La Montana Magina Traduccion Del Dialogo en Frances Entre Madame Chauchat Con Hans Castorp
La Montana Magina Traduccion Del Dialogo en Frances Entre Madame Chauchat Con Hans Castorp
La Montana Magina Traduccion Del Dialogo en Frances Entre Madame Chauchat Con Hans Castorp
seorita Engelhart estaba sentada a su lado y le pasaba las pginas. El baile haba decado.
Numerosos enfermos parecan haber optado ya por la posicin horizontal. No quedaba
nadie sentado delante de ellos. En la sala de lectura jugaban a las cartas.
-Qu vas a hacer? pregunt Hans Castorp desencantado-.
-Me marcho- contest ella sonriente, como sorprendida por la rigidez de Hans Castorp.
No puede ser. Es una broma
-Nada de eso. Lo digo en serio. Me marcho.
-Cundo?
-Maana. Despus de la cena.
Un gran cataclismo sacudi todo el cuerpo de Hans Castorp. Luego aadi:
-Adnde vas?
-Muy lejos de aqu.
-Al Daguestn?
-No ests mal instruido. Quiz, por el momento
-Entonces, ests curada?
-En cuanto a eso no. Pero Behrens cree que, por el momento, tampoco voy a mejorar
mucho aqu. Es por eso que arriesgar con un pequeo cambio de aire.
-Eso quiere decir que vas a volver?
-Tal vez. Pero no s cundo. En cuanto a m, sabes, amo la libertad ante todo y
particularmente aquella de escoger mi domicilio. No comprendes nada de lo que es: estar
obsesionada por la independencia. Quiz sea mi raza.
-Y en Daguestn, tu marido te concede tu libertad?
-Es la enfermedad la que me la concede. Voy a ese lugar por tercera vez. Esta ocasin pas
un ao aqu. Es posible que vuelva. Pero entonces ser mucho ms larga.1
-As lo crees Clavdia?
-Mi nombre tambin! Realmente tomas muy enserio los disfraces2 de Carnaval.
-Sabes tambin hasta qu punto estoy enfermo?
-S, no: cmo sabemos las cosas aqu. Tienes una peca pequea por ah y un poc de fiebre
no?
-Treintaisiete, ocho o nueve por la tarde dijo Hans Castorp- Y t?
-Oh, mi caso, sabes, es un poco ms complicado, nada simple.
-Existe una cosa en esta rama de letras humanas llamada medicina dijo Hans Castorpque llamamos toscamente tuberculosis de los vasos de linfa.3
-Ah!, Acusas, querido, se ve claramente.
-Y t Perdname! Permteme que te pregunte algo directamente y en alemn! El da en
que me levant de la mesa para ir a la consulta, hace seis meses T te volviste,
recuerdas?
-Qu cosa! Hace seis meses!
-Sabas adnde iba?
1 Pero entonces, despus de mucho tiempo, ya estars muy lejos.
2 Costumbres
3 Llamado, acceso bloqueado a los vasos linfticos, tuberculosis.
Helas aqu: tomamos t juntos, tomamos dos o tres cigarrillos, charlamos, filosofamos,
hablamos del nombre de Dios, de la vida, de la moral, de mis cosas. Mi explicacin.
Satisfecho?
-De la moral tambin! Han encontrado la moral, por ejemplo?
-La moral? Eso te interesa? Bien, nos parece que hara falta buscar la moral no en la
virtud, es decir: en la razn, la disciplina, las buenas costumbres, la honestidad, sino ms
bien en lo contrario, quiero decir: en el pecado, abandonndose al peligro, a lo que es
nocivo, a lo que nos consume. Nos parece que es ms moral perderse e incluso dejarse
arruinar que conservarse. Los grandes moralistas no eran virtuosos, sino aventureros del
mal, los vicios; los grandes pecadores que nos ensean a inclinarnos cristianamente frente
a la miseria. Esto debe incomodarte mucho no es as?
El guard silencio. An estaba sentado como al principio, con las piernas cruzadas bajo la
butaca, que no paraba de crujir, inclinado hacia Madame Chauchat, con su gorro de papel, y
con el lapicero que ella le haba dado entre los dedos.
Los ojos azules de Hans Castorp contemplaban el saln, que haba ido quedando vaci. Los
internos se haban dispersado. El piano en el rincn de enfrente de ellos, no sonaba ms que
muy bajito, solo tocaba retazos de msica; el enfermo de Mannheim tocaba con una sola
mano, y a su lado estaba sentada la institutriz, hojeando una partitura que tena sobre las
rodillas. Cuando la conversacin entre Hans Castorp y Clavdia Chauchat expir, tambin el
pianista ces de tocar, dejando caer sobre sus rodillas la mano que haba acariciado el
teclado, mientras la seorita Engelhart continuaba mirando la partitura. Las cuatro nicas
personas que haban quedado de la fiesta del Carnaval estaban sentadas, inmviles. El
silencio dur unos minutos. Lentamente las cabezas de la pareja del piano parecieron
inclinarse por su propio peso, y ms y ms; la de la joven de Mannheim hacia el teclado, la
de la seorita Engelhart hacia la partitura. Por fin, los dos a un tiempo, como si se hubieran
puesto secretamente de acuerdo, se pusieron en pie y , sin ruido, evitando volverse hacia el
otro lado del saloncito, que segua ocupado, con la cabeza baja y los brazos colgantes, el
joven de Mannheim y la institutriz se alejaron juntos a travs de la sala de lectura.
-Todo el mundo se retira dijo Madame Chauchat-. Eran los ltimos; se hace tarde. Bien,
la fiesta de carnaval ha terminado. Y levant los brazos para quitarse el tricornio de papel
de sus cabellos rojizos, peinados con una recogida alrededor de la cabeza como una
corona-. Conoce las consecuencias seor.
Hans Castorp, sin embargo, con los ojos cerrados protest sin cambiar de posicin.
-Jams, Clavdia. Jams te hablar de usted, jams en la vida ni en la muerte, si se
puede decir de ese modo Esa manera de dirigirse a una persona, que es del Occidente
culto y de la civilizacin humanitaria, me parece bastante burguesa y pedante. Para qu,
en el fondo, de la forma? La forma es la pedantera por s misma! Todo lo que has fijado
en consideracin de la moral, t y tu compatriota sufrido, quieres que eso me sorprenda?
Por qu tonto me tomas? Dime entonces qu piensa de m.
-Es algo en lo que no pienso mucho. Eres un pequeo bonachn, conveniente, de buena
familia y de aspecto apetecible, disciplina dcil de sus preceptores y que volver bien
pronto a sus lamentos para olvidar completamente que ha hablado en sueo y para ayudar
a convertir a su pas grande y poderoso por su trabajo honesto en el taller. Esa es la foto
ntima hecha sin mquina. Lo encuentras exacto, verdad?
-Te faltan algunos de talles que Behrens encontr.
-Ah! Los doctores los encuentran siempre, ellos conocen.
la vida orgnica, santa maravilla de la forma y la belleza y el amor por l, por el cuerpo
humano, es al mismo tiempo un inters extremadamente humanitario y una potencia ms
educativa que toda la pedagoga del mundo Oh!, encantadora belleza orgnica que no
se compone ni de pintura de leo ni de piedra sino de materia viva y corrompible, plena
del secreto febril de la vida y de la putrefaccin. Observa la simetra maravillosa del
edificio humano, los hombros y las caderas y los pezones florecientes de una parte y de
otra sobre el pecho, y los lados organizados por partes y el ombligo en medio del blando
vientre y el sexo obscuro entre los muslos. Observa los omoplatos cambiarse sobre la piel
suave de la espalda y el espinazo que desciende sobre la lujuria doble y fresca de las
nalgas y las grandes ramas de vasos y de ligamentos que pasan del tronco a las
extremidades por las axilas, y cmo la estructura de los brazos corresponde a la de las
piernas. Oh Las dulces regiones de la unin interior del codo y de las cosas con su
abundancia de delicias orgnicas bajo sus cojines de carne. Qu fiesta la de acariciar esos
lugares deliciosos del cuerpo humano, Fiesta para morir sin lamentos despus! S, por
Dios, djame percibir el olor de la piel de la rtula, bajo el cual la ingeniosa cpsula
articular secreta su aceite resbaladizo. Djame tocar devotamente de mi boca la arteria
femoral que vate enfrente del muslo y que se divide ms abajo en las dos arterias de la
tibia! Djame sentir la exhalacin de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua
y de albmina, destinada a la anatoma de la tumba, y djame reposar mis labios en los
tuyos!
No abri los ojos despus de haber hablado. Permaneci tal y como estaba: con la cabeza
inclinada, las manos, que sostenan el pequeo lapicero de plata, extendidas delante de l,
arrodillado y sin parar de temblar y estremecerse. Ella dijo:
-Eres, en efecto, un caballero que sabe cmo solicitar de una manera profunda, a la
alemana.
Y le puso el gorro de papel.
-Adis, mi prncipe Carnaval! Tendrs una mala racha de fiebre esta tare, te lo predigo.
Dicho esto, se levant de su silln, cruz la alfombra para dirigirse a la puerta, vacil un
momento en el umbral y, dando media vuelta, con uno de los desnudos brazos levantado y
la mano en el picaporte, dijo en voz baja y por encima del hombro:
-No olvide devolverme mi lpiz.
Y sali.