Del Homicidio Voluntario A La Monomanía Suicida PDF

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SECCIN ARTCULOS

Del homicidio voluntario a la monomana


suicida: perspectivas histricas y explicativas
de un mismo fenmeno1
Miguel ngel Isais Contreras

RESUMEN
El presente ensayo aborda y ofrece elementos que pueden ser considerados fundamentales para lograr un mejor entendimiento concerniente a la multiformidad actual que manifiesta el suicidio. Para lo cual, se ha partido atendindolo desde perspectivas histricas e
interpretativas, ya sea por las que han presentado durante distintas pocas filsofos, telogos, mdicos, frenlogos, criminlogos, socilogos y dems pensadores interesados
en la indescifrable expresin y etiologa que an presenta el suicidio. Por tal motivo, el
artculo ha quedado subdividido en relacin a tales enfoques: en un comienzo se presenta
un corto proceso histrico para posteriormente exponer el suicidio bajo la mirada que,
desde sus inicios como disciplinas, la psicologa y la sociologa lo han credo como parte
de su jurisdiccin dialctica.
Palabras clave: suicidio, crimen, moral, locura, castigo.
ABSTRACT
This essay suggests some key elements to obtain a better understanding concerning the
current diversity of forms that suicide presents. For this reason, it begins with historical
and interpretive perspectives, those that have been presented during different eras by
philosophers, theologians, doctors, phrenologists, criminologists, sociologists and other
thinkers interested in the inexplicable feelings and etiology that suicide still presents. For
this reason, the article has been subdivided according to these points: firstly a short

Este ensayo constituye parte del primer captulo de la tesis de licenciatura que present en marzo del 2005
en el Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara y que lleva por ttulo: Prcticas suicidas
en Guadalajara. Causas, modos y representaciones (1876-1911). Indita.

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historical process and later an examination of suicide in the light which, since their
beginnings as disciplines, psychology and sociology have believed to be part of their
dialectical jurisdiction.
Key words: suicide, crime, moral, insanity, punishment.
HEREJA
Si una persona no sabe qu hacer con su vida puede conservarla para uso
futuro o decidir que es intil y desecharla. Consideramos una cosa razonable al desechar un trasto intil; pero consideramos un sntoma de enfermedad mental el desechar una vida intil (Szasz, 2002: 88).

Para poder lograr un mejor conocimiento etiolgico y morfolgico del suicidio,


sea cual sea la tradicin histrica en que uno se encuentre sumergido, siempre
los presupuestos tericos, filosficos, jurdicos y morales tanto del presente como
del pasado que incansablemente han sido dirigidos hacia l, habrn de posibilitar y esclarecer tal dialctica. Hoy en da puede reconocerse una amplia tipologa del suicidio que lo ha de considerar como un fenmeno complejo. Por tal
razn y para el propsito que lleva este ensayo, se ha tomado por objetivo realizar una breve historiografa del suicido por decirlo de alguna manera para que
de ella pueda sustraerse el filamento histrico y terico en que ste ha permanecido y as poder aplicarlo y observarlo en las condiciones propias de nuestro
entorno y sociedad.
A lo largo de toda su historia, el suicidio ha adquirido de manera alternada
variedad de atributos. Ha sido elogiado como todo acto sublime y a la vez repudiado como muestra de las fatales consecuencias de inmoralidad. Sus esfuerzos
por eliminarlo, ms que entenderlo, han sido objeto de mltiples discursos que,
de mano en mano o de institucin en institucin, fueron delimitando las caractersticas que hasta hoy le son concebidas.
As, para entender el fenmeno del suicidio dentro de cualquier contexto
socio-histrico, es necesario saber de antemano el cuerpo conceptual y simblico que le imputaron variedad de discursos en determinada poca y que por lo
general siempre han sido representadas por dos grandes instituciones: la Iglesia
catlica y el Estado. Alrededor de stas iban surgiendo disciplinas que replanteaban los argumentos de aquellas. La psiquiatras, la frenologa, la sociologa, y
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la filosofa, junto con los casuistas y hombres de jurisprudencia, reconfiguraron


una etiologa y tipologa del suicidio, los que, a diferencia de los primeros, tornaban mayor inters por entenderlo y atenderlo.
Han sido diversos los esfuerzos que en la actualidad han dirigido variedad
de psicoanalistas, penalistas, epidemilogos, socilogos, filsofos y dems imbricados en las ciencias sociales, humanas y de la salud por darle una definicin
y explicacin al acto suicida. Esto suele volverse ms complicado cuando, de
dicho acto, se desprenden otras derivaciones, calificadas como tipos suicidas y
que a lo largo del presente se expondrn y ejemplificarn con detalle.
Sin caer en riesgo de anacronismos, el concepto que hoy en da es aceptado
por la mayora de los especialistas, no difiere en mucho del que hace cien o
ciento cincuenta aos suponan otros pioneros interesados en dicho fenmeno.
Se podra afirmar de antemano, que tanto sus causas como maneras de ejecutarlo varan ampliamente. Inclusive, algunos interesados en el tema han optado por
afirmar que el suicidio significa cosas diferentes para diferentes personas de
distintas pocas (lvarez, 1999: 16). Sus implicaciones tanto jurdicas como
morales, que igualmente han tendido a la variabilidad, le fueron agregando mayores elementos que para un contexto dado presenta mltiples discordancias.
Uno de los primeros trabajos realizados sobre el suicidio fue el que realiz
el socilogo francs Emile Durkheim, quien, con un estudio exhaustivo, logr
concebirlo como todo caso de muerte que resulte, directa o indirectamente, de
un acto, positivo o negativo, realizado por la vctima misma, sabiendo ella que
deba producir ese resultado (Durkheim, 1897: 11). No obstante, ya tiempo
atrs se haban realizado esfuerzos, aunque nunca de manera especializada, por
darle una justificacin ms que una definicin certera al suicidio. Algunos
tericos aseguraron que el trmino suicidio vio su aparicin en el perodo de la
Ilustracin. Y quienes ms lo atendieron durante tal poca en el contexto europeo fueron Montesquieu y Voltaire; este ltimo realiz una severa crtica a las
leyes europeas las cuales, por lo regular, sancionaban el suicidio. Para 1762, la
Academia Francesa de la Lengua incluy dentro de su vocabulario al suicidio
concebido simplemente como todo acto del que se mata a s mismo (Clemente
y Gonzlez, 1996: 16).
A principios del siglo XIX esta definicin adquiri cada vez mayores elementos y no dejaba de intrigar a quienes lo atendan. Para 1817 el Diccionario
de la Real Academia Espaola ya entenda esta accin como el acto o [] la
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conducta que daa o destruye al propio agente (Clemente y Gonzlez, 1996:


20). A la paridad de dicho tiempo, surgieron disciplinas que de algn modo atendieron este dilema; por un lado, la psiquiatra, por medio de su portavoz y fundador, Jean-Etienne Dominique Esquirol, comenz por asimilar al suicidio como
el desenlace fatal de una enfermedad mental; por el otro, la sociologa retomando
a Durkheim se preocup ms por el impacto que tuvo el suicidio como fenmeno social, la estadstica desde entonces fue su principal herramienta.
Para el siglo XX, y aun en las postrimeras del mismo, algunos criminlogos
lograron delimitar este concepto y lo trataron de complementar con sus caractersticas individuales y colectivas, esto es, con las causas inducidas dentro de la
particularidad que ha rodeado a cada individuo y con las causas sociales que
le han afectado. Para dejar un poco en claro el actual estado en que permanece
la concepcin del suicidio en todas sus expresiones, la criminloga argentina,
Hilda Marchiori, a grandes rasgos ha reconocido al suicidio como un comportamiento intencional autodestructivo llevado a cabo por una persona en una etapa de su vida altamente sensible, agravado por un contexto familiar vulnerable
que no puede impedirlo (Marchiori: 1998, 1). Esta definicin comparada con la
expuesta por Durkheim, a cien aos de distancia, proporciona mayores elementos en los que se asoman las posibles causas y no slo el simple acto por sus
propios fines. As, el suicidio nunca ha estado sujeto a una sola definicin, ya
que sus causales nunca fueron ni sern las mismas. No obstante, una de las
clasificaciones ms elementales ha permanecido casi intacta desde que su creador, Emile Durkheim, la difundi. Las categoras empleadas originalmente por
l se pueden observar de manera sintetizada en el cuadro de la siguiente pgina.
Bajo esta clasificacin etiolgica y morfolgica, Durkheim seal lo que
en un primer momento pudo reconocerse como carcter fundamental a las caractersticas generales de cada tipo, esto es, su sntoma o manifestacin ms
comn visto en determinada sociedad; en segundo lugar aparecen las variedades secundarias, las cuales pronostican una posible reaccin comn precedida
por el temperamento y las circunstancias que envuelven a cada individuo.
Tres son los tipos fundamentales: el suicidio egosta, cuando el individuo
se siente ajeno a la sociedad en donde por consecuencia pierde el nexo con la
realidad; el suicido altruista, efectuado por sujetos unidos a una relacin servil
vase como ejemplo la voluntad de un soldado dispuesto a perder su vida en

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Carcter fundamental
Z

Suicidio egosta

Z Apata

Variedades secundarias
Z

Melancola perozosa con complacencia de s misma. Sangre fra,

Tipos elementales

desengaada, del escptico


Z

Suicidio altruista

Suicidio anmico

Z Energa

Con sentimiento tranquilo del deber

apasionada o

Con entusiasmo mstico.

voluntaria

Con valor apacible

Z Irritacin,

Recriminaciones violentas contra la

hasto

vida en general
Z

Recriminaciones violentas contra


una persona en particular (homicidio o suicidio)

Fuente: Durkheim: 1897: 322.

combate en beneficio o por honor a su patria; y el suicidio anmico2, motivado


por la falta de bienestar, el cual ha sido frustrado por no sentir que cumple con
las metas que le impone la sociedad en donde ha quedado circunscrito.
2

En informacin referente a la anomia, se puede recurrir a los ensayos tericos de Mssimo Pavarini
(Pavarini, 1983) y al de Siegfried Lamnek (Lamnek, 1977), ste ltimo realiz un breve desarrollo histrico de la teora de la anomia, como teora ejemplar de la sociologa criminal de fines del siglo XIX
europeo, de la cual su precursor fue Emile Durkheim. No obstante, el trmino anomia vio su aparicin
desde el siglo XVI, concebido por el historiador ingls William Lambarde como desorden, duda o incertidumbre sobre todos; posteriormente eclesisticos del siglo XVII la definan como vida sin ley. Y no
fue sino hasta el siglo XIX cuando Emile Durkheim dot de un carcter ms glico que ingls al concepto
de anomia, es decir, un concepto ms aplicado a la divisin de trabajo y al suicidio. Transplantado a
Estados Unidos ya en el siglo XX, una variedad de socilogos se esforz por encontrarle ms aplicaciones
a la anomia. Robert K. Merton, respaldado en la definicin de Durkheim, complement y ampli el
campo de desarrollo de la anomia. Mientras que para Durkheim la anomia tena que ver con el fracaso o
la falta de un sistema de convicciones morales que conduca a diversos individuos al suicidio; para Merton,
la anomia fue una forma de comportamiento desviado que era motivado por la falta de equilibrio y de los
medios legtimos para alcanzarlos. Su consecuencia no slo sera el mismo suicidio, sino tambin el
dems compendio de comportamientos desviados latentes en cada sociedad, como lo es la criminalidad en
sus mltiples expresiones (Clinard, 1967). En lo sucesivo entindase por anomia que un estado de exasperacin y desenfado inusitado en todo individuo al no poder cumplir o satisfacer las obligaciones que le
imponen ciertas sociedades, acta fuera de la normalidad.

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Todava, en la actualidad, algunos criminlogos, psiclogos sociales, socilogos e incluso historiadores y antroplogos han manejado y construido sus
propias clasificaciones, pero stas a su vez tienen fundamento en los tipos
durkheimnianos. No por ello se habrn de seguir fielmente estas categoras para
lo presente, ya que ellas tuvieron su origen en la magnitud del fenmeno observado en la Europa Occidental particularmente en Francia del siglo XIX, lo
cual hace evidente que no corri al mismo ritmo que en otras demarcaciones no
europeas. Amrica y principalmente el orbe latinoamericano, han manifestado
tendencias muy particulares y comunes a la vez.
El arraigo religioso o supremaca de un solo credo como lo fue y sigue
siendo el catolicismo sobre las sociedades occidentales, su ndice criminolgico,
las condiciones de la moral, la educacin, el desarrollo econmico, o de hecho el
trnsito de una poca a otra sobre una misma sociedad, pueden ofrecer elementos que originen otra clase de modelos o tipos suicidas.
Por tal motivo, se vuelve necesario exponer bajo los siguientes incisos y
de manera breve una historia del suicidio, encuadrndola primordialmente en
los principales discurso que generaron cual haya sido su tendencia o identificacin con ciertos esquemas ideolgicos, ya sean religiosos, legales, mdico,
filosficos, sociolgicos, etc. algunas de las autoridades y pensamientos ms
notables e incluso radicales de cada sociedad que presenci en alguna magnitud el suicidio.

ANTECEDENTES LEGALES Y MORALES

Aunque parezca una paradoja, en algn momento de la historia de las civilizaciones antiguas, concretamente en algunas ciudades griegas como Atenas, Tebas
y Chipre, el suicidio lleg a considerarse como un acto totalmente legtimo que
a la vez acreditaba el mismo Estado (Durkheim, 1897: 363-364). Un individuo
poda exponer sus razones para terminar con su vida ante un Senado, y era slo
ste y bajo su consideracin quien le poda autorizar para disponer de su vida.
Morir sin haber adquirido semejante licencia era atentar contra la Polis; en primer lugar se le vedaban los honores de la sepultura, y de conseguir la inhumacin, la mano derecha del cadver era cortada y enterrada aparte; en algunos
otros casos sus cadveres eran simplemente dejados expuestos.
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Pese a ello, la prohibicin del suicidio no se hizo esperar, Aristteles para


el siglo IV a. C. sostuvo que:
Aquel que en un momento de ira se quita la vida acta contra las leyes naturales y
esto la Ley no lo permite; por tanto est actuando injustamente. Pero con quien?
Sin duda con el Estado, no consigo mismo. [] a la persona que se destruye a s
misma le corresponde una cierta prdida de derechos civiles por tratar al Estado
injustamente (Szasz, 2002: 36-37).

Es con los mismos griegos cuando se aprecia que el suicidio adquiri uno
de los patrones o conductas que en la posteridad se fueron repitiendo constantemente, estas formas no eran otra cosa ms que la eleccin de la muerte para
evitar la ignominia o el deshonor. Con los romanos, concretamente entre los
soldados, el suicidio se torn como una accin de demrito, ya que era equivalente a una desercin, acto que a la vez representaba un dao a los propios intereses econmicos del gobierno (Garland, 1989: 40-48).
Puesto en marcha el cristianismo, el suicidio fue adquiriendo ciertas
reprobaciones. Sin ser un tema de relativa trascendencia, en algunos de los pasajes bblicos, el suicidio aparece bajo connotaciones mera y exclusivamente
altruistas, como un medio para alcanzar el honor y la libertad en beneficio de
ciertos valores e incluso hasta de un pueblo o una raza. As lo fue la muerte de
Sal y la de su escudero en la Batalla de Gelbo, por mencionar slo un caso.
Ambos murieron con la intencin de evitar caer en las manos de los filisteos que
arremetieron contra Israel, evento que, fuera de su propia mtica y realidad, bien
nos puede reflejar la mentalidad e interpretacin que tuvieron todos aquellos
redactores de las Sagradas Escrituras sobre una de las formas de muerte voluntaria, motivada por el mantenimientos de ciertos valores como el honor o la libertad que le dan al acto ciertos matices de grandiosidad:
Apretaron de cerca los filisteos a Sal y a sus hijos, y mataron los filisteos a Jonhatn,
Abinadab y Malki Sa, hijos de Sal. El peso de la batalla carg sobre Sal. Los
arqueros tiraron sobre l y fue herido por ellos. Dijo Sal a su escudero: <Saca tu
espada y traspsame, no sea que lleguen esos incircuncisos y hagan mofa de m>,
pero el escudero no quiso pues estaba lleno de temor. Entonces Sal tom la espa-

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da y se arroj sobre ella. Viendo el escudero que Sal haba muerto, se arroj
tambin sobre su espada y muri con l (Samuel, 1975: 335).

Durante parte del siglo IV, San Agustn expuso algunas consideraciones en
relacin al suicidio. Aparte de reprobarlo, paralelamente trat de darle una explicacin que sin rodeos reconoci como un delito emparentado con el homicidio, por lo cual consider igual de culpable al suicida como al individuo que
mata a un semejante suyo. Declar tambin que a los hombres que se daban
muerte a s mismos no se les deba reconocer que lograron su cometido debido a
su grandeza de nimo; al contrario, se mataban a s mismos porque en este caso
[se] muestra ms claramente su flaqueza, no pudiendo tolerar la dura servidumbre de su cuerpo o la necia opinin del vulgo (Agustn, 1997: 20). San Agustn
asimil este acto tajantemente como una falta a uno de los preceptos divinos: no
matars; ello sin importar la condicin, por abrumadora que fuera, en que se
haya encontrado cada individuo. As, San Agustn termin por expresar una fuerte
exhortacin preventiva:
Y si se dice que esto es maldad, sin duda lo es matarse, pues si pudiera haber
alguna justa causa para hacerlo voluntariamente, ciertamente no habra otra ms
arreglada que sta, y supuesto que sta no lo es, luego ninguna hay para cometer un
delito tan execrable. Y esto oh fieles de Jesucristo!, no amargue vuestra vida; si de
vuestra honestidad acaso se burl el enemigo, grande y verdadero consuelo os
queda si tenis la segura conciencia de no haber consentido a los pecados de los
que Dios permiti pecasen en nosotros (Agustn, 1997: 24).

Para la Iglesia el suicidio termin por representar un insulto a Dios, dador


de la vida. Ahora ya eran dos las autoridades que lo reprobaban, por un lado el
Estado y la sociedad en conjunto ya que tal acto pona en riesgo la estabilidad
emocional de sus miembros (Minois, 1999: 3); y por otro, la Iglesia.
Durante la alta Edad Media, tales autoridades imputaban a los suicidas
penas que podan ir desde la privacin total de sus bienes, hasta el relegarles a
una eterna condena (Minois, 1999: 31). Ello sin duda era el reflejo de una recriminacin social hacia los suicidas, fundamentada en alguna medida por el temor, la incertidumbre, el horror y el posible contagio que en el resto de la sociedad
poda causar. Una de sus consecuencias fue la repulsin moral sobre los suici140

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das, al grado que se cometan ultrajes o ofensas sobre sus cuerpos e incluso en
aquellos individuos que tan solo lo intentaron (lvarez, 1999: 191). Esto tambin poda observarse en sus sepulturas, ya que como lo seal Philippe Aris,
en Inglaterra, los cadveres de los suicidas eran arrojados fuera de los cementerios (ibdem: 45).
Durante gran parte del medioevo europeo, algo que sin duda marc la reprobacin del suicidio fue el abrumante dominio ideolgico y moral del clero
sobre el Estado y la sociedad, su manera de condenar al suicidio se involucr en
la mentalidad de toda la progenitura medieval, y el suicidio termin por ser visto
desde entonces como un acto que haca evocacin al paganismo.
El poeta florentino, Dante Alighieri, a comienzos del siglo XIV qued inmortalizado por su Divina Comedia, en la cual, introdujo a los suicidas en el
sptimo crculo del infierno, aun por debajo de los herejes y asesinos, lugar
donde las almas de los suicidas crecan como troncos espinosos devorados por
arpas:
Alargu entonces un poco la mano,
cog una ramita de un rbol grande,
y me grit el tronco: por qu me rompes?
Y despus, tindose de sangre,
empez a gritar de nuevo: Por qu me desgarras?
No tienes sentimiento alguno de piedad?
Hombres fuimos y ahora nos hemos convertido en troncos.
Ms compasiva debera ser tu mano,
aun cuando hubisemos sido almas de reptiles (Alighieri, 1958: 79).

A principios del siglo XVI, el poltico ingls Toms Moro, en su obra del
Estado ideal de Utopa manej fenmenos que hoy en da son conocidos bajo
los conceptos de eutanasia y del mismo suicido. A la primera categora la reconoci como un medio aceptable para escapar del tormento que aqueje a cada
individuo pngase por ejemplo una enfermedad que sin ser necesariamente
terminal, si era muy dolorosa. Bajo tal conducto, reiter Moro, que el individuo no terminaba con su felicidad, pero si con su dolor. Mientras tanto, para la
muerte voluntaria Moro fue ms renuente, todo ello en caso de que el suicida no
haya adquirido la aprobacin previa de los sacerdotes o de un Senado a la
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Los suicidas del sptimo crculo del Infierno. Fuente: Gustavo Dor, 1861, (Alighieri, 1958).

usanza de los antiguos griegos para efectuar su propia muerte y an as lo haya


realizado, su cuerpo se le [consideraba] indigno de ser enterrado [], su cuerpo [deba ser] consumido por fuego, y su cadver [] arrojado a un hediondo
pantano (Moro, 1982: 125-126).
No por haber sido la obra de Moro el relato de un Estado ideal debe de
tomarse con menor seriedad, ya que a la sazn nos refleja la mentalidad de muchos de sus contemporneos. Vemos que para este tiempo el suicidio permaneca bajo una completa reprobacin, particularmente en Inglaterra,3 nacin en la
3

Cabe resaltar que no fue sino hasta 1960 en que el gobierno ingls promulg una Ley sobre el suicidio que
abrog un precepto que los ingleses y galeses venan aplicando desde 1554, la cual los facultaba a considerar al suicidio como una figura de delito (Garland, 1989: 41).

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que todava a principios del siglo XX, los suicidas eran censurados por otro tipo
de leyes y sepultados mediante una ceremonia nada sublime (Aris, 1999: 45).
No obstante, para la poca clsica europea, las cosas no cambiaron mucho,
los suicidios continuaban siendo reprobados por las altas autoridades al igual
que por el vulgo. Las sanciones imputadas en contra de quienes procuraban la
muerte voluntaria se tornaron todava ms severas; por lo regular e incluso en
el peor de los casos y aunque parezca irnico, eran condenados a muerte. Otras
penas empleadas, particularmente durante el siglo XVIII europeo, fue la aparicin de lo que Foucault denomin como aparatos de coaccin. Uno de ellos fue
la jaula de mimbre o el armario, artefacto que igualmente se implement en
Inglaterra y en toda Bretaa, y el cual describe como una pequea cmara de
madera en la que slo la parte de la cabeza quedaba libre; otras veces a los que
intentaban suicidarse se les colgaba por los pies y eran arrastrados como asesinos. Es en este tiempo cuando al conato de suicidio se le comenz a considerar
como el efecto de una enfermedad mental, al suponerse que en tales individuos
se presentaba un desorden del alma, que [deba] reducirse mediante la coaccin (Fuocault, 1998: 149). Con tales mtodos que a primera vista se pueden
apreciar como una incipiente y grotesca forma de terapia hacia tales enfermos lo que se buscaba era corregir y eliminar en la persona esa tendencia
suicida ms que remediar su supuesto estado patolgico.
Era el siglo XVIII y con l se abri un parteaguas en el conocimiento: la
Ilustracin. Para ese tiempo el suicidio adquiri nuevas connotaciones. Sealado por muchos como el siglo de la razn, ste tambin fue el perodo de una
incipiente tolerancia y reconsideracin del suicidio por parte de los filsofos.
Montesquieu, por ejemplo, realiz una vigorosa crtica a las leyes que castigaban el suicidio, al haber sealado que no todos los casos quedaban precedidos
por la locura. De la misma manera lleg a suponer algunas causas que consideraba podan producir la muerte voluntaria. Con ello, expres una atenta advertencia hacia sus semejantes sobre tal fenmeno, por lo que el suicidio requera
no slo ser atendido como una consecuencia fatal de la demencia, sino tambin
como un problema que contena sus propias caractersticas, como algo sumamente complejo. Montesquieu supuso que el suicidio provena de una:
falta de filtracin del jugo nervioso; la mquina cuyos motores se paralizan a cada
momento, se cansa de s misma. El alma no siente el dolor, sino dificultad para
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existir. El dolor es una molestia local, a la que quisiramos ponerle trmino; el


peso de la vida no tiene asiento fijo y nos hace desear el trmino de ella. Es claro
que las leyes de algunos pases han tenido razones para castigar el suicidio con la
infamia; pero en Inglaterra no es posible castigarlo sino como se castigan los efectos con la demencia (Montesquieu, 1998: 156-157).

Al igual que Montesquieu, el filsofo escocs, David Hume, atendi el


suicidio dentro de la legislacin britnica. Tales leyes tuvieron una peculiar postura en cuanto a la manera de juzgar y castigar tanto al suicidio como al conato
con penas mucho ms severas, como ya se ha mencionado, con relacin al resto
de Europa. Bajo dicho contexto y en oposicin a muchos de sus contemporneos, Hume intent dotar de cierta legalidad al acto suicida. Supuso que todo
individuo posea la libertad de disponer de su propia vida. Paralelamente Hume,
y tras haber cuestionado y equiparado las leyes naturales y divinas en relacin
con la muerte voluntaria, termin por afirmar que el suicidio no poda considerarse como un acto que mereciera castigo o alguna sancin tan slo por el hecho
de ir en contra de una de las condiciones que el Todopoderoso destin a los seres
humanos: vivir. De la misma manera, seal que el suicidio deba ser juzgado
con el mismo criterio, igual a todo aquel que desviaba el curso de un proceso
natural, como lo era el hecho de prevenir o evitar un accidente, desviar el curso
de un ro sin importar sus beneficios, el atender y controlar una enfermedad,
etctera; actos que tambin iban en contra de los preceptos naturales e incluso
divinos (Hume, 2002: 182-183).
Hume asegur que todo aquel que pusiera trmino a su propia existencia
no atentaba contra la sociedad a la que perteneca, slo dejaba de servirle, de
serle til; hasta cierto punto, seal que la sociedad se liberaba de un malestar.
As, el individuo al verse y sentirse como un obstculo o carga para su propia
sociedad ya sea por no poder solventar su propia situacin econmica o simplemente por no cumplir con los parmetros que sta le exige, poda dejar su
lugar a alguno otro que fuera ms capaz. En palabras de Hume, este acto deba
ser considerado como laudable y al cual se le deba tener cierto reconocimiento.
Quitarle aquel estigma4 criminal que desembocaba en una reprobacin e indig4

Erving Goffman logr configurar tres diferentes tipos de estigmas entendidos stos como atributos
desacreditadores. El primero de ellos quedaba caracterizado por las abominaciones del cuerpo o las

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nacin por toda una sociedad y sus autoridades a un acto que ante sus ojos podra generar cierta legalidad y tolerancia, fue una de las principales intenciones
de Hume. A grandes rasgos, replante el derecho a una libertad de abandonar la
vida cuando surgieran circunstancias de miseria y fracaso en algunos individuos; el suicidio poda ser una alternativa a la salida de tales malestares:
Si el Suicidio se supone un crimen, es slo la cobarda la que nos puede impeler a
l. Si no es un crimen, la prudencia y el valor deben comprometernos a librarnos de
una vez de la existencia cuando se vuelve una carga. sta es la nica manera en la
que podemos ser tiles a la sociedad, poniendo un ejemplo que, si se imita, preservara a todos su oportunidad para la felicidad en la vida y los librara eficazmente
de todo peligro o miseria (ibdem: 189).

Contemporneo a Hume, Voltaire de igual modo, lanz severas crticas


hacia la manera en que tanto autoridades civiles como eclesisticas castigaban
el suicidio; afirm que ste slo era una cuestin de libertad individual que no
iba en contra de Dios ni de ninguna sociedad (Minois, 1999: 229-236).
Como reflejo del estado legal e inexplicable en que permaneci el suicidio,
para la segunda mitad del siglo XVIII el jurista italiano Cesar Beccaria en su
Tratado de los delitos y de las penas, termin por afirmar que el suicidio no
mereca ninguna pena, y que slo Dios poda juzgar porque slo l puede castigar despus de la muerte, no es un delito para con los hombres, puesto que la
pena en lugar de caer sobre el reo mismo cae sobre su familia (Beccaria, 2000:
161-166).
Al pasar del tiempo y evolucionar las mentalidades, la muerte voluntaria
en el mundo occidental, exceptuando Inglaterra, adquiri matices cada vez menos severos por parte de las leyes civiles y las mismas sociedades; la Iglesia por
su parte, concretamente la catlica, era la nica autoridad que mantuvo su postura. As, el suicidio fue visto durante el siglo XIX como un hecho socialmente
comn [], algo que la gente haca sin grandes titubeos, como cometer adulterio (lvarez, 1999: 275).
deformidades fsicas; el segundo consecutivamente a los defectos del carcter individual o comportamientos desviados; y por ltimo los estigmas tribales o hereditarios. As, la conducta confinada al reconocimiento social de una mala reputacin, bien quedara encasillada dentro del segundo de los grupos
propuestos por l (Goffman, 2003).

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A principios del mismo siglo, el filsofo alemn Arthur Schopenhauer tuvo


una perspectiva bastante peculiar sobre el suicidio. Sostuvo que en muchos casos la muerte voluntaria era el cese, no tanto de una voluntad de vivir, sino slo
de las condiciones que le rodean a cada individuo, el cual llega a un momento de
resignacin y tranquilidad verdadera debido a su vulnerabilidad e influencia que
le afecta desde su exterior y ello por consecuencia le repercutira de manera fatal
provocando su propia muerte en su entorno domstico o personal.
Schopenahuer, en sntesis, no vio el suicidio como un acto de reprobacin y ni
de inmoralidad, supuso que todo
el que se mata quiere la vida; slo se queja de las condiciones en que se le ofrece.
No renuncia, pues, a la voluntad de vivir, sino nicamente a la vida, de la cual
destruye en su persona uno de los fenmenos transitorios, [] suprimiendo en l
el fenmeno de la vida, es como afirmar su deseo de vivir (Schopenahuer, 1997:
123-138).

Posterior a Schopenhauer surgi uno de los filsofos ms radicales de su


generacin, se fue el caso del tambin alemn Friedich Nietzsche, quien contempl el suicidio tras haberle diseado asimismo una dicotoma, todo ello incluido en su proyecto de idealizacin del superhombre, como el ente o individuo
cognoscente que en un proceso cuasievolutivo quedara fuera del sistema de
valores creados por el cristianismo y la burguesa presentes; es decir, un superhombre constituido intelectualmente fuera de los dogmas, dejado por consiguiente
a su propia voluntad de creer, experimentar y saber.
La dicotoma parte en cuanto a que el suicidio para Nietzsche tena dos
vertientes, uno irracional y otro racional. Para l, el primero de ellos no era un
acto justificable cuando el suicidio se cometa mediante el sometimiento del ser
sobre el yo el ser constituido como parte del cuerpo que domina sus pensamientos y sentimientos, que le dice qu hacer y qu sentir al yo. Nietzsche los
reconoci como los detractores del cuerpo:
Dice el propio ser al yo: Siente aqu dolor! Y entonces el yo sufre y trata de buscar
una manera de poner trmino a su sufrimiento. Y precisamente para tal fin debe
pensar.

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[] Incluso con su estupidez y desprecio, oh, detractores del cuerpo!, estn al


servicio de su propio ser. Yo les digo que su propio ser mismo quiere morir y se
aparta de la vida.
[] Su propio ser quiere perecer, y por eso les ha convertido en detractores del
cuerpo! Pues ya no son capaces de superarlos creando.
Por eso repudia ahora la vida y la tierra. Un resentimiento inconsciente se agazapa
en la mirada enconada de su desprecio.
[] Ustedes son puentes tendidos hacia el superhombre! (Nietzsche, 2002: 2526)

As, el acto suicida cuando era cometido bajo tales razones quedaba supeditado a lo que dispusiera el ser, la muerte voluntaria se ejecutaba por el extremo
dominio del ser sobre el yo, elementos que deberan permanecer en constante
equilibrio. Era de suponerse que bajo esta idea Nietzsche encontraba la causa
del suicidio como el resultado de una alteracin o desequilibrio mental.
Caso contrario era la muerte soberana. Nietzsche seal que el individuo
no deba esperar la muerte y evitar que sta lo tomara por sorpresa; ni tampoco
morir prematuramente es el caso de los detractores del cuerpo. La muerte
haba que premeditarla y ejecutarla uno mismo una vez que cada individuo haya
cumplido sus propias metas hasta alcanzar un grado de solemnidad y satisfaccin propia. Haba que saber morir a tiempo, una muerte ejecutada con el entero
uso de la razn (ibdem: 54-56).
Sin embargo, para ese tiempo el suicidio a la vez que fue considerado como
cualquier otra manifestacin criminal, tambin era el resultado de una enfermedad mental. Nuevas disciplinas, como la psiquiatra, comenzaron a entraarse
en el problema, la prioridad era una vez resueltos en la supuesta existencia del
desequilibrio mental encontrar realmente qu sntomas patgenos aparecan en
cada suicida antes de efectuar su cometido, a su vez que de cmo atenderlos.

UNA EXPLICACIN PSICOLGICA

El fin de la Edad Media gener en el mundo europeo un nuevo cambio o desarrollo de las mentalidades; el redescubrimiento y las reinterpretaciones de los
clsicos griegos estimul a muchos de los intelectuales de los siglos XV y XVI, la
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aparicin de nuevos planteamientos de carcter estadista, filosfico, histrico y


de cualquier otra ndole bajo un nuevo enfoque que posteriormente y en la actualidad conocemos como el Renacimiento.
El suicidio por consecuencia tambin fue objeto de estos nuevos
replanteamientos, su tradicin medieval quedaba constituida por el paganismo
como su principal causa, y la reclusin, el aislamiento y el castigo como la mejor
manera de afrontarlo. Durante el Renacimiento el panorama cambi un poco,
del paganismo sucedi la transicin a la locura en su manera ms abreviada y
frecuente. Orillados a ello, algunos estudiosos comenzaron a encontrar la explicacin dentro del mismo comportamiento psicolgico de cada individuo. La primera explicacin aportada al suicidio mediante dicha orientacin fue la creacin
del concepto melancola, la cual se sobreentenda como una nocin psicolgica,
un desequilibrio de la mente. Esta idea fue aportada principalmente por el escritor ingls y entonces rector de la Universidad de Oxford, Robert Burton en 1621;
quien adems identific al Diablo como el verdadero autor de la desesperacin
y el suicidio (Porter, 2003: 29). Burton aproxim a su vez una primera causa
socioeconmica, ligndole el temor de caer en la pobreza.
Posteriormente dicha idea fue desarrollada ms a fondo por otros analistas.
Incluso para el siglo XVIII, con los enciclopedistas, la melancola era concebida
como un delirio compuesto por diversos sntomas, desde la mana al frenes; un
delirio acompaado de una insuperable tristeza, de un humor sombro, de misantropa y de una decidida soledad (Minois, 1999: 98-102).
Como reaccin y bajo dicho pretexto, para la segunda mitad del siglo XVII
y gran parte del XVIII el suicidio en gran parte de Europa emprendi y mostr
una doble faceta. Por un lado, la mayora de los juristas europeos continuaban
sancionando al suicidio con gran severidad de penas como lo eran la confiscacin de bienes y el negarles el derecho a otorgar herencias, cuando eran ejecutados por hombres mentalmente sanos e incluso por los que hubieran cometido
el suicidio tras haber ejecutado cualquier otro delito; por el otro, y por respaldo
de la aparicin del concepto melancola, la sancin al suicidio poda llegar a ser
indultada por la evidente apariencia de la locura (ibdem: 138).
Para comienzos del siglo XIX surgieron nuevas disciplinas que atendieron
a variedad de fenmenos que antes haban permanecido sin una dialctica coherente, el suicidio form parte de tales incgnitas. El mtodo con el que comenzaron a atenderse a los enfermos mentales, aunque de manera embrionaria, fue la
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sintomatologa, mtodo dedicado a la observacin de los sntomas y padecimientos presentados en los individuos. A finales del mismo siglo y a principios
del XX, el psiquiatra austriaco Sigmund Freud estudi a sus pacientes bajo tal
perspectiva (Ginzburg, 1999: 138-164).
Pero Freud fue ms all, valindose de ello cre un mtodo que marc en
la posteridad a la misma psicologa, un nuevo procedimiento que al mismo tiempo de dedicarse a la observacin de las conductas y comportamientos, tom en
cuenta otros factores que consider tambin como elementales: los contextos
atados a la vida de los enfermos, los cuales quedaran constituidos por los factores de influencia presentados a lo largo de sus vidas. ste mtodo ha sido manejado bajo el concepto de psicoanlsis, el anlisis de la historia clnica individual.
Tcnica que para otros no era del todo novedosa, ya que simplemente marc la
institucionalizacin de una sub-disciplina (Szasz, 1994: 89-90).
Pese a ello, Freud no se involucr demasiado en el tema del suicidio, pero
no por ello dej de ofrecer algunas pautas que retomaran despus sus discpulos, los cuales arrojaron diversas teoras psicoanalticas sobre dicho fenmeno.
Freud supuso que el suicidio se manifestaba como el resultado de un proceso
previo: el deseo de matar, por lo regular a un ser amado o del cual es dependiente
afectivamente y que por consecuencia se ha visto introyectado, pero al recaer en
l mismo un sentimiento de culpa e impotencia, dirige su agresividad hacia su
persona. Es decir, afectaba indirectamente a aquella persona. Para Freud, en
complemento a lo que una vez delimit Robert Burton, la melancola manifestaba una nueva variedad de padecimientos:
La melancola se singulariza en lo anmico por una desazn profundamente dolida,
una cancelacin del inters por el mundo exterior, la prdida de la capacidad de
amar, la inhibicin de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de s que
se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo (Freud, 1996: 242).

Dicho castigo puede llegar a considerarse como una accin autodestructiva


en donde el individuo demuestra una disminucin de su amor propio; a palabras
de Freud, un empobrecimiento de su yo, que en ciertos casos produce un sadismo que nos aclara el enigma de la tendencia al suicidio, que tan interesante y
tan peligrosa hace a la melancola (Freud, 1996: 249).
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Como puede suponerse, Freud conform una nueva escuela de psicoanalistas y algunos incluso atendieron casi por especializacin al suicidio. Uno de
ellos fue Karl Menninger, quien a fines del primer tercio del siglo XX desarroll
una teora explicativa fundada naturalmente en el psicoanlisis. Menninger sostuvo que las causas del suicidio respondan a impulsos internos principalmente, siendo los factores externos refuerzos y justificaciones que el sujeto
inconscientemente se crea congruentes con los primeros (Clemente y Gonzlez, 1996: 45-46). Entindase por tanto a las figuras internas como la conmocin
patolgica que sucede dentro de la psique del individuo, y las externas, como el
propio contexto social y familiar del suicida.
Otro proslito y seguidor de Freud fue el psiclogo suizo Carl Jung, quien
para mediados del mismo siglo pasado construy una nueva teora explicativa
sobre el suicidio. Al haber retomado los mismos conceptos que Freud sobre la
estrecha interrelacin entre el yo y el mismo,5 supuso que el mismo tena tanto
facetas negativas como positivas, y cuando el sujeto llegaba a adquirir estas
ltimas, se presentaba en l una ruptura entre el yo y el mismo, provocando con
ello una prdida del equilibrio sobre su realidad, que de alguna manera lo podra
orillar hacia el despojo de su propia vida.
A grandes rasgos e incluso en la actualidad, el suicidio se ha considerado
como la parte fatal y culminante llevada al extremo por determinados
desequilibrios mentales. Y como puede verse, algunos psicoanalistas igualmente contemporneos han ofrecido nuevos elementos o interpretaciones. Erich
Fromm contempl de manera mucho ms sencilla el concepto de balance aadido al suicidio, en donde la vida de cada individuo, as lo refiri, se reconocera
metafricamente como una empresa comercial que puede fracasar; as, la vida
para muchos suicidas pudo haber sido un fracaso, la vida como un negocio en
donde las prdidas exceden las ganancias y que por consecuencia la quiebra se
representa como la nica salida. No obstante, este ejemplo una vez expuesto por
Fromm tiene como finalidad demostrar que la mayora de las veces la ausencia
de un balance, presente no tanto en un equilibrio de prdidas y ganancias, sino
de compensar y encarar los pocos momentos de felicidad y alegra con los sufri5

En el psicoanlisis, el yo hace referencia al ncleo consciente de la personalidad que sita al individuo en


una cierta realidad, lo hace percatarse de su existencia; el mismo, por tanto, es un componente
pseudoinconsciente de la personalidad que posiciona al yo con su medio social, como miembro de una
sociedad. (Clemente y Gonzlez, 1996: 48-49).

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mientos y esfuerzos que supone la vida. Segn Fromm, la ausencia de los primeros hace ms importunados los segundos (Fromm, 1981: 128-130).
Actualmente en Estados Unidos los estudios sobre el suicidio han adquirido relativa importancia, al grado de que existe en la misma capital de aquel pas
la Asociacin Americana de Suicidologa, su nico objetivo no es otro mas que
la medicalizacin y prevencin a la fuerza de quienes intentasen suicidarse, ya
que de antemano el mismo cupo cientfico de dicha asociacin ha declarado de
manera arbitraria, un estado latente de enfermedad mental en todo aquel que
manifestara dicha tendencia (Szasz, 2002a: 50-52).
El psiquiatra hngaro Thomas Szasz ha referido este punto con mayor nfasis, uno de sus principales reclamos, todava en la actualidad, ha sido la eliminacin total del estigma inmoral, criminal y sobre todo de morbilidad con que ha
sido tachado y justificado el suicidio. Convertirlo y hacerlo creer como un elemento ms de la condicin humana es su principal objetivo. Para Szasz el suicidio no es otra cosa ms que:
una proteccin frente a un destino considerado peor que la muerte, [] es una
falacia atribuir el suicidio a las condiciones actuales del sujeto, sea depresin u
otra enfermedad o sufrimiento. Quitarse la vida es una accin orientada al futuro,
una anticipacin, una red de seguridad existencial. La gente ahorra no porque sea
pobre, sino para evitar llegar a ser pobre. La gente se suicida no porque sufra, sino
para evitar un sufrimiento futuro (ibdem: 55-57).

Szasz por resultado afirma que para poder observar y atender al suicidio
sin tales estigmas y prejuicios, es necesario antes que nada, realizar un replanteamiento del trmino suicidio, ya que desde sus orgenes este concepto se vio
aparejado con el de homicidio, el cual le amold y apropi ciertas caractersticas
de reprobacin. Pensar el suicidio hoy en da requiere de nuevos elementos y
replanteamientos sociales, lingsticos, semnticos, legales y mdicos, para as
lograr un mejor entendimiento y reinterpretacin del mismo. A partir de ello su
atencin e insercin en el cdigo moral tendr mejores y ms refinados argumentos.

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UN COMPORTAMIENTO DESVIADO

Szasz asegur que si el suicidio es atendido aislada, individual y psicolgicamente, siempre permanecer supeditado a arbitrariedades y medidas teraputicas poco sustentables cometidas por distintas instituciones o agentes interesadas
en atenderlo. De lo cual puede sustraerse que para lograr un mayor entendimiento de l es necesario tambin tomar en cuenta su circunstancia social; ya que el
suicidio, antes que nada, ha quedado marcado por la tradicin histrica de todas
las naciones como un fenmeno social, al ser dentro de la misma sociedad donde
debe comenzarse por atender su complejidad. Es importante mencionar que aunque el suicidio hoy en da ha quedado desprendido de su asociacin criminal, no
por ello deja de ser un fenmeno que debe ser razonado desde el mismo ngulo
social (Lamnek, 1977: 40).
Como lo ha demostrado la historiografa mexicana contempornea, especficamente la enmarcada en la historia social del delito,6 son las autoridades
tanto civiles y eclesisticas como cientficas sin olvidar por encima de ellas la
burguesa, las que en su proceder han denominado, clasificado, castigado e
incluso medicalizado a todo aquel que incursione en una de las categoras criminales por ellos establecidas, ya que el factor de influencia y dominacin que
tuvieron ciertas elites sobre las autoridades predichas fue el origen de una ideologa dominante que mantuvo en determinada poca la situacin de las cosas en
el pas.
Estas mismas autoridades, para el caso del suicidio, tambin cieron su
manera de ver las cosas. Visto como ejemplo de ello fueron las teoras de control
social de la antropologa criminal italiana y la sociologa criminal francesa7 que

Actualmente en la historiografa mexicana, investigadores comprometidos con la historia social han logrado delimitar la denominada historial del delito, la cual estudia precisamente el delito en relacin con
las clases criminales, las conductas desviadas, las instituciones de control social, etc. (Trujillo y Padilla,
2003: 121).
Tanto la antropologa criminal como que la sociologa criminal fueron corrientes que se desprendieron de
una postura determinista, de la escuela positivista del siglo XIX. La primera encontr el origen de la
criminalidad en la particularidad fisiolgica del mismo criminal; mientras tanto, la postura sociolgica
ubic el mismo origen en un cierto factor de influencia cultural, ambiental y social sobre sus actores. As
lo observ Elisa Speckman al realizar un breve recuento de los legados liberales y positivistas que se
hicieron presentes entre la elite intelectual porfiriana (Speckman, 2002: 71-114). Cabe sealar que la

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a su vez se proyect en la elite poltica mexicana de fines del siglo XIX (Speckman,
2002: 71-114); las interpretaciones y anlisis que hicieron algunos miembros de
dicha clase poltica sobre tales tendencias ideolgicas, forj una generacin
hbrida de intelectuales eclcticos no muy confiados en las premisas emitidas
por ambas perspectivas.
Para la segunda mitad del siglo XX, el socilogo estadounidense Robert K.
Merton retom a Durkheim al establecer la conducta del suicidio como un claro
ejemplo de comportamiento desviado. Dicha idea la complet al sealarlo como
una manifestacin anmica; es decir, como el resultado de una fuerte inadaptacin de ciertos individuos a su estructura social (Clinard, 1967: 11).
Merton encontr tres respuestas anmicas posibles. En un primer grupo se
encontraban los individuos que atenidos e imposibilitados en cumplir las metas
que les haba impuesto su propia cultura o sociedad, abandonaron los medios
legtimos que les reconoca sta para lograrlas. La consecuencia comn de este
grupo poda reconocerse con reacciones o efectos como el robo o el fraude, en
donde la falta de solvencia econmica todo el tiempo estara presente. Para el
segundo grupo Merton reconoce a los individuos refugiados en la rutina debido
a su incapacidad de poder adecuarse e incluso violar las normas morales impuestas por su contexto, incluy en este mismo grupo a los religiosos compulsivos.
Para el tercer y ltimo grupo enmarc a aquellos individuos que sin ms esperanza, dejaban la lucha, personas que son agobiadas por la rutina e incluso incapaces de obtener sus metas a travs de medios ilegtimos. Merton agreg:
Estn en la sociedad, pero no son de ella [] retrados que juntan una vida de
pedacitos, comiendo un poco, durmiendo mucho [] llevan una existencia
semioculta, enajenados de la gama ms amplia de los valores sociales (Clinard,
1967: 204-206).

Y es dentro de este mismo grupo en donde, segn Merton, algunos individuos consiguen aniquilar o despejarse del mundo privndose de su existencia.
Estos retrados los suicidas, a palabras de Merton, han quedado asociados con
otros grupos de enfermos mentales, tales como los esquizoides, alcohlicos y
antropologa criminal, una de las corrientes ms difundidas entre los juristas mexicanos, vio su origen hacia
la segunda mitad del siglo XIX en Italia, sus fundadores fueron Cesar Lombroso, Morselli y Enrico Ferri.

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psicpatas. Merton logr llegar a tal conclusin tras haber clasificado los tipos
de adaptaciones que los individuos adquieren en su panorama socio-cultural
(ibdem: 129), el retraimiento por consiguiente es una forma de este tipo de
adaptacin, al igual que el conformismo, la innovacin, el ritualismo y la rebelin.
Sin embargo, y tornando nuevamente la mirada en retrospectiva (1879),
para uno de los contemporneos de Durkheim, el profesor italiano Henry Morselli,
quien interesado quizs en alguna medida sobre el problema moral y legal que
rodeaba al suicidio, lleg a considerar que el factor social ejerca una gran influencia sobre las decisiones de los suicidas. Desde entonces, este incipiente y
novedoso pensamiento comenz a tener una considerable resonancia principalmente entre las instituciones que ms lo sancionaban, la Iglesia y el Estado, las
cuales al paso del tiempo fueron suavizando su discurso:
Poco a poco desaparecieron las penas legales; las familias de los suicidas ya no
vivieron desheredadas ni manchadas por sospechas de locura transmitida; pudieron enterrar a su muertos y llorarlos como cualquier deudo. En cuanto al suicida
frustrado, ya no fue a parar al patbulo ni a la prisin, sino en el peor de los casos,
a una sala de observacin en un hospital psiquitrico (lvarez, 1999: 105-106).

Morselli, a pesar de ello, siempre estuvo de alguna manera influenciado


por la antropologa criminal, la cual, como ya se ha sealado, atribuy el origen
de la criminalidad y sus mltiples expresiones a la generalizacin y tipificacin
fisiolgica de los criminales, al igual que a la influencia que ejercan sobre ellos
diversos factores csmicos y hereditarios en el accionar de sus delitos. El suicidio para esta corriente tambin contena y desarrollaba tales caractersticas. El
psiquiatra italiano Cesar Lombroso, fundador de dicha corriente antropolgica,
junto con sus homlogos y seguidores (Rafael Garfalo, Scipio Sighele y Enrico
Ferri), intentaron desarrollar una explicacin coherente para el suicidio como lo
hacan con otros delitos que tipificaron a su estricto modo. Para Ferri, el suicidio
no era ms que una variacin del homicidio y en cierto grado influenciado por la
locura. En relacin a la locura, Lombroso igualmente consigui tipificarla al
mero estilo antropolgico, incluso lleg a distinguir el tipo de locura por amor,
derivacin que, segn l, poda llegar a manifestar los ms gravosos delirios:

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Por lo dems, lo repito, los casos de locura por amor son rarsimos; y no porque el
amor no trastorne ms que cualquiera otra pasin, sino precisamente porque la
conmocin que de l deriva es tan grande y sbita, que con la mayor facilidad,
cuando no se extingue en el suicidio produce una forma de delirio agudsimo, que
por lo rpido de su curso no llega a verse en el manicomio (Lombroso, s. f.: 14).

An as, no fue cosa rara que las propuestas de Lombroso y su conclave de


cientficos fueran sumamente criticados, situacin de la cual estuvo muy bien
enterado. Sin embargo, este tipo de confrontaciones cientfico-profesionales fueron muy vistas generalmente entre italianos y franceses; o lo que en un principio
era casi lo mismo, entre la antropologa criminal y la sociologa criminal respectivamente, lo cual tampoco quiere decir que no hayan tenido sus seguidores en
otras partes del mundo.
Durkheim sin haber pretendido quiz ser un abierto partidario de la corriente sociolgica criminal, fue sin duda un precursor del pensamiento sociolgico. Esto lo considero debido posiblemente a las diferencias que tuvo en algunos
momentos con Lombroso, Ferri y Morselli en su estudio sobre El suicidio. Un
claro ejemplo de tal discrepancia relativa con el fenmeno del suicidio visto
para ese entonces en toda Europa, fue a la postura determinista en que cay
Morselli tras haber declarado, segn lo seal el mismo Durkheim, que la conducta autodestructiva adquira mayor influencia cuando se combinaba con factores csmicos, principalmente los climticos; e incluso lleg a la conclusin de
que el espacio comprendido entre el grado 47 y 57 de latitud, por una parte, y el
20 y 40 de longitud por otra, era el lugar idneo para el suicidio, por ser stas las
regiones ms templadas de Europa, climas clidos en donde el suicido se manifiesta con mayor magnitud. A ojos de Durkheim, quien se basaba ampliamente
en resultados estadsticos, el suicidio apareca ininterrumpidamente bajo cualquier clima: No hay motivo para insistir ms en una hiptesis que nada avala y
que tantos hechos desmienten(Durkheim, 2004: 86-89).
Como era natural, las ideas de ambas corrientes se extendieron hacia otras
naciones europeas al igual que en Amrica. No obstante la ms difundida fue la
Antropologa Criminal, cuyo mtodo de filiacin de criminales se incluy inmediatamente en la jurisprudencia entonces vigente. As, la iniciativa italiana se
present como un mtodo nuevo que apostaba por la total regeneracin de los
criminales. Bajo estas caractersticas es como la criminalidad, y el suicidio como
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parte entonces integral de ella, lleg a observarse e interpretarse en la Europa y


en el Mxico de fines del siglo XIX y comienzos del XX.

LA MANERA DE MORIR

Ya se ha comentado lneas arriba sobre las derivaciones legales y morales que ha


ocasionado el suicidio a lo largo de la tradicin historiogrfica occidental. Paralelamente el mtodo elegido por los suicidas al momento de cometer sus actos
ha cambiado de una poca a otra, del mismo modo se pueden encontrar diferencias entre sociedades, no obstante sean contemporneas. Lo que de alguna forma conserva una lnea continua son las causas o los detonantes: el desamor, la
ruina y el honor son patrones que no han dejado de repetirse, agregndose a ellos
otras nuevas razones.
Antiguamente la muerte voluntaria se presentaba ms como un ltimo recurso que como una eleccin, una accin que se ejecutaba sbitamente sin haber
dado lugar previo a la ms lnguida reflexin. Del mismo modo no cabe duda de
que el suicidio se ha venido adecuando a las diversas pocas, culturas y sociedades, y por consiguiente a los usos y costumbres, as como a las convenciones de
cada una de ellas (Klineberg, 1992: 124-125); un ejemplo realmente vasto ha
sido el romanticismo, ya que ste tuvo su origen y primer impacto en la Europa
occidental refirindome al suicidio romntico a comienzos del siglo XIX, mientras tanto en las naciones latinoamericanas esa euforia no lleg sino hasta dcadas despus. Intrnsecamente el romanticismo dot de nuevos elementos al
suicidio en donde la nota pstuma jug un papel importante, dando a ese efugio
lrico un toque casi nico al suicidio de tradicin decimonnica.
As, la manera de ejecutar la muerte por mano propia ha respondido a
ciertas implicaciones que cada poca le otorga; asimismo, el suicidio ha permanecido relacionado con el surgimiento y uso paulatino de novedosos artefactos y
sustancias deletreas. Desde sus inicios, el comportamiento suicida ntimamente ha contemplado el manejo de armas blancas o de fuego, segn sea la poca.
No obstante, tambin hubo personas que decidieron aventarse a la corriente de
los ros o a la inmensidad de un mar profundo; otro tanto por colgarse de alguna
elevada viga o al tronco de un rbol resistente.

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Puntas, dagas, machetes, espadas, tijeras, pistolas, sogas, cueros, y sustancias como la estricnina o el ludano, entre otras igualmente letales, son algunos
de los artefactos y sustancias que han aparecido por las mentes de los infortunados
suicidas a lo largo de todos los tiempos segn sea la poca a que nos estemos
refiriendo, buscando con ello, la mayora de las veces, un dolor menos prolongado.
Durante el siglo XIX europeo, el ahorcamiento entre los hombres tuvo una
preponderante predileccin con relacin al empleo de armas de fuego, que para
ese entonces eran muy propias de las minoras. En el caso de las mujeres, el
ahorcamiento y las armas de fuego tenan muy poca presencia, sobre todo estas
ltimas, la mayora de ellas optaron por ahogarse, pero con el tiempo fueron
acudiendo al recurso de la asfixia y dems venenos por creerse stos menos
dolorosos (Duby, 1993: 597-600).
Simultneamente tambin han surgido ejecuciones inslitas que en cierto
grado han quedado grabadas en la memoria de diversas culturas con el asombro
y consternacin que stas han logrado imprimir. Estados Unidos, como un caso
particular, a partir de la segunda mitad del siglo XIX ha revelado variedad de
casos de dicha ndole. El periodista estadounidense George Kennan pudo observar, ya sea por su actividad profesional o por la bsqueda continua en archivos
judiciales y hemerotecas, la multiplicidad de formas en que muchos suicidas
concretaron sus actos relato que quizs pueda parecer un tanto exagerado:
He archivado casos de autenticidad comprobada, en los cuales hombres o mujeres
han perpetrado suicidio tomando veneno o ahorcndose en la copa de altos rboles; arrojndose encima de veloces sierras circulares; haciendo estallar dinamita en
sus bocas; introducindose atizadores al rojo vivo garganta abajo, abrazndose a
estufas al rojo vivo; desnudndose por completo y dejndose congelar en ventiscas
de nieve al aire libre, o sobre barras de hielo en camiones de transporte; lacerando
sus gargantas en empalizadas de alambre de espino; ahogndose cabeza abajo en
barriles; asfixindose cabeza abajo en chimeneas; zambullndose en hornos de
carbn ardiente; arrojndose al interior de crteres de volcanes; disparndose mediante ingeniosas combinaciones de un rifle o una mquina de coser; estrangulndose
con el propio cabello; deglutiendo araas venenosas; atravesndose el corazn con
sacacorchos y agujas de zurcir; cortndose la garganta con sierras de mano y tijeras de esquilar; ahorcndose de parras; tragando tiras de ropa interior y broches de
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tirantes; azuzando un tronco de caballos para arrancarse la cabeza; ahogndose en


tinas de jabn blando; arrojndose a retortas de vidrio derretido; saltando al interior de tanques de sangre en mataderos; decapitndose con guillotinas de fabricacin casera; y crucificndose (Menninger, 1972: 59-60).

El caso de Estados Unidos en particular, como en algn momento lo fue el


de Inglaterra, ha demostrado cierta singularidad que se desprende de los patrones que han rodeado al suicidio contemplado tanto en Europa como en el resto
de Amrica; rasgos que le han permitido al suicidio haber desarrollado diversas
formas, vistas desde sus causas y ejecuciones. Un ejemplo de ello fue dado a
conocer hacia el ao de 1909 sobre la existencia de un club de suicidas. La
noticia llam la atencin de los diarios neoyorquinos. Un joven millonario de
nombre James Huckelebury, despus de haber comido un suntuoso banquete y
vestido elegantemente de frac, tarareando un cupl canallesco, se lanz sonriendo a la muerte ofreciendo su cuerpo a las fieras. Esta accin fue el resultado
del pacto que cumpli el joven Huckelebury tras haber ingresado a una sociedad
de millonarios suicidas, en la cual, sus miembros hacan fuertes donativos comprometindose, tras un plazo no mayor de cinco das, a quitarse voluntariamente
la vida. Un requisito importante para ser reconocido dentro de dicha sociedad,
era que el suicidio deba realizarse con una sorprendente originalidad y, sobre
todo, fuera del bullicio social. La muerte del joven millonario no cumpli con tal
requisito, pues incit al escndalo, ya que aquel consum su acto en presencia
de muchas de sus amistades, que por consecuencia, irrumpi con la presencia de
periodistas y policas (La Gaceta de Guadalajara, 1909: 2).
Cuestiones como la muerte de Huckelebury y el relato de George Kennan,
ponen de manifiesto que el suicidio adquiere progresivamente nuevos matices
que hacen que sea todava ms difcil el tratar de construir una etiologa concreta; no obstante, como lo he venido sealando, hay patrones que no dejan de
repetirse. Hay suicidas que se sumergen en la soledad, otro tanto en el escndalo
y en el reproche inconsolable hacia una persona amada, hacia la abrumante pobreza, hacia los malos negocios, hacia lo deleznable de su propia calidad de
vida; pero hay otros suicidas que mueren porque s y sin ms justificacin, porque durante gran parte de sus vidas ha permanecido inmutable la idea del suicidio sin manifestar, en apariencia, algn malestar.

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Sin embargo, han surgido casos de inusitada trascendencia. Para el ao de


1925, el profesor y matemtico suizo, Henri Roorda, tras haber escrito un breve
ensayo filosfico cargado de un acentuado fastidio y desilusin por la infinidad
de injusticias que pudo percatar del mundo, determin apaciguar su molestia en
el cenit de una vida rodeada de condiciones econmicas y sociales que cualquier
otro hubiera podido envidiar. Roorda manifest un gran hasto hacia la vida, al
haber moldeado en su relato frases que podran sonar sentenciosas de un hombre
que encontr variedad de errores e imprecisiones dentro de ella o al menos as
nos lo dej ver. He aqu muestra de ellas:
Por mi parte, deseara una sociedad en la que el trabajo estuviera reducido al mnimo y en la que todos los das contramos con muchas horas para amar, para gozar
del propio cuerpo y para divertirnos con nuestra inteligencia. [] cre realmente que el dinero era algo poco importante. Mis maestros me hicieron sentir toda la
fealdad del rgimen capitalista. [] No estaba hecho para vivir en un mundo en el
que se debe consagrar la propia juventud como preparacin para la vejez. []
Amo enormemente la vida. Pero para gozar del espectculo hay que ocupar una
buena butaca. Y en la tierra la mayora de las butacas son malas. Aunque es verdad
que, en general, los espectadores no son muy difciles de contentar. [] Si las
leyes hubieran sido promulgadas por hombres caritativos, se les facilitara el suicidio a aquellos que quieren abandonar el mundo (Roorda, 1997: 59).

Pero la manera de morir tambin ha implicado otros patrones, y el ms


comn ha sido la bsqueda de la soledad o el aislamiento. Hombres y mujeres
han acudido a ella para intensificar el dolor y la reflexin, y por consiguiente,
evitar la interrupcin y ser persuadidos por la gente que les rodea; ellos, al menos, slo as han podido concretar su propsito. Y es por esto que han llegado a
ser parte de nuestro conocimiento el actuar de individuos que han pagado por
una habitacin de algn recndito hostal, hotel o mesn para lograrlo; de escurrirse y elevarse a la cima de algn prominente edificio o quizs al campanario
elevado de una inmaculada parroquia, y desde all, dejarse caer. Otros sin embargo tambin han decidido exponerse a la embestida de las slidas ruedas de
ferrocarriles o de tranvas, aventarse a los violentos ros, etc.
Pero la decisin y la manera de cometer suicidio pueden en conjunto representar igualmente la existencia de otras variantes, como son el efecto de la imi159

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tacin, que muchas veces es manejada como contagio o epidemia. Durkheim


crey posible la imitacin en casos muy particulares, sobre todo cuando se trataba de suicidios consumados en congregaciones demasiado pequeas; en donde
ese reducido vulgo conoca y supo de la muerte del suicida, y quizs, otro grupo
todava mucho menor, se sinti identificado con l y crey prudente morir de
similar modo, ya sea por su efectividad o por el impacto que provoc en dicha
sociedad. No obstante, para Durkheim la imitacin no poda afectar perceptiblemente la tasa social de los suicidios. Asimismo seal que la imitacin no es un
factor originario del suicidio, ya que aquella siempre depender de lo que denomin como centros de propagacin. Estos, traducidos en la actividad de los
componentes socio-culturales de cualquier sociedad, son reconocidos como el
estado moral de la opinin pblica y el efecto de los medios informativos o de
amplia divulgacin preponderantemente la prensa escrita (Durkheim, 2004:
110-136).
Ahora bien, dichos componentes socio-culturales son los que a su vez pueden influir de alguna manera en la eleccin de los modos de suicidio, al crear por
consiguiente alguna forma de modelos o patrones, los cuales se adaptan a las
situaciones tanto de las sociedades en cuestin sociedades en crisis, guerras,
transicin, etc. como de los individuos que los conciben bajo su peculiar personalidad (Moron, 1992: 22-24).
Es por ello que desde que la muerte voluntaria fue concebida bajo el trmino suicidio (siglo XVIII), se ha podido observar que el tipo de ejecuciones empleadas dependa, adems de la influencia de los aspectos socio-culturales antes
citados, de condiciones de clase social, de gnero, de religin, del desarrollo y
disponibilidad de las armas blancas y de fuego, y progresivamente de nuevas
soluciones farmacuticas que aparentaban ser ms dciles con el organismo.
As, en el siglo XVIII, mientras la gente aristocrtica se mataba con pistolas; los
que no tenan la posibilidad de adquirir semejantes artefactos, se ahorcaban.
Posteriormente, y ya en marcha el romanticismo, surgi la verdadera epidemia
del suicidio fomentada en gran medida por la literatura como nuevo medio de
propagacin; y con ello nuevos modelos o modos de provocarse la muerte, el
ahogarse y digerir agresivos venenos baratos hasta desencadenar en el uso de los
verdaderos tsigos y somnferos que, aunque dciles, han resultado ser igualmente letales. Con esa serie de cambios, como lo seal irnicamente el escritor

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ingls Al lvarez, el suicidio no slo se ha vuelto ms o menos indoloro; tambin parece menos mgico (lvarez, 1999: 182).

CONSIDERACIONES FINALES:
DE LA ETIOLOGA A LOS DETONANTES

Hace ms de 300 aos, cuando el suicidio era considerado en el mundo cristiano


como el efecto de un acto involuntario cometido bajo la proterva influencia de
Satans, quizs hubiese sido ms fcil tratar de definir y entender el suicidio.
Posteriormente, con el desmembramiento que comenz a realizarse a la locura,
surgi la melancola, la cual termin por suponer a los suicidas como locos,
volviendo a su vez ms compleja su definicin al contemplarse por primera vez
la influencia que ejercan algunos aspectos emocionales y apenas sociales. Para
finales del siglo XIX, como se ha venido sealando, los factores sociales adquirieron mayor importancia. A partir de entonces, la etiologa del suicidio contemplaba mayor variedad de circunstancias, lo cual imposibilitaba que no ha dejado
de suceder crear una configuracin precisa sobre el o los verdaderos motivos
que implicaban cada caso.
Por consecuencia, el tratar de separar las causas de los verdaderos detonantes que finalmente antecedan la muerte, representaba un nuevo debate an
no resuelto. Esto quera decir, que detrs de un suicidio exista la posibilidad de
encontrar variedad de circunstancias o motivos por los que cantidad de suicidas
consumaron sus actos. La psiquiatra y la sociologa, ambas desde su peculiar
punto de vista, han descifrado, y una vez que se consagraron como disciplinas,
los diversos rostros del suicidio. Y mientras una se preocupaba de los estados y
comportamientos surgidos desde la mente, comprobando sus estudios en la clnica individual; la otra tuvo por objetivo identificar, mediante la estadstica,
aquellos factores sociales que de cierta manera conducan al suicidio.
As, hacia todo lo largo del siglo XIX al suicidio le fueron desarrolladas
mltiples explicaciones que dieron razn sobre su etiologa social y psicolgica.
Algo comenzaba a quedar muy claro, los efectos mentales, que se pueden entender como los estados depresivos, melanclicos, neurticos, esquizofrnicos, etc.,
la mayora de las veces eran la consecuencia de una fuerte influencia que ejercan tanto el medio domstico como el social.
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Para el ao de 1930, el socilogo francs Maurice Halbwachs complement el estudio de Durkheim, al asegurar que cada sociedad posea y desarrollaba inherentemente sus tendencias suicidgenas. Asimismo sostuvo que la
gente se mataba a s misma por efecto o influencia de un evento o condicin
inesperada, sea sta sobre el cuerpo o la mente, la cual era excluida o separada
de su medio social al imponrsele un insoportable sentimiento de soledad (Moron,
1992: 24-26).
De este modo, se puede observar que el suicidio regularmente ha respondido a causas sociales que tienden a desencadenarse en variedad de estados emocionales, y que para la actualidad, muchos psiquiatras han llegado a considerar a
stos ltimos como elementos psicopticos, caracterizados por la existencia de
una afeccin mental (Moron, 1992). As, se ha podido afirmar que entre los
suicidas, consumados o en potencia, constantemente aparecen elementos como
la melancola, la esquizofrenia, la demencia, la neurosis, la depresin y dems
conceptos, propios de un estudio psicolgico, que presentan como comn denominador la disociacin o alteracin del individuo con su personalidad y realidad.
Con ello tampoco se quiere decir que es en los detonantes donde dichos
elementos presentan mayor acentuacin, ya que muchas veces, sobre todo en los
conatos, aquellos se presentan como involuntarios y estimulados por bebidas
alcohlicas o por cualquier otro tipo de drogas. Este nuevo elemento, vuelto
muy comn a partir del siglo XVIII, agravaba la situacin de la gente cuyas mentes eran ya inestables (Minois, 1999: 280). Los detonantes, a diferencia de las
dems circunstancias o motivos por los cuales los suicidas muchas veces justifican su cometido, representan el ltimo incidente emocional que provoca la fatal
decisin. De esta manera, un desenlace amoroso, una crisis financiera, el rompimiento de un negocio, una prdida material, etc., pueden representar un verdadero detonante.
An as, saber realmente por qu la gente ha decidido matarse permanece
como un misterio, ya sea desde adentro o desde afuera; es decir, desde su
sintomatologa interna hasta la manera en que las sociedades, las leyes y las
religiones logran concebirlo. El debate sigue vigente, mayor an cuando la muerte
voluntaria hoy en da adquiere nuevos matices, como los terroristas suicidas y el
suicidio infantil, por mencionar los que ms se perciben en los medios.

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