A Treinta Dias Del Poder - Turner Henry Ashby

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RESUMEN
En este ensayo el autor intenta explicar cuales fueron las circunstancias que concurrieron en un determinado momento de la historia para que Adolf
Hitler llegara al poder. Analizando por primera vez algunas conversaciones e informes ineditos hasta ahora, Turner logra trasmitir toda la tension y el
dramatismo de unos dias cruciales en la historia de Europa.
Todo el mundo ha odo hablar de Hitler. La gran mayora sabe que fue el dictador de Alemania que provoc la segunda guerra mundial y asesin a
millones de judos.
Pero la cuestin de cmo obtuvo el poder es bien diferente: pocos entienden la manera en que su dictadura se hizo realidad. Como Alemania era
una repblica cuando Hitler fue nombrado canciller, muchos dan por hecho que fue elegido democrticamente por una mayora de ciudadanos
alemanes.
Sin embargo, se no fue el caso. Su ascenso al poder fue, con mucho, ms complicado y, sobre todo, ms azaroso. De hecho, le falt muy poco
para fracasar en numerosos aspectos. Gran parte de la historia de Hitler se ha narrado de forma eficiente en libros anteriores; pero nadie ha sometido
todava a un anlisis exhaustivo los espectaculares sucesos de enero de 1933, el mes crucial tras el que Hitler se convirti en jefe del Gobierno alemn.
Esa es precisamente la intencin de este libro.
Henry Ashby Turner, Jr. , es profesor de Historia en la Universidad de Yale y autor de algunas de las ms prestigiosas obras sobre la historia
alemana del siglo XX. Entre sus ttulos destacan su edicin de la obra de Otto Wagener Hitler. Memoirs of a confidant y los ensayos German Big
Business and the Rise of Hitler y Germany from Partition to Reunification.

La improbable ascensin del canciller Hitler


Prefacio
Abreviaturas empleadas en las notas
CAPTULO 1
Introduccin: El mariscal de campo, el cabo y el general
Notas
CAPTULO 2
La conspiracin contra el canciller
Notas
CAPTULO 3
El dudoso triunfo de Hitler en plena crisis nazi
Notas
CAPTULO 4
Schleicher cae vctima de sus ilusiones
Notas
CAPTULO 5
La conspiracin se extiende y Schleicher renuncia al poder
Notas
CAPTULO 6
Von Papen encabeza el salto al vaco
Notas
CAPTULO 7
Determinismo, contingencia y responsabilidad
Notas
apndice: El Documento de Mosc
Bibliografa
notes

Henry Ashby Turner

A TREINTA DAS DEL PODER

oOo
Ttulo Original: Hitler's thirtht days to power
Traductor: Len Gmez, David
1996, Edhasa
Coleccin: Quinteto, 31
ISBN: 9788435069083
Generado con: QualityEbook v0.35
oOo

La improbable ascensin del canciller Hitler


Sabemos el final de esta historia y estamos familiarizados con cada uno de sus episodios y de sus personajes, pero una y otra vez sentimos la
necesidad urgente de que nos la cuenten de nuevo, y segn nos adentramos en ella casi se nos olvida que sucedi hace mucho tiempo, y deseamos
angustiosamente que los hechos no tomen el mismo curso inevitable, y se apodera de nosotros la mezcla de incertidumbre y esperanza con que
solemos volvernos hacia un futuro sombro que sin embargo no est prescrito. El lector de un libro de historia es una Casandra clarividente y abatida
que profetiza el devenir del pasado, y sin embargo las lecciones que obtiene de l difcilmente le empujan al fatalismo: la historia nos cuenta o intenta
contarnos lo que sucedi, pero tambin nos advierte, por la minuciosidad con que revela los encadenamientos de los hechos, que lo sucedido no era
inevitable, y que la variacin de cualquier circunstancia podra haber provocado una cadena de acontecimientos por completo distinta. Detrs de la
firmeza indudable de lo que ha sido se insina la fragilidad y la indeterminacin de lo que pudo no ser, de lo que estuvo a punto, en el filo mismo de
haber sido de otro modo. En este sentido creo que debe entenderse la paradoja enunciada por Borges de que el pasado es tan conjetural como el
futuro: sabemos que el 30 de enero de 1933 Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania, pero segn vamos aprendiendo ms pormenores de la
historia, de manera instintiva esa forma verbal en pasado se convierte en conjetura improbable, pierde la macabra legitimidad que otorgamos siempre
a lo que ha sucedido. Tendemos a pensar que las cosas, porque sucedieron, no tenan ms remedio que suceder. Y sin embargo, la averiguacin
atenta de los pormenores de la historia nos lleva siempre a la conclusin contraria, a una rebelda en apariencia intil, pero yo creo que en el fondo
saludable, contra la fatalidad de lo real.
Pocos asuntos merecen y necesitan tanto estudio como el advenimiento de Hitler al poder: en ningn libro como en este de Henry Ashby Turner se
explica con tanto detalle el proceso de su llegada a la cancillera, y tambin la improbabilidad de ese desenlace. En la primera pgina de su
extraordinaria biografa, Ian Kershaw argumenta que Adolf Hitler ha sido el personaje que ms ha influido en la historia del siglo XX: en un estudio
mucho ms breve, en poco ms de trescientas pginas, Henry Ashby Turner concentra su atencin en slo treinta das y en un breve reparto de figuras
entre despreciables y patticas y nos enfrenta a la evidencia inquietante de que ese gran influjo devastador sobre el mundo pudo haberse evitado.
Uno de mis primeros recuerdos de la escuela es la lectura de esa fbula en la que la prdida de la herradura de un caballo acaba provocando el
hundimiento de un imperio. Se ha quedado tan ntidamente en mi memoria como el mandiln azul marino que vesta por primera vez, con un cuello de
celuloide blanco, como la penumbra del aula y la luz nublada que haba en la ventana. Esa clase de leyendas seran tal vez interpretadas ahora en
trmino de la teora del caos o de los sistemas inestables, pero durante muchos aos fueron denostadas por los partidarios de la historia que se
imparta mayoritariamente cuando yo ingres en la universidad, a mediados de los aos setenta. La doctrina dominante era el llamado materialismo
histrico, que ni era materialista ni prestaba mucha atencin a los hechos de la historia, de la que quedaban excluidos rigurosamente la influencia del
azar y la de los individuos singulares. Las leyes histricas eran tan inmutables y tan impersonales como las de la fsica. Cualquier acontecimiento de
cualquier perodo formaba parte del gran proceso de la lucha de clases, o de la evolucin desde el comunismo primitivo a travs de cada uno de los
estadios que llevaran fatalmente a la sociedad sin clases, segn el ritmo de progreso de las fuerzas productivas. Del esclavismo se pasaba al
feudalismo, y de ste al capitalismo, tan rigurosamente como el agua pasa de un estado a otro. La historia avanzaba en una direccin, y por lo tanto
tena un motor, que era la lucha de clases. En medio de esos grandes movimientos tectnicos, quedaba muy poco sitio para el albedro de los seres
humanos reales: la nica tarea posible era, a travs de la conciencia de clase, averiguar la posicin poltica correcta, es decir, la que se corresponda
con el desarrollo de las fuerzas productivas y la correlacin de fuerzas entre los grupos sociales.
Parece mentira, pero sa era la jerga que se usaba, que usbamos, lo mismo en una clase de historia medieval que en una asamblea poltica.
Casi lo primero que se nos enseaba al ingresar en la facultad era el desdn hacia la llamada historiografa burguesa, que era toda aquella que no se
ajustara estrictamente a la ortodoxia marxista ms vulgar, ms siniestramente sovitica. El resultado era triple: en primer lugar, no se estudiaban las
cosas concretas y reales que haban sucedido, sino elucubraciones escolsticas sobre perodos de transicin o modos de produccin (la
cacofona era otro rasgo de aquel rancho mental); en segundo lugar, quedaba legitimado cualquier horror o desastre en virtud de su necesidad histrica,
lo cual vena estupendamente para justificar las barbaridades cometidas por los sistemas comunistas; la tercera consecuencia era la eliminacin de la
responsabilidad personal: si todo estaba determinado histricamente, y si adems los seres humanos slo actan en virtud de su conciencia o su
instinto de clase, las opciones polticas o ticas individuales son irrisorias, o incluso culpables de antemano.
Hay un cuarto efecto de aquel oscurantismo, que puede parecer secundario, pero que no es en absoluto desdeable: convertida en simulacro de
ciencia, en especulacin casi teolgica, la historia perda su antiguo carcter narrativo, de modo que quedaba abolido el placer de leerla.
Pero la historia, que abarca tantas cosas, que tiene la amplitud y la pluralidad de los actos humanos, ha sido desde su mismo origen una narracin,
desde los relatos tan sabrosos de Herodoto, que cuenta lo que ha visto en sus viajes y tambin lo que le han contado, y que cuando refiere un hecho
fabuloso o improbable hace saber que l no puede atestiguar su verdad, con lo cual ya est ejerciendo esa crtica de las versiones sobre lo acontecido
que es el elemento cardinal de la actitud del historiador. Quiz lo que vuelve tan atractiva la historia es esa doble condicin, la de relato que seguimos
porque nos absorbe, como seguimos los de la ficcin, y la de actitud de conocimiento y comprensin de las cosas reales, su tentativa de desvelar eso
que se llama en Macbeth las semillas del tiempo. En virtud de un tonto especialismo, se estudia historia o se estudia literatura, y parece que son dos
reinos ajenos entre s, y entonces se olvida que algunas de las mejores obras de la literatura no pertenecen al reino aceptado de sta, el de la ficcin,
sino al de la historia.
Herodoto, Tucdides, Plutarco, Tcito, son imprescindibles no slo para el historiador, sino tambin para cualquiera que desee aprender a manejar
las palabras, a retratar los actos y los caracteres humanos. En muy pocos novelistas se aprende a manejar la concisin o el caudaloso arrebato
narrativo como en Gibbon. En su estela admirable escribi Dozy su historia de los musulmanes en Espaa, que ningn escritor o historiador espaol
haba sabido contar con tanta belleza y solvencia, y si Dozy tiene todava mucho de romntico su mejor discpulo, Levi Provenal, termina de convertir la
historia de alAndalus en una disciplina perfectamente seria, pero tambin esplendorosamente literaria, no en vano su mejor heredero espaol, Emilio
GarcaGmez, es un escritor de primera fila de la generacin del 27 al mismo tiempo que un arabista ejemplar.
Quienes piensan que la literatura narrativa slo est en las novelas no imaginan que los historiadores ms slidos son con frecuencia narradores
extraordinarios, ni que la belleza y la claridad del estilo nunca son ms valiosas que cuando se ponen al servicio de la mxima precisin. Fernand
Braudel o Georges Duby son dos narradores de primera categora, y la fuerza de Michelet no es inferior a la de Balzac, que aspiraba l mismo a ser
historiador de las vidas privadas. A Karl Marx, que deca de s mismo que no era marxista, le debemos una obra de una claridad y una irona
incomparables, El 18 Brumario de Luis Napolen Bonaparte, que tiene toda la jugosa concisin de una novela corta y el suspense de una trama
policial. Y conozco pocas experiencias de lectura tan subyugadoras, tan abismales, como la de Hitler y Stalin: vidas paralelas del gran Alan Bullock, en
el que hay algo de las amplitudes picas de Tolstoi y al mismo tiempo de los retorcimientos sombros de Dostoievski. Los ltimos das de Hitler, de
Hugh TrevorRoper, es un modelo de investigacin histrica, de testimonio personal y de literatura, de atencin a esos matices que revelan mejor la
mdula de una situacin o de un tiempo que largos informes o interpretaciones: es alucinante descubrir que en el bnker de la cancillera, en las ltimas
horas del apocalipsis nazi, la bajeza, las menudas intrigas, la ms mezquina tontera humana, eran tan poderosas como en los das triunfales del poder,
y que lo primero que hicieron los funcionarios encerrados en aquellos stanos al saber que Hitler se haba suicidado fue encender vidamente
cigarrillos, porque el Fhrer les tena prohibido fumar.
A ese linaje de historiadores pertenece Ashby Turner: como Bullock, o como Ian Kershaw, tiene siempre presentes las vastas concatenaciones de
los hechos pblicos y los caracteres personales, de la poltica y los estados de nimo y las condiciones sociales y econmicas; pero se parece a
TrevorRoper en su manera de ceirse en su indagacin y su relato a un mbito temporal y espacial muy limitado, los treinta primeros das de 1933, las
idas y venidas de unos cuantos individuos que sin darse cuenta, arrastrados por su estupidez, por su vanidad, por su oportunismo, desataron el

comienzo del rgimen poltico ms sanguinario y destructivo que ha conocido la humanidad.


Tan aterrador como ir sabiendo lo que ocurri da por da es darse cuenta de que nadie lo percibiera entonces de verdad, en todo su horror y toda
su hondura. Nadie en la derecha alemana pareca reparar en la ideologa bestial del nazismo; nadie en la izquierda conceda mucha importancia a
Hitler; la ciudadana hastiada de poltica y desmoralizada por la crisis econmica no lleg a enterarse de las conspiraciones en las que se enredaba una
clase poltica deleznable ni prest mucha atencin al cambio de gobierno del 30 de enero. En el noticiario cinematogrfico de esa semana, explica
Ashby Turner, la noticia del nombramiento de Hitler llegaba en sexto lugar, muy por detrs de un concurso de saltos de esqu y de una carrera de
caballos. Las formidables organizaciones obreras de Alemania no se movilizaron: a los pocos meses ya no existan. George Grosz cuenta en sus
memorias que unos meses antes haba advertido que su kiosquero habitual ya no llevaba en la solapa una insignia con la hoz y el martillo, sino una
pequea esvstica.
El arte del novelista es hacer que se vuelvan reales seres imaginarios: el del historiador, que se vuelva presente el pasado. Hemos ledo muchas
veces el relato del ascenso de Hitler al poder, pero yo nunca tuve tantos detalles no slo sobre lo que ocurri, sino del modo en que las personas que
vivieron entonces vean el presente, o dejaban de verlo, o sobre la textura cotidiana de sus vidas reales: el da de Ao Nuevo de 1933 Adolf Hitler,
wagneriano furibundo hasta las lgrimas, vio en Mnich Los maestros cantores; el mircoles 18 de enero estuvo en el cine y se emocion con una
vacua pelcula patritica, El Rebelde, sobre un joven alemn que se sacrifica heroicamente en la lucha contra Napolen; en casa del fatuo de Von
Ribbentrop, los conspiradores se achispaban bebiendo el champn que provea el anfitrin; el domingo 22 amaneci muy fro y con niebla, y con la
primera claridad gris de la maana fuerzas de polica se alinearon en la principal barriada obrera de Berln, que iba a ser invadida unas horas ms tarde
por un desfile de provocadores uniformados con las camisas pardas de las SA.
Hay que saber qu pas, y cmo se perciba entonces lo que estaba pasando, y tambin cmo no pasaron algunas cosas que habitualmente se
dan por verdaderas. Hitler no conquist el poder: le fue entregado; Hitler no lleg a canciller en virtud de unas elecciones democrticas, sino gracias a
una conspiracin en la que participaron algunas de las personas que tenan ms responsabilidad en la defensa de la democracia alemana. Pero, sobre
todo, nada era inevitable, y sa resulta quiz la leccin ms amarga, si se piensa en lo que vino despus de esos das de enero de 1933, en la
proporcin entre los horrores desatados y los millones de muertos y la devastacin de pases enteros, por un lado, y la idiotez y la frivolidad de unos
cuantos polticos, por el otro, su ineptitud, su ceguera, el grado insondable de su culpa. Nos rebelamos contra el pasado, leemos da a da los detalles
mezquinos de cosas que tuvieron lugar hace casi setenta aos y deseamos con todas nuestras fuerzas que la cadena de la fatalidad y la idiotez se
rompa, y llegamos al desenlace con una sensacin de derrota inconsolable, con todo el pnico por el espanto que est a punto de empezar. Pero no
creo que sea vana esta rebelin contra el pasado: lo que ha ocurrido, dice Primo Levi, puede volver a ocurrir, y lo que pareca imposible en cualquier
momento se hace ominoso y real. Estudiando la historia y aprendiendo que no hubo nada inevitable tal vez cobremos la lucidez y el coraje necesarios
para no resignarnos a la inevitabilidad del presente, a las peores amenazas del porvenir.
ANTONIO MUOZ MOLINA

Prefacio
Todo el mundo ha odo hablar de Hitler. La gran mayora sabe que fue el dictador de Alemania que provoc la segunda guerra mundial y asesin a
millones de judos. Pero la cuestin de cmo obtuvo el poder es bien diferente: pocos entienden la manera en que su dictadura se hizo realidad. Como
Alemania era una repblica cuando Hitler fue nombrado canciller, muchos dan por hecho que fue elegido democrticamente por una mayora de
ciudadanos alemanes. Sin embargo, se no fue el caso. Su ascenso al poder fue, con mucho, ms complicado y, sobre todo, ms azaroso. De hecho,
le falt muy poco para fracasar en numerosos aspectos. Gran parte de la historia de Hitler se ha narrado de forma eficiente en libros anteriores; pero
nadie ha sometido todava a un anlisis exhaustivo los espectaculares sucesos de enero de 1933, el mes crucial tras el que Hitler se convirti en jefe del
Gobierno alemn. Esa es precisamente la intencin de este libro.
El presente trabajo se ha beneficiado en gran medida de la generosa ayuda de otras personas, a las que estoy muy agradecido. William Sheridan
Alien, Peter Gray, Richard F. Hamilton y Peter Hayes leyeron los borradores del manuscrito y aportaron sus valiosas sugerencias. Adems de sus
comentarios sobre el manuscrito, a William L. Patch hijo le debo el haber compartido conmigo documentos relevantes procedentes de sus propias
investigaciones, como tambin hicieron Larry Eugene Jones y Hagen Schulze. Por su parte, Pertti Ahonen obtuvo para m copias de otras pruebas
trascendentales; Renate KhneLindenlaub me ahorr un viaje de miles de kilmetros al proporcionarme la copia de un documento del archivo Krupp;
Mary E. Sarotte me ayud a conseguir algunas de las fotografas; George O. Kent y Mary R. Habeck aportaron su valiossima colaboracin al localizar y
obtener una copia del Documento de Mosc que se describe en el Apndice; por ltimo, mi editor, Henning P. Gutmann, me anim de manera
inquebrantable y me ofreci valiosos consejos, y Lynne Reed se encarg de que el manuscrito se publicase con toda fidelidad.

Abreviaturas empleadas en las notas


AdR Archiv der Republik (Viena)
AdRk/KvP Akten der Reichskanzlei: Kabinett von Papen, ed. de Karl Dietrich Erdmann y Hans Booms, 2 vols., Boppard, 1989
AdRk/KvS Akten der Reichskanzlei: Kabinett von Schleicher, ed. de Karl Dietrich Erdmann y Hans Booms, Boppard, 1986
AHR American Historical Review
AzDAP Akten zur Deutschen Auswrtigen Politik
BA/FA Bundesarchiv/Filmarchiv (Berln)
BAK Bundesarchiv Koblenz
BA/MA Bundesarchiv/Militrarchiv (Friburgo de Brisgovia)
BAP Bundesarchiv Potsdam
BDC Centro Documental de Berln
BPKb Bildarchiv Preussischer Kulturbesitz
BSB Bayerische Staatsbibliothek
BSV Bilderdienst Sddeutscher Verlag
BT Berliner Tageblatt
BVz Bayerische Volkszeitung (Nuremberg)
CEH Central European History
DA Der Angriff
DAZ Deutsche Allgemeine Zeitung
DBZ Deutsche BergwerksZeitung
DBFP Documents on British Foreign Policy
DDF Documents Diplomatiques Franaises
DDS Documents Diplomatiques Suisses
DHM Deutsches Historisches Museum
DoN Documents on Nazism 19191945, ed. de Jeremy Noakes y Geoffrey Pridham, Nueva York, 1974
FAHV F. A. Herbig Verlagsbuchhanlung
FAZ Frankfurter Allgemeine Zeitung
FH Frankfurter Hefte
FZ Frankfurter Zeitung
G Germania
GiW&U Geschichte in Wissenschaft und Unterricht
IfZ Institut fr Zeitgeschichte
IMT Tribunal Militar Internacional (Nremberg)
Jd Der Jungdeutsche (Berln)
JCH Journal of Contemporary History
JMH Journal of Modern History
KV Klnische Volkszeitung
KZ Klnische Zeitung
LbsB Landesbildstelle Berlin
MM MilitrgeschichtlicheMitteilungen
MNN Mnchner Neueste Nachrichten
MZ Mnchener Zeitung
NAUSA National Archives, Washington, D. C.
NFP Neue Freie Presse (Viena)
NPA Neues Politisches Archiv (en Archiv der Republik, Viena)
NPZ Neue Preussische Zeitung (Berln)
NSHSAH Niederschsisdhes Hauptstaatsarchiv Hannover
PS Politische Studien
RA Regensburger Anzeiger
RF Rote Fahne (Berln)
RMVz RheinMain Volkszeitung
SBWB Senatsverwaltung fr Bauund Wohnungswesen Berlin
SEG Schulthess Europischer Geschichtskalender
TbJG Die Tagebcher von Joseph Goebbels: Smtliche Fragmente, ed. de Else Frhlich, Mnich, 1987
TR Tgliche Rundschau (Berln)
TsGA Tsentralnyi Gosudarstvennyi Arjiv (Mosc)
UB ULLSTEIN Bilderdienst
V Vorwrts (Berln)
VB Vlkischer Beobachter
VfS&Wg Vierteljahrschrift fr Sozial und Wirtschaftsgeschichte
VfZ Vierteljahrshefte fr Zeitgeschichte
VZ Vossische Zeitung (Berln)
ZfM Zeitschrift fr Militrgeschichte
Zs Zeugenschriftum (IfZ)
ZSg Zeitgeschichtliche Sammlungen (BAK)

CAPTULO 1

Introduccin: El mariscal de campo, el cabo y el general


El primer da de 1933, los defensores de la amenazada Repblica alemana de Weimar dejaron escapar un suspiro de alivio y jbilo. El joven
Estado se haba visto sujeto durante tres aos a un acoso cada vez ms pronunciado por parte de las fuerzas antidemocrticas, entre las que
sobresala, por su poder y su carcter amenazador, el Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler, y por fin las aguas parecan haber vuelto a su cauce. EL
PODEROSO ASALTO NAZI AL ESTADO DEMOCRTICO HA SIDO RECHAZADO, proclamaba el editorial de Ao Nuevo del prestigioso Frankfurter
Zeitung. LA REPBLICA HA SIDO RESCATADA, anunci un periodista del Vossische Zeitung, un venerable diario de Berln. Vorwrts, el peridico de
los socialdemcratas, el partido que haba tenido mayor responsabilidad en la creacin de la Repblica catorce aos antes, encabezaba su editorial
con el ttulo ASCENSO Y CADA DE HITLER. Un influyente diario catlico de Colonia, el Klnische Volkszeitung, sealaba que mientras que su
prediccin, expresada un ao antes, de que Hitler nunca alcanzara el poder haba parecido atrevida entonces, esta idea se haba convertido, en vista
de los resultados, en un lugar comn. Rumiando qu contara a sus futuros nietos sobre sus tiempos, un escritor del Berliner Tageblatt sugiri: Por
todas partes, en cualquier lugar del mundo, la gente hablaba de... Cmo se llamaba? Adalbert Hitler. Y qu pas con l? Se desvaneci!.
Volviendo la vista atrs, a la luz del hecho de que Hitler se vera ascendido legalmente en menos de un mes a canciller alemn, estas expresiones
de optimismo republicano no parecen sino una fantasa colectiva. Sin embargo, un estudio de lo que haba ocurrido con anterioridad revela que las
esperanzas de los oponentes del nazismo no eran en absoluto infundadas en aquel momento.
A lo largo de sus turbulentos catorce aos, la primera Repblica alemana, fundada en la ciudad de Weimar en 1919, tuvo que enfrentarse a
grandes obstculos.Desde el principio se vio rechazada por millones de alemanes. Los de extrema izquierda la consideraban una mera democracia
burguesa, y exigan por tanto una revolucin proletaria que la derrocase. Por su parte, los monrquicos acrrimos de la derecha vean como una traicin
la revolucin que, en el despertar de la derrota alemana de la primera guerra mundial, haba destronado a la dinasta Hohenzollern de Prusia bajo la cual
el pas se haba unido al Imperio creado en 1871. Junto con otros enemigos de la democracia, tacharon de antialemana a una Repblica cuyas
instituciones haban sido creadas por una asamblea nacional libremente elegida sobre los principios del sufragio universal. Los militaristas que haban
llevado al pas a la guerra se unieron a los enemigos de la Repblica afirmando en falso que el Ejrcito no haba sido vencido en el campo de batalla,
sino que haba recibido una pualada por la espalda asestada en el mismo frente interno de manos de los polticos que instauraron la Repblica. El
nuevo rgimen, por tanto, llevaba para muchos alemanes el estigma de la traicin y la humillacin nacional. Las democracias occidentales vencedoras
acrecentaron la impopularidad de la Repblica de Weimar cuando la obligaron a aceptar un tratado de paz punitivo. El Tratado de Versalles parti
porciones considerables del territorio que Alemania posea antes de la guerra, carg al pas con toda la culpa de haber originado la contienda, hizo a la
Repblica responsable de las cuantiosas indemnizaciones de los vencedores y limit su soberana en muchos sentidos, como muestran las frreas
restricciones que se impusieron a sus fuerzas armadas.
Es un hecho que honra a los republicanos alemanes el que el nuevo Gobierno sobreviviese a estos primeros aos a pesar de dichas obligaciones,
a las que se unieron la hiperinflacin que destruy su moneda, varios intentos armados de derrocamiento (procedentes tanto de la izquierda como de la
derecha) y la ocupacin de diversas zonas del pas por parte de las potencias vencedoras de la primera guerra mundial. A mediados de los aos veinte
la democracia pareca haber arraigado en Alemania, y el pas disfrutaba de un lustro de algo cercano a la estabilidad y la prosperidad. Pero con el
inicio de la Gran Depresin, que supuso para la economa alemana un golpe ms fuerte que para la de ningn otro pas europeo, la Repblica de
Weimar entr en sus peores tiempos. En 1930 el gobierno parlamentario suspendi su actividad cuando los partidos polticos moderados se vieron
colapsados ante el problema de la financiacin de las ayudas al desempleo para una multitud cada vez mayor de alemanes en paro. Como
consecuencia de esta crisis, el poder poltico decisivo pas del Parlamento a la presidencia, con el resultado de que la Repblica no volvi a funcionar
como haban pretendido sus fundadores.
El presidente en cuyas manos pas a concentrarse todo el poder fue Paul von Hindenburg, que haba estado al mando del Ejrcito alemn durante
la primera guerra mundial como mariscal de campo.Elegido en 1925, fue reelegido para gobernar durante un segundo perodo de siete aos en 1932,
a la edad de ochenta y cinco aos. El venerable Hindenburg, a quien su actuacin en la guerra haba convertido en una figura legendaria, era para
millones de alemanes la personificacin de alguno de los captulos ms gloriosos del pasado de su pas. Perteneca a los junkers, descendientes de
una de las familias aristocrticas que, siglos antes, haban establecido las regiones fronterizas orientales de Alemania. De joven haba participado
como oficial del Ejrcito prusiano en las guerras de unificacin y estuvo presente cuando en 1871 se proclam el Imperio. En 1911 se retir tras una
carrera poco sobresaliente de oficial; pero fue requerido de nuevo para el servicio tres aos ms tarde, cuando estall la guerra. Cuando las fuerzas
que se hallaban bajo sus rdenes cortaron el avance del Ejrcito ruso que se diriga hacia el territorio alemn, no tard en convertirse en hroe nacional,
a pesar de que se haba exagerado, por motivos de propaganda interna, el alcance de su contribucin personal a esta victoria. Cuando ms tarde fue
elevado al cargo de comandante supremo del Ejrcito, se las arregl para mantener intacta su condicin de hroe tras la derrota alemana en la guerra,
lo que en parte se debi a la leyenda de la pualada por la espalda, en cuya propagacin represent l mismo un papel fundamental.
Su altura y robustez hacan a Hindenburg poseedor de una figura imponente. Aunque haca tiempo que haba cumplido los ochenta aos, mantena
el porte erguido de un oficial prusiano. Sus modales corteses y refinados evocaban su nostalgia del siglo anterior, mientras que su semblante ancho y
cuadrado, que coronaba un peinado corto al estilo militar y surcaba un largo mostacho ralo, pareca congelado en una expresin de tristeza pensativa.
Para muchos alemanes, su rostro transmita una profunda gravedad y una resuelta devocin por las labores arduas. Aunque su imagen pblica era de
una fuerza imperturbable, Hindenburg careca de una voluntad fuerte e independiente, y raras veces tomaba decisiones por s mismo. A lo largo de su
carrera, dependi en gran medida del consejo de los que lo rodeaban, y este rasgo se fue acentuando con la edad.
A pesar de su apariencia impasible, Hindenburg estaba sujeto, en los momentos de tensin, a arrebatos emocionales que hacan que su voz se
quebrase y las lgrimas corriesen por sus mejillas. Conceba las relaciones polticas en trminos de camaradera y valoraba la lealtad por encima de
todo, aunque a lo largo de su vida volviese repetidamente la espalda a los aliados que le haban servido de manera leal. Sin embargo, a pesar de los
persistentes rumores de su senilidad, todas las fuentes dignas de confianza indican que, aunque lento y pesado, Hindenburg permaneci lcido hasta
que la enfermedad acab con su vida en 1934, poco antes de llegar a los ochenta y ocho y mucho despus de verse reducido a un hombre de paja por
el rgimen autoritario de Hitler. La rotunda corpulencia de Hindenburg, su aire de distante solemnidad y su condicin de vnculo viviente con las glorias
pasadas le proporcionaban un aura que lo hizo digno del temor respetuoso de la mayora de sus contemporneos.
Como jefe de Estado, el presidente Hindenburg ocupaba a primera vista una posicin similar a la de las testas coronadas de las monarquas
parlamentarias de Europa; pero la Constitucin de la Repblica confera a su cargo poderes muy superiores a los del resto de monarcas. El presidente
ejerca la mxima autoridad sobre las fuerzas armadas y dispona de amplios poderes extraordinarios que lo autorizaban a restringir los derechos
civiles y promulgar leyes por decreto si estimaba necesarias estas medidas. Nadie ms que el presidente poda nombrar al jefe de Gobierno, al
canciller y a los otros ministros que formaban el gabinete. Como en otras democracias europeas, el canciller necesitaba de la mayora del Parlamento
nacional, el Reichstag, y deba dimitir en caso de que ste presentase un voto de censura. El presidente poda, no obstante, destituir al canciller y al
gabinete en cualquier momento, as como disolver el Reichstag antes de que ste agotase los cuatro aos que duraba su legislatura y convocar nuevas
elecciones. Como demostraron los sucesos de enero de 1933, estos poderes convertan al presidente en una figura crucial en tiempos de inestabilidad
poltica, de manera que su influencia era decisiva en el desarrollo de los acontecimientos.
Aunque inicialmente fue elegido como candidato de los derechistas conservadores y reaccionarios, Hindenburg sorprendi gratamente a los
defensores de la Repblica durante un tiempo, a pesar de que nunca renunci a sus sentimientos monrquicos. A lo largo de cinco aos presidi
obedientemente la Repblica a la manera de un jefe de Estado constitucional: nombr a cancilleres y gabinetes que haban sido propuestos por
coaliciones mayoritarias o que eran aceptados por la mayora cuando no se lograban tales alianzas. Pero el viejo mariscal de campo empezaba a

impacientarse a raz de los frecuentes acuerdos y maquinaciones entre partidos, que dieron lugar a una sucesin de diecisiete gabinetes bajo nueve
cancilleras diferentes durante los once primeros aos de la Repblica. Se senta particularmente contrariado por la resistencia ante los gastos militares
que ejerca el mayor partido republicano, el de los socialdemcratas de centroizquierda, que contaba entre sus filas con un gran nmero de pacifistas.
Su carcter profundamente conservador tambin se vea ofendido por la fanfarronera de los socialdemcratas acerca de la ideologa marxista de su
pasado, que practicaban mucho despus de que se hubiese dejado a un lado en favor de un reformismo pragmtico.
Cuando el hundimiento poltico de 1930 dio al traste con el gabinete dirigido por los socialdemcratas y el Reichstag se vio incapaz de llegar a un
acuerdo con respecto a su sustitucin, el grupo de altos mandos del Ejrcito que servan a Hindenburg como asesores de confianza lo persuadi a que
rompiese con el sistema parlamentario y excluyese a la izquierda de cualquier puesto de autoridad. Con el objetivo declarado de elevar al Gobierno por
encima de la poltica, Hindenburg inaugur la costumbre de nombrar personalmente a cancilleres libres de cualquier obligacin ante una mayora
parlamentaria. Inici, por tanto, lo que lleg a ser conocido como un sistema de gobierno de gabinetes presidenciales. Para hacer posible que los
cancilleres que presidan dichos gabinetes burlasen la autoridad legislativa del Reichstag, puso a su disposicin los poderes extraordinarios que la
Constitucin haba otorgado a la presidencia. Desde 1930, prcticamente todas las leyes nacionales (incluso aquellas que autorizaban los impuestos y
las apropiaciones del Gobierno) fueron promulgadas no mediante la accin parlamentaria, sino ms bien por decretos presidenciales a peticin del
canciller y su gabinete. La autoridad del presidente no era absoluta; el Reichstag poda, si exista mayora, abrogar sus decretos extraordinarios o
presentar una mocin de censura ante el canciller y su gabinete. Sin embargo, para desalentar el uso de estas prerrogativas parlamentarias, el
presidente poda dotar al canciller del derecho a disolver el Reichstag y obligar as a los partidos a enfrentarse a los votantes en unas nuevas elecciones
generales.
El primero de estos cancilleres presidenciales fue Heinrich Brning, un parlamentario de prestigio del Partido del Centro Catlico que haba sido
uno de los baluartes de los gabinetes republicanos. Durante dos aos, a partir de mayo de 1930, Brning gobern con la aquiescencia de los
socialdemcratas, de firmes creencias republicanas, que haban sido excluidos de su gabinete. Temiendo que la oposicin a Brning pudiese provocar
un gabinete an ms derechista, su partido se abstuvo de emitir un voto de censura y prefiri no desafiar los decretos presidenciales gracias a los
cuales gobernaba el canciller. De esta manera, los socialdemcratas unieron su destino al de Brning. Esto tuvo unas consecuencias muy poco
afortunadas para la causa republicana, pues las polticas fiscales deflacionarias del canciller no hicieron sino agravar los efectos de una depresin
excepcionalmente severa y continuada. A principios de 1932 ms de uno de cada tres asalariados se hallaban en paro, y Brning se haba convertido
en el canciller del hambre para millones de alemanes. En primavera de ese ao ste desempe un papel fundamental en la campaa de reeleccin
de Hindenburg y estuvo a punto de llevar a buen puerto las negociaciones para acabar con el pago de las indemnizaciones por parte de Alemania a las
potencias vencedoras de la primera guerra mundial. Sin embargo, instigado por sus consejeros conservadores, el presidente se mostr descontento
con la poca disposicin del canciller a dar de lado a los socialdemcratas en favor del apoyo de la derecha. A finales de mayo, de pronto Hindenburg
destituy a Brning.4
En la cada de Brning fue decisiva la actuacin del hombre que en primavera de 1932 se haba convertido en el primer consejero del presidente, el
general Kurt von Schleicher. A pesar de pertenecer a la baja nobleza, y no a la aristocracia oriental de los junkers, que dominaban los ms altos
escalones de los cuerpos de oficiales, Schleicher haba experimentado un rpido ascenso como oficial de carrera. Haba sido admitido a edad
temprana en el grupo de peritos de lite del Ejrcito, el estado mayor, y pas gran parte de la primera guerra mundial atendiendo problemas de
aprovisionamiento y transporte que lo pusieron en contacto con las autoridades civiles. Tras la guerra fue instado por el Ministerio de Defensa a trabajar
como enlace entre el Ejrcito y el Gobierno republicano. Comoquiera que el establishment militar, que en lo esencial no haba sido reformado, se las
haba ingeniado para retener un considerable grado de autonoma frente al control civil a pesar de la revolucin republicana, la suya era una actividad de
gran importancia.
A finales de los aos veinte, Schleicher se haba establecido como una importante figura entre bastidores en la escena poltica alemana. Haba
conseguido un rpido ascenso al rango de general y lleg a presidir una oficina de asuntos polticos subordinada slo al ministro de Defensa. Esta
circunstancia lo situaba por encima del control de generales que gozaban de un grado muy superior al suyo, y tambin contribuy a su inclusin en el
reducido grupo de dirigentes militares de cuyo asesoramiento poltico dependa cada vez ms el presidente Hindenburg. En 1930 l fue uno de los que
lo alentaron a romper con el sistema parlamentario. Tambin tom parte en la eleccin de Brning como primer canciller presidencial dos aos ms
tarde, y desempe un papel primordial en su destitucin.5
A instancias de Schleicher, Hindenburg nombr sucesor de Brning a Franz von Papen, un aristcrata de cincuenta y dos aos poco conocido en el
mundo de la poltica, militante del sector de extrema derecha del Partido del Centro Catlico. A principios de junio de 1932, Von Papen tom el cargo
de jefe de lo que no tard en ser conocido como el gabinete de los barones, debido al gran nmero de aristcratas conservadores que haba entre
sus ministros. La capacidad de Von Papen para ejercer de canciller era discutible debido a su falta de experiencia en la poltica nacional. En cuanto
diputado del Partido del Centro Catlico en la asamblea legislativa del estado federal de Prusia durante gran parte del perodo republicano, asisti con
escasa frecuencia a las sesiones, en las que nunca tom la palabra. Era, sin embargo, viejo amigo de Schleicher, al que haba conocido cuando ambos
eran oficiales subalternos del Ejrcito. El general esperaba que Von Papen actuara como elegante testaferro y se dejase guiar por l. Para ocupar una
posicin que le permitiera ejercer su influencia en el nuevo gabinete, Schleicher asumi el cargo de ministro de Defensa, renunciando a su graduacin
de general y convirtindose en civil, al menos nominalmente, para tener acceso a dicho puesto.6
Al asumir la cancillera, Von Papen tuvo que enfrentarse al problema de encontrar un respaldo poltico para su gabinete. Al igual que Brning, haba
sido nombrado canciller presidencial, lo que le permita gobernar por medio de decretos extraordinarios promulgados por Hindenburg. Pero, con todo,
necesitaba el apoyo parlamentario suficiente para evitar un voto de censura en el Reichstag. En este sentido, su posicin era desde el principio mucho
ms precaria que la de Brning, ya que perdi el respaldo de su propio partido poco despus de convertirse en canciller. Los dirigentes del Partido del
Centro Catlico consideraban que estaba implicado en la expulsin de su colega Brning y se indignaron ante el hecho de que aceptase la cancillera
sin el permiso del partido. Slo dimitiendo del parado logro evitar su propia expulsin cuando aqul lo repudi e hizo frente comn con la oposicin. Al
hacer que se cumplieran las expectativas del presidente relativas a la ruptura con la izquierda, Von Papen se propona compensar la sujecin de su
predecesor a los socialdemcratas con el apoyo de la derecha poltica, lo que supona atraer al movimiento nazi encabezado por Adolf Hitler, que
estaba creciendo rpidamente.
El movimiento que desde principios de 1920 fue conocido como el Partido Nacionalsocialista Alemn de los Trabajadores, del que Hitler no tard
en tomar el control, proporcion tras la primera guerra mundial un hogar poltico a la minora nacionalista de tendencias racistas que despreciaba tanto
el viejo rgimen imperial como la nueva Repblica democrtica. Sigui siendo un insignificante grupo marginal bvaro hasta que en 1923 se desat el
escndalo a resultas del intento fallido de derrocar a la Repblica, el putsch de la cervecera de Mnich, que le ayud a obtener representacin en el
Reichstag al ao siguiente en coalicin con partidos de similar ideologa. Durante el perodo ms prspero y estable de la Repblica, la importancia del
nazismo disminuy de manera considerable: en 1928 slo consigui un 2,6 por ciento de los votos, que le supusieron doce de los cuatrocientos noventa
y un escaos del Reichstag, debidos nicamente al sistema republicano de representacin proporcional. Pero cuando la Gran Depresin extendi las
privaciones y el desempleo por toda Alemania, los nazis empezaron a sacar provecho de la angustia y ansiedad de millones de ciudadanos.7
Ayudados por la responsabilidad del Gobierno sobre estos hechos, los nazis aumentaron su popularidad culpando a los republicanos de todos los
males del pas y ofreciendo un futuro de reformas radicales sin necesidad de cumplir ninguna de sus promesas. Se hicieron con el respaldo de los
antisemitas tras encabezar una campaa desenfrenada de difamacin contra la minora juda. Manifestaron su militancia a travs de las calles alemanas
con las tropas de asalto auxiliares, la SA.[1] Mediante sangrientas batallas callejeras contra los socialdemcratas y los comunistas, que tambin tenan
sus respectivas organizaciones paramilitares, la SA contribuy a crear una violenta atmsfera poltica que despert la inquietud de muchos ciudadanos.
La promesa de restaurar el orden permiti a los nazis convencer a algunos votantes. En las elecciones de 1930, que tuvieron lugar precisamente

cuando los efectos de la crisis econmica empezaban a agravarse, su voto se octuplic, de manera que consiguieron ciento siete de los quinientos
setenta y siete escaos del Reichstag. En la primavera de 1932 Hitler intent arrebatarle la presidencia a Hindenburg y, aunque fue derrotado, logr
unos resultados lo suficientemente buenos como para forzar una segunda ronda de votaciones, en la que se hizo con un sorprendente 36,1 por ciento.
En el verano de 1932 Hitler era el poltico de ms xito de Alemania, lo que supona un impresionante logro para alguien que haba llegado al pas
diecinueve aos antes desde Austria, un artista frustrado con una formacin acadmica mnima, recin salido de los refugios vieneses para
desahuciados en los que se haba visto obligado a vivir durante varios aos.8Desde el momento en que se uni al incipiente movimiento nazi en 1919,
tras servir en el Ejrcito alemn como cabo en el frente occidental, hasta que se suicid entre las ruinas de Berln un cuarto de siglo ms tarde, la
poltica ocup el centro de su vida. Pronto se erigi en el gua del partido el Fhrer y logr una autoridad plena dentro de ste. Ejerciendo un
dominio mesinico sobre sus seguidores, forj una desarrapada corte de radicales y reaccionarios, intelectuales y matones, profesionales fracasados
e inquietos veteranos de guerra y los convirti en una impresionante organizacin que combinaba de manera efectiva el liderazgo carismtico y la
disciplina burocrtica.
El nazismo no era un partido poltico corriente, sino ms bien, como Hitler repiti con incansable insistencia, un movimiento que requera una
entrega total e incondicionada por parte de sus miembros. Despus de pasar ms de un ao en prisin a resultas del putsch frustrado, Hitler volvi a
emerger imperturbable y reconstruy su partido en ruinas, y, tras abandonar cualquier esperanza de derrocar a la Repblica por la fuerza, se prepar
para lograrlo por medios legales en las urnas. Durante la segunda mitad de la dcada de los aos veinte, cuando la estabilizacin poltica permiti a la
amenazada Repblica consolidarse bajo auspicios polticos moderados, Hitler mantuvo la unidad del partido al margen de la poltica nacional a fuerza
de puro carcter. Cuando millones de alemanes sufran la angustia y el abatimiento de la Gran Depresin, form toda una multitud de seguidores por
medio de una demagogia desenfrenada y un calculado embaucamiento.
La clave del xito del futuro dictador reside en la imagen que ofreca de s mismo. A los ojos de aquellos que no sucumbieron a su hechizo,
fsicamente recordaba al estereotipo popular de un barbero o un camarero; pero su hbil manipulacin de la opinin pblica (slo se dejaba fotografiar
en posturas que le favoreciesen y por un fotgrafo experto fiel a su causa, por ejemplo) construy una imagen de s mismo capaz de transmitir
profundidad y dedicacin abnegada a millones de alemanes atribulados. Cuando actuaba como poltico irradiaba con extraordinaria intensidad una
conviccin y certidumbre que muchos encontraban irresistible, especialmente en tiempos inestables. El talento de Hitler como orador lo convirti en el
mayor demagogo de su tiempo. Con una energa fsica desconocida para la mayora de sus contemporneos, llevaba a su sensible audiencia al borde
de la histeria colectiva mediante discursos prolongados, apasionados, que explotaban con gran habilidad la inseguridad y prejuicios de aqulla. Y
lograba un efecto semejante cuando mantena conversaciones con sus seguidores, abrumndolos con un torrente de palabras y desarmndolos con su
arrollador aplomo.
Lo que en ltima instancia convirti a Hitler en una verdadera amenaza poltica fue, no obstante, su habilidad para enmascarar su brutal fanatismo
tras una fachada de normalidad siempre que esta actitud poda servir a sus propsitos. Cuando consideraba ventajoso sembrar el favor de personas
influyentes, era capaz de mostrarse amable y respetuoso, e incluso humilde. Cuando persegua una victoria sobre aquellos que saba que no compartan
sus opiniones extremistas, ocultaba sus verdaderas intenciones. Esta caracterstica haba permitido a Hitler convertirse en una figura de peso en el
panorama poltico alemn de 1932, a pesar de que nunca haba sido elegido para ocupar un cargo en el Gobierno.
Con la esperanza de ganarse el apoyo de los nazis, el canciller Von Papen haba llegado, con la conformidad de Schleicher, a lo que crea que era
un acuerdo con Hitler para hacerse con el poder en junio de 1932. Cuando le pregunt al dirigente nazi si estaba dispuesto a colaborar con el gabinete,
ste manifest su intencin de acceder siempre que se cumpliesen dos condiciones: que se levantase la prohibicin que el gabinete de Brning haba
impuesto sobre sus tropas de asalto y que se disolviese el Reichstag elegido en 1930 para dejar paso a unas nuevas elecciones, a pesar de que an le
quedaban dos aos de legislatura. Von Papen no tard en lograr el permiso del presidente Hindenburg para llevarlas a cabo. Adems, aprovech un
sangriento brote de violencia poltica entre nazis y comunistas como pretexto para recurrir a los poderes extraordinarios del presidente y destituir al
Gobierno de Prusia. ste era con mucho el mayor de los diecisiete Estados federales de la Repblica, y como tal, un objetivo poltico prioritario, ya que
comprenda, en cuanto a territorio y poblacin, tres quintas partes de Alemania. La adquisicin de su gobierno por parte del gabinete de Von Papen
dej impotente al gabinete republicano de socialdemcratas y catlicos del centro de Prusia, que haba sido durante mucho tiempo una espina para la
derecha, y en concreto para los nazis.9
Las nuevas elecciones generales, que se celebraron a finales de julio de 1932, resultaron catastrficas para los partidos moderados. Tuvieron
lugar en el momento ms duro de la Depresin, cuando la desesperacin y la rabia convirtieron a millones de personas en objetivo sumamente
vulnerable de la demagogia extremista de la izquierda y la derecha. Los comunistas minaron las fuerzas de los socialdemcratas, mientras que los
nazis doblaron con creces los resultados de 1930. Tras conseguir un 37,4 por ciento de los votos y doscientos treinta escaos, el partido de Hitler logr
reemplazar al de los socialdemcratas como partido ms numeroso del Reichstag.
Despus de las elecciones de julio, Hitler reneg de sus promesas de cooperacin con el gabinete de Von Papen y reclam para s mismo el
cargo de canciller. 10Imbuido por su triunfo en los comicios, el enemigo consumado de la democracia empez a invocar los principios democrticos,
afirmando que, en cuanto dirigente del partido ms fuerte del Parlamento, tena derecho a presidir el Gobierno. En lugar de eso, Von Papen le ofreci el
cargo de canciller adjunto de su propio gabinete, as como diversos cargos ministeriales para otros nazis. Pero Hitler renunci indignado, afirmando
que el de canciller adjunto era un ttulo vaco, sin ninguna autoridad. Cuando el presidente Hindenburg recibi personalmente al dirigente nazi a
mediados de agosto y le pregunt si l u otros miembros de su partido tenan inters en formar parte del gabinete de Von Papen, Hitler exigi de nuevo
la cancillera. Hindenburg, al que los dos encuentros anteriores con el hombre al que se refera en privado como el cabo le haban infundido un
profundo recelo, rechaz su peticin de manera categrica. Adems, su oficina dio a la prensa una versin del encuentro que hizo a Hitler objeto del
reproche general al dar a entender que el dirigente nazi haba reclamado un poder total e insinuando que Hitler haba roto la promesa personal que
haba hecho al presidente de colaborar con el gabinete de Von Papen. Ni la conciencia de Hindenburg ni su deber para con el Estado podan permitir,
segn el comunicado oficial, que el presidente entregase el poder a un movimiento que pretenda usarlo con intenciones partidistas. Hitler, furioso,
respondi al ataque declarando su total oposicin al gabinete de Von Papen.
El rechazo por parte de Hindenburg al intento de Hitler por hacerse con el poder tranquiliz a los republicanos alemanes. La mayora haba
respaldado en primavera la reeleccin del viejo mariscal de campo (por la nica razn de que no haba ningn otro candidato capaz de derrotar a
Hitler), no sin recelo, pues teman que el hecho de que Hindenburg hiciera uso de los poderes presidenciales extraordinarios para burlar la autoridad
legislativa del Reichstag estaba minando la Constitucin. Los republicanos, que haban respetado al canciller Brning, quedaron consternados cuando
Hindenburg nombr a Von Papen canciller de un gabinete reaccionario que apenas contaba con respaldo en el Reichstag. Y a esta preocupacin se
aadi la que provoc la voluntad del presidente tras las elecciones de negociar con Hitler y otros nazis funciones secundarias en el gabinete. Sin
embargo, y a pesar del triunfo electoral de los nazis, Hindenburg pareca haber descartado la posibilidad de que Hitler se convirtiese en canciller, y
ambos haban acabado como rivales polticos. Los republicanos, por lo tanto, podan al menos consolarse pensando que, por ms que el presidente
pudiese forzar la Constitucin, nunca la traicionara poniendo a Adolf Hitler a la cabeza del Gobierno.
La confianza que los republicanos haban depositado en Hindenburg se habra tambaleado sin duda de haber conocido lo que, en privado, haba
acordado el presidente, tan slo dos semanas despus de rechazar a Hitler. El alegato de oposicin del dirigente nazi puso a Von Papen ante un
posible voto de censura cuando se reuniese el nuevo Reichstag. Aqul slo contaba con el apoyo de un nico partido de relevancia, el de los
reaccionarios del Partido Nacional del Pueblo Alemn, que en el pasado se haban aliado con los nazis pero acabaron rompiendo con ellos
dramticamente a raz, entre otras cosas, de las elecciones presidenciales. En total, menos de un 10 por ciento de la cmara apoyaba a Von Papen.
Incluso exista la posibilidad de que las avanzadas negociaciones entre nazis y catlicos del centro, que juntos gozaban de mayora en el nuevo
Reichstag, pudiesen desembocar en un resurgimiento de la autoridad parlamentaria y dar paso a un gabinete de coalicin catliconazi capaz de
derribar a Von Papen del poder. Hindenburg, no obstante, era reacio a deshacerse de ste, por lo que a finales de agosto accedi a la peticin del

canciller de un decreto que diese a ste la facultad de disolver el Reichstag si le pareca conveniente. Comoquiera que no poda esperarse un
parlamento de composicin muy diferente en caso de celebrarse unas nuevas elecciones, el gabinete de Von Papen tambin requiri y consigui
el beneplcito del presidente para no convocar una nueva ronda de votaciones, que, segn estipulaba la Constitucin, deba tener lugar dentro de un
perodo de sesenta das desde la disolucin del Parlamento. Esto permitira al gabinete gobernar de manera dictatorial por medio de decretos
presidenciales sin temor a que el Reichstag rescindiese dichos decretos o emitiese un voto de censura. Para mantener en el poder a un gabinete
elegido por l, Hindenburg dio el visto bueno a una violacin de la Constitucin que haba jurado mantener.
Cuando se reuni el Parlamento en septiembre, el plan del canciller Von Papen de burlar la Constitucin naufrag a causa de un giro inesperado
de los acontecimientos. Von Papen pretenda disolver la cmara antes de que sta pudiese emitir un voto de censura, y hacer que el presidente
declarase el estado de excepcin con el fin de no convocar nuevas elecciones. Pero cuando intent evitar la mocin de censura de los comunistas
presentando el decreto de disolucin, el recin elegido presidente del Reichstag, Hermann Goering, del Partido Nazi, ignor al canciller y llev a cabo el
recuento de la mocin. El resultado supuso la derrota parlamentaria ms humillante que jams haba sufrido un gabinete alemn, con quinientos doce
diputados a favor de la mocin y slo cuarenta y dos que apoyasen al gabinete de Von Papen. Contra las protestas de Goering, el presidente
Hindenburg dictamin que la cmara haba sido disuelta legalmente por el canciller antes del voto de censura; pero el dao ya estaba hecho. Despus
de haberse expuesto la vulnerabilidad de su gabinete de forma tan evidente, el canciller y la mayora de sus ministros llegaron a la conclusin de que no
era el momento oportuno para llevar a cabo el arriesgado plan de violar la Constitucin. En lugar de eso, se convocaron para principios de noviembre
las segundas elecciones parlamentarias de 1932, bien dentro del plazo de los sesenta das estipulados.
Las elecciones de noviembre supusieron un duro golpe para Hitler y su partido. Despus de una sucesin continuada de espectaculares avances
con respecto a los tres aos anteriores, la maquinaria nazi empezaba a renquear. Muchos ciudadanos que haban dado su voto a los nazis en julio, con
la esperanza de que tomasen el poder enseguida y diesen una solucin rpida y decisiva a la situacin de Alemania, desertaron frustrados por el
fracaso de Hitler al intentar acceder a la cancillera. Otros se sintieron ofendidos cuando los nazis eliminaron cualquier esperanza de una oposicin
nacionalista amplia y de derechas al denunciar al gabinete de Von Papen como una camarilla reaccionaria y vilipendiar a los del Partido Nacional por
respaldarlo. Y no faltaba quien se horrorizaba ante la creciente violencia de las tropas de asalto nazis. Algunos de los que se haban sentido atrados por
el partido de Hitler debido a su rechazo militante de la Repblica parlamentaria se echaron atrs cuando los nazis empezaron a invocar principios
democrticos con la intencin de aprovechar su control sobre el bloque ms extenso de escaos del Reichstag. Muchos alemanes conservadores que
haban votado a los nazis en julio se ofendieron ante su mordaz agitacin no slo frente a Von Papen, sino tambin frente al presidente Hindenburg. En
total, el da de las elecciones dieron su voto a los nazis dos millones menos de votantes que en julio. El partido consigui ciento noventa y seis de los
quinientos ochenta y cuatro escaos del nuevo Reichstag, tras haber perdido treinta y cuatro. Todava contaba con la mayor delegacin del Parlamento,
y no obstante, en las que resultaron ser las ltimas elecciones generales anteriores al nombramiento de Hitler como canciller, ms de dos tercios de los
alemanes que fueron a las urnas rechazaron el nazismo.
Los resultados de la votacin de noviembre eliminaron la posibilidad de un Reichstag de mayora nazicatlica, pero la situacin parlamentaria
permaneci inalterada. El grueso de los que haban abandonado el partido de Hitler prefiri serle fiel el da de las elecciones antes que cambiar su voto.
Slo los comunistas incrementaron su poder de manera apreciable, y se convirtieron en el tercer partido ms poderoso con cien escaos. Este impulso
se realiz en gran medida a costa del segundo partido ms votado, el de los socialdemcratas, los mayores defensores de la causa republicana. Estos,
que an constituan el partido con mayor nmero de miembros, haban visto sus escaos reducidos a ciento veintiuno. Juntos, los dos partidos de
izquierdas habran supuesto una fuerza poltica de primer orden; pero ambos se hallaban opuestos de forma irreconciliable. Bajo la direccin de la
Unin Sovitica, los comunistas concedan prioridad absoluta al hecho de ganarse a los mucho ms numerosos seguidores de los socialdemcratas
denunciando a stos como fascistas sociales que estaban ms enfrentados a los intereses de los trabajadores que a los nazis.
Los dos partidos catlicos, el Partido del Centro Catlico y el Partido Popular Bvaro, sufrieron prdidas poco relevantes en noviembre, de manera
que juntos an encabezaban un bloque de noventa escaos. Los dos partidos liberales, a los que los fracasos de los tres aos anteriores haban vuelto
insignificantes, lograron salvar un total de trece escaos, mientras que los partidos originados de escisiones, favorecidos por el sistema republicano de
representacin proporcional, mantenan otros doce. Los del Partido Nacional, los principales seguidores de Von Papen, experimentaron un incremento
en el nmero de escaos, que ascendi a cincuenta y dos, fruto principalmente de los votantes desengaados con los nazis. Pero esto no alter el
hecho de que casi un 90 por ciento de los votantes que fueron a las urnas en noviembre lo hiciesen otra vez en contra del gabinete de Von Papen.
Despus de que las negociaciones con el resto de dirigentes de partido confirmasen esta falta de respaldo, Von Papen present su dimisin, aunque
accedi a permanecer como canciller de un Gobierno de transicin.
Cuando, tras las elecciones de noviembre, Hindenburg tante a Hitler sobre la posibilidad de que su partido formase parte del gabinete, el
dirigente nazi mostr su disposicin a buscar el apoyo de otros partidos si el presidente le encargaba formar su propio gabinete como canciller. Dando
por sentado que un gabinete encabezado por Hitler nunca lograra el voto mayoritario del Reichstag, Hindenburg puso en marcha una estrategia
diseada por sus consejeros para desacreditar al dirigente nazi a los ojos de la opinin pblica. Para ponerlo en evidencia, le pidi que en tres das le
informase de si podra conseguir una mayora factible en el Reichstag dispuesta a apoyarlo como canciller de un gabinete parlamentario. Y aadi,
adems, una serie de condiciones a esta oferta, como la de que sera l quien elegira a los ministros de Defensa y Asuntos Exteriores.
Como era de esperar, Hitler declin la propuesta de Hindenburg. Se quej de que las condiciones de sta eran incompatibles con la Constitucin
de la Repblica, pues asignaba al canciller la eleccin de su gabinete de ministros. Como alternativa, sugiri a Hindenburg que accediese a nombrarlo
canciller y a darle acceso a los poderes extraordinarios de la presidencia, si lograba presentar en poco tiempo un programa de gobierno satisfactorio y
una lista aceptable de miembros para el gabinete, que incluira, segn prometi, al ministro conservador de Asuntos Exteriores de Von Papen y a
Schleicher en calidad de ministro de Defensa. Esta propuesta revelaba el verdadero objetivo de Hitler: erigirse en un canciller presidencial, y no en uno
parlamentario. Como tal, se vera libre de toda dependencia con respecto a otros partidos, y podra gobernar por medio de los decretos extraordinarios
presidenciales, como haban hecho Brning y Von Papen. Sin embargo, la proposicin de Hitler fue desdeada por el presidente y sus consejeros, de
manera que dej de ser candidato a la cancillera.14
Este segundo rechazo de Hitler por parte de Hindenburg reafirm la creencia, cada vez ms extendida entre los republicanos de Alemania, de que
el venerable presidente nunca entregara la cancillera a Hitler. En este sentido, fue especialmente esperanzadora la carta abierta que la oficina del
presidente envi al dirigente nazi para concluir las negociaciones de noviembre. Despus de aclarar la diferencia entre los gabinetes presidenciales y
los parlamentarios, la carta afirmaba:
[El presidente] cree que no puede ser responsable ante el pueblo alemn de dotar de poderes presidenciales al dirigente de un partido que ha
resaltado de manera reiterada su exclusividad y se ha opuesto a l personalmente al rechazar las medidas polticas y econmicas que consideraba
necesarias. El presidente debe temer, bajo estas circunstancias, que un gabinete presidencial dirigido por usted desembocara inevitablemente en una
dictadura de partido que tendra como consecuencia un incremento de las contradicciones de la nacin alemana, cosa que l nunca podra reconciliar
con su deber y su conciencia.15
Cuando el asunto del posible nombramiento de Hitler como canciller volvi a surgir dos meses despus, los defensores de la causa republicana
cobraron nimos recordando estas palabras.
Confirmado el empecinamiento de Hitler a finales de noviembre, Von Papen se prepar para permanecer como canciller, aunque su impopularidad
poltica no haba dejado de crecer. Un miembro de su gabinete, al parecer, bromeaba diciendo que su lema era: Se admiten declaraciones de
guerra.16El nico logro que pudo reclamar como propio fue el acuerdo por el que los poderes vencedores de la primera guerra mundial cancelaron las
deudas de Alemania en concepto de indemnizaciones, y, con todo, los observadores informados saban que la mayor parte del mrito a este respecto
corresponda a su predecesor, el canciller Brning. En el mbito nacional, la poltica econmica de Von Papen haba ofendido por completo a los
trabajadores sindicados. Su gabinete agrav las privaciones de los ms afectados por la Depresin, al reducir las indemnizaciones por desempleo y

someter a los solicitantes a una estricta prueba de haberes. Con las empresas, por el contrario, se acordaron desgravaciones fiscales, y, como
incentivo para que contratasen a un mayor nmero de empleados, se les autoriz a reducir los salarios establecidos por las negociaciones colectivas.
La toma de poder por parte de Von Papen del Gobierno estatal de Prusia haba indignado a los dos partidos que encabezaban la defensa de las
instituciones republicanas, el Socialdemcrata y el del Centro Catlico. stos consideraron que esta jugada representaba una expansin
anticonstitucional de la autoridad del Gobierno nacional y lamentaban haber perdido el control de la extensa burocracia civil prusiana.
Von Papen agrav an ms su impopularidad cuando proclam pblicamente que su objetivo era alcanzar una dictadura y aprob diversas
propuestas de alterar la Constitucin con la intencin de restringir su carcter democrtico. Como consecuencia, tendra que afrontar otro humillante
voto de censura cuando se reuniese la nueva cmara si pretenda conservar el puesto. Pero, segn inform a su gabinete la ltima semana de
noviembre, nada de eso importaba, ya que Hindenburg estaba firmemente decidido a tomar cualquier medida necesaria para respaldarlo, lo que
significa que Hindenburg estaba preparado para otorgar de nuevo a Von Papen un decreto que le permitiese disolver el Reichstag sin convocar nuevas
elecciones como exiga la Constitucin.17Una vez dado ese paso, Von Papen podra gobernar de modo dictatorial por medio de decretos
presidenciales, sin tener que consultar al Parlamento.
Aunque Von Papen disfrutaba del apoyo del presidente, haba perdido, sin embargo, el de su patrocinador y ministro de Defensa, Kurt von
Schleicher. Este, cuando eligi a Von Papen para el puesto de canciller, haba dado por hecho que sera capaz de utilizarlo para sus propios fines (No
soy el alma del gabinete, pero s quiz su voluntad, parece ser que alardeaba).18Para el general, por tanto, supuso una desagradable sorpresa la
creciente firmeza que mostraba su protegido tras asumir el cargo. Con gran disgusto, vio cmo Von Papen se independizaba cada vez ms de l a
medida que se congraciaba con el presidente Hindenburg. A finales de noviembre, a pesar de que haba tomado parte en casi todos los proyectos del
gabinete de Von Papen, Schleicher haba empezado a sentirse inquieto acerca de los riesgos que supona mantener en el Gobierno, burlando la
Constitucin, a un canciller tan despreciado. Tema que si no se convocaban elecciones tras la disolucin de Reichstag, prcticamente todas las fuerzas
polticas del pas, incluidas las legiones de obreros sindicados, se uniran en oposicin al Gobierno. Slo algunas semanas antes, la cooperacin de
nazis y comunistas en una huelga en Berln haba bastado para llevar a la capital al borde de la parlisis en vsperas de las elecciones al Reichstag.
Temiendo que el nuevo nombramiento de Von Papen pudiese desembocar en una guerra civil, Schleicher se propuso acabar con el hombre al que
slo seis meses antes haba hecho canciller. Al mismo tiempo, se convirti en candidato para el cargo desligndose de las medidas ms impopulares
del gabinete de Von Papen al mantener conversaciones con dirigentes polticos y sindicales. No obstante, su empresa estuvo a punto de fracasar
cuando Hindenburg se mantuvo en su intencin de violar la Constitucin para mantener a Von Papen en el cargo. Finalmente, logr poner al propio
gabinete del canciller en contra de ste al revelar los resultados de un estudio del Ministerio de Defensa que conclua que el Ejrcito era incapaz de
afrontar una posible guerra civil que enfrentase tanto a nazis como a comunistas con el Gobierno. El 2 de diciembre de 1932, un afligido Von Papen
present su dimisin ante Hindenburg, que la acept a regaadientes. Al da siguiente, Schleicher jur el cargo de canciller tras recibir del presidente
garantas de su total respaldo. Con tan slo dos excepciones, su gabinete estaba constituido por los ministros de su predecesor. El mismo continu en
el cargo de ministro de Defensa y tambin sucedi a Von Papen como comisario de Prusia, un cargo creado cuando en julio se despoj de su
autoridad al Gobierno de ese estado.19
A sus cincuenta aos, Kurt von Schleicher impresionaba siempre en gran medida a todo el que hablaba con l. 20Y lo haca a pesar de su
apariencia fsica poco atractiva: estatura mediana, aspecto cetrino, calva prematura y tendencia a engordar a pesar de ser de mediana edad. Era un
conversador alegre y hbil, y sobresala ganndose a su interlocutor en los encuentros cara a cara, su modo favorito de comunicacin. Como observ
un periodista: Tiene el don de dar a todo el que va a verlo la impresin de que comparte por completo su opinin.Gracias a su agilidad de
pensamiento y a su facilidad para usar giros idiomticos, Schleicher tambin pasaba por ser alguien ingenioso. Era un maestro haciendo bromas
sutiles y lograba efectos cmicos salpicando su conversacin con expresiones jergales derivadas del dialecto corrompido del vulgo berlins. De porte
desenvuelto y entusiasta, optimista inquebrantable y aparentemente imperturbable, gozaba de una buena dosis de la actitud desenfadada y apuesta
que tanto admiraban los oficiales alemanes.
Sus detractores lo consideraban una persona desptica y altanera, un cnico maestro de la intriga, inexorablemente inclinado a un comportamiento
arribista. Su gusto por la manipulacin entre bastidores dio pie a que se bromease con el significado literal de su apellido, cuya traduccin sera la de
rastrero. Su reiterada costumbre de abandonar a sus asociados con la intencin de salvaguardar sus propios intereses en tiempos de crisis lo hizo
merecedor de la fama de persona poco fiable. Lo que nadie pona en entredicho, sin embargo, era la confianza en s mismo de que gozaba el general.
En primavera de 1932, durante una cena en un restaurante de moda en Berln, se le oy exclamar con su penetrante voz nasal: Lo que Alemania
necesita es un hombre fuerte. Y para que nadie tuviese dudas sobre quin encajaba mejor en ese papel, se golpe el pecho.
Schleicher, a la vez hablador y reservado, continu siendo en cierta manera un enigma poltico cuando se hizo con la cancillera. Un periodista
republicano lo retrat como una esfinge de uniforme, y el disidente bolchevique Len Trotsky lo vio en cierta ocasin como un signo de interrogacin
con charreteras de general.Sin embargo, a pesar de que muchos izquierdistas, y tambin los nazis, lo acusaron de reaccionario, esa etiqueta no le
sentaba del todo bien. Al contrario que muchos de sus colegas oficiales, Schleicher no llor el derrocamiento del Imperio y tampoco anhel la
restauracin de la monarqua. Por razones de pragmatismo, acept la realidad poltica fruto del colapso del antiguo rgimen y la sustitucin de ste por
la Repblica. Tras reconocer que las discusiones acerca de la forma de gobierno no haran sino dividir a una Alemania debilitada, haba dictaminado a
mediados de los aos veinte: No se trata ahora de elegir entre repblica o monarqua, sino ms bien de discutir sobre cmo debera ser la
Repblica.24No obstante, al igual que suceda con muchos dirigentes militares, su lealtad no se deba tanto a la Repblica como a lo que consideraba
los intereses permanentes del Estado alemn, que iban ms all de cualquier rgimen en particular. Para l, el Ejrcito representaba una fuerza
independiente, por encima de la poltica, cuya funcin era la de servir como contrapeso que equilibrase al Estado y asegurase su capacidad para
defender los intereses de seguridad de Alemania en el mbito internacional.
En diciembre de 1932, durante sus primeras semanas como canciller, Schleicher disfrut de lo que podramos definir como una luna de miel
poltica como resultado del alivio general que haba provocado la marcha de Von Papen. Al hacer pblico que no tena ninguna intencin de secundar
las intenciones de su predecesor de alterar la Constitucin, logr calmar a los defensores de la Repblica. Por su parte, los dos partidos catlicos
adoptaron una actitud conciliadora hacia su gabinete, al igual que hicieron los dirigentes de los sindicatos cristianos, animados por la promesa de
medidas decisivas para poner de nuevo a trabajar a los desempleados. Los socialdemcratas, que teman perder seguidores en favor de los
comunistas si colaboraban con un dirigente militar, mantuvieron su oposicin, fortalecida por el recuerdo de la participacin de Schleicher en el
derrocamiento, por parte del gabinete de Von Papen, del Gobierno del estado de Prusia dirigido por uno de ellos. Pero los dirigentes del sindicato
afiliado a los socialdemcratas, el mayor del pas, vean a Schleicher como un mal menor comparado con Von Papen, y reaccionaron de manera
positiva ante la promesa de medidas contra el desempleo. Alentado por la respuesta favorable de los sindicatos, el nuevo canciller lleg con alivio a la
conclusin de que haba logrado disipar el peligro de una revuelta popular general contra el Gobierno que se haba generado en el mandato de Von
Papen; aunque todava quedaba por resolver el problema de cmo evitar un voto de censura en el Reichstag.25
Schleicher deposit sus esperanzas de evitar una colisin con el Parlamento en ganarse el apoyo poltico de los nazis. Si los ciento noventa y seis
delegados con que contaban en el Reichstag lo respaldaban, o al menos no tomaban parte en la oposicin, habra logrado un gran paso hacia su
objetivo de evitar la formacin de una mayora hostil. Como muchos oficiales del Ejrcito, Schleicher admiraba el patriotismo de tono militarista que
profesaba el movimiento de Hitler, aunque desdease su populismo demaggico. Para l, los nazis eran un contrapeso til, si bien rebelde, ante a los
partidos de izquierda. Segn haba confesado a un amigo meses antes, los vea como tipos problemticos de los que haba que disfrutar con una
precaucin extrema.26Igual que bastantes otros conservadores destacados, entre los que se incluan el canciller Brning e incluso un nmero
considerable de figuras judas respetadas, pensaba que se poda domar a los nazis asignndoles parte de la responsabilidad del Gobierno. Pero
mientras otros se haban visto empujados a tal opinin sin un pleno convencimiento y preferan la destruccin del nazismo, Schleicher nunca consider

en serio esta ltima opcin. Temiendo que la destruccin del Partido Nazi provocase una desbandada de sus elementos ms dinmicos al bando de
los comunistas y aumentase considerablemente la fuerza de la izquierda revolucionaria, se opuso a cualquier medida de represin contra los
seguidores de Hitler.27Como escribi a su amigo: Si no existiesen, habra que inventarlos.28
Schleicher bas en parte su optimismo acerca de domar a los nazis en el paralelismo que crey ver entre stos y la historia de un movimiento
revolucionario de masas anterior: el Partido Socialdemcrata. El intento frustrado por parte del artfice del Imperio alemn, Otto von Bismarck, de
suprimir dicho partido mediante la persecucin medio siglo antes era una prueba para Schleicher de que la represin no haca otra cosa que aumentar
la militancia y popularidad de este tipo de movimientos radicales. La moderacin de los socialdemcratas y su prdida de popularidad tras conseguir
parte del poder en la revolucin de 1918 dieron pie a que pensase que tambin los nazis se moderaran si se les permita formar parte del Gobierno.
Cuando tuviesen que enfrentarse a las intratables realidades de la crisis econmica, daba por hecho que se volveran ms realistas; y cuando no
pudiesen afrontar sus exageradas promesas, perderan gran parte de su respaldo popular. Al igual que el Partido Socialdemcrata, el nazismo, al
asumir parte de la pesada responsabilidad de las medidas casi siempre irremediablemente impopulares del Gobierno, dejara de ser el
movimiento militante en rpida expansin que amenazaba al Estado y se convertira en uno ms de los partidos polticos. Estas expectativas, por
supuesto, eran errneas hasta un extremo grotesco, ya que Schleicher no supo reconocer la gran diferencia entre el republicanismo de los
socialdemcratas y el totalitarismo de los nazis.29
Los nazis tambin encajaban en los planes de Schleicher en calidad de ministro de Defensa. Tras prolongadas negociaciones con los vencedores
de la primera guerra mundial, Alemania estaba a un paso de asegurar la aceptacin del principio de paridad armamentstica por parte de aqullos.
Como no pareca probable que aquellas naciones tomasen parte en el desarme general previsto por el Tratado de Versalles, la consecucin de la
paridad despejara el camino para que Alemania lograse el antiguo objetivo militar de ampliar sus fuerzas armadas. ste haba sido durante mucho
tiempo uno de los proyectos prioritarios de Schleicher, y estaba decidido a iniciar el proceso de rearme lo antes posible. Pero, antes que arriesgarse a
provocar la alarma entre los vencedores incrementando de pronto las dimensiones de su Ejrcito, pretenda avanzar hacia el establecimiento de un
servicio militar obligatorio universal mediante la creacin de una milicia capaz de proporcionar entrenamiento a un gran nmero de civiles. Como fuente
inicial de soldados, recurri a las organizaciones paramilitares que haban proliferado desde la guerra, y la SA sobresala entre dichas organizaciones,
que no estaban armadas pero s uniformadas y reglamentadas. Con ms de cuatrocientos mil soldados de asalto uniformados en 1932, la SA superaba
en una proporcin de cuatro a uno al pequeo Ejrcito que el Tratado de Versalles permita a Alemania. Con la esperanza de allanar el camino al
reclutamiento de soldados de asalto para la milicia que tena planeada, Schleicher haba mantenido durante algn tiempo contactos encubiertos con la
jefatura de la SA a travs del estado mayor de su Ministerio de Defensa.30
Schleicher reconoca que Hitler era la clave del respaldo de los nazis, y esperaba llegar a un acuerdo con l. Tras varios encuentros personales
durante los dos aos anteriores, haba sido incapaz de darse cuenta de que Hitler era un fantico implacable que slo buscaba una transformacin
radical de Alemania. Tras su primer encuentro, Schleicher describi al dirigente nazi como un hombre interesante, dotado de facultades retricas poco
corrientes, [que] se entusiasma con facilidad ante sus propios planes.Incluso teniendo en cuenta la destreza de Hitler para dejar en un segundo plano,
y aun omitir, su antisemitismo fantico y otras opiniones extremistas cuando hablaba con miembros del establishment conservador, es evidente que
Schleicher subestimaba de manera frvola al futuro dictador. El verano anterior, mientras segua la poderosa actuacin de los nazis en las elecciones al
Reichstag, no haba dudado en imaginar a Hitler investido como canciller, hasta que Hindenburg excluy esa posibilidad. A finales de noviembre,
conociendo la voluntad del presidente de aceptar al dirigente nazi en el Gobierno en calidad de subordinado, haba tanteado a ste para ver si estaba
dispuesto a asumir el cargo de canciller adjunto en un gabinete encabezado por el propio Schleicher. Pero, como ya haba hecho antes, Hitler dej muy
claro que slo formara parte de un gabinete dirigido por l mismo.
Ante la inflexibilidad de Hitler, Schleicher dirigi su atencin hacia el director del complicado aparato administrativo del Partido Nazi, Gregor
Strasser, un dirigente veterano cuya popularidad dentro del movimiento estaba slo por debajo de la de Hitler, y al que muchas personas ajenas al
partido consideraban el dirigente nazi ms sensato. En su calidad de farmacutico retirado, contaba con una experiencia comercial prctica, algo
extremadamente raro entre los altos cargos nazis. Comparado con la coleccin de excntricos y fanticos que conformaban el movimiento, pareca un
hombre pragmtico, sobrio y equilibrado. Tena fama de ser de los pocos nazis que se haban tomado en serio la palabra socialista que ostentaba el
nombre del partido, y gracias a esto lleg incluso a granjearse un cierto respeto, si bien no exento de desconfianza, en los crculos sindicales.
Schleicher poda, por tanto, aspirar a colaborar con Strasser sin ofender a stos. Su inters por Strasser, unido a sus gestos conciliadores hacia los
dirigentes de los sindicatos, llev entonces a algunos observadores a la conclusin equivocada de que Schleicher estaba intentando reunir un eje
sindical (Querfront), separando del Partido Nazi a los partidarios de Strasser y agrupndolos, junto con los sindicatos, en torno a su gabinete. No
obstante, no hay ninguna prueba que corrobore esta teora, que ha influido en gran parte de las interpretaciones sobre la estrategia de Schleicher que
se han propuesto desde entonces.
Las famosas dudas de Strasser sobre la estrategia de todo o nada de Hitler lo hicieron potencialmente til para Schleicher. Aqul, ms realista que
otros nazis destacados, haba inferido por los resultados de las elecciones de noviembre que el partido no tena muchas posibilidades de hacerse
nunca con el control absoluto del Gobierno mediante una mayora en las urnas. Por tanto, lamentaba que la negativa de Hitler a aceptar otro puesto que
no fuese el de canciller hubiese impedido que los nazis se hicieran con un lugar en el gabinete de Von Papen mientras su poder de negociacin
mantena el nivel ptimo que haba alcanzado en virtud del triunfo electoral del verano anterior. El conocimiento por parte de Strasser de las condiciones
de las bases del partido lo llev a prever un descenso de la moral y un aumento de las dificultades financieras si la base de los activistas nazis no
reciba la recompensa de, al menos, una parte del poder. En tales circunstancias, tema que el partido sufriese prdidas devastadoras si se produca
otra confrontacin con el gabinete que provocara la disolucin del Reichstag y la convocatoria de nuevas elecciones. Schleicher, que conoca sus dudas
gracias a diversos intermediarios, confiaba en poder atraerlo hacia su gabinete. Su objetivo no era, sin embargo, dividir el movimiento nazi, como
dieron por sentado algunos observadores, sino ms bien conseguir el respaldo del partido en su conjunto.
El 4 de diciembre, un da despus de asumir el cargo, Schleicher se reuni en secreto con Strasser en Berln. No existe testimonio alguno de lo que
discutieron, pero pruebas circunstanciales indican que Schleicher tena en mente un plan minuciosamente elaborado, cuyo elemento clave era la
presidencia del Consejo de Prusia. All, el xito de los nazis y los comunistas en las elecciones legislativas estatales de abril haba acabado con el
respaldo mayoritario del que gozaba el gabinete prusiano dirigido por Otto Braun, el prominente socialdemcrata que haba dominado el panorama
poltico de ese gran estado durante el perodo republicano. Puesto que los partidos no se pusieron de acuerdo en cuanto a quin debera sustituirlo, el
gabinete de Braun continu en activo en calidad de gobierno de transicin, pero fue desposedo de su autoridad en julio por el gabinete de Von Papen,
con la participacin de Schleicher. A finales de otoo pareca posible que esta crisis desembocase en la formacin de un nuevo gabinete mediante una
coalicin mayoritaria del Partido Nazi y el Partido del Centro Catlico. Con frecuencia se hablaba de Strasser como futuro presidente de dicho
gabinete, ya que los catlicos parecan aceptarlo. Si Strasser se haca con el puesto, Schleicher estara en condiciones de ofrecer la restauracin de la
autoridad de dicho cargo a condicin de que Strasser accediese a formar parte del gabinete del Reich. Un acuerdo de este tipo resolvera la turbulenta
relacin entre el gobierno de Prusia y el nacional que haba provocado el derrocamiento del gabinete de Braun. Tambin sera improbable, si no
imposible, que los nazis se opusieran al gabinete de Schleicher si ste contaba en sus filas con uno de los dirigentes ms destacados de su partido.34
Pero Hitler no tard en frustrar este plan. Insisti en que el candidato nazi para la presidencia del Consejo de Prusia deba ser su obediente
consejero Hermann Goering, y no Strasser, aunque aqul no gozaba de la aceptacin de los catlicos ni de Schleicher. El 5 de diciembre, la vspera de
la sesin de apertura del nuevo Reichstag, la cpula del Partido Nazi se reuni en Berln para planear su siguiente movimiento. Un da antes, su partido
haba sufrido un nuevo revs en las urnas; en esta ocasin, en las elecciones locales del estado de Turingia, donde los nazis perdieron casi un 40 por
ciento de los votos que haban conseguido en las elecciones del Reichstag de julio y casi un cuarto de los mermados resultados de noviembre. La
derrota de Turingia, que superaba a las sufridas en otros tres estados desde el desastre electoral en el Reichstag en noviembre, constitua una prueba

evidente de que el partido estaba perdiendo el apoyo de los electores a pasos agigantados.35
En vista de que la suerte de los nazis estaba declinando, Strasser present en el encuentro de dirigentes nazis del 5 de diciembre sus argumentos
en favor de cooperar con el gabinete de Schleicher. Arguyo que el nuevo canciller haba advertido que disolvera la cmara si se encontraba con una
mayora hostil. Esto supondra para los nazis la tercera campaa electoral de mbito nacional con sus consiguientes gastos en seis meses y, a
todas luces, les reportara unas prdidas an mayores. Indiferente a los argumentos de Strasser, Hitler se mantuvo en su intencin de ejercer una total
oposicin si l mismo no era nombrado canciller. Despus del encuentro, present el caso ante una junta secreta de diputados nazis del Reichstag.
Ante la mirada silenciosa de un Strasser de expresin ptrea, Hitler denunci que la bsqueda de un acuerdo en ese sentido era indignante para el
honor del partido. Como rechazaban los mtodos democrticos por considerarlos antialemanes, los nazis no tomaban las decisiones segn un voto
mayoritario; pero cuando concluy la junta, era evidente que ninguno de los diputados tena intencin de desafiar al dirigente del partido. Incluso los que
simpatizaban con Strasser se sometieron a la voluntad de Hitler. Se acord que buscaran una tregua evitando un enfrentamiento inmediato con el
gabinete de Schleicher y aceptando unas vacaciones prematuras del nuevo Reichstag. Pero los cargos dirigentes del partido siguieron comprometidos
con la postura inflexible de Hitler.36
Cuando se reuni el nuevo Reichstag el 6 de diciembre, el comportamiento de los nazis alent a Schleicher, que no saba hasta qu punto Hitler
haba vencido a Strasser. En la sesin de apertura, los diputados nazis ayudaron a frustrar una mocin comunista que propona que el primer punto de
la reunin deba ser un voto de censura. Tambin estuvieron de acuerdo en abreviar el orden del da, de forma que la cmara pudiese tomarse unas
vacaciones de duracin indefinida despus de una sesin de tan slo cuatro das. El gabinete de Schleicher no tuvo ninguna objecin que hacer a los
pocos proyectos de ley que contena el orden del da, entre los que se incluan una amnista para los condenados por violencia poltica y la rescisin de
un decreto extraordinario promulgado por el gabinete de Von Papen que haba indignado especialmente a los trabajadores. 37El 7 de diciembre,
Schleicher predijo de manera confidencial ante su gabinete que los nazis acabaran retirando su oposicin. Mantena el proyecto de una mayora en el
Reichstag formada por los nazis, los dos partidos catlicos y una serie de partidos fruto de la escisin de otros, que daran el visto bueno a que el
gabinete gobernase mediante decretos presidenciales extraordinarios. Un acuerdo de este tipo constituira en la prctica una rplica de la frmula con
la que el canciller Brning haba gobernado durante dos aos; pero presentara una diferencia vital: mientras que ste haba dependido de los
socialdemcratas, la intencin de Schleicher era depender de los nazis.38
El 8 de diciembre, un da despus de que Schleicher hubiese confiado estas predicciones a su gabinete, Hitler qued anonadado al recibir una
carta de Gregor Strasser en la que anunciaba su dimisin como director del aparato organizativo del partido. La obstruccin por parte de Hitler de sus
esfuerzos por afianzar su autoridad administrativa sobre las unidades regionales del nazismo era, segn Strasser, el motivo inmediato de su renuncia,
aunque tambin revel que no tena ninguna intencin de seguir aceptando la estrategia de todo o nada del dirigente del partido, que para l era
apostar por el caos. Era hora, sostena, de aceptar su participacin en el poder y convertirse para ello en parte de un frente nacional constructivo y de
base amplia. No obstante, asegur a Hitler que seguira siendo un miembro leal del partido y que no tena ninguna intencin de convertirse en el centro
de la oposicin dentro de ste. Y con la intencin de desalentar tales expectativas, anunci que pensaba abandonar Berln y marcharse al extranjero.
Sin embargo, estas promesas perdieron credibilidad cuando Hitler se enter de que, antes de presentar esta carta, Strasser haba denunciado su
estrategia en un encuentro con oficiales superiores nazis y les haba advertido de que si esperaban que su dirigente se hiciese con la cancillera bajo
tales condiciones, el partido se hundira. Por otra parte, Hitler recibi con pocas horas de diferencia una carta similar remitida por otro nazi veterano, el
economista Gottfried Feder, que haba sido una pieza clave en la entrada de Hitler en la poltica. La cacareada unidad que haba constituido uno de los
elementos clave del xito del nazismo pareca estar desmoronndose.39
Ante estos acontecimientos, Hitler estuvo ms cerca que nunca de sufrir un ataque de pnico. Tras haber recibido noticias de que Strasser se
haba reunido en secreto con Schleicher y ste le haba ofrecido el puesto de canciller adjunto, empez a temer que los rumores de que su antiguo
teniente pretenda unirse al gabinete y dividir al partido llevndose consigo a sus seguidores podan ser ciertos. Si el partido se derrumba haba
confesado temblando a su futuro ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, me quitar la vida con una pistola en menos de tres minutos.40Reuni
a los oficiales nazis que ese mismo da haban odo a Strasser denunciar su estrategia y apel a su lealtad mediante un discurso apasionado. La
consecuencia de que sus seguidores lo desobedecieran, segn insinu, sera su suicidio.41
Esta intervencin melodramtica sofoc cualquier vacilacin que Strasser pudiese haber ocasionado entre los oficiales superiores nazis, que
reafirmaron unnimemente su lealtad a Hitler. Reforzado por su apoyo, ste aleccion a los diputados nazis del Reichstag la tarde del 8 de diciembre
con una arenga similar. En un intento de desalentar las especulaciones sobre una ruptura del partido, entreg a la prensa una declaracin en la que
anunciaba que haba concedido a Strasser, por peticin de ste, una baja por enfermedad de tres semanas. Para alivio de Hitler, no hubo ms
deserciones, y Strasser, como haba prometido en su carta, parti de vacaciones al norte de Italia. En lo que quedaba de ao, se mantendra fuera de la
vista del pblico y renunciara a la actividad poltica. Por su parte, Gottfried Feder se retract en cuanto se vio abandonado por aqul y fue readmitido en
el redil nazi. Hitler se erigi en sucesor de Strasser como jefe de organizacin del partido e instal a hombres sumisos en puestos estratgicos. Para
afianzar la moral, se apresur a recorrer el pas pronunciando discursos a congregaciones de asalariados nazis.42
A pesar de que los peores miedos de Hitler no se haban hecho realidad, la desercin de Strasser fue slo uno de los muchos signos de que la
suerte del aspirante a dictador estaba menguando a medida que 1932 llegaba a su final. Debido a su negativa a aceptar cualquier cargo que no fuese
el de canciller, se vea ms alejado del poder de lo que haba estado durante el verano, cuando la fuerza de su partido haba alcanzado su cnit. Las
pronunciadas prdidas electorales que haba sufrido desde entonces revelaban un creciente desengao entre aquellos alemanes cuyos votos lo haban
convertido en un factor poltico de primer orden. El elevado puesto al que aspiraba estaba en manos de un general que haba sido durante mucho
tiempo confidente del mximo rbitro del poder, el presidente Hindenburg, el mismo que le haba negado enrgicamente ese cargo en dos ocasiones, y
que haba llegado a sentir una manifiesta aversin hacia l.
Para colmo de males, la depresin econmica que haba convertido a Hitler en alguien importante estaba empezando a suavizarse. Desde
primavera, el valor de las acciones y bonos con que se comerciaba en la Bolsa de Frncfort haba subido por encima del 30 por ciento. La depresin
se ha acabado declar el instituto de estudios econmicos ms prestigioso de Alemania a finales de 1932; hemos tocado fondo y con toda
probabilidad nos espera un nuevo perodo de alza. TIERRA A LA VISTA!, proclamaba un titular de la seccin econmica del Frankfurter Zeitung en su
edicin de Ao Nuevo. 43A principios de 1933 Hitler pareca polticamente aislado, sin resultados tangibles que ofrecer en un ao de frentica actividad
poltica y perdiendo terreno por lo que respecta al nmero de votantes. Este hundimiento pareca justificar plenamente el optimismo que reflejaban los
periodistas republicanos en los editoriales de Ao Nuevo. Como Goebbels anot pesimista en su diario: 1932 ha sido una larga racha de mala
suerte.44

Notas
1. FZ, 12 (1 de enero de 1933); VZ, 1 (1 de enero de 1933); V, 1 (1 de enero de 1933); KV, 1 (1 de enero de 1933); BT, 1 (1 de enero de 1933).
2. Los estudios ms recientes sobre la historia de la Repblica son los de Heinrich August Winkler (Weimar 19181933, Mnich, 1993) y Hans
Mommsen (The Rise and Fall of Weimar Democracy, Chapel Hill [Carolina del Norte], 1996).
3. No existe ninguna biografa moderna de Hindenburg. A pesar de haber sido superada en muchos aspectos por estudios ms recientes, es til la
introduccin de Andreas Dorpalen, Hindenburg and the Weimar Republic, Princeton, Nueva Jersey, 1964.
4. Winkler, Weimar, pp. 334 ss.
5. Ibd., pp. 462 ss.
6. Thilo Vogelsang, Reichswehr, Staat und NSDAP, Stuttgart, 1962, pp. 203 ss.; Winkler, Weimar, pp. 477 ss.; Jrgen A. Bach, Franz von Papen
in der Weimarer Republik, Dsseldorf, 1977.
7. Para los orgenes y evolucin del partido, vase Dietrich Orlow, The History of the Nazi Party, 2 vols., Pittsburgh, 1969 y 1973.
8. Las mejores biografas hasta la fecha [1996] son las de Alan Bullock (Hitler: A Study in Tyranny , Londres, 1952) y Joachim Fest (Hitler, Nueva
York, 1974).
9. Winkler, Weimar; pp. 478 ss.
10. Ibd., pp. 510 s.
11. Aunque en numerosas ocasiones se ha dicho que el presidente describa a Hitler como el cabo austraco, Oskar Hindenburg, su hijo, insisti
ante el Tribunal de Desnazificacin el 14 de marzo de 1949 en que su padre slo haba hablado de el cabo (NSHSAH, Spruchkammerverfahren
gegen Oskar Hindenburg, Nds. 171 Lneburg, Uzn/Nr. 11363, Bd. 3, p. 58). AdRk/KvP, vol. I, p. 392, n. 5.
12. Winkler, Weimar, pp. 518 s.
13. Ibd., pp. 522 ss.
14. AdRk/KvP, vol. 2, pp. 984986, 9881000.
15. Ibd., pp. 9881000.
16. Rudolf Fischer, Schleicher: Mythos und Wirklichkeit, Hamburgo, 1932, p. 54. Este relato periodstico recorre la trayectoria de Schleicher hasta
su llegada a la cancillera.
17. AdRk/KvP, vol. 2, p. 1017.
18. Fischer, Schleicher, p. 25.
19. Winkler, Weimar, pp. 546 ss.
20. Aunque todava no hay una biografa completa y fiable de Schleicher, es de gran utilidad el breve bosquejo que ofrece Thilo Vogelsang, Kurt
von Schleicher: Ein General als Politiker, Gotinga, 1965. Tambin es interesante, por su carcter altamente informativo, el perspicaz estudio de Peter
Hayes, A Question Mark with Epaulettes? Kurt von Schleicher and Weimar Politics, JMH, 52 (1980), pp. 3565. La tesis doctoral de Theodore Albert
Cline, The Chancellorship of General Kurt von Schleicher (Universidad de Texas, 1976) tambin ofrece una amplia informacin en este sentido, si bien
hoy est anticuada en muchos aspectos. Menos fiables son la biografa hagiogrfica de FriedrichKarl von Plehwe (Reichskanzler Kurt von Schleicher,
Esslingen, 1983) y los relatos periodsticos de Hans Rudolf Berndorff (General Zwischen Ost und West, Hamburgo, 1951) y Kurt Caro y Walter Oehme
[Schleichers Aufstieg, Berln, 1933).
21. Fischer, op. cit., p. 11 (la cita pertenece al periodista conservador Adolf Stein, que escriba bajo el pseudnimo de Rumpelstilzchen).
22. John W. WheelerBennett, The Nemesis of Power, Londres, 1956, pp. 237 s., n. 3.
23. AchtUhr Abendblatt de Berln, en DA, 254 (6 de diciembre de 1932); Hayes, op. cit., p. 35.
24. Vogelsang, Reichswehr, p. 410.
25. Winkler, Weimar, pp. 559 s. y 562; AdRk/KvS, p. 26, n. 4; William L. Patch., Jr., Christian Trade Unions in the Weimar Republic, 19191933,
New Haven (Connecticut), 1985, p. 215. El secretario de prensa de la Cancillera de Schleicher, Erich Marcks, alarde ante un periodista el 10 de enero
de que el canciller haba logrado su objetivo de acabar con la constelacin de fuerzas extraparlamentarias que se haban unido para enfrentarse al
gabinete de Von Papen (Georg Dertinger, Informationsbericht vom. 11 Januar 1933, en BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26).
26. Carta de Schleicher a Wilhelm Groener, del 25 de marzo de 1932, en Gordon A. Craig, Brief Schleichers an Groener, Die Welt als
Geschichte, 11 (1951), p. 130.
27. Uno de los que vean con buenos ojos la idea de admitir a los nazis en el Gobierno era el dirigente socialdemcrata Rudolf Hilferding, antiguo
ministro de Finanzas, que afirm el 18 de noviembre de 1932 a Reinhold Quaatz (del Partido Nacional) que sa sera la mejor forma de ahogar el
radicalismo de los nazis (Hermann Weiss y Paul Hoser, eds., Die Deutschnationalen und die Zerstrung der Weimarer Republik, Mnich, 1989, p.
211). A este respecto son tambin interesantes las apreciaciones del banquero berlins Oskar Wassermann al embajador britnico en abril de 1932
(DBFP 19191939, Londres, 1948, serie 2, vol. 3, p. 128), y las del banquero de Hamburgo Carl Melchior y Hans Schffer, director de la editorial
Ullstein y antiguo funcionario superior del Ministerio de Finanzas, que datan de septiembre de 1932 (Henry Ashby Turner, Jr., German Big Business and
the Rise of Hitler, Nueva York, 1985, p. 277). En cuanto al miedo de que la destruccin del partido favoreciese a los comunistas, vase Hayes, op. cit.,
p. 43, as como los informes del embajador britnico del 21 de diciembre de 1932 y 11 de enero de 1933 (DBFP, 19191939, Londres, 1950, serie 2,
vol. 4, pp. 383 s. y 386).
29. De Schleicher a Wilhelm Groener, 25 de marzo de 1932, en Craig, op. cit., p. 130.
30. Hayes, op. cit., pp. 48 s.
31. Ibd, pp. 45 s.; Michael Geyer, Das zweite Rstungsprogramm (19301934), MM, 17 (1975), pp. 125172; Edward W. Bennet, German
Rearmament and the West, Princeton, Nueva Jersey, 1979, pp. 284288. Vanse tambin los documentos de Ferdinand von Bredowm, ayudante de
Schleicher en el Ministerio de Defensa, en BA/MA, especialmente el Kurzorientierungen del 26 de julio de 1932 (N97/1), 19 de diciembre de 1932
(N97/2), y 5, 6, 16, 20 y 23 de enero de 1933 (N97/3), as como la carta de Schleicher a Rhm fechada el 4 de noviembre de 1931 y recogida en Carl
Severing, Mein Lebensweg, Colonia, 1950, vol. 2, p. 322.
32. Citado en 1946 por uno de los ayudantes del Ministerio de Defensa de Schleicher, Hanshenning von Holtzendorff, en su manuscrito Die Politik
des Generals von Schleicher gegenber der NSDAP 193033, IfZ, ZS/A36/1, p. 5.
33. Hayes, op. cit., pp. 49 s. Schleicher inform de su encuentro con Hitler (que tuvo lugar el 23 de noviembre) en la reunin del gabinete de Von
Papen del 25 de noviembre (AsRk/KvPvol. 2, p. 1.013). En vsperas de su nombramiento como canciller, envi a un ayudante del Ministerio de Defensa
para que renovase su oferta a Hitler; pero obtuvo los mismos resultados negativos (Vogelsang, Reichswehr, p. 330).
34. Sobre Strasser, vanse Udo Kissenkoetter, Gregor Strasser und die NSDAP, Stuttgart, 1978, y Peter Stachura, Gregor Strasser and the Rise
of Nazism, Londres, 1983. La idea de que la estrategia de Schleicher pretenda crear un eje sindical parece haberse originado con Hans Zehrer, editor
del diario berlins Tgliche Rundschau. Aunque es posible que Schleicher hubiese desviado fondos para que Zehrer y su grupo comprasen dicho
peridico en verano de 1932, no hay pruebas de que el editor pudiese hablar en nombre de Schleicher; ni siquiera las hay de que mantuviesen una
relacin estrecha durante la cancillera de ste. Para la opinin contraria, vase Ebbo Demant, Von Schleicher zu Springer, Maguncia, 1971, pp.
101111. Se ha recurrido con frecuencia a las memorias de Von Papen, cuya fiabilidad es altamente dudosa, como prueba a este respecto. Sin
embargo, no hay ninguna razn de peso para suponerle credibilidad en el asunto, ni es probable que conociera los pormenores.
35. Vase Otto Braun, Von Weimar bis Hitler, Nueva York, 1940, pp. 431 ss. Los recuerdos de Braun acerca de lo que le cont Schleicher el 8 de

de diciembre dede 1932 gozan de la corroboracin de otras fuentes contemporneas; vase Vogelsang, Reichswehr, pp. 341 s., o los siguientes
reportajes de dos periodistas que tenan acceso al personal del canciller: Heinz Brauweiler, A. Brief Nr. 311, 7 de diciembre de 1932, en Nachlass
Brauweiler, IfZ, 102/2, y R. K. [Robert Kircher], Ein vergeblicher Fhler Goerings, FZ, 930 (13 de diciembre de 1932), as como la entrada del diario
de Goebbels del 13 de de diciembre de 1932, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 304.
36. Kissenkoetter, op. cit, pp. 170 s.; 38.1 Prozent Verlust, VZ, 628 (31 de diciembre de 1932), expone un anlisis de los resultados oficiales de
Turingia. En cuanto a las elecciones que se celebraron en Lbeck y Sajonia el 13 de noviembre, vase Cuno Horkenbach, Das Deutsche Reich von
1918 bis heute, Berln, 1932, p. 378. Para las de Bremen, del 27 de noviembre, vase Flucht aus der Nazipartei, V, 561 (29 de noviembre de 1932).
37. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 292 s.
38. Winkler, Weimar, pp. 559 s.
39. AdRk/KvS, pp. 2224 (actas del gabinete).
40. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 295. Nunca se ha encontrado la carta original de Strasser; sin embargo, se conserva un borrador (vase
Kissenkoetter, op. cit., pp. 202 s.). El grupo de oficiales al que se dirigi estaba formado por miembros de la Landesinspekteure que l mismo haba
nombrado poco antes. El informe que con posterioridad hizo Hinrich Lohse, uno de los presentes, puede consultarse en DoN (1974), pp. 141 s. En
cuanto a la carta de Gottfried Feder, vase Kissenkoetter, op. cit., pp. 173 s.
41. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 295. La referencia a la pistola fue aadida por Goebbels a la hora de editar su diario (ibd., p. 297).
42. Vase el informe de Hinrich Lohse en DoN (1974), pp. 143146.
43. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 298300; Gregor Strassers Beurlaubung, DA, 257 (9 de diciembre de 1932). Ese mismo mes, con
posterioridad a la declaracin de Hitler, los nazis publicaron un desmentido de los rumores de la marcha de Strasser (a peticin suya, al parecer) que
contradeca las declaraciones originales y hablaba de dimisin (Rcktritt). Vase Alles Kombinationen!, VB, 356 (21 de diciembre de 1932).
Kissenkoetter, op. cit., pp. 177; Eine Erklrung Feders, FZ, 923 (10 de diciembre de 1932); Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 298299; Ulrich
Wrtz, Programmatik und Fhrerprinzip: Das Problem des StrasserKreises in der NSDAP, tesis doctoral, ErlangenNremberg, 1966, pp. 236 s.
44. Die Brse im Jahre 1932, Wirtschaft und Statistik, vol. 13, nm. 2 (25 de enero de 1933), p. 61. La informacin procede del Institut fr
Konjunkturforschung, y aparece, al igual que el titular citado, en Frankfurter Handelsblatt, FZ, 12 (1 de enero de 1933).
44. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 314.

CAPTULO 2

La conspiracin contra el canciller


La noche del da de Ao Nuevo de 1933, Adolf Hitler asisti a una representacin de la pera de Wagner Die Meistersinger von Nrnberg en el
Teatro de la Corte de Mnich, dirigida por la batuta del clebre Hans Knappertsbusch. La pasin de Hitler por el compositor alemn y el insaciable
apetito que senta por sus peras haban surgido en su juventud. Fue as como ms tarde conoci a la familia de Wagner, que lo recibi como algo
parecido a una mascota poltica en el festival del maestro de Bayreuth. En un pas orgulloso con razn de su herencia musical, esta asociacin
confiri al dirigente nazi un aura de intelectualidad de la que muy raras veces haban gozado los polticos alemanes. Este entusiasmo de Hitler por las
peras de Wagner tambin le abri las puertas, al principio de su carrera poltica, de los crculos reaccionarios acomodados y con inclinaciones
estticas de Mnich. Fue en las reuniones sociales en casa de estos mecenas donde aprendi a comportarse en la buena sociedad y a vestir en las
ocasiones solemnes. Y fue mezclndose con la lite cultural de la capital bvara como adquiri el barniz de refinamiento suficiente para ser
considerado a los ojos de muchos alemanes un candidato plausible para las altas esferas de la poltica, a pesar de su origen humilde y de su escasa
formacin acadmica.
Tras la representacin de Die Meistersinger, Hitler se uni a la fiesta de Ao Nuevo que se celebraba en casa de uno de sus patrocinadores
acaudalados, el marchante Ernst Hanfstaengl, Putzi, un licenciado de Harvard que se haba convertido en nazi militante. Hitler era la atraccin principal
de la fiesta, y los dems invitados, obviamente, estaban all para complacerle. Entre stos se encontraban dos de los toscos acompaantes que lo
servan en calidad de guardaespaldas y facttum, su fotgrafo personal, Heinrich Hoffmann, y el secretario de su partido, Rudolf Hess, acompaado de
su esposa. Para rematar la reunin haba unas cuantas jvenes solteras que Hanfstaengl y su esposa haban invitado a sabiendas de que a Hitler le
gustaba estar rodeado de miembros atractivos e inseguros del sexo opuesto. Una de ellas era Eva Braun, la coqueta rubia que trabajaba de ayudante
en el estudio de Hoffmann y que se convirti en amante de Hitler durante sus aos de dictador, hasta que contrajeron matrimonio minutos antes de
suicidarse en abril de 1945. Reunidos en torno a la chimenea de Hanfstaengl para tomar caf, los invitados escucharon un concierto para piano de
Rajmaninov en el fongrafo y conversaron hasta la madrugada. Hitler critic la direccin de Knappertsbusch de la pera a la que haban asistido esa
noche. Hanfstaengl refiri ms tarde que, mientras Hitler firmaba el libro de invitados antes de irse, levant la vista hacia m y me dijo conteniendo la
emocin: Este ao nos pertenece; te lo garantizar por escrito.
En enero de 1933, con cuarenta y tres aos, Hitler era un hombre bastante prspero. Los derechos de su libro Mein Kampf, un gran xito de
ventas, le reportaron unos ingresos sustanciales que se vieron incrementados gracias a donaciones de patrocinadores acaudalados. Viva en un
apartamento amplio y confortable en el distrito de moda de Mnich. La sede de lo que haba sido un partido oscuro al que l se haba unido siendo un
antiguo cabo del Ejrcito bvaro ocupaba un suntuoso palacio neorrenacentista, situado de manera prominente en el centro de la ciudad que los nazis
consideraban la capital del movimiento. Hitler viajaba en una cara limusina MercedesBenz, acompaado de su chfer personal. Pasaba sus
frecuentes vacaciones en un pintoresco chal de su propiedad en los Alpes de Baviera. Durante sus numerosas, y por lo general prolongadas, visitas a
Berln, resida con su squito de ayudantes en el ostentoso Hotel Kaiserhof, situado en el centro de la capital, a media manzana de la Cancillera del
Reich. Libre de obligaciones establecidas, llevaba una existencia semibohemia llena de excesos. Raras veces se levantaba antes del medioda, y por
lo general se demoraba a la hora del caf en elegantes cafeteras, rodeado de serviles criados y admiradores lisonjeros. Pasaba con frecuencia las
tardes en butacas selectas en la pera o como invitado de honor en casa de admiradores ricos como Hanfstaengl. Llevaba, en resumen, una vida
regalada, llena de lujos, que slo conoca en sueos la mayora de alemanes, en aquellos tiempos marcados por la depresin.
A pesar de los contratiempos de 1932, Hitler an estaba potencialmente en situacin de ejercer una gran influencia poltica a principios del nuevo
ao. Incluso tras las considerables prdidas sufridas por el partido en las elecciones de noviembre, ste contaba con la mayor delegacin del Reichstag
y gozaba del respaldo de sus tropas de asalto, tan numerosas como agresivas. A Hitler se le haba dado a entender de forma repetida que a l y al
resto de dirigentes nazis los esperaban altos cargos en el Gobierno y una gran influencia sobre la poltica de ste. Lo nico que tena que hacer era
renunciar a su exigencia de la cancillera y acceder a compartir el poder con los conservadores a los que el presidente Hindenburg haba puesto al
cargo del Estado.
Compartir el poder era, sin embargo, imposible para Hitler. No era un poltico ordinario, sino un fantico profundamente convencido de que deba
cumplir una misin. Se vea destinado a convertirse nada menos que en el creador de una Alemania radicalmente nueva. Un cometido de tal magnitud
slo podra lograrse mediante el poder absoluto, libre de todo compromiso. Desde que se uni al movimiento nazi en ciernes en 1919 hasta que se
suicid un cuarto de siglo ms tarde, el afn por llevar a cabo esta misin acapar toda la atencin de Hitler. Careca casi por completo de cualquier
asomo de vida privada, y sublimaba cualquier impulso humano a la firme persecucin de lo que l crea de manera incuestionable que era el destino
que, en sus palabras, le haba impuesto la providencia. Incapaz de imaginar una realidad que no se ajustase a su concepcin del futuro, Hitler
avanzaba en la vida, como l mismo expres, con la certeza de un sonmbulo.
La concepcin que Hitler tena del futuro de Alemania derivaba de las corrientes subterrneas del pensamiento decimonnico. Aunque se haba
formado como autodidacta, leyendo vorazmente peridicos y publicaciones baratas durante sus das ociosos de juventud en Viena y Mnich,
impresionaba a personas mejor educadas que l con una abrumadora variedad de informacin, en particular sobre lo concerniente a la historia. Su
mente enrgica y retentiva careca, sin embargo, de la disciplina del anlisis sistemtico y el escepticismo. Como consecuencia, se imbua de manera
poco crtica de muchas nociones pseudocientficas que circulaban en la poca. Todas configuraron la concepcin del mundo que gui su pensamiento a
lo largo de toda su carrera, y que amalgamaba la doctrina social de Darwin de una lucha a muerte por sobrevivir con la propuesta racista de una
sociedad irrevocablemente segmentada en grupos tnicos mutuamente hostiles. Para l, el mundo era una selva en la que la fuerza marcaba las leyes y
las razas: o bien se imponan y se hacan ms fuertes, o bien se debilitaban y perecan. Partiendo de esta idea, lleg a la conclusin de que el combate
mortal entre las razas era un dictado de la naturaleza, su manera de garantizar el progreso de la especie. La guerra, en su opinin, no slo era
inevitable, sino tambin ennoblecedora.4
Hitler no tena dudas acerca de cul era el grupo tnico que deba triunfar en esta lucha total por la supervivencia. Imbuido de falsas doctrinas
etnolgicas que entonces estaban en boga en Centroeuropa, pensaba que todos los alemanes pertenecan a una raza superior, la aria. En su opinin,
slo podan alcanzar su elevado destino aplastando a los pueblos inferiores que se interponan en su camino. De entre todos stos, los ms peligrosos
eran los judos, pues estaba convencido de que se haban infiltrado en la sociedad alemana y la estaban minando. Alemania, en su opinin, estaba
condenada si sucumba a la doctrina extranjera y debilitante de la democracia, que reconoca a los judos como ciudadanos y otorgaba un poder poltico
decisivo a las masas ignorantes. Otra fuente de debilidad era para l el marxismo, ya que haba fragmentado al pueblo alemn en clases mutuamente
hostiles. El objetivo del nacionalsocialismo era, por tanto, unificar a la nacin alemana bajo una nueva lite racialmente pura, encabezada por l mismo,
que establecera su derecho al poder total derrotando al resto de fuerzas polticas y destruyendo la repblica democrtica. Una vez eliminados los
elementos que haban debilitado a la nacin, el nuevo liderazgo liberara al pas de impurezas tnicas, iniciara una guerra total para imponer su
dominacin sobre Europa y garantizara el crecimiento futuro de Alemania para el milenio siguiente mediante la conquista de espacio vital en las
frtiles regiones de Rusia.
A principios de los aos treinta, Hitler haba dejado de pregonar en pblico sus planes megalmanos, aunque podan rastrearse en las
rimbombantes pginas de Mein Kampf, libro que pocos miembros de la lite poltica alemana se molestaron en leer. Tras el fracaso del putsch de
1923, haba perseguido el poder mediante el uso de las amplias libertades polticas y civiles garantizadas por la Constitucin democrtica de la
Repblica, con la intencin de destruir a la propia democracia; y como esto implicaba atraer al mayor nmero posible de votantes, crey oportuno
ocultar sus objetivos finales en sus declaraciones pblicas. Comprometindose a alcanzar el poder a travs de la Constitucin y enfriando incluso su
virulento antisemitismo, concentr sus ataques cada vez ms en los republicanos, que, segn denunciaba, haban vendido a traicin el pueblo alemn al

marxismo y a los enemigos vencedores de la guerra que haban impuesto al pas el Tratado de Versalles.
En 1930 Hitler haba reconocido que no podra tener xito frente a la oposicin mediante recursos puramente polticos. Por lo tanto, intent
apaciguar a la jefatura militar imponiendo su control personal sobre el cuerpo auxiliar de represin de su partido, la SA, y desbaratando las ambiciones
de sus dirigentes de infiltrarse en el Ejrcito con la intencin de acabar tomndolo. Tambin se propuso aprovechar para sus propios fines la hostilidad
que profesaban hacia la Repblica otras fuerzas de derechas. Segn creca el potencial electoral de los nazis, lograron entrar en el Gobierno de
diversos estados formando coaliciones con los conservadores. Sin embargo, en opinin de Hitler estos acuerdos demostraban ser insatisfactorios,
pues dejaban a su partido en una situacin de dependencia respecto a sus compaeros de coalicin, que podan limitar su influencia en cuanto a
personal y programa y, en caso de retirar su apoyo, excluirlos del gobierno. Otros intentos de encontrar aliados tambin tuvieron resultados
decepcionantes, sobre todo por la imperiosa reivindicacin de primaca por parte de Hitler.
Estos contratiempos no desalentaron al dirigente nazi. Tuvo, de manera ocasional, momentos aciagos, como cuando su teniente Gregor Strasser
lo abandon en diciembre de 1932; pero nunca abandon su conviccin mesinica de que estaba destinado a convertirse en el dirigente absoluto de
Alemania. Su marcha implacable hacia el poder se vio tambin acelerada por un sentido de la urgencia provocado por el temor proveniente de su
hipocondra crnica de que no vivira lo suficiente para llevar a trmino su misin histrica. No hay tiempo que perder! dijo a un seguidor. No
puedo malgastar otro ao: debo hacerme pronto con el poder si quiero cumplir con mi colosal tarea en el tiempo que me queda. Debo hacerlo! Debo
hacerlo!5Los muchos intentos de investigar la mente de Hitler que se han realizado de manera retrospectiva no han producido ms que un cmulo
desconcertante de diagnsticos conflictivos y poco concluyentes. Pero, al margen de cul haya sido el mecanismo de su mentalidad, es evidente que
se sinti impulsado a lo largo de su extraa carrera poltica por la conviccin inamovible de que la realidad acabara por someterse a su voluntad. Se
vea a s mismo como un hombre predestinado.
A pesar de los reveses que haba sufrido durante 1932, Hitler afront el nuevo ao con una insolente resolucin de mantener su actitud de todo o
nada. Pas los ltimos das de diciembre en su retiro alpino, dictando un discurso de Ao Nuevo y leyndolo en voz alta ante Joseph Goebbels y otros
miembros de su squito para as tantear sus reacciones. Su propsito inicial consista en proporcionar una defensa de la tctica del todo o nada que lo
haba dejado con las manos vacas a finales de 1932. Ayudado por la sagacidad que haca de l un temible estratega poltico, Hitler present su anlisis
de los motivos que en noviembre haban llevado al presidente Hindenburg a ofrecerle la cancillera si lograba reunir una coalicin mayoritaria en el
Reichstag:
Quieren que participemos en el Gobierno y abrumarnos con esa responsabilidad, pero nos niegan un papel que s es realmente decisivo. [...] Pues
si nuestros oponentes nos invitan a tomar parte en tal Gobierno, no lo hacen con la intencin de otorgarnos ms poder de forma lenta y gradual, sino
ms bien porque esperan de ese modo arrebatrnoslo para siempre.
La declaracin de Hitler no dejaba lugar a dudas: estaba determinado a seguir la misma lnea de actuacin durante el nuevo ao:
Cualquier solucin intermedia advirti trae consigo las semillas de la destruccin del partido y, por tanto, del futuro de Alemania. [...] Me niego
en redondo a la participacin en un gabinete mediante la venta del derecho al poder que tiene nuestro movimiento.6
Evitando mencionar por su nombre a Gregor Strasser, compar a aquellos nazis que se mostraban favorables a aceptar sin ms una parte del
poder con los traidores del frente interno que al final de la primera guerra mundial, segn alegaba, haban llevado a los alemanes a creer que
recibiran un acuerdo de paz justo de los insidiosos enemigos extranjeros que luego les impusieron el Tratado de Versalles. Goebbels, que aprob
entusiasta la estrategia de su dirigente contra cualquier solucin intermedia, registr en su diario los siguientes elogios referentes a la declaracin:
Feroz contra los derrotistas [...]. Hiriente como un cuchillo [...]. Radical a ms no poder.7
Aunque el da de Ao Nuevo la portada del peridico de Hitler, el Vlkischer Beobachter, se vea dominada por su desafiante MENSAJE DE
BATALLA, los nazis no estaban preparados para enfrentarse de forma tan prematura al gabinete de Schleicher. Eso se hizo evidente el 4 de enero,
cuando el comit del orden del da del Reichstag se reuni para decidir cundo deba volver a convocar a la cmara. Erwin Planck, secretario de
Cancillera de Schleicher, que asista a la reunin en representacin del gabinete, adopt una actitud confiada. Segn anunci, el gabinete estaba
preparado para comparecer ante el Reichstag en cualquier momento y exponer su programa, y aadi que cuando llegase ese momento, el gabinete
esperara una aclaracin de la situacin poltica por parte de la cmara y se opondra a otro aplazamiento antes de que se emitiesen los votos de una
mocin de censura. En respuesta a este desafo, los portavoces comunistas y socialdemcratas presentaron mociones exigiendo que las sesiones de
la cmara se reanudasen a principios de la semana siguiente. Como ambos partidos ya se haban declarado a favor de un voto de censura, indicaron
de esta manera su determinacin a derribar al gabinete. Por el contrario, los portavoces nazis no parecan tener ningn inters en una demostracin de
fuerza inmediata. Propusieron que la decisin de cundo deba convocarse la cmara fuese dejada en manos del presidente del Reichstag, el nazi
Hermann Goering. Como era de suponer, tal acuerdo no obtuvo el apoyo de ningn otro partido.
La razn por la que los nazis no mostraron ningn entusiasmo en que se reconvocase el Reichstag pareca obvia a los observadores ajenos al
partido. Era predecible que una reunin prematura del Parlamento acarreara mociones de censura, y, dados los ataques al gabinete de Schleicher que
haban protagonizado los nazis, stos tendran que secundar dichas mociones o, de lo contrario, perderan toda credibilidad. Si, como sucedera segn
todos los indicios, el canciller responda disolviendo el Reichstag que haba sido elegido en noviembre, los nazis se enfrentaran a la desalentadora
posibilidad de sufrir prdidas an mayores en unos nuevos comicios. Ansiosos por evitar tal situacin, los portavoces nazis del comit del orden del da
se abstuvieron de dar su voto a las mociones de comunistas y socialdemcratas, que no tuvieron ningn xito. El asunto se resolvi cuando los
portavoces de los dos partidos de izquierda apoyaron una mocin del Partido del Centro Catlico para reconvocar al Parlamento el 24 de enero, a
condicin de que el comit del orden del da se volviese a reunir para examinar de nuevo la situacin el da 20.8
Ese mismo da, el 4 de enero, Hitler lleg a la ciudad universitaria renana de Bonn a primera hora de la maana, tras viajar desde Mnich en un
tren nocturno acompaado de otros nazis destacados. Semejante destino dej desconcertado al jefe de prensa, Otto Dietrich. Le haban informado de
que el propsito del viaje de Hitler era pronunciar una serie de discursos para la campaa de las elecciones legislativas locales del diminuto estado de
Lippe, bastante alejado de Bonn en direccin nordeste, al que poda accederse de manera ms sencilla a travs de una ruta ferroviaria diferente. Hitler
y sus acompaantes fueron recogidos en la estacin por la larga limusina MercedesBenz de aqul y conducidos a uno de sus mesones favoritos, el del
hotel Dreesen, en Bad Godesberg, para desayunar. Sin revelar sus intenciones en ningn momento, Hitler subi con tres de sus compaeros a un
segundo coche que tena las cortinas echadas. Su destino segua siendo un misterio para Dietrich y el resto, que siguieron sus instrucciones de avanzar
en direccin norte con su limusina hasta llegar a un punto situado en una autopista a dos millas al norte de la ciudad de Colonia, donde deban
esperarlo.
Aquella tarde, el coche que haba recogido a Hitler y sus tres acompaantes los dej en el punto de encuentro convenido. Por la conversacin que
mantuvieron de camino a Lippe, segn relat Otto Dietrich ms tarde, poda inferirse que la causa del comportamiento reservado de Hitler haba sido la
reunin con alguna figura poltica relevante. De hecho, lo que haba pasado estaba a punto de causar un revuelo de mbito nacional, pues el poltico en
cuestin haba sido, pocos meses antes, objeto de algunas de las invectivas ms mordaces de los nazis. Se trataba del antiguo canciller Franz von
Papen.9
Los orgenes de Von Papen lo convertan en un candidato inslito para desempear un papel crucial en la poltica de ms alto nivel. 10Descenda de
una familia catlica noble, venerable pero poco conocida, procedente de Westfalia, en Alemania occidental, y, como su abuelo y su padre, haba
emprendido en un principio la carrera militar. En cuanto jinete consumado y excelente corredor de obstculos, recibi la formacin de un oficial de
caballera antes de asistir a la Academia Militar de Berln, y en 1913 logr ser admitido en el estado mayor. En el transcurso de su carrera como militar
entabl amistad con el tambin oficial Kurt von Schleicher, que era tres aos ms joven que l. Gracias a una serie de conexiones familiares, Von
Papen conoci a la hija de un prspero fabricante y finalmente contrajo matrimonio con ella. La riqueza de aqul permiti al joven oficial viajar a sus
anchas y adquirir fluidez en la lengua inglesa y la francesa. Poco despus de estallar la guerra de 1914, fue destinado a la embajada alemana de la

ciudad de Washington como agregado militar, y logr cierta notoriedad cuando fue expulsado de Estados Unidos un ao ms tarde por su complicidad
en varios intentos de fomentar las huelgas entre los trabajadores de origen alemn y austraco de fbricas americanas que vendan armamento a
britnicos y franceses. Durante la guerra sirvi en el frente occidental as como con las fuerzas alemanas que lucharon junto con los turcos contra
britnicos y palestinos. Al final de la guerra se vio ascendido al rango de comandante.
Tras la revolucin de 1918 y 1919, Von Papen se aline en lo poltico con una minora agraria reaccionaria del Partido del Centro Catlico que
desaprobaba la participacin del partido en gobiernos republicanos en coalicin con los socialdemcratas. En 1921 gan las elecciones al Parlamento
del estado de Prusia como diputado por un distrito electoral rural de Westfalia, que lo reeligi por otros cuatro aos en 1924. Respaldado por los
recursos financieros de los nobles catlicos conservadores, se hizo con el control del peridico de su partido en la capital, Germania. Sin embargo, a
pesar de moverse en los crculos sociales aristocrticos de Berln, no desempe ningn papel poltico de relieve hasta que Schleicher logr que lo
nombrasen canciller en junio de 1932. Al aceptar el cargo sin el consentimiento de la direccin de los catlicos del centro, Von Papen se granje la
enemistad del partido y se qued sin su respaldo.
El embajador de Francia, Andr Franois-Poncet, describi as en sus memorias la reaccin que provoc el nombramiento de Von Papen como
canciller: Nadie quera creerlo, y cuando se confirm la noticia, todos se echaron a rer o sonrieron. El embajador, que lo conoca de cerca, hizo de l
este certero retrato:
Tiene la particularidad de no ser tomado en serio por sus amigos ni por sus enemigos. Su rostro est marcado por una frivolidad inalterable de la
que nunca ha sido capaz de deshacerse. En cuanto al resto, no es precisamente una personalidad de primera categora [...]. Tiene fama de superficial,
chismoso, falso, ambicioso, engredo, astuto y aficionado a la intriga. Sin duda posee una cualidad: descaro, atrevimiento, un atrevimiento afable del
que parece no darse cuenta. Es una de esas personas a las que no deberan desafiar a que se haga cargo de una empresa peligrosa, porque acepta
cualquier reto, cualquier apuesta. Si tiene xito, se llenar de alegra; si no, har mutis con una pirueta.
Despus de su primer encuentro con el canciller Von Papen, en noviembre de 1932, el enviado suizo a Berln escribi:
Cuando dej al seor Von Papen me qued con la impresin de haber hablado con un verdadero charlatn que no tiene la culpa de que uno se
aburra en su presencia. Si se debera ser el rasgo ms sobresaliente del hombre que gobierna Alemania hoy es, sin lugar a dudas, otra cuestin.
Tambin el embajador britnico sir Horace Rumbold expres, tras una conversacin con l en enero de 1933, el asombro que siente un
observador al comprobar que el destino de este gran pas haya estado, si bien por un breve espacio de tiempo, en manos de semejante
mediana.Por su parte, Konrad Adenauer, el primer canciller de la Repblica Federal de Alemania surgida tras la guerra, que haba conocido a Von
Papen a principios de la dcada de los aos veinte cuando ambos eran polticos del Partido del Centro Catlico, record: Siempre le otorgu el
beneficio de las circunstancias atenuantes en vista de sus enormes limitaciones.14
A pesar del carcter poco halageo de los testimonios citados, Von Papen apareca en los crculos sociales berlineses como una persona
imponente. Sus modales impecables y su elegancia cosmopolita, unidos a su facilidad de palabra y a un interminable repertorio de amena
conversacin, lo convertan en un hombre muy solicitado. Dichas cualidades tambin le abrieron las puertas del crculo de oficiales al que perteneca
Kurt von Schleicher, con el que comparti muchas horas de ocio en los tiempos en que ste comenzaba a ser conocido. Los componentes de dicho
grupo solan referirse a l en broma con el condescendiente diminutivo de Frnzchen. De hecho, como seal el embajador Franois-Poncet, no era
extrao que Von Papen fuera el centro de sus bromas: lo pasaban bien rindose de l y tomndole el pelo sin que l lo considerara una ofensa.15
Tras ser elevado al puesto de canciller, Von Papen se congraci enseguida con el presidente Hindenburg. FranoisPoncet es uno de los
numerosos contemporneos que se dieron cuenta de ello, como demuestran las siguientes observaciones que recogi en sus memorias:
l es el preferido, el favorito del mariscal. Entretiene al anciano con su vivacidad y su carcter alegre, lo halaga mostrndole respeto y devocin, lo
cautiva con su atrevimiento... Es, a los ojos de Hindenburg, el caballero perfecto.16
La separacin de ste y Von Papen se llev a cabo no sin que el primero hubiese mostrado una gran reticencia y slo despus de una emotiva
escena por su parte. Haciendo gala de un comportamiento inusitado con los cancilleres que dejaban el cargo, Hindenburg expres a Von Papen en una
carta personal el gran vaco que senta y lo obsequi con una fotografa de s mismo firmada y adornada de su mano con el estribillo de una famosa
cancin sentimental de guerra que hablaba de un compaero cado en batalla.17
La amistad de Schleicher y Von Papen se haba vuelto cada vez ms tensa durante la cancillera del ltimo, y lleg a su fin cuando el patrocinador
de ste provoc su cada. El general haba propuesto a Von Papen para tan alto puesto con el convencimiento de que sera capaz de controlar a su
protegido. No tena una opinin muy elevada de las habilidades de ste. As, por ejemplo, cuando tras el nombramiento de Von Papen un conocido de
ambos seal a Schleicher que el hombre que haba elegido para la cancillera no deba su renombre precisamente al hecho de tener la cabeza bien
puesta sobre los hombros, parece ser que el general respondi: No la necesita ms que para llevar sombrero.18Por tanto, la firmeza de la que Von
Papen comenz a hacer gala una vez en el cargo sorprendi e incluso enoj a Schleicher. En cierta ocasin, tras hablar con el canciller por telfono en
calidad de ministro de Defensa, el general se volvi a sus ayudantes y dijo bromeando con aire triste: Qu os parece? Frnzchen se ha encontrado a
s mismo.19
Despus de tramar la cada de Von Papen y sustituirlo como canciller, Schleicher trat de apaciguar al protegido del que acababa de deshacerse.
En un discurso radiofnico dirigido a la nacin en diciembre, elogi a su predecesor como un caballero sin miedo y sin tacha,20y envi un telegrama
de Ao Nuevo a mi querido Frnzchen, refirindose a l como el abanderado de las batallas decisivas del pasado ao.Pero aunque el
destinatario de tales alabanzas ocultaba sus sentimientos bajo signos externos de cordialidad, la amistad por su parte haba dado paso a un odio
vehemente hacia el hombre que lo haba puesto en el candelero para despus desembarazarse de l.
Von Papen codiciaba el poder una vez que lo haba probado, y tambin estaba ansioso por vengarse del que haba sido su amigo y patrocinador.
Como se saba beneficiario del continuado afecto de Hindenburg, se imaginaba volviendo al cargo y llevando a trmino la misin de convertirse en
canciller de un gabinete que uniese conservadores y nazis que en un principio le haba asignado el presidente. Para lograr este objetivo, al final de su
mandato haba establecido contactos con la cpula nazi a travs de diversos intermediarios. Con el fin de seducirlos, hizo que creyeran que estaba
dispuesto a conseguir un gabinete de derechas cuyo liderazgo fuese finalmente asignado a Hitler. l conoca muy bien la aversin declarada que
Hindenburg profesaba al dirigente nazi, y poda imaginar que ste nunca asumira el cargo de canciller. De esa manera, el apoyo de los nazis para que
Von Papen volviese a la cancillera era el nico medio viable de lograr un gabinete de derechas del estilo que quera el presidente.
A mediados de diciembre, Von Papen vislumbr la oportunidad de armarse para un contraataque poltico. Despus de pronunciar un discurso
dirigido al Club de Caballeros de Berln el Herrenklub, en el que expres su pesar porque los intentos de formar un gabinete que incluyese a los
nazis se hubieran frustrado, entabl conversacin con uno de sus oyentes, el barn Kurt von Schrder, un banquero de Colonia que simpatizaba con el
movimiento. El ex canciller le revel su resentimiento hacia Schleicher, y adems le hizo saber que los mtodos solapados del general haban ofendido
a Hindenburg, mientras que l mismo an gozaba de la confianza del presidente. A pesar de los ataques que haba recibido de los nazis siendo
canciller, Von Papen comunic al banquero sus deseos de reunirse con Hitler.
Estas revelaciones echaron a rodar los preparativos que culminaran con su encuentro con el dirigente nazi el de enero de 1933 en Colonia. El
barn Schrder telefone enseguida a un intermediario nazi para referirle lo que Von Papen le haba contado, de manera que Hitler no tard en
enterarse. El dirigente nazi vio en esta inesperada propuesta una oportunidad para escapar de la inaccin poltica a la que se haba visto reducido. Si
conspiraba con Von Papen tendra la posibilidad de hacer uso de la influencia del antiguo canciller sobre el presidente Hindenburg en beneficio propio.
Caba incluso la posibilidad de que aqul estuviese actuando como emisario del presidente. Pero la invitacin ofreca posibilidades muy tentadoras,
independientemente de su procedencia. De antemano, el nico movimiento posible de Hitler era sumarse al voto de censura contra el gabinete de
Schleicher cuando el Reichstag volviese a convocarse. Si, como era de esperar, se lograba una mayora (desde nazis hasta comunistas) que apoyase
dicha mocin y provocase por tanto una disolucin de la cmara y unos nuevos comicios parlamentarios, tendra que afrontar la posibilidad de sufrir

mayores prdidas en las urnas. Pero si con la ayuda de Von Papen poda convertirse en canciller antes de unas nuevas elecciones, saldra del
atolladero en que se encontraba y lograra su objetivo. Si esto suceda, no tendra por qu temer otra ronda de votaciones de mbito nacional. De hecho,
una campaa electoral guiada por la frmula HindenburgHitler prometa unos resultados muy atractivos.
Hitler, por tanto, consinti en reunirse con el ex canciller. Durante la ltima semana de diciembre, dos intermediarios llevaron a cabo los
preparativos para la cita en casa de Schrder, en Colonia, ya que esta localidad encajaba con los proyectos de viaje de los que haban sido enemigos
polticos y, por otra parte, facilitaba que se mantuviese el secreto en que tanto haban insistido los nazis. En un principio, el intermediario de Hitler
sugiri a Schrder que el encuentro debera tener lugar despus del anochecer, de manera que el peligro de que los descubrieran fuese mnimo. Sin
embargo, acab por fijarse para el medioda del mircoles, 4 de enero, para acomodarlo al programa de viaje de Hitler. Tras llegar a la suntuosa
residencia del barn, los antiguos rivales se encerraron durante varias horas. Su anfitrin estuvo sentado con ellos durante gran parte de la
conversacin, pero no tom parte en ella; los tres acompaantes de Hitler esperaban en otro lugar de la casa.
Segn refiri Schrder con posterioridad, Hitler asumi enseguida la ofensiva recordando una serie de antiguos agravios. Censur, con especial
crudeza, el comportamiento de Von Papen al haber inducido a Hindenburg a negarle la cancillera a pesar del triunfo que su partido haba obtenido en
los comicios de julio. Aqul invirti los trminos y afirm que haba sido Schleicher, y no l, el responsable de frustrar el nombramiento de Hitler,
mientras que l lo haba apoyado.Como Hitler comunic algunos das despus a Goebbels, Von Papen haca gala de una hostilidad implacable hacia
Schleicher. Quiere provocar su cada y deshacerse de l por completo, anot Goebbels en su diario. El ex canciller tambin inform a Hitler de que el
presidente tena sus reservas acerca de Schleicher y que todava no lo haba provisto con el decreto que lo autorizara a disolver el Reichstag, y, lo que
es an ms importante, dio a entender al dirigente nazi que l mismo segua ejerciendo una considerable influencia sobre Hindenburg. Como lo expres
Goebbels tras escuchar el relato de Hitler: Tiene enchufe con el viejo.24
Cuando Von Papen y Hitler comenzaron a hablar del futuro, descubrieron que estaban de acuerdo en muchas cosas. No tardaron en darse cuenta
de que compartan la misma opinin acerca de la necesidad de sustituir el gabinete de Schleicher por otro, basado en la alianza de nazis y
conservadores, que eliminase a los partidos de izquierdas de una vez por todas. Sin embargo, dado que Von Papen era un hombre sin partido que
poda reunir como mximo al mismo eje reducido de diputados de derechas del Reichstag que haban respaldado su funesto gabinete, no haba
ninguna esperanza de lograr una mayora parlamentaria para dicha alianza, que slo lograra su propsito en calidad de gabinete presidencial. En ese
sentido, el ex canciller asegur a Hitler que confiaba en poder ganar el consentimiento del presidente para llevarlo a cabo.
Los interlocutores no pudieron, sin embargo, resolver la cuestin de quin debera presidir dicho gabinete en calidad de canciller. Von Papen
recurri a la famosa resistencia del presidente Hindenburg a nombrar a Hitler. Inst al dirigente nazi a abandonar su exigencia de la cancillera y a
delegar en alguno de sus tenientes de confianza la labor de representarlo en un gabinete encabezado por Von Papen como canciller. A modo de
incentivo, dio a entender a Hitler que nombrara a ministros nazis de Defensa e Interior. Comoquiera que estos dos ministerios tenan el control de las
fuerzas armadas y de la ejecucin de las leyes federales, su adquisicin dejara a los nazis en una posicin formidable. No obstante, Hitler se obstin en
repetir que la multitud que apoyaba a su partido le daba derecho a acceder a la cancillera. Tras discutir sobre la creacin de un triunvirato que les
permitiese compartir el poder, los dos polticos pusieron fin a su intercambio de opiniones sin llegar a ninguna conclusin cuando Schrder les anunci
que la comida ya estaba preparada. Antes de partir, Von Papen y el dirigente nazi acordaron continuar sus negociaciones, aunque no fijaron ninguna
fecha concreta.25
El encuentro de Colonia tuvo consecuencias trascendentales, pues acab con el aislamiento poltico de Hitler, al tiempo que supuso un enorme
empuje para su cada vez peor fortuna. Como dirigente de un partido que se haba erigido en muy poco tiempo en el panorama poltico pero que pareca
haber perdido su oportunidad de formar parte del poder, con los efectos debilitadores y de ruptura que esto haba supuesto, se encontraba en un mal
momento. Pareca no tener ninguna esperanza de lograr su objetivo de hacerse con todo el poder. No haba mostrado la menor intencin de considerar
ninguna estrategia al margen de su terca exigencia de la cancillera bajo sus propias condiciones, perspectiva que el presidente haba rechazado en
dos ocasiones de manera tajante. Y, con todo, haba salido de su encuentro con Von Papen convertido en un elemento de gran importancia en una
constelacin poltica que haba sufrido drsticas alteraciones. Por fin haba abierto una brecha en el anillo protector de consejeros que hasta entonces
haba protegido al que en ltima instancia era el rbitro del poder, el presidente Hindenburg. Haba sido invitado a aliarse con el anterior canciller, cuya
actuacin en el cargo le haba hecho merecedor de la admiracin de conservadores influyentes y el afecto del jefe del Estado.
Hitler obtuvo una gran cantidad de informacin relevante de su conversacin con Von Papen el 4 de enero; por ejemplo, supo que el ex canciller
estaba dispuesto a colaborar con l a pesar de sus antiguas diferencias; tambin conoci el odio que ste profesaba al que haba sido su patrocinador,
el canciller Schleicher, y su intencin de destruir su carrera poltica. En futuras negociaciones con Von Papen, esperaba sacar provecho del viejo adagio
segn el cual los enemigos del enemigo son nuestros amigos. Tambin tena razones para suponer que la posicin de Schleicher poda no ser tan
invulnerable como pareca. De hecho, si la informacin de Von Papen era correcta, el canciller estaba pisando un suelo muy poco estable, pues si era
cierto que Hindenburg le haba negado el decreto que lo autorizaba para disolver el Reichstag, correra un serio peligro en caso de haber un voto de
censura cuando la cmara volviera a reunirse. Y, lo ms importante, la influencia sobre Hindenburg de la que Von Papen disfrutaba le ofreca por
primera vez a Hitler la esperanza de abrir un camino a travs del cual podra superar las negativas del presidente. La cancillera, el objetivo que se haba
ido haciendo cada vez ms difcil de conseguir durante los ltimos meses, pareca estar de nuevo al alcance de Hitler.
El encuentro de Colonia reanim tambin la fortuna poltica de Franz von Papen. Haba llegado a casa de Schrder en calidad de antiguo canciller
cuya breve estancia en el cargo lo haba dejado con pocos admiradores y con muchos ms enemigos polticos, y le haba supuesto perder el apoyo de
su mismo partido; sin embargo, sali de la reunin con la esperanza de usar al movimiento poltico ms multitudinario y dinmico del pas para vengarse
del hombre que lo haba elevado al poder slo para despojarlo de l. Claro que la continua falta de disposicin de Hitler a ceder la cancillera supona un
verdadero obstculo a la ambicin de Von Papen por recuperar ese cargo. Pero en este sentido poda tener esperanzas en que el dirigente nazi
acabara echndose atrs en el supuesto de que Hindenburg se volviese a mostrar reacio a nombrarlo canciller. En cuanto a su propio nombramiento,
Von Papen no prevea ninguna dificultad, en virtud de la influencia que ejerca sobre el presidente. Al fin y al cabo, ste haba accedido dos veces el ao
anterior, con el propsito de mantenerlo en el cargo, a violar la Constitucin y disolver el Reichstag sin convocar nuevos comicios dentro de los sesenta
das estipulados. Adems, el presidente tambin le haba pedido, tras su derrota, que declinase la oferta de convertirse en embajador en Francia que le
haba hecho Schleicher, rogndole que, por el contrario, permaneciese en Berln para poder ejercer de consejero. A Von Papen, por tanto, no le faltaban
motivos para creer que podra persuadir a Hindenburg de que lo volviese a nombrar para el poderoso cargo que tanto deseaba recuperar.26
A pesar de lo expuesto, el encuentro de Colonia no fue un xito completo, ya que los intentos de mantenerlo en secreto no sirvieron para nada. El
da anterior, un peridico de Berln haba predicho que Hitler y Von Papen estaban a punto de reunirse. El ltimo no dud en negar por completo tal
afirmacin, como tambin hizo el peridico popular de Goebbels en Berln, Der Angriff. Cuando el antiguo canciller sali del taxi que lo haba llevado
hasta la puerta de la residencia del barn Schrder el 4 de enero, recibi la desagradable sorpresa de un fotgrafo que lo apuntaba con el objetivo de
su cmara. Entonces dio por hecho que el servicio de inteligencia militar se haba enterado del evento intervinindole el telfono por orden de
Schleicher.27La verdad, sin embargo, era otra bien distinta: el fotgrafo haba sido enviado a Colonia por un dentista Berlins relacionado con el mundo
poltico entre cuyos pacientes se encontraban el antiguo canciller Heinrich Brning, Gregor Strasser y Schleicher.28
El dentista haba odo rumores del encuentro de antemano, posiblemente procedentes de Brning, que ms tarde afirm haberlos conocido a
finales de diciembre de boca de Gregor Strasser, al que posiblemente alert uno de sus aliados dentro del partido. Con la intencin de ayudar a
Strasser y Schleicher, el dentista lo arregl todo para que uno de los partidarios del primero siguiese y fotografiase a Von Papen. Cuando le
confirmaron la noticia de que el antiguo canciller se haba reunido con Hitler, el dentista transmiti enseguida las noticias al Tgliche Rundschau, un
diario de Berln que apoyaba a Schleicher, y tambin envi una copia de la fotografa de Von Papen al canciller. Cuando la informacin lleg a la
redaccin del peridico, las rotativas se detuvieron a mitad de la edicin del 5 de enero y se insert el asunto en la portada con grandes titulares que

rezaban: HITLER Y VON PAPEN CONTRA SCHLEICHER.29


Las noticias del encuentro de Colonia cayeron como una bomba sobre lo que haba sido un breve descanso vacacional en la poltica alemana.
Durante varios das, los artculos sobre ello ocuparon las portadas de los peridicos de todo el pas. Por toda respuesta, los conspiradores intentaron
afrontar con expresin de inocencia lo que haba ocurrido. El 5 de enero Von Papen present una declaracin con la que pretenda suavizar,
calificndola de invencin, la acusacin de que el encuentro haba sido concebido como un ataque a Schleicher. Hitler y l se haban limitado a
discutir una cuestin en la que l haba estado trabajando durante los ltimos seis meses: cmo introducir a los nazis en un gabinete abierto de
derechas. El 6 de enero, el barn Von Schrder anunci que l era el nico responsable de la reunin de los dos polticos, y asegur que su objetivo
haba sido el de explorar la manera de conseguir un entendimiento entre todas las fuerzas nacionalistas (es decir, de derechas). Tambin el da 6, Hitler
y Von Papen hicieron pblica una declaracin conjunta en la que afirmaban haber discutido slo la posibilidad de un frente poltico nacionalista
unitario y negaban de forma explcita haber intercambiado opiniones sobre el gabinete de Schleicher. Ese mismo da, el peridico de Goebbels, Der
Angriff, declar que no haba nada fuera de lo normal en este tipo de intercambios entre polticos. Sin embargo, el diario nacional de los nazis, el
Vlkischer Beobachter, que en un principio describi el encuentro como una conversacin distendida acerca de los acontecimientos polticos de las
ltimas semanas, al da siguiente, 7 de enero, atribuy la reunin al deseo de Von Papen de compartir con Hitler algunos detalles interesantes de su
destitucin como canciller y del nombramiento de Schleicher para sustituirlo.30
Estos torpes intentos y la ofuscacin que los acompa no consiguieron toda la atencin exhaustiva que merecan por parte del pblico, debido a la
ineptitud de los medios de comunicacin. En un intento por explicar el encuentro de Colonia, gran parte de la prensa haba sido vctima del sentimiento
capitalista que por entonces estaba de moda entre los intelectuales de Alemania.En aquellos tiempos, el mito de que los nazis haban sido financiados
por capitalistas alemanes se haba convertido en un artculo de fe en muchos crculos, y como Hitler y Von Papen haban ido a reunirse a casa de un
banquero, los periodistas socialdemcratas y comunistas, as como algunos de los que escriban para diarios liberales e incluso el peridico
conservador inconformista que hizo pblica la noticia, el Tglische Rundschau, asumieron de inmediato que detrs deba de haber una conspiracin
capitalista. Un titular de Vorwrts, el peridico nacional de los socialdemcratas, resuma as su interpretacin: COGIDOS IN FRAGRANTI! Los
lectores del diario comunista Rote Fahne se enteraron de que ya que Hitler ha recibido una sustanciosa financiacin por parte de numerosos grupos
industriales de RenaniaWestfalia, y puesto que tales subvenciones se canalizan generalmente a travs de casas de banca privadas, el trasfondo de
este encuentro parece evidente.
Durante los das siguientes la prensa se vio inundada de alegatos, imaginativos aunque sin mucho fundamento, de maquinaciones entre bastidores
llevadas a cabo por intereses comerciales siniestros y de gran influencia en lo poltico. En dichas especulaciones, Hitler y Von Papen quedaron
relegados a un segundo plano, como simples marionetas de fuerzas econmicas supuestamente ms poderosas. Y fueron muchas ms las versiones
que se unieron a la confusin. Algunos periodistas aceptaron el desmentido de los participantes al pie de la letra; otros, sin embargo, contemplaron la
posibilidad de que Von Papen estuviese actuando con el consentimiento de Schleicher, en un intento de persuadir a Hitler para que respaldase a su
gabinete. Slo una minora reconoci que la explicacin ms sencilla era tambin la ms probable; es decir, que los dos polticos hostiles al canciller
Kurt von Schleicher se hubiesen reunido para conspirar contra l en lo que pretenda ser una reunin secreta.
Entre aquellos que no fueron capaces de entender lo que pareca obvio se encontraba el mismo Schleicher. Sorprendido por la noticia de lo que
haba pasado en Colonia, se senta profundamente enojado con la actitud presuntuosa de Von Papen, e hizo llegar una queja a Hindenburg pidindole
que le ordenase desistir de embarcarse por su cuenta en tales empresas de futuro.34Pero el canciller no tomaba a Von Papen tan en serio como para
atribuirle motivos malintencionados. La opinin que tena del antiguo canciller puede verse reflejada en el comentario que dirigi a su secretario, Erwin
Planck, con motivo del discurso que pronunci en el Club de los Caballeros a mediados de diciembre. Cuando un miembro de la audiencia intent
advertir a Planck de que Von Papen haba hecho pblicas sus intenciones hostiles a Schleicher y del peligro que esto supona debido a sus lazos con
Hindenburg, Planck contest: Djalo que hable: es insignificante por completo. Nadie lo toma en serio; herr Papen es un burro con nfulas. Su discurso
es el canto de cisne de alguien que no sabe perder.35
En lugar de reconocer los peligros que revelaba el encuentro de Colonia, Schleicher supuso que, con la esperanza de recuperar el favor que haba
perdido, Von Papen haba asumido la inoportuna labor de intentar una reconciliacin entre Hitler y el gabinete de Schleicher. Esto se hizo evidente
cuando el canciller confi su opinin sobre el asunto al embajador FranoisPoncet mientras tomaban t la tarde del 6 de enero. Ambos mantenan
relaciones cordiales, en parte porque Schleicher era de los que pensaban que se deba buscar una reconciliacin con Francia con la esperanza de
ganar su aquiescencia para modificar las fronteras orientales que el Tratado de Versalles haba impuesto a Alemania. Intentando explicar a
FranoisPoncet el encuentro de Colonia, el canciller le dijo que Von Papen haba cometido un grave error al entrevistarse con Hitler, pero le asegur
que el antiguo canciller no haba tenido intencin de hacerle ningn dao.
El muy ingenuo dijo al embajador imagin que estaba a punto de ejecutar un golpe maestro y servirnos a Hitler en bandeja. Como si Hitler no
hubiese demostrado muchas veces que no es digno de confianza! Ahora Von Papen est avergonzado: teme que se lo reprochemos. Yo no pienso
amonestarle; simplemente le dir: Querido Frnzchen, has vuelto a meter la pata!.36
El lunes, 9 de enero, Von Papen volvi a Berln y fue a ver a Schleicher. Ms tarde describi la visita como una reunin cordial entre dos viejos
amigos que sirvi para desmentir cualquier malentendido por parte del canciller acerca de su encuentro con Hitler. Para respaldar este argumento, se
sirvi del comunicado oficial que haban facilitado a la prensa conjuntamente tras esta visita, que aseguraba que los informes sobre las diferencias entre
ambos no tenan ningn fundamento.37
Schleicher, por su parte, no dej ningn testimonio de su charla con Von Papen; pero las apreciaciones que hizo das ms tarde, mientras hablaba
en tono confidencial a un pequeo grupo de periodistas a los que invit a cenar, constituyen una prueba de lo que dijo aqul. Von Papen le inform,
segn refiri el canciller a los periodistas el 13 de enero, de que Hitler haba insistido en que deba convertirse en ministro tanto de Defensa como del
Interior.38Esto difera mucho de lo que Hitler haba dicho a Goebbels, que registr en su diario que Von Papen haba ofrecido dichos ministerios a dos
miembros del partido de Hitler elegidos por ste si se adhera a su segundo nombramiento como canciller. 39Schleicher no especific a los periodistas
quin estaba previsto que fuese, segn Von Papen, el canciller del gabinete del que supuestamente Hitler haba reclamado para s los dos ministerios
mencionados. No pareca muy plausible que ste hubiese exigido adems la cancillera, y, por otra parte, es evidente que Von Papen no mencion a
Schleicher la discusin que mantuvo con Hitler sobre la posibilidad de un segundo nombramiento por su parte. El nico gabinete posible en ese caso
era, pues, el de Schleicher. El 9 de enero, por tanto, Von Papen refiri a Kurt von Schleicher la misma versin falaz del encuentro de Colonia que
volvera a repetir una vez tras otra despus de la cada del Tercer Reich; es decir, que su nica intencin era conseguir que Hitler respaldase al gabinete
de Schleicher. Y como el mismo Schleicher reconocera ms tarde, cuando Von Papen le estrech la mano, lo mir a los ojos, evoc su vieja amistad y
le dio su palabra de honor, fui lo suficientemente tonto para creerle.40
Despus de la conversacin del da 9, Von Papen visit a Hindenburg y le dio una versin diferente de lo que se haba tratado en Colonia. Otto
Meissner, secretario de Estado, record en sus memorias que, segn Hindenburg, el ex canciller haba sealado que Hitler haba dejado de pretender la
cancillera de un gabinete presidencial con acceso a poderes extraordinarios. Por el contrario, asegur Von Papen, el dirigente nazi estaba dispuesto a
formar un gabinete de coalicin con los conservadores. Hindenburg, por tanto, lleg a la conclusin de que tendra que buscar otro canciller, ya que
supona que Hitler no respaldara al gabinete de Schleicher. Y el hombre ideal para ejercer dicho cargo sera, como dio a entender a Meissner, Von
Papen. De hecho, el presidente tambin inform a Meissner de que le haba dado permiso para que mantuviese los contactos con Hitler, de forma
personal y estrictamente confidencial.41
Segn las memorias de Von Papen, Hindenburg le dijo el da 9 que Schleicher haba denunciado su encuentro con Hitler como un hecho desleal y
haba pedido al presidente que no volviese a recibirle. Pero, tras explicar al presidente lo que haba pasado en el encuentro, ste respondi que desde
el primer momento estuvo convencido de que la versin de Schleicher no poda ser cierta. Recordando esta muestra de confianza por parte del

presidente, Von Papen afirmaba que el encuentro de Colonia no afect a sus relaciones. Haca tan slo tres das que el canciller Schleicher haba
informado al embajador FranoisPoncet de que el presidente se haba mostrado profundamente ofendido por el encuentro no autorizado de Von
Papen y Hitler. Pero parece ser que la citada conversacin con el ex canciller haba bastado para disipar todas sus dudas. Segn Meissner, Hindenburg
le orden el 9 de enero que no revelase a Schleicher que haba autorizado a Von Papen a seguir en contacto con Hitler. 42El jefe de Estado, el mando
supremo del poder, el nico con suficiente autoridad para nombrar al canciller y concederle poderes extraordinarios, se convirti por tanto, quizs
inconscientemente, en cmplice de la conspiracin que tena por objetivo deponer al hombre al que haba propuesto para ese cargo haca tan slo
cinco semanas.

Notas
1. Estos dos prrafos estn basados en las memorias de Ernst Hanfstaengl, Hitler: The Missing Years, Londres, 1957, pp. 194 ss. (la cita de Hitler
pertenece a la p. 195); Mnchner Stadtmuseum, MnchenHauptstadt der Bewegung, Mnich, 1993, p. 124 (catlogo publicado para una exposicin
con el mismo ttulo).
2. Vase Oren J. Hale, Adolf Hitler: Taxpayer, AHR, 60 (1955), pp. 830842.
3. Discurso pronunciado el 14 de marzo de 1936, recogido en Max Domarus, Hitler: Reden und Proklamationen 19321945, Mnich, 1965, vol. 2,
p. 606.
4. La mejor introduccin al pensamiento de Hitler es Eberhard Jckel, Hitler's Weltanschauung, Middletown (Connecticut), 1972.
5. Albert Krebs, Tendenzen und Gestalten der NSDAP, Stuttgart, 1959, p. 137.
6. Adolf Hitlers Kampfbotschaft fr 1933, VB, 12 (12 de enero de 1933).
7. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 319 s.
8. Reichstag am 24 Januar, BT, 13 (5 de enero de 1933); 24. Januar Reichstag, e In Verlegenheit, BT, 7 (5 de enero de 1933); Reichstag
erst am 24 Januar, V, 7 (5 de enero de 1933).
9. Otto Dietrich, Mit Hitler in die Macht, Mnich, 1934, pp. 169 s.
10. Existen dos biografas recientes sobre Von Papen: la de Joachim Petzold (Franz von Papen, Mnich y Berln, 1995) y la de Richard W. Rolfs
(The Sorcerer's Apprentice, Lanham [Maryland], 1996. Menos fiable es la biografa hagiogrfica de Henry M. Adams y Robin K. Adams ( Rebel Patriot,
Santa Brbara [California], 1987). Vanse tambin los dos volmenes de memorias de Von Papen, de los cuales el segundo repite en gran medida el
contenido del primero (Der Wahrheit eine Gasse, Mnich, 1952, y Vom Scheitern einer Demokratie, Maguncia, 1968).
11. Andr FranoisPoncet, Souvenirs dune ambassade Berlin, Paris, 1946, pp. 42 s.
12. DDS, 18481945, Berna, 1982, vol. 10, p. 505.
13. DBFP, serie 2, vol. 4, pp. 389 s.
14. Carta de Adenauer a la condesa FrstenbergHerdringen del 22 de octubre de 1946, en Adenauer, Briefe 19451947, Bonn, 1983, p. 350.
15. FranoisPoncet, op. cit., p. 44.
16. Ibd.
17. Von Papen, Gasse, pp. 250 s. La foto de Hindenburg aparece reproducida al lado de la p. 225.
18. El conde Schwerin von Krosigk, ministro de Finanzas de Von Papen, Schleicher y Hitler, refiri esta ancdota, que haba odo de alguien que a
su vez la haba odo de otra persona, en una entrevista el 24 de abril de 1952 (IfZ, ZS 145). En 1951 fue recordada por otro contemporneo que asegura
habrsela odo al mismo Schleicher (Karl Dietrich Bracher, Die Auflsung der Weimarer Republik, Stuttgart y Dsseldorf, 1957, p. 519, n. 179).
19. Citado en una entrevista los das 28 y 31 de enero de 1953 por Hermann Foertsch, uno de los ayudantes de Schleicher en el Ministerio de
Defensa en 1932 y 1933 (IfZ, ZS, 37, p. 10).
20. AdRk/KvS, p. 102.
21. Von Papen, Scheitern, pp. 336 s.
22. Sobre lo expuesto en este prrafo y los siguientes, vase Turner, German Big Business, pp. 315 ss.; Heinrich Muth, Das Klner Gesprch
am 4 Januar 1933, GiW&U, 37 (1986), pp. 463480, 529541.
23. Vase la declaracin jurada que Schrder hizo el 21 de julio de 1947 frente a la acusacin estadounidense por crmenes de guerra en
Nremberg (NAUSA, RG 238, NI7990).
24. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 332, entrada del 10 de enero.
25. Basado en la declaracin jurada de Schrder del 21 de julio de 1947 (NAUSA, RG 238, NI7990). Las versiones que Von Papen ofrece en los
dos volmenes de sus memorias (Gasse, p. 256, y Scheitem, pp. 334339) no merecen demasiada confianza. Gnther Gereke, comisario de creacin
de empleo del gabinete de Schleicher, le dijo a un periodista el 5 de enero que el presidente Hindenburg le haba informado entre los das de Navidad y
Ao Nuevo de que haba aprobado los planes de Von Papen de encontrarse con Hitler (vase BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26,
Informationsbericht vom 5 Januar, de Georg Dertinger). Sin embargo, parece improbable que eso sea cierto, ya que si Von Papen hubiese contado
con el beneplcito de Hindenburg, sin duda lo habra expuesto para defenderse de la acusacin de haber conspirado solo contra Schleicher.
26. Von Papen, Gasse, p. 251.
27. Hitler schwenkt zu Papen, Jd, 2 (3 de enero de 1933). Para el desmentido de Von Papen, Aufmarsch zum Wahlkampf, Jd, 4 (3 de enero
de 1933), que recoge la declaracin de ste a la agencia de noticias TelegraphenUnion; para el de Goebbels, Keine Unterredung HitlerPapen, DA,
2 (3 de enero de 1933). En una carta con fecha del 21 de mayo de 1933, Von Papen se quej de lo sucedido con el fotgrafo al comandante Mlnheim,
que intent sin xito mediar entre aqul y Schleicher (documentos de Von Papen, TsGA, vol. 5). Vase tambin Von Papen, Gasse, donde describe al
fotgrafo como un detective.
28. El dentista era Hellmuth Elbrechter; en Kissenkoetter, Gregor Strasser und die NSDAP, Stuttgart, 1978, se recoge la declaracin de ste, as
como la carta de Brning del 10 de enero. Vase tambin Gottfried Treviranus, Das Ende von Weimar, Dsseldorf, 1968, pp. 346 s. y 355 s.
29. Brning, Memoiren, 19181934, Stuttgart, 1970, p. 639. TR, 4 (5 de enero de 1933). Los ejemplares que se haban impreso antes de que la
noticia llegase a la redaccin llevaban el mismo nmero y fecha; pero en la parte superior de la portada haba un artculo cuyo titular rezaba: Reichstag
erst am 24 Januar.
30. Eine Erklrung von Papens, KV, 6 (6 de enero de 1933); Eine Auslassung des Freiherrn von Schrder y Eine gemeinsame Erklrung
Papens und Hitlers, FZ, 19 (7 de enero de 1933); Die Underredung HitlerPapen, DA, 5 (6 de enero de 1933); Das Zusammentreffen Adolf Hitlers
mit Papen, 6 (6 de enero de 1933) y 7 (7 de enero de 1933).
31. Vase Turner, op. cit., pp. 316 s.
32. Hitler beim Herrenklub. In flagranti ertapp, V, 10 (6 de enero de 1933); Bei den feinen Leuten, RF, (6 de enero de 1933).
33. Pueden encontrarse ejemplos de estas teoras en Geheime Verhandlungen HitlerPapen bei rheinischen Bankfrsten, RF, 5 (6 de enero de
1933); Der Agent der Grossindustrie, V, 11 (7 de enero de 1933);DieUterredung v. Papen Hitler, Jd, 6 (7 de enero de 1933). El mismo Schleicher
lleg a sospechar de la implicacin de las fuerzas capitalistas. El 10 de enero le asegur a un periodista que se ha sabido que el antiguo presidente
del Reichbank, Hjalmar Schacht, era quien haba organizado la reunin (IfZ, ED 23, Bd. 33, Dienstag, den 10 Januar 1933 Unterhaltung mit
Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner, periodista de la Ullstein Verlag). Con respecto a las opiniones de que Von Papen y Hitler decan la
verdad, vase Die Unterredung HitlerPapen, FZ, 16 (6 de enero de 1933); Hitler klopft an die Hintertren, VZ, 9 (6 de enero de 1933);
Anderthalbstndige Aussprache SchleicherPapen, DAZ, 14 (9 de enero de 1933); Die Lage des Kabinetts Schleicher, FZ, 29 (10 de enero de
1933). Un ejemplo de los que pensaban que Von Papen contaba con el beneplcito de Schleicher lo constituye Reichsregierung und
Nationalsozialisten, KV, 6 (6 de enero de 1933); en cuanto a los que supieron entrever la verdad, vanse Was war in Kln?, BT, 10 (6 de enero de
1933), y Das Komplot, BT, 9 (6 de enero de 1933).
34. Otto Meissner, Staatssekretr unter EbertHindenburgHitler, Hamburgo, 1950, p. 261.
35. Theodor Eschenburg, Die improvisierte Demokratie, Mnich, 1963, p. 280.
36. Vase Gaines Post, Jr., The CivilMilitary Fabric of Weimar Foreign Policy, Princeton (Nueva Jersey), 1973, pp. 302303, as como Michael
Geyer, Aufrstung oder Sicherheit, Wiesbaden, 1980, pp. 47 y 181. Para la cita, comunicado de FranoisPoncet a Paris del 7 de enero de 1933, en

DDF, 19321939, serie 1, vol. 2, p. 375.


37. Von Papen, Gasse, p. 260.
38. Vase Informationsbericht vom 14 Januar 1933, de Georg Dertinger, uno de los presentes (BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26), as
como el Documento de Mosc (vase Apndice).
39. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 322, entrada del 10 de enero.
40. Schleichers Political Dream, The New Statesman and Nation, 7 de julio de 1934. Existen diversas pruebas que corroboran la autenticidad
de este relato annimo.
41. Otto Meissner, op. cit., p. 261.
42. Von Papen, Gasse, p. 261; comunicado de FranoisPoncet a Pars el 7 de enero, en DDF, 19321939, serie 1, vol. 2, p. 375; declaracin de
Meissner en los juicios de Nremberg el 4 de mayo de 1948, en NAUSA, RG 238, caso 11, p. 4612; Otto Meissner, op. cit., pp. 261 ss.

CAPTULO 3

El dudoso triunfo de Hitler en plena crisis nazi


Tras su primer encuentro con Von Papen el 4 de enero, Hitler se sumergi directamente en la campaa para las elecciones legislativas del
pequeo estado de Lippe, que se celebraran el da 15. El viaje desde Colonia era de trescientos diez kilmetros, y las condiciones meteorolgicas
hicieron que llegase con dos horas de retraso a la ciudad donde esa tarde tena programado su primer discurso. El pblico abarrotaba la tienda que
constitua su nico refugio frente al fro, y lo esper paciente para acogerlo con una gran ovacin cuando por fin apareci, a las diez de la noche. Tras
hablar ante sus vidos oyentes durante ms de una hora, Hitler se traslad a la capital del estado, donde a medianoche fue objeto de una recepcin
igualmente entusiasta por parte de una audiencia que tambin haba esperado durante horas para orlo. A lo largo de los once das siguientes
pronunciara quince discursos ms, sobre todo en ciudades pequeas y remotas de Lippe. En otros puntos del estado, una docena ms de nazis
conocidos en todo el pas tomaran la palabra en un total de veintitrs mtines como parte de una campaa de intensidad inusitada.
Consciente de que sumar otra derrota en las urnas a las que haban sufrido a finales de 1932 acabara de confirmar la creencia popular, cada vez
ms extendida, de que el nacionalsocialismo estaba en decadencia, Hitler haba decidido apostar alto en Lippe. Como era uno de los diecisiete
estados federales, la victoria all, si la lograban, no pasara inadvertida. Si la participacin personal de Hitler y los otros nazis destacados
comprometidos con la campaa produca beneficios en las urnas, el partido dara la imagen de un movimiento emergente en cuanto a poder. El xito
proporcionara tambin el empuje que tanto necesitaban los mermados nimos de sus seguidores. Sin embargo, todo esto implicaba un gran riesgo: si
los nazis no conseguan un buen resultado despus de ese supremo esfuerzo por parte de la cpula del partido, los efectos perjudiciales aumentaran
de manera descomunal. En este caso, como en muchas otras ocasiones a lo largo de su vida, Hitler demostr ser un poltico que por lo general se
jugaba el todo por el todo, sin hacer caso de las consecuencias de un posible fracaso.
Fue uno de los numerosos golpes de suerte de Hitler que se celebrasen elecciones en Lippe justo en el momento en que necesitaba
desesperadamente una oportunidad para demostrar que su movimiento no haba perdido fuerza. En este sentido, ese estado ofreca un gran nmero de
ventajas. Tanto en extensin como en nmero de habitantes, ascenda a poco ms del 0,25 por ciento del total de Alemania, lo que permita a los nazis
cubrirlo de mtines y propaganda hasta un punto que slo habra sido posible en muy pocos rincones del pas. Adems, perteneca al tipo de regiones
en que los nazis tenan mejor relacin con los votantes. Casi un 90 por ciento de la poblacin era protestante, y ms de un 60 por ciento viva en el
campo o en aldeas rurales, lo que supona casi el doble de la media nacional. Por lo general los nazis no lograban un gran xito en regiones con una
alta tasa de industrializacin, donde los obreros votaban en masa a socialdemcratas y comunistas, y tambin en ese sentido Lippe ofreca
perspectivas favorables, pues no contaba con un nmero significativo de minas y el nmero de fbricas estaba muy por debajo de la media nacional. En
esa zona los pequeos centros productores de magnesita y muebles eran ms frecuentes que los grandes complejos industriales que abundaban poco
ms al oeste, en el distrito de Ruhr. Al haber apostado por las elecciones de Lippe, Hitler tena todas las de ganar. La localizacin de Lippe tambin era
favorable al partido de Hitler. Puesto que estaba rodeado de regiones ms populosas, los nazis lo tenan fcil para complementar sus recursos locales
por medio de refuerzos. Como observaron varios periodistas, una gran proporcin de los que asistan a sus mtines eran grupos de fuera del estado. Y
ya que stos pertenecan al partido, su presencia no slo incrementaba el nmero de oyentes, sino que tambin garantizaba una respuesta entusiasta.
El da de los dos primeros mtines de Hitler, llegaron a Lippe (regin que no era precisamente una meca turstica en invierno) no menos de seis trenes
especiales, as como un gran nmero de autobuses, cargados de visitantes. Antes haban llegado unos seiscientos o setecientos soldados de asalto, la
mayora en bicicleta, con el fin de engrosar las unidades locales durante la campaa. Estos soldados de importacin tuvieron que refugiarse en muchos
casos en graneros y almacenes desprovistos de calefaccin, sin otra cama que un lecho de paja. A ninguno de ellos, ni a ningn otro seguidor nazi, le
pareci extrao que Hitler, famoso por su denuncia de las distinciones de clases, se alojase con todos los lujos como invitado en el castillo de un barn
durante el tiempo que dur la campaa.
La situacin poltica de Lippe prcticamente garantizaba a los nazis el triunfo electoral. Las ltimas elecciones de mbito estatal haban tenido lugar
en 1929, justo antes de que la depresin econmica hiciera que millones de votantes acudiesen en bandada a su partido. Los nazis llegaron a la
campaa electoral con slo uno de los veintin escaos de la asamblea legislativa, por lo que dichos comicios supusieron un aumento espectacular de
su representacin. Y todava gozaban de otra ventaja: la falta de competencia. El canciller Schleicher no poda utilizar los recursos del Gobierno nacional
para apoyar la campaa de ningn partido, ya que ninguno estaba firmemente alineado con su gabinete. Los liberales, que tuvieron algn peso en el
programa de Von Papen, vieron reducida su importancia de forma considerable en 1933 debido a las prdidas masivas que sufrieron en las elecciones
generales, y el Partido del Centro Catlico, uno de los pilares de la Repblica, nunca haba representado un papel de relevancia en un estado de
mayora protestante.
Los reaccionarios del Partido Nacional del Pueblo Alemn, el ms importante de los que rivalizaban con los nazis por los votos de los granjeros
conservadores y los habitantes de las pequeas ciudades, predominantes en Lippe, contaban con una gran desventaja en la campaa de enero. Con la
esperanza de acabar con la enemistad que haba enfrentado a los dos partidos de derechas durante ms de un ao, el dirigente del partido, Alfred
Hugenberg, se abstuvo de atacar a los nazis y moder asimismo los editoriales del diario ms importante del partido en Lippe.As pues, la nica
campaa que poda competir con la de los nazis en intensidad era la de los socialdemcratas. Sin embargo, la estrecha relacin que una a este partido
con los sindicatos le otorgaba muy pocas oportunidades de aumentar de forma significativa el respaldo mnimo con el que contaba, en un estado en el
que escaseaban los trabajadores industriales.
Como haba sucedido durante aos en toda Alemania, los que asistan a un mitin nazi de Lippe durante enero de 1933 saban que seran testigos
de un espectculo que ningn otro partido podra superar. Conscientes de que el estilo austero del programa republicano no causaba ningn efecto
entre los muchos alemanes que aoraban la pompa colorista del Imperio, los nazis convirtieron sus mtines en representaciones teatrales.
Aproximadamente una hora antes del inicio del evento, bandas de soldados de asalto uniformados atraan la atencin del pblico interpretando
conmovedoras marchas militares a travs de la ciudad hasta que llegaban al lugar del mitin. ste se hallaba protegido de manera ostentosa por
soldados de asalto en formacin que se haban ganado una bien conocida reputacin por enfrentarse a los saboteadores de manera expeditiva y, por lo
general, violenta. Despus de que un presentador calentara el ambiente y creara cierta expectacin, los soldados de asalto formaban en dos filas,
creando as un pasillo para que entrase, tras otra explosin de msica militar, el orador principal. 4Como observ el embajador britnico, en
comparacin con las montonas representaciones de los otros partidos, los nazis ejercan la atraccin magntica de una banda de jazz.5
Los discursos de la campaa nazi de Lippe seguan un patrn general. Despus de atribuir los males de Alemania al sistema republicano,
presuntamente dominado por judos y marxistas, el orador del partido prometa una Alemania nazi pura en cuanto a la raza, henchida de orgullo y poder.
Las elecciones se describan como una batalla, crucial para el futuro de la nacin, entre los patriotas nazis y los traidores marxistas. En cambio, se
prestaba relativamente poca atencin a las preocupaciones locales de los votantes de Lippe. Desde la revolucin el gobierno de este estado lo haba
encabezado un presidente del Consejo de los republicanos socialdemcratas, que haban conseguido ms votos que cualquier otro partido sin
excepcin en los anteriores comicios del estado. Durante la dcada de los aos veinte, el presidente del Consejo haba colaborado con los partidos no
socialistas moderados, ganando as su respeto y confianza. Sin embargo, siguiendo su inveterada costumbre, los nazis intentaron desacreditarlos, a l
y a su partido, tachndolos de intemacionalistas marxistas antipatriticos e identificndolos con los comunistas, enemigos acrrimos de los
socialdemcratas que tenan un poder insignificante en Lippe.6
Los nazis tambin intentaron identificarse a s mismos durante la campaa electoral con Hermann Arminio el Querusco, el jefe teutn que, segn la
leyenda, haba derrotado al Ejrcito romano en el Bosque de Teutoburgo el ao 7 d. C. Sin embargo, como ya se encarg de sealar el diario
republicano Vossische Zeitung de Berln, no era fcil imaginar a un presidente del Consejo socialdemcrata sin pretensiones en el papel de general

romano, y, como observ otro peridico de la cercana Bielefeld, eran precisamente los nazis, con sus tropas de asalto uniformadas y sus brazos
derechos levantados en un saludo de origen romano, los que ms se parecan al enemigo de la legendaria batalla.7
Hitler, como vena siendo habitual, aprovech sus apariciones en pblico para defender su estrategia de todo o nada. Su primer discurso, la noche
del 4 de enero, contena la mayora de los temas que repetira durante los diez das siguientes. Como de costumbre, evit cualquier referencia al hecho
de que haba rechazado la oferta que le haba presentado Hindenburg en noviembre de nombrarlo canciller si poda reunir una mayora parlamentaria.
En lugar de eso, habl slo de las propuestas de Von Papen y Schleicher referentes a otorgarle el cargo de canciller adjunto, que l haba declinado,
segn expuso, porque no tena ninguna intencin de comerciar con su buen nombre y el del movimiento nazi por un ttulo desprovisto de poder.
Rechaz la opinin de que tena que haber aceptado el puesto de canciller adjunto y desde all tratar de hacerse con el poder de forma encubierta.
Slo puedo decir aadi que no he aprendido a jugar entre bastidores y tampoco quiero aprender a hacerlo.8Esta justificacin, pronunciada
pocas horas despus de su entrevista clandestina con Von Papen, proporciona una buena pista de lo que deba de tener en mente esa noche.
Aunque todo pareca favorecer a los nazis en Lippe, las elecciones tuvieron lugar en una poca en que muchos nazis consideraban que la
estrategia de Hitler de lograr el poder legalmente mediante las urnas haba llegado a un callejn sin salida. El intento frustrado de acceder a la
cancillera tras el triunfo electoral en julio, unido al fracaso de noviembre, haba provocado una creciente desilusin entre sus filas. Los que se haban
afiliado al partido con la esperanza de poder saborear en poco tiempo los frutos de la victoria empezaban a desesperarse, como suceda con muchos
de los que haban seguido a Hitler confiando en que les proporcionara una panacea para su grave situacin econmica. Como consecuencia, la
desmoralizacin se extendi por las bases del partido. A finales de diciembre la polica poltica republicana encargada de vigilar al Partido Nazi en
Mnich, su lugar de nacimiento y baluarte, observ indicios de que empezaba a desintegrarse:
Cada da se presentan un gran nmero de dimisiones, las cuotas empiezan a llegar con cierta irregularidad y las expulsiones debidas a retrasos en
el pago son cada vez ms frecuentes [...]. Todas las secciones del partido [...] dan la impresin de estar debilitadas.
En cuanto a la moral, el informe policial aada: La opinin de que los buenos tiempos ya han pasado y que las perspectivas favorables se han
perdido con toda probabilidad es muy frecuente entre los nacionalsocialistas.9
Esta crisis sumergi al movimiento nazi en graves dificultades econmicas. Con las arcas seriamente mermadas en 1932 por los gastos que
supusieron las dos rondas de los comicios presidenciales, las dos elecciones al Reichstag y las parlamentarias que se llevaron a cabo en Prusia (el
mayor estado de Alemania), el partido estaba experimentando un claro desgaste de sus rentas. Aos antes, el nazismo haba sido una organizacin en
gran medida autosuficiente, que contaba con las cuotas de los afiliados acaudalados como principal fuente de ingresos para la organizacin nacional.
Como las filas del partido se engrosaron rpidamente durante los aos de depresin, el dinero haba fluido en abundancia en una poca en que la cada
de los precios haca sus crecientes ingresos ms valiosos todava. Sin embargo, el partido haba llegado a un punto en que la afluencia de miembros
haba disminuido considerablemente; los que cambiaban de bando eran cada vez ms numerosos, y muchos de los que seguan siendo miembros
nominales dejaron rpidamente de pagar sus cuotas. Segn disminuan las esperanzas de una victoria, los que en el pasado haban hecho donaciones
que excedan la cuota regular de afiliacin se mostraban en 1933 menos dispuestos cuando se recaudaban fondos. Otro tanto hacan los simpatizantes
no afiliados que anteriormente haban contribuido a llenar las arcas de un partido que pareca estar destinado a hacerse con el poder. Los ingresos
provenientes de la venta de entradas para los mtines del partido, que constituan un recurso de mxima importancia en el mbito local, cayeron en
picado a medida que disminua la asistencia en 1932, a pesar de que los precios de aqullas se vieron drsticamente rebajados segn decreca el
inters del pblico por el partido.10
A final de ao el dinero se haba convertido en un serio problema para los nazis. Comoquiera que el equipo y las provisiones necesarios para las
campaas electorales se haban obtenido con frecuencia a travs de crditos, los empleados locales del partido se vean acosados por negociantes
que les exigan que pagasen de su bolsillo las deudas contradas por el partido. Obtener un nuevo crdito para hacer frente a esas deudas se haba
hecho cada vez ms difcil, cuando no imposible, y lo mismo suceda a la hora de satisfacer las excesivas nminas del partido. Durante los aos
prsperos en que los ingresos no dejaban de aumentar haban sido contratados miles de nazis en calidad de asalariados del partido a tiempo completo
con ingresos generosos en el marco de la Depresin. El personal de la sede nacional, por ejemplo, pas de cincuenta y seis en 1930 a doscientos
setenta y cinco en 1932. Cuando las rentas del partido empezaron a disminuir, mientras que los salarios y el resto de gastos se mantenan elevados, las
acusaciones de malversacin de fondos y otras formas de corrupcin no se hicieron esperar. Los roces comenzaron a surgir entre los integrantes del
movimiento a medida que los recursos, cada vez ms escasos, llevaron al partido y a las tropas de asalto a competir por las exiguas donaciones. Los
apuros econmicos de los nazis se hicieron visibles al pblico cuando los soldados de asalto empezaron a abordar a los viandantes agitando sus latas
para pedir unas cuantas monedas. En algunos lugares, las unidades del partido organizaban loteras con la intencin de recaudar fondos, y presionaban
a los miembros para que comprasen billetes.
Ante tales circunstancias econmicas, habra sido complicado en extremo llevar a cabo una campaa intensa y elaborada en otro lugar diferente
del territorio pequeo y compacto de Lippe, donde los gastos de transporte eran mnimos y el alojamiento, al igual que las instalaciones para los
mtines, no supona un coste excesivo. Los miembros del partido aportaban casi toda la mano de obra necesaria, as como los vehculos que recorran
los campos para anunciar con megfonos las concentraciones. El estado se vio plagado de voluntarios que, de puerta en puerta, se acercaban a los
hogares de los votantes para conseguir su apoyo. Para economizar, se reciclaron los carteles que haban sobrado de los comicios de noviembre
pegando informacin nueva sobre la antigua, y se complementaron con pancartas caseras. Como la mayora de los mtines contaban con la presencia
de dirigentes nazis famosos en el mbito nacional, las entradas se vendieron sin dificultad a pesar de que sus precios eran elevados en el contexto de
la Depresin. Los gastos generales de los mtines no fueron muchos: la mayora de los nazis destacados que actuaron como oradores eran asalariados
del partido o parlamentarios con abono ferroviario, por lo que no hubo que pagar honorarios ni gastos de transporte. Y cuando no se convenca a los
taberneros o a los propietarios de salas de reuniones para que aceptasen un alquiler bajo, tres tiendas alquiladas hacan las veces de refugio para los
mtines.
Sin embargo, aun a pesar de las condiciones favorables que ofreca Lippe, los nazis se vieron acuciados por las necesidades econmicas durante
toda la campaa de enero. En un gesto inusual en extremo, Hitler se vio obligado a echar mano de los derechos de Mein Kampf, que constituan su
principal fuente de ingresos, para aumentar los recursos cada vez ms exiguos del partido local. En determinado momento, uno de sus ayudantes se
acerc desesperado al jefe de prensa, Otto Dietrich, para solicitar un prstamo personal considerable, pues no disponan de dinero suficiente para
pagar la cantidad que se les haba solicitado por adelantado para alquilar la sala donde deba hablar al da siguiente el dirigente del partido. En otra
ocasin, un alguacil embarg los ingresos de taquilla de un mitin para satisfacer las impacientes reclamaciones de algunos acreedores locales.
La campaa electoral nazi de Lippe se llev a cabo no slo bajo estas dificultades econmicas, sino tambin acosada por la incertidumbre acerca
de las intenciones de Gregor Strasser, el antiguo jefe de organizacin del partido. Como ste haba permanecido alejado de la vida pblica desde que
dimiti a principios de diciembre, Hitler y algunos confidentes, como Joseph Goebbels, empezaron a preocuparse por los persistentes rumores que
circulaban en la prensa acerca de que estaba intrigando entre bastidores con la intencin de dividir al partido y unirse al gabinete de Schleicher. Y su
inquietud no era del todo infundada. Algunos de los admiradores de Strasser, entre los que haba diputados del Reichstag y gauleiters jefes
regionales de partido, se haban negado a abandonarlo. Tras su dimisin, empezaron a establecer contactos informales con el fin de perpetuar lo que
consideraban su legado; es decir, tomar en serio los aspectos socialistas del nacionalsocialismo. En enero, ya circulaban por diversas partes de
Alemania boletines informativos publicados por nazis disidentes. Uno de los partidarios de Strasser, el gauleiter de HesseDarmstadt, que tambin era
diputado del Reichstag, dimiti de su cargo en el partido o fue expulsado a mediados de diciembre. Junto con otros, haba divulgado la advertencia de
Strasser de que la estrategia de todo o nada de Hitler slo provocara la disolucin del Reichstag elegido en noviembre y la convocatoria de nuevas
elecciones que costaran al partido an ms votos.14
Siguiendo un patrn endmico del nazismo a lo largo de su existencia, los disidentes no atribuyeron a Hitler la responsabilidad de la dimisin de

Strasser, sino a paladines como Goebbels y Goering, que supuestamente ocultaban la realidad al dirigente del partido y lo embaucaban con consejos
errneos. En un principio, los disidentes buscaban simplemente una reconciliacin que permitiese el regreso de Strasser al bando de Hitler. Sin
embargo, a medida que creca su frustracin ante la inactividad de Strasser en enero, sus declaraciones empezaron a hacerse cada vez ms
desafiantes frente al rumbo que estaba siguiendo el partido con Hitler.
Las dudas sobre el papel que estaba desempeando Strasser en todo esto preocuparon sobremanera a Hitler y Goebbels a lo largo de la
campaa de Lippe. El 10 de enero recibieron informes preocupantes que aseguraban que la actitud de apoyo al antiguo jefe de organizacin estaba
minando la lealtad de los nazis de Hamburgo, la segunda ciudad ms grande del pas. Se deca que el dirigente del partido local simpatizaba en
secreto con el renegado. Strasser quiere luchar bajo la consigna: Contra Goering y Goebbels, anot este ltimo en su diario. El 12 de enero, cuando
se recibieron en Lippe noticias de que Strasser se haba reunido con Hindenburg la semana anterior, los temores de la comitiva de Hitler parecan
haberse confirmado. Goebbels seal en su diario: Strasser est tramando algo. Ha estado con Hindenburg [...]. No es ms que un traidor. Desde el
principio vi claramente sus intenciones. Hitler corre peligro.15
El mismo da 12 pudo verse en Lippe una embarazosa muestra de disensin en las filas nazis. Un peridico local public la furiosa carta de
dimisin de un mdico que haba sido veterano nazi y dirigente del partido de su distrito. En ella calificaba de verdadero fracaso la estrategia de Hitler
consistente en perseguir el poder a travs de las urnas y denunciaba la baja calidad de los asalariados del partido. Demasiados politiquillos
charlatanes [...], aprendices de brujo [y] negociantes fanfarrones haban ascendido a altos cargos del partido, segn afirmaba, debido nicamente a su
talento para entusiasmar al populacho. Les reproch que su bizantinismo desenfrenado no haca ms que enojar a los miembros leales del partido, a
lo que aadi la siguiente advertencia: Uno no puede pretender dirigir una batalla por la libertad si tiene el alma de un esclavo. Los portavoces nazis
repitieron en diversas declaraciones pblicas que el autor no era sino un perturbador aislado; de hecho, a sta no sigui ninguna otra desercin. Sin
embargo, el fantasma de la rebelin ech a perder los ltimos das de la campaa electoral nazi.16
Adems de batallar contra la desmoralizacin en el partido propiamente dicho, Hitler tuvo que enfrentarse a las disensiones que tuvieron lugar en
las filas de las tropas de asalto auxiliares del partido, la SA, que contaba con cuatrocientos mil soldados. Las relaciones entre los dirigentes polticos y
las tropas de asalto paramilitares, de las cuales pocos miembros pertenecan tambin al partido, haban sido tensas en muchas ocasiones. Algunos
dirigentes de la SA se haban mostrado siempre escpticos ante la decisin de Hitler de hacerse con el poder por medios legales, y preferan
prepararse para un derrocamiento violento del Estado republicano por medio de sus soldados. Esta tensin aument de forma considerable cuando, en
1932, el nmero de miembros del partido empez a descender a raz del fracaso de Hitler, y se redujo la parte proporcional de las cuotas mensuales
que la SA haba recibido con anterioridad. Las dudas de algunos de sus comandantes acerca de la trayectoria poltica del partido parecan haberse
confirmado. A medida que el sentimiento de frustracin se haca mayor durante el verano y el otoo de 1932, los actos terroristas violentos llevados a
cabo por soldados de asalto contra sus oponentes polticos, que a menudo se saldaban con vctimas mortales, aumentaron de manera considerable. En
ocasiones, eran comandantes de la SA quienes haban ordenado estos ataques; otras, surgan como consecuencia de la falta de disciplina. Donde los
actos de terrorismo haban sido numerosos y ostensibles, no faltaron furiosos empleados del partido que achacasen las grandes prdidas de los nazis
en las elecciones de noviembre en parte a la indignacin pblica frente a los crmenes de los soldados de asalto. Otros tambin se quejaron de la
participacin inadecuada de los paramilitares en la campaa de esas elecciones. Durante las ltimas semanas de 1932, el deterioro de las relaciones
entre el partido y la SA se hizo evidente. A principios de enero, un comandante mayor de la SA dio el extraordinario paso de publicar en un peridico
ajeno al partido un artculo en el que denunciaba la carrera de Hitler hacia el poder por medios legales y lo exhortaba a que adoptase mtodos ms
directos.17
En medio de la campaa de Lippe tuvo lugar uno de los brotes ms peligrosos de insubordinacin por parte de los soldados de asalto. El
escenario fue Franconia central, una regin de mayora protestante al norte de Baviera que haba sido durante mucho tiempo uno de los baluartes del
nazismo. A lo largo de la ltima mitad de 1932 se estuvo fraguando una polmica cada vez ms amarga entre Wilhelm Stegmann, comandante de la SA
en Franconia, y el gauleiter de Franconia central, Julius Streicher. El primero era un nazi veterano, diputado del Reichstag, cuyo rango en la SA era
equivalente al de un general del Ejrcito, quien, al igual que Strasser, conceda gran importancia al adjetivo socialista que formaba parte del nombre
del partido. Eran frecuentes sus enfrentamientos con Streicher, autocrtico y corrupto, que haba alcanzado cierta fama como editor de Der Strmer,
revista pornogrfica antisemita. Su enemistad se intensific a finales de 1932, cuando Stegmann denunci al gauleiter por incumplir el acuerdo de
rembolsar a las SA locales los elevados gastos de la campaa electoral. Streicher se desquit acusndolo de malversacin y persuadi a la direccin
de la SA para que lo despojase de su cargo. Stegmann, sin embargo, logr desobedecer esa orden recurriendo a la lealtad de sus soldados.18
El altercado de Franconia ocup gran parte de los titulares de prensa durante la segunda semana de enero.19Uno de los ayudantes de Stegmann
irrumpi en la sede de la SA en Nremberg, encerr a un soldado fiel al gauleiter Streicher y sustrajo algunos archivos oficiales. Esto origin una
sangrienta reyerta entre los seguidores de uno y otro en la sede del partido. Hitler respondi despojando a Stegmann de toda autoridad. Entonces, la
vspera de las elecciones en Lippe, se convoc a Stegmann para que se reuniese con Hitler. Rodeado por los esbirros de ste, fue sometido a una de
las interminables arengas con que Hitler, furioso, sola intimidar a sus subordinados. Concluida sta, Stegmann firm una declaracin de total sumisin
al dirigente del partido que enseguida fue entregada a la prensa. Esta reconciliacin, anunciada a bombo y platillo y concebida con propsitos
electorales, tendra una vida muy breve; pero logr su objetivo inmediato, ya que los votantes acudieron a las urnas convencidos de que la unidad
reinaba de nuevo entre las filas nazis.
Por lo general se han descrito los resultados de la votacin que tuvo lugar en Lippe el 15 de enero (y que supuso las ltimas elecciones totalmente
libres en la Alemania anterior al Tercer Reich) como una victoria de Hitler y su partido. Las estadsticas, a primera vista, parecen corroborarlo: con un
39,5 por ciento de los votos, los nazis quedaron por encima de los otros ocho partidos y consiguieron ms diputados que ninguno de ellos (nueve de
veintin escaos, lo que supuso un aumento de casi un 70 por ciento de los votos con respecto a las elecciones anteriores celebradas en este estado).
Sin embargo, los resultados parecen muy diferentes si se comparan con los que obtuvieron los nazis en Lippe durante las dos convocatorias nacionales
de 1932. De casi cien mil votos emitidos, obtuvieron pocos ms de treinta y nueve mil (cinco mil ms que en las elecciones del Reichstag en
noviembre); pero les faltaron unos tres mil quinientos votos para igualar los resultados que haban logrado en Lippe durante la convocatoria de julio. No
ganaron terreno frente a los partidos de izquierdas, a los que tanto haban atacado durante la campaa. De hecho, los socialdemcratas consiguieron
tres mil votos ms que en noviembre. Aparte de atraer a nuevos votantes, los nazis crecieron sobre todo a costa del Partido Nacional, que perdi casi
cuatro mil de los votos de noviembre. El equilibrio entre los votos de izquierdas y derechas permaneci, por tanto, inalterado, a pesar de las promesas
que hicieron los nazis de erradicar el marxismo de Lippe.
En vistas de la enorme campaa desatada por los nazis sobre los votantes de Lippe y las mltiples ventajas de las que disfrutaban en dicha zona,
los resultados no parecen demasiado impresionantes. En trminos objetivos se podra decir que el partido de Hitler haba frenado su cada, pero no
haba logrado por completo reparar las prdidas sufridas en noviembre. En cualquier caso, el reducido tamao de Lippe y sus atpicas caractersticas
hacen sospechosa cualquier afirmacin de que el aumento de cinco mil votos nazis reflejaba alguna tendencia entre los ms de treinta y cinco millones
de alemanes que haban acudido a las urnas en cada una de las dos elecciones generales de 1932. Un peridico catlico de la cercana Paderborn
negaba la pretensin por parte de los nazis de que los resultados de Lippe reflejasen la opinin pblica general:
Por qu? Porque ningn partido alemn posee ni puede obtener ni crear ni poner en marcha a) tanto dinero, b) tantos oradores para sus
campaas, c) tantas tiendas, automviles, motocicletas y altavoces como para ejercer en cada distrito electoral la misma presin que han ejercido para
obtener los resultados de Lippe.20
El embajador FranoisPoncet afirm con razones similares que el resultado tena algo de artificial.Por su parte, Theodor Wolff, el sagaz editor
del diario republicano Berliner Tageblatt, lo describi de manera ms colorista: En realidad, lo nico que Hitler se ha trado de su heroica batalla en
Lippe es una mosca empalada en la punta de su espada.Este tipo de observaciones perspicaces no disuadieron a los nazis de proclamar la gran

victoria de Lippe y las consecuencias trascendentales de sta con respecto al resto de Alemania. El peridico nacional del partido, el Vlkischer
Beobachter, afirmaba que:
[la significacin poltica de los resultados] no puede recibir una valoracin lo suficientemente alta como medida del estado de nimo del pueblo. No
slo rebate de manera convincente la afirmacin de nuestros enemigos de que el movimiento nacionalsocialista est en declive; tambin constituye una
prueba incontrovertible de que el estancamiento del partido ha sido superado por completo y que ha empezado una nueva poca de esplendor. La ola
del nacionalsocialismo se est volviendo a levantar [...]. Ahora ms que nunca debemos rechazar toda idea de acuerdos pusilnimes.
En su peridico popular, Der Angriff, Goebbels admiti que Lippe no era precisamente el escenario ms elevado para la accin poltica; pero, por
lo dems, se limit a sustituir la retrica nazi por el anlisis:
Desde este pequeo sector de las trincheras hemos vuelto a emprender la ofensiva contra el sistema [republicano] . El alud de la agitacin popular
se ha puesto otra vez en movimiento, y nos vamos a ocupar de que nunca ms se detenga.
Tambin asegur que los resultados de la votacin no hacan sino ratificar el repetido rechazo por parte de Hitler de las propuestas para que los
nazis participasen en el gobierno, que quedaban lejos de sus condiciones de todo o nada. Sin mencionar por su nombre a su gran enemigo Strasser,
Goebbels invoc las ganancias del partido con el fin de ridiculizar a los sabihondos de la periferia de nuestro mismo partido que haban llegado a la
conclusin de que el nazismo haba dejado de crecer y necesitaba, por tanto, establecer acuerdos con otras fuerzas polticas para retener lo que haba
ganado. Las elecciones de Lippe han enseado a esos desertores una buena leccin sostena. En la medida en que no son incurables, ahora se
golpearn el pecho arrepentidos y se darn cuenta de que el pueblo nunca vacila con dirigentes enrgicos. Con su acostumbrada bravuconera, el
futuro ministro de Propaganda se jact de que la nueva demostracin de poder que los nazis haban llevado a cabo en las urnas de Lippe impedira que
el canciller Schleicher siguiese convencido de que la disolucin del Reichstag slo supondra ms prdidas para los nazis.24
A pesar de los aspectos dudosos del supuesto triunfo de los nazis en Lippe, es incuestionable que ste supuso un gran nmero de ventajas para
Hitler. El xito electoral lleg justo a tiempo para reavivar las malogradas esperanzas entre las filas nazis de que su postura contra cualquier acuerdo los
conducira al poder y eliminara cualquier duda de aqullos que no comulgaban con esta idea. Hitler no dud en sacar el mximo provecho de tal
situacin. Haciendo gala de su incondicional aplomo, y confiando en que su apuesta por la victoria en Lippe obtendra el xito esperado, la haba
redoblado al convocar, antes de los comicios, a asalariados nazis de todo el pas a un cnclave que empezara la tarde del 15 de enero en la ciudad de
Weimar. Si los resultados de los comicios no hubiesen sido los esperados, se habra tenido que enfrentar, en circunstancias harto embarazosas, a los
hombres sin cuyo apoyo le habra sido imposible retener el control absoluto del partido. Entre ellos, como bien saba, estaban los admiradores de
Gregor Strasser, que todava albergaban dudas acerca de su postura de todo o nada. La tarde del da despus de que se hiciesen pblicos los
resultados de las votaciones, recibi a los participantes que llegaban a Weimar prediciendo en tono confidencial que los comicios demostraran que el
nazismo volva a estar al alza.25
Fortalecido al comprobar que se haba cumplido su profeca acerca de los resultados en Lippe, Hitler habl ante una asamblea de gauleiters, los
capitanes regionales del movimiento, celebrada el lunes da 16, a puerta cerrada. stos, que disfrutaban de una amplia autonoma sobre los asuntos del
partido, constituan la columna vertebral de la organizacin nacional. Si no contaba con su lealtad, Hitler no tena ninguna esperanza de hacer frente al
creciente malestar que reinaba en el partido; por lo tanto, era imprescindible para l convencer a su audiencia. Como estableca la costumbre nazi,
despus del discurso del dirigente no poda entablarse ninguna discusin formal ni realizarse votacin alguna: el xito dependa por completo de la
reaccin de sus oyentes en el momento en que hablaba. Hitler comenz su diatriba de tres horas ante los gauleiters en un tono que Goebbels describi
como de brusca intransigencia, que no dejaba lugar a dudas acerca de su determinacin a exigir el cargo de canciller bajo sus propias condiciones.
Entonces jug su mejor carta: con su autoridad fortalecida por las recin llegadas noticias de victoria en Lippe, estaba por fin listo para un
enfrentamiento definitivo con el que haba sido su aliado durante mucho tiempo, Gregor Strasser. Para llevarlo a cabo, ya haba preparado el terreno la
semana anterior, cuando reuni en Lippe a los dirigentes de un sindicato nazi creado por aqul y les present la posibilidad de desempear un papel
de relevancia en sus planes futuros. Una vez conocido el triunfo electoral, dio rienda suelta a toda la animadversin que senta ante el renegado,
tildndolo de traidor y acusndolo de numerosas ofensas acumuladas con los aos.26Dando a entender que todo el que expresase dudas acerca de su
estrategia estaba confabulado con el desprestigiado Strasser, el dirigente del partido reprimi con habilidad cualquier disconformidad entre los
gauleiters. Slo algunos das antes, Goebbels haba expresado en su diario el temor a que Strasser pudiese traicionar al movimiento si aceptaba un
puesto en el gabinete de Schleicher. Despus del da 15, sin embargo, recoga exultante la reaccin de los gauleiters ante la invectiva de Hitler:
Al final todos se volvieron locos. Hitler haba logrado una victoria total. El caso Strasser ha llegado a su fin [...]. Pobre Gregor! Sus mejores amigos
se han vuelto contra l [...]. Todo el mundo lo ha abandonado.27
La prensa del partido, de manera excepcional, se alej de la costumbre nazi de pregonar a bombo y platillo cualquier declaracin de Hitler y omiti
toda referencia a su discurso de Weimar. Este intento de mantener en secreto su acusacin sobre Strasser se deba, sin duda, a la intencin por parte
de Hitler de proteger al partido de cualquier dao poltico que pudiera resultar de revelar al pblico que se haba producido una brecha en sus filas. En
cuestin de das, sin embargo, la noticia de la ruptura irreparable entre Hitler y Strasser acab por llegar al canciller Schleicher.28
El regocijo de Goebbels estaba ms que justificado, pues la derrota de Strasser era definitiva: el discurso de Hitler en Weimar haba acabado con
toda posibilidad de reconciliacin. Lo ms probable es que Strasser hubiese abandonado mucho antes cualquier intencin de enfrentarse a Hitler, si es
que alguna vez haba considerado en serio dicha contingencia. Al flemtico farmacutico retirado, que proceda de una pequea ciudad provinciana
bvara, le faltaban el ego y la ambicin de poder necesarios para desafiar al dirigente nazi. Adems, tambin contaba con el obstculo de reconocer
que ste era indispensable para el nacionalsocialismo. An crea firmemente en la causa nazi, y era incapaz de rebelarse ante el hombre que haba
sido a la vez su profeta y mesas. A finales de la tercera semana de enero, acudi sumiso a Goering y accedi a abstenerse de la actividad poltica
durante dos aos. Despus de que Hitler se hiciera con el poder, Strasser acabara retirndose definitivamente de la poltica para trabajar en una
compaa farmacutica de Berln. Pero, a pesar de que sigui siendo miembro del partido y nunca dej de profesar lealtad a su dirigente, Strasser se
convirti en un hombre marcado. Cuando, a finales de junio de 1934, tuvo lugar la sangrienta purga nazi conocida como la Noche de los Cuchillos
Largos, fue asesinado por los matones del dictador al que l haba ayudado a surgir del anonimato.29
Alentado por el xito obtenido tanto en Lippe como en Weimar, Hitler se traslad a Berln con la intencin de explotar cuanto antes la mejora de sus
perspectivas polticas. El martes 17 de enero, se entrevist con Alfred Hugenberg, dirigente del Partido Nacional, con la esperanza de lograr el apoyo
de este grupo conservador para su propio gabinete. Los dos mantenan una relacin turbulenta, pues Hugenberg consideraba que los nazis no eran
ms que chusma, aunque de ideas sociales y econmicas peligrosamente radicales. Sin embargo, reconoca que tenan mucho ms xito que su
partido a la hora de lograr el respaldo de las masas, y confiaba en sacar provecho de su movimiento para acabar con la Repblica y establecer un
rgimen autoritario de derechas. Por otro lado, para Hitler, Hugenberg y su partido eran reaccionarios desesperados que no pretendan otra cosa que
volver al pasado, incapaces de comprender la necesidad de transformar de manera radical la sociedad alemana. Se daba cuenta, sin embargo, de que
los nacionales podran serle tiles debido al respeto que les profesaban los crculos conservadores influyentes.30
En 1929, Hugenberg haba contribuido considerablemente a convertir a Hitler en un poltico respetado al conseguir que formase parte de una
comisin de derechas que encabez un infructuoso plebiscito nacional contra el plan aprobado por el Gobierno para revisar las condiciones de la
indemnizacin que Alemania deba pagar a las potencias vencedoras. A pesar de que el xito de los nazis en las urnas haba despojado al Partido
Nacional de millones de votantes, Hugenberg no dej de cortejar a Hitler. En otoo de 1931 ambos se reunieron en un mitin antirrepublicano en la
ciudad de Harzburg que goz de gran difusin. Los observadores partidarios de la Repblica teman que del encuentro surgiese un frente de
Harzburg a partir de la unin de fuerzas de derechas; pero los nazis y los nacionales no tardaron en enfrentarse. Esta brecha se hizo ms grande en
las elecciones presidenciales de 1932, cuando Hugenberg se neg a apoyar la candidatura de Hitler. Ese mismo verano Hitler denunci a su partido
por respaldar al gabinete de Von Papen. En los comicios al Reichstag de julio, los nazis causaron considerables prdidas a los nacionales; sin

embargo, stos recobraron en los de noviembre gran parte de los votos perdidos en favor de los nazis al acusarlos de radicales irresponsables.
Hugenberg, suponiendo que la recuperacin de los nazis hara a Hitler ms tratable, decidi apostar por la reconciliacin mientras el nazismo
continuaba siendo un movimiento de gran relevancia. En diciembre, por tanto, se reunieron en secreto, y Hugenberg accedi a no atacar a los nazis
durante la campaa de Lippe.
Cuatro das antes de su encuentro con Hitler el 17 de enero, Hugenberg haba consultado al canciller Von Schleicher, y a pesar de que no llegaron a
ninguna conclusin, aqul sali de la reunin con la esperanza de lograr un acuerdo que le permitiese formar parte del gabinete y ejercer su control
sobre la poltica econmica nacional. Por tanto, se mostr insensible ante la oferta de Hitler de un cargo en su gabinete a cambio de su apoyo al
nombramiento del dirigente nazi como canciller. En lugar de eso, propuso a Hitler que entrase con l en el gabinete de Schleicher y ayudase a impedir
la restauracin de la ley parlamentaria.Por su parte, Hitler se neg de nuevo a renunciar a sus pretensiones de hacerse canciller, aunque declar que
estara dispuesto a aceptar a Schleicher como ministro de Defensa si se permita a los nazis usar mtodos radicales de vigilancia para aplastar el
marxismo, es decir, a los socialdemcratas y comunistas. Cuando Hugenberg seal que la oposicin del presidente Hindenburg haca inviable
cualquier pretensin de Hitler por la cancillera, ste se limit a describirlo en tono despectivo como un disco de gramfono cuyo vocabulario poltico
se reduce a ochenta frases.Ms tarde, Hitler le dijo a Goebbels que cuando Hugenberg le asegur que no tena ninguna posibilidad de llegar a
canciller, l haba contestado: Tonteras! Son los domadores [de Hindenburg] los que se oponen. 34El encuentro con Hugenberg concluy sin que los
dos polticos consiguieran un acercamiento.
Hitler continu su bsqueda de respaldo poltico reunindose otra vez con el ex canciller Franz von Papen. Confi la funcin de intermediario a un
vendedor de champn que despus se convertira en su ministro de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop. Ribbentrop haba sido oficial del
Ejrcito, y era un vido arribista con ambiciones polticas; pero contaba con poca habilidad, que supla con un carcter zalamero. Como en cierta
ocasin seal, custico, Goebbels, haba comprado su nombre y se haba casado con su dinero: haba persuadido a un noble venido a menos para
que lo adoptase a cambio de una pensin, para poder as aadir el codiciado von a su nombre, y despus haba tomado como esposa a la hija de un
embotellador rico de Renania. En verano de Ribbentrop haba acudido a Hitler con la intencin de servirle de intermediario ante el entonces canciller
Franz von Papen, al que haba conocido en Turqua durante la primera guerra mundial. En aquel momento, Hitler no recurri a sus servicios, pero
Ribbentrop se afili al Partido Nazi y le hizo saber que se hallaba a su entera disposicin.35
Cuando el personal de Hitler le pidi en enero que organizase una reunin confidencial con Von Papen, Ribbentrop acept entusiasmado. El ex
canciller se mostr dispuesto a reanudar las negociaciones en una fecha tan temprana como el da 10, en que Hitler aprovechaba un hueco en la
agenda de su campaa de Lippe para pasar un da en Berln. Sin embargo, el dirigente nazi orden a Ribbentrop que esperase hasta que se
conocieran los resultados de las elecciones, por lo que el encuentro se pospuso una semana. El da 18, a medioda, acompaado por los comandantes
de la SA Heinrich Himmler y Ernst Rohm, se reunieron para comer en la residencia de Ribbentrop, en el elegante distrito berlins de Dahlem.36
Mientras coman en casa de Ribbentrop el 18 de enero, Hitler volvi a reivindicar el puesto de canciller. En virtud de los resultados obtenidos en las
elecciones de Lippe, desech tajantemente cualquier posibilidad de servir como segundn de un gabinete dirigido por Von Papen. ste advirti que no
gozaba de la suficiente influencia sobre Hindenburg como para vencer la oposicin del presidente a nombrar canciller a Hitler. Como haba hecho en
Colonia dos semanas antes, Von Papen volvi a proponer que ambos se uniesen contra Schleicher para formar un gabinete presidido por l mismo y
respaldado por los nazis. Sin embargo, eso segua siendo inaceptable para Hitler. En consecuencia, el encuentro termin sin ningn resultado, igual que
haba sucedido la vspera al concluir la reunin con Hugenberg. Ambos se despidieron sin que mediara ninguna propuesta de volver a encontrarse. Los
nazis intentaron de nuevo mantener la reunin en secreto: filtraron a la prensa una versin segn la cual Hitler haba comido en otro lugar el da 18 y
negaron tener noticias de ningn contacto entre ste y Von Papen. No obstante, algunos periodistas se enteraron de la reunin y no tardaron en publicar
sus reportajes al respecto, embellecidos en la mayora de los casos con detalles poco exactos.37
Los encuentros infructuosos con Hugenberg y Von Papen no dejaron a Hitler en buena situacin para combatir la crisis que sufra su partido. Las
serias dificultades econmicas seguan acosando a los dirigentes nazis en todos los mbitos. A mediados de enero, el encargado de negocios de la
Embajada Americana de Berln inform de que un teniente de confianza de Hermann Goering se haba dirigido a l para tratar la posibilidad de
obtener un prstamo para el Partido Nazi de Estados Unidos.38Los peridicos del partido empezaron a perder suscriptores, y sus ventas
descendieron; algunos fueron a la bancarrota, y pagar la nmina de los empleados se hizo cada vez ms difcil. Los oficiales nazis de todo el pas se
encontraron faltos de ingresos y acosados por los acreedores. Las acusaciones de amiguismo y de irregularidades financieras se hicieron cada vez
ms frecuentes. En algunos lugares, las tensiones provocadas por esta situacin estuvieron a punto de provocar el hundimiento de la organizacin
local.39
Hasta cierto punto, estas dificultades pudieron mantenerse ocultas a la opinin pblica; pero ste no fue el caso del renovado estallido de rebelin
que tuvo lugar en la SA. Slo una semana despus de que Hitler consiguiera reconciliarse con el renegado Wilhelm Stegmann, la misma noche de las
elecciones de Lippe, el dirigente de la SA de Franconia volvi a separarse del partido. Para desafiar al gauleiter Streicher, form una organizacin
paramilitar independiente a la que se uni la mayora de los seis o siete mil soldados de asalto de Franconia central. Hitler respondi expulsndolo del
partido. En los casos anteriores muy poco frecuentes de rebelin en las filas del partido, que haban tenido lugar cuando ste empezaba a obtener
poder, la prohibicin del dirigente haba bastado para aislar y neutralizar a los cabecillas. Sin embargo, en este caso la baja moral de gran parte de los
nazis permiti a Stegmann arrostrar con xito su represin y seguir contando con la lealtad de los soldados de asalto franconios que lo apoyaban, y que
tambin fueron denunciados pblicamente y expulsados. Con todo, el altercado se extendi ms an: las organizaciones locales se pusieron de parte
del gauleiter Streicher o de Stegmann, de manera que el partido dej, en efecto, de funcionar como una unidad en su antiguo baluarte de Franconia
central.40
En un principio, Stegmann tuvo cuidado de especificar que su disputa slo afectaba al gauleiter, y no a Hitler. Pero tras ser expulsado, sus
declaraciones pblicas revelaron que una de las razones subyacentes de su levantamiento haba sido su escepticismo hacia los derroteros polticos que
ste estaba siguiendo. Como otros muchos comandantes de la SA veteranos de guerra, desde haca mucho tena sus dudas acerca de la intencin de
Hitler de hacerse con el poder a travs de las urnas. Haba entrenado y equipado a los soldados de asalto que estaban bajo su mando para el combate
con la esperanza de que tarde o temprano se producira una batalla final por el poder, y la inactividad a que lo condenaban las pretensiones legales de
Hitler lo irritaba. En un mitin multitudinario celebrado en Nremberg el 24 de enero, Stegmann denunci esta estrategia, si bien evit atacar
personalmente al dirigente del partido. El momento histrico del movimiento ya ha pasado, dijo a sus seguidores, y predijo que el partido perdera
cualquier votacin futura. Las masas que haban abrigado alguna esperanza de conseguir el poder por medios legales, segn advirti, estaban
perdiendo su fe en tal hecho. Sostuvo que la SA deba dejar de ser un mero cuerpo de bomberos o guardia de palacio para el partido. En lugar de
dejarse llevar por esa mana de legalidad, haba llegado el momento de poner en marcha una batalla ms brutal y revolucionaria contra el poder.41
La sublevacin de Stegmann fue sintomtica de una inquietud cada vez ms extendida en enero de 1933 entre las tropas de asalto nazis, que
surgi como consecuencia de la frustracin que haban sufrido durante los meses anteriores. Los llamamientos que Stegmann realiz tras su expulsin
del partido para pedir apoyo recibieron respuestas favorables procedentes de diversas regiones. En el estado de Hesse, los reiterados motines
protagonizados por soldados de asalto desembocaron en deserciones masivas y numerosas expulsiones de la SA, y como haba sucedido en el
levantamiento de Stegmann, los disidentes crearon una organizacin paramilitar propia tras abandonar la SA. A mediados de enero, se tuvo que
recurrir a la polica de la ciudad de Kassel para que desalojase a los soldados de asalto disidentes que se haban apoderado de la sede local de la SA
para protestar contra las presuntas irregularidades financieras por parte de los dirigentes locales del partido. Poco despus, en Stuttgart, se clausur un
comedor popular para miembros de la SA entre acusaciones de malversacin de fondos. 42El 21 de enero, la polica de Mnich inform de que la SA
estaba decayendo de forma vertiginosa: Ms de treinta y cinco hombres fueron expulsados de la I Compaa de la SA el 1 de diciembre, y quince en
enero, porque haban dejado de cumplir con su deber.43

En Berln, los partidarios de Gregor Strasser dentro de la SA esperaron en vano durante todo enero una seal del hombre que, segn confiaban,
desafiara a Hitler para hacerse con el liderazgo del partido. Muchas de las frustraciones de estos hombres encontraron una vlvula de escape en las
sangrientas batallas callejeras con comunistas y socialdemcratas que se sucedieron a lo largo del mes. Algunas ciudades se enfrentaron incluso con
miembros de la Schutzstaffel, la guardia de seguridad reducida y selectiva, ms conocida como SS. Las pretensiones elitistas de la SS y la costumbre
de sus dirigentes de seducir a los soldados de asalto particularmente entusiastas para que cambiasen la camisa marrn de la SA por sus elegantes
uniformes negros convirtieron a este movimiento en un blanco perfecto para las frustraciones de la SA, organizacin predominantemente plebeya. La
misma SS tampoco era inmune a la desmoralizacin, como demostr la dimisin en bloque de una de las unidades de la ciudad sajona de Meissen. En
diversas partes del pas hubo soldados de asalto desilusionados que desertaron para pasarse al bando de los comunistas, que no dudaron en alistarlos
en sus propias unidades paramilitares.
Adems de estos indicios de que la moral de los soldados se estaba deteriorando, el creciente pesimismo acerca del futuro del partido se vio
alimentado por la evaluacin seria de las considerables prdidas sufridas por los nazis en las elecciones generales de noviembre. En un intento de
conseguir un mayor respaldo por parte de los trabajadores, durante el otoo el partido haba llevado a cabo una campaa que haca hincapi en el
radicalismo social y acusaba al gabinete de Von Papen de no ser ms que un instrumento de los ricos y los privilegiados. Sin embargo, el xito logrado
entre los obreros fue mnimo, y la campaa no hizo sino provocar las deserciones de un gran nmero de alemanes de clase media cuyo voto haba
contribuido en gran medida a la vertiginosa ascensin del movimiento. Como consecuencia, cualquier inclinacin a la izquierda o a la derecha en el
futuro supondra una prdida de votos para los nazis.
Una investigacin interna realizada en secreto tras el desastre electoral de noviembre determin que era casi imposible que el partido pudiese
obtener ms votos. Tambin revel que entre los asalariados nazis haba una conviccin generalizada de que los que haban abandonado el partido en
noviembre nunca haban credo realmente en la causa del movimiento. Los oportunistas que haban dado anteriormente su voto a los nazis con la
intencin de protestar contra las condiciones generales o con la esperanza de que se resolviesen los problemas de Alemania empezaban a perder su
inters, su paciencia o ambas cosas. En vista de revelaciones tan descorazonadoras, la investigacin interna determin que no deban arrostrar otras
elecciones. Si los nazis se volvan a enfrentar a los votantes, los resultados podan ser calamitosos. Y, en relacin al futuro, adverta: No se puede
hacer nada ms con palabras, pancartas y panfletos: Tenemos que pasar a la accin!. No se especificaba, sin embargo, a qu tipo de accin deba
pasarse, aunque s se expresaba la esperanza de que Hitler llevase a cabo, de alguna manera, una transformacin poltica y se presentase ante el
pueblo alemn como un hombre de accin.45
Las cada vez mayores dificultades de los nazis no pasaron inadvertidas a los crculos gubernamentales. El 19 de enero, el subsecretario
permanente del Ministerio de Asuntos Exteriores, un oficial veterano con acceso a una gran variedad de informacin, describi sin tapujos el aprieto en
que se encontraban los nazis en una carta dirigida al embajador alemn en Washington:
A los nacionalsocialistas no les va nada bien: la organizacin del partido est flaqueando y la situacin econmica es mucho menos
esperanzadora. Hay incluso quien ha empezado a preocuparse de que el partido pueda derrumbarse de pronto bajo ciertas circunstancias, tan rpido
que sera imposible reabsorber a sus votantes, de manera que muchos acabaran en el bando de los comunistas.46
Un mes antes, el cnsul general de Austria en Mnich describi el nazismo como un movimiento que mantena su unidad a travs de la negacin de
todos los aspectos del orden existente. Predijo que se desmembrara si tena que afrontar decisiones sobre cmo deba abordar cualquier poltica
prctica. De momento, segn observ, parecan haber prevalecido aquellos elementos que vean toda respuesta prctica a los problemas de Alemania
como el principio del fin.47
Probablemente nunca pueda determinarse realmente hasta dnde lleg la crisis de 1933. Muchas de las expresiones de descontento quedaron,
indudablemente, sin registrar, ya que los oficiales del partido hicieron cuanto estuvo en sus manos para que no salieran a la luz. Cuando, de forma
inesperada, Hitler fue nombrado canciller, parece plausible que un gran nmero de disidentes se apresurase a eliminar cualquier prueba que los
inculpase para poder as unirse a la lucha por los despojos de la victoria. Por tanto, es muy probable que los testimonios que sobrevivieron no reflejen
en toda su magnitud la agitacin que se viva en el partido. Las expresiones de descontento estaban sobre todo dirigidas a los dirigentes de los
partidos locales. Esto, si bien serva a Hitler de proteccin, tambin disminua el dinamismo del movimiento. Las pruebas que han llegado hasta
nosotros hacen evidente, entre otras cosas, que la victoria del partido en las elecciones de Lippe no impresion a los principales disidentes nazis. En
su condicin de polticos veteranos, se dieron cuenta de que no era ms que un triunfo propagandstico sin ninguna significacin real. Un experto en la
historia de la SA ha escrito que justo antes de que la toma de poder de Hitler cambiase su destino de la noche a la maana, la SA estaba a punto de
derrumbarse.48Sus investigaciones, unidas a las dems pruebas de la creciente fragilidad del nazismo, sugieren que su nombramiento como canciller
fue lo que puso fin al descontento cada vez mayor de los miembros del partido hacia el liderazgo de Hitler. Si no hubiese tenido lugar dicha
transformacin imprevista, la gran frustracin provocada por la incapacidad de hacerse con el poder habra originado an ms discusiones con
respecto a la actuacin poltica del dirigente del partido.
En un intento de contener el deterioro del optimismo entre los miembros de su partido, en los das que siguieron a sus infructuosos encuentros con
Hugenberg y Von Papen a mediados de enero Hitler se lanz a pronunciar una serie de discursos destinados a levantar la moral de los asalariados
nazis. Envuelto en una gabardina de corte militar, pantalones de montar de color marrn y las negras botas altas que se haban convertido en su
uniforme de partido, el 20 de enero se dirigi a los asistentes a un mitin de empleados de la organizacin regional del partido en el Sportpalast de
Berln, el estadio cubierto de la ciudad. Les orden que tuviesen siempre presente que formaban parte de una batalla que determinara el futuro del
pueblo alemn en los siglos venideros. De igual manera que Prusia haba superado la fragmentacin del pas para lograr la unidad nacional durante el
siglo anterior, el partido nazi proporcionara la fuerza necesaria para vencer a los partidos polticos y grupos de inters que entonces dividan a los
alemanes. Para los oponentes al nazismo tena reservado el siguiente desafo:
Podis golpearnos, pero nunca podris vencernos! Volveremos a entablar batalla y nunca dejaremos de defender nuestra bandera. Mi misin es
avanzar incesante como abanderado del movimiento. Mientras el destino me mantenga vivo, llevar su bandera, y no pienso arriarla ni entregarla nunca.
Asegur a sus oyentes que el partido triunfara si sus dirigentes mantenan una resolucin inquebrantable. Como siempre, para Hitler la poltica era
en ltima instancia una cuestin de fuerza de voluntad. A pesar de su retrica fanfarrona, el discurso del Sportpalast dejaba ver un cierto tono defensivo.
Aunque reconoci que el partido haba sufrido algn contratiempo, volvi a rechazar cualquier acuerdo; en sus palabras, se neg a sustituir los
principios por artimaas estratgicas. En un momento tan crtico, amonest a sus subordinados para que recordasen que eran la encarnacin de la
conciencia nacional y que deban permanecer firmes; deban hacer acopio de la determinacin bsica necesaria para romperle el cuello al
derrotismo. Aunque no mencion el nombre de Strasser, estaba claro que los destinatarios de estas palabras amenazadoras eran el teniente
renegado y sus seguidores. Para que el movimiento triunfase, segn dijo a la concurrencia, era indispensable mantener la unidad, y les record lo que
significaba ser un buen nazi:
Compaeros de partido, compaeros de raza, cuando entris aqu debis mezclar vuestra voluntad con la voluntad de millones de hombres, de
manera que os podis disolver en esa gran voluntad; debis ser todos un solo hombre y confiaros a un solo dirigente.
Incluso l, el supremo dirigente, poda errar, segn admiti; pero asegur a la concurrencia que lo que contaba en ltima instancia era quin era el
que cometa el menor nmero de errores. Les asegur que la resistencia de sus oponentes slo servira para sustraer fuerzas a los nazis, y si la
vencan, estaran contribuyendo a la victoria final.49
Durante los das siguientes, Hitler pronunci otros discursos ante asalariados nazis, y volvi a exhortarlos a que confiasen ciegamente en l. El
embajador FranoisPoncet mostr un decoroso tono de escepticismo al comentar el discurso del Sportpalast en un comunicado a Pars: Es, en
efecto, muy difcil apreciar hasta qu punto el seor Hitler expresa una conviccin personal o se somete a la necesidad de propaganda. A juicio del
embajador, la grave crisis interna del Partido Nazi estaba lejos de haber concluido, y sospechaba que Hitler haba decidido que la mejor manera de

mantener la formacin de sus tropas era agitarlas.50


Un aspecto sorprendente de la respuesta de Hitler ante su precaria posicin durante la segunda mitad de enero fue la entereza con que se enfrent
a las circunstancias amedrentadoras. A pesar de que su pretensin de un poder total no mostraba indicios de estar produciendo resultados positivos, y
aunque la falta de xito pona en peligro al movimiento que se haba convertido en el nico propsito de su vida, en ningn momento dio seales de
querer echarse atrs. La firme conviccin de que estaba destinado a guiar a Alemania, actitud que lo haba hecho beneficiario de la confianza ciega de
muchos seguidores, no lo abandon en los momentos de mayor tensin. Incapaz de albergar cualquier pensamiento de fracaso, esper confiado a
hacerse con el poder que estaba convencido que, tarde o temprano, sera suyo. Mientras tanto, sigui llevando la vida semibohemia de excesos que se
haba permitido llevar a lo largo de toda su carrera poltica gracias al hecho de no estar atado a las limitaciones de una existencia normal. A la hora del
caf sola encontrarse presidiendo una mesa llena de admiradores y criados. En Berln, estas reuniones tenan lugar en el ostentoso caf del Hotel
Kaiserhof, que era su residencia habitual en esa ciudad. Sus noches, que pasaba en compaa de esbirros y parsitos, solan alargarse hasta la
madrugada.51
La noche del mircoles 18 de enero, sabiendo que su destino poltico penda de un hilo despus de que las conversaciones con Hugenberg y Von
Papen hubiesen resultado infructuosas, Hitler fue a ver El Rebelde, una pelcula que acababa de estrenarse en Berln. La melodramtica descripcin
que sta ofreca de la heroica resistencia de un estudiante a la ocupacin napolenica de la provincia austraca del Tirol dej a Hitler totalmente
enardecido, segn anot en su diario Goebbels, que lo haba acompaado. Qued tan emocionado que al da siguiente volvi al teatro para verla por
segunda vez.52Posiblemente vio como un trasunto de su propia lucha la historia de un hroe cuyo intenso patriotismo y encendida oratoria permitieron
que se sobrepusiese a sus orgenes humildes y dirigiese el levantamiento nacionalista de su pueblo, al fin victorioso ante la opresin extranjera. Igual
que Hitler, el protagonista de El Rebelde rechaz cualquier acuerdo que le obligase a renunciar a parte de sus objetivos. Sin dudarlo, dedic su vida a
la causa y manifest una actitud que, como sealara ms adelante un destacado crtico de cine de la poca, no contemplaba la rendicin, aunque
para ello se enfrentase a la derrota.53La determinacin fantica del estudiante tirols de ficcin lo haca poseedor del control sobre otras personas de
igual manera que suceda con la inamovible creencia en su destino que tena Hitler. El hecho de que al final de la pelcula el protagonista muera como un
mrtir no disminuy el entusiasmo de Hitler, porque l estaba tambin listo para el martirio. Segn explic a sus seguidores en el Sportpalast de Berln
el da 20: He asumido esta tarea porque no tena otra eleccin, porque para m es evidente que ste es el cometido de mi vida, y con l ascender o
me hundir.54

Notas
1. Arno Schrder, Hitler geht auf die Drfer, Detmold, 1938, p. 131; Jutta CiolekKmper, Wahlkampf in Lippe, Mnich, 1976, pp. 313315.
2. Adolf Hitler diniert und konferiert, V, 12 (7 de enero de 1933); Sturm ber Lippe, V, 14 (9 de enero de 1933); CiolekKmper, op. cit., pp. 137
s. y 164 s.; Hans Hls, Whler und Wahlverhalten im Land Lippe whrend der Weimarer Republik, Detmold, 1974, pp. 79 s.
3. John A. Leopold, Alfred Hugenherg, New Haven (Connecticut), 1977, p. 133.
4. CiolekKmper, op. cit., p. 165 s. Se recogen otros ejemplos en Allen, William Sheridan, The Nazi Seizure of Power, Nueva York, 1984, pp. 80
ss. y 124.
5. Carta de sir Horace Rumbold a Arthur Henderson del 17 de de diciembre de 1929. Vase DBFP 19191939, serie IA, vol. 7, p. 261.
6. CiolekKmper, op. cit., pp. 233 ss.
7. Citado en Arno Schrder, Mit der Partei Vorwrts, Detmold, 1940, p. 40. La referencia al Bielefelder Volkswacht, en pp. 42 s.
8. CiolekKmper, op. cit., pp. 324 ss.; Schrder, Mit der Partei, pp. 30 s.
9. Citado en Geoffrey Pridham, Hitler's Rise to Power, Nueva York, 1974, p. 291.
10. Turner, op. cit., pp. 111 ss. y 292 s.; Walter Struve, Aufstieg und Herrschaft des Nationalsozialismus in einer industriellen Kleinstadt, Essen,
1992, pp. 155 s. y 162; Jeremy Noakes, The Nazi Party in Lower Saxony, 19211933, Londres, 1971, pp. 233235; Allen, op. cit., pp. 133 y 138 s.
11. Vase Lawrence D. Stokes, Kleinstadt und Nationalsozialismus, Neumnster, 1984, p. 365.; discurso del tesorero del partido, Franz Xaver
Schwarz, para el Congreso del Partido de Nremberg en 1935 (13 de septiembre de 1935), en BDC, NonBiographic Collection, Ordner 266; Allen, op.
cit., pp. 134 y 139; Rainer Der Aufstieg der NSDAP in Mittelund Oherfranken (19231933) , Nremberg, 1976, p. 385; Stokes, op. cit., pp. 364366;
Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 329; CiolekKmper, op. cit., pp. 90 s.; Schrder, Drfer, p. 104; Kampfschatz gepfandet, V, 14 (9 de enero de
1933); Die demoralisierte SA, BT, 17 (11 de enero de 1933); Noakes, op. cit., p. 243.
12. CiolekKmper, op. cit., pp. 8891 y 141.
13. Ibd., p. 140; Otto Dietrich, 12 Jahre mit Hitler, Colonia, 1955, p. 187; Schrder, Drfer, p. 192.
14. Kissenkoetter, op. cit., pp. 185190; Volker Hentschel, Weimars letzte Monate, Dsseldorf, 1978, pp. 150154; StrasserKrise greift um sich,
VZ, 603 (17 de diciembre de 1932); 1600 Austritte in Hessen, FZ, 945 (18 de diciembre de 1932). Vase tambin la carta, supuestamente del
gauleiter Karl Lenz, que asegura que ha dimitido por motivos de salud (Aus allem wird eine Sensation, VB, 356 [21 de diciembre de 1932]. No
obstante, Lenz no tard en colaborar con publicaciones que apoyaban a Strasser; vase Kissenkoetter, op. cit., pp. 185 s.
15. Goebbels, TbJG, parte 1, vol.2, p. 333334 y 336338.
16. CiolekKmper, op. cit., pp. 217226; Hls, op. cit., p. 161; Die Abtrnnigen, BT, 22 (13 de enero de 1933).
17. Peter Longerich, Die braunen Bataillone, Mnich, 1989, pp. 161 s.; Robert Lewis Koehl, The Black Corps, Madison, 1988, pp. 5658; Die
demoralisierte SA, BT, 17 (11 de enero de 1933). Son significativas las memorias de un miembro de la SA de Berln: Fritz Stelzner, Schicksal SA,
Berln, 1936, pp. 137139. Richard Bessel, Political Violence and the Rise of Nazism, New Haven (Connecticut), 1984, pp. 9296; Thomas Childers,
The Limits of National Socialist Mobilisation, en The Formation of the Nazi Constituency, 19191933, ed. de Thomas Childers, Totowa (Nueva
Jersey), 1986, pp. 249 s.; Partei oder Kampfbund?, TR, 2 (3 de enero de 1933), firmado por v. F., iniciales que presumiblemente corresponden a
Werner von Fichte, dirigente de la Gruppe Nord, que tena su base en Dsseldorf.
18. Sobre la sublevacin de Stegmann, vase Hambrecht, op. cit., pp. 323 s. y 371389; Eric G. Reiche, The Development of the SA in
Nrnberg, 19221934, Nueva York, 1986, pp. 146163; Pridham, op. cit., pp. 291 ss.; Wolfgang Horn, Fhrerideologie und Parteiorganisation in der
NSDAP, Dsseldorf, 1972, pp. 411 s.
19. Revolte in der frnkischen SA, V, 19 (12 de enero de 1933); S.A. Franken, BT, 20 (12 de enero de 1933); Schwerer Konflikt in der SA,
VZ, 19 (12 de enero de 1933); Die Atrnnigen, BT, 22 (13 de enero de 1933); Stegmann wird degradiert, VZ, 21 (13 de enero de 1933); NSDAP
in der Krise, NPZ, 15 (15 de enero de 1933).
20. Schrder, Mit der Partei, p. 49.
21. DDF, 19321939, serie 1, vol. 2, p. 479, comunicado del 19 de enero de 1933.
22. Der gefhrliche Blowplatz, BT, 37 (22 de enero de 1933).
23. Fr faule Kompromisse weniger die Zeit denn je!, VB, 17 (17 de enero de 1933).
24. Signal Lippe!, DA, 13 (16 de enero de 1933).
25. CiolekKmper, op. cit., pp. 365 s.
26. Hitler wiederholt seine Kampfansage, FZ, 45 (17 de enero de 1933); Goebbles, TbjG, parte 1, vol. 2, p. 340.
27. Ibd.
28. AdRk/KvS, p. 233, n. 13. Carta de un confidente nazi a Prince Wilhelm del 17 de enero de 1933, que este ltimo remiti a Schleicher el da 19.
29. Kurt Ludecke, I Knew Hitler, Nueva York, 1937, pp. 499 y 502; Heinrich Muth, Schleicher und die Gewerkschaften 1932, VfZ, 29 (1981), p.
206; Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 343 y 346; Kissenkoetter, op. cit., pp. 192194.
30. Leopold, op. cit.
31. De Hugenberg a Hitler, 28 de diciembre de 1932 y 4 de enero de 1933, en BAK, Nachlass SchmidtHannover, carpeta 72.
32. AdRk/KvS, p. 234, n. 15; p. 282, n. 1; Goebbels, TbjG, parte 1, vol. 2, p. 341.
33. Basado en la versin que dio Hugenberg del encuentro, segn registr Reinhold Quaatz en su diario (Weiss y Hoser, op. cit., p. 223).
34. Goebbels, TbjG, parte 1, vol. 2, p. 341.
35. Michael Bloch, Ribbentrop, Londres, 1992; Rudolf Semmler, Goebbelsthe man next to Hitler, Londres, 1947, pp. 18 s.; HansAdolf Jacobsen,
Nationalsozialistische Aussenpolitik, 19331938Frncfort, 1968, pp. 255 s.; Joachim von Ribbentrop, Zwischen London und Moskau, Leoni am
Starnberger See, 1961, pp. 36 s.
36. Ibd., pp. 37 s.; Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 333 s.
37. Ribbentrop, op. cit., p. 39; Hitler und Thyssen bei Kerrl, VZ, 31 (19 de enero de 1933); NAUSA, RG 238, NI220, de Wilhelm Keppler al barn
Kurt von Schrder, 21 de enero de 1933; Aussprache Papens mit Hitler, MNN, 18 (19 de enero de 1933); PapenHitlerSchleicher, VZ, 30 (18 de
enero de 1933); Noch kein Fortschritt, G, 19 (19 de enero de 1933); Trommelfeuer auf Schleicher, TR, 17 (20 de enero de 1933).
38. De Alfred Kliefoth al secretario de Estado, 23 de enero de 1933. NAUSA, State Department Central Files, 862.00/2892.
39. Oren J. Hale, The Captive Press in the Third Reich, Princeton (Nueva Jersey), 1964, pp. 59 s.; BAP, Nachlass Bracht, Bd. 2, Bl. 177,
memorndum, vertraulich, a Franz Bracht de parte de Scholtz, 9 de noviembre de 1932; Allen, op. cit., p. 139; Stokes, op. cit., p. 366; Neue
Umgruppierungen der Hitlerfront, VZ, 36, 21 de enero de 1933.
40. Hambrecht, op. cit., pp. 384389; Reiche, op. cit., pp. 160163; Kissenkoetter, op. cit., 183 s.; Stegmanns Freikorps Franken, VZ, 34 (20 de
enero de 1933); Stegmann hlt Generalprobe in Nrnberg, BVz, 18 (23 de enero de 1933).
41. Hambrecht, op. cit., p. 388; Reiche, op. cit., p. 162; Freikorps Franken, FZ, 6869 (26 de enero de 1933).
42. Kissenloetter, op. cit., pp. 137142, 184 y 187; Die Meuterei in der Kasseler S.A., BT, 3 (3 de enero de 1933); Die SAMeuterei in Kassel,
FZ, 56 (3 de enero de 1933); SAMeutereien in Kassek, RMVz, 2 (3 de enero de 1933); Eberhard Schn, Die Entstehung des Nationalsozialismus
in Hessen, Meisenheim am Glan, 1972, p. 139; Bewegung im Abstieg, RA, 24 (24 de enero de 1933).
43. Conan Fischer, Stormtroopers, Londres, 1983, p. 210.

44. Kissenkoetter, op. cit., p. 184; Hitlers SA schlgt SA.Kpfe ein, V, 3 (3 de enero de 1933); SS gegen SA!, V, 11 (7 de enero de 1933).
Sobre la rivalidad entre ambas organizaciones, Schn, op. cit., pp. 142144; Andreas Werner, SA und NSDAP, tesis doctoral, ErlangenNrnberg,
1964, p. 586; Die Hintermnner des Fememordes, BT, 2 (2 de enero de 1933); Der grosse Katzenjammer, V, 8 (5 de enero de 1933); Fischer, op.
cit., pp. 208217; Wilfried Bhnke, Die NSDAP im Ruhrgebiety Bonn, 1974, p. 157.
45. Childers, op. cit., pp. 234255.
46. De Bernhard von Blow a Friedrich von Prittwitz und Graffron, embajador alemn en Washington, 19 de enero de 1933, en AzDAP, serie C, vol.
1, p. 22, n. 2.
47. De Engerth a Dollfuss, 19 de diciembre de 1932, en AdR, NPA 57.
48. Kissenkoetter, op. cit., p. 188; Fischer, op. cit., p. 210.
49. Der Weg zur Freiheit muss erkmpft werden, VB, 2223 (2223 de enero de 1933).
50. DDF, 19321939, serie 1, vol. 2, p. 528.
51. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2., pp. 343 s. y 354.
52. Ibd., pp. 342 s.
53. Siegfried Kracauer, From Caligari to Hitler, Nueva York, 1960, pp. 261263.
54. Der Weg zur Freiheit muss erkampft werden, VB, 2223 (2223 de enero de 1933).

CAPTULO 4

Schleicher cae vctima de sus ilusiones


Mientras Hitler disfrutaba de Die Meistersinger de Wagner en Mnich la noche de Ao Nuevo, el canciller Kurt von Schleicher asista en Berln a una
presentacin de la opereta La Princesse de Trbizonde, de Jacques Offenbach. En un momento crtico del argumento de esta ligera farsa musical,
ambientada en un escenario extico de Oriente, uno de los actores exclamaba desesperado: Qu vamos a hacer ahora?. En ese instante,
salindose del libreto, otro le contest: Formaremos un nuevo gabinete y disolveremos el Reichstag. Esta oportuna improvisacin arranc una
carcajada a la audiencia y una mueca traviesa al canciller, reflejo de que saba que la situacin poltica tena muy poco de estable.
La continua agitacin del pas fue reflejada por los artculos de prensa de ese da sobre los numerosos actos de violencia poltica que haban
aguado las celebraciones de Ao Nuevo, a pesar del descanso vacacional de los polticos. Slo en Berln, las sangrientas luchas entre comunistas y
nazis, semejantes a las que haban convertido las calles de Alemania en campos de batalla durante los tres aos anteriores, tuvieron como resultado
docenas de heridos y el arresto de unos sesenta combatientes. En un barrio obrero de la capital, una costurera que volva a casa por la noche muri tras
ser disparada por un soldado nazi al que nunca antes haba visto. El asesino, que se alej en bicicleta gritando Heil Hitler!, testific que haba
confundido a la vctima con un comunista. Esa misma noche, en un punto diferente de la ciudad, otro nazi mat a pualadas a un comunista de
diecinueve aos, mientras un miembro de las Juventudes Hitlerianas de tan slo diecisis aos mora a consecuencia de las heridas de arma blanca
infligidas por unos asaltantes desconocidos, presumiblemente comunistas. Por todo el pas surgan muestras de este caos poltico que haba llenado de
sombras el optimismo con que los crculos republicanos haban recibido el nuevo ao.
El estado generalizado de miseria en que viva el pas como resultado de tres aos de calamitosa depresin econmica no haca ms que
subrayar esta atmsfera de violencia poltica. Los signos de mejora que desde mediados de 1932 se haban registrado en el mercado de valores, as
como en otros ndices, no haban supuesto ningn alivio inmediato a los ms de seis millones de obreros desempleados y sus familias. A principios de
1933, ms de la mitad de los parados de Berln haban dejado de reunir los requisitos necesarios para recibir el subsidio de desempleo del Gobierno y
haban pasado a depender de las escasas ayudas municipales, que apenas eran suficientes para sobrevivir. Un periodista estadounidense calcul que
una familia de tres miembros que viviese de esta ayuda tena que subsistir con una dieta diaria que consista en seis patatas pequeas, cinco
rebanadas de pan, una col pequea, unos treinta gramos de margarina y medio litro de leche para el nio. La carne no llegaba a su mesa, aunque los
domingos podan permitirse un arenque para cada uno. La desnutricin se haba convertido en un problema muy serio, especialmente entre la infancia.
Mucha gente se haba visto forzada a elegir entre pagar la comida o el alquiler; haban perdido sus casas y dependan para alimentarse de comedores
benficos, y de pensiones de mala muerte o de refugios municipales para resguardarse del clima invernal. Los que todava tenan trabajo teman acabar
engrosando las filas de aquellos que vendan manzanas y lpices por las calles o mostraban pancartas solicitando un empleo. Quiz la Depresin haba
llegado a su recta final; pero sus efectos an estaban muy presentes.
En un comunicado a la nacin difundido por la radio a mediados de diciembre, el canciller Schleicher haba hecho referencia a la difcil situacin de
los desempleados y haba prometido que su programa consistira en dos palabras: Crear empleo!. Se comprometi a romper con la poltica de Von
Papen, que pretenda estimular la contratacin indirectamente concediendo facilidades a las empresas, y a financiar desde el Gobierno los proyectos
que generasen de forma directa nuevos puestos de trabajo. Asimismo, prometi centrar su atencin en acelerar y extender las iniciativas de anteriores
gabinetes para acomodar a desempleados de las ciudades en caseros rurales de las despobladas regiones nororientales del pas. En respuesta a las
protestas de los sindicatos, anunci la revocacin de un decreto del gabinete Von Papen que haba permitido a los patronos pagar sueldos por debajo
de lo que establecan los contratos colectivos. Igualmente, rechaz la imposicin por parte de su predecesor de una prueba de haberes para acceder al
subsidio de desempleo y exigi la restauracin de ayudas a los desempleados, como el derecho a un seguro social. Dej bien claro que no pretenda
ser defensor del capitalismo o el socialismo, y propuso ms bien un acercamiento prctico a los problemas econmicos del pas. Para que no hubiese
ninguna duda acerca de sus intenciones populistas, inform a sus oyentes de que no tena ninguna objecin al hecho de que lo llamasen general
social, un ttulo que, segn afirm, era del todo consecuente con la tradicin de solidaridad que exista en el Ejrcito entre oficiales y soldados.
Schleicher tambin aprovech su intervencin radiofnica para tranquilizar a los partidarios de la Repblica con respecto a sus intenciones
polticas. Haba aceptado ser jefe del Gobierno no sin grandes reservas, segn anunci, que se deban en parte a que una cancillera encabezada por
un ministro de Defensa tiene un cierto tufo a dictadura militar; aunque en su caso, asegur a sus oyentes, tales temores eran infundados. Lo he
dicho en otras ocasiones y lo repito hoy: Uno no puede sentarse sobre bayonetas puestas en pie; es decir, necesita el respaldo del pueblo para
gobernar. Su discurso omita de forma evidente cualquier referencia a la propuesta de Von Papen de revisar la Constitucin. En un intento de definir su
cancillera, Schleicher pidi que no lo considerasen como un mero soldado, sino ms bien como el administrador neutral de los intereses de todos los
sectores de la poblacin durante lo que con toda seguridad no ser ms que un breve perodo de emergencia. Haba venido, segn aadi, no para
traer la espada, sino ms bien la paz. En cuanto a cmo se haba propuesto gobernar, el canciller expres sus esperanzas de que el Reichstag, en el
cual supongo un considerable recelo, le dar al gabinete una oportunidad para llevar a cabo su programa sin interferencias y sin utilizar los ya
demasiado conocidos mtodos parlamentarios.4
En privado, la postura de Schleicher con respecto al Reichstag era menos conciliadora. Para conseguir sus objetivos, calculaba que necesitara al
menos tres aos libre de trabas por parte de aqul. Imaginaba un Parlamento que, durante este tiempo, se reunira unas cuantas veces al ao para
desahogarse, pero sin interrumpir la labor de su gabinete.5Al hacer hincapi en la seguridad nacional, pretenda relegar a una condicin secundaria las
disputas internas que tanto haban dividido al pas durante la crisis econmica. Poco despus de haber jurado el cargo, las potencias vencedoras de la
primera guerra mundial haban concedido, tras largas negociaciones, el derecho de Alemania a la igualdad armamentstica. En lugar de cumplir con las
disposiciones del Tratado de Versalles referentes al desarme general, los vencedores se haban inclinado a dejar que los alemanes se rearmasen
hasta el punto que les asegurase la paridad militar dentro de un sistema de seguridad que an estaba por definir. 6A pesar de no haber ninguna certeza
acerca de lo que dicha concesin supondra en la prctica, dejaba el camino libre, en opinin de Schleicher, para formar una milicia obligatoria que
sirviese como un primer paso para reanudar el servicio militar universal. Se propuso, por tanto, comprometer a su gabinete con la causa del rearme y
lograr el reconocimiento poltico por haber puesto fin a la impotencia militar de Alemania.7
La primera semana de enero, tras un mes en el cargo, Schleicher no haba avanzado mucho en ese sentido. Su rechazo de las polticas ms
impopulares del gabinete de Von Papen le haba permitido disipar el peligro de guerra civil que haba surgido al final de la cancillera de este ltimo.
Pero estaba programado que el Reichstag se convocase el 24 de enero, y eso lo enfrentaba al problema de cmo evitar un voto masivo de censura
parecido al que haba iniciado la cada de Von Papen. Mientras que ste haba contado al menos con el apoyo del Partido Nacional, Schleicher an no
tena ningn respaldo parlamentario fuera del de los dos partidos liberales, pequeos y polticamente insignificantes.
La actitud conciliadora de Schleicher hacia los sindicatos lo haba hecho, con toda seguridad, merecedor de algn crdito. Los dirigentes del
Sindicato Cristiano, estrechamente relacionados con el Partido del Centro Catlico, mostraban tmidos signos de receptividad a sus propuestas. Los
dirigentes de la mayor organizacin sindical del pas, el Sindicato Libre, tambin parecan atrados por sus promesas de medidas financiadas por el
Gobierno para crear empleo, y albergaban la esperanza de que stas aliviaran la situacin de desempleo que, en general, sufran sus miembros. Pero
la actitud de estos ltimos tena un valor poltico limitado para Schleicher, ya que el partido que mantena con ellos una estrecha relacin, el de los
socialdemcratas, segua mostrndose por completo indiferente ante el nuevo canciller, a cuyo gabinete consideraba una mera continuacin del
despreciado rgimen de Von Papen. Tambin vean a Schleicher como uno de los implicados en la deposicin llevada a cabo por el anterior canciller
del gobierno de Prusia, que haba sido uno de los que ms apoyos haba suministrado al partido. Por lo tanto, los ciento veintin diputados
socialdemcratas del Reichstag mantuvieron una implacable oposicin, secundados por los cien diputados comunistas, cuya hostilidad hacia aqullos

haca imposible la cooperacin de ambos ms all del enfrentamiento con el gabinete de Schleicher.
Con el nico objetivo de mantener a Hitler alejado del poder, un socialdemcrata destacado estaba dispuesto a desafiar a sus colegas y olvidar las
antiguas diferencias con Schleicher. El 6 de enero, Otto Braun, el que haba sido durante muchos aos presidente del Consejo de Prusia (antes de ser
depuesto por Von Papen) y uno de los polticos ms hbiles de los socialdemcratas, hizo una visita al canciller y le propuso un trato algo atrevido: Si
Schleicher persuada a Hindenburg para que volviese a instalar su gabinete en Prusia, Braun se ofreca para ayudarle a presionarlo a fin de que
disolviese tanto el Reichstag como la asamblea legislativa del estado de Prusia sin convocar nuevas elecciones dentro del perodo establecido por la
Constitucin. Entonces, los dos colaboraran para mantener a los nazis a raya, gobernando hasta la primavera mediante decretos extraordinarios.
El partido de Hitler ya haba empezado a declinar, segn afirm aliviado Braun; sufrira daos devastadores si las elecciones se atrasasen algunos
meses, sobre todo en vista de que la economa daba muestras de haber tocado fondo y empezaba a recuperarse. Unos nuevos comicios celebrados
bajo tales circunstancias brindaran un Reichstag y una asamblea legislativa prusiana capaces de funcionar con toda normalidad. La propuesta de
Braun, sin embargo, recibi una respuesta negativa por parte de Schleicher, que arguyo no tener ninguna esperanza de convencer al presidente de que
restaurase la vieja relacin turbulenta entre los gobiernos nacional y prusiano. No mencion que l mismo se haba cerrado las puertas de la posibilidad
de colaborar con el partido republicano ms numeroso al ser uno de los que ms haban hecho para convencer a Hindenburg para que despojase a
Braun y al resto de ministros prusianos de su autoridad.8
A diferencia de Braun, Schleicher no buscaba la manera de debilitar a los nazis; al contrario, pensaba servirse de ellos. Todava albergaba la
esperanza de convertir su delegacin de ciento noventa y seis miembros en el Reichstag en la base de una mayora parlamentaria dispuesta a apoyar a
su gabinete o que, al menos, se abstuviera de enfrentarse a l. Como expresara ms adelante, pensaba que el momento era favorable para alcanzar
un modus vivendi con los nazis.9Durante la primera mitad de enero, segua teniendo la mirada fija en Gregor Strasser, a pesar de la dimisin de ste
haca un mes y su repentina huida a Italia. Segn haba explicado el canciller a mediados de diciembre ante una reunin de generales, persegua la
cooperacin de los nazis, guiados por Strasser y con la bendicin mesinica de Hitler. Cuando llegase enero, haba dicho a los generales, les
preguntara a los nazis: Vais a seguirme el juego?. Si se negaban, no haba ms remedio que empezar a combatir, y el Reichstag tendra que ser
disuelto. Para mantener la ventaja moral, continu diciendo, tendra que hacer todo lo que estuviese en sus manos para lograr que los nazis accedieran
a compartir la responsabilidad del Gobierno. Pero si al final tena lugar un enfrentamiento, no pensaba limitarse a infligir pequeas molestias. Sera una
lucha sin contemplaciones, aunque, como afirm, al Estado no le convena que el partido de Hitler fuese destruido. Igual que antes, Schleicher pasaba
por alto cualquier aspecto brbaro del nazismo: lo consideraba un partido til para sus propsitos y tema que su ruptura pudiese hacer que parte de su
energa y su gente de talento acabasen en el bando comunista.10
A su vez, los dirigentes nazis daban por hecho que Schleicher haba ofrecido a Gregor Strasser un puesto en su gabinete con la esperanza de
provocar una ruptura en las filas de su partido, opinin que compartan muchos observadores y que han aceptado la mayora de los historiadores.Sin
embargo, se no era el caso. Parece ser que el encuentro del canciller con Strasser a principios de diciembre se llev a cabo sin dificultades, y lo
mismo puede decirse de la visita a Hindenburg que Schleicher organiz para Strasser en secreto el 6 de enero. Segn parece, el presidente expres
su alivio al comprobar que ste no haca gala de ningn tipo de radicalismo.Pero a pesar de la impresin favorable que produjo Strasser, no hay
pruebas de que Schleicher le ofreciese realmente un puesto en su gabinete, como tampoco las hay de que el canciller tuviese la intencin de usarlo
para dividir al Partido Nazi y ganar as el apoyo de una parte de su delegacin en el Reichstag, segn se ha asumido generalmente desde entonces. La
aritmtica poltica de la situacin es suficiente para descartar esta posibilidad. Schleicher calculaba que, como mucho, unos sesenta de los ciento
noventa y seis diputados nazis seguiran a Strasser. Pero incluso si ste tena xito encabezando la presunta secesin, los votos de sesenta diputados
nazis no seran suficientes (sumados a los de los partidos neutrales y de centro derecha) para lograr una mayora parlamentaria dispuesta a no crear un
enfrentamiento en el gabinete. Los ciento treinta diputados nazis restantes podan unirse con los ciento veintin socialdemcratas y los cien comunistas
para presentar una mocin de censura en una cmara de quinientos ochenta y cuatro escaos.
Como Schleicher admiti ante su gabinete el 16 de enero, el respaldo de una seccin del Partido Nazi guiada por Strasser no resolvera sus
problemas parlamentarios. Una mayora favorable en el Reichstag, segn explic a sus ministros, slo poda conseguirse con la colaboracin de Hitler.
El problema del canciller era cmo lograr que el dirigente nazi renunciase a su tantas veces repetida resolucin de oponerse a cualquier gabinete que
no estuviera encabezado por l mismo. Con la esperanza de conseguirlo, tena la intencin de usar a Strasser como una palanca para mover a Hitler, no
como una cua para dividir al partido. Sin embargo, para que esta tctica funcionase, Hitler deba pensar que exista un verdadero peligro de secesin.
De momento, por tanto, Strasser era ms til al canciller fuera del gabinete que dentro de l, ya que, sin duda, su nombramiento hara ms dura la
oposicin de los nazis a su gabinete. Mientras tanto, Schleicher alent los rumores de una divisin en las filas nazis causada por Strasser.14
Otra palanca que Schleicher us para presionar a Hitler fue la amenaza de unas nuevas elecciones para el Reichstag. En vista de las graves
prdidas electorales sufridas por su partido durante los ltimos meses de 1932 y sus evidentes dificultades financieras, la perspectiva de otra campaa
nacional (con los gastos que conllevaba) y la prdida de ms votos no podan ser sino desalentadoras para Hitler. Schleicher tambin prefera evitar
semejante resultado, pues el fracaso de los nazis se traducira en un aumento de la fuerza de los comunistas. Sin embargo, para presionar a Hitler,
haba hecho que su equipo afirmase a la prensa que en caso de un inminente voto de censura, el presidente les proporcionara un decreto para disolver
el Reichstag y convocar nuevas elecciones.15Ahora bien, si Hitler empezaba a andarse con ambages, poda eludir la alternativa de cooperar con su
gabinete o volver a enfrentarse con el electorado bajo circunstancias desfavorables. Para evitarlo, Schleicher advirti que si los nazis se mostraban
favorables a alargar el descanso vacacional del Reichstag o aplazaban el voto de confianza, el canciller interpretara pblicamente tal maniobra como un
consentimiento por su parte para que el gabinete gobernase mediante un decreto presidencial. Esto implicara a los nazis en el programa del gabinete,
y los privara de las ventajas polticas de permanecer al margen de cualquier responsabilidad de gobierno en tiempos de penuria econmica, amn de
disipar el aura de oposicin desafiante que Hitler haba cultivado con tanto xito.16
A pesar de las categricas reafirmaciones pblicas por parte de Hitler de su determinacin por conseguirlo todo o nada, Schleicher expres en
varias ocasiones durante la primera mitad de enero que confiaba en que el dirigente nazi acabara cediendo. Est al borde de la desesperacin
asegur a un periodista el da 10, porque siente que el partido se desmorona bajo sus pies y las posibilidades de obtener un puesto en el poder se
desvanecen. En la cena extraoficial que organiz para algunos periodistas el 13 de enero, el canciller respondi con una sonrisa y un gesto de desdn
cuando le preguntaron sobre los nazis: Me encargar de ellos les asegur. Pronto estarn comiendo de mi mano. Su objetivo, segn aadi, era
obligar a los nazis a que abandonasen sus convicciones mesinicas y dejarlos en una situacin tan debilitada que se viesen obligados a respaldar un
Gobierno autoritario encabezado por l. En cuanto a las elecciones de Lippe, consider que el porvenir de los nazis estaba bastante borroso. La
participacin de Hitler en esa campaa daba la impresin de ser una visita al adivino, aadi burln. Sin duda, an poda aplicarse la observacin
que sobre Schleicher hizo durante la guerra un oficial colega suyo: Quiz suele subestimar lo que se necesita para superar las dificultades.17
La confianza del canciller en su habilidad para utilizar a Hitler descansaba sobre tres ilusiones muy alejadas de la realidad. La primera consista en
su convencimiento de que el dirigente nazi respondera de manera prudente y racional a las amenazas de una rebelin encabezada por Strasser y de
unos nuevos comicios. A pesar de haber mantenido largas conversaciones con Hitler en ms de una ocasin, Schleicher no se haba dado cuenta de
que no era un poltico convencional; no haba advertido que Hitler crea firmemente ser el nico poseedor de la frmula que guiara el futuro de Alemania,
y que estaba convencido de que no poda fracasar, pues el destino se hallaba de su parte. Y esa firme confianza en que acabara por hacerse con el
poder total haca que no mostrase ningn inters por llegar a un acuerdo que le permitiese superar dificultades polticas como las que Schleicher
pretenda explotar. La estrategia de ste estaba, por tanto, basada en suposiciones de muy dbil fundamento acerca de la mentalidad de Hitler.
La segunda ilusin que empaaba la visin del canciller era su convencimiento de que Hitler segua estando aislado en el terreno poltico. En este
sentido, cay vctima de su subestimacin de Franz von Papen: se vea incapaz de tomar en serio al hombre al que haba considerado un instrumento
de su voluntad y al que segua viendo como un inocente chapucero. Lo crea incapaz de cualquier duplicidad, y haba aceptado como cierta la falaz

afirmacin de que se haba reunido con Hitler en Colonia con la nica intencin de persuadirlo a respaldar el gabinete de Schleicher. Como
consecuencia, ignoraba que su antiguo amigo estaba organizando una conspiracin contra l; y lo que menos sospechaba era que el mismo hombre
que lo haba nombrado canciller, el presidente Hindenburg, se haba convertido en instrumento de esa confabulacin. El 10 de enero, slo un da antes
de que ste autorizase a Von Papen a que sirviese de enlace secreto con Hitler, Schleicher asegur a un periodista que, aunque no haba ninguna duda
de que el objetivo de Hitler en Colonia haba sido establecer contactos con el presidente, sus esperanzas eran infundadas. Hitler aadi produce
sobre Hindenburg un efecto casi tan malo como los comunistas.18
La tercera ilusin de Schleicher, y la ms estrambtica, era su conviccin de que lo que Hitler pretenda realmente no era la cancillera. A mediados
de diciembre sugiri en una reunin de generales que la oferta de Hindenburg de nombrar a Hitler canciller de un gabinete parlamentario no haba
recibido una respuesta positiva porque ste, en el fondo de su corazn, no quera dicho cargo. En enero, esta sospecha se convirti para Schleicher
en certidumbre, y esto se deba, de nuevo, a que haba aceptado sin reserva la versin del encuentro de Colonia referida por Von Papen. En la
afirmacin de ste de que Hitler haba solicitado el Ministerio de Defensa y el de Interior a cambio de su apoyo al gabinete de Schleicher, el canciller
crey ver confirmadas sus suposiciones acerca de las pautas de su comportamiento. Segn relat durante su cena con los periodistas el 13 de enero,
las peticiones del dirigente nazi estaban pensadas para que llegasen a odos de Hindenburg, ya que aqul saba que todo lo que se refiriese a Von
Papen sera enseguida transmitido al presidente. Adems, al requerir los dos ministerios que le otorgaran el poder no slo sobre el Ejrcito, sino
tambin sobre la polica, Hitler haba pedido de forma deliberada ms de lo que saba que Hindenburg le concedera, lo que encajaba perfectamente
con su conducta durante los meses anteriores: ante cualquier situacin relevante haba establecido condiciones demasiado elevadas para el
presidente, porque quera que ste las rechazase. La conclusin, segn Schleicher haba confiado a los periodistas en la cena extraoficial y haba
repetido a su gabinete el da 16 (slo dos semanas antes de que Hitler le arrebatase el puesto de canciller), era irrefutable: en realidad, el futuro
dictador no buscaba el poder.19
Ni sus ministros ni los periodistas a los que trataba de instruir acerca de la aversin a los altos cargos que senta Hitler le contradijeron, quiz
porque daban por hecho que el canciller estaba ms informado que ellos y a travs de fuentes ms fiables. Muchas personas bien informadas de los
crculos polticos de Berln crean que, como ministro de Defensa, Schleicher se hallaba al frente de una red de espionaje altamente desarrollada y de
gran influencia. Los antiguos cancilleres Brning y Von Papen, el secretario de Estado de Hindenburg, Otto Meissner, y al menos un miembro del
gabinete del propio Schleicher sospechaban que sus telfonos estaban intervenidos por los agentes de este ltimo, a pesar de que dichas
presunciones nunca haban sido confirmadas. De hecho, lejos de tener a su disposicin la abundante informacin que se le supona, parece ser que el
canciller sufra una marcada escasez de noticias acerca de las actitudes y actividades de otras figuras polticas. En particular, tena muy poco
conocimiento sobre lo que suceda en el Partido Nazi. En este sentido, prestaba especial atencin a una serie de cartas dirigidas a l por Guillermo, el
antiguo prncipe heredero de Alemania, que a su vez las haba recibido de un general retirado de setenta y cinco aos con un cargo perifrico en la
administracin de la SA de Mnich. En su calidad de partidario de Strasser, el confidente del prncipe heredero poda proporcionar slo una informacin
mnima, a menudo mezclada con rumores engaosos, especialmente tras la ruptura de relaciones entre Strasser y Hitler, que se haba producido en
diciembre. Segn todos los indicios, el canciller saba muy poco en enero de 1933 de las actividades y las intenciones del hombre que le sucedera en
breve o de la crisis que atenazaba al Partido Nazi.20
Cuando Schleicher se dio cuenta de que sus intentos para lograr la colaboracin de Hitler no estaban dando ningn resultado, redobl sus
esfuerzos. El 10 de enero, l y su secretario de Prensa se encargaron de que apareciesen en los diarios informes de proyectos para llevar a cabo un
apuntalamiento poltico mediante el nombramiento de tres nuevos ministros. Proponan a Gregor Strasser para el cargo de canciller adjunto y ministro
de Interior, as como el de presidente del Consejo de Prusia; a Adam Stegerwald, un destacado parlamentario del Partido del Centro Catlico, le haban
asignado el cargo de ministro de Trabajo, y a Alfred Hugenberg, dirigente del Partido Nacional del Pueblo Alemn, los de Agricultura y Economa.
Incluso despus de este realineamiento, segn especific Schleicher a un periodista, su gabinete seguira siendo presidencial ms que parlamentario,
ya que se mantendra libre de lazos formales con respecto a los partidos de los tres nuevos ministros. Pero tambin indic que esperaba que su
inclusin en el gabinete tuviese como resultado una actitud cooperativa por parte de sus partidos, que juntos gozaban de una amplia mayora en el
Reichstag.
La filtracin de estos informes a la prensa no era ms que un farol de Schleicher. No haba hecho ninguna oferta a Hugenberg, y mucho menos
haba logrado que este poltico cascarrabias se mostrara dispuesto a unirse a su gabinete; tampoco haba preguntado a Stegerwald si estaba
interesado en el puesto, y an no estaba decidido a continuar sus negociaciones con Strasser. El objetivo de su farol era, sin lugar a dudas, Hitler, y su
intencin, aumentar la presin sobre l. Quera intimidarlo para hacer que retirase su oposicin al gabinete, y para eso daba a entender que, a menos
que el dirigente nazi se aviniese en breve, su antiguo teniente asumira un cargo relevante en un gabinete nacional de base amplia y, en poder del botn
que conllevaban tales puestos, se encontrara en situacin de ofrecer esplndidas recompensas a aquellos nazis que abandonasen a Hitler para
seguirlo a l.
Con el fin de incrementar esta presin, el secretario de Prensa de Schleicher revel el da 10 a los medios de comunicacin la reunin clandestina
que haban mantenido la semana anterior Strasser y Hindenburg. El canciller tambin dio a conocer a travs de los periodistas que, aunque no
pretenda iniciar un encuentro con Hitler, ste encontrara su puerta abierta siempre que quisiera. Sin embargo, Schleicher haba vuelto a equivocarse al
esperar que Hitler respondiese de manera prudente a los riesgos polticos con los que lo haba amenazado. A pesar de que la noticia de la visita de
Strasser al presidente dej anonadados a los dirigentes nazis cuando irrumpi en plena campaa de Lippe, Hitler no mostr ningn inters por reunirse
con el canciller. Sin duda se dio cuenta de que hacerlo lo rebajara a una actitud suplicante y, por tanto, lo situara en una clara desventaja.
En el transcurso de una semana, el farol de Schleicher perdi toda credibilidad. Los observadores polticos informados pusieron de relieve su
escepticismo ante la frmula del canciller de proporcionar a su gabinete un apuntalamiento parlamentario. Al margen de las dificultades que supondra
integrar a un nazi en el Gobierno, aunque se tratase de uno relativamente razonable como Strasser, el abismo poltico que separaba a Stegerwald,
sindicalista republicano, de Hugenberg, antidemcrata y enemigo acrrimo del sindicalismo, haca del todo impensable una colaboracin entre ambos,
cosa que no tard en demostrarse. En el encuentro con Hugenberg del viernes 13 de enero, Schleicher le ofreci los ministerios de Agricultura y
Economa. Aqul, sin embargo, respondi que slo estara dispuesto a formar parte del gabinete si el canciller acceda a establecer un verdadero
rgimen autoritario que, al menos durante un ao, hiciese caso omiso del Reichstag, extremo que era totalmente inaceptable para el Partido del Centro
de Stegerwald. La maana del lunes siguiente, da 16, los diarios del Sindicato Cristiano anunciaron sin dejar lugar a dudas que era completamente
imposible que Stegerwald sirviese en un gabinete al lado de Hugenberg. Esa misma maana, el dirigente del Partido del Centro Catlico monseor
Ludwig Kaas visit al canciller para darle a conocer este mensaje. Ms entrado el da, Hitler hizo definitiva su ruptura con Strasser en su discurso a los
gauleiters nazis en Weimar.
Schleicher reciba las noticias de los ltimos acontecimientos slo algunos das despus de que sucediesen, pero a media maana del da 16 la
incompatibilidad de Hugenberg y Stegerwald y el xito de los nazis en Lippe ya eran de dominio pblico. Por tanto, slo puede atribuirse a una
imperdonable falta de informacin, o a una prdida de contacto con la realidad, que en la reunin del gabinete que se celebr esa misma maana no
hiciese ninguna referencia al resultado de los comicios celebrados en Lippe y revelase en tono confidencial su caduco programa para lograr
apuntalamiento parlamentario. Su nica concesin a la realidad fue la de omitir el nombre de Stegerwald y hablar simplemente de un representante del
Partido del Centro como el tercer elemento en combinacin con Strasser y Hugenberg.24
Durante la semana que sigui a la reunin del gabinete del da 16 se desvanecieron todas las esperanzas que le quedaban a Schleicher de atraer
hacia su partido incluso a los derechistas del Partido Nacional. Tras haber fracasado en su intento de imponer sus condiciones al canciller, Hugenberg
se vio sometido a una creciente presin por parte de los miembros ms extremistas de su partido para que adoptase una estrategia de total oposicin
a aqul. El viernes da 20, dio su consentimiento a una enrgica resolucin del partido que exiga un cambio de gabinete. Acusaba a Schleicher de
llevar a cabo una poltica vacilante de tcticas dilatorias y amenazaba con minar la estrategia comunitaria que haba iniciado el presidente

Hindenburg cuando nombr canciller a Von Papen. En referencia a la aprobacin del canciller para que las haciendas rurales en quiebra fuesen
divididas en parcelas destinadas a los colonizadores, atribua al proyecto poltico de Schleicher una recada en los patrones de pensamiento
socialistas e internacionalistas, que representaban un grave peligro de bolchevismo rural. El texto de este documento de tonos incendiarios no fue
editado hasta el 24 de enero; sin embargo, un prominente diputado del Partido Nacional se encarg de entregar personalmente una copia a Schleicher
el da 21. No caba duda de que, en adelante, lo nico que ste recibira de Hugenberg y su partido sera una incesante hostilidad. Ese mismo da, el
canciller desminti sus propias afirmaciones acerca de una renovacin del partido.25
Antes incluso de que fracasase su plan de apuntalamiento, Schleicher ya haba complicado su situacin innecesariamente al crear un estado de
confusin acerca de sus intenciones. Durante la cena del da 13, reaccion de forma violenta a las acusaciones procedentes de la derecha de que
estaba complaciendo a sindicatos y otros grupos republicanos con la intencin de conseguir su respaldo parlamentario. Insisti ante los periodistas en
que su objetivo era instaurar un enrgico rgimen autoritario, al margen de toda dependencia del Reichstag. Sin embargo, esta idea era difcil de
conciliar con los planes de renovar su gabinete para obtener un apoyo parlamentario ms amplio que haba hecho pblicos slo unos das antes.
Durante la cena, tambin sacrific su amenaza de convocar unas nuevas elecciones en caso de que se viese obligado a disolver el Reichstag por la
posibilidad de un voto de censura. En noviembre, segn refiri a los periodistas, todos se mostraron en favor de una segunda ronda de votaciones; pero
la situacin del pas haba cambiado. Ni los partidos ni los votantes, al igual que suceda con las empresas y los sindicatos, tendran nada que objetar si
los comicios se posponan ms all de los sesenta das que estipulaba la Constitucin en caso de que el Reichstag se disolviese. Tres das ms tarde,
el da 16, Schleicher repiti prcticamente lo mismo a su gabinete. Como consecuencia, la posibilidad de que el canciller aceptara esta violacin de la
Constitucin se convirti en un lugar comn para la prensa.26
Al abordar la posibilidad de evitar unas nuevas elecciones, Schleicher estaba resucitando un plan al que se haba adherido en dos ocasiones
durante la cancillera de Von Papen, pero que haba acabado por rechazar. Presumiblemente, a mitad de enero haba empezado a darse cuenta de que
aqullas, amn de suponer una prdida considerable de votos a los nazis, no representaran, con toda probabilidad, un cambio favorable de su poder
parlamentario. Durante algn tiempo, haba coqueteado con la idea de establecer un nuevo partido presidencial que le proporcionarse votantes
dispuestos a apoyar a un gabinete que respondiera slo ante Hindenburg; pero no haba adoptado medida alguna para poner en prctica ese
proyecto.27Sin embargo, independientemente de cules fuesen sus motivos, Schleicher cometi un error tctico al revelar cul sera su posicin de
repliegue en caso de que fallasen sus intentos de conseguir el respaldo parlamentario de los nazis. Aunque los informes de que el canciller estaba
dispuesto a bloquear unos nuevos comicios apenas bastaron para alterar la actitud intransigente de Hitler, podran haber reforzado su resolucin en
caso de haber sugerido que Schleicher no confiaba en que los nazis sufriran grandes prdidas si el pas volva a votar. Si lo que Hitler buscaba eran
indicios de hasta qu punto era cierto que Schleicher haba decidido fustigar a los nazis con unas nuevas elecciones, tales informes no hacan sino
brindarle la esperanza de que no tena ninguna intencin de hacerlo.
Las noticias aparecidas en la prensa relativas a la posibilidad de que Schleicher impidiera un nuevo sufragio alarm sobremanera a los
defensores de la Repblica. El temor a semejante aplastamiento de la Constitucin estaba particularmente acentuado entre los dirigentes de uno de los
partidos clave cuyo apoyo esperaba conseguir Schleicher, el del Centro Catlico. En su condicin de portavoces de una minora religiosa que haba
sufrido la persecucin por parte de Bismarck, el primer canciller del Imperio, los catlicos del centro se haban constituido en tenaces guardianes de la
Constitucin republicana. La posibilidad de que Schleicher pudiese estar tramando la flagrante violacin de uno de sus artculos aument, por tanto, su
recelo hacia el canciller. Para los socialdemcratas, este hecho no haca ms que confirmar las dudas que albergaban acerca de ste. Por el contrario,
los conservadores antirrepublicanos recibieron la noticia como un signo venturoso de que estaba resuelto a romper abiertamente con la odiada
Constitucin de Weimar y la democracia parlamentaria. Cuando slo algunos das despus la cancillera desminti cualquier intencin de proponer de
manera inconstitucional unos nuevos comicios, aument la confusin, y con ella, el descrdito de Schleicher. Era obvio que sus negligentes
declaraciones haban hecho an ms pronunciado el aislamiento poltico del que se esforzaba por escapar.28
Y el aislamiento se hizo extensivo al gabinete. En lugar de seleccionar una nueva lista de ministros leales cuando fue nombrado, Schleicher haba
mantenido a todos los miembros, excepto dos, del gabinete de Von Papen, expertos apolticos conservadores independientes. Cuando un joven
asistente del Ministerio de Defensa seal el peligro de que esta decisin transfiriese a su propio gabinete la impopularidad del de su predecesor,
Schleicher contest: S, hijo mo [Kerlchen], tienes toda la razn; pero de momento no puedo prescindir de estas personas, porque no tengo a nadie
ms.29Desde el principio, consideraba que su gabinete era provisional, y no ocult en ningn momento su intencin de sustituir a los ministros que
hiciera falta por hombres capaces de proporcionarle un respaldo poltico adicional, por lo que prefiri no contar con l para que lo guiase a la hora de
trazar su estrategia poltica. Las reuniones cada vez menos frecuentes del gabinete versaban exclusivamente sobre cuestiones de rutina. En las raras
ocasiones en que Schleicher se refera a la situacin poltica, apenas dejaba que los ministros vislumbraran sus intenciones. Como consecuencia,
algunos de ellos llegaron a conclusiones errneas acerca de qu era lo que persegua.30
No sorprende que la moral del gabinete de Schleicher no fuese precisamente elevada, y la actitud reservada y autoritaria que el canciller mantena
en las reuniones de ste no contribuy a mejorar esta situacin. Otro tanto puede decirse de su rechazo a ocuparse de los detalles del Gobierno. Los
miembros del gabinete que intentaban conseguir su ayuda para resolver los problemas espinosos encontraron poca o ninguna colaboracin de su
parte. Incluso Gnther Gereke haba tenido esta experiencia. Se trataba de un enrgico y conservador partidario de formas activistas de gobierno al que
Schleicher haba incluido en su gabinete en calidad de comisionado especial para supervisar los programas de creacin de empleo y repoblacin
agraria, que, segn haba prometido el canciller, seran sus mximas prioridades. Su misin era la de movilizar los recursos del Gobierno con el fin de
reducir la elevada tasa de desempleo, que segua siendo el problema interno ms acuciante del pas. Por lo tanto, qued profundamente decepcionado
cuando, a principios de enero, Schleicher rechaz su peticin de derribar las barricadas burocrticas que obstruan el progreso de estos proyectos.
El canciller tambin eludi la cuestin espinosa de la poltica econmica. Los ministros de Agricultura y Economa que hered de Von Papen no
mantenan con l muy buenas relaciones por este motivo. El precio de los alimentos era ms bajo que nunca, y los intereses agrcolas presionaban para
que el Gobierno intercediese por los productores de comestibles. En particular, los portavoces de los agricultores exigan tarifas ms elevadas y la
creacin de barreras que redujesen la competencia por parte de los productos de importacin. Los intereses industriales respondieron advirtiendo que
tales medidas proteccionistas slo lograran que los pases exportadores contraatacasen exigiendo barreras contra la exportacin de productos
alemanes manufacturados. El ministro de Agricultura tom partido por los agricultores, mientras que el de Economa apoy a los industriales. El
canciller, por su parte, se mostr reacio a entrar en los detalles de la disputa, e inst a los dos ministros a que buscasen una solucin intermedia a lo
que ellos pensaban que eran diferencias irreconciliables. stos, aunque en pblico intentaban fingir que entre ellos haba una buena relacin, seguan
manteniendo sus hostilidades entre bastidores, profiriendo, con la intencin de apoyar sus posiciones, amenazas de dimisin que despus no
cumplan. El ministro de Agricultura describira ms tarde sus experiencias en el gabinete de Schleicher como una verdadera tortura.
Mucho ms perjudicial que la enajenacin de los ministros del gabinete era el creciente distanciamiento entre Schleicher y el que, en ltima
instancia, era el rbitro del poder, el presidente Hindenburg. Casi desde el principio circulaban por todo Berln informes acerca de la indiferencia del
presidente. La segunda semana de enero, el canciller y su gabinete reconocieron abiertamente ante la prensa que las relaciones que Schleicher
mantena con Hindenburg no eran tan cordiales como las que este ltimo mantena con Von Papen, aunque negaron que eso supusiese un
problema.Las causas de este empeoramiento de las relaciones entre ambos quiz nunca sean conocidas del todo. Sin embargo, parece probable
que uno de los factores fue que el presidente sospechaba de forma ms que justificada que la cada de Von Papen, su favorito, haba sido
provocada por las intrigas de Schleicher. Esta opinin era comn a la mayora de los crculos polticos de la capital, a pesar de los intentos que l y su
gabinete haban realizado para desmentirla.34
Al principio de su cancillera, Hindenburg dio a entender a Schleicher que esperaba de l que defendiese los logros de su predecesor; pero ste no
tard en demostrar que no tena ninguna intencin de hacerlo. En enero ya estaba haciendo a los periodistas comentarios custicos sobre la actuacin

de Von Papen como canciller, entre las que se incluan algunos que llegaban a odos de ste de forma encubierta; y es muy improbable que el ofendido
no informase al presidente de estas indiscreciones. Otra de las fuentes de informacin de Hindenburg era el desafecto comisionado para la creacin
de empleo, Gereke. ste, que se haba encargado de las finanzas de su campaa de reeleccin el ao anterior, se haba convertido en amigo ntimo de
la familia Hindenburg, y mantena unas relaciones particularmente estrechas con el hijo y asistente militar del viejo mariscal de campo, el coronel Oskar
Hindenburg. Dado el resentimiento cada vez mayor que Gereke senta por Schleicher, es poco probable que los Hindenburg oyesen de sus labios
comentarios en favor de Schleicher.35
Sin duda, fue Von Papen quien ms contribuy al deterioro de las relaciones entre Schleicher y Hindenburg. El antiguo canciller, resentido y
deseoso de venganza, segua disfrutando de un acceso privilegiado en el apartamento del edificio del Ministerio del Interior de la Wilhelmstrasse que
haba ocupado siendo canciller. Slo el del Ministerio de Defensa se interpona entre este edificio y el de la Cancillera, en el que Hindenburg se haba
apropiado en primavera de 1932 del apartamento en que resida normalmente el canciller, al haberse visto forzado a abandonar el palacio presidencial,
situado a slo tres puertas de aqul, a causa de las reparaciones urgentes. Von Papen slo tena que salir por la puerta trasera del Ministerio del
Interior y atravesar la entrada que separaba los jardines que se extendan tras los edificios oficiales de la Wilhelmstrasse si quera entrar en la
Cancillera por detrs y visitar al presidente sin llamar la atencin. Libre de toda responsabilidad, se hallaba en una posicin ideal que le permita
dedicar todo su tiempo a intrigar contra el hombre que le haba arrebatado el puesto de canciller.36
En contraste con las facilidades de que gozaba Von Papen para acceder al presidente, parece que el contacto personal que Schleicher mantuvo
con el jefe de Estado fue muy reducido. Ambos realizaban su trabajo en la Cancillera, pero el despacho del presidente se encontraba en la parte ms
antigua de este edificio de grandes dimensiones, a cierta distancia del de Schleicher, que estaba situado en el anexo aadido en los aos veinte del
lado de la Wilhelmstrasse. Adems, a diferencia de Von Papen, Schleicher no resida en el complejo de edificios oficiales de la Wilhelmstrasse; haba
preferido quedarse en la vivienda privada a la que se haban mudado haca poco su esposa y l, que llevaban un ao casados. Tambin pasaba largas
horas en el Ministerio de Defensa, que distaba casi dos kilmetros de la Cancillera. All segua dependiendo en gran medida de su estado mayor,
incluso en lo que concerna a algunos asuntos que pertenecan al mbito de la cancillera.37
A pesar de que Schleicher haba sido durante aos uno de los ms allegados consejeros de Hindenburg, sus relaciones sufran las consecuencias
de su interaccin como jefe de Gobierno y jefe de Estado. En cambio, Von Papen no tuvo ningn problema en congraciarse con el viejo mariscal de
campo siendo canciller, en parte debido a una diligencia por su parte que rozaba el servilismo. Acostumbrado a las zalameras muestras de devocin
por parte de Von Papen, Hindenburg consideraba que el egocntrico y desconsiderado Schleicher no era todo lo atento que l mereca.
Hablando con un diplomtico austraco una semana despus de que Hitler se hiciese con la cancillera, Oskar Hindenburg hizo una descripcin
reveladora de las tensas relaciones entre Schleicher y su padre. Para elogiar las excelencias del carcter de Von Papen, compar su conducta como
canciller con la de otro caballero, circunloquio que el diplomtico reconoci enseguida como referencia a Schleicher. Oskar Hindenburg refiri
entonces una ocasin reciente en la que su padre, despus de or el proyecto de una medida de Gobierno, exclam aprensivo: Estn ignorando por
completo mi autoridad. La respuesta del otro caballero fue: Jawohl, no podemos evitarlo. Poco antes, segn el hijo del presidente, Von Papen
haba contestado a una expresin similar de preocupacin por parte de su padre con las siguientes palabras de aliento: No, seor! Para eso estoy yo
aqu!. En el marco de referencia neofeudal de Oskar von Hindenburg, y presumiblemente en el de su padre, las palabras aduladoras de Von Papen
reflejaban una lealtad caballeresca, virtud que echaba de menos en Schleicher. Cuando inform a Viena de esta conversacin, el diplomtico
observ: Muchas cosas que parecen inexplicables desde un punto de vista poltico se hacen comprensibles desde la perspectiva humana si uno las ve
entre bastidores.38
Durante el mes de enero, la tensin entre el canciller y el presidente aument debido a un asunto que afectaba directamente a los sentimientos de
Hindenburg. ste, como otros muchos alemanes, conceda a la agricultura una prioridad absoluta. Para l no se trataba de un mero sector de la
economa, sino ms bien del fundamento de la vida nacional, fuente del conjunto de tradiciones y valores. Se sinti, por tanto, contrariado cuando los
dirigentes del principal grupo de presin agrcola, la Liga Agraria, se quej el 11 de enero de que el gabinete de Schleicher estaba incumpliendo sus
promesas de continuar con el proyecto de Von Papen de establecer barreras proteccionistas para los productos alemanes frente a la competencia que
suponan los productos extranjeros, ms baratos. Los portavoces de la Liga tambin exigan la renovacin del decreto de Von Papen que Schleicher
haba permitido que se suspendiese a finales de diciembre, y que conceda a los agricultores en quiebra un perodo de gracia al protegerlos de la
prdida de sus tierras mediante la apertura de un juicio hipotecario.39
Hindenburg, en un claro abuso de su autoridad constitucional, respondi a estas quejas convocando en tono perentorio al canciller, as como a sus
ministros de Agricultura y Economa, a una reunin con los dirigentes de la Liga Agraria, que tendra lugar ese mismo da y contara con su presencia.
En esta sesin, Schleicher y los dos ministros de su gabinete lograron apaciguar a los portavoces agrarios en lo referente a las barreras comerciales al
informarlos de que ese proyecto no se haba abandonado, sino que se estaban preparando medidas futuras. Sin embargo, cuando Schleicher se
mostr reacio a comprometerse a renovar la medidas de proteccin ante un juicio hipotecario debido a las privaciones econmicas que esto supondra
para aquellos a los que los granjeros arruinados deban dinero, Hindenburg intervino y le hizo saber que encontraba insatisfactoria la postura del
gabinete, y que esperaba ser informado al da siguiente sobre los planes para resolver el problema.40
Aunque Schleicher se someti a esta intimidacin presidencial en presencia de los portavoces de la Liga Agraria , la tarde del da 11, la paciencia
que haba tenido con esta organizacin se agot minutos despus de que acabase la reunin. Como l mismo reconoci, haca tiempo que la Liga
haba dejado de ser un grupo convencional de presin econmica y se haba convertido en una arma poltica del partido de Adolf Hitler. Tras ganarse la
fidelidad de un nmero considerable de granjeros protestantes, los nazis se haban infiltrado en las bases de la Liga y estaban bien representados en
todos los niveles de su organizacin. Para los nazis que se hallaban en los cargos superiores de sta, no bastaba con lograr de Schleicher concesiones
econmicas; estaban dispuestos a derribarlo y dejar as paso franco a Hitler. Por peticin suya, el rgano ejecutivo de la Liga haba adoptado una
spera resolucin, de la que la prensa se hizo eco la maana del da 11, que constitua un ataque frontal al canciller. Defina a su gabinete como un
instrumento de los todopoderosos intereses burstiles de la industria orientada a la exportacin y sus satlites y lo acusaba de mostrar una gran
indiferencia hacia el empobrecimiento de la agricultura, incluso peor que la de un rgimen marxista. Los portavoces de la Liga no mencionaron esta
resolucin en ningn momento durante la reunin que mantuvieron esa misma tarde con el presidente y el canciller, y ste no tuvo noticias de ella hasta
que acab la sesin y uno de ellos le proporcion una copia. Airado tanto por el contenido demaggico de sta como por el hecho de que se hubiese
ocultado durante el encuentro, respondi haciendo que la cancillera entregara inmediatamente a la prensa una declaracin que denunciase a la Liga
por abusar de su confianza y proclamase que su gabinete no volvera a mantener negociaciones con sus dirigentes.41
A pesar de esta furiosa ruptura con la Liga Agraria por parte de Schleicher, que haba descubierto la manipulacin de los nazis, la respuesta del
presidente no dejaba lugar a dudas de que l an conservaba una opinin favorable de esta organizacin. Sus dirigentes encontraban en l a un
interlocutor comprensivo. Como saban bien Hindenburg era descendiente de una familia venerable del este de Prusia y se enorgulleca de los lazos que
lo unan a la aristocracia de los junkers que dominaba la agricultura de Alemania oriental. No caba duda de que su carrera militar le haba permitido un
contacto reducido con la vida rural y lo haba privado de cualquier experiencia directa en el mbito de la agricultura. Sin embargo, ya en edad avanzada
se haba convertido en terrateniente sin ningn esfuerzo por su parte. En su octogsimo cumpleaos, celebrado en 1927, haba recibido como regalo
(costeado principalmente con contribuciones de los intereses industriales) la hacienda ancestral de su familia al este de Prusia. No tard en convertirse
en su refugio favorito, donde disfrutaba ejerciendo las funciones de hacendado siempre que poda escapar de sus deberes oficiales en la capital.42
Hindenburg encontr agradable la compaa de vecinos junkers en su retiro rural, que tradicionalmente contaban con la Liga Agraria para que
velara por sus intereses econmicos. La Liga, a su vez, empez a considerarlo como un aliado. Despus del enfrentamiento con Schleicher el 11 de
enero, el presidente recibi cartas y telegramas de protesta de sus delegaciones regionales. Con toda probabilidad, sus vecinos junkers tambin le
hablaron de esta polmica. El da 12 los dirigentes de la Liga apelaron a Hindenburg para que los apoyase en una carta abierta en la que negaban las

acusaciones de abuso de confianza hechas por el canciller y afirmaron que slo los mova el inters de los agricultores en dificultades. Estos ruegos no
cayeron en saco roto. El 17 de enero, un da despus de que Schleicher accediera a que su gabinete se sometiese a las peticiones por parte de
Hindenburg de nuevas medidas que protegiesen a los agricultores en quiebra de la apertura de un juicio hipotecario, el presidente dirigi una carta de
tono cordial a los dirigentes de la organizacin con la que el canciller haba roto relaciones pblicamente haca menos de una semana.43
El 18 de enero, los acontecimientos experimentaron un cambio de rumbo que hizo an mayor el distanciamiento entre Schleicher y Hindenburg. En
una sesin de la comisin de presupuestos del Reichstag, un diputado del Partido del Centro Catlico present cargos de fraude contra los junkers
beneficiarios de lo que se conoca como el Programa de Ayuda Oriental. ste se haba implantado algunos aos antes con la intencin de rescatar de
la bancarrota a los propietarios agrcolas ms adeudados de las zonas orientales de Prusia que sufran un mayor retraso econmico, y haba distribuido
millones de marcos de las arcas del Gobierno. Haciendo uso de registros financieros cuyo origen no revel, el diputado catlico, al que se unieron otros
republicanos, acus a varios junkers destacados, entre los que se encontraban amigos y familiares del presidente, de malversar el dinero de los
contribuyentes que se les haba asignado en el proyecto. En lugar de usar los fondos para liquidar las hipotecas e invertir en maquinaria que hiciese
sostenibles sus haciendas, los haban gastado, segn se aleg, en comprar ms tierras, caballos de carreras y coches de lujo, o en costear
esplndidas vacaciones en reas tursticas como la Riviera francesa en un momento en que millones de personas sufran graves privaciones.44
Durante una semana, la investigacin de la comisin de presupuestos dio pie a reportajes sensacionalistas que ocuparon las portadas de los
peridicos de toda Alemania, en lo que se conoci como el escndalo de la Ayuda Oriental. No hay pruebas de que Schleicher tuviese nada que ver
con los cargos presentados en la comisin de presupuestos. Un mes antes se haba negado en redondo a que continuasen los encuentros del comit
del Reichstag durante las vacaciones de la cmara por considerarlos un juego de locos. Sin embargo, su reputacin de conspirador hizo que muchos
creyesen plausibles los rumores que lo sealaban como el responsable de que esa informacin se filtrase al comit como venganza por los ataques
que la Liga Agraria haba infligido a su gabinete. En vista de las estrechas relaciones que Hindenburg mantena con algunos de los acusados de fraude,
es poco probable que estos rumores o el resentimiento que sus amigos junkers sentan hacia el canciller por no haber impedido la investigacin
escapasen a la atencin del presidente; sobre todo si tenemos en cuenta que Franz von Papen estaba casi siempre a su lado.45
Los cada vez ms evidentes signos de la frialdad que Hindenburg mostraba hacia Schleicher dieron pie a que en los crculos polticos empezase a
dudarse de que el canciller contara, como Von Papen en septiembre, con un decreto presidencial que le permitiera disolver el Reichstag a su arbitrio.
Cuando se lo pregunt un periodista el da 10, el portavoz de prensa de la Cancillera admiti que las relaciones de Schleicher con el presidente eran
menos cordiales que las de Von Papen, aunque insisti en que era absolutamente cierto que el canciller recibira ese decreto, aunque no tena
todava el documento oficial. No obstante, durante la cena del da 13 Schleicher habl a los periodistas con tal confianza sobre sus planes de disolver el
Parlamento en caso de enfrentarse a una mayora hostil, que gran parte de los asistentes dio por sentado que deba de tener el documento en su
poder.46
Algunos de los periodistas presentes la noche del da 13 salieron de la reunin con una impresin bien diferente. La mesa en la que se haban
sentado estaba presidida por Gnther Gereke, el cual revel durante la cena que Oskar Hindenburg le haba confiado que Schleicher no contaba con el
decreto de disolucin y tampoco lo obtendra de su padre. Segn Gereke, el hijo del presidente senta un intenso desprecio por Schleicher, aunque aos
atrs haban sido amigos. Despus de la cena, uno de los periodistas, desconcertado por la discrepancia entre las palabras de Gereke y la confianza
en s mismo del canciller, pidi al portavoz de prensa de la Cancillera que le aclarase la situacin. Recibi la siguiente respuesta categrica:
Hindenburg ya haba otorgado a Schleicher un decreto de disolucin. Cuando con posterioridad los periodistas contrastaron sus impresiones, se
encontraron completamente desorientados acerca de la pregunta crucial de si el presidente estaba dispuesto a respaldar al canciller en caso de que
ste se encontrase con un Parlamento hostil.47
A pesar de que todos los indicios parecan probar lo contrario, Schleicher segua confiado en que acabara por obtener el decreto de disolucin. La
cuestin era sencilla, segn explic a sus subordinados: Hindenburg le haba prometido, cuando tom el cargo, que estaba dispuesto a usar a su favor
todos los poderes presidenciales, y eso era todo lo que l necesitaba saber. Mantuvo esta empecinada actitud incluso a pesar de seales de peligro
como las registradas en la reunin del gabinete del 16 de enero por el secretario de Estado, Otto Meissner. Despus de que el canciller anunciase su
plan para apuntalar su gabinete mediante la inclusin de Gregor Strasser, Adam Stegerwald y Alfred Hugenberg, Meissner advirti que tal paso poda
comprometer la naturaleza presidencial del gabinete y, por tanto, poner en peligro el respaldo de Hindenburg. En actitud tpicamente imperiosa,
Schleicher desech la objecin de Meissner. asegurando que ya haba discutido ese asunto en profundidad con el presidente. Aunque ninguno de los
miembros del gabinete dijo nada, debieron de preguntarse cmo era posible, si esto era cierto, que Meissner no estuviese al corriente, ya que era de
todos sabido que ste conoca al detalle todas las opiniones de Hinderburg.48Algunos das ms tarde, Schleicher mencion ce pasada a uno de los
ministros de su gabinete que el presidente lo estaba presionando para que disolviese el Parlamento. Sin embargo, el 19 de enero, un da antes de que
el comit del orden del da tuviera programado reunirse para determinar cundo deba convocar al Parlamento, la oficina de prensa de la Cancillera
reconoci ante los periodistas que Schleicher an no estaba en posesin del decreto.49
A mediados de enero, el canciller estaba perdiendo de forma acelerada la iniciativa poltica. No haba hecho ningn progreso en cuanto a la
consolidacin poltica de su gabinete y haba incumplido sus promesas de llevar a cabo medidas drsticas desde el Gobierno para reducir el
desempleo. Para frustracin de Gereke, al que haba encargado que acelerase la creacin de nuevos puestos de trabajo y el asentamiento rural, el
canciller se haba mostrado reacio a intervenir, y eso haba dejado estos proyectos dormidos en los comits, donde la obstruccin burocrtica haba
reducido al mnimo sus posibilidades de progresar. En los asuntos delicados de poltica econmica, el gabinete se hallaba dividido y, por tanto, era
incapaz de actuar, mientras Schleicher ganaba tiempo prometiendo a los agricultores medidas proteccionistas al tiempo que anunciaba a los
portavoces del sector industrial su oposicin a tales medidas.50
Frustrado por la imposibilidad de resolver dichos problemas, Schleicher centr cada vez ms su atencin en la cuestin del rearme, que esperaba
que relegase a un segundo plano los asuntos internos. Durante la cena del da dedic gran parte de su tiempo a exponer su estrategia para aprovechar
al mximo el reconocimiento del derecho de Alemania a la igualdad armamentstica, que las potencias vencedoras haban hecho pblico un mes antes.
Haba planeado, segn refiri, crear una milicia obligatoria que empezase a funcionar en la primavera de 1934 y que desembocase en un servicio
militar universal. Se jact de que las fuerzas armadas no tardaran en disponer del armamento pesado que les haba sido negado por el Tratado de
Versalles. El da 15 utiliz un discurso dirigido a una organizacin de oficiales retirados del Ejrcito para proclamar pblicamente su intencin de lograr
la igualdad armamentstica y el servicio militar obligatorio. Pero lo que obviamente pretenda ser una accin propagandstica de relieve no logr atraer
toda la atencin deseable debido a las noticias de continuos contratiempos sufridos por el gabinete de Schleicher durante los das siguientes.51
El 18 de enero, las ilusiones de Schleicher con respecto a Von Papen acabaron por hacerse aicos. A pesar de los intentos de los nazis por
mantener en secreto el encuentro de Hitler y el antiguo canciller que tuvo lugar ese da en casa de Ribbentrop, la noticia se difundi esa misma noche en
la prensa de Berln. Cuando se le pregunt su opinin, la oficina de prensa de la Cancillera hizo creer a los periodistas que Schleicher haba aprobado
la reunin con anterioridad, y que Von Papen slo pretenda aclarar ciertas cuestiones para reducir las diferencias entre los nazis y el gabinete. Sin
embargo, Schleicher estaba mejor informado. Como en el caso del encuentro de Colonia el 4 de enero, no tena conocimiento previo de las actividades
del protegido del que se haba deshecho. Sin embargo, despus del rapapolvo que le haba echado a ste por reunirse con Hitler sin consultrselo, la
reunin del da 18 no dejaba lugar a dudas de que los contactos de Von Papen con el dirigente nazi no se deban a ninguna ineptitud bien intencionada.
La nica explicacin posible era que el hombre al que haba elevado a la condicin de canciller para luego arrebatarle el cargo estaba conspirando
contra l.52
A medida que los acontecimientos alcanzaban su punto lgido, a finales de la tercera semana de enero, Schleicher se aferr a una poltica
estratgica cuyas premisas haban demostrado ser poco vlidas. A esas alturas ya haba suficientes pruebas de que todos sus esfuerzos por que Hitler
colaborase haban fracasado, desde el uso de Strasser como acicate, hasta la amenaza de que los nazis perderan an ms votos en caso de unas

nuevas elecciones. Pero, a pesar de su formacin militar, el canciller haba cometido un error fundamental de estrategia al no preparar un plan de
retirada por si fracasaba. An contaba con que Hitler cedera y, de no ser as, con que Hindenburg estara dispuesto a respaldarlo si decida disolver el
Reichstag sin convocar nuevos comicios. En consecuencia, no conceda ninguna importancia a la necesidad de adoptar una postura defensiva que le
diese, al menos, tiempo para consolidarse en el poder; por el contrario, se empecinaba en su estrategia ofensiva como si nada hubiese cambiado. De
esta manera, desperdici la oportunidad de posponer un enfrentamiento con el Reichstag y prolongar as su permanencia en la cancillera.
La oportunidad se present el viernes 20 de enero, cuando el comit del orden del da del Parlamento se reuni para revisar su decisin de
convocar a la cmara el da El resultado determinara cundo tendra lugar el enfrentamiento, que pareca inevitable, entre el gabinete de Schleicher y
una mayora parlamentaria hostil. En esta reunin, tanto los portavoces comunistas como los socialdemcratas presionaron para que se mantuviese la
fecha que estaba programada e hicieron evidente su intencin de proponer cuando antes un voto de censura. Sin embargo, el representante de los
nazis en el comit, Wilhelm Frick, adopt una actitud mucho menos agresiva, a pesar de que la prensa de su partido exiga desafiante el voto de
censura.53
Frick, antiguo funcionario del Estado era, para ser nazi, un hombre prudente. Comparta las dudas de Gregor Strasser acerca de la estrategia de
todo o nada de Hitler, y hasta el ltimo momento, en diciembre, no se haba distanciado del nazi renegado. Al igual que ste, tema que si se disolva el
Reichstag, los resultados electorales seran desastrosos para los nazis. Otros dirigentes nazis se mostraban tambin reacios a provocar un
enfrentamiento. Goebbels, que por lo dems era un agitador, coincida con Frick, como reflej en su diario el mismo da 20: Debemos ganar tiempo.
Despus de mantener una reunin con Hitler, Goering y Goebbels la noche anterior para preparar la estrategia, Frick propuso al comit del orden del
da que se extendiesen las vacaciones parlamentarias hasta que el gabinete se encontrase en situacin de presentar su presupuesto. Comoquiera que
el ministro de Finanzas de Schleicher haba anunciado poco antes que el presupuesto poda no estar listo hasta la primavera, Frick seal que el
Partido Nazi estaba dispuesto a aplazar hasta entonces la nueva convocatoria de la cmara.54
Si la propuesta de Frick hubiese sido aceptada, los acontecimientos que la siguieron habran tomado un rumbo bien diferente. En el supuesto de
que las vacaciones del Reichstag se hubiesen alargado hasta que el gabinete pudiese presentar el presupuesto, el enfrentamiento que todos daban
como inevitable entre ste y la mayora hostil de la cmara se habra pospuesto hasta la primavera. Si entonces se hubiese adoptado una mocin de
censura, los nuevos comicios se podran haber aplazado, incluso sin sobrepasar los sesenta das que estipulaba la Constitucin, hasta mayo o junio en
caso de una disolucin del Reichstag. Y a esas alturas, la situacin de Schleicher podra haber mejorado de forma considerable. Quizs entonces se
hallase en situacin de cosechar los beneficios polticos del programa de creacin de empleo que Gereke intentaba obstinadamente llevar a trmino a
pesar de la falta de ayuda del canciller; adems, el mrito de la mejora general, lenta pero perceptible, de las condiciones econmicas que haba
tenido su origen durante la segunda mitad de 1932 tambin se habra atribuido a Schleicher. Durante las prolongadas vacaciones del Reichstag, Adolf
Hitler no habra tenido la oportunidad de levantar la moral de sus seguidores mediante una demostracin de fuerza en las urnas, como sucedi en
Lippe, ya que ningn otro estado haba programado elecciones hasta otoo: la crisis que sufra el partido de Hitler habra empeorado rpidamente a
medida que los intentos frustrados de su dirigente por hacerse con el poder hubiesen aumentado su desengao. Unas nuevas elecciones
parlamentarias bajo tales circunstancias, al final de la primavera o principio del verano, podran suponer a nazis y comunistas unas prdidas suficientes
como para suavizar el clima de extremismo poltico y fortalecer an ms la posicin del canciller.55
Pero nada de esto iba a suceder, pues aunque la mocin de Frick para alargar el descanso vacacional del Parlamento contaba con suficiente
apoyo por parte de los partidos representados en el comit del orden del da, el secretario de la Cancillera, Erwin Planck, que actuaba como portavoz
del gabinete, lo rechaz de plano. Segn anunci, el gabinete exiga que la situacin poltica se aclarase lo antes posible, y por tanto se opona a
cualquier prolongacin del descanso. La aceptacin de la propuesta de Frick, sin duda, hubiese sido seal de una retirada tctica por parte del
canciller. Durante las semanas anteriores, con la intencin de intimidar a Hitler y lograr que colaborase con el gabinete, Schleicher se haba aferrado a
la posicin inflexible que Planck adopt en la reunin del comit del orden del da. No hay, sin embargo, ningn indicio de que Schleicher considerase
siquiera deponer esta actitud con la intencin de ganar tiempo para consolidar su postura y esperar los beneficios polticos de la recuperacin de la
economa. Y tampoco parece probable que Planck hubiese gozado de autoridad discrecional para alterar la estrategia en el caso de que hubiese un
imprevisto como el que supuso la proposicin de Frick. Por lo tanto, la negativa de aqul acab con la mocin de los nazis sin que hubiese siquiera una
votacin, y el Partido del Centro Catlico, con el beneplcito de Planck, logr que la mayora del comit aprobase su propuesta de ampliar una semana
ms el perodo vacacional con el fin de permitir futuras negociaciones. Por lo tanto, el 31 de enero se convirti en una fecha crucial para la poltica
Alemana.56
La oportunidad que Schleicher dej pasar el da 20 constituy un punto de inflexin. Aunque ste no poda saberlo entonces, haba desaprovechado
una de las pocas posibilidades que le quedaban de escapar a la red que Von Papen estaba tejiendo a su alrededor. El objetivo de ste era conseguir
el apoyo de Hitler, derrocar a Schleicher poniendo a Hindenburg en su contra y ofrecerse entonces para formar un gabinete de derechas con los nazis.
Posponer el enfrentamiento del Reichstag con Schleicher, como haba propuesto Frick, habra supuesto un serio obstculo para los planes de Von
Papen; sobre todo, librara al canciller de la necesidad de hacerse con el respaldo del presidente y lograr as la autoridad para disolver el Reichstag.
Al rechazar el aplazamiento, Schleicher llev a un punto crtico la cuestin de la confianza del presidente, en el preciso momento en que la conjura
contra l estaba tomando cuerpo. Adems, al aceptar el aplazamiento de una semana dio a los conspiradores el tiempo adicional que necesitaban
para consolidar sus diferencias y convencer al presidente. La nica esperanza de conservar el poder que le quedaba al canciller dependa por completo
de su capacidad para conseguir un decreto de disolucin de Hindenburg en un momento en que no tena grandes logros que mostrar.
La falta de estrategias alternativas que Schleicher demostr tener en la reunin del comit del orden del da se basaba en la que acabara siendo la
ilusin que le cost ms cara: su convencimiento de que, en cualquier caso, poda contar con que Hindenburg cumplira su promesa de usar todos los
poderes de la presidencia en su favor. No tard en desengaarse. Poco despus de la reunin del da 20, Erwin Planck telefone conmovido a Brning,
otrora canciller, y le dijo: Se acab. Acto seguido, le explic que la postura que haba adoptado en la reunin en nombre de Schleicher se deba a que
Oskar Hindenburg le haba asegurado que su padre concedera al canciller el decreto. Pero luego, segn refiri Planck, ste se haba enterado de que
el hijo del presidente se haba vuelto en su contra, por lo que no obtendra el deseado documento. Sin l, Schleicher se hallara indefenso ante una
mocin de censura del Reichstag cuando volviese a reunirse el da 31. Brning propuso que se volviese a convocar enseguida al comit del orden del
da, pero Planck rechaz la idea convencido de su ineficacia; Schleicher estaba, segn afirm con resignacin, acabado. Esto an no era del todo
cierto; sin embargo, era evidente que las ilusiones del canciller haban disminuido en gran medida sus posibilidades de sobrevivir en el mbito
poltico.57

Notas
1. Politische Hellseherei, V, 3 (3 de enero de 1933).
2. Eine blutige Silvesternacht, V, 2 (2 de enero de 1933); Mrder aus der Ackerstrasse verhaftet, V, 19 (8 de enero de 1933); Die Bluttat in
der Sylvesternacht, FZ, 2425 (10 de enero de 1933); Drei politische Morde, BT, 2 (2 de enero de 1933); Drei Todesopfer der Neujahrsnacht, VZ,
2 (2 de enero de 1933).
3. Eve Rosenhaft, The Unemployed in the Neighborhood, en The German Unemployed, ed. de Richard J. Evans y Dick Geary, Londres, 1987,
pp. 207 s.; el men est extrado de Hubert R. Knickerbocker, The German Crisis, Nueva York, 1932, pp. 2328; Ruth Weiland, Die Kinder der
Arbeitslosen, Berln, 1933, pp. 815; Bruno Nelissen Haken, Stempelchronik, Hamburgo, 1932.
4. AbRk/KvS, pp. 101117.
5. IfZ, ED 93, Bd. 33, Dienstag, den 10 Januar 1933 Unterhaltung mit Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner (Ullstein Verlag); BAK,
Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 14 Januar 1933, de Georg Dertinger; Documento de Mosc (vase Apndice).
6. El secretario de prensa de Schleicher explic la estrategia de ste a un periodista el 10 de enero. Vase BAK, Sammlung Brammer, ZSg
101/26, Informationsbericht vom 14 Januar 1933, de Georg Dertinger.
7. En un Kurzorienterung que prepar Schleicher el 21 de enero de 1933, el coronel Ferdinand von Bredow, uno de sus ayudantes en el Ministerio
de Defensa, comunic que haba promovido nuestra idea de servicio militar obligatorio y retencin del Ejrcito profesional, a lo que Schleicher
respondi con un breve comentario: bien (documentos de Bredow, BA/MA, N 97/3). En la cena que celebr con los periodistas el 13 de enero,
Schleicher afirm que conceba la creacin de una milicia como un medio de lograr la conscripcin universal (IfZ, ED 93, Bd. 33, 13.I.33, de Josef
Reiner [Ullstein Verlag]).
8. Otto Braun, op. cit., pp. 426438; Heinrich August Winkler, Der Weg in die Katastrophe, Berln, 1987, p. 831, n. 143; Hagen Schulze, Otto Braun
oder Preussens demokratische Sendung, Frncfort del Main, 1977, pp. 773776.
9. Borrador de una carta de Schleicher al Vossische Zeitung, fechado el 30 de enero de 1934, en Thilo Vogelsang, Zur Politik Schleichers
gegenber der NSDAP 1932, VfZ,6(1958),p. 90.
10. Thilo Vogelsang, Neue Dokumente zur Geschichte der Reichswehr, VfZ, 2 (1954), pp. 426429; IfZ, ED 93, Bd. 33, Dienstag, den 10 Januar
1933 Unterhaltung mit Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner (Ullstein Verlag); DBFP, 19191939, serie II, vol. 4, p. 386, de Rumbold a Simon,
11 de enero de 1933.
11. Entre los que crean que Schleicher intentaba provocar una escisin en el Partido Nazi se encontraban Von Papen ( Gasse, p. 244) y Meissner
(diario de Quaatz, entrada del 16 de diciembre de 1932, en Weiss y Hoser, op. cit., p. 218). El ministro de Finanzas de Schleicher, Lutz Graf Schwerin
von Krosigk, an estaba convencido de que se era su objetivo muchos aos despus, cuando escribi sus memorias (vase Schwerin von Krosigk,
Staatshankrott, Gotinga, 1974), p. 156.
12. El encuentro de Hindenburg y Strasser ha recibido varias dataciones, pero el 10 de enero el secretario de prensa de Schleicher especific a un
periodista que haba tenido lugar el 6 de enero. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11. Januar, de Georg Dertinger. En
cuanto al carcter secreto de la reunin, vase Gustav Stolper, Umsturz, Der Deutsche Volkwirt, 7 (1933), p. 564. Otto Meissner, op. cit., pp. 251 s.;
vase tambin la declaracin de Meissner en el juicio de desnazificacin de Von Papen, del 31 de enero de 1947 (Amtsgericht Mnchen,
Spruchkammerakten F. von Papen, S. 218).
13. Documento de Mosc (vase Apndice).
14. AdRk/KvS, pp. 233 y 235; Otto Braun, op. cit., p. 432; DDF, 19321939 , serie I, vol. 2, p. 375, despacho del 7 de enero del embajador
FranoisPoncet, que reconoca que Schleicher intentaba presionar a Hitler.
15. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11 Januar, de Georg Dertinger (informa sobre una larga conversacin que
mantuvo con Erich Marcks, el secretario de prensa de la Cancillera de Schleicher, el 10 de enero); Documento de Mosc (vase Apndice); Die Lage
des Kabinetts, FZ 3940 (15 de enero de 1933).
16. Informationsbericht vom 14 Januar, cit.; Gregor Strasser war bei Hindenburg, DAZ, 19 (12 de enero de 1933); Schleicher warnt, DAZ,
24 (14 de enero de 1933); Die Lage des Kabinetts, cit.; Kaas bei Schleicher, BT, 27 (17 de enero de 1933); Dem neuen Kampf entgegen, FZ,
17 (18 de enero de 1933); DBFP, 19191939, serie II, vol. 4, p. 387, de Rumbold a Simon, 16 de enero de 1933.
17. IfZ, ED 93, Bd. 33, Dienstag, den 10 Januar 1933 Unterhaltung mit Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner (Ullstein Verlag);
Documento de Mosc (vase Apndice); BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 14 Januar, de Georg Dertinger; diario del
coronel Von Thaer de julio de 1918, citado en Vogelsang, Schleicher, p. 18.
18. Dienstag, den 10 Januar..., op. cit.
19. Vogelsang, Neue Dokumente, p. 426; BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 14 Januar, de Georg Dertinger;
Documento de Mosc (vase Apndice).
20. Brning, op. cit., pp. 395398; Von Papen, Gasse, p. 280; Magnus von Braun, Weg durch vier Zeitepochen, LimburgLahn, 1965, p. 258;
Erasmus Jonas, Die Volkskonservativen, 19281933, Dsseldorf, 1965, p. 148, n. 8. El confidente del prncipe era el antiguo general de divisin Franz
Ritter von Hrauf, que dirigi el Wehram del Partido Nazi. Algunas de sus cartas se recogen en Hentschel, op. cit., p. 150154; AdRk/KvS, pp. 154156,
221224 y 233, n. 13.
21. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11 Januar, de Georg Dertinger; IfZ, ED 93, Bd. 33, Dienstag, den 10
Januar 1933 Unterhaltung mit Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner (Ullstein Verlag).
22. Informationsbericht vom 11 Januar, cit. Vase tambin Gregor Strasser war bei Hindenburg, DAZ, 19 (12 de enero de 1933). Dienstag,
den 10 Januar..., cit.; AdRk/KvS, p. 230, n. 3 (cita de MZ, 1314 de enero).
23. Ibd.; Dreigespann StrasserHugenbergStegerwald?, VZ, 23 (14 de enero de 1933); Peter Reinhold, Das System, VZ, 25 (15 de enero de
1933); DBFP, 19191939, serie II, vol. 4, p. 387, de Rumbold a Simon, 16 de enero de 1933; diario de Quaatz, entrada del 2 de enero de 1933 (Weiss y
Hoser, op. cit., p. 224). AdRk/KvS, p. 234, n. 15; Wird Hugenberg Krisenminister?, NPZ, 14 (14 de enero de 1933); Unsere Meinung, DAZ, 28 (17
de enero de 1933). Der Deutsche, 16 de enero, citado en Was wird Schleicher tun?, FZ, 45 (17 de enero de 1933). Kass bei Schleicher, VZ, 27
(17 de enero de 1933); Kaas drngt auf Entscheidung, VZ, 28 (17 de enero de 1933); Rudolf Morsey, Die deutsche Zentrumspartei, en Das Ende
der Parteien 1933, ed. de Erich Matthias y Rudolf Morsey, Dsseldorf, 1960, p. 335.
24. AdRk/KvS, p. 234.
25. Weiss y Hoser, op. cit., pp. 224 s. El texto de la resolucin se recoge en SEG (1933), p. 26. Una versin ligeramente diferente, hallada entre los
papeles de Hugenberg, se encuentra en AdRk/KvS, pp. 282 s.; Otto SchmidtHannover, Umdenken oder Anarchie, Gotinga, 1959, pp. 323 s. En cuanto
al desmentido de Schleicher, vase la entrada de ese da en el diario de Quaatz (Weiss y Hoser, op. cit., pp. 224 s.).
26. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11 Januar, de Georg Dertinger, a quien el secretario de prensa de
Schleicher, Erich Marcks, confi el da 10 el resentimiento del canciller a raz de los ataques que haba recibido dos das antes por parte del Hamburger
Nachrichten y el Allgemeine Zeitung de Chemmitz. Vase tambin el informe sobre el arranque de ira de Schleicher frente a uno de los periodistas de
derechas el 13 de enero de en el Documento de Mosc (vase Apndice). IfZ, ED 93, Bd. 33, 13.I.33, informe de uno de los presentes, Josef Reiner,
de la Ullstein Verlag; AdRk/KvS, p. 231. Algunos ejemplos de cmo reflej la prensa el temor a que Schleicher violase la Constitucin, en Hitler in
Berlin, DAZ, 28 (17 de enero de 1933); Schleicher und Hitler kampfbereit, FZ, 54 (20 de enero de 1933); AdRk/KvS, p. 267, n. 2.

27. AdRk/FvP, vol. 1, p. 477 (Schleicher se dirige a la reunin del gabinete del 30 de agosto de 1932); IfZ, ED 93, Bd. 33, Dienstag, den 10
Januar 1933 Unterhaltung mit Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner (Ullstein Verlag).
28. Vase la carta del dirigente centrista Ludwig Kaas a Schleicher el 26 de enero de 1933, en AdRk/KvS, pp. 304 s.; Eine Warnung Breitscheids
an Hitler, FZ, 5556 (21 de enero de 1933); Unsere Meinung, DAZ, 29 (18 de enero de 1933); Staatsnotstand, NPZ, 22 (22 de enero de 1933); en
cuanto al desmentido de la Cancillera, vase el comunicado oficial del 24 de enero de en SEG (1933), p. 27.
29. IfZ, ZS 37, entrevista de Hemann Foertsch, secretario de prensa de Schleicher en el Ministerio de Defensa, llevada a cabo por Wolfgang Sauer
los das 28 y 31 de enero de 1953, pp. 11 s.
30. Mientras que el gabinete de Papen se haba reunido ms de dos veces a la semana, como media, el de Schleicher apenas fue convocado una
vez a la semana. Vase AdRk/FvP y AdRk/KvS.
31. Gereke se quej del trato que haba recibido de Schleicher en la conversacin que mantuvo con un periodista el 5 de enero de (BAK,
Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 5 Januar, de Georg Dertinger).
32. AdRk/KvS, p. 1, n. 5; pp. 106 y 186189 (carta del ministro de Agricultura Magnus von Braun dirigida a Schleicher el 5 de enero de 1933);
Magnus von Braun, op. cit., p. 261. En lo que respecta al consumo exterior, la descripcin que Braun hizo del gabinete de Schleicher es mucho ms
positiva (vase el informe del embajador britnico sir Horace Rumbold acerca de una conversacin que ambos mantuvieron el 29 de enero, en DBFP,
19191939, serie II, vol. 4, p. 397).
33. Pueden verse algunos ejemplos del alejamiento en Weiss y Hoser, op. cit., p. 218 (diario de Quaatz, 16 de diciembre de 1932); Jonas, op. cit.,
p. 129, n. 3. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11 Januar, de Georg Dertinger (informe de la conversacin mantenida
con el secretario de prensa Erich Marcks el 10 de enero). Ese mismo da, Schleicher intent hacer ver que el asunto no era tan grave, y asegur a otro
periodista que sus relaciones con el presidente y su hijo estaban mejorando (IfZ, ED 93, Bd. 33, Dienstag, den 10 Januar 1933 Unterhaltung mit
Reichskanzler von Schleicher, de Josef Reiner [Ullstein Verlag]).
34. Cuando surgi el tema en la conversacin que mantuvieron el 10 de enero el secretario de prensa de la Cancillera de Schleicher, Erich Marcks,
y un periodista, segn ste afirm ms tarde Marcks se mostr nervioso hasta un extremo inslito al negar los rumores de que Schleicher haba
abandonado a Von Papen (BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11 Januar, de Georg Dertinger).
35. BAK, R43 I/1504, Bl. 93: de Meissner a Planck, 14 de diciembre de 1932. En la cena que organiz para los periodistas el da 13 de enero,
Schleicher se refiri despectivamente a los clichs romnticos de Von Papen. Como resultado de las imprudentes declaraciones de Von Papen,
segn les dijo, habra tenido lugar una huelga general si ste hubiese estado tres das ms en el cargo, en cuyo caso l se habra visto obligado a enviar
al Ejrcito a las calles con ametralladoras. Vase IfZ, ED 93, Bd. 33, 13.I.33, de Josef Reiner (Ullstein Verlag). Un informe similar de otro de los
periodistas presentes no tard en llegar a Von Papen: el Documento de Mosc (vase Apndice). En cuanto a Gereke, vanse sus memorias, Ich war
Kniglichpreussischer Landrat, Berln, 1970, pp. 176 ss.
36. HansOtto Meissner, 30 Januar 33, Esslingen, 1976, pp. 186188.
37. Ibd., p. 187; Vogelsang, Schleicher, p. 72. Cuando necesitaba asesoramiento constitucional, Schleicher recurra al teniente coronel Eugen Ott
(vase AdRk/KvP, vol. 1. pp. 579 s., en especial, n. 11). El canciller asign a otro oficial, Hanshenning von Holtzendorff, la tarea de organizar el
reasentamiento rural (IfZ, ZS/A, 36/2, de Holtzendorff a Graf Borke, 3 de mayo de 1949). Por su parte, el coronel Ferdinand von Bredow, ayudante del
Ministerio de Defensa, se encargaba de asuntos polticos de naturaleza ms general (vanse los papeles de Bredow, en BA/MA, N 97/13).
38. AdR, NPA 11 (Gesandtschaftsberichte Berlin), de Josef Meindl, Geschftstrger, a Engelbert Dollfuss, 9 de febrero de 1933.
39. AdRk/KvS, pp. 206208.
40. Ibd., pp. 208214. Vase tambin la versin del encuentro que ofreci con posterioridad uno de los nazis que se hallaba presente entre los
portavoces de la Liga: Bracher, op. cit., pp. 697 s.
41. Horst Gies, NSDAP und landwirtschaftliche Organisationen in der Endphase der Weimarer Republik, VfZ, 15 (1967), pp. 341376. Schleicher
tema que los nazis dominasen la Liga, como demuestran los comentarios que hizo a los periodistas el da 13: IfZ, ED 93, Bd. 33, 13.I.33, de Josef
Reiner (Ullstein Verlag); AdRk/KvS, p. 214, n. 16.
42. Vase Wolfgang Wessling, Hindenburg, Neudeck und die deutsche Wirtschaft, V/SuW, 64 (1977), pp. 4173.
43. Gies, op. cit., p. 374, n. 164. BAK, R43 II/192, Bl. 109. Con respecto a la actuacin del gabinete el 17 de enero en cuanto a la proteccin ante
los juicios hipotecarios, vase AdRk/KvS, pp. 247 s.
44. SEG (1933), pp. 2324. Vase tambin AdRk/KvS, p. 237, n. 22, y p. 319, n. 15.
45. Vogelsang, Neue Dokumente, p. 427 (Schleicher ante una reunin de generales, 1315 de diciembre de 1932). DDF, 19321939 , serie 1,
vol. 2, p. 547 (de FranoisPoncet a PaulBoncour, 1 de febrero de 1933).
46. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 11 Januar 1933 e Informationsbericht vom 14 Januar 1933, de Georg
Dertinger; Documento de Mosc (vase Apndice).
47. Ibd.
48. Entrevista del 39 de marzo de 1951 con Erich Freiherr von dem BusscheIppenburg, que dirigi la oficina de personal del Ministerio de Defensa
de 1930 a 1933 (IfZ, ZS 217). En el borrador de una carta con fecha del 30 de enero de 1934, dirigida al Vossische Zeitung aunque, al parecer, no lleg
a ser enviada, Schleicher se refera a la repentina retirada del respaldo que el presidente le haba prometido con gran solemnidad (Vogelsang,
Reichswer, p. 336, n. 1590). Segn otro miembro del personal del Ministerio de Defensa, Eugen Ott, Schleicher haba expresado sus dudas acerca del
grado de confianza que Hindenburg tena puesto en l (IfZ, ZS 279, Bemerkungen zu den Akten des Instituts fr Zeitgeschichte de Ott, 18 de febrero
de 1952, p. 7). En cuanto a la advertencia de Meissner, vase AdRk/KvS, p. 235.
49. IfZ, ZS/A20, Bd. 4, The Beginning and the End (extractos del diario de Lutz Graf Schwerin von Krosigk), entrada del 22 de enero, p. 11 (la
conversacin con Schleicher no lleva fecha). En el borrador de una carta dirigida a los editores del Vossische Zeitung escrita por Schleicher en enero
de 1934, que no lleg a publicarse, afirma que catorce das antes de su cada el presidente lo presion para que disolviese el Parlamento (Vogelsang,
Zur Politik Schleichers, p. 90. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 19 Januar, de Georg Dertinger).
50. Gereke, op. cit., pp. 213 ss.; Documento de Mosc (vase Apndice); Helmunt Marcon, Arbeitsbeschaffungspolitik der Regierungen Papen
und Schleicher, Frncfort. pp. 303310; Michael Schneider, Das Arbeitsbeschaffungsprogramm des ADGB , BonnBad Godesberg, pp. 200202. En
cuanto a las promesas de Schleicher a los agricultores, vanse las notas de Gustav Krupp von Bohlen und Haibach sobre la conversacin que mantuvo
con aqul el 12 de enero de 1933 (KruppArchiv, FAH 23/793, Bl. 226229). Cfr. los comentarios de Schleicher a los portavoces de la Liga un da antes,
en AdRk/ KvS, pp. 210212.
51. Documento de Mosc (vase Apndice); IfZ, ED 93, Bd. 33, 13.I.33, de Josef Reiner (Ullstein Verlag); SEG (1933), pp. 19 s., discurso al
Kyffhuserbund en Berln. Vase tambin Geyer, Aufrstung oder Sicherheit, pp. 302 s.
52. Aussprache Papens mit Hitler, MNN, 18 (19 de enero de 1933); PapenHitlerSchleicher, VZ, 30 (18 de enero de 1933); Wahlen am 19,
Februar?, NPZ, 19 (19 de enero de 1933).
53. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 344; Vertagung bis 31 Januar, VZ, 35 (21 de enero de 1933); Die NSDAP weicht aus, FZ, 57 (21 de
enero de 1933); Reichstag vertagt, 35 (21 de enero de 1933); Unbequeme Wahrheit, V, 36 (21 de enero de 1933); Reichstag vertagt sich
wieder!, TR, 18 (21 de enero de 1933); Reichstag am 31 Januar, KZ, 40 (21 de enero de 1933); Acht Tage Aufschub, BT, 35 (21 de enero de
1933); Ein kurzer Zeitgewinn, G, 21 (21 de enero de 1933); Das schlechte Gewissen, BT, 37 (22 de enero de 1933).
54. Gnter Neliba, Wilhelm Frick, Paderborn, 1992, pp. 6668. Frick ya haba dicho con anterioridad en de enero de que estaba a favor de
posponer la convocatoria del Reichstag (Hitlers Abstecher nach Berlin, FZ, 32 [12 de enero de 1933]). Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 343.
55. Hitlers Schwenkung, BT, 18 (11 de enero de 1933); Das schlechte Gewissen, BT, 37 (22 de enero de 1933); Kein Staatsnotstand!, VZ,

40 (24 de enero de 1933).


56. Respecto a la disposicin de los del centro, vase Brning, op. cit., p. 645; respecto a la de los nacionales, vanse los comentarios de Oskar
Hergt en Geldnot der N.S.D.A.P., BT, 19 (12 de enero de 1933), as como Reichstag am 31 Januar, KZ, 40 (21 de enero de 1933).
57. Brning, op. cit., p. 645.

CAPTULO 5

La conspiracin se extiende y Schleicher renuncia al poder


Al final de la nublada y fra maana del domingo 22 de enero, una brigada de policas de uniforme invadi la Casa Karl Liebknecht, sede del
Partido Comunista de la Blowplatz, la plaza principal de un distrito obrero de Berln. Los agentes registraron el edificio y expulsaron a la mayora de los
que trabajaban all, incluido el editor del peridico comunista Rote Fahne, al que sacaron a punta de pistola. Fuera iban llegando ms camiones llenos
de policas que se desplegaban en abanico por toda la plaza cubierta de nieve, ordenaban a los peatones que despejasen la zona y la acordonaban
para evitar el paso de vehculos particulares. En las intersecciones se apostaban camiones policiales blindados y ametralladoras, mientras otras
unidades formaban piquetes, con los rifles listos para disparar, en el centro de las calles desiertas que desembocaban en la plaza. Desde los tejados
de los edificios de los alrededores, un buen nmero de policas exploraba la zona con binoculares. Si algn curioso se atreva a salir a la terraza de su
apartamento o abra una ventana para ver qu estaba pasando, se le ordenaba inmediatamente que entrara de nuevo y mantuviera cerradas puertas y
ventanas. Algunos hogares del vecindario tambin fueron registrados. Cerca de la una de la tarde, se hicieron evidentes las razones de medidas tan
extremas, cuando aparecieron las camisas marrones de una columna de soldados de asalto nazis que se diriga hacia la plaza bajo proteccin policial,
cantando a coro: Nos cagamos en la libertad! Nos cagamos en la Repblica juda!.
En total, convergieron en la Blowplatz unos quince mil soldados protegidos de la hostilidad de los vecinos por una cantidad similar de policas. El
propsito aparente de este desfile aprobado por el Gobierno era llegar al cementerio, no muy lejos de all, donde Hitler haba dedicado un monumento a
Horst Wessel, un dirigente de la SA de carcter especialmente brutal, abatido por los comunistas tres aos antes. Pero el verdadero objetivo era elevar
la castigada moral de los nazis mediante una demostracin de fuerza a las mismas puertas del Partido Comunista. Los resultados sobrepasaron todas
las expectativas: el Gobierno se neg a permitir una contramanifestacin por parte de los comunistas, y la polica, siguiendo sus rdenes de evitar actos
violentos, se enfrent repetidamente a los que protestaban, lo que se sald con dos heridos de bala y casi setenta arrestos. Como consecuencia, la
concentracin confiri un aura de respetabilidad a los nazis, ya que los puso del lado de las fuerzas de la ley y el orden frente a los comunistas. Tambin
supuso un golpe desmoralizador para la izquierda alemana. Durante los das siguientes, la prensa nazi pregon el acontecimiento como una gran
victoria. En una memoria publicada tres aos ms tarde, un soldado de la SA de Berln lo rememor como un gran impulso experimentado por la fortuna
del partido.Goebbels casi no poda contener su regocijo cuando describi en su diario:
Los rojos bramando en las calles laterales, [...] vehculos blindados, ametralladoras. La polica vigilaba para que nadie nos disparase desde las
ventanas [...]. La SA marchaba ante la Casa Karl Liebknecht. Algo fantstico! [...] Hemos ganado una batalla.
El xito obtenido por los nazis supuso un contratiempo para Schleicher; y ste lo haba provocado l mismo. Hasta la vspera, Goebbels haba
estado temiendo que el Gobierno pusiese freno a la manifestacin. Haba odo que el canciller quera prohibirla, pero la resistencia del Ministerio de
Defensa se lo haba impedido.No existan, sin embargo, pruebas que apoyasen esta teora. Como comisario de Prusia, en virtud de la toma del poder
de este estado por parte del Gobierno en julio, el canciller ejerca en ltima instancia la autoridad sobre las fuerzas policiales de la capital. Por lo tanto,
tena a su disposicin todos los medios para prohibir la marcha o exigir a los nazis que la llevasen a cabo en un lugar menos provocador que la sede de
los comunistas. Pero, en lugar de eso, permiti que la polica se convirtiese en protectora de los mismos matones que durante aos haban
desencadenado un alboroto letal en las calles de la capital y otras ciudades alemanas.
An no estn claros los motivos que llevaron a Schleicher a mostrar tal pasividad frente a lo que era de forma evidente una provocacin de los
nazis. Quizs albergaba la esperanza de engatusar as a Hitler para que cooperase con su gabinete. De hecho, algunos observadores republicanos
sospechaban que la aquiescencia del Gobierno pretenda ser un gesto conciliador. Por otra parte, es posible que Schleicher hubiera quedado
inmovilizado por la impresin que le produjo, poco antes, la noticia de que no poda contar con que Hindenburg le otorgase un decreto de disolucin,
documento que Schleicher siempre haba pensado que obtendra con slo solicitarlo. Un periodista del principal peridico catlico de la capital,
Germania, seal que un espeluznante fatalismo pareca obstaculizar cualquier actividad del Gobierno; el Frankfurter Zeitung defini la actitud del
canciller como un distanciamiento olmpico. Pero, sea cual sea la explicacin, Schleicher le haba dado a Hitler un empujn inestimable al permitir
que se realizase la manifestacin nazi y brindarle adems la proteccin del Gobierno, as como la aprobacin implcita que sta supona.4
La noche de ese mismo domingo 22 de enero, dos hombres acompaados de sus esposas tomaban asiento en un palco del Teatro de la Opera
del famoso bulevar Unter den Linden de Berln, donde se estaba representando Das Liebesverbot, de Richard Wagner, una versin operstica de
juventud de Medida por medida, de Shakespeare. Durante el entreacto, las dos parejas alternaron con el resto de la audiencia y saludaron a algunos
conocidos, y volvieron a sus asientos cuando son el timbre que anunciaba el siguiente acto. Pero antes de que se apagaran las luces y comenzara de
nuevo la msica, los dos hombres se levantaron y salieron en silencio. Tras recoger sus abrigos y sombreros del guardarropa, abandonaron el edificio
por la puerta trasera. Una vez fuera, cruzaron la plaza del Teatro bajo una violenta nevada y pararon un taxi. Slo despus de comprobar, a travs de la
ventanilla trasera del coche, que nadie los segua, pidieron al taxista que los llevase al elegante distrito de Dahlem, desde donde se dirigieron
caminando a su destino. No sin dificultad, debido a la nieve, llegaron por fin a casa de Joachim von Ribbentrop los dos discretos visitantes, Oskar
Hindenburg, hijo del presidente, y Otto Meissner, secretario de Estado. All los esperaban el antiguo canciller, Franz von Papen, y Adolf Hitler,
acompaado de Hermann Goering y otros dos nazis destacados.5
Este encuentro nocturno fue obra de Von Papen. Durante la comida que ambos celebraron en casa de Ribbentrop el da 18, Hitler haba exigido el
puesto de canciller con ms insistencia que nunca, y aqul haba tomado la que result ser la decisin ms trascendental de su vida: haba determinado
que la manera ms prometedora de volver al poder era ceder a Hitler la cancillera, pero slo de manera que pudiese usar al dirigente nazi para sus
propios propsitos. Se dispuso, por tanto, a explorar la posibilidad de crear un gabinete encabezado por Hitler en el que l, gracias a su amistad con
Hindenburg, tomara en realidad las riendas del poder. Si este intento fracasaba, estaba dispuesto a asumir de nuevo el puesto de canciller, a pesar de
la masiva oposicin poltica tanto por parte de la izquierda como de la derecha, que haba marcado su anterior experiencia en el cargo. El viernes 20 de
enero, dos das antes de la reunin nocturna, Von Papen haba resuelto ampliar la conspiracin contra Schleicher y revelar su estrategia al hijo del
presidente y al secretario de Estado. El da 20 por la noche inform a Ribbentrop de que stos haban aceptado unirse a su encuentro con Hitler el
domingo siguiente.6
Al introducir a Oskar Hindenburg en su proyecto, Von Papen se haba aliado con el hombre que se hallaba ms cerca que nadie del anciano
presidente y comparta el odio que el antiguo canciller profesaba a Kurt von Schleicher. Al igual que su padre y su abuelo, Oskar era un oficial de carrera
del Ejrcito, aunque no poda reclamar para s otra distincin que la de su linaje. El embajador FranoisPoncet lo describa como de complexin
gruesa, arisco y maleducado, tan alto y recio como su padre, pero sin su porte gracioso. Con una carrera militar poco brillante a sus espaldas, serva
oficialmente al presidente como asistente militar y, de manera extraoficial, como su ms ntimo confidente. Nadie vea ms al presidente que l, pues,
junto a su mujer y sus hijos, comparta la residencia presidencial de su padre viudo. Y a medida que ste se acercaba a los noventa aos, la influencia
de su hijo se incrementaba en lo poltico hasta el punto de que empez a ser conocido entre los ingeniosos de Berln como el hijo del presidente no
previsto por la Constitucin.7
Oskar Hindenburg haba mantenido una estrecha amistad con Schleicher, pero se convirti en su implacable enemigo a raz de un incidente
ocurrido en la poca en que el general lleg a la cancillera. Ninguno de los dos desvel en pblico qu fue exactamente lo que destruy su amistad. Sin
embargo, todo indicaba que se haba cumplido la profeca que sobre Schleicher hizo otro oficial durante la guerra: Presiento que tendr un gran futuro
si no se gana la enemistad de nadie con su lengua descarada.8Algo que dijo al hijo del presidente debi, sin duda, de herir su orgullo de tal manera
que hizo imposible toda reconciliacin. Entre los hombres adscritos al cdigo de honor de los oficiales prusianos, las humillaciones verbales eran
consideradas asuntos muy graves. De hecho, en tiempos pasados no eran pocos los duelos a muerte que derivaban de afrentas de este tipo. Al

margen de cul fuese la causa, el hecho es que Oskar Hindenburg haba acabado convirtindose en un gran enemigo de Schleicher. Y esta hostilidad
era compartida por completo por su esposa, una altiva baronesa que, hablando con un miembro del gabinete de ste, se refiri al canciller como
nuestro Fouch, aludiendo a un jefe de polica sin escrpulos de tiempos de la Revolucin Francesa, cuya destreza en la intriga oportunista le haba
permitido sobrevivir y servir tanto al Imperio napolenico como a la restauracin de los Borbones.9
Al incluir a Otto Meissner en la conspiracin contra Schleicher, Von Papen haba utilizado al hombre que, despus de su hijo, se hallaba ms cerca
del presidente. Como secretario de Estado, controlaba el acceso oficial a ste y estaba presente en prcticamente todas sus reuniones importantes;
estaba, por tanto, en situacin de influir en las decisiones del presidente, aunque su poder sobre ste no fuera tan grande como imaginaban algunos
observadores contemporneos, que se referan a l en tono burln como la figurilla de Meissner, aludiendo a las estatuillas de porcelana que se
fabricaban en la ciudad de Meissen. El embajador FranoisPoncet, que se encontr con l en numerosas ocasiones, lo consideraba un personaje
espeluznante y lo describa como una persona de cara rojiza, hinchada y gordinflona, siempre demasiado corpulenta para las ropas que viste, que
esconde su mirada bajo unas gafas de lentes gruesas.10Funcionario de carrera, haba sido secretario de Estado desde 1920 y no encontr ninguna
dificultad en trasladar su fidelidad del primer presidente, el socialdemcrata Friedrich Ebert, al conservador Hindenburg. Era servil y retorcido, y tena la
mentalidad de un alfrez astuto, incluida una aguda sensibilidad para cualquier cambio en las relaciones de poder de sus superiores. Cuando
Schleicher se hizo con la cancillera, Meissner haba entablado amistad con l, igual que haba hecho con sus predecesores; pero durante la tercera
semana de enero haba empezado a sentir que el canciller estaba perdiendo control sobre el poder y que era hora de congraciarse con los que
parecan tener ms posibilidades de ejercer la autoridad en un futuro.
Cuando llegaron a casa de Ribbentrop el 22 de enero, Meissner y Oskar Hindenburg se unieron al resto en una conversacin sobre temas
generales regada con champn de su anfitrin.Sin embargo, despus de un breve espacio de tiempo, el dirigente nazi anunci que deseaba hablar en
privado con el hijo del presidente, y ambos se retiraron a otra habitacin, donde permanecieron reunidos durante aproximadamente una hora. Hitler
saba que se hallaba ante una persona que hasta entonces no haba mostrado ninguna simpata por el nazismo. Dos meses antes, en un memorndum
de gran perspicacia, el hijo del presidente haba intentado en vano alertar a su padre de los peligros de entablar negociaciones con Hitler. Hindenburg
hijo reconoca la firme determinacin de ste a erigirse en canciller presidencial, y haba predicho con exactitud que intentara desdibujar la diferencia
existente entre un gabinete presidencial y uno parlamentario. Tambin haba advertido que no se poda esperar que Hitler cumpliese con ninguna de sus
promesas, y que su nombramiento acabara inevitablemente en una dictadura unipartidista.
Lo que sucedi entre Hitler y Oskar Hindenburg la noche del da 22 ha sido durante mucho tiempo objeto de diversas especulaciones. A menudo se
ha insinuado que aqul amenaz con chantajear al presidente o a su hijo si no lo nombraban canciller, aunque esto parece improbable, ya que no haba
motivos suficientes para llevar a cabo tal chantaje. Adems, incluso Hitler deba de ser consciente de que mtodos tan crudos eran una arma de doble
filo en el caso de los Hindenburg, dada su hipersensibilidad aristocrtica con respecto a los asuntos relativos al honor. Es ms razonable suponer que
Oskar Hindenburg cont la verdad en el juicio del Tribunal de Desnazificacin que tuvo lugar tras la segunda guerra mundial. En tal ocasin refiri que
Hitler lo haba sometido al mismo tipo de monlogo prolongado acerca de su lucha poltica y sus proyectos para remediar las enfermedades que
acosaban a Alemania que empleaba habitualmente cuando intentaba doblegar a los dems. El hijo del presidente continu su relato afirmando que
Hitler acab por centrarse en la situacin poltica del momento y dej claro que se opondra a cualquier gabinete que no contase con su participacin.
Segn su testimonio, l manifest que la poltica no era asunto suyo y que no tena ninguna influencia sobre las decisiones de su padre. Por su parte,
Hitler no dej constancia alguna de la entrevista, aunque dos das ms tarde le dijo a Goebbels que no haba podido convencer al hijo del presidente, al
que describi como la estupidez en persona.
Mientras Hitler arengaba a Oskar Hindenburg, Hermann Goering mantena una conversacin con Otto Meissner. El primero, hijo de un alto oficial
colonial del Gobierno del viejo Imperio, haba logrado reconocimiento nacional como as de la aviacin durante la guerra, y era el miembro de la cpula
nazi que ms se aproximaba al establishment alemn de clase alta. Su presencia al lado de Hitler confera al advenedizo dirigente nazi cierto aire
respetable a los ojos de figuras prominentes y privilegiadas como Meissner u Oskar Hindenburg. Hbil en sociedad, el regordete y afable Goering poda
hacer que los dems se sintiesen cmodos e invitarlos a expresarse abiertamente, mientras que los labernticos monlogos visionarios de Hitler no
propiciaban una comunicacin bilateral plena. El futuro ministro de las Fuerzas Areas y mariscal de campo haba llegado corriendo a ltima hora de la
tarde el da 22 desde Dresde con el cometido de servir de portavoz de Hitler, tarea que iba a desempear con habilidad durante las negociaciones
entre bastidores que tendran lugar a lo largo de la semana siguiente.
Goering adopt una postura conciliadora en su trato con Meissner. Si Hitler era nombrado canciller, inform al secretario de Estado, los nazis se
conformaran con slo un cargo adicional en el gabinete. Los otros ministerios podan asignarse a partidos de coalicin o a expertos independientes, y
se dejara en manos del presidente la eleccin del ministro de Defensa y el de Asuntos Exteriores.
Tambin le dio a entender que un gabinete encabezado por Hitler acabara desembocando en una restauracin de la monarqua, en un intento
obvio de hacerse con el favor de Hindenburg, que, a pesar de ser el jefe de un Gobierno republicano, no haca ningn esfuerzo por ocultar sus
convicciones monrquicas.
Cuando Hitler y Oskar Hindenburg volvieron a unirse al grupo, Ribbentrop ofreci a sus invitados un tentempi y ms champn. En la conversacin
que sigui, todos coincidieron en una cosa: Kurt von Schleicher deba ser destituido. Cuando se despidieron, adems, haban alcanzado un acuerdo
crucial de forma implcita. Von Papen se haba mostrado dispuesto a conformarse con el puesto de canciller adjunto del gabinete de Hitler; a travs de
Goering, este ltimo haba puesto de relieve su voluntad de hacer concesiones de relevancia en cuanto a la composicin de un gabinete encabezado
por l; Meissner y Oskar Hindenburg fueron los nicos que no se definieron en relacin al sucesor de Schleicher. Pronto resultara evidente que el
secretario de Estado, en realidad, se haba decantado por Hitler, mientras que Oskar Hindenburg sigui estando durante varios das a favor de restituir
la cancillera a Von Papen. No obstante, Meissner record ms adelante que cuando volvan en taxi al centro de Berln desde Dahlem, el hijo del
presidente se dirigi a l tras un largo perodo de silencio y le confi en tono resignado que, ya que Von Papen se mostraba favorable a ceder a Hitler el
puesto de canciller y dispuesto a conformarse con el de canciller adjunto, no haba nada que hacer al respecto.14
La maana del da siguiente, lunes 23 de enero, Von Papen hizo una visita a Hindenburg para exponerle su plan. ste no se opuso a la propuesta
de sustituir a Schleicher, ya que el respaldo que haba ofrecido a quien l mismo haba nombrado canciller siete semanas antes haca tiempo que se
tambaleaba. Pero cuando Von Papen propuso a Hitler como sucesor, el presidente se mostr reacio. Quera que el cargo lo ocupase el mismo Von
Papen, pues no acababa de aceptar que lo hubiesen destituido. Adems, desconfiaba de Hitler y senta por l un cierto desprecio, por lo que se resisti
a la propuesta de que el dirigente nazi fuese proclamado jefe del Gobierno. Segn confi en privado a un aristcrata conservador por las mismas
fechas, consideraba que Hitler estaba capacitado, como mucho, para encabezar el Ministerio de Correos.15
Cuando el presidente convoc a Meissner y a su hijo para discutir con Von Papen durante la maana del da el primero secund la propuesta de
ste en lo referente al nombramiento de Hitler como canciller. Segn arguyo, un gabinete encabezado por Hitler que contase con Von Papen como
canciller adjunto constituira la mejor manera de salir de la crisis poltica: lograra el respaldo de otros partidos y, al lastrar a los nazis con una
responsabilidad de gobierno, acabara con su demagogia revolucionaria y los situara en el sendero de la evolucin. Por lo tanto, Meissner abogaba por
la misma estrategia de domar a los nazis que haba concebido Schleicher con anterioridad, aunque en virtud de una frmula que exclua a este ltimo.
Tanto Hindenburg como su hijo seguan mostrndose escpticos, y se mantenan en su opinin de que era a Von Papen, y no a Hitler, a quien deba
asignarse la cancillera en caso de que Schleicher fuera derrocado. En consecuencia, Von Papen sali de la reunin sin haber progresado de forma
relevante en su intencin de elevar a Hitler al puesto de canciller, a pesar de que en lo personal segua gozando del favor de los Hindenburg.16
No obstante los esfuerzos por parte de los conspiradores de mantener en secreto la reunin de la noche del 22 en casa de Ribbentrop, las noticias
no tardaron en llegar a odos del canciller. La maana del da 23, Meissner recibi una llamada telefnica de Schleicher, que le pregunt qu haba
pasado la noche anterior en casa del comerciante. No qued constancia alguna de su respuesta, pero nada de lo que pudiera decir Meissner lograra

ocultar el hecho de que a Hitler y Von Papen se les haban unido los dos hombres que ms confianza merecan al presidente para conspirar de forma
activa contra el canciller. Consciente por fin de la precariedad de su posicin, Schleicher decidi probar la lealtad de Hindenburg, por lo que fij una
entrevista con l, que tendra lugar esa misma maana a las once y media.17
Al comienzo de lo que result ser un fatdico encuentro con Hindenburg el da 23, Schleicher actu, en apariencia, sin pensar. El nico consejo que
se sabe que recibi en relacin a las gestiones polticas de las que dispona fue un memorndum que prepararon sus ayudantes del Ministerio de
Defensa, en el que se exponan tres opciones para afrontar una mayora hostil en el Reichstag.18La primera consista en poner en marcha las mismas
medidas de seguridad que Von Papen haba propuesto al final de su mandato: disolver el Parlamento y posponer los comicios ms all de los sesenta
das estipulados por la Constitucin. Esto desembocara, segn adverta el memorndum, en acusaciones de inconstitucionalidad por parte de un buen
nmero de partidos polticos, y obligara al gabinete de Schleicher a tomar una postura defensiva. La segunda opcin iba acompaada de una
advertencia similar. Se trataba de forzar una suspensin del Reichstag y combinarla con la oferta de volver a convocar la asamblea legislativa cuando
hubiese una mayora parlamentaria dispuesta a seguir una trayectoria constructiva. La tercera opcin que presentaba el memorndum del Ministerio de
Defensa se refera a un vaco en la Constitucin de la Repblica que ya haba sido apuntado por eminentes expertos legales. stos sealaban que los
autores de la Constitucin no haban previsto la posibilidad de una mayora parlamentaria negativa. De hecho, no haba existido ninguna desde las
elecciones al Reichstag de julio de 1932. Al contar con ms de la mitad de los escaos del Parlamento, los comunistas y los nazis podan unir sus votos
en caso de que se presentase una mocin de censura; pero no estaran dispuestos a unirse con el fin de respaldar a un gabinete. Con la esperanza de
remediar tal deficiencia, algunos expertos recomendaron que se adoptase enseguida una enmienda constitucional que invalidase un voto de censura a
menos que aquellos que lo promoviesen se hubieran puesto de acuerdo previamente en relacin a un gabinete sustituto que contase con una mayora
parlamentaria. Una disposicin semejante se convertira, tras la cada del Tercer Reich, en la piedra angular de la Repblica Federal de Alemania; pero
bajo las circunstancias polticas de enero de 1933, con el Reichstag dominado por una mayora negativa, era imposible plantear una enmienda de la
Constitucin, que requera dos tercios de los votos. El memorndum del Ministerio de Defensa inclua como alternativa una solucin provisional que
haban recomendado algunos crticos expertos del citado vaco Constitucional: un gabinete que sufriese una mocin de censura permanecera en activo
slo en calidad de Gobierno de transicin. Puesto que el presidente era el nico con autoridad para nombrar al canciller y a su gabinete, segn argan
los expertos, podra hacer que el canciller de transicin ostentase su cargo indefinidamente sin violar por ello la Constitucin. Y si esto no satisfaca a los
partidos que formaban la mayora, slo tenan que unirse alrededor de un canciller y un gabinete de su propia eleccin.19
Los autores del memorndum se mostraban claramente a favor de esta ltima va, al igual que Wilhelm Simpfendrfer, diputado de un pequeo
partido conservador del Reichstag, que ya la haba propuesto en un encuentro con Schleicher el da 19. Con anterioridad, el enviado bvaro en Berln le
haba hecho la misma sugerencia la vspera de su nombramiento como canciller. El gabinete republicano del estado de Wrttemberg ya haba sentado
un precedente cuando, a finales de 1932, haba hecho caso omiso del voto de censura emitido por la mayora de la asamblea legislativa del estado. Al
tener como base un error innegable de la Constitucin de Weimar, esta tercera opinin ofreca la clara ventaja de ser la menos vulnerable a las
acusaciones de anticonstitucionalidad. Adems, supona una provocacin mucho menor a los partidos polticos que ninguna de las otras dos
alternativas. Pero, sobre todo, no necesitaba otra actuacin por parte del presidente que un asentimiento pasivo ante el hecho de que el canciller que
haba sufrido un voto de censura mayoritario siguiera en el cargo. La creciente aversin que mostraba Hindenburg hacia todo lo que implicase tomar
decisiones relevantes favoreca sin duda esta estrategia.20
Por otra parte, la tercera alternativa tambin ofreca a Schleicher la oportunidad de ampliar el escaso apoyo poltico con el que contaba, y que
resultaba peligroso. Los defensores de la Repblica no dudaran en unirse a los nazis y comunistas para atacarlo si violaba la Constitucin posponiendo
las elecciones; pero quiz responderan de forma ms moderada si, para justificar su desobediencia ante un voto de censura, se acoga a un error de la
Constitucin que haba sido identificado por expertos distinguidos, entre los que se incluan algunos con credenciales republicanas. Esa solucin, por
otra parte, tampoco encontrara oposicin alguna del lado de los sindicatos ni del de la patronal, pues ambos sectores teman que el grado de
incertidumbre que provocaran un nuevo cambio de gabinetes y unos nuevos comicios pudiese acabar con el frgil auge que haba experimentado la
economa durante los meses anteriores. Si disfrutaba de un respaldo tan amplio, Schleicher estara en situacin de argumentar que slo los extremistas
de derechas e izquierdas, los nazis y los comunistas, se oponan a que siguiese en el cargo como jefe de un Gobierno de transicin. Es cierto que no
haba ninguna garanta de que Hindenburg, dada su indiferencia hacia el canciller, estuviese de acuerdo en que ste reaccionase ante un voto de
censura; pero, con todo, la tercera opcin representaba para Schleicher la mejor oportunidad de conservar el cargo. Y tambin constitua una ocasin
inigualable de frustrar la ascensin de Hitler al poder durante el tiempo suficiente para hacer que el desengao de sus seguidores agravase la crisis
que acosaba al Partido Nazi.
A pesar de las ventajas del plan recomendado por el memorndum del Ministerio de Defensa, Schleicher lo rechaz. No hay constancia de cules
fueron sus razones, pero un comentario que hizo a los periodistas durante la cena extraoficial del 13 de enero resulta esclarecedor. Un gabinete
presidencial de transicin podra permanecer en activo despus incluso de una mocin de censura, explic, pero una mayora hostil en el Reichstag
tendra la capacidad suficiente para mutilar los proyectos econmicos del gabinete mediante la rescisin de los decretos extraordinarios en virtud de los
cuales promulgaba las leyes.En efecto, ste era uno de los inconvenientes del plan, y el Ministerio de Defensa lo haba omitido en su memorndum.
Sin embargo, como pona de relieve este documento, la tercera va dejaba abierta, por si en un futuro haba que recurrir a ella, la posibilidad de una
disolucin del Reichstag y el aplazamiento de unos nuevos comicios en caso de que perdurase su enfrentamiento con la mayora parlamentaria. Al
margen de consideraciones prcticas, es posible que Schleicher rechazase la tercera va por el simple hecho de que la consideraba desagradable:
exiga que el canciller se tragase su orgullo y se desdijera de las numerosas amenazas de disolver el Reichstag si no contaba con su cooperacin.
Renegar de dichas intimidaciones y aferrarse a una cancillera con carcter de Gobierno de transicin deba de tener un cierto sabor a debilidad para
alguien como Schleicher, imbuido de la tradicin militar prusiana, que antepona el combate ofensivo al defensivo y exaltaba el coraje personal.
No hay pruebas de que el rechazo de la tercera va del memorndum por parte del canciller se debiese a una reflexin exhaustiva o a un anlisis
razonado: no parece que solicitara consejo de los miembros de su gabinete ni de abogados del Gobierno expertos en la Constitucin. En lugar de eso,
confi, como era su costumbre, en sus ayudantes del Ministerio de Defensa. La nica orientacin que se sabe con seguridad que recibi es la del
teniente coronel Eugen Ott, su asesor habitual en asuntos constitucionales. La recomendacin de este oficial tom la forma de un comentario escrito a
mano en la copia del memorndum que posea el canciller, que se limitaba a afirmar: Opcin I!.
En consonancia con este lacnico consejo, Schleicher se decidi por la primera de las opciones expuestas en el memorndum del Ministerio de
Defensa. Resolvi, por tanto, pedir al presidente que lo autorizase a resolver el Reichstag sin programar nuevas elecciones dentro del perodo que
sealaba la Constitucin, eligiendo de esta manera la ms arriesgada de las posibilidades que se le ofrecan. Esto sucedi poco despus de que
hubiese advertido que el hijo del presidente se haba vuelto en su contra y que no le sera concedida la orden de disolucin;pero, aunque se hubiera
demostrado que este aviso era infundado y el presidente hubiese accedido a su peticin, un incumplimiento tan manifiesto de la Constitucin invitaba a
una oposicin radical de todo el espectro poltico, como adverta el memorndum. Quiz debido a una omisin de carcter diplomtico, el documento
no mencionaba que, adems, el presidente Hindenburg recordara sin lugar a dudas que el canciller Franz von Papen haba propuesto lo mismo slo
dos meses antes. Tampoco sealaba que no era muy probable que el presidente hubiese olvidado que la proposicin de Von Papen haba
desembocado en su derrota debido a las objeciones planteadas por los miembros de su gabinete y que haba dirigido el mismo Schleicher.
Desde el punto de vista del canciller, seguramente, sus objeciones a la violacin de la Constitucin por parte de Von Papen a finales de noviembre
no podan aplicarse a su caso, ya que las circunstancias haban cambiado. Confiaba en que su abandono del proyecto de aqul para alterar la
Constitucin y su acercamiento a los sindicatos hubiesen acabado con el peligro de una guerra civil que exista a finales de noviembre. Las condiciones
econmicas tambin haban mejorado desde entonces, y su programa de creacin de empleo no tardara en aliviar an ms la situacin. Pero, por
encima de todo esto, Schleicher podra recurrir al Ejrcito, cuya capacidad haba desarrollado de forma considerable, para enfrentarse a cualquier
desorden civil. Siguiendo rdenes suyas, el Ministerio de Defensa haba puesto en prctica durante diciembre y enero una serie de medidas diseadas

para rectificar los defectos que se haban detectado durante noviembre en lo referente a la incapacidad del Ejrcito para responder a un levantamiento
simultneo de comunistas y nazis. En contraste con la situacin existente cuando tuvo lugar la cada de Von Papen, el Ejrcito contaba con planes
exhaustivos para reprimir revueltas polticas, as como con grandes reservas de gas lacrimgeno. Se haban adoptado las disposiciones necesarias
para poner al cuerpo de polica prusiano, que tena casi la mitad de miembros que el Ejrcito, bajo rdenes militares si era preciso. Como
consecuencia del reconocimiento por parte de las potencias occidentales del derecho de Alemania a la paridad armamentstica, que haba tenido lugar
en diciembre, el Ejrcito estaba tambin en situacin de engrosar sus filas mediante el reclutamiento de voluntarios sin provocar recriminaciones del
extranjero.24
Armado con estas razones, Schleicher se reuni con Hindenburg el lunes 23 de enero a las once y media. Solicit del presidente un decreto de
disolucin, aduciendo que si la cmara se reuna el da 31, habra, con toda seguridad, una mayora dispuesta a aprobar una mocin de censura. Tras
predecir que unos nuevos comicios no alteraran de manera apreciable la composicin del Reichstag, pidi tambin que la nueva ronda de votaciones
se pospusiese ms all de los sesenta das estipulados. A pesar de que el acta oficial del encuentro, que segn todos los indicios fue escrita por
Meissner, slo proporciona una relacin resumida de lo que se dijo, Schleicher debi de intentar, con toda seguridad, defender sus peticiones
destacando los adelantos que se haban llevado a cabo desde su nombramiento como canciller, as como la cada vez mayor capacidad del Ejrcito
para enfrentarse a cualquier rebelin nacional.
Hindenburg permaneci callado. Se encontraba bastante distanciado de Schleicher, y el contacto personal entre ambos desde el encuentro con los
portavoces de la Liga Agraria, el da 11, haba sido mnimo. No haba pasado mucho desde que, esa misma maana del da 23, el presidente haba
odo sin plantear objeciones la propuesta de Von Papen, Meissner y su hijo en favor de prescindir del canciller. Sin embargo, una peticin por parte de
ste de ignorar un posible voto de censura y permanecer en el cargo en calidad de jefe de un Gobierno de transicin poda haber forzado al presidente
a reconsiderar su intencin de deshacerse de l, sobre todo si hubiese estado avalada por opiniones expertas acerca del referido error de la
Constitucin. Pero el hecho de que propusiese una va de accin exactamente igual que la que l mismo haba rechazado poco menos de dos meses
antes, cuando fue defendida por Von Papen, debi de despertar recuerdos tristes en la memoria de Hindenburg y le facilit sin duda la labor de
rechazar a Schleicher. Respondi a su solicitud del decreto de disolucin afirmando que lo estudiara; pero no ofreci ninguna garanta en ese sentido.
Sin embargo, s se opuso de plano a la propuesta de retrasar las elecciones. Arguyo en tono de censura que se expondran a acusaciones de
inconstitucionalidad provenientes de todas partes; slo tendran en cuenta dicha opcin en caso de que los dirigentes polticos respaldaran la
declaracin de un estado de excepcin y accediesen a no acusarlo de violar la Constitucin.
Como bien saba Schleicher, cualquier acuerdo de ese tipo entre los dirigentes polticos de Alemania, siempre enfrentados entre s, era
impensable. Y tambin recordaba que Hindenburg haba respaldado de manera incondicional, y no una, sino dos veces, los planes de Von Papen de
posponer indefinidamente los comicios, aunque las circunstancias no permitieron que se llevasen a cabo. No caba duda de que los escrpulos
constitucionales de Hindenburg funcionaban de manera selectiva. En un intento de disipar las preocupaciones del presidente, Schleicher sugiri que se
preguntase a los dirigentes de los sindicatos y la patronal si aceptaran un aplazamiento de las elecciones; pero la respuesta de Hindenburg tampoco
fue positiva. Tras indicar que no haba esperado una decisin inmediata acerca de su peticin de un decreto de disolucin, el canciller dio por concluida
la reunin, que se haba enfriado gradualmente, anunciando su intencin de volver a tratar el asunto en otro momento.25
El rechazo de Hindenburg supuso un duro golpe para Schleicher, pero no sell su destino. La prensa no recibi ningn comunicado sobre lo
ocurrido en la reunin, as que, por lo que el pblico saba, segua firmemente aferrado al cargo de canciller. Sin embargo, l era consciente de que el
presidente no violara la Constitucin para salvarlo, as que las dos primeras opciones que se exponan en el memorndum ya no tenan ningn futuro. En
realidad, Hindenburg no haba negado la posibilidad de disolver el Reichstag; pero, sin un aplazamiento de los comicios, esta opcin no serva para
nada, ya que no haba ninguna esperanza de que una ronda de votaciones efectuada dentro de los sesenta das siguientes eliminase la mayora hostil
que se opona al canciller. Despus de los comicios tendra que enfrentarse de nuevo a una mocin de censura.
An quedaba la tercera opcin, la de acogerse al vaco constitucional con el fin de conservar el cargo en el contexto de un Gobierno de transicin, a
pesar de la mocin de censura. Schleicher todava estaba en situacin de reclutar a los expertos legales que haban criticado ese error constitucional en
un intento desesperado de ganar al menos la aquiescencia de los partidos republicanos, los sindicatos y la patronal en relacin a esa decisin. No
quedaba mucho tiempo, ya que se esperaba que la mocin de censura se presentase durante los das siguientes a la primera reunin del Reichstag,
que tendra lugar el martes, 31 de enero. Pero si lograba aglutinar un nmero representativo de expertos constitucionales y grupos de inters
poderosos, podra acudir de nuevo al presidente con un respaldo impresionante para hacerle una propuesta que no implicaba violar abiertamente la
Constitucin ni disolver el Parlamento.
De haberse encontrado en la situacin de Schleicher, cualquier poltico experto habra reconocido esta posibilidad de conservar el poder y se
habra aferrado a ella, pues, como todo profesional serio sabe, conseguir el poder es el objetivo ltimo y retenerlo una vez que se ha obtenido es la
prueba ms elevada a su aptitud. Para un poltico serio, ya sea un monarca absolutista o un demcrata, dictador militar o civil, sta es una verdad
categrica. Y nadie lo saba mejor que Adolf Hitler, que no hizo ningn esfuerzo por mantener en secreto su resolucin de mantenerse en el poder si
consegua hacerse con l. En octubre, pronunciando un discurso en la ciudad de Knigsberg, haba proclamado: Si alguna vez logramos el poder, lo
conservaremos, Dios mediante. No permitiremos que nadie nos lo arrebate.26Por desgracia para Alemania, a Kurt von Schleicher le faltaba esa
fijacin por la idea de conservar el poder.
En vista de su formacin en estrategia militar, es asombroso que Schleicher volviese a fracasar a la hora de buscar una posicin de repliegue, a
pesar de la evidente precariedad de su situacin. Siendo cadete y oficial subalterno, haba aprendido que un comandante prudente debe pensar
siempre por adelantado en una estrategia alternativa que poner en prctica en caso de que los planes salgan mal. Sin embargo, cuando se enfrent al
mayor examen de toda su carrera poltica hizo caso omiso de esa leccin, a pesar de que era obviamente aplicable al arte de gobernar. En lugar de
eso, sin embargo, adopt una postura que sugera que haba perdido todo contacto con la realidad: se aferr, en contra de todo realismo, a su plan de
posponer los comicios subsiguientes a la disolucin del Reichstag, a pesar de que el presidente haba rechazado de plano esa propuesta. De nuevo,
actu sin recurrir al consejo de los miembros de su gabinete o de los funcionarios del Estado veteranos.
Debido a esta falta de disposicin para abandonar su estrategia de violar la Constitucin, Schleicher destruy los vnculos que lo unan a los
defensores de la Repblica, sin dejar lugar a ninguna posibilidad de reconciliacin. Sin duda, habra obtenido la aprobacin por parte de catlicos del
centro y socialdemcratas con respecto a la tercera opcin del memorndum si hubiese logrado el respaldo de expertos en la Constitucin que
simpatizasen con los ideales republicanos. Pero, a pesar de que sus ayudantes se afanaban en desmentirlos, los rumores de que proyectaba declarar
el estado de excepcin para no convocar elecciones dentro del plazo establecido por la Constitucin no tardaron en provocar gritos de protesta entre
los centristas y los socialdemcratas. El mismo Schleicher dio crdito a tales rumores, cuando, el da 26, volvi a exponer su plan en un intento frustrado
de reclutar adeptos durante un encuentro con dirigentes sindicales afiliados a los socialdemcratas. Como consecuencia, el rechazo de Schleicher se
hizo tan patente en las filas del mayor partido republicano que incluso Otto Braun, el depuesto presidente del Consejo de Prusia, revoc su decisin de
unirse al canciller para abogar ante el presidente por un aplazamiento inconstitucional de los comicios. En carta dirigida a Schleicher, de la que envi
una copia a Hindenburg, tild tal postura de llamamiento a la traicin. Ante sta y otras expresiones de hostilidad hacia Schleicher por parte de los
socialdemcratas, incluso los dirigentes sindicales cercanos a este partido que se haban inclinado por apoyarlo (por considerarlo un mal menor)
acabaron por distanciarse de l.27
El comportamiento de los socialdemcratas revelaba que ellos tambin haban perdido todo contacto con la realidad poltica a finales de enero de
1933; y lo mismo se podra decir del Partido del Centro Catlico. Tras haber visto cmo la autoridad del Parlamento disminua en favor de la del
presidente a lo largo de los tres aos anteriores, los dirigentes de ambos partidos (con la notable excepcin, si bien temporal, de Otto Braun) se
mostraban resueltos a defender la Constitucin.28Durante el mes que decidira el destino de Alemania, los partidos que se haban erigido en baluarte

de la Repblica vivieron preocupados por lo que consideraban que era el peligro ms grave: el incumplimiento de la Constitucin por parte de
Schleicher o, en caso de que ste cayera, de Von Papen. Tan obsesionados estaban a este respecto que perdieron de vista el peligro
incalculablemente mayor que supona Adolf Hitler. De hecho, al poner a la opinin pblica en contra de Schleicher haban contribuido a enfrentar a
Hindenburg con el canciller, prestando apoyo accidentalmente a la ascensin al poder de Hitler, que acab por llevarse a trmino. Si hubiesen permitido
que Schleicher actuase al margen de la legalidad, los defensores de la Repblica podran haber evitado, con toda probabilidad, ese desenlace; pero tal
postura de su parte era impensable.
Con los centristas y los socialdemcratas formando un frente comn contra l, en lo poltico Schleicher estaba aislado casi por completo. Slo los
dos pequeos partidos liberales respaldaban an nominalmente su gabinete, y su apoyo tena poco de incondicional. En la derecha le quedaban pocos
aliados, si es que alguno le quedaba. El embajador FranoisPoncet, que por su posicin mantuvo contactos frecuentes con crculos reaccionarios,
analiz las razones por las que rechazaban a Schleicher en el comunicado que envi a Pars el 19 de enero: Los polticos de derechas que haban
albergado la esperanza de que el general impusiera un gobierno militar comprobaron decepcionados que el comportamiento de ste era ms dbil y
mucho ms civil sin uniforme. En lugar de tomar medidas severas contra la izquierda, haba hecho numerosas concesiones a las organizaciones
sindicales y no dudaba en negociar con sus dirigentes; en lugar de restringir las pretensiones del Reichstag, haba coqueteado con los partidos en un
intento de lograr el favor de una mayora parlamentaria, y en lugar de incluir a los nazis en el Gobierno, haba declarado la guerra a Hitler al aliarse con
el renegado Gregor Strasser.
En medio de las dificultades que acosan a Alemania inform el embajador a su Gobierno, el general no es capaz siquiera de tomar una
decisin; parece estar esperando a ver cul de esas corrientes prevalece para comprometerse con ella. Esto, segn la opinin del embajador, era
lamentable, porque en estos tiempos, lo que necesita Alemania son hombres que creen una corriente ms que hombres que la sigan. Se preguntaba
cunto tiempo podra Hindenburg permanecer fiel a un canciller as, y llegaba a la siguiente conclusin:
Todo lo que uno puede observar por el momento es la rapidez con que se ha apagado la estrella del general, y la frivolidad de aquellos que estn a
punto de sacrificar (sin saber siquiera cmo sustituirlo) a uno de los hombres de ms talante y prudencia de Alemania.29
Lejos de aspirar a dictador, como teman los defensores de la Repblica y deseaban no pocos de la derecha, Schleicher se limit a abandonar
toda esperanza de retener la cancillera. Y en lugar de intentar un acercamiento diferente a Hindenburg, recurri al equivalente poltico de lo que se
conoca como Flucht nach vorn,[2] una de las estrategias militares ms desesperadas, en la que un comandante asediado ordena cargar directamente
contra las fuerzas enemigas una vez que lo ha dado todo por perdido. Cuando el jueves 27 de enero el comit del orden del da volvi a reunirse para
revisar el programa segn el cual la cmara sera convocada el da 31, Schleicher no hizo ningn intento por retrasar un enfrentamiento directo con la
mayora parlamentaria hostil. Por entonces ya se haba citado con el presidente para el medioda del domingo, da 28. Media hora antes, tena
programada una reunin con su gabinete. Segn inform Erwin Planck, secretario de la Cancillera, al ministro de Finanzas el da 26, Schleicher
pensaba solicitar un decreto de disolucin, y como no era probable que su peticin recibiese una respuesta positiva, el gabinete anunciara su dimisin,
con toda probabilidad, el da 28. De esta manera, Schleicher estaba decidido a poner fin a su mandato pidindole a Hindenburg algo que saba que
ste iba a rechazar.30
Schleicher no dej constancia de cules eran los motivos que lo movieron a llevar a cabo este suicidio poltico, y las pruebas que han llegado hasta
nuestros das no proporcionan una explicacin sencilla. Es posible que acabase derrumbndose bajo la presin. Segn el antiguo canciller Brning, que
lo conoca bien, Schleicher era propenso a ofuscarse ante las decisiones vitales.Si, como sugiri Theodor Wolff, astuto editor del republicano
Berliner Tageblatt, el canciller se haba visto a s mismo como un maestro invencible de la intriga poltica, el conocimiento de que haba sido superado
en este juego por Von Papen debi de destruir la confianza que tena puesta en sus propias habilidades.Quizs analiz sencillamente la situacin y
lleg a la conclusin de que, en vista de que los pronsticos no le eran favorables, no tena ninguna posibilidad de conservar el cargo. Sin embargo, los
factores emocionales no deben excluirse. El fro desdn que haba recibido de Hindenburg el 23 de enero pareci haberlo conmovido en lo ms
profundo. A sus ojos, constitua una traicin de las garantas que le haba dado el presidente de darle todo su apoyo al iniciarse su mandato. Para una
persona guiada por el cdigo de honor de los oficiales prusianos, la deslealtad proveniente de un superior en el que se ha depositado la confianza era
una experiencia dolorosa. Despus de haber descubierto, adems, que no slo Von Papen, sino tambin Oskar Hindenburg y Otto Meissner se
hallaban detrs de la conspiracin que se estaba fraguando en su contra, y el haberse dado cuenta de que su confianza en el presidente no era ms
que otra ilusin debi de resultar abrumador para el canciller.
No obstante, parece ser que Schleicher no estaba tan resentido con Hindenburg como era de esperar. Cuando se encontr con Brning dos
semanas ms tarde, a mediados de febrero, an se refera al anciano presidente en tono respetuoso.S mostr, sin embargo, una gran hostilidad
hacia Von Papen y el hijo de Hindenburg. En su opinin, eran estos dos antiguos amigos los que lo haban destruido de forma traicionera. Segn todos
los indicios, fue el conocimiento de que este ltimo se haba vuelto contra l lo que le haba dolido en especial. Un ayudante record ms tarde su
comentario en relacin a la influencia del hijo sobre el padre: Es lo que siempre pasa; cuando las personas se hacen mayores, slo piensan en su
familia.34Saber que la casa de los Hindenburg, a la que haba servido con lealtad durante tanto tiempo, se haba vuelto en su contra podra haber
bastado para convencerlo de que no tena sentido intentar permanecer en la cancillera.
Hay indicios de que Schleicher no estaba del todo angustiado ante la posibilidad de abandonar el cargo. Aunque por lo general mantena su
acostumbrado aire de confianza en s mismo, algunos deslices por su parte hicieron evidente que se senta incmodo en ese puesto. Durante sus aos
en el Ministerio de Defensa, haba descargado parte de la responsabilidad delegando en sus ayudantes la mayora de sus tareas. Esto le dio libertad
para moverse por la capital, y le permiti frecuentar los centros de la poltica y enterarse de los ltimos rumores. Pero cuando se hizo con el puesto de
canciller, se encontr irremediablemente encadenado a una multitud de asuntos complicados e insolubles. Ya a principios de enero se haba quejado al
embajador FranoisPoncet de la carga que supona tener que tratar con los detalles de controvertidos conflictos de inters econmicos.35En su
anterior condicin de poltico influyente entre bastidores, se haba permitido ejercer su influencia resguardado por un velo de anonimato. Como canciller,
se hallaba bajo los inexorables focos de la atencin pblica.
La severa crtica que recibi de la prensa, sobre todo desde la derecha conservadora, le hiri de manera especial. En diversas ocasiones confes
que se senta fuera de lugar en la Cancillera, y con frecuencia expresaba el deseo de retirarse cuanto antes al entorno ms familiar del Ministerio de
Defensa. Estos signos de malestar, unidos a la pasividad que caracteriz su actitud ante la posibilidad de ser derrocado, revelan que el hombre que se
interpona entre la cancillera y Adolf Hitler carecera del ingrediente fundamental para vencer en una batalla en la que se ponan en juego intereses tan
elevados: el ansia de poder. Y, por lo que parece, el mismo Schleicher no lo ignoraba del todo. En una nota que garabate a uno de sus ayudantes del
Ministerio de Defensa en otoo de 1932 afirmaba: Lstima que yo no tenga propensin a la megalomana.36
Schleicher, resentido y resignado a perder la cancillera, centr su atencin en evitar que ese puesto volviese a caer en manos de Von Papen,
aunque eso supusiese ayudar a que Hitler se hiciera con l. Durante la ltima semana de enero, los rumores de que Hindenburg pretenda nombrar de
nuevo a Von Papen se estaban extendiendo en los crculos polticos y la prensa. La maana del viernes 27 de enero, el general Kurt von Hammerstein,
jefe del estado mayor del Ejrcito, hizo una visita a Schleicher para informarse sobre tales rumores. Schleicher no dijo nada que pudiera tranquilizarlo: le
respondi que ya no contaba con la confianza del presidente y supona que en un da o dos lo habran derrocado. Hammerstein, alarmado, acudi
entonces a Meissner y le advirti que el Ejrcito mirara con recelo un nuevo gabinete dirigido por Von Papen que no contase con el apoyo de los
nazis.37
La misma maana del da 27, Hammerstein se uni al general Erich von dem BusscheIppenburg, jefe del personal militar, en la reunin que ste
mantena semanalmente con Hindenburg. Aunque el presidente se resisti a que los dos generales le aconsejasen en materia de poltica, stos
intentaron advertirle de que el regreso de Von Papen a la cancillera poda reavivar el peligro de una guerra civil. Ya sea porque los malinterpret o
porque deseaba desmentir los rumores acerca de Von Papen, Hindenburg se limit a asegurarles que no tena ninguna intencin de ofrecer la

cancillera a Hitler. 38Las noticias de que el presidente no haba descartado un nuevo nombramiento de Von Papen seguramente intensificaron la
resolucin de Schleicher de frustrar el regreso al poder del que haba sido su amigo. No cabe duda de que, en parte, lo mova el deseo de venganza;
pero tambin era muy consciente de que, si su gran enemigo acceda de nuevo al cargo de canciller, l sera destituido como ministro de Defensa. Por
otra parte, poda tener la esperanza de que si quien acceda a tal puesto era Hitler, l tendra alguna oportunidad de permanecer en ese ministerio, y
conservar el control que ejerca sobre el aparato militar.
Cuando el gabinete se reuni en asamblea la maana del sbado da 28, Schleicher inform a sus ministros de que al cabo de pocos minutos
pensaba acudir al presidente para solicitar de l un decreto de disolucin, pues de lo contrario sin duda el Reichstag presentara sin duda una mocin
de censura cuando fuese convocado el martes siguiente. Supona, sin embargo, que su peticin sera rechazada; y, en caso de que eso sucediera,
pensaba presentar su dimisin, as como la de su gabinete. Despus de verificar que ninguno de sus ministros se opona a esta decisin, Schleicher
les comunic que se enfrentaba a un gran peligro, pues pareca probable que Hindenburg quisiese nombrar un nuevo gabinete presidencial
encabezado por Von Papen y respaldado nicamente por Hugenberg y su Partido Nacional del Pueblo Alemn. Segn sigui diciendo, un gabinete as
podra provocar una crisis no slo del Gobierno, sino tambin de la presidencia, ya que sera rechazado por la gran mayora del pueblo. El peligro sera
mucho menor, afirm, en el caso de un gabinete parlamentario encabezado por Hitler. Los ministros que tomaron la palabra se mostraron de acuerdo
acerca del riesgo que supona un gabinete dirigido por Von Papen y Hugenberg, y algunos de ellos aseguraron que estaban dispuestos a exponer
personalmente esta opinin ante el presidente.39
A las doce y cuarto Schleicher interrumpi la reunin del gabinete y atraves a paso ligero el edificio de la Cancillera hasta llegar a la oficina del
presidente, para dar inicio a la que result ser su ltima entrevista con Hindenburg y exponerle las distintas posibilidades que haba contemplado. Una
sera la de un gabinete dirigido por Hitler y apoyado por una mayora del Reichstag, que sin duda resolvera la situacin, pero que no pareca ser muy
probable. La segunda consista en un gabinete presidencial encabezado por Hitler, que, segn seal el canciller, tena el inconveniente de una falta de
coherencia con la postura anterior del presidente. La tercera posibilidad, la que l recomendaba, supona mantener en el cargo a su propio gabinete,
respaldado por la confianza y los poderes extraordinarios del presidente. Lo presion de forma vehemente contra una cuarta posibilidad: un gabinete
dirigido por Von Papen en combinacin con Hugenberg, que, segn asegur, se encontrara con la oposicin de nueve de cada diez ciudadanos y
provocara una oleada revolucionaria y una crisis generalizada del Gobierno. Pero para presentar su programa ante el Reichstag el da afirm a modo
de conclusin, necesitara que el presidente se comprometiera a disolver la cmara. No hizo mencin alguna del aplazamiento de los comicios ms all
de lo que estipulaba la Constitucin.40
El presidente no mostr mayor inters en las proposiciones de Schleicher del que haba expresado cinco das antes. El momento era
especialmente desfavorable. Esa misma maana, Hindenburg haba recibido la visita de Von Papen, que haba vuelto a rogarle que abandonase la
idea de nombrarlo a l de nuevo y que se decidiese a sustituir a Schleicher por Hitler. Hindenburg tambin se haba sentido ofendido esa maana por
un editorial del Tgliche Rundschau, el diario de Berln que muchos consideraban, si bien errneamente, portavoz de Schleicher. Bajo el titular de SE
ACERCA UNA CRISIS PRESIDENCIAL?, el editorial adverta que si Hindenburg nombraba a Von Papen, provocara una oposicin tan amplia que
pondra en peligro al propio presidente. Esto le debi de sonar a Hindenburg a amenaza muy poco respetuosa. Y el convencimiento de que proceda de
Schleicher, que sin duda Von Papen foment, no hizo sino reforzar su resolucin de deshacerse del canciller.
Despus de haber escuchado a Schleicher sin interrumpirlo, Hindenburg contest que las circunstancias no le permitan concederle un decreto de
disolucin. Asegur que apreciaba el intento por su parte de lograr una mayora parlamentaria mediante el respaldo de los nazis; pero aadi que,
puesto que dicho intento no haba dado ningn resultado, tendra que buscar otra solucin. Sin embargo, no dijo nada sobre cul podra ser sta.
Cuando Schleicher refiri que varios miembros de su gabinete deseaban presentarle su opinin acerca de la situacin poltica, Hindenburg respondi
de manera evasiva que lo tendra en cuenta, pero que nadie podra hacer que cambiase de opinin. Agradeci de manera formularia al canciller y su
gabinete los servicios prestados al pas y le pidi de forma rutinaria que permaneciese en el cargo hasta que se hubiese formado un nuevo gabinete.
Entonces, ambos repasaron el texto con el que Schleicher anunciaba oficialmente su dimisin, que lgicamente haba sido preparado con antelacin. Al
despedirse, Schleicher expres se esperanza de que el Ministerio de Defensa del nuevo gabinete no fuese asignado a un nazi. Hindenburg le contest
que l tambin era por completo contrario a tal posibilidad.41
Despus de pasar poco ms de un cuarto de hora con el presidente, Schleicher regres a donde esperaban los miembros del gabinete para
informarlos acerca de lo ocurrido. Segn refiri, se senta como si hubiese estado hablando con una pared. El presidente no haba expresado por
completo sus argumentos y haba contestado con frases gastadas y bien ensayadas. Quedaba claro que el canciller haba salido del encuentro con
Hindenburg totalmente desanimado y convencido de que su sucesor sera Franz von Papen. Como ltima tarea en el cargo, despus de slo cincuenta
y siete das de mandato, el gabinete de Schleicher procedi entonces a dar un ltimo visto bueno a las medidas financieras necesarias para poner en
prctica el programa de creacin de empleo que, como haba prometido el canciller cuando jur el cargo, sera su proyecto prioritario.42
De hecho, ese mismo da se convirti en ley mediante un decreto extraordinario firmado por el presidente. El programa pona quinientos millones a
disposicin de una serie de proyectos de obras pblicas diseadas para proporcionar trabajo a los desempleados y estimular la actividad econmica
en general. En el transcurso de los seis meses siguientes, casi dos millones de alemanes encontraron trabajo.43Sin embargo, a Schleicher no se le
reconoci ningn mrito al respecto: el beneficiario poltico de ese logro sera Adolf Hitler.

Notas
1. Las descripciones estn basadas en artculos de prensa: Abgekapselt, VZ, 38 (23 de enero de 1933); Bannmeile um den Blowplatz, Das
Spiel mit dem Brgerkrieg y Berlin bleibt rot, V, 38 (23 de enero de 1933); Militrische Lage, V, 39 (24 de enero de 1933); Wunder der
Strategie y Blowplatz 22 Januar, BT, 39 (24 de enero de 1933); Ein kleineres Ubelriesengross, VZ, 39 (24 de enero de 1933).
2. Stelzner, op. cit., pp. 142 s.
3. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 345 y 347.
4. Anklage und Aufruf, V, 37 (22 de enero de 1933); Theodor Wolff, Der gefhrliche Blowplatz, BT, 37 (22 de enero de 1933); Schpferische
Vorsicht, G, 22 (22 de enero de 1933); Entwederoder, FZ, 64 (24 de enero de 1933).
5. Basado en el relato de Meissner que su hijo le atribuy tras su muerte (HansOtto Meissner, op. cit., pp. 230 s.). Oskar Hindenburg contradijo
esta narracin de la noche en la pera en una carta a la revista en que apareci por primera vez la versin del hijo de Meissner (Von Neudeck ist nicht
gesprochen worden..., Weltbild, vol. 12, nm. 26 [diciembre de 1957], p. 14). No obstante, en el borrador original de una declaracin jurada del 28 de
septiembre de 1945 con motivo de los juicios de Nremberg, Meissner padre asegura haber estado en la pera antes de dirigirse a la residencia de
Ribbentrop (NAUSA, RG 238, 3309PS).
6. Vase el testimonio de Meissner del 4 de mayo de 1948, en el juicio a los altos funcionarios del Ministerio de Asuntos exteriores ante el tribunal
estadounidense de Nremberg, NAUSA, RG 238, caso 11, pp. 4612 s. Sobre el encuentro, vase tambin Ribbentrop, op. cit., p. 39.
7. FranoisPoncet, op. cit., p. 43.
8. Vogelsang, Schleicher, p. 18.
9. Cuando le preguntaron sobre sus relaciones con Schleicher mientras testificaba en el juicio de desnazificacin de Von Papen, el 28 de enero de
1947, Oskar Hindenburg dijo que el distanciamiento se debi a una cuestin personal (Amtsgericht Mnchen, Spruchkammerakten F. von Papen, Bl.
104). El 29 de enero de 1933, Gottfried Treviranus, poltico conservador que conoca a ambos, le dijo al embajador britnico, sir Horace Rumbold, que
el conflicto haba tenido su origen cuando Hindenburg hijo se haba excedido en su funcin de asistente de su padre de manera poco correcta
(DBFP, 19191939, serie II, vol. 4, p. 396). Sin embago, un miembro del estado mayor del Ministerio de Defensa de Schleicher al que interrogaron tras
la guerra atribuy el distanciamiento a un comentario jocoso que ste haba hecho sobre Oskar Hindenburg (IfZ, ZS 37, entrevista a Hermann Foertsch,
realizada por Wolfgang Sauer, 28 y 31 de enero de 1953, p. 9). Otro oficial al servicio del mismo ministerio, Erich Freiherr von BusscheIppenburg, se
refiri de manera similar, en una carta de 1953, a esta burla de Schleicher (Kunrat von Hammerstein, Schleicher, Hammerstein und die
Machtbernahme 1933, FH, 11 (1956), p. 119. Respecto al comentario de la esposa de Oskar Hindenburg, vase Magnus von Braun, op. cit., p. 259.
10. FranoisPoncet, op. cit., p. 259.
11. Basado principalmente en el relato que hizo Meissner tras la guerra (Otto Meissner, op. cit., pp. 263 ss.; NAUSA, RG 59, microfilme M679, rollo
2, informe del interrogatorio de Meissner, 26 de octubre de 1945; NAUSA, RG 238, 3309PS, declaracin del 28 de noviembre de 1945; testimonio del
31 de enero de 1947 en el juicio de desnazificacin de Von Papen, Amtsgericht Mnchen, Spruchkammer Akten F. von Papen, Bl. 222; testimonio del 4
de mayo de 1948, en el juicio a los altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores, ante el tribunal estadounidense de Nremberg, NAUSA, RG
238, caso 11, pp. 4615 s.; declaracin del 3 de febrero de 1949 para el juicio de desnazificacin de Oskar Hindenburg del 1417 de marzo de 1949
(NSHSAH, Nds. 171 Lnenburg Uzn/11363, Spruchkammer Verfahren gegen Oskar Hindenburg, Bd. I, Bl. 2 s.). Vase tambin la declaracin de Oskar
Hindenburg del 14 de marzo de 1949 en su propio juicio de desnazificacin (Bl. 26 s.), y en el de Von Papen, del 28 de enero de 1947 (cit. p. 110). El
testimonio de Von Papen del 15 de marzo de 1949 en el juicio de Oskar Hindenburg no merece demasiada confianza (Bl. 133 s.), como sucede con
Von Papen, Gasse, pp. 265 s., y Scheitern, pp. 369 s.
12. Este documento, que se dijo que proceda de los papeles de Hindenburg y que llevaba fecha del 21 de noviembre de 1932, fue ledo en el juicio
de desnazificacin de Oskar Hindenburg el 14 de marzo de 1949 (vase nota anterior, Bl. 2517). Ese mismo da Gnter Gereke testific que durante
un largo paseo en el Tiergarten de Berln en de enero de 1933, el hijo del presidente se mostr enrgicamente en contra del nombramiento de Hitler
como canciller (Bl. 51). En su declaracin jurada del 3 de febrero de 1949 para el juicio de Oskar Hindenburg, Meissner escribi que ste mantuvo
hasta finales de enero esta oposicin, pues estaba a favor del regreso de Von Papen (Bd. I, Bl. 2). El 4 de mayo de 1948, en el juicio de altos
funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores, Meissner haba declarado lo mismo (NAUSA, RG 238, caso 11, p. 4.615).
13. Se ha afirmado en numerosas ocasiones que Hitler podra haberlo amenazado con revelar que cuando obsequiaron al presidente con su
hacienda rural del este de Prusia, en 1927, la propiedad fue asignada a su hijo Oskar con la intencin de evitar el pago del impuesto sobre sucesiones
cuando Hindenburg muriese. Sin embargo, esa informacin ya se haba hecho pblica en noviembre de 1932 (Wessling, op. cit., pp. 4154). NSHAAH,
Nds. 171 Lneburg Uzn/11363, Spruchkammerverfahren gegen Oskar Hindenburg, 1417 Mrz 1949, Bl. 2628. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 349
s.
14. NAUSA, RG 59, microfilme M679, informe sobre el interrogatorio de Meissner, 26 de octubre de 1945; ibd., RG 238, 3309PS, declaracin de
Meissner, 28 de noviembre de 1945; ibd., caso 11, p. 4616, testimonio de Meissner del 4 de mayo de 1948 en el juicio a altos funcionarios del
Ministerio de Asuntos Exteriores ante el tribunal estadounidense en Nremberg.
15. Ribbentrop, op. cit., p. 39; Ewald von KleistSchmenzin, Die letzte Mglichkeit, PS, 10 (1959), p. 89.
16. NAUSA, RG 238, caso 11, p. 4614, testimonio de Meissner en el juicio a altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores ante el tribunal
estadounidense en Nremberg, 4 de mayo de 1948.
17. NAUSA, RG 59, microfilme M679, informe sobre el interrogatorio de Meissner, 26 de octubre de 1945; ibd., RG 238, 3309PS, declaracin de
Meissner, 28 de noviembre de 1945.
18. AdRk/KvS, pp. 241243.
19. Ibd, p. 242, n. 39; Ernst Fraenkel, Verfassungsreform und Sozialdemokratie, Die Gesellschaft, 9 (1932), pp. 486 y 493495; Walter Simons,
Die Stellung des Reichsprsidenten, Deutsche JuristenZeitung, 38 (1933), pp. 2227; Joseph W. Bendersky, Carl Schmitt, Princeton (Nueva Jersey),
1983, pp. 108 s.; Eberhard Kolb y Wolfram Pyta, Die Staatsnotstandsplanung unter den Regierungen Papen und Schleicher, en Die Deutsche
Staatskrise 193033, ed. de Heinrich August Winkler, Mnich, 1992, p. 157, n. 6.
20. Simpfendrfer, diputado del ChristlichSozialer Volksdienst, present primero en persona su propuesta a Schleicher el 19 de enero, y luego la
expuso por escrito en la carta que le envi el 24 de enero de (AdRk/KvS, pp. 297300). Vase tambin el memorndum de Franz Sperr, el enviado
bvaro, con fecha del 1 de diciembre de en Vogelsang, Reichswehr, pp. 482484, as como Waldemar Besson, Wrttemberg und die deutsche
Staatskrise 19281933, Stuttgart, 1959, pp. 264273.
21. BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 14 Januar, de Georg Dertinger; Documento de Mosc (vase Apndice).
22. AdRk/KvS, p. 243, n. 40.
23. Brning, op. cit., p. 645.
24. Wolfram Pyta, Vorbereitungen fr den militrischen Ausnahmezustand unter Papen/Schleicher, MM, 51 (1992), pp. 393 s. y 410428; Kolb y
Pyta, op. cit., p. 178 s.; Fritz Arndt, Vorbereitungen der Reichswehr fr den militrischen Ausnahmezustand, ZfM, 4 (1965), pp. 202 s.
25. AdRk/KvS, p. 284 s. La sugerencia de Schleicher no est recogida en el memorndum de la reunin que prepar la oficina del presidente; pero
Schleicher la mencion en una conversacin que mantuvo con dos dirigentes sindicales el 26 de enero (ibd., p. 303).
26. Max Domarus, Hitler: Reden und Proklamationen 19321945,2 vols., Mnich, 1965, Erster Halbband, p. 140, discurso de Knigsberg, 17 de
octubre de 1932.

27. Auflsung ohne Neuwahl?, VZ, 39 (24 de enero de 1933); StaatsstreichPlne, V, 39 (24 de enero de 1933); Debatte ohne
Abstimmung?, BT, 41 (25 de enero de 1933); Bayerische Volkspartei gegen Staatsnotstand, VZ, 41 (25 de enero de 1933); Gegen reaktionre
Staatsstreichplne!, V, 43 (26 de enero de 1933); Warnung vor Staatsstreich, BT, 43 (26 de enero de 1933); AdRk/KvS, pp. 302 s. y 311 s. En
cuanto al alejamiento por parte de los sindicatos, vase Richard Breitman, On German Social Democracy and General von Schleicher 193233, CEH,
9 (1976), pp. 352378, as como Fr ein sozialistisches Deutschland, V, 41 (25 de enero de 1933), informe de un discurso de Theodor Leipart,
dirigente del Sindicato Libre, afiliado a los socialdemcratas, que antes haba adoptado una postura conciliadora respecto al gabinete de Schleicher,
pero haba acabado respaldando la postura de oposicin del partido.
28. Sobre el Partido del Centro Catlico, vase Detlef Junker, Die Deutsche Zentrumspartei und Hitler 1932/33, Stuttgart, 1969, pp. 118126;
Winkler, op. cit., p. 593 s.
29. Ibd., p. 572; Eine Erklrung der Deutschen Volkspartei, FZ, 2425 (10 de enero de 1933); Volkspartei und Regierung, G, 16 (16 de enero
de 1933); DDF19321939, serie I, vol. 2, pp. 478481, despacho del 19 de enero de 1933.
30. Wieder Kanzlersturz?, VZ, 45 (28 de enero de 1933); Der Beschluss des ltestenrates, VZ, 47 (28 de enero de 1933); Dienstag
Reichstag, V, 47 (28 de enero de 1933); AdRk/KvS, pp. 316 s.
31. Brning, op. cit., p. 649.
32. Vanse los extractos del manuscrito indito de Wolff, Grabmal, citados en Bernd Ssemann, Das Ende der Weimarer Republik in der Kritik
demokratischer Publizisten, Berln, 1976, pp. 229 s., n. 155.
33. Brning, op. cit., p. 648.
34. IfZ, ZS 37, entrevista de Hermann Foertsch y Woltgang Sauer, 28 y 31 de enero de 1953, p. 12. Otro ayudante, Eugen Ott, record que
Schleicher haba dicho lo mismo en esencia (IfZ, ZS 279/270/52, entrevista del 22 de febrero de 1952).
35. DDF, 19321939, serie I, vol. 2, pp. 375 s.
36. En relacin al arranque de ira provocado por la crtica aparecida en un diario de derechas en la cena del 13 de enero, vase BAK, Sammlung
Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 14 Januar, de Georg Dertinger. El embajador britnico sir Horace Rumbold refiri el 21 de diciembre
de 1932 que Schleicher le haba confesado ese da que no se encontraba bien en la cancillera y quera volver al Ministerio de Defensa (DBFP
19191939, serie II, vol. 4, p. 384). Otto Braun record un comentario parecido que hizo Schleicher en su conversacin del 6 de enero de 1932 (Otto
Braun, op. cit., p. 437). Ewald von KleistSchmenzin dijo a Reinhard Quaatz el 12 de enero de 1933 que Schleicher le haba confiado un sentimiento
semejante (Weiss y Hoser, op. cit., pp. 221 s.). El 21 de enero, Meissner le dijo a Quaatz que Schleicher haba hablado de volver al Ministerio de
Defensa (ibid., p. 224). Vanse tambin los recuerdos de Eugen Ott, ayudante suyo en el ministerio (Ein Bild des Generals Kurt von Schleicher, PS,
10 [1959], p. 371). Vogelsang, Reichswehr, p. 310, n. 1.470.
37. Papen mit Hitler?, VZ, 46 (27 de enero de 1933); Hugenberg am Werke, BT, 45 (27 de enero de 1933); Wieder Kanzlersrurz?, VZ, 45
(27 de enero de 1933); Nochmals Papen?, BT, 47 (28 de enero de 1933); Rudolf Morsey, ed., Die Protokolle der Reichstagsfraktion und
Fraktionsvorstands der Deutschen Zentrumspartei 19261933, Maguncia, 1969, p. 610; Turner, op. cit., pp. 318 s. Vase, en relacin a la visita de
Hammerstein, el relato escrito por ste en 1935 (Bracher, op. cit., p. 733). El general situ en el da 26 esta conversacin y el subsiguiente encuentro
con Hindenburg, pero BusscheIppenburg (vase nota siguiente) fech su reunin con el presidente el 27 de enero, lo que parece ms probable, pues
los encuentros semanales de ambos tenan lugar los viernes de forma regular.
38. Ibd.; vase tambin el relato posterior del otro general que estuvo presente, Erich Freiherr von dem BusscheIppenburg, Hammerstein und
Hindenburg, FAZ, 30 (5 de febrero de 1952); IfZ, ZS 217, Aktenvermerk, con fecha del 7 de abril de 1951, sobre la entrevista con BusscheIppenburg
del 30 marzo de 1951, p. 4.
39. AdRk/KvS, pp. 306308.
40. Ibd., pp. 310 s.
41. Ribbentrop, op. cit., p. 41; Papen, Gasse, p. 267.
42. AdRk/KvS, pp. 308 ss. y 317.
43. Statistische Beilage zum Reichsarbeitsblatt 1933, nm. 34, p. 1. El profesor Dan P. Silverman, de la Universidad Estatal de Pensilvania,
expone de manera convincente, basndose en anlisis detallados de estas estadsticas, que las cifras no fueron hinchadas por el rgimen nazi, como
han sostenido algunos estudiosos.

CAPTULO 6

Von Papen encabeza el salto al vaco


Poco despus de que Schleicher presentase a Hindenburg su dimisin el sbado 28 de enero, ste comision a Franz von Papen para que
estudiase las posibilidades que existan de crear un nuevo gabinete.El hombre que haba envenenado la mente del presidente contra Schleicher volva
de nuevo al candelero poltico. l ms que nadie sera el responsable de dar forma a los desastrosos acontecimientos de los dos das siguientes. Si
hubiese estado dispuesto a ser nombrado canciller por segunda vez, no habra tardado en ver su deseo hecho realidad, porque eso era precisamente
lo que quera Hindenburg. Sin embargo, Von Papen se ci al plan de instalar a Hitler como canciller de un gabinete sobre el que en realidad l
detentara el poder.
El encargo de Hindenburg a Von Papen era ms que una formalidad. Durante la semana anterior, el antiguo canciller haba sido protagonista de
una intensa intriga que el presidente no ignoraba en absoluto. Gracias al acceso privilegiado del que gozaba, haba sabido, desde la negativa que
Schleicher haba recibido del presidente el da 23, que no era muy probable que el canciller lograse un decreto de disolucin, su nica esperanza de
escapar a una mocin de censura el 31 de enero, cuando el Reichstag volviese a convocarse. Se dio cuenta de que sta era una oportunidad nica
para poner en marcha su plan, y, en consecuencia, transmiti esa informacin a los nazis y les propuso usar su influencia sobre Hindenburg con el fin de
obtener la cancillera para Hitler.
Puesto que Hitler haba marchado a Mnich por algunos das, fueron sus lugartenientes Wilhelm Frick y Herman Goering los que se encargaron de
negociar con Von Papen. Los tres se reunieron el da 24 para tomar t en casa de Ribbentrop, donde llegaron a la conclusin de que la mejor forma de
vencer la oposicin a Hitler por parte de Hindenburg era presentarle al dirigente nazi como posible canciller de un gabinete concebido como un frente
nacional de derechas en el que estara rodeado de conservadores. Durante los dos das siguientes, los conspiradores propusieron la posibilidad de
participar en un gabinete de esas caractersticas a Hugenberg, dirigente del Partido Nacional del Pueblo Alemn, y a Franz Seldte, uno de los dos
dirigentes del Stahlhelm, una organizacin paramilitar de veteranos nacionalistas que contaba con ms de trescientos mil miembros de uniforme. En
1931, Seldte y Hugenberg haban participado con Hitler en el efmero Frente Nacionalista de Harzburgo; pero desde entonces haban estado reidos
con l.
No fue difcil reclutar a Seldte para el complot que tena como objetivo formar un gabinete de derechas. El Stahlhelm llevaba algn tiempo
coqueteando con la poltica, y el ao anterior, el otro dirigente de la organizacin, Theodor Dsterberg, haba participado en las elecciones
presidenciales con el patrocinio del partido de Hugenberg. Seldte tambin albergaba ambiciones polticas, no obstante ser una figura gris sin ningn
mrito significativo. El proyecto de colaborar con Von Papen para derrocar a Schleicher le resultaba atractivo, ya que existan ciertos roces entre la
cpula del Stahlhelm y el Ministerio de Defensa. Schleicher, en particular, consideraba que el entrenamiento que dicha organizacin proporcionaba a
sus miembros de uniforme constitua una amenaza para el Ejrcito, cuyo control sobre los asuntos militares de Alemania era mucho ms reducido. Se
esforz por someter al Stahlhelm, junto con otros grupos paramilitares, a la autoridad militar, y para eso los hizo depender de subvenciones estatales, lo
que enerv a la cpula del Stahlhelm. Por lo tanto, Schleicher representaba, como canciller, una amenaza para la independencia de esta organizacin
de veteranos, mientras que Von Papen se haba mostrado ms benvolo con sus intereses. Si unir sus fuerzas a las de ste contra Schleicher
implicaba aceptar su proyecto de formar un gabinete encabezado por Hitler, Seldte no tena nada que objetar al respecto.
Sin embargo, mientras que el maleable Seldte se dej seducir enseguida por la idea de un puesto en el gabinete, Hugenberg result ser una
adquisicin ms difcil para el proyecto de Von Papen. A sus sesenta y ocho aos, pesado y vanidoso, era en muchos aspectos una reliquia de la
poca imperial que no haba dejado de usar durante la Repblica el ttulo honorfico de consejero privado del monarca (Geheimrat), que le haba sido
concedido por su obediente servicio a la Corona de Prusia.4Su apariencia, segn observ el embajador FranoisPoncet, era engaosa:
Sus anteojos de montura dorada, su vientre hinchado, su mostacho erizado y cano le confieren el aspecto tranquilizador de un mdico rural digno;
en cambio, no es ms que un inmovilista estrecho de miras, un obstinado antiptico, un extremista doctrinario, un partisano feroz; en definitiva, uno de
los espritus ms siniestros de Alemania.5
Se declaraba totalmente en contra de la democracia y el Estado del bienestar republicano, y abogaba por la restitucin del autntico liberalismo
econmico y el gobierno autoritario por parte de una lite privilegiada.
Sin embargo, Hugenberg careca de las cualidades necesarias para ganarse la popularidad en el mbito poltico. No destacaba precisamente por
sus dotes de orador, y las pocas veces que hablaba en pblico se limitaba a leer textos ampulosos con entonacin montona. Aunque sus
incondicionales se referan a l respetuosamente como el Zorro de Plata, su rostro vetusto, su atuendo anticuado y su carcter estirado llevaban a los
contemporneos menos adeptos a mofarse de l con sobrenombres como el Hmster o la Araa Gruona. Como declar a finales de 1932 un socio
cercano a l: No tiene ningn atractivo poltico.6No obstante, ansiaba el poder poltico que le haba sido esquivo a lo largo de su vida, y cuando Von
Papen acudi a l, se sinti tentado por la posibilidad de obtener al fin un puesto en el gabinete. Sin embargo, lo disuadan las experiencias que en el
pasado haba tenido con Hitler, as como la falta de confianza que le profesaban otros nacionales destacados, que preferan un rgimen autoritario
guiado por Von Papen que excluyese a Hitler. Por tanto, vacil a la hora de responder a la propuesta de participar en un frente nacionalista encabezado
por este ltimo.
El viernes 27 de enero, el proyecto de Von Papen se tambale. Cuando Hitler regres a Berln, Ribbentrop le expuso el plan de hacerlo canciller y
lo persuadi de que invitase a Hugenberg para discutirlo. Una vez llegara a un acuerdo con el dirigente del Partido Nacional, sigui proponiendo
Ribbentrop, por la noche Von Papen se encargara de elaborar las condiciones finales. Esa tarde, Hitler, Frick y Goering se reunieron con Hugenberg y
un compaero conservador de su partido, Otto SchmidtHannover. Goering dej enseguida a Hugenberg en desventaja al revelarle que Seldte ya haba
accedido a formar parte del gabinete. Este primer paso del dirigente del Stahlhelm hara que Hugenberg se viese presionado desde dentro de su
partido para seguir el ejemplo; y los nazis lo saban.7
Pero Hitler fue demasiado lejos intentando explotar esta ventaja sobre Hugenberg. Exigi no slo el puesto de canciller para s mismo, sino
tambin que otros nazis ocupasen los de ministro de Interior nacional y de Prusia. Este ltimo era el ms importante de los dos, ya que detentaba la
autoridad sobre la polica del estado federal de mayor extensin, mientras que el primero no tena ninguna potestad sobre ese cuerpo. En manos de los
republicanos, que haban gobernado Prusia hasta que el gabinete de Von Papen los depuso en julio, las fuerzas policiales de cincuenta mil hombres
armados (la mitad que los activos de los que dispona el Ejrcito) haba supuesto una poderosa arma contra los nazis. Hitler, por tanto, estaba decidido
a hacerse con el cuerpo para purgarlo de republicanos y sustituir a stos por nazis. Hugenberg, sin embargo, se resisti a esta proposicin e insisti en
que el Ministerio del Interior prusiano fuese asignado a alguien ajeno al Partido Nazi. Tambin propuso que el secretario de la Cancillera y el portavoz
del gabinete de prensa fuesen miembros de su propio partido. Esta contrariedad enfureci a Hitler e hizo que interrumpiera las negociaciones, se
negara a reunirse con Von Papen y amenazara con regresar a Mnich. A duras penas, Goering y Ribbentrop lo convencieron para que permaneciera en
la capital.8
Von Papen se las arregl para salvaguardar su proyecto, pero slo despus de hacer concesiones cruciales a Hitler. Cuando la tarde del 27 de
enero Ribbentrop le inform de su airada reaccin ante las condiciones de Hugenberg, el ex canciller accedi a respaldar las exigencias de Hitler en
relacin a los dos ministerios, as como a concederle libertad para que eligiese al personal de la Cancillera. Los deseos de Hugenberg, segn indic a
Ribbentrop, tenan una importancia secundaria. Al ponerse del lado de Hitler en este asunto, dio muestras evidentes de que estaba dispuesto a pagar
un alto precio por lograr su colaboracin, y esto no pas inadvertido al dirigente nazi. Con toda seguridad, Von Papen pretenda suceder a Schleicher
como comisario de Prusia, el puesto al que se haba asignado la autoridad que detentaba el presidente del Consejo de ese estado antes de que l,
siendo canciller, depusiera al gabinete prusiano en julio. Este cargo lo habra situado por encima de un ministro de Interior de Prusia nazi y le habra

permitido, segn daba por sentado inocentemente, evitar que el partido de Hitler utilizase al numeroso cuerpo de polica estatal en beneficio de sus
intereses polticos.9
La maana del da siguiente, sbado 28 de enero, Von Papen se reuni con Hindenburg y supo que ste esperaba que Schleicher dimitiese
cuando se reuniera con l al medioda. Consciente de la necesidad de acelerar la ejecucin de su plan, pidi a Ribbentrop que localizase a Hitler,
temeroso de que ste hubiese abandonado Berln. Su conversacin con Hindenburg lo haba convencido de que el nombramiento del dirigente nazi
como canciller era posible. Tras averiguar que Hitler an se encontraba en el Hotel Kaiserhof, Ribbentrop lo presion para que se reuniese con Von
Papen. Pero Hitler elev la apuesta y se opuso a que ste fuese nombrado comisario de Prusia. En el transcurso de una discusin acalorada,
Ribbentrop logr convencer a Goering de que ese puesto tena que ser para Von Papen; pero, a pesar de los esfuerzos de ambos para persuadir a
Hitler de que deba reunirse con el antiguo canciller esa misma tarde, el dirigente nazi insisti en que necesitaba ms tiempo para reflexionar sobre la
cuestin de Prusia. Finalmente, sin embargo, accedi a entrevistarse con l a la maana siguiente. Von Papen se mostr enseguida dispuesto a
reunirse con Hitler, pero no dej de preocuparle que la discrepancia sobre ese asunto pudiese echar a perder su proyecto.10
Esa misma tarde, Von Papen se dispuso a vencer la resistencia de Hugenberg. Los nazis, segn inform al dirigente del Partido Nacional, deban
hacerse con el Ministerio del Interior tanto del Gobierno nacional como de Prusia. Con la intencin de conciliarse con Hugenberg, respondi de manera
alentadora a su peticin de los ministerios de Economa y Agricultura de ambos gobiernos. Hugenberg an se hallaba bajo una fuerte presin por parte
de los miembros conservadores de su partido que desconfiaban de Hitler y se decantaban por un gabinete autoritario dirigido por Von Papen, y sigui
mostrndose intranquilo ante la idea de que los nazis se apoderaran de la polica de Prusia. Pero no estaba dispuesto a dejar escapar la primera
oportunidad de participar en el poder, as que se resisti a romper las negociaciones.
Ese mismo da, Von Papen consigui debilitar la postura de los conservadores que se oponan a un gabinete encabezado por Hitler. Seal que
Hindenburg estaba dispuesto a aceptar a ste y que l slo considerara la posibilidad de volver a erigirse en canciller en caso de que el proyecto de
construir un gabinete amplio de derechas dirigido por Hitler fallase. De esta manera, logr que la mayora de los ministros conservadores
independientes que haban servido en su gabinete y en el de Schleicher se adhiriesen a su plan. En la ltima reunin del gabinete de Schleicher,
celebrada esa misma maana, se haba llegado a la conclusin de que el regreso de Von Papen a la cancillera sera desastroso y podra ocasionar
una guerra civil. As que los ministros, tranquilizados por la idea de haber evitado este peligro, no dudaron en dar su consentimiento al proyecto de un
gabinete constituido por un frente nacionalista encabezado por Hitler.
En el transcurso de esa tarde, la del da 28, surgi otro peligro para el plan de Von Papen. Provena de las agrupaciones catlicas: el Partido del
Centro y el Partido Popular Bvaro. Sus dirigentes se alarmaron cuando la comisin que Hindenburg haba asignado a Von Papen pareci confirmar
los rumores de que el antiguo canciller estaba a punto de asumir el cargo de nuevo, probablemente para volver a encabezar un gabinete presidencial
impopular secundado slo por el partido de Hugenberg. Los dirigentes catlicos nunca haban perdonado a su antiguo colega que el verano anterior
aceptara la cancillera sin consultrselo. Pero, sobre todo, consideraban que cualquier solucin era preferible a las medidas inconstitucionales del tipo
que, como todos saban, Von Papen haba defendido siendo canciller.
Tras deliberar con el dirigente del Partido del Centro, Fritz Schffer (presidente del Partido Popular Bvaro) se dirigi a Hitler y Von Papen cuando
el da 28 tocaba a su fin. Anunci que los partidos catlicos estaban dispuestos a participar en un gabinete parlamentario encabezado por Hitler. En
unin con los nazis y los nacionales, proporcionaran a tal gabinete una mayora slida en el Reichstag. Este acuerdo descartara el regreso de Von
Papen al poder y dejara a los partidos catlicos en situacin de restringir el de Hitler. Si el dirigente nazi se embarcase, en cuanto canciller, en
proyectos polticos con los que ellos no estuvieran de acuerdo, podran derrocarlo slo con retirarle su apoyo en el Reichstag, privndolo as de la
mayora en virtud de la cual gobernaba. Este era, precisamente, el tipo de eventualidades que haba hecho que Hitler se decidiese a convertirse en
canciller presidencial, libre de restricciones parlamentarias. Por eso rechaz la propuesta de Schffer sealando que a l no lo haban comisionado
para que formase un gabinete y que, por tanto, no necesitaba entrar en negociaciones.
Schffer no se encontr con una postura ms receptiva por parte de Von Papen, lo que no resulta sorprendente, ya que la aceptacin de las
propuestas de los catlicos pondra en grave peligro los planes de ste, que eran bien diferentes.14Hindenburg, que haba prometido en varias
ocasiones que no proclamara a Hitler canciller de un gabinete presidencial, podra aprovecharlas y negarse a nombrarlo si su gabinete no era de
naturaleza parlamentaria. Como bien saba Von Papen, no haba ninguna posibilidad real de una coalicin que uniese a los nazis, los nacionales
alemanes y los catlicos. Hugenberg tena diferencias irreconciliables con los catlicos, y poda preverse que se negara a tal coalicin. Igual suceda
con Hitler, que no tena ninguna intencin de convertirse en canciller parlamentario y depender de otros partidos para conservar el puesto. Pero si se
emprendan negociaciones a peticin de Hindenburg, era previsible un retraso considerable, que trastocara los planes de Von Papen en relacin a un
gabinete presidencial dirigido por Hitler. Tampoco pareca probable que pudiesen mantenerse en secreto tales negociaciones para lograr un gabinete
parlamentario. Si se rompan ante la opinin pblica, sera difcil para Von Papen hacer que el presidente violase sus anteriores promesas y nombrase
a Hitler canciller de un gabinete presidencial.
En vista de que no lograba hacer ningn progreso con Von Papen, Schffer le arranc la promesa de que transmitira a Hindenburg la propuesta de
los catlicos. El ex canciller, sin embargo, no la cumpli. Los catlicos, por su parte, se abstuvieron de hacer pblica su postura, de acuerdo con la
costumbre parlamentaria de evitar acuerdos previos con el fin de aumentar las posibilidades de regateo cuando se negociasen las coaliciones. Su
propuesta sali a la luz un da ms tarde, y entonces, gracias a la treta de Von Papen, produjo un efecto muy diferente del que ellos haban pretendido.
Aun cuando Ribbentrop le aseguraba que Von Papen era de confianza, Hitler se mostr todo el da 28 dubitativo acerca de las intenciones de su
cmplice de conspiracin. Esa noche, Goebbels lo encontr en el Hotel Kaiserhof, acosado por las sospechas de que Von Papen lo traicionara y
usara la comisin que haba recibido de Hindenburg para arrogarse la cancillera. Le haba alegrado la noticia, ese mismo da, de la dimisin de
Schleicher; pero tambin vio en ella otro ejemplo de la notoria falta de lealtad de Hindenburg, y eso, unido al carcter imprevisible del presidente, le
preocupaba. Movido por su desconfianza hacia Hindenburg y Von Papen, revel la profunda hostilidad que profesaba a personas de noble cuna, y as
pas el resto de la noche en la cafetera del Kaiserhof, regalando a la concurrencia con un monlogo que hilvanaba ancdotas burlonas sobre las
manas de diversos aristcratas.15
Igual que Hitler, muchos defensores de la Repblica teman que la comisin que Hindenburg haba dado a Von Papen fuese una seal de que el
antiguo canciller iba camino de recuperar el poder. Y no fueron pocos los que consideraron que esa posibilidad podra ser mucho ms peligrosa que el
nombramiento de Hitler. Como respuesta a esos rumores, la prensa republicana haba advertido repetidamente, a lo largo de las cuatro semanas de
enero, contra una nueva cancillera de Von Papen. sta, segn se predeca, podra ir ligada a medidas anticonstitucionales, e incluso sembrar el peligro
de una guerra civil. En muchos casos, sin embargo, los autores de los editoriales prorrepublicanos expresaban su convencimiento de que se poda
confiar en que Hindenburg defendera la Constitucin y rehusara instalar otro gabinete encabezado por Von Papen, que, al igual que el primero,
contara con poco ms respaldo que el del partido del presidente.16
Por lo que respecta a Hitler, la actitud que Hindenburg haba adoptado hacia l en noviembre se haba tomado en los crculos republicanos como
una garanta de que el presidente nunca lo nombrara canciller de un gabinete presidencial. La propuesta alternativa de formar un gabinete
parlamentario a su alrededor que el presidente le haba hecho en noviembre pareca seguir vigente en teora, si bien las reiteradas muestras de rechazo
por parte de Hitler de cualquier solucin restrictiva haca sumamente improbable que se llevase a la prctica. Una clara muestra del agotamiento poltico
de los defensores de la Repblica era que mientras expresaban su oposicin a tales posibilidades, no planteaban ninguna propuesta constructiva para
resolver la crisis poltica.
A pesar de las afirmaciones que haba hecho Hindenburg, y a las cuales se acogan optimistas los republicanos, su resistencia a nombrar a Hitler
empezaba a desmoronarse el 28 de enero. Esto se deba en gran medida a la insistencia de los que lo rodeaban. El mismo Von Papen, su candidato
preferido, haba rechazado su propio nombramiento y se obstinaba en que el prximo canciller deba ser el dirigente nazi. Su secretario de Estado, Otto

Meissner, lo empujaba tambin en esta direccin, al igual que su hijo Oskar, que haba acabado convencindose de las ventajas de un gabinete
nacionalista dirigido por Hitler despus de haber vuelto a Dahlem para tomar el t con Ribbentrop el da 25.17
Poco tiempo antes, el presidente haba recibido un consejo similar de un destacado visitante, Elard von OldenburgJanuschau, un anciano junker,
vecino de su hacienda del este de Prusia, que haba desempeado un papel fundamental como poltico conservador en poca imperial y segua siendo
una figura influyente entre los terratenientes orientales. Con la esperanza de que un gabinete encabezado por Hitler proporcionase medidas que
auxiliaran la deprimida agricultura de la zona, el viejo junker asegur al presidente que el Ejrcito y las dems fuerzas del conservadurismo se bastaran
para evitar una dictadura unipartidista por parte de los nazis.18El da 28, Hindenburg recibi un mensaje tranquilizador de Goering, que le prometi
solemnemente que los nazis respetaran la autoridad presidencial de Hindenburg y que no pretendan violar la Constitucin ni someter a las fuerzas
armadas a ninguna influencia poltica. Procediendo de un oficial que adems haba sido condecorado como hroe de guerra, este compromiso no pudo
sino impresionar al viejo mariscal de campo.19
El 28 por la noche, Von Papen visit a Hindenburg con la intencin de vencer las reservas que pudiese mantener al respecto. Sin mencionar las
diferencias que seguan separando a Hitler de Hugenberg y de s mismo, hizo lo posible por presentar al dirigente nazi como una persona de posturas
moderadas. A este respecto, era tranquilizador que slo hubiese solicitado un mnimo nmero de cargos ministeriales para su partido y que se hubiese
mostrado dispuesto a que los otros fueran asignados a expertos independientes que contasen con la aprobacin del presidente. Tambin era
alentadora la noticia de que la mayora de los ministros conservadores que haban servido en su gabinete y en el de Schleicher estuviesen, segn le
inform Von Papen, dispuestos a seguir en el cargo bajo direccin de Hitler. A pesar de la aversin que le inspiraba Hugenberg, el presidente accedi
a otorgar al dirigente del Partido Nacional el control personal que deseaba detentar sobre los ministerios de Agricultura y Economa, tanto nacionales
como de Prusia.
Para los dos ministerios que Hindenburg consideraba ms delicados, los de Defensa y Asuntos Exteriores, quera hombres de su propia eleccin.
Por lo tanto, se mostr especialmente satisfecho cuando Von Papen le inform de que el diplomtico aristcrata que haba dirigido este ltimo en su
gabinete y en el de Schleicher, el barn Konstantin von Neurath, estaba dispuesto a continuar en caso de que se nombrase canciller a Hitler. En cuanto
al Ministerio de Defensa, que haba presidido Schleicher siendo canciller, el presidente y Von Papen coincidan en que necesitaba un cambio. Para
este cargo, Hindenburg desde al general que propuso Von Papen en favor de un candidato propio, el general Werner von Blomberg, que en esos
momentos era miembro de la delegacin alemana del congreso sobre el desarme que se estaba celebrando en Suiza. Al terminar la reunin, segn
recordara ms tarde Von Papen, el presidente le hizo prometerle que aceptara el cargo de canciller adjunto en el gabinete de Hitler. Si bien
Hindenburg an no se haba comprometido por completo a seguir los planes de Von Papen, no cabe duda de que en el momento en que se despidieron
ya haba recorrido buena parte del camino.20
El domingo 29 de enero, result ser un da decisivo. Los acontecimientos que se sucedieron de manera vertiginosa ese da acabaron por dar
forma al futuro gabinete de Hitler.
Por la maana, el presidente Hindenburg dio un paso decisivo a este respecto al ordenar a su hijo que telefonease al general Von Blomberg para
hacer que volviera a Berln y estuviese disponible como sucesor de Schleicher en el Ministerio de Defensa.Se trataba de un hombre alto y experto en
el trato en sociedad, que haba impresionado al presidente en el transcurso de una serie de llamadas de cortesa que hizo a la hacienda rural de ste en
calidad de comandante del Ejrcito en Prusia oriental. A principios de enero, adems, haba visitado a Hindenburg en Berln. En esa ocasin,
Blomberg, que durante aos se haba enfrentado a Schleicher por asuntos militares, expres, segn parece, su desacuerdo con la poltica del canciller e
indic que aprobara que se confiase la cancillera a Hitler. Aunque es de suponer que Hindenburg consideraba a Blomberg un oficial apoltico y
profesional, lo cierto es que haba elegido a un hombre extremadamente sensible a los encantos del nazismo. Durante el tiempo en que estuvo
destinado en Prusia oriental, haba cado bajo la influencia de algunos miembros del Ejrcito que se declaraban a favor de este movimiento, entre los
que se inclua el capelln castrense protestante, el mismo que durante el Tercer Reich llegara a ser el obispo nazi de la Iglesia protestante. As que la
eleccin de Hindenburg acabara, casualmente, siendo de gran ayuda a Hitler.
El mismo domingo por la maana, el dirigente nazi acudi, acompaado por Goering, a la cita con Von Papen en el apartamento de ste, situado
en el edificio del Ministerio del Interior, en la Wilhelmstrasse, a slo dos puertas de la residencia presidencial, que se hallaba en la Cancillera. El
anfitrin no present ninguna objecin cuando Hitler propuso a Wilhelm Frick como futuro ministro de Interior del gabinete nacional y present a Goering
como candidato para encargarse de dicho ministerio en Prusia. A cambio, Hitler tuvo que ceder ante la insistencia de Hindenburg para que Von Papen
fuese nombrado tanto canciller adjunto como comisario de Prusia, tras lo que present una nueva exigencia. Anunci que quera que se disolviese el
Reichstag y se volviesen a convocar elecciones, pues, segn expuso, cuando fuese canciller necesitara una ley de plenos poderes que transfiriese al
gabinete la autoridad legislativa.
Existan precedentes de leyes de plenos poderes del tipo que Hitler tena en mente. Una dcada antes, los gabinetes republicanos haban obtenido
en varias ocasiones tales poderes del Reichstag a fin de hacer frente a diversas crisis. Dado que las medidas de ese tipo suponan alteraciones
temporales de la Constitucin, necesitaban de una mayora de dos tercios para ser aprobadas, y puesto que tal resultado era impensable en el
Reichstag existente, Hitler deseaba unos nuevos comicios que le permitiesen encabezar su partido como canciller elegido por el presidente
Hindenburg. En virtud de esta situacin y de los recursos del Gobierno nacional, confiaba en incrementar en gran medida la representacin de los nazis
en el Parlamento. Si los resultados de las votaciones no hacan posible la obtencin de una ley de plenos poderes, su gabinete tendra la potestad de
promulgar leyes sin preocuparse del Reichstag ni depender de los poderes extraordinarios del presidente. Von Papen, ansioso por poner en marcha
cuanto antes su plan, no puso trabas de ningn tipo a esta exigencia de Hitler, tan relevante, en relacin a la convocatoria de unos nuevos comicios
nacionales.
La tarde del da 29 Von Papen se dispuso a ultimar los detalles de la alianza con el Partido Nacional del Pueblo Alemn y el Stahlhelm para el
futuro gabinete de Hitler. Reuni en su apartamento a Hugenberg y a los dos dirigentes de la organizacin de veteranos, Franz Seldte y Theodor
Dsterberg, y los puso al corriente de la disponibilidad que haban mostrado algunos miembros relevantes del gabinete conservador para trabajar a las
rdenes de Hitler, as como de la intencin que tena Hindenburg de nombrar ministro de Defensa al general Von Blomberg. Segn afirm, estaba
previsto que Seldte fuese el ministro de Trabajo del nuevo gabinete, y en cuanto a Hugenberg, anunci que el presidente deseaba que asumiese los
ministerios de Agricultura y Economa, tanto en el Gobierno nacional como en el de Prusia.24
La idea de dirigir personalmente los cuatro ministerios representaba un poderoso acicate para el dirigente de los nacionales. Satisfara su vieja
ambicin de hacerse con el poder de los centros vitales de la poltica econmica y al mismo tiempo acabar con lo que l consideraba el socialismo
de la Repblica. Se sinti especialmente halagado por el hecho de que Hindenburg, que nunca haba ocultado el desprecio que senta hacia l, hubiese
cambiado de actitud, segn indicaba Von Papen, y desease su presencia en el gabinete. El anfitrin, haciendo gala de su habitual perfidia, haba
omitido mencionar las exigencias de Hitler referentes a la convocatoria de nuevas elecciones, pues era consciente de que Hugenberg se arrugara ante
la perspectiva de una campaa electoral en que los nazis tendran, como partido del hombre que acababa de ser elegido por Hindenburg para ocupar el
puesto de canciller, una clara ventaja sobre su Partido Nacional.
Entusiasmado con la idea de participar en el poder, Hugenberg se mostr inclinado a aceptar las condiciones de Von Papen; pero Dsterberg, uno
de los dos dirigentes del Stahlhelm, y varias de las personalidades conservadoras de su partido que se haban reunido en el apartamento de aqul la
tarde del da 29 se opusieron con vehemencia. Consideraban que Hitler era un fantico sin escrpulos, y se mostraron horrorizados ante la idea de que
su partido colaborase en su ascensin al poder. En un intento de demorar ese paso, imploraron a Hugenberg que retirase su respaldo al gabinete de
Hitler. Sin embargo, como enemigos de la democracia y el gobierno parlamentario, no pretendan salvar la Repblica. En lugar de eso, proponan un
nuevo gabinete presidencial encabezado por Von Papen, en el que no participasen los nazis, capaz de disolver el Reichstag sin convocar elecciones y
de gobernar de forma autoritaria mediante los decretos extraordinarios del presidente.25

Pero incluso Von Papen rehua en esos momentos cualquier actuacin contraria a la Constitucin; as que Hugenberg rechaz esta propuesta.
Estaba convencido de que los cuatro ministerios que le haban asignado, los de mayor relevancia econmica, segn l, le aseguraran una posicin
eminente en el gabinete de Hitler, y eso le hizo aceptar. Adems, tema que si su partido no se aliaba con Hitler, lo hara el Partido del Centro Catlico
que l despreciaba, dejando as de nuevo al Partido Nacional sin influencia alguna sobre la poltica gubernamental. Por lo tanto, Hugenberg
consinti en que Von Papen siguiese con su plan. Esa misma tarde del da 29, ste inform a los nazis de que haba superado los ltimos obstculos
de su proyecto, a pesar de que an deba obtener la aprobacin final de Hindenburg.26
La respuesta que Hugenberg y Von Papen dieron a los conservadores que intentaron disuadirlos de investir a Hitler con el cargo de canciller revela
hasta qu punto lo infravaloraron. Ante las protestas que Dsterberg elev el da 29, Hugenberg afirm: Lo acorralaremos. Cuando Ewald von
KleistSchmenzin, un aristcrata perteneciente a los junkers de Prusia que acab perdiendo la vida por oponerse a la dictadura de Hitler, se quej ante
Von Papen en semejantes trminos el mismo da, ste replic: Qu espera que haga? Cuento con la confianza de Hindenburg. De aqu a dos meses,
lo habremos puesto en tal aprieto que no har otra cosa que chillar. Y parece ser que cuando otro de los conservadores avis de que el objetivo de
Hitler era instaurar una dictadura, respondi: Se equivoca usted. Lo hemos contratado!.27
Mientras el domingo 29 de enero, Von Papen estaba ocupado reclutando personal para el gabinete de Hitler, Kurt von Schleicher se mova de un
lado a otro en lo poltico, y al hacerlo facilitaba la labor del primero sin pretenderlo. La comisin que Hindenburg haba confiado a Von Papen un da
antes haba intensificado sus temores de que su predecesor acabase siendo tambin su sucesor. Como la mayora de los dirigentes militares, prefera
a Hitler antes que al desacreditado Von Papen en la cancillera. Saba que el regreso de ste le negara toda posibilidad de permanecer a la cabeza del
Ministerio de Defensa, y vea el nombramiento de Hitler como la nica oportunidad que le quedaba de conservar su autoridad sobre el Ejrcito. Si lo
lograba, no tena ninguna duda de que sera capaz de someter al dirigente nazi. Si Hitler quiere instaurar una dictadura dijo en cierta ocasin, segn
referira Meissner ms tarde har que el Ejrcito sea una dictadura dentro de la dictadura.28
La maana del 29 de enero, Schleicher haba discutido la situacin en el Ministerio de Defensa con un grupo de generales. Al menos uno de ellos
propuso que se forzase a Hindenburg a evitar la formacin de un gabinete dirigido por Von Papen; pero Schleicher rechaz cualquier idea de
enfrentarse al presidente. Se dice que un da antes haba contestado a una proposicin semejante aduciendo que su educacin militar descartaba tales
muestras de insubordinacin: Yo soy general, Hindenburg es mariscal de campo, y a m me han educado en la obediencia.29
Con la esperanza de ganarse el favor de Hitler, e ignorante del avanzado estado de las maquinaciones de Von Papen, Schleicher decidi el da 29
sonsacar al dirigente nazi acerca de una posible cooperacin. A peticin suya, uno de sus confidentes, el general Kurt von Hammerstein, jefe del mando
militar, se encontr esa tarde en secreto con Hitler en la residencia berlinesa de un simpatizante nazi acaudalado. Hammerstein le pregunt si los que
aculaban en nombre del presidente se refera a Von Papen estaban negociando con l seriamente en relacin a la cancillera o se comportaban de
manera dudosa. Si ste fuera el caso y Von Papen pretendiese quedarse con el puesto de canciller, el general se ofreca a intentar que el aparato
militar influyera en favor de la candidatura del dirigente nazi. El general tambin pregunt si Hitler, en caso de convertirse en canciller, estara dispuesto
a mantener a Schleicher como ministro de Defensa. Hitler, que no descartaba ninguna posibilidad, respondi afirmativamente a esta ltima pregunta,
aun a sabiendas de que en los planes de Von Papen no haba lugar para Schleicher. En cuanto a las negociaciones para la formacin de un nuevo
gabinete, indic que an no poda determinar hasta qu punto eran serias, pero asegur que le notificara cualquier novedad.30
La noche del 29 de enero, Hammerstein acudi a la residencia de Schleicher para referirle su encuentro con Hitler e informarse a su vez de los
ltimos acontecimientos. A los dos generales se les uni Werner von Alvensleben, un trotacalles, asiduo de crculos conservadores, que tena acceso a
la direccin nazi. Entonces lo enviaron al apartamento de Goebbels, donde estaban cenando Hitler y Goering, para que averiguase cul era el estado
de las negociaciones. Pero Alvensleben volvi sin una respuesta clara, y Hammerstein telefone a Hitler para manifestarle su temor de que al da
siguiente se encontrasen con un hecho consumado, expresin que us para referirse a un gabinete dirigido por Von Papen que excluyese a los nazis.
Hitler mantuvo una actitud evasiva, aunque Von Papen le haba asegurado que pronto sera nombrado canciller.
Sin embargo, Hitler, Goebbels y Goering haban quedado sobresaltados a raz de los comentarios que haba hecho Alvensleben en el transcurso de
su visita. Se haba jactado de que la jefatura del Ejrcito estaba preparada para intervenir de forma contundente si la formacin del nuevo gabinete no
se ajustaba a sus expectativas, lo que dej a los dirigentes nazis preocupados por un posible golpe de Estado que tuviese como objetivo desbaratar el
nombramiento de Hitler como canciller. Hitler, especialmente alarmado, puso a la SA de Berln en situacin de alerta y avis a un oficial de polica de la
capital, adepto al partido, a fin de que se preparase para tal eventualidad. Mientras tanto, Goering comunic la situacin a Von Papen y Meissner.
Estas noticias acerca de un golpe de Estado dieron pie a rumores que, a pesar de no tener fundamento alguno, permitieron a Von Papen acelerar
el proceso que le permitira llevar a cabo su plan. Los rumores que llegaron al presidente, a travs de Von Papen y Meissner, presentaban a Schleicher
movilizando las tropas con la intencin de derrocar a Hindenburg y erigirse l mismo en presidente. Ultrajado, Oskar Hindenburg acus a Schleicher de
traidor. Segn se dice, la esposa de ste estaba convencida de que Schleicher haba ordenado que arrestasen al presidente con la intencin de
enviarlo en un tren sellado a su residencia rural y retenerlo all.Tanta inclinacin tenan la familia del presidente y su squito a esperar lo peor de
Schleicher, que nadie se tom la molestia de averiguar si los rumores acerca de un posible golpe de Estado militar tenan algn fundamento.
La misma noche del 29, Von Papen aprovech esta atmsfera de crisis para lograr que Hindenburg accediese a tomar juramento la maana
siguiente al nuevo gabinete encabezado por Hitler. Tambin consigui que diese su aprobacin a una lista de ministros, aunque cuatro miembros
independientes que procedan del gabinete de Schleicher, los ministros de Asuntos Exteriores, Finanzas y Correos y Transportes, as como el
comisario de creacin de empleo, Gereke, tuvieron que ser excluidos. A Hugenberg se le otorg el cargo de ministro de Agricultura y Economa de los
gobiernos nacional y prusiano; el general Von Blomberg sustituira a Schleicher como ministro de Defensa, y Seldte, del Stahlhelm, deba convertirse en
ministro de Trabajo. El tercer nazi del gabinete (adems de Hitler como canciller y Frick como ministro de Interior) era Goering, que sera nombrado
ministro sin cartera y comisario de Aviacin. Tambin se le asign el Ministerio del Interior prusiano, por lo que asumira el control del vasto cuerpo de
polica. Para Von Papen estaba reservado el puesto de comisario de Prusia y vicecanciller (ms que simplemente canciller adjunto, aunque el cambio
de terminologa no contribuy en nada a cambiar el hecho de que la Constitucin no reconoca ninguna autoridad al portador de tal ttulo). Para
asegurarse de que su voz tendra peso en los asuntos vitales, logr el consentimiento de Hindenburg para estar presente en todas las reuniones que
ste mantuviese con el canciller Hitler.34
La lista que Hindenburg aprob el da 29 y que puso en prctica al da siguiente revela el ardid al que haba recurrido Von Papen para engaar al
presidente acerca del tipo de gabinete que acabara dirigiendo Hitler. Saba que aqul se haba negado en varias ocasiones a nombrarlo canciller de un
gabinete presidencial, y haba hecho lo posible por ocultarle que haba cedido ante Hitler a este respecto. Luego, el revuelo que haban provocado los
rumores de un golpe de Estado le brind una oportunidad perfecta para que el presidente no pudiese negarse a hacerlo canciller presidencial. De
forma apresurada, se haba decidido que el nuevo gabinete jurase el cargo a la maana siguiente; as que no haba tiempo para seguir negociando las
posibles coaliciones. Por tanto, Von Papen tuvo que jugar la carta que le brindaban los catlicos y que tena guardada desde su conversacin del da
anterior con el emisario del Partido Popular Bvaro, Fritz Schffer. Al dejar vacante el puesto de ministro de Justicia en la lista de miembros del
gabinete, pretenda dar la impresin de que estaba reservado para un catlico, a la espera de concluir las negociaciones. De esta manera, los votos de
los catlicos en el Reichstag se uniran a los de nazis y nacionales en una holgada mayora, y haran que el gabinete de Hitler tuviese una naturaleza
parlamentaria ms que presidencial.
Esto era, al menos, lo que Von Papen quera que Hindenburg dedujese de la omisin del ministro de Justicia en su lista. Pero, en realidad, ni Von
Papen ni Hitler ni Hugenberg tenan la menor intencin de formar una coalicin con los catlicos ni de hacer que el nuevo gabinete dependiese de su
respaldo parlamentario. Sin embargo, la noche del 29 de enero, el primero enga al presidente para que creyera que se estaba buscando un acuerdo
con stos a fin de formar un gabinete parlamentario y no uno presidencial. Una vez que se hubiera constituido el nuevo gabinete a la maana siguiente,
saba que era fcil convencerlo de que las conversaciones con los catlicos se haban suspendido repentinamente. Para entonces, una vez constituido

con gran fanfarria el gabinete de Hitler, Hindenburg se dara cuenta de que era poco menos que imposible negar al nuevo canciller los poderes
extraordinarios que haba puesto a disposicin de sus tres predecesores, en especial si su hombre de confianza, Franz von Papen, lo avalaba. An no
se puede afirmar con certeza hasta qu punto revel este ltimo su artimaa a Hitler y Hugenberg; pero el hecho de que a la maana siguiente
admitiesen que el Ministerio de Justicia quedaba vacante y fingiesen que tenan la intencin de reanudar las negociaciones con los catlicos no deja
lugar a dudas de su complicidad. Y lo mismo podra decirse del secretario de Estado de Hindenburg, Meissner, sin cuya cooperacin no habra podido
llevarse a cabo el engao.35
La noche del 29 de enero todos los crculos polticos berlineses comentaban los rumores contrapuestos que se haban ido extendiendo. El
embajador FranoisPoncet oy que Von Papen haba abandonado toda intencin de organizar un nuevo gabinete. Este rumor tambin haba llegado al
ministro independiente de Finanzas de los dos gabinetes anteriores, el conde Schwerin von Krosigk, que ese mismo da haba odo de boca del mismo
Von Papen que los preparativos del gabinete de Hitler estaban casi listos, y que contaban con l. Uno de los informadores del conde refiri que
Hugenberg estaba presionando de nuevo para que Von Papen volviese a la cancillera, y otro afirm que Schleicher estaba a punto de usar al Ejrcito
en contra de Hindenburg aduciendo que ya no era mentalmente competente. Otto Meissner se hallaba entre los que se haban convertido en objeto de
estas habladuras. A las dos de la madrugada lo despert una llamada telefnica advirtindole de que Schleicher se propona arrestarlo, junto con el
presidente y Oskar Hindenburg.36
Lleg la maana del lunes 30 de enero, y la situacin poltica segua sin esclarecerse. El embajador britnico, sir Horace Rumbold, indic a su
Gobierno que, con toda probabilidad, el nuevo canciller sera Von Papen. El secretario de Cancillera de Schleicher, Erwin Planck, telefone al conde
Schwerin von Krosigk para anunciarle que Hitler haba suspendido las negociaciones y que, seguramente, ya no se hallaba en Berln. Von Papen, segn
aseguraba Planck, se reunira con el presidente a las once de la maana para jurar el cargo de canciller.37
Poco despus de esta conversacin telefnica, el conde recibi una llamada de la oficina del presidente que lo citaba a las once en la Cancillera a
fin de que volviese a jurar el cargo de ministro de Finanzas; pero no le indicaron quin encabezara el gabinete. Temiendo acabar de nuevo en un
gabinete de base limitada dirigido por Von Papen, llam desconcertado al ministro de Asuntos Exteriores Von Neurath, que comparti su rechazo ante
semejante posibilidad y le comunic que l tambin haba sido invitado a comparecer en la Cancillera a las once. Cuando, acto seguido, el conde llam
a Von Papen, ste le asegur con cierta brusquedad que ignoraba tales rumores, y que el nuevo canciller sera Hitler. Esto no hizo ms que aumentar el
desconcierto de Krosigk, que cuando lleg a la Cancillera an no estaba seguro de quin iba a ser nombrado canciller.
Esa misma maana del da 30 llegaba a Berln el general Von Blomberg. Haba recibido la citacin de Hindenburg el da anterior y pas la noche en
tren desde Suiza. Cuando baj al andn, se encontr con dos oficiales que lo esperaban. Uno era un comandante enviado por el jefe del mando militar,
el general Hammerstein, que haba sabido de su regreso a Berln por casualidad y tena rdenes de escoltarlo hasta el Ministerio de Defensa, donde se
encontraban Hammerstein y Schleicher, que pretendan disuadirlo de aceptar el cargo de ministro de Defensa en un gabinete dirigido por Von
Papen.38El otro oficial que lo esperaba en la estacin era el coronel Oskar Hindenburg, con la intencin de conducirlo a la Cancillera, donde lo
esperaba su padre para nombrarlo ministro de Defensa del gabinete de Hitler. Blomberg tuvo que decidir entre los dos oficiales, y acab acompaando
a Hindenburg, que no slo era el que ostentaba el cargo ms elevado de los dos, sino que representaba al supremo comandante en jefe de las fuerzas
armadas.
Cuando llegaron al despacho del presidente en la Cancillera, las noticias de que un oficial del Ministerio de Defensa haba intentado llevar a
Blomberg a presencia de Schleicher no hicieron sino conferir credibilidad a los rumores de un inminente golpe de Estado. La sensacin de peligro se
hizo todava mayor, as como la idea de que se necesitaba una resolucin de forma urgente. Como medida preventiva, el presidente tom juramento a
Blomberg como ministro de Defensa poco despus de las nueve de la maana, despojando as a Schleicher de toda autoridad frente al Ejrcito.39
Cuando supo que Blomberg haba acudido a la Cancillera, Schleicher telefone a Meissner y se quej de que se haba violado, contra la
Constitucin, su autoridad como ministro de Defensa.40Pero an ms clara era la ilegalidad en que haba incurrido Hindenburg al traspasar dicho
puesto a Blomberg, ya que la Constitucin estipulaba que el presidente slo poda nombrar a los ministros de un gabinete si antes los haba propuesto
el canciller, y en el momento en que Blomberg jur el cargo, la maana del 30 de enero, Schleicher an era el jefe del Gobierno de transicin. Sin
embargo, los temores de ste con respecto al nombramiento de Blomberg slo estaban justificados en parte, pues pensaba que formara parte de un
segundo gabinete de Von Papen, cuando la investidura del general no haca, en realidad, ms que anunciar lo que el mismo Schleicher haba acabado
por respaldar: un gabinete dirigido por Hitler. Sin lugar a dudas, no haba pensado en la posibilidad de que su gran enemigo representase un papel tan
destacado en la formacin del gabinete de Hitler o de que l mismo fuese sustituido como ministro de Defensa.
Entre las nueve y las diez de la maana del da 30, Hugenberg lleg al apartamento de Von Papen, en el Ministerio del Interior, al igual que Otto
SchmidtHannover, un prominente diputado del Reichstag por el Partido Nacional del Pueblo Alemn, y los dirigentes del Stahlhelm, Seldte y
Dsterberg. All se encontraron con un Von Papen inquieto, que los advirti de que si el nuevo gabinete no se constitua enseguida, Schleicher podra
llevar a cabo un golpe de Estado que acabara en dictadura militar. No haba tiempo para objeciones triviales: Si a las once no se ha instaurado el
nuevo gabinete afirm, segn refiri ms tarde Dsterberg, el Ejrcito se pondr en marcha. Se cierne sobre nosotros la amenaza de una dictadura
militar capitaneada por Schleicher y Hammerstein.41
SchmidtHannover, compaero de partido de Hugenberg, y Dsterberg an tenan serias dudas acerca del nombramiento de Hitler como canciller.
Al menos, queran retrasar la toma de posesin precipitada de un nuevo gabinete el tiempo suficiente para restringir la autoridad de Hitler negndole el
Ministerio del Interior prusiano y el control sobre la polica de tres quintas partes de Alemania que ste conllevaba. Despus de haber fracasado en su
intento de convencer a Hugenberg y Seldte, Dsterberg y SchmidtHannover fueron a la cancillera con la esperanza de hacer a Hindenburg partcipe de
sus temores. Sin embargo, se les deneg el acceso al presidente, y tuvieron que reunirse con su hijo, que denunci la presunta traicin de Schleicher
pero no mostr ningn inters cuando suplicaron que se tomasen precauciones contra Hitler.42
Cuando Dsterberg volvi al apartamento de Von Papen se encontr con que Hitler y Goering ya haban llegado. Para que su colega Seldte fuese
incluido en el gabinete como portavoz del Stahlhelm era necesario el consentimiento de Dsterberg, y ste albergaba un gran rencor hacia los nazis.
Algunos meses antes, haba descubierto que uno de sus abuelos era judo de nacimiento, aunque ms tarde se haba convertido al cristianismo. Esta
informacin no tard en ser conocida por la prensa nazi, que, en consonancia con los esfuerzos del partido de Hitler para atraer hacia sus filas a los
miembros del Stahlhelm, denunci su ascendencia juda y acus al Stahlhelm de ser una herramienta de los intereses judos. Estos ataques provocaron
la desesperacin de Dsterberg, que perteneca al ala antisemita de la organizacin, y su resentimiento se convirti en una de las razones para que se
opusiera a la candidatura de Hitler a la cancillera.43
Al llegar al apartamento de Von Papen, Dsterberg esquiv de manera evidente el saludo de Hitler y Goering. Pareca probable que no consintiera
en aprobar la participacin de Seldte en el gabinete de aqul. Sin embargo, el dirigente nazi lo saba, e hizo lo posible por disipar su resentimiento.
Tras dirigirse una rpida seal de entendimiento, l y Goering abandonaron sus asientos y se acercaron a Dsterberg en actitud amistosa, y en la voz
grave que guardaba para las ocasiones solemnes, el dirigente nazi le garantiz que nunca haba dirigido ni aprobado los ataques que contra l haba
llevado a cabo la prensa nazi. Esta actitud, que Hitler, con ojos llorosos, remat con un gesto de sincera emocin, desarm a Dsterberg, que dej a un
lado todas sus reticencias. El ltimo obstculo que separaba a Hitler del Stahlhelm haba sido superado.44
Von Papen gui entonces a Hitler, Hugenberg, Dsterberg y Seldte a travs de la ruta que tantas veces haba seguido durante los meses
anteriores. Salieron por la puerta trasera del Ministerio del Interior a los jardines, atravesaron la entrada del muro que los separaba de los del Ministerio
de Asuntos Exteriores y, luego, la de los jardines de la Cancillera. Despus de entrar en sta por la puerta trasera, llegaron al despacho de Meissner,
situado en la planta baja, poco antes de las once. El resto de futuros ministros lleg por separado. El conde Schwerin von Krosigk supo cuando lleg
que el nuevo canciller no sera Von Papen, sino Hitler. A pocos minutos de constituirse el gabinete, un cabo que Von Papen haba dejado suelto
amenaz con malograr sus planes y frustrar el nombramiento de Hitler: Consciente de que Hugenberg temera perder votos en unas elecciones

celebradas siendo Hitler canciller, no le haba revelado que ste haba exigido la disolucin del Reichstag. Pero en ese momento, a escasos minutos de
la ceremonia de investidura, el dirigente nazi anunci que deba contar con el apoyo de todos a este respecto para aceptar hacerse cargo de la
cancillera. Tan categrica como esta exigencia fue la respuesta de Hugenberg, que se neg a aceptarla.45
As las cosas, con dos de las figuras clave del futuro gabinete completamente enemistadas, el plan de Von Papen pareca a punto de
desmoronarse. Comoquiera que no poda formarse un nuevo gabinete hasta que esta cuestin estuviese resuelta, pasadas las once (hora prevista para
la ceremonia), an se sucedan las discusiones acaloradas. En un intento de apaciguar a Hugenberg, Hitler le dio su palabra de honor de que la
composicin del gabinete permanecera inalterada fuera cual fuese el resultado de los comicios. Esto no logr hacer ceder al dirigente del Partido
Nacional, por lo que Von Papen lo acus de estar poniendo en peligro, en su momento ms crtico, una alianza de fuerzas patriticas laboriosamente
construida. En referencia a la promesa de Hitler de que las elecciones no tendran ningn efecto sobre la composicin del gabinete, Von Papen afirm
que era inconcebible que alguien dudase de la palabra de honor que con tanta ceremonia haba empeado un hombre alemn. Sin embargo,
Hugenberg continu oponindose a un nuevo plebiscito.
Cuando todo el proyecto pareca estar a punto de derrumbarse, Otto Meissner hizo que las cosas se moviesen en favor de Hitler. Entr a la sala
reloj en mano anunciando que eran las once y cuarto, y que el presidente los estaba esperando desde las once. No poda seguir esperando, sentenci
Meissner. Hugenberg se encontr entonces convertido en el nico obstculo que impeda obedecer los designios de Hindenburg, y acab por acceder
a las peticiones de Hitler. Los reunidos se dirigieron entonces al despacho del presidente, que se hallaba en la segunda planta. Hindenburg los recibi y
Von Papen ley la lista de los miembros del gabinete que se proponan, y entre los que an faltaba el ministro de Justicia. Pero entonces surgi un
nuevo imprevisto que amenaz con echar por tierra la apresurada investidura del nuevo gabinete. El ministro de Finanzas, el conde Schwerin von
Krosigk, se dirigi a Von Papen y le record que haba acordado que slo aceptara volver a ser nombrado en caso de que le asegurasen que el
gabinete seguira una poltica fiscal y monetaria slida. Von Papen no dud en presentarle a Hitler, al que el conde no conoca, y que respondi a su
peticin de forma evasiva pero tranquilizadora. Y de esta manera tan superficial se llevaron a cabo por fin las negociaciones para el nuevo Gobierno
alemn.46
Aproximadamente a las once y media del lunes 30 de enero, el presidente Paul Hindenburg tom a Adolf Hitler el juramento que lo converta en
canciller de Alemania. Cometiendo lo que, con cualquier criterio objetivo, podra considerarse un acto de perjurio, el jefe nazi prometi defender y
mantener la Constitucin y las leyes de la Repblica que durante tanto tiempo haba jurado destruir. Para proseguir con el ardid ingeniado por Von
Papen para contrarrestar la actitud reacia de Hindenburg a nombrar a Hitler canciller presidencial, el anuncio oficial fue redactado de manera que
sugiriese que el nuevo gabinete pretenda ser de espritu parlamentario. Esto se logr subrayando intencionadamente que el ministro de Justicia an no
haba sido nombrado, y que el canciller Hitler se pondra de inmediato a negociar con los partidos catlicos.
Aunque se haba asignado el papel de jefe del Gobierno al enemigo ms enconado de la democracia, los defensores de la Repblica no parecan
tener la menor intencin de oponerse a su nombramiento, y ni siquiera se manifestaron en contra de la ascensin de Hitler a la cancillera. Despus de
haber supuesto durante tanto tiempo que los nazis recurriran a la violencia, el nombramiento los cogi desprevenidos en un da marcado slo por la
dosis acostumbrada de violencia poltica. Los dirigentes del Partido del Centro Catlico respondieron en tono defensivo al anuncio oficial de la
constitucin del gabinete, negando haberse comprometido a participar en ste y advirtiendo contra los experimentos constitucionales. Los
socialdemcratas se encontraron sin ningn plan con el que responder a la remota posibilidad de que Hitler se hiciese con el poder por medios legales.
Sus dirigentes, anonadados, reaccionaron amonestando a los miembros del partido, que rondaban el milln, y a los cientos de miles de hombres que
pertenecan al Reichsbanner, la organizacin paramilitar asociada a ste, para que se negasen a actuar. Segn anunciaron, cualquier intento por parte
del nuevo gabinete de violar la Constitucin se encontrara con la resuelta oposicin de la clase trabajadora. Mientras tanto, los actos de indisciplina
slo seran contraproducentes, todas las fuerzas de que dispona el movimiento deban reservarse para la batalla final. Pero, como los acontecimientos
no tardaran en demostrar, la batalla ya haba empezado, y la causa republicana estaba perdida.47
Algunos republicanos reconocieron que haba sucedido algo terrible, pero se aferraron a la vana esperanza de que Hindenburg acabara por
salvarlos. En la edicin vespertina del da 30, el Vossische Zeitung de Berln citaba las palabras con las que el presidente haba expresado su rechazo
a entregar el Gobierno a Hitler en agosto y noviembre de 1932, y afirmaba en tono lastimero que lo que Hindenburg haba dicho entonces respecto a los
nazis segua teniendo vigencia.48El peridico socialdemcrata Vorwrts tambin apelaba a Hindenburg en la edicin vespertina:
Con el nombramiento de este gabinete, el presidente ha asumido la ms terrible responsabilidad a la que jams se ha enfrentado ningn jefe de
Estado. De l depende que no se aleje de la Constitucin y que presente su inmediata dimisin en caso de no lograr el apoyo mayoritario del
Reichstag.49
Para muchos observadores polticos supuso un consuelo la preponderancia numrica de los ministros moderados frente a los tres nazis del
gabinete. Otros asumieron que el poder real no lo detentaba Hitler, sino Von Papen o Hugenberg; y tambin hubo quien, en relacin a la naturaleza del
gabinete, se dej engaar por la calculada ambigedad de la vacante en el Ministerio de Justicia y las afirmaciones oficiales de que se reanudaran las
negociaciones con los partidos catlicos con respecto a su participacin.50A raz de esta informacin engaosa, no fueron pocos los analistas polticos
expertos que inicialmente creyeron que Hitler haba sido nombrado, en efecto, canciller de un gabinete parlamentario y no de uno presidencial.
Imaginaban que ste no tendra acceso a los poderes extraordinarios del presidente, sino que, por el contrario, dependera de la mayora del Reichstag
o de la aquiescencia de los catlicos para sobrevivir como gabinete.51Theodor Wolff, el editor del republicano Berliner Tageblatt, por lo comn tan
perspicaz, predijo que si perda la mayora, deba, como cualquier otro gabinete parlamentario, dimitir o enfrentarse a las urnas.52
La respuesta inicial que los alemanes ajenos a la poltica brindaron al nombramiento de Hitler estuvo marcada, a juzgar por la importancia
trascendental de lo que acababa de ocurrir, por un claro sentimiento de indiferencia. La sustitucin de un canciller por otro haba llegado a ser un
acontecimiento tan frecuente que gran parte de la opinin pblica haba perdido todo inters al respecto. En un noticiario cinematogrfico que goz de
gran difusin en los teatros de todo el pas, el nombramiento del nuevo gabinete fue el ltimo de los seis sucesos que se presentaban al pblico, y
apareca despus de reportajes sobre saltos de esqu, una carrera de caballos y una exhibicin hpica, entre otros. Un joven judo, corrector de un
peridico popular de Berln, recordara ms tarde haber revisado la noche del 30 el texto de un reportaje sobre lo que haba sucedido con la ms
absoluta indiferencia; sin preocuparme siquiera por que pudiese afectarme. El pueblo ignoraba en su mayora lo que le haba sucedido, rememor
Friedrich Stampfer, editor de Vorwrts.53
Las reacciones del extranjero tambin fueron, por lo general, comedidas. Un diplomtico checo afincado en Berln no vio nada de extraordinario en
la investidura del nuevo gabinete. No se trata de un Gobierno nazi anot en su diario; ni siquiera de uno revolucionario, por ms que lleve el
nombre de Hitler. No es el Tercer Reich: a duras penas es el Segundo y Medio. El embajador britnico sir Horace Rumbold inform a su Gobierno de
que el nombramiento del gabinete de Hitler marcaba el final del experimento que se haba llevado a cabo con el Gobierno presidencial. Pero a juzgar
por la hostilidad que Hitler y Hugenberg profesaban al sistema parlamentario, consideraba que era difcil imaginar cmo piensan lograr una
modificacin del [...] sistema si no es por medios anticonstitucionales. Un observador britnico se preguntaba en el Sunday Times de Londres: Han
logrado el presidente Hindenburg y su camarada, herr Papen, meter a Hitler en una jaula para retorcerle el cuello... o son ellos los que estn en la
jaula?.54
En un despacho enviado a Pars la noche del da 30, el embajador FranoisPoncet, que siempre se mostraba tan seguro de s mismo, revel un
claro desconcierto acerca de lo que haba sucedido. Despus de sealar que los catlicos an no se haban comprometido con el nuevo gabinete, se
preguntaba si Hitler querra realmente gobernar en virtud de una mayora parlamentaria, y si Hindenburg lo respaldara si ste no lograba un apoyo
mayoritario. En conjunto, pensaba que la investidura de Hitler era algo parecido a encerrar a un lobo en un redil con la intencin de aprisionarlo. Uno de
los pocos observadores extranjeros que de inmediato evalu la situacin correctamente fue el periodista suizo que seal de forma lacnica: Un oso
siempre ser un oso, por ms que le pongas un aro en la nariz y lo sujetes con una correa.55

La noche del 30, el canciller Adolf Hitler permaneci varias horas de pie ante una ventana abierta en su nuevo despacho, agradeciendo las
muestras de jbilo de las decenas de miles de soldados de asalto nazis, a los que se haban unido los hombres del Stahlhelm a su paso por la
Wilhelmstrasse, y que sostenan antorchas mientras cantaban himnos nacionalistas. A escasos metros de all, el presidente Hindenburg observaba esa
manifestacin desde una ventana de la parte ms antigua de la Cancillera. Era un final triunfante para una reaparicin poltica digna de mencin. Tan
slo un mes antes, Hitler pareca estar acabado. Su partido haba sufrido un asombroso revs en las ltimas elecciones, que le haban supuesto la
prdida de dos de cada tres votantes, y esta situacin empeor todava ms en los comicios locales y estatales posteriores. Los casos de desercin y
rebelda eran cada vez ms frecuentes entre sus defraudados seguidores. Los indicios de recuperacin econmica amenazaban con despojarlo de uno
de los argumentos que ms haba explotado, con xito, desde el comienzo de la Depresin. Sin embargo, a slo treinta das de diferencia, el presidente
que lo haba rechazado de forma reiterada acab por nombrarlo debidamente jefe de Gobierno. Segn se dice, cuando Hitler logr su objetivo se
sorprendi, como haba hecho en muchas otras ocasiones, de haberse salvado cuando todo pareca perdido.56
Este asombroso cambio de rumbo marc profundamente al nuevo canciller de Alemania, pues vino a confirmar su creencia de que era un hombre
elegido por el destino, que con plena seguridad lograra su propsito de dominar toda Alemania, llevar a cabo una purificacin tnica, expandir sus
fronteras mediante conquistas y convertirla en la potencia que sometiese a Europa para los tiempos venideros. Los ltimos acontecimientos tambin
justificaban la estrategia de todo o nada que haba seguido hasta hacerse con el poder. Lo que acabara por conocerse como la toma de poder
contribuy por tanto a su convencimiento de que era invencible y a su proverbial disponibilidad para correr los ms grandes riesgos, dos factores que le
proporcionaran los extraordinarios triunfos militares y del mbito de la poltica internacional que acabaran slo diez aos ms tarde, cuando la batalla
de Stalingrado puso fin a su suerte. Pero, igual que sucedi con tantos otros episodios de la mitologa de su Tercer Reich, la creencia de que lo que
tuvo lugar el 30 de enero de 1933 fue una toma de poder es falsa. En realidad, Hitler no se hizo con el poder; le fue entregado por los hombres que en
ese momento controlaban el destino de Alemania.

Notas
1. SEG (1933), p. 30.
2. Ribbentrop, op. cit., p. 39. Ewald von KleistSchmenzin record en 1934 que el 25 de enero de Von Papen haba admitido que pretenda lograr el
consentimiento de Hindenburg para que Hitler se convirtiese en canciller; vase Die letzte Mglichkeit, p. 90.
3. Vase Volker R. Berghahn, Der Stahlhelm, Dsseldorf, 1966, en especial, pp. 192 s., 233 y 238; Hermann Pnder, Politik in der Reichskanzlei,
Stuttgart, 1961, p. 125; Geyer, Aufrstung oder Sicherheit, p. 303.
4. Vase Leopold, op. cit.
5. FranoisPoncet, op. cit., p. 30.
6. Diario de Reinhold Quaatz, entrada del 23 de diciembre de 1932 (Weiss y Hoser, op. cit., p. 219).
7. Ribbentrop, op. cit., p. 40; SchmidtHannover, op. cit., p. 332 s.; Weiss y Hoser, op. cit., p. 228; Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, p. 353. Sobre la
polica prusiana, vase Christoph Graf, Politische Polizei zwischen Demokratie und Diktatur, Berln, 1983.
8. Ribbentrop, op. cit., p. 40.
9. Ibd, p. 41.
10. Ibd. pp. 41 s.
11. Von Papen, Gasse, pp. 269 s.; SchmidtHannover, op. cit., p. 334.
12. Vase el diario de Schwerin von Krosigk en AdRk/KvS, pp. 317 s.
13. Vase la declaracin de Schaffer en el juicio de desnazificacin de Von Papen, el 27 de enero de 1947 (Amtsgericht Mnchen,
Spruchkammerakten F. von Papen, Bl. 49,56).
14. Ibd., Bl. 49, 55, 56, 57. Ms tarde, cuando Schaffer ya se haba convertido en una figura destacada de la poltica alemana de posguerra, neg
haber propuesto a los catlicos su participacin en el gabinete de Hitler y afirm que slo les haba pedido respaldo para un futuro gabinete de Von
Papen, versin que aceptan muchos historiadores. Para un informe fidedigno, vase Falk Wiesemann, Die Vorgeschichte der nationalsozialistischen
Machtbernahme in Bayern 19321933, Berln, 1975, pp. 162164; Otto Altendorfer, Fritz Schffer als Politiker der Bayerischen Volkspartei, Mnich,
1993, parte 2, pp. 686688.
15. Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 353 s.
16. Auflsung wahrscheinlich unvermeidlich, FZ, 70 (26 de enero de 1933); Hoffnung auf Hindenburg, VZ, 45 (26 de enero de 1933); Acht
nutzlose Tage, BT, 46 (27 de enero de 1933); Warnung vor dem Staatsstreich, V, 47 (28 de enero de 1933); Kanzlersturz und dann?, VZ, 49 (29
de enero de 1933); Auf gefhrlichem Wege, BT, 49 (29 de enero de 1933).
17. Ribbentrop, op. cit., pp. 39 s.
18. Otto Meissner, op. cit., pp. 265 s. En sus memorias, OldenburgJanuschau se refiere de una manera general a las conversaciones con
Hindenburg (Erinnerungen, Leipzig, 1936, pp. 218 s.).
19. NAUSA, RG 238, caso 11, pp. 4617 s., declaracin del 4 de mayo de 1948 de Meissner (que afirm haber transmitido a Hindenburg el
mensaje de Goering).
20. Von Papen, Gasse, p. 271. En 1938, Goering confirm que Hindenburg, y no los nazis, haba elegido a Blomberg para el Ministerio de Defensa
(Anton Hoch y Christoph Weisz, Die Erinnerungen des Generalobersten Wilhelm Adam, en Miscellanea: Festschrift fr Helmut Krausnick zum, 15,
Geburtstag, ed. de Wolfgang Benz y otros, Stuttgart, 1980, p. 41).
21. Vase la declaracin de Oskar Hindenburg en su juicio de desnazificacin del 28 de enero de 1947 (NSHSAH, Nds. 171, Lnenburg
Uzn/11363, Bl. 107), as como Kunrat von Hammerstein, Schleicher, Hammerstein, p. 167.
22. Dorpalen, op. cit., p. 427. Otto Meissner asegur que Blomberg haba sido enviado a Berln en esta ocasin sin que lo supiera Schleicher
(Staatssekretr, p. 266). No obstante, hay pruebas de que ambos hombres se encontraron (Bennett, op. cit., p. 295), Hermann Foertsch, Schuld und
Verhngnis, Stuttgart, 1951, p. 29; IfZ, ZS 37, entrevista de Wolfgang Sauer con Foersch, 28 y 31 de enero de 1953; Geyer, op. cit., pp. 192 y 208213.
Thilo Vogelsang, Hitlers Brief an Reichenau vom 4. Dezember 1932, VfZ, 7 (1959), pp. 429433; d., Reichswehr, p. 375; Thomas Martin Schneider,
Reichsbischof Ludwig Mller, Gotinga, 1993, pp. 78,91 s.; Bennett, op. cit., pp. 296301; KlausJrgen Mller, Das Heer und Hitler, Stuttgart, 1969, pp.
4952.
23. Ribbentrop, op. cit., p. 42; Von Papen, Gasse, pp. 271 s.; Ewald von KleistSchmenzin, op. cit., p. 91.
24. SchmidtHannover, op. cit., pp. 329 y 334, donde afirma de manera convincente que la fecha del 26 de enero que Dsterberg da a este
encuentro en sus memorias (Der Stahlhelm und Hitler, Wolfenbttel y Hannover, 1949, pp. 38 s.) es incorrecta.
25. KleistSchmenzin, op. cit., pp. 91 s.; SchmidtHannover, op. cit., pp. 334336; Von Papen, Gasse, p. 272.
26. Ribbentrop, op. cit., p. 42.
27. Dsterberg, op. cit., p. 39; KleistSchmenzin, Die letzte Mglichkeit, p. 92; Lutz Graf Schwerin von Krosigk, Es geschah in Deutschland,
Tubinga, 1951, p. 147.
28. Otto Meissner, op. cit., p. 247.
29. IfZ, ZS 217, Aktenvermerk, con fecha del 7 de abril de 1951, entrevista con uno de los presentes, Erich Freiherr von dem BusscheIppengurg,
del 30 de marzo; vase tambin el artculo de ste, Hammerstein und Hindenburg, FAZ, 30 (5 de febrero de 1952), as como AdRk/KvS, pp. 320, n.
4. La cita pertenece a Gottfried Treviranus, op. cit., pp. 347 s.
30. Hammerstein describi este encuentro en su Niederschrift (28 de enero de 1935), publicado en Bracher, op. cit., pp. 733 s. Vase tambin el
fragmento de la carta de 1953 del ayudante de Hammerstein, AdolfFriedrich Kuntzen, que se recoge en Kunrat von Hammerstein, op. cit., p. 165.
Goering record la oferta que Hammerstein expuso en nombre de Schleicher en su declaracin en Nremberg el 13 de marzo de 1946 (IMT, Der
Prozess gegen die Hauptkriegsverbrecher von dem Internationalen Militrgerichtshof, Nremberg, 1947, vol. 9, p. 283).
31. Hammerstein, Niederschrift, en Bracher, op. cit., p. 734.
32. Ibd.; Goebbels, TbJG, parte 1, vol. 2, pp. 355 s.; Von Papen, Gasse, p. 273; Otto Meissner, op. cit., p. 168.
33. Dsterberg, op. cit., pp. 39 s.; Kunrat von Hammerstein, Sphtrupp, Stuttgart, 1963, p. 59; Gereke, op. cit., pp. 226228.
34. Von Papen, Gasse, p. 273; Otto Meissner, op. cit., pp. 268 s. Meissner afirma en su libro, de forma equivocada, que el Ministro de Justicia
titular, Franz Grtner, estaba incluido en la lista de los miembros del gabinete (ibd., p. 269).
35. Ms tarde, Von Papen asegur, de manera inverosmil, que la maana del 30 de enero de haba arrancado de Hitler la promesa de incluir a los
partidos catlicos con el fin de asegurar una mayora parlamentaria (Von Papen, Gasse, p. 276). Las actas de la primera reunin del gabinete de Hitler
revelan, por el contrario, que no exista ningn tipo de intencin de incluir a los catlicos (Akten der Reichskanzlei: Regierung Hitler, parte 1, ed. de
Konrad Repgen y Hans Booms, Boppard, 1983, pp. 14).
36. DDF, 19321939, serie 1, vol 2, p. 542; diario de Schwerin von Krosigk, en AdRk/KvS, p. 321 s.
37. DBFP, 19191939, serie 2, vol. 4, pp. 395398; diario de Schwerin von Krosigk, AdRk/KvS, p. 321.
38. Vase el testimonio del oficial al que Hammerstein envi a recoger a Blomberg, el comandante AdolfFriedrich Kuntzen, del 17 de marzo de
1949, en el juicio de desnazificacin de Oskar Hindenburg; NSHSAH, Nds. 171 Lneburg Uzn/11363, Bl. 299303.
39. SchmidtHannover, op. cit., p. 339.
40. Vase el diario de Schwerin von Krosigk, AdRk/KvS, p. 322.

41. SchmidtHannover, op. cit., p. 338; Dsterberg, op. cit., p. 39.


42. SchmidtHannover, op. cit., pp. 338 s.; Dsterberg, op. cit., p. 39.
43. Ibd., p. 34; Berghahn, op. cit., pp. 239243.
44. Ibd., pp. 248 s.; Dsterberg, op. cit., p. 40.
45. Ibd., pp. 40 s.; Von Papen, Gasse, pp. 275 s.; diario de Schwerin von Krosigk, AdRk/KvS, pp. 322 s.; Otto Meissner, op. cit., pp. 269 s.
46. Dsterberg, op. cit., p. 41; diario de Schwerin von Krosigk, AdRk/KvS, p. 323.
47. Vase Hitler vereidigt, G, 31 (31 de enero de 1933); Hagen Schulze, ed., Anpassung oder Widerstand?, BonnBad Godesberg, 1975, pp.
131153.
48. Der Sprung, VZ, 50 (30 de enero de 1933).
49. HitlerPapen Kabinett, V, 50 (30 de enero de 1933).
50. Kabinett HitlerPapenHugenberg, VZ, 50 (30 de enero de 1933); Die neuen Mnner, DBZ, 26 (31 de enero de 1933); Hans Zehrer,
Nationaler Sozialismus?, TR, 26 (31 de enero de 1933); Der Deutsche, citado en Josef Becker, Der Deutsche und die Regierungsbildung des 30
Januar 1933, Publizistik, 6 (1961), p. 197; BAK, Sammlung Brammer, ZSg 101/26, Informationsbericht vom 2. Februar, de Georg Dertinger. En un
discurso pronunciado en Augsburgo el 4 de febrero, Kurt Schumacher, dirigente de los socialdemcratas tras la segunda guerra mundial, present a
Hugenberg como el miembro clave del gabinete y describi a Hitler como un mero figurn (Josef Becker y Ruth Becker, eds., Hitlers Machtergreifung,
Mnich, 1983, pp. 45 s.).
51. DBFP19191939, serie 2, vol. 4, p. 400, de Rumbold a Simon, 31 de enero de 1933; Ernst Lemmer, Der Anfang einer neuen Entwicklung,
NFP, 24564 (31 de enero de 1933); Walther Schotte, en Der Ring, 3 febrero 1933, citado en Yuji Ishida, Jungkonservativen in der Weimarer Republik,
Frncfort, 1988, pp. 234 s.; Deutsche Tageszeitung, citado en Die Meinung der Anderen, DAZ, 51 (31 de enero de 1933); Herr Hitler, The Times
(Londres), 31 de enero de 1933.
52. Es ist erreicht, BT, 51 (31 de enero de 1933).
53. BA/FA, Deulig Tonwoche Nr. 57 (1933); Curt Riess, Das waren Zeiten, Viena, 1977, pp. 151 s.; Friedrich Stampfer, Die vierzehn Jahre der
ersten deutschen Republic. OffenbachMain, 1947, p. 670.
54. Diario de Camill Hofmann, entrada del 30 de enero, en Johann Wilhelm Brgel y Norbert Frei, eds., Berliner Tagebuch 19321934, VfZ, 36
(1988), p. 159. DBFP, 19191939 , serie 2, vol. 4, p. 399, de Rumbold a Simon, 30 de enero de 1933; Wickham Steed, Can Hitler Do It?, Sunday
Times (Londres), 5 de febrero de 1933.
55. DDF, 19321939, serie 1, vol. 2, p. 542; ibd., p. 552. La cita pertenece al Baseler Nachrichten y est recogida en Gerd H. Padel, Die politische
Presse der deutschen Schweiz und der Aufstieg des Dritten Reiches 19331939, Zrich, 1951, p. 15.
56. Segn Heinrich Brning (op. cit., p. 648), Schleicher le dijo el 11 de febrero de 1933 que Hitler haba expresado esa idea cuando se
despidieron, presumiblemente el 30 de enero, despus de que Schleicher acudiese a la Cancillera para celebrar una breve reunin final del gabinete
tras el nombramiento de aqul (AdRk/KvS, pp. 319 s.).

CAPTULO 7

Determinismo, contingencia y responsabilidad


El 30 de enero de 1933 Hitler se hizo con gran parte del poder al ser nombrado canciller; pero an le quedaba mucho para llegar a la autoridad
absoluta que pretenda. La narracin de cmo lo logr dara lugar a otro libro, aunque puede resumirse a grandes rasgos. Al sabotear las
negociaciones con los catlicos el da 31, de modo que pareciese que haban sido ellos los responsables de la ruptura, Hitler puso fin a la farsa de que
pretenda convertirse en canciller parlamentario, respaldado por una mayora del Reichstag. El 1 de febrero se disolvi el Parlamento y se convocaron
nuevos comicios para primeros de marzo. Ese mismo da se cubri de forma apresurada la vacante del Ministerio de Justicia mediante el
nombramiento del ministro que haba ocupado el cargo en los gabinetes de Von Papen y Schleicher. El da 4, Hindenburg permiti al nuevo canciller
usar los poderes extraordinarios para decretar una ley que restringiese la libertad de prensa y la de reunin. El ardid de Von Papen para engaar al
presidente con respecto a la naturaleza del gabinete tuvo, por tanto, un final brillante. Hitler obtuvo as lo que Hindenburg haba prometido no concederle
jams: se convirti en un canciller presidencial de facto.
Durante los meses siguientes, Hitler extendi su autoridad. El misterioso incendio que destruy el interior del edificio del Reichstag a finales de
febrero le permiti dar un paso de gigante en ese sentido. Con el inverosmil pretexto de que haba sido consecuencia de un levantamiento comunista,
convenci al presidente de que le concediese un decreto extraordinario radical que suspendiese indefinidamente un gran nmero de derechos civiles y
confiriese mucha ms autoridad al gabinete. Comoquiera que la campaa para las elecciones del Reichstag, estaba alcanzando su punto lgido,
decenas de miles de soldados de asalto nazis, que hacan las funciones del cuerpo auxiliar de polica prusiana al mando de Hermann Goering, esbirro
de Hitler, sometan a los oponentes polticos a un constante acoso, intimidacin y arresto. En su lucha por el voto, los nazis explotaron tanto el temor a
los rojos que haban provocado el incendio del Reichstag, como el prestigio que su dirigente acababa de adquirir en calidad de elegido de Hindenburg
para el cargo de canciller. Con todo, no alcanzaron la mayora en los comicios poco libres de marzo, en los que consiguieron un 43,9 por ciento de
los votos.
Slo tras declarar ilegales a los diputados comunistas y recurrir a la intimidacin y el engao, logr Hitler el 23 de marzo en las urnas del Reichstag
los dos tercios necesarios para hacerse con la ley de plenos poderes que aparentemente dotaba a su gabinete de autoridad legislativa durante cuatro
aos. A esto sigui una ola de purgas nazis, a medida que se subyugaba a una institucin detrs de otra. La autoridad arbitraria reemplaz al Gobierno
legislativo en lo que se ha bautizado apropiadamente como un golpe de Estado por entregas.Cuando lleg el verano haban sido disueltos todos los
partidos menos el de los nazis; Hugenberg haba sido obligado a abandonar el gabinete, y Hitler haba relegado a Von Papen a un segundo plano
despus de ganarse la confianza del presidente. Antes, Goering le haba arrebatado el gobierno del estado de mayor extensin, Prusia. Mucho antes
de asumir los poderes del presidente a la muerte de Hindenburg (en agosto de 1934), el dirigente nazi ya se haba convertido en dictador de Alemania.
El requisito indispensable para todos estos acontecimientos, as como para las atroces consecuencias que los seguiran, era el nombramiento de
Hitler como canciller. Mientras la presidencia estuviese ocupada por Hindenburg, la cancillera era la nica va posible para hacerse con el poder.
Adems, segn reconoci l mismo, para hacerse con la autoridad dictatorial que sin duda necesitaba si quera lograr sus trascendentales objetivos, no
poda, como canciller, depender de los caprichos de una mayora parlamentaria basada en una coalicin de partidos. Por tanto, se aferr a esas
condiciones y sali victorioso contra todo pronstico. Despus de asumir el cargo de canciller con el respaldo de slo una minora del pueblo alemn,
ganara gran popularidad tras presidir una recuperacin econmica que ya estaba en proceso cuando fue investido y obtener un triunfo pacfico detrs
de otro en poltica exterior.
Los sucesos de los treinta primeros das de 1933 no bastan para explicar cmo se hizo Hitler con el poder. Para entender por completo lo que
ocurri sera necesario un examen ms amplio del pasado alemn. Hara falta remontarse al menos al intento frustrado de revolucin democrtica que
tuvo lugar en 1848 y a la apropiacin de la causa nacionalista por parte de la derecha en el transcurso de la unificacin del pas bajo el dominio de
Prusia. Debera tenerse en cuenta el control que ejerci sobre el Imperio la lite semifeudal, as como las tensiones econmicas y sociales que dieron
lugar a un movimiento poltico basado en una clase obrera militante y, en ltima instancia, a su desintegracin en facciones violentamente opuestas. La
debilidad y la fragmentacin del liberalismo alemn, la fuerza del aparato militar y la susceptibilidad de buena parte de la poblacin ante las teoras
pseudocientficas acerca de la raza desempearon un papel relevante en lo que se avecinaba. Lo mismo puede decirse de la conmocin que supuso el
hecho de ser derrotados en una guerra que los alemanes estaban convencidos de estar ganando, las draconianas condiciones del Tratado de
Versalles, la hiperinflacin que destruy la moneda nacional y el demoledor impacto de la Gran Depresin.
Las versiones del ascenso de Hitler al poder que centran su atencin en los mencionados antecedentes histricos tienen una desafortunada
tendencia al determinismo. Dan a entender que lo que sucedi fue producto inexorable de grandes fuerzas impersonales, que tena que pasar y no
haba alternativa posible. Sin embargo, aunque los factores citados fueron en muchos casos necesarios para que tuviese lugar este desenlace, no son
suficientes para explicarlo. Pueden ayudar a entender cmo se hizo posible el Tercer Reich, pero no cmo se hizo realidad.
Un anlisis detallado de los sucesos de enero de 1933 desmiente estas teoras deterministas, ya que pone de manifiesto la relevancia que tuvieron
las sucesiones de hechos contingentes que culminaron con el ascenso de Hitler al poder. Es incuestionable que el Tercer Reich fue producto de la
historia de Alemania; pero no constitua, ni mucho menos, la nica posibilidad con la que en ese momento contaba el pas. Hasta el momento en que se
concedi a Hitler la cancillera haban existido otras soluciones polticas. El xito de ste no supuso la culminacin de una escalada gradual hacia el
poder, sino que tuvo lugar en uno de los peores momentos de su carrera poltica. Slo treinta das antes de jurar el cargo de canciller, muchos
observadores veteranos y bien informados se afanaban en componer su epitafio poltico. Tras haber surgido de manera espectacular del anonimato, su
partido haba perdido fuerza y pareca estar a punto de desintegrarse. Lejos de dar forma a los acontecimientos que acabaron por concederle la
victoria, el futuro dictador fue rescatado del fracaso por una serie de sucesos sobre los cuales no tena ningn control.
En este giro copernicano que experiment la suerte de Hitler y que lo impuls al poder fue decisiva la actuacin de otras personas, ya que, si bien
las fuerzas impersonales pueden hacer posible un acontecimiento, son las personas las que hacen que ste llegue a realizarse. Y sorprende hasta qu
punto es aplicable esta afirmacin a la Alemania de enero de 1933, fecha en que el destino de la nacin estaba supeditado a la actuacin de un
puado de individuos. Se trat de una de esas situaciones, tan frecuentes en las relaciones humanas, en que el destino de la mayora depende de unos
pocos. En este caso, el futuro de Alemania estaba en manos de tres personas: el presidente Paul von Hindenburg, el canciller Kurt von Schleicher y su
predecesor, Franz von Papen. Oskar Hindenburg, Otto Meissner y Alfred Hugenberg tomaron parte en menor medida, pero tambin de manera
significativa. Comparado con el papel que desempearon estos seis polticos, el de Hitler fue, en esencia, pasivo. Jug las cartas que le ofrecieron con
gran astucia, pero fueron ellos, y no l, quienes repartieron los naipes.
Entender la historia de Alemania es, por supuesto, algo esencial para alcanzar una explicacin de por qu hombres como Hindenburg, Schleicher y
Von Papen llegaron a representar un papel poltico tan relevante. Sin el prestigio que corresponda a la aristocracia, por su decisiva aportacin a la
unificacin de Alemania y su posicin privilegiada durante el rgimen imperial, los hombres cuyos apellidos estaban adornados con el von no habran
tenido oportunidad de ser candidatos a altos cargos despus de una revolucin republicana. De igual manera, si lo militar no hubiese tenido tanto peso
en las tradiciones de Alemania, habra sido altamente improbable que un mariscal de campo derrotado y sin ninguna capacidad poltica demostrada
fuese elegido presidente de la Repblica a la edad de setenta y siete aos y reelegido a los ochenta y cuatro. Ni un oficial de carrera como Kurt von
Schleicher se habra convertido en uno de los factores principales de la poltica alemana si los republicanos hubiesen sometido a los militares a un
estricto control por parte de las autoridades civiles. Sin el fracaso de la democracia parlamentaria, cuyas causas hunden sus races en la historia de
Alemania, los recursos que determinaran el destino de este pueblo no se habran concentrado en las manos de esos hombres. Estos y otros factores
que se sitan por encima de lo personal pueden servir para explicar cmo pudieron ejercer una influencia tan grande sobre el curso de los
acontecimientos; pero no justifican la manera en que usaron esta influencia.

Se ha afirmado que los hombres que otorgaron el poder a Hitler no eran ms que marionetas de poderosos intereses creados entre bastidores;
pero, tras medio siglo de investigaciones, no se ha logrado dotar a este argumento de un base slida. Esto no quiere decir que dichos hombres fuesen
por completo inmunes a toda influencia. Hindenburg, por ejemplo, no ocultaba su preocupacin por los apuros econmicos de los junkers terratenientes
de Prusia oriental, que lo haban aclamado como uno de los suyos. La oposicin de stos a Schleicher o la simpata que profesaban a Hitler bien
pudieron haber persuadido al presidente. Sin embargo, sea como sea, se trataba ms de una cuestin de sentimientos que de intereses. Schleicher no
actu en nombre de nadie, aparte de s mismo y de la concepcin que l tena de lo que eran los intereses del Ejrcito. Sin duda, su compromiso con el
rearme y sus esperanzas de reclutar a los cientos de miles de soldados nazis para ampliar las fuerzas armadas contribuy a que no fuese capaz de ver
el peligro que Hitler supona. Por tanto, no tiene sentido atribuir a coacciones externas lo que no fue ms que la consecuencia de un error de anlisis por
parte de Schleicher. Von Papen, si bien es cierto que persigui el apoyo econmico y poltico de los capitalistas y tendi a favorecer sus intereses,
traz en solitario gran parte del curso de su ruinosa poltica. El obstinado Hugenberg resisti de manera notoria la presin de cualquiera que no
coincidiese con sus propias opiniones y propsitos. Oskar Hindenburg slo deba fidelidad a su padre, y Otto Meissner, a nadie ms que a s mismo.
En resumen, todos eran libres de tomar decisiones polticas atendiendo a sus propias preferencias.
Nada revela con ms claridad el carcter contingente de lo que sucedi en enero de 1933 que la gran influencia que tuvieron en los hechos los
cambios en las relaciones de las personas implicadas. El afecto cada vez mayor que Hindenburg profesaba a Von Papen y su distanciamiento de
Schleicher explican en gran medida lo que ocurri. Lo mismo sucede con la hostilidad a Schleicher que sustituy a su amistad con Von Papen y Oskar
Hindenburg. En un momento en que la asignacin del poder de un pas tan grande descansaba en un grupo de individuos tan reducido, algunos de los
sentimientos humanos ms elementales (afinidades y aversiones personales, orgullos heridos, amistades echadas a perder y deseos de venganza)
resultaron tener consecuencias polticas profundas.
La suerte, la ms caprichosa de las contingencias, estaba sin duda de parte de Hitler. Fue rescatado del aislamiento poltico gracias a una
conversacin fortuita entre Von Papen y el barn Kurt von Schrder en el Club de los Caballeros, que prepar el terreno para el encuentro de Colonia y
la subsiguiente conspiracin contra Schleicher. Las elecciones estatales de Lippe estaban programadas para unas fechas inmejorables para l (y el
lugar era casi perfecto), cuando necesitaba desesperadamente un triunfo, por insignificante que fuera, para levantar la tambaleante moral de sus
seguidores. El falso rumor, dos meses despus, de un inminente golpe de Estado por parte de Schleicher surgi justo a tiempo para permitir que Von
Papen venciese el persistente recelo de Hindenburg y lo persuadiese de nombrar a Hitler precipitadamente, convencido de que el nuevo gabinete sera
en la prctica parlamentario y no presidencial.
En la lucha por mantener el control sobre su partido, cada vez ms desmoralizado, Hitler tambin tuvo la suerte de que el nico nazi que rompiese
con l a raz de su rgida adhesin a la estrategia de todo o nada fuera Gregor Strasser. Este renegado demostr ser muy diferente de su hermano, Otto
Strasser, que en 1930 abandon el movimiento nazi a causa de la indiferencia que el dirigente del partido mostraba ante las aspiraciones socialistas
de muchos de sus miembros. Llevado de su feroz naturaleza combativa, fund una organizacin rival, el Frente Negro, e intent atraer a los seguidores
de Hitler acusndolo implacablemente de traicin a los ideales del movimiento. Sin embargo, estos intentos resultaron vanos, ya que su desercin
coincidi con el inicio de la espectacular sucesin de triunfos electorales protagonizados por el Partido Nazi que convirtieron a Hitler en una figura
destacada del panorama poltico nacional.Si Gregor Strasser, que contaba con un nmero mucho mayor de seguidores dentro del partido que su
hermano, hubiese organizado un movimiento cismtico, podra haber provocado una secesin de efectos devastadores en diciembre de 1932 o enero
de cuando la suerte cada vez peor del partido estaba provocando que un nmero creciente de nazis dudase de la opinin de su dirigente. Sin embargo,
Hitler tuvo la suerte de que, a diferencia de su hermano, Gregor Strasser no era un luchador.
No obstante, el mayor golpe de suerte de Hitler lo constituyeron las rarezas y otras limitaciones de la personalidad de Kurt von Schleicher, el
hombre que detentaba a principios de enero el cargo que l persegua. El entonces canciller podra haber frustrado las ambiciones de Hitler; sin
embargo, su fracaso prepar el camino para el Tercer Reich. Muchos de los reveses que recibi Schleicher se los infligi l mismo. Con modales
bruscos ofendi al anciano Hindenburg, cuya confianza le era indispensable para seguir gobernando. Su lengua afilada agrav esta situacin cuando
ofendi irreparablemente a un viejo amigo, el hipersensible hijo del presidente, que adems era su hombre de confianza. Elev a otro amigo, el
superficial y retorcido Franz von Papen, al cargo de canciller, para luego provocar su cada y convertirlo as en su enemigo. A pesar de la fama de que
gozaba como maestro de la intriga, Schleicher demostr su incompetencia al infravalorar la habilidad de Von Papen y dejarse engaar por su
mendacidad.
Como canciller, Schleicher alcanz, por as decirlo, su ms alto grado de incompetencia. Con anterioridad, se haba hecho con un reputacin de
persona perspicaz en el mbito poltico gracias a su manipulacin entre bastidores; pero tras asumir la responsabilidad de la cancillera, revel una falta
de criterio y una tambaleante propensin al autoengao. A pesar de su fama de poltico gil, se encerr en una estrategia poco realista con el fin de
embaucar a Hitler para que cooperase con l. Mucho despus de que hubiese resultado obvia la inutilidad de esta pretensin, Schleicher segua
aferrado a ella, y ni siquiera pens en idear una posicin de repliegue. Desaprovech todas las oportunidades que se le presentaron de mantenerse en
el cargo mediante retiradas estratgicas, revelando as su falta de recursos y escasas ansias de poder. Receloso ante los civiles y propenso al
secretismo, slo confiaba en sus asistentes militares, a los que acuda cuando necesitaba consejo, aunque fuese en relacin a asuntos de Estado.
Cada vez ms aislado, acab perdiendo todo contacto con la realidad poltica. Al final de su breve estancia en el cargo, arri la bandera y se retir de la
batalla, dejando libre el puesto que no tardara en ocupar Hitler, con la vana esperanza de que al menos le permitiran conservar el control de las fuerzas
armadas.
Si Schleicher hubiera sido ms ducho en poltica y hubiese mostrado menos obstinacin en conservar el poder, Hitler nunca habra tenido la
oportunidad de hacerse con la cancillera. Se ha afirmado con frecuencia que la toma del poder por parte del dirigente nazi era inevitable, ya que
ninguna otra solucin proporcionara un respaldo masivo a un Gobierno de derechas y sta era la nica solucin que Hindenburg estaba dispuesto a
aceptar. Sin un apoyo popular de este tipo, segn esta teora, a la derecha le habra sido imposible gobernar. Sin embargo, los que as opinan pasan
por alto la posibilidad de un rgimen militar. Hitler se dio cuenta de este peligro y temi que se hiciese realidad.Slo tena que mirar a otros pases
para darse cuenta de que era una alternativa obvia. Alemania no era, ni mucho menos, la nica nacin donde la democracia titubeaba; en ms de una
docena de pases de la Europa de entreguerras, los experimentos con Gobiernos elegidos a travs de unos comicios haban fracasado o estaban a
punto de fracasar. En muchos casos, este hecho haba desembocado en un rgimen militar o cuasimilitar.
Haba ms probabilidades de que sucediese esto tras la cada de una democracia que de que fuese un movimiento fascista el que se hiciera con
el poder, segn pone de manifiesto la historia. Italia y Alemania son los dos nicos casos de regmenes de este tipo surgidos en tiempos de paz.
En las fechas en que Schleicher detent el cargo de canciller, no haba ningn obstculo insalvable que impidiese a un general ambicioso y
capacitado establecer un gobierno militar. El Ejrcito de la Repblica era pequeo, pero estaba formado por soldados profesionales altamente
disciplinados que se haban ofrecido para llevar a cabo largos perodos de servicio. Es cierto que entre los oficiales haba simpatizantes del nazismo;
pero no estaban organizados, y su nmero en los escalafones ms altos era inferior al de los hombres leales a la cadena de mando, pues ste contaba
con el respaldo del venerado Hindenburg. Como resultado de las mejoras realizadas por Schleicher, en enero de 1933 el Ejrcito estaba mucho mejor
preparado para enfrentarse a los posibles disturbios que al final de la cancillera de Von Papen. En cualquier caso, las fuerzas que podan ejercer una
oposicin masiva estaban fragmentadas por razones polticas: nazis, comunistas y socialdemcratas mantenan un enfrentamiento irreconciliable. Un
rgimen militar no habra tardado en llevarse el mrito de la notable mejora econmica que redujo de forma considerable el nmero de desempleados
en el verano de 1933, y de esta manera habra estado en situacin de apaciguar gran parte del descontento que haba entorpecido la poltica alemana
desde el inicio de la Depresin.4
A principios de 1933 no habra sido necesario ningn golpe de Estado manifiesto, de los destinados a galvanizar la resistencia del pueblo, para
burlar la Constitucin y establecer una dictadura militar. La forma de gobierno por medio de decretos presidenciales extraordinarios que se haba
practicado durante los tres aos anteriores constitua un mecanismo poltico perfecto para una transicin gradual a un rgimen del todo autocrtico. El

presidente Hindenburg no tena ninguna objecin, por principios, a alejarse de los mtodos legales, como demostr durante la cancillera de Von Papen
cuando accedi en dos ocasiones a no convocar los comicios que estipulaba la Constitucin. Sin lugar a dudas, un dictador militar habra tenido que
condescender con Hindenburg, al menos inicialmente. Sin embargo, el fin de la vida del anciano presidente no tardara en llegar, y su muerte, ocurrida
en 1934, habra dejado paso franco al general que estuviese al mando de la cancillera para que asumiese una autoridad absoluta sobre el Estado. Un
Gobierno inconstitucional bajo auspicios militares no es nada deseable; pero, en comparacin con el Tercer Reich, un rgimen conservador de tales
caractersticas habra sido, con mucho, un mal menor. Por desgracia para Alemania, en el momento en que un rgimen as podra haber servido como
alternativa a la toma del poder por parte de Hitler, el general que se hallaba al frente del Gobierno no tena ni la habilidad ni la voluntad suficientes para
aprovechar la oportunidad.
Qu efecto habra tenido sobre Hitler un rgimen militar emergido a principios de 1933 que protagonizase una oleada de mejoras econmicas?
Todo indica que la crisis de su movimiento habra seguido empeorando bajo tales circunstancias. En enero, el malestar se haba extendido entre los
frustrados nazis, a pesar del triunfo electoral de Lippe y el destierro de Gregor Strasser. Slo dos das antes del nombramiento de Hitler como dictador,
un gauleiter de la regin de Franconia, donde los nazis gozaban de gran aceptacin, advirti pblicamente de la existencia de un frente invisible de
descontentos dentro del partido.5Si el establecimiento de una dictadura militar hubiese dejado a Hitler sin la oportunidad de hacerse con el control del
Estado, su movimiento habra disminuido hasta convertirse, con toda probabilidad, en la especie de grupo sectario marginal que haba sido antes de la
Depresin. Despus de haber estado a las puertas del poder, su dirigente habra sido incapaz de resignarse a desempear una funcin poltica menor
o un puesto civil. Todo apunta a que habra respondido ante el fracaso llevando a cabo lo que tantas veces haba amenazado con hacer y que finalmente
ejecut cuando su guerra de conquistas acab en una derrota total: el suicidio. Si los acontecimientos hubiesen seguido un camino diferente en enero
de 1933, Adolf Hitler habra merecido, a lo sumo, ser mencionado de pasada en los libros de historia, en lugar de ocupar un lugar predominante como
uno de sus principales agitadores.
Qu habra cambiado si la Repblica de Weimar hubiese sido sustituida por un rgimen militar en vez de por el Tercer Reich? 6Por poco que
reflexionemos llegaremos a la conclusin de que la situacin habra sido muy diferente. Una dictadura militar no habra infligido a Alemania ni al resto de
Europa unas heridas tan profundas ni numerosas como las producidas por el Reich de Hitler. Un rgimen as habra sido fundamentalmente
conservador, libre del extremismo fantico que desencadenaron los nazis. Habra sido autoritario, pero no totalitario; nacionalista, pero no racista;
desagradable, pero no demonaco. Habra intentado reprimir la expresin pblica de cualquier opinin que considerase subversiva; pero no habra
forzado a los alemanes a ajustarse a una ideologa dictada por el Gobierno. Habra suspendido o restringido los derechos civiles y polticos, pero no los
habra abolido en su totalidad. Podra haber llenado prisiones con oponentes polticos, pero no habra poblado un archipilago de campos de
concentracin gobernados por una plantilla de sdicos. No habra convertido el antisemitismo en un asunto de la poltica gubernamental ni se habra
embarcado en un programa sistemtico de genocidio. Al igual que todos los regmenes militares surgidos en pases que han experimentado la
soberana popular, habra tenido dificultades para reivindicar su legitimidad y, con toda probabilidad, no habra sobrevivido demasiado tiempo a su
personalidad dominante. Tarde o temprano, los generales habran acabado discutiendo entre ellos, y los republicanos alemanes habran vuelto a
imponer su control sobre el Estado.
Adems de ahorrarle a la humanidad la vergenza del Holocausto, un rgimen militar habra evitado la matanza y la destruccin que supuso la
segunda guerra mundial. Esta catstrofe lleva la huella indeleble de la ambicin ilimitada de Hitler y sus fijaciones racistas, fruto del darwinismo social.
En calidad de dictador de una nacin poderosa, estuvo cerca hasta un extremo aterrador de imponer su voluntad a toda Europa. Sin embargo,
acab por ir demasiado lejos persiguiendo su objetivo vital de adquirir el soado Lebensraum (espacio vital) para futuras generaciones de alemanes
en suelo sovitico. Hitler tambin tuvo un papel fundamental en la puesta en marcha del escenario asitico de la segunda guerra mundial. El rgimen
militar japons ya haba comenzado su campaa de agresin contra China antes de que l obtuviera el poder; pero los caudillos de Tokio se
abstuvieron de atacar a las potencias coloniales de Occidente hasta que Hitler venci a los holandeses y los franceses, debilit en gran medida a los
britnicos y oblig a la Unin Sovitica a concentrar sus fuerzas armadas en Europa para resistir la invasin. Fue entonces cuando los militares
japoneses se envalentonaron lo suficiente para atacar a las potencias occidentales, incluyendo a Estados Unidos. La primera guerra que fue realmente
mundial, la ms destructiva de la historia, fue, sobre todo, obra de Adolf Hitler.
Con toda seguridad, la guerra habra sido muy diferente en el caso de que Alemania hubiese estado sometida a un rgimen militar. Los generales
ms destacados compartan la resolucin de Hitler por lograr el rearme, y habran aprovechado la primera oportunidad en este sentido; pero sus
objetivos territoriales eran modestos en comparacin a los de ste.7Aunque no lo admitiesen en pblico, los dirigentes militares de Berln no aspiraban
a recuperar Alsacia y Lorena, las provincias que Alemania haba tomado a Francia en 1871 y que los franceses haban recuperado en 1919. Sus
habitantes no se sentan alemanes, y tampoco se les echaba de menos. Por otra parte, a diferencia de Hitler, los dirigentes militares no crean que el
sentido de lo tnico dictase la incorporacin a Alemania de Austria y los Sudetes, regin de Checoslovaquia de habla alemana.
El Corredor polaco era otra cuestin. La cesin de este territorio al resucitado estado de Polonia en 1919 no slo haba separado a Prusia oriental
del resto del pas, sino que haba hecho estragos en las defensas del este de Alemania. La cpula militar de Berln, por tanto, estaba decidida a
recuperar todo lo que fuese posible de ese territorio. Comoquiera que los polacos estaban igual de resueltos a no entregarlo, era previsible que la
guerra continuase tras el rearme alemn, y, dada la desigualdad de soldados y recursos, slo poda acabar con una rpida victoria de Alemania.
Una guerra contra Polonia llevada a cabo por un rgimen militar con la intencin de recuperar territorios perdidos habra distado mucho de la
contienda ideolgica que emprendi Hitler al atacar ese pas en 1939. Para l, la guerra contra Polonia no era ms que el primer paso hacia una
campaa, ilimitada en esencia, de conquista y subyugacin de otras naciones. Su ataque a Polonia llev a Gran Bretaa y Francia a declarar la guerra
a Alemania, mientras que un rgimen conservador alemn se habra esforzado, con toda probabilidad, por evitar un conflicto con las potencias
occidentales. Las numerosas provocaciones previas por parte de Hitler fueron las que llevaron a los polticos de Pars y Londres, reticentes e inseguros,
a ofrecer a Varsovia las garantas que hicieron que le declarasen la guerra a Alemania cuando las fuerzas armadas de Hitler invadieron Polonia.
Atenindose a las exigencias territoriales limitadas, e invocando el principio de autodeterminacin nacional de Wilson [3] en defensa de la minora
alemana del Corredor frente a una presunta represin por parte de Polonia, un rgimen militar alemn podra haber evitado fcilmente la intervencin
occidental. En un conflicto as, los alemanes podran haber contado con la aprobacin de los soviticos a cambio de una parte del territorio polaco
oriental, si bien el respeto de Alemania por la opinin occidental habra descartado, sin duda, un reparto minucioso del pas como el que llevaron a cabo
Hitler y Stalin.
Aunque lamentable, este breve conflicto entre Alemania y Polonia habra sido un pequeo contratiempo comparado con la conflagracin universal
que supuso la segunda guerra mundial. Una victoria alemana bajo auspicios militares conservadores podra haber representado un gran paso para
aclarar la atmsfera internacional europea. Sosegado el orgullo herido de Alemania, y satisfecho el resto de pases con los resultados a excepcin de
una menguada Polonia, las nubes de tormenta que se cernan sobre el continente desde el Tratado de Versalles se habran disipado casi por
completo. No habra habido ninguna invasin de la Unin Sovitica, ya que la cpula militar de Berln, al contrario que Hitler, no albergaba sueos de
Lebensraum ni hostilidad a la URSS. Desde los aos veinte y de forma clandestina, los generales alemanes haban colaborado felizmente con sus
homlogos del Ejrcito rojo con la intencin de evadir las clusulas de desarme del Tratado de Versalles, entrenando conjuntamente a sus soldados y
elaborando armas en las bases militares soviticas.
Sin otra fuente de conflictos internacionales relevante tras la modificacin de la frontera oriental de Alemania, Europa podra haberse calmado
despus de aos de tensin. La segunda guerra mundial y los horrores que conllev (incluida la bomba atmica, fabricada a raz del miedo a que Hitler
fuese el primero en obtenerla) no fue ms inevitable que el ascenso al poder del dirigente nazi. Si esto ltimo no hubiese sucedido, de hecho, el
conflicto internacional y sus secuelas, con las que an lucha gran parte de la humanidad, no se habran producido.
Sin el Tercer Reich de Hitler y la guerra que desencaden, muchos aspectos de las relaciones humanas habran sido muy diferentes desde 1933.
En ausencia del horror, inimaginable hasta entonces, que puede resumirse con el nombre de Auschwitz, la humanidad habra sido ms inocente y

optimista de lo que ha podido ser desde que el topnimo de dicha ciudad, desconocida hasta esa fecha, asumiese la siniestra significacin conocida
por todos en la actualidad. Y lo mismo puede decirse de un segundo nombre que se ha convertido en sinnimo de horror: Hiroshima. Otro concepto que
no existira en el uso comn es el de guerra fra. Fue el triunfo de Hitler lo que oblig a Estados Unidos y la Unin Sovitica a aliarse contra todo
pronstico; y su derrota los aboc a una tortuosa relacin en el marco de la Europa de posguerra. De otra forma, hubiese sido impensable cualquier
enfrentamiento armado entre los dos pases, a pesar de sus diferencias ideolgicas. Nada ms que la guerra fra pudo hacer que Estados Unidos se
involucrase en conflictos como los de Corea y Vietnam, que no afectaban en absoluto a sus intereses nacionales prioritarios.
En resumen, si trazamos una serie de relaciones de causalidad que han conmovido al mundo desde enero de 1933 y las seguimos hasta su
origen, se hace evidente que un gran parte de lo que ha ocurrido desde entonces depende del giro que experiment la poltica alemana durante ese
mes. Igual que Pars en el verano de 1789, al inicio de la Revolucin Francesa, Berln se convirti por un momento en el eje del destino de una buena
parte de la humanidad. Lo que sucedi el 30 de enero a medioda fue algo clave para la historia universal. El poder de una nacin avanzada e
industrializada cay en manos de un hombre destinado a derrumbar el orden civilizado del mundo. El uso que hizo de ese poder provoc un gran
sufrimiento a una buena parte de la humanidad, la muerte violenta de decenas de millones de personas y una destruccin sin precedentes en diversas
partes del mundo. Su rgimen revel que siglos de civilizacin no haban disminuido la inclinacin del Homo sapiens por el mal ms profundo, y que la
tecnologa y las estructuras burocrticas modernas pueden hacer posibles crmenes indescriptibles, de una magnitud que nadie haba imaginado hasta
entonces.
Explicar la llegada al poder de Hitler en trminos deterministas es descartar la cuestin de la responsabilidad respecto a su desastrosa evolucin o
sus trascendentales consecuencias. Si su nombramiento como canciller fue el resultado inexorable de una serie de fuerzas impersonales que
escapaban al control de los implicados, sera obviamente injusto atribuir la responsabilidad a ninguno de ellos. Algunos de los que participaron en los
acontecimientos de enero de 1933 intentaron justificarse tras la catastrfica cada del Tercer Reich usando precisamente este argumento. La ascensin
de Hitler al poder, segn mantenan, habra sido inevitable; nadie poda haberlo parado. Sin embargo, si rechazamos cualquier determinismo, no
podemos eludir la cuestin de quines son los responsables. En ese caso, los datos son suficientemente claros para precisarlo, y algunos de los
implicados deben ser declarados culpables.
Un cierto grado de responsabilidad (de omisin, ms que de comisin) debe atribuirse a los defensores de la Repblica de Weimar, pues, aunque
de manera no intencionada, ayudaron a preparar el camino para el triunfo de Hitler. Fue la poca disposicin de los polticos republicanos por anteponer
el mantenimiento del Gobierno parlamentario a los intereses partidistas lo que hizo que el Reichstag abdicase de su control sobre el Gobierno en 1930.
Si no se hubiese producido el relevo de autoridad del Parlamento a la presidencia que sigui a este hecho, Hitler habra tenido muy pocas
posibilidades quiz ninguna de lograr su objetivo de hacerse con un poder ilimitado. Su partido nunca habra conseguido nada parecido a una
mayora en unos comicios libres, y l no estaba dispuesto a conformarse con el reparto del poder que suponan las coaliciones parlamentarias con otros
partidos.
La actuacin en 1933 de los dos nicos partidos que se aferraban a lo que quedaba de Repblica, el Partido del Centro Catlico y el
Socialdemcrata, estuvo marcada por una ineptitud extraordinaria. Por aqul entonces, sus dirigentes haban perdido todo contacto con la realidad
poltica. Haban quedado polticamente impotentes debido a su obsesin por una defensa estril de una Constitucin que haca tiempo que haba
quedado vaca de significado a causa del traspaso de poder del Parlamento a la presidencia, y debido tambin a la desercin de la mayora de sus
votantes en favor de los partidos extremistas de derechas o izquierdas. Los disidentes republicanos no supieron ver que un parntesis anticonstitucional
bajo el mandato de un general como Kurt von Schleicher habra sido, sin duda, un mal menor comparado con la instalacin constitucional de un fantico
dictatorial, y este error constituy uno de los tropiezos polticos ms graves de todos los tiempos.
A los millones de alemanes que dieron libremente su voto a Hitler y su partido debe atriburseles un grado mucho mayor de responsabilidad.
Aunque tambin en este caso desempe una funcin importante la inadvertencia. Muchos de los que respaldaron a los nazis lo hicieron no tanto por
estar de acuerdo con el programa del partido de Hitler como por protestar ante lo que, de forma generalizada, se pensaba que era el fracaso del
rgimen republicano. Otros votaron a los nazis instigados por el miedo que les produca el comunismo. Este factor contribuy en gran medida a que los
resultados electorales de los nazis experimentasen un gran auge, sobre todo a partir del inicio de la Gran Depresin. Pocos de los que votaron a Hitler y
a su partido estaban optando por Auschwitz y la segunda guerra mundial. A medida que se acercaban al poder, los nazis fueron suavizando su
antisemitismo para hacerse con ms votos, pues saban que ya contaban con el apoyo de los antisemitas y se daban cuenta de que a muchos
alemanes les repela este aspecto del programa de su partido.8
Hitler tambin era consciente de que, tras los horrores de la primera guerra mundial, gran parte del pueblo an se estremeca ante la idea de un
conflicto militar, por lo que ocult sus planes de agresin armada. Sin embargo, aquellos que deseaban verlas tenan abundantes pruebas a su
disposicin, en Mein Kampf y otras manifestaciones nazis, que indicaban que l y su partido estaban decididos a llevar a cabo una poltica exterior que
acabara con toda probabilidad en una guerra a gran escala. Adems, los nazis demostraron ampliamente con sus actos violentos su menosprecio por
la ley y su disposicin a usar la fuerza para aplastar a los que se atrevan a enfrentarse con ellos. Y tampoco ocultaron Hitler y sus esbirros su
determinacin a privar al pueblo alemn de su participacin en el Gobierno, destrozando la Repblica democrtica y sustituyndola por un rgimen
dictatorial unipartidista. La facilidad con que tantos millones de personas confiaron sus destinos a un movimiento as revela que gran parte del pueblo
alemn no lleg a entender la importancia que tiene para los ciudadanos conservar los medios que hacen posible destituir y reemplazar a aquellos que
nos gobiernan.
La mayor responsabilidad por la catstrofe alemana corresponde, por supuesto, a las figuras principales del drama de enero de 1933. Su
enajenacin revela una evidente ignorancia del nazismo. Normalmente se habra esperado que individuos con cargos tan elevados tuviesen a su
disposicin una informacin abundante antes de formarse una idea del dirigente de un movimiento de masas tan dinmico. Sin embargo, no parece
haber indicios de que Hindenburg, Schleicher y Von Papen (ni ninguno de los otros que estuvieron implicados) hubiesen ledo Mein Kampf, o al menos
hubiesen consultado a alguien que s lo hubiera hecho. Tampoco solicitaron un anlisis detallado del nazismo a los expertos de la administracin
pblica. El Gobierno republicano del estado de Prusia haba encargado diversos estudios de este tipo cuando el partido de Hitler se convirti en un
factor poltico nacional relevante. Las investigaciones llevadas a cabo revelaron que se trataba de un movimiento violento, que no slo tena la intencin
de imponer un gobierno dictatorial en Alemania, sino tambin de abolir cualquier imperio de la ley y someter a los ciudadanos judos a una persecucin.
Pero todo parece indicar que los hombres que tomaron la serie de decisiones que acab con la instalacin de Hitler en la cancillera no recurrieron a
esta investigacin, ni a ninguna otra, sobre la naturaleza del nazismo.9
Con respecto a la responsabilidad individual, el inepto Schleicher fue la menos culpable de todas las figuras principales. Arrastra la pesada carga
histrica de haber rescatado de un bien merecido anonimato al hombre que se convertira en su castigo y en la salvacin de Hitler: Franz von Papen.
Pero aunque la funcin que desempe Schleicher en los acontecimientos de enero fue crucial, su contribucin no se debi tanto a la intencin como a
la falta de criterio y de habilidad poltica. Despus de perder la cancillera, prefiri sin duda favorecer la candidatura de Hitler a la de Von Papen; pero, a
esas alturas, ya no tena ninguna influencia en el desarrollo de los acontecimientos. No obstante, al dar origen a los rumores de un golpe de Estado
protagonizado por l mismo, su torpe intento de ltima hora de lograr el favor de Hitler contribuy de forma indirecta al resultado final, pues dio a Von
Papen la oportunidad de presionar a Hindenburg para que, de manera precipitada, otorgase la cancillera al dirigente nazi. Schleicher no se hizo
merecedor del agradecimiento de Hitler por este impulso fortuito ni por la actitud indulgente que profes al Partido Nazi siendo canciller. A finales de
junio de 1934, en medio de la ola de asesinatos llevada a cabo con autorizacin oficial, conocida como la Noche de los Cuchillos Largos, l y su
esposa fueron asesinados a tiros en su casa por agentes del rgimen del dictador.
Sobre Oskar Hindenburg, Otto Meissner y Alfred Hugenberg recae una responsabilidad mucho mayor. El hijo del presidente cometi el grave error
poltico de dejar que la aversin personal que senta por Schleicher influyera en su actuacin ante asuntos polticos de la mayor importancia nacional. Un
grado de culpabilidad semejante, si bien algo menor, corresponde al secretario de Estado del presidente, Otto Meissner. Sin embargo, mientras aqul

actu en gran medida movido por argumentos emocionales, Meissner lo hizo de manera oportunista y en inters propio. Al darse cuenta de que la
estrella de Schleicher se estaba apagando, busc un nuevo amo, y acab apostando por Hitler. Tambin a Hugenberg lo mova su oportunismo, su
deseo desesperado de hacerse con parte del poder cuando se acercaba al final de su frustrante carrera poltica.
Despus de ayudar a elevar a Hitler al poder, Hugenberg empez a albergar serias dudas, segn refiri, al parecer, a un amigo slo un da ms
tarde: Ayer comet la mayor estupidez de mi vida: me he aliado con el demagogo ms grande de la historia.10Su coalicin con Hitler dur menos de
cinco meses. En junio de ese mismo ao, con el Partido Nacional destruido a causa de las deserciones en favor de los nazis y sus aspiraciones de
convertirse en el dictador econmico de Alemania frustradas por el mismo gabinete de Hitler, Hugenberg dimiti del cargo que haba perseguido con
tanta avidez y se retir a la vida privada. Oskar Hindenburg tampoco tard en ser relegado al anonimato, aunque no sin antes haber proclamado a Hitler
como el sucesor elegido por su padre en el comunicado a la nacin que sigui a la muerte del presidente en agosto de 1934.Otto Meissner sigui
siendo durante la dictadura nazi lo que haba sido durante la Repblica: un sirviente sumiso del jefe de Estado, en este caso Adolf Hitler. Junto con
Hugenberg y Oskar Hindenburg, sobrevivi al Tercer Reich, y ninguno de los tres se arrepinti en ningn momento de su complicidad a la hora de hacer
realidad dicho rgimen.
En el caso de Von Papen, la culpabilidad es evidente en el sentido de que es responsable de cometer una grave ofensa. Fue la figura clave que
dirigi el curso de los acontecimientos hacia un final desastroso; l, ms que ningn otro, fue el causante de todo lo que sucedi. Nada de lo ocurrido en
enero de 1933 habra sido posible si l no se hubiese dejado llevar por sus deseos de vengarse de Schleicher o su avidez por recuperar el poder. Su
actuacin confirma de sobra el veredicto de Konrad Adenauer, que cuando era compaero suyo en el Partido del Centro Catlico lo consideraba una
persona extremadamente ambiciosa, cuya principal preocupacin era llegar a ser alguien importante. Segn seal, las cuestiones de principios
nunca le interesaron.Von Papen, motivado solamente por su propia ambicin, explot de manera despiadada su nica cualidad: la influencia que
ejerca sobre el anciano presidente. Su obstinada recurrencia a la mendacidad ms descarada corrobora el veredicto de otro conocido que lo defini
como uno de los mayores mentirosos consumados que hayan existido nunca.Atribuir al cinismo su disposicin a conspirar con Hitler es otorgarle
una capacidad intelectual mucho mayor de la que merece. Su comportamiento se caracteriz ante todo por una sobreestimacin sin lmites de s mismo
y una indiferencia absoluta ante la amenaza que suponan Hitler y su movimiento.
Aunque Von Papen nunca se afili al Partido Nazi, sirvi lealmente al Tercer Reich a lo largo de su tumultuosa existencia. En primavera de 1934
mostr una chispa de conciencia que ofendi a Hitler cuando pronunci un discurso en el que expresaba sus dudas acerca del desprecio por la ley y los
derechos civiles de que haca gala el rgimen en cuya creacin haba desempeado un papel tan importante. Sin embargo, aunque fue puesto bajo
arresto domiciliario y dos de sus ayudantes fueron asesinados la Noche de los Cuchillos Largos, sigui aferrado al puesto vaco de vicecanciller.
En agosto de 1934 entr a formar parte del cuerpo diplomtico y pas a representar al rgimen de Hitler como embajador hasta el fin del Tercer Reich.
En 1947 fue absuelto de la acusacin de criminal de guerra por el Tribunal Militar Internacional de Nremberg, aunque el Tribunal de Desnazificacin lo
sentenci por su implicacin en el rgimen a ocho aos de prisin, de los que slo cumpli una parte, principalmente en hospitales. Los tribunales de
apelacin atenuaron su grado de culpabilidad en dos ocasiones y lograron que le fuera restablecida la mayora de las propiedades que le fueron
confiscadas por la sentencia anterior. Antes de morir en 1969, a la edad de noventa y nueve aos, Von Papen intent retocar los recuerdos de su
devastadora carrera en dos egocntricos volmenes de memorias,[4] critic la poltica de la Alemania Occidental de posguerra y recibi un ttulo
honorfico del Vaticano.14
Pero an mayor que la de Von Papen fue la responsabilidad de quien tena la ltima palabra en el mbito poltico de Alemania, el presidente Paul
Hindenburg. A pesar de su imagen pblica de fuerza y sabidura, de mostr ser, en un momento crucial de su carrera poltica, dbil y funestamente
vulnerable a la manipulacin. Despus de nombrar a Schleicher jefe del Gobierno, lo abandon no por escrpulos ante la propuesta de ste de violar la
Constitucin, sino por una aversin personal instigada por la conspiracin que Franz von Papen dirigi contra el canciller. Al deshacerse de Schleicher,
el presidente dio pie a una crisis para la que no tena ninguna solucin en mente. Entonces, haciendo gala de un psimo criterio poltico, confi en la
orientacin del temerario Von Papen respecto a los asuntos de Estado ms trascendentes. Aunque ste ya haba fracasado una vez como canciller,
Hindenburg se mostr dispuesto a nombrarlo de nuevo hasta que aqul retir su candidatura en favor de Hitler. Si el presidente se hubiese ceido a la
desconfianza intuitiva que profes desde un principio, Alemania y buena parte del resto del mundo se habran ahorrado mucha miseria y destruccin. En
lugar de eso, sin embargo, se dej llevar por las recomendaciones de Von Papen, su hijo Oskar y su secretario de Estado, Otto Meisnner, y dio el paso
fatal de instalar al dirigente nazi en la jefatura del Gobierno.
Incluso si tenemos en cuenta los factores atenuantes de la edad y del engao de ltima hora de Von Papen acerca de la naturaleza del
nombramiento de Hitler, es evidente que, en ltima instancia, Hindenburg debe cargar con la responsabilidad histrica de haber asignado el poder al
dirigente nazi. Slo l detentaba la autoridad para nombrar al canciller, y al asignar dicho cargo a un hombre que no haba ocultado sus intenciones de
destruir a la Repblica alemana traicion no slo su promesa de mantener la Constitucin, sino tambin a los millones de republicanos que dieron su
voto para que fuese reelegido el ao anterior. Adems, su actuacin durante los dieciocho meses que le quedaban de vida servira para legitimar la
tirana del dictador nazi a los ojos de millones de alemanes. No deja de ser irnico que la poltica devastadora del hombre al que Hindenburg confi el
poder el 30 de enero de 1933 tuviese como ltima consecuencia la destruccin del imponente Estado alemn de cuya creacin haba sido testigo el
presidente en 1871.
Slo gracias a la ceguera e ineptitud polticas de otros logr Adolf Hitler hacerse con la oportunidad para poner en prctica sus intenciones
criminales entre 1933 y 1945. Esto no quiere decir que fuese el nico responsable de los crmenes execrables cometidos durante su dictadura. Para
eterna vergenza de la nacin alemana, Hitler cont con un gran nmero de lacayos dispuestos a perseguir, subyugar y asesinar a todo el que era
considerado peligroso o inferior por los valores de su rgimen. Si su intento de hacerse con el poder hubiese sido frustrado, no habran dejado de existir
hombres como Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich y Adolf Eichmann; pero sin respaldo gubernamental, nunca se habran convertido en asesinos de
multitudes. Si Hitler no hubiese logrado el puesto de canciller, l y otros como l habran acabado sus das como seres insignificantes, maliciosos pero
frustrados.
Aunque la carrera del dictador nazi no dej ms que un legado negativo, constituye un ejemplo conmovedor para las generaciones posteriores de
la importancia que tiene elegir con el mayor de los cuidados a quienes detentarn el poder sobre la institucin ms poderosa (y ms letal en potencia)
creada por la humanidad: el Estado moderno. En cuanto a la relacin de cmo adquiri Hitler el poder para cometer sus crmenes, debera servir como
recordatorio de que nada es inevitable en las relaciones humanas excepto el cambio, que la actuacin de los individuos es de gran importancia y que
los que ejercen su poder sobre el Estado son portadores de una gran responsabilidad moral.

Notas
1. Konrad Heiden, Der Fuehrer, Boston, 1944, p. 579.
2. Kissenkoetter, op. cit., pp. 4146.
3. Su opinin a este respecto est registrada en las memorias de Otto Wagener, HitlerMemoirs of a Confidant, ed. de H. A. Turner, New Haven
(Connecticut), 1985, pp. 233,238 y 323; vase tambin Henry Picker, Hitlers Tischgesprche im Fhrerhauptquartier, Stuttgart, 1976, p.325.
4. Un estudio reciente ha puesto de manifiesto que el rgimen de Hitler tuvo poco que ver con las primeras fases de la recuperacin, que ya
estaban avanzadas cuando tom posesin del cargo (Christoph Buchheim, Zur Natur des Wirtschaftsaufschwungs in der NSZeit, en Zerissene
Zwischenkriegszeit, ed. de Harold James, Christoph Buchheim y Michael Hutter, BadenBaden, 1994, especialmente, p. 104).
5. Hambrecht, op. cit., pp. 370 y 563, n. 58; Bewegung im Abstieg, Regensburger Anzeiger, 24 (24 de enero de 1933).
6. He desarrollado las siguientes reflexiones con ms detalle en mi libro Geissel des Jahrhunderts, Berln, 1989.
7. Gaines Post, op. cit., pp. 98100.
8. Gerhard Paul, Aufstand der Bilder, Bonn, 1990, pp. 113 y 236239.
9. Vase, por ejemplo, Robert M. W. Kempner, ed., Der verpasste NaziStopp, Frncfort, 1983.
10. La cita procede de los papeles del compaero de partido que registr estas palabras, Carl Goerdeler, y est recogida en Gerhard Ritter, Carl
Goerdeler und die deutsche Widerstandsbewegung, Stuttgart, 1954, p. 60; vase tambin Larry Eugene Jones, The Greatest Stupidity of My Life,
Journal of Contemporary History, 27 (1992), pp. 6387.
11. Citado en Dorpalen, op. cit., p. 483.
12. Adenauer, op. cit., p. 350.
13. Moritz J. Bonn, Wandering Scholar, Nueva York, 1984, p. 336.
14. Petzold, op. cit., pp. 273 s. Durante el tiempo en que el veredicto de uno de los tribunales de desnazificacin le prohibi publicar en Alemania,
los artculos de Von Papen vieron la luz en la prensa de la Espaa de Franco. Cuando se levant la prohibicin, public una seleccin en Alemania bajo
el ttulo de Europa was nun?, Gotinga, 1954. En 1959, Von Papen fue nombrado chambeln privado del Papa por Juan XXIII (Adams, op. cit., p. 475).

apndice: El Documento de Mosc


Uno de los grandes obstculos para la investigacin que ha hecho posible el presente libro ha sido la escasez de documentos sobre la cancillera
de Kurt von Schleicher. ste dej pocos testimonios escritos, y los documentos personales que se conservaban despus de su asesinato fueron, al
parecer, confiscados por el rgimen nazi y acabaron por desaparecer. El material oficial que ha llegado a nuestros das es inusitadamente exiguo y
arroja poca luz sobre el pensamiento de Schleicher y sus intenciones.
Con el fin de determinar cules eran los objetivos de Schleicher, he tenido por tanto que basarme con frecuencia en los relatos que hicieron los
periodistas de la poca poco despus de hablar con l o con sus ayudantes. Uno de los ms extensos y reveladores se encuentra en la carpeta nmero
5 de los documentos de Von Papen, descubierta recientemente en un archivo sovitico de Mosc que hasta hace muy poco era desconocido (el
Tsentralnyi Gosudarstvennyi Arjiv, o TsGA). Dado que este informe es annimo, lo he citado en las notas del presente trabajo como el Documento de
Mosc. Es un opsculo de seis pginas mecanografiadas a espacio sencillo con fecha del 14.I. (14 de enero) y el encabezamiento subrayado
VERTRAULICH! (confidencial), y que refiere lo dicho por Schleicher en el transcurso de una cena que organiz para un grupo de periodistas
invitados el 13 de enero de 1933, en las salas de visita (Gesellschaftsrume) del gabinete de prensa de la Cancillera.
En cualquier otro contexto, un documento como ste, de autora incierta, constituira una fuente muy dudosa de informacin; pero en este caso
existe una clara corroboracin de autenticidad, proporcionada por otros dos relatos de lo que Schleicher dijo en esa misma cena escritos por dos
periodistas que tambin estuvieron presentes. Uno de ellos era Josef Reinter, de la Ullstein Verlag, que editaba el peridico republicano de Berln
Vossische Zeitung. Despus de asistir a la cena de Schleicher, redact un informe de cuatro pginas a doble espacio para el director general de
Ullstein, Hans Schffer. Lleva el encabezamiento manuscrito 13.I.33 y se encuentra en el volumen 33 de los documentos de este ltimo (ED 93) en el
archivo del Institut fr Zeitgeschichte de Mnich.
El tercer periodista que escribi un informe de la cena del 13 de enero fue Georg Dertinger, que ms tarde trabaj para Goebbels en el Ministerio
de Propaganda y acab convirtindose, despus de la guerra, en el primer ministro de Asuntos Exteriores del rgimen comunista de Alemania Oriental.
En enero de 1933, Dertinger trabajaba para una agencia de prensa conservadora, Dienatag, que distribua las noticias de la capital a peridicos de
todas partes (vase Hans Bohrmann, ed., NSPresseanweisungen der Vorkriegszeit, Mnich, 1984, vol.1, pp. 6065). El informe de Dertinger, cuatro
pginas mecanografiadas a doble espacio, refiere lo sucedido en la cena del da 13 bajo el ttulo de Informationsbericht vom 14. Januar, y se
encuentra, junto con otros informes similares del mismo autor, en los archivos de la Repblica Federal de Alemania (Bundesarchiv) de Coblenza, en el
Sammlung Brammer (ZSg 101/26).
Una confrontacin del Documento de Mosc y los informes de Reiner y Dertinger no deja lugar a dudas de que fue escrito por alguien que se
hallaba presente en la cena del 13 de enero y que tena la capacidad de un buen periodista para registrar y transmitir la informacin de manera rigurosa,
si bien desde un punto de vista de derechas. Los tres documentos muestran un paralelismo en relacin a los hechos que Schleicher trat en la cena y
las opiniones que se le atribuan, y ya que el de Mosc es el ms detallado, me he basado sobre todo en esta fuente inusitada, aunque reveladora en
extremo, en mi intento de reconstruir el esquivo pensamiento de Schleicher, a pesar de que su autor es desconocido. Su presencia entre los papeles de
Von Papen suscita la pregunta de cmo y cundo lleg a manos del gran enemigo de Schleicher, ya que podra haberlo alertado de las pretensiones de
ste. Por desgracia, ni el mismo Documento de Mosc ni otros de los que forman la pequea coleccin de documentos de Von Papen en el antiguo
archivo sovitico proporcionan ninguna pista a este respecto.

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notes

Notas a pie de pgina


[1] Iniciales de Sturm Abteilung, Seccin de Asalto. (N. del T.)
[2] Huida hacia delante. (N. del T.)
[3] Thomas Woodrow Wilson (1856-1924) dise en 1918, siendo presidente de Estados Unidos, un programa de paz para poner fin a la primera
guerra mundial que se conoce con el nombre de los Catorce Puntos y que, entre otras cosas, reivindicaba el derecho a la autodeterminacin nacional.
(N. del T.)
[4] Franz von Papen, Memorias, Madrid, Espasa-Calpe, 1952. (N. del T.)

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