Dilemas Eticos en Antropologia
Dilemas Eticos en Antropologia
Dilemas Eticos en Antropologia
T:
CONTENIDO
Serie Antropologa
ISBN: 978-84-9879-171-6
Depsito Legal: S. 1.111-201 O
Impresin
Grficas Varona, S.A.
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Bagatelas de la moralidad ordinaria. Los anclajes morales de una experiencia etnogrfica: ngel Daz de Rada..........................................
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Conflicto de intereses. Reflexin sobre un trabajo de campo en la escuela: Margarita del Olmo....................................................................
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De museos del saber a museos de los pueblos. El lugar de los antroplogos: Fernando Monge ....... ..... ... ............. ... .......... ... .................... .. ....
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La posicin del antroplogo en la revalorizacin del patrimonio. El dilema de la participacin observante en la Batalla Naval de Vallecas:
Elsabeth Lorenzi Fernndez. ............ ...... ........... ....... ... .............. ......
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CONTENIDO
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INTRODUCCIN
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INTRODUCCIN
2. Estoy haciendo aqu eco de una conversacin mantenida con mi colega y amigo
Bernd Baumgartl, durante mi estancia de investigacin en primavera de 2009 en Navreme,
Viena, financiada por un acuerdo entre la Academia de Ciencias Austriaca y el CSIC.
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NAN CY KO NVALI N KA
Desde este punto de partida, quisiera ofrecer aqu una serie de consideraciones. Primero, ya que ninguna situacin surge de la nada, creo
que ser muy fructfero explorar la historia de las relaciones e.~tre las
ciencias sociales (y la antropologa en particular) y el poder militar en
los Estados Unidos, con el propsito de comprender mejor estos acontecimientos recientes. En segundo lugar, teniendo en cuenta el vnculo
temporal-espacial de la tica y la imposibilidad de que exista u~a .tica
moral atemporales, ahistricas y sin contexto, veremos los d1stmtos
0
cdigos de tica que ha elaborado la Asociacin Americana de Antropologa (AAA) desde que se/ form el primer Comit de la Problemtica de la Investigacin y la Etica en 1965 y los contextos en los que se
formularon estos cdigos. Incidir de forma particular en el cdigo ms
reciente, aprobado en febrero de 2009 por los miembros de la Asocia2
cin, como respuesta a las iniciativas actuales del ejrcito Finalmente,
ofrecer como conclusin las lecciones que creo que podemos sacar para
nuestro propio contexto, el de la investigacin antropolgica en Espaa
y la formacin de antroplogos.
LA ANTROPOLOGA Y EL PODER MILITAR EN ESTADOS UNIDOS
Su protesta le vali la censura de la Asociacin Americana de Antropologa, que le destituy de su puesto en la Comisin de la Asociacin, le presion hasta que renunci a su cargo en el National Research Council (Consejo Nacional de Investigacin) y amenaz con
echarle de la Asociacin (Houtman, 2005). Segn David Price (2000:
25-26), antroplogo que se interesa por la interaccin entre la antropologa y el ejrcito y las agencias de inteligencia, uno de los factores
que influyeron en esta decisin fue el miedo a que una publicidad negativa afectase el acceso al campo de otros antroplogos. Como veremos, este mismo miedo, junto con la inherente incapacidad de la
Asociacin Americana de Antropologa de imponer sanciones, debido
a su naturaleza de asociacin voluntaria, ha evitado una condena clara de situaciones similares en otros momentos. Sin embargo, tambin
veremos que parece que ahora s que se ha tomado una postura clara
y contundente a este respecto.
Debo mencionar aqu que no fue hasta junio del 2005 cuando, por
voto general de los miembros de la Asociacin, se revoc pblicamente
esa mocin de censura a Boas (AAA, 2005).
Si consultamos el diccionario, nos encontramos con que la tica es
la parte de la filosofa que trata de la moral y de las obligaciones del
hombre o el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana, siendo la moral la ciencia que trata del bien en general, y de las
acciones humanas en orden a su bondad o malicia (Diccionario de la
Lengua Espaola, 22.a ed., RAE). Estas definiciones sugieren la gran dificultad de dar cuerpo a estos conceptos de tica, moral, las obligaciones
del hombre, la bondad y la malicia, de manera acontextual y atemporal.
Veamos ahora los distintos contextos de las relaciones de las ciencias sociales en general y la antropologa en particular, con el poder militar en
los Estados Unidos, para poder abordar despus los distintos cdigos de
tica de la Asociacin Americana de Antropologa a travs de su historia
Y la necesidad de concebir un cdigo de tica como un proceso continuo, cambiante e interminable.
of-Ethics.cfm.
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NANCY KONYALINKA
Segn cuenta la historia Solovey (2001: 185-186), la polmica estall cuando el antroplogo Hugo Nutini, profesor en Estados Unidos
pero chileno de nacimiento, viaj a Chile en 1965 para reclutar a acadmicos para el proyecto. Dijo que los fondos venan de la National
Science Foundation, un organismo no-militar. Simultneamente un
cientfic? social ~n.oruego que haba rehusado participar al sospech;r de
los motivos poht1cos subyacentes, habl con los acadmicos chilenos
quienes se enfrentaron a Nutini. ste declar su ignorancia de los fine~
nefastos del proyecto y dijo que cortara su conexin no obstante el
gobierno chileno le acus de ser espa y le declar pe~sona non gr~ta.
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NANCY KONVALINKA
Debido al escndalo, el Proyecto Camelot se cancel antes de iniciarse. No slo se critic desde todos los pases que se colocaban en
contra de Estados Unidos, sino tambin en el pas, en el Congreso y en la
academia, por sus objetivos claramente polticos y reaccionarios de suprimir la rebelin en pases con regmenes favorables a Estados Unidos
y mantener la estabilidad de estos regmenes (Solovey, 2001: 187). El
fracaso del Proyecto Camelot destruy otras muchas investigaciones,
especialmente en Amrica del Sur y Central, al crear un clima general
de sospecha sobre los motivos de cualquier investigacin pagada desde
Estados Unidos. Destruy tambin las reputaciones de muchos acadmicos, personas que, como apunta Solovey, por lo general no se haban
dado cuenta de la ideologa y los valores que yacan detrs del proyecto; personas cuya participacin en estos valores e ideologa, como
explic Horowitz en su testimonio ante el Congreso, les impeda ver la
estructura de poder que diriga, de manera insidiosa, su investigacin
(Solovey, 2001: 188-189).
Solovey concluye que el legado del Proyecto Camelot para las ciencias sociales es triple. Primero, ha quedado muy clara la idea de que
quien paga, manda, definiendo los problemas a estudiar y los resultados deseados. Si el poder poltico-militar financia los estudios, por algo
ser. Como dice Solovey (200 1: 19 3):
tas como encubiertas, con dos motivos muy poderosos: primero, como
parte de su obligacin de proteger a las personas que estudia, tanto de
cualquier repercusin negativa, como de la manipulacin ideolgica por
parte de un gobierno extranjero, y segundo, por un sentido de supervivencia profesional, por las consecuencias que el dao irreparable que un
descuido en este sentido podra acarrear a la reputacin y carrera profesionales. Recuerdo con gran claridad que esta preocupacin impregnaba
la enseanza de la antropologa en el ambiente universitario en Estados
Unidos a finales de los aos setenta y principios de los ochenta.
El crecimiento de la antropologa aplicada no-militar, a partir de
finales de los aos setenta y las oportunidades de encontrar empleo
fuera de las universidades, ha llevado a una gran diversificacin de los
campos de investigacin y de la procedencia de los sueldos de los antroplogos. De nuevo, la ihvestigacin antropolgica corre peligro de
tener que doblegarse a las perspectivas e intenciones de los que la financian. La intencin anunciada del contratante puede ser ayudar,
mejorar las condiciones y facilitar la comunicacin, intencin que
suele coincidir, por lo menos superficialmente, con la del antroplogo, de proteger a las personas y a los pueblos que estudia de cualquier
consecuencia negativa, o incluso de ayudarles. Sin embargo, un gran
nmero de antroplogos aplicados ahora dependen de estos sueldos
no-acadmicos, formando un grupo importante que ha influido, como
veremos, en la formulacin de ciertos pasajes del cdigo de tica, hacindolos menos tajantes y ms permisivos en ciertos aspectos.
A continuacin vamos~ a tratar las sucesivas elaboraciones de los
cdigos de tica de la Asociacin Americana de Antropologa y sus reacciones a todos estos acontecimientos a lo largo de ms de medio siglo 3
La respuesta generalizada se centr en el impacto corrosivo del patronazgo y, en particular, la asociacin con la institucin militar. Respecto a
este tema, la controversia Camelot result ser de una importancia singular, al generar preocupacin acerca del impacto pernicioso del patronazgo militar sobre las capacidades crticas de los cientficos sociales.
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3. Los cdigos de tica de la AAA se pueden consultar en su pgina web, concretamente en: http://dev.aaanet.orglstmts/ethstmnt.htm)
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Puesto que una cantidad importante de la investigacin puramente cientfica en ciencias sociales ~st financiada por instituciones que pueden
tener el derecho legal de p'ublicar, suprimir o alterar los resultados de la
investigacin, o disponer de ellos de una manera que puede ser contraria a la voluntad del cientfico y puede dar como resultado la supresin
o la lmitacin de la libertad acadmica; pero:
Puesto que tambin es cierto que la indiscrecin en la publicacin
puede perjudicar a los informantes o grupos de los que se obtiene la
informacin y puede daar a las instituciones financiadoras;
Se resuelve: (1) que la Asociacin Americana de Antropologa insta a
todas las instituciones patrocinadoras a que garanticen a sus investigadores cientficos la libertad absoluta de interpretar y publicar sus resultados
sin censura ni interferencia; siempre que
(2) se protejan los intereses de las personas y comunidades u otros
grupos sociales; y que
(3) en el caso de que la institucin patrocinadora no desee publicar los resultados ni identificarse con la publicacin, dicha institucin
permita la publicacin de los resultados sin el uso de su nombre como
agencia patrocinadora, por otras vas (AAA, 1948).
La preocupacin principal aqu es la libre publicacin de los resultados, condicin sine qua non para el libre ejercicio de la ciencia. Se
protege igualmente a la agencia financiadora de los daos de la publicacin no deseada de los resultados y a las personas y comunidades
objeto de investigacin de los perjuicios resultantes de la indiscrecin
en la publicacin (sin darles ningn control sobre qu se considera
indiscrecin).
En el segundo captulo del Handbook on Ethical Issues in Anthropology (Manual de cuestiones ticas en la antropologa), con el ttulo
de The Committee on Ethics: Past, Present, and Future, James N. Hill
(1987) explica la formacin del comit de tica, los distintos retos a los
que se ha enfrentado y su situacin a finales de los aos ochenta. Seguir
aqu su anlisis e interpretacin de los acontecimientos. Aunque Hill
(1987: 1) opina que la acusacin de la participacin de antroplogos en
investigaciones clandestinas no responda a ninguna realidad, enfatiza
el miedo que exista en estos momentos para el uso de antroplogos, a
sabiendas o no, como espas, sobre todo en relacin con el concepto de
la investigacin clandestina y el secreto de los resultados. Esto se perciba como una amenaza a las ciencias sociales en s y a los individuos
implicados en la investigacin. Tambin se tema que la antropologa
adquiriera una mala reputacin que cerrara el acceso al campo en el
futuro y que la informacin producida se utilizara para controlar o destruir a las comunidades estudiadas (Hill, 1987: 1-2).
20
Se denuncia, adems, el excesivo control gubernamental de la investigacin en el extranjero y recomienda, en el caso de antroplogos empleados por el gobierno, que stos participen en la planificacin de los
proyectos y en su realizacin, adems de poder publicar sus resultados.
En la seccin sobre Financiacin y patronazgo se establece, entre
otras cosas, la obligacin del antroplogo de conocer la procedencia de
los fondos que. financian su investigacin, de no llevar a cabo ninguna
investigacin que, siendo patrocinada por el gobierno o la institucin
militar perjudique el acceso de futuros investigadores al campo y de
informar a las personas que participan en sus investigaciones y a las
autoridades de los pases donde trabaja, acerca de sus fuentes de financiacin y patrocinadores. Dice que tanto los miembros de la academia
como los estudiantes deben evitar por todos los medios la participacin
en actividades clandestinas de recogida de informacin y denuncia el
uso del ttulo de antroplogo para encubrir tales actividades.
Al tratar el tema de emplearse con el gobierno, lo ms destacado es
lo siguiente:
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NANCY KONVALINKA
Los antroplogos que contemplan o aceptan un empleo en una agencia gubernamental de mayor envergadura que la creacin de polticas
deben darse cuenta de que se comprometern a las misiones y a las
polticas de la agencia. Deben buscar, de antemano, la definicin ms
clara posible de los roles que se espera que desempeen, adems de las
posibilidades de mantener contactos profesionales, seguir contribuyendo a la profesin mediante la publicacin, y mantener los estndares
profesionales en la proteccin de la privacidad de los individuos y grupos que estudien (AAA, 1967).
De todas formas, no estaba claro si ste era el caso, o si los antroplogos estaban intentando informar a las agencias gubernamentales para
que sus actividades no perjudicaran a los pueblos. Estas dudas produjeron una reprimenda al propio Comit de tica, por acusaciones sin fundamento y en la formacin de otro comit liderado por Margaret Mead
para investigar el tema. El Comit Mead lleg a la conclusin de que no
haba pruebas suficientes y declar al de tica culpable de un comportamiento no tico por sus acusaciones sin pruebas. Esta situacin recuerda
la de Boas en 1919 y la presin para no empaar el buen nombre de la
antropologa. Los miembros de la Asociacin rechazaron en su mayora esta declaracin en noviembre de 1971 (Hill, 1987: 3-4).
En mayo de -1971, se haban aprobado los Principios de responsabilidad profesional para clarificar las declaraciones/ anteriores. Se fueron
incorporando varias modificaciones hasta 1986. El prembulo recoge la
siguiente declaracin:
Los antroplogos trabajan en muchas partes del mundo en una asociacin cercana y directa con las personas y con las situaciones que estudian. Su situacin profesional es, por lo tanto, nica en su variedad
y complejidad. Interactan con su disciplina, con sus colegas, con sus
alumnos, sus patrocinadores, sus sujetos de estudio, con su propio gobierno y con el del pas de acogida, con los individuos y grupos particulares con los que hacen su trabajo de campo, con otras poblaciones y
grupos de inters en las naciones donde trabajan, y el estudio de procesos y cuestiones que afectan al bienestar humano en general. En un campo de compromisos tan complejos, los malentendidos, los conflictos y
la necesidad de elegir entre valores en conflicto, es probable que surjan
y que se generen dilemas ticos. Es una responsabilidad primordial del
antroplogo anticipar estos dilemas y planificar su resolucin de forma
que no dae ni a las personas a las que estudia ni, en la medida de lo
posible, a la comunidad acadmica. En los casos en los que no se pueda cumplir con estas condiciones, sera aconsejable que el antroplogo
abandonara la investigacin (AAA, 1971/1986).
Se expresan aqu unas consideraciones muy serias sobre la responsabilidad individual del antroplogo a la hora de anticipar los conflictos
de valores que pueden surgir entre los distintos grupos a los que deban
sus lealtades y la necesidad de resolverlos siempre de forma que no sean
perjudicadas las personas que colaboran con sus estudios. Al prembulo,
le siguen unas pautas para cumplir con estas responsabilidades hacia los
distintos grupos: las personas estudiadas, el pblico, la disciplina, los estudiantes, los patrocinadores, los gobiernds (el propio y el de acogida).
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NAN CY KO NVALI N KA
El apartado ms extenso es el de las responsabili~ad~s~ hacia las personas estudiadas. All se recoge por primera vez la obhgacwn de exphcar,
lo mejor posible, los propsitos de la investigacin a l~s p~r~sonas que.colaboran, con el derecho al anonimato y, adems, ~a obhgacwn de e~phcar
que, a pesar de las mejores intenciones y los meJores es~uerzo.s, s1empre
es posible que este anonimato se vulnere de forma ~o mtencwna~a. Se
estipula la obligacin de reflexionar sobre las pos1bles repercus1?nes
del trabajo en la poblacin estudiada y de informar sobre las pos1bles
consecuencias a estas personas. Termina con un precepto general:
Con respecto a todos los puntos anteriores, se debe actu~r con el pleno
reconocimiento de la pluralidad social y cultural de las sociedades de acogida y la consiguiente pluralidad de valores, intereses~ de~anda~ en ~~as
sociedades. Esta diversidad complica la tarea de elegir la mvestlgacwn,
pero ignorarla lleva a decisiones irresponsables (AAA, 1971/1986).
Por primera vez,se les responsabiliza a los antroplogos de la f?rmacin de la opinin pblica, de una definicin. a~ec~ad~ de ~a reahdad.
Esta tarea considero que es fundamental y pnontana; un eJemplo e~ ~1
Race Project4 de la Asociacin Americana de Antropologa cuyo proposlto es educar al pblico sobre los usos y abusos del ~o~cepto de raza.
Con referencia a la responsabilidad hacia la d1sc1phna, se recog~ la
recomendacin de no llevar a cabo investigaciones secretas y de ev1tar
incluso que lo parezca.
.
Se detallan muchas responsabilidades hac1a los alumn~s, entr~ e.llas,
citar slo dos. Aqu la primera, y ms importante para m1s propos1tos,
4.
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NANCY KONVALINKA
El advenimiento del Human Terrain System, con la incorporacin de antroplogos a unidades militares, ha vuelto a despertar los fantasmas del
espionaje, el perjuicio para los grupos estudiados y la influencia indebida
de ideologas y polticas nacionales o militares en la investigacin y la
prctica de la antropologa~ Es difcil negar el sentido del argumento
-esgrimido por todo antroplogo en algn momento- de que, si los
responsables de cualquier tipo de accin (proyecto de desarrollo, mediacin intercultural, programa de educacin, etc.) hubieran escuchado
a los antroplogos, todo hubiera funcionado mejor y las personas o el
grupo en cuestin habran salido beneficiados en lugar de perjudicados.
Pero tambin es difcil comprender el papel de un antroplogo o una
antroploga, en traje militar con su arma de fuego, intentando inspirar
confianza y dialogando con jefes tribales en Iraq o en Mganistn. Y sobre todo, nos cuesta creer en la bondad de las int<;:nciones de un ejrcito
extranjero en un pas en guerra, con lo cual la participacin del antroplogo se vicia, igual que en el Proyecto Camelot, con ciertas visiones del
mundo y ciertos presupuestos que hacen ms que difcil una apreciacin
equilibrada e independiente de la situacin.
En octubre de 2007, el Comit Ejecutivo de la Asociacin Americana
de Antropologa public una declaracin sobre el Human Terrain System
Project (AAA, 2007b), en la que expresa su desaprobacin de este proyecto como una aplicacin no aceptable del conocimiento experto antropo-
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27
lgico, por los problemas ticos que plantea al antroplogo, sobre todo
en los aspectos de conflictos de intereses, la posibilidad de causar dao
a las personas estudiadas como posibles blancos de acciones militares Y
la imposibilidad del consentimiento informado y libre de las personas
afectadas. Este tema tambin est tratado en el Informe final de la Comisin sobre el Compromiso de la Antropologa con las Comunidades de
Seguridad e Inteligencia de los Estados Unidos de Amrica (AAA, 2007 e),
en el contexto ms amplio de la participacin de los antroplogos en
actividades relacionadas __con la seguridad nacional.
Estos hechos llevaron a una mocin, en la reunin anual de la Asociacin Americana de Antropologa de 2007, de revisin de ciertos contenidos referentes a la transparencia y la libre circulacin del conocimiento
antropolgico que se haban debilitado segn Terry Turner, profesor
emrito de las universidades de Chicago y Cornell (AAA, 2008a). Los
miembros aprobaron la propuesta de revisin, que se ha llevado a cabo Y
se ha aprobado por el Comit Ejecutivo. Los miembros de la Asociacin
Americana de Antropologa ratificaron este nuevo Cdigo (AAA, 2008b)
en febrero de 2009. Simultneamente, se }}a sugerido la necesidad de
una revisin ms amplia del texto, revisin que durar hasta noviembre
de 2010.
Otro tema surgido en abril de 2008 es el Proyecto Minerva, una iniciativa del Departamento de Defensa de los Estados Unidos para financiar investigacin en las ciencias sociales en temas de seguridad nacional,
tales como el terrorismo, el fundamentalismo religioso y la institucin
militar y la tecnologa chinas. Una de las peticiones de la Asociacin
Americana de Antropologa fue la participacin de la National Science
Foundation en el proceso de eleccin de propuestas de investigacin,
peticin que al final se ha aceptado. No obstante, en una carta de su presidenta en mayo de 2008 (AAA, 2008c) y, despus, en una declaracin
a los medios en julio de 2008 (AAA, 2008d), la Asociacin Americana
de Antropologa expres su preocupacin acerca de que la fuente de
financiacin determinara que slo se pagaran proyectos que coincidan
con los intereses del Pentgono. De nuevo, el control gubernamental o
militar de la financiacin puede hacer peligrar la libre eleccin de los
temas de investigacin.
La Asociacin Americana de Antropologa tambin est cumpliendo con su responsabilidad de educar sobre la tica a travs de varios
documentos publicados en su pgina web, en particular el Handbook on
Ethical Issues in Anthropology (Cassell y Jacobs, 1987), pero tambin
gracias a otras herramientas ms recientes. Este documento, adems de
los artculos ya citados, incluye ms de una veintena de casos, muchos
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NANCY KONVALINKA
campo (Cassell, 1987b). Como se puede apreciar, ya desde hace tiempo, se estn poniendo en prctica medios para ensear a los nuevos antroplogos a pensar en las implicaciones ticas de su trabajo, conforme a
la nueva interpretacin de un cdigo de tica, no como un conjunto fijo
de preceptos, sino como un proceso de reflexin.
Debemos encontrar algn marco para discutir y elaborar un cdigo de tica o suscribirqos a alguno ya existente, haciendo notar
nuestras preocupaciones particulares. No vale una simple intencin de no hacer dao a las personas y grupos que nos acogen y
ayudan.
Debemos incorporar la discusin y enseanza de la tica a todas
nuestras acciones educativas, tanto dentro como fuera de la universidad, y de manera especial en cualquier enseanza que incluya trabajo de campo. Y esto se debe hacer de tal forma que los estudiantes
se impliquen de forma vital en esta discusin sobre las consideraciones ticas.
Debemos exigir una seccin que trate de consideraciones ticas en
cualquier trabajo, proyecto o tesis que dirijamos. De la misma manera que se da por sentado que habr un apartado de metodologa, se debe suponer un apartado de tica?
Debemos compilar un archivo de casos, preservando el anonimato
de los implicados, fomentando la discusin de estos casos y estas
propuestas sobre distintas formas de resolver los problemas. Estos
casos se pueden utilizar no slo como guas para la accin y para la
31
En nuestros campos de inters, cada uno puede ir ha~iendo un archivo de problemas ticos que nos encontramos en la hteratura Y en
nuestros intercatl1bios con colegas tanto espaoles como de otros
pases.
r
En nuestras publicaciones, podemos acostumbrarnos a tratar exp 1citamente los conflictos de intereses que surgen.
En nuestros proyectos y trabajos de campo podemos esforzar~os e~
explicitar los supuestos y las perspectivas bsicas de todos los lmphcados, de las personas que nos ayudan en nuestros estudios, de los
que los financian, de nosotros mismos, comprobando y t~mando
conciencia de nuestras tendencias a ajustar nuestra perspectiva a los
.
.
intereses de unos u otros.
Sobre
todo
tenemos
que
acostumbrarnos
a
que
la
reflexin
tic.a
tura adicional.
Con esto, y con las reflexiones que proponen otros art~ulos reunidos en este volumen, tenemos materia para empezar a trabaJar.
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NANCY KONVALINKA
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INTRODUCCIN
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CARIDAD HERNNDEZ
sobre lo que est ocurriendo y explorar el mbito tal y corno los participantes lo ven y lo cortstruyen. Segunda, intentar convertir en extrao
lo que es familiar, darse cuenta de que tanto el investigador corno los
participantes dan muchas cosas por supuestas, de que eso que parece
comn es sin embargo extraordinario, y cuestionarse por qu existe o se
lleva a cabo de esa forma, o por qu no de otra manera (Ericsson, 1973;
Spindler y Spindler, 1982). Tercera, asumir que para comprender por
qu las cosas ocurren as, se deben observar las relaciones existentes entre el mbito y su contexto, por ejemplo entre el aula y la escuela corno
un todo, incluyendo la comunidad, la comunidad a la que pertenece
el profesor, la economa, etc. Siempre se debe realizar un juicio sobre el
contexto relevante y se debe explorar el carcter de este contexto hasta
donde los recursos lo permitan. Cuarta, [... ] (Kathlee Wilcox, citado por
Velasco et al., 1993: 97).
El segundo de los axiomas, la comparacin (especialmente transcultural), nos permite percibir los objetos de estudio como una variante
entre otras, sealando lo que tienen en comn esas variantes:
Y corno es lgico, para poder formularse a s mismo tales preguntas,
uno debe pasar por el proceso de convertir en extrao todo lo familiar y
cuestionrselo, preguntarse y preguntar por las razones que lo justifican:
Para tal ejercicio, no exento de complejidad, no existe mejor recurso
que el de tener experiencia de otros lugares, de otras culturas, de otros
grupos humanos, sobre sus prcticas escolares y/o educativas (Wilcox,
1982: 458-459, en Garca Castao, 1994: 18).
LA DECLARACIN
DE LA ASOCIACIN AMERICANA DE ANTROPOLOGA (AAA)
Estas dos pautas me remiten al comienzo de mi andadura como antroploga y a las lecciones, a modo de reglas de oro, que llevbamos
para enfrentarnos al trabajo de campo:
Como consecuencia de esta forma de mirar, la antropologa conlleva una visin crtica muy persistente que abarca tambin nuestras pro-
1. La cita corresponde a la edicin de 1971. La Asociacin Americana de Antropologa ha publicado una actualizacin en febrero de 2009: http://www.aaanet.orglissues/
policy-advocacy/Code-of-Ethics.cfm.
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CARIDAD HERNNDEZ
Esta auto-instrumentalizacin, ejercicio de papeles mltiples o juego de mscaras, en cierto modo se pone en marcha desde el inicio, desde que se comienza la negociacin del acceso (cuando empezamos a
plantearnos cmo presentarnos o qu estrategia ser adecuada para
conseguirlo) y contina a lo largo de todo el trabajo de campo, puesto
quena se cierra con el acceso.
En la obra citada de Velasco y Daz de Rada (1997: 25) se habla tambin de distintos modelos de relaciones sociales que se establecen en el
trabajo de campo. Uno de ellos sera aquel en el que aparentemente son
igualitarias, pero esconden relaciones asimtricas. Otro modelo diferente respondera al hecho de que la informacin resulte de un intercambio
que se obtiene por obligacin. La compraventa donde la informacin es
una transaccin respondera a un modelo diferente, la intervencin representara otro modelo, y en uno distinto la informacin sera fruto de
la confianza, etctera.
En este punto me gustara aadir otro tipo de relacin que creo que
tambin existe en esta negociacin del trabajo de campo, me refiero a una
relacin de dependencia, porque creo que tiene una conexin directa
con la interpretacin de los principios ticos citados de la Asociacin
Americana de Antropologa. Cuando queremos acceder o permanecer en
el trabajo de campo, tenemos claro que dependemos de aquellos que nos
pueden permitir o impedir la presencia en el lugar y con ello la posibilidad de establecer esas relaciones para obtener la informacin que buscamos. En esas situaciones, a veces, precisamente para conseguir el acceso,
hacemos explcita esta relacin de dependencia como una estrategia. Esta
estrategia consiste en un reconocimiento de nuestra posicin subordinada respecto de los que tienen ese poder y, por lo tanto, la informacin
que buscamos, y el hacerla explcita puede convertirse en una herramienta que favorezca el acceso al trabajo y a la inform~cin.
En el caso de la antropologa de la educacin, adems, caben otros
modelos de trabajo de campo como los autores mencionados sealan (Velasco y Daz de Rada, 1997: 26). Es posible que los investigadores estn
implicados en tareas de la institucin y conviene sealar entre otras cosas
'
'
la posibilidad de que la investigacin plantee el dilema de la incompatibilidad entre los papeles, por ejemplo entre las responsabilidades del investigador como docente y las exigencias del investigador como antroplogo.
38
39
CARIDAD HERNNDEZ
(UC~), sin e~bargo fue lento y con dificultades. La primera aproximacwn .que hice a algunos colegios pblicos, apoyada en las relaciones
est~bleCidas con centros escolares como tutora del Practicum de los est~?Ia~tes de Magisterio, no tuvo xito. Me puedo explicar esta situa~IOn. SI tengo en cuenta. que un trabajo de campo de corte etnogrfico
tmp.hca una permanencta frecuente y continuada en las aulas que no es
hablt~al para los profesores, porque existe siempre el temor de que el
trabaJo d~ campo suponga una evaluacin de su prctica profesional. El
segundo mtento de acceder a las aulas lo hice en centros concertados
ap~yando las relaciones profesionales en las personales y as obtuv~
meJor respuesta.
_, El ~~reo de referenci que orientaba todo el trabajo de campo vema dehm1tado por los objetivos de los proyectos en los que se enmarcaba que se pueden resumir en:
40
disear propuestas de actuacin contra el racismo, destinadas al profesorado, a los ed.ucadores y a los profesionales que trabajan tanto
en centros educattvos como en otras asociaciones
contribuir a mejorar la formacin inicial y permane~te de los profesores, los procesos de integracin social y los logros de los estudiantes.
Y las hiptesis de las que se parta:
2. Las Aulas de Enlace forman parte del programa Escuelas de Bienvenida, puesto
en marcha por la Consejera de Educacin de la Comunidad de Madrid en feb~ero de ~00~,
para facilitar la llegada e integracin de estudiantes extranjeros (los denon:mados lllm~
grantes>>) en las escuelas. Su objetivo se centra, fundamentalmente, en la ensenanza/apren~I
zaje de la lengua castellana. Vase la pgina oficial del programa: http://www.educa.madnd.
orglportal/web/Bienvenida.
.
. .,
3. El trabajo mencionado se enmarca en los siguientes prpyecto~ de mvest1gac10n:
Racismo adolescencia e inmigracin>> (PR41/06-15 046) http://campusvirtual. ucm.es/prof/
racismo.html y Estrategias de integracin social y prevencin de racismo en las escuelas>>
(HUM2006-03511/FILO) www.navreme.net/integration.
contribuir al conocimiento de la integracin social de alumnos inmigra~tes en el si~tema educativo espaol, investigando el proceso
Y an~hzando medtdas especficas de integracin;
avenguar las dificultades de integracin de los alumnos y de los
procesos de enseanza-aprendizaje;
conocer la percepcin que los jvenes y el resto de personas de su
entorno inmediato tienen en relacin con experiencias/situaciones
de racismo;
e!
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CARIDAD HERNNDEZ
42
CARIDAD H ERNN D EZ
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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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luz de las diversas declaraciones sobre tica publicadas por la Asociacin Americana de Antropologa, para luego centrarme en el anlisis de
un conflicto fugaz, surgido al inicio del trabajo, que sobrepasa las indicaciones recogidas en dichas declaraciones.
48
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Publicidad y privacidad son los dos ejes que articulan los distintos artculos y declaraciones sobre tica emitidas, a lo largo de los aos, por
la Asociacin Americana de Antropologa. La publicidad se refiere a la
obligacin de transparencia con respecto al proyecto de investigacin;
la privacidad a la obligacin de proteger a quienes aportan informacin
ante los daos que sta pudiera causarles. Los dos ejes en conjunto, en
el entendido de que ambos han de adoptarse no como requisitos formales, sino como principios por aplicar y evaluar en cada caso, pretenden
asegurar el compromiso fundamental: que las personas con quienes se
trabaja no sufrirn perjuicios derivados de la propia investigacin. El
Cdigo tico de 1998 estipula que esa aplicacin y evaluacin debe
incluirse como seccin ya desde la fase de proyecto:
Los investigadores antropolgicos han de prever que se encontrarn con
dilemas ticos en cada estadio de su trabajo y han de hacer esfuerzos de
buena fe para identificar de manera previa potenciales reclamaciones y
conflictos ticos en la preparacin de las propuestas y en la realizacin
de los proyectos. Toda propuesta de investigacin debe incluir una seccin que plantee y responda a las potenciales cuestiones ticas (AAA,
1998: III.B.l).
50
51
1. El Gobierno Federal de Carlos Salinas se haba negado expresamente a admitir observadores internacionales que garantizaran la limpieza de las elecciones parciales
de 1991, demandados por quienes consideraron fraudulenta la victoria de Salinas sobre
Cuauhtmoc Crdenas en las elecciones presidencia~es de 1988.
resultar til. El problema estaba reprimido un minuto despus de haber surgido y no volvi a manifestarse. Pero se haba sofocado en falso;
an hoy siento la punzada de aquel conflicto y sigo desconcertado al
respecto.
Nos habamos topado de bruces con la demanda tica de comprometernos con nuestros anfitriones, de actuar a favor de ellos con nuestro trabajo. Es ese tipo de compromiso una obligacin tica para el etngrafo?
En la situacin que acabo de evocar nos vimos obligados a responder a
esta pregunta con poco ms que un monoslabo, pero ahora, pasados los
aos y con el ritmo ms pausado de un texto escrito, no tendra excusa
dejar de sopesar con un mnimo detenimiento las respuestas. Entiendo
que apreciar el alcance del trabajo etnogrfico con humildad -que es a
lo que all apelamos- introduce correcciones importantes en un impulso
moral que a veces, quiz sobre todo por atropellamiento, presume una
relevancia de la que carece el investigador y su posible investigacin;
pero, obviamente, esto no resuelve la cuestin de fondo.
El Cdigo tico hecho pblico en 1998 por la Asociacin Americana de Antropologa no incluye la obligacin de un compromiso como
el que nos ocupa. Como puede leerse en el informe emitido por la comisin encargada de revisar las declaraciones anteriores con vistas a la
redaccin final de 1998, la omisin se bas en un argumento expreso y
pblico que se centra en los problemas y contradicciones de un impulso
moral tan bienintencionado como genrico:
TICA Y MILITANCIA
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54
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Me parece que con esta idea se puede terminar de salvar la brecha que
un novato, all por 1991, vi<? abrirse ante s.
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QU DEMONIOS HE DICHO?
Para hacer algo diferente del estricto trabajo de campo orientado por
mis obsesiones tericas en Guovdageaidnu (Noruega), a lo largo de una
investigacin que luego detallar algo ms, me propuse como profesor de
espaol en la Escuela Sami de Estudios Superiores (Smi Allaskuvla). En
noviembre de 2003, antes de comenzar uno de mis cursos, me pas por la
secretara para conocer el nmero de estudiantes que tendra ese ao. La
persona que estaba en ese momento de servicio no tena la informacin.
Pregntale a Anne Margrethe -me sugiri-. Fui a buscar a Anne Margrethe, una trabajadora de la escuela a la que yo conoca. Al preguntarle
semejante cosa, que estaba totalmente fuera de sus competencias (ella era
docente en la institucin), me sonri amablemente y me dijo: Debe de
tratarse de Anne Margrethe Mortensen 1, y continu: lea ear olmmos,
in m un ... son lea m u gibmi (Es otra persona, no soy yo ... es mi tocaHe escrito este texto gracias a Margarita del Olmo que me invit a participar
con l en el XXVIII Curso Julio Caro Baroja del Consejo Superior de Investigaciones
Cientficas, en diciembre de 2008. Una parte de las ideas fundamentales de este ensayo
ha surgido en un seminario de discusin sobre la Antropologa frente al problema de los
Derechos Humanos que comparto en la UNED con los profesores Francisco Cruces y
Honorio Velasco. Ninguna de las ideas morales vertidas en este texto puede atriburseles, pero s el estmulo del debate. Como siempre, agradezco los comentarios crticos de
los investigadores del CSIC presentes en la sesin, particularmente los de Pedro Tom,
Francisco Ferrndiz, Juan Antonio Villaras y Margarita del Olmo. Sus comentarios han
inspirado especialmente la seccin titulada Intersubjetividad.
1. Todas las referencias personales mencionadas en este texto son apcrifas, salvo
"
la de la nota 2.
56
57
ya ... ). Yo le repliqu con lo que en ese momento cre que sera una mera
confirmacin, en un sami algo inestable siempre en los primeros das de
cada estancia: Na, juo, son lea du guoibmi. Al or esto, Anne Margrethe
estall en una carcajada. Le acababa de facilitar un motivo humorstico
para rerse conmigo durante semanas. Volv a casa atormentado por una
pregunta: Qu demonios he dicho? No tena a mano en mi memoria qu
quera decir guoibmi, aunque saba perfectamente que en sami, una lengua cuyo lxico est poblado de diptongos, hay que tener mucho cuidado
con ellos. Me precipit sobre el diccionario y comprob que guoibmi, esa
palabra tan parecida a gibmi, puede interpretarse bsicamente de cuatro
modos: escolta, amigo, esposa o esposo, y amante. No me caba ahora
duda de cmo la haba interpretado Anne Margrethe, siempre propensa
a hacer uso del ms radical sentido del humor: Claro -haba sido mi
respuesta- ella es tu amante 2
Esta ancdota es un ejemplo de lo que en este ensayo considerar
bagatelas de la moralidad ordinaria. Bagatelas que constituyen el tejido de la intersubjetividad en el trabajo de campo etnogrfico, y que,
en su aparente trivialidad, conforman sus nicos anclajes morales; o al
menos la clase de anclajes morales que yo reconozco como imprescindibles. Para personas como Anne Margrethe, acostumbradas a recibir
a antroplogos que van a estudiar a los samis, pero que previamente
no se han molestado en aprender sami para poder comunicarse en su
lengua materna, un antroplogo que s lo ha hecho es una persona
digna de compartir con ellas el sentido del humor, que es uno de los
bienes morales ms preciados de cualquier sociedad humana, aunque
confunda a los tocayos con los amantes.
Al sugerir que estas bagatelas son imprescindibles, estoy sugiriendo que la vinculacin moral del etngrafo con las personas del campo
pasa primariamente, para bien y para mal, por la inmediata relacin
intersubjetiva que mantiene con ellas en la prctica de campo, y no
necesariamente por el supuesto valor prctico que, en un futuro ms o
menos distante, les ser devuelto como producto de la investigacin.
Puede que el producto de la investigacin etnogrfica sea ms o menos til a esas personas en el futuro, pero esa quimrica posibilidad,
distante en relacin con la prctica de campo, no debera llevarnos
QUIMRICOS PROPSITOS
Antes de mostrar un surtido de modos de fabricar ese compromiso moral inmediato, o sea, antes de seguir contando bagatelas para relatar en
qu consistieron mis anclajes morales en este trabajo de campo, voy a
argumentar cmo, en mi caso, no era cuestin de confiar la reciprocidad a la supuesta utilidad prctica de mis conclusiones de investigacin.
Para ello, tal vez sera suficiente reconocer aqu que hoy, cinco aos
despus de mi ltima estancia de campo, no tengo todava ninguna conclusin que pudiera ser a esas personas de una utilidad tangible; aunque
es cierto que voy elaborando textos que -segn espero- pueden tener alguna utilidad para otros investigadores, y quizs para algunos de
los investigadores que trabajan en Spmi (Daz de Rada, 2004, 2007b,
2008). Pero esto sera sugerir que tal vez en un futuro an ms remoto
devolver a esas personas un conocimiento prctico en pago por su
infinita generosidad durante mi trabajo de campo. No confo en ello.
Las dimensiones en las que mi trabajo etnogrfico puede resultarles de
alguna utilidad son, en general, tan distantes de cualquier vida concreta,
que tendran que entornar mucho los ojos para apreciar en l una verdadera devolucin recproca!
Este mal ya estaba sembrado desde el origen. Comenc a trabajar
en este proyecto en el ao 1995 (escribo en 2008), y, cuando acud por
primera vez a Guovdageaidnu en el ao 2001, llevaba en mi agenda el
siguiente problema de investigacin: indagar en las traducciones etnopolticas de la pertenencia social en un contexto de relaciones intertnicas entre 'samis' y 'noruegos' 3 Este enunciado quiere decir: investigar
cmo es que los sentimientos de pertenencia social de las personas son
traducidos por diferentes instancias ms o menos burocrticas, desde las
asociaciones civiles hasta las agencias de estado pasando por los partidos polticos (entre otros), en argumentos de un sujeto etnopoltico. A
3. Este proyecto recibi los siguientes apoyos institucionales: en 2000, una ayuda
del Departamento de Exteriores del Gobierno Noruego (Utenriksdepartementet) para el
estudio de la lengua sami en la Universidad de Troms0; en 2002 y 2003, dos ayudas de la
Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research (Gr. 6896 y Gr. 7092); adicionalmente, en 2002, recib un ayuda del vicerrectorado de Investigacin de la UNED, y en 2003
otra del Programa de Movilidad del Profesorado del Ministerio de Educacin, Cultura y
Deporte (PR2003-0276). Agradezco a todas estas inst:uciones su generosidad.
58
59
travs de este problema estoy indagando en la flexibilidad de las estructuras estatales en cuanto a d~versidad sociocultural, las dinmicas de la
inclusin y la exclusin en las polticas de estado (por ejemplo, Schiffauer
et al., 2004), las gramticas de identificacin y alteridad (Baumann y
Gingrinch 2004 ), o los rdenes de estructuracin poltica de las afinidades y pertenencias cotidianas (Cohen, 1982). Cada vez que menciono este problema y explico su fundamento, mis colegas antroplogos
aplauden el intento. En general, consideran que todo esto es relativamente interesante. Pero cmo puedo esperar que las personas de Guovdageaidnu, es decir, la mayor parte de ellas, encuentren alguna utilidad
en semejantes obsesiones acadmicas? No puedo esperarlo. La verdad
es que sera como esperar que alguien que te tiende la mano considere
adecuado que, en lugar de tenderle la tuya, le entregues los siete volmenes de En busca del tiempo perdido; una contraprestacin absurda,
desmesurada y completamente irrelevante a un tiempo. Entiendo que
los antroplogos, como otros animales acadmicos, valoramos tanto el
fruto de nuestros empeos que podemos llegar a pensar que esa persona
no puede dudar del valor de nuestras obras; sin embargo, yo prefiero
darle la mano, en principio, inmediatamente. Y luego ya veremos.
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61
UN ENUNCIADO MORAL
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BAGATELAS
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menos en la regin de Finnmark, la gestin encargada al gobierno regional4. Lo cierto es que l se inclinaba hacia esa interpretacin, pero
con esta advertencia: Mun jhkange. Muhto mun in nu vu_ola_at dn
studeren. Muhto dt lea goit, dt lea goit mid m un nie jurddasan go ...
go juo jearat dn (Eso creo, pero no he estudiado esto con mucho
fundamento. Pero, en todo caso ... en todo caso eso es lo que pienso,
puesto que lo preguntas). Escuchar lo que dicen las personas en el campo es prestar una fina atencin a estas sutilezas de la comunicacin ordinaria, que precisamente cualifican al trabajo de campo antropolgico
como una potente metodologa de lo concreto y de lo complejo. En mis
diarios son muy frecuentes estos avisos para navegantes, en los que las
personas, como en este caso, advierten de modalidades tentativas en
cuanto a su opiniones o juicios; modalidades de opinin o de juicio que
slo son comunicadas como' procesos formativos, en curso, puesto
que t me lo preguntas. Debemos saber escuchar estas modalidades
expresivas porque en ellas se encierra lo que esa persona dice o hace. No
deberamos suponer, al menos en lo que se refiere al registro de sus palabras o acciones, que nosotros somos sus autores primarios. Pero tambin
debemos escucharlas porque en ellas se encierra el tesoro del proceso
sociocultural, es decir todo aquello que, en el fluido de la vida en curso,
en el discurso cultural, puede conducir a la puesta en duda de nuestros
previos prejuicios estructurales (Daz de Rada, 2008).
Hasta aqu una pequea mpestra de algunas bagatelas de la moralidad
ordinaria para dar que pensar sobre un nico precepto que estimo por encima de cualquier otro: en el trabajo de campo se trata de y con personas.
Como cualquier precepto moral, ste, adems de ser discutible no tiene
otra justificacin que la que le queramos dar, ni otra solidez que la que se
alcance en nuestro acuerdo comunicativo. Sin embargo, no me resisto a
sugerir que este sencillo precepto es adems enormemente productivo en
trminos analticos. Es decir, no slo contribuye a hacer de nosotros mejores personas (que eso seguramente es imposible), sino tambin mejores
investigadores. No importa cunta informacin concreta podamos perder>> al conceder prioridad e este principio (aunque hay que recordar que
no la tenamos), tratar a las personas del campo sencillamente como tales
4. Esta duplicidad institucional de la Fylke y el Smediggi encierra en realidad enormes problemas de poltica nacional y tnica, parte de los cuales se han puesto en evidencia en el proceso de elaboracin y promulgacin de la denominada Ley de Finnmark
(Finnmarkslov: Finnmrkku Lhka, Storting 2004-2005). En ella se establece el estatuto
jurdico de propiedad y gestin de las tierras y las aguaJ en la regin.
67
alude a una realidad exclusivamente individual. Pero esto no es necesario. Juicio propio es, aqu, el juicio que sostiene un individuo-enrelacin con otros, en un concreto escenario social.
Ambos enunciados dejan de ser contradictorios tan pronto como introducimos la idea de proceso. En el terreno de la reflexin sobre lamoral, introducir la idea de proceso significa renunciar a dos cosas al mismo
tie~p?'. que .no por casualidad se desvanecen entonces conjuntamente:
el md1v1duahsmo moral como idea extrema de reclusin de los juicios
morales en el interior de un nico cuerpo biolgico (Dumont 1987
Harris 1989); y la idea de una moral definitiva, plenamente co~seguid~
Y acabada. Un ser humano concreto nunca es solamente un individuo en
estado puro. Esa persona se construye a cada paso de su accin social
comunicativa, de forma intersubjetiva, y as construye tambin sus esce:
narios de convivencia, sus mundos morales.
Naturalmente, este punto de partida, que se asienta en un juicio emprico-analtico, presenta diversos gradientes, de los cuales merece aqu
la pena destacar dos. En primer lugar, contra el ideal habermasiano
~ingn par d_e s.eres humanos concretos produce una intersubjetividad
hbre de restnccwnes (Habermas, 2010) 5 Toda interaccin comunicativa implica estructuras previas en cuanto al poder de definicin de la realidad social, o poder poltico. Toda interaccin comunicativa es en este
sentido fundamental, asimtrica. El hecho igualmente observabl~ de que
esas estructuras de asimetra sean hasta cierto punto negociables no niega la condicin asimtrica de las interacciones. Cuando las instituciones
que median en el intercambio comunicativo han alcanzado la suficiente
solidez histrica, incluso las apariencias de flexibilidad de los marcos de
poder suelen producir nuevas estructuras asimtricas, que pueden llegar
a apoyarse tcitamente en las anteriores (Foucault, 1992).
En segundo lugar, y muy especialmente en nuestro mundo contemporneo fuertemente burocratizado, la interaccin comunicativa difcil-
INTERSUBJETIVIDAD
Estoy manejando aqu dos ideas que pueden sonar contradictorias. Por
una parte, estoy insistiendo en la intersubjetividad como proceso universal en el que se cimientan los mundos morales, y eventualmente los
acuerdos acerca de la buena vida. Por otra parte, estoy insistiendo en que
los juicios morales no tienen ms fundamentacin que el juicio propio, ni
ms solidez que su comunicabilidad y su fuerza de conviccin. El primero es un enunciado universal de carcter emprico y analtico, no moral,
y pertenece a la familia de enunciados antropolgicos acerca del Horno
Sapiens Sapiens. Lo que predica ese enunciado es que los seres humanos, al entrar en copresencia, entran inevitablemente en comunicacin
(Watzlawick et al., 1985; Giddens, 1984, 1987) y se construyen recprocamente como sujetos en el ir y venir de sus acciones, gestos y mensajes.
Este primer enunciado es, pues, del mismo tipo que los siguientes: cualquier miembro de nuestra especie puede usar el lenguaje verbal, cualquier
miembro de nuestra especie puede caminar sobre sus dos pies, cualquier miembro de nuestra especie puede tocar la punta del ndice de su
mano con la punta del dedo pulgar de la niisma mano. Enunciar, en este
sentido, que cualquier ser humano puede construir intersubjetivamente
sus formas de accin social, es apuntar hacia esa categora general que
Schtz y Luckmann definieron como mundo de la vida (Lebenswelt):
Por mundo de la vida cotidiana debe entenderse ese mbito de la realidad que el adulto alerta y normal simplemente presupone en la actitud
de sentido comn. Designamos por esta presuposicin todo lo que experimentamos como incuestionable; para nosotros, todo estado de cosas
es aproblemtico hasta nuevo aviso [... ] (Schtz y Luckmann 2001: 25).
5. Aunque cito aqu la obra central de Jrgen Habermas Teora de la accin comunicativa, el supuesto de una comunicacin libre de restricciones es fundamental en toda su
obra. Ese supuesto es bsico para el experimento filosfico central de su trabajo: la demarcacin de las con~iciones de posibilidad de una pragmtica comunicativa universal (Habermas,
2010). Al refenrme aqu a una posicin contraria al ideal habermasiano quiero indicar solamente ~ue t~l mar~o libre de restricciones es empricamente improbable en la mayor parte
de las s1tuac10nes mtersubjetivas de la vida humana. Tambin quiero indicar que si como
conse~u~n~ia de 1? anterior, ya es dudoso que pueda alcanzarse un marco pragmtfco de intersubje~r:Idad ~mversalmente vlido, es decir, unas condiciones comunicativas de posibilidad
de una etlca umversalmente vlida, mucho ms dudoso es que pueda alcanzarse una semntica
tica (por ejemplo, una formulacin lingstica de principios morales) con validez universal.
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71
GRANDES PRINCIPIOS
As pues, aunque creo en la evidencia de la universalidad de la intersubjetividad, no creo en la posibilidad de fundamentacin racional de
una moral universal y, mucho menos, definitiva. Creo que cualquier
orden moral es un orden situado (Daz de Rada, 2007e), y que ningn
rodeo o atajo filosfico puede evitar esta cruda realidad. Creo tambin, en consecuencia, que la nica moralidad til es la que se construye
en el dilogo intersubjetiva. Si hay algn espacio para la racionalidad, en
el sentido que Habermas concedi a esta palabra pero, como he indicado, en parte en contra de sus propias opiniones, se es el del dilogo
situado entre interlocutores, el del dilogo prximo, en constante renovacin. Michael F. Brown lo ha expresado virtuosamente en un reciente
ensayo de revisin del concepto de relativismo cultural:
Los principios morales que ofrecen los universalistas tienden a ser lo suficientemente abstractos como para flirtear con la trivialidad; como en la
expresin cualquier sociedad sostiene que la vida humana es sagrada y
no puede ser quitada sin justificacin. No se trata exactamente de que tal
enunciado sea incorrecto, pero en todo caso no es particularmente til,
dado el rango de circunstancias que pueden ser cualificadas como justificacin en diversos escenarios culturales. Una aplicacin contextualmente
sensible del derecho natural requerira heroicas proezas de casustica para
incluir las variadas circunstancias del gnero humano. Sospecho que el resultado empezara a parecerse mucho al relativismo (Brown, 2008: 368).
Es necesario, para producir una moral que nos gusta, con la que
nos sentimos identificados y que nos ayuda a convivir, que sta se encuentre sustentada en cosas como el relativismo moral (una idea universalista), la verdad analtica, o el empirismo factual? En mi opinin,
no. No lo es. En esos tres pilares no se encierra ninguna piedra filosofal, porque tal piedra filosofal no existe. La moral se construye dialogando y llegando a pactos convencionales, siempre provisionales, en
el enrevesado camino de la vida prctica, poblado de bagatelas y de
delicados ejercicios comunicativos. La moral, en una nueva expresin
de Michael.F. Brown, o es una moral dialgica (Brown, 2008: 369),
o es un simple discurso de grandes principios con una muy escasa utilidad prctica.
Forma parte de nuestra tradicin intelectual ese momento histrico
crucial en el que los expertos de la ONU, redactores de la Declaracin
universal de derechos humanos, pidieron la opinin de la Asociacin
Americana de Antropologa. La respuesta vino de la pluma de Melville
J. Herskovits que redact un contundente alegato de relativismo cultural llevado en volandas, por la propia situacin comunicativa, hacia
el relativismo moral (el que responda era antroplogo, pero los que
preguntaban eran polticos). Ninguna sociedad concreta tendra, a
juicio de Herskovits, la exclusiva capacidad de promulgar una Declaracin universal de derechos humanos, pues cada sociedad conforma
su propio horizonte moral (AAA, 1947). Ha llovido mucho desde entonces. Hoy en da la antropologa ofrece un variado rango de posiciones frente a este problema7, en un terreno en el que -como en tantos
otros- es muy sencillo caer en la tentacin de las exageraciones, las
interpretaciones torcidas y los golpes bajos (Brown, 2008). En general,
a m me caben pocas dudas de que tanto Herskovits como sus crticos
han intentado hacer lo humanamente posible para resolver un problema que, desde mi punto de vista, no tiene solucin (Steward, 1948).
Creo que Herskovits, como podra haber hecho cualquier otro, entr
al trapo de un reto eminentemente tecnoburocrtico, respondiendo
con un universalista relativismo cultural (y moral), pretendidamente
fundado en el juicio experto de los antroplogos, a la peticin igualmente universalista que le estaba haciendo Naciones Unidas: Como
experto danos una respuesta eficaz para resolver de una vez por todas
el misterio de la moralidad, danos un instrumento que nos permita resolver para siempre estos incmodos problemas prcticos. Pero qu
72
7. Entre otros lugares, puede encontrarse una bibliografa ilustrativa de este proceso de discusin en Goodale (2006) y en el ya citado artculo de Brown (2008).
73
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CONFLICTO DE INTERESES.
REFLEXIN SOBRE
UN TRABAJO DE CAMPO EN LA ESCUELA~~
Margarita del Olmo
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Cientficas
INTRODUCCIN
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigacin Estrategias de participacin social y prevencin de racismo en las escuelas II (FFI2009-08762).
La mayor parte del material procede de la monografa, an manuscrita, Re-Shaping Kids.
1. Todas las citas han sido traducidas por m.
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77
Mis razones para elegir estas dos citas para introducir el tema que
me propongo discutir a continuacin vienen determinadas por el hecho
de que me parece que la primera resume admirablemente en una frase,
la situacin: los etngrafos somos investigadores que usamos personas
como herramientas. La segunda delimita con gran maestra la clase de
problemas que nuestro trabajo suscita: lo que hacemos en el trabajo
de campo son actividades intrnsecamente contrarias a la tica, pero
este hecho no nos conduce a abandonar el trabajo a los que seguimos
haciendo etnografa a pesar de ser conscientes de ello.
. No quiero negar con esto la idea de que abandonar el trabajo sea una
respuesta tica y en este libro se incluye un captulo en el que se aborda
precisamente este tema de una forma directa (vase Lpez RodrguezGirons en este volumen), pero mi propsito aqu es el de poner encima
de la mesa algunos de los conflictos que mi ltimo trabajo de campo me
ha suscitado y junto con ellos quiero presentar mis limitadas respuestas.
Soy consciente de que algunas de ellas, quiz las ms relevantes, se han
quedado sin resolver; en estos casos slo puedo ofrecer mi incomodidad para transformarla honestamente en materia de reflexin.
He realizado mi ltimo trabajo de campo a lo largo de los tres cursos
escolares 2005-2006, 2006-2007 y 2007-2008 en un Aula de Enlace de
secundaria de un colegio concertado de la Comunidad de Madrid en enero
de 2002. Un Aula de Enlace es una medida puesta en marcha por la Consejera de Educacin de la Comunidad de Madrid para iniciar la escolarizacin y facilitar la integracin de los nios que vienen del extranjero
a nuestro pas y se incorporan durante el curso escolar. En un Aula de
Enlace los estudiantes pasarn un periodo de hasta nueve meses aprendiendo castellano e idealmente solucionando las lagunas acadmicas que
las Comisiones de escolarizacin hayan detectado, en grupos de hasta
doce alumnos y de ocho a doce aos, si se trata de un Aula de Enlace de
Primaria, o de doce a dieciocho si hablamos de un Aula de Secundaria2
2.
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profesora en la Facultad de Educacin de la Universidad Complutense. Su Departamento tiene eStablecidos convenios de cooperacin con
distintos colegios para que sus alumnos realicen las prcticas. En este
acuerdo voluntario, las escuelas reciben un suplemento extra de profesores ayudantes para las aulas y los responsables de las mismas se muestran
menos suspicaces a este tipo de presencia, quiz porque no se sienten
juzgados por ellos o a lo mejor porque les importan menos sus juicios.
Se trata en todo caso de una relacin desigual en la que los profesores
de aula mantienen una posicin de poder clara frente a los profesores en
prcticas. En mi caso, la relacin que se establece es mucho ms ambigua
en trminos de poder, o al menos ms incierta. En este sentido, seguramente implica un riesgo demasiado difcil de calcular que no puede ser
compensado por lo que yo puedo ofrecerles a ellos a cambio (vase el
captulo de Caridad Hernndez en este volumen sobre su anlisis de la
negociacin de la entrada en el trabajo de campo).
El caso es que los acuerdos de la Universidad Complutense con las
escuelas siguen las normas de cualquier proceso social de intercambio
y los profesores saben qu esperar y qu recibir. Uno de los colegio~
involucrados en este convenio es la escuela en la que yo he podido realizar finalmente mi trabajo de campo, pero creo que es necesario sealar
tambin que se trataba de un colegio concertado en vez de uno pblico
(como era mi intencin inicial) porque este hecho ha jugado un papel
importante a la hora de garantizar definitivamente mi acceso.
Un profesor de aula en un colegio pblico disfruta de una libertad
considerable a la hora de hacer y deshacer en su clase, y tambin de
una relativa independencia con respecto al equipo directivo. La direccin de un colegio concertado juega un peso especfico ms importante
en el aula y la independencia del profesor se ve limitada en este sentido
con respecto a un instituto pblico. De manera que cuando se negocia
la entrada de un investigador en un colegio con un director o un jefe
de estudios, las dos figuras que en mi experiencia hap resultado ms
abiertas a mis propuestas, creo que sobre todo por el hecho de que no
son ellos los que me van a tener da a da en su clase, es ms fcil que su
decisin resulte definitiva.
Al decir todo esto no quiero minusvalorar la generosidad de la profesora que finalmente me permiti hacer el trabajo de campo en su clase,
sino simplemente introducir un elemento importante a la hora de analizar las distintas dimensiones de mi papel, mi trabajo, y especialmente
sus consecuencias.
CONFLICTOS DE INTERESES
PROVOCADOS POR MI TRABAJO DE CAMPO EN LA CLASE
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he tratado de explicrselo, pero es una tarea que me resulta prcticamente imposible, con ellos ms que con los profesores. Los alumnos no
tienen una idea muy clara de qu es la investigacin o para qu sirve un
investigador y qu se supone que debe hacer. He intentado siempre aprovechar cualquier situacin propicia para explicarles, muchas ms veces de
las que ellos han preguntado, y lo que suelo decirles es que me interesa
saber cmo funciona el Aula de Enlace, qu cosas estn bien y cules no,
y que mi objetivo es conocer su opinin para tratar de cambiar lo que no
funciona. Invariablemente me contestan que funciona bien y que estn
muy contentos, pero siempre tengo la impresin de que lo expresan de
una manera formal y casi mecnica. Por este motivo creo que es necesario
el trabajo de campo: compartir diariamente sus vidas me permite ver en
qu ocasiones se resisten, cundo lo hacen y por qu.
Los alumnos siempre me han tratado con mucho cario y respeto.
He desarrollado relaciones ms estrechas con algunos y cuando entraba
en la clase, siempre se me tiraban literalmente al cuello para abrazarme.
Slo las chicas, los chicos casi nunca se atrevan a tocarme. Son adolescentes muy conscientes del gnero y del comportamiento apropiado
entre gneros, de manera que los ms atrevidos y cariosos me daban
dos besos formales.
Tengo la impresin de que los estudiantes de la clase heredaban
de unos a otros su relacin conmigo. El programa est pensado para
que permanezcan en la clase seis meses como mximo, pero en los dos
ltimos cursos escolares estee periodo de permanencia se ha ampliado
a nueve meses. Sin embargo, la profesora prefiere que se incorporen
cuanto antes a sus cursos de referencia por lo que muy pocos suelen permanecer el periodo estipulado. A lo largo de los tres cursos acadmicos
de mi trabajo he conocido a 43 alumnos en la clase en grupos de doce.
25 eran chicos y 18 chicas. 14 procedan de Brasil, 13 de Rumania, 4
de China, 4 de Ucrania, 2 de Polonia, 2 de Marruecos, 2 de Bulgaria y
2 de la Repblica Dominicana.
Segn datos facilitados por la Direccin General de Inspeccin Educativa de la Comunidad de 1'v1adrid6 , durante el curso 2006-2007, es
decir, el segundo ao de mi trabajo de campo en la clase, haba en la
Comunidad 113.198 alumnos nacidos en el extranjero y los lugares de
procedencia mayoritarios eran, por orden, Ecuador, Rumania, Marruecos, Colombia, Bolivia, Per, Repblica Dominicana, China, Argentina
y Bulgaria.
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Al principio me cost mucho tiempo empezar a desarrollar una relacin cercana con ellos, perO una vez que lo consegu, los chicos que
llegaban nuevos a la clase enseguida se incorporaban a la que los dems
mantenan conmigo, cada uno en su propio estilo. Su lealtad principal,
con alguna excepcin, estaba dirigida sin lugar a dudas hacia la tutora
que funcionaba como su persona de referencia, pero a pesar de ello, mi
papel caa ms fcilmente en un lugar ambiguo entre el del profesor y
los compaeros. Esta ambigedad siempre me ha beneficiado a la hora de
lograr mi objetivo de analizar sus resistencias al programa, al sistema escolar en general y a las relaciones que los estudiantes desarrollan con los
adultos en el colegio, que siempre funcionan como figuras de autoridad.
Personalmente nunca he intentado ejercer este tipo de autoridad, de
forma que cuando la profesora me dejaba sola en la clase con los chicos, normalmente se escapaban contraviniendo la norma del colegio,
pero nunca he sabido hacerles volver. Al principio lo intentaba, fundamentalmente porque me pona en una situacin difcil con respecto
a otros profesores del colegio que cuando oan el jaleo que los chicos
provocaban en el pasillo, sin ninguna dificultad les hacan entrar otra
vez en la clase. Cada vez que ocurra algo as, los profesores en cuestin
mostraban una sorpresa incmoda al verme a m en la clase porque esperaban que, como mnimo, fuera capaz de mantenerlos dentro. Despus
de algn tiempo consegu desarrollar una confianza suficiente para que
su sorpresa no me molestara, de forma que disfrutaba de las ventajas
que me proporcionaba mi papel y era capaz de mantenerme en l cuando implicaba consecuencias desagradables.
Otro tipo de conflictos me ha resultado ms difcil de resolver a travs de mi papel ambiguo. Siempre que haba un examen, los alumnos
esperaban que les soplara. Esta situacin siempre me ha resultado incmoda y nunca he conseguido encontrar una respuesta satisfactoria. Era
consciente siempre de estar de parte de los chicos, pero por otro lado
no poda poner en peligro mi relacin con la profesora._ De manera que
algunas veces hice lo que los chicos suelen hacer en estas situaciones: soplar cuando la profesora no me vea. Muchas veces he tenido la suerte de
no saber las respuestas a las preguntas del examen y en la mayora de las
ocasiones, la propia profesora ha resuelto el conflicto: ella misma acababa cediendo y dndoles las respuestas. Me he sentido cmoda cuando he
conseguido que los chicos llegaran a las respuestas con un poco de ayuda
por mi parte, pero francamente, no ha sido siempre as.
He tenido muchos menos conflictos personales cuando tenan que
ver con otros profesores del colegio, por ejemplo cuando he vagabundeado por los pasillos con algunos alumnos, generalmente alguna chica.
Andar por el colegio sin un objetivo conocido por un profesor est absolutamente prohibido y, a pesar de ello lo he hecho en muchas ocasiones, con una excusa a mano por si ramos interpelados. Estaba clara mi
lealtad hacia los chicos en estos momentos, pero con la profesora del
aula las cosas no eran tan sencillas. Siempre he tratado de colocarme en
el lado de los alumnos, pero eso no significa que aprobase su comportamiento. Como antroploga se supone que tengo que dejar mi juicio
colgado fuera de la clase y utilizar nicamente el relativismo cultural
para aprender, a travs del trabajo de campo, por qu la gente hace lo
que hace y cules son sus intereses.
Hablando en trminos generales, se podra simplificar la situacin
diciendo que haba dos tipos de normas e intereses en juego y muchas
veces ambas entraban en conflicto, me refiero a las de los chicos (que a la
vez provocaban muchos conflictos entre s) y las de los profesores (que se
supone son para beneficio de los alumnos). Como antroploga no tengo
ningn problema en hacer esta distincin entre los valores de los chicos
y los de los adultos, generalmente identificados con los de los profesores.
Pero en algunas ocasiones era necesario aclarar mi postura con respecto a
las dos al mismo tiempo, y muchas veces en franca contradiccin.
Sin embargo mis conflictos de intereses ms profundos no han tenido que ver con las diferencias entre las normas de los chicos y las de
los profesores, sino con las que haba entre ellos mismos. Aqu no poda
jugar la carta de mi lealtad hacia los estudiantes, puesto que ambas partes del conflicto lo eran. En estas ocasiones he pretendido quedarme al
margen, pero no lo he conseguido siempre, especialmente en aquellos
casos en los que perciba que se estaban haciendo dao unos a otros.
El problema es que los chicos se hacen dao continuamente, principalmente porque se trata de adolescentes que estn aprendiendo sobre
los lmites y tambin porque, corno ocurre con cualquier relacin entre
seres humanos, los intereses de unos entran a veces en conflicto con los
de otros y nos hacemos dao mutuamente. En estos casos he sufrido
como persona, pero tambin como antroploga, porque sinceramente no
saba qu hacer, echando mano del relativismo cultural en un momento,
para tratar de evadir el conflicto al siguiente y meterme de lleno en l
usando mis normas personales a continuacin. En todos los casos me he
sentido inconsistente e insatisfecha y el nico provecho ha sido conocerme a m misma y explorar los lmites de mi resistencia al sufrimiento.
El trabajo de campo en general me ha proporcionado suficientes
ocasiones para sufrir, y no slo cuando los alumnos se hacan dao unos
a otros, sino cuando senta que reciban un golpe ms en sus machacadas vidas y que ese golpe tena un efecto inmediato en sus esperanzas.
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Y un poco ms adelante:
Existen varios modos de dar a conocer el conocimiento y asegurarse que
la investigacin llega a las personas que han ayudado a que sta sea posible. Dos de ellas, no muy utilizadas por la investigacin cientfica, tienen
que ver con el hecho de rendir cuentas a y compartir el conocimiento
con la gente. Estas dos posibilidades tienen que ver directamente con el
principio de reciprocidad y de retroalimentacin (Smith, 1999: 15).
7. No voy a tratar aqu las conclusiones, ya que el objetivo del presente trabajo es
un anlisis de las implicaciones ticas de mi investigacin.
8 .. INTER Network, financiada por el Programa Comenius, actualmente en curso
(http://mternetwork.up.pt/).
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91
Cmo podramos ser capaces de reflexionar y evaluar nuestro objetivo, nuestras intenciqnes y nuestro marco de referencia como investigadores?
'
Cmo podramos predecir las consecuencias de nuestro trabajo y
evaluar nuestra capacidad potencial de producir dao?
cmo podramos crear y mantener un dilogo de colaboracin continua en nuestra investigacin entre nosotros mismos como investigadores y los otros como sujetos de estudio?
En qu sentido es relevante nuestra historia especfica con respecto
al significado ms amplio y a la actividad general de la condicin
humana?
cmo puede contribuir nuestro trabajo de manera ms significativa a la equidad, a la libertad y a la justicia en trminos de en qu
lugar y con qu propuesta de intervencin? (Madison, 2005: 4).
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92
ANTROPOLOGA Y REPRODUCCIN:
LAS PRCTICAS Y/0 LA TICA~~
Diana Marre
Universidad Autnoma de Barcelona
En la introduccin del libro The Ethics of Anthropology: Debates and Dilemmas publicado en 2003, su editora, la antroploga britnica P. Caplan
(2003), sealaba que en los aos precedentes, especialmente desd~ 1997,
se haba producido una explosin discursiva sobre aspectos ticos en
Occidente en diferentes mbitos de la sociedad: la poltica, los gobiernos,
la economa, la educacin, la universidad, la academia y las ciencias, la
antropologa entre ellas (Caplan, 2003: 1-3 ).
Una explosin discursiva que se ha incrementado durante 2008
y 2009 en diferentes mbitos: econmico (con la crisis vinculada. al
crdito y a los activos txicos pero, sobre todo, a las remuneracwnes percibidas por quienes se dedicaban a ello), poltico (por las causas
que llevaron a las guerras de Mganistn y, sobre todo, de Iraq, pero,
tambin por el conocimiento del uso indebido de dinero pblico por
parte d; parlamentarios britnicos que condujo a la primera dimisin
de un presidente del Parlamento en los trescientos ltimos aos, por no
mencionar los distintos procesos judiciales en que se hallan inmersas
distintas figuras pblicas espaolas) y religioso (por la difusin de los
93
DIANA MARRE
un breve recorrido por los cambios que han tenido lugar en la reproduccin en Espaa, que la han convertido en uno de los primeros pases
del mundo en procesos de reproduccin asistida y adopcin transnacional. Finalmente, procurar responder -o. agregar ms preguntas- a
aquella que segn Caplan (2003) resume la relacin entre antropologa
y tica: para qu y/o para quin es la antropologa?
ANTROPOLOGA Y TICA
Cuando en 1959 se public uno de los primeros libros sobre antropologa y tica (Edel y Edel, 1968 [1959]), los autores, una pareja compuesta por un filsofo y una antroploga, dedicaron el primer captulo
a definir el campo.
Sealaron que la colaboracin entre ambas disciplinas hasta entonces
haba sido escasa, en la medida en que la filosofa se ocupaba de lo que
debera ser, mientras que la antropologa se ocupaba de lo que es y, si
bien era cierto que muchos de los datos etnogrficos tenan una relacin
estrecha con reglas o actitudes morales, o con sanciones y justificaciones,
o con la forma en que la moral opera en relacin con la vida cotidiana,
pocas veces se haba tenido en cuenta su relacin con la tica en el mbito
de la antropologa.
Una afirmacin que los autores constataron a travs de la revisin
del ndice general de American Anthropologist en el que durante el perodo comprendido entre 1SS8 y 1938 slo hallaron cuatro referencias
a artculos sobre moral o tica. Esta tendencia se modific entre 1938
y 1958 en que percibieron un mayor inters por cuestiones de tica a
travs de temas vinculados a la conciencia y la culpa, a objetivos y valores, o en torno a las ideas de justicia o de relativismo tico (Edel y Edel,
1968 [1959]: 4).
La necesidad de definir o acotar el campo, en relacin no tanto
con la antropologa sino ms bien con la tica, es decir, con qu entendan por tica y qu la diferenciaba de conceptos cercanos como moral,
virtud, derecho, bondad, personalidad, pecado, sensacin o, incluso,
conciencia, culpa o vergenza (Edel y Edel, 1968 [1959]: 4) se vinculaba, entre otras cosas, a la necesidad y dificultad de diferenciar tica y
moral, algo que contina sucediendo en la mayor parte de los trabajos
sobre antropologa y tica.
En aquel trabajo pionero de 1959, esa dificultad qued evidenciada
en su ttulo Anthropology and Ethics. The Quest for Moral Understanding (Edel y Edel, 1968 [1959]) y, de algul)a manera, a lo largo de todo
95
DIANA MARRE
civiles. En 1968, la publicacin acadmica norteamericana Current Anthropology abord el papel de la tica en antropologa a travs de tres artculos reunidos bajo el ttulo Simposio sobre Responsabilidad. En conjunto, los textos analizaban la responsabilidad de los cientficos sociales,
particularmente los antroplogos y antroplogas, el estatus de ciencia y
objetividad para la antropologa, la antropologa como consecuencia del
colonialismo, la relevancia de la misma en un mundo rpidamente cambiante y cmo desarrollarla relevantemente, si el trabajo de campo debera ser realizado fuera o dentro de la propia cultura, as como la naturaleza del compromiso de los profesionales de la antropologa hacia la propia
disciplina, la gente estudiada y los estudiantes (Caplan, 2003: 5-6).
Por lo que respecta a Gran Bretaa, si bien la reflexin fue ms abundante en la sociologa que en la antropologa, el antroplogo J. Barnes
public su primer trabajo sobre el tema en 1963 (Barnes, 1963). En
l analizaba en qu medida los parmetros de la antropologa estaban
cambiando rpidamente en el contexto de la descolonizacin, as como
el papel del anonimato, el consentimiento informado y la tica de la
publicacin, para sealar la dificultad de separar tica de poltica y reclamar la redaccin de un cdigo tico profesional para la antropologa
britnica que al menos recordarse a los etngrafos que estos problemas
deben ser resueltos y no pueden ser ignorados (Sjoberg, 1967: 211,
citado por Caplan, 2003: 6-7).
1. Para un estado de la cuestin sobre el tema ver Milis (2003); Caplan (2003: 28,
n. 5); Evens (2008).
La dcada de los setenta se caracteriz por las propuestas de reinvencin de la antropologa a ambos lados del Atlntico. De acuerdo con
Caplan (2003: 7-11), cuatro libros compuestos por un conjunto de artculos publicados durante la dcada -dos en Estados Unidos (Hymes,
1972) y Berreman (1981), uno en Gran Bretaa (Asad, 1973) y uno en
los Pases Bajos (Huizer y Mannheim, 1979) reflexionaron y propusieron formas de reinvencin o revisin de la antropologa desde una
perspectiva tica.
Para varios de los diecisis contribuyentes reunidos en el libro de
Hymes (1972), Reinventing Anthropology, esa reinvencin era -o deba ser- tanto un proyecto personal como disciplinario, en el que la
tica deba responder al deseo de relacionar la antropologa con el incremento del bienestar de la humanidad.
Berreman (1981) -uno de los autores de los tres artculos publicados en Current Anthropology en 1968-, si bien public un libro en los
ochenta, lo hizo con artculos escritos en los setenta en los que argumen-
96
97
DIANA MARRE
D lANA MARRE
el surgimiento en Europa de lo que se ha denominado identidades polticas, de ms larga tradi<;?in en Estados Unidos, acompaado de la
importancia creciente de un discurso sobre derechos humanos, el crecimiento de la globalizacin y los cambios profundos acometidos en las
institucones occidentales de educacin superior a partir del impacto de
lo que se ha denominado nuevas formas de conduccin o gerencialismo y la denominada cultura de la auditora.
Las polticas identitarias en Europa emergieron como resultado de
la cada del muro de Berln en 1989, produciendo en algunos casos
conflictos violentos como la guerra en los Balcanes entre 1991 y 1995
o el genocidio de Ruanda de 1994, por no mencionar los conflictos tnicos e identitarios de baja intensidad existentes en diferentes pases
europeos, Espaa incluida.
Paralelamente, los discursos sobre los derechos humanos tuvieron
un desarrollo creciente que para la antropologa plantearon el grave
problema de la pretendida universalidad, convirtindolos en un imperativo categrico que chocaba con el hecho de que la antropologa
procura comprender el contexto de los intereses locales (Hastrup y
Elsass, 1990: 301, citado por Caplan, 200'3: 16).
A mediados de la dcada de los noventa, Current Anthropology public el debate Objectivity and Militancy: A Debate integrado por el artculo de Roy D'Andrade, Moral Models in Anthropology (D' Andrade,
1995), y el de N. Scheper-Hughes, The Primacy of the Ethical. Proposition for a Militant Anthropology (Scheper-Hughes, 1995), sobre antropologa, objetividad y tica o moral, con comentarios de Vincent
Capranzano, J onathan Friedman, Marvin Harris, Adam Kuper, Laura
Nader, Tim O'Meara, Aihwa Ong, Paul Rabinow, y rplica de D'Andrade
y Scheper-Hughes.
Desde la perspectiva de Scheper-Hughes, el rol de antroploga y el
de companheira no son incompatibles, sino todo lo contrario. Para fundamentarlo compar la antropologa realizada en Est::~.dos Unidos y el
Reino Unido con la que se ha hecho en Amrica Latina, Italia o Francia,
donde antroplogos y antroplogas se comunican con la polis y el pblico, y donde la antropologa activa y comprometida polticamente es
percibida de una forma menos negativa. Por ello, Scheper-Hughes sealaba que dados los tiempos peligrosos que se viven, lo mejor es comprometerse y practicar una etnografa suficientemente buena que incluya
reconocer -en el sentido de dar reconocimiento- a nuestros sujetos.
La antropologa, segn Scheper-Hughes, debera insistir en una explcita orientacin hacia el otro, lo que requiere testificar o atestiguar vinculando a la antropologa con la filosofa moral, mientras que
100
Muchos autores coinciden en sealar que la adopcin ha tenido, tradicionalmente, un rol perifrico dentro de la antropologa (Bowie, 2004;
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Goody, 1969; .Howell, 2006; Terrell y Modell, 1994) con escasa investigacin directamente relacionada con el tema, a pesar de la existencia
de numerosas referencias a diversas formas de adopcin y/o acogimiento en etnografas y monografas sobre diferentes culturas alrededor del
mundo. Se trata de una escasez, que se convierte prcticamente en ausencia hasta los primeros aos del siglo xxr, si nos referimos ms especficamente a la adopcin transnacional.
Una ausencia incomprensible si se tiene en cuenta que desde la adopcin pueden analizarse los sistemas de parentesco, los mecanismos de
movilidad social o las formas de transmisin de la propiedad (Terrell y
Modell, 1994). Un tema que, adems, enraza con conceptos centrales
de la antropologa social y cultural como el de persona, familia, infancia, raza, etnicidad, clase, nacin, identidad o pertenencia.
Hay quienes han vinculado esa escasez y/o ausencia al declive que
tuvieron los estudios sobre parentesco durante la dcada de 1980, debido
a cierta forma de disolucin de las fronteras que hasta entonces haban
definido estrictamente los campos de estudio de la antropologa social en
econmico, poltico, religioso y de parentesco (Carsten, 2000).
Un declive en los estudios de parentesco que haba sido precedido
de una larga dcada de 1970, iniciada por el trabajo de D. M. Schneider
(1980 [1968]) y la primera traduccin al ingls de la obra de C. LviStrauss sobre parentesco (Lvi-Strauss, 1969 [1949]), seguidas de una
singular produccin bibliogrfica sobre el tema, cuya intensidad y extensin pareciera haber cerrado tambin Schneider con su trabajo de 1984
(Schneider, 1984).
Se trata de un declive de una dcada, cuyo final comenz con las obras
de F. Ginsburg y R. Rapp (1991), M. Strathern (1992) y M. Bouquet
(1993) tras las cuales, la revitalizacin de los estudios sobre parentesco en
antropologa se debi, en gran parte, a las nuevas formas de parentesco
y familias emergentes de la expansin de las nuevas tcnicas de reproduccin asistida, junto a las que o en el contexto de las cuales debe, desde
mi perspectiva, analizarse la expansin de la adopcin transnacional en
Espaa desde mediados de la dcada de 1990.
Durante esa dcada, muchos pases europeos occidentales modificaron sus leyes de reproduccin asistida para incluir diversas formas
de reproduccin: con material donado, subrogada (conocida tambin
como alquiler de vientres) y otras formas de parentalidad social reconstituida (Akker, 2001). Como consecuencia de ello, en algunos de esos
pases, Noruega entre otros, las nuevas tecnologas de reproduccin y
la adopcin transnacional son consideradas ambas formas de reproduccin asistida, en la medida en que constituyen las opciones con que
cuentan las familias que no pueden concebir normalmente para reproducirse (Howell y Marre, 2006). No es el caso de Espaa, cuya ley
de Adopcin Internacional (54/2007) es, probablemente, la ms inclusiva del mundo occidental en la actualidad segn la cual, cualquier persona puede adoptar si ha sido evaluada como apta para convertirse en
padre o madre adoptiva, lo que sucede en aproximadamente el98% de
las solicitudes en primera instancia y en la casi totalidad en la instancia
de apelacin o en sede judicial.
M. Inhorn y Birenbaum-Carmeli (2008) han sealado que entre los
hallazgos de la antropologa sobre las consecuencias de la utilizacin
deJas tecnologas de reproduccin asistida en los ltimos treinta aos,
est el hecho de- que su sola existencia ha servido, hasta cierto punto,
para marginar formas alternativas de constitucin de familias a travs
de la adopcin, en la medida en que las tecnologas de reproduccin
asistida se han convertido para el parentesco euro-norteamericano de
base biogentica en la solucin natural a la infertilidad (Inhorn y Birenbaum-Carmeli, 2008: 182).
Asimismo, sealan las autoras, las tecnologas de reproduccin asistida han contribuido a una pluralizacin de las nociones de vinculaciones de parentesco (relatedness), as como a una nocin ms dinmica de
emparentamiento (kinning) (Howell, 2003 y 2006) y del parentesco
como algo en construccin antes que naturalmente dado. De hecho, las
tecnologas de reproduccin asistida tambin han introducido la ambigedad y la incertidumbre ep las relaciones de parentesco, incluidas las
categoras fundamentales de maternidad y paternidad (Collard y De
Parseval, 2007) a travs de la incorporacin de un amplio conjunto
de casi, semi o pseudo formas biolgicas de parentesco (Inhorn y Birenbaum-Carmeli, 2008: 182).
Las tecnologas de reproduccin asistida han contribuido significativamente tambin a diferenciar las distintas etapas y actores que
intervienen en la produccin de un hijo o hija. Una diferenciacin a
la que tambin ha contribuido la maternidad subrogada al cuestionar el indisoluble vnculo que une a una madre con su hijo o hija,
deconstruyendo la maternidad en diversas maternidades: gentica,
de nacimiento, adoptiva y subrogada, e incluyendo la probable existencia de varias madres biolgicas para un solo hijo o hija (Inhorn
y Birenbaum-Carmeli, 2008: 182). Sin embargo, el hecho de que la
maternidad subrogada no haya sido reconocida legalmente en muchos
pases del mundo, europeos incluidos (Espaa entre ellos), y los diversos casos judiciales a que ha dado origen, dan cuenta de la difcil
aceptacin que tiene toda forma de maternidad mltiple o pluri- o
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6. En 2007 slo el36% de las familias catalanas que solicitaron una adopcin transnacional hab~ realizado previamente un tratamiento de reproduccin asistida (Font Lletjos,
2008). En los diez aos que hace que trabajo en adopcin transnacional, diversas familias y
mujeres han manifestado su preferencia por adoptar nios o nias de dos aos en adelante
para que hubieran aprendido ya las primeras cosas como el control de esfnteres, comer
y dormir, porque los problemas en las lumbares me impiden cargarlo o agacharme durante mucho tiempo por lo que prefiero que camine o porque a los tres aos se inicia la
escolarizacin obligatoria que en Catalua es de lunes a viernes de 9:00 a 17:00 horas.
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que dedicara luego una parte sustancial de sus investigaciones y donde propona considerar comp posibilidad, especialmente para los nios
adoptados no siendo bebs, 'la puesta en prctica de una filiacin aditiva capaz de sumar la filiacin adoptiva a la biolgica. Posteriores trabajos suyos han mostrado la eficacia de esas redes sociales en la crianza
de nios y nias, tan adecuadas como las familias nucleares, con los que
no slo ha cuestionado el sistema de adopcin internacional brasilero
implementado para adecuarse a la Convencin de La Haya de 1993, sino
tambin la aplicacin indiscriminada de tratados y convenciones internacionales que no incluyen -ni consideran-la existencia de prcticas culturales diferentes a las del mbito del parentesco euronorteamericano 7
trata de una decisin facilitada por un bienestar econmico que ha permitido a las administraciones autonmicas asumir durante ms tiempo la
guarda y tutela de los alrededor de 30.000 menores que hay actualmente
tutelados por diferentes administraciones estatales espaolas (El Pas, 14
de noviembre de 2007, 18 de junio de 2009, 13 de julio de 2009). Lo
que diferencia a Espaa de Estados Unidos, Francia, Suecia o Irlanda,
tambin con altos ndices de adopcin transnacional, es que en Espaa,
ese alto nmero e ndice de adopciones transnacionales est acompaado
del ndice de natalidad ms bajo de la Unin Europea (1,39 hijos por
mujer) y probablemente del mundo, mientras que Francia (2,0), Suecia
(1,9) e Irlanda (1,85) registraron los ndices de natalidad ms altos
de la UE en 2007 (Reuters, 3 de julio de 2008), al tiempo que Estados
Unidos registra el ndice de natalidad ms alto del mundo (El Peridico,
18 de enero de 2008) junto a uno tambin alto de adopcin nacional y
de acogimientos familiares.
Qu sucedi entre mediados de la dcada de 1980 y mediados de
la primera dcada de 2000 para que Espaa pasara de ser un pas en el
que algunas familias europeas buscaban nios o nias para adoptar, a
convertirse en el segundo del mundo en nmero de adopciones transnacionales y el primero en adopciones transnacionales por habitante y
por menor nacido vivo?
Los anticonceptivos estuvieron prohibidos en Espaa entre 1941
y 1978, cuando la anticoncepcin fue despenalizada por decreto9 y se
suprimieron los artculos del Cdigo Penal que establecan que vender,
prescribir, divulgar u ofrecer cualquier cosa destinada a evitar la pro-
LA REPRODUCCIN EN ESPAA
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de una propuesta (BOCG 26 de septiembre de 2008, I, 79, p. 32) del PSOE, y de los grupos
parlamentarios cataln y mixto -tambin recogida por la prensa unos das antes (Europa
Press, 24 de septiembre de 2008)- de la creacin de dicha Comisin Especial, publicada
poco despus en el Boletn Oficial de las Cortes Generales (BOCG, 6 de octubre de 2008, I,
88, p. 6). Segn explic el portavoz de Educacin, Poltica Social y Deporte del Grupo
Socialista en, el Senado, Mario Bedera, el objetivo es conocer por qu habiendo alrededor
de treinta mil menores bajo distintas formas de tutela del Estado, de los cuales un 10 o/o
reunira los requisitos para ser adoptado, slo se adoptan unos ochocientos nios y nias
espaoles por ao, mientras que las adopciones internacionales estn en torno a las cinco
mil anuales. Cinco o seis aos resultan demasiados para empezar a estudiar algo que pareca
tan evidente en 2002, lo que hace pensar que, tras la actual iniciativa est el incremento
de la espera de las adopciones transnacionales registrado desde 2005 que ha producido
una disminucin en las adopciones transnacionales en 2006, 2007 y 2008, debida ms a
las dificultades de tramitacin que a una disminucin de las solicitudes, con el consecuente
perjuicio econmico para las entidades intermediarias, y econmico y emocional para las
familias.
9. Real Decreto 2275/78 (BOE de 25 de septiembre de 1978).
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creacin era delito. En 1981, se aprob la ley de divorcio 10 . La esterilizacin quirrgica voluntaria fue despenalizada en 1983, y en 1985 se
despenaliz el aborto bajo tres supuestos aunque no a libre demanda,
lo que est actualmente en pleno proceso de reforma 11 Un conjunto de
medidas que posibilitaron un control de la natalidad que se mantiene
y consolida, como lo muestra la propuesta de nueva ley del aborto y la
venta libre de la pastilla postcoitaP 2
Espaa pas de tener uno de los ndices de natalidad ms altos de
la UE (2,8 hijos por mujer) en 1975, a tener el ms bajo (1,17) en 1995 13 ,
una tendencia que tambin sigui el ndice de nupcialidad que descendi desde el 7,60 en 1975 al 5,04 en 2004 14 , actualmente en la media
de la UE. Si bien, despus de 1995, la natalidad comenz a recuperarse,
en parte por las parejas con alguno de sus miembros extranjero, en 2007
estaba en 1,39 hijos por mujer, en ltimo lugar de los pases de la UE
(El Pas, 4 de octubre de 2008) cuya media era de 1,52 hijos por mujer15. Un bajo ndice de natalidad acompaado de la media ms alta de
10. Ley 30/1981 (BOE de 20 de julio de 1981). Esta ley ha sido modificada por la
de 15/2005, de 8 de julio, por la que se modificaron el Cdigo Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separacin y divorcio, con el objeto de agilizar los trmites al
suprimir la exigencia de separacin previa.
11. Ley Orgnica 9/1985 (BOE de 12 de julio de 1985).
12. La V Encuesta Bayer Schering Pharma sobre Anticoncepcin realizada en Espaa
en 2007 ha mostrado que el uso de los mtodos anticonceptivos ha pasado del 49 o/o en
1997 al 80% en 2007 con la consolidacin de la pldora y el preservativo como mtodos
seguros y reversibles en detrimento de los irreversibles como la esterilizacin femenina
(4,1 %) y masculina (4,3 %) y otros sistemas como el mtodo Ogino (0,5 %), los parches
y anillos (4,3 %) o el coitus interruptus (2,5 %). El preservativo es el usado por el 38%
de los usuarios mientras que la pldora se sita en el 20,3 %, muy lejos del perfil europeo,
donde la pldora es el anticonceptivo ms usado (49% en Francia, 38% en Alemania, 31%
en Reino Unido y 29% en Italia) (La Voz Digital.es, 24 de octubre de 2007). En algunas
comunidades autnomas, como Catalua, se ha propuesto considerar la posibilidad de
aborto libre hasta las catorce semanas (La Vanguardia, 22 de abril de 2008), as como
permitirlo hasta las veintids, por malformaciqnes o <<si las condiciones socioeconmicas
de las gestantes son desfavorables (El Peridico, 21 de abril de 2008).
13. A finales de los aos setenta, en un hospital de Barcelona se atendan cien partos diarios, mientras que actualmente no se superan los 3.500 anuales, de los cuales, un
54% corresponde a mujeres inmigrantes. <<Entrevista al jefe del servicio de Ginecologa
y Obstetricia del Hospital del Mar de Barcelona (El Peridico, 22 de abril de 2008).
14. Instituto Nacional de Estadstica, Indicadores Demogrficos Bsicos (http://www.
ine.es/inebase/cgi/um?M=%2Ft20%2Fp318&0=inebase&N=&L=O).
15. Catalua, la comunidad autnoma espaola con el mayor ndice de adopciones
internacionales por habitante de Espaa y del mundo, tena un, ndice de natalidad de
1,14 en 1995 y lleg a 1,46 en 2007 como consecuencia de la natalidad inmigrante, cuyos
ndices fueron en 2007 de 1,97 frente al 1,33 de la poblacin no inmigrante. Mientras
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18. El The Daily Telegraph bautiz a las ministras designadas en el ltimo inicio de
legislatura como las zapettes (The Daily Telegraph, 17 de abril de 2008; The Independent, 16 de abril de 2008; The Sunday Times, 20 de abril de 2008). Silvio Berlusconi,
cuando fue nuevamente primer ministro italiano, dijo que el gabinete de Zapatero era
demasiado rosa y que con tantas mujeres tendra muchos problemas para gobernar (The
Independent, 20 de abril de 2008).
19. Pueden mencionarse los recientes mellizos -un nio y una nia- de Angelina
Jolie y Brad Pitt (El Peridico, 26 de julio de 2008), los de Jennifer Lpez -tambin
un nio y una nia- (El Peridico, 20 de marzo de 2008) o los de Lisa Presley -en
este caso dos nias- (El Pas, 11 de octubre de 2008), todas ellas en la dcada de los
cuarenta la maternidad en solitario -tambin de dos nias- de la baronesa Thyssen
(ABC.es,' 1 de agosto de 2006), en la dcada de los sesenta, o la paternidad en solitario
-esta vez de dos nios- de Ricky Martin (El Peridico, 22 de agosto de 2008), estos
ltimos a travs de subrogacin.
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material gentico reproductivo como de hijos e hijas o de rganos, involucran considerables sumas de dinero que no son recibidas por quienes
d(on)an aunque s desembolsadas por quienes reciben la donacin.
Esos mismos datos etnogrficos, estudios y medios de comunicacin a
menudo tambin dan cuenta del hecho de que muchas donaciones se
originan en la necesidad (El Pas, 21 de abril de 2006, 9 de mayo de 2008,
3 de marzo de 2009; El Peridico, 18 de noviembre de 2007).
No es difcil hallar en un breve recorrido por la prensa o los materiales etnogrficos sobre adopcin, relatos sobre madres que han d( on)ado
-o aband(on)ado- un hijo o hija por no poder (man)tenerlo. Tampoco
es difcil hallar artculos de prensa o cientficos que sealan que muchas
donaciones de rganos se realizan por necesidad (Ferrado, 2009; Scheper-Hughes, 2000), como no lo es, salvando las distancias, or a algunos
estudiantes universitarios alentarse entre s a donar sangre cuando se
realizan las campaas anuales en las universidades para desayunar mejor>>, o escuchar antiguas historias de estudiantes que recurran a la donacin de semen para mejorar la precariedad de la vida universitaria.
Si bien las campaas destinadas a convocar a donantes de vulos
suelen apelar a la solidaridad de jvenes estudiantes, proponindoles
hcer algo el prximo verano de lo que enorgullecerte porque lo que
te hace extraordinaria no es tener vulos, sino donarlos, no es menos
cierto que los datos etnogrficos tambin dan cuenta de que algunas jvenes suelen ser abordadas en los pasillos universitarios con la pregunta:
Quieres ganar un dinerito?, as como hay quienes donan para hacer
frente a algn gasto imprevisto o a una necesidad.
Si bien quienes reciben la donacin, lo hacen por necesidad, sta
se menciona menos, probablemente porque la desigualdad -socioeconmica- entre donantes y receptores tiende a desdibujar la necesidad de los ltimos. Como han sealado algunos estudios sobre maternidad subrogada, aunque sta ha posibilitado la alianza entre mujeres,
tambin ha introducido jerarquas cuando la gestacin es subrogada
por mujeres de distinta clase y/o etnia a la que pertenece la madre de
intencin, que es lo que suele suceder habitualmente. Algo similar ocurre en la adopcin. Como ha sealado J. Modell (2002), para que una
adopcin -legal- exista, es necesario que alguien sea incapacitado
para que otra persona pueda ser declarada capaz, especialmente cuando, como es conocido, la inmensa mayora de los menores adoptados
no son hurfanos, sino hurfanos sociales.
Ahora bien, por qu esta donacin requiere de la ausencia de contacto entre donantes y receptores, como prescriben las leyes espaolas
para los usuarios de tcnicas de reproduccin asistida y de adopcin
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Durante los ltimos aos los museos estn sufriendo una serie de transformaciones radicales. Estn cambiando sus funciones, su relacin con
las culturas que representan y han pasado de ser espacios en los que
se colecciona, conserva, investiga y muestra, a espacios de polmica y
de discusin en los que las voces que se elevan en contra o a favor de
los mismos no son slo las de los acadmicos sino las de los grupos
representados o, incluso las de la sociedad en general (Gonzlez de
Oleaga y Monge, 2009; Simpson, 2001: 1). Los museos han dejado de
ser los templos en los que se expone el conocimiento, el arte de los estados modernos, su visin del mundo de otros pueblos y culturas, para
convertirse en espacios de interpretacin y, a menudo, de lucha abierta
entre los representados y aquellos que tradicionalmente tenan el poder
de representarlos: los conservadores, los acadmicos y, en el caso de
los museos etnogrficos, los antroplogos. Los museos ya no son slo
templos neoclsicos en los que se ordena y se da sentido al mundo, en
los que el visitante puede leer una historia u obtener una serie de con1. En este artculo las descripciones que hago de los museos son producto de mis
propias visitas; se corresponden, por lo tanto, con las fechas en las que las realic, en
algunos casos en distintos aos y en sucesivas ocasiones, y no tienen por qu corresponder con el modo en el que los museos estn ahora organizados. He preferido sacrificar la
informacin y las citas a favor de una reflexin ms personal que fomente una actitud ms
crtica hacia los museos. He tratado, asimismo, de mostrar la llamada antropologa de los
museos como un espacio en transformacin.
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~lusiones
recorriendo sus galeras; en los museos actuales la vista ha deJado de ser ~1 nico de los sentidos en juego: en muchos casos podemos
to~ar los objetos expuestos, ver pequeas pelculas, escuchar canciones
e, mcluso, hablar con aquellos que han producido esos objetos. En los
mus~ os actuales _1~ r~presentado ya no es slo un objeto valioso y nico,
lo efimer? tambien tiene su espacio, y compite con otros espacios en los
que los cmdadanos, los turistas emplean su tiempo.
. Se han convertido en lugares de visita obligatoria para aquellos que
qmeren conocer u~a ciuda_d, no importa que lo expuesto poco tenga que ver con la cmdad misma, y constituyen una de las instituciones
d~nde los_ estados, las ciudades, hacen gala de su importancia, refinamiento, historia o capital cultural. En los museos, como en los grandes
almacenes ? los centros comerciales, se puede pasear, comer, tomar un
refresc?~ o Ir _de compras; de hecho, en muchos de ellos se puede dejar
a los nmos bien cuidados durante algunas horas o, incluso, inscribirlos
~n c~mp~men_t~s de da durante los periodos de vacaciones escolares2.
c9ue meJor sitiO que ese bastin de seguridades para dejar a nuestros
hiJOS y emp~ear ~uestro tiempo libre en ciudades que no conocemos?
~n Espana, sm embargo, los museos apenas son objeto de polmica.
Ocaswnalm~nte se discute sobre ellos: cuando el Estado decide imponer ~n ~reciO de entrada a todos los ciudadanos alegando que es una
medida Imp_uesta por la _Un~~ Europea (cuando la Unin Europea lo
que de~unCiaba era la discnmmacin de los de otros pases de la UE,
que teman que pagar una entrada cuando los espaoles entraban gratis)
o la ne~es_idad _de hacer valer la cultura cobrando en los museos d~
las admmistracwnes p~blicas para impedir que los jubilados pasen en
e~los las t~r~es de lluvia. Algunas exposiciones estelares, a menudo en
~Ira por distmtos pases del mundo, se convierten en fenmenos mediticos y, otras, en acontecimientos sociales: Hay que ir. Sin embargo
no suelen ser espacios de polmica, se discute la ampliacin del Muse~
del_ Prado, p_ero no el modo o lo que se expone en sus salas; se discute
a ciertos ar:I~tas de vanguardia o aquellas exposiciones que buscan des~fiar la ~stettca o las concepciones de los visitantes; sin embargo, no se
dtscute con:-o el museo ~os muestra el mundo. Tengo la sensacin de que
el m~~~o stgue promoviendo un espectador pasivo, como si fuera una
televts~on en la ~ue ni siquiera podemos cambiar de programa porque el
mensaJe que emite suele ser nico, cannico.
2. En muchos ~useos de Estados Unidos tambin se pueden celebrar fiestas privabanquetes destmados a conseguir posibles benefactores. Para una breve introducClon a los museos y sus transformaciones, vase Gonzlez de Oleaga y Monge (2009).
d
.a~
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Algunos museos o, mejor dicho, los edificios que los albergan, se convierten en protagonistas. Poco importa qu aloja el Museo Guggenheim
de Bilbao3 , pues lo importante es visitar el edificio diseado por Frank O.
Gehry, o si el Museo de la Ciencia de Valencia, cuyo nombre real poca
gente conoce4 , contiene buenas exposiciones, ya que lo que impone es
la inmensa construccin de Santiago Calatrava; o si el Museo Nacional
de Arte Romano de Mrida (MAR)S, diseado por Rafael Moneo, contiene buenas colecciones. Por supuesto, muchos de los grandes museos
tradicionales estn alojados en edificios con un gran valor intrnseco,
nadie discute su belleza o el inters de hacer una visita.
Qu es lo que llama ms la atencin al visitante? Cuando hablamos
de la bondad de los museos nos estamos refiriendo a su calidad, a lo
extraordinario de sus colecciones, a la calidad de la experiencia que nos
ofrecen, apenas discutimos su valor tico, su relacin con la sociedad o
la cultura que reflejan, con nuestra propia perspectiva del mundo. Parece
que slo pueden gustarnos ms o. menos pero no molestarnos, insultarnos, engaarnos. Los nicos casos que recuerdo en los que los visitantes
reconocen el artificio que los construye, se producen cuando se trata
de museos de otros pases, culturas o identidades tnicas. En esos casos,
puede uno mofarse de su falta de antigedad, del valor inferior de lo
mostrado, del nacionalismo pretencioso que esos mismos visitantes no
reconocen en sus propios museos (que generalmente tampoco visitan si
se encuentran en SU ciudad). Sin embargo, la sensibilidad y capacidad
crtica que los visitantes espaoles muestran hacia los museos extranjeros no se manifiesta del mismo modo con los que existen en el pas.
Algunos, no obstante, pueden ser considerados polmicos por una parte
de la ciudadana que afirma una visin nacionalista particular, la espaola, por exclusin de otras como la catalana. Pero estos casos, como el
Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) 6 , apenas incomodan, basta
con no visitarlos. Sin duda, los nacionalistas son los otros y nuestros
museos contienen valores autnticos. Cuando normas como la Ley de
3. http ://www.guggenheim-bilbao.es.
4. Su nombre es Museo de las Ciencias Prncipe Felipe y forma parte de la Ciudad
de las Artes y de las Ciencias. http://www.cac.es.
5. http://museoarteromano.mcu.es. Por cierto, el valor de los arquitectos estrella es
tal que no deja de ser curioso el modo en el que se integra su nombre en el museo. En este
caso la pgina web oficial indica para sorpresa del lector: El 19 de septiembre de 1986
se inauguraba la sede actual del Museo, obra de Rafael Moneo Valls, exponente clave de
la Romanizacin de Hispania, explicada a travs de las piezas recuperadas del yacimiento
emeritense (la cursiva es ma).
6. http://www.mnac.cat.
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FERNANDO MONGE
la Memoria Histrica han generado tanta controversia, cmo es posible que los museos sean en, Espaa tan poco polmicos? Antes de tratar
1
de ofrecer algunas posibles respuestas a esta pregunta, abordar algunos
casos de otros pases y me centrar, de forma particular, en aqullos ms
relacionados con la antropologa y los antroplogos.
mita y, con todo, bien sugerente de las dificultades que debe afrontar
una exposicin de estas caractersticas. Quin habla en representacin
de quin y qu es lo que dice? A quin debemos escuchar?
Cada sbado por la maana, un grupo nativo era invitado por el
museo para que bailara, cantara y se representase ante el pblico. A las
puertas del edificio, frente a una de las esculturas ms representativas de
la institucin (una ballena asesina esculpida por Bill Holm, artista y conservador, nativo y antroplogo), los nativos bailaban y cantaban. Generalmente los grupos actuaban con sus ropas tradicionales y explicaban a
los espectadores el significado de canciones y bailes. A veces, entonaban
en ingls oraciones a la tierra y la vida y, si llova, terminbamos dentro del museo hablando con ellos. Las fronteras entre el exterior y el
interior del museo no slo se borraban fsicamente, los representados se
auto-representaban y, a veces, de modos bien sorprendentes, no slo por
la dimensin poltica y tica de sus espectculos o actividades, sino
por la chocante ropa de la que hacan uso. Su vestuario nativo pareca
ms el de algunas pelculas que han conformado el imaginario popular
de lo que es ser nativo que los trajes tradicionales que la documentacin,
fundamentalmente colonial, haba recogido.
Apenas un ao ms tarde, el Congreso de los Estados Unidos aprobaba la Ley de repatriacin y proteccin de tumbas de los nativos americanos (a partir de ahora, NAGPRA, Native American Graves Protection and Repatriation Act8 ; vase Simpson, 2001: 283-287; Mihesuah,
2000). La nueva ley estableca que todos los museos que recibieran fondos federales deberan elaborar inventarios y sumarios de los objetos de
las culturas nativas americanas que existan en sus colecciones y publicar dichos inventarios en el Federal Register, con la finalidad de que
todos aquellos restos humanos, objetos funerarios, objetos sagrados del
patrimonio cultural de los nativos americanos con descendientes acreditados en organizaciones y culturas nativas, tanto indias como hawaianas, puedan ser repatriados a sus grupos de origen. Los museos deban
crear un grupo de expertos que se ocupara de seguir las normas que
dictaba la nueva ley, elaborar los inventarios, entrar en contacto con las
comunidades nativas y atender todas las reclamaciones de repatriacin
siguiendo la normativa legal.
Aunque la ley y los procedimientos que sta indica son ms complejos de lo que he indicado brevemente, dicha normativa legal trataba de
8. Public Law 101-601, 16 de noviembre de 1990. Para acceder a una rica informacin sobre la ley, los programas de desarrollo e informacin relacionada con la implantacin de la misma, vase http://www.nps.gov/history/nagpra.
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mito del origen del hombre. Para los visitantes el museo se convierte en
una experiencia total en la que, al finai, para los que an tengan ganas
y tiempo, se ofrece la posibilidad de curiosear por el almacn visible
(Visible Storage 12 ): los almacenes y vitrinas en los que se guardan las piezas no expuestas, pero que pueden buscarse y observarse en el orden y
modo que los visitantes deseen ... Un poco ms al fondo, hay una galera en la que otros artistas nativos contemporneos hacen exposiciones
temporales de sus obras. El museo promociona las obras de arte y las
artesanas nativas, y en su tienda, situada a la entrada, se pueden adquirir
desde reproducciones, libros, psteres, CD y objetos de poco valor hasta
grabados numerados y obras de arte firmadas, de gran valor.
En Victoria (Columbia Britnica, Canad), antes de entrar en el Real
Museo Provincial, se puede visitar un edificio en el que artistas nativos esculpen un poste totmico. Aqu, una vez ms, las fronteras entre el exterior y el interior, entre los conservadores y los artistas nativos, se diluyen.
Una serie de postes totmicos marcan una de las entradas al museo (la
otra se realiza a travs de su tienda) y en el interior los visitantes no slo
pueden observar, sino convertirse, en algunos momentos, en testigos o en
una parte de las exposiciones. El museo no slo se compone de vitrinas
o dioramas, o de espacios. en los que se muestran las esculturas, ya que
se puede transitar por la reproduccin de una antigua calle de la ciudad,
con cine mudo incluido, aprender sobre la vida de los grupos nativos de
la regin antes y durante la colonizacin, pasear por la galera dedicada
a los primeros pueblos (First Peoples Gallery), o entrar en la casa del jefe
Kwakwabalasami, Jonathan Hunt, un jefe KwakwaKa'wakw (antes conocidos por los antroplogos como Kwakiutl) de Tsaxis (Fort Rupert). Su
hijo, Henry Hunt, y sus nietos, Tony y Richard Hunt, construyeron y esculpieron esta casa para el museo, pero conservan los derechos de uso 13
En ella se pueden escuchar las canciones privadas de la familia (un gran
privilegio dado que su valor para la familia y la cultura es vital) y hacerse
una idea bastante precisa de cmo era la vida en su interior y cules eran
los significados simblicos de los objetos gracias a la forma en que estn
expuestos y adornan y dan vida a la casa. En estas secciones el contexto
que se ofrece a los visitantes para aproximarse y comprender el mundo
9. Existe un documental de gran inters que aborda esta cuestin: Who Owns the
Past. The American Indian Struggle for Control of their Ancertral Remains, dirigido y producido por Jed Riffe Qed Riffe Productions, Berkeley Media, Berkeley, 2001).
10. Museum of Anthropology (MOA) at the University of British Columbia, Vancouver (http://www.moa.ubc.ca).
11. Royal British Columbia Museum, Victoria (http://www.royalbcmuseum.bc.ca).
12. Pueden abrirse y curiosearse armarios, cajones y cajas en las que se guardan con
criterio museolgico las decenas de miles de piezas que no se muestran, existen guas que
permiten localizar piezas concretas (por supuesto, los cajones y las vitrinas estn protegidos por planchas de metacrilato que impide que se puedan tocar, desorganizar o sacar).
13. Los datos relacionados con la casa los he obtenido de la pgina web oficial del
museo: http://www.royalbcmuseum.bc.ca/First_People_Gall/.
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nativo no se fundamenta exclusivamente en las explicaciones de los antroplogos, sino en la de los propios nativos. El mensaje, a diferencia del
que se ofreca en la exposicin del centenario del estado de Washington,
no est fragmentado, sino que articula los dos registros comunicativos
para ofrecer una experiencia ms cercana al mundo representado y, pese
a todo, ha sido criticado por mostrar las secuencias de una controvertida
pelcula etnogrfica, In the Land of the Head-Hunters (En la tierra de los
cazadores de cabezas), filmada antes de 1914 por el fotgrafo Edward S.
Curtis y que hoy se titula de forma ms polticamente correcta: In the
Land of the War Canoes- (En la tierra de las canoas de Guerra, reeditada
en DVD en el ao 2000 por The Milestone Collection).
Tanto las casas que se pueden visitar en los museos del Departamento de Antropologa (MOA) en Vancouver, como la que se encuentra dentro del Real Museo Provincial de Victoria, representan un tipo
distinto de galera de exposiciones, porque los visitantes no slo discurren entre los objetos-iconos que representan a los nativos o a un
mundo pasado, sino que entran en los propios objetos, las casas y las
calles, y la experiencia provoca una representacin propia, ya que sin
la presencia del visitante los nativos no actan (y para ello los propios
nativos tambin tienen que estar all).
Durante los ltimos aos, adems de las transformaciones de los museos gestionados por instituciones como el Estado o las universidades, ha
surgido otro tipo de museos que da la voz a quienes no la tenan en las
estructuras tradicionales: los excluidos, las minoras o la propia sociedad
que cada vez se ve menos o peor representada en esos templos de conocimiento.
El 22 de marzo de 1974 Un grupo de KwakwaKa'wakw fund en
Alert Bay, Columbia Britnica (Canad), la Sociedad Cultural U'Mista14
con el objetivo de trabajar por la supervivencia de la tradicin cultural
de los KwakwaKa'wakw. Entre sus objetivos ms ambiciosos se contaba
tambin la devolucin de las propiedades culturales COJ?.fiscadas por el
gobierno en el pasado, en concreto reclamaba la devolucin de la llamada Coleccin del Potlatch de Cranmer, que se encontraba almacenada
en el Museo Canadiense de la Civilizacin, en Hull, el Real Museo de
Ontario de Toronto, y el Museo del Indio Americano/Fundacin Heye
de Nueva York (Simpson, 2001: 153). La coleccin por cuya devolucin
14. U'Mista Cultural Society: http://www.umista.org. Dos excelentes documentales producidos por esta sociedad relatan la confiscacin del rico patrimonio cultural, as
como las luchas para recuperarlo y el modo en el que lo exponen y hacen uso de l en la
actualidad: Potlatch: A Strict Law Bid Us Dance (1975) y Box ofTreasures (1983).
15. El potlatch es una ceremonia organizada por un grupo que invita a otros grupos
y bandas cercanas, aliadas y rivales, en la que se ensalza al jefe y a los que la organizan, y
en la que se celebra una larga fiesta con bailes, comida y bebida, en la cual se regalan grandes cantidades de objetos de valor, as como comida y bebida a los invitados. El potlatch
marca el estatus del grupo ante sus vecinos, as como el rango de su jefe, superior cuanto
ms regala, y compromete a los invitados a superar ese potlatch con uno mayor en un
periodo determinado de tiempo. Entre 1894 y 1951 el gobierno de la Columbia Britnica
y luego del Canad prohibi esta ceremonia.
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va etapa en los museos dedicados a los nativos y les ha devuelto la posibilidad de construir sus propios museos y defender, tanto en stos como
en otros financiados con fondos federales, los mensajes y la imagen que
se ofrece de ellos. Por supuesto, no todos los museos han aceptado o
aplicado esta ley del mismo modo. Los cambios, las controversias y
luchas por la repatriacin del legado nativo continan. EJ;I Berkeley,
el Museo de Antropologa Phoebe A. Hearst de la Universidad de California en Berkeleyl 6 , ha sido objeto de manifestaciones y boicots por
parte de varios grupos nativos de California, que exigen la devolucin
a sus descendientes de los numerosos restos humanos y del patrimonio
relacionado con l que all se conserva. Un nativo, Ishi, muerto en 1915,
ha sido el detonante que ha colocado a este museo y su departamento de
antropologa asociado, bajo el escrutinio y la crtica, tanto de los nativos
que lo denunciaron en 1995, como de la sociedad en generaF 7
El28 de agosto de 1911, en un matadero a las afueras de Oroville,
California, apareci un nativo aterrorizado, desnutrido y con el pelo quemado. Se trataba, como pronto pudieron publicar los peridicos tras las
primeras averiguaciones de los antroplogos, del ltimo representante
de un grupo que se crea extinto. Tras conocer la noticia, Alfred Kroeber
(director del Departamento de Antropologa de la Universidad de California en Berkeley) envi a uno de sus colaboradores a conocer al nativo,
alojado por su propia seguridad en la crcel del pueblo, y poco despus
solicit al Departamento de Asuntos Indios la tutela de este nativo. Unos
das despus viaj a San Francisco, lugar en el que se encontraba entonces
el Museo de Antropologa de la Universidad de California, y la historia
se convirti en un fenmeno meditico y popular. Tanto es as que Ishi,
nombre que se dio al nativo Yahi, se convirti no slo en el primer empleado nativo de la Universidad, como conserje del museo, sino en su
exposicin ms popular durante los fines de semana. Atrs quedaban los
aos en los que el estado de California pagaba por indio muerto y las
caceras humanas que se emprendieron contra los nativos; el casi extinto
indio americano generaba una gran fascinacin entre los ciudadanos de
16. Phoebe A. Hearst Museum of Anthropology, University of California at Berkeley, http ://hearstmuseum. berkeley.edu.
17. La historia de Ishi, cmo fue expuesto y tratado por su tutor y amigo, Alfred
Kroeber, as como el modo en que los antroplogos actuales del Museo Phoebe A. Hearst
y del Departamento de Antropologa de la Universidad de California en Berkeley han
entendido y reaccionado ante las denuncias, por parte de los nativos en 1995 es uno de
los temas de investigacin que tengo abiertos en la actualidad (Monge, 2007; existe una
versin espaola en Mllauer y Monge, 2009; y Monge, en prensa; particularmente interesante para este artculo es Scheper-Hughes, 2003).
18. No voy a entrar a desarrollar aqu este tema que cuenta con una amplia bibliografa; baste recordar que algunos de los espacios que hoy habitamos en las ciudades
fueron diseados para estas exposiciones, unos como arquitectura efmera que no fue
desmontada (como el caso de la Torre Eiffel de Pars), otros como salas de exposiciones
(como las qu~ alberga el Retiro -el Palacio de Cristal y el Palacio de Velzquez- ubicados en una zona del parque real de El Retiro de Madrid, recin abierto al pblico entonces, y que acogi, en esos edificios, el pequeo lago artificial y la zona circundante, la
Exposicin General de las Islas Filipinas de 1887, o las exposiciones de Ashanti africanos
en 1897, o la de esquimales en 1900).
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museo dedicado a los nativos. Hoy, tras su creacin en 1989 por una
ley .del Co~?r~so, albergado en el edificio diseado por un arquitecto
nativo y ding1do por un nativo del Museo Nacional del Indio American020, o~upa su lugar simblico en esa calle que representa a todos los
estadoumdenses. El Museo Nacional del Indio Americano, que tiene
otr~ sede en un edificio neoclsico de la ciudad de Nueva York (en la
antigua Casa de las Aduanas en Manhattan), es una institucin pecul~ar. En ~ste museo muchos de los conservadores no son antroplogos,
smo nati~os, y la relacin con sus comunidades es muy intensa, tanto
que concib.e_n los museos comunitarios de los distintos grupos como
una e.xtenswn del Museo Nacional. Existe un sistema de ayudas que
permite el de.sarrollo de esos pequeos museos y abre la posibilidad
de exponer piezas o celebrar exposiciones del Museo Nacional en sus
locales.~ L~ revista que publican (American Indian) atestigua la vitalida.d artistlca y cultural de los nativos y promueve su desarrollo. Las
pnmeras exposiciones inauguradas en la antigua Casa de las Aduanas
de Nueva York, en 1994, All Roads are Good: Native Voices on Life
a~d Culture (Todos los caminos son buenos: Voces nativas sobre la
vida Y la.c~ltura) y Creation's ]ourney (Viaje de Creacin21) dejaban
claro al VIsitante su nuevo espritu. Las culturas nativas no estn muertas, sus obras. d.e arte, sus obras maestras, significan algo para ellos y
en esas exposiciOnes podan escucharse las opiniones acerca de cmo
las entendan ellos mismos y, sobre todo, cmo las sentan. Al lado de
las interp~e:~cione~ de antroplogos e historiadores de arte, los guas
Yla exposiciOn abnan las perspectivas nativas sobre su mundo. En una
esquina habilitada para sentarse en torno a un narrador una anciana
rel~t~ba a ~~ien lo deseaba historias de su pueblo. Los ~ensajes que
rec~~Ia el VISlta~te. no s.e limitaban, como he indicado, a la interpretacwn antropolog1ca, s1no que ofrecan la posibilidad de acercarse a
la :;isin ofrecida por los nativos y de interactuar con las piezas y los
gmas que las mostraban. El museo no slo ayuda a reforzar la identidad ind~gena y de enorgullecer a sus comunidades, sino que pretende
constrmr una sociedad multicultural basada en el conocimiento y respeto mutuos.
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Cmo han cambiado los museos de orientacin y contenido antropolgico en Espaa? Sin duda, como en los casos que ya he mencionado, los
museos en Espaa tambin estn sujetos a un fuerte proceso de transformacin que, quiero pensar, no slo est motivado por la sensibilidad y
esfuerzos de sus conservadores y gestores, sino por los propios cambios
socioculturales a los que est sometido el pas. Denunciaba al principio
de este trabajo el relativo desinters por renovar los museos, la poca
sensibilidad de la sociedad hacia la transformacin de los mismos. De
qu modo representan los museos a los espaoles? cmo muestran
o interpretan su pasado? Se discute la Ley de la memoria histrica, el
derecho del Estado democrtico a eliminar o modificar los mensajes dejados en los espacios pblicos por la dictadura de Franco y, sin embargo,
apenas se discute de qu modo nos representan nuestros museos. Los
antroplogos espaoles, en concreto, presumimos de desarrollar una
visin crtica de la sociedad y de la accin de nuestros antepasados en
los territorios colonizados: e qu modo se muestra Amrica en el
Museo de Amrica22 ?, representa ese museo a los muchos espaoles e
inmigrantes de origen latinoamericano? La respuesta parece obvia y, sin
embargo, podemos alegar, en primer lugar, que se trata de un museo
que se centra en piezas arqueolgicas procedentes del pasado, as como
de objetos de arte colonial. Sin embargo, su atractiva y moderna presentacin muestra una Amrica en la que los esclavos procedentes de frica
o los trabajadores forzados de Asia inmigraron; en la que la cada de
la poblacin indgena se debi, sobre todo a las epidemias, y desde luego donde el genocidio (que no se menciona) slo se produjo en las reas
de colonizacin britnica; una Amrica en la que la voz nativa apenas
se manifiesta y aparece acompaada al mayor logro de la colonizacin:
un lenguaje comn. Tienen los museos que ofrecer un mensaje nico,
incontestable, naturalizado por el prestigio de las ciencias, entre ellas
la antropologa, o pueden ofrecer una ventana para que los visitantes
desarrollen sus propias conclusiones?
Durante los ltimos aos, los museos han aprendido a reorganizar
sus colecciones permanentes y a mezclar partes de stas con las de otros
museos para mostrar historias o aspectos que ilustren dimensiones no
22. El anlisis y parte de las reflexiones que vierto aqu han surgido de una investigacin conjunta que realizamos Marisa Gonzlez de Oleaga y yo sobre los museos en general
y el Museo de Amrica en particular: El Museo de ,!Amrica: Modelo para armar (2007).
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23. http://www.museoreinasofia.es
24. Picasso. Tradicin y Vanguardia (6 de junio 14 de septiembre 2006): 25 aos con
el Guernica (Madrid, Museo Nacional del Prado, Museo Nacional Centro de Arte Reina
Sofa, 2006).
25. Boston's Childrens Museum (http://www.bostonchildrensniuseum.org, http://
www.bostonkids.org).
26. Museum of Fine Arts, Boston (http://www.mfa.org).
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27. El Museo de Amrica forma parte, tal como indica en su pgina web, de un
proyecto de investigacin europeo Museos como lugares de Dilogo Intercultural (http://
www.mapforid.it en el que participan instituciones de Italia, Hungra, Holanda y Espaa). El Ministerio de Cultura de Espaa y el Museo Nacional de Antropologa tambin
participan en este proyecto piloto. He podido trazar la participacin en este proyecto de
antroplogos y sus primeros resultados apenas se pueden evaluar. Entre otros, el Museo
Nacional de Antropologa ha lanzado, en este marco, una iniciativa llamada Contamos y
nos cuentan. Dilogo intercultural en el Museo Nacional de Antropologa en la que distintos representantes de la sociedad, expertos y no expertos (entre ellos inmigrantes), hablan
sobre una serie de piezas expuestas en el museo. Comparada con las experiencias que he
relatado de otros pases, sta parece un poco ms cauta y recelosa de la toma de posesin
que puedan hacer de la pieza y del museo las comunidades invitadas a hablar.
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Clifford, J., 2000, lshi's Store (adaptacin del manuscrito indito de la conferencia impartida en la Uni;versidad de California, Santa Cruz, con motivo
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144
lla Naval. Como etngrafa y como autora de un libro sobre esta fiesta,
jugu cierto papel a la hora de legitimarla ante los medios de comunicacin y la Administracin. Y para desarrollar este captulo sobre mis
argumentos acerca de la tica profesional, lo que hice fue atrapar las
controversias que gener la publicacin de mi trabajo.
Antes de continuar debo advertir al lector que en este texto la cuestin tica se ha convertido en un punto de partida para reflexionar
sobre los dilemas que sent durante los procesos participativos que implic mi prctica etnogrfica. Pero para desarrollarlo no voy a hacer
hincapi en la fase del trabajo de campo, donde la observacin participante juega un papel fundamental y donde podran ubicarse claramente los dilemas ante las oportunidades de participacin. Davydd
Grenwood (2000: 27-49) reflexiona magistralmente sobre este momento de la investigacin y las implicaciones para la metodologa de la
observacin participante sealando cmo desestabiliza al investigador
el hecho de que sus informantes se sientan tambin participantes de
la observacin. En mi caso, esta disposicin no me generaba este conflicto, sino que me haca sentirme ms cmoda porque sus formas y el
lenguaje me resultan familiares. Las controversias, en mi caso, llegaron
despus.
Las reflexiones que voy a exponer a continuacin se centran en las
cuestiones que surgen al devolver los resultados de la investigacin; es
decir, cuando sal del sombro refugio de la observacin y qued expuesta a la luz de las observaciones de los observados, adems del pblico
en general y de la academia.
Pero para explicar bien los dilemas que afront, debo primero exponer por qu se generaba un clima de polmica en torno a la fiesta
de la Batalla Naval, y por qu este clima me forzaba a situarme como
antroploga en una pequea, pero compleja arena poltica local.
Desde hace ya casi tres dcadas, la Batalla Naval consiste en una gran
guerra de agua colectiva en la cual todos y todas son vctimas y verdugos. Con esta fiesta se conmemora y se defiende la irreverente y utpica
independencia de Vallecas, proclamando la localidad como Puerto de
Mar. Se celebra todos los aos el domingo de julio ms cercano a la
mitad del mes, como punto y final extraoficial de las fiestas del distrito.
El evento se convoca en el bulevar del distrito y all, desde las cinco de
la tarde, llueve gente cargada con cubos y pistolas, con la sana intencin
de mojar y recibir con buen humor los chapuzones propinados por los
dems. Gente arremolinada en torno a cualquier fuente de agua se apresura a llenar sus armas acuticas para poder mojar a sus contrincantes.
Los que se disfrazan de piratas, marineros. y baistas excntricos ponen
su nota de color. Atrezzaturas de barco representan sus propias batallas y la charanga y la percusin riegan el nimo con desordenadas notas
musicales. Los cubos, pistolas y disfraces pincelan con su colorido la
alegra y la algaraba de una fiesta a la cual han acudido cada vez, en los
ltimos aos, ms de siete mil personas.
Desde sus inicios, en julio de 1982, cuando se proclamaba por primera vez iVallekas, Puerto de Mar!, la Batalla Naval ha estado estrechamente ligada a los movimientos sociales del distrito, una densa y cambiante red de asociaciones y colectivos, desde la cual se ha dinamizado
la vida cultural del distrito. Este hecho, junto a otros factores, ha ido
contribuyendo a fomentar una especificidad cultural vallecana, porque
se han ido creado referencias comunes, lugares y momentos de encuentro, tareas colectivas, conceptos, smbolos e iconos. Por otra parte, este
trabajo cultural ha ayudado a cimentar la idea de Vallecas como barrio
particular e independiente.
Mi objetivo al investigar la Batalla Naval era llegar a comprender la
cabida que un evento as tena en un distrito en rpida transformacin,
y cul era su papel en la conformacin de una identidad vallecana tan
arraigada en el barrio, y en muchos elementos, ligada a una cultura de
izquierdas. Con el tiempo esta observacin dio lugar a mi tesis doctoral
y a la publicacin de un libro Vallekas Puerto de Mar. Fiesta, identidad
de barrio y movimientos sociales (Lorenzi, 2006).
El libro trata principalmente de responder la siguiente cuestin: por
qu en Vallecas el sentimiento identitario de barrio se manifiesta de
forma tan intensa? Mi trabajo no trata tanto de definir las condiciones
que propician un sentimiento que es difcil de medir, sino de exponer
la labor de promocin identitaria y de prctica cultural que llevan haciendo durante tantos aos los movimientos sociales y que se encarna
claramente en la Batalla Naval.
Esta fiesta se celebra sin interrupcin desde 1982, pero conseguirlo
requiere un gran despliegue de esfuerzos y estrategias por parte de sus
promotores, ya que no se trata precisamente de un evento que destile
conformismo. Es una fiesta que proclama independencia y autonoma,
tanto en su forma como en su contenido. La manera de usar y reclamar
lo pblico en espacios y recursos (el agua) choca con las formas de entender esta gestin por parte de los representantes locales del ayuntamiento. Por otra parte, la alarma social )de los ltimos aos, generada
146
147
lizar la Batalla Naval, calmando o desafiando al ayuntamiento, generando opinin pblica favorable y articulando un apoyo social en torno a
su celebracin. Bajo la piel de este esfuerzo, sus promotores buscan que
la fiesta sea una ocasin para generar un momento ldico de encuentro
participativo y de activacin de contenidos alternativos y de barrio.
Tener en cuenta estos hechos es importante para que el lector pueda
comprender cules son los dilemas ticos que voy a plantear en este
captulo, ya que en esta arena de despliegue de estrategias y argumentos
legitimadores, la publicacin de mi libro y mi papel como antroploga
cobr cierta .relevancia como un elemento para reforzar la imagen de la
Batalla Naval. Y a la inversa, esta arena me ha proporcionado una gran
riqueza de oportunidades para difundir mi trabajo.
148
EL INTERS DE LA FIESTA
149
Aunque conociera de sobra el reclamo que representa la Batalla Naval, ello no quiere decir que me sintiera preparada para que el libro
recibiese este pico de atencin. Dependiendo del interlocutor meditico
que me tocara en cada ocasin, me senta ms o menos cmoda en mis
entrevistas y exposiciones, pero cada vez que me pedan mi criterio
sobre la fiesta, senta el vrtigo de la responsabilidad, ya que era. consciente de que aquello que fuera a decir tendra impacto en la imagen
que se proyectara del evento.
Por otro lado, ante los medios de comunicacin del barrio o cuando
tena que presentar el libro en Vallecas, siempre senta cierta timidez,
por la dificultad que implica el hecho de contar el estudio a sus protagonistas, una vez que han visto desmenuzado el impacto de sus acciones
aunque, con el paso del tiempo, las reacciones que recib del pblico
fueron para m lo ms enriquecedor y satisfactorio de este trabajo. El
hecho de exponerme a m misma y presentar mi trabajo al criterio de
los observados, aunque pudiera parecerme duro al principio, creo que
han sido los mejores momentos, sin ellos, todo lo anterior hubiera perdido gran parte de su sentido.
Pero lo que me produca mayor vrtigo era la atencin de los medios
de mayor alcance porque era ah donde se me peda una posicin bien
clara sobre el nudo polmico de la fiesta: el uso del agua y del espacio
con fines ldicos y la controversia con la gestin municipal. Ante estos
requerimientos senta que deba actuar con responsabilidad y coherencia
y creo que mi postura ante e,l tema se resume muy bien en este titular que
he extrado de la prensa local: No estamos despilfarrando el agua, la estamos usando 3 Ante la polmica me posicionaba intentando acentuar el
valor de la fiesta como una prctica social donde el agua es disfrutada en
las fechas ms calurosas del ao por la poblacin que se queda en Madrid
y adems es usada como un aglutinante social. Mi acento en el uso que se
hace del agua, remite directamente a la perspectiva preformativa que utilic para analizar la Batalla Naval corno un ritual (Lorenzi, 2007: 26-28).
Por este motivo, cuando me pidieron hacer una reflexin sobre mi
trabajo de campo, la cuestin evoc enseguida l~tensin que me gener
esta situacin en la que se me peda tomar postura como antroploga
sobre el tema que haba estudiado. ntimamente tema que esta toma de
postura llegara a socavar la consideracin sobre la calidad cientfica
de mi obra, al no mantenerme en mi neutralidad. Este sentimiento de
incomodidad chocaba con mi predisposicin, porque personalmente
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Pensando en futuros proyectos de investigacin que estoy interesada en llevar a cabo, me cuestiono si ser el choque lo que remueve
realmente al etngrafo a individuar procesos y particularidades culturales. Tambin me pregunto si no sern las herramientas de la disciplina y la capacidad de abstraccin las que realmente ofrecen la capacidad de identificar e interpretar los hechos. La extraeza surgida del
contacto cultural ha sido, en un modelo etnogrfico clsico, la fuente
de reconocimiento de las particularidades culturales por parte de un
observador externo y la experiencia del etngrafo, la piedra de toque
que lo saca a la luz. Segn Ral Snchez Molina (2009: 15-16) Bronislaw Malinowski ciment este modelo de trabajo, respaldado con
estancias ms o menos largas e intensas entre la cultura observada
Y as sent las bases de las formas etnogrficas, aunque su perspectiv~
emprica, que tiene ms en cuenta las diferencias que las semejanzas
culturales, ha sido ampliamente discutida a lo largo del siglo xx. Por
ejemplo, Harris (1968: 484) seala cmo su ptica poco ayuda a dar
cuenta de los procesos de cambio ya que sita a los observados en nichos estticos con sus propias particularidades. Por tanto, no es hora
de que empecemos a promover y legitimar formas de investigacin de
campo cuyo punto de arranque sean las semejanzas?
Una ltima fase donde se sigue estableciendo el compromiso entre
el investigador y las personas de su estudio (o penltima, o antepenltima, nunca se sabe) es cuando ste da forma final a su trabajo convirtindolo en una obra. Es en este momento cuando surgen las ocasiones
para devolver y exponerse ante el pblico en general, la academia; pero
es tambin la ocasin en la que los observados podrn reconocerse en
el texto y contrastarse con la descripcin y anlisis que se hace de ellos.
Esta situacin puede ser ms o menos enriquecedora y satisfactoria, y el
resultado depende pocas veces slo del autor.
En mi caso, la publicacin del libro me proporcion la oportunidad de devolver lo tomado en el campo de trabajo. Varias presentaciones del libro tuvieron lugar en Vallecas con todo lo que ello implicaba:
sentirme expuesta, ser discutida, quizs reprochada, porque es cuando
pueden aflorar las suspicacias de aquellos que no se sintieron incluidos
o se perciben mal reflejados. Pero tambin es el momento de los agradecimientos, de recibir aportaciones interesantes y, sobre todo, de sentir
el impacto que ha tenido una obra en las personas entre las que se ha
realizado el estudio. Esto me llena de satisfaccin. Cuando se acercaban
las fechas de la Batalla Naval, la atencin meditica me dio la valiosa
oportunidad de usar mi trabajo como palanca de legitimacin de la fiesta. En este sentido debo admitir que no era slo una oportunidad para
los promotores de la misma, sino que tambin supona un reconocimiento para m y mi trabajo.
A pesar de la satisfaccin que ello me proporcion, debo admitir
que se me presentaran algunos dilemas sobre el uso de mi trabajo: no
ir en detrimento de cierto principio de inmutabilidad de la ciencia?, mi
posicionamiento no pondra en duda su calidad cientfica?
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El eje central de mi trabajo en Vallecas se vertebraba en torno a la prctica identitaria y la activacin cultural. La Batalla Naval surgi de la
mano de movimientos sociales que en ocasiones trabajaban la idea de
barrio. Muchos han sido los colectivos que han contribuido a su organizacin hasta el da de hoy. Como tales, han promovido con otras
actividades y eventos, la activacin cultural del distrito, ensanchando el
espectro y la idea de la especificidad cultural vallecana. Me interesaba
especialmente el papel de los movimientos urbanos en la Batalla Naval y
tambin el lugar que ocupa la fiesta y la cultura en el imaginario poltico
del distrito. Plantear la cuestin tica en este captulo me obliga a dar
otra vuelta de tuerca a mis experiencias de campo y plantearme cul es
el papel de un investigador inserto en esas dinmicas culturales cuyos
agentes reclaman un reconocimiento patrimonial.
Para comprender este papel debemos primero situarnos en un concepto multifocal de movimientos sociales y una nocin problematizada
de patrimonio cultural, que considero son dos hechos que interactan
de forma dinmica, dando cuerpo a mltiples casos tan similarmente
singulares como el de Vallecas.
En primer lugar, para referirme a movimientos sociales, empezar por emplear la definicin de Sydney Tarrow (1997), precisamente
porque presta una especial atencin a la importancia de la dimensin
cultural en la activacin y desarrollo del concepto. Para Tarrow, es aquel
fenmeno histrico y no universal que funciona como una campaa
sostenida para realizar demandas, utilizando un repertorio de actuaciones que pub licitan la reclamacin, basada en distintas combinaciones de
organizaciones, redes, tradiciones, solidaridades que sostienen esas ac157
tividades. Las acciones colectivas se basan en redes compactas y estructuras de conexin y utilizan marcos culturales consensuados orientados
a la accin. Obviamente es el hincapi en la dimensin cultural lo que
me atrae de las teoras de Tarrow, aunque coincido con M. Martnez
(2002: 119-149) en su propuesta ms dinmica, que considera los movimientos sociales como un conjunto de procesos sociales (actores ms
o menos implicados, organizaciones, actividades, discursos ... ), ms que
como una campaa sostenida, en relacin directa con contextos sociales
significativos a travs de prcticas de intervencin social. La relevancia
de estas prcticas reside en su transversalidad y sus efectos abarcan diversos mbitos (dentro y fuera del movimiento) y le proporcionan un
carcter constructivo y creativo.
Lejos de querer detenerme en la visin del expresivismo, que se centra en una nueva cultura poltica para explicar los procesos de desarrollo de los nuevos movimientos sociales, considero que ese carcter constructivo y creativo que seala Martnez es lo que nos aporta una visin
ms dinmica de la dimensin cultural en la teora de la accin colectiva.
Con esta perspectiva se desdibuja la dimensin teleolgica de las activaciones cult~rales (el trabajo cultural sirve para sostener la campaa) y
apunta hacia sus efectos en aspectos amplios de la vida cotidiana.
Desde mi punto de vista, me interesa sealar que uno de los factores para la conformacin de un movimiento social es el fomento de
una identidad comn y de valores compartidos. La celebracin de momentos de encuentro, de eventos, adems de crear la conciencia de
que existe una causa comn, facilita la articulacin de redes sociales
en to~no a esa c~e.s:in, como formas de comunicacin ms fluidas que
permiten la posibilidad de apelar a las personas para la accin colectiva y, lo que es ms importante, potencian rutinas vitales que conectan
todas estas dimensiones.
Desde el punto de inflexin que supusieron las luchas del 68 se ha
escrito mucho sobre la emergencia de los movimientos sociales. Yo no
sabra si afirmar la novedad de este fenmeno, pero lo que me resulta claro es. qu~ una de sus caractersticas fundamentales actuales es una mayor
concienCia del valor de la activacin cultural y de su gran potencial. Por
eso, el caso que me ocupa en Vallecas, me obliga a remitirme a una visin
transversal de los movimientos sociales, ya que en las motivaciones de
los promotores y participantes de la Batalla Naval, la dimensin cultural
festiva y la socializacin tienen un papel central dentro de su ideario.
Es comn or decir que Vallecas es uno de los lugares de Madrid
donde sus habitantes manifiestan con mayor intensidad un sentimiento
de identidad barrial. Pero cmo se mide el sentimiento identitario? No
158
es que Vallecas tenga claves histricas y sociales especialmente diferenciadoras del resto de las localidades de Madrid, pero s es cierto que
cuenta con un mayor nmero de iconos propios, eventos y referencias
comunes manifestadas de forma pblica. Entonces qu es lo que diferencia a Vallecas de otros barrios y distritos madrileos? La respuesta se
encuentra en la prctica identitaria y uno de los motores principales de
esta prctica son los movimientos sociales.
Cierto es que, en este distrito, se da una serie de condiciones que
puede facilitar este sentimiento, pero ninguna de ellas es determinante
para marcar la diferencia si no se da el paso de la definicin. Jeff Pratt
(2003), gran estudioso de diferentes expresiones de movimientos obreros y nacionalistas,. en su obra Class, Nation and Identiy se pregunta
sobre los mecanismos identitarios de su conformacin como movimiento. Para ello hace un amplio repaso de manifestaciones de este tipo que
tuvieron lugar en la Europa del siglo pasado.
Respondamos a la pregunta que nos hacemos en Vallecas jugando,
al igual que hace Pratt, con los dos paradigmas que han definido la
posicin de los antroplogos a la hora de definir los cimientos del sentimiento identitario: sustancialidad e identidad relativa. Qu es ms
importante en la constitucin de la identidad: las vivencias personales
que van conformando la percepcin del yo (o el nosotros) o la relacin
con el otro que nos hace ms conscientes de nuestras similitudes y diferencias? Pratt afirma que la identidad no es slo una narrativa, que
es parte de una prctica. No se puede construir una identidad desde la
nada, tiene que tener cierto talado social para ser activada.
Existe en Vallecas una multitud de focos que congregan a la gente
apelando al sentimiento vallecano. Con la Batalla Naval he estudiado
uno de ellos, y podernos entender que la fiesta pueda tener un gran potencial, ya que acta corno marco de relacin y activacin de las redes
sociales, pero nos queda plantearnos por qu es tan importante para sus
promotores el que se reconozca como patrimonio cultural del barrio y,
en consecuencia, qu papel juega en este contexto mi mirada de antroploga.
Para desarrollar este argumento quisiera recordar a Lloren<_;; Prats
(1999), quien define el patrimonio cultural corno todo aquello que socialmente se considera digno de conservacin, independientemente de
su inters utilitario. La activacin del repertorio patrimonial, escoger
un elemento cultural y dotarlo de los valores sacros, no es un acto
neutro o inocente, responde a unas estrategias polticas. Primero habr
un impulso inicial que se concretar en determinados sujetos sociales
y/o personalidades, quienes despus buscarn la legitimacin social que
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emana del poder poltico. Estas estrategias no slo son propias del poder constituido, sino tambip del alternativo, del de la oposicin, del
informal. Este fenmeno se dar con mayor impulso cuando esta oposicin no pueda luchar abiertamente o con la misma fuerza en la arena
poltica. Estn todas las estrategias encaminadas a reforzar la legitimidad de la Batalla Naval?
Creo que la comprensin de este fenmeno ser ms completa si
atendemos a la reflexin de Jos Luis Garca Garca (1998) en torno al
concepto de patrimonio cultural, llamando la atencin, no tanto hacia
lo que representa en s mismo, sino a los procesos que genera. Adems de incidir en el concepto de patrimonio cultural como un mismo
fenmeno cultural que debe ser explicado histricamente, aporta una
idea que resulta muy til para estudiar la Batalla Naval: el marco del
patrimonio cultural se convierte en un recurso y por ello adquiere una
dimensin poltica.
Esto lo podemos observar en las estrategias desplegadas tanto por los
indios Kuna de Panam, como en el barrio de Vallecas. La bandera del
patrimonio cultural se convierte en un recurso en un contexto donde su
defensa es parte de la nueva generacin de derechos, una punta de lanza
para conseguir una mayor autonoma. Si pensamos en cul es el objetivo
principal de la Cofrada Marinera de Vallekas (la conservacin especfica
de esta fiesta) y cules son las estrategias que se manejan para conseguirlo, daremos otro paso ms en el anlisis. El fin ltimo del grupo gestor,
la Cofrada Marinera, aunque vaya encaminado a enfatizar una imagen
legitima de la Batalla Naval, no es reforzar una identidad vallecana, esto
es algo que se hace en el camino, sino defender la fiesta en s misma porque est en peligro, porque es independiente, divertida y parte de su vida.
Es aqu donde volvemos a situar al investigador ante la defensa del
patrimonio. Al hilo de esta cuestin, Silvia Paggi (2003: 95-98) nos recuerda que un elemento cultural es etnolgico cuando es reconocido
en el mbito de la disciplina. Importa poco que el elemento sea potencialmente etnolgico (porque todos los son), importa su apropiacin
por parte de los etnlogos. En general, los bienes tienen un aspecto
voltil que no es ms que su contexto de uso. Segn Paggi, la escritura
textual se convierte en el lugar de la mediacin etnolgica si se encuentra el equilibrio entre las exigencias de la investigacin y la necesidad
de divulgacin.
Por eso, de la misma manera que he identificado la importancia de
la activacin cultural y la prctica identitaria en la articulacin social
y cultural de Vallecas, me planteo por qu no participar con mi trabajo y
su devolucin. Suele pasar que, ante la cuestin del patrimonio, el an-
160
LA IMPARCIALIDAD DE LA CIENCIA
Y LA OBSERVACIN PARTICIPANTE
6.
Este tema se trata en otros captulos de este libro desde diferentes perspectivas.
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las figuras en tanto que observadores amateur. Es aqu donde el autor del
texto etnogrfico se erige en 1tepresentador de las culturas.
Segn Fernndez (2008), a partir de los acontecimientos de los aos
sesenta tiene lugar un punto de inflexin en la poltica de la narracin
determinado por las luchas contra el colonialismo, la emergencia de
las contraculturas, las luchas feministas y la eclosin de nuevas formas
de concebir el mundo a las que se le ha asignado el ambiguo nombre de
posmodernidad. Se abri la posibilidad de experimentar con los lmites y
contenidos de la disciplina, pero tambin con las formas narrativas, en
la conciencia de que no es posible representar una cultura. En este sentido hay una fuerte corriente de autores, como James Clifford (2001),
que se abren al carcter reflexivo, polifnico y dialgico. sta es una
caracterstica que les une a las formas de representacin de los movimientos sociales, eludiendo la paradoja de la soberana.
Si por una parte la calidad de un producto antropolgico se mide
por la profundidad de la inmersin del investigador en el contexto de la
vida de sus protagonistas, por la otra se exige el contrapeso de una aguda y argumentada visin externa, un estilo de narracin que lo marque
y suficientes referencias que den cuenta de su distanciamiento. Porque
la legitimidad del etngrafo se construye en este frgil equilibrio entre
el dentro y el fuera.
Gracias a esta relacin de preocupaciones metodolgicas, quizs
pueda entenderse que mi intencin es aportar reflexiones ticas sobre
la imparcialidad de la ciencia y el miedo a la ingeniera social que se
ha generado desde la aplicabilidad de la antropologa en el periodo
colonial. Pero el objetivo de este texto no es se, sino abordar el debate desde otro punto de vista, quizs desde el otro extremo. Para m
la pregunta es: hasta qu punto es tico mantenerse en el refugio de la
imparcialidad? Con esta pregunta mi intencin no es relativizar hasta
el ltimo extremo la naturaleza imparcial de la disciplina, sino sealar
que la tendencia ms normalizada es la estigmatizacin de la obra del
investigador que se coloca en una posicin.
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165
EL CDIGO INTUIDO
DE LA OBSERVACIN PARTICIPANTE
A LAS METODOLOGAS PARTICIPATIVAS
Siempre me ha llamado la atencin en esta disciplina el escaso desarrollo de corrientes y metodologas participativas, al contrario de lo que
ocurre en otras disCiplinas sociales (sociologa, intervencin social, historia ... ). N o estoy afirmando que no existan inquietudes, ni producciones en esta direccin, pero esta emergencia no ha alcanzado el desarrollo y la sistematizacin que ha tenido en otras disciplinas. Un ejemplo lo
encontramos en el fuerte desarrollo de la Investigacin-Accin-Participacin sociolgica. El mismo Davydd Greenwood (2000: 30-32), uno
de los referentes ms cercanos sobre Investigacin-Accin-Participacin
antropolgica, afirma que hay muy pocos investigadores dispuestos a
deshacerse de sus bienes profesionales, ya que las tcnicas participativas
se perciben como una demolicin de la observacin participante y una
prdida de poder. Segn este autor, la Investigacin-Accin-Participacin no es una disciplina ni un mtodo, es un grupo de prcticas multidisciplinares orientadas hacia una estructura de compromisos intelectuales. Democratizar las relaciones sociales en la investigacin es un valor
tico de la Investigacin-Accin. Este enquistamiento de la antropologa
quizs se deba al fuerte arraigo del esquema del trabajo individual por
evitar a toda costa trastornar aquello que se est observando (pocas
veces podemos encontrar a los antroplogos trabajando en equipo) o
a esa necesidad de marcar fuertemente el distanciamiento por sistema,
para limpiar las trazas de la inmersin.
Por otro lado, debo admitir que en la actualidad la cuestin tica
y la de la participacin empiezan a tomar fuerza desde el creciente
inters de etngrafos por los medios virtuales, un contexto en el cual
surge con fuerza el trmino mutualidad, que es una condicin que se
debe establecer entre investigador e investigados. Por ejemplo, Estatella
y Ardevol (2007), en su proceso de investigacin del fenmeno blogger,
establecieron como estrategia de reciprocidad y propuesta de tica dialgica la elaboracin de un blog de campo, donde subyace la idea de
que el investigador no slo debe tomar, sino que tambin est obligado
a dar, y que no debe nicamente interpelar, sino tambin exponerse a
ser interpelado por los otros.
La etnografa virtual, curiosamente, se est convirtiendo en un campo donde se plantean con mayor frecuencia cuestiones ticas en relacin con los observados y son numerosos los textos que dan cuenta de
ello. Por s mismo, internet es un medio en el que se plantean numerosos dilemas ticos que son de dominio general, como es la desdibujada
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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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DE RESPONSABILIDADES, COMPROMISOS Y
OTRAS REFLEXIONES QUE LLEVAN A
LA ANTROPOLOGA APLICADA'~
Alicia Re Cruz
Department of Anthropology
North Texas University
Nac en Vallecas, en la misma casa donde nacieron mi padre y mis abuelos; era una corrala en la que vivan cuarenta familias muy humildes, la
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigacin Estrategias de participacin y prevencin de racismo en la aulas II (FFI2009-08762).
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ALICIA RE CRUZ
LA ANTROPOLOGA APLICADA
gran mayora muy pobres. Haba cuatro retretes sin agua para atender
las necesidades de los vecinos'. Algunas casas no tenan agua corriente.
Historias de hambre, muerte y bombardeos de la guerra civil pululaban
por doquier; creo que me llegaron antes que las de Caperucita Roja o
la Cenicienta. Aprend pronto que perteneca al mundo de los pobres,
de los humildes, al bando de los que perdieron y a uno de los barrios
que fue ms castigado por el franquismo durante la postguerra. Quizs el temor y la rabia fueron responsables de que nunca se hablara o
discutiera de poltica con mis padres en mi casa. Aprend tambin que
haba nacido en el bando de los de la capital, pues no haba ni un solo
miembro de mi familia que no fuera de Madrid, lo que significaba que
no haba ninguna posibilidad de ir de visita o vacaciones al pueblo;
es decir, que en los veranos, la oportunidad que tena de saborear las
vacaciones era cuando bamos al Parque Sindical de Madrid. Creo que
fue el hambre por conocer otros lugares que no fueran Vallecas lo que me
llev durante mi adolescencia a desarrollar. y nutrir una pasin desaforada por saber cmo eran, pensaban, jugaban los nios de otros lugares,
pases y culturas. Por lo tanto, no es un acciqente que eligiera Antropologa como carrera universitaria.
Curs Historia en la Universidad Complutense de Madrid, en la especialidad de Antropologa y Etnologa de Amrica. Qued fascinada
por el exotismo cultural con el que se me presentaban las culturas prehispnicas americanas y ca rendida ante las posibilidades que ofreca
el anlisis estructuralista. El estructuralismo fue el modelo terico que
me permiti conectar el ser humano, su conducta, su pensamiento y su
cultura, y admiraba la brillantez con la que Lvi-Strauss nos deca que
las estructuras del lenguaje son equivalentes a las de la sociedad, que es
posible descubrir estructuras universales del pensamiento humano porque estn formadas de oposiciones binarias que se entretejen a modo de
bricolaje de significados en cuentos, mitos y leyendas. Quiz lo que me
pareca ms revolucionario del mensaje estructuralista era que no hay
forma de entender la realidad social sin el pensamiento crtico que nos
muestra la estructura profunda, el origen de la lgica cultural. Aunque
la discusin sobre tica en el trabajo antropolgico no tuvo un papel
central en mi formacin inicial, el discurso acadmico apuntaba a la
necesidad de establecer una clara distincin entre el sujeto y el objeto
del anlisis; el mensaje implcito era que el trabajo antropolgico no
deba interferir en la vida social de la comunidad, y que el antroplogo deba evitar promover cambios en el grupo que estudiaba, tanto, que
intervenir era algo que se no consideraba tico. Los principios fundamentales de mi entrenamiento y formacin apuntaban a la distincin
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LA CULTURA MAYA:
DE LO OTRO EXTICO A LO HUMANO MS CERCANO
Cuando recib una beca para asistir a uno de los cursos de verano en la
Universidad Menndez Pelayo de Santander, tuve la oportunidad de conocer a Gary Gossen, jefe del Departamento de Antropologa de la Universidad de Nueva York, en Albany. l me habl de las ayudas que ofreca
la Universidad a estudiantes extranjeros y me invit a solicitar un puesto
de ayudante en su Departamento. Lo hice, me aceptaron y all empez mi
aventura profesional y personal en el Nuevo Mundo.
Corra el ao 1985 y estaba recin licenciada en Antropologa y
Etnologa Americana por la Universidad Complutense de Madrid. En
SUNY Albany abrac con pasin el modelo de antropologa simblica e
interpretativa de Victor Turner (1967, 1969) y Clifford Geertz (1973).
Descubrir el concepto de liminalidad fue tremendamente liberador,
pues facilitaba el anlisis del proceso cultural, instaba a pensar en la
cultura como un constante flujo de cambios y transformaciones y, sobre
todo, invitaba a proponer la articulacin de la idea de caos y orden como
principio fundamental en el entendimiento de la cultura y sociedad.
Cuanto ms lea a Clifford Geertz, ms me apasionaba su humanismo
y la forma en que propona entender la cultura: como texto en accin
que incita al antroplogo a una bsqueda explicativa de los significados
contenidos en las ideas, creencias y valores culturales.
Tuve la oportunidad de hacer mis primeras exploraciones de trabajo
de campo entre los mayas de Yucatn, en 1986, en una pequea comunidad campesina, muy conocida en el mbito antropolgico norteamericano, Chan Kom. Avatares del destino me llevaron justo a la comunidad
maya en la que no quera acabar haciendo trabajo de campo, porque ya
la haban estudiado numerosos antroplogos, profesionales y aprendices. Respondiendo a la llamada de lo extico, que haba sido ya matizada por mi entrenamiento en el estructuralismo y el simbolismo, tena
inters en la vida ritual y en la tradicin oral de la comunidad. Aunque
tuve oportunidad de vivir en casas no tradicionales, con electricidad,
eleg una casa maya tradicional de bajareque y techo de guano. Todo
ello supona que por fin poda culminar el sueo de estudiar y vivir entre un otro radicalmente diferente a mis orgenes en el asfalto urbano
ALICIA RE CRUZ
LA ANTROPOLOGA APLICADA
de Madrid. El ansia por conocer la vida campesina, en oposicin a la urbana, me llev a esta comunidad de la que fcilmente qued enamorada
por su exotismo, tambin expresado en el empeo con que se presentaban sus gentes: Aqu todos somos pobres, somos campesinos, somos
mayas. Ca en Chan Kom durante la Cancula de 1986. La Cancula
es percibida como poca de crisis, ya que, segn sus habitantes, trae
enfermedades infecciosas provocadas por parsitos (diarrea, disentera,
vmitos, etc.). La Cancula aparece todos los aos, a mitad de julio, y
dura un mes. Este periodo es anmalo en muchos aspectos: hay sequa
aunque es la poca de lluvias, el maz se encuentra en la etapa ms
vulnerable de su desarrollo y necesita el agua de lluvia para crecer; las
enfermedades amenazan la salud pblica, etctera.
Apasionada por el carcter simblico liminal de la Cancula, regres en el verano de 1987. Fue entonces cuando pude identificar una nueva dimensin del fenmeno: durante la Cancula aparecan acusaciones
de brujera que tenan que ver con muertes y enfermedades que parecen aflorar durante este periodo. Aqullos sobre los que se haca recaer
annimamente la culpa eran, curiosamente, miembros de la familia del
cacique de la comunidad, en su mayora, jvenes mayas que haban emigrado a mediados de los aos setenta, cuando Cancn estaba naciendo
como estrella turstica internacional en la costa de Yucatn. Esta nueva
dimensin social de la lectura liminal del fenmeno de la Cancula, me
permiti descubrir la necesidad de incluir un nuevo modelo terico para
analizar crticamente la homogeneidad social y econmica con que la
comunidad se presentaba. Si los hijos del cacique, emigrantes en Cancn,
era a quienes se acusaba de los males que aquejaban a la comunidad durante este periodo liminal, sera entonces cierta la imagen de igualdad
social que pretendidamente presentaba la comunidad? Cmo se articula
la lectura liminal de la Cancula con la realidad social de la comunidad?
Estas preguntas fueron las que impulsaron el diseo de la agenda de los
dos aos de investigacin y trabajo de campo que realic en Chan Kom,
entre 1989 y 1990. El estudio estaba dirigido a mi tesis doctoral y fue
financiado por una beca Fulbright del Ministerio de Cultura.
Aunque mi entrenamiento en anlisis estructuralistas y simblicos
me haba proporcionado una lectura interesantsima de la Cancula como
periodo liminal en el ciclo anual entre los mayas, las mismas contradicciones sociales expresadas en las acusaciones de brujera demandaban la necesidad de articular otros modelos tericos ms productivos
para identificar la realidad social de la comunidad. Enfoques marxistas
y de economa poltica me ayudaron a desvelar una realidad social mucho ms diversa y desigual. El censo socioeconmico que realic en la
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ALICIA RE CRUZ
LA ANTROPOLOGA APLICADA
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Llegu a Texas en 1992 como miembro del Instituto de Antropologa de la Universidad del Norte de Texas, un grupo de tres profesores.
Deseando conocer las zonas de esta parte del pas en la que vivan los
mexicanos, pregunt por sus barrios en una fiesta de bienvenida en la
universidad; mi interlocutor me espet un aqu no tenemos. La connotacin de posesin implcita en el verbo tenemos me alertaba de las
relaciones de poder y la respuesta, al mismo tiempo que encerraba un
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ALICIA RE CRUZ
LA ANTROPOLOGA APLICADA
misterio por resolver, abra la puerta mgica de la curiosidad antropolgica: cmo es posible que no haya mexicanos en Texas? Como es fcil
imaginar, me estren como doctora en antropologa dedicndome a los
inmigrantes mexicanos del norte de Texas. Me entregu ciegamente a
la tarea no slo de identificar sus barrios, sino de divulgar su presencia
en el rea, para .sacarles de su anonimato e invisibilidad. En el proceso de acercamiento a la comunidad, me sorprendi profundamente la
habilidad, destreza y sabidura de las mujeres inmigrantes a la hora de
sobrevivir en un pas que resulta profundamente hostil para los inmigrantes mexicanos que no entienden la cultura ni la lengua. Qued an
ms impresionada cuando me di cuenta de que los propios estudiantes
de la universidad desconocan o conocan mal la realidad social de su
entorno. En una de mis clases sobre Migrants and Refugees inclu una
visita de campo a unos apartamentos donde la mayora de los inquilinos
eran inmigrantes procedentes de Mxico. Al anunciar la visita, varios
alumnos llamaron la atencin sobre la peligrosidad que supona llevar
al grupo a un rea en la que haba prostitucin y crmenes casi todos
los das. Dependiendo del contexto, la comunidad de inmigrantes se
converta en invisible o en fuente del mal. En este discurso no tenan cabida ni la explotacin econmica ni la discriminacin poltica que
sufre el inmigrante latino. As naci la necesidad de involucrarme como
agente instigadora del conocimiento de la realidad social entre los estudiantes. Nunca se me haba presentado tan claramente la responsabilidad social del antroplogo como cientfico social. No me pareca slo
injusto, sino inmoral el hecho de mantenernos sujetos al objetivismo
que reclama nuestro paradigma positivista, sin cuestionarnos lo que debemos hacer con los resultados del trabajo. Como indica el aforismo
marxista, para que exista la posibilidad de cambio social, es necesario
nutrir la conciencia social; el camino que lleva a la justicia social, difcilmente puede ser alcanzado por los que no conocen la composicin
social y el juego de poderes polticos y econmicos. cmo es posible
que el estudiante en Texas investigue, analice la diversidad cultural en
sus cursos de antropologa, sin conocer la diversidad cultural que encierra su propio entorno?
Como apuntaba anteriormente, me sent fascinada por el mundo
de las mujeres inmigrantes en Texas y an ms cuando descubr que
su respuesta de acomodacin a su condicin de inmigrante est compuesta por un entresijo de redes de asistencia en el que entran en juego
servicios, informacin e incluso dinero. La que tiene coche da rides (o
conduce) a las que tienen que llevar a sus nios a la escuela, ir al mdico
o a la tienda; a cambio, stas cuidan los nios de aqullas, cocinan para
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LIBERTAD HERNNDEZ
Y LAS LECCIONES DE ANTROPOLOGA APLICADA EN MXICO
Mxico ha contribuido con uno de los captulos pioneros y ms productivos, en el rea de la investigacin antropolgica aplicada. Avalada
por la obra de Gamio o Gonzalo Aguirre Beltrn (por nombrar slo dos
ejemplos de un grupo de grandes trabajadores sociales), la antropologa mexicana ha estado histricamente m'uy vinculada al planteamiento
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LA ANTROPOLOGA APLICADA
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ALICIA RE CRUZ
de llegar a restituir la historia de culturas populares, reforzando su identidad (Fals Borda, 1986). A este respecto Freire nos recuerda que hacer
la historia es estar presente en ella y no simplemente estar representado
en ella (Freire, 1983: 130).
Igualmente reveladora en la prctica de IAP en los proyectos de Libertad, era la relacin entre el investigador y las comunidades; lo que
en el paradigma tradicional era una relacin de sujeto-objeto, propia
del positivismo-empirista, en la prctica de IAP se transforma en una
relacin de sujeto-sujeto. En oposicin a la relacin maestro-alumno en
el modelo de enseanza bancario, que deposita los conocimientos de
manera vertical, asimtrica, la relacin sujeto-sujeto se transforma en una
relacin dialgica de maestro a maestro (Freire, 1983), de tal forma que
ambas partes investigan, ensean, aprenden al mismo tiempo que transforman. Para Fals Borda (1986, 1987) este dilogo es el que permite al
investigador deshacerse de su papel de erudito para convertirse en el
que aprende, al saber escuchar los discursos procedentes de diferentes
sintaxis culturales, al mismo tiempo que considera a sus representantes
como sujetos activos y pensantes en el proceso de investigacin.
Es cierto que la IAP, con sus profundas races latinoamericanas ejemplificadas en la obra de Libertad Hernndez, se aleja de los cnones
antropolgicos tradicionales y presenta una nueva lgica en la praxis,
basada en el dilogo y en la relacin simtrica de sujeto a sujeto, como
generador de conocimiento. En este nuevo paradigma, la intervencin
es el requisito fundamental para conseguir el objetivo propuesto: la justicia social.
ANTROPOLOGA APLICADA
EN LA UNIVERSIDAD DEL NORTE DE TEXAS
LA ANTROPOLOGA APLICADA
Me cri en una tradicin antropolgica que teri1a tendencia a descalificar la antropologa aplicada como a una hija ilegtima de la disciplina.
Se valoraba ms el trabajo etnogrfico con lo extico forneo que el
hecho de inmiscuirse en nuestros problemas y necesidades sociales. Me
eduqu en una disciplina que se basaba en unos criterios fijos para determinar lo que constitua conocimiento antropolgico y lo que no lo
era y quin poda generar y trabajar con este conocimiento y quin no
(Foucault, 1971). La antropologa pura, lbstracta, ceida a grupos et-
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DISCUSIN
ALICIA RE CRUZ
LA ANTROPOLOGA APLICADA
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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quera decir con cada uno de ellos, porque yo tampoco estaba de acuerdo con las interpretaciones que ellos haban hecho de las intenciones de
mi texto. Algo fallaba. Como les dije, me encontraba en el camino de mi
investigacin y si obtena por escrito los comentarios a las referencias
que haban generado el malestar, poda procurar solucionarlo. Valga
este artculo como parte de mi intento de superar los malentendidos y
reflexionar sobre los posibles motivos por los que han podido surgir los
m1smos.
Sobre el texto que yo escrib y las reacciones posteriores, hay varios
aspectos que destacar desde un punto de vista tico. En el caso que nos
ocupa, el contexto social y poltico en que se produce el texto es visto
de manera enormemente hostil por las personas que aparecen en l, al
ser observado inicialmente como un producto de ese contexto y ser ledo
desde esa ptica. Se crea as una comunicacin en la que los roles de emisor y receptor son distribuidos atendiendo a una supuesta escala de poder
en la que el emisor sera el redactor al que se le presupone la connivencia con el contexto hostil para el receptor (protagonista) del texto. Esta
situacin viene a reforzar la afirmacin de Steve Tyler, quien aseveraba
que no se puede decir que haya nada que es observado, ni nadie que est
observando, sino que lo que se encuentra es una produccin discursiva
construida en un dilogo mutuo entre distintos agentes o actores (Tyler,
1986: 126). Y el dilogo que pretendo entablar aqu, constrie a sus
actores desde el momento en que parece establecerse entre oponentes
sociales y polticos.
La situacin puede ser entendida como un ejemplo de la produccin de los procesos de indexicalidad o dependencia de significado
contextua! y de reflexividad o doble proceso por el que los datos y
situaciones descritas en un texto y contexto se elaboran y modifican
recprocamente, definidos por Graham Watson cuando reflexionaba sobre algunas circunstancias en las que se lleva a cabo la metodologa de
investigacin antropolgica (Watson, 1991: 75). As, las palabras que
conforman el texto que elabor se cargan de un significado contextua!
que se impone a su voluntad descriptiva y analtica inicial, otorgndole
un nuevo significado que no podra tener si se hubieran escrito en un
contexto diferente social y poltico. Por esto, cuando sus protagonistas lo leen, no dejan a un lado la situacin a la que se enfrentan en su
cotidianeidad diaria, sino que lo abordan desde la misma. Y en ella
adoptan un rol y otorgan otro a su autor/a, reflejando cmo entienden
el contexto, que como se ha dicho con anterioridad, contiene distintas
circunstancias con las que se estigmatiza a las personas gracias a las cuales pudo escribirse el texto.
191
Esta disposicin puede observarse tambin en otros trabajos de campo como el que Nancy Sch7per-Hughes llev a cabo en Irlanda (vase su captulo en este libro): En ambos casos el contexto cobra fuerza
para darle otro enfoque al texto y las posiciones polticas de las partes
implicadas en la investigacin se someten a cuestionamiento. Cuando
Scheper-Hughes volvi a West Kerry, el lugar donde haba realizado su
trabajo de campo, observ cmo las personas que veinte aos atrs haban sido informantes y amigos rechazaban o teman su presencia en el
pueblo. Uno de ellos le espet iN os has atropellado, chica, nos has atropellado! y t llamas Giencia a lo que haces?. Su libro titulado Saints,
Scholars and Schizophrenics: mental Illness in Rural Ireland (ScheperHughes, 1979) haba sido interpretado en aquellas tierras como un empeo (una calumnia) por manchar el buen nombre de la comunidad. Al
conocer esta reaccin Nancy pregunt: Hay algo que pueda hacer?, y
su informante le contest: Deberas haberlo pensado antes. Mira, hija,
el problema es que no nos has dado ningn reconocimiento (ScheperHughes, 2000) 1
Esta demanda de reconocimiento es la que tambin me han solicitado los miembros de esta asociacin que fue creada con un proyecto
poltico e identitario que buscaba revertir su estigmatizacin. Su deseo
es que se hiciera saber que su primer esfuerzo tras los atentados fue la
edicin de un libro en el que recogieron, a travs de dibujos y textos, los
sentimientos de conmocin que se mencionan ms arriba; y que la publicacin de ese libro fue el motor de trabajo de la asociacin. Pero mi
trabajo de investigacin era analtico y no poda limitarse a una exposicin de las actividades e intereses de la asociacin. De ah que surgiera
un malentendido entre los objetivos de mi presencia en sus actividades
-que pudieron ser comprendidos como testimoniales de sus actos- y
el texto producido tras reflexionar e interpretar las mismas. Como James
J. Fox sealaba, el grupo, acostumbrado a recibir periodistas, no se haba
preparado para la llegada de una antroploga cuya agenda no conocan
de antemano. La aceptacin de su presencia conllevaba un compromiso
moral mucho mayor que el experimentado por la propia antroploga
(Fox en Carrithers, 2005: 448) y un compromiso poltico determinado, no definido por la antroploga, sino otorgado por sus informantes.
Mis intenciones eran conocer el funcionamiento, objetivos e intereses de la asociacin para valorar cmo los acontecimientos por los que
ellos haban decidido unirse influan (y de qu modo), o no, en dichos
objetivos e intereses. N o era mi intencin hablar de ellos como un grupo cerrado, sino exponer unas situaciones que crea les seran tiles para
comprender el devenir de la asociacin. Pero ese inters no haba sido
demandado por la asociacin y por eso, no era ni valorado ni aceptado
en s mismo, es ms, hasta poda servir para poner en cuestin la viabilidad de su proyecto poltico. Las primeras crticas me acusaban de desconocer a las personas que formaban la asociacin y de inventar activi) dades que haban llevado a cabo durante mi trabajo de campo pero que,
sin embargo, reconocan indirectamente la celebracin de las mismas, al
aadir que, en su opinin, no deban ser dichas o publicadas.
Como en el caso de Nancy Scheper-Hughes, mi propuesta no se
trataba slo de describir lo bueno o lo que estaba bien en la asociacin. Y como ella destaca, es aqu donde reside la violencia simblica e
interpretativa de mi presencia en ese campo (Scheper-Hughes, 2000).
Mi intrusin en l, sin ocultar su identidad, es aqu vista como parte del
problema (aunque tengo la sensacin de que con pseudnimos, la reaccin habra sido la misma, pues las personas se habran visto igualmente
identificadas en la lectura) 2
Pero es esto suficiente para afirmar que estoy reforzando su estigmatizacin? La diferencia de intereses implica una diferencia de entendimientos? Esta falta de consenso se debe slo a trabajar con una poblacin estigmatizada en un contexto fuertemente politizado? Cmo
media el conocimiento de los significados del contexto en las interpretaciones de los acontecimientos que suceden en el mismo? Cules son
las implicaciones de trabajar con personas que son conscientes de tener
un estigma? Qu sucede cuando pretende revertirse ese estigma y utilizarlo como categora identitaria con la que reafirmarse polticamente
en lugar de silenciarse y acatar una estigmatizacin? Qu es el estigma?
192
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EL ESTIGMA
En 1963, Eric Goffman reflexion sobre el origen del trmino estigma en su libro Estigma. La identidad deteriorada. La obra comienza
situando este origen en la Grecia clsica, cuando los griegos de aquella
poca crearon el concepto para referirse a signos corporales con los
cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el estatus moral
de quien los presentaba. Los signos consistan en cortes o quemaduras
su interior. Bartolom destaca que son las peripecias dentro de un universo aparentemente catico las que la obligan constantemente a aceptar o moverse dentro de distintas lgicas que le proponen los diferentes
personajes que encuentra en su camino. Aunque estas lgicas se mostraban irreductibles a la suya, las acepta desde el reconocimiento de su
propia ignorancia del mundo de los otros y la indudable legitimidad de
la diferencia. Sabe (o intuye) que los acontecimientos aparentemente
caticos dependen de una estructura subyacente definida y representada por las reglas del ajedrez. Pero reconocer la presencia de ese tablero
de ajedrez, prosigue Bartolom, implcito en toda cultura, no equivale
a la necesaria bsqueda de una reduccin estructural. Las sociedades
se mueven dentro de reglas predeterminadas que necesitamos conocer,
al igual que en el ajedrez, pero las posibilidades de combinacin de
esas reglas son infinitas y lo que realmente importa es la configuracin
resultante que exhibe la especial lgica combinatoria de cada cultura
(Bartolom, 2003: 214).
He decidido detenerme en esta observacin de Bartolom porque,
a mi parecer, sirve para darnos una pista del modo de proceder antropolgico que puede ser til tanto en cualquier entrada en el campo
como ante el trabajo con personas cuyo reflejo es estigmatizado. Este
procedimiento, en el caso del antroplogo, le obliga a atravesar varios
espejos. Uno es el del estigmatizado, para conocer su lgica y otro es el
del estigmatizante, para controlar con recelo el modo en que esta otra
lgica toma en cuenta la informacin producida en el intermedio. Puesto que, volviendo a Goffman, tanto la informacin sobre una persona
estigmatizada como la devaluacin de su condicin humana inherente a
su estigma pueden ofrecer argumentos para practicar diversos tipos de
discriminacin y construir una teora del estigma, esto es, pueden ofrecer una ideologa que sirva para explicar su inferioridad y dar cuenta
del peligro que representa esa persona, racionalizando as su animosidad (Goffman, 1963: 15).
El hecho principal de llamar la atencin sobre la trampa en la que
podemos caer con las diversas interpretaciones realizables de nuestros
trabajos es que la persona estigmatizada alberga la sensacin de ser una
persona normal, un ser humano como cualquier otro, un individuo
que, por consiguiente, merece una oportunidad justa para iniciarse en
alguna actividad (Goffman, 1963: 17) y busca una y otra vez los lugares
desde los que mostrar esa normalidad, tambin en nuestros textos.
Esta negociacin de representaciones habla del contexto y puede remitirnos a la indexicabilidad a la que se aluda antes. Como Carrithers
recuerda, la informacin del contexto hace que conozcamos nuestro pro-
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pio mundo en las alternativas y posibilidades del mundo de otras personas (Carrithers, 2005: 43 5). Por eso, en este caso, la interpretacin
de la existencia de malas intenciones en la redaccin del texto, puede
hablarnos de cmo sus protagonistas entienden las relaciones presentes
en su contexto cotidiano fuertemente politizado, donde de cada persona se espera distinta tica o moral en funcin de la posicin poltica
elegida por ella misma u otorgada por las dems.
Al tomar conciencia de esta posible interpretacin, he de analizar los
supuestos ticos subyacentes en las relaciones establecidas en el trabajo
de campo y la moral que hemos de mantener en l, en la escritura de
los textos que de l se van derivando y en la devolucin de los mismos.
En este sentido, lo que busco es reflexionar sobre los acontecimientos
vividos en y por el trabajo de campo para transformar la propia prctica
antropolgica y no adecuar a nuestros intereses los modos de proceder
y entender de nuestros informantes (Scheper-Hughes, 1997: 35).
197
demandas morales de los miembros de la asociacin que con anterioridad no se haba mostrado con claridad en la observacin participante
realizada en el grupo. Habra sido deseable no forzar una situacin y
haber accedido a este conocimiento de otro modo, pero las posiciones
polticas y sus consecuentes demandas morales no son nicas u homogneas, sino variadas y retroalimentadas en el tiempo y contexto social en
el que se encuentran. De ah que una parte del texto partiera con unos
imponderables bsicos, mientras que otra se escapara de unos preceptos
mutables. A diferencia de lo que opina Carrithers de que en el establecimiento y comprensin de las relaciones sociales que se dan en la realizacin del trabajo de campo se crea una moral que permite desarrollar
cdigos ticos para proceder en l (Carrithers, 2005: 439), stos pueden
no ser suficientes cuando el trabajo de campo finaliza y se elaboran textos
en los que no slo se describe, sino que tambin se analizan los datos
producidos en l. Tambin son insuficientes cuando en estos textos se
presupona que el/la antroplogo/a mantendra la posicin poltica otorgada por los informantes, quienes pasan a cuestionar la moral del/de la
investigador/a al manifestar su desacuerdo con lo interpretado por l/ella.
Es en este salto en el que se ha de tener en cuenta no slo lo que se dice
sobre la gente, sino a la gente (Carrithers, 2005: 439) y donde aparecen
los lmites constrictivos a los que ms arriba haca referencia.
Las demandas morales son situadas, pero no siempre en lo local.
Adems las personas entran en dilogo y negociacin con esas demandas, las amplan, transforman, complican y enriquecen en funcin de
sus posiciones polticas. Lo ms importante ha de ser prestar atencin
a esa agencia individual o grupal para conocer el dinamismo con el que
se mueve a lo largo del tiempo, puesto que lo que uno dice hoy puede
convenir con los preceptos polticos y morales de otro momento y no
con los actuales. Es de inters prestar atencin a estas distintas posturas
para conocer el punto de vista y la posicin poltica de las personas con
las que hemos trabajado. Como Alcita Rita Ramos resalta, podemos
obtener ventajas en la prctica antropolgica cuando los malentendidos
improductivos se transforman en productivas oportunidades de pensamiento (en Carrithers, 2005: 450).
En el caso expuesto en este artculo, una de las ventajas puede ser,
por ejemplo, la de motivar la reflexin metodolgica sobre cmo ha de
gestionarse la informacin en contextos donde las personas, el colectivo, o el grupo con el que se est trabajando tiene la conciencia de estar
estigmatizado y decide afirmarse polticamente en el estigma por el que
se le reconoce, resignificndolo.
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GESTIN DE LA INFORMACIN
DEL TRABAJO DE CAMPO CON PERSONAS ESTIGMATIZADAS
Cmo debera un antroplogo considerar los potenciales impactos negativos que en la poblacin estudiada pueden tener los datos de una
publicacin sobre un estudio realizado en esa poblacin? Esta pregunta
fue planteada por la Asociacin Americana de Antropologa (AAA) que
se cuestionaba cmo gestionar los resultados de un trabajo cuando pueden volverse en contra de las personas con las que se ha realizado 3
La AAA recuerda que la antropologa consiste en la recoleccin de
datos relacionados con el estudio de las culturas humanas, por lo que
es imperativo que el antroplogo entienda que la presentacin de la informacin, incluso cientficamente hablando, tendr un efecto en la poblacin estudiada. Por esto, existe la posibilidad de que el antroplogo
se encuentre con un dilema tico relativo al interrogante de publicar o
no publicar determinados datos. Incluso, a veces, la auto-censura que
puede llevar a cabo cuando decide no publicar puede tener un efecto
negativo para la disciplina y para la poblacin estudiada que puede no
quedar lo suficientemente representada o mal representada por la omisin de la informacin.
Pero, a veces, es el antroplogo el nico investigador cualificado
para entender la complejidad de las estructuras sociales de la poblacin
estudiada y presentar la informacin de tal modo que se facilite su comprensin en el resto de la sociedad. As, es quiz mucho ms importante
que el antroplogo sea consciente de que una presentacin sensacionalista de sus datos puede tener un mayor efecto en su poblacin de
estudio que la presentacin en s misma.
Cuando redact el texto al que me he referido actu movida por el
sentido comn y el principio moral de no maleficencia como el primer
principio tico a procurar. Pero la experiencia demuestra que las buenas
intenciones pueden ser insuficientes en algunos casos.
En realidad, creo que todos somos conscientes de estos aspectos y
procuramos que guen nuestras investigaciones. Para evitar los efectos
que el trabajo de campo antropolgico puede acarrear en la recogida y
publicacin de los datos, se recomienda desde aqu consultar la gua general elaborada por la AAA, en concreto los apartados de la Seccin III,
cuyo ttulo es Informacin retrospectiva sobre el efecto del trabajo antropolgico y la colecta y publicacin de datos y cuyo apartado e) reza:
3. Code of Ethics of the American Anthropological Association, 1998, http://www.
aaanet.org/committees/ethics/ethcode.htm.
)
199
Tyler, S., 1986, 126, citado en R. G. Fox (ed.), Recapturing Anthropology. Working in the present: Santa Fe (Nuevo Mxico), School of American Research Press: 73-92.
Wattson, G., 1991, en R. G. Fox (ed.), Recapturing Anthropology. Working in
the present: Santa Fe (Nuevo Mxico), School of American Research Press:
73-92.
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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201
IRA EN IRLANDA,:
Nancy Scheper-Hughes
Universidad de California, Berkeley
Este artculo fue publicado en el ao 2000 en la revista Ethnography y se reproduce aqu traducido por Margarita del Olmo con permiso de la autora (la traductora
quiere expresar su agradecimiento a Thomas Ordoez por su cuidadosa lectura y sus sugerencias a la versin final). Desgraciadamente el juego de palabras que el ttulo implica en
ingls (Ira en la tierra de la ira) se pierde en la traddccin al castellano.
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emigraron, incluso comparados con los hijos de la clase trabajadora nacidos en las propias
ciudades.
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VUELTA A CASA
Haban pasado veinte aos desde que una joven y un poco descarada
etngrafa, que vena con su familia tan poco convencional (un marido
greudo, amable y hippie y tres nios pequeos indisciplinados), tropezara, un poco aturdida y casi por omisin, con la relativamente aislada
y rocosa comunidad de Ballybran, justo encima del esplndido desfiladero de Conor, en las montaas Slieve Mish, ms all de las Maharees,
en las orillas de la Baha Brandon. Un lugar sin salida en la punta este
de la Pennsula Dingle, en West Kerry.
Era el final de la primavera de 1974 y habamos llegado al final
del camino, figurativa y literalmente. Habamos pasado varias semanas
en un coche alquilado reconociendo el terreno de West Kerry y West
Cork, buscando una comunidad anglo-parlante (o al menos bilinge),
suficientemente amable como para que nos aceptara durante un ao de
trabajo de campo. Nuestras tentativas de procurarnos una casa solan
empezar con el cartero local o el prroco residente, pero siempre nos
contestaban que la gente que viva en ese o en otro pueblo no iba a ver
con buenos ojos el hecho de que un observador extranjero se instalara a
vivir en la propia comunidad. El trabajo de campo etnogrfico era an
un concepto extrao para la gente del campo, una gente que era conocida por su extraordinaria hospitalidad, lo extremadamente reservados
que eran y por la lealtad familiar. Los turistas que venan a pasar la estacin de pesca del salmn en la pennsula Dinge eran una cosa, suficientemente molesta ya, pero una antroploga escritora que viniera a vivir
era algo totalmente distinto. En un pas que se dedica a prohibir libros
y reverencia la letra escrita al mismo tiempo, cualquier autor tiene que
aprender a pisar con cuidado y a elaborar un plan de huida rpida.
La primera vez que llegarnos a Ballybran me present y present ,
a mi familia al pastor local de la bellsima media-parroquia con cierta )
inquietud. Mis documentos oficiales no me sirvieron para deslumbrar
a este sacerdote con los pies en la tierra. Lo que s consegu es que
hicieran cierto efecto las cartas que traa escritas por el cura de una
universidad local, donde se deca que tanto Mi~hael como yo ramos
suficientemente buenos catlicos, aunque quiz un poco caprichosos,
en nuestro entusiasmo post-concilio Vaticano II, en lo que se refera a
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De vez en cuando, Devereux advierte que el etngrafo debera parar y analizar la naturaleza de las relaciones que ha establecido, tanto
en el campo como en casa, en el proceso de anlisis y en la escritura. El
objetivo de este autoanlisis etnolgico sera sacar a la luz y desembarazarse de las capas de subjetividad y de los prejuicios que se van creando,
y que distorsionan la percepcin de una realidad etnogrfica objetiva.
Devereux fue un empiricista hasta el final, que crea en la perfeccin
objetivista de los hechos, datos e interpretaciones antropolgicas.
Sin embargo, despus de la controversia, la solucin de Devereux me
pareci poco satisfactoria. Tal y como yo lo vea, el verdadero dilema y
las verdaderas contradicciones consistan en argumentar cmo se puede
saber lo que sabemos si no es filtrando la experiencia a travs de categoras enormemente subjetivas, tanto a la hora de pensar como a la de
sentir, y que representan nuestra propia forma de ser, como en mi caso
sera el hecho de haber sido una mujer educada en una escuela catlica
americana, considerarse una catlica rebelde y ambivalente, post-freudiana, neo-marxista y feminista en mi primer encuentro con los vecinos
de Ballybran.
Tanto el peligro como el valor de la antropologa residen precisamente en el choque entre las culturas y las interpretaciones de los antroplogos y sus sujetos de estudio, cuyos encuentros estn inspirados por
un compromiso abierto, por la franqueza y la receptividad. Mi conclusin fue entonces que no haba una forma polticamente correcta de
hacer antropologa. La antropologa es por naturaleza intrusiva e implica un cierto grado de violencia simblica e interpretativa con respecto a
percepciones del mundo intuitivas, y tambin parciales, de las personas
nativas. La pregunta entonces se transforma en una cuestin de tica
y se podra formular as: Cules son las relaciones apropiadas entre el
antroplogo y sus sujetos de estudio? A quin debe su lealtad y cmo
se puede respetar este compromiso a lo largo del trabajo de campo etnogrfico, en la escritura y especialmente en el problemtico dominio
de la antropologa psicolgica y psiquitrica, que centra su atencin en
la enfermedad y la afliccin, en la diferencia y la marginalidad, y por lo
tanto, determina una visin especialmente crtica.
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se mueren ... Un hombre sin mujer, sin hermana, madre o hija no puede
hacer su ropa, ni lavarla ni coserla; tampoco puede cuidar a sus hijos ni
ordear una vaca.
Cuando yo hice mi estudio, la vida social de An Colchan no se reduca a la pareja. Ambos sexos se vestan de manera informal y la figura
que uno poda ver delante caminando en la carretera, embozada en
capas de pantaln, chaleco de lana y abrigo largo, calzada con botas
verdes Wellington embarradas y con un bastn, poda ser una mujer
conduciendo su pequea manada de vacas. Puedo haber malinterpretado algunos aspectos importantes de la vida en la comunidad, especialmente aquellos en los que los vnculos de gnero y parentesco eran tan
o incluso ms importantes que un vnculo sexual o ertico. Si las relaciones matrimoniales eran problemticas, la causa se deba, en parte, al
hecho de que el matrimonio interrumpa y se entrometa, compitiendo con otros afectos y lealtades igualmente valorados. Estoy segura de
que ningn antroplogo hoy da sugerira la existencia de una jerarqua
apropiada de afectos, tales como que las amistades de toda la vida, semejantes por naturaleza a las que existen entre hermanos y hermanas,
tendran menos valor que las relaciones conyugales.
El ndice de hospitalizaciones psiquitricas era alto, pero las violaciones y agresiones sexuales no se conocan. El robo era tan raro que
una de las definiciones de excntrico era la de una persona preocupada
por la seguridad de sus propiedades, y se poda diagnosticar un caso
de esquizofrenia paranoica por el simple hecho de haber acusado a los
vecinos de querer robarle a uno el rebao, o de mover a su favor las
piedras que marcaban la linde entre 'las tierras. Brendan el violador, a
quien yo entrevist en un hospital mental rural en Killarney, haba pecado slo con sus pensamientos y, segn su propia historia, era virgen y
sin xito en cuestiones de sexo. De la misma forma, en An Colchan, una
mujer joven y casada como yo poda aceptar ir a la espalda de Morris,
en su moto, sin miedo a ninguna traza de escndalo, del mismo modo
que poda sentarme y hablar con el sacerdote local tomando un taza de
t a media maana, en pijama, en el saln de su casa.
Las tareas de la casa, la jardinera y la preparacin de las comidas
estaban reducidas al mnimo, dejando libertad tanto a hombres como a
mujeres para acometer cualquier otra actividad voluntaria, y se pasaba
mucho tiempo libre fomentando amistades y camaradera -los hombres en alguno de los pubs locales, en torno a las ovejas o en los mercados regionales, las mujeres en las tiendas, en actividades relacionadas
con la iglesia o la escuela, y las mujeres ms mayores en las ventanas o
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IRA EN IRLANDA
haciendo visitas a amigos o parientes lejanos-. Haba tiempo para contar historias y tiempo para jugar, para reunirse alrededor de los muertos
en velatorios y entierros -un da completo se pasaba en el funeral de
cada uno de los 3 8 vecinos que murieron en 1974-. Todo el mundo tena radios y algunos televisores, pero la mayor parte de la gente prefera
an entretenimiento vivo, y se reunan con frecuencia, especialmente
en invierno, en los pubs, en la iglesia y en las casas de los dems para
disfrutar tocando msica, cantando, bailando o recitando poesa. Tanto
a jvenes como a viejos, a hombres y a mujeres, se les fomentaba que tuvieran su propio repertorio de canciones, poesas o pasos de baile, que
la gente les peda que representaran en cuanto se quitaban el sombrero.
Y si bien la timidez y la modestia de los hombres solteros podan quitar
el aliento, la costumbre institucionalizada de la persuasin poda convencer al pescador o pastor ms reacio a representar su nmero para la
fiesta y deslumbrar a la audiencia.
La tica de la modestia y la deferencia aseguraba que ningn cantante sobresaliera de los dems y tambin que a nadie se le prestase menos atencin. Para ello tendra lugar el intercambio de llamadas y respuestas -Cntanos una cancin, Paddy; No, no puedo, etc.- que
permite una cierta expresin de alabanzas y agradecimientos, pero
que a veces poda desembocar en la burla -Seguro que es el mejor
cantante del pueblo-. Todo ello promueve un firme sentido de solidaridad comunitaria a costa del individuo, suprimiendo cualquier traza de arrogancia o engreimiento. En otras palabras, la igualdad social se
promova tambin a travs del ingenio de las burlas que he descrito en
Saints~ Scholars, y que tiene un efecto adverso en los individuos ms
vulnerables psicolgicamente, porque son menos hbiles a la hora de
valorar y responder a estos mensajes de doble sentido: si uno rechaza la
alabanza est echando a perder la alegra de sus camaradas, si la acepta,
hace el ridculo de tomrsela seriamente.
Gragory Bateson, que desarroll la teora del doble vnculo en la
esquizofrenia que he utilizado en mi libro, entenda que las pautas de
comunicacin humana eran extremadamente complejas, y argumentaba
que algunas de las rdenes de un doble vnculo podan daar a los individuos, mientras que otras, al contrario, podan ser beneficiosas para distintas personas, incluso teraputicas. Los duelos verbales y los desafos
interactivos, tan caractersticos del ingenio de la Irlanda rural, pueden
haber contribuido a la disonancia cognitiva que sufren algunos esquizofrnicos que no son capaces de distinguir entre lo literal y una verdad
metafrica, pero tambin es cierto que estas pautas de comunicacin han
contribuido a la larga tradicin de santos, poetas y eruditos en Irlanda.
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ningn hijo irlands desheredado era enviado al mundo a buscar fortuna por s solo como ha ocurrido con tantas generaciones de hijos
desheredados en la Inglaterra rural (vase Bird-well-Pheasant, 1998).
Como resultado de ello, la dispora de los irlandeses que a lo largo de
las generaciones ha contado con un nmero significativo de vecinos de la
parroquia de An Colchan, ha contribuido significativamente a la cultura y
a la civilizacin del mundo angloparlante (vase Hout, 1989, captulo 5;
Keneally, 1998). Por todas estas razones y para lo que pueda valer ahora, vaya mi reconocimiento hacia An Colchan.
3. Esta seccin est inspirada en una discusin entre Seamus Heaney y Robert Haas
sobre el arte de traducir poesa>> en la Universidad de California en Berkeley, el 9 de
febrero de 1999.
El legendario hroe de un poema ingls annimo del siglo VIII que vence a un
monstruo y se convierte en rey, pero luego muere luchando contra un dragn (http://
www.wordreference.com). (N. de la T.)
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EN RECONOCIMIENTO DE LA ETNOGRAFA
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propuesto dar el pecho a sus bebs, y se pasan todo el tiempo abrazndolos. A veces creo que es para demostrarte algo.
Cuando volv a mi casa de huspedes para recoger mis maletas,
mi antiguo amigo y mentor en el pueblo estaba esperndome en el saln.
Dnde has estado? Estbamos preocupados. Hemos encontrado
una solucin, dijo desanimado, Puedes pasar aqu la ltima noche,
yo me encargo de que nadie eche la culpa a B., y a primera hora de la
maana volver a buscarte. Estte completamente preparada. Te llevar
hasta Limerick y desde all puedes coger el autobs para Dubln. No
protestes, insisto. Por lo menos as iremos a despedirte hasta el prximo
condado, y mientras podemos hablar.
La maana siguiente, cuando bajaba las escaleras con cuidado de no
hacer ruido, un cuenco de t fuerte y un plato con tostadas me estaban
esperando en la habitacin de los huspedes. iAh!, pens, es la Lon na
Bais, la costumbre de la ltima comida que se deja justo antes de que
muera un viejo ser querido 4 La familia de la casa se haba reunido alrededor de la larga mesa de la cocina para tomar el desayuno que comieron en medio de un silencio casi monstico. Yo trat de quedarme tambin callada en la habitacin de al lado. Cuando me separ de B. para
marcharme es cuando por fin ella me hizo afrontar mi crimen: Todo
ese tiempo que pasabas arriba en tu habitacin, no estabas slo leyendo,
iestabas escribiendo! Has dejado un reguero de papeles en la papelera.
La gente dice que estabas escribiendo. Te han visto garabateando en tu
cuaderno fuera del pub en Brandon. No lo voy a negar, dije yo, pero
4. De acuerdo con la tradicin de West Kerry, se espera que los <<viejos sientan la
llegada de la muerte, que generalmente suele estar representada en el dicho <<La muerte
no ha salido an de Cork de camino para venir a buscarme>>, o <<Me ha dado, he sentido
el golpe en el corazn. Muchos viejos vecinos hablan con gran satisfaccin del momento
en que su madre o padre ancianos se metieron en la cama y mandaron a buscar al sacerdote diciendo: <<Hoy es mi ltimo da, o <<Seguro que no llego a la noche>>. Una manera
ms discreta de sealar que la muerte est prxima era pedir la ltima comida, cuando los
viejos pedan el Lon na Bais, la <<ta Ana explicaba lo siguiente:
<<Una maana, como dos semanas despus de que yo volviera de Amrica, me llam
mi padre a la cabecera de su cama y me pidi que le llevara un gran cuenco de t y dos
rebanadas finas de pan recin hecho. 'Padre', dije yo, 'debe estar equivocado. Nuestra
gente no ha usado cuencos desde hace ms de un siglo. Supongo que querr decir una
taza grande de te'. 'Es un cuenco lo que quiero', replic. Le ofrec coac para aliviarle el
dolor, pero me par y me dijo: 'No hija ma, no necesito ya eso, ya tom suficiente cuand
era nio. Hoy voy a ver a Dios'. As que le llev el t y la tostada, lo dej al lado de su
cama, pero nunca lleg a tocarlo. Se qued sentado en la cama sonriendo y esperando
con ansiedad. Muri aquella noche ... verdad que fue una muerte bonita? Era lo que los
antiguos llamaban Lon na Bais, la comida de la muerte>>.
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Arensberg, C., 1937, The Irish Countryman, Garden City (N.Y.), Natural History Press.
Bateson, G. et al., 1963, A Note on the Double Bind, Family Process, 2: 154161.
Birdwell-Pheasant, D., 1998, Family Systems and the Foundations of Class in
Ireland and England, The History of the Family, 3/1: 17-34.
Bourdieu, P., 1977, Outline of a Theory of Practice, Cambridge, Cambridge
University Press.
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Este texto est inspirado en la charla que impart en el curso Cuestiones de tica en antropologa. La finalidad de mi intervencin era
poner en evidencia los problemas ticos con los que me encontr al
realizar trabajo de campo en un aula de bachillerato. Estos problemas,
probablemente, no hubieran surgido en otro contexto -si mi eleccin
de instituto hubiera sido otra- por lo que considero importante sealar brevemente la finalidad principal de mi observacin y de la eleccin
del aula donde realic mi investigacin, en la que surgieron todos los
dilemas que ir presentando ms adelante.
La investigacin a la que me refiero est enmarcada en el proyecto
Estrategias de participacin social y prevencin del racismo en las escuelas 11 1 En un momento en el que trminos como integracin y racismo
estn totalmente vinculados a otros como inmigracin, minoras tnicas
y necesidades educativas especiales, pens que sera interesante hacer observacin en un aula donde los alumnos compartiesen -al menos aparentemente- nacionalidad, estrato social y capacidades de aprendizaje,
es decir, en un grupo homogneo. La idea era comprobar si en un aula
homognea -como la calificaran los profesores- el nivel de integracin era completo y, por tanto, el desenvolvimiento de las clases y del
proceso de enseanza-aprendizaje, carente de escollos y posibles probleLos problemas ticos aqu expuestos surgieron en el curso de una investigacin
cuyos resultados han sido publicados como La diversidad negada. Factores de inclusin
y exclusin en un aula de bachillerato, en Fernndez Montes y Mllauer-Seichter (2009).
1. FFI2009-08762. Mi estudio estuvo ms relacionado con el concepto de integracin.
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Tener contactos clave a los que acudir -a la hora de comenzar la negociacin para empezar con la observacin- es siempre fundamental.
As, una vez realizado el plan de trabajo, decid ponerme en contacto con
una profesora que poda facilitarme la entrada al instituto. Se trata
de una persona muy respetada en la institucin, tanto por el profesorado
como por los alumnos, y con la que yo siempre tuve muy buena relacin.
Saba que si ella aprobaba mi proyecto, me ayudara a que la din:ictora y la jefa de estudios tambin lo hicieran. As, me cit con ella en
una cafetera y all estuvimos toda una tarde charlando. Le cont las
novedades de mi vida, me cont las de la suya y de ah pas a relatarle la
intencin de mi investigacin y de desarrollarla en un auladel instituto;
le pareci una propuesta interesante y se mostr dispuesta a ayudarme
en la negociacin. Por tanto, gracias a ella y a la relacin de confianza
establecida entre ambas, un camino que podra haber estado repleto de
obstculos, se convirti en un cmodo sendero 2 Haban pasado slo dos
das desde nuestro encuentro en la cafetera y ya tena cita en el despa2. Vase Del Olmo (2003) sobre el tema de la construccin de la confianza y su
importancia en el trabajo de campo.
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ser atribuida a diferentes orgenes. Esa discusin despert mi inters tanto como para decidir realizar !'el trabajo de campo en dicha aula.
Mi plan de trabajo contemplaba ir un da a la semana durante diez
sesiones, as que restaba decidir qu da ira a hacer la observacin. No
se me ocurri en ese momento ver qu profesores impartan las materias en el curso que haba elegido, lo que result ser un error que me
generara problemas posteriores.
Una vez decidido el da de observacin participante, deba pedir
permiso -uno por uno- a los profesores encargados de impartir las
materias correspondientes. Slo dos eran nuevos en la plantilla, el resto me haba dado clase tanto a m, como a mis hermanas y entre ellos
se encontraba un profesor con el que tuve ms de una experiencia
desagradable durante mis aos de estudiante en el instituto. Cuando
me di cuenta pens por un momento en cambiar el da de observacin
para evitar ese nuevo encuentro. Sin embargo, el da que haba elegido
resultaba ideal por ser el ms completo en horario, as que me propuse
lidiar con mis recuerdos y experiencias. Quiz no fue la mejor decisin, puesto que, tal y como me comentaran ms tarde algunas colegas,
pudo interferir en mi percepcin de lo que ocurra durante sus clases.
En todo caso, nuestra visin como antroplogos nunca est exenta de
la influencia de las experiencias acumuladas y el bagaje personaP; no
considero, por tanto, que este incidente fuera ms importante que otros
en el transcurso de la investigacin.
Utilic la sala de profesores para esperar al responsable de cada clase y pedirle permiso para realizar mi trabajo. Debo decir que todos
me escucharon, pero ninguno me pidi explicaciones; sin embargo, me
gustara llamar la atencin sobre un comentario que se repiti con frecuencia: No has elegido un aula representativa.
Aquel da, me fui del instituto con la sensacin de que nadie tena claro cul era mi intencin. Al trmino de mi observacin, tuve exactamente
la misma sensacin. Este hecho fue la causa de un constante dilema tico,
ya que una de las obligaciones ms claras de un antroplogo es que las
personas que participan en la investigacin estn informadas y entiendan
los objetivos de la misma6 Creo que nunca lo consegu.
COMIENZA LA OBSERVACIN
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sin darme opcin a hacerlo de manera directa y personal. Un tanto fastidiada, le comenc a explicar: He venido a hacer una investigacin en el
marco de un proyecto que se llama estrategias de integracin y prevencin
del racismo en las aulas y... Y de pronto me cort: Bueno, bueno, ya est
bien, no les cuentes ms que les las y para qu... Por supuesto, esta frase
me descoloc, ya que para m era impensable comenzar mi observacin
(aunque de hecho ya lo haba hecho) sin que todos los actores implicados
tuvieran clara mi funcin y su papel en el asunto. A veces nuestro rol
-como antroplogas- es difcil de explicar, pero en este caso ni siquiera me dejaron intentarlo ... Me present con escuetas palabras y anunci
que iban a seguir con el temario. En ese momento no me pude contener y
la interrump para explicarles y aclararles que no haba ido a vigilarles
y que, por lo tanto, a m no me importaba si hablaban o no, si atendan o
no, etc., intentando, as, quitarme el estigma que, segn mi apreciacin,
me haba colocado el profesor anterior 8 Entonces surgi la -quiz- inevitable pregunta de una de las chicas que, con tono despectivo, me dijo:
Y entonces, qu apuntas? No fue una pregunta directa, sino ms bien un
pensamiento en voz alta -que ni siquiera iba dirigido a m directamente,
porque ni me mir-, as que no tuve opcin de responderla. Quiz, una
vez terminada la clase, debera haberme dirigido a ella para explicrselo,
pero el caso es que no lo hice. Debo reconocer que se trat de una cuestin personal; lo cierto es que mi posicin con respecto a ella no vari a
lo largo del trabajo y ella jams mostr ningn inters.
Tengo la impresin de que, a pesar de mis charlas con profesores
y alumnos a lo largo de las diez sesiones, nadie termin de tener claras
ni la intencin ni la finalidad de mi investigacin.
El problema con los profesores era diferente: siempre intentaban
redirigir mi observacin, exponiendo que o bien el aula no era representativa y no iba a conseguir nada, o bien que el racismo era un tema
que tocaba muy de lejos a los chavales. Adems, mi rol se iba amoldando segn las circunstancias: tan pronto algunos alumnos me consideraban compaera, como fiscalizadora de sus acciones o simplemente
una persona que apareca y desapareca peridicamente. Los profesores,
por su parte, me hacan sentir tanto colega, como de nuevo alumna,
movindome as en un abanico de nuevas identidades tan cambiantes
como las propias situaciones en las que me mova9
Al entrar en el aula, mi principal objetivo era que el profesor o profesora de turno me cediera un hueco para presentarme ante los alumnos
y explicarles, tambin a ellos, la finalidad de mi presencia en su clase.
Pero como llegu tarde (y toda la responsabilidad fue ma) comenc mi
observacin sin que los alumnos tuvieran la ms remota idea de qu
haca ah y de quin era.
Me dirig al profesor que, sin prestarme mayor atencin, me indic
que me sentara... el problema era dnde? En un aula de instituto no suele
haber mesas vacas; esta vez, afortunadamente, haba una silla. Uno de los
alumnos me indic que poda sentarme a su lado (en esta silla que l utilizaba a modo de mesa auxiliar) as que, sintiendo el peso de casi treinta miradas, me dirig a la ltima fila y all me qued. Esta situacin espacial que
me haba tocado en suerte, me pareci una bendicin en ese momento:
por lo menos no pueden darse la vuelta para mirarme7 -pensaba-. Pero,
cuando todava estaba saboreando mi suerte, el profesor me present:
sta es una antigua alumna del instituto 'que ha venido colaborando con
un proyecto y os va a observar y tomar notas, as que ya podis ser buenos.
Esta frase fue totalmente desafortunada: tanto por lo que dijo como
por cmo lo dijo. Dio la impresin de que era una inspectora que iba
a fiscalizar su comportamiento y, de pronto, mi situacin al final de la
clase se convirti en una desventaja puesto que podan sentirse vigilados
por la espalda. El profesor de la siguiente hora tampoco me dio lugar
para presentarme, por lo que lleg el recreo y los alumnos seguan sin
saber cul era mi funcin. Cuando son el timbre de fin de clase el
'
alumno que tena al lado y con el que haba intercambiado unas cuantas
palabras me dijo: Profe, ahora hay recreo.
Y como colofn, pude escuchar cmo un alumno de otra clase al
'
llegar al aula donde yo estaba, preguntaba:
_y sta quin es?
-Ni idea -fue la respuesta.
Para evitar retrasos innecesarios y poder hablar con la siguiente profesora, me qued todo el recreo en el aula hasta que volvi a sonar el
timbre que anuncia el final del mismo.
Esta profesora tambin haba olvidado para qu estaba yo all. Por
suerte, cuando comenc a explicrselo, lo record -o tuvo la delicadeza
de hacer como si recordase- ofrecindose a presentarme ella misma,
7. Todas las frases en cursiva, de aqu en adelante, han sido extradas literalmente
de mi diario de campo.
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10. Nombre ficticio de la profesora que deba dar clase en ese momento; la misma
con la que yo haba hablado momentos antes.
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Los nicos verdaderos dilemas o problemas ticos que se me presentaron fueron en contextos de relacin profesor-alumno. Voy a poner uno de los ejemplos ms explcitos: Una fuerte regaina de uno de
los profesores a dos alumnas a las que ridiculizaba y pona en evidencia
ante el resto de sus compaeros. N o es que fuera una situacin nueva
para m -ya que en mi poca de alumna tambin viv unas cuantas parecidas-, pero la diferencia est en que desde el rol de alumna/o, se
aguantan esas cosas porque son as y as estn dispuestas (cuestiones
de jerarqua y poder). Pero ahora que mi papel haba cambiado, estas
situaciones extremas de demostracin de poder me parecan totalmente injustas y me violentaban muchsimo ms. La regaina acab con
la expulsin def aula de las dos alumnas. Cuando termin la clase, el
profesor se fue y entraron las dos chicas, una de ellas llorando. Jams
haba hablado con esta alumna y no. saba si actuar o no y, en caso de
hacerlo, cmo. Estaba llorando silenciosamente en su mesa y, a todas
vistas, sin ganas de hablar con nadie. Cmo adivinar cul sera su reaccin en el momento en que la persona que observaba en su aula una vez
a la semana se acercara para hablar con ella? Dej pasar la hora siguiente y el recreo tambin, para que se calmaran los nimos. Finalmente
decid que tena que decirle algo; no me senta cmoda quedndome
impasible ante una situacin tan injusta; me acerqu a ella y le dije:
No importa todo lo que te haya dicho~ t vales mucho ms que todo
esto~ no te dejes hundir. No s si debera haberme inmiscuido, el caso
es que yo me sent muchsimo mejor a pesar de que la chica me mir
muy seria y no me dijo absolutamente nada. En la sesin siguiente, me
salud con una sonrisa por primera vez desde que llegu; en el recreo
me cont su historia.
A MODO DE CONCLUSIN
11. Trmino empleado por los autores. Personalmente prefiero hablar de personas
clave o importantes para la obtencin de informacin.
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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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htm, consultada el16 de diciembre de 2008.
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%B3no/o20y%20%C3%A9tica%20en%20el%20trabajo%20de%20campo.
pdf, consultada el 2 de marzo de 2009.
Del Olmo, M., 2003, La construccin de la confianza en el trabajo de campo. Los lmites de la entrevista dirigida, en M. del Olmo (ed.), Revista
240
241
DELITOS DE OMISIN.
MS ALL DE ESCRIBIR O NO ESCRIBIR:
ACTUAR O NO ACTUAR
Pilar Lpez Rodrguez-Girons
Universidad Nacional de Educacin a Distancia
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DELITOS DE OMISIN
2. Los huertos son una forma de propiedad caracterstica de Murcia. Cuentan con
una casa, por lo general grande y con un jardn de uso particular, pero tambin y en el
mismo terreno, con cultivos de ctricos de extensin variable.
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DELITOS DE OMISIN
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nas ... y no siempre se plantean si su conducta resulta o no tica. El antroplogo es a veces muy inocente. Pero lo cierto es que segn se establecan
las pautas de esta utilizacin mutua pasamos mucho tiempo juntas. La
tarde del parto fui yo quien la acompa a la maternidad, fui yo quien
recogi sus objetos personales (no se permite el acceso ms que a la parturienta, nunca la compaa de un hombre, y slo pudo recibir visitas a la
maana siguiente), fui yo quien avis a Jorge y con l y slo con l esper
hasta las tres de la madrugada en la calle para tener noticias. Para llegar
a eso y despus de eso, la relacin se haba hecho estrecha. Tanto, que en
mis siguientes viajes a Guayaquil tiramos un colchn al suelo, tanto, que
durante ms de un ao tuve llave de la casa y apareca y desapareca entre
viaje y viaje. Y me senta parte de ese hogar que ya no existe.
A lo largo de un ao viaj mucho por Ecuador, conoc muchas de
sus provincias aunque paulatinamente fui centrando mi trabajo en las
costeas 9 , haba intimado con varias familias y haba ido y venido tambin a Espaa, a Madrid y a Totana. Quera y crea en un trabajo de
campo sin campo, pero no encontraba los puntos de unin, senta como
todava siento que daba palos de ciego, vrtigo. Era difcil establecer un
plan de estudio, incluso un objeto de estudio (todava no s exactamente qu estudiaba ... aunque lo saba cuando inici el rodaje), viajaba
segn se sucedan las bodas, las comuniones, los bautizos, las llegadas
de los espaoles, los que vivan en Espaa y venan de vacaciones
despus de muchos aos, las fiestas de quinceaeras ... hasta que ca exhausta en una playa de Manab.
Mi propia intuicin me gritaba que necesitaba un campo, tierra firme
frente a tanto islote. El campo se dibuj tambin de manera gradual.
He relatado cmo al llegar a Guayaquil me sent incapaz de instalarme en casa de Brenda. Lo mismo me sucedi con otras muchas
familias. A muchas de ellas las visitaba desde mi centro de operaciones
en Quito o en Guayaquil, con otras me qued desde un inicio, me sent
lo suficientemente cmoda o estaban demasiado lejos y lejos tambin
de cualquier hotel. Pero con las que comenc visitando la relacin tambin evolucion. Las segundas visitas, a pesar de las semanas, de los
meses en ocasiones, eran reencuentros, como haban sido reencuentros
los contactos en Totana al pasar el tiempo. En las terceras, ya era de la
familia. A Milagro llegu una tarde en los primeros tiempos con idea
de regresar a Guayaquil antes de la noche. Los anfitriones me dijeron:
Usted se queda aqu. Denegu la invitacin. Usted se queda. No era
9.
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10. Un recinto podra equivaler a una aldea espaola, un pequeo ncleo rural
poblado. En realidad el lugar que visitaba no tena siquiera la categora de recinto, aunque
seguir refirindome al mismo como si lo fuera.
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DELITOS DE OMISIN
11. No obstante quiero hacer notar que otras relaciones a las que apenas (o en absoluto) hago aqu mencin fueron y son igualmente significativas.
12. Aunque podra reaparecer en cualquier momento ...
13. Simptica en Ecuador significa guapa>>, en Espaa agradable en el trato>>.
atrs pis tierra ecuatoriana ... y segu sin desmentirla. Pens que no
estaba bien, pero tambin pens que era una mentira inocente que
no haca dao a nadie ni tampoco a mi tesis. Los hermanos de Jorge saban la verdad y ms all de ellos cualquier otra relacin era superficial,
tanto para Brenda como para m misma: los vecinos no formaban parte
del campo, no eran informantes engaados. Haca slo unos meses que
Brenda viva en el barrio y pensaba abandonarlo pronto, estaba de paso,
resistiendo hasta poder viajar a Espaa. Pero no es excusa, lo cierto es
que les ment y que despus, cuando Brenda ya estaba en Totana y me
preguntaban por mi hermana, no recordaba los detalles de su fantasa.
Pero al mismo t~empo la mentira de Brenda me facilit la vida un tiempo despus, Brend es enormemente prctica, su madre y las circunstancias le han obligado a ello y no s ahora si ya desde un comienzo pens
en la posible utilidad de su mentira. Cuando viaj a Espaa Brenda
insisti en que yo mantuviese la llave de su casa y siguiera alojndome
con Jorge siempre que viajara a Guayaquil, para hacerle compaa. Poco
despus volv efectivamente a Guayaquil y pas unas semanas yo sola
en la casa porque Jorge haba viajado al interior del pas, pero incluso
siendo as me di cuenta entonces de que como cuada suya tena cierta
legitimidad para seguir quedndome all a ojos de los vecinos, los caseros no me lo hubieran permitido de otra manera. Como antroploga, como periodista o como simplemente la espaola hubiera sido
inexplicable, inadmisible, y reprobable, incluso que siguiera visitando
a Jorge cuando dej de dormir all. Y segu visitando mucho a Jorge,
pero dej de quedarme ... porque Bren da en Totana decidi inventarse,
a sabiendas de que lo inventaba, que yo tena una relacin sexual con
Jorge. Esa mentira suya ya no era tan inocente (aunque tampoco caus
estragos, pudimos hablarlo directamente y no fue eso lo que nos alej)
pero segua siendo prctica, lo era para ella en ese momento y le permita actuar como actu, evadiendo la mirada crtica de los que ahora
eran sus vecinos en Totana.
En cuanto a Toms quiz debera discutir aqu si es o no tico tener
con l una relacin como la que tengo, pero no lo veo necesario. Una
de las compilaciones que ms tiles me han resultado a la hora de dar
cuerpo a este texto es la editada por Don Kulick y lVlargaret Willson
(1995), Taboo. Sex, Identity and Erotic Subjectivity in Antropological
Fieldwork. En ella los autores reflexionan sobre un tab al parecer implcito en la antropologa: la posibilidad de que los antroplogos, las
antroplogas, puedan sentir siquiera deseo en el campo y la asuncin
de que una relacin en el campo debera de toda manera evitarse. Volver a la compilacin para referirme a otios aspectos de las relaciones
250
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DELITOS DE OMISIN
haban pasado desde que dej de convivir con la que haba sido su mujer
no haba vuelto a tener mujer y quera proteger a sus hijos de rumores
e inquietudes. Sus hijos vivan en Quito, a cargo de otras personas 14 y yo
evit desde un principio todo contacto con ellos. Pero como los campos
se mueven porque las personas lo hacen, su hijo se traslad a la costa
cuando yo ya estaba all... y al conocerme me dijo con bastante intencin: mi papi tiene novia? ... porque yo quiero que tenga ... pero no le
( contest.
Llevaba ya meses visitando El Triunfo cuando me pele telefnicamente con Toms. Puede que s sea tico tener una relacin en el
campo, por qu no, pero quiz no sea lo ms conveniente, quiz sea
demasiado arriesgado para uno mismo, y desde luego yo me alegr mucho entonces de que Toms estuviera tan lejos. Despus de esa pelea que
fue muy dura y pareca definitiva sent terror: sent que me quedaba sin
tesis ahora que por fin haba encontrado mi campo. cmo iba a visitar
a la familia de Toms cuando Toms y yo no nos hablbamos? cmo
iba a pisar la casa en la que ahora viva su hijo? cmo evitar el engao
y al mismo tiempo no traicionar el deseo de Toms? Pero fui capaz de
resolverlo adecuadamente. A los pocos das me encontr con la sobrina
de Toms en un lugar fuera del recinto, quera hablar con ella. Esta
sobrina es particularmente cercana a Toms, su confidente, haba buscado y haba conseguido mi amistad desde que pis por primera vez El
Triunfo y es adems especialmente carismtica, es una lder natural no
slo en su propia familia sino quiz en todo el recinto y ms all. Sin
entrar en detalles le expliqu que haba tenido algunos problemas con
su to y no quera engaarles al respecto, que estbamos muy enfadados
y ya no ramos amigos. Y Diana lo resolvi rpido: Pilar, no te voy a
mentir, te recibimos por mi to. Pero ahora eres nuestra amiga. Punto
y final. A partir de ese momento comenc a quedarme de verdad en el
recinto. No s qu explicaciones dara o dejara de dar al resto de la familia, pero todos me trataron siempre con mucho respeto, los que sospecharon algo fueron tan discretos como yo misma, me dieron la bienvenida entre ellos y me sent cmoda y querida. Por m misma. Y olvid
que eran la familia de Toms, ese seor que estaba tan lejos del campo.
Y cuando finalmente, un ao despus, pasamos a convertirnos en
eso que he llamado novios transnacionales dej que el rumor se extendiera de forma natural, me disculp en Milagro con los antiguos cu14. Como Toms, su madre viva tambin en Espaa, en Madrid. A ella no la conoc
hasta mucho despus de haber regresado de Ecuador; nunca ha estado en ninguno de mis
campos.
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DELITOS DE OMISIN
ados, concuados y sobrinos polticos de Toms y expliqu que realmente esa relacin era reciente, que no quera que pensaran que les
haba engaado, y tampoco hubo problema, para ellos tambin yo era
una amiga y se divirtieron a mi costa. De hecho se divirtieron mucho.
Como no saba realmente si mi relacin continuara o se disolvera a mi
regreso a Espaa insist mucho en que slo ramos novios, que ellos
traducan como enamorados, personas que vacilan pero no tienen
relaciones sexuales. De tener relaciones sexuales lo correcto sera convivir, ser marido y mujer. Y era importante que no dieran por sentado
esa convivencia: el hijo de Toms (que haba vuelto a moverse y ya no
viva en la casa donde yo pas a instalarme) pareca contento de que su
padre tuviera novia espaola, pero era prematuro que me mirase como
a madrastra. iSi yo casi no conoca a Toms!, y, desde luego, lo conoca mucho menos que a todos ellos.
Pero cuando no era explcita con respecto a las relaciones sexuales no trataba slo de proteger al hijo de Toms, intentaba tambin
protegerme a m misma. Los antroplogos queremos ser aceptados por
nuestros informantes y para lograrlo proyectamos una imagen de nosotros mismos que, sin tener por qu ser falsa, no es idntica a la que
proyectaramos en casa 15 Hasta el momento, mi comportamiento en
el recinto haba sido el de una mujer decente 16 y, pese a las representaciones locales en torno a la accesibilidad sexual de las espaolas,
haba conseguido mantener comedidos a otros pretendientes. Me haca
respetar y me respetaban. Quera yo renunciar a esa imagen?, saba
cules podan ser las consecuencias? Pero puesto que hablamos de tica, mencionar un aspecto de la reciprocidad de la que a veces se habla
entre antroplogo e informante que parece siempre pasarse por alto: la
reciprocidad en las confidencias. Por qu me senta obligada a hablarles de mi intimidad?: porque yo les preguntaba por la suya.
La maana siguiente a un bautizo, del que yo, por cierto, haba sido
madrina, los supervivientes estaban reunidos en corro frente a la casa
de los abuelos de la nia. Yo haba descansado en la casa de al lado me
haba despertado sana, haba desayunado bien y me un al corro.' Era
ya medioda. Circulaban las cervezas. Algunos todava no haban dormido desde la noche anterior, algunos seguan borrachos; otros haban
cado sin sentido cerca, otros haban recuperado el sentido haca unas
horas y estaban cerca de perderlo de nuevo. Aunque no llegu a embo-
rracharme esta vez, s estaba eufrica y relajada como ellos. Estaba con
la familia de la antigua mujer de 1oms17 La noche antes algunos se
enteraron por primera vez de que Toms y yo ramos enamorados,
y haban bromeado con ello, pero el anfitrin, don Milton, todava no
lo saba y yo quera que se enterase para evitar sentirme incmoda. No
s cmo, don Milton comenz a hablar de Toms. Deca para guapo
mi cuado; isiendo yo mujer, me acostara con l! 18 Y yo contest ante
al corro: iY yo!. Se rieron. Doa Clotilde, la mujer de don Milton
se rea: iMira la espaola! iY pensbamos que era coco!. Y sin saber
muy bien lo que deca, un poco intimidada por ser el centro de atencin, contest: Pues no. Tiempo despus recapacit e indagu: coco
significa virgen. As que bebiendo cerveza, delante de una audiencia
que me rodeaba en corro y que adems perteneca en su mayor parte
a la familia de la esposa de Toms, me declar no virgen e hice pblico
que haba tenido relaciones sexuales con Toms. No pas nada. Don
Milton levant la cerveza: iBrindo por mi cuado!, y doa Clotilde
me pidi que fuera un da la madrina de su boda con don Milton, con el
que conviva ya cerca de cuarenta aos. Haca dos aos que comparta
bailes y risas con ellos, era comadre ya de. dos de sus hijas, de una de
ellas conoca toda su vida personal, iba a cambiar algo ahora porque
yo no fuera coco? Lo nico que cambi es que ahora mis comadres
tambin me preguntaban a m sobre sexo.
Si he relatado esta ancdota es porque me ayuda a ilustrar ese proceso de cambio, cambio en las dos partes, desde que se inicia la relacin del antroplogo con el informante hasta que se convierte en algo
distinto, hasta que la nocin de la diferencia comienza a difuminarse.
Sin duda, desde que la espaola deniega una invitacin para quedarse
en Milagro por miedo y por vergenza y se queda slo forzada por las
circunstancias sin saber cmo llenar los silencios de las muchas horas
por delante, hasta que esa misma espaola, en ese mismo lugar, bromea
sobre su virginidad con un grupo de borrachos, su manera de actuar en
el campo ha cambiado. Sobre ello continuar hablando en los siguientes
apartados: si vamos a plantearnos consideraciones ticas sobre la conducta del antroplogo en el campo, o sobre la posibilidad de utilizar o
no lo que se le cont, estimo que es desde ah, desde la idea de cambio
y de proceso desde donde debemos hacerlo.
15. Sobre esto mismo, vanse textos de Dubistch (1995) y Gardner (1999).
16. En realidad, humilde y <<tranquila>> seran trminos ms acordes con el discurso
<<nativo.
17. Aunque lo cierto es que legalmente seguan casados, haca ya ms de diez aos
que no convivan y nadie les consideraba como <<marido>> y mujer>>.
18. <<mi cuado s que es guapo ... isi yo fuera Fhujer me acostara con l!.
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casarme con un hombre del pueblo? [... ] la idea hubiera parecido demasiado extraa, impensable incluso. Los del pueblo pertenecan a un
mundo muy lejano al mo, y estbamos adems separados por educacin
y por clase (Dubisch, 1995: 29).
DELITOS DE OMISIN
que estaba viendo de frente la cara a la miseria y que nunca sera capaz
de convertirme en una intrpida antroploga. La sensacin de pavor, de
inseguridad, era entonces frecuente, en Totana y en Ecuador. Hoy la
entrevista la hubiera realizado tumbada sobre la cama y sin grabadora,
el orinal no lo hubiera visto ... ni olido. Las casas de caa, como las de cemento por terminar de construir me parecen ahora residencias de verano
realmente agradables ... slo a veces, pocas, recuerdo que no hay dinero
para ir al doctor.
Pero en esos primeros tiempos senta tambin que tena permiso
para contarlo todo. Tena permiso porque me lo concedan ... y porque
eran el otro. Era capaz de ver, ya entonces, la diferencia en el interior del nosotros y deseaba a menudo escribir sobre esas distancias,
tan dolorosas a veces. Pero no poda: porque de la intimidad del nosotros, del ms cercano, del que est cargado de afectos y envidias,
recelos y necesidades, no se escribe. No se debe, no se tiene permiso y
sera una deslealtad hac~rlo. Junto a esa frustracin senta un malestar
que era una advertencia, me pareca que considerar que del Otro, de
su intimidad, s que se poda escribir, significaba de alguna manera deshumanizarlo. Hacerlo ms otro, reforzar lo que nos divide y debilitar
nuestro sentido de comn humanidad (Bolton, 1995: 140).
La cuestin es que el tiempo construye nuevos nosotros. Qu
sucede entonces cuando el otro se convierte en un nosotros, en otro
nosotros del que tambin formo parte, aunque parte, quiz, extraordinaria? Qu sucede entonces con los permisos?
Cuando comenc mi tarea, los informantes consintieron en relatarme a m, una extraa, los secretos de su vida y consintieron en que
esos secretos se hicieran pblicos un da, con garantas de anonimato
algunos y con ansias de protagonismo otros. Pero poco a poco para
muchos dej de ser una extraa, saban que algn da escribira un libro
sobre ellos y yo misma les adverta, de tanto en tanto, de que segua
observndolos, pero con muchos, sa pas a ser una cuestin secundaria
de nuestra relacin (y sin duda hoy lo es). segua teniendo su permiso?
Hasta cundo? para contar qu y qu no? Lo tengo ahora o lo tendr
en el futuro si mi relacin con ellos cambia, como seguro cambiar?
Brenda fue muy generosa contndome desde un inicio aspectos
de su vida que a m me parecan profundamente ntimos. Pero mucho
despus Brenda tambin, llorando, me confes algo que nunca haba
contado a nadie20 La consol como pude y no hablamos de permisos.
20. A lo que por supuesto no hago ninguna referencia en este texto, ni directa ni
veladamente.
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DELITOS DE OMISIN
Ms adelante, cuando estaba cerca de partir decidi, ella, que grabsemos una conversacin, comp regalo de despedida, creo, porque en el
da a da de nuestra convivencia siempre posponamos una entrevista
que nunca acababa de formalizarse. En un momento de la grabacin
admiti haberse portado muy mal dos veces en su vida. Quise saber y
le pregunt. Ella me contest: Todos tenemos nuestros secretos. No
porque estuviramos grabando, era un pensamiento que haba repetido
ms de una vez esa misma semana. Y efectivamente al final result que
Brenda tena muchos secretos.
Algunos, de Brenda como de otras personas, s que no debo contarlos y me encuentro, como las investigadoras del caf de Quito, con que
de lo ms interesante nunca se puede hablar. En muchas ocasiones los
secretos que ms me interesaron fueron los que todava no haban sucedido cuando mis informantes comenzaron a desnudar sus vidas para
m, otras veces los que me ocultaron precisamente porque ya no era
una extraa.
As que, a menudo, en una parte del camino perdemos el permiso. El
permiso tiene lmites y es difcil a veces vislumbrarlos cuando se ha tejido
una relacin que nos acerca al nosotros. Es una idea central de este texto que en el proceso de trabajo de campo las relaciones se transforman,
evolucionan, como evolucionan tambin antroplogo e informantes.
La seora que me recibi en Quito, doa Mercedes, a la que quiero
mucho y que ahora tambin vive en Totana, ,me llam un da por telfono todava en Ecuador: Pilar, venga, necesito que me entreviste,
porque la entrevista tena para ella un efecto teraputico. Pero las relaciones humanas no tienen la forma de una entrevista dirigida. Una de
las herramientas de la entrevista dirigida es el aj con .el que el antroplogo evita emitir juicios y anima al informante a continuar su charla.
Pero en la vida real, ms all de la entrevista, el informante pregunta al
antroplogo, le pide opinin o le pide consejo. Yo me pronuncio, inconscientemente en muchas ocasiones. Una de las veces_ en que la visit,
doa Mercedes me hablaba de su hija y deca ... pero ya no pienso as.
Me interes mucho ese cambio que era un cambio en lo ms profundo
de sus creencias y le pregunt por qu ya no pensaba as. Su respuesta
me alarm: Usted me ha convencido. cundo la convenc? ... Charlando una tarde, atravesando la ciudad en trolebs 21
En mis relaciones en el campo me pronuncio primero tmidamente,
justificando y traduciendo; despus, desde los nuevos valores adquiridos,
porque quiz yo ya tampoco piense as, o desde la confusin, el revoltijo racional y emocional. Pero me pronuncio, lo hago constantemente. Y
progresivamente pierdo el miedo a hacerlo, progresivamente tambin
me relajo, abandono normas que me esforzaba por respetar escrupulosamente y me burlo de m misma y de mi informante. Recientemente
doa Mercedes pas una noche en mi casa, vino con su hermana, su hija
y el novio de su hija. Se presentaron repentinamente porque su hermana haba perdido el vuelo de regreso a Ecuador. A la maana siguiente
fuimos todos, y tambin Toms, al aeropuerto creyendo que todo estaba
dispuesto para que viajara ese mismo da y nos encontramos con una
situacin desquiciante: estaba en una lista de espera, slo podra saber
si tena plaza o no pasando el control de viajeros, pero si finalmente
no se le daba plaza tampoco podra regresar del otro lado del control a
Espaa, quedara aprisionada indefinidamente en un limbo aeroportuario. Mientras la familia de doa Mercedes desayunaba plcidamente
en la cafetera, Toms y yo corramos al borde del infarto de un puesto
de informacin a otro. Finalmente viaj ese da. Doa Mercedes, que es
predicadora evangelista, me deca: Yo estaba muy tranquila, saba que
Diosito lo resolvera todo. iDiosito y yo, seora!. Y ella se rea.
Cuando me burlo de mi informante, o cuando le reprendo como hice
en una ocasin con Brenda (del mismo modo que ellos se burlan de m
y me reprenden), en realidad he pasado a humanizarlo, he dejado de
vef la diferencia por encima de lo que nos hace iguales, nuestra comn
humanidad. Hay un momento en el proceso del trabajo de campo en el
que algunas de las relaciones antroplogo-informante se convierten en
eso que he llamado relaciones persona-persona: relaciones en las que los
roles de investigador e investigado han dejado de jugarse.
21. As, la investigadora y sus informantes son ambos y al mismo tiempo cambiados
y agentes de cambio (Gardner, 1999: 52)
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CASOS/DILEMAS
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DELITOS DE OMISIN
3. Cuando Brenda iba a partir para Espaa supe que estaba mintiendo a Jorge, que confiaba plenamente en ella, en un aspecto que
podra perjudicarle gravemente, aunque no saba realmente hasta dnde pensaba llegar. N o avis a Jorge por no traicionar la confianza23 de
Brenda, pero s intent que tomara medidas que le protegieran. Brenda
actu mal, no mal segn mis valores, sino mal tambin desde los suyos.
Una vez en Espaa Brenda se arrepinti y corrigi la situacin que haba
creado ..Antes yo le haba escrito un correo electrnico expresando mi
disgusto y me contest diciendo que estaba de acuerdo con mi repelada. Si no hubiera cambiado ella de opinin creo que yo me hubiera
sentido siempre muy culpable. Interfer y lo sigo haciendo en muchas
ocasiones, cuando mi malestar es mayor que no hacerlo.
4. Ya llevaba un ao yo en Ecuador cuando vino un amigo desde
Totana, llammosle Washington. Washington era marido de una gran
amiga ma, de la que no he hablado en este texto, pero que contina
hoy da siendo parte importante de mi vida y nos visitamos a menudo.
Yo a ella como ella a m, por el gusto de vernos. Washington sospechaba
que su mujer le haba sido infiel y haba regresado a Ecuador por tiempo indefinido. Deseaba asesinar a su mujer y a un hijo comn de cinco
aos y lo encontraba plenamente justificado. Pas mucho tiempo con
Washington, discut sus puntos de vista e intent convencerle de que,
al menos, no matara al nio. Pero en unos momentos que eran para m
22. Cuya ayuda, en ste como en otros momentos en que la he necesitado, ha sido
inestimable. Ms all de un respaldo institucional, Manolo Garca Solaz me brind tambin el apoyo humano que necesitaba, por lo que le estoy muy agradecida.
23. Y este saber de unos lo que no queran que otros supieran ha sido -y es- una
constante durante mi trabajo de campo con la que he ~enido que debatirme para cada caso
particular.
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DELITOS DE OMISIN
tambin difciles porque tambin yo haba interrumpido todo contacto con Toms, Washington fue un gran apoyo: hicimos excursiones, lo
visit en su ciudad y fuimos juntos a bailar a la discoteca. Un tiempo
despus viaj de nuevo a Espaa, y se reconcili con su mujer. Se han
vuelto a separar y ahora, ya despus de haber pasado dos aos de mi regreso a Espaa sent terror por el nio, un terror que ha demostrado ser
injustificado. Pero ahora mi posicionamiento, o mi sentimiento, hacia el
hecho es otro y, por el momento, me he alejado de Washington. O he
continuado cambiando, o he salido del estado de shock.
5. Un buen amigo en Totana luch mucho para reagrupar a su hijastra adolescente. Hablaba de ella a veces con un cari9 que pareca
excesivo. La visit en Ecuador y conoc a la seora que se haca cargo de
ella. Esta seora no me tena ninguna simpata (al parecer pensaba que
yo era lesbiana) pero me pidi que si le ocurra algo a la nia cuando
estuviera en Espaa la avisara. Sucedi lo que creo que las dos habamos
imaginado y habamos intentado desechar de nuestra imaginacin: mi
amigo y su hija poltica, su entenada, pasaron muy pronto a tener
relaciones sexuales consentidas y buscadas por ambos. Sent dolor y
una enorme revulsin, pero no hice nada. Cuando volv a Espaa habl
con mi amigo. Haba tenido ideas de suicidio, haba pensado romper su
matrimonio y comenzar una nueva vida con la adolescente -pero, dijo,
no poda-, haba pensado dejar a madre e hija y regresar a Ecuador
(sta era mi opcin favorita). Finalmente no hizo nada de lo anterior y
por un tiempo continu viviendo con ambas. Aunque fue uno de mis
primeros informantes y al que ms apreciaba en los inicios, lo he sacado
de mi vida, temporalmente al menos. Hacia su mujer tengo sentimientos contradictorios, entre ellos, rabia. En Ecuador nunca cont lo que
saba (para qu? 24 ).
6. Un adolescente que me importaba mucho cometi algunos delitos durante su proceso de reagrupacin. Interced para evitar que se le
denunciara por ello, de no hacerlo nunca hubiera podido reunirse con
su familia en Espaa.
24. Se trataba de relaciones consentidas, la seora que estuvo a cargo de la adolescente no tena ninguna potestad sobre ella y, de haber querido viajar a Espaa, probablemente no hubiera obtenido el visado ... qu de bueno hubiera resultado de que yo se
lo contara? Es ms, quiz, slo quiz, la verdad hubiera roto cualquier vnculo entre la
seora y la adolescente.
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DELITOS DE OMISIN
que he escogido para este texto), son situaciones en las que sufr y no
quiero rememorar. Si puedo hacerlo es porque ahora no tengo relacin
con los protagonistas, porque he puesto distancia, no fsica sino vital.
Porque en lo fundamental he salido del campo.
A MODO DE CONCLUSIN
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DELITOS DE OMISIN
Os lo envo ahora, para que veis que algunas cosas siguen siendo las
mismas (las preocupaciones) y otras son muy diferentes: principalmente
ahora soy mucho ms cnica y me conmuevo menos para bien y para
mal... y comienzo a defenderme de los revoltijos emocionales ... pero sigo
siendo ms o menos buena gente, no creis: -) ...
Noviembre de 2004
[... ]revisando archivos viejos he visto un correo que os escrib en noviembre del 2004 y me dio vergenza enviar (pudor por ser un poco cursi o
pedantilla o algo as... ).
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DELITOS DE OMISIN
dejo de escandalizarme y me acostumbro). Y para recuperarme a m misma ceno en sitios caros (cuatro dlares ... ) con baldosas en el suelo.
Pensaba que nuestro mundo (el de las baldosas en el suelo) no era
real, un escenario de Walt Disney... pero quiz el que no sea real sea
ste ... qu tiene de real dejarse morir?
Ayer la nia me dijo que haba vuelto a soar conmigo (la noche
anterior so que la regaaba por utilizar mi cmara ... vaya ... ), pero esta
vez era un sueo triste: no era verdad que volvera en marzo, yo me iba
para no volver nunca al Ecuador. Qued atrapada con su sueo. La nia
lee despacio, silabeando, pero escribe en el ordenador ms rpido que yo.
La nia es blanca, muy inteligente y una belleza (a m me recuerda a Emanuelle Beart -como se escriba- pero ms sensual o ms dulce depende
del momento). La nia ha sido puta, raptada. La nia se ha defendido con
cuchillos y ha fajado y pateado a otras mujeres (es que cuando le mientan
a la madre .... ). La nia -y el beb- est amenazada de muerte. La nia
quiere a su marido que es un chico estupendo (esto lo digo yo, empiezo a
darme cuenta, aunque ella es ms amiga). La nia quiere ser biloga, el
marido arquitecto. La nia ha sido violada. La nia cree en sirenas. La
nia tiene un padre muerto pero como no ha visto el cadver cree que lo
encontrar algn da. El padre muerto visit a la madre un da que ella
dorma. La nia mira los peces de colores, les escupe al agua, y los mira
y los mira fascinada... la nia me cuenta su vida sin casi respirar, le caen
las lgrimas y sigue hablando, habla y habla, se re ... y yo no grabo nada.
Vemos la televisin, dormimos la siesta.
La verdad, cada vez necesito menos escribir una tesis bonita: quisiera
ganar mucho dinero (para seguir siendo herona y para cenar en sitios
caros ... ?) [... ]
En fin, que aunque me ponga profunda, la verdad es que me lo sigo
pasando muy bien por aqu, que por suerte no todo me da igual, pero
tambin por suerte y pese a los sustos ocasionales, nada me agobia demasiado, y que ah ando intentando ver dnde estn los lmites, cules
quiero poner y cules no, queriendo poner distancia y queriendo no ponerla. Y al final a lo mejor hasta me sale una tesis bonita. O no, tampoco
importa. Pero espero que le pasen las fiebres a la nia.
Un abrazo muy fuerte
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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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La ciudad es un lugar donde las personas pueden aprender a vivir con extraos, a compartir experiencias e intereses de vidas ajenas a las suyas.
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Cierra los ojos por un momento y recuerda tu niez.
cul era tu lugar favorito?, un manzano viejo?, el chasis de un camin abandonado en un descampado?, el
parque del barrio?.
Clare Cooper Marcus 1 (Millar, 2007: -1)
273
274
Los nios han conquistado un sitio privilegiado en la agenda de discursos pblicos del siglo xx, que ha sido designado por Ellen Key como el
suyo. Y sin embargo, las contradicciones son patentes. Los nios son
vctimas y culpables. Sufren pobreza pero son objeto de la publicidad.
Son mimados y desatendidos. Estas paradojas culminan en un campo de
3. Vase tambin: Perrazo (2003), Tonucci (2006), Alderoqui (2000) y Miller (2007).
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9. Milstein (2006: 1).
10. Ibid., 2.
276
INTENCIONES
11. http://www.bcn.es/agenda21/A21_AGENDA_CAST.htm.
12. Milstein (2006: 2).
277
278
por diecisiete nios, de ellos siete nios y diez nias 14. Aprovechamos la
ronda de presentaciones para saber el origen de procedencia de cada
nio; slo dos nias del grupo eran espaolas con padres autctonos,
la mayora ha nacido en Espaa pero sus padres eran de origen extranjero15. En este momento de la investigacin, la plaza estaba en obras y
varias vallas verdes la cubran ya desde haca varios meses. El acceso a
las puertas del centro era difcil, la movilidad de los nios -que solan
usar la plaza como descarga de energas ms inmediata- result complicada en estos das. Teniendo en cuenta esta situacin, la percepcin
ms frecuente de los nios durante esta entrevista era generalmente
negativa: mucho ruido, mucha suciedad, contenedores llenos de basura, material de obra que dificultaba el juego. Un aspecto que nos llam
la atencin en la suma de respuestas a la pregunta: os gusta la plaza
Agustn Lara?, fue la mencin de coches.
Dado que la obra duraba muchos meses, los bordes de la plaza -nico sitio que en estos momentos todava permita el juego, aunque de
manera muy reducida- fueron poco a poco apropiados por los vecinos
para convertirlos en aparcamiento 16 . Varios de los nios mencionaban el
hecho de que aparte de utilizar la plaza como estacionamiento, algunos
conductores adems la usaban como atajo entre dos calles paralelas 17 .
El material de esta primera toma de contacto con el grupo de los ms pequeos muestra en gran parte la desesperacin que provocaba la situacin
vivida en este momento. Debido a la edad de los nios y la tardanza de
las obras, salt a la luz un hecho sorprendente: algunos del primer grupo
ni siquiera saban cmo era la plaza antes de que comenzaran las obras
y, en consecuencia, slo deseaban que se quitase las barreras y las vallas
para jugar en ella. En cambio, la memoria de los nios del segundo grupo
(que llevaba yendo al centro varios aos) era capaz de relatar los dos ltimos cambios llamativos que sufri la plaza en los pasados cuatro aos.
El siguiente paso de la investigacin consisti en dotar a los nios de
cmaras digitales para que recorriesen su entorno habitual tomando fotos
en los espacios que frecuentan para el juego y sacando las imgenes que
14. Esta anotacin tiene que ver con el inters que el aspecto de gnero tena en
nuestro trabajo, relacionado con los resultados del que realiz un grupo nterdsciplinar
en los parques de Viena.
15. Origen: 2 Espaa, 5 Ecuador, 2 Colombia, 1 Venezuela, 1 Repblica Domnicana, 5 Marruecos, 1 India.
16. La observacin participante durante el perodo de investigacin muestra que la
intervencin por parte de la polica para despejar la plaza era casi nula.
17. La plaza tiene dos entradas: una desde la calle de Embajadores, y la otra, desde
la calle de Mesn de Paredes.
'
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WALTRAUD MLLAUER-SEICHTER
Las fotos, ordenadas aqu segn la divisin plaza/parque, se expusieron en una pared en el centro y sirvieron como fondo o escenario para la segunda vuelta de grupo de discusin trabajando en este
caso lo que significan para los nios los trminos plaza y parque. La
experiencia mostr que los pequeos tienen una visin difusa de los
conceptos y trabajan en sus relatos con las categoras grande o pequeo, que aplican en relacin con la especie de juego que tienen asignado
en un lugar determinado 19 En cambio, los nios mayores elaboraron
una muestra ms amplia de categoras, distinguiendo adems entre:
plazuelas~ bloques de viviendas y aceras ms amplias, que tambin dan
juego para el ocio 20 Una vez terminado el trabajo con los pequeos, se
repiti con el segundo grupo teniendo en cuenta algunas variaciones
que adaptamos a la edad.
Fotografa de W Mllauer-Seichter.
18. Agradecemos en general la clida acogida que nos mostraronlas personas que trabajan en Paideia, tanto en la direccin (plaza de Tirso de Molina) como en el centro de da
(plaza de Agustn Lara), especialmente los monitores de los grupos: Ruth, scar, Javi y Alicia.
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muestra el diseo actual de la plaza. Trabajando en su propia interpretacin del dibujo se manifiesta que hay elementos especficos en relacin
con el gnero. Los chicos reivindican las casas en los rboles, mesas de
ping-pong, mientras que las ideas de poner una hamaca, la fuente y la
piscina de bolas surge ms bien de las nias22 Llama la atencin que
en este dibujo revive el merendero que en la reforma de las plazas ha
desaparecido por completo y con l una comunicacin ms estrecha alrededor de la mesa con la opcin de compartir juegos o comida llevada
de casa, en el espacio pblico sin necesidad de consumir en las terrazas
de los bares. Adems de que restringe el acceso a gran parte de las personas que habitan el barrio, pensamos que se pierde tambin para los
nios la oportunidad de conocer otros pases y costumbres a travs de
sus sabores y elaboraciones distintas.
Fotografa de W. Mllauer-Seichter.
21. Tal como est elaborado el dibujo, se entiende que lo generaron los monitores,
recogiendo las ideas en la discusin con los nios. Este paso se desarroll en nuestra ausencia, un plus>> aadido que nos dedicaron los nios y los monitores.
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Fotografa de W. Mllauer-Seichter.
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WALTRAUD MLLAUER-SEICHTER
Las preguntas que hicimos a los nios fueron, por orden: De dnde vienes? Qu te parece el :tambio de la plaza? Por qu te gusta 1no
te gusta? 23
JosEL: Me parece bien ... pero con bastantes peligros para los nios [porque] si ... , porque estas barras estn as... oxidadas y los nios pequeos
se las meten en la boca. Y se pueden cortar... [y esto ha mejorado en la
reforma?] No, todava no.
AYEN: Me gustara que la cambiaran [Y eso, por qu?] Pues el parque infantil, que hagan un cambio para que no entren perros ... ya haba mucha
gente que se ha resbalado por culpa de los excrementos ... Y poner sillas
cmodas, para las seoras mayores ...
DAMIN: Me gustara tambin que cambiaran el parque (tiene el brazo
escayolado) que la parte de la me he cado sea ms baja (risas entre los
nios) ... es la parte que tiene el tobogn ...
MANuEL: A m me gustara que cambiasen el parque y quitasen el porche
y tambin los zigzags, porque ahora no puedes pasar con las bicis.
JoNATHAN: Yo tambin quiero que quiten eso (zigzags) porque ahora que
queremos jugar ftbol no podemos ....
]ENNIFER: Me gustara que quitaran todo y lo volviesen a hacer de nuevo
como en este dibujo ... (risas de los dems), ipues s, as y ya est!
MELISA: Deberan cambiar la entrada del garaje. Porque nos tapa (la
puerta y las ventanas del centro Paideia ). Entonces habr ms espacio.
En las dos puertas pueden entrar las personas. iPues, que quiten una!
(Cul?) La que tenemos delante y que tapa tambin las flores, la otra
(casi incorporado en una de las escaleras que bajan a la plaza) no molesta
a nadie ... , que la gente entra all.
El grupo de nios mayores slo cuenta con uno de Madrid de padres espaoles y dos, nacidos aqu pero con padres inmigrantes, el resto
del grupo, en total diecisis, proceden de Santo Domingo, Ecuador,
Colombia y Marruecos. La queja ms frecuente de los nios se centra en
la reciente incorporacin de un elemento extrao, que los nios llaman
el porche o zigzag, y que ocupa casi un tercio de la plaza actual. En
este momento, ya ha pasado ms de un ao de la ltima reforma de la
plaza, el tiempo dio la razn a los nios. Este elemento casi no ha tenido
uso real. Aunque, en una segunda vuelta de reforma se pusieron columnas de colorines con una especie de tejado de reja que tampoco protege
de la lluvia, sino que slo oscurece esta parte de la plaza. Su extraa
forma, en vez de animar la fantasa de los nios (por eso se explican las
23. En estas entrevistas habr que tener en cuenta que estamos trabajando sobre los
contenidos de las fotos sacadas.
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lista de los chicos en relacin con sus deseos sobre el mobiliario urbano
de la plaza. Una explicacin de esto puede encontrarse en la filosofa
educativa de Paideia que se inclina en el trabajo por nivelar, tanto las
diferencias de gnero, como de pas de origen.
describe el dibujo de las chicas:
Hay una hamaca, pues aqu, las bicis, los cascos ... eh, puedes montarte
en el tren para conocer el barrio, o tambin para ir a la piscina (no hay
ninguna cerca) o jugar el ping-pong. Hay un merendero, por si ests
cansado de jugar o tienes hambre. Y. .. una huerta y una fuente ...
}ENNIFER
CSPED
JoNATHAN: iS hay, en el Casino! iPero muy poco, cuando llueve se ve la
arena! iY dicen que est prohibido pasear perros, pero hay muchsimos
perros!
IsMAEL: Me gustara hacer volteretas, tirarme al suelo, iahora te haces
dao!
Para la mayora de los nios que acuden al centro Paideia, las plazas y el parque tambin forman el entorno que frecuentan con sus familiares, o, en algunos casos, bajan solos para encontrarse con sus amigos.
Segn lo que nos cuentan los nios a esta edad, a diferencia de las nias
que suelen venir con las madres y otros familiares, los chicos ya acuden
por su cuenta para quedar aqu con sus amigos. Lo que observamos
entre los nios del centro, que se compone en su mayora de nios de
inmigrantes, es que se refleja una experiencia de una avanzada autonoma en comparacin a nios autctonos de su edad, una realidad que
coincide con las observaciones en el mbito germnico y en Austria. Otra
conclusin es que los nios tienen desarrollados criterios muy claros sobre la calidad del mobiliario urbano, lo que queda claro en su discusin
sobre la naturaleza de los bancos:
SAIDA: En el Casino podrn poner bancos ms cmodos para las madres.
Ms cmodos?
iQue no dejan apoyarse a las seoras! Son de piedra.
iY en la plaza Cabestreros! Son todos iguales, unos trozos de cemento.
iY ah pegados, no se pueden mover!
Son fros, muy fros, el culo se te pega mucho (risas).
y en verano?
VARIOS JUNTOS: iCaliente! iNo! Huy, qu dices?, iyo me he quemado!
RESULTADOS Y CONCLUSIONES
Terminamos este microestudio en otoo 2007, casi un ao despus de la primera entrevista con los nios de Paideia. Quedan por
formular respuestas a preguntas como: Qu nos aport esta investigacin? A quin sirvi? podamos cumplir los objetivos con los que
abrimos la hiptesis de este trabajo?
En este estudio hemos aprovechado experiencias, conocimientos y
herramientas de disciplinas afines a la antropologa urbana, como son
el urbanismo, la arquitectura. El trabajo junt a expertos de todas ellas,
y por ello las discusiones y, como resultados fructferos, los reajustes de
diferentes enfoques disciplinarios sobre un mismo espacio resultaron, no
slo enriquecedores para la mirada antropolgica, sino que hicieron palpable la presencia y responsabilidad de nuestra disciplina en el terreno
poltico de la toma de decisiones. Digamos que el papel de la antropologa en este campo sera el de transformar la opinin ciudadana, la opinin experta de los nios, el inters de los nios, en un texto vlido que
debera ser considerado como participacih activa por los rganos oficia291
292
293
como una intervencin preventiva para que los nios y jvenes, sobre
todo aqullos con una situacin familiar ms complicada, no se desven
hacia la marginalidad.
Como queda reflejado en este texto, a veces el trabajo de campo
nos desva de la puesta en prctica estricta de las tcnicas metodolgicas que proponamos al inicio de la investigacin, y ello es debido a las
peculiaridades que muestra el campo real donde recogemos los datos
e interactuamos con aquellos que nos aportan conocimiento. Aunque
hubiramos deseado ms interaccin directa con los nios, al fin y al
cabo, los protagonistas de esta investigacin, pensamos que el resultado de generar una voz ms en el abanico de opiniones sobre el diseo
urbano ha valido la pena. Las reglas del juego nos las cambiaron los
monitores del centro Paideia, pero quizs nos ayudaron a llegar a los
resultados por otro camino que antes no vimos. En este sentido resulta
valiosa la siguiente reflexin de Paul Willis:
EL TIEMPO NO SE DETIENE.
LO QUE OCURRI EN LAVAPIS MIENTRAS TANTO
Durante todo el mes de diciembre el conjunto de puestos qued cerrado, y pocos das antes de las fiestas de Navidad se pudo apreciar la
clase de artculos en venta. Se trataba de otro de los numerosos mercadillos de productos tnicos y artesanos que han inundado este ao la ciudad
de Madrid. Aparte del diseo de los mdulos de_puestos de forma clnica
y poco esttica, la mitad de las casetas no lleg a encontrar dueo y
permanecieron inutilizadas, ocupando intilmente el poco espacio que
queda para el juego. La visin del conjunto mostr ms bien una impresin lamentable. La semiapertura provoc, en vez de una evocacin
del espritu navideo, una sombra que reflejaba la complicada situacin
econmica que est pasando el pas en este momento.
Amparadas en el trmino dinamizacin del espacio pblico, ltimamente bastante utilizado y gastado hasta el punto que cabe definir de
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Fotografa de W. Mllauer-Seichter.
WALTRAUD MLLAUER-SEICHTER
Fotografa de P. Aillapn.
27. Gerlich, Ritt y Schawerda (1997); Jessen, Schafers y Weeber (2002) y Lebensministerium (2004).
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Resulta extrao, pero los nios que todava gozan de libertad de jugar
en el espacio socializado de las calles y las plazas en este barrio (y otros
parecidos) suelen ser hijos de la comunidad gitana y de una gran variedad de diferentes grupos de inmigrantes.
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
Fotografa de W Mllauer-Sichter.
Concluimos este texto con una apuesta por la esperanza que supuso
la observacin a lo largo de los ltimos meses: aunque el espacio pblico
est sometido en muchas ocasiones al diseo y a la esttica global, que
deja a veces poco lugar para las necesidades locales de la gente que lo
frecuenta, al mismo tiempo, ese mismo espacio impide la visualizacin de
nuevos fenmenos sociales y los problemas que surgen del cambio social.
Queda por hacer una ltima observacin que es importante mencionar: Lavapis es uno de los barrios en que la gran mayora de los
nios que juegan en la calle o en las plazas suelen ser hijos de inmigrantes; prcticamente nunca hemos visto jugando en la calle a nios de la
clase intelectual espaola que ha elegido residir en este barrio por su
carcter bohemio o multicultural. Esto quiere decir que precisamente
estos nios educados y preparados por sus padres para una convivencia
sobre la base de la tolerancia y la igualdad con otras culturas no llegan a
tener en la prctica contacto con los nios inmigrantes. Cuando regresan por la tarde en los autobuses escolares y se renen con sus madres
o cuidadoras (inmigrantes) ya no tienen tiempo para bajar a la plaza a
jugar. En general conocen mejor el entorno de su colegio en otra zona
de la capital que el de la plazoleta a la vuelta de la esquina de su casa.
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300
301
Toda investigacin cientfica tendra que estar sometida a unos principios ticos, tan rgidos e inviolables que, en los casos de conflicto ms
extremos deberan dar lugar a desechar el proyecto antes de su inicio,
su interrupcin o abandono mientras est en curso, o la no difusin de
los resultados. Dicho esto, me veo obligada a confesar que precisamente
son las cuestiones ticas, surgidas durante la realizacin de un trabajo
de campo todava en curso, las que me han atormentado en todo el ralentizado periodo de gestacin de este escrito, del que finalmente me
ha parecido lo ms conveniente eliminar cualquier mencin a este caso,
para centrarme en datos y reflexiones extradas de las experiencias de
otros antroplogos mucho ms notables, con alguna mnima alusin a
trabajos personales del pasado.
La seleccin de un determinado tema como objeto de estudio, sobre
todo si es de una cierta envergadura o est abordado por personas que
se inician en las labores investigadoras (por ejemplo, la tesis doctoral),
tiene una enorme importancia por las mltiples repercusiones que afectan y condicionan no slo los resultados de ese trabajo sino muchas
otras facetas acadmicas, incluso, la posterior trayectoria profesional
del individuo y su consideracin o valoracin por el resto de la comunidad cientfica y el pblico al que se destina. Esto es as porque inevitablemente el investigador establece toda una serie de relaciones con ese
objeto de estudio que no se limitan al tiempo en el que se ocupa de l
sino que se extienden a los periodos anteriores y posteriores.
Este trabajo ha sido realizado dentro del proyecto de investigacin de I + D Estrategias de participacin y prevencin de racismd en las escuelas II (FFI2009-08762).
303
Se tiende a pensar que la eleccin de un determinado tema de investigacin es libre, fruto de dterminadas preferencias personales, minimizando todos los condicionantes derivados del tipo de formacin
recibida (especializacin, universidad, personalidad de los diversos profesores, etc.). Pero, adems, con frecuencia pesan ms otros factores que
no se contemplan, como por ejemplo las directrices del director o tutor,
que de manera inevitable tratar de orientar o reconducir el proyecto a
un campo de su propio inters. Esto puede ser de gran utilidad porque
su mayor experiencia en las labores investigadoras le permite prever
qu proyectos son viables o no, si supondrn una aportacin relevante y
tambin las dificultades o ventajas que presentan. Sin embargo, es inevitable que esta persona, supuestamente de mayor categora profesional,
pretenda que quienes estn a su cargo realicen trabajos afines al suyo, en
su propia lnea, lo que les podra situar en el incmodo y anodino papel
de segundones, eternos alumnos de una brillante figura que es en realidad quien se lleva el reconocimiento y la fama que pudieran derivarse
de la investigacin realizada. Habra que pensar y sopesar muchas cosas
antes de solicitar la direccin de un trabajo a una determinada persona,
y entre ellas su dimensin tica, o si se prefiere su altura moral.
Pero si nos situamos en el otro extremo, asimismo el joven tutelado
tambin tendra que ser sometido a un examen previo, sobre sus planteamientos y principios ticos, por parte del director; quien, a su vez,
debera rechazar a los pelotas y oportunistas o a cualquier persona
de la que pensara que antepone el xito de su carrera profesional a las
cuestiones ticas. Adems, al menos desde mi punto de vista es inmoral
aceptar la direccin de un alumno sin dejarle bien claro la viabilidad y
obstculos de sus expectativas profesionales y los riesgos o ventajas que
podran derivarse del hecho de colocarse bajo su tutela.
El principal condicionante a la hora de elegir un tema de estudio es,
sin ningn lugar a dudas, la posibilidad de obtener una fuente de financiacin para llevarlo a cabo, no slo para garantizar la subsistencia, sino,
sobre todo, porque si se pretende desarrollar una carrera profesional en
el currculum vitae tendrn que figurar esas becas y proyectos dentro
de los que se ha inscrito la investigacin. Quedan ya muy lejos aquellos
tiempos en los que determinadas figuras, sabios o ricos de familia
llevaban a cabo sus trabajos de una forma completamente autnoma,
sin ningn tipo de dotacin econmica, aje nos a las demandas sociales o
las modas de cada momento. En la actualidad las principales fuentes de
investigacin en Espaa: planes nacionales de I +D, convocatorias de las
Comunidades Autnomas, entidades internacionales y locales, pblicas
o privadas establecen y dan a conocer sus propias directrices. As hay
lneas de investigacin preferentes o prioritarias que acaparan una mayor cantidad de recursos econmicos y humanos; inscribirse o formar
parte de una de estas, sin duda incrementa la posibilidad de obtener una
subvencin. Pero, a su vez, esto puede conllevar una renuncia personal,
generando un sentimiento de frustracin y un conflicto interior de tipo
tico que afecta a todo el desarrollo de la investigacin y sus resultados, ante la consciencia de que estamos volcando nuestras energas en
un tema por el que no sentimos especial motivacin, lo que sin duda
mermar su calidad.
Por ltimo en ms de una ocasin, la eleccin del objeto de estudio
no es fruto de una decisin personal ms o menos matizada por todos
los condicionantes ya expuestos, sino que es una determinada entidad
quien realiza un encargo muy concreto, estableciendo, incluso, la forma de hacerlo, su duracin, la cuanta de la subvencin y el tipo de
resultados que se deben entregar. Aunque pueda parecer que esta ltima
situacin es la menos deseable porque anula las preferencias personales
y la libertad de eleccin, mi experiencia me dice que esto no siempre
es as, por el contrario, los encargos que se aceptan porque son compatibles con la especializacin y los intereses personales suelen obtener
resultados satisfactorios para todas las partes implicadas, siempre que
se combine la confianza mutua, el rigor y la puntualidad en el cumplimiento de los compromisos, con una cierta flexibilidad para solucionar
los imprevistos.
Todos estos condicionantes que afectan a la eleccin y desarrollo
de cualquier investigacin se complican an ms en el caso de la antropologa porque el objeto de estudio de esta ciencia son sujetos; es
decir, personas entendidas como seres sociales. Adems no se limitan
a los informantes seleccionados sino que de alguna manera, muchas
veces muy evidente, afectan o incluyen a toda la comunidad descrita
en el anlisis realizado, incluso a sus antecesores o a su memoria y a
los futuros descendientes. La aparente contradiccin que se crea al ser
contemplados unos determinados sujetos como un objeto por parte del
investigador es la que ha motivado el ttulo de esta reflexin. Sin duda,
su principal inconveniente es que, siguiendo las normas machistas del
castellano, la palabra sujeto slo se aplica a los varones. En contrapartida, este trmino con sus diversas acepciones permite, adems del
ya mencionado, otros juegos de palabras, especialmente fructferos en
nuestro contexto. Por una parte, sujeto es sinnimo de individuo o
persona, que segn el Diccionario de la Real Academia Espaola (RAE,
2009) se emplea frecuentemente:
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Al menos en este contexto, yo matizara la ltima acepcin cambindola por la de individuo sealado, o que llama la atencin, tal y como
se emplea en expresiones como iVaya sujeto! o Todo un sujeto que
tornan el matiz de desprecio por el de curiosidad o asombro por sus
peculiaridades. As el objeto de estudio de la antropologa seran sujetos
desconocidos (precisamente la labor de los antroplogos ser ampliar el
conocimiento sobre ellos) y que presentan unas caractersticas llamativas.
Pero adems el vocablo sujeto tiene una conocida funcin gramatical:
6. m. Gram. Funcin oracional desempeada por un sustantivo, un pronombre o un sintagma nominal en concordancia obligada de persona y
de nmero con el verbo. [... ]
7. m. _Gram. Elemento o conjunto de elementos lingsticos que, en
una oracin, desempean la funcin de sujeto (RAE, 2009).
y mediticos subyacentes, pero jams realizaran ni aceptaran las interpretaciones de tipo etic donde se afirma que la imagen sustituye el culto
al rbol en las culturas paganas, por lo cual en realidad no es ms que
un smbolo flico de exaltacin de la fertilidad en la primavera, siendo
toda la romera una manifestacin de ello.
La cuestin del punto de vista desde el que se aborda una investigacin antropolgica est ntimamente ligada con el conocimiento que los
sujetos estudiados tienen de los resultados. En tiempos no tan remotos y
con comunidades ms o menos aisladas de la cultura occidental, esto no
supona ningn tipo de problema para el investigador, el cual daba por
sentado que jams tendran acceso a las publicaciones y no se planteaba
ningn tipo de dilema tico por la reaccin que sus anlisis pudieran
provocar en la comunidad. Ms de una vez me he preguntado qu actitud habran adoptado los indios boroboro de las selvas brasileas, si
hubieran tenido acceso a los anlisis estructuralistas, incomprensibles
incluso para buena parte de la comunidad cientfica, que Lvi-Strauss
(1986) realiz de los mitos que le narraron. Aunque para el correcto
entendimiento de los escritos de este autor se requieren amplios conocimientos de teora lingstica, filosfica y antropolgica, adems del
dominio de la propia metodologa aplicada, por lo que, lo difcil de
comprender o incomprensible, se convierte en algo totalmente inofensivo, en buena parte con una nula capacidad de afectar o molestar a la
comunidad descrita. Por otra parte, Lvi-Strauss en las conclusiones de
todas sus obras aspira a implicar a toda la humanidad, lo que de nuevo
merma la posibilidad de agraviar a personas o comunidades concretas.
Esto no siempre es as, y menos an en la actualidad, donde los procesos de globalizacin y la extensin del uso de internet dejan pocos
resquicios al anonimato y casi cualquier grupo, incluso los ms remotos
y aislados, conocen todo lo que se dice de ellos. Adems suelen tener la
posibilidad de opinar y rebatir, pblicamente, cualquier aspecto de una
investigacin basada en ellos, gracias a los foros abiertos en internet y a
la posibilidad que ofrecen muchas pginas web, de aadir comentarios,
tras los escritos en ella volcados.
Salvando las distancias, siempre he considerado un deber enviar a mis
informantes las publicaciones fruto del trabajo de campo, especialmente
cuando todava no existan los ordenadores personales, ni por supuesto
internet. En mis primeras investigaciones sobre temas no problemticos, como la documentacin de oficios y artesanas en vas de extincin,
esta actitud me ha procurado ms satisfacciones que disgustos. Incluso
con trabajos de ms envergadura, la difusin de mi tesis doctoral sobre
la Sierra Pobre de Madrid (Fernndez Montes, 1990), me ha investido
308
309
Pero no se hace ni una sola mencin a su relacin con Juliana Pelegrina, aquella bella chiquilla de quince aos que entr en su casa para
realizar las labores domsticas y pronto qued locamente enamorada
310
del forastero, quien asimismo le hizo creer que ella era el amor de su
vida. Sin embargo, no slo fue abandonada en el pueblo tras quedar embarazada, sino que, incluso, tiempo despus y ya casado con una inglesa,
mientras la muchacha esperaba el regreso de su amado, el autor efectivamente volvi, pero fue para arrebatarle a su hija con el pretexto de
proporcionarla una mejor educacin. Al parecer no tena ningn inters
por los numerosos vstagos masculinos que tambin dej en el pueblo y
Juliana nunca ms volvi a tener contacto con la nia, lo que la sumi
en la profunda tristeza y melancola que la acompaaron hasta su muerte
(Taller de Creacin, 2007). Los homenajes que a nivel andaluz y nacional
harecibido Brenan no han aplacado la baja consideracin que an hoy
da tienen los habitantes de Yegen, los cuales, por el tiempo transcurrido,
slo conocen la historia por los relatos de sus antecesores.
La utilizacin de los datos obtenidos en La Red y el trabajo de
campo virtual tampoco estn exentos de problemas ticos, por el contrario, el manejo de la informacin se puede complicar hasta extremos
inverosmiles, ms an si se combina el trabajo de campo real, con el
virtual, tratando de respetar los intereses y valores ticos y morales de
los sujetos objeto de estudio. Pero, en este caso concreto, con el noble
propsito de sacar a la luz comportamientos escasamente ticos, me voy
a permitir la libertad de reproducir a continuacin la serie de Comentarios que siguen a un artculo sobre la relacin de Gerald y Juliana
descargados de una pgina web sobre literatura, de libre acceso y, adems, los de mayor relevancia van firmados con nombres y apellidos.
Diez respuestas a Gerald Brenan, Al sur de Granada
311
He querido incidir en este episodio, no tanto para resaltar la absoluta falta de tica de Gerald Brenan, como para sumarme a aquellos que
con medios muy modestos y escasa capacidad de llegar al gran pblico
ni olvidan ni perdonan a los que se creen con derecho a violar las
normas ms elementales de la sociedad donde viven y de la que han hecho su objeto de estudio. Pero esto no es suficiente, adems habra que
desenmascarar tambin a todos aquellos que le homenajean y ensalzan
su vida y obra, silenciando su comportamiento, entre ellos Carmelo Lisn Tolosana que nada menciona en su brevsimo prlogo a la primera
edicin en espaol de la obra (Brenan, 1974: xi-xv). Y todava ms: el
fin justifica los medios?; qu valen ms, las personas o los libros?; una
obra maestra o la vida de una humilde muchachita?
Cmo y por qu hay que juzgar a un antroplogo? Por lo que hace,
por lo que escribe para el pblico, o por lo que piensa o refleja en diarios
de uso personal? Y como le ocurrir a ms de uno, estoy recordando el
escndalo y la polmica que se produjo tras la publicacin pstuma del
Diario de campo en Melanesia de Malinowski (1989), a causa de algunos
de los comentarios y pensamientos ms ntimos en l vertidos. Lo que
considero absolutamente injusto y desproporcionado, puesto que el diario de campo es de uso personal e intransferible, y como tal est concebido y redactado. Quiz los antroplogos tengamos derecho a conocer los
sentimientos y sensaciones de uno de los grandes pilares de la antropologa moderna y las circunstancias concretas de un trabajo de campo que
por su intensidad supuso una ruptura con las prcticas del pasado. Tal
vez la viuda de Malinowski actu correctamente al permitir que se publicara veinticinco aos despus de su muerte. Pero personalmente creo
que debe existir y se debe respetar la privacidad del diario de campo, ese
reducto inviolable, necesaria vlvula de escape, muchas veces con claras
funciones teraputicas, donde adems de los datos de inters etnogrfico,
se da rienda suelta a todo un conjunto de sentimientos personales.
Tras estas reflexiones en las que hemos visto cmo algunos investigadores utilizan y manipulan a los sujetos objeto de estudio en aras
de sus intereses, y tambin cmo estos ltimos en buena medida tratan de
hacer exactamente lo mismo con el antroplogo, me resulta casi imposible llegar a una conclusin general sobre las normas ticas de esta
relacin. Tal vez podra aadir algunas vagas generalidades, como que
la principal responsabilidad siempre recaer en el investigador, el cual
debe, por encima de cualquier otra consideracin, respetar las normas
del colectivo al que se acerca, lo que no tendra que restarle lucidez
para detectar las trampas que le sern tendidas y condicionarn toda su
investigacin. Una conducta tica es algo que se puede y debe aprender,
312
313
hay normas y experiencias ajenas que nos guiarn, pero al final el estar
o no estar a la altura de las circunstancias, con un comportamiento moralmente ejemplar, casi siempre es fruto de la improvisacin. Y, adems
de las circunstancias concretas, depende de la calidad humana de cada
persona y esto es algo personal e intransferible.
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
314
ANTROPOLOGA Y CUIDADOS:
DILEMAS TICOS EN LA INVESTIGACIN
CON PACIENTES
Manuel Moreno Preciado
Universidad Europea de Madrid
INTRODUCCIN
1. Recomiendo para los estudiosos el documento Gua de las fuentes para el estudio
de la emigracin espaola elaborado y editado por el Centro de Documentacin de la
Emigracin Espaola (CDEE) de la Fundacin 1. 0 de Mayo, Madrid, 2008.
316
317
interpretan procesos y factores culturales referidos al proceso salud/enfermedad/atencin (Menndez, 2000: 166).
Con frecuencia se define a la enfermera -tanto dentro del colectivo profesional, como fuera de l- como una disciplina y un conocimiento subordinado a la disciplina y al conocimiento mdico. Para
Xavier Irigibel, el sometimiento de la enfermera a la biomedicina la
hace cmplice de este modelo y del rol de control social del Estado sobre los ciudadanos, renunciando a uno de sus principios ticos cons:titutivos fundamentales: la abogaca y defensa de los derechos del ser
humano (Irigibel, 2008: 278). Convendra, sin embargo, analizar hasta qu punto esta dependencia es real, hasta qu punto es forzada o
consentida, y hasta qu punto algunos elementos de actualidad estn
modificando las claves de esta relacin entre la profesin enfermera y
la profesin mdica -me refiero, por un lado, al incremento del nivel
formativo de las enfermeras, lo que posibilita el acceso a la investigacin y, por otro lado, al cambio que se est produciendo en los pacientes con un mayor grado de informacin y tambin de exigencia-; y,
por supuesto, de qu forma afecta y condiciona los aspectos ticos de
la investigacin con pacientes.
Nos encontramos, pues, con la necesidad de analizar la confluencia de determinados factores relacionados con el mantenimiento de actitudes ticas en los estudios de corte antropolgico. Reflexionar sobre
la forma de avanzar en la investigacin antropolgica preservando al
mismo tiempo los derechos de los informantes en este complejo entramado de dificultades y de cruces de intereses es el objetivo principal de
este anlisis. En el aparatado tica y biotica quiero detenerme, de
forma somera, en las claves de la investigacin biomdica para poder
analizar los condicionantes y barreras que sta impone a las investigaciones sobre los factores sociales y culturales del proceso salud/enfermedad/
atencin. El apartado Trabajo de campo en salud lo dedicar a dilucidar diferentes cuestiones y consideraciones de carcter tico, partiendo
de mi experiencia de trabajo de campo etnogrfico; me apoyar tambin en las reflexiones y aportaciones de reconocidos expertos de la
investigacin cualitativa. En el apartado El culturalismo, un discurso
poco tico, quiero situar un aspecto central de este trabajo que es
intentar desvelar la voluntad de exclusin que se esconde detrs de
sutiles estrategia~ en relacin con la diversidad cultural. Finalmente,
en el apartado Etica, investigacin y diversidad. Reflexiones finales,
relacionar los diferentes elementos de anlisis tratados a lo largo del
artculo para intentar hacer una reflexin de carcter global sobre los
318
aspectos ticos con relacin al estudio de los factores sociales y culturales del proceso salud/enfermedad/atencin.
Cada da estos dilemas ticos toman mayor relevancia, desbordando el espacio cientfico y transformndose en un autntico debate social. A ello est contribuyendo de forma notoria el discurso meditico.
Son muchos los aspectos sujetos de debate: reproduccin asistida, posibilidad de elegir determinados trazos del futuro hijo, etc. En otros
casos los avances tocan aspectos tan esenciales como la identidad de
la persona; tomemos por ejemplo los transplantes de rostro. El primer transplante de cara realizado en 2005 en Francia levant enorme
expectacin: 2una persona con un rostro nuevo sigue siendo la misma
319
4. Un ensayo clnico es una evaluacin experimental de un producto, sustancia, medicamento, tcnica diagnstica o teraputica que, a travs de su aplicacin a seres humanos,
pretende valorar su eficacia y seguridad.
320
321
serio. Janine Morse expresa las diferencias entre la investigacin biomdica en contraste con la investigacin de carcter cualitativo:
En la investigacin biomdica o de sondeo, es relativamente fcil (aunque no siempre se logra) explicar qu puede ocasionar la participacin,
porque las hiptesis o las preguntas de la investigacin y el protocolo
se expresan por anticipado, y los sujetos por lo general van a estar
comprometidos por un tiempo limitado ... Los estudios cualitativos evolucionan con el tiempo; rara vez sabe el investigador con anticipacin
exactamente qu clase de preguntas puede formularle a un informante,
o a qu riesgos potenciales pueden estar involucrados en el futuro (Morse, 2003: 432).
He tenido acceso a diferentes proyectos interesantes sobre enfermedades crnicas, algunas novedosas como la fibromialgia y otras ms
conocidas como el Alzheimer, donde los investigadores -doctorandos,
en general- planteando problemas sobre factores culturales y sociales,
y estableciendo objetivos de carcter cualitativo, no se atreven a proponer consecuentemente una metodologa cualitativa. Es como si para
investigar el efecto benfico de una terapia para aliviar el dolor crnico
que produce una determinada enfermedad y aliviar la calidad de vida en
un grupo de pacientes, despus de decir que el umbral del dolor es muy
diferente en unos pacientes con respecto a otros y considerar que influyen en l factores de ndole social y cultural, el mtodo de investigacin
se basara fundamentalmente en una escala del dolor y/o en pruebas de
laboratorio. Me pregunto si no sera ms acertado preguntrselo a los
pacientes sometidos a esa terapia; es decir, dar la palabra a los informantes. Pues bien, se dan muchos ejemplos de este tipo, pienso que esto
es debido a la falta de experiencia y a la consiguiente inseguridad de los
investigadores cualitativistas que no se atreven a ir ms all de enunciar
los problemas de ndole social y cultural, pero que creen que si en su estudio no aparecen tablas, tartas y barras, los barones de la investigacin
biomdica dirn: qu tipo de investigacin es sa?
Esta timidez o falta de seguridad en los mtodos cualitativos es consecuencia de la omnipresencia de la investigacin biomdica; slo explicar que los problemas se pueden indagar desde otras perspectivas
metodolgicas supone un gran esfuerzo. Los barones de la investigacin
biomdica dominan todas las plataformas desde las cuales se facilita o se
obstaculiza cualquier proyecto de investigacin, concediendo/negando
las autorizaciones pertinentes y los recursos necesarios. Esta realidad es
un lastre con el que hay que contar.
322
Entonces, qu hacer? Eiltiendo que el investigador tiene que tener la pericia y la delicadeza -yo procur ser muy cuidadoso en esos
aspectos- para saber retirarse al menor signo de que su presencia est
resultando intrusiva para el paciente. Si no hay una tica del investiga-
323
muy discutido trabajo realizado hace ya bastantes aos por David Rosenhan (1973), titulado Acerca de estar sano en un medio enfermo, que
est considerado corno el paradigma de la investigacin encubierta, en
el que los investigadores se introdujeron corno falsos pacientes mentales en diferentes psiquitricos, ninguno de ellos fue detectado corno tal,
y por ello Rosenhan concluy que los diagnsticos psiquitricos slo
estaban en la mente de los psiquiatras.
En ese sentido, la investigacin encubierta con pacientes no goza de
buena prensa y, efectivamente, yo tambin pienso que en los estudios
de campo con metodologas cualitativas es preferible -y, por supuesto,
ms tico- actuar de forma descubierta. Pude comprobar que, aunque
parezca que a escondidas sea ms fcil conseguir datos, al final de forma descubierta, y quiz con algo ms de tiempo y paciencia, los datos
se obtienen igualmente. Se podra pensar que decirle a una enfermera
que uno va a acompaar mientras hace sus tareas y rutinas con los pacientes podra llevar a sta a actuar de otra forma distinta de la habitual
mostrando slo aquello que le interesa. Sin embargo, eso no suele ser
as; al menos en mi experiencia pude constatar que los profesionales,
al poco de estar con ellos, se olvidan de que estn siendo observados y
actan de forma natural.
En una ocasin, un enfermero se mostr reticente a que hiciera observacin participante en su consulta, deca, porque dado que los pacientes no estaban al corriente de mis observaciones y no haban dado
su consentimiento, no le pareca tico; y, claro, hice la observacin en
otra consulta. Entiendo que cuando lo que se est investigando son las
interacciones cotidianas entre personas y las prcticas rutinarias, no sus
aspectos ntimos, esas objeciones son exageradas, aunque respetables. En
este sentido, insist con mis porteros en que dieran la ms amplia
informacin y en que las observaciones se hicieran en lugares y con las
personas que se consideraran ms favorables; aunque, claro est, no es
posible llevar esto hasta el punto de decir en una habitacin de paciente: Me est acompaando un investigador de campo, da su aprobacin para que entre en la habitacin?.
Creo que vale mucho ms la pena decir abiertamente lo que uno
pretende y observar hasta donde sea factible y, cuando se cierre un espacio, intentar abrirlo en otro lugar o circunstancia. Esto tambin sucede con las entrevistas pactadas, donde pude constatar que informando
adecuadamente del objeto del estudio, las personas que aceptan suelen
ser ms colaboradoras y dan una informacin ms rica.
324
325
Creo que esta preponderancia del culturalismo en la disciplina enfermera se debe a la conjuncin de tres factores; el primero es la influencia del discurso meditico que ha penetrado en las instituciones
sanitarias, convenientemente traducido y filtrado a travs de los sectores corporativos y su correspondiente prensa especializada y atalayas;
el segundo es el tradicional paternalismo de las profesiones sanitarias
y, particularmente, de la enfermera; y por ltimo, el creciente inters
enfermero por los estudios culturales, como consecuencia de la incorporacin de un gran nmero de enfermeras a los estudios de antropologa. As, han confluido generalizacin meditica (Checa, 2002: 427),
paternalismo profesional y exotismo antropolgico. La consecuencia es
326
327
328
329
por tanto ms temible, la parte oculta que la visible. Por ello, desvelar
los prejuicios requiere del investigador el despliegue de una serie de
habilidades y estrategias -por ejemplo, ganando la confianza del informante- que permitan que esos prejuicios afloren. Cabe preguntarse:
no es abusar de la confianza del informante captar sentimientos que no
expresara en un mbito ms pblico?
Tambin con relacin al prejuicio es necesario saber discernir lo que
es un prejuicio de carcter general, un prejuicio tnico, y lo que es particular de un paciente inmigrado, o lo que es aplicable a cualquier tipo
de pacientes. Un anlisis ligero nos puede llevar a una visin etnicista de
los hechos observados; por ejemplo, podemos pensar que un paciente
rechaza la comida porque no es culturalmente congruente, y a lo mejor
resulta que el rechazo se debe a que la comida est fra, mal cocinada,
o simplemente a un estado de inapetencia. Hay, pues, que hilar muy
fino antes de afirmar la existencia del prejuicio tnico; en este sentido
es necesario contrastar lo que los actores dicen con lo que hacen, y de
ah la importancia de las observaciones de campo, ya que nos podemos
encontrar con sorpresas. Por ejemplo, en una de mis observaciones en
ur servicio hospitalario de obstetricia, con gran presencia de pacientes
inmigrantes, escuch frases cargadas de prejuicios hacia ellos -algunas podran considerarse como abiertamente racistas-, que si son unas
guarras, que no quieren a los hijos, que los maridos son todos machistas, etc., y, sin embargo, luego en la observacin de las prcticas me he
encontrado con actitudes muy humanas y un trato respetuoso y carioso con los mismos hacia los que se haban expresado frases que podran
hacerme pensar en un rechazo de carcter tnico. Es necesario ser muy
cuidadoso y no precipitarse en el anlisis, porque la expresin abierta
de prejuicios obedece, a veces, a contiendas y problemas existentes en
un determinado contexto. En el caso referido, la explicacin haba que
buscarla en el contexto de desmotivacin y deterioro del clima laboral
existente en ese momento entre el personal sanitario; tambin influy,
claro est, el hecho de que las manifestaciones estaban dirigidas al investigador y se realizaron desde la confianza que inspira un compaero.
330
331
Pero en la actualidad este modelo biomdico est siendo cuestionado desde diferentes mbitos. La puesta en marcha del Proceso de
Bolonia ha permitido a la enfermera, como apunta Manuel Amzcua
(2008: 229), resolver de golpe una aspiracin de dcadas, alcanzando
con el nuevo Grado el acceso directo al segundo y tercer ciclo de
enseanza. Los cambios demogrficos que se estn produciendo en la
sociedad tambin estn afectando al rol de la enfermera, porque estn
revalorizando los cuidados. El cambio en el perfil del paciente es
otro factor que viene a cuestionar la esencia de la biomedicina. Hoy coexisten el perfil del paciente tradicional, ms mayor, que espera pacientemente y que no cuestiona la asistencia recibida y se queja poco, con
otro grupo de pacientes ms informados y ms nerviosos, que se muestran menos satisfechos, son ms exigentes y ms propensos a reclamar
e incluso a demandar. Este ltimo grupo no quiere trato paternalista,
sino actuaciones eficaces en su tiempo. No le basta con la calidad tcnica, sino que quiere informacin y participar en la toma de decisiones.
Como se ha dicho anteriormente, los comits de tica mantienen unos
criterios de vigilancia en los proyectos de investigacin que estn pensados fundamentalmente para la investigacin biomdica y no para las de
carcter sociocultural. Si bien esto supone llevar a cabo enormes esfuerzos
para que estas investigaciones puedan autorizarse y ms an financiarse,
lo cierto es que hay pocas posibilidades de control sobre el investigador,
una vez que ste se encuentra en el campo. La fragilidad d~ los pacientes
es tal que slo la tica del propio investigador permite limitar sus actividades. Es lo que ocurre con relacin a la preservacin de la intimidad del
332
Finalizar afirmando la conviccin de que en los estudios con pacientes se requiere del investigador cualitativo de campo un compromi333
Tambin planteo que impregnemos nuestras decisiones ticas con sensibilidad cultural, con conciencia de nuestros propios valores ticos y
qu tan fuertemente necesitamos imponerlos, y confianza en nuestros
sentimientos internos sobre lo que est bien en la situacin inmediata y
en si habr repercusiones posteriores (Morse, 2003: 443).
Efectivamente, no hay frmulas mgicas. El compromiso del antroplogo y la tica del cuidado son los valores con los que debemos echar
a andar; la creatividad y la pericia vendrn despus, pues, como dijo
Machado, se hace camino al andar.
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1-02-2009].
334
335
El Diccionario de la Real Academia Espaola define la palabra conclusin como accin y efecto de concluir, como fin y terminacin de
algo, y la palabra concluir como acabar o finalizar algo, determinar y
resolver sobre lo que se ha tratado, inferir, deducir una verdad de otras
que se admiten, demuestran o presuponen. En el Diccionario de uso del
espaol, de Mara Moliner, conclusin puede entenderse como la accin de concluir(se), en el sentido de fin, terminacin, trmino. Precisa
la definicin explicando conclusin como conocimiento o idea a la que
se llega como final de un razonamiento y como decisin o acuerdo quese
alcanza despus de hablar una cosa o pensar sobre ella.
Cuando Margarita del Olmo me pidi que escribiese las conclusiones de este libro, pens que iba a ser un trabajo difcil, porque nunca me
haba enfrentado a una tarea de este tipo. Una vez he ledo los textos
y realizado algunas revisiones bibliogrficas sigo pensando que se trata
de una labor compleja, pero -contando con una expresin de Antonio
Machado que utiliza Manuel Moreno: se hace camino al andar- voy
a prosegmr.
Si concluir es acabar o finalizar algo, creo que esta seccin del libro tiene dicha finalidad; pero en qu sentido?, en el de elaborar sus
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto Estrategias de participacin social y prevencin de racismo en las escuelas Il (FFI2009-08762).
En la elaboracin de este texto ha resultado fundamental escuchar las intervenciones
de Marta Malo, Monserrat Galcern y Franco Ingrassia en la Mesa redonda Universalismo desde abajo, que tuvo lugar en la Universidad Internacional de Andaluca: Arte y
Pensamiento, en 2006.
337
PILAR CUCALN
No estamos de acuerdo con algunas de tus interpretaciones, escuch Virtudes Tllez por parte de una de las asociaciones socioculturales madrileas formada por jvenes musulmanes universitarios con las
que ha realizado su trabajo de campo. Cuando Nancy Scheper-Hughes
volvi a An Clochan, la comunidad irlandesa en la que haba trabajado veinticinco aos antes de la publicacin del texto compilado en este
libro, se encontr con las siguientes palabras: Bueno, Nancy, siento decirte que ya no eres bienvenida, ya no.
Ninguna de estas dos mujeres pens que sus escritos podan causar
daos, pero las dos frases recogen el rechazo a sus ensayos por parte
de algunas de las personas con las que convivieron en el campo. Anticipar posibles- dificultades o malentendidos no es directamente relacional
con la capacidad real de los etngrafos para calcularlos, argumenta Tllez. En ocasiones, hasta que no se producen, es imposible enfrentarse
a ellos; pero, una vez se han dado, es preciso desvelarlos y construir
procesos de reflexin comn, explica esta misma autora. A la luz de
sus experiencias en el campo, ambas han intentando matizar y perfilar
la regla mencionada. Vivencias condicionadas por el contexto social,
poltico y econmico en el que se ven inmersas las comunidades en las
que trabajan. Aunque sea simplificando, me pregunto: cmo son vistas
las personas de religin musulmana a partir de los atentados del 11-M?,
qu lugar han alcanzado los procesos de identidad nacional en Irlanda?
La Asociacin Americana de Antropologa ha elaborado a lo largo
de su historia diferentes declaraciones sobre tica, al mismo tiempo que
ha sido cuidadosa a la hora de entender que la complejidad y variedad
de situaciones vividas por los antroplogos es complicado que sean recogidas en un conjunto de preceptos (N ancy Konvalinka en este libro).
Scheper-Hughes escribe Saints, Scholars and Schizofrenics en 1971\
tras su trabajo de investigacin en An Clochan. Cuando regres a esta
localidad veinticinco aos ms tarde, sus vecinos haban ledo la obra y
no consideraban correctas algunas de las interpretaciones que esta autora
haba escrito sobre sus vidas. Ira en Irlanda, el captulo que est recogido en el presente libro, reconoce los errores de Saints, Scholars and
Schizofrenics. Pero indica:
.
1.
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PILAR CUCALN
340
341
PILAR CUCALN
342
343
En el captulo que Fernando Monge ha elaborado en este libro, propone a los antroplogos un espacio de intervencin en nuestras sociedades. Les invita a participar y responsabilizarse de la organizacin de los
museos. Aunque dicha participacin y responsabilidad deben ejercerse
de una forma tica y para ello propone guiarse por algunos de los principios bsicos que han organizado la prctica de la disciplina a lo largo
de su trayectoria. Finaliza su escrito explicando que los museos:
No slo son un excelente campo de estudio y actividad para la antropologa sino, adems, escenarios en los que es tan necesario desarrollar
buenas prcticas como reflexionar crticamente sobre el papel y la tica de
los antroplogos contemporneos. Qu podemos aprender y compartir
entre todos?
PILAR CUCALN
Fuera y dentro del lugar de estudio vivo toda una serie de situaciones perversas para m. Incomoda y cuestiona mi moral el no enfrentarme a ellas directamente, por qu no hacerlo?, por qu no actuar
ni en el campo ni fuera de l? Preguntas que quedan para un debate
posterior.
344
CONTAR O NO LO INTERESANTE
345
PILAR CUCALN
CONCLUSIN
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346
347
349
ngel Daz de Rada (Madrid, 1963) se doctor en la UNED en 1993 con una
tesis en el mbito de la Antropologa de la Educacin. Ese trabajo fue publicado
con el ttulo Los primeros de la clase y los ltimos romnticos. Una etnografa
para la crtica de la visin instrumental de la enseanza (1996). ngel Daz de
Rada ha realizado trabajo de campo en el Valle del Jerte (Espaa), dos instituciones escolares de Madrid, la ciudad de Legans (Madrid), una oficina de atencin al ciudadano de la Comunidad Autnoma de Madrid, y en Guovdageaidnu
(Noruega). Por orden de realizacin, estos trabajos de campo tienen reflejo en
los siguientes trabajos, entre otros: J. L. Garca, H. Velasco y otros, Rituales
y poceso social (1991); la tesis doctoral mencionada; F. Cruces y . Daz de
Rada, La ciudad emergente. Transformaciones urbanas, campo poltico y campo
asociativo en un contexto local (1996); H. Velasco, . Daz de Rada y otros, La
sonrisa de la institucin. Confianza y riesgo en sistemas expertos (2006); . Daz
de Rada, Dnde est la frontera? Prejuicios de campo y problemas de escala
en la estructuracin tnica en Spmi (2008), Revista de Dialectologa y Tradiciones Populares, LXIII/1: 187-235. A lo largo de este repertorio de trabajos de
campo, ngel Daz de Rada ha perseguido (y sigue persiguiendo) unas pocas
obsesiones bsicas. En el plano terico, el examen de la cultura expresiva en el
contexto de instituciones burocrticas, desde las escolares hasta las etnopolticas, y la formacin de los vnculos humanos all donde las burocracias buscan
producir sistemas abstractos de accin. En el plano metodolgico, estas dispares
experiencias de campo, que slo cobran sentido en el seno de la produccin
etnogrfica, han ofrecido una gama de pruebas para una idea general, carente
por completo de originalidad: el valor de la etnografa (cuanto ms clsica mejor) en el examen de las sociedades contemporneas. A este respecto, el trabajo
fundamental ha sido el siguiente: H. Velasco y . Daz de Rada, 62009 [1996],
La lgica de la investigacin etnogrfica; su ltima publicacin lleva por ttulo
Cultura, antropologa y otras tonteras (2010); los dos ltimos ttulos publicados en esta misma editorial.
Matilde Fernndez Montes, doctora en Prehistoria y Etnologa por la Universidad
Complutense de Madrid e Investigadora Cientfica del Centro de Humanidades
y Ciencias Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas. En los ltimos aos se ha centrado en estudiar cmo se generan las identidades locales en
los barrios de inmigrantes, concretamente en el de Vallecas, donde hoy se buscan
frmulas de convivencia entre los inmigrantes de origen nacional que se asentaron all durante el franquismo y los actuales de origen internacional.
350
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NDICE GENERAL
INTRODUCCIN:
Introduccin...................................................................................
La declaracin de la Asociacin Americana de Antropologa (AAA) ...
Trabajo de campo en centros escolares............................................
Referencias bibliogrficas ......... ... ................. .... .... ................ ....... .. .
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NOVATO EN VALLE DE CHALCO: REFLEXIONES SOBRE LA TICA DEL ANTROPLOGO DESDE EL RECUERDO DE UNA ETNOGRAFA EN UNA BARRIADA MEXICANA:
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Qu demonios he dicho?+...................................
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RIENCIA ETNOGRFICA:
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NDICE GENERAL
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Introduccin ................................................................................. .
El problema del acceso al trabajo de campo .................................. ..
Conflictos de intereses provocados por mi trabajo de campo en la
clase ......................................................................................... .
Conflictos de intereses entre los responsables de las Aulas de Enlace ..
En busca de la reciprocidad del trabajo de campo. Conclusiones para
un debate ................................................................................. .
Referencias bibliogrficas ............................................................... .
77
77
79
81
87
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Diana Marre .. ..
93
95
101
108
116
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DAS:
187
189
193
196
199
200
125
125
128
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143
IRA EN IRLANDA:
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239
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HABLAN LOS NIOS. EVALUACIN CRTICA DE PLAZAS Y ESPACIOS VERDES. LA OPININ EXPERTA DE NIOS DE LAVAPIS PARA REFORMAR SU ESPACIO VITAL:
Waltraud Mllauer-Seichter.............................................................
Antecedentes .... .. .. ..... . .... ..... .. ... ..... .. ......... .. .......... .. .......... .. ...... . .. .. .
Intenciones ....... .. .. .......... ..... .. ... ...... .. ........ ....... ..... .. ........... ..... .. . .. .. .
Base terica y metodolgica: la perspectiva de los nios..................
Mapas cognitivos y esbozos .... .. .. ...... .. .. ...... .. .. ... .... .. .. .. .. .... .. .... ...... .
Resultados y conclusiones .. .. ... .. ... .. .. ... ... .. ............. .......... .. ..... .. .. .. ...
El tiempo no se detiene. Lo que ocurri en Lavapis mientras tanto ..
Referencias bibliogrficas................................................................
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2 75
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Introduccin ...... ... .. ......... ........ .. ...... .. .. ...... .. .. . .. .. ... .. .. .. .. ..... .. .. ..... ..
tica y biotica: e qu estamos hablando?...................................
Trabajo de campo en salud: y usted qu hace aqu? .......................
El culturalismo: un discurso poco tico ........................................
tica, investigacin, cuidados y diversidad: reflexiones finales ........
Referencias bibliogrficas................................................................
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TES:
Pilar Cucaln...
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