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Fecha de recepcin: 10 de abril de 2008 Fecha de aceptacin: 21 de agosto de 2008
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lustros se asiste sin embargo a una crtica cada vez ms frecuente de semejante punto de
vista, en conexin sobre todo con el rescate de las ideas de Vygotsky (1979), en particular
sus planteamientos acerca del rol determinante de la interaccin social en los procesos de
aprendizaje y desarrollo del nio. Y a partir de los cuales se han generado diversos
estudios, orientados por el objetivo de comprender los mecanismos y procesos implicados
en los intercambios sociales que poseen la particularidad de producir el aprendizaje. Es el
caso, por ejemplo, de las investigaciones efectuadas por Wertsch (1988) en torno a las
dadas compuestas por un nio y un adulto que le presta gua y apoyo en la resolucin de
una tarea determinada, como armar un rompecabezas. No es menos cierto, empero, que
en esos trabajos se tiende sobre todo a concebir esos procesos interaccionales como un
puro encuentro de mentes, un mero funcionamiento intersicolgico (Wertsch, 1988: 193),
con la subsecuente omisin de sus aspectos especficamente sociales.
De ah la importancia que revisten en relacin a todo lo anterior las diversas corrientes de
la sociologa que han abordado el estudio de la situacin interaccional, en especial el
interaccionismo simblico, las investigaciones de Goffman y la etnometodologa. La
principal fuente de inspiracin de todos ellas reside en los anlisis que efectuara Georg
Simmel a principios del siglo veinte, en donde sostena que la interaccin constituye el
sustrato ms fundamental de la vida social humana: la socialidad se hace y se deshace
constantemente, y se rehace de nuevo entre los individuos, en un eterno flujo que los liga
mutuamente () La sociedad no es sino el nombre que se da a un conjunto de individuos
ligados entre s por acciones recprocas (Simmel,1981: 90). En otras palabras, lo que
hace realmente que la sociedad pueda existir como tal es el hecho de que los individuos
se hallan vinculados unos a otros por acciones y determinaciones recprocas, que son
adems vividas o experimentadas de esa manera por los propios sujetos.
Por lo tanto, es dable esperar de las investigaciones sociolgicas de la interaccin social
que puedan contribuir a una comprensin ms completa o apropiada de la manera en que
sta sirve de base de sustentacin del aprendizaje, incluyendo al que tiene lugar en el
mbito educacional. En este sentido, son de especial relevancia los trabajos de Erving
Goffman, cuya extensa obra est consagrada en su integralidad al anlisis de ese hecho
tan simple en apariencia que es la interaccin social, pero no a todas las formas de ella,
ya que elige como terreno privilegiado de sus observaciones un tipo de situaciones que
son tambin caractersticas de las instituciones educativas, esto es, los encuentros de
carcter pblico o semipblico en que los actores estn obligados a manifestar su apego a
las reglas establecidas. Adems, el estudio de las interacciones es abordado por Goffman
desde una mirada microsociolgica, cuya pertinencia respecto a los procesos escolares
ha sido sealada por las propias investigaciones del campo educativo realizadas en Chile,
las que resaltan justamente la necesidad de estudiar estos elementos de la dimensin
microsociolgica (.) que normalmente operan en las interacciones de la sala de clases,
pero que al ser silenciados no son controlables ni evaluables (Filp, Cardemil, Espnola,
1986: 168). Algo que distingue, en efecto, a la sociologa de Goffman es la atencin
particular que concede a detalles infinitesimales de la vida social, a aspectos en apariencia
minsculos e insignificantes, lo que muestra de manera particularmente ilustrativa el
examen que hace de un fenmeno tan banal como las excusas que mutuamente se dan
dos desconocidos cuando se pasan a llevar accidentalmente en la calle, o bien del
evitamiento de semejante evento por intermedio de los comportamientos de desatencin
corts, concepto que designa justamente esa clase de encuentros en que dos individuos
se cruzan en direcciones contrarias y cada uno mira discretamente al otro al tiempo que
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con sus acciones intenta evitar una colisin con l. En semejante situacin, descrita por
Goffman como el ms insignificante ritual interpersonal (en Wolf, 1982: 22) se
configuran formas fugaces del orden social, verdaderos microsistemas sociales que
surgen y se rehacen constantemente, cada vez que dos o ms sujetos se hallan en una
situacin de copresencia y mutua atencin.
El propsito de Goffman es precisamente el de identificar los componentes y procesos en
los que se sostienen esas instancias mnimas y a la vez fundamentales de la vida social:
los sistemas sociales que se instituyen a travs de la interaccin, que constituyen a su
juicio un dominio especfico de la realidad social, que hace necesario por tanto que sea
considerado como tal y no, como se acostumbra a hacerlo, en trminos de una pura
sumatoria de acciones o subjetividades individuales. Se trata, adems, de formas sociales
complejas, que abarcan numerosos elementos, muchos de los cuales habitualmente
pasan inadvertidos, por ejemplo el inters que casi siempre exhiben las personas
involucradas en las situaciones interaccionales, pues pareciera las ms de las veces que
se encuentran completamente absorbidas por sta, o la disimulacin de las valoraciones
que uno mismo est haciendo del otro sujeto. En breve, tras un hecho aparentemente tan
simple y natural como un encuentro social, descubre Goffman un entramado complejo de
elementos, una autntica tramoya o maquinaria interaccional que siempre esta siendo
elaborada conjuntamente por los actores en base a formas especficas de conducta e
interpretacin. Y eso es lo que intenta justamente desentraar, sirvindose de un anlisis
minucioso, microfocalizado, de la interaccin, que se apoya en una amplia variedad de
datos empricos, recogidos de una fuentes diversas, incluyendo observaciones
etnogrficas realizadas con el propsito de identificar los modelos y las series naturales
de comportamiento que aparecen en forma innumerable cada vez que dos personas se
hallan inmediatamente en presencia mutua (Goffman, 1974: 8)
En el primero de sus libros, La presentacin de la persona en la vida cotidiana, cuya
versin original data de 1959, a partir de un modelo de anlisis de inspiracin
dramatrgica se aborda el estudio de las formas de presentacin de los individuos en
situaciones variadas de interaccin, en las cuales queda de manifiesto la capacidad que
poseen de suscitar impresiones en el otro. De lo cual se deriva la necesidad de un dominio
de la expresividad propia, a objeto de proporcionar una imagen de s lo ms favorable
posible en funcin de las circunstancias y la naturaleza de la interaccin en curso. A fin de
cuenta, pareciera que el tiempo de que disponen los actores en situacin de mutua
presencia y atencin recproca es empleado mucho menos en dar o compartir una
informacin que en brindar un espectculo que les permita mostrarse de una forma
apropiada ante el otro, y por eso es que la vida es algo que se representa en forma
dramtica Goffman, 1981: 83), a la manera de una escena, de un intercambio de
acciones y palabras teatralmente desplegadas. Si as acontece es porque el rol de
interactuante nunca consiste en el seguimiento de una pauta de accin preestablecida, no
se halla predeterminado con anterioridad a la situacin misma, de suerte que los
participantes siempre estn obligados a elegir entre un conjunto de posibilidades diversas
para adoptar una lnea de actuacin particular.
Es, pues, en un espacio siempre abierto e indeterminado que se despliega el juego
interaccional, que posee una caracterstica adicional importante, a saber, el hecho de que
las prestaciones de un sujeto son una fuente esencial de informacin para el otro, para
que pueda orientarse en una situacin de interaccin cara a cara, caracterizada por la
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influencia recproca de un individuo sobre las acciones del otro cuando se encuentran
ambos en presencia fsica inmediata (Goffman, 1981: 27). En efecto, cuando dos o ms
individuos entran en contacto les interesa adquirir o rememorar informacin sobre el o los
otros: de su status socioeconmico, su competencia e integridad, su actitud en anteriores
encuentros, a fin de saber a qu atenerse, de qu manera actuar o dar una respuesta. Y
por el hecho de que esa informacin nunca es completa, a menudo el problema se
resuelve sobre la base de inferencias que resultan indispensables para manejarse de
modo apropiado en las situaciones sociales. Tal como lo planteaba Thomas, uno de los
inspiradores de los enfoques interaccionistas, vivimos por inferencia, y si yo llego a su
casa usted no sabe, no puede determinar cientficamente que no he de robarle su dinero
o sus cucharas; pero por inferencia yo no lo he de hacer, y por inferencia usted me tendr
como husped (en Goffman, 1981: 15). Por cierto, puedo equivocarme, sin embargo las
ms de las veces no ocurre as; y esto por la razn de que existe una asimetra que es
inherente a los procesos de interaccin social, ya que una persona no est en condiciones
de controlar la totalidad de las impresiones que emanan de l, ni de impedirle por tanto a
los dems que puedan darse cuenta del real sentido de sus conductas y palabras.
Por consiguiente, las actuaciones de cada actor no son, ni mucho menos, la nica fuente
de informacin para el otro, dado que le resulta imposible controlar todas las impresiones
que emanan de l. Sus actuaciones constan de una parte gobernable que resulta
relativamente fcil de manejar a voluntad, las aseveraciones verbales sobre todo, pero hay
otras sobre las que no tiene gran control, de las que incluso no est muchas veces
consciente, y que s son accesibles para los sujetos con los que interacta. En virtud esta
asimetra en relacin a la informacin que los actores manejan respecto de s mismos y de
los otros, y de las mutuas impresiones que se generan en la situacin de interaccin,
surge la necesidad imperiosa de control sobre las propias expresiones para impedir que se
produzca una discordancia demasiado grande entre las formas de presentacin de s y la
impresin que los dems interactuantes realmente se forman de l a partir de los
aspectos ingobernables de la conducta expresiva con el objeto de poder as controlar la
validez de lo transmitido por los aspectos gobernables. En semejante asimetra radica el
principio fundamental de la naturaleza dramatrgica de la interaccin social, pues hace
que cada individuo se convierta en un inquieto forjador de impresiones, empeado en la
harto humana tarea de poner en escena una actuacin (Goffman, 1981: 268).
Sin embargo, la metfora teatral se revela a fin de cuenta inapropiada para una
comprensin efectiva de la lgica interaccional, pues no est exenta de limitaciones, el
hecho principalmente que en una puesta en escena se recurre a las mismas tcnicas de
actuacin que habitualmente las personas utilizan en las situaciones sociales reales de la
vida cotidiana, por lo cual no es posible apoyarse en ellas para aportar una explicacin de
stas. El lenguaje del escenario dice Goffman al trmino de su primera obra- constituye
ante todo un artificio metodolgico, pero que es necesario abandonar, junto con todos los
conceptos de mbito teatral: actuantes y auditorios, actuaciones exitosas y fallidas,
habilidades dramticas, entre otros, para proseguir el estudio de la estructura de las
interacciones sociales. Esto ilustra por aadidura uno de los rasgos caractersticos de los
anlisis de Goffman, a saber, que no pocos de los numerosos conceptos que elabora,
tomados a menudo los de uso habitual en de la vida cotidiana, suelen funcionar como
conceptos efmeros (Winkin, 1988: 34), de igual modo que los andamios de una
construccin, destinados a desaparecer una vez que la obra se ha terminado. Pues no es
su propsito el de elaborar una teora propiamente tal de la interaccin social, sino ms
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acreedor de tal superioridad sobre sus conciudadanos (Goffman, 1981: 45). Pero no se
trata sino de un caso particular de la manera en que siempre se actualiza una definicin
de s mismo en tanto partcipe de la interaccin, ya que al ingresar a ella se est
proporcionando inevitablemente una imagen de uno mismo, y por eso es que se recurre
en ocasiones a adminculos especiales, como el guardapolvos blanco tpico de los
mdicos cuando es utilizado en otras esferas por especialistas de un rango inferior. Sin
embargo, las ms de las veces es a travs del semblante y compostura, de la manera de
mirar, de dar la cara como se dice, que se reivindica una definicin de s mismo; y
haciendo uso adems de lo que Goffman (1973, 55) denomina signos de relacin, esto
es, movimientos de carcter corporal que establecen y/o manifiestan la existencia de una
determinada relacin social, o bien de un cambio que se produce en sta. Un ejemplo
particularmente ilustrativo se halla en el proceso de formacin de una relacin de pareja,
en el que entran en juego distintos signos corporales, de acercamiento fsico, mutuas y
prolongadas miradas a los ojos, etc.; pero el que asume la iniciativa queda expuesto a la
posibilidad de un rechazo, el que siempre se halla inscrito potencialmente en toda
interaccin social, cualesquiera que sea su modalidad especfica.
Mantener la faz
Un elemento fundamental del proceso interaccional radica, por consiguiente, en el hecho
de que el actor siempre est presentando una faz (traduccin del trmino ingls face) de s
mismo, que Goffman (1974: 9) define como el valor social positivo que una persona
reivindica efectivamente a travs de la lnea de accin que los otros suponen que ella ha
adoptado en el curso de un contacto particular. En otros trminos, se trata de una imagen
de s mismo, esbozada de acuerdo a ciertos atributos sociales aprobados que el individuo
cuida y protege en el mbito interaccional, y a la que est emocionalmente ligado. Si para
una persona esa faz social es a menudo su bien ms precioso y su refugio (Goffman,
1974: 13), no es menos cierto que en ltima instancia se trata de un prstamo que la
sociedad le concede, ya que si no se muestra digna de ella le ser retirada por los dems,
que le conferirn en cambio atributos distintos de aqullos por los que pretende ser
reconocido. Las ms de las veces en un encuentro social se produce una confirmacin de
la imagen de s mismo que all se proyecta, pero la posibilidad de que esto no pudiera
ocurrir nunca deja de estar presente. Y si llega a materializarse, el sujeto se ve invalidado
en la representacin que propone de s mismo, y esto hace que se sienta mal, herido,
pues es en su persona misma que se halla puesto en cuestin. Introducir un orden
expresivo en la situacin de copresencia y mutua percepcin es por ende un asunto
complejo, pues lo que est en juego en ltimo trmino son las personas mismas, que es
preciso abordar y tratar con mucho tacto y prudencia.
Desde este punto de vista, los participantes en una interaccin obtienen beneficios
conjuntos y simultneos cuando ella transcurre sin mayores perturbaciones, lo que hace
que la cooperacin entre los sujetos funcione como una condicin efectiva del
desenvolvimiento adecuado del quehacer interaccional. Tal es el sentido en que apunta
justamente la expresin de Goffman (1973: 18) modus vivendi interaccional, que pone de
relieve el hecho de que los encuentros sociales constantemente se hallan expuestos a la
eventualidad de que sobrevengan sucesos disruptivos, que suelen producirse con
independencia de la intencin o la voluntad de los actores y generan en ellos una
sensacin intensa de incomodidad, de perplejidad y desconcierto, un real estado de
anomia; ya que en semejante situacin se produce un verdadero derrumbe del sistema
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social de la interaccin cara a cara en el que estn participando. Vale decir, por tanto, que
el orden social de la interaccin es particularmente frgil, siempre est planeando sobre l
la amenaza de un incidente, o de un paso en falso, haciendo que los participantes se
sientan indefensos, irreales, anormales, aun cuando no sean ellos los responsables de
semejante situacin. A fin de cuentas, es el sentido mismo de la realidad el que est en
juego en la interaccin y empieza a perderse cuando sta se desestabiliza y la avera
que entonces sobreviene no es prestamente reparada: los encuentros difieren
considerablemente segn la importancia que se les concede, pero cruciales o
insignificantes son siempre ocasiones que permiten a quienes estn en ellos implicados
afirmar su sentido de la realidad (Goffman, 1974: 119). Es en ltimo trmino en las reglas
que ordenan y hacen posible la interaccin que el sentido de la realidad se sostiene, y no
en la naturaleza supuestamente inamovible o inquebrantable del mundo externo.
En consecuencia, y esto es algo de mxima importancia, pues constituye el mecanismo
ms bsico de la interaccin, cada sujeto debe intentar en permanencia controlarse o
vigilarse a s mismo, a fin de no poner al otro en una situacin delicada respecto a la
imagen que de s est proponiendo; y si acta de esa manera es porque ello constituye la
garanta indispensable para la proteccin de la imagen propia. Dicho de otro modo,
salvar la faz es una condicin de la interaccin (Id., 1974: 15), lo que significa que la
preocupacin por la faz, tanto la propia como la de los otros, est en el centro mismo del
juego interaccional. A este respecto, Goffman plantea el concepto de figuracin (facework, trabajo de faz) para designar todo aquello que hace una persona con el propsito de
que sus acciones impidan que llegue a producirse una prdida de la faz que la lleve a dar,
como se dice, un un triste o un lamentable espectculo. Es algo que puede producirse
por ejemplo cuando en el curso de una situacin de contacto social manifiesta una imagen
de s que no es consistente con la lnea de accin o de conducta que inicialmente ha
proyectado. En tal situacin se suele recurrir a bromas y a otros procedimientos similares
a fin de lograr que el individuo se sienta bien, logre salir indemne de la situacin
embarazosa en la cual se halla inmerso. Pero si esto no acontece, se siente psimo,
quiere hundirse, pues las emociones se apoderan de l, ya sea de clera por haber
perdido la propia faz, o de angustia cuando es el otro a quien se ha hecho perder la faz; y
en uno y otro caso hay no slo una prdida de control, una ruptura de equilibrio sino que el
individuo queda por as decir fuera de juego. As se entiende que en todas las culturas la
interaccin cara a cara est asociada a estas capacidades de control de s mismo que la
emocin destruye, la que en nuestra sociedad es signo de debilidad, de inferioridad
personal o social, de culpabilidad, de derrota y otros rasgos negativos de naturaleza
similar (Goffman, 1974: 91).
El ritual de la interaccin
Si cada individuo siempre est dispuesto a conformarse a las reglas que regulan los
encuentros sociales, como la obligacin de compromiso, es porque el hecho de que salvar
la faz del otro es una manera de salvar la propia, y de evitar as un derrumbe de la
situacin social de la interaccin que genera consecuencias negativas para todos los
participantes de un encuentro social. Sin embargo, tambin hace intervenir Goffman
(1974) a este respecto una clase distinta de consideraciones: la naturaleza propiamente
ritual del juego interaccional, el cual reviste por tanto un carcter ceremonial y casi
sagrado. Un ejemplo de ello son las ceremonias de los saludos y los adioses, la primera
de las cuales sirve para mostrar que una relacin est despejada de hostilidad, en tanto
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alumno que recibe los elogios de su profesor por su desempeo en danza creativa en
tanto que sus pares consideran que su estilo es ms bien afeminado. Y ello muestra
segn Jackson que a menudo los alumnos deben solicitar la aprobacin simultnea de dos
audiencias que pueden diferir en sus apreciaciones. Una solucin de compromiso en
situaciones de esta ndole es la que proporcionan estudiantes estadounidenses de buen
rendimiento escolar y de pertenencia afroamericana, que suelen adoptar un estilo de
tonalidad irreverente con el profesor para enmascarar sus aspiraciones acadmicas y
laborales, a fin de ocultarlas ante los chicos negros que las habran rechazado y
ridiculizado (Delamont, 1984: 95).
Todo esto hace ver, adicionalmente, que lo que se ha designado tradicionalmente con
como la relacin profesor-alumno nunca deja de estar mediatizada, en grado variable
segn las circunstancias, por el sistema de interaccin entre pares, el que se despliega
por lo dems no slo en el mbito de la clase sino tambin en los espacios y tiempos de la
escuela en que sta deja de funcionar. Al respecto es dable suponer que uno de los
rituales de la tradicin escolar, el de formarse antes del ingreso a la sala y pasar
ordenadamente a ocupar sus respectivos lugares, cumple la funcin justamente de
instaurar una separacin visible entre estos dos sistemas de interaccin, de marcar no
slo el trnsito hacia el que conforman el profesor y sus alumnos, sino tambin su lugar
central y preeminencia en la vida de las aulas. Pues al interior de stas no existe, ni
mucho menos, una armona preestablecida entre los dos sistemas interaccionales que all
coexisten, los que pueden incluso no coincidir entre ellos e incluso oponerse, como lo
deja en evidencia el anlisis acerca de los estudiantes que adquieren un alto status y
prestigio entre sus condiscpulos en razn justamente de la habilidad de que dan muestras
para perturbar el desarrollo de la clase (Delamont, 1984: 95). Y si desde los primeros
niveles de la escuela se establece y funciona en el aula, como antes se indicara, el
sistema de interaccin entre pares y su capacidad de generar conductas disruptivas, sta
se acrecienta de modo considerable en los grados ms avanzados del sistema escolar, en
los cuales los alumnos estn en condiciones de instalar un juego de carcter estratgico
en torno a las reglas que rigen su comportamiento en el aula. Lo cual se traduce ms
concretamente en el despliegue de distintas tcticas, por ejemplo retardar el momento de
ponerse a trabajar, olvidar los ejercicios que toca abordar, extraviar su material, tratar de
pasar desapercibido o generar mil y un pretextos para escapar a la regla comn. Esta
capacidad colectiva de accin estratgica se expresa con particular intensidad en el
mbito de las evaluaciones, como lo comprueban estudios de carcter etnogrfico en los
que se que da cuenta de las discusiones de carcter colectivo que se entablan con el
profesor ante el anuncio de una evaluacin prxima, las que giran en torno a la necesidad
de realizar o no la prueba, a la forma de sta, a la extensin de sus contenidos, entre otros
tpicos. Y una situacin de similar naturaleza suele producirse en el momento de la
entrega de los resultados, la que frecuentemente se acompaa de discusiones a propsito
de las notas obtenidas, de la posibilidad de que sean ms altas, o de una segunda
oportunidad para mejorarlas (Delamont, 1984: 124)
Por consiguiente, la idea del orden interaccional de la clase como el resultado de una pura
y simple imposicin por la autoridad de un conjunto de reglas, controles y sanciones que
no le deja otra opcin a los alumnos que la de someterse a ellas, no es apropiada para
describir el devenir interaccional de la sala de clases, sobre todo porque omite el hecho de
que se trata de un proceso de constante negociacin de lmites (Filp, Cardemil,
Espnola,1986: 111), es decir, de una actividad compartida de definicin de la situacin,
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las reglas implcitas que rigen las actividades del aula, entienden mejor lo que se espera
de ellos, y contribuyen de esta manera a una definicin ms apropiada de la situacin.
A conclusiones parecidas llegan los mismos autores en lo concerniente a los ritmos de
aprendizaje en la clase, los que para algunos alumnos resultan difcil seguir, por
circunstancias diversas como la de no alcanzar una comprensin adecuada de los
contenidos o estar habituados a un ritmo ms pausado del trabajo escolar, pero sin que el
maestro tenga consciencia de ello. En un contexto relacional como se, las
manifestaciones de indisciplina de los alumnos constituyen un medio del que se sirven con
el propsito implcito de regular en una forma ms conveniente para ellos la progresin y
el desarrollo de los contenidos, y de reducir as sus problemas de aprendizaje: estas
conductas pueden ser interpretadas como una manera de retardar la transmisin de lo
instructivo, una forma de oponerse al tiempo de transmisin impuesto en la sala de clases
(Filp, Cardemil, Espnola,1986: 113). Si la dimensin temporal es uno de los componentes
esenciales de las interacciones sociales de orientacin didctica, la manera en que se
maneja en la escuela suele afectar a los nios que proceden de familias de clase baja,
ya que segn los mismos autores los tiempos que se destinan (.) resultan inadecuados
para ellos; y son inadecuados por el hecho de que esos nios tienen necesidad de un
sobreaprendizaje comparativamente a los alumnos que proceden de hogares situados en
posiciones sociales ms altas.
Ahora bien, este aprendizaje suplementario dice relacin no slo con los contenidos, sino
tambin con las reglas que regulan el quehacer escolar del aula, cuyo dominio resulta
indispensable para desenvolverse all de modo adecuado. A fin de cuenta, un alumno
competente es aquel que logar hacer la sntesis entre el contenido acadmico y las formas
interaccionales necesarias para la realizacin de una tarea (Coulon, 1993: 141), las que
abarcan por lo dems un sinnmero de aspectos. Sin embargo, para los nios
procedentes de familias que poseen un bajo nivel de instruccin esta competencia escolar
interaccional es mucho ms difcil de alcanzar, en virtud sobre todo del marcado desfase
entre el modelo de relaciones interpersonales y de comunicacin que se usa en la escuela
y el que impera en su medio sociocultural; y a lo que se suma su ausencia de familiaridad
con el universo de la escuela, en donde tienen que aprender a conocer un mundo con el
cual no han tenido, y difcilmente tendrn, un contacto experiencial directo (Lpez, Assael,
Neumann,1984: 105). En conexin con todo ello es pertinente recordar que las formas de
interaccin social se hallan sujetas a variaciones de orden cultural, como lo ha hecho ver
Goffman (1974), las que tienen que ver por ejemplo con la preocupacin acerca de la
proyeccin de s mismo en los dems (algo caracterstico del universo escolar), con el
grado de formalidad de los encuentros, con el umbral de tolerancia respecto al ingreso por
su propia cuenta de nuevos participantes, y ms en general con las distintas reglas que
estructuran el funcionamiento interaccional. De hecho, se ha podido observar que parte
importante de los problemas que encuentran en la escuela los nios de minoras tnicas
reside justamente en manejar el cdigo de las exigencias implcitas de los profesores y
de la institucin escolar: hablan a contratiempo, guardan silencio cuando el profesor
espera sus respuestas, interpretan mala los signos visuales de ste (Duru-Bellat, HenriotVanZanten, 1992: 183). Si de esto se desprende un obstculo importante para esos
alumnos, al igual que para aqullos que provienen de grupos sociales de bajo nivel de
instruccin, no es menos cierto que dichas reglas pueden ser objeto de una enseanza
explcita y metdica, que tome en cuenta el hecho de que en este proceso constante de
negociacin de lmites, los nios de los sectores populares tienen la posibilidad de
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veces por un simple detalle de su apariencia personal, pero que en otras ocasiones puede
producirse como consecuencia de los actos disruptivos de carcter colectivo de los
estudiantes que pueden llegar hasta la prevalencia total del sistema de interaccin que
ellos conforman.
No obstante, tambin la prdida de la faz es algo que suele formar parte de la experiencia
de los alumnos, por el hecho sobre todo de que la escuela es un contexto esencialmente
evaluativo, marcado por lo mismo por culto escolar de la jerarqua (Bourdieu, Passeron,
1970: 180), lo que se traduce en las continuas apreciaciones valorativas que afectan a los
estudiantes, de carcter negativo las ms de las veces. La experiencia de sentirse
humillado y de ser objeto de discriminacin en las relaciones con el profesor no est
ausente en la escuela (Cerda, Toledo, 2000); y se trata de situaciones que son
profundamente interiorizadas por los estudiantes, como se desprende del hecho de que
las suelen poner en prcticas entre ellos mismos. No es extrao por tanto, como lo
recalcara Goffman (1975) en sus estudios acerca de los estigmas que pesan sobre las
personas que poseen un atributo que suscita en los dems un profundo menosprecio, que
sea a menudo en el momento de ingresar a la escuela que el nio adquiere consciencia
del estigma fsico, social u otro del que es potencialmente portador; y esto, a travs de
las actitudes de rechazo, de los sarcasmos y bromas de sus compaeros, un tipo de
interacciones entre pares que se presenta de mltiples maneras en el universo escolar
actual. As, a veces se elabora en base a rasgos corporales que se apartan de los que se
estiman convenientes o normales, pero en otras ocasiones tienen como referente la
pertenencia tnica, como en el caso de un nio mapuche que asiste a una escuela de
Santiago y se transforma en el blanco de burlas y la mofa de sus camaradas desde el
momento en que manifiesta que le gustaba jugar a la chueca (Donoso, 2000: 161). Y
tambin el hecho de proceder de otro pas da lugar a este tipo particular de interacciones,
las que con frecuencia se acompaan de la creacin de sobrenombres, los que son
experimentados por quienes los reciben como un verdadero acto de exclusin y rechazo,
segn se desprende de su propio discurso en el que afirman que poner un sobrenombre
es como decirle tu eres ms guatn y ndate de aqu porque todos aqu somos ms
delgados (Cerda, Toledo, 2000: 86).
Sin embargo, el juego de la diferencia vergonzante (Goffman,1975: 163), en el cual la
persona queda literalmente despojada por los otros y ante ellos de una faz aceptable, est
igualmente presente en los propios contextos interaccionales de enseanza y aprendizaje,
bajo modalidades diferentes: en situaciones como el dictado o la prueba escrita que
entraan un intenso grado de tensin y temor para los nios que los hace estallar en llanto
en ocasiones; a travs del uso reiterativo de formas de descalificacin como retos,
amenazas y expresiones de depreciacin resultantes de comparaciones que se hacen
entre alumnos; en los procedimientos de etiquetaje, de designacin mediante un rtulo
como lento, flojo tonto, a veces retomado y repetido por los propios compaeros del
nio, y que representa un estigma, una descalificacin que va incidiendo en un deterioro
de la autoimagen (Lpez, Assael, Neumann,1984: 309). A todo esto se halla ligado, dicen
las mismas autoras, a un sentimiento de inseguridad ante los otros, lo que representa un
obstculo adicional para una adecuada participacin en los intercambios que tienen lugar
en el aula, dado que la seguridad, la confianza en s mismo, garantiza que una persona
no fallar en el desempeo de su rol en la interaccin (Goffman,1974: 93), de suerte que
cuando esa confianza est ausente surgen conductas de ansiedad, de evitamiento, de
timidez y temor. Como consecuencia de ello, se produce un progresivo distanciamiento
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