Entre Hermanos de Federico Gamboa

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ENTRE HERMANOS (1928)

de Federico Gamboa
Tragedia mexicana contempornea
en tres actos y en prosa
Dedicada a la genial artista espaola Margarita Xirgu.
F. G.
ACTO PRIMERO
El taller de carpintera de Ramn. Amplia estancia enladrillada, de muros enjalbegados y
techo de vigas al descubierto. A la derecha, ancho zagun de postigo, que da a la calle
principal; luego, dos ventanas de vidrieras con albos visillos y espesos batientes interiores,
de madera. Al fondo, otra estancia de menores proporciones, que un arco divide del taller.
Es el dormitorio de doa Remedios, del que han de verse: la cama de palo y sin rodapi, la
sobre cama tejida y un montn de almohadas en su cabecera; arriba de sta, Un Divino
Rostro, dentro de marco desconchado, y debajo de la imagen, diagonalmente, palma
bendita. Los dems enseres y muebles, a tono con la pobreza, sin miseria, de los dueos.
En la estancia principal, a la izquierda, dos puertas: la una que lleva al cuarto que debi
hospedar a los recin casados, y que era del artesano en soltera; la otra, franquea el paso
de la cocina, el patio y el corral de vivienda. En las paredes, la herramienta, una Virgen
Guadalupana en litografa, descansando en tabla pulimentada y con flecos de papel picado.
En el ngulo de la izquierda, ruin brasero de ladrillos, apagado en este da extraordinario, y
en cuyas dos hornillas se calientan barnices, pinturas, etctera.
Hoy se ha improvisado con tablas sujetas a entrambos bancos de labor, la mesa del
banquete nupcial que, en el centro de desproporcionada pieza, sobre dos esteras mustias
por el uso, se apoya slidamente.
Atardecer. El sol poniente, que dora la tapia frontera, inunda de luz clida la habitacin
ntegra y colgada, en seal del regocijo, de guirnaldas de lama y tuertas coronas de
azucenas y rosas; ptalos y hojas frescas esmaltan los suelos.
Pende del techo tosca lmpara de petrleo con pantalla de hojalata; y alumbrando el Divino
Rostro, una lamparilla de aceite parpadea. La luz del da ir disminuyendo lentamente.
ESCENA I

La comida ha concluido. Con excepcin de Gerardo, los dems personajes del drama se
hallan sentados en la mesa que luce en su propio mantel, la vajilla burda, flores, restos del
festn humilde. En un testero los novios lado a lado: Pilar, ataviada modestamente, sin
vestido blanco ni azahares. Frente a ellos doa Magdalena separa al juez, su consorte, del
prroco. El resto de comensales, al capricho.
ABUNDIO: Yo, con el permiso de ustedes, me desabrocho el chaleco, si no, reviento. Mire
usted que es comer!...
DON FELICIANO: S, hombre s, desabrchese ust, que las seoras no se oponen
(volvindose a don Cipriano.) no le dir ust cuatro palabras a la pareja?
DON CIPRIANO: Despus de las que ust les dijo en la iglesia, mi querido prroco, y de las
alusivas que yo les he ledo del ilustre Melchor Ocampo al unirlos civilmente un evangelio
laico y hermossimo! Qu se puede aadir?...
ABUNDIO: Nada, nada, lo que a ust le nazca, que malo no ser.
TODOS, menos los novios y doa Magdalena: S seor Encinar, dgales ust algo
DON CIPRIANO: (Se levanta, la servilleta al cuello y empua un vaso de vino.) Pues, all
va Ya el seor cura, nuestro respetable amigo aqu presente, les dijo a ustedes lo que
segn los cnones significa el matrimonio religioso; y ya el finado repblico Melchor
Ocampo, les dijo por mi indigno conducto el significado del matrimonio civil en la vida de las
sociedades
ABUNDIO: (Entusiasmado interrumpe.) Mecachis, qu bien!
PLCIDO: (Airado.) No interrumpa, Abundio!
DON CIPRIANO: (Benvolo contina) ... permtaseme ahora, amigos mos, que sin
meterme en honduras, slo formule en nombre de su madre de ust, Ramn, y en el de sus
padres, Pilar; en nombre de cuantos aqu nos hallamos, votos muy sinceros porque en la
nueva vida que para ustedes dos hoy se inaugura, nunca se les acabe el cario que los ata;
porque Dios les conceda larga prole y porque cuando lleguen a viejos sean tan estimados y
queridos en este simptico pueblo, como siempre lo fueron doa Cruz, doa Remedios y
don Ignacio (Sintase conmovido por su propia emocin y la de sus oyentes, que lo
aplauden.)
ABUNDIO: Mucho, don Cipriano, mucho!... Venga la sidra! (Los muchachos la descorchan
y escancian.)
DOA CRUZ: (A parte a doa Remedios, que se enjuga los ojos.) Yo creo que sern
dichosos, verdad?...
DOA REMEDIOS: As se lo he pedido a Dios con toda mi alma!

EVARISTO: (Aparte al servir a Clara.) Aprende a beber de esto, pa cuando te cases.


(Burbujea la sidra, que los lugareos apenas si prueban, no familiarizados con la bebida
ultramarina.)
DON FELICIANO: Vaya, pues por los novios! (Todos beben, Abundio hasta las heces.)
PLCIDO:(Relamindose el bigote bravo.) Ust dir lo que quiera, Abundio, pero sta su
sidra sabe raro y pica la lengua.
RAMN: No le haga aprecio, don Abundio, y muchas gracias por la sidra y el vino. Pa qu
se molest?
ABUNDIO: Qu molestia ni qu cuerno, Ramn! Esto no vale nada, y si doa Remedios ha
de regalarnos con caf, yo ofrezco un ans. Se acepta? (En medio de protestas y
negativas, Abundio se marcha.)

ESCENA II
Dichos, menos ABUNDIO.
DOA REMEDIOS:(A los novios que, con la huraa de nuestros humildes, se han hablado
poco, se han mirado menos y han huido hasta el inocente contacto de sus manos trmulas.)
Ustedes tambin digan algo, a ver, que ni la voz se les ha odo t, Pilar, sobre todo...
PILAR:(Instantneamente ruborizada, dobla la cabeza y deshoja flores de la mesa.) Yo?...
Y yo qu he de decir, doa Remedios?
Ramn se levanta sofocado.
DON FELICIANO: Vaya, vaya, no les echemos a perder su da. Y t, Pilar, no seas nia, que
el querer como t quieres no es pecado, hija, no, es una bendicin de Dios. Alza esa cara,
mira a Ramn para que se serene. (Risueos todos abandonan la mesa. Los novios van y
se refugian, ariscos siempre, en el alfizar de una ventana, donde entablan ntimo y
recatado coloquio.)
DON CIPRIANO: (A los varones que han ido acercndosele.) Malos das son stos para
casorios, Ignacio. Ya sabrn ustedes lo que se cuenta de la revolucin que viene
haciendo atrocidades
IGNACIO: Y cul de las tantas que llevamos no las ha hecho?... sta ser igual a las
otras, don Cipriano, digo mal, Padre?... Ser como la en que yo anduve, como las muchas
que para castigo de nuestros pecados, de cuando en cuando azotan a esta pobre tierra que
todo lo aguanta, don Cipriano, todo!

DON CIPRIANO: Permtame, Ignacio, permtame, pero es que con los aos que llevamos
de paz, como que las otras se nos han olvidado, y a eso obedezcan las aprensiones que la
presente nos causa, a m a lo menos
DOA REMEDIOS: Y a todos, seor don Cipriano, y a todos Dios nos favorezca!
PLCIDO: Si he de serles franco, con licencia les dir que a m no me causa aprensin
Ya veremos de Cristo a Cristo, cul es el ms apolillado, si el Supremo Gobierno o los
los Ramn! Cmo les deca el peridico se, que leas la otra tarde?...
RAMN: (Interrumpiendo su dilogo secreto con Pilar, y sin saber de qu se trata.) A
quines, hombre?...
PLCIDO: Cmo a quines? Pues a los alzados!
RAMN: (Con la felicidad pintada en el rostro, deletrea el vocablo.) La-tro-fac-cio-sos!
PLCIDO: Eso, eso es: latrofacciosos!
DOA CRUZ: No decan que ya estbamos hartos de guerras?
DON FELICIANO: Esperemos que sta no pase a mayores, que con lo hecho ya tiene
bastante Y por lo que mira a este par de muchachos a los que he visto crecer y cuya
conciencia conozco al palmo, dos almas de Dios! a pesar de los das que corren no se me
figura que vayan mal, mi seor don Cipriano, no me parece que vayan mal.
DON CIPRIANO: (Benvolo para con el eclesistico.) Y qu es lo que los libra de peligros,
seor cura? Qu amuleto les ha dado ust, qu tan a cubierto los pone?...
DON FELICIANO: Amuletos, mi estimado seor juez! Ya ni quin crea en ellos, y los
antiguos andan muy oxidados. No, yo hablaba --y aqu estn Plcido y el padre de Pilar que
no me dejarn mentir--, yo hablaba de sus prendas, y de tejas abajo, de los pequeos
bienes que poseen.
DON CIPRIANO: Ah, yo no saba!...
IGNACIO: El padre cura lleva razn, seor Encinar. Ramn es dueo de esta casa y de un
terreno, aqu en las afueras, casi nada: hortalizas, dos terneras, sus gallinas y, con perdn
de ust, unos cuantos marranos. No les faltar que comer.
PLCIDO: Luego, que el muchacho es trabajados y formalote; por eso ha conservado los
marchantes que fueron de su padre: todas las haciendas que nos rodean. Cuntas son,
Ignacio?...
IGNACIO: (Despus de breve recuento mental.) Son cinco, quitando Pedreguera, que es
rancho.
DON CIPRIANO: Pues me alegro de veras; pero as y todo
PLCIDO: Y de quererse, se quieren, o no, Padre?... (La charla se anima, hasta Ramn
tercia. Las mujeres tambin conversan entre ellas, en el centro de la escena.)
CLARA: (Aparte a Pilar, y con misterio.) No es que quiera amargarte el da, Pilar, pero se
me hace de coincidencia repetirte lo que yo misma te o

PILAR: De conciencia!...
CLARA: Se trata de Gerardo!...
PILAR: (Austera.) Clara por dios! ni me lo mientes.
CLARA: (Afligida.) Es fuerza, Pilar, y que te diga yo tus amenazas
PILAR: (Medrentosa.) Contra quin?...
PLCIDO: (En el grupo central.) Esto se arregla a tiros!
DON CIPRIANO: Cranme ustedes a m. Estas convulsiones polticas, no se sabe uno
nunca en qu pararn
CLARA: (Aparte a Pila.) hablaron harto, no te creas, en secreto; Gerardo como quien
manda
PILAR: (Como en soliloquio.) Qu le he hecho yo para que le persiga todava?... Desde
antes de mi compromiso con Ramn, le habl bien claro que furamos amigos; siempre lo
fuimos, desde chicos siempre lo fuimos, desde chicos Y estuvo conforme, prometi
olvidarme, hasta me pidi que lo dispensara
RAMN: (Atrado por el imn de la amada, acrcase a sorprender a las mozas.) Me
quieren dar razn, qu misterios son stos?
PILAR: (Palpitante de verdad y amor, se ampara en su hombre y le murmura). Misterios
contigo? Luego te dir lo que sta (por Clara) me contaba (con pudores de hembra
enamorada y casta) cuando nadie nos oiga
RAMN: (En broma y por lo bajo.) Quieres que los corra a todos?...
PILAR: Y tu madre, Ramn?...
RAMN: (Comindosela con los ojos en tanto Clara re.) Si es broma, tonta! Cmo iba a
correr al cura y a don Cipriano? (La llamarada de crdena de un relmpago, a lo que
seguir discreto trueno, interrumpe el hablar de entrambos grupos. Las mujeres se signan.
Ya es noche cerrada.)
PLCIDO: (Bravucn.) Esa es nuestra artillera! Viva el Supremo Gobierno!
DOA MAGDALENA (Asustada) Reguera, No juegue ust con estas cosas!
DON FELICIANO: (Que habr ido a una de las ventanas, regresa a tiempo que el aguacero
se desata.) No haga ust caso de bravatas inocentes, doa Magdalena, y piense dnde
pasarn la noche, que esta artillera lo que anuncia es el diluvio. Oiga ust llover (Se oir,
en efecto, el ronco rumor del chubasco escoltado por relmpagos y truenos, estos ltimos,
discretsimos.)
ESCENA III
Dichos y Abundio, que apresurado y mojadsimo, entra con sendas botellas de ans en las
manos.

ABUNDIO: Recorcho! Esto no es llover, esto es ahogarse. Qu atrocid!... Mucho tard,


no lo niego. Pero en cambio, adems de este par de hurfanas (blande las botellas), traigo
grandes novedades, que se crean ustedes?...
TODOS: (Lo rodean acobardados por los run runes que corren el pueblo y por el apagado
retumbar de los truenos que se alejan.) Novedades!!!
ABUNDIO: (Halagado por el inters que despierta.) Ah vern! Novedades grandsimas que
no he de soltar hasta que no les hayamos visto el fondo a estas prfugas de Badalona.
Los varones sirven el licor en vasos y copas, y las mujeres, el caf.
DON CIPRIANO: A ver, Abundio, a ver, de qu se trata?...
ABUNDIO: Primero, arriba!, y mucha sal! (Todos beben.) Luego largar el embutido y
cmo en reserva acaban de contrmelo en la tienda.
PLACIDO: (Saborendose.) El ans mil veces, que diferencia con la sidra! Ahora venga el
borrego, y cuidado con las lanas.
ABUNDIO: (Amoscado.) Borrego?... Ojal que no nos acometa! Escuchen, escuchen (El
grupo se aprieta y lo cerca.) Gerardo (Ante los aspavientos de su auditorio), s, Gerardo
he dicho. Gerardo prepara una tastada, como ustedes lo oeyen!; nada menos que
levantarse contra la autorid y echarse al campo, de pronunciado
RAMN: Ah s que no, Abundio. Gerardo es de paz, yo lo conozco.
PLCIDO: No tiene espolones, gachupn, no ms es gallo cantor (Se vuelve a las
mujeres que cuchichean, mientras Clara dice algo al odo de Pilar.) No, no se alarmen
ustedes; ahora mismo voy y lo saco de donde se halle, y lo zampo en la crcel, pa que
aprenda Vaya con el noticin, Abundio, ni a noticia llega (Falso mutis).
DON CIPRIANO: (Atajndolo.) Nada de violencia, Plcido. El papel de ust, y perdneme
que se lo indique, ha de concretarse a no perderlo de vista; pues aunque sabe dnde acaba
la mansedumbre de nadie S seor, a mis deseos, nada ha de ocurrir, mejor que mejor;
pero eso de ir desde luego y atropellarlo, no estara bien, hombre, no estara bien. No le
parece a ust, seor cura?...
DON FELICIANO: No ha de parecerme, seor Encinar!... (Pensativo.) No me lo explico por
qu se desboc, ni por qu no nos ha acompaado hoy Yo ser quien le hable esta
misma noche, y estoy seguro que aclarar el intrngulis.
La noche, afuera, se ha serenado; all, muy lejos, quedamente retumban los truenos de la
tormenta que ha traspuesto la sierra.
RAMN: (Aparte a Pilar, que asida a Clara, no disimula su nerviosidad.) Asustada t que
de nada te asustas?... (Apasionado.) Deja que Gerardo y todos los Gerardos del mundo se
vayan pal monte. No estoy yo contigo?...
PILAR: (Aparte.) No, si no es de miedo, Ramn, no es de miedo; es que siento no s qu,
ganas de llorar Ha sido un da tan grande!

RAMN: Tanto, mi chata, que yo quisiera que nunca se acabaraLmpiate esos ojos y
mrame, anda!
DOA MAGDALENA: Nos vamos, Cipriano?
DOA REMEDIOS: (Asomndose a una ventana.) Y ya no llueve No es que yo los eche a
ustedes, Dios me defienda!; no se echa a tan buenas personas y, menos, de una pobre
casa como sta; pero si se han dir, vale ms que aprovechen
DON CIPRIANO: Por supuesto, seora, por supuesto Don Ignacio!, quisiera ust ver
que nos acerquen el coche?
ABUNDIO: Yo lo har, seor juez, de camino pa la tienda, a la que me marcho ahora
mismo si no mandan otra cosa Con que, pasarla bien, seor Encinar; doa Magdalenam
que no haya novedad y volver pronto, eso es, que yo ta,bin s dar de comer en mi casa
Un abrazo, Ramn, que ya estars satisfecho, y otro a ust, Pilar, aunque se enfade el
novio. (Los abraza.) Sed felices, recorcho!, que os lo merecis de sobra, y levantarse tarde
maana Perdn, padre cura, es que estoy como unas castauelas!
Mutis de Abundio. Evaristo enciende la lmpara.
ESCENA IV
Dichos, menos Abundio. A poco, el carruaje, afuera, se detendr a la puerta de la casa.
PLACIDO: Puesto que tocan retreta, yo tambin favorezco. (Consulta su reloj.) Caramba, si
va a dar la media!
IGNACIO: stos (Por Ramn y Evaristo) y yo, encaminaremos a los seores hasta el
puente (Ante la renuncia del matrimonio.) S, seor juez, dnos ust ese gusto: la noche
est como boca de lobo (le escruta zagun afuera), y de aqu al puente hay un mal paso;
del puente pa all, el camino sigue como la palma de la mano.
PLACIDO: Ah!, pues entonces me quedo y me incorporo a la partida.
DON CIPRIANO: (Encantado con la compaa, igual que su consorte.) Sea lo que ustedes
quieran, ya que tanto se empean; pero es una molestia.
IGNACIO: Evaristo, las linternas!
PLCIDO: Y las mangas, por si el chubasco vuelve a cargar.
Las mujeres de la casa salen y vuelven con las mangas, los sombreros y unos bastones
recios, en tanto Evaristo enciende las linternas de mano.
MAGDALENA: Creer ust, doa Remedios, que el tal Abundio me asust con su
noticia?... Ya querra yo hubiramos llegado, estn los tiempos tan inciertos! No han
sabido ustedes que anteayer entraron los alzados en la hacienda de La Piedra?...
DOA REMEDIOS: No, por aqu nada se ha dicho Y qu, hicieron muchos destrozos?
DON FELICIANO: Pues La Piedra No queda muy lejos que digamos, a unas dos o tres
leguas.

DON CIPRIANO: (Manifiestamente contrariado por la indiscrecin de su esposa) No est


averiguado a la ciencia cierta, son rumores que han corrido en San Francisco Por pura
precaucin, sali un piquete a averiguarlo
Se oir la aproximacin del coche y su detencin frente a la casa.
COCHERO: (Afuera). Listo, seor amo!
DON CIPRIANO: Vaya, vamos, Magdalena, despdete.
La despedida, cordial y medianamente efusiva, sin abrazos. Clara empaa una vela, en
alto. Salen a la delantera el juez y su esposa; luego, Ignacio y Ramn, con sendas linternas,
en la diestra los bastones, y enfundados en las mangas; a lo ltimo, Plcido y Evaristo, sin
abrigos. Doa Remedios, Pilar, y el prroco, se agruparn bajo el dintel del postigo.
IGNACIO: (Afuera) No, seor, no, a pie vamos bien T! (por el cochero), sofrena tus
mulas, que la bajada de la huerta es mala y la vuelta muy cerrada.
DON CIPRIANO Y DOA MAGDALENA: (Afuera) Muchas gracias otra vez, y muy buenas
noches!...
DOA REMEDIOS: Que lleguen con bien!
PILAR: Muy buen viaje!
DON FELICIANO: Que Dios los acompae!

ESCENA V
PILAR, CLARA, DOA REMEDIOS, DOA CRUZ, DON FELICIANO; luego GERARDO.
DON FELICIANO: (Al notar que las dueas de la casa comienzan a levantar la mesa, saca
su reloj.) Van a ser las ocho, y los encaminadores ya tienen para rato Por qu no dejan
eso para luego y rezamos juntos el Rosario; el ltimo que rezaras de virgen, Pilar?
PILAR: (Emocionada.) Con el alma y la vida, Padre!
DOA CRUZ: Nunca viene mal
Doa Remedios y Clara asienten.
DON FELICIANO: Pues a ello, frente al Divino Rostro
Se acercan todos a la alcoba, y en el instante en que comienzan a arrodillarse ante la
imagen, Gerardo, cauteloso y con la fisonoma descompuesta, asoma por el postigo, en la
mano el sombrero, y avanza sigilosamente, cual si titubease entre consumar sus propsitos
o marcharse antes de ser sentido.
DOA REMEDIOS: Aydame, hija! (Por Pilar), que estos huesos ya no quieren
DON FELICIANO: (Su rosario en la izquierda, principia a signarse en alta voz, corendolo
los dems.) Por la seal de la Santa Cruz
GERARDO: (Decidido al fin, desde los medios de la escena) Hay permiso?...

(estupor general; los rezadores se levantan de golpe y bajan hasta donde Gerardo se ha
detenido, hurao y torvo. Variada expresin de los semblantes: en el del cura, la sorpresa;
en el de Pilar y Clara, pavura; en el de doa Cruz, reproche; y en el de doa Remedios,
desconfianza.)
DOA CRUZ: (Con enfado afectuoso.) Bonitas horas de presentarse, mala piensa! No
sabas que hoy se ha casado Pilar, tu hermana, como si dijramos?...
GERARDO: (que no cesar de manifestarse intencionado y torvo, a cada palabra la mirada
de Pilar, que, amedrentada, se resiste a contemplarlo.) Madrina, no me regae ust No
pude venir ac ni estar en la iglesia, porque ya sabe que no debo abandonar mi escuela
DON FELICIANO: (conciliador) Hombre, en otras ocasiones y no tan sealadas como sta,
bien que la has dejado solaEsa no cuela!
GERARDO: Pero hoy no debia yo hacerlo, Padre, crame ust, hoy no
DON FELICIANO: Y por qu hoy no?...
GERARDO: (Vacilante) Pues porque los exmenes los tenemos encima y era forzoso que
trabajara yo con los muchachos
DOA CRUZ: No mientas, no, no nos mientas, que ya sabemos Hace poco te han visto
mal acompaado, por la tienda de don Abundio
GERARDO: Pero volv a la escuela (transicin brusca) Bueno, yo vena a excusarme con
ustedes, y a desear a los Y Ramn, que no lo veo?...
DOA REMEDIOS: Ya lo vers, si te quedas. Ha ido hasta el puente, con los otros, a
encaminar al juez y a doa Magdalena.
Pilar y Clara se han mantenido alejadas y juntas.
GERARDO: No puedo esperarlos, he de irme al momento
DON FELICIANO: (con benvola sorna.) Otra vez a la escuela?
GERARDO: S, seor, otra vez a la escuela. Hoy, probablemente, velar hasta las mil
quinientas
DON FELICIANO: Pues, hijo, de esta hecha lo menos, van a nombrarte en premio a tus
afanes, rector de la Universidad
GERARDO: (Recalcando) Puede que no, Padre; pero yo tengo que cumplir con mi deber y
con mis propsitos
DOA REMEDIOS: Mira, Gerardo, a nosotros que te hemos visto nacer no nos engatusas.
A ti te ha picado alguna avispa, y ojal no tengamos que curarte en serio.
DOA CRUZ: (interponindose) Y antes de que te vayas a eso que dicen, me oirs a m,
que no en balde te he criado como si fueras otro hijo mo Aqu nos han venido a contar
que quieres echarte al monte, irte a la bola Es verdad?...
GERARDO: (Momentneamente desconcertado.) Yo, madrina?... Acaso no tengo fama
de pacfico?

DOA CRUZ: All te lhayas! No eres una criatura ni un tonto tampoco, pero sbete una
cosa (solemne): si tal hicieras, si deshonraras a este pueblo onde naciste y onde has
crecido, onde tus padres estn sepultados, onde todos, onde todos son tus hermanos, y
onde todos te queremos
GERARDO: (La interrumpe con vivacidad y despecho) Donde todos me quieren!... Y
usted qu sabe, madrina?
DOA CRUZ: (Convencida) Onde todos te queremos, como loyes!... Si as nos pagaras,
Sabes lo que seras?...
Pausa. Todos los interlocutores, movidos por pasiones diversas, son presa de expectacin
dolorosa.
DOA CRUZ: seras un ingrato y un mal nacido!... (Llora.)
DON FELICIANO: Vaya, hombre, dinos que no es verd.
GERARDO: Lo aseguro, Padre, es que son habladuras (Se allega a doa Cruz, en
demanda de su regazo que lo ampar de nio.) Madrina, no llore ust, que me aflige verla
llorar! (Se le aparta poco a poco, y hay una nueva transicin en su actitud en su voz)
Volver! (Se dirige principalmente a Pilar) Les juro a ustedes que vol-ve-r!!!... Y ahora
que seas feliz, Pilar, muy feliz, pero que en medio de la felicidad que te aguarda, pienses
algunas veces en los que no somos felices todava! (Besa la mano a doa Cruz, que
maternalmente lo acaricia, y a una estrecha las de los dems, menos la de Pilar, que no se
resuelve a tenderle la suya.)
DOA CRUZ: (Candorosamente.) Y por qu no se abrazan, como siempre se han
abrazado?
Con algo de huraa, Gerardo abre sus brazos, pero Pilar se echa atrs, espantada. Los
restantes se les acercan, desconcertados frente a una repugnancia incomprensible, que
rompe una larga costumbre fraternal.
PILAR: (Alargndole su mano, que Gerardo no toca.) No, abrazarlo, no!...
DOA CRUZ: (Escandalizada) Pero si es tu hermano, tonta, de cundo ac?...
PILAR: (Con entereza.) Desde hoy, madre, que soy casada!
GERARDO: (Camino del portn, devora con sus miradas a Pilar, agotada por lo prolongado
de la escena y por lo que ella presagia.) Como quieras, Pilar, t mandas; pero conste que
has sido t la que se neg Yo te abr mis brazos! (Roncamente desde los umbrales.)
Adis a todos!
DOA CRUZ: (Intentando darle alcance.) Adis?... No, hasta maana!

ESCENA VI
Dichos, menos Gerardo. Acto contino, IGNACIO, RAMN, PLCIDO Y EVARISTO.

IGNACIO: (Se detiene en el postigo al igual que sus compaeros.) Es Gerardo quin as
va corriendo?
DOA REMEDIOS: Gerardo es, vino a disculparse por su ausencia y a desearles a stos
que sean muy felices.
PLCIDO: Pues ni que fuera por el Vitico!...
DON FELICIANO: Otro que se va, aunque no tan corriendo (A los varones.) Cmo iban
los caminantes?
RAMN: (Intrigado por la manifiesta turbacin de Pilar.) Muy contentos y con muy buena
noche Parece que el tiempo quiere levantar y que maana tendremos sol.
DON FELICIANO: (Requiriendo el sombrero y la capa.) Pues me aprovecho.
PLCIDO: Tambin nosotros nos vamos: anda, mujer (Por doa Cruz.)
DON FELICIANO: (Asiendo las manos de los recin casados.) Conque, muchacha, que
seas feliz. Levanta esa cara!... Y t, Ramn, que no lo seas menos (Dibuja a medias una
bendicin en los aires.) Quiera Dios cuidar a la pareja!
PLCIDO: Yo nada les digo, ya saben lo que se les desea, que se apuren y nos den harta
prole
IGNACIO: (Amoscado.) Plcido, formalid! Esas cosas no se dicen (Sofocado de
emocin se acerca a Pilar.) Hija, dame tu frente. (Se la besa y luego, vuelto al novio.) Te
llevas una paloma, Ramn, ya lo sabes, limpia como lagua y pura como la luz, te llevas la
mit de mi alma Cudala y quiremela mucho!
DOA CRUZ: (Sin fingidas fortalezas no oculta sus lgrimas.) Piensa en todo lo que te dije
anoche, lo oyes?... Quiere mucho a Ramn y y a nosotros tus viejos, no nos olvides
Ustedes tambin despidanse (Por Clara y Evaristo, encogidos y juntos.)
PILAR: (Enternecida, besa la diestra de su padre, el rostro de su madre y el de Clara, en
cuya espalda ahoga un sollozo, por ser la nica que sabe de sus congojas,) Hasta maana,
hasta maana
ESCENA VII
DOA REMEDIOS, PILAR, RAMN.
RAMN: (Para quebrar la emocin y el silencio que siguen a la partida de amigos y deudos,
se adelanta a cerrar con tranca y cerrojo el recio portn, y se detiene antes de juntar las
maderas.) Ya el cielo, est azul, madre, y la noche clara; puede que tengamos luna
DOA REMEDIOS: Que sea de miel y muy larga como tanto se lo he pedido a Dios. (A
pilar, para mejorar disimular su desasosiego.) Y deja eso pa maana, que ya shizo noche y
es bueno que descansemos todos Maana alzaremos trastes.
RAMN: Se va ust, madre?

DOA REMEDIOS: (Conmovida) S, ya me voy Ustedes qudense en mi cuarto, del que


no quiero que salgan Van a dormir en mi cama, en la que t naciste, hijo, en la que muri
tu padre, que Dios haya! En la que yo he llorado tu orfand y mi viudez, en la que dormas
conmigo cuando criatura ste es mi regalo pa los dos, se me afigura que durmiendo en
ella sern ms felices, porque nosotros los cuidaremos, tu padre desde onde se halle, y yo
desde mi rincn.
Pilar y Ramn de la mano han ido a ella, mudos y graves.
RAMN: Dios le pague el regalo que nos hace a los dos y todo lo que ha hecho ust
por m!
DOA REMEDIOS: Y ora djenme ir, que se me mojan mis ojos, de gusto ser, porque
hoy todos tenemos questar contentos, hasta nuestros muertos Djenme, djenme!
(por Ramn, que sin desasirse de Pilar besa calladamente la mano materna).
RAMN: Madre, persneme como todas las noches me persina y tambin a sta, que
tambin es hija suya
DOA REMEDIOS: (Para que no vean sus lgrimas, apresuradamente los persigna
desde la puerta del cuarto que fue del mozo)... de nuestros enemigos, lbralos, Seor.
Djenmir, dejenmir, que ya es muy noche!.. (Mutis).
ESCENA VIII
PILAR, RAMN.
Pausa. Por mutuo pudor, los recin casados se distancian en cuanto quedan a solas.
Automticamente, Pilar se encamina al braserillo apagado, y Ramn a la mesa, donde
se sirve un vaso de agua, que no apura: luego va y abre una ventana.
RAMN: (Mirando hacia afuera) No te lo dije?.. Sali la luna! (su luz da de lleno en la
ventana y paulatinamente ir aumentando en intensidad y colndose en la carpintera)
quieres venir a verla?
PILAR: (Huraa y enamorada se le rene) No sientes fro al sereno?
RAMN: Junto a ti, no: lo sientes t junto a m?...
PILAR: (Comprendiendo que su vecindad ha de exaltarle) Quieres tu capote?...
RAMN: (Apasionado) A ti es a quien quiero, Pilar, a ti noms!
PILAR: (Cediendo ruborosa al reclamo) Por Dios, Ramn y si nos oye tu madre?
RAMN: Si nos oyera, se reira y nos dara las espaldas No te me vayas as, junto
a m, pa que t misma oigas como se me salta el corazn

PILAR: (Ya encendida su sangre) Ramn!... Ramn!...


RAMN: (Ms y ms apasionado) As so mirarte, junto a m, entreabiertos tus ojos,
pero divisndome tu boca, hmeda y temblorosa como flor recin cortada Deveras
me parece que sueo!... De miedo a que te escapes, no quisiera tocarte porque yo
no s hablar, no te digo las cosas que se me figura te mereces no quisiera besarte,
porque tiemblo de que mis beses no te sepan a lo que yo quera que te supieran.
PILAR: (Doblegada) Ms quedo, Ramn, ms quedo que nadie vaya a oirnos!
RAMN: (Delirante) De sentir que ya eres ma, que ya ests en mi casa pa siempre,
que tu cuerpo me lo ha dado Dios, hasta que me muera de pensar que en tus ojos
slo yo he de verme, despierto, dormido, hasta es mi agona la cabeza se me va y se
me hiela el cuerpo
PILAR: (Sin resistencia ya, abandnase en los brazos codiciosos del marido) Si yo
hablara como hablas t lo que dira! pero yo no ms s quererte, a ti no ms, a ti
siempre
RAMN: Dmelo otra vez, que eso que me has dicho me suena a msica de iglesia, a
risa de criatura (Transicin frente a lo incierto de nuestro destino) Verd que suceda
lo que suceda, nunca dejars de quererme?
PILAR: Ni aunque t quisieras a otra y por ella a m me abandonars seguira
querindote igual. Puede que ms! S (frente a las negativas de l), porque entonces
no oira esas cosas que me dices, y que me sofocan y quitan la volunt.
RAMN: Dame un beso. Pilar; ya no puedes avergonzarte, no me lo niegues. (Los
esposos se besan largamente, sin ms testigos que el cielo azul y el silencio de la
noche).
PILAR: (vida de haber entrevisto el ave agorera que rasg los aires, aprtase del
esposo, ahogando un grito) La viste, Ramn? la viste?...
RAMN: (Que no vio el vuelo del pjaro) Y qus es lo que he de ver, que has visto
t?...
PILAR. Una lechuza!...
RAMN: Y te ha dado miedo? Djala que pase, pobre animal, no sabes que
despus de la lluvia salen de sus nidos? Apagar la lmpara (la paga) por si vuelve y la
luz la encandila; cerrar la ventana (lo hace; ya estancia queda slo iluminada por la
luz de la luna, y abraza a Pilar, arrinconada y trmula. Transicin) Ests helada, mujer;
ven a acostarte recuerda que maana hay que madrugar.
PILAR: (Amparndose en su hombre) Tengo miedo, Ramn; tengo miedo!...
RAMN: (Risueo) De la lechuza todava? Pues te advierto que pasan noche a
noche.

PILAR: (Presa de irrazonado presentimiento). De la lechuza y de lo que anuncie:


enfermedades, la muerte, que tu cario se me acabe!...
RAMN: (Contagiado, pero intentando sobreponerse a los hados que los acechan.)
Vaya, vaya, fuera miedo, Pilar; mejor piensa en lo felices que vamos a ser, en que a
nadie le hacemos nada con querernos; y maana, ya vers, con el sol vamos a rernos
de tus congojas; correr las maderas, para que ni la luna pueda verte cuando te
metes en la cama
PILAR: No, no cierres, deja que entre la luz, que no veamos negro, y no me dejes sola
Por Dios! , quiero sentirte junto a m (Juntos encaminndose hacia el tlamo maternal,
la estancia alumbrada por luna y por los dbiles aleteos de la lamparilla. De sbito, lo
detiene y aguza el odo) No oyes?...qu ruido es ese?...
RAMN: (Perturbado al dulce contacto de la carne idolatrada, pugna por or) No, no
oigo nada (A poco, sonriente y tranquilizador) Ah! s, ahora s oigo: son las ramas de
los rboles que el aire sacude; ruidos del campo y de la noche, que nadie explica lo
que se oye siempre en la soledad y el silencio
PILAR: (Que no cesa de advertir un rumor confuso y distante, que ir acercndose y
precisndose, para que el pblico tambin lo advierta) No, Ramn, no oye bien!
RAMN: (Descifrando el rumor) Tienes razn, parece ruido de caballos; pero, a estas
horas?... (Distintamente se escuchar tropel de caballos, que ir destacndose por
momentos).
PILAR: (Fuera de s) No hables, Ramn, cllate!... No te muevas!
RAMN: (Rechaza los brazos implorantes, porque el rumor suena ya en los comienzos
de la calleja y avanza, avanza. A media voz) Quita, Pilar, deja ver de qu se trata
sultame, te digo!... te prometo no asomarme, ni hablar si es menester, y ven conmigo
de la mano, pero sin temblar, calladita, eso es (con precauciones entreabre una
vidriera, a tiempo que los caballos han llegado a la altura de la casa) son los Rurales
(en voz muy baja) te digo que s!... y Plcido a la cabeza (Se desprende Pilar, abre
del todo la ventana y se asoma hacia afuera) Plcido!... eres t, hombre? pues qu
pasa?...
PLCIDO: (Desde afuera) Altooo!!!... Nada que el tal Gerardo se alz y se nos ha
largado con los presos
RAMN: Con los presos!... y cuntos sern todos?...
PLCIDO: Abundio y los que vieron cuentan que sern unos veinticinco; pero aunque
fueran doscientos a dnde irn qu yo no los alcance con mis muchachos y nuestros
pencos?... Dicen que slo Gerardo va montado, en el caballo de Policarpo ser; lo tena
en tratos.
RAMN: Y no llevan armas?...

PLCIDO: Que las lleven mejor! pa que se defiendan pero t, qu haces en vela?
Acustate con tu compaera afortunado! y compadcete de los pobres que nos vamos
comiendo los dedos la grulla est aleando!
RAMN:S que hace fresco Entonces no hay cuidados?
PLCIDO: Qu ha de haber?... A la tarde nos vers de vuelta, arreando amarraditos y
por parejas a estos pichones juidos del palomar.
RAMN: Pues muy buena mano Plcido, y hasta la tarde Muchachos, buenas
noches! (La diminuta tropa se aleja y el rumor que produce ahora ir decreciendo. El
carpintero cierra sus ventanas con maderas y todo; luego, se vuelve a Pilar)Lo ves?
ves cmo no era nada? Acostmonos nosotros, que pa noche de bodas, hrsto
quhemos contestado.
Pilar se deja conducir pasivamente, cuando de los interiores sale la voz de la anciana.
DOA REMEDIOS: Qu sucede, Ramn? con quin hablabas?...
RAMN: (Previa seal de inteligencia a Pilar) Con Pilar, madre, que se nos han ido las
horas Durmase ust!
DO[A REMEDIOS: De veras no sucede nada, hijo?...
RAMN: No, seora, duerma sin pena (a Pilar, en voz baja y amante) y nosotros
tambin, Pilar, mi Pilar de mi vida! (Enlazados se encaminan lentamente al lecho
nupcial que los aguarda).
PILAR: (Doblada su cabeza sobre el hombro de su esposo) Tengo miedo, Ramn,
tengo miedo!...
TELN
ACTO SEGUNDO
Ha transcurrido un ao. La misma decoracin del acto primero, aunque con un ambiente de
melancola en seres y cosas. Los bancos de trabajo ocupan su sitio, adecuado a los medios
de la escena, a corta distancia el uno del otro. El braserillo alimenta un fuego precario,
bastante, sin embargo, a que hierva la cola de pegar, que atiende Evaristo. Junto a su
banco, Ramn mustrase atareado con lo que trae entre manos. Ambos hllanse en
mangas de camisa; Ramn luce mandil sucio y basto; Evaristo, un over-all de manufactura
nacional. El oficial est tocado de gorra (cachucha), vieja y ordinaria; el maestro lleva
sombrero de fieltro, ancho de alas, apabullado y pardo por polvos e incurias. Es de da.

ESCENA I
RAMN y EVARISTO.
EVARISTO: (Trabajando en los rayos de una rueda de carreta, cuya llanta reposa
contra el muro, encima de su rueda gemela, tambin maltrecha.) Y ser cierto todo lo
que cuentan?
RAMN: Por qu no ha de serlo?... Ni yo ni t podemos juzgar, porque nunca hemos
visto guerras, t menos que yo, pues eres ms chico pero dicen los que saben, y los
libros de historias, que una guerra es cosa tremenda Al cura le han contado los
horrores que hicieron ayer, al tomar San Francisco con decirte que le prendieron
fuego a la Parroquia y a la casa del portal, pa que se ardieran los papeles del Juzgado
y del Ayuntamiento!...
EVARISTO: Qu barbarid!...
RAMN: Parece que mataron al Presidente del Ayuntamiento y a don Conrado, y que al
Comandante y a sus oficiales los fusilaron, en fro, frente a las tapias del cementerio
Tambin le contaron, que despus de saquear las dos tiendas, jefes y tropa andaban
ebrios, persiguiendo a las muchachas que no ms se oan canciones y gritos
Quieres un cigarro?... (Se juntan y encienden un cigarrillo.)
EVARISTO: No irn a venir por ac?
RAMN: No creo, somos poca cosa; pero si se les ocurriera, todos tendramos que
pararles, pues lo que es Plcido y su gente, por mucho que hagan, no han de poder
son pocos Lentraras t?
EVARISTO: (Con viril entusiasmo, por su juventud y por brbaros atavismos.) Pues no
iba a entrarle!... quin ha de defender a mi viejecita y a mis hermanas?... que me den
con qu
RAMN: (Con reserva.) Yo s que Plcido tiene carabinas y parque l me lo ha
dicho.
EVARISTO: Entonces, ya lestamos dando
Pausa; ambos reanudan su labor.
RAMN: Mejor ser que no le demos, Evaristo Lo que s te digo es que de seguir
como vamos, pronto no habr dinero ni manera de ganarlo ya lo ves; ninguna de las
haciendas que nos ocupan, me llama ahora; sus dueos andan de huida, o escondidos,
muy lejos, por esas Tejas y Nuevayores gringas, como don Felipe, el de La
Quebrada Y las fincas qu tal las han puesto, a ver?... La que no han quemado,

est sin animales; las cosechas arruinadas o camino de la frontera, pa los gringos
tambin Por cierto de la revolucin y del que la haya inventado!... Cuntas
semanas te debo ya?...
EVARISTO: Dos se acabalaron el sbado, y don Abundio me dijo que si no le enseo
los cobres, no me fa ni pa Dios
RAMN: Cmo, ni pa Dios?...
EVARISTO: As me dijo l
RAMN: Pues, anda, aprale a esas ruedas, a ver si al entregarlas nos pagan algo
Yo no quiero dejar esto (por lo que est trabajando), y todava hay pa rato
EVARISTO: Y se puede saber qu es eso, mistro?...
RAMN: (Entre reservado y malicioso.) Esto?... esto es un secreto que si Dios lo
permite, muy pronto dejar de serlo Vaya, te lo dir: es un mueble que se llama cuna.
EVARISTO: Con tan poca madera?
RAMN: Mueble muy indispensable en todas las casas has entendido?...
EVARISTO: La verd, no, patrn.
RAMN: Tampoco es fuerza que entiendas, ya la vers concluida Dale t a las
ruedas!
Evaristo, con la cola humeante, va del braserillo a su banco, y se pone a la obra.
Durante breve espacio, los dos callan y trabajan. Ramn, luego, sin interrumpirse
canturrea.
RAMN: Calcula si le tendr ley, que hasta canto mientras voy hacindola, cuando
quisiera mejor echar maldiciones por lo que nos pasa y por lo que nos aguarda pero
me trago mis maldiciones, pa que Dios no vaya a castigarnos, y a m me deje sin lo que
espero desde hace (cuenta con los dedos) ocho, nueve, diez desde hace once
meses
EVARISTO: Pues qu es lo que aguarda, patrn?
RAMN: Casi nada!... aguardo a un prncipe sabes t lo que es un prncipe?
EVARISTO: Y cmo quiere que yo sepa?...
RAMN: Pues un prncipe, es un rey chiquito
EVARISTO: Y de nde haba de venirle un rey?...
RAMN: Pilar ha de trarmelo (Sonriente ante su ilusin.)
EVARISTO: (Estupefacto, porque no descifra el sencillo enigma.) Pilar!!!... y cmo?
RAMN: Como nos trajeron a ti y a mi como nos traen a todos por un milagro
grandsimo

EVARISTO: (Risueo frente al argumento que va a aducir y que considera


incontestable.) Pero, patrn, si a m ninguno me trajo!... no ve que yo nac en el
pueblo?...
RAMN: Por eso te trajeron burro!... tu madre te trajo, lo mismo que a m la ma
EVARISTO: (Cayendo en la cuenta.) Ah!!!... entonces Pilar ya
RAMN: (Franquendose.) No, todava no es decir quin sabe!... yo supongo que
s no crees que ya sea tiempo, despus de un ao?
EVARISTO: Hasta se me hace que se ha tardado
RAMN: (Angustiado con la demora.) Los mismo a m Y si supieras lo que le hemos
pedido a Dios que nos lo mande, lo que los dos lo ansiamos, lo que a mi madre lo
llama Y el muchacho, que no parece Yo estoy seguro de que ha de venir; pero no
s qu fuera bueno hacer pa que llegara pronto
EVARISTO: (A punto de soltar una enormidad, continese, no obstante, y cual si se
engolfara en su tarea, sin mirar al maestro, murmura a media voz.) Quiera ms a Pilar!
RAMN: (Que slo recoge la frase instintiva y no repara en su brutal alcance.) Ms de
lo que la quiero, no puede ser, Evaristo no te figuras t lo que la quiero puede que
ms que a mi madre!
EVARISTO: (Apurado.) Caray!... vea entonces a la ta Justa y pdale una yerba, no
dicen que las tiene pa todo?...
RAMN: (Con desabrimiento.) Qu brbaro eres!... Justa es una bruja, que slo por
vieja la aguantamos; nos ha dado lstima correrla del pueblo, y que en algn barranco
se la coman los coyotes Que aqu se muera en paz, si puede pa lo que ha de
faltarle!...
EVARISTO: (Corrido.) Entonces, agurdese ms; vale que ni ust ni Pilar son viejos y
cualquier da llega el chamaco
RAMN: Es que la sangre se me quema del tanto aguardar
EVARISTO: (Atrado por el mueble en construccin, ya que ostenta forma definitiva, se
aproxima al maestro.) Y cmo quedar la cuna?...
RAMN: (mustrasela con el doble entusiasmo de autor y de marido que ansa ser
padre) Vers, vers (dibuja una dimensin en la atmsfera), ser tamaa as amplia y
desahogada pa que mhijo patee, y chille, y se mueva a su antojo pa quen las
noches, muy arropadito, duerma a gusto de este lado, Pilar, cantndole y hacindole
los ltimos carios del da del otro lado, yo, mecindolo y mecindolo con mucho
tiento, pa que su sueo no se le espante, pa que no se le borre la risa con que se
habrn cerrado sus ojos, mirndonos a los dos Toda de cedro, huelela! no conoces
el color?... Por fuera ir barnizada con barniz de mueca!, y con molduras, pero no

molduras pegadas, sino entalladas en la misma madera como mueble de rico!... qu


te creas?... Por dentro

ESCENA II
RAMN, EVARISTO, PILAR.
De vuelta del ro, cargada con un hato de ropa recin lavada, Pilar se ha detenido en
los umbrales, encantada y suspensa, al escuchar lo que antecede.
EVARISTO: (Compartiendo la ensoacin del maestro.) Por dentro?...
RAMN: ir tersa y pulida hasta con esmeril, pa que su cuerpo no se lastime, ni sus
manos, ni sus pies, que ya los veo, Evaristo, los veo igual que si por delante los tuviera,
gordos, rosados, juguetones, escapndose de nuestras manos, las mas y las de Pilar,
escapndose de nuestros besos (Transicin.) Cuando sea menester, t me servirs
de testigo
EVARISTO: Y testigo de qu?...
RAMN: De que nadie me comprendes?... de que nadie ni t! me ayud nunca a
ensamblarle una cuaderna, ni siquiera a clavarle un clavo de que yo solo la hice, slo
yo, hoy un pedazo, maana otro, a espaldas de todos, hasta de Pilar, que nada
sospecha ni sabr nada, mientras nuestro hijo no nos anuncie su venida
Conmovida, Pilar ir acercndose quedamente, sin desasir su hato, al grupo del oficial
y del maestro, abstrados con la quimera de que hablan, ms que con la contemplacin
de la cuna inconclusa.
EVARISTO: Y por qu no me da licencia de que y lo ayude?... Me gustara tanto
decrselo al que vendr maana!...
RAMN: Porque como nadie, fuera de Dios, me ha de ayudar a que venga, no quiero
que nadie tampoco me ayude a labrar la cuna que ha de mecerlo Ahora, si no viniera
nunca (entristecido) se la ensear a Pilar, y yo y ella, junto al nido vaco, cuando
nadie nos mire, nos pondremos a arrullar nada, lo que era el sueo de nuestras
pobres vidas, y que Dios no permiti que se realizara
PILAR: (Ya junto a la pareja, siempre enamorada pero ms serena y conforme que el
marido, le echa los brazos al cuello, por la espalda, sin cuidarse del hato de ropa, que

cae a sus pies, informe y prosaico.) Y qu sabes t, qu sabemos nosotros si no ser


mejor para todos, hasta para l (con entonacin alusiva y pdica), que no nos llegue
por ahora?... Djalo donde est, Ramn, que Dios sabe lo que hace
RAMN: (Contrado y agrio porque Pilar ha descubierto sus aoranzas, y la cuna a
medio construir, que procura ocultar con su cuerpo.) T?... y de nde sales?...
desde qu horas estabas aqu?... por qu no hablabas?...
PILAR: Porque ni t ni ste (por Evaristo, que se ha tornado a su banco, en el que finge
desentenderse del dilogo conyugal) me sintieron Estaban distrados hablando de
eso
RAMN: Bueno, bueno entra adentro, y mira si ya comemos
PILAR: (Con dulzura.) Sin ver la cuna?
RAMN: Claro que no!... (Acaricindola.) La vers cuanto te portes bien (transicin)
por qu tan tarde?...
PILAR: Es que despus de lavar me asom al sembradoLa amapola sigue mala
RAMN: (Trabajando, no en la cuna.) Seguro!... y el ternero?
PILAR: Pegado a la ubre, pero sin sacar ni gota.
RAMN: (Iracundo.) Se nos morirn los dos como si lo viera!... Y luego se morirn los
cerdos, y los borregos, y las gallinas Y no levantaremos ni una mazorca Y en un
descuido, tendremos que largarnos de aqu, a buscar el pan quin sabe dnde
EVARISTO: Largarnos nosotros, maistro? y por qu delito? qu tenemos que ver
con la bola ni con el Gobierno?...
PILAR: (Tranquilizadora.) T eres artesano y ellos van contra los ricos quin ha de
perjudicarte?... La Cabecera es pueblo grande, no haban de parar hasta cogerla
qu vendran a buscar aqu?...
RAMN: Lo que tenemos, lo que ellos se figuran que tenemos Yo qu s!...
EVARISTO: (Sacudindose traje y gorra.) Vaya, patrn, no la pinte tan fiera Y con su
licencia, me voy a las tajadas Hasta la tarde, Pilar! (Mutis.)
ESCENA III
RAMN, PILAR; luego, DOA REMEDIOS, renqueando y apoyada en un bastn.
PILAR: Voy a ver la comida (En la puerta tropieza con doa Remedios)
DOA REMEDIOS: Ay, que riuma, hijo, no me deja andar Anda y retira el arroz (A
Pilar, que sale para volver a poco, y que continuar entrando y saliendo con los trastos
y el mantel burdo, hasta no aderezar la mesa en uno de los bancos de trabajo, y
presentarse con la cazuela rebosante y tibia.)

RAMN: (Solcito, ayuda a Doa Remedios a caminar los cuantos pasos que distan de
la puerta del banco, en que la instala en una silla.) Le duele mucho, madre?...
DOA REMEDIOS: Mucho, hijo, desta hecha no vuelvo a ver la ma
PILAR: (Que no cesa de trabajar.) Son los fros, doa Remedios; este invierno tan
crudo
DOA REMEDIOS: Los fros y los aos y puede que tambin las penas.
RAMN: Pues qu le aflige, madre?
DOA REMEDIOS: Te parece poco?... O crees que no me entero, que no te veo sin
trabajo, que no oigo las quejas de todos?... Ni que fuera de piedra Si no te tuviera a ti
y a este ngel que te ha tocado (aprovechando las distracciones de Pilar), le pedira a
Nuestro Seor que me llevara de una vez. (Ante las protestas mudas del matrimonio.)
S, s, que me llevara con l pero me detienes t, me detiene Pilar, me detiene cosas
de vieja! el nieto que no acaban de darme
RAMN: (Entre risueo y mohno) Madre, no miente la soga en casa del horcado
DOA REMEDIOS: T horcado, con la mujer que tienes, honrada, trabajadora y
cariosa Hasta miedo me da, en ocasiones, de verlos tan dichosos, querindose
tanto, de que nos antecoja una desgracia no lo quiera Dios!
RAMN: Madre, no llame a las penas, que ya tenemos hartas!
DOA REMEDIOS: Si no las llamo es que yo s que la dicha dura poco, que es
como lagua, hijo, se nos huye dentre los dedos inter ms lapretamos
PILAR: (Que slo de esto ltimo se percata.) Vamos a comer, madre, sin hablar de esas
cosas, que ya se arreglarn, cuando Dios lo permita.
Se signan y principian a gustar la humilde comida.
ESCENA IV
RAMN, PILAR, DOA REMEDIOS; a poco, DON CIPRIANO y DOA MAGDALENA,
despavoridos y muy maltrechos de pergeo y rostro; las ropas, ajadas y sucias de
polvo y barro de los caminos; en los rostros, pintado un terror inmenso, el que nos
provocan los grandes peligros, cuando milagrosamente nos salvamos a ellos. Apenas
si pueden tenerse en pie; por lo que, al verlos aparecer en el umbral, PILAR y RAMN
vuelan a sostenerlos, llevndolos, luego, en vilo casi, a las dos sillas de tule que
ocupaban ellos. DOA REMEDIOS, por el reuma, no se levanta del todo.

DON CIPRIANO: (Acciona con los brazos, las manos, la cabeza, y tanto pudiera
creerse que da las gracias, como que ahuyenta visiones que todava lo horrorizan.)
Alabado sea Dios!... Cre que nunca llegbamos
RAMN: Pero qu ha sido esto?...
DOA
deshecha

REMEDIOS:
en

llanto,

(A

Pilar,

abrazada

que
la

cintura

acaricia
maciza

a
de

doa
la

moza.)

Magdalena
Sultala,

djamela a m, y anda a prepararle un t de naranjo, pa que se calme (Mutis de Pilar.)


DON CIPRIANO: (A su esposa.) No llores ms, mujer, que me pones el alma en un puo
si ya pas, ya pas todo, ya estamos en salvo, con estos buenos amigos Ramn, por
favor, deme ust un vaso de agua
RAMN: Con azcar?...
DON CIPRIANO: No, no, agua pura (Bebe el vaso que le lleva Ramn.) Muchas gracias,
muchas gracias no poda ya ni hablar.
PILAR: (Enfriando el t con la cucharadilla.) Le ech unas gotas de azahar, doa
Magdalena bbaselo ust (doa Magdalena apura el cordial.)
RAMN: Se siente usted ms animado, don Cipriano?...
DON CIPRIANO: S, Ramn, s me siento mejor Y t hija? (por doa Magdalena),
cmo ests?... Ustedes, acaben de comer, que los hemos interrumpido.
RAMN: A condicin de que tomen algo con nosotros, verdad madre?
DOA REMEDIOS: Por supuesto que s, vienen desfallecidos mira qu les das, Pilar
DON CIPRIANO: Pues s que aceptamos, que desde anoche no probamos bocado
(Sintanse junto al banco y comparten el yantar, Ramn atiende a don Cipriano, y doa
Remedios y Pilar, a doa Magdalena.) Ay, doa Remedios, qu pesadilla qu pesadilla,
Ramn!
RAMN: Cuente ust, seor Encinar, cuntenos lo que ha sido
DON CIPRIANO: (Despus de enjuagarse los labios y de encender con Ramn un cigarrillo,
comienza su narracin, vctima siempre de gran terror que, ir denuncindose en el
ademn y la palabra.) Desde que supimos la toma sucesiva de Encarnacin y de Lagos,
nos imaginamos que corramos gran riesgo, y que antes de seguir a Silao habran de visitar
nuestro pobre San Francisco Menguados eran nuestros elementos de defensa, y hasta se
pens en una rendicin, para ablandarlos
RAMN: Tan fuertes vienen?
DON CIPRIANO: De fuertes, no s; de endemoniados, s que lo spe. Ya anteayer, supimos
de cierto que San Francisco sera atacado en cualquier momento; y supimos tambin, que
los revolucionarios venan haciendo de las suyas
RAMN: Dispense, seor Encinar; pero, cules son las suyas?

DON CIPRIANO: Horrores, amigo Ramn, los peores horrores!... Con esa pldora e el
cuerpo, principiaron los preparativos de la defensa: bravatas de los militares, miedos
inequvocos de las autoridades, mucho cabildear de comerciantes y mucho salir de
carruajes, con los pudientes. Yo, que no soy de armas tomar, con muchsimo miedo, se lo
confieso a ustedes; aunque lo que yo me deca, lo que le deca a sta (por doa
Magdalena), qu poda yo temer, siendo cual soy un viejo, notario y juez del Estado Civil?
Qu responsabilidades habran de deducirme, ni por qu? Por haber extendido
escrituras? Por haber levantado actas de defuncin y actas de matrimonio?
RAMN: y sin embargo?...
DON CIPRIANO: Vern ustedesLos rumores eran espeluznantes: que si no daban
cuartel; que si en todas partes entraban a sangre y fuego; que Y vuelta a pensar, que a m
nada iban a hacerme; vuelta a examinar mi conciencia As las cosas, amaneci el da de
ayer Qu angustia!... A qu hora vendrn? Por dnde? Qu si pasaran de largo?... Y
carreras, cierre de tiendas, despedidas Cuando, a eso de las tres de la tarde ay, seores
de mi alma!...
DOA REMEDIOS: Jess, Mara y Jos!...
DON CIPRIANO: Comenz el tiroteouna granizada de balas que, al pronto, retumban
lejos, sordasluego, ms cerca a cada instante, hasta que empezaron a romper los vidrios
de las ventanas, a rebotar en las piedras, a silbar por las calles Todava las oigo
(tapndose los odos y cerrando los ojos), les aseguro que las oigo, que seguir oyndolas
muchos aos.
RAMN: nimo, seor Encinar, que aqu no corren riesgo!...
DON CIPRIANO: Aqu y en todas partes, Ramn; esto es el fin del mundo
DOA REMEDIOS: Tambin aqu?... loyes, ramn?... lo ves, Pilar?...
DON CIPRIANO: (que, alucinando, sigue viendo los sucesos y no pude dejar de narrarlos.)
Despus de que se generaliz el tiroteo, la desmoralizacin, amigos mos, la
desmoralizacin nos gan a todos veamos caer a los heridos, correr a los soldados
oamos quejas, lamentos, creo que hasta estertores!... Nosotros, esta pobrecita (por doa
Magdalena, que ni se mueve ni chista) y yo, escondidos en los ltimos cuartos de la casa,
resignados a lo peor, a que una bala perdida nos matara ya no rezbamos, no, mudos,
trmulos, creamos que por momentos la casa se nos vendra abajo verd, hija?... (a
doa Magdalena, que asiente y solloza.)
PILAR: Y cmo pudieron salir?... Por qu salieron?
DON CIPRIANO: Qu, por qu salimos? Porque no s quin nos grit desde los fondos de
la casa: Corra, don Cipriano, corra que ya entraron y van a fusilar a todos!... Salten la
barda, pronto, pronto!... Qu, cmo pudimos salir? Ni yo mismo lo s, Pilar, ni yo mismo lo
s Suban de la calle gritos, silbidos, insolencias; oamos correr de caballos, de gentes;

rodar de cosas pesadas y grandes, como mquinas, de vez en cuando tiros, siempre
tiros!... (Con sarcstico asombro) y lo creern ustedes?, vivas a la libertad, vivas a
Mxico!
DOA REMEDIOS: ste es un castigo, seor Encinar, un castigo del Cielo!
DON CIPRIANO: Eso opino yo, doa Remedios De sbito, ya anochecido, repiques en la
Parroquia, re-pi-ques!... y unas enormes llamaradas, intermitentes que partan de la Plaza,
y se metan en las casas, u alumbraban las calles Seguan ansindome: Ande, don
Cipriano, que no hay tiempo!... por aqu, por aqu!... Y sacando fuerzas de flaqueza, sin
hablar una palabra, cargu a Magdalena, que mrenle las manos (doa Magdalena las
muestra, y las mujeres se las examinan en medio a callados aspavientos), la sub hasta los
filos de la barda, donde la vi que, primero vacilaba y luego desapareca del otro lado Qu
angustia, amigos mos!... En seguida, trep yo, con los codos, con las rodillas, con el
alma!... y me dej caer
DOA REMEDIOS y PILAR: (Aliviadas de congoja.) Gracias a Dios!
RAMN: Quin los libertaba?...
DON CIPRIANO: Un vecino caritativo. Y desde esas horas, que seran las ocho, ah nos
tienen ustedes camina y camina cayendo, levantando, en lo oscuro, en pleno campo, a
cada instante con menos alientos, sin hablarnos, sin poder llorar porque la tristeza nos
apretaba la garganta Hacia atrs, los gritos los oyes, las canciones, se iban apagando: los
tiros, a esa distancia, parecan cohetes de alegra; el resplandor del incendio, pareca una
aurora, un amanecer de da de fiesta, que las campanas de la Parroquia saludaran
(conmovido) nuestra pobre casa, en la que se ha pasado nuestra vida honrada y quieta,
nuestros muebles, mis libros, las macetas que sta cuidaba (por doa Magdalena, que llora
sin consuelo) con sus manos sin mancha, abandonada, saqueada, incendiada, todo perdido
para siempre
RAMN: (Que no se halla menos conmovido.) Vaya, seor Encinar, pa cundo se hizo el
valor?...
DON CIPRIANO: (Anonadado.) Delante de nosotros, la noche negra, el cielo negro, la tierra
negra hurfanos siendo anciano perseguidos por la matanza y por el odio transidos
de fro, transidos de debilidad, transidos de hambre
RAMN: (Con viva ansiedad.) nde les amaneci?
DON CIPRIANO: Ms ac de los fresnos, junto al ro
RAMN: (Con artificiales arrestos.) Pues nada, nada, a descansar hasta maana, y a
olvidar lo sufrido Pobres de ustedes!
DOA REMEDIOS: (Con entonacin de verdad, de las que suelen formular las personas
que han vivido mucho.) Es lo que yo digo, Seor, es lo que yo digo: si todava los que nos

hacen sufrir tanto, fueran extraos, de otra tierra u de otra sangre, santo y bueno; pero
siendo como son, nuestros hermanos, es cosa que a m no me cabe en el juicio
DON CIPRIANO: Siempre fue Can ms cruel que los extraos, doa Remedios
RAMN: Perdnelos, seor Encinar, que ms lo ha menester el matador que el matado!
PILAR: (Secndose sus ojos.) Voy a alistarles la cama (Falso mutis.)
DON CIPRIANO: Un momento!... Preferira dejarles aqu a Magdalena, y yo irme a
DOA MAGDALENA: Si t te vas, yo me voy contigo, a donde sea, y lo que haya de
sucedernos, que nos suceda juntos
DON CIPRIANO: Pero, hija, reflexiona en que
DOA MAGDALENA: Juntos, juntos, te lo dije al salir
RAMN: Tiene razn, seor Encinar, no insista ust Y ahora, a dormir, llvalos t, Pilar, al
cuarto de madre Ust (por doa remedios) se volver esta noche a su antigua cama, y
nosotros nosotros nos arreglaremos de cualquier modo, vale que aqu no hemos de tener
gresca.
ESCENA V
Dichos, y ABUNDIO y EVARISTO, que muy agitados, penetran bruscamente.
EVARISTO: Ah vienen ya, maistro!...
Estupor general y profundo, todos han entendido.
RAMN: (Acercndoseles apresurado.) Quin lo dice?...
ABUNDIO: (Accionando descompasadamente.) Uno de los escuchas que tena Plcido
apostado en el cerro.
DOA MAGDALENA: Lo oye usted Remedios? Lo oye usted?
PILAR: (Sinceramente valerosa) No se asuste ust, doa Magdalena, vendrn para irse
luego, en cuanto vean que de aqu no sacan nada
RAMN: (Inquieto a pesar suyo, ms por lo que teme que por lo que ha escuchado) Y
nde est Plcido?
ABUNDIO: Ahora mismo vendr, de paso primero iba al cuartel.
DOA MAGDALENA: Por lo que ms quieran, doa Remedios, ocltennos donde no
puedan vernos
Pausa el desasosiego se ha apoderado de ellos: Ramn, medita; don Cipriano, abraza a
doa Magdalena, a punto de sentirse mal; Abundio y Evaristo, animadamente cuchichean;
doa Remedios, conforme frente a lo inevitable, clava la cabeza en su pecho: Pilar,
brillantes los ojos, sumisa y pronta a obedecerlo sin observaciones, contempla a su hombre.
En esta escena y hasta la conclusin del acto, aunque los personajes frisen en el
paroxismo, lejos de alzar el tono de voz o de exagerar ademanes y movimientos, sern muy

sobrios en stos, y slo hablarn rona y sordamente como que se juegan la vida, y el
peligro gravsimo llama a la puerta. Se avecinan la horas trgicas!
RAMN: (Que se domina y hace cargo de lo crtico de la situacin.) Calma, calma,
un momento de calma!... T Pilar, llvate a madre y a los seores (por el matrimonio
Encinar) hasta la pieza del corral, y mira que nada les falte que Evaristo se vaya contigo,
y que atranque la puerta grande Vyanse tranquilos, seor Encinar vaya ust sin miedo
madre, que esto no ha de ser nada llvenla t y Evaristo despacio, despacio Y
vuelvan en seguida t y l
DOA REMEDIOS: (Cuando Ramn la ayuda a levantarse, casi al odo.) T
tambin, vas a pelear con tus hermanos?...
RAMN: (En idntico tono.) No lo permita Dios!... Yo slo voy a defender al pueblo,
a defenderlas a ustedes, madre, que son lnico que tengo en el mundo
Es tan imponente esa partida de doa Remedios a quien sostienen de las axilas Pilar y
Evaristo y de los otros ancianos, sostenindose el uno al otro, rumbo a la ocultacin,
pavura y la vigilia, que Abundio, instintivamente, se descubre a su paso angustioso y
tardo
ESCENA VI
RAMN y ABUNDIO callan hasta no verlos desaparecer 2da. izquierda.
ABUNDIO: (Para disimular su turbacin.) Me caso con la Biblia, corcho! Parece mentira
que ocurran estas cosas!... Y todo,

por qu, vamos a ver, por qu? Desde luego,

Ramoncito, que vosotros contis conmigo, pa lo que sea, eso es!


RAMN: (Grave y afectuosamente imperioso.) No, Abundio, no puede ser ust corre ms
riesgo que nosotros.
ABUNDIO: (Echndolo a broma.) Por ms gordo ser todo depende del sitio en que me
coloquen de no ser eso, no doy con la causa.
RAMN: Porque ust es espaol, y porque tiene tienda y dinero.
ABUNDIO: (Asombrado y herido en su amor patrio.) Qu ests diciendo?...
RAMN: (Violento frente al huir de los minutos.) Lo que oye ust, Abundio ust y el cura
estn peor que nosotros Estos amigos vienen pegando recio!... Vaya ust y cierre su
tienda, lo mejor que sepa, para que las puertas aguanten; entierre ust lo que ms valga y
lo que ms quiera; squese la plata que tenga, y lrguese a caballo por el camino de
Silao Un gran favor le pido, Abundio: llvese a don Feliciano, aunque l no quiera,
llveselo a fuerzas, en ancas, si l no tiene bestia Me lo promete?... Como los

hombres?... Y le pica a su penco, que don Feliciano lintelige y se agarra (Ante los
asentimientos del ibero.) Me promete que lo har?...
ABUNDIO: (Abrazndolo.) Como los hombres te lo prometo eres un mozo de oro!
RAMN: (Empujndolo hasta fuera de la puerta de la calle.) Pues aprele, entonces,
Abundio, que pa luego es tarde (Mutis de Abundio)
ESCENA VII
Al volverse, RAMN se encuentra ya con PILAR y EVARISTO. De la calle principia a entrar
el rumor confuso y apagado de catstrofe: cierre de puertas, llamamiento a deudos, huir de
apocados: la nueva siniestra ha cundido entre los pobladores del villorrio.
RAMN (A Evaristo.) T, vete volando y mira cmo dejas a tus gentes, sin decirles a lo que
vamos aqu te aguardo! De pasada, diles a don Ignacio y doa Cruz que no salgan ni le
abran a nadie que no tengan cuidado por sta (Sealando a Pilar), ni por nosotros
anda!
Mutis de Evaristo, obediente y resuelto.
ESCENA VIII
RAMN y PILAR; luego; PLCIDO, armado de carabina y seguido de rurales y mozos de
pueblo, EVARISTO entre ellos, todos armados de rifle, que se quedarn entre la puerta y la
calle, de manera que el pblico los vea, en apretado grupo revuelto y rumoroso.
PILAR: (Con ostensible fortaleza, mitad sincera y mitad ficticia. Todo el parlamento de
ambos tiene mucho de solemne y definitivo.) Ya lo pensaste bien?...
RAMN (Yendo a ella y asindola de las manos, como en un comienzo de tcita
despedida.) Es cosa resuelta, un compromiso contrado entre todos!... Se requema la
sangre de calcular que vienen hasta ac, a este pobre rincn sin culpa, que con nadie se ha
metido

Hemos de consentir que nos maltrate, que tal vez nos acaben?...

Si les

corremos, si fuera fcil cargar con ustedes las mujeres, con los viejos, con los chicos, nos
perseguirn con ms ganas Sobre todo, paonde corremos? nde pararamos? Qu
sera de nuestras casas y nuestros trebejos?... Verd que estamos en lo justo?...
PILAR: (tnicamente sumisa, sexualmente sumisa, amantemente sumisa) Lo haces t, y
bien hecho est; yo qu he de decirte?... Pero
RAMN: S, ya s lo que vas a decirme: y si me matan?... Si me mataran, que todo puede
ser, con que t me sigas queriendo, despus de muerto; con que no te le apartes a mi

madre, se me figura que hasta de all te seguira besando y pidiendo por ti, como ora y
siempre he pedido y te he besado (al ir a besarla, Pilar, vencida de dolor, no puede
reprimir sus lgrimas) pero, qu te pasa, mujer, ests llorando?... t ests llorando?...
PILAR: (Abnegada, realiza esfuerzo para reprimirse.) No, si no lloro por m se me saltaron
las lgrimas de pensar en tu madre, en lo que sera de ella si no volviera a verte pero ya
pas, mrame (mostrndole el rostro en el que aparecen, confundidas, huellas de llanto
incontenible y de una adoracin todava ms incontenible todava), ya no hay nada (y le
ofrece su boca hmeda, palpitante, entreabierta, y le pone sus manos en los hombros.)
RAMN: (Idoltrico, la besa en los labios y en los ojos.) Pilar, mi Pilar, bendita seas!... De
veras, tanto me quieres?...
PILAR: (Con mayor solemnidad que antes.) Yo misma no s cuanto!... (Desligndose del
cerco de sus brazos.) Mira, te lo dije una vez y te lo repetir siempre te acuerdas
cundo?... junto a esa ventana, pronto har un ao, la noche de nuestro casamiento
solos t y yo que aunque quieras a otra, aunque por esa otra me abandonaras!, yo
seguir querindote, y nunca dejar de quererte, suceda lo que suceda
RAMN: (Que cobra nuevos bros con la dulce promesa.) Entonces, Pilar, yo te juro que
desta hecha no me matan, vers cmo no, vers cmo vuelvo sin un rasguo Y pa que
yo no me acobarde, bbete tus lgrimas, anda que te vea yo rer como me gusta que te
ras (Quiere besarla una segunda vez, pero se detiene a medio camino, porque junto con
el rumor del tropel que se acerca, penetran en el taller, muy agitados, Plcido y Evaristo.
Los esposos sofocan lo apasionado de su coloquio, y vuelven a ser, instantneamente y
debido a los extraos que ahora los contemplan, lo que son nuestros humildes, aunque
mucho se amen: hura huraos, castos, reconcentrados.)
PLCIDO: (Contrariado de tropezar con Pilar.) Pues qu, Pilarcita sabe?...
RAMN: Pilar es mi mujer, Plcido, y sabe todo lo que yo hago A nuestro negocio,
cuntos seremos por fin?...
PLCIDO: Entre mis muchachos y ustedes, somos unos cuarenta o no, Evaristo?
EVARISTO: Treinta y ocho, no ms, don Plcido; Longinos sigue con fros, y Lucio se nos
volvi relojo
PLCIDO: Vmonos, Ramn, vmonos, que se nos meten Ah afuera te darn tu rifle y
tus tiros no alcanzaron ms que a dos paradas cada uno Hay que cuidarlos y apuntar
con pulso
RAMN: Los cuidaremos (Vulvese a Pilar, tan estoicamente serena como l mismo.)
Coque, ya volvemos, Pilar (Y sale, sin estrecharle la mano siquiera, sin otro contacto que
el irreal de la mirada honda y larga que entrambos se dirigen. La de Pilar, como una
armadura, lo ha envuelto todo, de pies a cabeza, y aun lo sigue y ampara fuera del hogar
inviolado y casto, dentro del que ella permaneces inmvil y rgida.)

PLCIDO: (Casi aparte.) Aunque yo creo que ganaremos, Pilarcita, chenos un Salve que
no viene mal nunca.
EVARISTO: (Inconsciente en sus veinte aos, de que se encamina a la muerte.) Y qu
diras si fuera yo volviendo de general?...
LOS DE AFUERA: (En conjunto y con entonaciones varias.) Buenas tardes, Pilarcita!...
Adis, Pilar!... (Mutis.)
ESCENA IX
Toda esta escena es muda, de gran drama. Hllase Pilar tan emocionada, que no ha podido
responder palabra a ninguna de las despedidas. A unos, contest con la cabeza, que oscila
sin medida ni ritmo; a otros, con sus manos temblorosas y exanges, plidas como
azucenas; y a los restantes, con mueca que quiso ser sonrisa, y con una mirada de infinita
angustia, de entraable cario repentino hacia ese puado de hermanos suyos, entre los
que naci y creci, sin sospecharse que los amara tanto. Ahora los descubre, cuando a
muchos de ellos ya no podr demostrrselo jams, porque no ha de volver a verlos vivos, a
hablarles como antao, a saber de sus alegras y de sus penas. Y en el terciopelo de sus
ojos, desorbitados y ungidos de lgrimas que no tardarn en caer, para en seguida subir
evaporadas quien sabe a dnde, los contempla largamente en esa su caliente y voluntaria
peregrinacin rumbo a la sangre y a la muerte
Apenas se han marchado, ella recupera la libertad de sus movimientos, y
desatentada, corre a la puerta, a fin de seguir acompandolos y defendindolos con su
mirar y sus conjuros mentales, por que nada siniestro les ocurra a Ramn menos que a
nadie! que se lleva consigo su alma dolorida y enamorada Al propsito de que el sol de la
tarde, con sus resplandores insensibles, no le estorbe el mirarlos unos instantes ms, se
coloca una de sus manos sobre los ojos, hasta que los meandros y declives de la ancha
carretera se los borran de su vista.
Cuando ya slo vislumbra la polvareda que van levantando en su marcha
desordenada y premiosa, vuelve a los medios del taller, que, de pronto, examina con
extraeza, desde los ladrillos del piso hasta las vigas del techo, cual si no se lo supiese de
memoria Su primer impulso es ir y arrodillarse frente al Divino Rostro, cuya lamparilla
parpadea como la flama de vida de un agonizante; mas en el preciso momento en que sus
rodillas se doblan sobre el suelo, lejanos y roncos yense los primeros disparos
Todas las detonaciones que a partir de aqu han de escucharse, harnse de manera
que no resulten con sonoridad exagerada, sino sofocadas y suaves lo ms posible; que no
molesten el odo del pblico. Esto se recomienda especialsimamente al director de escena
y al segundo apunte.

La oracin se ahoga a flor de labio, y el ademn, para signarse, brrase en los


aires
HABLADO: (Al incorporarse y llegar hasta la puerta de la calle, que no transpone,
porque el tiroteo ha venido aumentando en intensidad y frecuencia.) Ya!... Slvamelo, Dios
mo!... Slvalos a todos!...
El tiroteo nutrido contina siempre lejano, siempre ronco. La congoja de Pilar no
tiene lmite; hay mucho de automatismo en sus acciones y movimientos; maquinalmente, va
y viene, en inconsciencia plena, y as, cierra apresurada la puerta y madera de las dos
ventanas; pero la asusta la obscuridad momentnea que se aduea de la estancia el
atardecer, apacible, ha ido envolviendo al pueblo, y torna a abrir aqullas, hasta sus
vidrieras; ora va y pega el odo a la puerta segunda izquierda, por la que salieron los
Encinar y doa Remedios; ora, se tapa sus odos con entrambas manos, para no escuchar
las detonaciones, que se le clavan, como espadas, en la mitad del pecho; luego, sin darse
cabal cuenta, se encarama en el tlamo, y apresurada de un soplo, apaga la lamparilla
votiva y mustia; y por remate, va a apoyarse en el banco de trabajo del esposo en peligro,
clavando la mirada candente de sus ojos resecos, en esas misteriosas lejanas que
divisamos todos en las horas supremas... Sus manos, inquietas, que ahuyentan visiones y
horrores, psanse de sbito en la cuna inconclusa, que ya tiene forma, sin embargo a su
contacto, readquiere el sentido de lo real; complacientemente la palpa y registra, y frente a
las evocaciones que le provoca, todo su ser moral experimenta honda impresin, se pone a
mecerla, suavemente, escudriando sus interiores an vacos, y sus entraas de madre,
enfermas de nostalgias de hijo, le acarrean el equilibrio mental, las lgrimas dulcsimas que
le manan al cabo de sus ojos recin despavoridos Su hijo, el esperado, vendr; su carne
y su corazn le susurran que vendr Y abrazada a la cuna, echada encima de ella, su
cuerpo sacdese por los sollozos bienhechores; ya no le importa que, empujados por sus
pasiones mezquinas, se maten los hombres!...
El tiroteo ha venido disminuyendo ms cada vez; se oyen los escasos disparos a
grandes intervalos y esa misma intermitencia le rompe el ensueo a la anunciacin Se
yergue, pone en cobro la cuna, como si corriera el riesgo de perderse, y para el odo
Quines venceran?... Su corazn parece que fuera a saltrsele, y para atajar la
tempestad de sus palpitaciones, le pone encima sus dos manos Ya no tiran siente la
boca seca se alisa el cabello revuelto, y tambaleante se aproxima a la puerta
escucha pasan fugitivos en loca carrera se oye cmo dicen: AH VIENEN! AH
VIENEN!... Y de improviso llaman tmidamente.
AFUERA: Abra usted, Pilarcito, por el amor de Dios, abra usted!...
ESCENA X

PILAR, RAMN, medio desmayado y sostenido por dos vecinos.


PILAR: (Toda trmula, con trabajos, acierta a franquear la entrada, y al advertir el
estado que traen Ramn, sangrante, sin sentido, con una pierna destrozada, no se
abandona a la pena, antes se le enfrenta, y con serenidad artificial, reuniendo los pocos
alientos que le quedan, se apresta a atender al esposo amorosamente. Precede al cortejo,
y a la carrera alista, con las almohadas y cobertores de la cama, con sillas y cajas vacas,
una yacija de emergencia en la que, sin lastimarlo mayormente, instalan al herido,
preguntando ella en voz muy baja. ) Muerto?...
UN VECINO: No, Pilarcito, no Muy mal herido
PILAR:(Que ha comenzado a entreabrirle las ropas desgarradas y sucias, y a
palparlo con delicadezas de enfermera.) Dnde? Dnde?...
OTRO VECINO: En el cuerpo, no sabemos nde La sangre es de la pierna, y ya
se la vendamos con lo que pudimos, luego que cay con sus brazos abiertos
UN VECINO: Y ya nos vamos Pilarcito, pa que no nos cojan
PILAR: (Que despus de haber descubierto la herida horrible, malditamente
vendada, se levanta y busca con qu curarla.) Vyanse, s, corran, escndanse donde
puedan, y que Dios les pague la carid que han hecho
Los dos vecinos contestan con las manos, con movimientos de cabeza, con los
hombros que suben y bajan, que no hay de qu, que lo sienten mucho, que ya se van Y
se van, en efecto, uno a uno, asomndose a la calle antes de emprender la huida, y
olvidndose de cerrar tras de s.
Pilar, que tambin olvdase de cerrar, no pierde el tiempo; con diligencia de hembra
hacendosa, arrima a las brasas un puchero de agua; toma del banco el vinagre de la
comida y de la cmoda de la alcoba una toalla limpia; rasga una sbana para vendajes, y
vierte en un vaso agua y gotas de aguardiente; por ltimo asea una bandeja, y ya provista
torna a su herido, a cuya vera se arrodilla. De hinojos, lmpiale su rostro, le humedece las
sienes, le abre los labios para que el cordial pase por ellos.
RAMN: (Comienza a abrir los ojos que se cerraron en el fragor del combate y no
se explica la proximidad del semblante adorado; habla con esfuerzo y trabajo.) Por qu
has venido?... No te dije que yo haba de regresar?... Apenas si te veo, Pilar, que ya te
fuiste?...
PILAR: (Que le ha acomodado la cabeza en su regazo, muy inclinada sobre l.) No,
hombre, no me he ido, aqu estoy contigo, sino que ya es noche Quieres que
encienda?...
RAMN: (Medio inconsciente an.) S, pa verte, pa que me expliques Ya se
acab?...

PILAR: (Enciende de prisa la lmpara que pende del techo.) Todo se ha acabado,
Ramn, y t ests ya en tu casa conmigo!... (De nuevo se lo instala en su regazo) Te
duele, verd?...
RAMN: (intenta incorporarse, pero el dolor y la debilidad lo derriban.) Nos pegaron,
Pilar, nos han hecho pedazos, eran muchos Qu va a ser de nosotros?...
PILAR: (Por reanimarlo, aunque en el fondo la atenacean sus aprensiones.) De
nosotros?... Pues, nada, que sanars y volvers a trabajar
RAMN: (Ya despierto del todo.) No, Pilar, no no me han de perdonar Yo
tambin he matado qu horror!..., he matado a muchos de ellos Nos matarn, a nosotros
los hombres, quemarn el pueblo (Exaltado) Llama a mi madre!... Tremela quiero
verla necesito hablarle (Prodcese, fuera, rumor lejano e impreciso.) No oyes nada?...
PILAR: (Acaricindolo como a un chiquillo, a pesar de sus inquietudes.) S, oigo
ruidos pero qu nos importan?... Lo que ahora urge es curarte, que te alivies
RAMN: (En nueva lucha con el sopor que otra vez va vencindolo.) Llama a mi
madre, corre, que vuelve a ganarme el sueo No, si no es sueo. Es que siento que me
voy, Pilar; dame la mano veo luces, hartas luces, ya no te veo bien Muri Plcido, y a
Evaristo lo mataron junto a m no te lo haba dicho?...
Ramn, por el vrtigo que le amaga, y Pilar porque ha reconcentrado toda su
atencin en las palabras entrecortadas de su esposo, no se percatan de que el rumor lejano
ya resuena ahora junto a sus ventanas Y de improviso entran en el taller varios soldados
revolucionarios con sus rifles tendidos.

ESCENA XI
RAMN, PILAR, un grupo de soldados, y a la zaga de stos GERARDO, con insignias de
coronel y ligeramente ebrio, pero no titubeante. En las afueras aumenta el ruido: gritos,
silbidos, denuestos, risotadas Es la horda, la horda triunfante, sin rey ni ley, que
atropelladamente va desfilando, que va a saciar en gente indefensa e inerme sus apetitos y
ansias bestiales.
SOLDADOS: Dnse o se mueren!...
PILAR: (Demudada por la sorpresa y por la ira que la sigue, vulvese a los soldados, y con
sus brazos, con su cuerpo ntegro, pretende cubrir a Ramn, a quien el inesperado
tumulto medio lo despierta. La voz de Pilar se oye velada y ronca, quisiera que su
herido no se enterara.) Y qu ms dados no quieren?... Qu buscan aqu?...

RAMN: (Pugnado por acabar de despejarse.) Con quin hablas, Pilar?... Ya vino mi
madre?...
GERARDO: (Entrando) Arriba esos rifles, y a cuidar las puertas! Echarles llave Aqu no
entra nadie, lo que se llama nadie (Con algo de emocin.) Buenas noches, Pilar
Los soldados, obedientes, levantan sus armas y se apostan en las diversas entradas del
taller.
PILAR: (Sonriente, la ilusin la ha rozado con sus alas: si Gerardo manda a esas fieras, ni a
Ramn ni a ella les harn dao alguno.) T, Gerardo? Y por qu vienes con
ellos?... (Turbacin de Gerardo.)
RAMN (Ms y ms despierto.) Pero con quin hablas, Pilar, quin es?...
PILAR: Es Gerardo, hombre Ya no lo conoces?...
RAMN: (Con asombro manifiesto y tratando de incorporarse para ver mejor en la media luz
de la estancia.) Gerardo el de ac?... Y cmo ha venido?... Ya le dijiste lo que le
ha sucedido al pueblo? (Gerardo, con mayor turbacin, no sabe qu actitud tomar ni
cmo responder.)
PILAR: (Asida al ltimo jirn de su esperanza.) Pues es verd (A Gerardo) Por qu tienes
ese traje, Gerardo? por qu te obedecen?...
GERARDO (Decidindose.) Porque soy coronel, y porque los mando en jefe
RAMN: (De nuevo presa del vrtigo.) Qu dice?...
PILAR: (Desentendindose de la pregunta de su esposo) Pero t no habrs mandado esta
pelea, ni que tiraran contra tus hermanos, contra mi Ramn de mi alma?... T no,
verd Gerardo?...
RAMN: (Muy inquieto dentro de la pesadez de su desmayo.) Qu le dices t? qu es lo
que estn hablando?...
GERARDO: (Sin freno ya, por el alcohol que an no se evapora, y por la pasin tanto tiempo
contenida.) S, yo he hecho eso, y muchas cosas ms; algunas malas, como sta;
otras, buenas
PILAR: (Escrutndolo, severa.) Y por qu?...
GERARDO: (En quien asoma el sectario.) Lo que hice en otras partes, fue por viejos anhelos
de reivindicaciones para nosotros, los postergados Y lo que he hecho en este
rincn que quiero tanto, ha sido por ti slo por ti!...
RAMN: (Dominado por su letargo.) Habla claro, Gerardo, que no entiendo lo que dices
GERARDO: (Implorante, mientras Pilar se cubre sus ojos para no verlo.) Y todava si t
quisieras si t lo quisieras! Ahora mismo se acaba esto, y me llevo a mi gente a
donde hace ms falta El pueblo, por pequeo y pobre, no figuraba en nuestra

lista Me lo han regalado, a pedido mo, fjate! Puedo quemarlo, arrasarlo,


enterrarlo en sus propias cenizas.
PILAR: (Despus de ver a Ramn en plena inconsciencia, y de acomodarlo cuidadosamente,
se alza y acerca a Gerardo, con las manos tendidas, en prenda de paz.) Pero yo que
te conozco, s que no hars nada de eso que dices; no eres ningn criminal, y has
de volver al buen camino Dime, pues, qu he de hacer para que t te vayas y te
lleves a tu gente qu quieres que haga?
GERARDO: (Que interpreta torcidamente la actitud de Pilar, y se afianza de sus manos, con
manifiestos propsitos de aduearse de toda ella.) Vente conmigo, y se acab
todo
PILAR: (Lo rechaza ofendida.) Que me vaya contigo!... ests loco?...
GERARDO: (Sumisamente.) Pinsalo, Pilar!... (Bajando la voz para que los soldados no lo
sientan.) Mira, por ti, renuncio a todo si te vas conmigo, deserto, dejar de hacer lo
que hago nos iremos adonde nadie nos conozca, a los Estados Unidos, vaya
tengo unos pesos Yo te adorar, como ni se (apuntando hacia Ramn inmvil) a
quien t quieres tanto, te quiso jams ser como tu esclavo, me conformar con ir
besando las huellas de tus pasos consientes?...
PILAR: (Dominando sus iras, por temor a mayores e inminentes daos.) Slo porque veo que
no ests en ti te he dejado acabar pero, oye lo que te digo: como t me prometes
que me adoraras, as yo adoro a Ramn, desde que mi corazn supo lo que era
adorar. (Ante la rabia de Gerardo.) No te amohnes, no, si ya lo sabas, si sabes de
memoria que es en balde que me prometas nada pa qu me haces hablar?...
GERARDO: (Con furor reconcentrado.) Repara en que estoy rogndote, en que estoy
humillndome (En las afueras persiste el flujo y reflujo de la horda; se escucha su
vocero, gritos aguardentosos de Viva mi coronel Monclova! viva Mxico!) Oye
esos gritos, piensa en que puedo tomarme por mi mano lo que tan humilde te pido
(medio desenfundando el revlver) piensa en que podra dejarte viuda, en este
instante, sin que nadie me hiciera nada
PILAR: (Desalada, corre a defender con su cuerpo el de su esposo.) No, Gerardo, por
Dios!...
GERARDO: (Volviendo a guardar el arma.) Pero si no quiero hacerlo ya tiene bastante con
sus heridas, que se le agusanarn, como a todos.
PILAR: (Aterrorizada.) Cllate, Gerardo, cllate!... djame que en paz yo lo cure y lo alivie.
GERARDO: (Exasperado) Eso no!... Por ti vine, y sin ti no me voy, de grado o por fuerza
escoge!
PILAR: (Que se ve irremisiblemente perdida, se levanta resuelta y rpida.) Pues no ser te
juro que no ser!... (Y se encamina al banco de trabajo de su esposo, donde,

confundidos con los trastos de la comida humilde, reverberan los filosos aceros de la
herramienta que gana el pan familiar.)
GERARDO: (Subyugado instantneamente.) Dnde vas, Pilar? qu intentas?...
PILAR: (Con resolucin inquebrantable pintada en el semblante, colcase atrs del banco de
Ramn, empua un escoplo, y murmura fra y lentamente.) Si hubieras venido solo,
y solo pretendieras conseguir eso que dices, te matara; pero vienes armado, vienes
acompaado de otras fieras como t (Antes de que la interrumpa.) Djame que
acabe No puedo nada contra ti, pero s puedo todo contra m Si no te vas, si no
me dejas que cuide a Ramn, que es lo nico que idolatro en el mundo si tratas de
acercarte, si tus soldados se mueven, sin un grito para qu?... sin pedir socorro
quin habra de drmelo, si t eres el victorioso y Ramn no puede defenderme por
culpa tuya? Aqu mismo me mato (Blande el escoplo, divinamente trgica, y lo
mismo que si le escupiera el rostro, lo infama dos ocasiones con el vocablo
justiciero.) Cobarde! cobarde!...
GERARDO: (Temeroso de que Pilar consume su amenaza, finge ceder, desendola ms
porque se resiste.) Bueno, est bien, clmate, ya me voy (Llama a sus hombres, a
los que da, hipcritamente, rdenes breves) Yo cre, tonteras, qu quieres yo cre
que t, en el fondo, no me odiabas segn veo que me odias; que algn recuerdo
conservaras de cuando crecimos juntos Y ya lo ves, me amenazas con matarte,
me has llamado cobarde, en mi cara, delante de stos (por los soldados
inconmovibles) Est bien qudate con tu marido, cudalo y que se te alivie Yo
tengo que ver all afuera, que no haya mayores desrdenes mis muchachos estn
bebidos, yelos (El bquicio rumor, que no ha cesado, recorre el pueblo, con
alternativas de huracn y de brisa. Y los soldados, sigilosamente, han recuperado
sus lugares; uno de ellos, muy prximo a la moza.) Separmonos de amigos
(acercndosele), y si te ofend, perdname, Pilar, no tuve esa intencin
(acercndose ms) quieres darme la mano?...
PILAR: (Desconfiada, pero ansiando verse libre de tamaa pesadilla.) Por encima del banco,
s
GERARDO: Como t quieras dmela, y digmonos, adis para siempre tal vez (En el
propio instante en que Pilar tiende su mano, pasndose a la otra el escoplo, el
soldado prximo a ella, la desarma y sujeta ferozmente.) Ja, ja, ja!... te cre ms
lista Pues qu, te figuraste que despus de hallarte, despus de haber escapado
de la muerte, despus de que he hecho pedazos a mi pueblo por ti, por ti
nicamente por verte, por sentirte, por respirarte, te iba yo a dejar as como as?...
Vaya, Pilar, t nunca fuiste tonta, cmo te imaginaste semejante cosa?... (A otro de

los soldados.) A ver, t! Ven y ayuda a tu compaero, que ya no puede con esta
cordera (Un segundo soldado ayuda a sujetarla.)
PILAR: (Rendida de forcejear desesperadamente, despavorida implora, llega hasta la
mentira.) Si de veras tanto me quieres, no me afrentes, Gerardo! manda que me
suelten, y hablaremos yo y t, te oir lo pensar pero, por Dios santsimo
(sollozante), no me trates de esta manera mira cmo me haces llorar cmo he de
creer en tu cario?...
GERARDO: (Apasionado y cnico, ya sin miedos de perderla.) Afrentarte yo? ni en
pensamiento!... pero ordenar que te suelten, cuando acabo de ver lo que eres
capaz?... Qu ocurrencia!... (Solemne.) No, Pilar, hemos llegado al trmino, era
fatal que alguna vez llegramos, esto tena que ser!...
RAMN: (Que ha vuelto a dominar su letargo, abre sus ojos desmesuradamente, y vuelve su
cuerpo desmadejado y herido, hacia el sitio de donde parte ese hablar continuo que
sube y baja de entonaciones, y que l no alcanza a divisar a las derechas, por lo
dbil de sus mirar y por lo mortecino de la luz de la lmpara.) Con quin hablas
tanto, Pilar? qu es lo que dices? qu sucede?...
GERARDO: (En voz bien alta.) Habla conmigo, acaso no me ves? (ponindosele por
delante) estamos ajustando una deuda pendiente!
RAMN: (Llegando a la plenitud de sus facultades, pero imposibilitado de moverse, a pesar
de sus esfuerzos inauditos, que hasta quejas le arrancan.) Respndeme t, Pilar
ven junto a m qu deuda es sa?...
PILAR: (Siempre brutalmente sujeta.) Deuda de odio ha de ser, Ramn, que ni yo ni t
conocamos
GERARDO: (Interrumpindola.) Pilar te miente, Ramn; es una vieja deuda de amor!...
RAMN: (A medias incorporado, sobre el codo sano.) No te entiendo ni quiero entenderte
amor de quin a quin?...
GERARDO: De m a Pilar de quin haba de ser?...
RAMN: (Estrangulado de furor y de impotencia.) Ah, desgraciado!... y por qu no la
peleaste hombre a hombre, cuando yo te hubiera podido despedazar? por qu
vienes ahora, cuando yo maldita sea! No puedo moverme?... Pilar! Pilar! qu
haces ah? por qu no te me acercas? por qu no matas a esa vbora?...
PILAR: (Sollozante.) Porque no me dejan mira como me tienen
RAMN (Ya convencido de la abominacin.) Pero entonces t eres un (trastabillante) no,
no s lo que eres eres un
GERARDO: (Interrumpindolo.) Soy una hombre que quiere a una mujer, eso es lo que
soy!... no te la disput a lo hombre, porque jams cre que se casara contigo
cuando las cosas son muy tristes, nunca se creen!... despus de casados, te habra

yo matado, a la buena o a la mala, me era igual; pero de tu parte estaban las leyes y
los gendarmes qu hubiera ganado?... Por eso no asist a la boda, por eso me fui a
la bola, hecho un loco (Muy exaltado.) Aqu se quedaban ustedes regalndose
con todas las dulzuras y todas las ternezas (Cierra sus ojos ante la evocacin.)
All me iba yo, peas arriba, barranca abajo, con un puado de primitivos, sufriendo
fro, sol, hambre, expuesto a que me cogieran y me colgaran Y todo te hacer
cargo? todo lo prefera a suponerme cerca de ustedes dos, mirndolos rer, y cantar,
y quererse Morir mejor, de mil muertes y me alej de mi pueblo, maldito ya por
causa de ustedes de Pilar, porque se haba dado a otro; por causa tuya, porque t
eras ese otro, que sin quererlo tal vez, me habas apualado el corazn (Tambin
l acaba entre sofocados sollozos.)
RAMN: Ya no digas ms, cllate, cllate, cllate!... y ya que la desgracia ha querido que no
pueda yo ni arrastrarme pa defenderla y disputrtela, hazme un favor, primero y
ltimo que te pido!... (enclavijando sus manos), ven y acbame de una vez, pa que
no te oiga, pa que no sepa que la quieres, pa que no me figure lo que me estoy
figurando
Pilar, muda de expectacin y de terror frente a esa lucha trgica de los dos hombres que se
disputan hasta la muerte la carne de su cuerpo, sin poder moverse, sigue el terrible
dilogo con una ansiedad infinita; ha callado, porque la hembra, aun la ms
recatada y casta, siempre calla en tales circunstancias; y sus ojos, desorbitados,
como pjaros perseguidos, miran al uno y al otro, sin posarse en ninguno.
GERARDO: (Brutalmente cruel.) Matarte?... no!... tengo ya mucha sangre en mis manos
y a ti menos que a nadie; equivaldra a piedad, y no me la inspiras, me inspiras odio
de slo pensar que durante ao has sido su dueo Si no quieres ver lo que aqu
suceda, cierra los ojos, arrncatelos!, como yo ms de una vez me quise arrancar
los mos para no ver, segn vea yo de lejos, lo que aqu estara sucediendo entre
ella y t
RAMN: (Arrastrndose apenas, con inauditos esfuerzos.) Mtame, Gerardo, mtame!
GERARDO: Acabemos de una vez que mis muchachos se impacientan y no quiero que le
prendan fuego al pueblo (La bquica saturnal, afuera, se intensifica, en efecto; de
cuando en cuando escchanse hasta canciones mutiladas, que entonan los
hombres sentimentales y ebrios. Gerardo, decidido, se junta a Pilar.) Te vas
conmigo?...
PILAR: (Con gran resolucin; luego, implorante.) No, Gerardo, no me he de ir!... Por nuestra
infancia, por el cario que me has tenido djame!... no te acerques!... no!... no!...

GERARDO: (Completamente ciego, llega junto a ella y la besa en la boca, glotonamente, con
hambre que viene de lustros, en tanto Pilar, sin lograrlo, procura hurtarle su rostro.)
Si t no sabes lo que te he querido lo que te quiero lo que te querr mi Pilar
de mi vida!...
Con esfuerzos torturantes y sobrehumanos, Ramn sigue arrastrndose sin avanzar casi,
levantando sus brazos, como para atajar lo inatajable, a punto de consumarse en su
presencia. Afuera contina el confuso rugir de la horda, ama y seora del villorrio y
de sus pobladores, vctimas de parecidos atentados.
Los cantos, arrojan una nota fatdica en la lupercal siniestra; an resuenan los gritos de
victoria: Viva Mxico! Viva mi coronel Monclova! Y cual una rfaga de
huracn as se cuelan hasta los interiores del taller, las palabras de la cancin
brbara: La cucaracha, la cucaracha
TELN RPIDO
ACTO TERCERO
Han pasado seis meses. La misma decoracin que en los dos actos anteriores, pero muy
acentuado el ambiente de melancola en seres y cosas. Ahora se advierte que en
ellos se abati la tragedia; hay incuria y tristeza; telas de araa y polvo en los
ngulos, los muros, los muebles y los techos; los bancos no trabajan; los utensilios
estn oxidados; en el brasero no crepita el fuego.
Al pie de las ventanas, para aprovechar los rayos de sol que antes venan a alegrar
el taller, un vetusto silln Voltaire, comido de polilla y tapizado de cretona barata y
rada, en que el invlido, rumiando su desventura, asiste mudo y hosco al inatajable
desfile de los das y las horas. Junto al silln, una mesa cuadrada y no grande, de
madera blanca. El mismo tlamo, que no ha vuelto a amparar los ardientes
acercamientos conyugales de las dos juventudes en flor que agost el destino,
mrase descuidado. Slo la lamparilla de aceite, que alumbr al Divino Rostro,
contina parpadeante y trmula. La cuna, a medio concluir, divsase debajo de los
bancos.
Es de da.
ESCENA I

DOA REMEDIOS, doblegada por la pesadumbre de su dolor y de sus aos, termina un


aseo superficial de la estancia, cuando en la puerta de la calle aparece y se detiene
DON IGNACIO, tambin harto envejecido y apoyndose en un bastn nudoso y
recio.
DON IGNACIO: (Desde los umbrales.) Cmo sigue esa pobre?... cmo siguen los dos?...
DOA REMEDIOS: (Melanclicamente.) Entre, Don Ignacio, qu milagro que viene? Ya se
desayun?...
DON IGNACIO: (Vacilante y asmtico) Es que no quiero verla, doa Remedios, no ni a l
tampoco; y sin embargo, yo y mi vieja nos pasamos los das y las noches, no ms
pensando en ella (soador) dicindonos, las pocas veces que nos hablamos, pa
qu hemos de hablarnos?... dicindonos: maana la veremos, maana s (Con
idolatra.) Y llego hasta ac, mi vieja no se anima, llego hasta ac, y lo mismo quiera,
doa Remedios, me coge un temblor, por dentro, y las piernas se niegan a
llevarme (Apoyndose contra una de las jambas de la puerta, y para disimular su
emocin y sus lgrimas, oculta el rostro en su brazo flexionado.)
DOA REMEDIOS: (Compasiva) Entre, le digo, que tan temprano no lo vern Pilar, regresa
tarde de lavar y Ramn (con ternura), hasta que el sol calienta no dejo que se
levante.
DON IGNACIO: (Entra, y fatigado sintase en una silla, al lado de la mesa.) No puedo con
esta asma! (honda aspiracin, para aliviar el ahogo) Pues yo vena (hurtando el
mirar) yo vena a proponerle una cosa doa Remedios , s a proponerle una cosa
conveniente pa todos
DOA REMEDIOS: (Con parecida cazurrera, reanuda el aseo; as, no se vern sino al
soslayo, hasta que las exigencias del dilogo los fuercen a contemplar
derechamente.) Ust me dir, don Ignacio, ya loigo
DON IGNACIO: (Con intencin) Como esto se ha dir sabiendo ms y ms cada da en el
pueblo como calculo que ellos dos han de pasar una vida que no ha de ser vida, y
que ust ha de pasarla pior quellos dos aunque a m, cuando la veo y la oigo, ni
yo mismo s lo que siento, porque siento de todo, doa Remedios, cramelo ust
(sombro) hasta ganas de matarla, o de morirme, que sera lo mejor
DOA REMEDIOS: (Siempre melanclica.) Don Ignacio, por Dios, no diga esas cosas!...
Pilar (con injusta repugnancia pronuncia su nombre), no tuvo la culpa
DON IGNACIO: (Reanimado momentneamente.) Verd que no, doa Remedios, verd que
no?... Si yo hubiera dudado de ella, aunque ya no es ma porque le pertenece a
Ramn (cerrando los ojos y por lo bajo), la habra matado, por supuesto que lhabra
matado!... Ustedes lo saben, doa Remedios, lo sabe todo el pueblo, yo soy hombre
de honor he sido soldado, tengo la cruz, la cruz de Constancia, colgada arriba de

mi cama, junto a la Virgen junto al retrato della, vestida de blanco y con corona,
de cuando comulg Pero vaya ust a hacer que los dems lo crean Por eso no
salgo, ni con nadie me meto; porque cuando me saludan, cuando la gente me mira;
ora que ust que sabe cmo estuvo la cosa, mest mirando y mest oyendo, se me
arde la cara, doa Remedios, mi palabra que se mi arde la cara, de dolor y de
vergenza (Se hecha de bruces en la mesa.)
DOA REMEDIOS: (Que ha ido a sentarse en el silln, calladamente, con las puntas del
delantal, scase su llanto.) Esto es un castigo que nos ha cido encima, por
nuestros pecados, ser!... Si los viera ust a ellos, asign los veo yo
DON IGNACIO: Ya me figuro, ya (Ahuyenta la visin, con los brazos.) Por eso, contestando
yo y mi vieja, quedamos en que yo viniera a ver a su persona de ust, pa
proponerle
DOA REMEDIOS: (Con ansiedad) Pa proponerme qu?...
DON IGNACIO: (Fingiendo indiferencia, juega con su bastn y fija en el suelo su vista.)
Pues que si acabe de una vez este infierno en el que todos nos estamos
condenando
DOA REMEDIOS: Pa que si acabara sera menester que nos muriramos todos juntos
DON IGNACIO: Puede que haya otro remedio
DOA REMEDIOS: (Intrigada) Otro remedio? Y cul, don Inacio, si lo acontecido, ya ni
Dios lo ha de borrar?...
DON IGNACIO: (Resistindose a soltar su idea.) Alguno habr, digo yo pero pa
encontrarlo, es preciso buscar
DOA REMEDIOS: Don Inacio, si ya lo hall, dgamelo, que yo no tengo cabeza pa buscarlo.
DON IGNACIO: (Medroso, y cual si no prestase importancia a la propuesta.) Si Pilar quisiera
irse
DOA REMEDIOS: (Entre contenta y asustada.) Pilar irse?... y con quin?... nde haba
dirse?...
DON IGNACIO: (En voz baja y trmula.) Con los nicos que lhan de seguir queriendo como
si nada con nosotros, sus viejos, que la queremos ms que nunca, desde que li
aconteci esta desgracia (mirando fijamente a doa Remedios) que nde nos
iremos?... (alzndose de hombros frente a las vastedades del mundo) lejos de aqu,
onde no nos hayan divisado jams la Tierra es muy grande, doa Remedios, yo la
he andado onde nadie sepa por qu vamos tan tristes y por qu lloramos onde
quiera (vago ademn que abraza ignoradas lejanas.)
DOA REMEDIOS: (Meditabunda.) Si Pilar quisiera irse!... Pero es que no ha de querer, don
Inacio, ni Ramn menos (al notar la extraeza de Ignacio), no, ni Ramn Es tan
extrao lo que sucede con los dos!...

DON IGNACIO: (Con inquieta curiosidad que disfraza.) S?...


DOA REMEDIOS: Yo misma, que a todas horas estoy con ellos, no los entiendo
DON IGNACIO: No sern afiguraciones de ust, doa Remedios?...
DOA REMEDIOS: A veces, creo que ya no se quieren: se hablan muy poco, nunca se dan la
cara y como desde aquella noche, con el pretexto de la herida de Ramn, Ramn
duerme en mi cama, quera la suya, yo a sus pies, y Pilar duerme aqu, solita
DON IGNACIO: (Con rudimentaria psicologa.) Seas de que ya no se tienen ley.
DOA REMEDIOS: S, pero otras veces, viera ust sus miradas, don Ignacio! viera ust
cmo se preguntan y cmo se contestan, cmo se les nublan los ojos y cmo,
entonces, dejan de mirarse, y l se da vuelta, y ella se li aparta pa llorar cada uno
por su lado, sin ruido lgrimas calladas, que les cin y les cin por ratos grandes,
como si sus cuerpos, en vez de sangre, los tuvieran llenos de lgrimas (Se
enjuaga sus ojos con el delantal.)
DON IGNACIO: (Tambin muy conmovido.) Pues por eso, porque eso no es vivir, conviene
DOA REMEDIOS: A los comienzos, todava era pior!... Como Pilar le guisa y Pilar lo sirve,
cuando l ya pudo comer, sentado en la cama, y Pilar le llevaba su sopa, se miraban
tanto, tanto, que hasta yo que soy vieja y medio ciega, comprenda lo que se
decan Ramn la miraba fijo, fijo, como si con sus ojos tristes le registrara, por
adentro, su entendimiento, su corazn, su carne y Pilar lo miraba a l pa su
tranquilid se lo digo, don Inacio, pues yo que la vide, mhe tranquilizado pa
siempre-, lo miraba a l con una mirada tan limpia, con una inocencia tan grande,
que sus ojos se me representaban lagua del ro, cuando por Semana Santa corre
sin suciedades, porque dicen ques la nieve del cerro, que se redite con las primeras
calores
DON IGNACIO: (Temblando de emocin.) Entonces, siguen querindose? Ya Ramn
estar convencido?...
DOA REMEDIOS: Spalo Dios!... Esa vez que le digo, despus de mirarse tanto, las
manos de Pilar se pusieron a temblar, que hasta pens que largaba el plato y los
brazos de Ramn, abiertos como si fuera a abrazarla, tambin temblaban y as
lleg ella junto a l, mirndose los dos, temblando los dos y cuando yo crei quiban
a besarse y ya lestaba dando gracias a la Virgen Santsima, de los ojos de Ramn
salieron llamas, llamas, don Inacio, yo las vid!... y la cara de Pilar, muy plida
desde lo acontecido, se lencendi lo mismo que una amapola
DON IGNACIO: Era el recuerdo, doa Remedios, el recuerdo desta desgracia condenada,
que se pona entre los dos

DOA REMEDIOS: Y as han seguido, as siguen; unas veces, como si se quisieran mucho y
el recuerdo se les borrara; otras veces, como si Ramn la aborreciera, Dios nos
favorezca! Y Pilar
DON IGNACIO: (Pudorosamente.) Y disce ust que en las noches?...
DOA REMEDIOS: Las noches son ms tristes. Aqu cenamos, en esta mesa, los tres
callados; luego, Ramn se levanta el primero, y como las muletas no le bastan, lo
cogemos yo y Pilar, pero l no almite que Pilar lo tiente Deja que me lleve mi
madre- le dice. Y Pilar, sin contestarle nada, slo brillndole los ojos, se va por
detrs, hasta el cuarto En la puerta nos deja. Se te ofrece algo?- le pregunta.
Nada- le dice l. Pues entonces, que pasen buena noche-vuelve a decirnos. Y yo,
procurando que l lo vea, la beso en la frente, recio, y le recalco cuando le digo:
Hasta maana, hija!...
DON IGNACIO: (Iracundo.) Es una injusticia, doa Remedios! Qu culpa tiene ella?
DOA REMEDIOS: Tampoco Ramn la tiene, don Inacio Si viera ust a mi hijo!... Mientras
lo ayudo a desnudarse, llora como cuando era criatura, me coge mis manos, se me
acuesta en el seno, y all solloza hasta que yo no puedo ms y lloro con l la
desgracia de todos
DON IGNACIO: (Reconcentrado.) Es fuerza que esto acabe, doa Remedios
RAMN: (Desde adentro.) Madre!
DOA REMEDIOS: (Va presurosa a la puerta 2da. Izq.) All voy, hijo, all voy (Volvindose
a don Ignacio.) Lo cansa la cama
DON IGNACIO: Ust vea lo que hace, doa Remedios, pero es fuerza que Pilar se vaya con
nosotros Hblele ust a ella, o a l, a quien sea mejor, y que se acabe esto
despus, Dios dir el tiempo hace milagros, y puede que a la larga, Ramn la
llame
DOA REMEDIOS: Solo el seor cura lo conseguira Si quisiera!... Pilar no ha de dilatar
DON IGNACIO: (Inseguro en sus andares de anciano desgraciado.) Pues no quiero verla
es decir, s que quisiera Yo no s lo que quiero, doa Remedios, yo no s lo que
quiero (Mutis.)
ESCENA II
DOA REMEDIOS, luego PILAR.
DOA REMEDIOS: (Hasta donde puede acelerar sus pasos, regresa de encaminar a don
Ignacio, y dirgese a la puerta 2da. Izq.) Aqu voy, hijo, aqu voy (Mutis.)
Pausa corta.

PILAR: (En cuyo, semblante, advirtanse sus padecimientos morales; est muy lejos de ser
la moza garrida de antes: entra cohibida, mirando a todos lados, y extraa no hallar
en su silln al invlido; se dirige a la puerta 2da. izq. a tiempo que por ella sale doa
Remedios, de rebozo ya.) Est peor Ramn?...
DOA REMEDIOS: No, peor no, con ms dolores hoy, quiere comer en la cama aprale t
a la comida, pues yo voy a salir tengo un quihacer, pero no tardo.
PILAR: (Con mayor inters del que fuera de esperar) Hasta dnde va ust, madre?
DOA REMEDIOS: (A punto de delatarse.) Hasta voy aqu no ms (signo impreciso), no
seas curiosa estuvistes en liglesia?...
PILAR: (Hosca.) Como todos los das, por qu?...
DOA REMEDIOS: No, por nada y viste al padre?...
PILAR: (Ms hosca) Para qu he de verlo?...
DOA REMEDIOS: Cmo, pa qu?... pues pa verlo, phablarle Con que, ora vengo
ESCENA III
PILAR, y a poco la ta JUSTA.
PILAR: (Despus de cerciorarse de que de veras doa Remedios dobl la esquina de la
calle, cruza el taller y va y para el odo en la puerta 2da. izq.; como nada oye, apresurada
torna al zagun, y desde ah llama a la herbolaria.) Pst pst ta Justa ta Justaaa!...
(con entonacin ahogada), ya puede ust venir aprisa, aprisa!...
Pausa.
TA JUSTA: (Anciana encorvada; faz muy rugosa; cabellera de color blanco sucio, a juzgar
por lo que de su guedeja permite ver el basto rebozo que le cubre la cabeza; pergeo ms
que humilde, y muy ligeramente desgarrado aqu y all; va descalza; se apoya en bastn
nudoso y primitivo, y bajo el embozo lleva una cesta ordinaria colmada de haces de yerba,
cuyas virtudes slo ella conoce. Procure este personaje provocar una sensacin de miedo,
hasta de terror, pero nunca de repugnancia o asco.) Qu te corre, mi alma, qu te corre?
no ves que soy vieja?...
PILAR: (Con marcada nerviosidad durante toda la escena.) Por fin!... La trae ust?...
TA JUSTA: (Melosa y risuea, a pesar de su boca desdentada.) Aqu te la traigo, mi alma,
aqu te la traigo si supieras los trabajos que me cost hallarla, es yerba muy escasa, que no
se da ondequiera la jui a buscar al monte mira mis pobres pies como se han puesto
(se los muestra).

PILAR: (Con ansiedad visible) Dmela ust, ta Justa, pronto, dmela ust
TA JUSTA: (Sin abrir su mano sarmentosa, que oprime el verde hacecillo.) Tuya es, mi alma,
tuya es, te la he prometido, pero (mirndola de hito en hito, para reafirmar sus sospechas)
recuerda lo que me jurastes, que nadie sabr nunca que yo te la di, suceda lo que suceda, y
aunque la justicia te ponga presa de veras lo juras?... si no, me la llevo y no hay nada de
lo dicho.
PILAR: De veras, se lo juro a ust, ta Justa!
TA JUSTA: Piensa questa mala yerba mata, mi alma, qual que la bebe, nadie lo cura, ni lo
dotores, me lo juras por lo que ms quieras?...
PILAR: Por lo que ms quiero, lo juro, ta Justa!
TA JUSTA: (Fatdica) Jramelo, entonces, por el hijo que llevas contigo!
PILAR: (Aterrada, se cubre su rostro afligido con entrambas manos, retrocede tambaleante,
extiende sus brazos en signo de imploracin.) Qu qu qu ha dicho ust, ta
Justa?...quin se lo dijo?...cmo lo sabe?...
TA JUSTA: (Tranquilizndola) Por qu tespantas?... no eres casada, y mujer como
todas?... (Sentenciosa) De hombre y mujer vienen los hijos, mi alma (con envenenada
intencin), de hombre y mujer, aunque no se quieran!...
PILAR: (Anhelante) Dmela ust, ta Justa, dmela ust, que doa Remedios no ha de tardar,
y Ramn puede llamarme dmela ust!
TA JUSTA: Si te digo ques tuya pero, jura, anda jura por tu hijo
PILAR: (Requirese aqu gran esfuerzo fisonmico de la artista; todo es rapidsimo, primero,
su resistencia moral; luego, la lucha tremenda entre su ansia de vivir y la necesidad que de
morir se ha impuesto, y, a lo ltimo, su decisin, de libertarse, de acabar de una vez su
agona sin trmino.) Por mi hijo lo juro!... Dmela ust!
TA JUSTA: (Codiciosa.) Y pa la pobre vieja no hay nada? Nada le das a la ta Justa, que
ya no tiene juerzas, que por ti jue al monte, y sespin, y se lastim sus huesos?...
PILAR: (Muy angustiada, se palpa sus ropas.) Pero si yo no tengo nada, ta Justa, yo no
tengo dinero, se lo dije a ust, y no quiero pedirle a Ramn Qu cosa he de darle?...
TA JUSTA: Dame cualquier friolera ropita vieja lo que no ti haga falta
PILAR: (Que ha continuado palpndose, maquinalmente tropieza con la medalla que cuelga
de su cuello, por dentro del corpio, se la desprende y la contempla largamente.) Llvesela
ust, ta Justa yo la traigo desde chica (la besa), me la dieron mis padres es de oro!
TA JUSTA: (Con veneracin.) De oro!!...
PILAR: Y ahora, vyase ust, por ac (indica una direccin cualquiera) no vaya a ser que
doa Remedios se la encuentre
TIA JUSTA: (Dndole el hacecillo ponzooso.) Ya me voy, ya me voy no me corras.
PILAR: (Turbada con la posesin de la yerba.) Y esto, cmo se toma?...

TA JUSTA: (Desconfiada) Que cmo se toma? Pues ques pa ti? No me dijiste quera pa
otra?... Toma tu medalla, Pilar, y dame mi yerba
PILAR: (Defendindola contra su seno.) Para otra persona es, ta Justa Dgame entonces,
cmo hay que darla
TA JUSTA: (Acercndose a Pilar, y en voz tan tenue de complicidad y crimen, que Pilar tiene
que inclinarse hasta no juntar su rostro juvenil y trigueo con el rugoso y amarillento de la
vieja hechicera.) Hirvela tres veces luego, la cuelas y luego, como quieras, en el caldo,
en la leche o sola ella
PILAR: (Demudada y con sus ojos desorbitados.) Y es muy amarga, ta Justa?
TA JUSTA: A nada sabe, mi alma como agua del cielo
PILAR: (Perdida su mirada en las profundidades de la muerte.) Y qu se siente, ta Justa?
Qu sentir la persona que la beba?...
TIA JUSTA: (Sonriendo diablicamente.) Que qu sentir?... Que se le descoyuntan sus
huesos y luego, sueo, harto sueo, como si llevara aos de no haber dormido
PILAR: (En el colmo del espanto.) Y a lo ltimo, ta Justa? En el momento de morir?...
TA JUSTA: (Sibilina.) A lltimo?... Ve t a saber lo que sienten todos cuando se mueren,
lo quhemos de sentir todos, mi alma quin sabe qu ser!
PILAR: (Alucinada) Y no quedar fea? No se le descompondr su cara?...
TA JUSTA: (Insensible dentro de su conciencia de bruja frente a tamao dolor, al trasponer el
dintel, exclama accionando con sus dos brazos.) Como dormidita mi alma, como dormidita
(Mutis.)

ESCENA IV
PILAR, DOA REMEDIOS, DON FELICIANO.
Fascinada por la yerba letal que a la altura de sus ojos sostiene con las dos manos, Pilar
contempla el hacecillo unos instantes: es una mirada honda, de elocuencias desgarradoras;
ah est la liberacin, probablemente el descanso y el olvido, pero a costa de la muerte!... En
el intensivo mirar, hay alegra por la liberacin y terror y espanto por el prximo
aniquilamiento voluntario
Pausa.
DOA REMEDIOS: (Desde fuera.) Pase ust, seor cura, pase ust
PILAR: (Violentamente esconde en su seno la yerba.) Ust por aqu, padre?

DON FELICIANO: (Envejecido prematuramente por lo visto y sufrido.) Te desagrada mi


presencia?... Vengo a ver a vuestro enfermo.
PILAR: (Con alarma.) Pues qu se ha puesto tan malo?...
DON FELICIANO: (Benvolo.) No, mujer, no te alarmes, no vengo como sacerdote, gracias a
Dios!, vengo como amigo, a verlo a l y a verte a ti tambin, que hace das que no
apareces por el curato.
DOA REMEDIOS: (Dobla parsimoniosamente su rebozo, como no dando importancia a la
visita.) No se le ha ofrecido nada?... Pusiste el puchero?...
PILAR: (Evasiva, porque no gusta de mentir.) Nada se le ha ofrecido, quiero decir que no me
ha llamado y el puchero, ahora voy a ver, con licencia (Mutis, 2da. izq.)
DON FELICIANO: (Condolido) Pobre muchacha!... A quin desea ust que le hable
primero, doa Remedios?...
DOA REMEDIOS: (Intranquila a pesar suyo.) Yo creo que a Pilar, seor cura, pues si ella
consintiera, ya l no podra negarse.
DON FELICIANO: Sea lo que ust quiere, y que Dios me ilumine Djenos ust a solas, que
yo la llamar luego
PILAR: (Que vuelve con mantel y trastos, para poner la mesa.) Le llevo su comida al
cuarto?...
DOA REMEDIOS: Como pa comer andamos todos!... Voy a preguntarle qu quiere
(Mutis)
PILAR: (Para no demostrar su turbacin, para mejor pensar sus respuestas, principia a alistar
la mesa con nimio esmero.) Y qu tal, Padre, ha estado ust bien?...
DON FELICIANO: (Que tampoco las tiene todas consigo) Mira, hija, deja quietos esos
manteles, y por unos momentos, prstame toda tu atencin
PILAR: (Acosada, an pretende ganar tiempo) No quiere ust sentarse, padre?
DON FELICIANO: (Readquiriendo su aplomo sacerdotal, sintase en el silln) No vendr
mal Cierra t esa puerta, y la de la calle, para que no nos importunen, y ven luego a
sentarte cerca de m
PILAR: (Cierra ambas puertas, y va y se sienta en la silla, al otro lado de la mesa) Ya est,
padre.
DON FELICIANO: (Carraspea y finge sonarse con el paliacate, que conservar en su diestra)
Pues vers, hija, vers; realmente la cosa no tiene la importancia que estamos dndole, no,
seor Esto de las puertas ha sido pura precaucin y nada ms (Frente al mirar
angustioso de Pilar, que no le aparta los ojos ni despega los labios) Se trata se trata de
ponerle trmino, un trmino temporal, me comprendes?... un trmino temporal a esta
situacin dolorossima en que se hallan Ramn y t desde desde bueno, desde el da de
la desgracia

PILAR: (Ruborosa y esperanzada) Un trmino, padre, y temporal?... Sera posible? De


veras es posible?...
DON FELICIANO: Y tan de veras! Sobre que lo nico que nos hace falta es que Ramn y t
pongan algo de su parte
PILAR: Y qu es lo que hemos de poner?...
DON FELICIANO: Volunt, un poquito de volunt
PILAR: Volunt para qu, padre?...
DON FELICIANO: Cmo, no me entiendes?... Pues aguarda, y t misma me dirs para qu.
Qu haras t con el ser ms inocente, con un nio, vamos a decir qu haras con un nio
que se empeara en comer una fruta que tiene a su alcance, que es suya, pero que le hace
dao? Se la das o se la quitas?... (Antes de que Pilar le responda) Esprate, esprate, no
me conteste todava Se la quitas, verd?... y se la prometes y se la guardas para cuando,
en vez de hacerle dao, le haga provecho y le acarree un deleite permitido, no es eso?...
Qu haras t con un enfermo grave, con el mismo Ramn, pongo por caso, si lo
empeoraran la luz del sol y el aire del campo, fjate, el aire y el sol!... lo dejaras que gozara
de ellos, o se los rehusaras para goce cuando ya vaya de alivio, y ese mismo aire, esa
misma luz te lo sanen para siempre?... Vamos a ver, qu haras?...
PILAR: (Con inmensa melancola, porque desde un principio entendi el sencillo decir del
prroco) Quitarle al nio la fruta y privar a mi enfermo del aire y del sol
DON FELICIANO: Claro que s!... Pues se es el caso de ustedes, hija, se es el caso; t
eres la fruta que por el momento empeora a tu marido, el sol y el aire puro que hoy lo
perjudican, pero que maana necesitar con urgencia para seguir viviendo, que maana
habr de pedir a gritos, como lo piden los prisioneros que llevan aos de no gozarlo.
(Apostlico.) Qu otra cosa somos todos nosotros, sino perpetuos prisioneros de nuestras
pasiones, de malas herencias, de este mundo corrompido, y de nuestras pobres vidas
pecadoras?...
PILAR: (Temblando de angustia.) Dejar a Ramn? Dejarlo por un poco de tiempo?... Eso
sera tanto como castigarme yo misma, padre, y le juro a ust que no me lo merezco, que soy
inocente, que no tengo la culpa de lo que sucedi ni (con velada entonacin) de lo que pueda
sucedernos todava
DON FELICIANO: (Con aprensin manifiesta.) De lo que todava puede sucederles, qu
dices, hija? Acaso todava puede sucederles algo?... me afliges, Pilar. Qu es lo que temes
o qu es lo que maquinas?...
PILAR: (echndose a llorar, en las rodillas sus codos y en su rostro las manos.) Ay, padre, lo
sucedido es nada con lo que viene!...
DON FELICIANO: (Medio incorporado, de codos en la mesa, trata de descubrirle los ojos.)
Vamos, vamos, Pilar, t deliras y no sabes lo que dices Qu es lo que viene?... Dmelo!

PILAR: (Hurtando su rostro de las pesquisas del sacerdote.) Pero si es horroroso, padre; si
por no decrselo a ust, no he vuelto a confesarme; si de pensarlo yo sola, siento que la cara
se me arde de vergenza (en creciente exaltacin) miento, padre, miento!... De vergenza,
no, de congoja y de tristeza, s una tristeza muy grande, que est volvindome loca
DON FELICIANO: (Fuera de sus quicios, se levanta y acerca a Pilar por detrs de la mesa
que los separa y de la silla que ella ocupa.) A m s que vas a volverme loco, si no te
explicas!... Mire ust que es empeo de soltar palabrotas: vergenza, tristeza, locura Si yo
te conozco, tonta, por dentro y por fuera, desde que eras una criatura Conozco tu alma, y
s que es como una azucena (cual si se convenciera a s propio) s, seor, como una
azucena, a pesar de lo ocurrido; tambin a las azucenas las doblega el huracn y las
arrastra por los lodos y aunque en el lodo se ahoguen su perfume y su blancura, siempre
son azucenas hombre!, pues no faltaba ms, siempre son azucenas (Transicin.) De
consiguiente, no me vengas a m con infundios, que me sacas de mis casillas (Con imperio
de director espiritual.) No abuses de lo que te quiero, y dime qu te apura, que alguna
tontera ha de ser (Ante el mutismo de Pilar que est acumulando fuerzas nerviosas para
entregar su secreto) Vamos, no me impacientes!...
PILAR: (Decidida al cabo, en voz piansima y trgica, de confesin sagrada.) Padre
Ontaneda, llevo dentro de m un hijo de Gerardo!
Instantes de horror: Pilar ha vuelto a cubrirse el rostro; y el prroco, vacilante como un ebrio,
anonadado, asido al borde de la mesa con su mano derecha, con la izquierda ahuyenta al
Malo y gana su silln, en el que ms que sentarse se desploma.
DON FELICIANO: (Consigo mismo, para atajar la rebelda mental que lo asalta.) Nosotros no
podemos, no debemos ni tratar de averiguar por qu suceden estas cosas! Nosotros somos
como hormigas ni eso menos que hormigas, mucho menos que hormigas!... (Rpida
reconcentracin frente a los sucesos que no entenderemos nunca; luego, vulvese a Pilar, y
con piedad infinita reanuda el dramtico coloquio.) Muy pesada es tu cruz, Pilar, muy pesada;
pero razn de ms para que no te rebelas, para que la cargues con resignacin y con
paciencia hasta que Dios sea servido Esto empeora el asunto, no ha de empeorarlo!, y
ms que nunca urge que ustedes se separen Figrate, si antes Ramn, no obstante lo que
te quiere (ante la muda protesta de ella) yo s que te quiere, y ms tal vez!... si antes tu
vecindad lo exasperaba, cosa es explicable, hasta cierto punto, qu ser ahora, cuando
sepa?
PILAR: (Pvida) Se lo va ust a decir?...
DON FELICIANO: Peor sera callrselo, o que se lo dijera otrot menos que nadie ha de
decrselo, aunque te atrevieras
PILAR: No, no, padre, yo no!...
DON FELICIANO: Quien me preocupa ahora es Ignacio, querr?...

PILAR: Mi padre, y qu ha de querer?...


DON FELICIANO: Llevarte consigo, como era su deseo, con l y con Doa Cruz.
PILAR: (Con resolucin inflexible en la mirada y las palabras) Dios se lo pague a los dos,
padre!... Pero aunque lo quieran, yo no me ira con ellos. Yo le jur a Ramn, no una vez, sino
muchas, cuando ramos felices, nunca separarme de l, me oye ust bien, Padre?...
Nunca!... Y l me jur lo mismoSi ahora que ust le hable, si ahora que ust le diga todo lo
que me pasa sin culpa ma, consiente en que me vaya me ir, pero no con mis padres, me
ir sola muy lejos me ir para siempre!
DON FELICIANO: (Sin sospechar el significado de las palabras tales.) Vaya, vaya, no
desatines A dnde habas de irte sola?... Por lo pronto, anda y llmame a Remedios
(Consigo mismo.) Qu atrocid, Seor, qu atrocid! (Mutis de Pilar)

ESCENA V
DON FELICIANO, DOA REMEDIOS, PILAR.
Pausa corta, durante la cual el sacerdote, a solas, reflexiona, y creerase que reza muy
preocupado. Luego vienen Pilar y Doa Remedios, ambas mudas y taciturnas. Fatal e
implacable, la tragedia cirnese sobre la humilde vivienda.
DOA REMEDIOS: Mucho dilataron, padre, y Ramn est impaciente, quera venir ac
DON FELICIANO: (Aparte a doa Remedios.) Hay novedades, doa Remedios, muy serias
novedades.
DOA REMEDIOS: (Aparte a don Feliciano.) No quiere irse sta? (Por Pilar, ensimismada y
grave).
DON FELICIANO: (Aparte) S se ir, s se ir pero sola
DOA REMEDIOS: (Aparte) Ramn no va a querer que se vaya sola, deso estoysegura.
DON FELICIANO: (Aparte) Veremos a ver, veremos a ver Mientras yo hablo con Ramn,
trate de sacarle a dnde se ira (Aparte a Pilar) Me ofreces no tomar?
PILAR: (Lo interrumpe, suponindose adivinada) Tomar? Y qu haba yo de tomar,
padre?...
DON FELICIANO: (Aparte.) Ves cmo no ests en ti, mujer?... No me arrebates la palabra.
Me ofreces no tomar resolucin ninguna hasta que yo vuelta a hablar contigo?... (al advertir
que Pilar titubea) me lo ofreces?... Es para ayudarte, malagradecida, aunque sea de lejos...
(tendindole su diestra) Conformes?
PILAR: (Reservada y huraa) Padre, le aseguro a ust que sabr adnde voy... que todos lo
sabrn.
DON FELICIANO: (Entre suspicaz y afectuoso.) Terca, terca, cabeza dura... (Mutis de don
Feliciano por 2a izquierda)

ESCENA VI
PILAR, DOA REMEDIOS.
DOA REMEDIOS: (Sin darle la cara.) Te habl el seor cura, no?...
PILAR: (Automticamente comienza a poner la mesa.) S, ya me habl...
DOA REMEDIOS: Y en qu quedaron?...
PILAR: Pues, en nada...
DOA REMEDIOS: Que, te resistiras a obedecerlo?...
PILAR: No, porque no me ha mandado nada...
DOA REMEDIOS: Pues entonces, qu te dijo?
PILAR: Pregnteselo ust a l, doa Remedios, yo no s si debo...
DOA REMEDIOS: Soberbia ests, Pilar, no lo esperaba de ti... Entre t y Ramn van a
acabar conmigo. (Se lleva las puntas del delantal a sus ojos)
PILAR: (Sbitamente enternecida.) Ay, doa Remedios!, le juro a ust que nunca la he
querido como ahora, aunque no lo parezca...
DOA REMEDIOS: (Cobrando nimo, va y le pone las manos en sus hombros.) De veras,
hija, no has dejado de quererme?...
PILAR: De veras, doa Remedios; primero la quera yo a ust por ser la madre de Ramn;
despus por eso y por ust misma, doa Remedios, por lo que ha hecho conmigo desde que
vine a esta casa...
DOA REMEDIOS: (Atrayndola a su regazo) Porque te ganaste mi querer... Yo t'espiaba, no
te creas, yo t'espiaba da y noche, celosa de ti, de lo que mi Ramn te quera, pa ver si te
descubra algo... Y jue en balde, pues de verte tan trabajadora y tan seria, tan mujer de tu
casa, queriendo tanto a Ramn, los celos se me jueron, y hasta bendije a Dios porque m'hijo
te haba escogido... ya poda yo morirme, ya mi hijo tena quien lo quisiera cuando yo lo
dejara pa siempre... Pero ora, despus de lo acontecido, te soy franca, me dan ganas de que
Ramn nunca te hubiera conocido, o de que t te hubieras muerto antes... (Doblegada de
vejez y de pena, llora en los hombros torneados de la moza.)
PILAR: (Aunque menesterosa de consuelo, consuela, sin embargo, a la anciana, y le alisa
sus cabellos blancos.) Madre, no llore ust as!... Qu podemos nosotras contra estas
cosas que nos pasan tan de repente sin que sepamos por qu nos vienen ni quin nos las
manda, sin que podamos huirlas ni defendernos?... Dice ust bien, madre, dice ust bien: si
yo me hubiera muerto! si yo me muriera!... ni ustedes ni yo sufriramos lo que estamos
sufriendo.
DOA REMEDIOS:(Acongojada, intenta callarla con sus manos.) Cllate, cllate, que me da
miedo orte! No ofendas a Dios!... Si t te murieras, matabas a Ramn... No te da lstima
verlo invlido y padeciendo lo que padece? No ves que por quererte tanto no puede mirarte

sin que se le represente lo que a ti y a l les ha pasado?... Si no te quisiera, no l'importaras lo


que l'importas... te hubiera echado o quin sabe si te hubiera hecho algo pior
PILAR: Bueno, madre, pues igame ust: porque s me da lstima verlo, porque yo lo quiero
ms (apasionada), pero mucho ms!, consentir en irme, siempre que l consienta
tambin pero no me ir con mis viejos, como ellos y ustedes me lo piden, pobrecitos!... me
ir sola (con mirar y ademanes de sonmbula, camina unos cuantos pasos con sus brazos
tendidos, clavado su mirar en las lejanas misteriosas del ms all), solasola
DOA REMEDIOS: (Hipnotizada por esa actitud extrahumana casi, se ha levantado a su vez
y la sigue, sin osar detenerla, porque nadie detiene lo fatal y lo inexorable.) Hija, hija!... Y a
nde iras?...
PILAR: (Detinese, sin apartar su vista de lo que slo es dado ver a los que se mueren.)
Adonde no vuelva nunca a sufrir lo que sufro, ni a recordar lo que l y yo recordaremos
siempre
Se oye acercamiento de voces apagadas y andares lentos, que vienen de los interiores de la
vivienda.
DOA REMEDIOS: (Asiendo a Pilar por el talle) yelos, ah vienen ya Ten calma, por
Dios!...
PILAR: (Reaccionando instantneamente y muy alterada.) No, doa Remedios, no quiero
verlo, no podra verlo ahora Me voy all adentro, y lo que l resuelva lo que l
resuelva!... ust me lo gritar desde la puerta, quiere ust?...
DOA REMEDIOS: Pero vendrs luego?...
PILAR: (Con intencin.) Se lo prometo a ust luego, s!... (Mutis de Pilar 1 izq.)

ESCENA VII
DOA REMEDIOS, RAMN Y DON FELICIANO, que aparecen andando muy despacio;
Ramn apoyado en unas muletas toscas, sin barniz, arrastra su pierna intil, como un grillete;
est plido y flaco, con la barba sin afeitar y el cabello revuelto; viste pantaln muy usado,
zapatos burdos, no lleva saco, el chaleco desabotonado y la camisa sin cuello, mrase
entreabierta.
DON FELICIANO: (continuando lo que vena dicindole a Ramn) conque, nada de
exaltaciones, pues te repito que no las merece, no, seor antes, todos debiramos
ponernos de su parte, poruqe es la que sufre ms s, s, aun cuando te resistas a creerlo
sufre ms que t mismo, no obstante que sufres tanto no vayas a lastimarla, que al fin y al
cabo, el hombre eres t, Ramn atragmtate tus iras, y primero que ir a soltarle cualquier

enormidad, cllate, murdete un codo y recuerda que ni de pensamiento te ha ofendido


estamos?....
RAMN: (Durante la tarda caminata de la puerta al silln; slo con inclinaciones de cabeza
ha venido exteriorizando su aquiescencia. Sintase con trabajos, y coloca las dos muletas
contra el muro, al alcance de su mano.) Mucho me cuesta, padre, pero vuelvo a ofrecerle que
lo procurar (Dobla la cabeza sobre el pecho)
DOA REMEDIOS: (Aparte al prroco). Y qu consiente?
DON FELICIANO: (Aparte a doa Remedios). S consiente, s pero nicamente en el
supuesto de que Pilar se vaya con sus padres; si no, no y ella?...
DOA REMEDIOS: (Desalentada.) Ella?... empeada en que se ha dir sola
DON FELICIANO: Y a dnde ir que no podamos dar con ella? a Len, a Guanajuato, al
propio Mxico?... Yo me encargo de trersela ya lo creo que me encargo!
DOA REMEDIOS: Entonces se lo aviso?
DON FELICIANO: (Buscndola con los ojos, hasta en la alcoba) Pues dnde est?...
DOA REMEDIOS: Adentro, no quiso verlo as, tan de pronto
DON FELICIANO: Avsele ust, s, y a ver si juntos se ponen de acuerdo
DOA REMEDIOS: (Desde la puerta 1ra. Izq.) Pilar!... Pilar!...
Al or el nombre, Ramn se crispa en su asiento, y anhelante vuelve su rostro a la puerta en
que su madre aguarda.
PILAR: (Desde adentro) Madre!...
DOA REMEDIOS: Que s consiente, hija (Como se produce un silencio tan absoluto e
inquietante, al cabo de rpida expectacin suya y de los hombres, repite el anuncio) Me
oste?... que s consiente!... ya puedes venir
PILAR: (con su voz desgarrada por las lgrimas) S, seora, ya o que s consiente!...
RAMN: (Llamando a doa Remedios, y en voz baja.) Pero sabe ust por qu consiento?....
DOA REMEDIOS: (Acaricindole la cabeza, por detrs del silln) Ya lo s, ya lo s pa
quel tiempo te cure, y despus vuelvan a ser felices, como antes.
RAMN: (impotente para seguir dominando su dolor y su ira, se le acurruca en su viejo seno
flcido) Ay, madre, madre porque Pilar va a tener un hijo!...
DOA REMEDIOS: (Contentsima) Hasta que quiso Dios!... (intenta desprenderse de
Ramn) entonces corroa decirle que siempre no se vaya
RAMN: (Exasperado, no repara en que Pilar ya asoma por la puerta, y todo lo oy.) No,
madre no por Dios, djela ust que se vaya, que se vaya cuanto antes, no quiero verla ms,
no quiero, aunque sea inocente, aunque no tenga la culpa menos la tengo yo!...
Don Feliciano se llega a Pilar, y afectuosamente la reconduce a los interiores, por unos
instantes Mutis de Pilar.

DOA REMEDIOS: (Con gran azoro.) Pero quests diciendo Ramn?... Cmo hemos de
dejar que se vaya, cuando va a tener un hijo? (Mira al prroco, en muda demanda de auxilio)
RAMN: (Mordindose los puos) Es que ese hijo no es mo, madre!... no comprende ust
que es de Gerardo?
DOA REMEDIOS: (Sin saber lo que hace, le tapa la boca a Ramn, y se encara al
sacerdote, a quien, despus, cuando ste le responda, escuchar estupefacta) Ques lo que
oigo, seor cura? qu maldicin es sta, que nos ha cado encima?... Verd que no es
cierto, seor cura, verd que no es cierto?...
DON FELICIANO: (En quien se impone el apstol que alienta dentro de su ser). No es
maldicin, doa Remedios, no es maldicin, se lo aseguro!... Es una prueba para nuestro
criterio y nuestros ojos, una prueba muy dura, dursima, concedido! Pero no maldicin y
hay que resistirla, doa Remedios, que sacar fuerzas de nuestra flaqueza; hay que sostener a
estos dos inocentes ( por el invlido y por la mujer encinta), a quienes la prueba, esta prueba
tremenda, ha lastimado ms por de pronto, s, que se separen, est bien, luego?... ya
Ramn me ha ofrecido porcin de cosas, que sabr cumplir verd Ramn?... porque tiene
que estar convencido de la inocencia de esa desventurada, a la que no puede, ni debe, ni
quiere abandonar verd Ramn?... Que se dejen de ver un poco de tiempo qu le vamos a
hacer?... pero nada ms por un poco de tiempo; pues de otra suerte, a sabiendas de que no
lo merece, condenaramos a una pobre mujer sin culpasin mancha, dira yo, porque me s
su alma de memoria!... Y t, Ramn, t, de memoria tambin te sabes su corazn Y ni en
su corazn ni en su alma hay la menor mancha no, ninguna!... t y yo lo sabemos, Ramn, t
y yo lo sabemos
RAMN: (Todo a su dolor, apenas si se ha dado cuenta de la evanglica disertacin del
prroco; su mirar es vago, prximo a la demencia instantnea, y cual si a un tiempo mismo
riera y llorara, murmura) De Gerardo!... de Gerardo!!... de Gerardo!!!... (Luego, mira a su
madre, mira al prroco, y su mirar errante, va y se posa en la cuna inconclusa, la que tantas
veces arrull sus anhelos de esposo y de hombre. Idiotizado, la contempla, y antes de
pedirla, sela un breve espacio. Doa Remedios y don Feliciano, que ansiosos han seguido
sus ademanes, a su vez contemplan el mueble incompleto y frgil.) Madre, dmela ust!...
dmela ust, madre, se lo suplico!...
DOA REMEDIOS: (Con repugnancia, va y se la trae.) Tmala no s pa qu la quieres.
RAMN: (La coge con entrambas manos, la mira honda y largamente, volvindola y
revolvindola; a veces le habla a ella, a veces a sus interlocutores, que irn acercndosele
hasta no recoger las astillas del pobre mueble, hecho por l y por l despedazado) Para nada
pa qu la ha de querer?... pero cunto la quise! cunto te quise! no es cierto?... desde
que escog el cedro, desde que empec a cortarla en pedazos grandes, en pedazos chicos,
que juntaba y pegaba, y clavaba con mucho tiento, porque se me figuraba que ella me

entenda, que me prometa tratar lo mismo a mi muchacho Evaristo fue testigo de cmo la
hice Es que como estaba destinada pa mi hijo, se me haca cosa bendita Hasta la
besaba, madre no ms de pensar en el que dentro de ella haba de dormirse.
No quera yo que Pilar, la trabajaba a deshoras, en las noches, rindome slo, calculando que
conforme avanzaba, mi muchacho iba estando ms cerca, ms cerca y cuando Pilar la
descubri, ya casi acabada nos pusimos a mecerla yo y ella (mecindola sobre sus rodillas)
As.. as despacio como si deveras ya estuviera ocupada, como si ya viramos a su
dueo dormidito (en un soplo) y nos diera miedo despertarlo
DOA REMEDIOS: (Enternecida y asustada por ese delirio, trata de quitarsela) Traila, traila,
que no me cuadra orte esas cosas
DON FELICIANO: S, Ramn, no te atormentes
RAMN: (Defendindola enajenado) Si no me atormento, padre, slo recuerdo y les cuento
a ustedes lo que voy recordando (la bes con ternura infinita) Cuna de mi chamaco!...
(profunda emocin de los testigos) de mi chamaco que no quiso venir, que se me muri antes
de haber nacido (de sbito, el paroxismo de furor se produce, la aparta de su vista y la
azota contra el suelo, donde comienza a resquebrajarse, despus, con sus manos dbiles y
flacas de enfermo, con las uas, con su pie sano, con la pierna intil que se le mueve
apenas, con el aliento, con su inmenso odio, acaba de destruirla, de hacerla aicos,
lastimndose, sangrando, enloquecido.) Cuna de mi chamaco, maldita seas!... Que tu
madera se pudra, que se apolille, que se agusane, que nunca sirvas para nada bueno!... ya
que no serviste pa guardamelo a l, no guardars al otro, al ladrn no, no, no!... primero
hazte pedazos, aunque te duela Ya que no puedo romper la otra cuna en que el hijo ajeno
se ha escondido a ti si te rompomira, mira como te rompo! Pa que no le arrulles su sueo,
pa que no veas sus risas, pa que nunca oigas lo que le canten y le digan anda, acbate de
una vez, cuna de mi chamaco, y permita Dios que tambin a mi me rompan y me acaben!...
Llora sin consuelo frente a los restos de la cuna de su hijo. Pausa. Doa Remedios va a
calmarlo, y don Feliciano recorre al taller, detenindose pocos instntes y levantando sus
brazos ante esa situacin sin salida.
DOA REMEDIOS: (Acaricindolo como a un nio.) No quieres verla a ella, antes de que se
vaya?...
DON FELICIANO: Pues no haba de querer!... Llmela ust, doa Remedios, trigasela
(observando las mudas negativas del mozo), no, no me digas que no, Ramn en qu
quedamos?... ni menos vayas a ofenderla Seprense como Dios manda, no le aumentes
sus angustias, que ya son muchas, y cada vez que la ira te ciegue, piensa en lo que tanto te
he dicho: que no es culpable Trigasela ust, doa Remedios, y djenme ir a mi
( consultando su reloj) que son las tantas y ni mi OFICIO he rezado

DOA REMEDIOS: (Ap.) Por Dios Santismo, seor cura, no nos abandone su merc en
estos momentos!
DON FELICIANO: (Ap.) Los acompao, doa Remedios, puede que tenga ust razn vaya
ust por Pilar, y los dejaremos solos, que se deshaoguen a sus anchas, y quien sabe si al fin
y al cabo, Ramn se oponga a la partida!...
DOA REMEDIOS: (rumbo a la 1era izq.) Milagro sera!... (Mutis de doa Remedios)
DOA FELICIANO: (Estrecha la diestra de Ramn, y le apoya la izq. En sus espaldas.) Tengo
tu palabra, Ramn, tu palabra de hombre si no puedes estar tierno, no lo ests; pero
tampoco brutal ni grosero cuidado!... Ya que la infeliz sale de aqu coronada de espinas, no
se las hinques ms al contrario! Si puedes quitarle unas cuantas figrate lo que te lo
agradecer!...
RAMN: (ensimismado y sombro.) Padre, es trago muy amargo
DON FELICIANO: Todo cliz lo es, Ramn; pero cuando es fuerza apurarlo, se apura, y se
acab!... Piensa que Pilar est apurando el suyo, y que no sabemos si an ser ms
amargo!... ya estn aqu
ESCENA VIII
RAMN, PILAR, DOA REMEDIOS, DON FELICIANO.
Pilar entra erguida y firme, y a no ser por su palidez extremada y lo negro de sus ojeras,
creerasela sana como nunca. Precede a doa Remedios, lenta y renegando siempre por el
reuma.
DON FELICIANO: (Pevia seal de inteligencia a doa Remedios.) Ven ac, mujer, ven ac, y
hablen ustedes lo que tengan que hablarse, que algo ha de ser Doa Remedios y yo nos
iremos, mientras, por all andetro Pnganse de acuerdo, por ms que ya lo estn (frente a
las protestas de ambos), digo, en lo principal, en esto de separarse por un poco tiempo
Resuelvan ustedes a solas cmo ha de ser ello: si has de irte con tus padres (reiterada
negativa de Pilar) que sera lo mejor!... o si has de irte sola, cosa que a m me parece una
locura pero, en fin, all ustedes Vamos, doa Remedios? (Mutis de ambos, 2da. Izq.)
ESCENA IX
RAMN, PILAR.
En cuanto quedan a solas, ninguno de los dos atrvese a hablar el primero. Ramn hunde de
nuevo la cabeza en su pecho; y Pilar, despus de un instante de desorientacin, encaminarse
a la alcoba, abre la cmoda y pnese a extraer de sus cajones, prendas de vestir, cual si
realmente se apercibiese a un viaje.

RAMN: (Al cabo de rpida espera, sin mover su rostro, rompe el silencio.) Por fin qu es lo
que resuelve?...
PILAR: (Sin interrumpir su ocioso examen de la ropa) Obedecerte, como siempre.
RAMN: Qu quieres decir?...
PILAR: Que me voy!
RAMN: Si fuera cierto que me obedeces siempre, te iras con tus padres
PILAR: Por obedecerte a ti y por complacerlos a ellos, as lo hara si fuese posible , pero ya
no lo es
RAMN: (Intrigado, vuelve la cara a Pilar.) Y por qu ya no lo es, si slo de tu voluntad
depende?...
PILAR: (Con tristeza creciente a cada palabra) Ya no depende de mi volunt
RAMN: (Iracundo, una innoble sospecha le ha ensombrecido el espirit) Pues de la
volunt de quien?...
PILAR: No me preguntes, Ramn, no me preguntes
RAMN: (an ms violento) S he de preguntarte!... Y si no me dices de quin depende, no
sales de aqu!...
PILAR: (Ya sin agilidad ni soltura, se le acerca) Ramn, por lo que ms quieras,
separmonos en paz!
RAMN: Pero si es que me da rabia orte, verte con esa calma quin te impide que te
vayas con tus padres?
PILAR: (Apoyndose en la mesa, con sntomas de agotamiento) Mi desgracia, que es ms
grande que la tuya sa me lo impide!...
RAMN: Pues no te entiendo, no, no te entiendo si t lo quisieras, con tus viejos te iras
a m no me vengas con cuentos
PILAR: Cuando lo sepas, cuando veas a dnde voy, te arrepentirs de tus sospechas.
RAMN: Cundo vea nde vas?... pues qu te figuras que he de verlo, que de seguirte,
impedido como estoy?
PILAR: (Cuya debilidad ir en visible aumento, hasta el desenlace.) Mira, Ramn, tenme
lstima, que el tiempo vuela, y despus sera tarde Despdete de m, como si todava me
quisieras o se te acab ya el cario que me tenas?
RAMN: (Que algo inslito descubre en las palabras y actitudes de su esposa) Pues dime
qu volunt es sa, anda, y dime nde vas y yo te digo luego si ya se acab mi cario
PILAR: Pero si te estoy diciendo que muy pronto lo sabrs, que lo vers muy pronto pa qu
te empeas?...
RAMN: (Aguijoneando otra vez por la innoble sospecha.) Es cerca o lejos?... con quin
vas a vivir?...
PILAR: (con inmensa melancola) Vivir!... bueno, pues primero, con mi hijo

RAMN: (Exasperado) Lo ves? Lo ves?... Y no te da vergenza hablar de ese hijo,


mentrmelo a m, a m, que lo aborrezco, que te lo arrancara si pudiera, pa estrellarlo contra
el suelo?...
PILAR: (Horrorizada) Para que no lo hagas me voy a donde me voy; que si yo y t no
tenemos la culpa de que venga, si yo y t somos inocentes, l es ms inocente, pero mucho
ms inocente que los dos juntos
RAMN: Entonces, ya lo quieres ms que a m?... (sarcstico)
PILAR: (Con entereza) Ms que a ti?... no s, no lo creo; pero quererlo, s, ahora ya lo
quiero antes, no!... Cuando se anunci, lo aborreca como t lo aborreces puede que
ms!... pero despus despus! Conforme siento que crece, que se mueve, que me acaricia
mis entraas; conforme comenc a sentir que su corazoncito le palpitaba, dentro de m; sin
saber cundo, sin saber cmo, me he puesto a quererlo, porque desde antes de nacer ya es
desgraciado, porque nadie lo ha de querer; porque si viviera, su vida sera mi calvario, y sus
risas mis sonrojos, y sus gracias mi tormento, y sus primeras palabras mis lgrimas
(arranque materno) lo quiero porque es mi hijo!... Ustedes los hombres, nunca podrn saber
cmo queremos las madres a nuestros hijos, desde antes que nazcan!...
RAMN: (Sin ventura) Pues, mrchate en el acto, s, vete, con ese hijo que tanto adoras, y
djame a m que me muera solo, sin volver a verte, pensando en lo que me quisiste, y en que
un extrao vino de repente a arrebatarme tu cario (sacudido de sollozos, hinca la cabeza
en sus brazos, sobre la mesa)
PILAR: (ms y ms debilitada; el tsigo acusa ya sus efectos con frecuencia.) Ese cario no
hay quien te lo arrebate (reflexiva) muchas veces he pensado que yo nac no ms para
quererte... pero, porque te quiero, me voy figrate lo que maana, cuando nazca, te hara
sufrir a ti No, Ramn, no, antes de que me eches de tu corazn, me voy de tu lado, muy
lejos, a donde slo tu pensamiento, cuando pienses en m, me alcance y me acompae
RAMN: (impresionado por la anunciada lejana, medio levanta la cara) Y no volvers
nunca?...
PILAR: (Restregndose los ojos, que intermitentemente le cierra el veneno.) Nunca, Ramn
RAMN: Ni aunque yo te llamara? aunque yo te pidiera que vinieras a cerrar mis ojos?
PILAR: No, Ramn, ya no podr venir
RAMN: (Cogindole las manos entre las suyas) Que no podrs venir? Pues nde te me
vas, Pilar?
PILAR: (tristsimamente) A morirme!...
RAMN: (Todo incorporado) Pero s no ests enferma, ni la muerte nos hace parecio cuando
la llamamos
PILAR: Cuando la llamamos, no; pero cuando nos abrazamos a ella, s.

RAMN: (Despavorido.) Luego, t?... (devorndola con los ojos, a tiempo que Pilar cierra
los suyos y se le va a la cabeza) Qu tienes, Pilar? Por qu cierras los ojos?... (con
ternura) No me martirices hblame
PILAR: (En lucha con la ponzoa) Tengo sueo, Ramn, tengo sueo y un cansancio
RAMN: (Trmulo) Pero si no es posible, Pilar Qu has tomado, dime qu has tomado?...
(llamando a doa Remedios) Madre!... Madre!...
PILAR: No la llames Ramn djame que me duerma junto a ti, los dos solos, como cuando
ramos felices (muy piano) Verd que todava me quieres?...
RAMN: (Para atraerla, derriba la mesa que los separa, y ella, a duras penas, va a l y
sientse en el suelo, apoyada en las rodillas del invlido) Que si te quiero!... Mira, porque t
no te mueras, porque no me dejes querr hasta a tu hijo! Qu ms he de ofrecerte?...
(desesperado) pero no me dejes, qudate conmigo, anda y dime que tomaste madre!...
madre!...
PILAR: (Que va muriendo poco a poco) Tom una yerba para que no sufras por mi
porque te adoro
RAMN: (sollozante) Pilar! Pilar!... no te vayas, hazlo por m hazlo por tu hijo
PILAR: (En agona semilcida) Por l y por ti me voy, Ramn, por los dos yo y l ya no
cabamos en el mundo, y yo no haba de matarlo Dios me librar!... por eso me mato yo, pa
que se vaya conmigo pa que nunca se abran sus ojos y puedan ver estas cosas que
suceden
RAMN: (Enajenado, pnese a besarla) Mrame, mrame bien, con tus ojazos!... Madre,
madre, que se muere Pilar!... Dame un beso, en tu boca como antes
PILAR: (Ya desfallecida) No en la boca, no bsame la frente en seas de que
crees en mi inocencia (A tiempo de besarla, Pilar, previo moderado estiramiento, expira
entre los brazos del esposo, y queda como dormida, segn el pronstico de la vieja
hechicera.)

ESCENA X
PILAR, RAMN, DOA REMEDIOS, DON FELICIANO.
Salen apresurados doa Remedios y el prroco; ste llega primero, y se inclina a palpar a la
muerta, imaginando al pronto, que Ramn la haya matado.
DON FELICIANO: Pero qu ha sido esto, Seor?...qu sucedi entre ustedes?...

DOA REMEDIOS: (Que comparte las aprensiones del cura) Habla, hijo, por Dios!...
respndele a don Feliciano!...
RAMN: (perturbado slo acierta a besar y abrazar el cadver) No me dejes, Pilar, no me
dejes!...
DON FELICIANO: (Severo) Qu fue, dime qu fue?...
RAMN: (sin desasir el cuerpo idolatrado) Yerba, padre, una yerba maldita, que me la mata
DON FELICIANO: (Horrorizado ante el suicidio) Envenenada!...
DOA REMEDIOS: (Implorante, junto a Pilar) Padre, absulvala ust!
DON FELICIANO: Ya lo creo que la absuelvo (amplio ademn con entrambos brazos
levantados en alto) ya lo creo que la absuelvo! (solemne bendicin en los aires) Y que sea
ella la mrtir! La que le pida a Dios que nos perdone a todos
Se inclinar para absolverla. Ramn no habr desamparado los amados despojos, ni doa
Remedios habr cesado de estar arrodillada, musitando las preces de las agonas.
EL TELN DESCENDER LENTAMENTE.

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