Leiber, Fritz - FR6, Espadas y Magia Helada
Leiber, Fritz - FR6, Espadas y Magia Helada
Leiber, Fritz - FR6, Espadas y Magia Helada
MAGIA HELADA
Fritz Leiber
combate a muerte entre tres feroces guerreros norteos, que blandan cimitarras de filo
serrado, y cuatro espectros de carne transparente y esqueletos de color rosa, armados
con dagas y hachas de combate. Era la clase de violenta diversin que Lithquil nunca se
cansaba de organizar y contemplar hasta su sangriento desenlace, y de paso serva para
acabar con la mayora de los diez guerreros cuya destruccin haba determinado la
Muerte.
La Muerte apenas sinti un escrpulo momentneo al recordar lo bien que le haba
servido Lithquil durante muchos aos. Incluso al mejor de los servidores hay que jubilarle
algn da y concederle el descanso eterno, y en ninguno de los mundos sobre los que la
Muerte haba odo hablar, y desde luego no en Nehwon, haba escasez de verdugos
voluntarios, y no faltaban los que se entregaban apasionadamente a esa actividad, con
una energa increble, infatigables, dotados de mentes imaginativas capaces de idear los
sistemas ms fantsticos para realizar su cometido. As pues, mientras la Muerte tena
esa visin, aplic a ella su pensamiento y el espectro que estaba ms atrs alz sus ojos
invisibles, de modo que las rbitas negras ribeteadas de rosa miraron a Lithquil, y antes
de que los dos guardianes que flanqueaban al Duque Loco pudieran adelantar sus
pesados escudos para proteger a su seor, el hacha de mango corto del espectro, ya
suspendida por encima de su hombro, vol a travs del estrecho espacio y se clav en la
nariz y la frente de Lithquil.
Antes de que Lithquil pudiera desplomarse, antes de que cualquiera de los
espectadores que le rodeaban pudiera disparar una flecha o amenazar al asesino, antes
incluso de que la esclava desnuda que era el premio prometido, pero rara vez entregado,
al ganador superviviente pudiera empezar a inhalar aire para lanzar un grito desgarrador,
la mirada mgica de la Muerte se fij en Horborixen, ciudad fortificada del Rey de Reyes,
pero no en el interior del palacio de ste, aunque la Muerte tuvo un breve atisbo de ese
lugar, sino en su sucio y oscuro taller, donde un hombre muy viejo estaba tendido en un
camastro y deseaba sinceramente que la fra luz del alba, que se filtraba por la rendija de
la ventana y por debajo de la puerta, no turbara nunca ms a las telaraas que formaban
arcos y contrafuertes fantasmales en el techo.
Este anciano, llamado Gorex, era el artesano ms hbil de Horborixen y quiz de todo
Nehwon, especializado en metales preciosos y militares e inventor de los artefactos ms
ingeniosos, pero haba perdido el inters por su trabajo y por todos los dems aspectos
de la vida. Su postracin se remontaba un ao atrs, desde que su biznieta Eesafem, su
ltimo familiar superviviente y la aprendiza ms dotada en su difcil oficio, una muchacha
esbelta, hermosa y casi nbil, de ojos almendrados y mirada aguda, fuera raptada
sumariamente por los agentes del Rey de Reyes que se encargaban de surtir su harn. El
horno del pobre viejo estaba fro como el hielo, sus herramientas se cubran de polvo y l
mismo se haba abandonado por completo a la afliccin.
Estaba en verdad tan triste que la Muerte no tuvo ms que aadir una gota de su
propio humor melanclico a la negra bilis que circulaba lenta y amargamente por las
fatigadas venas de Gorex, el cual expir sin dolor y al instante, fundindose con sus
telaraas.
As pues, con la misma facilidad con que la Muerte arrancaba un chasquido de sus
largos, finos y perlinos dedos anular y pulgar, despach al aristcrata y al artesano. Ya
slo le quedaban los dos hroes.
Y slo dispona de doce latidos del corazn.
La Muerte tena el convencimiento de que, siquiera fuese por motivos artsticos, los
hroes deban efectuar su salida del escenario de la vida en el mejor estilo
melodramtico, y slo uno de cada mil poda morir de viejo y en la cama, mientras dorma,
para lograr un efecto irnico. Esta necesidad era tan grande que, segn la Muerte, y como
parte de las reglas que ella misma haba establecido, permita el uso de una magia
perceptible y demostrable exteriormente, y no era necesario empujarlos al hoyo con
realismo, como en el caso de los seres humanos ms corrientes. Durante dos latidos del
corazn completos escuch la leve vibracin de su fra mente, mientras volva a frotarse
las sienes con los nudillos nacarados. Entonces sus pensamientos partieron raudos hacia
un tal Fafhrd, un brbaro que, a pesar de serlo, era mundano y romntico en sumo grado,
pero cuyos pies y mente se afianzaban con firmeza en los hechos, sobre todo cuando no
estaba ni muy sobrio ni muy borracho, y hacia su compaero de toda la vida, el Ratonero
Gris, tal vez el ladrn ms inteligente e ingenioso de todo Nehwon y, ciertamente, el de
arrogancia ms rotunda y ms mordaz.
El conato de escrpulo momentneo que la Muerte experiment entonces fue ms
fuerte y profundo que en el caso de Lithquil. Fafhrd y el Ratonero le haban servido bien, y
de maneras muchsimo ms variadas que el Duque Loco, cuyos ojos se haban vuelto
bizcos de tanto mirar fijamente a la muerte, por lo que esa forma de despacharle con el
hacha haba sido la ms apropiada. S, el corpulento vagabundo norteo y el pequeo,
simptico y astuto ratero haban sido los peones de mayor utilidad en algunos de los
juegos ms exquisitos de la Muerte.
No obstante, a todo pen, sin excepcin alguna, hay que alzarlo finalmente del tablero
y arrojarlo a una caja en el curso de la partida ms importante de todas, aunque haya
llegado al rango ms alto y se haya convertido en rey o reina. Eso se record la Muerte,
sabedora de que ella misma tendra que morir algn da, y se entreg a esa tarea
intuitivamente creativa con ms rapidez de la que jams alcanzarn en su vuelo una
flecha, un cohete o una estrella fugaz.
Tras echar una brevsima ojeada al sudoeste, hacia la vasta ciudad de Lankhmar,
rosada por la luz del alba, para asegurarse de que Fafhrd y el Ratonero seguan
ocupando una destartalada buhardilla en lo alto de una posada frecuentada por los
mercaderes ms pobres y encarada a la calle del Muro, cerca de la Puerta de la Marisma,
la Muerte mir atrs, al matadero del difunto Lithquil. En sus improvisaciones tena la
costumbre de utilizar los materiales ms o mano, como hace todo buen artista.
Lithquil se estaba desplomando y la esclava gritaba. El ms poderoso de los guerreros,
su ancho rostro contorsionado por una furia combativa que no se desvanecera hasta que
la forzara el agotamiento, acababa de cortar la cabeza, de carne invisible y huesos
rosados del asesino de Lithquil, y de la manera ms injusta, e incluso estpida, aunque la
mayora de los sistemas destructivos de la Muerte externamente parecen funcionar de
ese modo, una decena de flechas volaban desde la galera hacia el vengador de Lithquil.
La Muerte hizo actuar su magia y el guerrero desapareci. Las diez flechas atravesaron
el aire, pero para entonces la Muerte, siguiendo de nuevo su prctica de economizar los
materiales, miraba otra vez hacia Horborixen y vea una celda bastante grande iluminada
por ventanas altas con barrotes, en medio del harn del Rey de Reyes. Curiosamente, la
celda contena un pequeo horno, una tinaja con agua para templar, dos yunques, varios
martillos y muchas otras herramientas para trabajar metales, as como una pequea
cantidad de stos tanto preciosos como corrientes.
En el centro de la celda, contemplndose en un espejo de plata bruida, haba una
muchacha de esbeltez deliciosa, no mayor de diecisis aos y sin ms atavo que cuatro
adornos de filigrana de plata. Sus ojos eran almendrados, de mirada aguzada como una
aguja, y ahora reflejaban tambin su furor como el del guerrero. Estaba desnuda, en
efecto, en el grado ms extremo, pues, con excepcin de las pestaas, le haban afeitado
todo el pelo del cuerpo, sustituyndolo por finos tatuajes de color verde y azul.
Eesafem llevaba siete lunas en confinamiento solitario, por haber mutilado, en el curso
de una pelea, las caras de las concubinas favoritas del rey, unas gemelas de Ilthmart. En
realidad, al Rey de Reyes no le haba disgustado en absoluto que lo hiciera. A decir
verdad, las mutilaciones faciales de sus queridas especiales aumentaban ligeramente su
atractivo, cosa que convena a su hastiado apetito. Pero aun as, era preciso mantener la
de miedo. Al principio, el fro del amanecer y la viscosa neblina del Gran Pantano Salado
le provocaron escalofros, pero pronto el ejercicio le hizo sudar, mientras sus estocadas y
paradas, rutinarias al principio, alcanzaban la velocidad del rayo y una precisin absoluta.
Con excepcin del ruido que haca Fafhrd, la maana era tranquila en Lankhmar. Las
campanas an no haban empezado a repicar, ni los solemnes gongs a sealar el paso
del gentil Seor Supremo de la ciudad, ni se conoca la noticia de que sus diecisiete gatos
haban sido atrapados con redes y llevados a la Gran Prisin, donde, en jaulas separadas,
esperaban su juicio.
Ese mismo da el Ratonero Gris haba permanecido en vela hasta el alba, que
normalmente le encontraba dormido, siquiera fuese desde una hora antes. Se hallaba
acurrucado en un rincn de la buhardilla, sobre un montn de cojines detrs de una mesa
baja, arrebujado en un manto de lana gris y con la barbilla apoyada en la mano. De vez en
cuando se llevaba una copa de vino amargo a la boca, haca una mueca y se entregaba a
pensamientos todava ms amargos, principalmente acerca del mal y de la gente indigna
de confianza que haba conocido a lo largo de una vida tortuosa como un laberinto. Hizo
caso omiso de la salida de Fafhrd y odos sordos a sus ruidosas cabriolas, pero cuanto
ms cortejaba al sueo, tanto ms ste le esquivaba.
El guerrero de boca espumeante y ojos inyectados en sangre se materializ ante
Fafhrd en el momento en que el norteo se pona en guardia de tercera baja, la mano
armada extendida, hacia abajo y un poco a la derecha, la espada ladeada hacia arriba.
Qued pasmado por la aparicin, la cual, exenta de las rigideces de la cordura, dirigi de
inmediato al cuello desnudo del norteo un gran tajo con su cimitarra de filo serrado,
parecida a una hilera de dagas cortas y de hoja ancha, forjadas una al lado de otra y
recin mojadas en sangre, por lo que slo un puro automatismo hizo que Fafhrd cambiara
de guardia, pasando a una cuarta bien afianzada que desvi la espada del guerrero, la
cual silb por encima de la cabeza de Fafhrd, con el sonido de una vara de acero
arrastrada con mucha rapidez a lo largo de una verja de puntiagudas estacas de acero, a
medida que cada diente, afilado como una navaja, se encontraba a su vez con la hoja del
norteo.
Entonces la razn intervino en el juego y, antes de que el guerrero pudiera devolver un
golpe de revs, la punta de Vara Gris traz un limpio y rpido crculo en sentido contrario
al de las agujas del reloj, ascendi con tremenda potencia y alcanz la mueca del
guerrero, con tal mpetu que mano y espada salieron volando. Fafhrd saba que era
mucho mejor desarmar, con mano incluida, a un contrario tan feroz antes de atravesarle el
corazn, cosa que procedi a hacer ahora.
Entretanto, el Ratonero quedaba tambin pasmado ante la abrupta y totalmente ilgica
aparicin de Eesafem en el centro de la buhardilla. Era como si uno de sus sueos
erticos ms vividos se hubiese realizado de repente. Slo poda mirarla aturdido
mientras la muchacha avanzaba sonriente hacia l, doblaba un poco las rodillas, para que
sus rostros quedaran nivelados, y apretaba los brazos contra los costados, de modo que
la tira afiligranada que sostena las cazoletas de los senos se comprimi. Sus verdes ojos
almendrados tenan un brillo siniestro.
Lo que salv al Ratonero fue la antipata que siempre le haba inspirado ver que algo
agudo le apuntaba, ya fuera una aguja diminuta, ya las pas juguetonamente
amenazantes en unas exquisitas cazoletas de plata, que sin duda cubran unos senos no
menos exquisitos. Se arroj a un lado en el mismo momento en que, con simultneos
chasquidos, unos muelles pequeos pero potentes soltaban las pas envenenadas como
si fuesen proyectiles de ballesta, clavndose en la pared en la que l haba estado
apoyado hasta un momento antes.
En un instante se puso en pie y se abalanz contra la muchacha. Ahora bien, la razn,
o quiz la intuicin, le indic la importancia que encerraba el movimiento de la joven hacia
los dos rombos negros en lo alto de sus grebas de plata. Asindola, logr llegar a los
rombos antes que ella, extrajo los estiletes gemelos de mango negro y los arroj ms all
del revuelto camastro de Fafhrd.
A continuacin, entrelazando las piernas con las de la muchacha, a fin de que no
pudiera darle un rodillazo en la entrepierna, le inmoviliz la cabeza sujetndosela con el
brazo doblado. Ella intent morderle y escupirle, y el Ratonero le agarr una oreja, tras
tratar en vano de cogerle el pelo, dominndola finalmente al aferrar con su mano derecha
las dos manos frenticas, provistas de uas afiladas. Entonces, por etapas graduales y no
innecesariamente brutales, procedi a violarla. Cuando se le acab la saliva, la muchacha
se seren. Tena los senos muy pequeos pero doblemente deliciosos.
Fafhrd regres del tejado sin haber salido todava de su asombro, y ste alcanz
nuevas cimas a causa de la escena que tena ante los ojos. Cmo diablos se las haba
ingeniado el Ratonero para traer a aquella encantadora criatura sin que l se diera
cuenta? Claro que no era asunto suyo.
Disclpame y contina, por favor le dijo; luego cerr la puerta tras de s y abord el
problema de deshacerse del cadver.
No le result en absoluto difcil: alz el cuerpo del guerrero y lo arroj desde una altura
de cuatro pisos al gran montn de basura que casi bloqueaba el callejn de los Espectros.
Despus recogi la cimitarra de filo serrado, separ la mano que todava la empuaba, y
la tir tras su dueo. Mirando cejijunto el arma ensangrentada, que pretenda quedarse
como recuerdo, se pregunt intilmente de quin sera aquella sangre.
(Librarse de Eesafem no era un problema que pudiera resolverse de un modo tan fcil
e instantneo. Baste decir que la muchacha perdi gradualmente gran parte de su fiereza,
y algo de su odio a la humanidad, aprendi a hablar con fluidez el lankhmars y acab
dirigiendo, muy feliz y contenta, una pequea forja en la plazuela del Cobre, detrs de la
calle de la Plata, donde haca hermosas joyas y venda a escondidas diversas
curiosidades, como los mejores anillos provistos de dientecillos venenosos de todo
Nehwon.)
Entretanto, la Muerte, para la que el tiempo se mueve de un modo algo diferente que
para los hombres, reconoca que slo le quedaban dos latidos del corazn para completar
su cuota de vidas arrebatadas.
A la levsima emocin que experiment al ver que sus dos hroes elegidos frustraban
sus brillantes improvisaciones, y al pensar que tal vez existieran en el universo poderes
que ella desconoca y que eran incluso ms sutiles que el suyo, sucedi una mueca de
disgusto al darse cuenta de que no le quedaba tiempo para practicar su arte de una
manera indirecta y deba intervenir personalmente en el asunto, puesto que el deus ex
machina siempre le haba parecido el artificio ms dbil de la ficcin o de la vida.
Deba poner fin con su propia mano a las vidas de Fafhrd y el Ratonero? No, en cierto
modo haban sido ms listos que ella, lo cual, en toda justicia (si tal cosa exista), debera
concederles un perodo de inmunidad. Adems, si lo hiciera ahora, casi olera a clera, o
incluso a resentimiento. Y a su manera, y a pesar de sus engaos ocasionales y casi
inevitables, la Muerte era una deportista.
Con un suspiro de lo ms leve aunque expresaba una profunda fatiga, la Muerte se
present mgicamente en la sala de la guardia real del Gran Palacio Dorado de
Horborixen, donde de dos estocadas rpidas como el rayo, y de efecto piadosamente casi
instantneo, acab con las vidas de dos nobles e intachables hroes a los que apenas
haba vislumbrado all con anterioridad, pero que haban quedado grabados en su
ilimitada e infalible memoria, dos hermanos que haban jurado el celibato perpetuo, as
como el rescate de por lo menos una damisela en peligro cada luna. As quedaron
liberados de tan difcil destino, y la Muerte regres para meditar tristemente, en el trono
bajo de su modesto castillo en el Reino de las Sombras, y aguardar su prxima misin.
Como un toque de difuntos, son el vigsimo latido.
Podran haberse quedado el tiempo suficiente para que les registrramos las
faltriqueras y las costuras objet el Ratonero. A lo mejor llevaban joyas o metales
preciosos.
Pero qu habr detrs de todo esto? Un mago blanco y negro?
Es intil intentar hacer adobes sin paja dijo el Ratonero, atajndole. Vayamos en
seguida a La Lamprea Dorada y bebamos all a la salud de la chica, que sin duda era
deslumbrante.
De acuerdo, y beberemos a su salud apropiadamente, mezclando la cerveza ms
negra con el vino espumoso ms claro de Ilthmar.
3 - Atrapados en el Reino de las Sombras
Fafhrd y el Ratonero Gris estaban medio muertos de sed. Sus caballos no pudieron
resistir la falta de agua y murieron en la ltima charca, que encontraron seca. Ni siquiera
el lquido que quedaba en las bolsas para agua, aumentado con el de sus propios
cuerpos, haba servido para mantener con vida a sus queridas y silenciosas bestias
equinas. Como todo el mundo sabe, los camellos son las nicas criaturas capaces de
transportar jinetes durante ms de uno o dos das a travs de los ridos desiertos, con su
calor casi sobrenatural, del mundo de Nehwon.
Avanzaron hacia el sudoeste bajo el sol cegador y sobre la arena ardiente. A pesar de
su situacin desesperada y el estado febril de su cuerpo y su mente, seguan una ruta
prudente. Si se desviaban demasiado al sur, caeran en manos del cruel emperador de las
Tierras Orientales, que hallara un refinado placer en torturarles antes de matarles. Si se
internaban demasiado al este, toparan con los implacables mingoles de las estepas y con
otros horrores. Hacia el oeste y el noroeste era la ruta que seguan ahora, mientras que al
norte y nordeste estaba el Reino de las Sombras, el hogar de la misma Muerte. Conocan
bien esos detalles de la geografa de Nehwon.
Entretanto, la Muerte sonrea levemente en su bajo castillo situado en el centro del
Reino de las Sombras, segura de que por fin los dos esquivos hroes estaban al alcance
de su mano. Aos atrs haban tenido la desfachatez de penetrar en su dominio para
visitar a sus primeros amores, Ivrian y Vlana, e incluso robar de su mismo castillo la
mscara favorita de la Muerte. Ahora pagaran por su temeridad.
Fsicamente, la Muerte no era femenina, sino que tena el aspecto de un joven alto y
apuesto, aunque un tanto cadavrico, con el cutis opalescente. Ahora contemplaba un
gran mapa del Reino de las Sombras y sus alrededores, fijado a una oscura pared de su
morada. En ese mapa Fafhrd y el Ratonero eran una mota brillante, como una estrella
errante o un cocuyo, al sur del Reino de las Sombras.
La muerte torci sus labios delgados y sonrientes, y sus dedos esquelticos trazaron
pequeas curvas cabalsticas mientras efectuaba un encantamiento pequeo pero difcil.
Tras realizar el conjuro, observ con satisfaccin en el mapa que una lengua meridional
del Reino de las Sombras se extenda visiblemente en persecucin de la mota reluciente
que eran sus vctimas.
Fafhrd y el Ratonero avanzaban pesadamente por el sur, ahora tambalendose
aturdidos, ardientes los pies y la cabeza, sus caras empapadas en sudor. Cerca del Mar
de los Monstruos y la Ciudad de los Espectros, haban buscado a sus conquistas ms
recientes, que se haban extraviado, Reetha, la del Ratonero, y Kreeshkra, de Fafhrd, esta
ltima perteneciente a la raza de los espectros, toda ella de sangre y carne invisibles, lo
cual haca resaltar an ms sus bonitos huesos rosados, mientras que Reetha crea en la
elegancia de ir desnuda y rasurada de la cabeza a los pies, gusto que daba a las
muchachas una similitud y una simpata mutuas.
Pero el Ratonero y Fafhrd slo haban encontrado a una horda de feroces espectros
masculinos, montados en caballos igualmente esquelticos, que les persiguieron al este y
al sur, ya fuera para matarlos, ya para hacerles morir de sed en el desierto o torturados en
las mazmorras del Rey de Reyes.
Era pleno medioda y el sol caa a plomo. La mano izquierda de Fafhrd toc, en medio
del calor seco, una verja fra de una media vara de altura, invisible al principio, pero no por
mucho tiempo.
Huyamos a la hmeda frescura dijo con la voz quebrada.
Saltaron ansiosamente la verja y se arrojaron sobre una bendita extensin de hierba
espesa y oscura, cuyas briznas medan dos pulgadas y sobre la que se deslizaba una fina
bruma. Durmieron unas diez horas seguidas.
En su castillo, la Muerte se permiti una sonrisa, pues en el mapa, la lengua del Reino
de las Sombras que se extenda hacia el sur toc la chispa diamantina y disminuy su
brillantez.
La estrella mayor de Nehwon, Astorian, ascenda por el cielo oriental, precursora de la
luna, cuando los dos aventureros despertaron, muy refrescados tras su larga siesta. La
bruma casi se haba levantado por completo, pero la nica estrella visible era la enorme
Astorian.
El Ratonero se puso en pie de un salto, agitado bajo su capucha gris, la camisola del
mismo color y los zapatos de piel de rata.
Debemos regresar de inmediato a la tierra clida y seca dijo a su compaero,
pues esto es el Reino de las Sombras, dominio de la Muerte.
Un lugar muy cmodo replic Fafhrd, estirando sus grandes msculos
perezosamente sobre la espesa hierba, Quieres volver al salobre, granuloso, spero y
ardiente mar de tierra? Yo no.
Pero si nos quedamos aqu objet el Ratonero seremos arrastrados contra
nuestra voluntad por diablicas y engaosas ilusiones hasta los bajos muros del castillo
de la Muerte, a quien desafiamos robndole su mscara y dando sus dos mitades a
nuestros magos Sheelba y Ningauble, una accin por la que no es probable que la Muerte
nos tenga afecto. Adems, es muy posible que aqu encontremos a nuestras primeras
chicas, Ivrian y Vlana, y sa no sera una experiencia muy agradable.
Aunque le recorri un escalofro, Fafhrd repiti con testarudez:
Pero estamos cmodos.
Bastante cohibido, movi los grandes hombros y estir de nuevo sus siete pies en la
hierba deliciosamente hmeda. (Los siete pies se refieren a su altura, pues no era ni
mucho menos un octpodo al que le faltara un tentculo, sino un brbaro bien parecido,
de barba rojiza y muy alto.)
Pero y si apareciera tu Vlana, con el rostro azul y nada cariosa? insisti el
Ratonero. O mi Ivrian en similar estado?
Esa horrenda imagen fue convincente. Fafhrd se puso en pie de un salto y trat de asir
la verja baja, pero su sorpresa fue mayscula al ver que no haba tal verja. La hierba
verde oscuro y hmeda del Reino de las Sombras se extenda en todas direcciones,
mientras que la bruma haba vuelto a espesarse, ocultando a Astorian. No haba manera
de orientarse.
El Ratonero busc en su bolsa de piel de rata y sac una aguja azul de hueso. Se
pinch mientras la buscaba y solt una maldicin. Era una aguja afiladsima en un
extremo y redonda y agujereada en el otro.
Necesitamos un estanque o un charco dijo a su intrigado amigo.
De dnde has sacado ese juguete? Arte de magia, en?
Me la dio Nattick Dedosgiles, el sastre, en la vasta Lankhmar respondi el
Ratonero, Nada de magia. No has odo hablar de las agujas de orientacin,
sabihondo?
No lejos de all encontraron una charca en la hierba. Con sumo cuidado, el Ratonero
coloc la aguja sobre el pequeo espejo de agua clara y plcida. El objeto gir despacio y
finalmente se detuvo.
Iremos por ah dijo Fafhrd, sealando desde el extremo agujereado de la aguja.
Al sur.
Se haba dado cuenta de que el extremo punzante deba de sealar hacia el centro del
Reino de las Sombras, el Polo de la Muerte de Nehwon, por as decirlo. Por un instante se
pregunt si habra otro de tales polos en las antpodas, tal vez un Polo de la Vida.
Y seguiremos necesitando la aguja aadi el Ratonero, pinchndose otra vez y
maldiciendo mientras la guardaba en la bolsa para futura orientacin.
Jaaah! Uaa, uaa, uaa, uaaah! gritaron tres frenticos guerreros, emergiendo de la
niebla como estatuas en movimiento.
Llevaban largo tiempo abandonados en los confines del Reino de las Sombras, reacios
tanto a avanzar hacia el castillo de la Muerte y encontrar su infierno p Valhalla, como a
tratar de huir, pero siempre dispuestos a pelear. Se abalanzaron sobre Fafhrd y el
Ratonero, desnudos y blandiendo sus espadas.
Los dos amigos trabaron combate con ellos y los liquidaron en diez latidos del corazn.
El Ratonero pens que matar en los dominios de la Muerte deba de constituir por lo
menos una falta, como la caza furtiva. Vend cuidadosamente un corte superficial que
Fafhrd haba recibido en el bceps.
Vaya! exclam el norteo. Hacia dnde sealaba la aguja? Con tantas vueltas
me he desorientado.
Localizaron la misma u otra charca espejeante, hicieron flotar la aguja, encontraron de
nuevo el sur y reanudaron su camino.
En dos ocasiones intentaron escapar del Reino de las Sombras cambiando de
direccin, una vez al este y otra al oeste, pero no les sirvi de nada, y no encontraron ms
que tierra cubierta de muelle hierba y cielo brumoso. As pues, mantuvieron el rumbo
hacia el sur, confiando en la aguja de Nattick.
Para alimentarse no dudaron en atrapar algn que otro cordero negro de los rebaos
con que se encontraban, los sacrificaron, desangraron, desollaron, aderezaron y asaron
en fogatas de lea obtenida de los achaparrados rboles y arbustos negros que se
alzaban aqu y all. La carne de los jvenes animales era suculenta. Tomaron roco para
beber.
En su fortaleza de muros bajos, la Muerte miraba de vez en cuando el mapa y sonrea
al ver que la lengua oscura de su territorio segua extendindose mgicamente hacia el
sudoeste, mostrando en su margen la chispa mortecina de sus vctimas condenadas.
Observ que la caballera espectral que inicialmente persegua a la pareja se haba
detenido en el lmite fronterizo de su reino.
Pero ahora haba un ligersimo rictus de inquietud en la sonrisa de la Muerte, y de vez
en cuando un frunce minsculo arrugaba su lisa y opalescente frente, mientras ejerca sus
facultades para mantener en activo su brujera geogrfica.
La lengua negra segua bajando por el mapa, ms all de Sarheenmar e Ilthmar, aquel
emporio de ladrones, hacia el Reino Hundido. En ambas ciudades, situadas a orillas del
Mar Interior, cundi el pnico al ver la oscura invasin de hierba hmeda y cielo brumoso,
y dieron las gracias a sus dioses degenerados al librarse por muy poco de tan alarmantes
elementos.
Ahora la lengua negra cruzaba el Reino Hundido en su avance hacia el oeste. El
pequeo frunce en la frente de la Muerte se haba hecho muy profundo. En la Puerta del
Pantano de Lankhmar, el Ratonero y Fafhrd encontraron a sus mentores mgicos que les
esperaban, Sheelba del Rostro Sin Ojos y Ningauble de los Siete Ojos.
Qu has estado urdiendo? pregunt severamente Sheelba al Ratonero.
Y t qu has estado haciendo? pregunt Ningauble a Fafhrd.
Los dos amigos se hallaban todava en el Reino de las Sombras, y los magos en el
exterior. Les separaba el lmite fronterizo, y su conversacin era como la de dos parejas
en los lados opuestos de una estrecha calle, en uno de los cuales lloviera a cntaros
mientras que el otro se mantena seco y soleado, aunque en este caso hediendo a la
sucia niebla de Lankhmar.
He estado buscando a Reetha replic el Ratonero, sinceramente por una vez.
Y yo a Kreeshkra dijo Fafhrd audazmente, pero una tropa de espectros
montados nos persigui y tuvimos que regresar.
Seis de los siete ojos de Ningauble se contorsionaron en el oscuro interior de su
capucha y miraron inquisitivamente a Fafhrd. Cuando habl, lo hizo con voz severa.
Kreeshkra, harta de, tu indomable indocilidad, ha vuelto definitivamente con los
espectros, llevndose a Reetha consigo. Te aconsejo que la olvides y busques en cambio
a Frix.
La tal Frix era una notable mujer que haba desempeado un importante papel en la
aventura de las hordas roedoras, la misma en la que estuviera implicada Kreeshkra, la
muchacha de la raza espectral.
Frix es una mujer valiente, hermosa y muy lista contemporiz Fafhrd. Pero
cmo encontrarla? Vive en otro mundo, un mundo areo.
Por mi parte, te aconsejo que busques a Hisvet dijo sombramente al Ratonero
Sheelba del Rostro Sin Ojos.
Bajo su capucha, la negrura sin facciones se hizo an ms negra (debido a la
concentracin), si es que ello era posible. Se refera a otra mujer implicada en la aventura
de las ratas, en la que Reetha tambin haba sido uno de los personajes principales.
Una gran idea, padre respondi el Ratonero, que no ocultaba su preferencia por
Hisvet entre todas las dems muchachas, sobre todo porque nunca haba gozado de sus
favores, aunque haba estado a punto de hacerlo en varias ocasiones. Pero
probablemente se encuentra en las profundidades de la tierra y tiene el tamao de una
rata. Cmo podra hacerlo? Cmo, cmo?
Si Sheelba y Ningauble hubieran podido sonrer, lo habran hecho. No obstante, el
primero se limit a decir:
Es desagradable veros envueltos en niebla, como hroes humeantes.
Sin necesidad de deliberar entre s, los dos magos colaboraron en la preparacin de un
encantamiento pequeo pero muy difcil. Tras resistir con gran tenacidad, el Reino de las
Sombras y su niebla se retiraron al este, dejando a los dos amigos bajo el mismo sol que
sus mentores. Sin embargo, dos invisibles fragmentos de niebla oscura permanecieron,
entraron en los cuerpos del Ratonero y Fafhrd y envolvieron para siempre sus corazones.
En el lejano oriente, la Muerte se permiti una ligera maldicin que habra
escandalizado a los dioses superiores si la hubieran odo. Mir furibunda su mapa y la
lengua negra que se acortaba. Estaba de psimo talante. La haban burlado de nuevo!
Ningauble y Sheelba hicieron otro pequeo conjuro.
Sin previo aviso, Fafhrd sali disparado hacia arriba y fue empequeecindose en el
aire hasta perderse de vista.
Sin moverse de donde estaba, el Ratonero tambin se empequeeci, hasta quedar
reducido a poco menos de un pie de altura, un tamao apropiado para manejar a Hisvet,
dentro o fuera de la cama. Se meti en la boca de ratonera ms prxima.
Ninguna de estas hazaas fue tan notable como parece, puesto que Nehwon no es
ms que una burbuja que asciende a travs de las aguas del infinito.
Los dos hroes pasaron un delicioso fin de semana con sus respectivas damas.
No s por qu hago cosas as dijo Hisvet, con su leve ceceo, acariciando
ntimamente al Ratonero mientras yacan en sbanas de seda. Debe de ser porque te
odio.
cosquillas en la nariz. El que estaba al lado del Ratonero era negro como el hierro batido,
y desenvain rpidamente una espada que pareca forjada con el mismo material.
Al mismo tiempo, el otro recin llegado, ste blanco como los huesos, blandi una
espada que pareca de plata, como acero recubierto de estao.
El gigante situado junto al Ratonero descarg un golpe que le habra dividido el crneo,
pero el aventurero lo par en primera y el arma de su contrario se desvi a la izquierda.
Entonces, girando diestramente su estoque en sentido contrario al de las agujas del reloj,
reban la cabeza del feln negro, la cual cay al suelo con un ruido horrible.
El blanco demonio enfrentado a Fafhrd confi en una estocada hacia abajo. Pero el
norteo, tras trabar su hoja, le atraves. La espada plateada no alcanz la sien de Fafhrd
por el grosor de un cabello.
La ninfa pate el suelo con el taln descalzo y se desvaneci en el aire, o quiz en el
limbo.
El Ratonero hizo ademn de limpiar su hoja en las ropas del camastro, pero descubri
que no era necesario y se encogi de hombros.
Qu desdicha para ti, camarada dijo en un tono de fingida afliccin. Ahora no
podrs disfrutar de esa deliciosa criatura mientras retoza sobre tu montn de oro.
Fafhrd se dispuso a limpiar Vara Gris con sus sbanas y not que la hoja tampoco
estaba manchada de sangre, cosa que le hizo fruncir el ceo.
Lo siento por ti, amigo mo se condoli. Ahora no podrs poseerla mientras se
contorsiona con juvenil abandono sobre tu lecho de diamantes, cuyo brillo producira
tonos opalescentes en su plida piel.
Olvidemos esa afeminada basura artstica... Cmo has sabido que soaba con
diamantes? dijo el Ratonero.
Cmo lo he sabido? se pregunt Fafhrd, extraado, pero al final zanj la cuestin
diciendo: Supongo que de la misma manera que t has sabido que soaba con oro.
Los dos cadveres excesivamente largos eligieron ese momento para desvanecerse, y
la cabeza cortada con ellos.
Ratonero, empiezo a creer que unas fuerzas sobrenaturales han participado en los
acontecimientos de esta maana observ Fafhrd sagazmente.
O tal vez han sido alucinaciones, oh gran filsofo replic el Ratonero, un tanto
malhumorado.
No lo creo, puesto que, como puedes ver, han dejado aqu sus armas.
Es cierto concedi el Ratonero, mirando con ojos rapaces las hojas de hierro
batido y acero chapado de estao. Estos objetos se cotizaran bien en la plazuela de las
Rarezas.
El lejano sonido del Gran Gong de Lankhmar, que resonaba a travs de las paredes,
desgran los doce toques fnebres del medioda, cuando los enterradores, rodeados por
los deudos del difunto, hunden sus palas en la tierra.
Es un augurio afirm Fafhrd. Ahora conocemos el origen de la fuerza
sobrenatural. El Reino de las Sombras, trmino de todos los funerales.
S convino el Ratonero, El Prncipe de la Muerte, ese inquieto muchacho, ha
intentado de nuevo acabar con nosotros.
Fafhrd se refresc la cara con agua fra de un palanganero colocado contra la pared.
Hay que reconocer dijo mientras se lavaba que por lo menos ha sido un bonito
cebo. Desde luego, no hay nada como una joven nbil, gozada o meramente entrevista
desnuda, para que a uno le entre un apetito voraz de desayunar.
As es, en efecto replic el Ratonero, con los ojos cerrados y frotndose vivamente
el rostro con la palma llena de brandy blanco. Esa chica era exactamente la clase de
plato inmaduro que despierta tu gusto satrico por las doncellas que acaban de florecer.
En el silencio que sigui tras terminar de lavarse la cara, Fafhrd inquiri inocentemente:
El gusto satrico de quin?
Ni siquiera han tomado nuestros nombres en vano dijo Mog. Creo, caballeros,
que es hora de que sufran la desaprobacin divina. De acuerdo?
Entretanto, al hablar en privado de Frix e Hisvet, el Ratonero y Fafhrd haban
despertado en s mismos ciertos deseos perentorios que no modificaban demasiado su
talante de complaciente nostalgia.
Qu te parece, Ratonero? dijo Fafhrd en tono meditativo. Deberamos ir en
busca de diversin? La noche es joven.
Su cmara da replic con grandilocuencia:
Slo tenemos que movernos un poco, para demostrar nuestro inters, y la diversin
vendr a buscarnos. Hemos amado a tantas mujeres y son tantas las que nos han jurado
adoracin eterna, que sin duda tropezaremos con un par de ellas, o quiz dos pares.
Cogern al vuelo nuestros pensamientos y vendrn corriendo. Pescaremos muchachas...
y nosotros mismos seremos el cebo!
Entonces, pongmonos en marcha le apremi Fafhrd, y, apurando su bebida, se
puso en pie, tambaleante.
Ah, esos perros libidinosos! gru Kos, sacudiendo la cabeza para eliminar el
sudor, pues la Tierra de los Dioses posee un clima suave (y est muy poblada). Pero
cmo castigarlos?
Con una sonrisa sesgada, debida a la estructura de su mandbula, parcialmente
aracnoide, Mog dijo:
Parecen haber elegido su castigo.
La tortura de la esperanza! terci Issek con entusiasmo. Podemos concederles
sus deseos...
...y luego dejar el resto a las chicas concluy Mog.
No se puede confiar en las mujeres objet Kos sombramente.
Al contrario, mi querido amigo dijo Mog, cuando un dios est en buena forma,
puede confiar plenamente en que sus fieles, hombres y mujeres por igual, hagan todo el
trabajo. Y ahora, caballeros, pongamos en funcionamiento nuestras molleras!
Kos se rasc vigorosamente la cabeza., cubierta de espesas greas, desalojando a
uno o dos piojos.
Por capricho, y quiz para poner algunos obstculos entre ellos y las muchachas que
presumiblemente ahora se precipitaban a su encuentro, Fafhrd y el Ratonero Gris salieron
de La Anguila de Plata por la puerta de la cocina, algo que jams haban hecho en todos
los aos que llevaban frecuentando el local.
La puerta era baja y estaba atrancada con pesados cerrojos, y ni siquiera se mova una
vez descorridos stos. El nuevo cocinero, que era sordomudo, interrumpi su tarea de
rellenar un estmago de ternero y se acerc a los dos amigos haciendo ruidos guturales y
agitando los brazos, a modo de protesta o advertencia, pero el Ratonero le puso dos
agols de bronce en la grasienta palma, mientras Fafhrd abra la puerta de una patada. Se
dispusieron a penetrar en el lgubre solar cubierto por los escombros erosionados de la
casa donde el Ratonero haba vivido con Ivrian (y en cuyo incendio pereci junto con
Vlana, la de Fafhrd), as como por las cenizas del pabelln de madera del loco duque de
Danius, que en cierta ocasin asaltaron y ocuparon durante cierto tiempo, el ttrico y
aciago solar en el que nadie haba construido ningn edificio desde entonces.
Pero cuando cruzaron la pequea puerta agachando las cabezas, descubrieron que all
haban levantado cierta clase de construccin (o de lo contrario siempre haban
subestimado considerablemente la profundidad de La Anguila de Oro), pues en vez de un
terreno vaco con el cielo por techo, se vieron en un corredor iluminado por antorchas
sostenidas por manos de bronce a lo largo de cada muro.
Avanzaron impvidos, pasando ante dos puertas cerradas.
A la derecha, en una negra noche iluminada por las trmulas llamas de una fogata y
sobre una suave orilla pizarrosa que Fafhrd, por las grandes serpientes con barba blanca
que descansaban en ella, reconoci como el Mar de los Monstruos, estaba sentada su
amada Kreeshkra, ms desnuda incluso que Reetha. Su estampa habra podido ser
inquietante para algunos, pues no era ms que un esqueleto de elegancia aristocrtica,
pero las llamas junto a las que se hallaba arrancaban destellos azul oscuro de las suaves
curvas de carne transparente que cubran sus distinguidos huesos.
Por qu has venido, Ratonero? le pregunt Reetha en tono de reproche. Aqu,
en Eevamarensee, soy feliz, pues todos los hombres son lampios por naturaleza, as
como nuestros animales domsticos y como lo soy yo gracias a mi diligencia cotidiana.
An te quiero con pasin, pero no podemos vivir juntos, y no debemos volver a vernos.
Este es el lugar al que pertenezco.
De la misma manera, la intrpida Kreeshkra desafi a Fafhrd dicindole:
Largo de aqu, hombre de barro! Te quise en otro tiempo, pero ahora vuelvo a ser un
espectro. Tal vez en el futuro... Pero ahora, vete!
Fue una suerte para los dos amigos que no. hubieran cruzado el umbral, pues tras
estas palabras la puerta tambin se cerr en sus narices, y esta vez qued inmovilizada.
Fafhrd se abstuvo de darle un puntapi.
Sabes, Ratonero? dijo pensativamente. Nos hemos enamorado de mujeres
extraas en nuestra poca..., pero siempre muy interesantes se apresur a aadir.
Vamos, vamos replic el Ratonero speramente Hay otros peces en el mar.
La puerta restante tambin se abri con facilidad, aunque Fafhrd la empuj con cierta
cautela. Sin embargo, esta vez no apareci ante ellos nada sorprendente, sino que se
encontraron en un corredor largo y oscuro, sin ningn mobiliario ni rastro de seres
humanos, con una segunda puerta en el otro extremo. Su nico rasgo novedoso era que
la pared de la derecha tena un brillo verde. Prosiguieron su camino con renovada
confianza. Al cabo de unos pasos se dieron cuenta de que la pared brillante era de grueso
vidrio y represaba un agua verde y algo turbia. Mientras miraban, sin dejar de caminar,
aparecieron ante su vista, con perezosas ondulaciones, dos hermosas sirenas, una con
larga cabellera dorada que flotaba tras ella, y un atuendo, a modo de funda, de red dorada
de anchas mallas, la otra con el pelo corto y moreno, dividido por una cresta de plata
estriada. Los dos amigos se acercaron lo suficiente para poder ver las agallas, de lenta
pulsacin, que tenan en el cuello, donde se mezclaban con sus hombros en declive,
ligeramente escamosos, y ms abajo esos rganos discretos que contradicen el
argumento, sujeto a tantas rudas chanzas, de que un hombre es incapaz de gozar con
plenitud de una mujer no bifurcada (si bien cualquier pareja de serpientes haciendo el
amor demuestra lo contrario). Nadaron acercndose todava ms, sus ojos soadores
ahora muy abiertos, mirndoles, y el Ratonero y Fafhrd reconocieron a las dos reinas del
mar a las que abrazaran algunos aos atrs, cuando buceaban en las profundidades tras
haberse lanzado desde el balandro Tesorero Negro.
Lo que sus grandes y apagados ojos vean no complaci, evidentemente, a las sirenas,
pues hicieron muecas y, agitando sus largas colas provistas de aletas, se retiraron de la
pared de vidrio a travs del agua verdosa, cuya turbiedad aumentaba con la rapidez de
sus movimientos, hasta que se perdieron de vista.
Fafhrd, con las cejas enarcadas, se volvi hacia su compaero y le pregunt:
Has mencionado otros peces en el mar?
El Ratonero no respondi, y sigui adelante con el ceo fruncido. Pisndole los talones,
Fafhrd reflexion, perplejo:
Dijiste que poda tratarse de un templo secreto, amigo mo. Pero en ese caso,
dnde estn los guardianes, sacerdotes y fieles, aparte de nosotros?
Es ms bien un museo... con escenas de la vida pasada respondi framente su
compaero por encima del hombro. Y un piscesio o piscatorio.
(Al igual que su amiga, se pregunt por qu invocaba a esas deidades particulares,
hacia las que no senta ningn respeto.)
Tales rechazos dolieron profundamente a los dos hroes, que no tuvieron fuerzas para
responder con negativas, chanzas o pacientes galanteras. La lengua se les peg al
paladar, un fro cada vez ms intenso les cubri el corazn y las partes ntimas, casi se
encogieron de temor..., y bien podra decirse que huyeron de aquella cmara por la puerta
abierta que tenan delante..., para entrar en una gran estancia excavada en hielo azulado,
o en roca de la misma tonalidad, transparencia y frialdad, de modo que experimentaron no
poca satisfaccin al ver las llamas que danzaban en la gran chimenea. Ante el hogar se
extenda una alfombra de extrao aspecto, muy gruesa y muelle, sobre la que estaban
esparcidos tarros de ungento, frasquitos de perfume, que se daban a conocer por sus
efluvios, y otros envases de cosmticos. Adems, la alfombra de textura invitadora
mostraba depresiones formadas sin duda por dos personas acostadas, mientras que a un
codo de altura flotaban dos mscaras vivas, delgadas como el papel o la seda, o incluso
ms finas, que tenan la forma de rostros de muchachas maliciosamente bellas e
impertinentes, la una de una rosa malva y la otra verde turquesa.
Otros lo habran considerado un prodigio, pero el Ratonero y Fafhrd reconocieron en
seguida a Keyaira e Hirriwi, las invisibles princesas de la escarcha con las que estuvieran
emparejados por separado una largusima noche en el Stardock, el pico ms alto al norte
de Nehwon, y saban que las dos alegres muchachas estaban recostadas desnudas ante
el fuego y, juguetonas, se haban embadurnado mutuamente el rostro con ungentos
pigmentados.
Entonces la mscara turquesa salt entre Fafhrd y el fuego, de modo que las
danzarinas llamas anaranjadas slo brillaban a travs de los orificios de sus ojos y entre
sus labios, ahora crueles y divertidos, mientras le decan:
En qu lecho mohoso duermes ahora el sueo eterno, vulgar amante de una noche,
que tu alma chillona puede volar a travs de medio mundo para mirarme boquiabierto?
Algn da vuelve a escalar el Stardock y, en tu forma slida, importname. Tal vez te
escuche. Pero ahora, mrchate, fantasma!
De igual modo, la mscara malva se dirigi desdeosamente al Ratonero, dicindole en
tonos tan ardientes e imperiosos como las llamas visibles a travs de sus orificios faciales:
Y t vete tambin, desdichado espectro. Por Khahkht del hielo negro y Gara del azul
e incluso Kos del verde... lo ordeno! Vientos, soplad! Que se extingan todas las luces!
Estos nuevos rechazos hirieron an ms dolorosamente a los dos aventureros, y se les
encogi el alma al pensar que eran en verdad fantasmas y las mscaras parlantes la
realidad slida. Sin embargo, habran podido hacer acopio de valor para tratar de
responder al desafo (aunque tal cosa resultaba dudosa), de no ser porque tras la ltima
orden de Keyaira les envolvi una oscuridad absoluta y se vieron arrastrados por fuertes
vientos, que les arrojaron a una zona iluminada. Una puerta empujada por el viento se
cerr estrepitosamente tras ellos.
Con un alivio considerable, vieron que no tenan que enfrentarse a otro par de
muchachas, lo cual habra sido insoportable, sino que se encontraban en otro tramo de
corredor iluminado por antorchas de llama clara, sujetas en la pared por medio de brazos
de bronce en forma de garras de ave, tentculos de calamar enroscados y pinzas de
cangrejo. Agradecidos por la tregua, respiraron hondo.
Entonces Fafhrd habl a su camarada con el ceo intensamente fruncido:
Mira lo que te digo, Ratonero: todo esto es cosa de brujera, o bien ha intervenido la
mano de algn dios.
Si se trata de un dios replic con aire sombro el Ratonero, es uno que tiene un
dedo pulgar y seala con l continuamente hacia abajo, para que nos rechacen.
Los pensamientos de Fafhrd tomaron un nuevo rumbo, como evidenciaron los surcos
cambiantes en su frente.
de sus estados de nimo favoritos). En otros momentos, si uno poda dar crdito a sus
odos, expresaban sonoramente su alegra, llenando la atmsfera que rodeaba al barco
de tenues y dulces palabras incomprensibles, susurros a medio camino entre el murmullo
del viento y la voz humana, y largos ronroneos de satisfaccin.
Segn los clculos de Fafhrd y el Ratonero Gris, el Corredor Negro haba dejado atrs
el continente de Lankhmar, por el lado de carga, y el hipottico continente Occidental
lejos, muy lejos, por el lado de pilotaje, y avanzaba hacia el sur por el Gran Ocano
Ecuatorial, llamado a veces, sin que se supiera bien por qu, Mar de las Estrellas, que
rodea Nehwon y que tanto los lankhmareses como los orientales consideran espantoso e
innavegable. Los marinos se cien en sus periplos a las costas de los continentes
septentrionales, y hasta los navegantes ms intrpidos retroceden antes de aventurarse
ms all.
Pero no era slo la esperanza de conseguir grandes riquezas, como tampoco, ni
mucho menos, el gran valor de los dos hroes, lo que les impulsaba a adentrarse en
aquellas aguas, arrostrando peligros desconocidos, como los horrendos monstruos
legendarios capaces de convertir barcos en astillas, corrientes marinas ms veloces que
el huracn, y remolinos del tamao de crteres volcnicos, que engullan naves de gran
calado en un santiamn e incluso succionaban islas cuya situacin les haca correr un
riesgo permanente. Era el motivo de que los dos amigos hablaran poco entre ellos y lo
hicieran siempre con cautela, en tono bajo, tras largos silencios en las largas y silenciosas
guardias nocturnas. Y he aqu la explicacin: de noche, cuando estaban a punto de
dormirse, o durante el da, al despertar perezosamente tras una siesta a la sombra de la
vela, vean por un momento a los trasgos resplandecientes en forma de hermosas,
esbeltas y transparentes muchachas, hermanas gemelas, de rostro adorable y alas
grandes y brillantes, muchachas de fino cabello como nubes de oro o plata, y ojos de
mirada abstrada, rebosantes de concentracin y brujera, mujeres de una delgadez casi
increble pero no tanto como para imposibilitar el acto del amor, con slo que adquiriesen
suficiente sustancia, cosa que sus sonrisas y miradas parecan prometer que poda
ocurrir. Y los dos aventureros deseaban a esas dos muchachas resplandecientes como
jams haban deseado a ninguna mujer mortal y, como hombres embrujados o que han
perdido por completo la razn, no podan volver atrs.
Aquella maana, mientras sus trasgos del tesoro les precedan, similares a rayos de
arco iris bajo el sol, el Ratonero y Fafhrd, perdidos en sus secretos pensamientos sobre
muchachas y oro, no observaron los sutiles cambios en la superficie del ocano delante
de ellos: el agua ondulante se volvi semilisa y aparecieron unas extraas lneas de
espuma que corran hacia el este. De sbito, los chinches de oro se precipitaron a su vez
hacia el este y un instante despus algo aferr la quilla del barco leopardo, el cual se
desvi bsicamente en la misma direccin, con un salto como el de la gil fiera con cuyo
nombre se denominaba esa clase de embarcacin. El palo mayor fue casi arrancado de
cuajo y los dos hroes estuvieron a punto de caer por la borda, y cuando se recobraron de
su sorpresa, el Corredor Negro navegaba a toda velocidad hacia el este, los dos trasgos
resplandecientes aleteando exultantes delante de ellos, y los dos hroes supieron que
estaban en poder de la Gran Corriente Ecuatorial que corre hacia oriente, y que no se
trataba de ninguna fbula.
Olvidando por un momento a aquellas criaturas areas semejantes a muchachas, se
abalanzaron a la caa del timn para cambiar el rumbo y regresar al norte. Mientras
Fafhrd se apoyaba en el timn, el Ratonero se encarg de orientar la nica gran vela,
pero en aquel momento un viento del noroeste les cogi de popa con una fuerza
tremenda, casi hundiendo al Corredor Negro mientras lo impulsaba velozmente hacia el
sur en la corriente. No se trataba de una mera rfaga, sino que tena una fuerza de
tormenta constante, de manera que habra desgarrado inevitablemente la vela, que los
tripulantes no recogan, y si no lo hizo fue porque la corriente que les arrastraba era casi
tan rpida como el mismo viento.
Cuando llevaban una legua adentrados en el sur, vieron tres trombas marinas que
avanzaban juntas por el este, columnas grises que se extendan a medio camino entre la
superficie del agua y el cielo, a una velocidad por lo menos tres veces superior a la del
Corredor Negro, lo cual indicaba que la corriente era all todava ms rpida. Los dos
marinos, que an no haban salido de su asombro, se vieron obligados a aceptar que
estaban en una situacin apurada, impotentes bajo la doble frula de la corriente
impetuosa y el viento, que dirigan la nave a su antojo.
Oh, Fafhrd grit el Ratonero Gris. Ahora estoy convencido de la veracidad de
ese capricho metafsico, eso de que todo el universo es agua y nuestro mundo no es en
ella ms que una burbuja movida por el viento.
Fafhrd, con los nudillos blancos de tanto apretar la caa del timn, le replic:
Concedo que con esas trombas y esta espuma volante parece que hay agua por
todas partes. Sin embargo, no puedo creer en ese sueo filosfico de que el mundo de
Nehwon es una burbuja, cuando cualquier necio puede ver que el sol y la luna son esferas
slidas como Nehwon, situadas a millares de leguas de distancia en el aire, que, por
cierto, debe de ser muy tenue all arriba.
Pero ste no es momento para sofismas, amigo mo. Atar la caa del timn y,
mientras dure esta extraa calma, debida a la igualdad de velocidades de la corriente y el
viento, como si el aire se abriera delante y se cerrase detrs, tomemos un triple rizo de
vela y aparejemos bien el buque.
Mientras trabajaban, los tres lejanos tifones que avistaban por la proa se
desvanecieron, y fueron sustituidos por un grupo de otros cinco que se aproximaba a gran
velocidad por la popa, algo ms cerca esta vez, pues las fuerzas del agua y el viento
conducan sin cesar, gradual pero implacablemente, al Corredor Negro haca el sur. El sol
del medioda, casi vertical, caa a plomo sobre sus cabezas, pues el viento de tormenta,
que soplaba con una fuerza cercana a la del huracn, no haba trado consigo nubes ni
aire opaco, lo cual era un prodigio sin precedentes en la memoria del Ratonero, e incluso
de Fafhrd, que haba navegado mucho. Tras varios intentos intiles de dirigir el barco al
norte, desvindolo de la poderosa corriente, con el nico resultado de que el viento de
tormenta se deslizara perversamente uno o dos puntos, impulsndoles todava ms al sur,
los dos hombres cejaron en sus esfuerzos, admitiendo su absoluta incapacidad temporal
para influir en el rumbo de su barco leopardo.
A este paso opin Fafhrd, cruzaremos el Gran Ocano Ecuatorial en cosa de
uno o dos meses. Por suerte, estamos bien aprovisionados.
Me sorprendera que el Corredor resistiera siquiera un da entre esos torbellinos y
velocidades replic el Ratonero tristemente.
Es una nave robusta dijo Fafhrd con despreocupacin. No te pongas ttrico y
piensa que nos dirigimos a los continentes meridionales, desconocidos por el hombre!
Seremos los primeros en visitarlos!
Si es que tales continentes existen y si nuestras cuadernas no se rompen.
Continentes dices? Dara mi alma por un solo islote.
Los primeros en llegar al polo sur de Nehwon! insisti Fafhrd, que segua
disfrutando de su ensueo. Los primeros en escalar los Stardocks meridionales! Los
primeros en conseguir los tesoros del sur! Los primeros en descubrir qu hay en. las
antpodas del Reino de las Sombras, donde habita la Muerte! Los primeros...
El Ratonero se desliz en silencio al otro lado de la vela acortada, alejndose de
Fafhrd, y cautamente se dirigi a la proa, donde se tendi en un estrecho ngulo de
sombra. Estaba aturdido por el viento, el roco del oleaje, la fatiga, el sol implacable y la
misma velocidad de la nave. All tendido, contempl con aire sombro a los trasgos
resplandecientes, que mantenan su posicin con una exactitud notable, a la altura del
mstil y a la distancia de la eslora de un barco por delante de ellos.
Al cabo de un rato se durmi, y so que uno de los trasgos se separaba del otro,
descenda y se cerna sobre l como un largo espectro rosado, y entonces se converta
en una afectuosa muchacha de rostro estrecho y ojos verdes, la cual le despojaba de sus
vestidos con dedos esbeltos y fros como leche guardada en un pozo, y al mirar hacia
abajo, vio los pezones de sus pequeos senos presionando como dedales de cobre
recin pulidos contra el rizado vello oscuro de su pecho. Y ella le deca suave y
dulcemente, la cabeza inclinada hacia la suya, los labios y la lengua rozndole la oreja:
Avanza deprisa. ste es el nico camino hacia la Vida, la inmortalidad y el paraso. Y l
replicaba: Lo har, querida ma.
Le despert un grito de Fafhrd, y tuvo una visin huidiza pero clara, aunque casi
cegadora, de un rostro femenino estrecho y hermoso, pero por lo dems distinto por
completo del de la dulce muchacha de su sueo: era un rostro de facciones duras,
imperioso, vivaz, hecho de luz roja y dorada, con los iris de sus grandes ojos de color
bermelln.
El Ratonero se levant perezosamente. Tena el jubn desabrochado hasta la cintura, y
los hombros al aire.
Ratonero! le dijo Fafhrd alarmado. Hace un momento estabas envuelto en
llamas!
Sin el menor sobresalto, el Ratonero baj la vista y vio unos hilos gemelos de humo
que ascendan de su pecho velludo, donde le haban oprimido los pezones de su sueo.
Las hebras grises se extinguieron mientras las contemplaba. Not el olor a pelo quemado.
Mene la cabeza, parpade y se puso en pie.
Qu extraa ocurrencia le dijo a Fafhrd. El sol debe de haberte deslumbrado.
Eh, mira eso!
Las cinco trombas se haban distanciado mucho por la proa, y las haban sustituidos
dos grupos (de tres y cuatro trombas respectivamente), que adelantaron con rapidez al
Corredor Negro desde la popa, el de cuatro bastante alejado y el de tres a una alarmante
proximidad, de modo que era posible ver con claridad su estructura: columnas de agua
gris que tenan casi la longitud de un barco y tres veces la altura del mstil. A lo lejos
distinguieron ms grupos de veloces tifones, y todava a mayor distancia, pero tambin
ms rpido, un solo tifn gigantesco que pareca tener leguas de espesor. Los dos
trasgos resplandecientes seguan avanzando ante la proa.
Est ocurriendo algo extrao concedi Fafhrd.
Has odo hablar de una bandada de trombas marinas? pregunt el Ratonero,
O de una manada? O de un cmulo? Ah, s! Una torre! Una torre de trombas!
Transcurri el da y la mitad de la noche, y su extraa situacin de veloz avance hacia
el este se mantuvo, sin que el Corredor Negro sufriera ningn desperfecto. El mar estaba
liso y se mova en olas largas y bajas, rematadas por plidas crestas de espuma. La
fuerza del viento era como mnimo huracanada, pero la velocidad de la Gran Corriente
Ecuatorial haba aumentado e iba a la par con ella.
Arriba, casi en lo alto del mstil, la luna llena brillaba, rodeada de algunas estrellas
dispersas. Su luz de Cazadora Blanca mostraba que la superficie lisa de las veloces
aguas del mar estaba erizada, tanto cerca como lejos, de tifones que avanzaban en
majestuosa formacin, sin que ello les impidiera una celeridad fantstica, como si de
algn modo se aprovecharan ms de la velocidad de la corriente que el Corredor Negro. A
la altura del mstil, a una longitud equivalente a la del barco por delante de ste, los
trasgos resplandecientes volaban como banderas de encaje plateado contra la oscuridad.
El silencio era casi absoluto.
Fafhrd... El Ratonero Gris habl en voz muy baja, como si temiera romper el
hechizo espectral de la luna. Hoy he visto claramente que Nehwon es, en efecto, una
vasta burbuja que se eleva a travs de las aguas de la eternidad, y en cuyo interior flotan
continentes e islas.
S, y esos continentes se mueven y chocan unos con otros dijo Fafhrd tambin en
voz baja, aunque algo spera. Siempre que floten, claro, cosa que dudo mucho.
Todos se mueven de manera ordenada, con una armona preestablecida replic el
Ratonero, y en cuanto a la flotabilidad, piensa en el Reino Hundido.
Pero entonces, dnde estaran el sol, la luna, las estrellas y los nueve planetas?
objet Fafhrd. Todos mezclados en medio de la burbuja? Eso es totalmente
imposible... y ridculo.
Iba a referirme a las estrellas dijo el Ratonero. Todas ellas flotan con una
armona preestablecida todava ms estricta en el Gran Ocano Ecuatorial, que, como
hoy hemos visto, circula raudo alrededor de Nehwon una vez al da...; as lo demuestran
sus efectos sobre las trombas, no sobre el Corredor Negro. Por qu, si no, se llamara
Mar de las Estrellas?
Fafhrd parpade, momentneamente impresionado contra su voluntad. Entonces una
sonrisa apareci en sus labios.
Pero si este ocano flota con las estrellas, por qu no podemos verlas alrededor de
nuestro barco? Explcame ese enigma, oh, sabio!
El Ratonero tambin sonri, con mucho aplomo. Estn dentro de las trombas
dijo, que son grandes tubos grises de agua que apuntan hacia el cielo..., con lo cual me
refiero, por supuesto, a las antpodas de Nehwon. Mira arriba, mi osado camarada, al
cielo abovedado y el techo del cielo, y vers el mismo Gran Ocano Ecuatorial en el que
estamos flotando, slo a medio camino alrededor de Nehwon respecto del Corredor
Negro. Ests mirando la parte inferior, o superior, qu ms da?, de los tubos de esos
tifones que hay all arriba, de modo que puedes ver la estrella en el fondo de cada uno.
Tambin estoy mirando la luna llena replic Fafhrd. No intentes decirme que
eso es el fondo de un tifn!
Claro que s respondi suavemente el Ratonero. Recuerda la tromba gigante
como una meseta que vimos la luna pasada, y que avanzaba veloz al sur de nosotros.
sa era la tromba lunar, por as decirlo. Y ahora, medio da despus, corre hacia el cielo
por ah delante.
Que me aspen si lo entiendo! exclam Fafhrd, pero hizo un esfuerzo por
comprender: Y los habitantes de Nehwon que estn al otro lado, all arriba, ven una
estrella en el fondo de cada una de esas trombas que nosotros vemos ahora?
Claro que no dijo el Ratonero pacientemente. La luz del sol impide a esa gente
ver sus destellos. All es de da, comprendes? Seal la oscuridad cerca de la luna.
All arriba estn en pleno medioda, baados por la luz del sol, que ahora se encuentra en
alguna parte cerca de nosotros, pero escondido por los gruesos muros de la tromba solar,
por usar un trmino equivalente al de tromba lunar.
Es monstruoso! exclam Fafhrd. Entonces si ah arriba es de da, por qu no
podemos verlo desde aqu? Por qu no podemos ver all arriba las tierras de Nehwon
baadas en luz, con el brillante mar azul a su alrededor? Respndeme a eso!
Porque hay dos clases distintas de luna dijo el Ratonero con una tranquilidad casi
celestial. A simple vista parece una sola, pero son por completo distintas. En primer
lugar, tenemos la luz directa, como la que nos llega de la luna y las estrellas all arriba, y
en segundo lugar est la luz reflejada, la cual no puede efectuar los viajes realmente
largos y, por ende, no puede volver a cruzar, ni con uno solo de sus dbiles rayos, el
espacio central de Nehwon para llegar hasta nosotros.
Oye, Ratonero protest Fafhrd en un hilo de voz, pero con gran convencimiento,
no slo ests inventando palabras, sino que te lo ests inventando todo... a tu capricho, a
medida que hablas.
Inventar las leyes de la naturaleza? inquiri el Ratonero, con cierto horror. Eso
sera peor que la peor de las blasfemias.
Pues, en nombre de todos los dioses juntos! exclam el norteo, cmo es
posible que el sol est en un tifn y no evapore el agua en un instante con una gran
explosin? Respndeme a eso.
Existen determinadas cosas que el hombre no puede comprender dijo el Ratonero
en un tono casi siniestro. Entonces, cambiando rpidamente a su voz normal, aadi: O
ms bien, puesto que no soy en absoluto supersticioso, existen ciertas cosas que nuestra
filosofa an no ha logrado desentraar, una omisin que, en este caso, remediar en
seguida. Mira, hay dos clases distintas de energa, una de las cuales es puro calor y la
otra la luz ms pura, incapaz de hacer que hierva una sola gota de agua..., la luz directa
de la que ya te he hablado, que cambia casi por completo para calentar aquello que toca,
lo cual, a su vez, nos explica por qu la luz reflejada no puede efectuar el largo viaje de
regreso a travs de Nehwon. Ah tienes, he solventado tu duda?
Ah, maldita sea! exclam Fafhrd dbilmente. Entonces, recobrndose, siquiera
fuese en un ltimo intento desesperado, le pregunt en un tono algo sarcstico: De
acuerdo, de acuerdo, pero dnde est ese sol flotante que te empeas en invocar,
envuelto en su tifn de vastas paredes inquebrantables?
Mira ah dijo el Ratonero, sealando hacia el sur desde la plataforma del timn.
Al otro lado de la gris superficie del mar, plateada por la luna y surcada de veloces
tifones casi en el lejano horizonte, Fafhrd vio una tromba gigantesca y solitaria, enorme
como una isla,! ms alta que la ms alta meseta, movindose hacia el este por lo menos
con la misma rapidez que las restantes, y con la implacable pesadez de un monstruo del
emperador de las Tierras Orientales. Al norteo se le eriz el vello en la nuca, se sinti
inundado de temor y maravilla, y no dijo una sola palabra, limitndose a contemplar
aquella cosa horrenda que avanzaba incesante en su inmensidad.
Poco despus tambin empez a sentir un profundo cansancio. Mir hacia arriba, al
plateado encaje aleteante de los dos trasgos resplandecientes ante la proa, y su
proximidad y constancia le consolaron, como si fueran las banderas del Corredor Negro.
Se agach despacio hasta quedar tendido boca abajo sobre las estrechas tablas de la
cubierta, con la cabeza hacia la proa y el mentn apoyado en las manos, sin dejar de
observar a los trasgos nocturnos.
Sabes que a veces grupos de estrellas parpadean misteriosamente en las noches
ms claras de Nehwon? le pregunt el Ratonero, meditabundo.
S, eso es cierto convino Fafhrd, algo sooliento.
Sin duda se debe a que los tubos de sus tifones estn lo bastante doblados, tal vez a
causa de un fuerte vendaval, para ocultar su luz e impedir que se difunda en el exterior.
Si t lo dices... musit Fafhrd.
Tras una pausa considerable, el Ratonero le pregunt en el mismo tono:
Acaso sera aventurado pensar que en el interior de cada tifn gris oscuro que
rodea al principal arde, sin producir calor alguno, una joya con la luz diamantina ms pura
y cegadora?
Fafhrd produjo un ruido que tal vez fuese un fuerte suspiro de asentimiento.
Al cabo de otra larga pausa, el Ratonero, como si estuviera atando cabos sueltos, dijo
reflexivamente:
Ahora es fcil ver que las trombas, pequeas y grandes, deben de ser tubos, no es
cierto? Pues si fueran masas de agua, succionaran los ocanos hasta dejarlos secos y
llenaran los cielos con las nubes ms espesas, qu digo, con el mar! Me comprendes?
Pero Fafhrd se haba dormido. So que se daba la vuelta, quedando boca arriba, y
uno de los trasgos resplandecientes se separaba de su hermana y descenda
revoloteando hasta cernerse sobre l: una forma larga y esbelta, de cabello negro y cutis
plido como la luna, vestida de fino encaje negro entreverado de plata, que realzaba de
manera embrujadora su desnudez. Le miraba tierna pero apreciativamente, con ojos que
habran sido violeta de haber habido ms luz. El norteo le sonri. Ella mene la cabeza,
adopt una expresin grave y se tendi con suavidad encima de l; sus dedos espectrales
intentaron desabrochar la gran hebilla de bronce del pesado cinturn de Fafhrd, mientras
una larga mejilla, fra como la noche, se apretaba contra la encendida cara del hroe y le
susurraba tenue pero claramente al odo, cada palabra un smbolo trazado con la tinta
ms negra sobre papel blanco como la luna:
Regresa, regresa, mi hombre querido, al Reino de las Sombras y a la Muerte, pues
sa es la nica manera de seguir con vida. Confa slo en la luna. Sospecha de todas las
profecas excepto la ma. Pilota ahora hacia el norte, s, pon un firme rumbo al norte,
siempre al norte.
En su sueo Fafhrd replic:
No puedo poner rumbo al norte, ya lo he intentado. mame, mi adorable criatura.
Y ella le respondi con voz ronca:
Puede que eso suceda, amor mo. Busca a la Muerte para escapar de ella. Sospecha
de todas las llamas juveniles y escarlatas, protgete del sol y confa en la luna. Aguarda
cierta seal suya.
En aquel momento Fafhrd despert de su sueo y, al tiempo que oa los agudos gritos
del Ratonero, tuvo un efmero atisbo de un rostro estrecho, hermoso, de expresin
melanclica, de un azul violceo y con ojos como agujeros negros, remate de una figura
espectral, nebulosa, que retrocedi rauda como el pensamiento entre un batir de negras
alas.
Entonces el Ratonero le sacudi cogindole de los hombros mientras gritaba:
Despierta, despierta! Habame, amigo!
Fafhrd se frot el rostro con el dorso de la mano y musit:
Qu ocurre?
Agachado a su lado, el Ratonero se lo explic rpidamente, con la voz entrecortada.
Los trasgos resplandecientes se han agitado y han vuelto a revolotear alrededor del
mstil como fuegos de san Telmo. Uno de ellos me rode zumbando como una avispa, y
cuando me lo quit de encima, vi que el otro se extenda sobre ti, cubrindote de los pies
a la cintura y luego a la cabeza. Te pusiste de un color blanco plateado, tan blanco como
la muerte, y el fuego de san Telmo se convirti en tu mortaja reluciente. Tem
grandemente por ti y lo ahuyent.
Los ojos empaados de Fafhrd se aclararon un poco mientras el Ratonero hablaba, y
cuando ste termin, el norteo asinti y coment con sagacidad:
Tienes razn. Me habl mucho de la muerte y al final se pareca a ella, pobre sibila.
Quin te habl? inquiri el Ratonero. Qu sibila?
Ese reluciente trasgo femenino, por supuesto. Ya sabes a qu me refiero.
Fafhrd se levant y el cinturn empez a deslizrsele. Contempl la hebilla
desabrochada, un tanto perplejo, y se apresur a abrocharla.
No s de qu me ests hablando, Fafhrd dijo el Ratonero con expresin sombra
. A qu muchacha te refieres? Es que ves espejismos? La falta de ejercicio ertico te
ha ablandado el juicio? Te has vuelto luntico?
Entonces Fafhrd tuvo que hablar a su amigo en el tono ms serio y convincente para
hacerle admitir que l, el Ratonero, sospechaba desde haca das que los trasgos
resplandecientes eran muchachas, aunque con un importante ingrediente sobrenatural, en
la medida en que cualquier clase de ingrediente pueda afectar a la feminidad esencial de
uno de tales seres, que no es mucha.
Pero por fin el Ratonero lo admiti, aunque su mente no vea las cosas con la nitidez de
la Fafhrd, recin salida del sueo, y tenda a seguir divagando sobre su cosmos
burbujeante. No obstante, tanto le acuci Fafhrd que acab confesando su encuentro con
la brillante muchacha roja como el sol y de ojos bermelln del medioda anterior, cuando
pareci que estaba envuelto en llamas, y ante la insistencia de Fafhrd record las
palabras exactas que le haba dicho en su sueo.
Tu chica roja habl de la Vida y de que debamos dirigirnos al sur, hacia la
inmortalidad y el paraso resumi pensativamente Fafhrd, mientras que mi amada
morena se refiri a la Muerte y a la conveniencia de regresar al norte, hacia el Reino de
las Sombras, Lankhmar y el Yermo Fro. Entonces, con una excitacin creciente,
asombrado de su propia deduccin, aadi: Lo veo todo claro, Ratonero! Hay dos
pares distintos de trasgos femeninos resplandecientes! Las diurnas, con las que t has
hablado, son hijas del sol y mensajeros de la fabulosa Tierra de los Dioses en el Polo de
la Vida de Nehwon, mientras que las nocturnas, que las sustituyen desde que anochece
hasta el alba, son secuaces de la luna, hijas de la Cazadora Blanca, fieles al Reino de las
Sombras, que se extiende al otro lado del mundo, a partir del Polo de la Vida.
Pero el Ratonero pareca, ensimismado en sus propios pensamientos.
Has pensado, Fafhrd, en lo bien calculados que deben de haber sido la altura y el
dimetro de cada uno de esos tubos que parecen tifones, de modo que la estrella de su
fondo se vea desde cualquier parte en la otra mitad de Nehwon, all arriba, cuando all es
de noche, pero desde ningn lugar en nuestra mitad aqu abajo? Por cierto, eso explica
por qu las estrellas son ms brillantes en el cnit: porque las ves completas, no slo un
segmento en forma de menisco o de lente biconvexa. Eso parece demostrar que alguna
divinidad debe de... Al llegar a este punto, el Ratonero reaccion por fin a lo que
acababa de decir Fafhrd e inquiri en un tono menos soador: Dos parejas distintas
de muchachas? Cuatro chicas en total? Creo que ests complicando las cosas
demasiado, Fafhrd. Por la cimitarra de Ildrcht...
Hay dos parejas de gemelas le interrumpi Fafhrd. Eso por lo menos es cierto,
aunque todo lo dems sean mentiras. Y mira lo que te digo, pequeajo, tus chicas solares
nos la quieren jugar aunque parezcan prometernos el bien, pues cmo alcanzar la
inmortalidad y el paraso si no es muriendo? Cmo puedes llegar a la Tierra de los
Dioses si no pereces antes? A veces el sol, tanto si es de luz pura como si no, resulta
malsano, ardiente y mortfero. Pero mis muchachas lunares, que parecen querer hacernos
el mal, slo intentan el bien..., pues son a la vez tan fras y amorosas como la luna. En mi
sueo me ha dicho: Regresa a la Muerte, lo cual parece espantoso, pero t y yo hemos
vivido doce aos con la Muerte sin sufrir ningn dao duradero, y, segn afirma mi trasgo,
sa es la nica manera de seguir con vida. Busca a la Muerte para escapar de ella!.
As pues, pongamos rumbo al norte, como ella ha dicho, pues si seguimos hacia el mar,
adentrndonos en los trridos dominios del sol, contra el cual me ha prevenido
expresamente, moriremos con toda seguridad, traicionados por tus falsas y mentirosas
muchachas de fuego. Recuerda que bast un mero contacto para que tu pecho humeara,
mientras que mi chica me ha aconsejado: Sospecha de todas las llamas jvenes y
escarlata, lo cual refuerza mi argumentacin.
No lo veo as en absoluto replic el Ratonero. El sol me gusta, siempre me ha
gustado. Su calor penetrante es la mejor de las medicinas. Eres t quien ama el fro y la
pegajosa oscuridad, t, salvaje de Yermo Fro! Mi zagala era dulce y rosada, estaba llena
de vida, mientras que la tuya hablaba ttricamente y estaba lvida como un cadver, como
t mismo has admitido. Das crdito a sus palabras? Yo no. Adems, por la cimitarra de
Ildritch, la explicacin ms simple es siempre la mejor, as como la ms elegante. Slo
hay dos muchachas resplandecientes, la que habl conmigo en mi sueo y la que habl
contigo, no cuatro que revolotean absurdamente por ah arriba cambiando de guardia al
alba y al anochecer para confundirnos. Las dos muchachas, slo dos!, tienen el mismo
aspecto, cobrizas de da y plateadas de noche, pero en su interior la ma es un ngel,
mientras que la tuya es una valquiria mortfera, como ha quedado patente en el sueo, tu
gua ms fiable.
Oye, ests usando evasivas repuso Fafhrd con firmeza, y por aadidura haces
que la cabeza me d vueltas con tus absurdas palabras. Pero una cosa tengo muy clara,
y es que vamos a prepararnos y maniobrar el Corredor negro para poner rumbo al norte,
como mi pobre muchacha lunar me ha aconsejado tan vivamente ms de una vez.
Pero Fafhrd protest el Ratonero, ayer hicimos varios intentos de poner rumbo al
norte y siempre fracasamos en nuestro empeo. Qu motivo tienes para suponer,
grandsimo...?
Confa slo en la luna, me ha dicho le interrumpi Fafhrd. Y ha aadido que
espere cierta seal. De modo que, por una vez, vas a hacerme caso y estaremos a la
expectativa. Contempla el mar y el cielo, so imbcil, y asmbrate.
Desde luego, el Ratonero estaba asombrado. Mientras discutan, atentos tan slo a las
fintas, paradas y estocadas de su duelo verbal, la superficie del Mar de las Estrellas haba
sufrido un cambio, pasando de lisa y brillante a ondulante y apagada. A travs de las
aguas se propagaban grandes y veloces vibraciones que hacan temblar al buque
leopardo. Las cenefas plateadas de espuma avanzaban por la superficie de un modo
menos predecible, y el mismo huracn, aunque no se haba reducido ni un pice, se
estaba volviendo racheado, el viento que azotaba las espaldas de los dos hombres unas
veces era clido y otras fro. En el cielo por fin haba nubes, que se deslizaban con
celeridad desde el noroeste y el este al mismo tiempo y ascendan hacia la luna. La
naturaleza entera pareca agazaparse con aprensin, como si presintiera algn
acontecimiento espantoso que estaba a punto de suceder, anunciando una guerra
celeste. Los dos trasgos plateados parecieron compartir ese presentimiento, pues
empezaron a revolotear de la manera ms errtica, su vaporoso volumen flotando
trmulamente, mientras emitan gritos agudos y silbidos de alarma contra el silencio
antinatural, y por ltimo se separaron, uno de ellos se cerni agitado por encima de la
proa, hacia el suroeste, y el otro cerca de la popa, al noroeste.
La rpida acumulacin de las nubes haba ocultado la mayora de las estrellas y
ascendido casi hasta llegar a la luna. El viento segua mantenindose quieto, al igualar
con exactitud la velocidad de la corriente. El Corredor Negro estaba en equilibrio, como en
la cresta de una ola gigantesca. Por un instante el mar pareci inmovilizarse. El silencio
era absoluto.
El Ratonero mir al frente y emiti un leve grito entre agudo y sofocado, un sonido
breve pero que hel la sangre de su compaero. Tras recobrarse de la conmocin, Fafhrd
tambin alz la vista, y en ese mismo instante oscureci intensamente. Las voraces
nubes haban ocultado la luna.
Por qu has gritado as? pregunt enojado.
El Ratonero le respondi con dificultad, debido al castaeteo de sus dientes.
Antes de que las nubes la ocultaran... la luna se ha movido!
Cmo puedes saber tal cosa, pedazo de alcornoque, si las nubes se estaban
moviendo, lo cual siempre produce la ilusin de que la luna se mueve?
No lo s, pero lo he visto con tanta certeza como que te tengo ahora ante m! La
luna empez a moverse.
Veamos, si la luna estuviera en un tifn, como afirmas, se hallara sujeta a todos los
caprichos del viento y el oleaje. Qu tiene pues de espantosamente extrao ese
movimiento?
El frenes en la voz de Fafhrd contradeca lo razonable de su pregunta.
No lo s repiti el Ratonero con una vocecilla tensa, los dientes castaetendole
todava, pero lo que he visto no me ha gustado nada.
El trasgo resplandeciente de popa silb tres veces. Sus nerviosas contorsiones, su
vaporosa luminiscencia plateada resaltaban en la negrura de la noche, y lo mismo ocurra
con su gemelo en la proa.
Es la seal! exclam Fafhrd con voz ronca. Listos para virar!
Carg todo su peso contra la caa del timn, movindola de modo que la nave vir al
norte. Lo. hizo muy despacio, pero logr vencer lo suficiente la fuerza de la corriente y el
viento para girar hacia el norte no ms de uno o dos puntos.
Un largo relmpago rasg el cielo y revel el mar gris hasta la lnea del horizonte,
donde ahora nuestros hroes vieron dos gigantescos tifones, el que se diriga al sur y
otro, por delante de ste, que avanzaba desde el oeste. Los truenos estallaban con una
sonoridad metlica, como ejrcitos o armadas que se encontraran en un Apocalipsis
ensordecedor.
Entonces un caos de fuego estall en la noche, se alzaron olas enormes que
entrechocaban y vientos que luchaban como gigantes cuyas cabezas rozaran el cielo,
mientras que alrededor del barco los trasgos resplandecientes tambin se agitaban y ora
parecan un par, ora dos, por lo menos cuando giraban y se abalanzaban uno alrededor
del otro. El glido mar se desgarraba y sus grandes jirones suban al cielo, se abran
abismos en la negrura que parecan desembocar en el fondo legamoso del mar,
desconocido por el hombre. Los truenos horrsonos y los relmpagos se hicieron casi
continuos, revelndolo todo, y a travs de ese cataclismo el Corredor Negro logr
sobrevivir como una astilla en medio del caos, gracias a la habilidad marinera de Fafhrd y
su camarada.
La segunda tromba gigantesca avanzaba por el suroeste como una montaa en
movimiento, precedida por grandes olas que prestaban una gran ayuda a Fafhrd en el
pilotaje de la nave, a la que impulsaban continuamente hacia el norte, mientras que desde
el sur la primera tromba gigante regresaba, o as lo pareca, y ambas (la solar y la
lunar?) combatan.
De sbito, el Corredor Negro pareci chocar contra un muro, Fafhrd y el Ratonero
salieron despedidos, cayeron en la cubierta, y cuando, tras muchos esfuerzos, pudieron
por fin levantarse, descubrieron asombrados que su barco leopardo flotaba en aguas
tranquilas, casi inaudibles e invisibles para sus odos insensibilizados y sus ojos
semiciegos. La noche era negra, sin estrellas ni luna. Los trasgos resplandecientes
haban desaparecido. A la tenue luz de los relmpagos distantes vieron que la vela de la
nave estaba destrozada, convertida en jirones. Fafhrd tuvo la sensacin de que la caa
del timn, que sujetaba, estaba suelta, como si todo el mecanismo de direccin hubiera
sufrido una tensin insoportable y slo hubiese resistido por milagro.
Se escora un poco a popa, no crees? Jurara que ha entrado agua. A lo mejor ha
habido un corrimiento de carga. Tendremos que achicar. Ms tarde podremos dedicarnos
a colocar una vela nueva.
As pues, se pusieron manos a la obra y trabajaron en silencio durante varias horas,
como hicieran tantas veces en sus largos aos de aventuras en comn, reparando el
barco leopardo a la luz de dos faroles que Fafhrd colg del mstil, alimentados con el
aceite de leviatn ms puro, pues la tormenta haba cesado por completo, no haba ya
relmpagos y las nubes oscuras y compactas impedan la menor visibilidad.
La espesa nubosidad cubri todo Nehwon aquella noche (y el da en el otro hemisferio).
Durante los meses y aos posteriores se habl mucho de la Gran Oscuridad, como lleg a
ser generalmente conocido el fenmeno que ensombreci por completo Nehwon por
espacio de varias horas, y jams se supo a ciencia cierta si la luna haba contravenido las
leyes csmicas, desplazndose alrededor de medio mundo para combatir con el sol en
aquella ocasin, y regresando luego a su posicin natural, o si eso no haba sucedido,
aunque existan inquietantes rumores, dispersos pero persistentes, de semejante viaje
atroz, atisbado a travs de las brechas fugitivas en la cobertura nubosa, y de que incluso
el mismo sol se haba movido brevemente para guerrear con ella.
Al cabo de largo rato, cuando hicieron una pausa en su fatigosa tarea, Fafhrd coment:
Qu solitarios estamos sin nuestros femeninos trasgos resplandecientes, no te
parece?
Esta atmsfera afectaba los sentimientos y pensamientos del alto brbaro vestido con
un jubn pardo y su amigo de baja estatura ataviado de gris.
Tediosa, en efecto dijo Fafhrd. Ansi emprender alguna empresa grandiosa!
Tales son los sueos de la juventud ingenua. Por eso te has afeitado la barba?
Para estar en consonancia con tus sueos? Vaya falacias lampias!
El mismo Ratonero haba respondido a sus preguntas.
Por qu ltimamente te dejas crecer la tuya? replic Fafhrd.
Dejo descansar la piel de mi rostro para arrancarle luego todos sus pelos... Y
adems has perdido peso. Se debe a alguna nostlgica fiebre juvenil?
No es se el motivo, como tampoco enfermedad ni inquietud alguna. Tambin t
ests ms liviano estos das. Lo cierto es que estamos cambiando la lozana musculatura
de la virilidad juvenil por unas estructuras ms flexible, fuerte y duradera, apropiada para
enfrentarnos a las tribulaciones y albures de la edad mediana.
Ya hemos tenido suficientes afirm el Ratonero. Tres veces alrededor de
Nehwon como mnimo.
Fafhrd mene la cabeza con displicencia.
No hemos vivido en realidad. sa es la nica conclusin a que uno puede llegar
cuando piensa que no hemos posedo tierras ni dirigido hombres.
Tienes una borrachera llorona, Fafhrd! exclam el Ratonero, riendo
alegremente. Te gustara ser granjero? Has olvidado que un capitn est prisionero
de su mando? Anda, bebe un poco ms para animarte.
El norteo dej que su amigo le fuera llenando la copa con el contenido de dos jarras,
pero su talante no cambi ni un pice. Con expresin abatida, sigui diciendo:
No tenemos hogar ni esposa.
Necesitas una moza, Fafhrd!
Quin habla de mozas? protest el otro. Me refiero a mujeres. Tuve a la
valiente Kreeshkra, pero ha vuelto con sus queridos espectros, mientras que tu pequea
Reetha prefiere la tierra monda de Eevamarensee.
El Ratonero coment sotto voce.
Tambin tuve a la arrogante e insolente Hisvet y t a la valiente y espectacular reina
de las esclavas, Frix.
Su murmullo no lleg a odos de Fafhrd, el cual continu rememorando:
Hace mucho tiempo tuvimos a Friska e Ivivis, pero eran esclavas de Quarmall y en
Tovilysis se convirtieron en mujeres libres. Antes tuvimos a Keyaira e Hirriwi, pero eran
princesas, invisibles, amores de una largusima noche, hijas del temible Oomforafor y
hermanas del sanguinario Faroomfar. Mucho antes de todas ellas, en la Tierra de la
Juventud, tuvimos a Irvrian y la esbelta Vlana, pero esas encantadoras y misteriosas
criaturas, semejantes a actrices, eran muy jvenes y ahora moran con la Muerte en el
Reino de las Sombras. As pues, slo soy hombre a medias. Necesito una compaera, y
creo que t tambin.
Ests loco, Fafhrd! Primero hablas de gloriosas aventuras a lo largo y ancho del
mundo y luego echas de menos lo que las hara imposibles: esposa, hogar, paniaguados,
deberes. Una noche tediosa sin una muchacha o una pelea y se te reblandece el cerebro.
S, sin duda ests loco.
Fafhrd volvi a inspeccionar la taberna y a sus aburridos parroquianos.
La monotona sigue invariable observ, como si nadie hubiera movido ni siquiera
las pestaas desde la ltima vez que mir. Y, no obstante, desconfo de esta quietud, noto
un fro glacial. Ratonero...
Su camarada miraba ms all de l. Con muy poco ruido, o ninguno en absoluto, dos
esbeltas personas acababan de entrar en La Anguila de Plata, detenindose para
observar apenas cruzaron la cortina de hilo metlico con cuentas de plomo, que evitaba el
paso de la niebla y poda desviar estocadas. Una de ellas era alta y de aspecto
masculino, los ojos azules, las mejillas delgadas y la boca ancha, vesta jubn y calzones
azules y un largo manto gris. La otra pareca flexible como un gato, tena los ojos verdes,
las facciones compactas, los cortos y gruesos labios apretados y vesta de manera
similar, con excepcin de los colores, rojo de xido y marrn. Ni eran jvenes ni se
acercaban todava a la edad mediana. Sus frentes suaves y sin arrugas, sus ojos serenos,
las armoniosas curvas de las mandbulas, los largos cabellos, que se amoldaban al rostro,
aqu rubio plateado.
No es ms que un iceberg que tiene la mitad de ese tamao dijo ella.
Bien propuso Fafhrd, bebamos lo que este dinero brillante y forneo va a pagar.
Yo soy Fafhrd, y mi amigo responde al nombre de Ratonero Gris.
Me llamo Afreyt dijo la mujer alta, y mi compaera Cif. Tras tomar largos tragos,
dejaron sus copas sobre la mesa, Afreyt con un fuerte golpe de peltre contra roble.
Y ahora hablemos de negocios dijo de improviso la mujer, frunciendo levemente el
ceo al ver que Fafhrd se dispona a llenar de nuevo las copas. Somos portavoces de la
Isla de la Escarcha...
Y estamos facultadas para dispensar su oro complet Cif, con destellos amarillos
en sus ojos verdes. Entonces aadi con brusquedad: La Isla de la Escarcha est
gravemente amenazada. Afreyt baj la voz para preguntar:
Habis odo hablar de los mingoles marinos? Y al ver que Fafhrd asenta, dirigi
su mirada al Ratonero y dijo: La mayora de los meridionales dudan de su misma
existencia, creyendo que todo mingol es un patn cuando no monta su caballo, ya sea en
tierra o en el mar.
Yo no respondi l. He navegado con una tripulacin mingola. Hay uno, ya viejo,
llamado Ourph...
Y yo me he enfrentado con piratas mingoles dijo Fafhrd. Tienen pocos barcos y
todos temibles. Ratas de agua con flechas por dientes..., mingoles marinos, como dices.
Eso es muy cierto les dijo Cif a los dos. Entonces me creeris ms si os digo
que, en respuesta a la antigua profeca: Quien se apodere de la corona de Nehwon, lo
conquistar en su totalidad....
Por corona hay que entender las costas polares del norte intervino Afreyt.
Una profeca a cuyo cumplimiento instiga continuamente el Mago del Hielo, Khahkht,
cuyo mismo nombre es un estornudo helado...
Tal vez el ser ms maligno que jams ha existido apostill Afreyt, sus ojos una
luna de zafiro que brillaba a travs de dos estrechas ranuras oblicuas.
Los mingoles han zarpado para saquear las costas ms septentrionales de Nehwon
con dos grandes flotas, una que sigue al sol y otra que avanza en sentido contrario. Para
referirnos a ellos brevemente, les llamamos mingoles solares y mingoles oscuros.
Esos pocos barcos temibles que has mencionado son verdaderas armadas
intervino Afreyt, que segua mirando sobre todo a Fafhrd (de la misma manera que Cif
favoreca al Ratonero). Hasta que los solares y los oscuros se encuentren en la isla de
la Escarcha, la saqueen y se desplieguen hacia el sur para apoderarse del mundo!
Una funesta perspectiva coment Fafhrd, dejando la jarra de aguardiente con la
que acababa de perfumar el vino que haba servicio a todos.
Por lo menos una perspectiva de considerable agitacin dijo el Ratonero. Los
mingoles son unos saqueadores incansables.
Cif se inclin hacia adelante, con la barbilla alzada, llameantes sus ojos verdes.
As pues, la Isla de la Escarcha es el campo de batalla elegido... Elegido por el
destino, por el fro Khahkht y por los dioses. El lugar donde detener a la horda de la
estepa convertidos en piratas.
Aunque no se mova, Afreyt pareci crecer en su silla, y la mirada de sus ojos azules
oscil entre Fafhrd y su camarada.
las olas y los cuerpos celestes. Y la responsabilidad!, pues contaba con no menos de
diecisiete hombres, sin Fafhrd para ayudarle y sustituirle mientras dorma..., a los cuales
tena que poner en forma, vigilarles para que no contrajeran el escorbuto, sondear el agua
con el bichero cuando alguno caa por la borda (as estuvo a punto de perder el primer da
el patizambo Mikkidu), mantenerlos con la moral alta as como en sus puestos,
disciplinarlos en la medida requerida. (Pensndolo bien, eso era en ocasiones un placer
tanto como un deber. Cmo gritaba Pshawri cuando le azotaba astutamente con la vaina
de Garra de Gato. Y pronto volvera a hacerlo, por Mog!) Finalmente consider la
peligrosa travesa, de casi un mes de duracin, al noroeste de Lankhmar a travs del Mar
Interior y, por una brecha traicionera en el Muro del Teln, donde cierta vez Fafhrd busc
reinas marinas con lentejuelas, pasando al Mar Exterior. Sigui un rpido avance hacia el
norte con el viento de popa, hasta que avistaron las negras murallas de No-Ombrulsk, a la
misma latitud que la hundida Simorgya. All dirigi el Pecio al oeste, alejndose de
cualquier tierra y casi penetrando en los dominios del viento occidental, que soplaba un
poco a estribor. Tras cuatro das de fatigosa navegacin llegaron a la agitada extensin
ocenica donde se haba hundido Simorgya, como sealaban los clculos independientes
del Ratonero y Ourph, uno trabajando con las cartas robadas y el otro contando los nudos
de unos mugrientos cordones de clculo mingoles. Sigui una rpida y larga bordada de
dos das, de nuevo hacia el norte, mientras el aire y el mar se enfriaban rpidamente
hasta que, segn su cmputo, les faltaba media travesa para llegar a la latitud de las
Garras. Llevaban dos das barloventeando en un lugar, en espera de Fafhrd, soportando
un fro cada vez ms intenso hasta que, por fin, a medianoche, los cielos claros haban
dado paso a la niebla helada que envolva al Pecio inmvil; dos das en los que el
Ratonero no dej de preguntarse si Fafhrd lograra encontrar aquel punto, o incluso si se
habra puesto en camino; dos das durante los cuales le hastiaron y enfurecieron la
tripulacin, asustada y rebelde, y la docena de ladrones soldados, todo ellos roncando y
bien calientes abajo, que Mog los azotara!; dos das para preguntarse por qu, en
nombre de Mog, haba gastado todos sus doblones menos cuatro en la absurda travesa
hacia la Isla de la Escarcha, dinero invertido en trabajo para l mismo, en vez de gastarlo
en vino y mujeres, libros antiguos y objetos de arte, en una palabra, en pan dulce y circo
para l solo.
Lleg por fin el momento en que la sospecha desemboc en la conviccin de que
Fafhrd no haba partido de Lankhmar, de que al salir de La Anguila de Plata, con unos
propsitos tan nobles y serios, su bolsa de oro en la mano..., inmediatamente haba
empezado a gastarlo en esos mismos placeres que el Ratonero, inspirado por el aparente
buen ejemplo de Fafhrd, se haba negado.
Exasperado y enfurecido, el Ratonero cogi el mazo almohadillado colgado del palo
mayor y asest al gong un golpe lo bastante fuerte para hacer aicos el glido bronce. De
hecho, le sorprendi un tanto que la helada cubierta del Pecio no recibiera una lluvia de
agudas esquirlas de metal pardo. Entonces golpe el gong otra vez, y otra, y otra ms, de
modo que el disco metlico se movi como un letrero bajo un huracn, mientras nuestro
hroe daba un salto tras otro y aada a la alarma general los resonantes golpes de sus
pies contra las tablas, calentndolos de paso.
Abrieron desde abajo la escotilla de proa y Pshawri asom como un mueco de
resorte. Corri hacia el Ratonero y se cuadr ante l, el temor reflejado en sus ojos
inquietos. De inmediato siguieron al cabo primero Mikkidu y el resto de los dos pelotones,
casi todos los hombres semidesnudos. Tras ellos, y con mucha ms calma, salieron Gavs
y los dems tripulantes mingoles que no estaban de guardia, atndose la negra capucha
bajo el mentn amarillento, mientras Ourph, como una sombra, se colocaba detrs de su
capitn. Los otros dos mingoles se mantuvieron como deban en sus puestos, junto al
timn y en la proa. El Ratonero se llev una gran sorpresa. De modo que sus azotes con
la vaina haban surtido realmente efecto!
con fuerza la mueca y el antebrazo. Tras un instante de pnico, durante el que estuvo a
punto de desenvainar su daga con la mano izquierda, la extendi y toc las crneas
garras, prietas como grilletes alrededor de la mueca, y descubri enrollado alrededor de
una pata escamosa un pequeo pergamino, cuyos cordones cort con la afilada ua del
dedo pulgar. Entonces, el gran halcn blanco abandon su mueca y se pos en la corta
vara redonda de la que penda el gong del barco.
A la llama de una gruesa vela que trajo un tripulante mingol tras haberla encendido en
el brasero, el Ratonero ley un mensaje muy breve escrito con la enorme caligrafa de
Fafhrd:
Hola, mi pequeo amigo! Pues es improbable que en este yermo ondulante haya otro
barco. Enciende una llama roja e ir hacia ah.
F.
A continuacin, con unas letras ms negras pero ms descuidadas, lo cual sugera la
anotacin precipitada de una ocurrencia posterior, deca:
Finjamos un ataque mutuo cuando nos encontremos, para adiestrar a nuestras
tripulaciones. De acuerdo?
La llama blanca, que arda firme y brillante en el aire inmvil, revel la sonrisa
complacida del Ratonero, as como la expresin aadida de indignacin e incredulidad al
leer la posdata. La raza de los norteos estaba obsesionada por el combate, y Fafhrd era
su mejor representante.
Gib, treme una pluma y tinta de calamar orden. Seor Pshawri, lleva un fuego
lento y una llama roja a lo alto del palo mayor para que arda all. Presto! Pero si
incendias el Pecio, te clavar en la cubierta en llamas!
Unos momentos despus, mientras el pequeo ratero enrolado por el Ratonero trepaba
al aparejo, aunque previamente alzado con un bichero, su capitn dio la vuelta al pequeo
pergamino, lo alis contra el mstil y escribi con pulcritud en el dorso, a la luz de la vela,
que Gib sostena junto con el cuerno de la tinta:
Bienvenido, mi loco amigo! Encender una llama cada media hora de guardia. No
estoy de acuerdo, porque mi tripulacin ya est adiestrada.
R.
Agit el papel para que se secara la tinta y luego lo enroll alrededor de la pata del
halcn, por encima de las garras, y le hizo un buen nudo. Apenas haba terminado,
cuando el ave grazn, bati las alas y se perdi entre la niebla sin necesidad de recibir
ninguna orden. Por lo menos Fafhrd tena bien adiestrados a sus mensajeros alados.
Un resplandor rojo, de una brillantez sorprendente, surgi de la niebla en el mstil y se
alz misteriosamente diez codos por encima del palo. Entonces el Ratonero vio que, para
su seguridad personal y la del barco, el pequeo cabo primero haba fijado la llama en el
extremo del bichero, llevndola as a lo alto e incrementando tambin la distancia a que
poda verse, una milla lankhmaresa por lo menos, segn un rpido clculo. Tuvo que
admitir que haba sido una buena idea, casi brillante. Ordeno a Mikkidu que invirtiera el
rumbo del Pecio para ejercitarse, y los remeros de estribor empujaron el agua a fin de que
el barco girase por su lado. Entonces fue a la proa para asegurarse de que el embozado
mingol que permaneca all exploraba constantemente la niebla, y regres a la popa,
donde Ourph estaba con su piloto, ambos arrebujados en sus mantos para protegerse del
fro.
Entonces, mientras la llama roja segua brillando y retornaba el relativo silencio, apenas
interrumpido por los sonidos acompasados de los remos, el Ratonero, sin proponrselo
siquiera, volvi a aguzar el odo para percibir extraos sonidos en la niebla, y, sin mirar a
Ourph, le dijo en voz baja:
Dime, viejo amigo, qu piensas realmente de tus incansables hermanos nmadas y
por qu han querido embarcarse en vez de montar a caballo.
Corretean como ratones, buscando la muerte... de otros gru reflexivamente el
viejo. Galopar sobre las olas en vez de por las pedregosas estepas. Asaltar ciudades es
su impulso principal, ya sea por mar o por tierra. Tal vez huyen del Pueblo del Hacha.
He odo hablar de ese pueblo respondi el Ratonero, dubitativo. Crees que
est confabulado con los invisibles seres volantes de Stardock, que ondean en los aires
helados por encima del mundo?
No lo s. Siguen por doquier a sus magos del clan.
La llama roja se extingui. Pshawri baj con bastante agilidad desde lo alto del mstil e
inform a su temido capitn, el cual le despidi con una mirada furibunda que,
inesperadamente, termin en un guio, y le dio la orden de encender otra llama al cabo de
media hora. Entonces, volvindose de nuevo hacia Ourph, sigui conversando en voz
baja.
Ya que hablamos de magos, conoces a Khahkht?
El anciano dej que transcurrieran cinco latidos del corazn antes de graznar:
Khahkht es Khahkht. No es ningn brujo tribal, con toda seguridad. Habita en el
extremo norte, dentro de una cpula, algunos dicen que un globo flotante, del hielo ms
negro, desde donde observa los actos de los hombres, tramando hacer el mal a la menor
oportunidad, como cuando las estrellas le son propicias y todos los dioses duermen. Los
mingoles temen a Khahkht, y no obstante..., cada vez que emprenden una gran empresa
se vuelven hacia l, le ruegan que cabalgue delante de sus mejores y ms sanguinarios
jinetes. El hielo es su elemento favorito y su herramienta, y el hlito helado la seal ms
segura de su presencia, aparte del parpadeo.
El parpadeo? le pregunt el Ratonero ansiosamente.
La luz del sol o de la luna reflejada en el hielo replic el mingol. El parpadeo del
hielo.
Un resplandor blanco palideci por un instante la niebla oscura, perlina, y a travs de
ella el Ratonero oy el sonido de remos, golpes ms poderosos que los producidos por
los remeros del Pecio y con un ritmo ms rpido, pero se trataba indudablemente de
remos, y su estrpito era cada vez mayor. La alegra ilumin el rostro del Ratonero. Mir a
su alrededor con incertidumbre y vio el dedo inmvil de Ourph que sealaba adelante. El
Ratonero asinti y lanz un grito que pareca un toque de trompeta.
Fafhrd! Ah del barco!
Se hizo un breve silencio, tan slo roto por el sonido de los remos del Pecio y los del
barco que se aproximaba, y entonces sali de la niebla un grito cordial pero, al mismo
tiempo, misterioso.
Hola, mi pequeo amigo! Nos encontraremos en aguas confusas, Ratonero! Y
ahora... en guardia!
La sonrisa del Ratonero se esfum. Pretenda Fafhrd en serio llevar a cabo en la
niebla su idea de una batalla naval fingida? Mir inquisitivamente a Ourph, el cual se
encogi de hombros.
Un destello blanco ms brillante aclar por un momento la niebla. Sin detenerse un
instante a pensar, el Ratonero orden los gritos:
Remad a babor! Haced fuerza de remo! Rpido! A estribor! Ms fuerza!
Haciendo caso omiso del mingol que la manejaba, se abalanz hacia la caa y la movi
a estribor, de modo que el timn reforzara el impulso de los remos para hacer girar el
barco.
Fue una suerte que actuara con tanta rapidez, pues de la niebla surgi una verga baja,
gruesa y puntiaguda que estuvo en un tris de ensartar la proa del Pecio y partir la nave. El
ariete roz el costado del pequeo barco, el cual sufri una fuerte sacudida mientras
viraba bruscamente a babor, respondiendo a los esfuerzos desesperados de los ladrones
remeros.
Y entonces, siguiendo a su ariete, la blanca y afilada proa de la nave de Fafhrd sali de
la niebla. Era una proa de altura casi increble, alta como una casa y correspondiente a un
barco enorme, por lo que los marinos del Pecio tuvieron que echar la cabeza atrs para
verla en su totalidad, e incluso el Ratonero sofoc un grito de temor y asombro.
Afortunadamente se hallaba a diez varas de distancia a estribor, mientras que el Pecio
continuaba girando a babor, pues de lo contrario la nave ms pequea habra sido
abordada.
De la niebla inmvil surgi algo aplanado que se deslizaba lateralmente. A una vara por
encima de la cubierta, golpe el mstil y pareci que fuese a partirlo, pero el objeto plano
se rompi primero, y a los pies del Ratonero cay algo que increment su sorpresa: la
gran pala recubierta de hielo y parte del guin de un remo cuyo tamao era el doble del
de los remos del Pecio, y que tena todo el aspecto de una ua de gigante.
El siguiente remo enorme no toc el mstil, pero alcanz a Pshawri de costado y le
arroj al suelo. Los restantes no alcanzaron al Pecio por mrgenes cada vez ms amplios.
Desde la enorme masa blanca, que ya se desvaneca en la niebla, lleg un grito
imponente:
Ah, cobarde! Huir de la amenaza de combate! Ah, taimado cobarde! Pero vuelve a
ponerte en guardia! An te coger, enano, por mucho que me esquives!
A estas palabras alocadas sigui una risa no menos insensata, la misma clase de risa
que el Ratonero le haba odo en otras ocasiones, cuando Fafhrd se encontraba en una
situacin muy apurada, pero ms frentica que nunca, incluso diablica, y tan fuerte como
si una docena de Fafhrds la emitieran al unsono. Habra adiestrado a sus guerreros
para que le hicieran eco?
Una mano semejante a una garra aferr el codo del Ratonero. Era Ourph, quien seal
el fragmento del gran remo roto sobre la cubierta.
Es slo hielo. En la voz del viejo mingol reson un temor supersticioso. Hielo
forjado en la helada herrera de Khahkht.
Solt al Ratonero y, agachndose rpidamente, cogi el objeto con las manos,
enfundadas en mitones negros, muy separadas, como si fuese una serpiente muerta, y de
repente lo arroj por encima de la borda.
A unos pasos de l, Mikkidu haba rodeado con un brazo los hombros ensangrentados
de Pshawri, incorporndolo levemente, pero ahora miraba al capitn por encima de su
inmvil e inconsciente compaero. En sus ojos haba un interrogante desesperado.
Las facciones del Ratonero se endurecieron.
Seguid remando, gandules les orden en tono mesurado. Empujad con fuerza.
Mikkidu, deja que los tripulantes se ocupen de Pshawri y dirige a los remeros con el gong.
El ritmo ms rpido! Ourph, arma a tus hombres. Que bajen en busca de flechas y
vuestros arcos de cuerno..., y para mis soldados hondas y municin, bolas de plomo, no
piedras. Gavs, vigila bien la popa, y t, Trenchi, encrgate de la proa. Vamos, espabilad!
El aspecto del hombrecillo vestido de gris era sombro y peligroso. Cruzaban por su
mente pensamientos que detestaba. Mil aos atrs, en La Anguila de Plata, Fafhrd le
haba anunciado que reclutara doce guerreros, gentes enloquecidas por los combates.
Pero acaso su querido amigo, ahora endemoniado, pudo imaginar hasta qu punto
estaran locos sus doce dementes y que su locura sera contagiosa? Y que l mismo se
infectara?
Por encima de la niebla helada, las estrellas brillaban como velas de escarcha, tan slo
amortiguadas por la luz de la luna baja y gibosa en el sudoeste, donde, a lo lejos, el frente
de una tormenta desenrollaba la espesa alfombra de cristales de hielo que flotaban en la
atmsfera.
A corta distancia sobre la perlina superficie blanca que se extenda hasta el horizonte
por todos los puntos cardinales excepto al sudoeste, el halcn mensajero que el Ratonero
haba soltado volaba hacia el este. Hasta donde alcanzaba la mirada, ningn otro ser vivo
comparta la vasta soledad curvada y sin embargo, el ave vir de sbito como si la
hubiesen atacado, alete frenticamente y se detuvo en el aire, retorcindose, como si se
hubiesen apoderado de ella y no pudiera liberarse. Pero en el aire claro no haba nada
ms que el ave convulsa.
Como por arte de magia, el trozo de pergamino alrededor de su pata se desenroll,
qued extendido un momento y volvi a enrollarse en la pata escamosa. El halcn blanco
parti desesperadamente hacia el este, zigzagueando corno para esquivar la persecucin
y volando muy cerca de la blanca superficie del mar, como dispuesto a sumergirse en
cualquier momento.
En el lugar vaco donde el ave haba sido liberada, una voz entabl un soliloquio.
Si mi ardid sale bien, y saldr!, esta alianza entre Oomforafor de Stardock y el
Khahkht del Hielo Negro redundar en un provecho ms que suficiente. Llorad, mis
hermanas diablicas! Aquellos amantes vuestros que os mancillaron ya son hombres
muertos, aunque todava respiren y caminen por algn tiempo. La venganza pospuesta,
que se saborea y se rechaza, es ms dulce que la venganza rpida. Y es an mucho ms
dulce cuando aquellos a quienes odias se aman pero se ven obligados a matarse, pues
si mis notas no surten ese bendito efecto, no me llamo Faroomfar! Y ahora, vuela veloz
como el sonido, mi plano caballo areo, mi invisible alfombra mgica!
La extraa niebla baja segua siendo espesa y muy fra, pero el atuendo de Fafhrd, de
piel de gamo polar vuelta del revs, era clido y cmodo. Apoyaba la mano, enfundada en
un guantelete, en el bajo mascarn, una silbante serpiente de las nieves, mirando hacia
atrs con satisfaccin desde la proa del Halcn Marino a sus remeros, los cuales seguan
remando tan vigorosamente como cuando les diera la primera orden al avistar la llama
roja del Ratonero en lo alto del palo mayor. Eran muchachos dignos de confianza,
siempre que se les mantuviera ocupados y se les tratase con la debida severidad. Nueve
de ellos eran tan altos como Fafhrd, y otros tres le superaban en altura, sus cabos Skullick
y Mannimark y el sargento Skor, los dos ltimos ocultos por la niebla, desde cuyo seno
Skor marcaba el ritmo con el gong en la popa. Cada oficial menor mandaba un pelotn de
tres hombres.
Y el Halcn Marino era una embarcacin slida y marinera!, algo ms larga, y ms
estrecha de manga, y con un mstil mucho ms alto, aparejada adems a proa y popa,
que la nave del Ratonero Gris (aunque Fafhrd no poda saberlo, puesto que nunca haba
visto el Pecio).
No obstante, frunci ligeramente el ceo. Pelly ya debera haber regresado, siempre
que el Ratonero hubiera respondido a su mensaje, y su pequeo amigo nunca se perda
una ocasin de hablar, ya fuese de palabra o por escrito. En cualquier caso, era hora de
trepar al mstil, pues el Ratonero podra encender otra llama y quiz Skullick estara
soando despierto durante su guardia. Pero cuando se acercaba al mstil, un espectro de
siete pies de altura apareci ante l, un espectro vestido con una piel de nutria vuelta del
revs.
Qu ocurre, Skullick? le pregunt speramente Fafhrd, alzando la cabeza para
mirarle, pues el otro meda medio palmo ms que l, Por qu has abandonado tu
puesto? Habla en seguida, escoria!
por ese hechicero al que Afreyt llam... Mago del Hielo..., ese... Khahkht. Y no obstante...,
no obstante he de preparar al Halcn Marino para una guerra total, por mucho que me
aflija. Un hombre debe saber afrontar todas las situaciones, al margen de cmo le hielen y
desgarren el corazn.
Ech un ltimo vistazo al oeste. El frente de la tormenta en el sudoeste estaba cerca, y
esparca por delante los cristales de hielo. Era como una cuerda que delimitaba todo un
sector del crculo marino cubierto de niebla blanca, sustituyndolo por el ocano negro.
Desde all surgi un resplandor blanco huidizo que hizo musitar a Fafhrd:
Un parpadeo del hielo.
Ms cerca todava, apenas a una decena de tiros de arco, an en la niebla pero cerca
de su borde barrido por el viento, brill una luz roja y se extingui en seguida.
Fafhrd se intern rpidamente en la niebla y baj del mstil, utilizando las manos y sin
apenas tocar con los pies las clavijas de las anillas de bronce.
En el interior del vacuo globo con su mapa pintado en la pared, el mago ces en sus
deambulaciones, se irgui, apartando la mirada del disco solar ecuatorial entre sus muros
de agua, y con una voz que recordaba el ruido de tmpanos de hielo machacados, habl
as:
Escuchadme, pequeos tomos, que en los mares de la escarcha bulls y os
congelis. Escuchadme, espritus del fro, y luego haced exactamente lo que os pido. Los
barcos van a su encuentro, los hroes se saludan y cada uno ofrece al otro el regalo de
su muerte. La monstreme acecha en la glida lobreguez, los piquetes de mingoles atacan
cada ciudad, hogar e iglesia. Si escapan a la aagaza del Invisible, actuad del modo ms
terrible. Buques, haceos aicos! Esparcios, huesos humanos! Oscurece los huesos
derramndote sobre ellos, carne sanguinolenta! Hazaas de la oscuridad, mrito de la
oscuridad..., as, hasta que todo se haya cumplido, que se apague el sol!
Y con reptiliana celeridad, gir en redondo y puso una tapa de hierro negro sobre el
disco solar enmurallado, lo cual dej la cavidad esfrica en una oscuridad absoluta.
Entonces, el mago susurr speramente y riendo entre dientes:
...Y dicen que los espectros conjuraron al sol para que desapareciera del cielo. Los
espectros, nada menos!... Siempre tan jactanciosos. Khahkht nunca se jacta, pero acta!
Al pie del palo mayor del Pecio, el Ratonero Gris cogi a Pshawri por el cuello, pero no
lleg a sacudirle. Por debajo de la venda ensangrentada que rodeaba su cabeza, las
pupilas del cabo mayor le miraron desafiantes. Tena el rostro exange.
Ha bastado un golpecito para que tus sesos se derramen por completo fuera de tu
cabeza.? le pregunt el Ratonero. Por qu encendiste esa llama, revelando as
nuestra posicin al enemigo?
Pshawri se estremeci, pero sigui sosteniendo la mirada furibunda de su capitn.
T lo ordenaste..., y no diste ninguna contraorden afirm con testarudez.
El Ratonero farfull, pero tuvo que admitir que era cierto. El necio haba obedecido,
aunque demostrando una falta absoluta de juicio. Los soldados y su cumplimiento ciego
del deber, sobre todo de las rdenes recibidas! S, resultaba de lo ms curioso pensar que
aquel idiota fiel era poco antes un vulgar ladrn, producto de engaos, mentiras y un
egosmo con anteojeras. Con un sentimiento de culpabilidad, tambin tuvo que admitir
que no haba dado contraorden, aparentando obrar de acuerdo con la lgica y permitiendo
empero la estupidez, en especial porque haba visto lo que aquel idiota estaba a punto de
hacer cuando trep al mstil por segunda vez. Pshawri todava se hallaba conmocionado
por el golpe recibido en la cabeza, el pobre diablo, y por lo menos se haba apresurado a
arrojar el bichero y la llama al mar cuando el Ratonero le grit enfurecido desde cubierta.
Muy bien gru, soltndole. La prxima vez no te limites a actuar y, si hay
tiempo, y lo haba!, utiliza tambin el caletre. Pdele a Ourph una copita de aguardiente y
luego vete a la proa y escudria con Gavs... Quiero doble vigilancia tanto en la proa como
en la popa.
Dicho esto, el mismo Ratonero se dedic a escrutar la niebla inmvil, aguzando la vista
y el odo, mientras reflexionaba, entristecido e inquieto, acerca de la naturaleza de la
locura de Fafhrd, as como de la inmensa embarcacin que haba construido, comprado,
encargado o tal vez conseguido de Ningauble u otro brujo. O brujos tal vez? Sin duda la
nave era lo bastante voluminosa y extraa para ser obra de varios archimagos. No era
descartable que se tratara de una prisin de la glida No-Ombrulsk acondicionada. O tal
vez, lo que resultaba ms inquietante, y vena sugerido por los temores de Ourph acerca
del desaparecido fragmento de remo, se trataba de un ingenio del brujo Khahkht. En ese
caso, exista algn vnculo entre ese mago y el loco Fafhrd?
El fantasmal Pecio prosigui su avance, los remeros impulsando apenas lo suficiente
para mantenerlo en movimiento. El Ratonero haba ordenado el ritmo ms lento a fin de
conservar sus fuerzas.
La tercera guardia dijo Ourph quedamente.
El Ratonero pens que el alba estaba cerca.
Pshawri no llevara mucho tiempo en la proa, cuando se oy su grito:
Mar libre adelante! Y viento!
El glido viento arremolinado arrancaba jirones de niebla, que se disipaban detrs de la
nave. La luna gibosa estaba fija en el horizonte occidental, pero segua emitiendo un
misterioso resplandor blanco, mientras que al sur de ella unas pocas estrellas solitarias
pendan del cielo. El Ratonero crey ver en ello algo sobrenatural, pues el alba inminente
ya debera haberlas hecho desaparecer. Mir al este... y casi lanz un grito. Por encima
del bajo banco de niebla iluminado por la luna, los cielos eran ms oscuros que nunca, la
noche careca de estrellas, mientras que al este, sobre el banco de niebla, se extenda
una franja de negrura ms profunda que la de cualquier noche, como si se levantara un
sol negro que lanzase rayos oscuros tan poderosos y activos como la luz, no la ausencia
de luz sino su contrario y enemigo. Y de esta misma franja cada vez ms espesa pareca
provenir un fro ms intenso, y de diferente naturaleza, que el helado viento sudoccidental
que le azotaba la oreja derecha.
Barco por el bao de babor! grit con voz aguda Pshawri.
Al instante el Ratonero baj la mirada y avist el extrao navo, a unos tres tiros de
arco de distancia. Acababa de salir del banco de niebla y, como a ste, le iluminaba el
resplandor de la luna. Se diriga en lnea recta hacia el Pecio. Al principio lo tom por el
enorme y helado barco de Fafhrd, pero entonces vio que tena el mismo tamao que su
propio navo, tal vez incluso ms estrecho de manga. Sus pensamientos zigzaguearon
alocadamente... Acaso el loco de Fafhrd estaba al mando de una flota? Se trataba de
un buque de guerra mingol? O era quiz otro barco pirata? Proceda tal vez de la Isla
de la Escarcha? Se oblig a pensar en lo ms pertinente.
Tras slo dos latidos del corazn, orden a sus hombres:
Aumentad la vela, mis mingoles! Remeros, retirad vuestros largos remos y armaos!
Encrgate de ellos, Pshawri!
Cogi el timn que acababa de soltar el piloto.
A bordo del Halcn Marino, Fafhrd vio el casco bajo del Pecio, sus palos cortos, el largo
palo mayor ladeado y las vergas de mesana silueteadas contra la luna espectralmente
blanca y deforme en el oeste. En el mismo instante comprendi qu era lo que le haba
intrigado en el extremo del mstil. Se quit el guantelete de la mano derecha y,
metindola en la bolsa, sac el trozo de pergamino. Esta vez reley su propia nota... y vio
debajo la maldita posdata que l no haba escrito. Indudablemente, ambas notas, escritas
con engaosos garabatos, eran diestras falsificaciones, aunque hubieran sido efectuadas
en las alturas, en los dominios de las aves.
Skor! orden. Rene a tu pelotn y preparaos para haceros a la vela!
Mientras deca esto, sac una flecha de la aljaba que tena al lado, en la cubierta, at la
nota a su alrededor, tens rpidamente su gran arco y, con una breve plegaria a Kos,
lanz el dardo a travs del oscuro cielo hacia la luna y la negra nave de dos mstiles.
A bordo del Pecio, el Ratonero experiment un escalofro de aprensin, que fue en
aumento mientras contemplaba a sus mingoles, dedicados a la difcil tarea de deshacer
los nudos de los cabos helados, y culmin con el ruido sordo de una flecha que se clav
casi verticalmente en la cubierta, a menos de un codo de distancia de sus pies. De modo
que la pequea galera, pues como tal haba identificado al pequeo navo iluminado por la
luna, anunciaba que iba a atacarles! Sin embargo, la distancia era todava tan grande que
solamente un arquero en todo Nehwon era capaz de haber efectuado aquel disparo
milagroso. Sin soltar la caa del timn, se agach y cort los hilos que sujetaban el
pergamino enrollado tras la punta de la flecha clavada en la madera, y ley, o ms bien
reley, las dos notas, la suya con la diablica posdata que no haba escrito. Apenas haba
terminado la lectura, cuando los caracteres se hicieron ilegibles a causa de los negros
rayos de la antiluz solar, que luchaban con los de la luna y empezaban a oscurecer dicho
orbe. No obstante, el Ratonero dedujo lo mismo que Fafhrd, y clidas lgrimas de alegra
brotaron de sus ateridos ojos al comprender que cualesquiera que fuesen los fraudes, por
imposibles que parecieran, que hubiesen tenido lugar aquella noche, falsificando escritura
y voz, su amigo estaba cuerdo y segua siendo fiel.
Mientras los marineros soltaban los ltimos nudos y las velas desaferradas reciban el
embate del viento, que rompa sus helados pliegues y festones y las hinchaba, se oyeron
una sucesin de truenos. El Ratonero sujet el timn, dirigiendo la nave hacia la tormenta,
pero al mismo tiempo orden a voz en cuello:
Mikkidu! Enciende tres llamas, dos rojas y una blanca!
A bordo del Halcn Marino, Fafhrd vio la bendita seal triple ardiendo en la extraa
oscuridad, cada vez ms intensa, mientras su velas acortadas se hinchaban, y vir para
poner proa al viento.
Mannimark! orden. Responde a esas llamas con otras similares. Skullick,
estpido, destensa los arcos de tus hombres! Esos que navegan por el oeste son
amigos! Entonces se dirigi a Skor, que estaba a su lado. Toma el timn. La nave de
mi amigo navega de bolina rumbo al sur, como nosotros. Avanza hacia ella y pongmonos
al costado.
En el Pecio, el Ratonero daba instrucciones parecidas a Ourph. Le regocij ver las
llamas de Fafhrd, iguales a las suyas, aunque no necesitaba su testimonio. Ahora
anhelaba conversar con l, y no tardara mucho en hacerlo. La brecha de negra agua
entre las naves se estrechaba rpidamente. Por un momento se pregunt si habra sido
mera casualidad o si alguna diosa habra dirigido la flecha de su camarada para que no le
atravesara el corazn, y pens en Cif.
A bordo de ambas naves, casi al unsono, Pshawri y Mannimark gritaron temerosos:
Se aproxima una nave por la popa!
Del oscuro y desgarrado banco de niebla, avanzando con una rapidez sobrenatural
hacia la tormenta, y con un rumbo que llevaba fatalmente al abordaje de las dos naves
pequeas, surgi en silencio una nave de tamao y aspecto monstruosos. Podra haber
pasado desapercibida hasta la colisin, de no haber sido porque los misteriosos rayos del
negro sol naciente, que incidan en su costado de babor, engendraban all un horrendo y
plido reflejo, que no era en absoluto de blanca luz natural, sino una luminiscencia
incolora y repugnante, de un tono blancuzco que pona la piel de gallina, un blanco de
sapo de las cavernas, de vientre de pescado. Y si la sustancia que produca el reflejo
tena alguna textura, era crnea, gris y arrugada, como uas de muerto.
Aquel resplandor sobrenatural revel que la demonaca embarcacin tena un
francobordo tres veces superior al de cualquier nave normal. La proa y los costados, altos
como una torre, eran nudosos y desiguales, como si el barco hubiera sido moldeado en
hielo en un titnico y tosco molde abandonado desde la Era del Caos, o bien tallado en un
iceberg separado de un inmenso glaciar, por duendes que le hubieran dado una burda
apariencia de navo. Lo impulsaban hileras de remos largos y movedizos, como patas de
insectos o de miripodos, pero grandes como vergas o mstiles unidos, lo bastante
poderosos para hacer que aquel monstruo avanzara por la negra vastedad ocenica. Y
desde su elevada cubierta, como lanzados por diablicas balistas, catapultas y
mandrones, alrededor de las dos naves se precipitaron grandes bloques de hielo, que
levantaron negras erupciones de agua. Entretanto, desde el mellado extremo de su palo
mayor, grande, plido y retorcido como un pino alcanzado por un rayo y muerto mucho
tiempo atrs, partieron dos delgados rayos del negro ms intenso, como rayos de antiluz
solar pero ms fuertes, que alcanzaron al Ratonero Gris y a Fafhrd en el pecho. Ambos
experimentaron un fro que les llegaba a los huesos, un mareo creciente y un
debilitamiento de la voluntad.
No obstante, cada uno logr dar rdenes rpidas y las dos naves se apartaron en el
ltimo momento, cuando estaban a punto de chocar entre s y con el mortfero navo
helado. El Pecio slo tuvo que girar ms hacia el viento, y as dio la vuelta suave y
rpidamente, pero el Halcn Marino se vio obligado a cambiar el rumbo. Su vela tembl
un poco y luego se tens abruptamente en el otro lado con un ruido atronador, pero la
fuerte lona de Ool Krut no se rompi. Ambas embarcaciones corrieron viento en popa
hacia el norte, por delante de la tormenta.
Detrs de ellos, el fantasmal barco de hielo avanz ms lentamente y vir con una
celeridad sobrenatural. El movimiento de sus extraos remos le daba el aspecto de una
araa gigantesca, y ahora se movieron con mucha ms rapidez, en persecucin de los
dos barcos, y aunque los perseguidos no dijeron una sola palabra ni hicieron seal
alguna, como si, al hacerle caso omiso, la amenazante masa a popa, de un blanco
diablico, pudiera dejar de existir, de todos modos un estremecimiento colectivo sacudi
por igual a capitn y tripulantes de la galera y el buque de dos mstiles.
Se inici entonces una etapa de tribulaciones y tensin, un reinado del terror, una
noche eterna, como ninguno de los hombres de ambas naves haba conocido hasta
entonces. En primer lugar, la oscuridad aumentaba a medida que el antisol ascenda en
los negros cielos. Incluso las llamas de las velas y los fuegos para cocinar en el interior de
los barcos, al abrigo de la galerna, se volvieron azulados y mortecinos, mientras que el
repulsivo resplandor blanco que les persegua tena la cualidad de que su luz no
iluminaba nada de aquello sobre lo que incida, antes bien lo oscureca, como si acarreara
consigo la esencia de la antiluz, como si existiera exclusivamente para hacer visible el
terror de la nave de hielo. Aunque sta era tan real como la muerte y se iba aproximando
ms y ms, a veces a Fafhrd y al Ratonero les pareca que aquella luz misteriosa era afn
a los destellos que se producen en el interior de los prpados cerrados en una oscuridad
absoluta.
En segundo lugar, el fro formaba parte de ese antisol, un fro indescriptible que
penetraba por todas las grietas y junturas de los barcos, y del que era preciso protegerse
acurrucndose y movindose con violencia a la vez, as como mediante bebida y
alimentos calentados muy lentamente y con dificultad sobre las dbiles llamas, un fro
capaz de paralizar la mente y el cuerpo, y por ende de matar.
En tercer lugar, un silencio total acompaaba a la oscuridad y el fro sobrenaturales, el
silencio que haca casi inaudibles los constantes crujidos de los aparejos y el maderamen,
que amortiguaba las pataletas y la agitacin de brazos contra el fro, que reduca toda
conversacin a meros susurros y converta el pandemnium del mismo vendaval que les
impulsaba hacia el norte en el suave rumor de una concha marina aplicada
permanentemente al odo.
El vendaval no se haba debilitado ni un pice, a pesar de que era casi silencioso, y el
viento arrojaba glida espuma sobre la popa, un viento terrible contra el que era preciso
luchar y mantenerse siempre ojo avizor, aferrndose con manos y pies a asideros cuya
firmeza estaba por probar, cuando algn hombre se encontraba en la cubierta, un viento
cuya fuerza, cercana a la de un huracn, les impulsaba siempre hacia el norte a una
velocidad inaudita. Ninguno de ellos haba navegado jams con semejante viento, ni
siquiera la primera vez que el Ratonero, Fafhrd y Ourph atravesaron el Mar Exterior.
Cualquiera habra puesto el barco al pairo mucho antes, con las velas aferradas y
probablemente el ancla echada, de no haber sido por la amenaza del barco de hielo que
les persegua.
Finalmente estaba la misma nave monstruosa, cada vez ms cerca a impulsos de sus
poderosos remos. De vez en cuando un tosco bloque de hielo se precipitaba en el negro
mar, al lado de uno u otro barco. Otras veces un rayo negro cosquilleaba el pecho de un
hroe, pero stos eran meros recordatorios. La nave monstruosa mantena su amenaza al
no hacer nada, salvo acortar la distancia con sus enemigos en fuga, al parecer empeado
en abordarles.
Cada uno en su barco, Fafhrd y el Ratonero luchaban contra la fatiga y el fro, trataban
de imponerse al deseo de dormir y a sus temores extraos y huidizos. Una vez Fafhrd
imagin a unos invisibles seres volantes que batallaban por encima de su cabeza, como
en una fabulosa extensin area del combate naval que su navo y el del Ratonero
libraban con el enorme barco de hielo. En otra ocasin el Ratonero crey ver las velas
negras de dos grandes flotas. Ambos capitanes animaron a sus hombres para que no
desfallecieran.
A veces el Halcn Marino y el Pecio navegaban paralelos pero muy separados en su
huida hacia el norte, hasta tal punto que ni siquiera se avistaban, mientras que otras se
acercaban lo suficiente para percibir mutuos destellos. Y en una ocasin, tal fue su
proximidad que sus capitanes pudieron intercambiar unas palabras.
Fafhrd habl a gritos, que eran susurros a odos del Ratonero.
Hola, pequeo! Has odo a los seres volantes de Stardock, nuestras princesas de
la montaa..., luchando con Faroomfar?
El Ratonero replic tambin a voz en cuello:
Tengo los odos helados. Has visto... otros barcos enemigos... aparte de la
monstreme?
Fafhrd: Monstreme? Qu es eso?
Ratonero: Ese maligno barco a popa. La palabra es anloga a... birreme, cuatrirreme...,
quiere decir que tiene monstruos a los remos.
Fafhrd: Una monstreme en plena tormenta. Es una idea terrible!
Ech un vistazo a la enorme embarcacin a popa.
Ratonero: Una monstreme en el monzn sera mucho peor.
Fafhrd: No gastemos aliento. Cundo llegaremos a la Isla de la Escarcha?
Ratonero: Haba olvidado que tenamos un destino. Cundo crees t que llegaremos?
Fafhrd: Cuando suene la primera campana de la segunda media guardia, a la puesta
del sol.
Ratonero: Debera haber ms claridad... cuando este sol negro se ponga.
Fafhrd: Es cierto. Maldita sea la doble oscuridad!
Ratonero: Maldito sea ese barco blanco! Cul es su juego?
Fafhrd: Creo que quiere alcanzarnos y matarnos con el mismo fro que difunde, o quiz
abordarnos.
Ratonero: Esplndido. Deberan enrolarte.
Sus gritos se apagaron. Primero haban sido una expresin de alegra, pero no
tardaron en cansarles, y tenan que ocuparse de sus hombres. Adems, la excesiva
proximidad de los barcos era demasiado arriesgada.
Transcurrieron unas horas extenuantes, de pesadilla. Entonces, Fafhrd atisbo al norte,
en cuya negrura ningn cambio se haba producido en toda la jornada, un resplandor rojo
oscuro. Durante largo rato pens que era una ilusin producida por el estado febril de su
cerebro. Percibi el rostro delgado de Afreyt oscilando entre sus pensamientos. Skor, a su
lado, le pregunt:
Capitn, es un fuego ese brillo lejano? Nuestro sol a punto de salir por el norte?
Finalmente Fafhrd crey en la realidad del resplandor rojo.
A bordo del Pecio, el Ratonero, atormentado por los venenos del cansancio y apenas
consciente, oy el susurro de Fafhrd:
Eh, Ratonero. Mira adelante. Qu ves?
Comprendi que era un potente grito amortiguado por el negro silencio y el vendaval, y
que el Halcn Marino haba vuelto a aproximarse. Vio los destellos de los escudos fijos en
el costado, mientras que a popa la monstreme tambin estaba cerca, alzndose como un
acantilado de leprosa opalescencia. Entonces mir al frente.
Una luz roja musit al cabo de un rato, e hizo un esfuerzo para gritar las mismas
palabras a sotavento, aadiendo: Dime qu es y luego djame dormir.
Creo que es la Isla de la Escarcha replic Fafhrd al otro lado de la brecha entre
ambas naves.
La estn quemando? pregunt el Ratonero.
La dbil respuesta era misteriosa.
Recuerda..., en las monedas de oro... Un volcn?
El Ratonero crey no haber odo bien el siguiente grito de su camarada hasta que se lo
hizo repetir.
Seor Pshawri! llam entonces imperiosamente, y cuando el aludido se present,
cojeando y con una mano en la cabeza vendada, le orden: Echa un cubo sujeto con
una cuerda por encima de la borda y sbelo. Quiero muestras de agua. Rpido, repulsivo
invlido!
Poco despus, Pshawri enarc las cejas mientras su capitn coga el cubo rebosante,
lo alzaba hasta sus labios, lo inclinaba y, tras entregarlo de nuevo a Pshawri, mova
dentro de la boca la muestra de agua que haba tomado, haca una mueca y la escupa a
barlovento.
El lquido estaba menos helado de lo que el Ratonero haba esperado, casi tibio..., y
era ms salado que el agua del Mar de los Monstruos, el cual se extiende al oeste de las
Montaas Resecas, que ocultan el Reino de las Sombras. Por un instante tuvo la alocada
ocurrencia de que quiz por arte de magia les haban trasladado a aquel lago inmenso y
muerto, donde sin duda la monstreme estara a sus anchas. Pens en Cif.
Entonces se produjo un impacto. La cubierta se lade y no volvi a su posicin normal.
Pshawri dej caer el cubo y grit.
La monstreme haba penetrado impetuosamente en el espacio entre las dos naves ms
pequeas, y qued inmvil al instante, con las abiertas fauces de su mascarn de proa
(vivo o muerto?), un monstruo marino tallado en hielo o nacido de l, prximas a los
mstiles, mientras que desde la altsima cubierta descendi la risa de Fafhrd,
monstruosamente multiplicada.
La monstreme se encogi de manera visible.
La oscuridad desapareci de repente y el sol verdadero surgi por el oeste, iluminando
clidamente la baha en la que estaban las naves y arrancando una infinidad de destellos
dorados del gran acantilado blanco, cristalino, a estribor, por donde el agua se deslizaba
en un millar de torrentes y arroyuelos. Aproximadamente una legua de distancia ms all,
se levantaba una montaa cnica por cuyas laderas descenda un brillante fluido
escarlata, y de cuya cumbre, truncada e irregular, brotaban hacia el cnit llamaradas de
color bermelln, y un humo oscuro que el viento transportaba hacia el nordeste.
Fafhrd lo seal con el brazo extendido y grit:
Mira, Ratonero, el resplandor rojo!
Delante de ellos, ms cerca que el acantilado y cada vez ms prxima, haba una
poblacin o pequea ciudad sin murallas, de edificios bajos entre suaves colinas, con un
largo muelle en el que estaban atracados algunos barcos y donde se haban congregado
un grupo de personas quietas y silenciosas. Al oeste, alrededor de la baha, haba ms
acantilados, los ms prximos de roca oscura y los ms alejados cubiertos de nieve.
Puerto Salado dijo Fafhrd.
Al examinar el acantilado humeante, surcado por tantos cursos de agua y reluciente,
as como el pico ardiente ms all, el Ratonero record las dos escenas grabadas en las
monedas de oro que haba gastado en su totalidad. Record tambin las cuatro monedas
de plata que no pudo gastar porque el magullado servidor de La Anguila las arrebat de
su mesa, y las dos escenas grabadas en ellas: un iceberg y un monstruo. Se dio la vuelta.
La monstreme se haba ido, o ms bien sus ltimos fragmentos en disolucin se
hundan en las aguas tranquilas de la baha, sin ningn sonido ni conmocin, y la nica
seal de su existencia era un poco de vapor ascendente.
A medias arrojado y a medias esfumado por su propia magia del puente de la
monstreme, desde donde haba contemplado con expresin triunfante el tumulto de los
seres calamitosos y helados en las cubiertas de abajo, su mente obsesionada por el mal,
de regreso en el confinamiento de su esfera negra, Khahkht maldijo en una voz como la
de Fafhrd, que a mitad de la primera frase volvi a ser un graznido:
Malditas sean las entraas de los extraos dioses de la Isla de la Escarcha! Llegar
el da de su condenacin! Ahora la planear mientras duermo cmodamente...
Arranc la tapa del sol enmurallado por el agua y pronunci un encantamiento que hizo
girar la esfera hasta que el sol estuvo en lo ms alto y el Gran Desierto Subecuatorial en
lo ms bajo; extendi brevemente el calor del primero y luego se acurruc en el segundo y
cerr los ojos, musitando:
... pues incluso Khahkht tiene fro.
Entretanto, en Stardock, el Gran Oomforafor escuch la noticia de la derrota, o ms
bien el revs, y las nuevas traiciones de sus queridas hijas, que le cont su enfurecido y
sucio hijo, el prncipe Faroomfar, el cual haba sido lanzado de la cubierta del barco
monstruoso al igual que Khahkht.
Cuando el Ratonero se volvi hacia el gran acantilado blanco, comprendi que deba
de componerse enteramente de sal de ah el nombre del puerto, y que las clidas
aguas volcnicas que corran por su superficie la disolvan, lo cual explicaba la
temperatura y salinidad de aquellos parajes ocenicos y la rpida disolucin de la
monstreme helada, la cual deba de estar formada por hielo mgico, ms dbil y ms
fuerte al mismo tiempo que el ordinario, como le sucede a la misma magia en relacin con
la vida.
Los dos camaradas miraron hacia el largo muelle, aliviados, mientras sus barcos se
iban aproximando, y vieron all dos esbeltas figuras de distinta estatura algo apartadas
de las restantes personas que haban acudido para darles la bienvenida, las cuales, por
esa misma razn, as como por su actitud orgullosa y sus ricos atavos, azul y gris la una,
rojo de xido la otra, deban de ocupar importantes cargos en los consejos de la Isla de la
Escarcha.
8 - La isla de la escarcha
Fafhrd y el Ratonero Gris supervisaron el atraque del Halcn Marino y el Pecio, por
medio de cabos a proa y popa, atados a grandes norays de madera, y luego saltaron
gilmente a la orilla. Sentan un cansancio indecible, pero saban que, como capitanes
que eran, no deban mostrarlo. Cada uno fue al encuentro del otro y, despus de
abrazarse, se volvieron hacia el grupo de isleos que haban sido testigos de su
Finalmente, el otro pareci concluir sus clculos, y habl en bajo lankhmars, que es la
jerga comercial del mundo norteo.
Soy Groniger, jefe del puerto de esta ciudad. Me temo que ser necesaria una buena
semana para reparar y reaprovisionar vuestros barcos. Alimentaremos y daremos cobijo a
las tripulaciones en los alojamientos de los mercaderes.
Seal los mseros edificios rojos y amarillos.
Gracias replic Fafhrd en tono grave, y el Ratonero le secund con frialdad.
La bienvenida no era en absoluto entusiasta, pero no dejaba de ser una bienvenida.
Groniger tendi una mano con la palma hacia arriba.
La tarifa ser de cinco piezas de oro por la galera y siete por ese carcamn dijo en
voz muy alta. El pago por adelantado.
Fafhrd y el Ratonero se quedaron boquiabiertos. El ltimo no pudo contener su
indignacin, y dej de lado el rango de capitn.
Pero somos vuestros aliados por juramento protest. Hemos venido aqu como
prometimos, sorteando innumerables peligros, para ser vuestros mercenarios y ayudaros
contra la invasin de los piratas mingoles, asesorados y dirigidos por el maligno Khahkht,
el Mago del Hielo.
Groniger enarc las cejas.
De qu invasin me hablas? inquiri. Los mingoles marinos son nuestros
amigos y clientes, pues compran nuestras capturas de pescado. Puede que sean piratas
para otros, pero jams para las naves de la Isla de la Escarcha. Y ese Khahkht es un
cuento de viejas al que los hombres juiciosos no conceden ningn crdito.
Un cuento de viejas? replic el Ratonero, enfurecido. Durante tres largas
noches nos ha acosado la monstruosa galera de Khahkht, que al final se ha hundido en el
mismo umbral de vuestra isla. Ha estado a punto de invadiros. Es que no habis visto la
negrura universal y el viento del infierno cuando conjur al sol para que desapareciera del
cielo durante tres das seguidos?
Hemos visto algunas nubes oscuras que se deslizaban desde el sur admiti
Groniger, bajo cuya cobertura os acercasteis a Puerto Salado, pero desaparecieron al
llegar a la Isla de la Escarcha..., como suele ocurrir con todo aquello que es producto de
la supersticin. En cuanto a esa invasin que anuncias, hace unos meses corrieron
rumores de que sucedera una cosa as, pero nuestro consejo los examin a fondo y
descubri que slo eran vanos chismorreos. Habis tenido desde entonces alguna
noticia sobre una invasin de los mingoles marinos? pregunt, alzando la voz y mirando
a los isleos que le flanqueaban. Ambos menearon la cabeza negativamente.
Pagadnos pues! repiti, sacudiendo la mano extendida, mientras los que estaban
detrs de l movan las picas con gesto amenazante.
Qu descarada ingratitud! les increp el Ratonero, adoptando un tono moral,
como dirigente de hombres. A qu dioses adoris aqu, en la Isla de la Escarcha, para
ser tan duros de corazn?
La respuesta de Groniger fue precisa y fra.
No adoramos a ningn dios, nos ocupamos de nuestros asuntos mundanos con la
cabeza clara, sin sueos nebulosos. Esas fantasas las dejamos para los llamados
pueblos civilizados, las culturas decadentes del invernadero meridional. He dicho que
paguis.
En ese momento, Fafhrd, cuya altura le permita ver por encima de la multitud,
exclam:
Por ah vienen quienes nos contrataron, jefe del puerto, y reprobarn tu actitud!
La multitud se apart respetuosamente para dejar pasar a dos mujeres esbeltas, con
pantalones y largos cuchillos en vainas enjoyadas que les pendan del cinto. La ms alta
vesta de azul, el mismo color de sus ojos, y era rubia. Su compaera, ataviada de rojo
oscuro, tena los ojos verdes y el cabello negro, el cual pareca enfundado en una
redecilla de oro. Skor y Pshawri, todava aturdidos por la fatiga, las contemplaron, y fue
imposible malinterpretar el mensaje en los ojos enardecidos ce los lobos marinos: por fin
llegaban los ngeles norteos!
Las eminentes consejeras Afreyt y Cif recit Groniger. Nos sentimos honrados
por su presencia.
Las dos mujeres se aproximaron con regias sonrisas y afables miradas de curiosidad.
Dselo, dama Afreyt pidi cortsmente Fafhrd a la de azul, diles que me has
encargado que trajera a la Isla de la Escarcha a doce... iba a decir salvajes
guerreros, pero suaviz sus palabras robustos luchadores norteos del temple ms
fiero.
Y yo a doce... giles y diestros espadachines y honderos de Lankhmar, dulce dama
Cif aadi el Ratonero vivamente, evitando la palabra ladrones.
Afreyt y Cif les miraron inexpresivas. Luego sus miradas se volvieron a la vez inquietas
y solcitas.
Pobres muchachos, la tormenta les ha empujado hasta aqu y sin duda ha
trastornado su memoria. Nuestros sbitos vendavales norteos suelen sorprender a los
meridionales. Parecen buenas personas, Groniger, trtales bien.
Mirando fijamente a Fafhrd, alz la mano para arreglarse el cabello y, al bajarla, se
cruz por un momento los labios alargados y prietos con un dedo.
Cif aadi:
Sin duda las privaciones han afectado temporalmente su juicio. Sus naves se hallan
en mal estado. Pero qu relato el suyo! Me pregunto quines sern. Dadles sopa
caliente... despus de que hayan pagado, naturalmente.
Sin que Groniger la viera, gui al Ratonero un ojo de verde iris y pestaas oscuras.
Entonces las dos mujeres se dieron la vuelta y se marcharon.
El hecho de que el Ratonero y Fafhrd no armaran un altercado ante ese desaire
pasmoso y apenas atemperado, sino que cada uno echara mano de su bolsa sin
rechistar, testimonia su discrecin bsica y el creciente dominio de s mismos, pues, como
capitanes, ahora tenan que dominar a otros, pero se quedaron mirando con expresin
inquisitiva a las dos mujeres que se alejaban. As pudieron ver que Skor y Pshawri, los
cuales haban seguido deslumbrados a las dos deliciosas apariciones norteas, se
aproximaban ahora a aquellas hures con la intencin evidente de establecer alguna clase
de corts familiaridad amorosa.
Afreyt apart rudamente a Skor, pero slo tras inclinar la cabeza lo suficiente para
susurrarle al odo una o dos palabras y cogerle la mueca de una manera que podra
haberle permitido deslizar un objeto o nota en su palma. Cif trat al insinuante Pshawri de
modo similar.
Groniger, ahora satisfecho al ver que los dos capitanes sacaban monedas de oro de
sus bolsas, no se priv sin embargo de advertirles:
Y procurad que vuestros tripulantes no agravien a nuestras mujeres de Puerto
Salado ni den un paso ms all de la zona destinada al alojamiento de los mercaderes.
Desembolsaron el resto del oro acuado en la isla que Cif les diera en La Anguila de
Plata de Lankhmar, mientras que el Ratonero tuvo que suplir sus siete monedas con dos
rilks lankhmareses y un dobln de Sarheenmar.
Groniger enarc las cejas mientras examinaba el dinero.
Moneda de nuestra isla! As pues, habis tocado antes en este puerto y, a pesar de
conocer nuestras reglas, pretendais regatear. Pero qu os ha llevado a inventar una
historia tan increble?
Fafhrd se encogi de hombros, limitndose a decir:
En absoluto. Recibimos ese dinero de una galera mercantil oriental en estas aguas.
El Ratonero slo se ri. No obstante, Groniger pareci pensativo y sigui con la vista a
las dos consejeras de la isla, con expresin especulativa, al tiempo que deca:
Fafhrd, que miraba hacia el mismo lugar que su compaero, asinti lentamente y
empez a hablar, pero le interrumpieron unas voces airadas procedentes de los muelles,
seguidas de un bramido.
Que me aspen si se no es Skullick! exclam Fafhrd. Saben los dioses en qu
estpido lo se habr metido.
Y sin decir otra palabra, ech a correr.
Probablemente ha abandonado el recinto y le han dado una paliza dijo el
Ratonero, corriendo tras l. Esta maana a Mikkidu le han dado un golpe con el asta de
una pica por intentar hacerse con la bolsa de un isleo, y se lo ha merecido! Yo no habra
sabido azotarle mejor.
Aquella noche Fafhrd sali de Puerto Salado en direccin a la Colina del Patbulo, sin
duda un nombre ms apropiado, resuelto a no volver la vista hacia la ciudad. El sol, que
poco antes se pona en el extremo sudoccidental, tea de una suave tonalidad violeta el
cielo claro, el plido brezo, que le llegaba a las rodillas, e incluso las vertientes del volcn
Fuego Oscuro, donde se haba enfriado la lava del da anterior. La naturaleza callaba y el
caminante tena una sensacin de inmensidad.
Los cuidados de la jornada se disiparon gradualmente y sus pensamientos tornaron a
los das de su juventud, vividos en un clima similar, el del Rincn Fro, con sus cuestas
llenas de tiendas de campaa, sus grandes pinos, sus serpientes de nieve y lobos, sus
brujas y espritus. Record a su padre, Nalgron, a su madre, Mor, e incluso a Mar, su
primer amor. Nalgron fue enemigo de los dioses, en cierto modo como lo eran aquellos
isleos (le conocan como el Destructor de Leyendas), pero ms aventurero, pues haba
sido un gran escalador de montaas, y encontr la muerte cuando escalaba una llamada
Colmillo Blanco. Fafhrd record la noche en que su padre fue con l al borde del Can
Fro y le dijo los nombres de las estrellas, que titilaban en un cielo similarmente violeta.
Un ligero ruido en las proximidades, tal vez producido por un ratn rtico que se
escabulla entre los brezos, le hizo salir de su ensueo. Ya estaba subiendo la suave
cuesta de la colina que le haban indicado, y al cabo de un rato alcanz la cima,
procurando andar sin hacer ruido y mantenindose a distancia del patbulo y la zona
situada inmediatamente debajo de su travesao. Tena la sensacin de que all acechaba
algo misterioso, y escudri a su alrededor el silencioso paraje.
En la vertiente septentrional de la colina haba un frondoso bosquecillo de aulagas cuya
altura rebasaba la de un hombre. Era ms bien un cenador, puesto que una estrecha
avenida conduca a su interior, a travs de una abertura entre sombras. La sensacin de
una presencia misteriosa se intensific, y Fafhrd domin un estremecimiento.
Al desviar la vista de las aulagas, vio a Afreyt en la ladera, de pie al lado del
bosquecillo, mirndole fijamente sin saludarle. El color violeta oscuro del cielo daba esa
misma tonalidad a su vestido azul. Por alguna razn Fafhrd no la llam, y ella se llev la
mano a los labios, ordenndole que se mantuviera en silencio. Entonces mir hacia el
bosquecillo.
Por la abertura en sombras salieron lentamente tres esbeltas muchachas, casi unas
nias, que parecan preceder y mirar a alguien a quien Fafhrd no pudo distinguir en
seguida. Parpade dos veces, abri mucho los ojos y vio la figura de un hombre alto, de
barba clara, tocado con un sombrero de ala ancha que le ocultaba los ojos. O bien era
muy viejo, o bien estaba debilitado por la enfermedad, pues andaba a pasitos vacilantes y,
aunque tena la espalda recta, apoyaba sus manos en los hombros de dos de las
muchachas.
Entonces Fafhrd sinti un escalofro, pues le embarg la sospecha de que aquel
hombre era Nalgron, cuyo fantasma no haba visto desde que abandonara el Rincn Fro.
Era un extrao jaspeado lo que moteaba por igual la piel, la barba y la tnica de la
aparicin, o acaso vea las plidas masas de pas de las aulagas a travs de aqullas?
Eso tambin es cierto se apresur a decir ella, y quiz ha favorecido esa misma
obstinacin; por ello, en un lugar donde abundan tantos espritus, slo tenemos en cuenta
lo que la mano puede aferrar y es posible pesar en una balanza. El dinero y el pescado.
Es una forma de conducirse, pero Cif y yo tenemos otra...: donde pululan los fantasmas,
hay que aprender a distinguir a los tiles y dignos de confianza de los frvolos y
embaucadores, lo cual es beneficioso para la isla, pues estos dos dioses que hemos
encontrado...
Dos dioses? pregunt Fafhrd, enarcando una ceja. Tambin Cif ha
encontrado uno? O es que hay otro en el cenador?
Es una larga historia dijo ella con impaciencia, demasiado larga para contarla
ahora, cuando espantosos acontecimientos nos apremian. Debemos ser prcticos. Puerto
Fro corre un peligro terrible, y...
De nuevo te pido perdn, dama Afreyt le interrumpi Fafhrd, alzando un poco la
voz, pero tu mencin al sentido prctico me recuerda otro asunto sobre el que t y Cif
parecis discrepar notablemente de vuestros compaeros de consejo. stos no saben
nada de una invasin mingola, segn afirman, y, desde luego, ignoran que nos habis
contratado para ayudar a repelerla..., y en vuestras notas nos habis pedido que
mantengamos ese secreto. Pues bien, he trado los doce guerreros que querais...
Lo s, lo s le ataj ella con brusquedad, y estoy satisfecha, pero se os pag por
ello..., y se os pagar ms, con oro de la Isla de la Escarcha, cuando hayis prestado
vuestros servicios.
En cuanto al consejo, las brujeras de Khahkht han aquietado sus sospechas. Estoy
segura de que esa fabulosa pesca de hoy es obra suya, para tentar su codicia.
Tambin mi camarada y yo hemos padecido a causa de sus brujeras dijo Fafhrd
. No obstante, en La Anguila de Plata de Lankhmar nos dijisteis que hablabais en nombre
de la Isla de la Escarcha, y ahora parece que slo lo haces en el tuyo y en el de Cif, en un
consejo de... cuntos miembros, una docena?
Acaso esperabas que tu tarea no fuese ms que una fcil navegacin? replic
ella irritada. No ests acostumbrado a los reveses y los vendavales adversos en tus
misiones? Adems, nosotras hablamos efectivamente en nombre de la isla, pues Cif y yo
somos las nicas consejeras en cuyos corazones tienen cabida las antiguas glorias de la
Isla de la Escarcha..., y ambas somos consejeras de pleno derecho, te lo aseguro, hijas
nicas, herederas de casa, granjas y la pertenencia al consejo. Lo hemos heredado de
nuestros padres, en el caso de Cif despus de que los hijos varones muriesen. De nias
jugbamos en estas colinas, y en nuestros juegos revivamos la grandeza de la isla, o a
veces ramos reinas piratas y la saquebamos, pero, sobre todo, nos imaginbamos
apoderndonos del consejo y haciendo callar a todos los dems miembros...
Tanta violencia en unas chiquillas? replic Fafhrd sin poder contenerse.
Siempre he imaginado a las nias pequeas recogiendo flores y adornadas con
guirnaldas mientras juegan a ser diminutas esposas y madres...
Si las imaginas as, debes de sentir deseos de desenvainar la espada y degollarlas!
replic Afreyt. Oh, tambin nosotras recogamos flores a veces.
Fafhrd se ri entre dientes, pero cuando habl, su tono era grave.
De modo que pertenecis plenamente al consejo por herencia... Groniger siempre se
refiere a vosotras con respeto, si bien creo que sospecha la existencia de algn trato entre
nosotros... Y ahora, no s cmo, habis descubierto a un viejo dios extraviado del que
creis estar seguras de que no os traicionar ni os engaar con delirios seniles, y que os
ha hablado de una gran invasin mingola de la isla, previa a la conquista del mundo. Eso
os afect tanto que fuisteis a Lankhmar y nos contratasteis al Ratonero y a m como
capitanes mercenarios, supongo que utilizando para ello vuestras propias fortunas...
Cif es la tesorera del consejo le inform ella, curvando los labios en un rictus
significativo. Es muy experta en cifras y cuentas, como yo lo soy con la pluma y las
palabras, en mi condicin de secretaria del consejo.
Y sin embargo confas en ese dios insisti Fafhrd, ese viejo dios al que le gustan
los patbulos y que parece extraer fuerza de ellos. Soy muy suspicaz con todos los viejos
y dioses, pues, segn mi experiencia, rebosan de lujuria y avaricia. Han estado toda su
vida en contacto con el mal, que les inspira en sus retorcidas maquinaciones.
Estoy de acuerdo dijo Afreyt. Pero cuando todo se ha dicho y hecho, un dios no
deja de ser un dios. Sean cuales fueren los repugnantes deseos que albergue su viejo
corazn, al margen de sus malignos pensamientos de muerte y condenacin, ante todo
ha de ser fiel a su naturaleza divina, esto es, ha de escuchar lo que le decimos y atenerse
a ello, informar verazmente al hombre sobre lo que sucede en lugares lejanos y profetizar
con sinceridad..., aunque quiz trate de engaarnos con sus palabras si no le
escuchamos con muchsima atencin.
Lo que dices coincide con la experiencia que yo tengo de los dioses convino
Fafhrd, Dime, por qu llamis a este lugar la Colina del Caballo de Ocho Patas?
Sin parpadear siquiera por el cambio de tema, Afreyt replic:
Porque hacen falta cuatro hombres para transportar un atad o el cadver tendido de
uno al que han ahorcado... o que ha muerto de cualquier otro modo. Cuatro hombres,
ocho piernas. Cre que lo habras adivinado.
Y cmo se llama ese dios?
Odn dijo Afreyt.
Al or ese sencillo nombre, parecido al sonido de un gong, Fafhrd experiment una
sensacin muy extraa, como si estuviera a punto de recordar acontecimientos de otra
vida. La palabra en cuestin tena tambin cierta similitud con la jerigonza que hablaba
Karl Treuherz, aquel extrao ser de otro mundo que se cruz brevemente con las vidas de
Fafhrd y el Ratonero, montado en el cuello de una serpiente marina bicfala, en la
intrpida poca de su gran aventura con las ratas sabias del subsuelo de Lankhmar. Era
slo un nombre..., pero produca la impresin de que los tabiques entre los mundos se
tambaleaban.
Al mismo tiempo miraba los grandes ojos de Afreyt, reparando en el color violeta de sus
iris, y no azul como le haba parecido a la amarillenta luz de la antorcha en La Anguila.
Entonces se pregunt cmo poda discernir el color violeta cuando ese tono se haba
desvanecido del cielo haca largo rato y la oscuridad hubiera sido absoluta de no ser por
la luna, que, un da despus de llena, acababa de salir sobre la regin montaosa
oriental.
Desde ms all de Afreyt se oy una voz serena, en armona con la noche:
El dios duerme.
Una de las muchachas estaba de pie ante la entrada del cenador, una esbelta forma
blanca a la luz de la luna, cubierta tan slo por una sencilla tnica que apenas era algo
ms que una camisa de mujer y le dejaba un hombro al descubierto. Fafhrd se maravill
de que no temblara en el aire fro de la noche. Sus dos compaeras eran formas ms
vagas detrs de ella.
Te ha causado alguna molestia, Mar? le pregunt Afreyt, y ese nombre tambin
produjo a Fafhrd una extraa sensacin.
Nada nuevo respondi la muchacha.
Bien, ponte las botas y el manto con capucha... Mayo y Brisa, vosotras tambin..., y
seguidnos a m y al caballero extranjero a donde nadie pueda ornos, a Puerto Salado.
Mayo, podrs visitar al dios cuando amanezca y traerle leche?
As lo har.
Son tus hijas? le pregunt Fafhrd en un susurro.
Afreyt mene la cabeza.
de sitio, observ la escena sin mover siquiera los ojos e inclin la cabeza sobre el tablero,
como sumido en profundos pensamientos.
En cualquier caso, la trastienda tena un pequeo fuego que proporcionaba movimiento
para entretener la vista. La gran chimenea estaba en el centro de la estancia, y consista
en una losa de piedra que casi llegaba a la cintura. Un gran humero de cobre (el Ratonero
se pregunt qu fondo de barco habra ayudado a cubrir) descenda hasta una vara de la
losa desde el bajo techo, y por ese humero fluan las escasas volutas de humo. En la sala
haba unas pocas mesas, de superficie magullada, las sillas correspondientes y otra
puerta.
Sentadas lateralmente en el borde de la chimenea, haba dos mujeres que parecan
atractivas, aunque trabajadas por la vida. El Ratonero haba visto a una de ellas aquella
misma tarde y le pareci que era una prostituta. Ahora, el atuendo un tanto provocativo de
ambas, y las medias rojas que llevaba una de ellas, corroboraban esa impresin.
El Ratonero se dirigi a una mesa en una esquina de la chimenea, dej su capa sobre
una silla y se sent en otra, desde donde vea ambas puertas. Entrelaz los dedos y se
qued mirando impasible las llamas.
La madre Grum regres a su taburete en el umbral, dando la espalda a los tres.
Una de las dos mujeres con aspecto de furcias miraba el fuego y de rato en rato lo
alimentaba con madera de acarreo, que crepitaba y a veces tea las llamas de verde y
azul, y con negras ramitas espinosas, que chisporroteaban y ardan con un intenso color
anaranjado. La otra mujer jugaba a tejer cunitas entre los dedos extendidos de sus manos
con un largo carrete de bramante negro. De vez en cuando el Ratonero desviaba la vista
del fuego y contemplaba sus rigurosas creaciones angulares.
Ninguna de las dos mujeres pareci reparar en el Ratonero, pero al cabo de un rato la
que alimentaba el fuego se levant, llev un frasco de vino y dos pequeas jarras a su
mesa, llen una de las jarras y permaneci en pie, mirndole.
l cogi la jarra, sabore un poco de vino, lo trag, y la volvi a dejar sobre la mesa.
Entonces hizo un breve gesto de asentimiento, sin mirar a la mujer.
sta volvi a su anterior ocupacin, y el Ratonero se dedic a tomar un trago de vino
de vez en cuando, mientras contemplaba las llamas y las escuchaba, pues, con su
combinacin de crepitaciones y siseos, resultaban muy musicales en la estancia pequea
y silenciosa; de hecho, recordaban una voz ansiosa, viva y juvenil, unas veces alegre y
otras maliciosa. En ocasiones el Ratonero podra haber jurado que oa palabras y frases.
En las llamas continuamente renovadas empez a ver rostros, o ms bien un solo
rostro que cambiaba a menudo de expresin, una cara bella y juvenil de labios muy
movibles, a veces abiertos y amistosos, otras convulsionados por odios y envidias (las
llamas ardieron un rato con un brillo verdoso), y otras ms, distorsionados de un modo
casi imposible, como un rostro visto a travs del aire caliente encima de una gran fogata.
Incluso en uno o dos momentos determinados tuvo la impresin de que era el rostro de
una persona real sentada al otro lado del fuego, frente a l, ora irguindose a medias para
mirarle a travs de las llamas, ora agazapndose de nuevo. Casi sinti la tentacin de
levantarse y rodear la chimenea a fin de comprobar si su suposicin era acertada, pero
no lleg a ese extremo.
Lo ms extrao de aquel rostro era que al Ratonero le pareca familiar, aunque no
lograba situarlo. Dej de devanarse los sesos al respecto y se arrellan en la silla,
escuchando ms atentamente la voz de las llamas y tratando de armonizar sus presuntas
palabras con los movimientos de los labios del rostro que danzaba en el fuego.
La madre Grum volvi a levantarse y retrocedi, encorvada. Entonces entr, sin
necesidad de agacharse, una dama embozada en su manto de color bermejo, pero el
Ratonero reconoci los ojos verdes con destellos dorados y se puso en pie. Cif hizo una
sea con la cabeza a la madre Grum y a las dos furcias, se dirigi a la mesa del Ratonero,
dej su manto sobre el de ste y se sent en la tercera silla. El aventurero le sirvi una
jarra, volvi a llenar la suya y tambin tom asiento. Los dos bebieron, y ella le mir
durante largo rato en silencio.
Has visto el rostro en el fuego y odo su voz? le pregunt por fin.
l abri mucho los ojos y asinti, ahora mirndola fijamente.
Pero se te ha ocurrido pensar por qu te resulta familiar? aadi.
El interpelado mene la cabeza rpidamente y se inclin hacia adelante, la curiosidad y
la expectacin patentes en la ceuda expresin de su rostro.
Se parece a ti concluy la dama.
l enarc las cejas y su mandbula se relaj un poco. Era cierto! Aquel rostro le
recordaba a s mismo..., pero cuando era ms joven, mucho ms. Claro que ahora slo se
miraba en el espejo cuando estaba del talante ms vano y pagado de s mismo, de modo
que no se vea marcado por la edad.
Sabes por qu motivo? inquiri ella, ahora mirndole a su vez atentamente.
Nuestro hroe neg con la cabeza. La dama se relaj.
Yo tampoco confes, pero pens que quiz lo sabras. Me di cuenta del parecido
cuando te vi por primera vez en La Anguila, pero en cuanto al motivo..., es un profundo
misterio, ms all de nuestras posibilidades de comprensin.
Esta isla me parece un nido de misterios dijo l en un tono significativo, y no es
el menor de ellos vuestra desaprobacin de Fafhrd y de m mismo.
Ella asinti y se enderez en su asiento.
Bien, creo que ya es hora de que te diga por qu Afreyt y yo estamos tan seguras de
que va a producirse una invasin mingola mientras que el resto del consejo no lo cree en
absoluto. No te parece?
El aventurero, sonriente, hizo un gesto exagerado de asentimiento.
Estos das se cumple un ao desde la vez en que Afreyt y yo andbamos solas por el
pramo que queda al norte de la ciudad, como tenamos por costumbre desde nuestra
infancia. Lamentbamos las glorias perdidas de la Isla de la Escarcha, as como los
dioses perdidos, o a los que nuestra gente haba renunciado, y desebamos su retorno,
de modo que la isla pudiera tener una orientacin ms segura y una presciencia de los
peligros. Era un da de vientos y tiempo cambiantes, a fines de la primavera pero sin que
se notara todava la proximidad del verano, y la atmsfera pareca viva, ora brillante, ora
encapotada cuando las nubes se deslizaban veloces ante el sol. Acabbamos de coronar
una suave elevacin, cuando topamos con un joven tendido boca arriba en los brezos,
con los ojos abiertos y la cabeza hacia atrs. Pareca que estuviera agonizando o en las
etapas finales del agotamiento, como si las grandes olas de una tormenta de furia
inimaginable le hubieran arrojado a la orilla.
Vesta una sencilla camisa de confeccin casera, muy desgastada, y unas toscas
sandalias de suela delgadsima por el uso y con las correas radas, as como un cinturn
muy viejo y con un vago repujado de monstruos. Sin embargo, a primera vista estuve casi
segura de que se trataba de un dios. Lo que supe por tres indicios: por su
insustancialidad, pues aunque estaba all y poda tocarle, casi vea los brezos aplastados
bajo su carne plida; por su belleza sobrenatural..., ese rostro encendido, aunque de
rasgos serenos, casi como si agonizara, y finalmente por la adoracin que sent crecer en
mi interior.
Tambin lo supe por la manera en que Afreyt actuaba, arrodillndose en seguida a su
lado delante de m..., si bien haba algo antinatural en su conducta, lo que presagiaba un
asombroso acontecimiento cuando lo comprendimos bien, cosa que no sucedi entonces.
Ya volver sobre ello.
Conoces ese dicho de que un dios muere cuando sus creyentes le abandonan por
completo? Pues bien, era como si el ltimo fiel de aquel dios se estuviera muriendo en
Nehwon, o ms bien como si todos sus fieles hubieran muerto en su propio mundo y l
hubiese vagado por los espacios desiertos entre los mundos, para hundirse o nadar,
sobrevivir o perecer segn la recepcin que le hicieran en cualquier nuevo mundo a cuya
orilla le arrojase el azar. Creo que los dioses tienen el poder de viajar entre los mundos,
no te parece?, tanto involuntariamente como por su propio deseo. Y quin sabe con
qu tempestades impredecibles pueden encontrarse en la oscuridad de su travesa?
Pero aquel da milagroso de hace un ao yo no perda el tiempo en especulaciones.
No, le apret la mueca y el pecho, apliqu mi clida mejilla sobre la suya fra, le separ
los labios con mi lengua (tena la mandbula floja) y, con mis labios abiertos sobre los
suyos (y apretndole las fosas nasales con dos dedos), le envi bocanadas de aire fresco
a los pulmones, mientras le rezaba mentalmente con fervor, aunque ya s que, segn se
dice, los dioses slo oyen nuestras palabras, no los pensamientos. Si un desconocido nos
hubiera visto, quiz nos habra credo en el segundo o tercer acto amoroso, y a m, la ms
enardecida, tratando de reavivar su ardor.
Entretanto, Afreyt, y aqu interviene de nuevo ese aspecto antinatural que he
mencionado, pareca tan ocupada como yo..., y no obstante, yo era la nica que actuaba,
pero ms adelante nos lleg la explicacin.
Al fin, mi dios mostr signos de vida. Le temblaron los prpados y su pecho se movi,
mientras que su boca empezaba a devolverme los besos.
Abr mi frasco de plata y vert aguardiente entre sus labios, alternando las gotas con
ms besos y palabras de consuelo y afecto.
Finalmente abri los ojos (castaos con reflejos dorados, como los tuyos) y con mi
ayuda alz la cabeza y musit algo en una lengua extraa. Le respond en los idiomas
que conozco, pero l slo frunca el ceo y meneaba la cabeza. As supe que no era un
dios de Nehwon... Es natural, no crees?, que un dios omnisciente en su propio mundo se
sienta al principio perdido al verse arrojado a otro. Tiene que asimilarlo.
Por fin sonri y llev una mano a mis senos, mirndome inquisitivamente. Le dije mi
nombre, y l asinti y movi los labios, repitindolo. Entonces se toc su propio pecho y
me dijo su nombre: "Loki".
Al or esta palabra, el Ratonero experiment unos sentimientos y pensamientos
similares a los de Fafhrd al or Odn... Pens en otras vidas, otros mundos, en la lengua
de Karl Treuherz y el pequeo diccionario de lankhmars-alemn y viceversa que le haba
regalado a Fafhrd. En el mismo momento, aunque slo por un instante, vio que el rostro
de fuego, tan parecido al suyo, pareca hacerle un guio. Volvi a fruncir el ceo,
intrigado.
Cif sigui diciendo:
Luego le aliment con trocitos de carne que le daba con los dedos, y l comi un
poco y bebi ms aguardiente, mientras le enseaba palabras, sealndole una u otra
cosa. Aquel da Fuego Oscuro humeaba mucho y emita llamaradas, que le interesaron
vivamente cuando se las nombr. As pues, saqu pedernal y hierro del mismo zurrn de
donde haba sacado la carne, los golpe y pronunci la palabra fuego. l estaba
encantado, y pareca extraer fuerza de las chispas, la paja ardiente y la misma palabra.
Acarici las llamitas sin que al parecer le lastimaran, cosa que me asust.
As transcurri el da..., dedicada por entero a l, sin conciencia de nada salvo todo
aquello por lo que se interesaba mi dios. Su capacidad de aprendizaje era maravillosa, y
yo le nombraba objetos tanto en nuestra lengua islea como en bajo lankhmars,
pensando que le sera til cuando se interesara por las tierras situadas ms all de la isla.
Cuando empez a oscurecer le ayud a ponerse en pie. La luz difusa pareca disolver
un poco su plido cuerpo.
Le seal Puerto Salado, dicindole que debamos ir all. l asinti con entusiasmo
(creo que le atraan sus humos nocturnos, puesto que le gustaba tanto el fuego, y los
sones de trompa), se apoy en m ligeramente y nos pusimos en camino.
Entonces se aclar el misterio de Afreyt. No quera venir con nosotros de ninguna
manera! Por fin pude ver, aunque muy vagamente, la figura a la que ella haba estado
instante despus nos cogieron dos criaturas femeninas aladas, que nos llevaron a una
velocidad de vrtigo a travs de la oscuridad hasta una clida caverna, donde nos
dejaron. Dijeron que eran las hijas de un rey de la montaa.
Que me aspen si no se trata de Hirriwi y Keyaira! exclam el Ratonero. Deben
de estar de nuestra parte.
Quines son sas? inquiri Cif.
Unas princesas de la montaa a las que Fafhrd y yo conocimos en nuestros buenos
tiempos. Invisibles, como el reverenciado habitante del fuego que tenemos aqu. Movi
la cabeza hacia las llamas. Su padre reina en las alturas de Stardock.
He odo hablar de ese pico y del temible Oomforafor, su rey, de quien algunos dicen
que, junto con su hijo Faroomfar, es un aliado de Khahkht. Hijas contra padre y
hermano..., eso sera natural. Pues bien, cuando Afreyt y yo recobramos el aliento, fuimos
a la boca de la caverna... y nos encontramos mirando la Isla de la Escarcha y Puerto
Salado desde un punto situado hacia la mitad de Fuego Oscuro. Con ciertas dificultades
regresamos a casa a travs de las rocas y el glaciar.
El volcn musit el Ratonero. De nuevo el vnculo de Loki con el fuego.
Las llamas hipnticas haban vuelto a atraer su atencin.
Cif asinti.
Desde entonces Loki y Odn nos mantuvieron informadas del avance de los mingoles
hacia la Isla de la Escarcha..., y tambin del vuestro. Hace cuatro das Loki nos cont
largamente vuestro encuentro con la monstreme helada de Khahkht. Su relato era tan
vivido que a veces habra jurado que l mismo pilotaba uno de los barcos. Consegu
reservar la Guarida de la Llama para las noches sucesivas (y ahora tambin la tengo
reservada para los tres prximos das y noches), a fin de conocer todos los detalles de
esa larga huida o persecucin..., la cual, a decir verdad, lleg a ser un poco montona.
Deberas haber estado all murmur el Ratonero.
Loki me hizo sentir que estaba all.
Por cierto dijo el Ratonero como de pasada, lo ms lgico sera haber alquilado
la Guarida de la Llama todas las noches desde que vuestro dios se aposent aqu.
No nado en oro replic ella sin resentimiento. Adems, a Loki le gusta la
variedad. Las peleas que otros tienen aqu le divierten..., eso fue lo que le atrajo en primer
lugar. Adems, en ese caso el consejo habra sospechado todava ms de mis
actividades.
El Ratonero asinti.
Creo haber reconocido a un compinche de Groniger jugando ah fuera al ajedrez.
Silencio le previno ella. Ahora debo consultar al dios. Su voz haba adquirido
cierto sonsonete en las ltimas etapas de su relato, y esa musicalidad se hizo ms
patente cuando, sin transicin, enton: Y ahora, oh dios Loki, hblanos de nuestros
enemigos al otro lado de los mares y en los dominios del hielo. Hblanos del cruel y fro
Khahkht, de Edumir, que manda a los mingoles oscuros, y de Gonov, al frente de los
solares. Hilsa y Rill, cantad conmigo al dios.
Su voz se convirti en un sooliento cntico bitonal sin palabras, al que se unieron las
otras mujeres: la voz ronca de Hilsa, la de Rill, algo aguda, y un tenue gruido que, como
comprendi el Ratonero poco despus, proceda de la madre Grum..., todas ellas en
armona con el fuego y con la voz de las llamas.
El Ratonero escuch absorto tan extraa mezcolanza de notas y, de repente, la
crepitante voz de las llamas, como transformada mgicamente, se articul del todo y
murmur con rapidez en bajo lankhmars, deslizando de vez en cuando una palabra
desconocida, tan misteriosa como el mismo nombre del dios.
Nubes de tormenta se acumulan alrededor de la Isla de la Escarcha. La naturaleza
fabrica su bilis ms negra, los monstruos se avivan, las pesadillas paren, niss y nicor,
drow y troll. El Ratonero desconoca esos cuatro ltimos nombres, y le sorprendi sobre
todo el sonido a repique de campana de troll. Suenen las alarmas y redoble el tambor...,
dentro de tres das llegarn los mingoles, los solares desde el este, una nave con la proa
en forma de cabeza de caballo, cargada de bestias humanas. Engaadlos astutamente,
conducidlos al mar turbulento, a la cuenca del torbellino vertiginoso. Confiad en el
remolino, cuidado con el troll! Los mingoles deben encontrar la muerte, ir al frondoso
fondo infernal, donde no puedan respirar y sufran una agona interminable, dolor y
angustia eternos, una muerte eterna en vida. Que la locura mingola arda para siempre!
Que jams retorne la paz!
La voz de las llamas se descompuso entonces en una lluvia de crepitaciones
explosivas que puso fin a la mgica atmsfera de sueo e hizo incorporarse al Ratonero
con un gran sobresalto, su sopor disipado por completo. Mir fijamente el fuego, dio
rpidos pasos a su alrededor, lo observ de cerca desde el otro lado y luego examin
toda la sala. No haba nada! Dirigi a Hilsa y Rill una mirada furibunda. Ellas le
devolvieron una mirada inexpresiva y dijeron al unsono: El dios ha hablado, pero la
sensacin de una presencia haba desaparecido del fuego, as como de la habitacin, sin
dejar atrs siquiera un agujero negro en el que pudiera haberse retirado, a menos que...,
se le ocurri al Ratonero..., a menos que se hubiera retirado dentro de l, lo cual
explicara la sensacin de inquieta energa y llameante pensamiento que ahora le posea,
mientras la letana de horrores mingoles se repeta una y otra vez en su memoria. Se
pregunt si tales cosas eran posibles y se respondi a s mismo con un instantneo y
resonante s!.
Regres al lado de Cif, la cual tambin se haba levantado.
Tenemos tres das dijo ella.
Eso parece. Sabes algo de los trolls? Qu son?
Iba a preguntarte lo mismo. Esa palabra me resulta tan extraa como parece serlo
para ti.
Hablemos entonces de los remolinos le pidi l, sus pensamientos
atropellndose. Hay alguno alrededor de la isla? Algn relato de marineros...?
Oh, s, el Gran Torbellino, frente a la costa rocosa oriental de la isla, con sus
traicioneras corrientes rpidas y mareas engaosas, el Gran Torbellino, de donde la isla
obtiene su madera, que es arrojada a la playa de los Huesos Blanqueados. Se forma
regularmente todos los das. Nuestros marineros lo conocen bien y lo evitan como a
ningn otro peligro.
Magnfico! He de salir a la mar, localizarlo y conocer sus trucos, cmo viene y se va.
Para ello me har falta una pequea embarcacin, pues el Pecio todava necesita
reparaciones y hay poco tiempo, s, y tambin me har falta dinero, plata de esta tierra
para mis hombres.
Por qu motivo has de zarpar? le pregunt ella con la voz entrecortada. Por
qu has de arrojarte a las fauces del peligro?
Pero en sus ojos muy abiertos l crey percibir ya el despuntar de la respuesta.
Por qu va a ser? Para reprimir a tus enemigos. No has odo la profeca de Loki?
Tenemos que darnos prisa. Por lo menos hundiremos una parte de la fuerza mingola
antes de que pongan pie en la isla! Y si, con la ayuda de Odn, Fafhrd y Afreyt pueden
echar a pique, aunque sea con la mitad de nuestra habilidad, a los mingoles oscuros,
habremos cumplido con nuestra misin!
El brillo de triunfo en los ojos de la mujer coincidi con el de la mirada del hroe.
La luna menguante se deslizaba en lo alto por el sudoeste, y las estrellas ms
luminosas todava brillaban, pero en el este el alba haba empezado a aclarar el cielo, y
en aquel momento Fafhrd, seguido de sus doce guerreros, sala de Puerto Salado en
direccin al norte. Iban tan abrigados como era preciso en aquellas extensiones heladas,
y cada uno llevaba un arco largo, aljaba, una carga adicional de flechas, un hacha al cinto
y una bolsa de provisiones. Skor cerraba la marcha, empeado en hacer cumplir la orden
dada por Fafhrd de que guardaran un silencio absoluto al cruzar la ciudad, de modo que
su transgresin de las regulaciones portuarias pasara desapercibida. Era increble que
nadie les hubiera salido al paso. Tal vez los isleos dorman ms profundamente que de
costumbre porque muchos de ellos se haban pasado la noche en vela salando la
monstruosa captura de pescado, pues los ltimos pesqueros cargados haban entrado en
el puerto pasada la medianoche.
Acompaaban a los guerreros las muchachas Mayo y Mar, con sus botas blandas,
mantos y capuchas, la primera con una jarra de leche recin ordeada para el dios Odn y
la segunda como gua de la expedicin a travs del centro de la isla hasta Puerto Fro.
Afreyt haba insistido en ello: Esta muchacha naci en una granja de Puerto Fro y
conoce el camino. Adems, es tan resistente como cualquier hombre.
Fafhrd asinti dubitativo al or estas palabras. No le gustaba aceptar la responsabilidad
de una muchacha llamada igual que su primer amor juvenil. Tampoco le agradaba dejar al
frente de todo en Puerto Salado al Ratonero y las dos mujeres, ahora que haba tanto que
hacer y, por si fuera poco, estaba la nueva tarea de investigar el Gran Torbellino, observar
su comportamiento, lo cual tendra ocupado al Ratonero durante todo un da por lo
menos, y era una misin ms apropiada para Fafhrd, como navegante ms
experimentado. Pero los cuatro haban sostenido una conversacin por la noche, en el
camarote del Pecio, detrs de las portillas cerradas, aportando sus conocimientos,
consejos y las profecas de los dos dioses, y as haban decidido ese curso de accin.
El Ratonero ira acompaado de Ourph, por su aeja sabidura marinera, y de Mikkidu,
para disciplinarle, utilizando una pequea embarcacin perteneciente a las mujeres.
Entretanto, Pshawri se quedara solo y a cargo de las reparaciones del Pecio y el Halcn
Marino, siguiendo las orientaciones de los tres mingoles restantes, e intentara mantener
la ilusin de que los guerreros de Fafhrd se hallaban an a bordo de su nave. Cif y Afreyt
se turnaran en los diques para atajar las pesquisas de Groniger y resolver cualquier otro
asunto que pudiera presentarse inesperadamente.
Fafhrd estaba convencido de que el plan saldra a la perfeccin, dado que los isleos
eran gentes obtusas, nada sutiles, temerarias y sencillas. Desde luego, el Ratonero
pareca tener suficiente confianza, y l le haba visto inquieto y enrgico, con los ojos
brillantes, tarareando una cancin entre dientes.
El alba se extenda, tiendo de rosa el horizonte oriental, mientras Fafhrd avanzaba
pesadamente entre los brezos, el odo aguzado para captar las voces graves de los
hombres que le seguan y las ms ligeras de las muchachas. Una mirada por encima del
hombro le revel que avanzaban ordenadamente, Mar y Mayo las primeras detrs de l.
Cuando la Colina del Patbulo apareci a la izquierda, Fafhrd oy que los hombres
prorrumpan en sombras exclamaciones. Dos de ellos escupieron para defenderse contra
el mal augurio.
Saluda de mi parte al dios oy decir a Mar.
Si se despierta lo suficiente para hacer algo ms que tomar la leche y volver a
dormirse replic Mayo mientras se separaba de la expedicin y se encaminaba a la
colina con la jarra de leche, a travs de las sombras nocturnas, que iban disipndose.
Eso tambin hizo que algunos de los hombres lanzaran melanclicas exclamaciones, y
Skor les pidi silencio.
Mar se dirigi a Fafhrd en voz baja:
Aqu nos desviaremos un poco a la izquierda, para rodear la cascada de hielo de
Fuego Oscuro, y pasaremos por el centro de la isla hasta el glaciar del monte Luz Infernal.
Fafhrd pens un momento en la curiosa toponimia del lugar y examin el terreno que
tena delante. Brezos y aulagas iban escaseando y empezaban a aparecer extensiones
de roca pizarrosa cubierta de lquenes.
Cmo llamis a esta parte de la isla? pregunt a la joven.
Cif habra jurado que no haba nadie cerca, pero a sus espaldas oy un carraspeo.
Esper unos instantes y se volvi.
Seor Groniger salud.
Dama Cif respondi l en un tono igual de suave.
No pareca un nombre que se mueve furtivamente.
Habis enviado a los forasteros a una misin? inquiri poco despus.
Ella mene la cabeza lentamente.
Les he alquilado un barco, el de dama Afreyt y mo. Quiz vayan de pesca. Se
encogi de hombros. Como cualquier isleo, me gano algn dinero cuando puedo, y
pescar no es la nica manera de obtener beneficios. No capitaneis hoy vuestro barco?
El anciano mene la cabeza a su vez.
Un jefe de puerto tiene ante todo las responsabilidades de su cargo, seora. Al otro
forastero no se le ha visto hoy, ni tampoco a sus hombres...
Y bien? pregunt ella cuando Groniger hizo una pausa.
...a pesar de que hay mucho por hacer bajo la cubierta de su galera.
Ella asinti y volvi la cabeza para contemplar el Duende, que navegaba hacia la
bocana del puerto con las velas desplegadas, y el esquife que se deslizaba con su
solitaria, desgreada y achaparrada remera.
Ha sido convocada una reunin del consejo para esta medianoche dijo Groniger,
como si se le acabara de ocurrir. Ella asinti sin volverse. El anciano explic con la mayor
naturalidad: Seora tesorera, se ha pedido una auditoria de todas las monedas de oro y
tesoros escrchanos que vos custodiis..., la flecha dorada de la verdad, los crculos
dorados de la unidad, el cubo dorado del juego limpio...
Cif asinti de nuevo y luego se llev una mano a la boca. Groniger oy el leve sonido
de un bostezo. El sol brillaba en el cabello de la dama.
A media tarde el grupo de Fafhrd se haba adentrado mucho en las Tierras de la
Muerte, y ahora recorran una extensin de tierra rocosa oscura y yerma, entre dos bajas
paredes glaciares, a tiro de flecha la de la izquierda y ms cercana la de la derecha, una
especie de ancho desfiladero. La luz del sol poniente era intensa, pero soplaba una brisa
helada. El cielo azul pareca prximo.
El guerrero ms joven iba por delante de los dems, desarmado. (Un hombre
desarmado explora realmente en busca del enemigo y no se traba en combate con l.) A
cuarenta varas tras l iba Mannimark como cobertura, y detrs de ste el grueso del
grupo dirigido por Fafhrd, con Mar a su lado y Skor cerrando la marcha.
Una gran liebre blanca abandon su escondrijo delante de ellos y ech a correr por el
camino que haban seguido, dando unos saltos fantsticos, al parecer aterrada. Fafhrd
hizo una sea a los hombres adelantados y dispuso dos tercios de sus fuerzas
emboscados tras las rocas, dejando a Skor al frente con rdenes de mantener la posicin
y atacar al enemigo con una densa descarga de flechas, pero sin trabar combate.
Entonces condujo a los restantes guerreros por una ruta serpenteante a travs del glaciar
ms cercano. Les acompaaban Skullick, Mar y otros tres. Hasta entonces Mar se
haba portado tal como Afreyt dijo que lo hara, sin crear ningn problema.
Mientras Fafhrd les preceda cautamente por el hielo, rompi el silencio de las alturas el
leve sonido vibrante de las flechas disparadas, y se oyeron gritos procedentes del lugar
de la emboscada, as como de ms all.
Desde su punto de observacin, Fafhrd poda ver la emboscada y, casi a tiro de flecha
por delante de ella, en el desfiladero, un grupo de unos cuarenta hombres, mingoles a
juzgar por las pieles con que se cubran, los gorros y los arcos curvados. Los hombres
que haban tendido la emboscada y alrededor de una docena de mingoles intercambiaban
disparos de flechas, que trazaban altas curvas. Uno de los mingoles haba cado y sus
jefes parecan discutir. Fafhrd se apresur a tensar su arco y orden a los cuatro hombres
que le acompaaban que hicieran lo mismo. Desde aquella posicin en el flanco, enviaron
una lluvia de flechas. Otro mingol result alcanzado, uno de los que discutan. Media
docena devolvieron los disparos, pero la posicin de Fafhrd tena la ventaja de la altura.
Los restantes se pusieron a cubierto. Uno daba brincos, como si estuviera enfurecido,
pero sus compaeros tiraron de l para que se pusiera a cubierto detrs de las rocas.
Poco despus pareci que todo el grupo de mingoles empezaba a regresar por donde
haban venido, llevndose consigo a los heridos.
Y ahora qu, les atacamos y destruimos? pregunt Skullick, sonriendo
cruelmente.
Mar le mir ansiosa.
Y demostrarle que slo somos una docena? replic Fafhrd. Te perdono por tu
juventud. Hizo un gesto a Skor para que cesaran los disparos. No, lo que vamos a
hacer es escoltarles fielmente hasta su nave, a Puerto Fro, o donde sea. El mejor
enemigo es el que huye.
Envi un mensajero a Skor para transmitirle su plan, y entretanto pens que los
hombres esteparios vestidos con pieles parecan menos violentamente deseosos de
rapia de lo que haba supuesto. Debera andarse con pies de plomo, guardndose de las
tretas mingolas. Se pregunt qu opinara de su decisin el dios Odn, el cual haba dicho
que destruyera a los mingoles. Tal vez los ojos de Mar, fijos en l con una expresin de
inequvoco desencanto, le daban la respuesta.
El Ratonero estaba sentado en la cubierta de proa del Duende, la espalda apoyada en
el mstil y los pies descansando en la base del bauprs. Volvan a aproximarse a la Isla
de la Escarcha por el noroeste. Un poco ms adelante deba de hallarse el lugar donde se
formara el remolino, y ahora, cuando bajaba la marea, sin duda estaba a punto de
producirse, si haba calculado bien y era de fiar la informacin que Cif y Ourph le haban
dado anteriormente. Detrs de l, en la popa, el viejo mingol manejaba diestramente la
caa del timn y la vela mayor triangular, mientras que Mikkidu, ms cerca, vigilaba el
nico y estrecho foque.
El Ratonero desat los cordones de la bolsa que le penda del cinto y ech un vistazo
al amansador de remolinos (por poner un nombre al objeto que Cif le haba dado).
Volvi a ocurrrsele lo prdigo, pero tambin lo rematadamente estpido, que era hacer de
oro un objeto que luego habra que tirar. Claro que no era posible dictar prudencia a la
supersticin..., o tal vez s.
Mikkidu! llam de repente.
S, seor respondi el aludido, rpido, obediente y un tanto aprensivo.
Has visto el largo rollo de cuerda delgada colgado dentro de la escotilla? La clase
de gnero fino pero fuerte que usaras para bajar el botn a tu cmplice desde una
ventana alta, o al que confiaras tu propio peso en un caso de apuro? Esa cuerda como
la que usan algunos estranguladores?
S, seor!
Muy bien. Tremela.
La cuerda result ser tal como la haba descrito, y juzg que tendra por lo menos cien
varas de largo. Una sonrisa sardnica curv sus labios mientras anudaba un extremo al
amansador de remolinos y el otro a una argolla fijada en la cubierta, comprobaba que el
resto de la cuerda se desenrollaba con facilidad, y volva a guardarse el cubo de oro en su
bolsa.
Llevaban medio da navegando. Primero avanzaron velozmente hacia el este, con el
viento por el travs en cuanto salieron de Puerto Salado, dejando a la flota pesquera
islea muy ocupada en el sudoeste, donde el mar pareca en ebullicin, tal era la cantidad
de pescado acumulada en aquellas aguas, hasta que dejaron bastante atrs el blanco
cabo salino. Entonces dieron una larga bordada hacia el norte, la proa al viento, que les
Sonriente, el Ratonero puso rumbo a Puerto Salado, y ahora, con el viento favorable, la
navegacin result fcil. Tarare entre dientes:
Los mingoles deben encontrar la muerte, ir al frondoso fondo infernal.
S, y las rocas semejantes a colmillos desgarraran sus barcos.
En algn lugar entre capas de nubes al norte de la isla, flotaba como por milagro la
esfera de hielo negro que era la morada, y muy a menudo prisin, de Khahkht. La nieve,
que caa continuamente entre las nubes, cubra la esfera negra con un casquete blanco.
La nieve tambin se acumulaba, ribetendolas de blanco, en las poderosas alas, espalda,
cuello y cresta del ser invisible suspendido al lado de la esfera, la cual deba de aferrar de
alguna manera, pues cada vez que mova la cabeza para desalojar la nieve, la esfera se
tambaleaba en el aire.
En la parte inferior de la esfera se haba abierto una trampilla, por la que Khahkht
asom la cabeza, los hombros y un brazo, como un dios peculiarmente desagradable que
mirase de soslayo hacia abajo desde el suelo del cielo.
Los dos seres conversaban.
Khahkht: Monstruo molesto! Por qu turbas mi celestial intimidad, golpeando mi
esfera? Pronto lamentar haberte dado alas.
Faroomfar: Preferira montar una raya volante invisible. Tendra ventajas.
Khahkht: Por dos perros negros, te voy a...!
Faroomfar: Contn tus feas iras, abuelo. Tengo buenas razones para despertarte. El
frenes de los mingoles parece disminuir. Gonov, al frente de los solares, que se dirigen a
la Isla de la Escarcha, ha ordenado a sus barcos acortar vela ante una simple borrasca,
mientras que los guerreros oscuros que cruzan la isla han retrocedido ante una fuerza que
no llegaba a un tercio de la suya. Es que se han debilitado tus encantamientos?
Khahkht: Date por satisfecho. He tratado de evaluar a los dos nuevos dioses que
ayudan a la Isla de la Escarcha: cul es su poder, de dnde proceden, cul es su
propsito ltimo y si les han sobornado. Mi conclusin provisional es que se trata de un
par traicionero, de escaso poder. Dioses bribones de un universo menor. Podemos
hacerles perfectamente caso omiso.
La nieve haba vuelto a acumularse en el ser volante, y un tenue polvo blanco revelaba
incluso algunos de sus rasgos, finos, crueles, aristocrticos. Se la sacudi.
Faroomfar: Bien, qu hacemos entonces?
Khahkht: Enviar nuevamente a los mingoles a un lugar donde, en caso de que
retrocedan, no hayas de temer. Entretanto, lbrate si puedes de tus malignas hermanas, y
hazles a Fafhrd y a su banda, si son ellos quienes han acobardado a los mingoles
oscuros, todas las travesuras de que seas capaz, de acuerdo? Apunta a la muchacha.
Manos a la obra!
El mago se retir al interior de la esfera negra con su casquete de nieve y cerr la
trampilla, como un mueco de resorte invertido. Las alas extendidas de Faroomfar
barrieron la nieve mientras iniciaba su descenso desde las alturas.
Ciertamente era digno de alabanza que la madre Grum, a bordo del esquife, esperase
en el embarcadero cuando Ourph y Mikkidu acercaron con destreza el Duende para
amarrarlo a la boya y aferrar la vela bajo la mirada vigilante y aprobadora del Ratonero. A
ste le embargaba todava la deliciosa sensacin del triunfo, e incluso se haba dignado
hacer algunas observaciones benvolas a Mikkidu, cosa que dej al hombre perplejo, y
conversar juiciosamente, obedeciendo a caprichosos arranques de locuacidad, con el
prudente aunque un tanto taciturno viejo mingol.
Ahora comparta con Ourph la bancada central de la embarcacin, mientras que
Mikkidu se acurrucaba en la proa.
remolinos atado al cabo de cuerda cortado. No dudaba de que el cubo dorado era uno
de aquellos tesoros, pero, sin saber por qu, esa certeza no le preocupaba.
Eso es todo? pregunt a Hilsa. Cre que por lo menos me diras que los trolls
haban hecho acto de presencia, esos seres contra los que nos advirti el dios.
Conducidme, queridas, al saln del consejo! Ourph y Mikkidu, escoltadnos! Cobra
nimo, madre Grum aadi en direccin al esquife, no dudes de que tu seora est a
salvo.
Y cogiendo del brazo a Hilsa y Rill, parti a paso vivo, dicindose que en reveses de la
fortuna como aqul, lo ms importante era mostrar una gran confianza en uno mismo,
llamear con ella como la antorcha de Rill! se era el secreto. Qu importaba que no
tuviera la menor idea de lo que iba a decir en el consejo? Slo tena que mantener la
apariencia de la confianza en s mismo y, llegado el momento, acudira la inspiracin!
Como la flota pesquera haba regresado tarde, las estrechas calles estaban atestadas
de gente. Tal vez tambin era noche de mercado, y quiz la reunin del consejo tena
algo que ver con esa circunstancia. En cualquier caso, pululaban por las calles muchos
extranjeros e isleos, y no dejaba de ser curioso que estos ltimos pareciesen ms
forasteros y ms risiblemente grotescos que los primeros. Por all llegaban, con andares
penosos, aquellos cuatro pescadores que el Ratonero haba visto en el dique con su
carga monstruosa! Un muchacho gordo les miraba boquiabierto, y nuestro hroe le dio
unas palmaditas en la cabeza al pasar. Ah, qu gran espectculo era la vida!
Su alegra y despreocupacin contagiaron a Hilsa y Rill, las cuales volvieron a sonrer.
l pens en lo llamativa que deba de ser su estampa, paseando con dos vistosas furcias
como si fuese el amo de la ciudad.
Apareci la fachada azul del edificio que albergaba el consejo, su puerta enmarcada
por la popa de un macizo galen naufragado y flanqueada por dos sombros patanes
armados con picas. El Ratonero not que Hilsa y Rill titubeaban, pero grit: Todos los
honores para el consejo! y entr con las mujeres cogidas del brazo, seguidos de Ourph y
Mikkidu.
La sala era ms grande y algo ms alta que la de la taberna El Arenque Salado, pero,
al igual que sta, sus paredes estaban revestidas de madera gris, restos de naufragios.
Careca de chimenea y la caldeaban precariamente por medio de dos braseros
humeantes. Las antorchas que la iluminaban ardan con una triste llama azulada (quiz
contenan clavos de bronce), no de alegre e intenso color amarillo como la de Rill. La
pieza principal del mobiliario era una mesa larga y pesada, a uno de cuyos extremos se
sentaban Cif y Afreyt, ambas con su expresin ms altiva. Alejados de ellas, hacia el otro
extremo de la mesa, se sentaban diez isleos corpulentos y serios, en su mayora de
edad mediana, Groniger entre ellos, y tales eran la afliccin, indignacin y enojo que
reflejaban sus rostros que el Ratonero se ech a rer. Otros isleos, incluidas algunas
mujeres, se apretujaban ante las paredes. Todos se volvieron hacia los recin llegados,
con expresiones en las que se mezclaban el asombro y la desaprobacin.
Groniger se puso en pie y se dirigi al Ratonero con voz atronadora:
Osas rerte de la autoridad de esta isla aqu congregada? Te atreves a venir en
compaa de mujeres de la calle y tripulantes de tu nave, que tienen prohibido salir de los
lmites fijados?
El Ratonero logr dominar su hilaridad y escuch con la expresin ms abierta y
sincera imaginable, como la misma encarnacin de la inocencia ultrajada. Groniger seal
a los otros con un dedo tembloroso y prosigui:
Bien, aqu le tenis, consejeros, un jefe receptor del oro malversado, tal vez incluso
del cubo dorado del juego limpio. El nombre que se present ante nosotros procedente
del sur, con cuentos de tormentas mgicas, del da convertido en noche, de buques
hostiles desvanecidos y de una supuesta invasin mingola, precisamente l, que, como
veis, tiene mingoles entre su tripulacin, el hombre que pag por sus derechos de
atraque con oro de la isla!
Al or esto Cif se levant, con los ojos ardientes, y dijo:
Por lo menos dejadle hablar y responder a esta acusacin ultrajante, puesto que no
aceptis mi palabra.
Un consejero se puso en pie al lado de Groniger.
Por qu habramos de escuchar las mentiras de un extranjero?
Gracias, Dwone dijo Groniger.
Entonces se levant Afreyt.
No, dejadle hablar. No escucharis nada ms que vuestras propias voces?
Otro consejero se incorpor.
Habla, Zwaakin le pidi Groniger.
No hay dao alguno en escuchar lo que tenga que decir. l mismo puede
condenarse con sus propias palabras.
Cif mir furibunda a Zwaakin y exclam:
Dselo, Ratonero!
En ese momento el aludido, mirando la antorcha de RUI, que pareca hacerle guios,
sinti que le embargaba un poder divino y tomaba posesin de l desde los dedos de sus
manos y pies, ms an, desde la punta de cada cabello. Sin previo aviso, y realmente sin
que supiera en absoluto que iba a hacer tal cosa, cruz corriendo la sala y subi de un
salto a la mesa, por uno de los lados libres, cerca del extremo ocupado por Cif.
Dirigi una mirada inquisitiva a todos los reunidos, un mar de rostros fros y hostiles en
su mayora, y entonces, al tiempo que la fuerza divina se instalaba en todos los recovecos
de su ser, la conciencia de s mismo forzosamente relegada y la escena oscurecida con
celeridad, oy que empezaba a decir algo en voz potente, pero en ese momento su mente
se hundi sin remedio en una oscuridad interna ms profunda y ms negra que cualquier
sueo.
Entonces el tiempo dej de transcurrir para l... o pas una eternidad.
Su recuperacin de la conciencia, o ms bien su renacimiento, tan imponente pareci
la transicin, empez con un torbellino de luces amarillas y rostros sonrientes,
boquiabiertos, exaltados, que abigarraban la oscuridad interna, y con la sensacin de un
gran ruido en el lmite de lo audible y de una voz resonante que pronunciaba palabras
poderosas, y de improviso, sin otra advertencia, la escena brillante y ensordecedora se
materializ con precipitacin y estrpito, y el hroe se vio a s mismo insolentemente alto
sobre la maciza mesa del consejo, not que sus labios sonrean, y su sonrisa era absurda
o incluso demencial en aquellas circunstancias, mientras que su puo izquierdo
descansaba con desenvoltura en la cadera y el derecho haca girar alrededor de su
cabeza el amansador de oro (o cubo del juego limpio, se record a s mismo) atado
al cabo de cuerda. A su alrededor, hasta el ltimo isleo, consejeros, guardias,
pescadores comunes, mujeres (y, ni que decir tiene, Cif, Afreyt, RUI, Hilsa y Mikkidu), le
miraban con embelesada adoracin, como si fuera un dios o por lo menos un hroe
legendario, todos ellos en pie y algunos dando saltos, vitorendole hasta enronquecer!
Unos aporreaban la mesa con los puos, otros daban golpes resonantes en el suelo con
sus picas, mientras que los provistos de antorchas hacan girar sus tristes llamas hasta
que ardan tan brillantes y amarillas como la de RUI.
Ahora bien, en nombre de todos los dioses juntos, se pregunt el Ratonero sin dejar de
sonrer, qu les haba dicho o prometido para ponerles en semejante estado? Qu, en
nombre de los espritus malvolos?
Groniger subi rpidamente al otro extremo de la mesa, aupado por quienes estaban a
su lado, gesticul pidiendo silencio y, en cuanto consigui un poco, se dirigi al Ratonero
con vehemencia, acercndose a lo largo de la mesa para hacerse or.
eternos, una muerte eterna en vida. Que la locura mingola arda para siempre! Que
jams retorne la paz!.
Y a travs de todo aquello el Ratonero mantena su sonrisa despreocupada, quiz con
los ojos vidriosos, y su aire indolente de suprema confianza en s mismo. Una y otra vez le
hacan la misma pregunta, a la que l responda invariablemente:
No, no soy orador, nunca me he adiestrado para eso..., aunque siempre me ha
gustado hablar.
Pero por dentro bulla de curiosidad. En cuanto tuvo ocasin, pregunt a Cif:
Qu he dicho para provocar esa reaccin, para hacerles cambiar de idea tan
radicalmente?
Cmo? Quin podr saberlo mejor que t?
Pero dmelo con tus propias palabras.
Ella reflexion un momento.
Apelaste a sus sentimientos y sus emociones se limit a decir por fin. Fue
maravilloso.
S, pero qu dije exactamente? Cules fueron mis palabras?
Ah, eso no puedo decrtelo protest ella. Fue tan consistente que no destac
nada en particular... Me he olvidado por completo de los detalles. Puedes estar satisfecho,
fue perfecto.
Ms tarde se aventur a preguntar a Groniger:
En qu momento mis argumentos empezaron a persuadiros?
Cmo puedes preguntarme eso? replic el canoso isleo, con el ceo fruncido y
una expresin de asombro. Todo cuanto has dicho ha sido muy lgico, claro y framente
razonado, como dos y dos son cuatro. Cmo podramos considerar una parte de la
aritmtica ms precisa que otra?
Cierto, cierto dijo el Ratonero a regaadientes, y se aventur a aadir: Supongo
que es la misma clase de lgica que te ha persuadido para que aceptes a los dioses Odn
y Loki.
Precisamente le confirm Groniger.
El Ratonero asinti, aunque en su interior se encogi de hombros. No se le ocultaba lo
que haba ocurrido, e incluso lo cotej algo ms tarde con Rill.
Dnde encendiste tu antorcha? le pregunt.
En el fuego del dios, naturalmente, en la Guarida de la Llama.
Y entonces le bes. (Tampoco lo haca nada mal, aunque sus besos, como los de las
otras mujeres, no significaran nada.)
S, saba que el dios Loki haba salido de las llamas para poseerle durante un rato
(como cierta vez Fafhrd fue posedo por el dios Issek en Lankhmar), y a travs de sus
labios haba expuesto la clase de argumentos que tan convincentes resultan si los
expresa un dios o se ofrecen en tiempo de guerra o una crisis comparable, pero que son
hueros cuando los expone un simple mortal en cualquier ocasin ordinaria.
Y realmente no haba tiempo para la especulacin acerca del misterio de lo que haba
dicho, pues ahora tena mucho que hacer, tomar decisiones de vida o muerte, orientar
difciles cursos de accin hacia sus conclusiones..., una vez aquella gente pusiera fin al
jolgorio y se hubiera tomado un descanso.
Sin embargo, pens con aoranza, sera agradable saber, siquiera fuese en lneas
generales, lo que haba dicho. A lo mejor era incluso inteligente. Por ejemplo, por qu
razn haba sacado el amansador de su bolsa, hacindolo girar por encima de la
cabeza? Qu haba querido ilustrar con eso?
Tena que admitir que era bastante agradable estar posedo por un dios (o lo sera si
uno pudiera recordar algo de ese estado), pero dejaba una sensacin de vaco, con la
excepcin de la continua cantinela sobre la muerte que deban encontrar los mingoles, la
cual prosegua sin cesar en su cabeza, interminable al parecer.
A la maana siguiente, el grupo de Fafhrd tuvo el primer atisbo de Puerto Fro, el mar y
toda la avanzada mingola. El sol y el viento del oeste haban disipado la niebla costera y
la hacan desaparecer del glaciar, por cuyo borde marchaban ahora. La poblacin era
mucho ms pequea y primitiva que Puerto Salado. Hacia el norte se levantaba el gran
cono oscuro del monte Luz Infernal, tan alto y cercano que sus estribaciones orientales
todava arrojaban sus sombras sobre el hielo. De la cima surga una espiral de humo que
se deslizaba hacia el este. En el lmite de la zona nevada, una sombra en la oscura pared
rocosa pareca sealar la entrada de una caverna que condujera al corazn de la
montaa. El pie del monte estaba cubierto por una gruesa capa de nieve que corra hasta
el glaciar, el cual, estrecho en aquel punto, se extenda por delante de ellos al norte, hasta
el brillante mar gris, sorprendentemente cercano. Desde el pie no demasiado alto del
glaciar, el terreno de turba cubierta de hierba, con algunos bosquecillos de pequeos
cedros nrdicos deformados por el viento, se prolongaba al sudoeste, hacia las lejanas
cumbres nevadas. Jirones de niebla blanca se deslizaban por el este y se desvanecan
sobre la tierra ondulante y soleada.
La noche anterior y aquella maana temprano, mientras perseguan a los
merodeadores mingoles en retirada, los atisbos de algunas granjas devastadas y
abandonadas les haban preparado para lo que vean ahora. Aquellas granjas y establos
eran de turba, con hierba y flores en sus estrechos tejados, y agujeros para el humo en
vez de chimeneas. Mar seal la choza donde ella haba vivido, sin que las lgrimas
acudieran a sus ojos al verla destruida. Puerto Fro consista simplemente en una docena
de tales viviendas, en lo alto de una colina bastante empinada, o un gran montculo
apoyado contra el glaciar y cercado por un muro de turba, una especie de retiro para los
campesinos en tiempo de peligro. A poca distancia ms all del poblado haba una playa
arenosa y el puerto, con tres galeras mingolas atracadas, identificables por las fantsticas
jaulas para caballos que se alzaban en la cubierta de proa.
Distribuidos alrededor del montculo de Puerto Fro, a una distancia bastante
respetable, haba unos ochenta mingoles, cuyos jefes parecan conferenciar con los del
grupo que se haba adelantado para atacar por sorpresa pero que hubo de volver grupas.
Uno de estos ltimos sealaba hacia las Tierras de la Muerte y luego indic el glaciar,
como si se refiriese a los hombres que les haban perseguido. Ms all, los tres caballos
esteparios, liberados de sus jaulas, pastaban en la hierba. Era una escena apacible, pero
mientras Fafhrd la observaba, esperando que su grupo permaneciera oculto tras un
pliegue del hielo (no confiaba demasiado en la aversin de los mingoles por el hielo), una
lanza parti del montculo en apariencia tranquilo, con tan prodigiosa puntera que derrib
a un mingol. Se oyeron gritos airados Y una docena de mingoles respondieron a la
agresin. Fafhrd juzg que los sitiados, ahora con refuerzos, seguramente intentaran
pronto un asalto decidido, y dio rdenes sin vacilacin.
Skullick, aqu hay accin para ti. Coge a tu mejor arquero, aceite y un brasero.
Corred como el rayo hasta el punto del glaciar ms cercano a sus barcos atracados y
disparadles flechas, o intentadlo por lo menos. Rpido!
Mara, sguelos hasta el montculo, y cuando veas el humo de los barcos, pero no
antes, baja corriendo y nete a tus amigos si el camino est libre. Ten cuidado! Afreyt me
degollar si te ocurre algo. Diles la verdad sobre nuestro nmero, diles que resistan y
finjan una salida de ataque si ven una buena ocasin.
Mannimark! Qudate aqu de guardia con un hombre de tu pelotn. Advirtenos de
los avances mingoles. Skor y los dems, seguidme. Descenderemos por su retaguardia y
fingiremos brevemente que somos un ejrcito en su persecucin. Vamos!
Y parti a la carrera con ocho guerreros siguindole pesadamente, sus aljabas llenas
de flechas golpeando contra sus costados. Fafhrd lleg en seguida al bosquecillo de
cedros atrofiados a cuyo cubierto planeaba efectuar su demostracin. Mientras corra
imagin que lo haca con Skullick y su compaero, y con Mar, procurando precisar el
tiempo con la mxima exactitud.
Lleg a los cedros y vio que Mannimark le indicaba por seas que el asalto de los
mingoles haba comenzado.
Ahora aullad como lobos orden a sus hombres, que apenas podan respirar, y
hacedlo en serio, que cada uno de vosotros grite por dos. Entonces les lanzaremos
flechas, lo ms lejos y rpido que podis. Y cuando os lo ordene, regresad al glaciar tan
raudos como habis bajado.
Cuando hubieron hecho todo esto, sin detenerse a ver los resultados pues no haba
tiempo para ello, y Fafhrd se reuni con Mannimark, seguido de su grupo jadeante, vio
con alegra que una delgada columna de humo negro ascenda de la galera ms cercana
a los glaciares. Los mingoles empezaron a correr en esa direccin desde las vertientes
del montculo sitiado, abandonando su asalto. A medio camino, Fafhrd vio la figura de
Mar que bajaba corriendo por el glaciar hacia Puerto Fro, su manto rojo ondeando tras
ella. Una mujer con una lanza haba aparecido en el muro de tierra ms cercano a la nia
y agitaba el brazo armado, animndola. Entonces, de improviso, Mar pareci dar una
zancada prodigiosamente larga, parte de su cuerpo qued a oscuras, como si hubiera una
mancha en la visin de Fafhrd, y entonces pareci..., no, lo hizo realmente!, se alz en el
aire, ascendi ms y ms, como si la hubiera arrebatado un guila invisible u otro
depredador volante. Fafhrd mantuvo la vista en el manto rojo, que de repente se hizo ms
brillante, cuando el invisible objeto volante pas de las sombras a la luz del sol con su
cautiva. Oy una exclamacin de simpata y maravilla a su lado, mir de soslayo y supo
que tambin Skor haba visto el prodigio.
No la pierdas de vista susurr. Fjate continuamente en el manto rojo, observa
adonde va a travs del aire.
Los dos hombres miraron hacia arriba, luego al oeste y por ltimo al este, hacia la
oscura montaa. De vez en cuando Fafhrd bajaba la vista para asegurarse de que ningn
acontecimiento adverso requera que fijara su atencin en los barcos y en Puerto Fro.
Cada vez tema no poder localizar de nuevo el manto volante, pero en ningn caso tales
temores se confirmaban. La tela roja se hizo ms pequea y casi la perdieron de vista
cuando volvi a introducirse en las sombras. Finalmente, Skor se enderez.
Adonde ha ido? le pregunt Fafhrd.
A la entrada de la caverna, en el lmite de la nieve. No s qu magia ha llevado a la
nia all, pero la he perdido de vista.
Fafhrd asinti.
Una magia muy especial se apresur a decir. Creo que la ha arrebatado un ser
volador invisible, relacionado con los espectros y antiguo enemigo mo, el prncipe
Faroomfar, del elevado Stardock. Slo yo, entre todos nosotros, s cmo tratar con l.
Le pareci que vea a Skor por primera vez: un hombre una pulgada ms alto que l y
unos cinco aos ms joven, pero que ya empezaba a quedarse calvo y tena una barba
bermeja poco poblada. En alguna ocasin de su vida azarosa le haban roto la nariz.
Semejaba un bellaco pensativo.
Te reclut en el Yermo Fro, cerca de Illek-Ving sigui diciendo Fafhrd. En NoOmbrulsk te nombr mi lugarteniente principal, y me juraste con los dems que me
obedeceras durante la travesa con el Halcn Marino y al regreso. Mir fijamente al
hombre. Ha llegado el momento de ponerte a prueba, pues debes tomar el mando
mientras yo busco a Mar. Sigue asediando a los mingoles pero evita un enfrentamiento
total. Los habitantes de Puerto Fro son amigos, mas no. te renas con ellos en su
poblado a menos que no quede ninguna otra alternativa. Recuerda que servimos a la
dama Afreyt. Has entendido?
Skor frunci el ceo, sosteniendo la mirada de Fafhrd, y finalmente asinti una vez.
Muy bien! dijo Fafhrd, no muy seguro de que as fuera, aunque saba que estaba
haciendo lo que deba.
El humo de la nave haba disminuido: al parecer, los mingoles haban apagado el
fuego. Skullick y su compaero llegaron corriendo con sus arcos, sonrientes.
Mannimark! grit Fafhrd. Dame dos antorchas! Skullick! El yesquero.
Se desabroch el cinto, del que penda su larga espada Vara Gris, quedndose con el
hacha.
Escuchadme. Debo ausentarme durante cierto tiempo. Entrego el mando a Skor, y
he aqu el smbolo del mismo. Ci Vara Gris al costado de aquel guerrero.
Obedecedle fielmente y actuad como hasta ahora, de modo que no tenga ningn motivo
para rechazaros cuando regrese.
Y sin decir ms, se puso en marcha a travs del glaciar hacia el monte Luz Infernal.
El Ratonero se oblig a levantarse en cuanto despert y a darse un bao fro antes del
frugal desayuno. Si alguien pens que tal estado de nimo era habitual en l, se
equivocaba. En seguida orden que toda su tripulacin se pusiera a trabajar, mingoles y
ladrones por igual, completando las reparaciones del Pecio, y les advirti que la nave
deba estar lista para zarpar al da siguiente por la maana, en consonancia con la
profeca que haba hecho Loki sobre la llegada de los mingoles al cabo de tres das. Le
proporcion un placer considerable observar que varios de ellos parecan sufrir resacas
peores que la suya.
Hazles trabajar duro, Pshawri! orden. Ninguna compasin con los perezosos y
los remolones!
Lleg el momento de reunirse con Cif para despedir la expedicin terrestre de Afreyt y
Groniger. Los isleos le parecieron ofensivamente ruidosos y enrgicos, y la manera en
que Groniger iba de un lado a otro, dndoles rdenes, le produjo aprensin.
Vestidas con sus prendas bermejas y azules, Cif y Afreyt tambin sonrean, y les
brillaban los ojos, pero eso no caus a nuestro hroe ninguna aprensin. Junto con Cif,
acompa durante un trecho a los expedicionarios. Observ divertido que Afreyt haba
ordenado que cuatro hombres de Groniger transportaran una litera cubierta con cortinillas,
aunque ella todava no la ocupaba. As pues, haca pagar a aquel hombre por su
acusacin falsa (o por lo menos carente de tacto), y cruzara las Tierras de la Muerte con
lujosa comodidad. Eso estaba ms en consonancia con el estilo del Ratonero.
El hroe experimentaba una sensacin extraa, como si fuera un espectador, ms que
un participante en grandes acontecimientos. El incidente del discurso estimulante que
pronunciara la noche anterior (o ms bien las palabras que el dios Loki haba expresado a
travs de sus labios mientras estaba inconsciente), y del que no recordaba una sola
palabra, todava le irritaba, pues se senta como el criado sin importancia o el chico de los
recados a quien nunca permiten conocer el contenido de los mensajes sellados que debe
entregar.
En su papel de observador y crtico, le asombr lo grotesco que era l armamento de
los exaltados isleos. Estaban las picas, por supuesto, y las pesadas lanzas de una sola
hoja, pero tambin delgados arpones, grandes horquillas, picas ganchudas y estriadas de
aspecto maligno, largos mayales con curiosos brazos cortos y pesados, y bolas colgadas
de sus extremos. Dos hombres llevaban incluso palas de hoja larga, estrecha y al parecer
afilada. Le expres su asombro a Cif, y sta le pregunt cmo armaba l a su banda de
ladrones. Afreyt se haba adelantado un poco. Estaba cerca de la Colina del Patbulo.
Con hondas, por supuesto respondi el Ratonero. Son tan efectivas como los
arcos y mucho ms cmodas de transportar. Como sta. Y le ense la honda de cuero
que colgaba de su cinto. Ves ese viejo patbulo? Fjate ahora.
Seleccion una bola de plomo de su bolsa, la centr en la banda, apunt rpida pero
cuidadosamente, la hizo girar dos veces alrededor de su cabeza y solt el proyectil. El
ruido que produjo al chocar con la madera fue inesperadamente intenso y resonante.
Algunos isleos aplaudieron.
Afreyt regres corriendo a su lado para decirle que no volviera a nacerlo, pues el dios
Odn podra ofenderse. El Ratonero se dijo agriamente que aquella maana no haca
nada a derechas.
Pero el incidente le haba dado una idea.
Oye le dijo a Cif. Tal vez anoche demostr el manejo de la honda mientras
hablaba, cuando hice girar el cubo de oro atado a la cuerda. Lo recuerdas? A veces me
embriago con mis propias palabras y no recuerdo muy bien.
Ella mene la cabeza.
Quiz lo hiciste, o quiz representabas el Gran Torbellino que se tragar a los
mingoles solares. Ah, qu discurso tan maravilloso!
Entretanto, haban llegado a la Colina del Patbulo, y Afreyt hizo una seal a fin de que
se detuvieran. El Ratonero se acerc con Cif para ver a qu obedeca la detencin y para
despedirse, pues no tena intencin de seguir ms adelante.
Le sorprendi descubrir que Afreyt haba encargado a los dos hombres provistos de
palas que cavaran el terreno donde se alzaba el patbulo y que lo arrancaran entero, y
tambin haba ordenado a los porteadores que dejasen la litera ante el bosque cilio de
aulagas, en el lado norte de la colina, y descorriesen las cortinas. Mientras observaba
todo esto, perplejo, vio que las nias Mayo y Brisa salan del bosquecillo, caminando
lentamente, y por sus gestos pareca que ayudasen a alguien, aunque no haba nadie.
Con excepcin de los hombres que intentaban arrancar el patbulo, todos los dems
guardaban silencio y observaban atentamente.
Bajando mucho la voz, Cif dijo al Ratonero los nombres de las muchachas y le explic
lo que suceda.
Quieres decir que estn ayudando al dios Odn y que pueden verle? replic en un
susurro. Ahora recuerdo que Afreyt mencion que lo llevara consigo, pero... Ves algo
de l?
Con esta luz solar tan intensa no le veo muy claramente admiti ella, pero en el
crepsculo le he visto. Afreyt dice que Fafhrd vio a Odn con toda nitidez al oscurecer,
poco antes de que anocheciera. Solamente Afreyt y las nias tienen el don de verle con
claridad.
La extraa y lenta pantomima termin pronto. Afreyt cort unas ramas espinosas de
aulaga y las introdujo en la litera (para que el dios se sienta como en casa, explic Cif
al Ratonero).
Empez a correr las cortinas, pero Brisa anunci con su chillona voz infantil.
Quiere que yo est ah dentro con l.
Afreyt asinti, la chiquilla subi a la litera con gesto de resignacin, corrieron por fin las
cortinas, y el silencio generalizado se rompi.
El Ratonero pens en la idiotez que acababa de ver. Los humanos, bpedos
fantasiosos, nos creemos cualquier cosa. Y, no obstante, se le ocurri que l no era el
ms indicado para hacer tales crticas, puesto que haba odo a un dios hablarle desde el
interior de las llamas y ese mismo dios se haba apoderado brevemente de su cuerpo.
Desde luego, los dioses eran unas criaturas desconsideradas.
Se oy un estrpito mezclado con gritos mientras la horca caa y su base se
desprenda del suelo, esparciendo tierra a su alrededor. Media docena de fornidos isleos
cargaron el patbulo sobre sus hombros y se dispusieron a transportarlo, marchando en
fila india tras la litera.
Bueno, supongo que podran usarlo como ariete musit el Ratonero.
Cif le reconvino con la mirada.
Se despidieron por fin. Afreyt le dio un ltimo mensaje para Fafhrd e intercambiaron
mutuas afirmaciones de valor hasta la victoria y muerte al invasor. Entonces la expedicin
emprendi la marcha a grandes pasos, rtmicamente. El Ratonero y Cif les vieron alejarse
hacia las Tierras de la Muerte y tuvieron la impresin de que canturreaban los mingoles
deben encontrar la muerte y todo lo dems, marchando al ritmo de esa tonada. Se
pregunt si habra empezado a decir esas palabras en voz alta y, al orlo, los dems
haban proseguido. Mene la cabeza.
Cif y el Ratonero regresaron solos. El da era brillante, agradablemente fresco, la brisa
agitaba los brezos, y las flores silvestres oscilaban sobre sus delicados tallos. Nuestro
hroe empez a sentirse estimulado. En lugar de los acostumbrados pantalones, Cif
llevaba un vestido corto de color bermejo, suelta la cabellera oscura con destellos
dorados, y sus movimientos eran naturales e impulsivos. An se mostraba reservada,
pero no con la reserva propia de la consejera, y el Ratonero record lo agradable que
haba sido el beso de la noche anterior, antes de que llegara a la conclusin de que no
significaba nada. Dos gruesos ratones rticos aparecieron ante ellos y se irguieron sobre
sus patas traseras, inspeccionndolos, antes de esconderse tras un arbusto. Al detenerse
para no pisarlos, Cif tropez y el Ratonero la sujet y, un instante despus, la atrajo hacia
s. Ella cedi un momento antes de retirarse, sonrindole, pero alterada.
Me atraes, Ratonero Gris le confes, pero te he dicho cunto te pareces al dios
Loki, y anoche, cuando dominaste la isla con tu gran oratoria, ese parecido era todava
ms marcado. Tambin te he hablado de mi renuencia a llevar el hogar del dios conmigo,
lo cual me obligara a contratar a Hilsa y Rill, dos demonios familiares, para que cuidaran
de l. Ahora, sin duda a causa del parecido, noto una vacilacin similar con respecto a ti,
por lo que quiz sea mejor que nos abstengamos de familiaridades, que sigas siendo el
capitn y yo la consejera hasta que hayamos concluido la defensa de la isla y pueda
distinguirte del dios.
El Ratonero aspir hondo y dijo lentamente que sin duda: eso sera lo mejor, mientras
pensaba que, con toda seguridad, los dioses constituyen un obstculo en la vida privada.
Sinti la tentacin de preguntarle si esperaba que se dirigiera a Hilsa y Rill (demonios o
no) para que le consolaran, pero dud que ella estuviese dispuesta a concederle las
libertades de un dios hasta ese extremo, suponiendo que l lo deseara, por muy grande
que fuese la semejanza entre ellos.
En ese atolladero, le alivi bastante ver ms all del hombro de Cif algo que le permiti
decir:
Hablando de los demonios, quines son esas que vienen de Puerto Salado?
Al or esto Cif se volvi, y vio que, en efecto, Rill e Hilsa corran hacia ellos a travs de
los brezos, y la madre Grum avanzaba pesadamente detrs, una oscura figura en
contraste con los abigarrados colores de las prostitutas. Y aunque era pleno da, Rill
llevaba una antorcha encendida. Era difcil ver la llama a la luz del sol, pero pudieron
distinguirla por la manera en que su dbil resplandor haca ondular los brezos. Cuando las
dos mujeres estuvieron ms cerca, result evidente su excitacin. Sin duda tenan noticias
que darles.
Por qu intentas iluminar el da, Rill? le pregunt secamente el Ratonero.
El dios acaba de hablarnos con toda claridad desde el hogar en la Guarida de la
Llama. Me ha dicho: Fuego Oscuro, Fuego Oscuro, llvame a Fuego Oscuro. Sigue la
llama....
...sigue el camino que te indiquen sus oscilaciones le interrumpi Hilsa con voz
cascada.
As pues prosigui Rill, encend una nueva antorcha en la Guarida de la Llama
para que el dios viaje en ella, y hemos seguido cuidadosamente el camino que sealaban
sus oscilaciones. Nos ha conducido hasta vosotros!
Y mirad intervino Hilsa mientras la madre Grum se aproximaba, ahora la llama
quiere que vayamos a la montaa. Seala hacia ella!
Con la mano libre indic la cascada de hielo y el silencioso pico negro de escorias ms
all, con su columna de humo, que se deslizaba hacia el oeste.
Cif y el Ratonero miraron atentamente la llama espectral de la antorcha, con los ojos
entrecerrados.
La llama se inclina, en efecto dijo el Ratonero, pero creo que se debe a que arde
de manera desigual, Algo en la textura de la madera, o en sus aceites y resinas...
No, es indudable que nos seala Fuego Oscuro dijo Cif, excitada. Precdenos,
Rill.
Y las mujeres se volvieron en direccin al norte y avanzaron hacia el glaciar.
Pero no tenemos tiempo para ir montaa arriba protest el Ratonero. Pensad en
los preparativos que hemos de hacer para la defensa de la isla y la expedicin martima
de maana contra los mingoles.
El dios lo ha ordenado replic Cif por encima del hombro. l sabe ms que
nosotros.
La madre Grum terci entonces con su voz gruona:
Estoy segura de que no quiere hacernos subir hasta la cima, sino que el viaje ser
ms corto. Una ruta indirecta nos aproxima ms a nuestro destino que la lnea recta.
Tras esta observacin desconcertante, las mujeres prosiguieron su camino. El ratonero
no tuvo ms remedio que seguirlas, cosa que hizo encogindose de hombros, pensando
en lo necias que eran aquellas mujeres al guiarse por un leo ardiente como si fuera el
mismo dios, aun cuando la llama oscilaba realmente del modo ms asombroso. Y acaso
l no haba odo al fuego hablar haca dos noches? En cualquier caso, no le necesitaban
para las reparaciones de aquel da en el Pecio. Pshawri podra dirigir a la tripulacin tan
bien como l, o por lo menos bastante bien. Sera mejor que vigilara a Cif mientras la
joven siguiera presa de aquel curioso paroxismo, y que se ocupara de que ni ella ni las
tres servidoras del dios que la acompaaban sufrieran ningn dao.
Pens en lo dulce, fuerte, juiciosa y cautivadora que era Cif cuando no estaba bajo los
efectos de la divinidad. Seor, qu molestos, exigentes y criticones patrones eran los
dioses, jams serenos! (Se dijo que no haba peligro alguno en tales pensamientos, pues
los dioses no pueden leerlos, todo el mundo tiene al menos esa intimidad, aunque s oyen
cualquier palabra, incluso pronunciada en el tono ms bajo, y sin duda pueden nacer
deducciones a partir de nuestros arranques y muecas.)
Cruz por su mente la fatigosa y compulsiva tonada: Los mingoles deben encontrar la
muerte, y casi agradeci que le distrajera de las excentricidades de dioses y mujeres.
La atmsfera haba ido enfrindose, y no tardaron en llegar a la cascada de hielo.
Vieron entonces un rbol achaparrado y una roca saliente, de un color violceo oscuro,
casi negro, en medio de la cual haba una abertura an ms negra, ancha y alta como una
puerta.
Esto no estaba aqu ayer dijo Cif.
El glaciar, al retroceder, la ha descubierto coment la madre Grum.
La llama se inclina hacia la cueva! exclam Rill.
Entremos propuso Cif.
Hilsa se estremeci.
Est oscuro... adujo.
No temas gru la madre Grum. A veces la oscuridad es la mejor luz, e ir hacia
abajo, el mejor modo de llegar arriba.
El Ratonero no gast tiempo en palabras, sino que desgaj tres ramas del rbol
muerto, pensando que quiz la antorcha de Loki no durara eternamente, y,
cargndoselas al hombro, sigui raudo a las mujeres al interior de la cueva.
Fafhrd trep tenazmente la ltima y al parecer interminable pendiente de roca helada
antes de llegar al inicio del casquete de nieve que cubra la cima del monte Luz Infernal.
El resplandor anaranjado del sol poniente acariciaba su espalda sin calentarle, y baaba
la ladera de la montaa y el oscuro pico, con su espiral de humo que se deslizaba hacia el
este. La roca era dura como el diamante y tena numerosos asideros, que facilitaban la
escalada, pero Fafhrd estaba fatigado y empez a lamentarse de haber abandonado a
sus hombres en peligro para embarcarse en una absurda y romntica persecucin. El
viento soplaba desde el oeste, transversalmente a su ascensin.
Aquella situacin era el resultado de llevar a una muchacha en una expedicin
peligrosa y hacer caso a las mujeres, o ms bien a una mujer. Afreyt se haba mostrado
tan segura de s misma, tan imperiosa, que l se haba plegado a los deseos de la dama
en contra de su sentido comn. Porque era evidente que ahora persegua a Mar sobre
todo por temor a lo que Afreyt pensara de l si algo le ocurra a la nia. Cierto que aquella
misma maana se haba dado a s mismo una justificacin por ocuparse en persona de
aquella tarea, en vez de encargarla a un par de sus hombres. Concluy precipitadamente
que el prncipe Faroomfar haba raptado a Mar, y recordando lo que Afreyt y Cif le
dijeran, que las princesas voladoras de la montaa haban acudido en su rescate cuando
la magia de Khahkht las secuestr haba confiado en que la princesa Hirriwi, su amada
de una gloriosa y remota noche, acudira volando en su invisible pez areo para ofrecerle
ayuda contra su odiado hermano.
se era, precisamente, otro problema que presentaban las mujeres: nunca estaban
donde uno las quera o necesitaba de verdad. Se ayudaban entre ellas, desde luego, pero
esperaban que los hombres realizaran toda clase de intrpidas hazaas para demostrar
que eran merecedores del gran don de su amor. Y en qu quedaba eso cuando uno se
pona a analizarlo? Un abrazo huidizo en la oscuridad, iluminado tan slo por la muda e
incomprensible perfeccin de un seno primoroso, que te dejaba desconcertado y triste.
El camino se hizo ms empinado, la luz ms rojiza, y los msculos le dolan. Al ritmo
que avanzaba, la oscuridad le sorprendera en la superficie rocosa, y luego, por lo menos
durante un par de horas, la montaa le ocultara la salida de la luna.
Iba en busca de Mar exclusivamente por el temor que le inspiraba Afreyt? No lo
haca tambin porque llevaba el mismo nombre que su primer amor juvenil, a la que
abandon con su hijo an no nacido cuando dej el Rincn Fro para irse con otra mujer,
a la que abandon a su vez... o condujo inconscientemente a la muerte, en realidad la
misma cosa? No trataba de satisfacer a la primera Mar rescatando a aquella Mar
infantil? se era un problema ms con las mujeres, o por lo menos con aquellas a las que
uno amaba o haba amado alguna vez, que seguan hacindote sentir culpable incluso
ms all de su muerte. Tanto si la amas como si no, ests invisiblemente encadenado a
toda mujer que alguna vez ha despertado tu pasin.
Y no era se el motivo ms profundo por el que iba en busca de la Mar nia?, se
pregunt, forzando su anlisis en la siguiente grieta tortuosa, al tiempo que sus manos
ateridas buscaban los nuevos asideros en la empinada pendiente, bajo la luz de un rojo
sucio. Acaso no se excitaba al pensar en ella, como lo haca el dios Odn con su
lubricidad senil? Acaso no era l, y ningn otro, quien persegua a Faroomfar porque
consideraba al prncipe un lujurioso competidor por aquel exquisito bocado de carne
juvenil?
Y ya puestos, no era el aspecto juvenil de Afreyt, su esbeltez a pesar de lo alta que
era, sus senos pequeos y prometedores, sus ancdotas de imaginarios merodeos
infantiles con Cif, la expresin romntica que tenan sus ojos de color violeta, su
atolondrada valenta, lo que le haba atrado incluso en la lejana Lankhmar? Eso y su
plata islea le haban encadenado, colocndole en la posicin, totalmente inadecuada
para l, de tener que convertirse en un capitn responsable, l, que haba sido durante
toda su vida un lobo solitario, con su leopardo solitario compaero, el Ratonero Gris.
Ahora volva a ese carcter bsico y abandonaba a sus hombres. (Pluguiera a los dioses
que Skor no perdiese la cabeza y que por lo menos algo de la disciplina que l haba
impartido y sus prdicas de prudencia hubieran surtido efecto!) Pero ah, esa servidumbre
vitalicia a las muchachas, caprichosas, huidizas, ligeros diablillos! Comadrejas blancas,
de cuello delgado y dientes afilados, movindose incansables, con los ojos melanclicos
del lmur!
Su mano, tendida a ciegas, se cerr en el vaco, y comprendi que mientras se rea a
s mismo con tanta vehemencia haba llegado a lo alto de la pendiente sin darse cuenta.
Con tarda preocupacin alz la cabeza hasta que sus ojos miraron justo por encima del
borde. Los ltimos rayos oscuros del sol le revelaron un saliente pizarroso de unos treinta
pies de ancho, a partir del cual la vertiente de la montaa ascenda de nuevo, escarpada y
sin nieve. Delante de Fafhrd, en aquella nueva superficie, haba una gran abertura o
entrada de caverna, tan ancha como el saliente y el doble de alta. Al otro lado de la
entrada la oscuridad era absoluta, pero Fafhrd distingui el rojo brillante del manto de
Mar, con la capucha alzada, y dentro de la capucha, ensombrecida por ella, su carita,
muy plida, con los ojos muy oscuros, en realidad un borrn en la penumbra, mirndole
fijamente.
Fafhrd se levant, escrutando a su alrededor con suspicacia, y avanz hacia ella,
llamndola en voz baja por su nombre. Ella no replic con palabra o gesto algunos,
aunque sigui mirndole. Llegaba de la montaa una brisa clida, con un leve olor a
azufre, que agitaba el manto de la muchacha. Fafhrd se apresur, impulsado por una
premonicin de horror, apart bruscamente el manto y revel un pequeo crneo
sonriente, colocado en lo alto de una cruz de madera, con el travesao corto, de unos
cuatro pies de altura.
Fafhrd retrocedi hacia el saliente, respirando con dificultad. El sol se haba puesto y el
cielo gris pareca ms vasto y, sin sus rayos, su brillantez era ms plida. Reinaba un
profundo silencio. El norteo mir a lo largo del saliente en ambas direcciones, sin ningn
resultado. Entonces volvi a fijarse en la caverna, y apret las mandbulas. Cogi
pedernal y hierro, abri el yesquero y encendi una antorcha. Alzndola con la mano
izquierda, mientras la derecha blanda el hacha, se intern en la cueva, hacia el corazn
de la montaa, dejando atrs el pequeo espantapjaros y evitando pisar el manto rojo, a
lo largo de un pasadizo de paredes extraamente lisas, lo bastante ancho y alto para
permitir el paso de un gigante o un hombre alado.
El Ratonero apenas saba cunto tiempo llevaba siguiendo de cerca a las cuatro
mujeres dirigidas por el dios, a travs de la extraa cueva, parecida a un tnel, que les
conduca, cada vez a mayor profundidad, por debajo del glaciar hacia el corazn de la
montaa volcnica Fuego Oscuro. En cualquier caso, haba transcurrido ya el tiempo
suficiente para que partiera y astillara los extremos ms grandes de las tres ramas
muertas que transportaba, de modo que prendiesen con facilidad, y, desde luego, el
tiempo suficiente para hartarse del cntico o cantinela cuyo nico tema era la muerte de
los mingoles, y que ahora no slo resonaba en su mente, sino que lo entonaban las cuatro
mujeres arrebatadas, como si fuese un himno de marcha, exactamente igual que hicieran
los hombres de Groniger. Claro que en este caso nuestro hroe no tena que preguntarse
de dnde haban sacado aquella tonada, pues las mujeres la haban odo con l dos
noches atrs en la Guarida de la Llama, cuando el dios Loki pareci hablar desde el
fuego. De todos modos, esta circunstancia no la haca menos insoportable o latosa.
Al principio intent razonar con Cif mientras sta avanzaba a toda prisa con las otras
como una mnade loca, arguyendo la imprudencia de aventurarse tan temerariamente en
una caverna desconocida, pero ella se limit a sealar la antorcha de Rill y dijo:
Mira cmo se inclina hacia adelante. El dios nos lo ordena.
Y dicho esto reanud su cntico.
Era innegable que la llama se inclinaba hacia adelante de una manera antinatural,
puesto que el rpido avance de las mujeres debera hacer que oscilara hacia atrs..., y
que, por otro lado, duraba ms que cualquier antorcha. As pues, el Ratonero intent
memorizar lo mejor que pudo el camino que seguan entre las rocas. Al principio haca
fro, como era de esperar dado el hielo acumulado encima, pero la atmsfera fue
hacindose perceptiblemente ms clida, y el aire caldeado tena un ligero olor a azufre.
No le haca ninguna gracia la sensacin de ser instrumento y juguete de fuerzas
misteriosas con poderes muy superiores a los suyos, fuerzas que ni siquiera se dignaban
informarle de lo que haban dicho a travs de l (aquel discurso que haba pronunciado
pero del que no haba odo una sola palabra le molestaba cada vez ms). Por encima de
todo, no le gustaba nada la servidumbre a lo inescrutable, de lo cual eran ejemplo las
mujeres, al repetir estpidamente palabras de muerte y condenacin.
Tampoco le complaca demasiado la sensacin de estar sometido a la voluntad de
unas mujeres y cada vez ms absorto en sus asuntos, sensacin que experimentaba
continuamente desde que aceptara el encargo de Cif tres meses atrs en Lankhmar y
que, a su vez, le haba hecho ser un esclavo de sus responsabilidades para con Pshawri,
Mikkidu y todos sus hombres, as como de sus ambiciones y amor propio.
Finalmente, le disgustaba verse como un monstruoso e inteligente individuo que poda
desplazarse en sentido contrario al de las agujas del reloj alrededor de todos los dioses y
diosecillos, y de quien todo el mundo esperaba una actuacin divina. Por qu no poda al
menos decirle a Cif que no haba odo una sola palabra de su discurso supuestamente
magnfico? Y si era capaz de efectuar ese desplazamiento alrededor de los dioses, por
qu no lo haca?
El cavernoso tnel que haban seguido hasta entonces desemboc en lo que pareca
un espacio mucho ms amplio lleno de vapores, y entonces, de improviso, se vieron ante
un gran muro que pareca extenderse indefinidamente hacia arriba y a cada lado.
Las mujeres interrumpieron su cntico y Rill grit:
Hacia dnde ahora, Loki?
Hilsa repiti trmula esa misma pregunta y la madre Grum gru:
Dnoslo, muro.
Habla, oh dios enton Cif con energa.
Y mientras las mujeres decan tales cosas, el Ratonero se acerc rpidamente al muro
y lo toc. Estaba tan caliente que casi apart la mano, pero no lo hizo, y a travs de la
palma y los dedos extendidos not una pulsacin fuerte y constante, un ritmo en la roca,
exactamente como si repitiera con sus vibraciones el cntico de las mujeres.
En ese momento, como una respuesta a las splicas de stas, la antorcha de Loki, que
se haba consumido hasta quedar reducida a poco ms que un fragmento, ardi con una
gran llama dividida en siete ramales, de una brillantez casi intolerable fue un milagro
que Rill pudiera sostenerla, que revel la amplsima extensin de la superficie rocosa.
Al tiempo que se iluminaba, la roca pareca moverse monstruosamente bajo la mano del
Ratonero con cada pulsacin de su cntico, y el suelo tambin empez a oscilar.
Entonces la gran superficie rocosa se hinch, el calor tambin se hizo monstruoso y el
hedor del azufre se intensific hasta tal punto que todos sufrieron arcadas y accesos de
tos, mientras imaginaban un terremoto inmediato y una inundacin de lava al rojo vivo tras
el estallido del corazn de la montaa.
Resulta muy revelador de la prudencia del Ratonero el hecho de que en ese breve
perodo de pnico y conmocin se le ocurriera aplicar una de sus ramas con un extremo
astillado a la llama cegadora de la antorcha. Fue todo un acierto, pues la gran llama del
dios se extingui con tanta celeridad como haba ardido, dejando tan slo la dbil
iluminacin de la rama prendida, de ordinaria madera muerta, que ahora sujetaba el
Ratonero. Rill dej caer el fragmento de antorcha apagada con un grito de dolor, como si
slo ahora pudiera sentir cmo le haba quemado, mientras Hilsa sollozaba y todas ellas
tanteaban a su alrededor, aturdidas.
Mientras esto tena lugar, Groniger se haba acercado a ellas con tres cuencos y un
pequeo cubo tapado que contena la sopa. Cuando le explicaron el propsito de los
nudos, coment:
Una vanidad capital! Sonri ampliamente, las cejas enarcadas. Eso ensear
algo a los mingoles, les har saber lo que les espera. El Pequeo Capitn nos ha
enseado un magnfico canto, no es cierto?
Afreyt asinti, mirando un momento de soslayo a Groniger.
S, sus esplndidas palabras.
Groniger le devolvi la mirada y repiti:
Sus esplndidas palabras.
Me hubiera gustado orle dijo Mayo.
Groniger les ofreci los cuencos y verti en ellos la sopa espesa y humeante.
Llevar el suyo a Brisa aadi la pequea.
Tmala mientras est caliente dijo con aspereza Groniger a Afreyt. Luego
descansa un poco. Reanudaremos la marcha cuando salga la luna, de acuerdo?
Afreyt asinti y el anciano se alej con andares ostentosos, tarareando airosamente el
cntico a cuyo ritmo haban marchado durante toda la jornada, el del Ratonero... o ms
bien el de Loki.
Afreyt frunci el ceo. Normalmente, Groniger era un hombre muy serio, e incluso
haba llegado a resultarle insulso, pero ahora casi pareca un bufn. Decir
monstruosamente cmico sera una expresin demasiado fuerte? Mene despacio la
cabeza. Todos los isleos se estaban volviendo as, toscos y grotescos, y hasta daban la
impresin de ser ms corpulentos. Se dijo que quiz su cansancio le haca ver las cosas
torcidas y magnificadas.
Mayo regres y las dos cogieron las cucharas y se pusieron a comer.
Brisa quiere tomar su sopa dentro dijo la nia al cabo de un momento. Creo que
ella y Odn estn tramando algo. Se encogi de hombros y sigui comiendo.
Transcurrido otro rato, aadi: Voy a hacer lazos corredizos para Mar y el capitn
Fafhrd. Finalmente reba el cuenco, lo dej a un lado y pregunt: Prima Afreyt,
crees que Groniger es un troll?
Qu es eso? inquiri Afreyt.
Una palabra que utiliza Odn. Dice que Groniger es un troll.
Brisa haba bajado de la litera con su cuenco vaco, excitada pero sin olvidarse de
correr las cortinas tras ella.
Odn y yo hemos inventado un himno de marcha para nosotros! anunci,
poniendo su cuenco sobre el de Mayo. Dice que la cancin del otro dios est bien, pero
que l quiere tener la suya propia. Escuchad, os la cantar. Es ms corta y rpida que la
otra. Torci el rostro. Es como un tambor explic vivamente. Golpe el suelo con
un pie y enton. Marchemos, marchemos sobre las Tierras de la Muerte! Adelante,
adelante, por las Tierras de la Perdicin! A sangre y fuego, matemos a los mingoles!
Perdicin! Mueran los hroes. A sangre y fuego! Perdicin! Gloriosa perdicin!
Pronunci en voz muy alta las ltimas palabras.
Gloriosa perdicin? repiti Afreyt.
S. Vamos, mayo, cntalo conmigo.
No tengo ganas.
Oh, vamos, me he puesto tu lazo corredizo, no es cierto? Odn dice que todos
debemos cantarlo.
Mientras las dos nias repetan el cntico con sus voces agudas y un creciente
entusiasmo, llegaron a su lado Groniger y otro isleo.
Eso est bien dijo el anciano al tiempo que recoga los cuencos. La gloriosa
perdicin est bien.
Mar! grit en direccin a la columna, y cuando regresaron los ecos percibi entre
ellos, dbil y agudo, su propio nombre y la resonancia de ste.
Entonces se dio cuenta de que el batir de alas haba cesado y que una de las estrellas
de mica adquira rpidamente mayor brillantez, como si se desplomara hacia l, al tiempo
que oa un estrpito en el aire, igual que si un gran halcn se abatiera sobre su presa.
Se arroj a un lado, apartndose de la brillante espada lanzada contra l, y
simultneamente golpe con el hacha a sus espaldas. Perdi la antorcha, algo parecido a
una lmina de cuero le golpe las rodillas, y entonces se produjo un formidable aleteo,
muy cercano, y luego otro, seguidos de un grito humano agnico que, pese al dolor que
reflejaba, contena una nota de clera.
Cuando se puso en pie, vio que su antorcha arda en el suelo rocoso, atravesada por la
brillante espada que se la haba arrebatado. El aleteo y el grito haban cesado. Aplic un
pie al mango de la antorcha, disponindose a retirar la espada de ella, pero cuando iba a
coger la empuadura, sus dedos tocaron una mano escamosa, ms delgada que la suya,
que la aferraba con fuerza y, como sus dedos descubrieron al tantear, clidamente
hmeda en la mueca, por donde haba sido cortada. Tanto la mano como la sangre eran
invisibles, y as, aunque sus dedos tocaban y sentan, sus ojos vean tan slo la
empuadura de la espada, la guarnicin de plata, el pomo en forma de pera y el negro
mango de cuero recubierto de hilo de plata trenzado.
Oy a sus espaldas una vocecita entrecortada que pronunciaba su nombre, y al
volverse vio a Mar en pie, con su vestido blanco y una expresin melanclica y confusa,
como si acabaran de cogerla en lo alto de la columna y depositarla all. Fafhrd respondi
pronunciando el nombre de la nia, pero en aquel instante una voz surgi del aire un poco
por encima de Mar, hablando en el tono glacial y abominable de alguien familiar y amado
que, en una pesadilla, se ha vuelto odioso. As habl Hirriwi, la invisible princesa de la
montaa:
Ay de ti, brbaro, por haber venido al norte sin presentar primero tus respetos a
Stardock! Ay de ti por acudir a la llamada de otra mujer, aunque estemos a favor de su
causa! Ay de ti por abandonar a tus hombres para perseguir a esta chiquilla, a la que
habramos, y de hecho hemos, salvado sin ti! Ay de ti por mezclarte con demonios y
dioses! Y, sobre todo, ay de ti por haber alzado la mano para mutilar a un prncipe de
Stardock, con quien estamos unidas, aunque sea nuestro mayor enemigo, por vnculos
ms fuertes que el amor y el odio! Cabeza por cabeza y mano por mano: piensa en ello.
Tienes cinco motivos de condena!
Mientras la voz desgranaba este memorial de agravios, Mar se haba acercado a
Fafhrd, el cual estaba de rodillas y erguido, apretando los dientes y mirando con fijeza el
vaco del que surga la voz. Rode con un brazo los hombros de la muchacha y juntos
miraron la penumbra parlante.
En un tono menos ritualmente apasionado, pero con la misma frialdad, Hirriwi continu:
Al da siguiente, muy temprano, era tal la agitacin que reinaba en Puerto Salado con
los preparativos para la gran navegacin, que habra sido difcil determinar dnde
acababan las preocupaciones distorsionadas durante el sueo y las inspiraciones de las
pesadillas, y donde empezaban las ms productivas que traa aparejadas, al menos as
era de esperar, la nueva jornada. Aquel bro contagiaba incluso a los extranjeros, como
si tambin ellos hubieran odo en sueos el cntico que clamaba por la muerte de los
mingoles, y el Ratonero, prescindiendo por una vez de su prudencia, haba cedido a la
tentacin de tripular el Halcn Marino de Fafhrd con los isleos ms vehementes,
incluidos Bomar, su alcalde, y el ilthmars propietario de la taberna. Nombr a Pshawri
capitn de la nave, cedindole a la mitad de los ladrones a fin de que reforzaran su
autoridad, y a dos de los mingoles, Trenchi y Gavs, para ayudarle en el manejo del barco.
Recuerda que eres el jefe le dijo a Pshawri. Si no les gusta, que se fastidien..., y
mantente a barlovento de mi nave.
Pshawri, todava con la cicatriz rosada de la herida en la frente, asinti con viveza y fue
a tomar posesin del mando. El sol naciente tea de un rojo amenazante el cielo oriental
por encima del acantilado salino, mientras que en el oeste an permanecan las sombras
nocturnas. Soplaba un fuerte viento del este.
Desde la popa del Pecio el Ratonero contempl el ajetreo del puerto y su flota de
pesqueros convertidos en barcos de guerra. La escena era ciertamente extraa: las
cubiertas, hasta poco antes llenas de pescado, ahora estaban erizadas de picas y
diversas armas improvisadas, como las que los hombres de Groniger llevaban al hombro
el da anterior. Algunos de ellos haban fijado enormes lanzas ceremoniales (en realidad,
palos con puntas de bronce) al bauprs, y el Ratonero supuso que pretendan usarlas
como arietes. Que el destino fuese clemente con ellos! Otros haban puesto a sus barcos
velas rojas y negras, quiz para indicar sangrientas y sombras intenciones. Nuestro
hroe estaba seguro de que el pescador ms serio era un pirata en potencia. Tres de las
naves estaban medio envueltas en redes de pescar. Para protegerse contra las lluvias
de flechas? Las dos naves mayores se hallaban al mando de Dwone y Zwaakin, sus
vicealmirantes, si como tales se les poda considerar. El Ratonero mene la cabeza.
Ah, si tuviera tiempo para ordenar sus pensamientos! Pero desde que se despertara,
los acontecimientos, y sus propios impulsos impredecibles, se haban precipitado sobre l
en estampida. El da anterior haba logrado sacar a Cif y a las dems mujeres sanas y
salvas de los tneles cavernosos, trmulos y hediondos (mir hacia Fuego Oscuro:
todava expulsaba hacia el cielo rojizo una gruesa columna de humo negro, que el viento
del este empujaba hacia el oeste), y al salir descubri que haba perdido la cuenta del
tiempo pasado bajo tierra y ya era de noche. Tras ocuparse de la mano de Rill,
gravemente quemada por la antorcha de Loki, tuvieron que regresar con precipitacin a
Puerto Salado para deliberar con los isleos. Apenas tuvo tiempo para comentar con Cif
la experiencia de la caverna.
Y ahora tena que separarse de ella y echar una mano a Mikkidu en la instruccin de
los seis sustitutos isleos de los ladrones que haban embarcado en el Halcn Marino,
ensearles la manera de manejar los remos y las dems faenas marineras.
Apenas haba terminado esa labor (consistente sobre todo en facilitar a Mikkidu unas
cuantas instrucciones en voz baja), cuando Cif subi a bordo, seguida de Rill, Hilsa y la
madre Grum, todas ellas, salvo la ltima, enfundadas en atavos marineros y con cuchillos
al cinto. Rill llevaba el brazo derecho en cabestrillo.
Henos aqu a vuestras rdenes, capitn dijo briosamente Cif.
Querida... consejera respondi el Ratonero, compungido. El Pecio no puede
zarpar en misin blica con mujeres a bordo, sobretodo...
Dej que una mirada significativa sustituyera a putas y brujas.
Entonces tripularemos el Duende y te seguiremos replic! ella, en absoluto
alicada. O ms bien nos adelantaremos para explorar y ser las primeras en avistar a
los mingoles solares..., ya sabes que el Duende es un velero rpido. S, quiz eso sea lo
mejor, la nave de guerra de unas mujeres tripulada por soldados femeninos.
El Ratonero se someti a lo inevitable con el buen talante de que fue capaz. Rill e Hilsa
sonrean satisfechas. Cif le toc el brazo, compadecida.
Me alegro de que lo aceptes le dijo. Ya he prestado el Duende a otras tres
mujeres. Entonces se puso seria mientras bajaba la voz para aadir: Hay una cosa
que me preocupa y que debes saber, bamos a subir al dios Loki a bordo, en un brasero,
igual que ayer viaj en la antorcha de Rill...
No es posible tener fuego a bordo de un buque que va a combatir respondi
automticamente el Ratonero. Adems, ya ves cmo se quem Rill...
... Pero esta maana, por primera vez en ms de un ao, hemos descubierto que el
fuego en la Guarida de la Llama se ha apagado inexplicablemente concluy Cif.
Removimos las cenizas y no haba ni una chispa.
El Ratonero se qued un momento pensativo.
Tal vez ayer, en la gran superficie rocosa, tras haber llamea do tan alto, el dios
cambi temporalmente su morada y se instal en el ardiente corazn de la montaa. Mira
cmo humea!
Seal hacia Fuego Oscuro, donde la negra columna que se deslizaba al oeste era
ms gruesa.
S, pero ahora no le tenemos a mano objet inquieta Cif.
Bueno, en cualquier caso sigue en la isla respondi el Ratonero. Y, en cierto
sentido, estoy seguro de que tambin le tenemos a bordo del Pecio aadi, recordando
el negro fragmento de antorcha que, a riesgo de quemarse los dedos, haba guardado en
su bolsa; sa era otra cosa en la que quera pensar...
Pero en aquel momento Dwone pas cerca con su nave e inform que la flota islea
estaba preparada para la accin y era casi imposible retener a los hombres. El Ratonero
se vio obligado a hacerse a la mar, alzando todo el trapo que pudo para virar contra el
viento, y orden a sus ladrones y a los sustitutos bisoos que remaran mientras Ourph
marcaba el ritmo, de modo que pudiera mantenerse por delante del barco de pesca, ms
fcil de maniobrar.
Se oyeron vtores desde la orilla y, durante unos momentos, el Ratonero cedi a la
satisfaccin vanidosa al ver que el Pecio se deslizaba tan airosamente para ponerse a la
cabeza de la flota, que su tripulacin estaba tan bien disciplinada y que Pshawri, a quien
tenia a la vista, manejaba muy bien el Halcn Marino, mientras que Cif permaneca a su
lado con los ojos brillantes... y l mismo, por Mog!, estaba hecho todo un almirante.
Pero entonces, los pensamientos a los que no haba tenido tiempo de prestar atencin
a lo largo del da, empezaron a incordiarle de nuevo. Por encima de todo se daba cuenta
de que haba algo temerario, de hecho absolutamente ridculo, en aquella manera de
hacerse a la mar con tanta confianza y con un plan de accin apenas bosquejado, sin
ms base que la voz crepitante de un fuego, el susurro de las ramitas al arder. No
obstante, le embargaba la convincente sensacin de que estaban haciendo lo que deban
y nada podra perjudicarles, que quiz encontrara a la flota mingola y que en el ltimo
momento tendra otra inspiracin maravillosa...
En aquel instante se fij en Mikkidu, que remaba con notable estilo en la bancada de
estribor ms prxima a la proa, y tom una decisin.
Ourph, coge el timn y saca la nave del puerto. Controla los remos. Entonces se
dirigi a Cif: Querida, debo dejarte brevemente. Pidi al ltimo mingol que le
acompaara, fue hacia la proa, y dijo con aspereza a Mikkidu: Ven a mi camarote.
Tenemos que hablar. Gib te sustituir.
Dicho esto, baj a toda prisa con su segundo, visiblemente aprensivo. Las mujeres les
miraron extraadas.
En el camarote de techo bajo (se le ocurri que era una suerte que el capitn de la
nave fuese de corta estatura y la tripulacin todava ms), hizo sentar a Mikkidu a un lado
de la mesa y l lo hizo enfrente, mirando a su subordinado con expresin implacable.
Alfrez, hace dos noches, en la sala del consejo, dirig un discurso a los isleos y
ellos me vitorearon al terminar. T estabas presente. Qu les dije?
Mikkidu se removi inquieto.
Oh, capitn protest, ruborizndose, cmo podis esperar...?
No me vengas con ese cuento de que fue tan maravilloso que ni siquiera lo
recuerdas, ni intentes escabullirte de cualquier otra manera le ataj el Ratonero.
Imagina que hay una tempestad y la seguridad del barco depende de que me des la
respuesta exacta. Por los dioses, no te he enseado que ninguno de mis hombres debe
temer nada de m por decirme la verdad?
Mikkidu trag saliva y se rindi.
Hice una cosa terrible, capitn le confes. Aquella noche, mientras os segua
desde los muelles a la sala del consejo y vos estabais con las dos damas, compr una
bebida a un vendedor ambulante y la engull cuando no mirabais. Su sabor no era fuerte,
lo juro, pero deba de producir un tremendo efecto retardado, pues en el mismo instante
en que subais a la mesa y empezabais a hablar, perd el conocimiento..., os doy mi
palabra! Cuando despert, estabais diciendo algo sobre Groniger y Afreyt, los cuales
dirigiran a los isleos para reforzar al capitn Fafhrd, mientras que los dems
zarparamos para atraer a los mingoles solares hacia un gran torbellino, y todos gritaban
como locos... Naturalmente, me sum a los aplausos, como si tambin lo hubiera odo
todo.
Me juras que lo que acabas de decir es la verdad? inquiri el Ratonero en un tono
terrible.
Mikkidu asinti, abatido.
El Ratonero contorne rpidamente la mesa, le abraz y le dio un beso en la
temblorosa mejilla.
Eres un buen alfrez le dijo con afecto, dndole unas palmaditas en la espalda.
Ahora vete, buen Mikkidu, e invita a la dama Cif a que se rena aqu conmigo. Luego s
til en cubierta, de cualquier manera que te sugiera tu astucia. No te quedes aturdido.
Ponte manos a la obra, muchacho.
Cuando Cif lleg, poco despus, el Ratonero ya haba decidido cmo abordarla.
Querida Cif le dijo sin prembulo, acercndose a ella. Tengo que hacerte una
confesin.
Entonces le cont, humilde pero clara y sucintamente, la verdad sobre sus
maravillosas palabras, es decir, que no haba odo una sola de ellas. Al terminar,
aadi:
Como ves, ni siquiera ha intervenido mi vanidad... Dijera lo que dijese, se trat de un
discurso de Loki, no mo. As pues, ahora dime la verdad sin ocultar nada.
Ella le mir sonriente e inquisitiva.
Me intrigaba qu le habras dicho a Mikkidu para que pareciera tan contento..., y ni
siquiera ahora estoy segura de comprenderlo. Pero s, he de confesar que mi experiencia
fue idntica a la suya..., slo que yo no tom una bebida desconocida que pudiera
excusarme. La mente se me puso en blanco, el tiempo se desliz sin que me diera
cuenta, y no o una sola palabra de lo que dijiste, excepto esas ltimas instrucciones
sobre la expedicin de Afreyt y el remolino. Pero todo el mundo gritaba y aplauda, por lo
que fing haber odo, pues no deseaba herir tus sentimientos ni sentirme como una necia.
Qu acobardada estaba! Cierta vez estuve a punto de confesar mi lapsus a Afreyt, y ojal
lo hubiera hecho, pues entonces ella tena una expresin extraa..., pero no lo hice.
Crees, como yo ahora, que tambin ella...?
El Ratonero asinti con decisin.
Creo que ni uno solo de ellos se enter lo ms mnimo del cuerpo principal de mi
discurso, del de Loki, mejor dicho, pero luego todos fingieron haberlo odo, como otros
tantos borregos..., y yo soy la cabra negra que les gua. As pues, slo Loki sabe lo que l
mismo dijo, y hemos zarpado con rumbo desconocido contra los mingoles, a ojos
cerrados.
Qu vamos a hacer ahora? inquiri la joven.
l la mir a los ojos, con un esbozo de sonrisa y un leve encogimiento de hombros, que
era a la vez condescendiente y cmico.
Seguiremos adelante, por supuesto, pues es tu empresa y me he comprometido a
llevarla a cabo.
En aquel momento, una ola que golpe contra el costado de la nave hizo dar a sta un
largo bandazo. Cif perdi el equilibrio, el Ratonero la sujet y ambos se abrazaron. Sus
labios se encontraron apasionada pero brevemente, pues deban subir en seguida a
cubierta para descubrir, o ms bien confirmar, lo que haba ocurrido.
El Pecio dejaba atrs Puerto Salado y el acantilado salino a sotavento, y navegaban
por el Mar Exterior, donde el viento del este les azotaba con ms intensidad, mientras las
olas y la luz del sol se abatan sobre la lona y la cubierta. El Ratonero sustituy al
entristecido Ourph en el manejo del timn, y el viejo, Gib y Mikkidu largaron velas para la
primera bordada hacia el este. Y uno tras otro, el Halcn Marino y los pesqueros, con sus
extraos aparejos, repitieron su maniobra, siguiendo al Pecio.
Aquel mismo viento del este que soplaba hacia el oeste a travs de la mitad meridional
de la Isla de la Escarcha, y contra el que avanzaba penosamente el Pecio, ms adelante,
en aquel mismo mar, impulsaba las naves equinas de los mingoles denominados
solares porque avanzaban en el sentido del movimiento aparente del sol. Las sombras
galeras, cada una con su hinchada vela cuadrada, navegaban en tropel, y de vez en
cuando un caballo relinchaba despavorido, encerrado en la jaula de proa, cuando la nave
cabeceaba entre las olas, cuyo roco penetraba en cascada a travs de los negros
barrotes. Todos escudriaban el oeste, y habra sido difcil determinar en qu ojos brillaba
ms la locura, si en los de los hombres vestidos con pieles, que descubran sus dientes
blancos al sonrer, o en las bestias de alargada cabeza, que tambin mostraban los
dientes en sus muecas de espanto.
En la popa de la nave insignia este frenes se encauzaba en una direccin ms
filosfica. All Gonov hablaba con su hechicero y los sabios que le rodeaban, planteando
preguntas de este tenor: Basta con incendiar completamente una ciudad o tambin hay
que pisotearla hasta dejarla reducida a escombros?. Y reciba respuestas como sta:
Ms meritorio es machacarla hasta que slo quede arena o fina marga, sin incendiarla.
Mientras, el fuerte viento que soplaba hacia el este sobre la mitad septentrional de la
isla (con un cinturn de turbonadas y violentos torbellinos entre los dos vientos),
impulsaba desde el oeste la flota de los mingoles llamados oscuros, que navegaba en
sentido contrario. Su jefe, Edumir, haba formulado esta pregunta a sus filsofos:
Es la muerte por suicidio en el primer ataque, arrojndose uno sobre la lanza virgen
del enemigo, preferible a la muerte administrada por uno mismo mediante un veneno en el
ltimo ataque?
Escuch sus respuestas, minuciosamente razonadas, y la pregunta que le hicieron a su
vez:
Puesto que la muerte es tan deseable y sobrepasa las delicias del amor y del vino de
setas, cmo es que nuestros nobles y reverenciados antepasados sobrevivieron para
procrearnos?
Finalmente, mirando hacia el este con sus ojos ribeteados de blanco, Edumir concluy
con un suspiro:
Todo esto es teora. Cuando lleguemos a la Isla de la Escarcha someteremos una
vez ms estas abstrusas cuestiones a la prueba de la prctica.
A gran altura por encima de todos los vientos, Khahkht, en su esfera de hielo,
estudiaba sin cesar el mapa que la forraba, sobre el que mova fichas que representaban
barcos, hombres.
A la primera luz de la maana y contra el viento cortante, Afreyt se apresuraba sola a
travs del brezal salpicado de cedros atrofiados, ms all de la ltima granja en la colina
silenciosa, con sus tejados cubiertos de hierba gris verdosa, ante Puerto Fro. Le dolan
los pies y estaba fatigada (incluso el lazo corredizo de Odn alrededor de su cuello le
pesaba), pues haban caminado durante toda la noche, detenindose slo un par de
veces para descansar brevemente, y a medio camino les azotaron los vientos cambiantes,
que alcanzaron la fuerza de un tornado cuando cruzaban el cinturn de transicin entre la
mitad sudoriental de la isla, donde estaba Puerto Salado, y la mitad noroccidental, la
correspondiente a Puerto Fro, en la que ahora soplaba el viento no menos fuerte del
oeste. No obstante, se mantena con esfuerzo ojo avizor para localizar amigos o
enemigos, pues constitua la vanguardia de Groniger y sus hombres grotescamente
armados. Poco antes, en el crepsculo que precede al alba, se haba trasladado, desde
su puesto al lado de la litera, a la cabeza de la columna, sealando a Groniger la
necesidad de disponer una avanzadilla, puesto que se aproximaban al final de su viaje y
deban prevenir posibles emboscadas. Groniger no pareci preocupado, incapaz de
aquilatar el peligro, casi como si, al igual que los dems isleos, su nico objetivo fuese el
de seguir adelante, con la mirada vidriosa, canturreando el himno del dios transmitido por
Brisa, como otros tantos autmatas monstruosos, hasta que se encontraran con los
mingoles o las fuerzas de Fafhrd. Afreyt tema que si no ocurra as, seguiran avanzando
hasta adentrarse en el helado ocano occidental, sin detenerse jams, como las hordas
de ratones rticos en su perodo crtico. Pero Groniger no haba puesto ninguna objecin
a que ella se adelantara para explorar ni haba mostrado preocupacin por su seguridad.
Dnde estaban la inteligencia y la prudencia de las que hasta poco antes haba hecho
gala aquel hombre?
Afreyt tena habilidad para orientarse en los bosques, y ahora atisbo a Skor, que miraba
hacia Puerto Fro desde el bosquecillo de cedros atrofiados, desde donde Fafhrd lanzara
el da anterior su breve lluvia de flechas. Llam a Skor por su nombre, y ste se volvi
velozmente, al tiempo que colocaba una flecha en su arco. Entonces, al ver el familiar
color azul del atuendo de la joven, se levant.
Dama Afreyt, qu hacis aqu? dijo con voz ronca. Parecis cansada.
Tambin l tena aspecto de fatiga, los ojos hundidos, las mejillas y la frente
manchadas de holln por encima de la rala barba bermeja.
Ella le puso al corriente de los refuerzos isleos que se aproximaban.
Mientras la joven le hablaba, Skor pareca superar su fatiga.
Son buenas noticias dijo cuando ella termin. Ayer, antes de que se pusiera el
sol, nuestro grupo se uni a los defensores de Puerto Fro y acorralamos a la avanzada
mingola en la playa... Fue un magnfico engao! Creo que la mera visin de las fuerzas
que describs, estratgicamente desplegadas, les har correr a sus naves y zarpar a todo
trapo... y sin que tengamos que mover un solo dedo.
Perdonad, alfrez replic ella; tanto optimismo mitigaba su propio cansancio,
pero tena entendido que los guerreros como vos y vuestros compaeros de armas sois
feroces, que atacis al enemigo a la primera oportunidad, aullando como lobos y con un
desprecio absoluto del peligro. Me equivoco?
A decir verdad, as lo crea tambin yo dijo Skor, frotndose la nariz rota con el
dorso de la mano, pero el capitn me ha hecho cambiar de idea. Menudo es l para
tretas y engaos! Hace que el enemigo imagine cosas, de modo que su misma mente
vaya contra ellos, nunca pelea cuando existe una manera ms fcil de actuar..., y as nos
ha transmitido parte de su prudencia.
Por qu llevis la espada de Fafhrd? le pregunt Afreyt, al ver sbitamente el
arma.
Ayer por la maana se fue a Luz Infernal, en pos de la nia, dejndome al mando de
los hombres respondi el guerrero sin vacilar, aunque un frunce de preocupacin
apareci entre sus cejas.
Entonces le cont a Afreyt en pocas palabras el rapto de Mar.
Me extraa que slo por ese motivo os haya dejado tanto tiempo solos coment
Afreyt, con una nota de inquietud.
Lo cierto es que ayer por la maana me hice esa misma pregunta admiti Skor,
pero a medida que se presentaban los acontecimientos, me preguntaba qu hara el
capitn en cada caso, actuaba en consecuencia y todo iba bien..., por lo menos as ha
sido hasta ahora.
Cruz el dedo corazn sobre el ndice.
Se oy un leve ruido de pisadas y los susurros de un spero cntico, y al volverse
vieron el frente de la columna procedente de Puerto Salado, que avanzaba cuesta abajo.
Bueno, parecen bastante temibles dijo Skor al cabo de un rato, y tambin
extraos aadi cuando aparecieron la litera y la horca.
Las nias, con sus mantos rojos, flanqueaban la primera.
Lo son, en efecto dijo Afreyt.
Cul es su armamento? pregunt Skor. Quiero decir aparte de las picas, lanzas
y cosas por el estilo.
Ella replic que, por lo que saba, sas eran sus nicas armas.
Entonces no estn en condiciones de enfrentarse con los mingoles. No si han de
recorrer cualquier distancia, por pequea que sea, para atacar. Sin embargo, si hacemos
que les vean en las condiciones adecuadas y situamos unos cuantos arqueros entre
ellos...
Creo que lo difcil ser impedir que ataquen afirm Afreyt. O, en todo caso,
detener su marcha.
Vaya, conque sas tenemos dijo Skor, enarcando una ceja.
Prima Afreyt! Prima Afreyt! gritaron con sus voces agudas Mayo y Brisa, mientras
les saludaban agitando los brazos. Pero entonces sealaron hacia arriba, exclamando:
Mira! Mira!
Y un instante despus corran cuesta abajo, a lo largo de la columna, sin dejar de gritar
y sealar el cielo.
Afreyt y Skor alzaron la vista y all arriba, a cien varas de altura por lo menos, divisaron
las figuras de un hombre y una muchacha (Mar, a juzgar por su manto rojo), tendidos de
bruces y aferrados el uno al otro, y ambos a algo invisible que se precipitaba rpidamente
hacia Puerto Fro. Trazaron una gran curva, descendiendo sin cesar, y se dirigieron al
lugar donde estaban Afreyt y Skor. Ella vio que, en efecto, se trataba de Fafhrd y Mar, y
comprendi que cuando las invisibles princesas de la montaa la haban rescatado, junto
con Cif, de la ventisca provocada por Khahkht, deban de tener el mismo aspecto. Cogi a
Skor del brazo y se apresur a decir con voz entrecortada:
No les ocurrir nada. Les sostiene un pez areo que es como una gruesa alfombra
voladora viva, pero invisible. Lo gua una mujer tambin invisible.
Es posible replic l, en tono sombro.
Entonces les golpe una fuerte ventolera: Fafhrd y Mar pasaron velozmente en vuelo
rasante y todava tendidos. Afreyt se agach y vio que sonrean excitados, o por lo menos
el norteo pareca sonrer. Se posaron a medio camino entre ella y Groniger, a la cabeza
de la columna, que se haba detenido para mirarles boquiabiertos, a unos dos palmos por
encima de los brezos, los cuales se vean aplastados formando un gran parche oval,
como si Fafhrd y Mar estuvieran tendidos sobre un colchn invisible, lo bastante ancho y
grueso para la cama de un rey.
Los viajeros areos se pusieron en pie y saltaron tras dar uno o dos pasos vacilantes.
Skor y Afreyt se les acercaron por un lado y Mayo y Brisa por el otro, mientras que los
isleos seguan mirndoles estupefactos.
Mar grit a las otras nias:
Me rapt un demonio repugnante, pero Fafhrd me ha rescatado! Le cort una
mano!
El norteo abraz a Afreyt, y sta se dio cuenta de que ella le haba invitado a hacerlo.
Gracias a Kos que ests aqu, Afreyt le dijo. Qu llevas alrededor del cuello?
Sin soltar a la joven, se dirigi a Skor: Cmo estn los hombres? Cul es tu
posicin?
Entretanto, los isleos haban reanudado la marcha, lenta y casi dolorosamente, como
durmientes que contemplaran otra cosa maravillosa salida de una pesadilla que les ha
atrapado.
Todos los dems callaron de sbito, y Fafhrd se separ de Afreyt mientras una voz,
que sta oyera por ltima vez en una cueva de Fuego Oscuro, hablaba con el timbre de
una trompeta de plata:
Adis, muchacha. Adis, brbaro. La prxima vez piensa en las cortesas debidas
entre los rdenes y en tus limitaciones. He satisfecho mi deuda. Ahora ha empezado la
tuya.
Entonces se levant un viento en el lugar donde Fafhrd y Mar haban aterrizado (sin
duda debajo del colchn invisible), que inclin los brezos y agit los mantos rojos de las
nias (Afreyt percibi una vaharada de olor animal, pero no era de pescado ni ave ni
cuadrpedo), y fue como si algo grande y vivo hubiera remontado el vuelo alejndose
velozmente, mientras una risa argentina se iba perdiendo.
Fafhrd alz la mano en un gesto de despedida, y su brusco ademn al bajarla pareci
indicar: Digamos adis a todo eso!.
Su expresin, inquieta mientras Hirriwi hablaba, se volvi decidida y sonriente al ver la
columna de isleos que avanzaba lentamente hacia ellos.
Seor Groniger! exclam.
S, capitn Fafhrd? respondi el viejo con voz spera, como si despertara de un
sueo.
Ordenad a vuestros hombres que se detengan!
Fafhrd se volvi hacia Skor, el cual cont a su jefe de una manera algo ms detallada
lo que le haba referido antes a Afreyt, mientras la columna aminoraba el paso hasta
detenerse desordenadamente alrededor de Groniger.
Afreyt se haba arrodillado junto a Mar, asegurndose de que la nia no presentara
ninguna lesin externa, y escuchaba divertida el relato orgulloso pero modesto que haca
a sus compaeras de su rapto y rescate.
Hizo un espantapjaros con mi manto y la calavera de la ltima nia que devor viva,
y no dejaba de tocarme, como hace Odn, pero Fafhrd le cort la mano y esta maana la
princesa Hirriwi recuper mi manto. Viajar por el cielo ha sido muy bonito. No me he
mareado ni una sola vez.
Odn y yo hemos inventado un himno de marcha le dijo Brisa. Su tema es la
muerte de los mingoles. Todo el mundo lo canta.
Yo he hecho nudos corredizos con flores intervino Mayo. Son un smbolo de
honor de Odn. Todos los llevamos. He hecho uno para ti y otro grande para Fafhrd. Oye,
tengo que darle a Fafhrd el suyo. Ya es hora de que se lo ponga, porque el combate est
prximo.
Fafhrd escuch pacientemente, pues quera saber qu era aquel feo objeto alrededor
del cuello de Afreyt, pero cuando Mar le pidi que inclinara la cabeza y l alz los ojos
para echar un vistazo a la litera con las cortinas corridas, y reconoci un poco ms all el
patbulo arrancado de su emplazamiento, sinti un escalofro de repulsin y dijo airado:
No, no quiero llevarlo.No voy a montar su caballo de ocho patas. Quitaos todos
vosotros esos lazos del cuello!
Vio entonces una expresin de dolor y desconfianza en los ojos de Mar, la cual
protest:
Pero esto te dar fuerza en el combate. Es un honor de Odn.
Al ver que Afreyt sealaba la litera, cuyas cortinas haca aletear el viento (percibi la
sombra santidad que pareca emanar de ella), con el semblante preocupado, as como la
expectacin en los ojos de Groniger y los dems isleos, cambi de actitud.
Os dir lo que voy a hacer les dijo, procurando que la vehemencia de su voz fuese
convincente. Lo llevar en la mueca, para reforzarla.
Y desliz la mano izquierda a travs del lazo, que Mayo apret un instante despus.
Mi brazo izquierdo explic, mintiendo un poco siempre ha sido en combate
considerablemente ms dbil que el derecho. Este lazo ayudar a reforzarlo. Me pondr
tambin el tuyo le dijo a Afreyt, con una mirada significativa.
Ella se quit el lazo del cuello con una sensacin de alivio, que se troc un tanto en
aprensin al verlo apretado alrededor de la mueca de Fafhrd, junto al otro lazo.
Y tambin los vuestros les dijo a las tres nias. As llevar un lazo por cada una
de vosotras. Vamos, no querris que mi brazo izquierdo flaquee en el combate, verdad?
Ya est! exclam cuando termin, cogiendo los cinco cordones colgantes con la
mano izquierda y hacindolos girar. Azotaremos a los mingoles hasta echarlos de la
isla! Lo haremos!
Las nias, a quienes la prdida de sus lazos haba parecido entristecer, se echaron a
rer encantadas, y los isleos prorrumpieron inesperadamente en aplausos.
Reanudaron la marcha, Skor adelantado para explorar, tras devolverle a Fafhrd su
espada. El norteo procuraba imponer cierto orden en los isleos y hacerles guardar
silencio..., aunque el viento colaboraba, impidiendo que el estrpito de su cntico llegara a
la playa. Las nias y Afreyt se rezagaron con la litera, aunque no tanto como Fafhrd
hubiera deseado. La columna se encontr con dos hombres de Fafhrd, los cuales
informaron que los mingoles estaban agrupados en la playa alrededor de sus barcos.
Subieron entonces una ligera cuesta, donde las lneas de defensa se extendan hacia el
sur desde el montculo fortificado de Puerto Fro, y Fafhrd y sus hombres tuvieron que
esforzarse para retener a los isleos, ahora demasiado impacientes. Un gritero
angustiado cada vez ms intenso llegaba de la playa, y contemplaron una escena de lo
ms satisfactorio: las tres galeras mingolas se hacan a la mar, sus remos se movan
frenticamente mientras unas pequeas figuras daban un ltimo empujn a las popas y se
apresuraban a subir a bordo.
Entonces se oy un grito pavoroso procedente de Puerto Fro y vieron por el oeste una
multitud de velas que aparecan en el horizonte: era la flota de los mingoles llamados
oscuros. Y a esa imagen acompa un retumbar dbil y lejano, como de cascos de
innumerables caballos de batalla que avanzaran al galope por la estepa, pero los isleos
lo reconocieron como la voz de Luz Infernal, el volcn situado al norte, que expela un
humo negro y amenazaba con entrar en erupcin. Por el sur se movan grandes
nubarrones, que anunciaban un cambio en el viento y los fenmenos atmosfricos.
No se le escapaba al Ratonero Gris que su situacin era una de las ms
comprometidas en que se haba visto implicado durante toda su carrera salpicada de
peligros, con la diferencia de que en esta ocasin la afrontaba con otras trescientas
personas amigas (e incluso queridas, pues Cif se hallaba a su lado), mientras que sus
enemigos eran innumerables: nada menos que la flota de los mingoles llamados solares,
que les persegua de cerca. Le haba sido muy fcil poner en pie a los mingoles, y ahora
les atraa con tal xito hacia su destruccin que el Pecio era el ltimo barco, no el primero,
de la flota islea, desplegada en desorden ante l, con el Halcn Marino ms prximo y al
alcance de las flechas de sus perseguidores, los cuales avanzaban espumeando, entre
gritos y relinchos, sus galeras ms rpidas que las naves del Ratonero. Poco antes el
exceso de trapo haba hecho zozobrar e irse a pique una de las naves mingolas, sin que
ninguna nave hermana se hubiera detenido para socorrer a sus tripulantes. A unas cuatro
leguas estaba la costa de la isla, con sus dos peascos y su invitadora baha (y ms all
el monte Fuego Oscuro, del que se alzaba una negra humareda), que indicaban la
posicin del Gran Torbellino. Al norte las nubes agitadas prometan un cambio en las
condiciones meteorolgicas. El problema, como siempre, consista en cmo llevar a los
mingoles hasta el remolino sin caer tambin en l, pero el Ratonero nunca haba
aquilatado con tanta precisin el problema. La solucin en la que confiaba era que el
remolino se produjera inmediatamente despus de que ellos hubieran cruzado aquellas
aguas, engullendo as por lo menos a la vanguardia de la cercana flota mingola, tan
prxima a ellos que sera necesaria la intervencin divina para que la cosa ocurriera en el
momento oportuno. Pero el Ratonero haba puesto en juego todo su esfuerzo y habilidad
y, al fin y al cabo, los dioses estaban de su parte..., o por lo menos un par de ellos.
Las galeras de los mingoles, con sus caballos enjaulados, se hallaban tan cerca que
Mikkidu y sus ladrones haban cargado las hondas con bolas de plomo, aunque tenan
orden de no disparar a menos que los mingoles les atacaran con flechas. Entre las olas
un caballo relinchaba despavorido en su jaula.
Al pensar en el remolino, el Ratonero record el amansador de oro y ech un vistazo
al interior de su bolsa. Segua all, en efecto, pero de alguna manera el fragmento
quemado de la antorcha de Loki se haba empotrado en l, y en realidad no era ms que
una escoria negra. Mir la mano vendada de Rill y no le extra que hubiera sufrido
semejante quemadura. La mujer estaba a su lado, porque cuando Cif se qued en la
cubierta, las prostitutas y la madre Grum insistieron en tener el mismo privilegio. Por lo
dems, su presencia pareca animar a los hombres.
El Ratonero empez a arrancar el negro fragmento de antorcha divina, pero entonces
se le ocurri la extraa idea de que como Loki era un dios (y en cierto sentido aquella
escoria era Loki), mereca una casa o un caparazn de oro, y en consecuencia,
obedeciendo a un impulso repentino, at fuertemente con la fina y robusta cuerda el
pesado cubo de oro y el trozo de antorcha, que quedaron as unidos de manera
indisoluble.
Cif le toc con el codo. Sus ojos verdes con reflejos dorados brillaban, como diciendo:
Qu excitante es esto!. l hizo un gesto de asentimiento, un tanto comedido. Era
excitante, desde luego, pero tambin condenadamente incierto, pues todo dependa del
azar..., l slo poda hacer conjeturas respecto de las instrucciones que le haba dado el
dios Loki en el discurso que haba olvidado y que nadie haba odo...
Mir a su alrededor, examinando los rostros que le rodeaban. Era extrao, pero en
todos los ojos anidaba el mismo brillo juvenil de excitacin que en los de Cif... Lo observ
incluso en los de Gavs, en los de los mingoles Trenchi y Gib..., hasta en los de la madre
Grum, brillantes como cuentas negras...
Todos los ojos brillaban, excepto los del viejo Ourph, que ayudaba a Gavs a manejar el
timn. Los ojos del anciano parecan expresar una triste y paciente resignacin, como si
contemplara tranquilamente desde cierta distancia una gran calamidad universal.
Obedeciendo a otro impulso, el Ratonero le relev de su tarea e hizo un aparte con l al
lado de la borda a sotavento.
Escchame, Ourph. Anteanoche, cuando habl ante el consejo y todos me
vitorearon, t estabas presente. Debo entender que, como los dems, no oste una sola
palabra de lo que dije, o como mucho unas cuantas..., las instrucciones para el grupo de
Groniger y nuestra navegacin de hoy?
Por espacio de unas dos inhalaciones de aire el viejo mingol le mir con curiosidad, y
entonces mene lentamente la calva cabeza.
No, capitn, o todo lo que dijiste (la vista empieza a fallarme un poco, pero no el
odo), y tus palabras me entristecieron en gran manera, pues expresaban la misma
filosofa de que hace gala mi pueblo estepario en sus momentos crticos (y a menudo en
otras ocasiones), la maligna filosofa que me hizo separarme de ellos cuando era joven
para vivir entre los paganos.
Qu quieres decir inquiri el Ratonero. Te pido, por favor, que seas lo ms breve
posible.
Pues hablaste, del modo ms convincente, tanto que yo mismo me sent tentado,
acerca de las glorias de la muerte y de lo magnfico que es correr alegremente hacia la
destruccin llevando a tus enemigos contigo, as como al mayor nmero posible de tus
amigos; dijiste que sa es la ley de la vida, la belleza y grandeza que la coronan, su
satisfaccin suprema. Y mientras les deca que pronto deberan morir y cmo, ellos te
aplaudan y vitoreaban como lo habran hecho mis propios mingoles en su arrebato
apasionado, y con el mismo brillo en sus ojos, un brillo que conozco bien. Como te digo,
me entristeci mucho ver que eres tan ferviente amante de la muerte, pero, como eres mi
capitn, lo acept.
El Ratonero volvi la cabeza y mir a los sorprendidos ojos de Cif, la cual se haba
acercado a l y odo todo cuando Ourph acababa de decir. Sus miradas se encontraron,
corroborando una mutua comprensin.
En aquel mismo instante el Ratonero not que el Pecio se detena con brusquedad,
viraba lateralmente y empezaba a dar vueltas a una velocidad prodigiosa, como le haba
ocurrido al Duende dos das atrs, pero con mucha ms fuerza, proporcionada a su mayor
tamao. El cielo se tambale, el mar se volvi negro. El Ratonero y Cif fueron empujados
brutalmente contra el coronamiento de popa, junto con un amasijo de ladrones,
prostitutas, brujas (un solo ejemplar de stas) y marineros mingoles. Rog a Cif que se
aferrase a la barandilla, puso pie en la cubierta ladeada y ech a correr, pasando junto a
la vela mayor, azotada por el viento, y junto al joven Mikkidu, que se aferraba al palo
mayor con los ojos cerrados, presa del terror o de un profundo arrobamiento, hasta que
lleg a un lugar desde donde poda ver sin ningn obstculo.
El Pecio, el Halcn. Marino y toda la flota islea giraban a una velocidad vertiginosa,
hacia la mitad de un remolino cuya anchura superaba las dos leguas y cuyas
estribaciones superiores parecan haber atrapado a toda la flota mingola, las galeras
cerca del borde diminutas como juguetes contra el cielo agitado, mientras que en el centro
todava distante del remolino, las rocas en forma de colmillo sobresalan de la espuma.
Por debajo del Pecio, en la amplia rueda mortfera, giraba el pesquero de Dwone, tan
cercano que el Ratonero poda ver las caras de sus tripulantes. Los isleos aferraban sus
extraas armas y se abrazaban, parecan monstruosamente felices, como gigantes
borrachos y desequilibrados camino de un baile. El Ratonero se dijo que aqullos eran los
monstruos que Loki haba profetizado, aqullos eran los trolls o como se llamaran. Y eso
le record que, segn el irrefutable testimonio de Ourph, Loki pretenda que l, sus
hombres y probablemente tambin Fafhrd, Afreyt y todos los dems encontraran la
muerte.
Sac el amansador de oro de su bolsa y, al ver la escoria negra adherida, pens:
Magnfico! As nos libramos de dos males a la vez. S, pero deba arrojarlo al centro
del remolino, que todava se hallaba muy lejos. Cmo llegar hasta all? Estaba seguro de
que haba alguna solucin sencilla, pero eran tantas las cosas que ocupaban su atencin
en aquellos momentos que no se le ocurra.
Cif le dio un codazo en la cintura..., una distraccin ms. Como hubiera debido esperar,
la joven le haba seguido, desobedeciendo su ruego, y ahora, con una sonrisa maliciosa,
sealaba... su honda, naturalmente!
Centr el precioso proyectil en la tira de cuero, seal a Cif el mstil para que le hiciera
sitio y prob la firmeza de su asidero en la cubierta ladeada, dando breves pasos de baile
y midiendo distancia, velocidad, direccin del viento y los diversos imponderables con los
ojos y el cerebro. Mientras haca estas cosas, sin dejar de dar vueltas a la honda carga
con el amansador y el resto de la antorcha por encima de su cabeza, como si fuese el
preludio del que constituira el lanzamiento ms largo e importante de su vida, aparecieron
en su mente unas misteriosas palabras que deban de haber madurado all durante das, y
que se correspondan con las ltimas frases malignas de Loki (y casi con su tonada), pero
con el significado invertido. Y mientras esas palabras ascendan oscilantes a la superficie
de su conciencia, las pronunci en voz baja (o as lo crey) pero muy clara, hasta que
repar en que Cif le escuchaba con un placer inequvoco y Mikkidu haba abierto los ojos
y tambin le escuchaba, al tiempo que los isleos del barco de Dwone se haban vuelto
para mirarle muy serios. Y, por algn extrao motivo, tuvo la conviccin de que, en medio
de aquel monstruoso tumulto de los elementos, sus palabras eran escuchadas en el borde
del remolino, a una legua de distancia, y ms all..., no saba hasta dnde. Esto fue lo que
dijo:
Los mingoles deben encontrar la muerte? Oh, no, no, de ningn modo! Mingoles,
respirad tranquilos, dejad de ansiar la muerte, poned fin a la lucha..., incluso a los
mingoles les gusta la vida. Que la locura mingola deje de arder y los dioses retornen a sus
mundos.
Dicho esto, su cuerpo traz un giro, como en un lanzamiento de disco, el destellante
proyectil, en el extremo de la honda, complet un crculo sobre su cabeza y sali
disparado hacia el centro del remolino. El Ratonero lo sigui con la mirada hasta perderlo
de vista.
Entonces, el vasto remolino se aquiet de repente, las negras aguas se llenaron de
espuma blanca, el mar y el cielo parecieron sometidos a una misma agitacin. Y a travs
de aquel infierno de vientos aulladores y olas que rompan contra los cascos de las naves,
se oy un vibrante retumbar acompaado del resplandor rojo de grandes y distantes
llamaradas: el monte Fuego Oscuro haba entrado en erupcin, aumentando el
pandemnium y aadiendo las fuerzas de la tierra y el fuego a las del agua y el aire, con
lo que se completaba el tumulto de los cuatro elementos. Los barcos eran como astillas
en medio del caos, apenas o nada visibles, y a los que los hombres se aferraban como
hormigas. Las rfagas de viento parecan soplar desde todos los puntos cardinales, igual
que si combatieran entre ellas. La espuma cubra las cubiertas y llegaba a lo alto de los
mstiles.
Pero antes de que todo esto se abatiera sobre el Pecio, el Ratonero y algunos otros,
aferrados a barandillas o mstiles, con los ojos escocidos por el agua salada, haban visto
ascender desde el mismo centro del remolino, un momento antes de que las aguas se
alisaran, algo parecido al extremo de un arco iris negro, o un chorro de agua delgado y
curvo, de una altura inverosmil, que dej un agujero tras de s (como ms tarde algunos
afirmaron haber visto) en las nubes oscuras, y a travs del cual algo enloquecedor y
poderoso se haba desvanecido para siempre de sus mentes, sus seres y de todo
Nehwon.
El Ratonero, su tripulacin y las mujeres que les acompaaban se afanaron para
salvarse, con el Pecio, en medio del ocano embravecido y bajo un vendaval que haba
cambiado por completo de direccin y ahora soplaba desde el oeste, acarreando el
espeso humo negro de Fuego Oscuro hacia ellos. A su alrededor otros barcos luchaban
tambin en aquella confusin de olas y viento, que cubra varias leguas cuadradas y que
fue serenndose gradualmente. Los pesqueros y los queches, algo mayores, con sus
aparejos ms manejables, as como el Pecio y el Halcn Marino, pudieron navegar hacia
el sudoeste contra el viento y poner rumbo a Puerto Salado. Las galeras mingolas, con
sus velas cuadradas, slo podan correr por delante del viento (el mar agitado impeda
usar los remos), alejndose del caos de la terrible isla, cuyo humo negro les persegua, y
enloqueca de miedo a sus caballos empapados. Algunas de aquellas naves deban de
haberse hundido, pues el Pecio recogi del agua a dos mingoles, pero stos no estaban
seguros de si se haba cado por la borda o si sus barcos se haban perdido, y su estado
era demasiado lastimoso para considerarlos enemigos. Ms tarde, el sonriente y sereno
Ourph les ofreci sopa caliente, mientras el viento del oeste limpiaba el cielo. (Con
respecto a los vientos, en el momento decisivo el del oeste se haba desplazado al sur y
soplaba a lo largo de la costa oriental de la isla, y el del este lo haba hecho al norte,
alejndose de toda la costa occidental, mientras que el cinturn de la tormenta entre uno y
otro haba girado un poco en el sentido de las agujas del reloj, produciendo violentos
torbellinos en las Tierras de la Muerte.)
En el mismo instante en que el Ratonero disparaba su honda, Fafhrd se encontraba en
el muro de turba de Puerto Fro encarado al mar, enfrentndose a la flota de los mingoles
oscuros, que se aproximaba a la playa. El norteo blanda su espada, no como un gesto
brbaro de desafo, sino como parte de una demostracin cuidadosamente meditada y
llevada a cabo con la esperanza de asustar a los mingoles marinos, aun cuando admita,
slo para sus adentros, que era una esperanza remota. Poco antes, cuando las tres
naves de la avanzada mingola haban vuelto a hacerse a la mar, no mostraron la menor
intencin de ir a reunirse con su flota o esperarla, aunque sin duda debieron de avistar
sus velas, sino que se alejaron remando briosamente hacia el sur hasta perderse de vista.
Eso hizo que Fafhrd se preguntara si algo les haba atemorizado y no queran enfrentarse
a ello de nuevo, ni siquiera con el apoyo del resto de su flota. A este respecto, record
especialmente los gritos de angustia y temor de los mingoles cuando los isleos de
Groniger llegaron a lo alto de la cuesta y aparecieron ante su vista. Afreyt le haba
confesado que durante la larga marcha terrestre aquellos paisanos suyos haban llegado
a parecerle monstruosos y, por alguna razn, ms voluminosos, y el norteo tuvo que
admitir que a l le haban causado la misma impresin. Y si a ellos les parecan ms
grandes y monstruosos, cunto ms no se lo pareceran a los mingoles...
As pues, Fafhrd y Afreyt haban puesto en prctica sus pensamientos, haciendo
sugerencias y dando rdenes, complementados con intimidaciones y lisonjas cuando era
necesario, y como resultado los refuerzos de Groniger fueron situados a intervalos de
veinte pasos en una larga lnea que empezaba muy arriba en el glaciar y continuaba a lo
largo de las murallas de Puerto Fro, por la cuesta, extendindose a lo largo de casi una
legua al sur del poblado. Cada isleo blanda su pica u otra arma, y entre ellos estaban
apostados los defensores de Puerto Fro (sus paisanos, aunque carecan de su aura de
monstruosidad) y los guerreros de Fafhrd, los cuales aumentaban su nmero y tambin
ayudaban a mantener a los isleos de Puerto Salado en sus puestos, de los que an
tenan una tendencia de sonmbulos o autmatas a marcharse. En el centro de las
anchas murallas de Puerto Fro, flanqueada por Groniger y otro portador de pica,
descansaba la litera de Odn, con el patbulo encima, como en las Tierras de la Muerte,
mientras que a su alrededor permanecan Fafhrd, Afreyt y las tres muchachas, estas
ltimas agitando sus mantos rojos, atados a largos palos, como banderas. (Fafhrd haba
dicho que utilizaran todo cuanto pudiera surtir efecto, y las nias estaban deseosas de
participar en la demostracin.) Afreyt haba tomado una lanza prestada y Fafhrd agitaba
alternativamente su espada y los cordones de los cinco lazos corredizos alrededor de su
mano izquierda, amenazando a las naves mingolas que se acercaban al puerto. Groniger
y los dems isleos entonaban a gritos el cntico de Brisa (o de Odn): A muerte!
Matemos a los mingoles! A sangre y fuego! Mueran los hroes!.
Y entonces, en el mismo momento en que, como hemos dicho, en el otro lado de la isla
el Ratonero disparaba su honda, los remolinos producidos por la inversin de los
vendavales avanzaron hacia el norte, azotando los mantos rojos, los cielos se
oscurecieron y se oy el retumbar de Luz Infernal, que entraba en erupcin como si se
solidarizara con Fuego Oscuro. El mar estaba revuelto, y pronto cay sobre las aguas una
lluvia de materiales de erupcin, grandes rocas que se precipitaban sobre las olas como
caonazos. La flota de los mingoles oscuros emprenda la retirada mar adentro,
impulsada por el viento que ahora soplaba desde la orilla, alejndose de la terrible costa
en llamas que pareca protegida por una muralla de gigantes ms altos que los rboles y
por todos los poderes de los cuatro elementos. Y el humo de Luz Infernal se extenda por
encima de ellos como un manto.
Pero antes de que sucediera todo esto, de hecho en el mismo instante en que, a cien
leguas al este, un arco iris o chorro de agua negro brotaba hacia el cielo desde el centro
del remolino, la litera de Odn empez a balancearse sobre la muralla y el pesado patbulo
a contorsionarse y levantarse, como una paja o la aguja de una brjula que respondiera a
un magnetismo desconocido. Afreyt grit al ver que la mano izquierda de Fafhrd se volva
negra ante sus ojos, y el norteo lanz un alarido de dolor al sentir que los lazos
trenzados y decorados con flores por Mayo se tensaban implacables alrededor de su
mueca como otros tantos cables de acero, contrayndose ms y ms profundamente
entre los huesos del brazo y los de la mueca, cortando piel y carne, seccionando
cartlago, tendones y todos los tejidos ms blandos, mientras una fuerza brutal tiraba de la
mano hacia arriba. Las cortinas de la litera se alzaron verticalmente y el patbulo qued
erguido y vibr. De sbito, algo negro y brillante sali disparado hacia las nubes,
arrastrando consigo la mano cercenada de Fafhrd y todos los lazos corredizos.
Seguidamente, las cortinas volvieron a su posicin normal y el patbulo se desplom
desde el muro. Fafhrd se qued mirando estupefacto la sangre que brotaba del mun en
que terminaba su brazo izquierdo. Dominando su horror, Afreyt cerr los dedos sobre las
arterias sangrantes y orden a Mayo, que estaba ms cerca, que cogiera un cuchillo y
cortara la falda de su vestido blanco para hacer vendas. La muchacha actu rpidamente,
y con los jirones de tela, usados como tampn al tiempo que como ataduras, Afreyt
envolvi la terrible herida de Fafhrd en su propia sangre y resta el flujo. l observ todo
esto con el rostro blanco como la misma tela, y una vez vendado musit:
Cabeza por cabeza y mano por mano.
Y Afreyt replic vivamente:
Mejor una mano que una cabeza... o cinco.
En su incmoda esfera, Khahkht del Hielo Negro golpe las curvas paredes enfurecido
e intent raspar del mapa la Isla de la Escarcha. Restreg las fichas que representaban a
Fafhrd, el Ratonero y los dems entre sus crneas y negras palmas, y busc
frenticamente las fichas correspondientes a los dos dioses intrusos..., pero haban
desaparecido. Entretanto en el lejano Stardock, el prncipe mutilado Faroomfar dorma
con ms facilidad, sabindose vengado.
Dos meses despus de los acontecimientos narrados, Afreyt daba una modesta cena a
base de pescado en su casa de aleros bajos y paredes de color violeta, en el extremo
norte de Puerto Salado. Los invitados eran Groniger, Skor, Pshawri, Rui, el viejo Ourph y,
naturalmente, Cif, el Ratonero Gris y Fafhrd..., el mayor nmero de comensales que su
mesa poda acoger sin excesivo hacinamiento. El motivo del banquete era la partida del
Ratonero al da siguiente en el Halcn Marino, junto con Skor, los mingoles, Mikkidu y
otros tres miembros de su tripulacin original, en una expedicin mercantil a No-Ombrulsk
con mercancas seleccionadas (compradas, o adquiridas por otros medios) principalmente
por Cif y l mismo. Los dos hroes tenan una apremiante necesidad de dinero para
abonar los derechos de atraque de sus naves, los sueldos de las tripulaciones y cubrir
muchos otros gastos, mientras que las dos damas no estaban en mejores condiciones,
pues adeudaban al consejo, del que sin embargo seguan siendo miembros, sumas que
todava estaban por determinar. Fafhrd no tuvo que desplazarse para asistir a la cena,
pues era husped de Afreyt mientras convaleca de su mutilacin..., de la misma manera
que el Ratonero se alojaba en casa de Cif sin ninguna excusa en particular.
Los isleos, de costumbres bastantes rgidas, se mostraron escandalizados por este
arreglo, pero los cuatro interesados les hicieron caso omiso.
Durante la cena, que consisti en sopa de ostras, salmn al horno con puerros y
hierbas de la isla, tartas de maz confeccionadas con el costoso grano de Lankhmar, y
vino ligero de Ilthmar, la conversacin gir en torno a las recientes erupciones volcnicas
y los acontecimientos concomitantes y meramente coincidentes, as como sus
consecuencias, en particular la escasez generalizada de dinero. El terremoto y los
incendios resultantes haban ocasionado algunos daos en Puerto Salado. El consejo
haba sobrevivido, pero la taberna El Arenque Salado se quem por completo, junto con
su Guarida de la Llama. (Loki era claramente un dios destructivo observ Ratonero,
sobre todo cuando tena ocasin de practicar con su especialidad, el fuego.. Era un
fantasma desabrido, opin Groniger.) En Puerto Fro se haban hundido tres tejados de
turba, pero por fortuna en las casas no hubo desgracias personales, pues en aquellos
momentos todo el mundo participaba en la demostracin defensiva. Al da siguiente, los
isleos de Puerto Salado iniciaron su viaje de regreso, utilizando la litera para transportar
a Fafhrd. (As pues, algn mortal la ha usado, aparte de las nias, observ Afreyt. Era
un vehculo inquietante, pareca hechizado admiti Fafhrd; claro que mi estado era
febril.)
Pero fue la escasez de capital, y los artificios utilizados para remediarla, el tema
principal de la conversacin. Skor haba encontrado trabajo para l y los dems guerreros,
ayudando a los isleos a acarrear madera desde la playa de los Huesos Blanqueados,
pero haba poco material, pues no se haba producido el naufragio de naves mingolas
previsto, y la tarea no dur mucho. Fafhrd habl de tripular el Pecio, con algunos de sus
hombres, y traer de Ool Plerns una carga de madera natural. (Hazlo cuando ests
totalmente recuperado, le dijo Afreyt.) Los hombres del Ratonero se haban dedicado a
la pesca bajo las rdenes de Pshawri, y haban podido alimentar a ambas tripulaciones y,
en ocasiones, disponer de un pequeo excedente de pescado para venderlo.
Extraamente, o quiz no tanto, las capturas monstruosas de pescado se haban
estropeado, pese a la diligencia con que lo salaron; hedan peor que las medusas muertas
y hubo que quemarlo. (Cif coment: Ya os dije que esa repentina abundancia de
pescado se debi a las artes mgicas de Khahkht..., y as, en cierto sentido, era un
pescado fantasma, contaminado por su contacto, por muy fresco y sabroso que
pareciera.) Ella y Afreyt haban vendido el Duende a Rill e Hilsa por una buena suma.
Sorprendentemente, la aventura de las dos profesionales a bordo del Pecio les haba
aficionado a la vida marinera, y ahora se ganaban la vida como pescadoras, aunque a
veces practicaban su antiguo oficio en sus horas libres. Aquella misma noche Hilsa haba
salido a pescar con la madre Grum. Los tiempos eran duros incluso para el enemigo. Dos
de las tres galeras mingolas de avanzada que se dirigieron a remo hacia el sur tocaron en
Puerto Salado tres semanas despus, con sus tripulaciones al borde de la extenuacin.
Primero les haban azotado grandes tormentas y luego se encontraron con una calma
chicha en las peores condiciones, pues haban huido sin aprovisionarse. La tripulacin de
una de las naves se vio obligada a comerse el caballo sagrado de la proa, mientras que la
del otro barco perdi hasta tal punto su fantico orgullo, junto con su furia, que vendieron
su propio caballo al alcalde Bomar, el cual quera ser el primer isleo (o extranjero)
en poseer un caballo, pero slo consigui romperse el cuello en su primer intento de
montarlo. (Era un hombre arrogante coment Pshawri. Intent arrebatarme el
mando del Halcn Marino.)
Groniger afirm que la Isla de la Escarcha, y principalmente su consejo, estaba tan
arruinada como todo el mundo. El fanfarrn jefe del puerto, al parecer ms empecinado y
escptico que nunca tras su nica experiencia con los encantamientos y lo sobrenatural,
se mostr muy estricto con Afreyt y Cif, y reconvino muy seriamente a esta ltima por los
desembolsos a expensas del tesoro isleo para la defensa de la isla. (En realidad era el
mejor amigo que las dos damas tenan en el consejo, pero el hombre deba mantener su
tradicional actitud spera.)
Y luego est el cubo de oro del juego limpio record acusadoramente a Cif,
desaparecido para siempre!
La joven sonri. Afreyt sirvi los postres, aunque era temprano, pero haban decidido
terminar pronto la reunin, a fin de descansar para la partida al da siguiente.
No estoy tan seguro de eso dijo Skor. Cuando uno trabaja en la playa de los
Huesos Blanqueados, tiene la sensacin de que todo cuanto cae al agua acaba yendo a
parar all.
Tambin podramos bucear en su busca sugiri Pshawri.
Qu? Y traer de nuevo a Loki con el trozo de antorcha adherido al cubo?
pregunt el Ratonero, riendo entre dientes. Mir a Groniger. Entonces seguiras
teniendo la cabeza nublada por las supercheras divinas, viejo ateo!
Es posible replic el isleo. Afreyt dijo que, durante algn tiempo, fui tambin un
troll gigante. Pero aqu me tienes.
Dudo que lo encontrarais, pues no os sumergirais lo suficiente dijo Fafhrd en voz
baja, mirando la cazoleta de cuero que cubra su mun, todava vendado. Creo que
ese objeto habitado por Loki se ha desvanecido por completo del mundo de Nehwon, y
muchas otras cosas con l,... el amansador (tras haber cumplido con su misin), que se
haba convertido en su hogar, pues a los dioses les encanta el oro; el espectro de Odn, y
algunas de sus pertenencias.
Rill, a su lado, le toc el mun con la mano quemada, que haba tardado casi el
mismo tiempo en curarse, creando cierta simpata entre ellos, como los veteranos con
heridas de guerra.
Te pondrs un garfio en el extremo? le pregunt.
l asinti.
O un conector para diversas herramientas, utensilios e instrumentos. Hay varias
posibilidades.
Resulta extraa la vinculacin tan ntima de los dos dioses coment el viejo
Ourph. Cuando uno se march, el otro tambin desapareci.
De hecho, cuando Cif y yo los encontramos, cremos que eran uno solo le dijo
Afreyt.
Salvamos sus vidas afirm Cif. En conjunto, fuimos muy buenas anfitrionas de
ambos.
Su mirada se cruz con la de Rill, que sonri.
Cuando salvas a un suicida, cargas con responsabilidades dijo Afreyt, cuya mirada
se desliz hacia el mun de Fafhrd. Si en su prximo intento acaba tambin con otras
vidas, la culpa ser tuya.
Esta noche te encuentro sombra, dama Afreyt asever el Ratonero, y razonas
de un modo muy curioso. Cuando uno est de semejante talante, puede llegar a las
conclusiones ms peregrinas, no es cierto, Fafhrd? Nosotros iniciamos esta aventura
para ser capitanes, y parece ser que, a la postre, vamos a convertirnos en mercaderes.
Qu seremos luego? Banqueros? Tal vez piratas?
Lo que ms te guste le dijo Cif significativamente, mientras recuerdes que el
consejo retiene a Pshawri y a tus hombres aqu, como rehenes, hasta tu regreso.
Como lo sern mis hombres cuando yo vaya en busca de la madera apunt
Fafhrd. Los pinos de Ool Plerns son muy verdes y altos.
FIN