La Fabricacion de La Locura - Thomas Szasz

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La psiquiatra viene a decir el

doctor Szasz es un fenmeno de


segregacin social, un invento de los
psiquiatras, que son los modernos
cazadores de brujas; la psiquiatra
es un nuevo instrumento sibilino de
dominacin
por
parte
del
Establishment o por parte del
Estado Totalitario; el psiquiatra
substituye al verdugo, el loco al
hereje, el sanatorio mental al campo
de concentracin. Cambian los
mtodos
pero
permanece
la
violencia. Se alimenta el crculo
vicioso de la agresividad latente, de
la sobrerrepresin innecesaria.

Para justificar su punto de vista


Thomas S. Szasz lleva a cabo un
estudio
comparativo
entre
la
inquisicin y ciertas prcticas de la
psiquiatra,
mostrando
los
ingredientes represivos de la
primera, elementos que pasarn a
nuestros das arropados con una
terminologa
pretendidamente
cientfica. En el Medioevo, para ser
declarado satanista bastaba con
descubrir supuestos estigmas en la
vctima. Una vez demostrada o
arrancada la culpabilidad se
incineraba al poseso. Hoy, para
ser
diagnosticado
enfermo

mental, basta que el psiquiatra


extraiga
de
nosotros
una
confesin o que involuntariamente
presentemos
determinados
sntomas. A continuacin el
paciente antes el hereje ser
rechazado como individuo incmodo
o peligroso. El crculo represivo
queda cerrado. El Sistema, para su
supervivencia, extirpa de su propio
cuerpo al Otro.

Thomas Szasz

La fabricacin
de la locura
Estudio comparativo de la
Inquisicin y el movimiento en
defensa de la salud mental

ePub r1.0
Titivillus 23.03.15

Ttulo original: The manufacture of


madness
Thomas Szasz, 1970
Traduccin: Ramn Rib
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2

A mi hija, Suzy

El objetivo primario de este ensayo


es intentar un sondeo comprensivo de
los tiempos en que vivimos. Podra
creerse que una poca que en el
reducido perodo de cincuenta aos
ha
desarraigado,
esclavizado
o
asesinado a setenta millones de seres
humanos, debe ser condenada sin ms.
Pero quedara algo por hacer:
comprender
su culpabilidad.
Si
retrocedemos a pocas ms ingenuas,
veremos al tirano arrasando ciudades en
una bsqueda incesante de gloria
personal, al esclavo que encadenado
al carro del vencedor era arrastrado a
lo largo de calles bulliciosas y al
enemigo arrojado a las fieras en

presencia de la asamblea ciudadana, sin


que el espritu se conmoviera ante
crmenes tan irresponsables ni se
perturbara la serenidad de juicio. Pero
la contemplacin de campos de esclavos
erigidos bajo la bandera de la libertad, y
de masacres justificadas bajo una capa
de filantropa o de devocin al
superhombre, es algo que en cierto
modo traumatiza la capacidad de juicio.
Llegado el momento en que el crimen se
viste de inocencia gracias a una
curiosa trasposicin propia de nuestra
poca es la inocencia la llamada a
autojustificarse.
ALBERT CAMUS

Lhomme rvolt

PRIMERA PARTE
LA INQUISICIN Y LA
PSIQUIATRA
INSTITUCIONAL
En
circunstancias
desesperadas el hombre tiene
siempre la opcin de recurrir
a medios desesperados Si
nos falla la razn, queda
siempre el recurso a la ltima
ratio, el poder del milagro y
el misterio.

Ernst Cassirer[1].
(El Gran Inquisidor:)
nos preocupamos tambin de
los dbiles. Son rebeldes y
pecadores, pero acabarn
siendo
obedientes.
Les
embargar la admiracin y nos
considerarn como dioses,
porque estamos dispuestos a
cargar sobre nuestras espaldas
la libertad que tan espantosa
han encontrado y a ejercer la
autoridad sobre ellos tan
terrible les ha parecido ser
libres!. Pero les diremos

que somos Tus servidores y


que les gobernamos en Tu
nombre.
Tendremos
que
engaarles otra vez Este
engao ser nuestra cruz,
porque nos veremos obligados
a mentir.
Fyodor Dostoyevsky[2].

1. PROTECTORES
Y ENEMIGOS
INTERNOS DE LA
SOCIEDAD
No puedo aceptar tu
criterio de que al Papa o al
Rey debamos juzgarlos de
forma distinta a los dems
hombres, dando por sentado
que no han cometido ninguna
iniquidad.
Si
hay que
presuponer
algo,
es
precisamente lo contrario,

tratndose de quienes tienen


en sus manos el poder, tanto
ms cuanto mayor sea ste. La
responsabilidad
histrica
tiene que compensar la falta
de responsabilidad legal.
Lord Acton[1].
Siglos atrs, casi todo el mundo
crea en la hechicera, la magia y la
brujera. El hombre siente la necesidad
imperiosa de conocer las causas que
provocan los desastres de la naturaleza,
las epidemias, las desgracias personales
y la misma muerte. La magia y la

brujera proporcionan una teora


rudimentaria para explicar tales sucesos
y mtodos apropiados para hacerles
frente.
El comportamiento de aquellas
personas cuya conducta difiere de la de
sus semejantes sea por no alcanzar la
norma habitual del grupo, sea por
superarla constituye un misterio o una
amenaza similares; los conceptos de
posesin
diablica
y
locura
proporcionan una teora rudimentaria
para explicar tales sucesos y mtodos
apropiados para hacerlas frente.
Las creencias universales y las
prcticas
que
las
acompaan,
constituyen los materiales con que los

hombres han erigido instituciones y


movimientos sociales. Las creencias que
desembocaron en la caza de brujas son
muy anteriores al siglo XIII y, sin
embargo, fue en este preciso momento
cuando la sociedad europea las utiliz
como base de un movimiento
organizado. Dicho movimiento cuya
finalidad visible era la de proteger a la
sociedad de cualquier dao se
transform en la Inquisicin. El peligro
era la bruja; el protector era el
inquisidor. Paralelamente, aunque el
concepto de locura es muy anterior al
siglo diecisiete, fue entonces cuando la
sociedad europea empez a organizar un
movimiento sobre bases. Dicho

movimiento cuya finalidad visible


era, de forma anloga, proteger a la
sociedad de cualquier dao deriv
hacia la Psiquiatra Institucional. El
peligro era el loco; el protector era el
alienista. La persecucin de las brujas
se prolong a lo largo de ms de cuatro
siglos. La persecucin de pacientes
mentales se ha prolongado ya durante
ms de tres y su popularidad sigue en
alza.
Dos preguntas surgen de forma
inmediata: Si el concepto de brujera
era antiguo y familiar, por qu, en el
siglo XIII, cristaliz un movimiento de
masas a su sombra? Anlogamente si
el concepto de locura era antiguo y

familiar, por qu, en el siglo XVII,


cristaliz un movimiento de masas en
torno a l?
Como
consecuencia
de
un
conglomerado
de
acontecimientos
histricos citemos, entre otros, los
contactos con culturas extraas durante
las cruzadas, la evolucin del contrato
feudal
y
el
desarrollo
del
mercantilismo y de la clase media, los
pueblos empezaron a despertar de su
letargo de siglos y a buscar nuevas
respuestas a los problemas de la vida.
Desafiaron la autoridad clerical y
confiaron cada vez ms en la
observacin y en la experimentacin.
As naca la ciencia moderna y se

sentaban los precedentes para el


prolongado conflicto entre ella y la
teologa, que estaba a punto de estallar.
La sociedad europea medieval
estaba dominada por la Iglesia. En el
seno de una sociedad religiosa, toda
desviacin tena que ser concebida en
trminos teolgicos: quien se desva es
la bruja, el agente de Satans. En
consecuencia, se catalogaba como
herticos a la hechicera que curaba
las enfermedades, al hereje que pensaba
por s mismo, al fornicador que abusaba
del placer sexual y al judo que
inmerso en una sociedad cristiana
rechazaba sistemticamente la divinidad
de Jess; no se paraban mientes en los

abismos que pudieran diferenciarlos


entre s. Por esto, cada uno de ellos era
un enemigo de Dios que deba ser
perseguido por la Inquisicin. El
historiador especialista en temas
medievales Walter Ullman, lo expresa
del modo siguiente:
Sostener pblicamente opiniones
encontradas o contrapuestas a la fe, tal
como estaba formulada y fijada por la
ley, constitua hereja; y la causa
verdadera de que la hereja fuera
considerada crimen, estribaba como
lo haba expuesto el Decretum de
Graciano en que el hereje demostraba
arrogancia intelectual al preterir sus
propias opiniones a las de quienes

estaban especialmente calificados para


pronunciarse sobre materias de fe. En
consecuencia, la hereja era delito de
alta traicin, cometido contra su divina
majestad mediante aberracin de la fe
formulada por el papado[2].
Ullman nos recuerda, sin embargo,
que desde el punto de vista medieval,
dicha supresin de la opinin del
individuo, en cuanto tal, no supona de
ninguna manera una violacin de sus
derechos o de su dignidad de cristiano,
porque, al atacar la fe establecida, el
cristiano perda su dignidad Matarlo
no la violaba, como tampoco se viola la
dignidad de nadie con la muerte de un
animal[3].

Por aquella poca, el lazo que una a


los hombres entre s no era la ley civil a
la que, como ciudadanos, hubieran
prestado su consentimiento; sino la ley
divina que, como cristianos, obedecan
ciegamente, porque tenan fe en Dios y
en sus vicarios sobre la tierra. Durante
todo un milenio hasta el final de la
Edad Media el ideal de las relaciones
sociales no estuvo cifrado en la
reciprocidad sino en la buena voluntad
del gobernante y en la obediente
sumisin. Las obligaciones del sbdito
eran unilaterales. No tena ningn medio
a su alcance con que reafirmar los
evidentes deberes de sus superiores
para con l. Al estilo de los escritores

clsicos romanos, se consideraba al


gobernante como el padre comn de
todos. Los tratados medievales son
incansables a la hora de insistir en el
deber que tena el rey de cuidar de los
miembros ms dbiles de la sociedad.
Ahora bien como recalca Ullman,
este reconocimiento estaba muy lejos
de adscribir a los sbditos ningn
derecho inherente o autnomo con que
poder enfrentarse al rey. Si ste no
cumpla con sus deberes, no exista
poder alguno sobre la tierra con que
coaccionarle. La frecuencia de estas
afirmaciones exhortatorias estaba en
relacin inversa a la factibilidad terica
y prctica de su cumplimiento real[4].

Durante milenios el esquema


jerrquico de las relaciones sociales,
considerado como designio divino para
la vida sobre la tierra, as como en el
cielo y el infierno, pareca el nico
orden posible dentro de las relaciones
humanas. Por razones psicolgicas
evidentes, esta estructuracin posee un
atractivo perenne para la humanidad.
Este ideal de relacin social norecproca empez a ser socavado en el
siglo XII con el desarrollo del contrato
feudal, que estableca una reciprocidad
de obligaciones entre seor y vasallo.
La diffidatio o repudio del contrato
feudal por parte del vasallo, en el caso
de que el seor no cumpliera sus

deberes o transgrediera al lazo


contractual, no estaba basada en
doctrinas o teoras sofisticadas, sino que
se deriv de la prctica feudal[5].
Ullman insiste en que los principios
feudales no le fueron impuestos a la
sociedad desde arriba, sino que se
desarrollaron gradualmente de acuerdo
con las necesidades reales de la
sociedad Los historiadores se han
puesto de acuerdo en reconocer que, en
el mundo occidental, el paso de los
siglos XII y XIII constituy el perodo en
que se sembraron los grmenes del
futuro desarrollo constitucional y de la
posicin propia del individuo en la
sociedad Es fcil hoy da dar por

sentado, sin mayores preocupaciones, el


rango establecido constitucionalmente
del individuo como ciudadano; pero
se olvida demasiado a la ligera que
existi una poca, que abarc casi toda
la Edad Media casi un milenio, en
que no se conoca esto que llamamos
ciudadano[6]
Sin embargo, las transformaciones
sociales de tamaa magnitud no
acontecen sin terribles sufrimientos
humanos. Los gobernantes, temerosos de
perder su autoridad, redoblan su poder;
los gobernados, temerosos de perder su
proteccin, redoblan su sumisin.
Dentro de esta atmsfera de cambio e
incertidumbre,
gobernantes
y

gobernados se unen en un esfuerzo


desesperado por encontrar una solucin
a sus problemas; encuentran una vctima
propiciatoria, la hacen responsable de
todos los males que aquejan a la
sociedad y proceden a curar a sta con
la muerte de aqulla.
En 1215, ao en que el Rey Juan
concedi la Carta Magna, el Papa
Inocencio III convoc el IV Concilio de
Letrn. La asamblea constitua un
tributo impresionante a su poder
universal; desde todas las partes del
mundo llegaron a Roma ms de mil
quinientos dignatarios para considerar el
problema del castigo de herejes y
judos[7]

El Concilio denunci la hereja


albigense y promovi una guerra santa
contra ella; decret adems que todos
los judos deberan llevar un distintivo
amarillo sobre sus vestiduras a fin de
que pudiera identificrseles como
tales[8].
Desde los inicios del siglo XIII, todo
tipo de desgracias desde la prdida
de las cosechas hasta la peste fueron
atribuidas a brujas y judos. Su asesinato
en masa pas a ser una prctica social
aceptada[9].
Aunque los siglos comprendidos
entre 1200 y 1600 fueron siglos de
agona para los judos escribe
Dimond no lo fueron menos para los

cristianos. El hecho de que las


acusaciones contra los judos llevaran la
etiqueta de asesinato ritual o
profanacin eucarstica en vez de
brujera o hereja, no nos debe
llevar a engao. En ambos casos se daba
la misma psicologa, el mismo modo de
pensar, el mismo tipo de juicio, el
mismo tipo de evidencia y el mismo tipo
de tortura. Y mientras los judos
acusados de asesinato ritual eran
arrastrados a la hoguera, los cristianos
acusados de brujera eran quemados en
las plazas cercanas[10].
Durante ms de dos siglos de
persecucin, la peor parte la llevaron
los judos. Fueron expulsados de

Inglaterra y de Francia, y convertidos o


asesinados en grandes masas en el resto
de Europa. En un perodo de solo seis
meses al final del siglo XIII cien
mil judos fueron muertos en Franconia,
Baviera y Austria[11]. La caza de brujas
fue, en este perodo, accidental y
espordica. Su turno lleg a finales del
siglo XV.
A medida que iban siendo
proclamadas mediante bulas papales las
Cruzadas destinadas a reconquistar los
Santos Lugares, creca el movimiento de
cruzada en pro de la reconquista de la
pureza espiritual de la Europa Cristiana.
Gracias a una bula promulgada por el
Papa Inocencio VIII el da 9 de

diciembre de 1484, se refundan y


modificaban los decretos del IV
Concilio de Letrn. Uno de sus
fragmentos deca: Deseando con la
mayor ansiedad de nuestro corazn,
siguiendo incluso las exigencias
dictadas por Nuestro Apostolado, que la
Fe Catlica florezca especialmente en
este da a Nos dedicado y crezca por
todos los confines y que toda
depravacin hertica sea arrojada ms
all de los lmites y fronteras del pueblo
creyente, Nos proclamamos con la
mayor alegra y renovamos aquellos
medios particulares que lleven a
Nuestro piadoso deseo a la consecucin
de su anhelado objetivo

Efectivamente, ha llegado a
Nuestros odos, no sin afligirnos con
amargo pesar, que muchas personas
de ambos sexos, olvidadas de su propia
salvacin y apartndose de la Fe
Catlica, se han entregado a los
demonios, ncubos y scubos
Por tanto, Nos decretamos y
ordenamos
que
los
antedichos
Inquisidores gocen de la facultad de
proceder a la justa correccin, encierro
y castigo de cualesquiera personas, sin
obstculos ni impedimentos, con todos
los medios, como si las provincias,
parroquias,
dicesis,
distritos,
territorios y, lo que es ms, como si las
mismas personas y sus crmenes de esta

categora estuvieran nombrados y


designados individualmente en Nuestro
documento[12]
Dos aos ms tarde, en 1486, esta
bula papal se vio complementada
mediante la publicacin del famoso
manual para cazadores de brujas, el
Malleus Mateficarum (El Martillo de
las Brujas)[13]. Pronto apareci una
epidemia de brujera: creci el nmero
de brujas, alentada encubiertamente su
aparicin por las mismas autoridades
encargadas de su exterminio; al mismo
tiempo creca el inters por hallar los
medios adecuados para combatirla.
Durante siglos luch la Iglesia por
mantener su papel dominante en la

sociedad. Durante siglos la bruja


represent el papel que le haba sido
designado de vctima propiciatoria de la
sociedad.
Desde la misma iniciacin de su
labor, la Inquisicin reconoci el arduo
problema de una correcta identificacin
de las brujas. A los inquisidores y a las
autoridades civiles se les proporcion
los criterios distintivos de brujera y una
planificacin
perfectamente
especificada de sus tareas. La inmensa
literatura medieval dedicada al tema de
la brujera, se ocupa primordialmente de
uno o de ambos aspectos citados. Entre
dichos escritos, se reconoce la suprema
importancia del Malleus Maleficarum.

Sprenger y Krmer, los inquisidores


dominicos que escribieron el Malleus,
inician su obra afirmando que la
creencia en la existencia de dichos seres
las brujas constituye una parte tan
esencial de la fe Catlica, que defender
obstinadamente la tesis contraria huele
indefectiblemente a hereja[14]. En otras
palabras, Satans y sus brujas
constituyen una parte tan esencial de la
religin cristiana como Dios y sus
santos; el verdadero creyente no puede
alimentar ms dudas sobre lo primero
que sobre lo segundo. Poner en duda la
existencia de las brujas es, pues, por s
solo seal determinante de ser hereje
(bruja).

Pronto iban a aparecer criterios de


brujera ms precisos. Se nos dice, por
ejemplo, que quienes inducen a los
dems a realizar prodigios malignos,
se denominan brujas. Y puesto que a la
infidelidad de una persona bautizada se
la designa tcnicamente como hereja, a
estas personas hay que llamarlas
definitivamente herejes[15].
Los autores del Malleus reducen an
ms el crculo de sospechosos, cuando
observan que son las mujeres quienes
ms adictas se muestran a las
Supersticiones Malignas. Entre las
mujeres
afirman,
las
comadronas superan a todas las
dems en malicia[16]. La razn que se

aduce para identificar tan generalmente


a las brujas como mujeres, es que toda
brujera procede del apetito camal, que
en las mujeres es insaciable[17]. Y la
razn por la que los hombres estn al
abrigo de tan nefando crimen, estriba en
que Jess era un hombre: bendito
sea el Altsimo que ha protegido hasta
ahora al sexo masculino de un crimen
tan grande: porque, desde el momento
que quiso nacer y sufrir por nosotros,
nos ha otorgado a los hombres dicho
privilegio[18].
En resumen, el Malleus es entre
otras cosas una especie de teora
cientfico-religiosa acerca de la
superioridad masculina, que justifica

e incluso exige la persecucin de las


mujeres como miembros de una
categora de individuos inferior,
pecadora y peligrosa.
Tras esta definicin de la brujera,
los autores del Malleus proporcionan
criterios
especficos
para
la
identificacin de las brujas. Algunos de
ellos hay que buscarlos entre las
caractersticas de las enfermedades.
Sostienen, por ejemplo, que la aparicin
repentina y dramtica de una enfermedad
o de lo que lo que parezca
enfermedad es seal tpica de la
existencia de brujera en sus causas:
el mal puede llegar tan repentinamente a
un hombre, que tan slo puede atribuirse

a brujera[19]; y citan casos histricos


con que sustentar esta tesis. Veamos uno:
Un cierto ciudadano de noble cuna de
Spires tena una esposa de condicin tan
obstinada que, aunque intentaba
complacerla de todos los modos
posibles, ella se negaba siempre a
cumplir sus deseos y le vejaba
continuamente con sus burlas. Sucedi
un da que, al entrar el esposo en su casa
y estando ella reprochndole, como era
su costumbre, con palabras injuriosas, el
marido quiso salir de la casa para evitan
la discusin. Pero ella se le adelant
jurando en voz alta que, si no le pegaba,
no haba honradez ni rectitud en l. Ante
palabras tan fuertes, extendi su mano

sin tener nimo de herirla y le dio


una ligera palmada en la nalga, tras lo
cual el hombre cay repentinamente al
suelo sin sentido y tuvo que guardar
cama durante muchas semanas afectado
de muy grave enfermedad. Ahora bien,
es evidente que no se trataba de una
enfermedad natural, sino que haba sido
producida por alguna brujera de la
mujer. Muchos casos parecidos han
acontecido, que han llegado a
conocimiento de muchas personas[20].
A continuacin, Sprenger y Krmer
recomendaban acudir a los mdicos
como a diagnosticadores expertos y
como testigos expertos en los juicios por
brujera en cuyo juicio profesional

aconsejaban a inquisidores y letrados


confiar
para
distinguir
aquellas
enfermedades debidas a causas naturales
de aquellas otras debidas a brujera.
Si se nos pregunta cmo es posible
saber si una enfermedad ha sido causada
por brujeras o pop un defecto fsico
natural, responderemos que en primer
lugar dbese acudir al juicio de los
doctores Por ejemplo, los mdicos
pueden deducir de circunstancias tales
como la edad del paciente, lo saludable
de su complexin y la reaccin de sus
ojos, que su enfermedad no deriva de
ningn defecto de la sangre o del
estmago o de otra dolencia natural; por
tanto, podr juzgar que no se debe a

ningn defecto natural, sino ms bien a


una causa extrnseca. Y puesto que dicha
causa extrnseca no puede ser una
infeccin
venenosa,
que
ira
acompaada de malos humores en la
sangre y el estmago, tienen fundamento
suficiente para decidir que se debe a
brujera[21].
Un tercer mtodo para distinguir la
enfermedad natural de aqulla causada
por brujera, consista en interpretar la
forma adoptada por el plomo derretido
al ser arrojado en el agua.
Hay quienes dicen los autores
del Malleus pueden distinguir tales
enfermedades mediante cierta prctica,
que es como sigue. Sostienen plomo

derretido sobre el hombre enfermo y


despus lo arrojan en un tazn con agua.
Si el plomo se condensa de modo que
forme alguna imagen, entonces deciden
que la enfermedad es debida a
brujera[22].[23]
En los tiempos de la caza de brujas,
mdicos y sacerdotes se vean de esta
manera ligados al problema del
diagnstico
diferencial
entre
enfermedad natural y enfermedad
diablica. Dicha diferenciacin nos
parece sencilla, simplemente porque no
creemos en la enfermedad sobrenatural;
pero para nuestros antepasados, que s
crean en ella, tal distincin constitua
una ardua tarea[24]. Adems, los

doctores e inquisidores entregados a la


tarea de discernir la brujera realizaban
su trabajo en el contexto de otro
problema muy relacionado con ste y
que era muy real: deban distinguir entre
personas culpables de actos criminales,
especialmente
envenenadoras
o
veneficae, e inocentes de cualquier mala
accin, es decir, personas normales. Al
ser
considerada
simultneamente
malhechora
(hechicera)
como
cualquier vulgar envenenador y
vctima (mero instrumento de los
poderes diablicos) como la comn
humanidad
doliente,
la
bruja
contribua a borrar las agudas
diferencias existentes entre envenenador

y no-envenenador, inocente y culpable.


Es sintomtico que la palabra
witch[25] se derive de una palabra
hebrea que ha dado venefica en latn y
witch en ingls. Su sentido original
connotaba a quien era versado en
venenos, en frmulas mgicas o en
pronosticar la suerte. El concepto de
bruja combina los poderes ocultos con
la posibilidad de beneficio o
maleficio[26]. En la Europa del
Renacimiento, el envenenamiento
especialmente por medio de compuestos
arsenicales era una prctica corriente.
La confeccin y el comercio de venenos
se convirti en un vasto y rentable
negocio, al que se dedicaban a menudo

las mujeres.
Tan profundamente se haba
enraizado esta prctica (la del
envenenamiento progresivo) en Francia
entre los aos 1670 y 1680 subraya
Mackay que Madame de Svign, en
una de sus cartas, expresa el temor de
que el trmino francs y el trmino
envenenador
acaben
siendo
sinnimos[27]. El problema del
diagnstico correcto de brujera, debe
ser enfocado sobre esta perspectiva.
Johann Weyer (1515-1588)
mdico del Duque Guillermo de Cleves
, fue uno de los pocos mdicos de su
poca en alzar la voz contra las caceras
de brujas. Al igual que sus

contemporneos, Weyer crea en la


brujera y en las brujas[28]; tan slo
difera de ellos por sostener la opinin
de que los cazadores de brujas emitan
sus diagnsticos con excesiva ligereza y
con frecuencia sospechosa. Atacaba
especialmente a aquellos mdicos
ignorantes y poco diestros (que)
atribuan todas las enfermedades
incurables o aquellas otras cuyo
remedio desconocan, a brujera; y
conclua que son ellos, los mismos
mdicos,
los
verdaderos
[29]
malhechores . En resumen, no se
opona propiamente a la caza de brujas,
sino a sus abusos o excesos.
Es significativo que el ttulo

completo de la obra clsica de Weyer


diga as: De Praestigiis Daemonum, et
Incantationibus ac Veneficiis, es decir,
acerca de los Engaos de los Demonios
y de los Encantamientos y Venenos.
Empezando por el mismo ttulo y a
travs de toda su obra, Weyer distingue
entre brujas y envenenadores.
Reconoce
que
existen personas
malvadas que utilizan una extensa gama
de venenos para daar y matar a sus
enemigos. Son criminales y deberan ser
castigados. Y, sin embargo, la mayora
de las personas acusadas de brujera no
pertenecen a dicha categora. Inocentes
de cualquier mala accin, son
individuos desgraciados, miserables y

quizs engaados. En una carta a su


seor, el Duque Guillermo, al explicar
los propsitos de su De Praestigiis y
dedicrselo, expone que el objetivo
final de su obra es legal, por cuanto
hablo de castigo en forma distinta de la
acostumbrada, para hechiceras y
brujas[30] (la cursiva es ma). Y
concluye la carta rechazando de plano el
proceso inquisitorial y urgiendo el
respeto a los procedimientos judiciales
establecidos. A ti, prncipe, dedico el
fruto de mi meditacin T no impones
como hacen otros duros castigos
sobre pobres y aturdidas ancianas. T
exiges evidencia y slo en el caso de
que hayan suministrado realmente

veneno, acarreando la muerte a hombres


o animales, permites que la ley siga su
curso[31] (la cursiva es ma). As pues,
Weyer insiste en que, desde un punto de
vista legal, es indispensable distinguir
entre dos distintas categoras de
personas: envenenadores o culpables de
actos criminales y no-envenenadores o
personas
inocentes
de
acciones
criminales. Pero ah precisamente es
donde sus adversarios arremeten contra
l. Puesto que las brujas son criminales
sostienen no puede hacerse tal
distincin. Las autoridades de la poca
son definitivas respecto a este punto.
Jean Bodin, jurista francs, defensor
acrrimo de la Inquisicin y uno de los

ms apasionados crticos de Weyer,


afirma que ste est equivocado
bruja y envenenadora son la misma cosa.
Todo lo que se les imputa a las brujas es
cierto[32]. Otro crtico de Weyer, un
mdico de Marburg llamado Scribonius,
en un escrito de 1588 se opone
especficamente al intento de Weyer de
demostrar que las brujas tan slo
imaginan sus crmenes pero que en
realidad no han hecho nada impropio!.
Para Scribonius esto significa que
Weyer no hace ms que descargar de
culpa las espaldas de las brujas a fin de
libellas de toda necesidad de castigo
S, lo dir sin ambages: creo, juntamente
con Bodin, que Weyer se ha consagrado

a las brujas, que es su camarada y


compaero en el crimen, que l mismo
es un brujo y confeccionador de venenos
y que se ha entregado a la defensa de
otros brujos y confeccionadores de
venenos[33].
La confusin implcita en el
concepto de brujera y su aleacin con
el de envenenamiento serva a los
propsitos de la Inquisicin: a partir de
ah, los inquisidores se oponan a todos
los intentos por desandar este proceso y
castigaban, como a enemigos del orden
teolgico establecido, a quienes
persistan en tales esfuerzos. Los
crticos de Weyer, como hemos visto,
objetaban especficamente sus intentos

por desembrollar el dao atribuido a las


supuestas brujas. Esto, como el Malleus
haba establecido claramente, era un
error grave y pecaminoso:
Existen a pesar de todo quienes,
oponindose temerariamente a toda
autoridad, proclaman pblicamente que
las brujas no existen o, en todo caso, que
no pueden herir ni daar de ninguna
manera a la humanidad. Por tanto, todos
aquellos que sean hallados convictos de
tal doctrina, pueden en sentido
estricto ser excomulgados, puesto que
van a ser hallados claramente y sin
posibilidades de error convictos de
falsa doctrina[34].
Puesto que lo creo esencial para una

clara comprensin de nuestra siguiente


consideracin acerca de la brujera y su
paralelismo con la enfermedad mental,
he intentado mostrar con algn detalle
que el nfasis de la argumentacin de
Weyer
no
radica
donde
los
psicopatlogos modernos dicen radicar
es decir, en una crtica del concepto
de brujera y en una afirmacin de la
necesidad de sustituirlo por el de
enfermedad
mental;[35]
donde
realmente pone su acento es en los
procedimientos utilizados por los
inquisidores,
mtodos
que
examinaremos detalladamente en el
siguiente captulo.
Al empezar a declinar el poder de la

Iglesia y la cosmovisin religiosa del


mundo durante el siglo XVII, desapareci
el binomio bruja-inquisidor para dar
paso al binomio loco-alienista.
En el nuevo clima cultural laico y
cientfico, como en cualquier otro,
exista tambin el individuo menos
privilegiado, el descontento y el grupo
de quienes resultaban incmodos por
pensar y criticar demasiado. Seguase
exigiendo
conformidad.
El
inconformista, el objetor y en resumen
todo aquel que negaba o rehusaba los
valores dominantes de la sociedad,
continuaba siendo el enemigo de dicha
sociedad. El ordenamiento adecuado de
esta nueva sociedad ya no se conceba

en trminos de Gracia Divina, sino en


trminos de Salud Pblica, De esta
manera, a los enemigos internos se los
etiquetaba como locos; y, como la
Inquisicin anteriormente, apareci la
Institucin Psiquitrica para proteger a
la colectividad de esta amenaza.
El estudio de los orgenes del
hospital
mental
confirma
estas
generalizaciones. El encierro a gran
escala de los dementes, como
acertadamente lo define Michel
Foucault, empez en el siglo XVII:
Una fecha puede servir de punto de
referencia: 1656, ao en que apareci el
decreto que fundaba en Pars el Hpital
Gnral[36]. El decreto que fundaba tal

establecimiento y otros similares por


toda Francia, fue promulgado por el rey
Luis XIII:
Por
propia
voluntad
nos
constituimos en guardianes y protectores
del mencionado Hpital Gnral, como
institucin de fundacin real la cual
debe estar totalmente exenta de
direccin, visita y jurisdiccin de los
oficiales de la Reforma y de
cualesquiera
otros,
a
quienes
prohibimos todo conocimiento y
jurisdiccin bajo ningn concepto[37].
La definicin originaria de locura en
el siglo XVII como aquel estado que
justifique el encierro en un asilo
responda a las exigencias para las que

fue ideada. Para ser considerado loco,


bastaba
con
estar
abandonado,
necesitado, ser pobre o rechazado por
los padres o la sociedad. Las normas
que regulaban la admisin en la Bictre
o la Salptrire los dos hospitales
mentales de Pars que iban a hacerse
famosos en el mundo entero, puestas
en vigor el 20 de abril de 1680,
determinaban que los hijos de
artesanos u otros habitantes pobres de
Pars, menores de veinticinco aos, que
abusaran de sus padres o se negaran por
holgazanera a trabajar, o, en el caso de
muchachas,
que
hubieran
sido
prostituidas o estuvieran en peligro
evidente de serlo, deban ser encerrados

los muchachos en la Bictre y las


muchachas en la Salptrire. Esta
medida deba ser tomada a peticin de
los padres o, en el caso de que stos
hubieran muerto, de los parientes
cercanos o del prroco. Los hijos
rebeldes deban seguir encerrados hasta
que los directores lo juzgaran oportuno y
tan slo podan ser puestos en libertad
bajo orden suscrita por cuatro
directivos[38].
Adems de dichas personas, debase
encarcelar en una seccin especial de la
Salptrire a las prostitutas y a
aquellas mujeres que regentaran casas
de corrupcin[39].
Un observador francs nos describe

las consecuencias de estas prcticas


mdicas despus de un siglo de
funcionamiento de la Salptrire:
La Salptrire es, en 1778, el
hospital ms grande de Pars y quizs de
Europa. Simultneamente sirve de casa
para mujeres y prisin. Recibe a
mujeres y muchachas gestantes, a
nodrizas y a sus nios lactantes; a nios
varones comprendidos entre los siete u
ocho meses de edad y los cuatro o cinco
aos; a muchachas jvenes de cualquier
edad; a ancianos y ancianas casados; a
lunticos
delirantes,
imbciles,
epilpticos, ciegos, lisiados, afectados
de empeine, incurables de todo tipo,
nios afectados de escrfula, etc., etc.

En el mismo centro del hospital hay una


casa de reclusin de mujeres, que
comprende cuatro prisiones diferentes:
le commun, para las muchachas ms
disolutas; la correction, para las que no
son consideradas depravadas perdidas;
la prison, reservada para personas
detenidas por orden del rey; y la grand
force, para mujeres infamadas por orden
de los tribunales[40]. Repasando
cuidadosamente esta escena. George
Rosen afirma sin paliativos que el
individuo era encerrado bsicamente, no
para recibir cuidados mdicos, sino
para proteger a la sociedad y prevenir la
desintegracin de sus instituciones[41].
En 1860, fecha ya muy reciente, no

era necesario estar mentalmente enfermo


para ser encarcelado en una institucin
mental americana; era suficiente ser una
mujer casada. Cuando la celebrada Mrs.
Packard fue hospitalizada en el Asilo
Estatal de Locos de Jacksonville por
estar en desacuerdo con su esposo el
ministro, las leyes de confinamiento
del estado de Illinois proclamaban de
forma explcita que Las mujeres
casadas pueden ser ingresadas o
detenidas en el hospital a peticin del
esposo o del tutor de la mujer sin
necesidad de presentar la evidencia de
locura exigida en otros casos[42].
En resumen, la necesidad de
demostrar que una persona sufre de

una enfermedad mental como la


esquizofrenia o la psicosis senil para
justificar su encierro, es slo una toma
de conciencia realista relativamente
reciente en la historia de la psiquiatra.
Sola bastar ser un joven sin empleo,
una prostituta o un anciano pobre para
tal accin, No debemos olvidar
insiste Foucault que pocos aos
despus de su fundacin (en 1656), el
Hpital Gnral de Pars albergaba l
solo a seis mil personas o alrededor del
uno por Ciento de la poblacin[43].
Como medio de control social y
afirmacin ritualizada de la tica social
dominante, la Institucin Psiquitrica se
manifest en seguida como digna

sucesora de la Inquisicin. Su historia


posterior, como veremos, ha llegado a la
misma altura.
El Hpital Gnral francs, el
Irrenhaus alemn y el asilo de dementes
ingls se han convertido as en las
moradas de los denominados locos.
Pero son realmente tenidos por locos y
encerrados como consecuencia en tales
instituciones? O, ms bien, son
encerrados por ser pobres, estar
fsicamente enfermos o ser peligrosos y,
como consecuencia, pasan a ser tenidos
por locos? Durante trescientos aos los
psiquiatras se han empeado en
obscurecer, ms que en clarificar, este
sencillo problema. Quizs no haba otro

camino. Como sucede en otras


profesiones especialmente en las
concernientes a la regulacin de las
cuestiones sociales, los psiquiatras
han sido responsables en gran parte de
la creacin de aquellos mismos
problemas
que
ostensiblemente
pretendan solventar. Pero al igual
que de las dems personas no puede
esperarse de los psiquiatras que acten
sistemticamente en contra de sus
propios intereses econmicos y
profesionales.
El decreto de Luis XIII no fue un
hecho aislado. Se ha repetido una y otra
vez a lo largo de la historia de la
psiquiatra. El sistema de hospital

mental alemn, por citar un caso, fue


inaugurado en 1805 con la siguiente
declaracin del prncipe Karl August
von Hardenberg:
El estado debe preocuparse
personalmente de todas aquellas
instituciones destinadas a quienes sufren
de la mente, tanto para conseguir
mejorar las condiciones del desgraciado
como para el avance cientfico. Slo
aquellos esfuerzos que no desfallezcan
nos permitirn avanzar para el bien de la
humanidad doliente, en este importante y
difcil campo de la medicina. Slo en
tales instituciones puede conseguirse la
perfeccin (hospitales mentales del
estado)[44]

Los internos de dichas instituciones


fueron los pacientes sobre cuyo
comportamiento
individuos
como
Kahlbaum y Kraepelin erigieron ms
tarde sus sistemas de diagnstico
psiquitrico. Durante cien aos y
siguiendo las directrices contenidas en
la declaracin del prncipe de
Hardenberg, se multiplic a travs de
Europa toda la gama de enfermedades
mentales necesitadas de diagnstico y
tratamiento, as como el nmero de
pacientes mentales que requeran
internamiento.
En nuestros mismos das
quinientos aos despus de la bula de
Inocencio VIII y ciento cincuenta aos

tras la declaracin alemana de guerra a


la locura se nos exhorta a combatir la
enfermedad mental, y no es un personaje
cualquiera quien lo hace, sino nada
menos que el propio presidente de los
Estados Unidos de Amrica. El 5 de
febrero de 1963, declaraba el Presidente
Kennedy:
Propongo un programa nacional de
salud mental para contribuir a la
inauguracin de un esfuerzo y enfoque
completamente nuevos del cuidado del
enfermo mental El Gobierno, a todos
sus niveles federal, estatal y local,
las fundaciones privadas y los
ciudadanos particulares deben hacer
frente a sus responsabilidades en este

campo Necesitamos devolver el


cuidado de la salud mental al primer
plano de la medicina americana[45].
Realmente abre los ojos la
observacin
de
las
semejanzas
existentes entre estos inspirados
mensajes. No hay necesidad de poner en
duda las buenas intenciones de quienes
los pronuncian. El papa, el prncipe, el
presidente, todos ellos alegan estar
intentando llevar su ayuda al prjimo
que sufre. Lo deprimente es que cada
uno de ellos ignora que el supuesto
doliente, sea de brujera, sea de
enfermedad mental, quizs prefiera su
soledad; que rehsan limitarse a ofrecer
su ayuda y conceder al beneficiario el

derecho a aceptarla o rechazarla; y que,


por fin, se niegan a reconocer la penosa
verdad de que aquellos a quienes se
imponen por la fuerza los servicios de la
Iglesia militante y del Estado en su
vertiente teraputica, se consideran a s
mismos con toda justicia como
vctimas y prisioneros, no como
pacientes y beneficiarios.
Como ya hemos visto, en la poca de
la caza de brujas, los mtodos para
identificar a alguien como envenenador
o como paciente eran radicalmente
distintos; el mtodo de identificacin de
una
bruja
difera
de
ambos,
constituyendo
un
procedimiento
especial. En nuestra poca, los mtodos

utilizados para identificar a una persona


como criminal o como paciente mdico
guardan una diferencia parecida; de la
misma manera, el mtodo de
identificacin de alguien como paciente
mental difiere de ambos, constituyendo
asimismo un procedimiento especial.
Existen buenas razones para tales
distinciones.
Nos vemos invadidos por algunas de
aquellas
mismas
variedades
de
problemas sociales que invadieron a las
masas al declinar la Edad Media e
intentamos solventarlos por medios
similares. Utilizamos las mismas
categoras
legales
y
morales:
ciudadanos que infringen la ley y

ciudadanos que viven dentro de ella,


culpables
e
inocentes;
adems
utilizamos una categora intermedia el
loco o paciente mental al que
intentamos clasificar en uno u otro
extremo. Antiguamente la pregunta se
formulaba as: a qu categora
pertenecen las brujas? En la actualidad
adopta esta otra versin: a qu
categora pertenecen los enfermos
mentales? Los psiquiatras institucionales
y la opinin de la gente culta sostienen
que por ser peligrosos para s mismos
y para con los dems, los locos
pertenecen a
la
categora
de
cuasicriminales; ello solo justifica su
internamiento involuntario y los malos

tratos en general.
Es ms, para defender su ideologa y
justificar sus poderes y privilegios, los
psiquiatras institucionales amalgaman
las nociones de enfermedad mental y
criminalidad y se alzan contra todo
esfuerzo por separarlas. Con tal objetivo
alegan que enfermedad mental y crimen
son una nica y misma cosa y que, por
tanto, los enfermos mentales resultan
peligrosos en determinados aspectos en
que no lo son las personas normales.
Philip Q. Roche, que recibi la
American Psychistric Associations
Isaac Ray Award por su labor en pro de
la conjuncin de ley y psiquiatra,
formula este punto de vista de manera

caracterstica cuando afirma que los


criminales se distinguen de los enfermos
mentales tan slo en la actitud que
nosotros tomamos con respecto a
ellos Todos los criminales son casos
mentales
el
crimen es
una
perturbacin de la comunicacin y de
ah que sea una forma de enfermedad
mental[46]. Este punto de vista es
decir, que el crimen es producto y
sntoma de enfermedad mental, de la
misma forma que la ictericia lo es de
hepatitis mantenido en la actualidad
por casi todos los psiquiatras y muchos
abogados y juristas, no es tan nuevo
como sus defensores quisieran hacernos
creer. Sir Matthew Hale (1609-1678),

Lord Chief Justice of England y, cosa


curiosa, fervoroso convencido tambin
de la existencia de la brujera, declaraba
por ejemplo que sin duda
alguna, la mayor parte de los
criminales poseen algn grado de
demencia parcial cuando cometen tales
delitos[47]. Fcilmente reconoceremos
en esta concepcin una manifestacin
precoz del paso de un enfoque religioso
del discurso y pltica acerca de
personas y relaciones humanas a un
enfoque cientfico. En vez de decir que
los criminales son malvados, las
autoridades
declaran
que
estn
enfermos; en cualquier caso, los
sospechosos siguen siendo considerados

peligrosos para la sociedad y, por


consiguiente, aptos para la aplicacin de
sus sanciones.
Paralelamente a esta estrecha
asociacin mental y verbal entre crimen
y locura[48], las leyes de internamiento
se han formulado con arreglo a la
supuesta peligrosidad del individuo
(respecto a s mismo y a los dems) ms
bien que con referencia a su salud o
enfermedad. Por
descontado, la
peligrosidad es una caracterstica que el
supuesto paciente mental comparte con
el criminal y no con la persona
mdicamente enferma.
La difuminacin del concepto de
enfermedad mental y su aleacin con el

de criminalidad resulta actualmente til


a la Psiquiatra Institucional, de la
misma manera que la difuminacin del
concepto de brujera y su aleacin con
el de envenenamiento resultaron tiles
en otro tiempo a la Inquisicin. En los
tiempos de Weyer, el efecto subsiguiente
a la ofuscacin de las diferencias
existentes
entre
brujera
y
envenenamiento delito teolgico
(hereja) y transgresin de la ley
(crimen) era el de la sustitucin de
los procedimientos acusatorios por los
inquisitoriales. En nuestros das, el
efecto subsiguiente a la ofuscacin de
las diferencias existentes entre locura y
peligrosidad
delito
psiquitrico

(enfermedad mental) y transgresin de la


ley (crimen) es la sustitucin del Bill
of Rights[49] por el Bill of Treatments.
En ambos casos el resultado es una
tirana, clerical en el primer caso y
clnica en el segundo. La Inquisicin
combinaba de esta manera la
arbitrariedad de los juicios teolgicos
con la capacidad punitiva de las
sanciones penales acostumbradas por
aquel entonces. De modo parecido, la
Psiquiatra Institucional ana la
arbitrariedad
de
los
juicios
psiquitricos con la capacidad punitiva
de las sanciones penales corrientes en la
actualidad. Aadamos a ello que los
psiquiatras institucionales se estn

oponiendo a todos los intentos de


clarificar la confusin inherente a la
idea de enfermedad mental y castigan,
como a enemigos del orden teraputico
establecido, a quienes persisten en tales
esfuerzos[50] del mismo modo que en
otro tiempo los inquisidores se oponan
a todos los intentos de clarificar la
confusin inherente a la idea de brujera
y perseguan a quienes (como Weyer)
persistan en tales esfuerzos.
A pesar de todo, tambin nosotros
seguiremos tenazmente en tal empea.
Empecemos
por
las
diferencias
existentes entre crimen y enfermedad
ordinaria (corporal). Cuando se ha
perpetrado un crimen, el inters pblico

exige el despliegue de amplios y


enrgicos mtodos de diagnstico
policaco: para proteger el bienestar
pblico,
debe
encontrarse
y
aprehenderse al criminal. Frente a ello
se alza un inters privado compensatorio
por limitar y supervisar cuidadosamente
tales mtodos: para proteger las
libertades individuales, el ciudadano
inocente debe encontrarse a salvo de
falsas acusaciones y encarcelamiento.
Los procedimientos utilizados para la
deteccin
criminal
deben,
por
consiguiente,
ser
cuidadosamente
equilibrados con el fin de satisfacer
estos dos intereses contrarios. Estas
ideas se encuentran contenidas en el

concepto
legal
de
proceso
establecido[51].
La
enfermedad
amenaza
al
[52]
individuo, no a la sociedad . Puesto
que no existe ningn tipo de presin por
parte del inters pblico en favor de un
diagnstico de enfermedad cuando un
individuo sufre dolores (como existe en
favor de un diagnstico de criminalidad,
cuando se ha perpetrado un crimen), el
paciente goza de libertad para utilizar o
rechazar cualquier tipo de mtodo de
diagnstico clnico que guste. Si
persigue el diagnstico de su
enfermedad con ansia excesiva o, al
contrario, no despliega la energa
necesaria, su salud puede sufrir las

consecuencias y probablemente las


salpicaduras del sufrimiento le alcancen
a l mismo. De ah que sea razonable
dejar la capacidad ltima de aceptacin
o rechazo de los procedimientos de
diagnstico en manos del propio
paciente. Estas ideas vienen contenidas
en el concepto legal d consentimiento
informado[53].
Dichas categoras, la descripcin de
cuyo estado puro ya hornos hecho, se
anan en ciertos fenmenos que
muestran las caractersticas esenciales
de
ambas
es
decir,
la
autopeligrosidad
(tpica
de
la
enfermedad) y la heteropeligrosidad
(tpica del crimen). Caso nico y

caracterstico, tan familiar al hombre


medieval y renacentista, era la
enfermedad contagiosa. Cuando a finales
del siglo XIII se consigui borrar la
lepra de la faz de Europa, epidemias
sucesivas de peste bubnica diezmaron
la poblacin. Luego, en el siglo XVI, la
sfilis
adquiri
proporciones
epidmicas.
Al igual que la lepra y las plagas,
las doctrinas y prcticas herticas se
infiltraron en la poblacin a modo de
contagio y pronto fueron consideradas
por quienes las rechazaban como
autopeligrosas y heteropeligrosas. El
hecho de concebir la enfermedad
contagiosa como nociva para el propio

paciente y para los otros, tendi un


puente conceptual entre la enfermedad
ordinaria no-contagiosa (como algo
nocivo para uno mismo) y el crimen
(nocivo para los dems). Siguiendo tales
pautas, la enfermedad contagiosa se
convirti en el patrn de la hereja
religiosa, alimentando la imagen de una
brujera como estado peligroso a la
vez para la bruja y para su vctima. De
ah que se pasara a considerar
justificado el recurso a medidas
especiales de control de la extensin de
enfermedades contagiosas e ideas
herticas.
En la sociedad y mentalidad
modernas, la enfermedad contagiosa

simbolizada por la sfilis y la


tuberculosis ms que por la lepra y la
peste ha continuado sirviendo de
puente lgico y conceptual entre
enfermedad (autolesin) y crimen
(heterolesin), y se ha convertido
adems en el patrn de la hereja secular
(enfermedad mental).
Al igual que la sflis y la
tuberculosis, las ideas y prcticas
sociales inconformistas se han extendido
a travs de la poblacin a modo de
contagio, y son consideradas tambin
por quienes las rechazan como autopeligrosas y heteropeligrosas. De ah
que se haya seguido considerando
justifcado el recurso a medidas

especiales
de
control
de
las
enfermedades
contagiosas
(cuya
importancia social ha pasado a ser
mnima en los estados industriales
avanzados) y de las ideas peligrosas
(cuya importancia social se ha
disparado hacia alturas insospechadas
en estos mismos estados). El resultado
ha sido una concepcin cada vez ms
extendida del inconformismo social
como enfermedad contagiosa es decir,
el mito de la enfermedad mental, una
aceptacin general de la institucin que
aparentemente protege el pueblo de
dicha enfermedad es decir, la
Psiquiatra
Institucional
y
la
aprobacin popular a una serie de

operaciones caractersticas de tal


institucin es decir, el uso sistemtico
de la fuerza y el engao, simulado bajo
el disfraz de instalaciones hospitalarias
y clnicas, de una retrica teraputica y
del prestigio de la profesin mdica.
Los paralelos bsicos entre los
criterios de brujera y enfermedad
mental pueden ser resumidos del
siguiente modo:
En la Edad de la Brujera, la
enfermedad era considerada o bien
natural o bien diablico. Puesto que la
existencia de las brujas como analoga
de signo contrario a los santos no poda
ser puesta en duda[54] (a menos de
arriesgarse a ser acusado de hereja),

tampoco poda dudarse de la existencia


de enfermedades debidas al maleficio
de ellas. Por ello los mdicos vironse
envueltos en la Inquisicin, como
expertos en el diagnstico diferencial de
ambos tipos de enfermedades.
En la Edad de la Locura, se
considera tambin a la enfermedad como
orgnica o psicognica. Puesto que la
existencia de la mente como componente
analgico a los rganos corporales no
puede ser puesta en duda (a menos de
arriesgarse a una violenta oposicin),
tampoco puede dudarse de la existencia
de enfermedades debidas a un incorrecto
funcionamiento de la mente[55]. Por ello
los mdicos se han visto envueltos en la

Psiquiatra Institucional, como expertos


en el diagnstico diferencial de ambos
tipos de enfermedades. Ah estriba la
razn del inters de mdicos y
psiquiatras por el problema del
diagnstico diferencial entre enfermedad
corporal y enfermedad mental. Tal
distincin slo puede parecemos
sencilla en el caso de que no creamos en
la enfermedad mental; pero para la
mayora, que cree en ella, se trata de una
labor mproba. Por aadidura, mdicos
y
psiquiatras
entregados
al
descubrimiento de casos trabajan en
el contexto de un problema que guarda
mucha relacin con ste y que, por otra
parte, es muy real: deben distinguir entre

supuestos culpables de actos criminales,


especialmente actos de violencia contra
familiares de personajes famosos, e
inocentes de toda mala accin, es decir,
ciudadanos
ordinarios.
Al
ser
considerado simultneamente malhechor
(loco) como cualquier vulgar criminal
y vctima (enfermo) como
cualquier paciente, el enfermo mental
contribuye a borrar las diferencias
existentes entre criminal y no-criminal,
inocente y culpable.
Adems, en cada una de estas
situaciones el mdico debe trabajar a
base de la clasificacin que la ha sido
impuesta por su profesin y por la
sociedad. El mdico medieval deba

distinguir entre individuos afectados de


enfermedad natural e individuos
afectados de enfermedad diablica. El
mdico contemporneo debe distinguir
entre personas que sufren enfermedades
corporales y aquellas que sufren
enfermedades mentales[56]. Pero al
realizar su diagnstico diferencial, el
mdico del siglo XV no distingua entre
dos tipos de enfermedad, sino que
decida entre dos tipos de intervencin
una mdica y la otra teolgica. En
efecto, en cuanto a diagnosticador, dicho
mdico era el rbitro que decida quin
deba ser tratado a base de pcimas y
otros artilugios mdicos y quines a
base de exorcismos y mtodos

inquisitoriales
diversos.
Mutatis
mutandis, el mdico contemporneo no
distingue entre dos tipos de enfermedad,
sino que decide entre dos tipos de
intervencin una mdica y la otra
psiquitrica. En efecto, como
diagnosticador, dicho mdico es el
rbitro que decide quin debe ser
tratado a base de frmacos, ciruga u
otros mtodos mdicos y quines deben
serlo a base de electro-shock, encierro y
otros mtodos psiquitricos diversos.
Esta es la razn de que los mtodos de
examen caractersticos de la Psiquiatra
Institucional sean obligatorios: el poder
decisorio ha sido trasladado de manos
del paciente a las de las autoridades

mdicas que se sientan a juzgarle.


Lo que no debemos olvidar es que
en la poca del Malleus, si el mdico no
consegua
descubrir
trazas
de
enfermedad natural, se esperaba de l
que las encontrara de brujera;
actualmente, si no consigue diagnosticar
enfermedad orgnica, se espera de l un
diagnstico de enfermedad mental[57].
En uno y otro caso, una vez el sujeto
pasa a presencia del mdico, se
convierte en paciente que no puede
quedar sin diagnstico. Muy a menudo
encuentra el doctor coartada su libertad
a la posibilidad de eleccin entre estas
dos nicas categoras: enfermedad y
brujera,
enfermedad
fsica
y

enfermedad mental; carece en absoluto


de opcin a declarar que el paciente no
pertenece a ninguna de dichas categoras
a menos que o se arriesgase a ser
declarado profesionalmente inepto o
desviacionista social.
Digmoslo de otra manera: el
mdico se encuentra muchas veces
desconcertado ante una persona que no
padece
enfermedad
orgnica
demostrable. Qu hacer? Debe
considerarla
paciente?
Debe
tratarla? Y en el caso de que deba
hacerlo, de qu debe tratarla? En el
pasado, el mdico sola mostrarse
remiso a declarar que un individuo no
estaba enfermo ni posedo por el diablo,

de la misma manera que se muestra


remiso en la actualidad a emitir la
conclusin de que no padece
enfermedad corporal ni mental alguna.
En el pasado se senta inclinado a creer
que tales personas deban someterse a
los servicios de la medicina o de la
teologa. En la actualidad se siente
inclinado a pensar que deberan
someterse a la intervencin de la
medicina o de la psiquiatra. En
resumen, los mdicos han evitado y
siguen evitando llegar a la conclusin de
que el citado problema cae fuera de la
esfera de su conocimiento de expertos y
que, en consecuencia, deberan dejar a
la persona sola y sin clasificar, duea de

su propio destino[58]. Esta clase de


juicios son en teora imposibles por dos
supuestos previos referentes a la
relacin teraputica. El primero de ellos
consiste en creer que la persona que se
enfrenta al experto en medicina o
teologa es un ser indefenso e inferior,
para con quien mdico y clrigo tienen
una responsabilidad independiente de
su
conocimiento
y
habilidad
profesionales y de la que no pueden
evadirse. El segundo consiste en creer
que el psiquiatra institucional o el
inquisidor no obtienen ningn provecho
egosta de su labor para con el
paciente o el hereje, y que, si no fuera
por su dedicacin altruista a la curacin

o a la salvacin de almas, se sentiran


tranquilos, abandonando a la persona
que sufre a su horrible destino[59]. Por
tales
razones,
estos
terapeutas
mesinicos se sienten en la obligacin
de hacer algo, aun cuando este algo sea
pernicioso para el paciente. El fatal
resultado que hasta hace poco se obtena
de la mayor parte de intervenciones
teraputicas, es algo que no puede
sorprendemos en absoluto. En primer
lugar, anteriormente al siglo en que
vivimos, las tcnicas curativas se
encontraban
en
un
estadio
extraordinariamente
primitivo.
Aadamos a ello que, dado que las
intervenciones teraputicas impuestas a

los pacientes eran promovidas en gran


parte por los sentimientos de la propia
importancia, de obligacin y de culpa, y
evidentemente de posible sadismo
y ansias de poder del mdico (o del
clrigo), no se vean mediatizadas por
los juicios acerca de su valor curativo
para el paciente o por su consentimiento
o negativa a someterse al servicio
emitidos con conocimiento de causa.
Estas
circunstancias
siguen
caracterizando la administracin de
asistencia psiquitrica pblica (incluso
de la privada algunas veces), cuya
calidad sigue as exenta de valoracin
por medio de la decisin libre de los
receptores de sus servicios.

Consecuentemente con este carcter


de las batallas contra la brujera y la
enfermedad mental, se han dedicado
esfuerzos gigantescos a la consecucin
de criterios ms ajustados que definan la
brujera y la enfermedad mental; pero
tales trabajos slo sirven para confirmar
con mayor peso la realidad de estas
amenazas y la justificacin de las
defensas establecidas en su contra. Aqu
radica la debilidad de la oposicin de
Weyer a los excesos de la caza de
brujas; y aqu radica tambin la fatal
debilidad de la moderada oposicin
contempornea a los excesos del
Movimiento en pro de la Salud Mental.
Al igual que Weyer anteriormente, el

crtico contemporneo moderado de


la hospitalizacin mental involuntaria,
se opone tan slo a los abusos y
excesos
de
la
Psiquiatra
institucional. Lo que quiere es mejorar
el sistema, no abolirlo. Tambin l cree
en la enfermedad mental y en la
conveniencia de internar a los dementes;
su queja principal se dirige contra la
excesiva frecuencia y facilidad con que
se aborda la hospitalizacin mental
involuntaria de los pacientes la
facilidad, pongamos por caso, con que
pacientes con enfermedades corporales
no localizadas (hematoma subdural,
tumor cerebral, cncer del pncreas,
etc) son rpidamente Catalogados

como psicticos e impropiamente


internados en hospitales mentales.
Este argumento sirve tan slo para
confirmar la validez del concepto bsico
de enfermedad mental de la Psiquiatra
Institucional, as como la legitimidad de
su intervencin paradigmtica, la
hospitalizacin mental involuntaria[60].
Todos los problemas citados de
diagnstico
diferencial
seguirn
surgiendo fatalmente y durarn en tanto
los mdicos sigan ligados a asuntos que
no guardan relacin alguna Con la
medicina. Un mdico puede ser capaz o
incapaz de determinar que un paciente
sufre de enfermedad orgnica; pero si
cree que no sufre de tal enfermedad, no

puede de ello deducir que sus sntomas


se deban a brujera o enfermedad
mental, si no por otras razones, por lo
menos por la de que no existe tal
enfermedad.
Dichos problemas de diagnstico
diferencial desapareceran slo con
que empezramos a considerar al
mdico como experto solamente en
enfermedades del cuerpo y nos diramos
cuenta de que la enfermedad mental es
una entidad tan ficticia como la brujera.
Si obrramos as, la funcin evaluadora
del mdico se limitara a hacer un
diagnstico orgnico o a llegar a la
conclusin de que no puede hacerlo, su
funcin teraputica se limitara a tratar

las enfermedades corporales o a


abstenerse de cualquier tratamiento.
El problema de discernir a qu
individuos
conviene
internar,
desaparecera
igualmente
si
considerramos
la
hospitalizacin
mental involuntaria como un crimen
contra la humanidad, cuestin de
discernir a qu individuos haba que
quemar en la hoguera, slo encontr
respuesta el da que se abandon la caza
de brujas. Estoy tambin convencido de
que el problema de saber a qu
individuos es conveniente internar, slo
encontrar
respuesta
cuando
abandonemos la prctica de la
hospitalizacin mental involuntaria[61].

Aunque la caza de brujas nos


parezca en la actualidad un crimen
evidente, debemos ser muy cautos a la
hora de extender el juicio a aquellas
personas que creyeron en la brujera y
lucharon contra las brujas.
Aquellos
magistrados
que
perseguan a las brujas y a los
endemoniados y que tantas piras
humanas encendieron, deben ser
acusados realmente de crueldad, como
con tanta frecuencia se hace? se
pregunta el conocido historiador francs
de psiquiatra Ren Semelaigne. Y a
continuacin responde: Tambin ellos
pertenecan a su poca y, en
consecuencia, posean sus propios

prejuicios, creencias y convicciones;


ante su alma y su conciencia crean
obrar en justicia cuando castigaban a los
culpables de acuerdo con la ley[62].
Los inquisidores que se opusieron y
persiguieron a los herejes, actuaron de
acuerdo con sus creencias sinceras, al
igual que los psiquiatras que se oponen
y persiguen a los dementes obran de
acuerdo con las suyas. En cada caso
podemos estar en desacuerdo con las
creencias y repudiar los mtodos. Pero
no podemos condenar doblemente a los
inquisidores: en primer lugar, por tener
determinadas creencias; y en segundo
lugar por obrar de acuerdo con ellas.
Tampoco podemos condenar por partida

doble a los psiquiatras institucionales:


en primer lugar por defender que el
inconformismo
social
es
una
enfermedad, y en segundo lugar por
encarcelar al paciente mental en un
hospital. En la medida en que un
psiquiatra crea en el mito de la
enfermedad mental, se ver obligado por
la lgica intrnseca a tal concepcin a
tratar con bien intencionada voluntad
teraputica a quienes sufren tal
enfermedad, aun cuando sus pacientes
no puedan evitar experimentar el
tratamiento como una forma de
persecucin.
Por ms que la Inquisicin y la
Psiquiatra Institucional se hayan

desarrollado a partir de distintas


circunstancias econmicas, morales y
sociales, sus operaciones respectivas
son similares. Cada organizacin
articula sus mtodos opresivos en
trminos teraputicos. El inquisidor
salva el alma del hereje y la integridad
de su Iglesia; el psiquiatra devuelve la
salud mental a su paciente y protege a la
sociedad de un demente peligroso. Al
igual que el psiquiatra, el inquisidor es
un epidemilogo; se interesa por la
incidencia de la brujera. Es un
diagnosticador: determina quin es una
bruja y quin no, Pero tambin es un
terapeuta: exorciza al demonio y de esta
manera asegura la salvacin del alma de

la persona poseda. Por otro lado, a la


bruja, igual que al paciente mental
Involuntario, se le ha asignado un papel
depravado y desviacionista contra su
propia voluntad; se halla sometida a
determinados procedimentos con los que
se quiere establecer si de verdad es
bruja o no lo es; y, finalmente, se le
priva de libertad y a menudo incluso de
la vida, aparentemente en su propio
beneficio.
Para concluir, digamos que, como
anteriormente hemos observado, una vez
que se han establecido los papeles de la
bruja y el paciente mental, las personas
buscarn, de vez en cuando y por
razones propias, ocupar voluntariamente

dichas funciones. Jules Michelet


escribe, por ejemplo, que no pocas
(brujas) parecan positivamente desear
ir a la hoguera y cuanto antes mejor.
Una bruja inglesa, al ser conducida a la
hoguera, ruega a la multitud que no
condene a sus jueces: Yo quera morir.
Mi familia me rechaz y mi marido me
ha repudiado. Si viviera, tan slo
acarreara
desgracia
sobre
mis
amigos Deseaba la muerte y he
mentido para conseguir este final[63].
Christina Hole nos ofrece la siguiente
interpretacin de los motivos que podan
conducir a las personas a acusarse a s
mismas y a otras de brujera:
Acusar de brujera a un enemigo,

era un medio fcil de venganza.


Declararse embrujado era un medio
seguro de conseguir una solcita
atencin tan deseada por individuos
histricos y desequilibrados Muy a
menudo el objetivo principal del
acusador consista en atraer la atencin
sobre s mismo y figurar como vctima
del maleficio peculiar de alguna bruja
En el ao 1599, Thomas Darling, de
Burton-on-Trent, confes que la historia
que habla declarado tres aos antes, era
completamente falsa y sus ataques pura
simulacin. La razn que dio para
explicar su engao, podra haber sido
suscrita por muchos otros falsos
acusadores: Lo hice todo dijo

quizs por ignorancia o quizs para


conseguir fama con ello[64].
Puesto que el deseo de consecucin
de una solcita atencin no es
exclusivo de individuos histricos y
desequilibrados, sino que por el
contrario es una necesidad humana
bsica, es fcil comprender que, bajo
determinadas
circunstancias,
las
personas quieran voluntariamente asumir
los papeles de bruja, criminal o paciente
mental.
En
resumen,
que
lo
que
denominamos psiquiatra moderna y
dinmica, no es ni un espectacular
avance sobre las supersticiones y
prcticas de la caza de brujas ni una

regresin
del
humanismo
del
Renacimiento y del espritu cientfico de
la
Ilustracin,
como
algn
tradicionalista romntico podra pensar.
En la actualidad, la Psiquiatra
Institucional no es ms que una
prolongacin de la Inquisicin. Lo nico
que ha cambiado es el vocabulario y el
estilo social. El vocabulario se ajusta a
las expectaciones intelectuales de
nuestra
poca:
es
una
jerga
pseudomdica
que
parodia
los
conceptos de la ciencia. El estilo social
se ajusta las expectaciones polticas de
nuestra poca: es un movimiento social
pseudoliberal, que parodia los ideales
de libertad y racionalidad.

2. PROCESO DE
IDENTIFICACIN
DEL MALHECHOR
Nuestros mdicos mejores
y ms experimentados trabajan
en el Departamento de
Operaciones
bajo
la
supervisin directa del BeneFactor
mismo
Hace
alrededor de cinco siglos,
cuando
apenas
estaba
naciendo
nuestro
Departamento
de

Operaciones, todava podan


encontrarse algunos locos que
comparaban
nuestro
Departamento de Operaciones
con la antigua Inquisicin.
Pero tan absurda es dicha
comparacin como parangonar
al cirujano que realiza una
traqueotoma
con
un
degollador
de
caminos.
Ambos utilizan un cuchillo,
quizs la misma clase de
cuchillo; ambos realizan la
misma accin, es decir, cortan
el cuello de un hombre vivo;
sin embargo el primero es un
benefactor, mientras que el

segundo es un asesino.
Eugene Zamiatin[1].
Existan tres mtodos principales
para establecer la identidad de las
brujas: la confesin, la bsqueda de
marcas de bruja con o sin
puncin, y la ordala del agua. Los
examinaremos
por
separado,
estableciendo un paralelo con cada uno
de los mtodos contemporneos
utilizados en psiquiatra para la
identificacin de los pacientes mentales.
Se consideraba que tan slo la
confesin poda ser obtenida por medio

seguro, si se trataba de demostrar


brujera. Puesto que nadie, a excepcin
de la bruja misma, poda prestar
testimonio acerca de los actos
prohibidos en cuestin como el
sbado del diablo o los pactos con
Satans, era lgico que se buscara
ansiosamente la declaracin del nico
testigo disponible, el acusado. Que la
confesin se obtuviera mediante la
tortura, era algo que no quitaba el sueo
a los inquisidores o a los obsesionados
creyentes en la brujera. En realidad se
consideraba cuestin de imparcialidad y
justicia que la condena de la bruja se
basara en su propia confesin
nicamente. La justicia comn exige

dicen Sprenger y Krmer en el


Malleus que no se condene a
ninguna bruja a la pena capital, a menos
que se halle convicta gracias a su propia
confesin[2]. Segn Robbins, Una vez
acusada, la vctima tena que soportar la
tortura e indefectiblemente hacer una
confesin de culpabilidad[3]. Cada
juicio de brujera conllevaba sus
propias confesiones. Del mismo modo,
todo testimonio mdico consultivo ante
los tribunales trae consigo su propia
auto-incriminacin psiquitrica: el
psiquiatra empleado por el estado
demuestra a la corte, a partir de
afirmaciones hechas por la vctima o
atribuidas a ella, que el paciente sufre

de enfermedad mental. Las actas de


juicios por brujera estn tan llenas de
confesiones documentadas de pactos con
el diablo y otras evidencias de brujera,
como llenas estn de alucinaciones e
ilusiones y otras evidencias de locura
las actas de la Psiquiatra Institucional
moderna. Creo que un ejemplo
bastar[4].
En 1945, Ezra Pound fue acusado de
traicin. Quiso someterse a un juicio que
le permitiera quedar exonerado, pero se
le
declar
psiquitricamente
incapacitado para ello. Esta decisin
estaba basada en los informes de cuatro
psiquiatras, entre ellos el del doctor
Winfred Overholser, superintendente del

St. Elizabeths Hospital de Washington


D. C., hospital dirigido por el gobierno
de los Estados Unidos, que deca:
Insiste (Pound) en que sus programas
radiofnicos no pueden ser tachados de
traicin Muestra una ampulosidad
anormal,
su
comportamiento
se
caracteriza por una euforia y una
exuberancia aunadas a un habla emotiva,
discontinua y a escasa capacidad de
fijar su atencin. En nuestra opinin, su
personalidad anormal durante muchos
aos ha ido distorsionndose con el
tiempo hasta llegar, en la actualidad, a
un estado paranoico En otras
palabras, es un demente y no est
capacitado para sufrir un juicio; nuestra

recomendacin es su confinamiento en
un hospital mental[5].
Tras haber tenido a Pound encerrado
durante trece aos, el doctor Overholser
declar bajo juramento el 14 de abril
de 1958 que Ezra Pound es un
demente crnico e incurable[6].
Al leer las relaciones de las
confesiones de brujas y de los
sntomas de los pacientes mentales,
debemos tener siempre bien presente
que dichos documentos han sido escritos
por los verdugos en un intento de
describir a sus vctimas. Las actas de la
caza de brujas eran registradas por los
inquisidores, no por las mismas brujas;
de esta manera el inquisidor estaba en

situacin de controlar el lenguaje


descriptivo clerical, que no era otra
cosa que una retrica destinada a anular
a determinada persona como verdadero
creyente y sealarla como hereje. De
modo paralelo, las actas de los
reconocimientos
psiquitricos
son
registradas por los mdicos, no por sus
pacientes; de esta manera el psiquiatra
est en situacin de controlar el lenguaje
descriptivo clnico, que no es ms que
pura retrica destinada a anular a una
persona como individuo normal y
sealarla como paciente mental. Esta es
la razn por la que el psiquiatra y el
inquisidor en su poca se sienten
libres para interpretar cualquier tipo de

comportamiento como signo de brujera


o de enfermedad mental.
Examinemos dos testimonios que nos
cuentan cmo se obtena una confesin
de los acusados de brujera.
Estas desgraciadas escribe
Weyer en De Praestigiis son
sometidas a terribles tormentos sin
permitrseles un momento de descanso,
hasta que llega un punto en que gustosas
cambiaran tan atroz y amargo vivir por
la muerte (y) prefieren confesar
cualquier crimen que se les sugiera,
antes |ue volver a su horrenda mazmorra
y a la incesante tortura[7].
Uno de los testimonios ms
demoledores acerca del quehacer

cotidiano del cazador de brujas, lo


ofrece un jesuita alemn que, tras haber
servido a la Inquisicin, se volvi
contra ella. Cautio Criminalis de
Friedrich von Spee, publicado 1631, fue
un intento importante de oposicin al
programa teraputico de la Iglesia
contra la supuesta hereja. Spee, que
haba actuado como confesor de cientos
de brujas quemadas en la hoguera,
escribe:
Antes, jams haba dudado de la
existencia de innumerables brujas sobre
la tierra; ahora, sin embargo, a medida
que examino las actas de los juicios,
creo que apenas hay una[8]. En cuanto a
la utilidad de las confesiones, el Padre

Spee resalta:
el resultado es siempre el
mismo, tanto si (la acusada) confiesa
como si no. Si confiesa, su culpa queda
establecida y es ejecutada. Toda
retractacin es intil. Si no confiesa, se
repite la tortura dos, tres, cuatro
veces. Jams puede liberarse. Los
investigadores se sentiran fracasados si
se demostrara la inculpabilidad de una
persona; una
vez arrestada
y
encadenada, tiene que ser culpable, de
grado o por fuerza[9].
El acusado de enfermedad mental se
encuentra exactamente en la misma
posicin. Si reconoce los signos y
sntomas de enfermedad mental que le

imputan sus acusadores, demuestra su


enfermedad mental; es decir, reconoce la
gravedad de su enfermedad y la
necesidad de ser internado en una
institucin mental. Si niega su
enfermedad, tan slo demuestra falta
de comprensin de su propia
situacin; esto basta para justificar el
encierro y tratamiento involuntarios, con
ms fuerza an que una confesin de
enfermedad[10].
El paralelismo bsico entre ambas
situaciones estriba en que el acusador no
puede cometer ningn error y en que el
acusado no puede tener razn en ninguno
de sus actos. En cuanto a la vctima,
tanto
la
negacin
como
el

reconocimiento
de
brujera
o
enfermedad mental llevan a un mismo
final destructivo. Con respecto a las
autoridades,
su
actitud
es
admirablemente
descrita
con la
observacin del Padre Spee, al decir
que si la prisionera muere bajo el peso
de tantas torturas, afirman que ha sido el
Diablo quien ha quebrado su cuello[11].
Lo mismo acontece con el paciente
mental hospitalizado en nuestros das. Si
su estado empeora en el hospital mental,
se alega que es debido a esquizofrenia
crnica incurable; si se rompe su
espinazo
con
las
convulsiones
producidas por el electroshock, se debe
a que no existe ningn tratamiento

mdico que no entrae un riesgo


potencial. Al igual que el Padre Spee,
el inventor del electroshock como medio
teraputico miraba hacia atrs con
horror, viendo lo que haba hecho. Hacia
el ocaso de su vida, recordando la
primera vez que aplicara dicho
tratamiento a un ser humano, el profesor
Ugo Cerletti le deca a un colega:
Cuando vi la reaccin del paciente, me
dije a m mismo: Debera abolirse
este procedimiento![12]
El Padre Spee confirmaba el punto
de vista de Weyer de ique las torturas
eran tan crueles que nadie poda
resistirse a confesar.
Los prisioneros ms fuertes

escribe en Cautio Criminalis me han


confesado que no pueden imaginarse
crimen alguno que no admitieran
rpidamente haber cometido, si ello
poda proporcionarles algn alivio; y
que preferiran diez muertes antes que
someterse a una repeticin del
tormento[13]. Aunque el suicidio es un
pecado grave para los catlicos
romanos, muchas personas acusadas de
brujera se mataban en las prisiones
para escapar a la tortura.
Para los casos ms difciles,
aquellos en que, a pesar de las
acusaciones, las amenazas y las torturas,
el acusado permaneca en silencio o
protestaba su inocencia, el Malleus

sugiere el siguiente mtodo de


averiguacin de la verdad:
pasemos al caso extremo: cuando tras
haber
intentado
todos
los
procedimientos, la bruja mantiene su
silencio. El juez deber liberarla y,
utilizando
las
precauciones
que
detallamos a continuacin, la trasladar
desde el lugar de castigo a otro paraje
distinto Haced que la traten bien en lo
que hace a comida y bebida y que,
entretanto, personas honestas y nada
sospechosas le hagan compaa
hablndole de toda clase de temas
indiferentes, y que al final le aconsejen
en confianza que confiese la verdad,
prometiendo que el Juez le mostrar

misericordioso y que intercedern por


ella. Haced por fin que el mismo Juez
entre a verla y le prometa mostrarse
misericordioso, haciendo la reserva
mental de que lo que en realidad
pretende es mostrarse misericordioso
conmigo mismo y con el Estado; porque
todo aquello que se hace por la
seguridad
del
Estado,
es
misericordioso[14].
Aqu tenemos pues una serie de
razones por las que los Inquisidores
eclesisticos (y sus discpulos, tanto
polticos como psiquiatras)
han
triunfado con tanta regularidad en la
obtencin de confesiones de los
acusados de brujera (y crmenes

similares). Por lo general, la acusada se


vea intimidada, aislada y confundida
por quienes la juzgaban. De ah que sta
intentara ver la realidad a travs de las
descripciones de la temida y admirada
autoridad, y quisiera articularla a travs
de su mismo vocabulario; es decir,
asustada ante la perspectiva de la
tortura, deca cualquier cosa que creyera
poda liberarla de ella; y, bajo tortura,
su yo se vaciaba de su antigua identidad
y se llenaba de otra nueva la de hereje
arrepentida proporcionada por sus
interrogadores[15].
La polica secreta de los estados
totalitarios modernos ha copiado
fielmente este mtodo de la Inquisicin.

Los Movimientos en pro de la Salud


Mental, en los Estados Teraputicos
modernos, lo han mejorado incluso: los
psiquiatras institucionales (y los
psiclogos, asistentes sociales, etc.)
actan y se tienen a s mismos por
aliados, amigos y terapeutas del
individuo, cuando en realidad son
sus adversarios. Si el paciente les confa
sus temores o sospechas, los
interpretarn
como
signos
de
enfermedad mental y de esta manera
lo informarn a sus jefes; si el paciente
rehsa
cooperar
con
ellos,
interpretarn a su vez esta negativa
como un signo de enfermedad mental
y as lo informarn tambin a sus

jefes[16].
El mtodo principal para obtener un
diagnstico de brujera era, adems de
las confesiones, el hallazgo de marcas
de brujera sobre el cuerpo de la
acusada. Se consideraban marcas de
brujera la existencia de pezones
adicionales, variacin anatmica comn
algo ms frecuente en hombres que en
mujeres; o cualquier otro tipo de lesin
drmica, como una seal de nacimiento,
un lunar, una cicatriz o un hemangioma.
Se consideraba que esta marca indicaba
el lugar en que el Individuo haba sido
marcado a fuego por el diablo, lo mismo
que un animal es marcado por su dueo,
y constitua una prueba de un pacto entre

esta persona y Satans. Esto haca fcil


identificar a casi todas las personas
como brujas.
Quienes
no
se
hallaban
obsesionados por la mana de las brujas
reconocan, naturalmente, que tales
marcas son corrientes y naturales.
Pocas personas hay en el mundo sin
marcas caractersticas sobre sus
cuerpos, como lunares o manchas,
incluso aquellas que los tratantes de
brujas llaman improntas del diablo.
Esto lo escriba Thomas Ady[17], crtico
ingls de las persecuciones de brujas, en
el ao 1656[18].
Puede trazarse una lnea progresiva
directa, que va desde las marcas de

brujera a los denominados estigmas de


la histeria y, mucho ms recientemente,
hasta las seales que se hace que
revelen los esquizofrnicos sometidos a
tests psicolgicos proyectivos. Cada uno
de
dichos
procedimientos
de
diagnstico se utiliza para incriminar
al sujeto como bruja, histrico o
esquizofrnico; en consecuencia, cada
uno de ellos es utilizado tambin para
castigarle, con sanciones teolgicas,
mdicas o psiquitricas.
El hecho de que las marcas de
brujera fueran ubicuas simplificaba el
trabajo de los diagnosticadores de
brujera. Los descubridores de brujas no
rechazaban por esto sus seales de

diagnstico, lo mismo que tampoco los


psiquiatras rechazan la ansiedad, la
depresin y el recelo igualmente
ubicuos
como
seales
de
diagnstico de enfermedad mental.
Las marcas de brujera visibles no
eran, sin embargo, los nicos signos de
un pacto con Satans. Se crea tambin
que la persona poda haber sido
marcada a fuego por el diablo de manera
que slo quedara una seal invisible
sobre su cuerpo. Se supona que en tal
lugar no haba sangre y de ah que slo
pudiera localizarse por lo que se
llamaba puncin. Si se clavaba una
aguja en tal lugar y no sangraba ni
causaba dolor, dicha persona era una

bruja.
La obsesin de la brujera
proporcion mucho quehacer a los
mdicos, que muy a menudo veanse
encargados de localizar las marcas
correspondientes. Las persecuciones
hicieron pulular adems otra profesin,
la puncin de brujas, y unos nuevos
profesionales los punzadores de
brujas algunos de los cuales eran
mdicos.
La tarea de tales personas consista,
en primer lugar, en localizar las marcas
de brujera visibles. Esto explica la
costumbre que tenan de afeitar
completamente a las sospechosas de
brujera: la seal poda estar localizada

en un rea cubierta de cabello y slo de


esta manera poda revelarse. Si no se
encontraba ninguna seal, se practicaba
la puncin.
El papel desempeado por los
mdicos en tal diagnstico, podemos
entresacarlo de diversas relaciones de
descubrimientos de casos transcritas
en la literatura referente a la brujera.
Robbins menciona el caso de una mujer
de Ginebra, Michelle Chaudron, que
haba sido acusada de embrujar a dos
jovencitas:
Los mdicos examinaron el cuerpo
de Michelle en busca de marcas del
diablo y clavaron largas agujas en su
carne, pero la sangre flua de cada una

de las punciones y Michelle gritaba de


sufrimiento. Al no hallar lo que
buscaban, los jueces ordenaron que
fuera torturada; vencida por la agona
del tormento, confes todo lo que
quisieron. Despus de su confesin, los
mdicos volvieron a su bsqueda de la
impronta del diablo y esta vez
encontraron un minsculo lunar negro en
su muslo fue condenada a garrote y
hoguera[19].
El paralelismo bsico entre los
mtodos de los buscadores de brujas y
los psicopatlogos es, pues, que cada
uno de ellos perpetra un cruel engao en
su vctima y engaa a su audiencia[20].
Su regla es Cara, yo gano; cruz, t

pierdes. Un antiguo mtodo para


discernir la culpabilidad de un acusado,
era la ordala por inmersin en el agua.
Esta prctica fue resucitada y se hizo
popular durante esta poca de obsesin
por las brujas.
La identificacin por medio de la
ordala del agua o flotacin, como a
menudo era llamada, se hizo usual en
Inglaterra durante la primera mitad del
siglo XVII, cuando fue recomendada por
el Rey Jaime.
Parece proclam Jaime I
como si Dios hubiera designado, como
seal sobrenatural de la monstruosa
impiedad de las brujas, que el agua
rechace recibirlas en su seno por haber

expulsado de s el agua sagrada del


bautismo y haber renunciado a los
beneficios subsiguientes[21].
El test de flotacin consista en
impedir la libertad corporal de
movimientos de la bruja, atando sus
manos y pies diversamente en general
cada mano con su pie contrario, de
modo que sus extremidades quedaran
cruzadas[22] y en arrojarla al agua,
en sitio profundo, hasta tres veces, si era
necesario. Si flotaba, era culpable; si se
hunda, era inocente. En este ltimo
caso, sola ahogarse, a menos que fuera
rescatada a tiempo por sus torturadores;
sin embargo, puesto que su alma iba al
cielo, la prueba no era considerada

absurda por sus practicantes o sus


clientes. En efecto, algunas mujeres
acusadas de brujera se ofrecan
voluntariamente para esta prueba, quizs
porque era una de las pocas pruebas
que, por muchas probabilidades que
hubiera en contra, poda demostrar su
inocencia; o quizs porque, como medio
de suicidio indirecto, poda poner punto
final a sus tormentos sin incurrir en el
pecado de autodestruccin.
Los objetivos y resultados de varios
mtodos modernos de diagnstico se
parecen mucho a los de la ordala del
agua. Citemos el uso de tests
proyectivos, como el Test de Rorschach
o el Test de la Percepcin Temtica.

Cuando un psiclogo clnico administra


dicho test a la persona que le ha sido
transferida por el psiquiatra, espera
tcitamente que el test demuestre algn
tipo de patologa. Al fin y al cabo, un
psiquiatra competente no recomendara
a una persona normal para tests tan
costosos y complicados. El resultado es
que el psiclogo encuentra alguna clase
de patologa: el paciente es histrico
o deprimido o psictico latente o,
si todo lo dems fracasa, muestra
seales sugestivas de organicidad.
Toda esta jerigonza mgica y jerga
pseudomdica sirve para reafirmar al
sujeto en el papel de paciente mental, al
psiquiatra en el papel de doctor y al

psiclogo clnico en el papel de tcnico


paramdico (que analiza la mente del
paciente en vez de su sangre). Durante
ms de veinte aos de labor
psiquitrica, jams he visto a un
psiclogo clnico informar sobre la
base de un test proyectivo que el
sujeto es una persona normal y
mentalmente sana. Mientras que
algunas brujas sobrevivieron a la
inmersin, ningn loco sobrevive al
examen psicolgico.
Ya he discutido y documentado en
otra parte que no existe ningn
comportamiento o persona que un
psiquatra
moderno
no
pueda
diagnosticar
plausiblemente
como

anormal o enfermo[23]. En vez de insistir


en ello, citar una serie de criterios
ajustados cuidadosamente a la regla
Cara, yo gano; cruz, t pierdes
ofrecidos por un psiquiatra para el
hallazgo de problemas psiquitricos en
nios en edad escolar. En un
comunicado defendiendo los servicios
psiquitricos en las escuelas, el autor
enumera los siguientes tipos de
comportamientos como:
Sintomticos de una perturbacin
subyacente
ms
profunda;
1.
Problemas acadmicos rendimiento
bajo, rendimiento superior a lo normal,
comportamiento errtico, desigual. 2.
Problemas sociales con los hermanos o

compaeros como el nio agresivo, el


nio sumiso, el exhibicionista. 3.
Relaciones con los padres y con otras
personas revestidas de autoridad, tales
como
comportamiento
desafiante,
comportamiento sumiso, adulacin. 4.
Otras
manifestaciones
del
comportamiento, como tics, morderse
las uas, succin del pulgar e
intereses ms propios del sexo opuesto
(una muchacha demasiado desenvuelta o
un muchacho afeminado)[24].
Desde luego, resulta evidente que no
hay comportamiento infantil que no
pueda ser clasificado por un psiquiatra
dentro de alguna de las citadas
categoras. Clasificar como trayectoria

acadmica patolgica el rendimiento


bajo, el rendimiento superior a lo
normal o el rendimiento desigual,
sera cosa de risa si no fuera tan trgico.
Cuando se nos dice que, si un paciente
psiquitrico llega a su cita con
antelacin, est angustiado; que, si llega
con retraso, es hostil y que, si llega
puntual, es compulsivo, nos remos,
porque suponemos que se trata de una
broma, Pero aqu se nos est diciendo lo
mismo con toda seriedad.
Es necesario traer a colacin los
aspectos econmicos de la caza de
brujas.
Esta
persecucin
fue
enormemente provechosa para las
autoridades, tanto eclesisticas como

civiles, y para los individuos metidos en


el negocio. Las propiedades de la
persona condenada eran confiscadas y
distribuidas entre los tratantes de brujas
y sus instituciones. Adems, aldeas y
ciudades pagaban a los cazadores de
brujas por su trabajo, estando la cuanta
de la remuneracin en proporcin al
nmero de brujas descubierto. Al igual
que aument el poder y el prestigio de
los tratantes de brujas con la creciente
incidencia de la epidemia de brujera,
aumenta el poder y la riqueza de los
psiquiatras con la creciente incidencia
de la enfermedad mental. Durante mucho
tiempo no se les ocurri a la gente que
los epidemilogos eclesisticos tenan

un inters creado en una mayor


incidencia de tal desorden ms que en su
disminucin real; de hecho, en cuanto
esto apareci con evidencia meridiana,
la obsesin de las brujas toc a su
trmino. Durante un perodo de tiempo
similar, no se les ha ocurrido a la gente
que los epidemilogos psiquitricos
de la enfermedad mental tienen intereses
creados en una mayor incidencia de tal
desorden, ms bien que en su
disminucin real; en la prctica se debe
reprimir esta idea en la sociedad y la
profesin psiquitrica hace cuanto est
en su mano porque sea as a fin de
asegurar que el mito de la enfermedad
mental sea aceptado como algo de

sentido comn ilustrado.


Una vez aceptados los supuestos
hechos de brujera, se hace necesario
localizar, identificar y eliminar a las
brujas responsables.
Uno de los rasgos ms terribles de
la creencia general en la brujera, era el
hecho nos recuerda Christina Hole
de que nadie saba con certeza quin
era y quin no era una bruja[25]. Lo
mismo puede afirmarse respecto a
nuestra situacin actual: nadie sabe con
certeza quin est y quin no est
mentalmente enfermo. De ello derivaba
la prstina necesidad de identificadores
de brujas, punzadores e inquisidores; y
de ah deriva la actual necesidad de

psiquiatras, psiclogos y asistentes


sociales.
El
efecto
secundario
ms
deplorable del temor generalizado a las
brujas, fue la aparicin del identificador
de brujas profesional sigue
dicindonos Hole[26]. Aunque sus
actividades
fueran
realmente
deplorables, el identificador de brujas
era un producto secundario de la guerra
declarada contra la brujera, ni ms ni
menos que el psiquiatra lo es de la
guerra contra la enfermedad mental. Los
agresores, reales o ficticios, crean a su
vez sus propios oponentes, cuya postura
defensiva es, igualmente, autntica o
simulada. As, nos relata Mackay que

inmediatamente despus de la aparicin


del Malleus, apareci en Europa una
casta de gente que hicieron del
descubrimiento y ejecucin de las brujas
en la hoguera, el objetivo nico de sus
vidas[27]. Eran conocidos como los
punzadores de brujas. Los punzadores
independientes compartan con los
mdicos profesionales la tarea de
descubrir e identificar a las brujas.
Hay ms de una somera paridad
entre la labor del identificador de brujas
del siglo XVII y el buscador de enfermos
mentales del siglo XX. Matthew
Hopkins, uno de los ms famosos
punzadores de brujas de Inglaterra,
tena su propia investigadora habitual,

una mujer llamada Goody Phillips, que


deambulaba con l de ciudad en
ciudad[28]. De la misma manera, los
psiquiatras (varones) tienen psiclogas
y asistentes sociales (femeninas) como
ayudantes. Adems, como corresponde a
nuestra predileccin por las operaciones
a gran escala, tenemos hospitales
mentales, clnicas de salud mental,
comisionados y asistentes para la salud
mental esparcidos a lo ancho y a lo
largo del pas, y equipos psiquitricos
que viajan desde sus cuarteles generales
situados en las grandes ciudades y hacen
incursiones peridicas al campo
siempre entregados al descubrimiento
de
casos
psiquitricos
y

magnficamente remunerados por su


labor.
Esta
agotadora
labor
psiquitrica no ayuda a las personas que
resultan identificadas como enfermas; lo
que sucede es que, al estigmatizarlas, se
les produce un dao real. Ahora bien, el
descubrimiento
o
diagnstico
psiquitrico de nuevos casos no tiene
como verdadero objetivo ayudar a los
individuos
identificados
como
pacientes: se supone que, a quienes
ayuda en realidad, es a los que no son
identificados como tales. De acuerdo
con esta concepcin, el psiquiatra
institucional es remunerado por la
comunidad (o por los parientes del
enfermo mental), pero no por el

individuo que contrata libremente unos


servicios.
El recurso a la recompensa del
mdico
es,
evidentemente,
un
procedimiento de la mayor importancia
para la psiquiatra. Si exceptuamos un
parntesis relativamente corto
limitado a los estados occidentales y al
perodo comprendido entre 1900 y la
actualidad, durante el que los servicios
prestados a pacientes privados en los
despachos de los mdicos han
coexistido con los servicios prestados a
pacientes involuntarios en hospitales
mentales y otras instituciones la
prctica de la psiquiatra ha sido, y est
empezando a ser otra vez, sinnimo de

prctica institucional[29].
Dada la realidad de las leyes
econmicas, el descubrimiento de brujas
se convirti en un comercio floreciente.
En Inglaterra y Escocia, a los
diagnosticadores independientes se los
conoca como punzadores comunes;
reciban una cantidad por cada bruja
descubierta. La obsesin de la puncin
de brujas no termin hasta que los
punzadores comunes llegaron a ser tan
numerosos que se convirtieron en una
pesadilla. Al final, los jueces
rechazaron sus pruebas. Pero antes de
que quedara as de manifiesto su
impostura, los punzadores comunes
recibieron el apoyo de las ms altas

autoridades de la Iglesia y del Estado.


Mackay nos dice:
Los parlamentos haban prestado
alas al engao (de la brujera), tanto en
Inglaterra como en Escocia; y, al dotar a
estos sujetos (los punzadores comunes)
con alguna clase de autoridad, haban
obligado en cierto modo a magistrados y
ministros a recibir sus pruebas[30].
Todo ello tiene su paralelo en el
Movimiento en defensa de la Salud
Mental. Desde la decisin MNaghten
hace ms de un centenar de aos, y de
manera creciente en las ltimas dcadas,
las ms altas autoridades del Estado a
travs de jueces y legisladores han
favorecido la creencia en la enfermedad

mental, han dotado a los mdicos de


autoridad oficial al respecto y han
convencido a los jurados de que
aceptaran sus pruebas.
Aunque la brujera se definiera
como un delito teolgico, la tarea de
encontrar la identidad de las brujas
estaba encomendada tanto a telogos
profesionales (inquisidores) como a
buscadores
de
brujas
legos
(punzadores comunes). Paralelamente,
aunque la enfermedad mental se defina
como problema mdico, el diagnstico
de locura se confa tanto a
psicopatlogos mdicos (psiquiatras)
como a asistentes para la salud mental
no-mdicos (psiclogos y asistentes

sociales). En la actualidad, cada uno de


estos grupos se esfuerza por superar al
otro en diagnsticos de enfermedad
mental. Es lgico. De la misma manera
que la identidad social y el prestigio del
tratante de brujas dependa de su
habilidad
en
encontrarlas
e
identificarlas, la identidad social y el
prestigio del psicopatlogo dependen de
su capacidad de encontrar e identificar a
pacientes enfermos mentales. Cuantas
ms brujas y locos se encuentren, ms
competente es el buscador de brujas y el
psicodiagnosticador.
La falta no radica nicamente en el
sujeto activo del engao, como es
natural; tambin aquellos que quieren,

que exigen, ser engaados, deben


aceptar compartir la responsabilidad.
Debido a que las masas crean en la
brujera y actualmente creen en la
enfermedad mental, los buscadores de
brujas se vieron obligados, y los
psicopatlogos se ven obligados en la
actualidad, por una irresistible fuerza de
expectacin popular, a entregar a la
sociedad las vctimas convenientemente
identificadas y comprobadas. Ni los
psiquiatras ni los expertos no-mdicos
han decepcionado a sus ansiosos y
crdulos auditorios.
Durante la Segunda Guerra Mundial
por ejemplo se permiti al espritu
de cruzada de la psicopatologa

americana que se desahogara en la


Divisin Psiquitrica del departamento
del Surgeon General[31], encabezada
por aquel entonces por el General
Brigadier William C. Menninger.
Menninger ide un nuevo sistema para
clasificar a las enfermedades mentales y
a los pacientes psiquitricos, adoptado
ms tarde por todos los departamentos
de las Fuerzas Armadas y que condujo
al desarrollo de lo que actualmente es la
lista oficial de enfermedades mentales
catalogadas en el Diagnostic and
Statistical
Manual
of
Mental
Disorders[32] de la American Psychiatric
Association. Karl Menninger calific a

esta labor de magnfico hallazgo[33].


Su efecto fue que un mayor nmero de
personas civiles fueron declaradas
ineptas para servir en las Fuerzas
Armadas, un mayor nmero de soldados
fueron clasificados como enfermos
mentales y un nmero mayor de
veteranos reciben en la actualidad
compensacin y tratamiento por
enfermedad mental; cantidades todas
ellas desconocidas hasta ahora en la
historia. Las cifras actuales son las
siguientes: entre enero de 1942 y junio
de 1945, de un total aproximado de
quince millones de reconocimientos
para ingreso en las Fuerzas Armadas,
casi dos millones de individuos fueron

rechazados
por
incapacidad
neuropsiquitrica; es decir, el 12 % de
los examinados fueron rechazados por
enfermedad mental. En realidad el
ndice vari desde un 97 % en 1942
hasta un 16'4 % en 1945. Aadamos que
de cada centenar de rechazos en general,
un promedio del 391 % lo fue por
incapacidad neuropsiquitrica. Esta
proporcin creci desde un 28'4 % en
1942 hasta un 45'8 % en 1944. A pesar
de esta criba o posiblemente a causa
de ella, puesto que validaba la
enfermedad mental como base aceptable
de separacin del servicio militar el
37 % de los licenciamientos de las
Fuerzas Armadas por razones mdicas,

lo fueron sobre la base de


descalificacin neuropsiquitrica[34].
Si la grandeza de un psiquiatra se
mide por el nmero de personas que
diagnostica
como
enfermos
mentales, entonces William Menninger
fue verdaderamente un gran psiquiatra.
Con gran propiedad se han publicado
sus obras completas bajo el ttulo de
Psychiatrist to a Troubled World[35] [36].
Para el psiquiatra celoso todos los
hombres son locos, lo mismo que para el
telogo celoso todos los hombres son
pecadores[37].
La preponderancia de la enfermedad
mental es un problema predilecto de

todo asistente social para la salud


mental, en la actualidad. Como los
tratantes de brujas de pocas pasadas,
los psiquiatras contemporneos jams se
cansan de poner su nfasis en la
preponderancia de la enfermedad mental
y en los peligros que los enfermos
mentales
representan
para
la
sociedad[38]. Como resultado, nuestra
capacidad de percepcin de seales de
locura a nuestro alrededor se acerca o
quizs aventaja a la del inquisidor
medieval de ver seales de hereja por
todas partes. Los sntomas de locura
aparecen cada vez con mayor frecuencia
y en todo tipo de personas americanos
y extranjeros, individuos de alto y bajo

rango social, vivos y muertos[39].


La trata de dementes es realizada y
favorecida por los ms respetados e
influyentes mdicos y hombres de
estado, al igual que lo fue la trata de
brujas hace unos pocos siglos. Quizs
nadie ha llevado ms adelante una
creencia, a la vez ingenua y evanglica,
acerca de la enfermedad mental, que
Karl Menninger. Tras negar la diferencia
real entre enfermedad mental y corporal,
sostiene Menninger que no existe ms
que una sola clase de trastorno mental y
que todo el mundo se ve aquejado
algunas veces por l.
Insistimos escribe Menninger
en que hay estados que quedan

descritos con mayor exactitud con la


expresin enfermedad mental. Pero en
vez de poner tanto nfasis en distintos
tipos y diferentes cuadros clnicos de
enfermedad, proponemos concebir todas
las formas de enfermedad mental como
esencialmente idnticas en cualidad y
diversas tan slo en cantidad. A esto nos
referimos cuando afirmamos que todas
las personas sufren de enfermedad
mental en diversos grados y en
momentos diferentes y que unas veces
estn mucho peor y otras mucho
mejor[40].
Los puntos de vista mesinicos de
Menninger encuentran expresin en la
retrica de la medicina. Todo el mundo

dice Menninger (sin duda haciendo un


esfuerzo bien intencionado, pero mal
concebido,
por
desintoxicar
de
connotaciones semnticas malignas el
trmino enfermedad mental) est
mentalmente enfermo. Pero en seguida
concreta: algunos ms que otros.
Seguramente esto signifique que los
pacientes estn ms enfermos y los
psiquatras menos. Cmo ayudar todo
esto a aquellos individuos cuya libertad
ha sido arrebatada por el psiquiatra?
Menninger no lo dice. Ms bien insiste
no slo en la teora de que el hombre es
culpable del pecado original, sino
tambin en la teora de que est enfermo
de enfermedad mental original:

Ha desaparecido para siempre la


nocin de que el enfermo mental es una
excepcin. En la actualidad se acepta
que la mayor parte de la gente sufre
cierto grado de enfermedad mental
durante la mayor parte de su vida[41].
Al igual que Karl Menninger, decano
de la psiquiatra americana, sustenta la
creencia en el mito de la enfermedad
mental y en todo lo que sta implica
socialmente
para
el
individuo
incriminado como enfermo mental, Sir
Thomas Browne (1605-1683) el
mdico ms famoso de su poca;
sostena la creencia en la brujera y
favoreca la persecucin de las brujas.
En una ocasin en que testificaba como

experto en juicio por brujera, emiti la


opinin de que en tales casos, el diablo
actuaba sobre los cuerpos humanos por
medios naturales, es decir, excitando y
rebelando los humores superabundantes;
estos
ataques
podran
ser
sobrenaturales, pero llevados a un grado
extremo gracias a la sutileza del diablo
en cooperacin con la malicia de estas
brujas[42].
La coercin, la tirana y la violencia
no engendran, evidentemente, decencia,
amabilidad ni simpata. Aunque los
tratantes de brujas estaban generalmente
a salvo de toda acusacin de brujera, se
vean a veces obligados a diagnosticar
brujera en contra de su propia voluntad.

Del mismo modo, aunque los psiquiatras


estn generalmente a salvo de toda
acusacin de locura, verse a veces
obligados a diagnosticar enfermedad
mental contra su propia voluntad.
Zilboorg nos refiere un caso que
puede servimos de aclaracin. Al
describir la investigacin de brujera
llevada a cabo con una joven llamada
Franoise Fontaine, que sufra trances
producidos al parecer por posesin
diablica, Zilboorg escribe:
No fue entregada hasta que todo el
pelo de cabeza y axilas qued
completamente afeitado por el cirujano
que, a su vez, estaba extremadamente
asustado y, tras haber pedido por tres

veces que se le dispensara de la


realizacin de aquella tarea, tuvo que
ser amenazado finalmente por el
preboste con severos castigos, en
nombre de Su Majestad el Rey![43].
En 1591, cuando acontecan estos
hechos, los mdicos solan tratar a sus
pacientes fsicamente enfermos, con el
consentimiento de stos; cuando eran
convocados para examinar o tratar a una
bruja, no tenan, sin embargo, el
consentimiento del paciente. No ha
habido variacin sustancial desde
aquella poca. En la actualidad, tambin
los mdicos suelen tratar a sus pacientes
fsicamente
enfermos,
con
el
consentimiento de stos; cuando son

convocados para examinar o tratar


pacientes mentales, no tienen muchas
veces, sin embargo, su consentimiento.
A muchos mdicos les complace este
estado de cosas, otros se acostumbran a
l y algunos se ven obligados a acceder.
Pero, tanto si les gusta como si no les
gusta, permanece el hecho indestructible
de que la enseanza psiquitrica es,
sobre
todo,
una
indoctrinacin
ritualizada sobre la teora y prctica de
la violencia psiquitrica. Los efectos
desastrosos sobre el paciente no es
necesario describirlos; aunque menos
evidentes, sus consecuencias sobre el
mdico son a menudo igualmente
trgicas.

Una de las pocas leyes acerca de


las relaciones humanas es que, no slo
quienes sufren el peso de una autoridad
arbitraria, sino tambin aquellos que la
ejercen, resultan alienados con respecto
a los otros y, consecuentemente,
deshumanizados. Los oprimidos tienden
a convertirse en objetos pasivos, inertes;
y el opresor tiende a convertirse en una
figura
megalomanaca,
deiforme.
Cuando el primero se da cuenta de que
es un remedo de hombre y el segundo de
que es una imitacin ridcula de Dios, el
resultado suele ser una violencia
explosiva, y, mientras la vctima busca
la venganza en el asesinato, el verdugo
busca el olvido en el suicidio. Creo que

tales consideraciones pueden explicar,


por lo menos parcialmente, el hecho de
que el mayor nmero de suicidios en los
Estados Unidos tengan lugar entre los
psiquiatras[44].

3. PROCESO DE
DEMOSTRACIN
DE LA
CULPABILIDAD
DEL MALHECHOR
Es importante, quizs
decisivo, dado el lugar que la
locura iba a ocupar dentro de
la cultura moderna, el hecho
de que el homo medicus no
fuera llamado al mundo del
encierro como rbitro, para

separar el crimen de la locura,


la maldad de la enfermedad,
sino ms bien como guardin,
para proteger a los dems del
vago peligro que rezumaban
las paredes de la prisin.
Michel Foucault[1].
La denuncia de una persona por
brujera, su reconocimiento en busca de
marcas de brujera y su tortura con la
finalidad de conseguir una confesin,
servan nicamente para asegurar su
definicin formal y legal como bruja y
justificar as su sentencia, generalmente

a morir quemada en la hoguera. Estamos


prestos ahora a examinar los procesos
de brujera para compararlos con los
procedimientos legales contemporneos
para declarar a una persona mentalmente
enferma.
Desde luego, el juicio por brujera
no era un juicio en el moderno sentido
de la palabra. Aunque la finalidad
visible fuera establecer la inocencia o
culpabilidad de la acusada, el objetivo
real consista en demostrar la existencia,
abundancia y peligrosidad de las brujas,
y el poder y misericordia de
inquisidores y jueces. De modo
parecido, un juicio de capacidad mental
para confinamiento, para demostrar la

capacidad de ser sometido a juicio o


para obtener un habeas corpus con el
que conseguir salir de un hospital mental
tampoco es un juicio propiamente
dicho. Aunque la finalidad visible sea
establecer la enfermedad o salud mental
del paciente, el objetivo real consiste
en demostrar la existencia, abundancia y
peligrosidad de personas dementes, y el
poder y misericordia de psiquiatras y
jueces.
A las personas acusadas de hereja
se las trataba de modo distinto que a las
personas acusadas de delitos ordinarios
es decir, no-teolgicos. Durante la
Edad Media y el Renacimiento, el
procedimiento seguido contra alguien

acusado de delito ordinario era


acusatorio: al defendido se le
permita la ayuda asesorativa, ciertos
tipos de evidencia no eran admitidos
ante el tribunal y generalmente no se le
obligaba a confesar bajo tortura su
supuesta culpabilidad. Todas estas
salvaguardias de los derechos del
acusado quedaban derogadas en los
juicios por hereja.
Quienes defendan los errores de
los herejes, deban ser tratados como
herejes escribe Lea. (Adems),
aunque la evidencia de un hereje no era
aceptable en un juicio, sin embargo se
haca una excepcin en favor de la fe, e
iba a aplicarse contra otro hereje[2].

La persona acusada de enfermedad


mental se encuentra en situacin similar.
Tambin ella, en vez de ser tratada
respetuosamente como un adulto
acusado de crimen, es tratada de modo
paternalista, como podra serlo un nio
travieso por su padre que tiene ms
experiencia. Las relaciones de
intervenciones
psiquitricas
involuntarias me refiero a todo
contacto psiquitrico no solicitado
activamente por el paciente ilustran
las semejanzas existentes entre los
procedimientos caractersticos de la
Psiquiatra Institucional y los de la
Inquisicin. Un breve ejemplo creo que
bastar.

Mr. y Mrs. Michael Duzynski eran


personas desplazadas de origen polaco,
que emigraron a Amrica tras la
Segunda Guerra Mundial y se asentaron
en un vecindario de habla polaca cerca
del sector noroeste de Chicago. El da 5
de octubre de 1960, la seora Duzynski
descubri la sustraccin de 380 $ que
guardaba en su apartamento. Puesto que
nadie ms que el portero tena otra llave
de su vivienda, dedujo que habra sido
l quien haba cometido el robo, le
acus y exigi la restitucin del dinero.
El portero llam a la polica y, al acudir
sta, declar que Mr. y Mrs. Duzynski
estaban locos. Los agentes esposaron
a los Duzynski y los condujeron al Cook

County Mental Health Clinic, donde


fueron declarados enfermos mentales. A
su tiempo fueron transferidos al Chicago
State Hospital. Durante la Segunda
Guerra Mundial mster Duzynski haba
sido recluido en un campo de
concentracin nazi. Entonces haba
sabido la razn de su encierro; ahora, en
cambio, la ignoraba. Pasaron seis
semanas y los Duzynski seguan
languideciendo en el Chicago State
Hospital, sin ninguna explicacin acerca
de su situacin ni esperanzas de salir de
all. Sumido en la desesperacin, Mr.
Duzynski se ahorc. Su muerte provoc
una oleada de publicidad adversa acerca
de los procedimientos utilizados en

Illinois para encerrar a las personas, y


la esposa fue liberada[3]. Posteriormente
Mrs. Duzynski apel en demanda de
compensacin por los daos sufridos,
pero su peticin no fue atendida[4].
Aadamos que, al haber sido confinados
justamente
tras
haber
sido
declarados enfermos mentales, las
reformas nacidas a raz de su caso no
han alterado fundamentalmente la
situacin de los acusados de enfermedad
mental[5].
Pensemos de qu diferente manera
hubieran sido tratados estos esposos, si
en vez de la acusacin de enfermedad
mental hubieran sido detenidos por un

delito criminal. Se habra hecho un


cargo especfico contra Mr. Duzynski y
habra comparecido inmediatamente ante
un juez. Se le habra fijado una cantidad
determinada y habra sido puesto en
libertad bajo fianza, en espera del
resultado de su juicio; el jurado habra
estado compuesto por personas de su
condicin; y, en el caso de ser declarado
culpable, habra sido sentenciado, de
acuerdo con la ley, al pago de una multa
o a un perodo determinado de
confinamiento. Resumamos. Frente al
supuesto criminal, el supuesto paciente
mental carece de los siguientes derechos
constitucionales: el derecho a la
seguridad de su propia persona,

vivienda y documentos privados frente a


investigaciones y detenciones no
razonables (Enmienda Quinta); el
derecho a un juicio pblico rpido, con
un jurado imparcial, el derecho a ser
informado de la naturaleza y motivos de
la acusacin; al enfrentamiento con los
testigos contrarios; a la bsqueda
obligada de testigos a su favor; al
asesoramiento legal para su defensa
(Enmienda Sexta); el derecho a la
proteccin contra una fianza excesiva
y un castigo cruel e inusitado
(Enmienda Octava) y contra la privacin
de vida, libertad o propiedades, sin el
debido proceso legal (Enmienda
Catorce)[6].

As pues, la proteccin de los


derechos individuales concedida al
criminal queda derogada para el
demente (como lo ha sido tambin
recientemente para el menor de edad), al
parecer con el fin de ayudarle a recibir
el tratamiento que necesita. En realidad,
esto lleva a arrebatarle todo medio de
autodefensa. Al igual que en el caso de
la bruja, la persona acusada de
enfermedad mental es incapaz de tener
sus propios defensores.
Si el Estado decide declararlo a uno
demente, ni sus parientes ni sus
abogados ni sus psiquiatras podrn
ayudarle, corriendo el riesgo adicional
de ser sometidos a su vez a examen

psiquitrico[7]. El sospechoso de
enfermedad mental tampoco est
autorizado a testimoniar en defensa
propia. Cualquier prueba de cordura que
pudiera presentar, sera desacreditada
automticamente bajo el velo de
sospechas que le envuelven. Al mismo
tiempo, aunque se rechaza como indigno
de confianza cualquier testimonio que
emita a su favor, es considerada prueba
definitiva
de
locura
cualquier
declaracin que haga acerca de su
propia
perturbacin
mental.
En
definitiva, al igual que la bruja, es
incapaz de convencer con sus propios
argumentos a los jueces acerca de su
inocencia slo puede hacerlo de su

hereja o de su enfermedad mental.


La principal conclusin de nuestro
estudio escribe Scheff, tras haber
estudiado el funcionamiento de los
tribunales urbanos en las demandas de
reclusin nos lleva a afirmar que en
tres
de
los
cuatro
tribunales
metropolitanos, los procesos civiles
destinados a la hospitalizacin y
encierro de los enfermos mentales no
contenan
ningn
propsito
de
investigacin, sino que se caracterizaban
por su mero formulismo La
hospitalizacin y el tratamiento eran
algo automtico, despus de la aparicin
del paciente ante los tribunales[8].
Aunque la mayora de los

psiquiatras y muchos juristas famosos se


oponen a este tipo de interpretacin de
nuestras leyes de higiene mental, y
sostienen en cambio que este
apartamiento de los procedimientos
utilizados en los procesos criminales se
realiza en favor del paciente ms que
del Estado, es evidente que estos
mismos mtodos confirieron a la
Inquisicin toda su fuerza irresistible.
Lea escribe:
A ambos lados de los Alpes la
Inquisicin se arrog el derecho de
derogar todas aquellas leyes que
impidieran el librrimo ejercicio de sus
poderes Esto convirti a la
Inquisicin en fuerza suprema en todos

los pases y se hizo mxima legal


corriente el principio de que todo
estatuto que interfiriera la libre accin
de la Inquisicin era invlido y que
quienes quisieran apoyarse en ellos
deban ser castigados[9]. Difcilmente
podra imaginarse ms estrecho paralelo
entre el papel socio-legal de la
Inquisicin y el de la Psiquiatra
Institucional contempornea. Cuando
Lea dice que:
En el ejercicio de su casi ilimitada
autoridad, los inquisidores estaban
prcticamente libres de toda supervisin
y responsabilidad[10], emite una
afirmacin igualmente aplicable a los
psiquiatras
institucionales

contemporneos.
La semejanza ms importante entre
la labor del inquisidor y la del
psiquiatra contemporneo encargado de
discernir la cordura de una persona,
estriba en la naturaleza misma del
trabajo.
El deber del inquisidor dice
Lea se distingua del deber de un
juez ordinario en que la labor asignada
al primero consista en la imposible
tarea de discernir los pensamientos y
opiniones secretas del prisionero. Los
actos externos le eran de utilidad slo en
la medida en que pudieran ser
indicativos de creencias, y slo poda
aceptarlos o rechazarlos en el medida en

que le llevaran a conclusin o a engao.


El crimen que intentaba suprimir
mediante el castigo, era puramente
mental; los actos aunque fueran
criminales caan fuera de su
jurisdiccin[11].
Si
sustituimos
los
trminos
teolgicos por otros psiquitricos, nos
encontramos ante una descripcin del
trabajo
del
psicopatlogo
contemporneo.
En resumen: el inquisidor no se
interesaba
por
aquellos
actos
antisociales que se realizaran a la luz
del da esto era asunto de los
tribunales laicos. Aquello que
persegua era la hereja el crimen

contra Dios y la religin cristiana,


que se defina, por consiguiente, en
trminos teolgicos. De la misma
manera, la psiquiatra institucional no se
interesa por aquellos actos que se
realizan abiertamente, a la luz del da,
en contra de la sociedad esto es
asunto de los tribunales constituidos
para juzgar el crimen. Aquello que
persigue es la enfermedad mental el
crimen contra las leyes de la salud
mental y de la profesin psiquitrica,
que se define, por consiguiente, en
trminos mdicos. La enfermedad mental
es el concepto crucial en que se centra
la psiquiatra institucional, del mismo
modo que la hereja es el concepto

central de la teologa inquisitorial[12].


El hecho de que ambas cosas
hereja y enfermedad mental sean ms
bien crmenes de pensamiento que de
obra, nos ayuda a aclarar los
repugnantes mtodos utilizados en su
deteccin.
No podemos maravillamos
subraya Lea con un acento de sarcasmo
de que (el inquisidor) se alejara
rpidamente de la senda de los
procedimientos judiciales establecidos,
que hubieran hecho vana su labor[13].
En consecuencia. El hereje,
convicto o sospechoso nicamente,
careca de todo derecho y nadie se
detena un momento para poner en tela

de juicio el empleo de aquellos mtodos


que resultaran en una mayor eficacia
para la salvacin y propagacin de la
fe[14].
Si en vez de trminos religiosos
utilizamos trminos psiquitricos, la
asercin de Lea se convierte en una
descripcin precisa de la situacin legal
del paciente mental hospitalizado:
El enfermo mental, diagnosticado
como tal o nicamente sospechoso,
carece de todo derecho nadie se
detiene un momento para poner en tela
de juicio el empleo de aquellos mtodos
que resulten en una mayor eficacia para
su curacin y para la propagacin de la
fe en la medicina psiquitrica.

Francis J. Braceland, profesor de


psiquiatra clnica en la Universidad de
Yale y antiguo presidente de la
American Psychiatric Association,
escribe:
Rasgo
comn
a
algunas
enfermedades es que los pacientes no
tienen conciencia de su propia
enfermedad. En resumen: que a veces es
necesario protegerlos contra s mismos
dibujante un perodo determinado Si
un hombre me trae a su hija desde
California porque corre el peligro
manifiesto de hundirse en el vicio o de
lastimarse a s misma de alguna otra
forma, evidentemente no espera de m
que la deje libre en mi propia ciudad a

la expectativa de que suceda all lo


mismo[15].
Puesto que la hereja no era ni un
acto social ni un estado biolgico, sino
mental, el crimen de brujera jams
hubiera podido demostrarse de haber
seguido los procedimientos judiciales
establecidos. Los enojosos problemas
de la demostracin fueron pronto
superados mediante la adopcin de lo
que desde entonces ha sido conocido
como
el
mtodo
inquisitorial,
normalmente llamado caza de brujas.
Lea describe dicho procedimiento de la
siguiente manera:
De las tres formas existentes de
procedimiento criminal acusacin,

denuncia e inquisicin, esta ltima se


convirti necesariamente en regla
inamovible, en vez de procedimiento
excepcional, y fue al mismo tiempo
despojada
de
todas
aquellas
salvaguardias que hubieran permitido
neutralizar hasta cierto punto sus
tendencias peligrosas. El inquisidor
tena instrucciones de que, en el caso de
presentarse ante l un acusador formal,
intentara disuadirle sealndole los
peligros de la ley del talin a que se
expona al suscribir personalmente tal
acusacin; y, con el consentimiento
general, dicho procedimiento era
rechazado por su carcter de discusin
legal, es decir, por proporcionar a la

acusada algunas oportunidades de


defensa El procedimiento de denuncia
era menos susceptible de ser objetado,
porque en l el inquisidor actuaba ex
officio; pero era algo poco corriente y,
desde los inicios, el proceso
inquisitorial fue casi en trminos
absolutos el nico procedimiento puesto
en prctica[16].
Aunque tenga ms de cinco siglos de
antigedad, el proceso inquisitorial no
se ha desarrollado en toda su plenitud
hasta el siglo XX. La diferencia
fundamental
existente
entre
procedimientos
acusatoriales
e
inquisitoriales estriba en los medios que
estn a disposicin de una persona o de

una institucin (a menudo el Estado),


para imponer a otra una funcin social
baja y corrompida (muchas veces a un
miembro de un grupo minoritario). El
proceso de acusacin proporciona al
individuo un conjunto de estudiadas
defensas, que le protegen de la
adjudicacin
de
una
funcin
predeterminada, como la de criminal; en
general,
se
exige
primero
la
presentacin de pruebas de que dicho
individuo se entrega a acciones
prohibidas por la ley. El proceso
inquisitorial priva al individuo de tal
proteccin y otorga al perseguidor
poderes ilimitados con que encasillar al
acusado en una funcin apropiadamente

fijada, como la de enemigo del estado o


enfermo mental. En los estados
totalitarios, los procesos coactivos de la
ley
criminal
son
tpicamente
inquisitoriales; lo mismo acontece con
las leyes y prcticas acerca de la salud
mental en los estados no-totalitarios.
A lo largo de la evolucin de los
mtodos de control social, desde los
mtodos religiosos (inquisitoriales)
hasta
los
mtodos
mdicos
(psiquitricos), existi un peldao
intermedio consistente en el manifiesto
uso teraputico de los poderes del rey
como dspota o gobernante benevolente.
Siendo su ms claro representante la
lettre de cachet francesa, esta forma de

control social transitorio, por parte del


rey, tena simultneamente un carcter
religioso y laico, mgico y cientfico. En
la medida en que la lettre de cachet es
el precursor histrico inmediato de la
peticin de encierro contempornea,
hace el caso traer a colacin algunos
comentarios sobre ella.
Una lettre de cachet (al pie de la
letra, una carta sellada) era un
documento con el sello del rey o de uno
de sus intendentes, en el que se
autorizaba la reclusin sin juicio previo
de la persona o personas all
mencionadas. Los usos de las lettres de
cachet, que conocieron su mayor apogeo
en el perodo comprendido entre los

inicios del siglo XV y los finales del


XVIII, son compendiados as por la
Encyclopaedia Britannica:
Adems de servir al gobierno como
arma silenciosa contra los adversarios
polticos o los escritores peligrosos y
como medio de castigar a los
delincuentes de alto linaje sin recurrir al
escndalo de un juicio, las tettres de
cachet tenan otros fines. La polica las
utilizaba contra las prostitutas y se
encerraba a los lunticos basndose en
la autoridad que tales documentos
aportaban. A menudo los cabezas de
familia las utilizaban como medio de
correccin, vgr. para proteger el honor
de la familia de la conducta

desordenada o criminal de los hijos; las


esposas valanse de ellas para controlar
la disoluta promiscuidad de sus maridos
y viceversa[17].
Esta declaracin constituye a su vez
una exacta descripcin de los usos de
las peticiones de confinamiento actuales.
El control social por medio de las
lettres de cachet constituye as un
estadio transitorio entre el control por
medio de la antigua inquisicin, de
carcter religioso, y la nueva, de ndole
psiquitrica. Los procedimientos de las
tres instituciones se basan sobre los
mismos principios de paternalismo; lo
nico en que difieren es en la identidad
del padre, en cuyo nombre se ejercen.

En el caso de la Inquisicin, se trata del


Santo Padre, el Papa; en el de la lettre
de cachet se trata del Padre Nacional, el
Rey; y en el de la Psiquiatra
Institucional, se trata del Padre
Cientfico, el Mdico.
En teora explica Barrows
Dunham el rey francs era el padre
de la familia francesa y, basndose en
principios patriarcales, su autoridad era
absoluta. Los dems padres podan
recurrir a l, que correspondiendo a su
peticin pondra en la Bastilla a los
hijos obstinados[18]. Incluso podan
encerrar a sus hijos como hizo una
mujer con su hija de cuarenta aos en
la Salptrire! En el siglo XVIII sigue

contndonos Dunham, a medida que


los tiempos fueron volvindose
difciles el gobierno empez a frenar
a los intelectuales mediante el uso
frecuente de lettres de cachet.
Siguiendo tal costumbre, el 23 de julio
de 1749 el rey Luis XV lleg a firmar en
Compigne una lettre de cachet que
deca as:
Seor
Marqus
de
Chtelet: Esta carta srvaos de
instruccin para acoger en mi
Castillo de Vincennes a Sieur
Diderot (Denis Diderot, el
enciclopedista y filsofo

francs)
y tenerle all
encerrado hasta que recibis
nuevas rdenes mas. Ruego
adems a Dios que se sirva
teneros. Seor Marqus de
Chtelet[19], bajo su divina
proteccin[20].
Dunham comenta: Qu conmovedora
resulta esta piedad con la que se
ordenaba un encierro![21]
Esta hipcrita piedad religiosa de la
lettre de cachet ha sido sustituida por la
hipcrita piedad mdica del documento
de confinamiento[22].
En la actualidad, en muchos de

nuestros Estados, los mdicos tienen


autoridad para encerrar a una persona en
un hospital mental (en la prctica, en una
crcel) por un perodo de hasta quince
das sin orden judicial; y a perpetuidad
mediante una orden judicial que, como
veremos, es cuestin de puro trmite
conseguir[23].
Irnicamente,
esta
medicalizacin del encierro, mediante la
cual un mdico puede encarcelar a una
persona en una institucin mental sin
recurso a los tribunales, se considera
una
liberalizacin
de
los
procedimientos de los hospitales
mentales. Podemos aducir aqu la
posicin oficial de la American
Psychiatric Association acerca del

confinamiento, presentada al comit del


Senado que investigaba los derechos de
los pacientes mentales por Francis J.
Braceland y Jack R. Ewalt, doctores en
medicina, el ao 1961 (ambos antiguos
presidentes de dicha Asociacin).
En estas ltimas dcadas
afirman la nueva ciencia mdica
psiquitrica, remando contra corriente,
ha avanzado lo bastante como para que
el pblico haya recibido con mayor
simpata el punto de vista que afirma
que la enfermedad mental es una
enfermedad
En
general,
los
psiquiatras consideran con buenos ojos
un
procedimiento
simple
de
confinamiento que no exija ms que una

solicitud presentada ante el hospital por


un pariente cercano o un amigo, unida a
una certificacin emitida por dos
mdicos cualificados diciendo que han
examinado al sujeto y lo han
diagnosticado como enfermo mental[24].
As pues, la American Psychiatric
Association aprueba el confinamiento
mediante lettres de cachet mdicas.
Adems, de la misma manera que el
inquisidor daba por sentado que la
persona acusada de brujera era hereje,
del mismo modo el psiquiatra
institucional da por supuesto que la
persona acusada de enfermedad mental
es en realidad un paciente mental. Estas
suposiciones previas se han visto

justificadas, y continan sindolo, por


los supuestos fines mdicos de sus
respectivas intervenciones: la salvacin
del alma del hereje y la proteccin y
desarrollo de la salud mental del
paciente. Thomas J. Scheff investig los
prejuicios de los psiquiatras respecto a
las personas procesadas con el fin de
dictaminar la conveniencia de su
encierro.
Desde
luego,
sus
descubrimientos
avalan totalmente
nuestras afirmaciones precedentes.
Despus de pasar revista a cuantos
estudios existen sobre el confinamiento,
observaba que dichos estudios sugieren
la existencia de un juicio previo de
enfermedad por parte de las autoridades

encargadas de la salud mental[25].


Citemos, por ejemplo, el caso de dos
hospitales mentales estudiados durante
un perodo de tres meses por David
Mechanic, quien afirma que no observ
ni un caso en que el psiquiatra
aconsejara al paciente en el sentido de
que no necesitaba tratamiento. Al
contrario, cuantas personas aparecieron
por el hospital fueron absorbidas dentro
de
la
masa
de
pacientes,
independientemente de su capacidad de
desenvolvimiento correcto fuera del
hospital[26] Otros estudios amplan esta
impresin. Es un acuerdo tcito
bastante general entre los asistentes
sociales para la salud mental

subraya Scheff el que los hospitales


mentales del Estado en los Estados
Unidos aceptan a todos los que
llegan[27].
Scheff se dedic a observar los
procedimientos de examen psiquitrico
en cuatro tribunales de un Estado del
Medio Oeste, por los que desfilaba el
mayor contingente de casos mentales del
Estado. Descubri que las entrevistas
oscilaban entre una duracin mnima de
5 minutos y una duracin mxima de 17,
siendo el trmino medio de 102
minutos. Adems, la mayor parte de los
examinadores actuaban con prisas[28].
Lleg a la conclusin de que el
comportamiento o el estado del

supuesto enfermo mental no suele ser un


factor importante en la decisin de las
autoridades respecto a la retencin o
liberacin de los nuevos pacientes de
los hospitales mentales. La naturaleza
marginal de la mayora de los casos, la
precipitacin y deficiencias de la mayor
parte de los exmenes psiquitricos,
consideradas a la luz del hecho de que
virtualmente cada paciente ha sido
recomendado para su encierro, parecen
demostrar dicha proposicin[29].
El psiquiatra goza de poderes tan
discrecionales porque, al igual que al
inquisidor en una poca anterior, no se
le considera acusador o castigador, sino
benefactor, persona que va a curar al

enfermo. El concepto de inquisidor


como
mdico
espiritual
sigui,
naturalmente, de manera inevitable a la
concepcin de la brujera como
perversin espiritual de la misma
manera que el concepto de psiquiatra
institucional como mdico sigue de
modo inevitable a la concepcin de la
locura como perversin mdica. El
peligro de esta consideracin de la
perversin social y su control, apareci
con claridad ante los ojos de los
estudiosos de la Inquisicin, como
muestran los comentarios de Lea:
En el mejor de los casos, el
proceso inquisitorial representaba un
peligro por la conjuncin en una sola

persona de las funciones de acusador y


juez El peligro se vea doblado
cuando el juez acusador resultaba ser un
fantico
apasionado
plenamente
decidido a defender la fe y
predeterminado a ver en cada prisionero
que compareciera ante su presencia, un
hereje al que deba hacerse confesar a
toda costa; el peligro no era menor, si se
trataba de un inquisidor cuyo celo vena
dictado slo por su rapacidad y su ansia
por la imposicin de multas y
confiscaciones. A pesar de ello, la
teora de la Iglesia era la de que el
inquisidor era un padre imparcial cuyas
funciones consistan en la salvacin de
las almas y no deban verse sujetas, por

tanto, a ninguna regla[30]. Idnticos


peligros se encuentran ligados a los
mtodos de la Psiquiatra Institucional.
El inquisidor piadoso se hubiera
encolerizado, sin duda, si alguien
hubiera osado sugerir que era el
enemigo del hereje y no su amigo. De la
misma
manera,
el
psiquiatra
institucional rechaza airadamente la idea
de que, de forma involuntaria, acta
como adversario del paciente y no como
su terapeuta. Al negar tal interpretacin,
el inquisidor hubiera hecho hincapi en
el hecho de que sus servicios
incluyendo la muerte de su vctima en la
hoguera tenan como finalidad la
salvacin del alma del hereje de la

condenacin eterna; paralelamente, el


psiquiatra replica que sus esfuerzos
incluyendo la reclusin a perpetuidad,
las convulsiones elctricas y la
lobulotoma se proponen proteger y
favorecer la salud mental del paciente.
Como ejemplo ilustrativo citaremos las
siguientes afirmaciones emitidas por
autoridades psiquitricas:
Nos
gustara
que
nuestros
hospitales fueran considerados como
centros de tratamiento para personas
enfermas y queremos naturalmente, que
se nos considere doctores y no
carceleros Es bien sabido que existen
salvaguardias contra lo que normalmente
se llama reclusin gratuita y precipitada

de las personas en hospitales mentales, y


afirmamos que las personas gozan de
toda la proteccin posible en todos los
Estados de nuestro pas. Jams, a lo
largo de 30 aos de convivencia
constante con este problema, he visto un
paciente cuyos derechos yo creyera
atropellados
por
una
reclusin
precipitada En cambio, es cierto todo
lo contrario. La gente se ve obligada a
salir precipitadamente de los hospitales
mentales antes del tiempo oportuno,
debido a la afluencia de pacientes a
estas instituciones[31].
Quisiera sealar que la
finalidad bsica (del confinamiento) es
tener la seguridad de que los seres

humanos enfermos reciban el cuidado


apropiado a sus necesidades[32].
Como doctores que somos, nos gustara
que nuestros hospitales psiquitricos
fueran considerados como centros de
tratamiento para personas enfermas, en
el mismo sentido que son considerados
los hospitales generales[33].
Si esto fuera lo que realmente
desean los psiquiatras, lo nico que
deberan hacer sera abrir las puertas de
los hospitales mentales, abolir el
encierro, y tratar nicamente a aquellas
personas que, como sucede en los
hospitales no-psiquitricos, quisieran
ser tratadas. Esto es exactamente lo que
he venido defendiendo durante los

ltimos quince aos[34].


Lea describe de la siguiente manera
la funcin social de la Inquisicin: La
finalidad de la Inquisicin es la
destruccin de la hereja. La hereja no
puede ser destruida, si no se destruye a
los herejes Esto se ha llevado a cabo
de dos maneras distintas, es decir, o
bien convirtindolos a la fe catlica o
bien abandonndolos al poder laico y
quemndolos fsicamente[35].
Esta afirmacin puede ser fcilmente
transformada en un descripcin de la
funcin social del Movimiento en
Defensa de la Salud Mental: La
finalidad de la Psiquiatra es la
erradicacin de la enfermedad mental.

La enfermedad mental no puede ser


erradicada a menos que se erradique a
los enfermos mentales Esto puede
realizarse de dos maneras, es decir,
devolvindoles la salud mental o bien,
tras mostrar su incurabilidad despus de
una estancia en hospitales mentales,
separndolos de todo contacto con la
sociedad sana.
Quizs esta pretensin de estar
desempeando una funcin benfica por
parte del acusador y juez, fue ms que
ninguna otra cosa, lo que converta al
juicio por brujera en un crculo vicioso.
El acusado nos dice Lea
estaba ya juzgado de antemano. Se
presupona su culpabilidad, porque de

lo contrario no se le hubiera sometido a


juicio y virtualmente su nica va de
escape consista en el reconocimiento de
las acusaciones levantadas contra l, en
la abjuracin de la hereja y aceptacin
de cualquier castigo que como
reparacin pudiera serle impuesto. La
obstinada negacin de culpabilidad y
afirmacin de la propia ortodoxia le
convertan en impenitente, hereje
obstinado, que deba ser entregado al
poder laico y condenado a la
hoguera[36].
La presuposicin de una postura
teraputica por parte del psiquiatra
institucional conduce a las mismas y
despiadadas consecuencias, Al igual que

el acusado de hereja, el acusado de


enfermedad mental comete el ms grave
pecado capital cuando niega su
enfermedad e insiste en que su estado
anormal es saludable. De acuerdo con
ello, las etiquetas psiquitricas ms
denigrantes se reservan para el
diagnstico de aquellos individuos que,
aunque declarados locos por los
expertos y encerrados en manicomios,
persisten obstinadamente en afirmar su
cordura.
Se
les
define
como
absolutamente faltos de comprensin
o se les describe como aquellos que
han perdido el sentido de la realidad y
se les suele diagnosticar como
paranoicos o esquizofrnicos. Los

inquisidores
espaoles
posean
asimismo un nombre humillante para
tales
personas:
los
llamaban
negativos[37].
El negativo explica Lea
que negaba persistentemente su propia
culpabilidad a la vista de competentes
pruebas
testimoniales,
era
universalmente tenido por hereje
impenitente y pertinaz, para quien no
haba otra alternativa que la de ser
quemado vivo, aunque protestara mil
veces que era catlico y que quera vivir
y morir dentro de su fe. Esta era la
lgica inevitable de la situacin[38].
Una de las diferencias ms
importantes entre una persona acusada

de un crimen y otra acusada de


enfermedad mental, estriba en que a la
primera de ellas se le concede muy a
menudo la libertad bajo fianza, mientras
que a la segunda se le niega
permanentemente. Esta distincin puede
ser detectada tambin en la Inquisicin.
La cuestin de la fianza para los
sospechosos de hereja, era considerada
y determinada por los inquisidores del
siglo XV de la siguiente manera, de
acuerdo con las palabras de Lea:
Si uno es sorprendido en hereja,
por confesin propia, y se muestra
impenitente, debe ser entregado al poder
laico y ejecutado; si se arrepiente, debe
ser condenado a cadena perpetua y no

debe, por tanto, ser liberado bajo fianza;


si niega los hechos y se demuestra
convincentemente su culpabilidad, debe
ser entregado como impenitente al
poder secular para ser ejecutado[39].
De la misma manera, en los
procesos por enfermedad mental no est
autorizada la fianza. Si el acusado
admite la enfermedad mental, es
hospitalizado a menudo a perpetuidad
; si la niega y se diagnostica su
enfermedad en una audiencia al efecto y
de acuerdo con todas las exigencias de
un proceso legal, es recluido en un
hospital mental y tratado contra su
propia voluntad por todos los medios
necesarios hasta que adquiera la

debida comprensin acerca de su


estado.
No
es
necesario
insistir
excesivamente en que la idea de una
criminologa teraputica, venerada hoy
como un invento reciente y humanitario,
atribuible a los descubrimientos
cientficos de una psiquiatra
dinmica, no es nueva ni psiquitrica
en sus orgenes. Por el contrario, es un
rasgo caracterstico de la Inquisicin y
de las ideas y el celo religioso que la
animaban.
En teora dice Lea el objeto
de la Inquisicin era la salvacin de las
almas Las penalidades infligidas al
arrepentido no eran propiamente castigo

sino reparacin, y tal persona no era un


convicto, sino un penitente; cualquier
afirmacin que hiciera durante el juicio,
aun cuando negara obstinadamente las
acusaciones, constitua una confesin, y
la prisin a que se le condenaba era una
casa
de
penitencia
o
de
misericordia[40]. Incluso las acusaciones
y la evidencia presentada por los
testigos de la defensa eran llamadas a
veces confesiones[41].
Esta mitologa y retrica teraputica
llegaban tambin a infiltrar las funciones
penales o sentenciadoras de la
Inquisicin, que, como dice Lea se
basaba en una ficcin que debe ser
captada correctamente, si queremos

comprender gran parte de su actuacin.


En teora, careca de autoridad para
infligir ningn castigo Sus sentencias
no eran, por tanto, como las de un juez
terrenal, la venganza de la sociedad
respecto al malhechor o escarmientos
disuasorios a fin de prevenir la
propagacin de la criminalidad; se
imponan sencillamente en beneficio del
alma errante y para purificarla de sus
pecados. Los mismos inquisidores
solan hablar de su ministerio en este
sentido. Cuando condenaban a cadena
perpetua a un pobre desgraciado, la
frmula habitual tras la sistematizacin
de procedimientos del Santo Oficio,
consista en una sencilla orden de

encerrarse personalmente en la crcel


y confinarse all, llevando a cabo una
penitencia a base exclusivamente de pan
y agua, avisndosele que no deba
abandonar su encierro bajo pena de
excomunin y de ser considerado como
hereje perjuro e impenitente. Si rompa
su encierro y escapaba, la requisicin de
captura en una jurisdiccin extraa lo
describa, con una singular falta de
humor, como alguien llevado por su
locura a rechazar la saludable
medicina que se le haba ofrecido para
su curacin y a despreciar el vino y el
aceite que calmaban sus heridas[42].
(La cursiva es ma).
Los
pacientes
mentales
son

confinados y tratados contra su propia


voluntad, por las mismas razones e
idnticos procedimientos.
Este es el nico tribunal recita
el juez de un tribunal de Chicago a cuyo
cargo corren las audiencias para
establecer
la
conveniencia
o
disconveniencia de confinamiento en
el que siempre gana el defendido. Si es
puesto en libertad, significa que est
bien. Si es internado, es por su propio
bien[43]. Los asistentes sociales para la
salud mental defienden en la actualidad,
al igual que defendan antiguamente los
auxiliares de la Inquisicin, que cuanto
se le hace a la vctima es por su propio
bien. Esto es lo que convierte a los

procedimientos de encierro para los


prepacientes y a las audiencias de
habeas Corpus para los pacientes
internados en una burla grotesca. La
siguiente decisin judicial puede
servirnos de ilustracin.
En un esfuerzo por conseguir su
libertad, Stanley Prochaska, paciente
confinado contra su propia voluntad en
el Hospital Mental del Estado de Iowa,
curs una peticin para un documento de
habeas corpus, alegando haber sido
privado de un debido proceso legal,
porque el consejero que haba
comparecido en su defensa en la
audiencia para determinar su cordura, no
haba departido previamente con l. El

Tribunal Supremo de Iowa confirm la


decisin del tribunal, rechazando la
apelacin del demandante.
Debe tenerse bien presente
afirm el Tribunal Supremo que el
apelante no ha sido acusado de un
crimen y no est encarcelado en
consecuencia. Vase privado de libertad
en el sentido de que no es libre de ir y
venir a su libre albedro, pero tal
restriccin no le ha sido impuesta a
modo de castigo, sino para su propia
proteccin y bienestar, as como en
beneficio de la sociedad. Tal prdida de
libertad no guarda relacin con aquella
libertad a que se refiere la Constitucin
cuando dice que nadie ser privado de

vida, libertad o propiedad sin el debido


proceso legal[44].
Una vez aceptado este punto de vista
teraputico ya sea el de la
Inquisicin, ya el de la Psiquiatra
Institucional todo lo dems sigue por
simple lgica. Por ejemplo, Lea observa
que por una ficcin legal, se supona
que el Inquisidor se haca cargo de
ambos aspectos del caso y tomaba a su
cargo simultneamente la defensa y la
acusacin[45]. Gracias a la misma
ficcin legal, se supone que el psiquiatra
de un hospital del Estado se hace cargo
de ambos aspectos del caso y toma a su
cargo simultneamente la proteccin de
la comunidad y la del paciente mental.

As, por un lado, los psiquiatras


suplican como ya hemos visto que
se les considere doctores, no carceleros;
por otro lado, afirman orgullosamente
que su deber es proteger a la sociedad.
El psiquiatra del maana ser, como lo
es el de hoy, uno de los porteros de la
comunidad declara Robert H. Felix,
decano de la St. Louis University
Medical School y antiguo director del
National Institute of Mental Health[46].
No necesitamos demorarnos ahora
explicando
las
desastrosas
consecuencias de las extendidas y no
protestadas
prcticas
de
los
inquisidores. Debera ser suficiente
insistir en que, al combatir la brujera,

lo que realmente hicieron los


inquisidores fue crearla.
Las incesantes enseanzas de la
Iglesia observa Lea llevaron a
sus mejores hombres a no considerar
ningn acto ms justo que el de quemar
a los herejes y a no considerar ninguna
hereja peor que la peticin de
tolerancia La realidad es que la
Iglesia no slo defini la culpabilidad
y forz su castigo, sino que cre el
crimen
mismo[47].
Lo
mismo,
evidentemente, puede decirse de la
Psiquiatra Institucional[48].
Finalmente, existe otra semejanza
entre hereja y enfermedad mental al
mismo tiempo que una diferencia. Una

vez catalogada una persona como hereje,


la evidencia escrita de su perversin la
dejaba sealada para siempre. La
sentencia inquisitorial terminaba
siempre haciendo una reserva de
poderes para modificar, mitigar,
aumentar y reimponer a discrecin El
inquisidor careca, sin embargo, de
poder para otorgar perdones absolutos,
cosa reservada exclusivamente al
papa[49].
De la misma manera, una vez
catalogada como paciente mental, una
persona queda marcada ya para siempre
por dicha perversin. Al igual que el
inquisidor,
el
psiquiatra
puede
sentenciar a una persona a la

enfermedad mental, pero no puede


borrar el estigma que l mismo ha
impuesto. En psiquiatra, sin embargo,
no existe ningn Papa que conceda un
perdn absoluto de un diagnstico de
enfermedad
mental
afirmado
pblicamente.

4. LA BRUJA
COMO PACIENTE
MENTAL

el
Molleas
Maleficarum, con alguna
elaboracin, podra servir de
excelente libro de texto actual
de
psiquiatra
clnica
descriptiva del siglo XV, con
slo sustituir la palabra bruja
por la palabra paciente y
eliminar al diablo.
Gregory Zilboorg[1].

Desde las obras de personajes como


Rush[2] y Esquirol, la psiquiatra
muestra una tendencia inconfundible a
interpretar todo tipo de comportamiento
anormal o poco usual como enfermedad
mental. Esta tendencia recibi un fuerte
impulso de Freud y los psicoanalistas
quienes, al concentrarse en los llamados
determinantes inconscientes de la
conducta, tendan a interpretar incluso el
comportamiento racional de acuerdo
con el modelo del irracional. Desde
entonces el comportamiento normal ha
sido explicado por referencia al
comportamiento anormal.
La investigacin psiquitrica
declara Freud no puede dejar de

considerar digno de comprensin todo


cuanto puede observarse en estos
ilustres modelos (de grandes hombres) y
no cree en la existencia de ninguno tan
elevado que resulte humillado por estar
sujeto a las leyes que gobiernan tanto a
la actividad normal como patolgica con
igual fuerza Quienquiera que sea el
que proteste por nuestra osada al
examinar a este personaje (Leonardo da
Vinci) a la luz de los descubrimientos
obtenidos en el campo de la patologa,
se halla todava apegado a los
prejuicios
que
nosotros
hemos
abandonado completamente en la
actualidad. Ya no creemos que se deba
establecer una distincin tajante entre

enfermedad y salud o entre individuos


normales y neurticos[3]
Aunque Freud reconoci algunos de
los
peligros
inherentes
a
la
interpretacin psicopatolgica de la
conducta humana, al parecer no
comprendi la naturaleza real del
problema, porque actu como si un
rechazo
verbal
bastara
para
desvanecerlo.
Cuando
la
investigacin
psiquitrica, que normalmente se
contenta con seleccionar su material
entre hombres ms frgiles escribe
Freud en su ensayo sobre Leonardo da
Vinci se acerca a uno de los
ejemplares escogidos de la raza humana,

no lo hace por las razones que tan


frecuentemente le atribuyen los legos en
la materia. Manchar lo que es luminoso
y hundir en el barro cunto hay de
sublime, no forma parte de su objetivo
y no encuentra ninguna satisfaccin en
estrechar el abismo que separa la
perfeccin de los grandes hombres de la
imperfeccin de los objetos que estudia
normalmente[4].
Vemos cmo Freud subraya aqu
como si fuera un hecho lamentable y no
un juicio moral discutible la
imperfeccin de los objetos que (la
psiquiatra) estudia normalmente. No
sabe ver el juicio de valor y, por tanto,
no puede ponerlo en entredicho. En vez

de ello, est satisfecho con reclamar


que: Debemos insistir explcitamente
en que jams hemos juzgado a Leonardo
como neurtico o enfermo de los
nervios, como con mayor delicadeza se
expresa[5].
Si bien Freud no desea denigrar a
Leonardo da Vinci como enfermo de
los nervios, evidentemente no pone
ninguna objecin si otras personas,
menos geniales y famosas, sufren tal
humillacin.
Quizs sin propsito deliberado y de
forma
inconsciente,
el
nuevo
vocabulario del psicoanlisis se
combin con el vocabulario tradicional
de la psiquiatra hasta formar una

retrica de rechazo, de un poder y una


popularidad
hasta
ahora
[6]
desconocidos . El resultado fue que la
conducta de todo el mundo vivos o
muertos, primitivos o actuales, famosos
o desconocidos se convirti en
materia adecuada para el escrutinio, la
explicacin y la estigmatizacin del
psicopatlogo.
Para asegurarse, al adoptar este
enfoque, los psicoanalistas arrojaron
nueva luz sobre ciertas semejanzas
importantes entre sueos y sntomas
mentales, el comportamiento del hombre
primitivo y el de su descendiente
civilizado, el mito y la locura. Siguiendo
estas
pautas,
la
perspectiva

psicopatolgica enriqueci y extendi


nuestra comprensin de la naturaleza
humana y la conducta personal. Exista,
sin embargo, un peligro grave en dicho
enfoque, que pronto se puso de
manifiesto. Dado que los observadores e
intrpretes eran psiquiatras y debido
precisamente a que se vean compelidos
por la necesidad de establecer
diagnsticos psicopatolgicos, todo tipo
de conducta humana tenda a ser
percibido
y
descrito
como
manifestaciones de enfermedad mental;
al mismo tiempo, los distintos
personajes, histricos y vivientes,
tendan a ser contemplados y
diagnosticados
como
individuos

enfermos mentales. El punto de vista que


considera a las brujas como enfermas
mentales, forma parte de esta
perspectiva psiquitrica.
La posibilidad de que algunas
personas
acusadas
de
brujera
estuvieran mentalmente enfermas fue
considerada ya durante la caza de
brujas, especialmente por Johann Weyer.
En su dedicatoria del De Praestigiis al
Duque Guillermo de Cleves, Weyer
escribe:
A ti, Prncipe, dedico el fruto de mi
meditacin nadie est tan de acuerdo
con mis propios (puntos de vista sobre
la brujera) como t, en el sentido de
que las brujas no pueden producir dao

ni con el deseo ms malvado ni con el


ms abominable exorcismo, sino que es
ms bien su imaginacin inflamada
por
los
demonios
de
modo
incomprensible para nosotros y la
tortura de la melancola quienes les
hacen imaginar haber causado toda clase
de maldad[7].
Es coincidencia el que la
sugerencia del desorden mental de las
brujas provenga de un mdico opuesto a
su persecucin? O, constituye en s
misma esta hiptesis un arma en la
batalla contra la cacera de brujas? La
evidencia nos lleva con fuerza a esta
ltima conclusin. En otras palabras, la
locura es una excusa para un

comportamiento malvado (la brujera),


aducida por una autoridad (Weyer) que
intercede en favor de los perseguidos
(las brujas), a fin de mitigar sus
sufrimientos en manos de los opresores
(los inquisidores) sordos a todos los
alegatos excepto a ste (la locura)[8].
Muchos psiquiatras contemporneos
profesan abiertamente este propsito. En
vez de protestar contra la pena de
muerte misma, promueven el concepto
de
locura
como
proteccin
humanitaria para aquellos acusados
que, sin la defensa de la locura, seran
enviados a la muerte[9].
Esta aspiracin visiblemente noble
de salvar al acusado de la pena capital,

fue el motivo subyacente en la


importante decisin MNaghten de 1843.
Conocida como disposicin MNaghten,
dicha decisin ha proporcionado desde
entonces la base mdico-legal sobre la
que elevar una alegacin de locura, la
defensa
y
el
veredicto
correspondientes[10]. En los textos
modernos de psiquiatra se atribuye
invariablemente la defensa sobre base
de locura a los descubrimientos de la
psiquiatra cientfica; del mismo
modo que se atribuye su actual y
creciente popularidad en este y en otros
pases occidentales, a la hace tiempo
merecida apreciacin legislativa y
judicial
de
las
supuestas

contribuciones de la psiquiatra a la
aplicacin de la legislacin criminal.
Dicha interpretacin est completamente
reida con los hechos. Ms de tres
siglos antes de la decisin MNaghten,
cuando no exista esto que llamamos
medicina moderna y mucho menos
nada que ni de lejos pudiera calificarse
de psiquiatra, la defensa basada en la
locura era una alegacin aceptada en los
juicios por brujera de la Inquisicin
Espaola[11].
A los locos se les declaraba
irresponsables dice Lea y se les
enviaba a los hospitales Dentro del
punto de vista ilustrado que dicha
Inquisicin adopt respecto a la

brujeria, las instrucciones de 1537


indican una disposicin tendente a
considerar locas a aquellas mujeres con
fama de brujas Por esta poca haba
una bruja en Barcelona, llamada Juanita
Resquells, tenida por loca por mdicos
y consultores; no sabiendo qu hacer con
ella, transfirieron el caso al Supremo,
quien orden su exoneracin[12] Sin
embargo, esta solucin no era frecuente.
Por lo general, aquellas personas a
quienes se declaraba locas, eran
encerradas en un monasterio o en un
hospital[13].
Los responsables directos dentro
del campo mdico de la clasificacin
de las brujas como pacientes mentales,

fueron los famosos psiquiatras franceses


Pinel, Esquirol y Charcot. Fueron
fundadores no slo de toda la escuela
francesa de psiquiatra, sino de toda la
psiquiatra moderna como disciplina
mdico-positiva. Sus puntos de vista
dominaron el campo de la medicina del
siglo XIX.
Philippe Pinel (1745-1826) estaba
convencido de que las brujas eran
individuos mentalmente enfermos, pero
no insisti en este tema. En su Tratado
sobre la locura (1801), afirma sin
discusin ni demostracin que en
resumen: los endemoniados de todo tipo
deben ser clasificados entre los
manacos o entre los melanclicos[14].

A continuacin rechaza a Weyer como


vctima de la creencia en la brujera:
No debemos extraarnos del crdito
otorgado a las engaosas posesiones
diablicas en los escritos de Wierus
(Weyer), si consideramos que sus obras
aparecieron a mediados del siglo XVII y
contienen tantos elementos de teologa
como de medicina, Este autor parece
haber sido muy adepto a los misterios
del exorcismo[15].
Jean Etienne-Dominique Esquirol
(1772-1840), alumno y heredero
intelectual de Pinel, fue quien ms abog
para que las brujas fueran consideradas
personas mentalmente desequilibradas.
Psiquiatra el ms influyente de su

tiempo. Esquirol no slo crea que las


brujas y magos estaban mentalmente
enfermos (todos o en su mayor parte),
sino que lo mismo aconteca con los
criminales; en consecuencia, defendi la
tesis de que los transgresores de la ley
fueran encarcelados en hospitales
mentales y no en prisiones. Los
historiadores psiquitricos modernos y
los psiquiatras forenses han tomado de
l estas ideas.
Estas conclusiones escribe
Esquirol en 1838 pueden parecer
hoy extraas; espero, sin embargo, que
algn da llegarn a ser una verdad
comnmente aceptada. Dnde est en la
actualidad el juez dispuesto a condenar

a la hoguera al gitano o individuo


desequilibrado acusado de practicar la
brujera? Hace ya tiempo que los
magistrados han decidido enviar al
brujo a un asilo para dementes; no se les
castiga ya por impostores[16].
Las opiniones de Esquirol tuvieron
amplia aceptacin entre los estudiosos
del siglo XIX. As Lecky, en su clsica
History of European Morals, repite los
diagnsticos de Esquirol como si de
verdades evidentes se tratara. Describe
a las brujas como decrpitas de cuerpo
y desequilibradas de mente[17] y
atribuye su frecuente suicidio al miedo
y locura (que se) combinaban para
precipitar a las vctimas a esta

accin[18]. Al describir a una vctima


de la Inquisicin Espaola de 1359,
Lecky escribe: La pobre luntica cay
en manos del Arzobispo de Toledo y fue
quemada viva[19]. Comentando la
obsesin brujeril y las epidemias de
suicidios atribuibles completamente a
locura, como las que ocurrieron en
Europa de forma espordica entre los
siglos XV y XVII, Lecky afirma
benvolamente que dichos problemas
pertenecen ms a la historia de la
medicina que a la de la moral[20].
Nada, en mi opinin, puede estar ms
alejado de la verdad.
En manos de Jean-Martin Charcot

(1825-1893), la brujera se convirti en


un problema de neuropatologa. En la
necrologa de su gran maestre, escribe
Freud:
Charcot
recurri
innumerables veces a las actas an
existentes de los juicios por brujera y
posesin diablica, a fin de mostrar que
las manifestaciones de la neurosis
(histeria) eran entonces las mismas que
hoy. Trat la histeria al igual que
cualquier
otro
tpico
en
neuropatologa[21] Al igual que hizo
Esquirol, Charcot tom a las brujas a
travs de las definiciones de sus
atormentadores y procedi desde este
punto a estudiar su neuropatologa[22].
Lo mismo hizo Freud. En sus manos, sin

embargo, la brujera se convierte en un


problema de psicopatologa.
En la citada nota necrolgica de
Charcot, Freud propone la teora de
una divisin de la conciencia como
solucin al enigma de la histeria, y
recuerda a continuacin a sus lectores
que al dictaminar la posesin diablica
como causa de los fenmenos de la
histeria, la Edad Media est optando en
realidad por esta solucin; sera tan slo
cuestin de cambiar la terminologa
religiosa de esta poca oscurantista y
supersticiosa por el lenguaje cientfico
de
la
actualidad[23].
Este
reconocimiento
es
sencillamente
pasmoso; Freud reconoce que la

descripcin psicoanaltica de la histeria


no es ms que una revisin semntica de
la descripcin demonolgica. Intenta de
esta manera legitimar sus metforas
alegando que forman parte del lenguaje
de la ciencia, cuando en realidad no es
as[24].
La interpretacin demonolgica de
la histeria y la reinterpretacin
cuasimdica que Charcot hizo de ella,
causaron una profunda impresin en
Freud, que volvi una y otra vez sobre
este tema.
Qu pensaras le pregunta a
Fliess en una carta fechada el 17 de
enero de 1897 si yo te dijera que
toda mi recin descubierta teora, en su

forma original, de la histeria, haba sido


bien conocida y publicada ms de cien
veces hace algunos siglos? Recuerdas
que yo siempre repeta que la teora
medieval de la posesin, sostenida por
los tribunales eclesisticos, era idntica
a nuestra teora de un cuerpo extrao y
de la divisin de la conciencia? De
paso,
las
crueldades
permiten
comprender algunos de los sntomas de
la histeria que hasta ahora haban
permanecido en la ms profunda
oscuridad[25].
Observamos cmo Freud, en este
pasaje, da el paso definitivo hacia la
psicopatologa: acepta como paciente a
quien ha sido identificado como

paciente y procede a examinar sus


sntomas. En primer lugar, reivindica
para s la propiedad de la interpretacin
psicopatolgica de la posesin,
desarrollada por la escuela psiquitrica
francesa; a continuacin, pasa a
desdear la consideracin de las
crueldades infligidas a las brujas, como
indicaciones del carcter humano de sus
perseguidores y de la naturaleza social
de la poca, interpretndolas en
cambio como parte de los sntomas
mostrados por las pacientes.
Treinta aos despus de la
publicacin de la citada nota
necrolgica sobre Charcot, Freud
retorna a las semejanzas existentes entre

la teora demonolgica de la posesin y


la teora psicoanaltica de la histeria.
No
tenemos
por
qu
sorprendernos escribe en su ensayo
sobre Una Neurosis Demonolgica del
Siglo XVII al descubrir que,
mientras las neurosis de nuestra propia
poca a-psicolgica adoptan un aspecto
hipocondraco y aparecen disfrazadas de
enfermedades orgnicas, las neurosis de
aquella poca primitiva aparezcan bajo
el aspecto de apariencias diablicas.
Diversos autores Charcot el ms
clebre de ellos han identificado,
como sabemos, las manifestaciones de
la histeria en los retratos de posesiones
diablicas y de xtasis que las

producciones artsticas han hecho llegar


hasta
nosotros
La
teora
demonolgica de aquellos tiempos
oscuros ha vencido al fin sobre las
opiniones somticas de nuestra poca de
ciencia exacta. Los estados de
posesin corresponden a nuestras
neurosis A nuestros ojos, los
demonios son deseos malos y
reprensibles, derivaciones de impulsos
instintivos que han sido repudiados y
reprimidos[26].
Afirma aqu Freud que el clima
cultural en que viven las personas,
determina la forma simblica externa de
las neurosis que desarrollan; pero se
detiene antes de llegar a considerar la

posibilidad de que determine tambin


qu personas asumen las funciones
dominantes como perseguidores y a
quienes les toca en este reparto los
papeles sumisos de vctimas. De esta
manera cierra la puerta a una
perspectiva
histrico-cultural
ms
amplia, no slo acerca de la
enfermedad mental, sino tambin
acerca de la misma psiquiatra; as como
al punto de vista de que la sociedad no
se limita a modelar las formas
simblicas de la locura que ella misma
crea, sino que determina la misma
existencia, direccin, fuerza y resultado
de este mismo proceso de fabricacin.
Como ya hemos visto, pues, la teora

psicopatolgica de la brujera no nace


con Gregory Zilboorg. Sin embargo,
Zilboorg ha sido uno de sus
popularizadores ms coherentes y
persuasivos; si le faltaba originalidad,
rebosaba en dotes de persuasin.
Aadamos a ello que Zilboorg escriba
en una poca en que su auditorio haba
sido preparado para este mensaje por
dcadas de propaganda psiquitrica y
psicoanaltica acerca de la enfermedad
mental. Quizs esta razn haya
contribuido a la tremenda influencia de
sus opiniones. Prcticamente todos los
psiquiatras contemporneos y los
historiadores de la psiquiatra que han
hablado sobre la brujera, han suscrito

las interpretaciones de Zilboorg.


La esencia de la tesis de Zilboorg es
que la mayor parte de las brujas eran
enfermas mentales. En vez de ser
reconocida
correctamente
su
enfermedad,
se
vio
falsamente
interpretada como sntoma de brujera.
El Malleus escribe Zilboorg
fue una reaccin contra los signos
inquietantes
de
una
creciente
inestabilidad del orden establecido, con
lo que cientos de miles de enfermas
mentales fueron vctimas de esta
violenta reaccin. No todas las acusadas
de brujera eran enfermas mentales, pero
casi todas las enfermas mentales fueron
consideradas brujas, hechiceras o

embrujadas[27]. Zilboorg no pone en


tela de juicio la salud mental de los
inquisidores. Ni siquiera presenta
evidencia tendente a demostrar que las
brujas eran enfermas mentales. En su
lugar, se limita a declarar que estaban
enfermas e intenta establecer la validez
de esta interpretacin a travs de su
constante repeticin. Su narracin del
caso de Franoise Fontaine (cuyo
tratamiento inquisitorial ya he
comentado
anteriormente)[28]
es
ilustrativa al respecto. Cmo sabemos
que esta mujer estaba mentalmente
enferma? He aqu la prueba de Zilboorg:
Evidentemente sera vano intentar
someter a escrutinio moderno los

sntomas de Franoise Fontaine a fin de


determinar el hecho obvio (sic) de que
era
una
muchacha
mentalmente
enferma[29]. El mtodo utilizado por
Zilboorg para establecer la demencia es
el mismo que utilizaba el inquisidor
para establecer la brujera: cada uno de
ellos proclama que su sujeto sufre la
temida enfermedad y utiliza su autoridad
y poder para transformar su juicio en
realidad social. Basndose en este tipo
de evidencia, concluye Zilboorg que
no queda sombra de duda en nuestra
mente de que los millones de brujas,
hechiceras,
posedas
y
obsesas
constituan un enorme contingente de
neurticas y psicticas graves y de

delirios orgnicos considerablemente


deteriorados durante muchos aos el
mundo pareci un inmenso asilo de
locos sin un adecuado hospital
mental[30]. La razn retrocede ante
tamao absurdo. Zilboorg ignora
arrogantemente hechos que deberan
serle familiares a travs de su estudio de
la brujera, pero que no le habran
servido en sus propsitos de propagar la
psiquiatra. Entre estos hechos podemos
mencionar el que muchas de las
personas acusadas de brujera eran
criminales
envenenadores,
por
ejemplo; en segundo lugar, que otras
muchas eran curanderas parteras,
pongamos por caso; en tercer lugar,

que otras pertenecan a religiones no


ortodoxas protestantes en regiones
catlicas y viceversa; y, finalmente,
que haba quienes quizs la mayora

eran
hombres
y
mujeres
absolutamente
inocentes,
acusadas
falsamente por una gran variedad de
motivos.
Sin embargo, para Zilboorg y otros
imperialistas psiquitricos deseosos de
conquistar toda la Edad Media para la
psicologa mdica, las brujas
quienquiera
que
fuesen
son
simplemente dementes.
La fusin de locura, brujera y
hereja en un solo concepto escribe
Zilboorg y la exclusin hasta de la

misma sospecha de que se trate de un


problema
mdico,
son
ahora
[31]
completas . Ahora bien, cul es el
problema mdico en este caso y dnde
radica? La hereja y la brujera eran
definidas y concebidas como problemas
religiosos y legales; de ah la
participacin combinada de tribunales
eclesisticos y laicos en los juicios por
brujera. Al sugerir que el problema de
la brujera era de tipo mdico, Zilboorg
no slo ignora toda la evidencia
histrica, sino que niega asimismo toda
la funcin de discriminacin social y
vctima propiciatoria existente en la
cacera de brujas. Porque, dejando
aparte cualquier otra cosa que pudieran

ser, las personas acusadas de brujera


eran seres oprimidos y perseguidos.
Pues bien: la opresin y persecucin no
son en s mismas problemas mdicos,
aunque sus consecuencias puedan, y de
hecho as sucede, ser mdicas.
Comentando el Malleus, Zilboorg
observa
que
Las
experiencias
alucinatorias, sexuales o no, de las
mujeres psicticas de la poca, son
correctamente descritas por Sprenger y
Krmer[32]. De nuevo se limita
Zilboorg a etiquetar a las mujeres como
psicticas y a sus experiencias como
alucinaciones.
Esto
difcilmente
puede demostrar nada. En realidad, lo
que Zilboorg llama experiencias

alucinatorias
eran
mentiras
e
invenciones que veanse obligadas a
decir las personas acusadas de brujera,
bajo el tormento a que se las someta.
Zilboorg no se contenta con pasar esto
por alto, sino que insiste en que su
objetivo, al analizar la caza de brujas,
es primordialmente, describir y
delinear algunas de las fuerzas que se
hallaban en juego y no juzgar, aprobar o
desaprobar porque el problema es de
tipo cientfico y clnico ms que
moral[33].
Zilboorg repite sus interpretaciones
psicopatolgicas de la brujera, al
comentar el De Praestigiis de Weyer:
(El) no deja duda alguna de que una

sola conclusin es segura: las brujas son


personas mentalmente enfermas, y los
monjes que atormentan y torturan a estas
pobres criaturas son quienes deberan
ser castigados[34].
Y en otro sitio:
Las confesiones de brujas y
hechiceras, insiste (Weyer), eran
formas de locura, formas de fantasa
anormal, sntoma y parte de una grave
enfermedad mental en la que se ve
implicada toda la personalidad[35].
De esta manera Zilboorg retuerce las
opiniones de Weyer hasta ajustarlas a su
propia conveniencia. Lo que recalc
Weyer con mayor firmeza, fue que los
individuos acusados de brujera solan

ser inocentes de cualquier maldad. La


cuestin de la enfermedad mental no es
crucial ni destacada en la obra de
Weyer. Por encima de todo, el De
Praestigiis es un ataque contra la
corrupcin e inhumanidad de los
inquisidores.
De todas las desgracias que
diversas
opiniones
fanticas
y
corrompidas han aportado en nuestra
poca al cristianismo, con la ayuda de
Satans, no es la menor escribe
Weyer la que, bajo el nombre de
brujera, ha sido sembrada como semilla
corrompida Casi todos los telogos
callan respecto a la impiedad que
muestran tales opiniones, los doctores

las toleran, los juristas la tratan mientras


siguen sujetos a viejos prejuicios;
dondequiera que me dirija, no hay nadie,
nadie, que por compasin hacia la
humanidad rompa el laberinto o extienda
su mano para curar la herida mortal[36].
Esto no es todo. Weyer califica a los
cazadores de brujas, de jueces tiranos
y sanguinarios, ladrones torturadores y
feroces, que han olvidado toda
humanidad
y
no
conocen
la
clemencia[37].
El mismo Weyer concluye su
denuncia de los inquisidores y de
cuantos les ayudaban en su trabajo, con
las siguientes palabras:
As, os cito a todos delante del

tribunal del Gran Juez, que ser quien


escoja entre nosotros; all surgir para
condenaros la verdad que habis
pisoteado bajo vuestros pies y que
habis enterrado, y clamar venganza
por vuestras crueldades[38].
Son stas las palabras de un
hombre reverente, respetuoso y
religioso (cuyo nico objetivo era)
demostrar que las brujas estaban
mentalmente enfermas y deban ser
tratadas por los mdicos en vez de ser
interrogadas por los eclesisticos,
como repiten Alexander y Selesnick
siguiendo a Zilboorg, exagerando
incluso los esfuerzos de ste por
descubrir a Weyer como el fundador

de la psiquiatra moderna?[39] O son


ms bien las palabras de un crtico
social que protesta contra el poder
incontrolado y la inmoralidad de los
opresores de su poca?
Hemos visto cmo, en manos de
Zilboorg, la visin psicopatolgica de la
brujera se inicia como hiptesis mdica
y termina como prejuicio desorientador.
Este juicio se ha convertido, a su vez, en
dogma psiquitrico, hasta tal punto que
en la actualidad ningn estudiante
serio de psiquiatra duda de que las
brujas fueran dementes. Albert Deutsch,
autor de un texto estndard sobre la
historia de la psiquiatra americana, da
por supuesto que las brujas estaban

locas con estas palabras:


Las actas de los juicios por
brujera que han llegado hasta nosotros
escribe proporcionan evidencia
suficiente para convencernos de que un
inmenso porcentaje de las acusadas de
brujera, eran en realidad dementes El
porcentaje exacto de vctimas de la
obsesin brujeril realmente enfermas,
est ms all de toda posibilidad de
clculo; pero, basndonos en las actas
que poseemos, no parece exagerado
creer que alcanzaba como mnimo un
tercio
del
total
de
vctimas
ejecutadas[40].
Ahora bien, los juicios por brujera
eran, al fin y al cabo, juicios. De ah que

su inters se centrara en la culpabilidad


e inocencia, no en la enfermedad o
salud. Zilboorg oscurece este punto con
su continua insistencia sobre la
enfermedad mental. La realidad es que
las brujas haban sido cruelmente
castigadas por unos crmenes
deficientemente
definidos
y
no
demostrados a satisfaccin de muchos
observadores honestos. Sin embargo, el
simple hecho de que ellas fueran
torturadas y quemadas es suficiente para
convertirlas en objeto de especial
inters psicopatolgico: su conducta
social y sus producciones verbales son
el material de psicopatologa.
Una
bruja
nos
dice

solemnemente Alexander y Selesnick


aliviaba su sentimiento de culpabilidad
al confesar sus fantasas sexuales ante el
tribunal pblico; al mismo tiempo
obtena un cierto placer ertico al
detenerse en todos los detalles ante sus
acusadores varones. Estas mujeres,
perturbadas emocionalmente de forma
grave (sic), eran particularmente
susceptibles a la sugestin de haber
acogido a los diablos y confesaran con
la misma facilidad haber cohabitado con
los malos espritus, con lo que algunos
perturbados emocionales de hoy,
influidos por los titulares, se imaginan
ser asesinos perseguidos[41].
Aqu se despliega la retrica de la

psiquiatra moderna en su forma ms


sutil. Alexander y Selesnick omiten toda
referencia a las torturas utilizadas para
obtener las confesiones de las supuestas
brujas. Es ms, llegan hasta comparar
las confesiones de las brujas acusadas
con las falsas reivindicaciones de ser
criminales emitidas por personas a
quienes no se acusa de nada y que obran
nicamente bajo la influencia de sus
propias necesidades personales y de las
historias impresas en los peridicos. La
inmoralidad de esta analoga estriba en
igualar la influencia de las brutales
torturas fsicas con la de los mensajes
impresos, publicados sin coaccin de
ninguna clase. En esta interpretacin, el

juicio por brujera se transforma de una


situacin en la que las personas
acusadas sufren tortura hasta confesar
unos crmenes cuya pena es la muerte en
la hoguera, hasta una situacin en que
determinados ciudadanos, a quienes
nadie ha importunado, alegan haber
cometido crmenes a cuya ejecucin
fcilmente se demuestra que son ajenos.
La falsedad e inmoralidad de esta
interpretacin psiquitrica de la brujera
se hace plenamente evidente si la
contrastamos con los anales de la
Inquisicin, tal como han sido
compilados y ampliamente aceptados
por los historiadores y telogos
cristianos. Esta interpretacin histrica,

en contraste con la interpretacin


psiquitrica, se centra en los
perseguidores y no en los perseguidos;
pone su acento en la intolerancia de los
primeros y no en la enfermedad mental
de los segundos. He ah, por ejemplo,
las palabras de Henry Charles Lea el
gran historiador de la Inquisicin
acerca del papel desempeado por la
Iglesia en la persecucin de los
inconformistas (de los judos, en este
caso concreto):
La interminable historia de la
perversidad humana no ha presentado
an un ejemplo ms crudo de la
facilidad con que las bajas pasiones
del hombre pueden justificarse a s

mismas bajo el pretexto de deber, que


la manera en que la Iglesia,
pretendiendo obrar en representacin
de Aqul que muri por redimir a la
humanidad, plant las semillas de la
intolerancia y de la persecucin, cuya
cosecha cultiv con asiduidad durante
casi mil quinientos aos El hombre
est siempre presto a oprimir y
despojar a sus semejantes y, cuando sus
guas religiosos te ensean que la
justicia y la humanidad son un pecado
contra Dios, la rapia y la opresin se
hacen el ms fcil de tos deberes. No es
exageracin afirmar que de las infinitas
injusticias cometidas contra los judos
durante la Edad Media y de los

prejuicios que an ahora abundan en


muchos sectores, la Iglesia es en gran
manera, si no en su totalidad,
responsable[42].
Andrew Dickson White, historiador
profundamente
religioso,
primer
presidente de la Cornell University y
autor de la clsica History of the
Warfare of Science with Theotogy in
Christendom, tampoco pudo descubrir
ninguna transgresin por parte de las
vctimas: eran simples vctimas
propiciatorias. Tambin l observ que,
entre las vctimas, no slo en Espaa
sino tambin en el resto de Europa, los
judos
alcanzaban
un
elevado
porcentaje.

En fecha tan tarda como la de


1527 escribe el pueblo de Pava,
vindose amenazado por la peste,
acudi a San Bernardino de Feltro, que
durante su vida haba sido feroz enemigo
de los judos, y emitieron un voto
prometiendo que, si el santo alejaba la
peste, expulsaran a los judos de la
ciudad. Al parecer, el santo acept el
trato y, a su debido tiempo, los judos
fueron expulsados[43].
Sintetizando, diramos que la visin
psiquitrica de la brujera es objetable
porque se detiene en el supuesto
desequilibrio mental de las brujas,
distrayendo con ello la atencin del
observador, de las actividades de los

cazadores de brujas. Siguiendo este


mtodo, la conducta social del opresor
es pasada por alto, omitida o, en algunos
casos, excusada como producto a su vez
de locura[44]. Zilboorg califica de dos
honestos dominicos[45] a los autores
del Malleus. Menninger, otro entusiasta
defensor del punto de vista medieval
acerca de la brujera, transforma este
juicio y los define como dos dominicos
celosos
pero
equivocados[46].
Siguiendo
las
mismas
pautas,
Masserman define el Malleus como
el resultado de la investigacin y
codificacin de dos frailes sinceros y
preocupados (Sprenger y Krmer) y lo

califica de un tratado medieval de


psiquiatra clnica, puesto que describe
con gran detalle, como sntomas de
hechicera y brujera, las anestesias,
parestesias, disfunciones motrices,
fobias,
obsesiones,
compulsiones,
regresiones, deresmos, alucinaciones,
ilusiones
que
hoy da
seran
consideradas
manifestaciones
patolgicas de desrdenes neurticos o
psicticos agudos[47].
Pero cul es la realidad? Robbins,
investigador de la brujera ms
fidedigno que Zilboorg y sus colegas
psiquitricos que copian sus opiniones,
nos cuenta que Krmer haba animado
a una mujer disoluta a esconderse en un

homo, simulando que el diablo se


alojaba all a fin de justificar sus
cazas de brujas. La voz de dicha mujer
denunci el nombre de muchas personas
a las que Krmer tortur. Por fin, el
obispo de Brixen logr arreglrselas
para expulsar a Krmer[48] En cuanto
a Sprenger este otro dominico
honesto pero equivocado era
sospechoso de haber falsificado una
carta de aprobacin de la Facultad de
Teologa de la Universidad de Colonia,
aadida a modo de apndice al Malleus
en 1487. A su muerte, sus compaeros
se negaron a ofrecer una misa de
difuntos por l, omisin que podra
haber
sido
motivada
por
su

deshonestidad acadmica[49].
Podramos resumir los rasgos
predominantes
de
la
teora
psicopatolgica de la brujera, del modo
siguiente: la idea de la locura de las
brujas fue lanzada por Weyer; Esquirol
la desarroll en su plenitud y a
continuacin fue aceptada por la
mayora de historiadores, mdicos y
gente ilustrada del siglo XIX; finalmente
fue elevada a dogma psiquitrico
indiscutible por Zilboorg y otros
psiquiatras dinmicos de mediados
del siglo XX.
Los resultados fueron dobles. Por un
lado, las brujas se convirtieron en centro
de interminable inters psicopatolgico:

su comportamiento era considerado


prueba de la realidad transhistrica y
transcultural de la enfermedad mental.
Por otro lado, los inquisidores, jueces,
mdicos y punzadores de brujas fueron
cada vez ms ignorados por los
psiquiatras; su comportamiento era
considerado
como
un
error
desafortunado de una poca oscura del
pasado. Muy ilustrativa es la opinin de
Henry Sigerist, el eminente historiador
mdico, quien sostena que No hay
duda de que muchas mujeres que
terminaron su vida en la hoguera, eran
personalidades psicopticas; no lo eran
en cambio aquellos hombres que las
perseguan. Era la sociedad considerada

globalmente quien crea en la brujera,


como resultado de una filosofa
determinada[50]. Este punto de vista
excluye la posibilidad de que los
fenmenos en cuestin llamados
brujera durante el renacimiento y
enfermedad mental en la actualidad
sean creados en realidad a travs de la
interaccin social de opresor y
oprimido. Si el observador simpatiza
con el opresor y quiere disculparle, al
mismo tiempo que se compadece del
oprimido pero desea no perder el
control sobre l, describe a la vctima
como mentalmente enferma. Esta es la
razn por la que los psiquiatras dicen
que las brujas estaban locas. Por el

contrario, si el observador simpatiza


con el oprimido y quiere elevarlo, al
mismo tiempo que odia al opresor y
quiere denigrarlo, califica al torturador
de enfermo mental. Esta es la razn por
la que los psiquiatras afirman que los
nazis estaban locos. Insisto en que
ambas interpretaciones son peores que
si fueran simplemente falsas; al
interponer la enfermedad mental (o la
brujera,
como
fue
el
caso
anteriormente), esconden, excusan y
tratan de pasar por alto el hecho
terriblemente
simple
pero
de
importancia suprema, que es la
inhumanidad del hombre para con el
hombre.

Para terminar, podemos concluir


diciendo que, si bien la teora
psiquitrica de la brujera carece de
valor para nuestra correcta comprensin
de las caceras de brujas, es importante
para nuestra comprensin de la misma
psiquiatra y su concepto central, la
enfermedad mental. Lo que se llama
enfermedad
mental
(o
psicopatologa) surge como nombre
dado al resultado de un tipo particular
de relacin entre opresor y oprimido.

5. LA BRUJA
CONSIDERADA
COMO VCTIMA
PROPICIATORIA
Las
gentes
honradas
otorgan nombres a las cosas, y
las cosas soportan estos
nombres
(La
vctima
propiciatoria) est en el bando
de los objetos nombrados, no
en el de aquellos que las
nombran.

Jean-Paul Sartre[1].
Los
psiquiatras
se
muestran
partidarios ardientes de la teora
psicopatolgica
de
la
brujera.
Defienden que las brujas fueron mujeres
mentalmente enfermas cuyo diagnstico
haba sido errneamente emitido por
inquisidores bien intencionados pero
ignorantes. Los historiadores, por otro
lado, se manifiestan decididamente a
favor de la teora de las brujas como
vctimas propiciatorias. Sostienen que
las brujas fueron las ofrendas
sacrificiales de una sociedad movida

por el simbolismo y la axiologa de una


teologa cristiana. Esta ltima visin de
la brujera no es nueva; sus orgenes se
remontan a la ltima mitad del siglo
pasado. Adquiere por tanto un
significado especial el hecho de que los
psiquiatras
hayan
pasado
sistemticamente
por
alto
esta
interpretacin de la caza de brujas.
De acuerdo con la teora de las
brujas como vctimas propiciatorias, la
creencia en ellas y su persecucin
organizada representan una expresin de
la bsqueda que el hombre realiza en
pos de una explicacin y superacin de
los problemas humanos, especialmente
las enfermedades corporales y los

conflictos sociales.
Si lo que los hombres deseaban era
una explicacin de los males que
aquejaban a la naturaleza escribe
Geoffrey Parrinder, antroplogo ingls
la encontraron en las actividades
diablicas de las brujas. Fueron stas
quienes se convirtieron en chivo
expiatorio de todos los conflictos de la
sociedad, al igual que hicieran los
judos en ciertas pocas y al igual que
iban a hacer de nuevo en el siglo XX en
el seno de la Alemania nazi. Reginald
Scot, que vivi en medio del temor a las
brujas y que con tanta energa escribi
contra toda esta supersticin, nos ofrece
el mismo cuadro. As pues, si les

sobreviene alguna adversidad, pesar o


enfermedad; o si pierden a los hijos, la
cosecha, el ganado o la libertad,
inmediatamente culpan a las brujas En
cuanto retumba el trueno o empieza a
rugir el huracn, ya corren a las
campanas o se ponen a vociferar
pidiendo que las brujas sean llevadas a
la hoguera.[2] Parrinder compara las
cazas de brujas con el antisemitismo y
con los modernos movimientos polticos
de masas, y concluye diciendo que La
creencia en la brujera es un error
trgico, una explicacin falsa de los
males de la vida, que slo ha producido
opresin cruel e infundada bajo la que
innumerables personas inocentes han

sufrido[3]. Muchos especialistas han


subrayado las semejanzas existentes
entre la persecucin de las brujas y la de
los judos. Andrew Dickson White llama
nuestra atencin hacia un cuadro del
siglo XVII conservado en la Pinacoteca
Real de Npoles y que describe las
medidas adoptadas para salvar la ciudad
de la epidemia de 1656:
Representa a la multitud, guiada
por los clrigos, ejecutando con
horribles tormentos a los judos, herejes
y brujas, que se supona eran los
causantes de la peste, mientras en el
cielo la Virgen y San Genaro interceden
ante Cristo para que envaine la espada y
detenga la epidemia[4].

Pennethorne Hughes, historiador


ingls, nos da la misma explicacin
respecto a las actividades de los
inquisidores. Vale la pena mencionar
brevemente estas herejas (de la anteReforma) escribe porque en la
mente de los inquisidores se
encontraban estrechamente unidas a la
brujera y posean ciertos rasgos
comunes con el culto. Del mismo modo
que los inquisidores reaccionarios del
nazismo hablaban globalmente de
judos, intelectuales y marxistas, del
mismo modo los eclesisticos de la
Edad Media y del Renacimiento
hablaban globalmente de judos, brujas y
herejes[5].
Adolf
Leschnitzer,

historiador judo de origen alemn, traza


un estrecho paralelismo entre la
persecucin de los judos y la de las
brujas. En los siglos XVI y XVII
escribe la persecucin de los judos
fue reemplazada por la persecucin de
las brujas. Este proceso aconteci a la
inversa en los siglos XIX y XX. Puede
an demostrarse que la persecucin de
los judos en las postrimeras de la Edad
Media fue proyectada como estratagema
para desviar la atencin. Cuando,
despus de las grandes persecuciones,
masacres y expulsiones en el perodo
comprendido entre los siglos XIV y XVI,
brujas y hechiceras se convirtieron en
los nuevos objetos de persecucin. Con

la desaparicin de los judos, dichas


personas
ocuparon
su
lugar,
proporcionando as un nuevo escape,
desesperadamente necesitado, para la
tensin emocional[6].
Aunque
la
concepcin
de
Leschnitzer acerca de judos y brujas,
como
vctimas
propiciatorias
alternativas de la sociedad, no se ajusta
a los hechos con toda la precisin con
que l quiere hacemos ver, su tesis
general es vlida.
La obsesin brujeril observa
Leschnitzer fue un fenmeno no muy
distinto del moderno antisemitismo
racial nacido en la Alemania del siglo
XIX y llevado a su paroxismo en la

Alemania del XX. Los paralelismos


resultan
evidentes;
incertidumbre
econmica y emocional, temores
respecto a la propia seguridad fsica y
temores metafsicos en relacin a la
salvacin del alma; concentracin de
todos
los
turbulentos
impulsos
antisociales contra un solo grupo
indefenso; denuncia del enemigo interior
y exterior como aliado del demonio;
crueldad en el combate en la guerra
contra el diablo todo est permitido;
saqueo de los bienes del enemigo las
pertenencias de las brujas eran siempre
confiscadas; etctera[7].
Leschnitzer observa correctamente
que la vctima propiciatoria no es una

persona real, sino un tipo; o, como dira


el psicoanalista, es un smbolo de
transferencia sobre el que el observador
proyecta sus propios temores (o
esperanzas). Para quienes los teman,
brujas y judos aparecan bajo una luz
similar. El terror ligado antiguamente a
la bruja fue transferido al judo durante
los siglos XIX y XX. Se aprenda a
temblar en presencia del judo como se
haba temblado en otros tiempos ante la
bruja. La misma palabra judo
adquiri aquellos valores emocionales
anteriormente inherentes a la palabra
bruja. Y, puesto que la ridiculizada
palabra bruja se hizo casi tab y era
difcil utilizarla con seriedad despus de

la poca de la Ilustracin, resultaba


mucho ms fcil retener o recuperar de
forma irresponsable e irreflexiva las
arcaicas concepciones subyacentes. En
una poca de semieducacin, muchos de
los llamados educados siguieron la
tendencia de los dems[8].
Aunque Leschnitzer pone su
principal inters en la investigacin de
los paralelismos existentes entre la
cacera de brujas y el antisemitismo
nazi, no deja por ello de tener presentes
las igualmente importantes semejanzas
existentes entre el antisemitismo
medieval y el moderno. Durante la Edad
Media, escribe, se haba hecho a los
judos responsables de la peste; ahora,

de forma no menos absurda, se les haca


responsables del desempleo y de la
crisis econmica Los judos son
nuestra desgracia!. Este grito de
combate acompaado de un excitante
programa de tortura de judos tena
exactamente el mismo efecto que la
tortura de los en venenadores de
pozos en la Edad Media. Las masas
respondan a la llamada[9].
De idntica manera se atribuye en la
actualidad todo tipo de desgracia a la
locura. Y, como sucedi en pocas
anteriores, las masas responden al grito
que les apremia a empuar las armas
contra el enemigo, definido en abstracto
como
enfermedad
mental,
pero

encarnado concretamente en personas


definidas como enfermos mentales.
Est de acuerdo con la teora de la
brujera como vctima propiciatoria,
pero no con la teora psicopatolgica, el
hecho de que las personas perseguidas
como brujas eran a menudo pobres e
indefensas; y el que, adems de las
brujas, fueran tambin vctimas de la
Inquisicin los judos, los herejes de
todas las tendencias, los protestantes y
los
cientficos
cuyas
opiniones
amenazaran los dogmas de la Iglesia, En
resumen, mientras la teora psiquitrica
atribuye la creencia en la brujera y la
persecucin de las brujas a las
enfermedades mentales supuestamente

albergadas por las brujas, la teora de la


vctima propiciatoria las atribuye a las
circunstancias especficas de la
sociedad en la que tales creencias y
prcticas tenan lugar. Debido a estas
diferentes
perspectivas,
las
investigaciones psiquitricas de la
brujera se centran en las brujas e
ignoran a los cazadores de brujas,
mientras que las investigaciones nopsiquitricas invierten este enfoque[10].
Aunque las pasiones de la gente,
receptivas a la propaganda de la Iglesia,
posibilitaron la expansin de la locura
brujeril, los inquisidores jugaron un
papel decisivo: el de determinar quin
deba encamar el papel de bruja y quin

no. Cuando sus dedos apuntaron a las


mujeres, stas perecieron en la hoguera;
cuando apuntaron a los judaizantes,
stos perecieron en la hoguera; y cuando
apuntaron a los protestantes, fueron los
protestantes quienes perecieron en ella.
Al igual que la brujera reclamaba
sus vctimas casi siempre entre
determinadas clases sociales, lo mismo
acontece con la enfermedad mental. Los
manicomios pblicos de los siglos XVII
y XVIII estaban repletos de miserables
de la sociedad; los hospitales mentales
del Estado, han estado durante los siglos
XIX y XX repletos de gente pobre y
carente de educacin[11]. Por qu? El
motivo es que el control social y

sujecin de estas personas constituye


uno de los objetivos bsicos de la
Psiquiatra Institucional. Esta no es,
desde luego, la explicacin psiquitrica
oficial. Los portavoces del Movimiento
en pro de la Salud Mental consideran la
mayor incidencia de personas de clase
baja en los hospitales mentales, como
indicacin del alto porcentaje de
enfermedad mental entre las clases
inferiores; con lo cual esto se convierte
en justificante para llevar a cabo una
especial exploracin psiquitrica entre
estas personas. Los autores de un
estudio reciente sobre esquizofrenia y
pobreza, informan que El examen
detallado de los estudios realizados

sobre la distribucin de la salud


mental y del deterioro psicolgico, nos
llevan a aventurar tmidamente la
conclusin de que los estratos socioeconmicos ms bajos poseen una
proporcin menor de individuos
mentalmente sanos y una proporcin de
individuos con deterioro psicolgico
ms alta que los dems estratos
sociales Parece una conclusin
bastante slida la de que la
esquizofrenia tratada se concentra en los
estratos socioeconmicos ms bajos en
los grandes centros urbanos de los EE.
UU[12]. A continuacin los autores
pasan revista a ocho teoras que
pretenden explicar esta alta incidencia

de esquizofrenia entre los pobres, y


ofrecen una explicacin unificada
propia, pero en ningn momento
consideran la posibilidad de que el
esquizofrnico de clase inferior es
simplemente la vctima propiciatoria
disfrazada bajo las etiquetas de
diagnstico de la psiquiatra moderna
de las clases media y superior. Sprenger
y Krmer interpretaron de modo
parecido el predominio de mujeres entre
los posedos por el demonio, es decir,
como una indicacin de la alta
incidencia de brujera entre las mujeres;
con lo cual esto se converta en
justificante para dirigir una atencin
inquisitorial especial hacia ellas[13].

La teora psicopatolgica de la
brujera no es, como ya hemos visto, la
nica explicacin a nuestro alcance o
posible de la caza de brujas. La opinin
de que las brujas eran las vctimas
propiciatorias de la sociedad, fue
sostenida por Reginald Scot hace
cuatrocientos aos, formulada en una
explicacin completa y persuasiva por
Jules Michelet hace ms de cien aos y
ampliamente documentada en sus fuentes
originales por Henry Charles Lea hace
ms de cincuenta. Por qu, pues, los
psiquiatras y los historiadores de la
psiquiatra ignoran esta explicacin
alternativa y prefieren, en cambio, la
opinin de que las brujas eran

dementes? Un esfuerzo por contestar


esta cuestin nos ayudar a aclarar no
slo la importancia prctica de estas dos
teoras de la obsesin acerca de las
brujas, sino tambin la naturaleza de la
Psiquiatra Institucional como moderno
movimiento de masas.
Todas las explicaciones realizan una
funcin prctica y estratgica[14]. La
teora psicopatolgica de la brujera no
constituye ninguna excepcin. Su
objetivo principal es confirmar como
mdicos cientficos ilustrados a aquellos
doctores que la propugnan. El efecto, si
no la intencin de esta explicacin, es
evitar la explicacin rival acerca de la
brujera, es decir, la de que las personas

a quienes se tildaba de brujas no estaban


mentalmente enfermas, sino que eran
vctimas propiciatorias de la sociedad.
En otras palabras, la funcin bsica de
la teora mdica de la brujera y, en
mi opinin, tambin su inmoralidad
bsica estriba en distraer la atencin
de las prcticas persecutorias de los
psiquiatras institucionales y enfocarla,
en su lugar, sobre los supuestos
desrdenes de los pacientes mentales
institucionalizados. En ambos casos son
negadas o ignoradas las actividades de
los responsables de encasillar a los
individuos en los papeles de bruja y
paciente mental. Esta es la razn por la
que las interpretaciones mdicas de la

brujera ofrecidas por los psiquiatras


omiten
sistemticamente
el
reconocimiento de la conexin existente
entre las caceras de brujas y el
antisemitismo organizado de la Europa
de fines de la Edad Media y del
Renacimiento. Esto es cierto respecto a
todos los textos de historia de la
psiquiatra que han llegado a mis manos.
Consideremos, por ejemplo, la
History of Medical Psychology de
Zilboorg[15]. Publicada por primera vez
en 1941 y aceptada ampliamente como
un clsico de la historiografa mdica y
psiquitrica, es un volumen compuesto
de 606 pginas densas, de las que las 16
ltimas constituyen el ndice. Sin

embargo, en este ndice no figuran las


palabras judo, antisemitismo o
Inquisicin Espaola. La nica
referencia a Espaa en el ndice es
una alusin laudatoria al establecimiento
de hospitales mentales en el siglo XV[16].
The History of Psychiatry de
Alexander y Selesnick[17] no se limita a
repetir y exagerar la falsa interpretacin
de Zilboorg acerca de la caza de brujas,
sino que omite tambin cualquier
mencin a la Inquisicin Espaola. Los
autores dedican, de pasada, una frase a
la persecucin de los judos: Esta
poca (las postrimeras de la Edad
Media) tena que hallar sus vctimas
propiciatorias y no parece que la cruel

persecucin de los judos bastara a


contener la marea[18]. Alexander y
Selesnick no dicen quin persegua a los
judos o por qu. Es ms, no satisfechos
con menguar el papel ejercido por la
Iglesia en estas persecuciones, lo que
hacen es invertir su funcin. Los siglos
XIII
y xiv escriben se
caracterizaron
por
movimientos
psicticos de masas, que aterrorizaron a
la Iglesia porque escapaban a todo
control[19]. Con respecto a obras como
las de Zilboorg y la de Alexander y
Selesnick, que se extienden con amplitud
sobre casi todas las panormicas
intelectuales y polticas de la historia de
la humanidad, estas omisiones hablan

elocuentemente por medio de su propio


silencio. Premisa de estos autores es que
la Psiquiatra Institucional es una
organizacin destinada a proporcionar
atencin mdica. No es de extraar,
pues, que seleccionen nicamente
aquella evidencia histrica que pueda
ser moldeada para apoyar dicha premisa
e ignoren aquella que sugiere que la
Psiquiatra
Institucional
es
fundamentalmente una organizacin
destinada a la persecucin de los
inconformistas; y que, adems de omitir
toda la historia del antisemitismo
medieval y sus conexiones con la
persecucin de brujas, omitan tambin el
inmenso captulo de la psiquiatra del

siglo XIX dedicado a la locura


masturbatoria[20].
Es cierto que toda la historia es
selectiva. Lo que quiero subrayar es,
nicamente, que las historias corrientes
de la psiquiatra al mezclar la
Psiquiatra Institucional, el psicoanlisis
y las otras intervenciones sociales
consideradas
psiquitricas
desdibujan las diferencias entre aquellos
procedimientos que ayudan a la
sociedad (ya menudo daan al paciente),
y aquellos que ayudan al paciente (y a
menudo daan a la sociedad); y que,
habiendo oscurecido estas diferencias,
subrayan el valor teraputico para el
llamado paciente, de casi todos los

mtodos psiquitricos. Yo he preferido,


por el contrario, como explcitamente he
declarado, separar la Psiquiatra
Institucional (basada sobre la coercin y
cuya funcin radica en proteger a la
sociedad) de la Psiquiatra Contractual
(basada en la cooperacin y cuya
funcin radica en proteger al paciente
individual). Me he limitado, por tanto, a
seleccionar en este lugar los materiales
que guardan relacin con la historia de
la Psiquiatra Institucional.
Sintetizando, diremos que los
psiquiatras
y
los
historiadores
psiquitricos
absuelven
sistemticamente a las Iglesias catlica
y protestante de su responsabilidad

acerca de la intolerancia social,


responsabilidad que los telogos e
historiadores no-psiquitricos hace
tiempo que han comprendido y
reconocido[21]. Para demostrar la
validez de esta interpretacin y para
mostrar hasta qu punto los psiquiatras
desfiguran la historia de las caceras de
brujas, haciendo aparecer a los
inquisidores como si slo hubieran
perseguido a mujeres histricas, es
decir,
de
conducta
extraa
repasaremos brevemente la estrecha
relacin existente entre la persecucin
de brujas y judos en las postrimeras de
la Edad
Meda y el Renacimiento, y la de

pacientes mentales y judos en el mundo


moderno.
En ninguna nacin medieval
escalaron los judos posiciones sociales
tan altas como en Espaa. Por razones
que no viene al caso mencionar, aqu,
las presiones discriminatorias contra los
judos (as como contra los moros)
crecieron en la misma medida. En la
Espaa catlica, al igual que en otras
naciones cristianas antes y despus de
esta poca, la desviacin de la fe de
Jess era definida como hereja[22].
Sobre esta base, la persecucin de los
judos se consideraba una sancin
plenamente justificada contra ellos. Esto
colocaba a brujas y judos en la misma

categora de disidentes de las creencias


y conducta social prescritas; en resumen,
de herejes. No se trata de pura analoga.
En la Hungra medieval escribe
Trevor-Roper las brujas eran
sentenciadas por su primer delito, a
permanecer todo el da en una plaza
pblica llevando un gorro de judo[23].
Mientras que durante el Renacimiento
era creencia corriente que slo las
cristianas podan ser brujas, antes de
iniciarse el siglo XVI la brujera se
haba convertido ya en un cargo
levantado frecuentemente contra los
judos[24]. Una vez examinada la
persecucin de la hereja como
intolerancia social observa Trevor-

Roper la diferencia intelectual entre


una
y
otra
hereja
pierde
[25]
importancia .
La primera consecuencia del
antisemitismo espaol, fue la conversin
de judos en masa. Las presiones hacia
una uniformidad religiosa y social
siguieron creciendo a pesar de todo, y
en 1492 todos los judos restantes fueron
expulsados de Espaa. El incidente que
condujo a esta medida es digno de
mencin, puesto que fue revalidado casi
exactamente quinientos aos ms tarde
en Rusia.
La profesin mdica estaba casi
enteramente en manos de judos y los
crculos reales y aristocrticos tenan

gran confianza en los mdicos de esta


raza La desgraciada consecuencia
fue que los doctores judos fueron
acusados de envenenar a sus pacientes.
Esto fue alegado como razn inmediata
para la expulsin de los judos en 1492,
tras haber sido acusado el mdico real
un judo de haber envenenado al
Infante Don Juan, hijo de Fernando e
Isabel[26]. En 1953, Stalin pretendi
que un grupo de mdicos, muchos de
ellos judos, lo estaban envenenando y
conspiraban para matarlo. Tras la
muerte de Stalin, se descubri que el
complot era falso[27].
En Espaa no bastaron la conversin
y la expulsin para resolver el

problema judo. Si el judo era un


extranjero, quizs del mismo modo,
aunque en menor grado, lo era el judo
convertido. Siguieron permaneciendo en
Espaa a lo largo del siglo XV muchos
miles de judos convertidos, llamados
conversos[28],
que
continuaron
dominando el comercio y el capital. Se
hizo necesario, pues, distinguir entre
cristianos viejos y cristianos nuevos; y,
ms especficamente, entre judos
convertidos sinceramente y judos
cuya conversin fue tan slo cuestin de
conveniencia y que en secreto
proseguan celebrando los ritos de su fe
anterior. La Inquisicin Espaola fue
fundada por decreto papal en noviembre

de 1478, con el fin de hacerse cargo de


dicha
funcin
de
diagnstico
diferencial; su labor consista en
examinar la autenticidad de la
conversin de los conversos. Siguiendo
este camino, los judaizantes pasaron a
ser
las
principales
vctimas
propiciatorias de la sociedad espaola.
El
caso
que
transcribimos
a
continuacin y que nos ha sido
transmitido por Lea, resulta ilustrativo
respecto al funcionamiento de la
Inquisicin Espaola.
En 1567 fue juzgada en Toledo como
judaizante y hallada culpable, una mujer
llamada Elvira del Campo. Era
descendiente de conversos y estaba

casada con un cristiano viejo. De


acuerdo con el testimonio de quienes
haban convivido con ella en calidad de
sirvientes o la haban tratado como
vecinos, esta mujer asista a misa y
confesaba, dando adems toda clase de
signos externos indicativos de ser una
buena cristiana; era amable y caritativa,
pero no quera comer cerdo. En el
juicio Elvira admiti que no coma
cerdo, pero lo atribuy a consejo
mdico, debido a padecer una
enfermedad transmitida por su esposo y
que ella no deseaba hacer pblica.
Neg ser judaizante y afirm con ardor
su fe en la religin catlica. Tras haber
sido torturada dos veces, admiti que

cuando era una nia de once aos, su


madre le haba dicho que no comiera
cerdo y que observara el Sbado.
Basndose en la fuerza de esta
confesin, uno de los jueces solicit su
relajacin (es decir, su muerte en la
hoguera), pero el resto mostr
unanimidad al decidirse por la
reconciliacin,
con
todas
sus
penalidades, confiscacin y tres aos de
prisin y sanbenito, que le fueron
debidamente impuestos en un auto de 13
de junio de 1568; sin embargo, al cabo
de poco ms de seis meses, se le
conmut la prisin por castigos de tipo
espiritual y se le permiti escoger su
lugar de residencia. Con todo ello,

adems de los horrores del juicio, se vio


pobre y arruinada por el resto de su
vida, al mismo tiempo que una mancha
indeleble caa sobre su familia y sus
descendientes[29].
Tan inhumano le parece a Lea tal
proceder, que no puede convencerse de
que
los
inquisidores
creyeran
sinceramente en aquello que profesaban.
Por triviales que parezcan los detalles
de tal juicio prosigue no carecen
en absoluto de importancia, si los
consideramos
como
muestra
representativa de lo que estaba
sucediendo en los dems tribunales de
Espaa; de ellos surge la interesante
pregunta
de
si
realmente
los

inquisidores crean aquello que daban a


entender en la sentencia pblica, es
decir, que haban estado luchando por
rescatar a Elvira de los errores y
oscuridad de su apostasa, y salvar de
este modo su alma. La insignificancia de
los detalles que pueden decidir el
destino de la acusada, puede observarse
en la insistencia con que vuelven una y
otra vez sobre su negativa a comer
cerdo, a comer pastelillos que
contuvieran mantequilla, sobre su uso de
dos distintas vasijas para la coccin y
sobre la hora en que sola cambiarse el
camisn y amasar el pan[30].
El papel decisivo del inquisidor
como selector de las vctimas

propiciatorias puede contemplarse en


toda su vertiente dramtica a travs de
las vctimas elegidas en Espaa, si las
comparamos con las del resto de
Europa. En Espaa, como ya hemos
visto, la Inquisicin fue fundada
especficamente con el objetivo de
diferenciar a catlicos de judos.
Lgicamente, las vctimas propiciatorias
de los inquisidores espaoles fueron los
judos, judaizantes y conversos. Una vez
satisfecha la necesidad de vctimas
propiciatorias con la persecucin de
este grupo concreto, la Inquisicin
Espaola no promovi la persecucin
de las brujas. Es ms, a menudo se
opuso a la obsesin brujeril, en una

poca en que la quema de brujas era


prctica comn en el resto de Europa.
Entre los inquisidores espaoles que
combatieron la creencia en la brujera,
ninguno hay tan famoso como Alonso
Salazar de Fras. En 1610, tras haber
investigado personalmente una epidemia
de brujera aparecida en Logroo,
Salazar lleg a la conclusin de que los
fenmenos denunciados haban sido
provocados por la presencia de los
inquisidores que andaban a la bsqueda
de brujas.
No he encontrado escribe en su
informe al Supremo ni siquiera
indicios de los que deducir que haba
sido cometido un solo acto de

brujera
Esta
aclaracin
ha
confirmado
suficientemente
mis
anteriores sospechas de que la evidencia
presentada por los cmplices, cuando no
va acompaada de pruebas externas
procedentes de otras personas, es
insuficiente hasta para justificar el
simple arresto. Adems, mi experiencia
hace que est convencido que, de
aquellos que se acogieron al Edicto de
Gracia, ms de tres cuartas partes se
acusaron falsamente a s mismos y a sus
cmplices. Creo, adems, que acudiran
libremente a la Inquisicin para revocar
sus confesiones, si creyeran que iban a
ser bien recibidos y no se les iba a
castigar, aunque me temo que mis

esfuerzos destinados a promover esta


accin no han sido dados a conocer
debidamente[31].
Las diferencias existentes entre la
Inquisicin Espaola y la Inquisicin
Romana con respecto a la brujera, han
sido enrgicamente resaltadas por
historiadores y telogos, mientras que
los psiquiatras e historiadores de la
medicina las ignoran por sistema. No
tenemos que ir muy lejos para encontrar
las razones de tal omisin. Si las brujas
quemadas en la hoguera eran enfermas
mentales, y si en Espaa se quemaron
tan pocas brujas, el epidemilogo
psiquitrico se encuentra frente a la
necesidad de responder a la siguiente

pregunta: por qu, si los locos eran tan


numerosos en toda Europa, abundaban
tan poco en Espaa? o, acaso los
judos,
judaizantes
y conversos
perseguidos por la Inquisicin Espaola
eran tambin enfermos mentales? En el
razonamiento de quienes sostienen que
las brujas eran enfermas mentales, se
encuentra implcita la presuncin de que
una institucin tan noble como la Iglesia
Catlica Romana no hubiera dado caza a
las personas, de no haber algo malo
en ellas. Donde hay humo, hay fuego
dice el proverbio. El historiador de la
psiquiatra adapta este proverbio a sus
conveniencias y dice que, donde hay
fuego, hay enfermedad mental. As, la

hoguera, en vez de convertirse en


smbolo de la Inquisicin, se convierte
en sntoma de la enfermedad mental de
las brujas[32]. Slo de esta manera
podemos explicarnos el hecho de que
los psiquiatras consideren a las brujas, y
slo a ellas, como un grupo medieval de
individuos cuya totalidad, aunque no
hayan sido seleccionados por doctores,
padecen enfermedades mentales. Desde
luego, es una coincidencia muy notable.
En la Edad Media, naturalmente,
existieron muchas clases sociales
perfectamente definidas: prncipes y
clrigos, comerciantes y mercaderes,
siervos y nobles, y claro est
judos. Ninguno de tales grupos ha sido

escogido por los psiquiatras para sufrir


un escrutinio especial, ni tampoco ha
recibido el diagnstico de sufrir, en
masse, una enfermedad mental. Por
qu, pues, han sido escogidas las
brujas? Y, por qu no los judos, que,
como hemos visto, se vieron igualmente
perseguidos y, lo que es ms, algunas
veces fueron identificados con las
brujas?
La respuesta es sencilla. Es claro e
innegable que la persecucin de judos
(y de protestantes y catlicos) es una
persecucin religiosa; los judos (lo
mismo que los hugonotes y los
catlicos) estn clasificados con una
terminologa que nos resulta todava

familiar; por estas razones, no es fcil


reclasificarlos, en masse, como
pacientes mentales. Por otro lado, la
persecucin de las brujas presenta una
perspectiva distinta a la inteligencia
moderna. A la bruja debido a la
fuerza semntica de esta palabra, cuya
importancia no debemos menospreciar
no se le reconoce la prctica de una
religin legtima, mientras que s se les
reconoce a catlicos y judos: al adoptar
una lnea de comportamiento derivada
en
parte
de
fuentes
paganas
precristianas, la bruja aparece como una
figura extraa y grotesca (excepto para
el experto en historia o teologa
medieval); por todas estas razones, se

presta perfectamente a una redefinicin


psiquitrica que la clasifique como
demente. Adems y difcilmente cabe
exagerar la importancia de esta
consideracin final de todos los
grupos perseguidos durante la Edad
Media y el Renacimiento, la bruja es el
nico ser al que se puede humillar
psiquitricamente sin levantar la ira
defensiva de otro grupo contemporneo.
Si los psiquiatras se dispusieran a
diagnosticar como locos a los judos,
protestantes o catlicos quemados en las
hogueras, sus correligionarios actuales
consideraran con razn que se aadan
insultos a sus sufrimientos. Y
repudiaran con indignacin, este ataque

recin surgido contra su dignidad e


integridad escudado en una jerga
psiquitrica que, sin embargo, no es
suficiente disfraz[33]. Las brujas, en
cambio, no tienen sucesores organizados
o fciles de identificar; no existe ningn
grupo dispuesto a proteger su buen
nombre. Muchos de los factores que las
convirtieron en vctimas vivientes
ideales
para
los
inquisidores
medievales, las hacen tambin vctimas
histricas ideales para los psiquiatras
contemporneos.
Al considerar la brujera como un
estado social de humillacin impuesto a
las vctimas por sus enemigos, en vez de
considerarla como un estado o

enfermedad mostrado por individuos


aislados o en ellos albergada, fcilmente
daremos con la explicacin de la
diversa incidencia de brujera tan
embarazosa para la teora psiquitrica
a uno y otro lado de los Pirineos. El
problema de la diversa incidencia de
pacientes mentales (hospitalizados)
segn las distintas clases sociales
contemporneas del mundo occidental,
desaparece
si
consideramos
la
enfermedad mental como un estado
social de humillacin impuesto a los
ciudadanos por sus opresores, en vez de
considerarla como un estado o
enfermedad mostrada por pacientes que
sufren o en ellos albergada. Siguiendo

esta lgica, raramente eran quemados


los inquisidores, los punzadores de
brujas o sus asistentes legales; en
cambio lo eran muy a menudo las
personas pobres y de escasa
importancia. De modo parecido, rara
vez son encerrados en hospitales
mentales los psiquiatras, psiclogos y
abogados; en cambio lo son muy a
menudo las personas pobres y de poca o
ninguna importancia. Este es tambin el
motivo, claro, por el que tantas personas
mayores se encuentran en hospitales
mentales del Estado. (En algunos
hospitales alcanzan cifras del 40 % de
la poblacin enferma). Los viejos,
especialmente si son pobres, ocupan un

lugar en nuestra sociedad muy parecido


al de las mujeres en la Edad Media. Son
quienes menos proteccin poseen frente
al diagnstico mdico envidioso; si son
indeseables, se les clasifica fcilmente
como afectos de psicosis senil o de
algn otro tipo de demencia y se les
confina en manicomios para cuidado y
tratamiento de su enfermedad.
La opinin que afirma que la
persecucin de las brujas fue alimentada
por dos fuerzas, la Iglesia y la masa, y
que, de no haber existido una de las dos
especialmente la primera no
hubieran podido existir las brujas ni las
caceras de brujas, encuentra una
sorprendente demostracin grfica a

travs de la experiencia espaola. All,


la diferencia estribaba nica y
exclusivamente en la Iglesia. Las masas
estaban tan deseosas de creer en las
brujas y perseguirlas, como lo estaban
sus vecinas europeas. Pero la
Inquisicin Espaola, como recalca
Williams, atac aquellos mismos
mtodos, precisamente, que haban sido
adoptados casi en todas partes. Prohibi
a los jueces formular preguntas
orientadoras; les prohibi las amenazas
y las alusiones encubiertas al tipo de
confesin deseada; prohibi cosa que
el Malleus favoreca las falsas
promesas; mand que en los sermones se
explicara cmo la destruccin de las

cosechas se deba al mal tiempo y no a


las brujas; la nica sentencia que
constantemente impuso, fue la ms
formal de las abjuraciones; y,
finalmente, orient tan bien a los
tribunales, que antes de 1600
absolvieron repetidamente a una mujer
que se haba auto-acusado dos veces de
mantener relaciones carnales con un
ncubo[34].
Fuera de la Pennsula Ibrica, la
tarea del inquisidor era, por lo menos en
principio, similar a la de su colega
hispnico. Tambin l persegua una
distincin clara entre cristianos
autnticos y falsos o herticos. Pero el
concepto de hereja era ms flexible al

este de los Pirineos que al oeste. En las


regiones catlicas de Europa, el hereje
poda ser un judo, una bruja o un
protestante; en las regiones protestantes,
poda ser un judo, una bruja o un
catlico. Durante las Guerras de
Religin, en que territorios catlicos
luchaban con territorios protestantes,
era natural seala Trevor-Roper
que las brujas fueran halladas en
islas protestantes como Orleans o
Normandia, o que en 1609 la poblacin
en bloque de la Navarra protestante
fuera acusada de estar constituida por
brujas[35]. Era asimismo natural que
Cuando
el
obispo
Palladius,
reformador de Dinamarca, visit su

dicesis, declarara que quienes


utilizaban
frmulas
o
plegarias
[36]
catlicas, eran brujas .
Existen otros ejemplos de grupos
que han sido definidos como herejes,
degenerados o enfermos mentales. En
1568, la Inquisicin Espaola declar
hereje a toda la poblacin de los Pases
Bajos y la conden a muerte[37]. Los
nazis declararon razas degeneradas a
aquellos grupos, tomados en masa, que
queran destruir especialmente judos,
polacos y rusos. Nosotros, en los
Estados Unidos, hemos declarado
enfermos mentales en masse, a otros
grupos drogadictos, homosexuales,
personas que albergan prejuicios

antisemticos y antinegros, etc.[38]


Herbert Marcuse, lder ideolgico y
terico de la Nueva Izquierda,
diagnostica a toda la sociedad
americana como demente:
desde el momento en que esta
sociedad dispone de recursos mayores
que en otro momento cualquiera de la
historia y al mismo tiempo deforma,
abusa y despilfarra estos recursos ms
que en ningn otro momento de la
historia seala declaro demente
a dicha sociedad[39]
El mdico moderno, especialmente
cuando est al servicio de una ideologa
racista o psiquitrica ms que al
servicio del paciente individual, puede

estar enfrascado en esta misma tarea de


seleccin de vctimas propiciatorias. El
mdico nazi, por ejemplo, fue
convocado algunas veces para distinguir
entre arios genuinos y arios falsos, es
decir, judos. En su novela documental
sobre la ocupacin alemana de Kiev,
Kuznetsov relata la historia de un
soldado ruso prisionero, sospechoso de
ser judo. Lo llevaron a una sala de
conferencias escribe Kuznetsov
donde los doctores lo examinaron en
busca de rasgos judos; pero su
diagnstico fue negativo[40]. Este
mdico del siglo XX dedicado a la
bsqueda de rasgos judos, difcilmente
puede diferenciarse de su colega del

siglo XIX, que andaba a la bsqueda de


estigmas histricos, o de sus colegas del
XVI que se dedicaban a la bsqueda de
marcas de brujera[41]. Del mismo modo,
se convoca a menudo al mdico
psiquiatra moderno para que distinga
entre pacientes autnticos, es decir,
personas que sufren enfermedades
corporales, y enfermos falsos o
herticos, es decir, personas que sufren
enfermedades mentales.
No se puede dudar de que el
seleccionador
de
vctimas
propiciatorias ya sea inquisidor o
psiquiatra no trabaja en un vaco
social. La persecucin de un grupo
minoritario no es algo impuesto a una

poblacin que se resista a aceptarlo,


sino que, por el contrario, surge de
enconados conflictos sociales. Sin
embargo el mito-gua de este
movimiento suele estar fabricado por
una minora de individuos ambiciosos.
Una vez creado, este mito es divulgado
por el brazo propagandstico del
movimiento.
La locura de las brujas escribe
Lea
era
esencialmente
una
enfermedad de la imaginacin, creada y
estimulada por la persecucin de la
brujera. Dondequiera que el inquisidor
o el magistrado civil se dispusiera a
destruirla por medio del fuego, una
floreciente cosecha de brujas surga

arrolladora en torno a sus pies. Tras


cada proceso, se ampliaba el crculo,
hasta abarcar a casi toda la poblacin y
contarse el nmero de ejecuciones no
por docenas, sino por centenares[42].
Trevor-Roper comparte la misma
opinin.
Todas las pruebas demuestran
escribe que el nuevo mito (de la
brujera) se debe exclusivamente a los
mismos inquisidores. Del mismo modo
que los antisemitas construyeron,
mediante pequeas murmuraciones
escandalosas inconexas, toda la
sistemtica del mito de los asesinatos
rituales, de los pozos envenenados y de
la conspiracin mundial de los sionistas,

del mismo modo los Martilleadores de


Brujas construyeron toda la sistemtica
del mito del reino de Satans y sus
cmplices, mediante los absurdos
mentales de la credulidad popular y la
histeria femenina; y un mito, como el
otro (engendra) su propia evidencia y
(es) aplicable lejos del contexto donde
naci[43] Lo mismo cabe decir del mito
de la enfermedad mental; su sistemtica
se debe exclusivamente a los
psiquiatras[44].
En suma, el judo y la bruja en el
pasado, y el loco y el judo en la
actualidad, representan dos enemigos de
la sociedad estrechamente aliados a
veces indistinguibles, pero otras

claramente distintos. Antes de su


delito, la bruja medieval era miembro
de pleno derecho de la sociedad; su
crimen fue la hereja es decir, el
rechazo de la tica religiosa dominante
y por l fue castigada. El judo
medieval, por otro lado, jams lleg a
ser un miembro plenamente aceptado de
esta misma sociedad. A veces, cuando
se crea que su presencia ayudaba a la
comunidad, se le toleraba como
husped; en otras ocasiones, cuando se
pensaba que ocasionaba riesgos a la
comunidad, se le persegua como
enemigo. Lo que la bruja cristiana y la
vctima juda tenan en comn, era que
la sociedad en que vivan los

consideraba a ambos como enemigos y,


por consiguiente, intentaba destruirlos.
La misma relacin se da entre el
moderno demente y el judo. Antes de su
enfermedad mental, el paciente mental
(no-judo) es miembro de pleno derecho
de la sociedad; su crimen es la locura
es decir, el rechazo de la tica secular
dominante y por ello es castigado. El
judo moderno, por otro lado, no es
miembro plenamente aceptado de la
sociedad. El judo es considerado entre
los cristianos (o, an peor, entre los
ateos, como en la Rusia sovitica) como
un extrao: a veces, si se cree que su
presencia es til a la comunidad, se le
tolera; en otras ocasiones, si se cree que

resulta nociva para el grupo, se le


persigue[45]. Debemos repetir que lo que
el loco y el judo perseguido tienen en
comn es que la sociedad en cuyo seno
viven, los considera a ambos como
enemigos y, en consecuencia, intenta
destruirlos. Es ms, la propensin
popular a perseguir a judos y locos ha
sido avivada con tcnicas similares:
durante siglos, los cristianos han
enseado a despreciar a los judos[46]; y
desde el nacimiento de la psiquiatra
como especialidad mdica en el siglo
XVII, los mdicos han enseado a
despreciar a los pacientes mentales[47].
Pero con esto se termina el paralelismo,

puesto que la educacin religiosa


cristiana no pretende tomar a su cargo el
cuidado de los judos, mientras que la
educacin de la salud mental pretende
que su objetivo es el cuidado de los
pacientes mentales. De esta manera, la
historia de la psiquiatra se nos presenta
oficialmente como la historia de los
cuidados y tratamiento de los dementes;
en realidad, es la historia de su
persecucin.
En resumen, el efecto, si no el
propsito, de la moderna interpretacin
psiquitrica de la obsesin de las
brujas, es la anulacin por locura de
millones de hombres, mujeres y nios
inocentes; la exoneracin de toda

responsabilidad, como virtualmente


ajena a toda participacin, de la Iglesia
Catlica Romana y su brazo ejecutivo
la Inquisicin respecto a los
pogroms contra judos, herejes y brujas,
y una exoneracin similar de las iglesias
Protestantes y sus portavoces y
dirigentes por haberse sumado a la
guerra santa contra la brujera; y, por fin,
pero de manera importante, la exaltacin
del psiquiatra como cientfico mdico
que cura el nico que posee una
comprensin ilustrada y cientfica
de la brujera y de los mtodos mdicos
que exige el control de los riesgos que
las diferencias humanas aportan a la
salud pblica[48].

El fin de una ideologa se convierte


as en el principio de otra. Donde
termina la hereja religiosa, empieza la
hereja psiquitrica. Donde termina la
persecucin de la bruja, empieza la
persecucin del loco.

6. LOS MITOS DE
LA BRUJERA Y DE
LA ENFERMEDAD
MENTAL
Nos resulta demasiado
fcil comprender que los
desafortunados hombres del
pasado vivieron de acuerdo
con creencias equivocadas e
incluso absurdas; es posible
que esto nos impida mostrar
un decoroso respeto hacia
ellos y nos haga olvidar que

los historiadores del futuro


sealarn
que
tambin
nosotros hemos vivido de
mitos.
Herbert J. Mutler[1].
La interpretacin psiquitrica de la
brujera padece graves errores. No es el
menor de ellos la pretensin de que
Johann Weyer descubri que las brujas
eran en realidad mujeres mentalmente
enfermas. Casi todos los estudiantes
modernos de historia de la psiquiatra
han aceptado esta opinin popularizada
por Zilboorg, que coloca el nacimiento

de la psiquiatra en la desaparicin de la
obsesin brujeril y considera a Weyer el
Coln de la locura. La siguiente
descripcin de George Mora resulta
significativa;
A Johann Weyer se le considera
con justicia padre de la psiquiatra
moderna pero Weyer iba a
permanecer aislado, como un gigante de
la
psiquiatra
prcticamente
desconocido hasta los albores de este
siglo[2]
Este tipo de afirmacin hace que el
historiador de la psiquiatra aparezca
como una persona socialmente neutral
que descubre hechos histricos,
cuando, en realidad, se trata de un

propagandista de la psiquiatra que va


creando activamente la imagen de esta
disciplina. Weyer ha sido canonizado
como padre de la psiquiatra, por ser
uno de los pocos mdicos que se
opusieron a la persecucin de las brujas.
Al reivindicarle como fundador, la
Psiquiatra Institucional se ha propuesto
y en gran parte ha conseguido
esconder sus prcticas opresivas tras
una fachada de retrica de liberacin.
Adquiere especial significado el que
Weyer haya sido descubierto como
verdadero padre de la psiquiatra en
el siglo XX y por psiquiatras
americanos. Es el tiempo y el lugar en
que la Psiquiatra Institucional lleg a

ser una fuerza social importante en el


mundo occidental.
Sin embargo, Weyer no descubri la
locura de las brujas. Es cierto que
merece consideracin por haberse
opuesto a la Inquisicin como principal
fuerza opresiva de su poca. Pero
adoptar una postura valiente en pro de la
dignidad humana no es lo mismo que
proponer una nueva teora o realizar un
nuevo descubrimiento emprico. De
modo parecido, la opinin que
considera que la enfermedad mental no
es tal enfermedad y que el manicomio es
una prisin ms que un hospital, no es
descubrimiento
mo;
se
trata
sencillamente de una nueva articulacin

de intuiciones y conocimientos hace


tiempo a disposicin de los hombres,
tanto dentro como fuera de la
medicina[3].
La persecucin de las brujas y de los
locos es la expresin de la intolerancia
social y una bsqueda de vctimas
propiciatorias. Quienes luchan contra tal
intolerancia y opresin, no profesan
invariablemente
creencias
revolucionarias
ni
proponen
necesariamente verdades nuevas. Al
contrario, su hereja estriba muchsimas
veces en su conservadurismo, es decir,
en su insistencia sobre la validez de
ideas
y valores
hace
tiempo
establecidos y venerados. En La Peste,

Camus lo expone as: Una y otra vez


llegamos a un momento de la historia en
que el hombre que se atreve a afirmar
que dos y dos son cuatro, es castigado
con la muerte[4].
Me parece que defender que aquello
que llamamos enfermedad mental no es
propiamente una enfermedad, es como
afirmar que dos y dos son cuatro; y que
defender que la hospitalizacin mental
involuntaria es una prctica inmoral, es
como decir que tres y tres son seis. He
mantenido estas opiniones de forma
incesante desde que como dice John
Stuart Mill en The Subjection of Women
hube formado alguna opinin acerca
de los asuntos sociales y polticos.

Durante varios milenios, le ha


convenido al hombre creer que las
mujeres eran seres inferiores y
semihumanos que necesitaban ser
subyugados y cuidados. Los hombres
sanos, durante un perodo aproximado,
han contemplado del mismo modo a los
dementes. Al ser aceptada como natural
la opresin de las mujeres por parte de
los hombres, se haca difcil observ
Mill desvanecer esta opinin por
medio de argumentos racionales:
Mientras una opinin permanezca
fuertemente
enraizada
en
los
sentimientos, ganar estabilidad en vez
de perderla, al poseer una cantidad de
argumentos considerable en su contra.

Debido a que la opresin de los


pacientes dementes por parte de los
psiquiatras nos parece asimismo natural
en la actualidad, es asimismo difcil
desalojar la correccin de esta situacin
nicamente
mediante
argumentos
racionales.
Quizs el mejor medio para
comprender el carcter mtico de
determinadas creencias, sea examinar su
historia. Por qu el hombre medieval
escogi la creencia en el mito de la
brujera y busc la mejora de su
sociedad en la salvacin obligatoria de
las brujas? Por qu el hombre moderno
elige la creencia en el mito de la
enfermedad mental y busca la mejora de

su sociedad en el tratamiento obligatorio


de los pacientes mentales? En cada uno
de estos movimientos de masas, nos
enfrentamos
a
dos
problemas
entrelazados: un mito-gua (el de la
brujera y el de la enfermedad mental) y
una poderosa institucin social (la
Inquisicin
y
la
Psiquiatra
Institucional); el primero proporciona la
justificacin ideolgica, mientras que la
segunda proporciona los medios
prcticos para la accin social. Mucho
de lo que he dicho hasta ahora en este
libro, ha sido un esfuerzo por dar una
respuesta a estas preguntas. Puesto que
hasta ahora he puesto mayor nfasis en
las prcticas institucionales que en las

justificaciones ideolgicas (mticas), me


concentrar en este captulo en aquello
que creen los hombres y en las imgenes
que utilizan para expresar su creencia,
ms bien que en aquello que
aparentemente buscan y en los medios
empleados para alcanzarlo.
Como
ha
demostrado
la
investigacin histrica, los hombres
albergaban dudas acerca de la existencia
de las brujas, mucho antes de Weyer; en
efecto, mucho antes de la Ilustracin
algunos
gobernantes
inteligentes
llegaron a dictar leyes prohibiendo que
se las molestara. Por ejemplo, en fecha
tan temprana como es el siglo VIII, San
Bonifacio el evangelizador ingls de

Alemania declar que la creencia en


la brujera no era cristiana[5]. Esta es
una opinin notablemente culta, mucho
ms si consideramos que pasa por alto
el precepto bblico No tolerars que
una bruja viva[6], invocado siglos ms
tarde para justificar la caza de brujas.
Tambin dentro del siglo VIII y en la
recin convertida Sajonia, Carlomagno
decret la pena de muerte, no para las
brujas, sino para quien las quemara. Las
leyes del rey Salomn en la Hungra del
siglo XI no hacan referencia alguna a
las brujas, puesto que no existen[7].
Quinientos aos ms tarde, Weyer, aun
protestando contra los excesos de los

cazadores de brujas, estaba seguro de


que las brujas existan.
Causa extraeza y asombro ver
cmo durante el Renacimiento, mientras
floreca la cultura y naca la ciencia
experimental, se olvidaban las leyes
contra la caza de brujas forjadas durante
la Edad Media, y la antigua
ignorancia acerca de las brujas se
vea corregida mediante nuevos
conceptos cientficos y teolgicos.
Cuando se public el Matteus en 1486,
llevaba en su primera pgina este
epgrafe: Haeresis est maxima opera
mateficarum non credere (No creer en
la brujera, es la mayor de las
herejas[8]). Y, como escriba en 1609

un doctor de la Sorbona, el sbado de


las brujas era un hecho objetivo, en el
que no crean slo quienes no eran
cuerdos de entendimiento[9].
Aunque la creencia en la brujera
estuvo muy extendida durante las
postrimeras de la Edad Media y el
Renacimiento[10], una lectura cuidadosa
del Malleus nos sugiere que muchos
eran escpticos acerca de los males
atribuidos a las brujas y criticaban los
mtodos utilizados por los inquisidores.
No existe, sin embargo, ninguna prueba
directa de que los hombres dudaran de
la realidad de la brujera o de la
existencia de las brujas. La libre
expresin de tal duda hubiera

equivalido,
por
tanto,
a
una
autoimpuesta pena de muerte por
hereja.
Quienes controlan el poder, no
exhortan a sus subordinados aquellas
ideas que ya poseen. Por consiguiente, si
es necesario hacer la creencia
obligatoria y amenazar la falta de ella,
creemos poder deducir que a dichos
sujetos les falta fe o se encuentran
posedos por la duda. Cuando las
autoridades eclesisticas advierten de la
realidad de la brujera y de la
peligrosidad de las brujas; o, cuando las
autoridades civiles declaran la realidad
de la enfermedad mental (como la de
cualquier otra enfermedad) y el

grave error que supone mantener un


punto de vista contrario, podemos dar
por sentado que ni exhortadores ni
exhortados estn convencidos de la
verdad de tal afirmacin. Es ms, este
tipo de educacin respaldado por las
amenazas y la fuerza, traiciona el valor
estratgico de la tesis cuya creencia
propugna[11]. A menos que el lector
contemporneo mantenga bien presente
su atencin en esta implicacin de la
propaganda
inquisitorial,
pasar
fcilmente por alto especialmente al
dar por demostrado su propio
escepticismo acerca de la brujera las
repetidas referencias del Malleus a
personas que no creen en la brujera.

Deduzco de estas advertencias queden


las postrimeras del siglo XV la duda
acerca de la realidad de la brujera
estaba mucho ms extendida en Europa
de lo que los historiadores modernos,
buscando intilmente declaraciones
explcitas de tal opinin, nos han hecho
creer.
La segunda seccin de la Primera
Parte del Malleus lleva por ttulo
Sobre si es hereja defender la
existencia de las brujas. Es curioso
observar cmo ha sido invertida la
formulacin de la frase. Sprenger y
Krmer consideran la posibilidad de
que la creencia en la brujera sea un
grave error, slo para llegar a la

conclusin de que la no creencia en ella


constituye pecado grave. Surge la
cuestin se preguntan de si debe
considerarse herejes declarados a
quienes sostienen la no-existencia de las
brujas[12] Su respuesta es afirmativa.
Es como si los psiquiatras modernos se
preguntaran si existen los pacientes
mentales y contestaran diciendo que no
creer en ellos constituye un grave error y
un insulto contra la profesin
psiquitrica. Desde el momento en que
yo he tildado de mito la enfermedad
mental, diversos psiquiatras que critican
mis opiniones, han lanzado ya este
argumento[13].
En particular, los sacerdotes y los

inquisidores no deben albergar ninguna


duda acerca de la realidad de la
brujera. Ya es bastante malo declaran
Sprenger y Krmer que el hombre
ordinario muestre tanta ignorancia
respecto a la brujera. Quienes tienen a
su cargo la cura de almas (sic) no
pueden escudarse ni en una ignorancia
invencible ni en esta ignorancia concreta
como la llaman los filsofos, que
los escritores del Derecho Cannico y
los telogos definen como Ignorancia
del Hecho[14]. Siguiendo estas mismas
directrices, se considera permisible que
el lego en tales materias muestre su
ignorancia respecto a los hechos de la
enfermedad mental; en cambio, los

mdicos y psiquiatras deben prestar


sumisin ciega a este concepto y a sus
implicaciones prcticas (como la del
monopolio mdico del tratamiento de la
enfermedad mental y la justificacin del
encierro de los dementes, como medida
teraputica)[15].
En otro pasaje, Sprenger y Krmer
describen la brujera en trminos
sorprendentemente modernos. Atribuyen
a muchos de sus contemporneos la
siguiente opinin que nosotros
consideraramos correcta y los tachan
de herejes por defenderla:
Y el primer error que (los
telogos) condenan escribe es el
de quienes afirman que no hay traza de

brujera en el mundo, sino tan slo en la


imaginacin de quienes, por ignorancia
o causas incomprensibles para la mente
humana actual, atribuyen a brujera
ciertos efectos naturales Los doctores
condenan este error como pura
falsedad Santo Toms lo ataca como
hereja de hecho por todo lo cual
deben ser considerados sospechosos de
hereja[16].
A pesar de las condenas fulminantes
del Malleus y de los inquisidores,
existieron hombres valientes y honestos
que, a lo largo de muchos siglos de
persecucin de brujas, manifestaron sus
dudas acerca de la culpabilidad de las
vctimas y condenaron los mtodos de

sus acusadores. Entre los crticos ms


conocidos de las caceras de brujas,
tenemos a Thomas Ady, Cornelius
Agrippa, Salazar de Fras, Friedrich von
Spee y Johann Weyer. Salazar,
inquisidor espaol a cuya labor ya me
he referido[17], fue el responsable por
encima de los mritos de cualquier otro
de haber evitado la persecucin de
las brujas en Espaa. Examin con
mente abierta las acusaciones de
brujera y descubri, en 1611, que unas
mil seiscientas personas haban sido
falsamente acusadas. En determinado
lugar encontr versiones de una
celebracin sabtica en el mismo sitio
en que sus propios secretarios haban

pasado tranquilamente la noche citada.


Encontrse con dos mujeres que,
habiendo confesado haber mantenido
intercambio sexual, fueron examinadas
fsicamente por otras mujeres y
aparecieron vrgenes[18].
Thomas Ady fue el crtico de la caza
de brujas ms famoso de Inglaterra. Su
libro, A Candle in the Dark (1655), fue
citado en vano por el reverendo George
Burroughs en su juicio de Salem[19]. Su
ataque a la obsesin de la brujera tena
dos vertientes. Por un lado intentaba
demostrar
que
las
pruebas
contemporneas sobre la brujera no
estaban basadas en la Biblia.
En qu parte del Antiguo o del

Nuevo Testamento se ha escrito


pregunta Ady que una bruja es una
asesina o tiene el poder de matar
mediante sus artes o de ocasionar
cualquier enfermedad o achaque? En
dnde se ha escrito que las brujas se
hallan rodeadas por diablillos que
succionan sus cuerpos?[20]. Y as
prosigue en un esfuerzo denodado por
socavar la autoridad moral que la Biblia
proporcionaba a la caza de brujas.
Por otro lado, Ady denunci tambin
el examen de las supuestas brujas, como
brutal y fraudulento.
Que vaya cualquiera que sea
inteligente y est Ubre de prejuicios
escribe y oiga las confesiones que

con tanta frecuencia se alegan; podr ver


con cuntos engaos y seducciones, con
qu perversidad y mentiras, con qu
descarada falta de escrpulos se
arrancan tales confesiones a las pobres
inocentes, y cuntas cosas se aaden y
exageran para hacer ms creble y
verosmil, aquello que no es ms que
una sarta de falsedades[21].
El hecho de que tales argumentos
fracasaran, nos muestra el papel
secundario que juega la razn en la
aceptacin o el rechazo de aquellas
creencias que motivan los movimientos
de masas. Adems, en Espaa, donde las
autoridades eclesisticas se opusieron a
la persecucin de las brujas, la locura

de la brujera fue arrancada sin utilizar


este tipo de argumentos. Todos estos
hechos apuntan hacia el papel decisivo
que juega la autoridad en la confeccin y
disolucin de tales movimientos. La
Inquisicin Espaola fren con xito la
persecucin de las brujas, mientras que
aquellos individuos que atacaron la
locura brujeril de la Inquisicin Romana
y de los protestantes, fracasaron en su
empeo.
En 1640, por ejemplo, la Inquisicin
Espaola suspendi el caso contra
Mara Sanz de Triqueros, contra la que
se haba presentado un testimonio que la
acusaba de brujera; y en 1641 se
exoner con una reprimenda a Mara

Alfonsa de la Torre, acusada de matar al


ganado, aunque los testigos juraran
haberla visto a medianoche cabalgando
sobre un bastn en un campo de centeno
y armando un ruido tal que pareca estar
acompaada de una multitud de
demonios[22]. De casos como ste, Lea
deduce que es evidente que la
Inquisicin haba llegado a la
conclusin de que la brujera era un
engao o de que los testimonios de los
acusadores eran perjuros. Esto no poda
ser defendido en pblico; la creencia en
la brujera gozaba de una tradicin
demasiado larga y haba sido
confirmada demasiado firmemente por
la Iglesia, para que nadie se atreviera a

declararla falsa[23]. La idea de que


no existe la enfermedad mental, excepto
como mito, tampoco puede reconocerse
pblicamente. La doctrina que afirma
que la enfermedad mental es realmente
una enfermedad, ha sido establecida
demasiado firmemente por la ciencia,
para ser declarada falsa. El prestigio y
la tradicin de la profesin mdica se
oponen, pues, a una rpida correccin
de este error monumental.
Siguiendo la prctica de las
organizaciones
burocrticas,
la
Inquisicin Espaola jams admiti que
algunas de sus enseanzas hubieran sido
falsas o sus prcticas equivocadas.
Como seala Lea, no neg la existencia

de la brujera, ni modific las penas


anexas a este crimen (sino que) hizo
prcticamente
indemostrable
su
evidencia, disuadiendo as a las gentes
de cualquier acusacin formal, mientras
que la prohibicin de procedimientos
preliminares
a
cargo
de
sus
comisionados y representantes locales,
eclesisticos y civiles, fue de gran
eficacia para prevenir el brote de
epidemias de brujera. En la medida que
las crnicas que tengo ante mis ojos
pueden ser demostrativas, los casos se
hicieron muy aislados despus de
1610[24].
Las ideologas concernientes a la
brujera y a la locura pueden adquirir un

relieve an ms acusado, si nos


centramos sobre los ideales morales y la
simbologa caracterstica de su poca.
En el siglo XIII, el smbolo de la nobleza
lo representaba el caballero armado, y
el de la perversidad, la bruja negra; la
motivacin benfica es caballerosa, la
malfica es satnica. Esta imagen
encarna y expresa el odio sexocida
hacia la mujer. El caballero smbolo
de la bondad es varn; la bruja
smbolo de la maldad es hembra. Al
mismo tiempo no se nos presenta con
claridad ninguna de las cosas negativas
la lucha de los sexos, la traicin entre
los nobles, la opresin de los pobres
por los ricos; al contrario, la realidad

social queda descrita como si se tratara


de un sueo en el que los smbolos
significaran exactamente las cosas
contrarias. La mujer no es humillada; es
ensalzada. Los nobles no son brutales y
traicioneros;
son
refinados
y
caballerosos. Huizinga lo describe as:
El propio Froissart, autor de un
poema
pico-caballeresco
superromntico, Metiador, nos cuenta
traiciones y crueldades sin fin,
inconsciente de la contradiccin
existente entre su concepcin general y
el contenido de su narrativa. Molinet, en
su crnica, recuerda de vez en cuando su
caballerosa intencin e interrumpe su
narracin de los acontecimientos reales

para enfrascarse en una marea de


trminos altisonantes. La concepcin de
la caballera constitua para dichos
autores una especie de llave mgica con
la que podan explicarse a s mismos los
motivos que regan en poltica e historia.
Siendo demasiado complicada para su
comprensin la confusa imagen de la
historia de su poca, la simplificaban,
como si existiera gracias a la ficcin
de la caballera una fuerza
motriz[25].
La razn de esta representacin no
es difcil de hallar. En la explicacin de
los acontecimientos, y especialmente de
las propias acciones, los hombres tratan
siempre de adularse a s mismos y a sus

superiores. Puesto que en la Edad Media


la literatura, la poesa y la historia las
escriba siempre el opresor o a l iban
destinadas, no es de extraar que
oigamos tantas cosas acerca de la gloria
de los prncipes y la caballerosidad de
los guerreros,
Gracias a esta ficcin tradicional
observa Huizinga consiguieron
explicarse a s mismos, lo mejor que
pudieron, los motivos y el curso de la
historia, que de este modo vease
reducida a la contemplacin del honor
de los prncipes y la virtud de los
caballeros, y a un noble juego regido
por reglas heroicas y edificantes. Como
principio historiogrfico, este punto de

vista es realmente muy deficiente.


Concebida as, la historia se convierte
en un resumen de hechos de armas y
ceremonias. Los historiadores par
excettence piensa Froissart sern
los heraldos y los reyes en armas, puesto
que son los testigos de tan sublimes
hazaas; son adems expertos en materia
de honor y de gloria, y es para dejar
constancia del honor y la gloria, que se
escribe la historia[26].[27]
Aunque la mentalidad del hombre
moderno puede haber evolucionado
mucho respecto a la de su antepasado
medieval, muestra la misma credulidad
respecto a las autoridades y la misma
tendencia a explicar las situaciones

complicadas por medio de un motivo


simple. Del mismo modo que la Edad
Media tena sus propios ideales de
bondad y maldad, nosotros poseemos
los nuestros. Los suyos fueron el
caballero andante y la bruja negra. Los
nuestros son el doctor de bata blanca y
el psictico peligroso. Ellos tenan a Sir
Lancelot; nosotros tenemos a Rex
Morgan, doctor en medicina. Ellos
tenan a hechiceras que envenenaban a
los personajes de alta posicin; nosotros
tenemos a unos locos que asesinan a
nuestros polticos. Los smbolos del
bien y del mal siguen representando dos
clases hostiles de seres humanos: los
vencedores y sus vctimas.

Durante la Edad Media, las


imgenes propias de la caballera
escondan el conflicto entre hombre y
mujer. Actualmente, bajo la imagen de la
teraputica, escondemos el conflicto
entre doctor y paciente, experto y lego.
El lirismo de la caballera embotaba su
sentido de la realidad; el lirismo de la
teraputica embota el nuestro. Ellos
ahogaban la verdad referente a la hereja
y a la salvacin a travs de la
Inquisicin; nosotros ahogamos la
verdad respecto a la enfermedad mental
y al tratamiento psiquitrico coercitivo.
La poesa caballeresca se centraba
sobre los caballeros, los torneos, el
esplendor, y el sacrificio que de s

mismo hizo Jess. Las mazmorras, la


tortura y la hoguera no necesitaban ser
descritas. Todo el mundo tena
conocimiento de estas cosas y, lo que es
ms, aprobaban y se alegraban de su
aplicacin destinada a salvar el alma
hereje de los otros. De la misma manera,
la poesia de la terapia se centra sobre
los doctores, la investigacin clnica,
las enormes sumas invertidas en
servicios psiquitricos y la altruista
dedicacin del psiquiatra a su actividad
curativa. Los hospitales mentales del
Estado, los procesos de internamiento, y
la degradacin social del paciente
mental no tienen porqu ser descritos.
Todo el mundo est familiarizado con

estas cosas y, lo que es ms, aprueba


que se apliquen adecuadamente a la cura
de la mente enferma de los otros.
La historia medieval, como ha
recalcado Huizinga, se vea de esta
manera reducida a un espectculo del
honor de los prncipes y de la virtud de
los santos. La historia moderna, por lo
menos la que est en manos de los
psiquiatras, est en peligro de verse
igualmente reducida a un espectculo
del honor de los gobernantes y la virtud
de los doctores. En la Alemania nazi,
esta simbologa se vio encamada en la
deificacin del gobernante y en la
glorificacin de los doctores, como
siervos suyos. As, los mdicos

combatieron contra la carroa


(judos) y los consumidores intiles
(ancianos o enfermos incurables) y, al
obrar as, convirtieron segn palabras
de Justice Robert Jackson el
sanatorio Hadamar (hospital mental
alemn donde se mataba a tales
pacientes)
de
hospital
(en)
matadero[28]. En los pases nototalitarios, la misma simbologa es
encarnada de forma ligeramente menos
violenta. No se deifica a los lderes
democrticos, pero se les venera como
dechados de salud mental; sus oponentes
no son liquidados, pero son degradados
como enfermos mentales. Ante sucesos
de gran magnitud y perturbadores, tales

como el asesinato de un presidente, la


gente acepta ansiosamente la locura
(como aceptaron anteriormente la
hechicera) como explicacin, y confan
en los psiquiatras (como confiaron
anteriormente en los inquisidores) para
que contengan la constante amenaza de
esta maldad profunda[29].
En resumen, el mito tanto si se
trata de brujera como de enfermedad
mental funciona como simbologa y
retrica justificativas tanto para el grupo
como para el individuo. El mito, dice
Bronislaw Malinowski, puede unirse
no slo a la magia, sino tambin a toda
clase de poder social o reivindicacin.
Se utiliza siempre para dar una

explicacin a los extraordinarios


privilegios u obligaciones, a las grandes
desigualdades sociales, a las graves
cargas que el rango comporta, tanto si
ste es muy alto como muy bajo[30].
El mito de la brujera fue utilizado,
pues, para dar una explicacin a los
privilegios
y
obligaciones
extraordinarias del inquisidor; del
mismo modo, el mito de la enfermedad
mental se utiliza para justificar las de
los psiquiatras institucionales. Los mitos
no son bellas creaciones artsticas,
divertidas historias fantsticas creadas
por los hombres para divertirse a s
mismos y a sus semejantes; son el
corazn y la cabeza del organismo

social, necesarios para sobrevivir como


tal sociedad determinada.
En efecto. Los antroplogos
descubren con toda facilidad mitos en
las culturas primitivas y los crticos
sociales los descubren en las suyas
propias. As, Barrows Dunhan advierte
que Los mitos referentes a la naturaleza
de la sociedad abundan; estos mitos
pueden
encontrarse
desplegados
sorprendentemente sin solucin de
continuidad, a lo largo de muchos y muy
largos volmenes, en el mismo ncleo
de la ciencia. Pocas tareas ms
importantes puede haber, que la de
descubrir dichos mitos e infundir as
salud y vigor al ms valioso estudio

humano el de su propia naturaleza y


destino[31].
Examinemos ahora la historia de la
brujera y de la enfermedad mental
desde puntos de vista distintos de
aquellos que nos proporcionan sus
propias ideologas y veamos qu
encontramos.
La idea de que la locura no es menos
significativa que la salud es ms, que
el loco, como el llamado genio, ve la
realidad con mayor claridad que la
persona ordinaria se da con
frecuencia en la literatura occidental.
Una sorprendente ilustracin de este
punto de vista la encontramos en el
Evangelio segn San Marcos, donde se

nos dice que el primer hombre que


reconoci la divinidad de Jess fue un
hombre de espritu inmundo, es decir,
un loco. En el lenguaje de la psiquiatra
actual, la correcta experimentacin de la
realidad equivale en l a enfermedad
mental. Citar algunos de los pasajes
ms pertinentes.
La frase con que se inicia el Libro
de San Marcos, segundo captulo del
Nuevo Testamento, define como objetivo
esencial de este Evangelio la
identificacin de Jess como Hijo de
Dios:
Principio del Evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios[32]. A
continuacin empieza la historia.

En aquellos das, lleg Jess desde


Nazareth de Galilea y fue bautizado por
Juan en el Jordn. Y cuando sali del
agua, vio los cielos abiertos y al
Espritu descendiendo sobre l en forma
de paloma; y una voz lleg del cielo.
T eres mi hijo amado y en ti tengo mis
complacencias.[33] Despus de esto,
Jess pasa cuarenta das en el desierto
resistiendo las tentaciones del diablo,
vuelve a Galilea a predicar el Evangelio
de Dios y recibe a su lado al primero de
sus seguidores, con el que viaja a
Cafarnaum.
Entraron
en
Cafarnaum;
e
inmediatamente, como era sbado, entr
en la sinagoga y ense. Todos estaban

asombrados de sus enseanzas, porque


enseaba como quien tiene autoridad, no
como los escribas. En seguida haba en
la sinagoga un hombre con un espritu
impuro y grit: Por qu te metes con
nosotros, Jess de Nazareth? Acaso has
venido a destruirnos? S quien eres, el
Santo de Dios[34]. (La cursiva es
aadida).
Este loco es, pues, el primer
mortal en reconocer la verdadera
identidad de Jess. Pero esta
identificacin,
piensa
Jess,
es
prematura. Le impone silencio: Pero
Jess lo conmin, dicindole: Calla
y sal de l! Y el espritu impuro,
sacudindolo y gritando con grandes

alaridos, sali de l[35].


Este tema se repite diversas veces.
As, a medida que se extiende la fama de
Jess como curador, todos aquellos
que sufran enfermedades, se apretaban
contra l para tocarlo. Y cuando los
espritus impuros lo vean, caan al
suelo ante l y gritaban: T eres el
Hijo de Dios! Y l les orden
severamente que no lo descubrieran[36].
Pasaron al otro lado del mar, a la
regin de los gerasenses. Y en cuanto
hubo descendido de la barca, vino a su
encuentro, saliendo de entre los
sepulcros, un hombre posedo de un
espritu impuro, que tena su morada en
los sepulcros y ni aun con cadenas poda

nadie sujetarle sin que nadie tuviera


la fuerza suficiente para dominarle Y
gritando con estentrea voz, dijo:
Por qu te metes conmigo, Jess, Hijo
del Dios Altsimo?[37].
Los antiguos romanos consideraban
la locura como el autor de este
evangelio. In vino veritas (En el
vino se encuentra la verdad), deca su
proverbio. No se engaaron a s
mismos, como hacen nuestros juristas
actuales, acerca de la naturaleza de la
embriaguez,
atribuyndole
irracionalidad o falta de significacin.
Al contrario, crean opino que con
razn que cuando un hombre est bajo
la influencia del alcohol, lejos de

resultar incoherente, expresa sus


aspiraciones autnticas o verdaderas.
Pero dar este trato al borracho, supone
concederle la misma dignidad que a sus
semejantes sobrios. Para el puritano que
desea humillar y castigar al bebedor
indulgente consigo mismo, para el
mdico que desea rebajar y tratar al
alcohlico autodestructivo, esto no
tiene objeto. Qu mejor medio, pues,
para denigrar al culpable, que declararle
incapaz de saber lo que hace tanto si
est empezando a beber, como si est ya
intoxicado? Esta es la frmula general
para la deshumanizacin y degradacin
de todas aquellas personas cuya
conducta opinan los psiquiatras que est

motivada por la enfermedad mental.


El comportamiento de tales personas es
juzgado
incoherente.
Nuestros
psiquiatras ms destacados y nuestros
jueces ms altos consideran al
alcohlico, al adicto, al homosexual a
todos estos y a otros muchos como
enfermos mentales. Al llegar a esta
conclusin tan conveniente para
ambos estamentos y para nuestra
sociedad no dudan un instante en
seguir la frmula de Lewis Carroll: Si
no tiene sentido declara el Rey en
Alicia nos ahorramos una barbaridad
de dificultades, porque no necesitamos
buscarle ninguno[38]. Pero si la labor
del humanista consiste precisamente en

buscar el sentido de las cosas, no en


esconderlo, no podemos quedarnos
satisfechos con esta solucin, por
tentadora que pueda ser.
La afirmacin de que los locos no
saben de qu hablan o de que sus
aserciones son falsas, se contradice
explcitamente con un antiguo proverbio
alemn, que asegura que Slo los nios
y los locos dicen la verdad (Nur
Kinder und Narren sagen die Warheit).
En ingls tenemos la famosa frase de
Shakespeare acerca del mtodo en la
locura[39]. Creo importante el hecho de
que Shakespeare no creyera necesario
explicar o defender su opinin. Esto
sugiere que esta idea era un tpico en

aquella poca. Si esto es as,


significara que los hombres de la poca
isabelina comprendan no slo que
existe una diferencia entre enfermedad
corporal y desarmona espiritual, sino
tambin que el comportamiento demente,
lo mismo que el comportamiento sano,
va dirigido a unos fines y es
intencionado; o, como diramos en la
actualidad, es tctico o estratgico. En
suma, Shakespeare y sus oyentes
consideraban la conducta del loco como
perfectamente racional desde el punto de
vista del actor o individuo afectado
perspectiva que el psicoanlisis y la
psicologa existencial tuvieron que
redescubrir y defender frente a las

poderosas
pretensiones
de
una
psiquiatra positivista y de orientacin
orgnica.
Para John Perceval hijo de un
primer ministro ingls que en 1830
fue encerrado por su familia en un
hospital mental, la distincin entre
enfermedad fsica y enfermedad mental,
entre el tratamiento de los cuerpos y la
cura de las almas, era igualmente clara:
Porque, con qu derecho se atreve
un doctor a escudriar en los secretos de
la conciencia de un paciente? Ellos
(los doctores) confiesan su ignorancia
respecto a la naturaleza de la
enfermedad que tienen entre manos; se
muestran tan obstinados Los clrigos

y la Iglesia establecida deberan poseer


la supervisin de las deficiencias y
enfermedades mentales de los miembros
desequilibrados de su misma fe, y las
dos funciones, de mdico del cuerpo y
mdico del alma, distintas por
naturaleza, deberan ser respetadas
por igual. Los soberanos de este pas,
sus ministros y la gente han sido
culpables de un gran crimen al
descuidar esta importante distincin, y
la jerarqua ha traicionado sus
funciones[40]. (La cursiva es nuestra).
Esta distincin entre enfermedades
corporales y problemas vitales se
presentaba con la misma claridad para
Len

Tolstoy en 1889. Es ms, en fecha


tan temprana en la historia de la
psiquiatra cuando Charcot era el
mdico experto en enfermedades
mentales ms famoso en todo el mundo
ms que Freud Tolstoy comprendi
que el mdico que conceptualiza las
dificultades vitales como enfermedades
mentales, contribuye a oscurecer ms
que a aclarar el problema y proporciona
al paciente ms dao que ayuda. En La
Sonata a Kreutzer, cuyo protagonista es
un esposo vctima de la relacin
trgicamente desigual y mutuamente
explotadora entre hombres y mujeres,
Tolstoy expresa la siguiente opinin
acerca de la medicina psicolgica y la

psiquiatra:
Veo que no te gustan los doctores
dije al notar un matiz curioso de
malevolencia en su voz cada vez que
aluda a ello.
No se trata de que me gusten o
me disgusten. Han arruinado mi vida y
han arruinado y siguen arruinando las
vidas de miles y cientos de miles de
seres humanos, y no puedo evitar
relacionar el efecto con la causa Hoy
da ya no se puede decir: No vives
honestamente, vive mejor!. No se
puede decir con respecto a uno mismo ni
con respecto al prjimo. Si llevas una
mala vida, tu comportamiento est
motivado por un mal funcionamiento de

tus nervios, etc. En consecuencia, debes


acudir a ellos para que te receten ocho
peniques de medicamentos de cualquier
farmacia, que adems te vers obligado
a tomar! Te pondrs peor. Entonces, a
tomar ms medicamentos y a visitar al
doctor
otra
vez.
Excelente
estratagema![41]
En un pasaje posterior, Tolstoy
seala concretamente al matrimonio
desgraciado,
como
fenmeno
interpretado falsamente con frecuencia
por los mdicos como enfermedad, y
condena a Charcot por ello. Se trata de
una apreciacin muy distinta del xito de
Charcot como mdico psiclogo, de la
que encontramos en los textos de la

historia de la psiquiatra.
ramos como dos convictos
escribe Tolstoy, hablando por boca del
esposo que finalmente se Ve competido
a asesinar a su mujer que se odiaban
mutuamente encadenados el uno al otro y
envenenaban mutuamente sus vidas sin
querer comprenderlo. No saba por
aquel entonces que el noventa y nueve
por ciento de los casados viven en un
inferno parecido a aqul en que yo me
hallaba y que las cosas no podan ser
distintas. No lo saba por aquel entonces
ni respecto a los otros ni respecto a m
mismo Vivamos en una niebla
perpetua, sin ver la situacin en que nos
encontrbamos Estas nuevas teoras

sobre el hipnotismo, las enfermedades


psquicas y las histerias, no constituyen
una extravagancia cualquiera, sino un
absurdo peligroso y repulsivo. Charcot
hubiera dicho seguramente que mi mujer
era una histrica y yo un anormal, y sin
duda habra intentado curarme. Pero no
haba nada que curar[42].
Sera ciertamente difcil encontrar
intuicin ms profunda del carcter
mtico de la enfermedad mental, que la
precedente.
Freud, como sabemos, reconstruy
los diversos significados de varias
enfermedades mentales, no slo, ni
principalmente, a travs de lo que
aprendi de sus pacientes (que,

naturalmente, no eran pacientes en el


sentido mdico de la palabra), sino
tambin de lo que aprendi en las obras
de los hombres de letras. Quienes crean
que el punto de vista adaptativo es
algo nuevo en psiquiatra
descubrimiento cientfico de gran
trascendencia realizado por Harry Stack
Sullivan o Sandor Rado, en importante
avance sobre Freud deberan
considerar el siguiente pasaje extrado
de The Way of Alt Flesh de Samuel
Butler:
A lo largo de toda nuestra vida,
cada da y cada hora, nos encontramos
inmersos en el proceso de adaptacin de
nuestro yo mutado e inmutado a unas

circunstancias mutadas e inmutadas; la


vida, en realidad, no es otra cosa que
este proceso de adaptacin; cuando
fracasamos un poco en este proceso,
somos estpidos; cuando fracasamos en
gran escala, somos locos; cuando lo
suspendemos temporalmente, dormimos;
cuando renunciamos del todo a
intentarlo, morimos[43].
Uno de los crticos ms antiguos del
tratamiento mdico coercitivo de la
locura, que escribi mucho antes de la
aparicin del encierro sistemtico de los
locos, fue Caelius Aurelianus, mdico
romano de origen africano, que vivi en
el siglo II de nuestra era. Se lamenta de
que ellos mismos (sus colegas

mdicos) ms parecen locos que


dispuestos a curar a sus pacientes,
cuando los comparan a fieras salvajes
que deben ser amansadas con la
privacin de comida y las torturas de la
sed. Guiados sin duda por el mismo
error,
pretenden
encadenarlos
cruelmente sin detenerse a pensar que
sus
miembros
pueden
resultar
magullados o rotos y que resulta ms
conveniente y ms fcil sujetarlos por la
mano del hombre que por el peso, a
menudo intil, de las cadenas. Incluso
llegan a defender la violencia contra la
persona, los azotes, como si con tal
provocacin pudiera conjurarse la
recuperacin de la razn[44].

Cuando mil quinientos aos ms


tarde, Pinel aventur ideas similares, fue
venerado
como
gran
innovador
psiquitrico. Cuando aproximadamente
por la misma poca, Benjamn Rush
defenda y practicaba brutalidades
terapeticas mucho peores que las
denunciadas por este antiguo mdico
romano, fue venerado como un gran
mdico y humanista[45]. Pinel, como
diran los escritores de la historia
oficial de la psiquiatra, lanz la
Primera Revolucin Psiquitrica. Rush,
por su parte, ha sido canonizado como
Padre de la Psiquiatra Americana[46].
La idea de que el hospital mental es
nocivo para sus residentes y sirve

primordialmente a los intereses de los


familiares del paciente o de la sociedad,
es ms fcil de descubrir en cada caso
concreto que la idea de que la
enfermedad mental no es tal enfermedad.
Esto se debe a que el sistema de
hospitales mentales slo tiene unos
trescientos aos de antigedad, mientras
que las opiniones del hombre sobre la
locura son tan antiguas como la historia
psquica.
Un estudio de los orgenes de los
manicomios en Europa durante el siglo
XVII, demuestra con suficiente claridad
que, al fundarse dichas instituciones, no
se las consideraba como servicios
mdicos o teraputicos[47]. Ms bien

eran
consideradas
instituciones
parecidas a las crceles, para el
encierro de las personas socialmente
indeseables. De este ncleo surgi una
red cada vez mayor de instituciones
hospitalarias y manicomios tanto
pblicos como privados, en los que el
encierro se hizo cada vez ms
justificado sobre las bases de la
demencia.
Pero tan pronto como esta idea fue
expresada, se la tach de errnea y
falsa.
Una crtica prematura de la
hospitalizacin mental involuntaria en
trminos casi idnticos a los de los
escritores modernos surgi de la

pluma de Andrew Harper, cirujano del


Royal Garrison Battalion of Foot en Fort
Nassau, las Bahamas.
La costumbre de encerrar a las
desgraciadas vctimas de la demencia en
las celdas de Bedlam o en las
fantasmales mansiones de algn centro
privado de encierro escriba Harper
en 1789 constituye ciertamente algo
preado de ignorancia y absurdo. Esta
prctica, fuerza es reconocerlo, puede
responder a los objetivos del inters
privado y de las conveniencias
domsticas, pero al mismo tiempo
destruye todas las obligaciones de
humanidad, quita toda posibilidad al
paciente y le priva de todas aquellas

circunstancias favorables que podran


conducir a su recuperacin Estoy
convencido de que el encierro agrava
siempre la enfermedad. Un estado de
coercin es un estado de tortura del que
la mente huye, bajo cualquier
circunstancia[48].
Diecisis aos ms tarde, en 1815,
Thomas Bakewell propietario civil de
un manicomio ingls privado protest
en una carta dirigida al Presidente del
Comit elegido por la Cmara de los
Comunes para investigar el estado real
de los manicomios, de que El
tratamiento en general de los dementes
es inexcusablemente injusto; es un
ultraje al estado actual de la ciencia, a

los ms elevados sentimientos de una


humanidad ilustrada y a la poltica
nacional Los grandes Asilos Pblicos
para Locos son, desde luego, injustos
por sistema, puesto que nada puede
haber ms calculado para impedir la
recuperacin de un estado de demencia,
que los horrores de un gran
manicomio[49]
John Reid, mdico ingls y autor del
texto psiquitrico clsico De Insania
(1789), anticip en casi doscientos aos
la opinin psiquitrica contempornea
de que los individuos encerrados en
hospitales mentales aprenden a actuar
como dementes y pueden enloquecer de
esta manera.

Se
debe
principalmente
al
tratamiento brbaro e irracional del
transtorno mental escriba Reid en
1816 que estos receptculos sean
con tanta frecuencia nidos de locura
donde cualquier pequea aberracin,
por pequea que sea, de la excitacin
nerviosa ordinaria y saludable, puede
convertirse a su debido tiempo, y tras un
perodo de maduracin, en una locura
plena y monstruosa Muchos de estos
locales de cautiverio de los invlidos
intelectuales,
no
pueden
ser
considerados ms que como nidos y
fbricas de locura[50].
Las ideas modernas acerca de la
cordura
y
demencia
como

categoras creadas y utilizadas para la


segregacin y consiguiente humillacin
de las personas clasificadas como
dementes, que llevan a afirmar que el
objetivo del internamiento de las
personas en hospitales mentales no es la
recuperacin de una enfermedad, sino
ms bien la confirmacin de tales
individuos como dementes, fueron
claramente expuestas por John Conolly
hace casi ciento cincuenta aos. Conolly
fue profesor de medicina de la
Universidad de Londres y destacado
psiquiatra de su poca. En su obra
clsica, An Inquiry Concerning the
Indications
of
Insanity,
With
Suggestions for the Better Protection

and Care of the Insane, publicada en


1830, escribe Conolly:
(Los mdicos) han buscado e
imaginado una frontera clara y definible
entre cordura y demencia, que no slo ha
sido
situada
imaginaria
y
arbitrariamente, sino que, al suponer que
separaba a los enfermos mentales del
resto de la humanidad, ha sido
desgraciadamente considerada como
justificacin de ciertas medidas
adoptadas contra la fraccin condenada,
las cuales en la mayora de los casos
resultaban innecesarias e injuriosas
Una vez encerrado, el mismo encierro es
admitido como la prueba ms poderosa
de la locura de un hombre Poco

importa que el certificado est firmado


por quienes poco entienden de locura o
de necesidad de internamiento, o quizs
por alguien que no ha examinado al
paciente con la debida atencin; el
visitante teme decir, frente a tal
documento, lo que podra ser
considerado
simple
falta
de
comprensin en un campo en el que
parece ser el nico en albergar dudas;
incluso puede verse tentado a fingir la
percepcin de unos signos de locura que
ni siquiera existen[51].
Aunque he citado principalmente
opiniones de mdicos y directores de
hospitales, sera falso creer que se
trataba de concepciones sofisticadas de

una avant-garde cientfica. Al contrario.


Estas ideas sobre la locura y los
manicomios pertenecan al acerbo
comn. Es evidente, por ejemplo, para
John Stuart Mill que se encerraba a las
personas en asilos de locos como
castigo a su inconformismo y no para ser
tratadas de una enfermedad: El
hombre, y ms an la mujer, a quien
puede acusarse de hacer lo que nadie
hace o de no hacer lo que hace todo el
mundo, est en peligro de ser
acusado de luntico[52].
Se necesit una larga campaa
educativa, tan slo coronada por el
xito en nuestros das, para llegar a
conseguir que tanto el pblico como la

profesin mdica aceptaran la demencia


como una enfermedad y el asilo de locos
como un hospital[53].
John Perceval, cuyas opiniones
sobre la enfermedad mental hemos
citado anteriormente, fue contemporneo
de John Conolly. Al ser un profano que
experiment
personalmente
el
confinamiento en varias instituciones
mentales privadas, sus opiniones sobre
ste merecen atencin.
Me veo obligado a decir
escriba Perceval en 1830 que la
mayor parte de la violencia que se da en
los asilos para lunticos, hay que
atribuirla a la conducta de quienes tratan
con la enfermedad, no a la enfermedad

misma; y que el comportamiento que el


mdico suele sealar a los visitantes
como sntoma del mal que ha provocado
el internamiento del paciente, es, en
general, ms o menos razonable y, desde
luego, consecuencia natural de tal
encierro y sus particulares refinamientos
de crueldad; porque en todos ellos
existe una selecta y exquisita gama de
torturas morales y mentales, cuando no
fsicas[54].
Perceval deja pues bien claro que en
el hospital mental el doctor y el paciente
se hallan enzarzados en una lucha por el
poder, asumiendo el doctor el papel de
opresor y el paciente de vctima[55].
Deja igualmente clara adems y a este

aspecto, la psiquiatra moderna debe


an alcanzarle, la funcin de los
familiares del paciente mental: son ellos
quienes conceden autoridad al mdico
para controlar y coartar al paciente.
Pero cuando los doctores lunticos
afirman que la presencia de los amigos
es nociva para los pacientes lunticos
observa Perceval no se dan
cuenta, o en todo caso no lo reconocen,
del hecho de que las emociones
violentas y la perturbacin del espritu
que tiene lugar en su repentino encuentro
con ellos, PUEDE surgir por haber
sucumbido al sentimiento de la conducta
de sus conocidos para con l, al
rechazarlo y abandonarlo al cuidado y el

control de extraos, y por el


tratamiento de los mismos doctores.
Los doctores no suelen reconocerlo
porque si obran as por estupidez, su
orgullo rehsa la rectificacin y no
admitir la sospecha de la propia
equivocacin; si estn actuando con
doblez
e
hipocresa,
defienden
necesariamente sus funciones y,
lgicamente, no pueden confesar la
existencia de ningn error por su parte.
Quin esperara esto de ellos? No se le
pueden pedir peras al olmo. Sin
embargo, esta es la verdad[56]. (La
cursiva es ma).
Perceval llama tambin nuestra
atencin hacia ciertos paralelismos

existentes entre la Inquisicin y la


Psiquiatra Institucional. Es cierto que la
analoga propuesta por Perceval no es la
misma que propone Zilboorg, sino su
inversa. No es que brujas y pacientes
mentales sean cosas parecidas; al
contrario, es la semejanza existente entre
psiquiatras e inquisidores, lo que hace
que traten a las vctimas de idntico
modo.
Dnde estn las bravatas de la
religin
Protestante?
pregunta
Perceval Dnde est la libertad de
conciencia, si se le permite a un mdico
luntico erigirse en juez supremo de sus
pacientes en estas materias, y si los
asilos para lunticos recogen la herencia

de la Inquisicin, en forma adems tan


espantosa?[57]
El paralelo entre Inquisicin y
Psiquiatra Institucional fue completado
por Mrs. E. P. W. Packard, que se vio
encerrada en el Jacksonville State
Hospital de Illinois, en 1860, a peticin
de su esposo, un eclesistico. Este
encierro, en la medida en que nos es
permitido reconstruir el caso, fue
motivado por desacuerdos entre el
reverendo Packard y su esposa sobre
materias de fe y observancia religiosa.
Cuando Mrs. Packard hubo asegurado su
libertad, gracias probablemente a uno de
los primeros documentos de habeas
corpus presentados por un paciente

mental en los Estados Unidos, public


una relacin de sus experiencias en el
hospital. En ella escriba:
Si hubiera vivido en el siglo XVI en
vez de vivir en el siglo XIX, mi esposo
hubiera utilizado la legislacin de la
poca para castigarme como hereje por
esta desviacin del credo establecido
puesto que, bajo la influencia de un
cierto espritu de intolerancia, est
utilizando en la actualidad esta
aristocrtica institucin como medio de
tortura para la consecucin de idntico
resultado, es decir, por renuncia a mi
fe. En otras palabras; en vez de tildarme
con el anticuado ttulo de hereje,
moderniza la frase alegando locura en

vez de hereja, al definir el crimen por


el que me veo sentenciada a encierro
perpetuo en una de nuestras Modernas
Inquisiciones Mucho de lo que
actualmente es definido como locura
ser contemplado por las generaciones
futuras con un sentimiento parecido al
que nos embarga respecto a aquellas que
sufrieron bajo la acusacin de brujas en
Salem, Massachusetts[58]. (La cursiva
est en el original).
Las semejanzas entre Mrs. Packard y
las brujas de Salem son quizs mayores
de lo que Mrs. Packard crea. En ambos
casos, las vctimas eran perseguidas
sobre la base de una ideologa
profesada ciegamente tanto por los

expertos como por los legos; y en


ninguno de los dos casos las acusadas
discutieron ni por un momento la base
lgica de la acusacin, limitndose su
queja a haber sido errneamente
identificadas como miembros de la clase
criminal. Mrs. Packard no dudaba de
la existencia de la locura ni de la
conveniencia de encerrar a los locos en
hospitales mentales, aun en contra de su
voluntad. Pero ella no estaba loca,
insista. Otras personas que han
revisado su caso entre ellas un
estudioso tan concienzudo de la historia
de la psiquiatra como Albert Deutsch
, pensaron que probablemente sufra
alguna enfermedad mental. El hecho de

que Mrs. Packard estuviera cuerda o no


en la poca de su internamiento
escribe Deutsch es algo discutible.
Parece demostrado que haba sufrido
ciertas alucinaciones y haba sido
paciente del Worcester State Hospital de
Massachusetts,
siendo
an
adolescente[59].
Deutsch cae aqu en la misma trampa
en que caen todos cuantos tratan la
retrica de la opresin como si fuera un
dilogo entre iguales. El acusado ya
sea bruja, judo o paciente mental
debe ser culpable, porque de lo
contrario no habra sido acusado por
personas honestas. Lo que no ven
estos crticos razonables de las

actividades prcticas de la salud mental,


como Deutsch, es que en una relacin en
la que una parte controla a la otra por la
fuerza bruta, la primera impide toda
posibilidad de dilogo con la segunda;
y, ante un observador crtico no sujeto a
su influencia, pierde asimismo toda
pretensin de credibilidad.
Nada muestra con tanta claridad la
fuerza dominadora de una ideologa
sobre la mente humana, que esta ciega
adhesin, por parte de acusadores y
acusados, a un simbolismo y a un
vocabulario idntico. La historia de la
brujera est repleta de ejemplos de
acusaciones y refutaciones del crimen de
brujera, en las que ni acusadores ni

defendidos albergan la ms mnima duda


acerca de la existencia de las brujas. La
misma aceptacin bsica de la
existencia de la enfermedad mental
caracteriza las relaciones actuales del
encierro obligado de hombres y
mujeres sanos en hospitales mentales.
En los anales de la brujera, el caso
de Mary Easty guarda un estrecho
paralelismo con el de Mrs. Packard. En
1692, en Salem Massachusetts,
Mary Easty fue acusada de brujera y
condenada a muerte. En la Introduccin
a una reimpresin de su Apelacin,
Edmund S. Morgan observa que Podra
haber escapado fcilmente a la pena (de
muerte), si hubiera admitido su culpa o

se hubiera encomendado a la piedad de


la corte. Haber obrado as, hubiera
supuesto traicionar su conciencia y
arriesgar su alma. Mary Easty no
comparta nuestro conocimiento actual
acerca de la no-existencia de brujera.
Ella saba que Satans campaba por sus
anchas en este mundo y que el tribunal
que la condenaba haca lo que poda por
combatirlo. Ella no deseaba ningn mal
para sus jueces. Pero saba que no era
culpable y no se atreva a mentir para
salvar su vida[60].
Mary Easty fue, efectivamente, una
vctima trgica. Ingenua y confiada,
respet a sus verdugos hasta el momento
de su muerte.

No pongo en duda escribi en


su Apelacin que sus seoras
utilizan sus poderes al mximo para
descubrir y detectar la brujera, as
como las brujas, y no quisieran ser
culpables ante el mundo de haber
vertido sangre inocente el Seor en su
infinita bondad os gua en esta ingente
tarea, si es su santa voluntad que no se
derrame ms sangre inocente[61].
Mary Easty alega que ella no es una
bruja; Mrs. Packard, que ella no est
loca; y las vctimas de nuestro
Movimiento en pro de la Salud Mental,
que no estn mentalmente enfermas.
Nadie niega la realidad de la brujera o
de la enfermedad mental.

Trevor-Roper subraya esta gran


influencia de la ideologa dominante, en
la mente humana como queda
demostrado a lo largo de la historia de
la brujera.
Hacia las postrimeras de la
obsesin de las brujas escribe
aunque siempre hemos odo decir que
hay quienes niegan la existencia misma
de las brujas, nunca las hemos
escuchado directamente. En ltimo
trmino, el argumento ms radical contra
dicha obsesin no es el de que las brujas
no existen, ni siquiera el de que el pacto
con Satans es imposible, sino
sencillamente el de que los jueces se
equivocan
en
sus
decisiones

identificatorias. Estas pobres mujeres


dbiles mentales, como las llam
Scot Estaban melanclicas Se
trataba de una doctrina muy molesta
No poda ser refutada. Pero tampoco
poda ser refutada la obsesin por las
brujas. Lgicamente, qued intacta[62].
La observacin de Trevor-Roper
acerca de la falta de crticas radicales a
la doctrina de la brujera durante los
tiempos de la caza de brujas est bien
sustentada. Puede decirse lo mismo, sin
embargo, con respecto a cualquier
movimiento popular de masas. La
disensin de tales ideologas es
simultneamente difcil desde un
punto de vista ideolgico y peligrosa

desde el punto de vista personal.


Las ideologas arropadas tras un
vocabulario teraputico o esotrico, son
particularmente resistentes a las crticas.
Tales sistemas de creencias, no se
limitan a imponer obediencia a la
verdad tal como es revelada por
clrigos y mdicos, sino que definen
al escepticismo como hereja o
locura[63]. La importancia real de la
teraputica retrica reside, pues, en su
capacidad de desarmar tanto a la
vctima como al crtico. Porque, quin
puede oponerse a Dios en el seno de una
sociedad cristiana? Slo un hereje. Y
quin puede oponerse a la salud mental
en el seno de una sociedad cientfica?

Slo un loco[64]. Durante la poca de la


obsesin por las brujas, el consenso
popular apoyaba a la Inquisicin:
nadie se atreva a levantar la voz contra
algo que, de acuerdo con las almas
piadosas de todo el mundo, subvena a
la ms acuciante necesidad de la poca
comenta Lea[65].
Existe actualmente un consenso
similar en los Estados Unidos, que
sostiene que si dejamos aparte la
defensa nacional el problema social
ms grave es el de la enfermedad
mental. Esto slo basta para justificar
enormes gastos con cargo a los fondos
pblicos, as como tambin el uso de
mtodos
de
control
social

extrajudiciales.
Quin puede criticar tales excesos
populares? Julien Benda opinaba que
sta era la tarea moral bsica de los
intelectuales[66]. Pero sera un error
creer que los intelectuales como
grupo o cualquier otro grupo, podra
sostener tal postura y sobrevivir en una
sociedad abrumadoramente hostil. Me
parece, por lo tanto, que la tarea de la
crtica social debe quedar para siempre
en manos del individuo. Hostigado o
perseguido,
el
individuo
puede
sobrevivir con ms facilidad que una
organizacin.
No existe ninguna clase de evidencia
histrica que nos demuestre que un

grupo cualquiera de intelectuales ya


se trate de clrigos, abogados, mdicos
o educadores se haya resistido a las
creencias populares de su poca.
Robbins se equivoca, por tanto, cuando
afirma que Lo que hace tan repulsiva a
la brujera y moralmente peor que el
mismo fascismo, es que en toda la
Europa civilizada, en todos los pases
(si exceptuamos quizs el tardo caso de
Holanda) fueron los clrigos quienes
dirigieron las persecuciones y las
absolvieron en nombre del cristianismo,
mientras que abogados y jueces las
azuzaban en nombre de la razn[67].
Una crtica similar de abogados, jueces
y profesores as como de clrigos y

mdicos podra hacerse en el caso de


la esclavitud negra[68] o de la Psiquiatra
Institucional.
La leccin enseada por la
Inquisicin y su ideologa de salvacin
espiritual, es una leccin que el hombre
moderno enfrentado a la nueva
Inquisicin Psiquitrica y a su ideologa
de salvacin temporal no puede
ignorar, a menos de exponerse a correr
un grave riesgo. Dicha leccin nos dice
que el hombre debe escoger para
siempre entre la libertad y aquellos
valores rivales, como salud, seguridad o
bienestar. Si escoge la libertad, debe
estar preparado a pagar su precio no
slo el de una constante vigilancia

contra los tiranos malevolentes, siempre


a punto de esclavizar a sus sbditos,
sino tambin el de un constante
escepticismo hacia los clrigos y
psiquiatras
benevolentes,
siempre
dispuestos a curar las almas y las
mentes, y el de una eterna oposicin a
las mayoras ilustradas, siempre
dispuestas a reformar a las minoras
descarriadas.

SEGUNDA PARTE
LA FABRICACIN DE LA
LOCURA
(El Gran Inquisidor): Oh!,
los convenceremos de que
slo sern libres cuando
renuncien a su libertad en
nuestro favor y se nos
sometan. Tendremos razn o
estaremos mintiendo? Ellos
estarn persuadidos de que
tenemos razn

John Stuart Mill[1].


En tiempos
pasados,
cuando se propona quemar a
los ateos, la gente caritativa
sola
sugerir
que
se
sustituyese este castigo por el
encierro en el manicomio; no
sera de extraar que en
nuestros das viramos esta
sugerencia
realizada
y
contemplramos
a
sus
realizadores autoalabndose,
porque en vez de perseguir
en nombre de la religin
haban adoptado un modo tan

humano y cristiano de tratar a


estos
desgraciados,
y
sintiendo adems una tcita
satisfaccin al ver cmo por
este medio haban recibido su
merecido.
John Stuart Mill[2].

7. LA
TRANSFORMACIN
DEL PRODUCTO
DE LA HEREJA A
LA ENFERMEDAD

El ms cargado de
prejuicios debe admitir que
esta religin sin teologa (el
positivismo) no puede ser
acusada de relajar las
restricciones morales. Al

contrario,
las
prodigiosamente.

exagera

John Stuart Mill[1].


En este captulo, analizar los pasos
de las manifestaciones de la gran
conversin ideolgica que parte de la
teologa para llegar a la ciencia y la
redefinicin que hiciera Benjamn Rush
de pecado como enfermedad y sancin
moral como tratamiento mdico en
trminos ms amplios y mostrar que, a
medida que la tica social dominante
evolucionaba desde una tica religiosa a
otra laica, el problema de la hereja iba

desapareciendo,
mientras
surga,
adquiriendo gran importancia social, el
problema de la locura. En el captulo
siguiente, examinar la creacin de
disidentes sociales y mostrar que, de la
misma manera que antiguamente los
clrigos haban fabricado los herejes,
los mdicos como nuevos guardianes
de la conducta y moralidad sociales
han iniciado la funcin similar de
producir locos.
El paso de una concepcin y control
de la conducta personal religiosos y
morales a otros mdico-sociales, afecta
a toda la disciplina psiquitrica y a sus
ciencias aliadas. Quizs en ningn
aspecto es ms evidente esta

transformacin que en la concepcin


moderna de la llamada desviacin
sexual y, especialmente, de la
homosexualidad. Compararemos por
tanto el concepto de homosexualidad
como hereja en boga en la poca de
la caza de brujas, con el concepto de
homosexualidad
como
enfermedad
mental que es el que predomina hoy.
La conducta homosexual al igual
que la conducta heterosexual y
autoertica se da entre los monos
superiores y entre los seres humanos
pertenecientes a una amplia variedad de
circunstancias culturales. Si hemos de
juzgar a travs de los restos artsticos,
histricos y literarios, es algo que

ocurra tambin en las pocas y


sociedades del pasado. En la actualidad,
forma parte del dogma de la opinin
americana psiquitricamente ilustrada,
la afirmacin de que la homosexualidad
es una enfermedad una forma de la
enfermedad mental. Este es un punto
de vista relativamente reciente, en el
pasado se han sostenido puntos de vista
radicalmente
distintos
sobre
la
homosexualidad, desde su aceptacin
como actividad perfectamente natural,
hasta su prohibicin como el ms atroz
de los crmenes. No exploraremos los
aspectos culturales e histricos de la
homosexualidad[2], sino que nos
limitaremos a hacer una comparacin

entre la actitud adoptada con respecto a


la homosexualidad durante la caza de
brujas y la de nuestro tiempo. Puesto que
las sociedades de finales de la Edad
Media y del Renacimiento se hallaban
profundamente
imbuidas
de
las
enseanzas
del
Cristianismo,
resumiremos en primer lugar las
principales referencias bblicas a esta
materia.
La Biblia prohbe prcticamente
todas las formas de actividad sexual que
no sea la relacin heterosexual. La
homosexualidad
es
prohibida
primeramente en el Gnesis, en la
historia de Lot. Un atardecer, dos
ngeles llegaron a Sodoma disfrazados

de hombres. Lot los encuentra a las


puertas de la ciudad y les invita a entrar
en su casa. Al principio, los ngeles
rehsan la hospitalidad de Lot, diciendo
que pasarn la noche en la calle; pero
ante la insistencia de Lot nos refiere
el Antiguo Testamento Entraron en su
casa y l prepar una fiesta en su honor,
coci panes cimos y comieron. Pero
antes de que fueran a acostarse, los
hombres de la ciudad, los habitantes de
Sodoma, rodearon la casa, mozos y
viejos, todos, sin excepcin. Llamaron a
Lot, dicindole: Dnde estn los
hombres que han venido a tu casa esta
noche? Scanoslos para que los
conozcamos[3].

Los hombres de Sodoma queran


utilizar a los viajeros como objetos
sexuales. Sin embargo, entre los
antiguos israelitas, quien daba cobijo a
forasteros estaba obligado a protegerlos
de todo dao. Por esto, Lot les ofreci a
sus hijas en sustitucin; Sali Lot a la
puerta y la cerr tras s, diciendo: Os
ruego, hermanos mos, que no obris tan
corrompidamente. Mirad, tengo dos
hijas que no han conocido varn;
dejadme traroslas y haced con ellas lo
que os parezca; slo os pido que no
hagis nada a estos hombres, porque se
han refugiado bajo la proteccin de mi
techo[4]. Como se deduce de este
prrafo,
la
homosexualidad
era

considerada un pecado grave. Asimismo


puede verse claramente en esta historia
la inmensa depreciacin de la mujer,
como ser humano, en la tica del antiguo
judasmo. Lot tiene en ms valor la
dignidad de sus huspedes varones que
la de sus descendientes hembras. La
tica cristiana no elev el valor de la
vida femenina mucho ms de lo que lo
haca la tica juda; ni lo hizo la tica
clnica con respecto a la tica clerical.
Esta es la razn por la que la mayor
parte de las personas identificadas como
brujas por inquisidores varones, fueran
mujeres; y por la que la mayor parte de
las personas identificadas como
histricas por psiquiatras varones, sean

tambin mujeres.
El episodio de Sodoma es sin duda
el primer relato de la historia del
hombre
que
nos
cuenta
el
descubrimiento
de
homosexuales
mediante engao tctica ampliamente
practicada
por
los
organismos
encargados de la observancia de la ley
en los modernos pases occidentales,
especialmente por aqullos de los
Estados Unidos. En efecto, los
hombres de Sodoma se vieron
sorprendidos por dos extraos que, en
realidad, no eran viajeros sino ngeles,
es decir, agentes de Dios vestidos de
paisano. Estos agentes de la brigada
bblica del vicio no malgastaron su

tiempo castigando a los infractores:


hirieron de ceguera a los que estaban a
la puerta de la casa[5] Entonces los
ngeles ponen a Lot al corriente del plan
de Dios para la destruccin de la ciudad
pervertida y le conceden tiempo para
escapar con su familia. Llega el terrible
castigo de Dios: El Seor hizo llover
sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego
del Seor, desde los cielos. Destruy
estas ciudades, e incluso el valle, as
como a todos los habitantes de las
ciudades y cuanto crece sobre la
tierra[6]. La homosexualidad aparece
de nuevo prohibida en el Levtico. No
te acostars con hombre como con

mujer; es una abominacin[7]. El


adulterio, el incesto y la bestialidad son
asimismo proscritos. El castigo es la
muerte: Si un hombre se acuesta con
otro como se hace con una mujer, ambos
cometen una abominacin y deben ser
castigados con la muerte. Su sangre
caiga sobre ellos[8].[9]
Es importante observar aqu que tan
slo se prohbe la homosexualidad
masculina: No te acostars con hombre
como con mujer. Dios se dirige slo
a los varones. No prohbe a la mujer
acostarse con hembra, como con varn.
Aqu, por omisin e implicacin, y en
otras partes por medio de expresin ms
explcita, se trata a la mujer como una

especie de animal humano y no como a


un ser humano completo. Las normas
legales ms al da de las naciones
occidentales
referidas
a
la
homosexualidad siguen manteniendo esta
postura con respecto a las mujeres:
aunque la relacin homosexual entre
adultos contina estando prohibida en
muchos pases, en ninguno de ellos se
aplica esta prohibicin a las mujeres[10].
La inferencia de un estado subhumano de
la mujer, es imposible evitarlo. No
debemos extraamos de que en su
plegaria matinal, el judo ortodoxo diga:
Alabado sea Dios porque no me
ha hecho mujer, mientras que la mujer
dice: Alabado sea el Seor, que me

ha creado conforme a su Voluntad[11].


Las prohibiciones bblicas de la
homosexualidad tuvieron por fuerza una
profunda influencia en la equiparacin
medieval de esta prctica a la hereja;
en nuestra legislacin criminal y
actitudes sociales contemporneas, que
consideran la homosexualidad como un
hbrido de crimen y enfermedad; y en el
lenguaje que utilizamos todava para
describir muchos de los llamados actos
sexuales anormales. La palabra sodoma
puede servir de ejemplo.
El Unabridged Dictionary de
Webster (3. Edicin) define la sodoma
como Las tendencias homosexuales del
hombre de la ciudad, tal como son

explicadas en Gn. 19: 1-11; copulacin


carnal con un miembro del mismo sexo o
con un animal, o copulacin camal nonatural con un miembro del sexo
contrario; concretamente: la penetracin
del rgano masculino en la boca o ano
de otra persona. Esta definicin es
pragmticamente correcta. Tanto en las
obras psiquitricas como literarias, el
trmino sodoma se utiliza para
describir la actividad sexual que
implica contacto entre el pene y la boca
o ano, independientemente de que el
compaero pasivo sea varn o
hembra. As pues, la fellatio es un tipo
de sodoma. Puesto que los seres
humanos se entregan frecuentemente a

stos y otros actos sexuales no-genitales,


Kinsey subraya correctamente que
existen muy pocos americanos que en su
vida sexual cotidiana no violen ambas
prohibiciones: la de su fe religiosa y la
de las leyes criminales de su pas[12].
En resumen, la Iglesia se opona a la
homosexualidad
no
slo
ni
fundamentalmente
porque
fuera
anormal o nonatural, sino ms bien
porque satisfaca el placer camal y
produca placer corporal. Esta condena
de la homosexualidad dice Rattray
Taylor constitua simplemente un
aspecto de la condena general del placer
sexual y especialmente de la actividad
sexual no imprescindible para asegurar

la perpetuacin de la especie. Incluso


dentro del matrimonio, la actividad
sexual se vea seriamente restringida y
se declaraba a la virginidad estado ms
perfecto que el matrimonio[13]. No es
accidental, pues, que el placer carnal
conducente a prcticas sexuales no
procreativas y a placeres de todo tipo,
fuera una pasin caracterstica de las
brujas. Se suponan que se satisfacan
sus ansias copulando con el Diablo bajo
figura de varn de masculinidad
superhumana y dotado de un doble
pene que le permita penetrar a la
mujer simultneamente a travs de la
vagina y el ano[14].
Cuando nos ponemos a considerar

las actitudes de la Iglesia con respecto


al sexo durante la caza de brujas,
descubrimos una conexin especfica
entre los conceptos de desviacin
religiosa y delito sexual: hereja y
homosexualidad llegaron a ser una sola
e idntica cosa[15]. Durante siglos, no se
estableci ninguna distincin penal entre
heterodoxia religiosa y desviacin
sexual,
especialmente
la
homosexualidad.
Durante la Edad Media dice
Westermarck los herejes eran
acusados
de
vicio
antinatural
(homosexualidad) como algo evidente
En la legislacin medieval la sodoma
vease repetidamente mencionada al

lado de la hereja, y el castigo era el


mismo para ambas[16].
En la Espaa del siglo XIII, el
castigo de la homosexualidad era la
castracin y lapidacin[17]. Femando
e Isabel conmutaron esta pena en 1479,
por la de ser quemado vivo y
confiscacin, independientemente de la
posicin social del reo[18]. En otras
palabras, por aquel entonces dicho
crimen estaba supeditado al castigo
tanto de los tribunales eclesisticos
como civiles, de la misma manera que
en la actualidad est supeditado a pena
civil y sanciones psiquitricas. En 1451,
Nicols V facult a la Inquisicin para

tratar el problema. Cuando se fund la


institucin (Inquisicin) en Espaa
escribe Lea el tribunal de Sevilla
realiz una investigacin especial sobre
este asunto (homosexualidad); se
produjeron muchos arrestos, huidas y la
debida ejecucin en la hoguera de doce
convictos[19].
La Inquisicin Espaola, cuyos
principales enemigos como ya hemos
visto[20] fueron los judaizantes y los
moriscos, mostrse tambin inflexible
con los homosexuales[21]. Tambin en
Portugal se pusieron en vigor de modo
estricto las prohibiciones espaolas de
la homosexualidad.

En 1640, las Regulaciones


prescriben que el delito debe ser tratado
como hereja y debe ser castigado con la
relajacin (hoguera) o flagelacin y
galeras. En uno de los casos que
concurren en el auto de Lisboa de 1723,
la sentencia dict flagelacin y diez
aos de servicio en galeras[22].
En Valencia, el castigo usual de la
homosexualidad consista en ser
quemados en la hoguera. Haba, sin
embargo, cierta reserva en la aplicacin
de este castigo, porque dichos
criminales no podan escapar como
en el caso de los herejes, por medio de
la confesin y conversin[23]. A este
respecto, es interesante observar que los

clrigos homosexuales eran tratados con


mayor indulgencia que los laicos.
Muchas autoridades dice Lea
sostenan que los clrigos no deban
ser sometidos a los rigores de la ley por
dicho delito, y era opinin comn que se
necesitaba ser incorregible para
justificar el castigo ordinario[24].[25]
La frecuencia de juicios por
homosexualidad
en
Espaa
fue
apreciable. Entre 1780 y 1820
registra Lea la cifra total de casos
presentados ante los tres tribunales (en
Valencia) fue exactamente de cien[26].
En los pases de habla inglesa, la
relacin entre hereja y homosexualidad
se expresa gracias a la utilizacin de una

palabra nica para significar ambos


conceptos:
buggery.
El
doble
significado de esta palabra sigue
persistiendo en la actualidad. El
Unabridged Dictionary de Webster (3.
Edicin) define buggery como
hereja, sodoma; y bugger como
hereje, sodomita. La palabra se
deriva del latn medieval Bugarus y
Bulgarus, al pie de la letra blgaro,
debido a la pertenencia de los blgaros
a la Iglesia Oriental, considerada
hertica.
Esta conexin, al mismo tiempo
semntica
y
conceptual,
entre
heterodoxia y sodoma fue establecida
con firmeza durante las postrimeras de

la Edad Media y jams ha sido


escindida. Es tan fuerte en la actualidad
como lo era hace seiscientos aos. Ser
sealado como hereje o bugger en el
siglo XIV, era ser segregado de la
sociedad. Puesto que la ideologa
dominante era de tipo teolgico, la
desviacin religiosa era considerada
delito tan grave como para arrebatar al
individuo todos los atributos de persona.
Cualesquiera que fueran las cualidades
que pudiera haber tenido, no servan de
nada. El pecado de hereja eclipsaba
todas las caractersticas contraras y
personales, del mismo modo que las
enseanzas de Dios y de la Iglesia
eclipsaban todas las observaciones

empricas en contra. La enfermedad


llamada enfermedad mental y su
subespecie, la homosexualidad
juega el mismo papel hoy da. Nuestro
senador Joseph McCarthy equiparaba
as el pecado social del comunismo con
el pecado sexual de la homosexualidad y
utilizaba ambas etiquetas como si se
tratara de sinnimos. No podra haber
obrado as, de no existir una creencia
general de que al igual que los herejes
medievales los homosexuales son
en cierto modo seres completamente
corrompidos. No pueden poseer rasgos
compensatorios que les rediman: no
pueden ser escritores de talento o
americanos patriticos. Establecida esta

premisa, que McCarthy no invent sino


que tan slo se apropi para su uso
personal, la consecuencia es que los
homosexuales deben ser tambin
polticamente corrompidos, es decir,
comunistas. La misma lgica se aplica a
la inverna. Si los comunistas son las
encamaciones seculares modernas del
Diablo como si fueran ncubos y
scubos polticos, se sigue entonces
que tampoco ellos pueden poseer
cualidades
que
les
rediman.
Forzosamente deben ser malos del todo.
Deben ser homosexuales[27].
Estamos dispuestos ya a considerar
el problema de la homosexualidad en su
formulacin contempornea: es la

homosexualidad una enfermedad? En un


reciente y concienzudo volumen sobre la
inversin sexual, Judd Marmor el
editor suscita esta cuestin y responde
que La mayor parte de los
psicoanalistas que colaboran en este
volumen, excepto Szasz, sostienen la
opinin de que la homosexualidad es
una enfermedad concreta que puede ser
tratada y corregida[28]. (La cursiva es
nuestra).
El celo correctivo del terapeuta
psiquitrico moderno se muestra aqu de
manera inconfundible. La enfermedad
como estado biolgico y la enfermedad
como funcin social se confunden. El
cncer de vejiga es una enfermedad,

pero el que sea tratado o no depende de


la persona que sufre la enfermedad, no
del mdico que emite el diagnstico![29]
Marmor, como tantos psiquiatras
contemporneos, olvida o ignora esta
distincin. Existe, ciertamente, una
buena razn para que l y otros
asistentes sociales para la salud
mental obren as: al pretender que
convencin se identifica con Naturaleza,
que desobedecer una prohibicin
personal constituye una enfermedad
mental, se establecen a s mismos como
agentes de control social y, al mismo
tiempo, disfrazan sus intervenciones
punitivas en la semntica y apariencias
sociales de la prctica mdica.

Ren Guyon, especialista francs en


el estudio de las costumbres sexuales, ha
reconocido esta tendencia caracterstica
de la psiquiatra moderna a infamar
como enfermo aquello que simplemente
es inconvencional.
El lo en que se han metido los
psiquiatras
observa
para
explicar la naturaleza en trminos de
convencin y la salud en trminos de
enfermedad mental, apenas puede
creerse El mtodo distintivo de este
sistema, consiste en que cada vez que
encuentra un acto natural contrario a las
convenciones predominantes, tacha este
acto de sntoma, de desvaro o
anormalidad mental[30].

La cuestin de si la homosexualidad
es o no una enfermedad, se convierte por
tanto en un pseudoproblema. Si por
enfermedad entendemos desviacin de
una norma anatmica o fisiolgica
como en el caso de una fractura de
pierna o de la diabetes es evidente
que la homosexualidad no es una
enfermedad. Aun as, puede preguntarse
si existe una predisposicin gentica a
la homosexualidad, del mismo modo que
existe una predisposicin gentica a la
obesidad, o si es simplemente un patrn
de conducta adquirido. Esta cuestin no
puede recibir respuesta definitiva. De
momento, la evidencia de una tal
predisposicin es mnima, si es que hay

alguna. Quien piense biolgicamente


podr argir, sin embargo, que en el
futuro puede descubrirse ms evidencia
al respecto. Quizs sea as. Pero, aun
cuando se demuestre que los
homosexuales poseen determinadas
preferencias sexuales debidas a su
naturaleza ms que a su educacin, qu
se probara con ello? Los calvos
prematuros son enfermos en un sentido
ms estricto del trmino, del que jams
podr aplicarse a los homosexuales. En
qu quedamos? Es evidente que la
cuestin que realmente se nos presenta
no es la de si una persona determinada
manifiesta desviaciones de una norma
anatmica y fisiolgica, sino la de

cunta importancia social y moral


atribuye
la
sociedad
a
su
comportamiento tanto si se trata de
una enfermedad infecciosa (como el
caso de la lepra en el pasado) o de una
preferencia adquirida (como es el caso
de la homosexualidad hoy).
La preocupacin psiquitrica por la
concepcin de la homosexualidad como
enfermedad lo mismo que por la
concepcin
de
las
llamadas
enfermedades mentales (alcoholismo,
esclavitud de la droga o suicidio) como
verdaderas enfermedades esconde el
hecho de que los homosexuales forman
un grupo de individuos mdicamente
deshonrados y socialmente perseguidos.

El bullicio engendrado por su


persecucin y por sus angustiados gritos
de protesta, son ahogados por la retrica
teraputica, del mismo modo que la
retrica esotrica ahog el ruido
producido por la persecucin de los
herejes y sus angustiados gritos de
protesta. Es una despiadada hipocresa
pretender que los mdicos, psiquiatras o
personas normales ajenas a esta
cuestin, se preocupan en realidad del
bienestar de los enfermos mentales en
general o del homosexual en particular.
Si lo hicieran, dejaran de torturarle
mientras pretenden estar ayudndole.
Ahora bien, esto es precisamente lo que
los reformadores teolgicos o

mdicos rehsan hacer[31].


La idea de que el homosexual est
enfermo, slo en la medida en que as
le clasifiquen los otros y l mismo
acepte esta clasificacin, se remonta por
lo menos hasta la obra autobiogrfica de
Andr Gide, Corydon, o quiz antes.
Publicada, al principio, de forma
annima en 1911, la narracin est
estructurada como una serie de dilogos
entre el autor y su joven amigo Corydon.
El siguiente extracto ilustra la
concepcin que Gide tiene del
homosexual como vctima de una
sociedad heterosexual, exageradamente
heterosexual.
Estoy preparando un estudio de

gran importancia sobre esta materia (la


homosexualidad) (dice el autor).
No te bastan las obras de Mol, KraffEbing y Raffalovitch? (replica
Corydon). No son satisfactorias.
Quisiera enfocar el problema de otra
manera Estoy escribiendo una
Defensa de la Homosexualidad. Y
por qu no un Panegrico, ya que ests
puesto en ello? Porque tal ttulo
forzara mis ideas. Me temo que incluso
la
palabra
Defensa
resultar
demasiado provocativa para la gente
la causa necesita mrtires. No
emplees palabras fuertes. Utilizo las
palabras necesarias. Hemos tenido a
Wilde, Krupp, Macdonald, Eulenburg

Oh, las vctimas! Tantas vctimas como


quieras. Pero ni un solo mrtir. Todos lo
niegan; siempre lo negarn. Ah
tienes! Se sienten avergonzados y se
retractan tan pronto como se ven
enfrentados a la opinin pblica, la
prensa o la sala del juzgado, S,
tienes razn. Intentar demostrar la
propia inocencia repudiando la propia
vida, es sucumbir a la opinin pblica.
Qu extrao! Se tiene el valor de las
propias opiniones, pero no el de los
propios hbitos. Se puede aceptar el
sufrimiento, pero no el deshonor[32].
Aqu
Gide
desenmascara
la
homosexualidad como funcin social
estigmatizada, como la de bruja o judo,

que, bajo la presin de la opinin


pblica es probable que pronto sea
repudiada y renegada por quien la
ejerce. El homosexual es una vctima
propiciatoria que no evoca ninguna
simpata. De ah que slo pueda ser
vctima, nunca mrtir. Esto es tan cierto
hoy en los Estados Unidos, como lo era
en Francia hace medio siglo. Adems, lo
mismo se aplica al enfermo mental;
tambin l puede ser slo vctima, nunca
mrtir.
El siguiente extracto ilustra la
penetrante comprensin de Gide sobre
la concepcin de la inversin sexual
como enfermedad y, mutatis mutandis,
de la concepcin general de enfermedad

mental.
Si te hubieras dado cuenta de
ello (de la inclinacin homosexual),
qu hubieras hecho? (pregunta
Corydon).
Creo que habra curado al
muchacho (replica el autor).
Dijiste hace un momento que era
incurable
Podra haberlo curado como me
cur a m mismo convencindole de
que no estaba enfermo de que no
haba nada antinatural en su desviacin.
De haber persistido, naturalmente
habras cedido.
Ah! Esta es una cuestin
completamente distinta. Cuando se

resuelve el problema fisiolgico,


empieza el problema moral[33].
De esta manera, Gide nos muestra
que el diagnstico de homosexualidad
es, en realidad, una etiqueta deshonrosa
que, para proteger su autntica
identidad, el sujeto debe rechazar. Para
escapar del control mdico, el
homosexual
debe
repudiar
el
diagnstico que le ha atribuido ste. En
otras palabras, la homosexualidad es
una enfermedad en el mismo sentido en
que se describe como tal a la negritud.
Benjamn Rush pretenda que los negros
tenan la piel oscura porque estaban
enfermos; entonces propona utilizar su
enfermedad como justificante de su

control social[34]. El moderno seguidor


de Rush afirma que los hombres cuya
conducta sexual desaprueba, estn
enfermos y utiliza su enfermedad como
justificante de su control social.
Slo en nuestros das han sido
capaces los negros de escapar de la
trampa semntica y social en la que los
blancos los tenan sujetos, despus de
que sus cadenas legales cayeran hace
cien aos. Los llamados pacientes
mentales, cuyos grilletes forjados a
base de documentos de confinamiento,
paredes del asilo y diablicas torturas
aplicadas como tratamiento mdico
aprisionan sus cuerpos y sus almas,
estn
aprendiendo
ahora
cmo

humillarse
ante
sus
maestros
psiquitricos. Parece probable que se
vern lesionadas muchas ms personas,
por medio de esta etiquetacin
psiquitrica y sus consecuencias, de las
que lo han sido hasta ahora, antes de que
los hombres reconozcan y se protejan de
los peligros de la Psiquiatra
Institucional. Esta, por los menos, es la
leccin que la historia de la brujera
sugiere.
En tanto que las personas puedan
denunciar a sus semejantes por brujera
de tal modo que la bruja pueda ser
siempre considerada como el Otro,
nunca como Uno Mismo la brujera
seguir siendo un concepto fcilmente

explotable y la Inquisicin una


institucin florenciente. Slo la prdida
de la fe en la autoridad de los
inquisidores y en su misin religiosa,
puso punto final a esta prctica de
canibalismo
simblico[35].
Paralelamente, en tanto que las personas
puedan denunciarse mutuamente como
enfermos
mentales
(homosexuales,
adictos, dementes, etc.) de tal modo
que el loco pueda ser siempre
considerado como el Otro, nunca como
Uno Mismo, la enfermedad mental
seguir siendo un concepto fcilmente
explotable y la Psiquiatra Coercitiva
una institucin floreciente. Dadas estas
circunstancias, slo la prdida de la fe

en la autoridad de los psiquiatras


institucionales y en su misin mdica,
pondr punto final a la Inquisicin
Psiquitrica. Este da no est cerca.
Mi idea de que la visin psiquitrica
de la homosexualidad no es ms que una
rplica levemente disfrazada de la
visin religiosa desplazada por ella, y
de que los esfuerzos por tratar
mdicamente este tipo de conducta no
son ms que mtodos levemente
disfrazados con el nico objetivo de
suprimirla, puede verificarse con
cualquier
explicacin
psiquitrica
contempornea de la homosexualidad.
Resulta ilustrativo el modo como Karl
Menninger, generalmente reconocido

como el ms liberal y progresista


de los psiquiatras modernos, trata esta
materia. En The Vital Balance,
Menninger expone la homosexualidad
bajo la rbrica general de Un Segundo
Orden
de
Descontrol
y
Desorganizacin
que
sigue
inmediatamente despus de un anlisis
sobre
Modalidades
Sexuales
Perversas[36].
No podemos exaltar, como Gide, la
homosexualidad escribe Menninger
. No podemos absolverla, como
hacen algunos. La consideramos un
sntoma, con todas las funciones propias
de
otros
sntomas:
agresividad,
indulgencia, autocastigo y esfuerzo de

prevencin de algo an peor[37]. (La


cursiva es nuestra).
Menninger, como otros mdicos que
escriben sobre asuntos morales, se
traiciona a s mismo en la eleccin de
vocabulario: si la sexualidad es un
sntoma, qu hay entonces que se pueda
absolver o no absolver? Menninger
no hablara de absolver o no absolver
la fiebre de la pulmona o la ictericia de
la obstruccin biliar y, sin embargo,
habla de no absolver un sntoma
psiquitrico. Sus recomendaciones
teraputicas
respecto
a
la
homosexualidad provocan la sospecha
de que su funcin mdica no es ms que
una tapadera de la funcin moralista o

de tcnico social.
Un hombre casado, miembro de la
iglesia, director de banco y padre de
tres nios en suma, un pilar de la
comunidad consulta a Menninger y le
confa su secreto: es homosexual. Y el
hombre pregunta: Qu puedo hacer?
He aqu la respuesta de Menninger: Es
evidente que dicho individuo podra
hacer una cosa: vivir en continencia.
Existen millones de seres con
inclinaciones heterosexuales que se
mantienen continentes por un motivo u
otro. Por tanto, no debera representar
mayores dificultades para un hombre
con tendencias homosexuales[38] Es
cierto. Pero es que no se le habra

ocurrido ya la posibilidad de la
continencia a un hombre que es un
brillante director de banco?[39].
La segunda recomendacin de
Menninger, es que busque tratamiento
para su enfermedad. El tratamiento
puede ser eficaz, si el hombre afligido
por este problema no se encuentra
demasiado sumido en la desesperacin o
en sus reflexiones acerca de la
posibilidad de alguna tara en sus genes o
de estar condenado a ser as y de que,
por tanto, lo mejor es sacar el mejor
partido de ello[40].
Para Menninger, el tratamiento
slo puede tener un objetivo: convertir
al hereje a la fe verdadera y transformar

al homosexual en heterosexual. La
posibilidad de ayudar a su cliente a
aceptar sus propias inclinaciones con la
mayor ecuanimidad, de ayudarle a
valorar su propio yo autntico por
encima del juicio que sobre l emita la
sociedad, todas estas alternativas
teraputicas no son ni siquiera
mencionadas por Menninger. Es ms,
castiga al homosexual haciendo caer
sobre l una antigua acusacin: hace tan
slo unos pocos aos despus de que
se rechazara la teora de que la
homosexualidad era producto de la
masturbacin, doctrina psiquitrica
corrientemente aceptada como dogma
hacia finales del siglo XIX los

psiquiatras insistan en el concepto de la


inversin sexual como enfermedad
gentica; se deba a una mala
herencia. A pesar de ello, Menninger
acusa directamente al homosexual de
poner en tela de juicio la posibilidad
de creer que la herencia puede tener
algo que ver con la naturaleza de sus
inclinaciones sexuales y de no
preocuparse de modificarlos en la
direccin aceptada por la sociedad.
Quizs una de las razones de la
intransigencia intelectual de Menninger
es que no alberga ninguna duda sobre su
conocimiento
de
lo
que
la
homosexualidad su esencia es:
agresin trmino psiquitrico de

Satans. Pero queda el hecho


escribe de que, cuando examinamos
clnica
y
oficialmente
la
homosexualidad, casi siempre se
descubre su naturaleza esencialmente
agresiva[41]. (La cursiva es nuestra).
Evidentemente,
cuando
Menninger
contempla cualquier otro acto sexual o
conducta social clnica y oficialmente
(sic), tambin ve su esencia en la
agresin[42]. Como el devoto telogo
que ve al Diablo escondido en todas
partes, Menninger devoto freudiano
ve en todo agresin e instinto de muerte.
De vez en cuando, sin embargo,
Menninger olvida sus directrices
clnicas
y habla
en trminos

especficamente clericales. En su
Introduccin al Wolfenden Report, por
ejemplo, afirma que La prostitucin y
la homosexualidad tienen un lugar
destacado en el reino del mal[43],
afirmacin desde luego sorprendente en
boca de un eminente psiquiatra de la
segunda mitad del siglo XX. Ahora bien,
ni siquiera el haberlas definido como
pecados graves, priva a Menninger de
considerar a la prostitucin y a la
homosexualidad como enfermedades
mentales tambin.
Desde el punto de vista de la
psiquiatra escribe tanto la
homosexualidad como la prostitucin
y aadamos a ello el uso de prostitutas

constituyen evidencia de una


sexualidad inmadura y de un
estancamiento o retroceso del desarrollo
psicolgico. Sea cual sea la opinin del
pblico, no hay duda (sic) en la mente
de los psiquiatras acerca de la
anormalidad de tal conducta[44].
Menninger parece creer que el no
abrigar dudas sobre las propias
opiniones es una virtud especial, un
signo seguro de gracia psiquitrica[45].
Los psiquatras contemporneos no
admitirn la posibilidad de que puedan
estar equivocados al clasificar la
inversin sexual como una enfermedad.
En una discusin en torno a la
homosexualidad, los psiquiatras estarn

por lo menos de acuerdo con toda


probabilidad en una sola cosa: en que
el homosexual es una persona
enferma[46]. Esta afirmacin aparece en
la introduccin a un panfleto sobre la
homosexualidad
distribuido
gratuitamente a los mdicos por unos
laboratorios, uno de los principales
fabricantes de los llamados productos
psicofarmacolgicos. Al igual que el
inquisidor, el psiquiatra define, y con
ello autentifica, su propia postura
existencial, por aquello a lo que se
opone como la hereja o la
enfermedad.
Al
insistir
incansablemente en que el homosexual
es un enfermo, lo nico que hace el

psiquiatra es rogar ser aceptado como


mdico[47].
Como corresponde a los servicios
de un inquisidor moderno, las prcticas
persecutorias del psiquiatra institucional
se esconden tras el vocabulario de la
medicina. Pretendiendo diagnosticar una
enfermedad en perodo de incubacin
como si se tratara del sarampin a fin
de tratarla mejor, lo que en realidad
hace el psiquiatra es imponer etiquetas
pseudomdicas sobre las vctimas
propiciatorias de la sociedad, con el fin
de situarlas en inferioridad, rechazarlas
y destruirlas mejor. No satisfechos tras
haber declarado enfermos a los
homosexuales conocidos, los psiquiatras

pretenden poder descubrir la presencia


de esta supuesta enfermedad (en su
forma latente, desde luego) en
personas que no manifiestan ningn
signo externo de ella. Tambin pretenden
ser capaces de diagnosticar la
homosexualidad durante la infancia,
mientras se est como si dijramos
incubando. Hemos observado
escribe Holemon y Winokur que ste
(el comportamiento afeminado) suele
anteceder a veces a la inclinacin
homosexual y a las relaciones
homosexuales Parece que en tales
pacientes la afeminacin es, en realidad
el problema primario, mientras que la
homosexualidad
es
problema

secundario. Partiendo de ah, uno


debera poder predecir qu nios van a
desarrollar
una
homosexualidad
afeminada, seleccionando aqullos que
presentan
signos
objetivos
de
[48]
afeminacin .
En un estilo similar, Shearer afirma
que el excesivo apego al progenitor de
sexo contrario, especialmente entre
padre e hija, debera alertar asimismo al
mdico acerca de la posibilidad de la
homosexualidad[49].
Qu es lo que constituye un apego
excesivo? Cunto afecto entre hijo y
padre se permite sin que ello signifique
la aparicin de la temida enfermedad, la
homosexualidad?

De todo cuanto antecede podemos


deducir debidamente que la opinin
psiquitrica sobre los homosexuales no
es una afirmacin cientfica sino un
prejuicio mdico[50]. Es conveniente
recordar aqu que cuanta ms atencin
otorgaron los inquisidores a la brujera,
ms se multiplicaron las brujas. El
mismo principio se aplica a la
enfermedad mental en general y a la
homosexualidad en particular. Los
celosos esfuerzos por erradicar y
prevenir tales desrdenes son quienes
crean realmente las condiciones en que
florece la adquisicin y adscripcin a
tales funciones.
Con la penetrante perspicacia del

artista literato, William S. Burroughs ha


descrito este proceso concreto es
decir, la fabricacin de la locura gracias
al examen mdico para la deteccin
precoz de la homosexualidad. Uno
de los episodios de Naked Lunch
llamado El Examen, empieza cuando
Carl Penderson encuentra una tarjeta
postal en su buzn, en la que se le
ordena presentarse a las diez para
sostener ima entrevista con el doctor
Benway en el Ministerio de Higiene y
Profilaxis Mental[51] A medida que
el examen va avanzando, Penderson se
da cuenta de que se le est sometiendo a
un test de comprobacin de desviacin
sexual. El doctor explica que la

homosexualidad es una enfermedad


ciertamente nada que pueda ser
censurado o castigado ms de lo que
podra
serlo,
digamos
la
tuberculosis[52] Sin embargo, puesto
que es una enfermedad contagiosa, debe
ser tratada obligatoriamente, si es
necesario. El tratamiento de tales
desrdenes (dice el doctor Benway) es,
en la actualidad, puramente sintomtico.
De repente el doctor se echa para
atrs en su silla y estalla en carcajadas
de una risa metlica
No ests tan asustado, jovencito.
Es una simple broma profesional.
Decir que el tratamiento es
sintomtico es lo mismo que decir que

no existe ninguno[53]
Despus de someter a Penderson a
una serie de humillantes tests, el
doctor dice al fin: Y bien, Carl,
quieres decirme cuntas veces y bajo
qu circunstancias has eh cedido a
actos homosexuales?[54] Al finalizar la
escena, Penderson se est volviendo
loco: La voz del doctor apenas era
audible. Toda la habitacin estallaba en
el espacio[55].
Es evidente que los psiquiatras
tienen intereses creados en diagnosticar
como pacientes mentales al mayor
nmero de personas posible, de la
misma manera que los tenan los

inquisidores en identificarlos como


herejes. El psiquiatra consciente se
justifica a s mismo como buen mdico
al sostener la opinin de que los
desviacionistas sexuales (y todo tipo de
personas, quizs toda la humanidad,
como dira Karl Menninger) son
enfermos mentales, de la misma manera
que el inquisidor consciente se
justificaba a s mismo como cristiano
fiel al sostener la opinin de que los
homosexuales (y todo tipo de personas)
eran herejes. Hemos de darnos cuenta de
que en situaciones de este tipo no nos
enfrentamos a problemas cientficos que
haya que resolver, sino a funciones
sociales que hay que confirmar[56]. El

inquisidor y la bruja, el psiquiatra y el


paciente mental, se crean mutuamente y
cada uno de ellos justifica la funcin del
contrario. Si un inquisidor hubiera
sostenido que las brujas no eran herejes
y que la salvacin de sus almas no
requera un esfuerzo especfico, tal
afirmacin hubiera equivalido a decir
que no haba ninguna necesidad de
cazadores de brujas. Del mismo modo,
si un psiquiatra sostuviera que los
homosexuales no son pacientes y que ni
sus cuerpos ni sus mentes requieren un
esfuerzo curativo especfico, tal
afirmacin equivaldra a decir que no
hay ninguna necesidad de psiquiatras
coercitivos.

Es necesario que recordemos aqu


que la mayor parte de aquellas personas
que han sido diagnosticadas como
fsicamente enfermas, se sienten
enfermas y se consideran a si mismas
enfermas; mientras que aquellas otras
que han sido diagnosticadas como
mentalmente enfermas, no se sienten ni
se consideran a s mismas enfermas.
Tomemos otra vez el caso del
homosexual. En general, ni se siente
enfermo ni se considera tal. De ah que
no busque la ayuda del mdico o del
psiquiatra. Todo esto, como ya hemos
visto, guarda paralelismo con la
situacin de la bruja. Como regla
general, tampoco ella se senta pecadora

ni se consideraba bruja. De ah que no


buscara la ayuda del inquisidor. As
pues, el psiquiatra ha de tener un
paciente de este tipo o el prroco un
parroquiano as, cada uno de ellos en su
terreno debe tener el poder de imponer
sus cuidados sobre un sujeto rebelde.
El Estado concede al psiquiatra tales
poderes, del mismo modo que la Iglesia
lo otorgaba a sus inquisidores.
Pero stas no son las nicas
relaciones posibles, o incluso existentes,
entre psiquiatras y pacientes, o entre
clrigos y parroquianos. Algunas de sus
relaciones eran, y son, completamente
voluntarias
y
basadas
en
el
consentimiento mutuo. La discusin

sobre el concepto de homosexualidad


como enfermedad (y de la enfermedad
mental en general) se reduce a dos
nicas preguntas y a las respuestas que
nosotros les demos. En primer lugar:
deben tener derecho los psiquiatras a
considerar la homosexualidad como una
enfermedad (cualquiera que sea su
definicin)? Mi respuesta es: claro que
s. Si este concepto les resulta de
utilidad, su situacin ser ms prspera,
y si resulta de utilidad para sus
pacientes, stos sern ms felices. En
segundo lugar: deben tener derecho los
psiquiatras a la facultad de imponer
gracias a una alianza con el Estado su
definicin de homosexualidad-como-

enfermedad a clientes reacios? Mi


respuesta es: desde luego que no. En
otro lugar he presentado ya mis razones
para adoptar esta opinin[57].[58]
A menudo parece como si los
psiquiatras y todos aquellos a quienes
complace
el
concepto
de
homosexualidad (y de otros tipos de
comportamiento
humano)
como
enfermedad y pretenden adoptarlo,
estuvieran hablando acerca de la
primera de las cuestiones es decir,
acerca de la clase de enfermedad que
sufre el supuesto paciente. Pero,
por
lo
general,
consciente
o
inconscientemente, se interesan por la
segunda cuestin es decir, la de cmo

controlar o corregir (segn la


expresin de Marmor) la supuesta
enfermedad del paciente. El
presidente de la Mattachine Society la
organizacin de homosexuales ms
extensa del pas advierte con razn
que cuando los doctores invaden
nuestras publicaciones con fantsticas
pretensiones
de
curas
para
homosexuales, no estn prestando un
servicio al homosexual. Es ms, estn
haciendo todo lo contrario: aumentar la
presin social contra l Una cura
sera una especie de solucin final al
problema homosexual[59].
Nuestra postura en la concepcin de
la homosexualidad como enfermedad y

su control social por medio de la


medicina, se vera muy aclarada si
intentramos
aplicarle
nuestra
experiencia adquirida a travs del
concepto de la homosexualidad como
hereja y su control social por medio de
la religin. Es ms, resulta necesario
establecer los paralelismos entre estas
dos series de conceptos tericos y
sanciones sociales aunque slo sea para
incluir una consideracin adicional la
legitimidad o ilegitimidad de combinar
las ideas y prcticas religiosas y
mdicas con el poder poltico.
Si es cierto que Dios recompensa a
los cristianos fieles con una dicha eterna
en una vida futura, no basta este

incentivo para asegurar las verdaderas


creencias? Por qu ha de utilizar el
Estado su poder poltico para imponer
la fe religiosa sobre los no-creyentes,
cuando por s solos tales herejes
sufrirn sin duda la condenacin eterna?
En el pasado, el cristiano celoso haca
frente a esta objecin afirmando su amor
sin lmites para con su hermano
descarriado al que deba salvar de
su horrible destino. Puesto que no era
fcil normalmente salvar a los paganos
slo por medio de la persuasin,
resultaba adecuado el uso de la fuerza
justificado por su sublime objetivo
teolgico.
Testigos
de
las
trgicas

consecuencias de esta lgica aplicada a


la vida cotidiana, los Fundadores de la
Repblica Americana reafirmaron la
distincin clsica entre verdad y poder,
y trataron de encamar esta distincin en
las adecuadas instituciones polticas.
Los Founding Fathers[60] pensaron,
pues, que si las religiones cristianas
eran verdaderas (como muchos de
ellos crean), su valor (o el de otras
religiones) sera evidente a los ojos de
los hombres racionales (y ellos solan
tratar a los hombres como tales).
Considerando la posibilidad de la
falsedad de la religin, rehusaron
suscribir una fe en particular como la
nica verdadera. En resumen, sostenan

que, de haber algn error en la religin,


deba dejarse total libertad de
movimiento a los hombres para
descubrirlo por s mismos y actuar
libremente de acuerdo con sus
descubrimientos. El resultado fue la
concepcin peculiar americana de la
libertad y el pluralismo religiosos,
basados en la separacin de la Iglesia y
el Estado. Este concepto, que depende
totalmente de que se impida a los
guardianes oficiales del dogma religioso
el acceso al poder poltico del Estado,
se encarna en la Primera Enmienda a la
Constitucin, que establece que El
Congreso no confeccionar ninguna ley
tendente al establecimiento de una

religin ni que prohba su libre


ejercicio.
En la medida en que la ideologa que
est amenazando actualmente las
libertades del individuo no es de tipo
religioso, sino mdico, el individuo
necesita proteccin, pero no de los
clrigos, sino de los mdicos. La lgica
dictamina en consecuencia por ms
que la conveniencia y el sentido
comn lo hagan parecer absurdo que
las protecciones tradicionales de la
Constitucin frente a una Iglesia
sufragada y reconocida por el Estado
protegen tambin de la opresin de una
medicina sufragada y reconocida por el
Estado. La justificacin que se aduce

ahora para una separacin de la


medicina y el Estado, es parecida a la
que se adujo antiguamente para la
separacin de la Iglesia y el Estado.
Del mismo modo que el concepto
cristiano de pecado conlleva la fuerza
disuasoria de los sufrimientos en el
infierno, el concepto cientfico de
enfermedad conlleva su propia fuerza
disuasoria de los sufrimientos sobre la
tierra. Adems, si es verdad que la
naturaleza recompensa a los fieles
creyentes
en
la
medicina
(y
especialmente a aquellos que buscan
prontos y debidamente autorizados
tratamientos
mdicos
para
sus
enfermedades) con una vida larga y

saludable, no basta este incentivo para


asegurar las verdaderas creencias? Por
qu ha de utilizar el Estado su poder
poltico para imponer el dogma mdico
a los no creyentes, cuando por s
solos estos herejes sufrirn la ruina
producida por la deteriorizacin fsica y
mental? En la actualidad, el psiquiatra
celoso hace frente a esta objecin
basndose en su obligacin mdica sin
lmites para con su hermano enfermo
al cual debe tratar de su terrible
enfermedad. Dado que el loco no suele
ser fcil de curar nicamente por medio
de la persuasin, resulta conveniente el
uso de la fuerza justificado por su
sublime objetivo teraputico.

Testigos
de
las
trgicas
consecuencias de esta lgica aplicada a
la vida cotidiana, deberamos emular la
sabidura y valor de nuestros
antepasados y confiar en que los
hombres sepan qu es lo mejor para sus
propios intereses mdicos. Si estimamos
verdaderamente la actividad curativa de
la medicina y rehusamos confundirla con
la opresin teraputica de la misma
manera
que
ellos
estimaron
verdaderamente la fe religiosa y
rehusaron confundirla con la opresin
teolgica deberamos dejar que cada
hombre busque su propia salvacin
mdica y erigir un muro invisible pero
impenetrable
entre
medicina
y

Estado[61].

8. EL NUEVO
PRODUCTO, LA
LOCURA
MASTURBATORIA
Con respecto a aquellos a
quienes
ensean,
ciertos
tiranos de almas desearan
simplemente que no fueran
cuerdos.
Voltaire[1].

La Naturaleza dijo Spinoza


detesta el vaco. Este adagio es una de
aquellas representaciones poticas que
nos dicen ms acerca de su autor que
acerca de aquello de que habla.
Mientras la Naturaleza ni ama ni
aborrece el vaco, los hombres s que
detestan los fenmenos sin explicacin y
los problemas sin solucin. Por esto
decimos que la magia y la religin son
los verdaderos predecesores del
racionalismo y de la ciencia. Esta es
tambin la razn de que, en nombre del
racionalismo y de la ciencia, hayan sido
propuestas y ampliamente aceptadas
muchas explicaciones no menos
errneas, y a menudo ms dainas, que

las aducidas en pocas precientficas[2].


Con el ocaso del poder de las
creencias e instituciones religiosas,
hacia finales del siglo XVII, y con el
correspondiente ascenso al poder de la
ideologa laica y de los gobernantes de
los estados nacionales, la fuerza y
utilidad explicatorias del concepto de
brujera disminuy rpidamente. El
Diablo y sus discpulos no eran ya causa
suficiente de unas desgracias por otro
lado inexplicables. Se haca necesaria
una nueva explicacin de alcance
parecido. Dnde encontrarla? Tan slo
en una fuente: la de las autoridades que
gradualmente iban suplantando a los
clrigos y cuyas fbulas explicatorias,

llamadas ciencia, estaban desplazando a


las de la religin. Entre los nuevos
cientficos, los mdicos al ser
expertos en el bienestar de la propiedad
ms indispensable del hombre, su
cuerpo se encontraban en posicin
especialmente idnea para ofrecer una
nueva explicacin a muchas de las cosas
que anteriormente se atribuan a la
brujera. Aadamos adems que, si la
nueva teora no es ms que una edicin
revisada de la antigua, tanto mejor; la
gente puede sentirse en posesin de una
verdad recin acuada, sin verse
obligada a hacer ningn cambio de
importancia en sus hbitos mentales o
mundanos.

El concepto de locura se ajustaba


perfectamente al papel de sustituto del
concepto de brujera. Pero, del mismo
modo que la brujera deba tener una
causa que se encontraba en el pacto
con el Demonio, tambin la locura
deba tener una causa. La cuestin se
plante as: qu era lo que produca la
locura y cmo poda ser prevenida y
curada? Pues bien, para el tipo de
elaboracin de teoras que estamos
contemplando en este caso es decir,
una teora completamente tctica y noemprica es importante que el agente
causal est omnipresente: esto capacita
al terico (que en realidad no es ms
que uno de los encargados de demostrar

las normas y valores de la sociedad)


para aplicar su explicacin a cualquier
problema que le plazca, de tal modo que
resulte razonable; y le capacita
asimismo para no aplicar sus
explicaciones cuando a l, o a sus
poderosos agentes, as les parezca.
Puesto que la brujera era consecuencia
de un pacto con Satans y puesto que el
Diablo est omnipresente, aquellos
actos que se queran repudiar o castigar,
deban ser siempre atribuidos a la
brujera. Esta explicacin tena que dar
paso a otra igualmente universal en su
aplicacin potencial, pero ms mundana
en su apariencia. Si la necesidad es la
madre de la invencin, esta vez pari un

genio completamente desarrollado:


propuso la teora de que la locura se
debe a otro acto nefando, la
masturbacin. As, creo yo, naci el
mito de la locura masturbatoria. La
enfermedad conocida desde el siglo
XVIII como locura masturbatoria
constituye as el nuevo producto
fabricado por el nuevo tipo de
productores
de
una
humanidad
degradada: los mdicos y, en particular,
los alienistas (o psiquiatras).
Aunque la Biblia menciona un gran
nmero de prcticas sexuales, la
masturbacin no est entre ellas[3]. Sin
embargo, las objeciones a la
masturbacin, como a otros tipos de

actos sexuales no procreadores, se


originaron en fuentes religiosas judeocristianas.
En los cdigos de los judos
ortodoxos observa Kinsey la
masturbacin constituye un pecado
capital que, en algunas pocas de la
historia juda, era castigado con la
muerte[4].
Kinsey va ms all al afirmar que
pocos pueblos han condenado tan
severamente la masturbacin, como el
pueblo judo. Las referencias y
discusiones talmdicas consideran a la
masturbacin como un pecado ms grave
que la relacin sexual no marital. Tenan
excusas para la relacin premarital e

incluso extramarital con determinadas


personas, segn el cdigo judo, pero no
haba atenuacin para la masturbacin.
La lgica de esta condena dependa,
naturalmente, del motivo reproductivo
en la filosofa sexual de los judos. Esta
converta todo acto que no ofreciera
posibilidad
de
concepcin,
en
antinatural, perversin y pecado[5].
Esta opinin fue adoptada casi sin
alteraciones, al principio por la Iglesia y
despus
por
la
medicina.
La
consecuencia fue como observa
Kinsey que las prohibiciones del
Talmud son casi idnticas a las de
nuestros cdigos legales actuales cuando
se refieren a la conducta sexual[6].

La palabra masturbacin no
aparece utilizada en ingls hasta
mediado el siglo XVIII; aparece por vez
primera en el Oxford English
Dictionary en 1766[7]. La etimologa de
esta palabra es significativa: se trata de
una corrupcin de la palabra latina
manustupration o estupracin manual,
que indica profanar con la mano. El uso
de la palabra onanismo como
sinnimo
de
masturbacin,
fue
introducido en 1710 por el autor
annimo del importante texto Onania
que comentaremos en seguida. Este
trmino fue preferido en general por los
escritos mdicos de los siglos XVIII y
XIX, siendo desplazado por la palabra

masturbacin iniciado ya el siglo


actual.
El honor de haber inventado la idea
de que la masturbacin constitua un
grave riesgo mdico, pertenece a un
clrigo
annimo
convertido
posteriormente en mdico y que, por los
alrededores de 1710, public un tratado
titulado Onania, or the Heinous Sin of
Self-Pollution. En su excelente estudio
de la locura masturbatoria, Hare
sugiere que el autor ciertamente no
(era) un mdico reputado. Su libro trata
ms del pecado que del dao de la
masturbacin[8]. Esta distincin no era
frecuente, sin embargo, entre los
mdicos de aquellos das ni entre los

psiquiatras de la actualidad. En
cualquier caso, Onania satisfizo
seguramente una gran necesidad popular
quiz la necesidad de ser engaado,
esta vez por autoridades mdicas ms
que por autoridades religiosas porque
hacia 1730 haba alcanzado su
decimoquinta edicin y hacia 1765 la
nmero ochenta.
Aunque el autor de Onania pudo
haber sido un charlatn, mont el cuadro
en el que mdicos reputados iban a
representar pronto los primeros papeles.
En 1758, Tissot, famoso mdico de
Lausana, public un libro titulado
Onania, o tratado sobre los desrdenes
producidos por la masturbacin. Con la

aparicin de esta obra, la funcin de la


masturbacin como factor etiolgico
dominante en la enfermedad, fue
asentada sobre lo que podramos llamar
slidos
cimientos
mdicos:
encumbradas autoridades mdicas lo
afirmaban! El libro de Tissot es
importante, no slo como una de las
obras que lanzaron el mito de la locura
masturbatoria, sino tambin como
ejemplo comn en la psiquiatra
actual de cmo disfrazar los
argumentos morales con una retrica
mdica. Tissot no se contenta con
advertir al lector de que los excesos
sexuales de todo tipo, pero sobre todo la
masturbacin, pueden causar multitud de

graves enfermedades, tanto fsicas como


mentales, entre las que cabe destacar el
desgaste corporal, deterioro de la
vista,
desrdenes
digestivos,
impotencia, y locura[9]; castiga
tambin al masturbado como criminal,
define esta prctica como crimen
flagrante y habla de la consuncin
corporal de la vctima como enfermedad
que le hace merecedor con mayor
justicia del desprecio que de la piedad
de sus semejantes[10]; y concluye
diciendo que el castigo del paciente en
este mundo por medio de la enfermedad
es slo el preludio del castigo del fuego
eterno en el otro[11].

El libro de Tissot fue traducido al


ingls en 1766. Muy poco despus, la
idea de locura masturbatoria se
transform de hiptesis en dogma.
Desde los alrededores del ao 1800
hasta las primeras dcadas de este siglo,
los mdicos amenazaban a sus pacientes
con las desastrosas consecuencias de la
masturbacin, de manera muy parecida a
como sus predecesores-clrigos haban
amenazado a los parroquianos con las
desastrosas consecuencias de la hereja.
Los psiquiatras, adems, no se limitan a
amenazar, sino que tambin castigan
aunque
al
castigo
lo
llamen
tratamiento. Aadamos que el
castigo de la masturbacin es lo que

define la funcin de este nuevo


profesional, el alienista o psiquiatra. El
castigo de la masturbacin consiste en la
futura demencia, en engendrar hijos que
se volvern locos y, por fin aunque no
sea esta consecuencia la peor, al
encarcelamiento en el manicomio por
locura actual. De esta manera, desde el
inicio de su carrera histrica, el
psiquiatra
institucional
representa
simultneamente los papeles de
acusador, juez y guardin. Como
corresponde a un moralista laico,
sustituye la amenaza del azufre y el
fuego del infierno por la de la demencia
y una herencia corrompida; as como el
castigo de la condenacin eterna del

infierno en la vida futura, por el castigo


de una cadena perpetua en un infierno
terrestre llamado manicomio.
Durante la primera parte del siglo
XIX, la masturbacin pasa gradualmente
a ser definida como problema
psiquitrico; durante la segunda mitad
del siglo, primero los cirujanos y
despus los pediatras, se convierten en
especialistas auxiliares, los primeros
como expertos en la curacin de la
enfermedad y los segundos como
expertos en prevenir su desarrollo.
Aunque se trate de una gloria muy
dudosa para la psiquiatra americana, la
primera afirmacin clara sobre la
masturbacin como causa de demencia

aparecida
en
un
texto
sobre
enfermedades mentales, se encuentra en
la obra de Benjamin Rush, Medical
Inquiries upon Diseases of the
Mind[12].[13]
En mi prctica mdica ocurrieron
cuatro casos de locura debida a esta
causa, entre 1804 y 1807 escribe
Rush. Produce la demencia en los
jvenes con ms frecuencia de la que
comnmente creen los padres y los
mdicos. Los efectos mrbidos de la
intemperancia en las relaciones sexuales
con mujeres son dbiles y de naturaleza
transitoria, comparados con la cantidad
de males fsicos y morales que este
vicio solitario arroja sobre el cuerpo y

la mente[14]. El onanismo sigue


diciendo Rush produce debilidad
seminal, impotencia, disuria, tabes
dorsal,
tuberculosis,
dispepsia,
oscurecimiento de la vista, vrtigo,
epilepsia, hipocondra, prdida de
memoria, manalgia, imbecilidad y
muerte[15].
Sin duda alguna. Rush fue un pionero
de la fabricacin de la locura y,
particularmente, de la fabricacin de la
locura masturbatoria. Hare seala que
Pinel no menciona la masturbacin en la
primera edicin de su Trait Mdicophilosophique sur lalination mental,
publicado en 1801 y que hizo poca; y,
aunque habla de esta materia en la

segunda edicin, publicada en 1809, no


dice que la masturbacin produzca
demencia. Sin embargo, hacia 1813,
Pinel ya est ms enterado: declara que
la masturbacin produce ninfomana[16].
En la psiquiatra francesa, que ha
jugado un papel tan decisivo en la
historia de esta disciplina, fue Esquirol
quien adopt la hiptesis masturbatoria
e imprimi sobre ella el sello de su
autoridad. Deberamos recordar aqu
que Esquirol fue tambin el responsable
de la popularizacin de aquella opinin
que afirmaba que las brujas estaban
mentalmente enfermas[17]. En cuanto a
los
efectos
patgenos
de
la
masturbacin, Esquirol no reivindicaba

la originalidad de su descubrimiento. Al
contrario, en 1816 se expresaba as
como dando a entender que ninguna
autoridad mdica digna de respeto poda
dudar de lo nocivo de esta prctica: En
todos los pases se reconoce que la
masturbacin es una causa comn de
demencia. En 1822 escribe: El
onanismo es un sntoma grave de
perturbacin mental; si no se detiene en
el acto, es un obstculo imposible de
superar. Al reducir la capacidad
defensiva, confina al paciente a un
estado de estupidez, a la tuberculosis, al
marasmo y a la muerte[18]. Estas
opiniones son repetidas y ampliadas en
su libro de texto clsico, Des matadies

mentales, publicado en 1838. La


masturbacin escribe puede ser un
precedente de la perturbacin mental, de
la demencia e incluso de la demencia
senil; conduce a la melancola y al
suicidio: sus consecuencias son ms
graves en los hombres que en las
mujeres; es un obstculo difcil de curar
en el caso de aquellos dementes que la
practican con frecuencia durante su
enfermedad[19].
Respaldado por la autoridad de
hombres como Rush y Esquirol, la
hiptesis masturbatoria como Hare
la llama se extendi pronto por toda
la faz del mundo civilizado. La
primera referencia en Inglaterra a la

masturbacin como causa de locura


aparece en 1828, mientras que en
Alemania aparece alrededor de 1830.
Pronto es adoptada una actitud defensiva
no slo por parte de unos pocos crticos
del mito de la masturbacin, sino
tambin de algunos mdicos que creen
que se est exagerando su perniciosidad.
Confo en que no se me acusar de
haber escrito una apologa del abuso de
uno mismo escribe un mdico
alemn en 1838; mi objetivo ha sido
sencillamente el de poner en duda la
veracidad de la opinin de que el abuso
de uno mismo es con mucha frecuencia
causa nica y principal del desorden
mental[20].

Hacia mediados del siglo XIX,


haba, sin embargo segn observacin
de Hare dudas incipientes y una
general suavizacin de las opiniones
(sobre la masturbacin como causa de
locura)
entre
los
alienalistas
continentales (las cuales) no tenan an
correspondencia en el mundo de habla
inglesa[21]. Inglaterra y los Estados
Unidos tuvieron, en efecto, el dudoso
honor de dirigir la cruzada contra la
locura masturbatoria[22].
La obra pionera de Rush en este
campo fue seguida por la de su sucesor,
tan admirado como l, Isaac Ray. Ray
consideraba la locura de la
masturbacin como una forma de

demencia moral siendo sus rasgos


especficos una tendencia a la
demencia, prdida del propio respeto,
disposicin perversa y peligrosa y un
estado mental irritable y deprimido[23].
Ejemplo de la opinin mdica sobre
la masturbacin en la Amrica de
mediados del siglo XIX, es la postura
adoptada por un editorial del New
Orleans Medical and Surgicat Journal
(1854-1855). El editor empieza
sealando que la moralidad existente
entre las mujeres americanas es mucho
ms elevada que la de las mujeres de
otros pases, afirmacin basada en la
observacin de que la mayor parte de
las prostitutas de New Orleans son

extranjeras. Pasa entonces a su tema


principal, la masturbacin, que describe
como muy daina tanto para la salud de
los varones como de las hembras. Los
hombres observa el editor admiten
de vez en cuando haber realizado esta
prctica, pero no las mujeres.
Preguntar o esperar informacin de
hembras adultas acerca de esta prctica,
es intil y totalmente vano escribe
aunque muchas de sus enfermedades,
como la leucorrea, hemorragia uterina,
cada del tero, cncer, desrdenes
funcionales del corazn, irritacin
espinal,
palpitaciones,
histeria,
convulsiones,
rostro
macilento,
extenuacin, obsesin y muchos

sntomas llamados nerviosos (en


resumen, un triste tableau), se atribuyen
a efectos de la masturbacin. Aunque
estas dolencias no se hayan originado
con la masturbacin, su prctica las
agravara con seguridad. El editorial
termina con esta advertencia de un
psiquiatra francs; En mi opinin, ni
las plagas ni la guerra, ni las viruelas, ni
toda una caterva de males parecidos
podran haber resultado ms desastrosos
para la humanidad que el hbito de la
masturbacin: es el elemento destructivo
de la sociedad civilizada[24].
Esta misma opinin queda expresada
en 1876 por el mdico francs Pouillet,
quien declara que de todos los vicios y

delitos que pueden llamarse con


propiedad crmenes contra naturaleza,
que consumen a la humanidad, amenazan
su vitalidad fsica y tienden a destruir
sus facultades intelectuales y morales,
uno de los mayores y ms extendidos
nadie puede negarlo es el de la
masturbacin[25].
La peligrosidad de la masturbacin,
que la ciencia mdica pretende haber
demostrado
con
certeza,
fue
debidamente apreciada en las naciones
occidentales. En su libro, titulado
precisamente The Sneaking Enemy[26],
publicado en Estocolmo en 1887, E. J.
Ekman advierte que la autopolucin
puede transformar a un joven en una

ruina destruida y extenuada que oscila a


medio camino entre la tumba y la celda
del manicomio y hacerle caer en la
noche oscura y sin fondo de la
demencia. La masturbacin hace,
adems, que se detenga el crecimiento
del nio, mientras que el desarrollo del
sistema muscular, de la voz, el
crecimiento de la barba, la energa y el
vigor vean reducido su ritmo, si no
completamente paralizado[27].
Nos preguntamos cuntos hombres
instruidos y pblico en general poda
creer tal sarta de estupideces, en
flagrante contradiccin adems con
todas las observaciones fcilmente
realizables entre los hombres y los

animales. Esta tendencia humana a


adoptar los errores colectivos
especialmente aquellos que nos
amenazan con dao e imponen una
accin protectiva especfica parece
formar parte integral de la naturaleza
social del hombre. As, cuando se
enfrenta a importantes creencias de
masas como la de la brujera, la
perniciosidad de la masturbacin o la de
la enfermedad mental le interesa ms
preservar las explicaciones populares
que tienden a dar cohesin al grupo, que
hacer observaciones acertadas que
puedan tender a dividirlo. Esta es la
razn de que un inmenso porcentaje de
las personas de cada poca slo presten

atencin a aquellas observaciones suyas


que confirmen las teoras aceptadas de
su tiempo y rechacen aquellas que las
refutan[28].
Es necesario, por tanto, en cada
perodo histrico, prestar especial
atencin a la concepcin dominante del
mundo a travs de la que los hombres
examinan sus contornos fsicos, su
sociedad y a s mismos. El siglo XIX fue
una poca de prejuicios fsicos. Una
poca en que como dice Wayland
Young los conceptos de energa
vestan de forma fsica el ascetismo
agustiniano y las dudas e inhibiciones
teolgicas de pocas anteriores. Fue
entonces cuando se convirti en parte

integrante de la mente humana la


posibilidad de considerar al hombre
como una mquina; y, en determinados
aspectos, la nueva estructuracin
mecnica del hombre se corresponda y
enlazaba con mucha precisin con la
anterior estructuracin teolgica Es
fcil comprender la analoga. Cuanta
mayor potencia solicitemos de una
mquina, menos le queda; no hay que
exigirle ms de la cuenta. Cuanto ms
dinero saques de un banco o una
sociedad mercantil, menos queda; no hay
que derrochar. Por tanto, cuanto ms
copula el hombre, ms dbil se
hace[29].
La idea religiosa de que el placer

sexual era pecado, se ve as fcilmente


transformada en la idea mdica de que
la prdida de esperma es nociva. Dicho
de otra manera, la prdida de
semen, ya sea a travs de relacin
sexual o de otra manera cualquiera,
produce prdida de vigor, de salud, y,
por fin, demencia[30]. La hiptesis
masturbatoria es sencillamente la tica
tradicional cristiana trasladada al
lenguaje de la medicina moderna.
La opinin de la psiquiatra
americana sobre la masturbacin, tpica
de los aos 1880, se ve reflejada en el
texto de Spitzka Insanity, obra que su
autor calific de primer tratado
sistemtico sobre la locura publicado a

este lado del Atlntico desde la poca


del inmortal Rush[31].
El abuso funcional del aparato
sexual masculino declara Spitzka
tiene ms importancia en conjunto para
el alienista, que la que puedan tener sus
afecciones orgnicas. Desde tiempo
inmemorial se supone que la excesiva
copulacin y masturbacin son causas
directas de locura. Es indiscutible que
ejercen una influencia perjudicial sobre
el sistema nervioso y que pueden
producir la locura, en parte debido a su
influencia directa sobre los centros
nerviosos y en parte a su efecto
debilitador sobre la nutricin general
La
melancola,
la
demencia

degenerativa, la catatona y la demencia


de la pubertad, son las variantes ms
frecuentemente encontradas en los
masturbadores, y sus rasgos esenciales
resultan siempre reconocibles bajo estas
circunstancias. A cuanto hemos dicho
hay que sumarlas, no obstante, las
caractersticas
ordinarias
del
masturbador. Estos lunticos suelen ser
retrados,
astutos,
recelosos,
hipocondracos, indolentes, mezquinos y
cobardes. Son grandes simuladores y
desarrollan una maestra en la prctica y
ocultacin de su vicio, que contrasta
vivamente con su estupidez, apata y
debilidad mental en otros aspectos. La
prediccin de las psicosis asociadas a

la masturbacin en los varones, es mala.


Una gran variedad de deterioro
primario,
caracterizado
por
la
perversin moral, se observa en los
jvenes adictos a este hbito, que puede
ser sometido a tratamiento si es abolido
el hbito[32].[33]
Pero nadie iba a superar a los
britnicos. Fue el mdico escocs David
Skae el primero, al parecer, en pretender
la existencia de un tipo especfico de
locura debida a la masturbacin. Este s
que era un avance cientfico: la
masturbacin no poda producir
cualquier tipo de enfermedad mental,
sino un solo tipo concreto! Poco
importaba que Skae no poseyera ni una

brizna de evidencia con que sustentar su


opinin; era suficiente con que la idea
pareciera
ms
sofisticada
cientficamente que las emitidas
anteriormente.
Henry Maudsley, eminente psiquiatra
ingls considerado a menudo padre de la
psiquiatra de su pas, prest importante
apoyo al mito de la masturbacin. En
1867 escriba:
El hbito del abuso de uno mismo,
favorece notablemente una forma
concreta y desagradable de locura,
caracterizada por una intensa arrogancia
y egosmo, una extremada perversin de
sentimientos y el correspondiente
desorden mental, durante sus primeros

estadios; y ms tarde por prdida de la


razn, alucinaciones nocturnas y
propensin
al
suicidio
y
al
homicidio[34]. Un ao ms tarde,
escribe
un
artculo
dedicado
exclusivamente a este tipo de locura
producida por el abuso de uno mismo.
En l escribe: Existe un estadio
posterior y ms bajo al que llegan estos
seres degenerados, caracterizado por
una sombra y arisca introversin y por
una prdida extrema de sus facultades
mentales. Se muestran hoscos, taciturnos
y evitan toda conversacin Es
innecesario decir que han perdido todo
sentimiento humano saludable y todo
deseo natural Aunque a menudo

sobreviven por mayor tiempo del que se


creera posible, al fin sucumben a la
muerte, motivada por una completa
postracin de todo el sistema, si es que
no mueren antes de alguna otra
enfermedad adquirida durante este
proceso. Esta es, pues, la historia
natural de la degeneracin fsica y
mental producida en los hombres por la
masturbacin. Es una perspectiva atroz
de la degeneracin humana, pero en
modo alguno exagerada No tengo
nada que aadir con respecto al
tratamiento; una vez adquirido el hbito
la mente comienza a sufrir ya sus
consecuencias y la vctima es cada vez
menos capaz de controlar algo ya difcil

por s mismo de controlar; de tal modo,


que tantas posibilidades existen de que
un etope cambie su piel o un leopardo
sus manchas, como de que aqulla
abandone su vicio. No tengo fe en el uso
de medios fsicos para atajar lo que se
ha convertido ya en seria enfermedad
mental; cuanto antes sucumba a su
humillante descanso, tanto mejor para l
y para el mundo, que habr conseguido
desembarazarse de l. Es triste y
mezquino llegar a esta conclusin, pero
es la nica posible[35].
Hare, psiquiatra ingls, se muestra
avergonzado al recordar a sus lectores
que el gran Maudsley cuyo nombre es
el ms venerado dentro de la psiquiatra

inglesa haba sostenido tales puntos


de vista. Este es un artculo (el de la
masturbacin) en el que no desearan
detenerse los admiradores de Maudsley,
pero puede resultar provechosa su
lectura como ejemplo admonitorio de
este pecado de persecucin que cometen
los psiquiatras una tendencia a
confundir las normas de la salud mental
con las normas de moralidad[36].
Pero, como he intentado mostrar, y
como prueban con toda claridad los
ejemplos de Maudsley, es Hare el
confundido y no Maudsley: puesto que la
psiquiatra estudia la conducta social y
personal, y, puesto que tal conducta no
puede ser descrita y mucho menos

evaluada sin ligarla a una escala de


valores, no hay nada que se pueda
confundir entre normas de salud mental y
normas de moralidad. Ambas son lo
mismo; son dos series distintas de
trminos, dos lenguajes distintos, para
describir e influir las relaciones
humanas y la conducta personal[37].
Aunque Maudsley condenaba la
masturbacin
y
atacaba
despiadadamente a los masturbadores,
por lo menos no defenda las
intervenciones mdicas destructivas
definidas como tratamientos para esta
enfermedad. Esto es mucho ms de lo
que podemos decir de sus sucesores. En
efecto, a medida que en la segunda

mitad del siglo XIX iba disminuyendo


la creencia en el mito de la locura
masturbatoria, creca la popularidad de
los tratamientos quirrgicos de tal
enfermedad. Esto guarda evidentemente
una estrecha relacin con el desarrollo
de tcnicas quirrgicas y tcnicas
operatorias aspticas, que permitan las
mutilaciones de los pacientes sin graves
riesgos, y no con el descubrimiento de
nuevos indicios mdicos para el
tratamiento de la masturbacin. Ninguna
exposicin de la locura masturbatoria
estara completa sin una mencin de los
tratamientos empleados para esta
enfermedad desde los alrededores del
ao 1850.

Para tratar la masturbacin en nias


y mujeres, el doctor Isaac Baker
eminente cirujano londinense que
posteriormente lleg a ser el presidente
de la Medical Society of London
introdujo, hacia 1858, la operacin de
clitoridectoma. Para curar
esta
enfermedad, amputaban el rgano
afectado por ella porque crean o
decan creer que la masturbacin
produca
histeria,
epilepsia
y
enfermedades convulsivas[38]. A. J.
Block cirujano contratado por el
Charity Hospital de New Orleans
defina la masturbacin femenina como
una forma de lepra moral y abogaba
por la clitoridectoma en fecha tan tarda

como la de 1894[39]. Aparentemente, ni


l ni sus colegas se dieron cuenta de que
haba algo errneo lgica o
moralmente en el tratamiento de una
enfermedad
moral
con mtodos
quirrgicos.
Los
masturbadores
masculinos no salieron mucho mejor
librados. Por ejemplo, J. L. Milton
mdico ingls recomendaba hacerles
llevar cinturones de castidad cerrados
durante el da y anillos claveteados o
dentados durante la noche estos
ltimos para despertarles en caso de
ereccin nocturna[40]. El libro de
Milton The Pathology and Treatment of
Spermatorrhea (1887) obtuvo doce
ediciones lo cual nos da una idea

adicional de la popularidad e influencia


de obras como sta[41].[42] En 1891,
James Hutchinson, presidente del Royal
College of Surgeons, public un informe
On Circumcision as Preventive of
Masturbation; en l no se limitaba a
defender
la
circuncisin
como
tratamiento y prevencin de este hbito
vergonzoso, sino que sostena que
si la opinin pblica permitiera
adoptar medidas ms radicales que la
de la circuncisin seran una
verdadera atencin para con muchos
pacientes de ambos sexos[43]. Si
hubiera vivido algunos aos ms,
Hutchinson podra haber recibido en
vez de Egas Moniz el Premio Nobel

por el tratamiento de la locura[44].


En 1895, T. Spratling tambin
cirujano ingls recomend como
tratamiento de la masturbacin entre
los dementes adultos varones, la
completa seccin de los nervios
dorsales del pene, y, en cuanto a las
mujeres, incluso la ovariotoma
merecer el trmino paliativo[45].
En una revisin crtica del mito de la
masturbacin, Alex Comfort observa la
popularidad de los tratamientos
quirrgicos drsticos de la masturbacin
en el perodo aproximado que va de
1850 a 1900, y nos dice lo siguiente a
propsito de ellos:
Durante este perodo hubo un

verdadero y notable resurgir de lo que


no puede definirse ms que como
sadismo de historieta. No eran los
excntricos los nicos en defender
terapias tan extravagantes. Hacia 1880,
quien por razones inconscientes
quisiera atar, encadenar o infibular a
nios o pacientes mentales sexualmente
activos las dos audiencias de cautivos
ms fciles de conseguir, adornarlos
con aplicaciones grotescas, cubrirlos de
escayola, cuero o caucho, asustarlos e
incluso castrarlos y cauterizar o
denervar sus genitales, poda hallar
apoyo mdico respetable y humano para
hacerlo con tranquilidad de conciencia.
La locura masturbatoria era, de hecho,

algo completamente real: afectaba a la


profesin mdica[46].
La observacin de Comfort est bien
captada. Sin embargo, clasificar la
demencia masturbatoria como una locura
que afectaba a los doctores, es lo mismo
que llamar enfermos mentales a Hitler o
Stalin. Los mdicos, como los lderes
polticos, poseen una medida de poder
social real. El poder es siempre poder.
Poco importa especialmente para la
vctima quin lo detente. Tanto el
prncipe, el poltico o el mdico, cada
uno de ellos puede oprimir, perseguir y
matar a quienes estn sometidos a su
poder. Los polticos emprenden guerras
contra sus enemigos; y en este proceso,

sacrifican a sus propios pueblos. Los


mdicos emprenden guerras contra las
enfermedades y, en este proceso, a
menudo humillan, daan e incluso matan
a quienes voluntariamente se les
someten como pacientes o a quienes
como sucede en la pediatra y en la
Psiquiatra Institucional les son
sometidos por sus familias y por el
Estado. No existe ninguna diferencia
apreciable entre la antigua persecucin
de los masturbadores y la persecucin
actual de los homosexuales; como
tampoco la clitoridectoma es uno de los
tratamientos de la masturbacin ms
extravagante, sdico o demente
los adjetivos son de Comfort

comparado con la lobotoma para la


esquizofrenia. Dejo para ms tarde otras
observaciones sobre este punto.
Hacia finales del siglo XIX empieza
a declinar lentamente la creencia en la
masturbacin como causa de psicosis.
Pero es difcil destruir el mito de la
masturbacin. Los psiquiatras empiezan
a proclamar que, aunque la masturbacin
no produce locura, s es causa de formas
ms benignas de enfermedad mental, es
decir, la neurosis e incluso la
homosexualidad.
Maudsley,
por
ejemplo, abandona hacia 1895 sus
anteriores opiniones sobre la locura
masturbatoria, slo para pasar a atribuir
a esta prctica una nueva serie de

enfermedades mentales; stas alega


mantienen ciertos rasgos distintivos,
entre los que se encuentran las ideas
obsesivas, las compulsiones, y las
fobias[47].
Kraepelin
el
gran
psiquiatra alemn, cuyo Textbook ha
sido quizs la ms influyente de todas
las obras psiquitricas modernas
clasifica la masturbacin (en la sexta
edicin de su obra, publicada en 1909)
bajo el encabezamiento global de
Enfermedades mentales de origen
constitucional y bajo el subttulo de
Anormalidades sexuales, seguida de
otras enfermedades mentales como el
exhibicionismo, el fetichismo, el
masoquismo, el sadismo y la

homosexualidad[48].
Para apreciar completamente el
papel desempeado por la profesin
mdica en la fabricacin de la locura
masturbatoria, citar el consejo dado
por una doctora en medicina americana
a las madres con respecto a la
educacin sexual de sus hijos
varones, en 1903:
Ve y ensea a tu hijo exhorta
Mary Melendy aquello que t misma
nunca te puedas avergonzar de hacer,
con respecto a estos rganos que lo
identifican concretamente como nio.
Ensale que se llaman rganos
sexuales, que no son impuros, pero que
tienen una importancia especial y que

han sido hechos por Dios con un


objetivo determinado Graba en l
profundamente que, si se abusa de estos
rganos o se los utiliza para un fin
distinto del que Dios les ha dado y El
no quiso que se utilizaran hasta que el
hombre
se
ha
desarrollado
completamente traern la enfermedad
y la ruina sobre quienes cometan tales
abusos y desobedezcan las leyes
instituidas
por
Dios
para
su
funcionamiento[49].[50]
El movimiento psicoanaltico prest
un firme apoyo a la superviviencia,
aunque de una forma distinta, de la
hiptesis masturbatoria. En efecto,
Freud dio a esta hiptesis una nueva

oportunidad de xito en el preciso


momento en que empezaba a ser
generalmente aceptada la idea de que la
masturbacin no causa psicosis, al
pretender que causa neurosis!
Preocupados como estaban por la
etiologa sexual de las enfermedades
mentales, los primeros psicoanalistas
fueron ardientes defensores de la idea
de que la masturbacin era una actividad
nociva.
Hay innumerables referencias de
paso y varias exposiciones amplias de
la masturbacin en los escritos de
Freud. Unos pocos comentarios suyos
deben bastar para indicar su postura. En
1894 al analizar los sntomas de una

muchacha (que) sufra obsesiones de


autoreproche, nos ofrece la siguiente
explicacin:
Un interrogatorio ms concreto
revel la causa de la que proceda su
sentimiento de culpabilidad. Excitada
por una sensacin voluptuosa casual,
dejse inducir errneamente por una
amiga a la masturbacin y la haba
practicado durante aos, plenamente
consciente de su mala accin y
acompaada de los ms violentos, pero
ineficaces, reproches. Una indulgencia
excesiva despus de haber asistido a un
baile fue lo que produjo la
intensificacin que desemboc en la
psicosis. Despus de unos pocos meses

de tratamiento y de la ms estricta
vigilancia,
la
muchacha
se
[51]
[52]
recuper .
En una carta a Fliess, fechada en
1897, Freud escribe: Se me ha
ocurrido que la masturbacin es el nico
hbito principal, la adiccin bsica, y
que las otras adicciones como el
alcohol, la morfina, el tabaco, etc.
existen slo como sustitutas de
aqullas[53].
Llamar adiccin a la masturbacin
no supone ninguna diferencia real con
respecto a llamarla hbito malo o
pecaminoso. Lo primero sirve para
condenarla en el lenguaje de la medicina
y lo segundo en el de la moral.

En La Psicopatologa de la Vida
Cotidiana (1901), Freud nos cuenta
cmo una madre le pidi que acudiera a
su casa para examinar a un joven su
hijo. Freud observa una mancha en los
pantalones del muchacho y le pregunta al
respecto. El muchacho contesta que ha
derramado accidentalmente clara de
huevo sobre ellos. Evidentemente, Freud
no se dej engaar. Cuando su
madre nos hubo dejado solos
comenta le agradec que hubiera
hecho mucho ms fcil mi diagnstico y,
sin ms, tomamos como base de
discusin su confesin de estar
sufriendo los problemas originados por
la masturbacin[54].

Tan slo quisiera subrayar aqu que,


a travs de lo poco que Freud dice sobre
este caso, se llega a la conclusin de
que estaba equivocado: el joven no fue
en busca de Freud y no hay ninguna
razn para creer que l estuviera
sufriendo; quien sufra era la madre,
presumiblemente a causa de la
incipiente madurez de la sexualidad de
su hijo. Es interesante el hecho de que
Freud acepta la definicin de la
situacin dada por la madre y trata al
hijo como un paciente que sufre los
problemas
producidos
por
la
masturbacin[55].
Los comentarios ms detallados de
Freud a la masturbacin se encuentran

en su contribucin al debate sobre este


tema organizado en la Sociedad
Psicoanaltica Vienesa desde el 22 de
noviembre de 1911 hasta el 24 de abril
de 1912. En estas observaciones se
muestra profundamente convencido de la
opinin de que la masturbacin es
nociva, si no somticamente, por lo
menos s psquicamente, y de que
produce enfermedad mental. Estamos
todos de acuerdo escribe Freud en
sus Observaciones Finales a este
debate (a) en la importancia de las
fantasas que acompaan o representan
el acto de la masturbacin: (b) en la
importancia
del
sentimiento
de
culpabilidad, sea cual sea su origen,

ligado a la masturbacin, y (c) en la


imposibilidad
de
sealar
un
determinante cualitativo para los efectos
perniciosos de la masturbacin. (En este
ltimo punto el acuerdo no es
unnime)[56]. Freud no menciona aqu
ni en ninguna otra parte, y mucho menos
critica, el factor religioso o el factor
mdico en la masturbacin es decir, el
sentimiento de ansiedad y culpa ligado a
ella porque los clrigos dicen que es
algo malvado y los doctores afirman que
conduce a la locura. En cambio, basa
gran parte de su teora del miedo a la
castracin en las ansiedades que
descubre en sus pacientes, las cuales
prefiere atribuir a sus propias fantasas

ms bien que a la atmsfera mdicoreligiosa en que se han educado.


A continuacin, Freud pasa a
comentar ciertas diferencias de opinin
no resueltas dentro del grupo y habla
la eleccin de palabras es
significativa de una denegacin (sic)
de los efectos perniciosos de la
masturbacin[57]. Resume entonces
brevemente su propia opinin sobre la
masturbacin. Quizs lo ms interesante
sea lo que no dice:
He dividido la masturbacin de
acuerdo con la edad del sujeto, en: (1)
masturbacin en los infantes (2)
masturbacin en los nios y (3)
masturbacin en la pubertad[58] No

se incluye la masturbacin en los


adultos. Resulta claro, sin embargo, que
Freud considera la masturbacin adulta
como una prctica patolgica y
patognica. Escribe: Acerca de la
cuestin de la relacin de la
masturbacin y emisiones seminales con
la causa de la llamada neurastenia, me
encuentro, como muchos de vosotros, en
oposicin a Stekel Mantengo, frente a
l, mis anteriores opiniones (de que la
masturbacin es perniciosa)[59].
As, Freud se pone completamente
de parte de los verdaderos creyentes en
el mito de la enfermedad mental
masturbatoria.
Debo confesar que tampoco en este

punto puedo compartir el punto de vista


de Stekel Para l, la perniciosidad de
la masturbacin no es ms que un
prejuicio absurdo que, nicamente como
resultado de nuestras limitaciones
personales, nos mostramos remisos a
rechazar con la suficiente entereza. Yo
creo, sin embargo, que la adopcin de
esta postura contradice nuestras
opiniones bsicas sobre la etiologa de
las
neurosis.
La
masturbacin
corresponde esencialmente a una
actividad sexual infantil y a su
subsiguiente retencin en una edad ms
madura[60].
Ah est. Los clrigos decan que la
masturbacin era malvada y que Dios te

castiga por ella con el infierno; los


psiquiatras prefreudianos decan que te
volva loco y estaban dispuestos a
tratarte con operaciones mutilatorias;
Freud, por su parte, dice que es infantil,
que causa neurosis reales como la
neurastenia, la neurosis de ansiedad y la
hipocondra y se prepara para
avergonzarte con todo ello. Esta
progresin recuerda uno de los cambios
habidos en la severidad de los castigos
prescritos para ciertos delitos por la ley
criminal angloamericana. A los ladrones
de bolsillo, por ejemplo, se les sola
cortar las manos; ms tarde fueron
sentenciados a largos perodos de
trabajos forzados; en la actualidad

cumplen breves sentencias de prisin.


La analoga es, a mi entender, muy
cercana. La disminucin gradual del
castigo aplicado a los hurtos no significa
que el acto haya pasado a ser aceptable.
Sigue siendo considerado un acto
criminal. Lo nico que ha cambiado son
nuestras ideas acerca de la severidad
del castigo que le corresponde. Lo
mismo sucede con la masturbacin. La
disminucin gradual de las sanciones a
la masturbacin desde el azufre y el
fuego del infierno, pasando por
operaciones quirrgicas mutilatorias del
pene,
hasta
los
diagnsticos
psicoanalticos degradantes indica
que la actitud respecto a la

masturbacin, tanto profesional como


popular,
no
ha
cambiado
fundamentalmente. Era considerada una
actividad indeseable en el pasado y
sigue sindolo todava; lo nico que ha
cambiado son nuestras ideas acerca de
la severidad del tratamiento que le
corresponde.
La afirmacin de Freud acerca de la
masturbacin como actividad daina
parece curiosamente insistente. Desde
luego, no estaba en posesin de ninguna
evidencia al respecto. Su evidencia era
ms bien su propia teora de la
patognesis de la neurosis. De ah que,
al defender la hiptesis masturbatoria,
Freud estaba en realidad defendiendo su

propia reformulacin ciertamente bien


disfrazada de esta teora. Por muy
grandes que sean los xitos de Freud, en
este caso concreto es evidente que
estaba ms interesado en la proteccin
de sus teoras que en la de sus pacientes.
En interesante el tipo de evidencia que
Freud adujo en defensa de su opinin.
Una de las pruebas radica en su
experiencia mdica: basndose en
ella dice No puedo excluir una
reduccin permanente de la potencia de
entre
los
resultados
de
la
masturbacin[61]; otra radica en su
juicio: Sin embargo, por mucho que
retrocedamos en bsqueda de indicios,
nuestro juicio acerca de las causas de la

enfermedad (neurosis) seguir a pesar


de todo aferrado a esta actividad
(masturbacin)[62]; una tercera prueba
radica en una lesin orgnica no
descubierta hasta ahora: La lesin
orgnica puede acontecer a travs de
algn mecanismo desconocido[63].
Sobre esta frgil evidencia pero con
sus pies firmemente asentados sobre la
slida roca de la tradicin psiquitrica y
de la moralidad victoriana Freud
llega a la conclusin de que la
masturbacin es (y no podra ser)
perniciosa: Nos vemos por tanto
vueltos una vez ms de la argumentacin
a la observacin clnica, que nos
advierte que no olvidemos los graves

efectos
lesivos
de
la
masturbacin[64] Freud nunca renunci
a estas ideas.
Los
psicoanalistas
siguieron
condenando la masturbacin, aunque en
trminos cada vez ms suaves. En 1918,
por ejemplo, Emest Jones cree an que
la verdadera neurastenia se
encontrar siempre en dependencia del
onanismo o de las emisiones seminales
involuntarias excesivas[65]. El mismo
escribe en 1923, que Se sabe que las
fantasas que preceden o acompaan a la
masturbacin, son predominantemente
de origen incestuoso, de ah que lleven
aparejado
un
sentimiento
de

culpabilidad[66],
opinin
que,
curiosamente, ignora los efectos de las
amenazas mdicas como fuente de
ansiedad y sentimientos de culpa.
Debemos detener aqu nuestra
revisin de los aspectos psicoanalticos
del mito de la masturbacin para
concluir citando las opiniones de Otto
Fenichel,
cuyo
libro
The
Psychoancdytic Theory of Neurosis es
considerado el texto moderno definitivo
sobre psicoanlisis. Fenichel se opone
bastante menos a la masturbacin que
Freud. Pero tambin l intenta presentar
criterios morales acerca de qu
actitudes son deseables y cules
indeseables con respecto a la

masturbacin, como si se tratara de


criterios cientficos psicoanalticos del
comportamiento mentalmente sano.
La
masturbacin
escribe
Fenichel es normal en la infancia;
bajo las presentes circunstancias
culturales sigue siendo normal en la
adolescencia e incluso en la edad adulta
como sustitutivo cuando no se dispone
de ningn objeto sexual La
masturbacin es ciertamente patolgica
bajo dos circunstancias: (a) cuando es
preferida por los adultos a la propia
relacin sexual, y (b) cuando su
realizacin no es ocasional y con objeto
de aliviar la tensin sexual, sino a
intervalos tan frecuentes que revele una

disfuncin respecto a la capacidad de


satisfaccin sexual[67].
En la tica sexual defendida por
Fenichel, es deseable que uno se
procure a s mismo placer sexual. Si no
lo hace, es patolgico; por lo tanto, el no
masturbarse puede ser tambin una
anormalidad.
Si una persona cuyas actividades
sexuales se ven bloqueadas por las
circunstancias
externas,
rehsa
absolutamente utilizar esta salida
fraseologa que convierte a la
masturbacin en una especie de
equivalente moral del aborto teraputico
el anlisis revela siempre algn
temor o sentimiento de culpabilidad

inconsciente como origen de esta


inhibicin[68].[69]
Nuestro repaso a la historia de la
locura masturbatoria es casi completo.
Lo nico que nos queda es llenar los
espacios correspondientes a la historia
reciente y a la situacin actual. Poco a
poco el mito se va atenuando; el dao
atribuido a la masturbacin se hace cada
vez ms vago, su prctica se condena en
trminos cada vez ms suaves y,
ocasionalmente, aunque muy pocas
veces, se la declara completamente
inocua.
Causa asombro contemplar hasta qu
fechas tan recientes la masturbacin ha
sido considerada una enfermedad que

exiga tratamiento mdico por parte


de los doctores. En un extenso estudio
bibliogrfico sobre esta materia, Ren
A. Spitz descubri que todava en 1926
un mdico alemn Wern Villinger
en un artculo publicado en el
prestigioso
Zeitschrift
fr
Kinderforschung,
habla
de
la
masturbacin como de una serpiente
que debe ser dominada[70]. Spitz
observa tambin que, hasta su edicin de
1940, la obra de Holt, Diseases of
Infancy and Childhood uno de los
textos corrientes americanos de
pediatra sigue condenando esta
prctica como mdicamente perniciosa.
Entre 1897, ao en que apareci la

primera edicin (de la obra de Holt)


escribe Spitz y 1940 fueron
publicadas once ediciones revisadas de
esta obra En las primeras ediciones,
el tratamiento recomendado consiste en
la coercin mdica, el castigo corporal
en los nios muy pequeos, la
circuncisin en los muchachos aunque
no exista fimosis por el efecto moral
de la operacin; en cuanto a las
muchachas, consiste en la separacin de
la cubierta prepucial del cltoris o su
completa
circuncisin,
en
la
cauterizacin del cltoris y en la
irritacin del interior de los muslos, de
la vulva o del prepucio. Esta terapia
sigue siendo recomendada hasta la

edicin de 1936, inclusive, aunque el


tono se va haciendo poco a poco cada
vez ms inseguro[71].
Otro texto peditrico americano de
la misma poca, Diseases of Infanty
and Children de Griffith y Mitchell
(segunda edicin, 1938), expresa
opiniones similares. Bajo el ttulo
general de Trastornos Nerviosos
Funcionales, los autores dedican casi
tres pginas a la masturbacin. Es
notable observan el poco dao
que parece derivar en algunos casos,
incluso cuando la masturbacin se da en
nios pequeos y es llevada a un lmite
extremo. Esto no les impide, sin
embargo, dedicar una pgina entera al

tratamiento y a recomendar entre otras


medidas, las siguientes:
En casos extremos, y especialmente
si el acto acontece durante el sueo,
debe emplearse alguna aplicacin que
haga imposible mecnicamente toda
friccin. Puede colocarse una pequea
almohada entre los muslos sujetndolos
con un vendaje; o pueden mantenerse las
rodillas separadas mediante una vara
que termine en ambos extremos en un
collar de cuero firmemente sujeto a los
muslos por encima mismo de las
rodillas En aquellos casos en que se
utilicen las manos, puede hacerse
necesario
inmovilizarlas
mediante
tablillas en los codos o por otros

medios La circuncisin resulta


algunas veces curativa en nios
mayores, debido al dolor producido por
la operacin y a la consiguiente
interrupcin del hbito En caso de ser
necesaria
(debe)
realizarse
la
circuncisin del cltoris[72].
Durante los aos de la Segunda
Guerra Mundial, la masturbacin ya no
produce locura en los pacientes, pero
sigue causando desconcierto a los
doctores. Por ejemplo, el Cecils
Textboock of Medicine (quinta edicin,
1942) uno de los textos utilizados en
las escuelas de medicina americanas
afirma,
con
una
ambivalencia
caracterstica, que la masturbacin es y

no es simultneamente una perversin.


Al catalogar la masturbacin bajo el
epgrafe perversiones, Israel S.
Wechsler profesor de neurologa
clnica en la Columbia University y
autor del captulo sobre enfermedades
mentales escribe; La masturbacin,
aunque no es una perversin en s
misma, puede llegar a serlo si se
practica inveteradamente y como fin en
s misma[73]. Esto ilustra la ltima
racionalizacin
de
las
fuerzas
antimasturbatorias; la prctica es normal
si se realiza en forma moderada, pero el
exceso siempre indefinido la
convierte en patolgico[74]. Un manual
de higiene sexual del U. S. Public Health

Service para 1937 y el Boy Scout


Handbook para 1945 exhortan a los
jvenes a evitar el derroche de
fluidos vitales[75]. Las disposiciones
mdicas del Departamento de Marina
para 1940 van ms lejos y prescriben
que los candidatos a la Academia Naval
de Annapolis sern rechazados cuando,
al ser examinados por el cirujano
presenten
evidencia
de
[76]
masturbacin .
En 1953, el psicoanalista Ren Spitz
sealaba: Dentro de los crculos
psicoanalticos, uno no se da siempre
cuenta exacta de la extrema crueldad que
ha caracterizado la persecucin del
masturbador hasta nuestros das;

tampoco suele saberse que estas


prcticas sdicas encontraron apoyo en
mdicos famosos y que hasta diez aos
atrs eran recomendadas en los libros de
texto oficiales[77]. El comentario de
Spitz es atinado, pero, de forma curiosa,
exime
al
psicoanalista
de
su
responsabilidad al perpetuar la creencia
en la perniciosidad de la masturbacin.
Puesto que los analistas no hacen uso de
las
intervenciones
mdicas
y
quirrgicas, no tienen ningn mrito por
no utilizar los mtodos destructivos de
sus colegas no-psicoanalticos en el
tratamiento de la masturbacin. Su
orientacin psicopatolgica tampoco
resultaba intelectualmente clarificadora

ni constitua una ayuda para los


pacientes: del mismo modo que Esquirol
y Charcot haban ignorado a los
cazadores de brujas y haban clasificado
a las brujas como dementes, Freud y los
primeros analistas ignoraron a los
mdicos que perseguan a los
masturbadores con torturas llamadas
tratamientos, y clasificaron a las
vctimas como neurticos que sufran
una ansiedad de castracin. En
efecto, los ltimos opositores de la
masturbacin
sobre
bases
psicopatolgicas son los psicoanalistas.
As, Karl Menninger quizs el
psicoanalista
contemporneo
ms
influyente ve en la masturbacin una

agresin contra los otros y contra uno


mismo.
Estrechamente relacionada con el
motivo exhibicionista del suicidio est
su conexin con la masturbacin
escribe en 1938. Se ha observado
que los intentos de suicidio siguen a
veces a la interrupcin de las
actividades autoerticas habituales de
un individuo. Esta interrupcin puede
producirse como prohibicin por parte
de fuerzas exteriores o de la propia
conciencia. En ambos casos, el
mecanismo que precipita el suicidio es
idntico; la masturbacin produce un
profundo sentimiento de culpabilidad,
porque ante el propio inconsciente

representa siempre una agresin contra


alguien[78]. (La cursiva es nuestra).
Esta es una de las reformulaciones
ms
notables
de
la
hiptesis
masturbatoria original. Menninger no
alega que la masturbacin sea
fsicamente perniciosa; alega, ms bien,
que es psicolgicamente perniciosa,
porque
representa
un
ataque
injustificado contra otra persona y con
ello provoca en el actor el sentimiento
de la propia culpabilidad.
Joseph B. Cramer psicoanalista
tambin y profesor de psiquiatra infantil
en el Albert Einstein College of
Medicine de New York cuando
escribe en el famoso American

Handbook of Psychiatry (1959),


distingue entre dos tipos de neurosis de
la infancia los tipos A y B. El
tipo
A
escribe
puede
considerarse
un
tipo
puro
Sintomticamente
se
caracteriza
principalmente por miedos y fobias. La
masturbacin, las pesadillas y la
enuresis suelen ser otros de sus
sntomas[79]. La masturbacin es
considerada aqu un sntoma de una
enfermedad mental de los nios.
En la actualidad, como vemos, el
mito de la locura masturbatoria
raramente es predicado en forma
parecida a la original. Segn el
pensamiento psiquitrico autorizado, los

efectos nocivos de la masturbacin no se


deben al acto en s, sino a la
preocupacin por las opiniones
exageradas sobre sus consecuencias.
Por una irona de la historia
observa Hare esta concepcin de
la que la masturbacin slo es nociva si,
por ignorancia o mala informacin, el
paciente se obsesiona con ello es todo
lo que queda en la actualidad de la
hiptesis masturbatoria. Dos siglos de
adoctrinamiento han enseado al
pblico una leccin que ste puede
olvidar con menos rapidez que sus
maestros; y el principal objetivo de los
mdicos que escriben sobre esta materia
es, en la actualidad, persuadir al pblico

de que sus temores a las consecuencias


de la masturbacin son infundados[80].
Cmo vamos a interpretar la
extendida creencia en el terrible dao
causado por la masturbacin y la
persecucin
mdica
de
los
masturbadores que dicha creencia
origin y justific? Para Hare, en cuyo
excelente estudio me he apoyado en gran
manera, se debi a un fracaso de la
ciencia y de la lgica explicacin que
realmente no explica nada. Comfort
desdea la sugerencia de Hare como
inadecuada y ofrece una explicacin
propia. Esta hiptesis que compara la
persecucin de los masturbadores con la
de las brujas no slo la comparto con

Comfort, sino que la he ampliado hasta


cubrir un rea mucho ms extensa[81]. Al
mismo tiempo disiento de Comfort en
cuanto a que atribuye tanto la
persecucin de las brujas como la de los
masturbadores a la enfermedad mental
de los perseguidores.
Contemplado desde la actualidad
concluye Comfort el estallido de
la locura masturbatoria se pareca a
las pautas rectoras de la caza de brujas
verdadera
reaccin
paranoica
endmica, extendida por medio del
ejemplo y de la propaganda, y no
contrarrestada nunca por una crtica
sana[82]. (La cursiva es nuestra).
La pasin por interpretar como

locura todo aquello con lo que no


estamos de acuerdo, parece haber
infectado las mejores inteligencias
contemporneas. Incluso Comfort lo
considera una reaccin paranoica
endmica. Esta interpretacin adolece
de los mismos errores que la que
considera a la Inquisicin como una
expresin de locura. Como he intentado
mostrar a lo largo de todo este volumen,
es fcil ignorar o explicar a la ligera,
los horrores de las relaciones vctimasopresor diagnosticando que la vctima
(como Zilboorg hace en el caso de la
brujera) o al opresor (como Comfort
hace en el caso de la masturbacin) son
enfermos mentales. Yo lo rechazo

porque creo que es una especie de


autoterapia para el autor y sus lectores.
Considero que es un deber del escritor
decirnos las cosas tal como son (o
fueron) y no ha llegado de forma que le
permita a l aparecer libre de los
errores y pecados que est describiendo.
Del mismo modo, el lector tiene la
responsabilidad de escuchar las cosas
tal como son (o fueron) y no de manera
que le permita sentirse al abrigo de los
errores y pecados que est leyendo.
Al fracasar en el establecimiento de
conexiones entre la historia de la locura
masturbatoria
y
las
prcticas
psiquitricas usuales, el mismo Comfort
se convierte en vctima de la mitologa

de la enfermedad mental. Uno alberga


el incmodo sentimiento escribe
de la multiplicidad e incontrolabilidad
de tales reacciones (como las de los
mdicos respecto a la masturbacin, ms
arriba reseadas) y de la absoluta
incapacidad, por parte de quienes se ven
envueltos en ellas, de adquirir algo ms
que una comprensin limitada; se
empieza a buscar la contrapartida a la
obsesin de las brujas y a la ansiedad
masturbatoria en uno mismo y en las
irracionalidades pblicas de las que
slo
unos
pocos
observadores
destacados son conscientes en la
actualidad. Dentro de nuestro mundo
contemporneo. Comfort identifica tales

irracionalidades en cosas tales como


la bomba, la carrera del espacio (y)
la guerra fra. Tambin estas cosas
tienen sus propios manacos y
charlatanes de impulso psicopatolgico,
pero como en el caso de la
persecucin de brujas, homosexuales,
judos o masturbadores el aspecto
ms siniestro del asunto radica en el
contagio que tal forma de pensamiento
sufren
personas
aparentemente
equilibradas y humanas[83]. (La cursiva
es ma).
Al atribuir la persecucin de
brujas,
homosexuales,
judos
y
masturbadores (a) irracionalidades,
Comfort pasa por alto los rasgos

morales polticos y psicosociolgicos


decisivos de tales fenmenos. Yo
sostengo que en cada una de dichas
situaciones nos encontramos con una
relacin opresor-oprimido; el opresor
recurre invariablemente a la fuerza y al
fraude para el sometimiento y
explotacin de su antagonista; muchas
veces desarrolla una retrica teraputica
tendente a justificar su dominacin con
apelaciones a su altruismo y deseos de
ayudar a la vctima; la crtica de la
prctica opresiva se hace imposible
desde el momento en que se persigue al
crtico como traidor al orden social
establecido; finalmente, la ideologa de
la ayuda-coercin se institucionaliza,

estabilizando y perpetuando las


prcticas persecutorias durante largos
perodos de tiempo.
As pues, mientras Hare, Comfort y
Spitz subrayan el espritu ilustrado de la
psiquiatra moderna y edifican sobre los
errores del pasado, yo sigo sosteniendo
que la situacin de la psiquiatra actual
es prcticamente la misma que cuando
estaba en boga el dogma de la locura
masturbatoria. Es cierto que la retrica
ha cambiado: las palabras mgicas ya no
son masturbacin, malos hbitos y
demencia, sino ms bien enfermedad
mental, no censurar a los pacientes
mentales y comprensin; tambin han
cambiado
las
intervenciones

teraputicas: el tratamiento mgica no


consiste ya en la clitoridectoma o la
seccin de los nervios dorsales del
pene, sino en el electroshock o la
thorazina[84]. Ahora bien, todos estos
cambios no son ms que variaciones de
la moda psiquitrica; la estructura social
bsica y las funciones de la Psiquiatra
Institucional no han cambiado (en
cambio, su radio de accin y su poder
han aumentado con pasos firmes durante
los ltimos cien aos). El resultado es
que un siglo despus de que el engao
cruel de la locura masturbatoria
alcanzara su punto culminante, los
psiquiatras siguen utilizando el mismo
tipo de retrica que entonces y continan

exigiendo atencin, y muy a menudo


confianza, del pblico ansioso de ser
guiado y engaado por psiquiatras
que adoptan la pose de mdicos
cientficos. Por aquel entonces, el
psiquiatra salvaba al paciente de la
masturbacin, aunque ste no deseara tal
salvacin. En la actualidad, el psiquiatra
salva al paciente de la esclavitud de
la droga, de la homosexualidad, del
suicidio y de una horrible caterva de
enfermedades
mentales,
aunque
tampoco en este caso la vctima deja
esto sentado con claridad meridiana
el paciente desee tal salvacin.
Sintetizando: el cambio operado al
pasar de la brujera a la locura

masturbatoria y de sta al concepto


moderno de enfermedad mental, quizs
resulte ms lgico interpretarlo como
cambios en la representacin y
concepcin de la maldad personal en el
hombre occidental. Este cambio en la
representacin y concepcin del mal
refleja, a su vez, el cambio de las
circunstancias culturales. Por ejemplo:
en la Edad Media y el Renacimiento, la
quintaesencia del mal consista en el
pacto con Satans; su smbolo es la
bruja volando en un palo de escoba
hacia el lugar donde se celebra el
aquelarre. Desde el Renacimiento hasta
principios del siglo XX, la quintaesencia
del mal consiste en la masturbacin; su

smbolo es el demente masturbndose en


el manicomio. Del mismo modo que la
hereja es un delito contra la autoridad
de Dios y del sacerdote, la locura es un
delito contra la autoridad de la
Naturaleza y del mdico. Con el
derrumbamiento actual de la autoridad
de Dios y de la Naturaleza, del
sacerdote y del mdico, en favor de la
autoridad de la opinin popular y de las
masas, la quintaesencia del mal consiste
en la independencia personal, es decir,
en la conducta que desafa los deseos y
costumbres de la mayora ilustrada; y
el smbolo del mal pasa a ser el rechazo
inconformista de las creencias o
costumbres establecidas. El compaero

del hombre en el crimen se desplaza,


pues, dentro de unas coordenadas de
tiempo, del diablo al propio pene y de
ste al yo. Este delito es siempre una
especie de abuso de uno mismo de
la propia alma, de los rganos sexuales
o de la personalidad. As, el concepto
de enfermedad mental ha sustituido al
diablo y a los rganos genitales como
mediador del delito del individuo contra
la sociedad. Es como si la humanidad
fuera incapaz de aceptar la realidad del
conflicto humano. Nunca se habla del
hombre como autor directo del delito
contra su semejante. Siempre interviene
alguien o algo el diablo, la
masturbacin, la enfermedad mental

para oscurecer, excusar y tratar de no


dar importancia a la inhumanidad del
hombre para con el hombre.
La
historia
de
la
locura
masturbatoria, que llena toda la historia
de la psiquiatra, ilustra varios de los
argumentos que he propuesto en este
libro. Como conclusin, permitidme que
los resuma brevemente.
En primer lugar, la invencin de la
hiptesis masturbatoria y sus usos
mdicos especialmente psiquitricos
ejemplifican el espritu de
imperialismo y mesianismo teraputicos.
Del mismo modo que el objetivo del
misionero evanglico se centra en
conquistar el mayor nmero posible de

almas para el cristianismo, el mdico


evanglico se dispone a conquistar el
mayor nmero posible de cuerpos para
la medicina. En el cristianismo esto se
realiza definiendo a todos los hombres
como pecadores (la doctrina del pecado
original, cuya redencin slo puede
obtenerse a travs de la ayuda prestada
por las iglesias cristianas); en medicina,
definiendo a todos los hombres como
enfermos (la hiptesis masturbatoria,
reformulada recientemente como el 100
% de los casos de enfermedad mental),
cuya cura slo puede obtenerse a travs
de la ayuda prestada por la profesin
mdica.
En segundo lugar, la hiptesis

masturbatoria ilustra una tctica


fundamental del imperialismo mdico y
psiquitrico. A fin de poder conquistar
un rea de la vida humana para los
conocimientos y la intervencin del
mdico,
es
necesario
definir
primeramente su funcionamiento normal
como manifestacin de enfermedad. Una
vez realizado, puede acometerse el
siguiente paso, que consiste en definir
las intervenciones destructivas de los
doctores, como tratamiento mdico. El
tercer y ltimo paso tpico de la
psiquiatra consiste en la imposicin
de una intervencin destructiva sobre el
paciente, contra su propia voluntad. El
triunfo del imperialismo mdico es

completo
cuando
los
profanos
consideran como enfermedades las
funciones mentales y fisiolgicas
normales, y como tratamientos las
intervenciones
perniciosas
aun
cuando se hagan contra la voluntad del
paciente.
En tercer lugar, la hiptesis
masturbatoria o, ms concretamente,
su tratamiento por las autoridades
psiquitricas actuales presta apoyo a
mi tesis acerca de la funcin del engao
y la opresin en la labor de los
psiquiatras institucionales. Zilboorg,
Alexander y Menninger por citar slo
a tres destacados e influyentes
protagonistas del Movimiento en pro de

la Salud Mental han sido escritores


prolficos sobre la historia de la
psiquiatra. Sin embargo, en todos estos
millones de palabras, no se encuentra
una sola dedicada a la locura
masturbatoria. Es evidente que dichos
autores conocan este sndrome[85]. El
hecho de que omitan su exposicin debe
interpretarse, pues, como un esfuerzo
por proteger a la psiquiatra de todo
compromiso.
Estas
historias
autorizadas de la psiquiatra que no
mencionan la locura masturbatoria,
pueden compararse a la Constitucin de
los Estados Unidos, que no menciona la
esclavitud
negra.
Historias
fraudulentamente manipuladas como

stas que dejan de advertir a las


vctimas de una relacin opresiva
acerca de su situacin de explotacin,
facilitando as su continuado engao y
humillacin sirven tan slo a los
intereses de los opresores, ya sean
clrigos, polticos o psiquiatras.

9. LA
FABRICACIN DE
LOS ESTIGMAS
MDICOS
Parpalaid. Puede usted
pensar
que
me
apego
obstinadamente
a
los
principios ticos, pero no
est subordinando su mtodo
aunque slo sea un poco
el inters del paciente al del
doctor?
Knock.
Doctor

Parpalaid,
est
usted
olvidando que existe un
inters superior al de ambos.
Parpalaid. Cul?
Knock. El inters de la
medicina. Yo sirvo a este
inters y a l slo Usted me
ha dado una ciudad habitada
por varios miles de individuos
neutrales,
individuos
sin
direccin. Mi funcin es
dirigirlos, encaminarlos a una
vida de medicina. Los hago
meterse en la cama y
reflexiono qu es lo que puedo
sacar de ellos: tuberculosis,
neurastenia, arterioesclerosis,

cualquier cosa, pero algo,


por amor de Dios! Nada ataca
ms mis nervios que esta
indeterminada
falta
de
identidad llamada hombre
sano.
Jules Romains[1].
En la actualidad, los americanos
rigen sus vidas de acuerdo con dos
sistemas legales: uno aplicable a los
cuerdos y el otro a los dementes. Las
regulaciones legales que vinculan a los
primeros con respecto a la
hospitalizacin por enfermedad, al

matrimonio o al divorcio, a la
comparecencia ante un tribunal por la
comisin de un crimen, o a los permisos
de conduccin de automviles o de libre
ejercicio de una profesin no son
vinculantes para los segundos. En
resumen: los individuos clasificados
como enfermos mentales, se mueven
bajo el hndicap de un estigma impuesto
sobre ellos por el Estado a travs de la
Psiquiatra Institucional.
Como suceda con los antiguos
procesos de estigmatizacin y con la
legislacin discriminatoria basada en
ellos tal es el caso de aquellas
legislaciones que autorizaban la
persecucin de las brujas y de los judos

los estatutos discriminatorios contra


las minoras psiquitricas no eran
impuestas por unos pocos tiranos
intrigantes a un pblico recalcitrante. Al
contrario, tanto los pueblos como sus
lderes se sienten atrapados por una
exigencia
social
e
histrica
irresistible de ciertos tipos de leyes
protectores. En cada una de estas
situaciones, los lderes de las cruzadas y
las masas a las que, en etapas sucesivas
neutralizan, engaan y dominan, tienen la
misma explicacin de dos filos. En
primer lugar, niegan que a la minora
afectada se la maltrate seriamente
mientras defienden una represin
suave, cuya existencia reconocen,

insistiendo en la necesidad de
proteccin
social
contra
los
malhechores.
En segundo
lugar,
proclaman orgullosamente su intencin
de destruir a la minora acusada, y lo
justifican sobre la base de la
autodefensa
contra
un
enemigo
diablicamente peligroso y de gran
poder, que est decidido a socavar la
estructura de la sociedad existente.
Estos ideales eran los que animaban a
cuantos entablaron guerras en el pasado
y animan a quienes emprenden guerras
contra la enfermedad mental en la
actualidad. Dado que la hereja no poda
ser destruida ms que con la destruccin
de los herejes y la enfermedad mental

slo puede ser controlada mediante el


control de los supuestos enfermos
mentales, ambos movimientos implican
una restriccin de las libertades, o la
privacin de las vidas, de los miembros
estigmatizados del grupo. Una mirada
muy superficial a nuestras leyes de
higiene mental bastara para demostrar
esta afirmacin. Los estatutos que
autorizan el tratamiento legal especial
de los psicpatas sexuales y, ms
recientemente, de los drogadictos
son los ejemplos ms destacados.
He comentado ya la situacin en que
se encuentra el homosexual y aadir
algunas cosas ms en este captulo[2]. En
cuanto al llamado drogadicto, es el

blanco de una gran guerra contra el


vicio de la droga, librada por tropas
poderosas en muchos frentes a la vez.
Una nueva ley antidroga, decretada en
1967, autoriza en el Estado de New
York la encarcelacin por un perodo
mximo de cinco aos no slo de los
drogadictos comprobados, sino tambin
de aquellas personas en inminente
peligro de convertirse en esclavas de
los narcticos[3]. Esta amplsima
definicin
del
drogadicto
est
justificada otra vez mediante los
argumentos de que los adictos estn
fsica y emocionalmente enfermos
(y) deben ser tratados como si fueran las
vctimas de una contagiosa y virulenta

enfermedad[4].
Existe una semejanza fundamental
entre la persecucin de aquellos
individuos que se entregan a actividades
homosexuales en privado, o la de
aquellos que ingieren, se inyectan o
fuman diversas sustancias que afectan a
sus pensamientos y emociones, y la
persecucin tradicional de las personas
por causa de su religin, por ser judos
o por el color de su piel como los
negros. Lo que tienen de comn todas
estas persecuciones es que las vctimas
se ven hostigadas por las mayoras, no
porque se entreguen a actos claramente
agresivos o destructivos como el robo
o el asesinato, sino porque su

conducta o su apariencia ofende a un


grupo intolerante y que se siente
amenazado por las diferencias entre los
hombres.
Desde luego, no hay nada nuevo en
la veneracin incluso por parte de
intelectuales de la opinin popular
o la voluntad de las masas. El error
moral de confundir la voluntad
popular con la justicia y el error
poltico de identificarla con la libertad o
la justicia, han sido expuestos desde la
antigedad por diversos pensadores,
pero sobre todo han sido tratados desde
la Revolucin Francesa, por hombres
como Edmund Burke, Alexis de
Tocqueville, Ortega y Gasset y George

Orwell. Hace ya ms de cien aos,


Kierkegaard comprendi claramente lo
que haba de falso en los argumentos
justificativos
de
la
supresin
democrtica de un comportamiento
que no perjudica directamente pero s
ofende a las mayoras, como es el caso
de nuestras leyes de higiene mental.
Haciendo la observacin de que, al
haber luchado durante tantos siglos
contra la tirana de los papas y de los
reyes, los hombres identificaban con
ellos la opresin, Kierkegaard advierte
que A la gente no se le ocurre pensar
que las categoras histricas cambian,
que en la actualidad son las masas los
nicos tiranos y que estn en lo ms

hondo del abismo de la corrupcin En


la actualidad, cuando a un hombre se le
censura por un error sin importancia,
pero obsrvese esto cuidadosamente
es el rey o alguna otra autoridad la
fuente de la censura, dicho hombre goza
de las simpatas de todos y es un mrtir.
Pero cuando a un hombre
intelectualmente hablando se le
persigue, se le maltrata y se le insulta
continuamente, y quien obra todo esto es
la estupidez, la curiosidad incontrolada
y la impertinencia de la plebe, entonces
resulta que no pasa nada y todo sigue
por sus cauces normales[5].
Para ilustrar con profundidad las
maneras en que la Psiquiatra

Institucional cumple la funcin de


estigmatizar a los individuos como
mentalmente enfermos, fabricando as
vctimas
expiatorias
psiquitricas,
examinar
algunos
escritos
representativos
mdicos,
periodsticos, legales y psiquitricos
acerca de la naturaleza de la enfermedad
mental, de la atencin psiquitrica y de
los servicios de la salud mental.
Empezar con las opiniones de una
importante autoridad en el campo de la
salud pblica, disciplina frecuentemente
tomada como modelo para la psiquiatra
moderna de orientacin social[6], hasta
llegar a las contribuciones psiquitricas
especficas.

Milton I. Roemer profesor de


salud pblica en la Universidad de
California, en Los Angeles ensalza la
medicina social como la respuesta a
todos los problemas. La importancia
del
hospital
escribe

continuar en alza en un futuro


previsible, no por su dotacin de camas
para los enfermos graves, sino porque es
un local prctico para la creciente
organizacin de los servicios sanitarios
en general[7]. Por organizacin,
Roemer entiende la realizada bajo los
auspicios del Estado, no de grupos
voluntarios que compitan entre s. Al
final, Roemer se muestra franco respecto
al objetivo que persigue:

En el mismo momento en que los


hospitales estn adquiriendo el status de
servicios pblicos, toda la gama de
potencial sanitario va siendo cada vez
ms ampliamente reconocido como un
cuerpo esencial para el bienestar
pblico. A los mdicos, dentistas,
enfermeras, farmacuticos, tcnicos,
terapeutas, etc., ya no se les tiene
simplemente por miembros de las artes
curativas que venden sus mercancas a
los enfermos. Cada vez se les considera
ms
como
a
unos
servidores
indispensables, necesarios a la
comunidad para su funcionamiento
eficaz y, por tanto, dependientes cada
vez ms de la financiacin y control

pblicos[8]. (La cursiva es ma).


Sin embargo, Roemer no detalla las
consecuencias sociales y morales de un
arreglo como el que con tanto
entusiasmo propugna. Si el mdico es un
servidor indispensable, necesario a la
comunidad, entonces su papel es
comparable al del polica o al del
soldado; como tal, su deber es obedecer
las rdenes de sus superiores, tanto si le
mandan matar como curar. Si, al igual
que Roemer, los mdicos desean
rechazar la tica hipocrtica que hasta
ahora ha regido la prctica de la
medicina en los Estados Unidos,
parecera deseable desde luego, no
para el logro de sus objetivos, pero s

para una inteligente apreciacin pblica


de los valores e intereses opuestos que
estn en juego que lo dijeran con
claridad[9]. Muchos defensores del
colectivismo mdico lo hacen[10].
Donald Gould periodista ingls
que escribe en el New Statesman
aboga por una clara revisin de la
definicin de la funcin del mdico[11].
Comentando el problema del secreto
mdico en la administracin del
National Health Service, se preguntaba
si no estamos haciendo (quizs)
demasiado ruido en tomo al derecho de
los ciudadanos a una vida secreta. A lo
que contestaba y no olvidemos que es

un ingls que escribe en una revista


liberal
independiente
que
Ciertamente, en una sociedad ideal,
compuesta
de
individuos
completamente equilibrados, no habra
ninguna necesidad de secretos. Su
misma existencia indica la presencia de
avaricia, miedo, desigualdad, fraude o
cualquier otra cosa comprendida en la
larga lista de actitudes y actividades
umversalmente
reconocidas
como
propiedades del Diablo[12]. (La
cursiva es nuestra).
Uno ya no sabe si rer o llorar.
Gould no nos confundamos est
hablando completamente en serio.
Realmente cree que salud mental es lo

mismo que equilibrio; que una sociedad


formada por tales individuos sera
ideal; y que es algo universalmente
reconocido, que el deseo de poseer
secretos personales lleva aparejada la
maldad. Los editores del New
Statesman deben considerar esta
opinin muy respetable, cuando le
conceden tanto espacio en su
publicacin. Dicho ensayo puede
tomarse, pues, muy bien como un signo
de nuestros tiempos.
Despus de establecer que todos los
secretos personales son secretos malos,
Gould condena la prctica del
confesionario en la Iglesia Catlica
Romana: El secreto del confesionario

convierte a los sacerdotes en


conspiradores y encubridores de
incontables
crmenes[13].
A
continuacin revierte sus iras sobre el
secreto mdico ordenado por el
juramento hipocrtico: Tan firme est
establecido este principio (del secreto
mdico) que ningn doctor con algo de
instinto (de conservacin) repetir
inconscientemente confidencias hechas
en su consultorio, ni siquiera ante un
tribunal, a menos que el juez se lo
ordene especficamente. Quiero insinuar
que esta reticencia obsesiva por parte de
la profesin mdica es irrazonable y
constituye un obstculo positivo en el
avance de la salud pblica[14].

Gould como podemos ver no


slo
sostiene
las
creencias
caractersticas del colectivismo mdico,
sino que utiliza tambin su lenguaje: a
los mdicos que deseen proteger las
confidencias de sus pacientes, se les
tacha de obsesos e irrazonables.
No discutimos nuestra obligacin de
poner a intervalos regulares una relacin
ms o menos exacta de nuestros asuntos
financieros en manos del inspector de
impuestos prosigue Gould. Por
qu, entonces, hemos de retroceder ante
la idea de tener que entregar a alguna
autoridad central un informe completo,
exacto y regular de nuestro estado fsico
(y, desde luego, mental)? Lo ideal

sera que nuestras tarjetas con el informe


mdico fueran enviadas al Ministerio de
Sanidad, digamos, una vez al ao, y que
toda la informacin contenida en ellas
fuera suministrada a un computador.
Adems, estas tarjetas deberan
contener nuestros empleos, pasados y
actuales; nuestros viajes; nuestros
parientes; si fumamos y bebemos y qu
es lo que fumamos; lo que comemos y lo
que no comemos; lo que ganamos; la
clase de ejercicio que hacemos; lo que
pesamos; nuestra altura; incluso, quizs,
los resultados de tests psicolgicos
regulares y una infinidad de otros
detalles ntimos[15].
Al igual que el celoso inquisidor

intoxicado con la gloria de Dios y el


bien supremo de la salvacin del
hombre, y para el que la libertad
personal era un valor subsidiario (si es
que no era un mal positivo), el
colectivista mdico celoso, intoxicado
con la gloria de la ciencia y el bien
supremo de la salud del hombre (fsica y
mental, naturalmente), considera la
libertad personal un valor subsidiario
(si no un mal positivo).
Los
adecuados
informes,
analizados por un computador
concluye Gould en un estallido de
entusiasmo capaz de asustar a cualquiera
que no se encuentre dentro del crculo
de los creyentes ms verdaderos

podran incluso revelar a qu personas


no debera concedrseles un carnet de
conducir o autorizrseles a ocupar un
puesto en el gobierno. Ah! Pero qu
sucede con la sagrada libertad del
individuo? Tonteras. Sobrevivimos
como comunidad o no sobrevivimos de
ningn otro modo, y tos doctores en la
actualidad son tan servidores del
Estado como de sus pacientes.
Dejmonos de monsergas y admitamos
de una vez que todos los secretos son
secretos matos. Ya es hora de que nos
mostremos tal como somos, con
verrugas y todo[16]. (La cursiva es
nuestra).
Warts[17], debe ser un error de

imprenta. Seguramente Gould pretenda


decir witchs marks[18]. Y quin
asegurar que quienes apliquen los tests
psicolgicos y quienes interpreten estos
dossiers de informacin personal, no
tendrn malos secretos que ocultar? Esta
es la absurda cuestin. Los mdicos y
psiquiatras modernos son los intrpretes
perfectos e infalibles de la ciencia y de
la naturaleza, como los papas del
Renacimiento lo fueron de la Biblia y de
Dios[19].
En un artculo posterior, Gould
elabora sus concepciones del doctor
como agente del Estado y del ciudadano
como propiedad de este mismo

Estado[20]. Hasta qu punto debera un


gobierno asumir la responsabilidad de
proteger a su gente de su propia locura o
de decidir en sustitucin del
ciudadano individual cundo un
riesgo resulta justificable y cundo
no?[21]
Supongamos, sugiere, que se
descubra
que
las
pldoras
anticonceptivas son nocivas para la
salud. Las indicaciones actuales
tienden a indicar que al final se
demostrar la existencia de un riesgo
real. Si esto se cumple, qu medidas
debern ser
tomadas
(por
el
gobierno)?[22].

Gould sopesa las alternativas: o que


el gobierno informe a la gente y les deje
elegir libremente para que acten como
mejor les parezca, o que proscriba tales
sustancias y enve a prisin a los
canijos inmorales que las utilicen[23].
El rechaza con firmeza la primera
alternativa,
clsicamente
liberal.
Adems, al obrar as no lo hace porque
crea que el Estado pueda con toda su
sabidura cientfica estar equivocado
o que el ciudadano pueda cuidar mejor
de s mismo de lo que lo hara el Estado;
tales cosas jams le pasan por la
imaginacin (o por lo menos no las
menciona). Rechaza la afirmacin de
que el ciudadano sea propietario de su

propio cuerpo, porque cree que Las


personas forman parte de la riqueza de
la comunidad. Esta invierte en ellas una
gran cantidad de dinero, ya sea en
educacin, en subsidios de vivienda,
subsidios de alimentacin, y de
muchsimas otras maneras. Esta
inversin slo se recupera si hombres y
mujeres viven una vida activa y
productiva, de duracin razonable[24].
Ni siquiera Marx o Lenin llegaron
tan lejos. Gould lleva aqu la lgica del
Estatismo
materialista
(o
del
Capitalismo de Estado) a su inexorable
conclusin, especialmente en lo que a
asuntos mdicos se refiere. El Estado es
el dueo de todo, incluidas las personas.

Estas son a la vez una inversin y un


producto. La inversin se realiza en los
cuerpos jvenes y enfermizos; el
producto son los cuerpos maduros y
sanos. Evidentemente, a estos cuerpos
sanos no se les puede permitir que se
gobiernen a s mismos, que se
autoproduzcan enfermedades o que
lleguen incluso a matarse. Esto sera
destruir la propiedad del Estado. En
consecuencia concluye triunfante
Gould no tiene el Estado el derecho
el deber (la cursiva es suya) de
procurar
que
sus
ciudadanos
permanezcan sanos y de prohibirles
legalmente (sic) que hagan cosas que no
sean saludables? Ya es hora de

plantearse el problema y de que nuestros


amos (sic) elaboren algn tipo de
normas respecto a su responsabilidad
por el modo como manjanos nuestros
cuerpos. Al fin y al cabo, ellos forman
tanto parte del patrimonio nacional
como una siderrgica[25].
Nuestros cuerpos son como estas
fbricas de acero; forman parte de la
riqueza nacional; pertenecen al Estado y,
por tanto, debemos cuidarlos bien. Todo
esto suena vagamente familiar. Nuestros
cuerpos, se nos sola decir, son como
templos. Forman parte del Designio
Divino; pertenecen a Dios y, por tanto,
no debemos daarlos. La concepcin de
Gould, entonces, no es ms que un

remiendo de las doctrinas antiguas y


positivistas de los jacobinos de Comte,
de los liberales modernos y de los
cientficos behavioristas[26]. Cuando
estos principios y mtodos burocrticos
y totalitarios se aplican a la
planificacin y organizacin de la salud
mental como sucede en Inglaterra y en
los Estados Unidos surge el psiquiatra
como evangelista poltico, activista
social y dspota mdico. Su funcin es
la de proteger al Estado de los
ciudadanos que le crean dificultades. La
sublimidad del objetivo justifica todos
los medios necesarios para la
consecucin de esta meta. La situacin
existente en la Alemania de Hitler nos

ofrece un cuadro horrible o idlico,


segn cules sean nuestros valores de
la tirana poltica resultante, simulada
tras una simbologa de enfermedad y
justificada por una retrica teraputica.
Debera
recordarse
que
los
psiquiatras de la Alemania nazi jugaron
un papel de primera fila en el desarrollo
de las cmaras de gas, cuyas primeras
vctimas fueron enfermos mentales[27].
Incluso en aquellos territorios ocupados
en que se utilizaba a los soldados para
el asesinato en masa de las poblaciones
civiles, los internos de los hospitales
mentales en Kiev, por ejemplo eran
asesinados por los doctores[28]. Slo en
Polonia, fueron enviados a la muerte

unos treinta mil pacientes de hospitales


mentales[29]. Todo esto fue llevado a
cabo bajo bandera de la proteccin de la
salud de los miembros sanos de la
poblacin. Los nazis haban sido
pioneros cosa que, al parecer, hace
tiempo se ha olvidado, si es que alguna
vez se apreci en toda su importancia
no slo del desarrollo de nuevas
tcnicas de asesinato en masa, sino
tambin del perfeccionamiento de una
nueva retrica de higiene con que
justificar sus programas. Heinrich
Himmler jefe de la S. S. Nazi,
explicaba, por ejemplo, que El
antisemitismo es exactamente lo mismo
que el despiojamiento. Matar los piojos

no es cuestin de ideologa. Es cuestin


de limpieza[30]. De modo parecido,
Paul Otto Schmidt jefe de prensa del
Ministerio de Asuntos Exteriores Nazi
declaraba que La cuestin juda no
es una cuestin de humanidad, como
tampoco lo es de religin; es
simplemente una cuestin de higiene
poltica[31].
En el mundo de la postguerra, esta
imagen ha sido invertida, de manera que
quien plantea problemas de higiene no
es el judo, sino el antisemita; y, en vez
de encarcelarlo en un campo de
concentracin, se le encierra en un
hospital mental[32].

Como ya he subrayado a lo largo de


todo este libro, la desmoralizacin y la
despolitizacin de los problemas
sociales, as como su transformacin en
problemas de medicina y tratamiento,
son una caracterstica que los modernos
estados totalitarios (tanto NacionalSocialistas
como
Comunistas)
comparten con los modernos estados
burocrticos. Adems, aunque el grado y
direccin de la destruccin justificada
con esta retrica teraputica pueda
variar de un sistema poltico a otro, su
finalidad esencial es siempre la misma:
identificar, estigmatizar y controlar
facciones particulares de la poblacin.
En Alemania, la concepcin de los

judos como alimaas, condujo a su


exterminacin en las cmaras de gas.
La aplicacin ms dramtica de esta
teora (la del judo como insecto)
escribe Hilberg condujo a una
compaa alemana de fumigacin, la
Deutsche
Gesellschaft
fr
Schdlingsbekmpfung, a participar en
las operaciones de matanza, al
proporcionar uno de sus productos
letales para la gasificacin de millones
de judos. De esta manera el proceso de
destruccin convirtise tambin en una
operacin de limpieza[33].
En Amrica, la justificacin del
encierro basada en la concepcin del
paciente mental como una persona tan

enferma que ni siquiera se da cuenta de


estarlo se alza sobre una retrica
higinica similar. Sus consecuencias son
casi tan terribles como aqullas.
Uno de los paralelismos ms
antiguos y ms instructivos entre el
campo de concentracin nazi y el
hospital mental estatal de Amrica, es el
trazado por Harold Orlans en 1948.
Como objetor de conciencia, Orlans
trabaj en un hospital del estado durante
la guerra. Es en el asesinato de viejos
decrpitos por negligencia escribe
donde a mi parecer se encuentra la
mxima analoga con los asesinatos del
campo de la muerte. Los asesinatos del
asilo son pasivos; los de Auschwitz eran

activos pero, de todas formas, su


lgica es la misma[34]. Podemos
observar aqu que actualmente alrededor
de un 40 % de los pacientes de los
hospitales mentales del estado de New
York, alcanzan y sobrepasan los sesenta
y cinco aos. La manera indirecta
subraya Orlans en un intercambio de
cartas con Dwight MacDonald en
que el asilo mata a sus internados,
sorprende al principio por su
irracionalidad (una cmara de gas sera
ms eficiente); pero el conocimiento (o
visin posterior) de la sociedad
americana deja claro por el momento
que un sistema ms breve no es
practicable; es ms, puede ser que algn

da se adopte un sistema incluso ms


prolongado[35].
La tesis bsica de Orlans,
ampliamente confirmada durante los
veinte aos que han seguido a la
publicacin de su artculo, se resume en
estas frases: Yo no afirmo la
identidad entre el asilo americano y el
campo de la muerte alemn. En cambio,
me hallo interesado en ciertas
semejanzas del proceso social que se da
en ambas instituciones, y mi tesis
enuncia que el asilo americano
manifiesta en embrin algunos de
aquellos mismos mecanismos sociales
que maduraron en Alemania hasta llegar
a los campos de la muerte[36].

La retrica mdica del nazismo fue,


adems, no slo una estratagema para el
asesinato de los judos (ni ms ni menos
que la retrica mdica de la Psiquiatra
Institucional no es ms que una
estratagema para el control coercitivo
de los individuos indefensos o
molestos). Al contrario, formaba parte
integrante de la conciencia de salud de
la sociedad nazi cientfica. En caso de
victoria nos dice Hannah Arendt
ellos (los nazis) queran extender su
poltica de exterminacin a las filas de
alemanes radalmente poco aptos
Hitler contempl durante la guerra la
introduccin de un proyecto de ley sobre
Salud Nacional; Despus de un examen

por raxos-X a toda la nacin, debe


drsele al Fhrer una lista de personas
enfermas, especialmente aqullas que
sufran enfermedades pulmonares o
cardacas. Sobre la base de la nueva Ley
del Reich sobre la Salud a estas
familias no se les permitir permanecer
por ms tiempo entre el pblico, como
tampoco procrear hijos. Lo que haya de
sucederles a estas familias, depender
de rdenes adicionales del Fhrer. No
se necesita mucha imaginacin (aade
Arendt) para adivinar cules hubieran
sido estas rdenes adicionales[37].
De esta manera, lo que sucedi a
judos y pacientes mentales en
Alemania, presagiaba lo que iba a

suceder a otras minoras. De modo


parecido, lo que sucedi a negros y
pacientes mentales en Estados Unidos,
presagiaba lo que iba a suceder a otras
minoras en particular, al enfermo, al
anciano, al homosexual y al drogadicto.
A diferencia de los nazis, los
comunistas no exterminan a sus
pacientes mentales; lo nico que hacen
es obligarles a comportarse. En
general, debido al sistema social
imperante, en Rusia se da una
aceptacin total del problema de la
enfermedad mental declar B. A.
Lebedev, antiguo director del Instituto
de Investigaciones Psiconeurolgicas
Bekhterev de Leningrado y actualmente

funcionario mdico de la Organizacin


Mundial de la Salud, en una conferencia
pronunciada en la Universidad del
Oklahoma Medical Center[38]. Es
posible que en Rusia se acepte la
enfermedad mental, pero, como
veremos, no se acepta al paciente
mental. Rusia no tiene el problema de
educacin del pblico que tiene
Amrica al ser obligatorios el
tratamiento y la terapia recomendada
explicaba
Lebedev.
El
internamiento de los pacientes en
hospitales mentales se realiza en Rusia
en un mnimo de casos observaba
Lebedev; sin embargo, al ser dado
de alta de un hospital, el paciente tiene

que acudir al dispensario (centro


comunitario de la salud mental) donde
un psiquiatra decide qu tipo de
cuidados mdicos ha de recibir y con
qu frecuencia[39]. (La cursiva es
nuestra).
La coercin del paciente por el
mdico burocrtico, se acepta all como
el canon mdico ms natural y
apropiado de entre los posibles.
Lebedev prosigue diciendo que, aunque
el psicoanlisis freudiano no se aplica
en Rusia, las medidas de tratamiento
coinciden en general con los tipos de
terapia utilizados en los Estados
Unidos. Adems, la estructura social
de Rusia ha hecho posible que la

psiquiatra penetre en las comunidades y


emprenda una bsqueda activa de
personas
necesitadas
de
tratamiento[40].
Esta adaptacin de los mtodos de
bsqueda de brujas a las circunstancias
de la vida moderna, juega un papel
importante, no slo en la psiquiatra
rusa, sino como veremos ahora
tambin en el movimiento en pro de la
salud mental, que discurre en el seno de
la sociedad americana. En efecto, en su
conferencia Lebedev resaltaba que los
centros comunitarios de salud mental
habanse iniciado en Rusia ya en el ao
1923. (Mientras que) el concepto de
centro comunitario de salud mental tan

slo se ha abierto paso en los Estados


Unidos durante estos ltimos aos[41].
Es digno de observar el que los
mdicos rusos reconozcan francamente
que su deber y lealtad primarias se
deben al Estado, no al individuo. Una
publicacin
mdica
sovitica,
Meditsinskaya
Gazeta
(Gaceta
Mdica), afirma que el mdico
sovitico est obligado a cooperar
activamente con el gobierno, el Partido,
el Komsomol y dems organizaciones
profesionales, en aquellas disposiciones
adoptadas para la defensa de la salud de
la poblacin. Esto significa que no
podemos tener secretos para con el
Estado[42]. Este, como ya hemos visto,

es el tipo de canon que Donald Gould


defiende precisamente para la medicina
britnica.
En un sistema mdico de esta clase
es inconcebible imaginar restricciones
al empleo de la encarcelacin
psiquitrica como mtodo de control
social. Efectivamente, en Rusia no
existen tales
restricciones.
As,
observamos cmo las autoridades,
especialmente tras la muerte de Stalin,
utilizan frecuentemente la psiquiatra y
los
hospitales
mentales
para
desacreditar y disponer a su antojo de
individuos polticamente embarazosos o
que por algn otro motivo les resultan
indeseables. En Occidente tenemos

noticia sobre todo del caso del escritor


Valeriy Tarsis[43], pero hay muchos otros
como
el
lgico-matemtico
Aleksander Yesenin-Volpin, el pintor
Yuri Titov, la poetisa adolescente Yulia
Vishnevskaya y el intrprete Zhenya
Belov[44].
A
pesar
del
carcter
escandalosamente poltico y represivo
de la psiquiatra sovitica, muchos
prominentes psiquiatras americanos han
afirmado pblicamente sus simpatas
con alabanzas sin lmites del estilo
sovitico de psiquiatra comunitaria.
Puede servirnos de ejemplo un artculo
de Lawrence C. Kolb presidente del
departamento de psiquiatra del

Columbia University College of


Physicians and Surgeons y director del
New York State Psychiatric Institute.
Kolb describe el sistema de
aplicacin de los servicios psiquitricos
en la Unin Sovitica, sin mencionar una
sola vez la coercin sobre los pacientes,
y concluye diciendo que: Otras
ventajas del sistema sovitico, son las
siguientes: garanta de empleo del
paciente dado de alta; previsin de
subvenciones hospitalarias para que las
familias puedan cuidar al enfermo en su
hogar; dependencia de los psiquiatras
con respecto a los dispensarios; la
facilidad con que se toman decisiones y
medidas eficaces acerca de la vida

econmica, social, legal y vocacional


del paciente[45].
El inquisidor religioso no lo
olvidemos jams quemaba a los
herejes; se limitaba a relajarlos a los
tribunales laicos. Paralelamente, el
inquisidor psiquitrico jams obliga a la
conformidad ni impone castigos; l toma
decisiones y medidas eficaces
acerca de la vida del paciente. En
resumen, lo que Kolb ensalza son las
ventajas polticas a su parecer
de una ideologa colectivista sobre una
ideologa individualista y de una
sociedad
cerrada
sobre
otra
relativamente abierta.
En un artculo parecido, Isadore

Ziferstein psiquiatra investigador del


Psychiatric and Psychosomatic Research
Institute de Los Angeles confirma y
ampla los descubrimientos y opiniones
de Kolb. Los rasgos distintivos de los
psicoterapeutas soviticos escribe
comprenden el informalismo, la
accesibilidad y la actividad[46]. De
nuevo se omite mencionar el poder
sobre el paciente reconocido sin
ambages por los mismos psiquiatras
soviticos. Una breve descripcin del
trabajo realizado por el psiquiatra
sovitico en un centro comunitario de
salud mental ruso (se da la
coincidencia que el nico visitado por
Ziferstein es el Instituto Bechterev, la

misma
clnica
donde
trabajaba
Lebedev), nos bastar:
Iban cumpliendo (los psiquiatras)
cada vez ms los deberes propios de los
funcionarios psiquitricos de la salud
pblica. Estos deberes comprendan la
inspeccin de las fbricas y dems
lugares de trabajo, a fin de investigar
qu condiciones de trabajo podran tener
efectos deletreos sobre la salud
mental[47].
Entre
estas
condiciones
laborales con efectos deletreos
sobre la salud mental da a entender
otro estudio sovitico podra incluirse
el hecho de tener un patrn que va a la
iglesia[48].

Debera quedar establecido con la


suficiente claridad, a partir de esta
exposicin,
que
los
principios
soviticos de tica mdica forman parte
integrante de la tica colectivista del
comunismo, del mismo modo que los
principios hipocrticos forman parte
integrante de la tica individualista del
Occidente Libre. Cada uno de estos
cdigos morales reflejan una solucin
diversa al eterno problema del conflicto
entre el individuo y la sociedad. Cada
uno de ellos prescribe un cdigo de
conducta distinto para el mdico,
especialmente en aquellos casos en que
los intereses del ciudadano y los del
Estado entran en conflicto. En

consecuencia, en los pases totalitarios,


el mdico se ve frecuentemente obligado
a actuar como adversario del paciente;
mientras que en los pases libres, no
suele haber necesidad de ello[49].
El crimen de los mdicos nazis fue
delito tan slo desde el punto de vista de
una tica mdica no totalitaria. Fue
precisamente para reafirmar la primaca
de la relacin mdico-paciente por lo
que se formul la versin de Ginebra
del Juramento Hipocrtico, poco
despus de los juicios de Nremberg.
Dicho juramento, adoptado por la
Organizacin Mundial de la Salud,
ordena explcitamente al mdico
observar los siguientes principios:

Mi primera consideracin ser la


vida y salud de mi paciente. Mantendr
en secreto todo cuanto el paciente me
confe No consentir que entre mi
deber y mi paciente se interpongan
consideraciones de raza, religin,
nacionalidad, partido, poltica o rango
social Ni siquiera bajo amenaza,
utilizar mis conocimientos en contra de
las leyes de humanidad. Hago estas
promesas con absoluta libertad y sobre
mi honor[50].
Actualmente, con el Juramento
Hipocrtico tanto en su forma original
como revisada sucede lo que con
otras declaraciones de principios
morales; no es ms fuerte que el deseo

de las personas de respetarlo y


defenderlo.
La
Declaracin
de
Independencia proclam la libertad
como derecho inalienable del hombre;
esto no evit que los americanos
mantuvieran a los negros en esclavitud.
De modo parecido, el Juramento
Hipocrtico proclama que la lealtad
primaria del mdico se debe a su
paciente; esto no ha impedido que los
mdicos traicionaran dicha lealtad en
favor de la Iglesia en la Edad Media y
en favor del Estado en el mundo
moderno. As, en una competicin
entre la tica mdica sovitica y la
occidental, los augurios no son muy
brillantes por nuestra parte. Esta vez,

evidentemente, no podemos culpar a un


enemigo externo. Los comunistas no nos
estn imponiendo su tica mdica por la
fuerza de las armas. El conflicto radica
en el seno de nuestra propia sociedad,
en nuestra reluctancia a proteger las
responsabilidades de la libertad poltica
y la autonoma personal. Efectivamente,
la erosin de la tica mdica
individualista data de fecha anterior a la
Revolucin Rusa.
Ya en 1912, y a propsito de la
publicacin del Lloyd George Insurance
Act en Inglaterra (el primer programa de
aseguracin
obligatoria
de
los
trabajadores britnicos), el Journal of
the American Medical Association

observaba que esta ley sealaba el


comienzo de una nueva era para los
mdicos y la sociedad. El mdico
moderno se haba convertido en un
funcionario sanitario del Estado, que
prefera dirigir su trabajo hacia el bien
comn antes que actuar como hombre
privado, profesional o empresario[51].
Adems, la Psiquiatra Institucional,
que siempre aleg formar parte de la
medicina y fue a su vez ansiosamente
aceptada por sta como una de sus
especialidades, fue creada y ha
seguido siendo ininterrumpidamente
como
una
empresa
colectivista,
semitotalitaria, en la que el mdico
serva al Estado y no al paciente. Del

mismo modo que la esclavitud negra


corrompi la tica libertaria de la
democracia americana, la Psiquiatra
Institucional ha corrompido la tica
individualista de la medicina occidental.
La medicina se adhiri a esta tica slo
cuando serva a sus fines es decir,
cuando el paciente contrataba libremente
los servicios del mdico. Cuando el
supuesto paciente se neg a ello y, en su
lugar, fue entregado por el Estado a los
mdicos para que fuera sometido a
tratamiento, stos aceptaron su nueva
funcin
sin
protestas[52].
Esto,
naturalmente, es agua pasada. Hoy da,
sumndose al impulso de esta tradicin,
existen otras fuerzas que no viene al

caso analizar aqu que empujan a la


medicina occidental en una direccin
colectivista. Basta recordar y advertir al
lector como Oliver Garceau ha
resaltado que la lgica de los
acontecimientos conduce sin posibilidad
de error hacia una prctica burocrtica
de la que desaparecer la iniciativa
privada, con una rpida disminucin de
la esfera de libre eleccin por parte del
paciente y por parte del doctor Es
inevitable la transformacin del mdico
de petit bourgeois a burcrata En una
sociedad centralista, la moralidad de la
medicina ser inevitablemente juzgada
de forma muy distinta a las relaciones
paciente-doctor o doctor-doctor de los

cdigos
tradicionales
de
tica
mdica[53].
La
importancia
de
estas
consideraciones para cuanto venimos
diciendo, radica en el hecho de que en
una sociedad centralista (expresin
que no es ms que un eufemismo de
sociedad burocrtica o sociedad
totalitaria), el psiquatra slo puede
subsistir como agente del Estado. De ah
que sus opiniones sobre la salud y
enfermedad mentales dependan de la
posicin que ocupe en la escala de
nminas del Estado. Su partidismo
interesado consecuencia de este hecho
en los conflictos polticos y morales,
deber esconderse, sin embargo, tanto

ante la propia conciencia como ante los


otros. El vocabulario de la psiquiatra,
como ya hemos visto, se presta
especialmente a estos propsitos.
Aunque muchos psiquiatras han dado
a entender que el objetivo de la
psiquiatra debera consistir en sustituir
la moralidad por una tecnologa de la
salud mental exenta de valores, G.
Brock Chisholm antiguo general,
director de los servicios del ejrcito
canadiense, antiguo director de la
Federacin Mundial de la Salud Mental
y antiguo director tambin de la
Organizacin Mundial de la Salud lo
ha dejado sentado con tanta precisin y
claridad, que sus palabras merecen ser

citadas: El nico denominador comn


de todas las civilizaciones afirma
es la moral, el concepto de bueno y
malo, la postura hacia tiempo descrita
y contra la que se nos ha prevenido
como el fruto del rbol del
conocimiento del bien y del mal[54].
Este concepto, opina l, debe ser
destruido por la psiquiatra: La
reinterpretacin y eventual erradicacin
del concepto del bien y del mal son
los objetivos remotos prcticamente de
toda
psicoterapia
efectiva[55].
Increble? Puede Chisholm atreverse a
tanto?
Sus
conclusiones
y
recomendaciones deberan disipar en el
lector toda duda acerca de su tremenda

seriedad. Si la raza humana debe ser


liberada de esta carga paralizante, que
es el bien y el mal prosigue
Chisholm deben ser los psiquiatras
quienes asuman la responsabilidad
inicial. Es un desafo al que tienen que
enfrentarse[56]. Concluye diciendo que:
Unida al resto de las ciencias humanas,
la psiquiatra debe decidir ahora cul va
a ser el futuro inmediato de la raza
humana. Nadie ms puede hacerlo. Esta
es la primera responsabilidad de la
psiquiatra[57].
Y cul ser el futuro de la raza
humana, segn la programacin de los
psiquiatras? Bien, es evidente que esto
depender, en realidad, de sus amos.

Dadnos un mundo saludable en todos


los sentidos declara Sargent Shriver,
antiguo director del Peace Corps y ms
tarde director del Office of Economic
Opportunity y el comunismo
desaparecer de la faz de la tierra en
todos los sentidos[58].
Este no es, desde luego, el objetivo
de Lebedev y sus patronos soviticos.
Tampoco es el de los asistentes sociales
de la salud mental, de la comunidad
americana. Es ms, si comparamos la
concepcin de Shriver acerca de la
salud mental con la de los psiquiatras
chinos contemporneos, veremos que lo
que para unos es salud, para los otros
es enfermedad.

En una entrevista con el novelista


italiano Goffredo Parise, el profesor Suh
Tsung-hwa a quien se describe como
el psiquiatra ms prominente de la China
comunista observaba que las
neurosis y las psicosis no existen aqu,
como tampoco la paranoia. En el fondo
de todas estas neurosis enfermedades
burguesas est el egosmo. En
Occidente el egosmo es necesario para
sobrevivir
As pues, no existe el egosmo en
China? pregunta Parise.
Naturalmente que existe, pero
luchamos por destruirlo. Dir, no
obstante, que en China incluso antes
de la liberacin era patrimonio de

unos pocos La familia china ha sido


siempre muy numerosa y muy compleja
en su estructura jerrquica. El individuo
aislado tena pocas ocasiones de
expresar su egosmo privado. Mitigado
ya el concepto egosta individualista de
la vida por estas circunstancias de
colectividad, sumadas a las enseanzas
de
Confucio,
dej
de
existir
completamente en China cuando sus
habitantes empezaron a trabajar, vivir y
alimentarse en el seno de una sociedad
marxista, libre del sistema de clases. El
egosmo equivale a neurosis y sta a
lucha de clases[59][60].
Turbado por esta liquidacin de las
neurosis y psicosis por parte de los

pensamientos de Mao, Parise pregunta:


Si, como dice, las neurosis no
existen aqu, qu me dice de la
depresin?. La respuesta del profesor
Suh muestra cmo la orientacin
ideolgica del psiquiatra en su caso,
hacia el colectivismo, y, en el mo, hacia
el individualismo conforma su juicio
acerca de la conducta humana[61].
Existen algunas formas de depresin que
podran definirse como remordimiento
replica Suh. Muchos trabajadores,
estudiantes y campesinos sienten una
especie de culpabilidad respecto a la
sociedad socialista. Piensan que quizs
no han dedicado bastante fe y energa
revolucionaria a la construccin

socialista de China. Acuden, por


ejemplo, a m dicindome: El Partido
ha hecho mucho por m y yo hago muy
poco por el Partido y por mis colegas.
Esta idea llega a ser obsesiva en algunos
casos y, en otros, puede convertirse en
mana. En este momento puede surgir la
melancola que, aun as, no es una
verdadera neurosis.
(Llegado a este punto, no pude
contenerme ms escribe Parise).
Las afirmaciones que me ha hecho
parecen paradjicas a los ojos de un
europeo. Sinceramente, me cuesta
creerlas.
(El profesor asinti).
Lo comprendo perfectamente.

Pero en primer lugar, quiero decirle que


a pesar de mi formacin cientfica y
cultural en Europa soy chino y,
adems, chino marxista. Amo a los
chinos mucho ms que a m mismo.
Estos pacientes son mis hijos y yo soy
un padre para con ellos[62].[63]
Resulta claro que el mundo sano
de Shriver y el de Suh Tsung-hwa no son
lo mismo. En el primero, desaparece el
comunismo; en el segundo, el
capitalismo. En el pasado, las Guerras
Santas se hicieron con la retrica de l
salvacin en una mano y la espada en la
otra; ahora se hacen con la retrica de la
salud mental en una y con la bomba en la
otra. El avance cientfico en la

construccin de armas, es algo


indiscutible; el avance retrico, es algo
mucho ms dudoso.
Es curioso que, aunque Shriver y
Suh no se dirigan el uno al otro, cada
uno de ellos identifica la promocin de
la salud mental con la destruccin de su
oponente poltico. Ya hemos visto el
caso de Suh. Veamos ahora cmo lo
hace Shriver. En el discurso citado ms
arriba, pronunciado por Shriver en el
Albert Einstein College of Medicine, en
el Bronx, ampla su observacin del
modo siguiente:
Hagamos que la educacin
universal en la salud sea una realidad y
los comunistas chinos tendrn ms de un

dolor de cabeza. No es que nos


propongamos
exasperar
a
los
comunistas, sino que estamos decididos
a conseguir el bienestar de los
habitantes del mundo[64].
Yo tambin como Mr. Shriver
me opongo al comunismo, ya sea chino o
ruso. Pero mi opinin es que deberamos
hacerle frente como a un mal moral y
poltico, no como a una enfermedad
mdica o psiquitrica; y creo, adems,
que deberamos acompaar nuestras
convicciones con sanciones econmicas,
polticas y si necesario fuese
militares, en vez de hacerlo con una
retrica que, desde luego, nos engaar,
pero dejar a nuestros enemigos

indemnes y sonrientes.
El espritu de cruzada de una
reforma utpica, caracterstica durante
mucho tiempo de la Psiquiatra
Institucional y ejemplificada por las
opiniones de Chisholm, Shriver y Suh,
anima ahora a quienes apoyan un
movimiento en favor de la implantacin
de centros comunitarios de salud mental.
Su espritu se caracteriza por un celo
reformador y una benevolencia sin
lmites, acompaados de una obstinada
insistencia en tratar[65] los pacientes
mentales a veces hasta a los pacientes
mdicos como objetos defectuosos
necesitados de una reparacin realizada
por tecncratas omnicompetentes. El

supuesto paciente se ve convertido de


una persona que est enferma y busca
tratamiento en un mdico elegido por
ella, en una cosa cuyo mal
funcionamiento es diagnosticado por
expertos comisionados y pagados por el
Estado. Este panorama incluye una
exigencia de lealtad inquebrantable al
Estado moderno por parte del mdico,
parecida a la que el clrigo medieval
deba a la Iglesia. Sabemos que en los
estados totalitarios esta obediencia se
est consiguiendo ya de los mdicos; lo
que se nos pide ahora explcitamente, es
que aceptemos este hecho como un gran
paso hacia adelante en la tica mdica
de las sociedades libres. Porque slo de

este
modo
nos
dice
esta
argumentacin puede salvaguardarse
la salud de toda la comunidad, en vez
de limitamos a salvaguardar la de unos
pocos capitalistas[66]. Tocamos con
ello un inmenso y complejo problema
histrico y social, el de la tendencia
existente en las modernas sociedades
industriales ya sean capitalista o
comunistas hacia la burocratizacin
de todas las funciones sociales y el de
las implicaciones de este proceso sobre
los servicios mdicos y especialmente
los
psiquitricos.
Cuando
los
americanos observan este proceso bajo
la bandera del Nacional-Socialismo o
del Comunismo, lo deploran como un

totalitarismo deshumanizante, pero,


cuando lo encuentran bajo la bandera de
una reforma social democrtica, lo
bendicen
como
liberalismo
humanitario y se adhieren a l
calurosamente[67].
Tanto en las sociedades abiertas
como en las sociedades cerradas, el
psiquiatra institucional se ha dedicado
durante mucho tiempo a poner bajo
cerrojo a los ciudadanos disidentes
clasificados
como
mentalmente
enfermos. El movimiento que propugna
los centros comunitarios de salud
mental, nos propone extender este poder
policaco tradicional del psiquiatra. Lo
hace, asegurando que el asistente social

para la salud mental tiene una


responsabilidad, no slo para con el
paciente que acude en busca de ayuda,
sino tambin para con aquellos que no
acuden, porque no se consideran
enfermos, y a los que, a pesar de todo,
hay que servir. Harold Visotsky, por
ejemplo, comisionado de la Salud
Mental en el Estado de Illinois, afirma
que debe adoptarse un enfoque de
benigna agresividad para buscar y llegar
hasta estas personas, en vez de sentarse
y esperar que lleguen movidos por los
(nuestros)
programas
(psiquitricos)[68].
Gerald Caplan profesor de
psiquiatra en la Harvard Medical

School declara que el psiquiatra


comunitario se diferencia de sus
colegas tradicionales en tener que
prestar servicios a un gran nmero de
personas con las que no ha tenido ningn
contacto personal y de cuya identidad y
origen no tiene ningn conocimiento
inicial. No puede esperar que los
pacientes acudan a l, porque posee la
misma responsabilidad para con
aquellos que no acuden[69]. Y Norman
Lourie secretario ejecutivo adjunto
del Departamento de Bienestar Pblico
de Pennsylvania insiste en que Los
servicios de la salud mental no pueden
descansar ya sobre aquellos pacientes
potenciales, a fin de conseguir una

deteccin precoz y prevenir[70]. No


es exagerado decir que estas modernas
psicoburocracias estn siendo fundadas
con el propsito expreso de fabricar
pacientes mentales.
De esta solicitud de aumento de los
ya culminantes poderes de control social
de la Psiquiatra Institucional, se hacen
eco una y otra vez los defensores de esta
barbarie psiquitrica moderna. Pueden
servirnos de ilustracin los juicios de
Leopold
Bellak
psicoanalista,
profesor de psiquiatra en la New York
School of Psychiatry y principal
portavoz de la psiquiatra comunitaria.
Bellak considera la medicina de la
salud pblica como el modelo de la

psiquiatra comunitaria. Observa que


hace tiempo que la comunidad ha
reconocido la necesidad de medidas
legales que salvaguarden su salud fsica
y ya se han establecido tales medidas
Sin embarg, en muchos casos, aquellos
miembros de la comunidad que ms
necesitan
cuidados
psiquitricos,
rehsan tal tratamiento; hasta ahora no
existen medios con que imponer los
servicios psiquitricos donde ms se
necesitan[71]. Bellak relaciona entonces
una serie de medidas obligatorias de la
salud pblica, tales como el tener que
informar
de
las
enfermedades
contagiosas, la vacuna contra la viruela,
la inspeccin sanitaria de los

restaurantes etc., y sugiere que


ciertamente,
sera
igualmente
apropiada una legislacin similar
destinada a proteger a la comunidad de
la contaminacin emocional y a
proporcionar las defensas mnimas
necesarias a la mayora frente a las
enfermedades mentales graves de una
relativa minora[72]. Desde el momento
que enfermedad mental puede, sin
embargo, detectarse en cosas como las
defensa de una ideologa comunista,
nazi, antisemita o antinegra, las
implicaciones polticas de tales medidas
de la salud mental pblica son
dolorosamente evidentes.
Sin embargo, gracias a no desviarse

ni un momento de su retrica de salud y


enfermedad, Bellak puede pretender que
sus proposiciones estn exentas de
valores morales y polticos. De esta
manera escribe al decretar
disposiciones legales que proporcionan
asistencia obligatoria a los problemas
fisiolgicos de la salud pblica, se ha
sentado un precedente que puede servir
de pauta para nuestros esfuerzos en
favor de la disminucin de sus
problemas psiquitricos Si los
asistentes de la salud pblica han tenido
xito en la elaboracin de una
legislacin que obliga al tratamiento de
las enfermedades contagiosas, las
dificultades a que nos enfrentamos en el

curso de nuestros esfuerzos paralelos


por conseguir la imposicin de la
psicoterapia, no deben resultarnos
insuperables[73].
Bellak, adems, no se muestra
satisfecho con la idea de que la
psiquiatra comunitaria se convierta en
una especie de actividad de la salud
pblica. Quiere ser parte ms importante
del sistema colectivista de gobierno.
Apremia a los psiquiatras para que
adopten la idea de que debe formar
parte de nuestro instrumental el hacer
ego alienado lo que era ego sintnico y
crear motivacin all donde no haba
ninguna que tomar como punto de
partida. Una orden judicial de

aplicacin de psicoterapia puede ser una


motivacin inicial tan buena como otra.
La psicoterapia legislada tiene una
importante funcin que realizar[74]. (La
cursiva est en el original).
Las premisas y argumentos de
Bellak, resumidos ms arriba, le llevan
a las siguientes conclusiones:
Es posible que haya que
desarrollar un nuevo brazo ejecutivo del
gobierno, que se preocupe de los
problemas cotidianos de la educacin de
los nios, as como del estado
emocional de la comunidad. Sobre una
base ms amplia, la vigilancia
psiquitrica deber introducirse en las
consideraciones polticas y en la salud

mental de legisladores y ejecutivos, de


una manera que sera impropio detallar
aqu. No hay ninguna duda, sin embargo,
de que con un amplio campo donde
desarrollar
sus
actividades,
la
psiquiatra comunitaria tendr que ser
cada vez ms capaz de proteger a la
sociedad como un todo global y asegurar
al individuo, al mismo tiempo, las
mayores oportunidades de felicidad
posibles[75].
Desde luego, no hay nada nuevo en
estos proyectos de felicidad para el
hombre. Durante quince siglos hemos
estado luchando a brazo partido contra
tu libertad declara el Gran
Inquisidor de Dostoyevsky pero

ahora ha muerto ya para siempre


Ahora por primera vez se ha hecho
posible pensar en la felicidad de los
hombres[76]. El Gran Inquisidor no
cometera el error Bellak no lo
comete de utilizar palabras como
libertad.
Resulta significativo que Bellak
menciona la Carta Magna.
El la interpreta, sin embargo, no
como un contrato que protege al sbdito
frente al gobernante, sino como una
autorizacin dada a ste para ejercer una
autoridad sin lmites en beneficio del
sbdito.
Lo ms importante declara
Bellak en su Handbook of Community

Psychiatry es que los objetivos


establecidos (en el) inspirado
programa que el presidente Kennedy
traz recientemente (en su Mensaje
sobre la enfermedad mental y al retraso
mental, 5 de febrero de 1963)
consisten en investigar y erradicar las
causas de la enfermedad mental, as
como reforzar los conocimientos y el
poder colectivo para sostener el ataque.
As vemos cmo esta disposicin puede
ser considerada como la Carta Magna de
la Psiquiatra Coniunitaria, puesto que
ha sido dirigida a salvaguardar y
garantizar, en una medida hasta ahora
inimaginable, un derecho humano bsico
el privilegio de la salud mental[77].

[78]

Esto tambin lo saba el Gran


Inquisidor y lo formulaba mejor:
Hemos corregido Tu obra y la hemos
basado sobre el milagro, el misterio y
la autoridad. Y los hombres se han
alegrado de ser conducidos otra vez
como rebao y de que el terrible don (la
libertad) que tantos sufrimientos les
report, fuera por fin extrado de sus
corazones[79]. (La cursiva est en el
original).
Los escritos de Bellak ejemplifican
el espritu de cruzada de la psiquiatra
comunitaria. Est dispuesto a sostener
una guerra contra la enfermedad
mental
y
la
contaminacin

emocional; cree que la psiquiatra


debera proteger a la sociedad y al
mismo tiempo trabajar en favor de la
felicidad individual por medio de una
psicoterapia
legislada;
y,
elocuentemente, dedica su libro al
presidente Kennedy, no porque luchara
por la libertad y la justicia, sino porque
estaba mentalmente sano. Entre sus
muchas contribuciones (de Kennedy)
escribe Bellak en su dedicatoria
est la de haber otorgado a los Estados
Unidos la Carta Magna de la Salud
Mental Comunitaria. Las campaas de
su vida, as como su trgica muerte,
prestan testimonio de que no podemos
permitir la existencia de lunticos

polticos de ningn tipo[80]. Sin duda,


el libro de Bellak aporta por lo menos
una novedad a la cuestin: es
seguramente la primera vez en la
historia que una obra aparentemente
cientfica ha sido dedicada a un
dirigente poltico por poseer la virtud de
la salud mental[81]. La sugerencia de que
la muerte de dicho dirigente fue
motivada por la locura de su asesino,
constituye la glorificacin psiquitrica
del dirigente y el envilecimiento
psiquitrico de su (supuesto) asesino, de
una forma que hace harto difcil
distinguirla de la muerte de un cruzado
cristiano a manos del brbaro infiel.
Pero existe una diferencia: el asesinato a

manos de un loco equivale a privar a la


muerte de la vctima de todo significado.
Es sta la idea de cmo deban
desplegarse los conceptos y mtodos de
la psiquiatra, que tena el presidente
Kennedy? O vise tambin l engaado
como sospecho que pudo acontecer
por la ideologa y retrica de la Cruzada
en favor de la Salud Mental?
Al igual que Bellak, los psiquiatras
comunitarios suelen considerar la
medicina preventiva y la salud pblica
como modelo terico de sus actividades
y como justificacin moral de su
utilizacin del poder policaco del
Estado. Si el psiquiatra preventivo
(comunitario) puede convencer a las

autoridades mdicas que trabajan en las


clnicas, de que sus actividades son una
extensin lgica de la prctica mdica
tradicional escriben Caplan, por
ejemplo su funcin se ver
refrendada por todos los interesados,
incluso por l mismo[82]. Sin embargo,
el trabajo de la salud mental comunitaria
no es una extensin de la prctica
mdica tradicional. Esto resulta evidente
a travs de la definicin que el propio
Caplan da de la tarea principal del
psiquiatra preventivo, que l identifica
con la provisin de ms y mejores
materiales sociocilturales para las
personas. En el ofrecimiento de
asesoramiento a legisladores y

administradores y colaboracin con


otros ciudadanos que trabajen dentro de
influyentes
departamentos
gubernamentales, a fin de cambiar leyes
y disposiciones[83]. Segn la jerga
psiquitrica, esto es prctica mdica; en
lenguaje sencillo, es buscar influencias
en favor del Movimiento de la Salud
Mental.
Stanley Yolles director del
National Institute of Mental Health
apela tambin al modelo de la salud
pblica como justificacin de los
programas de la salud mental
comunitaria.
A travs de la planificacin de la
comunidad sobre bases amplias

escribe
a
travs
de
sus
intervenciones en las crisis y por medio
de otros mtodos, los profesionales de
la salud mental pueden compartir con
otros lderes comunitarios en la tarea de
la manipulacin del medio a fin de
eliminar los productores conocidos de
stress, como pueden ser los suburbios
miserables de las ciudades, las reas
rurales subdesarrolladas ambientes
potencialmente
productores
de
enfermedad mental. Todos stos son
mtodos de tratamiento perfectamente
legtimos Estos son algunos de los
enfoques de la salud mental que van
siendo adaptados al programa de salud
mental comunitaria[84]. (La cursiva es

nuestra).
Ahora bien: qu o quines pueden
ser productores de stress?, los
negros?, los judos?, los comunistas?,
los fascistas?, los miembros del Ku
Klux Klan o de la John Birch Society?
Estas posibilidades no son ni mucho
menos disparatadas. No tenemos ms
que aducir la decisin de los lmites que
pone el Tribunal Supremo en el caso de
la desegregacin de las escuelas,
emitida en 1954[85]. Esta opinin se
bas sobre todo en los supuestos efectos
nocivos de la segregacin escolar racial
sobre la salud mental de los nios
negros. Separarlos (a los escolares
negros) de otros nios de su edad y

cualidades, slo por causa de su raza


sostuvo el Tribunal produce un
sentimiento de inferioridad respecto a su
posicin dentro de la comunidad, que
puede afectar a sus mentes y
sentimientos de forma difcilmente
reparable Cualesquiera que fueran los
alcances
de
los
conocimientos
psicolgicos por la poca de Plessy
versus Ferguson, este descubrimiento
est ampliamente confirmado por las
autoridades modernas[86]. (La cursiva
es nuestra).
Los jueces citan a continuacin una
serie de conocidos estudios en torno al
pernicioso efecto de la segregacin
sobre los negros.

En esta decisin, as como en el


caso Boutilier[87], que discutiremos en el
prximo captulo, el Tribunal Supremo
se manifiesta quizs tal como es
identificado con la opinin pblica. A
los jueces les gusta tambin transformar
los problemas morales en problemas
mdicos o psicolgicos; prefieren hacer
lo justo mdica o psicolgicamente,
antes que moralmente. Aunque estoy de
acuerdo con los objetivos del Tribunal
en la decisin Brown, e incluso con la
misma disposicin, discrepo del
razonamiento empleado para justificarla.
La segregacin racial y la conversin
sistemtica en vctima del negro
americano, es una grave injusticia

moral. Pero qu relacin guarda con


ello el conocimiento psicolgico, del
que supuestamente no se dispona en la
poca de la decisin Plessy (1896)?
No sabamos que la segregacin era
perniciosa para los negros, antes de que
Gunnar Myrdal escribiera sobre ello en
1944?[88] En suma, considero la defensa
psicolgica aducida para la decisin
desegregatoria, moralmente objetable;
en su escala implcita de valores, coloca
los valores de la salud por encima de
los de la moral. El Tribunal sostuvo que,
puesto que la segregacin era nociva
para los sentimientos y las mentes de
los nios negros, las escuelas
segregadas no pueden ser consideradas

separadas pero equivalentes y por


tanto
son
anticonstitucionales.
Supongamos, sin embargo como
experimento
mental
que
los
psiclogos demostraran que, al evitar a
los nios negros la hostigacin y
humillacin procedentes de los nios
blancos, las escuelas segregadas
pudieran ser favorables a su desarrollo.
Hara este descubrimiento moralmente
aceptable la segregacin escolar,
impuesta por la fuerza policaca de los
Estados? Sera tal segregacin algo
menos inmoral? Digo firmemente que
no. No supone ninguna diferencia el
modo como la segregacin o la
integracin afecten a la educacin de los

nios en las escuelas pblicas. Tales


escuelas, subvencionadas por el dinero
de los impuestos, no deberan
simplemente por razones morales
establecer distinciones entre los nios
por motivos raciales o religiosos. Las
escuelas deberan, sin embargo,
establecer tales distinciones por motivos
educativos. Pero este es otro cantar.
He citado la decisin Brown como
otro ejemplo de la manera que tenemos
de utilizar explicaciones mdicas para
justificar y racionalizar nuestras
polticas morales y sociales, del mismo
modo
que
nuestros
antepasados
utilizaron explicaciones teolgicas para
justificar y racionalizar las suyas.

Quienes aprueben la confianza del


Tribunal
Supremo
en
estudios
sociolgicos y psicolgicos en Brown
versus Board of Education, sera
conveniente que consideraran las
implicaciones de estudios similares
realizados por socilogos soviticos, en
los que se muestra los efectos adversos
sobre la salud mental, no de la
segregacin, sino de la religin. En un
artculo titulado Personalidad y
Religin, el socilogo ruso A.
Krasilov, afirma que En conjunto, el
ateo lleva en la Unin Sovitica una
vida ms feliz y espiritualmente ms
satisfactoria que el creyente. Apoya
esta conclusin en datos de estudios

empricos, que muestran que entre los


campesinos, aquellos que estaban
satisfechos con su trabajo, se dividan
en un 75 % de los ateos, un 64 % de los
no creyentes, un 58 % de quienes
observaban los ritos religiosos y slo un
39 % de los creyentes convencidos.
Krasilov llega a la conclusin de que
la religin no aporta felicidad o
consolacin a los creyentes, ni siquiera
en su vida personal y familiar[89].
El lector americano rechazar quiz
este tipo de estudio como bsicamente
corrompido; el investigador descubre
lo que cree que debera ser la realidad y
aquello que sabe est en armona con la
ideologa dominante de su sociedad.

Pero acaso son diferentes los estudios


que demuestran los beneficios de la
integracin escolar en los Estados
Unidos?
Los
socilogos
que
descubren los males de la segregacin,
desde Gunnar Myrdal hasta ahora, han
abrigado la misma hostilidad hacia los
prejuicios raciales que abrigan los
socilogos soviticos hacia los que
ellos podran muy bien llamar prejuicios
religiosos. Tales estudios sociolgicos,
o son mercenarios o son tcticos,
producen datos como municin con la
que librar una batalla en favor de algn
objetivo social. Es un modo de
demostrar que las ciencias sociales
(o, por lo menos, una gran parte de lo

que pasa por tales) no son ciencias. Los


matemticos o fsicos americanos no
dudaran en utilizar en su propio trabajo
datos provenientes de estudios rusos.
Considerara el Tribunal Supremo
inconstitucional
la
exencin
de
impuestos a las iglesias basndose en
que promueven la enfermedad mental?
Es una cuestin absurda, desde luego.
Pero no ms absurda que los argumentos
utilizados en el caso Brown y en gran
parte de nuestra legislacin social
basada en consideraciones de salud
mental.
Es en la psiquiatra forense,
finalmente, donde encontramos los
mejores ejemplos de cmo la

preocupacin por la salud mental de


los individuos o grupos convertidos en
vctimas negros, personas acusadas
de un crimen, ancianos obra en
realidad en perjuicio suyo, sirviendo
nicamente para confirmarlos en sus
humillantes
papeles
de
objetos
defectuosos y para elevar a quienes se
preocupan por ellos, a la exaltada
posicin de padres solcitos. He
expuesto esta cuestin en otras
publicaciones[90]. Un breve examen
crtico de las opiniones de uno de los
principales expositores de lo que he
llamado justicia psiquitrica, nos
bastar.
En un ensayo reveladoramente

titulado La justicia tropieza con la


Ciencia, David L. Bazelon Juez
Supremo de la Corte Estadounidense de
Apelaciones para el Distrito de
Columbia describe cmo una
jurisprudencia
psiquitricamente
informada
debera
intentar
comprender y tratar con humanidad
al hombre del banquillo[91]. Intentar
mostrar cmo, al contemplar solamente
al hombre que se sienta en el banquillo,
e ignorar al que se sienta en el banco[92],
Bazelon consigue confirmar al acusado
en el papel de vctima propiciatoria
psiquitrica.
Bazelon
empieza
subrayando su preocupacin por la
vctima: como juez me siento sobre

todo preocupado por el hombre sentado


en el banquillo, pensando cmo se
utilizan las ciencias behavioristas en
nuestros tribunales de justicia[93]. Pero
si, como yo sugera, la persona acusada
de enfermedad mental es en realidad una
vctima propiciatoria, entonces el deber
de la ciencia behaviorista humanista
consiste en enfocar la atencin, no sobre
l, sino sobre los responsables de
haberlo encasillado en tal funcin. Esto
exigira de los jueces un escrutinio de su
propio comportamiento, ms bien que
del de los acusados a los que se supone
mentalmente
enfermos.
Esta
es
precisamente la leccin que el
psicoanlisis ha intentado aunque

haya fracasado ensear a la


psiquiatra: para comprender al
paciente, el terapeuta debe en primer
lugar realizar un escrutinio de su propia
funcin y comportamiento; adems, para
conseguir comprenderle, el terapeuta
debe eliminar de su comportamiento y
funcin aquellos
elementos
que
interfieran, retrasen la comprensin o la
hagan del todo imposible. Lo ms
importante es el poder y capacidad de
daar al sujeto[94]. Nuestra llamada
criminologa
contempornea,
psiquitricamente inspirada, no muestra
la ms leve tendencia a la adopcin de
esta postura autocrtica. Prefiere, en
cambio, la postura de condescendiente

benevolencia
y
virtuoso
paternalismo[95].
Bazelon afirma que tanto l como
sus colegas legales y psiquitricos de
parecida mentalidad se sienten
angustiados cuando han de castigar a
personas que sufren desrdenes
mentales convencionales[96]. Esto es
pura palabrera. Si fuera verdad, se
veran obligados a defender la abolicin
de
la
hospitalizacin
mental
involuntaria; para la vctima, que es el
nico rbitro posible en esta materia, tal
encierro es una forma de castigo. Pero
no dan ningn paso en este sentido. Al
contrario, fabrican asiduamente cada vez
mayor nmero de locos, al trasladar a

los individuos desde las prisiones,


donde cumplen sentencias por tiempo
determinado, a hospitales mentales,
donde las cumplen por tiempo
indefinido.
Creyendo que los cientficos estn
generalmente de acuerdo, en la
actualidad, en que la conducta humana
es ms bien causada que formalmente
querida[97], Bazelon piensa haber
resuelto el problema de la justicia: lo
nico que se necesitan son ms hechos
cientficos acerca del acusado. En esta
Nueva Jerusaln, la justicia se imparte,
no con una imparcialidad justa, sino con
una tierna comprensin psicodinmica.
Lo que suele solicitarse de los expertos

(psiquitricos) explica Bazelon


es una declaracin en trminos
sencillos de por qu el acusado actu
como lo hizo la psicodinmica de su
comportamiento Cuando esto ocurre,
de acuerdo con la ley Durhan (emitida
por Bazelon), el acusado puede ser
considerado como persona enferma y
verse confinado en un hospital con el
objeto de recibir tratamiento, en vez de
ser enviado a una prisin para cumplir
castigo[98]. De esto precisamente se
trata: cuanto ms hablamos en la corte
acerca de la psicodinmica del
acusado, ms creemos que es un
paciente enfermo necesitado de
tratamiento. El fin no reconocido de

esta tctica y, desde luego, el efecto


prctico es que la participacin de
otras personas distintas del acusado, en
la creacin de la desviacin social,
permanezca en la oscuridad. Por
ejemplo; si consideramos enfermos a los
drogadictos o a los homosexuales, no
tenemos que preocupamos acerca de la
funcin de los legisladores que prohben
consumir ciertas drogas y entregarse a
ciertos tipos de conducta sexual; o del
papel de ciertos fiscales que prefieren
infamar como dementes a los acusados,
antes que llevar sus casos a los
tribunales; o del papel de aquellos
jueces, que prefieren comprender a los
acusados antes que a s mismos[99].

El resultado de esta consideracin


es
que
el
juez
orientado
psicodinmicamente, al juzgar a
criminales enfermos mentales, se
expresa a s mismo en trminos
completamente anlogos a los del juez
religiosamente orientado que juzgaba a
los herejes. El juez del siglo XVI estaba
imbuido
de
la
ideologa
del
Cristianismo y hablaba la retrica de la
salvacin. Su paralelo moderno est
imbuido de la ideologa de la Medicina
y habla la retrica del tratamiento.
Una investigacin seria de la
responsabilidad criminal del acusado
puede compararse a una autopsia
dice Bazelon. La autopsia no

devolver el muerto a la vida; el juicio


no deshar un acto criminal. Pero en
cada caso podemos aprender las causas
del fallo[100].
Nada podra ser ms caracterstico
del fantico de la medicina: la corte es
una morgue, el juez un patlogo, el
acusado un cadver! Sin embargo, no se
supone que la autopsia devuelva al
muerto a la vida; ni que el juicio
deshaga un acto criminal. En el primer
caso, el patlogo puede o no determinar
por qu muri el paciente; en el
segundo, el jurado puede decidir si el
acusado es culpable o no. Pero incluso
este paralelismo es desorientador,
porque esconde la diferencia crucial que

existe entre los respectivos objetos


que se examinan; en la autopsia, un
cadver; en el juicio, un ser humano
vivo. Aqu es donde puede engaarse el
incauto: para el muerto diseccionado en
la morgue, poco importa cun honesto o
fullero, competente o estpido, curioso
o indiferente, sea el patlogo. No sucede
as, en cambio, con respecto al acusado
a quien se juzga en la corte: para l
supone una gran diferencia, a veces de
vida o muerte, el hecho de cmo se
comporten el abogado defensor, el
fiscal, el juez, el jurado y los testigos.
En efecto, el resultado de un juicio
criminal depende, a menudo ms de
estos dramatis personae que del

acusado mismo. MNaghten y Durhan


fueron hallados mentalmente enfermos,
no porque estuvieran enfermos, sino
porque quienes los juzgaron queran
declararlos
locos.
Es
as
de
[101]
sencillo
.
Prosiguiendo con la elaboracin de
su metfora, lo nico que consigue
Bazelon es embarullarse ms con ella:
en el juicio, toda la comunidad
puede aprender y por ende
comprender con mayor claridad su
responsabilidad en cuanto al acto y a la
redencin (sic) del actor[102]. Aqu la
analoga entre la morgue y la corte, la
autopsia y el juicio criminal, el patlogo
y el pblico, se hunde del todo:

generalmente el patlogo quiere


aprender; pero no as el abogado de
la defensa, el fiscal, el jurado o el
pblico: todos stos quieren absolver o
condenar.
Finalmente, al hablar de la
redencin del acusado, Bazelon se
descubre: considera al acusado una
especie de hereje a quien se debe
redimir la palabra significa, una
vez ms, una reveladora reincidencia en
la retrica de las Cruzadas y de los
juicios de brujera. Uno se pregunta
cmo hubiera redimido Bazelon a
infractores de la ley como Gandhi,
Nehru o Thoreau, por no mencionar a
Jess o a Scrates. Pero Bazelon jams

considera la posibilidad de que el


acusado pueda ser ms humano o ms
justo que sus jueces y acusadores. En
este negarse a identificar al acusado
como persona de igual dignidad humana
al que puede y debe juzgar, pero al
que no puede ni debe rehacer a su
propia imagen Bazelon descubre su
entrega a un orden social colectivista y
paternalista, en el que conformidad es
sinnimo de salud mental, y en el que el
Estado es el hermano, el padre, el amigo
y el terapeuta del ciudadano todo
menos su adversario. En resumen,
Bazelon se considera a s mismo el
Hombre Justo y al acusado el Otro, el
Extrao.

En este captulo, he intentado


mostrar algunos de los modos en que la
Psiquiatra Institucional constituye un
sistema social cuya funcin consiste en
crear ciertos tipos de estigmas mdicos
y aplicarlos a determinadas personas. Es
cierto que la psiquiatra americana
contempornea no se limita como ya
hemos observado a la simple
Psiquiatra Institucional. Esto ha sido
as, sin embargo, slo desde las
primeras dcadas de este siglo. En los
dems sitios, la Psiquiatra Institucional
sigue siendo el nico tipo de prctica
psiquitrica que existe. Incluso en los
Estados Unidos, el radio de accin y la
importancia
de
la
Psiquiatra

Institucional deja en una penumbra casi


absoluta econmica, legal, poltica y
socialmente a la de la Psiquiatra
Privada o Contractual.
Una reciente encuesta nacional sobre
15.200 psiquiatras en ejercicio dentro
de los Estados Unidos, revelaba que en
contra de la creencia dominante de que
la mayor parte de los psiquiatras
invierten todo su tiempo en la prctica
de su despacho privado, de hecho ms
de un tercio de ellos carece de relacin
con
ningn
tipo
de
paciente
privado[103].
Efectivamente,
slo
alrededor de la mitad de los psiquiatras
americanos ejercen algn tipo de
actividad privada; y de stos, el 60 %

dedican menos de 35 horas semanales a


esta tarea. De entre el conjunto total de
psiquiatras, el 39 % dedica parte de su
tiempo a trabajar para el gobierno de los
diferentes Estados, el 34 % para
agencias y organizaciones privadas, el
19 % para el gobierno federal y el 15 %
para el gobierno local[104]. (Algunos
trabajan para ms de una entidad).
Estos descubrimientos demuestran la
inmensa dependencia econmica de los
psiquiatras
respecto
al
empleo
institucional.
En
otros
pases
occidentales, en que las oportunidades
econmicas y las exigencias sociales de
servicios psiquitricos privados son
mucho menores que en los Estados

Unidos, la proporcin de psiquiatras que


trabajan en instituciones mentales o de
otro tipo es an mayor. En Inglaterra,
por ejemplo, slo el 45 % de los
psiquiatras dedican ms de la mitad de
su tiempo a la prctica privada; el 69 %
est empleado sobre una base de
dedicacin exclusiva en el National
Health Service; y el 77 % emplean por
lo menos una parte de su tiempo en el
tratamiento de internados en hospitales
(frente a un 55 % de los psiquiatras
americanos)[105].
En
los
pases
comunistas, toda la psiquiatra es,
naturalmente, institucional.
En resumen, el concepto de
enfermedad mental constituye, pues, el

estigma genrico de la Psiquiatra


Institucional, que comprende a su vez,
categoras o entidades psiquitricas
de diagnstico especfico como
adiccin, personalidad psicoptica o
esquizofrenia que militan como
miembros de esta clase genrica.
La evidencia de estas tesis deriva de
cuatro fuentes principales: las opiniones
de los ms prominentes psiquiatras; las
prcticas de importantes instituciones
sociales,
como
universidades
y
tribunales de justicia; y los estudios
empricos de los socilogos.
Citar a continuacin los hallazgos
de un estudio sociolgico, que muestra
cmo la gente no reconoce la

enfermedad
mental
como
condicionante del comportamiento, sino
que la infieren de la asociacin de la
vctima
con
los
oficiales
estigmatizadores. Ilustrar el hecho de
que, al igual que el hombre medieval
careca de medios a su alcance para
saber quin era una bruja y slo la
reconoca por su identificacin en
manos de los inquisidores, el hombre
actual tampoco tiene medios a su
alcance para saber quin est loco y
slo lo reconoce por su identificacin en
manos de los asistentes de la salud
mental.
Derek L. Phillips socilogo
emprendi la investigacin sobre la

hiptesis de que Individuos que


exhiben idntico compartamiento, se
vern progresivamente rechazados segn
se les describa con uno u otro de los
siguientes epgrafes: individuo que no
solicita ninguna ayuda (para la
enfermedad mental), individuo que
utiliza los servicios de un clrigo,
individuo que solicita los servicios de
un mdico, individuo que solicita los
servicios de un psiquiatra, individuo que
solicita los servicios de un hospital
mental[106]. A fin de comprobar la
hiptesis, Phillips present cinco casos
abstractos diferentes. El caso A era una
descripcin de un esquizofrnico
paranoico. El B, la de un individuo

afectado de una esquizofrenia simple. El


C, el de una persona aquejada por una
depresin de ansiedad. El D, un
individuo con fobias, de rasgos
compulsivos. El E, una persona
normal[107].
Esta relacin de casos abstractos fue
presentada a 300 mujeres casadas, de
raza blanca, de una poblacin
aproximada de 17.000 habitantes del Sur
de Nueva Inglaterra. Cada caso
abstracto se presentaba combinado con
informacin acerca de la fuente de ayuda
solicitada por el individuo, caso de
haber solicitado alguna:
1. No se inclua explicacin
adicional a la descripcin del

comportamiento 2. La descripcin
llevaba anexa esta indicacin: Ha
consultado regularmente con un clrigo,
acerca de la evolucin de su caso. 3.
La descripcin llevaba anexa esta
indicacin: Ha consultado regularmente
con un mdico, acerca de la evolucin
de su caso. 4. La descripcin llevaba
anexa esta indicacin: Ha consultado
regularmente con un psiquiatra acerca de
la evolucin de su caso. 5. La
descripcin
llevaba
aneja
esta
indicacin: Ha estado en un hospital
mental, debido a la evolucin de su
caso[108]. Phillips descubri que Un
individuo que exhiba un comportamiento
dado, se ve progresivamente rechazado

segn se les describa con uno u otro de


los siguientes epgrafes: individuo que
no solicita ninguna ayuda, individuo que
solicita los servicios de un clrigo,
individuo que solicita los servicios de
un mdico, individuo que solicita los
servicios de un psiquiatra, individuo que
ha estado en un hospital mental[109]. Es
ms,
las
mujeres
entrevistadas
identificaron persistentemente a la
persona descrita en la tarjeta como
normal pero que haba pasado un tiempo
en un hospital mental, como enfermo
mental grave; y al esquizofrnico que no
solicit ayuda, lo identificaron como
normal. Por
aadidura, Phillips
descubri que No slo los individuos

se ven progresivamente rechazados


(como enfermos mentales), segn se les
haya descrito como personas que no
solicitan ayuda que consultaron con un
clrigo, un mdico, un psiquiatra o un
hospital mental; sino que se ven
desproporcionadamente
rechazados
cuando se les describe como individuos
que han utilizado estas dos ltimas
fuentes de ayuda. Esto apoya la
sugerencia de que quienes utilizan los
servicios psiquitricos o los de los
hospitales mentales, puedan verse
rechazados no slo por tener un
problema de salud, sino tambin porque
el contacto con el psiquiatra o con un
hospital mental les define como

enfermos mentales o locos[110].


Este estudio demuestra algunas
diferencias de tipo pragmtico entre la
enfermedad fsica y la enfermedad
mental. Aunque se vean influidos por el
juicio mdico, la gente ordinaria tiene
sus conceptos propios y autnticos
acerca de la enfermedad corporal; en
cambio, no tienen los mismos conceptos
acerca de la enfermedad mental,
basndose por completo su opinin en la
posicin que ocupa el sujeto en una u
otra funcin establecida de enfermedad.
Siempre que se diga que una persona
normal
ha
solicitado
ayuda
psiquitrica, se la considera afecta de
una grave enfermedad mental.

A pesar del hecho escribe


Phillips de que la persona normal
se acerca ms a un tipo ideal que a
una persona normal real, en cuanto se
dice de ella que ha estado en un hospital
mental, se ve ms rechazada que un
individuo psictico de quien le haya
dicho que no ha solicitado ayuda o se ha
asesorado con un clrigo, y desde luego
ms que un neurtico deprimido que
haya consultado con un clrigo. Cuando
se dice de esta persona normal que ha
consultado a un psiquiatra, sufre mayor
rechazo que un simple esquizofrnico
que no solicite ayuda y que un individuo
fbico-compulsivo que no solicite ayuda
o consulte a un clrigo o a un

mdico[111].
En realidad, es evidente que dichos
sujetos se ven rechazados, no porque
acudan a determinadas fuentes de
ayuda, sino porque al obrar as
se identifican como ms o menos locos
y, en consecuencia, sufren dicho
rechazo.
Tal
interpretacin
fue
especficamente
comprobada
por
Phillips. En una investigacin de las
reacciones de un grupo representativo,
ante
las
descripciones
de
comportamiento que se consideran
tpicas de la enfermedad mental,
descubri que quienes identificaban a
un individuo como enfermo mental,
mostraban mayor rechazo (del enfermo)

que quienes no emitan este mismo


juicio,
y
deduca
que
sus
descubrimientos no apoyan las
conclusiones (de autores precedentes)
que afirman que la capacidad de la gente
para identificar la enfermedad mental
representa un avance de la actitud
pblica hacia el enfermo mental[112].
Los descubrimientos de Phillips
prestan un fuerte apoyo a mi afirmacin
de que el vocabulario empleado en los
diagnsticos psiquitricos es, de hecho,
una retrica de rechazo justificatoria y
pseudomdica. En suma, que los
psiquiatras son los fabricantes de
estigmas mdicos y que los hospitales
son sus fbricas destinadas a la

produccin en masa de dicho producto.


El trmino estigma escribe
Goffman hace referencia a un
atributo
profundamente
infamante[113]. Ser considerado o
etiquetado como perturbado mental
anormal, loco, desequilibrado, psictico
o enfermo (poco importa la variante
utilizada) es la clasificacin ms
desacreditadora que pueda imponrsele
a una persona en la actualidad. La
enfermedad mental arroja al paciente
fuera del orden social, del mismo modo
que la hereja arrojaba a la bruja
fuera del orden social medieval. Este es,
en realidad, el verdadero objetivo de
los trminos estigmatizantes.

Por definicin escribe Goffman


no podemos evitar el creer que la
persona estigmatizada no es del todo
humana. Basndonos en este supuesto,
practicamos
diversos
tipos
de
discriminacin, gracias a los cuales la
mayor parte de las veces sin darnos
cuenta reducimos efectivamente sus
oportunidades en la vida. Construimos
una teora del estigma, una ideologa que
explique su inferioridad y justifique el
peligro que representa, racionalizando a
veces una animosidad basada en otras
diferencias, como las de clase
social[114]. La Psiquiatra proporciona
la teora del estigma de la enfermedad
mental, del mismo modo que la

Inquisicin proporcion la teora del


estigma de la brujera.
En mi opinin, la evidencia
presentada hasta ahora establece las
semejanzas bsicas entre la situacin
social de las brujas y la de los pacientes
mentales involuntarios. Al mismo
tiempo, aunque en su papel de
vctimas propiciatorias brujas y
dementes se parezcan a negros y judos,
existen entre ellos algunas diferencias
importantes, que merecen algunas breves
consideraciones.
La diferencia principal entre negros
y judos por un lado, y brujas y
pacientes mentales involuntarios por
otro, estriba en que la pertenencia a los

primeros grupos no suele ser definida, ni


necesita ser determinada en la prctica,
por la mayora que impone sobre ellos
el papel de vctimas propiciatorias o
por algunos agentes especiales suyos; en
cambio, la pertenencia a los ltimos
grupos suele definirse, y en la prctica
es necesaria su determinacin, por la
mayora que impone sobre ellos el papel
de vctimas propiciatorias o por algunos
agentes
especiales
suyos.
Los
comerciantes de esclavos y sus amos no
crearon la categora llamada negro; ni
tuvieron que utilizar especialistas para
averiguar quin era y quin no era negro.
Quienes queran esclavizar a un negro,
podan partir as de una categora

naturalmente prefabricada; lo nico que


necesitaban hacer era imponer el papel
de esclavos a algunos o a todos los
miembros de dicho grupo.
Mientras que los indicios de
estigma del negro son corporales, los
del judo lo son de comportamiento[115].
Entre los cristianos, el judo resulta tan
fcilmente identificable por su conducta
religiosa y social, como lo es el negro
entre los blancos por el color de su piel.
As pues, quienes desean perseguir a los
judos, pueden partir de una categora
socialmente prefabricada; lo nico que
necesitan hacer es imponer que su papel
es el de enemigos internos (usurero,
banquero internacional, comunista,

etc.) a algunos o a todos los miembros


de dicho grupo. En resumen; los negros
que cohabitan con blancos y los judos
que cohabitan con cristianos, son
fcilmente discernibles como disidentes,
por medio de signos externos o
estigmas manifiestos.
Esto no se aplica a las brujas y a los
enfermos mentales. El fiel cristiano que
persigue a las primeras y el abnegado
asistente social para la salud mental que
rastrea los casos de enfermedad mental
no descubiertos, deben basarse en
indicios encubiertos o estigmas ocultos
de brujera y enfermedad mental. Estos
supuestos indicios no son visibles para
las personas corrientes ni incluso para

la persona que se supone los posee[116].


Esto es lo que justifica, es ms,
requiere, el empleo de especialistas
detectadores
de
brujas
y
diagnosticadores psiquitricos a fin
de descubrir los miembros herejes y
dementes de la comunidad. El resultado
es que, tanto en caso de la Inquisicin
como en el de la Psiquiatra
Institucional, el benefactor debe obtener
primeramente la autorizacin social para
su bsqueda de casos, antes de que se
le permita llevar a la prctica su
terapia.
El mdico que ejerce la medicina
privada, debe obtener el consentimiento
del sujeto antes de tratarle como

paciente. De modo similar, el inquisidor


y el psiquiatra institucional deben
obtener el consentimiento de la Iglesia y
del Estado antes de poder tratar a sus
sujetos como herejes o locos. El cazador
de brujas es el agente debidamente
autorizado del Estado Teolgico; su
cliente es la Iglesia y su agencia es la
Inquisicin. Esta es la razn por la que
puede, y debe, acusar a las personas de
brujera, declararlas convictas y,
finalmente, salvar sus almas quemando
sus cuerpos. El psiquiatra institucional
es el agente debidamente autorizado del
Estado Teraputico; su cliente es el
Estado, y su agencia es la Psiquiatra
Institucional. Esta es la razn por la que

puede, y debe, acusar a las personas de


enfermedad mental, demostrar su locura
y, finalmente, curar sus mentes
encerrando en prisin sus cuerpos[117].
En suma: los indicios de estigma que
identifican a negros y judos no han sido
inventados por los poseedores de
esclavos o los antisemitas; mientras que
los que identifican a las brujas y a los
pacientes mentales, s han sido
inventados por los inquisidores y por
los psiquiatras institucionales. Pero,
tanto si los indicios de los estigmas son
caractersticas humanas reales (tales
como la pigmentacin oscura de la piel
o la prctica de la religin juda), como
si son fabricaciones de expertos (tales

como las marcas de brujera o los


sntomas de la locura masturbatoria), su
funcin es la misma: justificar a la
mayora en su rechazo y persecucin de
la minora.
Estas diferencias entre indicios de
estigma manifiestos y ocultos explican
la no-existencia de una clase de
especialistas encargados de la deteccin
de las vctimas de la esclavitud negra y
del antisemitismo organizado, as como
la enorme importancia de tales
especialistas en la deteccin de las
vctimas de la caza de brujas y de los
movimientos de la salud mental. Los
judos convertidos y los negros que no
muestran claramente sus caractersticas

de color y religin, constituyen vctimas


de un tipo intermedio. La presencia de
estas ltimas vctimas propiciatorias
potenciales en situaciones donde
tambin ellas se ven perseguidas,
produce
una
nueva
clase
de
especialistas, tales como los expertos
nazis en problemas judos. La
sociedad patrocina a estos expertos
que pretenden poseer la capacidad de
distinguir entre cristianos puros y
cristianos contaminados de sangre
juda. Los psiquiatras que distinguen a
los acusados dementes de los sanos,
realizan idntica funcin. Cualquier
juicio en que se alega la defensa de
locura, lo demuestra. La evidente

fraudulencia de su desempeo no
menoscaba su valor social; y, de ah, que
sea un argumento ineficaz en favor de su
interrupcin. Este es tambin el motivo
por el que la fraudulencia de la
actuacin del cazador de brujas no tuvo
como ya hemos visto ninguna
influencia
deletrea
sobre
la
popularidad de la creencia en la brujera
y en la peligrosidad de las brujas. Ante
el peligro csmico planteado por
enemigos diablicos como las brujas y
los pacientes mentales, qu importa un
pequeo fraude?[118] El Hombre Justo
del siglo XV poda decirse siempre a s
mismo que la mayor parte de los
clrigos eran, al fin y al cabo, honrados;

el Hombre Justo del siglo XX puede


decir lo mismo con respecto a la mayor
parte de los psiquiatras.
Adems, as como la idea de la
brujera denotaba se crea la
esencia de la personalidad de la
bruja, la idea de la enfermedad mental
denota creen la esencia de la
personalidad del paciente mental. Este
es un rasgo distintivo de todos los
conceptos utilizados para definir la
identidad de una vctima propiciatoria:
un hereje, un judo, un negro o un
psictico no es al mismo tiempo un
estudioso, un mdico, un atleta o un
poeta; en cambio, cada uno de ellos se
ve reducido y se encuentra plenamente

contenido en su funcin de malhechor


trascendente, el Malo. Hoy, los llamados
enfermos mentales son las vctimas
oficiales y ms importantes de la
sociedad. Su posicin como vctima
propiciatoria
es,
claro
est,
completamente legal; dicha posicin es,
por tanto, inmune a todo ataque que
provenga de una posicin que acepte las
reglas establecidas del juego. Ms an:
al aceptar el mito oficial de la
enfermedad mental, aquellos que
podran oponerse por razones
humanitarias a la discriminacin
contra los pacientes mentales, se ven
impotentes para actuar; en el pasado,
quienes pudieron haberse opuesto a la

discriminacin contra las brujas, se


vieron igualmente impotentes al aceptar
el mito oficial de la brujera.
Las implicaciones de este punto de
vista, en orden a una accin social, son
claras. Podemos de hecho, debemos
escoger entre dos posturas que se
excluyen mutuamente. Por un lado,
podemos definir a determinadas
personas como indefensas, necesitadas
de tratamiento especial por parte del
Estado; los que ejercen las profesiones
asistenciales podrn entonces tumbarse
en la glora de su propia benevolencia,
mientras que quienes se vean
servidos, quedarn para siempre
estigmatizados. Por otro lado, podemos

luchar por la creacin de una sociedad


en la que el Estado, especialmente en lo
que se refiere a su imposicin de
controles sociales por medio de las
leyes criminales, no reconozca ni los
estigmas ni los smbolos o categoras de
clases; la fabricacin, con anuencia del
Estado, de individuos y clases
estigmatizadas,
realizada
por
infamadores profesionales, pesara
entonces y, como ciudadanos sujetos al
control del Estado, todos los hombres
seran iguales.
Esto no quiere decir que con ello
termine la caridad y la honradez. Al
contrario, ser para ellas un punto de
partida. Porque slo entonces la caridad

estar purificada de toda coercin y la


honradez de toda imposicin.

10. EL ARQUETIPO
DE VCTIMA
PSIQUITRICA
PROPICIATORIA:
EL HOMOSEXUAL
Es ms fcil ser aceptado
por nuestra sociedad como
criminal
que
como
homosexual.
Abby Mann[1].

Nuestra sociedad laica teme a la


homosexualidad de la misma manera y
con la misma intensidad con que las
sociedades teolgicas de nuestros
antepasados teman a la hereja. La
calidad y extensin de dicha aversin se
pone de manifiesto por el hecho de que
la homosexualidad sea considerada
simultneamente crimen y enfermedad[2].
Por definicin legal, todo acto
homosexual es un crimen sexual. El
homosexual se ve as sometido a los
castigos de las llamadas leyes de los
psicpatas sexuales y puede verse
sentenciado a confinamiento por tiempo
indefinido en una institucin mental o en
una institucin especial para criminales

sexuales. Aunque dicho castigo slo se


impone a un reducido porcentaje de
homosexuales, esto no niega su
significado moral ni su importancia
prctica.
Por definicin mdica, cada acto
homosexual es el sntoma de una
enfermedad mental. El homosexual se
ve as sometido a los castigos de las
llamadas leyes de higiene mental, y
puede verse encerrado contra su
voluntad en un hospital mental. En
Massachusetts,
por
ejemplo,
se
considera sujeto adecuado para ser
encerrado contra su voluntad en un
hospital mental, a quien se comporte de
manera que viole claramente las leyes,

ordenanzas, convenciones o normas de


moralidad
establecidas
de
la
[3]
comunidad .
Aunque
los
homosexuales no suelen ser confinados
por causa nicamente de su conducta
sexual, esto no niega la intencin de la
legislacin
que
autoriza
tal
confinamiento ni su importancia social.
En resumen, el homosexual es la vctima
de una legislacin represiva, no slo por
pertenecer a la categora criminal, sino
tambin a la de enfermos mentales. Es,
como veremos, el arquetipo de vctima
psiquitrica propiciatoria.
Las leyes de nuestros Estados
prohben el comportamiento homosexual
de modo casi idntico a como las leyes

de la Espaa del siglo XV prohiban la


prctica de la religin juda. Los
resultados son tambin anlogos. En
Espaa, el nmero de personas que
admitan
ser
judos
decreci
repentinamente, pero enormes cifras de
judaizantes
as
empez
a
llamrseles practicaban en secreto la
religin que les haba sido prohibida.
Paralelamente, aunque hay muy pocos
homosexuales
declarados
espontneamente en nuestra sociedad,
muchas personas practican en secreto
las actividades sexuales que les han sido
prohibidas. Se suele calcular que por lo
menos un 10 % de varones y mujeres
americanas son homosexuales. Adems,

se supone la existencia de otros muchos


que quisieran dedicarse a esta prctica
hereje, pero se contienen por el miedo a
las consecuencias y optan por el
conformismo.
La razn de que los homosexuales no
revelen su identidad, estriba en los
castigos que suceden a esta revelacin.
Al homosexual demostrado suelen
negrsele el servicio en las Fuerzas
Armadas, el empleo en el gobierno o en
la industria privada, la admisin a una
escuela o universidad y otras
oportunidades
de
supervivencia
econmica y social[4]. En un artculo
sobre la recin constituida Student
Homophile League de la Universidad de

Columbia, Stephanie Harrington observa


con acierto que esta minora se
encuentra atrapada en un crculo
vicioso As como al gobierno Federal
y al de los Estados les sera difcil
prestar odos sordos a las peticiones de
derechos y libertades civiles hechas por
un movimiento organizado, cuyos
miembros estn preparados para todo lo
que suceda, no es probable que la mayor
parte de homosexuales se lancen
decididos a todo hasta que sus derechos
y libertades civiles sean firmemente
establecidos. Bajo las circunstancias
actuales, el riesgo para la reputacin, la
carrera y la familia son excesivos.
Incluso
algunos
miembros

heterosexuales
de
organizaciones
homfilas se muestran remisos a
identificarse, por miedo a que se les
asocie con los homosexuales[5].
Comparar la presente discriminacin
contra los homosexuales con la
discriminacin contra los negros,
llevaron, sin embargo, a una confusin.
El negro, aunque se vio sojuzgado en el
papel de vctima en el pasado, es
reconocido en la actualidad como ser
humano pleno con derecho incondicional
al color de su piel. Por contraste, el
homosexual no tiene esta posicin ni el
derecho a sus intereses y prcticas
sexuales. Al contrario, se le considera
objeto defectuoso como un hombre

afligido por una enfermedad a la que


no tiene ms derecho que el que pueda
tener el heterosexual a verse afligido
por la peste[6].
En esto radica otro paralelismo entre
la situacin del homosexual en el seno
de la Amrica contempornea y la del
judo inmerso en la Espaa del siglo XV.
Al hombre que profesaba la religin
juda no se le consideraba plenamente
humano, puesto que no era cristiano:
pues bien, al homosexual no se le
considera plenamente humano, puesto
que no es heterosexual. En ambos casos,
se le niega al individuo el
reconocimiento como ser humano en su
identidad y yo autnticos, y por las

mismas razones: cada uno de ellos


socava las creencias y valores del grupo
dominante. El judo, en virtud de su
misma
naturaleza
juda,
rehsa
reconocer a Jess como Hijo de Dios y
a la Iglesia Catlica Romana como al
indiscutible representante de Dios sobre
la Tierra. El homosexual varn, en
virtud de su homosexualidad, rehsa
reconocer a la mujer como el objeto
sexual deseable y al heterosexual como
la indiscutible encarnacin de la
normalidad sexual. Esta es la razn por
la que al homosexual no se le reconoce
como poseedor de los mismos derechos
que el heterosexual de la misma
manera que al judo no se le reconoca

como ser humano pleno en muchas


sociedades cristianas, ni se reconoce
como tal al enfermo mental en la
sociedad americana contempornea.
Esta injusticia empieza a ser reconocida
lentamente, como evidencia una
demostracin de la Student Homophile
League para protestar por el hecho de
que los derechos de la Declaracin de
Independencia no se haya otorgado an a
aquellos ciudadanos americanos que son
homosexuales[7].
El homosexual que desea emigrar a
este pas, se encuentra con que no es
bien recibido. Examinar una decisin
de 1967 del Tribunal Supremo de los
Estados Unidos, acerca de la

posibilidad de deportar a un extranjero


solamente
por
razones
de
homosexualidad, por la evidencia que
aporta a mi tesis de que la
homosexualidad es una especie de
hereja (sexual) laica.
Se trata del caso de Clive Michael
Boutilier, de nacionalidad canadiense,
que recibi una orden de deportacin
del Inmigration and Naturalization
Service[8]. Tras haber sido confirmada
la orden de deportacin por los
tribunales normales, Boutilier apel al
Tribunal Supremo. Por una proporcin
de seis a tres, el Tribunal Supremo
emiti la decisin de apoyar la orden.
Boutilier fue admitido por primera

vez en los Estados Unidos el 22 de junio


de 1955, a la edad de 21 aos. Su
madre, su padrastro y tres de sus
hermanos y hermanas viven en los
Estados Unidos. En 1963, solicit la
nacionalizacin
y
present
al
Naturalization Examiner una declaracin
jurada en la que admita haber sido
arrestado en New York en octubre de
1959 bajo acusacin de sodoma que
despus fue reducida a simple asalto y,
por
fin,
desestimada
por
[9]
incomparecencia del denunciante .
Hasta entonces, pues, Boutilier no
haba
sido
identificado
como
homosexual de acuerdo con el debido
proceso legal. Sin embargo, fue lo

suficientemente insensato por lo


menos desde el punto de vista de la
obtencin de residencia definitiva en
este pas como para admitir que era
homosexual. En 1964, el solicitante, a
peticin del gobierno, present una
nueva declaracin jurada que revelaba
la historia completa (sic) de su conducta
sexual[10].[11]
En esta declaracin jurada, Boutilier
admita que su primera experiencia
homosexual haba acontecido cuando
tena catorce aos de edad, y que entre
los diecisis y los veintin aos haba
sostenido un promedio de relaciones
homosexuales de tres o cuatro veces al
ao. Boutilier afirmaba tambin que

antes de su entrada en el pas, se haba


entregado a relaciones heterosexuales en
tres o cuatro ocasiones.
Es evidente que esta frecuencia de
actividad heterosexual era insuficiente
para satisfacer al Gobierno de los
Estados Unidos. Consecuentemente, en
1964 el Gobierno entreg una de las
declaraciones juradas al Servicio de
Salud Pblica, para que emitiera su
opinin acerca de si el solicitante era
excluible de entrada en el pas, por
alguna razn, en el momento de su
llegada[12]. La razn legal de esta
peticin era el prrafo 212(a) (4) del
Inmigration and Nationality Act [13] de
1952 (66 Stat. 182, 8 U. S. C., prrafo

1182 [a] [4]), que especifica que Los


extranjeros afectados de personalidad
psicoptica, epilepsia, o algn defecto
mental sern excluibles de admisin
en los Estados Unidos. La cuestin que
se presentaba al Servicio de Salud
Pblica era la de si la homosexualidad
es constitutiva de personalidad
psicoptica.
El Servicio de Salud Pblica, tras
someter a Boutilier al examen de sus
mdicos,
emiti
un
certificado
testificando que en opinin de los
susodichos mdicos, el solicitante
estaba afectado de una condicin tipo
A, es decir, una personalidad
psicoptica, sexualmente desviada, en

la poca de su admisin[14].
Sosteniendo este criterio de los mdicos
y de los tribunales inferiores, el
Tribunal Supremo observ que La
historia legislativa del Decreto en
cuestin, indicaba ms all de todo
indicio de duda, que el Congreso
pretenda con la frase personalidad
psicoptica incluir a los homosexuales
como el solicitante[15] Puesto que El
Gobierno ha establecido claramente que
el solicitante era un homosexual en el
momento de su entrada[16]
dictaminaron la mayora de los Jueces
, su exclusin est de acuerdo con las
exigencias de la ley y debe ser

mantenida.
En su apelacin al Tribunal
Supremo, Boutilier alegaba, entre otras
cosas, que el prrafo bajo el cual se le
exclua
es
constitucionalmente
deficiente, porque no le advierte de que
la afeccin sexual sufrida en la poca de
su entrada poda conducirle a la
deportacin[17]. El Tribunal desestim
esta alegacin. Afirm que La
exigencia constitucional de la debida
advertencia no tiene aplicacin a
principios como los establecidos en el
prrafo 212(a) (4) para admisin de
extranjeros en los Estados Unidos. Hace
tiempo que se ha sostenido la opinin de
que el Congreso tiene plenos poderes

para dictaminar normas para la admisin


de extranjeros y para excluir a aqullos
que
posean
las
caractersticas
prohibidas por el Congreso. V. The
Chinese Exclusion Case, 130 U. S. 581
(1889). Con ello el Congreso decida
que a los homosexuales no debe
permitrseles la entrada[18].
El caso de la Exclusin de los
Inmigrantes Chinos, citado aqu por la
mayora, contena una apelacin al
Tribunal Supremo en contra de la
validez de un Decreto del Congreso que
prohiba la entrada de trabajadores
chinos en los Estados Unidos. En esta
decisin, el Tribunal sostuvo que La
facultad que posee el departamento

legislativo del gobierno para excluir a


los extranjeros de entrar en los Estados
Unidos,
es
secuela
de
la
soberana[19].
Los jueces, al aducir las opiniones
emitidas en el caso de la Exclusin de
los Trabajadores Chinos, citaban las
palabras del Juez Supremo Marshall,
quien afirmaba que La jurisdiccin de
la nacin dentro de su territorio es
forzosamente exclusiva y absoluta[20]; y
las palabras de William Leonard Marcy,
secretario de Estado bajo el presidente
Pierce: Toda sociedad posee el
derecho indiscutido a determinar
quines sern sus miembros, el cual es
ejercido por todas las naciones tanto en

la paz como en la guerra[21].


No puede dudarse, pues, de que la
opinin expresada por la mayora del
Tribunal Supremo en el caso Boutilier
es legalmente correcta. Es imposible
sostener que el Congreso no tenga el
derecho a excluir de su territorio a los
extranjeros siempre que, a su juicio, el
inters pblico exija tal exclusin[22]
Al determinar quin debera ser
excluido de entrar en los Estados
Unidos, es, sin embargo, cuando el
Congreso muestra su faceta moral. En el
pasado, al excluir a los trabajadores
chinos mientras se favoreca la entrada
de inmigrantes ingleses e irlandeses,
mostr su predisposicin adversa para

con las gentes de color. Las mismas


consideraciones son vlidas, claro est,
para aquellas leyes inmigratorias que
excluyen a los anarquistas, comunistas,
bgamos y homosexuales[23].
El hecho de que la identificacin de
Boutilier como homosexual exigiera la
ayuda experta de los mdicos, merece un
comentario especial. En esta situacin,
tiene el mdico el deber moral de
informar al sujeto acerca de la
naturaleza
y
objetivo
de
la
investigacin, as como de las
obligaciones del mdico para con quien
le contrata? En las sociedades
occidentales, el mdico ocupa un
destacado puesto de confianza. A

diferencia del polica, del inspector de


impuestos o del fiscal de un distrito, al
mdico se le considera el aliado del
individuo enfermo, no el agente del
Estado poderoso[24].
De ello se deduce que, siempre que
el mdico represente unos intereses
distintos de los de la persona a quien
examina, el paciente se ver engaado, a
menos que alguien corrija sus supuestos
tcitos acerca de la situacin. En otras
palabras, los mdicos que examinaron a
Boutilier por encargo del gobierno,
deban decidir entre decirle o no decirle
que:
1. ellos eran agentes del gobierno,

encargados de dilucidar
si
Boutilier era un homosexual;
2. si Boutilier era homosexual,
informaran de ello a quien les
contrataba;
3. si informaban de que Boutilier era
homosexual, le sera vedada la
entrada en los Estados Unidos; y
4. si, en vista de las circunstancias,
Boutilier no quera incriminarse,
era libre de tomar tal decisin.
Evidentemente, no s si los mdicos
en cuestin ofrecieron o no a Boutilier
alguna de estas opciones. Si no lo
hicieron, engaaron a su paciente.

Dejando aparte la inmoralidad de


este tipo de comportamiento mdico,
es importante observar que el examen de
Boutilier y el consiguiente informe,
realizados por mdicos del Servicio de
Salud Pblica, no eran ms que gestos
de un ritual pseudocientfico[25]. En
primer lugar, el examen pudo haber
carecido de toda finalidad racional
vlida: Boutilier ya haba admitido que
era homosexual; cmo, entonces, su
examen mdico poda revelar algo
ms? En segundo lugar, el informe slo
confirmaba mediante una firma mdica
oficial, lo que el tribunal ya saba: la
homosexualidad haba sido definida
como
desviacin
sexual
y

personalidad psicoptica por las


entidades
correspondientes
del
Gobierno de los Estados Unidos; cmo,
entonces, podan los examinadores
mdicos informar de algo ms?
Sin embargo, puede alegarse que, al
igual que la fiebre tifoidea, la
homosexualidad es un diagnstico
mdico y que la responsabilidad moral
del mdico respecto al uso que se haga
de este diagnstico, es idntica a la de
cualquier otro ciudadano. No estoy de
acuerdo con esta opinin. Es el mdico,
y no el ciudadano ordinario, quien
establece el diagnstico; de ah que su
responsabilidad sobre su uso, al igual
que la del polica por la utilizacin de

su rifle, es infinitamente mayor que la


del espectador.
El
argumento
de
que
la
homosexualidad es un diagnstico
mdico, es falso adems por otro
motivo. A los mdicos que examinaron a
Boutilier, no se les convoc para
establecer un diagnstico, sino para
identificar a una persona como
deportable. No se trata slo de mi
opinin personal; es la opinin de los
jueces que establecieron la opinin
mayoritaria
en
el
Tribunal.
Argumentando frente a quienes pudieran
alegar que el trmino personalidad
psicoptica es demasiado vago, el
Tribunal sostuvo que: Puede ser, como

alegan algunos, que personalidad


psicoptica
sea
un
trmino
mdicamente ambiguo, que incluya
diversas
afecciones
distintas
y
separadas Pero la prueba en este caso
radica en lo que el Congreso se
propona, no en lo que puedan pensar
psiquiatras divergentes. No se trataba
de aplicar una prueba clnica, sino un
principio excluyente que declaraba
inclua a todos aquellos que poseen
caractersticas
homosexuales
y
[26]
pervertidas . (La cursiva es nuestra).
De los mdicos que examinaron a
Boutilier e informaron al Gobierno de
sus descubrimientos, no se esperaba que
emitieran un diagnstico sobre el sujeto,

sino que decidieran si encajaba en un


principio excluyente establecido por
el Congreso. Es esta una actividad
mdica moralmente legtima? Si, como
parece, se limitan a estampillar una
decisin tomada por personal no
mdico, cul es su funcin real? La
respuesta a esta cuestin arroja nueva
luz sobre la humillante posicin del
homosexual en la ley americana.
En un estudio legal acerca de la
posicin del extranjero homosexual,
Byrne y Mulligan[27] revisan los
exmenes mdicos de tales individuos y
observan que son superfluos. Lo que no
captan, sin embargo, es que tales
exmenes no se proponen descubrir

nuevos hechos; en resumen, que no se


trata de actos tcnicos, sino de rituales
simblicos[28]. Como consecuencia,
interpretan mal la verdadera posicin
social del extranjero homosexual frente
a sus examinadores mdicos.
En los procesos de deportacin
explican Byme y Mulligan los
encargados especiales de la encuesta
piden a menudo personal mdico del
Servicio de Salud Pblica para que
emita una opinin acerca de si un
extranjero
estaba
afectado
de
personalidad psicoptica en la poca
de su entrada. Esta opinin puede
basarse, sin embargo, no en un examen
mdico, sino nicamente en la evidencia

confesada o descubierta de
comportamiento homosexual previo a su
entrada. En tales casos, es como si este
examen no se llevara a cabo[29]. (La
cursiva es nuestra).
En lo que estn diciendo Byrne y
Mulligan, se encuentra implcito el
supuesto previo de la homosexualidad
como enfermedad. Porque, slo en el
caso de tratarse de una enfermedad, es
razonable sostener la necesidad de
mdicos para su diagnstico. Al afirmar
que en tales casos es decir, en el
examen de los inmigrantes que se supone
son homosexuales
el
examen
psiquitrico basado exclusivamente en
su historia no constituye examen

mdico de ningn tipo, Byrne y


Mulligan reconocen tcitamente que el
examen realizado por medio de otros
mtodos psiquitricos puede constituir
un examen mdico de buena fe. Rechazo
tanto la suposicin de que la
homosexualidad sea una enfermedad
mental, como la opinin de que los
mtodos establecidos de reconocimiento
psiquitrico sean una especie de examen
mdico.
El
concepto
de
la
homosexualidad como enfermedad, fue
examinado crticamente en un captulo
anterior[30]. En cuanto a la naturaleza de
los mtodos psiquitricos, deberamos
recordar que, desde el momento en que
consisten slo en hablar y escuchar a

una persona llamada paciente o en


aplicarle tests psicolgicos, jams
bastarn para demostrar que el sujeto
padece o no padece una enfermedad
orgnica; y que tampoco son adecuados
para dilucidar, con fines legales, si el
sujeto se entrega o no a un tipo de
conducta particular[31]. Naturalmente, el
sujeto puede admitir que, por ejemplo,
es homosexual; pero esto no establece
que lo sea, ni ms ni menos que su
negacin tampoco establece que no lo
sea. En cualquier examen de un sujeto
inferior llevado a cabo por una
autoridad superior, debemos dar por
supuesta la posibilidad de que el
primero moldee sus respuestas de

acuerdo con lo que de l espera el


segundo; en suma, que puede mentir.
Mientras
creamos
que
la
homosexualidad es una enfermedad,
necesitaremos al mdico para su
diagnstico oficial. Byrne y Mulligan
citan opiniones judiciales a fin de
mostrarnos que ste es el supuesto-gua
de la ley. Un hombre llamado LeBlanc,
por ejemplo, fue deportado basndose
en un certificado mdico emitido por
doctores del Servicio de Salud Pblica
que no haban examinado personalmente
a este extranjero, sino que se haban
basado nicamente en el informe militar
y en las confesiones del acusado[32]. El
Tribunal del Distrito al que LeBlanc

apel en contra de su deportacin,


sostuvo irnicamente as lo entiendo
yo que el estatuto de deportacin
implicaba la exigencia de un examen
mdico personal (sic) de los acusados y
tambin que tal examen era necesario
para cumplir con los niveles mnimos de
un debido proceso constitucional[33].
En consecuencia, a LeBlanc se le aplic
su derecho constitucional a ser
examinado en persona antes de ser
deportado! Este tipo de nfasis en el
debido proceso formal ignora por
completo el carcter ritual de la
representacin de la que espera la
proteccin de los derechos y dignidad
del individuo.

Supongamos que el Congreso


decretara un estatuto impidiendo
inmigrar a aquellas personas que
estuvieran afectadas por una enfermedad
mental llamada brujera. Estaran
satisfechos los tribunales con el
cumplimiento del debido proceso, si el
individuo fuera diagnosticado por el
mdico como bruja? Supondra alguna
diferencia el que este diagnstico se
basara en la confesin del sujeto o en su
examen personal? Evidentemente, es
absurdo preocuparse de los elementos
constituyentes de un adecuado proceso
para identificar a las brujas, si no
examinamos antes cuidadosamente el
concepto de brujera. Creo asimismo

absurdo considerar los elementos


constituyentes de un proceso adecuado
para
la
identificacin de
los
homosexuales (o de cualquier otro tipo
de personas mentalmente enfermas)
sin examinar cuidadosamente antes el
concepto de homosexualidad (o de
enfermedad mental). La omisin de un
cuidadoso examen de estas categoras
slo puede significar que quienes se
ocupan de su utilizacin social como
legisladores, jueces y psiquiatras las
consideran epistemolgicamente vlidas
o aprueban su utilizacin estratgica, o
ambas cosas a la vez. El observador
debe escoger entre aceptar la categora
de homosexualidad psicoptica como

vlida tal como hacen Byrne,


Mulligan y la mayor parte de los
estudiosos contemporneos de la ley y la
psiquiatra, y buscar mtodos
fidedignos de identificacin de tales
personas; o rechazar como invlida
dicha categora eso es lo que hago yo
y negarse a clasificar a nadie con
ella.
Aunque el estatuto bajo el que se
deport a Boutilier no se aplica a la
conducta del individuo despus de su
entrada
(de
otro
modo
la
heterosexualidad en los Estados Unidos
sera una defensa adecuada contra la
deportacin, cosa que no ocurre), Byrne
y Mulligan insisten con razn en que El

Inmigration and Naturalization Service


no pregunta a todos los extranjeros que
llegan, si se han entregado o no a un
comportamiento homosexual antes de
entrar en el pas[34]. En cambio, se basa
en la actividad posterior a su entrada,
como medio de identificacin de los
homosexuales. Puesto que la actividad
posterior a la entrada en el pas juega un
papel tan importante en el proceso de
deportacin, Byrne y Mulligan sugieren
que el debido proceso legal exigira
que se advirtiera a los extranjeros de
que su posterior comportamiento
homosexual en los Estados Unidos,
podra conducir a su subsiguiente
deportacin[35].

Esta proposicin suena razonable.


Es ms, resulta demasiado evidente: si
el Gobierno de los Estados Unidos
quiere saber si los inmigrantes
extranjeros son homosexuales, podra
preguntrselo, en vez de espiarlos. Al
ofrecer su solucin de sentido comn,
Byrne y Mulligan demuestran su
incomprensin
fundamental
del
problema que tienen delante: consideran
al homosexual, o al individuo que como
a tal se incrimina, como persona; en
cambio el Gobierno lo considera como
un objeto. Se deduce claramente del
modo en que las autoridades
inmigratorias tratan al sospechoso de
homosexualidad. Utilizan una treta para

sorprenderlos al igual que hizo el


Dios de los antiguos hebreos con los
homosexuales de Sodoma y, una vez
atrapado, lo tratan como si fuera una
amenaza que justificase cualquier
mtodo de represin. Si se siguieran las
sugerencias de Byrne y Mulligan, el
Gobierno se vera obligado a tratar al
acusado de homosexualidad, como se
trata a otro ser humano cualquiera.
Entonces se veran minados los mismos
fundamentos sobre los que se basa la
deportacin.
Cul sera el efecto de advertir a
los extranjeros inmigrantes de que la
conducta homosexual en los Estados
Unidos puede provocar su deportacin?

En primer lugar, es posible que


disuadiera a algunos de adoptar este
comportamiento. Es evidente que
nuestros legisladores no desean alentar
tal cosa. En segundo lugar, es posible
que disuadiera a quienes adoptan una
conducta homosexual, de hacerlo en
sitios pblicos, so pena de entrar en
conflicto con las leyes que regulan el
comportamiento sexual. Resulta tambin
claro que nuestros legisladores no
desean alentar tal cosa. En tercer lugar,
como Byrne y Mulligan observan, Si se
advierte con claridad a los extranjeros
que llegan, de que pueden ser
deportados (por conducta homosexual),
puede suceder que prefieran permanecer

en sus pases de origen o emigrar a


cualquier otra parte[36]. Resulta
tambin obvio que tampoco es esto lo
que nuestros legisladores desean. La
conclusin es inevitable; lo que
realmente quieren, es perseguir al
homosexual. Recapitulemos. En primer
lugar, no le disuaden de entrar en el pas
por medio de una advertencia clara; a
continuacin, le hostigan invadiendo su
intimidad y le humillan etiquetndole
con
calificativos
denigrantes;
finalmente, le castigan con su expulsin
del pas. No hay duda de que este
castigo,
impuesto
bajo
tales
circunstancias, es de una severidad
excesiva[37]. Boutilier, por ejemplo,

haba residido diez aos en los Estados


Unidos prcticamente toda su vida
adulta antes de ser deportado.
Indignados por estos malos tratos, Byrne
y Mulligan protestan: Si, durante el
perodo de su residencia, Boutilier
hubiera sabido que la conducta anterior
a su entrada en el pas poda provocar
su deportacin, podra haberla evitado
marchndose voluntariamente en fecha
ms temprana a fin de disponer de ms
tiempo para organizar su vida en
cualquier otra parte. Hubiera podido
continuar residiendo en los Estados
Unidos, llevando una vida que no le
expusiera a una investigacin judicial.
En cambio, al no conocer su

deportabilidad, Boutilier solicit la


ciudadana[38]. No parece probable que
el Congreso que promulg tal estatuto,
segn el cual se deporta a los
homosexuales, no fuera consciente de
esto. Decirles a los que forjan las leyes
americanas que son excesivamente
severos para con los homosexuales, me
parece que es lo mismo que decir a los
inquisidores que son demasiados
severos para con los herejes. No faltaba
ms. Segn ellos, es su deber mdicopatritico.
La falsa interpretacin que Byrne y
Milligan aunque bien intencionados
dan a la posicin y predicamento reales
del homosexual, se refleja en el prrafo

final de su artculo.
Que el contrato social entre el
estado soberano y los extranjeros
inmigrantes sea o no sea el mismo
contrato que disfrutan los ciudadanos
ordinarios, debe depender de una
cuidadosa fijacin de prioridad de
valores, entre los que se cuenten cosas
como la justicia, el bienestar social, el
tratamiento recproco de los ciudadanos
americanos que residan en el extranjero,
etc. Lo mnimo que podra exigirse, sin
embargo, es que a los extranjeros
inmigrantes se les d una informacin
tan concreta como sea posible de los
trminos de su contrato[39].
La realidad nos demuestra que al

inmigrante se le informa concretamente


de todos los trminos de su contrato, en
relacin a todos y cada uno de sus
aspectos ms importantes menos uno: no
se especifican las consecuencias exactas
de una posible violacin por su parte, de
la tica americana de la salud mental.
Gracias a un Volante Informativo
General para los Inmigrantes, se entera
de que no debe tener ninguna
enfermedad contagiosa, enfermedad o
defecto mental; tampoco puede ser
adicto a los narcticos o miembro del
Partido Comunista; etc.[40] De lo que no
se entera es de que debe ser un devoto
heterosexual, a menos de arriesgarse a
ser clasificado como homosexual

psicoptico; as como de que ha de creer


en la realidad social tal como es
verificada por los psiquiatras, a menos
de arriesgarse a ser clasificado como
psictico. Pero cuntos ciudadanos
nativos de los Estados Unidos estn al
corriente de este aspecto de sus
relaciones para con el Gobierno?
Adems, qu tipo de informacin
especfica de los trminos de su
contrato
con
respecto
a
la
homosexualidad y personalidad
psicoptica existe a disposicin de los
inmigrantes? La verdad es que debera
decrseles que la ley americana slo
reconoce como seres humanos a las
personas mentalmente sanas y de ah

que
restrinja
sus
obligaciones
contractuales incluyendo el gran
contrato llamado Constitucin a tales
personas; por aadidura, que considera
y trata a los enfermos mentales
entre los que figuran los homosexuales,
los psicpatas y cualquier individuo a
quien pueda aadrsele una etiqueta
psiquitrica como seres semihumanos,
infantilizados, incapaces de ejercer
como socios contractantes de una
relacin social.
La opinin del Tribunal Supremo en
el caso Boutilier, refleja un punto de
vista sobre los peligros que las
personalidades
psicopticas
y
especialmente los homosexuales se

supone representan para nuestra


sociedad, muy parecido a los antiguos
puntos de vista sobre los peligros que
las brujas y judos se supona que
representaban para aquellas sociedades
primitivas[41]. Por muy estrecho de
miras que sea este punto de vista
mayoritario, la opinin minoritaria de
los jueces Douglas y Fortas lo es an
ms. No nos sorprende. Tanto Douglas
como Fortas haban expresado en sus
opiniones judiciales previas y en su
ejercicio legal unos puntos de vista en
nada diferenciables de los emitidos por
los propagandistas del Movimiento
Americano de la Salud Mental. Fortas
fue el consejero de la defensa

designado por el tribunal en el famoso


caso Durham, que estableci el
precedente
de
una
normativa
liberalizada de la irresponsabilidad
criminal[42]. Douglas escribi una
opinin concurrente en el caso de
Robinson V. California, en la que
defenda que la esclavitud de las drogas
era una enfermedad y solicitaba la
hospitalizacin mental involuntaria de
los adictos[43].
Es irnico que, en el caso Boutilier,
Douglas y Fortas fundamenten su
disensin en la afirmacin de que El
trmino personalidad psicoptica es
un trmino falso, al igual que
comunista o en su poca

bolchevique: una calificacin de este


tipo, en el caso de ser utilizada en un
sentido general, puede limitarse a
definir a una persona impopular. De
acuerdo
con
los
principios
constitucionales, es demasiado vaga
para la imposicin de castigo[44]. De
esta manera, Douglas y Fortas reconocen
y
admiten
que
personalidad
psicoptica es una etiqueta que puede
mancillar la reputacin de una persona:
Personalidad psicoptica declaran
es algo tan vago y general que
difcilmente puede ser considerado algo
ms que un epteto[45].
Ciertamente,
personalidad
psicoptica es un trmino falso y

general. Pero acaso es ms falso, o


su definicin ms imprecisa, que
trminos como enfermedad mental o
adiccin?
El
concepto
de
enfermedad mental, ncleo de la
disposicin Durham y abogado por
Fortas, es ciertamente ms falso y vago
que el concepto de homosexualidad[46].
Paralelamente,
el
concepto
de
adiccin, ncleo del caso Robinson y
abogado por Douglas, resulta tambin
ms falso y vago que el concepto de
homosexualidad[47].
Douglas y Fortas son tambin
ilgicos en su concepto de castigo.
Consideran que el negar la entrada en
los Estados Unidos a determinada

persona es un castigo a pesar de que


el Tribunal Supremo ha sostenido, y
Douglas y Fortas no disienten
explcitamente, que La facultad del
departamento legislativo del Gobierno,
de excluir a extranjeros de los Estados
Unidos, es una secuela de la
soberana[48]. Al mismo tiempo, no
consideran castigo el encarcelamiento
de un ciudadano americano inocente en
un hospital mental, aunque sea a
perpetuidad, porque tal encierro se
propone ayudar al supuesto paciente!
Habiendo rehusado enfrentarse a las
realidades sociales de la hospitalizacin
y tratamiento psiquitrico involuntarios,
los jueces Douglas y Fortas se disponen

a emitir un argumento completamente


irrelevante y en contra de la decisin
Boutilier.
Es del dominio pblico
escriben el hecho de que en este
siglo algunos homosexuales han ocupado
puestos elevados en nuestro mismo
servicio pblico ya sea en el
Congreso ya en el Departamento
Ejecutivo y han servido con
distincin. Por tanto, no parece creble
que el Congreso quisiera deportar a
todos y cada uno de los desviados
sexuales, sin importar su intachable
conducta social, la originalidad de su
obra o el valor de su contribucin a la
sociedad[49].

Pero acaso los judos espaoles y


alemanes no ocuparon puestos elevados
en el servicio pblico, as como en
cargos econmicos y profesionales, y, a
pesar de ello, fueron perseguidos por su
condicin de judos? No hubo abadesas
y obispos que llevaron vidas virtuosas y,
a pesar de ello, fueron quemados por
hereja? Y acaso no ha habido negros
americanos que han vivido sin tacha
ayudando a edificar su pas, y, sin
embargo, han sido linchados por su
condicin de negros? En cada una de
estas situaciones y en otras parecidas, la
vctima no es perseguida por su propia
peligrosidad o inferioridad, ms bien es
el opresor quien la declara peligrosa o

inferior, para poder justificar su


agresin como defensa propia[50].
La historia de la Inquisicin o del
antisemitismo sistemtico no nos
permiten albergar ninguna duda acerca
del hecho de que las vctimas
propiciatorias oficiales de la sociedad
son perseguidas no por haber cometido
acciones prohibidas, ni siquiera por la
posibilidad de que las cometan, sino
porque se las considera enemigos
internos. Destruir a estos enemigos
internos es un deber patritico y un acto
moralmente meritorio, como si de
resistir y destruir a un enemigo exterior
se tratara. Por tanto, es peor que intil
absurdo e incluso contraproducente

intentar demostrar la vala moral o la


utilidad social de unas personas en
particular, una vez establecido que son
miembros partcipes de un grupo de
vctimas propiciatorias designadas
oficialmente. Heinrich Heine y Albert
Einstein no consiguieron olvidar la
situacin de los judos en la Alemania
nazi; si algo consiguieron, fue agravarla.
De vez en cuando los perseguidores se
muestran misericordiosos para con
aquella vctima descarriada que vuelve
al redil y se humilla ante sus opresores;
lo que no pueden perdonar es una
vctima virtuosa e intachable cuya
misma inocencia constituye un delito
intolerable contra sus atormentadores y

que, por tanto, debe ser destruida sin


piedad. En resumen, los hombres
obedecen las Mximas de la Ley o no
las obedecen. Si no las obedecen, la
vctima es castigada, no por lo que ha
hecho, sino por ser quien es. Nuestras
actuaciones prcticas de la salud mental
representan una readopcin masiva de
este principio colectivista y sdico de
control social.
La decisin del Tribunal Supremo es
importante, no slo por el modo como
consagra simblicamente al homosexual
como vctima propiciatoria de la
sociedad, sino tambin por el tipo de
soporte cientfico en que se basa para
hacerlo. Sobre el tema de la

homosexualidad han hablado muchas y


eminentes autoridades; sin embargo, de
todo este muestrario de opiniones
disponibles, el Tribunal ha escogido los
juicios de los funcionarios mdicos y
psiquitricos del Gobierno de los
Estados Unidos, que es parte interesada
en la accin legal que se desarrolla ante
los jueces. Si el caso que se presenta
ante el Tribunal implicara la libertad de
prensa o de religin, probablemente el
Tribunal habra consultado a todo tipo
de autoridades en la materia, vivas y
muertas, americanas y extranjeras. Por
qu no lo ha hecho en este caso? La
nica posibilidad que nos queda es
especular sobre ello. Quizs tena miedo

de lo que pudiera encontrar; en


particular, de que no pudiera esconder
tras una retrica de diagnstico
psiquitrico, que no se le ha convocado
para valorar mdicamente a un hombre,
sino para deshumanizarlo legalmente.
Si el Tribunal hubiera acudido a
Lindner en su bsqueda de informacin
sobre la homosexualidad, en vez de
acudir al Departamento de Salud
Pblica de los Estados Unidos, habra
descubierto que en nuestra sociedad
inconformismo y enfermedad mental han
llegado a ser sinnimos De ah que, el
rebelde, el contestatario en suma, el
inconformista
sea
considerado
enfermo y sometido a todos los

artilugios que la ciencia puede aplicar o


imaginar
para
curarle
de
su
enfermedad.
Al
declarar
mentalmente enfermo al homosexual, se
le devuelve, por tanto, al radio de
accin de esta concepcin regresiva y
de toda la gama de terapias ideadas
para asegurar su conformismo. Puede
presentarse como un bien para el
invertido y como una superacin
humanitaria del prejuicio y repulsin
histricos; sin embargo, no es ms que
otra manera de conseguir la conformidad
esta vez en el terreno de la conducta
sexual
que
exigen
nuestras
instituciones
peligrosamente
petrificadoras[51].

Si el Tribunal hubiera acudido a


Sartre, hubiera descubierto que Las
relaciones humanas entre homosexuales
son posibles al igual que entre un
hombre y una mujer. Los homosexuales
pueden amar, entregar, elevar a los
dems y elevarse a s mismos. Desde
luego es mejor meterse en la cama con
un amigo que viajar por la Alemania
nazi cuando Francia ha sido derrotada y
oprimida[52].
Pero opiniones como las de Lidner o
Sartre no hubieran apoyado la decisin
de la mayora en el Tribunal en su
concepcin del homosexual como
psicpata socialmente peligroso, ni la
de la minora en su concepcin del

homosexual como un enfermo afectado


por un mal terrible.
La decisin del Tribunal Supremo en
el caso Boutilier ilustra la opinin de
Sartre de que El homosexual debe
seguir siendo un objeto, una flor, un
insecto, un habitante de la antigua
Sodoma o del planeta Urano, un
autmata que baila ante el pblico,
cualquier cosa menos mi compaero,
menos mi imagen, menos yo mismo,
Pero existe una alternativa: si todo
hombre se compone de hombre, esta
oveja negra o no es ms que un guijarro
o debo ser yo[53]. Es, cuando menos,
obsceno, hablar del homosexual como
de una persona enferma a quien

intentamos ayudar, mientras, al tratarle


como un objeto defectuoso, estamos
demostrando con nuestras acciones que
lo que queremos es que sea para
nosotros un objeto til y no molesto; y
que lo que no toleraremos es su deseo
de ser una autntica persona por si
mismo.
La historia del estatuto bajo cuya
autoridad se deport a Boutilier, aporta
nuevo sostn a la teora de que el
homosexual
es
una
vctima
propiciatoria. De la opinin minoritaria,
aprendemos que La estipulacin de
exclusin de personas afectadas de
personalidad psicolgica (sic), sustituy
la disposicin del Decreto de 1917, 39

Stat. 875, que estipulaba la exclusin de


personas con inferioridad psicoptica
constitucional[54]. La finalidad de esta
clusula era mantener alejadas a
personas con rasgos mdicos que
pudieran daar a los ciudadanos de los
Estados Unidos, si estos rasgos se
sumaran a los de aquellas personas de
este pas que desgraciadamente se ven
ya afectadas[55]. Esta pretensin de que
nuestros
legisladores
y
jueces
discriminan a los homosexuales en el
convencimiento de estar aplicando los
descubrimientos
de
una
ciencia
psiquitrica moderna y liberal a la
confeccin de una poltica de bienestar
nacional, convierte todo este asunto en

un desatino an ms monstruoso.
Es posible, sin embargo, que no sea
correcta mi utilizacin de la palabra
desatino aqu. Existen razones para
creer que tanto quienes confeccionan
este tipo de legislacin como quienes la
aplican, saben muy bien lo que hacen.
Cuando se estaba considerando en el
Congreso la Ley de inmigracin bajo
cuya autoridad se expuls a Boutilier de
los Estados Unidos, en respuesta a la
solicitud de informacin hecha por la
Cmara Legislativa acerca de las nuevas
estipulaciones, el Departamento de
Salud Pblica observaba que: los tipos
constitutivos clasificados en el grupo de
personalidades psicopticas son, en

efecto, desrdenes de la personalidad:


Los individuos afectados de tal
desorden, pueden manifestar una
perturbacin de las tendencias de la
personalidad oculta, o son personas
enfermas
fundamentalmente
en
trminos de la sociedad y de la cultura
predominante[56]. (La cursiva es
nuestra).
Yo sugiero que todo esto es una
franca admisin de que se considera el
inconformismo social como una
enfermedad; de que los mdicos
empleados por el Gobierno de los
Estados Unidos estn facultados para
diagnosticar tal enfermedad; de que el
Congreso puede, en consecuencia,

imponer sanciones especficas sobre


quienes sufren tal enfermedad; y de que
el Tribunal Supremo refrendar la
constitucionalidad de esta legislacin
discriminatoria, seleccionando para su
represin a individuos afectados o
incriminados con una enfermedad
especfica. En suma, se trata de una
especie de caza de brujas mdica, en la
que los doctores persiguen a los
pacientes por sus herejas mdicas
supuestas o reales. El mdico ha
sustituido al clrigo y el paciente a la
bruja en el drama de la perpetua lucha
de la sociedad por destruir precisamente
aquellas caractersticas humanas que, al
diferenciar a los hombres de sus

semejantes,
los
identifica
como
individuos y no como ovejas de un
rebao.

11. LA EXPULSIN
DEL MAL
Las perversiones del
principio
sacrificial
(expiacin por medio de una
vctima
propiciatoria,
congregacin por medio de
una segregacin) constituyen
la eterna tentacin de las
sociedades humanas, cuyas
leyes son forjadas por un tipo
de animal excepcionalmente
experto en los ritos de la
accin simblica.

Kenneth Burke[1].
Ya he expuesto que tanto la bruja
medieval como el paciente mental son
las vctimas propiciatorias de la
sociedad. Al sacrificar a algunos de sus
miembros,
la
sociedad
intenta
purificarse a s misma y conservar as
su integridad y supervivencia. Esta tesis
supone la premisa implcita de que las
comunidades humanas necesitan a
menudo desahogar su frustracin en las
vctimas propiciatorias. Cules son las
pruebas para esta suposicin? Y qu
funciones psicolgicas y sociales
cumple la destruccin de las vctimas

propiciatorias? En este captulo,


ofrecer algunas respuestas a estas
cuestiones.
La destruccin ritual de hombres y
animales es una costumbre predominante
entre los pueblos primitivos.
La creencia de que podemos
traspasar nuestro sentimiento de
culpabilidad y nuestros sufrimientos a
algn otro ser para que cargue con ellos
en sustitucin nuestra, es algo familiar a
la mente primitiva escribe Frazer.
Surge de una confusin muy clara entre
lo fsico y lo mental, lo material y lo
inmaterial. Puesto que es posible
traspasar una carga de madera, de
piedras u otras cosas, de nuestras

espaldas a los lomos de otro, el salvaje


se imagina que es igualmente posible
traspasar la carga de sus dolores y
tristezas a otra persona, que las sufra en
su lugar. Acta de acuerdo con esta idea,
y el resultado es un nmero interminable
de astucias nada amistosas destinadas a
declinar en otro el problema que uno
rehuye soportar personalmente[2].
Las narraciones antropolgicas
ofrecen abundantes ejemplos de tales
astucias poco amistosas. Uno de los
ejemplos mejor conocidos de este ritual
de transferencia de la propia culpa a una
vctima propiciatoria, es una antigua
costumbre hebrea. Me refiero a la
ceremonia del Yom Kippur, el Da Santo

de los judos. Cuando se alzaba el


Templo de Jerusaln, la vctima
propiciatoria era un macho cabro[3]. Su
funcin era la de encarnacin y smbolo
de todos los pecados que el pueblo de
Israel habla cometido durante el ao
anterior y la de llevarse con l estos
pecados de la comunidad.
Una vez que haya hecho la
expiacin leemos en el Levtico
presentar el macho cabro vivo;
Aarn pondr ambas manos sobre la
cabeza del macho cabro vivo, y
confesar sobre l todas las iniquidades
del pueblo de Israel y todas sus
transgresiones y todos sus pecados; y los
pondr sobre la cabeza del macho

cabro, y lo enviar al desierto guiado


por la mano de un hombre que est
dispuesto. El macho cabro llevar
sobre s todas las iniquidades a una
tierra solitaria; y el que lo conduce lo
dejar adentrarse en el desierto[4].
Este mismo tema se repite en Isaas,
pero con una importante variacin la
de que la vctima propiciatoria es una
persona, no un macho cabro:
Quin creer lo que hemos odo?
Y a quin ha sido revelado el brazo del
Seor? Crece ante l como un retoo,
como una raz de tierra rida; no hay
forma en l ni hermosura para que le
miremos y nos complazcamos en su
apariencia. Fue despreciado y rechazado

por los hombres; hombre de dolores y


acostumbrado al sufrimiento; y como
alguien ante quien los hombres ocultan
sus rostros, fue despreciado y no le
hicimos caso. Ciertamente ha soportado
nuestros dolores y ha llevado nuestros
sufrimientos fue herido por nuestras
transgresiones, fue golpeado por
nuestras iniquidades; sobre l cay el
castigo que nos ha unido y con sus llagas
hemos sido curados. Como ovejas nos
habamos descarriado todos; y el Seor
ha puesto sobre l la iniquidad de todos
nosotros[5].
Estos pasajes aluden a la tica
cristiana, predicada pero no practicada,
de que es mejor ser objeto de una

injusticia que hacerla. Ser vctima que


agresor. Presagian la leyenda de
Jess[6], la vctima propiciatoria ms
notable de la Humanidad, que sufri por
todos los hombres y los redimi para
siempre[7]. Esta concepcin del hombre
bueno que sufre por el malo, aunque es
indudable lo sublime de su objetivo,
probablemente no ha aportado mucho
bien a la humanidad y s mucho dao. Es
intil exhortar a los hombres a que se
autosacrifiquen. Efectivamente, cuanto
ms sufre la vctima propiciatoria y ms
vituperio toma sobre s mismo, ms
sentimiento de culpa engendra en
aquellos que son testigos de su
sufrimiento y ms pesada es la labor que

impone a aquellos que desean justificar


su sacrificio. As, el Cristianismo exige
del hombre ms de lo que ste puede
hacer. En unos pocos, inspira santidad;
en muchos, promueve a menudo la
intolerancia[8]. La finalidad moral del
Cristianismo es alentar la identificacin
con Jess, tomado como modelo; sus
consecuencias son a menudo las de
inspirar odio hacia quienes, por causa
de sus orgenes o creencias, no
muestran la debida reverencia hacia
El. La concepcin judeo-cristiana de la
vctima propiciatoria desde el rito de
Yom Kippur hasta la crucifixin de
Jess como Redentor no consigue,
pues engendrar compasin y simpata

hacia el Otro. Quienes no pueden ser


santos y son incapaces de superar esta
aterradora
visin,
se
sienten
frecuentemente compelidos en parte
por una especie de autodefensa
psicolgica a identificarse con el
agresor[9]. Si el hombre no puede ser
bueno cargando sobre sus hombros la
culpa de los dems, por lo menos puede
serlo condenndolos. A travs de la
atribucin del mal al Otro, el
perseguidor se identifica a s mismo
como virtuoso.
Es lgico que el tema de la vctima
propiciatoria no se limite a la religin e
idiosincrasia de judos y cristianos.
Prcticas similares han sido descritas

con referencia a otras pocas y lugares.


Frazer nos dice que entre los cafres de
Sudfrica, por ejemplo, de vez en
cuando los nativos adoptan la costumbre
de conducir un macho cabro a presencia
de un enfermo y confesar los pecados
del poblado sobre el animal. En
ocasiones se dejan caer algunas gotas de
la sangre del enfermo sobre la cabeza
del macho cabro, al que se conduce
despus a un lugar despoblado del
valle[10]. En Arabia, cuando la peste
azota a la poblacin, la gente suele
pasear un camello por todos los barrios
de la ciudad a fin de que el animal
cargue con toda la pestilencia. Despus
lo estrangulan en un lugar sagrado e

imaginan que se han librado a la vez del


camello y de la peste[11].
Estas ceremonias tienen al mismo
tiempo un carcter mdico y religioso;
se proponen asegurar la armona
espiritual y la proteccin contra la
enfermedad.
La destruccin ceremonial de
vctimas propiciatorias con fines
teraputicos fue tambin prctica
corriente en la antigua Grecia. Junto con
las costumbres judas estos rituales
constituyen el origen de muchas
creencias y prcticas mdico-morales
posteriores de Occidente. En la Grecia
del siglo vi a. C., la costumbre de
sacrificar una vctima expiatoria se

realizaba segn este ritual: Cuando una


ciudad se vea azotada por la peste, el
hambre u otra calamidad pblica, se
escoga a una persona fea o deforme
para que tomara sobre s todos los males
que afligan a la comunidad. Se le
conduca a un lugar conveniente y se le
entregaban higos secos, un pan de
cebada y queso. La vctima los coma. A
continuacin le golpeaban siete veces
sobre sus rganos genitales con unas
esquilas mientras las flautas tocaban
una meloda caracterstica. Luego lo
quemaban sobre una pira[12]
En el siglo I de nuestra Era, la
costumbre de sacrificar una vctima
propiciatoria adoptaba dos variantes en

Grecia. Una de ellas fue descrita por


Plutarco (46-120 d. C.) y Harrison nos
la transmite as: La pequea ciudad de
Queronea, situada en Beoda y lugar de
nacimiento de Plutarco, vio cumplir ao
tras ao un extrao y muy antiguo
ceremonial. Se llamaba el Destierro
del Hambre. Se llevaba a un esclavo
fuera de la ciudad a golpes de vara de
agnus castus, planta parecida a la
mimbrera, y pronunciaban sobre l estas
palabras: Fuera el Hambre y vengan
Salud y Riqueza![13] Cuando Plutarco
ejerci el cargo de magistrado supremo
de su ciudad natal, realiz esta
ceremonia y ha conservado la discusin
que a propsito de ella se origin.

Exista otra forma ms macabra,


descrita por Frazer. Siempre que una
localidad importante era azotada por la
peste, acostumbraba a ofrecerse como
vctima propiciatoria un hombre
perteneciente a las clases ms pobres.
Durante todo un ao se le mantena a
costa del erario pblico, alimentndole
con los mejores manjares que libremente
escogiera. Al terminar el ao, lo vestan
con ornamentos sagrados, lo adornaban
con ramas tambin sagradas y lo
paseaban por toda la ciudad, mientras se
elevaban plegarias pidiendo que todos
los males de la gente cayeran sobre su
cabeza. Luego era expulsado de la
ciudad o lapidado hasta morir fuera de

las murallas[14]. En Atenas, esta


prctica se haba institucionalizado. Sus
habitantes sostenan un cierto nmero
de seres sagrados e intiles a costa del
erario pblico; y cuando cualquier
calamidad caa sobre la ciudad,
sacrificaban dos o tres de estas vctimas
propiciatorias[15]. Una de las vctimas
era sacrificada en beneficio de los
hombres, la otra en beneficio de las
mujeres. Algunas veces, la vctima
sacrificada en beneficio de las mujeres,
era mujer[16].
Tales sacrificios no se limitaban a
ocasiones extraordinarias, sino que se
convirtieron en ceremonias religiosas

regulares parecidas al Yom Kippur


judo. Frazer nos cuenta que cada ao
En el festival de Mayo de las
Targelias[17], eran conducidas dos
vctimas, una para los hombres y otra
para las mujeres, a las afueras de Atenas
y lapidadas hasta morir. La ciudad de
Abdera, en Tracla, era purificada
pblicamente una vez al ao y uno de
sus ciudadanos, seleccionado para este
fin, era lapidado hasta morir como
vctima propiciatoria o sacrificio
sustitutivo por la vida de todos los
dems; seis das antes de la ejecucin se
le declaraba expulsado de la comunidad
a fin de que pudiera llevar l solo los
pecados de todos[18].

Los ejemplos citados deberan


bastarnos para ilustrar los orgenes
antiguos de los sacrificios de vctimas
propiciatorias y su enorme importancia
social.[19] Nos sirven tambin de
refrescante recordatorio de la faceta
oscura y escondida de la Grecia clsica.
En la democracia de la antigua Grecia,
cuna de las libertades occidentales,
haba algo ms que la polis con sus
grandes oradores, filsofos y trgicos;
exista tambin la esclavitud, la
misoginia y el sacrificio ceremonial de
seres humanos. Estas creencias y
prcticas, al igual que aquellas otras de
las que nos sentimos ms orgullosos, nos
han sido transmitidas por herencia y las

hemos adaptado a nuestros propios


fines.
Los antiguos griegos perseguan a
las vctimas propiciatorias por razones
a su parecer religiosas. Nosotros lo
hacemos por razones que a nuestro
parecer son de tipo mdico. Las
diferencias entre ambas perspectivas
teolgica una y teraputica la otra son
ideolgicas y semnticas ms que
sociales y operativas. Efectivamente, las
semejanzas entre ellas que yo destaco
a lo largo de este libro mediante la
comparacin entre Inquisicin y
Psiquiatra Institucional, brujas y locos,
justificaciones religiosas de la violencia
con justificaciones mdicas se ven

demostradas en el excelente anlisis de


Harrison acerca de la funcin social de
la expulsin ritual del mal. Tras escoger
como paradigma la ceremonia de el
Destierro del Hambre tal como era
practicada por Plutarco, porque
expresa con singular simplicidad y
claridad la verdadera mdula de la
religin primitiva, Harrison identifica
la finalidad del rito como la
conservacin y promocin de la
vida[20]. Esta finalidad observa la
autora se cumple de dos maneras,
una negativa y otra positiva, mediante la
liberacin de cuanto es interpretado
como hostil y el encarecimiento de
aquello que se considera favorable a la

vida. Los ritos religiosos son


bsicamente de dos tipos nicos: de
expulsin y de impulsin[21].
Aquello que se interpreta como
bueno, debe ser incluido en el cuerpo, la
persona o la comunidad; y lo que es
considerado malo, debe ser excluido de
ellos. Cuando los valores mdicos
sustituyen a los valores religiosos, sigue
operando el mismo principio: cualquier
cosa que favorezca la salud buenos
alimentos, buena herencia, buenos
hbitos debe ser incorporado o
promovido;
cualquier
cosa
que
promueva la enfermedad venenos,
microbios, herencia defectuosa, malos
hbitos debe ser eliminado o

rechazado. Los antiguos ritos religiosos


cobran nueva vida en nuevas ceremonias
psiquitricas de inclusin o exclusin,
confirmacin y anulacin, exaltacin y
degradacin. Lo que se considera bueno,
definido ahora como mentalmente sano,
se adopta; lo que se considera malo,
definido ahora como mentalmente
enfermo, se repudia.
Para poder vivir, El hombre
primitivo tiene ante s dice Harrison
la antigua y doble tarea de
librarse del mal y asegurar el bien. Para
l el mal es sobre todo el hambre y la
esterilidad. El bien es la comida y
fertilidad. La palabra hebrea antigua que
significa
bien,
originalmente

connotaba la bondad en la comida[22].


Al cambiar las circunstancias culturales,
la supervivencia fsica y social pasa a
depender de cosas distintas: el valor en
la batalla, la obediencia a la autoridad y
el ascetismo sexual; esto, pues, son los
nuevos valores dominantes, y sus
anttesis son los pecados mortales.
Contempladas
desde
esta
perspectiva, las funciones religiosa,
social y psiquitrica del rito sacrificai,
se funden en una sola trama conceptual.
Para Plutarco dice Harrison el rito
de Queronea era religioso, aunque no
incluyera ni implicara a ningn dios. El
rito semejante de Atenas, la expulsin
de la vctima propiciatoria, se asoci al

culto de Apolo, pero ste no es parte


integrante suya[23]. En el sentido en que
lo utiliza Harrison aqu, el concepto de
religin no exige una divinidad. El
budismo, por ejemplo, es reconocido
universalmente como religin, aunque
carece de dios.
Es del todo evidente que el rito de
Queronea carece de divinidades y
sacerdotes. El mandatario civil, el
arconte (el magistrado), expulsa al
esclavo al tiempo que pronuncia la
expulsin del Hambre y da la
bienvenida a la Salud y Riqueza Es lo
que llamamos una accin mgica[24].
De acuerdo con esto, religin es una
actividad colectiva, y magia una

actividad individual de tipo ceremonial


o no-tcnico.
Es importante que comprendamos
con claridad la naturaleza de esta clase
de accin ritual y no la confundamos con
una accin tcnica. De otra forma,
estaramos en grave peligro de creer
como sucede a menudo que nuestro
comportamiento social es siempre
tcnico, a menos que explcitamente lo
sealemos como religioso. Nada poda
estar ms lejos de la realidad.
Hasta dcadas muy recientes, gran
parte de la prctica mdica consista en
una serie de actos mgicos[25]. Esto era
an ms cierto aplicado a la psiquiatra.
Hasta principios del nuevo siglo, la

prctica psiquitrica fue una mezcla de


actos ceremoniales y tcnicos, con un
predominio de los primeros sobre los
segundos, como la carne de caballo
sobre el conejo en el proverbial
estofado
hngaro
compuesto
de
porciones iguales de carne de ambos
animales. Lo que era mdico era
ceremonial, lo que era primitivo era
tcnico. Freud cambi las proporciones,
pero no el carcter bsico de la mezcla;
aument el constitutivo tcnico a
expensas del ceremonial. Al mismo
tiempo, aadi nuevos ritos a los de la
prctica psiquitrica tradicional por
ejemplo, el divn, la libre asociacin de
ideas, el viaje a travs de las

profundidades del inconsciente, etc.


[26]

El fin de esta exposicin es volver a


insistir en el carcter de la Psiquiatra
Institucional como ceremonia mdica y
sobre todo magia. Esto explica por qu
la etiquetacin de personas como
mentalmente sanas o enfermas
constituye un componente tan decisivo
de la prctica de la psiquiatra. Es el
acto inicial de una confirmacin e
invalidacin social pronunciada por el
sumo sacerdote de la religin moderna y
cientfica el psiquiatra; justifica la
expulsin de la comunidad de la vctima
propiciatoria sacrifical el paciente
mental. Todo intento de interpretacin

de esta ceremonia como acto tcnico


est condenado al fracaso por
ejemplo, todo intento de analizar en
trminos lgicos y racionales el por qu
los
extranjeros
tildados
de
homosexuales han de ser excluidos de la
ciudadana de este pas, o los criterios
que gobiernan tal etiquetacin[27]. Es
ms, al aportar una confusin entre actos
rituales y actos tcnicos, estos esfuerzos
nos apartan del tajante planteamiento de
los problemas morales que crean y nos
presentan los ritos psiquitricos.
El rito es el producto de la represin
moral. La finalidad del anlisis del rito
consiste en recrear el problema moral
solucionado por l; forzosamente tal

anlisis est predestinado a crear


ansiedad social y a ser probablemente
mal acogido. Cuando las sociedades
avanzadas insisten en conservar la
ficcin de estar libres de actos rituales;
o, ms concretamente, de que alguna
actuacin suya clasificada como rito por
sus crticos, es en realidad tcnica,
actan
como
individuos
bien
intencionados que insisten en mantener
la ficcin de no estar realizando ningn
acto nocivo; ms concretamente an, en
mantener la ficcin de que determinada
conducta suya, clasificada como nociva
por sus vctimas, es en realidad
beneficiosa para ellas. Al igual que
sucede con los individuos, los grupos

prefieren analizar y cambiar a los otros


que a s mismos. Es ms fcil para su
propia estimacin y al mismo tiempo
supone menos problemas.
El quid de la interpretacin del rito
dada por Harrison es, pues, que al
expulsar el mal e incorporar el bien,
protege y perpeta la vida. La vctima
propiciatoria es necesaria como smbolo
del mal que es conveniente expulsar del
orden social y, que, por el mismo hecho
de existir, confirma como buenos a los
restantes miembros de la comunidad.
Explica tambin el motivo por el que el
hombre animal diferenciado por su
capacidad de creacin de smbolos,
imgenes y normas emplea esta

prctica. El principio vital para el


animal predador que habita en la selva
es: matar o ser muerto. Para el predador
humano que habita en la sociedad, este
principio es: estigmatizar o ser
estigmatizado. La supervivencia del
hombre depende de la situacin que
ocupe en la sociedad, de ah que deba
mantenerse a s mismo como miembro
aceptable del grupo. Si no lo consigue,
si permite que se le clasifique en el
papel de vctima propiciatoria, ser
expulsado del orden social o ser
sacrificado. Ya hemos visto cmo se
aplicaba esta norma en la Edad Media,
la Edad de la Fe; y cmo se aplica en el
mundo moderno, Edad de la Terapia. La

clasificacin religiosa y la clasificacin


psiquitrica forman en una y otra los
fundamentos para la celebracin de los
procesos
de
inclusin
social
(confirmacin)
y
exclusin
(invalidacin); para los mtodos de
control social (destierro, prisin); y
para las justificaciones ideolgicas de
la destruccin de las diferencias
humanas
(pecado,
enfermedad
mental).
Hemos tenido ocasin de contemplar
lo que el hombre ha hecho a sus
semejantes, al invalidarlos por motivos
religiosos como embrujado (o no
bautizado)
y
por
motivos
psiquitricos
como
loco
(o

psicolgicamente inepto). Al adoptar


el esquema antropolgico de Frazer y
Harrison, que describe a las sociedades
(e individuos) como entes que
interiorizan el bien y expulsan el mal, la
lucha de los cristianos (los buenos, el
bien) contra los judos (el mal) se
convierte en la dinmica esencial del
antisemitismo. No se trata simplemente
de una hiptesis o una metfora; es una
realidad histrica. En la Edad Media, el
Dios del europeo era un cristiano; su
Diablo era un judo[28]. En el mundo
moderno, la fuente de seguridad ha sido
transferida de Dios y el Papa a la nacin
y sus dirigentes, de la religin a la
ciencia; sus smbolos de inseguridad se

han desplazado, en consecuencia, de la


bruja y el judo al traidor y al loco. El
judo sigue siendo vctima propiciatoria,
no ya por su identificacin con el
Anticristo, sino por haber sido
rediagnosticado como traidor (tal como
en el antisemitismo francs durante el
affaire Dreyfus) y como amenaza para la
higiene (como en el antisemitismo
moderno alemn). Lo mismo que suceda
anteriormente, el Hombre Justo se
confirma a s mismo en el papel de
bueno por medio de su lucha denodada
contra el Otro Criminal Simblico.
Sartre concibe el antisemitismo de
forma anloga a como yo concibo la
persecucin de las brujas y de los locos.

Su anlisis nos ayudar a profundizar en


la comprensin de las relaciones
vctima-opresor en general, y de la
relacin paciente involuntario-psiquiatra
en particular.
En el breve relato de Sartre La
Infancia de un Lder[29]
nos
encontramos con Lucien hijo nico de
un prspero fabricante que lucha por
dar una finalidad y un sentido a su vida.
Entonces se encuentra con Lemordant,
joven de principios. Lemordant sabe
quin es l en realidad y esto encanta a
Luden. Muy pronto Lemordant inicia a
Luden en el antisemitismo su
ideologa, su literatura, sus fanticos
defensores del mismo modo que un

adulto podra iniciar a un menor a la


homosexualidad o la herona. El
resultado es una cura de la crisis de
identidad de Lucien.
Luden se estudi a s mismo una
vez ms escribe Sartre Pens:
Yo soy Lucien! Alguien que no
puede soportar a los judos.
Esto lo haba dicho ya muchas
veces, pero hoy era distinto Desde
luego, aparentemente no era ms que una
simple afirmacin, como si alguien
hubiera dicho:
A Luden no le gustan las ostras.
o,
A Luden le encanta bailar.
Pero no hay error posible: la aficin

al baile poda encontrarse tambin en


algn pequeo judo, de importancia no
mayor que la de un insecto; no haba ms
que mirar a este condenado tipejo para
saber que sus gustos y manas se
apegaban a l como su olor, como el
brillo de su piel Pero el antisemitismo
de Luden era distinto: implacable,
pero
Es sagrado pens[30].
El antisemitismo de Luden le llena
de paz interior, del mismo modo que la
guerra a la enfermedad mental hace que
los defensores del Movimiento de la
Salud Mental se sientan satisfechos. De
este modo, los juristas, los legisladores,
los mdicos y las matronas es decir,

los pilares de la sociedad imbuyen


sentido a sus vidas; desde luego, hay que
decir que lo hacen a expensas de los
portorriqueos sin trabajo adictos a la
herona, de los negros analfabetos que
cometen pequeos delitos y de los
pobres desgraciados que abusan del
alcohol, a todos los cuales hasta el
ltimo declaran enfermos mentales.
En su libro El Antisemita y el Judo,
Sartre observa con acierto que es fcil
exagerar el papel del odio en el
antisemitismo:
El antisemitismo no se reduce a ser
el placer del odio; aporta tambin goces
positivos. Al tratar al judo como ser
pernicioso e inferior, estoy afirmando mi

pertenencia a la lite. Esta lite, a


diferencia de la de los tiempos
modernos que se basa en el mrito o el
trabajo, se parece mucho a la
aristocracia de sangre. No hay nada que
me vea obligado a hacer para ganarme
mi superioridad y tampoco puedo
perderla. Se otorga de una vez y para
siempre[31].
Hallamos esta misma superioridad
en el mentalmente sano respecto al
enfermo mental. Una vez se ha infamado
a un colaborador del presidente
llamndole homosexual, o a alguien
como Ezra Pound llamndole loco, hasta
el ms nfimo de los hombres
normales puede sentirse superior a l.

Los hombres as infamados por las


ceremonias
degradatorias
de
la
psiquiatra moderna, son como los
muertos. Los supervivientes se renen
en el cementerio y en secreto se alegran
de seguir viviendo, mientras su pobre
amigo infortunado ha fenecido ya.
Para el verdadero antisemita, no
puede haber judo bueno. El judo
observa Sartre agudamente es libre
para hacer el mal, no el bien; tiene el
libre albedro indispensable para asumir
la responsabilidad de los crmenes de
que es autor, pero no tiene el necesario
para conseguir reformarse[32]. (La
cursiva est en el original). Para el
asistente social de la salud mental

realmente consciente, no hay enfermedad


mental til al paciente o a la sociedad,
ni ningn paciente mental capaz de
conseguir su autotransformacin. Esto
justifica el menosprecio de todas las
personas clasificadas como enfermas
mentales y la imposicin de tratamiento
sobre cada una de ellas por parte de las
autoridades (tanto si este tratamiento
existe como si no).
Otra de las funciones de la vctima
propiciatoria es la de ayudar al Hombre
Justo (como Sartre califica a la persona
que nosotros llamaramos Hombre
Normal) a evitar plantearse el problema
del bien y del mal. Si lo nico que
debe hacer (el antisemita) es destruir el

Mal escribe Sartre significa que


el Bien ya existe. Que no necesita
angustiarse buscndolo, inventndolo,
examinndolo pacientemente una vez
encontrado, intentando ponerlo en
prctica, verificndolo a travs de sus
resultados,
o,
finalmente,
responsabilizndose de la eleccin
moral que ha hecho[33]. Lo mismo
podemos decir del asistente de la salud
mental: todo cuanto tiene que hacer es
convertir al adicto en ex-adicto, al
homosexual en heterosexual, al agitado
en tranquilo. Entonces habr llegado la
Sociedad Perfecta.
El antisemita lucha contra el mal;
por esto no se puede poner en tela de

juicio su bondad ni la bondad de la


sociedad por la que lucha. Esto hace que
le sea posible utilizar los mtodos ms
innobles, que se vern justificados por
la finalidad perseguida. El antisemita
se lava las manos con mierda[34]
dice
Sartre.
El
psiquiatra
institucional, al tratar a pacientes
involuntarios, se enfrasca igualmente en
una tarea cuya bondad es tenida por tan
evidente, que justifica el empleo de los
medios ms viles. Engaa, coacciona,
encierra a sus vctimas, las atonta con
drogas y las somete al electroshock
hasta conseguir la lesin cerebral.
Disminuye por ello la bondad de su
labor? De ningn modo. Est luchando

contra el mal.
La lucha contra el mal, contribuye
tambin a consolidar a los guerreros en
un grupo armnico y bien unido. As,
todo hombre solitario e incompetente,
que lleve una vida estpida y sin
sentido, puede conseguir ser aceptado,
si repite con apasionada emulacin la
idea de que el judo es nocivo para la
patria, en el crculo del ncleo y vida
de la sociedad. En este sentido, el
antisemitismo ha conservado algo de los
antiguos sacrificios humanos[35].
Actualmente, en los Estados Unidos,
el antisemitismo no servira de llave de
entrada en el crculo del ncleo y vida
de la sociedad; pero la solemne

repeticin ritual de slogans como La


enfermedad mental es el primer
problema sanitario del pas o La
enfermedad mental es como otra
enfermedad
cualquiera,
puede
[36]
hacerlo .
Puede solucionarse el problema del
antisemitismo convirtiendo los judos al
cristianismo? (o el de la enfermedad
mental devolviendo la salud a los
locos?). De acuerdo con la tradicin
clsica del humanismo, Sartre alega que
esta solucin no dista mucho de la
propuesta por los antisemitas: las dos
tienen como resultado la eliminacin de
los judos! Identificando al defensor de
la conversin juda como el

demcrata, Sartre escribe:


es posible que no sea tanta la
diferencia entre el antisemita y el
demcrata. El primero quiere destruirle
como hombre y no dejar en l ms que al
judo, el paria, el intocable; el segundo
quiere destruirle como judo y no dejar
en l ms que al hombre, sujeto
abstracto y universal de los derechos
humanos
y
de
los
derechos
ciudadanos[37].
En
psiquiatra
encontramos una rivalidad entre estas
mismas posturas, como si no fuera
posible ni siquiera concebible la
existencia de ninguna ms.
Del mismo modo que el antisemita
quiere solucionar el problema judo

destruyndolo, el psiquiatra nazi intenta


solventar el problema de la salud mental
destruyendo al enfermo mental. En una
sublevacin moral contra este intento, el
demcrata nos dice Sartre (o el
liberal, como diramos en nuestra jerga
poltico-psiquitrica
contempornea)
intenta solventar el problema mediante
la conversin (y el liberal mediante
tratamiento). As, cuando el liberal
define como enfermos a determinados
grupos o personas, no pretende decir
que tengan derecho a estar enfermos
ni ms ni menos que, a los ojos del
antisemita, el judo tampoco tiene
derecho a serlo. En realidad, el
diagnstico no es ms que un medio

semntico de justificar la eliminacin de


la (supuesta) enfermedad[38]. En
ambos casos el opresor se muestra
reacio a aceptar una diferencia humana.
Lo que una persona que se cree virtuosa
no puede tolerar es permanecer
inactivante ante el mal. Vivir y dejar
vivir no es para l un precepto de unas
relaciones humanas dignas, sino un
pacto con el Diablo.
La interpretacin existencialista que
Sartre da al antisemitismo, se parece
mucho a la interpretacin sociolgica de
la desviacin sexual[39]; en ambos casos
al disidente vctima propiciatoria o
simple vctima se le considera en
parte creacin de sus perseguidores.

Aunque Sartre reconoce que existen los


judos, del mismo modo que existen los
homosexuales o las personas afectadas
de depresiones, afirma que El judo es
alguien a quien los dems consideran
judo; esta es la sencilla verdad de que
debemos partir Es el antisemita quien
crea al judo[40]. Ahora bien, est claro
que Sartre sabe tan bien como
cualquiera que los judos podran seguir
existiendo sin los antisemitas. Al decir
que el antisemita hace al judo, se
refiere al judo qua objeto social sobre
el que el antisemita pretende actuar en
inters propio. Nunca ser excesiva la
insistencia sobre este punto, por lo que
se refiere a la enfermedad mental. Una

cosa es que un espectador afirme que


alguien est triste y piensa matarse y
no haga nada al respecto, y otra muy
distinta que lo describa como suicida
y peligroso para s mismo y lo
encierre en un hospital (para curarle la
enfermedad de la depresin, de la que
cree que las ideas suicidas no son ms
que un sntoma). En el primer sentido,
puede decirse que la enfermedad mental
existe sin la intervencin del psiquiatra;
en el segundo, debe decirse que ste la
ha creado. Adems, y al igual que en el
caso del antisemitismo, el psiquiatra
crea pacientes mentales, como objetos
sociales, de manera que pueda actuar
sobre ellos en inters propio. El hecho

de que esconda su egosmo bajo capa de


altruismo no debe detenernos, puesto
que no es ms que una nueva
justificacin teraputica de la
coaccin interpersonal.
En la medida en que las personas
presenten caractersticas que les
diferencien de los dems, la actitud
verdaderamente humana y liberal slo
puede ser la de la aceptacin de tales
diferencias[41]. Sartre lo describe en
trminos igualmente aplicables a los
llamados pacientes mentales. En
aquellas sociedades en que se admite el
voto femenino escribe no se le
pide a la mujer que cambie de sexo
cuando se dirige a las urnas Cuando

se trata de los derechos legales de los


judos, y de aquellos otros derechos ms
oscuros pero no menos indispensables
que no constan en ningn cdigo, debe
disfrutar de tales derechos, no como
cristiano potencial, sino como judo
francs
precisamente.
Debemos
aceptarlo con su carcter, sus
costumbres, sus gustos, su religin si
la tiene, su nombre y sus rasgos
fsicos[42]. Aplicar esta actitud a los
llamados pacientes mentales, no es tarea
fcil. La sociedad americana actual no
muestra el ms mnimo inters siquiera
por considerar el problema bajo esta
perspectiva,
mucho
menos
por
solucionarlo. Prefiere seguir las pautas

de la conversin y la cura. Del mismo


modo que Benjamin Rush buscaba la
solucin de la negritud en el vitligo[43],
nosotros buscamos la solucin al miedo
y frivolidad, a la frustracin y la tristeza
en los Centros de Salud Mental
Comunitarios[44].
El
esfuerzo
fundamental del hombre por solucionar
los problemas, es a la vez fuente de su
suprema gloria y de su ms ignominiosa
vergenza. Si no puede solventarlos por
medios tcnicos, instrumentales, intenta
hacerlo por medio de actos rituales,
institucionales. Una carretilla puede ser
necesaria en el primer caso; la vctima
propiciatoria lo es en el segundo. En
este sentido, los utensilios o artefactos

tcnicos pueden considerarse como


smbolos de los problemas que el
hombre se ha esforzado por resolver; lo
mismo podemos decir de los sacrificios
humanos y de animales. Qu problemas
son stos? Uno es la enfermedad, que
pone en peligro la supervivencia del
estamento biolgico; el otro es el
pecado, que pone en peligro la
supervivencia del estamento poltico. En
sus manifestaciones concretas, estas
amenazas plantean problemas inmensos,
casi insolubles. Quizs sta sea la razn
por la que, a lo largo de la historia, los
hombres se han esforzado por
simplificar su tarea trazando conexiones
inexistentes entre salud y virtud,

enfermedad y pecado. Es como si los


hombres no hubieran podido aceptar y
siguieran sin poder hacerlo que las
personas buenas pueden estar enfermas y
las malas pueden estar sanas; o que los
individuos saludables pueden ser malos
y los enfermos pueden ser buenos. La
misma intolerancia de la complejidad
moral y de las diferencias entre los
hombres ha llevado a stos a rechazar la
imagen de una divinidad justa, que ame
a todas sus creaciones por igual: judos
y cristianos, negros y blancos, sanos y
enfermos. Mediante la represin del
pluralismo inherente a tal concepcin
del mundo, los hombres han creado en
su lugar una imagen de un universo

ordenado, gobernado de manera


jerrquica por Dios y sus vicarios sobre
la tierra: o, si no por Dios, por hombres
que gobiernan en nombre del bien
comn. Dentro de tal perspectiva, es
lgico que los hombres valoren en
mayor grado la unidad que la
diversidad, el control del otro que el
control de uno mismo, y construyan
mtodos apropiados para estabilizar
esta realidad social. La propia
justificacin mediante la infamacin de
los otros, como han enseado los mitos
religiosos y nacionales y sancionan las
leyes, es uno de tales mtodos. En el
pasado, las sociedades confiaron la
aplicacin de este mecanismo de

justificacin e infamacin a sus clrigos;


actualmente, la confan a sus psiquiatras.
Adems, dado que los mtodos
mgicos son ms fciles de conseguir
que los tcnicos, no debe extraarnos
que el hombre se haya mostrado muy
dotado de recursos con que transferir los
problemas materiales al plano espiritual
y los problemas espirituales al plano
material, tratndolos institucional y
ritualmente ms bien que tcnica e
instrumentalmente. Durante siglos, el
hombre atribuy la enfermedad al
pecado y luch por liberarse de la
enfermedad preocupndose de su
conducta moral. En la actualidad,
atribuye el pecado a enfermedad y se

esfuerza por librarse del mal


preocupndose de su salud.
Mientras tuvo poder, la Iglesia fue
venerada por prometer, a travs de sus
profetas, los clrigos, una vida eterna en
el cielo. Cuando fue derrocada del
poder, se la critic por haber retrasado
el progreso mdico. En la actualidad, la
medicina es venerada por prometer, a
travs de sus profetas, los psiquiatras, la
tranquilidad moral sobre la tierra.
Cuando sea derrocada del poder, se la
criticar es mi opinin de modo
parecido por haber retrasado el
progreso moral. Pero, dado que este
retraso del progreso moral es a su vez
ensalzado como un progreso moral, el

verdadero
avance
de
nuestra
espiritualidad depender de la adecuada
solucin de los problemas psicolgicos
y sociales que an no nos hemos
planteado de verdad y mucho menos
superado. Entretanto, deberamos juzgar
a todos los Grandes Programas Morales,
especialmente si estn apoyados por el
poder de las Iglesias o de los Estados, a
la inversa de la norma anglo-americana
que rige para los acusados: inmorales
hasta que se demuestre lo contrario.

12. LA LUCHA POR


LA PROPIA
ESTIMACIN
La mitad del dao que se
hace en este mundo,
Se debe a personas que
quieren sentirse importantes.
No es que intenten hacer dao
pero el dao que hacen
tampoco les importa.
O no lo ven, o lo
justifican.
Porque se encuentran

absortos en la interminable
batalla De pensar bien de s
mismos.
T. S. Eliot[1].
En la relacin de antagonismo no
suele quedar espacio para los neutrales.
Los participantes han de considerarse
enemigos o amigos, agresores o
vctimas. Si, por ejemplo, describimos a
los homosexuales o a los enfermos
mentales como desviados, o los
tildamos de enfermos, automticamente
implicamos que estn cometiendo alguna
injusticia para con alguien, posiblemente

para con ellos mismos. A la inversa, si


los
describimos
como
vctimas
propiciatorias, damos por supuesto que
otras personas estn cometiendo
injusticias contra ellos.
Voltaire comprendi muy bien la
naturaleza de este dilema. Lo describi
con su irona caracterstica en el
Dictionaire Philosophique, bajo el
ttulo de Libertad de Pensamiento y
expresado en forma de dilogo entre
Lord Boldmind, general ingls, y el
Conde Medroso, noble espaol. Citar
slo un fragmento:
BOLDMIND. De modo que eres
lugarteniente de los Dominicos? Srdido
oficio el tuyo.

MEDROSO. Desde luego. Pero


prefiero ser su ayudante que su vctima y
ms quiero la infelicidad de quemar a
mi vecino, que la de verme asado yo en
la hoguera[2].
La moraleja del Conde Medroso no
ha desaparecido con la Inquisicin. Al
contrario, con demasiada frecuencia el
hombre moderno debe enfrentarse a este
mismo doloroso dilema. Debe escoger
el bando de los dominadores, aunque
slo sea para evitar la esclavitud? No!
grita Camus. Incluso quienes estn
hartos de moralidad, deberan darse
cuenta que es mejor sufrir ciertas
injusticias
que
cometerlas[3]
Tradicionalmente se ha considerado al

loco un enemigo peligroso de la


sociedad, agresor en acto o en potencia;
paralelamente, se ha considerado a la
sociedad y a su psiquiatra-polica como
vctimas actuales o potenciales. Esta es
la solucin que da el Conde Medroso al
dilema de la enfermedad mental:
destruir al individuo identificado como
paciente antes de que l te destruya.
Tan innoble es esto para un mdico
como lo era para un clrigo.
Si debemos escoger entre quemar o
ser quemados eleccin a la que pocos
pensadores pueden escapar y que se alza
con especial frecuencia en la carrera del
psiquiatra entonces, creo que
deberamos aspirar a la solucin de

Albert Camus, antes que a la del Conde


Medroso. Sin embargo, a menudo resulta
posible y deseable evitar la eleccin
rechazando la dimensin dominiosubordinacin. El mdico que decide
convertirse en psiquiatra institucional,
se coloca en las filas del Conde
Medroso, aunque al principio no sea
consciente de ello: debe escoger entre
quemar es decir, ser un agente del
Estado
que
estigmatiza
como
malhechores a individuos inocentes y
ser quemado es decir, ser un agente
del paciente mental perseguido y
arriesgndose a ser condenado por sus
colegas,
como
disidente,
nocooperativo, mdico irresponsable y

hasta loco. Por otro lado, el


psiquiatra que decide trabajar como
psicoterapeuta privado, al igual que
hacen algunos psicoanalistas por
ejemplo, puede trascender este dilema
escogiendo, con Abraham Lincoln, la
dimensin de igualdad y ausencia de
toda coaccin. No me gustara ser
esclavo, por tanto tampoco quisiera ser
amo dijo Lincoln. Esto expresa
mi idea de lo que es la democracia.
Todo lo que se aparte de esto y nos
introduzca en el mbito de las
diferencias, no es democracia[4].
Precisamente porque sigo este
principio ya que rechazo como
bsicamente inmoral todas las formas de

engao y coaccin teraputicas


clasifico al psiquiatra institucional como
opresor y al paciente involuntario como
vctima. Es fcil defender esta leccin,
no slo por motivos ticos siguiendo
las pautas indicadas sino tambin con
argumentos histricos y polticos.
La historia de la psiquiatra, como
creo haber demostrado en este volumen,
constituye en su mayor parte la relacin
de los cambios de estilo en la teora y
prctica de la violencia psiquitrica,
expuesta
en
un
lenguaje
de
autoaprobacin, de tratamiento y
diagnstico mdico[5]. A este respecto,
se parece a la historia religiosa y
nacionalista tradicional, que nos

describe la violencia de lderes crueles


y ansiosos de poder como una serie de
luchas altruistas por Dios o la Patria (en
lenguaje comunista, la lucha se entabla
en favor de los trabajadores o de las
masas oprimidas). La temida violencia
del loco se comprende mejor como
proyeccin sobre la vctima de la
violencia real de su perseguidor. La
agresin de la sociedad en general, y de
su agente-mdico en particular, contra
los llamados locos, empieza en el siglo
XVII con las mazmorras, las cadenas, la
tortura fsica y el tormento del hambre;
prosigue en los siglos XVIII y XIX con el
asilo de locos, los azotes, las sangras y
las camisas de fuerza; y alcanza su

esplendor en el siglo XX con el gran


hospital mental del Estado (que alberga
hasta 15.000 internos), el electroshock,
el leucotoma (escalpelo utilizado para
seccionar del resto del cerebro el lbulo
central), y las camisas de fuerza
qumicas
llamadas
tranquilizantes.
Como todas las formas de agresin,
sistemtica popularmente aceptadas, la
violencia psiquitrica est autorizada e
incorporada a importantes instituciones
sociales, vindose adems sancionada
por la ley y la tradicin. Las principales
instituciones sociales implicadas en la
prctica de la violencia psiquitrica, son
el Estado, la familia y la profesin
mdica. El Estado autoriza la

encarcelacin involuntaria de pacientes


mentales peligrosos. La familia
aprueba y utiliza esta disposicin. Y la
profesin mdica, a travs de la
psiquiatra, administra la institucin y
proporciona
las
justificaciones
necesarias[6].
Las razones polticas de la
oposicin a la Psiquiatra Institucional
son las invocadas tradicionalmente por
los defensores de la libertad desde
John Stuart Mill hasta Isaiah Berlin
para oponerse a las prcticas sociales
despticas de todo tipo. Brevemente, el
argumento dice as: es ms fcil para el
grupo protegerse de la acusacin de
estar oprimiendo a alguno de sus

miembros, que para el individuo


protegerse de la acusacin de estar
agraviando a la comunidad. En una
disputa entre el ciudadano y el Estado,
como en todo conflicto entre bandos
desiguales, las incertidumbres acerca de
transgresiones
legales
deberan
resolverse siempre en favor de la parte
ms dbil. Por qu? Porque la parte
ms dbil es, por definicin, menos
capaz de defenderse que su adversario.
Si queremos que sobreviva y
permanezca en el juego, debemos hacer
lo posible para que sea as.
La violencia potencial de unos
pocos no justifica de ningn modo la
violencia actual de la mayora. Sin

embargo, esta es la justificacin que


estamos invocando en nombre de la
salud mental, al igual que fue invocada
previamente
en
nombre
del
Cristianismo. El paciente mental
decimos puede ser peligroso; puede
daarse a s mismo o a otro. Ahora bien,
nosotros, la sociedad, s somos
peligrosos; le arrebatamos su buen
nombre y su libertad, y le sometemos a
torturas
llamadas
tratamientos.
Naturalmente, el supuesto paciente
mental es considerado peligroso porgue
se le percibe como mentalmente
diferente, como una persona extraa y
alienada cuya conducta, a diferencia de
la de los individuos normales, es

imposible de predecir. En suma, se le


considera un tipo especial de
divergente, que viola la mayor parte de
las normas lingsticas e interpersonales
bsicas de la sociedad.
Es
importante
observar,
sin
embargo, que la divergencia no es
como a menudo se cree errneamente
un defecto exhibido por un actor
individual
o
contenido
en su
personalidad (de ah que frecuentemente
se atribuya a enfermedad corporal o
mental);
es,
en
cambio,
una
consecuencia inevitable y parte integral
de la construccin de grupos o
convenios sociales. Los socilogos de
la divergencia lo comprenden muy bien;

Howard S. Becker, por ejemplo, escribe


que Los grupos sociales crean la
divergencia al confeccionar normas
cuya infraccin constituye dicha
divergencia, y al aplicarlas a individuos
determinados y clasificarlos como
individuos fuera de la ley. Desde este
punto de vista, la divergencia no es una
cualidad del acto cometido por la
persona, sino ms bien consecuencia de
la aplicacin por otros de reglas y
sanciones
al
transgresor.
El
divergente es aquel a quien se aplica
con xito esta clasificacin; el
comportamiento divergente es aquel
comportamiento que la gente califica de
tal[7]. (La cursiva est en el original).

Por lo comn, las personas


clasificadas como divergentes han
transgredido realmente alguna norma
(legal, religiosa o social) por
ejemplo, los hippies o los
homosexuales; con frecuencia, sin
embargo, no han violado tales normas y
su clasificacin como divergentes se
debe nicamente a que las autoridades
los han encasillado en tal papel por
ejemplo,
ciudadanos
inocentes
calificados de comunistas por el senador
Joseph
McCarthy;
o
personas
prominentes, como el senador Barry
Goldwater,
calificados
por
los
psiquiatras como enfermos mentales.
Becker subraya correctamente que

algunas
personas
pueden
ser
calificadas de divergentes, sin que en
realidad hayan transgredido ninguna
norma La divergencia no es una
cualidad que resida en la conducta
misma, sino en la interaccin entre la
persona que ejecuta un acto y aquella
que reacciona ante l[8].
De ah se deducen dos importantes
conclusiones. Una de ellas es que, desde
el momento en que la divergencia
supone una infraccin de las normas, es
al mismo tiempo un factor disruptivo y
estabilizador de la sociedad; slo
mediante la exposicin pblica del
comportamiento no aceptable, pueden
aprender y recordar los miembros del

grupo lo que es aceptable. Sin


cumplimiento de las normas, no puede
haber vida social; pero sin infraccin de
las mismas, no puede haber identidad
personal. [Es caracterstica distintiva
del hombre la de obedecer y al mismo
tiempo desobedecer las normas]
La otra conclusin es que, dado que
la enfermedad mdica (en el sentido de
divergencia de unas normas biolgicas,
no sociales) no juega el mismo papel en
la vida personal y familiar que juega la
divergencia social, esta ltima no puede
ser tratada o eliminada del modo en
que puede serlo la primera. Las celosas
campaas contra la divergencia tan
populares algunas, como las que se

alzan contra el alcoholismo, la adiccin


y la enfermedad mental en general
montadas de forma anloga a las
campaas destinadas a combatir una
enfermedad contagiosa, no slo estn
destinadas al fracaso, sino que
contribuyen a la deshumanizacin misma
del hombre, que tanto critican quienes
luchan por una salud mental mejor.
Las vctimas propiciatorias, como
hemos visto, constituyen una de las
variantes de los divergentes: son
individuos (o grupos) perseguidos por
su divergencia real o imputada. En el
captulo anterior, las ideas de Sartre
sobre el antisemitismo, nos han ayudado
a comprender el problema de la lucha de

la sociedad por la expulsin del mal;


sigamos en ste algunas de sus
reflexiones
sobre
la
vctima
propiciatoria, a fin de que nos ayuden a
comprender nuestra actitud con respecto
al enfermo mental. En este caso
concreto, acudiremos a su libro sobre
Genet[9].
Una vez ms el punto de partida de
Sartre es la premisa de que el hombre
medio desea sentirse bueno y virtuoso.
El malhechor es el Otro Por esto,
el tiempo de guerra es la poca en que el
Hombre Bueno tiene la conciencia ms
clara Desgraciadamente, uno no
puede estar siempre batallando. De vez
en cuando debe haber paz. Para el

tiempo de paz, la sociedad en su


sabidura ha creado lo que podramos
llamar malhechores profesionales. Estos
hombres malos son tan necesarios para
los hombres buenos, como las rameras
lo son para las mujeres decentes. Por
tanto son reclutados con gran esmero.
Deben ser malos por nacimiento y sin
esperanza de cambio[10].
He intentado describir cmo son
reclutados los malhechores enfermos
mentales
en
nuestra
sociedad
contempornea.
La movilizacin masiva de recursos
humanos por parte del Movimiento de la
Salud Mental[11] se comprende mejor si
se la considera un intento por aumentar

el nmero de pacientes mentales


descubierto en la sociedad. Como los
propietarios de una mina, que alquilan
un mayor nmero de obreros para
extraer ms cobre de las entraas de la
tierra, los gobiernos estatales y federal,
sus subdivisiones y las organizaciones
filantrpicas privadas, alquilan cada vez
mayor
nmero
de
psiquiatras,
psiclogos y asistentes sociales para
extraer ms locos de las entraas de la
sociedad. En beneficio de quin? Slo
cabe una respuesta; de aquellos que los
alquilan, delimitan su labor y,
naturalmente, les pagan. Esta es la razn
por la que la transformacin del papel
del mdico, de curador del enfermo a

funcionario o burcrata civil, es tan


importante. Las consecuencias de este
proceso para la psiquiatra son
especialmente decisivas[12].
Y dnde se pregunta Sartre
encontrar el Hombre Justo el mal? En
el mismo sitio en que el Hombre Normal
encuentra la enfermedad mental. Puesto
que el Mal es negacin, separacin,
desintegracin escribe Sartre sus
representantes naturales habr que
buscarlos entre los separados y los
separatistas, entre los inasimilables, los
indeseables, los reprimidos, los
rechazados. Entre los candidatos se
incluyen el oprimido y el explotado de
cada categora, los trabajadores

extranjeros, las minoras tnicas y


nacionales. Pero no hemos llegado an a
los mejores elementos de reclutamiento.
Estas personas se organizan a veces
entre s y se hacen conscientes de su
raza o clase. Descubren entonces, a
travs del odio, el significado de la
reciprocidad, y el opresor se convierte
para ellos en la personificacin del Mal,
del mismo modo que ellos personifican
el Mal para el opresor. Afortunadamente
en nuestra sociedad existen productos de
desasimilacin,
desechos:
nios
abandonados, los pobres, burgueses
que han perdido su posicin social, el
bajo proletariado, venidos a menos de
todas las clases, en resumen, todos los

desgraciados. Respecto a stos, estamos


tranquilos. No pueden unirse a ningn
grupo, porque nadie los quiere Por
esta
razn solemos
darles
la
preferencia[13].
Alexander y Zilboordg han dirigido
la conquista de estos derechos y
miembros desgraciados de la sociedad
para la psiquiatra; Menninger y Bazelon
han destruido los ltimos vestigios de
resistencia. Siempre ha sido as. La
psiquiatra
y
la
jurisprudencia
inspirada por sta no han aportado
ninguna innovacin real a este respecto.
Si el Hombre Justo intentara seleccionar
a alguien de su talla como vctima de sus
rapias de apariencia teraputica,

podra encontrar resistencia e incluso


rebelin. Esto debe evitarse a toda
costa, porque lo que est en juego no es
una simple escaramuza, ni siquiera una
batalla importante; es toda la guerra
contra el mal y el privilegio del bueno
para definir las reglas del juego. Hasta
en
la
eleccin
de
vctimas
propiciatorias observa Sartre la
sociedad de los justos se ha mostrado
cuidadosa en eliminar todo medio de
posible unin[14].
Una vez el Justo ha cobrado su
presa, el resto les sigue por inercia. Ya
hemos visto el caso de las brujas. Sartre
nos muestra lo que le acontece a Genet:
no se le permite hablar, excepto

para confesar[15]. Al paciente mental


involuntario tampoco se le permite
hablar, a no ser para incriminarse a s
mismo como mentalmente enfermo. No
existe dilogo humano entre el
psiquiatra del hospital y el paciente que
le ha sido confiado; la charla del
paciente es material clnico. El
paciente mental es un cadver viviente;
las palabras que pronuncia son los
exudados semnticos de su enfermedad,
que han de ser examinados pero no
escuchados. De acuerdo con esto, los
psiquiatras se refieren al habla del
paciente como producto, como si sus
palabras fueran esputos. Las graban en
cintas magnetofnicas, las atomizan en

partculas y fragmentos lingsticos y


reproducen su cinta ante los
estudiantes, que la escuchan como si
estuvieran contemplando al microscopio
bacilos de la tuberculosis. Estos son los
pasos esenciales de la conversin de un
hombre en paciente mental y este es el
objetivo esencial, el mandato social
bsico, de la Psiquiatra Institucional. El
colmo de la obscenidad es que la
sociedad pretenda como estamos
haciendo ahora e hicieron nuestros
antepasados durante la Inquisicin
que al definir al Otro como malvado, lo
estamos ayudando a hacerse bueno.
El objetivo de definir al Otro como
un extrao,[16] o como una persona

alienada, nicamente puede ser el de


expulsarlo de la categora de hombre
normal a la que pertenece y que forma el
grupo. Al alienista se le aplic el
nombre ms acertado: era efectivamente
un alienador. Ciertamente, los hombres
se han hallado siempre en posesin de
mtodos con que producir disidentes,
enemigos,
subhumanos.
Pero
es
prerrogativa de nuestro mundo moderno
exaltar la traicin al Otro como suprema
prueba de lealtad al grupo. Como
sabemos, la denuncia de padres, amigos
y colegas como subversivos ha
pasado a ser la impronta caracterstica
de los estados totalitarios. Es ms, la
lgica de la tica colectivista propugna

que la disposicin a traicionar a los


dems debe ser considerada como la
prueba penltima de la lealtad al grupo.
La escena final de la tortura en Nineteen
Eighty-Four de Orwell[17] y la
transformacin de Winston Smith, que
del amor a Julia pasa al amor al Gran
Hermano, nos ofrecen una ilustracin
estremecedora de esta tesis.
En la confrontacin que aqu nos
interesa, OBrian est tratando a
Smith, cuya enfermedad es que ama a
Julia ms de lo que ama al Gran
Hermano. El tratamiento est en la
mejor tradicin de la Inquisicin y de la
Psiquiatra Institucional: es una amenaza
de violencia por parte de una autoridad

amorosa, que se comunica a un


individuo descarriado y recalcitrante,
para que el hereje vuelva al redil. La
amenaza de OBrien tan parecida a la
de Rush consiste en una horrible
muerte bajo tortura.
Cuando oprima esta otra palanca
explica OBrian, la puerta de la
jaula se abrir. Estas bestias,
enloquecidas por el hambre, se
abalanzarn como proyectiles. Has
visto alguna vez a una rata saltar en el
aire? Saltarn sobre tu rostro y roern tu
carne. A veces atacan primero los ojos.
Otras veces taladran las mejillas y
devoran la lengua[18].
Smith est paralizado por el miedo.

Cmo conseguir salvarse? Qu puede


hacer? Todo se haba vuelto negro.
Durante un instante enloqueci, aull
como un animal acorralado. Sin
embargo, consigui salir de la oscuridad
aferrndose a una idea[19].
Esta idea es lo que nos interesa
ahora. Al presentarla en la forma en que
lo hace, Orwell revela su segura
intuicin de la importancia para la
vida colectiva tal como la conocemos
de la disposicin del hombre a
sacrificar al Otro para salvarse a s
mismo: slo a travs de la participacin
en la destruccin ritual del Otro, slo a
travs de un acto de canibalismo
existencial, es admitido el hombre como

miembro del Estado moderno.


Exista un modo y slo uno de
salvarse. Deba interponer otro ser
humano, el cuerpo de otro ser humano,
entre l y las ratas La mscara se iba
acercando a su cara. El alambre roz su
mejilla. Y luego no, no era alivio,
slo esperanza, un minsculo fragmento
de esperanza. Demasiado tarde,
quizs demasiado tarde. Pero de pronto
haba comprendido (sic) que en el
mundo entero slo haba una persona a
quien poder transferir su castigo, un solo
cuerpo que pudiera arrojar entre l y las
ratas. Y empez a gritar como un
demente, una y otra vez:
Hacdselo a Julia! Hacdselo a

Julia! A m no! A Julia! No me importa


lo que hagis con ella. Desgarradle el
rostro, arrancad su carne hasta los
huesos. No me lo hagis a m![20]
Smith se salva. O lo que queda de l.
Despus l y Julia se encuentran por
ltima vez.
Te he traicionado dijo ella
simplemente.
Te he traicionado dijo l
A veces sigui diciendo ella
te amenazan con algo, algo que no
puedes soportar, en lo que ni siquiera
puedes pensar. Y entonces dices; No
me lo hagis a m, hacdselo a cualquier
otro, hacdselo a tal persona. Crees
que no tienes otro modo de salvarte y

ests dispuesto a hacerlo de esta


manera. Quieres realmente que esto le
suceda a la otra persona. No te importa
nada lo que sufra. Lo nico que te
importa eres t mismo Y despus de
esto, ya no sientes lo mismo hacia el
otro.
No dijo l, no sientes lo
mismo[21].
Amar al Otro como te amas a ti
mismo es el pecado original, el crimen
imperdonable en una sociedad dominada
por la tica tribal. Slo debes amar al
grupo, a la colectividad que todo lo
abarca. Orwell lo dice con aterradora
claridad en su penltimo prrafo.

(Smith) levant su mirada hacia el


enorme rostro. Cuarenta aos le haba
costado saber qu clase de sonrisa se
esconda tras el oscuro bigote. Oh cruel
e innecesaria comprensin! Pero todo
iba bien, todo estaba bien, la lucha haba
terminado. Haba conseguido la victoria
sobre s mismo. Amaba al Gran
Hermano[22].[23]
La tendencia (quizs uno debera
llamarlo reflejo) a sacrificar una
vctima propiciatoria a fin de salvar al
grupo de la desintegracin y, por tanto,
al yo de la disolucin, es fundamental
evidentemente en la naturaleza social
del hombre. De ah se sigue que el
rechazo del hombre al sacrificio de

vctimas propiciatorias y su voluntad


de reconocer y soportar la situacin y
responsabilidad que l y su grupo tienen
en el mundo constituira un paso
decisivo en su desarrollo moral,
comparable quizs a su rechazo del
canibalismo. Creo, efectivamente, que
en el rechazo o superacin del principio
de la vctima propiciatoria radica el
mayor desafo moral para el hombre de
nuestro tiempo. De su resolucin puede
depender el destino de nuestra especie.
Permitidme esbozar brevemente mi idea.
El tigre devora a su presa; el canbal
a su vctima. Sabemos, sin embargo, que
la semejanza entre estas dos comidas es
equvoca. El canbal incorpora el

cuerpo de su vctima, no por su valor


como alimento, sino por su valor como
significado. Podra alimentar su propio
cuerpo de otras maneras, pero no su
espritu. Al ingerir la carne de su
vctima, lo que realmente hace el
canbal es complacer a su propio
espritu. Generalmente se come y bebe
la carne y sangre de los muertos dice
Frazer para que inspiren valor,
sabidura u otras cualidades en las que
los muertos sobresalan o que se supone
radican especialmente en la parte del
cuerpo ingerida[24].
Aunque el abandono del canibalismo
fsico fue sin duda una inmensa
conquista moral, con ello no se elimin

ni redujo el canibalismo simblico o


existencial del hombre. Participar de la
carne de la vctima era una ocasin
ceremonial constitutiva del acto ritual a
travs del cual se realizaba este doble
acto de canibalismo. La descripcin que
Linton hace de las prcticas religiosas
de los aztecas, es ilustrativa.
Para los aztecas escribe los
sacrificios
(humanos)
eran
una
expresin del verdadero sentimiento
religioso. Los dioses necesitaban
robustecerse y nada era ms nutritivo
que el corazn humano que el sacerdote
ofreca al dios, sangrando an recin
sacado del cuerpo que yaca sobre el
altar de piedra. Las vctimas no sufran

ninguna de las torturas y humillaciones


que la Inquisicin espaola aplicaba a
los herejes por la misma poca. Muchos
de los cautivos que se ofrendaban a los
dioses, se vean tratados con honor, se
les asignaban lujosos alojamientos con
doncellas a su servicio y se complacan
todos sus deseos. La muerte ritual,
ejecutada ante turbas de aterrorizados
espectadores, con frecuencia aportaba
tambin un xtasis religioso a la vctima,
porque la muerte en el altar le aseguraba
la entrada en el ms alto de los cielos.
Ni siquiera el saber que su cuerpo sera
arrojado por la escalinata y transportado
para celebrar un festn ritual era una
humillacin, porque la carne era

consumida en la creencia de que quienes


de ella se alimentaban establecan una
unin ms ntima con el dios. Se trataba
de un concepto religioso no muy distinto
del de la comunin cristiana, si
exceptuamos que los aztecas lo
realizaban en forma
literal
y
dolorosa[25].
El abolir este tipo de ceremonia no
supuso abolir la codicia del hombre por
robar a su vecino el sentido que ha
otorgado a su vida. Al contrario,
liberados de las limitaciones de un
mtodo que exiga el sacrificio real y la
consuncin de seres humanos, la
rapacidad del hombre por apoderarse
del espritu de su semejante cobr auge.

Habiendo sido separado el asesinato del


alma del asesinato del cuerpo, poda
florecer el canibalismo simblico, no
restringido
en
adelante
por
prohibiciones que impidieran arrebatar
la vida humana.[26] En resumen, nuestros
antepasados fueron, y seguimos siendo
nosotros, canbales existenciales o
espirituales. Como norma, vivimos del
sentido que otros dan a sus vidas,
confirmando nuestra humanidad al
invalidar la suya.[27] Si esto es cierto, la
cuestin ms importante que se le
plantea al hombre como ser moral, es:
Podemos superar nuestro canibalismo
existencial? Podemos dar sentido a
nuestras vidas sin quitrselo a las de

otros? Sin intentar encontrar una


respuesta,
permitidme
revisar
brevemente el problema y ofrecer
algunas observaciones sobre l.
Como animal carnvoro, el hombre
aprende a vivir a expensas de otros
animales. Aprende tambin, como la
mayor parte de ellos, a no matar a los
miembros de su propia especie en busca
de alimentos. Al evitar comer carne
humana, el hombre da un gran salto
hacia adelante en su desarrollo moral.
Como ser humano, sin embargo, el
hombre es un tipo particular de animal:
un animal social. Como tal, es siempre
miembro de un grupo, nunca un
individuo solitario. Las condiciones de

su pertenencia como miembro del grupo


influyen mucho en la determinacin del
tipo de persona en que se convertir.
Para seguir siendo miembro del grupo, a
menudo debe atacar y sacrificar a los
que no son miembros. Las guerras contra
enemigos externos han empujado
tradicionalmente a los individuos a
asumir esta funcin, integrndolos de
este modo ms en sus propios grupos.
Aadamos que el hombre transforma
tambin a ciertos miembros de su grupo
en personas extraos a ste, les priva de
su calidad de miembros a fin de poder
atacarlos y sacrificarlos. Se trata de las
guerras contra los enemigos internos,
que deben emprender los miembros del

grupo, si no quieren correr el riesgo de


la alienacin. Qu objetivos pretende
esta conducta, sino la autntica
autodefensa (cuya autenticidad raras
veces puede quiz ser interpretada
fidedignamente por los individuos o
grupos que se sienten amenazados)?
El concepto de agresin, innato y
adquirido, ha sido popular como
explicacin durante mucho tiempo[28].
Sin embargo, no explica nada. Un
instinto de agresin no explica la guerra
y persecucin, mejor de lo que el
impulso
de
poder
explica
la
competencia econmica y el liderato
poltico. Necesitamos conceptos ms
especficos, ms funcionales, para

explicar la conducta social del hombre.


El anlisis aqu ofrecido, al insistir en la
autoconfirmacin del hombre como
bueno gracias a la invalidacin de su
enemigo como malo, seala hacia lo que
quizs sea una nueva clave interpretativa
del increble espritu destructivo del
hombre para con su semejante. Esta
clave puede encontrarse en el doble
canibalismo del hombre, ms arriba
descrito.
La evidencia de la rapacidad del
hombre como canbal existencial, es
incontrovertible. En forma tpica,
confirmamos nuestra lealtad al grupo
declarando la deslealtad de otros
(miembros o no-miembros del grupo);

de este modo, al excluir a estos otros de


la comunidad, compra su condicin de
miembro. Esta parece ser una de las
normas bsicas e invariables del
comportamiento social. Por ello, la
vctima propiciatoria es indispensable a
las sociedades no-canbales.
En las sociedades primitivas los
hombres no se limitan a comer carne
humana por sus caractersticas mgicosimblicas, sino que dotan tambin a los
animales de cualidades humanas y
sobrehumanas. En las sociedades
modernas, los hombres obran a la
inversa: rehyen comer carne humana,
pero dotan a las personas de cualidades
subhumanas y propias de irracionales

(por ejemplo, a las brujas, judos, locos,


etc.).
El canbal ingiere a su vctima para
adquirir virtud; nosotros expulsamos a
las nuestras para adquirir inocencia.
Nuestro crimen no es slo el ms
sofisticado, sino tambin el ms grave.
Y se trata del crimen, cuya ejecucin
todos nosotros, en cuanto que sociedad,
exigimos a menudo unos de otros.
Negarse a perseguir a la vctima
propiciatoria establecida por la
sociedad se interpreta como un ataque
directo contra sta. Esto fue evidente
durante la Inquisicin, en la Alemania
nazi y en la Costa Oeste de los Estados
Unidos en el perodo de tiempo

comprendido entre Pearl Harbor y la


derrota del Japn. Sigue siendo
igualmente cierto con respecto al loco.
Defender los derechos de supuestos
pacientes mentales, es considerado
como un ataque a la integridad social.
La tendencia predominante es encasillar
al defensor en el papel de abogado
insensato (o algo peor) de los
derechos de los pervertidos
sexuales a molestar a las jovencitas o
de los derechos de los manacos
homicidas a asaltar a sus vecinos. El
hecho de que sea mucho mayor la
violencia cometida contra los pacientes
mentales que la cometida por ellos,
poco importa. Se considera que la

accin de la tribu, de la colectividad,


del Estado, es una accin justa; la del
individuo
independiente,
injusta.
Kenneth Burke tena razn cuando
afirmaba que el principio sacrifical de
la creacin de vctimas es intrnseco a la
congregacin humana[29]. De ah, que
deberamos como sugiere Burke
preguntamos no el modo mediante el
que los motivos sacrifcales revelados
en las instituciones de la magia y la
religin podran ser eliminados en una
cultura cientfica, sino cules son las
nuevas formas que adoptan[30].
En este libro, he intentado mostrar
las variantes en que el principio de la
vctima propiciatoria se manifiesta en el

mundo moderno. A este fin, he seguido


los pasos al proceso evolutivo de las
ideas medievales acerca de las brujas y
de su persecucin en manos de los
clrigos, hasta transformarse en nuestras
ideas contemporneas sobre los locos y
su persecucin a manos de los mdicos.
Hemos visto que, cuando el hombre ha
querido degradar, explotar, oprimir o
matar al Otro, ha sostenido siempre que
ste no era realmente humano. Ello ha
sido un rasgo caracterstico de las
conquistas humanas, esclavitud y
asesinatos en masa a lo largo de la
historia. Efectivamente, el opresor se
plantea siempre la cuestin de si la
vctima es o no un ser humano (pleno).

Esta es la conclusin fundamental que


deducimos del antisemitismo sistemtico
de Espaa y Alemania; de las
persecuciones de brujas en Europa; de
la esclavitud del negro americano y de
la moderna persecucin en casi todo el
mundo del enfermo mental. Porque si la
vctima no es plenamente humana, si no
es una persona, se deduce que no puede
apelar a los derechos enumerados en la
Declaracin de Independencia, en la
Declaracin de los Derechos del
Hombre o en el Constitucin, como
tampoco puede hacerlo un gato, un perro
o cualquier otro ser no-humano. Lo que
dice la Constitucin dijo Frederick
Douglas en 1895 es: Nosotros, el

pueblo y no nosotros, los blancos; ni


siquiera nosotros, los ciudadanos; ni
nosotros, la clase privilegiada; ni
nosotros, los encumbrados; ni nosotros,
los humildes; sino, nosotros, el
pueblo nosotros, los habitantes
humanos. Y, si los negros son pueblo,
estn incluidos en los beneficios para
los que se decret y estableci la
Constitucin de Amrica[31].
Propongo que lo que Douglas dijo
acerca del negro, lo extendamos y
apliquemos ahora a los llamados
enfermos mentales: Si son personas
tambin, estn incluidos en los
beneficios para los que fue decretada y
establecida la Constitucin de los

Estados Unidos. Y, si no son personas,


qu son?

EPLOGO
EL PJARO PINTADO
Para el hombre de
criterio, estar solo y estar
equivocado es una misma y
nica cosa.
Jean-Paul Sartre[1].
El tema que da unidad a este libro
que a lo largo de los captulos va
enlazando una gran variedad de temas

aparentemente diversos que en l se


exponen es la idea de la vctima
propiciatoria y su funcin en el
metabolismo moral de la sociedad. En
particular he intentado mostrar que el
hombre social teme al Otro e intenta
destruirlo; pero que paradjicamente
necesita a este Otro y, si es necesario, lo
crea, para que al invalidarlo como
malo pueda confirmarse a s mismo
como bueno. Estas ideas son
transmitidas con habilidad artstica
consumada por Jerzy Kosinski en su
extraordinario libro El Pjaro Pintado.
El ttulo alude a este mismo tema: El
Pjaro Pintado es el smbolo del Otro
perseguido, de El Hombre Manchado.

La historia es un cuento desazonador


que nos narra lo que le sucede a un
muchacho de seis aos de una gran
ciudad de la Europa oriental (que)
durante las primeras semanas de la
Segunda Guerra Mundial fue enviado
por sus padres, al igual que miles de
otros nios, a una aldea distante en
busca de seguridad[2]. Para proteger a
su hijo de las ruinas de la guerra en la
capital, sus padres, pertenecientes a la
clase media, lo confan al cuidado de
una mujer campesina. Al cabo de dos
meses de su llegada, sta muere. Los
padres no lo saben y el nio no tiene
medios a su alcance para ponerse en
contacto con ellos. Se encuentra a la

deriva en un ocano de humanidad a


veces indiferente, a menudo hostil y
pocas veces protectora.
Durante sus peregrinaciones a travs
de la campia de la destrozada Polonia,
el nio vive durante cierto tiempo bajo
la proteccin de Lekh, joven de recia
complexin, solitario pero honrado, que
se gana la vida como trampero. Es este
episodio el que de modo tan
conmovedor expresa el tema de que para
la tribu el Otro es un extrao peligroso,
el miembro de una especie hostil que
debe ser destruida.
Lekh ama a una mujer, Ludmila, con
la que sostiene apasionadas relaciones
sexuales. Ludmila haba sido violada

cuando era una nia adolescente y en el


momento en que la encontramos, est
loca de deseo sexual. Los granjeros la
llaman la estpida Ludmila. El
episodio que nos interesa acontece tras
un perodo de separacin entre Lekh y
Ludmila. Lo transcribir ntegro.
A veces pasaban los das y la
Estpida Ludmila no apareca por el
bosque. Entonces Lekh se senta posedo
por una rabia sorda. Contemplaba
solamente a los pjaros enjaulados,
murmurando algo para s. Por fin, tras
prolongado examen, escoga el pjaro
ms fuerte, lo ataba a su mueca y
preparaba pinturas malolientes de

diversos colores, que l compona a


partir de los ms variados elementos.
Cuando los colores le satisfacan, pona
el pjaro boca arriba y pintaba sus alas,
cabeza y pecho con los colores del
arcoris, hasta que quedaba ms vivido y
moteado que un ramillete de flores
silvestres.
Despus, nos adentrbamos en la
espesura. Una vez all, Lekh coga el
pjaro pintado y me mandaba sujetarlo
con
mis
manos
presionndolo
ligeramente. El ave empezaba a gorjear
y a llamar a una bandada de su misma
especie, que volaba nerviosamente
sobre nuestras cabezas. Nuestro
prisionero, al orlos, luchaba por ir

hacia ellos, cantando ms fuerte y con el


corazn
batiendo
violentamente
encerrado en su pecho recin pintado.
Una vez reunido un nmero
suficiente de pjaros sobre nuestras
cabezas, Lekh me haca una seal para
que soltara al prisionero. Este se
remontaba libre y feliz, como una
mancha de arco iris destacando sobre el
fondo de nubes y se zambulla entre la
bandada que le estaba esperando.
Durante unos instantes, los pjaros
permanecan confundidos. El pjaro
pintado daba vueltas de un extremo al
otro de la bandada, intentando
convencer a su tribu de que era uno de
ellos. Pero, desconcertados por sus

brillantes colores, volaban a su


alrededor sin convencerse. El pjaro
pintado era rechazado cada vez ms
lejos, a pesar de sus intentos de penetrar
en las filas de sus congneres. Poco
despus veamos cmo uno tras otro los
pjaros se lanzaban a un ataque
encarnizado, Muy pronto aquella forma
de mil colores desapareca del cielo y
caa sobre la tierra. Estos incidentes
sucedan a menudo. Cuando finalmente
encontrbamos los pjaros pintados,
solan estar muertos. Lekh examinaba
atentamente el nmero de heridas que
haban recibido. La sangre flua por sus
alas coloreadas, diluyendo la pintura y
manchando las manos de Lekh[3].

Sin embargo, la Estpida Ludmila no


regresa. Para desahogar su clera
frustrada, Lekh prepara otro sacrificio.
Veamos cmo lo describe Kosinski:
Cierto da atrap un enorme
cuervo, cuyas alas pint de rojo, el
pecho de verde y la cola de azul.
Cuando apareci sobre nuestra cabaa
una bandada de cuervos, Lekh liber al
pjaro pintado. Tan pronto como se uni
a sus compaeros, dio comienzo una
batalla
desesperada.
El
ave
transformada se vio atacada por todos
lados. Plumas negras, rojas, verdes y
azules empezaron a caer a nuestros pies.

Los cuervos revoloteaban frenticos en


el cielo y repentinamente el cuervo
pintado cay pesadamente sobre la
tierra recin arada. An estaba vivo,
abra el pico e intentaba en vano mover
sus alas. Sus ojos le haban sido
arrancados a picotazos y sobre sus
plumas pintadas manaba sangre fresca.
Hizo un nuevo intento por levantarse de
la tierra pegajosa, pero ya no le
quedaban fuerzas[4].
El Pjaro Pintado es el smbolo
perfecto del Otro, del Extrao, de la
Vctima Propiciatoria. Con maestra
inimitable, Kosinski nos muestra las dos
caras del fenmeno: si el Otro se
diferencia de los miembros del rebao,

es arrojado fuera del grupo y destruido;


si es igual a ellos, interviene el hombre
y le hace aparecer distinto, a fin de que
pueda ser expulsado y destruido. Del
mismo modo que Lekh pinta a su cuervo,
los psiquiatras cambian el color de sus
pacientes y la sociedad, globalmente
considerada, mancha a sus ciudadanos.
Esta es la gran tragedia de la
discriminacin, de la invalidacin y de
la creacin de vctimas propiciatorias.
El hombre busca, crea e imputa
diferencias para alienar mejor al Otro.
Al expulsar al Otro, el Hombre Justo se
enaltece a s mismo y desahoga su ira
frustrada de una manera que sus
semejantes aprueban. Para el hombre,

animal de rebao, igual que para sus


antepasados no-humanos, la seguridad
radica en la similitud. Por esto la
conformidad es buena y la divergencia
es mala. Emerson lo comprendi muy
bien. En todas partes la sociedad
conspira contra la virilidad de cada uno
de sus miembros advirti. La
virtud, la mayor parte de las veces, es
conformidad. La autoconfianza es su
contrario[5].
Quienquiera que aprecie la libertad
individual, la diversidad humana y el
respecto a las personas, no puede evitar
sentir desaliento ante tal espectculo.
Para quien crea, como yo, que el mdico
debera ser un protector del individuo,

hasta cuando ste entra en conflicto con


la sociedad, resulta especialmente
descorazonador que, en nuestros das, el
pintar pjaros se haya convertido en una
actividad mdica aceptada y que, entre
los colores utilizados, los diagnsticos
psiquitricos sean los que estn ms de
moda.

APNDICE
SINOPSIS HISTRICA
DE LAS
PERSECUCIONES DE LA
BRUJERA Y DE LA
ENFERMEDAD MENTAL
Ponen en tela de juicio
mi derecho al ttulo de
filntropo exclama Marat
Ah! Qu injusticia! Es
que hay alguien que no

comprenda que lo que yo


pretendo es cortar las cabezas
de unos pocos para salvar las
de muchos?
Naturalmente, por todas
las acciones histricas ha
habido que pagar un precio.
Ahora bien, Marat, al hacer
sus clculos definitivos, peda
doscientas setenta y tres mil
cabezas.
Adems,
comprometi
el
aspecto
teraputico de la operacin, al
proferir gritos como estos
durante la masacre:
Marcadlos con hierros
al rojo! Cortadles los

pulgares!
lengua!.

Arrancadles

la

Albert Camus.[1]
La materia que estudia la psiquiatra
es el conflicto humano. Ahora bien, el
conflicto debe ser arbitrado, controlado,
resuelto. Por ello al hombre le ha sido
siempre necesario el empleo de
diversos mtodos con los que tratar los
antagonismos sociales e interpersonales.
Todos estos mtodos tienen algo en
comn: el uso de la fuerza. Sin embargo,
y debido quizs a que los hombres son
hombres y no animales, no pueden

limitarse simplemente a coaccionar,


oprimir y exterminar a sus semejantes;
deben presentar adems explicaciones y
justificaciones.
Durante los tres ltimos siglos, el
hombre occidental ha encontrado su
explicacin y justificacin de la
opresin en la ideologa de la ciencia,
especialmente en la de la medicina, la
psiquiatra y las ciencias sociales. A lo
largo de los cuatro siglos anteriores, fue
la religin a travs de las Escrituras,
las iglesias y la Inquisicin quien
cumpli tal objetivo. Esta dialctica de
la opresin y de la liberacin,
constituye, claro est, tema de estudio
para la historia.

Los temas de la brujera y la


enfermedad mental, la Inquisicin y la
Psiquiatra Institucional, forman dos
hebras que pueden ser separadas del
gran tapiz de la historia cultural del
hombre occidental y examinadas por
separado. Esto es lo que he intentado
hacer en este volumen. Para situar las
ideas
y
acontecimientos
aqu
examinados en su contexto histrico y
para proporcionar al lector una
perspectiva
global,
aunque
sea
fragmentaria, de la trama de donde
hemos extrado estas hebras, he reunido
en este apndice una sinopsis histrica
de fechas, acontecimientos, personas y
teoras que me parecieron ilustrativas e

importantes en el despliegue de esteaspecto de nuestra historia.


1204 Termina la ltima de las Grandes
Cruzadas.
1209 El papa Inocencio III ordena una
cruzada contra los albigenses,
secta hertica del sur de Francia.
Hacia mediados del siglo XIV
son ajusticiados un nmero de
franceses sospechosos de ser
albigenses que calculamos en un
milln de personas.
1215 El Rey Juan otorga la Carta
Magna.
1215 El papa Inocencio III ordena
convocar en Roma el IV

Concilio de Letrn, para


considerar la cuestin del
castigo de los herejes y de los
judos. Sus decisiones sealan el
principio de nuevas cruzadas,
esta vez contra herejes y judos.
Por rdenes emanadas del
Concilio de Letrn, los judos no
podan detentar cargos pblicos
ni utilizar servidores cristianos.
No podan cargar intereses
elevados por prstamos de
dinero y los cruzados quedaban
exentos de toda devolucin. Se
insinuaban severos castigos para
los convertidos que se mostraran
relajados en su nueva fe Se
decret que todos los judos

deban llevar una prenda


distintiva o una divisa especial
que los diferenciara de otras
personas[2].
1226 Luis VIII decreta en Francia la
ley del lazareto. El nmero de
leproseras asciende en Francia
a ms de 2.000, de las que 43 se
encuentran en Pars.
1245 La ciudadela de Montsgur se
rebela contra la Inquisicin.
Como consecuencia, ms de 200
ctaros son quemados en un solo
da.
1298 Los judos de Rttingen,
Franconia, son acusados de la
profanacin de una hostia
sacramental. Toda la comunidad

juda es quemada viva en la


hoguera pblica[3].
1348 La confesin del judo Agiment
de Ginebra, tal como nos ha sido
transmitida por Jacob von
Knigshofen
(1346-1420),
historiador
alemn
de
Estrasburgo: Agiment cogi un
paquete lleno de veneno y se lo
llev a Venecia, donde esparci
una parte en el interior de un
pozo o cisterna de agua fresca
a fin de envenenar a la gente
Confiesa adems haber arrojado
parte del mismo veneno a la
fuente pblica de la ciudad de
Tolosa[4]

c.
La peste bubnica azota a
1350 Europa. Un tercio de la
poblacin sucumbe
a
la
epidemia. Los judos son
acusados de ser los causantes de
la peste; en Alemania, muchos
son exterminados, mientras el
resto huye a Polonia y Rusia.
c.
Masacre de ctaros y aldenses.
1375 La Inquisicin declara hereja a
la brujera.
1377 El hospital Bethlehem de
Londres se utiliza para albergar
pacientes mentales; este fue el
origen de la palabra Bedlam
(manicomio).
Grandes cantidades de judos

1400- espaoles se
1492 catolicismo.

convierten

al

1400- Desaparece la lepra de Europa.


1500
1412 Las leyes contra los judos y los
moros se aceptan como parte
integrante de la sociedad
espaola. A instancias de un
celoso santo valenciano, Vicente
Ferrer y del canciller de
Castilla, obispo Pablo de Santa
Mara, judo converso, se
decreta que los judos deban
llevar insignias distintivas,
quedaban privados del derecho a
ostentar cargos o poseer ttulo y
no deban cambiar su domicilio.

Se les excluye adems de ciertos


oficios, se les prohbe llevar
armas y no se les permite comer,
beber, ni siquiera hablar con
cristianos[5].
1444 Llega a Portugal el primer
cargamento de esclavos negros
del frica.
c.
Johann Gutenberg inventa la
1450 imprenta.
1468 La Iglesia declara la brujera
crimen
excepta
(crimen
excepcional); en consecuencia,
en los juicios de brujera quedan
suspendidas las normas y
salvaguardas legales ordinarias
(se admite toda evidencia

incriminante; se permite y
fomenta la tortura como medio
de obtener confesiones).
1478 Se
funda
la
Inquisicin
Espaola. Su objetivo es
examinar la sinceridad de la fe
de los judos convertidos.
1484 Bula del papa Inocencio VIII:
Deseando con la mayor
ansiedad de nuestro corazn
que toda depravacin hertica
sea desterrada lejos de las
fronteras y lmites de la fe. Nos
proclamamos
gozosos
e
insistimos en aquellos medios y
mtodos concretos mediante los
que Nuestro piadoso deseo
pueda alcanzar su propuesto

efecto[6].
1485 En un auto de fe celebrado por
la Inquisicin Espaola en
Toledo, son quemadas en la
hoguera pblica cincuenta y dos
personas por la hereja de
practicar ritos judos[7].
1486 Jakob Sprenger y Heinrich
Krmer publipan el Malleus
Maleficarum (El Martillo de las
Brujas); de esta obra llegan a
hacerse por lo menos 16
ediciones
alemanas,
11
francesas, 2 italianas y varias
inglesas; en ella se afirma que
la creencia en la existencia de
estos seres que llamamos brujas,

forma parte tan esencial de la fe


Catlica,
que
mantener
obstinadamente
la
opinin
contraria resulta manifiestamente
sospechoso de hereja[8].
1492 Fernando e Isabel ordenan la
expulsin de los judos de
Espaa.
1492 Primer viaje de Coln a
Amrica. Es memorable que de
no haber sido por la financiacin
de los conversos, el primer viaje
de Coln en 1492 no se hubiera
llevado a cabo; fueron los
aragoneses quienes protegieron y
financiaron la expedicin; judos
y conversos formaban parte de

la expedicin, incluyendo un
intrprete judo; existe adems la
posibilidad de que el mismo
Coln descendiera de una
familia
de
conversos
catalanes[9].
1517 Martin Luther fija sus noventa y
nueve
tesis
contra
las
indulgencias en la puerta de la
iglesia
del
castillo
de
Wittenberg.
1518 Heinrich Cornelius Agrippa de
Nettesheim, doctor en teologa y
en medicina, lucha contra la
creencia en la brujera y contra
la Inquisicin. En una carta a un
juez intercediendo por una joven
acusada
de
brujera,
y

refirindose
al
Malleus
Maleficarum, escribe: Oh,
egregio sofisma! Es esta la
forma en que hacemos teologa
en la actualidad? Engaos como
ste nos llevan a torturar a
mujeres inofensivas?[10]
1543 Martin Luther publica su
declaracin
antisemita,
Concerning the Jews and Their
Lies[11]. Acusa a los judos de
envenenar pozos y asesinar a
nios cristianos, al tiempo que
apremia
a
los
prncipes
cristianos para destruir las
sinagogas judas y confiscar sus
propiedades. En uno de sus
ltimos sermones, denuncia a los

mdicos judos como versados


en el arte del envenenamiento
de sus pacientes y concluye con
esta advertencia: Os digo por
fin, como compatriota, que si los
judos rehsan convertirse, no
debemos tolerarlos ms[12].
1545 Calvino dirige en Ginebra una
campaa contra la brujera; 31
personas son ejecutadas bajo
acusacin de brujera.
1553 Miguel Servet, mdico de origen
espaol y descubridor de la
circulacin
pulmonar,
es
quemado vivo en Ginebra
acusado de hereja. La primera
obra de Servet, De Trinitatis

Erroribus (Acerca de los errores


de la Trinidad) publicada en
1531, en la que pone en tela de
juicio la tripersonalidad de la
Divinidad y la vida eterna de
Jess, le convierten en hereje a
los ojos tanto de los catlicos
como de los protestantes.
1557 El papa Paulo IV promueve a
travs de la Inquisicin Romana
la publicacin del Index
Librorum Prohibitorum (Indice
de Libros Prohibidos). La
denominacin completa del
Indice es: Index Auctorum et
Librorum
qui
Tanquam
Haeretici aut Suspecti aut
Perversi ab Officio S. R.

Inquisitionis Reprobantur et in
Universita
Christiana
Republica Interdictur (Indice de
autores y Libros Reprobados
como Herejes o Sospechos de
Hereja o Perversos por el
Oficio de la Santa Inquisicin
Romana y Prohibidos en Todos
los
Pases
Cristianos).
Aparecer en el Indice Romano
era casi prueba de distincin
intelectual,
y el
registro
completo servira de ndice
exhaustivo de toda la historia
intelectual de Europa[13]. El
Indice qued abolido en 1966
por el papa Paulo VI.
1563 Johann Weyer publica De

Praestigiis Daemonum (Los


Engaos de los Demonios) en
Basilea: Pero cuando aparezca
el
gran
investigador
de
corazones a quien nada se
esconde, sern revelados todos
vuestros hechos corrompidos,
tiranos, jueces sanguinarios,
verdugos, torturadores, fieros
ladrones, que habis arrojado
toda humanidad y no conocis la
compasin[14]. Se incluye este
libro en el Index Librorum
Prohibitorum.
1568 La Inquisicin Espaola declara
hereje a toda la poblacin de los
Pases Bajos y la condena a
muerte[15].

1572 Masacre del Da de San


Bartolom (24 de agosto). Un
clculo aproximado de 30.000
hugonotes
(protestantes
franceses,
seguidores
de
Calvino) son asesinados en un
solo da.
1572 Se declara a la brujera crimen
capital en la Sajonia Luterana.
1580 Jean Bodin publica De la
dmonomanie des sorciers (La
demonomana de las brujas),
tratado destinado a ayudar a los
jueces a combatir la brujera.
Define a la bruja como a una
persona Quien conociendo la
ley de Dios, intenta realizar
algn acto por medio de un pacto

con el Diablo[16].
1596 Nicholas
Rmy,
consejero
supremo de Lorena, se jacta de
haber quemado a 900 personas
como brujas entre 1581 y 1591.
Alega que Todo lo desconocido
est bajo el dominio maldito
de la demonologa, porque no
existen los hechos inexplicables.
Todo lo que no es normal se
debe al Demonio[17].
1598 Enrique de Navarra proclama el
Edicto de Nantes: se promete
libertad poltica y religiosa a los
hugonotes.
1600 Giordano
Bruno,
filsofo
italiano, es quemado en la

hoguera por defender la teora


de Coprnico.
c.
El envenenamiento gradual se
1600 convierte en un crimen popular.
En el ao 1659, el papa
Alejandro VII hizo pblico que
gran nmero de mujeres jvenes
haba
declarado
en
el
confesionario haber envenenado
a sus maridos con veneno lento.
La clereca catlica, que en
general mantena los secretos del
confesionario de forma tan
sagrada, qued sorprendida y
alarmada ante la profusin del
crimen[18].
1605 Francis

Bacon

publica

The

Advancement of Learning[19].
1610 La ltima ejecucin por brujera
en Holanda.
1618- La Guerra de los Treinta Aos,
1648 la ltima gran guerra religiosa en
Europa. La conquista nacional
sustituye a la conversin
religiosa como objetivo militar.
La lealtad del individuo se va
transfiriendo gradualmente de la
Iglesia al Estado.
c.
La apertura de la Casa de
1620 Correccin (Zuchthaus) en
Hamburgo, seala los inicios de
un vasto sistema de tales
instituciones de asistencia y
castigo, similares a los hpitaux

gnraux franceses.
1621 Francisco Surez, S. J., telogo
y filsofo espaol, publica
Sobre los medios que pueden
utilizarse para la conversin de
los no creyentes que no sean
apstatas: los ritos de los
no creyentes no deberan ser
tolerados,
porque
son
supersticiosos y ofenden a Dios,
cuya verdadera adoracin estn
obligados a anunciar los
prncipes de estos reinos. La
familiaridad con los judos est
sujeta a general prohibicin
vivir en la misma casa que un
judo
est
expresamente

prohibido En caso de
enfermedad, no se les permite a
los cristianos llamar a un mdico
judo; al menos con fines de
tratamiento creyndose que la
verdadera razn de esta
discriminacin en contra de los
judos est en el hecho de que su
trato supone un peligro especial
a causa de su obstinacin y su
odio a la religin cristiana.
1631 Friedrich von Spee, sacerdote
jesuita,
publica
Cautio
Criminalis, importante esfuerzo
por oponerse a la enorme marea
de la caza de brujas. Hay una
frase que utilizan los jueces con

gran frecuencia: es la de que la


acusada ha confesado sin ser
sometida a tortura y por tanto es
indefectiblemente culpable. Me
extra, investigu y vi que la
realidad era que se aplicaba la
tortura[20]. Daba como razn
de su cabello prematuramente
canoso, diciendo que El pesar
ha encanecido mis cabellos; el
pesar por las brujas que yo he
acompaado
hasta
la
[21]
hoguera .
1632 Galileo publica Un dilogo
sobre los dos principales
sistemas del mundo. Es juzgado
por la Inquisicin. Su libro
permanece en el Index Librorum

Prohibitorum durante ms de
200 aos.
1633 El padre Urbain Grandier de
Loudun es acusado de brujera.
El doctor Claude Quillet
mdico local detecta fraude en
el proceso en que se acusa al
padre Grandier y quiere prestar
su testimonio ante la comisin.
Se ordena su arresto pero
consigue salvar la vida huyendo
a Italia. El padre Grandier muere
en la hoguera en 1634[22].
1650 Herman Loher, oficial del
tribunal de Rheinbach, huye a
Amsterdam,
se
nacionaliza
holands y denuncia los
procesos por brujera. Caer en

manos de estos jueces de brujas,


escribe, es como si a un
condenado se le obligara a
luchar perpetuamente con leones,
osos y lobos, y se le impidiera
protegerse privndosele de todo
tipo de armas[23].
c.
Despus que el consejo de la
1650 ciudad de Hall, en Wrttemberg,
conceda algunos privilegios a
los mdicos judos, la clereca
protesta diciendo que hubiera
sido mejor morir con Cristo que
ser curado por un mdico judo
ayudado por el demonio[24].
1656 Luis XIII decreta la fundacin
del Hpitat Gnral de Pars.

Ni en su funcionamiento ni en
sus objetivos guardaba el
Hspital
Gnral
relacin
alguna con el mundo de la
medicina pocos aos despus
de su fundacin, slo el Hpital
Gnral contena ya 6.000
personas, alrededor del 1 % de
la poblacin[25].
1657 Se establece en Florencia la
Academia del Cimento, que
cont con Borelli, Galileo y
Torricelli entre sus miembros
fundadores. Fue disuelta en
1667. Algunos de sus miembros
fueron perseguidos por la
Inquisicin.

1662 Se establece la Royal Society of


London, con Boyle. Hooke y
Newton entre sus miembros
fundadores.
1666 Se funda en Pars la Acadmie
des Sciences.
1676 Luis
XIII
decreta
el
establecimiento en cada ciudad
del reino de un hpital gnral.
En l se encerraba a los
blasfemos, a quienes queran
destruirse a s mismos, a los
lujuriosos Dejamos a la
arqueologa mdica la tarea de
determinar si eran enfermos,
criminales
o
locos,
los
individuos admitidos en el
hospital por desarreglo de

costumbres,
por
haber
maltratado a su mujer o por
haber intentado repetidas veces
suicidarse[26].
1684 ltima ejecucin por brujera en
Inglaterra.
1685 Luis XIV rechaza el Edicto de
Nantes. Los hugonotes huyen de
Francia, establecindose la
mayora
en las
colonias
americanas.
1687 Newton
publica
sus
Mathematical Principles of
Natural Philosophy.
1689 Cotton Maher
Memorable

publica sus
Providences

Relating to Witchcrafts and


Possessions, manifestando que
existe un Dios y un Diablo en la
brujera, y preparando as el
ambiente para la caza de brujas
y los juicios por brujera de
Salem.
1692 Juicios por brujera en Salem,
Massachusetts.
1693 Cotton Maher publica sus
Wonders of the Invisible World.
Escrito para justificar los juicios
de Salem, se ofrece como una
explicacin de los sufrimientos
que la brujera ha aportado a
este pas[27].

1696 Cotton Maher escribe en sus


Diarios: En el da de hoy,
desde el polvo en que me hallo
postrado ante el Seor, alzo mi
voz: Por la conversin de los
judos y porque yo tenga un da u
otro la felicidad de bautizar a
uno de ellos que, a travs de mi
ministerio, fuera devuelto a la
casa del Seor[28].
1700 Robert Calef, mercader de
Boston, publica sus More
Wonders of the Invisible World,
refutacin del Wonders of the
Invisible World de Cotton
Maher. Debido a la censura
ejercida por Increase Mather,
padre de Cotton, el libro se

publica en Londres. Varios


ejemplares
son
quemados
pblicamente en Boston.
1711 El
Tribunal
General
de
Massachusetts
modifica
la
sentencia de 22 de las 31
personas convictas de brujera
en Salem en 1692.
1716 La teora de que la masturbacin
provoca la locura ve la luz con
la publicacin en Londres de
Onania, or the Heinous Sin of
Self-Pollution (se duda acerca
de su autor). El libro es
traducido a muchos idiomas y en
el ao 1764 alcanza ya su 80.
edicin.

1721 Cotton Maher, amargado por


haber sido rechazado varias
veces para la presidencia de
Harvard, convence a Elihu Yale,
mercader de Londres, para que
funde una universidad calvinista
de acuerdo con sus directrices
en New Haven, Connecticut.
1728 Daniel Defoe, novelista y
periodista ingls, declara: Esto
me lleva a denunciar la vil
prctica tan en boga entre la
llamada buena clase social la
peor en la realidad de enviar
a sus esposas a manicomios al
menor capricho o disgusto, a fin
de verse ms libres y seguros en

su libertinaje Si no estn locas


cuando llegan a estas casas
malditas, pronto pasan a serlo
por los malos tratos que all
reciben
Acaso no es bastante para
enloquecer a una persona el
verse repentinamente encerrada,
desposeda de todo, mandada a
golpes, mal alimentada y peor
tratada? Que no haya ningn
motivo para este tratamiento, no
estar acusada de ningn crimen
ni tener acusador al que
enfrentarse?[29].
1736 Son rechazadas en Inglaterra las
leyes penales contra la brujera.

Para los creyentes (religiosos)


la abolicin de las leyes penales
(contra la brujera) constituy un
acto peligroso y sacrilegio que
se burlaba de la norma bblica
de no permitir seguir con vida a
ninguna bruja. Un hombre tan
sabio y gentil como John Wesley
se opuso al Decreto, alegando
que renunciar a la brujera era
renunciar a la Biblia[30].
1745 La ltima ejecucin por brujera
en Francia.
1750 Federico
II
de
Prusia,
popularmente conocido como
Federico el Grande, dicta su
Carta Constitucional para los

Judos de Prusia: Por la


presente
establecemos,
regulamos y mandamos que en el
futuro ningn judo deber
dedicarse a ningn oficio
manual[31].
1752 Se abre el Pennsylvania Hospital
en Filadelfia, la primera
institucin americana que admite
pacientes mentales. La tutela
estatal de los pacientes
mentales, como guardin del
cuerpo poltico, ha sido
principio admitido en los
Estados Unidos desde mediados
del siglo XVIII[32].
1758 Simon-Andr D. Tissot publica

su Onanism, or a Treatise Upon


the Diseases Produced by
Masturbation en la ciudad de
Lausana. El libro sirve para
dotar de una opinin mdica
respetable al concepto de
locura masturbatoria. Los
peligros que Tissot ve en la
masturbacin son aterradores. Es
el infierno sobre la tierra, pero
sin purgatorio[33].
1764 Se publica en Ginebra el
Dictionaire philosophique de
Voltaire.
1765 Chevalier de la Barre, joven
admirador de Voltaire, rehsa
descubrirse y arrodillarse en

presencia de una procesin


religiosa. Es torturado, se le
arranca la lengua y finalmente es
decapitado. Su cuerpo es
quemado en la hoguera y con l
sus verdugos queman tambin
una copia del Dictionaire
Philosophique de Voltaire[34].
1772 La esclavitud es abolida en
Inglaterra.
1772 El telogo ingls, reverendo
Edward Masse, predica contra
la inoculacin de la viruela.
Publica un sermn titulado The
Dangerous and Sinful Practice
of Inoculation, en el que declara
que la afeccin de Job era la
viruela; que le haba sido

inoculada por el diablo; que las


enfermedades son enviadas por
la Providencia para castigo del
pecado; y que el propuesto
intento de prevenir la viruela era
una operacin diablica[35].
1773 Abre
sus
puertas
el
Williamsburg Asylum, en la
ciudad de este nombre, Virginia,
la primera institucin americana
dedicada exclusivamente al
cuidado de los enfermos
mentales.
1775 Empieza
la
Revolucin
Americana.
1776 Declaracin de Independencia

de las Colonias Americanas.


1784 Se construye el Narrenturm en
Viena. Es la primera institucin
europea
dedicada
exclusivamente al tratamiento
de los locos. En 1843, se la
describe como una prisin
miserable, sucia, mal ventilada.
Produce una impresin repelente
en el visitante su olor
nauseabundo y la vista de los
pacientes furiosos, encadenados
y muchos de ellos desnudos[36].
1787 Se redacta la Constitucin de los
Estados Unidos.
1789 Empieza
la
Revolucin
Francesa. Declaracin de los

Derechos del Hombre.


1791 Se aade el Bill of Rights a la
Constitucin.
1792 La guillotina desarrollada por
el doctor Ignace Guillotin,
mdico y miembro de la
Asamblea Revolucionaria se
convierte en el instrumento
oficial de ejecucin en Francia.
La primera de estas mquinas se
monta en el hospital Bictre, uno
de los hpitaux gnraux o
asilos de locos de Pars. Se
prob primeramente con ovejas
vivas,
despus
con
tres
cadveres de la Bictre. En su
testamento escribi Guillotin:
Es difcil hacer bien a los

1793
1793
1798

1801

hombres sin causarse uno mismo


disgustos[37].
La ltima ejecucin por brujera
en Polonia.
Luis XVI es guillotinado.
Un grupo de clrigos y mdicos
de Boston forman una Sociedad
Anti-vacuna.
Denuncian
la
vacuna contra la viruela como
una postura de desafo al Cielo
y a la propia voluntad de Dios
y declaran que la ley de Dios
prohbe su prctica[38].
Philippe Pinel publica su Trait
mdico-philosophique
sur
lalienation mentale, ou ta
manie. Aunque se opone al uso

de las cadenas para dominar a


los pacientes, Pinel defiende
ardorosamente su coercin y
represin, que l define como
tratamiento; Si (el loco) se
encuentra, en cambio, ante una
fuerza
evidente
y
convincentemente superior, se
somete
sin oposicin ni
violencia. Este es un gran
secreto, de valor incalculable
para la direccin de hospitales
eficientes
en
su
[39]
funcionamiento . En los
casos de locura precedentes,
podemos
observar
los
afortunados efectos de una
intimidacin, sin crueldad; de la

opresin, sin violencia; del


triunfo,
sin
atropello[40].
Dedica sus alabanzas a un
sistema directivo en un
establecimiento monstico del
Sur de Francia. Uno de los
inspectores visitaba cada celda
como mnimo una vez al da. Si
encontraba a alguno de los
manacos comportndose de
modo indebido, organizando
peleas o tumultos, poniendo
objeciones a su racin de
comida o rehusando meterse en
cama por la noche, le adverta,
con un tono de voz calculado
precisamente para aterrorizarla,
que, a menos que se conformase

al instante, recibira a la maana


siguiente diez buenos latigazos
como
castigo
a
su
desobediencia[41].
Aplicar
nuestros
principios
de
tratamiento
moral
con
uniformidad indiscriminada a
todos
los
manacos,
sin
distincin de tipos y posicin en
la sociedad, sera al mismo
tiempo
ridculo
y
desaconsejable. Un campesino
ruso o un esclavo de Jamaica
han
de
ser
tratados
evidentemente con principios
distintos a los que aplicaramos
al caso de un francs irritable,
bien
educado,
poco

acostumbrado a la coercin e
impaciente ante la tirana[42].
c.
Johann Christian Rail: Es un
1803 espectculo
repelente
contemplar a un presuntuoso
(mdico) charlatn domando a su
paciente mental Desgraciada
la imagen de Dios que caiga en
tales manos![43].
1805 Se establece el sistema alemn
de hospitales mentales. El
prncipe Karl August von
Hardenberg declara que el
Estado debe preocuparse de
todas las instituciones destinadas
a aquellos individuos que sufren
lesiones mentales En este
importante y difcil campo de la

medicina, slo a base de


esfuerzos
incesantes
conseguiremos avances para el
bien de la humanidad doliente.
La perfeccin slo puede ser
conseguida
en
tales
instituciones[44].
1808 El Parlamento Britnico declara
fuera de la ley el trfico de
esclavos.
1811 Theodric Romeyn Beck, de la
ciudad de New York, publica su
Inaugural
Dissertation
on
Insanity:
El
tratamiento
moral consiste en apartar a los
pacientes de sus casas y
trasladarlos
a
un
asilo

adecuado Se adopta un
sistema de vigilancia humano.
Las reglas cuya observacin
resulta ms adecuada son las
siguientes: convencer a los
lunticos de que el poder del
mdico y del guardin es
absoluto; si se muestran
ingobernables, prohibirles la
compaa de los dems, utilizar
la camisa de fuerza, encerrarlos
en una habitacin silenciosa y
oscura[45].
1812 Benjamin Rush publica sus
Medical
Inquiries
and
Observations upon the Diseases
of the Mind, el primer libro de
texto americano de psiquiatra.

Declara que el terror acta


poderosamente sobre el cuerpo a
travs de la mente y debe
emplearse en la curacin de la
locura; y por otra parte que la
masturbacin
produce
debilidad seminal, impotencia,
disuria,
tabes
dorsal,
tuberculosis,
dispepsia,
oscurecimiento de la vista,
vrtigo, epilepsia, hipocondra,
prdida de memoria, manalgia,
imbecilidad y muerte[46].
1812 Bajo el mpetu de las leyes
francesas
napolenicas,
se
promulga el edicto prusiano
Sobre la Igualdad Civil de los
Judos.

1813 Las Cortes de Cdiz decretan,


por noventa votos a favor y
sesenta en contra, que la
Inquisicin es incompatible con
la Constitucin. Ruiz Padrn
declara: Pueblos venideros,
naciones que entraris un da en
el
seno de la Iglesia,
generaciones futuras! Creeris
alguna vez que en la Iglesia
Catlica existi un tribunal
llamado
la
Santa
Inquisicin?[47] Sin embargo,
este decreto no tiene fuerza legal
para abolir formalmente la
Inquisicin.
1814 Femando
VII
restaura

oficialmente, mediante real


decreto, toda la maquinaria de la
Inquisicin Espaola.
1814 La Cmara de los Comunes del
Parlamento Britnico designa un
comit para estudiar las
inhumanas condiciones de los
manicomios.
1816 John Reid publica sus Essays on
Insanity, Hypochondriasis, and
Other Nervous Affections: Una
gran carga de responsabilidad
pesa sobre quienes presiden o
prestan sus servicios en los
asilos de lunticos. Poco se sabe
de la injusticia que se comete, de
cunta
miseria
intil
e
incontrolada se soporta en estas

enfermeras para perturbados, o,


ms bien, en estos cementerios
para inteligencias que han
muerto Muchos de estos
almacenes destinados a la
cautividad de invlidos del
entendimiento, slo pueden ser
considerados como criaderos y
fbricas de locura[48]
1816 Jean Esquirol afirma que la
masturbacin es considerada en
todos los pases causa comn de
locura. En 1838 aade la
epilepsia, la melancola y el
suicidio a las enfermedades
causadas por la masturbacin[49].
1820 Fernando

VII

suprime

la

Inquisicin Espaola. A pesar de


ello, la Inquisicin prosigue su
agona hasta su abolicin
completa por un decreto formal
emitido por la Reina Cristina en
1834.
1826 ltimas ejecuciones en Espaa
por hereja religiosa. Un
cuquero, un marrano y un
desta son ajusticiados[50].
1828 Samuel
William
Nicoli,
registrador de la propiedad de
Doncaster y York, publica An
Inquiry into the Present State of
Visitation, in Asylums for the
Reception of the Insane: El
vigilante debe a su vez ser
vigilado. Si no se le controla y

sanciona, es probable que el


asilo se convierta en algo no
muy distinto de un intercambio
de violencia recproca entre
prisionero y carcelero[51].
1833 Emancipacin de los esclavos en
los Dominios Britnicos.
1837 Robert Gardiner Hill suprime en
el Lincoln Asylum de Inglaterra
el uso de grilletes y cadenas.
John Conolly hace lo mismo en
Hanwell Inglaterra en 1839.
1837 Dr.
Amariah
Brigham,
superintendente del Utica State
Asylimi de New York, escribe:
Resulta consolador poder decir
que no hay ningn hecho

referente a la locura mejor


demostrado, que la certidumbre
general de poder curarla en sus
primeros estadios[52].
1840 El sexto censo de los Estados
Unidos descubre que entre los
negros libres del Norte la
incidencia de locura es mucho
mayor que entre la poblacin
blanca o entre los esclavos
negros del Sur. Algunos crticos
del censo exponen que el nmero
de negros registrados como
locos en algunas ciudades,
excede la cifra total de negros
residentes all[53].
1840 El

doctor

Samuel

B.

Wooadward, superintendente del


Worcester State Hospital de
Massachusetts, anuncia que:
Las curas de casos recientes
han alcanzado la aterradora cifra
del 90 %[54].
1840- Inmensas
sumas
fueron
1860 destiladas a hospitales mentales.
Desgraciadamente, la mayor
parte de estos desembolsos
fueron utilizados para forrar los
bolsillos de contratistas con
visin poltica y para construir
ostentosas fachadas de estilo
Victoriano, sin prestar atencin a
la adecuacin de sus interiores o
a su utilidad en general. Tales
hospitales
pblicos
fueron

llamados por el pueblo palacio


de los pobres y catedrales de
los lunticos[55].
1841 Dom Guranger: El espectculo
de un pueblo entero bajo una
maldicin por haber crucificado
al Hijo de Dios, presta tema de
meditacin a los cristianos
Esta expiacin inmensa por un
crimen infinito debe proseguir
hasta el fin del mundo[56].
1842 El doctor Thomas S. Kirgbride,
superintendente del Pennsylvania
Hospital,
escribe:
La
afirmacin general de que los
casos verdaderamente recientes
de locura suelen ser curables

puede considerarse plenamente


demostrada.
Comenta Albert Deutsch: La
creencia de que la locura se
curaba con facilidad si se la
trataba precozmente, se grav en
la mente del pblico y del
profesional y pronto alcanz la
categora de dogma establecido
e inmutable. Pero qu decir de
la profesin psiquitrica en
conjunto?
Levant
alguna
objecin a la extensin de este
engao? Al contrario. Si
exceptuamos unos poqusimos
ejemplos, no slo suscribi de
todo corazn los errores

corrientes, sino que los estimul


y apoy lo mejor que pudo[57].
1842 C. F. Lallemand, mdico francs,
nos advierte en su tratado de tres
volmenes sobre Emisiones
seminales involuntarias, que si
la masturbacin se extenda,
amenazara el futuro de las
sociedades modernas; por ello
es para nosotros una urgente
necesidad
extirpar
esta
[58]
calamidad pblica .
1843 Daniel MNaghten, acusado de
haber asesinado a Edward
Drummond, secretario de Sir
Robert Peel, es absuelto como
no culpable por razones de

locura. Despus de haber sido


absuelto,
fue
encarcelado,
primeramente en el Bethlehem
Hospital y posteriormente en la
Broadmoor Institution para
criminales dementes, donde
muere en 1865. Su caso sienta
precedente como disposicin
MNaghten: para establecer
una defensa sobre bases de
locura, debe demostrarse con
toda claridad que, cuando se
cometi el acto, el acusado
obraba bajo tal falta de razn,
debida a su enfermedad mental,
que no conoca la naturaleza y
cualidad del acto que estaba
realizando; o, en el caso de

conocerlas, que no saba que lo


que haca constitua delito[59].
1843 Dorothea L. Dix se dirige al
Departamento
Legal
de
Massachusetts, para solicitar la
construccin
de
hospitales
mentales estatales: Vengo a
presentaros
las
poderosas
demandas de la humanidad
doliente. Vengo a presentar ante
la Legislatura de Massachusetts
el estado en que se encuentra el
miserable, el desolado, el
rechazado. Acudo como abogado
de los indefensos, de los
olvidados, de los locos y de los
hombres y mujeres dementes;
de los seres desgraciados de

nuestras prisiones y de los ms


desgraciados an de nuestros
asilos de pobres Quisiera
hablar tan amablemente como
fuera posible de los guardas,
carceleros y otros encargados
responsables, en la creencia de
que la mayor parte de ellos no
han errado por la dureza de su
corazn o por su obstinada
crueldad, sino por falta de
habilidad y conocimiento[60]
1844 Fundacin de la Asociacin de
Superintendentes Mdicos de
Instituciones Americanas para
Dementes.
Su
primera
declaracin oficial es: Queda

establecido que es opinin


unnime de esta convencin que
el
intento
de
abandonar
completamente el uso de todos
los medios de represin
personal, no se ve sancionado
por los verdaderos intereses del
demente[61]. En 1921, esta
organizacin desemboca en la
Asociacin
Psiquitrica
Americana.
1844 James MCune Smith, negro
libre del Norte, refuta en tres
largas cartas al New York
Tribune, la afirmacin de que
los
negros
libres
son
especialmente propensos a la
locura: Es una opinin muy

frecuente la de que la
Emancipacin ha convertido a
los negros libres en sordos,
mudos, ciegos, idiotas, locos,
etc. La libertad no nos ha vuelto
locos; ha reforzado nuestras
mentes al hacernos depender
completamente
de
nuestros
propios recursos y nos ha ligado
a las Instituciones Americanas
con una tenacidad slo vencible
con la muerte[62].
1850- La doctrina psiquitrica de que
1900 la masturbacin produce locura,
alcanza su punto culminante.
Hacia 1880, quien por
razones inconscientes quisiera
atar, encadenar o infibular a

nios o pacientes mentales


sexualmente activos las dos
audiencias de cautivos ms
fciles
de
conseguir,
adornarlos con aplicaciones
grotescas, cubrirlos de escayola,
cuero o caucho, asustarlos e
incluso castrarlos y cauterizar o
denervar sus genitales, poda
hallar apoyo mdico respetable
y humano para hacerlo con
tranquilidad de conciencia. La
locura masturbatoria era, de
hecho, algo completamente real:
afectaba
a
la
profesin
mdica[63].
1851 Se decreta el estatuto de
confinamiento en Illinois. Las

mujeres casadas pueden ser


ingresadas o detenidas en el
hospital (el asilo estatal de
Jacksonville) a peticin del
marido sin la evidencia de
locura
exigida
en
otros
casos[64].
1854 El presidente Franklin Pierce
veta un proyecto de ley
inspirado por Dorothea Dix y
aprobado por el Congreso, que
hubiera otorgado 12.500.000
acres de terreno pblico para los
dementes pobres[65].
1854 La Comisin de Massachusetts
para el estudio de la Locura
emite su Report on Insanity and

Idiocy in Massachusetts: La
locura es, pues, una parte
constitutiva y terreno propio de
la pobreza; dondequiera que sta
envuelva
a
un
nmero
considerable de personas, se
manifestar
dicha
[66]
enfermedad .
1689 La legislatura del Estado de
New
York
autoriza
la
construccin de instituciones
separadas para los criminales
locos[67].
1855 Un editorial publicado en el New
Orleans Medical and Surgical
Journal asegura que ni la
peste, ni la guerra, ni la viruela,

ni una caterva entera de males,


han resultado ms desastrosos
para la humanidad que el hbito
de la masturbacin; es el
elemento destructivo de la
sociedad civilizada[68].
1856 Nace Sigmund Freud.
1856 Nace Emil Kraepelin.
1858 Para refutar los argumentos
abolicionistas,
el
superintendente del Asilo del
Estado de Louisiana, en Jackson,
declara
que

es
extremadamente
raro
que
nuestros esclavos contraigan la
locura no puede evitarse
reconocer que la gran exencin
de locura que manifiestan

(nuestros esclavos) se debe a su


situacin, a la proteccin que la
ley les garantiza, a su sujecin a
un suave estado de servidumbre,
a la carencia de toda ansiedad
con respecto a sus necesidades
presentes y futuras, a la negacin
(con gran severidad) de todo
licor espirituoso y de todas las
otras formas de exceso a que se
entregan los negros libres[69].
1859 Heinrich Neuman, psiquiatra
alemn que sostiene que no
existen diversas clases de
locura, sino una sola, declara:
Ha llegado por fin el momento
en que dejemos de buscar la

hierba, la sal o el metal que


curar la mana, la imbecilidad,
la demencia, la furia o la pasin.
No las encontraremos Jams
hasta que no se hayan inventado
las pldoras que puedan
transformar un nio travieso en
un nio de buenos modales, un
hombre ignorante en un hbil
artista, un mozo rstico en un
elegante caballero. Podemos
frotar a los pacientes con
ungento de mrtires hasta que
(nosotros) produzcamos ms
mrtires que la Inquisicin
Espaola; y sin embargo no
habremos dado un solo paso
hacia la curacin de la locura.

Las actividades psquicas del


hombre no se curan con
medicinas, sino con hbito,
ejercicio y esfuerzo[70].
1859 Stuart Mill publica On Liberty:
El nico motivo por el que el
poder puede ser ejercido sobre
cualquier miembro de la
comunidad en contra de su
voluntad, es para evitar el dao
a los otros. Su propio bien,
fsico
o
moral,
no
es
justificacin suficiente Cada
persona es el guardin adecuado
de su propia salud, ya sea
corporal,
mental
o
[71]
espiritual .

1861 Florence Nightingale observa


que Los pacientes hacen
aquello que se espera de ellos
qu hagan[72].
1863 Lincoln publica la Proclamacin
de la Emancipacin.
1863 David Skae, mdico escocs,
introduce el trmino locura
masturbatoria, aplicado a la
locura que se crea causada por
el onanismo[73].
1864 La Broadmoor Institution para
los Locos Criminales abre sus
puertas. Entre sus primeros
internados
est
Daniel
MNaghten, transferido all tras
21 aos de permanencia en el

Bethlehem Hospital.
1865 Se decreta la enmienda Trece a
la Constitucin de los Estados
Unidos, por la que queda
abolida la esclavitud.
1865 Ignaz Semmelweis, descubridor
de la naturaleza de la fiebre
puerperal, muere en un asilo
privado para dementes[74].
1865 El Boston Times Messenger
describe el McLean Hospital
como el hobby de los
aristcratas de Boston y como
el lugar donde los pacientes
injustamente encerrados no
pueden conseguir una audiencia.
El hospital es calificado de
bastilla
para
el

encarcelamiento
de
ciertas
personas molestas para sus
parientes[75].
1868 Henry Maudsley publica The
Physiology and Pathotogy of
the Mind, considerada por
Aubrey Lewis como el punto de
partida de la psiquiatra
inglesa[76].
1869 Henry Maudsley: Existe un
estadio posterior y ms bajo al
que
llegan
estos
seres
degenerados, caracterizado por
un sombro y arisco repliegue en
su propio interior y por una
prdida
extrema
de
sus
facultades mentales. Se muestran

hoscos, taciturnos y contrarios a


toda conversacin Esta es,
pues, la historia natural de la
degeneracin fsica y mental
producida en los hombres por la
masturbacin.
Es
una
perspectiva
atroz
de
la
degeneracin humana No
tengo fe en el uso de medios
fsicos para atajar lo que se ha
convertido
ya
en
seria
enfermedad mental; cuanto antes
sucumba a su humillante
descanso, tanto mejor para l y
para el mundo que habr
conseguido desembarazarse de
l. Es triste y mezquino llegar a
esta conclusin, pero es la nica

posible[77].
1869 John Stuart Mill publica su
ensayo sobre The Subjection of
Women: Pero es que ha habido
alguna vez un poder que no les
pareciera natural a quienes lo
poseen? la mayor parte del
sexo masculino no puede
soportar an la idea de vivir con
una igual Actualmente el
poder utiliza un lenguaje ms
suave y a quienquiera que
oprima, le oprime por su propio
bien[78].
1869 Karl
Ludwig
Kahlbaum,
psiquiatra alemn famoso por
ser un avanzado clasificador de

las enfermedades mentales, da el


nombre de catatona a un
sndrome que l cree causado
por una prolongada o excesiva
masturbacin[79].
1872 Emancipacin de los judos en
todo el territorio del imperio
alemn.
1876 T. Pouillet, mdico francs,
empieza su tratado mdicofilosfico
sobre
la
masturbacin,
con
estas
palabras: De todos los vicios y
delitos que con propiedad
pueden ser llamados crmenes
contra la naturaleza, que devoran
a la humanidad, amenazan su
vitalidad fsica y tienden a

destruir
sus
facultades
intelectuales y morales, uno de
los peores y ms extendidos
nadie lo negar es la
masturbacin[80].
1882 Richard
von
Krafft-Ebing,
profesor de psiquiatra en la
Universidad de Viena y uno de
los ms prominentes psiquiatras
de su tiempo, publica su
Psychopathia
Sexualis,
constituyndose en fundador de
la
moderna
sexologa
psiquitrica. Cree que la
masturbacin puede conducir al
hombre a la homosexualidad[81].

Havelock Ellis describe los


aos en que dominaron las
teoras de Krafft-Ebing en el
campo del sexo, de 1882 en
adelante, como una inmensa
clnica donde no eran posibles
las actividades progresivas o de
ayuda. Para la mayora, ciencia
sexual se refera a una
subdivisin de la psiquiatra; la
vaga
doctrina
de
la
degeneracin
era
considerada la nica llave
posible para abrir todas las
puertas,
mientras
que
la
psicologa normal del sexo, era
despachada si es que se la

mencionaba en unas pocas


lneas formularias[82].
En 1896, presidiendo la reunin
de la Vienna Society of
Psychiatry and Neurology, en la
que Freud lee su informe sobre
La Etiologa de la Histeria,
Krafft-Ebing
rechaza
la
exposicin como un cuento de
hadas cientfico[83].
1883 Emil Kraepelin publica su
Psychiatrie, Ein Lehrbuch (Un
libro de texto de Psiquiatra).
Sistematiza la psiquiatra con un
nuevo esquema de diagnstico;
define dos procesos principales:
la locura manaco-depresiva,

que tiende espontneamente a


mejorar y desaparecer, y la
demencia precoz, cuya tendencia
es
hacia
una
progresiva
deteriorizacin.
c.
La histeria se trata en Pars,
1885 mediante
la
extirpacin
quirrgica del ovario; en
Londres y Viena, por medio de
la extirpacin quirrgica del
cltoris; y en Heidelberg,
cauterizando el cltoris.
1886 Es depuesto el Rey Luis II de
Baviera. El doctor Bernard von
Gudden, profesor de psiquiatra
de la Universidad de Munich,
dirige un equipo de psiquiatras
que declaran a Luis II vctima de

una enfermedad mental que los


psiquiatras conocen a la
perfeccin y que se llama
paranoia. Luis es encerrado
bajo vigilancia y sujeto a
observacin psiquitrica; mata
al doctor Gudden y luego se
suicida[84].
1890 Jonathan Hutchinson, presidente
del Royal College of Surgeons,
trata la masturbacin mediante la
circuncisin y defiende que
otras medidas ms radicales
que la circuncisin, seran, si la
opinin pblica
permitiera
optarlas, una verdadera caridad
para muchos pacientes de ambos
sexos[85].

1892 Anton Pavlovich Chekhov:


Doce mil personas son
engaadas cada ao; todo este
asunto del hospital (mental) se
basa, como veinte aos atrs, en
el robo, el escndalo, la
calumnia, el nepotismo, en tosca
charlatanera; y, al igual que
antes, el hospital es una
institucin inmoral, sobremanera
perniciosa para la salud de los
internados[86].
1894 Alfred Dreyfus, oficial judo del
Estado Mayor Francs, es
acusado y convicto de espionaje
en favor de Alemania. El
antisemitismo azota a Francia.

En 1898, Emile Zola publica


JAccuse, denuncia de la
falsedad de las pruebas contra
Dreyfus; es
juzgado
por
calumnias al ejrcito, convicto y
huye a Inglaterra. En 1906 un
ao despus de la separacin de
Iglesia y Estado en Francia se
anula la sentencia a Dreyfus y se
le absuelve de todas las
acusaciones.
1895 El judasmo es reconocido en
Hungra como religin legal. Se
concede a los judos hngaros
los
derechos
de
plena
ciudadana.
1897 El De Praestigiis Daemonum
aparece por ltima vez en el

Index Librorum Prohibitorum.


1900 Sigmund Freud publica La
interpretacin de los sueos.
1903 El conde Sergey Yulievich Witte,
estadista ruso, hablando con
Theodor Herzl, fundador del
Sionismo,
afirma:
Acostumbraba a decirle al
recin fallecido emperador
Alejandro III; Majestad, si
fuera posible ahogar a los seis o
siete millones de judos rusos en
el Mar Negro, estara dispuesto
a secundar esta idea. Ahora
bien: si no es posible, mejor
ser que los dejemos vivir[87].
1903 Se

publica

en

Rusia

Los

Protocolos de los Ancianos de


Sin. Encargado por el zar
Nicols II, ha sido escrito por el
monje ortodoxo griego Sergei
Nilus. Se propone que es un
documento redactado por un
grupo de judos conspiradores,
conocidos como los Ancianos de
Sin, que exponen sus planes
para la conquista del mundo. Su
objetivo es inflamar las pasiones
de los campesinos rusos a fin de
volverlos en contra de los
judos.
Este
documento
falsificado se convierte en una
importante fuente de la literatura
antisemtica del siglo XX[88].
1904 El Informe Anual del Friends

Asylum, en Filadelfia, registra:


Es grato ser testigos del hecho
de que la medicina mental haya
entrado en una nueva era durante
estos ltimos aos y, en
consecuencia, el radio de accin
del sistema de asilos se haya
ampliado[89].
1905 Bernard Sachs, prominente
psiquiatra de New York y autor
de A Treatise on Nervous
Diseases
of
Children,
recomienda el tratamiento de la
masturbacin en los nios
mediante
la
cauterizacin
aplicada a la espina dorsal y a
los genitales[90].

1908 Clifford Whittingham Beers


establece los fundamentos de la
Connecticut Society for Mental
Hygiene, la primera asociacin
estatal de este tipo y principio
del movimiento en pro de la
salud mental organizado, en los
Estados Unidos. Aparece su
libro A Mind that Found Itself:
An Autobiography. Un loco es
un loco; y, en la medida en que
est loco, debe ser colocado en
una institucin donde reciba
tratamiento[91].
1909 Se funda el Comit Nacional
para la Higiene Mental. La
primera labor oficial del
Comit, en 1912, es adoptar una

resolucin
Urgiendo
al
Congreso la adopcin de las
medidas necesarias para un
adecuado examen mental de los
inmigrantes[92]. El Comit
presiona asimismo en favor del
principio de asistencia estatal
completa, es decir, instituciones
mentales propiedad del gobierno
y dirigidas por l[93].
1910 Charles Binet-Sangl publica La
folie de Jsus (La locura de
Jess):
En resumen, la
naturaleza de las alucinaciones
de Jess, segn la descripcin
que de ellas nos hacen los
Evangelios, nos permiten llegar
a la conclusin de que el

fundador del Cristianismo sufra


una paranoia religiosa[94].
1911 Eugen Bleuler acua el trmino
esquizofrenia.
1911 La psiquiatra alemana alardea
de poseer 225 hospitales
mentales
privados,
l87
hospitales mentales pblicos, 85
instituciones para alcohlicos,
16 clnicas universitarias, 11
secciones mentales en las
prisiones y 5 secciones mentales
en hospitales militares; 143.410
personas son admitidas en estas
instituciones en el curso de un
solo ao. La cifra de alienistas
en ejercicio es de 1.376[95].

1912 William Hirsch,


psiquiatra
americano, publica Conclusions
of a Psychiatrist, en donde alega
que Jess sufra la enfermedad
mental llamada paranoia. Todo
cuanto sabemos sobre l se
ajusta tan perfectamente al
cuadro clnico de la paranoia,
que apenas es concebible que
nadie puede poner en entredicho
la exactitud del diagnstico[96].
1913 Albert Schweizer publica su
disertacin mdica titulada The
Sanity of the Eschatological
Jess. Se propone con ella
refutar las pretensiones de
ciertos
psiquiatras
que

diagnostican a Jess como loco;


para ello debe probar su
cordura. Me he propuesto
examinar en este libro con todo
detalle la conjetura de que
Jess debe ser juzgado en
alguna forma como psicpata.
Que poseo la imparcialidad
necesaria para tal empresa, creo
haberlo demostrado con mis
estudios anteriores en el campo
de la vida de Jess Los nicos
sntomas (de Jess) que pueden
aceptarse como histricos y
posiblemente
puedan
ser
discutidos desde el punto de
vista de la psiquiatra la alta
estima en que Jess se tiene a s

mismo y quizs tambin la


alucinacin en el bautismo no
consiguen, ni mucho menos,
probar
la
existencia
de
[97]
enfermedad mental .
1917 Emil Kraepelin: La gran guerra
en que estamos empeados, nos
ha llevado a reconocer el hecho
de que la ciencia puede elaborar
por nosotros una serie de armas
efectivas con que luchar contra
un mundo hostil. Podra ser de
otro modo, si estamos luchando
contra un enemigo interno (la
enfermedad mental) que intenta
destruir la trama de nuestra
existencia? Deberamos por
tanto observar con orgullo y

satisfaccin que fue posible para


nosotros, en medio de una guerra
feroz, dar en Alemania el primer
paso para el establecimiento de
un instituto de investigacin con
el objetivo de determinar la
naturaleza de las enfermedades
mentales y descubrir tcnicas
con que prevenirlas, aliviarlas y
curarlas. Todos cuantos han
contribuido al xito de esta gran
empresa, especialmente Su
Majestad nuestro Rey merecen
nuestras
ms
fervientes
gracias Se ha abierto el
camino para nuevos enfoques
que nos permiten conseguir la
victoria sobre las ms terribles

aflicciones que pueden acosar al


hombre[98].
1918 Ernest Jones, pionero del
psicoanlisis en Gran Bretaa,
sostiene que la verdadera
neurastenia se encontrar en
dependencia
del
excesivo
onanismo o emisiones seminales
involuntarias[99].
1919 Se aade la Enmienda Dieciocho
a la Constitucin de los Estados
Unidos (La Prohibicin). Es
rechazada en 1933.
1924 Se
forma
la
Asociacin
Ortopsiquitrica americana. Esta
asociacin es iniciada por Karl
Menninger, que enva una carta a

26 prominentes psiquiatras
americanos,
urgindoles
a
formar un nuevo grupo de
representantes de la concepcin
mdica o neuropsiquitrica del
crimen[100].
1925 Adolf Hitler publica Mein
Kampf:
Por
su
misma
apariencia exterior, podais
decir que esta gente (los judos)
no eran amantes del agua, y, para
suplicio vuestro, mucha veces
podais hacer esta afirmacin
con los ojos cerrados En
muchas ocasiones se me
revolvi el estmago por el olor
de estos usuarios de caftn. A
esto se sumaba su sucio vestido

y su continente general poco


heroico. No dira yo que esto
fuera el dechado de la
perfeccin, pero la falta de
atractivo se converta en franca
repulsin cuando, sumadas a su
desalio fsico, descubras las
taras morales de este pueblo
escogido Haba alguna
forma
de
corrupcin
o
inmoralidad, particularmente en
la vida cultural, en la que se
viera envuelto por lo menos un
judo? Hoy creo estar obrando
de acuerdo con la voluntad del
Creador
Todopoderoso:
al
defenderme a m mismo contra
judo, estoy luchando por la obra

del Seor[101].
1928 Ladislaus Joseph von Meduna,
de Budapest, introduce en la
psiquiatra el tratamiento de
shock con metrazol.
1929 Franz Alexander y Hugo Staub
publican The Criminal, the
Judge, and the Public: El
criminal neurtico es una
persona enferma Si es
curable, debera ser encarcelado
todo el tiempo que dure el
tratamiento psiquitrico, hasta
que ya no represente una
amenaza para la sociedad. Si es
incurable, debe quedarse a
perpetuidad en un hospital para

incurables[102].
1930 Karl Menninger publica The
Human Mind: qu ciencia
o qu cientfico se interesa por
la justicia? Acaso es justa la
pulmona? O el cncer?[103]
1930 Se celebra el Primer Congreso
Internacional sobre Higiene
Mental en Washington D. C.
1933 Adolf
Hitler
ocupa
la
Cancillera de Alemania.
1933 Louis
Thomas
McFadden,
congresista de Pennsylvania,
dijo en un discurso en la Cmara
de
Representantes:
Seor
presidente de la Cmara: no
existe ninguna persecucin real

de judos en Alemania pero ha


habido
una
pretendida
persecucin porque existen
200.000 indeseables judos
comunistas
en
Alemania,
procedentes en su mayor parte
de Polonia y los alemanes
estn particularmente ansiosos
por desembarazarse de estos
judos comunistas en concreto
Realmente tienen inters en
conservar a los judos ricos
como Max Warburg y Franz
Mendelssohn[104].
1933 Manfred Sakel, de Viena,
introduce en psiquiatra el
tratamiento de shock con

insulina.
1935 Egas
Moniz,
de
Lisboa,
introduce en psiquiatra la
lobotoma prefrontal.
1935 Se decretan las leyes de
Nuremberg. La ley prohbe toda
relacin sexual entre judos y
alemanes.
1938 U. Cerletti y L. Bini, de Roma,
introducen en psiquiatra el
tratamiento de electroshock.
1938 Los nazis prohben que los arios
sean tratados por doctores
judos, bajo pena de severos
castigos tanto para el mdico
como para el paciente[105].

1938 Karl Bonhoeffer, profesor de


psiquiatra en la Universidad de
Berln, dirige un equipo de
psiquiatras alemanes que, junto
con un grupo de militares,
pretenden derrocar a Hitler
arrestndolo, declarndolo loco
y encerrndolo en una institucin
mental. El putsch psiquitrico
no se lleva a efecto[106].
1938 Harry F. Anslinger, comisionado
de Narcticos de los Estados
Unidos: La Seccin de
Narcticos reconoce el gran
peligro de la marihuana, debido
a su claro deterioro de la
mentalidad y al hecho de que su

uso
continuado
conduce
directamente al asilo de
locos[107].
1939 Con el inicio de las hostilidades,
Hitler ordena el 1 de septiembre
la puesta en prctica del
programa
de
eutanasia
nacional-socialista: A los
enfermos
incurables
debe
concedrseles la gracia de la
muerte. Se construyen las
primeras cmaras de gas en
hospitales mentales y empieza la
matanza en masa de enfermos
mentales (y otros enfermos
incurables). Durante los dos
aos siguientes, un total
aproximado de 50.000 alemanes

(que no eran judos) mueren


asfixiados por monxido de
carbono en las cmaras de la
muerte,
simuladas

exactamente igual que ms tarde


en Auschwitz como duchas y
cuartos de bao[108].
1940 Edward E. Strecker, en su
Thomas Salmon Memorial
Lectura,
declara:
Sin
posibilidad de duda, el mundo
est
enfermo,
mentalmente
enfermo
El
oportunismo
poltico ofrece las panaceas del
comunismo,
fascismo
y
totalitarismo (que) operan
intentando producir un intenso

nacionalismo. La higiene mental


difcilmente puede consideraras
como realidades que ofrezcan
mucho
incentivo
a
la
recuperacin. Ms bien parecen
psicopatologas masas Entre
las ideologas polticas en
escena, la democracia es la que
ms se acerca al cumplimiento
de los ideales de la higiene
mental, de un pensamiento
maduro e independiente[109].
1941 George H. Stevenson, presidente
de la American Psychiatric
Association, declara que Este
desafo (prevenir que sucedan
las guerras) se nos presenta

debido a la estrecha relacin


existente entre los factores
etiolgicos observados en la
psicosis individual y los de la
psicosis internacional la
guerra Sabemos con certeza
que existen muchos factores
psicopatolgicos que determinan
constantemente los pasos que se
dan hacia la guerra, que nosotros
como psiquiatras somos
capaces
de
valorar
ms
adecuadamente que otros grupos
que no han tenido nuestro tipo de
educacin y experiencia
Cuando se escriba la historia de
nuestro segundo siglo, quizs
conste
que
la
American

Psychiatric Association tuvo una


gran participacin en la
eliminacin de la psicosis
internacional la guerra[110].
1941 El asesinato de pacientes
mentales en las cmaras de gas
termina en Alemania para dar
paso a las matanzas sistmicas
de judos en cmaras de gas en
el Este. Los encargados de este
programa provienen o bien de
la Cancillera de Hitler o del
Departamento de Sanidad del
Reich Las fbricas de la
muerte en Auschwitz, Chelmno,
Majdanek, Belzek, Treblinka y
Sobibor llevan el nombre oficial
de Fundaciones de Caridad

para
el
[111]
Institucional .

Cuidado

1943 Los dirigentes judos engaan a


su pueblo acerca de la existencia
de estas fbricas de la muerte en
algunos de los campos de
concentracin, porque como
deca el doctor Leo Baeck,
antiguo rabino principal de
Berln vivir en espera de
morir en las cmaras de gas,
hubiera sido algo mucho ms
difcil de soportar an. Como
resultado, hubo judos que se
presentaron voluntarios para ser
deportados de Theresienstadt
(donde no haba cmaras de gas)
a Auschwitz (donde s las

haba), y a cuantos intentaban


decirles la verdad, los tildaban
de locos[112].
1945 Albert Deutsch emprende una
visin periodstica de los
hospitales
mentales
del
Estado En su mayor parte
estaban colocados en grandes
centros de cultura o cerca de
ellos, en nuestros Estados ms
prsperos como New York,
Michigan, Ohio, California y
Pennsylvania. En algunos de
los departamentos haba escenas
que rivalizaban con los horrores
de los campos de concentracin
nazis: cientos de pacientes
mentales
desnudos
se

amontonaban en enormes salas


como pocilgas, infestadas de
suciedad, en todos sus grados de
deterioro humano, sin vigilancia
ni tratamiento, despojados de
todo vestigio de decencia
humana, muchos en estado de
profunda desnutricin[113].
1945 Ezra Pound, acusado de traicin,
es
declarado
mentalmente
incapaz de presentarse ante
juicio. Se le confina en el St,
Elizabeths
Hospital,
en
Washington, durante trece aos.
En 1958, sali de l como loco
incurable, pero no peligroso. El
juez Bolitha J. Laws dice estas

palabras al jurado que declar


loco a Pound: en un caso
como este, en que el Gobierno y
el representante de la defensa
han coincidido en una visin
clara e inequvoca, presumo que
no tendris ninguna dificultad en
tomar una decisin. A los tres
minutos, el jurado trae un
veredicto
de
mente
[114]
enferma
.
1946 El presidente Harry S. Truman
firma la conversin en ley del
Decreto sobre Salud Mental del
Pas. El Decreto autoriza la
expansin de las funciones de la
Divisin de Higiene Mental del
Departamento de Salud Pblica.

1946 Brock Chisholm, director de los


Servicios Mdicos Generales
del ejrcito canadiense durante
la Segunda Guerra Mundial y
secretario
general
de
la
Organizacin Mundial de la
Salud de las Naciones Unidas;
Junto con las dems ciencias
humanas, la psiquiatra debe
decidir ahora cul ser el futuro
inmediato de la raza humana.
Nadie ms puede hacerlo. Esta
es la responsabilidad bsica de
la psiquiatra[115].
1949 Se reorganiza la Divisin de
Higiene
Mental
del
Departamento de Salud Pblica

de
los
Estados
Unidos
convirtindose en el Instituto
Nacional de Salud Mental.
1950 El Movimiento Americano de la
Salud Mental cobra nuevos
bros: la Psychiatric Foundation,
la National Mental Health
Foundation y la National
Committee for Mental Hygiene
se unen para formar la National
Association for Mental Health.
1952 Se introducen en la prctica
psiquitrica
las
drogas
tranquilizantes,
que
proporcionan un nuevo mtodo
qumico para controlar a los
pacientes en los hospitales
mentales. Estas drogas allanan el

camino al desarrollo de una


nueva
disciplina,
llamada
psicofarmacologa, que estudia
aquellas drogas tiles en el
tratamiento de la enfermedad
mental y su aplicacin en la
prctica clnica. La utilizacin
de estos agentes farmacolgicos
presta apoyo a la creencia de
que los desrdenes psiquitricos
son enfermedades
mdicas
curables
mediante
drogas
especficas.
1952 El Congreso emite el Decreto
McCarran que estipula, entre
otras
cosas,
que
Los
extranjeros
afectados
de
personalidad psicoptica (a)

sern excluidos de su admisin


en los Estados Unidos[116].
Desde ahora, los inmigrantes
homosexuales son clasificados
automticamente
como
personalidades psicopticas y,
si han entrado en el pas en fecha
posterior a la de la emisin de
esta ley, son deportados[117].
1954 Se emite el Decreto, de los
Departamentos de Salud Mental
Comunitaria del Estado de New
York, que constituye la primera
legislacin sobre salud mental
de esta clase en los Estados
Unidos.
1954 Monte Durham, acusado de

allanamiento de morada, es
absuelto como no culpable por
locura y encerrado en el St.
Elizabeths Hospital. Este caso
sienta un precedente legal
conocido como la norma
Durham: La norma que
sostenemos
ahora
es
simplemente que un acusado no
es responsable de un crimen, si
su acto ilegal fue producto de
enfermedad
o
defecto
mental[118].
1955 Se otorga a Egas Moniz el
Premio Nobel de Fisiologa o
Medicina por el tratamiento de
la esquizofrenia mediante la
lobotoma prefrontal.

1957 Abe Fortas, consejero de la


defensa sealado por el Tribunal
en Durham v. United States y
despus juez adjunto del
Tribunal Supremo de los Estados
Unidos, declara: Cul es,
pues, la importancia bsica del
caso Durham? En mi opinin, el
hecho de que la ley haya
reconocido a la psiquiatra
moderna. Se ha dado por
enterada de los descubrimientos
de la psiquiatra en lo que se
refiere a la enorme gama,
complejidad y variedad de
desrdenes mentales y a su
profundo efecto sobre el
comportamiento, y ha obrado en

consecuencia A la psiquiatra
se le ha dado tarjeta de admisin
(en el juicio) por propios
mritos y por su propia
competencia a la hora de ayudar
a definir quines deben ser
considerados responsables de un
crimen y quines deben ser
tratados
como
perturbados
psicolgica o emocionalmente
Durham
es
una
carta
constitucional, una declaracin
de
derechos
para
la
[119]
psiquiatra
1957 La
Commonwealth
de
Massachusetts
invierte
las
sentencias de quienes fueron
convictas como brujas en Salem

y no quedaron cubiertas por el


decreto de 1711.
1957 El Tribunal de Apelaciones de
los Estados Unidos para el
Distrito de Columbia declara
que Si (el acusado) sufre una
enfermedad mental que hace
probable que reincida en nuevos
actos de violencia una vez
cumplida la sentencia, la prisin
no es ningn remedio. No slo
sera injusto encerrarle en
prisin,
sino
que
no
protegeramos a la comunidad
contra
sus
posibles
reincidencias.
La
hospitalizacin, en cambio,
puede servir el doble objetivo

de prestarle el tratamiento
exigido por su enfermedad y
mantenerle confinado hasta que
sea prudente liberarlo[120].
1960 El 3 de julio es arrestado en
Washington, D. C., George
Lincoln Rockwell, dirigente del
Partido
Nazi
Americano,
mientras arengaba a una
asamblea reunida al aire libre. A
peticin del fiscal, se le encierra
durante treinta das en el hospital
general del Distrito de Columbia
para ser sometido a observacin
psiquitrica. En su informe ante
el Tribunal el psiquiatra jefe
afirma:
En
mi
opinin
(Rockwell)
tiene
una

personalidad paranoica. (Sin


embargo) aportar en testimonio
algo que pueda ser interpretado
como interferencia de su derecho
de libre expresin y separarlo de
la sociedad por una diferencia
de ideologa poltica, no hara
ms
que
desacreditar
la
profesin psiquitrica y apoyar
la causa de Mr. Rockwell. En
agosto, Rockwell es declarado
mentalmente
apto
para
presentarse a juicio, se le
encuentra culpable de conducta
desordenada y se le multa a
pagar cien dlares[121].
1961 George Lincoln Rockwell: La

sorprendente respuesta al enigma


judo, es que los judos estn
locos. Como raza, los judos son
unos paranoicos. Debemos parar
a esta gente enferma antes de que
hundan el mundo con ellos. En
1965, Rockwell elabora esta
tesis del siguiente modo: (Los
judos) son un pueblo nico que
los distingue del resto de los
pueblos blancos. Las masas
judas sufren los sntomas de la
paranoia; ilusiones de grandeza,
ilusiones de persecucin. Los
judos se creen el Pueblo
Escogido de Dios y se quejan
constantemente
de
[122]
persecucin
.

1961 Adolf Eichmann es juzgado en


Jerusaln y, tras ser examinado
por media docena de psiquiatras,
se le declara normal[123]. Robert
Servatius, abogado de Colonia
que defiende a Eichmann, intenta
exonerar a su cliente de los
cargos
relativos
a
su
responsabilidad
por
su
coleccin de esqueletos, las
esterilizaciones, las muertes por
gas y otras cosas similares de
tipo mdico El juez que
preside le interrumpe: Doctor
Servatius, supongo que ha sido
un desliz afirmar que matar por
medio de gas era un asunto de
tipo mdico. Servatius replica:

Desde luego fue un asunto


mdico[124].
1961 El Subcomit de Derechos
Constitucionales del Comit de
Jueces del Senado de los
Estados Unidos, dirige los
debates sobre Los Derechos
Constitucionales del Enfermo
Mental. Francis J. Braceland:
Es rasgo propio de algunas
enfermedades, el que las
personas no tengan conciencia
del hecho de estar enfermas. En
suma, a veces es necesario
protegerlas por un tiempo de s
mismas[125]. Jack Ewalt: El
objetivo bsico (del encierro) es
tener la seguridad de que los

seres humanos enfermos reciben


el cuidado apropiado a sus
necesidades[126]
1962 El Tribunal Supremo de los
Estados Unidos declara que la
adiccin a los narcticos es una
enfermedad, no un crimen y que
un Estado puede establecer un
programa
de
tratamiento
obligatorio para los adictos a los
narcticos. Tal programa de
tratamiento
puede
exigir
perodos
de
encierro
[127]
involuntario
.
1963 El presidente John F. Kennedy
pronuncia su Mensaje al
Congreso
Relativo
a
la

Enfermedad y al Retraso
Mental:
Propongo
un
programa nacional de salud
mental para asistir a la
inauguracin de un nfasis y
enfoques completamente nuevos
de la asistencia al enfermo
mental. Este enfoque se basa
primariamente en los nuevos
conocimientos y las nuevas
drogas
descubiertas
y
desarrolladas en aos recientes
y que posibilitan para la mayor
parte de los enfermos mentales
ser tratados con xito y
rapidez Necesitamos un nuevo
tipo de servicio mdico, que
devuelva el cuidado de la salud

mental al gran cauce de la


medicina americana[128]
1963 El presidente John F. Kennedy es
asesinado en Dallas, Texas. Lee
Harvey Oswald es acusado del
crimen, Este es asesinado a su
vez en la crcel por Jack Ruby.
Tanto Oswald como Ruby son
considerados
por
amplios
sectores como locos, y los
crmenes son archivados como
la violencia absurda de dos
limticos. John F. Kennedy fue
asesinado por un luntico, Lee
Harvey
Oswald,
que
momentneamente
haba
prestado lealtad al paranoico
Fidel Castro de Cuba. Oswald

fue, a su vez, asesinado a los dos


das por otro loco. Jack
Ruby[129]. Si Oswald hubiera
recibido ayuda psiquitrica
cuando era joven, John Kennedy
podra seguir vivo[130].
1964 1.189 miembros de la American
Psychiatric Association declaran
al senador Barry Goldwater
psicolgicamente inadecuado
para servir como presidente de
los Estados Unidos. Muchos de
los psiquiatras que sostienen
esta posicin, diagnostican que
el senador Goldwater sufre una
esquizofrenia paranoica o alguna
otra
enfermedad
parecida;

veamos un diagnstico, tomado


al azar, emitido por un psiquiatra
annimo del Cornell Medical
Center: El senador Goldwater
me da la impresin de ser una
personalidad paranoica o un
esquizofrnico
de
tipo
paranoico Es un hombre
peligroso en potencia[131].
1964 Sargent Shriver, director del U.
S.
Office
of
Economic
Opportunity; Dadnos un mundo
sano en todos los sentidos y
el
comunismo
por
fin
desaparecer de la faz de la
tierra en todos los sentidos[132].
1965 Un columnista sindicado informa
de que la prensa Comunista ha

declarado al presidente Johnson


enfermo, tanto fsica como
mentalmente[133].
1966 El presidente Lyndon B. Johnson
declara que el alcohlico sufre
una enfermedad[134]. La Unin
de
Libertades
Civiles
Americanas apremia para que
los individuos acusados de
intoxicacin
pblica,
sean
tratados como pacientes, no
como criminales.
1967 Suh
Tsung-Hva,
el
neuropsiquiatra ms prominente
de la China Comunista: Las
neurosis y las psicosis no existen
aqu,
ni
siquiera
la

paranoia[135].
1967 Un editorial aparecido en el
Journal of the American
Medical Association declara
que El mdico contemporneo
considera el suicidio como una
manifestacin de enfermedad
emocional.
Raramente
lo
considera en un contexto distinto
de la psiquiatra[136].
1967 En una toma de posicin sobre
la cuestin de la idoneidad del
tratamiento,
la
American
Psychiatric Association declara
que Las restricciones pueden
serle impuestas (al paciente)
desde dentro por medio de
mtodos
farmacolgicos
o

cerrando la puerta de una sala.


Cada una de estas imposiciones
puede formar parte, como
componente legtimo de un
programa de tratamiento[137].
1967 Harvey J. Tomtkins, presidente
de la American Psychiatric
Association, en su discurso
presidencial: Nos estamos
acercando a una poblacin de
psiquiatras de casi 20.000, cifra
unas cuatro veces superior a la
de hace dos dcadas. Este
ubrrimo crecimiento no habra
acontecido sin los subsidios del
Gobierno
que
han
sido
canalizados
hacia
nuestra

educacin profesional Es
moralmente necesario que nos
dediquemos
con
honrado
apremio a la propia aceptacin
de una imagen distinta de
nosotros mismos una que
refleje ms de cerca las
corrientes
intelectuales,
sociales, polticas y econmicas
que, como demuestra la historia,
tienen tanta influencia en el
carcter de nuestra prctica
como la acumulacin de nuevos
conocimientos[138].
1967 George
Stevenson,
antiguo
presidente de la American
Psychiatrie Association: Para
nosotros los que estamos en la

A. P. A., la guerra debera ser un


programa psiquitrico de salud
pblica Es posible que una
solucin a este problema est
an muy distante en el futuro,
pero esto no es razn para que
sigamos
ignorndolo
o
dejndolo nicamente en manos
de los polticos o de los
propagandistas de la extrema
derecha o de la extrema
izquierda La guerra, como
conducta,
deriva
fundamentalmente
de
una
[139]
perturbacin emocional
.
1967 Dick Gregory, actor negro: Esta
nacin (los Estados Unidos) es
el pas racista nmero uno del

mundo. Este pas est enfermo


y loco[140].
1968 El novelista Norman Mailer:
Creo
que
la
sociedad
americana ha ido deteriorndose
mentalmente[141].
1968 Herbert Marcuse, profesor de
filosofa en la Universidad de
California: (En una sociedad
propiamente
democrtica,
debera haber) un rechazo de la
tolerancia
de
reunin
y
expresin de aquellos grupos y
movimientos que se oponen a
la extensin de los servicios
pblicos, seguridad social,
asistencia mdica, etc. Tanto ms

cuanto esta sociedad dispone de


recursos mayores que en ningn
otro tiempo y simultneamente,
distorsiona, abusa y despilfarra
ms que nunca estos recursos, yo
declaro
a
esta
sociedad
demente[142].
1968 Drew Pearson, columnista: Por
primera vez en 192 aos de
historia americana, un hombre
con una inestabilidad mental
demostrada se presenta a las
elecciones para presidente de
los Estados Unidos. Los
registros oficiales dijo el
senador (Wayne) Morse al
Senado mostrarn que el

gobernador Wallace llen la


peticin
de
compensacin
econmica por daos en junio de
1946, y que en diciembre de
1946, le fue concedida una
subvencin por psiconeurosis
atribuible al servicio, por la que
se le asign una estimacin del
10 % Algunos observadores
que han observado la gimnasia
mental de su campaa ordinaria,
afirman que los doctores se
mostraron conservadores[143].
1968 La orden de 1492, dictada por el
rey Femando y la reina Isabel,
mediante la que se expulsaba a
los judos de Espaa, es
declarada nula por el gobierno

espaol. En el mismo da (6 de
diciembre de 1968) se inaugura
la primera sinagoga construida
en Espaa despus de 600
aos[144].
1968 Howard P. Rome, consejero
principal de psiquiatra en la
Clnica
Mayo
y
antiguo
presidente de la American
Psychiatric Association: Ahora,
sin embargo nos damos cuenta
de que la sociedad puede estar
tambin enferma y en un sentido
muy profundo Realmente, el
rea de actuacin de la
psiquiatra de hoy es el mundo
entero, y la psiquiatra no tiene
por qu aterrarse ante la

magnitud de su tarea[145].

THOMAS ISTVAN SZASZ (Budapest,


1920 - 2012). Fue profesor emrito de
psiquiatra en la Universidad de
Siracusa en Nueva York. Szasz fue
crtico de los fundamentos morales y
cientficos de la psiquiatra y uno de los
referentes de la antipsiquiatra.

Su postura sobre el tratamiento


involuntario es consecuencia de sus
races conceptuales en el liberalismo
clsico y el principio de que cada
persona tiene jurisdiccin sobre su
propio cuerpo y su mente. Szasz
considera que la prctica de la medicina
y el uso de medicamentos debe ser
privado y con consentimiento propio,
fuera de la jurisdiccin del Estado, a su
vez cuestiona los regmenes autoritarios
y los Estados policiales.
Es conocido por sus libros El mito de la
enfermedad mental y La fabricacin de
la locura: un estudio comparativo de la
inquisicin con el movimiento de salud

mental, en los que plante sus


principales argumentos con los que se le
asocia.

Notas

[1]

Ernst Cassirer, The Myth of the State,


p. 350. <<

[2]

Fyodor Dostoyevsky, The Brothers


Karamazov, p. 301. <<

[1]

Fyodor Dostoyevsky, The Brothers


Karamazov, p. 306. <<

[2]

<<

John Stuart Mill, On Liberty, p. 100.

[1]

John Emerich Edward Dalberg Acton,


Letter to Bishop Mandell Creighton, en
Essays on Freedom and Power, p. 335.
<<

[2]

Walter Ullman, The Individual and


Society in the Middle Ages, p. 37. <<

[3]

Ibid. <<

[4]

Ibid., p. 25. <<

[5]

Ibid., p. 64. <<

[6]

Ibid., pp. 66. 69, 127. <<

[7]

Abram Leon Sachar, A History of the


Jews, p. 194. <<

[8]

Max I. Dimont, Jews, God, and


History, p. 224. <<

[9]

En relacin con esto, ver Norman


Cohn, The Pursuit of the Millennium,
especialmente, pp. 307-319. <<

[10]

Dimont, p. 238. <<

[11]

Sachar, p. 198. <<

[12]

Citado en Malleus Mateficarum,


Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, pp.
XIX-XX. <<

[13]

Sprenger y Krmer. <<

[14]

Ibid., p. 1. <<

[15]

Ibid., pp. 2-3. <<

[16]

Ibid., p. 41. <<

[17]

Ibid., p. 47. <<

[18]

Ibid. <<

[19]

Ibid., p. 87. <<

[20]

Ibid. <<

[21]

Ibid. <<

[22]

Ibid. <<

[23]

Puesto que haba sido prescrita por


la Inquisicin y ayudaba a su causa,
dicha prctica no se consideraba magia
o hechicera. Cuando los particulares
utilizaban mtodos similares en la
bsqueda de sus propios intereses, eran
declinados herejes y se les castigaba
duramente. V. por ejemplo Charles
Williams, Witchcraft, pg. 85. <<

[24]

La clasificacin de las enfermedades


en naturales o diablicas y la de los
pacientes en enfermos necesitados de
tratamiento y posesos necesitados de
exorcismos, era an popular a finales
del siglo XVIII y ha sobrevivido hasta
nuestros das. Con respecto a esto, v.
Henri F. Ellenberger, The Evolution of
Depth Psychology, en Iago Galdston
(Ed.), Historie Derivations of Modern
Psychiatry; y tambin Jean Lhermite,
True and False Possession. <<

[25]

Bruja. (N. del T.) <<

[26]

Para un anlisis ms amplio, ver


cap. 6. <<

[27]

Charles Mackay, Extraordinary


Popular Delusions and the Madness of
Crowds, p. 582. <<

[28]

No slo crea Weyer en la existencia


real de las brujas, sino que alegaba
saber su nmero exacto y su
organizacin.
Habla
dijo
7.409.127 brujas, controladas todas
ellas por 79 prncipes. (Citado por
Jrome M. Schneck, A History of
Psychiatry, pg. 41). <<

[29]

Citado por Gregory Zilboorg, The


Medical Man and the Witch During the
Renaissance, p. 140. <<

[30]

Citado por Gregory Zilboorg, A


History of Medical Psychology, p. 214.
<<

[31]

Ibid., p. 215. <<

[32]

Ibid., p. 237. <<

[33]

Zilboorg, Medical Man and Witch,


pp. 199-200. <<

[34]

Sprenger y Krmer, pp. 8-9. <<

[35]

Efectivamente, puesto que Weyer


crea en la brujera y puesto que el
concepto de brujera se hallaba
inextricablemente mezclado con el de
maleficio, se vea incapaz de convencer
al pblico o a sus crticos de que las
brujas eran inofensivas. Robbins
observa apropiadamente que Weyer se
mova ms por compasin que por
lgica. En consecuencia, su distincin
entre brujas inofensivas y hechiceros
malignos, era fcilmente rebatida por
sus oponentes ms lgicos, como
Bodin. (Rossell Hope Robbins, The
Encyclopedia of Witchcraft and

Demonology, pg. 539).


En la actualidad, el crtico del abuso de
la
hospitalizacin
psiquitrica
involuntaria se encuentra en la misma
encrucijada. Puesto que cree en la
enfermedad mental y puesto que el
concepto de enfermedad mental se
encuentra inextricablemente unido al de
maleficio, l, lo mismo que Weyer
anteriormente, es Incapaz de persuadir a
sus crticos o al pblico de que los
pacientes mentales no son peligrosos.
<<

[36]

Michel Foucault, Madness and


Civilization, p. 39. <<

[37]

Ibid., p. 41. <<

[38]

George Rosen, Social attitudes to


irrationality and madness in 17th and
18th century Europe, J. Hist. Med. &
All. Sc., 18: 220-240, 1963; p. 233. <<

[39]

Ibid. <<

[40]

Citado por Rosen, p. 233. <<

[41]

Ibid., p. 237. <<

[42]

Illinois Statute Book, Sess. Laws 15,


Sect. 10, 1851. Quoted por E. P. W.
Packard en The Prisioners Hidden Life,
p. 37. <<

[43]

Foucault, p. 45. <<

[44]

Citado por Emil Kraepelin, One


Hundred Years of Psychiatry, p. 152. <<

[45]

John F. Kennedy, Message from the


President of the United States relative to
mental illness and mental retardation,
Feb. 5, 1963. 88th Cong., ist sess., H.
Rep., Doc. No. 58. <<

[46]

Philip Q. Roche, The Criminal


Mind, p. 241. Para ms datos y una
mayor critica de este punto, ver Thomas
S. Szasz, Law, Liberty, and Psychiatry,
pp. 91-108. <<

[47]

Citado por Joas B. Robitscher,


Tests of criminal responsibility: New
rules and old problems. Land & Water
Law Rev., 3: 153-176, 168; p. 157. <<

[48]

En realidad, qu significa o puede


significar la afirmacin de que el crimen
es una forma de enfermedad mental? Tan
slo confundir las distinciones, que
discutir ahora, entre enfermedad e
infraccin legal. Baste observar aqu
que el Juicio acerca de la enfermedad de
una persona es formulado por un mdico
sobre la base del examen del cuerpo de
dicha persona (a la que se denomina
paciente), sometido voluntariamente a
la consideracin del mdico por el
paciente mismo; independientemente del
resultado final del proceso de
diagnstico, la decisin de llevar a cabo

una intervencin teraputica descansa en


definitiva en dicho paciente. En abierta
contraposicin, el juicio acerca de la
criminalidad de una persona es
formulado
(en
la
legislacin
angloamericana) por un Jurado no
profesional sobre la base de un examen
de la informacin acerca de conducta de
dicha persona (a la que se denomina el
defendido), sometida al jurado
frecuentemente a pesar de las objeciones
del acusado por el adversario del
defendido (al que se denomina fiscal);
finalmente, si el resultado del proceso
de diagnstico es el hallazgo de culpa,
la decisin de llevar a cabo una
intervencin punitiva descansa sobre el

jurado y el juez (cuya gama de eleccin


se
encuentra,
sin
embargo,
predeterminada por la ley). <<

[49]

Carta de Derechos Civiles. (N. del


T.) <<

[50]

Surgir
inevitablemente
la
cuestin escribe Frederick G. Glaser
acerca de si debern adoptarse
sanciones de algn tipo contra el doctor
Szasz, no slo debido al contenido de
sus puntos de vista, sino tambin a la
manera en que los presenta. No ha
querido limitar su discusin a los
circuitos profesionales, como testimonia
el articulo que ha publicado en una
revista (en Harpers), que no es el
primero que escribe. (Frederick G.
Glaser, The Dichotomy Game: A further
consideration of the writings of Dr.
Thomas Szasz, Amer. J. Psychiat., 121,

1069-1074, May, 1965; pg. 1073).


Esta intolerancia resulta perfectamente
comprensible. Cualquier duda sobre la
existencia o la peligrosidad de los
enfermos mentales pondra lmites a los
mtodos autorizados a los psiquiatras
institucionales en su lucha contra Ja
enfermedad mental, al igual que
cualquier duda acerca de la existencia
de la brujera o su peligrosidad hubiera
limitado los mtodos autorizados a los
inquisidores para combatirla. La
Inquisicin floreci mientras sus agentes
dispusieron de los poderes que la
sociedad a quien servan les haba
confiado. La Psiquiatra Institucional

florece en la actualidad por el mismo


motivo. Slo cuando estos poderes son
restringidos
se
agostan
tales
instituciones. <<

[51]

Ver, en general, Irving Brant, The


Bill of Rights; para una crtica ms
amplia, ver Friedrich A. Hayek, The
Constitution of Liberty, especialmente
pp. 188-191. <<

[52]

Esto resulta particularmente cierto


en el caso de enfermedades no
contagiosas, como el cncer, las
dolencias cardacas o un ataque de
apopleja.
Las
enfermedades
contagiosas, que ahora pasar a discutir,
guardan
paralelismo
con
las
enfermedades no contagiosas y el crimen
en la medida en que amenazan al
individuo y simultneamente a la
sociedad. <<

[53]

Bernard D. Hirsch, Informed consent


to treatment: Medicolegal comment, en
Albert Averbach y Melvin M. Belli
(Eds.), Tort and Medical Yearbook, Vol.
I, pp. 631-638. <<

[54]

En la teologa y el folklore
cristianos, los santos son los agentes de
Dios, responsables de la ejecucin de
algunos de los beneficios designado por
l, y las brujas son los agentes de
Satans, responsables de algunos de sus
maleficios. Evidentemente, el bien y el
mal como la belleza y la fealdad
engaan muchas veces al espectador.
As, Juana de Arco, quemada en la
hoguera en 1431 bajo la acusacin de
brujera, fue canonizada como santa en
1920. V. Joan of Arc, Encyclopaedia
Britannica (1949), vol. 13, pgs. 72-75.
<<

[55]

Como aclaracin citemos la


siguiente definicin de mente hecha
por Stanley Cobb, que ocup durante
ms de treinta aos una clebre ctedra
de neuropatologa en Harvard y fue uno
de los ms renombrados psiquiatras de
Amrica:
La mente es la relacin existente
entre una parte del cerebro y la otra. La
mente es una funcin del cerebro del
mismo modo que la contraccin es una
funcin del msculo o la circulacin lo
es del sistema vascular-sanguneo.
(Stanley Cobb, Discussion of Is the
term mysterious leap warranted? in

Felix Deutsch, Ed., On the Mysterious


Leap from the Mind to the Body, pg.
11). <<

[56]

La tesis que yo defiendo respecto a


las
relaciones
existentes
entre
enfermedad orgnica y enfermedad
mental, se parece y se diferencia a la
vez de la tesis de Weyer respecto a las
relaciones existentes entre enfermedad
natural y enfermedad diablica. Se
parece a la de Weyer en su afirmacin
de que, porque no sepa un mdico curar
determinada enfermedad, no por ello
debe deducirse que es debida a brujera.
Se distingue de ella en la medida en que
l proclama su creencia en la brujera
como causa de enfermedad y alza su voz
nicamente contra la precipitacin

excesiva que muestran sus colegas en la


confeccin de diagnsticos que les lleva
con demasiada frecuencia al diagnstico
de brujera. Yo sostengo que, al igual
que sucedi con la brujera, la
enfermedad mental es una concepcin
errnea que no puede causar ni
enfermedad mental ni crimen de ninguna
clase. <<

[57]

En la medida en que el concepto de


enfermedad mental funciona como
etiqueta clasificatoria que justifica el
descrdito
psiquitrico
de
los
inconformistas, es defectuoso, no porque
fracase en la identificacin de una
caracterstica
social
claramente
definible, sino porque la cataloga como
enfermedad; es tambin moralmente
defectuoso, no porque los mdicos y
psiclogos que lo utilizan, lo hagan con
mala intencin, sino porque promueve el
control social de la conducta personal
sin proteccin garantizada de la libertad
individual. Para una exposicin ms

detallada, v. Thomas S. Szasz. The Myth


of Mental Illness. <<

[58]

Qu debera hacer, pues, el mdico


ante un paciente que carece de
enfermedad orgnica demostrable?
Cmo debera clasificarlo y tratarlo?
Partiendo de una tica mdica digna
que respete por igual los derechos de
paciente y mdico a autodefinirse y
autodeterminarse, el examinador
puede satisfacer su necesidad personal
de clasificacin, categorizando su
funcin profesional o el resultado de sus
intervenciones de diagnstico; pero lo
que no deberla hacer imponer una
categorizacin sobre el paciente contra
su voluntad. El mdico puede llegar as

a la conclusin de que no encuentra


evidencia de enfermedad corporal, pero
no de que encuentra evidencia de
enfermedad mental; o bien de que no
puede ayudar a su cliente, pero no de
que ste deba consultar con un
psiquiatra. A este respecto, v. Thomas
Szasz, The Psychology of Persistent
Paint; A Portrait of LHomme
Douloureux, en A. Soulairac, J. Cahan
and J, Charpentier (Eds.), Pain, pgs.
93-113. <<

[59]

Este es el mito de la carencia de


beneficios
para
los
terapeutas
coercitivos; su corolario es el mito de
los inmensos beneficios que obtienen
quienes son ayudados coercitivamente
(aun cuando dichos beneficios no sean
apreciados por ellos de momento). Sin
esta capciosidad lgica, no podran
sostenerse las iniquidades sociales de
las explotaciones teraputicas
aliviadores altruistas que se enriquecen
a expensas de sus victimas egostas,
rasgo ste tan evidente de la Inquisicin
y de la Psiquiatra Institucional. Con
ella, han sido y continan siendo

fcilmente justificadas. <<

[60]

Thomas S. Szasz, Science and public


policy: The crime of involuntary mental
hospitalization, Med. Opin. & Rev., 4;
24-35 (May), 1968. <<

[61]

Ibid. <<

[62]

Citado por Zilboorg, History of


Medical Psychology, p. 557. <<

[63]

Jules Michelet,
Witchcraft, p. 145. <<

Satanism and

[64]

Christina Hole, Witchcraft


England, pp. 94, 101. <<

in

[1]

Eugene Zamiatin, We, pp. 76-7. <<

[2]

Citado por Rossell Hope Robbins,


The Encyclopedia of Witchcraft and
Demonology, p. 101. <<

[3]

Ibid. <<

[4]

Para ms datos, ver Thomas S. Szasz,


Law, Liberty, and Psychiatry, y
Psychiatric Justice. <<

[5]

Citado por Julien Comell, The Trial


of Ezra Pound, p. 37. <<

[6]

Ibid., p. 129. <<

[7]

Citado por Robbins, p. 102. <<

[8]

Ibid., p. 480. <<

[9]

Ibid., pp. 482-483. <<

[10]

En relacin con esto, ver Erving


Goffman, Asylums. <<

[11]

Ibid., p. 480. <<

[12]

Citado por Frank J. Ayd, Jr., Guest


editorial: Ugo Cerletti, M. D., 18771963, Psychosomatics, 4: A/6-A/7
(Nov.-Dec.), 1963. <<

[13]

Robbins, p. 483. <<

[14]

Jacob Sprenger y Heinrich Kramer,


Malleus Maleficarum, p. 231. <<

[15]

Ver George Orwell, Nineteen EightyFour, y Robert Jay Lifton, Thought


Reform and the Psychology of Totalism.
<<

[16]

En este sentido, ver Thomas S.


Szasz, The psychiatrist as double agent,
Trans-action, 4: 16-24 (Oct.), 1967. <<

[17]

Citado en Robbins, p. 552. <<

[18]

Ady reconoca tambin que las


confesiones de las brujas eran obtenidas
fraudulentamente o inventadas por los
inquisidores. <<

[19]

Ibid., p. 401. <<

[20]

Naturalmente, es posible que


inquisidores y psiquiatras institucionales
se engaen a s mismos. Sin embargo, su
autoengao les favorece: les identifica
como clrigos y mdicos conscientes.
En cambio, el engao que realizan sobre
las masas daa a las personas: las
convierte en victimas desconcertadas.
<<

[21]

Ibid., p. 492. <<

[22]

Ibid., p. 493. <<

[23]

Ver especialmente Thomas S. Szasz,


The Myth of Mental Illness, and Law,
Liberty, and Psychiatry. <<

[24]

Sherwin S. Radin, Mental Health


problems in school children, J. of Sch.
Health, 32: 390-397 (Dec.), 1962; p.
392. <<

[25]

Christina Hole,
England, p. 75. <<

Witchcraft

in

[26]

Ibid., p. 89. <<

[27]

Charles Mackay, Extraordinary


Popular Delusions and the Madness of
Crowds, p. 481. <<

[28]

Hole, p. 82. <<

[29]

Ver Thomas S. Szasz, Mental illness


is a myth. New York Times Magazine,
June 12, 1966, pp. 30, 90-92. <<

[30]

Mackay, p. 514. <<

[31]

General o Almirante en jefe, a cargo


del departamento mdico del Ejrcito, la
Fuerza Area o la Marina. (N. del T.) <<

[32]

Karl Menninger, The Vital Balance,


pp. 478482. <<

[33]

Ibid., p. 474. <<

[34]

Robert H. Felix. Mental Illness, pp.


28-29. <<

[35]

William C. Menninger, Psychiatrist


to a Troubled World. <<

[36]

Psiquiatra
en
un
Problematizado. (N. del T.) <<

Mundo

[37]

Para un brillante enfoque de este


tema, ver Joaquin Machado de Assis,
The Psychiatrist, en The Psychiatrist
and Other Stories, pp. 145. <<

[38]

Ver, por ejemplo Leo Srole, Thomas


S. Langer, Stanley T. Michael, Marvin
K. Opler, y Thomas A. C. Rennie,
Mental Health in the Metropolis, p.
138. <<

[39]

El asesinato del Presidente Kennedy


puso al descubierto toda la trata de
dementes latente en este pas. Podemos
recoger ahora la cosecha de cuidadosas
siembras psiquitricas hechas durante el
ltimo cuarto de siglo. As se nos ha
dicho por parte de las ms distinguidas
autoridades mdicas y psiquitricas, as
como de los ms respetados intrpretes
profanos de los acontecimientos
humanos, que no solamente Oswald
estaba loco cuando parece que dispar a
Kennedy, sino que tambin lo estaba
Ruby cuando dispar a Oswald.
Jolm F. Kennedy fue asesinado

afirma Theodore H. White por un


luntico, Lee Harvey Oswald, que
momentneamente haba prestado lealtad
al paranoico Fidel Castro de Cuba.
Oswald fue asesinado a su vez, dos das
ms tarde, por otro loco, Jack Ruby.
(Theodore H. White. The Making of the
President, 1964, pg. 29).
En dos breves aserciones, se nos dan
tres diagnsticos psiquitricos el de
Castro nos lo sirven gratis. <<

[40]

Karl Menninger, p. 32. <<

[41]

Ibid., p. 33. <<

[42]

Citado por Mackay, p. 518. <<

[43]

Gregory Zilboorg, The Medical Man


and the Witch During the Renaissance,
p. 67. <<

[44]

Ver On suicide. Time, Nov. 25, 1966,


p. 48; y Physician suicides cause
concern, Med. World News, June 9,
1967, pp. 28-29. <<

[1]

Michel Foucault, Madness and


Civilization, p. 205. <<

[2]

Henry Charles Lea, The Inquisition


of the Middle Ages, p. 17. <<

[3]

Ver Lois Wille, Why refugee asked


for ticket to Russia, Chicago Daily
News, Mar. 29, 1962, p. 1; James E.
Beaver, The mentally ill and the law:
Sisyphus and Zeus, Utah Law Rev.,
1968: 1-71 (Mar.), 1968; p. 21. <<

[4]

Duzynski v. Nosal, 324 F. 2d 924 (7th


Cir.), 1963. <<

[5]

Una parodia soberbia de los


procedimientos de encierro puede leerse
en A Unicorn in the Garden, de James
Thruber, en The Thurber Carnival, del
mismo autor, pgs. 258-269. La historia,
relatada por Thurber con gran concisin,
es la siguiente:
Una maana, el marido anuncia a la
mujer que hay un unicornio en el jardn.
Ella replica:
Eres un loco y har que te encierren.
El marido, a quien jams han gustado las
palabras loco y manicomio le dice:

Veremos.
La esposa llama a la polica y al
psiquiatra. Llegan. Les cuenta la
historia.
Dijo usted a su esposa que haba
visto un unicornio? le preguntan.
Cmo iba yo a decir semejante
estupidez? contesta. El unicornio es
un animal mitolgico.
Es todo lo que quera saber declara
el psiquiatra.
Cogen a la mujer y se la llevan,
gritando y maldiciendo, y la encierran en
un hospital mental. A partir de entonces,
el marido vive feliz. <<

[6]

Para numerosos casos de tratamiento


del individuo acusado de enfermedad
mental y que no est protegido
legalmente, ver Thomas S. Szasz, Law,
Liberty, and Psychiatry, Psychiatric
Justice. <<

[7]

Ver Szasz, Psychiatric Justice,


especialmente pp. 85-143. <<

[8]

Thomas J. Scheff, Social conditions


for rationality: How urban and rural
courts deal with the mentally ill, Amer.
Behav. Scientist, 7: 21-27 (Mar.), 1964;
p. 21. <<

[9]

Lea, p. 37. <<

[10]

Ibid., p. 39. <<

[11]

Ibid., p. 96. <<

[12]

Ver Thomas S. Szasz, The Myth of


Mental Illness. <<

[13]

Lea, p. 97. <<

[14]

Ibid., p. 113. <<

[15]

Francis J. Braceland, Testimony, en


Constitutional Rights of the Mentally
III, pp. 63-74; pp. 64, 71. <<

[16]

Lea, p. 97. <<

[17]

Lettres de cachet, en Encyclopaedia


Britannica, vol. 13, p. 971. <<

[18]

Barrows Dunham, Heroes and


Heretics, p. 374. <<

[19]

Ibid., pp. 374-375. <<

[20]

Ibid. <<

[21]

Ibid., p. 375. <<

[22]

En este sentido, ver Hugh A. Ross:


Commitment of the mentally ill:
Problems of law and policy. Mich, Law
Rev., 57: 945-1-18 (May), 1959; Luis
Kutner, The illusion of due process in
commitment proceedings, Northwestern
Univer. Law Rev., 57: 383-399 (Sept.Oct.), 1962. <<

[23]

Ver Frank T. Lindman and Donald M.


McIntyre, Jr. (Eds.), The Mentally
Disabled and the Law, pp. 15-106. <<

[24]

Testimonio presentado ante la


American Psychiatric Association por
Francis
J.
Braceland,
Director
Psiquiatra del Institute of Living,
Hartford, Connecticut, y Jack R. Ewalt,
JM. D., jefe del Departamento de
psiquiatra de la Harvard Medical
School,
Boston,
Mass.,
en
Constitutional Rights of the Mentally
III, pp. 79-85; pp. 80-81. <<

[25]

Thomas J. Scheff, Being Mentally


111, p. 132. <<

[26]

Ibid., p. 133. <<

[27]

Ibid. <<

[28]

Ibid., p. 144. <<

[29]

Ibid., p. 154. <<

[30]

Lea, p. 101. <<

[31]

Braceland,
Testimony,
en
Constitutional Rights of the Mentally
Ill, pp. 64-65. <<

[32]

Ewalt, Testimony, ibid., p. 75. <<

[33]

Testimony presented on behalf of the


American Psychiatric Association,
ibid., p. 80. <<

[34]

Ver especialmente Szasz, Law.


Liberty, and Psychiatry. <<

[35]

Lea, p. 231. <<

[36]

Ibid., p. 103. <<

[37]

En castellano en el original. (N. del


T.) <<

[38]

Henry Charles Lea, A History of the


Inquistion of Spain, Vol. 2, p. 585. <<

[39]

Lea, Inquistion of Middle Ages, p.


103. <<

[40]

Ambas expresiones estn en


castellano en el original. (N. del T.) <<

[41]

Lea, Inquisition of Spain, Vol. 2, p.


569. <<

[42]

Lea, Inquisition of Middle Ages, p.


155. <<

[43]

Citado en Time, Nov. 20, 1964, p.


76. <<

[44]

Prochaska v. Brinegar, 251 Iowa


834, 102 N. W. 2d, 1960; p. 872. <<

[45]

Lea, Inquisition of Middle Ages, p.


143. <<

[46]

Robert H. Felix, The image of the


psychiatrist; Past, present, and future,
Amer. J. Psychiat, 121: 318-322 (Oct.),
1964; p. 321. <<

[47]

Lea, Inquisition of Middle Ages, p.


237. <<

[48]

Ver Cap. 9, 11 y 12 <<

[49]

Lea, Inquisition of Middle Ages, p.


191. <<

[1]

Gregory Zilboorg, The Medical Man


and the Witch During the Renaissance,
p. 58. <<

[2]

Ver Cap. 9. <<

[3]

Sigmund Freud, Leonardo Da Vinci


and a memory of his childhood (1910),
en The Standard Edition of the
Complete Psychological Works Off
Sigmund Freud, Vol. XI, pp. 57-137; pp.
63, 131. <<

[4]

Ibid., p. 63. <<

[5]

Ibid., p. 131. <<

[6]

Aunque los mtodos terapeticos de


Freud diferan de los de sus colegas, el
hecho de que suscribiera y utilizara con
tanto entusiasmo el vocabulario
psiquitrico para humillar a las
personas, le coloca en el centro de la
corriente del pensamiento psiquitrico.
Al reclasificar a las brujas como
neurticas, contribuy a sustituir por
mtodos psiquitricos los mtodos
teolgicos utilizados para anular a los
seres humanos. El resultado que
forma
parte
de
la
historia
contempornea es una retrica
justificatoria
que
legitima
la

inhumanidad del hombre para con el


hombre, basndose no en Dios sino en la
Salud. <<

[7]

Johann Weyer, De Praestigiis


Daemonum (1563), citado en Gregory
Zilboorg, A History of Medical
Psychology, p. 215. <<

[8]

En relacin con esto, ver Thomas S.


Szasz, Bootlegging humanistic values
through psychiatry, Antioch Rev., 22:
341-349 (Fall), 1962. <<

[9]

Ver, por ejemplo, M. Ralph Kaufman,


Psychiatry: Why medical or social
model? A. M. A. Arch. Gen. Psychiat,
17: 347-360 (Sept.), 1967. <<

[10]

MNaghtens Case, 10 CI. & F. 200,


8 Eng. Rep. 918 (H. L.), 1843. En
relacin con esto, ver Thomas S. Szasz,
Law, Liberty, y Psychiatry, pp. 138146; y The insanity defense and the
insanity verdict, Temple Law Quart., 40:
271-282 (Spring-Summer), 1967. <<

[11]

La Inquisicin Espaola se opona


como discutiremos con mayor
amplitud en el captulo VII a la
persecucin de las brujas. Tena las
manos llenas de judos, judaizantes y
moriscos y no deseaba participar en la
locura de las brujas. Intento disuadir de
cualquier iniciativa en pro de su
persecucin y, cuando dicha persecucin
no pudo ser por ms tiempo soslayada,
debido a la presin popular, se escud
en la concepcin de que las brujas
estaban locas. Esto fue lo que salv a la
Iglesia Espaola de tener que definirse
explcitamente en pro de la no-

existencia de tales personas creencia


extendida entre la lite de la clereca,
aunque mantenida ocultamente y le
evit los remordimientos subsiguientes a
la ejecucin en la hoguera de las
personas acusadas de brujera.
Hay, pues, semejanzas evidentes entre el
uso del concepto de locura en los juicios
por brujera de la Espaa del siglo xvt y
los juicios criminales de la Amrica del
siglo XX. A este respecto, v, Thomas S,
Szasz Moral Conflicl and Psychiatric,
Yale Rev., 49: 555-566 (junio) 1960; as
como los extractos publicados por
Mind: Psychiatric Subversion of
Constitutional
Rights,
Amer,
J.

Psychiat.,
1962. <<

119;

323-327

(octubre),

[12]

Henry Charles Lea, A History of the


Inquisition of Spain, vol. 3, p. 58. <<

[13]

Ibid., p. 59 <<

[14]

Philippe Pinel, A Treatise on


Insanity, p. 238. <<

[15]

Ibid., p. 237. <<

[16]

Citado en Zilboorg, History of


Medical Psychology, pp. 391-392. <<

[17]

William E. H. Lecky, History of


European Morals, Vol. II, p. 54. <<

[18]

Ibid., p. 55. <<

[19]

Ibid., p. 87. <<

[20]

Ibid., p. 55. <<

[21]

Sigmund Freud, Charcot (1893), en


The Standard Edition of the Complete
Psychological Works of Sigmund Freud,
vol. III, pp. 7-23; p. 20. <<

[22]

Es interesante observar que,


mientras Freud considera a Charcot
profundamente interesado en la brujera
y en sus relaciones con la enfermedad
mental, no hay ninguna referencia a este
asunto en la bien elaborada biografa
escrita por Georges Guillain, J.-M.
Charcot, W5-JS93: His Life, His Work.
La razn d esta discrepancia puede
estar en que Freud era un psiquiatra y
Guillain un neurlogo. La biografa de
Guillain
est
orientada
neurolgicamente e insiste en las
contribuciones de Charcot a este campo
ms bien que en sus contribuciones a la

psiquiatra. Quizs porque no queda ya


nada digno de crdito en la concepcin
neurolgica de la brujera, Guillain
prefiere guardar silencio sobre el tema.
Freud, en cambio, estaba alerta ante
cualquier opinin psiquitrica y
psicolgica de Charcot, pudiendo
obtener as impresiones duraderas de
dichos aspectos de su obra. <<

[23]

Ibid. <<

[24]

Sera injusto, sin embargo,


mostrarnos excesivamente severos con
Freud por su ingenua autointoxicacin
de ciencia. Las opiniones que hemos
citado, fueron escritas antes de que
Kraus, Wittgenstein, Orwell y otros
aclararan la significacin precisa del
lenguaje en ambos aspectos, el de la
ciencia y el de los asuntos humanos.
Actualmente sabemos o, por lo menos,
tenemos pocas excusas para no saber
que el comportamiento de las brujas no
se dio en un vaco social; se
comportaron de la manera como lo
hicieron, en parte por verse perseguidas

por sus enemigos (los inquisidores); y su


conducta fue descrita de este modo
concreto, porque el lenguaje de tales
descripciones estaba controlado por sus
perseguidores (los telogos). Mutatis
mutandis, lo mismo puede decirse de
las histricas que Charcot y Freud
hallaron en la Salptrire: se
comportaban como lo hacan, en parte
por verse perseguidas por sus enemigos
(los neuropsiquiatras); y su conducta se
describa de aquel modo concreto,
porque
el
lenguaje
de
tales
descripciones estaba controlado por sus
perseguidores (los mdicos). <<

[25]

Sigmund Freud, Letter 56 (to


Wilhelm Fliess, January 17, 1897),
ibid., vol. I, p. 242. <<

[26]

Sigmund Freud, A seventeenthcentury demonological neurosis (1923),


ibid., vol. XIX, pp. 67-105; p. 72. <<

[27]

Zilboorg. History
Psychology, p. 153. <<

of

Medical

[28]

Ver Cap. 2, p. 41. <<

[29]

Zilboorg, Medical Man and Witch,


pp. 69-70 <<

[30]

Ibid., p. 73. <<

[31]

Zilboorg, History
Psychology, p. 555. <<

of

Medical

[32]

Ibid., p. 160. <<

[33]

Zilboorg, Medical Man and Witch,


p. 63. <<

[34]

Zilboorg, History
Psychology, p. 216. <<

of

Medical

[35]

Ibid., p. 231. <<

[36]

Ibid., pp. 213-214. <<

[37]

Citado por Robbins, Encyclopedia


of Witchcraft and Demonology, p. 540.
<<

[38]

Ibid. <<

[39]

Franz G. Alexander y Sheldon T.


Selesnick; The History of Psychiatry, p.
86. <<

[40]

Albert Deutsch, The Mentally III in


America, p. 21. <<

[41]

Alexander and Selesnick, p. 68. <<

[42]

Lea, Inquisition of Spain, Vol. 4, pp.


35-36. <<

[43]

Andrew Dickson White, A History of


the Warfare of Science with Theology in
Christendom, pp. 356-357. <<

[44]

La interpretacin que considera


locos tanto a los cazadores de brujas
como a las mismas brujas, la debemos a
Deutsch. El caso de Mary Glover, de
Boston, juzgada y ejecutada en 1688
escribe sirvi de prlogo adecuado
al gran drama de Salem. En
microcosmos,
ilustra
con
gran
diafanidad la presencia de la
enfermedad mental tanto en acusadores
como en acusados. (Deutsch, The
Mentally III in America, pg. 33).
Este pasaje nos muestra hasta qu punto
Deutsch, astuto y sutil periodista, vise
sumergido y cegado por los mitos y la

retrica de sus mentores piquitricos.


Crea haber comprendido con toda
claridad que, no slo las brujas, sino
tambin sus acusadores, estaban
mentalmente enfermos; en resumen, que
todas las dramatis personas de esta
tragedia estaban locas. <<

[45]

Zilboorg, Medical Man and Witch,


p. 45. <<

[46]

Karl Menninger, The Vital Balance,


p. 16. <<

[47]

Jules H. Masserman, The Practice of


Dynamic Psychiatry, p. 370. <<

[48]

Robbins, p. 338. <<

[49]

Ibid., p. 340. <<

[50]

Henry Sigerist, prefacio, en


Zilboorg, Medical Man and Witch, pp.
VIII-IX. <<

[1]

<<

Jean-Paul Sartre, Saint Genet, p. 40.

[2]

<<

Geoffrey Parrinder, Witchcraft, p. 54.

[3]

Ibid., p. 14. <<

[4]

Andrew Dickson White, A History of


the Warfare of Science with Theology in
Christendom, pp. 360-361. En relacin
a esto, ver tambin, Norman Cohn, The
Pursuit of the Millennium, y Warrant
for Genocide. <<

[5]

Pennethorne Hughes, Wichcraft, p.


64. <<

[6]

Adolf Leschnitzer, The Magic


Background of Modern Anti-Semitism,
pp. 144-145. <<

[7]

Ibid., pp. 98-99. <<

[8]

Ibid., p. 146. <<

[9]

Ibid., pp. 164-165. <<

[10]

De idntico modo, la perspectiva


corriente mdico-psiquitrica de la
locura, conduce a un enfoque exclusivo
sobre el llamado paciente mental y,
paralelamente, a una omisin del
psiquiatra. Durante ms de una dcada
he insistido en que esta perspectiva es,
en parte, insuficiente y, en parte,
completamente falsa; y que, para
comprender a la Psiquiatra Institucional
(o al Movimiento en pro de la Salud
Mental), debemos estudiar a los
psiquiatras, no a los pacientes mentales.
A este respecto, v. Thomas S. Szasz,
Science and public policy: The crime of

involuntary mental hospitalization,


Med. Opin. & Rev., 4: 24-35 (mayo),
1968. <<

[11]

August B. Hollingshead y Frederick


C. Redlich, Social Class and Mental
Illness. <<

[12]

Paul M. Roman y Harrison M. Trice,


Schizophrenia and the Poor, pp. 14 and
37. <<

[13]

Ver Cap. 1. <<

[14]

Thomas S. Siasz, The Psychiatric


Classification of Behavior: A Strategy of
Personal Constrain, en Leonard D. Eron
(Ed.), The Classification of Behavior
Disorders, pp. 123-170. <<

[15]

Gregory Zilboorg, A History of


Medical Psychology. <<

[16]

Ibid., pp. 591-606. <<

[17]

Franz G. Alexander y Sheldon T.


Selesnick, The History of Psychiatry.
<<

[18]

Ibid., p. 66. <<

[19]

Ibid., p. 67. <<

[20]

Ver Cap. 8. <<

[21]

Sobre el tema de la persecucin de


los judos alemanes en el siglo XV, ver
Friedrich Heer, Gottes Erste Liehe y la
revisin de Rudolf Augstein, Die
perfiden Juden, Der Spiegel, Sept. 4,
1967, pp, 120-126. <<

[22]

Para apreciar adecuadamente la


posicin de los Judies en Espaa
escribe Lea es indispensable
comprender primero la luz bajo la que
eran considerados en todos los mbitos
de la cristiandad durante el perodo
medieval. Ya hemos dicho que la Iglesia
sostena la opinin de que el judo era
un ser privado, por la culpa de sus
padres, de todos los derechos naturales
a excepcin del de la existencia.
(Henry Charles Lea, A History of the
Inquisition of Spain, Vol. I, pg. 81). <<

[23]

H. R. Trevor-Roper, Witches y
witchcraft: An historical essay
, Encounter, 28: 3-25 (May), 1967; p.
13. <<

[24]

Ibid. <<

[25]

Ibid., p. 11. <<

[26]

Henry Kamen,
Inquisition, p. 15. <<

The

Spanish

[27]

Walt W. Rostow, The Dynamics of


Soviet Society, pp. 222-226. <<

[28]

Los judos espaoles convertidos


eran llamados conversos o los
convertidos, por los espaoles; y eran
llamadas marranos por los judos. No
se sabe si fueron ios judos o los
espaoles quienes acuaron el nombre
de marrano, por qu el nombre
prevaleci y por qu lo judos siguen
llamando a los criptojudos espaoles
marranos. Las personas acusadas por la
Inquisicin Espaola de practicar en
secreto la fe juda, eran llamados
judaizantes. A este respecto, v. Max I.
Dimont, Jews, God, and History, pg.
220. <<

[29]

Henry Charles Lea, A History of the


Inquisition of Spain, Vol. 3, pp. 233234. <<

[30]

Ibid., p. 234. <<

[31]

Ibid., vol. 4, pp. 233-234. <<

[32]

Si tuviramos que aplicar a la


historia reciente esta lgica corrompida,
concebiramos las cmaras de gas, no
como smbolo de la Alemania nazi, sino
como sntoma de alguna epidemia
incurable extendida a toda la poblacin
judia europea. <<

[33]

A este respecto, es interesante


observar que Albert Schweitzer dedic
su tesis mdica a la tarea de demostrar
el error de sus colegas mdicos que
hablan diagnosticado a Jess como
paranoico, y a demostrar, mediante lo
que l llama un examen imparcial de
los documentos histricos, que Jess
estaba mentalmente sano. (Albert
Schweizer, The Psychiatric Study of
Jesus). <<

[34]

Charles Williams, Witchcraft, p.


249. <<

[35]

H. R. Trevor-Roper, Witches and


witchcraft. An historical essay (II),
Encounter, 28: 13-34 (June), 1967; p.
14. <<

[36]

Ibid. <<

[37]

Herbert J. Muller, Freedom in the


Western World, p. 173. <<

[38]

Ver captulo 9 y 10. <<

[39]

Herbert Marcuse,
Democracy has/hasnt a
present. New York Times
May 26, 1968, pp. 30-31,
102. <<

citado en
future a
Magazine,
98-104; p.

[40]

<<

Anatoly Kuznetsov, Babi Yar, p. 236.

[41]

De acuerdo con Guaccius cazador


de brujas del Renacimiento, la marca
de bruja, impuesta por el Diablo, tena
como fin ridiculizar la circuncisin, que
es la marca corporal que identifica la
raza satnica de los judos. (Leschnitzer,
The Magic Beckground of Modern AntiSemitism, pg. 23). <<

[42]

Lea, Inquisition of Spain. Vol. 4, pp.


206-208. <<

[43]

Trevor-Roper (II), p. 15. <<

[44]

He indicado los orgenes de esta


mitologa psiquitrica en el Captulo V;
trazar un bosquejo de su evolucin en
el Captulo VIII, dejando para captulos
posteriores
la
exposicin
y
documentacin de su historia reciente y
de su funcin actual. V. tambin Thomas
S. Szasz, The Myth of Mental Illness.
<<

[45]

El peligro especfico que el judo


representa para la comunidad ha
evolucionado al mismo ritmo que los
cambios histricos en los valores
apreciados por la comunidad. Durante la
Edad Media, el judo era un traidor al
Cristianismo: sus antepasados as se
crea mataron a Jess y l segua
rechazando la verdadera fe y la
autoridad de la Iglesia. En el mundo
moderno, el judo es un traidor a la
Patria y a la ideologa poltica
dominante. Dreyfus representa al judo
como traidor a la nacin. Desde la
Revolucin Rusa, el judo se ha

convertido en el prototipo del enemigo


del capitalismo y del comunismo. En
Occidente, se considera que la ideologa
comunista es de inspiracin juda, con
Man y Trotsky como smbolos
dirigentes. En Oriente se considera que
la ideologa capitalista es de inspiracin
juda, con los Rothschild y otros
banqueros judos como smbolos-gua.
<<

[46]

Jules Isaac, The Teaching of


Contempt. <<

[47]

Michel Foucault, Madness and


Civilization. <<

[48]

Ver Thomas S. Szasz, The


destruction of
differences,
New
Republic, June 10, 1967, pp. 21-23. <<

[1]

Herbert J. Muller, Freedom in the


Western World, pp. 40-41. <<

[2]

George Mora, From Demonology to


the Narrenturm, en Iago Galdston (Bd.),
Historic Derivations of Modern
Psychiatry, pp. 41-73; p. 50. <<

[3]

Aqu radica una de las diferencias


fundamentales entre ciencia natural y
ciencia social. En la primera, hablamos
de un nuevo descubrimiento cuando se
aade algo realmente nuevo
normalmente tanto en sentido terica
como prctico al conocimiento
humano del mundo; el descubrimiento
(fsico) de la radiactividad puede
constituir un ejemplo. En las ciencias
humanas, sin embargo, a menudo
consideramos descubrimiento el hecho
de que el hombre consiga traspasar los
mitos de su sociedad o cultura y
redescubrir algo que ya haba sido

conocido en pocas pasadas; el


descubrimiento (psicoanaltico) de la
sexualidad infantil es un ejemplo. Es
cierto que tales avances, que
esencialmente
consisten
en
la
desmitificacin
de
creencias
dominantes, aaden asimismo algo
nuevo al conocimiento humano del
mundo. Pero existe una importante
diferencia entre estos dos tipos de
innovaciones cientficas. La primera
exige una incursin cognoscitiva hacia
nuevos territorios; la segunda, exige la
autoemancipacin respecto a los mitos
dominantes en el propio grupo, cosa que
conduce a menudo a antiguas sabiduras.
Esta puede ser la razn por la que el

estudio de las ciencias sociales,


especialmente la historia, nos deja a
menudo la impresin de que en torno a
las relaciones humanas, todo lo
importante ha sido conocido y dicho con
anterioridad, mientras que la historia de
la ciencia y de la tcnica provoca la
impresin contraria. <<

[4]

<<

Albert Camus, The Plague, p. 121.

[5]

H. R. Trevor-Roper, Witches and


witchcraft: An historical essay (I),
Encounter. 28: 3-25 (May), 1967; p. 4.
<<

[6]

Exodus, 22: 18. <<

[7]

Trevor-Roper, p. 4. <<

[8]

Ibid., p. 15. <<

[9]

Ibid. <<

[10]

En fecha tan tarda como el 1775, Sir


William Blackstone, padre de la ley
inglesa, dijo que negar la posibilidad,
es ms, la existencia real de la brujera
y de la hechicera es, simultneamente,
contradecir de lleno la palabra revelada
de Dios es una verdad a la que cada
nacin del mundo ha aportado
testimonio (citado en Henry Charles
Lea, A History of The Inquisition of
Spain, Vol. 4, pg. 247). Pronto esta
creencia cay en el descrdito. El
cambio, sin embargo, no represent un
avance autntico del espritu humano.
Los hombres estaban aterrorizados de

no seguir la moda en sus opiniones


sealaba Williams amargamente y
quienes hablan credo una vez en las
brujas, ahora dejaban de creer en ellas
por las mismas razones exactamente,
porque todo el mundo lo haca.
(Charles Williams Witchfract, pg.
301). Esto podra conceder un pequeo
alivio a todos aquellos que aceptan la
creencia popular en la enfermedad
mental. <<

[11]

Ver Thomas S. Szasz, Criminal


insanity: Fact or strategy? New
Republic, Nov. 21, 1964, pp. 19-22; y
The Psychiatric Classification of
Behavior: A Strategy of Personal
Constraint, en Leonard D. Eron (Ed.).
Classification of Behavior Disorders,
pp. 125-170. <<

[12]

Jacob Sprenger y Heinrich Krmer,


Malleus Maleficarum, p. 8. <<

[13]

Ver, por ejemplo, M. Ralph


Kaufman, Psychiatry: Why medical or
social Model? A. M. A. Arch. Gen.
Psychiat., 17: 347-360 (Sept.), 1967;
pp. 347-348. <<

[14]

Sprenger y Krmer, p. 9. <<

[15]

En este sentido, Robert H. Felix,


antiguo director del National Institute ot
Mental Health y decano de la St. Louis
University Medical School, declara sin
ambages que Nosotros (los psiquiatras)
somos quienes realmente tratamos con
las enfermedades de la mente (la
cursiva est en el original). [Robert H.
Felix, The image of the psychiatrist:
Past, present and future, Amer. J.
Psychiat., 121; 318-322 (octubre),
1964, pg. 320]. Toda crtica de este
punto de vista es considerada hereja
psiquitrica. V. por ejemplo, Frederick
G. Glaser. The dichotomy game: A

further consideration of the writings of


Dr. Thomas Szasz, Amer. J. Pschiat.,
121: 1069-1074 (mayo), 1965; pg.
1073. <<

[16]

Ibid., p. 56. <<

[17]

Ver Captulo 5. <<

[18]

Charles Williams, p. 252. <<

[19]

Rossell
Hope
Robbins,
Encyclopedia of Witchcraft and
Demonology, p. 19. <<

[20]

Ibid. <<

[21]

Geoffrey Parrinder, Witchcraft, p.


82. <<

[22]

Henry Charles Lea, A History of the


Inquisition of Spain, vol. 4, p. 239. <<

[23]

Ibid. <<

[24]

Ibid., p. 240. <<

[25]

Johan Huizinga, The Waning of the


Middle Ages, p. 68. <<

[26]

Ibid., p. 69. <<

[27]

Lo que aqu dice Huizinga con


respecto a la Edad Media, se aplica,
mutatis mutandis, tambin a nuestra
poca. Entonces, el historiador deba ser
un experto en cuestiones de honor y de
gloria; actualmente, debe ser un experto
en cuestiones de enfermedad mental y
madurez emocional. Entonces la historia
se escriba para dejar constancia del
honor y la gloria; ahora se escribe para
dejar constancia de la enfermedad
mental y la madurez emocionar. La
evidencia y la observacin se
subordinan, as, a la adscripcin de
virtud cristiana y salud mental a los

hroes, y culpa satnica o enfermedad


mental a los villanos. Para encontrar un
ejemplo de este tipo de historiografa
moderna, v. Meyer A. Zeligs,
Friendship and Fratricide. <<

[28]

Citado en Maximilian Koessler,


Euthanasia in the Hadamar Sanatorium
and international law, J. Crim. Law,
Criminol., and Police Sd, 43: 735-755
(Mar.-Apr.), 1953; pp. 739-740. <<

[29]

En este sentido, ver cap. 4; tambin


Thomas S. Szasz, The Mental Health
Ethic, en Richard T. De George (Ed.),
Ethics and Society, pp, 85-110. <<

[30]

Bronislaw Malinowski, Magic,


Science, and Religion, p. 84. <<

[31]

Barrows Dunham, Man Against


Myth, p. 18. <<

[32]

Mark, 1: 1. Aqu y en los siguientes


captulos, la fuente de mis citas bblicas
es la Revised Standard Version of the
Holy Bible. <<

[33]

Ibid., 1:9-11. <<

[34]

Ibid., 1: 21-24. <<

[35]

Ibid., 1: 25-26. <<

[36]

Ibid., 3: 10-12. <<

[37]

Ibid., 5:1-7. <<

[38]

Lewis Carroll, Alices Adventures in


Wonderland, en The Annotated Alice, p.
159. <<

[39]

Polonio. Aunque sea una locura,


hay mtodo en ella. (Hamlet, acto II,
escena 2, lnea 211).
Para un agudo anlisis de la concepcin
que Shakespeare tiene de la locura de
Hamlet, v. Howard M. Feinstein,
Hamlets Horatio and the therapeutic
mode, Amer. J. Psychiat., 123: 803-809
(enero). 1967. <<

[40]

Gregory Bateson (Ed.), Percevals


Narrative, pp. 186-187. <<

[41]

Leo Tolstoy, The Kreutzer Sonata,


en The Death of Ivan Ilych and Other
Stories, pp. 157-239; pp. 193-194. <<

[42]

Ibid., pp. 200, 201. <<

[43]

Samuel Butler, The Way of All Flesh,


p. 278. <<

[44]

Citado por Albert Deutsch, The


Mentally III in America, p. 10. <<

[45]

El progreso psiquitrico es un
camino
circular
que
regresa
peridicamente a su punto de partida. En
1754, aparece la siguiente anotacin en
el libro de registro del Pennsylvania
Hospital, el ms antiguo de los EE. UU.,
el primero en cuidar a los pacientes
mentales y orgullo de los historiadores
de la psiquiatra americana: John
Cresson, herrero, para cargar en la
cuenta de este hospital, unas esposas,
dos grilletes, dos anillas grandes y dos
argollas, cinco eslabones, dos anillas
grandes, etc. 1.10.3. Pagada siete
yardas de material para camisas de

fuerza, 0.16.4 . (Edward A.


Strecker, Beyond the Clinical Frontiers,
pgina 155). Con los modernos avances
de la tcnica de la violencia
psiquitrica, los hospitales mentales han
sustituido
las
esposas
por
el
electroshock y la camisa de fuerza por
los tranquilizantes. <<

[46]

La inmensa mayora de libros sobre


la historia de la psiquiatra sufren las
mismas desfiguraciones que las historias
sobre la esclavitud escritas antes de la
Guerra Civil por hombres favorables a
la esclavitud. Los textos estndard sobre
historia de la psiquiatra no son ms que
una relacin de las glorias de la
Psiquiatra Institucional. Todava no se
ha escrito una historia de la psiquiatra
desde el punto de vista del paciente.
<<

[47]

Michel Foucault, Madness and


Civilization, p. 40. <<

[48]

Andrew Harper, A Treatise on the


Real Cause and Cure of Insanity, en
Richard Hunter e Ida Macalpine (Eds.),
Three Hundred Years of Psycriatry,
1535-1860, pp. 522-524; p. 524. <<

[49]

Thomas Bakewell, A letter to the


chairman of the Select Committee of the
House of Commons, appointed to
enquire into the state of madhouses, en
Hunter and Macalpine, pp. 705-709; p.
706. <<

[50]

John Reid, De Insania (On


Insanity), en Hunter y Macalpine, pp.
722-728; pp. 723-725. <<

[51]

John Conolly, An Inquiry


Concerning the Indications of Insanity,
With Suggestions for the Better
Protection and Care of the Insane, en
Hunter y Macalpine, pp. 805-809; pp.
806-807. <<

[52]

John Stuart Mill, On Liberty, pp. 99100. <<

[53]

Por qu el movimiento en pro de


la salud mental, como se le llama ahora,
ha tenido tanto xito en la segunda mitad
de este siglo? se pregunta Robert H.
Flix. (Mental lllness, pg. 32). El lo
atribuye a Clitford Beers y a la
organizacin de propaganda que l
fund en favor de la salud mental. El
xito del movimiento al que hace
referencia Flix no se mide, sin
embargo, por el desarrollo de
tratamientos efectivas para la
enfermedad mental, sino por la
habilidad de la profesin en descubrir
muchos casos de esta enfermedad y

canalizar hacia sus arcas enormes


porciones de los impuestos estatales y
federales. <<

[54]

Bateson, p. 114. <<

[55]

Para un sugestivo enfoque de este


tema, ver Anton Pavlovich Chekhov,
Ward No. 6 en Seven Short Stories by
Chekhov, pp. 106-157. <<

[56]

Bateson, p. 218. <<

[57]

Ibid., p. 299. <<

[58]

E. P. W. Packard,
Persecution, vol. I, p. 95. <<

Modem

[59]

Deutsch, pp. 424-425. <<

[60]

Edmund S. Morgan (Ed.), Mary


Easty, Petition of an Accused Witch,
1692, en Daniel Boorstin (Ed.), An
American Primer, pp. 26-30; p. 28. <<

[61]

Ibid., p. 29. <<

[62]

H. R. Trevor-Roper, Witches and


witchcraft: An historical essay (II),
Encounter, 28: 13-34 (June), 1967; p.
16. <<

[63]

Los historiadores de la caza de


brujas lo han comprendido. Asf,
Pennethorne Hughes escribe: Para los
creyentes, era una Edad de Fe que, como
tal, albergaba a todos. Toda crtica era
locura, y brujas y herejes eran linchados
con idntica y pavorosa crueldad con
que los animales pueden despedazar a
un individuo de su especie que sufra
alguna deformidad. Si la totalidad
admite tolerancia, su caso est perdido.
(Pennethorne Hughes, Witchcraft, pg.
59).
Las persecuciones promovidas en
nombre de la ciencia (o, mejor, del

cientifismo) han emulado e incluso


superado a las realizadas en nombre de
la religin. Nadie pone esto ya en tela
de juicio. El nico desacuerdo que sigue
vigente es el que separa a los optimistas,
que creen que las cazas cientficas de
brujas han quedado atrs ya hace tiempo
ligadas a cosas como el nazismo y el
stalinismo, de los pesimistas, que creen
que lo peor que puede acontecemos est
an por venir, ligado a cosas tales como
la progresiva deshumanizacin del
hombre por medio de los indiscutidos
poderes de unos gobiernos cada vez ms
centralizados. <<

[64]

Cuando alguien est en desacuerdo


con la autoridad y la desobedece, si esta
autoridad es religiosa, dicho individuo
es el Diablo o est posedo por l. Del
mismo modo, si esta autoridad es
cientfica, se trata de un demente o de un
loco. En el ltimo anlisis, se trata de
asunto de definicin. El diablo, el hereje
y la bruja son definidos como rebeldes
contra Dios y sus vicarios sobre la tierra
es decir, la Iglesia y el clrigo. De
manera parecida, el demente, el loco y
el psictico, son rebeldes contra la
Naturaleza y sus expertos sobre la tierra
es decir, la medicina y el mdico. <<

[65]

Lea, p. 46. <<

[66]

<<

Julian Benda, The Great Betrayal.

[67]

Robbins, p. 17. <<

[68]

Ver especialmente David Brion


Davis, The Problem of Slavery in
Western Culture. <<

[1]

John Stuart Mill, Auguste Comte and


Positivism, p. 142. <<

[2]

Para un informe clsico de la


homosexualidad, en tiempos pasados y
en diversas culturas, ver Edward
Westermarck,
The
Origin
and
Development of the Moral Ideas, vol. II,
cap. XLIII, pp. 456-489; para una
exposicin ms reciente, ver, por
ejemplo,
Wainright
Churchill,
Homosexual Behavior Among Males.
<<

[3]

Gnesis, 19: 3-5. <<

[4]

Ibid., 19: 6-8. <<

[5]

Ibid., 19: 11. <<

[6]

Ibid., 19: 24-25. <<

[7]

Leviticus, 18: 22. <<

[8]

Para ms citas bblicas referentes a la


homosexualidad, condenatorias todas y
en trminos similares, v. Jueces 1; 2230. 1 Reyes 22; 46, 2 Reyes 23: 7,
Romanos 1:27, 1 Corintios 6:9 y 1
Timoteo 1:10. <<

[9]

Ibid., 20: 13. <<

[10]

Kinsey y sus colaboradores han


documentado completamente el diverso
tratamiento social a travs de los
tiempos de los actos homosexuales
masculinos y femeninos. El Talmud
observan es relativamente indulgente
con respecto a las mujeres, al clasificar
la actividad homosexual femenina como
una simple obscenidad, descalificando
a la culpable en orden a un posible
matrimonio con un rabino. (Alfred C.
Kinsey, Werdell B. Pomeroy, Clyde E.
Martin y Paul Gebhard, Sexual Behavior
in the Human Female, pg. 484).
En la historia de la Europa medieval,

son abundantes los registros de muertes


impuestas a varones acusados de
actividad sexual con otros varones, pero
se registran muy pocos casos de una
accin similar contra las hembras.
(Ibid.) <<

[11]

Citado por Simone de Beauvoir, The


Second Sex, p. XXI. <<

[12]

Alfred C. Kinsey, Wardell B.


Pomeroy, y Clyde E. Martin, Sexual
Behavior in the Human Male, pp. 659666. <<

[13]

Gordon Rattray Taylor, Historical


and
Mythological
Aspects
of
Homosexuality, en Judd Marmor (Ed.),
Sexual Inversion, pp. 140-164; pp. 145146. <<

[14]

Ibid., p. 145. <<

[15]

El
concepto
de
maldad,
especialmente en la medida en que
funciona esencialmente como recurso
retrico para justificar la expulsin de
la fuente de peligro, comprende muchas
distinciones conceptuales. Asf, en la
Edad Media, el hereje, el hechicero, el
sodomita y la bruja eran clasificados
con frecuencia bajo una sola categora.
<<

[16]

Westermarck, p. 489. <<

[17]

Henry Charles Lea, A History of the


Inquisition of Spain, vol. 4, p. 362. <<

[18]

Ibid. <<

[19]

Ibid. <<

[20]

Ver captulo 5. <<

[21]

No poda decirse lo mismo de la


Inquisicin Romana, cuyos principales
enemigos eran las brujas y los
protestantes.
en todos los rincones de Italia
nos dice Lea este crimen era tratado
con una indulgencia completamente
desproporcionada a su atrocidad. Es
ms, la Inquisicin Romana no tuvo
conocimiento de l. Esta tolerancia e
incluso
aprobacin
de
la
homosexualidad
en
Italia
viene
atestiguada por el hecho de que en 1664
ciertos
franciscanos
conventuales
llamaron la atencin al proclamar

excelencias de esta prctica. (Lea,


A History of the Inquisition of Span,
pg. 365). <<

[22]

Lea, vol. 4, pp. 365-366. <<

[23]

Ibid., p. 367. <<

[24]

En la actualidad los mdicos gozan


de una indulgencia similar respecto a
delitos tan tipicamente psiquitricos
como son la depresin y la amenaza de
suicidio. Las dems personas son
seriamente castigadas por esta conducta;
se las hospitaliza y trata contra su propia
voluntad. Aunque la incidencia de
suicidios es ms alta entre los mdicos
que en ningn otro grupo y alcanza su
nivel mximo entre los psiquiatras
raramente se les castiga por esta
conducta
con
hospitalizacin
y
tratamiento involuntario. <<

[25]

Ibid., p. 368. <<

[26]

Ibid., p. 371. <<

[27]

Al utilizar el trmino enfermedad


mental (y sus variantes) seguimos el
mismo principio. Cundo llamamos
locos a hombres como Ezra Pound o Lee
Harvey Oswaid, establecemos por
imputacin una caracterstica de la
persona que oscurece con una maldad
trascendente a todo el individuo que se
supone que describe. Una vez aceptada
esta caracterizacin, niega las otras
cualidades humanas especialmente las
buenas del individuo, que de esta
manera
se
ve
humillado
y
deshumanizado. A partir de este
momento, ya no nos preocupamos ms

de l como persona que goza de


derechos y talento. Si es un poeta,
podemos desecharlo como artista; si es
un criminal a quien se acusa, podemos
ignorar su culpabilidad o inocencia; y si
es un sospechoso de haber asesinado al
Presidente, y que a su vez ha sucumbido
en la crcel a una muerte violenta,
podemos simplificar un suceso sin
esperanzas de solucin y con inmensas
implicaciones
polticas
e
internacionales, atribuyndolo todo a la
locura
de
un individuo
solo,
prcticamente
desconocido.
Sintetizando: la hereja psiquitrica,
como la hereja religiosa, es un
concepto funcional. Resulta til para la

sociedad que lo utiliza; de no ser as,


dicho concepto jams se habra
desarrollado ni seguira recibiendo el
apoyo popular. <<

[28]

Marmor, p. 15. <<

[29]

En este sentido, ver Thomas S.


Szasz, Scientific method and social role
in medicine and psychiatry, AM. A. Arch.
Int. Med., 101: 228-238 (Feb.), 1958; y
Alcoholism: A socioethical perspective,
Western Med. 7: 15-21 (Dec.), 1966. <<

[30]

Ren Guyon, The Ethics of Sexual


Acts, pp. 270-271. <<

[31]

Durante muchos decenios, pero


especialmente desde la poca del
senador Joseph McCarthy, se ha
convertido en tctica corriente en la
vida poltica americana el insinuar la
homosexualidad
de
los
propios
adversarios. S la homosexualidad es
una enfermedad como otra cualquiera,
por qu los psiquiatras no protestan de
que sea utilizada como medio de
degradacin social y de descalificacin
poltica? Para una exposicin ms
amplia de la hipocresa de la
concepcin de la homosexualidad como
enfermedad, v. Captulo 10. <<

[32]

Andr Gide, Corydon, pp. 8-10. <<

[33]

Ibid., pp. 20-21. <<

[34]

Ver captulo 7. <<

[35]

El concepto de canibalismo
simblico se expone ampliamente en el
Captulo 12. <<

[36]

Karl Menninger, The Vital Balance,


pp. 195-198. <<

[37]

Ibid., p. 198. <<

[38]

Ibid., p. 196. <<

[39]

A este respecto vase a Guyon, quien


escribe: Finalmente, la profesin
mdica, al prostituir la ciencia al
servicio del tab (y dando este ltimo
por sentado), se ha esforzado por
demostrar que es posible abstenerse del
acto sexual sin daar la salud... (Ren
Guyon, The Ethics of Sexual Acts, pg.
204). Guyon se refiere aqu a los actos
heterosexuales, pero, mutatis mutantis,
lo mismo puede decirse de los actos
homosexuales y autoerticos. <<

[40]

Ibid. <<

[41]

Ibid., p. 197. <<

[42]

Menninger atribuye la misma


explicacin para la masturbacin: en
el inconsciente, esto (la masturbacin)
representa siempre una agresin contra
alguien. (Karl Menninger, Man Against
Himself, pg. 69). Para una exposicin
ms amplia, v. captulo 8. <<

[43]

Karl Menninger. Introduction, en The


Wolfenden Report, pp. 57; p. 5. <<

[44]

Ibid., p. 6. <<

[45]

Las convicciones virtuosas de


quienes se han designado a s mismos
benefactores de la humanidad, han
movido a Russell a observar que La
mayor parte de los males que el hombre
ha infligido sobre sus semejantes, ha
sido producido por personas que crean
estar seguras de algo que, en realidad,
era
falso.
(Bertrand
Russell,
Unpopular Essays, pg. 162). <<

[46]

Crosscurrents of
Thought Today, p. 1. <<

Psychiatric

[47]

Puesto que la verdadera doctrina


tanto si se trata de los mitos de la
cristiandad como de los de la psiquiatra
es muy difcil establecerla,
especialmente a satisfaccin de un juez
escptico, la hostilidad contra el hereje
se convierte en el sello de legitimidad
de una doctrina. Hablando a travs de
Sancho Panza, Cervantes lo formula de
este modo; Con todo ello, los
historiadores deberan compadecerse de
mi, cuanto menos porque siempre he
credo en Dios y en todos los principios
de la Santa Iglesia Catlica Romana y
porque soy enemigo mortal de los

judos. (Miguel de Cervantes Saavedra,


Las Aventuras de Don Quijote, pg.
516). En otras palabras, de la misma
manera que los fieles que vivan en
Espaa en el periodo de mayor auge de
la Inquisicin, demostraban su ortodoxia
religiosa por medio de su odio a los
judos, el psiquiatra cientfico de
nuestros das demuestra su ortodoxia
mdica a travs del odio a la
enfermedad mental. <<

[48]

Ibid. p. 13. <<

[49]

Ibid., p. 14. <<

[50]

En una de tantas inversiones irnicas


de papeles como acontecen con tanta
frecuencia en la historia de la
humanidad, el homosexual se ve ahora
perseguido por los mdicos, mientras
que es defendido por los clrigos. En un
artculo publicado en el influyente
National Catholic Reporter, el padre
Henri Nouwen, de Utrecht Pases
Bajos, revisa el problema de la
sexualidad a la luz de las modernas
enseanzas
cristianas
y
fenomenolgicas. Su tesis esencial dice
que la homosexualidad no es ni un
pecado ni una enfermedad, sino un

prejuicio
mdico
especialmente
psiquitrico, Si un hombre ha
elegido un tipo de vida homosexual,
prefiere frecuentar crculos y amigos
homosexuales, y no muestra ningn
deseo ni intencin de cambiar
escribe el P. Nouwen es absurdo
castigarlo o tratar de cambiarlo. (Henry
J. M. Nouwen, Homosexuality;
Prejudice or mental illness? Nat. Cath.
Rep. 29 de noviembre de 1967, pg. 8.)
V. tambin Lars Ullerstam. The Erotic
Minorities, especialmente, pg. 24. <<

[51]

William S. Burroughs, Naked Lunch,


pp. 186-197; p. 186. <<

[52]

Ibid., p. 188. <<

[53]

Ibid., p. 189. <<

[54]

Ibid., p. 196. <<

[55]

Ibid., p. 197. <<

[56]

Un famoso especialista psiquitrico


en homosexualidad describe la misma
soltera como una forma de enfermedad
mental.
El no llegar al matrimonio es, en ambos
sexos,
consecuencia
del
temor
producido por ste dice Irving
Bieber. Cada vez hay ms
unanimidad en reconocer que la soltera
es sintomtica de psicopatologia.
(Time, 15 de septiembre de 1967, pg.
27).
Mientras que el no llegar al matrimonio
puede, naturalmente, ser debido al

miedo al sexo contrario o al mismo


matrimonio como institucin social, la
prisa por casarse puede ser debida al
temor a la soledad o a la
homosexualidad. Para Bieber, la soltera
significa psicopatologa. Para m, su
ampliamente compartido punto de vista,
muestra el intenso miedo a una funcin
sexual desaprobada por la sociedad. En
la Amrica de nuestros das, el ansia de
aceptacin social como heterosexual
normal es tan fuerte como era el ansia,
en la Espaa del Renacimiento, por ser
aceptado como catlico fiel. Ejercer la
primera de estas funciones exige a
juicio de Bieber que uno clasifique la
soltera y la homosexualidad como

enfermedades, del mismo modo que el


ejercicio de la segunda exiga segn
los expertos de la poca que uno
clasificara
el
judasmo
y
el
mahometismo como herejas. <<

[57]

No reivindica la originalidad de mi
postura
con
respecto
a
la
homosexualidad. Tampoco soy el nico
en mantenerla. Robert Lindner, famoso
psicoanalista no-mdico, escribe:
cuando se arranca el caparazn de
nuestro
sistema
defensivo
contemporneo contra el antiqusimo
conflicto del sexo, se descubre la misma
hostilidad con respecto al invertido y a
su sistema de vida y el mismo rechazo
hacia l, como persona, que ha sido
tradicional en la sociedad occidental. El
hecho de que ahora utilicemos trminos
como enfermo o inadaptado para

designar al homosexual, me parece


balad cuando se trata de actitudes y
sentimientos bsicos. De hecho, me
atrevo
a
sugerir
que
estas
denominaciones revelan la horrible
verdad de nuestro estado actual de
nimo con respecto a los homosexuales
y la vergenza de las modernas
pretensiones sexo-sociales; porque en el
vocabulario corriente tales palabras
reflejan el inconformismo de aquellos a
quienes
se
refieren
y
el
inconformismo es el principal, si no el
nico, pecado de nuestro tiempo.
(Robert Lindner, Must You Conform?,
pgs. 32-33). <<

[58]

Ver especialmente Thomas S. Szasz,


Scientific method and social role;
Alcoholism: A socioethical perspective;
y Law, Liberty, and Psychiatry. <<

[59]

Dick Leitsch, The psychotherapy of


homosexuality: Lets forget Jocasta and
her little boy, Psychiat. Opin., 4: 28-35
(June), 1967: p. 35. <<

[60]

Literalmente,
los
Fundadores. (N. del T.) <<

Padres

[61]

Una nueva Enmienda Constitucional


que extendiera las garantas de la
Primera Enmienda hasta el campo de la
medicina, debera establecer que El
Congreso no confeccionar ninguna ley
tendente al establecimiento de la
medicina o prohibiendo el libre
ejercicio de la misma. En este
momento de nuestra historia, no parece
posible nada de lo que pueda ni
remotamente parecerse a esto, puesto
que la Medicina Organizada forma parte
del gobierno americano tanto como la
Religin Organizada la formaba del
gobierno espaol del siglo XV. De todas

maneras, quizs podra iniciarse alguna


solucin, aunque mnima, en esta
direccin. <<

[1]

Franois Voltaire, Dictionnaire de


philosophie (1764), p. 254. <<

[2]

Ver especialmente Friedrich A.


Hayek, The Counter-Revolution of
Science. <<

[3]

Aunque onanismo sea sinnimo de


masturbacin, el crimen de Onn no fue
propiamente la masturbacin, prctica a
la que la Biblia no se refiere ni una sola
vez. La historia bblica dice as:
Er, hermano mayor de Onn, era
malvado y Dios lo mat.
Entonces Jud (su padre) dijo a Onn:
Entra a la mujer de tu hermano y
cumple para con ella el deber de
cuado, para dar descendencia a tu
hermano. Pero Onn se dio cuenta de
que la descendencia no sera suya; por
esto, cuando entraba a la mujer de su

hermano, derramaba el semen en el


suelo, para no dar descendencia a su
hermano. Esto que haca era malo a los
ojos del Seor y ste le mat tambin a
l. (Gnesis, 38:8-10).
En otras palabras, el acto de Onn no
era la masturbacin sino el coitus
interruptus retirada del pene de la
vagina antes de la eyaculacin. Su
crimen no era el abuso de uno mismo
o autosatisfaccin sexual, sino el rehse
a cumplir con la ley del Levirato y a
engendrar un hijo con la mujer de su
hermano. <<

[4]

Alfred C. Kinsey, Wardell B.


Pomeroy, Clyde E. Martin, y Paul
Gebhard, Sexual Behavior in the
Human Female, p. 168. <<

[5]

Ibid., p. 473. <<

[6]

Alfred C. Kinsey, Wardell B.


Pomeroy, y Clyde E. Martin, Sexual
Behavior in the Human Male, p. 465.
<<

[7]

E. H. Hare, Masturbatory insanity:


The history of an idea, J. Ment. Sci..
108: 1-25 (Jan.), 1962; p. 20. <<

[8]

Ibid., p. 2. <<

[9]

Ibid., pp. 2-3. <<

[10]

Ibid., p. 3. <<

[11]

Ibid. <<

[12]

Johann Frank, a quien se reconoce


como fundador de la salud pblica,
pretenda que su especialidad mdica
era la de la masturbacin, ms de treinta
aos antes de que Rush la reivindicara
para s. El onanismo se haba extendido
tanto en las escuelas declar Frank en
1710 que las autoridades no podan
prestar excesiva atencin a la supresin
de esta plaga. (Citado en E. H. Hare,
Masturbatory Insanity; The History of
an Idea, J. Ment, Sci, 108:1-25 enero,
1962, pg. 23). <<

[13]

Benjamin Rush, Medical Inquiries


and Observations upon the Diseases of
the Mind (1812). <<

[14]

Ibid., p. 33. <<

[15]

Ibid., p. 347. <<

[16]

Ilza Veith, Hysteria, p. 179. <<

[17]

Ver captulo 6. <<

[18]

Hare, p. 4. <<

[19]

Ibid. <<

[20]

Ibid., p. 5. <<

[21]

Ibid., p. 6. <<

[22]

Los psiquiatras del siglo XIX no


crean que la masturbacin fuera la
nica causa, ni la ms importante
necesariamente,
de
locura.
Probablemente insistan tanta en ella a
travs de sus escritos, especialmente
cuando se dirigan a los profanos,
porque crean poder controlarlos mejor.
La sfilis y la predisposicin hereditaria
(o
constitucional)
eran
tambin
explicaciones populares de las causas
de la perturbacin mental. <<

[23]

Ibid. <<

[24]

Citado
por
John
Duffy,
Masturbation and clitoridectomy, J. A.
M. A., 186: 246-248 (Oct. 19), 1963; p.
246. <<

[25]

Citado por Hare, p. 23. <<

[26]

El enemigo furtivo. (N. del T.) <<

[27]

Citado por Lars Ullerstam, The


Erotic Minorities, p. 113. <<

[28]

Esto es tan dramticamente cierto


con respecto a la falsedad del concepto
de enfermedad mental, como lo es con
respecto al de la locura masturbatoria.
La National Association for Mental
Health afirma, y los presidentes
americanos suscriben y repiten, que La
enfermedad mental es igual a cualquier
otra enfermedad.
La realidad es que los ciudadanos
americanos pueden verse tratados contra
su propia voluntad respecto a la
enfermedad mental, pero no con
respecto a ninguna otra; slo pueden

alegar como enfermedad la mental como


excusa para un crimen, y slo pueden
obtener el divorcio de sus esposas
incapacitadas por enfermedad cuando
sta es mental. Sin embargo, estos
hechos no han debilitado sino que
quizs han reforzado la opinin
popular y psiquitrica de que los
desrdenes
mentales
son
enfermedades mdicas que exigen
tratamiento en hospitales. <<

[29]

Wayland Young, Eros Denied, p.


204. <<

[30]

Ibid., p. 205. <<

[31]

E. C. Spitzka, Insanity: Its


Classification.
Diagnosis,
and
Treatment, p. 9. <<

[32]

Ibid., pp. 378-380. <<

[33]

En una notable nota de pie de pgina,


Spizka nos cuenta cmo sus esfuerzos
por producir la locura en un joven se
vieron frustrados al descubrir la vctima
los planes de su encierro. Un joven de
malos antecedentes hereditarios que no
haba abandonado la cama durante das
enteros y que mostraba debilidad mental
y perversin moral, como resultado de
este hbito escribe Spitzka iba a
ser enviado por el autor de este libro a
una institucin. Al da siguiente, con el
recelo que caracteriza a estos
individuos, empez a buscar, y encontr,
los documentos de confinamiento.

Despus de leerlos detenidamente,


empez una nueva vida; fue a trabajar a
la tienda de su padre, se comport lo
mejor que pudo, abandon sus malos
hbitos y hasta el da de hoy es decir,
durante un perodo de casi dos aos
ha ocupado su puesto en la vida con
habilidad normal, siendo su taciturnidad
lo nico remarcable en l. (Spitzka,
pg. 379).
En otras palabras, cuando el joven cay
en la cuenta de que el mdico no era su
aliado, sino su adversario, qued
repentinamente
curado
de
su
enfermedad mental. Este episodio
ejemplifica una de las maneras como los

psiquiatras crean la enfermedad mental y


los individuos que aceptan el papel de
paciente mental, contribuyen a reafirmar
al psiquiatra en su papel de
diagnosticador y terapeuta. <<

[34]

Citado por Hare, p. 7. <<

[35]

Citado por Alex Comfort, The


Anxiety Makers, pp. 107-108. <<

[36]

Hare, p. 24. <<

[37]

Thomas S. Szasz, The Mental Health


Ethic, en Richard T. De George (Ed.).
Ethics and Society, pp. 85-110. <<

[38]

Ren A. Spitz, Authority and


masturbation: Some remarks on a
bibliographical investigation, Yearbook
of Psychoanalysis, Vol. 9, pp. 113-145;
p. 123. <<

[39]

Duffy, p. 248. <<

[40]

En fecha tan avanzada como la de


1897, el Gobierno de los Estados
Unidos concedi una patente n.
587.994 a un tal Michael McCormick
de San Francisco, por un cinturn
masculino de castidad que los padres
podan poner a sus hijos adolescentes
para evitar la masturbacin. (Playboy,
diciembre de 1967, pg. 79). <<

[41]

Comfort, p. 97. <<

[42]

Al igual que Rush y otros mdicos


mesinicos, Milton se opona tambin a
que se fumase; en 1857 public un libro
titulado Death in the Pipe [Muerte en la
Pipa]. (Confort, The Anxiety Makers,
pg. 97). <<

[43]

Hare, p. 22. <<

[44]

A medida que se iban


perfeccionando
las
tcnicas
y
habilidades quirrgicas, se planeaban y
utilizaban operaciones cada vez ms
difciles y destructivas para curar
nuevas enfermedades iatrognicas. El
paso de la clitoridectoma a la
colectoma y a la lobulotomia como
mtodos de tratamiento no slo de la
locura, sino tambin de una serie de
otras enfermedades iatrognicas
ilustra este principio. As, podemos
distinguir entre dos principios bsicos
de identificacin de las enfermedades y
sus causas. Uno, el emprico, se basa en

la observacin y a veces en la
experimentacin: por ejemplo, la
identificacin de la sfilis y la gonorrea
como enfermedades venreas. El otro, el
tctico, se basa en la disponibilidad de
medios plausibles de intervencin
mdica; por ejemplo, la disuasin moral
y la purga intestinal, cuando stas eran
las posibilidades teraputicas ms
importantes.
De esta manera puede construirse una
teora funcional o tctica de las
enfermedades iatrognicas y los
tratamientos nocivos. De acuerdo con
ella,
los
mdicos
descubren
enfermedades y les atribuyen causas, de

acuerdo con el modo de que les gustara


intervenir en la vida del paciente. As,
cuando la autoridad moral era una
poderosa fuerza teraputica, el mdico
atribua la locura a la masturbacin y
utilizaba la sugestin como tratamiento;
cuando las tcnicas quirrgicas estaban
an en embrin, sigui atribuyendo la
locura a la misma causa, pero la trataba
mediante la circuncisin y la
clitoridectoma. A medida que se
perfeccionaron las tcnicas quirrgicas,
el mdico atribuy la locura al colon
(anatmicamente intacto) y la trat
mediante la colectoma; una vez
perfeccionadas
las
tcnicas
neuroquirrgicas,
atribuy
la

enfermedad al mal funcionamiento de


los lbulos frontales y la trat mediante
la lobulotoma. La moda actual de tratar
la enfermedad por medio de agentes
psicofarmacolgicos puede interpretarse
en esta misma direccin. <<

[45]

Ibid. <<

[46]

Comfort, p. 95. <<

[47]

Hare, p. 9. <<

[48]

Citado por Karl Menninger. The


Vital Balance, p. 462. <<

[49]

Mary R. Melendy,
Womanhood, pp. 32-33 <<

Perfect

[50]

Contemplando consejos como el de


Melendy desde la confortable distancia
de ms de medio siglo, es probable que
demos por sentado que se trataba de un
error mdico, hecho de buena fe y sin
intencin maliciosa. Pero cmo
podemos estar seguros de que era as?
No es posible que se tratara de una
falsedad dicha medio a sabiendas con la
intencin de producir el comportamiento
requerido en las madres y los hijos?
Esta ltima suposicin se ve reforzada,
en el caso de Melendy, por su errneo
consejo no slo acerca de la
masturbacin, sino tambin del control

de natalidad Es una ley de la


naturaleza escribe que la
concepcin debe acontecer por la poca
del flujo menstrual Puede decirse con
certeza, sin embargo, que desde el
dcimo da despus del cese del lujo
menstrual hasta los tres das precedentes
a su reaparicin, hay muy pocas
probabilidades de concepcin, pudiendo
decir lo contrario de los das restantes.
(La cursiva es nuestra) (Mary R.
Melendy, Perfect Womanhood, pgs.
263-265).
Melendy declara aqu que el perodo de
mayor fertilidad de la mujer es el
perodo seguro y viceversa. Desde el

momento que reconoce ser contraria al


control de natalidad, uno se pregunta si
los hechos que est exponiendo, como
en el caso de la masturbacin, no sern
falsedades estratgicas. <<

[51]

Sigmund Freud. The neuropsychoses


of defence (1894), en The Standard
Edition of the Complete Psychological
Works of Sigmund Freud, vol. III, pp.
41-61; pp. 55-56. <<

[52]

En este aspecto difcilmente puede


decirse que Freud sea el libertino que
tus crticos contemporneos crean que
habla sido. Freud se opuso a la
masturbacin durante toda su vida. Las
opiniones de otros psicoanalistas, como
veremos, siguen siendo ambivalentes y
vacilantes hasta hoy. <<

[53]

Sigmund Freud, Letter 79, December


22, 1897, ibid., vol. I, p. 272. <<

[54]

Sigmund
Freud,
The
Psychopathology of Everyday Life
(1901), ibid., vol. VI, pp. 199-200. <<

[55]

Freud aprendi pronto a no cometer


este error. La psiquiatra jams ha
aprendido la leccin y muchos
psicoanalistas la estn olvidando
rpidamente. Me refiero a que cuando
una persona no se queja al psiquiatra y
lo que quiere es que la dejen sola, es
ilgico y poco inteligente pretender que
sufre una enfermedad o problemas y
que desea ayuda. En estos casos,
quienes sufren son aquellas personas a
quienes este paciente involuntario
molesta. As, hemos de decir que los
adictos, homosexuales, psicpatas,
delincuentes juveniles, etc., no sufren de

nada; lo que sucede es que hacen sufrir a


otros. Esta afirmacin no significa,
naturalmente, que yo apruebe su
comportamiento o que lo desapruebe.
Este es otro cantar. <<

[56]

Sigmund Freud, Contributions to a


discussion on masturbation (1912),
ibid., vol. XII, pp. 239-254; p. 245. <<

[57]

Ibid. <<

[58]

Ibid., p. 246. <<

[59]

Ibid., p. 248. <<

[60]

Ibid., pp. 250-251. <<

[61]

Ibid., p. 249. <<

[62]

Ibid., p. 251. <<

[63]

Ibid. <<

[64]

Ibid. <<

[65]

Citado por Comfort, p. 111. <<

[66]

Emest Jones, The nature of autosuggestion,


en
Papers
on
Psychoanalysis, pp. 273-293; p. 282.
<<

[67]

Otto Fenichel, The Psychoanalytic


Theory of Neurosis, pp. 75-76. <<

[68]

La definicin psicoanaltica de
Fenichel de aquello que convierte en
patolgica (es decir, mala) a la
masturbacin, apunta sin posibilidad de
error a las verdaderas razones por las
que se condena esta prctica,
especialmente en los adultos. El pecado
del autoerotismo estriba simplemente en
el hecho de que la persona que se
masturba se entrega a un acto sexual en
el que reconoce, como pareja deseable,
solamente su propio cuerpo. El Don
Juan, el homosexual, el pervertido e
incluso el necrfilo todos ellos y
cuantos se entregan a prcticas sexuales

heteroerticas
reconocen
como
necesaria, y por tanto valiosa, a otra
persona distinta de ellos mismos o, por
lo menos, a otro cuerpo distinto del
propio. Pero no sucede as con el
masturbador, en el que su yo y su cuerpo
son, o actan como si lo fueran, la
pareja ideal en la que cada uno
proporciona satisfaccin al otro. Es la
misma anttesis del ideal sexual
contemporneo, el amante considerado
para quien el orgasmo del compaero es
ms importante que el propio. En
resumen, al reconocerse slo a st
mismo, el masturbador desconoce
implcitamente a todos los dems. La
masturbacin
simboliza
as
la

separacin y rechazo del grupo por parte


del
individuo.
Por
esto
es,
psicolgicamente, el ms grave de todos
los crmenes. De ah tambin
presumo proviene su curioso olvido
en las belles lettres. <<

[69]

Ibid., p. 75. <<

[70]

Citado por Spitz, p. 125. <<

[71]

Ibid., p. 126. <<

[72]

J. P. Crozer Griffith and A. Graeme


Mitchell, The Diseases of Infants and
Children, 2d ed., p. 872. <<

[73]

Israel S. Wechsler, The Neuroses or


the Psychoneuroses, en Russell L. Cecil
y Foster Kennedy (Eds.), A Textbook of
Medicine by American Authors, 5. ed.,
pp. 1645-1664; p. 1651. <<

[74]

Kinsey llama la atencin sobre esto


mismo. Dentro de la literatura mdica y
psiquitrica escriba: Se ha
convertido en costumbre admitir que las
enseanzas anteriores exageraron en
gran medida los posibles daos de la
masturbacin; sin embargo, se llega a la
conclusin de que ningn joven varonil
querr aceptar tal hbito Se advierte
al muchacho que la masturbacin dentro
de lmites moderados no puede hacerle
dao, pero que su exceso requiere la
atencin de un mdico. Puesto que jams
se define el punto concreto donde
empieza el exceso, el muchacho

consciente queda en la incertidumbre de


si el lmite que se ha fijado a s mismo
va a perjudicarle Muchas de las
personas responsables de las posturas
eclcticas que se encuentran en la
literatura sexual. Citadas ms arriba, son
mdicos. Incluso los psiquiatras se
encuentran divididos en torno a esta
cuestin. (Alfred C. Kinsey, Vardell B.
Pomeroy y Clyde E. Martin, Sexual
Behavior in the Human Male, pgs.
514-515).
La actitud crtica de Kinsey hacia los
mdicos, debido a las opiniones
antisexuales de stos arropadas bajo
terminologa mdica, puede explicar

en parte la reaccin hostil de muchos


psiquiatras contra su obra. <<

[75]

Citado por Emil A. Gutheil, Sexual


Dysfunctions in Men, en Silvano Arieti
(Ed.),
American
Handbook
of
Psychiatry, Vol. I, pp. 708726; p. 711.
<<

[76]

Alfred C. Kinsey, Wardell B.


Pomeroy, y Clyde E. Martin, Sexual
Behavior in the Human Male, p. 513.
<<

[77]

Spitz, p. 125. <<

[78]

Karl A. Menninger, Man Against


Himself, pp. 68-69. <<

[79]

Joseph B. Cramer, Common


Neuroses of Childhood, in Arieti, pp.
797-815; p. 807. <<

[80]

Hare, pp. 9-10. <<

[81]

En otras palabras, considero la


relacin psiquiatra-masturbador como
ejemplo tpico de las relaciones
sociales entre psiquiatras institucionales
y pacientes (involuntarios), en cuya
categora incluyo no slo a aquellos
individuos definidos formalmente como
pacientes, sino tambin al pblico en
general, sujeto a la propaganda oficial
del Movimiento en pro de la Salud
Mental y engaado por ella. <<

[82]

Comfort, p. 111. <<

[83]

Ibid., p. 112. <<

[84]

Thorazina: nombre comercial de la


Chlorpromazina,
droga
sinttica,
C17H19N2SCI,
utilizada
como
tranquilizante en ciertas perturbaciones
mentales y en el control del vmito y las
nuseas. (N. del T.) <<

[85]

La omisin de la locura
masturbatoria en The Vital Balance de
Menninger,
resulta
especialmente
significativa, porque en el Apndice
recoge Menninger el sistema de
clasificacin psiquitrica de David Skae
en la cual la Locura de la
Masturbacin aparece en cuarto lugar.
Menninger no le dedica ningn
comentario ni incluye el sndrome en
el ndice. (Menninger, The Vital
Balance, pg. 453). <<

[1]

Jules Romains, Knock, pp. 59-60. <<

[2]

Ver captulos 7 y 10. <<

[3]

The Attack on Narcotics, p. 1. <<

[4]

Ibid. <<

[5]

Alexander Dru (Ed.), The Journals of


Kierkegaard (1835-1854), pp. 123-124.
<<

[6]

Psiquiatra comunitaria y psiquiatra


de la salud pblica son la misma cosa.
Concretamente, esta ltima implica la
utilizacin del enfoque de la salud
pblica a los problemas de la
perturbacin emocional, siendo su
premisa bsica que la extensin de la
perturbacin emocional entre la
poblacin la convierte esencialmente en
un problema de salud pblica. [Stephen
E. Goldston (Ed., Concepts of
Community Psychiatry, pg. 201)]. <<

[7]

Milton I. Roemer, The future of social


medicine in the United States, The
Pharos of Alpha Omega Alpha, 30: 4250 (April). 1967; p. 45. <<

[8]

Ibid., p. 46. <<

[9]

Ver Thomas S. Szasz, Medical ethics:


A historical perspective, Med. Opin. &
Rev., 4: 115-121 (Feb.), 1968. <<

[10]

Los colectivistas mdicos hablan y


escriben en la actualidad acerca de la
Edad de Oro de la medicina, que est al
llegar, en la que su ejercicio privado se
ver abolido y todos los servicios
mdicos sern dispensados por el
Estado, en condiciones idnticas a las
que marxistas y comunistas han utilizado
durante mucho tiempo en poltica y
economa. Por ejemplo, el doctor Oscar
Creech profesor y presidente del
Tulane Medical Center de New Orleans,
antes de ser su decano prev que
(hacia 1990) la prctica privada de la
medicina, tal como es conocida por los

doctores en la actualidad, ya no existir.


En su lugar, los mdicos sern
empleados de dedicacin exclusiva en
centros mdicos comunitarios o del
gobierno federal No se trata de una
visin idealizada, sino de algo muy
probable en el futuro. [Lofty career cut
short at its peak (Carrera sublime
truncada en su cnit), Med. World News,
19 de enero de 1968, pg. 30]. No se
trataba simplemente de una situacin
profetizada por Creech, sino de una
situacin que l mismo contribuy a
realizar y anticipar. <<

[11]

Donald Gould. To hell with medical


secrecy! New Statesman. Mar. 3, 1967.
<<

[12]

Ibid. <<

[13]

Ibid. <<

[14]

Ibid. <<

[15]

Ibid. <<

[16]

Ibid. <<

[17]

Verrugas. (N. del T.) <<

[18]

Seales, marcas corporales que


identificaban a las brujas. (N. del T.) <<

[19]

Quizs valga la pena contrastar aqu


la filosofa totalitaria de Gould con ]a
opinin liberal de los forjadores de la
Constitucin. No hay mayor falacia
declara Brant que la creencia de que
el gobierno puede o debe separar la
verdad del error. El error, protegido por
la libertad de expresin, puede
sobrevivir a la verdad. Pero la libertad
fenece cuando el error es reprimido por
la ley y el error se multiplica cuando
muere la libertad. (Irving Brant, The
Bill of Rights, pg. 506). <<

[20]

Donald Gould, The freedom to be


unfit, New Statesman, Sept. 1, 1967. <<

[21]

Ibid. <<

[22]

Ibid. <<

[23]

Ibid. <<

[24]

Ibid. <<

[25]

Ibid. <<

[26]

Ver, por ejemplo, Floyd W. Matson,


The Broken Image, y Thomas S. Szasz,
Whither psychiatry? Soc. Res. 33:
439462 (Autumn), 1966. <<

[27]

Ver Trials of War Criminals Before


the Nurenberg Military Tribunals
Under Control Council Law No. 10,
vol. I, pp. 794-896; y Fredric Wertham,
A Sign for Cain, cap. 9. <<

[28]

<<

Anatoly Kuznetsov, Babi Yar, p. 236.

[29]

Adam
Podgorecki,
Law
andmentalillness:
Socialengineering
(Abstract), Sandoz Psychiat. Spectator,
4: 15-16 (Sept.), 1967; p. 16. <<

[30]

Heinrich Himmler, en un discurso en


1937; citado por Hannah Arendt, The
Burden of Our Time, p. 373. <<

[31]

Citado por Ral Hilberg, The


Destruction of the European Jews, en
Bernard Rosenberg, Israel Gerver, y F.
William Howton (Eds.), Mass Society
in Crisis, pp. 272-310; p. 295. <<

[32]

La actual tendencia a atribuir el


antisemitismo y el nazismo de Alemania
Occidental a enfermedad mental, poco
difiere de la tendencia anterior a atribuir
el capitalismo y el comunismo a los
judos. En un informe sobre el
radicalismo de derechas nos dice el
New York Times Mr. Lucke (el
ministro del Interior de Alemania
Occidental, Paul Lucke) observaba que
habla 521 casos confirmados de
incidentes pronazis o antisemticos en la
Repblica Federal durante el ao 1965,
frente a 171 del ao anterior El
ministro del Interior informaba que gran

parte del activismo de derechas poda


atribuirse a sntomas apolticos, como la
embriaguez y la demencia. (Philip
Shabecoff, Rightist activity rises in
Germany: Neo-Nazi and anti-Semitic
action up sharply in 65, New York
Times, 2 de marzo de 1966, pg. 14). <<

[33]

Ibid., p. 295. <<

[34]

Harold Orlans, An American Death


Camp, en Rosenberg. Gerver, y Howton
(Eds.), pp. 614-628, p. 626. <<

[35]

Ibid., p. 627. <<

[36]

Ibid., pp. 614-615. <<

[37]

Arendt, pp. 395-396. <<

[38]

Babs Fenwick, Russians ahead on


mental health? Daily Oklahoman, Mar.
10, 1967, pp. 1-2. <<

[39]

Ibid., p. 2. <<

[40]

Ibid. <<

[41]

Ibid. <<

[42]

Citado en Soviet MDs find state


duties put profession in second place. A.
M. A. News, May 10, 1965, p. 12. <<

[43]

Valeriy Tarsis. Ward 7. <<

[44]

Ver Zhenya Beloy campaa (cartas),


Economist (Londres), Dec. 11, 1965, p.
4; y Peter Grose, Tarsis, New York
Times, Feb. 9, 1966, p. 16. <<

[45]

Lawrence C. Kolb, Soviet


psychiatric organization and the
community mental health center concept,
Amer. J. Psychiat, 123: 433440 (Oct.),
1966; pp. 437-438. <<

[46]

Isadore Ziferstein, The Soviet


psychiatrist: His relationship to his
patients and to his society, Amer. J.
Psychiat., 123: 440-446 (Oct.), 1966; p.
445. <<

[47]

Ibid. <<

[48]

Vincent J. Burke, Soviet atheists life


happier than believers, sociologist
reports, Syracusa (N. Y.) HeraldJournal, Dec. 2, 1966, p. 28. <<

[49]

En este sentido, ver Thomas S.


Szasz, The moral dilemma of psychiatry;
Autonomy or heteronomy? Amer. J.
Psychiat., 12: 521-528 (Dec.). 1964; y
Medical ethics; A historical perspective,
Med. Opin. & Rev., 4; 115-121 (Feb.),
1968. <<

[50]

Citado por Alexander Mitscherlich y


Fred Mielke, Doctors of Infamy, p.
XXXVIII. <<

[51]

Citado por Jeanne Brand, Doctors


and the State, p. 240. <<

[52]

Michel Foucault, Madness and


Civilization, especialmente captulo IX.
<<

[53]

Oliver Garceau, The morals of


medicine, Ann. Acad. Pol. & Soc. Sci.,
363: 60-69 (Jan.), 1966; p. 68. <<

[54]

G. Brock Chisholm, The reestablishment of peacetime society,


Psychiat., 9: 3-11 (Jan.), 1946; p. 7. <<

[55]

Ibid., p. 9. <<

[56]

Ibid. <<

[57]

Ibid., p. 11. <<

[58]

Citado por Martin Gansberg, Peace


Corps sets world health aid, New York
Times, Nov. 16, 1964, p. 1. <<

[59]

La concepcin del individualismo


como
enfermedad
del
mundo
occidental, fue propuesta por primera
vez por August Comte (1791-1857),
fundador del positivismo y padre de la
sociologa moderna. (Robert A. Nisbet,
The Sociological Tradition, pg. 273).
Maine de Biran, contemporneo de
Comte, crea que El individuo, el ser
humano, no es nada; slo la sociedad
existe. Es el alma del mundo moral.
Slo ella tiene realidad, mientras que
los individuos slo son fenmenos.
(Citado en Albert Salomon, The Tyranny
of Progress, pg. 100). <<

[60]

Goffredo Parise, No neurotics in


China, Atlas, 13: 4647 (Feb.), 1967; p.
46. <<

[61]

Thomas S. Szasz, The Mental Health


Ethic, en Richard T. De George (Ed.),
Ethics and Society, pp, 85-110. <<

[62]

En su amor al paciente como un


hijo, el psiquiatra de la China Comunista
y su colega institucional americano se
alzan, hombro con hombro, sobre la
base comn del paternalismo. <<

[63]

Parise, p. 47. <<

[64]

Citado por Gansberg, p. 1. <<

[65]

El uso teraputico del fraude ya


sea por parte de clrigos, de mdicos o
de polticos ha sido satirizado por los
grandes genios de la literatura
occidental. Por ejemplo, Voltaire pone
en boca del fakir Bambalef las
siguientes palabras: Les enseamos
errores lo confieso; pero es por su
propio bien. Les convencemos de que si
no compran nuestros clavos benditos, si
no expan sus pecados dndonos dinero,
se convertirn en caballos de fusta,
perros o lagartos en la otra vida; esto les
intimida y se convierten en personas
decentes.
(Voltaire,
Diccionario

Filosfico, pg. 280). <<

[66]

En este sentido, ver Friedrich A.


Hayek, The Counter-Revolution of
Science. <<

[67]

Ver Szasz, The Mental Health Ethic,


en De George (Ed.), Ethics and Society.
<<

[68]

Harold Visotsky, Social psychiatry


rationale: Administrative and planning
approaches, Amer. J. Psychiat., 121:
433-441 (Nov.), 1964; p. 434. <<

[69]

Gerald
Caplan,
Community
Psychiatry; Introduction and Overview,
in S. Goldston (Ed.), Concepts of
Community Psychiatry, pp. 318; p. 4.
<<

[70]

Citado en MDs role in mental health


stressed, A. M. A. News, Mar. 13, 1967,
p. 3. <<

[71]

Leopold Bellak, Eplogo, en


Leopold Bellak (Ed.), Handbook of
Community Psychiatry and Community
Mental Health, pp. 458460; p. 458. <<

[72]

Ibid., p. 459. <<

[73]

Ibid. <<

[74]

Ibid. <<

[75]

Ibid., p. 460. <<

[76]

Fyodor Dostoyevsky, The Brothers


Karamazov, p. 298. <<

[77]

Es increble que una autoridad legal


tan eminente como Abe Fortas utilice la
depresin un bill of rights
(declaracin de derechos) para la
psiquiatra.
En mi opinin escribe la
importancia de la decisin (Durham) no
puede ser juzgada por medio de un
ejercicio semntico. Su importancia no
se debe a la nueva normativa que
estableca para la aplicacin de la
defensa de locura. Durham no es una
carta constitucional de libertad para los
dementes. Esta importancia radica ms
bien en constituir una carta, un bill of

rights, para la psiquiatra, y un


ofrecimiento de colaboracin entre la
ley criminal y la psiquiatra. (Abe
Fortas, Implications of Durhams case,
Amer. J. Psychiat., 113: 557-582
[enero] 1957; pg. 579).
Ahora bien: es el acusado, el supuesto
paciente mental, no el psiquiatra, quien
comparece ante un tribunal; es l, no su
adversario, quien necesita un bill of
rights. Es difcil comprender cmo
Fortas pudo pasar por alto hechos tan
elementales. Lo ms probable es que, al
hacerlo, considerara que quienes
persiguen a los pacientes mentales son
sus protectores. A travs de esta

tergiversacin de los hechos y la lgica,


a mayor poder del opresor, mayor
proteccin corresponde a la vctima. <<

[78]

Leopold Bellak, Introduction, en


Bellak, pp. 1-11; p. 11. <<

[79]

Dostoyevsky, p. 305 <<

[80]

Bellak, p. XI. <<

[81]

La primera lnea de la dedicatoria de


Mellak dice as: A JOHN F.
KENNEDY, Presidente de los Estados
Unidos, que perteneci al tan poco
frecuente tipo de dirigente poltico
ilustrado e intelectual, intrpido y
mentalmente sano. (Bellak, pg. XI). <<

[82]

Gerald Caplan, Principles


Preventive Psychiatry, p. 79. <<

of

[83]

Ibid., p. 56. <<

[84]

Stanley Yolles, Community mental


health; Issues and policies, Amer. J.
Psychiat., 122: 979-985 (Mar.), 1966;
p. 980. <<

[85]

Brown v. Board of Education, 347,


U. S. 483, 1954; reedicin en Robert B.
McKay, An American Constitutional
Law Reader, pp. 204-361 <<

[86]

Ibid., p. 208. <<

[87]

Boutilier v. Immigration and


Naturalization Service, 387, U. S. 118,
1967; ver captulo 14. <<

[88]

Gunnar Myrdal,
Dilemma. <<

An

American

[89]

Burke, Soviet atheists life happier


than believers, Syracuse (N. Y.)
Herald-Joumal, Dec. 2, 1966, p. 28. <<

[90]

Ver especialmente Thomas S. Szasz,


Law, Liberty, and Psychiatry, y
Psychiatric Justice. <<

[91]

David L. Bazelon, Justice stumbles


over science. Trans-action, 4: 8-17
(July-Aug.), 1967. <<

[92]

El que preside un tribunal de


justicia, en calidad de juez. (N. del T.)
<<

[93]

Ibid., p. 8. <<

[94]

Thomas S. Szasz, The Ethics of


Psychoanalysis. <<

[95]

Ver, por ejemplo, Seymour L.


Halleck, Psychiatry and the Dilemmas
of Crime. <<

[96]

Bazelon, p. 9. <<

[97]

Ibid., p. 13. <<

[98]

Ibid., p. 14. <<

[99]

El anlisis que estoy haciendo de la


confirmacin mutua del Yo y el Otro,
debe mucho a los escritos de Jean-Paul
Sartre. Para un resumen de la rica y
compleja obra de Sartre, v. Robert
Denoon Cumming, The Philosophy of
Jean Paul Sartre. Respecto a la
aplicacin a la psiquiatra de algunas de
las ideas de Sartre, v. Ronald D. Laing,
The Poiltics of Experience and the Bird
of Paradise, especialmente el Captulo
4. <<

[100]

Ibid., p. 17. <<

[101]

Ver Szasz, Law, Liberty, and


Psychiatry, pp. 127-137. <<

[102]

Bazelon. p. 17. <<

[103]

Ver Robert F. Lockman, Nationwide


study yields profile of psychiatrists.
Psychiat. News, 1: 2 (Jan.), 1966. <<

[104]

Ibid. <<

[105]

Ver Brian Cooper y Alexander C.


Brown. Psychiatric practice in Great
Britain and America: A comparative
study. Brit. J. Psychiat., 113: 625-636.
1967. <<

[106]

Derek L. Phillips, Rejection: A


possible consequence of seeking help
for mental disorders. Amer. Sociot. Rev..
28: 963-972 (Dec.), 1963; p. 965. <<

[107]

Ibid., p. 966. <<

[108]

Ibid. <<

[109]

Ibid.. p. 968. <<

[110]

Ibid., pp. 968-969. <<

[111]

Ibid., p. 969. <<

[112]

Derek L. Phillips. Identification of


mental illness: Its consequences for
rejection. Community Ment. Health J.
3: 262-266 (Fall), 1967; pp. 265-266.
<<

[113]

Erving Goffman. Stigma, p. 3. <<

[114]

Ibid., p. 5. <<

[115]

Ibid., pp. 43-62. <<

[116]

Como ejemplo de esta duplicidad


manifiesta-escondida de los indicios del
estigma de la enfermedad mental,
consideremos la siguiente declaracin
de Karl Menninger;
Se debe distinguir entre una tendencia
inconsciente
en
una
direccin
homosexual,
que
puede
ser
completamente manifiesta para otras
personas por lo menos, para los
psiquiatras y, sin embargo, estar
completamente oculta para quien la
alberga, de un deseo y preferencia
conscientes
por
el
contacto
homosexual. (The Vital Balance, pg.

196).
Mucha de la llamada literatura clnica
producida
por
psiquiatras,
psicoanalistas y psiclogos, versa sobre
los indicios encubiertos de depresin,
esquizofrenia y otras enfermedades
mentales. <<

[117]

Es evidente que cualquiera poda


y a menudo as suceda acusar a otra
persona cualquiera de ser una bruja;
pero slo los expertos en brujera los
inquisidores podan establecer el
diagnstico en firme. De modo parecido,
cualquiera puede y a menudo as
sucede acusar a otra persona de estar
mentalmente enfermo; pero slo los
expertos en enfermedad mental los
psiquiatras institucionales pueden
establecer tal diagnstico en firme. <<

[118]

El uso teraputico del fraude


ya sea por parte de clrigos, de mdicos
o de polticos ha sido satirizado por
los grandes genios de la literatura
occidental. Por ejemplo, Voltaire pone
en boca del fakir Bambalef las
siguientes palabras: Les enseamos
errores lo confieso; pero es por su
propio bien. Les convencemos de que si
no compran nuestros clavos benditos, si
no expan sus pecados dndonos dinero,
se convertirn en caballos de fusta,
perros o lagartos en la otra vida; esto les
intimida y se convierten en personas
decentes.
(Voltaire,
Diccionario

Filosfico, pg. 280). <<

[1]

Abby Mann, citado por Vincent


Canby, On the set here, a man and his
entourage: Sinatra starts work in city on
filming of Detective, New York Times.
Oct. 18, 1967, p. 37. <<

[2]

Ver Thomas S. Szasz, Legal and


Moral Aspects of Homosexuality, en
Judd Marmor (Ed.), Sexual inversion,
pp. 124-139. <<

[3]

Mass. Ann. Laws, chapter 123, par. 1,


1957; citado por Frank T. Lindman and
Donald M. McIntyre, Jr. (Eds.), The
Mentally Disabled and the Law, p. 18.
<<

[4]

Para obtener documentacin al


respecto, v. Donald Webster Cory,
Homosexuality;
A Cross-Cultural
Approach, especialmente las pgs. 394406; y The Homosexual in America,
especialmente las pgs. 267-299.
El Documento n. 2, Employment of
Homosexuals and Other Sex Perverts in
Government
(Contratacin
de
homosexuales y otros pervertidos
sexuales en tareas del gobierno),
publicado por la U. S. Civil Service
Commission, afirma: No hay lugar en el
Gobierno de los Estados Unidos para
aquellas personas que violen las leyes o

los principios de moral establecidos


quienes se entregan a actos de
homosexualidad y a otras actividades
sexuales pervertidas son inadecuados
para un empleo en tareas del Gobierno
Federal. (Cory, The Homosexual in
America, pg. 275). <<

[5]

Stephanie Harrington, Homosexual


sortie: An anonymous crusade, Village
Voice, May 25, 1967, pp. 9-10; p. 9. <<

[6]

Esta comparacin requiere algunas


precisiones. El posee una piel de
pigmentacin oscura, es una condicin
biolgica. Entregarse a una conducta
homosexual, es un acto personal. Esto
ltimo exige realizar una eleccin, cosa
que no sucede en el primer caso. En
otras palabras: los blancos pueden
reconocer o no reconocer al negro como
poltica y humanamente igual a ellos,
pero el negro no tiene opcin posible
respecto al color de su piel.
Paralelamente,
los
heterosexuales
pueden reconocer o no reconocer al
homosexual
como
poltica
y

humanamente igual a ellos; sin embargo,


el homosexual puede escoger entre
adoptar o no una conducta homosexual
prohibida. Sintetizando, diremos que el
homosexual realiza una eleccin una
eleccin divergente y la sociedad se
venga
declarndole
mentalmente
enfermo e [incapaz de realizar una
eleccin real! Si pudiera elegir
libremente
normalmente
escogera, como hacen todos los dems,
ser heterosexual. Esta es la lgica
escondida tras gran parte de la retrica
psiquitrica. La conducta del paciente es
el producto de compulsiones e impulsos
irresistibles; la del psiquiatra lo es de
decisiones
libres.
La
estructura

cognoscitiva de esta explicacin


esconde el hecho de que su concepcin
slo sirve para infamar al paciente como
loco y exaltar al psiquiatra como sano.
<<

[7]

Ibid., p. 10. <<

[8]

Boutilier v. Immigration and


Naturalization Service, 387 U. S. 118,
1967. <<

[9]

Ibid., p. 19. <<

[10]

Ibid. <<

[11]

Lo que no se nos dice es cmo supo


el Gobierno que sta era realmente la
historia completa de la homosexualidad
de Boutilier. <<

[12]

Ibid., p. 120. <<

[13]

Decreto sobre Inmigracin


Nacionalidad. (N. del T.) <<

[14]

Ibid. <<

[15]

Ibid. <<

[16]

Ibid., p. 122. <<

[17]

Ibid.. p. 123. <<

[18]

Ibid.. p. 124. <<

[19]

Chinese Exclusion case, 130 U. S.


581, 1889; p. 581. <<

[20]

Ibid., p. 604. <<

[21]

Ibid., p. 607. <<

[22]

Ibid.. p. 606. <<

[23]

Es, pues, precisamente el uso del


derecho soberano de una nacin a
determinar quines sern sus miembros
constitutivos, lo que mejor revela el
carcter politico y moral de esta nacin.
Cuando, por ejemplo, se form la
Repblica Americana, la nacin neg la
ciudadana a sus habitantes de piel negra
y roja, otorgndoles sus derechos en
1865, en el caso de los primeros, y en
1924 en el de los segundos.
Ciertamente, existe una gran diferencia
entre la situacin del indio o del negro
americano en 1776 y la del extranjero
homosexual en 1967. En un caso, se trata

de definir criterios de participacin


como
miembro
en
un
grupo
recientemente organizado; en el otro, se
formulan leyes para la admisin en un
grupo ya establecido. En el caso de
Boutilier, concretamente, se trata de
conceder el privilegio de la ciudadana
a un inmigrante. Lo que intento mostrar
con ello es que, cuando un pas tiene una
poltica inmigratoria bien definida, sus
normas forman una especie de test
proyectivo poltico y moral de su
carcter nacional. En otras palabras,
muestra qu tipo de personas desea
aadir a su cuerpo poltico y qu tipo de
ellas desea excluir del mismo. <<

[24]

Ver Thomas S. Szasz, Psychiatric


Justice, especialmente, pp. 56-82 and
264-272. <<

[25]

Ver este cap. p. 236, y captulo 11,


especialmente pp. 256-266. <<

[26]

Boutilier v. Immigration and


Naturalization Service, p. 124. <<

[27]

Thomas R. Byme, Jr. y Francis M.


Mulligan, Psychopathic personality
and sexual deviation: Medical terms
or legal catch-alls. Temple Law Quart.,
40: 328-347 (Spring-Summer), 1967. <<

[28]

La distincin entre acciones tcnicas


y rituales se expone con amplitud en el
Capitulo XI. <<

[29]

Ibid., p. 335. <<

[30]

Ver captulo 7. <<

[31]

En este sentido, ver Thomas S.


Szasz. The Ethics of Psychoanalysis,
especialmente, pp. 1145. <<

[32]

Byme y Mulligan, p. 336. <<

[33]

Ibid. <<

[34]

Ibid., p. 342. <<

[35]

Ibid. <<

[36]

Ibid., p. 343. <<

[37]

En una decisin de 1951, el juez


Jackson emita la opinin de que la
deportacin equivala a un proceso
criminal. La describa como sentencia
a destierro perpetuo y castigo cruel.
(Byrne y Mulligan, Psychopathic
Personalyty y Sexual deviation:
Medical terms or legal catch-alls,
Temple Law Quart. 40: 328-347
[Primavera-Verano], 1967; pg. 347).
<<

[38]

Ibid., p. 344. <<

[39]

Ibid., p. 347. <<

[40]

El objetivo general del Immigration


and Nationality Act es el de proteger la
salud, bienestar y seguridad de los
Estados Unidos. La ley de este pas
prohbe la concesin de visados a
cualquiera que sufra una enfermedad
contagiosa, como la tuberculosis; a
quien haya tenido una enfermedad o
defecto mental; al adicto o al traficante
de narcticos; a quien haya cometido
una accin criminal, incluyendo en esta
categora ciertos delito contra la moral
pblica; a quien haya sido miembro o
haya ayudado al Partido Comunista o a
alguna otra organizacin afiliada; al

analfabeto; a quien pueda convertirse en


una carga social. (Dept. of State,
Foreign Service of the United States,
Gen. Inf. Sheet for Immigrants [Form
DSL-852, Jan., 1964]). <<

[41]

Ver Captulo 2; tambin Jack C.


Landau, GI justice: A 2d class system,
Syracuse (N. Y.) Herald-American,
Sept. 10, 1967, p. 69, y 30.000 GIs
branded by less than honorable
discharges, Syracusa (N. Y.) HeraldJournal, Sept. 14, 1967, p. 39. <<

[42]

Abe Fortas, Implications of


Durhams case, Amer. J. Psychiat., 113:
577-582 (Jan.), 1957. <<

[43]

William O. Douglas, Concurring


opinion, en Robinson v. California, 370
U. S. 660. 1961; pp. 668-678. <<

[44]

Boutilier v. Immigration and


Naturalization Service, p. 125. <<

[45]

Ibid.. p. 132. <<

[46]

Ver, por ejemplo, Thomas S. Szasz,


The Myth of Mental Illness, o el
captulo 6 de este volumen. <<

[47]

Toda la decisin Robinson, pero


especialmente la opinin concurrente
del juez Douglas, puede interpretarse
como una contrapartida cientfica
moderna de la opinin de un tribunal
eclesistico medieval en un juicio de
brujera. No se define la adiccin, pero
se declara que es una enfermedad cuyo
adecuado tratamiento puede exigir y
justifica plenamente un confinamiento
civil indefinido. El adicto afirma
Douglas es una persona enferma.
Evidentemente, puede ser confinado
para su tratamiento o para la proteccin
de la sociedad. El castigo cruel e

inusitado no proviene del encierro, sino


de declarar al adicto convicto de un
crimen Un proceso por adiccin, con
su estigma resultante y el dao
irreparable al buen nombre del acusado,
no puede justificarse simplemente como
medio de proteccin de la sociedad,
siendo as que hubiera bastado un
confinamiento civil Si se puede
castigar a los adictos por su adiccin,
tambin podr castigarse a los locos por
su locura. Lo cierto es que cada uno de
ellos sufre una enfermedad y cada uno
de ellos debe ser tratado como una
persona enferma. (Robinson v.
California, pg. 674). <<

[48]

Chinese Exclusion case, p. 581. <<

[49]

Boutilier v. Immigration and


Naturalization Service, p. 129. <<

[50]

Los argumentos que emiten Douglas


y Fortas en su desencaminado esfuerzo
por proteger a los homosexuales
buenos, no se distingue del trgico
argumento de aquellos judos alemanes
que
quisieron
liberarse
del
antisemitismo nazi fundndose en el
demostrado patriotismo judo de la
Primera Guerra Mundial o en otras
contribuciones judas a la cultura
alemana. Tales argumentos no son
prcticos ni morales. En realidad, no
consiguen proteger a la vctima y, hasta
es posible, que inflamen ms las
pasiones contra ella. Desde un punto de

vista tico, estn mal concebidos,


porque
al
defender
a
los
homosexuales creativos o a los judos
patriticos afirman tcitamente que es
correcto perseguir a los homosexuales
no-creativos o a los judos nopatriticos. <<

[51]

Robert Lindner, Must You Conform?,


p. 65. <<

[52]

Jean-Paul Sartre, Saint Gent: Actor


and Martyr, p. 225. <<

[53]

Sartre, p. 587. <<

[54]

Boutilier v. Immigration and


Naturalization Service, p. 133. <<

[55]

Ibid. <<

[56]

Ibid., pp. 134-135. <<

[1]

Kenneth Burke, Interaction: III.


Dramatisms, en David L. Sills (Ed.),
International Encyclopedia of the
Social Sciences, Vol. 7, pp. 445452; p.
451. <<

[2]

James George Frazer, The Golden


Bough, p. 539. <<

[3]

Scapegoat, palabra inglesa que


traducimos por vctima propiciatoria, es
una contraccn de escape-goat, cuyo
significado sera macho cabro (chivo)
expiatorio.(N. del T.) <<

[4]

Leviticus, 16; 20-22. <<

[5]

Isaiah, S3: 1-6. <<

[6]

Ver tambin Isaiah, 53; 7-12. <<

[7]

Este pasaje de las Escrituras presagia


tambin el destino de Jess, que escogi
el papel de vctima propiciatoria y a la
vez le fue asignado. El sionismo puede
quizs ser considerado, entre otras
cosas, como un rechazo judo colectivo
del papel de vctima propiciatoria del
mismo modo que la conversin puede
interpretarse como un rechazo individual
del mismo. <<

[8]

Entre todas las religiones


observaba Voltaire el Cristianismo
debera, en buena lgica, ser la que
inspirara el mayor espritu de tolerancia,
pero hasta ahora los cristianos han sido
los ms intolerantes de todos los
hombres.
(Voltaire,
Dictionaire
Philosophique, pg. 485). Mutatis
mutandis, debera poder decirse lo
mismo de la psiquiatra, pero los
psiquiatras actuales, son tan intolerantes
como los clrigos de la antigedad.
Puede servirnos de ejemplo la siguiente
afirmacin, emitida por uno de los
principales psiquiatras forenses de los

Estados Unidos y receptor del


prestigioso Isaac Ray Award de la
American Psychiatric Association:
Si se considera que el deseo de la
mayora, es que gran nmero de
delincuentes sexuales sean privados
indefinidamente de su libertad y
mantenidos a expensas del Estado, me
adhiero inmediatamente a esta opinin.
(Manfred S. Guttmacher, Sex Offenses,
pg. 132). <<

[9]

Estoy convencido de que un


autointers inteligente, un autodominio
consciente
y
una
identificacin
comprensiva con los otros engendraran
menos inclinacin al odio que las
enseanzas religiosas tradicionales
basadas en la promesa de redencin a
travs del sacrificio de vctimas
propiciatorias. <<

[10]

Frazer, p. 540. <<

[11]

Ibid. <<

[12]

Ibid., p. 579. <<

[13]

Jane Ellen Harrison, Epilegomena to


the Study of Greek Religion and Themis,
p. XVII. <<

[14]

Frazer, pp. 578-579. <<

[15]

Ibid., p. 579 <<

[16]

Los atenienses sostenan una cuadra


llena de personas que deban ser usadas
en caso de tales emergencias; nosotros
mantenemos una cuadra llena de
palabras (y funciones). As, cuando la
calamidad
de
algn
crimen
especialmente horrible se abate sobre
nuestra sociedad, buscamos en nuestra
cuadra de palabras (y funciones) y, en
vez de enfrentarnos al problema moral
planteado por la crisis, sacrificamos un
Criminal Simblico que puede llamarse
loco, esquizofrnico. paranoico
homicida o criminal sexual. Aunque
estos sacrificios son del todo ineficaces

en la solucin de los problemas que


acosan a nuestra sociedad, por lo menos
son efectivos temporalmente porque
se cree fervientemente en ellos para
tranquilizar las ansiedades sociales. <<

[17]

Las Targelias: fiestas de Apolo y de


Artemisa, que se celebraban en Atenas
dentro del mes Targelin mes
ateniense que comprenda desde
mediados de mayo a mediados de junio
. (N. del T.) <<

[18]

Ibid. <<

[19]

Muchos autores consideran signo de


progreso moral el hecho de que el
hombre deje de sacrificar a su semejante
y utilice animales como vctimas
propiciatorias. Desde el punto de vista
de la vctima, no se puede dudar de que
es as; desde el del perseguidor, sin
embargo, no es necesariamente cierto.
Los motivos para los sacrificios
humanos y de animales son lo mismo.
Los individuos que utilizan tales
prcticas,
muestran
la
misma
incapacidad o reluctancia a cargar con
la responsabilidad moral de su
conducta.
As,
la
importancia

psicolgica de la sustitucin de vctimas


propiciatorias humanas por sacrificios
de animales, ha sido en general
exagerada. Mientras los hombres se
entreguen a la destruccin ritual de
enemigos simblicos ya sean
animales, pueblos extranjeros o
individuos que hayan pertenecido al
grupo el hombre no estar a cubierto
de sus congneres predadores. <<

[20]

Harrison, p. XVII. <<

[21]

Ibid. <<

[22]

Ibid. <<

[23]

Ibid., p. XXI. <<

[24]

Ibid. <<

[25]

No fue hasta 1910 1912


insista el famoso fisilogo de Harvard,
Lawrence J. Henderson (1878-1942)
(que) en este pas, un enfermo
cualquiera, con una enfermedad
cualquiera, consultando a un mdico
escogido al azar, tuvo por primera vez
en la historia de la humanidad algo
ms de un 50 % de probabilidades de
beneficiarse del encuentro. (Citado por
Maurice B. Strauss [E.], Familiar
Medical Quotations, especialmente
pgs. 9-77). <<

[26]

Mi anlisis de la distincin entre


actos tcnicos y rituales sigue de cerca
la interpretacin antropolgica habitual.
Cfr.
especialmente
Bronislav
Malinowski, Magic. Science, and
Religion.
El antroplogo ingls Radcliffe-Brown
lo formula as: Dentro de una actividad
tcnica, una afirmacin apropiada
acerca de la finalidad de un acto
concreto o de una serie de actos,
constituye por si misma una explicacin
suficiente. Ahora bien, los actos rituales
se diferencian de los actos tcnicos por
incluir
siempre
algn
elemento

intrnseco expresivo o simblico Mi


opinin es que los ritos positivos y
negativos de los salvajes existen y
perduran porque forman parte del
mecanismo mediante el cual consigue
sostenerse una sociedad ordenada, al
servir como en realidad sirven para
establecer
determinados
valores
sociales fundamentales. (A. R.
Radcliffe-Brown, On Taboo, in
Talbott Parsons, Ed., Theorits of
Society, vol. II, pgs. 951-959; pgs.
954, 958).
Con respecto a una discusin de la
distincin entre acto tcnico y ritual en
psicoanlisis, v. Thomas S. Szasz, The

Ethics
of
Psychoanalysis,
especialmente pgs.. 9-77. <<

[27]

Ver captulo 10. <<

[28]

Satans
era
un
demonio
especficamente judo, representado a
menudo con una divisa amarilla y un
gorro judo. Como estudio histrico de
gran visin, de Satans como judo y de
los judos como discpulos del Diablo,
v. Joshua Trachtenberg, The Devil and
the Jews.
Al creer en la realidad no slo de
Cristo, sino tambin del Anticristo, la
mente medieval observa Trachtenberg
llevaba este paralelismo a su punto
culminante, es decir, convertir a este
ltimo en el fruto de la unin entre el
Diablo y una prostituta juda, en

contraste deliberado con el primero,


hijo de Dios y de una virgen de la
misma raza. (Ibid., pg. 35).
Trachtenberg reproduce un cierto
nmero de grabados de los siglos XV,
XVI y XVII, que representan figuras
satnicas tocadas con la insignia juda.
(Ibid., Portada y pgs. 30, 195). <<

[29]

Jean-Paul Sartre, The Childhood of a


Leader, en Intimacy and Other Stories,
pp. 81-159. <<

[30]

Ibid., p. 156. <<

[31]

Jean-Paul Sartre, Anti-Semite and


Jew, pp. 26-27. <<

[32]

Ibid., p. 39. <<

[33]

Ibid., p. 44. <<

[34]

Ibid., p. 45. <<

[35]

Ibid., p. 51. <<

[36]

Es difcil coger un peridico o una


revista mdica y no encontrar
expresiones de este tipo. Veamos un
ejemplo reciente: Despus de un siglo
de seguir caminos separados la
neurologa y la psiquiatra los lazos
que las unen son cada vez menos
definibles. (Melvin Yahr, Neurology
[Annual Review], Med. World News,
12-enero-1968, pg. 129). El doctor
Yahr es profesor de neurologa y decano
adjunto del Columbia University
College of Physicians and Surgeons.
Cul es la razn de que la desaparicin
de los lazos entre neurologa y

psiquiatra sea una cosa tan buena? No


se nos dice; por tanto, debe ser algo
evidente por si mismo. El carcter ritual
de estas declaraciones se ve claro
cuando nos detenemos a pensar que las
encontramos siempre en boca de quienes
ms insisten en que la psiquiatra es una
especialidad
mdica
como
otra
cualquiera. Evidentemente, ninguno de
ellos se detendr a declarar que los
lazos entre la proctologia y la
oftalmologa o entre la ginecologa y la
neurociruga son cada vez menos
definibles, ni se sentir orgulloso de
que sea as. <<

[37]

Ibid., p. 57. <<

[38]

En el fondo, nos enfrentamos con una


enraizada confusin o una reluctancia a
establecer
una
distincin
entre
afirmaciones
descriptivas
y
prescriptivas, entre lo que es y lo que
debera ser, entre ser informado de algo
o se ordenado a hacerlo. He debatido ya
la importancia de tal distincin en el
terreno de la psiquiatra, en varias de
mis obras; v. por ejemplo, The Myth of
Mental Illness, especialmente pgs.
133-163.
Hannah Arendt ha identificado la
incapacidad o reluctancia a distinguir
entre estas dos categoras y formas

lingsticas, como una caracterstica de


los idelogos totalitarios y, en
especial, los nazis. Su superioridad
escribe la autora consiste en su
habilidad para convertir inmediatamente
toda afirmacin de hecho en declaracin
de fin. A diferencia de lo que sucede con
la masa seguidora, que por ejemplo
necesita alguna demostracin de la
inferioridad de los judos como raza,
antes de que pueda pedrsele que los
mate, las formaciones de lite
comprenden que la afirmacin todos
los judos son inferiores, significa que
hay que matarlos. (Hannah Arendt,
The Burden of Our Time, pg. 372).

Lo que resulta cierto en el caso del


idelogo fascista o comunista, lo es
tambin en el caso del psiquiatra. El
interpreta que la afirmacin John Doe
es un enfermo mental significa
realmente |Encerrad a John Doe en un
hospital mental. (o Retiradle el
permiso de conducir, el empleo, su
derecho a un juicio etc.). Casi todas las
privaciones de sus derechos humanos
que deben soportar los llamados
pacientes
mentales,
pueden
ser
atribuidas a esta causa. <<

[39]

Ver captulo 12. <<

[40]

<<

Sartre, Anti-Semite and Jew, p. 69.

[41]

Sin embargo, esta tolerancia de las


diferencias y los conflictos que stas
engendran, son contrarios al orden de
las sociedades humanas, por lo menos
hasta donde nuestra experiencia de ellas
alcanza. Kenneth Burke cree que el
principio sacrifical de creacin de
victimas (la vctima propiciatoria) es
consustancial a la congregacin
humana. Resume as sus razones: Si
hay orden (social), hay culpa; si hay
culpa, hay necesidad de redencin;
cualquier tributo de este tipo ser la
creacin de vctimas. O; si hay accin,
hay drama; si hay drama, hay conflicto;

si hay conflicto, hay creacin de


vctimas.
(Kenneth
Burke,
v.
Interaction: III. Dramatismo, en D. L.
Sills [Ed.], Int. Ene. Soc. Sci., vol. 7,
pg. 450).
La enraizada conviccin de que las
vctimas deben ser de algn modo
culpables y cumplir su destino en
otras palabras, que, puesto que han sido
castigadas, debe deducirse que han
quebrantado el orden social se ve
expresada
grficamente
en
la
observacin de Hannah Arendt, cuando
dice que:
El sentido comn reaccionaba frente a
los errores de Buchenwald y Auschwitz

con el plausible argumento: Qu


crimen habrn cometido, si se les hace
todo esto!. (Arendt, The Burden of Our
Time, pg. 418). <<

[42]

Ibid., pp. 146-147. <<

[43]

Enfermedad de la piel, caracterizada


por una prdida de pigmentacin que da
lugar a la aparicin de manchas blancas.
(N. del T.) <<

[44]

No hace mucho, cuando los crticos


de la psiquiatra declaraban que su
finalidad era el conformismo social, sus
practicantes solan negar esta acusacin
y definan el objetivo de su ciencia
como la promocin de la salud mental o
del bienestar humano. Esto ya no sucede.
Los
psiquiatras
institucionales
reconocen poco a poco que su objetivo
es adaptar la rueda humana al engranaje
social. El inters de la psiquiatra se
centra en adaptar a las personas a su
medio ambiente social. Asi lo ha
formulado John Downing, director de
los San Mateo County Mental Services y

prominente figura del movimiento de la


salud mental comunitaria. (Citado en
Leo Litvak, A trip to Esalen Institute:
Joy is the prize, New York Times
Magazine, 31 de diciembre de 1967,
pgs. 8, 21-28; pg. 8). <<

[1]

T. S. Elliot, The Cocktail Party, p.


111. <<

[2]

Voltaire, Dictionnaire de philosophie


(1764), p. 353. <<

[3]

Albert Camus, Preface to Algerian


Reports, en Resistance, Rebelion, and
Death, p. 114. <<

[4]

Abraham Lincoln, From a letter


(1858); citado por Christopher Morley y
Louella D. Everett (Eds.), [Bartletts]
Familiar Quotations, p. 455. <<

[5]

Como ejemplo reciente, puedo aducir


el documento titulado Derechos del
Paciente preparado por el Comit para
la Recodificacin de la Ley de Higiene
Mental de New York, que empieza con
la siguiente declaracin:
Es axiomtico que toda esta Ley de
Higiene Mental se centra sobre los
derechos
de
los
pacientes,
especialmente los derechos a cuidados y
tratamiento adecuado. (Institute of
Public Administration, Patients Rights:
Third Draft of Legislation and Analysis
[Research Memorandum n. 41],
diciembre 1967 [Mimeografiado; uso

privado].)
Del mismo modo, un inquisidor espaol
podra haber afirmado que es
axiomtico que la Inquisicin est
enteramente centrada en los derechos
del fiel, especialmente sus derechos a la
verdadera fe y a la salvacin.
En realidad, la afirmacin del Comit es
un fraude descarado. El inters primario
de toda ley de higiene mental es el de
facultar a los mdicos para encerrar en
prisin a ciudadanos inocentes e
imponerles
intervenciones
aparentemente mdicas contra su
voluntad. Como podra esperarse, entre
los miembros del Comit Asesor para la

Recodificacin de la Ley de Higiene


Mental de New York, estn el
comisionado y dos adjuntos del
Departamento de Higiene Mental del
Estado de New York. <<

[6]

En este sentido, ver Thomas S. Szasz,


Law,
Liberty,
and
Psychiatry,
especialmente pp. 149-158. <<

[7]

<<

Howard S. Becker, Outsiders, p. 9.

[8]

Ibid., pp. 9, 14. <<

[9]

Jean-Paul Sartre, Saint Genet. <<

[10]

Ibid., p. 30. <<

[11]

El nmero de psiquiatras existente en


los Estados Unidos crece a un ritmo dos
veces superior al del crecimiento de la
poblacin 3 % frente al 1,5 %
(Psychial. Progress, vol. 4 [en.-febr.].
1966, pg. 1). Este ndice de
crecimiento reviste una especial
importancia, porque el nmero de
mdicos, entre cuyas filas se recluta a
los psiquiatras, apenas sigue el ritmo de
crecimiento de la poblacin.
Puesto que los mdicos no pueden
abastecer el apetito monstruoso de
poder de la nueva Inquisicin, no debe
sorprendernos que las cifras totales de

asistentes sociales de la salud mental


crezcan a un ritmo muy superior al de la
cifra de psiquiatras. Entre 1960 y 1965,
la cifra de psiquiatras, psiclogos y
otros asistentes sociales de la salud
mental creci en un 44 %. (U. S. News
and World Repare, 6 nov. 1967, pg.
48). <<

[12]

Esta perspectiva no es nueva para la


psiquiatra. Aplicada a la familia,
estuvo en boga durante un tiempo,
especialmente entre los psicoanalistas y
socilogos. Una de sus consecuencias
fue la teora de que uno o ambos padres
son los elementos patgenos de la
familia, creadores de enfermedad mental
en los hijos. La expresin madre
esquizofrenognica presta testimonio
de este punto de vista. Un ejemplo de
esta teora, aplicada a la explicacin de
la psicosis infantil, puede verse en Jules
Henry, Culture Against Man, pgs. 321388; otro, aplicado a la explicacin de

la delincuencia juvenil, puede verse en


Ruth S. Eissier, Scapegoats of Society,
en Kurt R. Eissier (Ed.), Searchlights
on Delinquency, pginas 288-305.
Es absurdo restringir esta perspectiva al
examen de las relaciones familiares. Los
creadores de vctimas propiciatorias
ms poderosos de la sociedad moderna
son el Estado y la profesin
psiquitrica; de ah la urgencia de
enfocar nuestra atencin hacia ello, no
menos que hacia los individuos
particulares. Sin embargo, el escrutinio
de las relaciones cliente-profesional
plantea problemas a los psiquiatras,
mientras que el escrutinio de las

relaciones familiares, no lo hace. La


investigacin psiquitrica organizada de
las causas de enfermedad mental,
recuerda al borracho que busca la llave
de su casa a la luz de un farol, no porque
se le haya cado all, sino porque la luz
est en este sitio. <<

[13]

Ibid., pp. 30-31. <<

[14]

Ibid., p. 118. <<

[15]

Ibid.. p. 278. <<

[16]

Aline es la palabra utilizada por el


autor, que da pie al juego de palabras de
este prrafo. (N. del T.) <<

[17]

George Orwell, Nineteen EightyFour. <<

[18]

Ibid., p. 288. <<

[19]

Ibid., p. 289. <<

[20]

Ibid. <<

[21]

Ibid., pp. 294-295. <<

[22]

En un interesante artculo, Shengold


ofrece una interpretacin puramente
psicolgica
exenta
de
consideraciones morales y polticas
de la simbologa de Orwell al describir
la tortura de las ratas en Nineteen
Eighly-Four. Su anlisis psicolgico y
mi anlisis social se complementan
mutuamente. V. Lconard Shengold, The
Effects of over-stimulation: Rat people,
Int. J. Psycho-Anal., 48: 403-415, 1967.
Existen,
naturalmente,
importantes
paralelos entre las relaciones del hijo
para con sus padres en la familia y las
relaciones del adulto con el Estado en la

sociedad. Dilucidando estas semejanzas,


ms que analizando figuras pblicas
dignas o indignas, es como el
psicoanlisis podra contribuir mejor
en mi opinin a las ciencias sociales.
<<

[23]

Ibid., p. 300. <<

[24]

Jame George Frazer, The Golden


Bough, p. 497. <<

[25]

Ralph Linton, The Tree of Culture,


pp. 644-645. <<

[26]

Como sabemos, las religiones


cristianas fomentan en gran medida la
creencia en el canibalismo simblico y
en su valor. De este modo, inhiben los
esfuerzos del hombre hacia la
independencia espiritual y retrasan el
desarrollo de prcticas sociales e
instituciones favorables a la creacin
libre, ms bien que el robo imitativo del
sentido de la vida. Tocamos aqu una
materia muy compleja, cuyo tratamiento
ms amplio debe quedar para otra
ocasin. <<

[27]

Esta es sin duda una de las razones


por las que la persona creativa el
artista o cientfico verdaderamente
innovador es admirada y valorada; al
trascender el canibalismo simblico,
aprende a dar sentido a su vida sin robar
a otros el que han dado a las suyas.
Produce ms sentido del que
consume. <<

[28]

Ver, por ejemplo, Konrad Lorenz, On


Aggression. <<

[29]

Kenneth Burke, Interaction: III.


Dramatism, en David L. Sills (Ed.),
International Encyclopedia of the
Social Sciences, Vol. 7, pp. 445452; p.
450. <<

[30]

Ibid., p. 451. <<

[31]

Frederick Douglass, The anti-slavery


movement (A lecture delivered in
Rochester, New York, 1885); citado en
Civil Liberties, No. 214, Mar., 1964, p.
1. <<

[1]

Jean-Paul Sartre, Saint Gent: Actor


and Martyr, p. 24. <<

[2]

Jerzy Kosinski, The Painted Bird, p.


1. <<

[3]

Ibid., pp. 43-44. <<

[4]

Ibid., pp. 44-45. <<

[5]

Ralph Waldo Emerson, Self-reliance


(1841), en Eduard C. Lindeman (Ed.),
Basic Selections from Emerson, pp. 5373; p. 55. <<

[1]

Albert Camus, The Rebel, p. 126. <<

[2]

Abram Leon Sachar, A History of the


Jews, p. 194. <<

[3]

Ibid., p. 198. <<

[4]

Citado por Arnold A. Rogow (d.),


The Jew in a Gentile World, pp. 93-94.
<<

[5]

Henry Kamen,
Inquisition, p. 19. <<

The

Spanish

[6]

Citado por Jacob Sprenger y Heinrich


Krmer, Malleus Maleficarum, p. XIX.
<<

[7]

Kamen, p. 122. <<

[8]

Sprenger y Krmer, p. 1. <<

[9]

Kamen, p. 28. <<

[10]

Citado por Gregory Zilboorg,


History of Medical Psychology, p. 205.
<<

[11]

Acerca de tos judos y sus mentiras.


(N. del T.) <<

[12]

Citado por Sachar, p. 229. <<

[13]

Herbert J. Muller, Freedom in the


Western World, p. 274. <<

[14]

Citado por Rosseli Hope Robbins,


The Encyclopedia of Witchcraft and
Demonology, p. 540. <<

[15]

Herbert J. Muller, p. 173. <<

[16]

Citado por Robbins, p. 54. <<

[17]

Ibid., p. 408. <<

[18]

Charles Mackay, Extraordinary


Popular Delusions and the Madness of
Crowds, p. 578. <<

[19]

<<

El avance de la ciencia. (N. del T.)

[20]

Citado por Robbins, p. 484. <<

[21]

Ibid., p. 479. <<

[22]

Ibid., p. 314. <<

[23]

Ibid., p. 308. <<

[24]

Citado por Andrew Dickson White,


A History of the Warfare of Science
with Theology in Christendom, p. 329.
<<

[25]

Michel Foucault, Madness and


Civilization, pp. 40, 45. <<

[26]

Ibid., pp. 65-66. <<

[27]

Citado por Robbins, p. 341. <<

[28]

Citado por Rogow, p. 228. <<

[29]

Citado por Richard Hunter and Ida


Macalpine, Three Hundred Years of
Psychiatry, 1535-1860, pp. 266-267. <<

[30]

Christina Hole,
England, p. 197. <<

Witchcraft

in

[31]

Citado por Rogow, p. 136. <<

[32]

Nina Ridenour, Mental Health in the


United States, p. 77. <<

[33]

Ren A. Spitz, Authozy and


masturbation: Some remarks on a
bibliographical
investigation.
The
Yearbook of Psychoanalysis, Vol. 9, pp.
113-145; p. 117. <<

[34]

Wade Baskin, Foreword, in


Voltaires Philosophical Dictionary, p.
3. <<

[35]

White, p. 339. <<

[36]

Citado por Zilboorg, History of


Medical Psychology, p. 575. <<

[37]

Andr Soubiran, The Good Doctor


Guillotin and His Strange Device, pp.
141, 214. <<

[38]

White, p. 342. <<

[39]

Philippe Pienl, A Treatise on


Insanity (1801), pp. 27-28. <<

[40]

Ibid., p. 63. <<

[41]

Ibid., p. 65 <<

[42]

Ibid., p. 66. <<

[43]

Citado por Emil Kraepelin, One


Hundred Years of Psychiatry, p. 69. <<

[44]

Ibid., p. 152. <<

[45]

Theodric Romeyn Beck, An


Inaugural Dissertation on Insanity, pp.
27-28; quoted in Norman Dain,
Concepts of Insanity, pp. 12-13. <<

[46]

Benjamin Rush, Medical Inquiries


and Observations upon The Diseases of
the Mind (1812), pp. 211, 347. <<

[47]

Citado por Kamen, p. 271. <<

[48]

Citado por Hunter y Macalpine, pp.


724-725. <<

[49]

Citado por Alex Comfort, The


Anxiety Makers, p. 76. <<

[50]

Sachar, p. 287; Kamen, p. 282. <<

[51]

Citado por Hunter y Macalpine, p.


792. <<

[52]

Citado por Albert Deutsch, The


Mentally III in America, p. 151. <<

[53]

Dain, pp. 104, 239. <<

[54]

Citado por Deutsch, p. 150. <<

[55]

Ibid., p. 142. <<

[56]

Citado por Jules Isaac, The Teaching


of Contempt, p. 112. <<

[57]

Deutsch, pp. 150-151. <<

[58]

Citado por E. H. Hare, Masturbatory


insanity: The history of an idea, J. Ment.
Sci., 108: 1-25 (Jan.), 1962; p. 23. <<

[59]

Citado por Abraham S. Goldstein,


The Insanity Defense, p. 45. <<

[60]

Dorothea L. Dix, Memorial to the


Legislature of Massachusetts, 1843, p.
2. <<

[61]

Citado por Ridenour, p. 76. <<

[62]

Citado por Dain, p. 107. <<

[63]

Comfort, p. 95. <<

[64]

Citado por Deutsch, p. 424. <<

[65]

National Association for Mental


Health, Calendar for 1968 (May); y
Dain, p. 176. <<

[66]

Massachusetts, Commission on
Lunacy, 1854, Report on Insanity and
Idiocy in Massachusetts, p. 55; citado
por Dain, p. 68. <<

[67]

National Association for Mental


Health, Calendar for 1968 (Apr.). <<

[68]

Citado por John Duffy, Masturbation


and clitoridectomy, J. A. M. A. 186: 246248 (Oct. 19), 1963; p. 246. <<

[69]

Dain, p. 106. <<

[70]

Kraepelin, pp. 69-70. <<

[71]

John Stuart Mill, On Liberty (1859),


pp. 13, 18. <<

[72]

Citado por Hare, p. 18. <<

[73]

Ibid., p. 6. <<

[74]

William J. Sinclair, Semmelweis,


His
Life
and
His
Doctrine,
especialmente pp. 267-270. <<

[75]

Citado por Dain, p, 197. <<

[76]

Citado por Franz G. Alexander y


Sheldon T. Selesnick, The History of
Psychiatry, p. 154. <<

[77]

Citado por Comfort, pp. 107-108. <<

[78]

John Stuart Mill, The Subjection of


Women, pp. 229, 266. <<

[79]

Hare, p. 21. <<

[80]

Citado por Hare, p. 23. <<

[81]

Ibid., p. 9. <<

[82]

Citado por Aron Krich, Introduction:


The Humanization of Sex, y Aron Krich
(Ed.), The Sexual Revolution, vol. 1,
Pioneer Writings on Sex, p. 10. <<

[83]

Ibid., p. 14. <<

[84]

Werner Richter, The Mad Monarch,


p. 250; ver tambin Thomas S. Szasz,
Law. Liberty, and Psychiatry, pp. 4853. <<

[85]

Citado por Comfort, p. 108. <<

[86]

Anton Pavlovich Chekhov, Ward No.


6 (1892), en Seven Short Stories by
Chekhov, pp. 106-157; p. 126. <<

[87]

Adolf Leschnitzer, The Magic


Background of Modem Anti-Semitism,
p. 193. <<

[88]

Max I. Dimont, Jews, God, and


History, p. 321. <<

[89]

Citado por Dain, p. 137. <<

[90]

Spitz, p. 123. <<

[91]

Clifford Whittingham Beers, A Mind


That Found Itself, p. 218. <<

[92]

Ridenour, p. 77. <<

[93]

Ibid. <<

[94]

Citado por Albert Schweitzer, The


Psychiatric Study of Jesus, p. 44. <<

[95]

Kraepelin, pp. 106-107. <<

[96]

Citado por Schweitzer, p. 40. <<

[97]

Ibid., pp. 27-28, 72. <<

[98]

Kraepelin, pp. 152-154. <<

[99]

Citado por Hare, p. 9. <<

[100]

Ridenour, p. 39. <<

[101]

<<

Citado por Rogow, pp. 195, 202.

[102]

Franz Alexander y Hugo Staub, The


Criminal, the Judge, and the Public, p.
XIII. <<

[103]

Karl A. Menninger, The Human


Mind, p. 428. <<

[104]

Citado por Rogow, p. 321. <<

[105]

Leschnitzer, p. 49. <<

[106]

Terence Prittie, Germans Against


Hitter, pp. 61-63. <<

[107]

Citado por Antoni GoUan, The great


marijuana problem, Nat. Rev., Jan. 30,
1968, pp. 74-80; p. 74. <<

[108]

Hannah Arendt, Eichmann


Jerusalem, p. 85. <<

in

[109]

Edward A. Strecker, Beyond the


Clinical Frontiers, p. 180. <<

[110]

George H. Stevenson, Presidential


address: The psychiatric public health
aspects of war, Amer. J. Psychiat., 98:
1-8 (July), 1941, pp. 3, 8. <<

[111]

Arendt, p. 96. <<

[112]

Ibid., p. 105. <<

[113]

Deutsch, pp. 448-449. <<

[114]

Citado por Thomas S. Szasz, Law,


Liberty, and Psychiatry, pp. 202-203.
<<

[115]

G. Brock Chisholm, The psychiatry


of enduring peace and social progress,
Psychiat. 9: 3-11 (Jan.), 1946; p. 11. <<

[116]

Inmmigration and Nationality Act


of 1952, par. 212 (a) (4), 8 U. S. C., par.
1182 (a) (4), 1964; conocida
popularmente como el Acta McCarran.
<<

[117]

Thomas R. Byrne, Jr. y Francis M.


Mulligan, Psychopathic personality y
sexual deviation: Medical terms or
legal catch-alls, Temple Law Quart., 40:
328-347 (Spring-Summer), 1967. <<

[118]

Durham v. United States, 214 F. 2d,


862 (D. C. Circ.). 1954; pp. 874-875.
<<

[119]

Abe Fortas, Implications of


Durhams case, Amer. J, Psychiat., 113:
577-582 (Jan.), 1957; pp. 581, 579. <<

[120]

Williams v, United States, 250 F.


2d, 19 (1957); p. 26. <<

[121]

A. M. Rosenthal y Arthur Gelb, One


More Victim, pp. 119-120. <<

[122]

Citado por ibid., p. 235. <<

[123]

Arendt, p. 22. <<

[124]

Ibid., p. 64. <<

[125]

Constitutional Rights
Mentally III, p. 64. <<

of

the

[126]

Ibid., p. 75. <<

[127]

Robinson v. California, 370 U. S.


660, 1962; p. 665. <<

[128]

John F. Kennedy, Message from the


President of the United States relative to
mental illness and mental retardation (U.
S. 88th Cong., ist sess., 1963 H. Rep,,
Doc. No. 58). p. 2. <<

[129]

Theodore H. White, The Making of


the President, p. 29. <<

[130]

Abraham Ribicoff, Why i proposed


a commission to study the problem of
childhood mental illness, Psychiat.
News, Jan., 1966, p. 6. <<

[131]

The unconscious of a conservative:


A special issue on the mind of Barry
Goldwater, Fact, Vol, 1, No. 5 (Sept.Oct.), 1964; p. 55. <<

[132]

Citado por Martin Gansberg, Peace


Corps sets world health aid. New York
Times, November 16, 1964, p. 1. <<

[133]

Citado por William F, Buckley, Jr.,


LBJ is getting it in the neck unfairly,
Syracusa (N. Y.) Herald-American, July
18, 1965, p. 17. <<

[134]

Citado por Ruth Fox, Alcoholism in


1966 (Editors Notebook), Amer. J.
Psychiat., 123: 337-338 (Sept.), 1966;
p. 337. <<

[135]

Citado por Goffredo Parise, No


neurotics in China, Atlas, 13: 4647
(Feb.), 1967; p. 47. <<

[136]

Editorial: Changing concepts of


suicide, J. A. M. A., 199: 162 (Mar. 6),
1967. <<

[137]

Council of the American Psychiatric


Association, Position statement on the
question of adequacy of treatment, Amer.
J. Psychiat., 123: 1458-1460 (May),
1967; p. 1459. <<

[138]

Harvey J. Tompkins, The


presidential address; The physician in
contemporary
society,
Amer.
J.
Psychiat., 124: 1-6 (July), 1967; p. 3.
<<

[139]

George Stevenson, Psychopathology


of international behavior (Letter to the
Editor), Amer. J. Psychiat., 124: 166167 (Nov.), 1967. <<

[140]

Citado por William F. Buckley, Jr.,


Reagan and Yale, Syracuse (N. Y.) PostStandard, Dec. 26, 1967, p. 5. <<

[141]

Citado por Democracy has/hasnt a


future a present, New York Times
Magazine. May 26, 1968, pp. 30-31,
98-104; p, 101. <<

[142]

Citado por ibid., pp. 98, 102. <<

[143]

Drew Pearson, Wallaces mental


record, Syracusa (N. Y.) PostStandard,
Oct. 16, 1968, p. 11. <<

[144]

Richard Eder, 1492 ban on Jews is


voided by Spain, New York Times, Dec,
17, 1968, pp. 1, 14. <<

[145]

Howard P. Rome, Psychiatry and


foreign
affairs;
The
expanding
competence of psychiatry, Amer. J.
Psychiat., 125: 725-730 (Dec.), 1968;
pp. 727, 729. <<

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