Desde El Abismo
Desde El Abismo
Desde El Abismo
EL ABISMO
(ALCOHOLISMO INFERNAL)
NDICE
PRLOGO.
I.
I I.
U N BE B SI N S UER TE.
I II .
TERROR HOGAREO.
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I V.
LA LTIMA PALIZA.
V.
Ml PRIMERA BORRACHERA.
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VI.
LA MUERTE DE MI PADRE.
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VII.
LA GRAN FUGA.
23
VIII.
E N C ERR AD O.
25
IX.
AVENTURAS.
26
X.
31
XI.
LA LLAMADA.
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XII.
EL BUEN SAMARITANO.
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X I I I . A L C O H L I C O S A N N I M O S : P R O V I D E NC I A L .
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XIV.
GESTNDOSE EL MILAGRO.
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XV.
POR FIN!
56
XVI.
57
XVII.
MENSAJE FINAL.
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PROLOGO
CAPTULO I
HERENCIA MALDITA
AO 1745
Mis antepasados son gitanos hngaros o zngaros, artistas de circo y teatro,
y msicos que iban por las ferias y fiestas, recorriendo los pueblos de Europa y del
resto del mundo con su espectculo y sus casas a cuestas: "tartanas", carruajes con
toldos tirados por caballos. Recalaron en el Cabaal (Valencia), al lado de la huerta
[primavera San Jos], junto a la playa. Les gust el clima y las gentes del lugar y as
echaron races definitivamente, a pesar de su sangre aventurera.
AO 1894
En El Cabaal naci mi padre. Vicente Dars Llorens. Era un hombre
moreno, alto, atltico. Su propia vida es otro relato: mdico, actor teatral, deportista,
aventurero,... Embarcado en el "Balmes", un gran barco, conoci Nueva Orleans y
mil lugares ms. Protagoniz como segundo actor una pelcula de cine mudo,
escribi poesa y segn l mismo me cont habla participado en un proyecto para
inventar el cine sonoro que no lleg a trmino porque otros se adelantaron en el
hallazgo. La vida aventurera pareca sello de familia: dos de sus parientes cercanos
fueron jugadores de ftbol en el Real Madrid y un primo segundo fue el primer
saltador de altura que pas la barrera de los dos metros.
Mi padre fue un buen hombre si bien, por circunstancias que ms adelante
narrar, nunca mantuvimos una verdadera comunicacin ni nos uni amistad
profunda. Romp sus fotos la primera vez que me embriagu y no conservo recuerdos de l.
AO 1916
Mi madre, M' Teresa Soto Moreno, naci aquel ao en Torremolinos
(Mlaga).
De ella, una mujer hermosa y buena persona en exceso, conservo algunas fotos.
Su padre, mi abuelo Antonio, granadino, muri cuando yo contaba nueve aos.
Fue militar y particip en la guerra de Cuba como teniente. El mismo me cont que
era un admirador del general Franco y le gustaba ensearme multitud de Fotografas. En una de
ellas aparece pescando en el famoso yate Azor, propiedad de Franco. Ya adulto, recuerdo
que aquella imagen me desagrad; nunca he votado y no entiendo de poltica pero creo
que mis ideas, aunque no son fciles de identificar, podran definirse de republicanas y
comunistas.
AO 1925
La familia de mi madre (todos andaluces) se estableci en Alboraya, un
pueblecito junto a Valencia, cuna de la horchata.
CAPITULO II
caballo de cartn precioso y lleno de ilusin fui hacia l; apenas tend la mano
un nio fuerte y bien alimentado, su dueo, me lanz al suelo de un empujn. Llor
desconsoladamente y aunque corr a casa buscando ternura no hall a nadie; mi ta
haba salido a comprar su "dosis" de vino.
Tambin recuerdo una visita al mercado; hambriento, como era
habitual. Vi una manzana en el suelo pero cuando estaba a punto de cogerla, el
tendero ale golpe tan fuerte en le mano con un palo que casi me parti un
hueso. Estas y otras semejantes eran las vivencias habituales de mi niez.
Al medioda, mi ta Luisa raras veces preparaba algo de comida. En
ocasiones porque no haba nada que cocinar, otras veces porque el poco dinero
que tenamos era gastado en bebida. Por la noche el panorama variaba poco:
resultaba frecuente que, al llegar mi padre a casa no encontrara comida; una
cosa trajo la otra y empezaron a producirse las reacciones violentas de mi padre,
golpeando a su hermana.
Un da, hacia las dos de la tarde, aprovechando la embriaguez de mi ta
que permaneca tirada en el suelo, me escap de casa hastiado del ambiente de
infelicidad que all reinaba. Sal descalzo y casi sin ropa pero animado con una
gran ilusin y un firme propsito. En realidad era vctima del sueo de hallar
a mi madre y encontrar un hogar. Apenas tena cuatro aos y medio. Camin
deprisa, durante varias horas. Tal vez un ngel me guardara una vez ms porque
nada ale ocurri; ni por causa del trfico ni a manos de cierta clase de personas
con las que me cruc. La oscuridad de la noche ale aterroriz. Me hallaba a varios
kilmetros de casa, en medio del campo, en los alrededores de "la Fonteta de
San Lluis". Lloraba desgarrada y desconsoladamente. Las gentes de una alquera
cercana escucharon mi llanto; me recogieron y prepararon una cena a base de
queso, leche, pan y un pltano. Tambin avisaron a la polica que, en una bicicleta,
me llevaron de vuelta a casa.
Mi padre y mi ta, a quienes el susto de mi partida haba borrarlo todo
rastro de embriaguez, siempre creyeron que me haba perdido. Fue la
explicacin que yo mismo les di, pero la realidad era ms amarga: quise salir
huyendo de aquel infierno "hogareo", a pesar de mi corta edad, buscando la
independencia.
Con el paso del tiempo he podido descubrir cmo y por qu une
convert en un enfermo, huyendo en brazos de esa droga dura que es el
alcohol.
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CAPiTULO III
TERROR HOGAREO
AO 1947
A los seis aos de edad era un nio bajito, delgado y muy sucio adems de
andar apenas sin ropa; aun aos despus, ya adulto, apenas meda 1,57 y pesaba
49 kilos. Era un golfillo porque mi padre y mi ta, vctimas de un alcoholismo
progresivo, no eran capaces de atenderme, pero a la vez siempre mostr cierta
"alma de artista": a menudo por aquellos aos gustaba de cantar y bailar para
los vecinos con una cacerola vieja, una caja de madera, una botella y dos palos.
Tambin, con artilugios caseros muy rudimentarios, era capaz de inventar
verdaderas "pelculas" de cinc, preparar guiones y dibujos y proyectarlos
con ayuda de una linterna, en un cuarto oscuro. Alma de artista, tal vez, pero
solitario; nunca acept integrarme en las conocidas fallas valencianas ni siquiera
para asumir cargos de importancia; nunca quise formar parte de ningn proyecto
colectivo.
Mi padre tom una importante decisin aprovechando sus escasos
momentos de lucidez; su primera novia permaneca soltera y accedi a su peticin
de casamiento, Despus de la boda nos trasladamos a su casa. Aprovechando las
influencias de nuestra nueva familia, mi ta Luisa ingres como interna en la
Asociacin Valenciana de Caridad, un albergue-comedor, junto al ro Turia,
donde qued al cuidado de la limpieza: quince horas diarias fregando de
rodillas a cambio de comida, cama y una pequea gratificacin econmica.
En aquellos momentos mi padre contaba cincuenta y tres arios de edad:
mi madrastra, Teresa Barber Mer, cincuenta y uno. De joven haba sido una mujer
atractiva pero cuando la conoc vesta de luto por la muerte de su padre, su
cabello estaba cubierto de canas y el gesto de su rostro era adusto, severo... Era
una buena persona, pero resentida y amargada.
Yo la tema. Creo que en mi vea al hijo de la mujer que le quit al
hombre de su vida. En realidad aquel "hurto" fue provocado por mi abuela: la
madre de mi padre fue una mujer autoritaria, que siempre le tuvo dominado y
le separ de Teresa. Tal corno yo lo veo, si aquella relacin se hubiera consumado
yo no habra nacido: Dios hace las cosas a Su manera y mejor aceptarlo todo sin discusin.
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personas se juntaron gritando contra mi madrastra. Cuando ella se asom los insultos
subieron de tono y una mujer -de buena posicin- lleg a ofrecerse para llevarme a
sir casa y ocuparse de m. Pero Tia Tereseta les desafi a todos gritando casi
textualmente: "Ya que me he cansado, yo me ocupar de este golfillo salvaje y
del borracho de su padre!".
Por aquel entonces mi padre estaba muy deteriorado, bajo los efectos de un
alcoholismo que se agravaba a pasos agigantados.
Nunca procur ayudarme en mi angustia y de hecho, en una ocasin l
mismo me golpe, lleno de ira, con un cinturn de cuero. Tambin es verdad que
conforme fui creciendo les hice sufrir no poco: comenc a beber, malvenda todas
las cosas de valor que haba en casa y la emprenda con fotografas y recuerdos,
destrozndolo todo.
En aquellos aos de la niez, las nicas alegras llegaron de mi ta Luisa; libraba los jueves y vena a verme con un buen bocadillo y algunas golosinas; me
llevaba al cine para ver las tres pelculas que ofrecan a cambio de una peseta.
Tena un amigo, Ramn, que padeca tuberculosis y guardaba cama porque
en aquellos tiempos se trataba de una enfermedad muy grave y contagiosa. Pasaba a
su lado un buen rato cada da aunque he de reconocer que no slo por cario -en
realidad siempre he sido egocntrico y narcisista-, la verdad es que acompaaba a
Ramn porque le necesitaba para aliviar mi soledad. Corno no poda ser menos, mi
madrastra me esperaba para propinarme una paliza cada vez que descubra estas
visitas al amigo enfermo.
Acompaaba a mi padre a diario en sus visitas mdicas a una nia de nueve
aos, hermosa y rubia a la que pona una inyeccin; ella fue mi segunda experiencia
amorosa y platnica. Da y noche viva obsesionado con su rostro angelical, pero
ninguna relacin, ni entonces ni hasta el da de hoy, pas de esa dimensin idealista.
Bastaba que una nia se sumara a mis juegos con otros nios para que me invadieran los nervios y el sonrojo. Esa timidez y un notable complejo de inferioridad
que siempre me ha acompaado truncaron cualquier posibilidad de noviazgo.
En aquellos tiempos abundaban los lavaderos pblicos: edificios de
abundantes columnas y grandes y profundas pilas. Como es fcil de suponer a
estas alturas de la narracin, tampoco falt la ocasin para que cayera en una de
ellas. Un buen da, jugando con un barquito de papel, ca de cabeza en una pila
llena de agua con leja y "azulete"; mi madrastra, charlando con otra amiga, no
se percibi del accidente; nadie estaba conmigo en el lavadero y yo slo no
consegua salir ni sacar la cabeza para gritar. Fue ocasin para un verdadero
milagro porque, tal como ella misma cont despus, not como si una energa
misteriosa trajera a su mente mi imagen en peligro. Corri llamndome a
gritos: "Vicentn dnde te has metido?" Pas varias veces en su carrera delante
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de la puerta del lavadero hasta que, por fin, la energa que la impuls la hizo
detenerse ante el lavadero. De la ltima pila asomaban las dos pequeas puntas
de mis sandalias, agitndose frenticamente. Entre gritos me sac del agua
cuando ya mi piel haba adquirido un tono amoratado; en una Casa de Socorro
cercana el mdico consigui recuperarme y, le dijo a in madrastra: "Seora,
cree usted en los milagros? Doce segundos ms y el pequeo no lo cuenta."
Paradjicamente, siendo adulto, y por muchos aos, me consider un ateo
convencido.
En las fiestas de Navidad y Ao Nuevo nos reunamos con toda la
familia de ta tereseta en casa de su hermana menor, mi ta Vicenta. Con ella
me llevaba de maravilla y a la hora de recibir el aguinaldo me refugiaba entre
sus piernas bajo la mesa por causa de mi vergenza; a pesar de todo lograba
reunir dieciocho o diecinueve pesetas. Una de aquellas nocheviejas mi
pequea prima "Nievetes", cogi a escondidas una copita de licor dulce y me
dio a beber; aunque no me gustaba, acept compartira por hacerme el
hombrecito. A ella pareci sentarle muy bien, se divirti y ri sin medida; pero a
m me sent fatal: me produjo un dolor de cabeza terrible.
En casa de ta Tereseta haba dos dormitorios con una cama grande en
cada una; ella dorma con mi padre en una habitacin y en la otra dormamos mi
primita y yo, `todava me aterroriza el recuerdo de aquellas noches en que mi
padre llegaba a casa apestando a alcohol y me obligaban a dormir con l mientras
mi prima comparta cama con su madre. Fueron tiempos duros para todos. Una
noche, estando mi padre de guardia en la clnica y mi madrastra cosiendo -sola
quedarse trabajando hasta las cuatro de la madrugada-, saltaron unos ladrones a
la terraza para robarnos los animales. Ella se bast para hacerles frente y
ahuyentarlos; era una mujer valiente, a diferencia ma que siempre he sido ms bien
apocado..
AO 1952
Tenia ya once aos y las palizas de ta Tereseta eran cada vez menos
frecuentes. Con la ayuda de una persona influyente consiguieron inscribirme
en una buena escuela, dependiente de la Asociacin de Pescadores
Valencianos, junto a la playa y cerca del antiguo monumento a Joaqun Sorolla.
No est de ms sealar que cerca de mi casa naci el gran escritor Vicente Blasco
Ibez, y aunque no soy regionalista es de justicia reconocer que Valencia es
tierra prolfica en artistas (recordemos Tambin a Da. Concha Piquer); las
Fallas son otro notable ejemplo.
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CAPTULO IV
LA LTIMA PALIZA
AO 1955
Contaba catorce aos de edad cuando mi ta Tereseta me inscribi en una buena
academia de pago para que terminara el bachiller. Pretenda que estudiara despus
Ingeniera e instalarme profesionalmente en los afamados astilleros valencianos Unin
Naval de Levante, tal vez confiando en la influencia de mi to Felipe que trabajaba all
como mdico. Pero yo, aunque no era torpe y tena incluso capacidad para la msica, no
tard en desalentar a la familia; pronto tuvieron que rendirse a mi actitud rebelde e
indisciplinada. Y pronto tambin cambiaron las perspectivas: para que no perdiera
totalmente el tiempo y pudiera aportar alguna ayuda en casa me emplearon en la farmacia
Fenollosa, en la cntrica calle de La Paz en Valencia. Slo estuve un mes empleado; los
dueos hablaron con mi ta para denunciar mi desobediencia e indisciplina.
Ta Tereseta no desesper. Despus de la fallida experiencia farmacutica me
busc trabajo en un taller de tonelera artstica con un sueldo de apenas cuarenta y cinco
pesetas por semana. Pero hizo algo ms; me llev al mdico para ver si era posible
mejorar cierta debilidad que sufra. La receta "mdica" fue un batido a base de huevo y
vino moscatel, que debera tomar dos veces al da. No extraar a nadie que el adolescente
que yo era en aquel tiempo estuviera ansioso esperando la hora del "jarabe"; la felicidad que
experimentaba con aquella "medicina" era verdaderamente indescriptible.
Dej mi nuevo trabajo apenas cinco meses despus de comenzar, pero al menos
me report algunas satisfacciones. Con motivo de las fiestas navideas recib una paga
extra que gast, con nimo de sorprender a la familia, en una botella de sidra y otra de
cava. Pero la sorpresa obtuvo un efecto insospechado: recib de Ta Tereseta una nueva y,
eso s, ltima paliza.
AO 1956
Comenz el ao con un alarde de paciencia y tesn por parte de mi madrastra. A
base de constancia me consigui un nuevo empleo, ahora fijo, en una fbrica de vidrios
para laboratorios: Vidrios Belgor: una empresa dirigida por alemanes con una plantilla de
mas de doscientos empleados. Yo tena quince aos. En aquel centro de trabajo potenci
una habilidad que hasta entonces ignoraba: mi calidad como jugador de ftbol. Jugu con el
equipo de la empresa en un campeonato de cierta importancia. Los entrenamientos se
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CAPTULO V
MI PRIMERA BORRACHERA
AO 1959
Ya con dieciocho aos, mis problemas con el alcohol no hacan sino crecer.
Un sbado la empresa me pag el porcentaje de los beneficios anuales por produccin, y adems el sueldo semanal con las horas extras. Con engaos logr "distraer"
buena parte de aquel dinero y, con la ayuda de unos amigos, conseguir el permiso de
ta Tereseta para salir aquella noche. Fuimos al Casino del barrio; all, mientras mis
amigos jugaban a las cartas o al billar, yo me qued en un rincn, solo, triste y con
un sentimiento insoportable de vaco interior. Sal de aquel lugar y con un taxi
march al centro de la ciudad, al barrio por excelencia de la prostitucin. All
estuve bebiendo con una sed infernal hasta que se termin el dinero; pero no tena
bastante. Entre en un local enorme, lleno de marines norteamericanos y prostitutas,
y sin pensarlo, aprovechando que los marines estaban distrados con las chicas en la
barra, me lanc a apurar todas las copas que encontr en las mesas. Sal dando
tumbos y despert en el suelo, en un callejn oscuro y tirado entre dos coches que,
de haber arrancado, habran puesto fin a mi vida. De nuevo, como ocurrira
muchas veces en los aos siguientes y a pesar de mi ruina, un ngel protector me
guard.
Sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo antes que fuera capaz de reconocer que Dios me libr de mltiples peligros; ahora doy testimonio de ello pero
en aquellos aos me tena a m mismo por un ateo radical, alrgico incluso a la
posibilidad de pisar una iglesia... y segu cayendo en picado! Todos los sbados me
entregaba a descomunales borracheras con los consiguientes peligros que conllevaba
este tipo de vida. Como consecuencia de estos excesos a menudo causaba baja en el
trabajo, aunque yo rogaba al mdico que mintiera y no hiciera mencin a mi
problema con la bebida, para as seguir cobrando. Lo cierto es que en alguna
borrachera llegaba a perder dos o tres quilos de peso y mi aspecto era cada vez ms
plido y demacrado.
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AO 1961
Tena veinte aos y segua descendiendo peldaos en mi deterioro porque, para
poder beber y entregarme a desenfrenos de toda clase, empec a hurtar parte de mi sueldo,
que segua entregando en casa, y tambin a robar toda clase de objetos. Poco a poco llegu
a vaciar el sostre (buhardilla) donde ta Tereseta guardaba sus pocas pertenencias de algn
valor.
Los arrebatos de ira se fueron haciendo cada vez ms frecuentes; en uno de ellos
romp mis fotografas y tambin las que guardaba mi padre, as como todos sus
recuerdos. Esta vez no recib castigo alguno pero, no fue a causa de su comprensin, si
no que l mismo estaba tan alcoholizado que no fue capaz de darse cuenta de nada.
En uno de estos arrebatos escap de casa para refugiarme en Alboraya y dormir
en la misma habitacin donde aos atrs muri mi madre. Despus de un mes ta
Tereseta me llev de nuevo a casa y pude adems reincorporarme al trabajo en la fbrica,
pero se haca evidente el rpido avance de mi deterioro fsico y psquico.
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CAPTULO VI
LA MUERTE DE MI PADRE
AO 1962
Por causa de una enfermedad, ta Tereseta tuvo que viajar a un balneario en
Benasal (Castelln). Su propsito era ausentarse por un mes, de manera que nos dej dinero
suficiente para atender los gastos durante aquellas semanas. En mala hora. Un buen da,
bajo los efectos de una tremenda borrachera, volv a escapar de casa llevndome todo el
dinero. Mi padre pudo sobrevivir gracias a la ayuda de algunos vecinos. Una vez ms fui
ayudado: Cuando regres Tereseta me perdon; las compaeras de la fbrica organizaron
una colecta para paliar el problema econmico en casa, y pude, adems, conservar el
trabajo.
La situacin de mi padre era tambin muy apurada. Aquel mismo ao, en una de
sus borracheras, sufri un accidente que le ocasion diversas fracturas. Cuando sali
del hospital tuvo que guardar reposo y ya no sali de la cama: no se repuso. En aquel
tiempo no repar en que mi padre padeca cierto grado de demencia alcohlica y senil. Ta
Tereseta le sorprendi una tarde fumando en la cama y, vctima de un ataque de ira, la
emprendi a golpes con l; apenas un rato despus se desgaitaba gritndome como un
poseso y acusndome de ser la causa de todas sus desgracias. Me maldijo de tal modo
que me espanto.
Muri poco despus de aquel incidente y si bien nunca cre que tuviera que
perdonarle por nada, tampoco he sentido nunca culpabilidad por mi actitud hacia l. En
el fondo, siempre am y admir a mi padre. As es la vida y la comedia humana: en
definitiva, ambos ramos dos pobres enfermos de alcoholismo.
En el velatorio jur por mi madre y por mi padre, en voz alta y florando, que
jams volvera a probar una gota de alcohol. Pero aquel mismo da sucumb a
tal borrachera que an hoy no soy capaz de recordar un solo detalle del entierro.
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La siguiente semana la pase merodeando alrededor de la fbrica, donde algunas excompaeras, como ya haban hecho otras veces en el pasado, me hicieron llegar
un poco de comida y dinero. Pero a medida que se acercaba el ltimo da con
derecho a estancia en la pensin senta como el pnico me atenazaba ante la
perspectiva de dormir en la calle. A pesar de toda mi torpeza, en aquella ocasin las
cosas terminaron bien: ta Tereseta me vio desde el balcn merodeando cerca de la
casa y baj para hablar conmigo. Me perdon y me recibi bajo su techo. De
nuevo en mi habitacin, llor.
Volv a trabajar, en una fundicin primero, en un taller de soldadura
despus, ms tarde de pen en la construccin e incluso otra vez en los astilleros de
la Unin Naval de Levante, donde segua trabajando Tambin mi to Felipe, el mdico de la clnica. Fue necesario falsear las pruebas de admisin, para conseguir el
puesto de oficial de carpintera y, ms tarde, con la ayuda del director -compaero en
mis partidos de ftbol-, pas a trabajar en una importante cooperativa de ferreteras
de Valencia.
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CAPTULO VI
LA GRAN FUGA
Escuche de un posible contrato del Instituto Espaol de Emigracin para la
fabrica de coches Opel en Rhsselheim, cerca de Frankfurt (Alemania). Consult
con mi ta Vicenta. Ella me previno de la edad muy avanzada de ta Tereseta, de la
necesidad de cuidarla y del riesgo que yo corra de perder mi parte de la herencia: la
mitad de dos pisos y un local de peluquera. Pero mi mente se senta mucho ms
atrada por aquella oportunidad de escapar, de huir de lo que haba sido mi vida
hasta entonces, que por un dinero al que yo entonces no daba importancia. De
modo que abrimos una cartilla de ahorro a mi nombre y al de ta Tereseta, por si
acaso le pudiera enviar algn dinero desde Alemania, y march.
El da de mi partida mis dos tas vinieron a despedirme. Cuando el tren
comenz a rodar me sent invadido por una inmensa sensacin de libertad: me pareca
escuchar cmo estallaban todas mis ataduras con un pasado deplorable y triste, y
crea que ante m se abra un porvenir bien distinto. Qu equivocado estaba!. A partir
de aquel momento y por muchos aos me torturara el infierno de la soledad y la
esclavitud del alcohol. Nada me pareca suficiente, as que volv a tropezar.
Segua siendo ateo. Slo el paso de los aos me ha permitido comprender
que mi falta de fe era la que produca en m aquel vaco espiritual horroroso, que me
haca sentir extrao a la vida y ajeno al universo entero. Por muchos aos mi alma
iba a vivir bajo el peso de la enfermedad, vctima del diablo del alcohol que
pareca curarme de manera artificial y slo por unas horas; despus la haca ms
aguda an, toda mi vida se iba enredando como una pescadilla que se muerde la
cola, en una espiral descendente y fatal, camino del peor abismo.
En Alemania me instal en una ciudad moderna, preparada para los extranjeros que llegaban y con todo tipo de comodidades necesarias. En apenas dos o tres
semanas aprend el alemn necesario para desenvolverme con cierta soltura en una
fbrica con ms de cuarenta mil trabajadores, y para comenzar mis
Los das laborables me levantaba a las cuatro y media de la madrugada porque la fbrica quedaba lejos de mi residencia. Me organic con relativa facilidad
ya que era capaz de cocinar y coser, tal como me haba enseado ta Tereseta. Los
fines de semana, despus de cobrar mi paga, le enviaba parte del dinero que ella a su
vez ingresaba en la cartilla que compartamos. Adquir tambin la costumbre de
escribir cartas para distraer a la soledad y as mantena correspondencia con mis tas.
Esta sencilla terapia me ha acompaado siempre.
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Pero los fines de semana haca algo ms: me entregaba a unas borracheras
terribles que cada vez producan en m efectos ms desastrosos: gritaba, destrozaba
todo lo que estaba a mi alcance,... y sobre todo lloraba. Era tal el desprecio que senta
por m mismo que en una ocasin, mirndome al espejo, me abalanc sobre la imagen
que reflejaba, destroc el cristal, me her en manos y brazos, y tuve que ser
hospitalizado urgentemente.
AO 1964
Tenia veintitrs aos, cumpla algo ms de trece meses en la fbrica y
podra haber seguido trabajando de manera indefinida, pero despus de dos
borracheras tremendas solicit la baja alegando una falsa aoranza de mi tierra. Me propusieron trabajar el mes que faltaba hasta Navidad: esto me ciaba derecho a disfrutar
de un permiso pagado de treinta das y mantener el empleo. Era una oferta generosa
y conveniente pero volv a mentir y, aduciendo que mi ta estaba muy enferma me
desped. Fue otra decisin que siempre lament.
Regres a Espaa con dos conocidos que viajaban hasta Valencia en su coche, a los que pagu cien marcos. Hicimos todo el trayecto sin pausas, salvo dos breves
paradas en Lyon y Barcelona, donde aprovech para malvender en "Las Cuatro
Esquinas" (barrio chino) las dos maletas que llevaba. Fue un viaje terrible. El
conductor pas todo el tiempo casi dormido, corriendo a una velocidad endiablada
mientras yo le sealaba cada curva de la carretera. Dios tuvo que dedicarnos algunos
de sus ngeles para cuidarnos porque las ocasiones de peligro fueron innumerables.
Mis tas Tereseta y Vicenta, que estaban viviendo juntas sufrieron la misma
sorpresa al verme ante ellas. Su esperanza era que me quedara en Alemania y me
casara all con una espaola. No quise decirles la verdadera causa de mi regreso: que el
alcohol me volva loco y que me aterrorizaba acercarme a las mujeres.
Recuper la cartilla de ahorro que haba abierto con mi ta, que ya guardaba
un capital cercano al milln de pesetas, y me instal como husped en una casa
articular regentada por una mujer a la que llamaban la bruja. Algo de razn
haba en aquel mote porque no recuerdo absolutamente nada de los dos meses
que pas en aquel lugar. Lo cierto es que el alcohol embotaba por completo mi
mente y las borracheras se haban convertido en una prctica diaria.
El dinero que tena se termin y las amenazas de la bruja me
enfrentaron a la expectativa de dormir en la calle. Tal posibilidad me asust
hasta el pnico porque adems se acercaba el invierno, as que a base mentiras
consegu despertar la compasin de aquella mujer hacindole creer que me
hallaba enfermo de los nervios. Ella misma hizo las gestiones necesarias para
que me ingresaran en la Clnica Mental Provincial de Valencia, en Patraix.
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CAPTULO VIII
ENCERRADO
No fui ingresado en el pabelln de alcoholismo, dirigido por el
Dr.Vogani y donde los enfermos eran atendidos en rgimen de verdadero
privilegio; por el contrario, di con mis huesos entre los dementes. All pas la
primera semana de hospitalizacin con cierta tranquilidad: al menos coma tres
veces al da y poda ver la televisin. Pero despus me invadi de nuevo el
miedo: el tiempo pasaba, nadie vena a visitarme y mi mdico me advirti que no
saldra hasta que alguien firmara los documentos necesarios para ser dado de
alta.
Pensar en huir era intil; el Centro estaba rodeado de altos muros, con
estrecha vigilancia. Pero la vida en el interior era insoportable, los pacientes
rebeldes eran reducidos con inyecciones de aguarrs en las piernas que les
producan dolores terribles y tal hinchazn que les impeda caminar, existan
celdas de castigo lgubres, oscuras, llenas de charcos por causa de la humedad,
y habitadas por ratas; eran frecuentes las peleas entre los internos y conoc de violaciones, asesinatos y suicidios. Dios se manifest de nuevo en mi vida, a pesar
de mi incredulidad, con la ayuda de algunas personas pude librarme de los peligros que me rodeaban.
Por fin localizaron a mis tos Manolo y Cinta -hermano mayor de mi
padre y su esposa- que firmaron los documentos necesarios y pude abandonar
la clnica. Por entonces slo me quedaban en la cartilla mil quinientas pesetas y
aunque rogu a varios de mis tos que me dejaran dormir en sus casas mientras
encontraba trabajo, ninguno de ellos accedi. No deba sorprenderme su reaccin, porque tampoco me haban ayudado siendo un recin nacido. Tampoco
tenan por qu irritarme sus acusaciones por derrochar el dinero ganado en
Alemania, lo cierto es que no les faltaba razn; el caso es que me haba quedado
slo, acompaado de la angustia y el terror como mis nicos familiares.
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CAPTULO IX
AVENTURAS
AO 1965
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AO 1968
Las Damas Apostlicas me recogieron en una enfermera. La monja
encargada de aquel servicio, sor Mara, era una religiosa joven y muy hermosa.
Qued prendado de ella de tal manera que no poda apartar su rostro de mi mente, hipnotizado por su belleza y bondad para con todos. Una noche, bajo el efecto de varias
copas de ms, me atrev a confesarle mis sentimientos; ella me rechaz recordando los
votos religiosos a los que se haba comprometido. Pocos das despus, sin embargo,
vctima del alcohol, sub a la enfermera gritando y llorando como un poseso y
quise abrazarla. El escndalo fue terrible y el guardia de seguridad me expuls del
Centro. Al da siguiente era incapaz de recordar prcticamente nada: el alcohol
estaba produciendo lagunas importantes en mi mente y el embrutecimiento de mi
alma. La superiora del Centro no me permiti regresar y me advirti que de seguir
bebiendo acabara mis das muerto bajo un puente del ro Turia. Aquellas palabras
me asustaron pero me d cuenta que estaba esclavizado a una enfermedad diablica
ante la que nada poda hacer; el alcoholismo era ms fuerte que yo y no encontraba
solucin salvo que Dios hiciese un milagro en mi favor. Pero,... cmo, si no crea
en l?
En mi vida he pasado por ms de doscientas circunstancias en las que he
estado a punto de morir o por una paliza brutal o por cualquier otra causa. En
todas ellas, siempre en el ltimo instante v de forma milagrosa, Dios ha enviada a
sus ngeles en forma de buenos samaritanos para ayudarme, y nunca me sucedi
nada irreparable. Por eso afirmo que mi f no es una fe ciega: he visto realmente la
mano de Dios sobre mi vida
Trabaj en los hoteles Reina Victoria, Lauria, Roma y Gran Hotel Ingls sucesivamente. Del ltimo me despidieron a causa de una gran borrachera, de la que
despert en una cama de hospital. Por mediacin del sacerdote FranciscoYago,
jesuita y escritor, hice un curso de formacin en hostelera, en la escuela del PPO.
Tambin con la ayuda de aquel sacerdote tuve un empleo fijo como barrendero en el
Ayuntamiento pero slo por un breve espacio de tiempo: me expulsaron por culpa de otra
borrachera. Recuerdo que arroj con rabia a la calle la chaqueta del uniforme, mientras
gritaba obscenidades. Acab tirado en la acera, recostado sobre la pared, totalmente
inconsciente.
Mi vida era una sucesin de altercados y conflictos. En otra ocasin, en plena
dictadura franquista y durante una Fiesta del trabajo, me hallaba junto a una multitud de
personas que se manifestaban, cuando, sin pensarlo, bajo los efectos del alcohol,
comenc a gritar e insultar a la Polica. Los agentes me subieron a empujones a una
furgoneta, junto con trabajadores y estudiantes, y una vez en las dependencias de la
comisara me propinaron una paliza terrible. El miedo y el dolor hicieron que se disipara la
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CAPTULO X
Llegu a Mallorca con veintiocho aos, una noche de invierno y, como en tantas ocasiones antes, sin que nadie me esperara y sin conocer a nadie. Dorm varias noches
en la calle: por vez primera me v obligado a mendigar. Tragndome la vergenza y
resistiendo el temblor de mis piernas recorr diferentes hoteles en busca de un poco de
comida. En uno de ellos recib, adems, trabajo: el gran hotel Augusta, en el barrio del
Terreno, me contrat como pinche de cocina y me alquilaron una habitacin.
En poco tiempo recuper mi salud; la salud fsica, se entiende, porque la salud
mental y espiritual seguan siendo lamentables. Hice amigos, pues siempre tuve cierta
capacidad para atraer los sentimientos de las personas, y as alivi el dolor de la soledad.
Pero segua derrotado por el eterno problema: el da libre era ocasin para cometer todo
tipo de excesos, lo que me hacia acudir de vez en cuando en busca de la baja mdica, y, como
consecuencia, cinco meses despus termin aquella etapa.
La liquidacin recibida en el hotel desapareci en un santiamn, en el barrio
chino de la ciudad. En aquella poca no faltaba el trabajo as que tras varios das en la calle
pude emplearme en el gran hotel Mediterrneo, como ayudante del conserje. Vestido con
uniforme azul claro y gorra de plato ayudaba tambin en el ascensor y con las maletas.
Las propinas eran muchas y generosas. Incluso llegu a aprender un poco de ingls en
aquel hotel de lujo que albergaba a clientes famosos. En una ocasin llegu a recibir
una propina del presidente de gobierno espaol, Carrero Blanco. En aquel tiempo me
enamor de una joven norteamericana, con quien compart paseos y alegras. Pero como
tantas veces antes, una borrachera provoc mi despido y, con l, el fin de mis
esperanzas.
Mi siguiente empleo fue en otro hotel, Kontiki, que estaban acabando de
construir. Me dieron plaza como camarero y mientras se inauguraba trabaj con los
albailes y en la limpieza. Las propinas y los anticipos cipos eran para m oportunidad
de borracheras y excesos. Quizs por lstima o tal vez porque serva de diversin a
otros, los superiores no me trataban con la dureza que mereca. Los compaeros, sin
embargo, me gastaban a menudo bromas pesadas y se burla- han de tal modo que en
una ocasin, provocado por sus abusos y mi estado de embriaguez, me dej llevar
por la ira y les insult gravemente. No me salv el hecho de estar casi inconsciente:
me rodearon y a punto de lincharme me salv la intervencin de Jos Luis, un joven
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AO 1972
Regres a Mallorca con treinta y un aos pero slo para cambiar el escenario
de mis tristezas y soledades. Abatido y cansado llegu al Arenal donde me emplearon en el hotel Baha de Paleta: tres meses ms tarde una borrachera provoc mi
despido.
Trabaj despus en el hotel El Pueblo, con capacidad para mil quinientas personas. Gozaba de la confianza de mi jefe en el economato del hotel, de modo que
en una ocasin tuvo que viajar a Palma, y me entreg las llaves del economato para
que atendiera en su nombre al personal del hotel. En aquel almacn haba barriles de
grifo con varias clases de bebida y algunas garrafas ya abiertas. Beb sin medida y
cuando despert me hallaba en medio del campo con la noche sobre mi cabeza. No
recordaba nada pero tena al lado mi maleta: estaba slo y de nuevo las lgrimas y los
lamentos ale sacudieron desconsoladamente, mientras caminaba sin rumbo fijo.
Poco despus ech races, unos meses, en el hotel Alejandra. All conoc a
una estudiante escocesa con quien compart un mes maravilloso. Ella estaba enamorada
de m y pasebamos juntos por la isla. Despus, cuando march, mantuvimos
correspondencia durante varios aos.
Pero yo segua emborrachndome todas las noches. Un mdico ele diagnostic alcoholismo crnico y me advirti que morira joven si no dejaba el alcohol;
me dio la baja mdica por dos meses y me receto Anta bus, unas pldoras que producan
rechazo al alcohol. Por vez primera en muchos aos estuve dos meses sin beber
pero, cuando pas el tiempo, lo "celebr" entregndome de nuevo a la bebida. Me
despidieron del hotel con pesar; ya que me consideraban una buena persona e
incluso me ofrecieron trabajo para cuando dejara la bebida. El caso es que me hall
de nuevo perdido y solo. Rabia conocido una joven murciana de la que me enamor
pero me v obligado a olvidarla. En realidad nunca tuve novia; todas mis relaciones
han sido con prostitutas y aun para estos encuentros necesitaba del alcohol para vencer
mis complejos y vergenza.
En los meses siguientes trabaj en hoteles de Porto Cristo, Cala D'Or, Porto
Colom, Baha de Pollensa, Can Picafort, Costa de Canyamel, Cala Ratjada, Cala Mil
lor, etc. Estaba muy poco tiempo en cada lugar: las continuas borracheras seguan
acarrendome problemas graves; en el Eurohotel, en la Costa de los Pinos, entre Art
y Capdepera, me salv la vida la ayuda de Luis, un joven madrileo que sali en mi
defensa cuando estaba a punto de recibir una brutal paliza.
Tambin en los hoteles Ravenna. Los Tordos y Los Mirlos, en Calas de
Mallorca a ochenta kilmetros de Palma, tuve problemas graves y en todas estas
ocasiones sal ileso gracias a la ayuda de Dios. Algunas personas de buen corazn
me auxiliaron de distintas maneras, como aquellos compaeros de trabajo que
hicieron una colecta especial para que pudiera volver a la ciudad.
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pas tres meses sin beber hasta que una tarde, tentado por el diablo, me tom una
copa: fue la locura. No me detuve hasta conseguir que mi amigo me entregara
todo el dinero que guardaba. No me mat el alcohol de puro milagro.
Estuve durmiendo en la playa ocho o diez das y mendigando comida por los
restaurantes.
Tres camareros amigos mos, socios y dueos del bar Bolera y la cafetera
Rex, que estaba al lado, me ofrecieron empleo a cambio de comida y las propinas;
adems me pagaban la habitacin en un hostal. Un buen da uno de ellos se cas
con una joven portuguesa y me ofrecieron hacerme cargo del bar durante los quince
das que durara su viaje de novios a Portugal. Acept porque me ofrecan una
cantidad importante de dinero. Pero a los cuatro das de comenzar me invadi aquella
sed diablica que me sacuda de vez en cuando: qued hipnotizado mirando las
estanteras repletas de licores y prob un concentrado de brandy francs... ya no me
pude detener. Cuando lleg la noche estaba sentado en la acera, recostado en la
pared, con cara de estpido, mientras todo pareca girar a mi alrededor. La gente
que me observaba tuvo que cerrar el bar y llamar al dueo a Portugal.
Otra noche, atraves embriagado y casi inconsciente un cruce de tres
carreteras, de un lado a otro durante varias horas. La gente a m alrededor y desde
las ventanas no dejaba de gritar convencida de que un coche me atropellara en
cualquier momento, la oscuridad, el cruce sin semforos y la gran velocidad de los
vehculos les hacan temer lo peor. Pero nada ocurri y al da siguiente yo era
incapaz de recordar lo sucedido. Dios segua cuidando de mi vida y librndome de
la muerte que con mis excesos pareca buscar.
Ms tarde Me traslad a Palma de Mallorca; en el albergue de Ntra. Seora de la
Sapiencia me dieron cama sin lmite de tiempo, lo que supuso un verdadero ah- vio.
Adems nos daban comida todos los das en el Auxilio Social y un bocadillo por la
tarde en un convento de monjas. La religiosa que se ocupaba de la recepcin en el
albergue me tom especial afecto; los sbados me invitaba a su casa a merendar y as
conoc a su madre, una mujer muy enferma. Por primera vez, comenc a asistir con ella a
misa, los domingos por la tarde. Segua siendo agnstico pero el servicio religioso me
agradaba y traa serenidad a mi espritu. Aquella religiosa me puso en contacto con un
grupo de terapia: la Asociacin para el Tratamiento del Alcoholismo (A.T.A.), que
ofreca ayuda sicolgica y psiquitrica. Con su ayuda consegu estar cuatro meses sin
beber -un verdadero rcord para m- pero el primer trago era en mi caso rodar de nuevo pendiente abajo.
El alcoholismo no tiene cura, solo puede detenerse la enfermedad abstenindose
de beber, y aun en tal caso, si no se produce un nuevo nacimiento en espritu, la
enfermedad acostumbra a progresar manifestndose con "borracheras secas", recadas
emocionales y depresiones; en definitiva, con una vida ingobernable.
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desastrosos, porque los internos pasaban desde la calle botellas de ginebra y ron que
escondan entre los rboles, para preparar combinados de alcohol. Como era previsible, al
poco tiempo estall una pelea descomunal que provoc la expulsin de varias personas,
entre las que yo me encontraba.
Todava contaba con varios meses de subsidio y alquil un piso, viejo pero
grande, en el barrio antiguo de la ciudad. Segua asistiendo a misa y me arrodillaba en las
Iglesias, de manera devota, pidiendo a Dios que me liberara del alcohol. Mi amiga
Isabel Pomar, una joven mallorquina, march de misionera a Amrica Central y mi
amigo Miguel Tambin se fue de misionero; con ambos mantena una correspondencia
que me serva de estmulo y ayuda. Yo mismo realic ejercicios espirituales en un
monasterio de la montaa, con la ilusin de ser misionero cuidando leprosos. El posible
planteamiento de un misionero borracho y adems enamoradizo, resultaba inconcebible.
La soledad me hizo llevar al piso alquilado a gente de todo tipo: alcohlicos,
vagabundos, mendigos y algn enfermo mental. Llegamos a ser nueve personas
y yo me ocupaba de cocinar para todos en una olla grande. Un mal da reca: beb
gran cantidad de ans y vodka y despert en las urgencias de un hospital.
Estuve ingresado durante ms de quince das; cuando me dieron el alta y
regres descubr que el piso haba sido precintado y haban cambiado la cerradura.
Alguien, aprovechando mi enfermedad, haba engaado a la duea del piso,
dicindole que yo haba regresado a mi tierra por la muerte de un familiar, y con
aquel pretexto reclam el depsito econmico del alquiler. En definitiva, me vi. de
nuevo en la calle y no tuve ms solucin que alquilar una habitacin en la primera
pensin que encontr.
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CAPITULO XI
LA LLAMADA
AO 1980
Tena treinta y nueve aos cuando, paseando una tarde por la plaza Mayor,
me llam la atencin la presencia de un numeroso grupo de personas congregadas.
Eran miembros de la Iglesia Evanglica. Tras ellos haba un entarimado donde
actuaba el grupo "Man", de Burgos, y cuando ellos terminaron comenz a predicar
Fernando Vangioni, un pastor sudamericano. Su mensaje me conmovi, las
lgrimas saltaron a mi rostro y cuando pregunt quines estaban dispuestos a
recibir a Dios en sus vidas pas adelante con otras personas y me arrodill. Me
obsequiaron con una Biblia y me invitaron a visitar su iglesia, en la calle Murillo.
Antes de marchar el pastor or por m poniendo sus manos sobre mi cabeza. Yo le
dije que no tena mucha fe, que haba dado aquel paso nicamente de forma egosta,
que slo procuraba ser feliz. Fernando Vangioni me respondi que Dios me amaba
a pesar de todo, y que la obra que Dios comenzaba en una persona la desarrollaba
por completo, "a Su manera, eso s".
Me integr en aquella iglesia y desapareci el sentimiento de soledad que me
haba acompaado por tantos aos; ahora perteneca a una comunidad y tena
verdaderos amigos. La ayuda de Javier Dez, el lder espiritual que me fue asignado,
fue decisiva. l me guardaba el dinero que reciba del subsidio y me ayudaba a
administrarlo. Jos Luis Gmez Panete, el pastor de la iglesia, me trataba con
mucho cario y a la vez con la disciplina que yo necesitaba para enderezar mi vida.
Despus de nueve meses en aquellas condiciones magnficas volv a
beber. Fui a la iglesia para que Javier me entregara todo mi dinero; l se resista a
hacerlo a la vista de mi situacin pero el pastor Panete le pidi que me lo diera:
"somos libres", dijo. En realidad, yo segua siendo esclavo del alcohol. Gast el
dinero con la primera borrachera y, ya con el subsidio agotado, regres a la vida en
la calle y la mendicidad.
Al mismo tiempo recib cartas casi simultneas que me informaban de
las muertes de mi ta Luisa, la hermana de mi padre, y de mi madrastra, ta Tereseta. La
primera fue la mujer que ms me quiso; cada vez que nos reencontrbamos me coma a
besos. Siempre vi en mi el nio desamparado e indefenso que fui aunque poco pudo
ayudarme a causa de su alcoholismo. Tambin me apen la muerte de mi ta Tereseta
porque especialmente en los ltimos aos habamos estado muy unidos, como verdadera
familia.
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Tengo la conviccin, personal y sin fanatismos, de que mi madre, que fue una
creyente muy sincera, antes de morir intercedi a Dios por m para que me protegiese. Lo
mismo sucedi con mi madrastra, ta Tereseta; poco antes de morir se procur noticias
mas a travs de otro pariente y muri das ms tarde mientras peda a Dios en mi favor.
Fue Tambin una mujer de fe.
En aquella situacin me encontr de nuevo por la calle el pastor Jos Luis
Gmez Panete. Se compadeci de 3n y para ayudarme me llev a trabajar al Hogar del
Sol, una residencia de ancianos dependiente de su iglesia que diriga un ex-sacerdote
catlico, ahora casado. Era un centro pequeo pero que dispona adems de granja, huerto
y jardn, situado en el pueblo de Santa Mara, cerca de la ciudad de Palma. Aquel lugar era
un pequeo paraso en este mundo infernal y all comenc a trabajar a cambio de "pensin
completa" y una buena gratificacin mensual. Conoc un matrimonio muy peculiar: ella
tena noventa aos, de nacionalidad rusa y con un pasado destacado como clebre cantante de
pera; su marido era ingls, casi con la misma edad y haba sido cnsul en Espaa:
tambin resida una anciana de Ibiza, con noventa y cuatro aos, en una silla de ruedas, y otra
anciana de Valencia que padeca el mal de Alhzeimer. En general todos los internos me
tomaron mucho cario. Compr una motocicleta a plazos y todo marchaba a la perfeccin
hasta que vino tambin a colaborar una joven suiza, Cornelia, hija de un pastor evanglico.
Era el rostro ms hermoso que haba visto jams, de carcter excelente, y apenas
la v sufr un impacto total, aunque la doblaba en edad. Pas un tiempo hasta que
comenzamos a tratarnos y despus fue desarrollndose una buena amistad, bamos en la
moto a tomar caf a un pueblo cercano, pasbamos juntos el da libre recorriendo las
urbanizaciones ms tursticas (Soller, Cala Millor, ...). Ella me enseaba algo de alemn y
yo procuraba ayudarle en su espaol. Nunca me atrev siquiera a rozarle la mano por
causa de mi viejo complejo de inferioridad y timidez. Pero todava hoy su recuerdo
conmueve mi alma. Y conserv un poema que escrib para ella:
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AMOR IMPOSIBLE
Eres de belleza fresca
ms hermosa que tina flor,
eres la mujer ms buena
que en mi vida he visto yo.
Desde el da en que te v
yo me enamor al instante,
te llevo dentro de mi
ya nunca podr olvidarte.
Es tu alma candorosa
lo que a mi me ha cautivado,
y te comparo a una rosa
por eso me he enamorado.
Eres tu mi amor eterno
porque antes de conocerte,
ya te llevaba por dentro
y te querr hasta la muerte.
Y en todo momento
estoy pensando con loco anhelo.
y de noche yo te veo
en mis sueos cuando duermo.
Pido a Dios que llegue el da
que muy juntitos los dos,
nadie pueda separarnos
Del camino del amor.
Y casi todas las noches
las paso llorando yo,
por este amor imposible
que hiere mi corazn.
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En el hogar de ancianos colaboraba Tambin Juan Carlos, un joven exdrogadicto que ahora se ocupaba de la Escuda Dominical en la iglesia y de la
evangelizacin de los nios; se haba instalado en Palma en un piso de alquiler y me
dej su direccin por si en alguna ocasin quera ir a vivir con l. Como siempre
haba sido un soador y un aventurero en busca de independencia y libertad, un da
sin pensarlo ms anunci que abandonaba mis obligaciones en el Hogar del Sol. En
la despedida algunos de los ancianos lloraron de tristeza y yo me compromet a
visitarles semanalmente.
En Palma de Mallorca Juan Carlos puso a mi disposicin una habitacin en
su piso. Igualmente acogi a un invlido, miembro de la iglesia, hurfano y que se
ganaba la vida vendiendo lotera, y aun recibi en su casa a una tercera persona, un
enfermo mental, nacido en Bilbao, cojo, que tom por m gran amistad y afecto y a
quien acompa en su muerte. Tiempo despus, en una pobre pensin. Juan Carlos
comparta conmigo su comida y me consigui adems un puesto de venta de
peridicos en la calle San Miguel, _junto a una iglesia catlica. Aquella ocupacin
se me daba bien y en poco tiempo tuve un buen nmero de clientes fijos; con el
porcentaje que me quedaba y con lo que sacaba de la venta de peridicos extranjeros,
golosinas y alguna bisutera, ganaba un buen sueldo.
Cornelia dej tambin el hogar de ancianos y se instal en una residencia de
seoritas, dependiente de la Iglesia Catlica, y que pagaba con la ayuda mensual
que reciba de su padre. Vena a visitarme todos los das al puesto de peridicos y de
vez en cuando comamos juntos en casa. Lo cierto es que me ofreci algunas
esperanzas aunque ya me haba visto borracho en alguna ocasin. Seria precisamente el
alcohol quien nos apartara definitivamente. Despus de varios meses sin beber, un
da sufr una "compulsin" irresistible. Una necesidad imperiosa e irrefrenable de
beber que ningn poder humano podra detener.
Creo que beb ms que nunca, con una sed insaciable y destructiva. Cuando
lleg Cornelia tuvimos una discusin tremenda y en un ataque de locura le grit que
se volviera a Suiza, que se olvidara de m. Ella se asust, se march y ya nunca
ms volv a verla. Aunque le escrib cartas por ms de siete aos nunca logr que
me contestara, solo su madre lo hizo en alguna ocasin. Aquel terrible da termin
de la peor manera: di una patada a la mesa de los peridicos y todos se
desparramaron por el suelo. Termin llorando en la acera hasta que perd el
conocimiento.
Despert al da siguiente con una resaca terrible, desolado, sin trabajo y adems sin vivienda, de la que tambin me echaron por mi mala conducta. Durante
cuatro meses tuve que vivir en una casa abandonada y medio derruida. Mal ganaba
la vida mendigando y para mi vial -aunque parezca una contradiccin- la gente era
generosa conmigo. Esto se converta en una desgracia para m, porque aquellas
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limosnas slo me servan para procurarme nuevas borracheras. As segu hasta que, en
uno de mis escasos momentos de lucidez, logr, a travs de una monja, que me
ingresaran en el pabelln de alcoholismo de la Clnica Mental Provincial de Palma
de Mallorca.
Estuve hospitalizado durante varias semanas, con buena alimentacin y un
tratamiento mdico adecuado. Hasta aquel lugar venan todos los domingos a
visitarme muchos amigos de la Iglesia Evanglica para darme nimo y esperanza.
Cuando la doctora me anunci el alta dada mi mejora fsica, me aterroric: el
invierno se acercaba y me vea a m mismo dando tumbos por las calles. Pero no
estaba todo perdido. Dios, que siempre haba mandado un ngel para ayudarme en
cada necesidad a pesar de mis errores, Dios, a quien llamo Padre y que jams me
ha desamparado, fue preparando las cosas para todo lo que iba a suceder a
continuacin.
Al salir de la clnica obtuve un buen puesto de venta de peridicos junto a
la iglesia de San Sebastin, haciendo muchos clientes y obteniendo muy buenas
ventas, los responsables del peridico me prometieron el alta en la Seguridad
Social, y dispona de un buen alojamiento. Pero el diablo del alcohol tena sus
propios planes para m. Apenas pasado un mes, una ingesta abusiva de alcohol me
llev de nuevo al hospital. No poda caminar, estuve a punto de quedar invlido y
tard ms de quince das en recuperarme. Pienso que de nuevo Dios se compadeci
de m y no permiti que muriera de aquella sobredosis.
A pesar de mi debilidad, no me faltaba la ayuda. De nuevo pude
emplearme en la venta de peridicos a los conductores, junto a un semforo de las
Avenidas. Aquel sistema de ventas fue prohibido, tiempo ms tarde, cuando en el
mismo lugar donde yo me instalaba muri un vendedor, atropellado. A m nunca me
ocurri nada. Hoy me doy cuenta que ciertamente Dios haba comenzado una obra
en mi vida que no iba a dejar a medias, aunque Su mano y Sus propsitos son a
veces imposibles de entender, porque Sus caminos no son los caminos del hombre.
Me alojaba en una triste pensin, con un ambiente infernal donde las peleas
eran muy frecuentes. La cama que ocupaba estaba llena de chinches al punto que
era prcticamente imposible dormir en ella. Era un lugar terrible y terrible fue su
final: un borracho asesin a la duea e incendi la casa.
Por las tardes visitaba un convento de frailes franciscanos donde
Margarita, una mujer de Accin Catlica, reparta bocadillos y medicinas. Tom
afecto por m y en ocasiones me invitaba a su casa; tambin hice buena amistad
con su esposo. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de cmo personas de
buenos sentimientos me han ayudado y acompaado siempre, de forma que a
travs de ellos he podido recibir el cuidado de Dios. Aquella mujer pasaba cada
maana por mi puesto de venta, compraba varios peridicos, me daba una buena
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propina y me obsequiaba una bolsa de fruta o un frasco con caldo caliente. Por mi
parte, segua mostrando el lado ms bajo de mi carcter: todo lo que reciba lo gastaba
en bebida.
Cierto da comenc muy temprano a beber ans y ginebra de forma compulsiva; a las tres de la tarde estaba completamente borracho y bajo los efectos de una
especie de locura transitoria. De una patada lanc la mesa de los peridicos por los
aires. Apenas poda mantenerme en pie y me sujetaba como poda contra una pared.
Como haca viento las hojas corran por toda la calle, aun sobre los rboles.
Mientras, gritaba como un poseso contra los reyes de Espaa y todas las
autoridades. Cuando pas el ataque de ira qued en un estado de confusin absoluta,
no recordaba riada pero lo cierto es que a m alrededor se haba congregado una
verdadera multitud y varios policas se acercaban con intencin de detenerme. Justo
en aquel instante apareci un "ngel", un hombre alto y bien vestido, que se
interpuso y hablando con mucha educacin logr convencer a los policas de que me
dejaran marchar porque apenas era un pobre diablo, enfermo e inofensivo. Y me
dejaron ir.
Forc la puerta de una casa abandonada, cerca de la iglesia evanglica que
haba conocido un tiempo atrs, y all me instal. Daba miedo entrar en ella por la
noche, tal era su estado de miseria y suciedad. Ocup mucho tiempo en limpiarla y
procuraba iluminarla con algunas velas, pero no consegua evitar un sentimiento
terrible de soledad cuando me recoga en aquel lugar, de modo que llegu a compartir
aquel techo con seis personas: una parejita de novios menores de edad que haban
escapado de casa de sus padres, un anciano que no tena donde dormir, un alcohlico,
un homosexual y un hombre alcoholizado, que sufra ataques de epilepsia, qu
gran familia!
Siempre tenamos a mano una garrafa de diez litros de vino, una caja de botellas de cerveza y alguna botella de ron o ginebra. Todos nos dedicbamos a la
mendicidad y yo, que pareca el menos loco, me encargaba de administrar los
fondos. El enfermo de epilepsia cobraba una pequea mensualidad y el da que
recibi la paga extra de Julio compramos una garrafa de vino dulce de misa
("lgrimas de Cristo"). Aquel da la casa pareca un verdadero manicomio.
Cuando estaban todos borrachos lile escabull para gastar el dinero que an quedaba,
en el barrio viejo. No me atrev a regresar a casa por ni ledo a su venganza; tampoco
poda deambular por las calles porque deba mucho dinero a otros repartidores de
peridicos y algunos eran de carcter violento: saba que en una ocasin le haban
roto la cabeza y un brazo a un joven que les deba dinero.
En aquellas circunstancias me hall el subdirector del peridico "El Da". Me
perdon la deuda que tenia con l y me ofreci trabajo en su casa; a cambio, yo
tendra asegurada comida, habitacin y una pequea gratificacin en dinero.
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CAPTULO XII
EL BUEN SAMARITANO
AO 1983
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En Castelln recib la ayuda del rea social y me concedieron tres das para
dormir y cenar en un albergue. Pas despus por Villarreal, una poblacin agrcola
donde a pesar de todo no pude hallar ningn trabajo: sin embargo me concedieron
albergue por cinco das ms y ropa limpia. Ms tarde, en Burriana, el prroco de una
iglesia catlica me dio dinero para viajar hasta Valencia y tambin para comer. Una
vez en valencia consegu habitacin y comida en el albergue de las Damas Apostlicas
del Sagrado Corazn de Jess; aunque haba sido expulsado de aquel centro tiempo
atrs, la direccin haba cambiado y no tuve ningn problema.
En Valencia me reencontr con algunos de mis tos y tambin con vecinos y
conocidos de la infancia. Ninguno quiso ayudarme y de hecho algunos se apartaban
de m: casi siempre me dirig a ellos en un estado lamentable de embriaguez, ya que
beba para tener valor de pedirles ayuda. Quien nunca me abandon a pesar de todo
fue Dios y este libro da testimonio que es verdad.
No recuerdo como logr viajar a Alicante pero lo cierto es que pude llegar al
albergue de aquella ciudad. Al da siguiente comenc viaje a pie con direccin a
Murcia, pasando por muchos pueblos, donde peda ayuda en los ayuntamientos. Por
fin, cansado y hambriento, llegu a mi destino. Quedaba una plaza en el albergue
y me la concedieron (qu "casualidad" que me aguardara aquella plaza, aun siendo
tan tarde). Era un lugar pequeo, habitado por alcohlicos como yo y enfermos
mentales, hacinados en literas de cuatro alturas. El ambiente era demencia', con
peleas y altercados continuos. Me gust la ciudad y la gente de Murcia. Cada da
acuda a un comedor de Caridad regido por religiosos, donde me ofrecieron comida
sin lmite de tiempo. Encontr una bolsa con plomo y cobre, que llev a vender. As
conoc a Cayetano, el dueo de la chatarrera, que lleg a ser un buen amigo, y por
el que supe que cartones y peridicos se pagaban muy bien. Aquella posibilidad
me sirvi para hacerme con un poco de dinero pero acarreaba consigo el peligro de
que me hara el vino an mas accesible, porque en aquella ciudad era muy barato
(un vaso de vino once pesetas, la copa de ans a sesenta pesetas).
Cayetano me compr un triciclo con el que poda cargar 200 kilos de
chatarra, as que pasaba el da recorriendo las calles y cargando el triciclo tres o cuatro veces. Muchos vecinos me guardaban chatarra, papel, peridicos, y otras cosas
que me ayudaban a subsistir, y que me permitieron alquilar una habitacin en el
hotel Avenida, de trato familiar; Carmen, la duea, se port muy bien conmigo.
Visit la Iglesia Evanglica Bautista de Murcia y me integr en ella. Su
pastor, Fernando Vengara, y su esposa eran valencianos como yo. En aquella iglesia
hice muchos amigos y juntos salamos de excursin y jugbamos a ftbol.
Ciertamente tena todos los ingredientes necesarios para llevar una vida tranquila y
estable pero de nuevo el diablo del alcohol se interpuso en mi vida y me devolvi al
infierno.
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Comenzaron las borracheras y alguna vez tuve que ser arrastrado hasta el
hotel completamente inconsciente. Me vaticinaron que morira de una borrachera
o de una sobredosis ya que las ingestas de alcohol eran exageradas. Tal vez me salv
en varias ocasiones porque al caer inconsciente o al quedarme sin dinero no poda
seguir bebiendo; los huspedes del hotel tuvieron que hacerse cargo de m cuidado
en ocasiones que pasaba varios das completamente destrozado. Lo cierto es que
siempre se portaron muy bien conmigo. Una maana comenc a beber tan pronto que
a las cuatro de la tarde ya no poda sostenerme de pie. Dej el triciclo junto a un rbol
y me puse a mendigar entre los vehculos que paraban bajo un semforo; cada diez
minutos iba a un bar cercano a gastar las limosnas bebiendo ans. En un esfuerzo de
lucidez record que tena el tiempo justo para devolver el triciclo; al da siguiente no
recordaba nada ms. Despus supe que medio en tinieblas haba sido capaz de
conducir entre las calles hasta llegar a la chatarrera. Aquello era un verdadero
milagro porque pareca inexplicable que no Fuera atropellado en el camino. No soy
un fantico pero estoy seguro que en aquella ocasin como en tantas otras. Dios me
guard. Por eso puedo decir que lee comprobado cmo Dios me ha protegido
siempre.
De manera irresponsable abandon todo lo que Dios ya me haba dado en
Murcia. Mi carcter aventurero, inquieto, me hacia sentir cansado de todo, y a
disgusto en cualquier lugar, as que march de aquella ciudad sin dinero, sin
recursos y sin destino. Recorra ciudades y pueblos, a veces andando, otras en tren,
mendigando en iglesias y por las calles, durmiendo en albergues o al raso y para
combatir la soledad, que mi torpeza provocaba buscaba compaeros de viaje. Uno
quiso que le ayudara en sus atracos a viandantes incautos pero no acced, ms por
miedo que por honradez, la verdad: otro, enfermo mental se dedicaba a quemar
papeles que despus introduca ardiendo en los buzones; un tercer "amigo" result
ser un criminal que acababa de salir de la crcel: slo despus de separarme de l
supe que era un psicpata; habamos dormido juntos dos noches en una obra
abandonada y el ltimo da descubr que guardaba debajo de la almohada un botella
de cristal rota, llena de aristas cortantes.
Regres a Murcia. Cansado y desmoralizado volv a acarrear papeles y
chatarra para conseguir habitacin en un hostal. Slo pude soportar un mes sin
entregarme al alcohol. Beba sin medida, con una sed infernal. Me expulsaron,
de la habitacin; no me reciban ni en el albergue ni en la chatarrera, por lo que
termine durmiendo con una manta en el parque, a la intemperie, comiendo en
un centro de caridad y cargando sobre mis espaldas cartn y papel que despus
venda.
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CAPTULO XIII
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CAPTULO XIV
GESTNDOSE EL MILAGRO
AO 1987
Haba batido mi rcord de abstinencia: once meses sin beber. Pero Satans
ataca a quienes caminar espiritualmente torcidos y as sufr una fuerte recada, acompaada de grandes borracheras. Como es natural, me expulsaron del albergue y de
otros dos o tres que visit despus, por lo que acab en una estacin del Metro
(Avenida de Amrica) tocando la armnica a cambio de algunas monedas,
mendigando en ocasiones a la puerta de la Iglesia de los Sagrados Corazones, e incluso
pintando cuadros religiosos en las aceras. Dorma en la calle, junto a la estacin de
Metro de Gaya, con cartones a modo de colchn y cubierto con una vieja gabardina;
mi estado era terrible, muy alcoholizado y con ataques de locura transitoria
producidos por las grandes ingestas de bebida blanca: ans y vodka.
Para salir de aquella situacin decid emprender nuevamente la fuga, una
fuga que slo poda ser "geogrfica" porque en realidad hua de m mismo y mis
problemas interiores me acompaaban a todas partes. No quera viajar solo y
busqu dos compaeros. Esta vez acert en la eleccin: eran personas de edad, con
experiencia, madrileo uno y valenciano el otro. Recorrimos Murcia, Cartagena,
Almera, Torremolinos, Mlaga y muchos pueblos pequeos, todos los das
pudimos hallar alimento y albergue, sin vernos en la necesidad de dormir en la
calle. Para conseguir dinero mis amigos vendan su sangre. A mi me daba miedo
aquel "negocio" y prefera seguir pintando imgenes religiosas en la calle.
Nos despedimos en Mlaga. Una iglesia evanglica me facilit el ingreso
en una granja de recuperacin en Antequera pero slo fui capaz de resistir cuatro
das: no quera pagar el precio de un trabajo duro y la fuerte disciplina del centro.
Como pude llegu a Granada y encontr lugar en el albergue "Jess
abandonado": un pabelln enorme para cuarenta personas, apiladas en altas literas.
Despus de una semana tuve que dejarlo y a diario me instalaba a la entrada del
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ofreci trabajo cuidando sus ovejas a cambio de comida y cama. Slo estuve
con l los das necesarios para recuperarme un poco y regresar a Madrid. Un
conductor me ayud en mi propsito, ya que mi intencin era regresar a Madrid, adems de invitarme a comer. Ya en la ciudad, mientras caminaba
distrado, otro mendigo me llam: era un viejo conocido de Mallorca,
alcoholizado como yo, que haba recibido una paga y que generosamente la
comparti conmigo.
Emprend camino, ahora hacia Segovia. Con el dinero recibido intent
hallar habitacin en alguna pensin pero me rechazaron en todas por mi aspecto,
sucio y desaliado. Slo haba lugar para m en la calle y as dorm, en un
rincn oscuro, hecho un ovillo para combatir el fro. Viaj entre penalidades y
peligros de toda clase por Valladolid, Burgos, Logroo, Vitoria.... De mi paso
por aquellas ciudades y otros muchos pueblos aprend que todava quedan
muchas personas buenas y misericordiosas, personas que nunca he vuelto a ver
pero que me salvaron la vida en momentos muy delicados y provocados por mis
lagunas mentales y semicomas. Personas que la Biblia llama "buenos
samaritanos". Como ya he dicho antes, la mayora de estas personas no eran
polticos, ni ricos, ni siquiera muy religiosos; ms bien gente humilde, incluso
pobres, pero gente sana y buena.
En Palencia me dieron comida y cama por tres das en un albergue para
transentes. Durante el da segua pintando figuras religiosas, esta vez en un paso
subterrneo cerca de la estacin. Las personas se volcaron en mi ayuda, pero yo
me volcaba en el alcohol; mi cuerpo, mi mente y sobre todo mi alma, parecan
sedientas del licor infernal. Beb de forma atroz. Slo recuerdo, entre brumas,
la entrada de un hostal, una mujer joven asustada y la cara violenta de un hombre fuerte gritndome: "salga de aqu o le mato!" Hu corriendo como pude y
me escond en un portal. Era Octubre, haca mucho fro y casi fui vctima de la
congelacin; a las seis de la maana varios jvenes me introdujeron en un pequeo taller y me dieron un par de mantas para cubrirme, y all despert unas
horas despus, muy dbil y mareado. Regres junto a las pinturas que haba
hecho el da anterior, por si juntaba el dinero necesario para regresar a Madrid.
Me avergonzaba aquella situacin y tom unas copas de coac para animarme,
pero me sentaron fatal y vomit. Puse una caja de cartn junto al dibujo y procur restaurar la pintura; cada poco me acercaba a un bar, tomaba dos o tres
copas de ans y regresaba a mi labor, de manera que, al poco estaba completamente borracho. Me derrumb en el suelo, junto a la pared, y perd el conocimiento, cuando despert, ya de noche, an no tena el dinero suficiente para
llegar a Madrid. Otro buen samaritano, a quien nunca volv a ver, un
verdadero ngel que Dios mand en mi ayuda, me dio cinco mil pesetas.
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CAPTULO XV
POR FIN!
...Y fue entonces cuando dej de beber. Haba llegado a tomar pnico
al alcohol, hasta el punto de darme terror beber. Siempre recordar aquel
primer da sin beber, el veintiuno de octubre de novecientos ochenta y ocho.
Tena cuarenta y siete aos, han pasado ms de once aos pero el alcohol me
sigue inspirando el mismo terror.
Mis primeros das de abstinencia fueron muy duros. Pasaba todo el da
por la calle hasta que abran el albergue por la noche. Hice amistad con un
madrileo, enfermo alcohlico, y juntos mendigbamos al tiempo que
compartamos nuestras cosas; fue una relacin muy breve pero positiva: los
ocho das que estuvimos juntos se mantuvo sin beber, por vez primera en su
vida de alcohlico, as que, cuando nos despedimos le di la direccin de los
grupos de Alcohlicos Annimos en Madrid. No pudo mantenerse sin beber y
sufri una recada que le llev a morir en un hospital.
No saba qu hacer para regresar a Madrid, as que utilic, una vez ms,
el recurso de pintar en la acera pero al llegar la noche no haba podido reunir el
dinero necesario. Tena muchas ganas de beber pero la sola idea de hacerlo me
horrorizaba. Cuando estaba a punto de marcharme Dios vino en mi ayuda, a Su
manera: una persona piadosa se par ante m para ver mi dibujo -era el sagrado
corazn de Jess-, me pregunt qu pensaba hacer con aquel dibujo y me ofreci
cinco mil pesetas a cambio de que no lo borrara pues era muy devoto de aquella
imagen. Cuando se march mir las estrellas y di gracias por aquel buen samaritano
que me permita llegar a Madrid.
La primera noche la pas en la estacin de Metro de Atocha. Por la
maana, con la ayuda de un amigo, consegu un rincn para pedir limosna junto
a una iglesia en el barrio del Pilar. Con las ayudas recibidas alquil una
habitacin en una pensin del barrio de Pacifico. Unos das peda limosna a las
puertas de una iglesia cercana, otros tocaba la armnica en los pasillos del Metro
o peda bocadillos por los colegios.
Me aferr fuertemente a los grupos de Alcohlicos Annimos y a los
compaeros, para paliar mi soledad y el vaco y que el alcohol haba dejado
dentro de mi. Las ganas de beber eran todava muy fuertes y para combatirlas
tornaba mucho caf y fumaba.
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CAPTULO XVI
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CAPTULO XVII
MENSAJE FINAL
Quedan por contar multitud de ancdotas y aventuras que he vivido. Algunas
se me han olvidado por causa de las lagunas mentales que me ha producido el
alcohol, otras he preferido callarlas porque de otro modo habra resultado un
volumen demasiado pesado. Las pginas que he escrito tenan como objetivo
ayudarme a conocerme a m mismo en el recorrido de estos cincuenta y nueve aos.
Y al mismo tiempo mi deseo ha sido, y es, que si algn alcohlico un adicto a
otras drogas, o un solitario lee este libro, encuentre ayuda para salir del abismo que
yo mismo he sufrido. Esta pequea biografa est dirigida especialmente a aquellas
personas que tengan problemas con el alcohol o con otras clases de drogas y no
puedan librarse de ellas. Y a todos aquellos que sientan la angustia de la soledad, el
vaco y la sensacin de no pertenecer a esta vida, ni a la armona del universo. Mi
mensaje es que el Dios de amor en quien yo creo y a quien llamo Padre, jams nos
abandona a pesar de las circunstancias terribles que nosotros mismos provocamos
por nuestra torpeza.
No quiero terminar este testimonio sin ofrecer un fraternal abrazo a mis
amigos los ateos y agnsticos y mi reconocimiento a las organizaciones humanitarias, as como a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. A lo largo de toda
mi vida, a pesar de las circunstancias adversas desde que era nio y despus en mis
tormentosos das de terribles borracheras, recuerdo entre brumas muchos hombros en
los cuales he descansado, muchas espaldas que han cargado conmigo, y muchas
manos tendidas para ayudarme con amor. Flan sido parte del ejrcito de Dios, de un
Dios de Amor.
A la mayora de esas personas nunca las volv a ver: tal vez son una
minora en este mundo de maldad, pero suficientes para animarme a seguir adelante
con fe y esperanza. Es para m un verdadero placer recordar a estos buenos samaritanos que Dios puso en mi camino, en momentos de necesidad.
Por lo dems, al concluir stas mis memorias, tengo la sensacin de que
toda mi vida ha sido como un sueo, a veces anestesiado por el alcohol, otras
flotando en un imaginario mar de sensibleras y fantasas propias de un nio
inmaduro; pero ahora, al despertar de este largo y terrible sueo, mi conclusin y mi
esperanza es que Dios hizo, hace y har por m, lo que yo he sido incapaz de
hacer.
Gracias por todo Dios mo. Y que se haga Tu voluntad, no la ma.
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