Introd. A La Novela Semanal
Introd. A La Novela Semanal
Introd. A La Novela Semanal
Una antologa de La
Novela Semanal. Seleccin y prlogo de M. Pierini, Bernal,
EDIUNQ, 2008.
ESTUDIO PRELIMINAR
LA NOVELA SEMANAL: UN CAPTULO IMPRESCINDIBLE EN LA HISTORIA DE
LA LITERATURA ARGENTINA
Margarita Pierini
Parafraseando el estudio pionero de Federico Sinz de Robles (1975) sobre las novelas
semanales espaolas origen y modelo de las que se multiplicaron en Amrica Latina
en la dcada de 1920, el estudio de la primera coleccin del gnero creada en la
Argentina en 1917 y prolongada por ms de tres dcadas1 La Novela Semanal (LNS)
revela la pertinencia de poner al alcance de los lectores de hoy estos relatos
generalmente relegados a un lugar marginal, como tantas otras manifestaciones de la
cultura popular (Garca de Enterra, 1983, p. 9).
Los cruces entre la alta literatura y la literatura popular, las perspectivas
ideolgicas que sustentan las valoraciones culturales y estticas que definen el canon,
el estado del campo editorial en la Argentina de los inicios del siglo XX hasta el
surgimiento del escritor profesional, pasando por el fenmeno de la incorporacin de
los nuevos lectores al campo de la cultura letrada, la representacin de las nuevas
identidades que surgen a partir de la inmigracin masiva, la adaptacin de los gneros
ya conformados en la narrativa europea, la recreacin de escenarios y personajes que
caracterizan a la nueva cultura urbana, y, fundamentalmente, la capacidad para
atraer a un pblico masivo con lecturas de ficcin, son algunos de los elementos que
despiertan y justifican el inters hacia esta coleccin.
Con esta antologa se ofrece al lector contemporneo la posibilidad de abordar
un corpus escasamente conocido donde se ponen de relieve los diversos gneros,
En la investigacin que desarrollamos en la Universidad Nacional de Quilmes entre 1999 y
2004 localizamos ejemplares correspondientes a la dcada de 1950, si bien ya con
caractersticas formales y temticas bastante alejadas del modelo inicial.
competir en costos con los textos impresos en Europa: Francia, Italia y Espaa siguen
siendo los proveedores de la mayor parte de las lecturas fundamentalmente de
ficcin de que disfruta el pblico lector de clase media. Tambin los libros de texto de
la escuela argentina proceden, en muchos casos, de las prensas europeas. Ms an: los
manuales de historia, ciencias naturales y dems rubros son en gran proporcin
traducciones de obras extranjeras.3
Un testigo privilegiado, por ser l novelista, periodista y sobre todo promotor
activo del libro argentino, el escritor Roberto Payr (1867-1928), pone en escena en
una de sus crnicas (Conservas de Chicago) un dilogo sostenido hacia 1909 con un
librero de Buenos Aires. El texto plantea una serie de tpicos sobre lo que aos ms
tarde se llamar literatura barata y da una voz de alarma sobre la invasin de las
publicaciones extranjeras, gracias a sus bajos costos, sin el menor prurito de cuidar los
valores estticos o morales:
Cuando no se lean en el idioma original; Can evoca en Juvenilia (1884) los textos que
utilizaban en el Colegio Nacional, en su mayor parte en francs.
Los ejemplos pueden multiplicarse.4 Con una mirada ya crtica, ya laudatoria, desde el
homenaje emocionado hasta la evocacin humorstica, es de rigor, entre los escritores
de la poca, rememorar ese mundo libresco de comienzos del siglo XX donde el consumo
de lectura est ntidamente diferenciado segn el mayor o menor poder adquisitivo del
lector.
As, las memorias de Fernndez Moreno, Glvez, Castelnuovo, Giusti, entre otros.
sus modelos europeos. En tal sentido, ya se haban iniciado en esos aos algunos
intentos por lograr ediciones nacionales a bajo costo.
Resurreccin, de Tolstoi, la picaresca espaola, entre otros). Y, por supuesto, las obras
del General y fundador de la Casa, como homenaje a su produccin de historiador.
Juan Roldn; y por otro, La Cultura Argentina de Jos Ingenieros, con el apoyo del
editor Severo Vaccaro.5
Tanto Rojas como Ingenieros privilegian la difusin de la cultura sobre la
utilidad econmica, lo cual les produce un dficit que, en el caso del primero,
determinar que solo aparezcan 29 ttulos en trece aos (Buonocore, 1974, p. 94) y en
el caso del segundo, que este se plantee un objetivo que presumiblemente a su pesar
se vera obligado a cumplir: He resuelto perder como editor lo que he ganado en diez
aos de ejercer la medicina (Ingenieros, 1915, p. 92).
En marzo de 1917 aparece una nueva empresa de publicaciones, la Cooperativa
Editorial Buenos Aires, bajo la iniciativa de Manuel Glvez: En 1915 no exista en
Buenos Aires ni un solo editor. Los que as se llamaban eran simplemente libreros [...].
Los libros argentinos de carcter literario eran pagados por sus autores (Glvez, 1961,
p. 87).
Frente a esta situacin, el novelista se plantea realizar algo grande y prctico
por el escritor y el libro argentinos [...] y con el exclusivo propsito de ayudar a los
dems, favoreciendo tambin a nuestras letras, decid fundar una sociedad de
escritores.
En este panorama cultural y editorial va a asomar una nueva empresa, original
en su programa, pero tributaria de los afanes y propuestas que sus antecesores han
llevado a cabo con ms o menos xito. La Novela Semanal aparece en noviembre de
1917 con un impulso que seguramente sorprende a sus mismos editores (como podra
deducirse del Agradecimiento brindado al cumplir el primer ao de vida).6
El proyecto editorial de LNS tiene sus orgenes en Espaa, donde diez aos antes el
novelista Eduardo Zamacois haba creado El cuento semanal (1907) con la intencin de
difundir entre un pblico masivo, a bajo costo, relatos breves de autores nacionales. A
pesar de los agoreros pronsticos sobre el fracaso comercial de su iniciativa, ya que al
gran pblico no le gusta leer (Zamacois, 1969, p. 238), el resultado es ms que
En los aos veinte, una ordenanza promovida por los ediles socialistas anim el proyecto de
creacin de bibliotecas en los parques de la ciudad, lo cual se llev a la prctica a partir de
1923 en el Jardn Botnico, Parque de los Patricios y Parque Avellaneda (Barrancos, 1991, pp.
100-101). No sabemos cunto tiempo pudo sostenerse la iniciativa.
8 Gutirrez y Romero (1995) han desarrollado el tema de las empresas culturales en Buenos
Aires en el perodo entre las dos guerras.
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Una dcada ms tarde, otro editor espaol, Miguel Sans, en compaa de su socio
Armando del Castillo, retomar el proyecto, en este caso con un xito rotundo: La
Novela Semanal se sostendr a travs de varias dcadas, con tiradas crecientes hasta
llegar, en 1923, a la cifra de 400.000 lectores, segn anuncian en sus portadas. Otro
signo de su xito posiblemente ms confiable que los nmeros del editor es la
sucesiva aparicin de colecciones rivales: La Novela del Da, La Novela Breve, La
Novela de Bolsillo, La Mejor Novela, La Novela Universal, por citar solo algunos de los
ttulos. Todas ellas, bajo formatos similares, dirigidas a competir por un pblico
popular y urbano cuyos trayectos y hbitos de lectura describen los editores de La
Snchez lvarez Insa (1996) enumera ms de 200 colecciones de novela corta entre 1907 y
1957 entre las cuales se incluyen las de inspiracin anarquista como la Biblioteca de los Sin
Dios, las de los aos del franquismo Flechn y Pelayn, destinadas al entretenimiento infantil
bajo las normas del rgimen, las infaltables aunque menos visibles dedicadas a la novela
ertica (Biblioteca Lesbos, Fru-Fru).
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Las publicaciones de la poca suelen ofrecer con mayor o menor extensin, con mayor o
menor pretensin teorizadora, una Proclama inicial dirigida, por lo general, a los
lectores, donde se exponen los objetivos centrales. En ese esquema retrico se exponen
los propsitos, el pblico al que se apunta y el elemento identificador respecto de sus
colegas y/o competidores.
En el nmero 1 de LNS, aparecido el lunes 19 de noviembre de 1917, La
Direccin enuncia, en cuatro breves prrafos, su programa de trabajo:
1) El propsito de la revista: armonizar conveniencias entre lectores y
escritores. Los editores de LNS se proponen hacer de mediadores para acercar a estos
actores del hecho literario.
2) Los contenidos: ofrecer una produccin interesante de nuestros ms
prestigiosos literatos cuidadosamente seleccionada.
3) El diagnstico de situacin: la publicacin de LNS se impona en nuestro pas
como una necesidad ya que la mayora del pblico prestaba su atencin a las lecturas
importadas.
4) La estrategia: ofrecer una publicacin semanal, a un costo nfimo y nico
para propalar por medios fciles la obra de escritores consagrados.
Al cumplirse un ao de su creacin, los directores se dirigen nuevamente a su
pblico. Esta segunda proclama ratifica el cumplimiento de sus propsitos centrales:
la creacin de un medio para la nacionalizacin de la literatura y el establecimiento
de una tribuna fcil y accesible para la difusin de nuevas producciones.
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Quiroga, cuyo sostenido empeo por lograr el reconocimiento del estatus de escritor
profesional ha sido prolijamente documentado,14 instala aqu una acusacin que
tendr arraigo en la crtica posterior. Muchos aos ms tarde, en un balance del
gnero publicado en La Prensa, se reitera esta perspectiva:
Sin embargo, al investigar el campo cultural del perodo esta crtica se revela poco
fundamentada. En las publicaciones de la poca (La Nacin, La Razn, Crtica, Ideas y
Figuras, Caras y Caretas, PBT, Revista Popular, El Hogar, Plus Ultra), encontramos
la mayor parte de los nombres que luego sern las estrellas de las novelas
semanales: Csar Carrizo, Soiza Reilly, Josu Quesada, Julin de Charras, Ernesto
Barreda, Sara Montes, Hctor Olivera Lavi, Hctor P. Blomberg, Arturo Cancela,
Pilar de Lusarreta. Muchos autores alternan su labor periodstica con la creacin
teatral: Garca Velloso, Saldas, Roldn, Cione, Duhau, entre otros. Todo ello da
cuenta de un importante nmero de escritores que ya desde la segunda dcada del
H. Quiroga, La profesin literaria, El Hogar, 6/1/1928.
Vanse Rocca (1994), Orgambide (1994) y los estudios crticos reunidos en la clsica edicin
de los cuentos de Quiroga realizada por la Coleccin Archivos (1996).
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Sirvan como referencia, para comparar el valor adquisitivo de esa suma, dos datos que
ofrece la misma publicacin: el precio de cada ejemplar, tanto para LNS como para las
dems colecciones del gnero, es por esas pocas de $0,10. Y los avisos publicitarios
nos informan que los 75$ obtenidos por Nal, en su funcin de negro de la literatura,
le hubieran permitido adquirir un traje de confeccin, en casimires extranjeros de
ltima novedad en la gran sastrera de A. de Micheli y Ca., situada en Avenida de
Mayo y Bernardo de Irigoyen. (El sostenido apoyo de este anunciante a LNS confirma
la amplitud del pblico de la revista, gracias a lo cual se alternan los avisos dirigidos a
las damas perfumeras, joyeras, con los de artculos de la moda masculina.)
La imagen habitualmente difundida de los relatos de LNS es la que los adscribe, sin
excepcin, al gnero de la novela sentimental, entendida a la vez en su versin ms
complaciente, la de la novela rosa con imprescindible final feliz. Sin embargo, esta
taxonoma no se corresponde con la pluralidad de gneros que ofrece la coleccin y que
constituye uno de sus aspectos menos estudiados.
El lector comn que constituye el primer destinatario de la coleccin, formado
en la lectura de los peridicos donde est generalizada la insercin de un folletn as
como de los magazines que desde fines del XIX difunden relatos, crnicas, cuadros
costumbristas y poemas, tiene incorporado un patrimonio cultural que le permite
abordar sus nuevas lecturas insertndolas en un horizonte conocido. En la dcada de
1920 se encuentran ya conformados los gneros literarios tradicionales, y sus lectores
poseen la suficiente competencia como para reconocer los cdigos, las innovaciones, los
desvos, incluso las parodias que instalan la complicidad entre pblico y autor. Los
editores de LNS tienen en cuenta este horizonte de expectativas y suelen utilizarlo
como recurso para promocionar el siguiente nmero, enmarcndolo en el gnero
correspondiente. As, al anunciar el relato de anticipacin de Miguel Calvo Rosell
(Un pas extrao), se afirma: En esta novela tanto los personajes como la intriga, si
bien tocan los lindes de lo fantstico, en esencia son simplemente humanos y
dolorosamente trgicos.
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La seleccin realizada para esta antologa ofrece un panorama de los gneros que
propone LNS. En un trabajo anterior, ya citado, desarrollamos en extenso este punto.18
Nos limitamos aqu a sealar algunos de los gneros con mayor presencia en la
coleccin:
a) El relato histrico, donde se ficcionalizan episodios de la historia argentina
con especial inters por la poca de Rosas, latinoamericana y europea en este ltimo
caso, sobresale el impacto de dos episodios muy recientes, la Revolucin Rusa y la
Primera Guerra Mundial.
b) El relato fantstico, que suele estar enmarcado en el mbito rural, como es el
caso de El ataja-caminos de Juan Carlos Dvalos o El sapo de oro de Rubn Daro
(h).
c) La ciencia ficcin, que refleja el debate finisecular sobre los limites de la
ciencia.
d) El gnero policial, representado en LNS por dos autores locales que se ocultan
detrs de imaginativos seudnimos John Moreira y Rolando Durandal
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y por
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Al exponer los criterios bajo los cuales organiza el ltimo volumen de la Historia
Los autores y obras de que aqu se habla no estn incluidos con un criterio
consagratorio [...] sino, simplemente, porque siendo parte de ella explican
una modalidad, un giro, una inflexin que ilustra la idea general. El xito
de mercado no es un fenmeno reido con la calidad literaria, tampoco es
algo que necesariamente vaya unido a ella, pero siempre, en todos los casos,
un libro que los lectores leen masivamente forma parte de la literatura
(Drucaroff, 2000, pp. 14-15).
Queda abierta, en esta antologa de una publicacin de masas que marc una poca en
nuestra literatura, la propuesta de integrar estas historias en nuestra historia de
lectura, en esa estantera hipottica que imagina Calvino:
seguramente
podr
explorar
filiaciones,
homenajes,
intertextos,
que
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