Ética Homérica
Ética Homérica
Ética Homérica
EL MUNDO HOMERICO
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HISTORIA DE LA ETICA
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No sabrfamos nada de ese ethos pasado sin Ia escritura. Podriamos, tal vez, conjeturarlo pOl' restos arqueoIogicos, pOl' noticias
dispersas, pOl' el esfuerzo de los historiadores; pero no bastaria para
intuir su genesis, para vislumbrar su sentido 0 analizar sus valores. Los
poemas homericos permiten el comienzo de esa reconstruccion, y
muestran el primer tejido de un ethos y el material de que esc tejido
esta hecho. En e1 se descubren los proyectos ideales que sobrepasan
el espacio de Ia pervivencia en Ia naturaleza, para crear una convivenda en Ia cultura y en el lenguaje que Ia expresa. Pero, ademas,
este primer reflejo en e1 que se dibujan los perfiles de una sociedad
que, probabIemente, solo vivio en Ia escritura dejo a1 descubierto, a
traves de la Iengua del poeta, el punto de inserci6n con la vida en
la sumisa aceptacion de sus oyentes. En este momento, el poema es,
verdaderamente, creaci6n: se integra en Ia conciencia del individuo
y modifica, corrige y sandona sus obras. POI' elio, los poemas de
Bomew, en el casi total silendo de una epoca de la historia griega,
hablun un lenguaje distinto de aque! que hablarfan aquellos oyentes
sumisos. El poema in-umpe, asf, en la historia con la fuerza del mito,
de la poesla, de la otra vida que los hombres viven cuando quieren
an-ancar de la clausurada naturaleza la posibilidad que se abre con
el sueno y que se proyecta con el deseo.
La Iliada y la Odisea, con independenda de los pwbIemas que
ha planteado la cuestion homerka, narran una derta secuencia
crono16gica y se desarrollan, fundamentalmente, en dos ambitos dis-
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Los
HEROES HABLAN
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107-110).
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HISTORIA DE LA ETICA
en muchos momentos, a la miseria, la superacion no puede sus tentarse unicamente en teorias, 0 sea, en palabras, sino que parece
necesario promover una praxis, una actividad real que combata y,
5i e5 posible, eHmine esas condiciones precarias que rodean la vida.
En el libro II de la Republica, Platon habfa aludido a este hecho.
Pues bien, estimo que Ia Polis nace cuando descubrimos nl.lestta
indigencia ... En tal caso, cl.lando un hombre se asocia con otro
porque Ie necesita ... como hay necesidad de muchas cosas .,. lIegan
a congregarse en una sola morada muchos hombres para asociarse y
auxiliarse, cno daremos a este alojamiento el nombre de Polis?
(Rep., II, 369b-c).
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que sirve. Pero este servicio impIica ya una superacion de la utilidad egofsta. La utilidad para sf mismo no podrla apenas concebirse, ni siquiera cuando Aquiles rec1ama, al comlcnzo de la I1ftrcla,
la parte de botin que Agamen6n Ie niega. Porque esa supuesta bondad que el l1croe tiene va unida a otro concepto fundamental en la
filosoHa griega, e1 concepto de areie. Este termino que, a travcs del
latino virtus, ha adquirido en eI vocabulario moderno un sentido
absolutamente distinro del de su origen griego, hay que entendedo
en sus verdaderos contextos. Esta operaci6n hermeneutica no es una
opera cion complicada; pero el exito de semejante reconversion semantica nos facilita no solo una reflexion libre sobre las palabras dave
de la 610501a, sino que, a1 mismo tiempo, Hbera tambien Ia mente de
toda una serie de prejuidos que lastran su creatividad.
Arete, como es sabido, signi6ca alga asf como 'exceIencia', capacidad de sobresalir; dones que se poseen y que conceden al poseedor
una cierta preeminenda, un derto poder. Esta arete es un atributo
fundamental del agathos, que acaba integrandola en sf mismo. El
agathos se conviette, aSl, en arist6s, En el canto XI de la Ilfada,
Nestor haee un largo relato en e1 que, entre otras cosas, cuenta a
Patroc1o su encuentro con Aquiles, en eI palacio de su padre, y como
el an ciano Peleo da a su hijo el consejo de siempre ser el mejor
(aris/euein) y estal' pOl' encima de los otros (XI, 784). EI verho
aristeuei1t supone ya esas detenninadas hazaiias can las que el heroe
probara su aJefe. Esfol'z<1l'se parser el mejor imprimira en el heroe un
dinamismo que alcanza su sentido en el espacio belieo en eJ que
tiene que medirse. Pero este esfuerzo no basta. Las hazafias del
guerrero, del hombre que no tiene otro h01'izoute que el de contrastarse continuamente consigo mismo en eI otro, necesita del otro, enemigo 0 amigo, el reconodmiento. Su vida queda proyectada aSl en
un marco sodal para el que vive y al que, en el fonda, sirve. La
hazafia nunca es completamente individual. El individuo humano es
tambien, como su misma naturaIeza Ie ensefia, indigente. Set eI mejor
requiere que alguien 10 sepa e, incIuso, que 10 comunique. En este
momento es cuando la arete, In exce1encia, adquiere su verdadel'O
sentido. POl' ello, el concepto de modelo, de ejemplo, no es un concepto abstracto, no es una theoda, sino que esta encarnado en Ia
vida, en eI aris/os que, al vivir, sefiala eI camino de su are/e.
Pero ser aristos es ser dicha oristos. Cuando Hector descubre
que Deifobo no esta a su Iado y que Atenea Ie ha engafiado, acepta,
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EL SIGNIfICADO DE LA ADMIRACr6N
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genes, los sfmbolos, podian no tenet otra consistencia que la del lenguaje que los transmite; pero el hilo que los ensarta, ensarta tambh~n
1a personalidad del lector 0 del oyente y, de alguna forma, Ie arranca
de los propios lfmites y Ie abre el dominio de In posibiIidad. POl' eso
el modelo y e1 heroe que 10 expresa son admirados. La admiraci6n
quiere decir que Ia vida se identifica con el sl1efio, que el tiempo
real de ql1ien admira se IIena del contenido propllesto pOl' el poeta,
de! contenido insinuado en las hazafias.
POl' supuesto, cabe una interptetacion, Eacll de justificar, sobre
todo cnando esa interpretacion encuentra ejemplos parecidos, a 10
largo de Ia historia, hasta nuestros dIas. EI modelo homerico puede
servir para eI adoctrinamiento ideologico. El pueblo, eI demos, ve
el poder en Ia espada de esos heroes que se parecen a aqucllos sefiores a los que ticnen qne obedecer. Las fuetzas sobrenatnrales
que se compromcten con los heroes, que los protcgen 0 abancionl1n,
marCl1n Ia inseguridad de Ia existencia, 1a inutilidad de ciertos combates, e inician, asi, la historia universal de la resignaci6n; sobre
todo en aquellos a los que, para bien 0 para mal, nunca miranln los
dioses. Y sin embargo, el consciente sistema que prctende el aletl1rgamiento colectivo, y maquina una psicologfa de la alienacion, tendria que esperar todavia muchos siglos. A pesar de esa posible Iectura, para la que indudablemente pueden enconttarse pruebas, y a
pesar de la extraordinaria eIaborad6n artfstica de los poem as, su
mundo ideo16gico es mucho mas espontaneo de 10 que un ligero :Inalisis sodo16gico puede ver en elIos.
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Las hazafias de Ia Ilfada y el paisaje belieo en el que se desarrolIan dejan vel' una determinada estructUl'a de valores. Los heroes
Iuchan, hablan, invocan, matan. La effmera existencia que viven esta
marcada pOl' un esfuerzo continuo. Vivir es eombatir.Un esfuerzo
easi inutil, para un fin aparentemente domestico: vengar a Menelao,
rescatar a Helena. Pero este empefio trivial para tan feroz contienda
nos permite vel' tambien Ia primera descripci6n de las motivadones
y valoradones de Ia vida, aunque sea desde Ia atalaya de sus altivos
protagonistas.
EI ideal hetoiro que sustenta a los combatientes les haee insistir
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LA
MUERTE
La muerte del heroe es otro de los hilos que tejen la trama del
ethos homerico. La lliclda abunda en cscenas donde los heroes mueren unos a manos de otros, Como la fama, la muerte dene tambien
alga propio. No solo la muerte como oscnra nube envuelve al guerre1'0 (iliada, XV I, 350), sino que l1 10 largo de tudo el poem a hay
una serie de descripciones de heridas, de un extrm10 realismo y, en
algunos momentos, de gran bellcza pottica. Despues de contnr la
historia de Anitoo, de su esposa y su madre, el pocta 10 enfrenta a
Ia lanza de Idomeneo: El guerrero cayo COll estrepito, y como la
lanza se habia clavado en el cmazon movianla las palpitaeiones de
este (Iliacitl, XIII, 442-444). Aqul el vigor de Ia imagen salta por
encima de cllalquier simple forma de realismo. La lanza que hiere
recoge en SLl asta Ia vida que desaparece. Hay otros ejemplos en
donde las armas reciben el ultimo movimiento de la vida que se
extingue (IUac/a, XV II, 297). En otros casos el guerrero m1S1110
habla y analiza su propia hedda. Glauco, con el brazo atravesado pOl'
una lecha de Teucro, se queja a Apolo: Tengo una grave hedda,
padezco agudos dolores en el brazo y la sangre no se seca; el hombro se entorpece y me eS imposible manejar firmemente la lanza ni
pelear con los enemigos ... curame, adonnece m1S dolores (Iliad{{,
XVI, 517-525). Esta miS111a cOl1sciencia del propio cuerpo hace surgir talnbien la consciencia de su vulnerabilidad. De la misma manera que cada herida anuncia la ragiliJad del cuerpo y enfrenta al
hombre con la muerte, cada hazafia 10 enfrenta can el posible ceo
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Ie expone
10 que csui cstablccido que pase con los mOrL:l!es cLlando uno
muere: los l1ervios ya no sujetan la carne ni los
que la
fuerza poderosa del fuego ardicnte los consume, tan pronto como
d ;inilllo ha abandonado los blanco::; !meso:> y d alma V,l rcvolote:lndo como un sHeila (OdisciI, XI, 206-222).
lU.
ELEGLR LA MEMORIA
IlI~TORIA DE LA JlTICA
EL MUNDO IlOMEIUCO
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Ia idealidad. Y csta ncgacion lleva implkita una afirmacion extraiiamente coherentc: aquclla que sobrepone el modelo a las ventajas
que pudiera arrebatar el individuo concreto que, de esa forma, inicia
la inacabable aventura de aproximarse a lSI.
BIBLIOGRAFiA