La Sociedad Carcelaria Neuman Irurzun PDF

Descargar como pdf
Descargar como pdf
Está en la página 1de 78
ELIAS NEUMAN — VICTOR J. IRURZUN LA SOCIEDAD CARCELARIA ASPECTOS PENOLOGICOS Y SOCIOLOGICOS 4* edicion Lg & Epict ones DegoaZrac wuENos AIRES 1994 vi vu 1 edicion: 1968, 1 reimpr: 1975. 2% reimpr: 1977, 9° reimpr: 1979. reimpr:: 1982. 2 edicién: 1984, 8" edicion: 1990, CONSIDERACIONES PREVIAS Al encarar una investigacién de tipo exploratorio en los establecimientos carcelarios de Caseros y Devoto llevabamos 4 la intencién de verificar las conductas e interinfluencias que se producen dentro del pequefio mundo activo del encierro. Juzgamos conveniente cefiir el estudio a una sola categoria delictiva -delitos contra la propiedad y, dentro de ella, hurtos y robos (asalto en grupos), y estafa organizada. E] trabajo de campo se efectué en el lapso comprendido entre abril de 1965 y junio de 1966, y para la recoleccién de datos utilizamos variadas técnicas, tales como: 1) un cues: tionario de 131 puntos; 2) entrevistas individuales y en grupos de 6 internos, a quienes se estimulaba con preguntas deter- | minadas que permitian respuestas abiertas y el didlogo sub- LS.BN. 950-14.0766-7 (4* ed.) siguiente; y 3) la observacién participante. | Partimos de la hipétesis de que ciertas pautas de orien- ¥ tacién y conducta, valores, motivaciones delictivas, formas de ‘agrupamientos, lealtades al grupo, estructura del liderazgo, presentarian especificidades y caracteristicas propias en los dos grandes grupos a analizar: delitos violentos, por un lado, y de inteligencia, por el otro. Se lograron asi diversas ca- tegorizaciones, obtenidas tras la captacién y estudio de datos a un nivel significative. Se les formulé una bateria de preguntas tendientes a es- © tablecer: 1) delitos cometidos; 2) extraccién social (sobre la base del grado de alfabetizacién, vivienda, ocupacién e ingre- Epiciones Degoalaaz wuenos aunts 50); 3) relaciones y tensiones en el grupo familiar y en la escuela; 4) sobreproteccién carencia afectiva y desajustes Telestane 40¢ emocionales; 5) gratificacién vocacional en el estudio, profe- Hecho el depésito que establece la ley 11.723, Derechos reservados. sin u oficio, tensiones en el mundo del trabajo, alienacién Impreso en fa Argentina. Printed in Argentina, y proceso de despersonalizacién, rol del ocio; 6) motivaciones, vull CONSIDERACIONES PREVIAS creencias y actitudes, rol de las ideologias, mitos y prejuicios; 7) pautas de conducta, culturales y de orientacion en los gru- pos delincuentes; 8) grupos de pertenencia y referencia, ac- titudes positivas hacia grupos delincuentes; 9) tipos de accién social; 10) sistema de liderazgo y estratificacién. Esta pri- mera serie fue formulada con el énimo de explorar la feno- menologia extracarcelaria para compararla o correlacionarla luego con la que se da dentro de la carcel. Otra serie de preguntas fue canalizada hacia la extraccién de datos indicativos de la fenomenologia carcelaria, es decir, su estructura y dinémica segtin el marco de referencia de sus Propios actores En la busqueda se trat6 de verificar: 1) motivaciones y ercepciones, creencias y actitudes, pautas y valores; 2) for- macién de grupos y su interaccién dinémica, as{ como con Ja autoridad; 3) su estructura primaria y secundaria, formal e informal, y grupos de referencia; 4) el repertorio de normas “intracarcelarias” formadas como tradiciones por los grupos, su cardcter de “importadas” desde el medio externo, asf como su conflicto 0 armonfa con las estatufdas por la autoridad; 5) primacia de unas sobre otras en la situacién de emergencia a que estén sometidos los grupos en examen; 6) situaciones de liderazgo y estratificacién; 7) alternatividad funcional del lunfardo; 8) juego, homosexualismo y onanismo, drogas y “cor- tes”; 9) vivencias y actitudes en torno de la requisa; 10) opinio- nes de los internos respecto de: a) la intimidacién penal y policial como formulacién disuasiva del delito; y 6) su familia y la victima, el proceso, la policia, el abogado, el juez, el funcio- nario penitenciario y el celador y la readaptacién social La persistencia de algunas constantes que permiten in- ferir ciertas conclusiones nos ha persuadido de efectuar su entrega a quienes se interesen por estos temas. Nuestro deseo més profundo es que puedan servir para futuros trabajos de campo, tanto mas porque algunos de los t6picos que nos pro- pusimos no han pasado de un nivel exploratorio, es decir, que- CONSIDERACIONES PREVIAS bi daron en una etapa preliminar. De ahs que se los haya omitido ssente trabajo. © “Che snotar arimismo, que no obstante haber partido de idénticos datos los autores los han manejado desde éngulos cientificos distintos, con las implicaciones que ello entraita y en un intento de abordar la fenomenologia carcelaria a nivel interdisciplinario Tl enfoque del doctor Neuman -penclégico- se ha eanali- zado hacia la descripcién de la realidad carcelaria y las aporta- ciones del moderno derecho penitenciario. El del doctor Irur- zun -sociolégico-, hacia las relaciones sociales y culturales que surgen de esa misma realidad Finalmente, una advertencia: las trascripciones de frases, entrecomilladas, corresponden a la captacién textual de las respuestas obtenidas. Deseamos poner de resalto que a poco de aparecer esta obra, que entendfamos peculiarmente argentina y slo referida ala situacién carcelaria de Buenos Aires, resulté seleccionada, ‘en 1970, por la Sociedad Internacional de Criminologia, para optar al premio “Denise Caroll”; advertimos Iuego, en mil- tiples publicaciones nacionales y extranjeras, que la sociedad intramuros se reproduce y reitera con sus particularidades, sobre todo en eérceles y penitenciarias promiscuas y hacinadas otras regiones y paises. or Suaves ¥ sie, pun segoetio werall In hemos obtenido, ‘empero, de los estudiantes, que se mostraron inquietos, tras leer este libro, en la biisqueda de soluciones y respuestas para que algunas de las situaciones que narramos no ocurran en el futuro, De tal manera despertaron al estudio de la cri- minologia y el derecho penitenciario, que no suele impartirse en las aulas de las facultades de derecho sino como asigna- turas de posgrado. ‘Al tiempo de escribir la primera edisién de esta obra desconoviamos lo que ocurrirfa después con los detenidos por drogas (tenedores, usuarios, consumidores, facilitadores, mi- 5 } eee x CoNSIDERACIONES PREVIAS XI nitraficantes para su propio consumo y venta). Otro tanto podriamos seftalar con respecto a reclusos enfermos de sida. ‘Su investigacién fue preciso encararla de forma sustancial- INDICE mente distinta de lo hecho en su momento. Nos valimos de nuestra calidad de abogados para interrogar a nuestros pro- pios asistidos ¢ implicados, ya sea en la cércel 0 tras su li- CConsiDERACIONES PREVIAS vu beracién. Acudimos también, para cor-oborar ciertos extre- mos, a colegas, magistrados, funcionarios judiciales y personal oe médico de las cérceles, quienes aportaron datos que mucho PARTE PRIMERA agradecemos. ASPECTOS PENOLOGICOS Otra singular sorpresa nos deparé esta obra: cartas re- ‘por Bulas Neuman mitidas, desde eérceles del pais y del exterior, por recluidos y también por liberados. Documentos vivos -que provienen 1, Aciuns: veri souvent 3 de los cabales protagonistas de la inves:igacién- que amplia- 1. Hombre y delito Sehanolad 3 ron nuestros conocimientos y que podrian enriquecer algun } . Ayuda al ox rechuso .......... coho |_5 estudio sociolégico y penitenciario futuro. . La ley y Ia realidad 6 2. 3, Mas de 25 afos han trascurrido cesde la aparicién de 4. Humanitarismo y sentimentalismo 7 este libro. Hemos acrecentado conocimientos y jalonado el de- 5. Sobrevivencia de la prisién de méxima seguridad .. 10 8. 1 8 9. curso con otras publicaciones, con la a:tuacién en el campo iBxiste la readaptacién social? . 18 docente, y con la participacién en multiples jornadas nacio- Sobre el trabajo carcelario y los procesades ....... 19 nales y del extranjero sobre criminologia, sociologia criminal t Sobre el personal penitenciario ...... cee y derecho penitenciario. Pasan los aiies y lo tinico que la- at El seatir enttanett9 oo one s " mentablemente permanece invariable, al menos en América TY ene Ge ee 8 Latina, son esas carceles tradicionales donde los hombres, co- ia, ids ¥ eae oe ele pee ‘mo antafio, siguen sufriendo su despersonalizacién cotidiana, 13, Palabras de dona Concepcion Avonal 14, Una irreduetible ironfa ... Los AUToRES. IL, FENOMENOLOGIA CARCELARIA ... 15. La criminalidad en Buenos Aires ....... 16. Las cérceles de Villa Devoto y Caseros . 11. Descripcién de los pabellones 0 “cuadros! 18. La *ranchads” 19. Su intogracién y reclutamiento |... 20, Caracteristicas: tareas e intercambios 21, Interinfluencias perniciosas BE I grata ce oi 05 ne vue ar on ont 23. Bl tunfardo 2. eee BlSSeRSLSS8 Rees XII fnprce 24, Subgrupos de In sociedad carcel 56 25. Conductas y actitudes de los drogadictos 61 26. Funcionarios y personal de vigilancia. Su estratifica- ion, 64 27. Poesfa “canera” 65 IIT, Fexomnwovocta canceiaRia (continuacién) 69 28. La requisa, Su necesidad 69 29, La legada “inadvertida” 70 80. Cémo es una requisa comin R 31. La revisacién del “cuadro” 15 82. La reconstruccién . 11 38. Funeién del juego 19 34, Tatuajes y cortes 81 36. La introduccion de estupefacientes 84 36. Homosexualismo y autoeroticidad 85 37. La muerte en las calles y la intimidacién al delincuente 90 PARTE SEGUNDA ASPECTOS SOCIOLOGICOS por Vieror J. Iuezuw Inernopuceron i 97 I. Reflexiones para la segunda edicién .. 97 II. Una nueva experiencia 103 I. FeNOMENOLOCIA EXTRACARCELARIA 109 1, Tipologise personalitarias 109 2. Motivaciones, creencias y actitudes 109 3, Accién social 10 4, Tipologias y estructuras grupales .. um 5. Liderazgo 7 13 6, Extraccién social y estratificacién .... M6 TI, FRNOMENOLOGIA CARCELARIA u7 A) Betructura carcelaria 7. Establecimientos de méxima seguridad ut 12, 13, M4 16, 16, 11. 18 19, 20. a1. inpice Rol de la diseiplina, del trabajo y de Ia educacion ‘Normas carcelarias y normas grupales. Pautas de orientacién El liderazgo intracarcelario Estratificacion B) Dindmica carcelaria Estructura y funcionamiento de las “ranchadas” Relaciones y pereapeiones intergrupales Alternatividades funcionales a) El lunfardo &) El juego ¢) Las drogas 4) El onanismo y 1 homosexualismo @) Los cortes 1) La protesta 4g) La requisa ©) Marcos de referencia y niveles ‘pereeptivos del interno Su familia y la victima El proceso La policia El abogado El juez El celador y el guardién La rehabilitacién Conewsionss XII uy ug 120 123. 126 129 130 130 131 132 132. 133 134 134 135 137 137 137 138 138 M1 ————————E/~ PARTE PRIMERA ASPECTOS PENOLOGICOS por Exias Neuman 1 ALGUNAS CUESTIONES PENITENCIARIAS “EI mal no lo hacen todos, pero acusa 8 todos" Awroxto PoncHia 1. Hompre y DeuT0. — Un viejo preso, no tanto por sus afios, sino por aquellos que ha Ievado en el encierro, puso en nuestras manos un grupo de cireunstanciados interrogantes con sus correspondientes respuestas. {Por qué un hombre puede estar preso? {Por qué puede no estarlo? Y ademas de explicar las vivencias del éspero itinerario de su vida, nos entrego también su penetrante observacién en torno de un hhecho del hombre: el delito y las realidades y covariaciones a que se supedita el encierro. Una sintesis de la criminologia del “pobre diablo”. Dice asf: ‘Se PUEDE ESTAR PRESO 1. Por hacer las cosas mal 2. Por equivocarse. 3, Por error, 4. Por desesperacién. 5. Por fallas en e! Cédigo Penal. 6 7 8 8 Por intolerancia. Por mal asesorado. Por falta de recurs: Por la “mala compaaia” de la soledad. 10, Por tener *vinculaciones” AI, Por necesidad, 12. Por politica 13. Por hacer algo. 14. Bstando en la creel SSE PUEDE No ESTAR PESO Por hacer las cosas bien. Por no equivocarse, Por error Por tranquilidad de espirity Por fallas del Codigo Penal, sorado, Por no tener necesided Por politica Por no hacer nada. ‘Aun estando en la eéreel 4 Eutas Neuman — Victor J. IRURZUN Tal ver esta enumeracién no sea completa, pero se acerca mucho a la realidad de vida que ofrece el mundo delictivo y hace reflexionar sobre buen ntimero de personas que son delincuentes, aunque no se les conozca como tales por no haber estado bajo proceso. A las cérceles Ilegan los delineuentes fra- casados (y, a veces, algtin inocente). No hay que suponer que el delito se da imprecisamente © al azar, pero sf que prineipia generalmente por una serie de hechos 0 grupog de circunstancias que pueden ocuirrir a cualquier persona. El delito es un hecho del hombre, un as- pecto de la conducta humana, tal vez el mas grave desde el punto de vista social,| Por eso resulta imprescindible en estos tiempos desprendernos del “tipo criminal”, del “monstruo”, ya que incluso los lamados elementos etiolégicos, sobre todo de tipo sicolégico, pueden referirse a cualquier otra actitud o con- ducta que nada tiene en comtin con el delito. Afincada la idea de que el delincuente es un hombre como el que mas, cuando es aprehendido y privado de libertad debe sentirselo y tratarselo como tal. Incluso, la manipulada “re-\ adaptacién social” deberia verificarse sobre seres humanos, ¥ no sobre categorias legales. Esta conceptuacién trasciende las simples palabras. De- be ser parte de la cooperacién, solidaridad, asistencia y res- ponsabilidad de la comunidad social Desde la més remota antigiiedad, el sentimiento puiblico sobre el delincuente es vindicativo. Una herencia sicolégica inconsciente proyecta su mezcla de miedo y expiacién contra quien ha violado las pautas de convivencia social. De ahi la creencia -que algunos malos elementos de difusién acrecien- tan- de que el delincuente debe ser segregado, cualesquiera que sean los medios y métodos a emplearse sobre él. Se re. fuerza asf la estigmatizacién social y la idea de que siempre se corre el riesgo de que vuelva al delito y, por supuesto, no es digno de confianza al egresar del penal. Da la impresién de que la culpa penal no se termina de pagar nunca LA SOCIEDAD CARCELARIA 5 La amada reabsorcién social se hace dificultosa, y el individuo, al no lograr reinsertarse normalmente en la co- munidad, irrumpe contra ésta y vuelve al delito; casi no le quedan otras posibilidades. La cércel sumerge a muchos su- mergidos. La sociedad y los controles formales de crimina- lizacién se encargarsn de victimizarlo atin més. 2. AYUDA AL EX REcLUSO. — La ayuda al ex recluso no puede verificarse, como atin suele pretenderse, en funcién de la caridad o beneficencia, la cual, casi siempre, sélo al be- neficiante interesa. Baste recordar la palabra “patronato” que se usa en estos casos. No puede ser tampoco objeto de ac- titudes Tloriqueantes en estos tiempos en que la asistencia social, en sentido lato, puede proporcionar adecuadas respues- tas. El deber general de cooperacién tiene que principiar por el Estado 0 entidades mixtas que asistan y empleen al libe- rado. No es posible solicitar a nadie lo que no se hace por s{ mismo, pudiendo hacerse. En nuestro pafs, como en la mayorfa de los paises lati- noamericanos, desde hace muchos afios el preso. no interes. y aun se lo mira con repulsa. Cierto es que hay algunos fun- ‘cionarios de prisiones (e incluso instituciones) que han hecho toma de conciencia del problema, pero también otros que se erizan y se duelen en carne propia de cualquier critica o nueva, idea. Saben de sus falencias y que ante los cambios que se propicien no podrén subsistir. Bsa actitud tan poco propicia del Estado y la sociedad sélo exige que el delincuente sea castigado, y luego lo olvidan, libréndolo a su suerte hasta que los diarios lo ponen nue- vamente en la primera plana de sus noticias. Ya se sabe que Ja opinién publica suele ser la “opinién publicada....”. Ade- més, se dirige sélo a la violencia callejera o urbana, siendo que hay otras mucho més graves y silenciadas. Seré muy dificil cambiar esa mentalidad, enraizada en un profundo sen- timiento de vindicta y contragolpe, sobre todo si no se estudia 6 Euias Neuman — Victor J. IRurzun seriamente qué es en realidad la violencia o sélo se la confunde/ con la de abajo. , 3. LA LEY ¥ LA REALIDAD. — En esta materia, como en pocas, la teorfa suele preceder en afios a la practica. Eso no es muy grave, pues puede estimular o servir de guia. Pre- cisamente los afios pueden derribar tesis doctrinales que el tiempo no verifica. {Qué sentido tiene plasmar una por en- tonces magnifica ley penitenciaria, como ha ocurrido entre nosotros (por decreto-ley 412/68), que se dice complementaria del Cédigo Penal, y no poder aplicarla por falta de estable- cimientos que hubiesen permitido, en su momento, persona- lizar la pena? ; Las leyes, de otro modo, parecen complejos de culpa del legislador y sélo sirven para cumplir una funcién falseante de la realidad carcelaria en congresos; jornadas y coloquios internacionales y en el mismo pats. Esto entronea con un hecho mucho més grave por sus consecuencias. En las Facultades de Derecho sélo se ersena sobre bases tedricas. Como si la realidad no existiese. De all saldrén los futuros jueces, y esa formacién pareciera in- dicarles que han de juzgar expedientes, y no seres humanos tantas veces trascendidos por las tragedias de sus vidas. Co- mo bien dicen Foucault y Basaglia, se trasmite el saber como quien trasmite el poder. De modo acritico y silencioso. Ese acriticismo cristaliza, detiene las imagenes en el tiempo e im- pide toda concepcién que pretenda innovar. Exentos de rea- lidad circundante nos volvemos ahistéricos. Se impone la idea de que los seres humanos se someten ‘las leyes. Se crea el polvillo y luego se dispara al hombre a Ja Luna. Nadie dird, entretanto, que las leyes, por més se- veras draconianas que fueren, no lograrén modificar en un pice la realidad social. En especial la ley penal y, en menor grado, las leyes pro- cesales y penitenciaria suelen ser objeto de manipulacién por LA SOCIEDAD CARCELARIA. 7 funcionarios y politicos. En los tiempos que corren, quienes mandan creen dar satisfaccién a una sociedad ansiosa, pre- viamente conformada en sus miedos por los aguijones de la violencia, a la que deliberadamente se confunde con la vio- lencia callejera o urbana. La sociedad pide leyes represivas como si con éstas pudieran cambiar las cosas ... Los gobier- ‘nos acogen los mandatos de la opinién publica (o publicada?) con el consiguiente rédito. Se descubre el manto de la de- nominada “seguridad social”: leyes més graves, violencia, po- liefa de gatillo fécil, cierran un circulo en que més que disuadir e intimidar, se fomenta. Entretanto los delitos, los serios delitos econdmicos que transitan las alfombras rojas de los ministerios, empresas tras- nacionales, bancos, financieras, son tomados por la sociedad cual si fueran proezas bonitamente temerarias ... No hay con- senso de rechazo social 4, HUMANTTARISMO Y SENTIMENTALISMo. — La nueva poli- tica penitenciaria finca su base en la valoracién de la dignidad humana del preso. Esa dignidad no puede ser objeto de ad- Jetivacién, tal como se pretendié en un congreso sobre la mate- ria celebrado en la Capital Federal. Para la religion, la moral y el derecho, la dignidad reside en la virtualidad de ser, aun- que definirla resulte extremadamente complejo. Malraux in- dicaba que cabria hablar de su contrario: la humillacién. Dig- nidad seria entonces “no humillaci6n”. Recordemos a Virgilio: “El hombre es como Dios lo hizo, y algunas veces peor’. Nosotros debemos mejorarnos e in- tentar hacerlo con quienes erraron su conducta en la vida. Por eso la funcién del estudioso de las disciplinas penales debe enraizarse, si se ha de dirigir a la prevencién del delito, en una perspectiva del real humanitarismo, incorporando la valorativa social de las actitudes al campo criminolégico, los procesos de criminalizacién y la influencia de los controles criminalizadores, En los afios que corren se ha sacralizado 8 Eutas Neuman — Victor J. IRuRzun excesivamente la ciencia, la técnica, la ley, en detrimento del hombre, Olvidan al hombre, que es su destinatario, a quien dicen proteger. Se ha dicho: “Lo que es el hombre, exo es Ia humanidad”. Las nuevas exigencias no se satisfacen con una concepeién juridica formal del derecho penal, con una justicia fiel repar- ‘tidora de penas, con un procedimiento criminal inquisitivo y de dimensiones teratolégicas, con cérceles promiscuas y mal conformadas. ‘Tampoco es posible pensar en un hombre y en su hecho, aisladamente. El delito y el delincuente forman una nueva concepcién criminol6gica. El derecho -y el derecho penal no ha de ser excepcién- no sélo se construye 0 se ensefia para mejorar la técnica de aplicacién de la ley y la ley misma. Un derecho técnicamente perfecto seria un derecho deshuma- nizado. El derecho penal debe asumir y cumplir una funcién social, enraizada e investigadora de lo que ocurre en la so- ciedad, Ha legado el momento de alzar los ojos de los eédigos y leyes penales para dirigirlos al principal actor del drama: el hombre delincuente, su medio social y, en especial, 1a victima, ‘Se puede legar fisicamente a é] cuando se halla en una situacién: preso. Los reclusos suelen decir que “un juez, para ser un buen juez, deberia estar, por lo menos, un mes preso”. Quitdndole a la frase lo que pueda tener de demagégico, en- cierra, desde un punto de vista trascendente, una gran verdad para ser pensada por quien se erige en una suerte de sub- rogante de Dios en la tierra y que en realidad es sélo un hombre cuya carga publica lo leva a juzgar a otro. Hay quienes Ilegan animicamente a una prisién con la misma fruicién y expectativa de quienes van al zool6gico e incluso con el deseo de sentarse y hablar con detenidos. Pero en la relacién meramente concesiva, aun con cierta maleabi- lidad en el lenguaje, nada se logra. Al preso, que por lo gene- ral vive a la defensiva, es impreseindible tratarlo y verlo como LA SOCIEDAD CARCELARIA 9 aun hombre. Y aqui nose dan normas. Ello s6loocurre cuan- do se lo siente un hombre. Porque esa sensacién se trasmite. Quienes se acercaban a los reclusos on la antigtiedad, ni concedan ni cedian. Estaban junto a ellos porque crefan en el hombre y en su posibilidad de generar o regenerar buenos hébitos que lo apartasen de la mala senda. Cerdén de Ta- Mada, Concepeién Arenal, Montesinos, Howard, Penn, por citar algunos. Hoy también se requiere, para intentar la empresa, gentes que tengan algo de la audacia y visién del pionero y un concepto claro de que cuando se vinera los derechos de Jos reelusos, se vulnera también los derechos de los hombres libres no delincuentes, El padre Ganchegui, ex capellén mayor del Servicio Pe- nitenciario Federal, que tanto nos ayudé en estos trabajos, solia decir que es necesario hacer “presologia”. Y esa “pre- sologia’, que entre otras cosas implica conocer la vida, pen- samiento y actitud del preso, va mucho mas alld de la cri- minologia antigua que se queda y fenece en los lindes del estudio biosicosocial y las motivaciones de la conducta, desde un gabinete. Como si esa conducta estuviese encerrada en una probeta. Podemos afirmar que con el contacto con hombres en en- cierro, hemos aportado a nuestro conocimiento mucho més que con la lectura de algunos tomos de derecho penal y crimi- nologia; pero, por sobre todo, un contenido de respeto en torno de lo humano y su trascendencia, muy dificil de volear en estas lineas, Ya he sefialado que en las Facultades no se nos enseha a efectuar abordajes a la marginacién social. Es que siempre hemos procedido como civilizacién dominante, como si la mar- ginacién no tuviese sus e6digos y su historia. A la carcel no se puede ni debe llegar con la escasa armonia del sentimen- talismo Horiqueante. El preso, que esta a la defensiva, nos mira, nos advierte y jugaré con ese sentimentalismo en bis- queda de mejorar su situacién. "Tampoco lanzarse a estudios con esa suerte de caridad revolucionaria que sélo a sus cultures 10 Exias Neuman — Victor J. Irurzun interesa. O trasponer sus puertas como quien llega a un z00- logieo. , Igualmente inttil resultaré investigar 0 siquiera conver- sar con reclusos afectando la voz postiza de ciertos sicélogos © sicoterapeutas. Toda investigacién, y asi la hemos hecho con Victor Irurzun, se basa en el didlogo, en mutuas exigen- cias, en no pactar., Los hombres, cuando dialogamos, trasmiti- mos ondas que se reciben. Los reclusos, dirfa, las captan de inmediato y también pueden elegir: prestarse 0 no al didlogo. Pero algo hay que saber de antemano, dirfase antes de trasponer las puertas de una prisién. All{ no se debe prometer aquello que no se sabe sj se podré cumplir Es de esperar que algiin die los estudiantes universitarios con inquietudes, que suelen enamorarse de estos temas, ten- gan acceso a las cérceles para efectuar investigaciones de cam- po que no sdlo puedan servir a sus conocimientos y a la pre- vencién del delito, sino interesar las estructuras de sus propias vivencias y reflexiones. 5. SOBREVIVENCIA DE LA PRISION DE MAXIMA SEGURIDAD. — La prisién de méxima seguridad, en el mejor de los casos, © sea, aquel en que se halla organizada bajo un régimen sin promiscuidad ni ocios compulsivos, despersonalliza a todos y a cada uno de los individuos que cumplen la condena. Pasan a ser una cifra, una unidad que se mueve al compés y en torno de un automético sistema de vida, proveniente ya sea del propio cardcter aflictivo de la penalidad o de exigencias précticas de organizacién y direccién del penal. Todo ello ha conformado esquemas arraigados de disciplina y rigorismo en la mentalidad del carcelero, y se instrumenta con una arqui- tectura severa. Ese mismo edificio que se erigié como expre- sion de custodia, con su atmésfera de aglomeracién ~conse- euencia de haber considerado al delincuente con odio-, no puede acondicionarse hoy a los fines del llamado tratamiento penitenciario. Es que no existen posibilidades de ejercer te- LA SOCIEDAD CARCBLARIA i rapia alguna. Dificilmente podré educarse para la libertad en un mundo de sordidez y tensiones agobiantes. Cuanto més modernas sean las técnicas que se pretenda llevar a cabo en prisiones de este tipo, mas cruel resultard la ironfa. La mayor parte de las prisiones de maxima seguridad adjetivizan el premio ilegal desde sus mismas construcciones y estructuras. {Esto significa que la prisién de méxima seguridad debe desaparecer? Creemos, lamentablemente, que atin no. Claro esté que tal afirmacién cabria ubicarla dentro de un marco social, cultural y juridico, que es, en el caso, el de nuestro pais. Es necesaria para un grupo de delincuentes habituales y recalcitrantes que representan un riesgo constante para la comunidad, A ellos se deberd aplicar la prisién tradicional- mente murada y el régimen severo, pero con tiento y huma- nidad, estudiando y alertando los casos en que la posibilidad de que alguna pena alternativa o sustitutiva de menor rigor pueda ser benéfica. La supervivencia se halla subordinada a la sublimacién social de la represién que no es fécil sino todo lo contraric-, el progreso cientifico enmarcado en la doctrina de los derechos hhumanos, la desincriminacién de conductas hoy reprimidas, la desaparicién de ciertos delitos como tales. Desde un punto de vista tedrico esta aseveracién podré sorprender. Pero no s posible suponer injertos. En nuestra realidad social y ju- ridica cabrfa formar opinién, ayudar a pensar e ir paso a paso, sin concesiones, hacia la abolicién de la prisién tradicional © clasica, Es que cuando un ser humano comete un hecho disvalioso que llamamos delito, el Estado se apropia de su libertad. No sélo de su libertad locomotiva 0 deambulatoria. Lo “priva? de su libertad. Esto plantea una panoplia de complejas cues- tiones. En primer lugar: {se puede “privar” a un hombre o @ una mujer de sentir, amar, trabajar, tener a su familia, pensar? {Se puede, como antafio, meter al humano en una capucha, constrenirlo a una discipline férrea, someterlo a pro- mesas y recompensas y, en una palabra, hacerle vivir dias 12 Euias NeuMaN — Vicrox J. IRuRZUN calcados, igualados por el mismo ocio coervitivo, entre las mis- Sins pareden con emistaden impuovias » al menos, n0 s6- gidas, muchas veces en hacinamiento'y 2romiscuidad donde menudean eseabrosos reacondicionamient2s sexuales? En ese nuevo escenario de marginacién social se asocia a un sumi- nistro de violencia cotidiana que hace safrir masiva ¢ indi- vidualmente. Esa cosificacién implica, ademés, la pérdida de su identidad y, al fin, de la escasa autoestima que le reste. E] delito implica una forma de no prestar consenso in- dividual y social, una suerte de revolucién particular, y daria la impresién de que el Fstado se apropie de la libertad para domesticar, para volver al redil a aquellos que se han escapado del arca de Noé del contrato social establecido. ‘La democracia debe entronear, hoy por hoy, con la doctrina de los derechos humanos que tanto estrujan ciertos politicos. No obstante, seguimos, como antafio, segregando a los mismos seres humanos: los mas vulnerables, provenientes de la ex- traceién social més baja en esta seleccién entre réprobos y elegidos. Es la criminologfa del “pobre diablo”, de los ladrones de garrafas y gallinas, los delincuentes por “portacién de cara”, como diria Zaffaroni. Empero, a algunos se los denomina “re- siduales”", Es imposible privar. Un ser humano no deberfa privar a otro descargand como antafo el eprobie de les staitnladoe “decentes”. Lo que més podrfa hacer, mientras continie pain como pena, es restringir, ¥ no privar esa libertad, No seria lay rani te ater nl day et cen a Fe erie een tee camera ne Gee a ee cea rere caer ee LA SOCIEDAD CARCELARIA 13 * un juego seméntico o una esgrima de palabras. Restringir implica la amplia posibilidad del paso a medidas alternativas ¥ sustitutivas de la prisién tradicional que permitan perso- nalizarlasancién. Un abanico de posibilidades para condenar de la manera més benéfica para el hombre, su familia, la victima y, al fin, la sociedad Es en el momento en que el juez, por asf decirlo, notifica Ja condena emanada de una sentencia firme euando se ejerce Ja antigua vindicta social, el contragolpe, el sentido expiatorio de la penalidad que en el Antiguo Testamento residia en los sacerdotes. La sociedad, y no sdlo la justicia o el sistema pe- nal, deberia saber y sentir que a partir de esa notificacién 8 preciso pensar en el futuro. El condenado, tarde o tem- prano, volvera a la sociedad y debe hacerlo del modo més benéfico para esa sociedad, para sf mismo y su familia. Es posible que el tiempo y los desengafios conduzcan a que la excarcelacién deba ser la regla, y la negacién, su con- trario; a tomar conciencia de que las carceles estan repletas de procesados, es decir, inocentes, mientras no se diga téc- nicamente lo contrario, y que, dado el estado de los estable- cimientos y la situacién deplorable en que allf se sobrevive, al poner un pie en la cércel comienzan a eumplir una atroz condena. La personalizacién de la pena permitiria a los jueces no padecer de insomnio ~aunque algunos, por voluntad propia, han perdido el derecho a él-. Serd preciso luchar contra la idea que pareciera afincada, de que todo el mundo debe ir a dar al mismo depésito, al mismo secuestro institucional tan- tas veces promiscuo, saturado de seres humanos. Una sogre- Bacién que sélo sirve desde el punto de vista humano para resentirlo atin més 6, EXISTE LA READAPTACION SOCIAL? — Los términos re- adaptacién social parecen pertenecer a un lenguaje sobreen- tendido que se suele escuchar en congresos y jornadas de las 14 Eutas Neuman — Vicror J. Inurzun disciplinas penales, leer en numerosos libros y leyes penales y penitenciarias y hasta en los carteles de las carceles. Existe ‘un técito asentimiento cuando se los formula, e igual ocurre con sus aparentes sindnimos: correccién, enmienda, reforma, moralizacién, adaptacién, rehabilitacién, educacién, resot lizacién, repersonalizacién. Se alude a una supuesta accion constructiva o reconstructiva de los factores positivos de la personalidad del hombre preso y su posterior exitoso reintegro ala vida social. Donde més hemos podido oir estos pomposos términos es en paises que, como el nuestro, no han podido co sabido desprenderse de carceles-depésito de régimen cloacal: Caseros (vieja y nueva), Devoto, Olmos, Sierra Chica y un largo etcetera. ‘Nadie sabe acabadamente qué es readaptacién social, y parece increfble que atin subsistan estos términos ¢ incluso se los utilice en los Hamados “comités de expertos” de org: nizaciones como las Naciones Unidas, donde se formulan invitan a formular a las naciones programas de bases teéricas sin tener un concepto minimo de lo que se pretende. En reali- dad, ;qué es y en qué consiste la llamada readaptacién social La idea de readaptar indica que los delincuentes han sido “adaptados” alguna vez... Y cuando se reco- rre las prisiones y advierte la humildisima procedencia de la gran mayoria, al menos en Latinoamérica, cabe pregun- tarnos: {Adaptados a qué? A las multiples carencias de un mundo 0 de una sociedad que los ha hecho delincuentes? La concepeién de readaptacién social olvida la constante selec- tividad del sistema penal, que hemos sefalado con una ya antigua cantinela: a las carceles Hegan los delincuentes fra- casados En més de trescientas cérceles visitadas en los ultimos treinta afios hemos encontrado iguales imagenes. Cual si fue~ ra una poblacién estable, fija, los mismos presos, gente de abajo, carenciados, marginados sociales, que por su color, en especial en provincias, negro o parduzco, modo de vestir y exteriorizacién parecen hermanos gemelos. Procesados 7 con- La SOCIEDAD CARCELARIA 15 denados por similares delitos. {Es que las clases media y alta no delinquen .. .? También estén los custodios o guardias, los requisantes y los mismos funcionarios penitenciarios de siem- pre... Entonees readaptar socialmente es adaptarlos al hambre, a la falta de un buen techo, al desempleo o al subempleo, a Ja falta o falsa educacién, a la escasez absoluta de medios sanitarios . .. Porque el liberado definitiva o condicionalmen- te vuelve al mismo medio, al mismo escenario de su deterioro y su delito. is posible readaptar en el encierro donde tantas veces falta comida, camas, frazadas 0 se ha pasado afios detenido Preventivamente en calidad de procesado? {Es posible re- adaptar a un chico al cual hemos deteriorado y generado de- lincuente en comisarias del menor y reformatorios? _O somos muy ilusos o muy hipécritas. Por eso habré que decir de una buena vez y a toda vor que no resulta seria Ja pretensién de readaptar a una sociedad cuyas carencias de todo tipo generé 0 robustecié delincuentes, Es como com- batir a las drogas sin combatir el motivo de las adicciones: tomar los efectos, y no las causas. __No se niega las buenas intenciones, pero éstas deberfan ceflirse a una valoracién escueta, évida de esquemas précticos © que, al menos, no escape a la realidad tanto de los reci- piendarios del tratamiento regenerador como de la sociedad a la cual le tocaré volver cuando egrese del penal. Hemos ido a sicoanalistas en cérceles sefialar su esfuerzo en hacer conscientes a los presos, de modo individual o en terapias grupales, de los traumas sfquicos, apetencias y frustraciones de la infancia que los condujeron a la delincuencia. Es claro que una vez afloradas las motivaciones delictivas habria que proceder a apuntalar sus frenos inhibitorios. Las motivacio- nes parecen siempre internas ¢ intrasiquicas. Lombroso y Darwin reaparecen con nuevos contenidos en el mundo eri- minolégico actual. Falta la reaplicacién de la metodologia po- 16 Euias Neuman — Victor J. IRURZUN itivista. (Serfa preciso que el preso acepte y convenge como justo el sentido de su marginacién social .. ! Esa dura, absurda y obscena paradoja de pretender re- adaptar socialmente para devolver seres humanos a la misma sociedad que los hizo delincuentes se liga, ademés, a la es- tigmatizacién y el sefialamiento social que deviene del hecho de haber estado en 1a cércel Para el logro de estos fines se agrega el llamado trata- miento, Una suerte de aplicacién de conocimientos interdis. ciplinarios efectuada por profesionales, que el tiempo ~que todo pauta y gradia— ha demostrado que no obtiene ningun éxitoy del cual los presos desconfian. Cuando acuden a recibir “tratamiento” es por salir del pabellén, “hacer conducta” 0 por la necesidad de una libertad condicional. En el tratamiento carcelario trabaja mucha gente, pero pocas veces creen en lo que hacen. Es que resulta imposible educar seriamente para la libertad en el encierro, Seria como ensefiar deportes en un ascensor. Las ideas que presiden al tratamiento estan influidas de rétulos. En el liberado que reineide se suele ver antiguos ele- mentos lombrosianos que lo determinan 0 poco menos. Mas que socialmente vulnerable resulta un ser proyectado hacia el delito o, cuando no, un peligroso. Lo que no se suele ad- mitir, en todo caso, es que lo que fallé, precisamente, jes el tratamiento!, o que éste est en crisis, 0 que resulta caro, © que fallaron los medios y servicios. Cuando un ser humano comete un acto disvalioso que conculea la ley penal y rompe las pautas normales de con- vivencia social, el Estado se aduena de su vida. Lo segrega, Jo hunde en el depésito, en un nuevo escenario de marginaci6n social. El criterio no va hacia 61 como persona. Pasa a ser una categoria legal y se sopesa, con rasgos de faturologia, esa presunta peligrosidad que instaura un darwinismo penal con miras a la Hamada prevencién y defensa social 0 seguridad social. La SOcTEDAD CARCELARIA 17 Bl Estado, dentro del ambito carcelario, ha creado desde fntafio -con matizaciones— una especial disciplina para la su. misin, el acatamiento, el consenso, ‘Todo lo cual se traduce en domesticacién. As{ sera posible -y sencillo- establecer los Parimetros del control y la dominacién. {Cémo se ejerce? 4Géimo se leva « eabo o cémo se distraza? “Mediante el tra- Fa eas eeméticn readaptacion social que, en realign, Ambito carcelario, Sumision + Consenso —+ — Control + Dominacisn = = Domesticacién Tratamiento Readaptacién social Lia sumisién conlleva a | a leva a lo que Mariano Ruiz Funes de- Homins “hombres rotos”, hombres quebrades per la: peisies Se traduce en la accién de todo dominador: hundir en el no fis convertir a hombres en cosas, en nuimeros que slo pa interesar en los momentos del recuento carcelario. Es la per, dida de ta identidad. Cee En casas de violencia como las ca cia como las edrceles, tanto como en Hox manicomios, se trata precisamente de esa pérdida de iden- filad que en modo alguno resulta inconscienteo no deliberada, prunte a la exterioriacién individualist, el calabozo o buzén ente a sindromes que presagian la existe . n la existencia 0 acaso la Ayolucién de la enfermedad, ol “pastilleo" para que no moleste UNe.ner nadie! El ‘ninguneo" como se dice en México. La dis- fipling automatica y severa conduce a la pérdida de autoes- ma del recluso ya la pretendida tranguilidad del funcionario, on on, atamiento para la readaptacion social ha entrado isis en los paises europeos debido @ su enorme cost yeas sda practi, Noe han obtendy ios nt nasivou ssignificativos, salvo en casos especialisimos y ais Vislusndose a las leyes que lon proconizan 9 ene cags de en el caso de 18 Butas Neuman — Vieror J. TRonzun Latinoamérica, a las mismas recomendaciones de las Naciones Unidas para ol Tratamiento de los Reclusos (Ginebra, 1955) "Ademés, el tratamiento se verifica tinieamente para cier- tos delincuentes: los condenados a pena privativa de la li- pertad. A ellos se los “diseiplina” y se hace objeto, por lo ge- neral, de las fases progresivas del régimen carcelario. {Qué ‘cure con los procesados que pasan afos en la cércel, los condenados en suspenso 0 a penas de multa e inhabilitaciones fe, incluso, con los liberados condicionalmente . ..? En ocasio- tes ni siquiera las leyes tutelan la cuestién. No hay segui- mientos concretos de estos casos. “Tampoco, es obvio, se aplica a la buena cantidad de de- incuentes que, por razones tangibles, evaden el ejido de la justicia y la edreel. Es el caso de los delincuentes econdmicos jque causan con un solo delito, millonario en délares, mayor Gosto econémico y social que el que causaron todos los que estén presos por delitos contra ls propiedad en nuestras cér- eles. El caso es que el delincuente econémico est perfec- tamente socializado. Y hasta es simpatico como pudiera serlo cualquiera de nosotros. Incluso va a programas de televisién, {que sus firmas patrocinan, y se indigna frente al robo de pasacasetes de los automoviles y la inaccién policial ... Por Bnadidura, no hay conciencia social de rechazo frente a sus ilicitudes. "Al contrario, si hasta en oportunidades causa ad- miracién. Estos delincuentes, pertenecientes a la “cifra negra”, es- tan perfectamente socializados y, por ende, no requeririan tra- tamiento, y si por casualidad o excepeién llegan a la eéreel, no sabriaros qué hacer con ellos 0, al menos, eémo readap- tarlos ‘Pose a su costo e inoperancia actual, tanto el tratamiento earcelario como la llamada readaptacién social son sostenidos especialmente por quienes trabajan en él y por ella, que suelen ‘ser los que se afligen, asustan y apostrofan frente a medidas jnnovadoras, y para quienes las medidas alternativas y sus- titutivas de la prisién tradicional, la despenalizacion de mul- LA SOCIEDAD CARCELARIA 19 figuras penales o siquiera la existencia de ur derecho minimo, implica potencialmente horadar sus sueldos o udar su pase a disponibilidad en la vida. ‘También existen penalistas de severa formacién dogma- Y sicélogos, epigonos de una criminologia antropolégica ilogicista, que reclaman por el tratamiento y la readap- m con el fin de legitimar la pena y a un sistema penal mente perimido y victimizador puesto al margen de la ina de los derechos humanos. La prisién tradicional, desde sus almenas y apariencia fortaleza que adjetiva a la pena privativa de la libertad, Higa! por ci, en lee tiempos que corren, el apremio ilegal, ‘no hay parches, addendas o modificaciones que puedan hu- izarla. Asi como alguna vez se dijo no a la pena de muer- i Hegado también el momento de decir no a la pena de jn. Mientras ello no ocurra ~y todo hace pensar que no ocu- B pues se ideologiza siempre sobre violencia y represion—, ‘spiracién futura nos deberfa conducir a reemplazar, eu- mmos a un lado, al tratamiento por el “trato”, tanto a victimas del sistema penal (menores institucionalizados, wesados y condenados en prisiones clasicas) como a las vic- was de los delitos en si? 7. SOBRE BL. TRABASO CARCELARIO Y LOS FROCESADOS. — . en realidad, el trabajo carcelario la panacea te ica y redentora que se pretende? Si, lo es para aquel "grupo humano (casi siempre mayoritario) de la poblacién penal ‘on que se logre generar o robustecer ese habito util a la so- eledad. Pero ocurre que hallamos muchos reclusdos que toda wu vida han trabajado y saben del oficio mucho més que el maestro artesano que pretende ensenérselo. Este supuesto 2 Yer miro Victimologta. Las vitae de! stem pene! ‘versidad, Buenos Aires, T9904, per perel a Ut Neuman - trarsun 20 Eutas Neuman — Victor J. IRURZUN nos Hevaré, por fuerza, a otros, y finalmente a aquellos que, como muy bien expresaba O'Connor, cumplen “una parte intitil de condena”. Dejemos deliberadamente el tema para mejor oportuni- dad, para plantear un crudo interrogante: existe alguna ley © providencia que al privar de la libertad condene también, accesoriamente, al ocio forzado? {La respuesta es no! Se dice que a buena parte de los delitos los genera la abulia El trabajo es un derecho connatural al hombre. La Revolucién Francesa lo consagré en su declaracién de derechos garantizando su ejercicio, y asi fue adoptado por las constituciones nacionales de distintos paises. La eneiclica La- borem exercens, de Juan Pablo II, reafirma, aunque no se re- fiere al trabajo en la carcel, entre otros tépicos, su dimension fundamental en la existencia humana. {Por qué, entonces, el procesado no ha de trabajar? Por qué se deja en sus manos, la posibilidad de optar por trabajar 0 no? Muchas veces hemos ofdo a tesricos ~que aiin no han ten- tado la verificacin empirica~ y a funcionarios con criterio muy personal, aquello de que {emo van a trabajar si hasta que la sentencia diga lo contraric son inocentes? Este criterio, excesivamente simplista, olvida que trabajar, antes que una terapia, es un derecho inalienable del ser humano. Cierto es que existe una connotacién histérica que apuntala malamente al hecho de que el procesado no trabaje. La mas antigua y cruel sancién ante el delito fue, después de la pena capital y la mutilacién, el “trabajo” que se efectuaba en las minas y mas tarde en las galeras. El trabajo constitufa la pena y era sdlo un medio material de asegurar la ejecucién de la sancién. En un segundo momento histérico el trabajo es parte in- tegrativa de la pena impuesta. Se persiste en considerar @ los reelusos como un grupo asocial privado de obligaciones, derechos y responsabilidades. El trabajo integra el castigo, crigiéndose casi siempre en una agravacién mortificante de Ja sancién penal, como ocurre con la deportacién ultramarina. LA SOCIEDAD CARCELARIA 21 Ita ridiculo desligar del trabajo a los encausados por ciones histéricas superadas con el tiempo. En momen- que se habla y planifica la integracién del trabajo car- (bien remunerado) en la economfa nacional o regional pais, buen mimero de nuestras cérceles son almée:gos ynos, en donde, en el mejor de los casos, trabaja una in de reclusos, y hay procesados que no lo hacen porque nen obligacién hasta que se los condene. Cierto es que ificultades materiales, superpoblacién penitenciaria y es- personal de ensefanza, pero por sobre todo falta una concepeién penitenciaria que no omita los derechos 8. Bl trabajo es uno de ellos. Bho olvido y desidia suele, para el caso de los procesados, we a otro tipo de argumentacién tan falaz como: “estan ‘poco tiempo y luego se van en libertad”. En la Capital 1 ese “poco tiempo” suele traducirse en 3, 4, 5 y a veces jos. Al llegar la sentencia los procesados la han cum- yen algunos casos excedido. Es posible que ésas, entre |, Sean las razones que llevaron a construir la monumental sl de Pichincha y Caseros, de régimen celular absoluto, lleres ni recintos destinados a laborar. ‘Todo aquel que entra en la cércel debe trabajar, aunque por pocos dias o meses. En Chubut y Rio Negro se ha ido sobre el trabajo de procesados en “extramuros” y j6n se cumple en multiples casos. Ese trabajo debe Util, provechoso y bien remunerado. Ha de servir a la wutencién de su familia, que se ve privada moral y eco- mente, y a la indemnizacién de las victimas de deter- iidos delitos 0 a sus familias. ‘Las medidas alternativas a la pena de prisidn, tales como trabajo en obras y servicios publics o, incluso, para la ima, se basan en el pago justo, cargas sociales, utilidad \luctividad en beneficio del condenado, la vietima y la dad 22 Euias Neuman — Victor J. InuRzuN 8. SOBRE EL PERSONAL PENITENCIARIO. — Las cérceles constituyen un pequeno mundo activo poblado por dos grupos humanos que viven, se sienten, potencial o abiertamente, ene- migos: presos, y funcionarios y guardisnes. En esa vida de tensiones, de coloquios lastimeros, de rigor, es muy dificil bo- rrar las vallas de hierro que los separan y a la vez. los unen, en un enjambre de resentimiento social, desesperacion, ear- gas agresivas, complejos de inferioridad. Unos mandan. Otros obedecen. Pero éstos, en casi todas las prisiones del mundo, identifican al funcionario o celador con la sociedad, con el mundo exterior. De ahi que se haya introducido una nueva conceptuacién sobre las tareas del funcionario de prisiones, ampliando la importancia de su funcién a la observacién y a la influencia directa con su ejemplo, a la ayuda y reforma del hombre preso. Esa funcién ha pasado a constituir tedrieamento un servicio social de amplias bases pero infrecuen:e en la préctica. Al plantearse la caducidad de la prisién tradicional nos preguntamos: jla prisién regenera?; cabria preguntar: {los fun- cionarios regeneran? La respuesta es la misma: no En la prisién tradicional resulta harto dificil dar eum- plimiento a una misién especificamente téenica y resociali- zadora, En eérceles como las de Villa Devoto, Caseros, Olmos © Sierra Chica, pese al esfuerzo de algun funcionario, que emerge de ese submundo con humanidad en su trato diario con los detenidos, resulta imposible. Son establecimientos pen- sados (0 desviados, Iuego) para la contencién y guarda y que parecen explicar aquello de que “jla cércel no es un lugar para estar... sino para estar mall!” Se ha creado con el correr del tiempo una “mentalidad de carcelero” adscrita a la necesidad de mantener imperati- vamente el orden y de asegurar, de cualquier manera, la re- tencién de la poblaciGn interna, S6lo interesa el depésito, la seguridad. Ese imperativo reside en controlar a cada uno de Jos internos en un mundo de automatismo que deriva en la tensién mas arriba explicada. Cierto es que todo lo automa- LA SOCIBDAD CARCELARIA 23 tico es més fécilmente controlable, pero referido @ seres hu- manos y en encierro, suscita una actitud rival y de encubierto belicismo entre los sujetos y el objeto de tal control. El preso debe recordar que es un delincuente, para Io cual el funciona- rio y, sobre todo, los celadores y requisantes que estén asidua- mente en relacién directa con él, deben someterlo a arbitrarias y dolorosas humillaciones periédicamente. De muchas cérce- les se sale sobresefdo definitiva 0 provisionalmente. Acaso absuelto. Pero habra degradantes razones para no olvidarla Jamas. La reaceién del grupo de reclusos sigue un causalismo nefasto. Ya dijimos que identifican a funcionarios y celadores con la sociedad y con la ley. En muchos de ellos proyectan ‘sus diarias insatisfacciones, frustraciones e iras. Por conse- euencia, se nuclean en un grupo fuerte y solidario en que desarrollan -precedidos por el tradicional “cédigo de honor” no escrito, y cuyas leyes son més férreas que las del mundo libre~ sentimientos en que la lealtad y la cooperacién se opo- nen contra el mundo de la vigilancia (la “yuta’, en Ja jerga diaria), El personal, por su parte, vive obsesionado por la idea de la fuga y el temor al motin -sobre todo después de aquellos de triste memoria ocurridos en Villa Devoto el 18 de diciembre de 1962 y el 14 de marzo de 1978- y, a su vez, procede casi ‘siempre con dureza y severidad, proyectando de tal modo, cons- ciente 0 inconscientemente, ese temor. Su labor consiste en la custodia de procesados y conde- hnados, para lo cual no se requiere mayores dotes técnicas ni tuna vocaci6n nacida en algin juego infantil. Tras la severidad de su gesto, a menudo, sienten menosprecio y vergiienza por as funciones que desempefian, lo que se traduce en desgano, y ste, a su vez, en incompetencia. Su extraccién humana suele ser la misma que la de los presos. Cierta vez nos dijo lun procesado que 61 pertenecfa a la misma “villa miseria” que su guardis ti 24 Euias Neuman — Victor J. Inurzow Esa mentalidad de carcelero es posible advertirla en el seno de las administraciones penitenciarias, en viejos fun- cionarios llenos de anécdotas de fugas, motines y represiones eruentas. Otros, més jévenes, sélo han tenido en cuenta in- corporar un sueldo a su presupuesto, sin diseriminacién vo- cacional ninguna. Suelen ser estos celadores y requisantes quienes aplican eastigos a los internos. Sanciones tales como el calabozo, las que luego tendré en cuenta el juez a la hora de los beneficios procesales. Celadores y requisantes son quie- nes estan en contacto diario y directo con los reclusos, Pero hay un grupo minimo que siente y sufre la impo- tencia de no poder hacer nada o hacer muy poco, porque la mayoria no est preparada para evolucionar y encuentra que ese evolucionar podria corroer su estabilidad en la funcién La tiniea valoracién en torno de los presos, producto de 1a mentalidad, es: son buenos, 0 malos o “ca- Preso bueno es simplemente el que se porta bien (no da trabajo). “Cachivache” es el que se porta mal (da tra- bajo). Esta clasifieacién resulta nefasta. El “bueno” es casi siempre aquel que no protesta, el varias veces reincidente, ‘capaz de ubicarse siempre en la situacién més provechosa, el veterano que “se hace” a la prisién. “Malo” suele resultar el que no se resigna a la concupiscencia, se indigna ante los atropellos, el que se resiste a su despersonalizacién diaria, el que “no se hace a la prisién’. Mientras no se seleccione debidamente al personal, inti- tiles resultardn los mejores establecimientos. Mientras no se pague adecuadamente, sobre todo a los guardias, deficiente ser4 su extraccién y reclutamiento (analfabetos, resentidos, duros). Cudnta razén tiene James Bennett”, director, durante més de 30 afios, de la Oficina Federal de Prisiones de los E.U., cuando dice, al referirse a la prisién: “Si se la ha di- 8 Una vara para medir prisiones, Bs. As,, 1960, afto XV, no* 55/58 .n “Revista Penal y Penitenciaria”, LA SOCIEDAD CARCELARIA 25 seftado de modo que pueda ser custodiada por hombres cuyas reacciones sean sélo mecénicas, o si el edificio es una maz- morra triste o intimidatoria, es muy probable que los emple dos elegidos para trabajar all{ o que permanezcan en el lugar sean efectivamente oficiales tristes, anagados y mecénicos, con ideas tristes, apagadas y mecénicas, y, en cambio, si la ins- titucién cuenta con los medios para satisfacer una gran va- riedad de necesidades, lo que obliga a demostrar adaptabilidad y viveza, el programa penitenciario reflejara esas cualidades”, 9, EL.Amarro peNireNcianio. — La seguridad y vigilancia forman parte del régimen penitenciario murado. Pero resulta inveterado ejemplo de lo que no debe ser, atenerse sélo a ese postulado y olvidar que los presos -tarde o tempranc~ han de retornar a la sociedad, y deben hacerlo en las mejores con- diciones y con la mejor actitud y aptitud, Ese culto a la superseguridad no permitié abrir los ojos ante cuestiones de vital importancia. El concepto de “bien euro” debié invertirse por el de “seguro y bien’. Es ésta una disciplina muy especial y esta intimamente ligada al respeto por la persona humana. Asi como la vivienda privada ejerce una accién sicolégica notable en sus habitantes aunque éstos muchas veces no lo adviertan, el edificio car- eelario debis corresponder a exigencias que respeten al ser humano. ;Acaso no se han llenado congresos y jornadas con los ditirambos de la readaptacién social? Mientras subsistan Jas cérceles, no deberian albergar a més de 400 o 500 reclusos, ‘a permitir la inmediacién y el conocimiento de los fun- cionarios -sobre todo el director- respecto de todos y cada uno de ellos, a fin de influir benéficamente sobre sus vidas y problemas. Se persiste en la creencia de que la gran prisién -con apariencia de fortaleza, que pueda albergar al mayor mimero de reclusos, liga a la seguridad la economta de gastos. Nada més ingenuo y menos cientifico. Un criterio que atienda a 26 Eutas Neuman — Victor J. Irurzun una buena seleceién de reclusos podria permitir la diver ficacién de prisiones, comenzando con aquellas de menor se- guridad, alleperto, que construfdas con la utilizacién de mano de obra penitenciaria, resultarén mucho més baratas. Incluso resultar{a més provechoso que los penados trabajaran en obras y servicios piblicos. Para que estas ideas fluyan y sean rea- lidad se requiere pensar menos en la seguridad y dep6sito y mucho més en el costo social y econémico del delito. Es imprescindible, paralelamente, alertar al funcionario de prisiones para que perciba el cambio y no crea que es un ataque él 0 a sus conocimientos sobre presos. Oportuna- mente se deberia preparar a éstos, porque la politica del rigor esta tan arraigada que habra que convencerlos de que el hecho de la detencién o la condena no ha de convertirlos en seres extrasociales, y que tienen que emprender una lucha en la cual, esta ver, no fracasarén. Si sélo se atendiera al control, al depésito y a la guardia, no serian necesarias estas disquisiciones: bastarfa con una buena jaula segura que deje terreno accesorio, en lo posible, para ser ampliada eventualmente, haciendo del todo un labe- rinto. Convengamos en que las instalaciones carcelarias actua- les son fiel reflejo de la pelitica penitenciaria represiva y que Jos hombres que la informan y sus instalaciones, ejercen in- fluencia en tal sentido sobre cualquier programa que se lleve ala préctica. Demuestraa, sobre todo, la valoracién que da al ser humano el régimen politico imperante. Sin embargo, es necesario 0 preciso creer que este tipo de prisién desapa- recerd, algin dia, de la faz de la tierra. 10. Hostiipapes. — La funcién de la disciplina para es- ta concepeién (depésito + seguridad) resulta aniquilante para la personalidad del recluso, Todos los grupos sociales tienen, y es parte de su cohesién, cierta disciplina. Ella permitiré subsistir exitosamente: de LA SOCTEDAD CARCELARIA 27 hf la aceptacién técita sobre la necesidad de su existencia. ‘A medida que descendemos en la escala social y penetramos ‘on formas de marginacién como la sociedad carcelaria, se re- duce de modo considerable esa aceptacién, dado que la dis- tiplina viene “desde arriba”. Lépez Rey y Arrojo* explicé que ello es asf porque “esta comunidad difiere esencialmente de las otras comunidades més 0 menos libres, pues se trata de una disciplina impuesta por el ejercicio de una de las ms severas funciones puiblicas: Ja funcién penal’. Indudablemente, en el caso propuesto, esa isciplina impuesta debe llevar implicita 1a necesaria cohe- fhidn, pero advirtamos que, ademés de impuesta, es firme, per- fistente y muchas veces inflexible. ‘Admitida la idea de que la convivencia en la cércel resulta forzosa, esos individuos se ven coligados por una realidad ni- veladora, porque en los establecimientos de seguridad maxima tno es posible, por necesidades de régimen, personalizar las situaciones individuales. Su imposicién se verifica sobre per- tonas que generalmente han llegado a Ja cércel por carecer precisamente de disciplina moral, de trabajo, de familia, de vida de relacién, y su inconducta ha irrumpido contra “pautas de disciplina” aceptadas socialmente. Es por ello que la poblacién penal esté cargada de extremo nogativismo y frecuente hostilidad contra el cuerpo peniten- ciario, por una parte, y como grupo se da sus propias normas {dcitas para cumplir rigurosamente, hasta la muerte, Recor- demos el caso tan frecuente del detenido que cae herido por lun puntazo inferido por otro recluso, y ante la pregunta de In autoridad dice: “me cat" Estos problemas no ocurren en las prisiones de mediana y, sobre todo, minima seguridad, donde se crea un sentimiento 4 Thorta y préctica de la disciplina penitenciaria, Buenos Aires, Ta eres propios de la Direccion General de Instituios Penales, p. 8. - . 28 Eufas Neuay — Vicror J. Inunzun de autodisciplina entre los penados, sin coerciones ni vigi- lancia ostensibles. El conflicto en la prisién clésica tiene una vertiente ca- értica: la violencia, La autoridad suele dirimir la no acep- tacién de la disciplina sobre la base de la fuerza bruta, La fuerza, en esos casos, constituye una suerte de abuso de la disciplina, La represién durante y después de las revueltas y motines son abrumadoras. En Crénica de muertes silencia- das puede hallarse un aterrador y veraz ejemplo. Algunas personas que hacen visitas furtivas a las eéreeles por necesidad, ¢ incluso por imperio de la funcién judicial, suelen creer que los pasillos reluciontes, el orden y la limpieza que lucen por doquier ~y que casi siempre fueron preparados para la ocasién- dan una pauta de la armonia reinante. Una somera captacién de los gestos y miradas de guardias y re- clusos los Hevarfa a un criterio exactamente opuesto. 11. La INDIvIDUALIZACION JUDICIAL DE LA PENA. — Puede cl juez penal ~al menos en nuestro medio— escoger la penalidad que le brinda el Cédigo Penal vigente (es decir, reclusién, pri sién, inhabilitacién o multa), en concordancia con los tipos legales que describe, y adecuarla a las conductas reprochadas en juzgamiento; en una palabra, a los hombres que han de- linquido. Esa individualizacién personalizacién de la pena inviste al juez de un duro y severo encargo: el ejercicio active de a antigua vindieta social. La sentencia condenatoria resarce ala sociedad y a la victima, en su caso, ultrajada por la con- ducta disvaliosa. Y alli termina (o deberia terminar, por asi decirlo) la actualidad de la venganza y el contragolpe social prefiado de sentido expiatorio. ‘A partir de esa sentencia es preciso mirar hacia el futuro, Un hombre debe cumplir una pena y, como generalmente ocu- rre, tarde 0 temprano volver al seno de la sociedad. Es pre- ciso entonces que el cumplimiento de esa pena no signifique La SoctBDAD CARCELARIA 29 como antafo dolor y humillacién. Que se sustituya al oprobio de los decentes por la mano tendida, Se debe generar en el recluso, o subrayar, en su caso, un sentimiento benéfico y ar- monioso hacia esa sociedad que 61 agravié con su acto. Ya presenta ineluctables dificultades el hecho de que esa misma sociedad ha sido causa directa o principal de su delito. ‘Aunque aparentemente las sentencias articulen penali- dades privativas de la libertad de manera automatica, se debe advertir que la individualizacion judicial es una suerte de se- fialamiento adelantado de la antisocialidad —que el acto de- lictivo explica o adjetivize— por el cual el juez penal, al tiempo de aplicar la sancién, establece la que més se adecua a la personalidad del justiciable Si de pena de prisién actual se trata, deberia tener varias posibilidades, lo que implica la existencia de diversos tipos de establecimientos y, aun, de formulaciones no instituciona- Jizadas como alternativa. Podria asi, conforme a la persona- lidad del penado mas que a su delito, remitirlo a prisiones de menor rigorismo ~de mediana 0 minima seguridad, o abier- libertad vigilada, trabajo exterior con reclusién nocturna fon el penal, institutos de recuperacién, régimen de trabajos comunitarios, sistemas de week end, limitacién y prohibicion de residencia, arresto domiciliario, dias/multa, inhabilitacién de acceder a ciertos empleos y un largo etcétera En algunos paises -Italia, Portugal, Espafia, Francia, Brasil, en la provincia de Salta y en el orden nacional- existe Gl juez de ejecucién de penas ~que buena parte de los in- igadores y doctrinarios penolégicos aceptan como solucién de muchos de los problemas atinentes a la privacién de la libertad-, encargado de regular las formas de cumplimiento de la sancién lato sensu y, a la ver, de los traslados y libe- raciones anticipadas. El juez penal, para ajustar la sentencia, deberd carac- terizar esa personalidad evaluando una serie de elementos. Entre ellos: a) 1a norma trasgredida (delito sexual, contra las personas, el honor, la propiedad, ete.); 6) el movil que lo ha 30 Eias Neuman — Victor J. Inuxzun impulsado; c) el modo y los medios con que ha procedido; @) Jas circunstancias que revelan mayor o menor alarma en sen- tido social; e) el resultado; f) la actitud posterior a la comisién del hecho; g) el papel jugado por la victima. A fin de adecuar la pena y recomendar su cumplimiento preciso, deberd efec- tuar, cabe insistir, una evaluacién de la personalidad del jus- ticiable EI hallazgo de una sentencia justa requiere un cimulo de conocimientos criminolégicos que la mayor parte de los jue- cos dista de poscer. Y, lo que es més, la persenalizacién de la pena implica una estrecha inmediatez entre juzgador y pro- cesado, imposible de lograr en la actualidad por diversos fac- tores. La formacién de los jueces debe superar el mero y cabal conocimiento de las normas, Muchas veces resulta impres- cindible levantar los ojos de los eédigos penal y procesal. Pero habria que partir de una base insoslayable: el cabal y honesto interés del Estado por la persona humana y sus derechos. Seré el dia en que los jueces juzguen a otros hom- bres, no a meros expedientes. Y no olviden a la victima del delito, la que debe derivarse a instituciones ‘publicas y pri- vadas de asistencia y ayuda. 12, SIDA Y MUBRTE EN PRISION. — Hay un serio desgarro en el tejido social de nuestro pais del que nadie esté exento. Todos, cualquiera de nosotros, puede contraer enfermedades capaces de llevar a la muerte, aunque de muy diverso modo: sida, tuberculosis, célera, meningit Para la gente de aba- Jo, la que suele frecuentar hospitales, le salud ha sido objeto de recortes por cierta “cirujia neoliberal”. Hay que autode- finirse foliz por estar oxclu{dos de cierto tipo de muerte. De muertes evitabl en la emula» (retrato en el diario), yo y el pibe «Melenita> cuando (patrullero) nos cargé a cohetazos (nos baled)... Oiga, diga, {mo tiene un «faso»?, no importa que sea con filtro. .. Como le digo, fue un (documentos) y xpelan el fiero» (sacan el revélver)”. ‘A este idioma “canero” se le suele incorporar, continua- mente, nuevas palabras. Sabiamos que a la radio 1a Haman “cantora”, pero en cierta oportunidad, en la carcel de Caseros, se acercé un preso para dar una novedad y dijo al grupo que lo miraba descreidamente: “Jo juro, puse la «cantora> y lo escuché en la «vibora»”. La “vibora” es un conocido noti- ciario que suele dar nombre de delincuentes y circunstanciar Jos hechos, que se trasmite desde Colonia, Uruguay. Hay otros términos, que parecen incorporados desde todas Jas épocas, como “biorsi” 6 “brigido”. “Biorsi” es, simple- mente, el bafio, y “brigido” es toda persona aspera, seria, que no se da, hosca y hasta mala. El fiscal suele ser “brigido”, también algunos jueces, pero pueden serlo los funcionarios y fuardianes e incluso algim compafero. Una especialisima connotacién: “bobo” es tanto el reloj como el corazén. Algunos explicaban que ello es porque ambos hacen un sonido similar y siempre idéntico. La razén parece ser otra: el corazén y el reloj son “bobos” porque trabajan las veinticuatro horas del dia absolutamente gratis, En cam- bio, ser “bobina” es ser listo, despierto. Un detenido nos dice: “Cuando lef la noticia en la ‘mula, de la ebeca> que habia !”. Todo aquello que sea despreciable o implique una trai cién es cosa de “botén” o una “botoneada” (el “chivato” o “chivatada”, en Espafia y Centroamérica). Incluso asi se denomina a los policias uniformados, a quienes se Hama “yuta”, “cobanis” 0 “yuga”, y, por extensién, de esta misma manera se lama a todo el personal penitenciario.” Si una manta les es entregada por la autoridad, ser una “manta yutera” 0, también, “tumbera”. :‘Tumbero” es, incluso, el 56 Exias Neuman — Victor J. IRurzun preso viejo a quien le gustan los “embrollos”. Se adapta a Ja “tumba” (como cércel, 0 cosa de carcel). La gente de la “liviana” no habla por lo general la lunfardia carcelaria, salvo que algunos términos le resulten simpaticos 0 gréficos. Quienes llegan por vez primera al encierro suelen, como una forma de acercamiento, utilizarlos. A los “rochos” y a la gente de la “pesada” les disgusta esta circunstancia, Suelen decir “abobinarse no es reja”, algo asi como que las rejas lo “avivaron”, pero no venia asi de la calle. La presencia de adictos a drogas ha ampliado sustancial- mente el lenguaje. La “pélida”, término que utilizan comtin- mente los jévenes, y que deviene en su acepcién de un “viaje” malo o siibitamente interrumpido por entrar en crisis tras la ingesta de la droga, comienza a usarse en la cércel para signi- ficar todo lo que les resulta directa o indirectamente nega- tivo, incluso la policia, o los funcionarios y guardias del penal. La “pesada” no usa “pélida” sino ocasionalmente, Pero en tono burlén suele lamar al adicto: “flaquito”, “men”, “so- men”, “‘manso”, 0 “maté mil”. También se habla de “cheto” (que viene de “pincheto”), “yerba”, “pot”, “mandanga” (por marihuana). 24, Suncnuros DE LA soctEDAD cancELantA. — Deciamos anteriormente que dentro de la sociedad carcelaria existian subgrupos —verdaderas castas, por su estratificacién y pro- funda separacién—, aunque le promiscuidad y hacinamiento Jos tenga conviviendo en conjunto. Esos subgrupos son: el de la “pesada”, es decir, ladrones profesionales, asaltantes que utilizan la “maquina” (ametralladora) 0 el “bufo” o “fierro” (revélver). A su cabeza esti (0 estaba) como Iider indis- cutido, “el grata”, con el timbre jerérquico de haber pasado afios en prisién, En el “cuadro”, “ranchan” en el fondo, lejos de la rejé Eso es una tradicién: cerca de la reja estan los celadores, y quien habla con ellos, simplemente por ese solo hecho, es LA SOCIEDAD CARCELARIA 87 “hotin”. La “pesada” odia a los funcionarios y personal de Vigilancia. Por otra parte, estar cerca de la reja implica per- ibir el olor de los bafios contiguos, y eso debe quedar para Jos “logis”. Si alguien, por presién del grupo de la “peseda”, tiene que irse forzosamente del ‘‘cuadro”, so dice que “pide reja”. Cuando la cércel de Villa Devoto pertenecia a la Policia Federal (por el afio 1955), no existia la comunicacién actual on el carcelero. Habja un “problema de piel”, una reaccién instintiva ante el “celeste” o uniforme policial. El preso no Podia olvidar que esa policia era la misma que lo detuvo 0 feventualmente lo castigé en la comisaria, y que volveria a vverla cuando recuperase la libertad, con peligro para ésta, por Ja posibilidad de remisiones. Guando legé el personal de Institutos Penales desapa- recié la inhibicién fisica del recluso, comenzé el didlogo y el omercio con el celador, que atin suele subsistir, y se van Jimando las aristas, Pero al “grata” y a la gente de la. “pe- sada” le repugna esta concesién, de ahi que en ningim “cua- dro”, de ambas carceles estudiadas, un recluso pueda dirigirse f& otro diciéndole “sefior”, por més afios que tenga. Sélo %@ dice “sefior” al funcionario de penales, y “uno no es ”, También se los lama, despectivamente, La “pesada” se integra, asimismo, con los “rochos” 0 “choros”, como hemos dicho, y segin la gente que haya en 1 cuadro; con asaltantes “‘primarios”, rateros que “andan al boleo” (en grupo y sin mayores planes), que generalmente hhacen escalamiento, “scruchantes” reincidentes, en una pa- Jabra, “‘muchachos buenos”, como se los llama en la jerga yra diferenciarlos de “buenos muchachos”, que son aquellos “logis” que no molestan y no son “botones” ni “brigidos” Son “rochos”, en fin, aspirantes con mejores o menores titulos a la “pesada” y, de hecho —segin los cuadros—, llegan a integrarla siempre que sean “bobinas”. 5B Exias Neuman — Victor J. Inuazon El marco de referencia para ellos, respecto de la forma- cién de sus actitudes, est en la “pesada”. Diriase que consti- tuyen la “pesadita” Un signo distintivo del grupo, que es a la vez una suerte de lealtad, lo constituye el no ser “ortiva”, “botén”, “buchén”, es decir, haber “cantado” ante la policia en los interroga- torios, 10 que implicaria heber acusado o denunciado a algim compafiero. Que lo haga un “ogi”, puede ser, pero alguien que anda robando... En el grafico lunfardo carcelario se de- nomina “venir sucio” al hecho de haber confesado, y “pasar la suciela”, el imputar a otros por no resistir la “biaba” o “maquina” policial Entonces se dice, curiosamente, ‘“mandé reso” a fulano 0 mengano. “Pasar la suciela”, por extensién, tiene otros significados Y connotaciones, Se denomina asi, por ejemplo, al hecho de que un “rocho” u otro miembro de la “pesada”, proveniente generalmente de otro pabellén, da cuenta de que cierto recluso es © se hizo “batidor”, u homosexual 0 “‘carima”, circuns- tancia desconocida hasta exe momento. Con tal informacién intracarcelaria los “pesados” robustecen su respeto hacia los muchachos “piernas”, como una confirmacién, y expulsan —sin posibilidad de reivindicacién— a quien se considera traidor o confidente; éste deberd autoextraditarse o “pedir reja””; pero el estigma quedaré fijado indeleblemente en todo el penal, y lo seguird alli donde se halle. Es como una con- dena dentro de la misma circel. Otro subgrupo, en contraposicién al de la “pesada”, es el de Jos autores de delitos de inteligencia: estafadores, defrau- dadores, falsificadores y adictos a drogas. Se los denomina “garcas” 0 “liviana”. Estin diseminados por el “‘cuadro” y Ja relacién con los de Je “pesada” es circunstancial, ya que ce detestan mutuamente, como hemos explicado, sobre todo porque su extraccién humana suele ser distinta Entre la gente de la ‘‘pesada” hay muchos analfabetos ‘© semianalfabetos; en cambio, entre la gente de la “liviana” La SOcrEDAD CANCELARIA 59 encontramos al hombre de tipo medio que dejé sus estudios fen segundo 0 tercer afio del colegio secundario, viste mas que discretamente y se expresa corrientemente. En algunos casos trétase de universitarios. Los de la “pesada” suelen creer que son victimas de una sociedad-que no les dio oportunidades en la infancia, Los de Ja “livinna” dan a impresién de que “van a perfeccionarse la préxima vez”, y los usuarios, adictos y minitraficantes de estu- pefacientes, que estin alli por error; no tienen “fisiologia” de delincuentes. Muchos de ellos son enfermos, como los alcohéticos y los tabéquicos, Por su cardcter y su poder de conviccién, el subgrupo de la “liviana”, que es més grande, suele hablar con los cela- dores y funcionarios, lo que ahonda més las diferencias. *Ranchan” juntos cuando lo permite la homogeneidad del “cuadro”, su “importancia” como delincuentes 0 sus posibi- fidades econémicas. Sélo “ranchan” con integrantes del sub- grupo de la “pesada”, defraudadores de poca importancia, casi siempre primarios. Existe en casi todos los “cuadzos” un lider afectivo que ‘algunos Haman “grata viejo”. Es, efectivamente, un veterano, un hombre mayor que puede pertenecer a cualquiera de los subgrupos descritos. Es un ser expectante, muy medido en su exteriorizacién. Su apellido va precedido, invariablemente, por un significativo “don”, y goza del consenso generalizado de que sabe y ha sufrido. Siempre se le consulta, tiene conocimientos juridicos y, ademas, excelente conducta. Los presos se dirigen a él como si fuera un abogado para pedirle sugerencias. Es tolerante y aconseja desde el nivel que le brinda su experiencia. Parece “estar de vuelta” del delito y suele dar indicaciones excelentes, yeamparar a jévenes primarios. Respecto de él puede verifi- fearse el aserto de que “el preso sélo confia en el preso” Con el término “ogi” 0 “mami” la “pesada” designa a Jun innumerable subgrupo de la poblacién penal. Podria de- 4 sf 60 Exias Neuman ~ Vicror J. Inurzun cirse que quienes no pertenecen a la “pesada” son “logis”, incluso Jos de la “liviana”, los “buenos muchachos”, toda clase de primarios, sin cartel, y aun homicidas de todo tipo (salvo, claro esté, que no sean ladrones o asaltantes por afiadidura). Suelen estar y dormir cerca de la reja. Cabe destacar el hecho de que los términos “logi” y “manu” son los empleados para referirse también a las victimias y damnificados de los delitos por el subgrupo de la ““pesada”. Otro subgrupo es el de los “parias”. No les Llega paquete alimentario ni visitas. Cuando ademas de “paria”” se es de la “pesada” no existe ningiin problema en el “cuadro”, pero si es “logi” deberé buscar la forma de subsistir integrando alguna “ranchada bagallera”, donde podré comer oficiando de “valerio”, Puede también correrse el riesgo de que sea confidente de los celedores, para recibir comida y sentirse amparado. Esa actitud de delacién lo colocara en la necesidad de “pedir reja” y en la tiltima capa de la sociedad carcelaria: la de los “botones” o “bichos”. Los “parias” duermen en el ‘suelo, sin colchones, y a veces hasta sin frazadas. Hay status aiin més bajos, los liamados “ochocuarenta” los perversos sexuales, tratantes de blancas y “violadores de menores”. Este subgrupo, repudiado, no es admitido, y si la autoridad carcelaria no lo impide, es posible que sufra vejé- menes de todo tipo. Resulta esta actitud de una tradicién carcelaria emanada, casi seguramente, de aquella sinonimia que se quiere encontrar entre delincuencia y hombria. Queda atin un subgrupo bastante considerable: es el de Jos uniformados (ex policias, ex gendarmes, etc.), repelidos @ tal punto que tanto en la circel de Caserus como en la de Vilia Devoto se encuentran aislados en sitios especiales, a fin de evitar agresiones contra ellos. La vigilancia de los vehicu- los celulares que los conduce al Palacio de Tribunales debe ser estricta, porque si son descubiertos —como ha ocurrido en multiples oportunidades— son objeto de terribles tundas y violencias sexuales aberrantes. La SOcIEDAD CARCELARIA 61 Todas estas subclases o subgrupos forman la sociedad carcelaria de los institutos de la Capital Federal. Entre ellos puede haber insoslayables disputas y disensiones arraigadas profundamente, pero en el de la “pesada” se exhibe una ‘uunidad grupal sorprendente. Se manejan como un clan y suelen ser severos jueces ante la mas minima trasgresién. Cuando se trata de trabajar, por ejemplo, no quieren en ‘modo alguno hacerlo, porque eso implica “trabajar para la yuta”. Hay una resistencia total a efectuar la limpieza, Dicen que no vinieron a la cércel a “laburar”, pues para 50 lo hubieran hecho en Ia calle y no estarian presos ahora. Ni siquiera los convence el argumento de que la limpieza del pabellin es en bien de todos. En este caso: gqué hacer? Desde Inego que dar aviso al celador esta en contra de las reglas del juego, y quien se atreva quedaria inmediatamente ‘marcado como “‘botén”. Los “logis” entonces efectéan la lim- pieza y, por ejemplo, en lugar de cinco, dos o tres realizan todo lo que haya que hac El que trabaja es “botén”, pero mucho peor es la situa- cién del llamado “trabajedor” (recluso que se ocupa del re- parto de alimentos), que debe dormir fuera del “cuadro”, en 1 “‘palito”, y se lo considera como a un celador més. 25. ConpucrAS ¥ ACTITUDES DE 10s Drocapictos. — El submundo carcelario se ha poblado en estos tiltimos afios de ‘usuarios, adictos, minitraficantes —incluso para el propio con- sumo—, suministradores, facilitadores, pequefios acopiadores de drogas. En una palabra, todos aquellos que por imperio de una ley draconiana, como la 20.771, llegan a este ambiente jn tener, en la mayor parte de los ‘casos, y como dijimos anteriormente, la habitual “fisiologia” delincuencial. Por co- modidad de lenguaje los llamaremos drogadictos ¢ incluimos con esa denominacién a quienes delinquieron por la droga (asaltantes de farmacias, por ejemplo). No hemos tenido posibilidad de conocer ni mucho menos 62 Exias Neuman — Victor J. Inurzun de estudiar, a traficantes de escala internacional 0 aun na- ional. El drogadicto que no se siente delincuente, y que suele ser un individuo pasivo-receptivo, llega al pabellén con intenso temor y con una tensién agobiante, ya sea por falta de droga, por la reciente experiencia policial y judicial, 0 por el hecho emocional de estar frente a una convivencia que le resulta altamente coercitiva e incomprensible, Nos referimos a quien ingresa por vez primera, porque, en el caso de reiterantes 0 reincidentes, sus pasos son més seguros, e irén a “ranchar” © a conversar, si las circunstancias se lo permiten, con cual- quiera, ya sea “rocho” o defraudador. Es decir que son consi- derados “logis” en el entorno carcelario y se mezclan con cualquier otra subelase, Aunque se los reconoce inmedietamente, por su_modo de hablar, de caminar e incluso de vestir, y por esa pasividad a que hacemos referencia, no se nuclean sino casual y espo- rédicamente entre ellos para heblar, generalmente, de misica progresiva o de arte. Son, casi siempre, jévenes. Las causas y los motivos por los cuales legan a la cércel no interesa a los otros subgrupos. El tema no se “estudia juri- dicamente”, y como para el adicto ingerir, convidar, efectuar fumatas o facilitar droga resulta habitual —y, por ende, no delictivo—, diriase que las distintas causas no tienen, por Jo general, sustancia para el didlogo, comentario y consejo intracarcelario, Ademés, no perece posible verificar técnicas sobre o frente a delitos-de mera actividad y peligro abstracto Sin embargo, el tema de la droga se ha introducido en la cércel y absorbe la atencién de la gente de la “pesada”, Si bien se subestima al adicto, y su causa penal y personal poco interesa, siempre sera preguntado sobre qué pasa, qué so siente al fumar marihuana, “‘jalar” cocaina, o ingerir anfeta- minas 0 barbitiricos; cémo son los “viajes”, y si los aluciné- genos pueden tener’ mejores efectos si se ingiere también alcohol u otras sustancias sicotrépicas. A su vez, el adicto, La soctepan c: 63 siempre dispuesto al prosélito y acuciado por su negada posi- bilidad, llega a extremos fantasiosos que cautivan a sus oyentes. Casi todos los interrogados sefialan que los integrantes “pesada”, mucho mas que los autores de delitos de encia, estén interesados en saberlo todo, aunque luego de hablar dos o tres horas seriamente sobre estos temas reto- men sus actitudes de menosprecio y subestimacién. Los adictos saben que volverén a preguntar al dia siguiente. ‘Allgunos, acicateados por el deseo de conocer los efecios y Megara los limites de la elacién o la evasién, han logrado Grogarse por primera vez en la cércel cox anfetaminas o bar- bitiricos que trajeron, a su pedido, sus visitas. Para ciertos “rochos” el tomar pastillas en el pabellén aumenta su cartel. Hace unos afios esto estaba “mal visto”, porque era factor de perturbacién y probable castigo colectivo. ‘A su vez, los drogadictos, que no reciben tratamiento alguno y deben en ciertos casos sufrir las penurias del llamado sindrome de abstinencia o de carencia del estupefaciente, van interiorizandose de ciertas formas de delitos contra la pro- Piedad, Io cual los ha levado, tras recuperar Ja libertad, a cometer delitos utilizando técnicas y subterfugios alli asimi- lados. Los drogadictos, dada su pasividad, han pasado a ser “valerios”, pederastas pasivos por aceptacién y por miedo, ya que generalmente son débiles de caracter y se les muestra una imagen que los aterra, simulacros de peleas en que menudean golpes y amenazas. T.R.L. nos sefiala: “Al drogadicto que desconoce el medio sélo le queda la posibilidad de durar, de resistir, pero todo le es hostil y no se adapta nunca, Todo aumenta sus tensiones y la mayor necesidad de drogas, por légica consecuencia. La cércel se vive como un verdadero infierno por el tratamiento a que es sometido y el aislamiento interno; ademés, son por naturaleza pacificos”. Al parecer, sélo se asimilan los que més experiencias carcelaria tienen; pero, hoy por hoy, constituyen uno de los 64 Exias Neuman — Victor J. Inoxzun subgrupos mas “verdugueados” por los otros presos en general Y, particularmente, por la “pesada”. 26, FUNCIONARIOS Y PERSONAL DE VIGILANGIA. SU ESTRA- suicacién. — Entre los funcionarios (personal y guardias) existe cierta estratificacién, que los internos captan. Sobre todo, a fin de conocer quiénes inciden en forma més violenta sobre ellos. En términos generales pueden sutdividirse en cuatro sub- grupos, a saber: a) de administracién, que incluye a Jos fun- Gionarios del sector penal, judicial, sanitario, cocina, conta- duria, economato; b) de seguridad externa o guardia armada, es decir, los “pasarelas”, que se halla en el sobrepiso de cada cuadro vigilando a los presos (armados con ametralladoras de mano), los que se hallan en los corredores de los muros y Ins “Ilaveros”; ¢) de la seccién penal: desde oficiales de planta hasta celadores; y d) de requisa, que son los encargados de trasladar al preso de un sitio a otro dentro del penal, revisar fa las visitas, efectuando “cacheos”, y los paquetes que éstas traen. También efectian las requisas periddicas de cada pa- bellén y el “barroteo” de las rejas del penal. En la cércel de Villa Devoto hay cuatro turnos, y en cada uno de ellos de 40 a 50 encargados de requisa. “Son, sin duda, los que més trabajan. Los celadores o guardias, al contrario, estin relativamente tranquilos en sus puestos. Pueden leer diarios, tomar t6 0 café o bien comer, ya que fen los cuadros el movimiento suele ser escaso.y rutinario, ‘Los empleados de la requisa, en cambio, caminan constante- mente, Como perciben iguales sueldo: que los anteriores, por mayor trabajo, existe resentimiento entre ellos. Hay una imperceptible tirantez entre el personal penal y el de requisa. Nos explican nuestros encuestados que ‘“‘como entre compa- fieros no se pueden etirar>, los platos rotos los pagan los esos”. En verdad, el personal de requisa parece odiar al preso. La SOCIEDAD CARCELARIA 65 Su valoraciin sobre él se ha nivelado: todos son iguales. Su conceptuacién sube segiin quiénes sean sus visitas, y los pax quetes que reciban. El trato descortés a que suelen some- terlos y el propasarse con dichas visitas, sobre todo cuando el personal femenino Jas requisa desnudando, 0 poco menos, @ mujeres y nifios, acrecientan el odio y la indignacién del recluso, como también el hecho habitual de verdaderos hurtos de alimentos, ropas y cigarrillos. El requisa, Jlamado por el “pasarela” para sacar a los presos del “cuadro” y' llevarlos al “buzén”, es quien muy fre- cuentemente los somete a vejamenes ¥ castigos. La mayoria de ellos son analfabetos y provienen del interior del pais. El odio « que aludiamos es fruto, en buena parte, del hecho de que el requisante tiene escaso contacto personal con los presos. Su yinculacién es fugaz; en cambio, los celadores pasan hasta 12 horas con ellos, vigilandolos, y casi siempre efectuando iertos intercambios y favores, no siempre permitidos. Esto hha influfdo para romper el frio de la relacién entre el celador el recluso, siempre, claro esta, que se trate de los integrantes del subgrupo de la “liviana” o, en general, de los “logis”. EL resentimiento que se profesa el personal de requisa ¥ los presos tiene su exteriorizacién mds cruda en la revisa- ‘ién de los pabellones y sus habitantes, llamada, precisamente, requisa. Trétase de un verdadero pandeménium, de indecible crueldad, que duele a los sentidos y a la razén. Con medidas © situeciones como las que genera la requisa, el hombre prese, ‘como dijimos anteriormente, se degrada, se humilla ante sus propios ojos. Soguiremos con una narracién literal —diriase, fotogrifica—, tomada de las manifestaciones de una de detenidos de diversos “cuadros” de la carcel de Villa De- voto. Ello ocurriré en el préximo capitulo. 27, Poxsia “canuna”. — No pocos reclusos escriben prosa Y, sobre todo, poesia. Han subrayado en ella condiciones ¢ 66 Exias Neuman — Vicror J. Inurzun inquietudes que vivieron’ en Ja carcel, y se dedicéron al. pro- fundo diélogo que implica escribir versos. Si trascribiéramos una pequeiia parte de Ja|copiosa can- tidad de poemas que nos fue entregada o remifida, con pos- terioridad a la aparicién de la primera edicién de esta obra, ella se desnaturalizaria. Hemos preferido agregar un largo poema, perteneciente a E.M.L., enmarcado en la mejor tra- dicién de la poesia “canera”, que tiene a Carlos de la Pia y a “Yacaré” como portaestandartes. El poema se refiere, precisamente, al medio que intentamos reflejar en este capi tulo y esta dedicado al Sr. Amabric, director del penal: En el dificil chamuyo de los gratas quiero batir al dire el sentimiento de tres largos afios de cruel naca; cajeteo tupido de lamentos. Yo era un bobina ligero en escolazo, apurado en aprontes de mininas. De pibe, me daba por los fasos; de grande, me daba por las mines. La jugué de pendejo por el centro apareado a carteles de renombre, Me gustaban aquellos que por dentro tuvieran la precisa de los hombres. En escuela de choros y malevos, de muchachos de lépiz y ganzia, me fui haciendo un poco como ellos: buscando la aliviada sin yoruga, Me voltearon los ratis una noche y al Derpa me portaron sin tutia. ‘Aprendi que los ortivas van en coche ¥ que todos los botones no son de taqueria, La SoctEDAD CARCELARIA 67 Derecho de piso que pagué en la lec al falso concepto de buena amistad. No temo a botones que usan charreta: les temo a los logis y a su “honestidad”. Por ellos la fede me encané una tarde, por un espejaime de cheques sin luz. Grande fue el incendio. ;Todavia arde! ‘Ya van cuatro afios que orrastro esta cruz, La cércel, sepulcro de “‘vivos” en quiebra, me ensefié sus normas de perversidad. Mas también supe de una noble regla: al hombre caido brindarle amistad. Compajieros tuve que valieron oro, muchachos ladrones, piernas de verdad. La ley del mas fuerte no corre entre choros, basta que la chafi te cante: jlealtad! De un 3¢ bravo a un 5°, “conducta” recorri los cuadros, el tiempo espird. Pensaba en la leca, pensaba en la fuga. Los afios zarparon y nada ocurrié, Celular 2° sefiala ta etapa. Gayola debute, trato de sefior. Escabio y baraja, la guardia de rata, Ia tasivi liga y requisa flor. De alli, chacabuco, me dieron el pase. Conoci La Nueva, Caseros me vio. Me dieron el alta, firmaron el zarpe, Me quedé en Caseros. Vigilancia 2. 68 Exias Neuman — Victor J. Inurzun Se Noveno polenta, muchachos primarios, algun veterano y otro que volvi6. La gente tranquila. smira de horarios, mL Ladrones, muy pocos. Ningin batidor. FENOMENOLOGIA CARCELARIA La mecha se acaba. La cana fenece. La dura condena se termina ya. La cércel es hierro. El dia amanece. {Yo quiero los bronces de la libertad! “'Gada_vex que conozco mis sobre la conciencia moral de cierus personas que fe dicen repetables amo més a los do Tincuentes (continuacién) Genin Manmacino. 28, La nequisa. Su NEcEstpap, — En todas las prisiones tradicionales del mundo, el personal efectiia periédicamente una revisacién prolija de los presos, de sus pertenencias, de Ia celda 0 ambiente en que viven, a fin de localizar objetos ‘cuyo uso 0 tenencia estén prohibides 0 puedan resultar peli- ‘#ros0s para ellos 0 al concepto de seguridad de los institutos. ‘A pesar del fuerte control que se verifique con respecto a Io que entra en una cércel, siempre se hallarén objetos no permitidos. Los reclusos son increiblemente ingeniosos. Con travesafios de las camas logran confeccionar terribles armas, tipo machete, mas mortales que uno auténtico; con la pata del calentador o una inocente “bombilla” metélica, pias més pun- tiagudas que alfileres. En las carceles de Buenos Aires es éste el instrumento preferido por la gente de la “pesada”, el “sun- cho", que también puede prepararse con los flejes metilicos de Jas camas, en cuyo caso se denomina “corte”. También suelen esgrimir como arma ofensiva y defensiva uma hoja de afeiter adosada @ un mango de madera ‘ El personal de requisa, que vive obsesionado por la idea del motin o la fuga, golpea los barrotes de las ventanas de Jos habitéculos. Si uno de esos barrotes suena a hueco o de 70 Exias Neuman — Victor J. Inurzun manera diferente de la normal, es seiial de que ha sido limade 'y vuelto a pegar, generalmente con migas de pan. No sélo armas o artilugios preparados para la evasién han de buscar los requisantes; también las peligrosisimas drogas, sobre todo anfetaminas y barbitiricos, cuya ingestién por estos hombres desesperados, algunes de mentalidad pri- maria, puede derivar en situaciones tan imprevisibles como desgraciadas; igualmente, bebidas alcohdlicas que han legado a manos de los presos mezcladas con las gaseosas que entran Jos familiares en envases plisticos, o inyectadas en naranjas © pomelos mediante agujas hipodérmicas, 0 en caramelos rellenos con cofiac o whisky, y, en verano, con jugos de frutas fermentadas. Hacen también un brebaje Iamado “pajarito”, a base de levadura de cerveza hervida con cascara de limén, que luego de ser ingerido suele crear un estado de embriaguez alcohélica en cnerpos forzosamente desacostumbrados a la bebida. La requisa es necesaria, sobre toda, en establecimientos promiscuos como los descritos. De no ser asi reinarfa en el submundo carcelario la ley del més fuerte, del més salvaje, ¥ las cuestiones suscitadas entre presos se dirimirian habitual- mente con sangre; de hecho, a veces, ocurre asi. Pero las formas que adquiere, alin hoy, en las dos cérceles investi- gadas, y que paso a paso describiremos seguidamente. legan al vejamen y a la humillacién més cruel, como para que el recluso no olvide su situacién infamante y el requisante el “poder” de la agresién. 29, La nuxeapa “inapventipa”, — La requisa se efectia, en cada pabellén, por lo general, dos veces por mes. Este régimen varia conforme al concepto que le merezca tal pa- bellén al jefe de seguridad. En el establecimiento de Villa Devoto hay pabellones donde Hega cada tres o cuatro semanas, sobre todo en los mis apacibles. En los de “mal concepte”, como el “cuadro” [La soctEDAD CARCELARIA cat de disciplina e incluso en ciertos celulares, aparece cada se- mana; en el resto, segin dijimos, bimensualmente. Toma- remos este caso. En los “cuadros” de Villa Devoto aparece, con precisién matemética, en la fecha prevista, 0 con uno o dos dias de adelanto o atraso. Los feriados, por el franco del personal, pueden ser causa de ese atraso 0 adelanto. Los reclusos calcu lan las fechas, y ntnca, en estos casos, les toma de sorpres. Tncluso los horarios son rutinarios. En los dias de visitas —tartes, miércoles y jueves—, sdlo pueden llegar entre la hora 12 y 12.45, dado que hasta las 12 el personal esta ocu- pado con el despacho al Palacio de Justicia de los internos que deben comparecer alli. Esa tarea principia alas 8. A las 14 legan las visitas masculinas, es decir que los empleados deben estar listos para las 13.45, a fin de efectuar la corre: pondiente revisacién, En definitiva, la requisa de un pabellén solamente puede, por fuerza, hacerse en los horarios antes s¢- fialados. Los Innes y viernes la situacién varia. Por la mafiana se trabaja en las remisiones al Palacio de Justicia, y como por Ia tarde no hay visitas, entonces la posibilidad de requisar se amplia a dos pabellones por dia dentro de los horarios de costumbre, es decir, desde las 12 0 12.48 la primera, y la segunda entre las 13.15 y 13.30. ‘También existen las Mamadas requisas extraordinaries originadas por peleas masivas, sospecha de tenencia de drogas © armas, 0 porque algiin rechuso co resista a salir del. pabellén ante una orden emanada del personal. En ellas se producen las “‘capeadas”. Llegan, en tal caso, en cualquier momento: si, por ejemplo, algim confidente denuncia que un grupo de “gratas” domina por la fuerza a un grupo de “logis”, sefia- Jando a aquéllos y a éstos, irrumpe la requisa o, para ser ands exactos, “la patota”” (grupo de guardias armados con una especie de machetes), y entre golpes y gritos se produce le “capeada” 0 traslado por la fuerza del grupo de presos agre- 2 Exias NeuMAN — Victor J. Inurzun sores —o presuntamente agresores— al “buzén” 0 celda de castigo, La requisa en estos casos no revisa: “capea”. La requisa trata, casi siempre en vano, de leger inadver- tidamente, pero ya sefialamos que cn la realidad los presos la estan esperando: incluso so han afeitado y baftado (a esto se llama “‘ir al pesaje”), para no tener problemas con ella. 30. Cémo Es UNA REQUISA com. — Son 30 o hasta 40 ‘empleados los que, cuando van hacia los pabellone altos, suben sigilosamente las escaleras. Unicamente uno o dos de ellos se presentan en la reja de entraéa, que separa el “cuadro” de dicha escalera. El resto espera silencioso en los escalones, fuera de la vista de los presos. Pero ocurre que en los “cuadros” donde hay un solo cela- dor o “llavero”, éste debe abrir dos puertas para darles paso: el de la mencionada reja y el de aquella otra que separa el pasillo central del “cuadro”. Normalmente viene caminando, disimulada y despaciosamente, hacia esta iltima puerta: simul- téneamente los dos empleados de requisa que hacen de cabe- cera, abren de par en par la otra, quedando expedito el camino, y se produce entonces lo que un recluso llamaba “la invasién de una horda de salvajes tomando un pueblo de colonos; y agregaba: jvaya colonos!”. Penetran corriendo a los gritos, tocando silbato y gol- peando el piso y las paredes con sus hierros y palos de madera, Hacen un ruido demoniaco. Ni bien se percibe tal barabinda (a menos que no hayan sido vistos y ofdo antes), todo preso deja en el acto dle hacer aquello en’ que estaba ocupado y corre. salta o llega por cualquier medio, pero a toda velocidad, al fondo del cnadro, ubicéndose cara’a la pared, con las manos tomadas atrés, apilados y apretados todo lo posible los unos contra otros, sin hablar. Los miembros de la requisa avanzan a los gritos, tales como “uili..., corriendo..., apnrando, apurando, .., vamos «cachevachis», vamuuus, chiii”, y vertiendo palabras ‘LA SOCIEDAD CARCELARIA 3 que harian excesivamente realista esta relacién. Otros se dedi- can a apagar los calentadores y radios, Un recluso nos sefiala: “Pobre de aquel que estuviera en el bafio, desnudo, o del que no corriese répido al fondo; si tropieza con un «yugas, éste, con «patadas» en cualquier parte, golpes de puiio 0, con un poco de suerte, con insultos, Jo hace llegar no se sabe cémo. Nosotros solemos decir, Jo acompafian y con un «vamos, cachivachi> bien correntino, y alguna «pataday, hacen que vuele al fondo”. Una vez reunidos alli todos los habitantes del pabellén —excepto los que tengan reposo recetado por el médico—, apretados unos contra otros, se produce un silencio total. Nadie habla, ni los presos ni el persoral. Después un suboficial pregunta: “El que tenga valores o dinero en su cama que levante la mano". Por lo general, todos ya saben que la requisa esté por llegar y llevan lo que tienen de valor consigo: lapiceras, anillos, encendedores, relojes, Alli se les da opor- tunidad, ante algun olvido, de ir a buscarlos. Pero es el caso que qifien se olvidé cualquiera de esas pertenencias en su cama o “ranchada” no las encontraré més, Denunciar que los empleados los han robado es pasar seguro al “Bariloche”, porque “zquiénes son los «choros» (denominacién comin con que ei requisa lama al preso), para sospechar de los empleados?” Durante el tiempo que se esti contra la pared, unos 15 © 20 minutos, un grupo revisa primero el coniedor o “palito”. Aunque revisar no parece palabra apropiada. Un recluso nos explicaba: “No encuentro palabras para darles una descrip. cién exacta. Hay que haberlo visto, haberlo vivido. Todo se tira al suelo, ropa limpia, sucia, platos, comestibles, libros, 14 Exias Neuman — Vicron J. Inuazun cartas, en fin, todo aquello que constituye nuestra pequefia propiedad. Si se vuelca el kerosene o el aceite hirviendo sobre ‘el calentador encima de una camisa de dacron jqué le vamos ‘a hacer! (antes solian escupir en ls comida 0 revolverla con os hierros para golpear barrotes); si la ropa colgada en una percha esta abotonada, entonces es més facil arrancarla, aun- que asi se rompan Jos botones o la tela ‘YY nos repetia: “hay que haberlo vividol”. “Terminada la revisacién del comedor contimia la requisa con la revisién personal. En el medio del pabellén se ubican fen mimero de diez, formando una fila compacta. Colocan mantas en el suelo para pisar alli. 'A una sefial, un empleado toca el hombro del preso. Este se da vuelta y debe salir corriendo obligatoriamente, y si no lo hiciera, recibiré puntapiés e ira nuevamente al fondo, contra la pared, a esperar nuevo turno. Al legar frente al empleado que revisa hay que quiterse los zapatos inmediata- mente, ponerse sobre la manta y mirarlo de frente. Si se lo conoce, saludarlo en silencio bajando los ‘ojos. Caso contrario, ‘el oficial que esta atrés puede sospechar una connivencia y sancionar al empleado. Luego hay que quitarse toda la ropa y sleanzdrscla, fl la revisa y luego la arroja al suelo, sobre la manta, pieza por pieza. Entonces hay que desnudarse por completo y mostrar que no se esconde entre los testiculos © fen el ano objetos peligrosos. L. Z. nos Jo relata asi: “Hay que dar vuelta, él revisa atris, entre interjecciones y chistes bru- tales; «levante los pies, jdése vuelta de nuevo, a ver las manos, l pelo, alcdnceme los zapatos...!». Por fin todo lo de uno esté junto al suelo, y uno, desnudo, mmirando al tipo”, R.N. nos dice: “A mi, una vez, me preguntaron, «¢por qué no se afeité?; eno sabe que hay que afeitarse todos los dias?», ¥ aquel negro, que me lo ordenaba, levaba una barba de dos dias. Pero nadie me dice de dénde debo sacar dinero para comprarme hojitas 0 crema. «{Por qué no se corta el pelo?s; pero nadie me informa qué debo hacer si ninguno ILA SOCIEDAD GARCELARIA 6 en el cuadro sabe cortar, Aunque, casi siempre, los presos ‘viejos lo hacen con alguna méquina de afeitar y un peine”. Llega, finalmente, el momento de recoger todas las per- tenencias del suelo y, desnudo, 0 vestido con la ropa interior, salir corriendo hacia el comedor, tratando de no olvidar nada. Si no se corre répido, existe Ia seguridad de que hay que volver a la fila (acompaiiado de gritos y puntapiés). “Y eso resulta ser lo mas temido por nosotros, pues la tensién crece contra la pared, escuchando el ruido de la revisacién a espal- das, las pisadas en el suelo, las voces guturales de los emplea- dos, esperando que, por fin, el individuo nos toque el hombro”. ‘Al recoger las ropas es muy comin oir didlogos como éste, extraido al azar de entre una buena cantidad. Esto le pasé a “Gonzalito”, de 49 afios, casado, con dos hijos, pro- cesado por estafa, sin antecedentes, con dos meses de estadia, y de semblante absolutamente inofensivo, Un requisa le grité ‘con vor tonante: ‘jRecoja ese pafiuelo, asesino!”, A lo que “Gonzalito” contesté: “No soy asesino, estoy por defrandacién y hurto", Volé por el aire, y cuando terminé la requisa debid hacer 950 flexiones. Quedé dos dias en la cama. Traspasada la puerta del comedor, cada preso se viste répidamente, siempre mirando al fondo; a veces se permite fumar, pero no hablar. Hay que quedar sentado en el piso bien parado hasta que finalice la requisa, Nadie mira hacia arriba, desde donde dos “pasarelas” apuntan con sus ametra- Madoras, por si acaso alguien se rebela. Cuando todos estan en el comedor, 0 “palito”, la puerta de éste, que esté cubierta con una manta para evitar miradas de los internos, se cierra con candado y principia la revisacién del cuadro, Han pasado 40 minutos desde que Megaron los requisantes. 31. La nevisactéw per. “cuapno”. — El silencio en el comedor contrasta vivamente con el concierto de los “barro- teros”. Reglamentariamente, todos los dias llegan a los “cua- dros” dos empleados de la requisa con sus correspondiente 6 Exias Neuman — Victor J. Inurzun barra de hierro y escalera para golpear los barrotes de las ventanas, pero el ruido es muy diferente del que hacen al comenzar la requisa del “cuadro”, porque en estos casos, las reyisan una por una y, segin sefialan los presos, “pareciera ‘que la presencia de los oficiales los da mas fuerza y brutalidad a su larea.., Lo bueno del caso es que este tipico «clin-clan» se escucha desde lejos y eso permite constatar a los reclusos de otros pabellones que ese dia no habré requisa para ellos”. | Juntamente con los “barroteros”” comienzan su tarea “los paloteros”, que son aquella parte del personal que viene mu- nido de palos de madera con los cuales golpean pisos y paredes para ver si hay algin hueco o boquete tapado. Luego de efectuar por diez minutos ese trabajo se pro- duce un. periodo de relativo silencio. Se supone que alli co- mienza la revisacién de colchones, ropas, enseres. Después, nuevamente ruidos: el desarme de las camas, Es éste un punto importante por las desgraciadas consecuencias que acarrea al mimo de los recluidos. Ellos lo explican asi: “Casi todas nuestras camas estén compuestas de tres partes: el eldstico y los dos respaldos. Los parantes de estos iiltimos son de cafio redondo y hueco. La «yuta> desarma las cartias, una por una, altas y bajas, y las golpea furiosamente sobre el piso para saber «si hay algo adentro». La presencia de la requisa, dos pisos sobre nosotros, se xeconoce por el ruido que hacen al golpear e305 cafios. Las camas son viejas y no aguantan mucho, Tras cada requisa quedan dos 0 tres estropeadas, rotas © inutilizables, y quienes alli cormian pasan a engrosar la lista de los que dormirdn en el suelo, esperando que alguien salga en libertad y se desocupe alguna otra cama”. Otros nos sefialan que el desprecio de la “yuta” por los presos se percibe facilmente con la destruccin de estas ca- mas, particularmente de aquellas que no tienen cafios, por ser de hierro macizo, de modo que nada puede e:conderse en ellos, “Sin embargo, las desarman y las rompen igual que a las otras, a pesar de causarnos un ‘trabajo initil, y lo La socteDaD CARCELARIA 7 hacen para que no olvidemos que son ellos los que mandan- ¥ que en cualquier momento nos pueden moler a palos”; de abi que, explican, durante el periodo de desarme de las camas es cuando entre los presos sube el odio mis fuerte contra la “yuta”. “Todos estamos convencides de que ellos hacen ese trabajo tinicamente por causcrnos datio, y ademés nos damos cuenta, en ese momento, on esos instantes, lo impotentes que somos frente a los guardianes del orden y Ja ley, que son una misma cosa”. Finalmente, cuando el tiltimo requisa se retira, el celador abre las puertas del comedor. Se hace entonces pasar uno por uno a los internos, en “fila india”, contra la pared, hasta llegar al fondo, Una vez que toda la poblacién del pabellén esta alineada, sin hablar y con las manos tomadas atris, entonces viene la orden: ‘\jContinuar!”, 32. La neconsrauceré. — Todos corren lo mas rapido posible hacia su “ranchada” 9 a su cama para recoger los bartulos y recomenzar el reordenamienta de sus pertenencias. Aqui principia uno de los momentos mis armargos de todo este proceso: “‘el rostreo”. Es decir, la sustraccién de objetos entre presos. “El personal de requisa al cumplir su funcién no puede saber lo que es de uno y lo que es de otro. Tampoco les interesa. Ellos tiran Jas cosas all suelo; si este paiiuelo es de fulano y lo tiran en el lugar de mengano, no les con- cierne. ..; le mismo sucede con los alimentos...”, Un dete- nido, M. S, “rocho”, lo explicaba con su cémico lenguaje: “al requisar, los «yugas» juntan las comidas de dos «ran- chadas», pero el que lega primero se leva todo lo que puede, total. cdénde va a reclamar el «damnificado>...?, ga la «yuta»? No, cémo va a hacer eso un «buen muchacho». Acd no se puede actuar como un ". Cabe destacar que el “rostreo” era oficio de “parias”, pero parece extenderse, tal vez por venganza, a otros sub- grupos. La descripcién que nos efectuaron los reclusos del pa- bellén sexto de la carcel de Villa Devoto, fue la siguiente “La imagen que ofrece el “BPSPE.", n? 1606, eyulantes; no% 1603, 1605 y 16 La SOCIEDAD CARCELARIA 107 ciarios versarén, en 1984, sobre aspectos tales como: “La remuneracién del trabajo penitenciario”, “Tensiones y con- {lictos colectivos en la comunidad carcelaria, sus factores, asi como su prevencién y manejo”. Corresponde sefialar, por ultimo, que por disposicién de fecha 30/8/84 el Servicio Penitenciario Federal ha resuelto adoptar, asi como incorporar a los planes de estudios, el “cédigo de conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley”, aprobado por resolucién 34/169 de la Asam- lea General de las Naciones Unidas. En otro nivel de andlisis, y volando la experiencia reco- gida, cabe hacer mencién, por su impacto, a la produccién de varios hechos relevantes y provenientes de extramuros que, entrelazados, tuvieron y han de tener repercusién en la so- ciedad carcelaria. Algunos, de naturaleza normative, consistieron en la sun- cién de la ley 23.057, que amplié los presupuestos para la aplicacién de la condena de ejecucién condicional e introdujo la reincidencia real; en la sancién de la ley 23.050, que amplid, a su vez, las posibilidades excarcelatorias; en la sau- cién de la ley 23.077, que derogé a algunas de las agrava- ciones contenidas en la ley 21.388, y en la sancién de la ley 23,070, que modificé transitoriamente el cémputo de las peuas. Dicho plexo normativo ha de producir, obviamente, una aguda despoblacién carcelaria, por lo menos de cardcter temporal. Otros, de naturaleza social, consistieron on las tensiones que produjeron, entre los internos, las expectativas que desde afuera se les hizo Negar, hacia fines de 1983, relativas a la concesién de una eventual rebaja de penas o indultos gene- ralizados, Tales tensiones desemboceron en la Capital Fe- deral en huelgas de harubre, protestas por los medios de ‘comunicacién social, ¢ hicieron eclosién, en junio de 1984, con un amotinamiento en la Cércel de Encausados (Unidad 1) que produjo graves dafios materiales pero, increiblemente, 10 dejé como saldo victima alguna, gracias a la firmeza y pru- 112 Exias Neuman — Victor J. Inunzus La desorganizacién anotada es disfuncional. Empece al conjunto de expectativas puestas en el grupo primario como mecanismo de integracién y control social. ‘Torna necesario redefinir las situaciones ante la emergencia de normas “en trasgresién” y de interrelaciones humanas al margen de lo previsto. El incumplimiento de las funciones esperadas re- carga las tareas de otras estructuras alternativas, con el tre- mendo costo ¥ desgaste que ello implica Otros grupos primarios pesan, también, en los procesos de integracién social, sectorial y grupal. Para ambas cate- gorias se percite la influencia del grupo “amigos” formado en Ia escuela, salvando, por supvesto, la diferencial extra>- cién y reclutamiento social. Pero donde aparece Ja distincién es en el nucleamiento posterior. En el caso del sector violento cabe referirse a contactos basados en la “proximidad ecoldgica”, producidos en “centros ecolégicos” que obvian el desplazamiento geografico. Polo de reunién es la “esquina”, que recibe vientos de ocio por los cuatro puntos cardinales. Alli surge la “patota”, exclusivista, aislada, “congelada”, presta a descargar sus frustraciones en el primer chivo emisario que avizore, Polo de reunién ser, Juego, el bajo fondo, el refiidero (cabaret) y el café. En el caso del sector estafa los contactos se producen a mayor distancia, en un proceso de “dispersion ecolégica’” que implica mayor desplazamiento y movilidad. La interre- Jacién humana es ms variada, posibilitando cierta flexibili- dad de notoria trascendencia. Por su misma modalidad ope- rativa el grupo secundario.se aviene con ventaja al tipo de accién desarrollada por el estafador. Este instrumentaliza su conducta y contactos en procura del objetivo buscado, consti tuyendo obstaculo la relacién basada en el mero afecto y las actitudes violentas, que generan lealtad al endogrupo. Puesto que las actividades del grupo asalto no requieren tuna técnica de especializacién depurada, al contrario, sus roles son difusos, susceptibles de desempefio con un minimo La sociepab canceLanta 13 periodo de aprendizaje, la seleccidn y reclutamiento de sus miembros se orienta hacia la persona en si —particularismo—, abstraccién hecha de ciertos requerimientos funcionales espe- Gificos. El asaito tipo “comando”, obviamente, difiere de esta apreciacién, Las bandas son, pues, episédicas, heterogéneas, encapsu- ladas y exclusivistas, Exigen lealtad como medida de segu- ridad y reclutan nuevos miembros “mediante la exhibicién habilidosa de su prosperidad transitoria”. Alli cobra impor- tancia Ja cohesién grupal, la violencia, la sorpresa y el des concierto. Parecieran “guerrillas” provenientes de les zonas “periféricas” en ataque de desgaste a los centros vitales de la sociedad Esta forma de delincuencia, en banda, habria hecho su entrada en escena hacia 1956, con los asaltos a la Aduana y a Salud Piiblica. Por oposicién a los grupos meucionados, la estafa pre- cisa de una seleccién y reclutamiento orientados hacia la especificidad funcional. La labor a desplegar es complejs € intrincada. Cada individuo ha de desempefiar con eficiencia y subordinacién el rol que la organizacién le ha reservedo. La actividad se halla pautada por una serie de normias que “formalizan” Ja asociaci6n, Pesa, aqui, la “apariencia de empresa” publicitada por los medios de difusién de masa que tiende sus tentéculos, esta vez, desde el “centro” hacia la “periferia” engaiiade. La entrada en escena de la estafa organizada dataria de la defraudacién que se realiz6, en forma masiva, hace vnos cuantos afios a la Caja Nacional de Ahorro Postal, “donde una serie de individuos sin antecedentes se lanzaron al delito”. 5, Lavenazoo. — El lider de la “pesada” (grupo asalto), de contextura mecomérfica, os un individuo joven, agresivo, con ciertas cualidades especificas —carismaticas— que lo pre- disponen para su rol.

También podría gustarte