Arguedas y El Taki Onqoy
Arguedas y El Taki Onqoy
Arguedas y El Taki Onqoy
Arguedas y el
Taki Onqoy*
Arguedas and Taki Unquy
* Este artculo forma parte del proyecto FONDECYT N 1120822, del que los autores son,
respectivamente, co-investigador e investigadora responsable.
** Profesor de los Programas de Magster y Doctorado en Literatura de la Facultad de Humanidades y Arte, Universidad de Concepcin, Chile. Profesor Emrito Universidad de Concepcin,
Miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Correo electrnico: [email protected]
*** Doctora en Literatura Latinoamericana. Directora y docente del Programa de Magster en
Literaturas Hispnicas de la Facultad de Humanidades y Arte, Universidad de Concepcin, Chile.
Correo electrnico: [email protected]
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pp. 73-85
ABSTRACT
Jos Mara Arguedas narrations can be read as a representation system that evokes the
strategies of Taki Unquy, a 16th century indigenous movement of cultural resistance.
Like the movement, Arguedas seeks to recover in his tales the traditional views of the
Andean man and their religious relations with the mountains (apus, wamanis), rivers
(mayus), and establish a sort of negotiation with modernity as a form of cultural resistance. In fact, Arguedas texts privilege a fictive orality and incorporate non-narrative
texts (prose and poetry), and even non-verbal discourses (melodies, songs, dances, fabrics and garments) with which heterogeneous visions are constructed. The axis of the
relationship between Taki Unquys semiotic-religious practice and Arguedas narrative
practice is the figure of the dancers who, in both cases, are able to establish links with
their divinities and embody the cultural survival of the old Andean world.
Keywords: Taki Unquy, Andean culture, novel, Arguedas.
Recibido: 14.03.14. Aceptado: 10.03.16.
. La invasin espaola al Per suscit diversas formas de reaccin indgena en procura de adaptarse a las condiciones del proceso de conquista y colonia, mediante estrategias que permitieran a los vencidos
sobrevivir y resistir. Hacia mediados del siglo XVI se registra en ciertas regiones centro-andinas del Per, un movimiento religioso de antiguas races
indgenas con el nombre de Taki Onqoy o enfermedad del canto. Se trataba, fundamentalmente, de un movimiento de resistencia anticolonial, que
procuraba, por una parte, afirmar la vigencia de los antiguos dioses1 y, por
otra, incitar al rechazo de todo aquello que identificaba el mundo espiritual
y material del conquistador. Era la reaccin frente al caos en que se hunda
la sociedad andina toda: sus modos de vida, su dominio sobre la tierra, sus
dioses. Consternado ante la confusin en que se suma el orden csmico,
poltico y social, el hombre andino se siente desamparado y culpable por
haber abandonado a sus dioses. Por lo tanto, la idea subyacente detrs del
Taki Onqoy era restaurar una comunidad sin injusticias, ni enfermedades
y conforme a las antiguas creencias y al antiguo estado de cosas. Esto ge-
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Seala Acosta que en Per, despus del Viracocha o supremo Dios, fue y es en los infieles el
que ms comnmente veneran y adoran, el sol, y tras l esotras cosas, que en la naturaleza celeste
o elemental se sealan, como luna, lucero, mar, tierra. Los Ingas, seores del Per, despus del
Viracocha y del sol, la tercera guaca o adoratorio y de ms veneracin, ponan al trueno, al cual
llamaban por tres nombres, Chuquilla, Catuilla e Intillapa, fingiendo que es un hombre que est
en el cielo con una honda y una porra, y que est en su mano el llover, granizar, tronar y todo
lo dems que pertenece a la regin del aire, donde se hacen los nublado (Acosta, 1590, Libro V
Captulo IV).
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Hara diez anos, poco mas o menos, que hubo una yerronia entre estos indios desta tierra
y era que hacian una manera de canto, al cual llamaban taqui hongoy, porque en la provincia del
Parinacocha, un Luis de Olivera, clerigo presbitero que a la sazon era cura del dicho repartimiento, que es en el obispado del Cuzco, fue el primero que vio la dicha yerronia o idolatria... (Molina,
1947 [1575], 28).
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Idolatra (...) que entre ellos se guardaba que se dize Taqui Ongo, y por otros nombre Aira,
la qual muchos de los dichos naturales predicavan a los dems y les dezan que no creyesen en
Dios ni en sus mandamientos, ni adorasen en las cruzes ni imgenes, ni entrasen en las iglesias, y
que no se confesasen con los clrigos, sino con ellos, y que ayun [sic] ciertos ayunos en sus formas
ciertos das, no comiendo sal ni ag ni maz, ni tubiesen cpula con sus mugeres, sino que slo
bebiesen cierta aua destemplada, y mandndoles que les adorasen y ofreciesen de las cosas suyas
naturales que ellos tenan, que heran aves, carneros y chicha, y otras ynmunducias y supersticiones que ellos solan tener en su tiempo de su yngas y gentilidades, y que ellos venan a predicar
en nombre de las guacas Titicaca, [f. 47r/] Tiaguanaco y otras muchas que tenan, y que ya estas
guacas / avan vencido al dios de los cristianos y que ya hera acabada su mita y otras muchas cosas
de grandes deshrdenes contra el servicio de Dios Nuestro Seor y de su Magestad. Informacin de Servicios (Huamanga, 1570) de Cristbal de Albornoz, en Millones (Comp.), 1990, 135.
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Santuarios, dolos, templos, tumbas, momias, lugares sagrados, animales, astros tutelares de
los ayllus, o clanes, los propios antepasados, incluyendo a las deidades principales, el sol y la luna,
los cuales eran venerados a travs de diferentes ceremonias.
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genas. El padre Cristbal de Molina recoge la versin andina de este fenmeno: las huacas andaban por el aire, secas y muertas de hambre; porque
los indios no le sacrificaban ya, ni derramaban chicha (1947, p. 80). Pero
su falta no conclua simplemente en este abandono; iba ms all, pues los
indios muchas veces forzados por catequizadores se haban bautizado
entregndose al ritual catlico. Para evitar las desgracias que esto acarreaba,
segn los sacerdotes indgenas, haba que renunciar a todo lo aprendido
en la doctrina catlica; solo as viviran en prosperidad, gracia y salud
(Molina, 1947, p. 80). La jerarqua sacerdotal mensajera de las huacas
que lideraba el Taki Onqoy, no slo rechaz la enseanza y prcticas de los
evangelizadores, sino que reorganiz el panten oficial de dioses andinos
sustituyendo a las principales divinidades incaicas derrotadas (Inti, Wiracoocha) por las huacas antiguas, renacidas (montaas, volcanes, ros, lagunas, la madre tierra, etc.). Al respecto, seala Cristbal de Molina:
todas las huacas del reino, cuantas haban los cristianos derrotado y
quemado, haban resucitado, y de ellas se haban hecho dos partes: las
unas se haban juntado con la huaca de Pachacamac, y las otras con
la huaca de Titicaca; que todas andaban por el aire, ordenando el dar
batalla a Dios, y vencerle; y que ya le traan de vencida; y que cuando el
marqus (Francisco Pizarro) entr en esta tierra, haba Dios vencido a
las huacas, y los espaoles a los indios; empero que, ahora daba la vuelta
el mundo; y que Dios y los espaoles quedaban vencidos de esta vez,
y todos los espaoles muertos, y las ciudades dellos anegadas; y que la
mar haba de crecer, y los haba de ahogar, porque de ellos no hubiese
memoria (Molina 1947, pp. 79-80).
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La danza de las tijeras es una danza-ritual propiciatoria, traspasada como un Don de maestro a discpulo, en la que confluyen varios modos ritualizados de produccin sonora y coreogrfica (Bellenger, 2007, p. 179).Sus antecedentes se remontan a los siglos XVI y XVII y a las fiestas
comunitarias relacionadas con el pastoreo, la esquila del ganado auqunido y la sanacin de los
enfermos. En este sentido, se trata de una danza de purificacin. La danza de las tijeras se escenifica hasta el da de hoy en varias zonas del Per: Departamento de Ayacucho, en la Provincia de
Huamanga, especialmente en el Distrito de Socos, Vinchos y en el barrio de Santa Ana; Provincia
de Vilcashuaman, en los Distritos de Accomarca, Carhuanca y San Antonio de Ccocha; Provincia
de Lucanas, en el Distrito de Aucara, Puquio y Carmen de Salcedo; Provincia de Sucre, en los
Distritos de Querobamba, Soras y Chilcayoc; Provincia de Parinacochas, en los Distritos de Coracora, Chumpi y Rivacayco; Provincia de Pacar del Sarasara, en los Distritos de Pauza, Sarasara
y Lampa; Provincia de Huancasancos, en los Distritos de Lunamarca y Carapo; Departamento de
Huancavelica; Provincia de Angaraes, en los Distritos de Patallacta, San Antonio de Atapuerco
y Cogalla; Provincia de Ancobamba, en el Distrito de Paucara y Pomacocha; Departamento de
Apurmac, en la Provincia de Aimaras, en los Distritos de San Juan, Colcabamba y Chapimarca;
Provincia de Andahuaylas, en el Distrito de Huancaray, Abancay y Lambrana; y Departamento
de Arequipa, en la Provincia de la Unin, en los Distritos de Cotahuasi, Alca, Pampamarca y
Charcana.
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Jos Mara Arguedas ha revivido, bella y convincentemente, el vnculo de la danza de tijeras
con las antiguas religiones andinas en su relato La agona de Rasu oti. Cf. El lcido ensayo de
Martin Lienhard (1983, pp. 149-157).
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El vnculo con los danzantes y las antiguas religiones andinas es perceptible en toda la produccin arguediana, desde sus cuentos (recurdese La agona de Rasu iti (1962), pasando
por sus novelas Yaguar Fiesta (1941), Los ros profundos (1958), El sexto (1961), Todas las sangres
(1964) hasta la pstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971). Aqu slo revisaremos dos de
ellas: Los ros profundos y Los zorros
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... ocurri y ocurre en el Cuzco, donde seores e indios parecen aceptar diferencias que
comprometen la propia naturaleza de las personas y no nicamente su condicin socioeconmica (Arguedas 1981, p. 119).
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Sirviente indio que sirve gratuitamente en casa del amo.
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Caminar, alejarse, contemplar, volver a acercarse, tocar, seguir implican una forma de conocimiento corporal y espiritual, una especie de
acoso por aproximaciones sucesivas y desde todos los ngulos y dimensiones. Pero he aqu que las piedras no son un objeto inerte destinado a la
contemplacin y al asedio inquisitivo; al contrario, ondulan imprevisiblemente, como los ros; el muro vive y reacciona (llameaba) al sentirse tocado por las manos de Ernesto. Ya no se trata, pues, de una tpica actividad
cognoscitiva (relacin entre un sujeto activo y un objeto inerte), sino de
una compenetracin simultnea de dos seres vivientes. Esa asociacin intuitiva y participativa de Ernesto con piedras y ros atrae el recuerdo de las
canciones y de la lengua quechua (eminentemente oral), como una forma
de evidencia del indisoluble vnculo entre naturaleza y cultura:
Me acord, entonces, de las canciones quechuas que repiten una frase pattica constante: yawar mayu, ro de sangre; yawar umu, agua
sangrienta: puk tik yawar kocha, lago de sangre que hierve; yawar
werke, lgrimas de sangre. Acaso no podra decirse yawar rumi, piedra de sangre, o puk tik yawar rumi, piedra de sangre hirviente? Era
esttico el muro pero herva por todas sus lneas y la superficie era cambiante, como la de los ros en el verano, que tienen una cima as, hacia
el centro del caudal, que es la zona temible, la ms poderosa. Los indios
llaman yawar mayu a esos ros turbios, porque muestran con el sol un
brillo en movimiento, semejante al de la sangre. Tambin llaman yawar
mayu al tiempo violento de las danzas guerreras, al momento en que
los bailarines luchan.
Puktik, yawar rumi! exclam frente al muro, en voz alta (1998,
p. 26).
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Estas canciones cumplen una funcin central en el relato, pues estn engranadas dentro
del discurso narrativo, a veces en su superficie argumental y otras veces en su discurso profundo.
Son momentos de alta concentracin emocional y artstica, a manera de verdaderas arias, que
en dimensiones reducidas y sobre una textura musical, cifran los significados que toda narracin
est obligada a desarrollar extensivamente (Rama, 1989, p. 250).
15
Sobre el problema de la lengua en Los ros profundos, vase las muy pertinentes observaciones de ngel Rama (1989, pp. 240 y ss.).
16
Cf. vila (1966 [1958?], pp. 72 y ss; 82 y ss).
17
Aun hoy, el mundo Quechua-Aimara est dividido en mitades o sayas denominados Hurin
Saya y Hanan Saya en quechua y Ala Saya y Mala Saya en aimara. A partir de esas mitades de
arriba y abajo se orden toda la vida social y religiosa de esos grupos. Todo como reflejo del
orden csmico (Accorsi, 2012, p. 15).
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inmortales18 y mantienen vigente su capacidad de actuar en las cosas humanas: ese oficio quiero (dice don Diego encarnacin del zorro de arriba):
ayudar a morir y a resucitar ms fuertemente que morir (Arguedas, 1971:
107). En tales ocasiones, transformado en un ambiguo personaje una especie de zorro humano, el zorro de arriba otorga, a travs de una mgica danza, a ciertos personajes elegidos, virtudes especiales: capacidad de
comprensin profunda de lo andino, reencuentro en una cierta forma de
posesin musical y rtmica con las races autnticas y vivas de la cultura
indgena, capacidad visionaria. Esos personajes llegan a ser, instantneamente, autnticos huatyakuris. Es la epifana y apoteosis del mito. En la
supervivencia de los zorros y del orden csmico que ellos representan, pone
el texto (Arguedas) toda su esperanza; porque ese orden, que es un orden
dialctico, supone la vigencia alternada de los valores de arriba y de abajo.
Y entonces, el texto anuncia el advenimiento de un nuevo ciclo, regido por
el mundo de arriba:
Ahora el zorro de arriba empuja y hace cantar y bailar, l mismo, o est
empezando a hacer danzar el mundo, como lo hizo en la antigedad la
voz y la tinya de Huatyacuri, el hroe dios con traza de mendigo (1971:
292).
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