotada y en 430 Aecio haba sustituido a
Flix en su puesto y urdido su ejecucin. Dos aos ms tarde Bonifacio dirigi a
su ejrcito hacia Italia para luchar por la supremaca. Gan la batalla, pero
recibi una herida mortal durante el combate. Aecio huy y, en un momento
dado, se dirigi hacia los hunos y form una nueva fuerza con esos guerreros.
Regres en 433 y una vez ms asumi el mando militar supremo. El sucesor de
Bonifacio haba escapado a Constantinopla sin entablar batalla. Las esperanzas de
Gala Placidia se vieron frustradas. Hasta su fallecimiento unas dos dcadas
despus, Aecio no tendra que enfrentarse a ningn rival importante.[26]
Como de costumbre, la preocupacin romana por las luchas intestinas haba
comprometido seriamente su capacidad para hacer frente a otros problemas
militares. En varias ocasiones, los godos asentados en Aquitania cada vez ms
a menudo identificados como los visigodos o los godos occidentales , para
distinguirlos de los godos orientales que seguan viviendo junto al Danubio
lanzaron ataques contra zonas vecinas de las provincias romanas. Al parecer, se
trataba en buena medida de operaciones oportunistas, aunque es posible que las
fricciones fueran provocadas en parte por las autoridades romanas. Otros grupos
tribales, como los francos y los burgundios, expandieron el territorio que
dirigi hacia el sur, antes de retirarse y regresar a sus propias tierras. Enseguida
empezaron a difundirse ley endas que atribuan su retirada a una reunin con el
Papa, pero es mucho ms probable que se debiera a la escasez del suministro y a
un preocupante brote de peste en su ejrcito. Atila y sus hombres y a haban
acumulado importantes cantidades de botn con sus rapias, y seguramente
muchos de sus guerreros estaban deseando llevar esas ganancias a su hogar antes
del invierno.
Los romanos del Imperio de Occidente no haban derrotado a Atila, pero l
tampoco haba podido obligarles a ofrecerle un tributo y otras concesiones.
Incluso la incapacidad para obtener una victoria rotunda poda daar el prestigio
de un caudillo cuy o poder resida en el xito continuo. Mientras estuvo fuera, la
actitud del Imperio de Oriente se haba vuelto ms hostil. Teodosio II haba
muerto en 450 sin dejar heredero y haba sido reemplazado por un oficial del
ejrcito de cincuenta y ocho aos llamado Marciano. Pulqueria, que no era
mucho ms joven que l, renunci a su voto de castidad y se cas con el nuevo
emperador para convertirle en un miembro legtimo de la familia de Teodosio.
Marciano tuvo suerte de que Atila en aquel momento estuviera ocupado con la
campaa en el Imperio de Occidente y no pudiera tomar represalias cuando
dej de pagar el tributo a los hunos. Tambin fueron enviadas tropas para ay udar
a Aecio en 452. Al mismo tiempo, el ejrcito oriental haba lanzado una ofensiva
menor contra el reino de Atila, aprovechando el hecho de que sus principales
contingentes y su atencin estaban concentrados en otra parte. Fue otro de los
motivos por los que los hunos se retiraron de Italia.[33]
No cabe duda de que Atila habra reanudado la guerra al ao siguiente. Sin
embargo, a principios de 453 se cas una vez ms y celebr la ocasin con una
sesin prodigiosa de bebida, algo que de todos modos era muy habitual en su
corte. A la maana siguiente fue encontrado muerto, y a su esposa, histrica.
Haba perdido la consciencia y haba fallecido ahogado debido a una hemorragia
interna. Mucho ms tarde, se inventaran historias romnticas en las que su mujer
le asesinaba para vengarse de las injusticias que haba cometido contra su
familia. Atila no haba sealado a ningn sucesor y sus numerosos hijos pronto
empezaron a pelearse entre s para hacerse con el poder. Al mismo tiempo,
muchos de los pueblos aliados y de los que haban estado sometidos a su dominio
se sumaron a la pugna. En pocos aos, el imperio de los hunos se haba
desmoronado.[34]
La madre de Valentiniano III, Gala Placidia, haba muerto en 450. Su
hermana Honoria no pudo haber sobrevivido a su madre demasiados aos y
nunca ms vuelve a ser nombrada por nuestras fuentes. El emperador acababa
de entrar en la treintena, pero jams lleg a tener una personalidad
independiente. En la corte el juego de influencias cambi y surgieron nuevas
oportunidades para hombres ambiciosos. Al mismo tiempo, la posicin de Aecio
se haba debilitado. En los ltimos aos, aun antes del ataque de Atila, cada vez le
haba costado ms reclutar hunos para que lucharan a su lado. Mientras Atila
estuvo vivo, era evidente que Valentiniano necesitaba a su general ms poderoso
para rechazar las invasiones extranjeras, pero ahora que el huno haba muerto,
Aecio pareca menos necesario. El general comprendi la vulnerabilidad de su
nueva situacin y crey que podra asegurar su posicin concertando un
matrimonio entre su hijo y la hija de Valentiniano, Placidia. Sin embargo, el
emperador continuaba sintindose molesto por el poder de Aecio, y un artero
senador llamado Petronio Mximo le alent a actuar. En septiembre de 454 el
general se present en palacio para acudir a una reunin, en Rvena. Durante el
debate, Valentiniano y su chambeln eunuco atacaron de improviso a Aecio con
sus espadas y lo despedazaron. Uno de los consejeros del emperador le dijo que
se haba cortado la mano derecha con la izquierda. No obstante, Petronio, el
instigador, al no quedar satisfecho con la escala de la gratitud de su emperador,
reclut dos miembros de la guardia personal de Aecio y orquest el asesinato de
Valentiniano, que se produjo el 16 de marzo de 455. De inmediato, Petronio
Mximo se declar a s mismo emperador.[35]
XVIII
BRITANIA
Britania fue una de las ltimas incorporaciones importantes al Imperio romano.
Julio Csar lleg al sureste en 55 a. C. y regres con un contingente may or al ao
siguiente. No se produjo una ocupacin permanente: las expediciones resultaron
un gran xito propagandstico, pero obtuvo pocos beneficios prcticos y no tuvo
como resultado la creacin de una provincia. Sin embargo, el comercio con
Britania se increment enormemente en las siguientes dcadas y se estableci un
cierto contacto diplomtico. Una serie de refugiados de la realeza que huan de
las luchas de poder tanto en el seno como entre las distintas tribus del sureste de
Britania llegaron a la corte imperial en busca de respaldo. Augusto decidi no
intervenir, intuy endo que el coste de la ocupacin sera may or que cualquier
posible beneficio.
En el ao 43 el emperador Claudio ansiaba desesperadamente obtener gloria
militar para fortalecer su endeble control del poder. As pues, orden una
gigantesca expedicin para invadir Britania, a la que incluso se desplaz en
persona. Las tribus del sureste fueron rpidamente vencidas o se rindieron, pero
en las dems zonas el progreso fue ms lento, aunque tampoco sabemos con
certeza qu parte de Britania planeaban conquistar los romanos. En el ao 60
estuvieron a punto de perder el territorio que y a controlaban: la reina Boudica de
los cenos se rebel y muchas otras tribus anteriormente pro romanas se unieron
a ella. Las tres ciudades ms grandes de la provincia Londinium (Londres),
Camulodunum (Colchester) y Verulamium (Saint Albans) fueron saqueadas.
Por fin, una batalla decisiva, seguida por una despiadada accin punitiva, aplast
la rebelin, que y a nunca volvi a repetirse. A lo largo de las siguientes dcadas
se realizaron nuevas conquistas en el oeste y al norte: lo que pasara a ser Gales y
el norte de Inglaterra fueron ocupados tras una dursima lucha; en 84 un ejrcito
romano obtuvo una victoria en algn lugar de Escocia, mientras que parte de la
flota dio la vuelta a Britania y demostr que se trataba de una isla.[7]
Claudio envi cuatro legiones y una fuerte tropa de auxiliares a invadir
Britania. Una generacin ms tarde, la guarnicin fue reducida a tres legiones,
aunque el nmero de auxiliares parece haberse incrementado. Un clculo de los
efectivos de la guarnicin de Britania de mediados del siglo II los cifra en
cincuenta mil hombres, si bien un nmero tan alto parece asumir que todas las
unidades registradas en la provincia estuvieran all simultneamente. Aunque la
autntica guarnicin hubiera sido ms pequea, sin duda era una parte sustancial
de todo el ejrcito romano, aproximadamente una dcima o una octava parte.
Algunas tropas estaban estacionadas en el oeste, sobre todo en Gales, pero el
grueso de la guarnicin provincial estaba desplegado en el norte. Fue tambin en
el norte donde se crearon una serie de defensas fronterizas, antes de que la lnea
pero considera que en realidad eran inferiores, cerca de doce mil. Como de
costumbre, es probable que el verdadero nmero de efectivos en un momento
dado hay a sido muy inferior a los del ejrcito sobre el papel.[12]
De la guarnicin de Britania salieron tres usurpadores entre 406 y 407.
Evidentemente, segua habiendo suficientes tropas para que el ltimo de ellos,
Constantino III, entrara en la Galia y obtuviera el control de una gran parte del
Imperio de Occidente. Seguramente llev consigo parte quiz la may or parte
del ejrcito britnico, y es poco probable que ninguna de esas tropas regresara
a Britania, lo que sin duda debilitara las defensas de la isla, exactamente igual
que las anteriores usurpaciones que, en ltima instancia, acabaron fracasando. La
guarnicin se haba debilitado, pero no hay consenso sobre cules eran las
amenazas precisas a las que tuvo que enfrentarse. Nadie discute que haba
enemigos en el norte. Parece que los pictos muy probablemente, el nombre se
deriv de picti, u hombres pintados , porque pensaban que solan llevar
tatuajes aparecieron a raz de un estrechamiento de la unin entre las antiguas
tribus caledonias. Al oeste de los pictos se encontraban los escotos, que emigraron
desde Irlanda y ms tarde daran su nombre a Escocia. Ambos pueblos haban
lanzado importantes razias contra las provincias britnicas durante el siglo IV.
Muchos de los ataques llegaron por mar, a lo largo de la costa, y parece que
parte de las tribus que seguan viviendo en Irlanda tambin emprendieron algunas
incursiones de saqueo. San Patricio, muchacho de diecisis aos de edad, fue
apresado como esclavo por un grupo de asaltantes como se, aunque no se sabe a
ciencia cierta si su captura tuvo lugar antes o despus de que finalizara el
gobierno romano directo.[13]
El nombre de Costa Sajona slo figura en la Notitia Dignitatum. Amiano
menciona que los sajones lanzaron razias contra Britania en 367 como parte de
una invasin simultnea organizada por los pictos, los escotos y tambin los
francos. Aparte de esa referencia hay escasa evidencia explcita de razias
sajonas en la costa de Britania, al contrario de lo que sucede con sus ataques en la
costa norte de la Galia, que aparecen mencionados con frecuencia. Esa
desproporcin puede deberse, sencillamente, a que nuestras fuentes sobre la
Galia son muy buenas, mientras que las referidas a Britania son extremadamente
insuficientes. Una lectura literal de los relatos de las operaciones de Carausio
contra los piratas en el Canal de la Mancha nos inducira a pensar que slo se
produjeron ataques sobre la Galia, pero se suele dar por supuesto que tambin se
emprendieron razias contra la costa britnica. Si la Costa Sajona fue bautizada
con el nombre del enemigo del que supuestamente deba defenderse, sera un
ejemplo nico en la historia romana. Por otro lado, la sugerencia de que se le dio
ese nombre debido al gran nmero de tropas sajonas aliadas estacionadas o
asentadas all es menos convincente todava, y no hay ninguna prueba que la
respalde.[14]
Algunas voces han cuestionado la capacidad de los asaltantes de lo que es
ahora el norte de Alemania y Dinamarca para llegar a Britania. Se sabe mucho
menos de los navos de altura de las tribus de este periodo que de los barcos de la
era vikinga. Es posible que los pocos ejemplos arqueolgicos que se conservan
hubieran sido diseados nicamente para vas fluviales navegables: ninguno de
ellos tiene vela y se ha afirmado que sus quillas eran demasiado pequeas para
haber aguantado un mstil lo suficientemente fuerte para llevarla. Un grupo de
guerreros habra podido remar hacia Britania y regresar con el posible botn,
pero sin duda habra sido difcil. Es ms probable que, sencillamente, an no
hay amos descubierto un ejemplo de velero diseado para viajes ms largos. En
Dinamarca se ha hallado una talla de un bote a vela y, por las caractersticas
inherentes al territorio, es improbable que los pueblos de esa zona jams
adoptaran esa tecnologa. Es ms difcil dilucidar qu tal funcionara un bote de
quilla corta con una vela, pero es importante recordar que la lucha en el mar era
siempre excepcional. La nica funcin a la que se destinaban esos navios era a
traer y a llevar grupos de guerreros.[15]
Es dudoso que una nave as fuera especialmente grande, y ms tarde (aunque
en fuentes en cierto modo cuestionables) se suele mencionar la existencia de
entre uno y cuatro barcos en cualquier contingente. Probablemente, un grupo de
saqueadores compuesto por cientos de guerreros era excepcionalmente grande y
la may ora de las partidas seran ms pequeas. Por lo general, slo atacaban
objetivos prximos a la costa o a los que se llegaba a travs de un ro de fcil
navegacin. Aparte de la diferencia del medio de transporte, estos ataques eran
esencialmente iguales a otras razias brbaras. El escritor militar de finales del
siglo IV Vegecio, menciona que el Canal de la Mancha estaba patrullado por
pequeos barcos de guerra, cuy as velas, jarcias e incluso los uniformes de los
marineros haban sido teidos para confundirse con el color del mar. A pesar de
que es posible que eso hiciera ms difcil que fueran avistados desde la distancia,
slo en contadas ocasiones lograran interceptar a los asaltantes cuando se
dirigan hacia su objetivo y es ms probable que los capturaran antes o despus
de que llegaran a tierra, sobre todo cuando se batan en retirada. De nuevo, el
patrn era muy semejante a las razias por tierra, y tambin en este caso el xito
de las expediciones por mar alentara nuevos ataques. Por lo visto, las razias
martimas fueron bastante comunes en todo el periodo romano. Es muy posible
que y a existieran antes de esta poca y desde luego perduraron durante muchos
siglos despus de que el Imperio de Occidente hubiera desaparecido, alcanzando
su apogeo durante la era vikinga.[16]
Los fuertes de la Costa Sajona tenan diversos diseos. Se cree que fueron
construidos a lo largo de un periodo muy prolongado y no formaron parte de una
algn que otro edificio, aunque ms a menudo en madera que en piedra, y varios
antiguos edificios pblicos fueron convertidos en talleres o fbricas. Ms
problemtico es lo que los arquelogos llaman tierra oscura , una gruesa capa
de tierra gris oscuro que a menudo contena restos de plantas, huesos de animales
y carbn vegetal, que se ha encontrado encima de antiguos edificios romanos en
muchos y acimientos urbanos. Aunque algunos lo han considerado un vestigio de
estructuras de madera de construccin deficiente, es ms probable que
represente el abandono de esas partes de la ciudad como zona urbanizable. Puede
que las utilizaran para cultivar o quiz no fueran ms que basureros. Tal vez la
poblacin de muchas ciudades y pueblos descendiera en aquella poca. Desde
luego, haba en ellos menos grandiosidad de la que hubo en el pasado, pero ese
hecho en s mismo no significa que los asentamientos dejaran de estar habitados
por completo.[18]
En el siglo IV tuvo lugar la construccin de las villas ms grandes y lujosas
que se haban visto nunca en la Britania romana. Es posible que en esos aos
algunas familias aristocrticas decidieran gastar ms dinero en sus fincas en el
campo que en sus casas de la ciudad, pero del mismo modo puede que ese
fenmeno se deba a factores completamente distintos. A finales de siglo se
erigieron muy pocas villas nuevas a esa escala y algunas que y a existan fueron
abandonadas. Al igual que sucede con la decadencia de los edificios ms
importantes de las ciudades, eso no implica que esas tierras estuvieran
abandonadas. Puede que la finca siguiera funcionando como una unidad de
produccin que rodeaba una morada ms bien humilde, y la verdad es que
nuestros conocimientos sobre el estado de la economa rural son escasos.
Tambin hay pocos restos arqueolgicos que se relacionen directamente con el
cristianismo en la Britania romana. Es cierto que los templos paganos continuaron
siendo utilizados, sobre todo en las zonas rurales, pero algunas sugerencias de que
en el campo se produjo un renacimiento del paganismo resultan poco
convincentes. Hay ms argumentos que apoy an la teora de que a principios del
siglo V la may ora de la poblacin urbana y rural era cristiana, como mnimo,
nominalmente.[19]
Fueran cuales fuesen los cambios graduales que experimentaron los destinos
de las ciudades, pueblos y fincas rurales, el final del gobierno romano oficial en
Britania lleg de una manera tan abrupta como inesperada. Constantino III
prosper durante cuatro aos antes de acabar siendo derrotado: muchos de los
hombres ms destacados de Britania haban perdido el entusiasmo que despert
en un principio su gobierno. Por lo que podemos saber, una vez se march al
continente no haba mostrado verdadero inters en Britania o sus problemas, tuvo
que estirar sus ajustados recursos y, en realidad, el xito que disfrut fue slo un
reflejo de la debilidad del gobierno central. En torno a 407-408 algunos lderes
britnicos se rebelaron y expulsaron a los funcionarios de Constantino. Zsimo
nos cuenta que cerca del ao 410 los rebeldes apelaron al emperador Honorio,
que respondi desde Rvena instndolos a valerse por s mismos . Este pasaje
ha sido puesto en duda y algunas voces han sugerido que un error del copista
cambi Bruttium, en Italia, por Britania, pero esa teora no es demasiado
convincente y presenta sus propios problemas. Al final, no importa si Honorio
realmente habl a los lderes de Britania en esos trminos. De lo que no hay duda
es que el gobierno romano directo concluy ms o menos en aquel momento. El
gobierno de Rvena era incapaz de reafirmar el poder romano en una provincia
tan distante. Aun cuando Constantino acab siendo derrotado, haba muchos otros
problemas sin solucionar y los recursos eran insuficientes.[20]
TRAS EL FIN
El gobierno romano en Britania finaliz con una rebelin contra Constantino III.
Por lo que sabemos, no fue una revuelta contra Roma o contra el propio Imperio,
y a que, al parecer, al menos durante el siglo siguiente, los habitantes de la isla
que haban disfrutado de educacin siguieron refirindose a s mismos como
romanos o britanos por voluntad propia. En cierto modo, el hecho de que los
rebeldes no proclamaran un nuevo emperador fue inusual. Para entonces, el
ejrcito que quedaba en Britania deba de ser muy reducido, tal vez poco ms
que unas unidades mnimas de limitanei desperdigadas por los puestos de
avanzada de las fronteras. No eran ni suficientemente numerosos ni estaban
suficientemente unificados para imponer a un nico gobernante, y a fuera un
emperador o un representante del gobierno de Honorio. Nadie contaba con poder
o dinero para mantener la dicesis ni tampoco para mantener unidas las distintas
provincias. Las nuevas monedas dejaron de llegar a Britania en cantidades
significativas despus de 402 y ninguna de las comunidades o lderes que
aparecieron en el siglo V acuaron las suy as propias. Esa ausencia de nuevas
monedas hace mucho ms difcil fechar los y acimientos de ese periodo, pero no
significa que la economa dejara de ser monetaria por completo, puede que el
dinero todava se siguiera empleando para algunos intercambios durante
considerable tiempo. Es un indicio de que y a no haba soldados profesionales
cobrando un salario del Estado. El sistema tributario imperial tambin dej de
funcionar, y el oro o el grano o los dems tributos y a no tenan que ser recogidos
y transportados en una escala tan inmensa.[21]
Britania se fragment en muchas comunidades independientes. No se produjo
una mera regresin al sistema de las antiguas tribus anterior al gobierno romano.
Haba pasado demasiado tiempo para que la organizacin tribal tuviera
demasiado sentido, y en aquel momento tena y a ms relevancia la delimitacin
de los estados administrativos creados por los romanos. Aun as, los focos de
poder que emergieron no se cieron con mucha precisin a esas fronteras, sino
que se crearon nuevos estados o reinos. La may ora, si no todos, eran gobernados
por rey es (o tiranos, como tienden a llamarlos Gildas y otras fuentes). Puede que
no fueran la nica autoridad existente y parece que segua habiendo algunos
lderes municipales, pero ese tipo de caudillos eran indudablemente ms fuertes
que las dems figuras de poder que surgieron. El poder imperial central haba
desaparecido y, en su lugar, cualquiera que fuese capaz de controlar suficiente
fuerza, influencia y riqueza poda crear un reino.[22]
Una fuente escrita en la Galia a mediados del siglo V habla de que Britania
fue devastada por una invasin sajona en 410. No hay restos arqueolgicos
que documenten ese ataque, pero tampoco de la may ora de las incursiones de
los brbaros en Britania y otras partes del Imperio. Desde luego, parece que los
asentamientos de sajones o de otros pueblos germanos del norte en la Britania de
principios del siglo V se limitaron a unas cuantas comunidades del sureste. Podra
haberse tratado tanto de mercenarios que haban trado consigo algunos lderes
britanos o, antes que ellos, las autoridades imperiales como de colonos
hacindose por la fuerza con territorios donde asentarse. El ejemplo de los godos
de Alarico demuestra que el mismo grupo poda aparecer en ambas formas a lo
largo de slo unos cuantos aos. Lo ms probable es que los ataques de 410
fueran duras razias en las que ni era necesaria la participacin de grandes
nmeros de guerreros ni pretendan llevar a cabo una ocupacin permanente.
Algunos prefieren datar los ataques en una fecha anterior y asociarlos con los
que se supone que provocaron la rebelin contra Constantino III. Otra alternativa
posible es que los ataques sajones se intensificaran para sacar provecho de la
debilidad en la que se encontraba Britania tras la expulsin de las autoridades
imperiales.[23]
Las razias sajonas suponan un problema, sobre todo para las comunidades
situadas en reas vulnerables, y lo mismo suceda con las bandas de saqueadores
de pictos, escotos e irlandeses. Es muy posible que fueran de pequea escala, en
especial cuando los asaltantes llegaban por mar. El gobierno romano en Britania
no finaliz debido a los ataques exteriores, ni tampoco las figuras de poder
britnicas que surgieron fueron derrocadas enseguida por esos enemigos
extranjeros. Hay algunos indicios de que los britanos se organizaron para
combatirlos, y algunos fuertes, principalmente en el muro de Adriano, fueron
recuperados en el siglo V. En ocasiones los vestigios de actividad son mnimos,
pero en Birdoswald se construy un gran edificio de madera sobre los cimientos
de un granero romano. Alguien repar asimismo las defensas de Housesteads,
aunque las reparaciones se realizaron con tierra en vez de con piedra. Como
mnimo, ese gesto sugiere que los lderes blicos locales que contaban con bandas
de guerreros se concentraron en antiguas bases militares parcialmente
restauradas. Un estudioso lo considera incluso como una seal de que haba
burocrtico y fiscal del Imperio, pero, tanto para los romanos como para los
britanos, segua siendo parte del mundo romano. La Iglesia desempeaba un
papel clave a la hora de mantener ese contacto. Posteriormente, el obispo
Germano de Auxerre, de la Galia, fue canonizado. Su bigrafo registr dos visitas
a Britania, la primera en 429 y la segunda en algn momento a lo largo de los
siguientes quince aos. Es evidente que los viajes a Britania seguan siendo
posibles y no eran demasiado peligrosos. No obstante, es difcil juzgar cunto
saba realmente el bigrafo de la vida en la isla. Parece que Germano visit Saint
Albans (Verulamium) y fue al santuario de su famoso mrtir. En una ciudad cur
a la hija ciega de un dignatario local, al que llama tribuno, pero es cuestionable si
se era el ttulo correcto. Tambin logr el apoy o de los locales para derrotar a
una banda de sajones y de pictos una combinacin en s bastante improbable
, enseando a sus hombres a levantarse al grito de Aleluy a! . Dice la
ley enda que eso bast para hacer que sus enemigos huy eran en desbandada.[27]
Sin embargo, la principal razn de ambas visitas era combatir a los cristianos
herejes ms que a los saqueadores extranjeros. Germano sostuvo debates con
sacerdotes que profesaban una doctrina llamada pelagianismo, que tomaba su
nombre del de su fundador. Pelagio era originario de Britania, aunque sus
sermones no empezaron a atraer verdadera atencin hasta que se traslad a Italia
en 380. Su particular rama de ascetismo era moderado segn los estndares de la
poca, pero su nfasis en la capacidad de los individuos para alcanzar la virtud a
travs del esfuerzo y convertirse as en aceptables ante Dios era bastante ms
polmico. Con el tiempo acab teniendo numerosos detractores prominentes,
entre ellos San Agustn, que le acus de negar de hecho que la salvacin
dependiera exclusivamente de la gracia. Finalmente, Pelagio fue condenado por
hereje en 418. El bigrafo de Germano afirma que el obispo lograba confundir
con facilidad a los pelagianos britnicos en los debates. Tambin los describe
como jactanciosos y aficionados a vestir con ostentacin, pero puede que se trate
slo de crticas convencionales; es difcil decir si esa descripcin puede utilizarse
para afirmar que haba un importante nmero de aristcratas y sacerdotes
acaudalados en las ciudades britnicas.[28]
INVASORES
Los libros ms antiguos tienden a describir la llegada de los sajones, los anglos,
los jutos y las dems tribus como una invasin masiva que extermin o expuls a
todos los habitantes britnicos del sureste. Ms adelante, esos pueblos seguiran
expandindose, creando reinos y, con el tiempo, se mezclaran dando lugar a los
anglosajones, hablaran su propia lengua germnica y tendran sus propias
costumbres y ley es sin la influencia de las ideas romanas o britnicas. Los
descendientes de la poblacin de la Britania romana fueron llamados galeses ,
exista una autoridad central tan poderosa como el Imperio a principios del siglo
V, incluso grupos muy reducidos de guerreros habran presentado un grave
problema. Por otra parte, parece que numerosos asentamientos en el norte de
Germania y Dinamarca fueron abandonados en el siglo V. En algunas zonas el
nivel del mar se elev e inund terrenos frtiles que se convirtieron en marismas.
Es perfectamente posible que se produjera una migracin importante hacia
Britania en busca de mejores tierras.[32]
Los cementerios mixtos que aparentemente contenan enterramientos tanto
sajones como britnicos no pueden interpretarse de manera simple. En primer
lugar es necesario ser bastante precavido antes de asumir que un objeto concreto
denota a alguien de una raza en particular. Los broches eran funcionales y
valiosos. No se desecharan o reconstruiran sencillamente porque el diseo no
fuera tradicional en la cultura del propietario. Al final, los broches y las hebillas
para cinturones servan para sostener la ropa ms que para expresar identidad.
Cualquier artculo de ese tipo poda fcilmente haber sido adquirido tanto por la
fuerza como a travs del comercio pacfico. No es imposible que los cementerios
mixtos sean un indicio de la coexistencia pacfica de dos razas dentro de la
misma comunidad, pero eso no significa que ambas vivieran as por propia
voluntad. Hay muchos regmenes represivos que no seran desenmascarados
necesariamente a partir de los registros de sus enterramientos. El hecho de que,
al parecer, los britanos pudieran enterrar a sus muertos de acuerdo con sus
propias costumbres y en la misma rea general que los sajones no significa
necesariamente que no fueran, en may or o menor medida, una raza sometida.
En la segunda mitad del siglo V haba un nmero significativo de caudillos
sajones en el este y el sur de Britania. Eran fuertes y poderosos, lo cual era una
realidad que nadie poda permitirse pasar por alto, y mucho menos los jefes y
comunidades britnicos que estaban ms cerca de ellos. Desde luego es muy
verosmil que algunos decidieran que su mejor opcin era unirse a los recin
llegados con la esperanza de beneficiarse de su poder. Muchos nobles britnicos
haban hecho ms o menos lo mismo cuando Claudio invadi la isla en 43. Es
posible que algunos britanos intentaran convertirse en sajones, exactamente
igual que algunos de sus antepasados se apresuraron en convertirse en
romanos. En ninguno de ambos casos se trat de una accin espontnea, sino
simplemente de una reaccin ante la llegada de un nuevo poder al que pareca
imprudente o imposible oponerse.
Una gran diferencia respecto a los romanos era que los sajones no estaban
ms unidos que los britanos. Aparte de que el trmino abarcara grupos de una
serie de pueblos distintos, los propios sajones parecen haber estado tan desunidos
como otras agrupaciones tribales. La cuestin no era slo aliarse o no con los
sajones en conjunto, sino hallar una forma de apaciguarlos o de defenderse de
cada uno de los caudillos que se encontraran en un radio que hiciera posible un
ataque. Es probable que las razias continuaran siendo una parte normal de la vida
de los invasores. No hay ningn motivo para creer que la rivalidad y las luchas
entre britano y britano y entre sajn y sajn hubieran cesado. Tambin segua
habiendo otros enemigos, como los pictos y los escotos. Parece que algunas
partes del oeste de Britania estuvieron permanentemente ocupadas y que
siempre hubo asentamientos de caudillos procedentes de Irlanda. Tampoco el
conflicto tena lugar en una sola direccin. San Patricio escribi al rey britnico
Corotico condenndole por permitir que sus guerreros emprendieran razias de
saqueo e hicieran esclavos entre los cristianos conversos de Irlanda. Tambin
tenemos noticia de un caudillo britnico llamado Riotamo, que en 469 haba
llevado a su banda de guerreros hasta la Galia y se haba convertido en un
personaje de gran poder local. No sabemos si haba sido obligado a abandonar
Britania o si, simplemente, presinti que encontrara mejores oportunidades para
beneficiarse y trabajar en el continente.[33]
En vista de la escasez y cuestionable fiabilidad de nuestras fuentes, no
podemos hacer un esquema detallado de las guerras que se produjeron en los
siglos V y VI. Sin embargo, el patrn general era de gradual expansin por parte
de las tribus germnicas. Es evidente que los britanos que emigraron a Bretaa o
a las regiones occidentales de la propia Britania salieron huy endo de algo. Sin
duda los conflictos cesaran en algunos periodos y habra pocas de paz general,
as como treguas locales ms largas y duraderas. Tal vez los britanos lograron
algunas victorias de importancia, como afirman Gildas y otros autores, pero en el
siglo VI el poder sajn se fortaleci y comenz a dar forma a una Inglaterra
anglosajona. No todos los britanos haban huido o muerto, pero los supervivientes
fueron absorbidos por sus conquistadores. La lengua celta fue reemplazada por la
sajona en una amplia zona de la isla, y el latn, por el momento, fue abandonado
casi por completo o ntegramente. Hasta la fundacin de la misin de San Agustn
de Canterbury en 597, los reinos sajones eran paganos, aunque es imposible
saber si quedaba algn reducto de cristiandad en ellos. Para entonces, el Imperio
de Occidente era slo un recuerdo distante, pero la Iglesia catlica mantena
parte de sus contactos internacionales.[34]
La Britania romana no haba cado ante la presin exterior. Los lderes que
derrocaron a los gobernadores de Constantino III empezaron rpidamente a
pelearse entre ellos. Eran romanos tanto como britanos y la rebelin fue
esencialmente una guerra civil, cuy o resultado fue la aparicin de numerosos
tiranos o rey es en vez de un solo usurpador imperial. El propio Constantino estaba
demasiado ocupado luchando por su propia supervivencia para intentar recuperar
el control de Britania, mientras que Honorio y sus sucesores carecan del poder
necesario para hacerlo. Haba enemigos extranjeros y, poco a poco, algunos de
ellos fueron invadiendo gran parte de la isla, pero es importante no olvidar cunto
tiempo tardaron en completar la invasin. Todo, incluy endo el poder, el comercio
XIX
Tito del Templo de Jerusaln cuando fue destruido en el ao 70. Aparte del oro,
los vndalos tambin se llevaron con ellos a la viuda de Valentiniano, Eudoxia, y
a sus dos hijas. No eran las nicas cautivas, y la perspectiva de aquellos que
fueron capturados slo como esclavos no era agradable. El obispo de Cartago
vendi objetos litrgicos de la Iglesia para comprar la libertad de muchos de
estos prisioneros. Es posible que otros fueran menos afortunados.[3]
Petronio Mximo no haba sido reconocido por Constantinopla y, de hecho, su
gobierno slo estaba empezando a serlo en el Imperio de Occidente cuando fue
asesinado. Haba enviado representantes a figuras clave a todo lo largo y ancho
de las provincias para asegurarse su respaldo. Petronio haba elegido un aliado de
prestigio llamado Avito para ir al reino godo de Aquitania, que en aquel tiempo
era gobernado por Teodorico II. Los godos haban ay udado a Aecio a rechazar a
los hunos haca slo unos aos. Los rey es godos, por lo general, eran aliados
leales del Imperio y, aunque haba periodos de friccin, sin duda eran mucho
menos sistemticamente hostiles que los vndalos. Con todo, ningn emperador
poda dar por descontado que contara con su buena voluntad y su apoy o. El suy o
era el ms poderoso de todos los reinos tribales que se establecieron en las
provincias y constitua un factor decisivo a la hora de determinar el equilibrio de
poder y, de ah, el xito o fracaso de un rgimen.
Mientras Avito segua en Toulouse, llegaron las noticias de la muerte de
Petronio. El embajador persuadi enseguida a los godos de que le proclamaran
emperador. Avito no recibi el respaldo de una fuente menos ambiguamente
romana hasta ms tarde, cuando una reunin de hombres importantes de las
provincias galas reconocieron su gobierno en Arlate (la actual Arles) en julio. No
obtuvo un apoy o similar entre el ejrcito y los lderes civiles de Italia. Durante
ms de una generacin, tanto en la Galia como en Italia, los puestos haban
tendido a ser ocupados casi exclusivamente por hombres locales. Las
aristocracias de las distintas zonas estaban tornndose ms regionales y por tanto
reacias a aceptar estar sometidas al dominio de unos extraos . Las tropas
estacionadas en Italia fundamentalmente contingentes mercenarios y aliados,
aunque es posible que algunas unidades regulares hubieran sobrevivido, aunque
slo fuera de manera nominal estaban comandadas por Ricimero y
May oriano, que se negaron enrgicamente a aceptar al nuevo emperador.
Constantinopla tambin se neg a darle su aprobacin a Avito.[4]
En 456 Avito dirigi a su ejrcito hacia Italia, pero fue derrotado en el valle
del Po a las afueras de Placentia (la actual Piacenza). Entonces renunci al poder
y se retir para convertirse en obispo, pero muri en cuestin de meses. Hubo
rumores de que se haba tratado de un crimen. Despus de negociar con la corte
oriental, May oriano fue nombrado augusto del Imperio de Occidente al final de
457, con todo el respaldo de su colega de Constantinopla. Marciano haba
fallecido en enero y un oficial del ejrcito relativamente poco conocido, llamado
historia romana a finales del siglo III. Aunque eran considerados por nuestras
fuentes poco ms que un grupo de bandoleros, es muy probable que la realidad
fuera mucho ms complicada. En esta y en otras ocasiones hay indicios de que
algunos de sus cabecillas eran personas instruidas y, al menos inicialmente,
haban sido miembros de la aristocracia local.[10]
En numerosas regiones los poderosos terratenientes mantenan a
considerables bandas de seguidores en sus fincas. Algunos de esos hombres eran
en realidad mercenarios, y como el grueso de las tropas que luchaban para los
emperadores occidentales, solan tener origen brbaro. Estos das, los estudiosos
tienden a referirse a ese tipo de contingente local como grupos de autoay uda ,
con lo que se sugiere un papel bsicamente benfico y de defensa. Son vistos
como un indicio de que las comunidades locales tenan que recurrir a sus propios
mtodos para protegerse en un mundo cada vez ms peligroso. Puede que en
algunos casos fuera as, pero otras interpretaciones son igualmente posibles.
Puede que el terrateniente local con su banda de matones contratados estuviera
autnticamente dispuesto a utilizar ese contingente para proteger a sus
arrendatarios y vecinos de los bandidos y de las razias brbaras, pero la posesin
de una fuerza as igualmente puede haberle permitido dominar las tierras
circundantes, utilizando las amenazas o incluso la fuerza para someter a sus
vecinos. Como en cualquier otro periodo, las lneas que separan una fuerza
informal de guardia, un grupo parapolicial de vigilantes y una banda
paramilitar/criminal que controla y protege su propia parcela de terreno son
delgadas y con frecuencia poco claras.[11]
En el Imperio de Occidente del siglo V el poder tenda a ir tornndose ms
local. Un ejemplo extremo fue Britania tras el final del gobierno oficial romano.
Igualmente, las regiones nrdicas de la Galia parecen haberse fragmentado en
muchas unidades separadas en una fase bastante temprana, mientras que, en las
postrimeras del reino de Eurico, los godos controlaron un rea ms amplia que
varias provincias romanas, aunque su reino no segua fielmente las antiguas
fronteras administrativas. Los dems lderes brbaros controlaban menos
territorio que los godos en ese momento. Existan, adems, otras figuras de poder
ms pequeas, mucho ms locales, como lderes de una ciudad, grandes
terratenientes o caudillos menores, que eran capaces de dominar una pequea
zona y conquistar por la fuerza o extorsionar a la poblacin para obtener lo que
necesitaban para sustentar a sus seguidores.
El grado de independencia del que disfrutaban todas esas figuras, desde los
rey es, pasando por los terratenientes, hasta los cabecillas de las bandas de
bandoleros, variaba. Puede que algunos reconocieran el principio del control
imperial, aun cuando a diario hacan caso omiso de los emperadores con
impunidad. De ningn modo eran parte de una clara jerarqua de la
administracin imperial. Ningn emperador poda sustituir sin ms, y ni siquiera
llevar a juicio, a uno de los rey es tribales. Cuando queran evitar que cometieran
incluso una infraccin menor no tenan ms opcin que recurrir a las amenazas
y, normalmente, al uso directo de la fuerza. Ahora bien, el poder imperial y a no
posea un dominio claro y decisivo en lo referente al uso de sta. El auge de
numerosos centros y figuras de poder regionales fue el hecho ms destacado de
la evolucin del Imperio de Occidente durante el siglo V. Los ms poderosos de
ellos eran resultado directo de diversos asentamientos brbaros. Cada uno de ellos
marcaba otra fase en la decadencia del Imperio de Occidente, que al final
provocara la desaparicin de los emperadores que gobernaban en Italia. No
obstante, desde el principio, fueron consecuencia de la debilidad imperial, pero
no su causa fundamental. Los gobiernos sucesivos, de forma ms o menos
voluntaria, haban accedido, o al menos aceptado, que se crearan reinos en las
provincias. El hecho de que se considerara inevitable, o en todo caso la ms
atractiva de las opciones disponibles, es y a una prueba de cun dbil era el
Imperio.
Hubo otros signos de que el poder se les iba escapando poco a poco de las
manos a los emperadores. Ya hemos observado que incluso en el siglo IV con
frecuencia era extremadamente difcil que el emperador pudiera controlar a los
funcionarios imperiales y a los comandantes del ejrcito. En el siglo V era ms
frecuente que los generales poderosos y las figuras de alta jerarqua de la corte
dominaran a los emperadores que viceversa. El general Aspar fue
excepcionalmente poderoso en el Imperio de Oriente durante dcadas, en parte
gracias al ascenso de sus familiares a puestos importantes y a la continuada
lealtad de las tropas, principalmente godas. El emperador Len reclut a gran
parte de sus soldados entre los montaeses isaurios de Asia Menor, con el fin de
crear un contingente para luchar contra ese grupo de poder. Esos hombres
procedan del Imperio, pero la regin posea un largo historial de bandolerismo y
rebelin y, en el fondo, eran considerados como brbaros y bandidos. Al final, en
471, sinti que estaba en condiciones de ordenar el asesinato de Aspar. Es notable
que, al igual que sucedi con Aecio, un emperador prefiriera el asesinato no
oficial a la expulsin del cargo o a un juicio. Sin embargo, la rebelin de los
seguidores de Aspar demostr rpidamente que las opciones legales no eran
seguras. La paz slo se consigui despus de hacer considerables concesiones.
[12]
Otro signo de la decadencia de la autoridad central era la creciente
prominencia de los obispos como lderes en los asuntos locales. Hasta cierto
punto, su auge fue el resultado de la tendencia de un cierto tipo de hombres,
acaudalados, con buena educacin y con contactos, a sentirse atrados por la
Iglesia. Probablemente sea un error lamentarse de que esos hombres no trataran
de labrarse una carrera poltica en vez de hacerse eclesisticos. La
administracin imperial no era ms eficiente antes de que esa tendencia se
Cirilo no era una figura atractiva, y sera fcil considerar el auge de figuras
como l como una consecuencia directa de la humillacin de Teodosio ante el
obispo San Ambrosio de Miln. Es imposible imaginar que Constantino hubiera
permitido una licencia as a un obispo. Sin embargo, no se trataba simplemente
de que el poder de la Iglesia, como organizacin independiente de la jerarqua
imperial, fuera creciendo poco a poco a expensas del Estado, sino que aqulla se
expandi en un vaco que y a haba aparecido por la decadencia de la autoridad
central. Controlar a un hombre como Cirilo habra requerido un esfuerzo
importante y unificado por parte de las autoridades provinciales e imperiales.
Haca mucho tiempo que la burocracia imperial haba dejado de trabajar unida
por un propsito, y Cirilo era un poltico tan astuto como para obtener o comprar
el favor de suficientes oficiales influy entes de alto rango para asegurarse su
proteccin. Una y otra vez las autoridades decidieron que no mereca la pena
hacer el esfuerzo de controlarle. Los obispos ambiciosos de ese tipo de forma
bastante similar a los rey es brbaros de las provincias occidentales saban que
no podan actuar como quisieran sin ms. Haba lmites, pero tambin
comprendan que el poder de las autoridades centrales era ms dbil que en el
pasado. Podan salirse con la suy a en multitud de aspectos, sobre todo si
aguardaban a que se presentara una oportunidad adecuada, cuando las
autoridades estaban preocupadas por otros problemas. El talento de Cirilo para la
poltica, su buena reputacin como telogo y la debilidad de la autoridad imperial
en ese momento le permitieron alcanzar un gran xito. Otros obispos, incluy endo
a sus sucesores, no siempre tuvieron tanta suerte, y en ocasiones sufrieron la
deposicin o el exilio cuando perdieron el favor del emperador.
UN MUNDO CAMBIANTE
Cuando aparecen descritos como lderes que hacan que la poblacin local se
uniera para defenderse de los ataques de que eran vctimas, los obispos son
presentados bajo una luz menos negativa. El bigrafo de San Germano dice que
encabez una fuerza improvisada de britanos que derrot a un ejrcito de
saqueadores. San Sidonio Apolinar, obispo de Clermont, desempe un papel
menos espectacular y, en ltima instancia, menos exitoso cuando se opuso a la
agresin de los godos de Eurico. San Sidonio, miembro de la aristocracia
provincial gala, haba entrado en la Iglesia a una edad bastante avanzada en
comparacin con otros clrigos. Tanto por su educacin como por su inclinacin,
San Sidonio era profundamente tradicional y sus escritos nos explican muchas
cosas sobre cmo se adaptaron los lderes provinciales a la nueva realidad de que
hubiera rey es brbaros viviendo a su lado y entre ellos. San Sidonio dej un
retrato muy detallado y, en general, elogioso del rey godo Teodorico II:
Su figura est bien proporcionada, es ms bajo que los muy altos, ms alto
y ms dominante que el hombre medio. La parte superior de su pelo est
redondeada y en ella su cabello rizado se retira suavemente de la lisa
frente []. Su barbilla, garganta y cuello no tienen grasa, sino que estn
llenos; su piel es blanca como la leche.[15]
Describe la rutina diaria del rey, que inclua un servicio arriano antes del
amanecer en el que reza con gran seriedad, aunque, entre nosotros, se puede
ver que su devocin es ms rutina que conviccin . Despus, se dedicaba a la
administracin, a recibir delegaciones, antes de hacer una pausa para visitar su
erario o sus establos.[16]
La descripcin est bastante lejos del arraigado estereotipo del brbaro.
Incluso la afirmacin de que los peticionarios tenan ms posibilidades de xito si
dejaban que Teodorico ganara en los juegos de tablero o de dados se aproxima
slo en parte a ese clich. Desde muchos puntos de vista, San Sidonio podra
igualmente haber estado describiendo la rutina del da a da de un emperador de
principios del siglo III. l y otros aristcratas galos se sentan capaces de tratar
con un hombre as, sin que eso les hiciera a ellos en absoluto menos romanos.[17]
Llevar esa vida sofisticada, pausada y muy cultivada del aristcrata romano
era importante para San Sidonio y sus contemporneos. Una de sus cartas
describe en trminos grandiosos y, segn la moda de la poca, rimbombantes, la
casa de baos de la villa de un amigo en la Galia. Otra describe una experiencia
de un bao mucho ms primitiva, y a que afirma que los anfitriones todava no
haban completado la construccin de las instalaciones y, en su lugar, sus
sirvientes excavaron con precipitacin una zanja cerca de un manantial o un
ro . Una vez la zanja estuvo llena de agua, arrojaron una pila de piedras
calentadas y mientras se templaba el agua, la taparon con una estructura
abovedada construida con ramitas de avellano dobladas, a las que se haba dado
forma semiesfrica . Los invitados entraron y all pasamos las horas sin que
faltaran el ingenio y la conversacin humorstica . Hombres como San Sidonio
estaban resueltos a ser romanos , independientemente de las limitadas
facilidades de que disponan incluso los aristcratas en la Galia del siglo V.[18]
San Sidonio fue uno de los miembros de la aristocracia provincial que
sintieron que no podan aceptar la agresin que lleg a ser caracterstica de los
godos de la poca de Eurico. Otros eran ms favorables a su lder o quiz,
simplemente, ms pragmticos. Como obispo, San Sidonio defendi su ciudad
contra un asedio planificado de los godos. Al parecer, la lucha se desarroll a
muy pequea escala y leemos que una partida de menos de veinte jinetes
consigui abrirse camino a travs del bloqueo enemigo. Sin embargo, recibieron
destruirlos, y a que incluso las derrotas de los grupos ms reducidos solan ser
limitadas y a corto plazo. Las circunstancias cambiaban de una zona a otra y de
individuo a individuo, pero la nica opcin posible era aceptar la existencia de
estas nuevas figuras de poder.
EL LTIMO EMPERADOR
En el Imperio de Occidente, las relaciones entre Antemio y Ricimero se fueron
deteriorando con el tiempo, y en 472 se desencaden una guerra abierta entre el
emperador y su general. Antemio emple los servicios de un ejrcito de godos
procedentes del Danubio, parte de un grupo ms amplio que ahora se conoce
como los ostrogodos o los godos del este , para distinguirlos de los visigodos o
los godos del oeste , establecidos en la Galia (los trminos en realidad no
aparecieron hasta el siglo VI y a esas alturas los ostrogodos seguan divididos en
diversos grupos diferentes). La ay uda de los godos result insuficiente y el
emperador fue derrotado y ejecutado en julio. Ricimero lo sustituy por uno de
los pocos hombres que quedaban que tuviera alguna relacin, aunque fuera vaga,
con la casa de Teodosio: se trataba de un aristcrata romano llamado Olibrio, que
estaba casado con la hija menor de Valentiniano III, Placidia. La diplomacia
haba conseguido que la pareja regresara de su cautiverio entre los vndalos unos
aos antes. El nuevo rgimen durara muy poco: tanto Ricimero como Olibrio
murieron de enfermedad con unas semanas de diferencia en el otoo de 472.[24]
El mando del ejrcito de Italia pas a manos del sobrino de Ricimero,
Gundobado. En 473, ste design un nuevo emperador, un funcionario de la corte
llamado Glicerio, nombramiento que el emperador Len se neg a reconocer.
Gundobado era prncipe burgundio, adems de oficial romano y, en un momento
dado, parece que decidi que tena ms posibilidades de obtener poder y xito
entre los miembros de su propio pueblo. Se march de Italia buscando satisfacer
sus nuevas ambiciones y nunca regres. En 474 el Imperio de Oriente respald
una invasin de Italia dirigida por el general Julio Nepote. Glicerio fue depuesto,
pero le perdonaron la vida y se retir para convertirse en obispo. Julio Nepote fue
proclamado emperador. Como el de sus inmediatos predecesores, su gobierno
apenas obtuvo reconocimiento fuera de Italia, a pesar de que fue aceptado por
Constantinopla. Fue decisin suy a entregar Clermont a los visigodos, para
indignacin de San Sidonio Apolinar.
El poder de Nepote fue cuestionado incluso dentro de la propia Italia. Las
tropas italianas al parecer, todas ellas contingentes de las tribus germnicas que
incluan importantes nmeros de rugios y hrulos procedentes de la frontera del
Danubio estaban bajo el mando de Orestes. An ms que Gundobado, el
ejemplo de Orestes ilustra las confusos lealtades y modelos de carrera que
caracterizaron el siglo V. Dcadas antes haba servido a Atila el Huno como
XX
EL OESTE Y EL ESTE
Teodorico [] se hizo con la supremaca sobre los godos y los italianos. Y aunque
no reclam el derecho de asumir ni la vestimenta ni el nombre de emperador de
los romanos, fue llamado rex hasta el final de su vida [], aun as, en el
gobierno de sus propios sbditos, se entreg a s mismo con todas las cualidades
que posee uno que ha nacido emperador. Porque era extremadamente cuidadoso
en la observacin de la justicia
PROCOPIO, historiador romano del Imperio de Oriente, c. 551.[1]
Nuestra realeza es una imitacin de la vuestra [], una copia del nico Imperio.
CASIODORO, aristcrata italiano que se labr una carrera al servicio de los
rey es ostrogodos, c. 537.[2]
A finales
Eran igualmente agresivos en sus relaciones con las dems fuerzas de la Galia. A
principios del siglo VI, el rey Clodoveo de los francos merovingios atac a los
visigodos y finalmente les oblig a desplazarse de forma definitiva al sur de los
Pirineos. Tambin luch con gran xito contra los alamanes y los burgundios. Las
fronteras de Europa en la Alta Edad Media no eran inevitables, sino el producto
de conflictos prolongados y con frecuencia de gran dureza. Los lderes
individuales y sus seguidores competan por hacerse con el poder y, con el
tiempo, los vencedores lograron crear unos reinos bastante estables.
Hace mucho tiempo que est de moda entre los acadmicos hablar de la
transformacin del mundo romano o, ms a menudo, del mundo de la
Antigedad Tarda en los reinos de la Alta Edad Media. Sin duda, se produjo un
cambio y algunos aspectos evolucionaron de forma gradual, por lo que pueden
describirse justificadamente como una transformacin a lo largo del tiempo,
pero en general esa caracterizacin es muy engaosa. El trmino transformacin
tiende a sugerir un proceso voluntario y ms bien suave, y los cambios que
tuvieron lugar en el Imperio de Occidente fueran todo menos voluntarios en lo
que respecta a la may ora de la poblacin. Los lderes brbaros que surgieron a
finales del siglo IV y en el V fueron importantes debido al nmero de guerreros
que les obedecan. Los caudillos y rey es empleados por las autoridades
imperiales slo eran tiles porque controlaban una importante fuerza militar. Era
el control de contingentes armados lo que haca significativos a esos lderes y
persuadi a sucesivos emperadores de la conveniencia de permitirles asentarse
en el Imperio. Por otro lado, el podero militar les daba posibilidad de hacerse
con tierras que no les haban concedido. Fueran cuales fueran los orgenes del
asentamiento, ningn grupo quedaba satisfecho con el territorio al que llegaban al
principio, y ms tarde o ms temprano todos trataban de expandirse por la
fuerza.[3]
Los nuevos reinos fueron creados y definidos por el podero militar de sus
lderes. A escala menor, haba muchos poderes independientes en vez de un gran
poder nico, pero ese tipo de hombres eran tan imperialistas como los generales
que una vez forjaron el Imperio de Roma. Los nuevos reinos se establecan por la
fuerza y era la fuerza lo que haca que siguieran siendo unidades independientes.
En ese aspecto, el periodo era muy diferente de la poca romana. El Imperio
haba sufrido bajo las distintas guerras civiles desde el siglo III: los ejrcitos
romanos se haban enfrentado entre s una y otra vez para derrocar a un
emperador y situar en su lugar a un aspirante rival al trono. Estas campaas,
invariablemente, haban tenido lugar dentro de las provincias, de manera que
fueron las ciudades y pueblos romanos los que resultaron saqueados, y fue el
producto de los agricultores romanos el que consumieron los ejrcitos rivales. A
estas constantes luchas intestinas se les sumaba la consiguiente debilidad militar
de muchas fronteras. Amplias partes de algunas provincias haban estado
argumenta que no fue la propia tierra la que se transfiri, sino los ingresos
fiscales derivados de ella. De hecho, los dos tercios de dichos impuestos que una
vez haban ido a manos de la administracin imperial y que, al menos en
teora, se invertan fundamentalmente en financiar el ejrcito acababan ahora
en manos de una serie de brbaros. En Italia, Teodorico y sus sucesores hicieron
hincapi en el hecho de que el papel de los romanos y de los godos era
complementario. Mientras el ejrcito de los godos hace la guerra, los romanos
pueden vivir en paz . Por tanto, los impuestos que antes se destinaban a financiar
la maquinaria militar romana pasaban ahora a subvencionar directamente a los
soldados godos. En general, se considera probable que esta transferencia de
ingresos, pero no de la tierra en s, fuera mucho menos traumtica, de ah la falta
de pruebas sustanciales de friccin entre los terratenientes y los godos. Por otro
lado, la sugerencia de que, seguramente, los guerreros que perciban los ingresos
los recaudaban en persona crea una imagen menos amistosa y sugiere que haba
considerable margen de maniobra para el abuso y la extorsin.[8]
Al final, las pruebas son insuficientes y no permiten saber con exactitud de
qu manera los brbaros se convirtieron en beneficiarios de las tierras.
Probablemente nos equivocamos al esperar que siempre se hiciera de la misma
manera en regiones distintas y tambin si pensamos que el sistema no evolucion
con el tiempo. Es evidente que, en su momento, los nobles de ascendencia
brbara obtuvieron la posesin directa de importantes propiedades. No tenemos
ninguna certeza sobre cmo lo consiguieron, y tanto la compra, el robo o la
confiscacin, el regalo real y el matrimonio con miembros de la aristocracia
local son posibilidades viables. Todos los cdigos legales establecidos por los
gobernantes de los diversos reinos mantenan una clara distincin entre los
habitantes de las provincias en general y los pobladores brbaros y sus
descendientes. Algunos de los primeros disponan de un estatus claramente
privilegiado, pero siempre era inferior al de los miembros equivalentes en el
grupo brbaro. Tampoco se trataba sencillamente de la misma distincin que
exista en el Derecho Romano entre soldados y civiles. Los godos de Italia y otros
grupos en otras zonas no eran simplemente soldados, sino los soldados de una
potencia de ocupacin.[9]
La asimilacin de los recin llegados nunca fue un proceso veloz. En un
sentido real, la autoridad continuada del nuevo rey y sus tropas se basaba en el
hecho de que estuvieran claramente diferenciados e identificados como los
controladores de todo el podero militar del reino. Hay un acalorado debate sobre
hasta qu punto los ostrogodos, los visigodos, los vndalos, los francos o los
miembros de cualquier otra tribu eran realmente un grupo tnico homogneo.
Hay pruebas convincentes de que todos ellos, en algn momento, incorporaron a
individuos y a grupos enteros de otros pueblos. Sin embargo, fuera cual fuese su
composicin tnica precisa, cada grupo se mantena separado de la poblacin
que controlaba. Las fusiones que se produjeron entre ambas facciones fueron
graduales y eran procesos que necesitaban que se sucedieran varias
generaciones. Cuando el frica de los vndalos y la Italia de los ostrogodos
cay eron, el proceso distaba mucho de haber concluido. En general, en otras
regiones, a largo plazo, fueron la cultura y la lengua de la poblacin provincial las
que resultaron ms perdurables. Con el tiempo, los francos y los visigodos
acabaran hablando latn, razn por la cual tanto el francs como el espaol
tienen una clara raz latina. Britania fue una excepcin, los anglosajones
continuaron hablando una lengua germnica, aunque por su parte el latn sigui
utilizndose para la literatura y los escritos administrativos.
Uno de los principales obstculos era la religin. En el periodo de
asentamiento, prcticamente todos los grupos brbaros se haban convertido al
cristianismo. Los francos fueron uno de los ltimos grupos de la Europa
continental en hacerlo (parece que los sajones en Britania fueron los nicos que
tardaron ms tiempo). Los francos se convirtieron al catolicismo, lo que los
convierte en una excepcin: casi todos los dems grupos germnicos eran
cristianos arrianos, lo que serva de constante recordatorio de que eran distintos,
claramente diferenciados de la poblacin en general. Los vndalos fueron los
ms militantes en sus ataques contra el catolicismo y utilizaron las mismas ley es
imperiales que se aplicaban a los herejes en el resto del territorio. Las peculiares
condiciones del norte de frica, donde, desde el cisma donatista, existan dos
organizaciones eclesisticas paralelas conviviendo la una junto a la otra,
garantizaron que la hostilidad hacia el catolicismo no implicara automticamente
la prdida del apoy o de toda la poblacin. Los obispos y sacerdotes catlicos
tuvieron que exiliarse de sus sedes y sufrieron otras restricciones, mientras que
los arrianos y otros grupos fueron favorecidos, aunque en el siglo VI la actitud de
los rey es vndalos se moder y algunos obispos catlicos fueron reinstaurados en
su puesto.
En las dems provincias, los ataques directos contra la Iglesia catlica eran
muy raros. Los rey es godos de Italia e Hispania construy eron e hicieron
donaciones de fondos a las iglesias arrianas, pero no parece que se hiciera ningn
esfuerzo significativo para persuadir a los catlicos de que se convirtieran al
arrianismo. De hecho, por lo general las instancias pblicas mostraban respeto
por las iglesias y los obispos catlicos, aunque slo fuera porque era
polticamente beneficioso. El arrianismo era slo una caracterstica distintiva ms
del poder de ocupacin, junto con su apariencia fsica y el tipo de ropa que
llevaban. Es posible que, en la forma seguida por los gobernantes de los reinos
occidentales, tuviera poco en comn con las ideas de Arrio y sus seguidores
inmediatos. Es difcil discernir cualquier signo de fricciones religiosas notables
dentro de esos reinos. Por otro lado, no hay pruebas que sugieran que la
conversin al catolicismo del rey franco Clodoveo y sus sucesores incrementara
el entusiasmo hacia su reinado. En cualquier caso, a largo plazo, todos los reinos
que sobrevivieron acabaron siendo catlicos.[10]
Incluso en las fases iniciales de asentamiento, la may ora de los lderes y
de hecho, probablemente, tambin muchos de sus seguidores y a haban estado
bastante expuestos a la influencia de la cultura romana. El padre de Clodoveo,
Childerico, fue enterrado cerca de Tournai en una tumba que no fue descubierta
hasta el siglo XVII. Los objetos funerarios en ella sugieren una fusin de estilos
romanos y tradicionales: entre ellos encontramos un anillo con la inscripcin
latina del rey Childerico (Childerici regis) que se empleaba como sello.
Teodorico, el gobernante de los ostrogodos que le arrebat Italia a Odoacro,
ilustra a la perfeccin las cambiantes alianzas y experiencias de su poca. Naci
en el seno del imperio de los hunos, seguramente poco despus de la muerte de
Atila. Ms tarde, desde los ocho hasta los dieciocho aos de edad, fue un rehn
educado en la corte del emperador oriental de Constantinopla. A continuacin,
regres con su pueblo y se puso a la cabeza de un grupo de ostrogodos,
convirtindose en un lder de guerra de gran xito. Durante esos aos luch
contra diversos grupos brbaros, entre los que destacan otros ostrogodos, como
los que eran leales al poderoso Teodorico Estrabn (o Estrbico). Luch tanto a
favor como en contra de los romanos, aunque es posible que, en ltima instancia,
cuando se traslad a Italia lo hiciera con aprobacin imperial. Ms tarde empez
a circular una historia que contaba que el propio Teodorico era semianalfabeto.
Se deca que posea una plantilla con la palabra legi he ledo , para poder
escribir esa frase en cualquier documento como signo de su aprobacin. Hay
buenas razones para cuestionar este relato. Y lo que es an ms importante,
independientemente de su educacin personal, el reino que fund estaba
completamente alfabetizado en su administracin y gobierno.[11]
Hombres como Teodorico tenan ciertos conocimientos sobre los rituales y el
simbolismo que rodeaba a los emperadores romanos. Por eso resulta an ms
sorprendente que no los copiaran, sino que se presentaran a s mismos como
poderes inferiores. A pesar de la indudable ceremonia que exista en las cortes de
los nuevos reinos, los rituales y honores eran siempre mucho menores que los de
la corte imperial. Los rey es se comportaban ms como magistrados romanos o
gobernadores provinciales que como emperadores. La detallada descripcin de
Sidonio Apolinar de la rutina del rey visigodo Teodorico menciona que reciba a
la corte sentado en una silla, como un magistrado, no en un trono imperial. En los
primeros aos puede que todos esos gestos ay udaran a mantener la ficcin de
que cada reino segua siendo, en un sentido significativo, parte del Imperio. El
Derecho Romano se conserv a lo ancho y largo de las provincias de Europa
continental. Los rey es no usurparon la prerrogativa imperial emitiendo nueva
legislacin, sino que modificaron las ley es existentes y, en varios casos, emitieron
Sin embargo, era ms fcil tratar con un nico rey vecino que con un elevado
nmero de caudillos y lderes que rivalizaban entre s, especialmente a lo largo
del siglo V, cuando los sucesivos monarcas persas a menudo eran dbiles y
estaban poco inclinados a emprender acciones blicas de envergadura contra su
vecino romano. Adems, Persia se enfrentaba a un serio problema en la frontera
del norte debido a la creciente agresividad mostrada por los hunos blancos .
Los problemas de las fronteras oriental y meridional del Imperio eran de una
naturaleza muy distinta a los de Europa: all no exista la presin que ejercan
muchos lderes diferentes ansiosos por reclamar de forma permanente diversas
partes del Imperio. Los emperadores orientales no fueron perdiendo
sucesivamente provincias y sus respectivos ingresos a consecuencia de los
asentamientos brbaros. Sus recursos se mantuvieron esencialmente intactos a lo
largo del siglo V. Las expediciones para tratar de recuperar frica de manos de
los vndalos le salieron caras al Imperio de Oriente, pero, pese a la preocupacin
que les caus el tema, las prdidas que sufrieron fueron temporales.[20]
A finales del siglo V, el Imperio de Oriente permaneca prcticamente intacto
y en posesin de todos sus recursos. Los hallazgos arqueolgicos sugieren que
muchas de las provincias orientales estaban experimentando una poca de
prosperidad, con poblaciones numerosas y buena productividad agrcola.
Tambin la ausencia generalizada de incursiones de saqueo a lo largo del siglo
marcaba un fuerte contraste respecto a las provincias occidentales y, sin duda,
contribua a esa prosperidad. Tracia y Panonia sufrieron bastantes ms ataques
enemigos, y el territorio ms prximo a la frontera fue abandonado una y otra
vez y ocupado por pueblos brbaros. Los ingresos procedentes de las dems
zonas financiaron una cierta organizacin defensiva para esas regiones y tambin
posibilitaron la construccin de importantes obras de defensa, entre las que
destacan las Murallas Teodosianas, que mantuvieron a Constantinopla protegida
de ataques extranjeros hasta el siglo XIII, cuando la ciudad fue tomada al asalto
durante la Cuarta Cruzada. La regin nunca estuvo totalmente segura durante el
siglo V, y los sucesivos emperadores se vieron forzados a mantener el equilibrio
entre la lucha, la conciliacin y el soborno de los caudillos que operaban en esa
zona. Muchos de ellos recibieron subsidios o tributos de Roma para persuadirles
de que mantuvieran la paz y a otros se les otorgaron mandos militares. A pesar de
que los disturbios en esa frontera eran frecuentes, la geografa garantiz que los
problemas quedaran confinados a un rea limitada e impuls a los sucesivos
enemigos a desplazarse hacia el oeste.[21]
El Imperio de Oriente sigui prosperando lo bastante como para financiar a
un ejrcito regular y a la burocracia imperial. Ninguna de ambas instituciones
era ms eficiente que su equivalente en el oeste a finales del siglo IV, pero no
tuvieron que afrontar la falta de fondos que provoc la decadencia que, a su vez,
acab acarreando su desaparicin. Como siempre, es importante recordar que la
slo porque las amenazas a las que se enfrentaba fueran insuperables. Es cierto
que cada nuevo asentamiento arrebataba al Estado preciosos recursos,
debilitando su capacidad para funcionar en el futuro. Cada vez era ms difcil
abordar cualquier problema, pero eso no altera el hecho de que, incluso antes del
primer asentamiento importante de los godos en la Galia, el Imperio de
Occidente hubiera fracasado sistemticamente a la hora de superar las amenazas
que se cernan sobre l. No haba conseguido ninguna victoria permanente y la
nica forma en la que haba logrado desintegrar alguno de los nuevos reinos
haba sido utilizando otro grupo de brbaros. Demasiado a menudo, eso
simplemente significaba sustituir a un grupo por otro, no volver a situar una
regin bajo control imperial. En ocasiones, las autoridades occidentales parecen
haber tratado de forma consciente de limitar las victorias obtenidas por los lderes
brbaros que luchaban en su nombre. Un lder que luchaba en calidad de aliado
un ao poda convertirse fcilmente en un enemigo al ao siguiente.
La supervivencia del Imperio de Oriente estaba menos relacionada con la
eficiencia de sus instituciones que con su enorme tamao. Como haba ocurrido
en el pasado, la realidad bsica de sus dimensiones y su fuerza significaba que no
necesitaba ser especialmente eficiente. Tampoco el Imperio de Occidente cay
con rapidez, a pesar de las sucesivas prdidas de varias provincias importantes y
de sus ingresos. Los enemigos a los que se enfrentaba estaban desunidos,
pugnaban por el dominio de su propio pueblo y eran igualmente agresivos en sus
relaciones con otros grupos brbaros. Durante dcadas, los emperadores
occidentales sobrevivieron haciendo que los grupos de brbaros se pelearan entre
s.
El fracaso de las dos expediciones romanas a frica no era inevitable, y en
ambos casos influy eron tanto la suerte como los errores humanos. Si los vndalos
hubieran sido derrotados y aquellas lucrativas provincias hubieran sido
recuperadas, los recursos del Imperio de Occidente se habran incrementado
sustancialmente. Eso, suponiendo que los romanos hubieran sido capaces de
conservar frica a largo plazo. Siempre es posible que otro grupo brbaro
hubiera intentado hacerse con esa regin tan rica, del mismo modo que, al
parecer, Alarico, entre otros, haba planeado hacerlo antes de que los vndalos se
erigieran con la victoria. El acceso era relativamente fcil desde Hispania, que
y a no estaba bajo control romano. Incluso con los recursos de frica cuesta
imaginar que el Imperio de Occidente hubiera sido capaz de destruir cualquiera
de los reinos brbaros de las dems provincias. No obstante, es muy posible que
hubiera sobrevivido, quiz durante generaciones. Por otro lado, es difcil creer
que no hubieran surgido guerras civiles y usurpaciones, condiciones que siempre
creaban oportunidades para ambiciosos caudillos brbaros.
El Imperio de Oriente era grande, populoso y rico. Al final y al principio del
siglo V era, sencillamente, ms grande y ms poderoso que ninguno de sus
XXI
AUGE Y CADA
Dios nos ha concedido lograr firmar la paz con los persas, convertir a los
vndalos, los alanos y los moros en nuestros sbditos y obtener la posesin de toda
frica y ms all, y confiamos en que consentir en que establezcamos nuestro
imperio sobre el resto de aqullos a quienes los antiguos romanos gobernaron
desde las fronteras de un ocano hasta el otro y luego perdieron por culpa de su
negligencia.
El emperador JUSTINIANO, abril de 536.[1]
E l emperador Anastasio tena casi noventa aos cuando muri, el 9 de julio del
ao 518. No tena hijos y no haba sealado sucesor. Despus de muchas
maniobras en la corte imperial, Justino, el comandante de la guardia personal del
emperador (los excubitores) lleg al poder a base de sobornos. Empezaron a
correr rumores de que utilizaba para sus pagos el dinero que le entregaba el
chambeln, quien, siendo eunuco, no poda aspirar al trono en persona.
Supuestamente, Justino haba acordado comprar el apoy o para otro candidato,
pero despus cambi de opinin y emple los fondos para su propia candidatura.
Ese hombre, que en aquel momento tena entre sesenta y setenta aos, proceda
originalmente de una zona rural de las provincias balcnicas en las que se
hablaba latn. Justino no era miembro de la aristocracia establecida, pero, como
de costumbre, deberamos ser precavidos a la hora de aceptar el esnobismo de
nuestras fuentes y etiquetarlo como un campesino. La maliciosa afirmacin de
que era analfabeto es extremadamente improbable en alguien con un rango de
tan alta jerarqua. Con todo, su auge fue ciertamente espectacular y demostr
una vez ms la gran influencia que tenan los oficiales y funcionarios de alto
rango de la corte.[2]
Uno de los sobrinos de Justino era un oficial subalterno en otra de las unidades
de la guardia imperial, los calididad. Ese hombre Petro Sabbatio fue
rpidamente ascendido, a continuacin, el emperador le adopt y Sabbatio tom
el nombre de Justiniano. Antes de fallecer en 527, Justino convirti a Justiniano en
su colega imperial, de modo que en esta ocasin la sucesin se llev a cabo sin
violencia. Justiniano gobernara como emperador nico hasta su fallecimiento en
565. Algunos le consideraban la autntica figura de poder tras Justino y, aun
cuando esa afirmacin era una exageracin, es cierto que estuvo en el centro
mismo del poder durante ms de cuarenta aos, un periodo de continuidad
excepcionalmente largo, incluso en una era de emperadores duraderos. Durante
esos aos, Justiniano mostr inters por muchas materias, desde la teologa al
Justino de que introdujera una ley especial que permitiera el matrimonio. Por lo
que sabemos, Teodora siempre le fue fiel a Justiniano, aunque la pareja nunca
tuvo hijos.[5]
No cabe duda de que Teodora era una mujer de voluntad firme. Justiniano
senta un profundo afecto por ella y respetaba sus opiniones. El emperador y la
emperatriz aparecan a menudo como iguales en los eventos ceremoniales. Era
un hecho sabido que Teodora influa en su poltica y sus decisiones sobre el
nombramiento, ascenso y despido de funcionarios y oficiales del ejrcito. Los
emperadores de los que se sospechaba que haban sido dominados por sus
esposas o por otras mujeres de su familia siempre eran criticados en posteriores
fuentes, y Justiniano no fue ninguna excepcin. No obstante, la palabra
dominacin realmente parece demasiado fuerte. Justiniano confiaba en su
mujer, pero no tena un carcter dbil y, tras la muerte de la emperatriz, ninguna
persona le control en modo alguno. Sin duda, la procedencia humilde y ms
bien deshonrosa de Teodora brindaba muchsima municin a los detractores de la
pareja. Cuando fue emperatriz, llev a tres de sus viejas amigas de los das del
circo a vivir con ella a palacio como sus compaeras y se les encontraron
maridos acaudalados, mientras que, en otra ocasin, cedi un edificio del palacio
como refugio para chicas rescatadas de la prostitucin. Algunos grupos cristianos
la recordaran ms tarde como una persona extremadamente devota. Sin
embargo, no haba duda de que tambin poda ser taimada y vengativa, y
organiz la cada de varios hombres prominentes.[6]
EL ANTIGUO ENEMIGO
En el siglo V, por lo general, las relaciones entre el Imperio de Oriente y la
Persia sasnida haban sido pacficas, en marcado contraste con lo sucedido en
siglos anteriores. Se convirti en algo normal que el emperador romano y el rey
persa se refirieran el uno al otro como hermano en sus contactos
diplomticos. De hecho, Persia era reconocida como un igual del Imperio y
haca mucho tiempo que los sueos romanos de conquistarla se haban
desvanecido. La larga paz vena reforzada por los dems problemas que tenan
que afrontar ambas potencias. Los persas se enfrentaban a la creciente amenaza
de los grupos nmadas, como los hunos sabiros, al norte, y los heftalitas o hunos
blancos , al noreste. Es cuestionable hasta qu punto alguno de estos dos grupos
estaba relacionado con los hunos de Atila, y puede que se diera el nombre de
huno a todo grupo nmada que se considerara que luchaba con un estilo
similar. Sus razias eran frecuentes y varias expediciones enviadas para
castigarlos terminaron en desastre. Un rey persa fue incluso asesinado en batalla,
algo que los romanos no haban conseguido jams en todas sus prolongadas
guerras con Persia. El estallido de varios brotes de guerra civil consecutivos
La paz dur dos dcadas. Para entonces Kavad tena cerca de ochenta aos y
estaba empezando a preocuparse por la sucesin. Al elegir a Khusro en vez de a
un hijo de ms edad, el rey persa le pidi a su hermano el emperador
romano que garantizara que su eleccin fuera respetada. En realidad, Kavad le
estaba pidiendo a Justino que adoptara a Khusro como su hijo. Aunque el
emperador se mostr entusiasmado por la idea, con el tiempo sus asesores le
persuadieron de que poda resultar peligroso, y a que le dara al joven el derecho
a reclamar el trono imperial. El hecho de que la propuesta llegara a presentarse,
que fuera considerada seriamente e incluso la razn por la que fue rechazada
ponen de manifiesto hasta qu punto las actitudes romanas hacia Persia haban
cambiado. Al final, Justino se ofreci a acogerlo bajo una forma inferior de
adopcin, que con frecuencia era utilizada con los lderes brbaros, pero ms
tarde las conversaciones fracasaron.[10]
Decepcionado, Kavad volvi a efectuar sus habituales demandas de dinero a
los romanos. Las escaramuzas fueron multiplicndose a lo largo de las fronteras
y en 530 los persas lanzaron una invasin importante. Su primer objetivo fue
Dara, una ciudad fortificada construida cerca de Nisibis. Anastasio haba iniciado
su transformacin en un importante bastin y Justiniano haba ampliado la obra.
Dirigido por un general llamado Belisario, un ejrcito romano bastante nutrido se
enfrent a una fuerza persa an ms numerosa a las afueras de Dara, y le
infligi una clara derrota. En 531 fue Belisario el que sufri una derrota
aplastante a manos de otro ejrcito de invasores persas en la batalla de
Callinicum. A lo largo de los siguientes meses, la suerte fue favoreciendo
alternativamente a un bando y a otro, pero los persas no estaban ganando
demasiado con la lucha y a finales de ao se sentan ansiosos por lograr la paz.
Ese nimo se vio reforzado cuando el rey Kavad muri y Khusro lo sustituy en
el trono. En el ao 532 los romanos y los persas accedieron a firmar lo que
denominaron la paz eterna . Justiniano acept pagar al rey persa once mil
libras de oro, una cifra casi dos veces may or que el pago ms elevado realizado
a Atila, pero que aun as el Imperio de Oriente poda permitirse con comodidad.
[11]
En 540 Khusro viol el tratado y atac. Fue una cuestin de simple
oportunismo: saba que los ejrcitos de Justiniano estaban muy ocupados en otras
zonas y que, por tanto, las defensas romanas en el este eran dbiles. Como su
padre, tambin tena graves problemas financieros y, como la may ora de las
primeras campaas persas, la invasin fue bsicamente una razia a gran escala,
aunque penetr en Siria ms profundamente que ningn ataque sasnida desde
los triunfos de Sapor I en el siglo III, y en ese sentido fue excepcional. Antioqua
fue tomada y saqueada, y Khusro se ba en las aguas del mar Mediterrneo.
Despus, el rey se retir llevndose con l su botn y decenas de miles de
prisioneros. Nunca se plante la posibilidad de ocupar de forma permanente las
ciudades conquistadas.[12]
La cada de Antioqua fue una gran humillacin para Justiniano, pero un ao
ms tarde sufri un revs mucho ms grave en forma de una terrible plaga.
Comenz en Egipto y se propag con rapidez por todas las provincias. Se dijo que
las vctimas mortales en Constantinopla haban sido masivas y ha sido habitual
comparar esta epidemia con la Muerte Negra del siglo XIV. Probablemente la
enfermedad fuera una forma de peste bubnica, aunque es perfectamente
posible que otras infecciones se propagaran de manera simultnea y provocaran
numerosas muertes. Como la peste medieval, regres varias veces a lo largo de
las siguientes dcadas, pero, como de costumbre, no contamos con estadsticas
fidedignas para evaluar su coste total en vidas y sus consecuencias econmicas y
sociales en un sentido ms amplio. A pesar del impacto de la peste, Justiniano hizo
venir nuevamente a Belisario del oeste y lo envi contra los persas. Los romanos
atacaron el territorio persa de Asiria, aunque la ofensiva, de forma similar a las
operaciones del enemigo, vino a ser poco ms que una gigantesca razia. No se
produjo ningn otro triunfo espectacular por parte de ninguno de los dos bandos
en los aos que siguieron.[13]
En 545 Justiniano y Khusro firmaron la paz en Mesopotamia, aunque las
hostilidades continuaron en la zona ms al norte, cerca del Cucaso. Tanto Roma
como Persia llevaban mucho tiempo pugnando por dominar los reinos de esa
regin, como Lazica e Iberia. La religin desempeaba un papel relevante en la
disputa, y a que ambas zonas se haban convertido al cristianismo, brindndoles a
los romanos un buen pretexto para proporcionarles su apoy o. Algunos esfuerzos
persas excesivamente entusiastas por promover el zoroastrismo provocaron
varias deserciones hacia Roma, mientras que, a su vez, en otras ocasiones fue la
mala administracin y la corrupcin de los funcionarios romanos lo que
convenci a algunos pueblos de romper su vnculo con el Imperio. El equilibrio
de poder oscilaba entre las dos potencias y buena parte de las verdaderas luchas
eran llevadas a cabo por aliados. Lo mismo suceda en el sur, donde los dos
principales grupos rabes los gasnidas aliados con los romanos y los lakmidas,
respaldados por los persas eran muy aficionados a las incursiones de saqueo.
Las dos potencias alentaban a sus respectivos aliados a emprender acciones de
hostigamiento sobre el territorio de su rival, que, a menudo, eran una manera de
ejercer presin sobre la potencia enemiga y rara vez eran consideradas por
ninguno de los dos bandos como una autntica guerra.[14]
En 561-562 se firm un tratado de paz ms completo, que esta vez
supuestamente deba durar unos modestos cincuenta aos en vez de ser eterno.
Los romanos deban pagar a los persas un subsidio anual de quinientas libras de
oro. Justiniano no encontraba demasiadas ventajas en seguir luchando contra
Persia, en especial porque continuaba teniendo en marcha empresas militares en
era de ninguna ay uda que, con frecuencia, la paga de los soldados sufriera
importantes retrasos. Estos provocaron diversos motines. Antes de la campaa
italiana, Belisario tuvo que ser llamado nuevamente a frica para hacer frente a
un grave estallido de violencia entre las tropas que haba dejado estacionadas all.
Un factor de influencia fundamental en ese conflicto fue el hecho de que muchos
soldados se haban casado con antiguas esposas de guerreros vndalos y estaban
deseosos de quedarse con sus propiedades.[21]
Las guerras de Justiniano en el oeste fueron libradas con limitados
contingentes de tropas, que en ocasiones estaban formados por soldados
indisciplinados que incluso podan llegar a amotinarse. Los oficiales de alta
graduacin rara vez trabajaban bien cuando colaboraban entre s, un problema
que la renuencia tpica de la poca a nombrar a un claro comandante supremo
no haca ms que empeorar. A muchos funcionarios y oficiales romanos lo que
ms les interesaba era obtener beneficio personal y lo nico que lograban con su
actitud era perder el apoy o de los pueblos a los que, supuestamente, haban ido a
liberar y reincorporar al Imperio. El resurgimiento de la guerra con Persia en el
ao 540 tambin releg el conflicto en Italia a un nivel de prioridad inferior.
Narss y a haba recibido rdenes de regresar, y Belisario fue enviado a luchar
en Oriente en 541. Seguramente, el impacto de la peste haba reducido la
cantidad de hombres y de fondos que el emperador tena a su inmediata
disposicin, as que cuando Belisario regres a Italia, en 544, se encontr en una
situacin desesperada de escasez de recursos de todo tipo. Reconquist Roma,
que haba cado en manos de los godos, pero no logr hacer gran cosa antes de
que le ordenaran regresar otra vez en 549. Ahora fue Narss quien volvi a la
zona para ponerse al frente de las fuerzas de Italia y, gracias a la mejora gradual
de las relaciones con Persia, logr que le asignaran ms tropas. En 552 venci y
asesin al ltimo rey ostrogodo, Totila, asestndole la derrota por medio de
batallas en las que los romanos superaban con mucho en nmero a los godos, a
pesar de que algunas tropas haban sido despachadas a la Hispania visigoda para
intervenir en la guerra civil. Al parecer, Justiniano crea que ese conflicto le
brindaba otra oportunidad para sacar provecho de la debilidad de uno de los
reinos.[22]
Desde el principio hubo un fuerte elemento de oportunismo en las guerras de
Justiniano en el Mediterrneo occidental. Aprovech periodos de debilidad
interna en el frica de los vndalos, en la Italia ostrogoda y, por ltimo, en la
Hispania visigoda. Si bien es cierto que los contingentes desplegados por los
romanos para luchar en esas campaas eran modestos en comparacin con los
que se emplearon para guerrear contra Persia, tambin merece la pena sealar
lo dbiles que resultaron ser los reinos occidentales en comparacin con ese rival.
La suerte tuvo un papel clave en el acelerado colapso de los vndalos, pero el
lento progreso de la guerra en Italia tuvo ms que ver con la incapacidad de los
romanos para destinar suficientes recursos a la lucha que con la fuerza de los
ostrogodos. La intervencin en Hispania tuvo una escala limitada y logr escasos
resultados. Alrededor de Cartagena se cre un enclave costero controlado por los
romanos. En Italia, Narss derrot a los francos, que intentaron invadir el
territorio en 554. Surgieron ms problemas en frica: hubo una sucesin de
difciles campaas contra las tribus moras al sur de las provincias. Tanto en Italia
como en frica se crearon nuevas prefecturas pretorianas para supervisar su
administracin. Justiniano no tena ninguna intencin de restaurar el Imperio de
Occidente y los territorios recuperados fueron tratados simplemente como
provincias adicionales del este.[23]
frica fue el may or triunfo a largo plazo en la reconquista de los territorios
occidentales y a finales del siglo VI era una parte relativamente pacfica y
prspera del Imperio de Oriente. La may ora de lo ganado en Italia se haba
perdido apenas una dcada despus del fallecimiento de Justiniano: en 568 Italia
fue invadida por los lombardos, otra tribu que en el pasado haban sido con igual
frecuencia aliada y enemiga del Imperio. Los contingentes romanos
estacionados en Italia eran dbiles y estaban escasamente coordinados. El grueso
de la pennsula italiana fue conquistado y dividido en territorios separados
gobernados por caudillos lombardos, que los romanos denominaban duces. El
Imperio consigui conservar slo unas cuantas zonas en la costa y alrededor de
ciudades como Rvena y Roma. Sicilia y las otras islas may ores tambin fueron
conservadas, pero incluso el juicio ms generoso de la agresiva poltica de
Justiniano en el Mediterrneo occidental tendra que considerar que su xito fue
extremadamente limitado, adems de que result muy caro y cre la necesidad
de establecer guarniciones permanentes para proteger territorios que, en la
may ora de los casos, reportaban escasos ingresos al gobierno central.
Irnicamente, es probable que la cada del reino ostrogodo tras un conflicto
prolongado y costoso, al que sigui al poco tiempo la invasin lombarda,
destruy era muchos aspectos de la cultura y la sociedad romanas que haban
sobrevivido al colapso del Imperio de Occidente.[24]
UN NUEVO MUNDO: LA POCA DE JUSTINIANO Y EL PERIODO
POSTERIOR
El Imperio de Justiniano sufri a causa del prolongado conflicto con Persia, de
otras guerras en numerosos frentes, as como a consecuencia de diversas
catstrofes naturales, de las cuales la ms grave fue con mucho la gran peste.
Algunas de las guerras fueron iniciativa suy a y, en todos los casos, los beneficios
o ganancias se vieron sobrepasados por los gastos y las prdidas. Cuando acab el
reinado de Justiniano, el Imperio no era sensiblemente ms fuerte y sus recursos
sin duda haban sido estirados al mximo. Los acontecimientos de esos aos
ponan claramente de manifiesto que el poder del Imperio del siglo VI era
limitado: no tena capacidad para recuperar los territorios romanos perdidos en el
oeste y restaurar as la grandiosidad del antiguo Imperio unificado. En general, la
llegada de los romanos orientales fue recibida con considerable cordialidad por la
poblacin de las regiones occidentales, si bien normalmente fue necesario que
pasara cierto tiempo antes de que los locales se convencieran de que su presencia
sera permanente y, por lo tanto, de que era seguro mostrarles su apoy o.
En varios casos, la corrupcin y venalidad de los comandantes y funcionarios
orientales acab rpidamente con esa buena voluntad. El emperador no poda
controlar por completo a sus representantes, del mismo modo que a sus generales
a menudo les resultaba imposible dominar a sus tropas. Los xitos militares del
reinado de Justiniano se debieron en parte a un grupo de generales de talento
entre los que destacaban Belisario y Narss y an ms a los recursos, todava
importantes, del Imperio. En repetidas ocasiones los romanos fueron capaces de
destinar tropas y fondos a una campaa a una escala que nadie aparte de los
persas poda igualar. Si el gobierno de Constantinopla posea la suficiente
determinacin y estaba dispuesto a invertir los recursos necesarios, entonces las
posibilidades de que alguno de los reinos occidentales pudiera resistirse a largo
plazo al empuje de sus ejrcitos eran escasas.[25]
A pesar de todos los problemas de su reinado, Justiniano no tuvo que hacer
frente a una guerra civil que afectara a todo el Imperio. En el ao 532 estallaron
unos disturbios en Constantinopla protagonizados por las dos facciones que
apoy aban a los equipos de carreras de carros ms importantes del circo.
Tradicionalmente, ambos grupos sentan una intensa hostilidad mutua, pero,
cuando se reunan, el problema se converta enseguida en algo mucho ms serio.
Al parecer, algunas personas poderosas consideraron que esos tumultos podan
ser una oportunidad para derrocar el rgimen vigente y es posible que
contribuy eran a avivar la violencia entre ambos grupos. Uno de los sobrinos de
Anastasio que segua con vida fue proclamado emperador y las tentativas
iniciales de sofocar la rebelin por la fuerza fracasaron. Una historia contaba que
Justiniano estaba listo para salir huy endo y que slo le disuadi la resolucin de
Teodora, que le record la antigua frase la monarqua es un buen sudario .
Puesto que la sentencia en realidad rezaba la tirana es un buen sudario , es
ms que probable que se trate de una invencin maliciosa para mofarse de la
pareja imperial. Por la razn que fuera, Justiniano se decidi a luchar. Belisario y
Narss lanzaron a sus soldados contra los insurrectos y los aniquilaron. El recin
proclamado emperador fue ejecutado, a pesar de que es probable que slo fuera
un pen en el juego y hubiera accedido a regaadientes a su nombramiento.[26]
Tal fue la ocasin en la que Justiniano estuvo ms cerca de ser derrocado por
un rival, pero, como todos los emperadores, siempre estaba receloso y alerta
CONCLUSIN
E l Imperio romano de
Persia variaba enormemente y haba largos periodos de paz. Hubo algunos rey es
persas que necesitaron la riqueza y la gloria que brindaba una victoria sobre
Roma por lo general, para reafirmar su control del poder y, de hecho, los
ejrcitos romanos ms grandes del periodo fueron los que se enviaron al este
para luchar contra los persas, adems de que los recursos que se invirtieron en las
fortificaciones fronterizas fueron masivos. Dicho esto, en realidad ante Persia
slo se perdieron territorios situados junto a las fronteras y, por lo dems, en una
escala bastante modesta. La idea de que desde su primera aparicin en el siglo
III Persia fuera un oponente especialmente mortfero incluso una
superpotencia rival contina firmemente arraigada en la mente de los
estudiosos. Es una creencia muy difcil de reconciliar con las pruebas
documentales, pero eso no significa que no vay a a seguir siendo defendida.
Con el paso del tiempo, algunos grupos de los pueblos tribales de Europa se
hicieron con el control del Imperio de Occidente. No obstante, es muy difcil
apreciar cambios importantes en la eficiencia militar de las tribus europeas desde
la poca de Julio Csar hasta la de Estilicn o Aecio. Hasta cierto punto,
aparecieron confederaciones tribales de may or tamao, pero no deberamos
exagerar el grado de unidad que exista entre ellas. Es conveniente hablar de los
francos o los godos , a pesar del hecho de que siguieran estando divididos en
muchas tribus separadas que, en ocasiones, eran hostiles entre s. En ningn
momento antes de la creacin de los reinos brbaros en las provincias hubo un
solo rey para todos los francos o para cualquier otro pueblo. Atila unific tanto a
su propio pueblo y sus aliados como a las razas sometidas a ellos hasta un grado
notable. Sin embargo, hay que decirlo una vez ms, fue incapaz de hacerse con
demasiado territorio romano y fue, fundamentalmente, un saqueador y
extorsionador a escala grandiosa. Ya en el pasado haban emergido otros lderes
brbaros poderosos. Los hunos eran un enemigo terrorfico, pero es importante
recordar que su poder haba sido quebrantado antes del colapso final del Imperio
de Occidente y que, de todos modos, su atencin se haba centrado sobre todo en
el Imperio de Oriente.
No hay buenos argumentos que respalden la tesis de que los enemigos del
Bajo Imperio romano eran simplemente ms formidables que los de periodos
anteriores. Sin ellos, tambin es ms difcil defender que el Imperio romano
tuviera que adaptarse en el siglo III para poder hacer frente a amenazas nuevas
y ms peligrosas, en especial a la superpotencia sasnida. Quiere eso decir
que el problema fue la gran cantidad de amenazas individuales ms que su
escala? Por lo que sabemos, parece que no cabe ninguna duda de que hubo ms
guerras de envergadura en los siglos III y siguientes que en los comienzos del
Principado. En concreto, las razias de los grupos brbaros de Europa son mucho
ms prominentes en nuestras fuentes. Ese tipo de expediciones predatorias, a
menudo de pequea escala, no eran nuevas. En el pasado su envergadura y
frecuencia siempre haban aumentado cuando se perciba que las defensas de las
fronteras se haban debilitado. Una impresin de vulnerabilidad alentaba los
ataques, y eso dificulta nuestra capacidad de juzgar si un incremento de las razias
y las invasiones era consecuencia de un aumento de los efectivos y el poder de
los brbaros o un resultado de la debilidad romana. Es evidente que todos los
enemigos de Roma, incluy endo los persas, sacaron provecho de las frecuentes
disputas internas y guerras civiles del Imperio.
Puede que hubiera otros motivos detrs de la debilidad romana, y es
necesario que los consideremos. Por desgracia, carecemos de informacin
bsica sobre buena parte de las teoras que sugieren la existencia de problemas a
largo plazo, lo que nos impide tanto confirmarlas como negarlas. No hay cifras
fiables sobre la poblacin del Imperio en ningn periodo y, por tanto, no podemos
afirmar con certidumbre que estuviera experimentando un declive a largo plazo.
De forma similar, nos vemos obligados a estudiar la economa sin datos
estadsticos suficientes. Parece ms que probable que los niveles de comercio y
de prosperidad cay eran a partir del final del siglo II y no alcanzaran nunca ms
los niveles de los primeros aos del Principado. Sin embargo, nuestras fuentes,
como mucho, sugieren que existan esas tendencias y las interpretaciones de
algunos especialistas de esas fragmentarias visiones del pasado pueden ser
radicalmente diferentes. Lo mismo sucede con la descripcin tradicional del
mundo del Bajo Imperio que lo pinta como una sociedad donde la carga fiscal
era opresiva y recaa de forma desproporcionada sobre los pobres, que adems
y a estaban oprimidos por sus ricos terratenientes. Con el tiempo, la tierra dej de
cultivarse y la poblacin rural se vio reducida al nivel de servidumbre. Nada de
eso es inverosmil, pero tambin lo son otros modelos, y es imposible aportar
pruebas sobre ninguno de ellos. Se necesitan muchos ms datos cuy a may or
parte debe proceder de la arqueologa, si es que alguna vez se encuentran para
poder hablar con un cierto grado de seguridad de esos temas. Lo mismo es
aplicable a las afirmaciones sobre el cambio climtico y otros problemas de
inters general.
El tipo de pruebas con las que contamos, adems de los intereses de los
estudiosos, ha provocado que buena parte de las obras que se ocupan de la
Antigedad Tarda se hay a centrado en la economa y la sociedad, las ley es y el
gobierno, la vida intelectual, la cultura y la religin. Los estudios tienden a
concentrarse en temas amplios y, de forma inevitable, eso hace hincapi en la
continuidad ms que en el cambio. En comparacin, la narracin histrica ha
sido dejada al margen muy a menudo y ciertamente ha contribuido muy poco a
la imagen mental del periodo de la may ora de los estudiosos. Hay excepciones
y, por lo general, los anlisis de las relaciones fronterizas y las guerras contra
enemigos extranjeros han adoptado un estilo ms tradicional debido a que el
componente narrativo o cronolgico es, evidentemente, esencial. Al mismo
Los emperadores siempre haban viajado con cierta pompa, rodeados por
miembros de su squito, burcratas y guardias, y en el siglo III esa pompa se
increment de forma desproporcionada. Todos deseaban tener grandes fuerzas
militares bajo su control directo. Si los ejrcitos de campaa tenan un papel
estratgico, tal papel era antes que nada protegerlos de sus rivales romanos. Los
emperadores se fueron rodeando de ms y ms asistentes y guardias personales,
y convirtieron los ceremoniales cortesanos en rituales cada vez ms elaborados
cuy o objetivo era, en parte, dignificar y asegurar el gobierno de hombres que,
con frecuencia, se haban hecho con el poder de una forma brutal en un
momento relativamente reciente. Tambin tenan la funcin de proteger la
persona del emperador. El magnicidio era menos comn en el siglo IV que en el
siglo III. Al mismo tiempo, toda esa pompa tenda a aislar al emperador: haca
ms difcil que pudiera conocer personalmente incluso a sus oficiales y
comandantes de ms rango, y no digamos al nmero enormemente inflado de
burcratas que trabajaban ahora en la administracin imperial. El control sobre
las actividades de los hombres que representaban a la autoridad imperial a todo lo
largo y ancho de las provincias era muy limitado.
Todos los emperadores vivan con temor a la usurpacin: determinaba su
comportamiento y tambin el de todos los funcionarios y oficiales que servan
con ellos. Una carrera al servicio del Imperio brindaba la perspectiva de obtener
riqueza y privilegios legales, conseguidos mediante la paga y, an ms, mediante
los sobornos y los pagos por sus servicios. Los que tenan ms xito alcanzaban un
rango muy alto, lo que a su vez aumentaba su influencia a travs del clientelismo,
y una pequea minora era incluso capaz de alcanzar el rango imperial. Las
ventajas venan acompaadas de serios riesgos: cualquier individuo del que se
sospechara que estaba conspirando contra el emperador tena muchas
posibilidades de ser castigado con severidad. Lo mismo suceda con cualquiera
que se asociara con un usurpador o sus seguidores si fracasaban en su intento de
hacerse con el poder. En un sistema en el que las carreras avanzaban de forma
rutinaria a travs de las recomendaciones personales, era inevitable que ese tipo
de redes de clientelismo pusieran a muchas personas en peligro. La
supervivencia y lograr el xito y el beneficio personal eran las metas ms
importantes de la may ora de los que pertenecan a la administracin pblica.
La burocracia imperial del Bajo Imperio romano era mucho may or que la
de los siglos I y II. No podemos afirmar con seguridad si el ejrcito era ms
numeroso o ms reducido, pero sin duda estaba compuesto por muchas ms
unidades pequeas e independientes. Por s solo, el may or tamao no implica que
ninguna de esas dos instituciones fuera ahora ms eficiente. Haba muchos ms
administradores de lo que era posible supervisar con facilidad, sobre todo porque
formaban parte de una burocracia cuy a estructura estaba dividida y, adems, era
confusa. La administracin imperial recaudaba fondos y recursos para
EPLOGO
sofisticados, pero, slo tras la divisin del Imperio romano y en realidad, slo
despus del colapso de la mitad occidental pudieron considerarse iguales a
Roma. Estados Unidos es la nica superpotencia en el mundo moderno, pero hay
muchos otros poderes entre los casi doscientos pases reconocidos. Ninguno de
estos otros poderes ha alcanzado todava el nivel de Estados Unidos, pero no
pueden ser ignorados. La fuerza econmica y militar de algunos pases asiticos
est creciendo con claridad y estados como India, con el tiempo, irn
adquiriendo ms y ms influencia en los asuntos internacionales. Puede que
China se convierta en una autntica superpotencia. En la actualidad, un nmero
creciente de pases posee armas nucleares, capaces de una devastacin a una
escala que va mucho ms all del peor conflicto del mundo antiguo. La posicin
de dominio de Estados Unidos se enfrenta a desafos que no se parecen a nada
experimentado por el Imperio romano. Al mismo tiempo, no existe equivalente
para Estados Unidos de las tribus que vivan al otro lado de las fronteras de Roma.
Los inmigrantes ilegales son una realidad muy distinta a las bandas de
saqueadores o los grupos que trataban de conquistar y ocupar las tierras por la
fuerza.
Recientemente, la obra Are We Rome? The Fall of an Empire and the Fate of
America (2007), de Cullen Murphy, ha establecido algunas similitudes generales
entre la experiencia romana y la estadounidense. Resulta interesante que se
centrara en especial en el Bajo Imperio romano y las razones de su cada final.
Sin llevar las analogas demasiado lejos, apunta amplias semejanzas en las
actitudes tanto de los crculos gubernamentales como de la poblacin en general.
Todava ms preocupante le parece la extensin de las funciones del gobierno a
numerosas agencias privadas o semiprivadas, todas mucho ms difciles de
controlar, e inevitablemente con sus propias prioridades y objetivos. Como parte
de esa comparacin, tambin ha destacado la gran dependencia que tienen
Estados Unidos y sus aliados de las empresas privadas para proporcionarles la
mano de obra necesaria para sus empresas blicas, una situacin que slo en
parte es resultado de que el nmero de reclutas en el ejrcito regular sea inferior
a lo deseado. A las compaas privadas no es necesario pagarles cuando no se
estn utilizando, ni el gobierno paga directamente pensiones y otras prestaciones
a sus empleados. Desde un punto de vista superficial, eso puede hacer que
parezcan ms baratas (sobre todo porque a nivel gubernamental el pago bien
puede proceder de una parte distinta del presupuesto) y, a muy corto plazo, puede
que incluso lo sean realmente. A largo plazo, es probable que la consecuencia sea
que las fuerzas regulares pierdan parte de su capacidad. Lo que una vez fue una
eleccin se convierte entonces en una inevitable necesidad, lo que se traduce en
una prdida de control.[1]
En el gobierno del Bajo Imperio romano el objetivo primordial era la
supervivencia. Los hombres que ocupaban las altas jerarquas queran poder (sa
es la razn por la que nunca hubo escasez de hombres ambiciosos que desearan
convertirse en emperadores). En todos los niveles de la administracin imperial y
el ejrcito, un ascenso implicaba recompensas y privilegios. Esos beneficios
venan acompaados de un riesgo considerable, que iba aumentando a medida
que su rango ascenda. Todos aquellos que trabajaban en el servicio imperial,
incluy endo los oficiales del ejrcito de ms graduacin, tenan muchas ms
posibilidades de ser asesinados o torturados y encarcelados por orden de otros
romanos que a manos de enemigos extranjeros. Aunque slo una minora y, en
general, por cuestin de lgica, una pequesima minora sufra de hecho ese
tipo de castigos, los riesgos eran muy reales. Haba escasa motivacin para el
talento genuino. Los funcionarios y los oficiales comprendan que la habilidad no
importara nada si recaa sobre ellos la sospecha de que no eran leales. Desde
luego, sa no era la frmula para conseguir eficiencia.
En un nivel bsico, los emperadores y los funcionarios gubernamentales del
Bajo Imperio romano haban olvidado cul era la misin del Imperio. Los
intereses generales del Estado la res publica o cosa pblica, de donde proviene
la palabra repblica eran secundarios frente a su propio xito y supervivencia
personales, una perspectiva que no es, en esencia, un defecto moral. Haba
habido numerosos individuos egostas y corruptos en periodos anteriores de la
historia romana, del mismo modo que los ha habido en todas las dems
sociedades. La diferencia era que, en el Bajo Imperio, les era difcil comportarse
de otra manera: los emperadores llevaban vidas llenas de temor, totalmente
conscientes de que tenan bastantes posibilidades de sufrir una muerte repentina y
violenta. Los funcionarios vivan en un estado de nerviosismo similar y
sospechaban tanto de sus colegas como de su superior, el emperador.
Forma parte de la naturaleza humana la tendencia a perder la perspectiva de
las cuestiones generales y centrarse en las preocupaciones inmediatas y los
objetivos personales. Muy a menudo, en el Bajo Imperio lo ms importante era
la supervivencia y tambin el progreso personal, que reportaba una riqueza e
influencia que contribuan a aumentar la seguridad de modos diversos, pero que
tambin convertan al individuo en cuestin en una persona ms prominente y,
as, en un blanco ms evidente para los dems. Algunos funcionarios disfrutaron
de carreras de gran prosperidad gracias a haber tramado la destruccin de sus
colegas. Trabajar bien era slo una preocupacin secundaria. Incluso los
emperadores tendan a recompensar antes la lealtad que el talento. Los
funcionarios y los comandantes slo necesitaban evitar provocar un desastre en
su trabajo (y aun as, en ese caso, los que contaban con suficiente influencia
podan ocultar los hechos o echarle la culpa a otro). Nada de esto era
enteramente nuevo, pero se convirti en un hbito endmico. Si todo el
mundo actuaba del mismo modo, no haba verdadero aliciente para la
honestidad, ni siquiera para actuar de modo competente. El juego consista en
lograr el xito personal, lo que a menudo tena poco que ver con las necesidades
del Imperio en un sentido ms amplio.
No se trata de un fenmeno nico del Bajo Imperio romano, ni tampoco sus
implicaciones son slo significativas para Estados Unidos o cualquier otro pas.
Todas las instituciones humanas, desde los pases a las empresas, corren el riesgo
de crear una cultura igualmente corta de miras y egosta. Es ms fcil de evitar
en las primeras fases de expansin y crecimiento. En ese momento, es probable
que la sensacin de propsito sea ms clara y las dificultades o la competitividad
asociadas tengan un impacto ms directo y evidente. El xito produce
crecimiento y, con el tiempo, crea instituciones tan grandes que quedan
protegidas de los errores y la ineficacia. El Imperio romano unificado nunca se
enfrent a un competidor capaz de destruirlo. En la actualidad, los pases y los
departamentos de Estado no se desmoronan con facilidad (y los estados
occidentales no se enfrentan a enemigos con demasiadas posibilidades de
derrocarlos por medio de la fuerza militar). En el mundo de los negocios, las
may ores corporaciones casi nunca tienen que hacer frente a competidores que
sean realmente sus iguales. Es evidente que la competicin dentro del mercado
comercial a cualquier nivel rara vez tiene lugar en trminos de igualdad total.
En la may ora de los casos es necesario que pase mucho tiempo para que
queden al descubierto los problemas o errores graves. Por lo general, es todava
ms difcil juzgar con exactitud la competencia real de las personas y, en
concreto, su contribucin al propsito general. Los que estn a cargo de
supervisar la economa de un pas suelen llevarse todos los elogios o las crticas
derivadas de decisiones tomadas por sus predecesores en el cargo. A menudo,
tanto ellos como sus predecesores se sentirn inclinados a actuar por motivos
polticos inmediatos. El trabajo de la gran may ora de la gente est ms
escondido de la mirada pblica, pero se parece en el sentido de que las
verdaderas consecuencias de lo que hacen no son obvias. En comparacin, hay
pocas personas en la actualidad que fabriquen o incluso vendan algo, o que
trabajen en una profesin en la que, al menos, parte de los objetivos sean obvios.
Un mdico o una enfermera saben si su paciente se recupera, mientras que el
gerente de un hospital trabaja a un nivel completamente distinto, se ocupa de
nmeros y presupuestos y no de los pacientes a nivel individual. Ese
distanciamiento es inevitable, y en muchas esferas de la vida las metas generales
son todava menos claras.
Por naturaleza, las burocracias tienden a crecer. Eso sucedi en el Imperio
romano, y no digamos en las agencias gubernamentales de los pases actuales,
que son muchsimo ms grandes. Por supuesto, los individuos que trabajan en
cada departamento deben centrarse en su tarea especfica y lo ms natural es
creer que si los departamentos contaran con ms personal podran realizar su
trabajo con ms eficacia. No obstante, cuanto ms crecen, ms lejos est la
ordenadores, en los que el sistema toma la may ora de las decisiones de forma
automtica.[2]
No parece que en ningn momento alguien con autoridad se hay a preguntado
si el modelo empresarial es realmente apropiado para todas las situaciones. Por
ejemplo, un ejrcito, por su misma naturaleza, no es una empresa con nimo de
lucro. Los objetivos establecidos y las iniciativas gubernamentales tienen que
tener xito, y a que ningn gobierno puede admitir fracasos reiterados. Ese tipo de
entidades enseguida desarrollan una vida propia, de una forma casi totalmente
independiente de la realidad. Se supone que todo est mejorando, pero las
instituciones resultan ser incapaces de llevar a cabo las tareas ms simples. As,
en Gran Bretaa tenemos un Servicio Nacional de Salud en el que el nmero de
gerentes se ha incrementado mientras que el nmero de camas por paciente ha
disminuido. Aparentemente incapaz de tareas tan bsicas como mantener limpias
las salas, en ocasiones, como institucin, su actitud parece ambivalente en cuanto
al destino de los pacientes, preocupndose slo de las cifras de individuos que
pasan por el sistema.
Es muy fcil que una institucin de gran tamao pierda de vista su verdadera
funcin, sobre todo si la tarea es amplia, compleja e interminable. Gobernar
puede convertirse con gran facilidad en el intento de mantenerse en el poder bajo
cualquier circunstancia. Sera tentador considerar que las democracias son
especialmente susceptibles de sufrir esa distorsin de su esencia si no fuera por el
hecho de que todo tipo de regmenes cae a menudo en lo mismo. Los individuos
que componen las instituciones tienden a empezar a pensar de manera similar,
poniendo la ambicin y el provecho personal por encima de todo lo dems. Es
difcil medir el verdadero xito y el verdadero fracaso, sobre todo a corto plazo.
Los objetivos y los beneficios personales son alternativas que resultan muy
atractivas.
En la vida pblica, los escndalos y a sea descubrir que alguien es un
corrupto, ha mentido, o sencillamente es incompetente y a no provocan la
dimisin si hay alguna posibilidad de que una descarada negativa y /o una
disculpa sean suficientes para salir del paso. Hoy en da me hago totalmente
responsable debera situarse junto a frases del estilo de es totalmente
inaceptable en la lista de declaraciones ministeriales que significan
exactamente lo contrario de lo que dicen en realidad. En otros ejemplos, las
partes culpables exigen que se establezca un cdigo de conducta para saber cmo
deberan comportarse. Aparentemente, la honestidad y el sentido comn sin ms
no son suficientes. En el gobierno o en los negocios es muy posible alcanzar un
gran xito y ser generosamente recompensado por tu trabajo sin haber sido
eficiente jams. Cumplir con los objetivos a corto plazo o conseguir ahorros o
beneficios rpidos, todo lo cual puede conseguirse con mtodos que, en el fondo,
a largo plazo no hagan sino debilitar a la institucin en cuestin, puede ser
suficiente.
El ritmo generalmente lento al que discurren los acontecimientos reales
contribuy e a que algo as sea posible, como bien ilustra el ejemplo romano. A
pesar de la continuada ineficacia y corrupcin del Bajo Imperio romano, su
enorme tamao y consustancial fuerza garantizaron que transcurriera mucho
tiempo antes de que sus debilidades resultaran ms obvias y sus consecuencias
ms graves. Hoy en da los medios de comunicacin emplean con regularidad
trminos como colapso o crisis para hablar tanto de empresas como de
departamentos del gobierno. Slo en contadas ocasiones las catstrofes
pronosticadas se producen en realidad. Como los romanos, los organismos
implicados suelen ser demasiado grandes para desmoronarse de forma
inmediata y definitiva. La vida contina, y tambin lo hace la institucin o la
compaa comercial. Su fuerza consustancial les ay uda a seguir adelante. En
organismos como el Servicio de Salud o las fuerzas armadas suele seguir
habiendo suficientes personas con talento y dedicacin en los niveles inferiores
para poder funcionar a pesar de una gestin deplorable y de no contar con
suficientes recursos. Sin embargo, la advertencia que podemos extraer de la
experiencia romana es que, a menudo, los grandes fracasos catastrficos se
producen a la vez de forma sbita y anunciada.
El tiempo tambin es importante. Una leccin que podemos aprender de la
cada de Roma es que sucedi muy lentamente, es decir, que no deberamos
precipitarnos a la hora de predecir rpidos cambios en el equilibrio de poder en
nuestro propio mundo. Cuando Gibbon public el primer volumen de Historia de
la decadencia y cada del Imperio romano en 1776, l y otros podan sentirse
razonablemente optimistas respecto a que la guerra de la independencia
americana finalizara con un desenlace favorable para Gran Bretaa. Los
volmenes dos y tres aparecieron a principios de 1781, cuando el panorama era
menos halageo. A finales de ao, Cornwallis se haba rendido con su ejrcito
ante las fuerzas americanas y francesas de Yorktown. El ltimo volumen sali en
1788, cuando Gran Bretaa haba perdido de manera irrevocable las colonias
americanas y haba surgido un nuevo pas. El tono de Gibbon se volvi
claramente ms pesimista a medida que avanzaba el libro, debido en parte al
tema que trataba. Hay algo muy deprimente en el colapso de la potencia romana
(lo que, en parte, puede explicar el tono de la conclusin). Sin embargo, como
hemos comentado en la introduccin, la prdida de las colonias americanas no
impidi que el Imperio britnico adquiriera todava ms fuerza y xito en el
siguiente siglo.
A pesar de su propaganda, ningn imperio o ninguna superpotencia tiene
garantizada su supremaca. Esa afirmacin es tan aplicable en la actualidad a
Estados Unidos como lo fue a Roma. Ese tipo de dominio requiere no slo fuerza,
recursos y el deseo de utilizarlos, sino tambin la habilidad para invertirlos con
eficiencia, lo que depende en buena medida de la cultura. A partir del siglo III,
los emperadores romanos perdieron el sentido de la amplitud de su misin y, por
el contrario, se concentraron en la supervivencia. La corrupcin comenz en la
cumbre y, con el tiempo, una actitud similar impregn todo el gobierno y los altos
mandos del ejrcito. El enorme tamao del Imperio garantiz que, durante
mucho tiempo, los romanos o bien siguieran ganando o, como mnimo, que las
derrotas que sufrieron no fueran catastrficas. El Imperio estaba en decadencia,
pero fue capaz de perdurar varios siglos.
Estados Unidos no es en la actualidad un pas perfectamente eficiente (ningn
pas ha conseguido serlo ni lo conseguir jams). Puede que parte de sus
debilidades y problemas parezcan repetir la experiencia romana, pero ninguno
de ellos es, ni mucho menos, tan pronunciado como algunos dicen. Nada sugiere
que Estados Unidos vay a a entrar en decadencia y dejar de ser una
superpotencia en el futuro inmediato. Deberamos alegrarnos, y a que ninguna de
las alternativas probables a esta situacin es demasiado atractiva, lo que, por
supuesto, no significa que ese gran pas pueda darse el lujo de dormirse en los
laureles.
La experiencia de Roma sugiere que, probablemente, el declive imperial
comenzar en la cumbre. En su caso, la decadencia definitiva del Imperio fue
consecuencia de los problemas internos. Si los gobiernos o las agencias olvidan
cul es realmente su funcin, entrarn en decadencia, por muy despacio que sta
se produzca. No es fcil mantener o recuperar la perspectiva y el propsito. Las
burocracias son testarudas, tienden a expandirse por s solas y desarrollar sus
propias agendas. Esa evolucin no es inevitable, pero s probable. Si la tendencia
va a invertirse, entonces, este proceso necesita comenzar en la misma cumbre.
Por eso tal vez deberamos esperar ms de nuestros lderes polticos. Si no dan
ejemplo situando el bien general antes del inters personal o el del partido, es
muy poco probable que los dems se comporten mejor que ellos. Una may or
disposicin a asumir autntica responsabilidad sera un buen comienzo, pero
parece poco probable que se produzca.
La decadencia no es inevitable, pero el riesgo siempre est ah. Por supuesto,
es mucho ms fcil proclamar ese tipo de remedios que ponerlos en prctica. La
cada de Roma fue, en gran medida, cosa de Roma. Es difcil decir en qu
momento el proceso se torn irrevocable, pero comenz con los cuatro aos de
guerra civil que siguieron a los asesinatos sucesivos de Cmodo y Pertinax. Los
emperadores trataron de estar ms seguros y al hacerlo debilitaron la capacidad
de actuacin del Imperio. Tampoco lograron impedir la aparicin regular de
usurpadores en el mismo seno del sistema. Como Gibbon, es difcil no sentirse
algo pesimista al analizar esta historia. Mis ltimas palabras proceden de un
comentario que hizo un estudiante estadounidense en un seminario durante mis
das como alumno de posgrado en Oxford. Despus de una ponencia que trataba
sobre los cismas de la Iglesia en los siglos V y VI, esta persona, bastante urbana
y corts, imitando el acento de pueblo, dijo para resumir el debate: Pos es
que la gente es mu tonta .
CRONOLOGA
AO
192
193
193211
194
195
197
197202
208211
211
211217
REINADO DE CARACALLA.
212
214217
217
217218
REINADO DE MACRINO.
218
218222
REINADO DE ELAGBALO.
218222
221
222
222235
222235?
224
232
234
235
235238
235238
235238
Las fechas no estn claras, pero se sabe que, en la zona del Rin,
Magno y Quartino intentaron sin xito usurpar el trono.
235237
238
238244
240
241
242
242244
Gordiano III lucha contra los persas. Logra algunos xitos, pero la
guerra concluy e en fracaso. Gordiano III muere, quizs
asesinado. El prefecto del pretorio Filipo es proclamado
emperador.
244249
244249
248
249
249251
REINADO DE DECIO.
249250
250
(251)
251
251253
REINADO DE GALO.
252
253
253260
253259
254
255
257260
258
259
de Armenia y
de nuevo invade
260
260268
260269
REINADO DE PSTUMO
OCCIDENTALES.
261
262
265
266
266267
267
SOBRE
LAS
PROVINCIAS
268
268270
269
270
270275
REINADO DE AURELIANO.
271
272
273
274
275
275276
REINADO DE TCITO.
276
276282
REINADO DE PROBO.
279
280
281
282
282283
REINADO DE CARO.
283
283284
284
284305
REINADO DE DIOCLECIANO.
285
286
286293
289
290
293
296
297
298
299
301
302
303
305
306
306337
307
308
309
310
311
312
313
314
316
317
324
326
327
Muerte de Helena.
330
332
333
334
335
337
337340
337350
REINADO DE CONSTANTE.
337361
REINADO DE CONSTANCIO.
340
343344
346
350
351
353
354
355
355
355359
357
359
360
361
361363
REINADO DE JULIANO.
363
363364
REINADO DE JOVIANO.
364
364375
REINADO DE VALENTINIANO.
364378
REINADO DE VALENTE.
365
366
Procopio es derrotado.
367
369
372
373
375
375383
REINADO DE GRACIANO.
376
377
378
379
379395
REINADO DE TEODOSIO.
382
383
383388
387
388
390
391
392
394
395
395408
395423
396
397
398
399
400
401
402
405
405406
406
406411
407
408
408450
408409
409
410
411
413
414
415
418
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423
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425455
427
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430
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432
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434
435
436437
438
439
440
441
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442
445
447
448
450
450457
451
452
453
Muerte de Atila.
454
455
456
457
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ILUSTRACIONES
El hijo may or de Severo fue apodado Caracalla por el capote de estilo glico
que sola ponerse habitualmente. Era un hombre brutal que despreci al Senado y
fue asesinado por el comandante de su guardia personal.
Diocleciano decidi gobernar con tres colegas imperiales, cuy a unidad qued
simbolizada por esta estatua de grupo que hoy se encuentra en Venecia. Estos
emperadores del siglo III tardo visten uniformes militares y han abandonado el
estilo de peinado de filsofo y la barba de Marco Aurelio.
Sapor I, rey de los persas, conmemor sus victorias sobre los romanos en
varios monumentos. En ste, el que se supone que es el emperador Valeriano se
postra ante el rey persa.
Muchas ciudades construy eron fuertes defensas en el siglo III y Roma no fue
una excepcin. Aureliano erigi sus enormes muros, dado que Roma segua
constituy endo un centro de vital importancia simblica incluso cuando el
epicentro del poder se trasladaba a cualquier otro lugar.
El godo Teodorico se estableci como rey en Italia a finales del siglo V. Bajo
su gobierno, muchos aspectos de la vida, la ley y la administracin romanas
permanecieron inalterables. El estilo de su mausoleo, completamente clsico, lo
ejemplifica.
El emperador Honorio hered la parte occidental del Imperio con slo diez
aos. Jams luci una figura tan imponente como se muestra en el relieve y en el
ao 410 fue incapaz de prevenir el saqueo de Roma por parte de los visigodos de
Alarico. Flavio Estilicn, un romano con ancestros brbaros, rigi los destinos del
Imperio durante los primeros aos del reinado de Honorio. Control, aunque
nunca derrot, a Alarico el godo, y finalmente fue asesinado por orden de
Honorio.
NOTAS
Notas prefacio
[1] J. Murray (cd.), The Autobiographies of Edward Gibbon (1896), p. 302. <<
[3] Un maravilloso ejemplo del mejor enfoque sobre cmo hacer este tipo de
anlisis es C. Murphy, Are We Rome? The Fall of an Empire and the Fate of
America (2007). Es una obra muy ingeniosa todava sigo seducido por la idea
de Tcito escribiendo para el Economist y tambin un estudio muy perspicaz y
que hace pensar, escrito por alguien que ha sabido documentarse bien.<<
[4] Sobre impacto y terror (shock and awe), vase D. Mattingly, An Imperial
Possession: Britain in the Roman Empire, 54 BC-AD 409 (2006), p. 123. La
campaa de Septimio Severo en Caledonia al principio del siglo III d. C. es
llamada la guerra del terror en la p. 124. Una vinculacin ms directa del
imperialismo romano con la actual guerra de Irak puede encontrarse en N.
Faulkner, The Decline and Fall of Roman Britain (2a edicin, 2004), pp. 15-16.
Todava no he visto la obra Rome: The Empire of Eagles, 753 BC-AD 476 (2008),
del mismo autor, pero parece ampliar los mismos temas que explora en su
estudio de la Britania romana. <<
Notas Introduccin
[3] En general, vase P Brandon, The Decline and Fall of the British Empire
(2007). <<
[4] C. Freeman, The Closing of the Western Mind: The Rise of Faith and the Fall of
Reason (2002). <<
[6] A. Dermandt, Der Fall Roms: Die Auflsung der Rmischen Reiches im Urteil
der Nachwelt (1984). <<
[8] E. G. F. Millar, The Emperor in the Roman World (2a ed., 1992), o B. Isaac,
The Limits of Empire (2a ed., 1992). <<
[9] La obra ms influy ente en este campo fue sin duda la de P. Brown, The
Making of Late Antiquity (1978). <<
[10] P. Barnwell, Emperor, Prefects, and Kings: The Roman West 395-565 (1992),
p. 174. <<
[11] P. Heather, The Fall of the Roman Empire en Oxford Historian, 4 (may o
2006), pp. 17-20, citas de pp. 18-19. <<
[12] Encontramos un debate sobre la amenaza real que constituan los pueblos
tribales del Imperio romano en G. Halsall, Barbarian Migrations and the Roman
West 376-568 (2007). <<
[13] A. Jones, The Later Roman Empire 284-603, vol. 2 (1964), p. 1033. <<
[3] SHA, Adriano 16. 7; encontramos un innovador anlisis sobre la historia del
Mediterrneo que trata muchos de los temas abordados en este captulo en P
Holden y N. Purcell, The Corrupting Sea: A Study of Mediterranean History
(2000). <<
[6] Tcito, Agrcola 30; Plutarco, Csar 15, con comentario en A. Goldsworthy,
Csar: la biografa definitiva (2007), p. 335; sobre las rebeliones, vase S. Dy son,
Native Revolt Patterns in the Roman Empire , Aufstieg und Niedergang der
Rmischen Welt II. 3, pp. 38-175. <<
[7] Hechos de los Apstoles 21. 39; Plinio, Cartas 10. 37 y 39; sobre la vida civil y
el mecenazgo aristocrtico, vase P. Vey ne, Bread and Circuses (1990). <<
[14] SHA, Adriano 15. 11-13; encontramos una descripcin accesible que toca
varios puntos de vista sobre Adriano y sobre este periodo en D. Danzinger y N.
Purcell, Hadrians Empire (2005); encontramos un debate sobre la ley y el
estatus social en P. Garnsey, Social Status and Legal Privilege in the Roman
Empire (1970), pp. 221-223, sobre los trminos honestiores, hnmiliores y sus
sinnimos. <<
[18] Sobre el papel de los esclavos y los libertos en los negocios, vase W.
Zwalve, Callistus case. Some legal aspects of Roman business activities , en L.
de Blois y J. Rich (eds.), The Transformation of Economic Life under the Roman
Empire. Proceedings of the 2nd Workshop of the International Network Impact of
Empire. (Roman Empire, c. 200 BC AD 476) (2002), pp. 116-127. <<
[21] Plinio, Epistolario 2. 13. 1-3; sobre el clientelismo en general, vase P. Sailer,
Personal Patronage under the Early Empire (1982). <<
[24] Sobre los molinos, vase Greene (1986), Holden y Purcell (2000), pp. 255257, A. Wilson, Machines, Power and the Ancient Economy ,JRS 92 (2002),
pp. 1-32, y P. Leveau, The Barbegal Wter Mill and its Environment:
Archaeology and the Economic and Social History of Antiquity , Journal of
Roman Archaeology, 9 (1996), pp. 137-153. <<
[25] D. Mattingly, Impact Bey ond Empire: Rome and the Garamantes of the
Sahara , en L. de Blois y J. Rich (eds.), The Transformation of Economic Life
Under the Roman Empire. Proceedings of the 2nd Workshop of the International
Network. Impact of Empire (Roman Empire, c. 200 BC-AD 476), (2002), pp. 184203, y M. Liverani, The Garamantes: a Fresh Approach , Libyan Studies 31
(2000), pp. 17 y ss. <<
[26] Sobre cmo los romanos deshacan y volvan a tejer la seda, vase Plinio,
NH 6. 20 (54); sobre el tema, vase J. Ferguson, China and Rome , Aufstieg
und Niedergang der rmischen Welt II. 9. 2, pp. 581-603, y G. Young, Romes
Eastern Trade: International Commerce and Imperial Policy, 31 BC AD 305
(2001), esp. pp. 27-89,187-200. <<
[29] Vase Birley (1987), pp. 121-131,140-152, y J. Gilliam, The Plague under
Marcus Aurelius , AJP 82 (1961), pp. 225-251, Rathbone (1990), pp. 114-119, R.
Duncan-Jones, The Impact of the Antonine Plague , en Journal of Roman
Archaeology 9 (1996), pp. 108-136, Bagnall y Frier (1994), pp. 173-178. <<
[7] Din 73.22. 1-6, Herodiano 1.16. 1-17. 12, SHA, Cmodo 17. 1-2. <<
[8] Din 74. 1. 1-5, Herodiano 2. 1. 1-3. 11, SHA, Cmodo 18. 1-20. 5, Pertinax 4.
5-5. 6, y discusin en Birley (1988), pp. 88-90, que defiende que Pertinax estuvo
implicado en la conspiracin. <<
[9] Din 74. 3. 1-2. 6, 5. 1-9. 1, Herodiano 2. 4. 1-5. 1, SHA, Pertinax 1. 1-4. 4, 5.
7-13. 8, Birley (1988), pp. 63-67, 91-94; sobre la carrera de Valerio Maximiano,
vase LAnne pigraphique 1956, 124. <<
[10] Din 74.9.2-10.3, Herodiano 2.5. 1-5.9, SHA, Pertinax 10.8-11. 13. <<
[11] Din 74. 11. 1-6, Herodiano 6. 1-14, SHA, Didio Juliano 2. 4-7, con Birley
(1988), pp. 95-96, Potter (2004), pp. 96-98, CAH2 XII, p. 2; a finales del siglo III,
los donativos pueden haber sido iguales para todos los rangos: vase R. DuncanJones, Pay and Numbers in Diocletians army , Chiron, 8 (1978), pp. 541-560,
pero es poco probable que fuera as en periodos anteriores. <<
[12] Din 74. 12. 1-14.2, SHA, Didio Juliano 3. 1-4.9. <<
[14] Sobre las condiciones en el ejrcito, vase R. Davies, Service in the Roman
Army (1989), G. Watson, The Roman Soldier (1969), y R. Alston, Soldier and
Society in Roman Egypt (1995); vase Davies (1989), pp. 229-230, sobre las
cartas de los soldados en el hospital, Tabulae Vindolandenses II 154, encontramos
un informe sobre los efectivos de una cohorte que enumera a los enfermos del
hospital, y en R. Fink, Roman Military Records on Papyrus (1971) n. 63,
encontramos una lista que enumera a los hombres muertos a manos de los
bandidos y los ahogados. <<
[16] Sobre la baja calidad de los reclutas, vase Tcito, Anales 4. 4, el tema se
trata en A. Goldsworthy, The Roman Army at War, 100 BC-AD 200 (1996), pp. 2830 y Davies (1989), pp. 3-30. <<
[18] Sobre las distintas carreras de los oficiales romanos, vanse muchos de los
artculos de E. Birley, The Roman Army (1988), H. Devijver, The Equestrian
Officers of the Roman Army, 2 vols. (1989 y 1992), D. Breeze y B. Dobson,
Roman Officers and Frontiers (1993), y R. P. Sailer, Promotion and Patronage
in Equestrian Careers , Journal of Roman Studies 70 (1980), 44-63. <<
[20] Campbell (1984), esp. pp. 106-109 afirma que la influencia de los
centuriones no era suficiente para controlar a los soldados. <<
[21] Din 74. 14. 3-17.6, 75. 1. 1-2. 1, Herodiano 2. 11.7-14. 4, SHA, Didio
Juliano 6. 1-8. 10, Severo 5. 1-6.9, con Birley (1988), pp. 97-105. Potter (2004),
pp. 101-103. <<
[23] Birley (1988), pp. 8-56; la fuente del siglo VI que afirma que tena la piel
oscura es Juan Malalas, Chronicle 12. 18 (291). La obra ha sido traducida al
ingls por E. Jeffrey s, M. Jeffrey s, R. Scott et al, The Chronicle of John Malalas:
A translation (1986), vase Birley (1988), p. 36. <<
[24] Din 76. 7. 1-8. 4; sobre encontrar un padre, Din 77.9.4; sobre Plautiano,
vase Birley (1988), pp. 137, 161-164. <<
[25] Sobre la guardia de caballera cuy o tamao fue duplicado, vase M. Speidel,
Riding for Caesar: the Roman Emperors Horse Guard (1994), pp. 56-64. <<
[26] Sobre los problemas en Hatra, vase Din 76. 11. 1-12. 5; sobre las
campaas en Mesopotamia, vase Birley (1988), pp. 129-135, con D. Kennedy,
European Soldiers and the Severan Siege of Hatra , en P. Freeman y D.
Kennedy (eds.), The Defence of the Roman and Byzantine East. BAR International
Series 297 (1986), pp. 397-409, y D. Campbell, What Happened at Hatra? The
Problems of the Severan Siege Operations , en Freeman y Kennedy (1986), pp.
51-58; sobre Britania, vase Birley (1988), pp. 177-187, M. Todd, Roman Britain
(3.a edicin, 1999), pp. 144-155. <<
[27] Din 77. 15. 2-4,17. 4, Herodiano 3. 14. 1-3, 15. 1-3, SHA, Severo 19. 14. <<
[4] Din 78. 3. 1-3, Herodiano 4. 4. 4-5. 7, SHA, Caracalla 2.5-11, Geta 6. 1-2.
<<
[5] Din 78. 3. 4, la-5, Herodiano 4. 6. 1-5, SHA, Caracalla 3. 2-5. 3, Geta 6. 3-7.
6. <<
[6] Din 78. 6. 1a-2, 10. 1-11.7, Herodiano 4. 7. 1, SHA, Caracalla 4. 9-10, 9. 411; sobre el gladiador obligado a luchar tres tandas, Din 78. 6. 2. <<
[7] Din 78. 15. 2-7; sobre cmo tuvieron que esperar los visitantes importantes,
vase Din 78. 17. 3-4; encontramos una discusin sobre el estilo de gobierno de
Caracalla en D. Potter, The Roman Empire at Bay (2004), pp. 140-146,
incluy endo una mencin de su visita a santuarios, y vase tambin G. Fowden en
CAH2 XII (2005), pp. 545-547; encontramos un ejemplo del mtodo empleado
por Caracalla en la audiencia de peticiones en SEG XVII. 759, analizado en W.
Williams, Caracalla and Rhetoricians: A Note of the cognitio de Gohairienis,
Latomus 33 (1974), pp. 663-667. <<
[8] Din 78. 7. 1-9. 1, 13. 1-2, Herodiano 4. 7. 4-7; Regocijaos, camaradas ,
Din 78. 3. 1; Herodiano 4. 7. 7 dice que llevaba los estandartes de la legin y
habla de su gran peso, pero es interesante que Suetonio haga hincapi en el peso
de los estandartes pretorianos, vase Suetonio, Cayo 43; sobre los leones, Din 79.
5. 5-6. 2; sobre el emperador como un soldado ms, vase J. Campbell, The
Emperor and the Roman Army, 31 BC-AD 235 (1984), pp. 32-59, esp. 51-55,
encontramos un anlisis del cambio en los estilos de mando en general en A.
Goldsworthy, Grandes generales del ejrcito romano. Campaas, estrategias y
tcticas (2005). <<
[9] Sobre sus campaas, vase Din 78. 13.3-15. 2, 18.1-23. 2, 79.1. 1-3. 5,
Herodiano 4. 7. 3-7, 8. 6-11. 9, SHA, Caracalla 6. 1-6; el tema se analiza en
Potter (2004), pp. 141-144, F. Millar, The Roman Near East, 31 BC-AD 337
(1993), pp. 142-146, B. Campbell en CAH2 XII (2005), pp. 18-19. <<
[10] Din 79. 4. 1-6. 5, Herodiano 4. 12. 1-13. 8, SHA, Caracalla 6. 5-7. 1. <<
[11] Din 79. 11. 1-21. 5, Herodiano 4.14.1-15.9, 5. 1. 1-2.6, SHA, Macrino 2. 1-4
y Potter (2004), pp. 145-147. <<
[13] Din 78. 18.2-3, 79.4.2-3, 23. 1-24. 3, Herodiano 4. 13.8; sobre Ulises con
faldas (Ulixes stolatus), Suetonio, Cay o 23; cita de Din 79. 4. 3; sobre Julia
Domna, vase la excelente obra de B. Levick Julia Domna: Syrian Empress
(2007) y tambin A. Birley, Septimius Severus (1988/1999), passim, esp. 191-192,
y en general G. Turton, The Syrian Princesses. The Women who Ruled the Roman
World (1974); fuentes muy posteriores contienen la historia ficticia de una
relacin incestuosa entre Domna y Caracalla, SHA, Caracalla 10. 1-4, Aurelio
Vctor, De Caesaribus 21. <<
[14] Din 79. 30. 2-4, Herodiano 3. 2-5; el tema es analizado en Millar (1993), pp.
119-120, 145, 300-309, Potter (2004), pp. 148-150. <<
[15] Din 79. 28. 2-29.2, Herodiano 5. 3. 6-11,Aurelio Vctor, De Caesaribus 23;
la paga del ejrcito se analiza en G. Watson, The Roman Soldier (1969), pp. 9091. <<
[16] Din 31. 4-41. 4, Herodiano 5. 3. 12-5. 1, SHA, Macrino 15. 1-2; Millar
(1993), pp. 144-147, Potter (2004), pp. 148-152. <<
[17] Din 80. 17. 2, SHA, Elagbalo 4. 1-2, 15. 6, 18. 3.; sobre Agripina en el
Senado, vase Tcito 13.5; el tema se analiza en R. Talbert, The Senate of
Imperial Rome (1984), p. 162. <<
[18] Sobre las proezas sexuales de Elagbalo, vase Din 80. 13. 1-14. 1, 14. 317. 1, Herodiano 5.5.6, 6. 1-2, SHA, Elagbalo 5. 1-5, 6. 5-7, 10. 4-7, 25. 4-6, 26.
3-5, 31. 1-8; sobre Caracalla y la vestal, vase Din 78. 16. 1-3. <<
[19] Din 80. 11. 1-12.2, Herodiano 5.6.3-10, 7. 2, SHA, Elagbalo 3.4-5, 6. 78.3;
Potter (2004), pp. 153-157. <<
[20] Din 80.17.2-21. 3, Herodiano 5.7. 1-8. 10, SHA, Elagbalo 13. 1-17.3; sobre
tentativas de rebelin durante el reinado, vase Din 80. 7. 1-4; una de las pocas
biografas de Elagbalo es bastante comprensiva con el joven, J. Stuart Hay, The
Amazing Emperor Heliogabalus (1911); sobre el licnciamiento de la III Gallica,
vase ILS 2657. <<
[21] Herodiano 6. 1. 4-10; Din 80 (81). 4. 2, sobre los motines militares; sobre
los pretorianos, vase Din 80 (81). 2. 2-3, 4. 2-5. 2; sobre el reinado, vase R.
Sy me, Emperors and Biography: Studies in the Historia Augusta (1971), pp. 146162, Potter (2004), pp. 158-166, y B. Campbell en CAH2 XII (2005), pp. 22-27.
<<
[23] Din 80.4. 1-2, 21. 2-3, vase tambin R. Sy me, Emperors and Biography:
Studies in the Historia Augusta (1971), p. 142. <<
[1] Res Gestae Divi Saporis 1-2, 6-8. Existe una traduccin al ingls de M.
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traducido por A. Maricq, Syria, 35 (1958), pp. 245-260. <<
[3] Vease A. Perkins (ed.), The Excavations at Dura Europos. Final Report V, Part
1: Papyri (1959), R. Fink, Roman Military Records on Papyrus (1971), pp. 18-86,
90-105, 125-136, etc., y la seleccin de textos de Dodgeon y Lieu (1991), pp.
328-335 <<
[4] Epitafio, AE 1948,124; citado en Dodgeon y Lieu (1991), p. 32, junto con una
parte de un grafiti que recuerda el ataque; encontramos extractos de los informes
sobre Dura en pp. 328-331, esp. p. 331, n. 4, sobre el posible vnculo entre una
disminucin de efectivos y el ataque persa. <<
[6] Din 80. 3. 1-4. 2, Herodiano 6. 2. 1-2; sobre la presencia de las tropas
romanas, en Hatra AE 1958, 239-240, traducido en Dodgeon y Lieu (1991), p. 33;
E. Wheeler, The Laxity of the Sy rian Legions , en D. Kennedy (ed.), The
Roman Army in the East. Journal of Roman Archaeology Supplementary Series 18
(1996), pp. 229-276, demuestra que la deficiente calidad de los ejrcitos en el
este era un clich literario. Sin embargo, eso no significa que en algunos periodos
y circunstancias las legiones estacionadas en el este no pudieran ser realmente de
baja calidad. <<
[7] Herodiano 6. 2. 3-7, 3. 1-6. 3, SHA, Alejandro Severo 55. 1-3; motn en el
ejrcito, 6. 4; sobre la cuestin de las ambiciones de Persia, vase B. Isaac, The
Limits of Empire (1992), pp. 20-33, 50-53. <<
[8] Herodiano 7.5. 2 dice que Gordiano tena ochenta aos; encontramos un
anlisis completo en R. Sy me, Emperors and Biography: Studies in the Historia
Augusta (1971), pp. 163-178. <<
[11] Herodiano 8. 6. 1-8. 8, con D. Potter, The Roman Empire at Bay, AD 180-395
(2004), pp. 169-171, y J. Drinkwater, CAH2 XII (2005), pp. 31-33. <<
[12] Fuentes en Dodgeon y Lieu (1991), pp. 34-45; vanse tambin los
resmenes y el anlisis de Potter (2004), pp. 217-236 y Drinkwater CAH2 XII
(2005), pp. 35-36. <<
[13] Vase Potter (2004), pp. 236-241, Drinkwater CAH2 XII (2005), pp. 36-38;
la biografa ms reciente de Philip en ingls es Y. Zahran, Philip the Arab: A
Study in Prejudice (2001); la inscripcin en griego de Sapor dice denarii, que eran
de plata, pero se suele aceptar que el pago se realiz en oro, vase Potter (2004),
p. 237 (p. 634 n. 94). <<
[14] Vase Dodgeon y Lieu (1991), pp. 45-48, sobre la actividad de Filipo en
Oriente y el nombramiento de su hermano Prisco como rector orientis. <<
[15] Sobre Decio, vase Sy me (1971), pp. 194-203, Drinkwater CAH2 XII
(2005), pp. 38-39, Potter (2004), 241-246, y J. Rives, The Decree of Decius and
the Religion of Empire , JRS 89 (1999), pp. 135-154, incluy endo el anlisis del
edicto sobre los sacrificios. <<
[17] Sobre el baptisterio, vase Perkins (1971), pp. 52-55, y M. Rostovtzeff (ed.),
The Excavation at Dura-Europos. Preliminary Report of the Fifth Season of work
October 1931-March 1932 (1934), pp. 259-289, y C. Bradford Welles, The
Excavations at Dura-Europos. Final Report VIII, Part 2. The Christian Building
(1967). <<
[18] La bibliografa sobre los inicios de la Iglesia es muy vasta, pero, como punto
de partida, recomendamos W. Meeks, The First Urban Christians (1983), R.
Wilken, The Christians as the Romans saw them (1984), M. Whittaker, Jews and
Christians, Greco-Roman Views (1984), y E. Dodds, Paganos y cristianos en una
poca de angustia (1975), y R. Lane Fox, Pagans and Christians (1986), esp. pp.
419-492. <<
[21] Vase en general W. Frend, Martyrdom and Persecution in the Early Church
(1965), y T. Barnes, Legislation Against the early Christians , JRS 58 (1968),
pp. 32-50; Tertuliano, Apologtico 1. 4-2. 20, 8. 1-.20, 10. 1-11, 30. 1-32. 337. 4-8.
<<
[22] Christianos ad leonem!, vase Tertuliano, Apologtico 40. 1-2; Ly on, vase
Eusebio, Historia eclesistica 5. 1-63, H. Musurillo, Acts of the Christian Martyrs
(1972), pp. 62-85. <<
[23] Musurillo (1972), The Marty rs of Ly ons , 1-10, 49-53, The Marty rdom
of Saints Ptolemaeus and Lucius , 1-10, The Marty rdom of Saint Marinus , 12. <<
[24] Musurillo (1972), The Marty rdom of Saints Perpetua and Felicitas , 5. 24, The Marty rdom of Poly carp , 4. <<
[25] Musurillo (1972), The Marty rdom of Bishop Fructuosus and his Deacons,
Augurius and Eulogius , 2.8-9. En latn el dilogo es an ms lacnico:
Aemilianus praeses Fructuosum dixit: Episcopus es? Fructuosus dixit: Sum.
Aemilianus dixit: Fuisti, et issuit eos vivos ardere; sobre las dos mujeres en
frica, Musurillo (1972) The Marty rdom of Saints Perpetua and Felicitas , 20.
1-4. <<
[26] Sobre Origen, vase Eusebio de Cesarea, Historia eclesistica 6. 21. 3-4; 6.
36. 3, sobre las cartas que le escriba al emperador Filipo; Filipo descrito como
cristiano 6. 34. 1; Alejandro Severo, SHA, Alejandro 29. 2. <<
[27] G. Clarke, CAH2 XII (2005), pp. 625-637; sobre la muerte de Origen tras el
encarcelamiento como parte de la persecucin de Decio, vase Potter (2004), p.
209, con referencias. <<
[28] Drinkwater, CAH2 XII (2005), pp. 38-44, Potter (2004), pp. 241-257. <<
[29] Podemos encontrar las fuentes sobre estas campaas en Dodgeon y Lieu
(1991), pp. 49-67. <<
[30] Sobre el asedio final de Dura-Europos, vase James (2004), pp. 21-25, 3039; sobre los soldados romanos asfixiados, vase S. James, The Deposition of
Military Equipment During the Final siege at Dura-Europos, with Particular
Regard to the Tower 19 countermine . Carnuntum Jahrbuch 2005 Archologie
der Schlachtfelder-Militaria aus Zerstrungshorizonten; Akten der 14.
Intemationalen Roman Military Equipment Conference (ROMEC), Wien,
27.-31.August 2003: (2005), pp. 189-206. Encontraremos tambin un resumen en
la obra del mismo autor Rome and the Sword (ttulo provisional, edicin en
preparacin en Thames and Hudson). Mi sincero agradecimiento a Simon por
darme los detalles de su fascinante anlisis. <<
[2] Sobre la campaa de Abrittus, vase Zsimo 1.23, Zonaras 12. 20,Aurelio
Vctor 29, Jordanes, Getica 101-103, y el resumen de D. Potter, Prophecy and
History in the Crisis of the Roman Empire. A Historical Commentary on the
Thirteenth Sibylline Oracle (1990), pp. 278-283, y The Roman Empire at Bay
(2004), p. 246, P. Heather, The Goths (1998), p. 40, y J. Drinkwater, CAH2
(2005), pp. 38-39. <<
[3] Sobre las relaciones entre romanos y germanos, vase T. Burns, Rome and
the Barbarians, 100 BC-AD 400 (2003), pp. 1-193, M. Todd, The Early Germans
(segunda edicin, 2004), pp. 44-61, y P. Wells, The Barbarians Speak: How the
Conquered Peoples Shaped Roman Europe (1999), pp. 64-98; encontramos un
anlisis ms especfico de las campaas de Csar en A. Goldsworthy, Csar: la
biografa definitiva (2007); sobre Augusto, vase C. Wells, The German Policy of
Augustus (1972). <<
[4] Sobre los bastarnos, vase Tcito, Germania 46; encontramos una visin
general de la sociedad y cultura germnicas en Todd (2004), pp. 8-43, 62-135,
Wells (1999), pp. 99-170. <<
[5] Todd (2004), pp. 64-75 y CAH2 (2005), pp. 447-450, Burns (1999), pp. 244255. <<
[7] Tcito, Germania 33, cf. 36; sobre el tema de la guerra, vase A.
Goldsworthy, The Roman Army at War 100 BC-AD 200 (1996), pp. 42-53, H.
Elton, Warfare in Roman Europe: AD 350-425 (1996), pp. 15-88. <<
[9] Burns (2003), pp. 167-174,183-193, 212-247, B. Cunliffe, Greeks, Romans and
Barbarians: Spheres of Interaction (1988). <<
[10] Todd (2004), pp. 63-71, Wells (1999), pp. 245-258. <<
[11] Csar, Bellum Gallicum 6. 23; sobre las razias, vase Whittaker (1996), pp.
210-214. <<
[14] Encontramos un anlisis del tema en S. Dy son, The Creation of the Roman
Frontier (1985), passim y A. Goldsworthy, War: The late Republic and
Principate , en P. Sabin, H. Van Wees, y M. Whitby (eds.) The Cambridge
History of Greek and Roman Warfare. Volumen 2 (2007), pp. 76-121. <<
[15] Sobre los godos, vase Heather (1998), pp. 11-39; sobre los francos y los
alamanes, vase Burns (2003), pp. 275-290. El eptome de Din (78. 13.4)
menciona a los alamanes en 213, pero Burns alega que es muy posible que se
trate de una interpolacin posterior. En J. Drinkwater, The Alamanni and Rome
213-496, Caracalla to Clodoveo (2007),pp. 41-44, encontramos mejores
argumentos a favor de aceptar el pasaje. <<
[16] Vase Burns (2003), pp. 229-245, Todd (2004), pp. 54-56, Wells (1999), pp.
189-191. <<
[17] Burns (2003), pp. 244-260, Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 28-38. <<
[19] Zsimo 1.27-37, SHA, Los dos galienos 5.6-6.9; Potter (2004), pp. 252-256,
Heather (1998), pp. 40-43, Drinkwater CAH2 (2005), pp. 40-44; vase tambin el
captulo 4. <<
[20] La inscripcin es AE 1993, 1231, con comentarios en Potter (2004), pp. 256257,Wilkes, CAH2 (2005), pp. 222-223, Burns (2003), pp. 281-282; vase tambin
Todd (2004), pp. 56-59, donde tambin se habla del botn abandonado. <<
[21] Orosio 7.22. 7-8. Aurelio Vctor, De Caesaribus 33.3, Eutropio 9.8.2, con
comentarios en J. Richardson, The Romans in Spain (1996), p. 250-251, y M.
Kulikowski, Later Roman Spain and its Cities (2004), pp. 66-69, que defiende que,
probablemente, el impacto fuera mnimo. <<
[22] Zsimo 1. 42-43, Zonaras 12.23, Millar (1969), pp. 26-29, y J. Camp, The
Archaeology of Athens (2001), pp. 223-231. <<
[24] Vase J. Lander, Roman Stone Fortifications: Variation and Change from the
First Century to the Fourth Century AD. BAR International Series 206 (1984), esp.
pp. 151-262, S. Johnson, Late Roman Fortifications (1983), passim, pero sobre todo
las pp. 9-81, H. von Petrikovits, Fortifications in the North-Western Roman
Empire from the Third to Fifth Centuries AD , JRS 61 (1971), pp. 178-218, M.
Mackensen, Late Roman Fortifications and Building Programmes in the
Province of Raetia: the Evidence of Eecent Excavations and some New
Reflections , en J. Creighton y R. Wilson (eds.), Roman Germany: Studies in
Cultural Interaction. Journal of Roman Archaeology Supplementary Series 32
(1999), pp. 199-244, R. Wilson, Roman Forts: An Illustrated Introduction to the
Garrison posts of Roman Britain (1980),Wightman (1985), pp. 220, Camp (2001),
pp. 223-225, y R. MacMullen, Soldier and Civilian in the Later Roman Empire
(1963), pp. 37-42. <<
[25] Sobre la slida defensa de Galieno, vase L. de Blois, The Policy of the
Emperor Gallienus (1976); sobre sus campaas, vase Zsimo 1. 42-43, con
Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 46-47, Heather (1998), p. 41, Potter (2004), pp.
263-266 con un debate sobre si la campaa realmente tuvo lugar en 269; sobre
los rumores de una amante goda, SHA, Los dos galienos 21. 3. <<
[28] Zsimo 1. 40, SHA, Los dos galienos 14. 15. 3, Aurelio Vctor, De Caesaribus
33, con Potter (2004), pp. 263-264. <<
[29] Potter (2004), pp. 264-269, Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 48-51. <<
[30] En Drinkwater (1987), pp. 41-44, SHA, Aureliano 39. 1 encontramos una
referencia al empleo de Ttrico en la administracin imperial. <<
[31] W. Willems, Romans and Barbarians: A Regional Study in the Dutch Eastern
River Area (1986). <<
[1] SHA, Los treinta tiranos 15. 8 y Aureliano 37. 1. En otros textos encontramos
similares sentimientos sobre Aureliano, p. ej. en Juan de Antioqua, fragmento
155, Fragmenta Historicorum Graecorum, vol. 4, p. 599. <<
[2] Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores 5, vanse las otras fuentes y
referencias en M. Dogeon S. Lieu, The Roman Eastern Frontier and the Persian
Wars, AD 226-363 (1991), pp. 58-63. <<
[3] Dogeon y Lieu (1994), pp. 65-67, J. Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 44-45, D.
Potter, The Roman Empire at Bay, AD 180-395 (2004), p. 256-259; SHA, Los
treinta tiranos 13-14. <<
[4] Vase F. Millar, The Roman Near East, 31 BC AD 337 (1993), pp. 157-158,
161-173, J. Lang, Two Sides of a Coin , en R. Mathisen y H. Sivan (eds.),
Shifting Frontiers in Late Antiquity (1996), pp. 59-71, esp. 61-62, Potter (2004), pp.
256, 259-261, Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 45-46. <<
[5] Encontramos las fuentes en Dodeon y Lieu (1994), pp. 68-80, y en particular
en SHA, Los treinta tiranos 15. 1-8, Galieno 10. 1-8, 12. 1, Zsimo 1.39. <<
[6] Sobre el magnicidio de Odenato, vase Dodgeon y Lieu (1994), pp. 80-83 y
en especial SHA, Los treinta tiranos 15. 5-6, Galieno 13. 1, Zsimo 1. 39, Zonaras
12.24. <<
[7] R. Stoneman, Palmyra and its Empire: Zenobias Revolt Against Rome (1992),
esp. pp. 31-49. <<
[8] Sobre la cultura, vase Millar (1993), pp. 319-336; encontramos una visin
general bien ilustrada de la arquitectura de la ciudad en I. Browning, Palmyra
(1979). <<
[10] Stoneman (1992), pp. 111-127, A. Watson, Aurelian and the Third Century
(1999), pp. 59-66, Dodgeon y Lieu (1991), pp. 83-86; SHA, Los treinta tiranos
30.1-3, 12-22, sobre todo 30. 12, que afirma que slo permiti a Odenato y acer
con ella para producir nios y esper a estar segura de no estar embarazada
antes de dejarle copular con ella de nuevo; sobre Cleopatra, vase CIS 2. 3946, y
tambin se hace hincapi sobre ello en SHA, Los treinta tiranos 30. 19-20,
Aureliano 27.3, Probo 9. 5. <<
[11] Lang (1996), pp. 64-69, Dodgeon y Lieu (1991), pp. 84-85, 88-89, Potter
(2004), pp. 266-267, Millar (1993), pp. 171-172. <<
[12] Sobre las obras en el templo de Bostra, IGLS 9107 = AE 1947, 165, en
Dodgeon y Lieu, p. 86; sobre la campaa en Egipto, vase Potter (2004), pp. 266267,Watson (1999), pp. 61-63, Zsimo 1. 44, SHA, Claudio 11. 1-2. <<
[15] Zsimo 1. 50-51, SHA, Aureliano 22. 1-25. 6, Dodgeon y Lieu (1991), pp.
89-95, con Watson (1999), pp. 71-75. <<
[17] En Watson, (1999), pp. 76-80, 81-84 y Dodgeon y Lieu (1991), pp. 96-101,
encontramos las fuentes principales, incluy endo a Zsimo 1. 55. Sobre la muerte
de Casio Longino, vase Zsimo 1. 56. 2-3, SHA, Aureliano 30. 3. <<
[18] Watson (1999), pp. 82-3, Dodgeon y Lieu (1991), pp. 101-105. <<
[20] SHA, Aureliano 18. 3-4, 21. 1-3, Zsimo 1. 48-49, Dexipo FGH II n. 100, fr.
6.2 con Watson (1999), pp. 48-52, 54-56, Potter (2004), pp. 269-270. <<
[22] Eusebio, Historia eclesistica 7. 11. 10, M. Edwards, CAH2 (2005), pp. 637647, Potter (2004), p. 255. <<
[24] Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 53-54, R. Sy me, Emperors and Biography:
Studies in the Historia Augusta (1971), pp. 245-246, Potter (2004), pp. 274-275,
Watson (1999), pp. 104-112. <<
[25] SHA, Tcito 13. 2-3, Zsimo 1. 63. 1, Zonaras 12. 28, sobre los saqueadores;
Aurelio Vctor, De Caesaribus 36, SHA, Tcito 13.5, Zsimo 1. 63. <<
[26] Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 54-57, Potter (2004), pp. 275-279. <<
[27] En S. Mitchell, Cremna in Pisidia. An Ancient City in Peace and War (1995),
pp. 177-218, encontramos un anlisis completo del asedio y las pruebas literarias
y arqueolgicas al respecto; el relato de Zsimo se encuentra en 1. 69,
mencionando el disparo de Lidio. <<
[28] Drinkwater, CAH2 (2005), pp. 56-58, Potter (2004), pp. 279-280. <<
[29] Dodgeon y Lieu (1991), pp. 112-121 sobre las fuentes. <<
[33] Potter (2004), p. 256, Dodgeon y Lieu (1993), pp. 67, 297 y esp. S. Lieu,
Captives, Refugees and Exiles: A Study of Cross-Frontier Civilian Movements
and Contacts Between Rome and Persian from Valerian to Jovian , en P.
Freeman y D. Kennedy (eds.), The Defence of the Roman and Byzantine East.
BAR International Series 297 (1986), pp. 475-505. <<
[2] Domiciano es mencionado en Zsimo 1. 49, SHA, Galieno 2.6, Los treinta
tiranos 12. 14,13. 3. <<
[4] Jones (1964), pp. 9-11, 20-23, 29-32, K. Hopkins, Taxes and Trade in the
Roman Empire (200 BC AD 400) , JRS 70 (1980), pp. 101-125, M. Corbier,
The Economy of the Empire , en CAH2 (2005), pp. 360-386. <<
[6] C. Bruun, The Antonine Plague and the Third Century Crisis , en Hekster,
Kleijn y Slootjes (2007), pp. 201-217, y W. Jongman, Gibbon was Right: The
Decline and Fall of the Roman Economy , en Hekster, Kleijn y Slooljes (2007),
pp. 183-199, que aducen que hubo un serio declive tanto demogrfico como
econmico del Imperio durante el siglo III. <<
[9] Vase Witschel (2004), esp. 261-274, D. Bar, Was there a 3rd-C. Economic
Crisis in Palestine? en J. Humphrey (ed.), The Roman and Byzantine Near East.
Vol. 3. Journal of Roman Archaeology Supplementary Series 49 (2002), pp. 43-54,
Reece (1981), MacMullen (1988), pp. 23-35, y M. Todd, Roman Britain (3a ed.,
1999), pp. 156-178. <<
[10] Sobre la supuesta preferencia germnica por las viejas monedas de plata,
vase M. Todd, The Early Germans (2a ed., 2004), pp. 98-101, cuy a opinin es
escptica al respecto. <<
[11] A. Wilson, Machines, Power and the Ancient Economy , JRS 92 (2002),
pp. 1-32, esp. 24-31. <<
[13] Aurelio Vctor, De Caesaribus 33, 37, y vase tambin L. de Blois, The
policy of the Emperor Gallienus (1976), pp. 37-47 y E. Lo Cascio, The
Government and Administration of the Empire in the Central Decades of the
Third Century , en CAH2 (2005), pp. 158-165. <<
[16] Tras el golpe de Estado fracasado del pretorio del prefecto Sejano contra el
emperador Tiberio, adquiri poco a poco rango senatorial y magistraturas. Tres
inscripciones parecen sugerir que en algn momento la legin II Parthica fue
comandada por un legado senatorial, vase J. Baity y W. Van Rengen, Apamea in
Syria: The Winter Quarters of Legio II Parthica (1993), p. 16, 39-41. <<
[17] Sobre Alejandro, vase cap. 4, y sobre Tcito, vase Aurelio Vctor, De
Caesaribus 37, SHA, Tcito 3. 1-9. 6. <<
[18] Vase Watson (1999), pp. 4-6, F. Millar, Emperors, Frontiers and Foreign
Relations , Britannia, 8 (1982), pp. 1-23, esp. 11-15,J. Drinkwater, CAH2 (2005),
pp. 58-62. <<
[19] Sobre la relacin del emperador con el ejrcito, vase J. Campbell, The
Emperor and the Roman Army (1984), esp. pp. 59-69, 120-156; J. Drinkwater, The
Alamanni and Rome 213-496, Caracalla to Clodoveo (2007), pp. 28-32,
argumenta de forma no totalmente convincente que a Marco Aurelio le motivaba
principalmente un deseo tradicional de gloria. <<
[22] Din 79. 32. 3-4; encontramos un buen anlisis de la mala conducta de los
soldados durante las guerras civiles en De Blois (2002), pp. 209-214. <<
[2] B. Grenfall et al., The Oxyrhyncus Papyri (1898-), LXIII. 4352, traducido al
ingls por su editor, J. Rea, vase A. Bowman, CAH2 XII (2005), p. 67. <<
[4] Aurelio Vctor 39, con P. Garnsey y C. Humfress, The Evolution of the Late
Antique World (2001), p. 26-35, y S. Corcoran, Before Constantine , en N.
Lenski (ed.), The Cambridge Companion to the Age of Constantine (2006), pp. 3558, esp. 42-46. <<
[6] S. Williams, Diocletian and the Roman Recovery (1985), pp. 24-27, 34-46, T.
Barnes, The New Empire of Diocletian (1982), pp. 3-4, 30-35. <<
[7] Williams (1985), pp. 45-46, Zonaras 12. 31 y tambin A. Bowman, en CAH
XII 2 (2005), pp. 71-73, 78-79, D. Potter, The Roman Empire at Bay (2004), pp.
282-290, 292. <<
[10] Vase Williams (1985), pp. 80-82, y Bowman, CAH2 XII (2005), pp. 81-82.
<<
[12] Vase Williams (1985), pp. 148; recomiendo encarecidamente a todos los
visitantes de Roma la obra de A. Claridge, Rome: Oxford Archaeological Guides
(1998), en este caso pp. 70-72. <<
[15] Vase Garnsey y Humfress (2001), pp. 25-51, y Kelly (2004), passim. <<
[16] Vase R. MacMullen, Corruption and the Decline of Rome (1988), pp. 144145, A. Jones, The Later Roman Empire, 284-602 (1964), esp. 366-410, Potter
(2004), pp. 370-377,y en general C. Kelly, Ruling the Later Roman Empire
(2004); sobre el papel del prefecto del pretorio, vase L. Howe, The Praetorian
Prefect from Commodus to Diocletian, AD 180-305 (1942), esp. 60-64; []
moscas sobre las ovejas , vase Libanio, Oraciones 19. 130. <<
[18] Sobre el papel de los gobernadores, vase Corcoran (1996), pp. 234-253.,
sobre la nueva administracin en general, vase Williams (1985), pp. 102-114.
<<
[20] Vase W. Treadgold, Byzantium and its Army, 284-1081 (1995), pp. 9-21, 8793. <<
[21] Vase Kelly (2004) y Jones (1964), pp. 366-410, 563-606. <<
[22] Jones (1964), pp. 411-469, M. Corbier, CAH2 XII (2005), pp. 360-386. <<
[23] Sobre el censo y los impuestos, vase Williams (1985), pp. 126-139, Barnes
(1982), pp. 226-237. <<
[26] Sobre el edicto en torno a los precios, vase Bowman en CAH2 XII (2005),
pp. 83-4, 177-178, y Corcoran (1996), pp. 205-233. Encontramos una traduccin
de un texto reconstruido a partir de varias inscripciones en R. Rees, Diocletian
and the Tetrarchy (2004), pp. 139-146. <<
[27] Encontramos el prlogo al edicto sobre los precios en Corcoran (1996), pp.
207-208 incl. citas; sobre las ley es y tribunales, Jones (1964), pp. 470-522 y
MacMullen (1988), pp. 87-93; Cdigo Justiniano 9. 20. 7 es una ley por la que
Diocleciano ordena la ejecucin sumaria de los secuestradores de esclavos
para que su castigo sirva de ejemplo disuasorio para el resto . <<
[29] Williams (1985), pp. 140-150, y Garnsey y Humfress (2001), pp. 25-51. <<
[31] Vase Bowman en CAH2 XII (2005), pp. 81-83, Dodgeon y Lieu (1991), pp.
124-139, y Williams (1985), pp. 79-81, 84-86. <<
[8] Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores 29, Zsimo 2. 10, Aurelio
Vctor, De Caesaribus 39-40, Eutropio, Breviarum 10. 4; A. Cameron, en CAH2
XII (2005), pp. 91-92, Odahl (2004), pp. 80-86, 90-92, Grant (1993), pp. 25-26, T.
Barnes, Constantine and Eusebias (1981), pp. 32-33, Potter (2004), pp. 347-351.
<<
[15] Vase Clarke en CAH2 XII (2005), pp. 647-648, que incluy e esta cita; vase
tambin Potter (2004), pp. 302-314. <<
[22] Vase C. Lightfoot, Armenia and its Eastern Marches en CAH2 XII
(2005), pp. 481-497 esp. 486-7, 494-495. <<
[24] Vase Drake (2006), esp. pp. 111-112, 115-116, 131-132, y Edwards (2006),
pp. 142-145; sobre cmo el emperador lea las escrituras, vase Eusebio, Vida de
Constantino 4. 17, vase tambin Odahl (2004), pp. 137-139. <<
[25] Vase M. Johnson, Architecture of Empire , en Lenski (2006), pp. 278297, esp. 282-288 y 292-295, Grant (1993), pp. 189-207 <<
[26] Mitchell (1998), pp. 66-68; Odahl (2004), pp. 110-112 y Johnson (2006), p.
280. <<
[27] Sobre el Arco vase Odahl (2004), pp. 141-144, Johnson (2006), p. 281,
Potter (2004), pp. 360-362, S. Mitchell, A History of the Later Roman Empire AD
284-641 (2007), pp. 158-163. <<
[28] Johnson (2006), pp. 291-292, Grant (1993), pp. 116-122, Odahl (2004), pp.
221-223, 232-244, y Potter (2004), pp. 383-386. <<
[29] Libanio, Oraciones 30.6; encontramos un buen anlisis del tema en A. Lee,
Traditional Religions en Lenski (2006), pp. 159-179, esp. pp. 174-175. <<
[30] Sobre el sacrificio, vase Lee (2006), pp. 173-174, esp. n. 69; sobre otras
ley es, vase A. Cameron, The Reign of Constantine en CAH2 XII (2005), pp.
95-97, Jones (1964), p. 92, y Mitchell (2007), pp. 68-69. <<
[32] Drake (2006), pp. 116-121, Odahl (2004), pp. 129-141, Grant (1993), pp.
164-167, y Potter (2004), pp. 402-410. <<
[33] Drake (2006), pp. 123-125, Potter (2004), pp. 410-420, Odahl (2004), pp.
190-199, Jones (1964), pp. 86-89. <<
[34] Jones (1964), pp. 90-92, 93-97, Lane Fox (1988), pp. 609-662. <<
[36] Grant (1993), pp. 110-115, Odahl (2004), pp. 204-208, Lenski (2006), pp. 7879, Potter (2004), pp. 380-382. <<
[38] Sobre las guerras con los godos, vase M. Kulikowski, Romes Gothic Wars
(2007), pp. 80-86; sobre echar a los rey es francos a las fieras, vase Pan. Lat.
7(6). 4.2,6(7). 10.2-11.6, 4(10). 16. 5-6, Eutropio, Breviarum 10.3.2. <<
[39] Sobre las fuentes que mencionan las relaciones de Constantino con Persia,
vase M. Dodgeon y S. Lieu, The Roman Eastern Frontier and the Persian Wars
AD 226-363 (1991), pp. 145-163. La cita ha sido tomada del extracto de la obra
de Eusebio, Vida de Constantino 4. 8-13, en pp. 150-152; vase tambin T. Barnes,
Constantine and the Christians of Persia , JRS 75 (1985), pp. 126-136. <<
Notas X. Rivales
[3] Vase R. Burgess, The Summer of Blood: The Great Massacre of 337
and the Promotion of the Sons of Constantine , Dumbarton Oaks Papers, 61
(edicin en preparacin, 2007). <<
[4] Las principales fuentes sobre la muerte de Constantino incluy endo a Zsimo
2. 39-40, Aurelio Vctor, De Caesaribus 41, que afirma que el ejrcito se neg a
aceptar a nadie aparte de a los hijos de Constantino; encontramos descripciones y
anlisis ms completos en R. Frakes, The Dy nasty of Constantine down to
363 , en N. Lenski (ed.), The Cambridge Companion to the age of Constantine
(2006), pp. 91-107, esp. 94-99, D. Potter, The Roman Empire at Bay, AD 180-395
(2004), pp. 459-462, D. Hunt, The Successors of Constantine , en CAH2 XIII
(1998), pp. 1-5, y A. Jones, Vie Later Roman Empire 284-603. Vol. 1 (1964), p.
112. <<
[5] Constante slo tena a un oficial con l cuando fue capturado, vase Amiano
Marcelino 15. 5. 16. <<
[6] En general, vase Frakes (2006), pp. 100-101, Potter (2004), pp. 471-474,
Hunt en CAH2 XIII (1998), pp. 10-11, 14-22, Jones (1964), pp. 112-113; vase
Aurelio Vctor, De Caesaribus 42 y Amiano Marcelino 15. 5. 33 sobre la
desercin de Silvano. <<
[7] Cita de Amiano Marcelino 15. 1. 2; sobre la carrera de Galo, vase Frakes
(2006), pp. 101-102, Potter (2004), pp. 474-476, Hunt en CAH2 XIII (1998), pp.
24-25, y G. Bowersock Julian the Apostate (1978), pp. 21-47; Amiano
proporciona la descripcin ms detallada, 14. 1, 7, 9, 11, 15. 1. <<
[11] Sobre Ursicino, vase Amiano Marcelino 15. 2. 1-6; sobre la administracin
en general, vase C. Kelly, Ruling the Later Roman Empire (2004), y la til
revisin que hace del tema G. Greatrex en Phoenix 60 (2006), pp. 178-181. <<
[17] Sobre los veintiocho das de reinado de San Jernimo, Chron. s.a. 354,
Aurelio Vctor, De Caesaribus 42. 16, y Juliano, Oracin 2. 99, donde dice que
dur menos de un mes. <<
[2] M. Goodman, The Roman World 44 BC AD 180 (1997), pp. 81-84, afirma
que Augusto mantena un ejrcito permanente ante todo para defenderse de los
rivales internos. Sin duda era un factor importante, pero no explica por qu el
ejrcito tena que ser tan grande. <<
[3] Sobre el origen y significado del trmino, vase B. Isaac, The Meaning of
the Terms Limes and Limitanei , JRS 78 (1988), pp. 125-147; sobre las razias,
vase H. Elton, Warfare in Roman Enrope AD 350-425 (1996), p. 206. <<
[4] Zsimo 2. 33 afirma que fue Constantino quien cre el rango de magister
militum. <<
[5] Sobre el ejrcito en general, vase Elton (1996), esp. 89-117, M. Nicasie,
Twilight of Empire: The Roman Army from the Reign of Diocletian until the Battle
of Adrianople (1998), K. Dixon y P. Southern, The Late Roman Army (1996),Y. Le
Bohec, Larme romaine sous le Bas-Empire (2006), A. Lee, The Army en
CAH2 XIII (1998), pp. 213-237, A. Jones, The Later Roman Empire 284-603. Vol.
1 (1964), pp. 607-686, y D. Potter, The Roman Empire at Bay. AD 180-395
(2004), pp. 448-459. <<
[6] Encontramos un anlisis del tamao del ejrcito en R. MacMullen, How big
was the Roman Imperial Army , Klio 62 (1980), pp. 451-460, Jones (1964), pp.
679-685, y W Treadgold, Byzantium and its Army, 284-1081 (1995), pp. 43-59.
<<
[8] Vease Elton (1996), pp. 89-90, Coello (1006), pp. 59-64; Amiano Marcelino
31. 10. 12 menciona destacamentos de quinientos hombres aparentemente
tomados de cada legin, lo que indicara que esas unidades eran ms numerosas.
<<
[9] Potter (2004), pp. 456-457, es uno de los pocos estudiosos que sugiere con
cautela que tal vez el ejrcito fuera ms pequeo en el siglo IV. <<
[10] Jones (1964), pp. 614-623, Elton (1996), pp. 128-154, Potter (2004), pp. 457459, 687 fn. 74 sobre referencias a las ley es que trataban de la automutilacin;
Amiano Marcelino 15. 12. 3 afirma que era especialmente habitual en Italia;
sobre el quite durante el reinado de Augusto, vase Suetonio, Augustus 24. 1;
sobre el deseo de servir entre los limitanei, vase R. Tomlin, Christianity and the
Roman Army , en S. Lieu y D. Montserrat (eds.), Constantine. History,
Historiography and Legend (1998), pp. 21-51, esp. pp. 22-24. <<
[15] Vease Elton (1996), pp. 107-117, 250-263, M. Bishop y J. Coulston, Roman
Military Equipment from the Punic Wars to the Fall of Rome (2a ed., 2006), pp.
199-232, I. Stephenson, Romano-Byzantine Infantry Equipment (2006) y I.
Stephenson y K. Dixon, Roman Cavalry Equipment (2003). <<
[16] Sobre los comitatenses y su despliegue, vase Elton (1996), pp. 89-99,199233. <<
[17] Amiano Marcelino 15. 8. 1-22; los soldados muestran su aprobacin 15. 8.
15; sobre la actitud de nuestras fuentes respecto a Juliano, vase G. Bowersock,
Julian the Apostate (1978), pp. 1-11, T. Barnes, Amiano Marcelino and the
Representation of Historical reality (1998), pp. 143-165, y las fuentes recopiladas
y comentadas en S. Tougher, Julian the Apostate (2007); sobre el ascenso de
Juliano a Csar, vase J. Matthews, The Roman Empire of Ammianus (1989), pp.
81-90. <<
[18] En general, vase Elton (1996), pp. 15-88, J. Drinkwater, The Alamanni and
Rome 213-496 (Caracalla to Clodoveo) (2007), passim, T. Burns, Rome and the
Barbarians 100 BC-AD 400 (2003), pp. 309-362, H. Wolfram (trad. T. Dunlap),
The Roman Empire and its Germanic Peoples (1997), pp. 51-101; 45; sobre
pueblos conquistados, vase Juliano, Carta a los atenienses 278d-279b; sobre la
recuperacin de los cautivos romanos, vase Amiano Marcelino 17. 10. 7-8, 18.
2. 19, Zsimo 3.3.4-7. <<
[19] Sobre el comercio en hierro y piedra del este del Rin, vase Drinkwater
(2007), pp. 133-134; sobre el uso de los brbaros por parte de Magnencio, vase
Drinkwater (2007), pp. 201-205. <<
[20] Juliano, Carta a los atenienses 123d-124d sobre su lectura de los Comentarios
de Csar; sobre su vida anterior, vase Bowersock (1978), pp. 12-32. <<
[22] Sobre la campaa, vase Amiano Marcelino 16. 2. 1-3. 3; sobre el retraso a
la hora de que les abrieran las puertas de Troy es, vase 16. 2. 7. <<
[24] Sobre la campaa y la batalla, vase Amiano Marcelino 16. 11. 1-12. 66,
con Drinkwater (2007), pp. 224-242, Bowersock (1978), pp. 40-42, Barnes (1998),
p. 152, y A. Goldsworthy, Grandes generales del ejrcito romano. Campaas,
estrategias y tcticas (2005); sobre la mala conducta de la caballera romana,
vase Zsimo 3.3. <<
[25] Amiano Marcelino 17. 1. 1-14; sobre las relaciones fronterizas en general en
ese periodo, vase A. Lee, Information and Frontiers: Roman Foreign Relations in
Late Antiquity (1993). <<
[28] Amiano Marcelino 17. 11. 1-5, 18. 1. 1-4, 20. 4. 1-5. 10, con Bowersock
(1978), pp. 46-54. <<
[31] Cita de Amiano Marcelino 27. 2. 11; sobre cmo los saqueadores se tean el
pelo, vase Amiano Marcelino 27. 2. 1-3. <<
[2] Amiano Marcelino 22. 3. 1-12; vase tambin N. Lenski, The Failure of
Empire: Valens and the Roman State in the Fourth Century AD (2002), p. 104. <<
[3] Sobre las creencias de Juliano, vanse los diversos anlisis de G. Bowersock,
Julian the Apostate (1978), pp. 12-20, 61-65, D. Potter, The Roman Empire at Bay,
AD 180-395 (2004), pp. 496-499, 508-509, y G. Fowden, Julian, Philosopher
and Reformer of Poly theism en CAH2 XIII (1998), pp. 543-548; A. Murdoch,
The Last Pagan: Julian the Apostate and the Death of the Ancient World (2003), es
un estudio reciente muy accesible sobre la vida de Juliano, y vanse pp. 9-37
sobre los primeros aos de su vida y sus creencias. <<
[5] Amiano Marcelino 22. 4. 1-10, 7. 5-8; sobre Mximo de feso, vase Amiano
Marcelino 22.7.3-4. <<
[6] Sobre este periodo, vanse las fuentes de M. Dodgeon y S. Lieu, The Roman
Eastern Frontier and the Persian Wars AD 226-363 (1991), pp. 143-210. <<
[7] Amiano Marcelino 16. 9. 1-4, 17. 5. 1-15, con J. Matthews, The Roman
Empire of Ammianus (1989), pp. 39-47, y Dodgeon y Lieu (1991), pp. 211-212.
<<
[8] Sobre la campaa y el asedio, vase Amiano Marcelino 18.4. 1-19. 9. 9. <<
[9] Amiano Marcelino 19. 9. 9 afirma que Sapor perdi treinta mil hombres
durante el asedio de Amida; sobre el rastro de prisioneros con el tendn de la
pierna cortado, vase Amiano Marcelino 19. 6. 2, con A. Lee, War in Late
Antiquity: A Social History (2007), pp. 135-138; sobre la toma de Singara y
Bezabde, vase Amiano Marcelino 20. 6. 1-7. 18. <<
[11] Sobre la guerra, vase Amiano Marcelino 22. 12. 1-4, con Matthews (1989),
pp. 134-140, Potter (2004), pp. 514-520, y D. Hunt en CAH2 XIII (1998), pp. 7377. <<
[12] Sobre la cada del forraje apilado, vase Amiano Marcelino 23. 2. 8; sobre
los sacrificios, vase Amiano Marcelino 22. 12. 1-3, 6-7; sobre Antioqua, vase
Amiano Marcelino 22. 9. 1-10. 7; sobre el tamao del ejrcito, vase Amiano
Marcelino 23. 3. 5, 24. 7. 4, 25. 7. 2, y Zsimo 3. 13 y el anlisis de Matthews
(1989), pp. 166-169. <<
[13] Vase Amiano Marcelino 24. 2. 15-17; vase tambin el anlisis del tema en
J. Lendon, Soldados y fantasmas. Historia de las guerras en Grecia y Roma
(2006). <<
[14] Vase Amiano Marcelino 24. 4. 1-5; encontramos las historias sobre
Africano y Alejandro en Polibio 10. 18. 1-19. 7, Libio 26. 49. 11-50. 14, y
Plutarco, Alejandro 21. <<
[15] Sobre la campaa en general, vase Dodgeon y Lieu (1991), las pp. 231-274
examinan las fuentes. <<
[16] Sobre la campaa persa, vase Matthews (1989), pp. 130-179; sobre la
muerte de Juliano, vase Amiano Marcelino 25. 3. 1-23, con Potter (2004), p. 518
y Lenski (2002), p. 14 respecto a la fecha. <<
[18] Amiano Marcelino 25. 7. 1-14, 9. 1-13 y Lenski (2002), pp. 160-161;
Amiano y las fuentes sobre el tratado estn reunidos en G. Greatrex y S. Lieu,
The Roman Eastern Frontier and the Persian Wars. Part 2 AD 363-630 (2002), pp.
1-9. <<
[19] Vase Lenski (2002), pp. 214-217; sobre Jerusaln, vase Amiano Marcelino
23. 1. 1-3. <<
[21] Amiano Marcelino 22. 10. 7, con Bowersock (1978), pp. 70-71, 79-93, Potter
(2004), pp. 508-514 y Fowden en CAH2 XIII (1998), pp. 543-548. <<
[22] Vase H. Chadwick, Orthodoxy and Heresy from the Death of Constantine
to the Eve of the First Council of Ephesus en CAH2 XIII (1998), pp. 561-600
sobre la Iglesia en general; vase tambin, sobre la dramtica carrera de un
obispo especialmente polmico de Alejandra, la obra de T. Barnes, Athanasius
and Constantius: Theology and Politics in the Constantinian Empire (1993); sobre
el monacato, vase P. Brown, The Rise and Function of the Holy Man in Late
Antiquity , JRS 61 (1971), pp. 801-101, y Asceticism: Pagan and Christian
en CAH2 XIII (1998), pp. 601-631, y Christianization and Religious Conflict
en CAH2 XIII (1998), pp. 632-664, esp. 639, que analiza los orgenes de la
palabra pagano. <<
[23] Amiano Marcelino 25. 11. 1-13. 1, con Lenski (2002), pp. 20-22. <<
[24] Amiano Marcelino 26.4. 1, con Lenski (2002), pp. 14-45. <<
[25] Sobre las fuentes de friccin entre Roma y Persia, vase Greatrex y Lieu
(2002), pp. 10-16. <<
[26] Amiano Marcelino 26. 5. 13; sobre la rebelin en general, vase el anlisis
de Lenski (2002), pp. 68-115, y Matthews (1989), pp. 193-203. <<
[28] Vase C. Kelly, Riding the Later Roman Empire (2004), esp. pp. 20-34. <<
[30] Vase Kelly (2004), pp. 36-44, 64-104, y 107, 138-143 sobre la inscripcin
de Timgad; encontramos una opinin especialmente crtica de la administracin
de este periodo en R. MacMullen, Corruption and the Decline of Rome (1988), pp.
137-170. <<
[31] Kelly (2004), p. 207, MacMullen (1988), pp. 149-150, y A. Jones, The Later
Roman Empire: 284-602. Volume 1 (1964), pp. 126-130, 396-401. <<
[34] Por ejemplo el anlisis de P. Heather, La cada del Imperio romano (2008),
que lo considera un resultado general de las malas comunicaciones del mundo
antiguo en vez de un reflejo de la administracin del siglo IV. <<
[3] Sobre el dominio ejercido por los oficiales y burcratas de ms rango, vase
D. Potter, The Roman Empire al Bay AD 180-395 (2004), pp. 533-546. <<
[4] N. Lenski, The Failure of Empire: Valens and the Roman State in the Fourth
Century AD (2002), pp. 14-45, y esp. 56-67. <<
[5] Vase P. Heather, Goths and Romans 332-489 (1991), pp. 12-18,84-121, y
The Goths (1996), pp. 51-93, H. Wolfram (trad. T. Dunlap), The Roman Empire
and its Germanic Peoples (1997), pp. 69-72, M. Kulikowski, Romes Gothic Wars
(2007), pp. 43-70, y T. Burns, Barbarians Within the Gates of Rome: A study of
Roman Military Policy and the Barbarians, ca. 375-425 AD. (1994), esp. pp. 303304, n. 117. <<
[6] Amiano Marcelino 31. 3. 8-4. 4; sobre el apoy o a Procopio, vase Amiano
Marcelino 26. 10. 3, con Heather (1991), pp. 101-102, 109, 116, y Kulikowski
(2007), pp. 112-118. <<
[8] Heather (1991), pp. 118-121, Kulikowski (2007), p. 117, Burns (1994), pp. 1519,Wolfram (197), pp. 64-65. <<
[9] Amiano Marcelino 31. 2. 1-12; la cita ha sido sacada de 10-11, as como P.
Heather, La cada del Imperio romano (2008), (1996), pp. 97-104. <<
[10] Amiano Marcelino 31. 3. 1-8, con Heather (1994), pp. 98-102, y Kulikowski
(2007), pp. 124-128; vase el empleo de los hunos por parte de los godos en
31.3.3. <<
[11] Vanse los breves comentarios de S. Mitchell, A History of the Later Roman
Empire AD 284-641 (2007), p. 81-84. <<
[14] ILS 986 vase Campbell (1984), pp. 360-361, y sobre casos anteriores del
asentamiento de grupos externos, vase S. Dy son, The Creation of the Roman
Frontier (1985), esp. pp. 105-108, 172-173, 205-6. <<
[16] Zsimo 4. 20. 6 afirma que los oficiales romanos no desarmaron a los godos;
vase el anlisis de Burns (1994), p. 24, y Kulikowski (2007), p. 130. <<
[17] Amiano Marcelino 31.4. 11, 5. 1-2; vase Heather (1991), pp. 140-142, y
Kulikowski (2007), pp. 130-131, que sugieren que es posible que la escasez de
alimento que sufran los godos fuera deliberada y buscara mantenerlos bajo
control. No tenemos pruebas al respecto y habra sido un plan extremadamente
peligroso; vase tambin Lenski (2002), pp. 348-355; sobre los preparativos de las
campaas imperiales, vase H. Elton, Warfare in Roman Europe AD 350-425
(1996), pp. 236-238. <<
[18] Vase Amiano Marcelino 31. 5. 4-8, con Heather (1991), pp. 140-142,
(2008), que afirma que lo ms probable es que Valente diera la orden de capturar
a los caudillos godos, y tambin Lenski (2002), pp. 325-328, Kulikowski (2007),
pp. 132-133, Burns (1994), p. 26; encontramos otros ejemplos de juego sucio en
los banquetes por parte de los romanos en Amiano Marcelino 29.6.5, en el ao
374, y en 30. 1. 18-21 alrededor del mismo ao. <<
[20] Amiano Marcelino 31. 6. 1-8, 8. 1-10; vase tambin Lenski (2002), pp. 336338 sobre las divisiones entre los godos. <<
[21] Amiano Marcelino 31. 7. 1-16,, 8. 9-10, 11. 1-6; sobre esta fase de la guerra,
vase tambin Heather (1991), pp. 142-146, Kulikowski (2007), pp. 133-138,
Burns (1994), pp. 26-28, y M. Nicasie, Twilight of Empire: The Roman Army from
the Reign of Diocletian until the Battle of Adrianople (1998), pp. 233-242. <<
[25] Sobre las cifras y la batalla en general, vase Heather (1991), pp. 146-147,
Burns (1994), pp. 29-33, y The battle of Adrianople: A Reconsideration ,
Historia 22 (1973), pp. 336-345, Kulikowski (2007), pp. 139-143, Nicasie (1998),
pp. 241-253, Wolfram (1997), pp. 84-87, Lenski (2002), pp. 339, 354-355, W
Treadgold, Byzantium and its Army 284-1081 (1995), p. 57, A. Jones, The Later
Roman Empire. Vol. 2 (1965), p. 1425, J. Matthews, The Roman Empire of
Ammianus (1989), pp. 296-301, A. Barbero (trad. Clara Orlandi). El da de los
brbaros. La batalla de Adrianpolis, 9 de agosto de 387 (2007), y Delbruck
(1980), pp. 269-284; vase tambin Y. Le Bohec, Larme romaine sous le BasEmpire (2006), y la revisin de G. Greatrex en Antiquite tardive 15 (2007); en
general, vase tambin R. Errington, Roman Imperial Policy from Julian to
Theodosius (2006). <<
[27] Sobre las masacres, vase Amiano Marcelino 31. 16. 8 con Kulikowski
(2007), pp. 145-147; sobre Teodosio, vase S. Williams y G. Friell, Theodosius.
The empire at Bay (1994), pp. 20-28, Kulikowski (2007), pp. 147-150, y Burns
(1994), pp. 43-45; sobre las secuelas de Adrianpolis, vase tambin N. Lenski,
Initium mal Romano imperio: Contemporary Reactions to the Battle of
Adrianople , Transactions of the American Philological Association 127 (1997),
pp. 129-168. <<
[28] Williams y Friell (1994), pp. 28-35, Kulikowski (2007), pp. 150-153, y Burns
(1994), pp. 45-72. <<
[29] Vease Heather (1991), pp. 149-181 (2005), pp. 182-189, Wolfram (1997),
pp. 87-89, y Burns (1994), pp. 73-91, con una opinin ms escptica en Halsall
(2007), pp. 180-185. <<
[31] Amiano Marcelino 31. 10. 18-19, Williams y Friell (1994), pp. 36-40, Potter
(2004), pp. 549-552, y J. Curran en CAH2 XIII (1998), pp. 104-106. <<
[32] Sobre el hecho de vivir como padre e hijo , vase San Ambrosio, Cartas
24. 7. <<
[33] Williams y Friell (1994), pp. 40-3, 61-64, Potter (2004), y Curran en CAH2
XIII (1998), p. 107; la historia de Justina utilizando a su hija para persuadir a
Teodosio est en Zsimo 4. 44. <<
[34] Williams y Friell (1994), pp. 125-137, Curran en CAH2 XIII (1998), pp. 108110. <<
[35] Heather (1991), pp. 181-188, Kulikowski (2007), pp. 158-163, y Burns
(1994), pp. 92-111. <<
[3] C. Kelly, Ruling the Later Roman Empire (2004), pp. 26-36, 186-203. <<
[4] Sobre las fuentes, vase G. Greatrex y N. Lieu (eds.), The Roman Eastern
Frontier and the Persian Wars. Part II AD 363-630 (2002), pp. 20-30. <<
[5] Encontramos un til estudio de las relaciones entre los romanos y los persas
en este periodo en B. Isaac en CAH2 XIII (1998), pp. 442-452; sobre la guerra en
421-422, vanse las fuentes recopiladas en Greatrex y Lieu (2002), pp. 36-43. <<
[8] Saws, vase Ausonio, Mosella 2.361-363, con A. Wilson, Machines, Power,
and the Ancient Economy , Journal of Roman Studies, 92 (2002), pp. 1-32, esp.
15-17. <<
[11] San Paulino, Vida de San Ambrosio 31; encontramos un anlisis en Williams
Friel (1994), pp. 131-137 y con mucho ms detalle en N. McLy nn, Ambrose of
Milan: Church and Court in a Christian Capital (1994). <<
[15] Sobre las sinagogas, vase Mitchell (2007), pp. 235-237. <<
[16] Sobre San Ambrosio y Teodosio, vase Williams y Friel (1994), pp. 64-65,
68-70, y Mitchell (2007), pp. 248-250. <<
[17] Vase C. Kelly en CAH2 XIII (1998), pp. 153-156, y N. Lenski, The Failure
of Empire: Valens and the Roman State in the fourth Century AD (2002), pp. 8697,142-143. <<
[18] San Gregorio de Nisa, De Deitate Filii et Spiritus Sanctis, en J.-P. Migne (ed.)
Patrologa Graeca 46. 557-558. <<
[20] Vase Williams y Friel (1994), pp. 119-125, Mitchell (2007), pp. 248-251, y
G. Fowden en CAH2 XIII (1998), pp. 548-554. <<
[21] El tema del aparente poder de los lderes cristianos y los hombres sagrados
como factor principal se examina en R. MacMullen, Christianizing the Roman
Empire AD 100-400 (1984); sobre la Iglesia en general, vase H. Chadwick, The
Church in Ancient Society: from Galilee to Gregory the Great (2001). <<
[22] Sobre Ulfila, Saba y el cristianismo godo, vase P. Heather, The Goths
(1998), pp. 60-62, 73-74, 85,313, H. Wolfram (trad. T. Dunlap), The Roman
Empire and its Germanic Peoples, pp. 69-70, 72-73, 76-79, M. Kurikowski, Romes
Gothic Wars (2007), pp. 107-111, 118-122, G. Greatrex, The Gothic Arians
after Theodosius (to Justinian) , Studia Patrstica, 34 (2001), pp. 73-81, y T.
Burns, Rome and the Barbarians, 100 BC-AD 400 (2003), pp. 337-338, 368-369.
<<
[3] Sobre la Notitia Dignitatum, vase A. Jones, The Later Roman Empire 284-602
(1964), pp. 1417-1450, y la recopilacin de ensay os en R. Goodburn y P.
Bartholomew (eds.), Aspects of the Notitia Dignitatum. BAR Supplementary Series
15 (1976) y tambin M. Kulikowski, The Notitia Dignitatum as a Historical
Source , Historia 99 (2002), pp. 358-377. O. Seeck (ed.), Notititia Dignitatum
(1876) sigue siendo una de las ediciones ms fciles de conseguir, pero
recomiendo que se vea La Notitia Dignitatum: nueva edicin crtica y
comentario histrico , Nueva Roma 25 (2005), que presenta ilustraciones en
color mucho ms tiles. <<
[4] Sobre los escudos, vase R. Grigg, Inconsistency and Lassitude: The Shield
Emblems of the Notitia Dignitatum , JRS 73 (1983), pp. 132-142. <<
[6] Vase R. Tomlin, Notitia Dignitatum omnium, tam civilium quam militarium
en Goodburn y Bartholomew (1976), pp. 189-209; sobre el problema de los
nombramientos mltiples para el mismo mando en Egipto, vase Jones (1964), p.
393; hay referencias al respecto en H. Bell, V. Martin, E. Turner, D. van
Berchem (eds.), The Abinnaeus Archive: Papers of a Roman Officer in the Reign
of Constantius II (1964) 1. <<
[8] Sobre las cifras, vase el anlisis de W. Treadgold, Byzantium and its Army
284-1081 (1995), pp. 43-64. Agacio 5. 13. 7-8 que escriba en la dcada de 580
afirmaba que en periodos anteriores el ejrcito ascenda a 645 000 hombres;
sobre la estructura del ejrcito de forma ms general, vase H. Elton, Military
Forces , en P. Sabin, H. Van Wees, y M. Whitby (eds.), The Cambridge History
of Greek and Roman Warfare. Volume II Rome from the Late Republic to the Late
Empire (2007), pp. 270-309. <<
[9] Vase en general J. OFly nn, Generalissimos of the Western Roman Empire
(1983), pp. 1-24, S. Williams y G. Friell, Theodosius. The Empire at Bay (1994),
pp. 143-158, T. Burns, Barbarians within the Gates of Rome. A Study of Roman
Military Policy and the Barbarians, CA. 375-425 AD (1994), pp. 148-182, y J.
Matthews, Western Aristocracies and Imperial Court. AD 364-425 (1975), pp. 253283. <<
[10] Vase G. Greatrex y S. Lieu, The Roman Eastern Frontier and the Persian
Wars. Part 2 AD 363-630 (2002), pp. 17-19, respecto a las fuentes para este
episodio. <<
[13] Kulikowski (2007), pp. 166-168, Burns (1995), pp. 158-163, O Fly nn (1983),
pp. 27-38, y J. Bury, History of the Later Roman Empire from the Death of
Theodosius I to the death of Justinian. Vol. 1 (1958), pp. 115-121. <<
[14] Zsimo 5. 11, con O Fly nn (1983), pp. 36-37, Williams Friell (1994), pp.
148-150. <<
[15] Zsimo 5. 13-18, con Kulikowski (2007), pp. 168-169, Burns (1995), pp. 168178, Bury (1958), pp. 126-137. <<
[16] Kulikowski (2007), pp. 170-171, Burns (1995), pp. 178-193, y (1996), p. 146,
y O Fly nn (1983), pp. 37-42. <<
[18] Zsimo 5. 27, con M. Todd, Roman Britain (tercera edicin, 1999), pp. 208209, Bury (1958), pp. 169-171, O Fly nn (1983), pp. 42-44, 56, Jones (1964), pp.
185-186, Burns (1995), pp. 208-214. <<
[20] Burns (1995), pp. 214-217, Kulikowski (2007), pp. 172-173, OFly nn (1983),
pp. 55-59; la cita corresponde al senador llamado Lampadio y est en Zsimo
5.29. <<
[21] Williams y Friell (1994), pp. 157-158, OFly nn (1983), pp. 59-62, Burns
(1995), pp. 215-223, Matthews (1975), pp. 270-283, y R. Blockley en CAH2 XIII
(1998), pp. 121-125. <<
[3] Zsimo 5. 35-37, 45, con J. Matthews, Western Aristocracies and Imperial
Court. AD 364-425 (1975), pp. 284-287, T. Burns, Barbarians within the Gates of
Rome. A study of Roman Military Policy and the Barbarians, CA. 315-425 AD
(1995), pp. 224-233. <<
[4] Zsimo 5. 38-44, con Burns (1995), pp. 233-239, M. Kulikowski, Romes
Gothic Wars (2007), pp. 173-174, y S. Oost, Galla Placidia Augusta. A
Biographical Essay (1968), pp. 89-92. <<
[5] Matthews (1975), pp. 291-298, Burns (1995), pp. 239-242, y Kulikowski
(2007), pp. 174-176. <<
[6] Zsimo 6. 8, con Matthews (1975), pp. 298-300, y Burns (1995), pp. 242-246.
<<
[7] Zsimo 6. 13, donde se afirma que Saro tena slo trescientos hombres. <<
[9] Vase Burns (1995), pp. 244-245, Kulikowski (2007), pp. 6-10, 176-177, P.
Heather, The Goths (1995), pp. 148-149, Wolfram (1997), pp. 99-100, y P.
Heather, La cada del Imperio romano (2008). <<
[11] Burns (1995), pp. 247-258, J. Bury, History of the Later Roman Empire from
the death of Theodosius I to the Death of Justinian, vol. 1 (1958), pp. 185-194, y R.
Brockley en CAH2 XIII (1998), pp. 129-131. <<
[12] Oost (1968), pp. 108-135, Burns (1995), pp. 258-261, y Heather (1995), pp.
148-149. <<
[13] Burns (1995), pp. 261-279, y R. Brockley en CAH2 XIII (1998), pp. 131-133,
y Bury (1958), pp. 194-209. <<
[14] O Fly nn (1983), pp. 63-73, Heather (2005), pp. 236-244,251. <<
[16] Sobre el ejrcito de cuarenta mil, vase Zsimo 5. 42; la entrega de cuatro
mil tnicas y tres mil pieles teidas de rojo es utilizada por Burns (1995), en la p.
234 encontramos la conjetura de que Alarico contaba con unos siete mil
guerreros autnticos. <<
[17] Zsimo 5. 41, sobre los seis mil hombres enviados a Roma; Heather (2008)
presenta un buen anlisis introductorio sobre las aparentes bajas y sustituciones
del ejrcito occidental sugeridas por la Notitia Dignitatum, y vase tambin Jones
(1965), pp. 1425-1436, donde encontramos un desglose ms detallado. <<
[18] Orosio 7. 43, con Burns (1995), pp. 258-259; encontramos una violenta
discusin sobre los juramentos a Roma y juramentos anteriores en Zsimo 4. 56
y Eunapio, Fragmento 59 (60), cf. Burns (1995), p. 68. <<
[1] Calinico, Vita S. Hypatii (ed. G. Bartelink) (Vida de San Hipazo), SC 177
(1971), p. 139.21. <<
[4] Vase E. Thompson (revisado y ed. P. Heather), The Huns (1996), pp. 56-59,
y sobre la apariencia de los hunos, vase O. Maenchen-Helfen, The World of the
Huns: Studies in their History and Culture (1973), pp. 358-375, y Man (2005), pp.
63-66. <<
[7] Maenchen-Helfin (1973), pp. 11-13,18-26, Thompson (1996), pp. 19-68. <<
[8] Sobre el ataque contra los hunos cerca del final del invierno, vase Len,
Problemata 7. 9; sobre los caballos de los hunos, vase Vegetius, Mulomedicina 3.
6. 1-7. 1, con Maenchen-Helfin (1973), pp. 185, 204; sobre las sillas de montar,
vase Maenchen-Helfin (1973), pp. 208-210; Heather (2008) repite que cada
guerrero necesitaba diez caballos citando a R. Lindner, Nomadism, Huns and
horses , Past and Present 92 (1981), pp. 1-19. <<
[9] Sobre los arcos y el tiro con arco, vase Maenchen-Helfin (1973), pp. 221232, Heather (2008), Man (2005), p. 97-99, N. Fields, The Hun. Scourge of God
AD 375-565 (Osprey Warrior Series 111, 2006), pp. 30-32, 39-46, M. Bishop y J.
Coulston, Roman Military Equipment from the Punic Wars to the Fall of Rome (2.a
edicin, 2006), pp. 88, 134-135, 164-168, 205-206, J. Coulston, Roman Archery
Equipment , en M. Bishop (ed.), The Production and Distribution of Roman
Military Equipment. Proceedings of the Second Roman Military Equipment
Research Seminar. BAR 275 (1985), pp. 230-348; sobre la efectividad, vase W.
McLeod, The Range of the Ancient Bow , Phoenix 19 (1965), pp. 1-14; sobre
las reconstrucciones y las tcnicas modernas, vase L. Kassai, Horseback
Archery (2002). <<
[10] H. Elton, Warfare in Roman Europe AD 350-425 (1996), pp. 26-28, analiza la
posibilidad de que el estilo de vida de los hunos cambiara cuando se asentaron
cerca del Imperio. <<
[11] Vase, por ejemplo, la descripcin genrica de Man (2005), pp. 100-103, y
cf. Heather (2008). <<
[13] Maenchen-Helfin (1973), pp. 74-94, Thompson (1996), pp. 30-45, y A. Lee
en CAH2 XIV (2000), pp. 40-41. <<
[14] Maenchen-Helfin (1973), pp. 109-110, Thompson (1996), pp. 87-89. <<
[16] Sobre la peticin de que les entregaran a los desertores, vase Whitby in
CAH2 XIV (2000), p. 705. <<
[19] Sobre los impuestos sobre el Senado, vase Prisco, Fragmento 9. 3. 22-33, y
encontramos los comentarios sobre su actitud en Thompson (1996), pp. 203-224;
sobre el envo de frecuentes embajadas, vase Maenchen-Helfin (1973), pp. 185,
Thompson (1996), pp. 95-97, con Prisco, Fragmentos 5M. 1-10; sobre la
diplomacia de Atila, vase tambin Whitby en CAH2 XIV (2000), pp. 706-708.
<<
[20] Bury (1958), pp. 279-288, brinda una traduccin completa y vivida de este
llamativo pasaje. <<
[24] H. Wolfram (trad. T. Dunlap), The Roman Empire and its Germanic Peoples
(1997), pp. 123-136. <<
[25] Bury (1958), pp. 240-244, Heather (2005), pp. 281-282, Thompson (1996),
pp. 38-40,54-56,60, y Maenchen-Helfin (1973), pp. 33-35,49-50; sobre Aecio y
otros generales romanos de este periodo, vase P. McGeorge, Late Roman
Warlords (2003). <<
[26] Vase P. Heather in CAH2 XIV (2000), pp. 5-8, Bury (1958), pp. 247-249,
Maenchen-Helfin (1973), pp. 63-65. <<
[27] Vase Heather (2005), pp. 266-272, Bury (1958), pp. 244-247, Wolfram
(1997), pp. 165-167, y M. Tood, The Early Germans (2.a edicin, 2004), pp. 175178; encontramos la cifra de ochenta mil vndalos en Victor Vit. Hist. Vand. 1.1.
<<
[28] Procopio, Guerras 3. 3. 22-30, afirma que Bonifacio invit a los vndalos a
entrar en frica, confiando en utilizarlos como aliados en su lucha contra Aecio,
pero ms tarde se arrepinti de su decisin; sobre las cartas de San Agustn, vase
Heather (2005), pp. 267 y 271; entre los ejemplos de cartas escritos en esos aos
se encuentran las de San Agustn, Ep. 220, 229-231. <<
[29] Heather (2005), pp. 272-280 y en CAH2 XIV (2000), pp. 10-12, 288-299,
Bury (1958), pp. 254-260, y A. Jones, The Later Roman Empire 284-602 (1964),
pp. 190, 204-208. <<
[32] Thompson (1996), pp. 148-156, Bury (1958), pp. 288-294, y Heather (2008).
<<
[33] Maenchen-Helfin (1973), pp. 131-142, Thompson (1996), pp. 156-163, Bury
(1958), pp. 294-296, y Heather (2005), pp. 339-342. <<
[4] Sobre las fuentes literarias, vase A. Esmonde Cleary, The Ending of Roman
Britain (1989), 162-165, y C. Sny der, An Age of Tyrants: Britain and the Britons
AD 400-600 (1998), passim, pero sobre todo las pp. 29-49, K. Dark, Britain and
the End of the Roman Empire (2000), pp. 27-48. <<
[8] Sobre el tamao del ejrcito en el siglo II, vase A. Birley, The Economic
Effects of Roman Frontier Policy , en A. King y M. Henig (eds.), The Roman
West in the Third Century. BAR 109 (1981), p. 40; sobre el menor tamao de los
bloques de barracones en el siglo III, vase N. Hodgson y P. Bidwell, Auxiliary
Barracks in a New Light: recent Discoveries on Hadrians Wall , Britannia 35
(2004), pp. 121-157, esp. 147-154. <<
[9] Sobre la catedral, vase Dark (2000), pp. 50-51; sobre las ciudades
pequeas , vanse las ponencias de T. Rodwell y T. Rowley (ed.), Small Towns of
Roman Britain. BAR 15 (1975) y ms en general J. Wacher, The towns of Roman
Britain (2.a ed., 1995). <<
[10] Faulkner (2004), pp. 27-30, J. Manley, AD 43: The Roman Invasion of Britain,
a Reassessment (2002), 64-5, 111-128; la inscripcin es RIB 91. <<
[13] Sobre los pictos y otros pueblos del norte, vase Mattingly (2006), p. 436,
Johnson (1980), pp. 51-64, y Dark (2000), pp. 211-214; encontramos una
introduccin a los problemas a la hora de fechar a San Patricio y un anlisis de su
vida en C. Thomas, Saint Patrick and Fifth-Century Britain: An Historical Model
explored , en P. Casey (ed.) The End of Roman Britain. Papers from a
Conference, Durham 1978. BAR British Ser. 71 (1979), pp. 81-101, y St. Patrick
Confessions 1. <<
[17] Vase S. Johnson, The Roman Forts of the Saxon Shore (1976), y A. Pearson,
The Roman Shore Forts (2002), donde encontramos opiniones contrapuestas sobre
las funciones de los fuertes. <<
[18] Sobre el estado de las ciudades, vase Esmonde Cleary (1989), pp. 131-133,
Mattingly (2006), pp. 325-350, Faulkner (2004), pp. 169-185, Johnson (1980), pp.
91-97, Todd (1999), pp. 210-212. <<
[19] Esmonde Cleary (1989), pp. 134-136, Mattingly (2006), pp. 368-370,
Faulkner (2004), pp. 185-220, y Todd (1999), pp. 221-229; sobre el cristianismo,
vase Dark (2000), pp. 18-20. <<
[20] Zsimo, Nueva Historia 6.5, 6, 10, con ciertos comentarios que difieren al
respecto en Birley (2005), pp. 461-465, Sny der (1998), p. 24. <<
[21] Esmonde Cleary (1989), pp. 136-143, Faulkner (2004), pp. 242-262,
Mattingly (2006), pp. 529-539, Sny der (1998), pp. 17-25, y Johnson (1980), pp.
104-110. <<
[22] Sobre terminologa, vase esp. Sny der (1998), pp. 81-127. <<
[27] Vase I. Wood, The Fall of the Western Empire and the End of Roman
Britain , Britannia, 18 (1987), pp. 251-262, Sny der (1998), pp. 37-40, Johnson
(1980), pp. 115-116. <<
[30] Vanse las diversas opiniones al respecto en Johnson (1980), pp. 104-147,
Dark (2000), pp. 58-104, y H. Wolfram (trad. T. Dunlap), The Roman Empire and
its Germanic Peoples (1997), pp. 240-247. <<
[31] Vase Wolfram (1997), pp. 244-247, Johnson (1980), pp. 119-123; la
Crnica Glica de 452 presenta el 441 (Teodosio II XVIII) como fecha en la que
Britania cay bajo el control de los sajones. <<
[32] M. Todd, The Early Germans (2.a ed., 2004), pp. 202-210. <<
[33] Sidonio Apolinar, Epistolae 3. 9. 1-2 sobre Riotamo, con Sny der (1998), pp.
82-83; San Patricio, Epstola 6 sobre el rey britnico Coroticus. <<
[35] Sobre los britanos y su sentido de la identidad, vase Sny der (1998), pp. 6672. <<
[36] Hay una buena introduccin sobre las pruebas y la actitud acadmica
respecto a Arturo en Sny der (1998), pp. 253-255. J. Morris, The Age of Arthur. A
History of the British Isles from 350 to 650 (1973) sigue siendo una buena lectura,
pero no todas las partes han resistido bien el paso del tiempo. <<
[1] Salviano, De Gubernatione Dei 4.30, con J. Bury, History of the Later Roman
Empire from the Death of Theodosius I to the Death of Justinian (1958), p. 308. <<
[3] Sobre el saqueo vndalo de Roma en general vase Bury (1958), pp. 323-326,
A. Jones, The Later Roman Empire 284-602 (1964),p. 240, P. Barnwell, Emperors,
Prefects and Kings: The Roman West, 395-565 (1992), pp. 116-117, B. WardPerkins, La cada de Roma y el fin de la civilizacin (2007), citando a Vctor de
Vita, Vandal Persecution 1. 25 sobre la exigencia de un rescate por los cautivos, y
P. Heather, La cada del Imperio romano (2008); sobre el saqueo y la muerte de
Petronio, vase Prisco, fragmento 30. 2,Juan de Antioqua 201, Procopio, Guerras
3. 4. 36-5. 5, y Sidonio Apolinar, Cartas 2. 13. <<
[5] Bury (1958), pp. 326-328, Jones (1964), pp. 240-241, Heather (2008), 390391; sobre los rumores de que la muerte de Avito fuera un crimen, vase Juan de
Antioqua, fragmento 86. <<
[6] Vase M. Todd, The Early Germans (2.a edicin, 2004), pp. 152-154, 172-175,
y P. Heather, The Goths (1996), pp. 187-191, 194-198, y en CAH2 XIV (2000), p.
22. <<
[7] Bury (1958), pp. 330-332, y Heather en CAH2 XIV (2000), p. 23. <<
[9] Heather (2005), pp. 392-407, y Burns (1958), pp. 332-337. <<
[10] Ward-Perkins (2007), pp. 45-46,54, Heather (2008) y I. Wood en CAH2 XIV
(2000), pp. 502-505. <<
[12] Vase D. Lee en CAH2 XIV (2000), pp. 45-48, y Bury (1958), pp. 316-321.
<<
[13] En general, vase Bury (1958), pp. 348-388, S. Mitchell, A History of the
Later Roman Empire, AD 284-641 (2007), pp. 289-293; en ms detalle en P. Allen
en CAH2 XIV (2000), pp. 811-820, y W Treadgold, A History of Byzantine state
and Society (1997), esp. pp. 1-241. <<
[14] Mitchell (2007), pp. 275, 290, 320, y Bury (1958), pp. 215-221. <<
[19] Ward-Perkins (2007), pp. 54-56, Heather (2008), Bury (1958), pp. 342-343;
vase tambin Sidonio Apolinar, Cartas 7. 7. 2-6 sobre su ira ante la entrega de
Clermont por parte de Nepote, y 8. 3. 2 que describe a las mujeres godas. <<
[23] Vase Heather (2005), pp. 407-415, Ward-Perkins (2007); sobre el rey Feva,
vase Eugipio, Vida de San Severino 8. 1, 22. 2, 31. 1-6, 40. 1-3, 42. 8, 44.4. <<
[25] Bury (1958), pp. 389-394, 404-406, Heather (2008), Jones (1965), pp. 243245, y Lee en CAH2 XIV (2000), pp. 49-52. <<
[26] Heather (2008), Bury (1958), pp. 405-411, Jones (1965), pp. 244-245. <<
[27] Sobre Odoacro, vase H. Wolfram (trad. T. Dunlap), The Roman Empire and
its Germanic Peoples (1997), pp. 183-188; sobre la importancia de 476, vase B.
Croke, AD 476-the manufacture of a turning point , Chiron 73 91 983), pp. 81119. <<
[28] Vase M. Humphries en CAH2 XIV (2000), pp. 528-530, Bury (1958), pp.
422-426, Heather (1996), pp. 216-220. <<
[6] Por ejemplo, vase J. Moorhead, Theodoric in Italy (1992), pp. 66-68 y P.
Heather, The Goths (1996), pp. 236-242. <<
[7] Sidonio Apolinar, Cartas 5. 5 sobre el amigo que dominaba la lengua de los
burgundios, y Carmen 5. 238-242 sobre el uso de mantequilla para el cabello;
sobre los catlicos que se vestan a la manera vndala, vase Victor Vitalis,
Historia 2. 8. <<
[9] Moorhead (1992), pp. 75-80, y T. Charles-Edwards en CAH2 XIV (2000), pp.
260-271. <<
[10] Vase Moorhead (2001), pp. 54-56, 58-60, y Moorhead (1992), pp. 95-97,
Amory (1997), pp. 195-276, Heather (1996), pp. 245-258, y Todd, The Early
Germans (2.a ed., 2004), pp. 150-163, 166-171, 177-178, y H. Wolfram, (trad. T.
Dunlap), The Roman Empire and its Germanic Peoples (1997), pp. 169-182, 199213. <<
[11] Vase Moorhead (1992), pp. 1-31, y Wolfram (1997), pp. 199-203; sobre el
uso de la palabra legi, vase el Annimo Valesiano 79, junto con el anlisis de
Moorhead (1992), pp. 104-105. <<
[14] Vase tambin B. Ward-Perkins en CAH2 XIV (2000), pp. 346-391 sobre el
panorama econmico general. <<
[15] Vase A. Lee en CAH2 XIV (2000), pp. 49-52, M. Whitby en CAH2 XIV
(2000), pp. 712-714, J. Bury, History of the Later Roman Empire from the Death of
Theodosius I to the Death of Justinian (1958), pp. 389-396, 411-422, A. Jones, The
Later Roman Empire 284-602 (1964), pp. 224-227. <<
[16] Bury (1958), pp. 397-400, Jones (1965), pp. 228-229. <<
[17] Jones (1965), pp. 230-337, Lee en CAH2 XIV (2000), pp. 52-62, y Bury
(1958), pp. 429-452; sobre la rebelin en Isauria contra Anastasio, vase F.
Haarer, Anastasius I: Politics and Empire in the Late Roman World (2006), pp. 1128. <<
[18] W. Treadgold, Byzantium and its Army 284-1081 (1995), pp. 13-15, 149-157
sobre el ejrcito; sobre la administracin, vase en general C. Kelly, Ruling the
Later Roman Empire (2004). <<
[21] Vase Heather (2008), que analiza la pionera obra de G. Tchalenko, Villages
antiques de la Syrie du Nord (1953-1958); vase tambin C. Rouech en CAH2
XIV (2000), pp. 583-585,Ward-Perkins en CAH2 XIV (2000), pp. 328-332, y en
especial C. Foss, Sy ria in Transition, AD 550-750: an Archaeological
Approach , Dumbarton Oaks Papers 51 (1997), pp. 189-269. <<
[24] Sobre Clodoveo, vase R. Collins en CAH2 XIV (2000), p. 118. <<
[1] Nov. 30. 11.2 [traduccin al ingls de Evans (1996), p. 126]. <<
[2] Sobre Anastasio, vase F. Haarer, Anastasius I: Politics and Empire in the Late
Roman World (2006); sobre la sucesin, vase J. Moorhead, Justinian (1994), pp.
14-18, J. Evans, The Age of Justinian: The Circumstances of Imperial Power
(1996), pp. 96-98, y J. Bury, History of the Later Roman Empire from the Death of
Theodosius I to the Death of Justinian (1958), pp. 16-21; sobre su ascenso al
poder, vase G. Greatrex, The Early Years of Justin in the Sources , Electrum,
12 (2007), pp. 99-115; sobre su ausencia de educacin, vase Procopio, Historia
secreta 6. 19, 11.5, 12. 29, John Ly dus, On the Magistracies 3. 51. <<
[3] Moorhead (1994), pp. 15-16, 17-18, 21-22, Evans (1996), p. 97, M. Maas,
Roman Questions, By zantine Answers: Contours of the Age of Justinian , en M.
Maas (ed.), The Cambridge Companion to the Age of Justinian (2005), pp. 3-27,
esp. 5-6, Bury (1958), pp. 20-21, 23-27, y A. Cameron en CAH2 XIV (2000), pp.
63-67; cf. Procopio, Guerras 3. 9. 5. <<
[4] Evans (1996), pp. 101-102, con Procopio, Historia secreta 30. 21-26. <<
[5] J. Evans, The Empress Theodora: Partner of Justinian (2002), pp. 13-24, y
Evans (1996), pp. 98-101, Moorhead (1994), pp. 19-21. <<
[6] Moorhead (1994), pp. 38-40, Evans (1996), p. 104, 138, 145-146, 152, 196197, y Evans (2002), pp. 48-58; Procopio, Historia secreta 17.32-36, habla de las
tres antiguas actrices que fueron llevadas a vivir a palacio. <<
[8] Greatrex, Rome and Persia at War, 502-532 (1998), pp. 43-59. <<
[9] Greatrex (1998), pp. 14-17, sobre la cuestin de las Puertas Caspias; sobre la
guerra de Anastasio contra Persia, vase Greatrex (1998), pp. 73-119, con
fuentes en G. Greatrex y S. Lieu, The Roman Eastern Frontier and the Persian
Wars. Part 2 AD 363-630 (2002), pp. 62-77. <<
[10] Procopio, Guerras 1. 11. 1-39, con Greatrex (1998), pp. 134-138. <<
[11] Greatrex (1998), pp. 139-221, con fuentes en Greatrex y Lieu (2002), pp.
82-101; sobre Dara y Callinicum, vase tambin J. Haldon, The Byzantine Wars
(2001), pp. 23-35 y A. Goldsworthy, Grandes generales del ejrcito romano.
Campaas, estrategias y tcticas (2005); un excelente artculo de C. LillingtonMartin, Archaeological and Ancient Literary Evidence for a Battle near Dara
Gap, Turkey, AD 530: Topography, Texts, Trenches , en A. Lewin y P.
Pellegrini, (eds.), The Late Roman Army in the Near East from Diocletian to the
Arab Conquest (Oxford, 2007), pp. 299-311. <<
[12] Greatrex (2005), pp. 488-489, with Greatrex y Lieu (2002), pp. 102-111. <<
[14] Greatrex y Lieu (2002), pp. 111-134; sobre los aliados, vase Greatrex
(1998), pp. 25-31 y (2005), pp. 490-503. <<
[16] Sobre el tamao de los ejrcitos, vase Howard Johnson (1995), pp. 165169, Greatrex (1998), pp. 31-34; sobre la frontera balcnica, vase Moorhead
(1994), pp. 145-162. <<
[18] Sobre la guerra contra los vndalos, vase Moorhead (1994), pp. 64-70,
Evans (1996), pp. 126-133; sobre las campaas occidentales de Justiniano en
general, vase W Pohl, Justinian and the Barbarian Kingdoms , en M. Maas
(ed.), The Cambridge Companion to the Age of Justinian (2005), pp. 448-476, G.
Halsall, Barbarian Migrations and the Roman West 376-568 (2007), pp. 499-518;
sobre el triunfo, vase Procopio, Guerras 4.9. 1-16. <<
[19] Vase H. Wolfram (trad. T. Dunlap), The Roman Empire and its Germanic
Peoples (1997), pp. 224-227, M. Humphries en CAH2 XIV (2000), pp. 533-535, y
P. Heather, The Goths (1996), pp. 253-255. <<
[20] Moorhead (1994), pp. 72-86, y Evans (1996), pp. 139-151, 153-154, 199;
vase Procopio, Guerras 7. 1. 31-33 sobre la carrera del famoso Alejandro El
tijeras como ejemplo de la brutalidad de algunos de los funcionarios de
Justiniano, cf. A. Jones, The Later Roman Empire 284-602 (1964), p. 289. <<
[22] Evans (1996), pp. 176-181, Moorhead (1994), pp. 107-109, Wolfram (1997),
pp. 233-239, y Haldon (2001), pp. 37-40. <<
[24] Vase Moorhead (1994), pp. 109-115, Evans (1996), pp. 265-266, M.
Humphries en CAH2 XIV (2000), pp. 535-551. <<
[26] Moorhead (1994), pp. 40-49, Evans (1996), pp. 119-125, y (2002), pp. 40-47,
y en detalle G. Greatrex, The Nika Riot: a Reappraisal , Journal of Hellenic
Studies 117 (1997), pp. 60-86; la cita procede de Procopio, Historia de las guerras
1.24.37. <<
[27] Sobre la oferta del trono a Belisario, vase Procopio, Historia de las guerras
6. 29. 1-20, con Moorhead (1994), pp. 85-86 y Evans (1996), p. 150; sobre el
complot de Teodora contra Juan, vase Evans (2002), pp. 54-56. <<
[28] Evans (1996), pp. 44-46,194-195, y C. Kelly, Ruling the Later Roman Empire
(2004), pp. 83-85, 95-104. <<
[29] C. Humfress, Law and Legal Practice in the Age of Justinian , en Maas
(2005), pp. 161-184, Moorhead (1994), pp. 32-38, y D. Liebs en CAH2 XIV
(2000), pp. 247-252. <<
[32] Vase K. Holum, The Classical City in the Sixth Century : Survival and
Transformation , en Maas (2005), pp. 87-112, y J. Liebeschuetz, The Decline
and Fall of the Classical Cuty (2001), pp. 223-248, 284-317; sobre la cultura y la
sociedad del Imperio romano de Oriente en general, la obra de C. Mango,
Byzantium: The Empire of the New Rome (1980), presenta un amplio estudio. <<
[34] Sobre el periodo en general, vase M. Whitby en CAH2 XIV (2000), pp. 86111; sobre la agresin de Justino contra Persia, vase Greatrex (2005), pp. 489490. <<
[35] Sobre la cada de las provincias romanas ante Persia y la recuperacin por
parte de Roma, vanse las fuentes de Greatrex y Lieu (2002), pp. 182-228. <<
[36] Vase J. Moorhead, The Roman Empire Divided 400-700 (2001), pp. 194227, y F. Donner, The Background to Islam , en Maas (2005), pp. 510-533. <<
Notas Conclusin
Notas Eplogo
[1] C. Murphy, Are we Rome? The Fall of an Empire and the Fate of America
(2007), passim, pero esp. 189-195; un intento anterior de extraer una leccin clara
para el actual Estados Unidos entonces an implicado en la Guerra Fra es la
obra de E. Luttwak, La gran estrategia del Imperio romano. <<
[2] Recuerdo un letrero enmarcado que vi, hace aproximadamente una dcada,
en la cantina de personal de la universidad en la que estaba trabajando. Era una
declaracin de intenciones que detallaba la longitud aceptable de una cola y otros
detalles vitales gracias a los cuales poda juzgarse el xito o el fracaso de la
gestin. Se haba hecho un importante esfuerzo para redactar el documento, cuy o
fin era complicar lo abrumadoramente obvio. Por supuesto, lo que consegua era
proporcionar un instrumento para medir, en vez de ofrecer una impresin
inteligente e informada. <<