La Educación o Búsqueda de Sentido Mtro. Marcelino Núñez
La Educación o Búsqueda de Sentido Mtro. Marcelino Núñez
La Educación o Búsqueda de Sentido Mtro. Marcelino Núñez
II Encuentro humanista
“La educación o la búsqueda de sentido”
Mtro. Marcelino Núñez Trejo
Mayo 1996.
1 Vid., Zygmunt, Bauman, “Modernidad líquida”, FCE, México, 2002; Los líquidos son informes y se
transforman constantemente: fluyen. Por eso la metáfora de la liquidez es la adecuada para aprehender la
naturaleza de la fase actual de la modernidad. No hay pautas estables ni predeterminadas en esta versión
privatizada de la modernidad.
hipócrita rara vez confirma. <<Descubro en mí tanto mal como
en cualquier otro, pero como execro la acción, madre de todos
los vicios, no soy causa de sufrimiento para nadie>>. 2
Es en este sentido que tiene que ser trivial (una actuación común) volver
atrás --una vez más y cuantas veces sean necesarias-- y a poner los ojos en el
hombre, en uno mismo (saber lo que necesito desde lo que soy, premisa
fundamental de la pedagogía del aprender a aprender); volver al saber de quién se
es y tratar de develar (aletheia) el rumbo perdido, acicatear la razón embustera, la
razón astuta, pues no se puede decir que esta flaca razón pueda inventar un
sentido a la vida. La vida humana no empieza hoy, empezó con la historia y es ahí
en donde entonces hay que buscarla.
2 Savater, Fernando, “La filosofía tachada y Nihilismo y acción”, Taurus, Madrid, 1978, p. 49.
ser que por su proteicidad mítica de él nada se pude decir de cierto, de seguro,
solamente lo que emerja con el decir mismo --sólo los científicos positivistas
empedernidos siguen absurdamente tratando de explicar, de definir el
comportamiento del hombre desde fuera de su decir mismo.
Somos todo lo que el lenguaje apunta como sentido, como significado, que a su
vez, ha tenido que ver con la manera en que el hombre de cada época se ha
instaurado –a través del acto poiético-- en su mundo de acuerdo con las
interpretaciones que de los símbolos de su pasado hacía, bien o mal, hermeneia.
Tal vez ahí es donde se puede encontrar el error, la causa del “mal”, en la
interpretación que el hombre de cada momento histórico hizo de su contexto
cultural asumiendo con ello haber encontrado la mejor forma de vida, provocando
así una identidad psicológica y una praxis constructora, pero a la vez eternizando
sólo una de infinidad de metáforas de la vida que las nuevas generaciones
tendrían que introyectar como su vida, como la vida misma. En esa interpretación
cabe la responsabilidad de cada sociedad y de los hombres de la época. Quienes
adoptaron un “sentido”, un significado unidimensionado, quienes se acercaron a
los símbolos de su historia, de su circunstancia cultural con la rectilínea razón para
entender, para comprender la metáfora de la vida que tenía mucho de lenguaje
onírico, poético, cósmico, fueron responsables de desligar el lenguaje e imponer
un lenguaje unidimensionado que a la postre causaría daño a la humanidad,
causaría una pérdida de plurisemanticidad vital (el lenguaje operativo que hoy
enarbola la educación para el trabajo), asumiría una narrativa equivocada, esa de
hacer cosas pero no saber qué sentido guarda ese hacer las cosas, para qué,
pues nadie puede negar que quienes menos pueden explicar el profundo sentido
de la vida son los que llevan hoy irresponsablemente en sus manos los sueños de
los pueblos: han sido al fin derrotados los chamanes, los brujos y sacerdotes,
aquellos hechiceros de la tribu han perdido el maná, el poder de lo sagrado y han
sido desplazados por el educador; educador que hoy respira y siente la hermeneia
3 Ricoeur, Paul, “Finitud y culpabilidad”, Taurus, Madrid, 1991, pp. 47-49.
como la aspiración de reclamo, pues el hombre que va a la escuela es incapaz de
ver, de leer la paideia, de hacer aletheia, de traer la verdad no a la razón sino a los
ojos de la vida.
Como se ve, hablar de lo que es el hombre es, pues, infinito e incierto, pero
dentro de ese infinito no todo, o nada mejor dicho, es caos. El hombre es cosmos
divino pregonaba Scheller. Dentro de lo cósmico del hombre, en todos los
sentidos, hay pautas, rastros, huellas, sentido, indicios, índices, tendencia, ello es
lo que entendiéndolo, o tratando de hacerlo, permitirá conocer, y más que nada
comprender, lo que es el hombre.
La naturaleza de la huella que permitirá tener indicios de una vida –la vida-- y tal
vez llegar a quien la produjo, a quien la plantó en el mundo, y por lo que las
mismas palabras escritas están dejando ver, es una naturaleza idéntica a la del
que emite el lenguaje, lenguaje, que también por lo que se ha dicho, es un
lenguaje que dejará ver, en la opinión de Michel Foucault, el mundo de la
subjetividad. Sin embargo, no se puede negar que dicha huella del hombre tiene
también su parte material, misma que influye para transmitir o tra-ducir el tiempo
de la vida. Pero no es lo mismo el lenguaje del arte --como huella a interpretar--
que el de la ciencia y la tecnología, lo que sí les hace comunes es el hecho de que
en cualquier caso se requiere la interpretación, sea como fuere se necesita la vida
del hombre que es la interpelada que a su vez lleva a interpelar a los “objetos”,
pues, desde una pasión, desde el propio pathos existencial que dona la semántica
a cualquier embate de interpretación y como sustancia que permite aprehender el
mundo.
5 Lévinas, Emmanuel, “De otro modo que ser, o más allá de la esencia”, Sígueme, Salamanca, 1987, p. 60.
para divergir, un platicar para abocarse cada quien a la búsqueda de la felicidad a
través de lo que la palabra donada al otro y con el otro sugiere como horizonte,
como expectativa. Y es que el decir no es un decir lógico estrictamente hablando,
es un proceso de entendimiento, de comprensión y de desciframiento de por
donde debe y va la vida. En este sentido la felicidad es --de manera armónica con
la naturaleza del lenguaje como símbolo--, un proceso, es "ir siendo", es decir, no
se es feliz en un momento, es equívoco decir que se alcanza la felicidad como si
fuera una cosa ya hecha, pues la felicidad es el gustar del día a día, gozar y sufrir
la faena constante de hacer horizonte prometedor y degustarlo con la mayor
“claridad” posible. De aquí que quien no entienda que el decir --más que lo Dicho-,
significa "asirse libremente" de la suficiente conciencia huidiza donde las palabras
sólo inician acontecimientos de vida, no tendrá el horizonte de la felicidad como
parte del horizonte de expectativa que es forma constituyente del ser dialogante
del hombre.
Como se ve, junto con el lenguaje como naturaleza misma del hombre, el
hombre se instaura como conciencia (fenomenológica), es decir, como capacidad
de darse cuenta de las cosas "que pasan", que parece ser el fin más noble que
pudiera alcanzar el lenguaje y que hoy está en peligro o que ya se duda tener,
pues el individuo de las sociedades modernas parece ser conducido más que por
lo que ve y piensa, por lo que el autoritarismo soslayado, subliminal, le lleva a
aceptar como finito y terminado. La conciencia "de lo que pasa" (no de lo que es),
es pues, parte de la naturaleza humana, y no puede ser reducida a cero, pues en
ese momento se provoca el fin de la especie. Sin ella la calidad de vida se
asemejaría a la del animal, hecho que se observa en la sociedades modernas,
actuación codificada y sin sentido, sin horizonte de expectativa, sin esperanza,
consumidoras de un hoy cósico. Así, la conciencia es el lenguaje mismo que re-
flexiona en un segundo nivel sobre la vida. Se puede decir que un primer nivel de
conciencia es cuando el lenguaje se utiliza para que dé cuenta de que se está
durmiendo, se está estudiando, se está en aprietos, se está manejando, etcétera.
Este primer nivel de conciencia es una conciencia refleja, sin profundidad moral.
Pero existe la otra conciencia que está hecha de un lenguaje añejo, de la
experiencia del pasado que lleva a la persona a darse cuenta del riesgo que corre
su vida, de que su vida se pierde e incluso termina cuando se dedica a ser una
especie de registradora de lo que hace el individuo. La conciencia es
responsabilidad dialógica del hombre para con su vida y el tiempo de la vida.
Tiene la responsabilidad de llevar el lenguaje a que muestre aquello que hace
daño a la especie. Darse cuenta el hombre de sí mismo, de que a su vida no se le
puede dejar en manos de proyectos ajenos, de planes políticos o de inercias
científico-tecnológicas es parte de su naturaleza como conciencia-de-por-venir. La
conciencia es el alto que hace el lenguaje humano en busca de sus significados
vitales, de su función orientadora de la vida que está como semántica simbólica en
todo lo que el hombre ha dicho y que permanece como la gran metáfora, como el
hombre que hace conciencia, como el gran héroe del que habla Bajtín 6 y que
instaura el mundo axiológico como lenguaje donado al hombre a través de las
obras literarias y como ejercicio de conciencia dialógico-colectiva en auxilio de los
que ya no tienen la capacidad de pensar en la vida:
6 Bajtín, Mijaíl M., "El autor y el héroe", Criterios, La Habana, nº 31, enero-junio 1994, pp. 109-130.
pertenece el portador de la conciencia. En esta relación, la
conciencia, mientras no nos abstraemos de su contenido, ya
no es un fenómeno únicamente psicológico, sino ante todo un
fenómeno ideológico, producto de la comunicación social... 7
7 Bajtín, M. Mijaíl, “Hacia una filosofía del acto ético... De los borradores”, Anthropos, Barcelona, 1997, p.
135.
8 Cfr. Núñez Trejo Marcelino, “Ensayo sobre la función matemática”, Univ. Claustro de Sor Juana, México,
1986 (Tesis). Es el propio origen de la posterior matematización del “acompañamiento” de las cosas en la
función f(x) que conforma los significados del mundo, la semántica humana.
todos, la sociedad, es acompañamiento donde se acuerda el seguir un rumbo para
el desarrollo, el “progreso” o el mismo sentido de la vida. Es decir, el horizonte de
la esperanza aparece en la medida en que los grupos humanos congenian en sus
deseos, en la medida en que comparten el pan y los momentos de placer, de
trabajo, de entusiasmo por aventurarse hacia aquello que entre todos forjan como
la imagen de un futuro. O todos se decepcionan o se vencen en el camino, o todos
gritan con el hecho de que a cada paso que realice el grupo, la sociedad,
aparecen nuevas expectativas que retan la imaginación, la fuerza, la inteligencia,
la creatividad, etcétera. Y es que el hombre es lenguaje que devela, que des-
cubre, que en estricto sentido es un dejar ver a todos (no otra cosa sucede en una
plática). Esto quiere decir que hablar es sinónimo de <<dejar ver>>, dar ojos a
todos desde los ojos de uno. El hombre ve el futuro con las palabras, que en todo
caso son el sentido que la humanidad pasada ha dejado para compartir no sólo
con los contemporáneos y coterráneos a ellos, sino con el hombre por-venir. El
lenguaje comparte el mundo en todos los sentidos del tiempo y del espacio, es un
diálogo allende las épocas concretas, luego, el hombre es espíritu, es sabiduría de
los tiempos, es voz histórica y memoria experiencial, es decir, vivir la vida
compartida, ser un “político” universal.
Ser incompleto y por lo cual requerir del otro que sea en esencia compartición,
donación ontológica. El hombre requiere del otro, es la presentación existenciaria
del amor. Se hace conforme el otro aparece como expectativa de realización, por
eso también Lévinas habla de la franqueza, pues no hay otra forma de que el
hombre tienda a su completud, dejándose ser en la misma expresividad, en su
misma manifestación de la necesidad del otro, de lo otro, del para-otro. De una u
otra manera, Heidegger con su idea de que el hombre es tiempo para-la-muerte,
tiempo que entonces significa cuidar de aquello –con la palaba-- que está como
posibilidad de integrarse al ser propio y que sólo está una vez que es la vida; esto
junto con la idea de Sartre del ser que trae la nada al mundo debido a su proyecto
ontológico que es siempre el “aún no”, cuando habla lo hace como eterna
esperanza, es la angustia de tener que decidir cómo completarse cuando que la
libertad no puede encargarse y entonces se tiene que abocar el hombre a pedir al
otro que se manifieste como “su alternativa” de vida, de realización, de amor, le
pide entonces que hable, que diga, que exprese sus idea,
Ante esa menesterosidad no hay alternativa de este ser del hombre que
está siempre en pro-yecto, en expectativa de lo que depara su siendo, inyectando
su deseo en el futuro desde el respeto que guarda al pasado. Ante esto, y para
que ello se pueda dar, no tiene otra opción que ser franco, abrir su rostro
(prosopein), abrirse a la menesterosidad de sí y del Otro, del prójimo, con los
brazos abiertos y sin reserva. Lévinas, como se citó arriba, dice: con la piel
desnuda, lo cual le lleva a que se manifieste en su verdad, que no es otra cosa
que poseer como resguardo, como medio natural de supervivencia, el lenguaje
como arte: ser-artista; hacer arte como mostración desnuda de aquello que de
manera inmediata se percibe, conmociona como un sentido bueno o malo del
devenir social.
11 Sartre, Jean-Paul, “El ser y la nada”, Alianza Mexicana, México, 1990, p. 394.
desde eso que se aprehende como lo más verídico de la vida, ya que fue captado
desde la desnudez de la piel donde el lenguaje significa lo que se padece, donde
los significados son sugerencias de un suceder y no definiciones estáticas de un
presente, es decir, el lenguaje del arte es el mejor medio para que el hombre
conciba lo que es un “ir siendo”, ya que el arte es una simbología narrativa de lo
que la ha ido sucediendo al hombre, por eso al arte es plástico, es tiempo y
espacio en movimiento, es fuga hacia el futuro a partir de una captación del deseo
de ser que cada época tiene y que aparece en las formas, los colores, las
maneras de trabajar, de gobernar, de ideologizar, de educar, en las formas de
amar, de platicar, de comer, de hacer ciencia. En el arte lo que sucede en la vida
se acomoda, se hace discurso simbólico con sentido, es decir, en el arte la
cotidianidad se vuelve una narración futurista, enunciativo y a la vez desveladora.
Con el arte el hombre se puede decir que sabe de su vida, baste contemplar las
catedrales para imaginar cómo fue que la humanidad estuvo casi mil años cerca
de Dios; baste observar el mundo moderno de la cibernética y de le eficiencialidad
para entender cómo el hombre se ha convertido en desesperanza. El arte delata lo
que la sensibilidad humana captó en un momento dado como congruencia o
incongruencia de la vida vivida, de la vida social. Sin el arte los pueblos entonces
se quedaría sin posibilidad de futurizar su historia, de darle sentido y re-orientar el
camino perdido. Si hoy se puede tener conciencia de un rumbo de la humanidad,
de las sociedades es porque la dimensión artística del hombre lo permite. El arte
es esa franqueza, aletheia, esa verdad con que se vive la vida, y que por otro lado
no puede ser de otra manera. Recuérdese que cuando no se sabe decir a una
mujer que es bella y que se le ama, que se le quiere y se le desea, entonces viene
al hombre la fuerza de su naturaleza, la franqueza de su rostro de lo que se tiene
que decir y no se soporta, y adviene la poesía como un regalo natural al hombre.
De la misma manera cuando hay hambre, violencia, nulidad del discurso, cuando
la tolerancia se hace hipócrita y embustera, etcétera, entonces la naturaleza
humana hace que el individuo diga lo que tiene que decir por cualquier medio, y no
hay otro más originario y honesto que al arte 12.
12 Nunca estuvo equivocado José Vasconcelos cuando propuso como parte esencial de todo el programa
educativo en México la práctica de las artes, sobre todo su experiencia como vida, pues reconocía que era el
El doble carácter del arte como autónomo y como fait social
está en comunicación sin abandonar la zona de su autonomía.
En esta relación con lo empírico las obras de arte conservan,
neutralizado, tanto lo que en otro tiempo los hombres
experimentaron de la existencia como lo que su espíritu
expulsó de ella. También toman parte en la clarificación
racional porque no mienten: no disimulan la literalidad de
cuanto habla desde ellas. Son reales como respuestas a las
preguntas que les vienen de fuera. Los estratos básicos de la
experiencia, que constituyen la motivación del arte, están
emparentados con el mundo de los objetos del que se han
separado. Los insolubles antagonismos de la realidad
aparecen de nuevo en las obras de arte como problemas
inmanentes de su forma. Y es esto, y no la inclusión de los
momentos sociales, lo que define la relación del arte con la
sociedad.13
único medio para que el niño, el adolescente, en todo caso el hombre, sintiera su tiempo. Vid., Vasconcelos,
José, “Ulises criollo”, Universidad de París, Paría, 2000, p. 946.
13 Adorno, Theodor, W., “Teoría estética”, Taurus, Madrid, 1971, pp. 15-16.
conciencia parte precisamente de esta manera de saber lo que hace vía sus
obras.
De ahí que la huella sea como quien la dejó, devenir semántico, historia forjada,
como suceso mismo, a través de aquello que hace el hombre desde lo que piensa
y dice. Esta relación del hacer con el devenir y luego con la alegoría que se narra
de lo hecho, que es el Decir del que arriba citado habla Lévinas, es la misma
relación entre praxis e historia, entre existencia y esencia, entre singular y
universal, práctica y teoría. En esta dualidad el lenguaje simbólico del hombre se
va alimentando. El hombre piensa hacer cosas desde lo que la circunstancia la
sugiere o impone como urgencia vital por hacer; sólo el hacer del arte es el hacer
14 Acevedo Martínez, Cristóbal, “Mito y conocimiento”, Universidad Iberoamericana, México, 1993, pp.289-
290. Para el caso de adentrase en el conocimiento de lo que es el símbolo y lo que representa para la cultura
del hombre, y que de hecho de una manera u otra se hará en la tesis, se puede consultar a los autores Ernst
Cassirer y el mismo Paul Ricoeur.
que está exento de imposición alguna, lo cual deja ver que es el único medio por
donde el hombre explaya sus verdaderas aprehensiones de su mundo, lo cual
traducido a símbolos como el lenguaje mismo, las artes como la pintura, la
arquitectura, el cine, el teatro, etcétera, dan santo y seña del devenir, del pro-venir
del hombre, es decir, hacen la historia, historia sin la cual también el hombre deja
de ser tal.