Al Encuentro Con Jesús PDF

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AL ENCUENTRO CON JESS

Matilde Eugenia Prez Tamayo

CONTENIDO
Presentacin
Oracin a Jess, el Dios de los encuentros
1. En el brocal del pozo (La Samaritana)
Dame, Seor, de tu agua viva
2. Y la oscuridad se convirti en luz (El ciego Bartimeo)
Oracin para pedir la gracia de la fe
3. La suegra que conmovi a Jess (La suegra de
Pedro)
Oracin para pedir la salud del alma y del cuerpo
4. El publicano de Jeric (Zaqueo)
Oracin para pedir los dones de la conversin y
del perdn
5. Una madre convincente (La mujer cananea)
T, Seor, eres mi fortaleza
6. El joven que buscaba la Vida eterna (El joven rico)
Oracin del corazn
7. Amiga y discpula (Mara de Betania)
Llname de Ti, Seor
8. Un padre que ama y cree (Jairo, el jefe de la
sinagoga)
Profesin de fe
2

9. Sorprendida en adulterio (La mujer adltera)


Peticin de perdn
10. Tus pecados te son perdonados (El paraltico
descolgado)
Renueva, Seor Jess, nuestro ser y nuestra vida
11. Una mujer de su casa (Marta de Betania)
Oracin a Jess Amigo
12. De la muerte a la vida (Lzaro de Betania)
Oracin del testigo
13. Doce aos enferma y excluida (la hemorrosa)
Ensame, Seor, a orar
14. El maestro de la duda (Toms, el discpulo)
Aumenta, Seor, mi fe y mi esperanza
15. Del dolor a la alegra (La viuda de Naim)
Oracin para pedir el don de la alegra
16. El compaero de la ltima hora (Dimas, el buen
ladrn)
Dame, Seor, un corazn de carne

PRESENTACIN
La vida de todos los seres humanos, nace, crece, y llega
a
su
madurez,
en,
por,
y
para
el
encuentro. El encuentro de los padres comunica la
vida
al
hijo;
el
encuentro
de
los
padres y los hijos, y de los hermanos entre s, constituye
la familia, principio y fundamento de la sociedad, y
tambin de la Iglesia, que es la gran familia de Dios. El
encuentro con las personas cercanas abre nuestra
mente y nuestro corazn al mundo, da lugar a la
amistad, y hace posible que la sociedad crezca y se
desarrolle con vitalidad.
Encontrarse con otro implica situarse frente a l, cara a
cara con l, para conocerlo, para amarlo y recibir su
amor, para establecer con l una relacin de amistad en
la que cada uno comunica al otro, entrega al otro, lo que
l mismo es; le participa su ser, su esencia, su intimidad.
Jess es Dios que se encarna porque quiere
encontrarse con nosotros, los seres humanos de todos
los tiempos y todos los lugares; Dios que desea ponerse
en nuestra situacin para mirarnos de frente, desde
nuestra misma condicin, conocernos y drsenos a
conocer, amarnos y ensearnos a amar; amarnos y
recibir nuestro amor, establecer con nosotros una
relacin de amistad ntima y profunda, comunicarnos lo
que l es - su divinidad -, para hacer florecer nuestra
humanidad.
Jess es Dios que se "humaniza", Dios que se nos da,
4

Dios que se nos entrega, porque su deseo ms grande


es que lleguemos a ser como l es, a pensar como l
piensa, a sentir como l siente, a amar como l ama, a
actuar como l acta, siempre con bondad, con justicia,
con libertad, en la verdad; sintindonos hermanos los
unos de los otros, porque nos reconocemos hijos de un
mismo Padre.
Leyendo los evangelios, podemos darnos cuenta de que
toda la vida de Jess, desde su nacimiento en Beln
hasta su muerte de cruz, e incluso sus apariciones
despus de la resurreccin, tal y como fueron referidas
por los evangelistas, fue una larga serie de encuentros,
en los cuales comunic a los hombres y mujeres con
quienes comparti su existencia en el mundo, su fe, su
amor, y su esperanza.
La samaritana, Mara Magdalena y Simn Pedro, Zaqueo
y la mujer adltera, la cananea y su hija, la hemorrosa y
el ciego Bartimeo, Jairo y su hija, Lzaro, Marta y Mara
de Betania, Mateo y Toms, Felipe y Andrs, el joven rico
y la mujer encorvada, Juan y Santiago, el hombre de la
mano seca y el endemoniado de Gerasa, la viuda pobre
y el sordomudo, Jos de Arimatea y Dimas, el buen
ladrn, Nicodemo y el leproso agradecido, la suegra de
Pedro y el centurion romano, Simn de Cirene y todos
los hombres y mujeres que se cruzaron en su camino,
nos dan su testimonio: su encuentro con Jess marc
definitivamente sus vidas, y desde el mismo momento
que lo tuvieron frente a frente, empezaron a ser
personas nuevas, seres humanos verdaderamente
libres.
5

Jess los liber de sus enfermedades y de sus


angustias, de su pecado y de su miedo, de su cobarda,
de su soledad, de sus ambiciones, de sus debilidades
humanas, de su egosmo; llen su corazn con su
verdad y con su amor, les comunic su paz "que no es
como la que da el mundo", los fortaleci con el don de su
espritu, y los ilumin con su luz que no se apaga.
Guiados por los evangelios, que nos hacen presentes los
momentos claves de la vida del Maestro, intentemos
hacer un recorrido imaginario por la historia de algunas
de estas personas que fueron "tocadas" por Jess en su
"encuentro" con ellas, y escuchemos con atencin lo que
cada una tiene para decirnos hoy.
Acojamos su testimonio con la mejor disposicin de
nimo. Sus palabras sern para nosotros, una fuente de
inspiracin. Han pasado 2.000 aos y algo ms, pero los
seres humanos seguimos siendo los mismos. Tal vez
sus palabras sean lo que estamos necesitando para
ponernos en camino; lo que nos estaba haciendo falta
reconocer para avocar con entusiasmo y verdadera
conciencia, un encuentro personal y profundo con Jess;
un encuentro que nos transforme por dentro, y cambie
nuestra vida entera.
Tal vez ellos nos digan lo que necesitamos or para dar el
paso que tenemos que dar: olvidarnos de la simple
devocin externa, de las meras prcticas piadosas que
dicen tan poco y en ocasiones adormecen nuestra
conciencia, y establecer con Jess una relacin
6

personal, ntima y profunda; para, de esta manera, llegar


a la entrega total de nuestro ser a l y a su causa: el
Reino, o mejor, el Reinado de Dios, que Jess
anunciaba, con la certeza de que llenar de felicidad y
de paz nuestro corazn y nuestra vida
Que Mara, la primera discpula y la primera misionera de
Jess, nos gue y anime en esta tarea.

ORACIN A JESS,
EL DIOS DE LOS ENCUENTROS
Jess, Hijo de Dios,
que nos llamas a tu encuentro cada da,
con la certeza de que ese encuentro
es para nosotros un don y una gracia,
danos la capacidad
de salir de nuestro ensimismamiento,
y acogerte con fe y con amor,
en las distintas circunstancias de nuestra vida.
Acogerte para creer en ti
y en tu palabra
de amor y de vida,
de esperanza y de paz.
Acogerte para amarte
con un amor clido y profundo,
salido de lo ms hondo de nuestro corazn.
Acogerte para proclamarte
7

con decisin y valenta,


como dueo y seor
de nuestro ser y de nuestra vida.
Acogerte para comunicar
con entusiasmo y alegra,
con gestos y palabras,
tu mensaje de salvacin y de vida eterna.
Condcenos, Jess a tu encuentro,
como condujiste a la samaritana del Evangelio.
Como condujiste a Pedro, a Santiago y a Juan,
y a todas y cada uno de los hombres y mujeres
que, a lo largo de tu vida en el mundo,
tuvieron una relacin ntima y eficaz contigo;
una relacin que llen su corazn
de certeza y claridad,
de verdad y de vida.
No permitas, Jess,
que nos extraviemos
en este difcil camino
que ahora recorremos.
No permitas que seamos ciegos
a tu presencia en nuestra vida.
Danos la gracia de saber descubrirte,
la gracia de saber encontrarte,
la gracia de saber escucharte,
la gracia de saber seguirte,
ahora y siempre.
Amn.
8

1. EN EL BROCAL DEL POZO


(La samaritana)
Llega Jess a una ciudad de Samaria llamada Sicar,
cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo Jos. All
estaba el pozo de Jacob. Jess, como se haba fatigado
del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor
de la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jess le dice:
Dame de beber. Pues sus discpulos se haban ido a la
ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana:
9

Cmo t, siendo judo, me pides de beber a m, que


soy una mujer samaritana? (Porque los judos no se
tratan con los samaritanos.)
Jess le respondi: Si conocieras el don de Dios, y
quin es el que te dice: Dame de beber, t le habras
pedido a l, y l te habra dado agua viva. Le dice la
mujer: Seor, no tienes con qu sacarla, y el pozo es
hondo; de dnde, pues, tienes esa agua viva? Es que
t eres ms que nuestro padre Jacob, que nos dio el
pozo, y de l bebieron l y sus hijos y sus ganados?.
Jess le respondi: Todo el que beba de esta agua,
volver a tener sed pero el que beba del agua que yo le
d, no tendr sed jams, sino que el agua que yo le d
se convertir en l en fuente de agua que brota para vida
eterna. Le dice la mujer: Seor, dame de esa agua,
para que no tenga ms sed y no tenga que venir aqu a
sacarla.
l le dice: Vete, llama a tu marido y vuelve ac.
Respondi la mujer: No tengo marido. Jess le dice:
Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido
cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo;
en eso has dicho la verdad.
Le dice la mujer: Seor, veo que eres un profeta.
Nuestros padres adoraron en este monte y ustedes
dicen que en Jerusaln es el lugar donde se debe
adorar. Jess le dice: Creme, mujer, que llega la hora
en que, ni en este monte, ni en Jerusaln adorarn al
Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros
10

adoramos lo que conocemos, porque la salvacin viene


de los judos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en
que los adoradores verdaderos adorarn al Padre en
espritu y en verdad, porque as quiere el Padre que
sean los que lo adoren. Dios es espritu, y los que
adoran, deben adorar en espritu y verdad.
Le dice la mujer: S que va a venir el Mesas, el llamado
Cristo. Cuando venga, nos lo explicar todo. Jess le
dice: Yo soy, el que te est hablando.
En esto llegaron sus discpulos y se sorprendan de que
hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: Qu
quieres? o Qu hablas con ella?.
La mujer, dejando su cntaro, corri a la ciudad y dijo a
la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho
todo lo que he hecho. No ser el Cristo?.
Salieron de la ciudad e iban donde l. (Juan 4, 5-30)
*****
S, yo soy la mujer de Samara, "la samaritana", como
me llam Juan en su evangelio, cuando refiri mi
historia.
Conoc a Jess un da de aquellos en los que el sol
parece brillar con ms esplendor. Estaba cansado y se
haba sentado en el brocal del pozo que est en las
afueras de Sicar, la ciudad donde vivo. Porque soy
samaritana de nacimiento y de costumbres.
11

Llegu, como todos los das, a sacar agua para llevar a


casa. No s por qu fui a aquella hora; era medioda y yo
suelo ir siempre ms temprano en la maana, o al
atardecer, cuando ha cado ya un poco el sol. Tal vez
Dios mismo me llev para que me encontrara con l,
porque - hoy puedo decirlo con toda sinceridad -, Jess,
el profeta de Nazaret, cambi mi vida totalmente; le dio
un nuevo sentido y un nuevo valor, y llen de fe y de
esperanza mi corazn herido.
Cuando lo vi all, silencioso, con la mirada perdida en el
horizonte y con el rostro sudoroso y cansado, no me
compadec de l; lo digo con toda claridad.
Inmediatamente supe que era judo, y ya se sabe que los
judos y los samaritanos estamos separados desde hace
tiempo, por muchas cosas, entre ellas, nuestra manera
de creer en Dios y de relacionarnos con l.
Por eso, cuando me pidi que le diera de beber, antes de
hacerlo le ech en cara nuestra enemistad ancestral: l
era judo y yo samaritana, qu estaba haciendo all, en
un territorio que no era el suyo, hablndome a m y
pidindome ayuda? Era muy extrao ver un judo por
aquellos lugares y mucho ms en aquella situacin.
Su actitud cordial y su respuesta un poco extraa pero
en todo correcta, a mi pregunta osca e hiriente, me
desconcert bastante. A pesar de que me estaba
pidiendo agua para saciar su sed, me habl de un agua
viva que l tena, y tambin del don de Dios que
significaba que estuviera all, a aquella hora, hablando
12

conmigo.
Confieso que sus palabras me dieron risa y rabia a la
vez. Quin se crea que era?... Pero su mirada era tan
limpia, sus gestos tan sencillos y pausados, su hablar tan
seguro, y su actitud tan serena y acogedora, que me
qued escuchndolo sin interrumpirlo, y termin por
conquistarme.
Hasta le ped que me diera de su agua para calmar mi
sed fsica, definitivamente, de manera que ya no tuviera
necesidad de volver a aquel lugar tan lejano, para
conseguir agua fresca!
Mi peticin muestra con claridad que evidentemente no
haba entendido nada de lo que Jess estaba diciendo.
Slo lo comprendo ahora que el tiempo ha pasado y he
podido reflexionar sobre aquella conversacin, y sobre
muchas otras cosas que despus supe de l. Sus
enseanzas llenan hoy mi corazn de alegra y de paz.
Pero lo que vino luego fue lo que ms me sorprendi, y
lo que destruy definitivamente mis prejuicios y mis
dudas. No poda creerlo!... Jess me habl de mi vida,
de mis cinco maridos anteriores, y de mi amante de
entonces, como si me conociera, como si conociera mi
historia y las vueltas que ha dado y que yo he dado con
ella.
Sin embargo, pude darme cuenta perfectamente, que no
lo haca como estaba acostumbrada a que lo hicieran los
dems: juzgndome, condenndome, maldicindome por
13

mi falta de criterio y de orden, por mi conducta inmoral,


por mis descarados deslices sentimentales.
Jess lo hizo con gran respeto, hasta con cario, podra
decir; como si me comprendiera, incluso ms que yo
misma; invitndome a tomar conciencia de ello y
mostrndome el mal que me estaba causando a m
misma, aunque aparentemente creyera que era feliz y
as quisiera aparecer ante los dems.
Esta fue para mi, la prueba ms clara y fehaciente de
que Jess no era un hombre como los dems, un
hombre como aquellos con quienes estaba habituada a
tratar en mi familia y en mi pueblo. Tena que ser alguien
ms; tal vez un profeta, un hombre de Dios. Un profeta
judo, pero profeta al fin y al cabo; y como mis padres me
ensearon que a los profetas hay que escucharlos
siempre con mucha atencin, aunque sus palabras
puedan sonar duro a nuestros odos, permanec all
atenta a todo lo que quera decirme. Nuestra
conversacin fue mucho ms larga de lo que cuenta
Juan en su relato.
Jess me hablaba con profundo respeto y con un gran
cario, como si yo fuera una persona muy importante
para l, como si le interesara mucho mi bienestar en el
presente y en el porvenir.
Yo le hice algunas preguntas y l me las respondi con
verdadera sabidura. Hasta me atrev a preguntarle por el
Mesas, el Enviado de Dios, tan esperado por todos los
descendientes de Abrahn, incluyndonos a nosotros,
14

los samaritanos. Y saben qu?... Me dijo sin


vacilaciones pero sencillamente, con mucha humildad y
gran calidez: Yo soy, el que te est hablando .
Cuando escuch su respuesta qued sobrecogida,
abismada, incapaz de decir algo ms. Era totalmente
inusitado. No me lo esperaba. No poda imaginarlo
siquiera! Estar yo all, hablando con el Enviado de
Yahv Imposible!... Por qu yo?...
Pero no tuve tiempo de decir nada ms, y l tampoco...
Llegaron sus discpulos que haban ido a otro pueblo a
comprar comida, y se sorprendieron de encontrar a su
maestro conversando conmigo. Hay que recordar que en
aquel tiempo se vea muy mal que un hombre hablara
con una mujer en un lugar pblico, mucho ms si esa
mujer era samaritana, y peor an si el tema de
conversacin era religioso, un tema propio de hombres,
segn se deca.
Entonces aprovech el barullo que se form, y corr al
pueblo para contarles a todos lo que me haba sucedido.
Era importante que ellos fueran a conocer a Jess, y a
escuchar sus palabras. Una noticia como esta no puede
dejarse guardada, hay que anunciarla, hacerle
propaganda, comunicarla rpidamente a todos los que
sea posible.
Ha pasado mucho tiempo desde aquel da y no he
podido olvidarlo. Mi encuentro con Jess, el Maestro de
Nazaret, el Mesas de Dios, marc definitivamente mi
vida y dej en ella una huella imborrable. Desde
15

entonces soy una persona distinta, una mujer nueva. l,


con su amabilidad y su ternura, su libertad y su
confianza, me cambi para siempre.
Muy pronto comprend que sus palabras no eran las
mismas palabras que todos estamos habituados a or;
decan ms de lo que a simple vista pareca que dijeran;
calaban hondo en el corazn; abran caminos;
sugeran Por eso las recuerdo con tanta claridad; por
eso siguen ensendome tantas cosas; por eso todava
hacen latir mi corazn con ms fuerza de lo
acostumbrado.
A veces pienso que Jess se qued aquel da en el
brocal del pozo, slo para encontrarse conmigo; para
ponerme conversacin y penetrar en mi intimidad, y
desde all, desde mi pequeez, transformarme,
hacindome consciente de lo que haba sido hasta
entonces, y de lo que poda llegar a ser si lo escuchaba
a l y me dejaba guiar por sus palabras.
Y lo consigui! Jess es ahora mi eterno presente; l y
sus enseanzas de amor, de perdn, de verdad, de
esperanza, que poco a poco he ido conociendo, ayudada
por sus discpulos ms cercanos, que las escucharon
directamente de sus labios, y lo vieron hacerlas realidad
en su vida de cada da, en el trato amoroso con todas y
cada una de las personas que se cruzaron en su camino,
incluyendo aquellos que lo persiguieron y lo llevaron a la
muerte.
S, Jess cambi mi vida. La cambi totalmente, y
16

espero que sea para siempre. Ahora soy una mujer


nueva, una mujer totalmente renovada, una mujer que ya
no tiene miedo de ser mujer; una mujer que es capaz de
muchas cosas, porque ha bebido del agua viva que
Jess le ofreci, y ahora tiene la vida en abundancia
que l le regal, y la nica sed que padece es una sed
que no incomoda, sino que llena el corazn de gozo y
entusiasmo, de luz y fortaleza para seguir viviendo, para
seguir luchando: Sed de Dios!
Un tiempo despus de mi encuentro con Jess, el
Maestro fue
hecho prisionero y llevado por las
autoridades del Templo de Jerusaln, con falsas
acusaciones, ante Pilato, el gobernador romano. Pilato lo
conden a morir crucificado, y la condena se cumpli la
la vspera de la gran fiesta de la Pascua. Sin enmbargo,
sus discpulos y amigos ms cercanos dan testimonio de
que al tercer da resucit de entre los muertos, y se les
apareci a algunos de ellos.
Yo acepto con humildad y con fe su testimonio, y aunque
no lo he visto con mis ojos, ni lo he tocado con mis
manos, siento muy vivamente, en mi corazn de mujer y
de creyente, su presencia amorosa y constante.
No tuve la dicha de volver a verlo ni de volver a
escucharlo mientras vivi en el mundo, pero en mi
memoria permanece su imagen, y en mi alma resuenan
sus palabras clidas y veraces, la bondad de sus gestos,
el amor con el que se dirigi a m, sabiendo quien era yo
y la vida que entonces llevaba.
17

DAME, SEOR, DE TU AGUA VIVA


Seor Jess,
Maestro de vida y esperanza,
dame a beber del agua viva que brota de tu fuente,
y quita para siempre la sed de quien la bebe.
Quiero beberla cada da como t nos la ofreces,
para calmar la sed de eternidad que mi alma siente.
Dame, Seor, del agua viva que brota de tu fuente.
Llena mi corazn con su frescura.
Quiero darle a mi vida una nueva esperanza,
olvidar mis caprichos y mis metas,
y caminar contigo hacia donde t quieras conducirme.
Dame, Seor, del agua viva que brota de tu fuente.
Llena mi corazn con su frescura.
Quiero sanar mi vida de todas las heridas
que an duelen,
y entregrtela a ti sin condiciones,
sin miedo ni tristeza.
Seor Jess,
Maestro de vida y esperanza,
dame a beber del agua viva que brota de tu fuente
hasta la Vida eterna.
Que renueve mi ser. Que sacie mis anhelos.
Que me llene de paz y de esperanza.
De fe, de amor, de entrega humilde y generosa.
Hasta que llegue el da del encuentro contigo
18

que ya espero.
Amn.

19

2. Y LA OSCURIDAD
SE CONVIRTI EN LUZ
(Bartimeo, el ciego de nacimiento)
Cuando Jess sala de Jeric, acompaado de sus
discpulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo
(Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al
camino. Al enterarse de que era Jess de Nazaret, se
puso a gritar: Hijo de David, Jess, ten compasin de
m!
Muchos le increpaban para que se callara. Pero l
20

gritaba mucho ms: Hijo de David, ten compasin de


m! Jess se detuvo y dijo: Llmenlo.
Llaman al ciego, dicindole: Animo, levntate! Te llama.
Y l, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde
Jess. Jess, dirigindose a l, le dijo: Qu quieres
que te haga? El ciego le dijo: Rabbun, que vea!
Jess le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante,
recobr la vista y lo segua por el camino. (Marcos 10,
46-52)
*****
Yo soy Bartimeo, el hijo de Timeo, habitante de Jeric, la
hermosa ciudad de las palmeras, situada en la margen
izquierda del ro Jordn, cerca a su desembocadura en
el Mar Muerto.
Estoy aqu, porque quiero dar testimonio de lo que Jess
el Rab de Nazaret, hizo por m y en m, en un momento
clave de mi vida; y de todo lo que de este
acontecimiento, de este
maravilloso encuentro, se
deriv.
Hoy, ahora, es claro para m y deseo anunciarlo a todos
los que quieran escucharme: Jess de Nazaret, no es
slo el Hijo de David, como yo gritaba aquella maana,
es el Hijo de Dios, su Mesas-Salvador. Puedo dar fe de
ello.
Lo conoc personalmente, y fui beneficiario directo de
uno de sus milagros ms famosos, del cual hay
21

constancia en los cuatro evangelios. San Juan lo llama


signo, porque para l es una seal clara de la divinidad
de Jess, y lo narra bella y detalladamente (Juan 9, 1
ss).
Nac ciego y Jess me dio la vista cuando era ya mayor.
Quin si no Dios puede hacer algo as!... Dnde se
haba visto o se ver algo semejante!...
El da que aquello sucedi fue el ms feliz de toda mi
vida, no slo porque pude ver, y con ello, admirar y gozar
la hermosura del mundo, sino tambin y sobre todo,
porque cuando mis ojos se abrieron, y la luz penetr por
mis pupilas, conoc a Jess, el personaje ms grande de
la historia humana de todos los tiempos.
Y conocer a Jess, mirarlo a la cara como yo pude
hacerlo, es un privilegio, una gracia totalmente
inmerecida pero absolutamente maravillosa, porque
Jess cambia la vida de quien se acerca a l con
corazn abierto y bien dispuesto.
Ya me haba resignado a ser una persona rechazada,
que tena que vivir de las monedas que me daban los
que pasaban por mi lado, unas veces con gusto, y otras
las ms -, con desprecio. Era mi destino y tambin el
destino de todos los que, como yo, nacan en Israel, con
algn defecto fsico, o contraan en cualquier etapa de su
vida una enfermedad grave, como la lepra, por ejemplo.
En aquel entonces exista la creencia de que toda
limitacin fsica o mental, y toda enfermedad
22

aparentemente incurable, era un castigo de Dios por los


pecados cometidos por los padres del enfermo, o por l
mismo; por esta razn, rechazar al enfermo, a al
limitado, se converta, en cierta forma, en una manera de
rechazar el pecado que ste encarnaba.
Menos mal que Jess vino y cambi esta creencia!... Si
no lo hubiera hecho, cunta gente ms tendra que
padecer esta marginacin que ofende nuestra dignidad
humana y nos hace tanto dao!...
Bueno... Pero este no es el tema que quiero tratar ahora.
El tema es la obra que Jess realiz en m al darme la
vista; el amor que me comunic cuando san mis ojos
enfermos; las cadenas que me quit cuando pude ver; la
luz nueva que ilumin todo mi ser y venci la oscuridad
que me rodeaba, y me hunda en el abismo de la
desesperanza.
Fue muy difcil para muchos, creer lo que haba
sucedido, lo que estaba sucediendo, all, delante de sus
propios ojos. Era algo tan inusitado y tan sorprendente!
Hasta yo dud en algn momento; me pareca que todo
era un sueo, una mera ilusin. Haba pasado tanto
tiempo en la oscuridad absoluta!
Pero no, era una realidad!; una realidad maravillosa que
haca de m una persona totalmente nueva, con un sinfn
de posibilidades que antes no tena.
Los ms sorprendidos de todos fueron, sin duda, los
fariseos, que estaban ya bastante disgustados por lo que
23

vean que Jess haca, y por lo que le oan decir. Les


pareca que con ello desacreditaba su doctrina y sus
enseanzas, y les quitaba el protagonismo que siempre
estaban buscando.
Cuando Jess me llam, corr torpemente a su
encuentro, guiado por su voz, y me ech a sus pies.
Haba odo hablar de l muchas veces, y de los milagros
que haca, a la gente que pasaba por el camino, pero
nunca pens que yo pudiera ser objeto de uno de estos
milagros. Todo era muy extrao para m; imagnense,
nunca antes haba visto!
Jess dio luz a mis ojos fsicos, pero tambin, y de una
manera muy especial, ilumin mi corazn con la luz de
su Verdad y de su Amor. Ahora entiendo el alcance de
sus palabras, cuando dijo a sus discpulos y a todos los
que lo escuchaban: Yo soy la luz del mundo; el que me
siga no caminar en la oscuridad, sino que tendr la luz
de la vida (Juan 8,12).
Mi curacin es signo de la luz que Jess trajo al mundo
entero, y lo mismo que hizo conmigo lo hace con cada
hombre y con cada mujer que, a lo largo de la historia, se
arriesgan a escuchar su palabra y a seguir sus
enseanzas con entusiasmo y alegra, con valenta y
decisin, aunque les toque nadar contra la corriente.
Desde aquel momento inolvidable y glorioso, mi vida
tuvo un cambio de 180 grados. Jess me hizo consciente
de mi dignidad esencial como hijo amado de Dios, y esto
fortaleci mi autoestima; entonces, dej a un lado mi
24

antigua condicin de marginado, y emprend un nuevo


camino.
Me esforc mucho para dejar atrs mi vieja manera de
pensar y de actuar, sin iniciativa propia, y dependiendo
en todo de lo que las personas de buen corazn
quisieran darme y hacer por m; me integr a la
comunidad unindome a un pequeo grupo de
seguidores de Jess, y de sus enseanzas, y en esas
estoy.
Ahora mi vida tiene un propsito muy concreto! Jess es
mi luz y mi salvacin, y yo intento tambin iluminar la
vida de las personas que encuentro en mi camino,
hablndoles de l y de todo lo que hizo por nosotros.
Cada da soy ms feliz, y doy gracias a Dios por
haberme elegido para realizar en m su obra. Pero no me
quedo en el agradecimiento; procuro compartir lo que
ahora es una certeza en mi corazn: Dios nos ama, y su
amor lo puede todo; cuando abrimos nuestro corazn
para acoger este amor, suceden cosas maravillosas. Yo
soy testigo de ello. A m me sucedi.
Nada es ms grande que el amor de Dios por nosotros;
por todos los hombres y mujeres del mundo y de la
historia. Nada es ms maravilloso que poder tener la
certeza de este amor y sentirlo en el corazn y en la
vida. Nada hace ms feliz que anunciar este amor a
otras personas, sobre todo si estas personas sufren,
precisamente porque no se sienten amadas, porque son
marginadas, rechazadas, excluidas, como yo lo era
25

cuando me encontr con Jess, mi liberador.


Era ciego y ahora veo. Era rechazado por todos a causa
de mi limitacin, y ahora s que Dios abre sus brazos en
torno a m, cada da, para abrazarme y mostrarme su
amor. Conoc a Jess, y el es la Luz que ilumina mi
camino. Viva en el temor, y ahora llena mi corazn el
amor del Seor. La tristeza era mi compaera
permanente, pero ella se march definitivamente y ahora
me inunda la alegra.
Haberme encontrado con Jess de Nazaret es lo ms
maravilloso que me haya podido pasar! Ojal todas las
personas del mundo pudieran vivir algn da lo que viv
yo, y experimentar
en carne propia lo que yo
experiment! Es mi deseo ms grande, y as lo pido a
Dios cada da.
Y todo sucedi por la fe! Porque cre en Jess y en su
palabra! l me lo dijo claramente delante de todos: Tu fe
te ha salvado.

ORACIN PARA PEDIR


LA GRACIA DE LA FE
Seor Jess,
Hijo de Dios y Salvador de los hombres,
ilumina mi vida con tu luz
y dame la gracia de creer en ti,
con una fe alegre y gozosa,
26

jubilosa y entusiasta,
sean cuales sean las circunstancias de la vida
en las que me encuentre.
Dame, Seor Jess, como a Bartimeo,
una fe tan grande y tan profunda,
que me ayude a superar hoy y siempre,
los momentos difciles
que todos tenemos que vivir y superar.
Una fe que me permita vencer todos los temores
que invaden mi alma.
Una fe que destruya para siempre los miedos
que me acosan.
Una fe que d sentido y valor
a todas y cada una de mis alegras
y de mis sufrimientos.
Dame, Seor, una fe llena de esperanza;
una fe valiente;
una fe siempre joven, aunque los aos pasen;
una fe profunda y fuerte, que fortalezca mi debilidad,
y me ayude a vencer todas mis limitaciones.
Dame, Seor, una fe que sepa rer y cantar,
en medio del dolor y a pesar de l;
una fe capaz de hacer frente
a todas las adversidades y fracasos,
con tranquilidad y buen humor.
Dame, Seor, una fe que atraiga;
una fe que motive;
una fe que entusiasme a otros a creer;
27

una fe viva, alegre y contagiosa.


Dame, Seor, una fe activa y creativa,
que no sea slo de palabras,
de rezos y promesas,
sino tambin, y muy especialmente,
una fe de obras.
Dame, Seor, una fe perseverante,
que no retroceda ante las dificultades,
sino que, por el contrario,
crezca y se desarrolle en medio de ellas.
Dame, Seor, una fe comunicativa,
que se haga testimonio claro,
de que creer en ti y en tu Verdad,
en tu Amor y tu Palabra,
nos trae dicha y felicidad.
Seor, yo creo, pero quiero pedirte hoy
y todos los das de mi vida,
desde lo ms profundo de mi corazn,
que aumentes mi fe y me ayudes a creer
con una fe semejante a la fe de Mara,
Madre y Maestra de todos los que creen,
por haber credo siempre
con corazn humilde y generoso.
Amn.

28

3. LA SUEGRA QUE CONMOVI A JESS


(La suegra de Pedro)
Cuando Jess sali de la sinagoga se fue con Santiago y
Juan a casa de Simn y Andrs.
La suegra de Simn estaba en cama con fiebre; y le
hablan de ella.
Se acerc y, tomndola de la mano, la levant. La fiebre
la dej y ella se puso a servirles. (Marcos 1, 29-31)
*****
Mi nombre no interesa mucho, porque en mi pueblo y
29

entre mi gente, soy conocida por el papel que


desempeo en la familia, con ms orgullo de lo que
muchos piensan: soy la suegra de Simn, o de Pedro,
como lo llamaba Jess, y vine hoy aqu, para dar
testimonio de su gran poder sanador, no por haberlo
visto curar a alguien, sino por lo que hizo en m: Jess
me devolvi la vida cuando estaba a punto de perderla, y
eso nunca podr olvidarlo.
La primera vez que lo v, estaba en la cama, postrada
por la fiebre, desde haca ya varios das. Me dola todo el
cuerpo y senta una gran debilidad que no me permita ni
siquiera ponerme de pie. La familia estaba bastante
preocupada con el asunto.
Aunque parezca extrao, fue Simn quien lo trajo a casa
para que me curara. Entre l y yo ha habido siempre una
gran sintona y un profundo cario; me quiere como a
una madre y yo lo quiero a l como a un hijo.
Yo ya conoca algo del Maestro, porque Simn no paraba
de mencionarlo en sus conversaciones. Todas las tardes
regresaba a casa contando algo nuevo que haba dicho,
o relatando un prodigio que haba realizado.
Mi hija y yo no le creamos mucho, porque Simn sola
deslumbrarse fcilmente con las personas que acababa
de conocer; pero ahora s que todo lo que nos dijo sobre
Jess era verdad, y hasta me parece que se qued corto
en sus expresiones de admiracin y de respeto.
No me di cuenta cundo mis parientes volvieron de la
30

sinagoga, donde haban ido, como todos los sbados,


porque la fiebre era tan alta, que me tena entre la
conciencia y la inconciencia. Me despert la voz fuerte
de Simn, que muy cerca de m le estaba contando al
Maestro lo que me pasaba.
Cuando Simn termin de hablar, Jess me mir y pude
ver en sus ojos una gran compasin por m. Tal vez le
record a su madre, a quien haba dejado en Nazaret, o
a su abuela, o a alguna persona de su familia a quien
quera mucho.
Despus me tom suavemente de la mano y me hal
para que me incorporara, y yo, que haca ya tres o cuatro
das que me encontraba postrada, dbil y adolorida,
logr levantarme sin ninguna fatiga. Despus, apoyada
en sus brazos jvenes y fuertes, me puse de pie.
Todos los presentes aplaudieron complacidos, y yo, para
celebrar mi alegra por verme curada de mi enfermedad,
me fui rpidamente a la cocina a hacer lo que s hacer,
lo que hago todos los das: preparar la cena; sin
embargo esta vez lo hice no como una rutina, sino
movida interiormente por un gran agradecimiento y una
profunda alegra.
Este episodio de mi vida, aparentemente sencillo, pero
muy significativo para m, cambi definitivamente mi
manera de pensar y mi manera de actuar, no slo con
respecto a Jess, sino con respecto a Dios, a los dems,
y a la vida misma, que es sin duda para todos, una gran
riqueza, que no sabemos apreciar suficientemente
31

mientras tenemos salud.


Jess conquist para siempre mi corazn y los de toda la
familia. Actu con tanta naturalidad, con tanta sencillez, y
a la vez con tanta decisin y seguridad, que es imposible
no sorprenderse, y menos an, no empezar a amarlo y a
escuchar con atencin todas y cada una de sus
palabras, que son palabras llenas de sabidura y de
bondad.
Mi hija y yo, que andbamos un poco molestas con
Simn, por su abandono de los ltimos meses, tuvimos
que reconocer que tena razn en querer seguir a Jess
a todas partes, aunque eso le implicara ausentarse de
Cafarnam donde vivamos, varios das a la semana, y al
regresar hablar slo de l y de sus acciones y palabras.
Aquella tarde fue muy especial para todos. Hasta para
Jess, que se convirti en el gran hroe de la familia y
de los vecinos, que se preparaban para verme partir a la
eterrnidad, pero que, por designio especial de Dios,
fueron testigos de un verdadero milagro de vida.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero el
recuerdo de aquel encuentro sigue vivo en mi corazn, e
inspira todo lo que pienso, todo lo que digo y todo lo que
hago; no podra ser de otra manera.
Jess no slo me devolvi la salud fsica que estaba ya
bastante deteriorada por los aos y los trabajos
realizados, sino tambin el mpetu de una vida nueva, y
unas ganas enormes de seguir adelante, creciendo como
32

persona y como mujer.


Estaba viviendo de una manera rutinaria, como lo hacan
y lo siguen haciendo la mayor parte las mujeres de
nuestro pueblo y de nuestra cultura, ocupadas slo en el
cuidado de los hijos y de la casa. Una vida sin alicientes
de ninguna clase; una vida sometida y totalmente
previsible; pero Jess, al tomarme de la mano, me
transmiti su fuerza sanadora, y me dio un nuevo
impulso y una nueva razn para vivir.
Entend que la vida humana alcanza su esplendor en el
reconocimiento de la bondad de Dios que nos lo da todo,
y en el servicio sencillo y oportuno a todas las personas
con quienes uno vive, y con lo que habitualmente hace.
No hay que buscar nada diferente ni extraordinario.
Todo esto me lo dijo Jess, con su mirada clida y
compasiva, cuando me encontr postrada por mi
enfermedad; con la fuerza y la ternura de su contacto
fsico, y con el amor infinito que de l emanaba.
Despus, sus palabras me lo confirmaron, y aqu estoy
como una fiel discpula suya, empeada en contar mi
experiencia a otras personas, para llevarlas a l.
Si recib la gracia de conocerlo personalmente, tengo
que compartirla con otros; ms ahora, que Jess ya no
est entre nosotros, en forma corporal, pero que vive en
el corazn de quienes hemos credo en l, y tambin, en
la comunidad que formamos en su nombre, para hacer
realidad las enseanzas que nos dio, con sus palabras
siempre oportunas y muy dicientes, y con su ejemplo de
33

coherencia y fidelidad a Dios Padre, a quien se senta


profundamente unido, como su Hijo muy querido.

ORACIN PARA PEDIR


LA SALUD DEL ALMA Y DEL CUERPO
Seor Jess,
mdico de los cuerpos y de las almas,
vengo ante ti para pedirte,
con toda la humildad de que soy capaz,
que sanes las heridas que lastiman
mi mente y mi corazn,
y no me dejan vivir a plenitud
y con la libertad que t quieres,
la vida que me has dado.
Sana, Seor, los recuerdos del pasado
que se hacen presentes en mi mente
con ms insistencia de la que quisiera,
y me roban la paz que necesito
para seguir viviendo con dignidad y confianza,
cada da de vida que t me regalas.
Sana, Seor Jess,
los miedos que me impiden actuar
con la diligencia, la oportunidad
y la efectividad que debera,
en bien de las personas que necesitan de m.
Sana las angustias,
34

que me debilitan espiritualmente


y me hacen vulnerable,
frente a las circunstancias
que tengo que afrontar cada da,
y frente a las personas
con quienes me relaciono.
Sana mi tendencia a la tristeza
que sin duda me impide gozar a plenitud
la vida que me has concedido vivir,
y sus infinitas posibilidades.
Sana, Seor,
mi soledad interior,
y llnala con tu presencia amorosa.
Sana mi temperamento y mi carcter,
y aydamen a tratar a todas las personas
con sencillez y mansedumbre.
Sana, Seor, los odios y rencores,
las envidias y los egosmos
que carcomen mi corazn
y llenan mis pensamientos de negatividad.
Sname, Seor, por dentro y por fuera.
Renueva mi ser entero
como solo t sabes hacerlo.
Quiero comenzar de nuevo.
Quiero vivir de una manera nueva,
unida ntimamente a ti que eres la Vida misma.
Amn.
35

36

4. EL PUBLICANO DE JERIC

(Zaqueo)

Habiendo entrado Jess en Jeric, atravesaba la ciudad.


Haba all un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de
publicanos, y rico. Zaqueo trataba de ver quin era
Jess, pero no poda a causa de la gente, porque era de
pequea estatura.
Se adelant corriendo y se subi a un sicmoro para
verlo, pues iba a pasar por all. Y cuando Jess lleg a
aquel sitio, alzando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto;
porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.
Zaqueo se apresur a bajar y lo recibi con alegra. Al
37

verlo, todos murmuraban diciendo: Ha ido a hospedarse


a casa de un hombre pecador.
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Seor: Dar, Seor, la
mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraud a
alguien, le devolver cuatro veces ms.
Jess le dijo: Hoy ha llegado la salvacin a esta casa,
porque tambin ste es hijo de Abraham, pues el Hijo del
hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido. (Lucas 19, 1-10)
*****
Soy Zaqueo, el antiguo jefe de publicanos de la ciudad
de Jeric, en el desierto de Judea, y he venido a
contarles mi historia, porque quiero dar testimonio de lo
que me sucedi un da cualquiera, y marc mi vida para
siempre.
Haca mucho tiempo quera conocer a Jess, el profeta
de Nazaret. Habia odo hablar de l a muchas personas,
unas veces en contra y otras a favor, pero siempre con
mucha pasin. Por eso deseaba verlo personalmente,
para formarme mi propio concepto y no depender del
juicio de los dems. Esa fue la razn por la que me
alegr tanto cuando supe que vena a mi ciudad. Qu
mejor oportunidad para cumplir mi deseo!
Esa maana me levant ms temprano que de
costumbre, para realizar mis tareas rutinarias, de manera
que tan pronto me avisaran que el Maestro estaba
38

llegando a las puertas de la ciudad, pudiera salir a


ubicarme en un
lugar estratgico, que ya tenia
localizado. Mi intencin era verlo muy bien visto, y la
naturaleza me dio una pequea estatura.
Hasta contrat un muchacho para que hiciera que Jess
y la multitud que seguramente estara a su alrededor,
siguieran la ruta prevista por m, de modo que yo pudiera
cumplir mi anhelo sin ningn tropiezo.
Las cosas resultaron mejor de lo que esperaba. Hice
todo tal cual lo haba planeado, y pude ver al Maestro
tanto como quise. Pero lo que me sorprendi
sobremanera, fue que no slo yo vi a Jess, sino que
Jess tambin me vio a mi. l me vio primero, se detuvo
ante m, me llam por mi nombre, y me pidi que lo
hospedara en mi casa. Esto super ampliamente todos
mis clculos y expectativas.
Nunca lo hubiera imaginado! Las circunstancias de mi
vida no daban para eso. Es que yo era, nada ms ni
nada menos que un publicano, jefe de los cobradores de
impuestos para Roma, y como tal, estaba a costumbrado
a ser despreciado "por las personas de bien", por los
judos fieles, cumplidores de la Ley de Moiss, y en
general, por los israelitas que consideraban a los
romanos como enemigos del pueblo y queran liberarse
de su opresin.
Mi oficio me condenaba a ser rechazado, a estar siempre
al margen de todo lo que tuviera que ver con Dios,
porque era considerado por las autoridades religiosas y
39

por los creyentes fieles, como un traidor de mi pueblo y


de mi fe juda. Y si quiero decir la verdad, tengo que
reconocer que lo era, adems de injusto, usurero, y mil
cosas ms.
Aunque evidentemente no lo tena presupuestado, y ni
siquiera me haba pasado por la cabeza, este encuentro
con Jess, el gran profeta de Galilea, cambi mi vida
radicalmente. Su deferencia para conmigo, a pesar de mi
condicin de pecador, me lleg al corazn y me hizo
pensar seriamente en lo que estaba haciendo; cmo
estaba viviendo, a quin, o mejor, a qu le haba
entregado mi corazn y todos mis esfuerzos y qu
estaba sacrificando en su honor; contra quienes estaba
obrando, las injusticias que estaba cometiendo con la
gente sencilla, en fin.
Al detenerme a pensar, encontr muy fcilmente, que
dentro de m, en mi corazn, exista un gran vaco. Mi
trabajo me permita llenar los bolsillos de dinero, disfrutar
de lujos y comodidades que el comn de los israelitas no
poda tener, ahorrar para asegurarme una vejez tambin
cmoda, agasajar a mis amigos con fiestas y banquetes,
pero en mi interior reinaba la ms oscura soledad; una
soledad que me daba miedo.
Ver a Jess aquella maana, escuchar sus palabras
sencillas y profundas a la vez, sentir su especial
deferencia para conmigo, empez a darme otra
perspectiva de la vida. Evidentemente, la vida es otra
cosa muy distinta a trabajar y trabajar, para ganar y
ganar dinero, acumular bienes, comprar objetos intiles,
40

conseguir amigos a quienes adular, comer y beber,


gozar y divertirse; que era, en sentido estricto, lo que yo
estaba haciendo con la ma.
Jess me mostr con gran delicadeza y profunda
sensibilidad, que lo que somos y lo que hacemos tiene
una trascendencia que muchas veces ignoramos o
pretendemos ignorar, y que adems, somos
responsables de las otras personas, de tal manera que
nuestra tarea ms urgente es construir, junto a los
dems hombres y mujeres de la tierra, un mundo en el
que la justicia y la paz sean un propsito y una tarea
constantes.
En Jess y con l, me encontr a m mismo y encontr a
Dios, a quien tena muy olvidado, en primer lugar por mi
conducta personal, que hera mi conciencia sin que yo
quisiera reconocerlo, tanto como mi conducta frente a los
romanos hera a mi pueblo. Y en segundo lugar, por el
sentimiento de ser rechazado, que experimentaba muy
fuertemente en mi corazn y me causaba un gran dolor
que yo pretenda desconocer, tratando de ocultarlo
detrs de mis riquezas y posesiones.
Y tambin me encontr con las personas que trataba a
diario, pero que slo miraba desde la perspectiva de los
negocios, como contribuyentes de Roma, y medios para
mi enriquecimiento personal.
No fue fcil para m este cambio de vida, esta
conversin. Tuvo que pasar un buen tiempo. Pens
mucho. Busqu muchas ms veces a Jess para
41

escucharlo, y cuando saba de alguien que haba ido a


verlo, le peda que me repitiera con puntos y comas todo
lo que le haba odo decir y todo lo que lo haba visto
hacer. Lucas escribi en su Evangelio un relato
resumido de este acontecimiento de mi vida, para causar
impacto y tambin por cuestiones prcticas.
No fue fcil ni rpida mi conversin. Me cost
comprender muchas cosas, dejar atrs muchos hbitos
de comportamiento; empezar a pensar de un modo
totalmente distinto, bajarme del lugar donde estaba, y en
el que, a pesar de todo, tena ciertos privilegios y
comodidades a los que no era fcil renunciar
definitivamente; poner mis ojos slo en Jess, para
aprender a pensar como l, a amar como l, a actuar
como l. Pero sent que Jess mismo, con su bondad y
su cario, me iba dando la fortaleza espiritual que
requera para lograrlo.
Y cumpl a cabalidad mis promesas; hice realidad las
palabras que Lucas escribi en su relato: di la mitad de
mis bienes a los pobres, y devolv a quienes haba
estafado, cuatro veces el monto robado. Adems,
busqu una forma nueva y justa de ganarme la vida, que
me trajo una felicidad totalmente desconocida hasta
entonces.
Actualmente llevo una vida tranquila y en paz, cada vez
ms desapegado de los bienes materiales, compartiendo
lo que soy y lo que tengo, en sentido material y en
sentido espiritual, con otras personas, en una pequea
comunidad de amigos y parientes que, por bondad de
42

Dios, abrimos el corazn a la persona y a las


enseanzas de Jess. Caminamos juntos para
ayudarnos mutuamente, y para apoyarnos en los
momentos difciles, que nunca faltan ni faltarn.
Verdaderamente, Jess, a quien reconocemos como el
Hijo de Dios, el Mesas anunciado por los profetas de
Israel, es para nosotros, nuestro gran liberador. Nos sac
del estado de mediocridad y de pecado en el que
permanecamos, y desat las cadenas que nos
esclavizaban y nos llevaban a la muerte.
Ahora somos libres en el cuerpo y en el alma, no
estamos atados a nada, no dependemos de nada
material, nuestra vida, la de cada uno, tiene una nueva
perspectiva,
una perspectiva de trascendencia y
eternidad, que queremos, humildemente, que todos
conozcan y adopten para s mismos, porque permite vivir
y gustar la vida plenamente, como es el deseo de Dios.

ORACIN PARA PEDIR LOS DONES


DE LA CONVERSIN Y DEL PERDN
Aqu estoy, Seor Jess, delante de ti,
con mi presente y con mi pasado a cuestas;
con lo que he sido y con lo que soy ahora;
con todas mis capacidades y todas mis limitaciones;
con todas mis fortalezas y todas mis debilidades.
Te doy gracias por el amor con el que me has amado,
y por el amor con el que me amas ahora,
43

a pesar de mis fallas.


S bien, Jess,
que por muy cerca que crea estar de ti,
por muy bueno que me juzgue a m mismo,
tengo mucho que cambiar en mi vida,
mucho de qu convertirme,
para ser lo que t quieres que yo sea,
lo que pensaste para m
desde el principio de los tiempos,
cuando an no haba nacido a este mundo.
Ilumina, Seor, mi entendimiento y mi corazn,
con la luz de tu Verdad y de tu Amor,
para que yo, siguiendo tus enseanzas,
me haga cada da ms sensible
al mal que hay en m,
y que se esconde en el fondo de mi alma
de mil maneras distintas,
para que no lo descubra.
Ilumname, Seor,
para que me haga sensible a la injusticia
que me aleja de ti y de tu bondad
para con todos los hombres y mujeres del mundo.
Sensible a los odios y rencores
que me separan de aquellos
a quienes debera amar y servir con mayor dedicacin.
Sensible a la mentira, a la hipocresa,
a la envidia, al orgullo,
44

a la idolatra, a la impureza, a la desconfianza,


para que pueda rechazarlos con todas mis fuerzas
y sacarlos de mi vida y de mi obrar.
Ilumina, Seor, mi entendimiento y mi corazn,
con la luz de tu Verdad y de tu Amor,
para que me haga cada da ms sensible
a la bondad de tus palabras,
a la belleza y la profundidad de tu mensaje,
a la generosidad de tu entrega por mi salvacin.
Ilumina, Seor, mi entendimiento y mi corazn,
para que sepa ver en cada instante de mi vida,
lo que t quieres que yo piense,
lo que t quieres que yo diga,
lo que t quieres que yo haga;
el camino por donde t quieres llevarme,
para que yo sea salvo.
Ilumina, Seor, mi entendimiento y mi corazn,
para que yo crea de verdad en el Evangelio,
la Buena Noticia de tu salvacin,
y para que dejndome conducir por ti,
trabaje cada da con mayor decisin,
para hacerlo realidad activa y operante
en mi vida personal y en la vida del mundo
Ilumina, Seor, mi entendimiento y mi corazn,
para que me haga cada da ms sencillo,
ms sincero, ms justo, ms servicial,
ms amable en mis palabras y en mis acciones.
45

Ilumina, Seor, mi entendimiento y mi corazn,


para que t seas cada da con ms fuerza,
el dueo de mis pensamientos,
de mis palabras y de mis actos;
para que todo en mi vida gire en torno a ti;
para que todo en mi vida sea reflejo de tu amor infinito,
de tu bondad infinita,
de tu misericordia y tu compasin.
Perdona Seor, mi pasado.
El mal que hice y el bien que dej de hacer.
Y aydame a ser desde hoy una persona distinta,
una persona totalmente renovada por tu amor;
una persona cada da ms comprometida contigo
y con tu Buena Noticia de amor y de salvacin.
Dame, Seor, la gracia de la conversin
sincera y constante.
Dame, Seor, la gracia de mantenerme unido a ti
hasta el ltimo instante de mi vida en el mundo,
para luego resucitar contigo a la Vida eterna.
Amn.

46

5. UNA MADRE CONVINCENTE


(La cananea)
Saliendo de all Jess se retir hacia la regin de Tiro y
de Sidn. En esto, una mujer cananea, que haba salido
de aquel territorio, gritaba diciendo: Ten piedad de m,
Seor, hijo de David! Mi hija est malamente
endemoniada. Pero l no le respondi palabra.
Sus discpulos, acercndose, le rogaban: Concdeselo,
que viene gritando detrs de nosotros. Respondi l:
No he sido enviado ms que a las ovejas perdidas de la
47

casa de Israel.
Ella, no obstante, vino a postrarse a sus pies y le dijo:
Seor, socrreme!. l respondi: No est bien tomar
el pan de los hijos y echrselo a los perritos. S, Seor
- repuso ella -, pero tambin los perritos comen de las
migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces Jess le respondi: Mujer, grande es tu fe;
que te suceda como deseas".
Y desde aquel momento qued curada su hija. (Mateo
15, 21-28)
*****
Mi nombre no interesa. Mateo y Marcos me llaman
simplemente "la mujer cananea", y ya estoy
acostumbrada a que me digan as todos los que desde
hace ms de 2.000 aos hablan de m, y de lo que
sucedi aquel da que fui a buscar a Jess. Lo
importante es precisamente esto: mi encuentro con
Jess y lo que sucedi en mi vida y en la de mi hija, a
partir de entonces.
Mi hija, el tesoro ms grande que entonces tena, estaba
enferma, muy enferma. Cada da vea cmo su cuerpo y
su mente se iban desgastando, a causa del demonio
que estaba en ella, y esto me pona muy triste. No saba
qu ms hacer, porque lo habia intentado todo.
Los vecinos y familiares me aconsejaban una cosa y
48

otra, y yo segua sus instrucciones al pie de la letra para


verla sana y en paz, pero nada surta efecto. Al contrario.
Con el transcurrir del tiempo los ataques se hacan ms
frecuentes, y cuando terminaban la dejaban en un grado
de postracin tal, que muchas veces cre que se me
mora de debilidad.
Cuando tuve noticias de Jess, el Rab de Galilea, y de
las maravillosas curaciones que habia realizado en
Israel, no dud en buscarlo para rogarle que me
ayudara, devolviendole la salud a mi hija. Despus de
escuchar lo que algunos me contaron, estaba segura de
que l podra hacerlo perfectamente; mi hija era apenas
una nia, y yo estaba dispuesta a poner toda mi fe en su
poder extraordinario, que sin duda vena de Dios, porque
slo Dios tiene la capacidad de obrar milagros.
Y la Providencia estuvo conmigo. No tuve siquiera
necesidad de viajar para encontrarlo. Jess mismo sali
a mi encuentro cuando decidi acercarse a estas tierras
de Tiro y Sidn, al norte de su pas. Nunca haba venido
por aqu y nunca regres. Es como si hubiera estado
esperando el momento para que yo fuera a buscarlo. As
lo veo yo, y as se lo cuento a la gente que me pregunta
sobre aquel episodio maravilloso de mi vida.
Me cost un poco acercrmele para estar cara a cara
con l; primero por mi condicin de mujer, y en segundo
lugar, por mi condicin de extranjera. Sin embargo lo
logr, alcanc el favor que necesitaba, y mi vida entera y
tambin la de mi hija, dieron un vuelco total al conocerlo.
Evidentemente ya no somos las mismas que ramos en
49

aquel tiempo, porque Jess ilumin nuestros corazones


y nuestras mentes, y nos cambi para siempre.
Como en aquel tiempo viva en un pequeo poblado de
la frontera de mi pas con la regin de Galilea en Israel,
me qued fcil salirle al paso cuando supe que estaba
cerca; sin embargo, como haba tanta gente a su
alrededor que quera verlo, hablarle, tocarlo..., no tuve
otra opcin que ponerme a gritar para llamar su atencin.
Al principio me pareci que no me oa, de modo que lo
segu a l y a su cortejo, tratando de abrirme paso para
alcanzarlo, pero la multitud era grande y todos
luchbamos por conseguir lo mismo.
Cuando en un momento logr estar a unos dos metros
de l, escuch cmo uno de sus amigos le dijo que me
atendiera, porque no iba a dejar de molestarlos y
perseguirlos si no lo haca. Entonces Jess se detuvo,
esper que acabara de llegar hasta l, y me dijo muy
serio, mostrando que saba para qu lo buscaba: "No he
sido enviado sino a las ovejas perdidas de Israel!".
Me sorprendieron un poco sus palabras, porque haba
odo decir que era una persona amable, pero las entend
perfectamente porque l era israelita, y para los israelitas
lo primero es siempre su pas y su gente. Sin embargo,
no me acobard. Algo en el corazn me deca que deba
insistir, porque el bienestar de mi hija lo mereca todo. Y
eso fue precisamente lo que hice.
Traspas la barrera de sus discpulos, que parecan
50

custodiarlo, me acerqu ms a su persona, y me puse de


rodillas dispuesta a suplicarle. No tena nada qu perder
y s mucho qu ganar; por eso le dije con toda la
humildad de que fui capaz :"Seor, aydame!".
Lo vi vacilar un poco al mirarme, pero de nuevo escuch
de sus labios, unas palabras duras para m, pero muy
claras para l: "No se debe echar a los perros el pan de
los hijos..."
No, no era una grosera! Eran palabras duras, pero
nada ms. Lo tena muy claro: los judos de aquel tiempo
llamaban "perros" a los otros pueblos. Todos lo sabamos
perfectamente. Entonces, tomando su misma idea, le
respond con humildad: "Es verdad, Seor, pero tambin
los perritos comen las migajas que caen de la mesa de
sus amos".
No imagin que esta respuesta ma fuera a tener tanto
eco en el corazn amoroso de Jess. Tan pronto como
las pronunci, su mirada cambi completamente. Es
como si lo hubiera hecho pensar en algo que l no haba
tenido en cuenta y que aceptaba plenamente. Alarg su
mano para ayudarme a ponerme de pie, me mir a los
ojos con una mirada limpia y clara como nunca habia
visto y no volver a ver, y con su voz dulce y profunda a
la vez, me dijo: "Mujer, que grande es tu fe! Que se
cumpla tu deseo!".
Despus me bendijo, y me envi a casa para que
atendiera a mi hija, que ya estaba curada definitivamente
de su mal. Yo le agradec como lo hacemos entre mi
51

gente, y sal corriendo feliz, porque estaba segura de


que era cierto lo que me haba dicho. Al llegar encontr a
la nia perfectamente bien de salud, como lo haba
deseado durante tanto tiempo.
Pero no fue solo el milagro de la salud de mi hija, lo que
hizo Jess aquella maana por m. A partir de aquel
encuentro con l, todo en mi vida cambi. Empec a
sentir que era una persona valiosa, alguien a quien Dios
amaba a pesar de su condicin de mujer y de extranjera,
un hecho totalmente en contra de todas las costumbres
de nuestros pueblos y de nuestro tiempo.
Cuando hablo de Dios, hablo de Yahv, el Dios de Israel,
el Padre de Jess, en quien ahora creo, aunque no era
esta mi religin original, y tampoco la religin de mi
pueblo.
Por mi testimonio son cada vez ms los sirio-fenicios que
se convierten, y empiezan a amar y a seguir a Jess, y
esto me pone muy feliz, aunque no faltan, claro est, las
persecuciones y los martirios, porque los seres humanos
somos, en cuestiones religiosas y en cuestiones
polticas, bastante intolerantes.
Jess es mi vida. Nada ni nadie es para m ms
importante que l. Nada me alegra ms que haber
podido conocerlo aquel da, haber credo en l y en su
poder divino, y que mi splica en favor de mi hija
hubiera sido escuchada.
Jess me devolvi la alegra. Jess me dio la paz del
52

corazn. Jess me llev a creer y me regal la


esperanza. Y no es que desde entonces se hubieran
acabado mis problemas; es que con Jess en la mente y
en el corazn, todos los problemas y dificultades se
pueden resolver o superar.
l es la luz que ilumina nuestro caminar. La fuerza que
nos anima. El gozo de sentirnos amados y de poder
amar. l es la vida de nuestra vida. l es nuestra salud y
nuestra salvacin. Lo s perfectamente y lo experimento
cada da. Por eso doy testimonio de ello siempre que
puedo.
Creer en Jess fue para m, aquel lejano da, lo mejor
que me pudo pasar, y lo mejor que le pudo pasar a mi
hija, que no slo goza de perfecta salud, sino que
tambin vive con una profunda fe, que le ha permitido
salir adelante en medio de las dificultades que todos
experimentamos un da u otro.

T, SEOR, ERES MI FORTALEZA


Dios y Seor mo,
t eres la luz que ilumina mi corazn y mi vida
en medio de la oscuridad
del momento en que me encuentro.
T eres la roca donde estoy arraigado;
la piedra que fortalece mi debilidad de hoy.
Tu presencia y tu amor me llenan de paz
y de esperanza.
53

T me libras del miedo y de la angustia,


del mal y de la muerte.
Por eso, Padre bueno,
yo quiero decirte hoy, que confo en ti.
Confo en tu bondad infinita.
Confo en tu ayuda y en tu proteccin.
Confo en tu Palabra que da la vida.
Confo en tu amor que me salva.
Por eso, Dios y Seor mo, me entrego a ti.
Me pongo en tus manos de Padre y Madre,
seguro de tu amor que me llena,
de tu Palabra que me muestra el camino.
Yo s, Seor, que estando contigo,
nada puede hacerme dao definitivamente.
Yo s, Seor, que estando contigo
todo lo que me suceda, malo o bueno,
ser para mi bien.
Gracias, Seor, por permanecer a mi lado.
Por compartir conmigo los das de duda y de dolor,
las luchas que me enfrentan a m mismo,
los miedos que no me dejan vivir en libertad,
la enfermedad que agobia mi cuerpo
y entristece mi alma.
Gracias, Seor, por fortalecer mi espritu
que tantas veces sufre y se acobarda.
Gracias, Seor, por tu abrazo de Padre.
54

Por tu amor que me envuelve.


Por tu ternura que me llena de paz.
Por tu misericordia que me devuelve la alegra.
Gracias, Seor, por ser quien eres y como eres.
Gracias por tu benevolencia.
Gracias por tu generosidad.
Gracias por tu fuerza y tu poder amorosos y limpios.
Gracias, Padre, por Jess, tu Hijo bien amado,
mi Dios y Salvador.
Gracias, Padre de amor.
Amn.

55

6. EL JOVEN QUE BUSCABA


LA VIDA ETERNA
(El joven rico)
En esto se le acerc uno y le dijo: Maestro, qu he de
hacer de bueno para conseguir vida eterna?
El le dijo: Por qu me preguntas acerca de lo bueno?
Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos.
Cules? - le dice l. Y Jess dijo: No matars, no
cometers adulterio, no robars, no levantars falso
testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amars a tu
prjimo como a ti mismo.
56

Dcele el joven: Todo eso lo he guardado; qu ms me


falta?
Jess le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo
que tienes y dselo a los pobres, y tendrs un tesoro en
los cielos; luego ven, y sgueme.
Al or estas palabras, el joven se march entristecido,
porque tena muchos bienes. (Mateo 19, 16-22)

*****
Me llamo Zabuln y soy israelita de raza y de religin,
como lo ha sido toda mi familia, desde hace ya siglos, y
quiero contar mi historia, para dar testimonio de la obra
que Jess realiz en m, a pesar de m mismo, como
podrn darse cuenta.
Haba odo hablar de Jess muchas veces, y tambin
muchas veces y en diversas circunstancias lo haba
escuchado personalmente. Tan pronto saba que estaba
cerca, dejaba lo que estaba haciendo, sala en su busca,
y cuando lo encontraba, me una a la multitud como uno
ms de sus "discpulos".
La gente lo aclamaba con insistencia llamndolo
"maestro", porque Jess hablaba con autoridad, saba lo
que deca y cmo lo deca, aunque, por lo que supe
despus, no haba estudiado en ninguna escuela
rabnica, como los dems maestros que yo conoca.
57

Sus palabras eran sabias, sin duda, y creaban en m y


en muchos de los que lo oamos, una profunda inquietud.
Deca cosas que llegaban muy hondo en el corazn;
cosas que me gustaba escuchar, porque constituan una
verdadera novedad, en la maraa inmensa de
tradiciones, leyes y principios de nuestra religin juda; y
tambin cosas que nadie se haba atrevido a decir;
cosas que hacan pensar, que cuestionaban nuestro
modo de ser y de vivir.
Adems, Jess era sencillo y cordial, y creaba a su
alrededor un ambiente de confianza, de alegra y de paz,
difcil de encontrar, en aquel tiempo y en todos los
tiempos.
Jess hablaba, yo lo escuchaba, y luego, al terminar, me
iba a casa a continuar con la rutina de mi trabajo: la
administracin de mis bienes y los de mi familia, y las
dems obligaciones familiares.
Sin embargo, y aunque yo haca todo lo necesario para
que mi vida continuara siendo igual, pas muchas
noches sin poder dormir, pensando en sus enseanzas y
confrontndolas con lo que haba aprendido de mis
padres, y de los maestros en la sinagoga, y con lo que
yo mismo era, pensaba y haca en ese momento.
Fue as como sucedi lo que cuentan los evangelios.
Una maana cualquiera, despus de una larga noche de
vela, dndole vueltas en mi cabeza a lo que le habia
escuchado el da anterior, me atrev a salir en su busca,
para tener un dilogo directo con l. Cuando me lo
58

encontr en el camino, me le plant delante, y sin mucho


prembulo, le pregunt: "Maestro bueno, qu he de
hacer para conseguir vida eterna?".
Su respuesta fue inmediata, y no puedo mentir: en un
primer momento me desilusion un poco, porque era
algo que mis padres me haban enseado desde que era
pequeo. Me dijo: "Si quieres entrar en la vida, guarda
los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no
robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a
tu madre, y ama tu prjimo como a ti mismo".
Pero cuando le respond que esto ya lo haca, me mir
de una manera especial. Sus ojos claros y limpios
penetraron hasta lo ms profundo de m, y sus labios
pronunciaron unas palabras que nunca podr olvidar: "Si
quieres ser perfecto - me dijo -, v, vende lo que tienes y
dselo a los pobres; luego, ven y sgueme".
La historia no termin tan bien como ahora quisiera que
hubiera terminado. Cuando escuch su propuesta, se me
hizo un nudo en la garganta, y no pude pronunciar
palabra. Lo nico que se me ocurri fue bajar la mirada,
volverle la espalda y regresar a casa con prontitud, para
no regresar nunca ms a su lado.
Algunos meses despus de este acontecimiento, que
hoy recuerdo con un dolor inmenso, al volver de un largo
viaje de negocios, supe que Jess haba sido acusado
por las autoridades judas - los sumos sacerdotes y el
sanedrn en pleno -, y condenado a muerte por Poncio
Pilato, el gobernador romano. Y tambin, que la condena
59

se haba realizado sin novedad.


Pero mi sorpresa fue inmensa, cuando un discpulo y
familiar suyo, Santiago, a quien me encontr en el gran
Templo de Jerusaln, me dijo que Jess haba
resucitado de entre los muertos, y que se les apareci
varias veces a muchos de sus seguidores.
Lo que ms me asombra de Jess, es, sin duda, su
fidelidad infinita a lo que l llamaba, "la Voluntad del
Padre". Fue precisamente esa fidelidad a Dios y a su
proyecto, lo que lo llev al extremo de dar la vida en
silencio y con profunda humildad, en la cruz.
Me admira que, sabiendo que poda huir de Jerusaln y
de Palestina, para salvarse de la crucifixin, no lo
hubiera hecho, y tambin, que no hubiera utilizado su
poder de hacer milagros que todos reconocan, para
evitar la persecusin injusta de sus enemigos y el
horrible suplicio de la cruz.
Pero por sobre todas las cosas me impresiona la fe, la
dignidad y la humildad con la que Jess enfrent su
condena a muerte. Muchos de mis amigos, que estaban
por aquellos das en la Ciudad Santa, me contaron que
sufri en silencio los malos tratos y las torturas a los que
fue sometido, y que cuando estaba en la cruz, oraba con
insistencia a Dios - a quien l llamaba Abb, como si
fuera un nio pequeo -, pidindole fortaleza en aquella
hora terrible, y tambin el perdn para quienes lo
estaban matando.
60

Pensar en todo esto me ha hecho recapacitar. Y aunque


no puedo devolver el tiempo, para seguir a Jess como
l me invit a hacerlo aquel da ya lejano, he decidido,
unirme a quienes creen en l como el Hijo de Dios, su
Mesas Salvador, y comenzar a vivir de una manera
nueva, compartiendo mis bienes materiales con los
pobres, y con toda la comunidad, para hacer realidad su
deseo ms ntimo: que todos los que tenemos fe en su
persona y en su palabra de salvacin, vivamos en unidad
y armona, con sencillez y austeridad, ayudndonos y
cuidndonos unos a otros.
Ya no quiero luchar ms para ser simplemente una
persona exitosa en los negocios, o para tener una vida lo
ms cmoda posible, como todos los de mi condicin
social y econmica. Quiero renunciar a todo lo que he
sido y a todo lo que tengo, para hacerme simplemente,
un nuevo discpulo y seguidor de Jess, al lado de
quienes eran sus amigos ms cercanos.
En el fondo de mi corazn siento que Jess me sigue
llamando para que me vaya con l, y en esta oportunidad
no pienso defraudarlo por nada del mundo. Tengo
obligaciones familiares que debo cumplir, pero creo que
podr realizar ambas cosas con un buen resultado; l
mismo me ayudar a hacerlo.

ORACIN DEL CORAZN


Seor Jess,
61

Maestro bueno,
dame un corazn nuevo.
Un corazn de carne como el tuyo.
Un corazn sensible y generoso,
que sepa conmoverse
con el dolor de todos los que sufren.
Dame, Jess, un corazn limpio.
Un corazn sin dobles intenciones.
Un corazn sincero,
que busque la verdad por encima de todo.
Dame, Jess, un corazn alegre,
que cante cada da tu amor y tu alabanza.
Un corazn de fuego que transmita
la belleza de conocerte y amarte.
Dame, Jess, un corazn sencillo,
un corazn de nio que lo ve todo bello.
Dame, Jess, un corazn eternamente agradecido,
porque se sabe amado por el tuyo.
Dame, Jess, un corazn de joven.
Un corazn que vibre y que se arriesgue.
Un corazn que viva cada da,
como si fuera el primero y el ltimo de todos.
Dame, Jess, un corazn de pobre,
desasido de todo lo que no eres t mismo.
Un corazn humilde y servicial,
que encuentre siempre en ti su luz y fortaleza.
62

Dame, Jess, un corazn nuevo.


Un corazn que sepa que t eres
el nico Camino, la Verdad que fundamenta todo,
la Vida que palpita, el Amor y la Paz.
Dame, Jess, Seor y Salvador mo,
un corazn de carne como el tuyo.
Un corazn de fuego.
Amn.

63

7. AMIGA Y DISCPULA
(Mara de Betania)
Seis das antes de la Pascua, Jess se fue a Betania,
donde estaba Lzaro, a quien Jess haba resucitado de
entre los muertos. Le dieron all una cena. Marta serva y
Lzaro era uno de los que estaban con l a la mesa.
Entonces Mara, tomando una libra de perfume de nardo
puro, muy caro, ungi los pies de Jess y los sec con
sus cabellos. Y la casa se llen del olor del perfume.
Dice Judas Iscariote: Por qu no se ha vendido este
perfume por trescientos denarios y se ha dado a los
pobres?...
Jess dijo: Djala, que lo guarde para el da de mi
64

sepultura. Porque pobres tendrn siempre con ustedes;


pero a m no siempre me tendrn. (Juan 12, 1-9)
*****
S, me llamo Mara, y soy de Betania, un pueblo pequeo
situado en una de las laderas del Monte de los Olivos.
Mis hermanos son Lzaro y Marta, y vivo con ellos en
una casa amplia que nos dejaron nuestros padres, en el
camino de Jerusaln, la Ciudad Santa.
Nuestros vecinos nos reconocen como los amigos de
Jess, porque el Maestro vena a visitarnos con alguna
frecuencia, cuando quera descansar un poco en su
agitada vida de predicador itinerante.
Marta, como seora de la casa, era muy diligente y
oportuna, y cuidaba cada detalle para que Jess comiera
bien, durmiera cmodo, y nadie lo molestara con
impertinencias. Yo, en cambio, senta en mi corazn que
la mejor manera de acogerlo era sentarme a sus pies
para escucharlo hablar a sus discpulos, y a quienes se
acercaban a l.
Era un atrevimiento de mi parte, por mi condicin de
mujer, pero nunca lo evit, porque todo lo que Jess
deca era msica para mis odos. Jams haba esuchado
a nadie, hablar como l.
Las palabras de Jess eran sabias y profundas,
exigentes y cuestionantes, pero tambin dulces y
amorosas. Cuando uno lo oa con atencin, senta que
65

Dios estaba muy cerca, y que su bondad lo iluminaba


todo. Todava recuerdo muchas de sus frases, y me las
repito a m misma una y otra vez. Me sirven para tenerlo
presente en mi corazn, y tambin para revisar mi vida, y
ajustar mis pensamientos, palabras y acciones, a sus
enseanzas que nunca pasan de moda.
Pero no todas las personas pensaban y sentan por
Jess, lo mismo que sus discpulos, o que mis hermanos
y yo. Muchos, al verse cuestionados por lo que deca o
haca, lo rechazaban y se enfrentaban a l, unas veces
de manera abierta, como los fariseos, y otras, en
secreto, confabulando en su contra, como las
autoridades del Templo.
Todo se agudiz cuando muri mi hermano Lzaro, y
Jess realiz el milagro maravilloso y absolutamente
sorpresivo para todos, de su resurreccin. Lo cuenta
muy bien el apstol Juan, en su Evangelio.
Muchos de quienes fueron testigos de este suceso tan
feliz para Marta y para m, y que Jess realiz para dar
gloria a Dios, se unieron despus para acusarlo ante los
sumos sacerdotes, y la consecuencia terrible de todo,
fue el prendimiento y la muerte injusta y cruel del
Maestro.
Pero ahora no quiero hablar de cosas tristes y dolorosas.
Quiero hablar de cosas hermosas y alegres como Jess,
a quien amo con todo mi corazn, y que ahora vive y
reina con Dios Padre, por toda la eternidad.
66

Y es que Jess es, definitivamente, lo mejor que me ha


pasado en la vida; la persona ms maravillosa que he
conocido y conocer; el hombre ms bueno, ms
amoroso, ms sabio y tambin ms delicado de todos
cuantos he tratado.
Y digo "el hombre", porque s que Jess es el ser
humano perfecto, el hombre en plenitud; aunque
tambin, por supuesto, es Dios; el Hijo encarnado de
Dios, su Enviado, el Mesas prometido y anunciado por
los profetas de Israel.
Y es que nunca hubo ni habr un hombre como l; tan
cercano a la gente, tan atento a las necesidades de
todos, tan sencillo y fcil de tratar; tan sincero, tan digno,
tan justo, tan claro en sus apreciaciones. Un hombre
lleno de bondad, verdadero en sus palabras y en sus
acciones, absolutamente motivador para todas las
personas que lo oan con buena disposicin.
Un hombre capaz de generar confianza en todas
aquellas personas que por su situacin social, son
recelosas y actan con prevencin. Absolutamente
coherente en sus acciones y palabras. Absolutamente
fiel a Dios y tambin fiel a la humanidad entera, de quien
se senta parte integrante.
Por eso quise honrarlo de manera muy especial, en el
gran banquete que Simn el leproso le ofreci, en su
casa de Betania, seis das antes de la celebracin de la
Pascua, cuando Jess pas por all, rumbo a Jerusaln.
67

Mis hermanos y yo tambin fuimos invitados. Lzaro


estaba sentado a la mesa con Jess, Marta, fiel a su
costumbre, atenda a los comensales, y yo, deseosa de
demostrarle mi amor, mi admiracin y mi respeto, ung su
cabeza y sus pies con un perfume costoso, que
guardaba, como un gran tesoro, para mi noche de
bodas.
Algo muy dentro de m me impuls a hacerlo; era la
nica manera que tena para decirle claramente y
delante de todos, lo que significaba para m, y el bien
inmenso que me hacan su presencia y sus enseanzas.
El bien que nos haca a todos verlo y escucharlo.
Algunos me criticaron duramente, por mi aparente
"derroche"; segn ellos, habra sido mejor que vendiera
el perfume y diera su valor en ofrenda a los pobres. Sin
embargo Jess, que es realmente quien me interesa, me
defendi, y hasta dijo que mi accin haba sido proftica.
No entend las palabras de Jess aquella noche, pero s
despus, cuando fue hecho prisionero, juzgado y
crucificado, y por ser la vspera de la Pascua, quienes
estaban con l, tuvieron que sepultarlo rpidamente, sin
dar tiempo a la uncin ritual acostumbrada.
Todas las mujeres que habamos sido sus discpulas,
decidimos volver el domingo al sepulcro para realizar
nuestra tarea pendiente con el Maestro, pero las que
llegaron primero: Mara Magdalena, Mara la de Santiago
y Salom, nos avisaron que el sepulcro estaba vaco, y
que un ngel les haba dicho que Jess haba
68

resucitado. Algunos das despus, Marta y yo pudimos


constatarlo personalmente, y nuestra alegra fue
inmensa.
Tengo que decirlo abiertamente, para que todos lo oigan.
Jess cambi mi vida completamente, desde el primer
momento que tuve contacto con l. Me ense cosas
maravillosas, en las que nunca haba pensado. La ms
importante de todas, sin duda, que Dios nos ama
profundamente, y que la mejor manera de corresponder
a ese amor de Padre, es amndonos unos a otros,
incluyendo de una manera especial en este amor, a las
personas que nos han hecho dao.
Esta enseanza que jess mismo vivi hasta el ltimo
momento de su vida en el mundo, es la que da sentido
pleno a mi vida hoy. Algunas veces me cuesta bastante
realizarla, pero con su gracia he ido logrndolo.
Ha pasado un buen tiempo desde que Jess muri y
resucit de entre los muertos, pero lo siento muy cerca
de m. Sigue siendo mi amigo entraable. Nunca podr
olvidarlo, ni desentenderme de sus enseanzas. Es la
luz que ilumina mi vida de hoy y de siempre, la
esperanza que me anima a seguir adelante, el amor que
da sabor a cada instante de mi vida
Cada da me encuentro con l en la oracin y poco a
poco su imagen se va formando en m mente y en mi
corazn, y transparentndose en mi ser y en mi obrar.
De esta manera vivo dndole gloria, a l que es mi
dueo y seor, al Padre que lo envi para que nos
69

hiciera presente su amor, y al Espritu Santo que es su


presencia vida en el corazn de cada persona.

LLNAME DE TI, SEOR


Llname de Ti, Seor Jess,
Hijo del Padre y Salvador de todos,
de tu Aliento de Vida,
de tu Palabra de Verdad,
de tu Luz que alumbra las sombras del camino.
Llname de Ti, Jess,
Palabra eterna de un Dios siempre viviente,
de tu Bondad que inspira,
de tu Amor que enaltece,
de tu Gracia que salva de manera gratuita.
Llname de Ti, Seor Jess,
Dios humilde y servidor de los hombres,
de tu Perdn que sana y que libera,
de tu Misericordia que alienta y reconstruye,
de tu Santidad que todo lo embellece.
Llname de Ti, Jess,
hijo siempre amoroso de Mara,
para que yo pueda anunciarte,
con mi palabra simple y pobre,
a todos los que quieran escucharme.
Llname de Ti, Seor Jess,
Maestro de sabidura y bondad,
70

para que sepa cantar tu Amor y tu Belleza,


en cada momento de mi vida
y en todas mis acciones.
Llname de T, Jess,
Amigo bueno de todos los que aman
todos los que buscan,
para que todos mis das con sus noches,
sean una alabanza a Ti,
en quien mi vida entera se funda y se sostiene.
Amn.

71

8. UN PADRE QUE AMA Y CREER


(Jairo, el jefe de la sinagoga)
Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al
ver a Jess, cae a sus pies, y le suplica con insistencia
diciendo: Mi hija est a punto de morir; ven, impn tus
manos sobre ella, para que se salve y viva. Y Jess se
fue con l. Le segua un gran gento que lo oprima... ()
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la
sinagoga unos diciendo: Tu hija ha muerto; a qu
molestar ya al Maestro?. Jess que oy lo que haban
dicho, dice al jefe de la sinagoga: No temas; solamente
ten fe. Y no permiti que nadie los acompaara, a no
ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
72

Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el


alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes
alaridos. Entra y les dice: Por qu hacen alboroto y
estn llorando? La nia no ha muerto; est dormida.
Ellos se burlaban de l.
Entonces, despus de echar fuera a todos, toma consigo
al padre de la nia, a la madre y a los suyos, y entra
donde estaba la nia. Y tomando la mano de la nia, le
dice: Talit kum, que quiere decir: Muchacha, a ti te
digo, levntate.
La muchacha se levant al instante y se puso a andar,
pues tena doce aos. Quedaron fuera de s, llenos de
estupor.
El les insisti mucho en que nadie lo supiera; y les dijo
que le dieran a ella de comer. (Marcos 5,22-24.35-43)
*****
S. Me llamo Jairo, como dice el evangelista, y he venido
aqu porque quiero dar mi testimonio sobre Jess, y la
obra maravillosa que el realiz en m y en mi familia, a
partir del inmenso favor que nos hizo.
Soy judo, y adems, jefe de la sinagoga de mi pueblo, lo
cual hace que mis palabras tengan un significado
especial, por mi condicin particular de representante de
la religin oficial del Templo y de la Ley, entre mis
vecinos y familiares.
73

Marcos relata los hechos con gran fidelidad, de modo


que no tengo mucho ms qu decir sobre ellos; todo
sucedi tal y como l lo refiere. Lo que s deseo es
reflexionar un poco sobre lo que signific para m y para
mi familia, por supuesto, haber pedido ayuda a Jess, en
un momento tan importante para nosotros, y por haberla
recibido del Maestro con oportunidad y precisin.
Tengo que reconocerlo. Acud a Jess ms por lo
delicado de la situacin de mi hija, que es la luz de mis
ojos, y estaba gravemente enferma, que por creer en l,
y en su condicin de Mesas que algunos le atribuan.
Haba odo hablar de sus milagros, incluso alguno de mis
amigos haba sido beneficiario de uno de ellos, segn
aseguraba, pero nunca haba sido testigo presencial de
ninguno, y todos los que me conocen saben bien que no
me gusta aceptar las cosas as nada ms, sino que
siempre trato de comprobarlas por m mismo.
Adems, estaba bien prevenido contra l, por los
fariseos y los doctores de la Ley, que lo haban declarado
abiertamente, enemigo de nuestras leyes y tradiciones
como pueblo de Dios.
Pero todos ustedes saben que un padre hace cualquier
cosa por el bien de sus hijos, y yo estaba dispuesto a
todo para salvar a mi nia de la muerte.
Las cosas se me facilitaron bastante, porque aquel da
Jess haba llegado a las afueras de nuestro pueblo y
74

tan pronto lo supe, sal en su busca. Era el nico recurso


que me quedaba, porque los mdicos ya haban hecho
todo lo que saban y podan. "La peor diligencia es la que
no se hace", pens para m.
Jess me recibi con gran amabilidad, oy mi peticin
con mucha atencin, y sin vacilar se puso en camino
hacia mi casa, acompaado por sus discpulos, por
algunas personas que tambin haban salido a
encontrarlo para escuchar sus enseanzas, y por otras
que se nos fueron uniendo en el trayecto, movidas, muy
seguramente, por la curiosidad que suscitaba en ellas lo
que poda llegar a suceder.
Inmediatamente lo vi de cerca, qued sorprendido de la
inmensa bondad que reflejaba su rostro; de la sabidura
que comunicaban sus palabras sencillas pero llenas de
sentido, de la profunda paz que se poda ver en sus ojos
y tambin en sus gestos, y por supuesto, por la prontitud
y diligencia con la que acogi mi necesidad.
Todo eso hizo, sin duda, que empezara a creer en l,
con una fe incipiente, que l mismo se encarg de
fortalecer y profundizar. Todava resuenan en mis odos
sus palabras: "No temas; solamente ten fe. Escucharlas
fue para m algo muy especial, que todava hoy no s
expresar con claridad.
Jess habl directamente a mi corazn y yo cre. Cre
con todo mi alma. Cre con toda mi mente. Cre con
todas mis fuerzas. Cre como nunca lo haba hecho con
nadie. Cre en l y en el amor y la bondad que se
75

asomaban a sus ojos. Cre en su poder sanador. Cre y


mi peticin se hizo realidad.
Jess, con su amor compasivo y su poder divino, logr,
con un sencillo gesto y unas pocas palabras, devolverle
la vida a mi nia, que ya haba muerto, cuando llegamos
a casa. Fueron testigos Pedro, Santiago y Juan, a
quienes l mismo pidi que lo acompaaran hasta donde
la nia yaca, plida y fra.
Su madre y yo no dejamos de dar gracias por el inmenso
regalo que recibimos aquel da.
Todo sucedi por la fe. La fe que Jess puso en mi
corazn con su presencia, y que yo supe acoger por
gracia de Dios. Una fe que ha ido creciendo en m desde
entonces, y que cada da es ms grande y ms fuerte,
ms viva y ms alegre, ms dinmica y decidida.
Mirando a Jess, no me fue difcil creer. Por eso intento
"no perderlo de vista", recordando cada da en mi mente
y en mi corazn su figura apacible, sus gestos amorosos,
y sus palabras sencillas y sabias a la vez.
Desde entonces, cada da oro pidindole con humildad,
que me ayude para que mi fe no desfallezca por ninguna
circunstancia de mi vida,
porque soy plenamente
consciente de que la fe es un regalo suyo, y como tal
debo recibirlo, acogerlo, y conservarlo. Esta es mi
peticin constante, que ahora quiero compartir con todos
ustedes.
76

PROFESIN DE FE
Dios Padre de bondad y de amor,
Me pongo de rodillas delante de ti.
Te alabo y te bendigo como mi Dios y mi Todo.
T eres, Seor, el dueo de mis das y mis noches,
de mis alegras y de mis tristezas,
de mis anhelos y de mis frustraciones,
de mis victorias y de mis fracasos,
de mis dolores y de mis sufrimientos
Te doy gracias por el amor que s que me tienes.
Te doy gracias por tu fidelidad.
Te doy gracias por tu verdad que ilumina mi vida
y la llena de sentido.
Creo en ti, Seor, y en tu bondad infinita.
Creo en ti y en tu amor de Padre y Madre a la vez.
Creo y quiero seguir creyendo a lo largo de mi vida
y hasta la eternidad.
Creo en ti.
Te amo a ti.
Espero en ti.
Ilumname, Padre,
con la luz de tu amor y tu presencia.
Fortalece mi fe.
Fortalece mi esperanza.
Fortalece mi amor.
77

Haz que crezcan cada da.


Que se renueven cada da.
Que llenen mi ser y mi vida cada da.
Que le den sentido y valor a todo lo que soy,
a todo lo que digo,
a todo lo que hago,
a todo lo que tengo.
Creo, Seor, pero aumenta mi fe!
Mi fe y mi decisin de vivir siempre en tu amor.
Amn.

78

9. SORPRENDIDA EN ADULTERIO
(La mujer adltera)
Jess se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada
se present otra vez en el Templo, y todo el pueblo
acuda a l. Entonces se sent y se puso a ensearles.
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida
en adulterio, la ponen en medio y le dicen: Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moiss nos mand en la Ley apedrear a estas mujeres.
T qu dices?. Esto lo decan para tentarlo, para tener
de qu acusarlo.
Pero Jess, inclinndose, se puso a escribir con el dedo
en la tierra. Pero, como ellos insistan en preguntarle, se
incorpor y les dijo: Aquel de ustedes que est sin
pecado, que le arroje la primera piedra. E inclinndose
de nuevo escriba en la tierra.
79

Ellos, al or estas palabras se iban retirando uno tras


otro... y se qued solo Jess con la mujer...
Incorporndose Jess le dijo: Mujer, dnde estn los
que te acusaban? Nadie te ha condenado?. Ella
respondi: Nadie, Seor.
Jess le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y en
adelante no peques ms. (Juan 8, 1-11)
*****
S; es cierto. Conoc a Jess la maana en que unos
escribas y fariseos irrumpieron en mi casa y me sacaron
de ella a empujones.
Humillada y llena de miedo, ca a sus pies, en medio de
las risas de todos los que estaban en aquel lugar del
Templo. No levant la cara para mirarlo porque tena
mucha vergenza. Lo que decan mis acusadores era
verdad.
Era infiel a mi marido, por circunstancias que no viene al
caso explicar, y tena plena conciencia de ello. Adems,
saba perfectamente, que en el momento en el que fuera
descubierta, eso era lo que iba a pasarme. Conozco la
Ley de Moiss y a quienes la siguen al pie de la letra. La
lapidacin pblica sera mi condena.
Lo extrao es que para mi amante las cosas no seran
igual. A l lo disculparan de alguna manera, aunque no
80

fuera lgico para nadie.


Pero no quiero distraerme con estas consideraciones. Lo
realmente importante es lo que este encuentro con Jess
produjo en m, y lo que sigue produciendo en mi corazn
y en mi vida, aunque ha pasado ya el tiempo. Aquella fue
la primera vez que lo vi, pero su imagen qued grabada
en mi alma para siempre, y cada vez que recuerdo aquel
acontecimiento, se hace ms viva, ms diciente, ms
comprometedora.
Cmo voy a olvidarlo, si l me salv la vida, y dio pleno
sentido a mi existir! Cmo voy a olvidarlo si su amor
san las heridas de mi alma para siempre!
Es por l, precisamente, que estoy aqu, dando mi
testimonio, para que muchas personas se atrevan a
levantar sus ojos a l, y le entreguen su corazn y su ser
para siempre.
Como era de suponerse, los escribas y fariseos me
estaban usando como motivo para confundirlo y luego
acusarlo, porque ellos, como estrictos conocedores de la
Ley juda, saban perfectamente lo que deban hacer en
un caso como el mo y no tenan que preguntarle a nadie
para hacer lo que consideraban justo, y menos a Jess
con quien discutan permanentemente.
Pero necesitaban pruebas concretas para poder acusarlo
y hacerlo desaparecer definitivamente del panorama,
porque era para ellos una persona incmoda, y su
manera de actuar pona en tela de juicio sus constantes
81

arbitrariedades.
Yo tena mucho miedo. Ya lo dije. Pero en medio de ese
miedo, haba en mi corazn una luz de esperanza, que
se fortaleci con el silencio de Jess. Me pareci que su
actitud mostraba claramente que no estaba de acuerdo
con ellos, y que no iba a condenarme por mi pecado.
Jess no les respondi de inmediato, como esperaban.
Los mir a cada uno y luego se agach y se puso a
escribir algo en el suelo. Ellos se impacientaron y
volvieron a preguntarle, esta vez con palabras ms
agresivas, que mostraban sin duda sus verdaderas
intenciones.
Cuando de repente escuch su voz, me atrev a levantar
mis ojos para verlo, y me sorprendi la paz que irradiaba.
No se haba alterado lo ms mnimo, aunque quienes
estaban all para acusarme, y los curiosos que nos
haban seguido, lo acosaban cada vez con ms
vehemencia.
Hizo un ligero ademn para pedir silencio, y con voz
clara y bien timbrada, dijo lo que nadie, incluyndome a
m, esperaba or de sus labios: "El que est libre de
pecado, que tire la primera piedra". Y volvi a su posicin
de antes: se inclin y sigui escribiendo sobre la tierra.
El silencio se prolong y tambin mi agona. Segua
tirada en el suelo. Saba que era culpable, y mi cuerpo
se contraa esperando la primera pedrada, que marcara
para m el principio del fin, pues las dems se
82

sucederan sin descanso, hasta producirme la muerte.


Con los ojos cerrados rogaba que todo ocurriera con
rapidez.
Sorpresivamente, esta primera piedra no lleg; despus
de unos cuantos minutos que se me hicieron eternos,
abr los ojos, levant la cabeza, y pude ver cmo, uno a
uno, todos los que antes me haban ofendido con sus
reproches y malos tratos, abandonaban el lugar.
Un momento despus, Jess se levant, se acerc a m
y extendi su mano para ayudarme a ponerme de pie;
entonces, estando frente a l, me atrev a mirarlo; vi sus
ojos limpios y serenos, que a su vez me miraban con
compasin, y escuch su voz armoniosa y clida que me
deca: "Nadie te ha condenado. Tampoco yo te condeno.
Vete en paz, y no vuelvas a pecar".
Imposible describir lo que sent. Lo que sigo sintiendo
cuando pienso en aquel acontecimiento fundamental de
mi vida. Jess me revel en un instante el dao que me
estaba haciendo a m misma con mi comportamiento; y
no slo eso, tambin me mostr con su dulce mirada, y
con la bondad de sus palabras, que lo que yo pensaba
no era cierto: no todo estaba definitivamente perdido
para m.
Nada est perdido definitivamente para quien es capaz
de reconocer sus debilidades y sus pecados y asumirlos
como parte de su pasado, y se propone comenzar de
nuevo. Eso fue, precisamente, lo que yo hice, gracias a
las palabras de Jess y a su amor salvador.
83

Nada est perdido definitivamente para nadie, porque el


amor de Dios no se agota; el amor de Dios est ah
siempre para quien quiera recibirlo; el amor de Dios es
siempre y para todos, un amor que acoge, que sana, que
perdona, que reconstruye.
Han pasado ya varios aos desde aquella maana que
marc mi vida para siempre. Jess ya no est
fsicamente entre nosotros. Las autoridades del Templo
lo acusaron ante los romanos y lo hicieron condenar a
muerte; lo crucificaron fuera de Jerusaln, como si fuera
un criminal de la peor especie, pero aunque muchos no
pueden creerlo, despus de haber sido sepultado, se
apareci a sus discpulos ms cercanos, y quienes
creemos en l sabemos que Dios Padre lo resucit de
entre los muertos, y ahora reina en su gloria, porque fue
siempre amoroso y bueno, y se mantuvo fiel a lo que
Dios esperaba de l.
Despus de haberme encontrado cada a cara con Jess,
mi vida cambi definitivamente. l salv no solo mi
existencia fsica, sino todo mi ser. Era esclava de mis
pasiones, y l me devolvi la libertad. Ahora soy mucho
ms consciente de lo que hago, en todos los aspectos de
mi vida; mido las consecuencias de mis actos, y no obro
por meros impulsos como antes.
Ahora s que el pecado no es pecado porque una ley
dice que lo sea, sino porque nos hace dao, porque
ofende nuestra dignidad de hijos de Dios, porque
deteriora o destruye nuestras relaciones con las dems
84

personas; porque nos ata, nos esclaviza, nos disminuye,


nos quita la libertad que Dios nos dio como un gran
regalo que debemos ejercer y conservar.
Jess poda haberme condenado y haberme tirado l
mismo la primera piedra, porque l si estaba libre de
toda clase de pecado; sin embargo no lo hizo, porque
como Hijo de Dios, su mayor cualidad es su inmensa
misericordia, su infinita compasin por cada uno de
nosotros. Yo doy pleno testimonio de esto porque lo viv
en carne propia.

PETICIN DE PERDN
Dios Padre de bondad,
que nos diste en Jess, tu Hijo,
la muestra ms grande de tu amor y de tu misericordia,
dame la gracia de reconocerme pecador delante de ti,
y de implorar humildemente
tu perdn que sana y regenera.
Perdona, Seor, todos y cada uno de mis pecados,
y de un modo muy especial mis pecados contra el amor
que procede de ti.
Perdona mis actitudes egostas,
que me llevan a pensar primero en m,
y en mis necesidades, mis deseos,
mis gustos y mis caprichos,
85

antes que en las personas


que t mismo colocaste a mi lado,
para que las ame,
para que las apoye,
para que las ayude,
para que les sirva,
para que las gue.
Perdona todos y cada uno
de mis pensamientos egostas,
todas y cada una de mis palabras egostas,
todas y cada una de mis acciones egostas,
que hacen que cada da me aleje ms y ms
del modelo claro y vivo que es Jess.
Perdona mis actitudes injustas,
mis pensamientos injustos,
mis palabras injustas,
mis acciones injustas.
Perdona mis actitudes de odio y de resentimiento;
mis pensamientos de odio,
mis palabras dichas con odio,
mis acciones que hacen presente
los rencores y resentimientos que llevo dentro.
Perdona todo lo que hay en m,
que hace relacin a insensibilidad,
a indiferencia,
a incomprensin,
a violencia,
a infidelidad,
86

a traicin,
venga de donde venga y vaya adonde vaya.
Hazme, Seor, una persona nueva,
una persona totalmente regenerada
por tu amor y por tu perdn.
Una persona capaz de amar
con un amor sincero, fuerte, generoso;
un amor que nace del tuyo
del amor que T sientes por m,
del amor con el que T me amas y me perdonas.
Hazme, Seor, una persona capaz de amar,
de perdonar
y de servir,
a todos los que se crucen en mi camino,
a todos los que necesiten de mi amor,
de mi perdn,
y de mi servicio,
recordando siempre que el amor, el perdn,
la compasin,
el servicio y la misericordia,
son y sern el vnculo que me unir siempre contigo,
porque t eres no slo un Dios que ama,
sino tambin y sobre todo el Dios que es Amor.
Amn.

87

10. TUS PECADOS TE SON PERDONADOS


(El paraltico descolgado)
Entr de nuevo, Jess, en Cafarnam. Al poco tiempo
haba corrido la voz de que estaba en casa. Se
agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta haba ya
sitio, y l les anunciaba la Palabra.
Y le vienen a traer a un paraltico llevado entre cuatro. Al
no poder presentrselo a causa de la multitud, abrieron
el techo encima de donde l estaba y, a travs de la
abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde
yaca el paraltico.
88

Viendo Jess la fe de ellos, dice al paraltico: Hijo, tus


pecados te son perdonados.
Estaban all sentados algunos escribas que pensaban en
sus corazones: Por qu ste habla as? Est
blasfemando. Quin puede perdonar pecados, sino
Dios slo?.
Pero, al instante, conociendo Jess en su espritu lo que
ellos pensaban en su interior, les dice: Por qu
piensan as en sus corazones? Qu es ms fcil, decir
al paraltico: Tus pecados te son perdonados, o decir:
Levntate, toma tu camilla y anda?. Pues para que
sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de
perdonar pecados - dice al paraltico -: A ti te digo,
levntate, toma tu camilla y vete a tu casa. (Marcos 2, 111)
*****
En primer lugar quiero dar las gracias a los amigos y
parientes que conociendo el amor y el poder del Maestro
Jess, me sacaron de la casa casi contra mi voluntad, y
me llevaron a su presencia para que fuera curado por l,
de esa larga enfermedad que padec durante buena
parte de mi vida. Si no hubiera sido por ellos, no podra
estar aqu dando mi testimonio. Antepusieron mi
necesidad a las suyas, y no escatimaron esfuerzo
alguno, con tal de verme sanado.
Sin duda ninguna, Marcos es un gran evangelista. Cont
89

mi historia de manera resumida, pero muy clara y


diciente para todos. Las cosas sucedieron tal y como l
las narra en su versin del Evangelio, la Buena Noticia
de Jess, como l la llama.
El lugar donde se desarrollaron los acontecimientos que
Marcos describe, era la casa de Pedro en Cafarnam,
una ciudad situada en una de las orillas del Mar de
Galilea, llamado tambin Lago de Tiberades.
Jess ya haba curado a la suegra de Simn, de la fiebre
que padeca, y a muchas personas ms, que se
acercaban a l, unas por sus propios medios, otras,
llevadas por sus parientes ms cercanos. La gente
estaba admirada de su poder y tambin de sus palabras,
que reflejaban una grande y profunda sabidura.
Tambin yo viva en Cafarnam, con mi familia. Haca
algunos aos haba sido atacado por una parlisis que
poco a poco fue avanzando hasta quitarme la posibilidad
de todo movimiento.
Como no poda moverme con normalidad, tampoco
poda trabajar y ser productivo para mi esposa y mis
hijos. Adems, mi carcter se haba agriado tanto, que
quera permanecer encerrado y tenan que sacarme a la
fuerza de la casa, para que recibiera un poco de sol y
respirara aire puro.
Aquella maana en que mis amigos y familiares me
condujeron hasta donde estaba Jess, yo haba librado
con ellos una verdadera batalla de agresiones verbales,
90

para que me dejaran tranquilo en la oscuridad de mi


dormitorio, y se fueran ellos a escuchar al Maestro que
todos alababan con insistencia y admiracin. No crea en
milagros de ninguna clase, y no quera ser objeto de una
farsa.
Ahora les agradezco infinitamente a todos, los que
hicieron conmigo. Haberse opuesto a mis deseos fue el
mejor regalo que hayan podido darme. Si no hubiera sido
as, no habra recuperado la salud de mi alma y de mi
cuerpo, y no tendra lo que tengo hoy: una profunda fe
en Jess y en su infinito y delicado amor por todos
nosotros, y un deseo inmenso de corresponderle
amndolo tambin, y sobre todo, viviendo de una
manera distinta, de una manera totalmente nueva, hasta
el ltimo momento de mi existencia en el mundo.
Cuando me vi frente a frente a Jess, despus de haber
sido descolgado por el techo, la rabia que tena con
todos aquellos que me haban conducido a l en contra
de mi voluntad, se desvaneci por completo. Su mirada
limpia y sus palabras llenas de amor, comunicaron a mi
corazn endurecido y rebelde, una gran paz; una paz
que nunca antes haba sentido.
Aunque el tema del pecado haba sido una constante en
la predicacin de los profetas, a lo largo de la historia de
Israel, y en aquel tiempo, del grupo de los doctores de la
ley y del de los fariseos, yo no haba pensado mucho en
este tema y, por consiguiente, no haba confrontado mi
vida con l.
91

El pecado era algo que generalmente atribua a otros,


pero nunca a mi mismo; sin embargo, las palabras que
Jess pronunci dirigindose a m: Hijo, tus pecados te
son perdonados, resonaron en mi mente y en mi
corazn de una manera que nunca haba imaginado, e
inmediatamente fui consciente de la parlisis espiritual
que padeca, que superaba, sin duda, de manera
significativa, la parlisis de mi cuerpo, que era la que
todos vean y la que yo lamentaba.
El impacto de esta situacin fue tan grande para m, que
no supe responder nada.
Estaba profundamente
conmovido en mi interior, y permanec en silencio; el
mismo silencio que guardaban todos los que se
encontraban presentes, y que con seguridad en la
intimidad de su conciencia compartan mis pensamientos
y mis sentimientos.
Despus de unos instantes, Jess volvi a hablar, esta
vez dirigindose no a m, sino a los fariseos que estaban
all para verlo y escucharlo, y que se mstraban
profundamente inquietos por lo que haban odo, y lo
criticaban en su interior.
En sus palabras, el Maestro relacion la parlisis que yo
padeca, con los pecados que haba en mi corazn, y
anunci muy claramente quin era y la tarea que le
haba sido encomendada: el anuncio del amor de Dios y
del perdn de todos nuestros los pecados.
No s si todos los presentes entendieron cabalmente lo
que Jess dijo entonces, o si algunos se consideraron
92

ofendidos por l. Yo por mi parte, comprend


perfectamente lo que quera decirme a m, y acept su
regalo. Interiormente me arrepent del mal que haba
hecho a lo largo de mi vida, y obedec a su mandato: me
puse de pie, cog la camilla en la que estaba postrado, y
empec a caminar de nuevo, como si nunca hubiera
estado paralizado. Todos quedaron evidentemente
sorprendidos.
A partir de aquel da intent seguir a Jess dondequiera
que iba, sin dejar de cumplir con mis obligaciones
familiares. Escucharlo era para m muy importante;
aprender de sus palabras y de su ejemplo, algo
imprescindible. Quera sentir cada vez con ms fuerza, la
libertad que Jess me haba regalado, al desatar mi alma
del yugo del pecado, que me haba llevado a la parlisis
exterior e interior. De esto, precisamente, quiero ser
testigo ante el mundo. Por eso he venido hoy aqu.
No cabe duda. Todos los hombres y mujeres del mundo,
a excepcin de Mara, la madre del Seor, pecamos;
todos somos pecadores. Nos alejamos de Dios,
desconocemos su amor y sus cuidados, su bondad y su
ternura, abandonamos su casa y nos vamos a vivir
lejos, a un pas extranjero, como el hijo prdigo de la
parbola de san Lucas (15, 11-31). Este abandono de
Dios es precisamente lo que llamamos pecado.
Pero Dios es terco, y sigue amndonos; su amor por
nosotros - por todos -, es tan grande, que sea lo que sea
y pase lo que pase, l contina derramando sobre
nosotros su gracia y su bendicin. As ha sido desde el
93

comienzo del mundo, y as seguir siendo por los siglos


de los siglos.
Porque el amor de Dios es un amor absolutamente
gratuito. Un amor que no necesita razones, que no exige
explicaciones, que no excluye a nadie, que se da con
total generosidad.
Porque el amor de Dios es un amor paciente, un amor
que sabe esperar, un amor que ama de manera
personal; un amor que no se cansa nunca de perdonar.
Jess es testigo de este amor que perdona; de este
amor que sana; de este amor que comunica una nueva
vida; de este amor que salva aqu y ahora y para la
eternidad.
Jess clavado en la cruz y levantado en ella sobre la
tierra, es la muestra ms clara, la expresin ms
sublime, de este amor infinito y misericordioso de Dios,
por todos y cada uno de los hombres y mujeres del
mundo, de todos los tiempos y todos los lugares.
Jess clavado en la cruz y levantado sobre la tierra, es
Dios
amndonos,
perdonndonos,
sanndonos,
revivindonos, salvndonos.
Jess clavado en la cruz y levantado sobre la tierra, es
Dios transfigurado por el amor; Dios traspasado por el
amor.
Jess clavado en la cruz y levantado sobre la tierra, es
94

Dios amndonos con un amor profundo y generoso; un


amor inigualable; un amor totalmente inusitado. El amor
ms grande del mundo.
Mis pecados fueron perdonados por Jess, el Hijo de
Dios, y lo mismo puede ocurrir con los tuyos, si t lo
buscas, si eres capaz de acogerlo con humildad y
confianza, si sabes entregarte a l y comenzar una vida
nueva siguiendo sus enseanzas. No tengas ninguna
duda.
El amor y el perdn de Jess te darn esa felicidad que
buscas constantemente en multitud de cosas, sin
conseguirla efectivamente. Te lo aseguro.

RENUEVA, SEOR JESS,


NUESTRO SER Y NUESTRA VIDA
Seor Jess, Maestro de bondad,
que quieres que cada da
los seres humanos renovemos nuestra vida;
que nos hagamos hombres y mujeres nuevos,
hombres y mujeres renacidos del agua y del Espritu;
danos la gracia de creer en ti,
la gracia de vivir en ti y para ti,
cada instante de nuestra vida en el mundo.
Renueva, Jess, nuestra mente y nuestro corazn.
Renueva nuestros pensamientos
y nuestros sentimientos.
95

Renueva nuestra relacin contigo.


Y renueva tambin
nuestras relaciones con todas las personas
que viven a nuestro lado.
Renueva nuestra fe y nuestra esperanza.
Renueva nuestro amor.
Renueva nuestra humildad.
Renueva nuestra paciencia en el dolor y el sufrimiento
que tantas veces nos agobian
y nos llevan a la desesperacin.
.
Renueva, Jess, nuestra decisin libre y voluntaria
de creer siempre en ti,
de amarte cada da ms,
de caminar por tus caminos,
de hacer realidad tu mensaje de salvacin.
Renuvanos, Jess, con espritu firme.
Como t sabes hacerlo,
para que cada da seamos mejores.
Para que cada da creamos con ms fuerza
y ms decisin.
Para que cada da te amemos ms
y ms profundamente.
Para que cada da apreciemos mejor
la bondad infinita del amor de Dios
por cada uno de nosotros.
Renuvanos por dentro y por fuera.
No importa que ya estemos ms cerca de morir
que de seguir viviendo en este mundo.
96

Renuvanos por dentro y por fuera.


En las intenciones y en las acciones,
en los pensamientos y en las palabras.
Renuvanos, Jess,
por la fuerza de tu amor y tu bondad.
Por tu pasin y tu muerte.
Por tu gloriosa resurreccin.
Por tu glorificacin a la derecha del Padre
y tu presencia constante, misteriosa pero real,
en medio de nosotros.
Renuvanos.
Libranos de las cadenas que nos atan.
Del pecado que nos paraliza.
Del egosmo que no nos deja ser
verdaderos hijos de un Padre todo amoroso,
y hermanos entre nosotros.
Amn.

97

11. UNA MUJER DE SU CASA


(Marta de Betania)
Yendo ellos de camino, entr en un pueblo; y una mujer,
llamada Marta, lo recibi en su casa.
Tena ella una hermana llamada Mara, que, sentada a
los pies del Seor, escuchaba su Palabra, mientras
Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Acercndose, pues, dijo: Seor, no te importa que mi
hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me
ayude.
Le respondi el Seor: Marta, Marta, te preocupas y te
agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o
98

mejor, de una sola. Mara ha elegido la parte buena, que


no le ser quitada. (Lucas 10, 38- 42)
*****
Me llamo Marta; Marta de Betania; y soy conocida por
muchos como la hermana de Mara y de Lzaro, a quien
Jess resucit cuando ya llevaba cuatro das de muerto.
Algunos me recuerdan tambin, por haber importunado a
Jess con una queja contra mi hermana, en una ocasin
en la que el vino con sus discpulos a hospedarse en
nuestra casa, como sola hacerlo con alguna frecuencia,
porque era nuestro amigo.
Nunca me arrepentir bastante de haberlo hecho,
aunque a decir verdad, de aquella circunstancia
vergonzosa para m, saqu una gran enseanza; una
enseanza que he procurado poner en prctica desde
entonces, dando a cada persona y a cada circunstancia,
la importancia que se merece.
El evangelista Lucas narra muy bien este episodio de mi
vida, que marc para m, el comienzo de una nueva
manera de ser y de actuar; el comienzo de una nueva
manera de ver la vida y de vivirla; y tambin, por
supuesto, una nueva manera de relacionarme con Dios.
Las mujeres israelitas, ramos en aquel tiempo, y
durante muchos aos y siglos ms, aquellas personas a
quienes les corresponda atender con diligencia y
precisin, las tareas de la casa: amasar la harina para
99

hacer el pan, hacer de comer, asear la casa, lavar la


ropa, traer el agua de la fuente, cuidar a los nios, y
servir a su esposo, o a sus padres y hermanos, y por
supuesto tambin, a los invitados de stos.
Todo lo dems quedaba por fuera de nuestras
competencias, incluyendo sentarnos a escuchar las
conversaciones de los hombres, an sin intervenir en
ellas.
Tampoco nos estaba permitido hablar de religin, y
menos an, intentar profundizar en su conocimiento; la
religin es cosa de hombres, se deca, porque los
hombres son quienes tienen la capacidad para
entenderla, aunque las leyes de esa religin
masculina, se ocupaban bastante de nosotras,
limitndonos en todo sentido.
Como todas las mujeres de mi raza y de mi pueblo, nac
y crec con esta mentalidad de persona marginada, y
puse en el centro de mi corazn y de mi mente, las
tareas domsticas, y trataba de realizarlas siempre con
dinamismo y generosidad. Mi hermano Lzaro puede dar
testimonio de ello.
Esta es, precisamente, la razn por la que aparezco en
los evangelios, quejndome ante Jess, de la actitud de
Mara, mi hermana menor, a quien, como puede verse, le
importaban mucho menos las costumbres de aquel
tiempo, y con gran libertad de espritu, cuando Jess y
sus discpulos venan a nuestra casa, se sentaba a sus
pies, horas enteras, para escuchar de viva voz sus
100

enseanzas maravillosas.
Ojal yo hubiera visto tan claro como ella, y hubiera
aprovechado mejor aquellas visitas del Maestro,
oyndolo hablar y vindolo actuar, y no tener que
depender, como me sucedi muchas veces, de lo que los
dems quisieran y pudieran contarme.
Evidentemente, como me dijo Jess en aquella ocasin
que refiere Lucas, mi corazn y mi mente estaban
dispersos en muchas cosas materiales, que me
impedan ver y apreciar en su justo valor, aquello que
estaba sucediendo tan cerca de m.
Por estar atenta a lo que consideraba necesario, me
olvid de lo ms importante, de lo absolutamente
imprescindible, y Jess pas muy cerca de m, sin que
yo me detuviera un momento a mirarlo a la cara, para ver
en l, el verdadero rostro de Dios.
Pero el Seor tuvo compasin de m, y con sus palabras
llenas de amor y de verdad, me ayud a tomar
conciencia de las cosas.
A partir de aquel dichoso da que yo llamo "de mi
vergenza", todo fue claro para m, y cambi de actitud.
Jess sigui viniendo a nuestra casa, y cuando lo haca,
yo me levantaba un poco ms temprano para adelantar
los quehaceres ms urgentes, de modo que cuando el
Maestro se sentaba con sus discpulos, Lzaro, y todos
los que se unan a ellos para escucharlo hablar de Dios y
de su reino de amor, de justicia, de libertad y de paz, yo
101

poda sentarme con ellos, sin ninguna preocupacin.


Todo esto hizo que mi admiracin por Jess creciera da
tras da, y tambin, claro est, mi amor por l, y tambin,
que nuestra amistad se hiciera cada da ms profunda y
verdadera.
Por eso tuve la confianza de enviarle un recado con la
noticia de la enfermedad de Lzaro, segura de que
comprendera mi dolor y el de Mara, y que vendra en
nuestra ayuda. Pero eso se los contar el mismo Lzaro,
en el momento oportuno.
Lo que deseo que les quede claro a todos, es que mi
vida antes de conocer a Jess, y despus de conocerlo,
son completamente distintas, y que esa distincin se hizo
ms profunda desde el mismo momento en el que supe
darle en mi corazn y en mi mente, el lugar que le
corresponda.
Pas de ser una simple ama de casa, diligente y atenta,
una mujer juda respetuosa de las costumbres de su
pueblo, a ser una mujer capaz de superar la marginacin
y elevar su espritu; una mujer esencialmente libre, una
verdadera creyente, una autntica discpula del mejor de
los Maestros: Jess de Nazaret, en las circunstancias
propias de su vida.
Mara, mi hermana, me dio el ejemplo, y Jess, mi Seor
y mi Dios, me regal la fuerza que necesitaba para
sacudirme el yugo que me oprima, y seguir con decisin
el camino que mi corazn me sealaba y que yo no
102

atinaba a emprender, atada como estaba a las normas y


costumbres de la sociedad en la que he vivido.
Jess ya no est entre nosotros, como en aquel tiempo.
Ya no podemos verlo con los ojos del cuerpo, ni
escuchar sus palabras de viva voz. Pero es parte de
nuestra historia y sigue compartiendo con nosotros
nuestra vida, en su nueva condicin de Hijo de Dios,
resucitado y glorificado por su Padre.
Jess vive en nuestro corazn y all, dentro de nosotros
mismos, nos est esperando; lo s; lo siento. Por eso,
cada maana, al despertar, lo primero que hago es
ponerme en contacto con l, tomando conciencia de su
presencia en m, y le ofrezco todos mis quehaceres
como ama de casa, y las buenas obras que pueda hacer
en favor de quien necesite mi ayuda; despus, cuando
termino mis tareas, al anochecer, dedico un rato largo a
hablar con l, en la intimidad de mi corazn, recordando
sus enseanzas y su ejemplo.
De esta manera voy construyendo en m, poco a poco,
su imagen, y renovando su presencia en mi pequeo
mundo, entre mis familiares, mis amigos y mis vecinos.
Jess es y ser, el amor de mi vida, mi maestro y mi
modelo, mi gua y mi compaero de camino. La luz de su
Palabra ilumina mis oscuridades; su Agua de vida me
reconforta en los momentos difciles; su Verdad me libera
de toda esclavitud. Con l, por l y en l, soy plenamente
feliz, con una felicidad que nada ni nadie me podr quitar
nunca.
103

Mara, mi hermana, es testigo de todo esto que les he


contado.

ORACIN A JESS AMIGO


Jess, T eres la luz de mi vida.
T me llenas de paz y de esperanza.
T pones el amor en mi corazn.
T me libras del mal y del pecado.
Por eso, Jess, yo confo en Ti.
En tu bondad,
en tu proteccin,
en tu ayuda.
Por eso, Jess, yo me entrego a ti.
Yo s, Jess, que estando contigo,
nada puede daarme.
Yo s, Jess, que estando contigo
todo lo que me suceda ser para mi bien.
Gracias, Jess, por ser mi Dios,
por permanecer a mi lado.
Por compartir conmigo los das de duda y de dolor.
Por detener el mal que me acosa.
Por fortalecer mi espritu que sufre y se acobarda.
Gracias, Jess, por tu abrazo de amigo.
Por tu amor que me envuelve.
104

Por tu ternura que me llena de paz.


Por tu misericordia que me devuelve la alegra.
Gracias, Jess, por ser quien eres y como eres.
Gracias por tu benevolencia.
Gracias por tu generosidad.
Gracias por tu amistad.
Amn.

105

12. DE LA MUERTE A LA VIDA


(Lazaro de Betania)
Haba un cierto enfermo, Lzaro, de Betania, pueblo de
Mara y de su hermana Marta. Mara era la que ungi al
Seor con perfumes y le sec los pies con sus cabellos;
su hermano Lzaro era el enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jess: Seor, aquel a
quien t quieres, est enfermo. Al orlo Jess, dijo: Esta
enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
106

Jess amaba a Marta, a su hermana y a Lzaro. Cuando


se enter de que Lzaro estaba enfermo, permaneci
dos das ms en el lugar donde se encontraba. Al cabo
de ellos, dice a sus discpulos: Volvamos de nuevo a
Judea. Le dicen los discpulos: Rabb, con que hace
poco los judos queran apedrearte, y vuelves all?
Jess respondi: ... Nuestro amigo Lzaro duerme; pero
voy a despertarlo... Ha muerto, y me alegro por ustedes
de no haber estado all, para que crean...
Cuando Marta supo que haba venido Jess, le sali al
encuentro, mientras Mara permaneca en casa. Dijo
Marta a Jess: Seor, si hubieras estado aqu, no
habra muerto mi hermano. Pero an ahora yo s que
cuanto pidas a Dios, Dios te lo conceder. Le dice
Jess: Tu hermano resucitar. Le respondi Marta: Ya
s que resucitar en la resurreccin, el ltimo da. Jess
le respondi: Yo soy la resurreccin. El que cree en m,
aunque muera, vivir; y todo el que vive y cree en m, no
morir jams. Crees esto? Le dice ella: S, Seor, yo
creo que t eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a
venir al mundo.
Dicho esto, fue a llamar a su hermana Mara y le dijo al
odo: El Maestro est ah y te llama. Ella, en cuanto lo
oy, se levant rpidamente, y se fue donde l.
Jess todava no haba llegado al pueblo, sino que
segua en el lugar donde Marta lo haba encontrado. Los
judos que estaban con Mara en casa consolndola, al
ver que se levantaba rpidamente y sala, la siguieron
pensando que iba al sepulcro para llorar all.
107

Cuando Mara lleg donde estaba Jess, al verlo, cay a


sus pies y y le dijo: Seor, si hubieras estado aqu, mi
hermano no habra muerto.
Vindola llorar Jess, y que tambin lloraban los judos
que la acompaaban, se conmovi interiormente, se
turb y dijo: Dnde lo han puesto? Le responden:
Seor, ven y lo vers. Jess se ech a llorar. Los judos
entonces decan: Miren cmo lo quera...
El sepulcro era una cueva, y tena puesta encima una
piedra. Dice Jess: Quiten la piedra. Le responde
Marta, la hermana del muerto: Seor, ya huele; es el
cuarto da. Le dice Jess: No te he dicho que, si
crees, vers la gloria de Dios?.
Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jess levant los
ojos a lo alto y dijo: Padre, te doy gracias por haberme
escuchado. Ya saba yo que t siempre me escuchas;
pero lo he dicho por estos que me rodean, para que
crean que T me has enviado.
Dicho esto, grit con fuerte voz: Lzaro, sal fuera!. Y
sali el muerto, atado de pies y manos con vendas y
envuelto el rostro en un sudario. Jess les dice:
Destenlo y djenlo andar.
Muchos de los judos que haban venido a casa de
Mara, viendo lo que haba hecho, creyeron en l. (Juan
11, 1-45)
108

*****
Bueno... Despus de haber escuchado el testimonio de
mis hermanas, Marta y Mara, quiero que escuchen el
mo, porque mi experiencia de encuentro con Jess fue
muy especial; nadie puede negarlo.
Como mis dos hermanas, amaba y amo a Jess, por
encima de todo, y siento en mi corazn que l tambin
me ama a m con un amor personal y nico. Esto lo
puede decir de s mismo, cada hombre y cada mujer
sobre la tierra; slo tiene que detenerse un momento a
reflexionar sobre su vida y sus circunstancias; Dios
mismo lo iluminar para que lo descubra.
El primer da que lo v, iba con sus discpulos ms
cercanos, camino de Jerusaln, para celebrar all, con
ellos, la gran fiesta de la Pascua. Su presencia me
impact desde el primer momento, y por eso me un a su
grupo; quera escuchar lo que deca, porque me pareci
que enseaba con autoridad (Mateo 7, 29 y paralelos) y
todo lo que deca tena sentido y profundidad.
Cuando llegamos, y antes de separarme de ellos, lo
invit para que al regreso se acercara a mi casa en
Betania, donde mis hermanas lo acogeran con gran
cario, y donde podra descansar un poco de su trajn de
mestro itinerante. Y as sucedi.
Poco a poco, la relacin con Jess se transform en
amistad, y con el paso de los das, sta se hizo cada vez
ms fuerte y ms profunda; entonces, ya no era slo l
109

quien vena a nuestra casa, sino que mis hermanas y yo,


cuando tenamos una oportunidad, lo buscbamos
donde estuviera, y pasbamos algunos das con l y sus
discpulos, escuchando sus enseanzas maravillosas, y
siendo testigos de primer orden de los milagros que
realizaba.
Hasta que un da me toc precisamente a m, ser
protagonista de uno de esos milagros, aunque yo dra,
sin temor a equivocarme, que el mo fue su milagro ms
grande, y tambin el ms cuestionado por los que lo
rechazaban y discutan con l.
Por este milagro, muchos creyeron que Jess era el
Mesas, el Hijo de Dios, su Enviado, pero tambin por l,
las autoridades judas se confabularon para llevarlo a la
muerte, con la disculpa de que con sus palabras y sus
acciones poda desatar un enfrentamiento con los
romanos, algo que obviamente no convena al pueblo
judo, y mucho menos a ellos.
Jess me rescat de la muerte y me devolvi a la vida,
cuando ya haca cuatro das que haba sido sepultado,
es decir, cuando ya se saba a ciencia cierta que estaba
bien muerto, y la descomposicin de mi cuerpo fsico
tena que ser un hecho.
A partir de ese momento comenz para m una nueva
etapa en mi existir, que ya no pude vivir sino con l y
para l.
Quiero proclamarlo pblicamente. Jess es, como l
110

mismo dijo, la resurreccin y la vida (Juan 11, 25), pero


no slo la vida de este mundo que por su misma
naturaleza tiene un lmite en el tiempo, sino la Vida con
mayscula, que es la Vida de Dios, la Vida que Dios
tiene y es, como Creador y Seor del universo y del
hombre; la Vida que Dios nos comunica cuando
empezamos a crecer en el vientre de nuestra madre.
En Jess est y de l emana todo lo que Dios quiere
decirnos de s mismo; por eso afirmamos con san Juan,
que es la Palabra de Dios encarnada, el Verbo de Dios
que se hizo carne de nuestra carne y sangre de nuestra
sangre, y habit entre nosotros (Juan 1, 1 ss).
Jess es el Camino, la Verdad, y la Vida, y nadie puede
llegar a Dios sino atravs de l (Juan 14,6).
Jess es la Luz que nos ilumina, la Luz que nos protege
de las tinieblas del pecado (Juan 8, 12).
Jess es el Pan vivo bajado del cielo, el pan que
alimenta la vida de Dios en nosotros, el pan que nos
fortalece y anima para seguir adelante cada da (Juan 6,
51).
Jess el vino bueno que alegra nuestra vida y nos llena
de entusiasmo (Juan 2, 1 ss).
Jess es el agua viva que calma la sed de infinito que
todos llevamos dentro (Juan 4, 14).
Jess es el Buen Pastor que nos protege del mal, nos
111

cuida con ternura, y es capaz de dar la vida, su vida, por


todos y cada uno de nosotros (Juan 10, 11).
Jess es el hermano que todos deseamos, el amigo que
todos necesitamos, el compaero de camino que nos
gua y acompaa con cario, en todo momento y lugar, el
maestro que nos ensea.
En Jess y con Jess, lo tenemos todo; sin l no
tenemos nada, no podemos nada.
Finalmente, Jess fue acusado por las autoridades de
nuestro pueblo, y condenado por Poncio Pilato a la pena
capital: la muerte de cruz. Los romanos lo ejecutaron
como si fuera un criminal de la peor especie, pero Dios
Padre, su "Abb", como l le deca en su oracin
cotidiana, lo resucit de entre los muertos, y lo glorific a
su derecha. De esta manera confirm todo lo que Jess
haba hecho y dicho mientras estaba en el mundo.
Cuando Jess muri, sus amigos y discpulos
experimentamos un gran desconcierto y una profunda
soledad, pero l mismo vino en nuestro socorro, y nos
manifest en varias oportunidades y de diversas
maneras, su presencia viva y real a nuestro lado. Y en
Pentecstes, la gran celebracin de las cosechas,
cumpli la promesa de enviarnos su Espritu, que desde
entonces gua y acompaa a su Iglesia.
Como Pedro, Juan, y los dems apstoles, yo me
convert en testigo suyo y de su buena noticia de
salvacin, y lo ser hasta el final de mis das en la tierra;
112

la experiencia de encuentro que tuve con l me impide


quedarme callado, tengo que proclamar con mi voz y con
mi vida, lo que l significo, significa y significar para m
y para el mundo entero.
Tengo que participar a otros, los ms que me sea
posible, mi fe en l. Esa es la mayor riqueza que poseo y
la quiero compartir con todos los hombres y mujeres que
quieran escucharme.

ORACIN DEL TESTIGO


Te necesito, Seor, para poder vivir.
Para poder amar.
Para poder creer y poder esperar.
Te necesito, Seor,
para llegar a ser
lo que un da pensaste que yo fuera.
Para emprender el camino
que t mismo trazaste para mi.
Para seguir alegre las huellas que dejaste.
Para avanzar sin miedo donde t quieres ir.
Te necesito, Seor,
para poder seguir, anunciando tu Nombre.
Para llevar tu luz dondequiera que vaya.
Para comunicar tu amor a quien lo necesita.
Para contar a todos,
que T eres nuestra gran esperanza.
113

Te necesito, Seor, porque t eres mi fuerza.


T eres mi cayado.
T destruyes mis miedos y me das la confianza.
T eres mi Camino y sin ti nada soy.
Te necesito, Seor.
Ilumina mi mente.
Fortalece mi alma.
Guia todos mis pasos.
Bendice mis palabras.
Llvame de tu mano.
Condceme al lugar que t quieres
para ser tu testigo,
y anunciar que ests vivo,
y tu Vida es promesa de un maana feliz.
Amn.

114

13. DOCE AOS ENFERMA Y EXCLUIDA


(La hemorrosa)
Entonces, una mujer que padeca flujo de sangre desde
haca doce aos, y que haba sufrido mucho con muchos
mdicos y haba gastado todos sus bienes sin provecho
alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo odo lo que
se deca de Jess, se acerc por detrs entre la gente y
toc su manto. Pues deca: Si logro tocar aunque slo
sea sus vestidos, me salvar.
Inmediatamente se le sec la fuente de sangre y sinti
en su cuerpo que quedaba sana del mal.
115

Al instante, Jess, dndose cuenta de la fuerza que


haba salido de l, se volvi entre la gente y deca:
Quin me ha tocado los vestidos? Sus discpulos le
contestaron: Ests viendo que la gente te oprime y
preguntas: Quin me ha tocado?
Pero l miraba a su alrededor para descubrir a la que lo
haba hecho.
Entonces, la mujer, viendo lo que le haba sucedido, se
acerc atemorizada y temblorosa, se postr ante l y le
cont toda la verdad. El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado;
vete en paz y queda curada de tu enfermedad. (Marcos
5, 25-34)
*****
Haba odo hablar de Jess haca algn tiempo, pero no
me atreva a acercarme a l. Mi enfermedad un flujo
constante de sangre - me lo impeda, porque segn la
ley de Moiss yo era una mujer permanentemente
impura, y por lo tanto tena que apartarme de todas las
personas para no contaminarlas con mi impureza.
Jess estaba siempre rodeado de gente, y yo no quera
que alguien se diera cuenta de mi presencia y luego
hiciera un escndalo por mi condicin.
Sin embargo era tal mi desesperacin y mi debilidad, que
aquella maana no pens en nada, hice los oficios de la
casa lo ms rpido que pude, me envolv en un manto
116

para que nadie me reconociera, y corr para unirme a la


multitud que lo estaba escuchando.
Mi idea era acercarme a l muy sigilosamente, para tocar
aunque fuera slo los flecos se su manto. Haba odo
tantas cosas maravillosas sobre su poder de curar a los
enfermos que le llevaban, que estaba convencida de que
con slo hacer esto, recuperara la salud, y as podra
reintegrarme a la sociedad, como una mujer cualquiera.
Estaba tan preparada interiormente, que no me fue difcil
realizar mi propsito. Me ayud un poco que cuando
llegu donde estaba, Jess haba dejado de ensear a la
multitud, y se diriga con sus discpulos, a la casa del
seor Jairo, un oficial de la sinagoga que haba ido a
buscarlo porque su hijita estaba gravemente enferma.
Muchas de las personas que lo haba estado oyendo
iban con l y sus discpulos, y yo tambin lo hice sin que
nadie reparara en m. Ms adelante, en un momento en
el que logr situarme bien cerca del Maestro, realic lo
que haba pensado, e inmediatamente, me sent curada
de mi enfermedad.
Jess no me vio. Estoy completamente segura de ello,
porque yo estaba detrs de l, y adems, me haba
agachado un poco. Sin embargo, tan pronto roc su
vestido con mi mano, se detuvo, y con su voz fuerte y
clara, pregunt: Quin me toc?...
No respond inmediatamente, como era lo debido,
primero porque me asust muchisimo, y en segundo
117

lugar, porque los discpulos empezaron a rerse de su


aparente ingenuidad, pues haba tanta gente, que era
ms bien imposible que alguien no lo rozara.
Sin hacer caso a los discpulos, Jess pas su mirada
sobre todas y cada una de las personas que estaban all,
hasta que sus ojos encontraron los mos. Entonces corr
a postrarme a sus pies, humildemente, y le cont mi
historia. Y l con una dulzura que no he visto nunca en
nadie ms, me tom de las manos, me ayud a
levantarme, y me dijo las palabras ms hermosas que he
escuchado en mi vida, dirigidas a m: Hija, tu fe te ha
salvado, vete en paz, y queda sana de tu enfermedad.
El deseo se me hizo realidad. Desde aquel da no he
vuelto a sentir nada que me recuerde aquella
enfermedad que me atac durante doce largos aos.
Pero lo mejor, lo ms grande para m, ha sido, sin duda,
el encuentro maravilloso que tuve con Jess, mi Seor y
mi Dios.
Su voz y sus palabras quedaron gravadas en mi corazn
para siempre, lo mismo que el amor que me comunic
en su mirada, y su gesto delicado al levantarme. Aunque
no me hubiera curado, habra valido la pena haber
corrido el riesgo de ir en su busca.
Desde aquel da segu a Jess a todas partes. Haca
cualquier cosa para estar cerca de l, or sus
enseanzas, ver cmo se relacionaba con los nios a
quienes amaba de una manera especial, y tambin ser
testigo de los numerosos milagros que realiz en favor
118

de los enfermos que buscaban en l su salud. Slo verlo,


aunque fuera de lejos, traa una gran paz a mi corazn.
Lo escuchaba en silencio y luego en casa, pensaba
mucho en lo que habia odo y en lo que haba visto, y
as, casi sin darme cuenta, fui cambiando mi manera de
relacionarme con las personas y tambin mi manera de
ver y de sentir a Dios. Desde pequea, y por
circunstancias que no viene al caso explicar, le haba
temido, pero Jess me ense a acercarme a l con
mucha confianza, y a orar como si yo fuera una nia
pequea, y l, Dios, fuera mi Padre, mi Abb.
No s cmo hubo personas que se confabularon contra
l y lo llevaron a la muerte. Tenan que estar ciegos para
no ver lo que yo v, y sordos para no or lo que yo o, y
tambin, por supuesto, ser tontos para no entender que
quien hace el bien a los dems es porque es bueno, y
que quien habla de Dios como l hablaba, es porque de
Dios procede.
Cuando Jess muri en la cruz, mi dolor fue infinito. Pero
tres das despus, la alegra invadi todo mi ser, cuando
escuch decir a Pedro, uno de sus amigos ms
cercanos, que Dios lo habia resucitado, y que l y otros
ms lo haban podido ver y tocar, y escuchar
nuevamente sus palabras llenas de sentido para quienes
tenemos fe.
Ahora no dejo de pensar en l, ni un solo da, y cuando
hablo con alguna persona cercana, siempre busco la
manera de mencionarlo y de repetir alguna de las
119

enseanzas que escuch de sus labios. Me siento


profundamente unida a l, y en lo ms hondo de mi
corazn reconozco que Jess, dio pleno sentido a mi
vida.
Hoy, desde aqu, quiero decirle a todas las personas que
leen estas lneas, que nunca pierdan la esperanza, y que
cuando estn viviendo situaciones difciles, busquen
siempre a Jess, porque l es el nico que puede darles
la fuerza que necesitan para superar sus problemas y
seguir adelante, como hizo conmigo, no slo en el plano
material y fsico, sino tambin y sobre todo, en el
espiritual.
Que el Seor Jess llene la vida de todos ustedes, como
llen la ma desde que me acerqu a l la primera vez.

ENSAME, SEOR, A ORAR


Seor Jess, Maestro de oracin,
ensame a orar como t orabas al Padre,
cuando vivas en el mundo.
Ensame a orar con una oracin profunda e ntima,
que salga del fondo de mi corazn y de mi vida.
Ensame a orar con una oracin humilde,
en la que me reconozca como lo que soy,
una criatura dbil y limitada
que necesita de Dios infinitamente
120

para realizar el bien y vivir en l.


Ensame a orar con una oracin fervorosa y confiada,
que me conduzca a esperarlo todo de Dios
y de su amor maravilloso
por cada hombre y cada mujer de nuestro mundo.
Ensame a orar con una oracin sencilla,
a la que no le sobren las palabras,
y no le falten ni la fe ni el amor.
Ensame a orar con una oracin generosa
y abierta a las necesidades del mundo
y de los hombres.
Ensame, Jess, a orar como t oraste al Padre,
la dolorosa noche de Getseman,
en medio del sufrimiento y a pesar de l.
Ensame, Jess, a orar como t oraste al Padre,
levantado en la cruz en el Calvario,
aunque veas con tus ojos y sentas en tu corazn
que el cielo se haba cerrado para ti.
Que no me canse de orar, Jess
Que no me canse de orar aunque me sienta solo.
Que no me canse de orar aunque el miedo me acose.
Que no me canse de orar
aunque me parezca que Dios no me escucha.
Porque t, Jess, me enseaste
que la oracin es fuerza,
que la oracin es vida,
121

que la oracin es esperanza,


que la oracin es amor que salva y resucita.
Amn.

122

14. LA DUDA QUE FORTALECE LA FE


(Toms, el discpulo)
Vayamos tambin nosotros a morir con l. (Juan 11, 16).
Le dice Toms: Seor, no sabemos a dnde vas, cmo
podemos saber el camino?. Le responde Jess: Yo soy
el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino
por m (Juan 14, 5-6).
Toms, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba
123

con ellos cuando vino Jess. Los otros discpulos le


decan: Hemos visto al Seor. Pero l les contest: Si
no veo en sus manos la seal de los clavos y no meto mi
dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en
su costado, no creer.
Ocho das despus, estaban otra vez sus discpulos
dentro y Toms con ellos. Se present Jess en medio
estando las puertas cerradas, y dijo: La paz sea con
ustedes. Luego dice a Toms: Acerca aqu tu dedo y
mira mis manos; trae tu mano y mtela en mi costado, y
no seas incrdulo sino creyente. Toms le contest:
Seor mo y Dios mo. Le dice Jess: Porque me has
visto has credo. Dichosos los que no han visto y han
credo. (Juan 20, 24-29)
*****
S, mi nombre es Toms, o Ddimo, como me dicen
algunos, y significa mellizo, porque
esta fue mi
condicin al nacer.
Pertenezco al grupo de los doce discpulos que Jess
escogi para que furamos sus amigos ms cercanos, y
vengo a dar testimonio de lo que signific para m haber
conocido al Maestro, haber vivido a su lado
escuchndolo hablar y vindolo actuar, y luego, haber
sido elegido por l mismo para anunciar la Buena Noticia
que vino a traernos de parte de Dios, ms all de Israel.
Estuve con Jess slo dos aos y medio, pero sin lugar
a dudas, esta fue la etapa de mi vida ms intensa y
124

tambin la ms fructfera, porque dio sentido pleno a mi


pasado, y una orientacin clara y definida a mi futuro.
El evangelista Juan me confiere una importancia que no
busqu; me menciona tres veces en su Evangelio, pero
no por lo que yo mismo haya hecho, que sin duda no fue
mucho, sino siempre con relacin al Seor, quien es el
nico y verdadero protagonista de la historia.
La primera mencin est relacionada con un
acontecimiento clave en la vida del Seor: la
resurreccin de su amigo Lzaro de Betania. Era un
momento difcil; Jess tena ya muchos enemigos en
Jerusaln, y Betania queda muy cerca de la Ciudad
Santa; todos nos oponamos y con razn, a que el
Maestro fuera a visitarlo, por el peligro que significaba
llegar tan cerca de sus contradictores.
Sin embargo Jess insista en ir, sin tener en cuenta
nuestros consejos; entonces, yo, sabiendo que ya era
una decisin tomada, y que el Maestro no cedera en su
empeo de acompaar a sus amigos en este momento
de dolor, invit a los dems a que lo siguiramos, de tal
manera que si hubiera de morir, muriramos tambin
nosotros con l.
Fue algo que me naci del alma. Jess significaba tanto
en nuestras vidas; en las vidas de todos y
particularmente en la ma, que bien vala la pena
enfrentar todos los peligros con l y por l. Lstima que
unos pocos meses ms tarde se nos olvid la lealtad que
le debamos, y lo dejamos solo cuando fue hecho
125

prisionero en Getseman. Pero ya habr otra oportunidad


de hablar de esto.
Finalmente hicimos lo que quera Jess, y gracias a
Dios, no ocurri una desgracia. Por el contrario; todo fue
una sorpresa, y bien alegre por cierto. Lzaro ya haba
muerto y haba sido enterrado, pero Jess, con su poder
divino, lo devolvi a la vida. Un acontecimiento
maravilloso y totalmente inusitado. El mismo Lzaro les
contar esta historia cuando sea su turno.
La segunda mencin est relacionada con la ltima
Cena Pascual de Jess. Estbamos todos reunidos para
celebrarla como nos haba pedido, y l, que presenta lo
que estaba por ocurrirle, empez a despedirse de
nosotros con unas palabras hermosas, que no
entendimos en aquel momento, pero que luego,
recordndolas y meditndolas juntos, nos hicieron tomar
conciencia de su infinita sabidura y de su inmenso
amor por cada uno de nosotros.
Recuerdo con absoluta claridad y profunda emocin, su
respuesta a una de mis inquietudes en aquel momento
sublime. Es una frase llena de sentido, que me ha
ayudado a poner los pies sobre la tierra, cuando por
alguna circunstancia pierdo mi norte.
Sus palabras resuenan en mi mente y en mi corazn con
total nitidez: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre sino por m; entonces me detengo un
instante, reflexiono, y vuelvo a retomar la senda que l
me seal, la tarea que me confi: anunciar con valor y
126

dedicacin el amor paternal de Dios, su compasin


infinita, por todos los hombres y mujeres del mundo, y su
voluntad de salvacin, de liberacin de todo tipo de
esclavitud, para que vivamos nuestra vida a plenitud y
con felicidad.
La tercera mencin, y tal vez la ms significativa, por la
resonancia que ha tenido en el tiempo, es el
acontecimiento que tuvo lugar despus de la muerte del
Maestro, y su gloriosa resurreccin al tercer da.
Jess resucitado se present a los discpulos que
estaban reunidos en el mismo lugar donde habamos
celebrado la Cena, pero yo no estaba con ellos, por
circunstancias que no viene al caso referir. Despus,
cuando me contaron que haban visto al Seor, que se
les haba aparecido al atardecer del domingo, no les cre;
una resurreccin es un hecho bien extrao, adems,
despus de conocer el modo como se realiza una
crucifixin, me quedaba realmente muy difcil aceptar
que alguien que haba padecido aquella muerte tan
dolorosa, cruenta y humillante, hubiera podido volver a la
vida.
Por eso les respond con palabras bien dicientes: Si no
veo en sus manos la seal de los clavos y no meto mi
dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en
su costado, no creer (Juan 20, 25). Quera
comprobarlo por m mismo, que todo me quedara claro,
que se acabaran mis dudas de una vez y para siempre.
Dicen los estudiosos de los Evangelios, que esta duda
127

ma, fue definitiva para la fe de los cristianos a lo largo


de los siglos, porque hizo posible una confirmacin ms
clara y contundente del acontecimiento de la
resurreccin.
Ocho das ms tarde, Jess se present de nuevo en
medio de nosotros y yo pude cumplir mi deseo, y
entonces s, hacer una profesin personal de fe, no por
lo que otros me contaron, sino por lo que yo mismo vi y
toqu. Con toda humildad, reconoc a Jess muerto y
resucitado, como mi Seor y mi Dios, merecedor de mi
amor, y de la entrega total de mi ser.
En respuesta a mis palabras, el Maestro anunci una
nueva bienaventuranza, que se hace realidad cada da,
en los cientos, en los miles, en los millones de cristianos
de todo el mundo, que se declaran y viven como sus
seguidores fieles; los cientos, los miles, los millones de
cristianos que en medio de su vida, proclaman su
adhesin a la persona amorosa de Jess y a sus
enseanzas. Nunca las olvidar: Toms, porque me has
visto, has credo. Dichosos los que sin ver, creen (Juan
20, 29).
No quisiera terminar mi historia, sin decir algunas
palabras sobre la fe, que sin duda ninguna, es el punto
de partida y el elemento central del seguimiento de
Jess, en aquel entonces y en cualquier poca de la
historia, y tambin sobre la duda, que muchas veces
hace vacilar la fe, pero que finalmente la fortalece y le da
races slidas y profundas.
128

La fe es un don de Dios, una gracia que el nos da


gratuitamente, es decir, sin que nosotros merezcamos
recibirla. Nadie, por bueno que sea, merece nada. Todo
nos lo da Dios gratuitamente, porque l quiere, porque
su amor es infinitamente generoso.
El don de la fe nos permite creer en Dios, y establecer
una relacin de intimidad conl, aunque esto no significa
de ninguna manera, que podamos decir que porque
creemos, porque tenemos fe, ya lo sabemos todo de
Dios y entendemos perfectamente su misterio.
Por otra parte, hay momentos y circunstancias de la vida
que nos llevan a plantearnos muy seriamente el tema de
la fe y todo lo que a ella le compete. Frente a un
accidente inesperado, una tragedia natural, la muerte de
alguien a quien amamos, y otras cosas por el estilo,
solemos hacernos muchas preguntas que, en el fondo,
son un cuestionamiento claro a Dios y a lo que significa
su participacin en nuestra vida.
No es malo dudar. La duda es, en cierto sentido, un
elemento integrante de la fe, mientras no nos
empeemos en ella, y en la medida en que pongamos
los medios para superarla.
Lo malo de la duda es el desaliento que puede producir
en nosotros y la manera como puede enredarnos, si no
nos damos prisa en buscar una ayuda que nos permita
retomar el camino perdido.
Qu podemos hacer cuando la duda llegue a nuestra
129

mente y a nuestro corazn de creyentes?


La respuesta es clara. Cuando la duda llegue a nuestra
mente y a nuestro corazn, lo primero y ms importante
es aferrarnos al poquito, a la gota de fe que todava
subsista en nosotros; elevar nuestro corazn a Dios, y
pedirle con toda humildad su gracia para recuperarla.
Dios que nos da la fe como un regalo, es el nico que
puede llevarnos con seguridad a superar nuestras
vacilaciones. La oracin humilde y constante es un
elemento fundamental en la lucha contra la incredulidad.
Y en segundo lugar, debemos buscar la ayuda de otras
personas, que, por su vivencia cristiana y sus
conocimientos, puedan darnos las explicaciones que
buscamos; personas que oren con nosotros y por
nosotros, y que a la vez iluminen nuestra mente y
nuestro corazn con ideas y razones claras que nos
permitan volver a creer a pesar de las circunstancias.
Aunque la fe es un conocimiento superior al que nos
proporciona la razn, por nuestra condicin humana,
frgil y limitada, tambin necesitamos, muchas veces,
razones para creer.
Lo importante no es no dudar nunca, sino no permitir que
la duda o las dudas crezcan de tal manera, que hagan
que la fe se extinga.
Bueno, no me alargo ms, para no hacerme cansn.
Slo quiero dar mi ltimo testimonio. Mi encuentro con
130

Jess, por los caminos de Galilea, fue el gran suceso de


mi vida. Nunca lo olvidar. Su llamada a seguirlo como
discpulo, me cambi para siempre, y si una vez dud de
que fuera el Mesas, el Hijo de Dios enviado al mundo
para liberar a los hombres y mujeres de todo lo que nos
hace dao, su resurreccin de entre los muertos, de la
que fui testigo de excepcin, me convenci
definitivamente.
Por eso fui capaz de derramar mi sangre y dar mi vida
fsica en el cumplimiento de la misin que el Maestro me
encomend: anunciar a todos los hombres y mujeres de
mi tiempo que el Jess -. es el Camino, la Verdad, y la
Vida, y que quien busca a Dios tiene que escuchar su
Palabra y seguir sus enseanzas y su ejemplo de amor y
misericordia.
Jess es mi Camino, mi Verdad, y mi Vida. El Camino, la
Verdad y la Vida del mundo. El Camino, la Verdad, y la
Vida de cada hombre y de cada mujer que abra su
corazn a sus palabras y a su amor inagotable.
Jess es el Camino y quien desee llegar a Dios, debe
pasar por l, caminar con l.
Jess es la Verdad y quien busque conocer a Dios,
necesita que l se lo ensee, necesita aprender de l.
Jess es la Vida y quien quiera vivir para siempre, tiene
que dejarse llenar de su amor y su gracia.

131

AUMENTA, SEOR,
MI FE Y MI ESPERANZA
Aumenta, Seor Jess, mi fe y mi esperanza.
La fe que me permite conocerte y amarte
por encima de todo.
La esperanza que siempre me anuncia
que el da de maana ser mejor que hoy.
Aumenta, Seor, mi fe,
para buscarte en todo,
aunque no pueda verte y tampoco tocarte,
porque estoy convencido
de que slo contigo lograr ser feliz.
Y dame la esperanza
para seguir creyendo,
aunque el sol se oscurezca y mi alma se canse
de seguir tras tus huellas,
en medio del dolor .
La esperanza que mueve lo que se queda quieto,
y nos lleva con ella al futuro que ansa,
porque cree de veras
que al final del camino
ests t, mi Seor.
Aumenta, Seor, mi fe y mi esperanza,
para buscarte siempre.
Para quererte siempre.
Para esperar con ansia
132

nuestro encuentro de amor.


Amn.

133

15. DEL DOLOR A LA ALEGRA


(La viuda de Naim)
Y sucedi que a continuacin se fue Jess a una ciudad
llamada Nam, e iban con l sus discpulos y una gran
muchedumbre.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a
enterrar a un muerto, hijo nico de su madre, que era
viuda, a la que acompaaba mucha gente de la ciudad.
Al verla el Seor, tuvo compasin de ella, y le dijo: "No
llores". Y, acercndose, toc el fretro. Los que lo
134

llevaban se pararon, y l dijo: "Joven, a ti te digo:


Levntate".
El muerto se incorpor y se puso a hablar, y l se lo dio a
su madre.
El temor se apoder de todos, y glorificaban a Dios,
diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre
nosotros", y "Dios ha visitado a su pueblo".
Y lo que se deca de l, se propag por toda Judea y por
toda la regin circunvecina. (Lucas 7, 11-17)
*****
Soy una mujer viuda desde hace ya muchos aos, y vivo
en Nan, una pequea ciudad de la regin de Galilea al
norte de Israel.
La mayor alegra de mi vida, me la dio Jess, el Seor,
paradjicamente, el da que estaba experimentando el
ms grande dolor que puede tener una madre: la muerte
de su hijo.
No lo haba visto nunca antes, aunque s haba odo
hablar de l, y de los milagros que haca. Sin embargo,
como las mujeres, y en especial las viudas, llevbamos
en aquel tiempo una vida tan restringida, me haba
quedado con lo que otros decan, sin intentar siquiera
buscarlo para conocerlo, y escuchar sus enseanzas de
viva voz.
135

Ahora, en cambio, vaya donde vaya, lo primero que hago


es acercarme a los grupos de personas, a las
comunidades que se han ido formando alrededor de su
persona y de su obra, y en las que se siente realmente
vivo y en medio de nosotros.
Y es que cuando yo crea que todo haba acabado para
m, por la muerte de mi hijo, que era lo nico que tena
en este mundo, Jess me devolvi la esperanza y las
ganas de vivir. Por eso me siento la persona ms
afortunada del mundo, y no tengo para l ms que
palabras de agradecimiento, y un amor muy profundo
que me hace hablar de su persona y de sus enseanzas
a todos los que me encuentro.
Me sale de dentro, del corazn, y es para m siempre la
tarea ms importante.
Cmo sucedieron las cosas? San Lucas lo cuenta en
su Evangelio. Jess iba, con sus discpulos, de la ciudad
de Cafarnam al pueblo de Nam, en una de sus
numerosas correras. Quera anunciar tambin all, la
Buena Noticia de que el Reino de Dios ya haba llegado
a nosotros, y cmo podamos todos acceder a ese
Reino, para alcanzar nuestra plenitud como personas y
como hijos de Dios.
Cerca ya de las murallas de la ciudad, l y sus discpulos
se encontraron de frente con un cortejo fnebre que tal
vez llam su atencin por ser numeroso, y porque la
mayor parte de quienes lo integrbamos, ramos
mujeres.
136

Escuch cuando uno de los que lo acompaaban,


bastante curioso por cierto, pregunt a un joven amigo
de mi hijo, quin era el muerto; y tambin vi cmo, tan
pronto lo supo, fue a decrselo a Jess, intuyendo, tal
vez, que l quisiera hacer algo por m.
No podr olvidar nunca, la mirada tierna y compasiva
con la que Jess se acerc a m, intentando darme
consuelo, y la dulzura con la que me dijo: "No llores".
Nunca me haba sentido tan amada y tan protegida como
en aquel momento. Hasta podra decir que por un
instante ces en mi corazn el dolor que la muerte de mi
hijo me causaba.
Despus, escuch sorprendida, cmo se dirigi al
fretro, y con gran autoridad dijo: "Joven; a ti te digo.
Levntate!". Todo me haba pasado por la cabeza,
menos que fuera a ocurrir all un milagro, porque cmo
ms se puede llamar el hacer que una persona muerta
vuelva a la vida.
Todos los que estbamos all quedamos estupefactos
cuando vimos a mi hijo, envuelto en la mortaja,
intentando levantarse, y con las vendas en su cabeza,
pidiendo a gritos que lo liberaran de todas aquellas
ataduras que no lo dejaban mover.
Desde aquel da mi vida cambi completamente.
Recuper la fe que haba perdido, y comenc a ser una
persona nueva. Jess me cambi definitivamente, y
tambin, por su puesto, cambi a mi hijo.
137

Se podra decir que todo lo que ahora somos se lo


debemos a l; al amor y la compasin que lo acercaron a
nuestro drama, y a la fuerza de su poder divino que
devolvi a mi hijo la vida fsica, y a ambos, la vida
espiritual.
Porque yo tambin me siento resucitada por Jess.
Resucitada, bendecida, protegida, iluminada, guiada.
Jess es ahora todo para m, y aunque ya no est
fsicamente entre nosotros, lo siento vivo y palpitante en
mi corazn, y puedo dar fe de que me acompaa a todas
partes donde voy, me ilumina el camino que debo seguir
para alcanzar lo que quiero por encima de todas las
cosas: la vida eterna y feliz a su lado; y cuando tengo
dificultades y problemas, que no le faltan a nadie,l es
mi fuerza, mi escudo, el lugar donde me pongo a salvo
(cf. Salmo 28(27) y 18(17) ).
Quiero que toda la gente conozca mi historia, y lo que
Jess realiz en m. Por eso me he hecho su discpula y
tambin su misionera.
Cada maana lo busco en la oracin para tener un
dilogo ntimo con l. Un dilogo sin palabras que
puedan orse con los odos del cuerpo, pero que se
escuchan con claridad y nitidez en el corazn. Un
dilogo de amor, en el que yo le hablo de mis ms
grandes anhelos, le cuento lo que hago y por qu lo
hago, pongo ante l mis dificultades y problemas y
tambin mis alegras y mis triunfos, y escucho lo que l
138

me quiere ensear para vivir mi vida cotidiana con


verdadero sentido de eternidad.
Despus, regreso al mundo en el que ahora estoy, y
realizo todas mis tareas con mucho entusiasmo, tratando
de reflejar en cada una de mis palabras, de mis acciones
y de mis actitudes, eso que he ido aprendiendo de
Jess, a partir de aquel da maravilloso de nuestro
primer encuentro.
Ahora soy infinitamente feliz, y Jess es mi gran
felicidad.

ORACIN PARA PEDIR


EL DON DE LA ALEGRA
Dame, Seor, el don de la alegra,
que canta sin reservas,
la belleza del mundo,
la grandeza del hombre,
la bondad de su Dios.
Dame, Seor, el don de la alegra,
que me haga siempre joven,
aunque los aos pasen;
la alegra que llena
de luz el corazn.
Dame, Seor, el don de la alegra,
que colma de sonrisas,
de abrazos y de besos,
139

el encuentro de amigos,
la vida y el amor.
Dame, Seor, el don de la alegra,
que me una contigo,
el Dios siempre presente,
en quien todo converge
y en quien todo se inspira.
Dame, Seor, el don de la alegra,
que alienta el corazn
y nos muestra un futuro
lleno de bendiciones,
a pesar del dolor.
Amn.

140

16. EL COMPAERO DE LA LTIMA HORA


(Dimas, el buen ladrn)
Uno de los malhechores colgados le insultaba: No eres
t el Cristo? Pues slvate a ti y a nosotros!.
Pero el otro le respondi diciendo: Es que no temes a
Dios, t que sufres la misma condena? Y nosotros con
razn, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, ste nada malo ha hecho.
Y deca: Jess, acurdate de m cuando vengas con tu
Reino.
Jess le dijo: Yo te aseguro: hoy estars conmigo en el
141

Paraso (Lucas 23, 39-43).


*****
Me llaman Dimas, y soy el bandido que fue crucificado a
la derecha de Jess de Nazaret, el Hijo eterno de Dios.
Tambin yo tengo mucho que decir de l, aunque apenas
me encontr con l en el ltimo momento de su vida en
el mundo y tambin de la ma.
Por esta misma razn, mi experiencia es distinta a la de
los dems, y merece ser contada.
Haba odo hablar de l una que otra vez, pero no me
haba interesado conocerlo. Todo lo que decan me
pareca un cuento de mujeres. Quin, medianamente
cuerdo, poda creer en los milagros que decan que l
haca, sin verlo con sus propios ojos?
Yo no tena tiempo para perder yendo a buscarlo... Tena
que atender mis asuntos personales, que eran bastantes
y cada vez se complicaban ms, obligndome a
mantenerme apartado de las multitudes, para no ser
descubierto por mis enemigos, que no eran pocos, y por
las autoridades romanas que ya me tenan en la mira.
Pero un da sucedi lo que ya saben. Una noche fui
delatado por uno de mis cmplices, los soldados
romanos me apresaron; en dos o tres das me juzgaron y
me condenaron a muerte, y luego, en menos de una
semana me sacaron de mi celda abruptamente, me
llevaron a empeyones fuera de la ciudad para
142

crucificarme, y esto fue lo que en ltimo trmino me


condujo a su lado.
Es que, como dicen por ah, Dios sabe sacar bienes de
los males, porque su misericordia con nosotros es
infinita.
Fue all, en el Glgota, lugar de la ejecucin, donde vi
por primera vez a Jess, aunque al principio no me di
cuenta de que era l. Slo pude identificarlo cuando
elevaron su cruz y muchos de los que estaban all de
curiosos, o de los que pasaban por el lugar, rumbo a sus
casas, empezaron a gritarle y a burlarse de l, y lo
mismo Gestas, mi compaero de suplicio, cuya cruz
haba sido puesta al lado izquierdo de Jess.
En medio de los inmensos dolores que senta, me
concentr un momento en mirar a Jess, y lo que vi me
impresion profundamente.
La sangre corra en hilos muy finos por todo su rostro,
porque llevaba adems una corona de espinas, que muy
seguramente le haban puesto los soldados romanos
para burlarse de l; su trax estaba tumefacto y
amoratado, porque haba sido flagelado por orden de
Pilatos antes de recibir la condena definitiva; su brazo
derecho haba sido descoyundado, porque el soldado
que lo clav a la cruz lo estir con ms fuerza de la
estrictamente necesaria; sus pies, colocados uno encima
del otro, sangraban profusamente.
...Y sin embargo, Jess permaneca en silencio, sin
143

quejarse, en absoluta paz, como si no le hubiera


sucedido nada... Como si no le estuviera sucediendo
nada...!
Muchas veces haba sido testigo de la crucifixin de
otras personas, y haba visto su desesperacin. Adems,
yo mismo estaba en aquel suplicio, padeciendo
inmensos dolores fsicos, y me pareca imposible que
Jess reaccionara de una manera tan distinta a todos.
El odio, la rabia, los gritos, la desesperacin, la
blasfemia, era lo comn en aquellas circunstancias;
Jess, en cambio, permaneca callado, su rostro y su
cuerpo se contraan por algunos instantes, por los
dolores que senta y la dificultad para respirar en aquella
posicin tan forzada, pero rpidamente recuperaban su
expresin y su postura iniciales. El Maestro tena
perfecto dominio de s mismo y de sus reacciones.
Entonces vino a m, la luz del Espritu de Dios, que
ilumin mi mente y mi corazn, y me hizo pensar: esta
actitud aparentemente tan extraa de Jess, no poda
tener otro origen ni explicarse de otra manera, que
aceptando su condicin de Mesas, enviado por Dios
mismo a Israel como Salvador, tal como haba sido
anunciado por los profetas.
Era precisamente de esto de lo que lo haban acusado
los sumos sacerdotes!... Era esto lo que le gritaban los
que lo desafiaban para que hiciera un milagro y
descendiera de la cruz delante de sus ojos!...
144

Fue para m un descubrimiento inusitado y maravilloso;


un descubrimiento que me permiti olvidarme de la
situacin en la que estaba, para centrar mi pensamiento
en l, en Jess. Dios mismo me regal en un instante, el
hermoso don de la fe, la gracia inigualable de creer, y
formul mi profesin de fe en una pequea oracin que
Jess escuch con amor y respondi con prontitud,
como hizo constar Lucas en su Evangelio.
Pienso que mi experiencia puede servir a muchas
personas, y por eso he querido contarla. Nunca es tarde
para acercarse a Dios. Nunca es tarde para abrir el
corazn a su Verdad y a su Amor. l tiene sus brazos
siempre abiertos para acogernos con cario y bondad.
No importa que nuestra vida haya transcurrido por
caminos que no son los suyos; no importa que hayamos
dado tumbos y cosechado fracasos; no importa que sea
el dolor lo que nos acerque a l.
Lo nico realmente importante es que en el momento en
el que nos llame, seamos dciles a su llamada; que
sepamos aprovechar con diligencia y buena disposicin,
su gracia; que nos entreguemos a l plenamente, sin
excusas, sin reservas.
Por bondad infinita de Dios, yo fui como el hijo prdigo
de la parbola (Lucas 15, 11 ss), que despus de
dilapidar la herencia de su padre, regres a l con el
corazn arrepentido, para no volver a alejarse de su
hogar, nunca ms.
Mi vida en el mundo termin, como termin la vida de
145

Jess, aquella tarde de primavera; pero ahora vivo y


vivir para siempre, porque en el ltimo instante, me
acog humildemente a la misericordia de Dios, que fue
bueno conmigo.
Mi recomendacin para todos aquellos que lean estas
lneas: hay que mantener el corazn abierto y bien
dispuesto a la gracia de Dios, que puede llegarnos en
cualquier instante, en cualquier circunstancia de nuestra
vida, por extraa que parezca.
Adems, el dolor, el sufrimiento, ya sea fsico o espiritual,
es un momento privilegiado para el encuentro con el
Seor; Jess lo vivi en carne propia, y por esa razn
sabe lo que sentimos cuando lo padecemos, y viene a
hacernos compaa en l. Es una oportunidad
privilegiada para dejarnos llenar de su amor y para
implorar su perdn que siempre est disponible para
nosotros, de manera incondicional.
Sin embargo, es mil veces mejor no dejar la conversin
para el ltimo momento, como fue mi caso, porque uno
se pierde muchas cosas, muchos momentos de felicidad
espiritual, que es la verdadera felicidad, la que no
termina nunca.
Ojal muchos escuchen mi testimonio y lo hagan
realidad en sus vidas.

146

DAME, SEOR, UN CORAZN DE CARNE


Seor Dios, clemente y compasivo,
rico en bondad y en misericordia,
me pongo de rodillas ante Ti,
y humildemente, arrepentido y confiado,
te pido que me des un corazn de carne,
capaz de convertirse a cada instante.
Dame, Seor, un corazn de carne
que sienta cada da la fuerza de tu amor;
un corazn de carne capaz de conmoverse
frente al mal y el pecado;
un corazn de carne que sepa dar la vuelta
y comenzar de nuevo con nimo sereno.
Dame, Seor, un corazn de carne
que no se sienta bueno;
un corazn de carne que busque conocerte
para mejor amarte;
un corazn de carne que mantenga presente
la herida del pecado y el dolor que te causa.
Dame, Seor, un corazn de carne
que siempre se interese por Ti y por tus cosas;
un corazn de carne que sea fiel y generoso;
un corazn de carne que ame la justicia;
un corazn de carne esforzado y valiente;
un corazn de carne que no guarde rencores
por nada ni por nadie.
147

Dame, Seor, un corazn de carne;


un corazn que ame;
un corazn que duela;
un corazn que busque ser mejor cada da;
un corazn que se eleve por encima de l mismo.
Dame, Seor, un corazn de carne;
un corazn sensible;
un corazn sincero;
un corazn sencillo;
un corazn capaz y decidido.
Dame, Seor, un corazn de carne
que reproduzca fielmente tu santo corazn;
un corazn que ama por encima de todo;
un corazn que es limpio y transparente;
un corazn que vive en las esperanza.
Dame, Seor, un corazn de carne,
que se parezca al tuyo;
un corazn que viva y que palpite como tu corazn.
Amn.

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