Beatriz Vignoli

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BEATRIZ VIGNOLI

POEMAS DEL LIBRO "VIERNES"


LA CADA
Si te dicen que ca
es que ca.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ngulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsin ornamental del hroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mrtir que, ascendiendo
se sale de la vctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parbola
ni aire, ni fuerza de sustentacin.
Un resbaln: espero. Al suelo llego
por la ruta ms breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es ms blando
para quien no vuela, slo cae.
Si te dicen que ca,
no vengas
a ensearme aerodinmica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo nico que creo es en el accidente.
Lo nico que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningn motivo,
es desmoronarse porque s.
LA GUERRA DE LOS TONTOS
Dinamitamos antes de cruzarlo
el puente, el bello puente

que habamos construido.


El puente sobre el ro del olvido era.
Ahora, moriremos olvidados.
Muramos ya, y de esto.

FUNCIN DE LA LRICA
Mi padre agonizaba
en un sanatorio con TV por cable.
Puse el canal de pera
para amortiguar sus alaridos constantes.
Justo cuando Rigoletto abraza el cadver
de su hija, deb tenerlo al viejo
para que no se cayera de la cama:
la doble simetra de la escena
me la volvi soportable.

PLAZA HOUSSAY
La vieja estaba quieta entre dos cajas.
El sol doraba su vestido rosa.
Indiferente al vuelo de una mosca
ella no pareca ni siquiera dormir.
El polica, inmvil, a unos metros
esperaba otra cosa. Acostumbrado,
no se extraaba ya
de tanto silencio.

PLAZA GARDEL
a Silvana Sayago
Los pinos de la plaza Gardel
tenan formas necesarias como tigres.
Ah el futuro estaba; refulge todava.
Atmsfera seramos, una conciencia suave,

apenas la mirada del ser sobre las cosas.


Eso, volvernos indios.
El amor no alcanz.

EL PINCEL
a Pat Roldn
Cada cara nueva que me encuentro
viene escrita en un idioma extranjero
que no s si aprender.
Los rostros que no soy. Millones
de nombres donde no he sido: la otredad
es ausencia de m. Y no hay ms amor
humano que mirarlos
pasar, mientras aguardo
que el tiempo se termine.

EL PEZ
De nuevo aqu este extrao.
El antebrazo tiende a parecerse
a la arena; y as de insensible.
Camuflado como un rbalo, el cuerpo
envejece. Cuesta, bajo este sol, sostener
la falacia monista: yo he nadado?
He sido yo quien flua,
el maderamen vivo en flotacin
y el husped del cerebro en su cripta?
Mi osamenta se mueve por el agua, leva anclas
el nervio, sale bogando la cosa.
Mis materiales quisieran
desasrseme del pensamiento.
Tanto he batido el parche del tiempo
con palabras; me es, todava,
este esqueleto? Dir, de l,
"yo"?

EL PINO

Apagu los motores


y anduve a la deriva
cuntos aos anduve
a la deriva, el motor apagado, ni
impulso ni gobierno, sin direccin?
Me recuerdo leyendo neones
a la vera de avenidas
desiertas. Cmo pudo
nevarme encima todo este cansancio?
Cmo pudo acumularse, quedar ah toda la vida?
Sacudo la cabeza como un pino. La nieve
no se va.

SEORA ROBINSON
Escribo,
escribo a mquina:
cada letra es un disparo en la noche.

LENORE
Tras la cresta del mundo, como la aurora, yaces:
todo tu nombre junto con la noche se ha acostado a dormir.

NO EST TU CUERPO
No est tu cuerpo
tenamos la misma estatura
ya no
que el suelo olvide tus pies.
Hinchada de tu ausencia como un globo
se halla la noche.

TRAKLAND
a D. G. Helder
Lo que vemos no es cierto. Deberamos
una vez ms, ver apagarse el da,
sentir nuestras cenizas aplastarse
contra el vasto rumor? Nos pertenece
algo de todo esto? No es el mundo
un celuloide viejo al que asesina la luz?
Tomarse vacaciones, ver huir el paisaje.
Salir a buscar fuego, y no volver jams.
Tu rostro, ese accidente al que vela una distancia.
Debo abrir la ventana? Hay que mirar al cielo?
Qu bellos son los ojos de la muerte
bajo el mundo: este prpado.

CANCIN NEGRA DE SANGRE


Aqu no se llora.
Aqu, donde estamos.
Siempre estamos
donde estamos.
Entonces nunca
se llora?
En el sueo componamos una cancin.
Se pona difcil, yo me impacientaba,
sacaba mi revlver y lo pona
entre las dos, sobre la mesa.
En el cielo, se llora?
Vamos a poder llorar
cuando estemos muertas?
En el sueo, yo recin llegaba a tu ciudad.
Vos me dabas trabajo: convertir un mapa
en un rbol.
Se pona difcil, no me sala,
el rbol no me sala ni pegndole
hojas de verdad.

Las muertas, son felices?


Me diste el nombre de la felicidad
porque quers que muera?
No soporto tu letra; me enfurece
recordar la forma de tus trazos.
Odio tu forma de curvar las efes
como patas chuecas que se sienten simpticas.
Odio tu be larga, muy especialmente.
Odio la esperanza, la esperanza,
odio, odio la estpida esperanza
que anima tu escritura.
Si no quers que muera,
por qu decs entonces que me vas a matar?
Cres demasiado en las palabras.
Hace falta un metal ms espeso que el odio
para contar, para cantar esto.
Hace falta un metal, un metal ms que asesino,
un metal resucitante.
S, creo
en las palabras.
Acaso poseemos otra cosa?
Si nos dejaran llorar
poseeramos lgrimas,
gotas de mercurio
en nuestras bellas caras
rodando dulcemente, dulcemente.
Me gustara tener esperanzas
pero no en el pasado:
maldigo tu lealtad.
Odio tu modo de tocar el timbre,
tus piernas flacas vistas a lo lejos
y yo avanzaba sin reconocerte
y vos pensando que me alegrara
de verte; digo,
por tu sonrisa.
Te traje estos papeles.
"El trabajo libera".
De qu?

En el sueo, no ramos de metal.


En el sueo, no haba
porqu mostrarnos fuertes.
En el sueo, no me pateaban en el piso.
En el sueo, yo no era para siempre
alguien a quien haban pateado en el piso.
Odio tus piernas, odio
que puedas caminar.
Y la cancin?
He guardado los papeles que trajiste.
No los puedo leer; me los trajiste
a tiempo para el trabajo, pero tarde:
ya no podra soportar leer
los papeles que trajiste. Y en el sueo
la cancin
se cantaba.
La cancin era una voluntad de inocencia
que consegua atravesar la noche
de esto que he dado en llamar traicin
y no es ms que cansancio,
indiferencia,
olvido,
desaparicin.

SOLOCALM
Al fin la luz del sol
se ha librado de ti
y da en una pared
y eso es el mundo.
Al fin el tiempo ac
se ha venido a vivir
y no hay gloria en los das
slo calma
donde las cosas ya no suean con ser arte
donde las cubeteras no aguardan una cmara
y el tango del champagne

fluye de cumpleaos sencillito


y no hay infinitos libros, solamente este
y libre de vanidad la ceniza de los aos
ya flota sin odiarte;
ya nadie calca nada del televisor,
para qu.

VIERNES SANTO
Ha muerto la
Gracia. No hay de qu.
El sol brilla sin dioses.
No tenemos esperanza;
tenemos, s, la esperanza de la esperanza,
esperamos que la esperanza
suceda.
Hemos tenido fe
y voluntad; hemos luchado,
con una fe sin esperanza hemos luchado.
Para perder mejor hemos luchado,
para que no nos ganen as como as,
para que les cueste
aplastarnos, para eso
hemos luchado sin esperanza,
slo con voluntad hemos luchado.
Ha muerto la
Gracia. Resucitar? (Ests
llorando?) Resucitar?
Hemos amado sin esperanza,
con deseo hemos amado,
sin esperanza hemos amado.
Con una piedad sin esperanza hemos amado,
con una piedad funeraria.
El sol brilla sin dioses.
En tu cara.
Estoy forjando el da
como si fuera de hierro el vivir.
Estoy sosteniendo el tiempo.

Estoy mirando cmo el cielo lentamente cae,


una vez ms
cae.
Sin esperanza alguna recuerdo tu belleza,
con una piedad funeraria.
Pero estoy tallando la espera
como si fuera de mrmol el da de maana.
En el declive de lo que cae derrotado,
en el de lo que cae derrotado para siempre
sostengo la nada,
sostengo la nada,
como si de dioses se tratara.
En retirada, enarbolo todava
con una mano herida, la forma del cielo.
No te vayas. Yo s los nombres del mundo.
S pronunciarlos. No te vayas.
Podras, todava, hacer algo
con la distancia entre tu amor y mi muerte.
Podra, esa distancia,
no ser del todo una cosa desesperada.
Podra yo no perderte as como as.
Pero la Gracia ha muerto,
el sol brilla sin dioses,
la tierra es dura.
Ha muerto la
Gracia. No hay de qu.
No hay dnde fundar
ningn futuro: las casas son pequeas
o ajenas, y sus estantes estn atestados
de ciervitos de vidrio fum,
sus estantes atestados,
melanclicos, ebriamente lluviosos bajo este sol.
Este es el pas donde nadie fund nada.
Pero yo (no te vayas)
s pronunciar el nombre de tu carne.
Podras ayudarme, por ejemplo
a limpiar.
En cambio ests ah, tan art dec
en tu quietud de cadver en pie,
tan neoplatnica tu pose que
no pueden con eso los plumeros comunes;
es terrible, con tu belleza no puede nadie,
es ms terrible que la misma piedad

funeraria.
Escuchame, yo s,
yo s pronunciar los nombres del mundo.
No te vayas.
AUTO
(Herida: cada libro cae en su noche, en su muerte sin nube por este acto que
slo retendr la conciencia, y cada mordisco de fuego restaura la planicie del
esplndido cielo)
SI EN LO QUE RESTA

Si en lo que resta
no somos quienes seramos;
si en lo que resta
no me anudo al cuello un pauelo italiano
ni sealo, con un gesto, el espacio
que contemplar, si en lo que resta no me tomo un barco,
no me siento al sol, no salgo
al encuentro de tu cuerpo sin que me moleste
que las palabras no coincidan,
si en lo que resta no llego a saber
qu gusto tena tu boca, si en lo que resta no te digo
nada que te haga sentir
que ests en una de aquellas pelculas, y es cierta;
si en lo que resta no amo una gran ciudad,
no me llevo a m, a aquella, la que era linda,
a los nuevos barrios del tiempo, si en lo que resta no me canto una cancin
ni lloro, ni te veo mirarme como diciendo:
"Ya s, tu cancin sigue siendo demasiado bella
para soportarla", y hay tiempo, o hay al menos la misma
sensacin de que hay tiempo, y adems
la sensacin de que lo hubo, un alta mar
de tiempo donde ninguna orilla se divisa;
si en lo que resta no canto como cantara, no dejo que mi voz
gorjee e inunda la noche
hasta convertirla en otra cosa, en algo parecido a un pastel
de oro y dulces, un pastel para mirar,
si en lo que resta no te vuelves absoluto,
no te vuelves absoluto slo por un instante
en que toda la belleza del Hombre se concentra en tu imagen
y esa tu imagen puede ser tocada, tenida, ma

y entonces nada falta,


si en lo que resta
no flotamos durmindonos hasta nuestro fondo,
si, dulces moribundos, no borramos
el borde entre esta soledad
y el mundo, si en lo que resta no somos
ni nos acordamos de que aqu somos,
ni nos anoticiamos de que se nos es,
si en lo que resta no somos esplndidos,
si en lo que resta no somos quienes seramos,
no damos con nuestro recuerdo del futuro,
no honramos aquella nostalgia del maana;
si en lo que resta no nadamos hacia nosotros,
hacia aquellos que ambamos, hacia aquello en lo que devendramos,
si en lo que resta no, entonces cundo,
si no nosotros, entonces quin
nos consolar de estar tirados ac?
Buenos Aires - Rosario, marzo de 2001

Eclipse
En el horno de lea y de ladrillos
el cncavo disco de hierro donde se asa
la carne y los panes se tuestan
parece, en su trpode, una de aquellas cosas
antiguas frente a las que tanto
te gustaba fumar.
Tu amigo me cuenta: vas a las cuatro plazas
por una vereda, por la otra
vereda vas volviendo como el loco a su casa.
Tu amigo me cuenta: en todos estos aos
no pronunciaste ms una palabra.
Cruza las piernas: noto que sus botas
son del mismo estilo que ya era viejo entonces.
La lleva, sin embargo, con gracia
pero su silencio es un reproche.
Oscuro contra el fuego, el perfil del disco
parece rebanado de un eclipse total.

Surf

Te has sentado en la esquina


donde alguien puso mesas,
sillas de plstico.
Necesitabas ver toda esta luz.
Hubieras sido un pintor impresionista
de nacer en otro siglo, en otra clase.
Te gusta mirar a los skaters,
esos surfistas de tierra que pasan con luz verde
y logran que parezca un ocano el asfalto.
Ests solo. Desde que viniste de all, ands solo.
Vas por fuera del mundo como un ngel,
vos, que mataste.

Augusta
Redonda estaba ella en su cuna blanca,
una luna apagada, toda olvido;
seres haban amado ese equilibrio
que ahora su muerte brindaba.
Como si forrados en blindex estuvieran
atardeceres, ellos esperaban
lo suyo: el paraso.
Que le toc primero por una lotera
de voluntad de Dios y malapraxis;
fue su martirio una prolijidad
y un alimento. Bienaventurada
en su final sin principio.

Diciembre 19, 2001


Haba visto de chico
en el cine, en un documental
un lobo marino gris
arponeado: la elipse de sus fauces
abiertas sin sonido,
la sangre en el hielo.
Mujer herida deca la voz. En angarillas,
algo viviente palpitaba, inmenso
en torno al mnimo crculo de sangre
instalado en lo gris. Lo gris era su remera.
Tendida en la camioneta, la mujer

haba devenido cetceo


asaeteado. Y gema bajo el sol.

Diciembre 31, 2001


Y la vida era esto:
salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cmo un vecino
enciende una bengala.
El brazo en alto, inmerso en la luz gnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmvil el mundo.
Celebra? Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.
Aquella intensidad.

NADANDO HASTA BOLIVIA


a Edgardo Zotto
Fidel, mi fiel hermano en la maana:
tengo treinta y nueve aos, estoy triste,
triste en la cinaga de mi furia.
No me pidas paciencia,
mil aos vietnamitas contra China...
soy mdico, debo atacar la enfermedad.
Debo quebrar el fuego de esta nada.
En medio de la selva, sueo con ciudades.
Mi hermano de absoluto,
veintisiete balazos en un blindex
arman una escritura
y no el eco de la muerte animal en los rboles.
Encarno el Ideal, con mi barba llena de piojos?
Soy el que con acero debe horadarse
para conquistar la bocanada.
Fui extranjero en mi casa:
nad para mi madre, roto de fro,
haba que ensearme a respirar.
Yo era el otro Ernesto Guevara, el hijo.
Cuando el aire llegaba a mis pulmones
llegaba por error.
Pensar que jugu al rugby.
Si hasta parezco un proletario yanqui
enfermo de humedad
en esta jungla casi congolea
donde el comando Jimi Hendrix canta:
Che, Pepe,
o que le metiste fierro a tu mujer.

Un pjaro muerto,
cuerpo sin vida
en la puerta: mal presagio
para empezar el da,
oigo que dice alguien de los nuestros.
No hay puertas en la selva, debo estar soando.
Hey, Joe,
I heard you shot your woman down.
No hay adrenalina, ni epinefrina, ni mina
pero soy escritor:
estoy armado.

KEROUAC EN EL MAC
Siento viento; barres bares, cansancio.
Qu del tiempo vuelve con la msica
cuando la msica vuelve?
Estaba Kerouac en el Mac,
no haca ms que estar, era suficiente.
Estaba Kerouac en el Mac, y todos fueron a ver.
Fueron todos: fue un hombre que haca brillar a su esposa
en la cara de los dems, como un polica con su linterna.
Fue una madre que a su hija iba repitindole: No hay mundo all afuera.
Fue un poeta de la dictadura militar, convencido de ser un monstruo aliengena,
temeroso de que le prendieran fuego por alguna justa razn incomprensible.
Y fue el amigo del poeta, con muchas ganas de conversar.
Porque estaba Kerouac en el Mac,
no haca ms que estar, era suficiente.
Estaba Kerouac en el Mac, y todos fueron a ver.
Fue la chica linda de menos de treinta, con libros para firmar,
limpia, con medias nuevas, segura de poder sentarse en sus piernas.
Fue Baltasar el artista poltico, llevando sus ofrendas: oro, droga y pollo frito.
Fue el buen hijo del mal padre, con prisa, con su sonrisa fluorescente,
sin tiempo, con su mochila pesada, temiendo que ya no quedara lugar.
Fue el buen padre con sus hijos, que preguntaban: Pap, qu es un escritor?
El escritor estaba en el Mac,
era suficiente con estar, ya haba escrito.
Se llamaba Kerouac, estaba en el Mac, y todos fueron a ver.

Fue un borracho gritando de su cartn nuevo de vino: Esto es como las mujeres,
nunca termino de entender por dnde se abre, y creyndose muy encantador.
Fue el estudiante de Princeton con su red de cazar hiptesis ajenas.
Fue la novia del beisbolista, preguntando dnde vendan remeras.
Fue el beisbolista, preguntndose dnde se habra metido su novia.
Y no se encontraron, ni la muchedumbre supo jams de su desencuentro.
Pero estaba Kerouac en el Mac,
no haca ms que estar, era suficiente.
Estaba Kerouac en el Mac, y todos fueron ah a ser.
Fue Baltasar quien cort con su trincheta el cartn nuevo de vino
y le dijo hermano al borracho, mientras el poeta exiliado anotaba su chiste,
el amigo del poeta exiliado le peda fuego al estudiante de Princeton
y la esposa rutilante opinaba: Fuma. Cmo es que no lleva su propio encendedor?
pero el hijo del mal padre la interrumpi para venderle sahumerios a su marido
mientras alguien le rompa y vaciaba la pesada mochila con una trincheta robada.
Entonces el ama de casa luminosa roz casi sin querer al beisbolista
de cuyo paradero nada supo decir a su novia la madre solipsista
cuya hija fue y le pregunt a Kerouac: Hay mundo all afuera?
Dando la espalda a los expatriados, el estudiante quiso ver los libros que traa la chica.
El buen padre dijo vamos a casa, el buen hijo junt las cosas que pudo salvar
y el mal hijo del buen padre se llev algunas, escondindolas en sus amplios bolsillos.
A Baltasar, afroamericano y conceptualista, alguien le devolvi su trincheta
pero el marido de la bella orden que nadie lo dejara salir, frase que tuvo que tragarse
cuando el beisbolista le rompi la cara y huy con su esplndida mujer.
De los dos refugiados el que no escriba aferr los testculos del estudiante
y susurr en su odo: quiero que conozcas el tamao de mi resentimiento
mientras su amigo el poeta se besaba con la veinteaera en uno de los baos.
Desvalijado, el buen hijo del mal padre solt al fin sus demonios
y desvirg a la novia del beisbolista en la cocina, ante la empleada del mes
mientras el polica cornudo se agarraba a pias con el artista negro, y perda.
Qu da en el Mac! La madre tmida reclamaba su hamburguesa, pero nadie la oa,
menos que nadie su hija, quien, sentada en la falda de Kerouac, lo escuch responder:
El mundo existe aqu dentro, con la mano derecha suavemente posada en su vientre.
Qu del tiempo vuelve con la msica
cuando la msica vuelve?

PARS, TEXAS
El padre mira

su reflejo en el vidrio:
toda la luz que cae
fuera de su sombra
no es su imagen,
no es su hijo,
no es la sombra del pelo de su hijo
que est detrs del vidrio
jugando a que no existe:
Mir, pap,
no existo! y si viajara
ms rpido que la velocidad de la luz
tu mirada no me alcanzara nunca
y yo sera
entonces
como una estrella que est fuera del espacio
dice
el hijo
como una estrella que est fuera del espacio.
_
HE REDO CON LOS MUERTOS DEL VERANO
He redo con los muertos del verano,
muertos jvenes cuyo silencio indestructible
es un jazmn de hierro en el centro de la nada;
no hay ausencia como la de sus cabellos
invisibles luego de desparramarse, por vez ltima
hasta el amanecer como una quieta llamarada;
y lo que en ellos an reclame una palabra
desollar su puo contra la puerta de la noche,
seguir golpeando mientras haya memoria.
_
DICIEMBRE 31, 2001
Y la vida era esto:
salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cmo un vecino
enciende una bengala.
El brazo en alto, inmerso en la luz gnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmvil el mundo.
Celebra? Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.

Aquella intensidad.

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