Charlas Acerca de La Gracia, Charles Journet
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LA ESENCIA DE LA GRACIA
2. La
XXI, 2-4, del Apocalipsis: Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusaln, que descenda del cielo al lado de
Dios. O una voz grande que del trono deca: He aqu el Tabernculo de Dios entre los hombres y
erigir su tabernculo entre ellos y ellos sern su pueblo y el mismo Dios ser con ellos, y enjugar las
lgrimas de sus ojos y la muerte no existir ms, ni habr duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es
ya pasado.
De esta segunda manera no puede Dios habitar en las cosas materiales; pero all donde haya un
espritu podr descender y conversar con l. Y esta presencia de inhabitacin est condicionada por el
descenso a ese espritu, de la gracia en su ms fuerte sentido. Ya veis la importancia de la gracia: va a
transformar el alma, hacerla apta a la inhabitacin inmediata de las Personas divinas.
3.
4. El
Conviene sealar entre tanto que hay dos clases de Amor de Dios: un Amor que Santo Toms llama
comn, por el que Dios ama a la brizna de hierba, a la hormiga, a la estrella, al guijarro... Todos esos
seres existen y existen por un acto de amor y de amor y de volicin divina. Tambin el hombre pecador
tiene su ser y tambin lo tiene el demonio, y ese ser no subsistira si Dios no continuara desendolo; lo
que es malo en el demonio es su voluntad perversa, el acto por el que rechaza el amor que se ofrece a l;
pero su ser mismo es una riqueza, el ser es siempre un esplendor, una participacin del Manantial divino.
En ese sentido puede decirse que el amor comn de Dios se extiende a todo lo que existe en tanto que
ello existe; por otra parte, un Amor especial por el que Dios va a elevar a la criatura racional sobre las
condiciones de su naturaleza, revistindola como de una nueva naturaleza, introducindola en un nuevo
Universo. Va a hacerla participante de la vida divina al infundir en ella la gracia creada. La gracia creada es
una realidad, una cualidad, una luz que permite al alma recibir dignamente en ella la inhabitacin de las tres
Personas divinas. De este segundo Amor dir Santo Toms que es absoluto, porque es el Bien eterno
absoluto que Dios desea verter as en el alma, en la medida en que ella pueda acogerlo, por la fe, en esta
vida, y ms tarde por la visin bienaventurada. Es su Manantial mismo, es la Trinidad entera lo que la gracia
nos trae con ella, como se nos da el sol en sus rayos. Desde que hay estado de gracia, hay inhabitacin de
las Personas divinas; y, desde que hay inhabitacin, esta misma produce en el alma lo que la hace posible,
o sea, la gracia. Ciertamente llevamos ese tesoro en vasos frgiles, dir San Pablo (2 Cor. IV, 7). Nuestro
corazn est debilitado por la herida original y por las heridas acumuladas de nuestros pecados pasados.
Pero sabemos, con todo, que si el amor de Dios cae sobre nosotros no puede dejar de purificarnos.
La doctrina luterana, protestante, es, como sabis, muy diferente. Niega la existencia de la gracia
creada. Piensa que Dios puede amar a sus amigos sin verter en ellos una nueva realidad. No reconoce ms
que la Gracia increada. Cree que el amor de Dios para sus amigos cae sobre ellos sin crear nada, ni
transformar nada en ellos. As el hombre desde su primer pecado queda totalmente corrompido; si cree, es
decir, si tiene confianza en Cristo, Dios le mira como justo a causa de la muerte de Cristo, pero ese hombre
no es iluminado interiormente y santificado, contina intrnsecamente pecador, manchado; es, segn la
expresin de Lutero, pecador y justo al mismo tiempo.
5.
contestar afirmativamente. El hombre continuar siendo hombre, pero ser atrado, invitado a
entrar en la rbita de una vida sobrehumana.
Cmo comprender esta paradoja? Os dar una imagen: el ojo si lo consideris en s mismo como
rgano, es finito (constitutivamente); pero si consideris su tendencia y la extensin de su campo de
visin, es infinito (tendencialmente, intencionalmente). Puede, pues, decirse que el ojo es finito
constitutivamente e infinito intencionalmente, tendencialmente. Pues bien, algo parecido, pero de un
misterio mucho ms profundo, ocurre con la gracia. En Dios est el manantial. Dios se ve no por un
rayo de su luz, sino por toda su luz. Es transparente a S mismo y se ama con su amor que es infinito.
En m hay un rayo de su luz y de su amor, es decir una participacin finita de la naturaleza divina; pero
la gracia en m est dirigida directamente a las profundidades infinitas de Dios. Ya veis, pues, ese,
misterio con su lado finito y con su aspecto infinito.
Cuando llegue la muerte, la gracia nos har desembocar en Dios inmediatamente visto y posedo y
mi alma quedar colmada. Pero desde ahora, en la noche de la fe, est asida a Dios y es esto lo que se
llama la inhabitacin de las Personas divinas.
Jess es heredero por identificacin de su gloria con la de su Padre; nosotros somos sus coherederos
por participacin en su destino. Hay de nuevo un abismo entre heredar la gloria divina por derecho de
naturaleza y heredar la gloria divina por derecho de mrito, como el servidor al que se dir un da: Muy
bien, siervo bueno y fiel..., entra en el gozo de tu seor (Mat. XXV, 21).
Hay que insistir en la relacin de reciprocidad que existe entre el don finito de la gracia y el don infinito
de la inhabitacin. Slo esa consideracin puede permitir que se d al estudio de la gracia sus verdaderas
dimensiones. En los catecismos se habla de la gracia santificante, pero no mucho de la inhabitacin que es,
sin embargo, ms preciosa, Manantial del que la gracia es efecto.
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4. Molinismo y Tomismo
Encontraremos aqu dos escuelas: una la de Santo Toms de Aquino, que pasando por San Agustn,
cree venir de San Pablo, la gran escuela tradicional.
La otra nacida en el momento de la edad barroca y del humanismo, la de Molina, jesuita portugus que,
a causa de ciertas dificultades que quedaban sin resolver, ha querido explicar la relacin entre la gracia y la
libertad de modo distinto al que hasta entonces se .haca. Dios y el hombre, dice, actan como dos caballos
que por un sendero que bordea el canal, tiran de un barco. La accin de Dios y la del hombre se suman
como la accin de los dos caballos. Molina adiciona las dos acciones. La doctrina no est condenada
puesto que dice, a propsito de la buena accin: Dios y el hombre, la gracia y la libertad; pero vemos que ha
transpuesto al interior del crculo el error precedente, si no oponiendo, al menos yuxtaponiendo la accin
divina y la accin humana. No ha comprendido suficientemente la diferencia de plano que hay entre la
accin divina y la accin humana, subrayando de una manera violenta, extrema, la fuerza de la voluntad
humana. Volvemos a encontrar ah, con un vocabulario cristiano aceptado, el ejemplo de hace poco: Dios
tiende la mano y yo la cojo.
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La doctrina tradicional, la nica que tiene sus races en la Revelacin, no est an definida porque
quedan ciertas cuestiones por dilucidar. Pero eso llegar y ya desde ahora la lnea que ha de seguirse es
clara. Es que la accin humana est subordinada a la accin divina. No es solamente Dios y el hombre, la
gracia y la libertad, sino Dios por el hombre, la gracia por la libertad, lo que hace la buena accin. La rosa
est hecha por el rosal o por Dios? O quizs a medias entre los dos? Lo que debe decirse es que la rosa
est hecha por entero por el rosal como causa segunda y por entero por Dios como causa primera, causa
envolvente. Dios da al rosal el producir su rosa. Dios al dar al rosal el producir su rosa no le disminuye sino
que, al contrario, le enriquece. Cuanto ms interviene, tanto ms ser hermoso el rosal, su accin ms
fuerte, su rosa ms dilatada. Dios no solamente me tiende la mano sino que me da, tambin, el que coja la
mano que El me tiende. Hay muchas cosas que Dios hace sin m; hay otras que hace slo por m. Dios dice San Agustn- que te ha creado sin ti, no te justificar sin ti.
He ah el esquema que hay que conservar en el interior del crculo: subordinacin del hombre a Dios,
toda la riqueza del hombre viene de Dios como causa primera, siendo la accin libre por entero del hombre
como causa segunda, por entero de Dios como causa primera.
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14. Las
gracias carismticas
Y para terminar, unas palabras acerca de lo que se llama gracias carismticas. Aqu la palabra gracia
tiene un sentido diferente, no sin relacin con el otro, pero ciertamente menos intenso. No se trata ya de la
gracia habitual, de la gracia que hace al alma graciosa, le confiere una seduccin que es un don de Dios del
que El mismo se enamora; ni de la gracia actual (que precede y sigue a la gracia santificarte); se trata de
gracias no inmediatamente santificantes para quien las recibe. Le permiten solamente ejecutar actos que
ayudarn a los dems a acercarse a la gracia santificarte. Son de utilidad social.
Santo Toms distingue dos clases de bien comn: el bien comn separado de la multitud y el bien
comn intrnseco, inmanente a la multitud. El segundo est ordenado al primero. En el orden temporal, el
bien comn separado del ejrcito es la victoria, que es lo que se desea; el bien comn inmanente,
interior al ejrcito es su buena ordenacin, es necesario que est dispuesto de modo que pueda obtener la
victoria. En el orden espiritual Dios es el Bien comn separado o distinto, de la Iglesia; la ordenacin de la
Iglesia es el bien comn inmanente a la Iglesia. Pues bien, la gracia santificarte est ordenada directamente
a agradar a Dios, Bien comn separado del universo espiritual. Las gracias carismticas se hallan por el
contrario, ordenadas directamente a perfeccionar la Iglesia, bien comn inmanente del universo espiritual, y
a favorecer en ella el brote de la gracia santificarte.
De qu modo -dice Santo Toms- puede un hombre actuar para preparar a los dems a recibir la gracia
santificarte? No, claro es, entrando en su corazn para volverlo hacia Dios: Dios slo puede hacerlo; sino
desde fuera puede el hombre realizar un cierto nmero de actos que sern como escaleras que permitan a
los dems el acceso a la gracia santificarte.
Y cmo reconocer esas gracias carismticas? Por el texto de San Pablo en su primera Epstola a los
Corintios (XII, 27): Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno en parte, segn la disposicin de
Dios en la Iglesia, primero apstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder de milagros, las
virtudes, despus las gracias de curacin, de asistencia, de gobierno, los gneros de lenguas. Son todos
apstoles? Son todos profetas? Son todos doctores? Tienen todos el poder de hacer milagros? Tienen
todos la gracia de curaciones? Hablan todos en lenguas? Todos interpretan?... No.
Esas gracias que no santifican necesariamente a los que las poseen, son privilegios. Pero el privilegio,
reservado a algunos, no es lo de ms valor, est al servicio del amor y ste est ofrecido a todos. Consisten, por ejemplo, esas gracias, en una luz proftica que permite dar curso al mensaje con una cierta
agudeza. 'A esta luz, a 'ese conocimiento, suele llamarse fe, pero no es la fe teolgica a todos ofrecida y
que es necesaria para la salvacin. Es la fe de los milagros, concedida a algunos. Por ejemplo, en
determinado momento un santo sentir que si pide a Dios tal milagro, la resurreccin de un muerto, Dios se
lo conceder; en otro momento no pedir tal cosa. Son dones que permiten a los que los poseen, confirmar
su mensaje. Hay tambin el don de la expresin, de la interpretacin de lenguas. El don de lenguas, del que
se habla en la Epstola a los Corintios, exige discernimiento. Una determinada exaltacin puede hacer
hablar extraamente, proferir palabras que no se es capaz de explicar. Qu hay dentro de eso? A veces
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cosas morbosas. En los orgenes del cristianismo tales manifestaciones fueron comprobadas en ciertos
medios y pudieron encubrir dones o luces vlidas; pero un serio discernimiento es aqu necesario y San
Pablo dice que los que interpretan son ms importantes que los que hablan, porque el hablar as no edifica
a la comunidad y el interpretar s.
El don de lenguas que tuvieron los apstoles el da de Pentecosts era una gracia de muy distinta
cualidad que el don de lenguas cuya presencia entre los Corintios atestigua San Pablo y que puede darse
aun ahora en ciertas asambleas de sectas, en las que lo divino y lo humano, lo verdadero y lo falso, lo sano
y lo morboso, estn mezclados. El don de Pentecosts debi ser, por el contrario, algo muy hermoso. La
explicacin ms bella que conozco es la que dio Mickiewicz, esa especie de profeta en el orden natural.
Hablaba en francs en el Colegio de Francia, sin previa preparacin. Cuando tena frente a s a su auditorio,
las cosas le venan y llegaba a expresar sus ms profundos pensamientos en una lengua que no era su
lengua materna. Eso le llev a explicar cmo conceba l el don de Pentecosts: Los apstoles -pensaba lno hablaron ms que en su lengua materna, pero a travs de sus palabras, su mismo pensamiento era
difundido como en su estado puro a sus oyentes, de suerte que cada uno oa en su lengua, es decir,
segn las resonancias de la lengua de su niez. Iluminar, conmover los corazones de los asistentes como
directamente, pasando a travs del obstculo de una lengua, era cosa bien distinta que el don de lenguas
de las primeras comunidades cristianas.
A esas gracias carismticas conexionar otros privilegios: los de la jerarqua, o sea, el poder jurisdiccional o poder de ensear con autoridad en materia especulativa y prctica, que reside en los Obispos
y en el Soberano Pontfice, y el poder de orden o poder de consagrar la Eucarista y de dar los
Sacramentos, poderes todos que permiten a los dems el acceso a la vida eterna. Son poderes al servicio
del amor que prima y que se da a todos. Y a ese propsito me gusta recordar que hay un precepto en el
Evangelio que Jess nos pidi que observemos, cosa que El mismo no hizo: No echis las perlas a los
cerdos. Y El ofreci y dio el amor a todos! En tal forma que Bloy dice -es frase muy de Bloy!- que el
Espritu Santo se prostituye al ir a buscar a las gentes en el cieno. Los beneficiarios de esos privilegios
debern dar cuenta a Dios de la manera con que los hayan ejercido; si lo hicieron santamente, eso podr
acercarles a Dios, pero para ellos mismos esos carismas son una carga, un servicio. Y debemos recordar
aqu la frase final de Jeaune au bcher, de Claudel: El amor es el ms fuerte.
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2. Textos
La doctrina de la predestinacin es una doctrina escriturstica, revelada. Debemos acatarla sin duda
alguna. Pero, cmo entenderla? De una manera catlica o de una manera luterana o calvinista que es
una aberracin y sobre la cual volveremos?
La palabra predestinacin es de San Pablo. Escribe l en el captulo I, 3, de la Epstola a los Efesios:
Bendito sea Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo que en Cristo nos bendijo con toda bendicin
espiritual en los cielos; por cuanto en El nos eligi antes de la constitucin del mundo, para que fusemos
santos e inmaculados ante El, y nos predestin en caridad a la adopcin de hijos suyos por Jesucristo,
conforme al beneplcito de su voluntad.
Poco despus, en el captulo II, 4, se lee: Pero Dios que es rico en misericordia, por el gran amor con
que nos am y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida por Cristo -de gracia habis sido
salvados- y nos resucit y nos sent en los cielos por Cristo Jess, a fin de mostrar en los siglos venideros
la excelsa riqueza de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jess. El apstol ve ah por
anticipado a los elegidos reunidos en los cielos alrededor de Cristo y que dirn: Gracias, OH Dios!, por
habernos predestinado, prevenidos por vuestro amor. El s supremo que hemos dicho, sois Vos quien nos
habis movido a decirlo. A Vos sea dada la gloria!
La palabra predestinacin se encontraba ya en la Epstola a los Romanos: Y a los que predestin, a
esos tambin llam, y a los que llam a esos les justific; y a los que justific a esos tambin los glorific
(Rom. VIII, 30). Tambin aqu ve el apstol por anticipado a los elegidos reunidos en los cielos y- considera
cmo Dios les ha conducido all: primeramente les ha llamado y les ha prevenido con gracias que ellos no
han rechazado aun cuando pudieran haber sido vencibles; si las han acogido es por una mocin divina,
porque nuestros s nos vienen siempre de Dios: Tu prdida viene de ti, OH Israel. Slo de M viene tu
socorro. No habiendo rechazado esa primera llamada, pasaron a la justificacin por una nueva mocin
divina; y aqullos, en fin, a quienes justific, Dios los introduce en los cielos: sta es la suprema atencin
por la que Dios permite que muramos en su amor.
3.
Cuando volvis a leer estos textos no os sentiris turbados si los situis en la perspectiva que os indico.
Os acordaris de que si alguno no est predestinado es porque ha dicho no y no solamente por una nica
repulsa, como los ngeles cados, porque la gracia divina visita repetidamente y hasta fuerza nuestros
corazones. Cuntas veces? Los Apstoles preguntaron un da a Jess: Seor, cuntas veces he de
perdonar a mi hermano si peca contra m? Hasta siete veces? Dceles Jess: No digo Yo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete (Mat. XVIII, 21-22). He aqu lo que Jess espera de los hombres a
pesar de que son miserables y rebeldes a la misericordia. En otra ocasin dir Jess: Pues, quin de
vosotros es el que si su hijo le pide pan le da una piedra, o si le pide un pez le da una serpiente? Si pues,
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vosotros siendo malos sabis dar cosas buenas a vuestros hijos, cunto ms vuestro Padre que est en los
cielos dar cosas buenas a quien se las pida! (Mat. VII, 9-11 - cons. Luc. XI, 11-13). Entonces, Dios me
perdonar El tambin 70 veces 7. Volver a llamar a la puerta de mi alma. Sin embargo, si quiero negarme
puedo hacerlo; tengo la facultad terrible de decir no a Dios, de decirle un no definitivo que fijar mi destino
para la eternidad. Puedo decirle: no quiero saber nada de tu amor; quiero seguir siendo yo mismo; ser yo
mismo no en Vos sino contra Vos; ser para siempre como una espina en Vuestro Corazn. He aqu la
pavorosa repulsa del infierno.
Lo que pudiera quizs ser aqu causa de confusin es la parbola tan conmovedora de Lzaro y el mal
rico (Luc. XVI, 19) en la que se ve al mal rico suplicar: Padre Abraham permite que Lzaro vaya a advertir a
mis hermanos para que cambien de vida! Pero Abraham responde: Tienen a Moiss y a los profetas, que
los escuchen. Si no les escuchan, aunque alguno resucitara de entre los muertos, tampoco le escucharan.
La intencin de la parbola, como veis, es la de ensear que es necesario escuchar ahora que es tiempo;
despus ser ya tarde. Pero se engaara uno pensando que en el infierno tienen los condenados los
sentimientos de caridad que la parbola presta al mal rico. Si un condenado pudiera decir: Oh Seor,
permteme que vaya a anunciar a los dems lo que es Tu amor, a fin de que no se condenen como yo,
introducira el amor en el infierno y el infierno sera destruido. (Es preciso siempre discernir la intencin con
que se dice una parbola -intencin que el evangelista seala- sin lo cual quedara desnaturalizada y
correra el riesgo de extraviar. Recurdese la parbola del administrador infiel de la que tantos cristianos
poco inteligentes se escandalizan).
As, pues, si alguno no se encuentra entre los predestinados, ser por alguna repulsa de la que es, y no
cesar de ser, responsable. Persistir en su repulsa, en su odio -y eso mismo constituir su tormento- pero
sin desaprobar su primera eleccin.
Santo Toms nos da una comparacin: Suponed un hombre que odia a su enemigo. Deseara matarlo:
Si lo encuentro, piensa l, le matar. Pero tiene un impedimento, tal vez est en prisin. Ah, se dir a s
mismo, cuando salga de la prisin! Vive y se nutre de su odio. Se le dir: No ves que tu odio te hace
desgraciado? Es verdad, contestar l, pero as y todo quiero vengarme. Bien sabemos todos, por lo
dems, que nos es posible mantener en nosotros sentimientos que nos torturan. Pues bien, ese ejemplo es
slo una imagen de lo que ser la repulsa perpetua de los condenados, repulsa que es causa de que no se
encuentren entre los predestinados. He ah la doctrina catlica.
Lo que hemos dicho ms arriba de la presciencia divina nos permite precisar ms esta doctrina. No
decimos nosotros: Dios no predestina, Dios abandona, Dios reprueba a los que sabe de antemano que
rehusarn o rehusaran sus atenciones. Lo que decimos es: Dios no predestina, Dios abandona, Dios
reprueba a los que ve, de toda eternidad, tomar por s mismos la primera iniciativa de la repulsa definitiva de
sus atenciones. Tiene en cuenta, desde siempre, la libre repulsa de ellos, para establecer su plan
inmutable y eterno.
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Creo que hay que proceder diferentemente segn los casos: me encuentro ante una persona a la que
atormenta el problema de la predestinacin. Se pregunta l: Me salvar? Si estoy predestinado estoy
seguro, haga lo que haga, de mi salvacin, y si no lo estoy, todo el bien que pueda yo hacer ser intil.
Qu contestar yo a tales dificultades? Mi papel consistir por de pronto en adivinar el sentido de la
pregunta.
Se trata, quiz, de una cuestin especulativa, de una cuestin de verdad revelada, de Teologa. En tal
caso mi respuesta ser sin duda un misterio pero no una contradiccin. Ya sabis que el misterio es
adorable, es la noche de Dios, de la que se nutren el metafsico, el telogo, el santo; mientras que la
contradiccin, por el contrario, es odiosa, es la noche de la incoherencia y del mal.
Pero podr ser una cuestin atormentadora, la pregunta de un alma que pasa por una prueba interior, a
la que Dios quiere clavar en la cruz. Entonces no tratar yo de dar explicaciones. Estaran fuera de lugar.
Dir: Soporta por de pronto esa prueba, sobrellvala en la noche haciendo grandes actos de fe y algo muy
misterioso va a operarse en ti. Despus, un da, cuando se haya cumplido lo que Dios buscaba al trabajar tu
alma, vendrs a m y volveremos a hablar del asunto y la respuesta que yo te dar se te manifestar en su
verdad. Pero por el momento ests abatido, es que Dios exige de ti un acto de abandono total. No trates de
eludirlo. Si yo comenzara a argumentar, contigo, traicionara mi papel de ngel encargado de asistirte, de
mostrarte el camino.
Lo que decimos ahora a propsito de la predestinacin puede valer en otras circunstancias. Si se plantea
un problema especulativo, esforzaos en ponerlo en claro. Podris no tener siempre contestaciones para
todo, pero la Iglesia s las tiene y podris informaros. Pero hay tambin el plan de la conducta de Dios con
respecto a las almas. Pienso en determinada persona para la que la piedra de tropiezo era el sufrimiento de
los animales. Ninguna de las contestaciones que se trataba de darle le satisfacan. No estaba en condiciones de comprenderlas. No le quedaba ms que llevar esa inquietud como una cruz. Y eso era precisamente lo que sin duda Dios esperaba de ella. Para la cuestin de la predestinacin los santos han
sabido encontrar contestaciones que resuelven el problema, no tericamente, sino concretamente, en la
noche del amor. Por ejemplo: Seor, si vuestra justicia debe condenarme un da, yo deseo ser condenado
porque s que ella es adorable. O: Seor, si yo no debiera amaros ms tarde en la eternidad, al menos
que os ame aqu durante el tiempo presente. O: Oh Dios mo, T sabes que yo no puedo soportar el
infierno; y yo s que no soy digno del Paraso. Qu astucia emplear? Tu perdn! Es as como Dios les
tranquiliza.
El demonio deca a Santa Teresa: Para qu tomarte tanto trabajo, la suerte est echada! Como
mujer de ingenio; ella respondi: Pues no valla la pena de que te molestaras para decrmelo. Comprendi
entonces el demonio: tambin l tena ingenio.
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7. El resto de Israel
San Pablo se aflige, con todo, de que Israel haya en su conjunto rehusado ese Mesas nacido en su
seno: Que siento una gran tristeza y un dolor continuo en mi corazn porque deseara ser yo mismo
anatema de Cristo por mis hermanos, mis deudos segn la carne, los israelitas, cuya es la adopcin y la
gloria y las alianzas y la legislacin y el culto y las promesas; cuyos son los patriarcas y de quienes segn
la-carne procede Cristo que est por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, amn (IX, 25).
Pero entonces, pregunta el Apstol, ha faltado Dios a su palabra, ya que haba prometido a Abraham
toda una descendencia? No, porque la Iglesia, en su origen, estaba enteramente compuesta de judos, con
la Virgen y Simen y Ana y los apstoles y nunca ser tan bella como lo fue en aquellos momentos. La
promesa de Dios no ha fallado, porque ha habido un resto -es la palabra tcnica- que ha permanecido fiel
cuando la masa se ha extraviado.
Y Pablo explica aqu (Rom. IX, 6-8) que los que son de la posteridad de Abraham no son todos hijos de
Abraham. Hay el Israel de la carne (son los que descienden por va de generacin de Abraham) y luego el
Israel de la Promesa que son los que, entre los descendientes de Abraham, tienen el espritu de Abraham.
Y hay los gentiles, a los que la gracia ser ofrecida y que se unirn a esos ltimos; forman parte del Israel
de la Promesa, del Israel del espritu; no por va de generacin y de descendencia carnal, sino por va de la
generacin espiritual dada en el bautismo.
8. Distincin de vocaciones
Llegamos ahora al pasaje capital. San Pablo empieza por decir: Pueden hacrsele reproches a Dios
porque va a elegir otro pueblo en lugar del que El haba primeramente elegido y que no acept su don? No,
declara el Apstol, porque Dios, sin injusticia, elige a quien le parece y rechaza a quien le parece. Para
entender el sentido de su respuesta quisiera yo hacer una distincin; vendr a ser la clave de ese captulo
IX.
Hay dos suertes de vocaciones, de destinaciones, de llamadas: vocaciones referentes al tiempo presente y que pudiramos llamar temporales, en las que la eleccin de Dios es completamente libre; y
vocaciones de destinacin referentes a la vida eterna, en las que Dios no es libre de dar o dejar de dar la
gracia que, si no es rechazada, nos conducir hasta la Patria: Dios no es libre porque est ligado por su
amor.
Entonces, prosiguiendo esa distincin, reprochar a Dios el que no me haya hecho poeta como a
Dante, o el que no me haya dado el genio de Pascal? El haberme hecho nacer en tal pueblo o en tal poca
de la historia? En tal medio social, con tal complexin, en tal estado de salud? El no haberme dado como
a los Apstoles la gracia de predecir el porvenir o de hacer milagros? Es El completamente libre, no tiene
por qu rendir cuentas. Pero si se trata de la vida eterna, entonces no,
Dios no es libre, debe darme gracias tales que si yo perdiera mi salvacin sea por mi culpa. Ya veis la
diferencia. Si soy vctima de un accidente, si muero cuando crea tener derecho todava a la vida, no podr
decir a Dios: eso no es justo. A ese respecto declarar San Pablo: Si el alfarero hace un jarro vulgar y un
jarro esplndido, el jarro vulgar podr hacer una reclamacin al alfarero? Si conviene que haya utensilios
vulgares y tambin obras de arte, qu queris que diga la arcilla? Lo mismo pasar con las vocaciones
temporales de diversos pueblos y tambin de su vocacin proftica: Por qu fue Israel el depositario del
mensaje que anunciaba al Mesas? Por qu l y no los otros pueblos? En esto no hay nada que decir.
A un nio chino que me preguntaba por qu Jess no haba nacido en China, contest yo que Jess
haba nacido en Asia, no en Europa, y que en seguida los misioneros haban salido para China pero que su
impulso se haba estrellado contra la resistencia del mal. Pero sa no es una contestacin directa: es que
no la hay. Y a los que siguen preguntando por qu Dios se hizo carne en Israel y no, por ejemplo, en la
India, donde florecen las religiones msticas, o en Grecia tan inclinada a las investigaciones filosficas,
pueden drseles razones que no creo estn desprovistas de valor.
Se les dir, por ejemplo, que la revelacin divina corra el peligro, por una parte, de ser confundida con
las msticas monistas; y por otra, de ser racionalizada por la gnosis filosfica, y que su trascendencia
aparecera ms destacadamente al sobrevenir en un pueblo simple, de sana humanidad, virgen an de
superestructuras. Pero, digmoslo una vez ms, ninguna de esas razones es decisiva.
Es, pues, Israel slo el que ha recibido la vocacin proftica referente al Mesas. Quiere esto decir que
los otros pueblos fueron abandonados por Dios? No, Dios les enviaba gracias secretas, no para que fueran
portadores del mensaje mesinico, sino para orientarles hacia la salvacin eterna con relacin a la cual
ninguna alma en ningn pueblo era olvidada.
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Hay pues, como veis, dos registros, dos planes. En un plan, el de los dones y destinaciones temporales
y tambin el de las gracias carismticas,
Dios es completamente libre: elige a quien le parece y rechaza a quien le parece, sin que en El haya injusticia. En el otro plan, el de las gracias de salvacin, Dios es indudablemente libre de dar a sus hijos
gracias diversas y desiguales: dos al uno, al otro cinco talentos; pero no es libre de privar a ninguna alma de
lo que le es necesario: est obligado por su justicia y por su amor a dar a cada una de ellas, esas gracias
que, si no son rehusadas, las conducirn hasta el umbral de la Patria.
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11. Conclusin
La idea de la predestinacin no debe jams conduciros al fatalismo, ni haceros decir: para qu?, todo
es intil! Os engaarais, entonces, en orden a la fe y en orden a la Teologa. Qu pensar del campesino
que dijera: Dios sabe de antemano si yo cosechar el verano prximo, para qu pues, sembrar en otoo?
Le responderamos: sin duda Dios ve de toda eternidad que t cosechars o no, porque ve El desde toda la
eternidad que t sembrars o no. Dios ve de toda eternidad que Mara Magdalena entrar en los cielos,
porque ve de toda la eternidad que se convertir. Y cuando se trata de nuestro repudio, lo tiene en cuenta
desde toda la eternidad al establecer su plan invariable.
Pero el pensamiento de la predestinacin puede llegar a ser una tentacin de desesperacin que el
demonio tratar de introducir en nosotros. Si Dios permite esta tentacin no ser para que caigamos en ella,
sino para que hagamos grandes actos de esperanza en la noche. A todas las almas, en todos los
momentos, pueden presentarse tentaciones sobre un punto de fe; o de esperanza, por ejemplo, el que dice:
yo creo en la vida bienaventurada para los otros pero no para m que soy demasiado pecador; o tambin
sobre el punto del amor. Los grandes msticos, San Juan, de la Cruz, Mara de la Encarnacin, son los que
mejor han hablado de estas pruebas. Si encontrramos almas as tentadas, convendra responderles
simplemente: Dios est dentro de vuestro corazn y cava misteriosamente su surco. Esto os pone en
agona pero algo profundo se prepara y los actos de fe y de esperanza que hacis as en la noche son
quizs los ms preciosos de vuestra vida. En el cielo seris consolados eternamente, porque aqu abajo
habis sido desolados inconsolablemente.
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nos haya hecho comprender todo su sentido: Sin M no podis hacer nada. (Juan, XV, 5).O sea: podis
hacer nada, es decir, rehusar; pero nada podis hacer de positivo.
4. El trmino de la justificacin
As pues, es la gracia la que nos previene y nos empuja, paso a paso, hacia la justificacin. Pero la
justificacin qu es a punto fijo? Es el momento en el que, no habiendo sido rechazadas las gracias
sucesivas, de pronto la flor da su fruto; el amor de Dios al invadir el alma la sita en el plano de la gracia y
de la caridad, la santifica interiormente y viene la inhabitacin de la Trinidad. La justificacin se hace, pues,
de repente, sin dejar de presentar simultneamente varios aspectos: Dios mueve al alma a hacer un acto de
amor a Dios y de renuncia al pecado; en ese mismo instante le perdona su falta y le purifica.
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Pienso yo que las conversiones milagrosas de la primera clase son muy numerosas y que a causa de los
mritos y de las oraciones de los santos y de los amigos de Dios, muchos de los grandes pecadores se
convierten en los ltimos instantes de su vida. Aquellos que en la Iglesia piden intensamente por la
salvacin del mundo, estn destinados a ser salvadores de los dems, en Cristo. Engendran a los miembros
de su Cuerpo Mstico: Porque quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre que est en los cielos -dice
Jess- se es mi hermano y mi hermana y mi madre (Mal. XII, 50).
Aquellos otros que hayan vivido alejados de Dios, podrn pasar a Dios en sus ltimos momentos sin que
se sepa nada de ello. Puede ser que hasta hayan parecido rehusar la gracia. Recuerdo un cuento de
Luciano Marsaux: una joven vive con su padre que no es creyente y ruega sin cesar por su conversin. Y he
aqu que llega para l el momento de la muerte. Entonces ella se atreve a hacer esta pregunta: Podr ir a
buscar un sacerdote? Al orla el alma del padre es iluminada: era eso lo que deseaba secretamente; quiere
decir que s, pero su gesto le traiciona, dice por seas que no y muere. (Sucede a veces que el gesto
traiciona la voluntad del alma. En El Rehn, de Claudel, Sygne de Coufontaine se interpone entre
Turelure y el que haba sido su prometido, recibe el balazo y cae. El sacerdote le pregunta: Perdonis?
Pero ella se ha tenido que hacer tal violencia para casarse con Turelure, ha debido aniquilar de tal modo su
sensibilidad, que el nico gesto que espontneamente hace, que vuelve a hacer esta vez, es el de
denegacin. (Por lo menos en la primera versin). Interiormente no rechaza ella el perdn, su alma es
demasiado grande para eso, pero puede haber como una dislocacin entre el alma y su envoltura).
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Es Jess quien nos dice eso. En el ltimo da, cuando el Hijo del hombre venga en su gloria con todos
los ngeles, dir a los que estn a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesin del reino
preparado para vosotros desde la creacin del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed
y me disteis de beber... (Mal. XXV, 34-35). En el mismo captulo, se habla del servidor que habiendo
recibido cinco talentos gan con ellos otros cinco; del que habiendo recibido dos, gan tambin dos. Son
bendecidos uno y otro; pero el que haba enterrado su talento fue maldecido (Mal. XXV, 14-30).
Cmo puede el protestantismo negar esas nociones de mrito y de recompensa, de un Dios que
coronando nuestros mritos corona sus dones, cuando aparecen constantemente en el Evangelio? Nos
achaca, para combatirnos, la doctrina pelagiana del sarmiento que, cortado de la cepa, producir por s solo
el fruto. Pero nosotros reprobamos a la vez dos errores. Se nos dice -y no es una amabilidad! -: Vosotros,
catlicos, os movis por una recompensa. A lo que yo contestara: S, porque sabemos que la recompensa
del Amor es el encuentro con el Amado. Ninguna otra recompensa ms que Vos, Seor, deca Santo
Toms. Y San Pablo escribe: Ni el ojo vio, ni el odo oy, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha
preparado para los que le aman (I Cor. II, 9). En qu consiste ello? Es demasiado grande! Es indecible
el encuentro con el amado! Cmo puede decrsenos que es ruin apetecer tal recompensa? Los
protestantes se ven obligados a desfigurar esta esplndida doctrina para poder atacarla: Entonces
veremos cara a cara, dice San Pablo (I Cor. XIII, 12); y San Juan: Porque le veremos tal cual es (I Juan
III, 2). No desear esta recompensa, este Encuentro, es no amar. No desear ver un da la Patria cuando se
ha nacido en el exilio, es no amar.
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Segn San Agustn y Santo Toms, es el uso que se hace de los bienes y de los males, lo que importa.
Si permanecis en el amor, los males, las persecuciones, los fracasos, os sern ms beneficiosos an que
los xitos. En el comentario a la Epstola a los Hebreos, Santo Toms tiene una frase terrible, a saber, que
una infalibilidad segura en los xitos puede parecer una seal de reprobacin.
Parece entonces como si Dios quisiera recompensar aqu abajo las acciones que no tienen valor para el
cielo. Pensando en las virtudes de un Ciro o de un Alejandro, estima San Agustn que Dios les suscit para
adornar el siglo presente. Tantos grandes artistas, tantos genios, han trabajado para el mundo de la cultura
y descuidado los avisos del Amor. Recibieron su recompensa aqu abajo, piensa San Agustn, y como ellos
eran vanos, la recompensa fue vana. Si el tiempo puede, en efecto, rescatar la obra del poeta, como lo dice
Shelley, y disminuir su veneno, no rescata el alma del poeta.
Todo eso hace reflexionar. Es el uso que hacemos de las cosas en el amor lo que cuenta solamente
para Dios, pero su amor nos precede siempre. No dudamos de esto jams.
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en s misma sino que nuestros ojos no son capaces de captarla. Ante ella y ante Dios, que ella nos da,
estamos como el pjaro nocturno ante el sol.
Santo Toms cita el texto del libro de Job: El (Dios) obra cosas grandes e incomprensibles. Y Job
contina: Pasa ante m y yo no le veo; se aleja de m y no lo advierto. Dios es tan misterioso! Puede un
alma tenerlo como Husped y no darse cuenta, sentirse triste y llorosa. Puede El, as mismo, dejarla sin que
por eso la abandonen las certidumbres, el gozo interno, que corren el riesgo, unas y otro, de ser engaosos.
Como veis, Dios escapa a nuestra ciencia. Por eso San Pablo dir, en la Primera a los Corintios (IV, 3): En
cuanto a m, muy poco se me da de ser juzgado por vosotros o de cualquier tribunal humano, que ni aun a
m mismo me juzgo. Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso me creo justificado; quien
me juzga es el Seor. As que yo me pregunto: en qu estado me encuentro? Y me pongo en las manos
de Dios. Todo lo que puedo hacer es decirle: Seor, si yo debiera ser castigado, castigadme. Prefiero estar
en Vuestras manos que abandonado en las mas.
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Tal es la condicin del cristiano. Hasta el ms pobre cristiano tiene momentos de exaltacin, de gozo, es
como un paraso que baja a su corazn.
Tiene necesidad de ello. Despus viene la prueba, e ignora totalmente en qu est. Hasta en los mismos
apstoles se dan estas alternativas. En el momento de la Transfiguracin, la nube avanza hacia ellos, la
gloria de Jess les envuelve. Pedro, Santiago y Juan se sienten como en la puerta del Paraso: Seor,
hagamos aqu tres tiendas... Desearan permanecer siempre all. Pero, por qu la Transfiguracin?
Porque despus vendr la agona y los mismos apstoles vern a Jess -que quera salvar al mundoaparentemente vencido por las fuerzas del mal. Si no hubieran estado entonces sostenidos por el recuerdo
de la Transfiguracin, hubieran perdido la fe. Dios es quien regula el juego de estas alternativas. Nosotros
no podemos ms que decir con el poeta: Mi alma no es un vano juguete en Tus manos, y Tu prudencia es
infinita.
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con un alma inmortal; a su semejanza, eso significa: con la gracia y la inhabitacin de la Trinidad. Cuando el
hombre ha pecado, dicen ellos, ha perdido la semejanza de Dios, pero conserva en l la imagen de
Dios que lleva en su naturaleza y en la estructura misma de su ser.
El paraso terrestre no es un mito. Es el primer efecto del amor de Dios al hombre, de la ternura
incomprensible de su amor. Hubiera podido, repitmoslo, crear al hombre en lo que los telogos llaman
estado de pura naturaleza, con lo que se requiere para su sola definicin de animal racional y eso hubiera
sido ya un beneficio inmenso. Pero no crey que eso era suficiente.
6. Las
Puede uno imaginarse al primer hombre como en un estado fisiolgicamente primitivo y hasta muy
primitivo (no, sin embargo, en el sentido que hoy se da cuando se habla de los primitivos; stos son ms
bien hombres degenerados). Con su alma inmortal, naturalmente, sin la cual no sera filosficamente un
hombre. Una gran capacidad de intuicin, pero sin experiencia alguna. Y en esa alma la gracia original con
los dones preternaturales, dando a las pasiones y a los instintos el sueo del amor.
En un pasaje de Progreso de la conciencia moral en las primeras edades, Raissa Maritain escribe:
Nada impide imaginar el cuerpo del hombre, puro de toda traza de degradacin, ms prximo a los tipos
primitivos -a pesar de las distancias de los tiempos, quizs inmensas, y abstraccin hecha de los estigmas
de degeneracin que pueden afectar a estos ltimos- ms prximos de los tipos primitivos estudiados por la
prehistoria y la antropologa, que de los tipos evolucionados que el canon de los artistas egipcios o griegos
nos hace considerar como ejemplos para la humanidad.
7.
He ah, pues, el primer estado existencial de la gracia. Era, notmoslo bien, la poca de la religin sin
intermediarios. La gracia no era dada por Cristo, que no haba an venido; no era tampoco dada por
anticipacin en razn a la Cruz futura, porque si el hombre no hubiera pecado -es la doctrina de San
Agustn, de San Buenaventura, de Santo Toms- el Hijo del hombre no hubiera venido. As pues, nada de
mediacin de Cristo. Nada tampoco de Sacramentos, de instrumentos visibles entre Dios y el hombre. La
gracia admica, depositada en el alma del hombre, vena a confortar, por sobre-emanacin, el triple dominio
del alma sobre el cuerpo, de la razn sobre las pasiones, del hombre sobre el mundo; todo se haca por un
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movimiento espiritual que descenda al encuentro de las cosas visibles. Ahora esas relaciones se han
invertido. Todas las gracias nos vienen de la mediacin visible de Cristo. Su enseanza, preparada por los
profetas, nos es propuesta por el magisterio de la Iglesia. Su virtud nos es aplicada por los Sacramentos. La
religin sin mediacin, sin intermediario, fue verdadera una vez, en el primer estado de la humanidad. Pero
ha dejado de serlo.
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La catstrofe del primer estado fue permitida para dar ocasin a Dios de manifestar un amor a nosotros
que es una verdadera locura y de dar su Hijo para la salvacin del mundo. Todo, en adelante, va a ser
centrado en la Cruz. Y Yo si fuere levantado de la tierra, atraer todos a M (Juan XII, 32). Y el
evangelista aade: Esto lo deca indicando de qu muerte haba de morir (XII, 33). Existe tambin la gran
frase de San Pablo (Col. I, 20): Y plugo al Padre... por El reconciliar consigo, pacificando por la sangre de
su cruz todas las cosas, as las de la tierra como las del cielo. Y San Pablo escribe tambin a los Efesios
(I, 9-10): Nos dio a conocer el misterio de su voluntad, conforme a su beneplcito, que se propuso realizar
en Cristo, en la plenitud de los tiempos, reuniendo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, en El.
Reunir..., la verdadera traduccin del griego es recapitular, palabra en la que entra caput, que quiere
decir cabeza: recoger alrededor de un nuevo centro, reconcentrar, si prefers, todas las cosas en Cristo.
Dios no ha permitido la cada ms que porque El tena en reserva el remedio de la redencin; el mundo
nuevo rehecho en torno a Cristo ser mejor que el precedente. Segn esto la gracia que ser dada con
anterioridad a Cristo ser ya una gracia crstica por anticipacin.
Dios, desde que la cada tuvo lugar, enva de lo alto del cielo, los rayos de su gracia y de su perdn.
Inicia el dilogo con cada persona humana, llama a la puerta de su corazn. Los millones de hombres de la
prehistoria estarn, segn sus respectivas actitudes secretas respecto a las invitaciones de la gracia, en
estado de gracia o en estado de gracia rehusada. Esta gracia anterior a Cristo slo es dada, con todo, en
previsin de la futura venida de Cristo. Es crstica por anticipacin. Es dada en razn de la gran splica de
Cristo en Cruz de la que habla la Epstola a los Hebreos (V, 7): Habiendo ofrecido en los das de su vida
mortal oraciones y splicas con poderosos clamores y lgrimas al que era poderoso para salvarle de la
muerte, fue escuchado por su reverencia) temor. Y aunque era Hijo, aprendi por sus padecimientos la
obediencia y por ser consumado, vino a ser para todos los que le obedecen causa de salud eterna,
declarado por Dios Pontfice segn el orden de Melquisedec.
Para las almas que se abren a las atenciones de esa gracia crstica por anticipacin, hay tambin con
anterioridad -a Cristo-una comenzada pertenencia a Cristo, al Cuerpo Mstico de Cristo, a la Iglesia de
Cristo. Por lo tanto, la Iglesia de Cristo existe antes que Cristo, en estado inicial y comenzado.
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Esos smbolos sern, por lo dems, recogidos en la Biblia, por ejemplo Dios es mi roca, es mi apoyo.
En la germinacin de la primavera, en el transcurso de las estaciones, esos hombres podan leer las
manifestaciones de un Dios bueno y caritativo, hacia el cual le gracia interior poda inclinarles.
Se lee en los Hechos de los Apstoles (XVI, 7 y siguientes) que Pablo y Bernab haban llegado a Listra,
en Asia Menor, y hecho un milagro entre gentes paganas, tuvieron que oponerse seriamente a que les
adoraran como a dioses que hubieran tomado forma humana: Hombres, qu es lo que hacis? Nosotros
somos hombres iguales a vosotros y os predicamos para convertiros de estas vanidades al Dios vivo, que
hizo el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto hay en ellos, que en las pasadas generaciones permiti que
todas las naciones siguieran su camino, aunque no las dej sin testimonio de S, haciendo el bien y
dispensando desde el cielo las lluvias y las estaciones fructferas (la lluvia en las regiones trridas es el
signo de la fecundidad enviada por la bondad divina) llenando de alimento y de alegra vuestros
corazones. As pues, los fenmenos de la naturaleza, dicen Pablo y Bernab a los Gentiles, son
testimonios de Dios a travs de los cuales se poda reconocerle y rendirle homenaje. Y aadan: llenando
de alimento y de alegra vuestros corazones, frase que amo mucho porque significa que, adems de los
dones exteriores, Dios daba a los Gentiles una luz interior que les permita comprender su sentido.
Cotjense estas palabras con las que dirige San Pablo a los Atenienses (Hechos XVII, 26): El hizo de
uno todo el linaje humano, para poblar toda la haz de la tierra. El fij las estaciones v los confines de los
pueblos, para que busquen a Dios y siquiera a tientas le hallen, que no est lejos de nosotros, porque en El
vivimos y nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas han dicho: porque somos linaje
suyo.
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Dios en el mundo se ha acabado por dividirlo al dividir el mundo, de suerte que hubo tantos dioses como
patrias.
Hubo tambin otras alteraciones: los ritos de iniciacin, por ejemplo, llegaron a ser muy crueles,
inmorales, perversos.
La dignidad humana que poda ser elevada por la presencia de la gracia, poda tambin ser alterada,
roda por la perversin del demonio. Tal era el mundo de la ley natural, con sus grandezas, y sus
escndalos.
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los israelitas son fieles sern ms recompensados; si son pecadores sern ms castigados. Esto es lo que
encontramos en la Epstola a los Romanos (11, 9-12): Tribulacin y angustia sobre todo el que hace el
mal, primero sobre el judo (como ms advertido), luego sobre el gentil; pero gloria, honor y paz para todo el
que hace el bien, primero para el judo (si es fiel a la ley, como ella le exige mucho, su vida ser ms
elevada), luego para el gentil, pues en Dios no hay acepcin de personas. Cuantos hubiesen pecado sin
Ley, sin Ley tambin perecern; y los que pecaron en la Ley por la Ley sern juzgados.
Esta doctrina de la gracia divina presente en esos dos mundos, est representada en la Capilla Sixtina
(eran los telogos los que daban a los artistas las ideas, por ejemplo la del Cordero Mstico a Van Eyck). El
tema aqu es el mundo de los judos y el de los gentiles encaminndose hacia el juicio de Cristo, segn la
frase de San Pablo: As se ver el da en que Dios por Jesucristo, segn mi Evangelio, juzgar las
acciones secretas de los hombres (Rom. 11, 16). Las Sibilas simbolizaban la presencia de la gracia en el
mundo de los gentiles. En realidad no eran otra cosa que nuestras echadoras de cartas. Pero a juicio de
San Agustn y de otros Padres de la Iglesia, las Sibilas eran para los gentiles una especie de eco de los
Profetas judos. Se afirmaba la presencia de la gracia a la vez entre los judos y entre los gentiles, de los
que Cristo, segn San Pablo, va a hacer en su Iglesia, un solo pueblo, sellado con su sangre.
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humanidad. Y hasta el fin, de los tiempos continuar el Espritu Santo derramando la gracia de Cristo sobre
la Iglesia.
Desde el instante de la Anunciacin, desde que la Virgen dice s y la Encarnacin se realiza, Cristo fue
constituido Mediador de todas las gracias. Hasta entonces la gracia vena directamente de Dios y Dios la
daba en consideracin a los mritos futuros de la Pasin, de Cristo; era crstica por anticipacin. En
adelante todas esas gracias pasarn a travs de la santa humanidad de Cristo, sern crsticas por
derivacin; de suerte que San Juan Damasceno podr decir que la humanidad de Cristo es el rgano de la
divinidad y Santo Toms, el instrumento conjunto a su Persona divina; del mismo modo que mi mano es
un instrumento conjunto a mi persona, y una pluma o un pincel son instrumentos separados; as la
humanidad de Cristo es un instrumento conjunto a la Persona del Verbo, y los Sacramentos son
instrumentos separados.
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Esto dijo (Jess) del Espritu, que haban de recibir los que creyeran en El, pues an no haba sido dado
el Espritu, porque Jess no haba sido glorificado. Esto no quiere decir que el Espritu Santo no habitara
en los justos del Antiguo Testamento y hasta en el mismo Adn y en los mismos ngeles: significa que no
habitaba an con esa intimidad. Ser necesario que Jess cumplimente su obra redentora, que resucite y
suba al cielo; y una vez de que todo el itinerario del Salvador, que es la Cabeza, haya sido acabado, el
Espritu Santo descender el da de Pentecosts y el itinerario de su Cuerpo, que es la Iglesia, comenzar.
Ser necesario que Jess sea glorificado para que el Espritu Santo descienda con esa intimidad y esa
fuerza. El Salvador dispensar una gracia nueva, un amor nuevo que condicionar un estado nuevo de la
inhabitacin de las tres Personas divinas. Si alguno me ama, guardar mi palabra, y mi Padre le amar, y
vendremos a l y en l haremos morada (Juan XIV, 23).
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lo acepto, mi desobediencia es teologal, soy un hereje, naufrago en la fe, como lo anunciaba Po IX de los
fieles que rechazaran la definicin de la Inmaculada Concepcin).
La asistencia prudencial dada al poder cannico para orientar la gracia supone diferentes grados: puede
ser infalible y falible.
Hay, en primer lugar, las leyes generales que deben ser observadas por todos los cristianos.
Conciernen, por ejemplo, las condiciones en que sern administrados los Sacramentos; la obligacin de
asistir a Misa los domingos; la de la abstinencia los viernes; todo lo que se llama los mandamientos de la
Iglesia y que son, en realidad, precisiones de los mandamientos divinos. Cuando Jess dice: Si no
hiciereis penitencia, todos igualmente pereceris (Luc. XIII, S), la Iglesia precisa: Haced por lo menos esta
penitencia de no comer carne los viernes, de ayunar en determinados das, etc.
Digamos que para todas las leyes generales del Derecho Cannico, la asistencia prudencial dada a la
Iglesia es infalible, es decir, que jams ser imprudente el conformarse a esas leyes. Podrn quizs existir
leyes mejores que las que estn en uso actualmente. La Iglesia podr, pues, eventualmente modificarlas,
pero eso no quiere decir que las leyes anteriores, menos adaptadas, fueran malas y propias a extraviar. Por
ejemplo: Po X pide que se haga comulgar a los nios muy pronto. Supongamos que esta ley hubiera sido
formulada diez aos antes; posiblemente hubiera sido excelente pero eso no significa que la ley anterior
fuera imprudente.
La Iglesia podr pronunciarse sobre casos particulares. Tambin .ah est asistida por el Espritu Santo,
pero de manera falible. Por ejemplo, tal matrimonio ha sido contrado vlidamente o quizs declarado nulo.
Hay todo un procedimiento que seguir: averiguaciones, testimonios... durante el cual pueden producirse
errores y hasta mentiras. Est previsto, por ejemplo, si ha lugar, un examen mdico, eligiendo el mdico la
persona interesada; el tribunal eclesistico designa entonces un segundo mdico que estima idneo. No
puede evitarse que se deslicen errores y falsos testimonios y que la Iglesia, engaada, declare
equivocadamente: Vuestro matrimonio no es vlido, podis volver a casaros; o lo contrario. Habr por eso
que suprimir el tribunal que juzga las causas? No, eso sera un mal muchsimo mayor! Ese tribunal est
asistido en el conjunto de los casos, pero no en cada caso particular: es lo que se llama una asistencia
(prudencial) falible.
Se ve fcilmente con esto lo que es la gracia orientada y: cules son las diversas exigencias de adhesin
que requieren las normas del Magisterio. La gracia del Nuevo Testamento es una gracia orientada por la
voz de Cristo que nos habla con inflexiones diversas por los poderes jurisdiccionales: es resplandeciente y
manifiesta en las iniciativas del poder declarativo; es velada, pero reconocible, en las iniciativas del poder
cannico.
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Adems, siendo Jess hijo de Dios por naturaleza, la gracia que llena su corazn es maravillosamente
filial. Cuando El nos la comunica por la virtud de los Sacramentos, es para hacer de nosotros plenamente
los hijos por adopcin de su Padre celestial. Dios, dice San Pablo, nos predestin en caridad a la adopcin
de hijos suyos por Jesucristo (Efes. I, 5); El Espritu mismo da testimonio a nuestro espritu de que somos
hijos de Dios, y si hijos tambin herederos, herederos de Dios, coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con El para ser con El glorificados (Rom. VIII, 16-17). Porque a los que antes conoci, a stos les
predestin a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que Este sea el primognito entre muchos
hermanos (Rom. VIII, 29).
La gracia sacramental ser, pues, una gracia de fraternidad con respecto a Jess, al mismo tiempo que
una gracia filial con respecto al Padre. Si otra de las Personas se hubiera encarnado, por ejemplo el Espritu
Santo, la gracia hubiera tenido otra coloracin, pero no hubiera sido filial como nos lo revela el gran texto de
la Epstola a los Glatas (IV, 4): Mas al llegar la plenitud de los tiempos, envi Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, para que recibisemos la adopcin. Y
por ser hijos envi Dios a nuestro corazn el Espritu de su Hijo que grita: Abba, Padre! La gracia se hace
desde ese momento ms intensamente filial que nunca. Aquellos que vivieron antes de Cristo eran tambin
hijos de Dios, pero no con la intimidad de filiacin propia de la Ley nueva.
Cuando recibo yo los Sacramentos, digo Padre con una cualidad, una intensidad que permaneci
mucho tiempo desconocida al mundo.
Finalmente, la gracia recibida por los Sacramentos es plenaria, extendida, en su floracin. Puede
desarrollar desde luego su sptuplo efecto. Abramos aqu un parntesis, quizs demasiado largo, para
recordar algunos puntos del catecismo referentes a la doctrina general de los Sacramentos.
Primeramente, para comprender mejor las relaciones mutuas entre los siete Sacramentos, comparemos
las fases de la vida natural y las de la vida sobrenatural.
Se distingue en la vida natural: el nacimiento, el crecimiento y la alimentacin. Es preciso que la vida
aparezca, que se desarrolle por la nutricin. Eso bastara si no sobrevinieran accidentes, pero la
enfermedad exige nuevos cuidados. Se necesitar entonces un remedio contra ella y, si dejara una cierta
languidez, un reconstituyente que venga a afianzar la convalecencia, remedio de segundo plano que
consumar lo que ha hecho el primero. Todo estara completo si el hombre fuera un individuo aislado, pero
vive en sociedad, lo que reclama una organizacin y tambin la necesidad de atender a su continuidad.
En el orden sobrenatural, es parecido. El nacimiento es el bautismo; el crecimiento en fuerza
sobrenatural, la confirmacin; el alimento, la eucarista. Esto bastara para la vida cristiana del individuo si
no sobrevinieran los pecados, contra los cuales dos remedios estn previstos: la penitencia, que puede
devolver la vida al alma, y la extremauncin, si en el momento en que va a aparecer ante Dios quedara
todava en ella una cierta languidez, una opacidad. En fin, tambin sobre el orden sobrenatural vive el
hombre en sociedad: a la organizacin de la Sociedad provee el sacramento del orden; y a su continuidad,
el matrimonio elevado a la dignidad de Sacramento con una doble finalidad, la una terrena y la otra celeste,
que es la de aumentar el nmero de los elegidos.
Por otra parte, tres de esos Sacramentos imprimen en el alma un carcter indeleble, es decir, un poder
de realizar vlidamente los actos del culto cristiano.
El poder de orden: suponed un laico que cogiendo pan y vino, quisiera hacer lo que hizo Jess y pronunciara las palabras ste es mi cuerpo, sta es mi sangre; nada se producira. Si se trata de un
sacerdote, aun estando en pecado mortal, hasta siendo hertico, podra, si quisiera, consagrar. El culto
cristiano se realizara de una manera pecadora, blasfematoria, pero vlida.
Paso ahora al poder del bautismo: un pecador no bautizado va a confesarse. La absolucin que le den
no tendr valor, porque es el bautismo el que permite recibir vlidamente los dems Sacramentos.
Qu poder da la confirmacin? El poder cultual de confesar abiertamente a Cristo continuando el
testimonio que El vino a dar en el mundo a la verdad.
He ah tres caracteres sacramentales indelebles. Si un sacerdote apostatara y despus volviera a su
Obispo, podrn prohibirle que celebre y que ejerza el ministerio, pero no habr cesado de ser sacerdote. Del
mismo modo no se vuelve a bautizar a quien apostat, porque fue bautizado para siempre.
Los Sacramentos de matrimonio y de extremauncin presentan cierta analoga con eso: mientras los dos
esposos vivan, un segundo matrimonio de uno de ellos es invlido; y en el transcurso de una misma
enfermedad, no se vuelve a dar la extremauncin.
As pues, tres Sacramentos (orden, bautismo, confirmacin), imprimen un carcter -es la palabra tcnicay dos (matrimonio y extremauncin) una seal no indeleble pero s temporal.
Supongamos ahora que yo recibo uno de los cinco Sacramentos estando en pecado mortal. Qu
ocurrir? Cometer un sacrilegio, pero el Sacramento es vlido. Si me arrepiento y me confieso, la gracia
que me hubiera dado el Sacramento revive. Es lo que se llama la reviviscencia del Sacramento. El que se
hubiera casado en pecado mortal no tiene por qu hacer bendecir de nuevo el matrimonio. El sacerdote le
dir: Confisese, haga un acto de contricin verdadera; habis recibido el Sacramento no santamente pero
vlidamente, la gracia del matrimonio revivir entonces en vos.
Abstraccin hecha de esas cuestiones de carcter y de seal que cinco de entre ellos imprimen los
siete Sacramentos dan o acrecientan la gracia. Dos estn establecidos para drsela a los que no la tienen:
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el bautismo y la penitencia, y se les llama por eso, Sacramentos de muertos. Los cinco restantes
acrecientan la gracia a los que ya la tienen, y se llaman Sacramentos de vivos. Puede, sin embargo, haber
permutaciones: si recibo yo el Sacramento de penitencia estando en estado de gracia, no me la dar pero la
acrecentar. Recprocamente, un Sacramento dispuesto para aumentar la gracia podr darla en ciertas
circunstancias: si soy vctima de un accidente de auto que me produce una amnesia. No acordndome de
que estaba en pecado mortal voy a comulgar para dar gracias a Dios por haberme salvado. Suponed que
no tengo la contricin perfecta, sino una contricin imperfecta; la comunin que hago de buena fe, lava mi
pecado, me devuelve la gracia. Tales son los cruces que pueden producirse.
Podemos ahora cerrar nuestro largo parntesis y volver a hablar de la plenitud cristoconformante de la
gracia cuando es recibida por los Sacramentos.
Indiquemos para empezar, que esa gracia no ser, como la gracia admica, eliminadora, sino, en tanto
que gracia crstica, iluminadora del sufrimiento y de la muerte. Jess no elimin para El el sufrimiento y la
muerte, pero los ilumin y la gracia redentora nos arrastra en su estela.
A este respecto el bautismo comunica una gracia de iniciacin y por eso dice San Pablo (Rom. VI, 4):
Con El hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para que como El resucit de
entre los muertos por la gloria del Padre, as tambin nosotros vivamos una vida nueva. Eso significa que
en el momento en que fui bautizado, la gracia que estaba en Cristo Jess se desbord en m y va a ejercer
en m un impulso parecido al que ejerce en El. Ahora bien, para qu vino Cristo? Para salvar al mundo por
la Cruz. En la gracia de Cristo hay como dos pesos: un peso de gloria que le empuja hacia la Trinidad, y un
peso de cruz que le empuja hacia la redencin del mundo: Ardientemente he deseado comer esta Pascua
con vosotros antes de padecer (Luc. XXII, 15). Cuando la gracia de Cristo viene a m me mover, si le soy
fiel, a seguir, en mi plano, su itinerario para la salvacin del mundo. El germen de la gracia del bautismo
podr ser sofocado por mi comportamiento, pero, por s misma, esa gracia, si yo no la contradigo, tender a
perfeccionarse por los dems Sacramentos y a desplegar en mi vida afectos semejantes a los que ha
desplegado en el alma de Cristo. Redentora en Cristo, ser corredentora en m, invitacin a las grandes
pruebas y a las grandes entregas de las que hablar San Juan de la Cruz.
En cuanto a la confirmacin, ella me animar a confesar la fe en unin ntima, en profunda continuidad
con el testimonio, que Jess rindi a la verdad: Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la
verdad (Juan XVIII, 37). Yo dar testimonio de la fe no solamente como un guerrillero aislado, sino con una
cualidad de amor emanada de la del Salvador al confesar la verdad en el mundo. La caracterstica de la
gracia de la confirmacin, cuando es bien acogida, es la proclamacin de la verdad en el amor.
La eucarista es el Sacramento de la consumacin de la vida espiritual; lo que el bautismo ha depositado
en el alma en estado de germen, la eucarista desea desarrollar. Se oye decir que es necesario recibir la
eucarista para no caer en pecado; eso no es incierto, pero es secundario porque su verdadero objeto es
consumar la vida espiritual y las verdaderas comuniones son las de los santos.
El Sacramento de la penitencia confiere una gracia particular de purificacin. Da tambin, en
consecuencia, el hambre de eucarista. Tal es la gracia especial de la penitencia.
La extremauncin es el ltimo Sacramento que la Iglesia da al alma que se dirige a la eternidad; le
purifica de todos los restos de pecado, es decir, de todas las debilidades que el pecado original y los
pecados actuales, incluso los ya perdonados, dejaron en ella, le prepara al gran encuentro con Dios.
El matrimonio da a los que lo han recibido, no slo el amarse con un mutuo amor humano -lo que ya es
una gran cosa- sino tambin el amarse como miembros de Cristo. Una particular delicadeza har que cada
uno respete en el otro, la gracia de Cristo o, cuando menos, la vocacin del otro a la gracia de Cristo que
lleva consigo, ya lo hemos dicho, la inhabitacin de la Santa Trinidad. Si un cnyuge respeta eso en el otro,
su amor tendr una coloracin bien cristoconformante. Gran misterio ste pero entendido de Cristo y de la
Iglesia (Efes. V, 31-32).
Y en cuanto al Sacramento del orden, todo el que ejerza en l poderes como instrumento de Jess
obtendr, en la medida de la intensidad de la gracia en l, rendir esos servicios con el corazn de Jess.
La gracia al pasar por los Sacramentos se encuentra as enriquecida de diversas modalidades y
coloraciones, como la luz que pasa a travs de cristales de siete colores diferentes. Esas diversas modalidades sacramentales de la gracia son el esplendor del Cuerpo Mstico de Cristo. Se encuentran en los
ms pobres de los cristianos justificados, pero no manifiestan aqu abajo su fuerza ms que en los grandes
santos; y el testimonio de estos respecto a los efectos en ellos de las gracias sacramentales es lo que la
teologa de la Iglesia deseara poder provocar y solicitara inscribir para lograr hacer ms explcita e ilustrar
una de sus ms misteriosas y ms profundas doctrinas, poco conocida an: la de la gracia sacramental, la
sola plenamente crstica, la sola plenamente cristoconformante. Todo esto est todava para nosotros en la
noche de la fe, pero en el ltimo da, cuando perezca el mundo, se revelar la belleza de la Iglesia que
nunca acabar.
Tal es el tercer estado existencial de la gracia, el de la gracia crstica por derivacin. La gracia,
orientada, por una parte, por los poderes jurisdiccionales asistidos por Cristo, y enriquecida, por otra parte,
por su paso a travs de los Sacramentos de la Ley nueva, puede ser plenamente crstica y plenamente
cristoconformante. Ella es la que da a la Iglesia su carcter de libertad, de novedad, de eterna juventud:
Pero la Jerusaln de arriba es libre, esa es nuestra madre (Gal. IV, 26). Todos nosotros a cara
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descubierta contemplamos la gloria del Seor como en espejo y nos transformamos en la misma imagen, de
gloria en gloria, a medida que obra en nosotros el Espritu del Seor (2 Cor. III, 18). Y vi la ciudad santa, la
nueva Jerusaln, que descenda del cielo del lado de Dios... (Apoc. XXI, 2).
1. Los apstoles deba constituir la Iglesia llevando por el mundo las gracias
de contacto.
En Palestina, por las gracias que emanaban de su contacto, Cristo constitua la Iglesia en acto acabado.
En ese mismo tiempo, enviaba a cada alma, en los cinco continentes, radiaciones secretas de su gracia
que, en la medida en que eran aceptadas, permitais a la Iglesia existir en aquellas regiones, de una manera
inicial, imperfecta, poco visible.
Pero antes de su Ascensin, enva Jess a los apstoles por el mundo: Id, pues, ensead a todas las
gentes... (Mat. fin). Seris mis testigos en Jerusaln, en toda la Judea, en Samara y hasta los extremos
de la tierra (Hechos I, 8). Yo estar con vosotros -les dice Jess- siempre, hasta la consumacin del
mundo (Mat. fin). All donde la jerarqua est, con sus poderes de orden y de jurisdiccin, dispensar las
gracias de contacto, de las que hemos hablado, que constituirn a la Iglesia en su acto acabado. Y como los
discpulos son enviados por Cristo a todas las naciones, la Iglesia, en derecho y en rgimen normal, debera
existir en su forma plena, perfecta, acabada, en toda la superficie de la tierra.
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4. El judasmo
Adems de esos bloques no eliminados, de la herencia del paganismo, hay otros que se constituyen en
el transcurso de los tiempos y que crearn nuevos obstculos a la misin de los poderes jerrquicos y a la
difusin de las gracias de contacto. As aparecer el error del judasmo. En qu consiste?
En que cuando viene el Mesas, el pueblo judo, depositario de la promesa mesinica, no le reconoce.
Habr, s, un resto que integrar la Iglesia, constituida al principio nicamente por judos, con la Virgen y
los apstoles; pero el conjunto del pueblo judo a causa de la falta de sus jefes, no sabr ver en el Evangelio
el cumplimiento de las promesas milenarias hechas a Israel. El error judo es el del tallo que en el momento
de dar su flor no se reconoce en ella y que lleno de estupor la rehsa para volverse a sus races. As se
constituye una nueva formacin religiosa. Es el judasmo actual. Tiene dos mil aos. Su desvo no es el
mismo que el de los gentiles. Los gentiles inmergen a Dios en el mundo siendo politestas o pantestas. La
desviacin del judasmo consiste en negar la trascendencia del Creador, ya que, por el contrario, le invocan
contra el Mesas: Ha blasfemado, se dice el Hijo de Dios (Mat. XXVI, 63-65). Pero Dios, cuyos designios
sobrepasan toda la inteligencia, haba decidido esta vez venir en socorro de su pueblo envindole ms que
un salvador temporal y ms que un profeta: Porque tanto am Dios al mundo que le dio su Unignito Hijo
para que todo el que crea en El no perezca sino que tenga la vida eterna (Juan III, 16).
Israel ha tropezado ante esta revelacin. El misterio de una vida divina que sobreabunda en tres Personas, el misterio de una Persona divina que se encarna y muere en la Cruz para salvar al mundo, le ha
parecido intolerable. Despus de haber confesado durante dos mil aos la trascendencia del Amor creador,
ha desconocido y rechazado la trascendencia del Amor redentor. En semejante formacin religiosa le ha
sido imposible a la Iglesia hacer penetrar, por su jerarqua, las gracias sacramentales y orientadas.
5. El Islam
Ha habido despus la extraordinaria formacin religiosa del Islam. Cmo definirla? Pretende derivarse
del monotesmo de Abraham. Pretende ser su descendiente por Ismael, Isaac, Jacob, Moiss. Mara es
Virgen. Su hijo Jess es el Verbo, el Mesas. Pero los judos y los cristianos han desfigurado las Escrituras.
La Tora y el verdadero Evangelio estn recogidos en el Corn. Mahoma es el Sello de la Profeca.
En realidad, el Islam no deriva directamente de Abraham. Mahoma se puso en contacto con el judasmo
de despus de Cristo. Es el judasmo cerrado a la revelacin de la Trinidad y de la Encarnacin, y
esclertico ya si as puede decirse, l que l predicar a tribus paganas. As tendrn stas la revelacin de
la unidad divina. Irn en peregrinacin no a Jerusaln sino a La Meca. Esa formacin religiosa es un retoo
del judasmo, un fiador del judasmo. Judos y musulmanes son como hermanos enemigos; por eso son,
afectivamente, tan hostiles los unos a os otros. Pero se parecen. Proclaman juntos una trascendencia divina
que excluye a la Trinidad y a la Encarnacin. Bloquean unos y otros la revelacin divina referente a la
salvacin espiritual del mundo, con los destinos temporales de sus propios pueblos. He ah de nuevo, una
vasta formacin religiosa en la que la mezcla de grandes errores con grandes verdades constituir una
traba para la predicacin apostlica. Las gracias de contacto que slo ella puede procurar quedarn descartadas desde el umbral.
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6. Las disidencias
Ms tarde vendrn las disidencias. Puede suponerse, en el origen de stas, que alguien, vctima de un
error, no sea sin embargo culpable? Lo creo posible en ciertas circunstancias; pero en otros casos puede
haber jefes de fila que ante Dios son culpables y que a menudo nos aparecen como tales. Son, propiamente
hablando, los heresiarcas que rompen a sabiendas la unidad de la Iglesia y de la fe cristiana. As se
constituyen nuevos bloques que arrastrarn verdades cristianas: veneracin de la Santa Escritura, validez
de ciertos Sacramentos, etc., mezclados con un principio de escisin. Suele decirse que el agua regia es el
nico lquido que disuelve el oro: pues bien, las disidencias son como una mezcla de oro y de agua regia.
Ellas son las que, de manera ms o menos grave, detienen el impulso de la jerarqua: Id, pues, ensead a
todas las gentes, bautizndolas... Despus de la ruptura protestante muchos dogmas se han esterilizado;
los cuqueros, por ejemplo, no emplean ya el bautismo. Cuntas multitudes que, por lo menos, ponen
obstculos a ciertas riquezas del magisterio y se cierran as, total o parcialmente, a las gracias de contacto.
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El P. de Menasce habla de ello en su hermoso libro: Cuando Israel ama a Dios. En esos medios, algunos
llegaron a descubrir hasta la nocin del amor de corredencin, ajeno al judasmo. Sin que hablen de Cristo,
sus expresiones tienen como una sonoridad cristiana. Copiemos algunos pasajes del libro de que acabo de
hablaros.
El cristal y el espejo
Un hombre a quien la riqueza haba endurecido el corazn, fue a ver al rabino Eisig. El rabino le dijo:
Mira por la ventana y dime lo que ves en la calle. Veo unos hombres que van y vienen. En seguida le
ofrece un espejo: Mira a este espejo y dime lo que ves. Me veo a m mismo. Y ya no ves a los
otros? Piensa en que la ventana y el espejo son los dos de cristal; pero por haber sido el espejo recubierto
de plata, ya no ves t en l ms que a ti mismo, mientras que a travs del claro vidrio de la ventana ves a
los otros. Yo deploro tener que compararte a esas dos especies de cristales. Pobre, veas a los otros y
tenas compasin de ellos; cubierto de plata, ya slo te ves a ti mismo. Vale ms, sin duda, raspar el
revestimiento de plata para que, de nuevo, puedas ver a los dems.
La mejor manera de predicar es llegar a ser como una oreja que escucha y que sea el mundo del Verbo
el que hable en nosotros y no nosotros; porque apenas nos omos hablar a nosotros mismos, el Verbo se
calla.
El puro amor
Su vida (la del rabino Dow Beer, de Mzeritz) comienza por una terrible pobreza; su mujer la soporta
mal. Un da, sus lgrimas y las de sus hijos le enternecen y por vez primera se queja de su miseria.
Inmediatamente -dice la leyenda- se dej or una voz del cielo proclamando que sus quejas le haban hecho
perder un puesto en el mundo futuro. Al principio se llen de dolor, pero reflexion despus y manifest una
gran alegra: Desde ahora, se dijo, servir a Dios con un corazn ms puro sin esperar recompensa.
Entonces la voz del cielo se hizo or de nuevo: Tu parte en el mundo futuro te ha sido devuelta. Pero cuida
en adelante de no quejarte cuando tus hijos te llenen de compasin, porque tu compasin no es ms viva
que la de Dios.
Alegra y tristeza
El rabino de Sassow deca: Cmo debe ser un hassid? Debe ser como el nio que, a un mismo tiempo,
llora y re. El hombre que tiende a una verdadera piedad debe llorar al recuerdo de sus pecados y de su
bajeza, por haber ofendido a Dios; y debe alegrarse al pensar que ha sido creado para servir al Seor del
cielo y observar los mandamientos que nos ha dado, en su fe. Una cosa y otra separadamente son
perjudiciales al hombre, porque una constante tristeza engendra la melancola y la duda, y por otra parte, el
hombre que est constantemente alegre no sabr consagrarse al servicio de Dios y al cumplimiento de sus
mandamientos. Hay, pues, que esforzarse en estar a un mismo tiempo, triste y alegre, a fin de elevarse
hasta el atrio del verdadero temor y del verdadero amor.
Esos judos piadosos descubren la necesidad de sufrir por los dems que sugera ya la revelacin del
Antiguo Testamento y por ejemplo el ruego de Abraham intercediendo por Sodoma y Gomorra (Gnesis
XVIII, 22-32). Abraham entra como en lucha con Dios: Pero, vas a exterminar juntamente al justo con el
malvado? Si hubiera cincuenta justos en la ciudad los exterminaras acaso y no perdonaras al lugar por
los cincuenta justos? Y dijo el Seor: Si hallar en Sodoma cincuenta justos, perdonara por ellos a todo
el lugar. Abraham insiste: Y si hubiera 45?, 40?, 30? No destruira la ciudad. Todava Abraham:
Perdona Seor, slo una vez ms: Y si se hallasen all diez? Por los diez no la destruira. Pero no se
encontraron diez justos... La oracin de intercesin da ya una tonalidad cristiana al Antiguo Testamento, es
como una sombra de la oracin corredentora.
Pensemos tambin en Moiss cuando desciende del Sina y ve al pueblo adorando al becerro de oro. Se
irrita, rompe las Tablas de la Ley. Dios dice: Djame, pues, que se desfogue contra ellos mi clera y los
consuma. Pero Moiss implora de nuevo: Apaga tu clera y perdona la iniquidad de tu pueblo (xodo
XXXII, 19-31).
Pensemos sobre todo en el extraordinario captulo LIII de Isaas, donde se habla del varn de dolores,
sobre quien carg el Seor la iniquidad de todos nosotros; que dar su vida en expiacin y por sus
sufrimientos justificar a multitudes.
Con el Antiguo Testamento nos encontrbamos en rgimen normal, el de las gracias crsticas por
anticipacin. Ahora con el pueblo de Israel, estamos en rgimen anormal, el de las gracias crsticas de
suplencia. Son ellas, sin embargo, las que ayudan a los hassidim a descubrir la revelacin del amor,
anunciado en el Antiguo Testamento por el Cantar de los Cantares y las grandes confidencias de Oseas
acerca de las relaciones entre Dios y su pueblo. Al mismo tiempo encontrarn el sentido del sufrimiento
corredentor.
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Despus, el judasmo actual, en cuanto es fiel al gran anuncio proftico de la trascendencia divina, y est
destinado por Dios a volverse al Mesas que desconoci: Y entonces todo Israel ser salvo, segn est
escrito: Vendr de Sin el Libertador para alejar de Jacob las impiedades (Rom. XI, 26).
Despus el Islam que es como su calco y que venera tambin la trascendencia divina.
Y finalmente la India. Con un grado menor de pureza porque su clima corre el peligro de ser pantesta;
no obstante, la fuerza divina de la gracia puede vencer todos los obstculos.