Trifacial Trifornis
Trifacial Trifornis
Trifacial Trifornis
y milenarismo joaquinita
Francisco Jos Martnez
Trinidad trifacial y milenarismo joaquinita
Resumen
En el presente trabajo pretendemos proponer una hiptesis en torno al posible significado
teolgico y poltico de las imgenes de la Trinidad trifacial que surgieron fundamentalmente
en las colonias durante los siglos xvi a xviii. La hiptesis relaciona este elemento iconogrfico,
espacial, con la filosofa y teologa de la historia, de corte joaquinita, que los franciscanos y jesuitas difundieron por Amrica durante esos aos, con ribetes cercanos a la hereja. El trabajo
se articula en tres partes; en la primera se hace una sucinta presentacin de la Teologa de la
Trinidad hasta la poca tratada; la segunda parte hace un breve repaso del milenarismo franciscano y jesuita que se despleg por Amrica en estos siglos; por ltimo, la tercera parte presenta la hiptesis central del trabajo, que articula sus diferentes partes, a saber: la posible conexin entre la Trinidad trifacial y el milenarismo de corte joaquinita al interpretar este tipo de
representacin hertica de la Trinidad como una representacin espacial, sincrnica, de las
tres Edades, la del Padre, la del Hijo y la del Espritu, despliegue diacrnico de la teologa de la
historia a partir de la que ciertos monjes entendieron la conquista del Nuevo Mundo. Se concluye analizando dos ejemplos muy bellos y bien conservados de Trinidad trifacial debidas
respectivamente a Jernimo de Cosida, pintor aragons, y a Gregorio Vzquez de Arce y Ceballos, que desarroll su obra pictrica en Santa Fe. Se proponen los resultados de este trabajo
como hiptesis a verificar, lo que exige seguir buscando evidencias documentales para poder
afirmar la relacin de los crculos en los que se movan los pintores de estas Trinidades heterodoxas con el joaquinismo como teologa de la historia tambin con aspectos heterodoxos.
ses two very beautiful and very well-conserved examples of trigeminal Trinity painted respectively by Jernimo de Cosida, from Aragon, and Gregorio Vzquez de Arce y Ceballos, who
developed his work in Santa Fe. The results of this study are proposed as a hypothesis to be
verified, which requires continuing the search for documental evidence that can confirm the
relationship between the circles that the two painters of these heterodox Trinities moved in and
the Joachimism as theology of history also with heterodox aspects.
Martnez, F.J., Trinidad trifacial y milenarismo joaquinita, Acta/Artis. Estudis dArt
Modern, 1, 2013, pgs. 51-67
Palabras clave: Trinidad, trifacial, evangelizacin, milenarismo
Keywords: Trinity, trigeminal, evangelisation, millenarianism
Teologa de la Trinidad
La especificidad del cristianismo es su concepcin de un dios uno y trino que se sita entre el
radical monotesmo judo y el politesmo grecorromano. Durante los siglos a lo largo de los
cuales se fue constituyendo la creencia en la Trinidad, los orculos paganos tambin ofrecan
modelos trinitarios; por ejemplo, hay un orculo rfico, aludido por Juliano el Apstata, que
dice: Zeus, Hades, Helios, tres dioses en la cabeza de un dios. Por su parte, el famoso Orculo de Apolo en Klaros tambin afirm: Uno es Zeus, Hades, Helios y Dionisos, aludiendo a
una deidad solar que se mostraba en tres formas o modalidades. En algunas versiones Serapis
sustituye a Dionisos, y Serapis es un representante de los varios poderes de la deidad solar,
todos combinados en una figura segn Macrobio en su Saturnalia. Serapis sera una figura de
la trinidad rfica, copiada en la trinidad cristiana. Esa semejanza ser lo que nos permita conectar las representaciones de la Prudencia que utilizan de forma alegrica la figura triforme
de Serapis con las representaciones trifaciales de la Trinidad cristiana.
Esta peculiar concepcin trinitaria se va afirmando paulatinamente a lo largo de los primeros siglos de la Iglesia hasta recibir su confirmacin en los concilios de Nicea y Constantinopla, gracias a las aportaciones de Atanasio y los Padres capadocios, no sin ser objeto de
acrrimas discusiones entre la incipiente ortodoxia y el resto de opiniones calificadas de herejas por la faccin triunfadora, en muchos casos debido al influjo directo del poder poltico
romano, cuya injerencia en cuestiones teolgicas es constante desde que Constantino empez
la deriva que llev desde el culto a los dioses de la ciudad hasta la entronizacin del cristianismo como religin oficial del imperio.1 Nos podramos preguntar por el porqu de esta extraa
y problemtica concepcin de lo divino, si no se acepta la obvia respuesta de que ha sido la
revelacin divina el origen de esta nocin, respuesta no tan obvia, ya que todos, tanto los ortodoxos como los herejes, se consideraban inspirados por Dios y todos apelaban a los mismos
textos sagrados. Dos posibles lneas de explicacin podran ser, en primer lugar, la necesidad
de desmarcarse del judasmo, evitando mantenerse como una mera variante de este. Las discusiones entre Pablo y Bernab en relacin con la obligatoriedad o no de la circuncisin expli1. Vase las obras clsicas de Burckhardt, J., Del paganismo al cristianismo. La poca de Constantino el Grande. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1945; Cochrane, C.N., Cristianismo y cultura clsica. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1949.
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citaban la apuesta decidida de Pablo de constituir una religin universal, libre de ataduras a la
tradicin hebrea, que se subsume en la propia religin. La segunda lnea de explicacin tendra
que ver con la necesidad de afirmar la divinidad de Cristo, trastocando la idea juda de que el
Mesas era un hombre, elegido por Dios, pero un simple hombre y no un dios en s mismo. En
la concepcin de Cristo se combina la nocin juda del Mesas con la idea procedente de las
religiones mistricas de un Salvador Soter, intermediario entre el hombre y la divinidad. La
necesidad lgica o psicolgica? de evitar el dualismo del Padre y el hijo metidos en un reflejo especular exigi la apertura a la trada con la introduccin del Espritu Santo. Una vez hecho
el hallazgo de la Trinidad se plante el problema de explicar las relaciones de las tres figuras
divinas, tanto en su actuacin ad intra relaciones entre las tres figuras como ad extra en
sus actuaciones especficas respecto de la creacin. En esta explicacin se da un matiz entre
las iglesias orientales y la occidental; mientras las primeras parten de las personas y buscan su
unidad, en Occidente se parte de la unidad y se busca explicar la diferenciacin.
Dado que el precedente inmediato del Dios cristiano es el Yav judo, vamos a ver cmo
esta figura nica en el judasmo va dando lugar a las otras dos formas de la divinidad cristiana,
el Hijo, el Verbo divino y el Espritu Santo. Las posiciones ms puramente monotestas apostaban por el subordinacionismo, posicin que defenda la prelacin del Padre sobre el Hijo, y
que en cierta manera adopt tambin la ortodoxia, aunque reducindola a un subordinacionismo de origen y no de esencia. Diferentes versiones de esta postura fueron el monarquesmo, que postulaba al Padre como nico principio arqu;2 el adopcionismo, que ve a Cristo como un hijo adoptivo y no natural de Dios; el modalismo, segn el cual un nico Dios se
manifestaba de diversos modos y era llamado de diferentes formas segn las circunstancias; y
el patripasionismo, que al afirmar la unidad de las tres personas divinas conclua que tambin
el Padre sufri la pasin (cierta alusin a esta posicin se puede ver en la representacin de la
Trinidad en la forma denominada Compassio patris, en la que el Padre mira y sostiene en su
regazo al Hijo muerto, asocindose de esta manera a su dolor; Durero, El Greco, Luis Tristn y
Ribera representaron as la Trinidad).3
Para Arrio, el Hijo es creado, no es coeterno ni consustancial con el Padre. Esta hereja se
conden en el concilio de Nicea. Para Macedonio, jefe de fila de los pneumatmacos, el Espritu Santo es creado. Su hereja se conden en el primer concilio de Constantinopla. Precisamente el credo ortodoxo catlico se fij en estos dos concilios, desarrollando y explicitando el
inicial smbolo apostlico. Mientras que el smbolo apostlico dice de Jess solo que es el hijo
nico de Dios, el segundo lo define como Hijo nico de Dios, nacido del Padre antes de todos
los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Aqu se afirma la consustancialidad del Padre y el Hijo, postura defendida en Nicea y que se resume en la nocin de homoousios; los crticos oponan a esta nocin la de homoioousios, que afirmaba solo la semejanza
entre Padre e Hijo. La ortodoxia afirma la unidad de la esencia y la trinidad de personas, lo que
supone en relacin al Hijo que es una persona, el Verbo divino, segunda persona de la Santsima Trinidad, con dos naturalezas, divina y humana. La afirmacin de la humanidad de Cristo
fue rechazada por los docetistas para los cuales el cuerpo de Cristo era solo aparente y no real;
2. El hincapi puesto en la unidad de las tres personas ha llevado incluso a representar a las tres personas en el interior
de la Virgen como si Mara fuera madre no solo de Cristo, sino de la Trinidad en su conjunto. A fines de la Edad Media se
popularizan las llamadas vrgenes abrideras, que muestran en su interior las tres figuras de la Trinidad, presentndose
como un templum Trinitatis; vase Gonzlez Hernando, I., La Virgen de San Blas de Buriondo en Bergara: ejemplo y
excepcin de Virgen abridera trinitaria, Anales de Historia del Arte, 16, 2006, pgs. 59-78. Tambin en la exposicin Polonia.
Tesoros y colecciones artsticas, que tuvo lugar en el Palacio Real de Madrid entre el 3 de junio y el 4 de septiembre de 2011,
se expuso una virgen abridera, Nuestra Seora de Klonowka, que combina la idea de Virgen de la Misericordia con una
virgen trinitaria.
3. Vase Pamplona, G. de, Iconografa de la santsima Trinidad en el arte medieval espaol. Madrid: Consejo Superior
de Investigaciones Cientificas, Instituto Diego Velazquez, 1970, pgs. 144-158.
mientras que los apolinaristas afirmaban que el alma humana de Cristo haba sido sustituida
por el Verbo divino, con lo que su humanidad tampoco era plena. Por su parte, los nestorianos,
condenados en el concilio de feso, afirmaban que en el Hijo haba dos personas, divina y
humana, lo que conllevaba que Mara no era madre de Dios theotokos como siempre ha
afirmado la tradicin. Los monofisitas consideraban que en Cristo solo haba una naturaleza,
y fueron condenados en Calcedonia. Por ltimo, los monotelitas admitan una sola voluntad
en Cristo que era a la vez humana y divina. En resumen, la ortodoxia afirmaba el camino medio,
no aceptando la separacin radical entre las personas divinas como afirm Arrio entre otros,
ni su confusin en una unidad indiferenciada como defendi Sabelio. San Hilario, por ejemplo,
deca que haba unidad pero no unin entre las tres personas, y que su unidad era de sustancia
y numrica. Por su parte, Tertuliano defenda que las tres personas eran diferentes, nec statu,
sed gradu; nec susbtantia, sed formae; nec potestate, sed specie.4
Posteriormente, algunos autores, como Miguel Servet, defendieron de nuevo una posicin modalista, criticando la posicin ortodoxa como tritesta. Para Servet5 los creyentes en la
Trinidad son tritestas. La persona no es sustancia, sino funcin, aspecto. La Palabra y el Espritu son dos modos de manifestarse Dios, son nombres derivados de sus actos, son las mediaciones necesarias de Dios: la Palabra es el Dios creador y manifestante, y el Espritu es el Dios
vivificante y santificante. Son disposiciones de Dios, economas. Los tritestas se refieren a la
Trinidad de tres maneras: Agustn de forma ilustrativa, ya que no se puede demostrar, pero s
ilustrar; Ricardo de San Vctor lo hace de forma demostrativa y piensa desde un punto de vista
neoplatnico que Dios es un ser dinmico, un bien que se difunde, mientras que Ockam lo hace
de forma fidesta, ya que no se puede ilustrar, ni demostrar, sino solo creer.
La unicidad personal de Dios Padre se corresponde con la unicidad de la naturaleza en
la persona de Cristo. Son tres no por ninguna distincin de seres en Dios, sino por economa,
es decir, por ordenacin y disposicin de las diversas formas de manifestarse la deidad. La
Escritura considera distintos modos de aparicin y no distintas naturalezas metafsicas de identidades. La diversidad entre las personas se basa en distintos modos de aparicin y no en la
pluralidad de sustancias metafsicas. Se trata de apariciones o disposiciones, no de naturalezas.
Dios tiene varias esencias.
Servet destaca las diferencias entre proceder y ser engendrado: la carne es engendrada
de forma natural y el espritu de ningn modo. La constitucin no es composicin. El Hijo es
constituido por la esencia pero no compuesto, como dicen los ortodoxos. En el espritu hay dos
inspiraciones: la intrnseca, que viene desde el Padre y el Hijo, y la extrnseca y temporal, que
proviene tambin del Padre y el Hijo. El Verbo es el principio o inicio de un empezar y no el
nombre de sustancia alguna. El Espritu Santo es la actividad de Dios en el espritu del hombre,
y fuera del hombre no puede hablarse propiamente de Espritu Santo. El Espritu Santo es una
agitacin divina en el espritu del hombre. Cristo fue en otro tiempo Verbo, pero ahora es Hijo.
Cristo estaba con el Padre desde el principio, en persona de Verbo. El Hijo existi desde el
principio personalmente, no realmente, como representacin. Cristo est ahora en Dios realmente, como antes lo estaba personalmente por representacin. Cristo es un modo de actuar
Dios mismo.
En cambio, para Agustn, que es el paladn de la ortodoxia al que posteriormente siguen
casi todos los telogos, en Dios solo hay tres personas en la simplicidad de la esencia; entre las
4. Un panorama de las discusiones trinitarias se puede seguir en Agustn de Hipona, De Trinitate [Arias, L. (ed.)], en
Escritos apologticos. Madrid: La Editorial Catlica, col. Biblioteca de Autores Cristianos, 5, 1985, pgs. 3-19 (edicin bilinge
en latn y castellano); vase tambin el captulo preliminar de Pamplona, G. de, Iconografa..., pgs. 1-12. Y tambin el captulo 1 de la obra de Maquivar, M.C., De lo permitido a lo prohibido. Iconografa de la santsima Trinidad en la Nueva
Espaa. Mxico: Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 2006, pgs. 15-40.
5. Servet, M., Obras Completas. II.1. Primeros escritos teolgicos [Alcal, A. (ed.)]. Zaragoza: Prensas Universitarias de
Zaragoza, 2004.
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mismas no hay una distincin absoluta, sino solo segn la relacin, especficamente segn la
relacin de origen. Las tres personas se distinguen por su distinto origen; el Padre es ingnito,
el Hijo unignito y el Espritu Santo procede del Padre y del Hijo. Cada persona se constituye
segn la relacin de origen, es propia, no comn, y pertenece a su dignidad.6 En Dios hay dos
procesiones, por naturaleza y por voluntad; la primera es de generacin y se refiere a aquello
que es por otro, qui ab dio, mientras que la segunda es de espiracin y se refiere a aquello por
lo que el otro es a quo dive. El Hijo procede a modo de naturaleza como Hijo y a modo de
entendimiento como Verbo. El Espritu Santo es amor, dileccin y caridad del Padre y el Hijo.
El Padre es principio y no causa de las otras dos personas. Entre las personas divinas no hay
distancia segn el lugar, ni segn la esencia, solo hay distincin de personas segn las propiedades personales. Para Agustn, de las diez categoras aristotlicas en Dios se dan dos: relacin
y posicin. En la Trinidad hay cuatro relaciones, dos de origen paternitas y spiratio y dos
de procedencia filiatio y processio. San Hilario, por su parte, en el libro v de De Trinitate
afirma que Dios es de Dios no por defeccin, ni por extensin, ni por derivacin o separacin; sino que, por la potencia de la naturaleza divina, el Hijo subsiste con su nacimiento en
esa misma naturaleza. No es otro ser sustancial aliud, y, sin embargo, es otro alius. No
es cierto que el Padre sea algo aliquid de la Trinidad, sino que el Padre es alguien aliquis
de la Trinidad. En Dios el esse se identifica con aquello por lo que es quo est, lo que es quod
est y quien es qui est.
Pedro Lombardo, como compilador medieval de la ortodoxia,7 afirma que la sustancia
divina ni engendra, ni es engendrada, lo que permite a Joaqun de Fiore acusarlo de afirmar
una cuarta sustancia que asegura la unin de las tres personas.
Se produjo una fuerte polmica en relacin con el Espritu Santo entre las iglesias de Oriente y Occidente, en concreto, en torno a la diferencia entre engendrar y proceder, ya que el Padre
engendra al Hijo, y el Espritu Santo procede para unos solo del Padre y para otros la ortodoxia del Padre y del Hijo. La famosa polmica sobre el filioque, que se refiere a si el Espritu
procede solo del Padre o del Padre y tambin del Hijo, enfrent a la cristiandad durante varios
siglos. La visin occidental defiende la procesin ab utroque, es decir, de los dos, Padre e Hijo,
mientras que los orientales defienden que el Espritu proviene solo del Padre. Una frmula
intermedia deca que el Espritu procede del Padre a travs dia del Hijo, pero hay que tener
en cuenta que esta formulacin no tiene un efecto atributorio al Hijo respecto del Espritu, ya
que segn esta formulacin el Hijo solo canaliza la actividad del Padre hacia el Espritu, mientras que la formulacin que afirma la procesin bilateral ab utroque tiene un efecto acumulativo. Se suele entender el Espritu como el amor mutuo que relaciona al Padre y al Hijo. Atanasio defiende la realidad del Espritu Santo en el marco de una concepcin de la Trinidad
sometida a una especie de movimiento circular, perijreisis circuminsessio en la literatura escolstica posterior, o proceso de compenetracin y amor mutuo entre las tres personas divinas
que no se mezclan ni confunden entre s. Segn el denominado Credo de Atanasio, el Espritu
Santo es del Padre y del Hijo, ni hecho, ni creado, ni generado, sino procedente. Por su parte,
ya Agustn interpret al Espritu Santo como la comunin consustancial eterna o charitas
existente entre el Padre y el Hijo.8 El Espritu procede ab utroque del Padre y del Hijo conjuntamente; la partcula, kai, tiene un efecto acumulativo, mientras que si decimos que procede del
Padre a travs dia del Hijo, este efecto acumulativo no se da, no hay contribucin de los dos
principios en la procesin del Espritu.
9.Sobre este tema se puede consultar Rau, L., Iconografa del arte cristiano, 2 vols. Barcelona: Del Serbal, 1996 [1955],
vol. 1, pgs. 25-42; en el caso espaol, la obra de De Pamplona, G., Iconografa de la Santsima Trinidad...; y para el rea
hispanoamericana, el libro de Maquvar, M.C., De lo permitido...
10. Vase Majad, M.A., Breve historia de las representaciones trifaciales y tricfalas en occidente, 2008. Obra en formato
electrnico, disponible en www.letralia.com/ed_let/trifaz.
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Sarto, que pinta en el intrads de un arco del refectorio de los monjes vallombrosianos de San
Salvi una Trinidad trifacial como tres cabezas: una de frente y las otras dos mirando cada una
a un lado. A fray Bartolomeo se debe una Trinidad trifacial parecida a la de San Salvi, que se
encuentra en el Museo di san Marco de Venecia. Bronzino pint una Trinidad trifacial semejante a las anteriores en la capilla dedicada a Leonor de Medici en el Palazzo Vecchio de Florencia. Separndose de la iconografa habitual, Filippo Lippi pint una Trinidad trifacial en la
base de un retablo dedicado al Espritu Santo en una tabla que representa a san Agustn en su
escritorio, mediante una sola cabeza con tres rostros que no representan como de costumbre
la figura barbada de Cristo, sino una figura imberbe y regordeta.11
En la galera online del Museo del Prado se puede encontrar un bello dibujo annimo del
siglo xvi, copia de Perino de la Varga, cuyo ttulo es Figura femenina alegrica sosteniendo una
efigie de tres caras [Trinidad (?)], que muestra una delicada figura de joven flotando, con una
cabeza trifacial que podra ser la representacin de una Trinidad trifacial.
Maquvar hace un repaso de los tratadistas que en su conjunto rechazaron la Trinidad
trifacial y tricfala, no tanto por hertica como por monstruosa o de mal gusto. Molano, Interin
de Ayala, Francisco Pacheco y Vicente Carducho coinciden en repudiar esta forma particular de representar la Trinidad. Por ltimo, la autora se refiere a los ejemplos novohispanos de
Trinidad trifacial en su doble aspecto de solo la cabeza con tres rostros enmarcados en el pao
de la Vernica y de representaciones de cuerpo entero o de medio cuerpo. De la primera versin
refiere tres ejemplares encontrados en la catedral de Mxico y en una coleccin privada, y de
los segundos alude a una Trinidad trifacial tambin particular de cuerpo entero y de medio
cuerpo enmarcado en un marco triangular que se encuentra en el Wadsworth Atheneum de
Connecticut. Conviene resaltar que, al contrario de los ejemplos espaoles, estos no tienen el
escudo trinitario. Fuera de Mxico se encuentra una Trinidad trifacial de cuerpo entero debida
a Vzquez de Arce y Ceballos en el Museo de Arte Colonial de Bogot; otra con el escudo trinitario en una coleccin particular de Medelln, perteneciente a la escuela antioquea; y otra
perteneciente a la escuela cuzquea, presente en el Museo de Arte de Lima, que tambin presenta el escudo trinitario.12 La importancia de las imgenes en la evangelizacin americana ha
sido destacada por los tratadistas que han puesto de relieve en qu forma la Iglesia emple en
el Nuevo Mundo las artes plsticas como un ars memorativa que dio origen a una verdadera
teologa del icono. Por ello era tan importante el control de las imgenes potencialmente subversivas.
Milenarismo en la colonia
La conexin entre el Nuevo Mundo y el fin del mundo se estableci pronto en la mente de muchos religiosos del siglo xvi que, atribulados por los desrdenes introducidos por la reforma y
alentados por la esperanza de construir en el mundo recin descubierto una sociedad librada
de las taras que la vieja Europa no lograba superar, desarrollaron un pensamiento proftico y
apocalptico que vea anunciados en la crisis europea y en la esperanza que supone la evange-
11. Una figura muy parecida a esta se puede ver en un contexto profano en el reverso de la medalla que Pisanello dise
para Lionello dEste, marqus de Ferrara, y que puede ser una alegora de la Prudencia; vase Falomir, M. (ed.), El retrato
del Renacimiento. Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, pgs. 178-179.
12. Alex, J., Iconografa hertica, 29 de julio de 2008. Obra en formato electrnico, disponible en http://jairalex1116.
blogspot.com/2008/07/iconografa-hertica.html.
lizacin americana los signos evidentes de la cercana del fin del mundo. Las ideas de Erasmo
de la vuelta al cristianismo evanglico y primitivo se articularon con la teologa apocalptica de
la historia de procedencia joaquinita con el objetivo de ver en el Nuevo Mundo el escenario
ideal para instaurar una nueva edad de oro concebida como la Edad del Espritu en la que la
vida de la salvacin se inscribe en la historia. Santa Rosa de Lima es presentada a veces como
una nueva Astrea, emblema de una poltica sacra indiana y criolla.13 Profetismo y milenarismo
se renen en estos proyectos de reforma religiosa e incluso poltica que preocuparon mucho a
los poderes pblicos y fueron perseguidos con saa por la Inquisicin. La dimensin utpica
de estas propuestas se evidencia al conectar la crtica de lo viejo con la propuesta de una reforma que se dar mejor en el Nuevo Mundo, abriendo el paso al fin del mundo. La plenitud espacial derivada del descubrimiento de Amrica se completara con la plenitud de los tiempos
que supone el milenio como antesala del fin del mundo.
El contacto con los indios americanos propici el mito del buen salvaje que se opona
a los corruptos europeos. Por ello la reforma anhelada, tan difcil en Europa, sera ms fcil en
las tierras vrgenes americanas. Los indgenas viven en la Edad de Oro, y por ello en Amrica
sera ms fcil la instauracin de una nueva Edad de Oro que siga a la Edad de Hierro, dominante en Europa, como deca Vasco de Quiroga. Pero la utopa americana no es meramente
ideal, sino que se concreta en una serie de experimentos sociales y religiosos que los monjes
de la conquista llevaron a cabo a lo largo de ms de dos siglos, desde los hospitales de Vasco de
Quiroga a las reducciones jesuitas en el Paraguay, y que buscaban reformar el cristianismo
acudiendo a los modelos del cristianismo primitivo.
Los primeros franciscanos que llegaron a Amrica interpretaron su misin de convertir a
los indios en trminos apocalpticos joaquinitas14 como la llegada de la tercera edad de la historia, la Edad del Espritu, que sucede a las edades del Padre ejemplificada por el Antiguo
Testamento y la Edad del Hijo regida por el Nuevo Testamento.15 La Edad del Espritu es una
13. Sobre el papel poltico de santa Rosa de Lima se pueden consultar los trabajos de Mujica Pinilla, R., Rosa limensis.
Mstica, poltica e iconografa en torno a la patrona de Amrica. Lima: Instituto Francs de Estudios Andinos Fondo de
Cultura Econmica Banco Central de Reserva del Per, 2001; Mujica Pinilla, R., Aproximaciones apocalpticas a los
Desposorios divinos de santa Rosa de Lima, Anuario de Historia de la Iglesia, 10, 2001, pgs. 522-529.
14. La correcta interpretacin de los escritos de Joaqun de Fiore y su ortodoxia o heterodoxia constituyen un tema muy
discutido. La ambigedad de la condena que sufri en el IV Concilio Lateranense hace que se pueda atribuir la heterodoxia de la tradicin joaquinita a una serie de escritos de sus seguidores, que explotaron las facetas ms apocalpticas y
milenaristas de su filosofa de la historia y de su concepcin trinitaria; vase Reinhardt, E., Joaqun de Fiore y el IV
concilio Lateranense, Anuario de Historia de la Iglesia, 11, 2002, pgs. 95-104. Lo cierto es que la historia efectual de la
tradicin joaquinita tuvo como resultado que la mayora de los movimientos milenaristas y apocalpticos desde el siglo xv
al xviii encontraran su inspiracin en la concepcin de la historia del abad Joaqun, y esto es especialmente aplicable a
los movimientos de este tipo que se desarrollaron en Amrica impulsados por franciscanos (espirituales) y jesuitas principalmente. La teologa de la historia propuesta por Joaqun no es cristocntrica, sino trinitarista, y hace especial hincapi
en el Espritu, cuya poca clausurar la historia. Para ello distingue entre un tempus sub littera evangelii y un tempus
sub spirituali intellectu; vase Lubac, H. de, La posteridad espiritual de Joaqun de Fiore, 2 vols. Madrid: Encuentro, 1988
[1979], vol. 1, pgs. 21-22.
15. Sobre el milenarismo en Amrica se puede consultar una bibliografa amplsima: Beaudot, G., Utopa e Historia en
Mxico; los primeros cronistas de la civilizacin mexicana (1520-1569). Madrid: Espasa Calpe, 1983 [1977]; Phelan, J.L., El
reino milenario de los franciscanos en el nuevo mundo. Un estudio de los escritos de Jernimo de Mendieta. Mxico: Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Histricas, 1972 [1956]; Bataillon, M., Novo mondo e
fim do mondo, Revista de Historia, 18, 1954, pgs. 343-351; Weckmann, L., Las esperanzas milenaristas de los franciscanos
de la Nueva Espaa, Historia Mexicana, 1, 1982, pgs. 89-105; West, D.C., Medieval Ideas of Apocalyptic Mission and the
early Franciscan in Mexico, The Americas, 3, 1989, pgs. 293-313; Kauffmann, L., The Indian Church and the Age of Spirit:
Joachinist Millenianism and Fray Toribio de Montolinias Historia de los Indios de la Nueva Espaa, A contracorriente, 2,
2010, pgs. 119-136 (revista en formato electrnico, disponible en http://www.ncsu.edu/acontracorriente/winter_10/articles/
Kauffmann.pdf ); Prosperi, A., Amrica y Apocalipsis, Teologa y Vida, 3, 2003, pgs. 196-208; Carrasco, R., Bibliografa
selecta. El discurso utpico en la crtica hispanoamericana colonial. Berln: Ibero-Amerikanisches Institut Stiftung Preussischer Kulturbesitz, 2002. Ms crticos con la existencia del milenarismo en la evangelizacin americana son: Gmez Canedo, L., Milenarismo, escatologa y utopa en la evangelizacin de Amrica, en Saranyana, J.I. (ed.), Evangelizacin y
Teologa en Amrica (siglo xvi). X Simposio Internacional de Teologa de la Universidad de Navarra, 29-31 de marzo de 1989,
Universidad de Navarra, 2 vols. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 1990, vol. 2, pgs. 1399-
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edad poseclesial regida por hombres espirituales dirigidos por un dux novus, una era de perfeccin que antecedera al fin del mundo. Dicha era desplegara una vida sencilla, regida por la
pobreza evanglica, en la que el trabajo no sera necesario y los hombres seran como ngeles.
El paso de la Edad del Hijo, regida por la Iglesia papal, a la Edad del Espritu, donde la iglesia
sera espiritual, supondr una poca de grandes males y sufrimientos que entraar la muerte
de la Iglesia papal y su resurreccin como Iglesia espiritual renovada y anglica. Los franciscanos vieron en los indios americanos, por su vida sencilla y humilde, una gran predisposicin
para esa era final de perfeccin, imposible de alcanzar por los depravados hombres del Viejo
Mundo. La inocencia, simplicidad y pureza de los indios los acercaba a la iglesia preconstantiniana, modelo de sencillez que los franciscanos queran reintroducir en la Iglesia. De ah el
carcter utpico y escatolgico de la cual se revisti la gran empresa de la conquista de Amrica a los ojos de sus protagonistas iniciales, ya desde el propio descubridor. Coln interpret su
descubrimiento como una contribucin a la extensin del cristianismo por todo el orbe, condicin para la llegada del reino milenario que precedera a la segunda venida de Cristo. Los
milenaristas franciscanos interpretaron el Nuevo Mundo como la sede futura de la nueva Jerusaln que tendra que sustituir a Roma como cabeza de la cristiandad, y a la corona espaola
como el origen del nuevo rey que regira el milenio como nueva edad de oro establecida tras la
derrota del anticristo. El proyecto cristiano, que empez en Oriente y luego pas a Europa, se
culmina en el Occidente americano. La predicacin del cristianismo se completa con los indios
americanos, y, adems, si estos, como pensaban algunos, eran descendientes de las tribus perdidas de Israel, entonces su conversin se poda interpretar como la conversin de los judos
que, segn el Apocalipsis, precedera el fin del mundo. Esta era una utopa de monjes, primero franciscanos y agustinos, y luego jesuitas,16 que pretenda desplegarse al margen del clero
regular y su jerarquizacin, y tambin al margen del poder de la Corona, lo que promovi una
gran desconfianza y, al final, su eliminacin por parte de los poderes ordinarios poltico y religioso, si bien durante cierto tiempo aliment la posibilidad de desplegar una modernizacin
alternativa, basada en una teocracia apocalptica y utpica, sin jerarqua y sin sacramentos.
Este proyecto coincida con la criollizacin de la colonia y la constitucin de un poder autctono que tuviera en cuenta a los poderes indgenas cristianizados, lo ms independiente posible del poder colonial. Esta dimensin poltica, que resaltaba la autonoma de la colonia
frente a los poderes externos, hizo que las revueltas indgenas se expresaran a travs de la retrica apocalptica cristiana.
Las profecas de Joaqun de Fiore sobre los dos varones espirituales que regirn la tercera
era se sitan en la estela de las profecas de la sibila Eritrea, que vaticin la aparicin de dos
estrellas semejantes a la primera es decir a Cristo que sern la cabeza de las constelaciones
que se opondrn a la bestia apocalptica. Estas dos estrellas son los fundadores de las rde-
1409; Zaballa, A. de, Joaqun de Fiore y el mesianismo en el mundo andino (siglos xvi y xvii). El Espritu Santo y la Iglesia,
en Rodrguez, P. (ed.), El Espritu Santo y la Iglesia. XIX Simposio Internacional de Teologa de la Universidad de Navarra,
22-24 de abril de 1998. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 1999, pgs. 111-119; Saranyana, J.I.,
Sobre el milenarismo de Joaqun de Fiore. Una lectura retrospectiva, Teologa y Vida, 3, 2003, pgs. 221-232; y Zaballa
Beascoechea, A. de; Saranyana, J.I., La discusin sobre el joaquinismo novohispano en el siglo xvi en la historiografa
reciente, Quinto Centenario, 16, 1990, pgs. 173-189. Ya en la poca de los descubrimientos, algunos autores, como el jesuita Jos de Acosta en su escrito De temporibus novisimus, expresaron dudas acerca de la cercana del fin de los tiempos, ya
que, aunque comparta la idea de que estbamos en la hora undcima, tambin pensaba que esta poca poda durar mucho
todava atendiendo a que quedaban muchas tierras por convertir, entre ellas China.
16. Sobre el joaquinismo entre los jesuitas se puede consultar Milhou, A., La tentacin joaquinita en los principios de
la Compaa de Jess. El caso de Francisco de Borja y Andrs de Oviedo, Florensia. Bollettino del Centro Internazionale di
studi gioachimiti, 9, 1995, pgs. 193-239; Milhou, A., El mesianismo joaquinita del crculo jesuita de Francisco de Borja
(1548-1550), en Rusconi, R. (ed.), Storia e figure dellApocalisse fra 500 e 600, Atti del IV Congresso internazionale di studi
gioachimiti, 14-17 de septiembre de 1994, San Giovanni in Fiore. Roma: Viella, 1996, pgs. 203-223. La proyeccin americana
de este joaquinismo se puede ver en Bigalli, D., Millenarismo e America. Nascita del Nuovo Mondo o fine dellAntico? Milano: Cortina, 2000.
nes mendicantes, Francisco de Ass y Domingo de Guzmn, cuyo programa de salvacin est
inscrito en piedra en la portada de la iglesia de San Francisco de Puebla, en una representacin
barroca tarda.17
Santa Rosa de Lima ha sido reivindicada como el smbolo, criollo e indiano a la vez, por
su ascendencia, de una cristiandad americana renovada, que conjugaba por un lado una vertiente mstica, alumbrada, que hizo que se retirara su cuerpo del nicho en el que reposaba, y
que sirvi de pretexto para que sus amigas y seguidoras fueran perseguidas por la Inquisicin
aunque al final fueran reconciliadas; y, por otro lado, una vertiente poltica desarrollada por
su mdico, el doctor Juan del Castillo, que, segn Mujica Pinilla, ayud a forjar una escatologa poltica americana centrada en los desposorios msticos de la santa limea.18 Se acus al
mdico de ser seguidor de los joaquinitas y de propulsar un movimiento de seglares alumbrados. El franciscano criollo Gonzalo Tenorio, amigo del doctor del Castillo, interpret los desposorios msticos de la santa limea con Jess como muestra de la consideracin de los cristianos
americanos como el nuevo pueblo elegido y como el segundo desposorio de Dios con la humanidad, de manera que Rosa, con su pureza, haba enmendado el pecado original y haca que se
pudiera considerar el Nuevo Mundo como un nuevo siglo de Adn. Se consider la santidad
de Rosa como un nuevo tipo de santidad semejante a la que Joaqun de Fiore atribua al final de
los tiempos. Un sueo de la santa en el que aparecen las almas de los creyentes como piedras
que labrar se interpret en el sentido de que los santos son piedras preciosas que maduran en
el fondo de la tierra gracias al Sol de Justicia, que simboliza a Cristo. Segn esta interpretacin
los principales tesoros del Per no son sus metales preciosos, sino la piedad y santidad de sus
cristianos, que hacen de Lima una Nueva Jerusaln en sentido apocalptico.
La especificidad de la realidad americana se ve claramente en los proyectos teolgicopolticos de fray Francisco de la Cruz, que en su Declaracin del Apocalipsis combina la dimensin religiosa y la poltica al interpretar el ngel de sus apariciones como una voz interior que
lo iluminaba para que pudiera interpretar los signos del final de los tiempos. Fray Francisco une
las iglesias espaola e india bajo las leyes de Moiss y no bajo las leyes espaolas; su papado
anglico toma su legitimidad de ser el heredero de los reinos de Espaa e Israel como descendiente del rey David. Fue la pretensin de emancipar Per de la Corona espaola lo que alert
a las autoridades y determin su condena y muerte.19
Clave en el mesianismo apocalptico de los franciscanos y jesuitas fue la interpretacin
del Apocalipsis que da Amadeo en su obra Apocalipsis nova, en la que se anuncia la llegada de
un Papa anglico que cerrara la historia profana antes de la segunda venida de Cristo ayudado
por el ltimo emperador.20 De igual manera, Antonio Ruiz Montoya (1585-1652), superior de las
reducciones jesuitas, anuncia la llegada de un nuevo orden monrquico teocrtico. La idea de
que la cristianizacin del Nuevo Mundo anunciaba el Fin del Mundo encontraba una de sus
bases en la idea, defendida por cristianos y judos, de que los indios del Nuevo Mundo eran las
tribus perdidas de Israel.21 Esta postura la adopt Menasseh ben Israel, maestro de Espinosa,
en su libro Esperanza de Israel (publicado en msterdam en 1650). Tambin Gonzalo Tenorio,
franciscano criollo (1602-1682), basndose en Joaqun de Fiore y Amadeo, resalt el papel providencial de Mara en Per durante la edad del espritu, canal de gracia entre Jess y Per,
nueva capital del cristianismo. La Virgen Mara es el canal que conecta a los franciscanos con
la monarqua hispana, que inaugura con su defensa de la Inmaculada Concepcin de Mara la
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Edad Dorada de la virgen Astrea.22 El culto a los arcngeles armados se une con la defensa de
la Inmaculada Concepcin de Mara en un proyecto teolgico y poltico especfico que vincula
a los jesuitas con la nobleza incaica y los criollos. Por su parte, tambin Athanasius Kircher23
establece la unin de la cosmologa y la misin universal de los Austrias unidos a los jesuitas.
El papel clave de la monarqua hispnica en la evangelizacin de Amrica se basa en las bulas
que los papas Alejandro VI y Julio II conceden a Espaa, otorgndole el poder temporal y la
autoridad espiritual sobre el Nuevo Mundo, lo que permite considerar al emperador hispnico
el patrn y reformador de la Iglesia universal.
Los franciscanos entendieron la evangelizacin de la Nueva Espaa en clave apocalptica,
como el inicio de la ltima predicacin del Evangelio que preludiaba el fin del mundo. Y para
ello aludan a la parbola de la via (Mt 20), segn la cual los hijos preferidos, los franciscanos,
son enviados a la via cuando el da del mundo va declinando en la hora undcima.24 La
evangelizacin del Nuevo Mundo equivale al fin del mundo (viejo). Sobre los franciscanos se
mantuvo siempre la influencia del joaquinismo, que se combin con la influencia erasmiana y
con el ascetismo propio de su orden para originar una peculiar teologa de la historia que iba a
encontrar en la evangelizacin de Amrica su punto culminante.
Jernimo de Mendieta (1525-1604), franciscano y autor de la Historia eclesistica indiana,25
llev a Amrica los ltimos ecos del misticismo franciscano de origen medieval, que tena en
la visin apocalptica de la historia y en el ideal de pobreza y sencillez evanglica sus dos principales apoyos. Para el fraile franciscano la conquista tena una dimensin mstica, mesinica
y proftica, ms que jurdica o civilizadora. Mendieta como Las Casas rechaza el derecho
romano en el Nuevo Mundo y busca sustituirlo por una jurisprudencia paternalista y pedaggica basada en el gobierno absoluto del virrey y en el paternalismo de los frailes, dado que los
indios son vistos como nios simples y puros. Pero la necesidad de completar la evangelizacin
de los infieles que quedaban por convertir (judos, musulmanes e indios), para que pudiera
llegar el fin de los tiempos, le llev a defender la necesidad de utilizar la fuerza para destruir el
paganismo y acelerar la conversin de los indgenas americanos, basndose en una lectura
rigurosa de la parbola 14 de Lucas donde se lee: furzalos a entrar compelle eos. El papel
esencial en esa conversin final de todos los pueblos de la tierra recaa, para Mendieta, en Espaa, cuya misin era contemplada bajo el prisma del mesianismo teocrtico que haca de ella
un nuevo pueblo elegido, el nuevo Israel. El rey hispnico, en la concepcin de Mendieta, recoga la tradicin medieval del Mesas Emperador, que dotaba de una dimensin universalista
al nacionalismo hispnico, buscando la unidad espiritual de la humanidad bajo la fuerza militar espaola. Las ganancias en Amrica compensaban las prdidas en el Viejo Mundo. Mendieta interpret a Corts como un Dux populi veterotestamentario segn el modelo de Moiss.26
Para Mendieta, el papel de Corts fue providencial al aliarse con los franciscanos y apoyar su
idea de una conversin de los indios inspirada en el cristianismo primitivo y la pobreza y sencillez evanglicas, que hubiera permitido a los frailes y a los indios establecer el Paraso en la
tierra. Este paraso terrestre se podra interpretar como la tercera era joaquinita, la Edad del
Espritu, que restaura la simplicidad evanglica y aun la adnica, anterior al pecado tras la
crtica de la jerarqua eclesistica. Si el Viejo Mundo era la ciudad terrena, para Mendieta el
Nuevo Mundo era la Ciudad de Dios, a salvo de la corrupcin que atenazaba al Viejo. Si el rei-
nado de Carlos dio esperanzas a los proyectos de Mendieta, el realismo de Felipe II supuso la
derrota de la Ciudad de Dios por la ciudad terrena. El proyecto de separacin entre los indios
regidos por los frailes y los espaoles, que tendr su plasmacin jesutica en el sistema de las
reducciones, se vendr abajo pronto, y con ello los proyectos franciscanos se tornarn imposibles: la Jerusaln indiana caer. La obra de Mendieta concluye estableciendo un paralelismo
entre la historia hebrea y la indiana que presenta un fin lgubre para sus proyectos mesinicos;
la oracin final pide a Dios que enve un Mesas, personificado en el rey de Espaa, capaz de
acabar con el Anticristo que para el franciscano era la avaricia. La venida del Mesas inaugurar un reino milenario en el que la comunidad indgena establecer el paraso en la tierra segn
el modelo de la isla mtica de Antilla, una isla que aparece y desaparece, y que era una teocracia
gobernada por obispos en la que las necesidades materiales estaban satisfechas y la principal
actividad era alabar a Dios mediante cnticos. Como vemos, Mendieta interpreta las Indias no
tanto como el lugar en el que estuvo el Paraso terrenal, sino como el lugar donde se establecer el reino milenario de los santos que describe el Apocalipsis. Su visin se despliega hacia el
futuro por construir ms que hacia un pasado perdido que aorar.
Por su parte, Motolinia, en su famosa carta al emperador de 1555, le incita a apresurar la
conversin de los indios y la instauracin del Quinto Reino de Jesucristo como contribucin a
la construccin de un estado ideal, una nueva Jerusaln y un nuevo templo de Salomn, que
sera el preludio del fin de los tiempos.
Los jesuitas barrocos contrarreformistas retoman en su predicacin americana el impulso del franciscanismo medieval que los propios franciscanos extendieron en su predicacin
inicial en Amrica. En las interpretaciones mstico-teolgicas de los planetas, la luna jesutica
retoma el relevo del sol franciscano recogiendo y potenciando las influencias de todos los planetas. Pero fue Andrs Serrano (1655-1741) el que avanz ms en establecer la interdependencia
entre religin, poltica y moral mediante un anlisis simblico del Apocalipsis.27 Segn Serrano,
Juan, en sus visiones apocalpticas, ve un trono y en l sentado un Monarca gravsimo que representa a la trinidad de las personas en la unidad de la esencia divina. Tambin alude a Isaas
6, donde el Seor aparece en el solio, mientras que los serafines cantaban el trisagio: santo,
santo, santo. Vemos aqu una primera conexin entre la idea de la Trinidad y el apocalipsis que
desarrollaremos posteriormente. Serrano se inserta en la tradicin apocalptica medieval con
la divisin de la historia en las siete edades del hombre, lo que constituye la semana csmica.
En esto coincide con Joaqun de Fiore, que tambin relaciona las siete edades de la historia con
la apertura de los siete sellos y las siete trompetas del apocalipsis. La conciencia que tiene Serrano de la prxima clausura de los tiempos se ve en citas como esta: est por espirar la gran
mquina del mundo. Serrano sigue a Amadeo y a Orgenes al aludir a un fuego final antes del
juicio, en el que los ngeles guerreros del apocalipsis tienen un papel esencial al incinerar las
almas de los creyentes para purificarlas de sus pecados. Serrano explica con su astrologa mstica cmo el nuevo culto anglico propagado por los jesuitas sustent teolgicamente la consideracin de la predicacin del evangelio en el Nuevo Mundo como la antesala del fin de los
tiempos.28 El culto anglico sirvi de plataforma teolgica para justificar el sentido trascendente de las misiones jesuitas y el papel esencial del emperador hispano. El culto anglico propagado por los jesuitas tuvo tres dimensiones: la vinculacin con la monarqua hispnica a cuyo
servicio se puso la predicacin del Evangelio; el significado poltico de la astrologa mstica en
la cual la luna identificada con Gabriel es el smbolo de los jesuitas que recoge y potencia la
luz de los dems astros; y, por ltimo, el culto anglico, al proyectarse sobre las facultades del
alma, se estructura como una teora del conocimiento. Pero para los misioneros la dimensin
fundamental del culto a los arcngeles armados era prefigurar la llegada del reino milenario de
27. Mujica Pinilla, R., ngeles apcrifos..., pg. 94.
28. Ibidem, pg. 151.
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Cristo mencionado en el Apocalipsis, dado que su doble misin consista en mover la voluntad
hacia Dios y provocar un temor divino.29
Que la mentalidad apocalptica jesuita se proyect hacia el siglo xviii se puede comprobar
en la obra de san Luis Mara Grignion de Montfort (1675-1716), que se sita en la estela de Andrs
Serrano al relacionar el diluvio de fuego de los ltimos tiempos con los misioneros jesuitas. El
autor retoma la idea de las tres edades, cada una de las cuales acaba con un diluvio: la del Padre
acab con un diluvio de agua, la del Hijo acaba con un diluvio de sangre, la del Espritu acabar con un diluvio de fuego, de amor y justicia. La concepcin milenarista es clara. La Edad del
Espritu es la edad de la justicia, una nueva Edad de Oro que ver la conversin por el fuego del
amor de todos los infieles. Los misioneros que traern dicha edad de oro tomarn los atributos
de los animales de Daniel: la humanidad del hombre, la valenta del len, la fuerza del buey y
la agilidad del guila.30
La hiptesis que aqu presentamos consiste en suponer que la Trinidad trifacial es una representacin cifrada del milenarismo joaquinita con sus tres edades, a travs de la conexin con
el tricipum como smbolo temporal. El joaquinismo permitira conectar una representacin
estructural, sincrnica, de la Trinidad con una representacin temporal de la misma. La representacin trifacial sincrnica adquiere una dimensin histrica gracias al joaquinismo, ya que
este proyecta la Trinidad en un sentido histrico y escatolgico. La representacin trifacial, el
tricipum, permite conectar las dos representaciones una teolgica y otra histrica de la trifacialidad. Pretendemos relacionar la Trinidad trifacial con el tricipum de Serapis que sirve de
base a la famosa alegora de la Prudencia de Tiziano. Y la base de esta relacin estriba en la
representacin plstica de las tres dimensiones del tiempo, en su dimensin individual a la que
aluden las alegoras de la Prudencia, y en su dimensin histrica presente en la filosofa de la
historia de raz joaquinita. La obra de Joaqun de Fiore y la de sus seguidores llevan a cabo una
historizacin de la Trinidad mediante su proyeccin temporal en la teora de las tres edades.
Estas dos dimensiones, individual y colectiva, reflejan los dos aspectos del Apocalipsis, que
presenta a la vez una dimensin histrica y una experiencia interior.
La Trinidad se proyecta sobre el alma humana, ya que las tres personas fueron relacionadas por Agustn con las tres potencias del alma: la memoria se refiere al Padre; el conocimiento al Hijo y la voluntad al Espritu Santo. Ser precisamente esa proyeccin de las tres
personas sobre las tres potencias del alma lo que permita relacionar la representacin de la
Trinidad con las alegoras de la Prudencia, ya que tambin las tres dimensiones de la Prudencia se refieren a las tres potencias del alma. Son, pues, las potencias del alma las que permiten
conectar la representacin trifacial de la Trinidad con la representacin trifacial de la Prudencia. Que las tres potencias del alma sean las tres caras de la Prudencia y, a la vez, representen
las tres personas de la Trinidad, es el hecho que permite relacionar la expresin trifacial de la
Prudencia, cuadro de Tiziano, con la expresin trifacial de la Trinidad. La memoria mira al
pasado, que es la Edad del Padre; el conocimiento acta en el presente, que es la Edad del Hijo;
29. Ibidem, pgs. 259 y 261.
30. Ibidem, pgs. 333-335.
la voluntad se dirige al futuro, que es la Edad del Espritu. Una objecin a esta relacin entre la
Trinidad trifacial y las representaciones de la Prudencia o del Buen Consejo es que, mientras
que las tres caras de la Trinidad suelen ser iguales, las tres caras de las otras representaciones
son distintas, pero se puede subsanar la objecin recordando que la representacin de la Trinidad trifacial, si bien resalta la unidad de las tres personas, no anula sus diferencias, que son
conocidas y aceptadas. Nuestra hiptesis se basa en una homologa estructural, lgica, que
permite conectar, gracias a la representacin trifacial, la figuracin del tiempo moral y poltico que entraan la Prudencia y el Buen Consejo, con la figuracin de la historia de los escritos
joaquinitas, expuesta a travs de la Trinidad trifacial. Ambos tipos de representaciones son
representaciones del tiempo, tiempo vital y poltico en un caso y tiempo histrico y escatolgico, en el otro.
En sus magistrales anlisis del cuadro de Tiziano, Panofsky31 defiende que ms que una
simple representacin de las edades del hombre se trata de una representacin de las tres formas del tiempo, pasado, presente, porvenir, referidos a la vida humana y a la virtud de la Prudencia que, como indica el rtulo del cuadro, acta en el presente con inteligencia, habiendo
aprendido las lecciones del pasado para no poner en peligro el porvenir. Esta triparticin del
tiempo se muestra en el cuadro mediante dos figuras trifaciales, la superior con un anciano, un
hombre maduro y un joven; y la superior con un lobo, un len y un perro. Segn Panofsky, en
la tradicin medieval la Prudencia tena tres partes: la Memoria, la Inteligencia y la Providencia,
cuyas tareas eran conservar el pasado, reconocer el presente y prever el porvenir. Por su parte,
el Buen Consejo, que Aristteles designaba como euboula, tambin se representaba en forma
tripartita segn una tradicin transmitida por Digenes Laercio, tradicin que se haca remontar hasta Sneca, pero que en realidad se deba a Martn de Braga, obispo del siglo vi. Esta
imagen se consagra en la Iconologa de Cesare Ripa, que lo representa mediante un anciano
que lleva en su mano izquierda el monstruo trifonte de la Prudencia, ya que para tener Buen
Consejo, aparte de sabidura, hace falta prudencia. El Buen Consejo, segn nos recuerda Edgard
Wind, consiste en un acertado instinto prctico para el devenir de los acontecimientos, un
choque casi indefinible que anticipa el futuro recordando el pasado y, por lo tanto, juzgando el
presente correctamente.32 La representacin trifacial animal se basa en Macrobio, que en sus
Saturnalia alude al dios egipcio Serapis que se representa acompaado por un monstruo trifacial con cabeza de lobo, len y perro, que representan respectivamente el pasado, el presente
y el futuro. Serapis era una deidad solar y temporal, simbolizaba el paso del tiempo y estaba
asociada a la representacin del ao como una serpiente. Petrarca retoma el motivo del Signum
tricipum, pero basndose en la representacin solar lo atribuye a Apolo, continuando la tradicin de los Ovidios moralizados medievales que en sus ilustraciones colocaban junto a Apolo
un monstruo trifonte. Pero Petrarca tambin capta el significado temporal de la representacin
al aludir al tiempo fugitivo, que se representa mediante dicha figura trifonte.
La conexin entre las representaciones trifaciales de la Prudencia y del Buen Consejo y la
Trinidad trifacial la apunta Panofsky33 y la retoma Wind.34 Vemos, pues, que las dos figuras trifaciales pintadas por Tiziano aluden una a la Prudencia y la otra al Buen Consejo, y aunque
estn cercanas, no se confunden,35 ya que el Buen Consejo es fruto de la edad y la experiencia,
31. Vase Panofsky, E., Hercle la croise des chemins. Pars: Flammarion: 1999 [1930], pgs. 19-48. Carlos Sastre Vzquez contina y completa los anlisis de Panofsky y de Wind: Sastre Vzquez, C., Animales virtuosos. A propsito de una
nueva interpretacin de la Alegora de Ticiano en la National Gallery de Londres, Espacio, Tiempo y Forma. Historia del
Arte, 14, 2001, pgs. 31-56.
32. Vase Wind, E., Los misterios paganos del renacimiento. Barcelona: Barral, 1972 [1958], pg. 266.
33. Vase Panofsky, E., El significado en las artes visuales. Buenos Aires: Infinito, 1970 [1955], pg. 139.
34. Wind, E., Los misterios paganos..., pg. 267.
35. La distincin entre consilium y prudentia aparece en la Suma teolgica de Toms de Aquino (libro i, captulo 2,
cuestin 57, artculo 6), donde se muestra que la eubulia (Buen Consejo), junto con la synesis y la gnome son virtudes anexas
a la Prudencia, segn ya dijo Aristteles en el libro vi de su tica. Tambin Dante distingue en el Convivio (iv, xxvii) entre
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y adems suele tener una proyeccin poltica, mientras que la Prudencia puede ser
compartida por los jvenes y tiene una dimensin personal.
El motivo de la Trinidad trifacial pasa
a Amrica, donde, a pesar de las prohibiciones, se mantiene hasta el siglo xviii.36 La
importancia que tuvieron los motivos joaquinitas en la predicacin de los franciscanos y los jesuitas refuerza nuestra hiptesis. En la poca de la colonizacin de
Amrica, la conexin con el hermetismo,
el cristianismo primitivo con su espera del
fin prximo, la cbala y el profetismo, permite la recepcin de tradiciones sincrticas
y apcrifas, como vimos en el caso de los
arcngeles, y quiz este pudiera ser tambin el caso de la Trinidad trifacial.
Nuestra hiptesis es estructural, basada en la homologa de la triplicidad, que
en un caso, el de la Prudencia y el Buen
Consejo, son individuales. Y en el caso de
la Trinidad trifacial, interpretada como representacin de la teologa de la historia joaquinita, tendra una dimensin histrica y colectiva. Para dotar de apoyo histrico a la hiptesis
habra que conseguir demostrar que los autores de las Trinidades trifaciales, tanto en Espaa
como en Amrica, estaban relacionados con crculos donde el milenarismo joaquinita estuviera vigente. Nos vamos a limitar a explorar esta posibilidad en los dos casos en los cuales
tenemos autores conocidos de las Trinidades trifaciales: la del monasterio de Tulebras, debida a Jernimo de Cosida y pintada en 1570; y la denominada Smbolo de la Trinidad (c. 1685),
obra de Gregorio Vzquez de Arce y Ceballos y conservada en el Museo de Arte Colonial de
Bogot (ilustracin 1).37
Respecto a Jernimo de Cosida sabemos que pint la Trinidad trifacial para el monasterio
cisterciense de Santa Mara de la Caridad de Tulebras, y que quiz formaba parte del retablo
mayor dedicado a la dormicin de la Virgen.38 En la predela aparecen Juan el Bautista y Juan el
Evangelista, pintado este precisamente en el momento en el que ve en el cielo una mujer enPrudencia y Consejo, y le da a este una dimensin poltica al recordar que fue esta virtud la que Salomn pidi a Dios cuando supo que iba a gobernar.
36. Vase Sartor, M., La Trinidad Heterodoxa en Amrica latina, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, 25, 2007,
pgs. 9-43. Disponible en http://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/159.
37. Esta obra revel su trifacialidad al ser restaurada, ya que, siguiendo las condenas papales, los rostros laterales fue
ron recubiertos con pelo para disimularlos. La restauracin tambin puso de relieve el smbolo de la Trinidad triangular
ya analizado anteriormente, que afirma que el Padre, el Hijo y el Espritu son Dios, pero que el Padre no es el Hijo, ni el
Padre es el Espritu, ni el Hijo es el Espritu. Tambin hay datos de la transformacin que sufri otra Trinidad, en este caso
antropomorfa, es decir, que muestra tres figuras de las mismas caractersticas bajo la forma de Cristo, que fue repintada
para sustituir la figura central, correspondiente al Espritu Santo, por la tradicional paloma, y que transform la figura
correspondiente al Padre en un anciano segn la representacin tradicional; vase Rodrguez Nbrega, J., Censuras en
la pintura colonial venezolana: el caso de una Trinidad Trilliza, Escritos en Arte, Esttica y Cultura, 17-18, 2003, pgs. 123-150.
Disponible en http://es.scribd.com/doc/48673375/Censuras-en-la-pintura-colonial-venezolana-el-caso-de-una-TrinidadTrilliza).
38. Sobre este retablo se puede consultar Morte Garca, C., Dos ejemplos de las relaciones entre Navarra y Aragn
durante el Renacimiento. El Retablo del Trnsito de Mara en Tulebras (Navarra) y el retablo de San Jorge de la Diputacin
de Aragn, en Zaragoza, Prncipe de Viana, 48, 1987, pgs. 61-112, en concreto pgs. 71-78. Disponible en http://dialnet.
unirioja.es/servlet/articulo?codigo=15770.
1. Gregorio
Vzquez de Arce
y Ceballos
Simbolo de la
Trinidad, c. 1685,
leo sobre lienzo,
66,5 47 cm.
Museo de Arte
Colonial, Bogot.
vuelta en sol con la luna debajo de los pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas
(Ap 12,1). Este captulo del Apocalipsis relata la persecucin que el Dragn lleva a cabo sobre la
mujer y el hijo que da a luz tras la derrota que sufre a manos de san Miguel y los ngeles. La
eleccin de este tema se debe a que en los evangelios apcrifos se conecta este episodio con el
de la dormicin de la Virgen, tema de la tabla central del retablo. La utilizacin de los evangelios
apcrifos y la alusin al Apocalipsis podran ser indicios de alguna relacin con el milenarismo
alumbrado que resurgi en esta poca, pero no tenemos ms fundamentos para asegurarlo.
Jernimo de Cosida39 fue el asesor artstico del arzobispo Hernando de Aragn,40 gran mecenas
de las artes, adems de virrey de Aragn y arzobispo reformador. En principio nada relaciona
al pintor y a su protector con el milenarismo joaquinita, aunque hubo un renacer de los alumbrados entre 1570 y 1579, y se sabe que en los alumbrados se pueden encontrar rasgos milenaristas de raz joaquinita.41 En relacin con la cuestin de la Trinidad podemos recordar el antitrinitarismo de Miguel Servet, que destacaba la unidad de Dios frente al pluralismo de las
personas, lo que le podra relacionar con la representacin de la Trinidad trifacial que destaca
precisamente la unidad de Dios frente al pluralismo de las personas divinas. Si tenemos en
cuenta, por otra parte, las concepciones milenaristas de Servet, visibles en su obra Sesenta
signos del Anticristo,42 donde resuenan ecos joaquinitas,43 vemos cmo en ella, igual que en la
obra de Joaqun, se combinan la polmica antitrinitaria y las reflexiones milenaristas. Se da,
pues, un fermento que relaciona la polmica trinitaria con el milenarismo en los aos en los
que Cosida pint la Trinidad de Tulebras, pero no podemos ms que aludir a este poso heterodoxo de la poca, sin poder afirmar que este influyera en el pintor, en Cosida, o en el comitente, Hernando de Aragn.
En relacin con el otro ejemplo aqu considerado, el debido al pintor de Santa Fe Gregorio Vzquez de Arce y Ceballos, s tenemos documentada cierta influencia del joaquinismo en
su obra, en concreto en algunos cuadros dedicados a la vida y milagros del patriarca santo
Domingo de Guzmn.44 Nosotros nos atrevemos a extender esta influencia a su obra Smbolo
de la Trinidad, pintada unos aos despus de los cuadros elaborados en el convento de Santo
Domingo. Para Fajardo los tres cuadros de nuestro pintor en los que se podra ver una influencia joaquinita son El pintor Vsquez entrega dos de sus obras a los padres agustinos interpretado como El Abad Joaqun de Fiore entrega los retratos de san Francisco y santo Domingo, Nacimiento de santo Domingo y San Juan Evangelista predice la venida de santo Domingo. Los dos
primeros estn en el Museo de Arte Colonial de Bogot, y el ltimo en una coleccin particular.
El primero refuerza el origen sobrenatural de los dos fundadores y el carcter proftico del abad
Joaqun. Por su parte, el Nacimiento de Santo Domingo muestra al nio Domingo que se sale
de la cuna para acostarse en el suelo como muestra de humildad, mientras que la sibila Eritrea
anuncia el hecho. Dicha sibila anunci la aparicin de dos estrellas con luz semejante a la pri-
39. Sobre Jernimo Vallejo o Cosida se puede consultar Criado Mainar, J., El crculo artstico del pintor jernimo Cosida. Tarazona: Centro de Estudios Turianenses, Institucin Fernando el Catlico, 1987, aunque no dice nada del retablo de
Tulebras y menos de la Trinidad trifacial.
40. Sobre Hernando de Aragn se puede consultar Cols Latorre, G.; Criado Mainar, J.; Miguel Garca, I., Don
Hernando de Aragn: arzobispo de Zaragoza y virrey de Aragn. Zaragoza: Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1998, y especialmente el captulo debido a Criado Mainar, J., El mecenazgo artstico, pgs. 133-205.
41. Vase Santonja, P., Las doctrinas de los alumbrados espaoles y sus posibles fuentes medievales, Dicenda. Cuadernos de Filologa Hispnica, 18, 2000, pgs. 353-392.
42. Vase Servet, M., Treinta cartas a Calvino. Sesenta signos del Anticristo. Apologa a Melanchton [Alcal, A. (ed.)].
Madrid: Castalia, 1981.
43. Vase Lpez Vallejos, A., Miguel Servet, heterodoxo? Corrientes filosficas y teolgicas en el cristianismo del
siglo xvi, ponencia pronunciada el da 25 de octubre de 2003, Congreso conmemorativo del 450 aniversario de la muerte
de Miguel Servet, 24-25 de octubre 2003, Saln de Actos del Palacio Marqus de San Adrin, Tudela. Disponible en http://
www.navarra.es/NR/rdonlyres/695B0AE2-0AC6-4E6E-9529-FF01953F272D/146708/04CAP4.pdf.
44. Vase Fajardo de Rueda, M., Milenarismo y arte. La presencia del pensamiento de Joaqun de Fiore en la Nueva
Granada, Palimpsestus, 4, 2004, pgs. 236-258. Agradezco a la autora que me haya enviado gentilmente su lcido trabajo.
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mera estrella, smbolo de Cristo, que se identificaron con Francisco y con Domingo. Vemos,
pues, la coincidencia de Joaqun con la sibila en su profeca acerca de la aparicin de dos varones anglicos, identificados con Cristo. Joaqun predice la aparicin de Francisco y de Domingo como reformadores eclesisticos cuya misin divina se confirmara desde su nacimiento
mediante signos externos: una cruz en el hombro de Francisco y una estrella en la frente de
Domingo, signos ambos impuestos por un ngel sobre los santos. El cuadro que representa la
venida de Domingo anunciada por Juan el Evangelista muestra a Juan mientras redacta el Apocalipsis y ve en el cielo a santo Domingo suspendido en el aire mediante dos alas, envuelto en
un halo de color rojo, el color del Espritu Santo y del amor. Tambin se representa a un Francisco alado y suspendido en el cielo como el sexto ngel del Apocalipsis en varios cuadros,
entre los cuales Fajardo alude a un fresco conservado en el convento de San Francisco en Lima,
que muestra a Joaqun junto con Buenaventura contemplando a Francisco volando mientras
Juan el Evangelista escribe el Apocalipsis. La conclusin es clara: si Vzquez de Arce muestra
en estos cuadros que conoca la tradicin joaquinita y pinta un poco despus la Trinidad trifacial del Museo de Bogot, por qu no relacionar dichas obras e interpretar tambin la Trinidad
trifacial como una muestra ms de la influencia joaquinita referida esta vez a la cercana Edad
del Espritu, que para los evangelizadores americanos franciscanos y jesuitas se anunciaba ya
en Amrica, lugar donde se haba de erigir la nueva Sin y el nuevo Templo? No tenemos pruebas, pero la hiptesis es sugerente.