Alarcos 1195 PDF
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ACTAS DEL CO NG RESO
IN T E R N A C IO N A L
C O N M E M O R A T I V O D E L VIII
C E N T E N A R IO
DE LA B A T A L L A DE A L A R C O S
Coordinadores
Ricardo Izquierdo Benito
Francisco Ruiz Gmez
_________ C O L E C C IO N
ESTUDIOS
Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Libros, 1996 - Alarcos, 1195
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I n t e r n a c i o n a l C o n m e m o r a tiv o
d e l V III C e n te n a r io d e l a
B a ta lla de A la r c o s
(1995. C iu d a d
R e a l)
Coordinadores:
R ic a r d o I z q u ie r d o B e n it o
F r a n c i s c o R u iz G m e z
Sv
Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha
C u e n c a , 1996
UniVERSIDAD DE
c a s t iiia - ia a m a c h a
C O N G R E SO IN T E R N A C IO N A L C O N M E M O R A T IV O D E L V III C E N T E N A R IO D E
L A BA T A LL A D E A L A R C O S
( I o. 1995. Ciudad R eal)
A la rco s, 1195: A ctas del C on greso Internacional con m em orativo del VIII C entena
rio de la B atalla de A larcos / coord in ad ores, R icardo Izqu ierdo B en ito, F ran cisco R uiz
G m ez.- C uenca: S erv icio de P u b lica cio n es de la U n iversid ad de C astilla-L a M ancha,
1996.
6 4 0 p.; 2 4 cm . - (E stu d ios ; 37).
D.L.: C R -1 7 7 -1 9 9 6
ISB N : 8 4 -8 9 4 9 2 -3 4 -4
1.
E sp a a -H isto ria -7 1 8 /1 4 9 2 -R eco n q u ista -E stu d io s y co n feren cias. I. IZ Q U IE R D O
B E N IT O , R icardo, Coord. II. R U IZ G M EZ , F ran cisco, coord. III. T tulo. IV. U n iver
sidad de C astilla-L a M ancha, ed. V. Serie.
946.0" 1195"A larcos
P r e s e n t a c i n
PRESENTACION
' En 1195 tuvo lugar en Alarcos un hecho de armas significativo como fue el enfrenta
miento entre un ejrcito almohade y otro castellano, que termin con la victoria del
primero. Tal acontecimiento, de gran trascendencia en el proceso reconquistador del
territorio manchego, fue conocido por la historiografa posterior como la batalla de
Alarcos, habiendo quedado como un hito significativo en la Historia Medieval Espao
la y que, como tal suceso blico, ha sido objeto de muy diversos estudios.
El lugar de Alarcos, cuyo nombre ha quedado directamente vinculado a este aconte
cimiento -el cual le supuso no haber caido en el olvido tras su abandono- tiene una
evidente vinculacin con la actual Ciudad Real, pues los primeros repobladores de sta
muy posiblemente procedan de aquella. La relacin entre ambos lugares, dada adems
su proximidad, ha sido muy directa desde la Edad Media.
Todos estos factores eran motivos suficientes para considerar que el acontecimiento no
poda pasar desapercibido en Ciudad Real. Era conveniente, por tanto, conmemorarlo de
alguna manera y, desde la Universidad de Castilla-La Mancha se consider que lo ms opor
tuno era la celebracin de un congreso, en el cual, al hilo de la efemride conmemorada, se
analizase no slo la batalla como tal, sino especialmente la poca en la que tuvo lugar, sobre
todo en lo referente al territorio manchego. El Departamento de Historia -ms concretamen
te su Area de Historia Medieval- se encarg de su organizacin. Se cont con la inestimable
colaboracin de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y del Excmo. Ayuntamien
to de Ciudad Real que ofreci una recepcin a los congresistas.
Y as, el da 3 de abril de 1995, bajo la presidencia de S.A.R. Don Carlos de BorbnDos Sicilias, Infante de Espaa, acompaado del Rector de la Universidad de CastillaLa Mancha, del Presidente de las Cortes Regionales, del Alcalde de Ciudad Real y del
Director General de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, se
inauguraba en Ciudad Real el Congreso Internacional Conmemorativo del VIII Cente
nario de la Batalla de Alarcos.
Es de sealar que, en los das previos a la celebracin del Congreso, y bajo el patro
cinio de nuestra Universidad, la Sociedad Espaola de Estudios Medievales celebr su
asamblea anual en Almagro.
Al socaire del Centenario, durante varios meses tambin se celebraron en Ciudad
Real otra serie de actos conmemorativos, de carcter ms popular, entre los que merece
P r e s e n t a c i n
ser destacada la exposicin que bajo el ttulo Alarcos95. El fiel de la balanza y patro
cinada por la Consejera de Educacin y Cultura de la Junta de Comunidades de CastillaLa Mancha se celebr en el Museo de Ciudad Real.
* * *
El Congreso celebr sus sesiones, durante los das 3 al 6 de abril de 1995, en el Aula
Magna del Campus de Ciudad Real. El da 4 por la tarde los congresistas efectuaron una
visita al lugar de Alarcos, donde les fueron explicadas las excavaciones arqueolgicas
en fase de realizacin.
En este volumen que aqu presentamos se recogen los textos de las ponencias y de las
comunicaciones que fueron ledas a lo largo de las distintas sesiones del Congreso, el
cual fue estructurado en cuatro secciones: Ordenes Militares, la Reconquista (siglos XIIXIII), Cultura y formas de vida y Arqueologa. Constituyen un conjunto heterogneo de
estudios que, a pesar de su inevitable diversidad temtica, suponen un aporte, si no con
siderable, s al menos significativo para incrementar nuestra informacin sobre la histo
ria de las tierras manchegas entre los siglos XII y XIII. Junto a nombres ya consagrados
en el campo de la investigacin histrica, se encuentran otros, menos conocidos, pero
que muestran el inters de una generacin ms joven por seguir investigando en estos
temas.
La Universidad de Castilla-La Mancha cumpli, en su momento, el compromiso en
tonces adquirido de organizar el Congreso. Y ahora lo culmina con la edicin de sus
Actas, para que quede un recuerdo tangible de la conmemoracin de un acontecimiento
blico que tuvo lugar hace ocho siglos.
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J oseph F. O ' C a l l a g h a n
Abreviaturas
AEM: Anuario de estudios m edievales
AHN: Archivo H istrico Nacional, Madrid
BA: Bullarium O rdinis M ilitiae de A lcn tara. Madrid: A. Marn, 1759.
BC: Bullarium O rdinis M ilitiae de C alatrava. Madrid: A Marn, 1761.
BRAH : B oletn de la R eal A cadem ia de la H istoria
BS: Bullarium E qu estris O rdinis Sancti Iacobi de Spatha. Madrid: 1719.
RABM: Revista de A rchivos, Bibliotecas y M useos
RE: Madrid, AH N, Registro de escrituras de la Orden de Calatrava,
L a V id a
d e las
rdenes M
il i t a r e s d e
spaa
Introduccin
Las Ordenes Militares de Espaa tuvier on una asociacin ntima con la batalla de Alarcos
que hoy conmemoramos. Casi cuarenta aos antes de la batalla, lleg a ser la primera de
aquellas Ordenes, la de Calatrava. Veinte aos antes de la batalla, la Orden de Santiago
recibi la aprobacin del papa, del mismo modo como la recibieron poco despus la Orden
deban Julin del Pereiro, conocida ms tarde como la Orden de Alcntara, y la Orden de
Evora, llamada posteriormente la Orden de Avis. Los caballeros de todas estas Ordenes par
ticipaban activamente en las hostilidades a lo largo de la frontera durante la segunda mitad
del siglo doce, cuando los Almohades sojuzgaban a la Espaa islmica y trataban de con
quistar tierras prdidas en Castilla, Len y Portugal. La batalla de Alarcos fue una derrota
desastrosa para Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214), y tambin casi result en la des
truccin de la Orden de Calatrava.1
Durante aquellos aos crticos se establecan las Ordenes Militares. Reconociendo el
valor de estas comunidades de caballeros prometidos a la defensa permanente de las fronte
ras cristianas, los reyes les dieron custodia de castillos y fortalezas, posesin de aldeas y
otras propiedades, y una cuota del botn real. Al mismo tiempo que las Ordenes estaban
luchando contra los moros, trataban de desarrollar una manera de vida nueva, una combina
cin de las vidas muy diferentes de caballeros y de monjes. Esta sera una tarea ardua y
formidable en tiempos ordinarios, pero en medio de las circunstancias violentas de la fronte
ra, era especialmente difcil. Hoy quiero averiguar los propsitos de las Ordenes Militares y
los aspectos esenciales de su vida revelados en sus estatutos primitivos, esos son, los textos
ms tempranos del siglo doce y de los primeros aos del siglo trece.
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los aos inmediatamente siguientes a la toma de la ciudad santa por los cruzados en 1099.
Como es bien sabido, las Ordenes del Temple y del Hospital reciban propiedades en la
pennsula ibrica acerca en los aos 1130-1140.2
Durante los treinta y cinco o cuarenta aos siguientes se creaban las Ordenes M ilita
res espaolas. Entre ellas fue la Orden de Calatrava, cuyos principios se pueden trazar
desde 1158.3 La Orden de San Julin del Pereiro, fundada en el reino de Len antes del
: ao 1176, estaba trasladada a la fortaleza de Alcntara despus de 1218.4 La primera
noticia de la Orden de vora en Portugal est fechada en 1176; los freiles se transferan
al castillo de Avis despus de 1223-1224.5 La Orden de Santiago apareci en 1170 en
Cceres en el reino de Len, y dentro de algunos aos tambin en Castilla.6 Hubo algunas
Ordenes efmeras, tal como la Orden de Trujillo, una rama castellana de San Julin,7 y la
2.- Alan Forey, The M ilitary Orders from the Twelfth to the Early Fourteenth Centuries (Toronto: University
o f Toronto Press, 1992); Alan J. Forey, The Templars in the Corona de Aragn (Oxford: Oxford University Press
1973); Santos Garca Larragueta, "La Orden de San Juan en la crisis del imperio hispnico en el siglo XII,"
Hispania 12 (1952): 483-524, y El Gran Priorado de Navarra de la Orden de San Juan de Jerusaln (Pamplona:
CSIC, 1957); Mara Bonet Donato, La Orden del H ospital en la Corona de Aragn. P oder y Gobierno en la
Castellana de Amposta (Madrid: CSIC, 1994).
3.- AHN Docum entos reales de Calatrava, nm. 19; BC, 2, nm. 1; Julio Gonzlez, El reino de C astilla en
la poca de Alfonso VIII, 3 vol. (Madrid: CSIC, 1960), 2:64-65, nm. 35; O Callaghan, "The Affiliation of
the Order o f Calatrava with the Order of Cteaux," cap. 2, pgs. 178-183, en The Spanish M ilitary O rder o f
Calatrava, nm. 1.
4.- Parece que el texto que empieza "Haec est institutio militiae Pereri" sea una falsificacin de Fray Bernardo
de Brito; estaba publicada por Angel Manrique, Annales Cistercienses, 4 vol. (Lyon: Boissat et Anisson, 16421649), 2:280. La donacin de Raigada por Femando II de Len a Gmez "praedictae domus fundatori primo" en
enero de 1176 es la primera evidencia autntica de la existencia de la Orden de San Julin del Pereiro. Alejandro
III concedi la proteccin apostlica al prior Gmez y a sus hermanos (29 diciembre 1176). La Orden de Calatrava
cedi la fortaleza de Alcntara (la cual haba recibido de Alfonso IX de Len en el ao anterior) a los de San Julin
el 16 de julio de 1218; BA, 3, 6-7, 20-21; Julio Gonzlez, Regesta de Fernando II (Madrid: CSIC, 1943), 444, y
Alfonso IX, 2 vol. (Madrid: CSIC, 1945), 2:453-455, 478-479, nms. 346, 365; OCallaghan, "The Foundation of
the Order o f Alcntara, 1176-1218," en The Spanish M ilitary Order o f Calatrava, nm. 4:471-486; Rui de Azevedo,
"A Ordem militar de S. Juli+o do Pereiro, depois chamada de Alcntara," AEM 11 (1981): 713-729.
5.- Afonso I di Coruche y otras propiedades a Gonfalo Viegas, Maestre de Evora, en abril de 1176. A.E.
Reuter, Chancelarias M edievais Portugueses (Coimbra: Universidad de Coimbra, 1938), 356, num. 237. Afonso
H, el 30 de junio de 1211, otorg Avis a los freiles de Evora; BC, 450-451. Rui de Azevedo, "As Origens da Ordem
de Evora ou de Avis," Revista de Historia 1 (1932): 233-241; Carlos da Silva Tarouca, "As origens da Ordem dos
cavaleiros de vora e Avis, segundo as cartas do Arquivo do Cabildo da Se de vora," Boletin da Cidade de vora
5 (1947):25-39; Miguel de Oliveira, "A M ilicia de vora e a Ordem de Calatrava," Lusitania Sacra 1 (1956):5167; Maur Cocheril, "Origine cistercienne des Ordres militaires portugais dAvis et du Christ," en sus tudes sur le
monachisme en Espagne et au Portugal (Lisboa: Bertrand, 1966),423-432.
6.- El pacto entre Pedro Fernndez, Maestre de la milicia de Santiago, y Pedro, arzobispo de Santiago, fechado
el 12 de febrero 1171 es el ms temprano documento; en el mismo mes Femando II concedi algunas propiedades
a Pedro Fernndez, Maestre de los freiles de Cceres; el 9 de enero de 1174 Alfonso VIII de Castilla les di la villa
de Ucls; AHN, Archivo de Ucls, cajn 58, nm. 18, y cajn 338, nm. 1; BS, 3-4, 5-6; Lomax, Orden de
Santiago 5-8; Martn, Orden M ilitar de Santiago, 11-19, 212-216, 240-241, nms. 42-43, 65. Martn cree que la
Orden de Santiago fue establecido el 1 de agosto de 1170 en Cceres.
7.- Hay tres donaciones de Alfonso VID de Castilla a Gmez, Maestre de Trujillo, el 15 de abril 1188, 11 de
junio de 1194, y 6 de marzo de 1195; BA, 11-14; Gonzlez, Alfonso VIII, 2:855-856, nm. 497, 3:112-113, 139140, nms. 625, 641; OCallaghan, "The Foundation of the Order of Alcntara, 1176-1218," 481-484.
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17.- RE, 1:133; Derek W. Lomax, Algunos estatutos primitivos de la Orden de Calatrava, H ispania 21
(1961): 11-12, nm. 1. A lfonso VHI di el monasterio de San Pedro al abad de Morimondo el 24 de noviembre de
1194. Gonzlez, Alfonso VIII, 3:117-118, nm. 628. San Pedro de Gumiel, un monasterio benedictino, acept la
observancia de Cster. Ver la contienda entre San Pedro y el monasterio de la Vid; Gonzlez, Alfonso VIII, 2:476478, nm. 290.
18.- Lisboa, Arquivo da Torre do Tombo, Colec9+o Especial, Documentos de Aviz, n. 94, Perg. 0.473; Lomax
Algunos estatutos, 12-14, nm. 2. El hecho de que el captulo 35 habla de la ausencia del rey de su reino sugiere
la posibilidad que se pueda fechar los estatutos despus de la campaa de Alfonso VIH en Gascua en el verano de
1205 o en una posible campaa en el verano de 1206.
19.- BA, 3-4 (29 diciembre 1176), 7-9 (4 abril 1183).
20.- En el siglo dieciseis Fray Bernardo de Brito, Cisterciense de Portugal, los traa a la luz en su Chronica de
Cister (Lisboa: Pascual da Sylva, 1720), 601-604; Reuter, Chancelarias M edievais Portugueses, 287, nota 197;
Maur Cocheril, Calatrava y las Ordenes Militares portuguesas, Cistercium 10 (1959): 331-339, y Bernardo de
Brito et leCycle de Tarouca en sus tudes sur le monachisme en Espagne et au Portugal, 200-216.
21.- RE, 2:198; Aurea Javierre Mur, La Orden de Calatrava en Portugal, BRAH 130 (1952): 45-46, nm. 1.
22.- AHN, Ucls, cajn 1, nm. 4; BS, 13-17; Martn, Orden M ilitar de Santiago, 248-254, nm. 75. El papa
recibi a los santiaguistas como peculiares filios o speciales ac proprios Sacrosancte Romane Ecclesie filios
y confirm su Orden. Adems acept el lugar donde estaba la cabeza de la Orden in ius et proprietatem Sacrosancte
Romane Ecclesie.
23- AHN, Cdice 1307 (texto latn del siglo trece) editado en 79 captulos por Enrique Gallego Blanco, The
Rule o fth e Spanish M ilitary O rderofS t. James 1170-1493. Latin and Spanish Texts (Leiden: E.J. Brill, 1971), 73169; AHN, Cdice 1281 (traduccin castellana de mediados del siglo trece) editado en 92 captulos por Lomax,
Orden de Santiago, 221-231, nm. 1. Jean Leclercq, La vie et la prire des chevaliers de Santiago daprs leur
Rgle primitive, Litrgica 2 (1958): 347-357, public un texto primitivo de la Regla, escrito posiblemente cerca
de 1167-1168, contenido en el Archivo Vaticano, MS Vaticano Latino nm. 7318. Ver el estudio de Angel Ferrari,
Alberto de Morra, postulador de la Orden de Santiago y su primer cronista, BRAH 146 (1960): 63-139.
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mucho de la vida primitiva de los santiaguistas y de sus relaciones con las otras Ordenes
M ilitares.24
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Empero, se haba empleado la palabra militia por muchos siglos en la literatura monstica,
por ejemplo, en la Regla de San Benito, para describir la vida de los monjes empeados a un
combate espiritual contra el diablo.31 En su Liber de laude novae militiae, dedicado a la
nuevamente establecida Orden del Temple, San Bernardo de Claraval empleaba la palabra
militia en un sentido doble, refiriendo tanto a la lucha diaria de la vida monstica, como a las
actividades militares de los Templarios. San Bernardo argy que la Orden del Temple fuera
una nueva forma de militia, diferente no solamente de la brutal militia secularis, sino tam
bin del monasticismo tradicional. Ceidos con ambas espadas, la espiritual y la temporal,
los Templarios estaban ocupados en una contienda doble tanto contra la carne y la sangre
como contra el espritu del mal.32
La justificacin por San Bernardo de la Orden del Temple como una nueva vida, uniendo
los ideales del monasticismo y de la caballera, dio a la palabra militia una significacin
doble, reflejada sin duda en los textos espaoles de este perodo.
Luego encontramos algunas citaciones de ordo, orden, o de ordo militie.33 Ordo significa
un estado de vida en la sociedad de aquella poca y tambin tiene una connotacin monstica.
Sugiere algunas observancias caractersticas que distinguan la vida monstica de los monjes
de la Orden de Cluny, por ejemplo, de la de los monjes de la Orden del Cster.34 As ordo
militie refiere a una tropa de caballeros bajo el mando de un maestre, juntados en una asocia
cin o orden monstica.35 Por lo tanto, desde el ltimo cuarto del siglo doce la palabra ordo
entraba en usanza comn a referir a estas sociedades militares y religiosas. Por ejemplo, la
Regla de Santiago habla de los "fratres ordinis militiae beati Iacobis Apostoli."36
31.- Antonio Linage Conde, "La tipificacin militar de las Ordenes," Santa Escolstica (Seplveda: Santa
Escolstica, 1988), 99; idem, "Las Ordenes militares y la tradicin benedictina," Hidalgua 21 (1983): 225-248,
especialmente 228-236; Josef Fleckenstein, "Die Rechtfertigung der geistlichen Ritterorden nach der Schrift, 'De
laude novae m ilitiae Bemhards von Clairvaux," en D ie geistlichen Ritterorden Europas, ed. Fleckenstein y
Hellmann, 9-22.
32.- Liber ad milites Templi de laude novae militiae, ed. Jean Leclercq y H.M. Rochis, en Sancti B em ardi
Opera, 8 vol. (Rome: Editiones Cistercienses, 1957-19 ), 3; Ver Milagros Rivera Garretas, "Los ritos de iniciacin
en la Orden Militar de Santiago," AEM 12 (1982): 281-282.
33.- Ver los ejemplos siguientes: "fratribus ordinis de Calatrava," RE, 1:29 (1172); "Calatravensi ordini et
militie et vobis domno Nunio eiusdem ordinis magistro." Gonzlez, Alfonso VIII, 2:755-756, nm. 439 (1185),
3:232-234, nm. 696 (1201). "Magistro vestro dompno P. Femandi et Ordini vestro," y "Ordini militum Beati
Iacobi et vobis domno Petro Femandi eiusdem Ordinis venerabili magistro;" Martn, Orden M ilitar de Santiago,
238, 261, nms. 63 (septiembre 1173), 81 (mayo 1176).
34.- Ver la bula de Lucio III a San Julin del Pereiro (4 abril 1183: "Ordo monasticus qui secundum Deum et
Beati Benedicti regulam in eo loco institutus esse dignoscitur;" BA, 7.
35.- Marc Bloch, La Socitfodale. Les Classes e tle Gouvem em ent des Hommes (Pars: Albin M ichel, 1940),
49: "Dans le vocabulaire que les crivains chrtiens avaient emprunt l Antiquit romaine, un ordo tait une
divisin de la socit, temporelle aussi bien quecclsiastique. Mais une divisin rgulire, nettement dlimite,
conforme au plan divin. Une institution, en vrit. Non plus seulement une ralit toute nue." Ver la traduccin
inglesa Feudal Society (London: Routledge, Kegan, Paul, 1961), 314. Cambridge H istory o f M edieval P olitical
Thought, c. 350-c. 1450, ed. J.H. Bums (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), 262-263, dice que "An
ordo therefore is a social group with a special function (officium or ministerium)." En la edad carolingia se divida
la sociedad en la ordo clericalis y la ordo laicalis. Guibert de Nogent, Gesta D el p e r francos, cap. 1, decia que
Dios instituy la guerra santa para que la ordo equestris pudiera encontrar una nueva via a salvacin.
36.- Gallego Blanco, Rule, pg. 82. Un texto de diciembre de 1170 refiere a eo anno quando cepit esse illum
suum ordinem de Cceres. Gonzlez, Femando II, 92.
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el 4 de abril de 1183, notaba que San Julin "estaba situada en la boca de los sarracenos" y
expresaba el deseo que el Maestre Gmez y sus freiles "sudasen ms efectivamente en la
defensa de la cristiandad."43 Entonces es muy probable que los freiles de San Julin se cam
biaran de una comunidad monstica a una Orden militar entre los siete aos desde 1176 a
1183.
Recibiendo a los santiaguistas como "hijos especiales," el Papa Alejandro III regocij de
su conversin y confirm sus propiedades y su forma de vida. Tambin declar que la nica
intencin del Maestre Pedro Fernndez y de sus freiles fue la defensa del nombre cristiano.44
Loaba a los freiles como "hombres del seor, temiendo y anhelando la ley del seor," quie
nes se exponan a peligros extremos en defensa de la fe y protegan a las fronteras cristianas
de las incursiones de los paganos, los enemigos de la cruz de Cristo. Aadi que su religin
era grata a Dios y aceptable y necesaria a la cristiandad.45 El prlogo de la Regla de la Orden
de Santiago tambin emple palabras evocadoras del Lber de Laude Novae Militiae escrito
por San Bernardo. Dice que algunos equites diaboli - caballeros del diablo - abandonaban la
malitia, eso es, la vida mala y perversa de guerras contra sus vecinos cristianos. Aceptando la
militia, se convertan a la vida verdaderamente cristiana, exponiendo sus propios cuerpos al
yugo de Cristo, al yugo de martirio. Dedicados al combate contra los enemigos de Cristo y a
la defensa de la iglesia de Dios, bajo la invocacin de Santiago, estos milites pusieron sobre
sus pechos la sea de la cruz en forma de una espada. Los arzobispos y obispos de Castilla y
de Len aprobaron su nueva manera de vivir, su nueva viuendi form a ,46 Aqu encontra
mos las mismas palabras, Forma vivendi, usadas antes de Calatrava en 1164.
43.- BA, 7-9: "Cum locus vester in Saracenorum faucibus constitutus . . . ut eo liberius et libentius defensioni
christianitatis pro viribus et aliis divinis obsequiis insudetis." La carta de Femando II y la bula de Alejandro IH,
ambas de 1176, hablan simplemente de fratres serviendo a D ios en San Julin, sin expresar la manera de su
servicio. BA, 3. 6-7.
44.- Martn, Orden M ilitar de Santiago, 250, num. 73: "in speciales ac proprios Sacrosancte Romane Ecclesie
filios vos recipimus . . . Cum enim nica sit vobis intentio et singularis cura semper inmineat pro deffensione
christiani nominis decertare..." Gallego Blanco, Rule, cap. 30, pg. 110, repite que la "specialis nica intentio sit,
ecclesiam Dei por viribus defendere, pro exaltatione nominis Christi animas ponere, sarracenorum crudelitati
iugiter obviare, ita tamen quod causa rapinae uel crudelitatis eorum terram non predentur, vel quicquid contra eos
fecerint pro exaltatione nominis Christi faciatur, vel ut christianos ab eorum impugnatione defendant, vel ad culturam
christiane fideiu ualeant prouocare." En una carta de 4 mayo 1184 el rey Femando II dijo: "quia cognoscimus quod
Ordo Militie Beati Iacobi qui specialiter ad contenendam inimicorum crucis Christi superbiam et dilatandam
christiani nominis gloriam in Hyspanis inventus est a regno nostro sumpsit inicium." Martn, Orden M ilitar de
Santiago, 308-309, nm. 124.
45.- Bula de Alejandro III de 3 de agosto de 1175 a todos los fieles: "Versus Hyspaniam contra gentem nefariam
paganorum surrexerunt de novo viri Domini timentes et zelantes legem Domini, videlicet fratres Sancti Iacobi qui
pro defensione fidei christiane se ipsos extremis periculis exponunt et fines christianitatis ab incursibus paganorum
induti lorica fidei et multiplici succincta virtute tuentur . . . Religio qui Deo grata e s t . . . et accepta et christianitati
necessaria plurimum, cum hii qui religionem ipsum assumunt ad hoc specialiter et precipue studio tocius
sollicitudinis elaborent ut inimicos cm cis Christi, Eo adiuvante, confundunt et fines Christianitatis versus Hyspaniam
ab eorum incursibus protegant et defendant." Martn, Orden m ilitar de Santiago, 255-256, nm. 75.
46.- Gallego Blanco, Rule, prlogo, pg. 80, dice que los prelados espaoles (El Arzobispo Cerebruno de
Toledo, el Arzobispo Pedro de Santiago de Compostela, y los obispos Juan de Len, Femando de Astorga, Esteban
de Zamora y otros) "huius militie primordium conuersionis et propositum sanctae conuersationis totamque viuendi
formam unanimi beniuolentia pari consensu et auctoritate firmissima loco et tempore suo communire gauisi sunt."
Rivera Garretas, "Los ritos de iniciacin," 283.
16
L a V id a d e l a s r d e n e s M i l i t a r e s d e E s p a a
47.- Eloy Benito Ruano, "Las Ordenes Militares espaolas y la idea de Cruzada," Hispania 16 (1956): 3-15.
48.- Cari Erdmann, The O rigin o fth e id ea o f the Crusade (Princeton: Princeton University Press, 1977);
Frederick Russell, The Just War iti the M iddle A ges (Cambridge: Cambridge University Press, 1975); James
A. Brundage, M edieval Canon Law an d the C ru sader (M adison, WI: U niversity o f W isconsin Press, 1969).
49.- "VIII. Huius sim ile et eadem ferme tempestate, cuiusdam noue m ilitie obortum est monstrum nouum.
Cuius - ut lepide ait quidam: ordo de quinto euangelio - est ut lancis et fustibus incrdulos cogat ad fidem,
ut eos qui christi nomen non habent, licenter expoliet et religiose trucidet. Si quis autem de eo in depopulalione
talium ceciderint, christi mrtires nunccupent. Nonne et isti, futuro illi perditionis filio, contra christianos,
crudelitatis sue auctoritatem nutriunt? Q uom odo ei obicietur christi mansuetudo et patientia et forma
predicandi? Quare non faciet libenter, quod factum reperiet licenter? Quomodo non dicet: Qualia fecit ecclesia,
talia facite illi." Sermo 48 (P atrologa Latina 194:1853-1854) ya est editado por Gaetano Raciti, "Isaac de
lEtoile et son sicle. Texte et Commentaire historique du sermn XLVIII," Citeaux: Commentarii Cistercienses
12 (1961): 281-306 (el texto est en 288-292), y 13 (1962): 18-34 (especialm ente 20-21). Isaac lleg a ser
abad de l toile en la vecindad de Poitiers cerca de 1147 y muri cerca de 1169. Gaetano Raciti, "Isaac de
lEtoile," D ictionnaire de S piritu alit 7.2 (1971): 2011-2038. Su sermn no tiene fecha, pero Raciti piensa
que se debe fechar la despus de 1164 porque se confirm la Orden de Calatrava en aquel ao. Raciti rechaza
la identificacin con la Orden del Temple porque Isaac habla de una "noua militia" y por eso debe hablar de
una Orden fundada ms recientem ente que el Temple. Sin embargo la frase "noua militia" recuerda el libro de
San Bernardo, D e laude novae m ilitiae dedicado a los templarios.
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allaghan
santiaguistas que debiesen pelear en defensa de los cristianos o tratar de atraer a los
sarracenos a la fe cristiana; pero tambin debieran evitar el amor de la gloria o de la
efusin de la sangre o de la rapia. En cualquier caso no se puede entender las palabras
del papa como aprobacin de la conversin forzada.50 Por otra parte no hay ninguna
indicacin de que los santiaguistas ni los freiles de las otras Ordenes Militares trataban
de convertir a los moros en esta manera.51
L a V id a
d e las
rdenes M
il i t a r e s d e
spaa
En cada Orden hubo un grupo de freiles caballeros, tal vez el ms numeroso, y otro
grupo de clrigos, capellanes o freiles conventuales, quienes pasaban su vida adentro
del convento.
Dadas las necesidades de reclutamiento, es muy probable que los primeros miembros
de las Ordenes Militares vinieran de cada estado, sin atencin especial a su rango social, i
Sin duda eran hombres de edad adulta, caballeros o peones capaces de hacer los trabajos i
religiosos y militares de la Orden J 6 El Papa Alejandro III en 1177 permiti a la Orden de '
San Julin del Pereiro recibir clrigos y laicos, con la sola condicin que fuesen hom
bres libres.57 El mismo papa refiri a los primeros santiaguistas como "nobiles quidam
viri."58 Aunque no hay ningn estatuto del fin del siglo doce o principios del trece limi
tando la entrada solamente a los de nacimiento noble, los caballeros con sus armas y sus
caballos emergan como el elemento dominante en cada Orden.5? Algunos, como Pedro
Fernndez, el primer Maestre de Santiago, y el Conde Rodrigo de Sarria, eran ricos
hombres, y otros sin duda eran infanzones o caballeros hidalgos. Por esta razn la Regla
de Santiago (cap. 72-73) conden a los que dieran alguna expresin de vanagloria sobre
su familia o de sus riquezas o que menospreciasen a otra familia.60 Santiago aparente
mente sera la nica Orden que recibiera a hombres casados como miembros plenos
(cap. I).61
Segn la Regla de San Benito (cap. 58) alguien pidiendo recepcin en un monasterio
debe pasar un ao de noviciado siguiendo la vida diaria de la comunidad. Al fin del ao
puede hacer su profesin por vida al abad o marcharse.62 La primera Forma vivendi de
Calatrava de 1164 mand que todos hicieran su profesin al Maestre como a un abad.63
56.- Lomax, Orden de Santiago, 85-90; Forey, The M ilitary Orders, 132-147.
57.- BA, 3; "Liceat vobis elencos seu laicos absolutos ex hoc saeculo fugientes ad conversionem recipere et eos
sine contradictine aliqua retiere." Lucio III repiti lo mismo (4 abril 1183), BA, 7-8. Diez aos ms tarde Gregorio
VII aplic la misma regla a la Orden de Calatrava, permitiendo la recepcin de clrigos y laicos libres huyendo del
mundo - "liberos et absolutos ad conversionem recipere." Cuando Alejandro III dio su aprobacin a la Orden de
Monte Gaudio en 1180, estipul que se pudieran recibir Brabanzones, Aragoneses, y Vascones, quienes debieran
ser evitados por los fieles por razn de sus maldades ("qui pro iniquis operibus eius a fidelium consortio haberi
debeant alieni"), si fueran solteros, libres, absueltos de sus pecados, y no profesados en otra Orden. El Tercer
Concilio Lateranense en 1179 haba condenado a tales personas. Forey, The M ilitary Orders, 145.
58.- La bula de 1175 est dirigido al Maestre Pedro Fernndez y sus freiles, "clericis et laicis tam presentibus
quam futuris, communem vitam professis." Martn, Orden M ilitar de Santiago, 249, nm. 73.
59.- Rivera Garretas, "Los ritos de iniciacin," 290-292, concluye que aunque los fundadores fueran nobles, se
reciban personas no nobles hasta el Captulo General de Mrida en 1249 mand que se debiesen admitir solamen
te caballeros hidalgos.
M.- Lomax, Orden de Santiago, 88: "Es claro que antes de 1259 se haban aceptado muchos novicios de
nacimiento plebeyo y se les haban encargado encomiendas y aun castillos; pero despus de aquella fecha creci el
movimiento para excluirlos de oficio y de la Orden misma."
61.- Martn, Orden M ilitar de Santiago, 22-23.
62.- Las bulas de Alejandro III (29 diciembre 1176) y de Lucio III (4 abril 1183) hablan de los freiles de San
Julin del Pereiro "regularem vitam professis, y dicen: "Praetera inhibemus ne alicui post emissam in eo loco
professionem sine licentia prioris discedere liceat, nullusque ad se venientem sine communi litterarum testimonio
nisi ad strictiorem vitam transir voluerit penes se retiere audeat." BA, 3, 7-8; Forey, The M ilitary Orders, 148174.
63.- BC, 4: "De his mnibus precipimus ut obediatis magistro vestro et ei professionem faciatis sicut abbati."
El Capitulo General de 1187 dijo (BC, 21): "et professionem vestram magister vester recipiat."
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Debemos pensar que el freile, como un monje benedictino, tena que seguir la vida de un
novicio durante el ao antes de profesarse.64 El derecho cannico prohibi el traslado de un
monje a otro monasterio de una vida menos rigurosa.65El Conde Rodrigo de Sarria recibi la
licencia eclesistica de salir de la Orden de Santiago y establecer la Orden de Monte Gaudio
segn la observancia cisterciense, porque la Orden del Cster fue ms estricta que la de
Santiago. Sin embargo, para guardar la integridad de Santiago, se le prohibi al Conde admi
tir a santiaguistas en su comunidad.66
Un grupo muy importante en cada Orden fueron los freiles conventuales que vivan
en el convento principal siguiendo la vida monstica tradicional. La primera Forma vivendi de Calatrava declar que los freiles pudieran elegir a los sacerdotes que quisieran
como capellanes para or de las confesiones y cantar las misas.^7Despus de la filiacin
de Calatrava con Morimondo en 1187, el Captulo General mand que dos monjes del
mismo monasterio [de Morimondo] despus de su construccin, viviesen, por tanto tiempo
que sea necesario, con los freiles de Calatrava, sin duda para instruirlos en la observan
cia cisterciense.68 Guido I de Morimondo en 1195 orden que el Maestre pudiera elegir
los monjes que debieran vivir en Calatrava.69 La Orden de Santiago tambin reclutaba a
M - Segn la primera Forma vivendi de 1164 los Cistercienses no podan recibir a ningn freile de Calatrava
sin permiso del Maestre; por otro lado ninguno de los cistercienses poda entrar en Calatrava sin asentamien
to de su abad. La segunda Forma vivendi de 1187 dice lo mismo; BC, 3-4, 20-21: "Praeterea petitioni vestrae
condescendim us ut videlicet nulli Ordinis nostri liceat quemquam fratrum vestrorum recipere absque assensu
vestro, sed vos erga nostros eadem lege tenebimini." Si algn freile de Calatrava pidiese entrada en un mo
nasterio cisterciense con licencia de! Maestre, podra ser recibido inmediatamente com o monje si hubiese
vivido por un ao en Calatrava. La tercera Forma vivendi de 1199 dice as: "Si quis vestrum in alique domo
nostri Ordinis se suscipi rogaverit in monachum cum litteris vel licentia Magistri et Conventus sui receptus
statim cuculla induetur sine probatione facienda si tamen integrum in Ordine vestro fecerit annum, et in
potestate Abbatis erit eum in majori quam ingreditur loco statuere;" BC, 31.
65.- Ver la carta de Alejandro III a Calatrava (25 septiembre 1164): "Prohibemus autem ut nulli fratrum
vestrorum post factam in eodem loco professionem absque totius congregationis assensu liceat de loco illo
discedere; discedentem vero absque communi litterarum cautione nullus audeat retiere." BC, 5-6.
66.-Ver la bula de Alejandro III (28 diciembre 1173): "Postmodum volens te arctius divinis obsequiis
mancipare, a praedicto cardinali [Iacinto] acceptata licentia ad arctiorem religionem transeundi te ad locum
alium transtulisti, ubi tu et his qui in eodem locum tecum sunt ad Dei servitium deputati, institua Cisterciensis
ordinis observastis . . . Ita tamen quoddammodo nullum de m ilitia beati Jacobi in fratrem vestrum post factam
professionem recipere debeatis." BC, 497-498. En su bula de 20 julio 1179 Alejandro III mand a los obispos
de Espaa que forzasen volver a la Orden de Santiago los freiles que hubiesen salido. N inguno poda entrar
en una Orden ms estricta sin perm iso del Maestre. Martn, Orden m ilitar de Santiago, 281-282, nm. 99;
tambin 251, nm. 73.
f7.- Se les deben recibir tanto a estos capellanes profesos, com o a los otros calatravenses, en los monas
terios cistercienses. "Capellanus con fessiones audiens, m issas vobis cantabit et istos vos eligetis." El Captu
lo General de 1187 dijo: "Capellanos in domo vestra profesos sicut vos in bono ordinis recipimus." BC, 4, 21.
f8.- BC, 21: "Do monachi de eodem monasterio postquam constructum fuerit, quoties n ecesse fuerit,
cum ipsis fratribus morabuntur."
.- Guido I, 1195, RE, 1:133: "De monachis qui debent morari in Calatrava m agister eligat excepto
priore et subpriore et cellerario ad voluntatem abbatis." Lomax, "Algunos estatutos," 11-12. Los Captulos
Generales C istercienses de 1221 y 1222 permitan la recepcin de freiles clrigos de Calatrava visitando a
monasterios de la Orden de Cister entre los monjes segn sus aos de profesin. "OCallaghan, "The Affiliation
of the Order o f Calatrava with the Order of CTteaux," cap. 3, pgs. 15-19.
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clrigos para servir las necesidades espirituales de los freiles. Vivan en un convento bajo un
prior y reciban los diezmos de los freiles para su mantenimiento; tambin tenan el deber de
instruir a los hijos de los caballeros en las letras.70
/Como ya se ha dicho, el jefe de cada Orden tuvo el ttulo de Maestre.71 El Maestre fue el
administrador general de su Orden con una posicin comparable a la de un abad. En los
asuntos ms importantes el Maestre tena que actuar con el asentamiento de su convento o
captulo.72 Segn los estatutos de Salvatierra (art. 20) el Maestre tena que rendir cuentas en
presencia del visitador y de los sniores de la Orden. El Maestre de Calatrava recibi del
abad de Morimondo el derecho de asistir a la visitacin de San Pedro de Gumiel, y de ofrecer
su consejo en los negocios del mismo monasterio.73 Tambin el Maestre de Calatrava recla
maba el derecho de visitar a la Orden de Alcntara "segn la Orden del Cster" (1218). No
poda enajenar o trasladar alguna propiedad de Alcntara sin el consentimiento del Maestre
y convento de Pereiro.74 Adems el Maestre de Calatrava ejerci el derecho de visitar a la
Orden de Avis filia de Calatraua en 1238.75
Los trece nombrados por el Maestre de Santiago funcionaban como su consejo. Al morir
el Maestre los trece, convocados por el prior, tenan el derecho de elegir al nuevo Maestre
dentro de cincuenta das. Si el Maestre fuese pernicioso o intil, los trece podran corregirle
y an deponerle, con consejo del prior y de la parte ms sana del Captulo general.76
70.- Ver la bula alejandrina de 1175; Martn, Orden M ilitar de Santiago, 23, 251, nm. 73; Lomax, Orden de
Santiago, 89. Rivera Garretas, "Los ritos de iniciacin," 289-290, dice que los freiles caballeros obedecan al
Maestre, pero no al prior, y los freiles clrigos al prior, pero no al Maestre, y que esta fue una causa de muchos
conflictos en la orden.
71.- OCallaghan, "The Affiliation of the Order of Calatrava with the Order of Cteaux," cap. 3, pgs. 3-7. Se
debe notar que la bula de Alejandro III est dirigido al Prior Gmez y sus freiles de San Julin del Pereiro (29
diciembre 1176), pero en la bula de Lucio III (4 abril 1183) Gmez apareci con el ttulo de Maestre; BA, 3, 7. No
consta la razn del cambio del ttulo de Prior a Maestre. Prior era un ttulo usado por los hospitalarios, pero en las
comunidades monsticas el prior fue el lugarteniente del abad. Es posible que San Julin tuviera el carcter de un
hospital en 1176 o que era una dependencia de Calatrava y por eso se llam a Gmez prior. Martn, Orden M ilitar
de Santiago, 39-42.
72.- Por ejemplo, en 1210 Rodrigo Daz, Maestre de Calatrava, "cum consensu totius capituli de Salvatierra,"
di a Miguel Baldovin la heredad de Burguillo en Navarra; Jos Lpez Agurleta, Vida del venerable fundador de.
la Orden de Santiago (Madrid: B. Peralta, 1731), 92, nm. 184. Martn Fernndez, Maestre de Calatrava, "cum
consensu totius conventus" cedi la plaza de Alcntara a los freiles de San Julin del Pereiro, en 1218, y Munio,
"magister de Pirario cum toto conventu ejusdem" confirm la donacin. BA, 21; BC, 46-47.
73.- Guido I, 1195, RE, 1:133: "Magister quoque ad visitationem eiusdem loci vocetur si adesse voluerit et
potuerit et de negotiis domus consilio ipsius agatur." Lomax, "Algunos estatutos," 11-12.
74.- Pacto de 1218 entre Calatrava y San Julin: "Recipiant visitationem et obedientiam magistri de Calatrava
secundum Ordinem Cisterciensium . . . Magister vero de Calatrava nunquam habeat potestatem alienandi vel
transferendi aliqua de rebus de Pirario sine consensu Magistri et Conventus de Pirario, ac si facere attentaverit rex
Legionis habeat potestatem meliorandi illud." Gonzlez, Alfonso IX, 2:478, nm. 365; BC, 46-47; BA, 21.
75.- "E el Maestre de Calatrava que visite cada ao la casa de Avis por si o por so mandado segn la forma de
la Orden." Javierre Mur, "La Orden de Calatrava en Portugal," 45-46, nm. 1 (22 agosto 1238); BC, 69.
76.- Ver la bula de Alejandro III, 5 julio 1175, Martn, Orden M ilitar de Santiago, 42-43, 251, nm. 73. Hablan
do de Pedro Fernndez, el papa dijo: "per voluntatem Dei magisterium super alios et providentiam suscepisti."
Lomax, Orden de Santiago, 54-56, sugiere que los trece fueron escogidos por el Maestre, as com o entre los
gilbertinos y los templarios. Rechaza la opinin de Rades, Crnica de Santiago, 1-27, que hubo algunas eleccio
nes cismticas en 1184, 1195, y 1217.
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Supongo que en las otras Ordenes se siguiera la Regla de San Benito sobre la eleccin del
Maestre quien tena su oficio por su vida, como un abad benedictino.77 El Papa Lucio III
declar que los freiles de San Julin "con consejo comn o con el de la pars sanior de ellos
pudieran elegir [al Maestre] segn el temor de Dios y la regla de San Benito."78 Los Maestres
de Alcntara79 y de Avis tenan el derecho de asistir a la eleccin del Maestre de Calatrava.80
El Maestre poda dimitir libremente, pero si su gobierno resultara intolerable, podra ser
depuesto. Parece que Don uo, Maestre de Calatrava (1183-1197), renunciara a su oficio
dos aos despus del desastre de Alarcos, y que el antiguo Maestre Don Martn Prez de
Siones le reemplazara, pero dimiti antes de un ao.81 En 1199 el Papa Inocencio ID mand
que los dos Maestres que haban renunciado debieran restituir a la Orden cualquier propie
dad que tuvieran en sus manos,82 y el Captulo General del Cster del mismo ao orden que
si el Maestre fuese depuesto o si dimitiera, no podra retener ninguna propiedad de la Orden
para su uso personal.83 Segn los estatutos de Salvatierra (art. 1), nadie, sino el abad de
Morimondo o su delegado, pudiera destituir al maestre y instituir otro en su lugar.84
77.- El Papa Alejandro IV (3 enero 1256) aprob la peticin de la Orden de Calatrava y del abad de
Morimondo que se emplean las mismas formas en la eleccin, deposicin, o renuncia del Maestre as como
en el caso de un abad cisterciense. Charles Bourel de la Roncire, J. de Loye, y A. Coulin, Les R egistres
d A lexandre IV, 2 vol. (Paris: A. Fontem oing, 1902-1917), 2:313, nm .1038; BC, 109.
78.- BA, 7-9 (4 abril 1183): "Obeunte vero te nunc ejusdem loci magistri vel tuorum quolibet successorum
nullus ibi qulibet subreptionis astutia seu violentia praeponatur nisi quem fratres communi consilio vel fratrum
pars consilii sanioris secundum D ei timorem et B. Benedicti regulam providerint eligendum." Hablando del
prior, Alejandro III dijo lo mismo: "Et quanto te vel aliquem ex successoribus tuis mori contigerit, nullus per
subreptionem, astutiam vel violentiam substituatur, sed ille quem fratres communi consensu vel major et
sanior pars secundum Dei timorem elegerint;" BA, 3 (20 diciem bre 1176).
79.- Ver el pacto de 1218 entre Calatrava y Alcntara: "Cum autem magistrum de Calatrava mori aut
removeri contigerit ad substitutionem alterius uocetur m agister de Pirario." BA, 21; BC, 46-47; G onzlez,
Alfonso IX, 2:478, nm. 365.
80.- "E que el Maestre de Avis sea clamado a la eleccin del Maestre de Calatrava segn la forma de la
Orden. Javierre Mur, "La Orden de Calatrava en Portugal," 45-46, nm. 1 (22 agosto 1238); BC, 69.
81.- A H N, D ocum entos particulares de Calatrava, nm 37; RE, l:1 4 5 v (17 mayo 1198); Joseph F.
O Callaghan, "Martn Prez de Siones, Maestre de Salvatierra," en The Spanish M ilitary O rder o f C alatrava,
nm. 2, y "The Order of Calatrava: Years o f Crisis and Survival 1158-1212," en The M eeting ofT w o Worlds.
Cultural Exchange between E ast and West during the P eriod o fth e Crusades, ed. Vladimir P. Goss (Kalamazoo,
MI: Western Michigan University, 1986), 422-424.
82.- Inocencio III (21 mayo 1199) a "dilectis filiis magistro et fratribus de Salvaterra": "Quod autem a
duobus quos sponte accepimus resignasse de bonis ecclesie retinetur unde posset, sicut dicitur decem fratribus
provideri sine qualibet contradictione, ab eis dimitti volumus et mandamus quobus provisionem secundum
statum temporis et honestatem ordinis vestri assignati a vobis praecipimus congruentem." BC, 35.
83.- La tercera Forma vivendi de 1199 dice: "Magister vester quando deponetur vel dimittit magistratum
ita sine retentione proprietatis de communi vivat sicut abbas Ordinis nostri quando dimittit abbatiam suam;"
BC, 31. Lomax, Orden de Santiago, 55, dice que no hay indicacin del destituim iento de un Maestre durante
este perodo temprano.
84.- "In primis sciendum est quod nullus potestatem habet magistrum predictorum fratrum deponendi seu
alium instituendi sicut in priuilegio eorum continetur nisi solus abbas Morimundi uel ille cui hoc loco sui
iniunxerit faciendum." Se dice vsicut in priuilegio eorum continetur" pero no se conoce ningn privilegio o
documento que da el derecho a los freiles de destituir a su Maestre. Lomax, vA lgunos estatutos," 8.
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afiliados.90 El prior de Santiago era superior de los clrigos de la Orden, con responsabi
lidad de la vida espiritual de los freiles, y convocaba a los trece para elegir al nuevo maestre.91
Adems del Maestre y Prior, otros caballeros con el ttulo de comendador tuvieron la
responsabilidad de guardar y administrar las casas o propiedades de la Orden afuera del
convento principal.92 La Regla de Santiago (cap. 26) orden que en cada casa, donde hubiera
dos hermanos, el Maestre debiera nombrar a uno como comendador.93
Todos los freiles de la Orden se juntaron en el captulo a tratar de los asuntos de inters
comn y especialmente a corregir los defectos y las ofensas. La primera Forma vivendi de
Calatrava requiri al Maestre que tuviera un captulo diario. El Papa Gregorio VIII en 1187
prohibi algn cambio en las "regulares y antiguas costumbres de la Orden" o alguna enaje
nacin de las propiedades de la Orden, sin el consentimiento del Maestre, y del "mayor y
ms sana parte del captulo."94 Segn la Regla de Santiago (cap. 7) se debe celebrar un
captulo despus de la misa diaria y discutir los asuntos de la casa en otro captulo ms largo
convocado todos los domingos. Se debe leer la Regla cada mes.95 La bula de Alejandro III
mandaba la celebracin de un captulo general por los trece y los comendadores en la fiesta
de Todos los Santos, para tratar de los asuntos de mayor importancia, por ejemplo, la guerra
contra los moros. Durante el captulo deben elegir visitadores para visitar las casas de la
Orden y amonestar a los que faltaran en la observancia de la Regla.96
As como en las comunidades monsticas tradicionales, la vida en las Ordenes Militares
estaba establecida sobre la prctica de la pobreza, la castidad, y la obediencia.97
90.- "Quod nunquam recipiant monachum pro priore nisi voluerint, sed cum priorem facere debuerint,
recipiant illum de domo sua vel de Calatrava aut de filiabus suis, dummodo monachus non sit." G onzlez,
Alfonso IX, 2:478, nm. 365; BC, 46-47; BA, 21. Entre los testigos de este pacto eran M unio, m agister de
Pirario, y Paulus, prior de Pirario. El prior Paulus aparece en la bula de Honorio III (15 de octubre 1224)
sobre una disputa entre losde Pereiro y el Maestre de Calatrava. Derek W. Lomax, "Las m ilicias cistercienses
en el reino de Len," H ispania 23 (1963): 14, nm. 2.
A - Ver la bula de Alejandro III, 5 julio 1175, Martn, Orden M ilitar de Santiago, 251, nm. 73; Martn,
34-37, piensa que en el perodo 1170-1195 el prior de U cls tena la posicin primaria entre los priores de la
Orden.
92.- Guido I, 1195, RE, 1:133, habla del comendador de Calatrava: "Prior qui morabitur in Calatrava
manifestas et graves exordinationes ad consilium magistri vel comendatoris emendet." Los com endadores de
Caracuel y de Benavente recibieron la carta del Captulo general de 1199.
y3.- La bula de Alejandro III 5 ju lio 1175 habla del comendador y dice que los com endadores deben
participar en el Captulo general. Martn, Orden M ilitar de Santiago, 251-252, nm. 73; Martn, 37-39, da los
nombres de los comendadores en Castilla, Len, y Portugal.
y4.- BC, 4, 21: "Magister etiam capitulum quotidie teneat vobis." Los estatutos de Salvatierra (art. 7, pg.
492) mencionan un captulo tenido por el prior o por un monje en su ausencia: "Monacus qui cum eodem est
quando prior presens non fuerit loco ipsius capitulum fratribus teneat." Ver la bula de Gregorio VIII de 1187,
BC, 24. Segn Guido I en 1195, el abad de San Pedro de Gumiel debe asistir al captulo anual de Calatrava
(RE, 1:133): "Abbas de Sancto Petro singulis annis intersit capitulo Calatravensium." Lomax, "Algunos esta
tutos primitivos de la Orden de Calatrava," 11-12.
y5.-Ver tambin G allego Blanco, Rule, caps. 42, 45, pgs.61, 66.
y6.- Martn, Orden M ilitar de Santiago, 43, 251-252, nm. 73.
97.- Forey, The M ilitary Orders, 188-198.
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En la Orden de Calatrava y sus afiliados el nuevo freile tuvo que dejar sus propias pose
siones al entrar en la Orden y vivir despus de lo que le diera el Maestre para sus necesidades
bsicas.98|Segn Alejandro III, los santiaguistas deben vivir "sine proprio," vendiendo sus
bienes, dando el precio a la Orden y siendo contentos con lo que la Orden les diera para su
sustentacin.99
Todos los freiles de Calatrava y de sus afiliados tuvieron que vivir una vida clibe y
incurriran en penas severas si violasen los estatutos sobre la castidad. La primera Forma
vivendi de Calatrava mand que el que cometiera la fornicacin pblica tendra que comer
sobre el suelo por un ao, tres das de la semana en pan y agua, y recibir la disciplina todos
los viernes.100A estas penas los estatutos de Salvatierra (art. 30) aadieron que el caballero
culpable de fornicacin debiera perder su caballo y sus armas por un ao.101
Entre Calatrava y sus afiliados y la Orden de Santiago hubo una diferencia funda
mental en que los santiaguistas podran casarse si quisieran. Los caballeros casados te
nan que vivir en la castidad conyugal y los freiles solteros estaban vinculados por el
voto del celibato.102 Repitiendo las palabras de San Pablo "es mejor casarse que quemar
se," la Regla insisti que los freiles debieran vivir sin pecado en la castidad conyugal y
no acercarse a sus esposas durante los das de ayuno {Regla, proemio, cap. 12).103
Un principio fundamental de la vida monstica fue la obligacin de obedecer al abad.
Loando el propsito de los santiaguistas de vivir en comn en obediencia al Maestre,
Alejandro III afirm que la primera cosa de observar fue la obediencia. La Regla de
Santiago (cap. 28) demand que los freiles "obedezcan al maestre en todas las cosas y
por todas las cosas."104 Diciendo lo mismo la primera Forma vivendi de Calatrava requi
ri que si alguien fuera desobediente, sera obligado a comer sobre el suelo por tres das.
98.- O Callaghan, "Th Affiliation of the Order of Calatrava with the Order of Cteaux," cap. 3, pgs. 22-23.
".- Martn, Orden M ilitar de Santiago, 250, nm. 73; Gallego Blanco, Rule, Regla, cap. 26, pg. 60. Rivera
Garretas, "Los ritos de iniciacin," 290, dice que "hacia finales del siglo XIII los freiles tendieron a considerar
como propiedad privada los beneficios que disfrutaban en nombre de la Orden: trataron de hacerlos hereditarios."
100.- BC, 4, 21 (1164 y 1187: "Qui in fomicatione publice deprehnsus fuerit anno uno in trra comedat, tribus
diebus in septimana in pane et aqua, sexta feria disciplina accipiat."
101.- Lomax, "Algunos estatutos," 14.
102.- Ver la bula de Alejandro III, 5 julio 1175, Martn, Orden M ilitar de Santiago, 249, nm. 73. Las viudas de
los caballeros que quisieran casarse necesitaban el permiso del Maestre.
103.- Gallego Blanco, Rule, 59, 62-63. Los freiles casados tuvieron que vivir en el convento con los freiles
solteros durante los dos quadragesimales. Sus mujeres debieron quedarse en los monasterios de monjas durante el
mismo perodo, y las monjas debieron recibirlas honorablemente (cap. 13-14). Si sus esposos muriesen las muje
res podran vivir en los conventos con sus hijos hasta la edad de quince, aprendiendo letras. Al llegar a la edad de
quince, podran marcharse con sus cosas o continuar viviendo en la Orden (cap. 15-16). Se pudieron criar a los
hijos de los caballeros en las casas de la Orden hasta la edad de quince, cuando el joven podra optar a entrar en la
Orden o no. Al llegar a la misma edad las hijas de los caballeros podran entrar en un convento de monjas de la
Orden (art. 19-20). Si los santiaguistas no estuviesen casados, tendran que observar la regla de la castidad (cap.
25).
104.- Martn, Orden M ilitar de Santiago, 249, n. 73: "in habitu et conversatione religionis sub ipsius magistri
statuerunt obedientia com m orari. . . Inter ea sane que in profesionis vestre Ordinis statutum est observan primum
est ut sub unius magistri obedientia in omni humilitate atque concordia sine proprio vivere debeatis." Gallego
Blanco, Rule, 60.
25
J o se ph F. O 'C
allaghan
Si alguien golpeara a su hermano, perdera sus armas y su caballo por seis meses.105
Se organiz la vida espiritual de las Ordenes Militares acerca de la celebracin de la misa
y de las horas cannicas. Segn la primera Forma vivendi de Calatrava los capellanes deban
or de las confesiones y cantar las misas.106Tambin es muy probable que los freiles caballe
ros asistieran con los capellanes a las horas cannicas en el convento de Calatrava. Sin duda
no podran hacerlo cuando estuvieran en campaa; entonces probablemente recitaran un
cierto numero de Paer noster y de Ave Mara. 107 Aunque Alejandro III no prescribi nada
sobre esta tema, la Regla de Santiago (cap. 1, 7) requiri la asistencia a la misa diaria y la
recepcin de la eucarista en las tres fiestas de Pascua, Pentecosts, y Navidad, pero tambin,
si fuese posible, en cada domingo despus de confesarse (cap. 32). Los freiles deban parti
cipar en las horas cannicas, recitando un nmero prescrito de Pater noster por cada hora y
por el papa, la iglesia, y los miembros de la Orden (cap. 4-6).108 En todas las Ordenes los
freiles coman en comn, en silencio, escuchando la lectura de algunos libros espirituales.
La primera Forma vivendi de Calatrava permiti el uso de carne (solamente de un plato) tres
das en la semana, eso es, los domingos, los martes y los jueves, y las principales fiestas del
ao. Esta fue una concesin hecha en vista de sus actividades porque la costumbre cister
ciense permiti el uso de la carne solamente a los dbiles y a los enfermos.109Los freiles que
estaban en casa debieron ayunar durante dos cuaresmas, eso es, tres das en cada semana
105.- BC, 4, 21 (1164 y 1187): "Qui fratrem suum percusserit sex mensibus ad arma et equum non accedat.
Tribus diebus in trra comedat. Qui magistro suo inobediens fuerit similiter patiatur. Qui in qualicumque obedientia
aliapositus fuerit non contradicat." Repitiendo esto, los estatutos de Salvatierra (art. 24) aadieron que el conver
so sufriera la misma pena, comiendo pan y agua los mircoles y los viernes, y recibiendo la disciplina hasta la
prxima visitacin (art. 25).
106.- Los estatutos de Salvatierra insistieron que el prior debiese ofrecer el sacrificio de la misa (art. 3). Sola
mente el prior pudiera oir confesiones de cosas criminales (art. 4). Sacerdotes delegados por el prior de Salvatierra
pudieran dar absolucin de los pecados veniales pero se reserv la absolucin de los pecados mortales al prior, o
al abad de Morimondo, o al abad de San Pedro de Gumiel (art. 5). Como una excepcin, un sacerdote "bone
conuersationis et opinionis," con consentimiento del Maestre, pudiera oir confessiones de los pecados mortales
(art. 8). Los freiles en las granjas o en castillos no pudieran confesarse a ningn extrao sino con el mandamiento
del maestre (art. 9). Abad Guido I de Morimondo en 1195 estableca una hermandad espiritual entre Calatrava y el
monasterio de San Pedro de Gumiel, obligando a los freiles de ambas casas a orar los unos para los otros y
notificarse de sus freiles defunctos, RE, 1:133: "Mutua si ex integro persolvant offitia et fratres de Sancto Petro et
illi de Calatrava tam in vita quam in morte utrorumque obitu ad invicem deuntiata." Lomax, "Algunos estatutos,"
11-12. El Capitulo General del Cster en 1249 mand que todos los freiles confesasen solemante al prior de
Calatrava o a los sacerdotes nombrados por l; Canivez, Statuta capitulum generalium Ordinis Cisterciensis,
2:335, 1249, nm. 5; OCallaghan, "The Affiliation of the Order of Calatrava with the Order of Citeaux," cap. 3,
pg. 27.
107.- OCallaghan, "The Affiliation of the Order of Calatrava with the Order of Citeaux," cap. 3, pgs. 28-29.
108.- Gallego Blanco, Rule, 61-62. Estaban obligados a participar en los maitines, diciendo tres patemosters,
guardando el silencio en la iglesia. Deben decir un paternster por cada otra de las horas cannicas si no pudiesen
asistir a ellas.(cap. 5). El captulo 6 habla del nmero de patemosters que pueden decir en vez de maitines y las
otras horas. Deben decir oraciones para los freiles muertos (cap. 36) y treinta misas cada ao por los muertos (cap.
37). Se dio la cama y la ropa de los freiles muertos a los hospitales de la Orden, algunos en la frontera, otras en el
camino de Santiago (cap 38).
109.- BC, 4, 21, 30-31 (1164 y 1187,1199): "Tribus vero in hebdmada diebus id est feria tertia, quinta et
dominica, cum precipuis diebus festis, carnibus vesci licebit. Uno tantum ferculo et unius generis quantum ad
carnes pertinet contenti eritis."
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d e las
rdenes M
il i t a r e s d e
spaa
desde la fiesta de la Exaltacin de la Santa Cruz (14 de septiembre) hasta la Pascua. Los que
estaban inter saracenos tuvieron que ayunar segn el juicio del Maestre.110 Tambin los
santiaguistas podan comer la carne tres das a la semana (los domingos, martes y jueves,
cap. 27) y tuvieron que observar dos cuaresmas (Regla, cap. 8). Sin embargo, los freiles,
teniendo la obligacin de defender la fe de Cristo y de sus fieles, no pudieron abandonarla
por razn de sus ayunos (cap. 9).111
/El principio de la pobreza estaba subrayada en las regulaciones concernientes a la vida
fsica de los freiles. La primera Forma vivendi de Calatrava prescribi que los freiles lleva
ran paos similares en color y grosera a los de la Orden del Cster. Evitando cualquier cosa
supeiflua112 o vana, deban dormir vestidos en su ropa entera en la manera tradicional de los
benedictinos y de los cistercienses. Su ropa consista en una tnica breve, conveniente a la
cabalgata, un escapulario, un manto y una capa, todos hechos de lana. Se llevaba la capa
adentro del convento. Pudieron llevar calzones o bragas de lino.113No hay ninguna referen
cia en todos estos documentos a la cruz, como smbolo llevado sobre su ro p a .'t Tambin los
m .-B C , 4, 21, 30-31 (1164,1187, 1199): "Abexaltatione Sanctae Crucis usque ad Pascha tribus diebusom nes
in septimana jejunabunt, qui domi sunt, qui autem inter saracenos, sicut magister ordinaverit manducabunt et sicut
solente. . . Et duas quadragesimas jejunabitis." Alejandro m (25 septiembre 1164): "In ieiuniis eamdem observantiam
tenebitis sicut conversi illorum." Gregorio VIII (1187), BC 22: "Ab exaltatione quoque Sanctae Crucis usque ad
Pascha tribus diebus scilicet secunda feria, quarta et sexta praeter Natale Domini, Epiphania, Hypapanti et festivitates
Omnium Sanctorum et Apostolorum omnes qui praesentes domi fuerint in septimana qualibet jejunabunt. Qui
autem in castris militiae fuerit pro magistro arbitrio jejunia observabunt."
U1.- Gallego Blanco, Rule, 62. La bula de Alejandro m no dice nada sobre la comida.
112.- San Bernardo en D e Laude N ovae M ilitiae, cap. 4: "et in victu et vestitu cavetur omne superfluum, soli
necessitati consulitur."
113.- BC, 4 (1164 ): "Lineis itaque in femoralibus tantum vobis uti licebit. Tnicas ad aequitandum idneas
habebitis pelliceas quoque agninas sed breves. Mantella agninis forrata et capas et scapulare pro habitu religionis.
Vestiti et cincti dormietis . . . summoque autem curabitis ne in qualicumque veste aut superfluitatis argui, aut
curiositatis possitis notari. Sint ergo panni vestri in colore et crassitudine nostris sm iles." Las bulas de 1164,1187,
y 1199 (BC, 5, 22, 31) dicen: "Lineis itaque in femoralibus tantum uti vobis licebit, vestes moderatas, honestas
commodas ad consilium domini Morimundensis et magistri vestri habebitis et scapulare pro habitu religionis.
Vestiti et cincti dormietis . . . summoque autem cavebitis ne in qualicumque veste aut superfluitatis argui aut
curiositatis possitis notari." En 1199 el Captulo General de Cster declar que los freiles pudieran llevar lino
solamente sobre los femorales, que su vestido debiera ser moderado, honesto, y cmodo, segn el consejo del abad
de Morimondo y el Maestre, y que debiesen llevar el escapulario por hbito de religin; BC, 31.
114.- BC, 30-31 (1199). El Captulo General del Cster de 1209 requiri que los freiles de Calatrava llevaran la
capa en todos los monasterios cistercienses. La cuculla o cogolla fue un vestido llevado por los monjes cistercienses
en el choro. La recepcin de los calatravenses en el choro en 1221 -1224 sin duda explica la concesin de la cogolla
a ellos. El Captulo general del Cster de 1224 permiti a qualquier abad a bendecir la cuculla o cogolla de los
freiles de Calatrava a su entrada en la Orden. Canivez, Statuta, 1:366, nm. 47 (1209), 2:32-33, nm. 10 (1224):
"Fratribus Calatravae conceditur a capitulo generale ut in ingressu suo in Ordine cuculla ab aliquo benedicatur
abbate." O Callaghan, "The Affiliation o f the Order o f Calatrava with the Order of Citeaux, cap. 3, pgs. 33-35.
Segn los estatutos de Salvatierra los freiles deben mantener uniformidad en su vestido, sin ninguna diversidad en
sus manteles y garnachias (tnicas) (art. 13). Los freiles laicos deben poner un capucium sobre su tnica (gam achia)
(art. 14). Cualquier que no obedezca en el futuro no debera haber garnachia sino una tnica "grossa more
conuersorum nostrorum" (art. 15). Ningn freile podra llevar una pelliza, sino el que fuera enfermo (art. 16), ni
llevar un sombrero seglar, botas puntiagudas y capas con largas mangas; los que empleaban sus armas al sur del
puerto de Orgaz podran llevar capas con cortas y anchas mangas (art. 17); ningn freile podra tener bridas y
estribos de oro, pectorales ornados de oro y seda, cabestros y vainos de cuero teido (negro solamente), y manti
llas decoradas (art. 18). Lomax, "Algunos estatutos," 10.
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J o s e p h F . O 'C
allaghan
santiaguistas debieron llevar vestidos blancos, negros, pardos, todos de lana y otros
materiales baratos, como el Maestre proveyese. Llevaban una cruz roja en forma de una
espada sobre sus vestidos (Regla, cap. 29).115
Los textos estudiados hasta aqu nos dicen mucho sobre otros aspectos de la vida
diaria en las Ordenes Militares espaolas. Entre ellos podemos notar la observancia de
la regla del silencio en el oratorio, el refectorio, el dormitorio y en la cocina;116 el cuida
do de los enfermos, los heridos y los viejos;117 el enterramiento de los freiles muertos, y
la conmemoracin del aniversario de su muerte.118Adems los estatutos castigaban a los
que altercasen o golpeasen a otros freiles.119 No puedo hablar ms de estas cosas porque
ya es tiempo de terminar.
Conclusin
Tirando su inspiracin tanto de la tradicin monstica como de los ideales de la caba
llera, los miembros de las Ordenes Militares espaolas seguan por muchos siglos la
forma de vida establecida por sus estatutos primitivos. Los vicisitudes de la reconquista
y los cambios sociales de los siglos catorce y quince resultaban en algunas modificacio
nes de la regla estricta. Los textos comentados dejan claro que los freiles de las Ordenes
Militares durante el primer siglo de su existencia tenan las virtudes y las debilidades de
cada ser humano. Sin duda traspasaban su ideal de vez en cuando, pero por la mayor
parte trataban de permanecer fieles a los principios de sus fundadores. El Arzobispo
Rodrigo Jimnez de Rada, hablando de los freiles de Calatrava, nos recuerda el ideal de
la vida de las Ordenes Militares antes de mediados del siglo trece. Dice as:
Multiplicatio eorum corona Principis; qui laudabunt in psalmis, accincti sunt ense, et
qui gemebant orantes ad defensionem patriae, victus tenuis pastus eorum, disciplina
115.- La bula alejandrina de 5 ju lio de 1175 no dice nada de ropa ni de la cruz, aunque la bula de 3 de
agosto de 1175 habla del "signum et quod gestant in pectore." Martn, Orden m ilitar de Santiago, 255, nm.
75; Rivera Garretas, "Los ritos de iniciacin," 284. El abad de Cster, sin consentim iento del Captulo G ene
ral recibi al Conde Rodrigo de Sarria y le dio una cruz roja y blanca por su sea. Jean D elaville Le Roulx,
Cartulaire gn ral de l Ordre des H ospitaliers de St. Jean de Jrusalem , 4 vol. (Paris: E.L. R oulx, 18941906), 1:55-57, nm. 4.
116.- BC, 4, 31 (1164, 1199): "et in oratorio, refectorio, dormitorio et in coquina silentium juge tenebitis."
Los estatutos de Salvatierra (art. 21) mandaron que cuando los freiles entrasen en las casas cistercienses
debieran observar el silencio despus de las com pletas. Los santiaguistas tambin tuvieron que mantener el
silencio durante la com ida y lectura a la mesa (G allego Blanco, Rule, cap. 28).
117.- G allego Blanco, Rule, caps. 33-35, 37. Los comendadores de las casas apropiadas a esta razn eran
responsables de preparar todas las cosas necesarias para el cuidado de ellos.
118.- Guido I en 1195 determin que si algn freile calatravense dbil o enfermo estuviera en San Pedro de
Gumiel se le deberan tratar com o monje; RE, 1:133: "Si aliqui de Calatreavensibus mituntur ad Sanctum
Petrum de G omiel dbiles vel infirmi tanquam monachi eis a fratribus seruiantur." Lomax, "Algunos estatu
tos," 11-12.
119.- BC, 4 (1164): "Qui fratrem suuum percusserit sex mensibus ad arma et equum non ac cedat. Tribus
diebus in trra comedat." G allego Blanco, Rule, caps. 50-79.
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La V id a d e l a s r d e n e s M i l i t a r e s d e E s p a a
assidua probat eos; frequens genuflexio humiliat eos; et nocturna vigilia macerat eos;
devota oratio erudit illos et continuuus labor exercet eos.
Alter alterius observat semitas et frater fratrem ad disciplinam.120
Podemos aplicar estas palabras del arzobispo-historiador a todos los freiles de las
Ordenes militares de aquella poca tan lejana.
120.- Rodrigo Jimnez de Rada, D e Rebus Hispaniae, Lib. 7, cap. 27, en Opera, ed. Francisco de Lorenzana
(Madrid, 1793; reimpreso, Valencia: Anubar, 1968), 169. Primera Crnica General, ed. Ramn M enndez
Pidal, 2 vol. (Madrid: G redos, 1955), 2:680, cap. 1000, traduce el texto as: "Eli amuchiguamiento dellos la
gloria del rey es, et ell ensennam iento de los sus frrayes, corona de princep. Los que alabauan a D ios en
salm os, cennidos son de espada, et los que [gjem ien faziendo oracin, parados son al defendim iento de la
tierra, el vi[c]to dellos, delgado comer, et aspereza de lana, ell uestido dellos. La disciplina cutiana esto es la
obedencia de cada dia, los prueua et los da por buenos, la onrra del silencio, esto es caller et non fablar synon
alli do los manda su mayor, los acompanna; esto es que tienem muy bien la regla del callar; ell fincar de los
ynoios espessam ientre, los om illa; el uelar de la noche lo muestran con la magrez a que los faz uenir; la
om illosa oration los ensenna et los faze ennsennados; ell trabaio cutiano los da usados a ello. Ell una destas
guarda la carrera de la otra et el frayre al freyre a las disciplinas, esto es ell ensennamiento de la obedencia
sin la que ninguno non tiene nin guarda orden." Tambin Rodrigo en el m ism o captulo habla de los
santiaguistas: "In U clesio statuit caput ordinis, et opus eorum ensis defensionis; persecutor Arabum moratur
ibi et ncola eius defensor fidei; vox laudantium auditur ibi et iubilus desiderii hilarescit ibi; rubet ensis
sanguine arabum, et ardet fides caritate mentium; execratio est cultori demonum et vita honoris credentium
in Deum."
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A c ta s C o n g r e so B atalla d e A la r c o s
O r g e n e s
de las
rdenes M
il it a r e s
is p n ic a s .
La
orden de
S a n t ia g o
I. El contexto europeo
Aunque su particular historia mantiene a los reinos hispnicos relativamente aleja
dos del mundo europeo, hasta la Pennsula llegan las ideas sobre la Cruzada, segn han
puesto de relieve Jos Goi Gaztambide2 o Eloy Benito Ruano3, y sobre la conversin
de la prctica de la guerra por la fe en vocacin religiosa encuadrada en la ideologa
cisterciense, origen de las Ordenes Militares, estudiada por Milagros Rivera, que re
cuerda la posible influencia del modelo islmico de guerra santa, sobre la que han pole
mizado Amrico Castro y Snchez-Albornoz con la tercera reciente de O Callaghan4
Dejando para mejor ocasin la vieja y nunca resuelta polmica, que, entre otras
cosas, recuerda la ambigedad de la situacin hispnica, entre los dos mundos que se
enfrentan en las primeras Cruzadas, entre la Cristiandad y el Islam, defendida la primera
y atacado el segundo por las Ordenes Militares, nos limitaremos a analizar el papel de
Occidente en la creacin y difusin de la idea de Cruzada en ia Pennsula y en el origen
de las rdenes durante el siglo XII.
.-V. la amplia relacin bibliogrfica presentada por Carlos A y a l a y colaboradores, Las rdenes M ilita
res en la E dad M edia peninsular. H istoriografa (1976-1992f M edievalism o, 2, pgs. 119-169 y 3, pgs.
87-144.
2.- H istoria de la Bula de la Cruzada en Espaa, Vitoria 1958.
3.- Espaa y las C ruzadas. Anales de Historia Antigua y M edieval, B. Aires 1951-1952. I d ., Las O rde
nes M ilitares espaolas y la idea de Cruzada, Hispania LXII (1956), pgs. 3-15.
4.- E l origen de la idea de orden m ilitar en la h istoriografa reciente, Acta histrica et Archeologica
M edievalia 1, 1980, pgs. 77-90.
33
J os L
u is
a r t n
5.- ... quia evotum vos esse cognovim us erga nostram sanctam ecclesiam ... en una de las cartas, y ms
claramente en la otra: quia igitu r in cura nos tocius ch ristian itatis beati P etri apostolorum p rin cip is sem pi
terna providencia effecti successores, ea... constringimur adortacione qua beatum Pretrum apostolum quadam
voce p riv ileg ii monuit dicens: Tu es petrus et super hanc petram haedificabo ecclesiam meam, et tibi dabo
claves regni caelorum... (Sigo la versin presentada por Emiliano Fernndez Vallina en su tesis doctoral,
leda en la Universidad de Salamanca.en 1973, sobre Pelayo de Oviedo. Su obra y tcnica de elaboracin
literaria; puede verse una versin castellana en la traduccin realizada por Juan Fernndez Valverde de la
obra de J im n e z d e R a d a , H istoria de los hechos de Espaa, Madrid 1989, pgs. 183-185).
f.- sicut petistis... Dom ino fundim us ut... su per omnes inim icos vestros erigat... N os quidem , gloriosas
rex, sicut vos a pagan is iam constringim ur et die ac nocte cum illis bella com m ittimus... Quia, ut diximus,
valde a paganis opprimimur, aliquantos tiles et obtim os m auriscos cum armis, quos H yspani kavallos alfaraces
vocant, ad nos dirigere non obm ittatis...
7.- ...ecclesie ovetensi... metropolitanam constituim us, omnes vos subditos esse mandamus...
8.- G o i, ob. cit., pgs. 50-51, nota 18.
v.- V. sobre estas asambleas la obra de Gener Gonzalvo i Bou, La Pau i treva a Catalunya. Origen de les
Corts Catalanes, Barcelona 1986. De la asamblea de 1064 interesa recordar la aprobacin de una norma de
proteccin a los judos que ha servido para fechar una bula dirigida por Alejandro II a los obispos de Hispania
manifestando su satisfaccin porque se ha protegido a los judos para que no sean atacados por los europeos
que se dirigen a Hispania a combatir a los musulmanes: P lacuit nobis... quomodo tutati estis iu daeos qui nter
vos habitant, ne interim erentur ab illis qui contra sarracenos in H ispaniam proficisceban tur..., posiblem ente
los cruzados de Barbastro.
34
O r g e n e s d e l a s r d e n e s M i l i t a r e s H is p n ic a s . L a o r d e n d e S a n t i a g o
guir el pago de parias o el botn derivado de los xitos m ilitares10 Definen la mentalidad
hispana, ms que la idea de peregrinacin-cruzada pactos como los firmados por los
condes de Barcelona y de Urgel o por el conde de Barcelona y su vizconde Udalardo. En
1058, Ramn Berenguer y Armengol de Urgel firman un pacto de alianza contra el rey
musulmn de Zaragoza, en el que explican con detalle cmo se dividirn los gastos y los
ingresos que deriven de la guerra: se prev, como es natural, la posibilidad de ocupar
castros et trras zaragozanos, y se habla de una futura paz pagada por el rey musulmn,
verdadero o, al menos, segundo objetivo de la campaa: Et quando fecerint pacem
supradictos comits et iam dicta comitissa cumAlhagib, de illud avere mobile qui exierit
eis per pacem cum Alhagib, sive eorum parias, habeant duas partes comit Raimundo...
et terciam partem Ermengaudo comitn. Cinco aos ms tarde, en vsperas de la ocupa
cin de Barbastro, se firma un nuevo pacto entre los condes de Urgel y Barcelona por el
cual Armengol se compromete a defender contra todos, cristianos y musulmanes, el
condado barcelons del que se especifican obispados, castillos, ciudades e ipsas parias
de Hispania quas iam dictus comes inde habet et habere debet et que sunt convengudas
ad eumn. En documento del mismo ao, firmado entre el conde barcelons y su vizconde
se habla de la peregrinacin a Jerusaln, pero en plan de igualdad con Roma y Santiago,
y para recordar que el vizconde no podr realizar el viaje sine licencia iam dictis comiti
et comitisse13.
Estamos muy lejos del espritu cruzado europeo y no slo en Catalua sino tambin
en el reino castellano-leons heredero de los visigodos, que en el mejor de los casos da
preferencia a la recuperacin poltica sobre la guerra contra el Islam, y con frecuencia
prefiere las parias a la conquista, segn se desprende de los documentos de la poca y de
la lectura de las crnicas cristianas y musulmanas14, cuyo contenido en este punto pode
mos resumir, por un lado, en la tolerancia del seor de las tres religiones y por otro, en
la actuacin y palabras de Alfonso VI segn el rey musulmn de Granada: me envi su
embajador... que vino a exigirme la entrega de un tributo, y si el granadino no paga lo
pedido, Alfonso apoyar a sus enemigos; el engranaje est tan ajustado que la nica
solucin para sobrevivir es negociar con Alfonso en los trminos que ste impone o
dicho con palabras atribuidas al monarca leons cuando piensa en la posibilidad de ocu
10.- Baste recordar cm o titula Z u r i t a , A nales de A ragn, 1, Zaragoza 1967, pg. 73, el relato de la toma
de Barbastro: El de Aragn sali contra los reyes de H uesca y B arbastro, reyes m oros tribu tarios a l conde de
Urgel, poco despus de recordar que D base en estos tiem pos gran de fa v o r y socorro a la conquista de los
m oros de p a rte d el rey de Francia, porqu e Balduino conde de F landes que era tu tor d el rey Philippo y tena
el gobierno d el reino de Francia, estaba muy aficionado a h acer la guerra contra infieles, y ju n t un muy
poderoso ejrcito p a ra p a sa r con l a Espaa (pg. 72).
Francisco M i q u e l R o s e l l , L ber Feudorum M aior, I , Barcelona 1945, pgs. 144-146 (doc. del 5 de
septiembre de 1058).
12.- Id., id. pgs. 146-150.
13.- Id., id., pgs. 358-360.
14.- Las he estudiado con detalle, desde ste y otros puntos de vista, en el artculo de prxima aparicin La
monarqua leonesa. D esde Fernando 1 (1037) a Urraca (1109) El reino de Len en la Alta Edad M edia,
Len 1995.
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Jos L
u is
a r t n
par Granada: Qu razn hay para que desee tomar Granada?...; teniendo en cuenta
aquellos de mis hombres que han de morir y el dinero que he de gastar, las prdidas
sern mucho mayores que lo que esperara obtener... Por otra parte, si la ganase, no
podra conservarla... Por consiguiente, no hay en absoluto otra lnea de conducta que
encizaar unos contra otros a los prncipes musulmanes y sacarles continuamente dine
ro, para que se queden sin recursos y se debiliten. Cuando a eso lleguemos, Granada...
se me entregar espontneamente...
Evidentemente, el emperador de las dos religiones no es un cruzado, desde muchos
puntos de vista podra definrsele como anticruzado15y, si como los cruzados combate a
los musulmanes, sus mviles son muy distintos, incluso despus de que los reinos hisp
nicos entren de lleno en la rbita europea, cristiana, y sustituyan las huellas visigodas
(letra, liturgia y derecho) por las romanas, como smbolo claro de su vinculacin a Oc
cidente, recordada por los pontfices romanos, que llegan a organizar expediciones ar
madas contra los musulmanes peninsulares, tal vez, para suplir la falta de celo que adi
vinan en los hispanos.
Alejandro II falleci mientras organizaba la expedicin, y Gregorio VII hizo cuanto pudo
para convertir el proyecto en realidad; en 1073, a los ocho das de su eleccin escribi a los
legados pontificios en el sur de Francia para indicarles que pensaba enviar a Espaa al car
denal Hugo Cndido como legado especial entre cuyas misiones figuraba la de corregir los
errores de los cristianos (reforma litrgica) y reclamar los derechos de San Pedro, el dominio
de Espaa y los ingresos derivados de este dominio16;ste aparece ms claramente indicado
en el escrito dirigido a los nobles: credimus regnum Hyspanie ab antiquoproprii iuris Sancti
Petri fuisse, et adhuc licet diu a paganis sit occupatum... nulli mortalium sed soli apostolice
sedi ex equo pertinere, razn por la que se ha autorizado al conde Eblo de Roucy a entrar en
Espaa para arrancar la tierra de las manos de los paganos y hacer entrega de la misma a San
Pedro. Las condiciones puestas a Eblo regirn para cuantos soldados tomen su misma deci
sin: cuanto arrebaten a los paganos lo tendrn en nombre de San Pedro.
Para Gregorio VII, Espaa tiene un valor semejante al de Jerusaln, y mientras confa la
campaa hispana a Eblo, segn Goi, el papa en persona se dispona a marchar al frente de
una poderosa flota en socorro del emperador oriental, amenazado por los turcos. El Islam se
vera atacado simultneamente en Oriente y Occidente, con lo que se lograra la unin de la
iglesia griega y el rescate de la espaola bajo la direccin de Roma.
Con Urbano II parece darse un cambio de actitud respecto a la situacin espaola: en
1088 indica al arzobispo toledano que su obligacin es convertir a los musulmanes: sarracenis
sine offensione semper esse procurans etadfidem infideles convertere, Dei largiente, verbis...
15.- Recurdese la escena narrada por los cronistas: al saber que, llevado por su celo de cruzado el arzobispo
electo de Toledo, con el apoyo de la reina Constanza, franceses ambos, levant, contra las rdenes del rey, un altar
cristiano en la mezquita mayor de Toledo e instal campanas en la torre mayor para llamar a los fieles, indica a los
dirigentes musulmanes: La afrenta no os la han hecho a vosotros, sino a m, pues mi palabra fue inquebrantable
hasta este da...; es de gran importancia para m no slo desagraviaros sino tambin castigar a los culpables
(Jimnez de R a d a ,Historia de los Hechos de Espaa, Madrid 1989, pg. 250 -trad. de Juan Fernndez Valverde-).
16.- Volumus ut... ab mnibus ex parte Sancti Petri pactionem et debitum exigat (Demetrio M a n s i l l a , La
documentacin pontificia hasta Inocencio III (965-1216), Roma 1955, pgs. 10-13).
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Concilio de Letrn22Ni prohibiciones ni indulgencias impidieron que numerosos hispanos se cruzaran en los
aos iniciales del siglo XII, en Jerusaln y en la Pennsula23y que Jerusaln, la cruzada y las
rdenes militares de ella surgidas se convirtieran en un modelo para los hispanos, que piden
informacin sobre Tierra Santa24, entran en las rdenes25 y, como en ninguna otra parte de la
Cristiandad, crean otras rdenes a imagen y semejanza del Temple y del Hospital, que se
presentan ante los hispanos aureoladas por el apoyo de los monjes cistercienses, cuya regla
reciben, y por las palabras laudatorias que a los nuevos monjes-soldados dedica Bernardo de
Claraval quien, al justificar y santificar la guerra contra los musulmanes26, viene a dar la
razn a quienes han defendido la misma idea no desde el punto de vista de Roma sino desde
el de la recuperacin visigoda, de la Reconquista, que explica en parte la creacin y prolife
racin de cofradas y rdenes hispnicas.
22.- ...incitamus quatenus ad fratrum defensionem et ecclesiarum liberationem insudare nullatenus desistatis.
Omnibus enim in hac expediione constanter militanibus, eandem peccatorum remissionem, quam orientalis ecclesie
defensoribus fecimus... lilis autem, qui signum crucis suis vestibus hac e causa imposuerunt, si ab hoc paschate
usque a d aliud votum suum persolvere non satagerint a gremio deinceps snete ecclsie, doee satisfaciant,
summovemus ( M a n s il l a , ob. cit., p g s . 7 9 - 8 0 ) , e s c r i b e e l p a p a a l o s o b i s p o s e s p a o l e s c o n f i r m a n d o c o n s u p a l a b r a
e l c a n o n 13 d e l c o n c i l i o : En cuanto a los que se han puesto las cruces en los vestidos haciendo voto de ir a
Jerusaln o a Espaa y despus las han dejado, les ordenamos en virtud de la autoridad apostlica, que vuelvan
a tom arlas y se pongan en ruta desde la Pascua prxima hasta la siguiente... ( G o i , ob. cit., p g s . 7 6 - 7 7 ) .
23.- V. las pginas que dedica al tema G o i , ob. cit. pgs. 59 y siguientes.
24.- Puede verse, como ejemplo, el relato que enva a peticin de Raimundo, arzobispo toledano, el arcediano
de Antioqua Aimerich en los aos iniciales del siglo XII: Remont, p o r la gracia de Dios, arzobispo de Toledo, a
don Almeric, argidiano de Antiochia... P riegot mucho que... t me enbes escripto en una carta L a F a z ie n d a d e
U l t r a M a r e los nombres de las cibdades e de las tierras cmo ovieron nonbre en latn e en ebraico, e quanto de
la una cibdat a la otra, e las m aravyllas que Nuestro Sennor D ios fezo en Jherusalem e en toda la tierra de ultra
mar. El resultado de estos informes es el libro La Fazienda de Ultra Mar. Biblia romanceada et Itinraire Biblique
en prose castillane du X lle sicle (Introduction, dition, notes et glossaire par Mosh Lazar, Salamanca 1965).
25.- Ms adelante volveremos sobre las consecuencias de la entrada en el Temple de los condes de Barcelona
Ramn Berenguer DI y Ramn Berenguer IV y del testamento de Alfonso el Batallador que al dejar sus reinos al
Temple, al Hospital y al Santo Sepulcro, hizo posible la ruptura de la unidad navarro-aragonesa y, de rechazo, la
unin de Aragn y Catalua.
26.- San Bernardo estimula a los soldados a combatir por Cristo: si mata no pasa p o r un homicida, antes bien
p o r un malicida, p o r el ju sto vengador de Jesucristo en la persona de los pecadores y p o r el legtimo defensor de
los cristianos. Y cuando l mismo pierde la vida, esto para l es una ventaja ms que una prdida. La muerte, pues,
que da a su enemigo es una ganancia para Jesucristo y la que recibe de l es su dicha verdadera. Un cristiano se
gloria en la muerte de un pagano porque Jesucristo es glorificado en ella y la liberalidad del Rey de los Reyes se
hace m anifiesta en la muerte de un soldado cristiano proque se le lleva de la tierra para remunerarle (De la
excelencia de la nueva milicia, Obras Completas de San Bernardo, II, Madrid 1955, pgs. 853-881). Siglos ms
tarde, Jorge Manrique, en la oda a la muerte de su padre, recordar como uno de los mritos de Rodrigo Manrique
para alcanzar la gloria haber derramado la sangre de los enemigos de Cristo:
Y pues vs, claro varn
tanta sangre derramastes
de paganos,
esperad el galardn
que en este mundo ganastes
p o r las manos...
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La situacin hispnica
Cuando Roma declara la guerra a los islamitas asentados en Jerusaln, los hispanos lle
van siglos combatiendo a los musulmanes, en nombre de la Cristiandad y, tambin, en nom
bre del desaparecido reino visigodo, segn las llamadas Crnicas Asturianas, modelo del
que parten los cronistas posteriores para aceptar la vinculacin de la dinasta asturleonesa
con los monarcas visigodos a travs de Pelayo, primer paso para atribuirle el proyecto de
recuperar, reconquistar, el reino visigodo27Partiendo de los derechos de Pelayo al trono visigodo y de la visin providencialista de
la historia adquiere todo su sentido el dilogo que mantienen en Covadonga Pelayo y el
obispo Oppas, portavoz de los musulmanes28, y la explicacin que dan las crnicas de la
prdida de Espaa y de su futura recuperacin o reconquista, perfectamente descritas en la
Crnica Proftica'. Que los sarracenos iban a poseer la tierra de los godos, lo encontramos ya
dicho en el libro Panticino del profeta Ezequiel: ...y entrars en la tierra de Gog con pie fcil
y abatirs a Gog con tu espada y pondrs el pie en su cerviz, y los hars tus siervos tributa
rios. Sin embargo, puesto que abandonaste al Seor tu Dios, tambin yo te abandonar y te
llevar de un lado a otro, y te entregar en manos de Gog... Como hiciste a Gog, as har l
contigo. Una vez que los hayas posedo en esclavitud 170 (270) aos, Gog te dar tu pago,
como t hiciste. Gog es ciertamente el pueblo de los godos... y lo que dice el profeta a
Ismael: Entrars en la tierra de Gog con pie fcil y abatirs a Gog con tu espada..., esto
entendemos que ya se ha cumplido: pues Gog designa a Espaa bajo el dominio de los
godos, en la que por los delitos de la gente goda entraron los isamelitas y los abatieron con
la espada y los hicieron sus tributarios, como est a la vista en el tiempo presente... Y lo que
el mismo profeta dice otra vez a Ismael: Puesto que has abandonado al Seor, tambin yo te
abandonar y te entregar en manos de Gog... Cristo es nuestra esperanza de que, cumpli
dos en tiempo prximo 170 (270) aos desde que entraron en Espaa, los enemigos sean
reducidos a la nada, y la paz de Cristo sea devuelta a la Santa Iglesia...29
27.- Aunque escritas en un mismo crculo cultural, la R otense, A Sebastin y A lbeldense presentan
algunas diferencias: la primera se limita a indicar que Pelayo haba sido espatario de los reyes Vitiza y
Rodrigo, la segunda lo considera hijo del antao duque Fvila, de linaje real, dato que ampla la ltima para
informarnos de la vieja rivalidad existente entre Vitiza y la familia de Pelayo: Vitiza en vida de su padre vivi
apartado en Tuy, ciu dad de G alicia. All, al duque Fvila, el padre de Pelayo, al que haba enviado a ll el rey
Egica, p o r causa de su esposa lo golpe con un p a lo en la cabeza, p o r lo cual m s tarde muri. Y cuando el
mismo Vitiza recibi el reino de su padre, a Pelayo, el hijo de Fvila, que despus se rebel con los astures
contra los sarracenos, p o r la razn de su padre que ya dijim os, lo expuls de la capital regia, y unas lneas
ms adelante ofrece una genealoga que pone en relacin directa a los reyes asturleoneses con el ltimo
monarca visigodo: P elayo, hijo de Bermudo, nieto de R odrigo, rey de Toledo. La vinculacin con la familia
real visigoda se establece tambin a partir del duque Pedro de Cantabria, cuyo hijo A lfonso cas con la hija
de Pelayo y sucedi a ste en el trono astur tras el breve reinado de Fvila. Pedro era de regio linaje segn la
Rotense cuyo relato ampla la crnica A Sebastin que hace a Pedro descendiente del linaje de los reyes
Leovigildo y R ecaredo; en tiem po de Egica y de Vitiza fu e je fe d el ejrcito ( Juan G il F e r n n d e z y otros,
Crnicas A sturianas, O viedo 1985, pgs. 200-201. 206-207 y 243-244).
28.- C risto es nuestra esperanza de que p o r este pequeo monte que t ves se restaure la salvacin de
Espaa y el ejrcito d el pu eblo godo (Rotense), palabras que, con ligeras variantes repite la crnica a
Sebastin (Id., pg. 204-205)
29.- C rnicas A sturianas, pgs. 261-262.
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Los intereses del rey de Len coinciden en este punto plenamente con los del arzobispo
compostelano y si en 1170 Fernando II confirma la donacin de Mrida, un ao ms
tarde el arzobispo pone los medios para hacer efectiva la conquista, ocupacin y control
al firmar un pacto de familiaritas con la recin creada orden militar de Cceres que
pronto cambiar su nombre por el de Santiago41: el arzobispo Pedro II, de acuerdo con
sus cannigos, recibe al maestre Pedro Fernndez y a sus sucesores como cannigos de
la iglesia de Santiago y a los freires como vasallos y caballeros del Apstol para que en
adelante luchen por Cristo bajo la bandera de Santiago, para honra de su iglesia y
ampliacin de la fe. Por su parte, el arzobispo se ofrece y es admitido, l y quienes le
sucedan, entre los freires.
El pacto se convierte en acuerdo militar cuando el arzobispo se compromete a dar
consejo y ayuda armada, personalmente y con sus vasallos y caballeros, a la Orden, y si
ocurriera que el arzobispo no pudiese acudir personalmente al llamamiento del rey, sus
hombres se pondran bajo las rdenes del maestre y combatiran al lado de los freires. A
la ayuda militar se une la econmica: la mitad de los votos de Santiago procedentes de
las dicesis de Zamora, Salamanca y Ciudad Rodrigo y la totalidad de los votos de
Avila y de la Transierra, la mitad de Alburquerque y de sus trminos, la cuarta parte de
la ciudad de Mrida con una de las mejores capillas y con la mitad de los derechos reales
otorgados por Fernando II, y la luctuosa de los caballeros de Tierra de Santiago. La
donacin est condicionada a que los freires ocupen y mantengan Alburquerque, y a ella
se aade la mitad de los frutos de las heredades y de los derechos de la sede en Zamora,
Salamanca y Ledesma, que conservarn los freires hasta que la frontera musulmana se
aleje de Alburquerque, Cceres y Mrida, hasta que los derechos de Santiago estn cla
ramente consolidados en Extremadura.
De esta forma, una de tantas cofradas u rdenes surgidas en las zonas fronterizas, en
Cceres, nombre que recibe la Orden en los primeros momentos, adquiri importancia
gracias al apoyo interesado del arzobispo de Santiago y del rey de Len, que necesitan
neutralizar a Portugal y Castilla, evitar que cierren el paso por el sur al reino leons y
que se restaure desde Castilla o desde Portugal la sede emeritense o que Braga y Toledo
ejerzan el control sobre el clero y las dicesis del reino leons si desaparece la
archidicesis compostelana. Se explica igualmente el nombre de la Orden, que nada
tiene que ver, contra lo que se ha dicho en diversas ocasiones, con la defensa de los
peregrinos a Santiago de Compostela.
Fundan la Orden caballeros que contra Christi inimicos semper dimicare sancto
statueruntproposito, pro defensione christianitatis contra inimicos Crucis Christi semper
militare, pro dejfensione Christianitatis..., per dilatando Christi fide contra Crucis eius
inimicos semper dimicare compromiserunt...; en el acuerdo de fusin de los santiaguistas
con la cofrada de Avila en 1172, su objetivo es ad dejfensionem ecclesie contra Crucis
Christi inimicos incesanter pugnare tanto en la Pennsula como, si es preciso, en Ma
41.- Sobre la presin castellana y portuguesa sobre Exremadura -aqu adquiri su sobrenombre de el Cid
portugus Geraldo Sempavor- vanse las pginas que dedico al tema en O rgenes de la Orden de Santiago,
Barcelona 1974, pgs. 3-10.
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rruecos o en Jerusaln, segn hemos indicado antes. Cinco aos despus de su funda
cin, la Orden es confirmada por Alejandro III que insiste de nuevo en la guerra contra
los musulmanes como objetivo, aunque ahora se hable de una guerra defensiva ms que
ofensiva, de una guerra cristianizada: en el captulo anual de la Orden, communiter
tractent que adprofectum Ordinis, animarum salutem et sustentationem corporumfuerint
statuenda, ubi precipue ad defensionem christianorum intendere moneantur er disttricte
precipiatur ut in sarracenos, non mundana laudis amore, non desiderio sanguinis
effundendi, non terrenarum rerum cupiditate crassentur, sed id tantum in pugna sua
intendant ut vel christianos ab eorum tueantur incursu vel ipsos ad culturam possint
christiane fidei provocare. Diez aos despus, Alfonso VIII hace una donacin a quie
nes bono et commendabili zelo ducti, contemptis mundanis pompis et spreto seculari
tumultu, in defensionem christiane religionis et eius dilatationem et inimicorum Crucis
Christi expugnationem, perfidie sarracenice opprimende, se muros inexpugnabiles
constituunt et non inmemores Agni qui pro nostra occisus est redemptione, Salvatori
suo assidue militant, indesinenti desudant certamine, sanguinem suum sub lege martirii
ejfundere non formidant et sic tndem Deo soli vitam finir letantur...42
La vinculacin de la Orden al arzobispado compostelano y al monarca leons, no
impide que sea aceptada, con alguna reticencia, por los reyes de Castilla y de Portugal.
Alfonso VIII de Castilla da a los santiaguistas los castillos de Mora y Oreja en 1171.
Puede observarse una cierta reserva en la donacin de Oreja en la que se indica que si
guerra casu adversus regem in regno viguerit, dato vobis a rege concambio, sibi castrum
reddatur; finita vero guerra et pace reformata, iam dictis militibus castrum restituatur,
Alfarilla fue dada en 1172, el cinco por ciento de los sueldos pagados por el rey a sus
vasallos y caballeros en 1173 y la villa y castillo de Ucls en 1174...; Alfonso I de
Portugal mantiene, lgicamente, un cierto recelo contra la orden leonesa y lo pone de
manifiesto en la donacin de Arruda-dos-Vinhos en 1172: los destinatarios son el maestre
Pedro Fernndez, el conde Rodrigo y sus sucesores in trra mea consistentibus para que
la posea perpetuamente Ordinem scilicet vestrum in trra mea continentes. El mismo
ao, hace entrega de Idanha-a-Nova condicionndola a que ipse com endator que
baiulationem huius Ordinis in trra mea tenuerit teneat semper ilud castellum, et non
alius comendator ipsius terre, pues un portugus, sin duda, cumplira mejor la ltima
condicin puesta por el monarca: los santiaguistas recibiran y ayudaran en dicho cas
tillo a su hijo Sancho y a su hija Teresa, si heredaran el reino, y a sus hombres en sus
negocios y guerras tam christianorum quam sarracenorum, frase en la que cristianos
puede traducirse sin temor a equivocacin por leoneses.
Es posible, como indica Ruy Pinto de Azevedo, que estas donaciones fueran hechas
por la imperiosa necesidad en que Portugal, Len y Castilla se vean de conjugar sus
esfuerzos para resistir las acometidas almohades desde 1172. En estas luchas los freires
de Santiago, como los de Calatrava, fueron llamados a la defensa de los reductos cristia
42.- He estudiado los orgenes de la Orden y publicado los documentos que se citan en O rgenes de la
Orden M ilitar de Santiago (1170-1195), Barcelona 1974.
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43.- D ocum entos M edievais Portugueses. D ocum entos R egios, vol. 1,1.1, pgs. 409-410.
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(s.
x ii- x u i)
1. Planteamiento
El epgrafe que da paso a estas pginas exige una previa y doble explicacin justifi
cativa. Por un lado, es preciso aclarar qu vamos a entender por territorio manchego
y, por otro lado, qu significado daremos a la expresin ocupacin del territorio.
La Mancha es un trmino geogrfico histricamente bien documentado en las fuen
tes cristianas desde, por lo menos, las primeras dcadas del siglo XIII, un trmino exten
so asociado a ms de un territorio: el nuclearizado en torno al actual Socullamos -la
Mancha de Avezgaiat1- y, sobre todo, el territorio de Montearagn, articulado en torno a
Consuegra. La Mancha de Avezgaiat o Abeiazat2, la ms oriental, fue plataforma de
histrica colonizacin santiaguista3, mientras que la Mancha de Montearagn, al oeste
de aqulla, fue principal asiento de jurisdiccin hospitalaria4 y reconocido eje referencial
El trmino aparece en el conocido documento de delimitacin jurisdiccional entre las rdenes de Santiago
y San Juan de 1237 (publ. D.W. LOMAX, La Orden de Santiago (1 70-1275), Madrid, 1965, pp. 257-262, doc. 24.
2.-V id. el privilegio rodado que el 5 de julio de 1256 Alfonso X conceda a don Pedro Fernndez, comendador
de Segura, y a toda la Orden de Santiago el cortijo manchego de Abeiazat (AHN., OOMM., Ucls, carp. 315, doc.
1; publ. C. de AYALA, La Orden de Santiago en la evolucin poltica del reinado de Alfonso X (1252-1284), en
Cuadernos de H istoria Medieval, 4 (1983), pp. 63-67).
. 3.- Desde finales del siglo XIII, la Mancha constituira para los santiaguistas una circunscripcin comarcal de
cierta proyeccin administrativa. En las cuentas de los almojarifes del maestre Pelayo Prez Correa, la Mancha
aparece com o un territorio bien diferenciado de las zonas ms septentrionales de la ribera del Tajo, Mesa de Ocaa
y territorio de Corral de Almaguer (publ. LOMAX, La Orden de Santiago, pp. 271-273, doc. 32. En 1347 el
maestre don Fadrique aludir a las encomiendas de la Mancha en una completa relacin que incluye, adems, el
Campo de Montiel, la zona de Guadiana aquende, la Ribera del Tajo, el Valle del Segura y el Reino de Murcia
(Bulario de Santiago, pp. 312-313). Ms significativo desde el punto de vista geogrfico resulta el documento de
constitucin del Comn de la Mancha verificado en 1353 por el mismo maestre don Fadrique. En l se relacionan
los concejos y lugares constitutivos del ayuntamiento mancomunado, correspondindose con una estrecha fran
ja que, desde el valle del Cigela, entre Puebla de Almuradiel y Villamayor de Santiago, se extenda en direccin
sureste hasta el Zncara a la altura de Socullamos, incluyendo Quintanar de la Orden, Miguel Esteban, El Toboso,
Mota del Cuervo y Pedro Muoz, entre otros (publ. B. CHAVES, Apuntamiento legal sobre el dominio solar de la
Orden de Santiago en todos sus pueblos, ed. facs. Barcelona, 1975, fol. 50).
4.- La documentacin hospitalaria de la segunda mitad del siglo XIII alude a los trminos de Consuegra y de
Alczar com o ubicados en esta nuestra tierra de Monte Aragn. Vid. los documentos de confirmacin de la cartapuebla de Alczar y de concesin de villazgo a este lugar de 1262 y 1292 respectivamente. Cit. C. BARQUERO,
Orgenes y desarrollo medieval de una villa en La Mancha: Alczar de San Juan (1150-1346), en / / Congreso de
Jvenes H istoriadores y Gegrafos. Actas, Valencia, 1992, pp. 96-97. Vid. asimismo la autorizacin de Sancho IV
concedida en 1292 al Gran Comendador de Espaa para que ste pudiera convertir en villa la aldea de Alczar, que
es en Monte Aragn (publ. P. GUERRERO VENTAS, El gran priorato de Castilla y Len de la Orden de San Juan
de Jerusaln en el Campo de La Mancha, Toledo, 1969, p. 333, doc. 5.
El trmino Montearagn aparece ya en la relacin de aranceles del portazgo santiaguista de Alarilla, de Finales del
siglo XH (J.L. MARTN, Orgenes de la Orden Militar de Santiago (1170-1195), Barcelona, 1974, p. 233, doc. 58).
49
arlos de
yala
a r t n e z
5.- Los cuadernos de Cortes desde com ienzos del siglo XIV relacionan las caadas de trashumancia
ganadera del siguiente m o d o :... la una la que dizen de Len et la otra la ssegouiana, e la otra que ua p o r la
M ancha de M ontearagon... (Cortes de P alenciade 1313 y de Valladolid de 1322; publ. C ortes de los A ntiguos
Reinos, pp. 245 y 357).
50
La s
rdenes
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(s .
x ii-x iii)
51
arlos d e
yala
a r t n e z
8.- M. CORCHADO, Pasos naturales y antiguos cam inos entre Jan y La Mancha, en B oletn del In sti
tuto de E studios Giennenses, IX (1963), pp. 9-110; ID., El camino de Toledo a Crdoba, en A nuario de
H istoria E conm ica y S ocial, I (1968), pp. 621-634; ID., Estudio sobre vas romanas entre el Tajo y el
Guadalquivir, en A nuario E spaol de Arqueologa, XLII (1969), pp. 124-158; R. LPEZ DOMECH, La
red viaria romana de la regin oretana, en M langes de la Casa de Velzquez. A n tiquit et M oyen Age,
Madrid, 1990, XXVI (1), pp. 75-96; F. HERNNDEZ GIMNEZ, El cam ino de Crdoba a Toledo en la
poca musulmana, en Estudios de G eografa H istrica Espaola, I, Madrid, 1994, pp. 255-318. Vid. asim is
mo los datos que sintetiza J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, II, Madrid, 1976, pp. 388-400.
9.- Es raro que podamos contar con unanimidad cara a la identificacin exacta de cualquiera de las man
siones que acabamos de citar. Carcuvium (= Caracuel) y Consabro (= Consuegra) son quiz las nicas que
ofrezcan garantas ms inequvocas de localizacin. Del resto, podem os slo indicar una situacin relativa
mente aproximada: Sisapo (= en Almadn, Chilln o La Bienvenida, junto a Almodvar del Campo), Laminium
( - en Santa Mara del Guadiana, Alhambra, D aim iel...), A lces (= cerca de Quero, Alczar de San Juan...),
Murum ( - en torno a Villarta), M ariana ( - en Bolaos o en las cercanas de Puebla del Prncipe), M entesa
oretana (= cerca de Villanueva de la Fuente, al SE del Campo de M ontiel, en el castillo de M ontizn...),
L ibisosa (= en los trminos de Alcaraz), P a rieta n is y S altici (= en Chinchilla o sus proxim idades). Una
relacin de posibles identificaciones en M. CORCHADO, Estudios sobre vas romanas, pp. 149-158; sobre
las situadas en la actual provincia de Ciudad Real, vid. G. CARRASCO SERRANO, Introduccin al estudio
de las vas romanas de la provincia de Ciudad real: fuentes antiguas itinerarias, en La red viaria en la
H ispania romana, Zaragoza, 1990, pp. 85-93; vid. asim ism o el estudio de C. FERNNDEZ OCHOA y otros,
Entre Consabro y Laminio: aproximacin a la problemtica de la va 30 del Itinerario, en La red viaria...,
pp. 165-182.
10.- N o se trata, en general, de sedes de gran calado. D e hecho, la tarda constitucin de la de Valeria
(Valera la Vieja), de la que no tenemos noticias antes del III C oncilio de Toledo de 589, se debi a un intento
de revitalizacin de una zona territorialmente poco cohesionada y muy dbil desde el punto de vista dem o
grfico (L.A. GARCA MORENO, H istoria de Espaa Visigoda, Madrid, 1989, p. 265); Segbriga, por su
parte, tampoco se documenta com o obispado antes de 589; en cuanto a Oreto, finalm ente, poco es lo que se
puede decir de su marginal protagonismo en la compleja vida eclesistica visigoda, salvo, com o en los casos
anteriores, la habitual asistencia de los titulares de su dicesis a los C oncilios de Toledo: la escasa dem ogra
fa de su territorio administrativo explicara tambin parcialmente el fenm eno de la ms que relativa impor
tancia de su obispado e incluso de la propia cristianizacin de su territorio (F.M. BELTRN TORREIRA,
Romanidad tarda y germ anism o, en La provincia de C iudad R eal II. H istoria de I. SNCHEZ SNCHEZ
(ed.), Ciudad Real, 1992, en especial pp. 138-142).
Vid. la seleccin de datos que sobre los tres obispados recoge D. M ANSILLA REOYO en su com pleta
G eografa eclesistica de Espaa. Estudio h istrico-geogrfico de las dicesis, Roma, 1 9 9 4 ,1, pp. 283, 290
y 292-293.
52
L as
rdenes
il i t a r e s
l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o
( s . x ii-x m )
poblamiento musulmn del territorio son dispersos y frecuentemente de muy escasa con
sistencia. Los resultados de los estudios arqueolgicos al respecto no resultan especial
mente significativos, y las informaciones indirectas provenientes de la documentacin
son a todas luces insuficientes.
Sabemos que los musulmanes iniciaron un cierto proceso de castralizacin de la zona
que servira de base a la ulterior ocupacin cristiana. El conocido pasaje del De rebus
Hispaniae de Jimnez de Rada relacionando las fortalezas que Zaida, la nuera del rey alMutamid de Sevilla, habra entregado al rey Alfonso VI pondra de manifiesto, indepen
dientemente de la historicidad del pasaje11, la existencia de recintos fortificativos
islmicos antes de finalizar el siglo XI en Caracuel, Alarcos, Consuegra, Mora, Ocaa,
Oreja, Ucls, Huete, Masatrigo y Cuenca. Si unimos esta informacin a las evidencias
arqueolgicas y documentales relativas a Calatrava12 o a Chinchilla13, por slo poner
dos ejemplos, no sera descabellado confirmar la castralizacin islmica, al menos,
de una buena parte del territorio que nos ocupa. Pero, cul pudo ser su alcance desde el
punto de vista estrictamente poblacional? Resulta extraordinariamente difcil contestar
a esta pregunta, aunque es evidente que la red de husun islmicos en la zona propiciara
un poblamiento de cierta consistencia -sin duda dbil- a cuya realidad vendran a su
marse los escasos datos que poseemos sobre ereccin de mezquitas en la zona14.
En cualquier caso, no debemos olvidar que la dominacin islmica del territorio
manchego se asocia desde muy pronto a la realidad conceptual de tagr o mbito abierto
de carcter fronterizo15, una realidad administrativamente desarticulada16 que no hizo
sino acentuarse cuando prcticamente todo al-Andalus se convirti en marca fronteriza
de los imperios almorvide y almohade17. Nada de ello, ciertamente, contribuy a neu
tralizar el carcter tradicionalmente desrtico de nuestro mbito de atencin18.
Una profunda debilidad demogrfica mucho ms que coyuntural y una desarticula-
cin administrativa que traduca incoherencia territorial constituyen las caractersticas!
n.- R. JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa, Madrid, 1989, p. 258 (lib. VI, cap.
XXX). E. L V I-PR O V E N IA L , La Mora Zaida, femm e dA lfonse VI de Castille et leur fils linfant D.
Sancho en H esperis, XVIII (1934), pp. 1-8; J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, I Madrid,
1975, pp. 90-91; C. PALENCIA, Historia y leyendas de las mujeres de A lfonso VI, en Estudios sobre
Alfonso VI y la reconquista de Toledo. A ctas del II Congreso Internacional de E studios M ozrabes, III,
Toledo, 1988, en especial pp. 288-289; B.F. REILLY, El Reino de Len y C astilla bajo el Rey Alfonso VI
(1065-1109), Toledo, 1989, pp. 258-259.
12.- A. RUIBAL, C a latrava la Vieja. Estudio de una fo rta leza m edieval, Ciudad real, 1984.
13.- A. PETREL M ARN, Chinchilla m edieval, Albacete, 1992, pp. 21-31.
14.- Vid. infra p. 22.
15.- Un com pleto anlisis del trmino y la rica realidad histrico-geogrfica que encierra, en E. M A N Z A
NO MORENO, La fro n tera de al-Andalus en poca de los om eyas, Madrid, 1991, pp. 30-50.
16.- J. BOSCH VIL, Algunas consideraciones sobre el Tagr en al-Andalus y la evolucin polticoadministrativa de la Espaa musulmana, en Etudes d O rientalism e ddies la m m oire de Lvi-Provengal,
Paris, 1962, I, pp. 23-33.
17.- M. CRUZ H ERNNDEZ, El islam de al-Andalus. H istoria y estructura de su realidad social, Ma
drid, 1992, p. 318.
18.- Cfr. F. RUIZ GMEZ, La repoblacin de Ciudad Real en los siglos XII y XIII, en La P rovincia de
Ciudad Real, II. H istoria, Ciudad Real, 1992, pp. 161-166.
53
arlos de
ya la
a r t n e z
de que debemos partir para nuestro anlisis. Ese anlisis cuenta con una fecha inicial de
referencia relativamente clara, la de 1170, el ao que Abu Yacub, el segundo califa
almohade, intensificaba sus preparativos de intervencin en la Pennsula con un doble
objetivo: la destruccin de los focos de resistencia antialmohade en al-Andalus -princi
palmente Ibn Mardanis- y la neutralizacin de las posiciones conservadas o conquista
das por los cristianos al sur del Tajo.
2.2. rdenes m ilitares y articulacin territorial hasta 1195
19.- Publ. J. GONZLEZ, El Reino de C astilla en la poca de Alfonso VIII, Madrid, 1960, II, pp. 268269, doc. 157.
20.- F. de RADES Y ANDR A D A , Chronica de las tres O rdenes y C au allerias de Sanctiago, C alatraua y
A lcntara, Toledo, 1572, Chronica de Sanctiago, fol. 18r (ed. facs., Valencia, 1994).
2 1 Publ. J. GONZLEZ, Alfonso VIII, II, pp. 568-570, doc. 338.
22.- E. RODRGUEZ-PICAVEA MATILLA, La form acin d el feu dalism o en la m esesta m eridion al ca s
tellana. Los seoros de la Orden de C alatrava en los siglos XII-XIII, Madrid, 1994, pp. 131-132.
23.- Publ. C. de AYALA MARTNEZ (ed.), Libro de P rivilegios de la Orden de San Juan de Jerusaln en
C astilla y Len (siglos XJI-XV), Madrid, 1995, docs. 123 y 158.
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L as
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(s .
x ii-x iii)
los calatravos se hallaban instalados en Aceca24 y Ciruelos25 desde los das de su inicial
presencia en Toledo, constituyendo all sendas y muy tempranas encomiendas.
Por otra parte, y a diferencia de lo que ocurra en Toledo, en Ocaa no coexistieron
las jurisdicciones Calatrava y santiaguista^ La primera logr constituir sobre la base de
su castillo y villa una encomienda en 1176, pero seis aos despus, en 1182, traspasaba
todos sus derechos en ella a la Orden de Santiago que ya antes de 1195 posea all la
sede de una encomienda26.
Siguiendo la lnea ascendente del Tajo en direccin a Alarilla-Estremera encontra
mos varios enclaves santiaguistas. Oreja27, Alboer28, Zarza de Tajo29 y las propias Alarilla30
24.- La villa y castillo de A ceca fueron donados a la Orden de Calatrava por A lfonso VIII en 1176, aunque
los freires venan disfrutando de la mitad del mismo gracias a la entrega efectuada, con intervencin del rey,
cuatro aos antes por los condes uo y Teresa. En 1176 se documenta ya la presencia de comendador en
A ceca (E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feudalism o, pp. 101-102).
25.- Aunque la Orden posea desde 1158 la mitad de la aldea por concesin de Sancho III, no fue hasta
1176 cuando A lfonso VIII cedi la totalidad de la villa a los calatravos que tardaran muy poco tiempo en
erigirla en sede de encom ienda, con anterioridad a 1180 (E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del fe u
dalism o, pp. 111-112). Su probable castillo se documenta por vez primera en la relacin confirmatoria de
todos los bienes y derechos de la Orden incluida en la bula de Gregorio VIII de 4 de noviembre de 1187 (publ.
B u llariu m O rd in is M ilitia e de C a la tra v a , ed. por I.J. de ORTEGA Y CO TES, J.F. LVAREZ DE
BAQUEDANO y P. de ORTEGA Y ARA N D A , Madrid, 1751, ed. facs., Barcelona, 1981, pp. 22-25).
26.- En 1174 la Orden de Calatrava haba recibido la cuarta parte del castillo y villa de Ocaa, as com o de
sus derechos y trminos, de manos de Pedro Gutirrez y Tello Prez (I.J. de ORTEGA Y COTES, J.F. LVAREZ
DE BAQ UEDA NO y P. de ORTEGA Y ARAND A, Bullarium O rdinis M ilitiae de C alatrava, Madrid, 1751,
ed. facs., Barcelona, 1981, pp. 8-9). Tres aos despus, y por iniciativa del propio Tello Prez y de su mujer,
la Orden de Calatrava se haca con el 50 por ciento de Ocaa (publ. Ibid., p. 13). Para entonces era ya
formalmente una encom ienda Calatrava (RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feu dalism o, pp. 115116), pero en seguida, en 1182, un convenio entre calatravos y santiaguistas traspasaba a estos ltimos sus
derechos sobre Ocaa. Se trataba de un com plejo acuerdo que pona en manos de la Orden de Santiago Ocaa
y los diezm os que disfrutaban los calatravos en U cls, a cambio de una renta anual de 100 maravedes en las
salinas de Espartinas y el lugar de Alcubilla (Los documentos correspondientes los publica J.L. MARTN,
Orgenes, docs. 145, 146 y 150).
27.- El castillo de Oreja fue donado a la Orden por A lfonso VIII en 1171. Publ. J.L. MARTN, Orgenes,
doc. 47. Contamos con la m onografa de H. LARREN IZQUIERDO sobre El castillo de Oreja. Arqueologa
e historia de su asentam iento y entorno geogrfico, Toledo, 1984.
Dada su situacin al norte del Tajo, no entrara estrictamente en los trminos que, de manera con ven cio
nal, hemos asignado al territorio m anchego.
28.- No sabem os con exactitud la fecha de adquisicin del castillo de Alboer (Villamanrique de Tajo, entre
Oreja y Alm oguera) por parte de la Orden de Santiago. Hacia 1180 Alboer es objeto de una disputa jurisdic
cional que enfrentaba a la Orden con el arzobispo de Toledo, sindole entonces confirmada por el rey (publ.
J.L. MARTN, O rgenes, p. 299, doc. 115). Todava en 1161 estaba en manos de Oth, conde de Almera, que
en esa fecha lo entregaba a Sancho Cchar (publ. ID., Ibid., p. 199, doc. 29). A su vez, el conde de Alm era lo
haba recibido del conde Ponce, quien en 1153 lo obtuvo por concesin de A lfonso VII (publ. ID., ibid., p.
190, doc. 19).
29.- La Sarzam cum suis pertin en tiis se documenta ya en la primera bula fundacional y confirmatoria de
las posesiones de la Orden em itida por el papa Alejandro III el 5 de julio de 1175, desde Ferentini (publ. J.L.
MARTN, O rgenes, pp. 248-254, doc. 73). En la ulterior bula confirmatoria de Lucio III de 1184, se alude
tambin a La Sarga cum suis pertin en tiis (ID., ibid, pp. 350-351, doc. 168). D e todas formas, la identificacin
que hacemos de Zarza de Tajo con el topnim o aparecido en las bulas no es ms que una hiptesis que no deja
de presentar ciertas dificultades: se trata de la ltima de las posesiones reproducidas por la bula, e inmediata
55
arlos d e
y ala
a r t n e z
mente antes que ella aparecen -detrs de Estremera, eso s- Alczar, Alm adana y Laruda\ no parece difcil la
identificacin de estos ltimos con las localidades de Alczar, A lm adana y Arruda que, junto a Plmela, le
son dadas (mejor, confirmadas) a la Orden por Sancho I de Portugal en 1186 (reg. C. GUTIRREZ DEL
ARROYO, P rivilegios reales de la Orden de Santiago en la Edad M edia, Madrid, s.a., p. 92, doc. 128).
30.- La concesin real del castillo de Alarilla a la Orden data de 1172. Publ. J.L. MARTN, Orgenes, pp.
225-226, doc. 52. Aos antes -al m enos desde 1167- constitua ya la cabeza de un trmino de cierta importan
cia del que dependan las aldeas de Fuentiduea y Estremera; el castillo defenda un vado del Tajo junto al
que se levantaba una alberguera, y en la zona no faltaban villares, testim onio, quiz, de un considerable
poblamiento anterior (publ. J. GONZLEZ, Alfonso VIH, II, pp. 162-165, doc. 95).
31.- Strem era cum suis pertin en tiis figura en la bula papal confirmatoria de 1175 (J.L. MARTN, O rge
nes, p. 250, doc. 73). N o sabemos exactamente cuando pas a poder de la Orden: en 1167 era todava una
aldea dependiente del castillo presantiaguista de Alarilla (vid. nota anterior). Sabemos, eso s, que recibi,
probablemente en 1182, el mismo fuero que U cls (publ. J.L. MARTN, Orgenes, pp. 357-359, doc. 153; cfr.
M. RIVERA GARRETAS, La encomienda, el prio ra to y la villa de U cls en la E dad M edia (1174-1310).
Form acin de un seoro de la Orden de santiago, Madrid-Barcelona, 1985, pp. 241-243, doc. 11).
32.- Fecha de la bula fundacional de la Orden, confirmatoria de sus iniciales posesiones (vid. supra nota 26).
33.- Publ. J.L. MARTN, Orgenes, pp. 217-218, doc. 45. El documento pontificio de 1175 nos habla de
dos localidades que reciben el m ism o nombre: Mora y Mora la Vieja. En efecto, y aunque en la donacin de
A lfonso VIII se alude nicamente al castrum quod M aura vocatur, sabem os que en Mora existan dos forta
lezas, una de ellas en la elevacin de Pea Negra (J. GONZLEZ, Repoblacin de C astilla la Nueva, I, p.
268). Esta ltima era, en realidad, un castillo padrastro mandado construir por el emperador A lfonso VII en
el momento que se enter de la caida de la vieja fortaleza de Mora en manos de los almorvides. El texto de
la Chronica Adefonsi Im peratoris dice as: Im perator vero, audiens quod capta esset M ora, abiit illuc et
fa b ric a v it contra faciem M orae aliu d castellum quod dicitu r Penna Nigra, m elius et fortiu s, et m univit illum
m ilitibus et peditibus multum bellicosis et sumptibus; et dedit illum cuidam principi, cuius nomen erat Martinum
Fernandi, qui co tidie deb elleb a t eos, qui erant in M ora, usquequo im perator cepit eum (publ. L. SNCHEZ
BELDA, Madrid 1950, p. 111; acaba de publicarse una excelente traduccin de la crnica: M. PREZ
GONZLEZ, Crnica del Emperador A lfonso VII, en El Reino de Len en la A lta Edad Media, IV. La
Monarqua (1109-1230), Len 1993, pp. 77-213, la trad. del texto reproducido, en p. 177).
No sabemos si el padrastro de Mora, el castillo de Pea Negra, puede o no identificarse con el castillo,
de Piedra Negra que A lfonso VIII entrega formalmente a la Orden en diciembre de. 118.0. (J.L. MARTN,
O rgenes, pp. 297-298, doc. 113). D e ser as, la identificacin de Pea/Piedra Negra con la segunda Mora que
aparece el documento confirmatorio de 1175 planteara algn problema, a menos que la donacin real de
1180 no fuera sino una confirmacin. En cualquier caso, durante el reinado de Fernando III la fortaleza de
Pea Negra sera destruida. En efecto, en 1224, el rey ordenar al maestre de Santiago que derribara de raz
illas turres de Rupe nigra in colle de M ora por el peligro que podran suponer para el opido de M ora (publ. J.
GONZLEZ, Fernando III, II, p. 233, doc. 192).
Existe una breve monografa sobre esta fortaleza: A. FERNNDEZ POMBO, Castillo de Mora de
Toledo, en C astillos de Espaa, 97 (1990), pp. 17-22.
34.- E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feudalism o, p. 115.
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por ciento junto con los calatravos el cercano castillo de Bogas, en la ribera del Algodor,
un pequeo afluente del Tajo35.
El ngulo noreste de nuestra plataforma, las zonas conquenses de las cabeceras del
Rinsares y del Cigela y del curso medio del Jcar, no cuentan ms que con un par de
ncleos aislados en poder de las Ordenes antes de 1195, pero se trata de un par de n
cleos de extremada importancia, especialmente el primero de ellos, Ucls, cuya fortale
za con su villa, tras una fugaz pertenencia a la Orden de San Juan, fue entregada a la
Orden de Santiago en 117436. La presencia santiaguista en Ucls conecta con el comple
jo panorama que la muerte en 1172 de Ibn Mardanis, el resistente antialmohade y amigo
de los cristianos, haba generado en la frontera37. Ese panorama explica tambin que no
fueran los santiaguistas los nicos freires beneficiarios de la posicin de Ucls: Alfonso
VIII dese implicar en su defensa tambin a los calatravos concedindoles aquel mismo
ao el diezmo de las rentas reales que devengaba38. La conquista cristiana de Cuenca
(1177) contribuy decisivamente a consolidar la inicial presencia santiaguista no slo
en la propia Ucls39 sino en las riberas fluviales que, procedentes de las prolongadas
estribaciones de la Serrana de Cuenca, se proyectan hacia el sur, en especial la del
Cigela40 y, sobre todo, la del Jcar. En sta concretamente los santiaguistas tomaron
posiciones en Alarcn, en vsperas de la batalla de Alarcos y cuando apenas haban
transcurrido diez aos de su incorporacin a la Corona de Castilla. En efecto, en 1194 la
35.- 1189, ju lio 15. Rodrigo Rodrguez entrega el castillo de Bogas, en la ribera del Algodor, entre Mora
y Consuegra, y entre Valdecarbanos y Tembleque, a las Ordenes militares de Calatrava y Santiago (publ.
J.L. MARTN, Orgenes, p. 429, doc. 255).
36.- La donacin del castillo y villa de U cls a la Orden de San Juan de Jerusaln haba tenido lugar en
1163 (AYALA, Libro de P rivilegios, pp. 254-255, doc. 91), y fue iniciativa de Fernando II de Len en un
momento en que dominaba la corte castellana y a su sobrino A lfonso VIII. Sin embargo, alcanzada la mayora
de edad, et sedendo seniorem de suo regno dom pno rex Alfonso d ed it Ucles ad m agister P. F errandez et ad
fra trib u s suis ex M ilitie Sancti Iacobi, et d ed it illam eos p e r h ereditate (publ. J.L. MARTN, O rgenes, pp.
241-242, doc. 66). Vid. C. BARQUERO GOI, Fortalezas hospitalarias en Castilla y Len (siglos XIIXIV), en IV Curso de Cultura M edieval: la fortificacin m edieval en la Pennsula Ibrica, Aguilar de Cmpoo,
1992 (en prensa).
37.- M.J. VIGUERA MOLNS, Los reinos de taifas y las invasiones m agrebes (Al-Andalus d el XI al
XIII), Madrid, 1992, pp. 275-277. Precisamente haba sido el Rey Lobo el que en 1157 haba entregado a
Sancho III la fortaleza de U cls de resultas de un pacto de permuta realizado con A lfonso VII poco antes de
morir (J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, I, p. 273).
38.- La monarqua vena cobrando all rentas provenientes del quinto, labor de la fortaleza y cabalgada,
adems de las originadas por equipamientos molinares y tributos; las dos rdenes se beneficiaran de dichos
diezmos (J.L. MARTN, Orgenes, pp. 242-243, doc. 67), hasta que pocos aos despus, en 1182 probablente,
los santiaguistas obtienen su cobro en solitario gracias a un acuerdo con los calatravos (ID., ibid., pp. 332333, doc. 146).
39.- En marzo de 1179 el maestre santiaguista Pedro Fernndez daba fuero a U cls por orden del rey
A lfonso. Vid. M. RIVERA GARRETAS, El fuero de U cls (siglos XII-XIV), en AHDE, LII (1982), pp.
243-349; cfr. los replanteamientos cronolgicos de G. GROSS, El fuero de U cls, documento de mediados
del siglo XII, en BRAH, CLXXXVIII (1991), pp. 105-177.
40.- En 1178, Pelayo Calvo entregaba a la Orden la mitad del castillo de Aador, aunque realmente no se
llegara a poblar hasta las primeras dcadas del siglo XIII (RIVERA, La encom ienda, p. 233, doc. 5).
57
arlos de
ya la
a r t n e z
41.- 1194, octubre 18. Alarcos. A lfonso VIII concede a la Orden de Santiago el alczar de Alarcn, de
muro veteri ad en tro , con la mitad de su portazgo y del de Alconchel, as com o el 50 por ciento del quinto de
Alarcn, un m olino, la presa hecha junto al puente, cerca de la villa, y otros bienes (publ. J.L. MARTN,
O rgenes, pp. 468, doc. 298).
42.- 1194, noviem bre 24. Toledo. El maestre de Santiago entrega al rey el castillo de Alarcn y su quinto
y la aldea de Las G aseas, a cambio de recibir la confirmacin del 50 por ciento de los portazgos de Alarcn y
Valeria, as com o otros bienes en el norte (publ. ID., ibid., pp. 469-470, doc. 300).
43.- En 1203 lo dotaba A lfonso VIII con bienes situados en el Jcar (J. GONZLEZ, Repoblacin de
C astilla la Nueva, I, pp. 254-255).
44.- En el documento de 1187 por el que el comendador sanjuanista de Consuegra acuerda un nuevo censo
para los pobladores de V illam iel, aparecen documentados, adems del comendador de Toledo, los com enda
dores de V illam iel, no lejos de Bargas, al norte de Toledo, y de Tajua, una encom ienda de imprecisa defini
cin, aunque tambin situada obviamente al norte del Tajo (AYALA, Libro de P rivilegios, p. 340, doc. 158).
45.- Se trata de una donacin de Sancho III. , contempornea, por tanto, de la donacin de la fortaleza de
Calatrava a los cistercienses. Cit. C. de AYALA MARTNEZ, Orgenes de la Orden del Hospital en Castilla
y Len (1113-1157), en H ispania Sacra, XLIII (1991), p. 788.
46.- Las cuatro villas fueron donadas conjuntamente por A lfonso VIII a la Orden en enero de 1162. Publ.
J. GONZLEZ, Alfonso VIII, II, pp. 97-99, doc. 54.
47.- AYALA, Libro de P rivilegios, pp. 322-324, doc. 144.
48.- E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feudalism o, p. 74.
49-- D esde 1169 la fortaleza de Calatrava tena derecho a percibir -com o vena ocurriendo desde etapa
islm ica- el portazgo de todas las recuas o caravanas com erciales que pasaran por su amplio trmino, prove
nientes de la zona comprendida entre Crdoba y beda, e independientemente de la va concreta que utiliza
ran. N o cobrara, en cambio, el de aqullas que pasando por el trmino de Consuegra se dirigieran a la zona
de Segura (J. GONZLEZ, AIfonso VIII, II, docs. 116 y 176).
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(s .
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50.- La fortaleza de Guadalerza, de origen islm ico, acogi, segn RADES, un hospital fundado en 1172
por maestre Martn Prez de Siones (Chronica de Calatrava, fol. 18). El documento real de 1179 que lo
dota con unas vias en Toledo da el ttulo de maestre al encargado de dicho hospital (J. GONZLEZ, Alfonso
VIII, II, doc. 313), pero un ao despus ya hay un comendador a su frente (ID., ibid., doc. 339).
51.- El castellum de Malagn fue entregado a la Orden por A lfonso VIII el 19 de agosto de 1180, aunque
reservndose en prestim onio vitalicio la mitad del m ism o (J. GONZLEZ, Alfonso VIII, II, doc. 350). Ms
adelante, el monarca cambi de opinin y quiso vender el castillo a la Orden -suponem os que la renuncia a su
prestimonio- por 400 maravedes (6 de mayo de 1188, ID., ibid., II, doc. 502). M alagn se constituira en
encom ienda en esta dcada de 1180 (E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feu dalism o, p. 63).
52.- Ambas fortalezas se encuantran a no ms de dos kilmetros de distancia entre s. Piedrabuena se
documenta en poder de la Orden en 1187 (vid. bula confirmatoria de Gregorio VIII), no as Miraflores que
todos los indicios convierten en contempornea de aqulla, aunque no est expresamente testimoniada su
pertenencia a la Orden en el perodo que nos ocupa. CORCHADO aventura la posibilidad de que Miraflores
fuera levantada a modo de padrastro durante algn largo asedio sufrido por Piedrabuena {El Campo de
Calatrava. Los pueblos, Ciudad Real, 1982, pp. 371 y 377. Cfr. A. RUIBAL (en C astillos de C astilla-L a
Mancha. Obra colectiva dirigida por M. RETUERCE VELASCO, Madrid, 1983, p. 38) quien afirma la pose
sin Calatrava de Miraflores ya en el propio siglo XII.
N o se docum enta com endador en Piedrabuena antes de las dcadas cen trales del sig lo XIII (E.
RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feudalism o, p. 84).
53.- La fortaleza de Sufera (Zuhera/Zuerola/Ciruela), pese a hallarse situada en posicin estratgica, junto
al Jabaln, en la va de penetracin andaluza por el sector gienense del Muradal, fue posesin Calatrava por
muy poco tiempo. En 1156 A lfonso VII la haba concedido a Armildo M elndez, pero ya en la bula papal de
1187 aparece com o posesin Calatrava. Pp.co. despus de las Navas, pasara a ser propiedad de la iglesia de
Toledo, y con la fundacin de V illa Real, la aldea de Quheruela se integrara en su alfoz. Sobre la trayectoria
de SuferalZuera, vid. L.R. VILLEGAS DAZ, De nuevo sobre la fundacin de Ciudad Real, en H omenaje
al p rofesor J. Torres Fontes, Universidad de Murcia, 1987, II, pp. 1.782-1.783.
34.- N o resulta claro el origen de la vinculacin de Alarcos con la Orden de Calatrava. La posible crono
loga apuntada por CORCHADO, que la remonta a 1178 {La Orden de C alatrava y su Campo, Ciudad Real,
1984, p. 54), no pasa de ser una hiptesis. La villa islm ica fue arrasada junto con otras del Campo de
Calatrava cuando la conocida campaa de A lfonso VII de 1147 (JIMNEZ DE RADA, H istoria, lib. VII, cap.
IV), y todava se estaba levantando su muralla cuando se produjo la gran derrota de 1195 {Crnica Latina de
los Reyes de C astilla, ed. L. CHARLO BREA, Universidad de Cdiz, 1984, p. 12)..Pero su fortaleza figura ya
en la relacin papal de 1187 y cuatro aos despus el rey conceda su tenencia a D iego Lpez de Haro
(RADES, Chronica de Calatrava, fol. 19v). Vid. C. de AYALA, Las fortalezas castellanas de la Orden de
Calatrava, p. 15.
55.- El nico testim onio de la pertenencia de la fortaleza de Benavente a la Orden es la bula pontificia de
1187 reiteradamente aludida, pero la presencia Calatrava en el lugar de Benavente puede retrotraerse, por lo
menos, a 1180, cuando su comendador aparece entre los confirmantes del fuero de Zorita (J. GONZLEZ,
Alfonso VIII, II, doc. 339). Un ao despus, el maestre calatravo ceda en prestimonio vitalicio a Tello Prez
cuatro yugadas en Benavente (publ. B. CASADO QUINTANILLA, Un privilegio rodado expedido por el
maestre de Calatrava, en Anuario de Estudios M edievales, 13 (1983), p. 147).
56.- La aldea de Caracuel, posiblem ente fortificada, fue arrasada junto a Alarcos, Pedroche, Santa Eufemia,
Mestanza, Alcudia y Alm odvar por A lfonso VII a raz de la toma de Calatrava (R. JIMNEZ DE RADA,
H istoria, lib. VII, cap. 4). Es cabeza de encom ienda desde, por lo m enos, 1180 en que su titular aparece entre
los confirmantes del fuero de Zorita. Siete aos despus, la bula pontificia de 1187 documenta la existencia
de su fortaleza en manos de la Orden.
59
arlos de
ya la
a r t n e z
57.- La vieja aldea islm ica de Almodvar, probablemente fortificada (JIMNEZ DE RADA, H istoria,
lib. VII, cap. IV), pas muy pronto a depender de la Orden de Calatrava. Segn RADES, fue escenario de
sangrientos enfrentamientos y reconstruido por el maestre Martn Prez de Siones-en J 17Q ( Chronica de
Calatrava, fols. 17v y 18r).
58.- Tras la constitucin de la Orden, la fortaleza de Chilln fue uno de los primeros enclaves que A lfonso
VIII don a los calatravos. Ya en 1168 les era entregada por el rey A lfonso VIII para que la compartieran con
los condes uo y Teresa (J. GONZLEZ, Alfonso VIII, II, doc. 103).
59.- El castillo de Salvatierra no aparece en la relacin de propiedades de la Orden incluida en la bula
papal de 1187, pero s en las confirm aciones de dicho documento expedidas por Inocencio III en 1199 y 1214
(Bullarium de C alatrava, pp. 31-35 y 42-46), pero debi estar bajo control de la Orden desde muy temprano.
RADES lo m enciona asocindolo al breve cism a que protagoniz D iego Garca al com ienzo del mandato de
Martn Prez de siones, entre 1170 y 1172 (Chronica de Calatrava, fo. 18r). Cfr. M. CORCHADO y R.
VALENTN-GAMAZO, El castillo de Salvatierra, en C astillos de Espaa, 81 (1976), pp. 9-12.
El castillo de Dueas tampoco aparece en la relacin confirmatoria de 1187 y s, en cam bio, en la si
guiente de Inocencio III de 1199. En este caso la cuestin es bastante ms clara: hasta 1191 los calatravos no
ocuparon el castillo. En esa fecha Rodrigo Gutirrez y su mujer Jimena lo entregaban a la Orden, aunque con
retencin expresa del 50 por ciento de sus rentas a favor de los hijos del primer matrimonio del donante. Tres
aos despus, stos vendieron a la Orden sus derechos en el castillo por la suma de 1.000 maravedes (publ.
J.F. O CALLAGHAN, Sobre los orgenes de Calatrava la Nueva, en H ispania, XXIII (1963), pp. 502503). Slo despus de Alarcos, en 1201, A lfonso VIII confirmara a los calatravos la propiedad ntegra del
castillo (J. GONZLEZ, Alfonso VIII, III, doc. 693).
60
La s
rdenes
i l it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r i t o r i o m a n c h e g o
(s . x ii-x m )
60.- N o es necesario recordar el episodio del Temple y Calatrava, ni, por otra parte, de la progresiva y
lenta m ilitarizacin de los hospitalarios, no consumada antes de mediados del siglo XII. Sobre este ltimo
aspecto, vid. la visin general de A. FOREY, The militarisation of the Hospital o f St. John, en Studia
M onstica, X X V I (1984), pp. 75-89, y la ms especfica de C. BARQUERO GOI, El carcter militar de la
Orden de san Juan en Castilla y Len (siglos X II-X V ), en R evista de H istoria M ilitar, 73 (1992), pp. 53-80.
61.- A lfonso VII haba entregado la fortaleza de Mora a Rodrigo Muiz en 1150 (J.L. MARTN, Orgenes,
pp. 184-185, doc. 14), y la de Consuegra a Rodrigo Rodrguez en 1151 (AYALA, Libro de privilegios, pp.
217-219, doc. 64). Como sabem os A lfonso VIII las entregara a las rdenes de Santiago y Hospital en 1171
y 1183 respectivam ente. El caso de Ocaa es distinto. A ll fue el propio A lfonso VIII el que cedi su villa y
castillo a Pedro Gutirrez y Tello Prez en 1173 (J.L. MARTN, Orgenes, p. 235, doc. 60), y fueron stos los
que iniciaron un proceso de trasferencia en fases sucesivas a favor de la Orden de Calatrava (vid. supra nota
25).
62.- Pensem os, por ejem plo, en Alczar de San Juan, que no pas a poder de la Orden de Santiago hasta el
reinado de Fernando III. Vid. C. BARQUERO, Orgenes y desarrollo de una villa m edieval en La Mancha,
p. 94.
63.- Vid. supra notas 58 y 59.
M.- RADES, Chronica de Calatrava, fol. 19v. No se documenta encom ienda, pero s priorato. Al menos
eso parece desprenderse de la existencia de un prior de Alarcos com o confirmante del fuero de Zorita de
1180.
61
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
de Njera, en realidad curia real de 118565- el que est presente en la decidida poltica
intervencionista que el Rey Noble muestra claramente desde su mayora de edad. Bas
tara con poner algn ejemplo acorde con el tema que nos ocupa. Podra serlo, caso de
estar bien fundamentada la informacin, el dato que, procedente de Rades, veamos hace
un momento: el monarca dispone de la tenencia de una fortaleza perteneciente a una
Orden haciendo uso de un interesante derecho, el de guerra y paz, que por entonces se
abra paso en el ordenamiento del reino y que, en cualquier caso, slo excepcionalmente
utilizara la realeza66. Pero ms significativo, si cabe, que este dato lo es la constitucin
de la llamada hermandad de villas de la ribera del Tajo, de finales del siglo XII, y en
la que de forma tan activa intervino el rey Alfonso VIII. Dicha hermandad afectaba a
ocho concejos de los cuales cuatro eran de realengo -Cuenca, Huete, Caamares y Cae
te- y otros cuatro de seoro de Ordenes militares -Ocaa, Ucls, Almoguera y Zorita-, y
naca con el propsito de imponer el orden entre los citados concejos impidiendo pren
das mutuas, quebrantamiento de caminos y violencia contra mercaderes67. La constitu
cin de la hermandad, e independientemente de otras valoraciones que pueden y deben
hacerse, es un signo evidente, por un lado del escaso desarrollo, en la zona septentrional
de nuestro marco de estudio, de las entidades seoriales afectadas las -Ordenes de San
tiago y Calatrava- y, por otra parte, de la crecida voluntad intervencionista de la Corona,
capaz, en cierto modo, de evitar ese desarrollo.
b) Inconsistencia de la red comendataria
Pero la debilidad de las Ordenes y de su implantacin en territorio manchego no slo
se explica por razones exgenas a ellas, razones que como las derivadas del fuerte
protagonismo de la monarqua pudieron neutralizar, en cierto modo, el libre desarrollo
de las propias instituciones religioso-militares. No debemos olvidar en este sentido que,
pese a todo, la Corona contaba con ellas en su proceso de consolidacin del Reino y que,
en buena medida, su crecimiento inicial, desde un punto de vista patrimonial, no es en
modo alguno desvinculable del apoyo real. Y es que hay razones intrnsecas a las pro
pias Ordenes relacionadas con su escaso rodaje y con la indefinicin de sus mecanismos
de institucionalizacin que es preciso valorar en su justa medida.
65.- Hace ya m uchos aos que no constituye un problema la constatacin y aproximada datacin de una
Curia celebrada en Njera durante el reinado de A lfonso VIII, concretamente en los primeros m eses de 1185.
Las indirectas inform aciones sobre la Curia las poseem os a travs del Ordenam iento de A lcal y del Fuero
Viejo, que en su da llevaron a Galo Snchez a elaborar su conocida teora sobre el Pseudo Ordenam iento I de
N jera que l supona com puesto en la segunda mitad del siglo XIII. La llamada de atencin de C. Snchez
Albornoz en sus trabajos Dudas sobre el Ordenamiento de Njera y M enos dudas sobre el Ordenamiento
de Njera, reimpresos en In vestigacion es y D ocum entos sobre Instituciones H ispanas, Santiago 1970, pp.
514-30 y 531-33 respectivamente, devolvi al campo de la historicidad una Curia del siglo XII, confirmada
posteriormente por nuevos testimonios documentales: A. ALTISENT, Otra referencia a las Cortes de Njera,
en Anuario de E studios M edievales 5 (1968), pp. 473-78, y J. GONZLEZ, Sobre la fecha de las Cortes de
Njera, en C uadernos de H istoria de Espaa, LXI-LXII (1977), pp. 357-361.
66.- Vid. supra nota 60. Sobre este derecho, vid. H. GRASSOTTI, Facere guerram et pacem . Un deber
del que no estaban exentas las rdenes m ilitares, en Anuario de Estudios M edievales, 11 (1981), pp. 73-80.
67.- M. RIVERA GARRETAS, A lfonso VIII y la hermandad de villas de la ribera del Tajo, en AHDE,
XLIX (1979), pp. 519-531.
62
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x i i i )
Cuando se produce la derrota de Alarcos, haca poco ms de diez aos que haba nacido
la institucin comendataria como base normalizadora de la organizacin de las Ordenes. Y
esa red comendataria, excepcionalmente ms desarrollada en el seno de la Orden de Calatrava,
adoleca an de las ms mnimas garantas de consolidacin institucional. Veamos rpida
mente cul es ese cuadro comendatario y, sobre todo, cules pudieron ser sus iniciales carac
tersticas de funcionamiento.
- Orden del Hospital
Fijaremos nuestra atencin en las tres Ordenes que protagonizaron el proceso de ocupa
cin del territorio manchego empezando por la decana de todas ellas en cuanto a implanta
cin en el conjunto del Reino, la de San Juan de Jerusaln. Sabemos que la aparicin de la
estructura comendataria de la Orden del Hospital no es anterior a finales del siglo XII, en :
tomo a la primera dcada de los aos 1180, en lo que se refiere a los territorios septentriona
les de Castilla y Len, marco espacial de su nacimiento68. Nada autorizara, en consecuen
cia, a adelantar esa cronologa para los territorios meridionales. De hecho, hasta 1185 no
documentamos la existencia de un comendator citra serrara y de un comendador de la tole
dana Villamiel como testigos de la concesin de licencia para la construccin de un molino
en Villamiel, efectuada por el prior hospitalario de Castilla y Len69, y dos aos despus nos
encontramos ya con un comendador de Consuegra que lo era tambin de todo el Convento
de Aquende Sierra, adems de los de Toledo y Tajua70. No tenemos muchos ms datos
sobre comendadores sanjuanistas en relacin a nuestra zona de estudio con anterioridad a
1195, pero seran suficientes para determinar, al menos, tres conclusiones provisionales:
- Los escasos bienes que la Orden posea al sur del Sistema Central desde mediados del
siglo XII carecan de la ms mnima estructuracin organizativa hasta la decisiva concesin
del castillo de Consuegra en 1183, a raz de la cual surgen algunas encomiendas en la citada
zona.
- Esas encomiendas empiezan a organizarse de forma administrativamente autnoma j
respecto al priorato castellano-leons bajo la forma de una encomienda citra serram o sim- |
plemente bajo la superior jerarqua del comendador de Consuegra que lo era tambin de >
68.- C. de AYALA, La Orden Militar de San Juan en Castilla y Len. Los hospitalarios al norte del Sistema
Central (siglos XII-XIV) (en prensa).
69.- AYALA, Libro de Privilegios, pp. 337-337, doc. 155.
70.- Ibid., p. 340, doc. 158.
71.- Un dato significativo en este sentido es el de que la regular convocatoria de Captulos Generales de la
Orden data precisamente de esos aos. Parece que el primero de ellos fue el de Castronuo de 1191: el 3 de junio
63
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
64
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i -x iii)
dcada de 1170, pues, parecen ser la fecha definitiva para datar el nacimiento de la
institucin, unos diez aos antes que en el caso de los hospitalarios78.
En cualquier caso, este sensible adelanto no se tradujo en el caso calatravo en una
mayor madurez de la figura de los comendadores. Luis Rafael Villegas, en un sugestivo
anlisis de la primitiva realidad institucional de la Orden de Calatrava, sugiere que slo
despus de Alarcos empezara a perfilarse seriamente la figura de los comendadores79.
Desde luego, antes de 1195 su falta de consistencia no es difcil de probar. Un primer
dato significativo al respecto es su escasa aparicin en los documentos, aparicin bsi
camente protagonizada por el maestre en detrimento de lo que se nos muestran como
meras sombras testimoniales de una embrionaria organizacin territorial.
Podemos concretar esta realidad aduciendo uno de los ejemplos quiz ms represen
tativos de cuanto acabamos de apuntar. Nos referimos al acuerdo al que llega el maestre
de Calatrava con Tello Prez en enero de 1181 en virtud del cual, y entre otras cosas,
aqul ceda a ste vitaliciamente 5 yugadas en Ciruelos, 10 en Malagn, 11 en Alarcos y
4 en Benavente y la villa de Ocaa -o mejor, lo que en ella posea la Orden80- con el fin
de que fuera poblada. Independientemente de las dificultades que pueda presentar el
documento que no tendran necesariamente que afectar a la veracidad de la informacin
en l contenida81, de su lectura deducimos dos notas cuanto menos llamativas: la libre
disposicin por parte del maestre de heredades y bienes pertenecientes a cuatro circuns
cripciones de la Orden -tres encomiendas, Ciruelos, Benavente y Ocaa, y el priorato de
Alarcos- sin el concurso de los respectivos titulares que ni siquiera aparecen entre los
testigos o confirmantes de la operacin. La segunda nota es, al igual que vimos en rela
cin a las villas hospitalarias de Criptana, Villajos, Quero y Tirez, la incapacidad de la
Orden para materializar el poblamiento y puesta en explotacin de sus bases en Ocaa.
La debilidad de la malla comendataria era algo perfectamente perceptible desde fue
ra de la institucin. Por eso, cuando Alfonso VIII, probablemente en fecha cercana al
anterior documento, dispone que todos los castillos de la Orden cuenten con una here
dad de 40 yugadas de tierra, est implcitamente ignorando la trama comendataria y
7I.- Ahora bien, es muy posible que hasta que no pasaran precisamente esos diez aos, la Orden no acaba
ra de ajustar su propio proyecto institucional, y con l muy probablemente la definicin de sus clulas terri
toriales de gestin. RADES incluye en su crnica el dato de que en 1189, segn se halla en m emoriales
antiguos, el maestre uo Prez acudi personalmente a Borgoa para participar en el Captulo General del
Cster celebrado aquel ao, rindiendo cuenta de la actividad de la Orden de Calatrava en lo que constituira
una primera valoracin de su desarrollo. RADES apunta la posibilidad de que el maestre ms bien delegara
su asistencia, pero ciertam ente nos recuerda que de resultas de dicho Captulo, y quiz com o consecuencia de
la memoria que presentaran sus delegados, el Captulo concedi una segunda regla a la institucin, aquel
mismo ao confirmada por el papa Gregorio VIII ( Chronica de Calatrava, fol. 19v). El documento papal es el
que incluye la relacin de propiedades de la Orden al que tantas veces hemos aludido.
79.- L.R. VILLEGAS DAZ, Las estructuras de poder de la Orden de Calatrava. Una propuesta de anli
sis, en H istoria, Instituciones, D ocum entos, 18 (1191), pp. 467-504, en especial p. 494.
80.- No hay que olvidar que Tello Prez posea importantes intereses en la villa y que l mism o haba
traspasado una buena parte de ellos a la misma (vid. supra nota).
a1.- AHN, OOMM, C alatrava, carp. 455, doc. 20. Vid. B. CASADO QUINTANILLA, Un privilegio
rodado expedido por el maestre de Calatrava, en Anuario de Estudios M edievales, 13 (1983), pp. 137-146.
65
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
haciendo de las fortalezas las piezas articuladoras del espacio seorial calatravo82. Des
de esta perspectiva de una realidad seorial Calatrava, territorial y administrativamente
desarticulada, tampoco resulta difcil entender la magnitud del trmino de la villa de
Calatrava que delimita un conocido documento real de 1189, obviando cualquier refe
rencia a realidades territoriales parceladas o parcelables83.
- Orden de Santiago
La Orden de Santiago es, con diferencia, la institucin que nos muestra una apariencia de
organizacin ms estable en menor espacio de tiempo. Las circunstancias que rodean su
rpida aprobacin pontificia pudieron influir en ello84, pero a los efectos que aqu nos intere
sa valorar, el resultado prctico de su organizacin, previo a 1195, no es muy distante del
que hemos visto para hospitalarios y calatravos. Es cierto que los santiaguistas consiguieron
antes que ellos dotarse de frmulas comendatarias de organizacin base, pero su ms recien
te creacin hace que aquella dotacin no pueda rastrearse con facilidad antes de 1178, una
fecha semejante a las que dbamos para las otras Ordenes.
De los enclaves santiaguistas fundamentales en nuestra zona de estudio -Mora, Alarilla,
Ucls, Toledo, Ocaa y Alarcn-, slo tres de ellos cristalizaron antes de 1195 en enco
mienda: Mora, Ucls85 y Ocaa86. Oreja y Cuenca87, que tambin lo hicieron, quedan, en
realidad, fuera del espacio de anlisis.
La vocacin jerarquizadora que, en relacin a un ncleo, mostraron desde un princi
pio los santiaguistas, vocacin que, partiendo de su denominacin originaria de fratres
de Cceres, les fue convirtiendo en fratres de Alharilla88 y fratres de Ucles sucesiva
mente, as como el pronto nacimiento del priorato asociado a esta villa89, no sirvieron
para neutralizar las caractersticas de debilidad que su primeriza estructura evidenciaba,
muy semejante en este sentido a la de hospitalarios y calatravos.
82.- Publ. J. GONZALEZ, Alfonso VIII, III, doc. 933. Vid. las sugerentes disquisiciones que al respecto
realiza VILLEGAS en su artculo citado: Las estructuras de poder, pp. 493-494.
83.- Publ. J. GONZLEZ, Alfonso VIII, doc. 534. Cfr. C. de AYALA y otros, Delimitacin de la frontera
meridional del Campo de Calatrava en el siglo XII, en Boletn de Arqueologa M edieval, 5 (1991), pp. 61-92.
M.- Cinco aos despus de su nacim iento, la Orden era formalmente aprobada por el papa Alejandro III
-en julio de 1175- mediante bula confirmatoria de sus propiedades y reguladora de sus actividades. Publ. J.L.
MARTN, Orgenes, pp. 248-254, doc. 73.
85.- La primera m encin relativa a comendadores de Mora y U cls proviene del m ism o docum ento. Se
trata de la donacin que Pelayo Calvo verifica a favor del maestre santiaguista de la mitad del castillo de
Aador el 25 de octubre de 1178. Ambos comendadores, que aparecen bajo el ttulo de preceptores, confir
man el documento. Publ. J.L. MARTN, Orgenes, pp. 273-274, doc. 93, y M. RIVERA GARRETAS, La
encom ienda, p. 233, doc. 5. En la versin de Rivera Garretas se incluye la transcripcin de unas confirm acio
nes en rabe.
86.- RADES, Chronica de Santiago, fol. 19v.
87.- Docum entam os ya un p receptor A urelie en 1182 (J.L. MARTN, O rgenes, p. 336, doc. 151) y proba
blem ente un comendador [de Cuenca] desde 1184 (ID., ibid., p. 348, doc. 166).
88.- RADES, Chronica de Santiago, fol. I2r.
89.- Documentamos al prior de Ucls desde por lo menos febrero de 1188 (J.L. MARTN, Orgenes, doc. 233).
La encomienda mayor, en cambio, data ya de comienzos del siglo XIII (RIVERA, La Encomienda, p. 59).
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102.- Eso, si pudiramos identificar la torre de Tirez con la que la Orden de San Juan determin que se
construyese en 1162.
103.- La Orden del Hospital cuenta a su favor con una larga lista de exenciones y privilegios papales que
vienen de los inicios m ism os de su constitucin. Un listado com pleto de los m ism os, en P. GUERRERO
VENTAS, El Gran P rio rato de C astilla y Len de la Orden de San Juan de Jerusaln en el Campo de la
Mancha, Toledo, 1969, pp. 35 y 46-48.
La Orden de Calatrava gozaba de los privilegios de exencin inherentes al Cster; alusiones concretas a
la libertad relativa a iglesias situadas en territorios conquistados a los musulmanes y control en ellos de
nuevas erecciones de iglesias, en la conocida bula de Gregorio VIII de 1187 (Bulario de Calatrava, p. 24).
No m enos libertad y tericos privilegios de exencin conceda a la Orden de Santiago Alejandro III en
1175, planteando abiertamente el conflictivo tema de construccin y control de iglesias in locis desertis aut
ipsis terris sarracenorum (J.L. MARTN, Orgenes, p. 252, doc. 72).
104.- D.W. LOM AX, El arzobispo don Rodrigo Jimnez de Rada y la Orden de Santiago, en H ispania,
19 (1959), pp. 323-365; ID., La Orden de Santiago (1170-1275), Madrid, 1965, en especial pp. 185-199; J.F.
69
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O CALLAGHAN, The Order of Calatrava and the Archibishops of Toledo, 1147-1245, en The Spanish
M ilitary O rder o f C alatrava and its A jfiliates, Londres, 1975; J.L. MARTN, Derechos eclesisticos de la
Orden de Santiago y distribucin de los b eneficios econm icos (1170-1224), en A nuario de E studios M e d ie
vales, 11 (1981), pp. 247-275; C. BARQUERO GOI, Los hospitalarios y el arzobispado de Toledo en los
siglos XII y XIII, en H ispania Sacra, XLV (1993), pp. 171-183.
105.- A algunas de las iglesias santiaguistas de la zona, alude LOM AX en su monografa sobre La Orden
de Santiago, p. 193.
106.- Sabemos que hacia 1178 el templo estaba reedificndose y que se trataba, segn el arzobispo Cerebruno
de una iglesia que antiquis tem poribus in maxima celebratione habita f u it (J.L. MARTN, O rgenes, p. 275,
doc. 94). D iez aos despus, el abad de San Pedro de Gumiella venda al prior de U cls por 200 ureos (ID.,
ibid., pp. 409-410, doc. 233).
,07.- M. RIVERA, La Encom ienda, p. 211.
I08.- M. RIVERA, La Encomienda, p. 259, doc. 40.
,09.- Vid. supra nota 45.
ll0.- E SAINZ M AG AA, Un monumento romnico en la provincia de Ciudad Real, pp. 274-275.
L.R. VILLEGAS DAZ, R eligiosidad popular y fenm eno repoblador de La Mancha, en D evocin
m a an a y so cied a d m edieval. A ctas d el Sim posio, Ciudad Real, 1988, pp. 23-71.
70
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pero s apuntar algunos de sus extremos en relacin al tema que nos interesa, y es que
nuestra propuesta general de anlisis se ajusta sin dificultad a sus planteamientos. Para
el profesor Villegas, que ya haba hablado, como se recordar, de la funcin del castellum
como referente de territorialidad, la parroquia se convirti en marco de administracin
territorial hasta que la Orden implant el sistema de encomiendas ya hacia el segundo j
cuarto del siglo XIII, que cristalizara muy probablemente durante la segunda mitad de ,
dicha centuria112. La dialctica iglesia rural-poblamiento establecera, as, unas pautas
mediante las que poder precisar una serie de fases sucesivas de asentamiento coloniza
dor. La primera de ellas se enmarcara entre 1147, fecha de la conquista de Calatrava, y
1195, ao de la desastrosa y violenta desarticulacin del primitivo poblamiento cristia
no. En este momento la red parroquial, difcil de precisar pero inequvocamente bien
documentada113, se mostrara dispersa, discontinua, asociada a rutas de comunicacin
importantes y en ningn caso desvinculada de los diversos focos cstrales existentes114.
Es cierto que a la hora de precisar la nmina concreta de antiguas iglesias rurales
calatravas fechables con anterioridad a finales del siglo XII, la cuestin se revela muy
oscura. Datos ciertos tenemos en relacin a la antigua mezquita de Calatrava, consagra
da como iglesia de Santa Mara en el momento de la ocupacin cristiana115. Presumible
mente todos los castella de la relacin papal de 1187 contaban, al menos, con una igle
sia a ellos asociada116. En muchos casos sera, como en Calatrava, una antigua mezquita
ahora bautizada. De hecho, quiz podramos extender hacia esta prim itiva banda
cronolgica otras iglesias cuyos orgenes se sitan precisamente en antiguas mezquitas
islmicas. En este sentido, si hemos de creer a las annimas declaraciones con que se
confeccionaron las Relaciones Topogrficas de Felipe II, la ermita de San Juan de Daimiel
fue primitivamente una mezquita117. Cuesta pensar, por otra parte, que la antigua ermita
de Nuestra Seora de Zuqueca, en Grantula de Calatrava, probablemente asociable al
ncleo de la antigua dicesis oretana, no constituyera un centro religioso, sin solucin
de continuidad, desde la baja poca visigtica hasta la primera fase de ocupacin cris
tiana del territorio118. Por ltimo, podramos aventurar, por el ttulo de su advocacin,
m .- ID ., ibid., p. 47.
m .- Se aduce com o ejem plo de referencia el interesante documento, fechable en los com ienzos de la
dcada de 1180, que alude a las quejas del arzobispado de Toledo en relacin a abusos de los freires calatravos
en las parroquias del arcedianato de Calatrava. El documento indica una cierta organizacin parroquial, rela
cionada, lgicam ente, con un cobro regular de derechos en el marco de las parroquias. Publ. J.L. MARTN,
Derechos eclesisticos de la Orden de Santiago, pp. 261-263, doc. 2.
Vid. el completo estudio de E. RODRGUEZ-PICAVEA MATILLA, Aproximacin a la geografa eclesisti
ca del primitivo arcedianato de Calatrava (siglos XII-XVI), en Hispania Sacra, XLIII (1991), pp. 735-773.
114.- ID ., ibid., pp. 49-51.
115.- J. GONZLEZ, Repoblacin de Castilla la Nueva, I, p. 224. Vid. AHN, OOMM, Calatrava, carp. 456, doc. 29.
116.- VILLEGAS, R eligiosidad popular, pp. 50-51.
117.- C. VIAS y R. PAZ, R elaciones h istrico-geogrfico-estadsticas de los pu eblos de Espaa hechas
p o r iniciativa de Felipe II. Ciudad Real, Madrid, 1971, p. 237.
118.- B. CA SADO QUINTANILLA da a esta ermita una cronologa del siglo XIII. Vid. su estudio sobre
Advocaciones marianas en ermitas de Calatrava, en Devocin m aana y so ciedad m edieval. A ctas del
Sim posio, Ciudad real, 1988, p. 102.
71
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
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L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x iii)
73
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
Veamos, pues, en primer lugar, aunque sea sumariamente, cmo se completa el pro
ceso de creacin de referencias territoriales de Ordenes en nuestro marco de estudio, y,
en segundo lugar, cmo dicho proceso va acompaado de su maduracin institucional,
materializada en un slido mapa comendatario. No nos ser difcil entonces redondear
la exposicin con el anlisis de los otros dos aspectos que, junto al que ahora vemos,
explican de manera integral el fenmeno de ocupacin del territorio manchego: el de la
creacin de instrumentos de encuadramiento o control social y el de la creacin de unas
rentables bases de explotacin. Slo una red territorialmente bien trabada y eficazmente
articulada desde el punto de vista institucional, sera capaz de llevarlos a buen trmino.
2.3.2.
X III
m .~ La delicada situacin en la que qued Consuegra a raz de Alarcos, m otiv que la monarqua volcara
su atencin sobre ella. En 1200 A lfonso VIII entregaba ad opus ca stelli una renta anual de 30 cahces en las
salinas de Belinchn, adems de proteger a quienes, con mercancas, desearan marchar de Toledo a al-Andalus
por Consuegra, pagando en esta villa los correspondientes derechos (AYALA, Libro de P rivilegios, docs. 190
y 191). La donacin de los 30 cahces le sera confirmada por Enrique I y Fernando III en 1215 y 1219
respectivam ente (Ibid., docs. 216 y 227). Ms adelante, en 1255, sera el maestre de Santiago quien ordenara
entregar al comendador de Consuegra 60 cahces anuales en las mismas salinas (Ibid., doc. 331).
Alczar de San Juan, por su parte, era una posesin de los freires santiaguistas desde que en 1223 la recibieran
de manos de Pedro Guilln. Slo ms adelante, en 1237, como consecuencia del acuerdo de delimitacin de trmi
nos suscrito por las Ordenes de Santiago y San Juan, sta se hizo cargo de la villa de Alczar. Vid. C. BARQUERO
GOI, Orgenes y desarrollo de una villa medieval en La Mancha: Alczar de San Juan (1150-1350), en Actas
del II Congreso de Jvenes H istoriadores y Gegrafos, Valencia, 1992, pp. 93-103.
| En 1241, Alczar recibira una carta-puebla por parte de la Orden (AYALA, Libro de Privilegios, doc. 285).
125.- Aunque no sepamos con certeza la fecha de incorporacin de Tembleque al patrimonio de la Orden,
aparece ya en las avenencias que el arzobispado de Toledo suscribe con los sanjuanistas en 1228 y 1229. Su
colonizacin oficial, sin embargo, no se producir hasta 1241. (AYALA, Libro de P rivilegios, docs. 247, 249
y 277).
126.- Este prim itivo enclave sanjuanista recibira su carta-puebla en 1236 (AYALA, Libro de P rivilegios,
doc. 266).
74
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i- x iii)
longacin sureste que engloba Argamasilla de Alba127 y Pearroya128. Dentro de esta plata
forma, en buena parte identificada con el histrico Campo de San Juan, se sitan los
importantes enclaves de Turleque, Villacaas, Quero, Urda, Villacaas de Algodor,
Villaverde, Madridejos, Camuas, Herencia y Villarta129. Fuera de ella, apenas conta
mos con las histricas posesiones de la ciudad de Toledo130, el enclave de Villar del
Pozo, en pleno Campo de Calatrava131, y la avanzadilla del sureste centrada en Alcaraz,
prolongacin, a su vez, del ascenso colonizador sanjuanista por el difuso tramo final de
la ribera del Guadiana132.
Este dom inio, articulado principalm ente a partir de los prim itivos ncleos de
Consuegra y Arenas, se consolid tras la batalla de Las Navas. A partir de entonces es
cuando documentamos, al menos, siete nuevos comendadores, titulares, por consiguien
te, de espacios jurisdiccionales relativamente autnomos respecto a Consuegra: Pearroya,
Alczar, Tirez, Mstoles, Madridejos, Turleque y Cortes133.
127.- Los orgenes de la presencia hospitalaria en Argamasilla no resultan difanos. Sobre el problema de
la azuda de Argam asilla situada junto a Alarcos que la Orden adquiri en 1250 y su relacin con la actual
Argam asilla de Alba, vid. C. BARQUERO, Aportacin al estudio de la repoblacin sanjuanista en La Man
cha: cartas de poblacin de Villacaas de Algodor y de Villaverde (ao 1248), y captulos de la poblacin de
Argam asilla de Alba (aos 1542 y 1563), en Repoblacin y reconquista. A ctas del III Curso de Cultura
M edieval, Aguilar de Campoo, 1993, p. 170.
128.- N o sabem os a ciencia cierta el momento en que la fortaleza de Pearroya, junto con las de Ruidera,
Santa Mara y Villacentenos -las tres primeras cerca de Argamasilla, y la ltima junto a Alczar- pasan a
formar parte del dom inio sanjuanista. Cuando en 1215 Enrique I les conceda dehesas acotadas de una legua
a cada una, ya eran hospitalarias, aunque probablemente no desde haca mucho tiempo (A. RUIBAL, El
castillo de Pearroya, un enclave hospitalario en La Mancha, en Estudios de H istoria y de Arqueologa
M edievales, IX (1993), p. 218). Parece, en cualquier caso, que se trata de fortalezas levantadas ex nihilo por
los propios hospitalarios a com ienzos del siglo XIII (J.M. MOLERO, Sistem as de defensa y control en el
Campo de San Juan, p. 402).
129.- La mayor parte de estos lugares fueron objeto de una sistemtica poltica repobladora entre 1230 y
1248, la mism a que haba afectado, segn hemos visto a Arenas (nota 123) y Alczar de San Juan (nota 121).
De 1230 data la carta-puebla de Villacaas (AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 255); Villarta de San Juan fue
poblada en 1236 (C. BARQUERO, Aportacin al estudio de la repoblacin sanjuanista, p. 170); Madridejos
y Camuas en 1238 (AYALA, Libro de P rivilegios, docs. 269 y 271); Herencia en 1239 {Ibid., doc. 274);
Tembleque y Quero recibieron carta-puebla en 1241, el mismo ao que Alczar {Ibid., docs. 277 y 282); en
1248, fueron, junto a Turleque, Villacaas de Algodor y Villaverde las beneficiadas por la colonizacin o fi
cial {Ibid., docs. 300, 302 y 303), y finalmente no hay fecha segura para la poblacin de Urda (C. BARQUE
RO, art. cit., p. 170).
130.- Incrementadas en las dos primeras dcadas del siglo XIII (AYALA, Libro de P rivilegios, docs. 193,
203 y 231).
131.- En 1250 la Orden compraba a Rodrigo Ordez y a su mujer Urraca Fernndez la heredad de Villar
del Pozo, en A larcos, y la azuda de Argamasilla, en el Guadiana. Estas posesiones seran objeto de un pleito
entre la Orden y el concejo de Villarreal que se sentenciara antes de finalizar el siglo XIII (AYALA, Libro de
P rivilegios, docs. 313 y 395).
132.- D esde la temprana fecha de 1214, la Orden de San Juan posea bienes en Alcaraz, y se haba hecho ya
con la heredad de Cortes, que le sera confirmada 30 aos despus (AYALA, Libro de P rivilegios, docs. 210,
289 y 290). La Orden haba intervenido en el repartimiento de Alcaraz desde 1214 (J. GONZLEZ, Alfonso
VIII, III, doc. 968).
133.- Pearroya en 1216 (AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 218), Alczar en 1237 {Ibid., doc. 267), Tirez
y Madridejos en 1238 {Ibid., doc. 269), M stoles, Turleque y Cortes en 1248 {Ibid., doc. 302).
75
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
134.- MaL. VILLALOBOS ha calculado el patrimonio sanjuanista correspondiente a las actuales provin
cias de Toledo y Ciudad Real en 398.336 Ha. a fines de la Edad Media: Rgim en dom inical de la provincia
de Ciudad Real desde el siglo XII hasta fines del Antiguo R gim en, en VII C entenario del Infante D. Fer
nando de la Cerda, 1275-1975, Madrid, 1976, pp. 197-198.
135.- Los calatravos habran de llegar en 1232 a un acuerdo de delim itacin jurisdiccional con la Orden de
San Juan (AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 261).
136.- E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feu dalism o, pp. 132-133.
137.- El origen del m ism o parece ser que se remonta a la donacin que A lfonso VIII verific a la Orden en
1210 de uno de los dos alczares que posea en Toledo, concretam ente el de G aliana (J. GONZALEZ, A lfon
so VIII, III, doc. 862). Vid. RADES, Chronica de Calatrava, fol. 23v. Sobre la vinculacin del alczar de
Galiana con la capilla prioral de Santa Fe, vid. J. PORRES MARTN-CLETO, H istoria de las calles de
Toledo, Toledo, 19822, pp. 1.286-1287. Los datos los resume E. RODRGUEZ-PICAVEA, ob. cit., pp. 133134.
138.- Ni siquiera la coyuntural y muy pasajera presencia del Convento M ayor de la Orden en Ciruelos, a
raz de la derrota de Alarcos, sirvi para reanimar esta encom ienda (RADES, Chronica d e C alatrava, fol.
2 Ir). Por su parte la encom ienda de Huerta de Valdecarbanos no parece consolidarse com o tal antes de
mediado el siglo. Huerta haba sido adquirida por la Orden en vsperas de la batalla de Alarcos, e incluso le
fue concedido un fuero maestral en 1204, pero su seoro se mostr econm icam ente in viable, com o cabra
deducir de las varias cesion es en tenencia de que fue objeto a lo largo de la centuria (E. RODRGUEZPICAVEA, La form acin d el feu dalism o, pp. 113-114).
139.- La encom ienda se cre a partir de la propiedad de la cuarta parte de la aldea de Otos comprada por la
Orden en 1206. Una extensa dehesa en la mism a ribera meridional del Tajo y las salinas de Peralejos, adqui
ridas en el ltimo tercio del siglo XIII, garantizaron la prspera econom a pecuaria de esta encom ienda (E.
RODRGUEZ-PICAVEA, ob. cit., pp. 116-117.
76
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x iii)
cin h o sp italaria140. Tambin son buenos ejemplos Caracuel y Benavente, aunque sta,
a finales del XIII, se apoyara de manera muy especial en los intereses, a ella agregados,
de las minas de Almadn141. Slo la sede maestral y conventual de la vieja Calatrava
entr en decadencia. Su abandono en 1217 por el traslado de su priorato y convento
mayor a la nueva Calatrava, la sumi en una existencia gris en la que, parece ser, que las
condiciones de insalubridad de la zona jugaron algn papel142.
Pero tras Las Navas se produce, sobre todo, y aparte de la consolidacin generaliza-1
da de las antiguas encomiendas, la aparicin de un nmero ms que considerable de
nuevas encomiendas. Algunas se erigieron en ncleos de importancia -normalmente for
talezas- existentes con anterioridad a 1195. Es el caso del centro estratgico-pecuario de
Piedrabuena cuyo comendador nos aparece en la documentacin poco antes de media
dos de siglo143, tambin lo es el de Salvatierra, sede provisional del maestrazgo entre
1198 y 1212144, y, sobre todo, el de Almodvar, cuyo revitalizado poblamiento, objeto
de carta foral en 1215145, conecta directamente con los beneficios derivados de los extre
mos trashumantes del Valle de la Alcudia, unos beneficios cuya canalizacin en forma
de abundantsima riqueza lanera, cristaliz finalmente en la creacin, en 1260, de dos
ferias anuales de iniciativa maestral146.
La creacin de esas dos ferias tampoco debe desconectarse de la aparicin, competi
tiva y amenazadora, del realengo de Villa Real en el corazn mismo del Campo de Cala
trava, signo de la cautela recelosa que gener en Alfonso X la revitalizada andadura de
los freires calatravos147. Pero la fundacin de Villa Real no hizo merma en la consolida
da posicin de la Orden. Su respuesta no se hizo esperar, y adems de acelerar el trasla-
77
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
148.- El crecim iento poblacional de Almagro que permitiera convertirla en digna sede maestral no parece
que tuviera lugar antes de mediados del siglo XIII (L.R. VILLEGAS DAZ, Alm agro durante la Edad Media
(aproxim acin), en I Semana de H istoria de Alm agro, Ciudad Real, 1986, pp. 35-47). Pronto se hizo con un
extenso trmino enmarcado entre el Guadiana y el Jabaln.
149.- Se trata, en general, de ncleos agrupados a mediados del siglo XIII a partir de realidades poblacionales
dispersas y absolutamente desarticuladas. Es el caso de D aim iel, de A lcolea o del actual despoblado de La
M em brilla. Se trata, a menudo, de extensas dehesas a las que, infructuosamente, se quiso dar la humanizada
forma de una puebla consistente. No se consigui, desde luego, con Torroba, Bolaos o V illa Gutierre. En
cualquier caso, la importancia ganadera de estos enclaves comendatarios queda bien subrayada en el caso de
este ltimo, cuyo titular se haca llamar en 1299 comendador de Villa Gutierre y el m ontazgo (AH N, OOMM,
R egistro de E scrituras de Calatrava, IV, 1344 c, fol. 235). La obra de E. RODRGUEZ-PICAVEA, reiterada
mente citada {La form acin del feu dalism o...), incluye breves y clarificadoras m onografas de cada una de
estas encom iendas.
150.- Aparece en el acuerdo de delim itacin de trminos suscrito por las Ordenes de Calatrava y Hospital
en 1232, pero no se documenta comendador en ella hasta 1245 (E. RODRGUEZ-PICAVEA, ob. cit., p. 65).
151.- La tarda encom ienda de Manzanares tiene su base en su moderno castillo de mediados del siglo
XIII. Vid. J. ESPINO UO , La sede de una encom ienda Calatrava. El castillo de M anzanares (Ciudad
Real), en C astillos de Espaa, 99 (1992), pp. 3-11. El autor se encarga de resaltar el factor de fijacin juris
diccional que frente al seoro santiaguista y, en concreto, frente al castillo de Tocn, representa la fortaleza
de Manzanares (p. 4).
f 152.- Puertollano, com o Almodvar, se benefici de su estratgica posicin respecto al Valle de Alcudia, y
aunque el origen de su poblamiento cristiano no parece anterior a la primera mitad del siglo XIII, puede que
all hubiera una atalaya en la etapa de dominio islm ico (E. RODRGUEZ-PICAVEA, ob. cit. , p. 91).
M dela se hallaba orientada hacia el control del puerto del Muradal, aunque su posible fortaleza no
resulta una realidad indiscutible. La tarda encom ienda que all se gener, probablente no anterior a 1300, se
relaciona con la puebla maestral de Santa Cruz de Mdela (Id., ibid., pp. 98-99).
Por su parte, la encom ienda de Fuente del M oral, actual despoblado cercano a Calzada de Calatrava se
construy sobre la base de una dehesa y su poblamiento no prosper (ID., ibid., pp. 96-97).
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L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x ii- x iii)
flanco meridional del Campo de Calatrava, all donde los ecos de la irresistible atraccin
de los grandes realengos andaluces poda dejarse sentir con mayor intensidad.
La O rd en de Santiago, a diferencia de hospitalarios y calatravos, presenta un mapa
de distribucin patrimonial, en principio, menos concentrado, si bien su extraordinaria
potencia seorial acabar creando, en lo que a nuestra zona de estudio se refiere, una
importante banda de dominio casi continuo, direccin N-SE, desde el Tajo hasta la Sie
rra de Segura. En ella cabe distinguir a lo largo del siglo XIII, al menos, cuatro platafor
mas fundamentales:
- La histrica de la ribera del Tajo, entre Ocaa y Estremera
- La franja constituida por los valles paralelos del Rinsares y Cigela desde la altura
de Ucls hasta su penetracin en territorio hospitalario
- El ncleo manchego de Socullamos
- El Campo de Montiel
Veamos, muy por encima, cules son los puntos y referencias territoriales ms im
portantes en cada una de ellas, que van surgiendo o consolidndose durante la centuria.
En lo que se refiere a la zona meridional de la ribera del Tajo, la-Orden de Santiago
inici el siglo XIII adquiriendo, al menos, tres nuevas fortalezas: D osbarrios153 y
Carabanchel (M onreal)154, en el valle de Carbanos, y Villarrubia, un poco ms al norte
y ms cerca del curso del Tajo155. Es como si la derrota de Alarcos hubiera animado a los
153.- El 6 de marzo de 1201 A lfonso VIII entregaba uillam illam et castellum de Dosbarrios a Pedro
Martnez de Ocriz (J. GONZLEZ, Alfonso VIII, III, doc. 698), y apenas 13 das despus, el 19 de marzo, el
donatario lo ceda, a su vez, a la Orden de Santiago. AHN, Cdice 1046B, lib. III, pp. 220-221 (Tumbo M enor
de C a stilla ); cit. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, I, p. 267.
154.- En 1203 el conde Fernando Nez de Lara donaba a la Orden de Santiago el castillo de Carabanchel,
en el valle de Carbanos, entre Huerta y D os Barrios (publ. RIVERA, La encomienda, p. 266, doc. 51). La
donacin fue confirmada por A lfonso VIII el 19 de mayo de 1205 (publ. J. GONZLEZ, Alfonso VIII, III,
doc. 773). El maestre de Santiago no tardara en cambiar el nombre de Carabanchel por el de Monreal, evitan
do su confusin con la localidad madrilea: en 1207, y exceptuando sus sernas, dispuso la puebla de Monreal
a fuero de Ocaa. Publ. R. M ENENDEZ PIDAL, D ocum entos lingsticos de Espaa, I. Reino de Castilla,
Madrid 1966, p. 420, doc. 311. Cit. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, I, pp. 267-268.
55.- En realidad, no tenem os certeza de la existencia de un castillo santiaguista en Villarrubia, e incluso
las primeras referencias docum entales que poseem os y en que aparece asociada a Biedma, no aluden ms que
a heredades: en 1204 don Lope de Varea y su mujer doa Sancha acordaban con la Orden la devolucin de la
heredad de Biedm a y Villarrubia que haban recibido en prestimonio, a cambio de una suma de dinero (RIVE
RA, La Encom ienda, doc. 52); ms adelante, doa Sancha, ya viuda, volvera recibir la misma heredad en
prestimonio, especificndose que se trataba, entre otras cosas, del castrum de Biedma y de la mitad de
Villarrubia (ID., ibid., doc. 117).
Slo contamos con una m encin de RADES en el sentido de que en 1207 el maestre de la Orden daba a
poblar los trminos de los castillos de Villarrubia y Monreal (Chronica de Santiago, fol. 23r). La carta de
poblacin y concesin de fuero a Villarrubia, en efecto, se ha conservado pero en ella no se m enciona castillo
alguno (publ. M ENNDEZ PIDAL, D ocum entos lingsticos, p. 419, doc. 310). No obstante, el topnimo
asociado a un santuario situado al norte del trmino municipal de Villarrubia, sobre una colina y en la ribera
sur del Tajo, Nuestra Seora del Castellar, nos inclinan a pensar en la existencia probable de una fortaleza
santiaguista en el lugar. Adem s, y segn MADOZ, una salina cerrada hace bastantes aos, apesar de las
reclam aciones de los gan aderos, se encuentra tambin en las inmediaciones (D iccion ario, voz Villarrubia
de Santiago),
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C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x iii)
La tercera plataforma la constituye una extensa zona situada al sur del Cigela, entre este
ro y la proyeccin meridional del Zncara, y entre el Campo de San Juan (Criptana) y el
Jcar (Alarcn); en ella se ubica la histrica Mancha de Abeiazat, en tomo a Socullamos.
Se trata de un territorio especialmente castigado por la desertizacin y la consiguiente desar
ticulacin social y administrativa del mismo, y ciertamente la Orden de Santiago avanz
muy lentamente en la zona. Un primer paso, lo constituy, en 1241, la delimitacin de los
amplios trminos de Ucls y Alarcn169. El obispo Gonzalo de Cuenca, comisionado por el
rey a ese efecto, confirma la hitacin verificada ya por ambos concejos en lo relativo a la
conflictiva zona del Cigela y Sierra de Almenara, y dispone la prolongacin de tal hitacin
hasta el mismo Zncara, desde Los Hinojosos a Las Mesas. Mojones de referencia concretos
los constituan el Campo del Aljibe y un poco ms al sur el Pozo del Aljibe, futura puebla
santiaguista de Santa Mara de los Llanos170. A partir de este momento, los santiaguistas
consideraron el espacio situado al oeste de la lnea de demarcacin como zona natural de
expansin, en tanto al este, el concejo realengo de Alarcn -villa en la que se sigui man
teniendo la encomienda santiaguista del Hospital- afirmaba su control recibiendo del rey, en
aquel mismo ao de 1241, el castillo de Albacete171.
Muy pocos son los enclaves de cierta importancia que documentamos en esta zona de
influencia santiaguista. Criptana esta ya en poder de la Orden cuando en 1227 el maestre
y el concejo de Ucls acuerdan qu fortalezas fronterizas cobraran montazgo a los ga
nados de la villa y cules no172, y ya en 1237 tenemos constancia de su comendador173.
En ese mismo ao, la encomienda santiaguista de Alczar deja de existir por cesin
expresa de dicha villa a la Orden de San Juan, en el marco de un amplio acuerdo de
delimitacin jurisdiccional entre los dominios de ambas entidades174. En 1256 la Orden
se hace con Socullamos, que no era entonces ms que un cortijo175, y ya por entonces
estaba en poder de Haro176, localidad muy cercana a Alconchel177. En realidad, la zona no
169.- RIVERA, La Encomienda, doc. 179.
170.- C. de AYALA, B. CAUNEDO y F.J. VILLALBA, El seoro santiaguista en la Mancha oriental:
Santa Mara de los Llanos en la Edad M edia, en Econom a y S ociedad en la Mancha. La villa de Santa
M ara de los L lanos, Madrid, 1990, p. 16.
171.- J. GONZLEZ, Fernando 111, III, doc. 681.
172.- RIVERA, La Encom ienda, doc. 138.
173.- AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 267.
174.- AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 267, p. 467.
175.- Vid. supra nota 2.
176.- No sabem os de cuando data su adquisicin por la Orden, pero en 1261 sta lo entrega en prestimonio
vitalicio a favor del infante don Manuel y su mujer Constanza, que haban ingresado com o familiares en la
Orden (RIVERA, La Encom ienda, doc. 213. ). Sabemos, en cualquier caso, que su importancia nunca debi
ser destacada, y su ms que posible decadencia se tradujo en su conversin en aldea dependiente de V illaescusa
desde mediados del siglo XIV. (Vid. Ma Teresa MARTIN PALMA, Los fueros de Villaescusa de Haro y Huete,
Mlaga 1984, pp. X V I-XV II).
177.- Aunque no es seguro, en A lconchel, a orillas del Zncara, es probable que la Orden dispusiera de una
pequea fortaleza o torre, desde la que cobrara sus derechos de portazgo en la villa, adquiridos en 1194
(Segn MADOZ, el trmino de Alconchel posee un despoblado que la tradicin dice que fu e unaciu dad p o r
donde p a sa b a un cam ino romano, del cual an existen vestigios, a s como de un castillo que haba en la
cumbre d el cerro, a cuya falda, se ha dicho, est la poblacin (D iccionario..., voz A lconchel).
81
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
acabara de articularse hasta la primera mitad del siglo XIV: la concesin de cartaspuebla a Villamayor de Santiago, Villanueva de Alcardete y Puebla de Almoradiel, entre
1321 y 1331, ser un primer paso178; el siguiente, la constitucin del Comn de la Man
cha en 1353, encargado de agrupar a todas las poblaciones santiaguistas ubicadas entre
el Cigela y el Guadiana179.
La cuarta y ltima zona de ubicacin santiaguista que afecta a nuestro mbito de
estudio la constituye el mucho mejor articulado Campo de Montiel, del que, segn Rades,
Alfonso VIII haba hecho merced a la Orden dada su proximidad a las tierras de Ucls y
Ocaa180. Mencionaremos aqu nicamente los enclaves santiaguistas ms importantes.
En el Campo de Montiel se verificaron las tempranas donaciones regias -1214- de
Heznavexore (pronto Santiago)181, y Alhambra182, ambas sedes de respectivas encomien
das antes de mediar el siglo183. En 1227 Alcubillas184 y Montizn185 estaban ya en poder
de la Orden, y en ese mismo ao Fernando III entregaba a los santiaguistas Montiel
-sede de encomienda muy poco despus186- y su posible castillo padrastro de San Polo187.
178.- C. de AYALA y otros, El Seoro santiaguista en la Mancha oriental, pp. 20-21.
17L- Publ. CHAVES, Apuntam iento legal, fol. 50. Las localidades integradas son: Campo de Villajos,
Pedro Muoz, El Toboso, M iguel Esteban, Puebla de Almoradiel, Quintanar, Villanueva, Villamayor, Guzques,
H inojoso, Cuervo y Puebla del Aljibe.
180.- Chronica de Santiago, fol. 17r. Ya a finales del siglo XII los santiaguistas habran hecho en la zona
algunas conquistas de castillos y villas.
181.- Publ. J. G ONZLEZ, A lfonso VIII, III, doc. 919. Casi inm ediatam ente el antiguo nombre de
Heznavexore fue sustituido por el de Santiago. El autor de la Crnica Latina de los R eyes de C astilla, par
cialm ente escrita poco antes de 1230, cuando habla de la toma de H eznavexore dice que locus nun dicitu r
Sanctus lacobus et est castrum fratru m m ilicie Sancti Iacobi iuxta M ontiel (L. CHARLO BREA, p. 36). D e
hecho, en la relacin de los castillos montazgueros de 1227 aparece ya citado com o Santiago (RIVERA, La
Encomienda, doc. 138). J. GONZLEZ piensa que el cambio de nombre fue asociado a una tentativa de
convertirlo en cabeza del seoro de M ontiel o quiz de toda la Orden (R epoblacin de C astilla la Nueva, I,
p. 277), pero com o muy bien seala l mismo no falta algn documento en que aparecen al mism o tiempo
citados los dos topnim os, H eznavexore y Santiago (ID., Fernando III, III, doc. 705). En cualquier caso, no
parece que prosperase no ya la tentativa sino tan siquiera la puebla que hoy recibe el significativo nombre de
Castellar de Santiago. Cfr. A. RUIBAL, Eznavexore o Torres de Xoray?, en A l-Q antara, V (1984), pp.
429-449.
182.- No conocem os la fecha exacta de la donacin de Alhambra a los santiaguistas. Su conquista, com o la
de H eznavexore, se produjo en 1213, y la cesin formal de sta ltima en 1214 debi tambin coincidir con la
de Alhambra. En cualquier caso, un ao despus, en 1215, el rey Enrique I confirmaba la entrega vitalicia que
los santiaguistas hicieron de la fortaleza a favor de don Alvaro Nez de Lara con el fin de que procediera a
su poblamiento (J. GONZLEZ, Alfonso VIII, III, doc. 983). Los trminos del castillo seran confirmados
por el mismo monarca en enero de 1217 (ID., Ibid., doc. 1009).
lf0.- Ya se documenta comendador en Alhambra en 1241 (RIVERA, La Encomienda, doc. 181), y en
Santiago desde por lo menos 1242 (ID., ibid., doc. 183).
184.- RIVERA, La Encomienda, doc. 138.
185.- Al SO del trmino de Villamanrique. LOMAX, La Orden de Santiago, p. 12.
186.- En 1239 tiene ya comendador (RIVERA, La Encomienda, doc. 172).
187.- 1227, marzo 15. Carrin. Publ. J. GONZLEZ, Fernando III, II, pp. 267-268, doc. 223. Vid. ID.,
R epoblacin de C astilla la Nueva, I, p. 354. Vid. asim ism o A. RUIBAL, El castillo de M ontiel, en A nuario
de Estudios M edievales, 14 (1984), pp. 155-185.
Desde, por lo menos, 1236 documentamos comendador en Montiel (RIVERA, La Encomienda, doc. 162), y
no antes de 1268 en la localidad de Almedina, a 11 kms. al SO de Montiel (CHAVES, Apuntamiento, fol. 42v).
82
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x iii)
Si hiciramos una valoracin comparativa del perodo que se abre tras Las Navas
respecto al cerrado por Alarcos en lo que concierne a creacin de espacios seoriales en
nuestro territorio de estudio, cabra destacar bsicamente dos notas:
- El indiscutible crecimiento de dichos espacios con la sistemtica ocupacin de los
lugares de referencia ya existentes pero, sobre todo, mediante la creacin de ncleos
nuevos, no necesariamente fortificados, aunque stos sigan prevaleciendo.
- La trabazn territorial de los citados espacios, traducida en creacin de mbitos
jurisdiccionales coherentes, a veces no tanto definidos por s mismos, como por la nece
sidad de evitar, a travs de precisas delimitaciones, la excesiva expansin del vecino.
Todo ello va acompaado y, en buena medida, es manifestacin de una evidente
consolidacin de la red institucional de cada una de las Ordenes militares implicadas en
el proceso de ocupacin territorial, y esa consolidacin tiene una traduccin concreta: la
proliferacin y cristalizacin definitiva de la malla comendataria. Es cierto que el mo
delo de esa malla es variable segn nos fijemos en una Orden u otra. De hecho, basndo
nos en los datos que hemos preferido ir aportando en el apartado anterior, se pueden
establecer dos modelos esenciales:
a) El modelo horizontalizante de la Orden de Calatrava, por un lado, con un elevado
nmero de encomiendas, sin claras dependencias entre s y que tienden a presentarnos
un mapa comendatario sistemtico y muy parcelado, directamente dependiente del
maestre, y en el que el comendador mayor no es mucho ms que un mero vicemaestre
de difusas atribuciones.
b) El modelo jerarquizante de las Ordenes de San Juan y Santiago, por otro lado, con
menor nmero de encomiendas o, al menos, de trayectoria aparentemente ms irregular,
dado el extraordinario protagonismo que en sus respectivos dominios ejercen las enco
miendas mayores de Consuegra y de Ucls-Segura respectivamente, que no slo se pro
yectan jurisdiccionalmente sobre amplsimos dominios, sino que adems se constituyen
en operativas instancias jerrquicas intermedias entre la cpula de la Orden -el prior
hospitalario o el maestre santiaguista)- y las encomiendas menores.
Tanto un modelo como el otro evidencian una patente estructuracin de sus mecanis
mos administrativos, muy centralizada en ambos casos, que, en ltimo trmino, garanti
zan su permanencia, contribuyendo decisivamente a materializar los otros dos aspectos
188.- La gran mayora de ellas, sim ples torres en muchos casos, aparecen en una interesante sentencia real
de 1243 que intenta poner fin al pleito de jurisdicciones planteado entre el concejo de Alcaraz y la Orden (J.
GONZLEZ, Fernando III, III, doc. 705). Sobre Terrinches contamos con un estudio monogrfico de A.
RUIBAL, Estudio de una fortaleza de la Orden de Santiago: Terrinches, en Castillos de Espaa. 98 (1989),
pp. 46-51.
189.- RIVERA, La Encomienda, doc. 91.
83
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
relativos a la ocupacin del territorio de que hablbamos al comenzar estas lneas: efi
caz control de los hombres que lo habitan y rentable aprovechamiento de sus recursos.
3. C reacin de instrum entos de encuadram iento social
La ley 1 del ttulo VI del Espculo -De la guarda que deuen ffazer al rrey en ssus
cosas190- contiene dos ideas fundamentales que, en buena medida, resumen el ideal de
gobierno contemplado por los textos jurdicos del siglo XIII, un ideal que pretende ar
monizar el principio feudal de corresponsabilidad poltica con el fortalecim iento
romanista de la Corona. Esas dos ideas son:
- A los vasallos y naturales del Rey corresponde preservar la unidad del Reino.
- A ellos tambin corresponde, junto al Rey, defenderlo y acrecentarlo, porque de la
fuerza del Reino depende la suya propia.
Este sencillo programa es el que jurdicamente posibilita al Rey entregar importantes
parcelas territoriales del Reino a sus vasallos para que stos preserven su integridad, las
defiendan y potencien, es decir, las gobiernen. Este feudalizante trasvase de prerrogati
vas, garanta del propio funcionamiento de la monarqua, es el que asumen claramente
las rdenes militares en el territorio manchego a partir del 1200. Estas, superada no
siempre con xito, la fase estrictamente militar de sus funciones, se aplican a la ocupa
cin poltica y econmica de sus dominios manchegos, es decir, a la organizacin social
del territorio y a la explotacin de sus recursos.
Empecemos por la primera: la organizacin social del territorio o encuadramiento
poltico-administrativo de las gentes que lo habitan. Su expresin y cauce de estudio no
puede ser otro que el de los textos forales elaborados y aplicados con el fin de regular
las relaciones entre los que ostentan el poder y quienes lo obedecen. Ahora bien, es
preciso diferenciar entre dos tipos de textos forales.
Como es de sobra conocido, cuando hablamos de textos forales, lo hacemos, al me
nos, de dos realidades distintas, aunque la frontera entre ellas no siempre sea fcil de
establecer: los ms o menos amplios y sistematizados marcos de normalizacin poltica
que solemos designar como fueros municipales y los concretos contratos de regulacin
de actividades productivas que designamos como cartas-pueblas191. Los primeros son
algo as como la clave que permite la integracin de la entidad beneficiaria en el entra
mado poltico-institucional del Reino. Las segundas, en cambio, la garanta de que di
cha integracin va a ser un hecho rentable. Constituyen, pues, dos iniciativas legales
inseparables que, en cualquier caso, contribuyen a consolidar el proceso de ocupacin
de un territorio192. Aunque su concesin pueda producirse al mismo tiempo, el fuero
l9().- G. MARTNEZ DEZ, Leyes de Alfonso X, /. E spcu lo, vila, 1985, p. 135.
191.- Aqu no hemos hecho ms que una sim plificacin del com plejo problema de la tipologa de los textos
forales. Por slo aludir a una referencia bibliogrfica de carcter general, vid. J.M. PREZ-PRENDES, C ur
so de H istoria del D erecho Espaol, I, Madrid, 1989, pp. 532-540.
192.- Hicimos algunas reflexiones sobre el particular en El fuero de Alcaudete en el contexto de la foralidad
plenom edieval, en A lcaudete en su H istoria, Alcaudete, 1994, pp. 145-156.
L a s r d e n e s M il i t a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r i t o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x i i i )
Para empezar, por lo pronto, hay que advertir que no es fcil pensar en los fueros munici
pales como en meros instrumentos locales que, en ocasiones, permiten ser exportados de un
ncleo a otro mediante sencillos mecanismos de adaptacin. Los fueros son ms bien el
resultado de arduos procesos de elaboracin en los que la monarqua interviene activamente
desde finales del siglo XII, procesos que van generando amplios proyectos de regulacin
territorial que, a su vez, cristalizan en instrumentos concretos y de alcance local. El derecho
extremadurano que fue informando la elaboracin sucesiva de los fueros de Seplveda, Ucls
y Cuenca, aunque sin agotar en ellos su dinamismo jurdico, es el que va a presidir bsica
mente la integracin del territorio manchego en la monarqua castellana. Es, se dice, el dere
cho de frontera por antonomasia, el ms flexible y de apariencia atractiva, capaz de generar
espectativas de colonizacin eficaz. Pero tambin va a estar presente, en parte, el derecho
toledano que hunde sus histricas y legitimadoras races en la tradicin romano-visigoda del
Liber Iudiciorum/Fuero Juzgo, aunque ya en los siglos XII y XIII ha asumido en sus breves
redacciones locales muchos de los flexibles presupuestos del derecho extremadurano, sien
do aqullas, en buena medida, expresin del mismo193.
En funcin de lo dicho, podramos establecer dentro de nuestro mbito territorial
cuatro marcos zonales de aplicacin de derecho con base en sendos fueros municipales:
1.
La zona santiaguista de la ribera del Tajo, fiel a los postulados de origen toleda
no, ya sea de manera directa como en Ocaa y Dosbarrios194, o a travs de Ocaa, en los
casos de Monreal y Villarrubia195. Se trata sta, ciertamente, de una zona de predominio
santiaguista, pero no slo a los dominios de la Orden alcanzaba este influjo foral: la
localidad Calatrava de Huerta de Valdecarbanos lo recibe igualmente196.
193.- A. GARCA GALLO, Los Fueros de Toledo, en AHDE, 45 (1975), pp. 450-45 1.
194.- Al antiguo fuero concedido a Ocaa por A lfonso VII en 1157 que reproduca parcialmente el de
Oreja (J.L. MARTN, O rgenes, doc. 26), hay que aadir el que en 1184, y a peticin del comendador de
U cls, entrega A lfonso VIII a la villa, revalidando el ordenamiento de Oreja y otorgando el de Toledo en
materia de caloas. Ms adelante, en 1210, el mismo monarca confirmaba el acuerdo establecido entre la
Orden y el concejo para el encabezam iento del pecho debido a la Orden que pasaba a ser de 120 mrvs.
(RIVERA, La Encom ienda, docs. 14 y 59).
El fuero prim itivo de Dosbarrios es de etapa presantiaguista, de 1192 concretamente, y ya entonces remi
ta al de Toledo en materia judicial. Ms adelante, en 1242, el maestre de Santiago no hace sino confirmarlo,
procediendo al encabezam iento de la tributacin seorial por valor de 300 mrvs. anuales (RIVERA, ob. cit.,
docs. 32 y 185).
Vid. BARRERO -ALONSO , Textos de D erecho Local, p. 329 y 223.
195.- Las cartas pueblas de Monreal y Villarrubia son de abril de 1207 (MENNDEZ PIDAL, D ocum entos
lingsticos, pp. 4 19-420, docs. 310 y 311.
196.- El maestre Martn Martnez lo entregaba en diciembre de 1204, remitiendo al de Toledo en materia
de caloas y hom icidios. Publ. J. CEPEDA ADN, Repoblacin en la zona del Tajo. Huerta de Valdecarbanos,
Universidad de Valladolid, 1955, pp. 36-37, doc. 2.
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C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
m .~ Sobre el fuero de Ucls, vid. M. RIVERA GARRETAS, El Fuero de Ucls (siglos XIL-XIV), en AHDE,
52 (1982), pp. 243-348; y G. GROSS, El Fuero de Ucls, documento de mediados del siglo XII, en BRAH, 188
(1991), pp. 105-177.
I98.- El fuero de Estremera fue concedido por el maestre de Santiago probablemente de 1182, siendo una copia
literal del de Ucls (RIVERA, La Encomienda, doc. 11). El actual despoblado de Fuentesaco, cercano a Chinchn,
recibi del maestre de Santiago en 1194 una brevsima carta indicando la tributacin encabezada correspondiente;
no hay referencia expresa a la foralidad de Ucls, aunque, segn CHAVES, la localidad recibi en esa fecha el
mismo fuero de Ucls (Apuntamiento, fol. 31v).
Las cartas pueblas de Montealegre ([1217-1221]), Aador (1224) y Torrebuceit (1229) contienen expre
sas menciones del Fuero de Ucls como fuente legal para la administracin de justicia. REVERA, La Encomienda,
docs. 88, 114 y 155.
200.- El texto del fuero de Consuegra no se conserva, pero su reconstruccin no resulta difcil. Sobre su data y
circunstancias de promulgacin, vid. R GUERRERO VENTAS, El Gran Priorato de Castilla y Len de la Orden
de San Juan de Jerusaln en el Campo de la Mancha, Toledo, 1969, pp. 67-87. Cit. BARRERO-ALONSO, Textos
de Derecho Local, p. 208.
2in.- Vid. supra nota 128. A estas cartas puebla habra seguramente que aadir la de Manzaneque, localidad
situada a 5 Km. al sur de Mora, no lejos de Turleque, que recibi un fuero breve de manos del prior sanjuanista
Femando Ruiz en 1231. Cit. BARRERO-ALONSO, Textos de Derecho Local, p. 294, atribuyndolo a la Orden de
Calatrava); cfr. HERVAS, Diccionario de Ciudad Real, I, p. 23.
202.- El maestre Pelayo Prez Correa entregaba en marzo de 1243 al concejo de Montiel el fuero de Cuenca, tal
y como lo haba recibido Segura de la Sierra. Ms adelante, en 1261 y 1268 ampliara algunos extremos del
ordenamiento de Montiel, y en 1275, su sucesor, Gonzalo Ruiz, ampliaba su trmino con las aldeas de Alcubillas
y Alczar (CHAVES, Apuntamiento, fols. 42 y 46v). Por su parte, Alhambra, en abril de 1243, tambin fue objeto
de concesin del fuero de Cuenca mediante privilegio muy semejante al otorgado a Montiel (cit. BARREROALONSO, Textos de deecho Local, p. 111).
2<)3.- AHN, OOMM, Registro de escrituras de Calatrava, I (sign. 1341-C), fol. 4. Cit. J. GONZLEZ, Repo
blacin de Castilla La Nueva, II, p. 55.
204.- El maestre de Calatrava Martn Rodrguez lo entregaba hacia 1240. Publ. E. HINOJOSA, Documentos
para la Historia de las instituciones de Len y Castilla (siglos X-XIIj, Madrid, 1919, pp. 148-150, doc. XCH.
205.- En 1228 Ordoo lvarez concede carta puebla a los hombres de Villar del Pozo sin remisin a ordena
miento foral alguno. Publ. AYALA, Libro de Privilegios, doc. 236. El documento lleva fecha de 1222 y con tal
figura en esta coleccin diplomtica, aunque muy probablemente haya que retrasarla a 1228 (BARRERO-ALONSO,
Textos de Derecho Local, p. 485).
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En realidad, las diferencias que podramos establecer entre los derechos-marco vigentes
en estas cuatro zonas de aplicacin foral no resultan excesivamente relevantes cara al pro
blema que estamos analizando, el de la ocupacin del territorio. Ya hemos dicho que los
cuatro obedecen, en mayor o menor medida, a una tradicin de foralidad fronteriza, sin
duda ms evidente en los supuestos del derecho de Ucls y del de Cuenca-Consuegra,
versiones seorializada y concejil, a su vez, del mismo206, y quiz menos patente en
el derecho toledano y calatravo, pero todos, en cualquier caso, fruto de un mismo plan
teamiento integrador de la monarqua y de sus agentes colonizadores.
Exenciones fiscales de cierto alcance, amplios mrgenes de disponibilidad del pre
dio, generoso tratamiento de la actividad pecuaria, respetuosa pero no agobiante defini
cin del poder seorial y un rgimen penal relativamente atractivo, pueden ser algunas
de sus caractersticas generales207, de vlida aplicacin al conjunto del territorio, inde
pendientemente del marco de foralidad concreta en el que nos hallemos.
Por eso mismo, no nos detendremos en este nivel de la iniciativa jurdica al que slo
haremos ocasionales referencias. Nos interesa ms descender al plano de su traduccin
en forma de cartas pueblas, aqullas que definen la actividad agraria de los ms senci
llos protagonistas de la colonizacin del territorio: los campesinos. Ellos son la base
sobre la que se levanta el edificio social de relaciones de cuya consolidacin depende la
conversin del territorio militarmente ocupado en espacio polticamente integrado.
3.2. M arcos de regulacin p a ra las actividades productivas: las cartas-pueblas
No es, desde luego, nuestro objetivo estudiar de manera sistemtica las distintas cartas-pueblas conservadas, analizando comparativamente sus contenidos. Resultara un
objetivo demasiado complejo que, en cualquier caso, desbordara el esquema de la pre
sente exposicin. Nos limitaremos a interrogarnos sobre algunas cuestiones que afectan
de manera directa a nuestro tema de estudio -la ocupacin del territorio en su faceta de
fijacin y encuadramiento de los recursos humanos-, sabiendo, eso s, que slo parcial
mente hallaremos respuesta a algunos de ellos en las escuetas informaciones contenidas
en nuestros documentos. De los muchos interrogantes posibles, hemos escogido slo
tres, aqullos que nos parecen especialmente indicativos a nuestros propsitos:
- En primer lugar, uno tan difcil, prcticamente imposible de dilucidar, como es el
de la valoracin, siquiera aproximada, de la realidad demogrfica de nuestro territorio
en el momento de su definitiva incorporacin en el Reino.
No conocem os, por otra parte, detalles de la concesin de fueros breves a Berzosa, despoblado prximo a
Valdepeas, en 1174 (cit. BARRERO-ALONSO, ob. cit., pp. 155-156), ni a Almodvar en 1215 (cit. Ibid., p. 118;
E. AGOSTINI BAN S, H istoria de Alm odvar del Campo e itinerarios y parajes cervantinos, ed. facs. Ciudad
Real, 1990, p. 59). Ambos seran entregados por los correspondientes maestres calatravos.
206.- Vid. LOMAX, La Orden de Santiago, pp. 121-122.
207.- Vid. adems de los trabajos de GARCA GALLO sobre los fueros de Toledo (nota 193), y los de
RIVERA GARRETAS y GROSS sobre el fuero de U cls (nota 39), los de Ana Mara BARRERO en relacin
a La familia de los fueros de Cuenca, en AH DE, 46 (1976), pp. 713-725, y de la misma autora sobre El
proceso de formacin del Fuero de Cuenca. (Notas para su estudio), en AEM, 12 (1982), pp. 41-58.
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conquense, algunas de las otorgadas por los hospitalarios, en el Campo de San Juan,
contemplan esta figura de manera expresa -Tembleque, Quero, Turleque- o implcita
-Arenas, Madridejos-. Se trata de cuasi-vecinos, con casa poblada y acceso, todo lo ms,
a ciertas tierras de viedo o de explotacin hortcola, situadas al margen de la estructura
bsica del quin. Ello explicara que las cartas-pueblas de Arenas y Madridejos esta
blezcan una diferencia entre nmero de pobladores quioneros y cesin de vias y huer
tos, en el primer caso, y slo de huertos, en el segundo, en nmero superior a aqullos;
tambin en la de Camuas se especifica que el huerto acotado por la autoridad seorial
habra de producir hortalizas, al menos, para ocho hombres.
3.
Finalmente, cabe distinguir un tercer grupo de campesinos, aqullos que no la
bran ni con bueyes ni con bestias, que podan tener casa afumada217, o que, ms
frecuentemente, estaran desprovistos de ella. La figura de los quinteros del Campo de
Calatrava puede ser suficientemente ilustrativa218.
Salvo excepciones, especialmente por arriba, de las que luego hablaremos, todos los
campesinos estaban vinculados al poder seorial mediante la satisfaccin de una no
muy gravosa tributacin, ms signo material de sujecin vasalltica que autntico bene
ficio seorial: un maraved, frecuentemente medio y un cuarto en el caso de los no
quioneros, suelen ser los mdulos de pago; a veces ste se produce de manera encabe
zada, especialmente en zona riberea de dominacin santiaguista (Ocaa y Dosbarrios),
y no slo riberea (Torrebuceit). Normalmente no se contemplan rentas en trabajo, si
exceptuamos, por ejemplo, las facenderas a las que estaban sujetos los pobladores de
Monreal y Villarrubia o la castillera de los de Aador. Y slo excepcionalmente pagos
expresos de derechos de contenido ms o menos jurisdiccional, como el yantar al que
estaban sujetos los vasallos calatravos de Miguelturra, o la fonsadera contemplada por
el fuero de Ucls.
Es cierto que los marcos forales en los que se inscriben las distintas cartas-pueblas
suponen una succin seorial de recursos campesinos por distintas vas, en especial por
la judicial, y que ciertas limitaciones campesinas se traducen en beneficio seorial como
ciertos monopolios de los que ahora hablaremos, pero no cabe duda de que, en lneas
generales, la situacin del campesinado manchego obedece ciertamente a las espectativas
de una foralidad fronteriza, quiz algo ms rigurosa en los mbitos de predominio legal
toledano o del modelo seorial del derecho sepulvedano que representa Ucls, y que, en
cualquier caso, no neutralizan los evidentes factores de incentivacin colonizadora.
c) Cauces de definicin del poder seorial
El tercer y decisivo elemento con el que es preciso contar a la hora de acercarse al
modelo de organizacin social impuesto por las rdenes militares en territorio manche
go, un modelo apto para el encuadramiento y control efectivo de sus recursos humanos y
217.- ... E el que non labrare con bueyes ni con bestias e casa afumare, que pech e Ia quarta..., dice la
carta-puebla de Villacaas de Algodor.
218.- B ulario de C alatrava, p, 79.
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
219.- En concreto, en la foralidad derivada de U cls se subraya de manera especial el tema de las apelacio
nes que normalmente se agotan en el comendador de U cls (Estremera, M ontealegre, Aador, Torrebuceit).
En el fuero calatravo de Miguelturra la apelacin alcanza al propio maestre.
Los nombramientos de los funcionarios judiciales corresponden tambin al comendador, o al m enos ste
interviene muy directamente com o subrayan los fueros toledano-calatravos de Huerta de Valdecarbanos y
del hospitalario Villar del Pozo.
Otro aspecto ligado a la gobernacin de los vasallos es el de su eventual m ovilizacin militar que, en
ocasiones, se atribuye expresamente la autoridad seorial com o en el caso de Miguelturra. El derecho de
U cls, desde luego, lo regula, aunque de manera restrictiva, afectando nicamente a un tercio de los caballe
ros y de los peones.
Aunque no es frecuente, se documentan tambin concesiones de licencia para la celebracin de mercados
sem anales (Santa Cruz de la Zarza, en 1253, o Alczar de San Juan, en 1292) o ferias (Almodvar del Campo,
en 1260).
Antes de finalizar el siglo XIII son ya m uchos los derechos que el poder seorial disfruta en su mbito de
dominio: la mejora del fuero de U cls de 1256 contempla el cobro de fonsadera por el maestre de Santiago
(RIVERA, La Encom ienda, doc. 210), que tambin perciba yantares y pechos de moros, segn se documenta
ya en los conocidos arrendamientos de 1273 (LOM AX, La Orden de Santiago, doc. 32).
220.- El m onopolio por excelen cia del derecho consubarense es el del horno de po ya , aunque, salvo excep
ciones radicales com o ocurre en Arenas, se trata de un m onopolio atenuado que permite la construccin de
hornos en las casas particulares siempre que no se conviertan en negocio para su propietario (Madridejos,
Camuas, Herencia, etc...) En estas mismas cartas-pueblas sanjuanistas aparecen con frecuencia otros dere
chos en rgimen de m onopolio, en especial la iglesia (Madridejos, Turleque, Villacaas de A lgodor). sta
tambin es objeto de propiedad exclusiva en muchos ordenamientos santiaguistas (Aador, Santa Cruz de la
Zarza), pero es, sin duda, el horno el gran protagonista, tambin presente en solitario en la carta-puebla
santiaguista de Monreal o en la Calatrava de Huerta de Valdecarbanos; no siempre los hornos eran de pan, el
fuero de Torrebuceit distingue entre stos y los teieros. Las tiendas son, asim ism o, posible objeto de m onopo
lio seorial; lo subrayan los fueros calatravos (Huerta de Valdecarbanos, Miguelturra), aunque tambin
estn presentes en la foralidad de U cls (Aador, Torrebuceit), junto a m onopolios de venta de ciertos pro
ductos, vino en especial (Torrebuceit).
221.- Prcticamente todas las cartas-pueblas conservadas insisten en este extremo. Sernas com o espacios
de explotacin seorial directa se documentan en los n cleos santiaguistas de Villarrubia, M onreal o
Torrebuceit, y tambin en las localidades sanjuanistas de Arenas, Tembleque, Quero, Turleque y Villaverde.
Su dedicacin debi ser preferentemente vitcola com o expresamente lo dicen las cartas-pueblas de Villarrubia
o Turleque, o com o parece demostrarlo el fuero de Alczar al dejar sentado que sera la plantacin de vid el
destino de las heredades no puestas en explotacin por los quioneros poco diligentes. La carta de Aador
habla de las iuverias reservadas en Guzquez y Alcardete.
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L a s r d e n e s M il i t a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r i t o r io m a n c h e g o ( s . x i i - x i i i )
222.- Primar la riqueza es un m ecanismo que garantiza, consolidndola, la diferenciacin social. Natural
mente que la posesin de ms de una yugada de heredad no supona, caso de que su poseedor estuviera sujeto
a tributacin, un gravamen mayor que el que le supona al poseedor de una sla. Pero es, com o resulta habi
tual, la posesin de caballo de determinada vala el elem ento diferenciador por antonomasia. Los viejos
fueros de Ocaa y Huerta de Valdecarbanos establecan en 12 maravedes el valor del caballo que daba paso
a la exencin; en el caso de Ocaa, tambin la yegua con potro. Las ms actualizadas cartas-pueblas del
Campo de San Juan estimaban en 20 maravedes el valor del caballo que no slo permita recibir dos quiones
en el reparto inicial de heredades (Camuas, Herencia), sino tambin la exencin tributaria (Camuas, H e
rencia, Tembleque, Turleque, Villacaas); excepcionalm ente, los caballeros de Villaverde pagaban, pero des
de luego no ms que un quionero. El fuero santiaguista de Aador o el calatravo de Miguelturra tambin
establecan en 20 maravedes el valor del caballo que garantiza exencin. A veces, sin embargo, no haca
falta ser caballero para obtenerla: algunas cartas-pueblas sanjuanistas establecan que era suficiente mante
ner al mismo tiempo la explotacin de la heredad correspondiente y de otra en Consuegra (Quero, Alczar).
93
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
fijacin de bases rentables de explotacin como una faceta ms, la ltima, del proceso
de ocupacin del espacio manchego, nos referamos fundamentalmente al complejo tema
de la ganadera. A l dedicaremos brevemente las ltimas pginas de este apretado an
lisis.
El tema de la explotacin pecuaria, especialmente desde la perspectiva del desplie
gue de la trashumancia al que tan decisivamente contribuyeron las Ordenes militares en
el territorio manchego, se puede abordar desde muy diversos puntos de vista, pero dado
el tema que aqu analizamos, el de la ocupacin del territorio, subrayaremos nicamente
dos de ellos:
a) Lo que supone de vertebracin fsico-econmica del espacio: definicin del mapa
de caadas y su relacin orgnica con zonas de adehesamiento.
b) Lo que significa en cuanto a control econm ico-jurisdiccional del mismo: des
pliegue estratgico y sistemtico de puntos de referencia circulatoria y percepcin de
derechos de trnsito, portazgos y montazgos fundamentalmente.
4.1. V ertebracin fsico-econmica del espacio: caadas y dehesas
Intentar establecer un mapa de caadas es empresa tan compleja como probablemen
te infructuosa desde el punto de vista historiogrfico. Es preciso despojarse de la nocin
que liga, consciente o inconscientemente, el trmino caada con el de va de comunica
cin. La caada, en realidad, es algo frecuentemente opuesto a va de comunicacin.
Son las dehesas, las extensas superficies de barbecho y los deshum anizados y
semiboscosos parajes los que constituyen la va ms apropiada para una mercanca
que hace de su movimiento un permanente ejercicio de pastoreo. Desde esta perspecti
va, podra llegarse a decir que nuestro territorio de estudio, en conjunto, fue una inmen
sa caada que permiti completar los circuitos trashumantes creados en el siglo XII.
Pero por si esta afirmacin puede resultar excesivamente radical, quedmonos con la
acertada definicin de R. Aitken que hace de la palabra caadas, el sistema de rutas
que conducen hacia el Sur desde cada una de las sierras principales del Norte del pas223.
Combinemos ahora esa definicin con los datos terminolgicos que poseemos sobre
caadas en torno a 1300, fecha en que se puede dar por sentado el sistema de rutas al
que aluda Aitken224. De resultas de ello, a ttulo provisional y a la espera de poder pro-
223.- R.AITKEN, Rutas de trahumancia en la m eseta castellana, en R Garca Martn y J.M. Snchez
Benito (eds.), Contribucin a la historia de la Trashumancia en Espaa, Madrid, 1986, p. 169.
224.- Hay una serie de documentos clave. Citem os algunos de ellos: el ordenamiento pecuario de A lfonso
X de 1272 (M. GONZLEZ JIMNEZ (Ed.), D iplom atario andaluz de Alfonso X, Sevilla, 1991, doc. 398); el
nombramiento de alcaldes entregadores verificado por Fernando IV en 1306 (L.V. DAZ MARTN, Re
flexiones sobre el tratado de las caadas en el siglo XIV, en E studios de H istoria M edieval en hom enaje a
Luis Surez Fernndez, Valladolid, 1991, pp. 125-129); las referencias aisladas a caadas recogidas en los
diversos Cuadernos de C ortes de com ienzos del siglo XIV ( Cortes de los Antiguos Reinos, I, pp. 245 y 357);
el pleito entre la Orden de Calatrava y las Hermandades de Toledo, Talavera y V illa Real, resulto por m edia
cin real en 1335 (AHN, Cdices, 818B, fols. 32v-41r; reg. J.M. SNCHEZ BENITO, C oleccin de docu
m entos de la Santa H erm andad (1300-1500), Toledo, 1990, docs. 17 y 18).
94
L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i -x iii)
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C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
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Segura junto a otras situadas entre el Sistem a Central y el norte del Tajo, y otra, la misma a la que alude el
documento citado de m ediados del siglo XIV, la conformaban los dominios de la ribera del Tajo, Ocaa y
Mancha santiaguista. Vid. el doc. de 1273 sobre arrendamientos de la Orden: LOMAX, La Orden de Santia
go, p. 272, doc. 32.
234.- D e otro m odo, no se entenderan privilegios com o los que ya en 1169 y 1170 otorgaba A lfonso VIII
a las Ordenes de Calatrava y de San Juan, respectivam ente, tomando bajo su proteccin, entre otros bienes,
sus ganados y cabaas (J. GONZLEZ, Alfonso VIII, II, doc. 116, y AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 106);
o tampoco, la preocupacin que, a m ediados del siglo XIII, muestran las autoridades calatravas por la utiliza
cin fraudulenta de su sennal en reses que no fueran de su propiedad (AHN, OOMM, C alatrava, carp. 424,
doc. 104, y R egistro d e E scrituras de la Orden de Calatrava, III [sign. 1343 c], fol. 120).
Como, por otra parte, es bien conocido, sabemos de la existencia de com endadores de las vacas tanto en
la Orden de Calatrava, desde por lo m enos 1264 (B ularlo de Calatrava, p. 168) com o en la de Santiago, sin
duda antes de com enzar el siglo XIV (Bulario de Santiago, p. 262).
235.- J. GONZLEZ, Alfonso VIII, II, doc. 338.
236.- Com o sabem os, los santiaguistas se hacen con el total control de Ocaa en 1182, pero ya desde que
los calatravos reciben en 1174 una porcin de la villa, se alude a los derechos de portazgo (Bulario de C ala
trava, pp. 8-9). Alarilla, por su parte, est en poder de los santiaguistas desde 1172, y muy pronto se convierte
en centro catalizador de un am plio conjunto de vas com erciales con origen entre vila y Guadalajara (J.L.
MARTN, O rgenes, doc. 58; vid. del m ismo autor: Portazgos de Ocaa y Alharilla, en AHDE, 32 (1962),
pp. 519-526).
237.- J.L. MARTN, O rgenes, doc. 73, y J. GONZLEZ, Alfonso VIII, III, docs. 629 y 1008. En 1231,
cuando ya los santiaguistas haban perdido sus derechos en el portazgo de Valeria, su cobro fue trasladado
definitivamente a Alarcn (J. GONZLEZ, Fernando III, doc. 320), aunque, de hecho, se vena percibiendo
en este lugar desde haca ms de 15 aos (RIVERA, La Encomienda, doc. 158).
C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
238.- En 1194 A lfonso VIII conceda a la Orden de Santiago el alczar de Alarcn, de muro veteri adentro,
con la mitad de su portazgo y del de Alconchel, as com o el 50 por ciento del quinto de Alarcn, un m olino,
la presa hecha junto al puente, cerca de la villa, y otros bienes (publ. J.L. MARTIN, O rgenes, doc. 298).
Semanas despus, el maestre de Santiago devolva al rey el castillo de Alarcn y su quinto y la aldea de Las
Gaseas, a cam bio de recibir la confirmacin del 50 por ciento de los portazgos de Alarcn y Valeria, as com o
otros bienes en el norte (publ. ID ., ibid., doc. 300).
239.- RIVERA, La Encom ienda, doc. 32. N uevas referencias al cobro de portazgo, en la concesin
confirmatoria de fuero realizada por el maestre Rodrigo iguez en 1242 (ID, ibid., doc. 185).
240.- En 1216 Enrique I concede a la Orden de Santiago el portazgo de U cls a cam bio del de Valeria (J.
GONZLEZ, Alfonso VIII, III, doc. 1.008); Aos despus, en 1237 el obispo de Cuenca cede a la Orden de
Santiago sus derechos en el portazgo de U cls a cambio de propiedades en Cuenca y otros lugares (RIVERA,
La Encomienda, doc. 164).
241.- En 1229; ... E la Orden aya so castillo con sus casas (...) e so m ercado, e las carniceras e los
p o rtalgos, segunt el fo ro de Ucles (RIVERA, La Encomienda, doc. 155).
242.- AH N, OOMM, U cls, carp. 326, n 13, 14 y 16. Publ. LOM AX, El arzobispo..., p. 350; cit. J.
GONZLEZ, Fernando III, I, p. 185.
243.- LOMAX, El arzobispo..., p. 350. Cuando en 1252 A lfonso X autorizaba a la Orden a celebrar feria
anual de 10 das en M ontiel, se alude expresamente a su portazgo (publ. AYALA, La Orden de Santiago en
la evolucin poltica del reinado de A lfonso X, pp. 57-60).
244.- D esde luego, no se desprende una concreta asignacin de portazgos en el texto que nos sirve de base,
pero no es difcil deducirla: se trata de uno de los conocidsim os y densos documentos de arrendamiento que
el maestre Pelayo Prez Correa establece con los almojarifes judos de la Orden en 1273; el texto dice as:
...E t otrossi uos arrendam os en estos arrendam ientos M ontiel con su term ino e Santiago con su term ino e
Alffambra con todo su termino e con la M om briella con Segura con todo su termino. Estos lugares sobredichos
uos arrendam os con los p o rtadgos e con los m ontadgos e con todos los pech os que nos y auem os y deuem os
auer... (LOMAX, La Orden de Santiago, pp. 271-273).
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245.- ... m ando que ni ganado ni otra cosa nenguna que p o ra uender sea, fu era conducho cada uno pora
sus casas et a sos gan ados et non p o ra uender, no p a sse Tajo, fuera p o r estos tres logares, et si lo sfra ir e s lo
fa lla ssen en otra p a rte passan do m ando que lo prendan p o r descam inado (J. GONZALEZ, Fernando III, II,
doc. 183. La disposicin inicial de A lfonso VIII, ahora confirmada, databa de 1206 (Bulario de Santiago, p.
84).
246.- Vid. LO M A X, El arzob ispo..., p. 336; la orden de desm antelam iento de Fernando III en J.
GONZLEZ, Fernando III, doc. 534.
247.- Es interesante, en este sentido, el acuerdo al que llegan en 1226 el comendador y cabildo de U cls
con el concejo de Ocaa sobre las mercancas de sus vecinos, sujetas al pago de portazgo en Alarilla, refirin
dose en exclusiva a toda cosa que vaya a tierra de moros o que venga de tierras de m oros en requa. Se alude
al tipo de mercancas y a su paso por el barco de Oreja (RIVERA, La Encomienda, doc. 127).
248.- Vid. supra nota 243. Cfr. LADERO, Las fe ria s de Castilla, p. 56.
249.- En 1195 A lfonso VIII haba ordenado que los santiaguistas non dent portaticum in aliqua p a rte regni
m ei de rebus su is (J.L. MARTN, O rgenes, doc. 315).
250.- Vid. R A. PORRAS ARBOLEDAS, Los portazgos en Len y Castilla durante la Edad Media. P ol
tica real y circuitos com erciales, en En la Espaa M edieval, 15 (1992), p. 167. El castillo de Paracuellos,
junto con la fortaleza salinera de M onteagudo, estaban en poder del obispo de Cuenca desde 1187 (J.
GONZLEZ, A lfonso VIII, II, doc. 466).
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C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
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L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i -x iii)
258.- Pensem os, por ejem plo, en los estratgicos pasos del Tajo: cuando Fernando III confirmaba la dispo
sicin de su abuelo A lfonso VIII ordenando que ninguna mercanca cruzara el ro por otro lado que no fueran
los puentes de Toledo, Alarilla y Zorita, inclua naturalmente a los ganados; de hecho, el rey especificaba que
si los fra ire s hallaban a alguien pasando ganados por otro lado, lo prendieran inmediatamente (J. GONZLEZ,
Fernando III, II, doc. 182).
Precisam ente en la prim itiva relacin de aranceles de Alarilla se alude a la asadura, un im puesto
especficam ente ganadero, junto al resto de los portazgos (J.L. MARTN, Orgenes, p. 233, doc. 58).
Algunas precisiones term inolgicas en torno al concepto de portazgo en C. GONZLEZ MNGUEZ, El
P ortazgo en la E dad M edia. A proxim acin a su estudio en la Corona de Castilla, Universidad del Pas Vasco,
1989, pp. 93-118.
259.- RIVERA, La Encom ienda, doc. 138.
260.- D isp osicion es sobre cobro de m ontazgo aparecen ya en el fuero de 1179 (RIVERA, La Encomienda,
p. 237, doc. 7). Vid. asim ism o el tantas veces citado documento de arrendamiento de 1273 (LOM AX, La
Orden de Santiago, p. 271, doc. 32).
261.- Estremera recibi, probablemente en 1182, el mism o fuero que U cls y, por consiguiente, se repiten
en l las disposiciones relativas a cobro de m ontazgo (RIVERA, La Encomienda, p. 242, doc. 11).
262.- J. GONZLEZ, Fernando III, III, p. 256, doc. 705.
263.- AYALA, Libro de P rivilegios, docs. 215 y 314.
264.- En 1189 A lfonso VIII en privilegio de confirmacin a favor de la Orden expresaba q u e ... hos inquam
trm inos dono et con cedo [ ...] ad populandum et a d montangandum et ad nutriendos gan ados vestros (J.
GONZLEZ, Alfonso VIII, II, doc. 534).
265.- En 1303 Fernando IV hace donacin al Comendador Mayor de la Orden de la guarda de los pu ertos
de [ ...] G uadalerza [ ...] y dem as de los ganados, con la renta de ellos D. OSTERET Y HERRERA, n dice del
Archivo de la Orden de C alatrava y abecedario del m ismo hecho p o r_______, 1784: AHN, OOMM, ndice n
50, fol. 103. Cit. M. CORCHADO, Las Jerarquas de la Orden, p. 271.
266.- AH N, OOMM, C alatrava, carp. 460, doc. 143; Ibid., R egistro de E scrituras de C alatrava, IV (sign.
1.344 c), fol. 135. Cit. E. RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feudalism o, p. 92.
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C a r l o s d e A y a l a M a r t n e z
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L a s r d e n e s M il it a r e s y l a o c u p a c i n d e l t e r r it o r io m a n c h e g o ( s . x i i -x iii)
cobrar para el conjunto del reino de Castilla, y nicamente a la entrada o salida del
ganado en su trmino275-, y sus reglamentadas tarifas de cobro276, chocaban con intereses
demasiado relevantes y no parece que fueran finalmente demasiado eficaces.
Pero no deben ser estas cuestiones objeto de desarrollo en estas pginas, basta subra
yar que la sistemtica y regularizada extensin del cobro de derechos ganaderos, a me
nudo conflictiva, constituye de alguna manera la definitiva muestra de la irreversible
ocupacin del territorio manchego, e incluso de la orientacin econmica que acabar
perfilando histricamente su paisaje.
en C astiella en tienpo d el rey don Alfonso, m o uisauuelo, e en tierra de Len lo solen tom ar en tienpo del
rey don Alfonso, mo auuelo, e non en otros lugares... (M. GONZLEZ JIMNEZ, D iplom atario, doc. 398).
274 AYALA, Libro de P rivilegios, doc. 314.
275 La primera disposicin, a la que luego seguirn otras, se adopt en las iniciales Cortes del reinado de
1252-1253 (MARTN EXPSITO-M ONSALVO ANTN, D ocum entacirT JeZ edesm a, pp. 31-32, doc. 2).
276 M .A. LADERO Q UESADA , F iscalidad y p o d e r real en C astilla (1252-1369), Madrid 1993, pp. 121-
122.
A cta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
Je serai amen modifier quelque peu le titre initialement propos pour cette ponen
cia. Tout d abord, je ne parlerai pas des "deux" notions de frontire, la frontire comme
lgne et la frontire comme zone de peuplement particulier, mais des "diverses notions"
de frontire, car la frontire sans doute la plus importante est celle qui rside dans lesprit
des hommes, qui les spare selon leurs systmes de valeur, concrtiss cette poque
par la religin, et que nous appelons la "frontire mentale". D autre part, parler de la
frontire comme zone de peuplem ent particulier suppose de dpasser les limites
chronologiques de la priode almohade, mme entendue au del de la prsence des
Almohades dans la Pninsule.
II existe aujourdhui un point de vue assez rpandu selon lequel le Moyen Age naurait
pas connu la notion de frontire, comprise dans le sens d une ligne sparant deux tats,
ou deux formations conomico-sociales ou culturelles.
Un article rcent affirme que: "Fuera de los perodos de guerra, inclusive los luga
res de la frontera peninsular con el Islam venan a ser centros de convivencia entre
moros e cristianos, p ese a tratarse de la frontera entre dos form aciones econmicosociales"1. II nous parait que ces affirmations mritent dtre examines, au moins pour
I) La "frontire mentale"
En un sens, cette priode est probablement celle de tout le Moyen Age ibrique, o la
frontire entre les hommes relevant de chacune des deux aires de civilisations qui se
partagent alors la Pninsule est la plus marque. Quand je dis "civilisation", je n entends
ps seulement les structures conomiques et sociales, mais galement les structures
mentales, au premier rang desquelles il faut placer bien videmment la religin, premier
marqueur de l identit, avant mme la langue. Prcisment, notre priode est celle o,
dans chacun des deux domaines qui se partagent la Pninsule (Espagne chrtienne/alAndalus), cessent d exister, ou n existent pas encore, certaines exceptions prs, quil
conviendra d examiner, les "minorits transculturelles", reprsentant de l Autre,
"mozrabes" en al-Andalus, "mudjares" dans lEspagne chrtienne. Je n ai certes garde
1 C. BARRO S, "La frontera m edieval entre G alicia y Portugal", M edievalism o. B oletn de la S ociedad
Espaola de E studios M edievales 4 (1994), p. 27-39. La citation est emprunt aux p. 34-35, avec notes 43 et
44, renvoyant respectivem ent A. MACKAY, La Espaa de la Edad Media. D esde la fron tera hasta el
Im perio (1 000-1500), Madrid, 1985, p. 214-222, et R. PASTOR, D el Islam a l C ristianism o, Barcelone, 1985,
p. 9-17.
107
J.- P . M o l n a t
108
l OMHADES
Les fatw a/s sur l obligation dmigrer du pays d infidlit sont premptoires. Un
texte d Ab 1-Walid b. Rusd, lai'eul du philosophe Averros, grand-cadi de Cordoue
sous es Almorvides, dcd en 520 H/1126, affirme que lobligation religieuse
dmigrer des pays d infidlit subsiste jusquau Jour de la Rsurrection... (et) quil ne
peut tre permis aucun musulmn d entrer dans les pays ennemis, pour raison de
commerce ou autre7.
La prsence des musulmans Tolde, et d une maniere gnrale sur la partie du
territoire correspondant l actuelle Castilla-La Mancha aux mains des chrtiens, ne
nous parait gure concevable lpoque des Almorvides et des Almohades, dans le
contexte dune confrontation exacerbe sur le territoire de la Pninsule.
En sens inverse, les chrtiens demeurs jusque la en territoire musulmn migrent en
masse, lpoque des Almorvides et des Almohades, vers les rgions dj reconquises
par leurs coreligionaires. Lexpdition d Alphonse le Batailleur dans la rgion de Grenade
en 1125 ramne vers 1Aragn une quantit de mozrabes d Andalousie orintale, tandis
que les autres sont transports au Maroc par les Almorvides8. De mme Alphonse VI at-il ramen vers Tolde, des les dernires annes du XIe sicle9, un certains nombre de
mozrabes qui venaient renforcer ceux quil avait trouvs dans la ville en 1085, comme
en tmoigne la phrase du fuero de 1101 accord par Alphonse VI aux mozrabes de
Tolde omnes quos in hac urbe semper amavi et dilexi, seu de alienis terris ad
populandum adduxi10.
7.- Texte extrait du M i'yr dal-Wansarls!, publi sparment par H. MONS (Asna 1-matgir f bayn
ahkm man galaba ala watani-hi al-nasr wa-lam yuhgir, Revista del Instituto Egipcio de E studios Islm icos
en M adrid 5 (1957), p. 129-191, spcialem ent p. 156-157), et dans ldition du M i'yr, Beyrout-Rabat, 1981,
t. 2, p. 119-136, spcialem ent p. 124: Qla za'n a l-fu q a l-q d fA b l-W a lid b. Rusd, rahima-hu Allh,
f ia w w a l K itb al-tigra il a rd a l-h a rb min m uqaddim ti-hi: f a r d al-higra gayr sqit, bal al-higra bqiya
lzima ila yaw m a l-q iy n a , wgib bi-igm' al-m uslim m ala man aslam a bi-dr al-harb an lyu qfm a b i-h
hay tu ta g r alay-hi ahkm al-musrikm (...)fa-kayfayu bh u li-ahad al-duhul il bildi-him hay tu tagrt alay-hi
ahkam u-hum fftigra aw gayri-h .... Trad. . AMAR, La p ierre de touche d esftw a s, Pars, 1908, (Archives
Marocaines, 12 ), p. 196. Trad. I. de las CAGIGAS, M inoras tn ico-religiosas de la E dad M edia espaola.
II Los M udjares, t. 1, Madrid, 1948, p. 68-69. Sur Ab 1-WalId b. Muhammad b. Ahmad b. Rusd, grand-cadi
de Cordoue sous les Alm orvides, cf. V. LAGARDRE, La haute judicature l poque almoravide en
al-Andalus, A l-Q antara 7 (1986),.p. 135-228, spcialement p. 148-175, et Le Vendredi de Z allqa, 23 octobre
1086, Paris, 1989, p. 134-153.
8.- V. LAGARDRE, Communauts mozrabes et pouvoir almoravide en 519 H/1125 en Andalus,
Studia Islm ica 57 (1988), p. 99-119. D. SERRANO, D os fetuas sobre la expulsin de mozrabes al Magreb
en 1126, Anaquel de E studios rabes 2 (1991), p. 163-182.
9.- En 487 H /1094, Alphonse VI, s tant mis en route vers Valence pour secourir le Cid, devant le succs
remport par celui-ci et pour ne pas rentrer les mains vides, se dirigea vers les terres de Guadix, les parcourut
en tous sens, pilla tout ce quil trouvait, et ramena avec lui un groupe dhabitants chrtiens pour coloniser la
terre de Tolde (IBN TDR, al-Bayh al-M ugrib, d. I. ABBS, t. 4, p. 36; trad. A. HUICI M IRANDA
Al-Bayn al-M ugrib. N uevos fragm en tos alm orvides y alm ohades, Valence, 1963, p. 84-85).
10.- T. M UOZ Y RIVERO, C oleccin de fueros m unicipales y cartas pu eblas, Madrid, 1847, rimp.
Madrid, 1970, p. 361. A. GARCA-GALLO, Los Fueros de Toledo, Anuario de H istoria del D erecho E s
paol 45 (1975), p. 421, et app. 1, p. 460.
109
J.-P . M o l n a t
110
l OM HADES
domos et divitias17. Mais considrer, partir de la, que les divers Tornadizos, Trnemelos
ou Torneros parpills sur la Meseta soient des toponymes gardant la trace de musulmans
andalous rfugis en terre chrtienne au milieu du XIP sicle, nous parait constituer un
saut exagrment prilleux, en l absence d autres arguments dans ce sens.
Aprs le milieu du XIP sicle, on ne trouve plus trace de mozrabes en al-Andalus, la
dernire attestation qui nous paraisse assure de la prsence de chrtiens dans une partie
encore islamique de la Pninsule correspondant au sige de Lisbonne par les Portugais
et les croiss anglais et flamands en 114718. Ainsi la thse de la participaron de mozrabes
au soulvement de Grenade contre les Almohades en 557 H/1162 et de leur prsence
dans la ville, aprs la dfaite d Ibn Hamusk et la rpression conscutive, comme une
petite troupe... accoutume depuis longtemps au mpris et l humiliation19, repose sur
la non-prise en compte, dans le texte utilis par Dozy, d un membre de phrase certes mal
construit, mais qui introduit des juifs la o le savant hollandais voulait voir des chrtiens20.
Certes ces mozrabes qui se trouvent dsormais en territoire chrtien, au moins ceux
de Tolde, sont vraiment des musa'riba, des arabisants, ou arabiss, en ce sens quils
ont, et quils gardent pendant longtemps, larabe comme langue d expression rale, aussi
II est done permis de comprendre que ce que DOZY a attribu aux chrtiens de Grenade concerne en
ralit les juifs.
J .-P . M o l n a t
21.- J.-P. MOLNAT, Larabe Tolde du XIP au XVI' s., A l-Q an tara 15 (1994), p. 473-496.
22.- H. BRESC, qui nhsite pas parler dArabes chrtiens pour les mozrabes de la Pninsule Ibrique
et leurs hom ologues dAfrique du Nord et de S icile, reconnat nanmoins leur profound support for the
R econ q u est (Arab C hristians in the Western M editerranean (X lth -X IIIth C en tu ries)), L ib ra ry o f
M editerranean H istory 1 (M alte, 1994), p. 1-45). N ous serions plus prudent quant la caractrisation des
chrtiens de lOccident musulmn com m e des Arabes et 1extensin hors de la Pninsule du concept de
m ozrabes, en dpit, ou cause, de la phrase de J. de VITRY: lili vero ch ristian i qui in A frica et H ispania
in ter o cciden talis S arracenos commorantur, M ozrabes nuncupati latinam habent litteram et latino serm one
in scriptu ris utuntur, cite par BRESC (art. cit., p. 4, note 1).
23.- IBN A L-QATTN sgnale, sous 531 H /29 septembre 1136-18 septembre 1137, que Tasfn b. A l
dfait une troupe de cavaliers chrtiens prs de Qasr A tiyya et, dans une autre expdition, prend de vive
forc Askahma, tuant tous les homm es trouvs dans la localit et emmenant les fem m es en captivit Cordoue
(Nazm al-(fum /m , d. M. A. M AKKI, 2Cd., Beyrouth, Dr al-Garb al-Islm l, 1990, p. 251-252). Les deux
toponym es posent problm e, tant pour leur graphie que pour leur localisation. On trouve pour le premier,
dans dautres sources, Hisn A /iyya et Fabs A tiyya, et pour le second des formes plus varies encore. Q asr/
Hisn/Fahs A /iyya pourrait bien se localiser Alczar de San Juan, en dpit de suppositions pla?ant Fabs
A tiyya dans l Ouest de la Pninsule. A. HUICI M IRANDA (El Rawd al-Qirts y los Alm orvides, H esprisTamuda 1 (1960), p. 540, n. 102), mentionne, sans rfrence, une notice du Mu'gam al-Buldh de Yqt
pla?ant le toponym e en el A lgarve, mais situ lui-m m e Fahs A tiyya vers Cceres et Badajoz. Nous ne
trouvons dans YQT (trad. G. A B D AL-KARM , La Espaa musulmana en la obra de Yqt (s. XII-XIII).
R epertorio en ciclopdico de ciudades, castillos y lugares de al-Andalus. Extrado d e l M u'fam al-buldn
(D iccionario de los p a ses). Cuadernos de Historia del Islam, Grenade, 1974, p. 230), que l indication suivant
112
l OMHADES
de 1113 113924, et de Mora, place quant elle plus en retrait, sur la valle de 1Algodor25,
et permet ainsi la reconstruction du chteau par Gaucelme de Ribas et son utilisation
contre les musulmans dOreja26.
Le cas de Zorita de los Canes, contrlant un pont sur le Tage tres en amont et lEst de
laquelle a l-F a b stout court constitue un des iqln/s dOcsonoba, c est dire quil se situ dans lactuel Algarve
portugais. En effet A L -U D R l fait se croiser deux chem ins, de Carthagne Tolde et de Saragosse Cordoue,
en un Qasr A tiyya ou Qasr BanI Atiyya, qui ne saurait gure tre quAlczar de San Juan (Ed. AL-AHWN,
Fragmentos geogrficos-histricos de Al-M aslik ila al-Mamlik, Madrid, Instituto de Estudios Islm icos,
1965, p. 21 et 128. J. VaLLV, La divisin territo ria l de la Espaa M usulmana, Madrid, CSIC, 1986, p.
285). Litinraire de Saragosse Cordoue par Qasr A tiyya est suivi en 323 H/935 par Abd al-Rahmn III
(IBN HAYYN, M u qtabas 5, n 245. d. CHALMETA, CORRIENTE et autres, Madrid-Rabat, 1979, p. 362.
Trad. VIGU ERA et CORRIENTE, Crnica del Califa Aderrabm n III an-Nsir entre los aos 912 y 942,
Saragosse, 1981, p. 271). Pour Askalna, quon a localis depuis Caracuel, aux abords de la Sierra Morena
(,Karkf, ou plutt Karakay dans ld. Tornberg du Raw dal-Q irtf, trad. BEAUMIER, p. 235), jusqu lancienne
Ocsonoba (mais le nom correspondant Uksnuba dsigne en arabe non une ville mais un district, cf. al-R aw d
a l-M itr, d. LVI-PROVENQAL, 1938, texte p. 102, trad. p. 129; d. I. ABBS, p. 342a, s. v. Silves Silb),
de maniere peu vraisemblable, car on n im agine gure ces parages aux mains des chrtiens dans la premire
m oiti du XIIC s., l identification avec Escalona est rendu plausible par la notice de la Crnica A defonsi
Im peratoris 141: P ost annos vero aliquot, rex A zuel Cordubce et A benzeta rex Sibilice et cceteri reges et
prin cipes, con gregata m agna m ultitudine m ilitum et peditum , quce era t Agarenorum, rursus venerunt in
civitatibus Toletanis etfeceru n t multas strages et multa m ala in Ascalona et in Alfamin, et acceperunt castellum
quod dicitu r M ora p e r n egligentiam M unionis A defonsi, bien quelle paraisse placer les faits aprs le retour
de Tasfln b. A l au Maghreb et avec la prise de Mora. Telle est la position de J. GONZLEZ, bien quil
suppose que la v ille dEscalona n ait pas du tre entirement prise (Repoblacin de C astilla la Nueva, t. 1, p.
140).
24.- Mazdal, gouvem eur almoravide de Cordoue, prend Oreja en 1113, le nom de la forteresse tant
donn par les sources chrtienne (A nales Toledanos II, p. 403; Crnica Adefonsi Im peratoris 107), alors que
les sources musulmanes parlent seulement pour 507 H/juin 1113-juillet 1114 de dvastations sur les terres
toldanes et de la victoire remporte sur Alvar Fez (IBN ID R l, d. HUICI M IRANDA, Un fragmento
indito de Ibn Tdrl sobre los Alm orvides, Hesperis-Tam uda 2 (1961), p. 75; trad. HUICI M IRANDA,
Nuevos fra g m en to s a lm orvides y alm ohades, p. 137-138).
25.- La date de 1128 pour la destruction dA ceca, donne par la chronique toldane {Anales Toledanos II,
p. 404), est trs gnralem ent rejete pour celle de 1130 (A. HUICI M IRANDA, Contribucin al estudio de
la dinasta almorvide. El gobierno de Tasfn ben Al ben Y suf en el Andalus, Etudes L vi-Proven$al,
Paris, 1962, t. 2, p. 609-610. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, t. 1, p. 136. M. RECUERO
ASTRAY, A lfonso VII el Emperador. El Im perio hispnico en el siglo XII, Len, 1979, p. 112, n. 1. D. W.
LOMAX, La R econquista, Madrid, 1984, p. 116). Cette dernire s appuie sur le Nazm al-(fumh qui place en
524 H le raid de Tsfn b. A l b. Ysuf sur le chteau d A ceca {bisn al-Sikka), avec la prise de celu i-ci, la
mort de tous les chrtiens trouvs l intrieur, la rduction en captivit de certains dentre eux [sic] (d. M.
A. MAKK, 1990, p. 215-216), et sur le passage d Ibn al-H atb disant que l mir Tsfn, en ramadn 524 H,
se mit en campagne, avec l arme de Grenade, que rejoignit celle de Cordoue, en direction du chteau dAceca,
du territoire de Tolde {il bisn al-Sikka min am al Tulayrula) {Ibta, d. Inn, t. 1, p. 451). A. GARCAGALLO donne 1133 (Fueros de Toledo, p. 425), par confusin avec l expdition en terre dIslam dcide
par Alphonse VII pour tirer vengeance de la destruction dA ceca, ainsi date par la chronique de lEmpereur
{Crnica A defon si Im peratoris, n 33).
26.- G o scelm u s de R ibas, tm oin d un docum ent d A lp h on se VII, le 12 mai 1137, T old e (F.
HERNNDEZ, Los C artu larios de Toledo, Madrid, Fundacin Ramn Areces, 1985, n 38), aurait donn son
nom au chteau de Ribas de Jarama, prs de Madrid (B. PAVN M ALDONADO, Las fortalezas islm icas
de Ribas de Jarama y Cervera (Madrid), A nales del Instituto de E studios M adrileos 12 (1976), p. 20, avec
rf. COLM ENARES, H istoria de Segovia). Crnica A defonsi Im peratoris 130.
1 13
J .-P . M o l n a t
Tolde et dOreja, est plus obscur. La place, situe sur la rive gauche du fleuve, occupe par
Alphonse VI des avant la chute de Tolde27, aux mains dAlvar Fez en 110728, a peut-tre
t prise par les Almorvides en 1114, et reprise sur ceux-ci avant 1124, ou dans les annes
1140, sans quaucun renseignement direct ne nous soit parven sur ce point29.
Le fait est que les Almorvides ne paraissent pas avoir voulu conserver aucune des
positions un moment occupes par eux au Nord du fleuve, y compris Talavera, o pourtant
ils avaient rtabli le cuite islamique lors de la prise de la ville, en 503 H /l 10930, Fexception,
semble-t-il, dAlcal de Henares, o ils seraient rest au moins entre 1109 et 111831, et,
27.- cf. note prcdente, propos de Coria. Par contre la notice selon laquelle Zorita aurait fait partie de
la dot de Zayda la More, lors de son mariage avec Alphonse VI, est doublement suspecte, puisquelle ne
figure que dans la P rim era Crnica G eneral (chap. 847, p. 521b), mais non dans le D e R ebus H ispaniae
(Livre 6, chap. 30, p. 143b). Dans la versin selon laquelle Zayda aurait t, non une pouse lgitim e, mais
une concubine dAlphonse VI, il n y a plus lieu de parler de dot, mais on peut concevoir la rem ise de diverses
forteresses (R. M ENNDEZ PIDAL, Espaa del Cid, t. 2, p. 762-766, diffrant de l opinion dE. LVIP R O V E N IA L dans La Mora Zaida).
28.- Albaruz Faniz dom inas de Z orita et de Sancta Vera, le 8 mars 1107 (F. HERNNDEZ, L os C artu
larios d e Toledo, n 14 ). Nous ne retrouvons pas le document de 1097 m entionn par L. TORRES BA L B S
(Ciudades yermas de la Espaa musulmana, Boletn de la Real A cadem ia de la H istoria 141 (1957), p. 46).
29.- Le renseignement concernant la chute de Zorita, donn par la chronique dA lphonse VII la suite de
celui portant sur Oreja {C rnica A defonsi Im peratoris 107), est mis en doute par J. GONZLEZ (R ep o b la
cin de C a stilla la Nueva, t. 1, p. 180-181). Si le document publi par J. CATALINA GARCA {La A lcarria
en los p rim eros siglos de su reconquista, rd. Guadalajara, 1973, p. 34-35), est authentique et sa date exacte,
Zorita et Alm oguera se seraient trouvs au pouvoir des chrtiens en 1124, mais nous serions tent de corriger
la date en 1154 (F. HERNNDEZ, Los C artularios de Toledo, n 93, corrigeant, de maniere incontestable, en
1154 la date dun document portant sur la mme zone publi par CATALINA GARCA avec celle de 1124).
Zorita figure dans une bulle dEugne III en 1148, et Alphonse VII fait donation, en 1152, de la roue hydraulique
du pont de Zorita illa azenia de p on te de Zurita (L. TORRES BA L B S, Ciudades yermas, p. 45-46, n.
4). En fvrier 1149, Alphonse VII rencontre Zorita Ibn Mardanls de Valence et Ibn Hamusk de Murcie, et
voque dans un document m is ce moment la rsistance quavait longuement oppose A lm oguera aux
Sarrasins (J. CATALINA GARCA, La A lcarria, p. 35, n. 50, expliquant que les envahisseurs musulmans
[comprendre les Alm orvides] ne purent franchir le Tage et se retranchrent dans Zorita devant la rsistance
de Guadalajara et Alm oguera). M ais ce nest que le 4 mars 1156, quAlphonse VII donne des mozrabes
venus de Calatayud, de Saragosse et dAragon le chteau de Zorita (Extraits dans J. CATALINA GARCA,
La Alcarria, p. 42-43, n. 67. A nalyses dans J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la N ueva, t. 1, p. 182183, et dans F. HERNNDEZ, Los C artularios de Toledo, n 114).
^ IBN IDRl, d. HUICI MIRANDA, Un framento indito de Ibn Idirl sobre los Almorvides, HesperisTamuda 2 (1961), p. 43-111, spcifiquement p. 70; trad. HUICI MIRANDA, Al-Bayh al-Mugrib. Nuevos fra g
mentos alm orvides y almohades, Valence, 1963, p. 123: Se purific la mezquita y se devolvi a la forma musul
mana; se renov su sagrado, se implantaron las oraciones y borr Allh en ella la infidelidad.
31.- Les A n ales Toledanos I signalent quAlcal se trouvait au pouvoir des musulmans en 1109, faisant
l objet en aot de cette anne dun sige infructueux des gens de Madrid et de to u teT Extrem adura {Espaa
Sagrada, t. 23, p. 386-387; J. PORRES, Los A nales Toledanos I y II, Tolde, 1993, p. 83). La place est prise
par les troupes de l archevque Bernard en 1118 {Espaa S agrada, t. 23, p. 387; J. PORRES, op. cit., p. 100).
Mais des doutes ont t exprim s ce sujet (J. ZOZAYA, Excavaciones en la fortaleza de Qal'at Abd alSalam, N oticiario A rqueolgico H ispnico, 17-1983-, selon cit. dA. CASTILLO GMEZ, A lcal de H enares
en la Edad M edia, Alcal-Madrid, 1989, p. 100, note 21).
114
certainement, de Coria32 et des places situes plus lOuest encore, sur le territoire
actuellement portugais33 lis semblent ainsi avoir congu le cours moyen du Tage, de part
et dautre de Tolde, comme une vritable frontire, au del de laquelle il ne sagissait
que de se livrer des incursions dvastatrices sur les territoires dont le controle permanent
ntait pas disput aux chrtiens. Probablement considraient-ils que des positions tablies
au del du fleuve ne pouvaient pas tre tenues tant que n tait pas rduite l norme
forteresse constitue par la ville de Tolde elle-mme.
Au temps des Almohades, aprs 1147, et mme aprs leur retentissant succs dAlarcos
(1195), la frontire comme ligne de front, appuye par une srie de positions fortifies
occupes de fagon permanente, stablit nettement plus au Sud qu l poque almoravide.
Si Ton peut considrer que, pour le secteur toldan, le front, dans la priode de grandeur
des Mulattamim, se situait sur le Tage, avec loccupation des forteresses d Oreja et de
Mora, nous dirions que, pour leurs successeurs, la ligne la plus optimiste, de leur point
de vue, se situait l alignement Nord des Monts de Tolde. En effet la position la plus
septentrionale occupe par eux de fagon durable sur le chemin de Cordoue Tolde
stablit Guadalerza34, qui constitue ensuite la premire forteresse reprise par les
chrtiens avant l expdition de Las Navas de Tolosa35.
Si violentes que soient les expditions des Almohades au Nord des Monts de Tolde,
notamment dans les deux annes qui suivent leur victoire dAlarcos, elles naboutissent
loccupation durable d aucune place, mme pour celles quils ont pu conqurir un
32.- Coria, aux mains des Castillans-Lonais depuis 472 H /1079 (), est prise par Ab Ishq Ibrhlm, frre
d AlI b. Tsfn, en 513 H /l l 19-1120 (), et reconquise par Alphonse VII seulement en 1142, aprs un sige
infructueux en 1138. La chute de Coria entrane l abandon dAlbal par les musulmans et la destruction de
cette place par les gens dA vila et de Salamanque (). Albal (M adm at a l-B a la t)se situait, com me Oreja, sur
la rive gauche (Sud) du fleuve (L. TORRES BA L B S, Ciudades yermas, p. 70-79).
33.-L es almorvides prennent Lisbonne en 1094 (LOM AX, La Reconquista, p. 97).
34.- Les chroniques arabes ne mentionnent que l occupation de Calatrava aprs Alarcos, ou restent dans le
flou. Abd al-Whid al-Marrkusi ne parle que de Calatrava la Vieja (Q a lat Raba,b), do les habitants ont
fui et dont le calife almohade restitue l glise au cuite islamique, ajoutant seulement qual-Mansr rentra
Sville aprs avoir occup les forteresses entourant Tolde w a-istaw la ala m dbaw la Tulaytula min aTustm
(Kitab al-M u jnb f talis ahbr al-M agrib, d. DOZY, The H istory o f the Alm ohades, 2Cd., Leyde, 1881,
rimp., Amsterdam, 1968, p. 206; trad. FAG NAN, Revue A fricaine (1893), p. 44). Ce sont les chroniques
chrtiennes, et plus exactem ent la Crnica Latina de los R eyes de C astilla, qui prcisent: Filius predicti
bdelm um fu it Auen Iacob qui m ortuus est in P ortu galia quando obsedit uillam nobilem et fam osam sc ilice t
Sanctarem, cuius (filius) fu it in bello d eA lla rco s et obtin u itperm issione D ei conta X pianos et cepit C alatraua
et A larcos et a lia ca stra circum adiacencia et M alagon et turrem de Guadalferza (d.L. CHARLO BREA,
Cadix, 1984, p. 8), et ailleurs: P reditus rex Maurorum spolia diripuit, castra quedam cepit, sc ilicet turrem
de Guadalferza, M alagon, Benauentum, Calatraua, A larcos, Caracuel et sic in terram suam reuersus est
(d. CHARLO BREA, p. 15).
35.- Sec cum ipse [Alphonse VIII] ageret in partibu s illis [du ct de Murcie], Alfonsus Telli et R odericus
Roderici, u asalli eius, cum quibusdam Tolletanis obsederu n t turrem de Guadalferza et, m achinis aponitus,
eam ui ceperu n t (Crnica Latina de los R eyes de C astilla, d. Cirot 18, p. 271; d. Charlo Brea, p. 23). J.
G onzlez date l action de 1211 (R epoblacin de C astilla la Nueva, Madrid, 1975, t. 1, p. 239). Lide de la
reprise de Guadalerza par les chrtiens aprs Las Navas de Tolosa (E. SOLANO, La Orden de C alatrava en
el siglo XV, S ville, 1978, p. 216) est errone et illogique.
115
J.-P. M
o lna t
36.- La prise et l occupation de Montnchez, Santa Cruz de la Sierra et Trujillo par les Alm ohades nest
pas en contradiction avec la conception dune frontire sur le Tage, ces trois villes, ou places, tant situes au
Sud du fleuve. C elle de Plasencia rappelle l tablissem ent des Alm orvides Coria, toute proche.
37.- A nales Toledanos /, p. 393: P riso el Rey de M arruecos a M ontnchez, e Santa Cruz, e Trugiello, e
Plasencia, e vinieron p o r Talavera, e cortaron el olivar, e Olmos, Santa Olalla, e Escalona, e lidiaron Maqueda,
e non la prisieron, e vinieron cercar Toledo, e cortaron las vias, e los arboles, e duraron X dias en el m es de
Junio, Era MCCXXXIV (J. PORRES, Los Anales Toledanos l y II, p. 161). IBN ID R l, texte Al-Baydn
al-Mugrib. Qism al-M uwahhidin, d. KATTNl (M. I. al-), ZNIBER (M .), BEN TWT (M .), ZAMMA
( A. Q.), Casablanca-Beyrouth, 1985, p. 223-224 et 225-227, trad. HUICI, C oleccin de Crnicas rabes de
la R econquista, 2 Los A lm ohades, t. 1 , Ttouan, 1953, p. 193-195 et 199-202. R cit officiel de la campagne
dans E. LV I-PR O V EN A L , texte: Trente-sept lettres officielles alm ohades, Collection de textes publis
par lInstitut des Hautes Etudes Marocaines, vol. 10, Rabat, 1941, n 35, p. 228-241; analyse, Un recueil de
lettres officielles almohades. tude diplomatique et historique, H esperis 28 (1941), p. 66-67. AL-HIM YAR,
trad. L V I-PR O V E N IA L , La Pninsule Ibrique au Moyen A ge, Leyde, 1938, p. 19.
38.-L . TORRES BA L B S (Talamanca y la ruta olvidada del Jarama, Buletn de la Real A cadem ia de la
H istoria 146 -1960-, p. 235-266, spcialem ent p. 244) et J. GONZLEZ (Repoblacin de C astilla la Nueva,
t. 1, p. 238) ont exprim leurs doutes sur la valeur de la notice du R aw d al-Q irtds quant la prise et la
destruction de Talamanca. II est certain que cette chronique est peu fiable ici, com m e souvent ailleurs. Elle
confond les expditions de 592 H (dcembre 1195-novembre 1196) et de 593, et l on ne peut accepter
l indication de laconqute de Guadalajara, Madrid et Alcal de Henares {Cfabal Sulaymdh) (trad. BEAUMIER,
Roudh E l-K artas. H istoire des souverains du M aghreb et Annales de la ville de Fes, Paris, 1860, p. 322-323,
ajoutant l identication extravagante de Thelmanka avec Salamanque).
39.- A nales Toledanos I, p. 393: A otro ao vino el Rey de M arruecos p a ra Talavera, e p o r M aqueda, e
p o r Toledo, e p o r M adrit, e p o r Alcala, e p o r Orella, e p o r Huepte, e p o r Cuenca, e p o r Alarcn, e de si fu ese
p o r la ira de D ios, Era MCCCXXV (J. PORRES, Los Anales Toledanos I y II, p. 163-165). IBN ID Rl,
texte Al-Baydn al-Murib. Qism al-M u w aM idm , p. 225-227, trad. HUICI, Los A lm ohades, t. 1, p. 199-202.
40.- J. GONZLEZ, El reino de C astilla en la poca de Alfonso VIII, Madrid, 1960, t. 1, p. 924-931.
41.- Carte faisant figurer, par erreur, Cuenca dans les reconqutes alm ohades dans P. GUICHARD, Les
M usulmans de Valence et la reconqute, t. 1, doc. 17, reprise dans L'E spagne et la Sicile musulmanes au xX P
et XIP sicles, Presses Universitaires de Lyon, 1990, carte n 60 [vrifier si Cuenca avait dpendu des
Alm orvides, et, un certain temps des Alm ohades, car la ville figure dans l tat dIbn Mardanls, sur la carte
La pninsule ibrique l poque dIbn Mardanls (1148-1172), in P. GUICHARD, Les musulmans de Valence
et la R econqute, t. 1, doc. 24],
l OMHADES
soldent par des checs42, de mme que la grande expdition dirige contre Santarem en
1184, o trouve la mort le calife Ab Yaqb Ysuf43, ou celle de Huete en 117244.
42.- A. HUICI M IRANDA, H istoria po ltica d el Im perio alm ohade, Ttouan, 1956-57, t. 1, p. 279-280.
43.- A. HUICI M IRANDA, H istoria p o ltica , t. 1, p. 290-308, rduit notablement les proportions quavait
donnes DOZY l expdition de .Santarem, dans ses Recherches (3Cd., Leyde, 1881) .
44.- A nales Toledanos I, p. 391-392. IBN IDR, texteA l-B ayh al-Murib. Qism al-M uwabM dfn, p. 123124; trad. HUICI, N uevos fragmentos, p. 443-446. IBN SHIB AL-SALT, al-Mann bi-l-im m a, d. ALTZ, Beyrouth, Dar al-Garb al-Islml, 1987, p. 398-423, trad. HUICI M IRANDA, Valence, 1969, p. 204221. A. HUICI M IRA NDA, Im perio Alm ohade, p. 255-262. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nue
va, t. 1, p. 230-231.
45.- A lphonse X et le sultn Ab Y suf Yaqub effectuent des oprations de sacage jusqu Madrid en
1282, et l anne suivante le mrinide razzie nouveau des territoires au Nord de la Sierra Morena, dtruit le
faubourg de Talavera et s avance jusqu une joum e de marche de Tolde (D. W. LOMAX, La Reconquista,
p. 214. A. BALLESTEROS-BERETTA, Alfonso X el Sabio, p. 989 et 1022-1023, avec rfrence au R a w d
al-Qirrs et aux A nales Toledanos ///) . M. A. M ANZANO RODRGUEZ remet cela en question en refusant
de lire Talavera ( T alabayra) dans le R aw rfal-Q irrs, selon la correction de HUICI M IRANDA {La in terven
cin de los Benim erines en la Pennsula Ibrica, Madrid, CSIC, 1992, p. 74-79).
46.- T. RUIZ, Expansin et changement; la conqute de Sville et la socit castillane, Annales ESC
(1979), p. 548-565. Versin espagnole: Expansin y crisis. La repercusin de la conquista de Sevilla en la
sociedad castellana, 1248-1350, S ociedad y p o d er real en C astilla, B arcelone,1981, p. 11-48.
47.- A. GARCA SANZ, Coyuntura agraria depresiva: Un testimonio de la crisis econm ica castellana
del siglo XIII, P ro piedades d el C abildo segoviano, sistem as de cultivo y m odos de explotacin de la tierra
a fin e s d e l sig lo XIII, Salamanque, 1981, p. 87-95. S. AG UAD NIETO, En los orgenes de una coyuntura
depresiva: la crisis agraria de 1255 a 1262 en la Corona de Castilla, Anuario de E studios M edievales 19
(1989), p. 243-270, et dans D e la sociedad arcaica a la so ciedad cam pesina en la A stu rias m edieval. Estu
dios de h istoria agraria, Universit dA lcal de Henares, 1988, p. 333-370.
J .- P . M o l n a t
sappliquent certainement aux terres du Nord de la Meseta, mais beaucoup plus difficilement
celles qui nous retiennent ici. On peut ainsi formuler des reserves sur le thme des nombreux
villages de la Alcarria qui seraient dispares au moment de la grande migration qui se
produisit en Castille aprs la conqute de la valle du Guadalquivir, au XIIP sicle, selon
les dclarations recueillies dans les Relaciones Topogrficas du temps de Philippe II48. II est
certain que la mmoire collective, trois sicles de distance, pouvait manquer de prcision
et confondre le XIII6 et le XIVe sicle, le temps de 1expansin et celui de la contraction.
Nous sommes bien plutt tent de penser quen cessant dtre une frontire militaire
Castilla-La Mancha est devenue d autant plus une frontire de peuplement, que son
repeuplement sest acclr, meme dans les zones dj antrieurement contrles par les
chrtiens. On peut galement concevoir que les colons provenant des rgions du Nord, dans
leur marche vers les terres rcemment reconquises dAndalousie, se sont, pour un plus ou
moins grand nombre dentre eux, arrts et installs sur celles, encore en grande partie
dpeuples, de la Meseta du Sud. Cest ainsi que lon pourrait comprendre le phnomne de
la castillanisation linguistique de Tolde, ville en grande partie arabise dans la seconde
moiti du XIP sicle et la premire du sicle suivant, telle point que les immigrs venus du
Nord, Francs comme Castillans, sy mozarabisaient. partir de quel moment ces immigrs
dassimils sont-ils devenus assimilateurs, sur le plan linguistique? En se basant sur certains
ndices, tels que la fa9on dont sont transcrits en arabe, dans les documents notaris de Tolde,
les toponymes romans, on peut estimer que cest partir du milieu du XIIP sicle que le
castillan lemporte sur 1arabe dans la ville. II y a la une conclusin assez cohrente avec
cette visin de 1avance du repeuplement.
En tout cas, dans les alentours immdiats de Tolde, jusqu une quarantaine de km de la
ville, zone dj relativement bien repeuple depuis le milieu du XIP sicle, grce lapport
des mozrabes rfugis dAndalousie, on voit apparaitre, durant tout le XIIP sicle, une
quantit de nouvelles localits. Pour certaines dentre elles on possde les fueros de pobla
cin, tel celui dAlpubrega (1242)49. Le lieu, qui figurait en 1086, sous la forme Alkobreca,
parmi ceux donns par Alphonse VI la cathdrale de Tolde50, tait ensuite absent de la
documentation jusqu 1242, restant introuvable dans les documents de langue arabe, mais
aussi du Memorial de las aldeas de la Eglesia de Toledo, de 1234, et qui donne une liste de
tous les revenus du chapitre cathdral cette date, ce qui tend prouver quil n y avait
effectivement rien alors Alpubrega, et que lon est bien en prsence, avec la concession
du fuero, de la fondation dune localit nouvelle51. Celle-ci se maintiendra, et se dveloppera
48.-N . CABRILLANA, V illages dpeupls en Espagne, dans Villages dserts e t histoire conom ique,
Paris, 1965, p. 471.
49.- F. FITA, Madrid desde el ao 1235 hasta el de 1275, B oletn de la R eal A cadem ia de la H istoria 9
(1886), p. 21-23. F. HERNNDEZ, Los C artularios de Toledo, n 461.
50.- J. A. GARCA LUJN, P rivilegios reales de la catedral de Toledo. Form acin del patrim on io de la
S.I.C.P. a travs de las donaciones reales, Tolde, 1982, t. 2, n 1, p. 17-18.
51.- A. GONZLEZ PALENCIA, Los M ozrabes de Toledo en los siglos XII y XIII, Madrid, 1926-1930,
Volumen Prelim inar, p. 163 et suivantes.
sans doute, pendant plus dun sicle, possdant glise, places et res en 135052, pour disparaitre
dans le courant du XVe sicle53. D autres fueros sont encore plus tardifs, jusqu celui
dArgance, concd par les religieuses de San Clemente en 134054. Mais la signification de
ce demier, donn a los que hoi dia y son et a los otros que y quiseren venir a poblar daqui
adelante, est plus ambigue. Car la localit a peut-tre dj t peuple auparavant, aprs
1085, j entends55. Le texte atteste nanmoins, encore la fin de premire moiti du XIVe s.,
de la volont, ou de lespoir, de dvelopper le peuplement du lieu.
Plus frquemment cependant, ce bourgeonnement de localits nouvelles autour de Tolde,
dans le cours du XIIP sicle et au dbut du XIVe, nest attest que par les mentions de leurs
glises, parfois en construction, ou par lapparition dans les documents de personnages
demeurant en ces lieux.
Ces noms de lieux peupls qui surgissent pass le milieu du XIIP s. ne sont pas seulement
ceux dultrieurs despoblados, tels San Cebrin, Majazala, Daravales, Bauelos, Fuentelcao,
Cambrillos, Tocenaque, Darrayel, Algundern, Alimn, Adamuz, Peromoro, Villeriche, Aven
turada, Huendas, Barruelos, ou Canillas, mais galement des localits qui deviendront de
solides bourgades, comme Ajofrn, Burujn, ou Glvez, ou de plus modestes villages, tel
Layos.
Dans la Manche, le domaine des Ordres Militaires, Santiago, Saint Jean de Jrusalem et
Calatrava, on distingue nettem ent nettem ent deux tapes dans le repeuplem ent,
correspondant la premire au repeuplement, au sens obvie du terme, effectu dans la premire
moiti du XP s., en un grand nombre aldeas, organises autour de centres apparemment
hrits de la priode islamique.
Puis vient, dans la seconde moiti du XIIP s. et le dbut du XIVe, une politique de
concentration systm atique de l habitat en gros noyaux, origine des agrovilles ,
caractristiques encore aujourdhui de la zone, et qui constituent alors des villas, parfois
des centres fortifis. Cette politique sexprime dans les chartes dites de villazgo, concdant
le titre de villa, avec un territoire tendu, comportant un certain nombre d aldeas, dj
existantes au moment de loctroi de la charte, et qui disparaissent ensuite comme noyaux
de peuplement56.
Sur le territoire de lOrdre de Santiago, le cas d Almoradiel, Almaguer, Alcardete et
Aador parait rvlateur. Ce sont la autant de toponym es soit purem ent arabes
119
J .- P . M o l n a t
(Almaguer57, Aador58), soit arabiss (Almoradiel59, Alcardete60). tant donn que lon
ne peut supposer dans cette zone linfluence d une immigration mozrabe comme dans
celle proche de Tolde, cette toponymie suppose, sinon une continuit du peuplement
chrtien avec celui de lpoque islamique, au moins un repeuplement rapide aprs la
reconquete dfinitive.
De fait, Almoradiel constitue lune des rares localits de la Manche dont on puisse
retrouver le nom l poque islamique, sous le forme Moratilla61. Le nom de Moratilla se
maintient sans doute aprs la reconquete chrtienne de la zone, durant la premire moiti
du XIIIe s.62, avant de cder la place aux formes Moradiel, puis Almoradiel63. Mais
Moratilla/Almoradiel, ressurgie comme un chteau et un noyau de peuplement, la tete
dun ensemble englobant villa et aldeas, ne tarde disparatre, remplace par La Puebla
de Almoradiel64.
57.- Deux tymologies, lune et lautre purement arabes, ont t proposes pour Almaguer, soitjUi (al-magr)
la grotte (F. FITA, La Guardia. Datos histricos, Boletn de la Real Academ ia de la Historia, t. 11 -1887-, p.
387), ou
{al-magid) le canal dirrigation (M. ASN PALACIOS, Contribucin a la toponimia rabe de
Espaa, 2Cd., Madrid, 1944, p. 66), la seconde tant la plus gnralement suivie.
58.- Aador reprsente larabe _,>ui (al-ndzr), La Vigi (E. TERS, An-Nzr, Al-Manzar y An-Nazra
en la toponimia hispanorabe, Al-Andalus, t. 37 (1972), p. 325-335).
59.- Alm oradiel, ou Almuradiel, rsulte de la combinaison de 1arricie arabe avec un diminutif romn driv du
nom latin du mur.
60.- Alcardete rsulte galement de lapplication de 1article arabe un driv du nom du chardon, la terminaison
-ete passant pour tre typiquement mozrabe et signifier un lieu particulirement abondant en quelque chose
(R. MENNDEZ-PDDAL, Toponimia prerromnica hispana, Madrid, 1952).
61.- En 935, Abd al-Rahmn DI, rentrant vers Cordoue dune expdition dans la rgion de Saragosse passe,
entre U cls et Alczar de San Juan (Qasr B a n i A tiyya) par un Moratilla (dJ=^ M uratayl), dans le Fahs al-Lugg,
qui ne peut gure tre un autre lieu quAlmoradiel (IBN HAYYN, M uqtabas 5, n 245; texte, p. 362; trad., p.
271. Les traducteurs nidentifient pas plus le toponyme que
Lawtis, situ entre Ucls et lui. Lawtis nous
parait s identifier
Artutis ou ^ A w tu n is mentionn par al-UdrI sur le chemin de Cordoue Saragosse,
entre Qasr BanI Atiyya (Alczar de San Juan) et Ucls (Ed. AL-AHWNl p. 21, et note p. 148). Les lectures
Lawtis, A rtutiset Awtunis, se rduiraient U -A 4 O tis ou Awtis, soit Otes, correspondant peut-tre lactuel lieu-dit
Los Huetes, sur la rive du Cigela, au territoire municipal de Villamayor de Santiago, entre les despoblados de
Castillo Aador et Magaceda (Carte 660).
62.- II existe un problme de Moratilla, ou Moratalla, dans les documents de lOrdre de Santiago de la premire
moiti du XHIe s., que lon hsite autant identifier lune ou lautre Moratilla de la province de Guadalajara,
Moratilla de los Meleros, entre le chef-lieu et Pastrana (Michelin 444, K-21), et Moratilla de Henares, prs de
Sigenza (Michelin 444,1-21), o Fon ne retrouve pas par la suite de possessions de lordre, qu Moratalla, dans
la province de Murcie, au Nord de Caravaca (Michelin 444, R-24). Ainsi pour les chteaux de Paracuellos et de
Moratilla, cds par lOrdre en 1217 en prestim onio don Alvaro Nez de Lara (J. GONZLEZ, Reinado y
diplom as de Femando III, t. 1, Cordoue, 1980, p. 235, daprs AHN, Ucls, carp. 89/6, nidentifie ni Paracuellos
ni Moratilla. Le document est publi par M. RIVERA GARRETAS, La encomienda, el priorato y la villa de Ucls
en la Edad M edia (1174-1210). Formacin de un seoro de la Orden de Santiago, Barcelone, 1985, n 78,
daprs SALAZAR Y CASTRO, Lara, Pruebas, p. 627-628, identifiant ce Moratilla avec Moratilla de Henares).
Ainsi galement pour le concejo de Muratiella, villa et aldeas, avec lequel le Matre de Santiago passe un accord
en 1223 (DLE 313, et J. TORRES FONTES, Documentos del s. XIII, n 1, daprs AHN, Ucls, carp. 219/1, R.
MENNDEZ PIDAL et TORRES FONTES identifiant ce Muratilla Moratalla, province de Murcie, M. RIVE
RA GARRETAS, La encomienda, el priorato y la villa de Ucls, doc. 101, Moratilla de Henares). Nous
napercevons pas dautres lments permettant daffirmer que la Sierra de Segura tait aux mains des chrtiens ds
1217-1223, la prsence du document de Muratiella dans le cartn darchives correspondant Moratalla ne constituant
120
l OMHADES
De mme Almaguer, peupl dans la premire moiti du Xffle sicle, peut-tre pas en
1217-122165, mais plus probablement en 1223-122666, et certainement en 1237, dans laccord
entre lOrdre de Santiago et celui de Saint-Jean67, est remplac, vers la fin du XIIIe s. par
Corral de Almaguer68, le chteau dAlmaguer tant dmoli au milieu du XVe s.69
pas une raison suffisante. Par contre, il sagit incontestablement de Moratalla, dans la province de Murcie, le 5
juillet 1243, lorsque lTnfant, ultrieur Alphonse X, confirme lOrdre les chteaux de Segura que lui avait donn
son pre, commencer par M uratalla (M. RIVERA GARRETAS, La encomienda, el priorato y la villa de Ucls,
n 194). Mais la donation par Ferdinand III l Ordre de Santiago de la villa de Segura, avec son chteau et ses
territoires, lexception de ceux appartenant au royaume de Murcie, aux concejos de Riopal et dAlcaraz, au
royaume de Jan et aux concejos de Baeza et dUbeda, ne date que du 21 aot 1242 (J. GONZALEZ, Reinado y
diplom as de Fernando III, n 700, daprs AHN, Ucls, carp. 311/6. Egalement t. 1, p. 341, o J. GONZLEZ fait
remonter 1235 seulement le dbut de la pntration de l Ordre dans la zone).
63.- En 1238, M u radiel est cit entre G zquez Cuzquas et Villajos Villadaios, parmi les lieux o
larchevque Jim nez de Rada accuse les frres de l Ordre de Santiago dadmettre ses paroissiens dans leurs
oratoires, aux o ffices divins et la spulture (D. W. LOM AX, Jimnez de Rada y la Orden de Santiago,
doc. 1, p. 351). M ais, le 15 mars 1243, on trouve ecclesia de M oratella e t aldearum suarum, m aior
ecclesia de M u ratella, dans l accord entre l archevque R. Jimnez de Rada et l Ordre de Santiago, et le 7
fvrier 1245, dans sa confirmation par Innocent IV (M. RIVERA GARRETAS, La encom ienda, el p rio ra to y
la villa de U cls, n 192, lignes 2 et 7, et n 196, lignes 6 et 11, identifie le lieu com m e Moratilla de Henares,
localisation im possib le, puisque celle-ci serait situe dans l vch de Sigenza). Le 18 fvrier 1243,
Almuradiel vient aprs Criptana, Posadas Viejas, V illajos et M iguel Esteban dans la sentence de Ferdinand
III, rendue entre l Ordre de Santiago et le concejo d Alcaraz, et attribuant toutes ces localits l Ordre (J.
GONZLEZ, Reinado y diplom as de Fernando III, t. 3, doc. 705, p. 254, daprs AHN, U cls, carp. 365/2).
M.- Le 21 dcembre 1341, le Matre don Vasco Rodrguez concde La Puebla de Almoradiel son autonomie
par rapport Corral de Alm aguer (B. de CHAVES, A puntam iento legal sobre el dom inio so la r que p o r ex
presas reales don acion es perten ece a la Orden de Santiago en todos sus pu eblos, Madrid, 1740, f 49 r). Les
relaciones de 1575 datent de 300 ans auparavant le moment o La Puebla de Almoradiel a com m enc se
peupler, par abandon de l ancien site d Alm oradiel (C. VIAS et R. PAZ, R elaciones de los pu eblos de
Espaa ordenadas p o r F elipe II. Reino de Toledo. Segunda p a rte ., Madrid, 1963, p. 242-243).
65.- via de Villa de Tovas que sursum ten dit a d A lm aguer, M. RIVERA GARRETAS, La encom ienda, el
p rio ra to y la villa de U cls, n 88.
66.- M. RIVERA GARRETAS, La encom ienda, el p rio ra to y la villa de Ucls, n 129 et 130.
67.- los uillares p o b la d o s fa cero s que son de lo sfre y re s d U cles que an a p a c e r e a cortar en el termino
de Consuegra con los uillares fazeros son la Uega de M onreal e Aloyon e Escorchn e M ontealegre e Alm aguer
e U illadajos, LOM AX, La Orden de Santiago, p. 260. En 1241, laccord entre l archevque Jimnez de
Rada et l Ordre de Santiago portant sur les lim ites entre L illo, aldea de La Guardia, et Almaguer, villa de
lOrdre, concerne Alm aguer con sus aldeas (AHN, U cls, carp. 93/2. CHAVES, Apuntam iento legal, f
16). La rfrence donne par CORCHADO pour 1153, est errone, concem ant non Almaguer, mais Almoguera
(Toponimia m edieval de la regin manchega, dans VII Centenario del Infante Don Fernando de la Cerda,
Ciudad Real, 1976, p. 46).
68.- La mention dEl Corral com m e aldea en 1240 est peu sre (J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla
la Nueva, t. 1, p. 369). Par contre en 1273-1274, Pelay Prez, Matre de Santiago, vrifie les com ptes de ses
almojarifes con los nuestros pech os de la ribera de O reja e con Uilla rruuia e con M ontealegre e con el
C orral d A lm agu er e con el pech o de Ocana (D. Lomax, O. de Santiago, doc. 32, p. 272). Le 22 novembre
1314, A lphonse XI accorde don D iego N ez (ou M uiz), matre de Santiago, deux foires annuelles en el
logar d el C orral de A lm aguer (E. GONZLEZ CRESPO, Castillos andaluces en poca de A lfonso XI,
C astillos de E spaa, 2a p., 24/91 (juin 1986), publie le doc., p. 49, daprs AGS-RGS, III-1484). En 1285
et/ou 1315, le Matre de Santiago, par privilge donn Campo de Criptana, accorde Corral de Almaguer le
titre de villa, avec les trois aldeas dAloyn, Buenache et Puebla de Almoradiel (J. GONZLEZ, R epobla
cin de C a stilla la N ueva, t. 1, p. 369 et p. 276, note 68).
J .-P . M o l n a t
.- Les vestiges apparaissent encore sur la butte del Castillo, proximit de Corral de Alm aguer (L.
MORENO NIETO, La Provincia de Toledo, Tolde, 1960, p. 162b. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla
la Nueva, t. 1, p. 369). Le toponym e Cerro del C astillo, absent des cartes 659 et 660, se trouve sur la carte
provinciale au 1/200 000, avec la cote 833.
70.- En 1575, la relacin de Villanueva de Alcardete affirme que le nom du village est driv de celui
dAlcardete qui se trouvait sur les bords du Cigela, une petite dem i-lieue el cual pu eblo se d espobl p o r
esta r ju n to a el dicho rio y s e r sitio enfermo, y hoy dia se estn las ruinas de a lli y de los vesin os d el ta l lu gar
se com enz a p o b la r esta dicha Villanueva (C. VIAS et R. PAZ, R elacion es...R ein o de Toledo. Tercera
p a rte , Madrid, 1963, p. 731).
71.- Le Maitre don Garca Fernndez (1318-1327) accorda une charte au lugar de Villanueva ge rea de
A lcardete, confirm e, en 1328, par son successeur, don Vasco Rodrguez (AHN, U cls, carp. 93, vol. 2, n
33).
72.- Le 25 octobre 1178, don Pelay Calvo donne Pedro Fernndez, Matre de Santiago, m edietatem
ca stelli A nnadoris cum ejus pertin en tiis (J. L. MARTN, Orgenes de la Orden M ilitar de Santiago (11701195), Barcelone, 1974, n 93, et mentionne ce chteau parmi les lieux non identifis, p. 109). En septembre
1224, le Matre don Femand Prez donne peupler Annador con toda su heredat e el quarto de A lcardet e
el qu arto de Cuzquez (M. RIVERA GARRETAS, La encom ienda, el prio ra to y la villa de U cls, n 114). En
1575, la relacin de Villanueva de Alcardete, la question concernant les despoblados, donne une tym ologie
fantaisiste: ansi mismo hay un sitio de un castillo que se llama el c astillo Daador, p o r el dao que la gente
que en el se recoge en tiem po de las guerras sobre la Excelente y los R eyes C atlicos don Fernando y doa
Isabel, y d esd e a lli h a d a n da os y robos en to d o s los p u eb lo s com arcan os (C. V I A S et R. PAZ,
R elacion es...R ein o de Toledo. Tercera p a rte, p. 742. Cf. galem ent celle de Villamayor de Santiago, dans E.
J. ZARCO-BACAS Y CUEVAS, R elaciones de pu eblos d el O bispado de Cuenca, Cuenca, 1927, rd. PREZ
RAMREZ, Cuenca, 1983, p. 590). Castillo Aador dominant la rive gauche du Cigela, et Puente Aador
sur la rivire, sur la commune de Villamayor de Santiago, province de Cuenca (Carte 660).
73.- Le 1er novem bre 1321, Garca Fernndez, Matre de Santiago, concede le fu ero dU cls, Las Cho
zas, appele ensuite Villamayor, et o se transportrent les habitants dAador (M. RIVERA GARRETAS,
La encom ienda, el prio ra to y la villa de U cls, n 242. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la N ueva, t.
2, p. 61-62).
74.- En 1343, l Infant don Fadrique, Matre de Santiago, mancipe La Puebla de Don Fadrique de Corral
de Almaguer, lui donne le fuero de Seplveda et prvoit l tablissement de colons venus de l extreur de la
terre de l Ordre los que d e fu e ra de la nuestra tierra vinieren a m orar y p o b la r a l dicho lugar (CHAVES,
Apuntam iento legal, f 49 v. J. GONZLEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, t. 1, p. 369, et 2, p. 62). A
la fin du X V ICs., on parle encore de Puebla de Don Fadrique (C. VIAS et R. PAZ, R elacion es...R ein o de
Toledo. Segunda p arte, p. 244, 245, 321). Le changem ent de nom en V illa de Don Fadrique, pour viter la
confusin avec Puebla de Don Fadrique, dans la province de Grenade, date du dbut du X X e s. (L. MORENO
NIETO, La P rovincia de Toledo, p. 658a).
122
plus accidentes, tels que les M ontes de Toledo et autres, o prvaut pendant longtemps,
de par la volont expresse de leurs possdants (concejos urbains, ou ordres militaires),
lexploitation sylvo-pastorale75, et qui constituent ainsi une frontire de peuplement
jusqu une date beaucoup plus avance. Ainsi dans l tendue des Montes de Toledo
(dans le sens juridique de l expression, cest dire la seigneurie collective urbaine
constitue en 1246, et qui comprend galement, jusquau milieu du XVe s., une partie
aujourdhui situe en Extrmadoure), la plupart des aldeas mentionnes au moment de
l acquisition du territoire76 par la ville disparaissent-elles ensuite. La zone est peuttre
plus vide, vers 1340, dans le Libro de la M ontera d Alphonse XI quelle ne l tait un
sicle plus tt.
Jusqu quelle date peut-on considrer Castilla-La Mancha comme une frontire
en ce sens? En mettant part le cas, peut-tre assez exceptionnel des Montes de Toledo,
on peut dire que le repeuplement se poursuit au moins jusquau dbut, sinon jusquau
milieu, du XIVe sicle. En ce sens, Castilla-La Mancha reste une frontire longtemps
aprs l loignement de la frontire.
La constitution du Comn de la M ancha en 135377 peut tre pris comme date
symbolique du moment o se termine le repeuplement, cest--dire o Castillla-La
Mancha cesse de constituer une frontire .
75.- Laccord de dlimitation de 1269 entre Tolde et lOrdre de Calatrava stipule linterdiction de nouvelles
pu eblas, hors celles de M ilagro et de M orillas [del Chiquero], dj existantes porque los estrem os non
minguen (B ulario d e la Orden M ilita r de C alatrava, Madrid, 1761, rd. fac-sim ., Barcelone, 1981, p. 133.
J.-P. MOLNAT, Lorganisation du territoire entre Cordillre Cntrale et Sierra Morena, du XIICau X IV e
s., dans A. RUCQUOI d., Gense m divale de l tat m oderne, Valladolid, 1987, p. 75).
76.-L a v ille achte au souverain les territoires que l archevque don Rodrigo avait changs avec celui-ci
e con todas las a ldeas: Polgar, con quanto el arzobispo dio a los de Polgar, e fueron tenedores, Pennaguilera
con su dehesa, e e l C orral de M artin G., e D os H ermanas, e Cedeniella, M alam oneda, P errera, Pennaflor,
Yebenes, San Andrs, Santa M aria de la Nava, M arializa, N ava Redonda, M iraglo, la Torre de Foja Abrahen,
Muro, Acijara, Penna e Alcocer, e las d os p a rte s d el term ino e del m ontadgo e la tercera p a rte que fin qu e al
m aestre d e A lcn tara (M. de M ANUEL RODRGUEZ, M em orias p a ra la vida del santo rey don Fernando
III, Madrid, 1800, rimp. fac-sim il, Barcelone, 1974, p. 482. J. GONZLEZ, Reinado y diplom as de Fer
nando III, t. 3, n 732).
77.- B. de CHAVES, Apuntamiento legal, f 50, cit par M. CORCHADO SORIANO, Toponimia medieval,
p. 105-106. Le mme passage est analys par P. A. PORRAS ARBOLEDAS, Los seoros de la Orden de Santiago
en su provincia de Castilla (siglo XV), Universidad Complutense de Madrid, 1982, t. 1, p. 267-268.
123
A cta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
L ' e s p a c e e n t r e S i e r r a M o r e n a e t M a n c h e l 'e p o q u e a l m o h a d e
Les proccupations actuelles des historiens du Moyen Age pour l espace et son
organisation refltent en partie lvolution qui a cours aux X lle et XlIIe sicles dans
lOccident mdival chrtien. A cette date, on assiste en effet un intrt croissant pour
lespace et son contrle, en liaison avec le processus de territorialisation des pouvoirs.
En mme temps qumergent les tats nationaux, la volont de dominer et done de dfinir
lespace augmente. Elle se manifest tous les niveaux de la socit. D une part, cette
priode se caractrise par la fixation des frontires entre les royaumes chrtiens et par la
projection de ces frontires sur le territoire musulmn conqurir; la ngociation des
places frontalires dont on a de nombreux exemples entre les royaumes chrtiens, ainsi
que les traits signs entre eux visent tablir une souverainet territoriale nationale.
Dautre part, la multiplication des accords entre seigneurs pour dlimiter leurs domaines
respectifs - au XlIIe sicle, ces chartes abondent entre les Concejos, les Ordres Militaires,
l archevch de Tolde dans la zone qui nous concerne - trahissent un souci plus grand
de cerner l espace. Cette volution notable ne trouve pas vraiment son quivalent dans
la socit musulmane contemporaine. Si l espace semble intresser les gographes, par
exemple, qui le mesurent en tapes et le parcourent en itinraires, c est moins les limites
du dar al-islm qui attirent leur attention que son fonctionnement et sa morphologie.
La premire intervention militaire des Almohades en al-Andalus a lieu en 1147, quand
Abd al-Mumin envoie une arme lappel dIbn QasI dans lAlgarve sous la direction
de Barrz. La dsagrgation de l empire almoravide est en train de sachever en Afrique
comme du ct de la Pninsule. Les rvoltes locales comme celle des Murldln en Algarve
se multiplient et l mergence de l tat dIbn Mardanls dans le Levant contribue au
dmembrement de l empire almoravide. Cependant la zone comprise entre Sierra More
na et Manche reste un temps lcart du tourbillon almohade, marche frontalire du
royaume de Castille avec le Levant mardanfsTa l crasement duquel se consacrent les
califes Abd al-M umin et son fils Ysuf Yaqb, et avec al-Andalus. C est seulement
aprs la mort d Ibn Mardanls et le ralliement des membres de sa famille au tawld que
les souverains almohades peuvent se retourner contre la Castille d Alphonse VIII.
Premire manifestation de ce changement dobjectif, la campagne de Huete de 1172 n a
pas des consquences territoriales importantes, et la signature de trves n empche pas
dans les annes quatre-vingt le renforcement de la position de la Castille dans les valles
du Jcar, et du Gabriel... C est avec la prise de Calatrava et la victoire d Alarcos en 1195
que la valle du Guadiana, entre Sierra Morena et Monts de Tolde, passe, lexception
de l enclave de Salvatierra, sous la domination almohade jusqu la victoire chrtienne
de Las Navas de Tolosa. Jusqu cette date, elle fait partie du royaume de Castille.
127
1.- AL-HIMYARI, Ibn Abd al-M unim, K itb a l-R a w d a l-M itar f t habar al-aqtar, dit et traduit par
variste LVI-PROVENQAL, Brill, Leyde, 1938.
2 .- YAQT, Mu'gam al-Buldh, 5 vols., Dar sder, Beyrouth, 1977, traduction espagnole de Gamal
A BD AL-KARM , C uadernos de H istoria del Islam , VI, 1974, pp. 60-394.
3.- Mu'gam, texte, III, p. 23; trad. p. 165-166.
4.- Mu'gam, texte, IV, p. 454; trad. p. 263: hisn min a'm l U rftbi-l-A n dalu s lahu w ilyat wa qura.
5.- Mu'gam, texte, V, p. 207; trad. p. 291.
128
L ' e s p a c e e n t r e S i e r r a M o r e n a e t M a n c h e l 'e p o q u e a l m o h a d e
Par ailleurs, Calatrava apparait un petit nombre de fois dans les recueils biobibliographiques, ndice dune activit intellectuelle sans doute bien modeste. Dans
Nomina de sabios de al-Andalus, Manuela Marn mentionne deux noms seulement6.
Les chroniques des priodes mirales et califales confirment les lments quon vient
de mentionner. Mais dans tous les cas, il faut tre attentif au fait que les renseignements
que lon obtient se rapportent une poque assez ancienne, avant les bouleversements
introduits par l avance de la reconqute.
129
lments qui nous donnent quelques indications sur ce thme sont les rsultats des fouilles
archologiques rcentes. Lenceinte de la ville proprement dite enserre quatre hectares,
ce qui reprsente une taille moyenne mais non ngligeable par rapport aux normes de
lpoque. Rappelons titre de comparaison que la ville de Mrtola, au Portugal, avait
une superficie de sept hectares intra-muros. Or c est une ville qui apparait souvent dans
les textes et qui semble avoir eu un role assez important. A Calatrava, ce sont surtout les
faubourgs (arbad) qui devaient apparemment contenir la plus grande partie de la
population de Calatrava. En effet, ceux-ci stendaient sur les cts de l enceinte ne
donnant pas sur le Guadiana11 et semble-t-il par endroit, jusqu un kilomtre autour des
muradles. Les vestiges confirment les textes pour certaines des tapes de construction
de la ville en particulier lpoque omeyyade. La rupture de 854-855, au cours de laquelle
la ville est dtruite puis reconstruite l initiative de l mir omeyyade Mohammad Ier
est relate par Ibn Al-Atlr12qui rappelle que Mohammad Ier b. Abd al-Rahmn, chargea
son frre, al-Hakam, de repeupler la ville aprs en avoir remont les remparts dtruits
par les Toldans. Al-HimyarI rapporte, dans la notice quil consacre Urifl, l antique
Oreto, que cette ville fut dserte en 241/855-856 quand il fut ordonn sa population
daller peupler Caracuel et Calatrava13. Cette dernire est done une localit fortifie
dimportance urbaine, cest du moins ce qui ressort de ses fonctions et de son extensin,
meme si lon na pas les moyens de mieux valuer sa population, qui structure un territoire
relativement tendu.
Le peuplement arabe de la rgion est form par un contingent assez consistant de
quelques centaines de Bakr b. Wil sur lequel on trouve quelques indications tres breves
dans Ibn Hayyn14. A cette poque, les gens de Calatrava sont encore considrs comme
formant un qawm arabe bien identifiable. Mais dans la Gamharat d Ibn Hazm, ces Ara
bes ne sont pas mentionns, ndice peut-tre que leur identit stait alors dissoute dans
lensemble andalou.
Dans la liste souvent cite des contingents militaires sans doute essentiellement arabes
(et peut-tre berbres) que fournit le Bayn al-Mugrib f abar al-Magrib d Ibn IdarI,
Qal'at Rabd/r est mentionne avec Oreto, et les deux localits apportent ensemble 387
cavaliers comme le Fa/rsal-Ballt{400), sans doute beaucoup moins quElvira, Jan ou
Cabra, mais plus que Tudmir (156), Algsiras (290), Carmona (185) ou Takurunna (297)15.
Ce nombre de 387 fourni dans la liste semble correspondre au nombre de guerriers mon .- RETUERCE VELASCO, Manuel, Calatrava la Vieja. D iez aos de investigacin arqueolgica,
A rqueologa en C iudad Real, coordinateurs SNCHEZ RESEGUER, Jos; GALN SAULNIER, Catalina;
CABALLERO KLINK, A lfonso, FERNNDEZ OCHOA, Carmen; MUSAT HERVS, Mara Teresa, Ciudad
Real, 1994.
12.- IBN AL-ATR, A nuales du M aghreb et de l E spagne, d. FAGNAN, Alger, 1901, p. 231.
13.- A l-R a w d , n 31 et n 150, texte p. 33 et p. 164, trad. p. 42 et p. 196.
14 IBN HAYYN, Ab Marwn Hayyn b. Halaf, K itdb al-M uqtabis f f ta 'rih riga al-A ndalus, III, d.
AN T U A , Melchor, p. 29, reproduit dans TERES, Linajes rabes, Al-Andalus, 40, 1957.
15.- IBN ID ARl, K it di) al-Baydh al-M ugrib f t abbdr mulk al-Andalus wa-l-M agrib, II, dition LVIPR O V E N A L et COLIN partir de ldition de DOZY, Ley de, 1848-1851, Dar Sder, Beyrouth, 1 9 8 0 ,p. 111112 [109], trad. FAGNAN, p. 179 cit par L VI-PR O V ENAL, variste, H istoire de l Espagne musulmane,
I, Paris, 1950, p. 292 kdhat iddat al-fursdh al-m ustanfirm li-azw w a-l-saifa...
130
ts (400) que les Arabes Bakrites de Calatrava envoyrent en 755 au secours du chef des
Kaysites assigs dans Saragosse par les Ymnites. Aux VlIIe-IXe sicles, Calatrava
semble tre une position stratgique caractre principalement militaire contrlant la
route de Cordoue vers le nord, dote dungund arabe de quelques centaines de guerriers16.
Calatrava devait ainsi tre le seul centre caractre urbain de ce territoire. Sous
Abd al-Rahmn III, d aprs la liste des gouverneurs du dbut du califat, il y a une kura
de Calatrava avec un gouverneur particulier17 jusquen 328/939-940, anne o il n y a
quun seul gouverneur pour Tolde et Calatrava, ce qui est formellement confirm pour
lanne suivante (329/940-341)18 ; la dernire anne, 330/941-942, il ny a toujours quun
seul gouverneur pour les deux kura-s19. II semble que la situation de paix ait rendu inutile
la prsence dun gouverneur particulier pour Calatrava.
De Calatrava dpend un assez vaste territoire qui devait tre plus ou moins bien
quadrill par un rseau de Mish et d alqueras (qura). Ce rseau est peut-tre moins
dense que dans les autres rgions d al-Andalus, les localits peut-tre moins peuples,
mais cette organisation de lespace est perceptible sur le terrain, Alhambra, Eznavexore,
Salvatierra20, par exemple. Ces centres de peuplement prsentent les caractristiques
communes de se trouver sur un site de hauteur, dont la partie sommitale est peu prs
tabulaire et entoure par une muradle, voire plusieurs, dont subsistent parfois actuellement
des fragments ou quelques tours. Par ailleurs, ces sites dominaient une plaine o se
trouvaient sans doute des villages mais dont il ne reste aucun vestige aujourdhui. La
difficult dans la rgion cntrale dal-Andalus rside dans la faiblesse de la documentation
tant musulmane que chrtienne dont disposent les zones levantines. Rares sont en effet
les sites documents. Celui d Eznavexore pourrait apparaitre dans le Muqtabis o Ibn
Hayyn rapporte comment en 275, SaId b. Abd Allh b. Hangar trouve refuge dans un
certain Msn Garifa, correspondant au site actuel de Torres de Xoray, entre Manrique et
Villa de Juan Abbad, au sud de Montiel, o il fut assig par le mil de la ville de Jan,
dont dpend ce Msn, Ubayd Allh b. Muhammad b. al-Gamr b. Abl Abda21. Mais
lidentification de Torres de Xoray avec ce Msn Garifa nest rien moins sre. Ce toponyme
apparait aussi dans le Muqtabis loccasion d une asaifa d Abn, fils de l mir Abd
Allh en 302 H/914-915, et oncle du calife et comme une madma en 322 H/933-34.
Dautre part il est fait mention d un comte Gomes de Garlsa en 330 H.22 Les restes
16.- GUICHARD, Pierre, Structures sociales orientales e t occidentales dans l E spagne musulmane,
Mouton, Paris-La Haye, 1977, pp. 200, 216, 228.
17.- IBN H AYYN, A l-M u qtabis, V, dition CHALMETA, Pedro, CORRIENTE, F SU BH , M., Instituto
hispano-rabe de Cultura, Madrid, 1979, pp. 167, 190, 241, 291, 313, traduction espagnole de CORRIENTE,
pp. 193, 215, 267, 321, 348.
18.- Ibid. texte p. 318, trad. p.354.
19.- Ibid. texte p. 329, trad. p.368.
20.- A l-Raw d, n 97, texte p.108, trad. p. 132 : Sur le territoire d A lphonse (min balad al-Idfns), un des
hustm dal-Andalus, dpendant de la juridiction de Calatrava (min am al Q a l'a t RabaA).
21.- IBN HAYYN, A l-M uqtabis, III, d. ANTUA, texte p. 51 : S a id b . A b d A llih b ./f a n g a r w ah u w w a
m u fa tif a la l-sulflh bi-Msn garfsah min Gayyn.
22.- IBN HAYYN, A l-M uqtabis, V, texte pp. 98-99, 3 4 2 ,4 8 4 , traduction pp. 85, 257, 364, original pp. 65,
2 3 1 ,3 2 6 .
131
archologiques les plus abondants sur ce site sont constitus par la cramique vitrifie,
de type califal des Xe-XIe sicles, et confirment une occupation prcoce; une visite
rapide n a pas permis cependant de trouver de la cramique califale verte et brue. Signe
de Fimportance du site, en 1239 eut lieu une partition des terres entre les ordres de
Calatrava et Santiago au sud de Ciudad Real, qui prit comme base les chteaux de
Salvatierra et d Eznavexore23. Tant les sites choisis, au sommet de buttes assez leves
et daccs difficile, que leur situation permettent de rapprocher ces husn des sites
levantins, et done de lorganisation caractristique de la zone orintale24 o a t observe
une dualit du peuplement entre site fortifi (Msn-castrum) / villages de plaine ou de
valle (qurd-alqueras). Ces demiers se situent, par groupes, dans la dpendance de chacun
des Mish organisant une rgion en territoires castraux bien dlimits, dpendant leur
tour de la madma qui concentrait les fonctions administratives et juridiques, Calatrava
dans le cas prsent. Cest peut-tre le cas de Montiel, dj cit, Munt G/ chez Yaqt qui
fait probablement rfrence au Campo de Montiel, organise autour d un site fortifi
selon toute vraisemblance, mais aussi de Caracuel, Mestanza... II conviendrait de faire
un inventaire exhaustif de ces sites dans le territoire de Calatrava; ainsi, al-UdrI signalet-il que deux itinraires au Xle sicle, de Carthagne Tolde et de Cordoue Saragosse
se croisent25 Qasr Ibn Afliyya26 qui semble correspondre l actuelle Alczar de San
Juan, et qui serait peut-tre aussi lun de ces sites castraux, comme la forteresse de
Mora, cite par Ibn Hayyn, place par les habitants de Tolde sous les ordres du grand
criminel Muflarrif b. Abd al-Rahmn b. Hablb qui rend la place quand al-Nsir li-Dln
Allh Fy assigea lors d une des nombreuses expditions cordouanes contre Tolde27.
Ce Msn dpend de Tolde cette date et servait de refuge pour les prvaricateurs
(mustarkanan li-l-mufsidm).
Sil est difficile de dlimiter plus prcisment F espace control par QaVat Rabah, on
peut, en revanche sinterroger sur les origines du peuplement de ce territoire, entre Sie
rra Morena au sud, les Monts de Tolde au nord, Alcaraz l est et Almadn l ouest.
Les hauteurs de la Sierra Morena, dans leur partie occidentale, taient depuis l poque
mirale occupes principalement par des groupes berbres. Dans le Gabal al-Baranis
(Sierra de Almadn), des Berbres possdaient la localit de Caracuel (Karkar), et un
peu plus au sud une sierra porte toujours le nom tribal berbre de Mestanza comme en
tmoigne le fait que, propos de Mis tasa (Mestanza)28, Msn dpendant d Oreto (min
23.- RUIBAL, Amador, Eznavexore o Torres de Xoray ?: vestigios islm icos en el primer enclave
santiaguista de Ciudad Real, A l-Q an tara, V, 1984, C.S.I.C., Madrid, pp.428-449.
24.- GUICHARD, Pierre, Les musulmans de Valence et le Reconquete (Xle-XIIIe sicles), IFEAD, 2 vol.,
Damas, 1990, p. 201.
25.- VALLVE, Joaqun, La divisin territorial de la Espaa musulmana, CSIC, Instituto de filologa,
Departamiento de Estudios rabes, Madrid, 1986, p. 285.
26.- A L -UD R, Ahmad b. Umar b. Anas, TarsF al-aAbdr, Fragm entos geogrfico-h istricos, d. Abd
a l-Az!z al-Ahwnl, Madrid, 1965, p. 4. Ce site apparat aussi dans Ibn Hayyn, le M uqtabis, V, texte p. 245
pour l anne 935 com m e une tape appartenant au Fahs al-lugg.
27.- IBN HAYYN, A l-M uqtabis, V, texte p. 188, trad. p .2 13.
28.- M u'gam , texte, V, p. 126; trad. p. 287, n 351.
132
a ml Urfjt) et de la juridiction (min amal) de Los Pedroches, Yaqt rappelle que ce nom
est aussi celui d une tribu berbre. Autre ndice dun peuplement berbre de la rgion, le
toponyme de Cuzna, port par un cours deau de la partie mridionale du Campo de
Calatrava qui semble provenir du nom de la tribu des Guznwa29; le Fafaal-B allt(Los
Pedroches), par ailleurs, est principalement peupl, lui aussi, de Berbres30.
Pour l poque de l mirat et du califat, les chroniques apportent de nombreux
tmoignages sur les tensions ethniques dans la rgion. Le Bayn, par exemple, rappelle
que dans leur lutte contre les Omeyyades de Cordoue, les Toldans mirent sur pied des
troupes assez nombreuses pour aller battre la campagne au sud de Tolde en direction de
Calatrava; ce qui contraint la garnison vacuer la ville jusqu sa roccupation sur
ordre de Mohammad Ier, Cette roccupation ne suffit pourtant pas neutraliser lactivit
des groupes d incursion toldans. En 953, ils mirent mal les fermes de la valle du ro
Jandula, peuple probablement par des Berbres31.
Pour Alamn, (Al-Fahmiyym), de la juridiction de Tolde (min a mal), dans al-Andalus,
Yaq,t prouve le besoin de rappeler que ce nom est le pluriel de Fahm, nom de la tribu
Cqab/la) des Alfahmiyyln32. Plus Test, le peuplement semble tre rest majoritairement
muwallad.
133
34.- LV I-PR OV ENIAL, variste, Hispano-arbica : la Mora Zaida, femme dAlphonse VI de Castille
et leur fils l infant D. Sancho, H espris-Tam uda, XVIII, 1934, pp. 1-8.
35.- LV I-PR OV ENAL, variste, Un recueil de lettres officielles almohades, tude diplomatique et
h istoriq u e, H e s p ris , X X V III, 1941, Lettre n X X X V , date de 1196, pp. 66 -6 7 ; M agm a* r a s d il
m uwahhidiyya min in/a kuttb a l-d a w la t al-m u m iniyya, d. arabe de LVI-PR OV ENAL, Rabat, 1941.
36.- A l-R aw d, n 97, texte p. 108, trad. p. 133.
134
Morena passe dfinitivement aux mains des Castillans lexception d une ou deux places
fortes isoles37.
Les dominations musulmanes ou chrtiennes successives, le passage frquent des
armes, les luttes rptes, la destruction des forteresses ou leurs reconstructions
contriburent dsorganiser les structures du peuplement de la rgion et les cadres
administratifs mis en place par les Omeyyades. Certaines chroniques nous donnent des
ndices du dpeuplement des rgions centrales, comme ce passage du Mann bi-l-imma
dIbn Shib al-Sal qui dcrit l expdition de Sancho Jimnez d Avila en 1173 (la prise
de 50 000 ovins, 200 bovins, 150 Musulmans). La troupe almohade qui part leur
poursuite arrive au chteau de Pedroche {Bitrs, au sud du Campo de Calatrava, la
limite du F ahal-B allt), abandonn et dsert38. Une partie de la troupe, trop faible pour
aller un rythme si rapide sy installe.
Quant aux structures chrtiennes antrieures, les sicles d occupation musulmane en
taient venues bout. Tmoin de ce processus, la disparition de lvch d Oreto, miIXe sicle, au moment de la reconstruction de Calatrava, l initiative de l m ir
Muhammad Ier, et du transfer de population de l ancienne cit romaine vers le nouveau
centre musulmn. Le choix du roi Alphonse VII d attribuer la mosque de Calatrava des
la conqute de la ville par les Castillans, en 1147, larchevque de Tolde39 et done de
ne pas restaurer l ancien vch w isigothique d Oreto contribue la difficult
dapprhender l organisation de cet espace dans la priode musulmane. En effet, la
restauration de cet vch aurait sans doute eu comme consquence une structuration
plus forte du territo ire , avec com m e consquence probable l existence d une
documentation plus importante.
Au X lle sicle, la rgion situe entre Sierra Morena et Manche ne constitue plus un
vaste territoire intgr dans les structures dun grand empire, comme lpoque du califat
omeyyade, mais une zone frontire entre des tats rivaux en guerre presque permanente.
Zone stratgique, rgion de contact, moins densment peuple que ses voisines
septentrionale, mridionale ou orintale, elle retient pendant presque un sicle la frontire
entre Chrtiens et Musulmans. Pendant les luttes entre ltat mardanfsf, soutenu par
Alphonse VII puis Alphonse VIII, et les Almohades, la Manche constitue la marche de
Castille et le Dar al-6arb des Almohades. Cette situation dure jusquen 1197, date
laquelle la frontire passe aux Monts de Tolde. Or, pendant les trois lustres de domination
almohade du Campo de Calatrava qui suivent, nous avons trs peu de renseignements
sur lorganisation du peuplement, ou sur celle de Tadministration de ces rgions et nous
37.- Pour les dtails de rvn em en tiel et de l histoire politique, voir HUICI M IRANDA, Am brosio, Las
Grandes B ata lla s de la R econquista, CSIC, Madrid, 1956 et H istoria poltica del im perio alm ohade, 2vols,
Instituto General Franco de Estudios e investigacin hispano-rabe, Ttouan, 1957, mais aussi GONZLEZ
GONZLEZ, Julio, R epoblacin de C astilla la Nueva, d. RIALP, Madrid, 1979.
38.- IBN SHIB AL-SAL, Al-M ann bi-l-im im a, d. Abd al-Hd al-TzI, Beyrouth, 1964, pp. 557-560:
wa huwwa qafrun la a n tsfih i, traduction espagnole de HUICI MIRANDA, Ambrosio, Valence, 1969, pp. 227229.
39.- A .H .N ., L iber P rivilegioru m Toletane E cclesiae, I, f 83.
135
136
L ' e s p a c e e n t r e S i e r r a M o r e n a e t M a n c h e l 'e p o q u e a l m o h a d e
amens le produit des dimes provinciales comme en tmoigne le passage du Bayn sur
les dimes de Bja41 et comme le prouve une lettre, cite par Ibn Shib al-Sal, adresse
par le calife Yaqb al-Mansr aux Almohades de Grenade leur apprenant quil a deman
d aux Tlib-s de Sville de leur verser la mme somme que celle verse Cordoue pour
les ncessits de dfense de la ville42.
La forc apparente de cet empire almohade cache pourtant de grandes faiblesses qui
se manifestent par les difficults d expansin militaires en particulier dans la Pninsule.
On peut rattacher une partie de ces difficults la mfiance andalouse lgard d une
idologie et d une doctrine auxquelles sont hostiles les fuqah malikites, les docteurs
andalous de la loi musulmane. La longue dure de la rsistance d Ibn Mardanls face aux
Almohades pourrait tre une des consquences de cette mfiance andalouse lgard du
pourvoir berbre43. Mais ces raisons sajoute la lourdeur de l appareil almohade, tant
du point de vue administratif, que militaire. Cette caractristique de ltat almohade
contraste avec 1apparente souplesse de la socit chrtienne la mme poque.
Lapparition des Ordres Militaires nationaux est un bon exemple de cette inventivit
occidentale. Lapparition de ces Ordres rpond un besoin conjoncturel, un moment
o les Ordres internationaux, tel lOrdre de Saint-Jean du Temple, ne russissent pas
simposer comme forc suffisante pour contenir la vague almohade mais trahit des
changements structurels dans lorganisation du pouvoir et de la gestin de lespace et
constitue une innovation complete par le rattachement lOrdre monastique de Citeaux.
Lanne 1157 cristallise ce tournant innovateur, avec l abandon de Calatrava par les
Templiers et sa reprise par Raymond qui venait de Fitero, abbaye cistercienne dont il
avait la direction jusqu cette date. Cet ordre militaro-monastique sintgre parfaitement
dans les structures religieuses existantes, en ractualisant la fonction de moine-soldat.
Face cette souplesse de la socit chrtienne occidentale, dans laquelle les individus
sont tres largement intresss au processus de conqute, que ce soit titre personnel
dans un premier temps, ou, titre collectif ensuite, dans les concejos dExtremadure et
dans les Ordres Militaires, l tat almohade apparait comme un appareil bureaucratique
tres lourd, qui, sous prtexte de tout rgler dans les moindres dtails, dissuade linitiative
individuelle.
Ainsi, lire les chroniques almohades, si on na pas limpression que les musulmans
andalous soient absents de leffort de guerre sainte que lon per90it l poque almohade,
ils y sont prsents comme soldats ou officiers du gund andalou, gouvemeurs ou garnisaires
des places frontalires, c est--dire leur place, dans des structures tatiques qui laissent
peu de place l initiative ou mme lenthousiasme individuel. Tel est le cas de certaines
41.- IBN IDAR, Al-Marrkusl, Kitb al-Bayn al-Murib ffa< br mulk al-Andalus wa-l-M agrib, dition
par HUICI M IRANDA, Ambrosio (avec la collaboration de BEN TAWIT, Mohammad et AL-KITTN, M.I.),
Ttouan, 1963, (partie relative aux Alm ohades) p. 105, traduction HUICI M IRANDA, Ambrosio, 2 vol., vol.
II et III de la C oleccin de crnicas rabes de la R econquista, Ttouan, 1953-1954, p. 21.
42.- Al-M ann, texte p. 374, trad. p. 130: wa qad h ta b n a l-ta lib a alladm b-Isb/liyya an y a d fa 'u li-lM uw aM idm a lladm bi-G arnta min al-baraka m i//m a h a d a h u ahlu Qurtuba.
43.- GUICHARD, Pierre, Les m usulmans de Valence et le Reconquete, pp. 118-120.
137
grandes familles comme les Ban Wazlr de Bja, mais aussi sans doute les Ban alAhmar d Arjona et les Ban, Asqilula qui jouent le role que lon sait 1poque suivante.
Rappelons aussi le ralliement des Ban, Mardanls au rgime almohade la mort du Rey
Lobo; ils furent intgrs dans les cadres de l arme almohade et conservrent des postes
de responsabilit. II serait intressant d ailleurs d tudier ces lignages andalous, leur
participation au gouvernement et leur permanence travers les poques successives.
Les Ban Azzn, par exemple, descendants des Ban Galbn de la rgion de Santaver
et probablement dorigine berbre, ont des responsabilits de la fin de 1poque almoravide
jusqu l poque almohade. On trouve en effet des Ban Azzn d origine berbre dans
les Marches cntrale et orintale depuis l mirat44. Des fuqaha' sengagent cependant
dans la guerre sainte. Dominique Urvoy a bien repr, pour la priode 565/1170-610/
1213 un nombre de savants morts martyrs relativement lev par rapport aux chiffres
des poques prcdentes, qui taient rests un niveau assez bas45. Mais autant quon en
puisse juger, cette activit de gihd. reste tres lie la mise en ceuvre de la politique
correspondante par ltat, bien que l on trouve, la fin de la priode surtout, quelques
indications sur l existence de groupes de combattants exeryant leur activit aux frontires
et ne semblant encadrs que de fayon lache par linstitution militaire officielle.
Les tmoignages concordent par ailleurs pour montrer la lenteur de dplacement des
armes almohades, le temps pass en prires, en discussions thologiques au moment de
grands siges ou grandes batailles; cest le cas par exemple au moment du sige de
Huete. Le calife commence par passer les troupes en revue. Puis le soir venu, il runit
les sayh-s almohades pour mettre au point une stratgie d attaque. Le lendemain, prire,
lectures, prparation, prestations d hommage au calife de la par des jayr-s almohades...
Au plus fort du sige, un des gnraux almohade se prsente devant le calife pour obtenir
du renfort pour prendre une tour qui aurait d lui ouvrir la ville et trouve le souverain en
compagnie de son frre et des talib-s en pleine runion de rflexion sur le dogme et
n obtient aucune rponse46.
Ibn Shib al-Sal, contemporain et proche du pouvoir almohade, nous fournit de
nom breuses descriptions du faste qui accompagne le dplacem ent du calife, des
crmonies l occasion des dcisions importantes, de la frquence des runions de
izyAs, des divers conseils... Rigidit, perte de temps, lenteur des dcisions sont les
symptmes de la sclrose du pouvoir almohade la fin du X lle sicle. Une lettre
almohade47 de 560/1165 rapporte aussi que l mir Ab, Ysuf Yaqb repousse le dpart
des troupes de Marrakech destination de Sville parce que le mois de Ramadn arrive
et quil risque d puiser les forces des troupes. Certes, cette anne-l le mois de Ramadn
tombe au moment des chaleurs de juillet, mais ces retards participent la lourdeur gnrale
de lorganisation administrative et militaire de lempire almohade.
44.- Encyclopdie de l Islam , T dition, III, p. 794 et GUICHARD, Pierre, Structures..., p. 269.
45.- URVOY, Dom inique, Le monde des Ulm as andalous du VfXle au VlI/XIIe sicles, cole Pratique
des Hautes tudes-Droz, Paris-Genve, 1978.
46. - Al-M ann, texte pp. 529-530, trad. p. 208.
47.- Un recueil de lettres..., n XXIV, texte p. 140, trad. p. 50.
138
L e s p a c e e n t r e S i e r r a M o r e n a e t M a n c h e l 'e p o q u e a l m o h a d e
Cette centralisation de ltat almohade a des consquences sur la guerre dans l espace
entre Sierra Morena et Manche. Des deux types de guerres releves par J. Gautier-Dalch,
les guerres annuelles, locales, asaifas estivales, razzias, et les expditions de grande
ampleur, impriale ou royale, ce sont videmment ces dernires qui dominent lpoque
almohade. En fait dans les priodes de trve, les chroniques ne relvent pas dasaifas,
mme si elles constituent lessentiel de la vie de la frontire, et dans les priodes de
guerre, c est le souverain ou un de ses proches qui dirige larme48. Plusieurs lments
entrent dans la composition de cette arme califale, les contingents provenant du
recrutement national et qui conceme tous les Andalous ou Africains astreints au Service
militaire (gund), appels sous les armes (istinfir) loccasion des campagnes prvues,
ainsi que les soldats stipendis qui sont recruts hors des frontires d al-Andalus, en
Afrique essentiellement iasam)49. Ibn IdarI dans le Bayn relate les prparatifs de cette
arme impriale lors de la campagne de 1211, la concentration des troupes Marrakech,
chaqu tribu berbre fournissant un contingent de soldats, et l envoi d ordres aux
gouverneurs de provinces pour quils prparent les reais d tape pour le passage des
troupes, quils se chargent de la rfection des routes et des chemins. Ce texte est d ailleurs
un excellent tmoignage du mauvais fonctionnement du systme almohade, puisque le
calife la tete de ses troupes, parti en fvrier 1211 de Marrakech, traverse le Dtroit
seulement en mai, aprs avoir attribu les difficults dapprovisionnement rencontres
sur le passage aux gouverneurs et responsables locaux, en particulier ladministrateur de
Fez50. Ces contingents berbres mobilisables loccasion de campagnes prpares par le
pouvoir central sont hirarchiss en fonction de leur fidlit au rgime; ainsi, l ordre de
dfil de ces contingents tribaux pendant les grandes crmonies (tamyxz), au cours
desquelles le calife passe en revue toute son arme, est parfaitement codifi.
Par ailleurs, 1arme almohade est compose d lments permanents stipendis dont
font partie les guzz, par exemple, groupe d origine turque, venus d Egypte au Maghreb
en 1172, dabord au service des Ban Ganiya dans leur lutte contre les Almohades, puis
intgrs l arme almohade une quinzaine d annes plus tard. Tmoin de la prsence de
ces guzz, al-Marrkus, dans son Mu gib, qui nous donne des renseignements prcieux
sur ces mercenaires choys par le rgime. En effet, cette chronique rapporte lintgration
des guzz dans l arme mais fournit aussi des dtails sur leur sold (gmikiyya) quils
touchent tous les mois la diffrence des Almohades qui la per^oivent seulement tous
les quatre mois. Le calife justifie ce traitement de faveur par le fait que ce sont des
trangers que rien ne rattache aux terres quils dfendent, si ce n est cette sold, alors
que les Almohades ont des iq ta t et des biens. Lauteur prcise que malgr cela, le
calife attribua aux dirigeants de ces uzz des iqt*t aussi grands voire plus que ceux des
Almohades, comme ce S abn qui avait re$u en iq/a* de nombreux villages (qurz)
qui lui rap p o rtaient tous les ans environ 9 000 dinars, en plus de son norme
48.- GAUTIER-DALCH, Jean, Islam et chrtient en Espagne au X lle sicle. Contribution l tude de
la notion de frontire, H espris-Tam uda, XLVII, 1959, pp. 183-217.
49.- Un recueil de lettres..., lettre n XX X IV de 1190, texte pp. 220, trad. p. 64.
50.- al-Bayh, partie almohade, trad. pp. 261-264.
139
sold51. Autres lments permanents cits aussi par le Mu gib, les tribus nmades, comme
celle des Riyh qui passe avec armes et bagages, au grand complet, dans la Pninsule
ibrique; pisode confirm par une lettre officielle almohade de mars 1181 crite par
Pm ir des Croyants Ysuf b. Abd al-Mumin aux habitants de Cordoue52 leur annonant
la dcision de la tribu arabe des Riyh de partir au complet pour al-Andalus pour continuer
la guerre sainte contre les chrtiens et pour poursuivre leurs efforts dans la voie de Dieu.
Comme aux mercenaires tures, le calife octroie ces nmades arabes des terres ou leurs
revenus dans la Pninsule. Un recueil de lettres almohades en cours de publication au
Maroc semblerait indiquer, d aprs ce quen a lu Halima Ferhat, que le calife aurait regu
des protestations des villes dal-Andalus propos de ces troupes de mercenaires installes
leur proximit. Ces rcriminations traduiraient la mfiance des Andalous lgard des
trangers, berbres ou arabes, venus dans la Pninsule pour mener bien leur gihd, la
guerre sainte contre les Chrtiens.
A tous ces lments, sajoutent les agnad andalous, les troupes rgionales, les
gamisons des villes que lon voit sortir devant les armes chrtiennes avec plus ou moins
de succs. A la tete de ces agnad se trouvent des chefs andalous comme cest le cas pour
la rgion de Murcie confie au q a i d andalou Ab Utmn SaId b. Isa, qui avait t le
chef militaire le plus important la fin du rgime d Ibn Mardans, et qui aurait conserv
daprs Ibn Shib al-Sal le poste de gouverneur de la marche (jagr) de Chinchilla quil
occupait antrieurement, sous les Almohades; il aurait en fait probablement eu sous ses
ordres une sorte de grand gouvernement militaire recouvrant toute la zone frontalire
o taient concentrs les agnad (troupes rgulires) de Murcie53. De manire gnrale,
on peut constater que les zones frontires de la partie almohade dal-Andalus sont confies
des gouverneurs andalous, comme Sidry b. Wazvlr Evora et Beja, ou bien
Mohammad b. Hd Sanfiro54, et quelles ne semblent pas constituer la proccupation
principale du rgime, toute la rgion frontalire tant laisse sous forme de concessions
militaires aux BanI Wazr55. Un dernier exemple de la place des andalous dans les cadres
de l arme almohade aux Xlle et XHIe sicles est constitu par Ibn Qdis, nomm q'id
de Qal at Rabh par le calife Ab, Ysuf Yaqb en 1196, excut en 1211 p a rle calife
al-Nsir sous la pression de son vizir Ibn Gmi, en raison de la reddition de la ville
aprs un court sige chrtien. D aprs Ibn IdarI, cette excution injuste d un notable
andalou est une des raisons qui expliquent la dfaite de Las Navas de Tolosa, les troupes
andalouses refusant de se battre pour des oppresseurs trangers.
5I-- AL-M ARRKUS, Ab, Muhammad Abd al-Whid, Kitb al-m 'ugib f i l tal>fs a/jbr al-M agrib, d.
DOZY, Reinhart, Amsterdam, 1968, p. 210, traduction par HUICI M IRANDA, Am brosio, Coleccin de c r
nicas ra b es de la Reconquista, vol. IV, Ttouan, 1955, pp. 240-241.
52.- Un recueil de lettres..., lettre n XXVI, texte pp. 152-153, trad. p. 54 et IBN HALDN, H istoires
de B erbres et d es dyn asties musulmanes de l Afrique septen trion ale, trad. du Barn de Slane, Paris, 1927,
p. 203 et p. 205 .
53.- GUICHARD, Pierre, Les musulmans de Valence et le Reconquete, pp. 127-128.
A l-R aw d, n 107, texte p. 142-143, trad. p. 116.
55.- Ib id ., p. 118.
140
L ' e s p a c e e n t r e S i e r r a M o r e n a e t M a n c h e l 'e p o q u e a l m o h a d e
C est dailleurs dans les zones frontires, au premier rang desquelles il faut placer la
Manche et la haute valle du Guadiana que svissent les irrguliers, les mugwirh qui
apparaissent aussi dans la rgion de Murcie au dbut du XIIP sicle, mi-brigands misoldats qui se consacrent au gihad. Un peu plus l ouest, les habitants de Trujillo, tant
fantassins que cavaliers avaient la rputation de passer leur vie faire des razzias contre
le territoire chrtien au sud du Tage, Trujillo tant musulmane jusquen 1165 et de 1197
123256. De maniere gnrale, les habitants de la campagne andalouse doivent tre
toujours prts pour la dfense, dans une situation de mobilisation permanente. lis ne
sont pas tenus de participer aux campagnes du prince, sauf si celles-ci se produisent
proximit. Et dans tous les cas, ils ne vont pas Cordoue pour se runir avec les autres
troupes mais les rejoignent quand larme principale passe par leur territoire57. C est
dans les rgions mal contrles par le pouvoir central que ces bandes se dveloppent,
comme dans la rgion de Fontanarejo, qui dpendait de Calatrava mais qui fut dserte
assez tt au XIIe sicle58.
Cette arme htroclite fit ses preuves lors de la campagne d Alarcos, au cours de
laquelle elle dfit les troupes castillanes d Alphonse VIII. Cependant la lourdeur de ses
troupes, la lenteur de ses dplacements, les difficults d approvisionnement quelle
rencontre en font un instrument trs conjoncturel d une politique offensive tatique; Ibn
Shib al-Sal rappelle comment la campagne de Huete en 1172 sachve presque en
catastrophe en raison du manque de vivres. Laugmentation des prix de lorge et du bl
atteint des proportions suffisamment importantes pour que le chroniqueur, pourtant
apologte du pouvoir almohade, la dcrive au fil des jours59. En aucun cas, cette arme
ne peut constituer une institution durable capable de conqurir des territoires, de les
garnir de troupes, et d y assurer la souverainet de lmir des Croyants. Ces problmes
dorganisation, cet clatement des troupes expliquent en partie la dfaite de Las Navas
de Tolosa, mais surtout la difficult de lempire almohade conserver les territoires
dal-Andalus conquis au XIIe sicle et rsister la pousse des royaumes chrtiens,
beaucoup plus dynamiques.
56.- AL-HIM YR, n 65, texte p. 63, trad. pp. 79-80: lahd...Aayl wa rig a ly a q ta ' n a m rahum ff-l-gdrdt
a la b ila d al-rm.
57.- CHALMETA, Pedro, El concepto de tagr, P ublication s de la Casa de Velzquez, XV, 1991, pp. 1528.
58.- R UIBAL RODRIGUEZ, Amador, Un prim itivo enclave islmico: Fontanarejo, Jefe del Seminario
de Historia de Bachillerato Viclvaro, Madrid, A ctas d el / congreso de arqueologa m edieval espaola, 17,
18, 19 abril 1985, Huesca, T III, C oleccin Actas 9, pp. 237-248.
59.- Al-M ann, texte pp. 536, 538, 547, 548, 549, 550, trad. p. 212, 214, 221, 222, 223: le 14 juillet 1172
(20 d -l-q a 'd a ), le prix de l orge augmente jusqu deux muids et demie (m addn) pour un dirham, et celui
du bl cinq muids (am dad) pour un dirham. Le 20, les prix augmentent encore et atteignent le 30 juillet pour
lorge et le bl le prix de 3 dirhams le muid, et un dirham le ra d de farine. Le 2 aoflt, le ra d de farine passe
3 dirhams, puis 4 dirhams le 6 aot; le prix du muids dorge ou de bl atteignant cette date les 4 dirhams.
Cette inflation saccom pagne de la mort d hommes et d animaux en raison de la faim et de maladies qui
svissent dans la troupe.
141
Conclusin
Les caracteres dcrits de l em pire alm ohade, l tatisation des institutions, la
centralisation du rgime, ainsi que la bureaucratisation et la pesanteur du systme qui en
dcoulent font apparaitre lespace entre Sierra Morena et Manche comme priphrique,
par rapport aux centres du pouvoir que sont les capitales andalouse et africaine. La
difficult d apprhender lespace lpoque almohade est due en grande part au manque
de sources et la rupture du XIe sicle. En apparence, lespace dans l empire almohade
est aussi hirarchis que le pouvoir. Une ou deux capitales contrlent des centres
provinciaux qui, leur tour, utilisent des reais locaux pour quadriller le territoire, encadrer
la population, lever l impt, recruter des troupes... II semblerait que l on puisse appliquer
avec quelques nuances, compte tenu en particulier de la dispersin dmographique, le
modle levantin ces rgions centrales. Le manque dune documentation chrtienne
postrieure la reconqute aussi fournie que dans le Levant rend cependant les
conclusions plus difficiles. Par ailleurs, il faut attendre encore les rsultats des recherches
archologiques en cours pour confirmer cette organisation du territoire entre des msh,
situs sur des hauteurs, et dominant les qurdl alqueras localiss dans la plaine. Certains
sites d ailleurs posent un certain nombre de problmes, comme celui d Eznavexore, par
exemple dans le campo de Montiel, dont la forme de Msn Garfsa qui apparait chez Ibn
Hayyn est peu sre, ou bien le chteau de Dueas, pour lequel lidentit avec le Msn altalg, ou Msh al-lugg n est pas certaine. D autre part, le fait que Montiel n apparaisse
pas ailleurs que chez Yaqt rend difficile les conclusions dfinitives. Ltablissement
d une carte complte de la Manche et des diffrents /msh qui en organisent le territoire
passe par la prospection de lensemble des sites qui sy trouvent et qui n apparaissent
pas ncessairement dans les sources crites dites ce jour. Cette tude ne constitue
done pas l aboutissement dune recherche sur lorganisation de l espace l poque
almohade entre Sierra Morena et Manche mais plutt une introduction ce thme, en
plein volution avec l essor rcent de larchologie mdivale espagnole.
Leyenda Mapa
Capitales de kura
autres capitales rginales
centre secondaire contrlant
une unit de peuplement
centre secondaire probable
| | zone m ontagneuse
I:::::::::::] relief : 700 - 1 000 mtres
DJABAL
AL-BA RANIS Nom de rgion
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0 Ucls
L ' e s p a c e e n t r e S i e r r a M o r e n a e t M a n c h e l 'e p o q u e a l m o h a d e
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A c ta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
L a G u e r r a y l o s P a c t o s . A p r o p s it o d e l a b a ta l l a d e A l a r c o s
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G u erra y lo s P a c to s.
p r o p s it o d e la b a ta l l a d e
A larco s
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F r a n c is c o R
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prximo a la costa, posiblemente Tidra, donde construy el primer ribat para vivir en la
austeridad malek y luchar por la extensin de sus ideas entre las tribus magrebes. En el
ribat creci un espritu proselitista y belicoso sin precedentes. Muchos otros conventosfortalezas se extendieron por Marruecos al tiempo que los almorvides triunfaban sobre
los masmudes del Atlas, de origen fatim y creencias shies. Los conflictos tradicionales
entre las tribus magrebes, junto con los castigos corporales habituales en la comunidad
de al-murabit (los hombres del ribat) fueron la primera manifestacin de una idea que se
propona imponer el Islam Malek por las armas.
A principios del siglo XII surgi el movimiento Almohade en el Anti-Atlas que estu
vo apoyado por la tribu de los Masmuda, enemigos tradicionales de los almorvides. Su
creador religioso, Ibn Tumart, criticaba el antropomorfismo malik imperante en la corte
de Marraqus y defenda una idea unitaria de Dios basada en un cierto raciocinio asar
(HUICI MIRANDA, 1956, I, 36-68). Estas ideas fueron expuestas de forma simple y
concisa en el tawhid almohade, y todos los que no se sometieron al mismo fueron consi
derados infieles y perseguidos en una Guerra Santa. Trece puntos resumen la profesin
de fe almohade en el libro de Ibn Tumart. Estos puntos, adems de proclamar la unidad
divina y condenar la corrupcin de las costumbres, contienen mandatos relativos a la
guerra, como no traicionar, no volver la cara al enemigo y ser justos en el reparto del
botn. Sobre todo, llama la atencin el cuarto punto, evitar las disensiones, que dio
lugar a una sangrienta persecucin y depuracin -tamyiz- entre los seguidores del movi
miento, acusados de incrdulos e hipcritas, y ejecutada por los propios jefes de cada
tribu. Esta desviacin de la Gihad hacia los conflictos internos de los musulmanes tena
ya el precedente almorvide y, sin duda, rest vigor al enfrentamiento religioso con los
cristianos en la Pennsula (URVOY, 1973).
En el Occidente Cristiano la Guerra Santa se manifest en un ideal caballeresco y un
movimiento, Las Cruzadas. La expansin turca y las dificultades de los peregrinos que
iban a Palestina a visitar los Santos Lugares contribuyeron a difundir por los estados
europeos la idea de luchar contra el infiel para defender la fe. El caballero que asista a
la Cruzada adquira con Dios un compromiso similar al del vasallo con su seor, y deba
estar dispuesto a luchar hasta morir por su causa. Naturalmente hubo detractores del
empleo de la violencia en los conflictos religosos, como Hugo de San Victor (LECLERCQ,
1957); pero la Idea de Cruzada haba calado muy hondo hasta convertirse en un fenme
no propio de la religiosidad popular, y otras opiniones ms radicales se impusieron.
Bernardo de Claraval, uno de los hombres ms inteligentes e influyentes de su poca,
proporcion el respaldo terico - teolgico que necesitaba la Orden del Temple, primer
instituto religioso cristiano organizado para la Guerra Santa. En su tratado titulado
Alavanza de la nueva milicia, en favor de los caballeros del Temple (B.A.C., 1983,
494-543) defiende los ideales de este movimiento y justifica sus mtodos (LECLERCQ,
1974). A lo largo de su argumentacin se exponen algunas dudas al respecto. Por ejem
plo, se advierte que la guerra es algo peligroso, y que la vanidad y la soberbia del caba
llero pueden inducirle al pecado. Pero ese no es el caso del caballero de Cristo, al cual
aconseja no vacilar en su cometido pues, si bien no es que necesariamente debamos
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L a G u e r r a y l o s P a c t o s . A p r o p s it o d e l a b a t a l l a d e A l a r c o s
matar a los paganos si hay otros medios para detener sus ofensivas y reprimir su violenta
opresin sobre los fieles. Pero en las actuales circunstancias es preferible su muerte para
que no pese el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos
extiendan su mano a la maldad. Por lo dems, San Bernardo recomienda austeridad y
una cierta moderacin de las costumbres de los caballeros. La disciplina y la obediencia
deben guiar su conducta y deben estar dispuestos en todo momento para la lucha. Este
punto del tratado concluye con una de las citas ms conocidas de nuestro autor: Yo no
se cmo habra que llamarles, si monjes o soldados. Creo que para hablar con propiedad
sera mejor decir que son las dos cosas, porque saben compaginar la mansedumbre del
monje con la fortaleza del soldado.
En la Pennsula Ibrica, la crisis del califato cordobs y el rgimen de parias impues
to a las taifas hizo aparecer la idea de Reconquista Total en la segunda mitad del siglo XI
(WASSERSTEIN, 1985, 249-273), junto con ciertas manifestaciones precursoras del
movimiento de las Cruzadas, como la llamada Cruzada de Barbastro. Por otra parte, la
influencia poltica de los cluniacenses, sobre todo en el reinado de Alfonso VI (BISHKO,
1961, reimp. con nota adicional en 1984), y el despliegue cisterciense en la Iglesia Pe
ninsular del XII dieron a la Reconquista Espaola una proyeccin internacional.
No parece claro, sin embargo, que los prncipes europeos de la poca reconocieran la
Reconquista Espaola como una Cruzada de la Cristiandad; al menos hasta los ltimos
aos del siglo XII, despus de la batalla de Alarcos. Entre otras noticias, se conoce un
dudoso texto de una epstola del ao 1123 promulgada por el papa Calixto II, contenida
en el captulo XXVI de la Crnica del Pseudo Turpn del Libro IV del Codex Calixtinus
(MORALEJO TORRES Y FEO, 1951, 492-494). En ella se conceden los beneficios de
la Cruzada a todos aquellos que vayan a Espaa a combatir contra los infieles: Corro
boramos y confirmamos que todos los que marchen, como arriba dijimos, con el signo
de la cruz del Seor en los hombros, a combatir al pueblo infiel en Espaa o Tierra
Santa, sean absueltos de todos sus pecados de que se hayan arrepentido y confesado a
sus sacerdotes y sean bendecidos por parte de Dios y de los Santos Apstoles. Otra
noticia, fechada en 1151, afirma que el obispo de Lisboa predic en Inglaterra una Cru
zada contra el Islam en la Pennsula, y consigui convencer a los pases del norte de
Europa para que organizaran una flota que tom Alcacer do Sal en 1160 (HUICI MI
RANDA, 1 9 56,1, 267).
Entre los caballeros castellanos y leoneses del siglo XII tampoco abundan las noti
cias referentes al espritu de Cruzada. La Chronica Adephonsi Imperatoris (SANCHEZ
BELDA, 1950, 39-40) relata que el conde Rodrigo Gonzlez de Lara, alcaide de Toledo,
cay en desgracia ante Alfonso VII el ao 1134, por lo que perdi las honores regias,
que fueron entregadas a Rodrigo Fernndez de Castro. Despus continu en la fidelidad
del rey, pero sali del reino para ir a Jerusalem, donde combati como cruzado junto a
los templarios. Cuando ms tarde regres a la pennsula, no fue recibido en la corte
leonesa, por lo que termin sirviendo al rey moro de Valencia Abengania. All fue enve
nenado con una bebida ponzoosa que le contagi la lepra, por lo que volvi a emigrar a
Palestina donde termin su contradictoria y azarosa vida.
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G u e r r a y l o s P a c t o s . A p r o p s it o d e la b a t a l l a d e A l a r c o s
parte la dependencia tributaria, por otra la alianza poltica en la lnea del vasallaje, como
muestran los textos de al-Muctadir Ville de Zaragoza publicados por Lacarra (LACARRA,
1965,1, 255-277).
En funcin de estos acuerdos se trazaron complejas redes de relaciones polticas,
como la que propici la coronacin imperial de Alfonso VII en 1134. Para dicha ocasin
se cont con el vasallaje de los principales magnates del reino, incluido el caudillo mu
sulmn Zafadola, los reyes de Aragn-Catalua y Navarra, y los condes de Tolosa y
Poitou. Con todos estos vasallos, concluye el cronista, se ampliaron de forma extraordi
naria los lmites de su reino: et facti sunt termini regni Adefonsi regis Legionis a mare
magno Occeano, quod est a patrono Sancti Iacobi, usque ad fluvium Rodani (SANCHEZ
BELDA, 1950, 54).
El hecho ms destacable en relacin con la evolucin de las relaciones polticas entre
los reinos peninsulares de la segunda mitad del siglo XII, fue la separacin de Castilla y
Len a la muerte de Alfonso VII en 1157, y el enfrentamiento entre ambos reinos, sobre
todo a partir de 1168. Ese ao Fernando II se ali con los almohades para luchar contra
Castilla y saquear conjuntamente las tierras de las extremaduras por la zona de Ciudad
Rodrigo. En agradecimiento por la ayuda recibida, Fernando II pact una alianza con los
almohades y jur cumplirla en una ceremonia solemne celebrada en la catedral de Len
(HUICI MIRANDA, 1956, 235).
La evolucin de estas relaciones, que condicionaron que los leoneses no acudieran a
la batalla de Alarcos, es suficientemente conocida por los trabajos que el profesor Julio
Gonzlez dedic a los reinados de Fernando II, Alfonso IX y Alfonso VIII, por lo que no
es necesario que nos extendamos en su estudio en este momento. Tambin son conocidas
otras alianzas como la de Alfonso VII con Zafadola, sellada por el vasallaje que este
ltimo prest durante el declive almorvide, y la de Ibn Mardanis con Alfonso VII y
Alfonso VIII durante el perodo de implantacin del rgimen almohade en la Pennsula.
Menos conocidos, o quizs menos recordados, son otros casos de colaboracin entre
cristianos y musulmanes de uno y otro lado de la frontera. Recientemente han sido sea
lados num erosos ejem plos para la zona levantina por el profesor P. G uichard
(GUICHARD, 1990-91). Veamos algunos otros en la frontera castellano-leonesa. En
1144, Alfonso VII, aprovechando la debilidad de los almorvides emprendi una campa
a de castigo contra diferentes puntos de Andaluca. Los musulmanes indefensos pensa
ron en volver a pactar con el rey de Len, pagarle tributos y reconocer como rey a su
vasallo Zafadola: Faciamus in primis pactum et pacem cum imperatore Legionis et
Toleti et demus ei tributa regalia sicut patres nostri dederunt patribus suis. Quod bonum
visum est in occulis eorum, et ut essent parati in proelio contra Marrochinos ... Et mittentes
nuntios vocabant regem Zafadolam et omnem semen regum Agarenorum ut venirent et
bellarent contra Moabitas (SANCHEZ BELDA, 1950, 149).
Todava quedaba en al-Andalus el ltimo gobernador almorvide, Ibn Ganiya o
Abengaina, que se ocupaba por entonces de sofocar las revueltas y mantener el rgimen
en Sevilla y Crdoba, mientras que Alfonso VII procuraba ganarse adeptos entre los
gobernadores de algunas ciudades andaluzas. La llegada de los almohades a la pennsula
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tianos denominados rumi. Despus estaban los contigentes aportados por la cabilas
magrebes y los de los gobiernos provinciales andaluses.
La convocatoria para la concentracin del ejrcito en Marraqus y su desplazamiento
por las principales ciudades del reino fue toda una manifestacin de poder y magnificen
cia por parte del emir Yusuf (HUICI MIRANDA, 1956, 244 - 266). Antes de iniciarse la
marcha, los jeques de las tribus bereberes, y los caudillos de las tropas mercenarias
celebraron un banquete y juraron fidelidad al emir. Despus, durante cinco das, se pas
revista a todos los integrantes del ejrcito, y se repartieron armas y baraka, dinero, entre
ellos con cargo al erario. Por esta revista sabemos que el ejrcito almohade, como el
cristiano, estaba formado por escuadrones de caballeros, posiblemente en nmero de
cuarenta o cincuenta. El caballero almohade iba equipado con armas ligeras, como el
arco, que le proporcionaba una mayor rapidez de movimientos. Como apoyo, cada caba
llero contaba con un jinete equipado con un armamento incompleto, equiparable a los
escuderos de la hueste cristiana, y por ltimo uno o dos peones.
La marcha del ejrcito en campaa era muy lenta, con etapas de 30 o 35 km al da, y
paradas de 4 o 5 das en las grandes ciudades. El paso del Estrecho llev 27 das, y
requiri grandes medidas de seguridad durante toda la operacin. Por fin se lleg a Sevi
lla el 18 de junio, despus de 3 meses y 5 das de marcha. Con esta lentitud, era frecuen
te que hubiera tumultos en la tropa, que el emir trataba de acallar pagando l mismo el
precio de la sangre, para evitar el enfrentamiento entre las tribus. Asimismo fue necesa
rio realizar repartos peridicos de vveres. En Sevilla hubo que pagar costosas requisas
de casas para los jeques, mientras que la tropa se distribuy por su comarca.
El resto del verano y hasta pasado el invierno las tropas continuaron acantonadas en
Sevilla. En ese tiempo slo se realiz alguna pequea incursin contra Badajoz. En mar
zo de 1172 muri Ibn Mardanis, y su hijo Hilal se pas a los almohades. Con su ayuda,
Yusuf decidi organizar una gran campaa contra Huete, cuyas murallas se deca que
estaban medio en ruinas. El ejrcito almohade sali de Sevilla, pas por Vilches y Alcaraz,
cruz la llanura de Albacete y subi por el valle del Jcar. A los 15 das estaban frente a
los muros de Huete dispuestos para iniciar el asedio.
Las tcnicas de asedio, tal y como muestra la Chronica Adephonsi Imperatoris en
varias ocasiones (SANCHEZ BELDA, 1950, 74 y ss), se desarrollaban segn un esque
ma determinado. En primer lugar, los atacantes rodeaban la ciudad, cortaban sus sumi
nistros y levantaban un campamento protegido por alguna empalizada. Despus saquea
ban los campos y hostigaban a los sitiados con armas arrojadizas. En ese momento era
posible negociar el aman, en caso contrario se iniciaban los preparativos para el asalto
definitivo con mquinas de guerra. Los sitiados, por su parte, se defendan desde los
muros de la ciudad y preparaban salidas repentinas, llamadas algaras o espoladas, a
menudo nocturnas, para destruir las mquinas y quemar el campamento. Estas incursio
nes podan ser realizadas por un nmero reducido de caballeros, y no requeran grandes
preparativos, en cambio tenan efectos devastadores sobre la moral de los atacantes.
En el asedio de Huete, el despliegue de las tropas almohades fue tan espectacular que
los sitiados decidieron pedir rpidamente el aman; pero el emir lo rechaz confiando en
157
r a n c is c o
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que no tardaran en rendirse sin condiciones. Su resolucin para mantener el asedio era
evidente. Se construy una empalizada alrededor del campamento, se levantaron torres
de asalto, y era tal el nmero de personas all reunido que se celebraba un mercado
diario, en las inmediaciones de las tiendas, para atender la demanda de alimentos y otros
productos. Sin embargo, una de esas terribles tormentas de verano, de relativa frecuen
cia en la Mancha, descarg un aguacero con tanta furia que destruy parte del campa
mento y las maquinas construidas para el asalto, lo que dice muy poco en favor de los
ingenieros militares de los almohades. Aprovechando el desconcierto, los sitiados hicie
ron una salida por sorpresa, incendiaron las tiendas, destruyeron las empalizadas y lle
garon hasta el mercado robando gran cantidad de vveres.
La moral almohade se vino abajo. La escasez de alimentos provoc subidas sucesi
vas del precio del grano hasta duplicarse. El emir levant el sitio y se retir pasando por
Cuenca y el valle del Jcar hacia Valencia. Durante la retirada fue necesario realizar
hasta tres nuevos repartos de baraka, y el gobernador de Valencia tuvo que acudir en su
auxilio enviando vveres para evitar que el hambre ocasionara mayores estragos entre
las tropas. Finalmente, en Murcia se disolvi la hueste en un clima de autntica desola
cin.
La estrategia cristiana, segn hemos dicho ms arriba, era mucho ms limitada y no
era frecuente que se organizaran grandes campaas, salvo en momentos muy excepcio
nales. De hecho, en el reino de Castilla no se registra la formacin de una gran hueste
desde 1147, cuando tuvo lugar la conquista de Almera, hasta 1212 durante la campaa
de Las Navas de Tolosa. Por supuesto en Alarcos, la precipitacin y las dudas del rey no
dieron oportunidad a la concentracin de una hueste numerosa. Este estado de cosas era
debido a las tensiones existentes entre los diferentes reinos hispano-cristianos que impe
dan la adopcin de estrategias conjuntas contra el Islam de forma permanente. Las tre
guas y los tratados entre los diferentes reinos allanaron el camino para un futuro enten
dimiento entre todos. Pero eso no se consigui antes de 1195.
En esta situacin, lo ms adecuado era la organizacin de cabalgadas que recorran
en profundidad el territorio enemigo, saqueando los campos y cogiendo gran cantidad
de botn en forma de ganados y cautivos. El autor annimo de la Chronica Adephonsi
Imperatoris ofrece mltiples ejemplos de estas incursiones y las resume con un cierto
tono de epopeya de la siguiente manera:
... sed quam vis Sarraceni m agna bella faciebant, consuetudo sem per fuit
christianorum qui habitabant Trans Serram et in tota Extrematura, saepe per singulos
annos congregare se in cuneo, qui erant quandoque mille milites aut do milia aut quinqu
milia aut decem milia, aut plus, aut minus, et ibant in terram Moabitarum at Agarenorum
et faciebant multas caedes et captivabant multos sarracenos et multam praedam, multaque
incendia faciebant et occidebant multos reges et duces Moabitarum et Agarenorum, et
bellando destruebant castella et villas, et maiora faciebant quam accipiebant a Sarracenis
(SANCHEZ BELDA, 1950, 88-89).
Estas incursiones estaban formadas por uno o dos escuadrones de unos 30 caballeros
cada uno, y nunca fueron tan numerosas como se dice en el texto que acabamos de
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La
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UBIETO ARTETA, 1953), o los seoros ya comentados, que formaron Geraldo Sem
Pavor en la zona de Evora, y el que le arrebat don Fernando Ruiz de Castro en
Montnchez y Trujillo.
Despus de la fundacin de las principales Ordenes Militares Espaolas, proceso que
puede localizarse entre 1158, fundacin de Calatrava, y 1176, fundacin de la Orden de
Avs en Portugal, (FOREY, 1992, 23), fueron stas las que se ocuparon preferentemente
de la defensa de los castillos y, de acuerdo con la corona, consiguieron reemplazar a los
peligrosos seoros independientes de la frontera. No es una casualidad que los linajes
titulares se relacionaran con las Ordenes; los Azagra con Calatrava y los Castro con
Santiago.
En adelante, la corona apoy la constitucin de grandes seoros pertenecientes a las
Ordenes Militares y la ampliacin del nmero de sus castillos. Por referirnos slo a
Calatrava, en 1173, junio 28, Alfonso VIII hizo donacin al Maestre Martn Prez de
Siones de todos los castillos que, en adelante, pudiera ganar de los sarracenos. Otros
privilegios fechados en 1175, marzo 8, y en 1189, septiembre 22 y 24, contienen dispo
siciones anlogas (ORTEGA Y COTES, 1761). Estos castillos se van a convertir en el
eje principal de la repoblacin. Con el fin de evitar que tuvieran que ser avituallados
desde la retaguardia y que, en consecuencia, fueran una pesada carga para las Ordenes,
se potenci la puesta en cultivo y el adehesamiento de las tierras circundantes a los
castillos. En 1183, Alfonso VIII concedi a Calatrava algunas dehesas para el abasteci
miento de sus castillos (CORCHADO SORIANO, 1982-83-84, I, 16). Probablemente
dos aos antes, en la ciudad de Cuellar, orden al concejo de Calatrava y a sus alcaides,
que los hermanos de la Orden tuvieran 40 yugadas de tierra de labor a ao y vez en cada
castillo, y que el resto de las tierras cultivables se repartieran a quin entre los pobla
dores que acudieran a poblar dichos lugares (GONZALEZ, 1960, III, n 933).
Este documento ha llamado la atencin de gran parte de los historiadores que se han
ocupado de la repoblacin en los siglos XII y XIII. Se ha dicho que las parcelas a quin
tendran una extensin de 30 Has y equivaldran a un manso. Es sabido que en otros
lugares del Occidente Medieval, como la Alemania del Sacro Imperio Romano-Germ
nico, o la Inglaterra Anglonormanda, hubo situaciones parecidas a la existente en los
dominios de las Ordenes Militares. Por referirnos solamente al ltimo de los casos men
cionados, se sabe que la barona normanda se asent en Inglaterra despus de la con
quista del pas en 1066 y recibi importantes seoros. Cada caballero recibi un feudo
de una extensin equivalente a 5 hides, y como es sabido una hide era igual a un manso
(HOLLISTER, 1965, 43 y ss). Si volvemos al privilegio dado en Cullar, al que aluda
mos ms arriba, puede deducirse que cada uno de los castillos de Calatrava, al reservar
se 40 yugadas, equivaldra a diez feudos de caballeros, poco ms o menos, lo que coin
cide con el tamao de la guarnicin que puede calcularse en ellos. Entindase que, habi
tualmente, un caballero iba acompaado por un escudero, tambin con montura, y uno o
dos peones, por lo que los castillos de cierta entidad podran contar para su defensa con
unos 30 o 40 hombres de armas.
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La G u e r r a y l o s P a c t o s . A p r o p s it o d e l a b a t a l l a d e A l a r c o s
Posiblemente, tanto los seoros como el potencial militar de las Ordenes Militares
Espaolas no fue muy importante hasta el siglo XIII, si se considera en el conjunto del
reino de Castilla. Con todo, los maestres, como hicieran los grandes magnates y los
propios monarcas peninsulares, pactaron conveniencias y hermandades entre ellos para
luchar conjuntamente en la frontera y obtener mayores beneficios. En 1178, septiembre,
se registra un acuerdo entre las Ordenes de Santiago, el Hospital y el Temple (MARTIN,
1974, N 92). Posiblemente, tambin hubo hubo otra concordia entre las de Santiago y
Calatrava desde 1182, segn la Crnica de la Orden de Santiago (RADES, 1572, fol.
16), en relacin con el acercamiento entre Castilla y Len, previo a la firma del tratado
de Fresno Lavandera de 1183. La primera concordia registrada entre las dos Ordenes se
fecha en 1188, junio 14 (MARTIN, 1974, n 240).
Estas hermandades, por supuesto tenan limitaciones. Por ejemplo, entre Santiago y
Calatrava fue frecuente que acordaran que nunca lucharan contra cristianos, para evitar
verse envueltas en las luchas entre Castilla y Len. Aunque una concordia algo poste
rior, de 1221, agosto 1, apunta hacia una autonoma de ambos institutos con respecto a la
corona en los asuntos militares. Dicha concordia afirmaba que los maestres de Calatrava
y Santiago lucharan de mutuo acuerdo contra los almohades, sin tener en cuenta el
hecho de que los reyes de Castilla o Len tuvieran firmadas treguas o paces con ellos.
Los caballeros de las dos Ordenes slo respetaran las paces que firmaran los propios
maestres (ORTEGA Y COTES, 1761, 683). Asimismo, es de suponer, que los caballeros
de las Ordenes formaran escuadrones diferentes, sin mezclarse entre ellos, aunque obe
decieran al maestre que dirigiese la cabalgada, como afirma el acuerdo de unin suscrito
entre los freires de Avila y la Orden de Santiago en 1172, mayo 12 (MARTIN 1974, n
53).
Segn el estudio del profesor J. F. O Callaghan estas hermandades tuvieron un con
tenido preferentemente militar y estuvieron directamente relacionadas con las acciones
de guerra emprendidas por las Ordenes; slo a partir del XIII empiezan a ser acuerdos
d estin ad o s a m ejo ra r la e x p lo tac i n se o ria l de sus dom inios re sp ectiv o s
(OCALLAGHAN, 1969).
Vistas las condiciones en las que se desenvolva la guerra, cabe pensar que el objeti
vo de los enfrentamientos no siempre fue conseguir la victoria total y la destruccin del
enemigo. Es ms, a menudo se aprecia la existencia de unas limitaciones en el empleo de
la violencia, aceptadas tcitamente por todas las partes. Lo encontramos en algunos co
mentarios que aparecen espordicamente en los textos, como la alarma con que se co
menta que algunos cautivos fueran llevados a Marruecos, lo que descartara en la prcti
ca su liberacin por medio del pago de un rescate. O el tono en que se narran algunas
campaas, como la organizada por Alfonso VII contra las tierras de Jan y Ubeda en
mayo de 1138, en la que se observa una cierta reprobacin, por parte del cronista, de la
crueldad en exceso con que se trata al enemigo y de las consecuencias de la codicia
desmedida en la bsqueda del botn.
Los hechos, en sntesis fueron los siguientes (SANCHEZ BELDA, 1950, 103 y ss).
Una coalicin formada por el rey, su alfrez don Rodrigo Fernndez de Castro y las
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milicias concejiles de Len y Toledo salieron para raciar las tierras del reino de Jan. En
las acciones de saqueo hubo, adems de una gran crueldad, afrentas religiosas: ... et
m iserunt ignem in m nibus villis quascum que inveniebant, et synagogas eorum
destruxerunt, et libros legis Mahometi combuserunt igne; omnes viri doctores legis
quicumque inventi sunt, gladio trucidati sunt; vineas et ficulneas et omnes arbores fecerunt
incidi et omnis locus quemcumque pedes eorum calcaverunt vastatus remansit.
De regreso, la expedicin lleg a un punto por el cual se poda vadear el Guadalquivir;'~pero un grupo de gentes de las extremaduras volvi a cruzar el ro e hicieron una
incursin por su cuenta para coger ms botn. Cuando regresaron al anochecer llevaban
tal cantidad de botn y estaban tan cansados que decidieron pasar la noche al otro lado y
vadear el ro a la maana siguiente. Por la noche hubo una gran tormenta y el cauce del
ro creci, lo que impeda vadearlo con seguridad. El rey, airado y temiendo alguna
desgracia, decidi marcharse para no ver la muerte de su gente. En efecto, a las 8 de la
maana, la hora de la tercia, aparecieron las tropas musulmanas que iban en su persecu
cin. Los de las extremaduras pedan auxilio a sus compaeros del otro lado del ro, pero
no pudieron hacer nada ms que recomendarles que se confesaran entre ellos, comulga
ran y se dispusieran a morir. Entonces decidieron matar a los cautivos y luchar hasta
morir: ... tune christiani, fide et armis bene instructi, occiderunt omnes sarracenos
captivos quoscumque ceperant, tam viros quam prvulos et mulieres, et bestias quas
habebant secum. En efecto, todos murieron menos un caballero que consigui cruzar el
ro a nado.
Una sociedad estructurada para captar el excedente de sus vecinos a travs de la
guerra (FERNANDEZ DE PINEDO, 1989, 242), era forzosamente una sociedad orga
nizada para la guerra, como dice Lourie (LOURIE, 1966). En consecuencia se haca
imprescindible una cierta racionalidad en las acciones blicas, para que stas siguieran
siendo rentables desde el punto de vista poltico y econmico. Los almohades utilizaron
polticamente las treguas pactadas bilateralmente con los reinos cristianos de dos for
mas. En el orden interno, para ofrecer garantas de seguridad a sus sbditos andaluces.
En relacin con ios reinos cristianos, para aprovechar sus diferencias internas y poder
atacar a cada uno por separado, concentrando todos los recursos militares disponibles en
algn punto de la frontera, sin temor a ser atacados en otro lugar.
Los reyes cristianos, por su parte, pactaron treguas segn sus conveniencias polti
cas, lo que a menudo perjudicaba a los concejos y caudillos de la frontera en sus deseos
de capturar botn. Estas mesnadas se mostraron ms proclives a alcanzar pactos concre
tos que hacan posible la capitulacin de una ciudad o un castillo, o bien la obtencin de
botn en condiciones favorables.
En cualquier caso, de acuerdo con la mentalidad caballeresca y el derecho feudal de
la poca, existieron y se aceptaron unas leyes de la guerra que incluan el compromiso
firme de respetar lo pactado, independientemente de la forma en que evolucionaran los
acontecimientos con posterioridad. Son muchos los testimonios que hablan de pactos y
muy pocos, en cambio, los que refieren su ruptura. El captulo XVIII del Pseudo-Turpn
(MORALEJO, TORRES y FEO, 1951, 448) relata la llegada de Carlomagno con su hueste
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Castelle et exercitus eius, expectantes hostem in campo summo mane usque post meridiem, pressi pondere armorum et siti, reversi sunt in castra credentes quod rex Maurorum
non auderet pugnare cum eis (CHARLO BREA, 1984, 14).
Al da siguiente los almohades salieron al campo y sorprendieron a los cristianos. No
obstante, segn el cotejo exhaustivo de las fuentes cronsticas hecho por Huici Miranda
(HUICI MIRANDA, 1956, 160-161) la batalla fue en el llano, es decir a una cierta dis
tancia de las murallas de la ciudad, que sirvi en todo momento de base de operaciones
y de refugio en caso de apuros. La lucha dur algo ms de tres horas, (desde media
maana hasta pasado el medio da) y cuando sta an no haba concluido, los caballeros
castellanos aconsejaron a Alfonso que se retirara. Mientras tanto, su alfrez Diego Lpez
de Haro se hizo fuerte en el castillo para proteger su huida, e hizo ondear el pendn real,
con el fin de hacer creer al Miramamoln que todava estaba dentro con ellos. Estos
datos objetivos nos hacen pensar que, si bien el combate se inici, una vez que se hizo
evidente el posible resultado adverso, una parte importante de los caballeros castella
nos, con su rey, decidieron retirarse y evitar as una destruccin mayor de sus huestes.
Ya frente al castillo, los almohades intentaron el asalto, y Don Diego realiz una
espolada, en parte abortada. Posiblemente el combate se encarniz al pie de la muralla,
lo que atestiguan las recientes excavaciones. Pero finalmente se negoci el aman que
comentbamos al principio de nuestro trabajo y Don Diego y los dems caballeros que
estaban con l pudieron regresar sanos y salvos a Toledo. Las consecuencias de la bata
lla fueron enormes, sobre todo en el Campo de Calatrava; pero todo parece indicar que
los castellanos haban calculado tanto la retirada a tiempo como las prdidas territoria
les posteriores.
Algunos textos dicen que Alfonso reproch a don Diego su falta de decisin en la
defensa del castillo de Alarcos. Es difcil de aceptar que as fuera, pues, en todo caso, el
monarca le haba precedido en la retirada. Por otra parte Don Diego continu figurando
en la corte con el cargo de alfrez del rey, y no se tom ninguna medida sancionadora en
su contra. Al ao siguiente, Alfonso VIII pidi treguas a al-Mansur, pero no le fueron
aceptadas. Durante la campaa de castigo emprendida por los almohades en 1196 contra
las tierras toledanas, Don Diego se hizo cargo de la defensa de Toledo, que continu
siendo inexpugnable, mientras el rey con su hueste se ocultaba en tierras de Avila. Final
mente, en 1197 se firmaron las treguas. La frontera castellana continu estabilizada al
norte de los Montes de Toledo, como haba quedado despus de Alarcos, el emir almohade
se retir a Marruecos, y los castellanos pudieron dedicarse a luchar contra sus enemigos
los leoneses. Y as continu la guerra cum honore magno et preda multa, segn las
leyes por todos conocidas.
Ciudad Real, 20 de marzo de 1995.
165
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A cta s C o n g r e so B atalla d e A la r c o s
L a E s c u e l a d e T o l e d o d u r a n t e e l r e in a d o d e A l f o n s o V I I I
171
R am n G
onzlvez
u iz
As era a grandes rasgos la ciudad de Toledo en torno a los finales del siglo XII,
cuando tuvo lugar la gran batalla de Alarcos.
Pero en esta enumeracin falta por saber con qu equipamiento cultural contaba este
notable foco urbano establecido no lejos de la frontera. Dadas las peculiares condiciones
que concurran en l, no est dems preguntarse hasta qu punto en esta ciudad se ve
rific el fenmeno cultural conocido como Renacimiento del siglo XII. Este trmino ha
sido comnmente aceptado para designar la cultura de dicho siglo. Quien lo propag a
nivel internacional fue el Dr. Haskins, conocido historiador de la ciencia medieval3, en
un libro que llevaba el ttulo de El Renacimiento en el siglo XII. Al celebrarse el
cincuentenario de esta publicacin, se comprob que la influencia de esta obra clsica
del profesor norteamericano no haba disminuido, de modo que dos prestigiosas univer
sidades norteamericanas, la de Harvard y la de California (Los Angeles) decidieron
convocar a un grupo de notables medievalistas de Europa y Amrica, para someter a
nuevos anlisis los avances de la ciencia histrica que se haban producido en este tiem
po, aportar sus propios puntos de vista e introducir las rectificaciones pertinentes, cuan
do fuera necesario. Fruto de la conferencia cientfica tenida en Harvard fue un denso
volumen de 800 pginas, publicado en 1982, que comprenda 26 estudios debidos a otros
tantos investigadores. Tambin esta publicacin constituy un xito editorial tan sor
prendente como el de Haskins. La edicin se agot muy pronto, por lo que el libro ha
sido de nuevo reeditado por cuenta de la Academia Medieval de Amrica4.
El ttulo puesto al nuevo libro (Renacimiento y renovacin en el siglo XII) no es
un simple intento de deferenciacin nominal respecto del de Haskins, sino que con l los
editores quisieron, por un lado, mantener la denominacin original impuesta por Haskins,
y por otro lado, aadieron el trmino de renovacin, con el que pretendieron marcar las
diferencias que les separaban de los postulados del predecesor.
La investigacin posterior a Haskins, segn los editores, ha comenzado a formular
una visin ms rica y compleja sobre la presencia de la Antigedad en el pensamiento y
en la sensibilidad de la Edad Media. Y no solo eso, sino que ha superado los criterios
prevalentemente clsico-lingusticos para definir el llamado renacimiento del siglo XII.
Esta concepcin haba llevado a situar el movimiento cultural principalmente en el rea
geogrfica de la Francia del norte. Los participantes en la conferencia hicieron patente
que dicho renacimiento deba ampliarse a otras muchas zonas geogrficas de la cristian
dad europea, entre ellas, al sur de Francia, a Italia y a Inglaterra. La ausencia de confe
renciantes de otros pases occidentales, como Espaa, o de Europa del Este, como Hun
gra, es un factor que contina influyendo para que se tenga todava una visin reducida
y enigmtica de estas regiones perifricas. Toledo no estuvo ausente del todo del en
cuentro cientfico, pues la Dra. D Alverny dio cabida en su conferencia a una revisin
global sobre la actividad de la Escuela de Traductores de Toledo.
3.- Ch.Homer Haskins, Renaisssance of the Twelfth Century (Cambridge, M ass. 1927)
4.- R.L.Benson and G. Constable with C.Lanham, Renaissance and Renewal in the Twelfth Century
(Harvard University Press 1982, reprinted University o f Toronto Press and M edieval Academ y o f America
1991).
172
L a E s c u e la d e T o le d o d u r a n te e l r e in a d o d e A l f o n s o
V III
El centenario de Alarcos que nos rene en este Congreso, parece un momento ade
cuado para preguntarse por el papel que desempe Toledo en el movimiento renacentista
medieval. Algunos de los planteamientos tericos del libro que hemos mencionado pue
den servirnos de pauta para orientar nuestro tema. He de confesar que, una vez recogido
el material necesario para esta ponencia, he tenido la impresin de que su exposicin
completa sera ms propia de una buena monografa que de una exposicin oral limitada
por el tiempo5.
Por eso, he preferido dejar a un lado los aspectos sociales, las artes y la historiografa
y tambin el atrayente tema de la Escuela de Traductores, para abordar en este trabajo un
mundo todava insuficientemente conocido. Me refiero al estudio de los establecimien
tos de enseanza de Toledo a fines del siglo XII y principios del XIII. Me he decidido
por este nico aspecto, porque, repasando la bibliografa disponible, he comprobado que
en este punto continan existiendo grandes lagunas por lo que hace al conocimiento
histrico que tenemos respecto de la situacin de Toledo6.
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una particular atencin en el concilio IV de Toledo del 633, al que asisti y presidi San
Isidoro". As pues, el gramtico toledano de principios del siglo XII, heredero de una
largusima tradicin hispnica, aparece vinculado a la iglesia catedralicia como un cargo
estable. La denominacin est atestiguada en otros lugares de la Espaa cristiana en el
siglo X I12. La figura del gramtico sera reforzada por el numeroso grupo de clrigos
francos trados a Toledo por don Bernardo, primer arzobispo toledano despus de la
reconquista, puesto que la iglesia toledana estuvo dominada por ellos durante un siglo
desde el punto de vista institucional13. Los clrigos francos, a nueve de los cuales cono
cemos por sus nombres y lugares de origen, fueron seleccionados de diversas partes del
sur de Francia, por ser viros honestos et litteratos necnon et juvenes dciles, segn la
expresin de Jimnez de Rada14.
El nombre de maestro de gramtica durara mucho ms en Toledo15 y su funcin se
mantuvo, pero la escuela evolucion en la segunda mitad del siglo XII al comps de las
prescripciones generales de la Iglesia y de los estatutos capitulares. El Decreto de Graciano
(P.I., Dist.XXXVII, c.XII) que recopilaba la legislacin anterior, manda a los obispos
como un deber propio de su misin episcopal: Magistros et doctores episcopi congruis
locis constituant16. Por su parte poco despus, el Concilio III de Letrn de 1179, XI
Ecumnico, en su canon 18, eman un decreto general, prescribiendo la ereccin de
escuelas en todas las catedrales de la cristiandad. Al frente de ellas deba estar un maes
tro que ensease gratuitamente a los clrigos de dichas iglesias y a los nios pobres que
demostraran aptitudes suficientes17. El concilio de Letrn provoc en muchos sitios la
convocatoria de concilios provinciales y as en la provincia eclesistica de Toledo se
celebr uno en Segovia entre 1192 y 1206, presidido por don Martn Lpez de Pisuerga,
arzobispo de Toledo. Tuvo por objeto la aplicacin de los cnones del Concilio Ecum
nico, que versaban sobre la eleccin de los obispos, la eliminacin de las herejas y el
fomento de los estudios18. De este canon conciliar y de las normas posteriores del Con
J.V ives, T.Marn, G.Martnez, C oncilios visigticos e hispano-romanos (Barcelona-Madrid 1963)
201 - 2 0 2 .
12.- B.Bartolom , Escuelas de gramtica, DHHE Supl., 289.
13.- J.F.Rivera, La Iglesia de Toledo en el siglo XII (1086-1208) II (Toledo 1976) 22-25.
14.- R .X im nez de Rada, D e rebus Hispaniae, VI, 27. Ed. Lorenzana, en Patrum Toletanorum Opera III
(Madrid 1793); trad. esp. Historia de los H echos de Espaa. Intr.trad. y notas de J.Fernndez Valverde (Ma
drid, Alianza, 1989) 253, 28.
15.- El primer docum ento donde suscriben los cannigos data de 1134, donde firman 19 de ellos. Algunos
nombres aparecen con los cargos y la indicacin de sus procedencias. Entre los afines al gramtico podemos
sealar el del escriba. Cf. ACT A .3.C. 1.5.
16.- Ed. Friedberg (Graz 1955) 139.
17.- Per unamquamque cathedralem ecclesiam magistro qui clericos eiusdem ecclesiae ac scholares
pauperes gratis doceat. Cf.M ansi XXII, 207.
18.- G onzlez, o.c. I, 374, lo da com o probable. Un documento de la Catedral de Segovia lo m enciona,
aunque no se han conservado las actas. Cf.A.Garca y Garca, Concilios y snodos en el ordenamiento del
reino de Len, El reino de Len en la Alta Edad Media I: Cortes, concilios y fueros (Len 1988) 449. Este
autor lo da com o celebrado entre 1191 y 1206, pero tuvo que ser posterior a 1192, porque el metropolitano
que lo presidi don Martn Lpez de Pisuerga fue elegido arzobispo de Toledo el 4 de junio de este ao,
segn ACT, A .6 .G .1 .2.
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cilio IV de Letrn de 1215, que ampli la obligacin de tener un maestro a todas las
iglesias que tuviesen recursos suficientes19, se hizo eco Alfonso X en las Leyes de las
Partidas, cuando escribi: Por eso manda el derecho que en cada una iglesia obispal
haya maestro de gramtica. (Partida I, t.V, 1.37).
El cargo de maestro de gramtica de Santa Mara de Toledo, procedente de la anti
gedad y testigo de la actividad de la escuela catedralicia toledana, experiment una
notable transformacin en el curso del siglo XII, como tambin la experimentaron las
propias escuelas.
3. El maestrescuela
Por los documentos catedralicios sabemos que en Toledo antes de la celebracin del
Concilio III de Letrn se haba introducido ya la figura del maestrescuela. M aestres
cuela y gramtico no son cargos coincidentes. El maestro de gramtica sigue existiendo
y tambin la escuela de gramtica que l regenta, pero desde que se cre la nueva fun
cin hay un superior jerrquico, cuya misin consiste en ocuparse de la buena marcha
de las escuelas dependientes del cabildo. Se le llama maestrescuela y su ttulo latino
magisterscholarum alude claramente a la pluralidad de las escuelas que estn bajo su
autoridad. La presencia del maestrescuela indica la necesidad que se ha sentido de crear
un rgano superior que las potencie y coordine. El maestro de gramtica puede ser un
racionero, un capelln, es decir, un beneficiado de la misma iglesia o bien un clrigo
contratado sin vinculacin beneficial con ella. El maestrescuela, en cambio, es una per
sona cualificada del cabildo. A veces el maestrescuela nombraba como ayudante del
maestro de gramtica a un bachiller o a un estudiante adelantado. El mismo maestro de
gramtica aceptaba de buen grado la colaboracin voluntaria de los alumnos ms des
piertos, a los cuales la prctica de la enseanza en cursos inferiores les serva como
adiestramiento para su futuro magisterio.
El papa convocante del concilio III de Letrn haba sido legado en Espaa en 1174 y
deba conocer personalmente la situacin de las escuelas de la Pennsula. Su inters por
el fomento de las mismas se hace patente por el hecho de que concedi que los cargos de
maestrescuela y tesorero de Toledo fueran asimilados y gozaran de los mismos privile
gios que el grupo superior de cannigos que ostentaban las llamadas dignidades20. Se
conocen los nombres de los maestrescuelas de Toledo de la segunda mitad del siglo XII
y uno de ellos, llamado Juan, desempe el cargo durante ms de 20 aos en el ltimo
cuarto del siglo21. El cabildo haba ido evolucionando desde el primer estatuto capitular
en 1138 hasta el ordenamiento de 1174 y fue en este momento cuando se introdujo la
figura del maestrescuela dentro del sistema beneficial. En dicha constitucin aparece
19.- Adjicim us ut non solum in qualibet cathedrali ecclesia sed etiam in aliis quorum sufficere potuerint
facultates, constituatur m agister idoneus. Cf.
20.- J.F.Rivera, o.c., 42-44.
21.- Hernndez, o.c., nms. 159, 161, 165. El m aestrescuela Juan aparece en los nms. 178, 238, 249,
251.
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por vez primera. El ao 117422 coincide con la estancia del futuro papa en la Pennsula.
La operacin cannica de poner en marcha un nuevo beneficio consista en crear el
cargo (=officium) y segregar unos bienes fijos que producan rentas (=beneficium).
vinculndolos en forma indisoluble y elevando el conjunto a la categora de persona
moral. La creacin del cargo de maestrescuela, que se generaliz en el siglo XII en las
catedrales hispanas, responde a la necesidad de conceder ms atencin al problema de
las escuelas, debido al crecimiento del nmero de estudiantes. El cargo de maestrescuela
no estaba bien dotado econmicamente a mediados del siglo XIII. Lo sabemos porque a
la muerte del arzobispo don Rodrigo Jimnez de Rada, el cabildo se dirigi al papa,
suplicndole que permitiera mejorar sus rentas23.
Al igual que en Toledo, tambin en el resto de Castilla la proliferacin de las escue
las de gramtica en el siglo XII fue particularmente intensa24.
El maestrescuela presida la comunidad escolar. l no imparta las clases personal
mente, sino que era el representante del cabildo en el desenvolvimiento de las escuelas.
A l le corresponda por derecho propio designar a los maestros, hacer abonar los sala
rios a costa de las rentas de la mesa capitular, vigilar la enseanza y el cumplimiento de
horarios y materias. Inspeccionaba los locales, la alimentacin y el alojamiento de los
escolares internos, supervisaba todo lo relativo a la organizacin y funcionamiento de la
institucin escolar y l era finalmente la ltima instancia en materia de disciplina. En
muchos casos estaba autorizado para otorgar la maestra o licencia de ensear. En las
escuelas que evolucionaron hacia estudios generales el maestrescuela termin siendo el
gran canciller, situacin que en Toledo no lleg a consolidarse. Alfonso X describe la
funcin de este personaje, despus de la aparicin de las universidades: Maestrescuela
tanto quiere dezir como maestro e proveedor de las escuelas e pertenesce a su oficio de
dar maestros a la eglesia, que muestren a los mogos leer e cantar...E otros a su oficio
pertenesce de estar delante, quando se prouaren los escolares en la cibdades donde son
los estudios, si son tan letrados que merezcan ser otorgados por maestros de Grammtica
o de Lgica o de algunos de los otros saberes; e aquellos que entendiere que lo merescen,
pudeles ortorgar que lean ass como maestros (Partida V, Tt.VI, L. VII).
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27.- F. Reynaud, La polyphonie Toldane et son m ilieu. D es premiers tmoignages aux environs de 1600.
(Tesis doctoral indita, defendida en la Univ. de Toulouse-Le Mirail en 1993) I, 226.
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quien asegura que la ciencia rabe consistente principalmente en las disciplinas cientfi
cas del Quadrivio se cultivaban en Toledo ms que en otra ciudad alguna de su tiempo,
razn por lo cual se encamin a ella, donde encontr a los ms sabios filsofos31. Sin
embargo, hay motivos fundados para sospechar que el cultivo de las ciencias a nivel de
alta especializacin estara reservado en los ms de los casos a crculos reducidos de
sabios interesados. No sabemos que ningn traductor haya ejercido el magisterio en las
escuelas catedralicias. Tambin desconocemos si los alumnos que las frecuentaban ter
minaron siendo de alguna manera beneficiarios de las traducciones, bien a travs de los
hombres doctos o por intermedio de sus obras.
Alguien podra echar aqu de menos a una ciencia tan importante como la medicina y
ms teniendo en cuenta que la mayora de los mdicos del siglo XII, si exceptuamos a
los judos, eran clrigos. Ya San Isidoro se haba preguntado por qu la medicina no
figuraba entre las siete artes liberales. La respuesta se la daba l mismo: porque las otras
artes contienen slo cada una de las doctrinas fundamentales, mientras que sta contiene
la totalidad. El mdico debe conocer las otras artes, incluso la msica, porque Asclepades,
valindose de ella, haba devuelto la salud a un enfermo. As que la medicina debe lla
marse philosophia secunda, pues esta disciplina abarca a todo el hombre32. En el siglo
XII la medicina como una doncella dormida, segn la bella metfora de Schipperges, se
incorpora en el esquema de la teora de las ciencias, de acuerdo con la clasificacin que
se elabora en Toledo principalmente por obra de los traductores Ibn Dawd y Domingo
Gundisalvi33. Y aade el autor mencionado: Con la teora toledana sobre las ciencias la
medicina alcanza por vez primera su ubicacin sistemtica y una nomenclatura obliga
toria. Ya no es la medicina un pobre sucedneo de las artes liberales, sino una estruc
tura integrante de las asignaturas acadmicas34. Es imposible discernir aqu si en el
marco de la enseanza de las artes liberales en las escuelas de Toledo se impartan no
ciones de medicina y en qu medida. Ciertos traductores, como Gerardo de Cremona y
Marcos de Toledo eran especialistas en la materia. Parece que antes de la implantacin
de la medicina en las universidades su asimilacin acadmica estaba vinculada al adies
tramiento con un acreditado profesional.
a) Libros de texto para la enseanza de la gramtica.
La base de todo el sistema educativo lo constitua el aprendizaje de la lengua latina,
puesto que toda la enseanza utilizaba esta lengua como herramienta de transmisin y
de asimilacin. La gramtica latina viene representada en las miniaturas de muchos
cdices como una matrona que sostiene todo el rbol de las ciencias, porque de ella
como de su raz nacen todas las artes.
La escuela antigua estaba organizada sin ningn tipo de burocracia, de modo que
apenas generaba documentacin y esto que vale para toda escuela vala tambin para la
31.- Rivera, La Iglesia, II, 292-293, nota 21.
32.- Hinc est quod m edicina secunda Philosophia dicitur. Utraque enim disciplina totum hominem sibi
vindicat, cit. por H. Schipperges, La M edicina rabe en el M edievo Latino (Toledo 1989) 91-99.
33.- En sus obras D e ortu scientiarum y D e division e philosophiae. Cf. el estudio y la ed. de M. A lonso,
34.- Ibid., 100.
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enseanza son los densos comentarios de letra menuda que dicho maestro ha ido aa
diendo en las interlneas y en los mrgenes del cdice. Este libro ha sido propiedad de
alguien muy relacionado con la Catedral, probablemente un maestro de su escuela. Lo
podemos deducir de la simple presencia del mismo en la Biblioteca Capitular. La Cate
dral no encargaba libros, excepto los litrgicos, ni los compraba, sino que se limitaba a
recibir las donaciones que procedan de sus beneficiados, prctica que se mantuvo inva
riable hasta fines del siglo XV.
La abundancia de libros para la enseanza de la gramtica latina que se conservan en
la Biblioteca catedral muestra que estos dos autores, Donato y Prisciano, continuaron
gozando de las preferencias de los maestros toledanos hasta bien entrado el Renacimien
to. Para corrobrarlo podemos citar, entre otros, el conocido Ms.95-22, de fines del siglo
XIII, donde el posesor ha acumulado una mezcla variopinta de textos filosficos y gra
maticales de Donato y Prisciano, poemas, pequeos extractos cosmogrficos, conjuros,
temas de magia, angelologa y falsificaciones40.
b) Libros de consulta: vocabularios latino-castellanos.
Para la asimilacin de una lengua es esencial el uso de un diccionario. Aunque no son
muy abundantes los ejemplares conservados de este tipo de libros, algunas muestras son
bien significativas. Como ms prximo a la poca de que tratamos, podemos mencionar
el Ms.99-36, hermoso libro en pergamino del siglo XIII, conjunto de lexicografa latina,
que organiza los trminos latinos por un orden rigurosamente alfabtico. Y, sobre todo,
el 99-37, un poco ms tardo, estudiado y editado por don Amrico Castro y de nuevo
reeditado, con prlogo de don Manuel Alvar41. Aunque a don Amrico, fiado de su solo
instinto paleogrfico, le parece que dicho vocabulario puede ser de origen aragons, el
papel toledano en que est copiado y las apuntaciones sobre los ingresos econmicos de
su posesor, un clrigo toledano que gozaba de un beneficio en la catedral y estuvo
relacionado con el arzobispo, demuestran su origen evidentemente local. Este manuscri
to, tambin conocido y estudiado en parte por Kany y por Menndez Pidal42, est organi
zado en una forma pedaggica. Clasifica los nombres por su gnero, masculino, femeni
no y neutro, los hace preceder del adjetivo determinativo hic, hec, hoc, e indica la
forma de la flexin, para sealar la declinacin a la que pertenecen. Los verbos se distri
buyen por las cuatro conjugaciones, quedando los regulares bien diferenciados de los
impersonales, defectivos, irregulares y deponentes, apareciendo en ltimo trmino los
adverbios ms comunes, todo ello con el fin de que a los alumnos les fuera ms fcil la
memorizacin. El caudal de vocabulario tanto latino como castellano, estudiado en su
da por don Amrico con finalidad filolgica, es una muestra del lxico, en cuyos hori
zontes se movan habitualmente los maestros y discpulos de las escuelas toledanas.
Nuestro vocabulario debi ser utilizado a niveles de superiores al de iniciacin, porque
4().- J.M. M ills Vallicrosa, Las traducciones orientales en la B iblioteca C atedral de Toledo (Madrid
1942) 77-78.
41.- A.Castro, G losarios latin o-espa oles de la Edad M edia (CSIC, Madrid, 1991).
42.- C.E. Kany, Proverbios de Salamn, H omenaje a M enndez P idal I (1925) 276-277; R. M enndez
Pidal, Crestom ata del espaol m edieval (Madrid) 459.
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registra 2.458 vocablos latinos con sus correspondencias castellanas, a veces duplicadas
mediante el recurso a la sinonimia y a la amplificacin.
43.- B. Smalley, The Study o f the Bible, in the M iddle A ges, 3rd ed. (Oxford 1983) 46-66.
44.- V.Beltrn de Heredia, La formacin intelectual del clero en Espaa durante los siglos XII, XIII y
X IV , M iscelnea Beltrn de H eredia I (Salamanca 1972) 19-58.
45.- C orpus Juris Canonici. Pars Prior: Decretum G ratiani, ed. A. Friedberg (Graz 1955) 138.
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racin vacante a este oficio55. Con mucha frecuencia este maestro de msica desempea
ba tambin el cargo de organista. Las constituciones del arzobispo don Vasco Fernndez
de Toledo definen as sus obligaciones: ad docendum seu instruendum clericulos vel
pueros predicte ecclesie in divinis officiis et presertim cantu seu msica de melodia56.
La informacin que poseemos sobre la educacin musical en Toledo en el siglo XII
no es muy sobrada. Pero en parte podemos reconstruirla, partiendo de las noticias que
nos quedan y de lo que sabemos sobre su evolucin en tiempos posteriores.
Los clerizones reciban dos formas de enseanza musical. En primer lugar, el con
junto de los mogos eran adiestrados en el canto llano o canto eclesistico y en el canto
de meloda. Se llamaba canto de meloda, segn Reynaud, al canto mondico salido del
repertorio paralitrgico de las secuencias y los tropos y en general a toda cancin
mondica sobre temas religiosos sin vinculacin inmediata con la liturgia. Algunos au
tores ponen la meloda en relacin con la antigua tradicin musical toledana derivada
del canto monofnico eugeniano, que consista en ornar y agraciar los sones del canto
llano que, en expresin de Covarrubias, es un cierto primor que haze la voz y el canto
suave y dulce y en la santa yglesia de Toledo ay maestro particular que ensea a los
infantes de coro este primor, porque no todos lo alcanzan57.
Por otro lado, estaban los clerizones msicos o clerigones de canto de rgano, los
futuros seises, como hemos dicho, educados especialmente para la msica polifnica. El
arzobispo don Vasco Fernndez de Toledo en su testamento hecho a mediados del siglo
XIV habla de ellos con elogio. Haba entonces cuatro clerizones, un nmero igual al
existente en la catedral de Ntre-Dame de Pars, los cuales ya bien diferenciados de los
dems nios, haban sido seleccionados por sus especiales dotes musicales, qui sint
vocis gracilis et tenuis nondum mutate58. Ellos se adiestran en el canto de rgano,
que es la expresin utilizada en Toledo durante varios siglos para indicar la polifona.
Una referencia documental de 1418 asegura que se aprenda en la escuela59.
Pese a lo tardas de algunas de estas noticias, tenemos documentos que nos llevan a
la conclusin de que ya haca siglos que estas formas musicales se haban implantado
en la escuela catedralicia de msica. En efecto, la msica vocal a ms de una voz se
llamaba generalmente msica de rgano, como se deduce de la misma denominacin
que reciban este grupito selecto de clerizones. La cambiante terminologa de las fuen
tes comporta cierta ambigedad, de tal manera que no siempre es posible asegurar si se
refieren a la msica polifnica o al instrumento musical conocido como rgano60. Hay
dos personajes del siglo XII, uno llamado Jocellinus y otro Galterius, nombres de clara
55.- Libro de A rcayos, BCT M s.42-29, f.l4 7 -1 4 7 v .
56.-Arcayos, f.42
57.- Citado y estudiado por K.W. G mpel, Cantus eugenianus - Cantus m elod icus, In tern ation al
M u sicological Society. R eport o f the Twelfth C ongress B erkeley 1977, ed.by Daniel Heartz and Bonnie Wade
(K assel-B asel-London 1981) 407-413.
58.- ACT, A .8.F. 1.5.
59.- Reynaud, I, 157-158.
60.- Vase, por ejem plo, el caso citado por H .A ngls, G loriosa contribucin de E spaa a la h istoria de la
m sica universal (Madrid 1948) 37. Pero hacia fines del siglo XIII Juan Gil de Zamora m enciona el rgano
com o nico instrumento digno de la m sica de iglesia. Ibid, 50.
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rrollo temprano de las nuevas frmulas musicales en Toledo nos hace conjeturar que
estas tcnicas no seran desconocidas en su escuela musical.
Manifestaciones del alto nivel musical alcanzado por la escuela de Toledo encontra
mos en algunos libros sobrevivientes. Citemos en primer lugar el cdice toledano de las
Cantigas de Santa Mara, de Alfonso X el Sabio (olim Tol.103-23, nunc BN de Madrid
10069). Escrito en msica mondica, representa la tradicin cortesana y religiosa popu
lar, siendo el monumento ms importante de la msica trovadoresca de la Europa me
dieval, en opinin del musiclogo Higinio Angls69. En cambio, en el Ms. 32-23 de la
Biblioteca Capitular (hoy en la BN de Madrid Ms. 20.486) encontramos la vena de la
tradicin culta polifnica. Es una coleccin de conductus y motetes de fines del siglo
XIII, algunos de influencia francesa, al parecer, y otros compuestos por un annimo
hispnico. Fue escrito seguramente para Toledo. Es el mejor representante del estado
de la polifona castellana del Ars antiqua un siglo despus de Alarcos70.
Aparte de la msica cultivada dentro de la iglesia, nos quedan noticias de que hubo
tambin profesionales laicos que fueron expertos en el arte musical, pero de ellos sabe
mos apenas algunos nombres. As conocemos a Juan Andrs, llamado el Msico por
excelencia por su destacada personalidad, cuya viuda doa Orabona, hija de doa Dominga
la Gallega, viva en 123871.
69.- H. A ngls, La m sica espaola desde la edad M edia hasta nuestros d as (Barcelona 1941) 21.
70.- A ngls,Ibid., 25. La descripcin! com pleta se encuentra en: H .A ngls y J.Subir, C atlogo m usical
de la B ib lioteca N acional de M adrid. 1. M anuscritos (Barcelona 1946) 149-151, nm.79; J. Janini-J. Serrano,
M anuscritos m usicales de la B iblioteca N acional (Madrid 1969) 200, nm. 169.
1!.- G onzlez Palencia II, 125-126, nm. 530.
72.- Rivera, La iglesia de Toledo /, 209.
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nuadores de otras tantas culturas'. Su cultura propia se identificaba sobre todo con la
tradicin visigoda: su iglesia se rega, al menos hasta mediados del siglo XII, por las
normas de la legislacin conciliar antigua. En lo civil la comunidad mozrabe observa
ba las prescripciones del Fuero Juzgo, compilacin legal tambin procedente de la po
ca visigoda. Hasta en la escritura latina se mantenan fieles a las antiguas formas grfi
cas nacionales. Por otro lado, la convivencia con los musulmanes les haba hecho adop
tar la lengua de los dominadores bajo los cuales haban vivido. Sus lderes religiosos y
muchos laicos no solamente dominaban el rabe hablado, sino tambin el escrito76. Su
maestra en esta lengua les permita a algunos de ellos realizar traducciones arbigolatinas y a otros ponerse a disposicin de los desconocedores de este idioma, como
expertos en rabe, para ayudarles en su ta r e a s .
La documentacin mozrabe toledana de fines del siglo XII y comienzos del XIII
nos ha dejado una serie de noticias que nos permiten hacernos una idea aproximada de
su sistema escolar.
En 1161 hizo testamento el alguacil y alcalde don Domingo Antoln, un mozrabe
notable por prestigio y riqueza. Invitaba a su entierro a dos obispos mozrabes exiliados
que residan en Toledo y al mismo arzobispo latino, asignndoles a cada uno un mizcal
en limosna. Antes de disponer de sus bienes en favor de su esposa doa Leocadia, man
daba que se diesen dos mizcales al que haba sido su maestro domno Juanes, presbtero,
del clero de la parroquia de santa Leocadia77. Conviene destacar que el personaje es un
dirigente laico de la comunidad. Su maestro, aunque perteneca al clero latino de Santa
Leocadia, deba ser de la misma estirpe mozrabe que l.
De 1179 hay una donacin-compromiso entre un abuelo y su nieta. Juan Ptrez
Mocarrn dio a su nieta Eulalia, hija de su hijo Pedro, la casa en que habitaba en la
colacin de San Zoilo dentro de Toledo y una via, a condicin de que la nieta se com
prometiera, por su parte, a darle de comer, beber y vestir, mientras viviera, a enterrarle
con honor, dando por l cinco mizcales, y a gratificar al presbtero don Domingo, del
clero de San Zoilo, que haba sido su maestro, con un mizcal78. Unos aos despus apa
rece la dicha Eulalia, que seguramente haba cumplido ya con los deberes impuestos por
el abuelo, la cual hizo a su vez su propio testamento, disponiendo de la casa y via
recibidas y mandando a su propio maestro don Servando un mizcal79. Comprobamos
cmo seguimos encontrando laicos mozrabes que cumplen sus deberes para con sus
maestros, pero en este caso encontramos tambin a una mujer.
En 1180 hizo testamento doa Leocadia, hija de Juanes. Era una seora casada, tal
vez sin hijos, pues no los menciona, aunque s a los ahijados y sobrinos. La primera
manda que orden fue para retribuir a su maestro don Jons o Gins con un mizcal. Se
76.-1. Ferrando Frutos, El d ialecto andalu s de la m arca m edia.Los docum entos m ozrabes toledan os de
los sig lo s XII y XIII (Universidad de Zaragoza 1995).
7 7 G onzlez Palencia, Los m ozrabes III, 380-384, nm. 1014.
78.- G onzlez Palencia, III, 8-9, nm.736.
79.- G onzlez Palencia, III, 386-387, nm. 1016.
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enterr en la iglesia de San Salvador, en cuyas cercanas deba vivir80. Aqu tenemos a
otra seora mozrabe alfabetizada y agradecida.
En el mismo ao de 1180 don Cristbal Juanes el Carnicero vendi un mesn al
presbtero don Domingo ben Bayan por 21 mizcales de oro alfons. El mesn, situado en
al barrio de San Gins, lindaba con casa de doa Mara la Maestra81. Por esta noticia
averiguamos que la enseanza como profesin no estaba monopolizada por los clri
gos, sino que haba tambin seoras que se ganaban la vida dando clases.
Un curioso litigio entre un padre y un hijo nos da a conocer las incidencias ocurridas
por cuestiones de herencia, al quedarse el hijo hurfano de madre y al pasar el padre a
segundas nupcias despus de la muerte de su primera esposa. Don Esteban, el hijo, pre
tenda de su padre don Juan Estbanez, que le entregase lo que haba quedado en su
poder a la muerte de doa Mara, su madre, pero el padre afirmaba que le haba satisfe
cho ya todo lo que le corresponda. Despus de muchos debates y contiendas, por fin
llegaron a un acuerdo, en virtud del cual el padre reconoce que debe dar a su hijo una
buena parte de la fortuna, pero el hijo manifiesta tambin que ha recibido de la herencia
150 mizcales de oro alfons, con lo que el hijo se da por contento y retira su reclamacin.
Algunos bienes quedan en poder del padre y sern compartidos por el hijo con sus otros
mediohermanos, hijos del padre y de la segunda esposa. Pero antes de finalizar la ave
nencia, se aade una curiosa clusula: el padre da por libre al hijo de todos los gastos
que le ocasion su enseanza y educacin, desde sus comienzos hasta alcanzar el orden
eclesistico al que pertenece82. Esta noticia tampoco carece de inters, porque revela que
la carrera sacerdotal ha comportado muchos gastos. No sabemos en qu centro de enseanza
ha cursado los estudios este clrigo mozrabe. Parece que en este caso la enseanza no ha
sido gratuita. Este personaje, al que hemos podido identificar del todo, es un hombre de
destacada personalidad, que llegara a ser cannigo algunos aos despus y, sindolo, dict
su testamento en 1194, en el que aparece una esplndida biblioteca de clsicos latinos. Si su
padre le coste solamente los libros, debi realizar una buena inversin por l. El cannigo
Esteban es el mayor humanista toledano de fines del siglo XII.
En 1192 hizo su testamento doa Cristina, hija de Andrs. Despus de ordenar todo
lo relativo a su entierro, aparece en primer lugar el nombre de su maestro don Juan
Bayn, a quien manda un mizcal por su magisterio. Doa Cristina viva en la colacin de
San Justo en una casa prxima a las casas del rey83. Volvemos a encontrar aqu a otra
seora mozrabe que se acuerda de su maestro a la hora de la muerte.
Otra seora mozrabe hizo su estamento en 1195. Se trata de doa Orabona, hija de
Salvador ben Fadl. Deba ser soltera, pero tena hermanos y numerosos sobrinos. Por
excepcin doa Orabona menciona a su maestro en el ltimo lugar y ni siquiera lo cita
por su nombre. Orden que se le dieran dos cuartos84.
80.- G onzlez
G onzlez
82.- G onzlez
83.- G onzlez
84.- G onzlez
Palencia
P alencia
Palencia
Palencia
Palencia
1018.
978.
1020.
1021.
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Doa Chalina, esposa que fue de don Mojiel el Carnicero hizo su testamento en 1209.
Como muestra de gratitud orden que se diera a su maestro, a quien cita en primer lugar, un
mizcal85.
Y ahora vamos a encontrar el caso de un maestro que confiesa ingenuamente haber obte
nido beneficios econmicos por sus trabajos en la enseanza. En 1209 el subdicono don
Juan, hijo de Pedro, hijo de Juan el Polichen, vendi a don Garca, tesorero de la catedral,
hijo del alcalde don Esteban Illn, un huerto y otras posesiones rsticas en las orillas del
Tajo, fuera de la Puerta del Vado, por precio de 17 mizcales de oro alfonses. El vendedor
present e hizo leer una escritura de 1207 en que su padre la adquira a otro vendedor e hizo
notar la diferencia de precio, puesto que este comprador dio a su padre siete mizcales que le
haba dejado en testamento el arcediano don Domingo el Polichen; seis eran el precio de la
cama que le dej en testamento su abuelo Juan el Polichen y el resto para completar el
precio total proceda de los regalos que le hacan gentes nobles por ensear a leer a sus hijos,
nietos y parientes86. Aqu tenemos el caso de un clrigo de rdenes mayores, que regentaba
una escuela privada, en la que se dedicaba a la enseanza de los hijos de familias acomoda
das, sin duda mozrabes y no cobraba dinero por sus clases o, si preferimos, no lo exiga; sin
embargo, la generosidad de sus pupilos era tan grande que las donaciones que le hacan le
permitan ahorrar cantidades suficientes para adquirir posesiones.
En 1211 hizo testamento Rodrigo Salvatores, hijo de don Salvador y de doa Set. Deba
ser muy rico. Fund una canonja en la iglesia de Santa Mara de Talavera dotada con 100
mizcales y tambin leg otros 100 mizcales para contribuir a la reparacin del castillo de
Salvatierra. Hizo donacin de dos mizcales a su maestro el presbtero don Sancho y le envi
otros diez ms para que dijese misas por su alma durante un ao87.
En 1212 Melendo Fernndez, hijo del alguacil y alcalde don Melendo, hizo testamento y
tambin mand a su maestro don Juan el capelln, presbtero, un mizcal por su maestra88.
En el mes de julio de 1232 muri en la alquera de Aceituna la seora doa Mara Do
mingo. No le dio tiempo a hacer testamento, pero declar su voluntad ante testigos. Estos
fueron convocados en la primera quincena de agosto y testificaron que la oyeron hablar con
su marido acerca de la distribucin de su herencia y, segn ellos, afirm que, entre otras
cosas, dejaba un mizcal a su maestro89.
Para concluir, vamos a citar el caso de don Pedro Sancho, otro mozrabe de mediados del
siglo XIII, quien, vindose prximo a la muerte, hizo testamento en junio de 1253. Sus
mandas fueron en primer lugar para sus ahijados y despus para su maestro, el presbtero don
Servando, a quien ordena que se den tres mizcales. Estaba casado con doa Sol y probable
mente no tenan descendencia directa90.
85.86.87.88.89.90.-
Gonzlez
G onzlez
Gonzlez
Gonzlez
Gonzlez
Gonzlez
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ilustrados. Los clrigos prosperaron en las carreras eclesisticas. Pero junto a ellos en
contramos numerosos laicos, buenos conocedores del rabe y del latn, expertos en dere
cho, que fueron una rica cantera de donde salieron alcaldes, alguaciles y dirigentes, que
dominaron la poltica local de Toledo durante siglos93.
Estas escuelas privadas no se dirigan solamente a los nios, sino tambin a las nias
de dichas familias. Este puede ser un dato importante para valorar el grado de alfabeti
zacin del mundo femenino. A la vista de los testimonios que hemos aducido por lo que
respecta al rea urbana de Toledo, ser necesario matizar las afirmaciones generales que
se encuentran en muchos libros acerca del analfabetismo como una plaga que se cebaba
principalmente en las mujeres. Segn Adline Rucquoi, las mujeres desempeaban un
papel relevante en la alfabetizacin de sus hijos e hijas en la Edad Media. Las primeras
letras del alfabeto se las enseaban las madres a sus hijos mediante el procedimiento de
mostrarles los caracteres en abecedarios bordados en algn tejido o escritos en papel y
pergamino, al mismo tiempo que les imbuan nociones religiosas y morales. Muchas
mujeres medievales posean conocimientos suficientes para ser las primeras educadoras
de sus hijos e hijas94.
Suele afirmarse que el analfabetismo en general estaba sumamente extendido en la
Edad Media y esto quizs fuera verdadero hasta cierto punto, pero en esta materia hay
que prevenirse contra una generalizacin excesiva sin oponer las reservas oportunas.
Armando Petrucci ha llevado a cabo una investigacin sobre el grado de alfabetizacin
en las zonas urbanas de la Italia central y septentrional durante la Alta Edad Media, una
poca considerada oscura y tenebrosa desde el punto de vista cultural. Sus conclusiones
no son ni mucho menos tan negativas como estamos acostumbrados a escuchar de boca
de los historiadores. El alfabetismo, segn l, es un fenmeno ms variado y complejo
de lo que se supona; la capacidad de escribir estaba relativamente difundida desde el
punto de vista social y no slo eran los clrigos, sino tambin muchos laicos los que
estaban en posesin de buenas capacidades escriptorias, aunque fueran limitadas95. Es
muy probable que la extensin social de la alfabetizacin de Toledo en el siglo XII
alcanzara niveles netamente superiores a los de las ciudades de Italia en el siglo de
Hierro. Esta opinin es compartida por Rucquoi, segn la cual hay que abandonar la
idea romntica de una ignorancia generalizada en la Edad Media, pues muchos hombres
y mujeres, en nmero superior a lo que comnmente se dice, tuvieron acceso a la lectu
ra, a la escritura y tambin probablemente a los rudimentos de latn.
Los documentos que hemos aducido en este trabajo abundan en la misma idea, pues
permiten sospechar que el dominio de la lectura y escritura estaba bastante extendido
entre los hijos e hijas de las familias mozrabes, por lo menos en un mbito urbano
93.- F.J.Hernndez, Los mozrabes del siglo XII en la ciudad y en la iglesia de Toledo, Toletum 16
(1985) 122-123.
94.- A. Rucquoi, Historia cultural, La otra historia: sociedad, cultura, m en talidades (Bilbao 1993) 71.
95.- A.Pertrucci, Alfabetism o ed educazione grfica degli scribi altom ediavali (secc.V II-X ), The role
o fth e book in the m edieval Culture. P roceedin gs o f the Oxford In ternational Sym posium 26 sep t.-l oct. 1982,
ed. Peter Ganz I (Brepols-Turnhout 1986) 109. (=B ibliologia 3. Elementa ad librorum studia pertinentia)
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culturalmente tan denso como Toledo. Otra cosa distinta es lo que presumiblemente su
cedera en el interior profundo del medio rural.
En Toledo la enseanza no estaba monopolizada por el clero. Hemos podido descu
brir que en esta ciudad existan seoras que se dedicaban a la enseanza, suponemos que
principalmente en favor de las nias o tal vez a la enseanza de las primeras letras en
ambos sexos en el escaln escolar ms elemental.
La transmisin de los saberes era considerada entre los mozrabes como una obra
piadosa, una obra de misericordia por la que no se deba exigir retribucin alguna, pro
bablemente en dependencia de aquella mxima evanglica: Lo que habis recibido gra
tis dadlo gratis (Mt.10,8), que enlazaba con una lejana tradicin patrstica.
Es imposible calcular el nmero de estas escuelas de iniciativa privada. En ciertos
casos, ms que de escuelas privadas parece que debera hablarse de la existencia de
preceptores al servicio de los hijos de gente poderosa.
Los mozrabes profesaban una gran veneracin por sus maestros. La prueba ms
palpable es la tradicin arraigada en su cultura de que cada persona que se dispona a
hacer testamento deba tener un recuerdo de gratitud para su maestro, si ste viva. Al
maestro, como se desprende de los testamentos, se le situaba en orden de preferencia por
encima del padre, de la esposa y de los hijos. El respeto por el propio maestro, que lo
equiparaba al padre, proceda de races clsicas y cristianas. Este precepto se encuentra
ya en el juramento hipocrtico como el primero de todos los compromisos del nuevo
profesional: Considerar a mi maestro en medicina como si fuese mi padre; compartir
con l mis bienes y, si llega el caso, ayudarle en sus necesidades96. Por su parte, el
prestigio del maestro derivaba de la figura de Cristo maestro y se apoyaba en las pala
bras evanglicas: Uno solo es vuestro maestro (Mt.23,8). Las relaciones maestro-dis
cpulo se asemejaban a las relaciones paterno-filiales, porque as como al padre se le
debe la vida humana por la generacin, al maestro se le atribuye el hecho de haber sido
sacado de las profundas tinieblas de la ignorancia por el despertar a la vida de la cultura,
lo que constituye como una nueva naturaleza.
El maestro no era considerado slo como un personaje posesor y transmisor de los
saberes, sino como una persona ejemplar digna de ser imitada. El maestro transmite
conocimientos, pero al mismo tiempo pautas de conducta, valores, seguridades, creen
cias, actitudes ante la vida. El maestro, con el que se convive intensamente, es una per
sona con la que el alumno tiende a identificarse en todos los aspectos, a causa de la
ejemplaridad que se le supone. El maestro es un superior respetado e imitado.
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rabe, a travs de los cuales se descubre la vida interna de estas comunidades toledanas.
No recurran los mozrabes a sus vecinos musulmanes para que les escribieran los docu
mentos. Sus escribanos pertenecan a su propio grupo. Y han dejado nada menos que
1.175 documentos en esta lengua, que llegan hasta el ao 1300. Despus de esta fecha
muchos otros documentos latinos y castellanos van rubricados todava por dos escriba
nos que firman en castellano y en rabe hasta 1350 aproximadamente. No puede dudarse
de que la destreza en escribir una lengua se adquiere en la escuela. Por tanto, la colec
cin documental rabe manifiesta por s misma que las escuelas de rabe han debido
durar en Toledo por lo menos hasta mediados del siglo XIV.
Adems de estas escrituras, de la gramtica y el vocabulario, han quedado otros ves
tigios de la cultura mozrabe, si bien no aparecen tan directamente relacionados con
Toledo. Sabemos que los estudiantes de la escuela catedralicia practicaban la lectura y la
escritura sobre el salterio, que era un libro sagrado y al mismo tiempo escolar. Por su
parte, las escuelas cornicas musulmanas no conocan otro libro de lectura mas que el
Corn. Para mantenerse fieles a su tradicin religiosa y no contaminar a sus hijos con la
fe musulmana, los mozrabes recurrieron al arbitrio de verter al rabe los textos sagra
dos cristianos. Uno de los libros traducidos fue el Salterio. Conocemos el caso del cad
don Micael Mitis, que comenz ejerciendo sus funciones de alcalde de Toledo en 1135102
e hizo testamento antes de 1147. Hubo una cierta desavenencia entre doa Cecilia, su
viuda, y su hija Dominga, por cuestiones de herencia y as entre 1158 y 1193 se redact
un inventario y se procedi a una particin de bienes entre ambas seoras. Entre los
bienes tasados figura un libro de salmos, valorado en tres mizcales. No se especifica
la lengua en que estaba escrito, pero todo induce a pensar que se trata de un libro escrito
en rabe, libro que estaba en posesin de un culto laico toledano en razn de ser no slo
un libro devocional, sino el libro de iniciacin a la lectura de la lengua rabe de uso
comn entre los mozrabes toledanos103.
El libro del alcalde toledano no se ha conservado. Pero han llegado hasta nosotros
tres versiones rabes de dicho libro bblico en manuscritos actualmente conservados en
la Biblioteca Ambrosiana de Miln, en la Biblioteca Vaticana y en la British Library,
respectivamente, los tres procedentes de Espaa. El Ms. ambrosiano contiene una ver
sin rtmica debida a Hafs al-Qut, un cristiano cordobs del siglo IX, la vaticana repre
senta la versin en prosa del Salterio Mozrabe tal vez anterior y el britnico sigue
tambin preferente, aunque no exclusivamente, el mismo Salterio Mozrabe. No se han
hecho estudios suficientes para saber a ciencia cierta si alguno de estos valiosos manus
critos proceden de Toledo104. Por lo que hace al Salterio rabe, no es extrao que corrie
sen tantas versiones, dado que tambin entre ellos serva como libro escolar para el
aprendizaje del rabe, como hemos dicho.
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culto; es muy probable que a fines del siglo XIII apenas fuera ya conocida y practicada
mas que dentro de un reducido crculo de clrigos107; b) la vulgar, la que practicaba todo
el mundo y se fue imponiendo cada vez ms incluso dentro del grupo mozrabe; es una
escritura muy dinmica que durante los siglos XII y XIII fue evolucionando desde la
Carolina hasta la gtica y adopt numerosas variantes cursivas y caligrficas. No es po
sible que los mozrabes estuvieran al margen de estas novedades; todos la debieron
aprender, porque en sus escrituras y en sus firmas personales ya no se encuentra resto
alguno de visigotismo desde 1220 en adelante. Todo esto haca que le grupo mozrabe
toledano gozara de una extraordinaria riqueza cultural.
107.- J.M.Fernndez Catn, Docum entos del Archivo de la Catedral de Toledo en escritura visigtica,
E studios sobre Alfonso VI, III (Toledo 1989) 61-77, ha estudiado los pocos restos que quedan en Toledo de
documentacin en este tipo de escritura. El autor se sorprende de esta escasez, pero afirma que los mozrabes
toledanos siguieron utilizndola. La explicacin de este fenmeno reside en que la Catedral no se hizo cargo
de la documentacin mozrabe eventualmente existente en la iglesia anterior antes de la restauracin de la
sede con el obispo latino. D e los cuatro documentos estudiados, tres proceden del norte, de la cancillera real;
el cuarto, nico de procedencia toledana, es la minuta de un acta de compra-venta entre personas privadas. La
inexistencia de documentos mozrabes de letra visigtica en Toledo no se debe a la carencia de personalidad
jurdica de las com unidades en tierras de moros, sino al hecho de la extrema arabizacin lingstica de los
cristianos bajo los musulmanes, que les llev a preferir la lengua rabe para todos sus actos documentales.
108.- P.Sj.Van K oningsveld, The L atin-arabic G lossary o f the Leiden University Library (Leiden 1977)
44-52.
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Ciertos cdices toledanos, que llevan notas en rabe, pudieron ser utilizados en las
escuelas. As el Ms.2-2, que es el nico tomo sobreviviente de una Biblia latina en cinco
volmenes, presenta caractersticas propias en la distribucin de los libros sagrados.
Los manuscritos visigticos toledanos con notas rabes han sido estudiados por Van
Koningsveld108. Todos ellos y no solo los que llevan estas notas han sido objeto de inves
tigacin desde el punto de vista de la procedencia por Daz y D az109 y desde el punto de
vista codicolgico por Keller110. Todos componen un conjunto de manuscritos bblicos,
cannicos, patrsticos, literarios y litrgicos, cuyo texto latino ha sido enriquecido con
notas de usuarios arabfonos. Alguno, como el Ms. de la BN Vitr.14-3 lleva unas 1.500
glosas en dicha lengua, aadidas en el siglo XII, lo que indica que ha pasado por manos
de un usuario que lo ha utilizado en la enseanza. Tambin reviste un inters especial el
ejemplar del Fuero Juzgo en latn (BN 10.064, olim Toledo 43-5), dotado de amplios
comentarios arbigos interlineados. Por este libro de leyes se regan internamente las
comunidades mozrabes no slo mientras estuvieron bajo la dominacin musulmana,
sino tambin despus cuando se pasaron a los reinos cristianos. Alguien ha puesto glosas
rabes a su texto latino, con objeto de dar a conocer las disposiciones legales a personas
que estn ms familiarizados con el rabe y lo normal es que esto haya tenido lugar en
un mbito escolar.
Por lo que respecta al uso de los libros bblicos en Toledo despus de la reconquista,
el prof. Reinhardt ha realizado un anlisis de los manuscritos de la Biblioteca Capitular
de los siglos XI y XII, especialmente referido a los mozrabes toledanos. Muchos de
estos cdices fueron utilizados para la enseanza teolgica. Ahora bien, en el transcurso
del tiempo todas las escuelas toledanas, incluso las mozrabes, sufrieron el impacto de
la exgesis escolstica y terminaron adoptando sus mtodos, que eran de origen latino111.
109.- M.C.Daz y Daz, Breves notas sobre los mozrabes de Toledo, Estudios sobre Alfonso VI, DI 11-24.
110.-A .K eller, C odicologa comparativa de los manuscritos m edievales espaoles, latinos, rabes y he
breos, E studios sobre Alfonso VI, 207-218.
1H.- K.Reinhardt, Biblia y cultura en la poca de la reconquista: de la Patrstica a la E scolstica, Estu
d io s sobre Alfonso VI, III, 131-152.
I12.- Esta mezquita junto al mercado es citada en la documentacin toledana en ACT 0 . 12.B .1.2 (1305) y
debe identificarse a mi parecer con el pequeo templo musulmn, todava subsistentente en la calle de las
Torneras.
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Edad Media, lo cual sera indicio de una cierta vitalidad de la aljama toledana113. En
otras poblaciones, cercanas a Toledo y mucho ms pequeas, como Santa Olalla e Illescas,
estn tambin documentadas comunidades musulmanas en los siglos XIII y XIV, dota
das incluso con templos propios, lo que indica la existencia grupos musulmanes relati
vamente numerosos y organizados114. Si contaban con una asistencia religiosa, es presu
mible que al frente de ellas hubiese algn jefe religioso y que ste dirigiera alguna es
cuela cornica. Pero las fuentes cristianas, nicas conservadas, apenas informan acerca
de la vida interna de las comunidades mudjares.
Sin embargo, quedan vestigios que hacen pensar que en Toledo pudo haber escuelas
musulmanas altamente cualificadas. Hasta nosotros han llegado algunos manuscritos
rabes que respaldan esta sospecha. As el Ms. 799 de la Biblioteca de El Escorial, que
contiene el tratado De morborum et symptomatum differentiis et causis de Galeno,
traducido al rabe por Hunayn, fue copiado, segn el colofn, en agosto de 1190 por
Ahmad ben Ali ben Martin y una nota aadida por un usuario posterior est fechada en
Toledo el 25 de noviembre de 1384. Seguramente este manuscrito circul en el mbito
de los mdicos toledanos. El Ms.807 de la misma Biblioteca, tambin de contenido m
dico, fue copiado en Toledo en 1226 por Ysuf ben Muhammad. Y finalmente el Ms.833,
igualmente de carcter mdico y farmacutico, fue copiado en Toledo entre el 10 y el 20
de enero de 1265 por Abd al-Kabir ben Abd al-Hakk ben Abd al-Kabir al-Gafik115.
Si estos manuscritos o parte de ellos proceden de medios musulmanes toledanos,
como parece, es claro que la aljama de los moros de dicha ciudad dispona de un sistema
educativo que permita no slo la enseanza del rabe, sino que introduca a algunos
miembros de dicha comunidad en el manejo de las tcnicas necesarias para la copia de
libros en la misma lengua.
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116.- P. P izzam iglio, G erardo da Cremona n ella tradizion e am anuense e tipogrfica (Cremona 1988) 1523.
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de Toledo que compuso un tratado de oftalmologa. Aparte de estos nombres de fines del
siglo XII quedan numerosas obras de traductores annimos117.
Todo este movimiento dio mucho prestigio a Toledo y a sus escuelas. Gerardo de
Cremona abandon su ciudad natal en Lombarda para venir a residir en Toledo. Su
biografa, escrita a su muerte por sus discpulos, nos dice que era de familia acomodada
y en su juventud se educ en su patria entre los amantes de la filosofa. Lleg a Toledo
atrado por el amor al Almagesto, que era desconocido entre los latinos y en Toledo
encontr una gran abundancia de libros rabes. Sintiendo piedad por la penuria de los
latinos en textos cientficos, aprendi el rabe y no ces de trabajar hasta su muerte,
viviendo entregado a la tarea de las traducciones con plena dedicacin, al modo de los
sabios antiguos que menospreciaban las preocupaciones materiales, y teniendo presente
ante sus ojos la recomendacin de Ptolomeo: Cuando te acerques al final de la vida
procura obrar el bien con aumento118.
Quien ha dejado una descripcin ms viva de la actividad cientfica de Toledo a fines
del siglo XII es el traductor ingls Daniel de Morley, en el prlogo, dedicado al obispo
Juan de Norwich, de su obra cosmolgica y astronnomica, conocida con el nombre de
Philosophia y tambin como Liber de naturis inferiorum et superiorum, conservada
en un cdice de la British Library119. Le manifiesta cmo deseando ampliar el horizonte
de sus estudios, sali de Inglaterra y se dirigi a Pars, donde mor por algn tiempo,
pero no encontr mas que maestros engredos, a los que llama maestros bestiales, que
parecan estatuas mudas por su insigne ignorancia. Trataban de aparentar mucha sabidu
ra con su ostensible taciturnidad, pero cuando abran la boca los encontraba completa
mente infantiles, por lo cual comprendi que iba a incurrir en el riesgo de saludar super
ficialmente las artes, que son las que iluminan y preparan al estudio de las Sagradas
Escrituras. As que tom la decisin de estudiar la doctrina de los rabes, la cual se
explica en este tiempo, aade, sobre todo en Toledo y all me dirig con presteza para
escuchar a los ms sabios filsofos del mundo. Esto debi suceder en torno a 1170.
Transcurridos algunos aos, llamado por los amigos, regres a Inglaterra, cargado con
una preciosa multitud de libros. En el camino de vuelta le sali al encuentro su seor y
padre espiritual el obispo de Norwich (1175-1200), quien le interrog sobre las ciencias
que haba aprendido y le haban sido explicadas en lengua toledana por un mozrabe
llamado Galippus y que l se decidi a poner en lengua latina120.
No fueron estos los nicos buscadores de sabidura que se dirigieron a Toledo en el
siglo XII. Una fuente nos habla tambin de que la reputacin cientfica de la ciudad
atraa a la juventus mundi, es decir, que hacia ella conflua una corriente de jvenes
117.- Rivera, o .c., 296-312; M.Th. dAlverny, Translations and translators, R enaissance and Renewal in
the Twelfth C entury, ed. by L. Benson and G.Constable (Harvard 1991) 421-462.
118.- N oticias transmitidas por el Codex Vaticanus 2392, transcrita por Boncom pagni y reproducida por
Rivera, o .c., 302, nota 37.
119.- Segn K. D u d h off, D a n iels o f M orley L ib e r de n atu ris inferiorum et su perioru m nach den
Hs. Cod.A rundel 3 3 7 B rit.M u s., Archiv fr Geschichte der Naturwischenschaft und derTechnik VIII (1918)
1-40, segn la cita de R ivera,o.c., 293 nota 22.
120.- Rivera, o.c., 292-293.
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estudiantes que apetecan unas enseanzas que slo se impartan en Toledo121. Schipperges
comenta: Ya a mediados del siglo XII la Escuela de Traductores de Toledo representa
ba el foco intelectual del movimiento asimilatorio [del arabismo], de lo cual da elocuen
te testimonio el inters que hacia esa escuela demostr lo ms selecto de la intelectualidad
paneuropea122.
Los testimonios sobre la reputacin cientfica de Toledo en este tiempo son abundan
tes. Toledo era, junto con Pars, Bolonia y Salerno, una de las ciudades de prestigio entre
los estudiantes. El francs Geoffroy de Vinsauf, autor de una Poetria nova, escrita
entre 1208 y 1213 y autor tambin de un Documentum de modo et arte dictandi et
versificandi, escribe en esta segunda obra: Cum inter Parisienses ubi floret scientia
Trivii, inter Tholetanos ubi scientia Quadrivii, inter Salernitanos ubi scientia Medicorum,
inter Bononienses ubi scientia Legis et Decretorum. Et sic ex mdica maxima crescit
aqua123. El Quadrivio estaba relacionado en la mente de casi todos los contemporneos
con la Astronoma, la Astrologa y las ciencias ocultas, las cuales por el contacto con los
rabes florecan en Toledo de un modo especial. A este hecho y a la mala fama que de
que gozaban las artes mgicas toledanas alude la frase tan conocida del cisterciense
Helinando de Froidemont, muerto despus de 1229, quien afirma: Ecce querunt clerici
Parisius artes liberales, Aureliani auctores, Bononie cdices, Salerni pyxides, Toleti
daemones et nusquam mores124.
En las fuentes manuscritas no aparece con claridad si la actividad traductora estaba
o no vinculada con el ejercicio de la docencia por parte de los traductores de este tiem
po. En la exposicin que se suele hacer de la evolucin de la Escuela de Traductores se
tiene la impresin de que los que emprendieron estos trabajos desarrollaron su actividad
al margen de las escuelas, ya que el impulso traductor surgi de instancias ajenas a estas
instituciones. Ahora bien, estuvieron al frente de las escuelas de Toledo alguno o algu
nos de los traductores? He aqu una interesante cuestin, que arrojara alguna luz sobre
el enfoque con que se suele abordar el estudio de las traducciones toledanas del siglo
XII. Pues bien, este supuesto, en el que no se ha investigado a fondo, parece que puede
darse como muy probable en algunos casos. As en el de Gerardo de Cremona, dictus
magister por antonomasia, como subraya un documento toledano125. Gerardo viva en
un entorno de socios y discpulos, no eran simples seguidores de su ciencia, sino perso
nas que l haba formado en las aulas. Ellos fueron los que a su muerte compusieron un
Memoriale que figura en varios manuscritos de sus traducciones, articulado en tres
partes: su Vita, un relato biogrfico abreviado, un Elencus o lista de los libros tra
ducidos por el maestro y una Inscriptio o poema encomistico.
206
L a E s c u e la d e T o le d o d u r a n te e l r e in a d o d e A l fo n s o
V III
Pero adems queda el testimonio explcito de Daniel de Morley. Este traductor tuvo
la oportunidad de tratar con l personalmente en los ltimos aos de su vida. Encontrn
dose en Toledo, asista a sus clases y en una ocasin intervino en una disputa pblica que
el maestro sostuvo sobre la influencia de los astros en la conducta de los hombres. En
dicha ocasin Gerardo lea y com entaba un texto del Introductorium maius in
Astrologiam de Abu M ashar. Daniel, pensando que la doctrina que sostena Gerardo
implicaba un determinismo astral sobre la libertad humana, qued estupefacto y velut
indignatus le plante como objecin un texto de San Gregorio Magno, que desautori
zaba a los matemticos, es decir, a los astrlogos y a toda suerte de adivinos. Gerardo
respondi con un silogismo escolstico mediante el cual demostr que en sus doctrinas
mantena la afirmacin de la radical libertad humana. Daniel volvi a la carga con una
nueva objecin, esta vez cargada de fina irona, como corresponda a un buen britnico.
Gerardo le replic con una elegante distincin dialctica, que diferenciaba los planos de
la objetividad y la subjetividad. De esta manera sali airoso el gran traductor de Cremona
en un combate escolstico que tuvo lugar en Toledo. Aquel ejercicio acadmico so
lemne no era otra cosa que uno de los torneos escolsticos que se celebraban con fre
cuencia en las aulas y reciban el nombre de disputado en la jerga escolar de la po
ca126. Daniel refiere el incidente con el orgullo evidente de quien se vanagloria de haber
se atrevido a hacer frente al ms renombrado de los maestros que enseaban en Toledo a
fines del siglo XII.
Dnde enseaba Gerardo de Cremona? No conozco ninguna fuente que lo manifies
te, pero parece probable que lo hiciera en la escuela catedralicia, en razn de la estrecha
vinculacin con la Catedral que se desprende de los registros capitulares en que aparece
su nombre.
207
R amn G
o n z lv ez
u iz
tes que la escuela catedralicia, las parroquiales y las privadas, las imaginaron como
activas en los tiempos pretritos, tal vez con la oculta pretensin de reivindicarlas para
su momento actual. Esto fue lo que le sucedi a un falsario toledano annimo, el cual
afirm que en 1290 haba concluido la traduccin del rabe al latn de la obra de Virgilio,
filsofo de Crdoba del siglo XII, que habra sido contemporneo de Avicena y Averroes.
Quienquiera que haya fantaseado con este fingido nombre, el autor de la superchera es
un personaje que se dedic a evocar las glorias pasadas de Toledo, trasladando el fruto
de sus imaginaciones al cdice 94-22 de la Biblioteca Capitular de Toledo. All se des
cribe con minuciosidad la enorme actividad de las escuelas toledanas, situadas extra
muros de la ciudad, donde se haba establecido un estudio general de filosofa y se cur
saban todas las ciencias. A ellas asistan diariamente los filsofos toledanos que eran
doce, a los que se dan unos nombres disparatados, los portugueses que eran cinco, los
leoneses siete, los castrenses o castellanos diez, los navarros tres, los aragoneses cinco
y tambin los haba cartaginenses, cordobeses, sevillanos, marroques y de muchas otras
partes del mundo. Aade que en Toledo haba por entonces maestros de Gramtica, L
gica, De naturalibus, Astrologa, Geometra, Fsica, Msica, Nigromancia, Piromancia
y Arte Notara127.
No se habra escrito esta obra falsaria en el entorno de las circunstancias que movie
ron a don Gonzalo Ptrez a demandar al rey Sancho IV la constitucin del estudio gene
ral de Alcal de Henares en mayo de 1293? Ciertamente el manuscrito que nos ha tras
mitido las falacias del embustero toledano se inscribe dentro del crculo cultural del
arzobispo. Pretendi de alguna manera forzar su voluntad en favor de Toledo en lugar
del proyecto alcalano?
El fementido traductor toledano habra hecho una gran merced a las generaciones
posteriores, si hubiera consagrado sus esfuerzos a explicar las razones por las que en
Toledo no lleg a prosperar una universidad medieval. En realidad, las escuelas de
Toledo, a lo que parece, nunca llegaron a completar el mnimo requerido para llegar a
formalizarse como estudio general. El cuadro mnimo de un estudio general lo compo
nan las artes liberales (Trivium y Quadrivium) y el derecho. Segn el famoso jurista
italiano Enrique de Segusio, llamado el Hostiense (+ 1271), un studium se llama gene
ral cuando all se ensean el trivium y el quadrivium, la teologa y los sagrados cno
nes. Cada una de estas disciplinas deba contar con un maestro, con salarios asignados
por el fundador, a veces, a costa de las rentas de la iglesia. Las universidades podan
ampliar el abanico de sus estudios acadmicos aadiendo la medicina y la teologa. En
sus comienzos la filosofa estaba encuadrada entre las artes, pero luego los estudios de
lgica y dialctica adquiriran entidad propia129.
127.- J.M .M ills Vallicrosa, Las traducciones orien tales en los m anuscritos de la B iblioteca C atedral de
Toledo (Madrid 1942) 77-78; Rivera, La iglesia de Toledo II, 293-295; H .Santiago Otero, Transmisin de
los saberes entre las minoras tnicas de Toledo en la poca de la reconquista, E studios sobre Alfonso V IIII,
227-236.
128.- Cit. por J.A. W eisheipl, Toms de Aquino. Vida, obras y doctrin a (Pamplona 1994) 193.
129.- J.Fernndez Conde, Cultura y pensamiento religioso en la Baja Edad M edia, H istoria de la Iglesia
en Espaa (dir. R. Garca Villoslada) 11-2 (Madrid 1982) 185.
208
I a E s c u e la d e T o le d o d u r a n te e l r e in a d o d e A l f o n s o
V III
Teniendo en cuenta todo lo que llavamos dicho, parece que Toledo era una ciudad
que en torno a 1200 contaba con una infraestructura acadmica perfecta para poder evo
lucionar de una forma natural hacia la configuracin de un estudio general. El alto n
mero de cannigos toledanos dotados del ttulo de magister es bastante para demostrar
lo. Sin embargo, el rey Alfonso VIII se inclin por Palencia, sin que sepamos muy bien
las razones130. La pronta muerte del rey (1214), la inestabilidad que se produjo en el
reino y ms an en Toledo, la poca atencin que el arzobispo don Rodrigo Jimnez de
Rada pudo tal vez consagrar a estos asuntos y la cercana de la frontera con los moros
que continuaron cabalgando hasta la ciudad del Tajo en los aos sucesivos, completa
ran el resto. Tal vez Toledo no contaba tampoco con las fermosas salidas y otras
condiciones fsicas que se solan exigir para el establecimiento de los estudios. El exce
sivo poder de que estaba dotado el arzobispo toledano constitua un inconveniente no
pequeo, pues los maestros y estudiantes buscaban siempre un mbito donde pudiesen
ejercer la libertad acadmica y, por tanto, procuraban establcer una prudente lejana de
toda autoridad excesiva. Quizs los maestros que actuaban en Toledo perdieron la opor
tunidad para organizarse acadmicamente a su debido tiempo, porque ni ellos ni sus
alumnos sintieron la necesidad de asociarse en una corporacin para la defensa de sus
intereses. Otros muchos factores, que no estamos en condiciones de ponderar, debieron
influir. El caso es que en Toledo, pese a la gran fama de sus escuelas, no se lleg a crear
la institucin universitaria. Es ms, cuando ms adelante el arzobispo don Gonzalo Ptrez,
con el apoyo de Sancho IV, intent poner en pie un estudio general dentro de su dicesis,
no pens en Toledo, sino en una villa arzobispal, Alcal de Henares, favorita de muchos
arzobispos como residencia segunda, a distancia considerable de la sede toledana, pero,
al parecer, all tampoco lleg a consolidarse por entonces.
Con una lejana de tantos siglos, nosotros no estamos en condiciones de conocer las
razones profundas de cmo y por qu se desarrollaron las cosas as en Toledo, pero, en
vista de la falta de instituciones acadmicas superiores, cabe sospechar que la ciudad de
Toledo presentaba en los comienzos del siglo XIII algunos impedimentos que no hacan
de ella el emplazamiento ideal para situarlas all. O tal vez los maestros y discpulos de
las escuelas toledanas no actuaron con la diligencia debida frente las instancias compe
tentes. La insuficiencia de noticias nos impide llegar a una explicacin satisfactoria de
por qu no actuaron en la direccin adecuada las personas en cuyas manos estaba la
decisin final de erigir en Toledo unas escuelas de rango universitario.
I30.- D .M affei, Fra Cremona, M ontpellier e Palencia nel secolo XII: ricerche su U golino da Sesso,
R evista Espaola de D erecho Cannico 47 (1990) 35-51.
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A cta s C o n g r e s o B a ta lla d e A l a r c o s
D o c u m e n t a c i n a r q u e o l g ic a d e u n a c iu d a d a l m o h a d e d e l a M e s e t a : C a l a t r a v a
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anuel
R etuerce V
ela sco
lis (PRIETO & MARTIN, 1988), a la derecha del acceso a la puerta de la medina, y en su
parte ms occidental una amplia zona que estara relacionada con trabajos de metales.
Ya en la propia medina, bajo el dominio almohade se reparan ciertos elementos de
sus antiguas fortificaciones omeyas. Reforzando el sistema defensivo hidrulico emiral
(RETUERCE fe ZOZAYA, 1992), destaca la construccin de una nueva albarrana, que
se levanta junto a la anterior del siglo IX, y la de un antemuro que mejora el objetivo de
hacer llegar agua constante al foso en los momentos de estiaje del ro Guadiana. La
introduccin de estas mejoras vienen a demostrar que, de mejor o peor forma, dicho
sistema defensivo hidrulico, ideado y construido en la segunda mitad del S. IX, conti
nu funcionando hasta los tiempos almohades (RETUERCE, 1995).
Es evidente que la ampliacin de la superficie de la ciudad, que se manifiesta en el
desarrollo de sus arrabales, fue consecuencia del aumento de la poblacin. Este hecho
parece que vino motivado por la inmigracin a la ciudad de la poblacin rural del propio
alfoz de Calatrava (RETUERCE, 1995). Esta acuda all en busca de refugio, huyendo
de la gran inseguridad imperante en la regin, que constantemente estaba sujeta a las
expediciones de las milicias castellanas que con gran periodicidad llegaban a la zona en
busca de botn, siempre practicando una repetida tctica de tierra quemada.
En general, observando tambin los escasos datos arqueolgicos obtenidos en la re
gin, parece que se produce un crecimiento en la superficie de las pocas localidades que
ya existan en la zona; pero sin que, de forma paralela, aumenten en nmero los ncleos
poblados. De este modo, en detrimento del medio rural, da la impresin de que se produ
jo un relativo desarrollo urbano, concentrado principalmente en Calatrava, nica locali
dad de la regin que se poda considerar como una verdadera ciudad (RETUERCE, 1995).
De forma paralela a dicho desarrollo, los testimonios arqueolgicos hacen evidente
una mejora de la economa urbana y, como consecuencia, un auge de las actividades
artesanas y del comercio con los que atender al incremento de la poblacin; y no slo de
los habitantes recin llegados sino tambin de los representantes de los poderes locales.
En todos estos aspectos econmicos inciden de una manera ms notable los datos cons
tatados arqueolgicamente.
Adems de otras, obtenidas en actuaciones o hallazgos realizados en diferentes reas
de la ciudad, la principal fuente arqueolgica en que se basan las interpretaciones que a
continuacin expondremos se deriva fundamentalmente del estudio de los materiales
aparecidos al excavar el interior de la torre n 37 del recinto amurallado de Calatrava la
Vieja. Dicha torre se sita en la parte norte de la ciudad, junto a la orilla izquierda del ro
Guadiana, e inmediata a la gran estructura que venimos denominando como coracha de
la medina (RETUERCE & LOZANO, 1986; ZOZAYA fe RETUERCE, 1992; RETUER
CE, 1994).
El grueso de los materiales encontrados en dicha torre tienen una cronologa almohade
y fueron arrojados all tras el pillaje sufrido por la ciudad tras su toma el 1 de julio de
1212. Por las circunstancias que rodean los hechos, en donde las tropas cristianas son las
vencedoras y las que, en definitiva, toman la ciudad de Calatrava, es de todo punto
lgica la abundancia y abrumadora proporcin de elementos y objetos pertenecientes a
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D o c u m e n t a c i n a r q u e o l g ic a d e u n a c iu d a d a l m o h a d e d e l a M e s e t a : C a l a t r a v a
los derrotados defensores almohades. Por tratarse de un caso muy parecido, si bien en l
se cambian las tornas y, por lo tanto, la proporcin en la adscripcin de los hallazgos,
hay que citar el suceso de la toma de la vecina Alarcos, ocurrido diecisiete aos antes
que el de Calatrava, exactamente el 19 de julio de 1195, como consecuencia de la batalla
del mismo nombre (JUAN, CABALLERO & FERNANDEZ, 1995). Es as que, relle
nando las fosas de cimentacin de la muralla que Alfonso VIII estaba construyendo en
Alarcos, fueron encontrados los ms diversos materiales que fueron arrojados all por
inservibles tras los hechos de armas habidos. Como es lgico, en Alarcos, la gran mayo
ra de los objetos y restos aparecidos se adscriben culturalmente a los vencidos defenso
res de la plaza (las tropas castellanas de Alfonso VIII).
Adems de en el interior de torre n 37, en otras reas de la ciudad que han conocido
actuaciones arqueolgicas -junto a la torre pentagonal norte- y a intramuros de la ciudad
en la zona de unin de su recinto sur con el del alczar- se han encontrado numerosos
elementos dispersos -cermica, armamento, objetos de hueso, etc.- de cronologa
almohade. De esta forma, todos los hallazgos producidos, pertenecientes a unos mismos
contextos arqueolgicos, que pensamos han de ponerse en relacin con el pillaje y arro
jo de escombros tras la toma de Calatrava en 1212, vienen a indicar que este suceso
afect a todas las reas de la ciudad y que sta ya nunca conoci una limpieza general de
su superficie. El cuasi inmediato traslado de la sede de la orden de Calatrava a tierras
ms meridionales y la consiguiente cuasi despoblacin del lugar debi contribuir a que
la basura y dems desperdicios -arrojados tras su toma en el propio recinto de la ciudad
y en los espacios a extramuros- permaneciesen intactos hasta hoy. Tal es as que incluso
al excavarse la coracha de la ciudad se encontraron los restos de uno de sus ltimos
defensores acompaado de su armamento y con varios dardos en el interior de la caja
torcica. Ello nos hace pensar que ste, tras caer al ro Guadiana y quedar oculto entre
los juncos del marjal, permaneci definitivamente sepultado por el progresivo derrumbe
de los tapiales de la mencionada estructura.
En resumen, los principales datos arqueolgicos de poca almohade hasta ahora ob
tenidos en Calatrava la Vieja son los siguientes (RETUERCE & LOZANO, 1986; MO
RALES, MORENO & CEREIJO, 1988; AGUILAR, 1990; ROSELLO & MORALES,
1991; MORALES & alii, 1992; HERNANDEZ & AGUILAR, 1994; MORALES & alii,
1994; ZOZAYA, RETUERCE & APARICIO, e.p.):
215
anuel
R etuerce V
ela sco
cabra excluir determinadas producciones esgrafiadas, que pueden ser producto de una
importacin murciana. Asimismo, por sus propias caractersticas de gran fragilidad, la
fabricacin de vidrios tuvo que ser necesariamente local. De igual manera habra que
hablar de la de los metales, incluyendo la elaboracin de armamento.
M anufactura vitrea: los restos de vidrio encontrados en Calatrava, sin ser muy abun
dantes y bastante fragmentados, han resultado ser sumamente interesantes. No sin difi
cultades, se han podido restaurar y hacer una completa reconstruccin de algunas de las
jarras que componan el lote. En definitiva, se trata de uno de los pocos conjuntos de
vidrio fechados en poca almohade. Por estas razones, se trata tambin de un unicum
arqueolgico.
M anufactura cermica: con respecto a este material, hemos de decir que se encon
tr un interesantsimo lote cermico almohade. La gran cantidad de piezas y fragmentos
hallados, as como su calidad y variedad tipolgica, unido a la posibilidad, tan poco
frecuente, de establecer una cronologa absoluta en una excavacin arqueolgica, hace
que el conjunto cermico aparecido pueda ser considerado como un verdadero unicum
arqueolgico.
Merece ser destacado el gran contraste existente entre la baja proporcin de cermi
ca decorada y la alta que, entre la que lo est, alcanza la realizada mediante las tcnicas
decorativas de reflejo dorado y de verde y manganeso de factura almohade. Insis
tiendo en ello, resulta sorprendente que en Calatrava, a diferencia de otros ms sobresa
lientes y famosos lugares del al-Andalus almohade, sean relativamente muy numerosas
las piezas decoradas en reflejo dorado o que sea en este lugar -adems de en la cerca
na Alarcos- donde nicamente se han encontrado piezas completas decoradas en verde
y manganeso.
Datos sobre la unificacin cultural del al-Andalus almohade: en este aspecto y en
absoluta consonancia con lo referido en el apartado anterior, las manufacturas produci
das en Calatrava durante los diecisiete aos de dominio almohade en la ciudad tienen
una gran relacin con las que se dan en el resto de al-Andalus. As, tomando como ejem
plo la cermica, salvo muy determinados tipos herederos de la tradicin omeya en la
regin, la totalidad de la produccin est relacionada, tanto en lo que respecta a la tipologa
formal como a la decoracin, con los gustos que se dan en el resto del territorio almohade.
En este sentido, si se exceptan algunos tipos cermicos que hasta el momento slo se
han encontrado en Calatrava y que, precisamente, son los que en l alcanzan una menor
proporcin, el resto de la produccin cermica tiene sus paralelos fuera de la Meseta.
Las nicas variables vienen dadas por el grado de relacin o influencia que, tanto en los
aspectos formales como decorativos, pueda haber con las dems regiones almohades. En
concreto, parece que Calatrava se relaciona en mayor grado con la regin murciana, con
el bajo Guadalquivir y con el bajo Guadiana que con el Levante peninsular o las islas
Baleares.
J il elevado grado de relacin cultural que se dio entre la ciudad de Calatrava y el
resto de los territorios almohades merece ser destacado, sobre todo si se le compara con
lo que suceda en la regin mesetea durante el perodo omeya, en el que la situacin era
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D o c u m e n t a c i n a r q u e o l g ic a d e u n a c iu d a d a l m o h a d e d e l a M e s e t a : C a l a t r a v a
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dad. La base alimenticia estaba constituida por determinadas especies de mamferos pero
tambin se tenan presentes en la dieta las aves y, segn se ha dicho, el pescado -tanto de
ro como de mar-.
Entre los mamferos, los animales domsticos (tanto de aprovechamiento crnico
como de compaa, guarda, etc.) representan el 66% de la fauna recuperada. Los silves
tres, el 34% restante. Entre las especies domsticas con aporte econmico existe muy
poca variedad, pues, aparte de la oveja, que es absolutamente dominante (89% de los
3.350 restos de esta clase identificados), los dems animales estn escasamente presen
tes: vaca (8,4%), asno (1,3%), caballo (0,9%), cerdo 0,6%) y cabra (0,1%). De esta
forma, se podra afirmar que en Calatrava la oveja es la especie ms importante a efectos
paleoeconmicos, y en la que el aprovechamiento lanar precede en importancia al crnico.
El ganado vacuno, constituido mayoritariamente por individuos adultos, por su gran
biomasa, se constituye en la segunda cabaa en importancia en la ciudad. Entre los ma
mferos silvestres de inters econmico, slo el conejo (95% de los 2.477 restos de esta
clase identificados) adquiere especial importancia; la liebre, en la actualidad mucho ms
abundante en la zona, slo supone el 3,6 de restos y el ciervo, el 1,4% restante.
En cuanto a las aves destaca la gran variedad de especies. Los restos de especies
domsticas suponen el 46,5% de restos identificados; el 53,5% restante son aves silves
tres, tanto de aprovechamiento crnico como carentes de l, lo que da una idea, a dife
rencia de lo que parece suceder en otras poblaciones de cultura cristiana, de la gran
importancia que adquiere la caza en Calatrava. Del total de 18 especies de aves repre
sentadas en Calatrava, las aprovechadas en la dieta son 14. De entre todas estas destacan
la gallina (35,4% de restos seos de especies con aprovechamiento crnico), la perdiz
(26,3%) y los estorninos y trigueros consumidos a modo de pajaritos fritos (15,7%).
En cuanto a la gallina, la especie domstica ms importante en Calatrava, se trata de
animales menos pesados que sus similares cristianos; por otro lado, los restos de huevos
conservados, todos ellos de gallina, son de la mejor calidad (equivalentes a la clase A
actual: con un peso medio de 66,7 gramos). Por ltimo, realizando una reconstruccin
paleoambiental, los restos de aves de reas abiertas representan el 51 % del total de aves
silvestres, las sinantrpicas el 43%, las forestales el 4% y, finalmente, las palustres su
ponen el 1%.
En lo que respecta a los peces, aparte de lo ya mencionado sobre la importacin de
pescado desde las costas atlnticas, hay que destacar la notable variedad de especies
documentadas (ocho), tanto marinas (alacha, sardina y jurel) como autctonas de ro
(barbo, comiza, cacho, barbo del Guadiana y boga).
Datos sobre animales de compaa: en este poco referido aspecto, se ha podido
conocer que los ltimos habitantes musulmanes tenan perros esbeltos de guarda y ga
tos, adems de animales tan escasamente mencionados como son los galpagos.
Datos por primera vez constados en la arqueozoologa ibrica: Adems del ya
referido com ercio de pescado a larga d istancia, por prim era vez se evidencia
cronolgicamente la habitual y actual costumbre espaola de comer pajaritos fritos.
De ella, hasta el momento se desconoca su origen, por el procesamiento industrial de
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una especie sinurbanita, cual es la de los estorninos, que ocupan el tercer lugar en la
muestra de aves analizada y que son consumidos masivamente por la poblacin musul
mana de la ciudad de este peculiar modo, en el que se trocean sus picos y patas.
Datos acerca del armamento: hasta el momento, en todas las reas de la ciudad que
han conocido actuaciones arqueolgicas (principalmente en el interior de la torre n 37,
junto a la torre pentagonal norte y a intramuros de la ciudad en la zona de unin de su
recinto sur con el del alczar), se han encontrado numerosos testimonios de dardos y
puntas de flechas de distinta tipologa, siempre relacionados con cermica y otros ele
mentos de cronologa almohade.
Datos sobre los sucesos ocurridos en Calatrava en el verano de 1212: una vez
expuestas las conclusiones particulares referidas a la diversa documentacin arqueol
gica de poca almohade obtenida tras las excavaciones e investigaciones arqueolgicas
desarrolladas en Calatrava la Vieja, nos debemos detener en las concretas circunstancias
histricas que rodearon el arrojo de escombros en el interior de la referida torre n 37 y,
por extensin, su dispersin por otras zonas de la ciudad. En este aspecto, retomando
algunos de los datos obtenidos en el estudio de los materiales, hay que recordar o men
cionar los siguientes:
1/ que el conjunto de restos arqueolgicos hasta ahora encontrados es muy variado,
compuesto de cermicas, vidrios, metales, adornos de hueso y metlicos, restos de ani
males, etc.
2/ que el 96% de los materiales cermicos encontrados en el interior de la torre n 37
se encuadran dentro de una cronologa almohade. El 4% restante, casi todo l muy frag
mentado, es prehistrico, omeya e, incluso, de cronologa cristiana. La presencia de
materiales cermicos no almohades, aunque mnima, se explicara porque al interior de
la torre fueron arrojados tambin materiales constructivos, como fragmentos de muros
de tapial. En estos, dichas cermicas, junto a otros variados materiales como huesos,
tejas, etc., vendran a jugar el papel de aglutinantes.
3/ que, adems de los mltiples fragmentos cermicos almohades aparecidos, una
buena parte del hallazgo se compona de piezas enteras y de fragmentos de otras, ms o
menos completas, que casaban entre s.
4/ que la totalidad de los restos vitreos aparecidos son de cronologa almohade.
5/ que los restos de armamento y de adorno de vestuario militar aparecidos son, a
diferencia de la mayora de los restantes hallazgos, de difcil adscripcin cultural, aun
que, en todo caso, fechables en un momento muy exacto de principios del siglo XIII.
6/ que algunos de los animales encontrados en Calatrava slo pueden habitar en esta
latitud en unas fechas prximas a finales de la primavera o de principios del verano.
7/ que entre los restos de animales recogidos, algunos de ellos se encontraron conser
vando la totalidad de su estructura sea, circunstancia que indica que fueron depositados
all enteros. Entre estos, adems de los animales de compaa, como gatos y perros, que
son especies que culturalmente no poseen ningn inters crnico, aparecieron otros, como
gallinas, que evidentemente s lo tienen. Esta ltima circunstancia viene a indicar que
las gallinas tenan que estar muertas antes de ser arrojadas en la torre y que, por lo tanto,
219
anuel
R etu erce V
ela sco
debido a los prejuicios culturales del hombre de no comer nunca animales muertos, nun
ca fueron aprovechadas por las personas que las encontraron.
8/ que entre los restos de animales aparecidos, existen los de una especie -cual es la
del buitre- que no se relaciona nunca con el hombre y que, por lo tanto, no convive
jams con ste en una ciudad. Este animal slo cabe que acuda a un lugar cuando, estan
do ste abandonado, existan en l suficientes restos de animales o de personas muertas o
bien, que sin estar totalmente desocupado de personas vivas, haya en ella tantos cadve
res que le hagan olvidar el peligro que para l pueda representar la exigua presencia
humana. Personalmente nos inclinamos por esta segunda hiptesis, pues si no, no se
podra explicar que el referido buitre hubiera acabado tambin muerto y arrojado al
interior de la torre acompaando al resto de despojos y carroa de la que ste iba a
alimentarse en la que fue medina de Calatrava. Cabe recordar que el buitre es un ave
que, una vez saciada de carroa, se hace muy pesada y muy poco gil y que necesita
mucho espacio para remontar el vuelo. Por esta razn, no resulta muy difcil pensar que
pudiera haber sido muerto al ser alcanzado mediante un tiro de ballesta, arco o, incluso,
por un simple espadazo, por ejemplo, por algn miembro de la tropa conquistadora de la
ciudad.
Segn todos estos datos, se puede decir que la totalidad del escombro fue arrojado en
el interior de la torre en un breve lapso de tiempo. Igualmente, todo parece indicar que
los materiales fueron producto de una destruccin violenta y rpida o de un saqueo habi
do en algn lugar del interior de la ciudad, en unas fechas prximas al final de la prima
vera o a los principios del verano. En definitiva, pensamos que este suceso tuvo que
desarrollarse en un momento posterior, aunque muy prximo en el tiempo, a la toma de
la ciudad de Calatrava por las tropas cruzadas dirigidas por Alfonso VIII de Castilla y
Pedro II de Aragn, el da primero de julio de 1212, dentro de la campaa que tena
como objetivo concreto un concluyente encuentro con el califa almohade, Muhammad
ben Yaqub ben Yusuf al-Nsir. Esta realidad finalmente se alcanz por los resultados de
la batalla de las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212, exactamente quince jornadas
ms tarde de la toma de Calatrava, con la que se inici la cada del poder almohade en alAndalus.
Segn algunas fuentes escritas, la marcha de los antiguos habitantes musulmanes de
Calatrava se realiz tras un pacto, ms o menos secreto y realizado a espaldas de los
dirigentes ultramontanos, habido en el transcurso de la noche del 30 junio entre el rey
castellano y las autoridades locales comandadas por Aben Cadis. En concreto, la exis
tencia o no de estas conversaciones secretas y, como consecuencia directa del hecho, la
posterior retirada de la campaa del grueso de las tropas ultramontanas, es uno de los
puntos ms controvertidos por la historiografa acerca de la toma de Calatrava. Las dife
rentes interpretaciones han quedado suficientemente expuestas por A. Huici (1956: 2447) y J. Gonzlez (1960), los autores que ms recientemente han tratado el episodio,
obviamente utilizando slo los datos proporcionados por las fuentes escritas.
Con los datos obtenidos en las excavaciones arqueolgicas se viene a confirmar la
poca y el momento exacto de la conquista definitiva de la ciudad -presencia y ausencia
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de aves de la estacin propia del ao-, as como algunas de las diversas circunstancias
del cerco, lucha, salto de una parte de sus defensas, capitulacin y consiguiente ocupa
cin de Calatrava.
En definitiva, la documentacin arqueolgica obtenida en Calatrava la Vieja, referi
da a los sucesos all producidos en 1212, no se contradice con la escrita por varios de los
protagonistas que tan directamente intervinieron -los arzobispos de Toledo, Don Rodrigo
Jimnez de Rada (ed. 1989: 312-315), y de Narbona, Don Arnaldo Amalarico (HUICI,
1956); y por el propio rey Castilla, Alfonso VIII (GONZLEZ, 1960: doc. n 897)-, sino
que es coincidente, en sumo grado complemetaria y nica para conocer diversos aspec
tos de la ciudad y muchas de las particularidades de la vida llevada por sus ltimos
ocupantes almohades.
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222
A cta s C o n g r e s o B atalla d e A la r c o s
A l a r c o s : D ie z a o s d e in v e s t ig a c i n a r q u e o l g ic a
Esta ponencia tiene como o,bjeto presentar los trabajos arqueolgicos realizados en
el cerro de Alarcos durante la dcada 1984-1994.
En este yacimiento existen evidencias arqueolgicas de una ocupacin temprana que
situamos en la Edad del Bronce. Ms evidentes resultan los restos cermicos pertene
cientes al Bronce Final-Hierro I que aparecen inmediatamente debajo de niveles ibri
cos. Sin embargo, las etapas ms caractersticas de Alarcos son su poca ibrica y su
poca medieval.
Alarcos tuvo un momento ibrico de gran esplendor relacionado con la Alta Andalu
ca y con el Este Manchego. De este periodo se han documentado estructuras en todas
las zonas excavadas, en algunas de las cuales los niveles estn rotos por la intrusin de
edificaciones medievales.
No obstante, la zona ms definida como ibrica hasta estos momentos es la que veni
mos denominando como Sector IV-Entrada, por corresponder con el acceso a la ermita y
al propio yacimiento arqueolgico. En ella se aprecia una calle, formada por grandes
lajas de piedra caliza, a cuyos lados aparecen habitaciones de las que tan slo se conser
van las cimentaciones de piedra.
Ms prximo a la muralla medieval, y alterado por ella, aparece otro conjunto nti
mamente ligado con la zona anterior (Sector IV); se trata de restos de otra calzada de
similares caractersticas, que enmarcan un edificio singular, del que se conservan las
caras E. y S. En este Sector, aparte de los numerosos objetos de todo tipo, han aparecido
ms de 50 exvotos de bronce, en su mayora representaciones humanas, que indican la
presencia de un santuario, al que estaran asociadas estas figuras.
^Cronolgicam ente la etapa cultural Ibrica en Alarcos arranca en los S. VI-V a.C.
hasta alcanzar una poca de mximo esplendor en los S. IV-III a.C. con una escasa pre
sencia romana en los S.II-I a.C.
pesar de la importancia que tuvo este yacimiento en Epoca Ibrica, y dado que el
presente Congreso gira en torno a la Batalla de Alarcos (1195), hemos considerado ms
oportuno ceirnos a los trabajos realizados en Alarcos en su fase medieval, dejando a un
lado los interesantes hallazgos que se han documentado sobre el mundo ibrico y que
han sido objeto de estudio en otra$ publicaciones (FERNANDEZ, et alii, 1995).
SITUACIN
El yacimiento de Alarcos est situado aproximadamente en el centro geogrfico de la
provincia de Ciudad Real, a 8 km. de la capital y a 3 del municipio de Poblete. Se en-
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cuentra ubicado sobre un cerro a 687 m. sobre el nivel del mar, en la margen izquierda
deljco-Guadiana, dominando un amplio territorio. Desde l se controlan los caminos
que de Crdoba a Toledo cruzan por Sierra Morena y se extienden por la meseta Manchega. As mismo seconvierte en centro de unin de las comunicaciones entreXevante
y Extremadura.
Desde su castillo se ejerce un control visual sobre una serie de fortalezas y atalayas_
que ponen de manifiesto el gran valor estratgico del lugar: al S. La Torrecilla y Caracuel;
al N. la Atalaya de Ben Casen y las estribaciones de los Montes de Toledo; por el S
controla Valdarachas (vado natural del Jabaln); y por el NW, dominando el puente so
bre el Guadiana, se visualizan Benavente y Alcolea.
Desde el punto de vista geomorfolgico, el cerro de Alarcos se engloba dentro del
Campo de Cva., caracterizado por la presencia de un relieve volcnico que se enmarca
entre la Llanura Manchega y los Montes de Toledo.
En la actualidad y desde 1985 el terreno es propiedad del Ayuntamiento de Ciudad
Real y fue declarado B.I.C., con categora de zona arqueolgica, en 1992.
ANTECEDENTES
Alarcos ha sido identificado por numerosos autores como la antigua ciudad de Lacurris,
oppidum oretano citado en los tablas de Ptoloneo. Ello podra estar confirmado por la
aparicin de la lpida encontrada en Malagn erigida a RCornelio Larcuritano y citado
por Cean Bermdez en su obra sobre Antigedades Romanas (1932).
Las esculturas halladas en el Cerro de Alarcos, publicadas por Prada Junquera en
1977, y las excavaciones realizadas recientemente en los sectores IV y IV-E del yaci
miento han dado como resultado el conocimiento de un gran asentamiento ibrico de
grandes proporciones, con un urbanismo muy desarrollado, que contaba adems con un
santuario.
De poca romana se puede confirmar la existencia de una necrpolis imperial en las
inmediaciones del cerro, gracias al hallazgo de que nos habla Antonio Blzquez (1916)
referente a una inscripcin sepulcral perteneciente a los siglos III-IV d.C., encontrada
en la carretera de Ciudad Real a Piedrabuena, al pie del Cerro de Alarcos.
A partir de este momento y hasta bien entrado el S.XI no encontramos otras noticias
del yacimiento y resulta difcil establecer el panorama histrico de este sitio hasta que
comienza la reconquista y repoblacin de la regin.
La situacin geogrfica de la zona, y ms concretamente de Alarcos, en el centro
peninsular, la hizo ser trnsito de combatientes y mercaderes y desde la conquista de
Toledo (1085) hasta las Navas de Tolosa (1212), fue una zona fronteriza que vivi con
tinuos avatares blicos que debieron imprimirle un carcter especial y que redund en
que la repoblacin sistemtica de la zona se retrasase hasta despus de la conquista de
Sevilla.
La primera noticia escrita sobre Alarcos pertenece a un pasaje legendario conocido
como la dote de la mora Zaida, segn el cual estas tierras pasaron a ser propiedad de
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Alfonso VI como dote por su casamiento con la hija del rey de Sevilla, Al-Mutamid
(Primera Crnica, 1906:521). No obstante, debi de estar poco tiempo en manos cristia
nas si nos fijamos en dos fechas concretas, la conquista de Toledo en 1085 y la derrota
de Sagrajas en 1086, que haran retroceder irremisiblemente la frontera hasta la lnea del
Tajo. Ello nos dara un corto espacio de tiempo para un hipottico asentamiento cristia
no en Alarcos. Sin embargo, para el trabajo que nos ocupa el dato es muy importante, ya
que nos habla de la existencia de un castillo musulmn en el Cerro de Alarcos, al menos
en el s. XI.
Posteriormente a esta noticia comenzamos a tener ms fuentes documentales que nos
hablan de Alarcos, ya que durante el s. XII esta fortaleza va a estar- unida a la misma
suerte que Calatrava.
En 1147 Alfonso VII conquista la Villa de Alarcos, coincidiendo con el declive del
poder almorvide y comienza la repoblacin de toda la zona. Al mismo tiempo que se
emprende una tarea repobladora, se comienza una sistemtica labor de fortificacin en
toda la regin, que fue especialmente importante en Alarcos, donde prcticamente se
construy una ciudad de nueva planta en torno al castillo (JUAN et alii, 1995 :43).
En plena fase constructiva, se produce un hecho que ha dado gran fama al lugar, la
Batalla de Alarcos de 1195, que da al traste con la construccin de la ciudad, haciendo
que este sitio pase a manos musulmanas.
La Batalla de Alarcos retras 17 aos el avance cristiano hacia el sur, retrocediendo
la frontera a la lnea del Tajo. El avance musulmn en al-Andalus con los almohades y
en Tierra Santa con Saladino, motivan la idea unificadora de cruzada en la cristiandad,
propiciando la victoria de las Navas de Tolosa, que signific la reconquista de Alarcos
por parte cristiana. De todos modos, la batalla haba acabado con el desarrollo de Alarcos
y aunque se intent durante algn tiempo volver a repoblarlo no se consigui, por lo que
Alfonso X, siguiendo la opinin de sus antecesores de que slo una poblacin grande
poda ser custodia permanente de la va de unin entre Castilla y Andalucia, funda Villa
Real en 1255 en el lugar llamado Pozuelo de D. Gil, perteneciente al trmino de Alarcos.
En el mismo lugar de Alarcos y durante la poca floreciente de Villa-Real, fue funda
do el actual Santuario de Nuestra Seora de Alarcos. De este modo, el lugar fue langui
deciendo; la ermita pasa por momentos de auge y abandono y las continuas noticias que
tenemos de esta poca hablan de una destruccin paulatina de sus edificios y de su for
taleza. As lo atestiga fray Diego de Jess Mara que en 1650 la describe como sigue:
Es oy Alarcos... Lugar arrasado en la eminencia de un Cerro, destrozo de Edifi
cios, Fortaleza desmantelada, de quien se dir mejor: Aqui fue Alarcos, que este
es Alarcos... Solo esta en pie un Templo antiguo de tres Naves donde es venera
da... (JESUS MARIA, 1650:90)
Como vemos, en el siglo XVII Alarcos se encontraba ya completamente destruido y,
nos atrevemos a decir que, tal y como lo encontramos en 1984 al comienzo de las
excavaciones arqueolgicas.
Aparte de las fuentes escritas, tanto musulmanas como cristianas, y de las distintas
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braba eran cosas interesantes, y porque ese pelado cerro encierra tesoros artsticos
inmensos y es slo la investigacin diligente y sabia la que puede producir su descubri
miento (BLZQUEZ, 1914:504).
Hasta aqu hemos querido hacer una breve resea de los datos bibliogrficos -des
criptivos de las ruinas de Alarcos-. Creemos necesario precisar que prcticamente
todos ellos forman parte del relato que los distintos investigadores hacen de la Batalla
de Alarcos, cuya extensa bibliografa, mucha de la cual ha servido de base para estudios
posteriores, ha sido comentada en otro artculo (DE JUAN et alii, 1995).
Desde 1984 en que comenzaron los trabajos de excavacin del cerro de Alarcos,
avalados desde su comienzo por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, se han
dado a conocer una serie de avances en la investigacin del yacimiento. As, cabe men
cionar los artculos referidos especficamente a la muralla y las monedas medievales
(CABALLERO, A. y MENA, R 1986; CANTO, A., 1986 respectivamente), a los exvo
tos ibricos (CABALLERO, A y MENA, R1987) y a algunos elementos celtas (MENA,
P y RUIZ, A, 1987). As mismo, el estudio monogrfico de las cermicas de barniz rojo
(FERNANDEZ, M. 1987) y ms recientemente estudios generales sobre el yacimiento
(FERNANDEZ, M. et alii, 1993 y 1994; JUAN, A. et alii, 1994 y 1995).
RECINTO AMURALLADO ^
Desde que se comenzaron los trabajos en el yacimiento, en el interior y exterior de la
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muralla. Encima de este nivel limpio aparecen en todos los cortes abiertos armamento y
huesos (DE JUAN EL ALII, 1995) que corresponden, sin lugar a dudas, a restos de la
batalla que se libr en Alarcos el 19 de julio de 1195, lo que sita la construccin de la
muralla en los aos inmediatamente anteriores.
Todo lo expuesto anteriorm ente confirm a los datos aportados por las fuentes
(JIMENEZ DE RADA 1989:298; Crnica Latina, 1984:12) segn los cuales la villa de
Alarcos se encontraba en pleno proceso de edificacin en el momento de realizarse la
Batalla. Esperamos que futuras excavaciones confirmen si la construccin de la muralla
fue terminada o bien qued inconclusa. No obstante, el hecho de que la fosa de funda
cin fuera utilizado como fosa comn para enterrar a los muertos de la contienda (DE
JUAN et alii, 1995) nos lleva a considerar que la obra no estaba fnmda.'Xo mismo
ocurre con los amontonamientos de piedra que se suceden a lo largo de toda la muralla y
qe~n"un principio especulamos si seran torres; la excavacin de uno d ellos en el
Sector III demostr que se trataba de un simple amontonamiento de piedras, que inter
pretamos como acarreo de material para la construccin de la muralla.
CASTILLO
El castillo se encuentra situado en el centro de la villa y en su punto ms alto, a
680m., dominando una gran extensin y controlando el puente que cruza el ro Guadiana.
Al tratarse de un cerro con numersosas afloraciones cuarcticas, fue necesario, desde un
primer momento, establecer qn sistema de plataforma artificial, rellenando los intersti
cios d la roca, para ampliar la zona edificable, que permitiera una construccin solida
(figura 6).
El sistema aplicado en Alarcos consiste en una tcnica de zarpa o escarpa (figura 8),
con una sucesin de hiladas de piedra en talud. Sobre esta base artificial se construy un
edificio que en la actualidad presenta un recinto de forma rectangular con cuatro torres
en'cdaX de sus vrtices y otras diferentes promediando loriados. Todas las torres
son de forma cuadrangular excepto la T.I y la T.V que estn situadas en los lados E. y W.
que son de forma pentagonal y que por su posicin en el eje de la cresta carctica, son
las que tienen mayor valor defensivo.
Las tcnicas de construccin aplicadas en el castillo son muy variadas, siendo las de
algunas torres y lienzos similares en su fbrica a la de la muralla; otras aplican la misma
tcnica constructiva pero cambian sustancialmente los materiales usndose para ello
tierra apisonada en los lienzos existentes entre las T.II y III entre la T-IV y V y entre la
T.YILy V m 7(D lU N et alii, 1994:153 fig.9).
El acceso al castillo se realizaba por una puerta abierta en su lado W., entre las T.V
y Via, edificada con sillera y con un llagueado moteado que tapa los huecos existentes
entre las piedras. Este llagueado es igual en su ejecucin al de la base de mampostera de
la muralla. Delante de la puerta aparece una pequea liza que permite tener un acceso
en forma de codo y que est construido con materiales reaprovechads, presentando
actualmente muy poca consistencia.
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co a la reorganizacin del espacio interior. Dichos muros son ms anchos y de una factu
ra claramente distinta a los anteriores; stos se construyen con una base de piedra ms
grande, observndose verdugadas de ladrillo; las piedras se encuentran calzadas con
teja. Sobre esta cimentacin tendra un desarrollo en altura un tapial de tierra del que tan
slo se conserva el arranque de la lnea de mechinales o agujales. El hecho de no haber
encontrado teja, nos induce a suponer que la cubierta sera de algn material vegetal o
bien que dicha teja halla sido expoliada para otras construcciones como ya ocurri con
la sillera.
Los materiales cermicos aparecidos en el castillo no presentan grandes diferencias
tipolgicas. Hemos de suponer que las continuas reformas han alterado los niveles
estratigrficos. Sin embargo, en el interior aparece muy claro el nivel de la fase III,
correspondiente al perodo almohade. En estos 17 aos y en los inmediatamente poste
riores resulta muy difcil, en el estado actual de las investigaciones, apreciar cambios
tipolgicos entre una y otra fase; no obstante y a falta de un estudio pormenorizado de
los materiales cermicos, se aprecia un claro predominio de las cermicas almohades
sobre las cristianas. As pues, aparecen una serie de piezas representativas de este pero
do (1195-12123 tales como cermicas vidriadas con decoracin polcroma en blanco,
verde y manganeso; cermicas de cuerda seca total y un repertorio de cermicas pinta
das, algunas de cuyas formas tienen una gran pervivencia (Alarcos 95, 1995:254, ficha 97).
Uno de los aspectos ms interesantes y ms destacables de los materiales aparecidos
en Alarcos es el armamento. Este se encuentra en todas las zonas excavadas hasta el
momento, sobresaliendo por la cantidad las aparecidas en la fosa de la muralla y por
tanto fechadas en torno a 1195 y pertenecientes al enfrentamiento ocurrido en Alarcos
en esta fecha.
Las piezas ms comunes son las puntas de flecha que aparecen en grandes cantida
des, lo que demostrara la versin de la Crnica Latina cuando dice :Una innumerable
multitud de fechas sacadas de los carcajes de los arcos vuela por los aires.
Hasta este momento, en Alarcos se han documentado cuatro tipos de puntas de flecha:
I) Puntas de cabeza piramidal con un vstago que permite la fijacin en el astil.
Dentro de ellas existen subtipos. En cuanto a la seccin diferenciamos dos variantes, de
seccin cuadrada y de seccin triangunar. Las medidas, entre 3 y 8 cm., varan tanto en
la cabeza como en la longitud del vstago (figura 12).
II) Junto a las anteriores son las ms frecuentes y se caracterizaron por ser de enmange
tubular de seccin cnica, cabeza maciza de forma piramidal y seccin cuadrada. Las
medidas varan entre 6 y 11 cm.; sin embargo existen variantes con la cabeza ms desa
rrollada (figura 12).
III) Se trata de puntas de flecha de seccin triangular con uno de los lados planos y
en el otro una nervadura central muy pronunciada (figura 12).
IV) Puntas de hoja triangular con seccin rectangular muy estrecha con un apndice
en la bse de la cabeza y un vstago muy estrecho con diferentes secciones (figura 12).
Por el momento no se puede precisar si pertenecen a arco o ballesta aunque sabemos
que ambas armas fueron muy utilizadas en las batallas de la poca (SOLER, A, 1995:143)
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A l a r c o s : D ie z a o s d e in v e s t ig a c i n a r q u e o l g ic a
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n t o n io d e
Juan, A
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Fig.
12. P u n ta s
de flech a
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PUNTAS
DE LANZA
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A l a r c o s : D ie z a o s d e in v e s t ig a c i n a r q u e o l g ic a
F ig . 1 4 . P u n ta s d e la n z a
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J uan, A
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aba llero y
aca ren a
ernndez
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A c ta s C o n g r e s o B a ta lla d e A l a r c o s
De A
l a r c o s a l a s n avas d e to lo sa
RUIZ DOM ENEC, J.E., "Guerra y agresin en la Europa feudal. El ejem plo cataln", Quaderni di
Studi C la ssici e M edievali II (1980), p. 279. Sobre la guerra en el Occidente plenom edieval, vase DUBY, G.,
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2.- DUBY, G., El dom ingo de Bouvines, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp. 29 y 150.
3.- Sobre las batallas de Alarcos y las Navas de Tolosa, vase FORTUN PEREZ DE CIRIZA, L.J., Reyes
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y sus consecuencias" en LADERO QUESADA, op. cit., pp. 585-9.
251
a r t n
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abrer
negados de la crug quel a ell esto fizieran; et, loado a Dios et a la su merged, assi se
cumpli alii: que tomo el tal emienda et tal uenganga dellos, en las auas de Tolosa.4
Sin embargo, a la luz de las informaciones de esas mismas fuentes, cabe plantearse la
siguiente cuestin: hasta qu punto hubo una vinculacin directa entre la gran derrota
de Alarcos y el origen de la Cruzada de 1212? O, dicho de otro modo, realmente existi
la relacin de causa-efecto entre ambos acontecimientos que los cronistas castellanoleoneses del siglo XIII en gran medida aseguran?
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D e A l a r c o s a l a s n avas d e to lo sa
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pueblos enteros, pasando por la historia de un pueblo limitado a un territorio, hasta las
historias de reinos que personalizan el sujeto histrico en la cabeza poltica de la comu
nidad. Este ltim o tipo acabara por derivar en lo que E. Benito Ruano denomina
caudillismo historiogrfico, es decir, en la polarizacin y explicacin del proceso his
trico mediante la narracin de hechos realizados siempre por el caudillo militar -gene
ralmente el rey-, identificndose en este proceso la biografa del monarca y la historia de
la comunidad. Esta personalizacin conduce a una apologa monrquica que convierte a
los reyes en seres perfectos y siempre exaltados, verdaderos motores de la Historia. Slo
a partir de la Crnica Najerense y, sobre todo, desde la Chronica Adefonsi Imperatoris,
la historiografa comenzar a dejar de ser casi exclusivamente biogrfica para evolucio
nar hacia concepciones ms modernas, aunque mantenga claramente esta condicin en
la importante cronstica del siglo XIII.13
En el caso de las cuatro grandes crnicas castellano-leonesas que relatan la batalla de
las Navas de Tolosa, este caudillismo historiogrfico centrado en la figura de los re
yes no ofrece dudas, pues la exaltacin de Alfonso VIII es, sobre todo en Ximnez de
Rada y la Crnica Latina, una constante. Por tanto, y aceptando el papel que jug la
memoria de Alarcos en la campaa de 1212, cabra plantearse algunas cuestiones: fue
este poderoso recuerdo el autntico mvil que llev a Alfonso VIII a plantear otra gran
batalla campal al Imperio Almohade como afirman las fuentes coetneas? No hay en
esta interpretacin una excesiva personalizacin de los acontecimientos en torno a
Alfonso VIII, reduccionismo ideolgico que ocultara diferentes coyunturas para ambos
episodios y que puede, por tanto, poner en tela de juicio esta aparentemente clara rela
cin directa entre el resultado de una batalla -la derrota de Alarcos- y el origen de otra
-la victoria de Las Navas-?
Las posibles respuestas a estas preguntas pueden ser obtenidas a partir de las diferen
tes concepciones que se perciben en la mentalidad plenomedieval respecto a dos accio
nes blicas aparentemente similares: la guerra y la batalla.
13.- MITRE FERNANDEZ, E., H istoriografa y m entalidades histricas en la Europa M edieval, Univer
sidad Com plutense, Madrid, 1988, pp. 84-88 y 77-96; BENITO RUANO , E., "La historiografa de la Alta
Edad Media. Ideologa y estructura", Cuadernos de H istoria de Espaa, 17 (1952), pp. 50-104, pp. 81-84.
14.- DUBY, El dom in go..., 147 y 29.
255
a r t n
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abrer
15.- LOURIE, E., "A society organized for war: M edieval Spain", P ast an d Present, n 35, 1966, pp. 5476.
16.- TOLEDANO, VIII, i, 307, 3-4; a prin cipios de junio, cuando suele sa lir el enem igo a gu errearnos
dice el autor de la crnica almohade titulada Bayan al-M ugrib (Annimo de C openhague) en HUICI, E stu
d io ..., p. 117.
17.- DUBY, El dom ingo..., 147-161.
18.- RUIZ DOMENEC, La m em oria de los feu d a les, Barcelona, 1984, 27-31; vase tambin MARTINEZ
MARTINEZ, J.G., A cerca de la guerra y la paz, los ejrcitos, las estrategias y las arm as segn el "Libro de
L as Siete P artidas", Cceres, 1984; sobre monarqua y paz en el siglo XII, vase PASCUA ECHEGARAY,
E., Estructuras m onrquicas y dinm ica interfeudal en la Europa d el siglo XII, tesis doctoral indita, U n i
versidad Com plutense de Madrid, 1993.
19.- DUBY, El dom ingo..., 148.
20.- Sobre las connotaciones ideolgico-m entales de la batalla en el caso de Las N avas de Tolosa, vase
mi artculo "Dimensiones religiosas y liturgia de la batalla plenom edieval: Las N avas de Tolosa, 16 de julio
de 1212", XX Siglos n 19 (1994) (M inoras religiosas y S ociedad m edieval), pp. 33-46.
21.- DUBY, El dom ingo..., 147-161.
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As pues, teniendo en cuenta esta clara distincin entre guerra y batalla, convie
ne volver a analizar la gestacin de la campaa de Las Navas de Tolosa desde sus orge
nes.
22.- TU D ENSE, IV, lxxxiii, 412; en HUICI, Estudio..., p. 178; TOLEDANO, VII, xxxv, 304, 2-3; Prim era
Crnica G eneral, 1007, 686.
23.- TOLEDANO, VII, xxxv, 304, 4; Crnica Latina, 23, 23-29; GONZALEZ, El reino..., I 986-987.
24.- GONZALEZ, El reino..., I, 982 y 985; Bulas pontificias de 1210 y del 22 de febrero de 1211, en
MANSILLA, "La documentacin pontificia de Inocencio III (1198-1216)", Monumento H ispaniae Vaticana,
t. I, n. 396, Roma, 1955, pp. 429 y ss.
257
a r t n
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pregunta: buscaba Alfonso VIII con estas acciones forzar ese enfrentamiento definitivo
que, segn las crnicas castellanas, tanto ansiaba? Quiz s, pero los hechos que ocurren
entre 1210 y septiembre de 1211 no parecen demostrarlo.
La respuesta almohade a los ataques de las tropas castellanas se materializ en la
preparacin de una gran ofensiva militar contra Castilla por parte del Miramamoln alNasir, accin a gran escala que estaba en la mente del califa almohade tiempo atrs, y
que tampoco debi ser, por tanto, consecuencia directa de estas rpidas acciones cristia
nas.25 Cuenta el Toledano: Tras haber perpetrado los nuestros alguna correra, el hijo
del citado rey de los agarenos, llamado Mahomath, reclutado un ejrcito de su gente,
acamp en torno a Salvatierra.26 Y lo confirma el cronista annimo: El rey marroqu
Abdelmn IV, hijo del que vino a Alarcos, odo que el rey de Castilla le haba declarado
la guerra, se indig. Lleno de furor, como hombre valeroso y belicoso, impaciente por
costumbre, reuni gran cantidad de soldados de a pie y a caballo, abri sus tesoros (...)
y pas el estrecho con una multitud de hombres de guerra (...) y salvando el puerto del
Muradal, asedi la fortaleza de Salvatierra...11
Iniciado en julio de 1211 el asedio de Salvatierra, Alfonso VIII permaneci con sus
tropas cerca de Talavera, mientras columnas volantes musulmanas arrasaban los alrede
dores de Toledo.28 En inferioridad de condiciones, el rey de Castilla, aunque estaba de
cidido a arrostrar la dudosa suerte del combate, ante los insistentes ruegos de su hijo
primognito Fernando, que pensaba con mayor clarividencia, determin dejar pasar
para el ao siguiente el riesgo del combate; pues es ms ventajoso el momento sopesado
que el arrebato de la clera 29 As pues, el castellano no se atrevi entonces a plantar
batalla, confiando en que la resistencia de los calatravos frenara la ofensiva almohade
hacia el norte. Incapaz de prestarles apoyo, el rey accedi finalmente a una rendicin
honrosa de la plaza, que cay ante los almohades a finales de septiembre de 1211.30
En el plano conceptual antes comentado, estos hechos siguen formando parte del
contexto de la guerra que se desarrolla en toda la Cristiandad entre los siglos XI y
XIII, incluidos los reinos hispnicos: continuas algaradas de rapia, saqueos y caza de
botn por un lado; ataques a fortalezas, asedios y tomas de plazas fronterizas de mayor o
menor relieve por otro.31 Durante el tiempo de la guerra del ao 1211, por tanto, sigue
sin aparecer la batalla en sentido estricto. Pero lo ms importante es el hecho de que
lo ocurrido e n l2 1 0 y e n l2 1 1 contradice en buena medida la interpretacin ofrecida por
las crnicas castellano-leonesas sobre el origen de la campaa de Las Navas: si Alfonso
VIII pretenda desde el primer momento vengar la ofensa recibida en Alarcos mediante
un enfrentamiento directo, por qu no inici en 1210 unos preparativos a gran escala en
25.26.27.28.29.30.31.-
258
D e A larco s
las
n avas d e to lo sa
consonancia con el objetivo que tena en mente?; si, como ocurri un ao despus, cono
ca las intenciones de al-Nasir para el tiempo de la guerra de 1211, por qu no orga
niz desde el principio un ejrcito nutrido que pudiera oponerse a la gran ofensiva
almohade?; aunque antes de 1210 s fue solicitado un legado a Roma,32 por qu no hubo
un llamamiento a otros monarcas hispanos de cara al gran choque que, segn los cronis
tas, deseaba Alfonso VIII?; y si el conflicto estaba inspirado por el deseo de vengar la
derrota de 1195, contaba el castellano con permanecer a la defensiva y con perder en
1211 una de las plazas fronterizas ms importantes del reino -Salvatierra era para los
cristianos la defensa de sus casas y el lugar de expiacin de sus pecados segn el autor
del Bayan al-Mugrib -,33 prdida que tuvo lugar, segn el Toledano, para vergenza de la
fe cristiana?34
La respuesta a estas cuestiones debe buscarse ms all de la interpretacin oficial
de los cronistas castellano-leoneses, es decir, contemplando los relatos cronsticos sobre
los orgenes de la campaa de 1212 desde otra perspectiva.
259
a r t n
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no poder resistir con facilidad a los brbaros, acudi con ruegos y dones a los Reyes de
Aragn y Navarra para que concurriesen con l a luchar contra los brbaros, en defen
sa de la fe catlica?1
La guerra entre Castilla y el Imperio Almohade haba comenzado, extinguidas las
treguas, a mediados de 1210; Salvatierra haba cado en poder del Miramamoln en
septiembre de 1211; a finales de este mes, Alfonso VIII ordenaba pregonar a todo el
reino un edicto de movilizacin que era consecuencia directa de su decisin de com
batir a los musulmanes en el campo de batalla.38 En definitiva, slo desde finales de
septiembre de 1211, y parece que no desde antes, la guerra entre Alfonso VIII y los
almohades tuvo un slo objetivo: entablar una batalla campal. Ante la imposibilidad
de detener una ofensiva almohade de las dimensiones de la que haba acabado con una
de las posiciones ms slidas de Castilla -la fortaleza de Salvatierra-, a Alfonso VIII se
le presentaban dos opciones de cara al tempus belli del ao 1212:39 la primera, mantener
se a la defensiva en el Sistema Central como haba hecho ese ao, y esperar que los
ataques musulmanes chocaran contra las murallas del Reino de Toledo, todo ello a la
expectativa de un ms que posible ataque en la frontera con Len que, incluso, poda
llegar a combinarse con la ofensiva musulmana;40 la segunda, afrontar el problema di
rectamente, planteando al ejrcito almohade acuartelado en Sevilla una gran batalla
que sancionara la hegemona militar sobre la frontera cristiano-musulmana en tiem
pos venideros. Si Alfonso VIII era derrotado en el choque, Castilla quedara a merced de
los ataques y ms que posibles conquistas almohades, al menos en las zonas fronterizas
ms expuestas;41 si, por el contrario, sala airoso del combate, la amenaza del poderoso
ejrcito musulmn quedara neutralizada, de modo que la iniciativa pasara a manos
cristianas. La cada de Salvatierra hizo ver al monarca castellano la ineficacia de la
estrategia defensiva: si las murallas de Castilla no podan resistir los embates enemigos,
slo quedaba la opcin del enfrentamiento directo con los almohades: la batalla campal,
comprobar la voluntad del cielo en el peligro del combate, ese riesgo que el Arzobispo
don Rodrigo define como la dudosa suerte del combate?2
Es ms que probable, como afirman los cronistas, que librar una gran batalla estuvie
ra en la mente de Alfonso VIII cuando inici la guerra con los almohades en 1210 por
motivos de venganza personal y desquite de la derrota de Alarcos.43 Pero son esas mis
37.- TUD ENSE, IV, lxxxiii, 413; en HUICI, Estudio..., 178.
38.- GONZALEZ, El reino..., I, 995.
39.- Crnica Latina, 27, 19-20; TOLEDANO, VIII, i, 307.
40.- GONZALEZ, El reino..., I, 995. Ya lo haba hecho A lfonso IX de Len despus de Alarcos (TOLE
D AN O , VII, xxx, 300 y Crnica Latina, 15, 23-28); y as lo sospechaba Inocencio III segn se deduce la
documentacin pontificia (M ANSILLA, La docum entacin..., 471 y 501-2).
41.- Tras la derrota de Alarcos en 1195 los almohades conquistaron Calatrava, Alarcos, M alagn, Caracuel
(Crnica Latina 15, 20-22); tambin sitiaron Toledo por segundo ao, Madrid, Alcal, Huete, Cuenca y
U cls (1196); en 1197 sitiaron otra vez Toledo, Maqueda y Talavera, arrasaron Santa Olalla y tomaron Plasencia,
Montnchez, Trujillo y Santa Cruz (TOLEDANO, VII, xxx, 300, 15-17 y 25-30).
42.- GONZALEZ, El reino..., I, 995; TOLEDANO, VII, xxxv, 305, 18-19 y 21; xxxvi, 305, 7.
43.- Et pa sso ell yuierno [de 1211], mas non passo al noble rey don Alffonsso del coragon la gran d
uoluntat que el tenie en uengarse de la batalla de Alarcos, afirma la Prim era Crnica G eneral, 1009, 688.
260
e A la r c o s a la s navas d e to lo s a
mas fuentes -sobre todo Ximnez de Rada y la Crnica Latina- las que separan clara
mente los acontecimientos en dos secuencias: el inicio de la guerra en 1210 y la decisin
de emprender la campaa que acabar en las Navas a finales de 1211. El autor annimo
de la Crnica Latina es el que nos ofrece de una forma ms clara esta distincin: la toma
de Salvatierra fu e la principal causa de la belli [guerra o batalla] gloriosa que se
llev a cabo al ao siguiente en Navas de Tolosa, en la cual por virtud de la Cruz de
Cristo fue vencido el rey m a r r o q u Ciertamente, ambas fuentes castellanas coinciden
en expresar con vivo sentimiento la sensacin de dolor y peligro que corri por el reino
al conocerse la conquista almohade de la sede de los calatravos: Oh, cunto llanto de
hombres, gritos de mujeres gimiendo todas a una y golpeando sus pechos por la prdida
de Salvatierra!, dice la Crnica Latina;45 y afirma el Toledano: Aquel castillo, castillo
de salvacin, y su prdida, menoscabo de la gloria; por l lloraron las gentes y dejaron
caer sus brazos; su aprecio espole a todos y su fam a alcanz a la mayora; con la
noticia se alzaron los jvenes y por su aprecio se compungieron los viejos, su dolor, a
los pueblos lejanos, y su conmiseracin, a los envidiosos .46 Salvatierra se convirti en
tonces en el smbolo de la amenaza que pesaba sobre todos los cristianos. A la ultio o
deseo de venganza motivado por la derrota de Alarcos, en la interpretacin de los cronis
tas se une ahora la tuitio, la obligacin de origen feudal de proteger al dbil, a las perso
nas y al territorio, nocin concebida por intelectuales del siglo XII de la talla de Suger
de Saint Dnis y condicin tambin clave de la guerra justa y santa que debe librarse por
Dios.47 La batalla como nica salida ante tanto periculo es slo ahora, en este preciso
instante, cuando alcanza realmente su verdadero sentido.48
En efecto, en las fuentes cronsticas castellano-leonesas del siglo XIII puede
constatarse que la batalla de Las Navas de Tolosa posee las connotaciones simblicas,
ideolgico-mentales y, en gran parte, litrgicas que G. Duby logr definir en su estudio
sobre Bouvines. A diferencia de las expediciones de saqueo en al-Andalus de 1210 y
1211, la campaa de 1212 es decidida por Alfonso VIII, su hijo y los principales bellatores
y oratores de Castilla, en medio de una deliberacin pacfica (...) en el seno de una
asamblea, una ordala, porque la batalla es un asunto de ancianos, de sniores, de
soberanos, asunto serio que no se concibe sin una cierta serenidad -es ms ventajoso el
momento sopesado que el arrebato de la clera, dice el Arzobispo-; porque la batalla es
una prueba, el recurso definitivo al juicio de Dios y debe ser asumido con toda la
reflexin y prudencia que una apelacin a Dios llena de riesgo exige.49 Consecuencia
directa de la poderosa ofensiva almohade de 1211, la batalla de las Navas tiene el carc
ter de solucin radical ante la amenaza de la guerra identificada con los almohades
invasores y conquistadores de Salvatierra, nicos culpables de los males de la patria y
261
a r t n
A l v ir a C
abrer
los santuarios.50 Por ello, la batalla es considerada en las fuentes una ordala, un
Juicio de Dios requerido cuando la guerra no basta para solucionar un conflicto
entre dos fuerzas adversarias, un combate arriesgado y peligroso que obliga a Dios a
decidirse sobre el bien y el futuro de su pueblo, el pueblo cristiano. Finalmente, tam
bin la batalla de las Navas tiene el carcter de procedimiento de paz: la decisin de
afrontar el conflicto en un gran choque directo es tomada porque de ella se deriva la
consecucin de la paz, una paz victoriosa fruto de la batalla identificada en las crnicas
con la unidad de los cristianos hispanos en contra del enemigo comn musulmn.51 To
das estas razones explican que la batalla de Las Navas de Tolosa de 1212, apelacin
directa a la voluntad del Cielo, requeriese para su feliz resolucin la ayuda de todos los
cristianos de Espaa y, ms an, de toda la Cristiandad.
4. CONCLUSIONES
Entre las primeras exhortaciones papales a los reinos cristianos en favor de la guerra
contra los almohades -desde febrero de 1209- y el asedio y conquista de Salvatierra por
el ejrcito del Miramamoln almohade al-Nasir -septiembre de 1211-, las circunstancias
estructurales y coyunturales de fondo y la ideologa imperante estimularon y favorecie
ron el relanzamiento de un conflicto a gran escala de los hispano-cristianos contra el
Imperio Almohade.52 En este contexto, el poderoso recuerdo de la gran derrota de Alarcos
s debi convertirse en una poderoso argumento en favor de una nuevo enfrentamiento
militar contra los almohades. Pero fue solamente desde finales del verano de 1211 -al
caer Salvatierra-, cuando esa guerra contra los almohades que se haba reiniciado a me
diados de 1210 se transform, obligada por las circunstancias militares, en la bsqueda
de un enfrentamiento directo a gran escala en una batalla campal. Segn la idea que he
50.- La finalidad del "duelo" que representa la batalla es defender p a tria y f e , elem entos cuya sntesis
refleja la cristalizacin definitiva de un espritu "nacional", de una conciencia hispnica y de la profunda
infiltracin en esta conciencia de unos conceptos y una mentalidad propios de la ideologa de Cruzada. Sobre
esta cuestin, vase BARKAI, C ristian os..., 213 y ss.
51.- Esto se plasma en la actitud pacfica de A lfonso VIII respecto a A lfonso IX despus que ste atacara
la frontera castellana durante la campaa de 1212: El Rey de Castilla, de quien se tem a que, despus de la
fe liz victoria de las N avas, viniese contra los leoneses airado y con gran poder, presen tse muy humilde,
alabando a D ios p o r la victoria con cedida al pu eblo cristiano. C onvid con la p a z al Rey de Len (...) Esto
haca el sapientsim o Rey de C astilla p a ra p acificar a todos los reyes de Espaa y lanzarlos contra los
sarracenos. TUD ENSE, IV, lxxxiii, 416; en HUICI, Estudio..., 180-1.
52.- GONZALEZ, El reino..., I, 981-995. Entre las circunstancias ms personales hay que citar los nimos
b elicosos de Pedro el Catlico y del infante don Fernando, hijo de A lfonso VIII. Sobre la posicin de Pedro
II de Aragn, vase SOLDEVILLA, F., H istoria de Espaa, I, Barcelona, 1952, pp. 261-269 y GONZALEZ,
El reino..., 875 y ss. 981 y ss. Y sobre la belicosidad del infante don Fernando escribi el cronista annimo:
Arda en deseos de guerra con los sarracenos; com entndolo con los fa m ilia res y dn dole m uchas vueltas en
su mente, y ya no le poda a gradar otro afn que la m ilicia y el uso de las arm as, Crnica Latina, 23, 4-7. En
el ao 1210 don Fernando escribi el propio Inocencio III com unicndole estos deseos, GONZLEZ, El
reino..., I, 985.
262
D e A l a r c o s a l a s n av a s d e to lo sa
querido apuntar, las dimensiones del enfrentamiento ocurrido en Las Navas de Tolosa dimensiones desconocidas hasta esa fecha en cuanto al despliegue por parte de un reino
hispano de un poderoso aparato ideolgico y propagandstico en gran parte del Occiden
te cristiano; al nmero y origen hispnico y continental de los combatientes; y a la cate
gora de los caudillos cristianos-, es decir, las condiciones que hacen del 16 de julio de
1212 un acontecimiento excepcional -aquel que, dice Duby, por sus efectos de resonan
cia, por todo lo que gracias a su explosin surge a la superficie de lo inexpresado, por las
latencias que revela al historiador (...) hace surgir (...) huellas que, de otra manera, hu
bieran permanecido en tinieblas53-, tuvieron su origen en la decisin de combatir en
campo abierto que Alfonso VIII adopt a finales de 1211: es decir, cuando el rey con sus
magnates acept que el enfrentamiento contra el ejrcito musulmn debera tener lugar
necesariamente en una arriesgada y decisiva gran batalla, y no, como hasta entonces,
en una prolongada, cotidiana e incierta guerra.
Aunque el poderoso recuerdo de la derrota de Alarcos estuviera de una forma u otra
en la mente de todos -esto es especialmente patente, como vimos, en los aspectos milita
res-, la batalla de las Navas de Tolosa no se concibi COMO TAL desde el comienzo de
la guerra contra los almohades, sino que surgi, circunstancialmente, como remedio
radical a una situacin poltico-militar insostenible por parte de Castilla. Contemplado
desde esta perspectiva ideolgico-mental, el episodio del 16 de julio de 1212 se ajusta
con precisin al modelo propuesto por G. Duby: desde el da en que Alfonso VIII y los
suyos decidieron combatir en campo abierto al ejrcito del Miramamoln, todo lo ocurri
do a continuacin gir en torno al magno acontecimiento blico que es la batalla en la
mentalidad plenomedieval, esto es, juicio de Dios, ordala judicial, oportunidad
salvfica de purgacin de los pecados, duelo entre religiones y civilizaciones54 y entre
las virtudes de sus campeones, apelacin directa a la divinidad, gran riesgo, peticin
explcita al Cielo de una seal, ocasin de venganza de las ofensas recibidas, obra de
paz y acto penitencial y salvfico en honor de Dios.
En definitiva, a la vista de la interpretacin ofrecida por G. Duby de los conceptos
ideolgico-mentales de guerra y batalla, la relacin causa-efecto que la historiografa
castellano-leonesa del siglo XIII contempl al relatar los orgenes de la Cruzada de las
Navas de Tolosa pierde gran parte de su realidad histrica para convertirse, ms que
nada, en un recurso ideolgico inspirado por el afn exaltador de los monarcas propio de
la cronstica de la poca. Por esta razn, la sucesin en un mismo reinado de dos aconte
cimientos blicos de la singularidad y resonancia de estas dos grandes batallas no pudo
impedir que, en la visin histrica de los cronistas, el recuerdo de la derrota de 1195
inspirara y determinara siempre los acontecimientos de 1212: al producirse la consuma
cin de la gran victoria militar de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa, Rodrigo Ximnez
de Rada, cronista-testigo de los hechos, no dudar en invocar por ltima vez el fantasma
263
a r t n
A l v ir a C
abrer
por fin exorcizado de la batalla de Alarcos: Visto y odo lo cual, el arzobispo de Toledo
dijo al noble rey lo siguiente: Tenedpresente la gracia de Dios que supli todas vues
tras carencias y que hoy borr el deshonor que habis soportado largo tiempo.55
264
A c ta s C o n g r e s o B a ta lla d e A l a r c o s
La
B a ta lla e n s u c o n te x to e s tr a t g ic o . A p r o p s ito d e A la r c o s
Reconquista.
Alarcos, como toda gran batalla medieval, dej un rastro perdurable en la mente de
los contemporneos y en la memoria de los cronistas. El impacto emocional que su
resultado produjo sobre las dos comunidades enfrentadas en la llanura manchega fue
enorme: mientras que un poeta musulmn lleg a calificarla como la mayor de las
batallas de la gente del tawhd contra los tiranos del politesmo1, los historiadores cris
tianos posteriores tuvieron que buscar explicaciones providencialistas para justificar la
derrota2 y no dudaron en plantear los orgenes de la victoria de La Navas como conse
cuencia de las ansias de venganza que el desastre de 1195 haba sembrado en el corazn
de Alfonso VIII3.
Y es que la batalla campal era un acontecimiento mayor, el tipo de hecho que cual
quier historiador medieval considerara digno de ser mantenido en el recuerdo de las
generaciones futuras4, que cualquier juglar aprovechara para narrar las actuaciones de
'.- A L -SA R lF AL-GARNT: Comentario a la Q asfda m aqsra, de Ab-l-H asan Hzim al-Qartyanl,
en Am brosio HUICI M IRANDA: Las grandes batallas de la Reconquista durante las invasiones africanas
(Alm orvides, A lm ohades y Benim erines), Madrid, 1956, p. 205.
2.- A lgunas versiones de la C rnica de E sp a a alfons convirtieron a los ilcitos y pecam inosos amores
del monarca castellano-leons con una juda toledana en la causa de la derrota, interpretada entonces com o la
m anifestacin de la clera divina. Vase OCAMPO, Florin de: Las quatro p artes en teras de la Crnica de
Espanna que m and com poner el Serenssim o rey don Alfonso llam ado el Sabio, Valladolid, 1604, pp. 315 y
354; Crnica G eral de Espanha de 1344, ed. Luis Filipe Lindley Cintra, Lisboa, 1990, vol. IV, caps. DCCXLI
y DCCLIII.
3.- El tenie muy a coragon el danno et el quebranto que el et la cristiandad auien recebido en la batalla de
Alarcos, et gano por ende del apostoligo, et de su corte, porque aquellas yentes tantas le llegassen alli [a
Toledo en vsperas de la partida hacia Las Navas de Tolosa]: porque assi com o fuera grand ademas la soberuia
et el quebranto et la desondra que el alli tomara, que assi touiesse el guisado de tomar grant emienda de los
enem igos renegados de la crug, quel a ell esto fizieran; et loado a D ios et a la su merged, assi se cum pli alli:
que tomo el tal em ienda et tal uenganga dellos, en las auas de Tolosa, et fueron alli los moros quebrantados
et aterrados, de guisa que nunqua despus algaron cabega, nin la algaran, si D ios quisiere, P rim era Crnica
G eneral, ed. Ramn M enndez Pidal, Madrid, 1977, cap. 1013, pp. 692-693.
4.- GUENE, Bernard: H istoria et culture historique dans l O ccident M dival, ed. Aubier-Montaigne,
Paris, 1980, p. 23.
267
F r a n c is c o G
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un hroe y condensar en tal escenario los valores del mismo5, o que una cancillera real
poda utilizar como sistema cronolgico para fechar la documentacin6.
La huella dejada por una batalla de la envergadura de la de Alarcos en la conciencia
colectiva de una sociedad era profunda. Ahora bien, cabra preguntarse si exista una
correspondencia adecuada entre la trascendencia concedida a estos episodios blicos
por los contemporneos o por sus sucesores, y el lugar que los enfrentamientos campa
les tenan realmente en el conjunto de operaciones que caracterizaban el modo de hacer
la guerra en la Edad Media y en el marco de una estrategia general de acercamiento al
enemigo. Quizs un esclarecimiento de la situacin objetiva de la batalla en dicho con
texto pueda poner de manifiesto su irrelevancia y rareza en comparacin con otros tipos
de actuaciones militares, ms frecuentes, rutinarias y grises, pero ms eficaces y mejor
adaptados a los medios disponibles y a los fines perseguidos. Tal vez su propia
excepcionalidad explique la impronta dejada en los testigos. Al anlisis de estas cues
tiones dedicaremos las siguientes pginas, necesariamente sintticas.
Durante dcadas los estudiosos de la historia de la guerra, o del arte de la guerra,
como muchos preferan calificar el contenido de sus trabajos, han transmitido la idea de
que el comportamiento de los lderes militares medievales era de todo punto incompati
ble con la existencia de nociones que pudieran acercarse siquiera al concepto de estrategia.
Partiendo en la mayora de los casos de los esquemas interpretativos clausewitzianos,
se entenda que la estrategia haca referencia a las operaciones aplicadas a la prepara
cin y reunin de los medios militares, y a los modos de conducir un ejrcito hasta la
presencia de una fuerza enemiga, de manera que, en oposicin a la tctica, las operacio
nes estratgicas seran todas aquellas realizadas fuera del alcance del enemigo7.
Cuando los tratadistas de la historia militar de fines del siglo pasado y de la primera
5.- El Poem a de Fernn G onzlez presenta 708 estrofas, de las cuales slo 534 -desde la 174 en adelnte
se refieren a la vida y acciones del primer conde castellano. D e stas, la batalla de Lara ocupa 87 estrofas y
la de Hacinas, 147. Si a ello unimos el espacio otorgado por el monje a la narracin de las dos batallas
habidas contra el rey de Navarra y contra el conde de Tolosa, casi 100 estrofas, encontraramos que ms del
sesenta por ciento del contenido de la parte dedicada especficam ente a Fernn Gonzlez, est consagrado a
las batallas ms importantes protagonizadas por el hroe de Castilla. Para la enumeracin de las estrofas
hem os seguido la transcripcin de la edicin facsm il del manuscrito depositado en el M onasterio de El
Escorial, vase Poem a de Fernn G on zlez, Excm o. Ayuntamiento de Burgos, Burgos, 1989.
6.- Algunos documentos del reinado de Fernando II de Len fueron datados en Eo anno quando rex
Ferdinandus regem Sancium portugalensem campali bello devicit, GONZALEZ, Julio: R egesta de Fernan
do II, Madrid, 1943, p. 464. La cancillera de A lfonso VIII no dejara pasar la ocasin para recordar en sus
d iplom as el ao en que el rey ven ci en Las Navas: tertio vid elicet anno postquam eg o A lfon su s
Alm iramomelinum regem de Marroquos, apud Navas de Tolosa campestri prelio devici, non m eis meritis,
sed D ei misericordia, et meorum auxilio vasallorum, indica un documento de 1214, M ANUEL RODRIGUEZ,
M iguel de: M em orias p a ra la vida d el Santo Rey Don Fernando III, Madrid, 1800, p. 275.
7.- CLAUSEW ITZ, Cari von: De la Guerra. Ed. Labor, Barcelona, 1976, pp. 121-122 y 201-268. Un
variado ram illete de definiciones del concepto de estrategia puede encontrarse en ALMIRANTE, Jos: D ic
cionario M ilitar, Madrid, 1869, voz E strategia, pp. 154-176. Para comprobar la permanencia de estos con
ceptos en el mbito militar, vanse la definiciones de tctica y estrategia en la introduccin general de la serie
de manuales de historia militar de la Academ ia de West Point, MAY, Elmer C., STADLER, Gerald P. y
VOTAW, John F.: A ncient and M edieval Warfare. Departament of History. United States M ilitary Academ y
West Point, N ew York. Avery Publishing Group Inc., Wayne, N ew Jersey, 1984, p. XIII.
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B a ta lla e n s u c o n te x to e s tr a t g ic o . A p r o p s ito d e A la r c o s
mitad del presente, buscaron en las fuentes medievales el tipo de operaciones que los
grandes lderes militares del momento aplicaron para preparar, reunir o conducir a un
ejrcito hasta la presencia del enemigo, dictaminaron que la complejidad organizativa
que aquellas conllevaban se escapaba de las posibilidades materiales y mentales de tales
comandantes.
A tenor de lo que escribieron, parece que llegaron a la conclusin de que, en el mejor
de los casos, los dirigentes militares de la Edad Media podan ser considerados como
tcticos, pero nunca como estrategas. Quizs nadie ha contribuido tanto como Charles
Ornan a la extensin de la imagen del lder militar medieval como un ser tan aguerrido y
temible como soberanamente estpido. Segn su criterio, cuando el coraje individual de
los caballeros feudales sustituy a la habilidad y experiencia, tal como ocurri entre los
siglos XI y XIV, la arrogancia y la estulticia acabaron dando un color definitivo a las
actuaciones de la hueste frente a cualquier otra caracterstica de su modo de hacer la guerra8.
El general Fuller coincidira plenamente con l en la idea de que, en el Occidente
medieval, el valor en su forma ms primitiva fue el ideal del soldado, de modo que
durante esta poca resultara intil buscar comportamientos que respondiesen a esque
mas estratgicos o tcticos9. Las palabras de Liddell Hart bien pueden servir para resu
mir estos criterios: en el Occidente europeo -afirmaba- el espritu blico de la caballe
ra feudal se mostr durante toda la Edad Media rebelde a toda teora del arte de la
guerra, aunque la obscuridad de su estpido desarrollo se ilumine a veces con algunos
fulgores brillantes10.
Como antes indicbamos, en el mejor de los casos, los historiadores de la guerra
estaban dispuestos a conceder nicamente la existencia de cierto sentido de la tctica,
pero ste se expresaba casi con exclusividad en la batalla campal. Poco importaba que
ellos mismos reconocieran que el encuentro de dos huestes en campo abierto fuera una
excepcin a los modos habituales de hacer la guerra y que sta se resolviera normalmen
te mediante operaciones de saqueo o de cercos. Dispuestos a analizar las tcticas de los
ejrcitos medievales, su atencin se centraba exclusivamente en la batalla11.
8.- OMAN, C.W.C.: The A rt o f war in the M iddle Ages, a.d. 378-1515. Revised and edited by John H. BEELER.
Comell University Press, Ithaca, New York, 1953. Reedicin de la de 1884, pp. 58-59.
9.- FULLER, J.F.C.: Armament and History. A Study o fth e influence ofArm am ent on History from the Dawn
o f Classical Warfare to the Second World War, Eyre & Spottiswoode, London, 1946, p. 60.
10.- LIDDELL HART, Basil H.: La estrategia de aproximacin indirecta. Las guerras decisivas de la Historia,
Ed. Iberia-Joaqun Gil Editores, Barcelona, 1946, p. 97.
".- Tal sera el caso de tratadistas de la historia militar que hoy da podran considerarse como clsicos, por
ejemplo, OMAN, Charles: A history ofth e Art ofW ar in the M iddle Ages, 2 vols., Greenhill Books, London, 1991.
La obra de Ornan fue publicada en 1884 con el ttulo The art o f war in the M iddle Ages, a.d. 378-1515, pero
conoci una segunda edicin ampliada en 1924, organizada ya en dos volmenes, que fue reeditada en 1978 por
Methuen and Co. Ltd. y, posteriomente, en 1991, por Greenhill Books. Por su parte, la primera edicin fue reeditada
a su vez en 1953, revisada por John H. Beeler y publicada por Comell University Press; DELBRCK, Hans:
History o fth e art o fw a r within the fram ew ork o f political history, vol. III: Medieval Warfare, translated from the
german by J. Renfroy J.R., University o f Nebraska Press, Lincoln and London, 1982, publicada inicialmente en
Berln entre 1900 y 1936; LOT, Ferdinand: L art militaire et les armes au Moyen Age en Europe et dans le Proche
Orient, 2 tomos, ed. Payot, Paris, 1946; VERBRUGGEN, J.F.: The Art o f Warfare in Western Europe during the
Middle Ages. From the Eight Century to 1340. North-Holland Publishing Company, Amsterdam-New York-Oxford,
1977, pp. 288-289. La primera edicin de esta obra se public en Bruselas en 1954.
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,7.- V egecio haba ya advertido que conflictus publicus duarum aut trium horarum certamine definitur,
post quem parts eius quae superata fuerit, spes om nes intercidunt. Ideo om nia ante cogitanda sunt, ante
temptanda, ante facienda sunt quam ad ultimum ueniatur abruptus, E p itom a R ei M ilitaris, Lib. III, cap.
IX) y que, por tanto, boni duces publico certamine nunquam nisi ex occasione aut nimia necestate confligunt
(Lib. III, cap. XX VI). Siguiendo estos principios, algunos de los autores y obras del siglo XIII que trataron
sobre la guerra recomendaban a sus lectores que dirimieran sus con flictos por m edios distintos a la batalla
campal y que hicieran todo lo que estuviera en sus manos por evitarla. Vase, por ejem plo, GIL DE ZAMORA,
Juan: De P raecon iis H ispaniae, estudio preliminar y edicin crtica de Manuel de Castro y Castro, ed. U ni
versidad de Madrid, Madrid, 1955, libro XI, tt. 16, p. 355; JUAN MANUEL: Libro de los E stados, edicin,
prlogo y notas de Jos Manuel Blecua, O bras C om pletas, vol. I, pp. 191-502, Ed. Gredos, Madrid, 1982,
Parte I, cap. LXX, p. 334; Libro de los Cien C aptulos, edicin de Agapito Rey, Indiana University Press,
Bloom ington, 1960, cap. XIV, pp. 19-20; SEUDO ARISTOTELES: P oridat de P oridades, edicin de Lloyd
A. Kasten, Madrid, 1957, tratado VII, p. 57.
272
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Dos nombres de batallas para condensar un reinado. Sin duda eso debera ser indicio
ms que suficiente para sospechar que el gobierno de Alfonso VIII es prdigo en
enfrentamientos campales, de los que los citados no seran sino los fundamentales, aqu
llos que han sido recordados incluso por la historiografa europea, tan alejada habitual
mente del mbito castellano-leons: Ferdinand Lot las consagr entre el pblico espe
cializado al incluirlas en su estudio sobre lart militaire20. Ms recientemente, Richard
Barber convirti a la de Alarcos en una de las cinco y, segn l, nicas batallas que
merecen este nombre a lo largo de todo el siglo XII en Occidente21.
Por tanto, si nos dejsemos arrastrar por la importancia concedida a estos dos gran
des encuentros, tal vez deberamos concluir que Alfonso convirti la confrontacin di
recta en el campo de batalla en el instrumento principal de su estrategia de agresin y
expansin. Leyendo las abundantes noticias que nos han llegado en torno a estos dos
conflictos, uno estara incluso legitimado para pensar as: en Alarcos, Alfonso parece
que busc la batalla conscientemente e hizo de ella el nico medio para evitar la campa
a almohade; en Las Navas, aqulla bsqueda no es slo ms evidente y ofensiva, sino
que desde aos antes de su materializacin se vena hablando oficialmente de un enfren
tamiento directo en campo abierto como modo de borrar la afrenta de 119522.
Pero los acontecimientos, por fulgurantes que sean, no deberan analizarse fuera de
su contexto. Sera un error que considersemos a Alfonso VIII como una excepcin
dentro del modelo de comportamiento blico que ya conocemos en otros comandantes.
En realidad, cuando Alarcos y Las Navas se colocan en la perspectiva de la biografa
militar completa del monarca castellano, se nos presentan como dos acontecimientos
extraordinarios dentro de un paisaje rutinario y repetitivo de guerras de desgaste, de
cabalgadas y de cercos. El rey de Castilla tampoco cambi el modo de pensar y de hacer
la guerra. Para demostrarlo, basta con seguir al personaje en su larga trayectoria vital.
Entre 1169, ao de su mayora de edad, y 1214, fecha de su muerte, Alfonso VIII
consigui expandir su reino por tierras que, en el momento en que lleg al trono, estaban
en manos de los reyes de Len, de Navarra o de los califas almohades. En la frontera
occidental, recuper el Infantado y consigui que los lmites entre Len y Castilla vol
viesen a ser los estipulados en el testamento del Emperador; en la frontera norte y este,
se anexion La Rioja y Vasconia, restableciendo de esta forma a su reino no slo un
territorio que haba perdido durante su minoridad, sino incluso unas comarcas que no
pertenecan a Castilla desde la muerte de Sancho III de Navarra, es decir, desde que la
propia Castilla exista como reino; en la frontera sur, conquist y asegur el camino que
20.- LOT, Ferdinand: L a rt m ilitaire et les arm es au M oyen A ge en Europe et dans le P roche O rient,
tomo 2, pp. 270-292.
21.-B A R B E R , Richard: The Knight and Chivalry, Longman, London, 1970, p. 191.
22.- La documentacin pontificia del ao 1211 y de los primeros meses de 1212 habla expresam ente de la
voluntad de A lfonso VIII de resolver el conflicto con los almohades en una batalla campal. V ase, por ejem
plo, la carta de Inocencio III al arzobispo de Sens para que prestase ayuda al monarca castellano, fechada a
31 de enero de 1212, varios meses antes del enfrentamiento de Las Navas, donde se hace referencia a la
bsqueda consciente por parte de A lfonso de una confrontacin directa en campo abierto, en M ANSILLA,
Demetrio: La docum entacin pontificia hasta Inocencio II, Roma, 1955, doc. 468, pp. 497-498.
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L a B a ta lla e n s u c o n te x to e s tr a t g ic o . A p r o p s ito d e A la r c o s
conduca desde Toledo a Crdoba, dejando adems una cua clavada en el valle del
Guadalquivir. Desde un punto de vista militar, su reinado no puede ser ms brillante.
En el perodo de tiempo transcurrido entre las dos fechas antes indicadas, cuarenta y
cuatro aos, hemos podido constatar que el reino de Castilla estuvo en guerra, al menos,
durante treinta y cinco de ellos, y que el propio rey Alfonso VIII dirigi las campaas
militares personalmente en veintisiete. Veintisiete aos de guerras, devastaciones, in
cursiones, cercos de pequeos castillos y de grandes ciudades, ampliaciones del espacio
dominado. Y, es verdad, dos grandes batallas en campo abierto y alguna lid de menor
entidad. Desde luego, Alfonso, en lo que a estrategia se refiere, no innov23.
Las batallas no slo constituan raros episodios en la vida militar de un guerrero, sino
que, en la mayora de los casos, cuando se producan, se enmarcaban normalmente en el
contexto de un cerco o de una cabalgada.
A veces, una guarnicin cercada poda arriesgarse a abandonar la proteccin de sus
murallas y dirimir el conflicto en campo abierto con los asediantes. Tal fue el origen de
la batalla del Cuarte ante los muros de Valencia habida entre las tropas del Cid y los
asediantes almorvides, que tuvo lugar a mediados de 109424.
Mucho ms frecuentemente, la confrontacin campal se desarrollaba entre un ejrci
to cercador y una hueste que, desde el exterior, llegaba en auxilio de los asediados, como
pudo demostrarse en Almenar -1082-25, en Ucls -1108-26, en los alrededores de Ciudad
Rodrigo -1174-27 y en Alhange -1231-28.
23.- Para una perspectiva general de este reinado, sigue siendo fundamental la obra de GONZALEZ,
Julio: El Reino de C astilla en la poca de Alfonso VIII, 3 vols., C.S.I.C., Madrid, 1960.
24.- La narracin ms cercana a los hechos procede de la obra de Ben Alcama, a su vez transmitida por
IBN c IDRl: al-Bayh al-m ugrib. N uevos fragm en tos alm orvides y alm ohades, traducidos y anotados por
Am brosio H uici Miranda, Valencia, 1963, pp. 78-84 y 94-98. La H istoria R oderici vel G esta R oderici
C am pidocti, tambin recoge datos interesantes sobre este asedio, en C hronica H ispana S aecvli X II, eds.
Emma Falqu, Juan Gil y Antonio Maya, C orpvs Christianorvm , Continuatio M ediaeualis, LXXI, Turnholt,
1990, 61-62, pp. 367-368.
25.- La batalla tuvo lugar entre las tropas del Cid y las huestes aliadas del rey de Denia y de varios condes
catalanes. El relato de los acontecim ientos del cerco y batalla de Almenar en H istoria R oderici, ed. Emma
Falqu, 13-16, pp. 52-54.
26.- Para esta batalla sigue siendo bsico el estudio de HUICI M IRANDA, Ambrosio: La batalla de
U cls y la muerte del infante don Sancho, en Las grandes batalla de la Reconquista, pp. 103-134. Vase
tambin SLAUGHTER, John: D e nuevo sobre la batalla de U cls, A nuario de E studios M ed ievales, n 9
(1974/1979), pp. 393-404 y MARTINEZ FRONCE, Flix Manuel: La dinmica estratgica hacia U cls y
sus puntos de encuentro, en Anales de la Universidad de A licante. Historia M edieval, 6 (1987), pp. 75-91.
27.- N os referimos a la que tuvo lugar entre Fernando II de Len y el ejrcito almohade que intentaba
expugnar Ciudad Rodrigo. Su relato en IBN c IDRl AL-MARRKUS: al-Bay&n al-m ugrib f i ijtisr ajbdr
muluk al-A ndalus wa al-M agrib, tomo I, traduccin espaola de Ambrosio Huici Miranda, C oleccin de
Crnicas A rabes de la R econquista, vol. II, p. 15; JIMENEZ DE RADA, Rodrigo: H istoria de Rebus H ispanie
sive H istoria G othica, cvra et studio Juan Fernndez Valverde, O pera Omnia, pars I, Corpus Christianorum.
Continuatio M ediaevalis LXXII, Typography Brepols Editores Pontifici, Tvrnholti, 1987, Lib. VII, cap. XXI;
LUCAS DE TUY: Chronicon Mundi, ed. Andreas Schott, H ispaniae Illustratae, tomo IV, Francfurt, 1608,
Liber Quartvs, p. 106.
28.- La batalla enfrent a A lfonso IX y a Ibn Hd en el contexto de la conquista de Mrida por parte del
primero. V ase Chronique Latine des Rois de C astille, ed. Georges Cirot, Bulletin H ispanique, Bordeaux,
1920, 56, pp. 128-129 y LUCAS DE TUY: Chronicon Mundi, p. 114.
275
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29.- Se han conservado al menos dos descripciones detalladas de esta cabalgada que culm in en batalla
campal: IBN CIDR: al-B ay n al-mugrib. Nuevos fragm en tos alm orvides y alm ohades, pp. 190-191 y
Chronica A defonsi Im peratoris, en C hronica H ispana S aecvli X II, Pars I, eds. Emma Falqu, Juan Gil y
Antonio Maya, Corpvs Christianorvm , Continuado M ediaeualis, LXXI, Brepols editores, Tvrnholti, 1990,
24-26, pp. 206-207. Los A nales Toledanos I tambin recogieron suscintam ente la noticia: Entr el Conde
Rodrigo G onzlvez con grant huest en el Axaraf de Sevilla, lidi con los M oros, vencilos, mat al rey
Ornar en Azareda, Era M CLXX, ed. Enrique Florez, Espaa S agrada, tomo XXIII, 1767, pp. 381-400.
Existen dudas sobre la fecha de la batalla, pues algunas fuentes sealan la muerte del gobernador de Sevilla
en 1132. Al respecto vase la nota 26, p. 198 de Huici en la citada edicin de al-Bayn al-m ugrib.
30.- Chronica Adefonsi Im peratoris, ed. Antonio Maya, 27, pp. 207-208; IBN CIDR: al-Bay&i al-mugrib.
Nuevos fragm en tos alm orvides y alm ohades, pp. 202-203; Al-H ulal al-M aw siyya. Crnica rabe de las
dinastas alm orvide, almohade y benimern, traduccin de Ambrosio Huici Miranda, editora Marroqu, Tetun,
1951, pp. 147-149.
31.- IBN SHIB AL-SAL: Al-Mann Bil-Im m a, estudio preliminar, traduccin e ndices por Ambrosio
Huici Miranda, Valencia, 1969, pp. 227-232.
32.- Prim era Crnica G eneral, ed. Menndez Pidal, caps. 1041-1044, pp. 725-729.
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La
B a ta lla e n s u c o n te x to e s tr a t g ic o . A p r o p s ito d e A la r c o s
recuperar las ganancias obtenidas por el enemigo, si bien en ocasiones podan caer en la
tentacin de utilizarlo tambin como castigo por los sufrimientos padecidos.
En cualquier caso, queda claro que un cerco o una cabalgada eran operaciones mili
tares que, en s mismas, tenan un significado estratgico, desde el dominio de los pun
tos fortificados y del territorio, en el caso de los primeros, hasta la bsqueda del debili
tamiento econmico, poltico o moral del adversario en el segundo supuesto, mientras
que una batalla muy rara vez era concebida con un objetivo estratgico propio.
En trminos generales, la batalla se presentaba como consecuencia del desarrollo de
las otras actuaciones blicas ya citadas, casi nunca como una actuacin prioritariamente
buscada. Constituyendo el elemento central de una estrategia de confrontacin directa,
era ajena a las concepciones militares de la Edad Media y se manifestaba habitualmente
como una situacin sobrevenida, inevitable, pero no consustancial a los proyectos con
quistadores.
Ahora bien, pueden sealarse algunos casos, sin duda pocos, pero muy significati
vos, donde la batalla parece convertirse desde un primer momento en una eleccin estra
tgica libremente adoptada por parte de alguno de los contendientes, precisamente aqul
que, previendo las intenciones de un enemigo dispuesto a irrumpir violentamente en su
territorio, se prepara para atajar aquella situacin antes incluso de que comiencen las
devastaciones.
En estas ocasiones se requera siempre una informacin ms o menos precisa sobre
los movimientos y objetivos de los adversarios, con suficiente antelacin como para
convocar las fuerzas propias y trasladarlas a la frontera, hasta el lugar por donde se
adivinaba que los enemigos iniciaran sus ataques.
Dado que las cabalgadas habituales se destacaban por la rapidez de los movimientos
y, en muchas ocasiones, por la debilidad numrica de los asaltantes, normalmente los
asaltados slo se aperciban de su llegada cuando stos comenzaban sus correras. Para
que las potenciales vctimas pudieran estar alertadas era necesario, por lo tanto, que los
preparativos de sus enemigos fueran lentos y a gran escala, es decir, que las fuerzas que
iban a ser empleadas en la campaa que se avecinaba, fueran de una envergadura consi
derable. No es de extraar, por ello, que los dos casos de batalla que responden a este
modelo estratgico, Zalaca y Alarcos, se convirtieran en enfrentamientos que involucraron
a grandes efectivos -en comparacin con lo que era habitual- dirigidos por los lderes
polticos de las dos comunidades encaradas, y que dejaran una profunda huella en el
recuerdo de los historiadores.
La pauta de comportamiento de Alfonso VIII en el verano de 1195 parece atenerse al
modelo expuesto. Un siglo antes, en Zalaca, Alfonso VI haba buscado el choque directo
con el ejrcito almorvide y andalus antes de que ste irrumpiera en su territorio, en un
intento por evitar la devastacin de su propio reino33. El monarca castellano pag su
33.- A s, al m enos, fueron interpretados sus m ovim ientos por algunas fuentes musulmanas: Et il -A lfon
so VI- dit ses fam iliers et ses ministres: Jai rflchi que, si je leur permettais de pntrer sur mon
territoriel, l interieur duquel ils me livreraient combat, j exposerais le pays, au cas o je serais dfait,
subir leur occupation et ses habitants tre fauchs par eux en une seule matine. Cest pourquoi je vais faire
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error con una derrota estruendosa. Segn todos los indicios, utiliz la confrontacin
directa, la batalla campal, como instrumento para detener una incursin que todava no
se haba materializado. Sin duda minusvalor a sus enemigos, no calcul suficientemen
te los riesgos, convirti a la batalla en el elemento central de su estrategia de defensa en
su afn por detener a sus adversarios. La amarga experiencia adquirida debi de hacerle
comprender el lado oscuro de aquella estrategia.
Alfonso VIII tambin se precipit casi de la misma forma en julio de 1195, en cir
cunstancias similares, si bien frente a los almohades y en la llanura de Alarcos. En esta
ocasin fue el tercer califa almohade, Ab Ysuf Yacqb al-Mansur el que, respondien
do a las provocaciones previas del monarca cristiano, se dispuso a emprender una gran
campaa contra el reino de Castilla34. Segn todos los indicios, los dos lderes militares
estuvieron dispuestos, desde los inicios de la campaa, a dirimir el conflicto en el marco
de una batalla campal.
La belicosidad de Alfonso VIII respecto a la frontera de al-Andalus parece que co
menz a ponerse de manifiesto en el verano de 1192, cuando los embajadores cristianos
enviados por ste a la corte almohade propusieron condiciones inaceptables para la re
novacin de las treguas35, lo que vena a significar una declaracin de guerra. De hecho,
en sorte que notre recontre ait lieu sur leur territoire mme. Si je suis battu, le rsultat quils auront obtenu
leur paratra suffisant, et ils ne se risqueront dpasser les m ontagnes qui limitent mon royaume quaprs de
nouveaux prparatifs: le temps quils ncessiteront me suffira protger mon territoire et rduire mes
fractures! Si, au contraire, c est moi qui suis vainqueur, je pourrai leur faire subir, eux et leur pays, les
dommages q u eje ne voudrais pas subir m oi-m m e ou voir subir par mon pays, s ils m infligeaient une dfaite
au coeur mme de son territoire!, CABD AL M UNCIN AL-HIMYARl: K itb ar-R aw d al-m ictr F t H abar alAktr, edicin y traduccin de LEVI-PROVENAL, E. en La P n in su le ib riq u e au m oyen -age d ap rs
le..., Leiden, 1938. p. 109.
34.- A lfonso VIII haba actuado de forma que la reanudacin de las treguas establecidas aos antes con los
almohades fuera im posible y, unas vez rotas, no dud en enviar algunas cabalgadas contra las tierras del valle
del Guadalquivir, de tal manera que no dejaba al califa otra opcin que intervernir personalmente en la
Pennsula. Al respecto vase IBN cIDRl AL-MARRKUS: al-Bayh al-m ugrib f i ijtis r ajbr muluk alAndalus wa al-M agrib, tomo I, traduccin espaola de Ambrosio Huici Miranda, C oleccin de C rnicas
A rabes de la Reconquista, vol. II,, p. 176 y 180-181; Crnica Latina de los R eyes de C astilla, ed. Cirot, 12,
pp. 41-42; P rim era Crnica G eneral, ed. M enndez Pidal, cap. 1001, pp. 680-681. Un panorama general de
la situacin poltica del Imperio Almohade en los aos que precedieron a la batalla de Alarcos en HUICI
M IRANDA, Ambrosio: H istoria p o ltica d el Im perio alm ohade, 1 tomos, editora Marroqu, Tetun, 19561957, pp. 341 y ss., as com o en VIGUERA, Ma Jess: Los reinos de taifas y las invasiones m agrebes (A lAndalus d el XI a l XIII), ed. Mapfre, Madrid, 1992., pp. 287-290. Las circunstancias generales vividas por los
reinos cristianos durante los aos inmediatamente anteriores a la batalla de Alarcos en GONZALEZ, Julio: El
reino de C a stilla en la poca de Alfonso VIII, pp. 700-716. A este respecto, tambin resulta interesante la
perspectiva de las relaciones castellano-leonesas en torno a la frontera entre los dos reinos al sur del Tajo que
nos ofrece PALACIOS MARTIN, Bonifacio: A lfonso VIII y su poltica de frontera en Extremadura, A n u a
rio de E stu d io s M ed ievales, n 19 (1989), pp. 155-167.
35.- Este ao llegaron los embajadores de los reyes cristianos para renovar el pacto con los m usulmanes
y las treguas; se excedieron en sus condiciones y ansiaron ampliarlas, disgustando sus palabras a al-Man r,
que se aisl con las personas de firmeza y consejo en sus asuntos y los m ovi con energa a decidir el ataque
a su pas en su propia casa, IBN CIDR AL-M ARRKUSl: al-Bayh al-m ugrib f i ijtis r ajbr muluk alAndalus wa al-M agrib, tomo I, traduccin espaola de Am brosio Huici Miranda, C oleccin de Crnicas
A rabes de la Reconquista, vol. II,, p. 176.
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entre 1193 y 1194, el monarca castellano envi una cabalgada, dirigida por el arzobispo
de Toledo, don Martn Lpez de Pisuerga, contra las tierras del valle del Guadalquivir,
que devast magnam partem terre maurorum cismarine spolians eam multis diuiciis et
infinita multitudine vacarum, peccorum et iumentorum36. Todas las fuentes, cristianas
o musulmanas, estn de acuerdo en sealar que la expedicin almohade contra las tierras
castellanas, que se inici con el desembarco en Tarifa el 1 de junio de 1195, fue una
respuesta a estos ataques ordenados por el rey de Castilla.
En esta ocasin los dos bandos tuvieron tiempo suficiente para realizar los preparati
vos blicos: en noviembre de 1194, los monarcas de Castilla y de Len se entrevistaron
en Toledo, donde posiblemente se decidi la cooperacin de los dos reinos en la prxima
campaa, mientras que poco despus Alfonso concertara tambin la ayuda del monarca
navarro en la guerra que, sin duda, proyectaba contra los musulmanes37; por su parte, el
califa Ab Ysuf, a comienzos de junio de 1195, se encontraba con un ejrcito reclutado
y una expedicin ya organizada, pues las fuerzas que se dirigieron a la Pennsula haban
sido reunidas previamente para acabar con la influencia de los Ban Gniya en Ifrlqiya,
en una guerra que no lleg a realizarse precisamente porque dichos efectivos se desvia
ron hacia al-Andalus como consecuencia de las graves noticias procedentes del otro
lado del Estrecho38.
Si creysemos el testimonio de algunos cronistas musulmanes tardos, como Ibn Ab
Zar0, la decisin de presentar batalla por parte de Alfonso VIII estaba clara y, como ya
hicieran otros historiadores al narrar los prolegmenos de la batalla de Zalaca, fue pre
sentada como un reto lanzado por el castellano contra el almohade, en trminos sospe
chosamente similares a los atribuidos a Alfonso VI en su momento, como para no ver en
ellos una invencin del autor39.
Sin embargo, no es necesario acudir a fuentes tan dudosas para demostrar que el
monarca estuvo dispuesto en todo momento, desde que tuvo noticias del paso del califa
a la Pennsula, a arriesgar su suerte en una batalla campal si los almohades traspasaban
36.- C rnica Latina de los R eyes de C astilla, ed. Cirot, 12, pp. 41-42. La Prim era Crnica General,
glosando a su manera la narracin del arzobispo Jimnez de Rada, afirma que a la tierra de Guadalqueuir
pusol fuego ell argobispo con la hueste, et quemla; et aprouecho alli ell fecho del arzobispo, ca assi com o lo
cuenta la estoria, andido por los castiellos de la prouincia de Guadalqueuir en?endiendo las tierras et las
fuertes pueblas, quemndolo todo, et en cabo tom osse pora su tierra con mucha bienandan9a, ed. M enndez
Pidal, cap. 1001, pp. 680-681. Ibn cId r tambin certifica que los ataques castellanos llegaron hasta los
alrededores de Sevilla, IBN CIDRIAL-M ARRKUS: al-Bayn al-m ugrib f i ijtisr ajbr muluk al-Andalus
wa al-M agrib, tomo I, traduccin espaola de Ambrosio Huici Miranda, Coleccin de Crnicas A rabes de la
Reconquista, vol. II, p. 180.
37.- GONZALEZ, Julio: E l reino de C astilla en poca de Alfonso VIII, p. 953.
38.- IB N CIDR AL-M ARRKUSl: al-B ay h al-m ugrib f i ijtisr ajbr muluk al-Andalus wa al-M agrib,
tomo I, traduccin espaola de Ambrosio Huici Miranda, C oleccin de Crnicas A rabes de la Reconquista,
vol. II pp. 180-181.
39.-Segn el citado cronista, A lfonso VIII haba realizado diversos ataques a al-Andalus, llegando en uno
de ellos hasta A lgeciras, desde donde escribi al califa retndolo al combate: Si no puedes venir contra
nosotros y te es difcil llegar hasta aqu -le desafiaba-, envam e barcos para que pase mi ejrcito a tu tierra y
te ataque en el pas que tu ms estim as, IBN AB ZARC: Raw d al-qirts, traducido y anotado por Ambrosio
Huici Miranda, Valencia, 1964, pp. 432-433
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las fronteras castellanas. A tenor de lo expuesto por uno de los cronistas cristianos mejor
informados de los acontecimientos de aquellos aos, el annimo autor de la Crnica
Latina de los Reyes de Castilla, cuando Alfonso supo que las tropas musulmanas se
dirigan a su reino por el camino de Crdoba a Toledo, convoc a su ejrcito en esta
ltima ciudad y march hacia Alarcos, donde puso su campamento, con el firmsimo
propsito de enfrentarse al califa si ste traspasaba el puerto de El Congosto, lugar que
era considerado como principium regni castelle, pues prefera exponer su vida y el
reino a tan gran peligro, y someterse a la voluntad de Dios luchando contra los musul
manes, antes de permitir que se internasen ni un palmo de terreno en su reino40.
Alfonso VIII elega, por tanto, una estrategia directa para acabar con una amenaza
militar. La excesiva confianza en sus fuerzas, demostrada por el hecho de que ni siquiera
quiso esperar a la incorporacin de las tropas leonesas y navarras que iban en su auxilio,
en contra de la opinin de los hombres prudentes y expertos en cuestiones militares, que
al parecer le avisaron de lo arriesgado de su decisin41, le condujo al desastre.
Por otra parte, no sabemos exactamente las intenciones estratgicas del califa Ab
Ysuf en el momento en que desembarc en Tarifa. En su mente poda estar la realiza
cin de una campaa similar a las efectuadas por l mismo en los aos 1190 y 1191
contra el reino de Portugal, lo que hubiese implicado la organizacin de grandes
cabalgadas por territorios muy extensos o el cerco de algunos castillos o ciudades im
portantes42. Sin embargo, ninguna fuente nos permite conocer los planes concebidos por
el califa almohade con anterioridad al encuentro con el ejrcito cristiano. El itinerario
seguido pone de manifiesto su intencin de internarse en el reino de Toledo, y cabe
suponer que los dirigentes almohades conocan el estacionamiento de Alfonso VIII en
Alarcos, pues antes de que los musulmanes llegasen a sus cercanas se haban producido
ya diversos escarceos entre contingentes de los dos bandos, y es probable que los cauti
vos cristianos que se consiguieron en estas operaciones proporcionasen datos sobre la
40.- Crnica Latina de los R eyes de C astilla, ed. Cirot, 12, pp. 41-43.
41.- Ibidem , 12, pp. 42-43, donde se afirma que rex Castelle noluit expectare regem legionensem , qui
ibat in auxilium eius agens iam in partibus talauere, licet hoc consultum fuisset ei quibusdam uiris prudentibus
et rerum bellicarum expertis. Rodrigo Jimnez de Rada ratifica la noticia de que tanto A lfonso IX de Len
com o Sancho VII de Navarra haban llegado a las fronteras del reino de Castilla cuando fueron informados de
que los castellanos ya haban sido derrotados. El primero continu hasta Toledo, donde permaneci unos das
con A lfonso VIII, mientras que el segundo volvi directamente a su reino. V ase D e rebus H ispanie. ed.
Fernndez Valverde, libro VII, cap. X XX, pp. 252-253.
42.- En la campaa de 1190 contra el territorio portucalense, los almohades se propusieron com o objetivo
primordial la toma de Silves mediante un asedio que fue respaldado con la organizacin de una gran cabalga
da por las tierras del Tajo, en un intento de evitar el envo de socorro alguno a los sitiados. La de 1191, fue
concebida com o una serie de cercos sucesivos en torno a p osiciones cristianas situadas al sur del Tajo, com o
Alcacer do Sal, Plmela, Almada y Silves. Sus descripciones en IBN CIDR AL-M ARRKUSl: al-Bayn
al-m ugrib f i ijtis r ajbr muluk al-Andalus wa al-M agrib, tomo I, traduccin espaola de Am brosio Huici
Miranda, C oleccin de C rnicas A rabes de la Reconquista, vol. II, pp. 156-162 y 168-172. La primera de
estas expediciones aparece tambin detallada en una carta oficial del califa a la poblacin de Ceuta, cuyos
trminos generales coinciden con lo expuesto por el anterior cronista. Vase LVI-PR O V ENAL, E.: Un
recueil des lettres o fficielles almohades. tude diplomatique et historique, H esperis, XXVIII (1941), doc.
XXXIV, pp. 64-66.
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L a B a ta lla e n s u c o n te x to e s tr a t g ic o . A p r o p s ito d e A la r c o s
posicin e intenciones del monarca castellano43. Desde luego, el Rawd al-qirts no deja
lugar a dudas sobre el objetivo de los almohades, pues seala explcitamente que el
califa se dirigi directamente contra Alfonso VIII, que lo esperaba en Alarcos, y que no
quiso entrar en ninguna ciudad ni esperar a nadie hasta que estuvo a dos jornadas de su
adversario, pero esta fuente no siempre es digna de crdito44. En todo caso, parece claro
que Ab Ysuf confiaba tambin en la victoria y que en ningn momento trat de evitar
el enfrentamiento campal, antes al contrario.
Un siglo antes los cristianos haban podido constatar que la batalla campal, cuando
derivaba de la impaciencia por detener una incursin, poda ser desastrosa. Ahora vol
van a ponerse de manifiesto los enormes riesgos que comportaba. Como estrategia de
confrontacin directa, conscientemente buscada, la batalla era demasiado peligrosa. Los
medios comprometidos eran muchos y los riesgos altos en un tipo de operaciones cuyos
resultados polticos no solan ser brillantes.
Ni en una estrategia de expansin territorial como la que habitualmente desarrolla
ron los lderes castellano-leoneses, ni en una de contencin, como la que hubieron de
poner en prctica cuando las oleadas ofensivas norteafricanas se derramaban por la Pe
nnsula, la batalla campal resultaba una herramienta adecuada.
Por supuesto, como hemos tenido ocasin de mostrar a lo largo de estas pginas, un
enfrentamiento campal que tuviera xito poda conllevar el levantamiento de un asedio,
tanto si la batalla se produca entre cercadores y cercados, como si se estableca entre
aqullos y una hueste de refuerzo que acudiera en ayuda de los segundos, de la misma
forma que poda suponer la finalizacin de una cabalgada con la recuperacin del botn
o, en su caso, la retirada de los agresores portando unas ganancias todava mayores,
segn el resultado del encuentro. Pero ya hemos visto que en ninguno de estos casos la
destruccin del enemigo constitua el objetivo principal de la estrategia ofensiva o de
fensiva.
Pero, considerada la batalla como estrategia de aproximacin directa con unos obje
tivos propios y dentro de un marco genrico de expansin y de contencin, habr que
reconocer que su eficacia era muy limitada. Si la meta de la guerra era la ampliacin del
espacio dominado o su mantenimiento, y ello se traduca en la conquista o defensa de
puntos fuertes, el papel de la batalla quedaba necesariamente en un segundo plano.
Alarcos, como Zalaca, pona de manifiesto que los riesgos implcitos en una batalla
eran muy superiores que los mediocres beneficios territoriales que podan generar para
los vencedores. Zalaca no supuso ningn cambio en la configuracin del espacio domi
nado por una u otra parte, pues el ejrcito almorvide se retir inmediatamente. La de
rrota cristiana en Alarcos, por el contrario, signific para los vencidos la prdida de
algunas posesiones como secuela inmediata de la huida del ejrcito de campo: el propio
43.- IBN CIDRI AL-MARRKUS: al-Bayn al-m ugrib f i ijtisr a jbr muluk al-Andalus wa al-M agrib,
tomo I, traduccin espaola de Am brosio Huici Miranda, Coleccin de Crnicas A rabes de la Reconquista,
vol. II, p. 185; A L -S A R lF AL-GARNT: Com entario a la Qasda m aqsura, de A b-l-H asan Hzim
al-Qartyanl, en Am brosio HUICI MIRANDA: Las grandes batallas de la Reconquista, p. 203.
44.- IBN AB ZARC: Raw d al-qirts, pp. 434-435.
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castillo de Alarcos fue cercado tras la batalla y sus defensores acabaron entregndolo
tras capitulacin45, mientras que la Torre de Guadalerza, Malagn, Benavente y Caracuel,
fortificaciones todas ellas situadas a menos de una jornada del lugar del encuentro, fue
ron ocupados en los das posteriores, tal vez como consecuencia del pnico que debi de
extenderse por las guarniciones fronterizas ms cercanas46.
No obstante, tampoco puede decirse que hubiera un aprovechamiento sistemtico de
la victoria: la batalla tuvo lugar el 18 de julio y el califa estaba de vuelta en Sevilla el 7
de agosto, de modo que, teniendo en cuenta la lentitud de movimientos del ejrcito
almohade (la expedicin de ida, desde Sevilla a Alarcos, haba durado 26 das, sin que
en el trayecto pueda observarse ms que un descanso de tres das en Crdoba), podra
considerarse que las huestes vencedoras no haban continuado su campaa ms de una
semana, en lo que debera haber sido el dominio del espacio47. En realidad, la mayor de
las batallas de la gente del tawhd contra los tiranos del politesmo48, no se tradujo en
una ganancia territorial particularmente significativa.
En su contexto estratgico, la batalla requera una fuerte inversin de medios huma
nos y econmicos y ofreca dividendos de dudosa rentabilidad. Los hombres de la poca
lo saban y, habitualmente, la evitaban. A la postre, una derrota o una victoria dejaba una
mayor huella en la mente de sus contemporneos que en la delimitacin del espacio
dominado. De ah su rareza, de ah su excepcionalidad.
45.- Uno de los relatos ms pormenorizados sobre la resolucin del cerco establecido sobre Alarcos tras la
batalla en Crnica G eneral de Espanha de 1344, ed. Lus Filipe Lindley Cintra, vol. IV, caps. DCCLIVDCCLV, pp. 310-316.
46.- C rnica Latina de los R eyes de C astilla, ed. Cirot, 13, pp. 44-45.
47.- Sobre la cronologa de los m ovim ientos del califa vase IBN CIDR AL-MARRKUS: al-Bayn
al-m ugrib f i ijtis r ajbr muluk al-Andalus wa al-M agrib, tomo I, traduccin espaola de Am brosio Huici
Miranda, Coleccin de Crnicas A rabes de la Reconquista, vol. II, pp. 185-190.
48 AL-SARF AL-GARNT: Comentario a la Qasfda maqsura, de Ab-l-Hasan Hzim al-Qartyanl,
en Ambrosio HUICI M IRANDA: Las grandes batallas de la Reconquista, p. 205.
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A cta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
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B a ta lla e n la m ito lo g a r a b e
'.- Ver por ejem plo las leyendas relacionadas con la conquista musulmana: Annimo, Fath Al-Andalus.
Edicin crtica de Luis M olina. Fuentes arbigo-Hispanas, 18. C.S.I.C. Madrid. 1994. PP. 17-25.
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J a a fa r B
enelh aj
S oulam i
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bandera verde desplegada. La bandera era tan grande que cubra el horizonte. El caballe
ro me salud, y le dije: quien eres t? que la misericordia de Alah sea sobre t. Soy un
ngel del sptimo cielo, respondi. He venido para anunciarte la buena noticia de la
victoria concedida por el Seor de los mundos a t y a tu grupo de combatientes por la fe,
a los que estn bajo tu bandera, deseosos del martirio y de la recompensa de Alah, altsi
mo. Despus me cant estos versos que aprend perfectamente. Cuando me levant, era
como si se hubieran grabado en mi corazn. Son stos:
1.- La buena noticia de la victoria de Alah te ha llegado para que sepas que Alah
ayuda a los que le ayudan.
2.- Algrate de la victoria de Alah, porque est cerca. Es cierto que la caballera de
Alah es victoriosa.
3.- Exterminar a los ejrcitos de los Rm por las espadas y las lanzas. Vaciar
tambin tierras que ya no sern pobladas.
Entonces, continua Al-Mansur, tuve la certeza de la victoria.6
Qu podemos sacar, como datos histricos, de este sueo imaginario?.
1.- La presencia de los alfaques en la contienda para estimular y animar el senti
miento religioso entre los combatientes musulmanes y darle un aspecto religioso y una
legitimidad.
2.- La presencia de los jefes de la secta almohade como estado mayor del ejrcito
musulmn.
3.- El uso de armas tradicionales en la edad media como son las espadas y las lanzas
y el grandsimo peso de la caballera musulmana en la batalla.
4.- La despoblacin de las regiones fronterizas de Al-Andalus y Castilla la Mancha,
y en particular la comarca de Alarcos.
5.- El profundo sentimiento de grandeza, de superioridad, y la confianza del ejrcito
musulmn en s mismo.
Si la imaginacin mtica relacionada con la batalla de Alarcos no habla bastante de
los pormenores militares y centra la narracin en la persona del caudillo almohade mu
cho ms que en cualquier otra cosa, es porque la personalidad, la capacidad y la suerte
del jefe militar supremo influye mucho en el resultado de la batalla.
Una vez ganada la batalla contra los enemigos del Islam, Al-Mansur, jefe supremo
del ejrcito musulmn y tercer Califa del Mahdi Ibn Tmart, se convirti rpidamente
en un califa sagrado, un califa santo.
El pensamiento mtico le perdon todos sus vicios: la crueldad (matanza de sus fami
liares), las aventuras de la juventud, la persecucin de los alfaques malikes, de los
filsofos e incluso de los msticos, y le di la imagen de una persona altamente sagrada.
En efecto, Al-Mansur, en la mitologa rabe, es siempre un santo o incluso un espri
tu. Se cuenta entonces que su fallecimiento no era por una muerte natural, sino una
ausencia (gaybah) como la del Basir Al Wansarisi o la de Jesucristo en el Corn. Se narra
adems que era un discpulo del santo Abul-Hasan Al-Marlni, que ste le di su bendi
6.- Ibn Abi Zar Al Fasi, Al Ans, pp. 224-225. Ed. Dar Al Mansur. Rabat. 1973.
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J aa fa r B
enelh aj
S ou la m i
cin y le transfiri sus poderes espirituales, que Al-Mansur viva una vida santa, como
peregrino, turista mstico (Sih), muyahid y vigilante de las fronteras musulmanas (en
Al-Andalus de la reconquista) y en Siria (la Siria de las cruzadas).
La mitologa le atribuy tambin, como gran santo mstico, el saber el secreto del
elixir, de la alquimia, el uso de los diablos para calentar las fuentes termales de la Alhama
de Maulay Yaaqub7, de tal forma que era identificado como el rey de los dyin (as-sultan
al akhal).
Si la historia le atribuye una tumba en Tinmlal, en la famosa mezquita del Mahdi, la
mitologa le atribuy otras tumbas: una en la comarca de Damasco, donde vivira como
un simple guardia de la huerta del rey de esta ciudad, otra en Alejandra, donde trabaja
ra como panadero para pasar desapercibido y poder vivir tranquilamente, y una tercera
en Chalah8, como rey negro de los espritus.
Es cierto, en nuestra opinin, que la batalla de Alarcos es la que mitific a Al-Mansur
y eterniz su memoria en la mitologa rabe.
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A c ta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
L a O r d e n M il it a r d e l H o s p it a l e n L a M a n c h a d u r a n t e l o s s ig l o s X I I y X I I I
Introduccin
Un cronista de la primera mitad del siglo XIII, el arzobispo de Toledo Rodrigo Jimnez
de Rada, al hablar de los componentes del ejrcito que el monarca Alfonso VIII de Castilla
reuni en Toledo en 1212 para la campaa de las Navas de Tolosa, menciona entre ellos
a los freires de la milicia del Hospital bajo el mando de su prior Gutier Ermigildo.
Ms adelante, al referir la disposicin de las tropas castellanas en la batalla de las Na
vas, vuelve a citar la presencia de los freires del Hospital junto a los de las otras rdenes
militares en el ncleo central del ejrcito a las rdenes del conde Gonzalo Nez1. La
intervencin de los hospitalarios en este enfrentamiento blico no debe sorprendernos,
puesto que mantenan importantes intereses en la zona. Su estudio va a ser el objeto de la
presente comunicacin.
La Orden del Hospital u Orden de San Juan es una de las rdenes militares formadas v
en el Oriente Latino durante el siglo XII, en la poca de las Cruzadas. A pesar de que su '
principal centro de gravedad siempre estuvo en el Mediterrneo Oriental, desde muy
pronto se instal en numerosas regiones del Occidente Europeo, convirtindose en una
orden internacional2. Su presencia en la Pennsula Ibrica tambin fue muy importante v
desde el siglo XII3.
La Mancha es una de las zonas donde la implantacin sanjuanista fue ms notable.
Nos es conocida gracias a trabajos como el de Domingo Aguirre4 o la tesis doctoral de
Pedro Guerrero Ventas5. Ms recientemente el Campo de San Juan, que fue el principal
territorio manchego bajo jurisdiccin del Hospital, es el mbito de la prometedora in
vestigacin de Jess Manuel Molero Garca, la cual est comenzando a dar sus primeros '
e interesantes frutos6. La presencia de la Orden en esta regin se remonta a la segunda k
*.- R. XIMENII DE RADA, H istoria de rebus H ispanie sive H istoria G othica, Turnhout, 1987, Libro
VIII, captulo III, p. 262 y captulo IX, p. 270.
2.- J. RILEY-SMITH, The knights o fS t. John in Jerusalem an d Cyprus, c. 1050-1310, Londres, 1967.
3.- S. GARCIA LARRAGUETA, El gran prio ra d o de N avarra de la Orden de San Juan de Jerusaln
(siglos XII-XIII), Pamplona, 1957, 2 vols. M. L. LEDESM A RUBIO, La encom ienda de Z aragoza de la
Orden de San Juan de Jerusaln en los siglos XII y XIII, Zaragoza, 1967. L. DAILLIEZ, L Ordre de Saint
Jean de Jerusalem au P ortugal, X I-X V sicles, Niza, 1977. M. BONET DONATO, La Orden del H ospital en
la Corona de A ragn. P o d er y gobierno en la C astellana de A m posta (ss. XII-XV), Madrid, 1994.
4.- D. AGUIRRE, El gran p rio ra to de San Juan de Jerusaln en Consuegra, en 1769, Toledo, 1973.
5.- P. GUERRERO VENTAS, El gran priorato de C astilla y Len de la Orden de San Juan de Jerusaln
en el Campo de La M ancha, Toledo, 1969.
6.- J. M. MOLERO GARCIA, Sistem as de defensa y control en el Campo de San Juan: del dominio
musulmn al cristiano (siglos X-XIII), IV Congreso de A rqueologa M edieval Espaola. Sociedades en
transicin. A ctas, A licante, 1994, II, pp. 399-405.
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mitad del siglo XII, cuando estas tierras constituan una zona fronteriza en constante
v disputa entre castellanos y almohades. La aparicin de los hospitalarios aqu en este
contexto ha sido analizada por Enrique Rodrguez-Picavea en un estudio aparecido hace
muy poco tiempo7. Por otra parte, la mayor parte de la documentacin sanjuanista de los
siglos XII y XIII referente a este mbito geogrfico acaba de ser publicada por el profe
sor Carlos de Ayala Martnez8. En consecuencia, nuestra comunicacin aspira tan slo a
ser una sntesis y actualizacin de nuestros conocimientos sobre la materia, y est basa
da primordialmente en las fuentes documentales, ms concretamente en el cartulario
editado por el profesor Ayala.
Nuestro estudio va a limitarse geogrficamente a La Mancha, de acuerdo con las
recomendaciones de la convocatoria del presente Congreso.
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X II
X III
fonso VIII, influido por sus nobles y especialmente por el conde Manrique Prez de
Lara, entreg las villas de Criptana, Villajos, Quero y TreziL la Orden14. Con todo,
inmediatamente despus el prior del Hospital cedi la mitad de dichas villas a Miguel
Albairafi para que construyera una torre all15.
Ms hacia el Este, en 1163 el rey Fernando II de Len junto con su sobrino entonces
menor de edad, el monarca Alfonso VIII de Castilla, hicieron donacin del castillo y de
la villa de Ucls en favor del Hospital de Jerusaln16. Recientemente se ha sugerido que
los hospitalarios podran haber sido los autores de algunos fragmentos del fuero
romanceado de Ucls, pero a nosotros nos parece una hiptesis excesivamente aventura
da17. Finalmente, tras alcanzar la mayora de edad, Alfonso VIII recuper el control
directo sobre Ucls18 y don la fortaleza a la orden de Santiago en 117419.
El momento decisivo lleg en 1183. Aquel ao el rey Alfonso VIII dio a la Orden de
San Juan el castillo de Consuegra con todos sus trminos. La finalidad del donativo
parece ser claramente la de implicar al Hospital en la defensa de la frontera con los
musulmanes: concedo vobis castellum quod dicitur Consogra infronteria maurorum20. ^
Adems, el papa Lucio III, al confirmar la cesin de la fortaleza en agosto de 1183,-<
habla de illos qui prefatum castrum pro Christiani nominis defensione inhabitantes21.
El mismo pontfice nos informa de que el anterior seor de Consuegra, Rodrigo Rodrguez,
estuvo de acuerdo en su traspaso a los freires sanjuanistas. El hecho de que reservase
una manda para la Orden en su testamento de 1189 parece ratificar que aprob de buen
grado el establecimiento del Hospital en el castillo22. Por consiguiente, como han hecho
varios autores antes que nosotros23, parece lcito suponer que los lmites del trmino
territorial asignado a la Orden junto con la fortaleza fueran los mismos que aparecen en
13.- Hoy tanto Criptana com o Villajos y Trez son despoblados. El primero de ellos se localiza en el
santuario de la Virgen de Criptana, al Este de Campo de Criptana (Ciudad Real). De Villajos slo queda una
ermita y unas casas al norte del trmino de Campo de Criptana. Trez da nombre a unas casas y una laguna al
Sur de Villacaas (Toledo). En cambio, Quero sigue existiendo en la actualidad com o una poblacin de la
provincia de Toledo. V ase M. CORCHADO SORIANO, Toponimia m edieval de la regin manchega, VII
Centenario d el infante don Fernando de la Cerda, Madrid, 1976, p. 46, n 26 y p. 47, n 38, 39 y 40.
14.- J. GONZALEZ, El reino de C astilla en la poca de Alfonso VIII, Madrid, 1960, II, pp. 97-99.
15.- Archivo H istrico Nacional, seccin de Ordenes M ilitares, carpeta 455, n 5.
ls.- C. de AYALA MARTINEZ y otros, Algunos documentos sobre rdenes militares y fortalezas,
Castellum, 1 (1992), pp. 90-91, n 1.
17.- G. GROSS, El fuero de U cls, documento de m ediados del siglo XII, Boletn de la Real A cadem ia
de la H istoria, CLX XXVIII (1991), pp. 135-137.
18.- J. L. MARTIN, O rgenes de la orden m ilitar de S antiago (1170-1195), Barcelona, 1974, pp. 241-242,
n 66.
19.- J. L. MARTIN, O rgenes..., pp. 240-241, n 65.
20.- P. GUERRERO VENTAS, El gran prio ra to ..., pp. 332-333, n 4.
21.- P. GUERRERO VENTAS, El gran prio ra to ..., pp. 337-338, n 10.
22.- A .H .N ., C dices, 996B , ff. 75v-76v. Sobre la fecha del documento, vase F. J. HERNANDEZ, Los
C artularios de Toledo. C atlogo docum ental, Madrid, 1985, p. 228, n 228.
23.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 56. S. GARCIA LARRAGUETA, La Orden de San
Juan en la crisis del im perio hispnico del siglo XII, H ispania, 49 (1952), pp. 504-505 nota 39. P. GUE
RRERO VENTAS, El gran prio ra to ..., p. 54 nota 3.
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De todas formas,^el principal problema que deban afrontar los freires sanjuanistas
en relacin con su seoro de Consuegra, una vez pasado el momento de presin musul
mana despus de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 y cuando las necesidades
defensivas no eran ya tan apremiantes, fue el de la exacta concrecin de los lmites de su
territorio como un paso previo ineludible para poder comenzar luego su explotacin a
34.- B iblioteca de la Real Academ ia de la H istoria, signatura 9/865, Coleccin Solazar, Volumen M -59, ff.
164r-166v.
35.- D. AGUIRRE, E l gran p riorato...en 1769, p. 55.
36.- El castillo de Pearroya se localiza en el trmino actual de Argam asilla de Alba (Ciudad Real), en la
ribera derecha del Guadiana. Ruidera es hoy una aldea enclavada tambin en el trmino de Argamasilla de
Alba. Villacentenos se ubica en el trmino de Alczar de San Juan (Ciudad Real). Campo de Santa Mara
podra identificarse con el posteriormente conocido com o castillo de Cervera, al sur de Alczar de San Juan,
aunque tambin podra ser Santa Mara de Guadiana, cerca de Argam asilla de Alba. V anse M. CORCHADO
SORIANO, Toponimia m edieval..., p. 45 n 15, p. 54 n 93 y 94, p. 55 n 106, p. 60 n 145, y D. AGUIRRE,
El gran prio ra to ...en 1769, pp. 141-142.
37.- C. de AYALA MARTINEZ y otros, A lgunos docum entos..., pp. 92-93, n 4.
38.- A. RUIBAL, El castillo de Pearroya, un enclave hospitalario en La Mancha, E studios de H istoria
y de A rqueologa m edievales, IX (1993), pp. 217-239.
39.- P. GUERRERO VENTAS, El gran p rio ra to , p. 169. D. AGUIRRE, El gran p riorato, p. 141.
40.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p riv ileg io s..., pp. 419-420, n 231.
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no territorial diferente del consaburense a partir del cual se proyectaba realizar varias
pueblas.
La segunda clusula innovadora del acuerdo de 1229 que ahora nos interesa fue la
concreta determinacin de los lmites de las tres villas cedidas al arzobispo'a travs de
un amojonamiento practicado por el propio prelado junto con tres comendadores hospi
talarios. Se fijaba as con todo detalle la frontera septentrional del dominio sanjuanista43.
En definitiva, el resultado final de los pactos con el prelado toledano fue la exacta
definicin de los derechos eclesisticos de la Orden sobre su territorio manchego y la
precisa delimitacin de sus trminos por el lado norte. El coste para conseguir estos dos
resultados fue la segregacin de tres villas septentrionales del seoro del Hospital.
^zEl Campo de San Juan limita por el Oeste y por el Sur con el Campo de Calatrava,
que perteneca a la orden militar del mismo nombre. Los choques y conflictos sobre la
adscripcin de determinados lugares fronterizos a alguna de las dos rdenes haban co
menzado a hacerse frecuentes en la poca que analizamos. Concretamente los freires
calatravos reclamaban a los hospitalarios dos puntos al Oeste de Consuegra: Azuqueca y
Urda. Por su parte el Hospital demandaba a la otra orden militar Guadalerza, Corral
Rubio, Villarrubia de los Ojos, Milana, Jetar, Renales, canal de Grin, Lote y El Sotillo,
al sudoeste de C onsuegra^Finalm ente, en 1232 ambas rdenes pactaron una avenencia
y una comisin de cuatro miembros nombrada a partes iguales por los dos organismos
estableci con precisin los mojones necesarios entre los trminos de Calatrava y
Consuegra. En principio no parece que introdujeran grandes cambios de trazado en este
sector. As quedaron fijados los lmites occidental y parte del meridional del mayor se
oro sanjuanista45.
XE1 ltimo de los acuerdos territoriales se hizo con la orden de Santiago. Este podero
so organismo era el vecino de los hospitalarios de Consuegra por Oriente. Aqu s que se
produjeron algunas variaciones de importancia con respecto a la situacin anterior. Por
acuerdo de ambas partes, el maestre provincial del Temple y el de Calatrava (especial
mente ste ltimo) jugaron un papel destacado en la determinacin de los trminos46.
Finalmente,-pl 7 de mayo de 1237 las rdenes de Santiago y de San Juan aceptaron el
reparto territorial propuesto por el maestre calatravo. Lo ms destacable de la avenencia
en lo que se refiere al tema que estamos tratando es que los santiaguistas consiguieron
Criptana y la Ruidera, dos localidades que haban estado anteriormente vinculadas al
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Hospital, como ya hemos tenido ocasin de comprobar, y que los freires sanjuanistas se
hicieron con el control de El Sotillo47 y de Alczar de San Juan48.
Con este pacto se completaba por el Este y Sudeste la demarcacin detallada y preci
sa de los lmites del seoro hospitalario de la Mancha. Persistiran as con ligeras varia
ciones hasta el siglo XVIII49. En dicha centuria se calcula que tena una extensin de
398.336 hectreas50. Segn Aguirre, el dominio definido de la forma que hemos visto
tena una longitud de 16 leguas de Este a Oeste, y 9 leguas y media por la parte ms
ancha de Norte a Sur51. En su opinin, los acuerdos con el arzobispo de Toledo y las
rdenes de Santiago y Calatrava habran supuesto una reduccin del espacio sanjuanista52.
Sin em bargo, hem os podido com probar que, si bien se p ro d u jero n algunas
desmembraciones, tambin hubo incorporaciones destacadas como la de Alczar de San
Juan. En todo caso, la extensin afectada no lleg a ser considerable.
/ Ya antes de finalizar el proceso de consolidacin territorial frente a los poderes veci
nos, los hospitalarios haban iniciado la colonizacin y explotacin sistemtica del es
pacio que les haba correspondido. En 1230 el comendador de Consuegra otorg la carta
de poblacin de Villacaas53. Se abre as una etapa en el curso de la cual la Orden conce
di nada menos que otras 10 cartas de poblacin: Arenas de San Juan en 1236, Madridejos
y Camuas en 1238, Herencia en 1239, Tembleque, Quero y Alczar de San Juan en
1241, Turleque, Villacaas de Algodor y Villaverde en 124854. La faceta de todas estas
cartas que nos interesa resaltar ahora es que a travs de ellas el Hospital parece estar
impulsando el cultivo de sus campos incentivando el asentamiento de campesinos dota
dos de yugos de bueyes frente a un posible anterior predominio casi absoluto de la acti
vidad ganadera al que ya nos hemos referido. Otras pueblas acometidas por los freires
sanjuanistas dentro de su dominio manchego en esta poca de las que tenemos noticia
son las siguientes: Urda entre 1232 y 124855, Villarta de San Juan en 123656 y la Puebla
48.- D. W. LOM AX, La Orden de Santiago (1170-1275), Madrid, 1965, pp. 257-262, n 24.
49.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 71. D om ingo Aguirre hizo un mapa de l. Se halla entre
los fo lio s 141 y 142 del manuscrito 20.551 de la Biblioteca Nacional y entre los folios 142 y 143 del manus
crito 11-1541 de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Est publicado en D. AGUIRRE, El gran priorato...en
1769, p. 155. Otros mapas del siglo XVIII se conservan en Archivo General del Palacio Real de Madrid,
Seccin de Planos, n 3812, 3189 y 3190, y en A.G.P., Infante don Gabriel, Secretara, legajo 692, expediente
M apa o D iseo d e l Gran P riorato en que se incluye el Canal, de Guadiana.
50.- M. L. de VILLALOBOS Y MARTINEZ-PONTREMULI, Rgim en dominical de la provincia de
Ciudad Real desde el siglo XII hasta fines del Antiguo Rgim en, VII C entenario d el infante don Fernando
de la Cerda, Madrid, 1976, p. 198.
51.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 71.
52.- D. AGUIRRE, E l gran priorato...en 1769, pp. 64 y 70.
53.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, pp. 121-122.
54.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, pp. 96-97, 100-101, 103-104, 112-113, 115-117, 124, 127128, 138-139. C. BARQUERO GOI, Aportacin al estudio de la repoblacin sanjuanista en la Mancha,
Repoblacin y reconquista. A ctas del II Curso de Cultura M edieval, Aguilar de Campoo, 1993, p. 174,
Docum entos 1 y 2.
55.- A.G.P., Infante don Gabriel, Secretara, legajo 654, expediente Visitas y Autos, Fundationes opidorum
m agni Prioratum , f. 43r. B.P., Ms. 11-1541, f. 93.
56.- A.G.P., Infante don Gabriel, Secretara, legajo 564, Visitas y A utos, Fundationes opidorum m agni
P rioratum , f. 42v.
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57.- D. AGUIRRE, El gran p rio ra to ...en 1769, p. 86. La Puebla de Santa Mara se encontraba junto al
convento de Santa Mara del Monte, al Sur de Urda (Toledo).
58.- J. GONZALEZ, R epoblacin de C astilla la Nueva, Madrid, 1975, I, p. 334.
59.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p rivileg io s..., pp. 524-525, n 314.
60.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p rivileg io s..., p. 544, n 331.
61.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 187.
62.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p rivileg io s..., pp. 623-624, n 389.
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dos entre 1230 y 1248 seguan vigentes, segn nos ponen de manifiesto las confirmacio
nes por la Orden de las cartas de poblacin de Alczar de San Juan en 126263 y de
Madridejos en 128664. Por lo dems, tan slo sabemos que tambin lleg hasta aqu la
actividad edilica del infatigable gran comendador de Espaa Fernn Prez. De su poca
data la construccin de palacios sanjuanistas (sedes del poder seorial a nivel local)
en Urda, Madridejos y Manzaneque, del cortijo de los Oyos65, y de una torre en Alczar
de San Juan66. Gracias a una inscripcin sabemos que esta ltima construccin, hoy
conocida como torren del Gran Prior, fue levantada en 128767. A la vista de tales
datos, da la impresin de que se buscaba un reforzamiento del control de la Orden sobre
estas pequeas aldeas del trmino de Consuegra. En la misma direccin apunta la conce
sin otorgada precisamente al mismo gran comendador por parte del rey Sancho IV en
1285 de las acmilas que le proporcionaban los vasallos del Hospital de la baila de
Consuegra68.
Sin embargo, el proceso ms interesante ocurrido en el interior del seoro de la
Mancha durante la segunda mitad del siglo XIII fue, sin lugar a dudas, el paulatino
crecimiento y desarrollo de Alczar de San Juan7por encima de las restantes pueblas
consaburenses, hasta el punto de lograr a finales de la centuria el fin de su dependencia
con respecto a Consuegra. Hasta aquel momento todos los ncleos de poblacin de aquel
dominio hospitalario eran meras aldeas sometidas a Consuegra. Sin embargo, el 26 de
enero de 1292 el rey Sancho IV dio su autorizacin al gran comendador de la Orden en
Espaa para que convirtiera la aldea de Alczar en villa dotada de jurisdiccin p rop ia69. x
El 25 de abril siguiente dicho oficial sanjuanista hizo uso del permiso regio e hizo de
Alczar una villa independiente de Consuegra, dotada de su propio trmino^JDentro del
territorio de la nueva villa incluy dos lugares que haban sido antiguas fortalezas
sanjuanistas pero que parecen haber pasado a ser aldeas por entonces: Cervera y
VillacentenoSyLos habitantes de Alczar se comprometieron a poblar este ltimo lugar
con 50 personas70.
En nuestra opinin, los hospitalarios fomentaron el proceso con el fin de contrapesar
la excesiva preponderancia de Consuegra creando otro centro rival en el sector oriental
de su seoro, que era la zona ms alejada de Consuegra. Ya durante la primera mitad del
siglo XIII probablemente intentaron hacer lo mismo con Pearroya, pero fracasaron.
Adems, con esta medida la Orden pretendera reforzar el control del espacio al Sur de
Alczar, en el que todava no se haba hecho pueblas y que estaba peligrosamente cerca63.- A.G.P., Infante don Gabriel, A nexo, legajo 1, n 22.
M.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, pp. 96-97.
65.- Se encontraba en la dehesa del mism o nombre, con el tiempo dependiente del convento de Santa
Mara del M onte, al Sur de Urda y Consuegra (Toledo). D. AGUIRRE, El gran p rio ra to ..., p. 87.
6fi.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 187.
67.- M. RUBIO HERGUIDO, A lczar de San Juan. Corazn de la M ancha, Ciudad Real, 1983, pp. 11 y
40.
68.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p riv ileg io s..., pp. 599-600 n 373 y p. 601 n 374.
69.- P. GUERRERO VENTAS, El gran prio ra to ..., p. 333, n 5.
70.- A.G.P., Infante don Gabriel, Anexo, legajo 1, n 22.
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forma una posicin intermedia que les sirviera de puente entre el Campo de San Juan y
las nuevas propiedades que estaban obteniendo por aquella misma poca en Andaluca75.
La Orden tena una iglesia en Villar del Pozo. En 1254 un acuerdo con el arzobispo
de Toledo dispuso que fuera la parroquial no slo de Villar del Pozo, sino tambin de
otras dos poblaciones vecinas, La Higueruela y Ballesteros de Calatrava, mientras care
cieran de templos propios76.
En 1255 el rey Alfonso X debi de arrebatar Villar del Pozo al Hospital, pues fue una
de las aldeas que entreg al naciente Concejo de Villa Real (hoy Ciudad Real) a travs
del documento fundacional de la nueva poblacin77. La Orden de San Juan tuvo que
esperar hasta 1289 para poder recuperar Villar del Pozo. Por entonces la aldea parece
estar dominada conjuntamente por el Concejo de Villa Real y doa Mara Fernndez,
ama de la reina. El gran comendador de la Orden de San Juan en Espaa demand judi
cialmente a los dos. A pesar del diploma de 1255 la reina doa Mara de Molina senten
ci a favor del Hospital y orden la devolucin a la Orden tanto de la aldea de Villar del
Pozo^qpmo de la azuda y aceas de la Argamasilla, que tambin deban de haber sido
arrebatadas a los freires sanjuanistas78.
La gran importancia que los hospitalarios castellano-leoneses dieron a la recupera
cin de esta posesin puede comprobarse observando cmo fue consignada como uno de
los grandes logros del gran comendador de Espaa que obtuvo el fallo favorable de la
reina en el epitafio de su sepultura79. Con el tiempo, fuera ya de nuestra poca de estu
dio,yVillar del Pozo term inara convirtindose en la cabeza de una encom ienda
sanjuanista80. yEl primer paso que dieron los hospitalarios hacia una futura expansin patrimonial
por el reino de Murcia fue la obtencin de un pequeo enclave en Alcaraz casi inmedia
tamente despus de la conquista de esta poblacin por Alfonso VIII en 121381. Si nos
fijamos en un mapa, Alcaraz se encuentra en una posicin aproximadamente equidistan
te entre el principal seoro sanjuanista de la Mancha y el territorio propiamente murcia
no. Por consiguiente, la instalacin de los freires sanjuanistas en la zona prefiguraba
claramente su voluntad de participar en los beneficios que pudieran reportar ulteriores
conquistas castellanas en aquella direccin.
El 12 de julio de 1214 el monarca Alfonso VIII don a la Orden del Hospital a travs
75.- M. A. LADERO Q U ESADA y M. GONZALEZ JIMENEZ, M., La Orden M ilitar de San Juan en
Andaluca, A rchivo H ispalense, 180 (1976), pp. 129-139. M. GONZALEZ JIMENEZ, La Orden de San
Juan en la Andaluca del siglo XIII, Tocina. Estudios locales, 2 (1990), pp. 53-57.
76.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p riv ileg io s..., pp. 536-537, n 324.
77.- M. PE ALO SA ESTEBAN-INFANTES, La fundacin de Ciudad Real. A ntologa de textos h istri
cos, Ciudad Real, 1955, pp. 9-11.
78.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p riv ileg io s..., pp. 631-634, n 395.
79.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 187.
80.- D. AGUIRRE, El gran priorato...en 1769, p. 184.
81.- J. GONZALEZ, Alfonso VIII, I, pp. 1064-1065. A. PRETEL M ARIN, C onquista y prim eros intentos
de repoblacin d el territo rio albaceten se (D el p eriodo islm ico a la crisis d el siglo XIII), Albacete, 1986, pp.
83-85.
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del merino regio Pedro Fernndez unas casas, una via, un molino, un huerto y la here
dad de Cortes en Alcaraz82. Muy probablemente la generosidad del monarca fuera una
manera de pagar la labor que un miembro de la Orden llamado Montesino estaba desa
rrollado en la repoblacin de Alcaraz tras su conquista83.
Pronto se puso de manifiesto que Cortes era el verdadero ncleo de las posiciones
sanjuanistas en Alcaraz84. En 1222 Fernando III confirm su adscripcin al Hospital o
quiz ms bien (lo que nos parece ms probable, si bien nuestras fuentes son bastante
ambiguas al respecto) ampli la heredad con la ermita de Nuestra Seora de Cortes y
una dehesa aneja85.
La presencia de la Orden fue controlada y limitada desde el primer momento por el
poder imperante en la localidad: el propio concejo de Alcaraz. En una fecha desconoci
da, pero presumiblemente muy temprana, este organismo ya forz una avenencia con
don Montesino que en la prctica era una permuta de tierras86. En 1244 la cuestin de los
lmites entre Cortes y el territorio del Concejo fue objeto de un preciso amojonamiento.
A pesar de que los de Alcaraz reclamaban que el Hospital haba usurpado un pedazo de
tierra junto a Cortes, el infante don Alfonso (futuro Alfonso X) consigui que se lo
cedieran definitivamente a la Orden y adems ratific la delimitacin de trminos que
fue practicada a instancia suya por los vecinos y el comendador de Consuegra87. De esta
manera el enclave sanjuanista consigui su consolidacin definitiva al alcanzar una pre
cisa definicin territorial. En lo sucesivo cumplira presumiblemente un papel de nexo o
engarce entre las posesiones murcianas del Hospital y el seoro central de la Mancha,
funcin parecida a la que otro enclave, Villar del Pozo, desempeaba con respecto a los
dominios sanjuanistas de Andaluca88.
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L a O r d e n M il it a r d e l H o s p it a l e n L a M a n c h a d u r a n t e l o s s ig l o s
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lugar perteneca entonces al trmino de Consuegra135. Quiz la Orden del Hospital toma
ra conciencia a partir de esta experiencia del peligro de perder el control sobre Azuqueca
y optara por instalar all un comendador para evitarlo. El hecho es que en 1237 el co
mendador de Azuqueca es citado como uno de los cuatro freires del Hospital a los que,
junto con otros cuatro santiaguistas, se les encomend la misin de solucionar las posi
bles querellas que se suscitaran entre ambas rdenes al Sur del Tajo136. Despus no vol
vemos a tener ms noticias de esta encomienda, por lo que debemos suponer que, al
obedecer su creacin a necesidades muy circunstanciales, tuvo una vigencia efmera.
Durante el siglo XVIII Mstoles era un despoblado convertido en dehesa dentro del
trmino de Consuegra137. Sin embargo, en 1237 un acuerdo entre las rdenes de Santiago
y de San Juan menciona al comendador de Mstoles como uno de los cuatro freires del
Hospital que, junto con otros cuatro santiaguistas, tenan la misin de dirimir las posi
bles disputas entre ambas instituciones que surgieran en el territorio al Sur del Tajo138.
No se trata de la nica referencia. Un comendador de Mstoles llamado Gonzalo Ruiz
aparece como testigo de la concesin de carta de poblacin a Villacaas de Algodor el
29 de mayo de 1248 y cinco das ms tarde otra persona diferente con el mismo cargo,
don Juan Prez Trigo, es testigo de la carta de poblacin de Villaverde139. Despus deja
de aparecer en la documentacin.
Bastante curioso, dentro del mbito que estamos analizando, es el caso de Alczar d e v
San Juan. Esta poblacin pas a estar bajo control hospitalario como resultado del mis
mo acuerdo de 1237 entre las rdenes de Santiago y de San Juan que acabamos de citar.
El mismo texto delata ya la existencia de un comendador hospitalario en Alczar, Gmez
Fernndez, quien adems forma parte de la comisin de ocho freires santiaguistas y
sanjuanistas encargada de sustanciar los problemas ulteriores entre las dos instituciones.
Al ao siguiente otro comendador de Alczar llamado Hortn Snchez era testigo de la
concesin de la carta de poblacin de Camuas140. Sin embargo, la encomienda desaparecio poco despus. Cuando en octubre de 1241 una carta similar fue otorgada por la
Orden a Alczar, el comendador que la emiti fue el de Consuegra. Adems, una de las
copias conservadas de su contenido especifica claramente que la casade la Orden en
Alczar estara a cargo de un simple freire dependiente del comendador consaburense,
es decir, carecera de comendador propio141. Efectivamente, sabemos que en 1308 los
intereses de la Orden en la poblacin estaban representados por un freire dependiente
del comendador de la baila de Consuegra142. Tan slo podemos aventurar alguna hipte
sis sobre la causa de esta mnima duracin de la encomienda sanjuanista de Alczar.
Quiz hubiera sido creada de forma provisional tras la incorporacin del lugar al Hospi-*c
tal para afianzar y consolidar el dominio de la Orden. Una vez alcanzados estos objeti-y
136.137.138.139.140.141.142.-
307
C a r l o s B a r q u e r o G oi
143.144.145.146.147.148.149.-
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150.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p riv ileg io s..., pp. 527-528, n 316.
151.- D. W. LOM AX, Apostillas a la repoblacin de Alcaraz, Congreso de H istoria de A lbacete, II.
Edad M edia, A lbacete, 1984, p. 22.
152.- D. W. LO M AX, A postillas..., p. 28.
153.- C. de AYALA MARTINEZ (Comp.), Libro de p riv ileg io s..., pp. 494-496, n 289 y n 290.
154.- C. BARQUERO GOI, Aportacin..., p. 174, Docum ento 1.
155.- A .H .N ., Clero, carpeta 3018, n 15.
156.- F. FITA, La Guardia..., pp. 385-392, n 8 y n 9.
157.- D. AGUIRRE, El gran prio ra to ..., pp. 96-139. C. BARQUERO GOI, Aportacin..., p. 174.
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Fecha
1230
1236
1238
1238
1239
1241
1241
1241
1248
1248
1248
Nmero de pobladores
200
50
152
300
90
362
70
42
100
310
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XII y XIII
situacin de extrema debilidad demogrfica en casi todos estos pequeos ncleos rura
les. Por ejemplo, en 1223 Alczar estaba pasando de la condicin de villa a la de simple
cortijo167.
El contenido de las diferentes cartas de poblacin es muy parecido. Casi todas pare
cen seguir un mismo patrn. Este rasgo, unido al hecho de que todo el proceso fuera
llevado a cabo en un corto espacio de tiempo (18 aos) por una misma autoridad (el
comendador de Consuegra) permite sospechar la existencia de un plan prefijado por la
Orden. En cuanto a la topografa de los ncleos, segn Fernndez-Layos casi todos ellos
se desarrollaron en sentido longitudinal en torno a la va comunicacin ms destaca
da168. El Hospital otorga a todas las pueblas el fuero de Consuegra169. Se trataba de un
texto perteneciente a la familia de los fueros de Cuenca170. Tambin todas las poblacio
nes se encontraron imbricadas dentro de un mismo sistema de jerarquizacin espacial
del territorio al quedar convertidas en aldeas dependientes del ncleo central, Consuegra.
Tan slo Alczar de San Juan durante el periodo de nuestro de estudio consigui final
mente escapar de este tipo de subordinacin al conseguir el estatuto de villa en 1292171.
La Orden de San Juan pudo aprovechar la oportunidad que se le presentaba para
introducir las frmulas de organizacin social que considerase ms adecuadas para sus
intereses a travs de las cartas, aunque siempre con la limitacin de la necesidad de crear
condiciones lo suficientemente atractivas para los futuros pobladores. A pesar de que
existen variantes locales, en el fondo subyace un modelo comn para la mayora de las
once cartas de poblacin que podemos sintetizar en los siguientes rasgos:
-Sem troduce una jerarquizacin social tripartita dentro de cada poblado a travs de
la fiscalidad: en la cspide los pocos que fueran capaces de poseer un caballo de valor
igual o superior a 20 maraveds, despus los que labraran con uno o ms yugos de bue
yes u otras bestias y, finalmente, los que Trabajaran la tierra sin ayuda de animales. El
primer grupo estaba exento de contribuciones para la Orden, mientras que cada persona
perteneciente a los otros dos deba pagar anualmente medio y un cuarto de maraved
respectivamente.
-Los pobladores quedaban eximidos de toda carga durante los tres primeros aos,
mas durante ese plazo no podran enajenar sus posesiones situadas en el lugar al que se
hubiera concedido la carta.
-Transcurrido dicho plazo, los bienes en cuestin se convertan en hereditarios y
167.- J. A. FERNANDEZ, Inventario del Archivo de Ucls, Tomo II, Ia parte, f. 198 (A .H .N ., OO.MM.,
Sig. 72). Vase tambin A .H .N ., OO.MM., carpeta 81', n 4 .
168.- J. C. FERNANDEZ-LAYOS DE MIER, Introduccin a la repoblacin y urbanismo en las villas del
priorato de la Orden de San Juan de Jerusaln en Castilla y Len, Boletn de la S ociedad Toledana de
Estudios H erldicos y G en ealgicos, 12 (1989), pp. 3-4.
169.- R GUERRERO VENTAS, El fuero de Consuegra y la repoblacin de la Mancha, Provincia, 54
(1966), sin paginar. D el m ism o autor, El gran p rio ra to ..., pp. 67-87.
170.- A. M. BARRERO GARCIA, La familia de los fueros de Cuenca, Anuario de H istoria del D erecho
Espaol, 46 (1976), pp. 713-725.
171.- A.G.P., Infante don Gabriel, Anexo, legajo 1, n 22.
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V. Conclusiones
Los hospitalarios inician su implantacin en el espacio manchego a partir de la se
gunda mitad del siglo XII y pronto lograron adquirir un patrimonio de notable importan
cia. El principal seoro de la Orden se sita en el extremo noroccidental de la regin y
estuvo constituido por el llamado, muy significativamente, Campo de San Juan. Sin
embargo, los hospitalarios tambin contaron con dos enclaves ubicados en una posicin
ms meridional: Villar del Pozo y Cortes de Alcaraz. La Orden administr todas estas
posesiones a travs de una red de encomiendas. De ellas sin duda la ms importante fue
la de Consuegra. Hubo otras de vida ms efmera como las de Azuqueca, Alczar de San
Juan, Turleque, Cortes o Mstoles. En cambio, la de Trez goz de una mayor estabili
dad. Durante el siglo XIII el fenmeno ms importante desarrollado en el interior del
dominio hospitalario fue el proceso de repoblacin y puesta en explotacin del territorio
que dot al espacio bajo control sanjuanista de una organizacin acorde con los intere
ses seoriales de los hospitalarios.
181.182.183.184.-
313
A c ta s C o n g r e so B a ta lla d e A la r c o s
E l s is t e m a d e e n c o m ie n d a s e n l a o r d e n d e C a l a t r a v a ( s s . X I I - in ic io s d e l X I I I )
1.- Introduccin
Pese a la atencin que la historiografa reciente, y no tan reciente, ha venido prestan
do al estudio de las rdenes militares hispanas, quedan bastantes temas relativos a estas
instituciones sobre los que nuestro conocimiento actual dista de ser completo. La Orden
de Calatrava no es una excepcin a este respecto, si bien hay que reconocer que algunas
aportaciones recientes han hecho que aumente considerablemente nuestro nivel de co
nocimientos sobre los primeros tiempos de su existencia. Con todo, estas aportaciones
no suponen, en modo alguno, un punto y final a la necesidad de investigar algunos
aspectos concretos de la organizacin adoptada por la Orden de Calatrava en los territo
rios que, a lo largo de los siglos XII y XIII, fueron configurando el inmenso patrimonio
territorial de la institucin, sobre todo en un territorio tan ligado a la propia historia de
la orden como el Campo de Calatrava.
Reflexionar sobre la evolucin de la organizacin institucional, administrativa y eco
nmica de la Orden de Calatrava es reflexionar, de un modo acaso indirecto, sobre la
historia del Campo de Calatrava. La organizacin social del espacio en esta comarca a lo
largo de los siglos medievales tiene un dbito innegable con diversos aspectos de lo que,
en principio, podramos considerar mera historia institucional. De ah la necesidad de
seguir aclarando el sistema organizativo adoptado por la orden a lo largo de su historia,
de diseccionar unas fuentes tan escasas como parcas para vislumbrar -si la hay-su evo
lucin, sus modificaciones internas, sus causas y sus ms que posibles consecuencias
sobre la organizacin social del espacio en los territorios calatravos.
Si fijamos nuestra atencin en el funcionamiento del sistema de encomiendas en la
Orden de Calatrava, tenemos que ser conscientes de que no podemos buscar un mode
lo apriorstico que haya funcionado en la orden sin alteraciones desde su mismsimo
origen hasta el siglo XV. Cierto es que la mayor disponibilidad de fuentes, as como su
mayor cmulo de informaciones, ha permitido que en la actualidad tengamos una idea
bastante completa, tal vez definitiva, de la esencia y funcionamiento del sistema de
encomiendas que la orden pona en prctica en el siglo XV para gestionar sus extensos
territorios, pero ello no quiere decir que siempre hubiera actuado as. El hecho de que
las fuentes documentales relativas a la organizacin interna de la orden en sus primeros
tiempos sean poco clarificadoras a este respecto, cuando no mudas, no debe llevarnos a
asumir que el sistema de encomiendas estaba ya funcionando de un modo coherente
desde el siglo XII. Aunque en ocasiones resulte una alternativa cmoda para el historia
dor, no deberamos incurrir en el anacronismo que supone extender a periodos mal co
nocidos los rasgos que se perciben con claridad slo en una poca bastante posterior. La
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Juan M
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a r r id o
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E l s is t e m a d e e n c o m ie n d a s e n l a o r d e n d e C a l a t r a v a ( s s . X I I - in ic io s d e l X I I I )
A la luz de la documentacin del siglo XV, nada se puede objetar a estas definicio
nes, pero las dudas asaltan en el momento en que se pretende aplicar este concepto de
encomienda a los primeros tiempos de funcionamiento de la orden sin ninguna crtica ni
apoyo documental. Mientras no haya pruebas fehacientes de que este sistema de gestin
del patrimonio operaba ya en los siglos XII y XIII, tal y como lo vemos en accin en el
XV, deber reconocerse que se corre el riesgo, cuando menos, de incurrir en un anacro
nismo4.
Cierto es que en la documentacin ms temprana de la orden aparecen algunas men
ciones a comendadores, pero son muy aisladas y dispersas cronolgica y geogrficamente
como para que se quiera deducir de ello la existencia, ya en el siglo XII, de un sistema
de gestin patrimonial basado en la encomienda como unidad elemental. Es ms, las
palabras, sobre todo algunas, se cargan de contenido a lo largo del tiempo y no siempre
se refieren a realidades idnticas. Aceptar que los primeros comendadores documenta
dos en la Orden de Calatrava tuvieran las mismas funciones que llegaron a detentar sus
sucesores en el tiempo, sin pruebas documentales que lo apoyen, supone un acto de fe
que no debe entenderse obligatorio para todo historiador que quiera aproximarse a la
historia ms temprana de la institucin, y mucho menos si lo que se pretende es penetrar
con bases ms firmes en otros terrenos como pueden ser, entre otros, el fenmeno de la
repoblacin en los territorios calatravos o los vnculos personales establecidos en el
seno de la sociedad all asentada.
Llegando ms lejos, si partimos de la base de que no se debera aplicar sin ms el
concepto al uso de encomienda a los primeros ejemplos documentados, qu cabe decir
de todos aquellos territorios calatravos que no se estructuraron como encomienda hasta
bien avanzado el siglo XIII?, cual fue la primitiva organizacin de su gestin patrimo
nial?, cmo se fue materializando y cristalizando en ellos, en el transcurso del tiempo,
ese sistema comendatario?, cmo eran las relaciones entre los primeros pobladores y la
orden cuando no intermediaba un comendador?, cmo se perciban las rentas?, cmo
se explotaba econmicamente el territorio?
Todos estos interrogantes, y algunos ms sin duda, no parece que hayan sido del todo
resueltos, pese a los esfuerzos loables realizados en los ltimos tiempos. En gran parte
el problema surge, tal vez, de que la documentacin ms antigua de la orden no ofrece
4.- Un ejem plo de esta aplicacin del concepto de encom ienda sin ningn planteamiento crtico previo
puede verse en C. ESTOW, que seala que in the course o f its early history, the order d evelo p ed an
institutional fra m ew o rk from which to adm in ister these vast possession s. Their tem poralities were d ivided
into units c a lled encom iendas, headed by com endadores, who where appoin ted by the master. This practice
d a ted back to the adm inistration o fth e o rd e rs third master, uo P rez de Quiones, when nine encom ien
das w ere fo u n d ed . B y the fo u rteen th century, th is n um ber h ad grow n to n in en teen . The E conom ic
D evelopm ent, p. 276 (el entrecom illado es aadido). Parece claro que esta autora se excede en su interpre
tacin de la crnica de Rades, concluyendo que desde su temprana historia la orden desarroll un marco
institucional (fue un invento o se basaba en realidades previas?) para administrar sus vastas posesiones.
La divisin de stas en unidades llamadas encom iendas, atribuida al Maestre uo Prez de Quiones,
pudo saldarse con slo nueve encom iendas? Por qu sas y no otras? Cmo se organizaba el resto del
territorio no vinculado a estas encom iendas? En fin, demasiadas dudas sin respuesta.
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J uan M
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las respuestas que busca el historiador. Concebida con una finalidad muy distinta a la
que le damos hoy, esa documentacin registra y testimonia lo que fueron las preocupa
ciones bsicas de los calatravos de entonces, pero no termina de explicarnos qu eran
exactamente los primeros comendadores, cmo, cuando y por qu surgen las primeras
encomiendas, por qu en unos lugares y no en otros, cmo se organizaban, qu pasaba
con los bienes patrimoniales no vinculados a las primeras encomiendas, etc. Esto deba
de estar muy claro para los freires de entonces, y uno no puede dejar de de preguntarse
por qu lo tenan tan claro?, no estaran aplicando un sistema de gestin del patrimo
nio que estaba ya lo suficientemente maduro en su contexto cultural como para necesitar
de ms aclaraciones y sistematizaciones?
Como puede verse, las interrogaciones se suceden en este trabajo a un ritmo dema
siado acelerado, mientras que las respuestas brillan por su ausencia, y tal vez estn igual
de ausentes a su trmino. Ya he avisado de que no prentendo poseer una respuesta, pero
me parece necesario, cuando menos, sealar que quedan bastantes lagunas por cubrir en
torno a la primera historia de la Orden de Calatrava y de los territorios a su cargo, y que
no vendra mal, algunas veces, asumir que, como ya dijo alguien hace tiempo, ms vale
caminar con una duda que con un mal axioma.
Replantear el origen y evolucin de la encomienda Calatrava, el sentido y funciones
que pudo tener en diferentes momentos histricos, requiere que volvamos a fijar la mira
da en la cronologa y geografa de los primeros comendadores que van apareciendo en la
documentacin, reflexionando sobre su posible cometido. Pero an as, debemos ser
cautos, porque, aunque pueda parecer una cuestin balad, hay que tener en cuenta que
la palabra comendador empieza a aparecer en la documentacin con bastante antelacin
al trmino encomienda, y esta diacrona puede no ser casual.
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El
s is te m a d e e n c o m ie n d a s e n l a o r d e n d e C a la tr a v a (ss. X I I - in ic io s d e l
XIII)
3.1.1158-1195
Para este periodo inicial que hemos delimitado, puede decirse que las menciones a
comendadores de la Orden de Calatrava son muy escasas, y muchas de ellas no docu
mentadas o basadas en un apoyo documental, cuando menos, no del todo firme.
Tradicionalmente, se haba considerado, siguiendo a RADES, que fue en el maestrazgo
de Martn Prez de Siones (1169-1182) cuando aparecieron los primeros comendadores,
aquellos que figuran como confirmantes en el fuero de Zorita6. Sin embargo, una lectura
atenta del documento en cuestin ofrece algunas dudas. En primer lugar, siendo estric
tos, no cabe duda de que entender como comendadores a los ocho personajes as consi
derados no sera del todo correcto, puesto que en el texto en s el rango de comendador
no aparece aplicado a todos ellos. En segundo lugar, y quizs ms importante an, no
debemos olvidar que el texto conservado del mencionado fuero es un traslado romanceado
y confirmado en 1218, cuya trasmisin plantea algunos problemas, como ya seal Ju
lio GONZALEZ en su edicin del mismo7.
Tambin RADES seala que con anterioridad a 1169, en tiempos del segundo maestre,
Frey Fernando de Escaza, aparece en la orden la dignidad de comendador de Calatrava,
que considera equivalente a lo que posteriormente sera la encomienda mayor*. Ahora
bien, esta dignidad jerrquica difcilmente puede considerarse vinculada en los prime
ros tiempos a la gestin de una unidad territorial concreta, que sera la de Calatrava la
Vieja, al menos ningn documento parece demostrarlo9. Por tanto, mientras no se de
muestre lo contrario, el comendador de Calatrava que menciona RADES, habra que
entenderlo como comendador de la Orden de Calatrava y no como comendador de
Calatrava la Vieja.
Siguiendo con el tema del comendador mayor, un documento que debe tenerse en
cuenta es el de los establecimientos promulgados en Calatrava por el abad Guido I de
Morimond en 1195l0. En el documento en cuestin se establece que el prior de Calatrava
(de la orden, no de Calatrava la Vieja) tendra la facultad de corregir desobediencias
graves y manifiestas ad consilium magistri vel comendatorisu. Esta mencin a un co
mendador (en singular), equiparado en cierto modo al maestre, hace pensar que se trate
de lo que posteriormente sera la figura y funcin del comendador mayor, aunque es
significativo que no se aplique el adjetivo maior. En otras palabras, para el abad cisterciense que promulgaba los establecimientos de 1195 parece existir un solo comendador,
321
Juan M
ig u e l
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a r r id o
que no era mayor porque no habra an una jerarqua clara de comendadores de los que
distinguirlo.
El surgimiento de un comendador de Calatrava, entendido como comendador de la
orden, lugarteniente del maestre y con funciones de mando semejantes al propio maestre,
pudo deberse a necesidades prcticas que las circunstancias haban convertido en habi
tuales, pese a que en las form ae vivendi primitivas no se hubiese previsto nada al respec
to. En cierto modo, el cuadro organizativo, operativo y jerrquico de la orden estara en
continuo hacerse segn las necesidades, pudiendo entenderse gran parte de las normati
vas que van elaborndose en el transcurso del tiempo como sancionadoras de lo que la
costumbre iba imponiendo, o correctoras, en otros casos, de lo que podra entenderse
como desviacin12.
Pero al margen de la crnica de RADES y de la constatacin de la existencia con
anterioridad a 1195 de un comendator que puede ser equiparado con el comendador
mayor, existen algunas otras menciones documentales tempranas de comendadores vin
culados a unidades territoriales concretas13. Una revisin de las menciones anteriores a
1195 puede servir para extraer algunas conclusiones sobre dnde y por qu comienzan a
surgir los primeros comendadores. En cualquier caso, no conviene olvidar que los estu
dios que han intentado fijar una cronologa de la aparicin de los distintos comendado
res y encomiendas se han enfrentado con la dificultad aadida de contar con una docu
mentacin, como ya se dijo, escasa y parca en datos.
Siguiendo los trabajos de E. RODRIGUEZ-PICAVEA, puede considerarse que los
primeros comendadores documentados, y que aparecen actuando jurdicamente como
tales, son los de Aceca, Ocaa, las casas de Toledo, y Zorita, todos ellos mencionados
en documentos fechados en 117614, y el de Maqueda, que aparece en un documento de
119215. Si tenemos en cuenta la geografa de estas menciones, salta a la vista que se trata
,2.- Semejante dinmica se percibe en la Orden del Temple, uno de los posibles precedentes que pudiera
haber inspirado parte de las eleccion es organizativas y operativas de los calatravos, aunque sobre esto se ha
trabajado poco. En torno a la regla primitiva del Temple, dice G. BORDONOVE, En un principio, slo era
aplicable a un grupo restringido, pero, al ampliarse rpidamente, reclamar soluciones circunstanciales, y,
por tanto, disposiciones complementarias (...). Hay otro aspecto sobre el que quisiramos insistir: la habili
dad de los redactores de la regla, que se muestran constantemente circunspectos. N o trataban de preverlo
todo, y evitaban barreras estrechas y estructuras rgidas (...). Rigor en los principios y mesura en la aplica
cin. En La vida cotidian a de los tem plarios en el siglo XIII, pp. 35-37. N o es necesario recordar que en la
Orden del Temple, sin estar previsto en la regla primitiva, pronto surge la figura de un com en dador com o
encargado de asuntos econm icos, y diversos com endadores que, en las provincias alejadas en las que la
orden com ienza a adquirir bienes, representan al maestre y poseen, en su provincia, la m ism a autoridad que
ste en la orden. R. PERNOUD, Los templarios, p. 19, en B. de CLARAVAL, E logio de la nueva m ilicia
tem plara, Ed. de Javier Martn Lalanda, Madrid, 1994.
13.- En este punto resulta de consulta imprescindible la sistem atizacin llevada a cabo por E. RODRIGEZPICAVEA en el captulo 4 de La form acin del feu dalism o, en el que se aborda un estudio regional de las
distintas encom iendas de la orden en la meseta m eridional, aportando importantes (y en algunos casos
n ovedosos) datos sobre la cronologa de su aparicin.
14.-E . RODRIGUEZ-PICAVEA, La f o rmacin del feu dalism o, pp. 101-104, 115-116, 131-133, 141-145.
15.- Ibid., pg, 123.
322
E l
s is te m a d e e n c o m ie n d a s e n l a o r d e n d e C a la tr a v a ( s s . X I I - in ic io s d e l X I I I )
en todos los casos de comendadores situados en reas alejadas de los territorios centra
les de la orden, y cabe precisar que no de un modo anrquico o aleatorio. Si atendemos
a la comarcalizacin que el propio RODRIGUEZ-PICAVEA establece en su estudio,
cada uno de estos comendadores se encontrara ubicado, por as decirlo, en un enclave
que podra actuar como cabecera de un marco regional ms amplio alejado de la sede
central.
El comendador de Aceca podra ejercer cierta autoridad en la comarca de La Sagra
Toledana, en la que antes de 1195, no lo olvidemos, adems de Aceca, cuyo castillo y
villa pasaron a la orden entre 1172 y 1176, sta tena otras propiedades y bienes que
gestionar, como el lugar de Alhndiga, adquirido en 1183, al que se sumaran la dehesa
de La Higuera y el lugar de Borox antes de 119116. Es interesante constatar que pese a
que la plataforma territorial de la futura encomienda de Alhndiga estaba ya configura
da antes de 1195, no aparece ninguna huella de comendadores vinculados a este enclave
hasta la segunda mitad del siglo XIII.
Semejante situacin podra comprobarse en la comarca toledana de La Sisla, en la
que el comendador de Ocaa pudo ejercer cierta autoridad hasta 1182, fecha en la que
los calatravos se desprendieron de la villa. Aunque en esta comarca la jerarquizacin
puede quedar en entredicho si se acepta la fecha de 1180 para los comendadores confir
mantes del fuero de Zorita, pues entre ellos figuraban los de Ciruelos y Nambroca, ubi
cados demasiado cerca de Ocaa. En cualquier caso, vale la pena recordar que, aunque
se tome como buena dicha fecha, lo cierto es que en el documento en cuestin el rango
de comendador no se atribuye de modo explcito a los freires vinculados a estos encla
ves.
Tambin Maqueda y Zorita podran considerarse cabecera de comarcas en las que los
calatravos haban adquirido importantes bienes. El caso de la comarca de La Alcarria en
Guadalajara es bastante claro. All haban adquirido el castillo y villa de Almoguera en
117517, la villa de Aun en 117418, y varias aldeas y lugares19. Sin embargo, y pese a
que los territorios adquiridos en la comarca antes de 1195 constituan ya las plataformas
de lo que en el siglo XIII seran futuras encomiendas, con anterioridad a esa fecha slo
se documenta la existencia de un comendador en Zorita, dos aos despus de la dona
cin de dicho castillo y de varias aldeas en su trmino.
Reflexionando sobre los primeros comendadores que aparecen en documentos, y
aunque seamos conscientes de que la fecha de la primera aparicin no debe entenderse
siempre como fecha de creacin de la dignidad, podemos concluir que desde un momen
to temprano debi de existir la necesidad de destacar jerrquicamente a algunos miem
bros de la orden que ejercieran unas funciones, no aclaradas por la documentacin, so
bre las propiedades y bienes que se iban adquiriendo en lugares en los que los rganos
centrales de la institucin difcilmente podan ejercer su control. Sin embargo, no se
16.17.18.19.-
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procedi a una fragmentacin exagerada del poder, porque aunque en algunas comarcas
se dispona ya de bienes y propiedades que aos ms tarde dieron lugar a mltiples
encomiendas, antes de 1195 no parece que existiera una voluntad de establecer demasia
das unidades autnomas.
Si volvemos la vista a lo que constituan los territorios centrales del Campo de Cala
trava, las menciones a comendadores en esta zona antes de 1195 son prcticamente nu
las. Es cierto que desde la fundacin de la orden la regin haba estado marcada por un
carcter fronterizo que debi de implicar una gran indefinicin a la hora de organizar el
espacio20. Ahora bien, no es menos cierto que en los trminos de la donacin de Calatra
va se comprenda un inmenso territorio que gestionar y explotar y que la orden tuvo que
organizar de algn modo para rentabilizarlo econmicamente y sustentar su aparato
militar.
Para todo el Campo de Calatrava, antes de 1195 slo hay mencin de dos comenda
dores'. el de Benavente y el de Caracuel, siendo adems la ya comentada confirmacin
del fuero de Zorita el nico documento en que aparecen. El carcter de fortalezas de
estos enclaves hace que pueda pensarse que en el periodo que tratamos la funcin de sus
posibles comendadores fuera posiblemente de carcter eminentemente militar. Sin des
preciar la polifuncionalidad de las fortalezas calatravas, sobradamente conocida21, lo
cierto es que hay algunos indicios de que, de existir comendadores en Benavente y
Caracuel antes de 1195, no parece que estuvieran ejerciendo determinadas funciones
que la orden termin encomendando a particulares. As podra deducirse de la cesin
que se hizo en 1181 de 4 yugadas de tierra en Benavente a Tello Prez, con la condicin
de poblarlas22.
Haciendo un balance de lo visto, podra decirse que con anterioridad a 1195 difcil
mente se aprecia en la documentacin indicio alguno de que exista un sistema de
encomiendas para organizar la explotacin del patrimonio calatravo. Es ms, si somos
estrictos con lo que dicen los documentos, tampoco podramos hablar de la existencia
de encomiendas, trmino que parece no existir en el vocabulario de la institucin. S
parece claro que desde fecha temprana se destac dentro de la jerarqua de la orden la
figura de un -y conviene destacar el singular- commendator, equiparable al futuro co
mendador mayor. Este trmino comenzara designando a un lugarteniente del maestre
20.- Muchos factores contribuyeron, junto al hecho fronterizo, a la indefinicin del territorio manchego
desde la primera ocupacin castellana hasta, por lo m enos, la vitoria de Las Navas. L.R. VILLEGAS seala,
entre otras causas de esta indefinicin, las concesiones reales sin lm ites precisos, la escasa ocupacin del
espacio y la debilidad dem ogrfica de la regin; De nuevo sobre la fundacin de Ciudad Real, en H om ena
j e al p rofesor Juan Torres F ontes, Murcia, 1987, p. 1780. Tambin he abordado este tema en La organiza
cin del espacio calatravo en poca de Fernando III. El caso de B olaos, com unicacin presentada a las IV
Jornadas de H istoria M ilitar: Fernando III y su poca , Sevilla, 9-13 de mayo de 1994 (en prensa).
21.- Tal y com o puede verse en el trabajo de C. de AYALA MARTNEZ Fortalezas castellanas de la
Orden de Calatrava en el siglo XII, En la Espaa M edieval, 16 (1993), pp. 9-35.
22.- Bullarium O rdinis M ilitiae de C alatrava, Ed. Facsm il, Barcelona, 1981, p. 16. Por el documento en
cuestin, adems de las 4 yugadas de tierra en Benavente, la orden cedi a Tello Prez otras 26 yugadas
situadas en Ciruelos, Malagn y Alarcos. A cambio, este magnate don a la orden sus derechos sobre la villa
de Ocaa.
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Por su parte, el tema de las deudas que estos comendadores podan dejar tras su cese
es tambin de vital importancia. Lo cierto es que no se especifica el tipo ni el origen de
esas deudas, pero existen dos posibilidades que implicaran, cada una de por s, cambios
notables en las frmulas de gestin de la propiedad. Si entendemos que las deudas po
dan ser contradas con terceras personas, habra que deducir que esos comendadores
empezaban a tener las manos libres para gestionar de un modo ms autnomo los bienes
que se les cedan. As, podan incurrir en deudas a causa de sus actividades militares al
servicio de la orden, deudas que seran saldadas con los ingresos obtenidos de los bienes
que se les cedan.
Pero cabe otra explicacin de las deudas, y es que stas fueran contradas con la
propia institucin. Es decir, podra tratarse de la cesin de bienes patrimoniales a perso
nas concretas, miembros o no de la institucin, a cambio de que stas pagaran una renta.
Ambas posibilidades, en cualquier caso, no son excluyentes, y ambas podan ir en la
direccin de conseguir, en un momento de serias dificultades econmicas y militares,
tanto la liquidez econmica que los tiempos exigan como la colaboracin en las activi
dades militares de nuevos milites laicos.
El hecho de que entre 1 1 9 5 y l2 1 2 se pudiera haber iniciado, o acelerado, un proceso
de delimitacin de dominios encabezados por comendadores puede estar en relacin
con la primera mencin clara del ttulo de comendador mayor. En el momento en que se
empezara a multiplicar el nmero de comendadores en diversos mbitos, debi de hacer
se necesario distinguir al lugarteniente del maestre, y de ah la aparicin del calificativo
mayor, que se constata por primera vez en un documento de 121225.
Si volvemos la vista de nuevo a la documentacin, podemos percibir con cierta cla
ridad que entre 1195 y 1212 el nmero de comendadores documentados se ampla. En
un breve y no exhaustivo repaso, se pueden encontrar menciones como la de un
comendator castelli en Huerta de Valdecarbanos en 120426, o comendadores en lugares
ms alejados del territorio central de la orden, como Padella, Val de Alavn o Villaester,
documentados en torno a 119827.
Si es cierto que las necesidades surgidas de la situacin dramtica atravesada por los
calatravos entre 1195 y 1212 produjeron innovaciones en la gestin del patrimonio,
habra que ver qu sucede tras la vuelta a la normalidad que supuso la victoria de Las
Navas. Lo que parece intuirse en la documentacin es una aceleracin del proceso de
descentralizacin en la gestin del patrimonio, o al menos una multiplicacin del nme
ro de comendadores que comienzan a aparecer documentados. Adems de consolidarse
la vinculacin con comendadores de determinados lugares que podramos considerar
pioneros, las menciones a comendadores en enclaves perifricos se disparan con ante
rioridad a 1250, pudiendo citarse, tras un repaso no exhaustivo, los casos de Alcaiz28,
25.- Pub. M ENENDEZ PIDAL, D ocum entos lingsticos de Espaa I: Reino de C astilla, Madrid, 1966,
doc. n 270.
26.- RODRIGUEZ-PICAVEA, La form acin del feu dalism o, p. 113.
2 7 Confirmantes de una donacin del Maestre Martn Prez de Siones hecha en Zorita, sin data pero que
podra fecharse en 1198. Pub. R. MENENDEZ PIDAL, D ocum entos lingsticos, doc. n 262.
28.- B ularlo de C alatrava, p. 66, escritura IX (1233).
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E l s is t e m a d e e n c o m ie n d a s e n l a o r d e n d e C a l a t r a v a ( s s . X I I - in ic io s d e l X I I I )
Ibid.,
Ibid.,
Ibid.,
Ibid.,
Ibid.,
p.
p.
p.
p.
p.
74,
78,
82,
66,
82,
escritura
escritura
escritura
escritura
escritura
XXIV (1242).
I (1245).
II (1245).
VIII (1232).
II (1245).
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namente fueron afianzando una serie de competencias militares y econmicas que, con
anterioridad, deban haber formado parte de las atribuciones directas de los rganos de
gobierno y dignidades centrales de la orden.
En principio, no obstante, cabe decir que en ninguna de tales funciones los comenda
dores tendran desde el inicio plena autonoma, sino que estaban sometidos de hecho a
las directrices de los rganos centrales de poder. Tal como aparece en el caso de la carta
puebla de Miguelturra, el comendador parece jugar un papel de delegado de la autori
dad superior, de autoridad interpuesta en algunos asuntos econmicos y de encargado
de dirigir las actividades militares34.
Los textos normativos de comienzos del siglo XIV parecen sancionar an el control
frreo que los rganos centrales hacan de la gestin de cada encomienda, lo que indica
ra que desde un punto de vista legal la autonoma que los comendadores tenan recono
cida era escasa, pese a que estas menciones tambin pueden entenderse debidas a que,
de facto, se actuaba cada vez con mayor independencia.
En cualquier caso, las Definiciones de comienzos del XIV parecen indicar que el
sistema de encomiendas, entendidas como unidades de gestin individualizada pero
frreamente controlada por los rganos centrales de poder, estaba haciendo aguas. Este
sistema, qu duda cabe, generara una falta de inters notoria por parte de los gesto
res, que poda traducirse, tal y como reflejan numerosos prrafos de estas Definiciones,
en un abandono de la gestin que acarreara serias prdidas econmicas35.
Pero el paso definitivo hacia el sistema de encomiendas que veremos funcionar de
modo consolidado a fines de la Edad Media, y del cual se ha querido deducir en ocasio
nes una definicin de encomienda que se ha aplicado desde el primer momento en que
aparecen menciones a comendadores en la orden, no se dar hasta fines del siglo XIV,
cuando los comendadores adquieren una gran capacidad y autonoma de gestin de las
propiedades anejas a la encomienda, que podran acensar o arrendar bajo diversas mo
dalidades. El resultado final sera un comportamiento autnticamente seorial de los
comendadores, panorama que quedar claramente reflejado en las Definiciones de 146836.
5. Conclusiones
Ciertamente, poco es lo que se puede concluir despus de esta breve aproximacin al
origen del sistema de encomiendas en la Orden de Calatrava. En gran parte se han
planteado ms interrogantes que respuestas, pero creo que el tema tiene la suficiente
34.- Publ. E. HINOJOSA, D ocum entos p ara la historia de las instituciones de Len y C astilla (siglos XXIII), Madrid, 1919, pp. 148-150.
35.- Por citar un ejem plo, pueden verse las D efiniciones de 1325, nms. 10 y 12, que mencionan que
algunos lugares de la orden sean perdidos por mengua de las pertenencias y que avernos oydo muy gran
des perdidos por los pegujares en la casa de Calatrava. Pub. O CALLAGHAN, The Earliest D efiniciones
o f the Order o f Calatrava, 1304-1383, en Traditio, 17 (1962) p. 271.
36.- Pub. O CALLAGHAN, D efiniciones of the Order o f Calatrava, pp. 243-244, nms. 8 y 64.
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XIII)
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A cta s C o n g r e so B a ta lla d e A la r c o s
P a r t ic ip a c i n d e l a o r d e n d e l h o s p it a l e n e l a v a n c e d e a l f r o n t e r a c a s t e l l a n a ( 1 1 4 4 - 1 2 2 4 )
En 1957 publicaba su tesis sobre el Gran Priorato de Navarra de la Orden de San Juan en donde volva
a plantear tal hiptesis. Se basaba en el hecho de que entre la documentacin estudiada por l relativa a
Navarra (siglos XII-XIII), hay un silen cio casi absoluto sobre las actividades guerreras de la Orden, mientras
que la documentacin de tipo econm ico: donaciones, compraventas, censos, etc., es bastante abundante.
Ms recientem ente, Serra Ruiz (1981: 572-573) para el reino de Murcia y A. Luttrell (1981: 595) para el de
Aragn, se han mostrado de acuerdo con dichos planteamientos.
2.- El Campo de San Juan englobara un am plio territorio que se extiende entre las actuales provincias de
Toledo y Ciudad Real desde las estribaciones nororientales de los M ontes de Toledo hasta la zona del alto
Guadiana - lagunas de Ruidera - en Ciudad Real, ocupando la mayor parte del espacio la extensas llanuras
manchegas.
3.- La generalizada escasez de fuentes documentales referidas a la Orden de San Juan para el reino de
Castilla, en especial para el mbito territorial que aqu nos ocupa, la Mancha, nos obliga a advertir que las
conclusiones aqu planteadas son forzosam ente provisionales, aunque por ese mismo m otivo puedan resultar
especialm ente significativas.
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4.- A s consta en la Bula de Lucio III confirmando la donacin del castillo de Consuegra a la Orden de San
Juan. (A.P.R.M., Inf. D. Gabriel, Anexo, leg. 1; Id., Contadura, leg. 519.; Id., Secretara, leg. 564; Publ. Guerrero,
1969: 337-338, doc. 10).
5.- Donacin del castillo de Consuegra a la Orden de San Juan (1183). (A.P.R.M., Anexo, Leg. 1; Idem.,
Contadura, leg. 519; Idem., Secretara, legs. 564 ,7 6 0 y 765; Publ. Aguirre (1973, pgs.: 50-51; Garca Larragueta,
1952, pgs.: 521-522; Gonzlez, 1960, II: 709-711, doc. 409; Guerrero Ventas, 1969: 332-333, doc. 4); Ayala,
1995: 217-219,n 64.
6.- En 1113 la Orden de San Juan recibi de D Urraca el lugar de Paradinas (AGUIRRE, 1973: 41-42). A
finales del reinado de Alfonso VII la Orden del Hospital tena posesiones en lugares tan septentrionales como la
misma Asturias, en donde recibi Arenas en 1156, pero en general abundaban los situados en la Extremadura
Castellano-Leonesa (AGUIRRE, 1973: 157-162).
7.- A .H .N., OO.MM., ndice 175, fol. 105; B.N., Ms. 20551, f. 146; AGUIRRE, 1973: 159.
8.- Olmos pas a manos de Alfonso VI tras la conquista de Toledo en el ao 1085 (GONZLEZ, 1975: 80-83),
en el 1110 los almorvides atacaron la fortaleza aunque no lograron tomarla por completo (SNCHEZ BELDA,
1950: 79-80).
9.- ...Dono taque vobis... et sancto Ospitali quatuor villas Anchitrana, Villam aliorum, Kero et Atarez, cum
mnibus pertinentiis suis, aquis, pratis, montibus et vallibus, egressibus, ingressibus ac cuncto illis quator villis
intus et extra ipsis pertinente iure.... (A H.N., Calatrava, R-21; A.H.N., Registro de escrituras de Calatrava, T. IX,
fol. 43; Publ.: Gonzlez, 1960, II: 97, doc. 54).
334
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por el monarca Alfonso VII a Rodrigo Rodrguez10. Ello nos muestra las deficiencias de la
poltica repobladora del emperador encargada a ciertos magnates del reino. Aunque no
poseemos datos concluyentes al respecto, podemos afirmar que doce aos ms tarde de
la donacin, Rodrigo Rodrguez slo realizara un dominio efectivo sobre la fortaleza
consaburense propiamente dicha y, como mucho, al espacio inmediato circundante, que
dando la mayor parte de sus tericos trminos fuera de su control.
La muerte del califa almohade en el 1163, con la consiguiente ausencia de sus hijos
del territorio peninsular, permiti un cierto desahogo para el rey Lobo11 y los monarcas
cristianos. En ese mismo ao, Femando II de Len y Alfonso VIII de Castilla donaban
el castillo de Ucls a la Orden del Hospital12.
Ucls debi ser una plaza importante en poca musulmana en el camino de Calatrava
al alto Tajo y noreste peninsular. Segn al-Udri, al regreso de las campaas de Zaragoza
llevadas a cabo por Abd al-Rahman III en el 935, las tropas musulmanas pasaron del
castillo de Ucls (Uqlis) a Lawtis y Mustilo o Musatilo (Puebla de Almoradiel?) y de
aqu a Alczar de San Juan (Qasr Banu Atiyya), ya en el distrito de Fahs al-Luyy de la
ciudad de Toledo (VALLVE, 1986: 304).
Aunque el castillo de Ucls pasara a manos cristianas a resultas de la discutida dote
de Zaida13, la expansin almorvide acab con las posibilidades de consolidar el domi
nio: en el 1108 se produce la famosa batalla de Ucls, permaneciendo dicha posicin en
manos musulmanas hasta que Alfonso VII acordara con el rey Lobo de Murcia su per
muta por Alicn y pasara poco despus a manos sanjuanitas14.
10.- A.P.R.M., Inf. D. Gabriel, Secretara, leg. 760; Idem., Secretara, leg. 564 y leg. 765; Idem., Anexo, leg. 1;
Biblioteca Nacional, Ms. 13093, 137;Aguirre, 1973: 50-51; Ayala, 1995: 217-219, en donde figura el ao 1151.
Los amplios trminos del castillo de Consuegra se situaban entre el ro Rinsares, Lillo, Bogas, Mora la Vieja, el
camino que va de Toledo a Calatrava, Puente Seca, la sierra de la Calderina y canal de Grin, volviendo por el
Guadiana, Criptana y llegando de nuevo al Rinsares. Es decir, comprenda los cuatro lugares de Quero, Villajos,
Criptana y Tirez a los que estamos haciendo referencia.
M.- ste aprovechara la circunstancia para realizar algunas correras por Andaluca, com o el ataque a
Crdoba que acabara sin resultados positivos (GONZLEZ, 1960: 898).
2.-A .P .R .M ., A nexo, Leg. 1. Tambin se m enciona en la H istoria de Ucls de 1174 (A .H .N ., T.M.C.,
lib.3, d. 73, fol.: 310-311 y d. 78, fol.: 312-313; A .H .N ., Inventario n 121, leg. 1, 16; Publ.: Martn, 1974: 1819, doc. 66)
13.- En el ao 1090 o 1091, ante la falta de heredero varn, A lfonso VI toma com o concubina a la hija -o
nuera- de al-M u tam id de Sevilla, entregada por ste con m otivo de un pacto entre los dos monarcas encam i
nado a que el castellano-leones se convirtiera en protector de las taifas. Junto a ella, el monarca sevillano
hizo entrega com o dote un importante conjunto territorial situado en la frontera con la ciudad de Toledo.
Comprenda los castillos de Caracuel, Alarcos, Consuegra, Mora, Ocaa, Oreja, U cls, Huete, Amasatrigo y
Cuenca. JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa, Lib. VI, Cap. X X X , 258. Segn Reilly
(1989: 259), aunque este relato se encuentra muy falseado, el hecho de la donacin de una importante canti
dad de territorio es bastante plausible en el contexto de la poca. El paso de estas fortalezas a dominio
cristiano poda proporcionar slidas bases de defensa a la ciudad de Toledo. La mayor parte del Campo de
San Juan estara ahora bajo un terico dominio cristiano, sin embargo, los acontecimientos posteriores demostra
rn que el control efectivo sobre dicho territorio fue bastante difuso.
14.- D icho cam bio se realizara en tiempos de Sancho III (MARTN, 1974: 241).
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Los motivos que llevaron a la monarqua castellana a favorecer esta primera implan
tacin de la Orden de San Juan en la frontera castellana son mltiples y complejos15.
Para el profesor Julio Gonzlez (1960, I: 156-157), la entrega del castillo de Ucls se
hizo por intervencin directa de la familia de los Laras interesados en conseguir el favor
de la Orden en sus pugnas con los Castro. Pero no es menos cierto que el creciente
peligro almohade y el fracaso de la poltica repobladora anterior, obligaban a contar en
territorios que seguan siendo fronterizos con el concurso de una institucin poderosa,
de gran prestigio internacional, que articulara socialmente la frontera segn el orden
feudal imperante, supiera garantizar el aprovechamiento econmico de dicho espacio y
garantizara, gracias a su poder militar, la integridad territorial y la estabilidad del reino.
En este sentido es interesante destacar que es precisamente a mediados del siglo XII
cuando se est produciendo el proceso de militarizacin de la orden tanto en Oriente
como en el reino de Aragn (FOREY, 1984: 75-89)16. A los primitivos fines hospitalario-caritativos de la institucin religiosa, pronto se sumara el ejercicio de la caballera
cristiana: la Militia Christi. Ser fruto de la irrupcin de los turcos seljdicas en Tie
rra Santa y la generalizacin del espritu de Cruzada (ORLANDIS, 1989: 349), aspectos
que se concretizaron en la necesidad de proteger a los peregrinos, defender con las ar
mas los Santos Lugares y, con ellos, las mismas propiedades de la Orden. Con toda
seguridad, el ejemplo de la Orden del Temple, fundada en 1118 y que ya se dedicaba a la
guerra contra los sarracenos, pesara notablemente en Raimundo de Puy (1120-1158)
que fue quien adopt esta actividad para los sanjuanistas (LOMAX, 1976: 9)17.
15.- Segn Aguirre (1973: 138 y 160), el infante Sancho ya haba dado en 1150 la aldea de Arenas a la
Orden del Hospital. No tenemos otro documento que avale la opinin aportada por nuestro recopilador. Es
muy posible que la aldea o el castillo de Arenas tuvieran una existencia anterior a la de su repoblacin (3-III1236), pero parece improbable que fuera donada en una fecha tan temprana a la Orden del Hospital que, por
aquel entonces, iniciaba su implantacin en territorio peninsular. Por otro lado, en las donaciones de Consuegra
a Rodrigo Rodrguez y en la de Alczar a Juan M uoz y otros, realizadas ambas en 1150, Aguirre seala que
dichos caballeros pertenecan a la Orden del Hospital, basndose aparente y nicamente en el hecho de que
en estos territorios se asentara ms tarde esa orden militar. Por todo ello pensam os que la donacin de San
cho III -si es que realmente existi- sera hecha ms que a la Orden de San Juan, a algn caballero destacado
de la frontera. Por ltim o, nuestras dudas sobre el privilegio no hacen sino aumentar si tenem os en cuenta que
en otro lugar del manuscrito de Aguirre (1973: 162) m enciona la donacin de Arenas en las A stu rias que dio
a la Orden D a Sancha Rey na de N avarra, era 1194, ao de 1156, por lo que es muy posible que nos encon
tremos ante un sim ple error interpretativo.
16.- La primera noticia que tenem os de la participacin militar de la Orden en la Pennsula Ibrica es la
toma de Tortosa (1148), mientras que en Oriente habr que esperar a 1153 para ver a la Orden participar en el
cerco de Ascaln (RODRGUEZ-PICAVEA, 1994: 39).
17.- El nacim iento de estas Ordenes no es slo un hecho prcticamente paralelo en el tiempo y en el
espacio, sino que adems ambas son, en ltimo trmino, fruto de la reforma religiosa del siglo XI (LOM AX,
1965: 1). La bsqueda de un monacato ms puro donde el sacrificio pueda llegar incluso a dar la vida por
Cristo, la asim ilacin del paraso terrenal con la ciudad de Jerusaln, el gran auge de las peregrinaciones y el
aumento de poder P ontificio que foment las cruzadas, formaron el clim a propicio para la creacin de estos
establecim ientos de caballeros, mitad monjes mitad soldados, donde precisamente esa m ezcla de elem entos
monsticos y caballerescos es lo que les dio el carcter atractivo y novedoso a dichas instituciones.
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(1144-1224)
18.- La im precisin de los lm ites fijados en las distintas donaciones, los frecuentes cam bios de titulari
dad y la ausencia generalizada de citas documentales parecen avalar tal hiptesis; sin embargo, ser necesa
rio concluir los trabajos arqueolgicos que estam os realizando en la zona para llegar a conclusiones ms
slidas al respecto.
19.- A .H .N ., U cls, caj. 217, n 3; Publ. por G onzlez, (1960. II: 268-269, doc. 157).
2.- A .H .N ., T.M.C. lib. 1, 58, fol.: 121-122; Publ. por Gonzlez (1960, II: 275-277, doc. 162).
A - A .H .N ., U cls, caj. 70, n 1; A .H .N ., T.M .C., lib. 1, doc. 4, fol.: 20-21; Publ. G onzlez. (1960 ,11:
491-492, doc. 300).
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el Segura, pues en este caso lo recibira el propio castillo consaburense22. Tres meses
ms tarde (junio de 1173) el rey garantiza a los calatravos los castillos que la Orden
ganase a los moros y ciertas heredades en las ciudades que tomasen por s solos o acom
paando al rey23. Incluso el monarca dara el quinto de las conquistas que l hiciese en
tierra musulmana (marzo de 1175)24.
Aunque es cierto que la Orden de San Juan ampli su patrimonio en la dcada de los
setenta, hay que hacer notar que las nuevas posesiones recibidas se hallaban en territo
rios poco comprometidos situados al norte del Tajo. Adems, no encontramos ningn
privilegio del tipo sealado a favor de las rdenes hispnicas en relacin a la institucin
hospitalaria. Es ms, como se ha indicado ms arriba, en 1174 dejan el castillo y villa de
Ucls que es otorgada con todos sus trminos a la Orden de Santiago25.
En ese ao, los almohades, aprovechando la tregua que haban establecido con castella
nos y portugueses, haban iniciado una ofensiva por tierras de Badajoz conquistando
Alcntara, Cceres y llegando hasta Ciudad Rodrigo, con lo que la Orden de Santiago
perdera todas las posesiones all conquistadas y cedidas por Fernando II de Len (MAR
TN, 1974: 9). En este contexto, Alfonso VIII estara muy interesado en ganarse el favor
de esta institucin, no slo como instrumento de reconquista y repoblacin, sino tam
bin para debilitar a la propia monarqua leonesa en cuyo reino haba nacido dicha or
den militar.
El cambio de titularidad de la villa y castillo de Ucls no provoc ningn conflicto
entre ambas rdenes o entre la de San Juan y el monarca castellano, pues contara con el
consentimiento de la propia Orden hospitalaria. As lo demuestra el hecho de que ese
mismo da (9 de enero de 1174), nuestra Orden recibi a cambio la villa de Espinosa de
Villagonzalo en el alfoz de Avila26.
En palabras del profesor Gonzlez (1960,1: 562), los hospitalarios se retiraban de
la frontera, aunque hay que hacer notar que esta retirada no fue tan completa y radi
cal como la protagonizada por la Orden del Temple en 1157 de Calatrava. A falta de
otros datos, debemos entender que las villas de Criptana, Villajos, Quero y Tirez dona
das en 1162 seguan en manos sanjuanistas.
22.-A .H .N ., Reg. esc. Calatrava, I, fol. 32; Publ. en G onzlez (1960, II: 297-298, doc. 176). En el 1169 ya
les haba concedido el portazgo de las recuas que fuesen a tierra de moros por el sector que va de Ubeda a
Crdoba, amparando adems a los rebaos de la Orden. (A .H .N ., Reg. de esc. de Calatrava, I, fol 24 y fol 42;
Publ. por G onzlez (1960, II: 198-199, doc. 116).
23.- A .H .N ., Calatrava, R-25; A .H .N ., Reg. de esc. de Calatrava, I, fol. 33 y 34; Publ. Gonzlez (1960, II:
305-307, doc. 183).
M.- A .H .N ., Calatrava, R-27; A .H .N ., Reg. de esc. de Calatrava, I, fol.:76; Publ. Gonzlez, (1960, II: 364365, doc. 220).
25.- A .H .N ., OO.MM., U cls, Caj. 338, n 1, 2 y 3; A .H .N ., T.M.C., I, doc. 1, pg.: 15-17. Publ. Martn
(1974: 240-241, doc. 65); Gonzlez (1960. II: 323-324, doc. 195).
26.- A .H .N ., n d ice n 175, fol. 14v-15r; Publ. G onzlez, (1960, II: 321-322, doc. 194). D os aos ms
tarde (30 de enero de 1176) recibira del monarca castellano, en el m ismo alfoz abulense, las aldeas de
Castrillo y Villavega. (A.H .N., ndice n 175, fol 1; B .N ., Ms. 714, fols. 139v y 140).
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(1144-1224)
27.- A s parece indicarlo R odrguez-Picavea (1992: 797) cuando habla del protagonismo de la corona en
el origen y desarrollo de la Orden de Calatrava.
28.- Pedro de Arias, de Aris o de Eras, fue uno de los Priores ms importantes en esta etapa inicial. Se
mantuvo en su cargo desde 1169 hasta 1187 (GARCA LARRAGUETA, 1952: 497-504).
2y.- A.P.R.M ., A nexo, Leg. 1; Idem., Contadura, leg. 519; Idem., Secretara, legs. 564, 760 y 765; Publ.
Garca Larragueta, 1952, pgs.: 521-522; G onzlez, 1960, II: 709-711, doc. 409; Guerrero Ventas, 1969:
332-333, doc. 4; Ayala, 1995: 322-324, n 144.
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30.- A s aparece en Rivera Recio (1966: 29) y en Guerrero Ventas (1969: 54). Apoyndose en esta misma
fuente, Prez Monzn (1989: 38) dice que Consuegra fue tomada en 1093 o poco antes lo que debem os
interpretar com o un error tipogrfico. El mismo Aguirre (1973: 48) dice que Consuegra sera reconquistada
en el ao de 1063 por el Seor Rei D. Alonso VI a costa nada m enos que de su hijo nico el Infante D.
Sancho que fue muerto en la pelea que no puede ser admitido tanto por lo extrao de la fecha com o por el
hecho mism o de la muerte de D. Sancho, ocurrida en realidad en la toma de U cls por los alm orvides en el
1108 (BOSCH VILA, 1990: 180-183).
Segn Snchez Belda (1962: 10), en la crnica del obispo ovetense D. Pelayo, tambin aparece la men
cin de castillos com o el de Alarcn, U cls, Mora, Consuegra y Caracuel entre las plazas conseguidas tras la
toma de Toledo, sin embargo, el mismo autor apunta que debe haber algn error en los cdices pues, al menos
en el caso de Caracuel, es difcil creer que se ganara un lugar tan meridional.
31.- JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa, Lib. VI, Cap. XXII, 247-248.
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32.- El concepto de frontera en la Espaa cristiana m edieval no se parece en nada a nuestra actual
acepcin com o elem ento esttico y definido a la perfeccin. El espacio fronterizo es tremendamente impre
ciso en sus lm ites y tiene connotaciones no slo poltico-m ilitares, sino tambin econm ico, sociales, cultu
rales e id eolgicas. Adem s, la frontera m edieval es dinmica, fluida y cambiante. Segn Rodrguez-Picavea
(1992: 808), evolu cion desde la inicial desarticulacin fronteriza hasta su proceso de conclusin en la deli
mitacin del espacio poltico, pasando por la organizacin econ m ico-social del mismo y la cohesin ideol
gico y cultural de los elem entos que la integran.
33.- A rrancada sobre el rey D. Alfonso su trmino de Consuegra da de sbado, e da de Santa M ara de
agosto, entr el rey D. Alfonso en Consuegra, e cercronlo y los alm oravedes VIII das e fueronse, era
MCXXXV (ao de 1 0 97)...P os A lm oravet Yaya en Sant Servando sobre Toledo, e en su tornada p ris a
Consuegra en el m es de ju n io, era MCXXXV1I (ao 1099). A nales Toledanos, ed. Florez, Espaa Sagrada, t.
XXIII, p. 385.
34.-A .P.R .M ., Inf. D. Gabriel, Secretara, leg. 760; Idem ., Secretara, leg. 564 y leg. 765; Idem., Anexo,
leg. 1; Biblioteca N acional, Ms. 13093, 137; Aguirre, 1973: 50-51; Ayala, 1995: 217-219. En el Libro de
Privilegios de la Orden de San Juan publicado por el profesor Ayala y sus colaboradores, figura con fecha de
27 de diciembre de 1151.
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35.- N o podemos aceptar el argumento de Aguirre (1973: 51-52), recogido tambin por Guerrero (1969:
55), en lo que se refiere a la presunta conquista de esta plaza en el ao 1177 por el rey A lfonso VII: todos los
datos por l aportados coinciden con la toma, no de Consuegra, sino de Cuenca.
36.- A .H .N ., Reg. de esc. de Calatrava, I, fol. 32; Publ. G onzlez, 1960, II: 297-298, doc. 176.
37.- A.P.R.M., Inf. D. Gabriel, A nexo, leg. 1; Id., Contadura, leg. 519.; Id., Secretara, leg. 564; Publ.
Guerrero, 1969: 337-338, doc. 10.
38.- A .H .N ., T.M.C., III, doc. 46, fol.: 288-289; Publ. Martn, 1974: 429, doc. 255. En esta donacin ya se
cita la existencia de Tembleque: ...B ogas que est situm in ripam de Algodor, in ter M ora et Consuegra, et
in ter Valle C aravanos et Trem blec...
39.- Corchado Soriano (1962: 132) es el principal defensor de dicha hiptesis.
40.- Las donaciones hechas por los monarcas castellanos, realizadas de forma im precisa debido a la rpi
da expansin por estas tierras, dieron pie al surgimiento de disputas sobre trminos con las instituciones
asentadas en zonas adyacentes que sern resueltas por medio de arbitrajes y com prom isos entre las partes: el
Arzobispado de Toledo (1228 y 1229), la Orden de Calatrava (1232) y la Orden de Santiago (1237). El
problema era en primer lugar de orden poltico, pero quizs la bsqueda de una delim itacin territorial cada
vez ms precisa responda sobre todo a cuestiones de tipo econm ico-fiscales: se trataba de asegurar y regular
la explotacin de los recursos en esas zonas limtrofes, el control de ciertas vas de com unicacin y, en
definitiva, garantizar la percepcin de los distintos derechos seoriales sobre dichos territorios y sus gentes.
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aumento del nmero de caballeros y de la ocupacin de cargos con nativos, lo que favo
recera segn l su mayor compromiso en la tareas repobladoras.
No podemos pensar en un nico motivo a la hora de intentar explicar esta donacin.
Hubo en efecto razones polticas, evidentes si se tiene en cuenta el protagonismo alcan
zado por la Orden en estos momentos, sin embargo, tambin pudieron obrar cuestiones
ideolgicas o de prestigio de la institucin; econmicas -puesta en explotacin del terri
torio por una organizacin que ya haba dado muestras de sus peculiares dotes econmi
co-financieras41- o razones estratgico-militares -intentar comprometer a los caballeros
hospitalarios en las luchas fronterizas-.
Por su parte, la toma de Cuenca (1177) y los progresos de los castellanos frente a los
musulmanes, con una sucesin de razzias por tierras andaluzas, haran que el prior hos
pitalario se replanteara la participacin en la repoblacin de estos lugares. Segn la
bula confirmatoria de la donacin del castillo de Consuegra a favor de la Orden de San
Juan, es la propia Religin quien se muestra interesada en tal posesin al pedir el con
curso del pontfice para corroborar la entrega42.
Consuegra y su trmino deban ser especialmente apetecibles para los sanjuanistas.
Si tenemos en cuenta su situacin, deba verse muy transitada por ganados y comercian
tes que proporcionaran pinges beneficios a travs de los distintos derechos de traveso.
Adems, sus campos podan ser explotados a travs de una ganadera poco exigente en
mano de obra y fcilmente salvable ante una algarada musulmana (GONZALEZ, 1976:
26). Importancia econmica que a pesar de los peligros de la frontera43 no decae, como
lo demuestra el privilegio del ao 1200 de Alfonso VIII que ampliando el otorgado en
1173, concede el portazgo de todas las recuas que de Toledo marchen a tierra de moros
pasando por Consuegra44.
Pese a todo, los escasos datos que de esas fechas seguimos teniendo, apuntan a que
la poblacin todava tardara en desarrollarse. Sin duda, la batalla de Alarcos del 1195,
en la que no tenemos noticia de la participacin de caballeros hospitalarios, sera tras
cendental en este sentido. Tras la batalla, los castillos de Caracuel, Calatrava, Benavente, Malagn y torre de Guadalerzas (GONZLEZ, 1960,1: 969) pasan a manos musulma-
41.- D otes que han sido destacadas por la mayora de los historiadores de la Orden -Garca Larragueta
(1957), Ledesm a (1964 Y 1967), e t c .- . Prueba de ello son las imputaciones que se vertern en su contra algo
ms tarde acusndola de usura y enriquecimiento desm edido que obligaron al Papa Honorio III a exhortar a
los prelados a que no hicieran caso de tales acusaciones, pues el atesoramiento de riquezas era nicamente
para respaldar sus acciones en Tierra Santa (29 de noviembre de 1218) (GONZLEZ, 1980: 194).
42.- ...p o r cuanto es ju sto acu dir a los deseos de vu estras peticion es y queriendo cum plir los votos que
no se desvan d el cam ino de la razn ...por eso concedem os a vos, los hijos am ados del Seor, igualm ente que
al n oble varn R odrigo R odrguez a quien en p rim er lugar tocaba el lugar de Consuegra, el que con piadosa
consideracin os co n cedi el ilustre Rey de C astilla D. Alfonso, para que ju sta y pacficam ente lo p o se is y
a s lo confirm am os con au toridad apostlica.... A.P.R.M., A nexo, leg. 1; Iden., Contadura, leg. 519.; Idem.,
Secretara, leg. 564; Publ. Guerrero, 1969: 337-338, doc. 10.
43.- En la donacin del castillo de Consuegra a la Orden de San Juan se dice: ...os dono y concedo el
castillo que se d ize de Consuegra, a la fren te de los moros, sito cerca de Toledo....
44.- A.P.R.M ., Secretara, leg. 760 y leg. 564.
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as, con lo que el espacio fronterizo se desplaza hacia el norte. Parece ser que Consuegra
y su extenso alfoz siguieron en manos cristianas, sin embargo, el avance almohade re
percutira negativamente en el proceso de consolidacin de dichos dominios.
Durante los dos aos siguientes el Miramamoln realiz varias aceifas contra el valle
del Tajo y el Jcar, aunque en ninguna de ellas se vera directamente afectado el Campo
de San Juan45. Ello ha sido interpretado (GUERRERO VENTAS, 1969: 61) en el sentido
de que los musulmanes, desechando el camino ms corto y fcil por Guadalerzas o por
las Ventas de Puerto Lpice hacia Toledo, evitaran pasar por estos trminos debido a la
particular defensa que de ellos haran los caballeros sanjuanistas. Nosotros preferimos
pensar que se trata de una cuestin de estrategia militar y de rentabilizacin de las cam
paas.
Es posible que en la de 1196 el califa almohade prefiriera atacar las posiciones cas
tellanas de la actual Extremadura, recientemente repobladas por Alfonso VIII46, pero, en
general, se advierte una preocupacin por razziar los territorios ms ricos y densamente
poblados, destruyendo las bases econmicas cristianas, consiguiendo importante botn
y si no conquistando, al menos socavando las bases de sustento de estratgicas fortale
zas.
Mientras que en poca de Alfonso VI y Alfonso VII interesaba llegar cuanto antes a
las ricas tierras de Toledo, con Alfonso VIII, al ampliarse el dominio cristiano sobre
tierras de la actual Extremadura y zona de Cuenca, pareca lgico pensar que el
Miramamoln eligiera dichos itinerarios, quiz ms largos pero mucho ms fructferos.
No debemos olvidar que el Campo de San Juan no estara demasiado poblado por aquel
entonces y que dominado por los musulmanes prcticamente todo lo que ms tarde sera
el Campo de Calatrava tras la toma de Alarcos, no existan en la zona suficientes forta
lezas cristianas, estratgica y econmicamente interesantes para justificar all las aceifas.
La derrota de Alarcos en el 1195 y el subsiguiente peligro que la presencia almohade
representaba para la posesin sanjuanista, hizo que la participacin de la Orden en la
defensa del territorio se viera en cierto modo acrecentada. Segn Aguirre (1973: 55)
que a finales del siglo XVIII pudo consultar documentos originales del desaparecido
archivo de Consuegra y del Convento de Santa Mara del Monte47, la propia Orden se
vio por estos aos obligada a dar licencia para admitir a numerosos caballeros y otros
hermanos al hbito de Consuegra por la gran necesidad de mantener las defensas.
Adems, una serie de mercedes otorgadas por el monarca castellano dan fe de esta
mayor actividad militar. Tras el desastre de Alarcos, los cristianos consiguieron una
45.- En la campaa de 1196, los almohades subieron por la calzada de Mrida para saquear la zona de
Talavera, llegar a Toledo y regresar por el puerto de Alover y Piedrabuena. En la de 1197, el Miramamoln
march de Crdoba a Talavera -no sabemos por donde, pero con toda seguridad no atravesara el Campo de
San Juan-, luego a Toledo, Madrid, Alcal, Oreja, U cls, Huete, Cuenca y desde Alarcn volvera a su tierra
(GONZLEZ, 1975: 236-238).
46.- En Trujillo por ejem plo estaba asentada la orden militar del mism o nombre a la que el monarca
castellano haba entregado Albalat y otros castillos el 6 de marzo del ao 1195 (GONZLEZ, 1975: 236).
47.- Las ruinas de dicho convento se encuentran en la falda norte de la sierra del Reventn (M ontes de
Toledo) dentro del trmino municipal de Urda (Toledo).
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ansiada tregua por cinco aos gracias a la aparicin del almorvide Abengania en el
norte de Africa, lo que oblig al califa almohade a aplazar la guerra en la Pennsula.
Mientras se prorrogan las treguas -durarn hasta el ao 1211-, Alfonso VIII, consciente
de que el enfrentamiento deba llegar tarde o temprano, se preocup de fortificar y repo
blar la frontera48, cuidando en especial a las rdenes militares.
El 30 de enero del ao 1200 concede la renta anual de 30 cahces toledanos de sal49
de las minas de Belinchn para las obras de fbrica del castillo de Consuegra50. Cuatro
aos ms tarde (8 de diciembre de 1204), la Orden de San Juan figura entre los benefi
ciarios de su testamento al conceder al castillo de Consuegra un tercio de sus armas, a
compartir con la Milicia del Temple y 2.000 maraveds anuales de las rentas de Toledo
durante un perodo de diez aos51. En el 1208, en fin, confirma todos los heredamientos
que la Orden tena en Castilla52.
El trato favorable que el monarca castellano dispens a las rdenes militares dara //sus frutos positivos. En la batalla de las Navas de Tolosa (1212) incluso la Orden de San
Juan^que hasta esa fecha pareca no haber intervenido en las grandes batallas anteriores,
acudi con su hueste a cuya cabeza se situ el mismo prior D. Gutierre Ermigildo53. Pese
a todo, tampoco fue muy destacada la presencia de los hospitalarios en dicha contienda:
las milicias de Castilla no fueron muy numerosas y no tenemos noticias de que los hos
pitalarios aragoneses y catalanes engrosaran las filas del ejrcito de Pedro II (LEDESMA,
1964: 53).
En este sentido, si comparamos los privilegios otorgados a la Orden del Hospital coaios que recibieron por estas fechas las Ordenes de Calatrava y Santiago podremos com
probar la insignificancia de los mismos: directamente relacionado con su intensa activi
dad militar, la Orden de Calatrava obtena, por ejemplo, el privilegio de los castillos que
ganase a los musulmanes y determinado nmero de heredades en las ciudades tomadas
por ella o acompaando al rey (1173); ms tarde recibira el quinto de las conquistas que
el monarca hiciese en tierra de moros y en el testamento de Alfonso VIII sera distingui
da nada menos que con 10.000 maraveds durante diez aos para la construccin y con
servacin de sus castillos y el tercio ntegro de sus armas. Igual favor recibira la de
Santiago aunque, en este caso, la renta asignada sera de 4000 maraveds.
48.- En 1209 poblaba Bjar y un ao ms tarde, atendiendo a la parte oriental, pobl Moya, lo que desagradara
enormemente a los almohades (GONZLEZ, 1 9 6 0 ,1: 982).
49.- Unos 20000 kg (GUERRERO VENTAS, 1969: 63).
50.- N o tenemos el original pero as nos consta por confirmacin del rey Femando III en 1219 en donde se
copia el documento primitivo de Alfonso VIII (A.H.N., OO.MM., ndice 121, fol. 21 r; B.N., Ms. 714, fol. 161 r;
Publ. Gonzlez (1960, III: 656, doc. 955). Enrique I en el 1215 concede el privilegio en los mismos trminos
(A.H.N., San Juan Cast., leg. 1,4; Publ. Gonzlez (1960, III: 707-708, doc. 989; Guerrero Ventas (1969: 334-335,
doc. 7). La ltima concesin real es la citada de Femando III en 1219. Aguirre (1973: 178) menciona tambin una
carta del maestre de Santiago del ao 1255 por la que han de dar 60 cahces de sal de las salinas de Belinchn al
castillo de Consuegra.
51.- A.H.N., Lib. Priv. Tol., I, 26v-28v y II, 34v-36v; Arch. Cap. de Tol.: Lib. Priv., 25r-26v; Publ.: Gonzlez
(1960, III: 341-347, doc. 769; Guerrero Ventas (1969: 336-337, doc. 9).
52.-A .H .N ., OO.MM., c. 568, 3; B.N., Ms. 714, fol. 137v; Publicado por J. Gonzlez, (1960, III: 440-441).
53.- JIMNEZ DE RADA, Historia de los hechos de Espaa. Lib. VIII, Cap. III, pg.: 310.
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Mientras tanto, las medidas adoptadas despus de 1195 ante el peligro almohade no
son sino transitorias: cuando en el 1212, los cristianos toman el castillo de Malagn y
Calatrava, las autoridades de la Orden anularon los nombramientos de caballeros efec
tuados aos atrs (AGUIRRE, 1973: 55).
Tampoco tenemos noticias de la intervencin de la Orden del Hospital en las campa
as que se sucedieron inmediatamente despus de las Navas. Tras la victoria, Alfonso
VIII se dispuso a asegurar las conquistas y ensanchar su reino por la parte suroriental.
Hasta entonces, el dominio de la estratgica Ucls desde 1157, el concurso del rey Lobo
en Murcia y la posterior toma de Cuenca (1177) y Alarcn (1184), permitieron al mo
narca castellano descuidar esta parte de la frontera.
En 1213 tras tomar el castillo de Dueas, ocup los castillos de Eznavexore, Alcaraz
y Ropar55. Estas posesiones, junto con las fortalezas de Alhambra, San Felices Rochafrida- y Pearroya (GONZLEZ, 1976: 208), esta ltima ya en lo que sera algo
ms tarde el Campo de San Juan, permitiran el control de los accesos al Levante por el
alto Guadiana.
Las primeras noticias que tenemos de la Orden de San Juan en la zona del alto
Guadiana datan de junio de 1215 cuando Enrique I concede el privilegio de acotar cua
tro dehesas para otras tantas fortificaciones situadas en ese territorio: Castillo de
Pearroya, Castillo de la Ruidera del Guadiana, Castillo de Santa Mara y castillo de
Villacentens56. Se da la circunstancia que ninguno de estos castillos aparece citado con ^
anterioridad, ni en fuentes musulmanas ni en cristianas57. Adems, en el caso de Pearroya,
el texto parece indicar expresamente que en el momento de la donacin se estaba constru
yendo58. Dos aos ms tarde, en la concesin de trminos al castillo de Alhambra59, se
55.- JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa. Lib. VIII, Cap. XIII, pg.: 326.
56.- (A.P.R.M., Inf. D. Gabriel, Anexo, leg. 1). En el manuscrito de Aguirre (1973: 170) slo cita la
donacin de tres castillos: ...el de Pearroya en la rivera del Guadiana, el uno, segundo de la rivera del
Guadiana y el tercero el de Villacentenos.... La donacin se com pleta fijando una serie de tasas para el
ganado que entre en ellas.
57.- Aunque autores com o Padilla (1964: 1) y Beo (1982: 14) sealan que el 8 de septiembre de 1198 el
castillo de Pearroya fue tomado a los moros por las rdenes coligadas de Santiago y San Juan capitaneadas
por D. A lfonso Prez de Sanabria, no hemos encontrado ninguna otra cita o referencia que permita confirmar
dicha aseveracin. Sabemos que en 1197 Alfonso VIII firm treguas por cinco aos con Yacub, califa almohade,
treguas que se prolongaran hasta el 1210 (GONZLEZ, 1960, II: 979). Aunque sola ser frecuente que
ciertos caballeros, verdaderos seores de la guerra, no respetaran los acuerdos firmados por el monarca, no
tenemos noticias al respecto.
58.- ...dono itaque vobis et concedo quod illa quatuor castella, Penna roja qui fa cetu r in ripa de Guadiana,
et la R oydera de G uadiana et castellum quod est in cam po de Sancta M ara et Villacentenos... (A.P.R.M., i
Inf. D. Gabriel, A nexo, leg. 1. Es una copia del siglo XVIII). Sin embargo, en el Libro de P rivilegios de la
Orden de San Juan hallado recientem ente en Londres vara sustancialm ente el significado del mism o al decir
simplem ente que D ono itaque vobis et concedo quod illa quatuor castella: Pennaroya, qui iacetu r in ripa de
Guadiana... (AYALA, 1995: 399-400, n 215). La sim ilitud de las grafas y el hecho de haberse perdido el
documento original nos obliga a ser especialm ente prudentes en la interpretacin de este prrafo del docu
mento.
59.- (A .H .N., U cls, Caj. 51, 1, n 3; Idem. T.M.C., I, esc. 30, fol.: 64-66; Publ. G onzlez (1960, III: 736738).
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cita entre sus lindes a Pennam rubeam, pero sin hacer ninguna mencin a la existen
cia de algn castillo, por lo que cabe suponer que todava no estara completamente en
pie. Por ltimo, entre los restos arqueolgicos de dichas fortificaciones no hemos en
contrado ningn vestigio que permita aventurar un posible pasado islmico, por lo que
es bastante probable que fueran fortalezas cristianas de nueva planta. El castillo de
Pearroya (Argamasilla de Alba, Ciudad Real) presenta una fbrica tpicamente cristia
na, mientras que los escasos restos del de Villacentenos (Alczar de San Juan, Ciudad
Real) y Santa Mara (Argamasilla de Alba) o la posible ubicacin del de la Ruidera del
Guadiana en pleno casco urbano de la Alameda de Cervera (Alczar de San Juan) nos
impiden poder establecer conclusiones al respecto. Sin embargo, en ninguno de ellos
hemos encontrado fragmento cermico alguno atribuible a etapas anteriores al siglo XIII,
abundando los de factura tpicamente cristiana de poca posterior60.
Tampoco sabemos cuando pasaron dichos territorios a manos de la Orden del Hospi
tal. La evolucin misma de la Reconquista en mbitos colindantes apunta a pensar que
dicha donacin no debi ser muy lejana en el tiempo. Es bastante probable que se pro
dujera en ese mismo ao (1215): Por aquel entonces, el alfrez real D. Alvaro Nuez de
Lara acababa de conseguir la custodia del rey nio no sin la oposicin de otros magnates
del reino, de gran parte de la Iglesia, incluso ms tarde de la propia reina Da Berenguela61.
En la primavera de 1215, en su afn de ganarse la voluntad de los poderes del reino,
march con el joven monarca por la Extremadura62 concediendo privilegios a Avila y
Segovia, ganndose el favor de la Orden de Santiago -de la que obtiene Alhambra- y,
probablemente, otorgando los cuatro castillos citados a la Orden de San Juan, cuyo prior
se haba venido destacando en las altas esferas de la poltica del reino.
A pesar de todo, lo que resulta realmente significativo es que como ocurriera en
casos anteriores, entre las razones inmediatas de la donacin parece que tuvieron menos
peso las posibles aportaciones de los sanjuanistas al proceso de expansin territorial
que las derivadas de los asuntos internos del reino. Adems, seguimos encontrando una
gran confianza de la institucin monrquica en las rdenes militares para la pacifica
cin, consolidacin y asimilacin de las tierras recin conquistadas63.
El inters de la monarqua por comprometer a los caballeros hospitalarios en los
asuntos fronterizos ya estaba presente en poca de Alfonso VII -donacin del Castillo
de Olmos (1144)-, vindose acrecentada con Alfonso VIII, sin que encontremos por
60.- Es conveniente sealar que estas conclusiones estn basadas nicamente en las referencias documen
tales sealadas ms arriba y en trabajos de prospeccin arqueolgica de superficie. La realizacin de futuras
excavaciones arqueolgicas sistemticas podrn corroborar o refutar nuestra hiptesis, no descartndose que
dichos lugares puedan estar ocupados por viejos castillos musulmanes -o incluso ruinas anteriores- despobla
dos durante la reconquista.
61.- JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa. Lib. IX, Cap.I y II, pgs.: 331-334.
62.- JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa. Lib. IX, Cap.III, pgs.: 334.
63.- Adems de la donacin de esos cuatro castillos en la ribera del Guadiana, Enrique I favorece las obras
de fortificacin del castillo de Consuegra al conceder, en los m ism os trminos que su padre, la renta anual de
30 cahces de sal de las minas de Belinchn. Privilegio que ser confirmado por ltima vez por Fernando III
en 1219.
348
P a r t ic ip a c i n
d e l a o r d e n d e l h o s p it a l e n e l a v a n c e d e a l f r o n t e r a c a s t e l l a n a
(1144-1224)
parte de la Orden una respuesta adecuada a las expectativas que haba puesto en ella la
institucin monrquica. De hecho, el abandono de Ucls (1174) marca el punto lgido
de este desinters en la guerra fronteriza que, a pesar de la posterior implantacin de la
orden en el territorio consaburense y en el de los cuatro castillos del Alto Guadiana,
sigui siendo nota dominante en sus actuaciones fronterizas.
Participacin tarda, desinters y discontinuidad son pues las caractersticas ms re-"
levantes de la participacin de la Orden del Hospital en las labores de reconquista. In
cluso las fuentes arqueolgicas parecen constatar este hecho. No abundan las
fortificaciones anteriores a la batalla de las Navas y, en todo caso, lugares como la Torre
de Azuqueca -Consuegra (Toledo)-, Castilnovo -Turleque (Toledo)-, Torre de Tirez Villacaas (Toledo)- o el propio Castillo de Consuegra, yacimientos todos ellos atribuibles
a este perodo, se sitan en la mitad septentrional del Campo de San Juan, zona lgica
mente menos expuesta a las algaradas musulmanas. Habr que esperar a los aos in
mediatamente posteriores a la batalla de las Navas para ver a la Orden expandirse hacia
el sur levantando los castillos de Pearroya, castillo de la Ruidera del Guadiana, cas
tillo de Santa Mara del Guadiana y el de Villacentenos. Estos cuatro castillos, junto con
las otras tenencias obtenidas con anterioridad, formarn las bases sobre las que unos
aos ms tarde se definirn de forma concreta los lmites del seoro de la Orden de San
Juan en la Mancha.
En efecto, an no haba llegado el momento de llevar a cabo la repoblacin efectiva
del territorio. Despus de las Navas todava no se puede hablar de seguridad absoluta en
la antigua frontera: en 1213, por ejemplo, pasando por el puerto de Milagro, los musul
manes lanzaron un nuevo ataque contra tierras de Toledo (GONZALEZ, 1960,1: 1067).
Pero el problema fundamental por aquel entonces no eran ya los almohades sino la
hambruna generalizada que asol toda la Transierra y Extremadura. La situacin era tan
grave que el arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jimnez de Rada lleg a temer por el
mantenimiento de las posiciones ganadas al islam64 y el rey Alfonso VIII se vio en la
necesidad de pedir una tregua al nuevo Miramamoln al-Mustansir bi-llah (GONZALEZ,
1960,1: 1072). Estos factores, unidos a los graves problemas internos que vivi el reino
castellano durante la minoridad de Enrique I y los primeros aos del reinado de Fernan
do III65, explican en parte que todava no se dieran las condiciones ms favorables para
el avance repoblador.
Una vez pacificado el territorio y aprovechando el declive almohade, Fernando III
decide en la curia de Carrin de 1224 romper las treguas que desde 1214 se haban
establecido con los musulmanes. Fruto de esta decisin sern los ataques a Ubeda, Baeza,
Quesada y las tierras de Jan66 y unos aos ms tarde, encontraremos a la Orden partici
64.- JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa. Lib. VIII, Cap. XIII y XIV, pgs.: 326-328.
65.- Con la muerte de Enrique I (6 de junio de 1217) y tras la negativa de D a Berenguela de aceptar al
conde D. Alvaro com o tutor del infante D. Fernando, futuro rey, se sucede un perodo de guerra civil que
durar hasta el ao 1218. JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa. Lib. IX, Cap. IIII-VIIII,
pgs.: 336-341.
.- JIMNEZ DE RADA, H istoria de los hechos de Espaa. Lib. IX, Cap. XII, pg.: 344.
349
J ess M
anuel
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351
A cta s C o n g r e so B a ta lla de A la r c o s
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E l V il l a r
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uerto llano
Introduccin
La descripcin y estudio de las estructuras superficiales de El Castillejo de El Villar,
as como su relacin con otros yacimientos de poca similar en la zona, nos sirven de
excusa para plantear una serie de observaciones y reflexiones sobre la articulacin terri
torial de la Comarca de Puertollano en poca islmica en una fase anterior a su asimila
cin en la Orden de Calatrava y su posterior puesta en explotacin.
La comarca de Puertollano est formada por todos aquellos municipios, que de una u
otra manera, dependen de esta localidad administrativa, econmica o culturalmente. Por
estos condicionantes se integran en la actualidad en la comarca de Puertollano los si
guientes municipios:
Villamayor, Almodvar del Campo, Argamasilla de Calatrava, Villanueva de S. Car
los, Mestanza, Hinojosas de Calatrava, Cabezarrubias del Puerto y Brazatortas.
El yacimiento conocido como El Castillejo se localiza al sureste del casco urbano
de Puertollano en la pedana de El Villar, en el extremo meridional de la regin natural
conocida como Campo de Calatrava.
El Campo de Calatrava en la zona que nos ocupa consta de varios tipos litolgicos y
geolgicos distintos: en primer lugar y prximos a las sierras que la circundan se en
cuentra la formacin de piedemonte del cuaternario, formacin casi del tipo raa, aun
que su escasa extensin impide que sean considerados como tales. Existe una franja
central del valle del ro Ojailn en la que alternan, la formacin Miocnica con litologa
de arenas, arcillas y calizas, con intrusiones volcnicas y rocas baslticas.
Desde el punto de vista edafolgico, las tierras de El Castillejo se corresponden
con el grupo alfisols. Son los suelos mas desarrollados de estas sierras y presentan un
perfil A/Bt/C, en el que hay un horizonte argiltico (Bt) y de acumulacin de arcilla
iluviada. La acidez del suelo favorece la formacin del horizonte (Bt) que le caracteriza.
Se trata de suelos profundos de arcilla, pobres en materia orgnica y ricos en elementos
minerales, de colores rojos a pardos rojizos y con bastante pedregosidad. A nivel de
grupo se caracterizan dentro del orden como haploxeralfs.
Hidrolgicamente hablando, la red fluvial de todas las tierras que rodean al yaci
miento de El Castillejo es subsidiaria del ro Ojailn que discurre de Este a Oeste
hasta verter sus aguas en el ro Fresnedas, para desembocar, mas adelante, en el Guadal
quivir, corriente principal en cuya cuenca se inscribe toda esta comarca.
Sobre la Comarca de Puertollano se han desarrollado una serie ininterrumpida de
ocupaciones humanas desde el Paleoltico Inferior. Segn las evidencias arqueolgicas
el momento de mayor desarrollo poblacional se corresponde con la Edad del Bronce,
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La caza ha sido y es una prctica muy desarrollada en esta zona del Campo de Cva.
desde siempre. Tradicionalmente en la comarca de Puertollano, la caza, ha constituido
un complemento muy importante en la dieta de su poblacin. El ciervo y el jabal son
las especies dominantes y representativas, por lo que respecta a la caza menor destacan
el conejo, liebre, perdiz y codorniz.
Por lo que respecta al comercio no existen datos fehacientes para la comarca de
Puertollano, ya que hasta hoy no se ha realizado ningn tipo de estudio cientfico para la
Alta Edad Media. Estos datos podran conseguirse mediante una excavacin arqueolgi
ca o una campaa de prospeccin sistemtica. De momento slo podramos extrapolar
informaciones muy parciales de excavaciones de yacimientos arqueolgicos ms o me
nos alejados. De cualquier modo al ser nuestra zona de estudio un cruce de caminos muy
importante en la Alta Edad Media, el aporte de mercancas, deba de ser bastante fluido.
Para la artesana encontramos la misma problemtica que para el comercio. La inexis
tencia de estudios y el hecho de no publicarse las memorias de excavacin de los yaci
mientos arqueolgicos ms importantes de la provincia de Ciudad Real solamente nos
permite emitir hiptesis basadas en paralelismos con otros yacimientos que apenas es
bozan datos sobre este particular.
La minera ha constituido uno de los recursos de capital importancia para la historia
de la comarca de Puertollano. Podemos observar una serie de recursos potenciales que
fueron ampliamente explotados en la antigedad como el plomo y la plata , metales
demandados por el estado Omeya y la sociedad islmica.
En el mapa n 70 (Linares) del mapa metalognico, toda la zona de Mestanza y del
Valle de Alcudia aparecen repletas de filones superficiales de galena argentfera de
origen hidrotermal, en caja de pizarra y esquistos.
Tambin en los afloramientos ordovcicos y silricos del Valle del Ojailn, junto a la
laguna del Retam ar y al S.E. de El Villar de Puertollano aparecen yacim ientos
indiferenciados del mismo mineral.
As mismo, en el mapa militar de Espaa 18-36 (836) de Mestanza, se sitan tres
minas de cobre: La Gitana, Villalba y Encinarejo, en la sierra de Puertollano, al sur de la
laguna de La Alberquilla.
La hoja n 61 (Ciudad Real) del mapa metalognico recoge algunos filones de galena
argentfera de origen mesotermal en cajas de pizarra precmbricas, en el umbral de Ce
rros Pelados, al oeste de la cuenca lacustre de Los Almeros; galena argentfera sobre
El camino de la Plata, sobre Villamayor y Tirteafuera y en la zona de San Quintn;
carbonato de cobre y galena argentfera en Sierra Gorda; galena y blonda en los terre
nos precmbricos del sur y oeste de Tirteafuera; filones de galena argentfera y cobre
asociado, al norte de Los Ardales; y ms plomo y plata, en filones mesotermales de
los terrenos ordovcicos de las cuencas de Fresnedillas y Valdeazogues.
Vas de Comunicacin
La comarca de Puertollano constitua un importante nudo de comunicaciones en la
Alta Edad Media.
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El Castillejo de El Villar
El Castillejo constituye una fortificacin de pequeo tamao ubicada en la cota 670
metros y compuesta por dos recintos murados ms o menos circulares de 1,60 metros de
anchura, dentro de los cuales se definen una serie de estructuras.
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1.- PR IM E R R EC IN TO MURADO
Se trata del recinto ms interno de la fortificacin y en el se pueden apreciar dos
zonas de ocupacin a distintas alturas. En las cotas ms elevadas se conservan dos gran
des habitaciones rectangulares adosadas perpendicularmente, el hecho de que se encuen
tren adosadas nos indica que se trata de dos momentos de construccin distintos. Las
habitaciones se adaptan perfectamente a las afloraciones cuarcticas, integrndose den
tro de su fbrica. En algunas zonas han sufrido desplomes importantes, su estructura
est compuesta por sillarejo enripiado, integrada fundamentalmente por rocas volcni
cas (basaltos) de color grisceo y, en menor medida, cuarcitas, trabado todo el conjunto
con cal. La habitacin de la izquierda, es decir o este, presenta como elemento caracte
rstico que la sexta hilada est compuesta por rocas ms alargadas y estrechas que las
dems hiladas.
A las habitaciones superiores se accede mediante una rampa definida por una estruc
tura que consta de un muro de contencin y un plano inclinado que se adosa a una
afloracin de cuarcita ms o menos rectangular. Su fbrica es muy similar a la anterior
mente descrita con sillarejo de basalto y cuarcita.
A los pies de las estructuras superiores, hacia el sur, se localiza otra habitacin arrui
nada rectangular de grandes dimensiones. Esta habitacin aparece muy enmascarada por
las piedras que han cado de las habitaciones superiores.
En la zona noroeste del primer recinto murado se encuentran los restos de un aljibe
que se muestra parcialmente vaciado. Parece ser que el aljibe aprovecha un hueco natu
ral en la cuarcita aunque es probable que en la zona cegada se documente algn tipo de
obra tendente a impermeabilizar completamente el aljibe.
2o.- SEGUNDO R EC IN TO M URADO
Se trata de la zona murada ms externa del yacimiento. En su area norte se documen
tan los cimientos de una habitacin rectangular. Esta habitacin se apoya en los restos
de la muralla, por lo que muy probablemente se trate de una construccin posterior,
seguramente cuando la muralla no posea un fin defensivo.
En la zona sureste del recinto externo se encuentra una afloracin de cuarcitas de 2,5
mts. de altura que se integraba, en su da, en la muralla, es muy posible que esta roca se
utilizase como torre.
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rales ms m odernos. Los m ateriales islm icos son m enos frecuentes que los
protohistricos, aunque bastante significativos.
Un dato de inters consiste en la ubicacin de una ermita en el mismo lugar donde se
situaban los restos de un castillo medieval y una ocupacin de la Edad del Bronce, pro
bablemente con la motivacin de cristianizar unas ruinas consideradas paganas.
2o.- C ER RO DE SANTA ANA
En la cota de 900 mts. se localizan los restos de unas estructuras que debieron cons
tituir las murallas de un castillo de tamao considerable. En sus inmediaciones se loca
lizan fragmentos de cermica del Calcoltico y Edad del Bronce, as como materiales
islmicos, siendo frecuente la aparicin de fragmentos de molinos trabajados en piedra
basltica.
Por lo que respecta a la fortificacin, se detectan perfectamente dos recintos murados,
uno de ellos ms elevado y otro que podra constituir un albacar. Las murallas de dos
metros de anchura se adaptan perfectamente al relieve y su fbrica est constituida por
sillarejos de cuarcita enripiados. Adems se observa al menos un aljibe.
En esta zona se ubicaba una ermita dedicada a Santa Ana de la que no quedan restos
al haberse reutilizado para construir una torre de seales en poca de Felipe II que co
nectaba visualmente con la que se conserva en las cercanas de Caada de Calatrava.
3o.- ASDRBAL
En un domo volcnico ubicado en la cota de 689 mts. y dominando el ro Ojailn
encontramos los restos de un asentamiento muy erosinado por la accin de los agentes
naturales y la ubicacin de las casas de los mineros del poblado de Asdrbal.
El yacimiento presenta abundantsimos fragmentos de cermica de la Edad del Bron
ce siendo los ejemplares de poca islmica mucho menos frecuentes, otro es debido a
que los estratos ms elevados y superficiales han sido erosionados, invirtindose proba
blemente en las laderas la secuencia estratigrfica. En las laderas se pueden apreciar
todava alineaciones de muros, muralla y rampas.
4.- PUERTO DE MESTANZA.
En torno a la cota de 1.000 mts. se localiza un importante asentamiento que por sus
materiales superficiales pueden datarse entre el Calcoltico/Edad del Bronce y la Edad
Media.
El castillo posee al menos dos recintos murados, uno de ellos parece ser un gran
albacar.
En el superior se aprecian restos de muros y elevaciones troncopiramidales de algn
tipo de estructura. Posee, adems, los aljibes naturales.
El castillo se adaptaba perfectamente a la orografa del terreno y los restos de mura
lla se conservan en las zonas de mayor accesibilidad. Posee fbrica de mampostera en
seco y en algunas zonas se encuentra muy destruida.
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6o.- NAVALROMO
Se ubica en la cota de los 800 mts. dominando el puerto que posee su mismo topnimo.
En este punto se localiza un importante yacimiento de la Edad del Bronce, se obser
van restos de algunas estructuras, as como material islmico.
Esta posible fortaleza altomedieval servira de conexin entre los valles de los ros
Tirteafuera y Ojailn.
CONCLUSIONES
La comarca de Puertollano debi constituir en la Alta Edad Media una demarcacin
territorial con entidad propia, ya que con su posterior puesta en explotacin por parte de
los conquistadores cristianos pasar a formar una encomienda de la orden de Calatrava.
Por sus caractersticas geogrficas, as como por los recursos potenciales que posee de
bera de tratarse probablemente de un yuz (partido) de la cora de Calatrava, o Fash alBallud segn el perodo cronolgico especfico de la Alta Edad Media. Para Yaqut la
distincin entre iqlim (distrito) y yuz estriba en cul sea la actividad econmica predo
minante en la demarcacin territorial, la ganadera para el yuz , la agricultura para el
iqlim.
Yaqut al referirse a Calatrava dice: .../... comprende cierto nmero de alque
ras (qura) y distritos (nawahi), a los cuales llaman tambin ayza (plural de yuz),
termino que aplican con el mismo valor que iqlim .../... .
El yuz que en su da se articul en la comarca de Puertollano probablemente gravi
taba en torno al hisn de Almodvar que deba constituir la cabeza del distrito, por dos
razones, ya que este castillo aparece documentado en las fuentes y porque constituye
una fortificacin ubicada en llano mientras que los castillos de Puertollano, como los
cerros de Santa Ana y San Sebastin se encuentran en escarpaduras con un carcter
eminentemente de control militar de un paso o va de comunicacin.
En torno al hisn de Almodovar se articulaban otros husum que controlaban las vas
de comunicacin y pasos estratgicos: Puerto de Mestanza, Santa Ana y cerro de San
Sebastin; y otros controlaban ms directamente los recursos agropecuarios: el Castille
jo de El Villar y el asentamiento de Asdrbal.
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A c ta s C o n g r e so B a ta lla d e A l a r c o s
Los
P r iv il e g io s
m e d ie v a l e s d e
ig u e l t u r r a :
La
C arta P
u ebla
Cuando el Campo de Calatrava fue donado a la Orden que lleva su nombre se especi
ficaba claramente la obligacin de poblar y humanizar un territorio que se haba caracte
rizado, a lo largo de los siglos, por su desolacin; deban repartirse tierras entre los
colonos que a esta zona se acercaran y conceder un cuerpo legislativo que rigiera la vida
de sus pobladores. De este modo, se reproduca en nuestra zona una manera de repobla
cin caracterstica de los grandes seoros, en este caso de las Ordenes Militares. Nos
referimos a las Cartas Puebla.
A la vez que se conquistaba Calatrava, Alfonso VII conceda Fuero por el que deba
regirse esta fortaleza y su alfoz. De este cuerpo documental nicamente conocemos una
copia incompleta depositada en el A.H.N. El Fuero de Calatrava, desde su concesin,
fue agrupando territorios bajo su jurisdiccin, amplindose conforme aumentaban las
conquistas.
Los primeros momentos el avance repoblador encontr grandes dificultades, sobre
todo a partir de 1171, cuando los almohades inician sus primeras incursiones hacia Toledo.
Con la mayora de edad de Alfonso VIII la Orden de Calatrava prosperaba en estos
territorios, incentivada por las donaciones reales y las exenciones fiscales. La prosperi
dad es notable y se levantan iglesias en los primeros ncleos poblados.
La estrategia defensiva, ya desde los primeros momentos, ser reforzar el control de
la zona a partir de una red de fortalezas, siendo conocidas, adems de Calatrava, las de
Caracuel, Alarcos, Malagn, Benavente, Dueas, etc1. Esta ltima sera el futuro encla
ve donde se alzara el Castillo de Calatrava la Nueva.
Este sistema defensivo, aunque bien planteado, result insuficiente para contener la
ofensiva Almohade, ya que stos derrotaran a Alfonso VIII en la batalla de Alarcos
(1195). Las primeras consecuencias son la prdida de la fortaleza de Calatrava y el aban
dono de otras; lo que oblig a la Orden a replegarse. La poblacin cristiana haba huido
hacia zonas ms seguras y los musulmanes se limitaron a poner guarniciones en todos
los castillos sin mediar intencin repobladora alguna.
Ante esta panormica se inicia el siglo XIII. La derrota cristiana en Alarcos servira
como impulso final en la lucha contra los musulmanes. As, con el apoyo de otros reinos
peninsulares se inicia la ofensiva en 1212, recuperndose rpidamente Malagn, Alarcos,
Calatrava y Caracuel, xitos que culminarn en la Batalla de las Navas de Tolosa que
suponen el desmoronamiento Almohade y la anexin definitiva de los territorios man
chegos para el reino de Castilla.
RUIZ GOMEZ, Francisco (1992).- Pg. 165. Este autor seala que se acerca a la veintena el nmero
de castillos de los que tenemos noticias, segn las fuentes documentales.
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Ordenes Militares del A.H.N.5 Esta parte fundamental del Archivo de Calatrava son un
conjunto de libros del siglo XVIII que copian literalmente, en once volmenes, todos los
privilegios y ttulos que en esa poca an se conservaban en el Archivo del Sacro Con
vento. Se trata de dos documentos que copian la primera confirmacin de la Carta Pue
bla hecha por D. Ruy Perez, Maestre en 12876, lo que nos induce a pensar que en aquel
siglo ya no exista el documento original puesto que de ser as se hubiera transcrito,
como as ocurre con los de otros pueblos de la Orden.
Por lo que se refiere al 2o privilegio, tambin hemos localizado dos confirmaciones,
aunque en este caso correspondan a momentos distintos. Por un lado, en el A.H.N.7 se
encuentra depositada la 3a confirmacin de este 2 fuero, concedida por D. Fernando el
Catlico en el Captulo General de la Orden celebrado en Sevilla el 13 de Abril de 1511.
Tambin tenemos constancia documental, en el Archivo Municipal de Miguelturra, de la
6a confirmacin de este documento realizada por Felipe IV en Madrid el 28 de noviem
bre de 1656, siendo sta la ltima confirmacin que se realiz de ste 2o privilegio8.
Vemos pues que los fueros municipales y cartas pueblas son una serie de documentos
que nos dan a conocer pocas y sucesos importantes en la historia de los pueblos, en
muchos casos apenas conocidos, y que arrojan claridad sobre los diversos elementos que
constituyen la civilizacin de un pueblo. En palabras de Muoz y Romero9, en los
fueros municipales y en las cartas de poblacin est consignada la historia de su cultu
ra, desde la reconquista hasta fines del siglo XIV. En ellas encontraremos noticias
acerca del carcter, usos y costumbres de sus habitantes, por lo que su estudio no slo es
til, sino indispensable para comprender nuestra historia y nuestra legislacin.
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haban sido de dicho lugar Miguelturra. De lo que se conoce que en esta hera ya
estaba poblado y aunque ai otras noticias de que es mui antigua esta poblacin y es
una de las del Campo de Calatrava por lo qual es abadengo...n
En quanto a la fundacin de esta villa ia queda dicho al primer capitulo. Consta
del titulo o pribilegio a poblacin en su fecha a 6 de agosto de la hera del Seor de
1406, que es el instrumento autentico a que puede referirse y que de el consta fu e
antes y asta aquel punto pueblo con su encomienda o comendador de la Orden de
Calatraba. Y estra de esto ai tradicin o noticias de que corre un libro, cuio parade
ro se ignora, y es y solo trata de la fundacin de Miguelturra y que en el se expresa
que cuando el rompimiento de los moros que ocuparon este pais los resistieron y
rechazaron los vezinos de este pueblo...13
Esta serie de documentos justifican como nico privilegio la ampliacin del siglo
XIV; slo nos queda pensar que la primitiva Carta Puebla de Miguelturra era desconoci
da, por desaparecida, ya en tiempo de nuestros antepasados del siglo XVI, o, al menos,
no era custodiada en el Archivo Municipal.
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* Al Sureste con Pozuelo del Camino16 ... por cima de la Cabeza de Francisco
Obieco .... Efectivamente, esta pequea loma de 659 metros de altura, conocida en la
actualidad en el Mapa Topogrfico Nacional como Cerro Obizo17, se sita en el camino
que une Miguelturra con Pozuelo. Los lmites con Pozuelo se continan siguiendo la
lnea marcada por el camino que de Pozuelo conduca a Calatrava la Vieja.
16.- Primitivo nombre del vecino Pozuelo de Calatrava.
17.- Mapa Topogrfico Nacional (en adelante M.T.P.), Hoja 785.
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* Al N orte con Carrin ... por el encinar suyo que es dehesa de Carrin por el
camino que va a la Membriella.... La delimitacin con Carrin parece clara pues sigue
la lnea marcada por el camino que de Carrin conduce a la Membrilla, marcando toda la
zona Noreste del trmino municipal. La Membrilla es un conflictivo paraje conocido
actualmente como Campo de la Membrilla18, punto del mapa donde coinciden los
trminos de Miguelturra, Carrin y, sobre todo, Almagro y Pozuelo. Se trataba de un
fortn, que jug un papel importante en el proceso de reconquista como avanzadilla y
origen de una de las primitivas encomiendas de la Orden. En la actualidad nicamente
conservamos el topnimo y algunas ruinas muy desdibujadas por la ocupacin agraria
del Terreno.
EVOLUCIN DEL PR IM ITIV O TER M IN O M UNICIPAL
DE M IGUELTURRA HASTA 1347
Fortaleza de Calatrava
Escala 1 : 150.000
^
1.
2.
3.
4.
5.
Elaboracin propia a partir de los datos aportados p o r el M.T.N., Hojas 759, 760, 784 y 785.
I8.- Acerca del Campo de la Membrilla, estam os en la actualidad estudiando sus orgenes, vinculados,
muy probablemente, a una primitiva encom ienda de la Orden de Calatrava, an sin definir, que con posterio
ridad pasara a formar la Encom ienda de Pozuelo. En relacin con esto, pensam os, que el com endador men
cionado en la Carta Puebla sera ste del Campo de la M embrilla, y no, com o algunos autores piensan, el
regente de una encom ienda propia de Miguelturra.
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* Al N orte con ... Calatrava la Viexa segn sale el camino de Carrin e va a Cala
trava la Viexa, e toma por cima de la sierra e sale a la Atalaya de Abencles.... Esta
descripcin nos sita en la zona ms septentrional del primitivo trmino municipal y que
en la actualidad pertenece a Ciudad Real. Sigue la lnea marcada por el Camino que de
Carrin conduca a la fortaleza de Calatrava, desvindose hacia la izquierda a la altura
de la Sierra de Carrin, llegando hasta el monte de la Atalaya donde desciende de nuevo
hacia el ncleo poblado de Miguelturra.
En esta descripcin se incluye el mojn llamado Atalaya de Abencles, lugar que en
la actualidad se encuentra dentro del trmino de la Capital y que parece proceder del
ltimo alcaide moro de Calatrava Aben Cadis.
* Al N orte-O este con Pozuelo de Don Gil. ... e sale a la Cabeza de Menga Jimeno
e como desciende al camino que va del Pozuelo a Ciuruela.... La zona limtrofe con la
capital se prolong desde la mencionada Atalaya de Abencles hasta la cabeza de Mega
Jimeno, un cerrete de 681 metros de altura, conocido en la actualidad como Cabeza t
Jimeno19 y que prolonga la lnea divisoria utilizando el antiguo camino que una Pozue
lo de Calatrava con Ciruela y que localizamos en la parte ms meridional del trmino
municipal.
Observamos como el primitivo trmino de Miguelturra llegaba casi hasta las mismas
murallas de Ciudad Real en su parte oriental (camino de la Mata), aspecto ste que ser
motivo de constantes litigios entre Miguelturra (Orden de Calatrava) y Ciudad Real.
Estos son pues los lmites territoriales del primitivo trmino municipal de Miguelturra,
que presentamos en la Figura y que coinciden prcticamente con los actuales, salvo el
mencionado lmite norte con Ciudad Real, siguiendo para su descripcin la direccin
Sur-Este/Sur-Oeste.
El germen de un litigio
Prestigiosos historiadores como Villegas Daz20 parecen coincidir en que la funda
cin de Ciudad Real en pleno corazn de la Orden de Calatrava persegua contrarrestar
la influencia que iba adquiriendo este seoro en la zona recin conquistada. Por otro
lado, la fundacin de Miguelturra por parte de la Orden parece deberse a las mismas
razones, es decir, crear o mejor dicho, potenciar una nueva puebla frente al recin tras
ladado seoro realengo desde Alarcos a Pozuelo Seco de don Gil. De este modo, vemos
como desde su nacimiento Miguelturra y Ciudad Real parecan destinadas a una rivali
dad preestablecida por sus fundadores que, con distintos matices segn avanzamos en la
historia, se ha mantenido hasta nuestros das.
La zona en conflicto delimita los trminos de Ciudad Real y Miguelturra, sobre todo
en su parte ms septentrional, origen de constantes litigios y enfrentamientos entre am
bas poblaciones, motivados por el sentimiento realengo de cercamiento por parte de la
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Orden de Calatrava21. Evidentemente estos hechos tienen su origen en los lmites juris
diccionales establecidos en esta Carta Puebla que concede jurisdiccin propia a una pe
quea aldea sin entidad jurdica propia hasta esas fechas.
Los litigios se extendern por diversos motivos hasta 1347 cuando el Rey Alfonso XI
decide intervenir como rbitro en el conflicto. La sentencia modifica ligeramente la l
nea de mojones de dividan ambas poblaciones, lo que nos permite conocer mejor los
lmites jurisdiccionales entre Miguelturra y Ciudad Real que sern los que conocemos
en la actualidad. El documento dice lo siguiente:
... y para quitar debates declara quales son los trminos entre Villareal y
miguelturra y dice son estos= desde la cabeza que es dicha de mega Ximeno como
desciende de la dicha cabeza por una linea al camino que viene de Ciruela para villa
real e va por el dicho camino fasta la encrucixada del camino que va de la puebla del
Vallestero para Miguelturra y como buelbe por el camino para Miguelturra estn las
vias de Juan Fernandez de Alvaro e donde buelbe e va directamente al camino que
va a Miguelturra a Villareal e atraviese el camino entre los maxuelos e vias de
Asensio Gil e a los maxuelos que puso Juan Marin e cerca de la via de Pedro Martin
Caiello e a la via de Dona Pasquala de farinera e por una linde a la via de la
degollada y por la senda que viene del turriello a Miguelturra e dende al camino de
la mata y atraviese este camino y va por la senda rubia hasta la sierra que esta
contra el turriello y por la sierra adelante asta encima del collado que esta a mano
izquierda en por la de la hermita de San Cristoval de turriello=...22
Y Peralvillo?
Los hechos aqu narrados dejaban a Miguelturra en clara desventaja con respecto a
Ciudad Real, al perder una franja de terreno importante.
Seguramente, los lectores habrn echado en falta la mencin al territorio ocupado
por la aldea de Peralvillo, al que en ningn momento nos hemos referido, debido a que
este anejo no sera donado a Miguelturra hasta 1368 (1406 de la Era) por medio de una
nueva Carta de Privilegio, que ya mencionamos anteriormente. Su adhesin al actual
trmino municipal de Miguelturra estar ntimamente relacionada con los litigios entre
Ciudad Real y Miguelturra antes mencionados y sera concedida como contraprestacin
a la prdida del territorio de la Atalaya.
21.- Un autor que ha estudiado detenidamente estas cuestiones en lo referente a Ciudad Real ha sido
SANTIAGO YUSTRES, M arcelino (1988).- G nesis y desarrollo del alfoz de C iudad R eal (1255-1347),
En / Congreso de H istoria de C astilla-la Mancha. Tomo V M usulmanes y C ristianos: la im plantacin del
feu dalism o. Edt. Serv. Publicaciones JJCC. Toledo 1988. Pg. 173-185.
22.- A .H .N . O rd en es M ilitares. L ibro 1347C . F ol. 53 y 54. Sentencia del Rey A lfonso Onceno para que
las quinteras del batanejo y del corralejo y de navas de ucenda se restituyesen a la orden cuyas era y acerca
de las heredades vias pechos decim as y m ojones. Era 1385 (ao 1347).
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Propiedad y Renta/Ao
1 yugo de bueyes
1 yugo de acmilas24
+ de 40 mrs. de renta
hasta 40 mrs. de renta
hasta 30 mrs. de renta
hasta 20 mrs. de renta
- de 20 mrs. de renta
Caballero con caballo y 20 mrs.
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Impuesto/Ao
1 mr.
1 mr.
1 mr.
1 mr.
10 sueldos
10 sueldos
no pechan
no pechan
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... e la O r d e n h a d e a v e r e n e l l u g a r e l c a s t o d e v in o , e e l f o r n o , e la c a r n e c e r ia ,
1 e la tie n d a d e la f a r i a , e to d o e l z o c o d o n e r ; e h a e l a l g u a c il a z g o e t o d a s s u s c a lo a s ,
j
j
e t o d o s s u s d e r e c h o s q u e h a d e a v e r. E l c a v a l l e r o d e M i g u e l tu r r a a d e p o n e r d o s
a r a n z a d a s d e v i a , e e l p e n u n a a r a n z a d a , e to d o c a v a l l e r o o p e n q u e f a s t a un a o
n o lo tu b ie r e p u e s t o p i e r d a la h e r e d a d , e e l C o m e n d a d o r d e la p o s e s i n d e ll o c o n
1 c o n s e x o d e lo s h o m b r e s b u e n o s d e l lu g a r : q u e p o n g a s u s a l c a l d e s e su a g u a c il, q u a le s
{
e l q u i s i e r e ...
La Orden de Calatrava, al igual que el resto de las villas del Campo de Calatrava ,
estableci para Miguelturra el rgimen administrativo comn en todo el Reino de Castilla,
consistente en la eleccin anual por insaculacin de dos hombres por cada estado, de
entre los cuales el comendador elega uno de cada, a los que entregaba las varas en signo
de autoridad civil. Su mandato era anual, comenzando por San Miguel (29 de septiem
bre) y terminando en las mismas fechas del ao siguiente.
Este sistema de eleccin de cargos municipales ya empez a utilizarse en nuestra
comarca desde los inicios mismos de la reconquista, como observamos en el Fuero de
Calatrava de 1147, cuyo mbito de influencia comprenda todo el Campo de Calatrava.
En la Carta Puebla se confirman todos los extremos antes sealados. La Orden a
travs de su comendador en la Villa, como mxima autoridad del Municipio, ser quien,
siguiendo la misma forma utilizada en otros pueblos del Campo de Calatrava, elija a los
distintos cargos municipales. Se nombrarn dos alcaldes, uno por cada estado, ya que
desde el primer momento se establecen claramente las distinciones sociales; adems se
nombrar un alguacil.
En definitiva, la Carta Puebla puede ser considerada como el prototipo de la poltica
repobladora que la Orden de Calatrava llev a cabo en esta zona tras la gran ofensiva
cristiana de principios del siglo XIII, que culminar en la anexin definitiva de los terri
torios manchegos para el reino de Castilla y el afianzamiento definitivo de la Orden de
Calatrava en ste territorio.
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desmembr tras la Carta Puebla. A estas tres cuestiones dedicaremos los ltimos prra
fos de este trabajo.
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1284, aunque, en nuestra opinin, tenemos indicios suficientes para pensar en la exis
tencia de una encomienda ms, la de La Membrilla, que nos atrevemos a localizar en el
lugar conocido como Campo de la Membrilla, en la zona donde coinciden los actuales
trminos municipales de Miguelturra, Pozuelo, Torralba y Almagro27.
La base fundamental de esta hiptesis se basa en las alusiones que tanto la Carta
Puebla de Miguelturra como el 2o privilegio hacen al respecto. Estas menciones han
hecho pensar a algunos historiadores28 en la existencia de una encomienda propia de
Miguelturra, pero nuestras investigaciones apuntan ms bien a pensar que el Comenda
dor mencionado sera el de La Membrilla.
La Carta Puebla nicamente nos documenta al Comendador, sin mencionar cul ni la
denominacin de la encomienda. No obstante la posterior ampliacin de privilegios y
trmino municipal concedida a Miguelturra en 1368 (2o privilegio) nos ofrecen nuevos
y generosos datos que de algn modo aclaran algo la cuestin:
E O tr o si, r e te n e m o s en n o s l o s f o r n o s q u e h o b ie r e e n e l d ic h o e n e l d ic h o L u g a r,
e l d e r e c h o d e ll o s , e e l p i e d e a lta r, e e l c a g a d o n e r , e lo m o s tr e n c o , e la s S e r e n a s d e la
O r d e n , c o n t o d a s la s o t r a s c o s a s q u e f a s t a a q u i e r a n , e p e r t e n e c ie n a lo s C o m e n d a
d o r e s q u e h a n s id o , e n e l d ic h o L u g a r d e M ig u e ltu r r a : p a r a q u e n o s h a g a m o s d e ll o s ,
lo q u e n u e s tr a m e r c e d f u e r e ( ...) q u e n o s e n n u e s tr a O r d e n n in lo s M a e s t r e s e O r d e n
q u e d e s p u s d e n o s v in ie r e n a la d ic h a O r d e n , q u e n o n p o n g a m o s , n i n u n c a s e a y
p u e s t o c o m e n d a d o r , n i A l c a y d e en e l d ic h o l u g a r d e M ig u e ltu r r a , n i e n s u s t r m in o s
e n in g u n o n in e n a lg n tie m p o q u e s e a 19
27.- Esta hiptesis nos enfrenta a las afirmaciones de algunos otros historiadores (Corchado Soriano 198284) que han llegado a pensar en la existencia de una encom ienda propia de Miguelturra.
28.- HERVAS Y BU ENDIA, Inocente (1899) y CORCHADO SORIANO (1984).
29.- Archivo Histrico Municipal de Miguelturra (AHMM), 2 Privilegio de ampliacin de trmino muncipal
y otros privilegios. Fols. 7v. y 8r.
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388
A c ta s C o n g r e s o B a ta lla d e A l a r c o s
La
c o l o n i z a c i n s a n t ia g u is t a d e l
Cam po
de
o n t ie l
El marco espacial
El antiguo Campo Laminitano, de poca romana, constituye una altiplanice de unos
7.740 kilmetros cuadrados de extensin, que se va elevando de Occidente a Oriente1.
Se trata de una llanura salteada de cerros testigos o montes-islas, provocados por la
erosin, donde se asentaron numerosos castillos como Montiel y Alhambra. Se trata de
una llanura cerrada al sudeste por la Sierra de Alcaraz, por el sur con los resaltes de
Sierra Morena y en su parte occidental por la Sierra de Alhambra.
La altiplanicie del Campo de Montiel tiene una altitud media de 850 metros, y esta
'.- Francisco Quirs y Gregorio Planchuelo, El p a isa je geogrfico, Valle de Alcudia, Cam po de Calatrava,
y Cam po de M on tiel, Ed. facsm il, Ciudad Real, 1992, pg. 247.
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Jos V
ic e n t e
atellan es
erchn
392
La
c o l o n i z a c i n s a n t ia g u is t a d e l
C am po
de
o n t ie l
perodo de unos veinte aos, estas llanuras estuvieron sometidas a constantes razzias de
ambos grupos rivales.
Su concrecin poblacional y espacial se va dinamizando a partir de 1213 conquista V.
de Eznavexore y 1214 toma de Alhambra. Su plasmacin en lmites concretos queda
definida por diferentes acuerdos con la Orden de San Juan en 1237, con Calatrava en
1239 y en 1254 en un acuerdo con el concejo de Alcaraz. Estos tres acuerdos establecen
sus lmites norte, occidental y oriental/ya que por el sur Montiel tuvo una continuidad /
en la Encomienda de Segura de la Sierra, a partir de los aos 40 del siglo XIII.
Es curioso, que si bien, la batalla de las Navas marc el inicio de la colonizacin santiaguista del Campo de Montiel, tambin fue la causa de una rpida expansin al sur
de la Orden que releg a un segundo plano dentro de su estructura interna, este grupo de
encomiendas. Este proceso se aceler tras el fracaso que supuso el acuerdo sobre sus
iglesias, alcanzado en 1243 con el arzobispo, momento a partir del cual la Orden se
concentr en sus posesiones de la Sierra de Segu -Segura es encomienda mayor desde
1246; resulta muy significativo que Montiel no
:ra en ningn momento encomienda
mayor de Castilla-.
Acuerdos de lmites
Cuatro son los acuerdos que sirven para establecer los lmites histricos de la presen
cia santiaguista en el Campo de Montiel. Estos acuerdos, al menos los concertados con
las Ordenes de San Juan y Calatrava, se refieren a lmites sobre zonas de pastos/con una
concrecin de la forma de aprovechar los recursos para los ganados, definiendo dehesas
y sus acotacionesjJlas prohibiciones en torno a stas; el aprovechamiento de recursos
naturales como madera y caza; y sobre todo, una profunda regulacin sobre el acceso a
un bien disputado en la zona, el agua.V
El primero es el suscrito entre las Ordepes de San Juan y Santiago, firmado en Santa
Mara de Rozalen, el 6 de Mayo d^1 ^3 7 7/Este amplio acuerdo que engloba todas las
posesiones de ambas rdenes al sur del Tajo, tiene su lmite sur en los mojones situados
' 6/ L a desarticulacin de la^zona, tras la batalla de Alarcos, es profunda y ser a partir de la victoria de las
Navas cuando com ience el proceso de colonizacin, eso s basado en los antecedentes musulmanes que son
reorganizados sobre pautas cristiano-feudales. Estos antecedentes islm icos resultan especialm ente intere
santes, en el Mu c yam de Yaqut, alude a M ontiel (Munt Yil), com o un balad, vid. La Espaa musulmana en
la obra de Yaqut (sig lo s XII-XIII), Cuadernos de Historia del Islam, 1974, n 6 (monografa), pg. 2 9 1 (IV,
657, cita de Yacut); esta identificacin supone que desde poca islm ica M ontiel, era considerado com o una
unidad geogrfica y administrativa, asim ilable a un Iqlim o distrito. En opinin del profesor Bosch Vil, para
Yaqut: El balad representa un territorio o regin propiamente llano, cultivado o no, y apurando ms, habita
do por una comunidad de gentes ms o menos hom ogneas, atendiendo a sus orgenes, procedencia o sistema
de vida, predominantemente rural vid. Gamal Abd al Karim, Al-Andalus en el Mu c yan Al-Buldam de
Yaqut, Sevilla, 1972, pg. 30. Esto supone que desde poca islm ica el Campo de M ontiel constituye una
unidad econm ica, sobre la que se superponen las jerarquas cristiano feudales.^Su unidad y organizacin
jtrevias, seran una de las explicaciones a la rpida implantacin de la Orden de Santiago en la zona. Este
sera^un .ejem plo muy clarificador de la continuidad, histrica con respecto a las preexistentes estructuras
islm icas, que pondra en cuestin, algunas ideas anacrnicas de ruptura poblacional.
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14.- M. Corchado, Avance, pgs. 78 y 79 lo sita entre Torre de Juan Abad y Villamanrique. Mientras que
Derek W. Lom ax, La Orden, pg. 123, lo identifica con Castellar de Santiago. Prospectada la zona no existe
ninguna duda sobre su localizacin, es la establecida por Corchado.
15.- M. Corchado, Avance, pgs. 176-177.
16.- Segn Corchado, Avance, pgs. 139-140, este topnim o muy utilizado a lo largo de la Edad M edia en
los lm ites, se encuentra en un punto situado en la confluencia de los trminos m unicipales de Manzanares,
M embrilla y Solana. Y se tratara de un punto de paso obligado en el Camino real que una Toledo con el
Campo de M ontiel. Una localizacin mucho ms precisa y acertada es la propuesta por Garca N oblejas, A:
Estudio crtico sobre el origen y el nombre de Manzanares en el Campo de Calatrava, Cuadernos de Estu
dios M anchegos, nm. 4 (1973), pgs. 5-81; concretamente pgs. 59 y 60.
17.- El agua en el Campo de M ontiel, es com o vem os una riqueza muy disputada, buena prueba de ello
son la gran cantidad de m olinos de agua y batanes, que localiza Corchado, Avance, pgs. 109-110.
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una preocupacin importante por las iglesias; stas, no slo son una atraccin para los
pobladores sino que reportan importantes beneficios econmicos a la Orden.
El asunto de las iglesias en la zona ocasion graves problemas entre la Orden y el
Arzobispado de Toledo. Estos problemas son el resultado de una poltica real y pontificia
que pretendi premiar la inmensa labor de poblamiento y organizacin de estas institu
ciones en la zona, entrando en colisin sus respectivos derechos. Un ejemplo puede ser
esta donacin de Eznavexore, donado a la Orden en 1214, cuando el monarca Alfonso
VIII haba donado al arzobispo las iglesias y diezmos de Alcaraz y Eznavexore, preserf- vando los derechos de Santiago2V Es evidente que este tipo de donaciones provocaran
grandes problemas, que estudiaremos ms adelante.
Alhambra:
Esta fortaleza de origen musulmn, stos la llamaban Almarach, que quiere decir
roja, por el color rojizo de las arcillas y areniscas del terreno/Tue durante la poca islmica
un importante foco de centralizacin del poder en la comarca. Su asentamiento, muy
comn en la zona sobre un cerro testigo, le dio un gran valor militar y su estructuracin
como una alcazaba, dan idea de su importancia estratgica2 E sta relevancia blica que
da perfectamente definida con una visita al lugar, enclavado en un cerro prximo a la
actual poblacin, donde se conservan restos de estructuras m urales/Los restos conser
vados nos hablan de una pequea fortaleza de unos cien metros cuadrados de permetro
y que debi contar con un puente que salvar el vado que separa poblacin y fortaleza23;
su radio de visualizacin del entorno es muy significativo.^
y Las primeras noticias documentadas las obtenemos a partir de la batalla de las Na
vas. El castillo de Alhambra es donado a la Orden el 3 de Junio de 1214 por Alfonso
VlIIy se incluye en la donacin sus trminos que llegan hasta el Saladillo (muy posible
este topnimo haga referencia a el Sotillo del acuerdo de 1237), que sera su mojn
noreste, el lmite noreste sera Argamasilla que est sobre M oratalaz24 y el sur en
Alcubillas, por tanto se define un amplio trmino25, que queda perfectamente delimitado
por un documento expedido en Maqueda por Enrique I, el 8 de Enero de 121726.
El trmino de la Encomienda de Alhambra tendra los siguientes lmites: Su limite
norte comienza en el Pozo del Ciervo -topnimo ya aludido-, al nordeste de Membrilla,
para seguir por las Coscojosas mayor y menor, al cerro Pedregroso (pequeas estribaciones
de la sierra de Alhambra al norte de El Lobillo (M.T.N. 787 y 762, en torno a la cota 801,
21.- Pub. J. G onzlez, Alfonso VIH, vol. III, pgs. 592-594, n 910.
22.- Sobre algunos aspectos relacionados con este castillo, vid. G. Planchuelo, El p a isa je geogrfico,
pgs. 378-380.
23.- En el cerro sobre el que se sita la poblacin existe un saliente rocoso que bien pudo ser la base de un
antiguo puente; los mayores del lugar comentan que sus padres siempre les hablaron de un puente que una el
castillo con el pueblo, relato oral que en nuestra opinin no debem os obviar, m xime cuando se conservan
restos de muros que pudieron corresponder a una antigua muralla que protegiera la poblacin enclavada,
com o Alm edina, sobre la plataforma de un cerro.
24.- Punto cercano al Azuer por encima del castillo de Moratalaz (M.T.N. 761), en este momento Manzanares
perteneca a la Orden de Santiago, perdiendo su posesin en el acuerdo de 1239.
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entre la Caada de las Animas y Caada del Toril), hasta llegar a El Sotillo en la ribera
del Guadiana, de ah a la Moraleja (situada entre El Lobillo y Ruidera27). Sigue por la
Caada de Viviano (Biviana, segn Chaves o de Berbin segn Corchado) y la Calzada
de Montiel28. Desde aqu el lmite va a Ruidera, Azuel29 -ro Azuer- para bajar a Fuenllana
y llegar a Carrizosa. A partir de aqu sigue a occidente hasta el puerto de Perales -actual
Baos el Peral- (incluyndose en este linde muy probablemente Villanueva de los Infan
tes, Alcubillas y Pozo de la Sema, como aldeas de Alhambra); el prximo mojn se sita
al norte en Sierra de Mesnera (que no puede ser otra que la actual Sierra de Alhambra) y
de ah a Argamasilla de Pilas Buenas con todo el Campo de Tocn (ambos topnimos
relacionados con Membrilla, ya que en su trmino est el castillo del mismo nombre30).
Este ltimo mojn sita dentro del termino de Alhambra a Membrilla, con su famoso
castillo del Tocn, y La Solana31.
^ Esta encomienda no fue gestionada por la Orden hasta mediados del siglo XIII. En
1215, aparece como tenencia vitalicia de Alvaro Nez de Lara, cuando Enrique I con
firma la donacin de Ossa por la Orden de Santiago, hoy desaparecida32^ Suponemos
que la Orden todava inmersa en el proceso de control militar de la zona, no olvidemos
que Montiel ser conquistado en torno a 1224 y fue donado a la Orden en 1227, dej en
manos de nobles afines la explotacin econmica de esta importante zona ganadera,
para centrar sus esfuerzos en la conquista de la zona oriental del Campo.
> En 1242, aparece la primera referencia a un comendador de Alhambra, Fernandarias
de Galarza, en la eleccin de Pelay Prez Correa, como maestre33. En 1246 es comenda
dor de Alhambra, Garca Alvarez34; en torno a 1280 el comendador de Alhambra y Trece,
Martn Ruiz de Villegas muere en la toma de Alcal de Benzayde35.
25.- A.H .N., U cls, carp. 51, n 1, cit. B. Chaves, Apuntam iento leg a l sobre el dom inio so la r de la Orden
de Santiago en todos sus pu eblos, Ed. Facsm il, Barcelona, 1975, fol. 16v.
26.- Pub. J. G onzlez, Alfonso VIII, vol. III, pgs. 736-739, n 1009.
27.- Vid. Corchado, Avance, mapa pg. 201.
28.- Camino calzado, que se diriga a Montiel an en poder de los moros y que se cruzaba con la Caada
de Berbin y la de Ruidera. El autor la identifica con la Vereda de los Serranos o de Cuenca (que una Ruidera
y Alhambra, de posible origen romano), vid. Corchado, Avance, pg. 63. Sobre la Vereda de los Serranos y su
desarrollo vid. pg. 185 y sobre vas romanas pgs. 185 y ss.
29.- Este topnim o puede venir del rabe A l-zw al La cizaa, o en Al-sawyr El murillo, aunque
Corchado lo relaciona con el antropnimo de Zubayr B. mar, muerto en el campo en 1143, vid. Juan Martnez,
Contribucin ob. cit., pg. 121.
30.- Argam asilla de Pilas Buenas (topnimo en principio relacionado con la aparicin de restos romanos),
aparece vinculado claramente a M embrilla en distinta documentacin com o recoge, Corchado, Avance, pgs.
54-55.
31.- La Solana form encom ienda con Alhambra, ya en poca moderna y as ha perdurado. En el A.H.N.
carp. 51, vol. II, se recoge la documentacin de La Solana, a partir del siglo XVI.
32.- Pub. J. G onzlez, Alfonso VIII, vol. III, pgs. 607-609, n 983.
33.- Francisco de Rades y Andrada, Crnica de las tres O rdenes de Santiago, C alatrava y A lcntara, Ed.
Facsm il, Barcelona, 1980. fol. 31 r.
34.- 1246, Febrero, 12, Pelay Prez, otorga el fuero de Cuenca a Segura de la Sierra, Pub. M. Rodrguez
Llopis, La evolucin del poblamiento en las sierras de Segura (provincias de Albacete y Jan) durante la
Edad Media, A l-B asit, n 19, junio, 1986. pgs. 5-34; pub. pg. 25. En 1254, Enero, 1, Castelrubio, aparece
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~;En 1304, Gmez Garca, aparece como comendador de Alhambra y del Bastimento
del Campo de Montiel36; esta vinculacin sin duda es coyuntural, ya que en el citado
documento de 1246, aparece un comendador de Bastimento Gonzalo Daz, sin relacin
con el de Alhambra. >
/ Esta encomienda de Alhambra, fue un importante centro ganadero y una encrucijada
de vas pecuarias; como comprobamos en el acuerdo de 1237 adems goz de importan
tes recursos de caza:,(En 1217, se estableci una dehesa acotada en Alhambra donde no
se podra pastar ni cazar. Se estableci que de cada grey de ganado que entrara en sus
trminos, su seor recibira 2 carneros y de los conejos cazados cuatro pieles, si la caza
era normal y cuatro conejos y sus pieles si era con trampa (losa).
-/ Su importancia como zona de trnsito, queda resaltada por un documento de 1227,
donde se establece que el concejo de Ucls estar exento del pago de montazgo en
Almuradiel, Aador, Alcubillas y Criptana, pero pagarn en Alhambra, San Polo y San
tiago (Montizn)37. Este texto especifica que se cobrar montazgo en los castillos de la
frontera, de donde se infiere el carcter fronterizo del Campo de Montiel en este mo
mento; en Alhambra se cobrarn dos carneros por rebao, 4 en San Polo y 3 en Santiago.
Esta zona queda definida como una zona de pastos, donde se trasladaban los ganados de
Ucls y donde la caza de conejos sera una actividad de lo ms comn, ya que en estos
castillos se cogern de cada conejero 3 pieles, y sin son loseros o laceros(cazadores con
trampas), se cogern los 3 conejos vestidos.
Esta informacin sugiere que la Orden pese a la donacin a Alvaro Nez de Lara, o
bien se reserv determinados derechos, como puede ser el montazgo tan importante en
la zona debido a su marcado carcter ganadero, o es probable que donara la explotacin
econmica, pero retuviera la jurisdiccin sobre Alhambra. Esta ltima posibilidad sera
la ms plausible, si tenemos en cuenta que en el conflicto con el Arzobispo de Toledo,
que comienza en 1238, es citada la iglesia de Alhambra como perteneciente a la Orden esto implica que tampoco se haba cedido los derechos eclesisticos- y el comendador
de Alhambra es excomulgado en 124238, recayendo sobre su iglesia el entredicho de los
jueces de este pleito3?..
com o comendador de Alhambra, A lonso Moran, en un acuerdo de lm ites con la Orden de Alcntara, Pub. A.
de Torres y Tapia, Crnica de la Orden de A lcntara, Madrid, 1763; pgs. 332-333.
35.- Rades, Crnica, fol. 35v. Otras referencias a com endadores de Alhambra aparecen, aunque fuera del
marco cronolgico de nuestro trabajo. ; En 1306, A lfonso D az de Quesada (Rades, fol. 38r.); en 1318, Pedro
D az Palom eque (Rades, fol. 40r); en 1338 D. G onzalo D iaz deVera; 1342, Ferran A lonso (Rades, fol. 45r.).
36.- La Orden recibe el castillo de Monteagudo para garantizar la Sentencia Arbitral de Torrellas, Pub.
Torres Fontes, COD OM , vol. II, pg. 164.
37.- Pub. M. Rivera, La Encom ienda, pgs. 348-349, n 138.
38.- 1242, Marzo, 16, Pub. M. Rivera, La Encom ienda, pgs. 387-390, n 183.
39.- 1242, M ayo, 27, Peafiel, M. Rivera, La Encom ienda, pgs. 390-391, n 181.
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v S e trata de la encomienda ms significativa de la Orden de Santiago en esta zona,
aunque su conquista fue ms tarda que los otros dos ncleos importantes, Alhambra y
EznavexoreyEn opinin de J. Gonzlez, todo el proceso de poblamiento del Campo se
concentr en torno a Montiel y A lh am b ra^L o cierto es que las aldeas e iglesias que se
fundaron en torno a este lugar, han marcado la configuracin poblacional de esta co
marca. Su extenso trmino ocup desde Ossa de Montiel al norte, Villamanrique por el
Sur, los mojones occidentales en Czar, Peaflor y Fuenllana y por el este Villanueva y
Gorgogi, llegando a contar con bienes en el propio Alcaraz41,X
Esta encomienda se organiz a partir de sus dos castillos, el de la Estrella (el de
Montiel, propiamente dicho) y San Polo^ situado muy cerca de la villa -tanto Montiel
como sus castillos se hallan situados en cotas bastantes elevadas sobre la altitud media
del Campo 850 mts. en cotas de 900 (Montiel), 945 (San Polo) y 926 (La Estrella). El de
la Estrellarse halla situado sobre un cerro testigo y tiene la forma de una alcazaba o
fortaleza, mientras San Polo es un castillo ms sencillo -distante unos 3 kilmetros de
Montiel-, que forma junto con otros de la zona una red defensiva en torno a Montiel. Si
visualizamos un mapa de la zona descubrimos que flanquean a Montiel los castillos de
Torres -muy prximo a la villa a unos 5 km.- y Santa Cruz, en un primera lnea defensiva
que completa por occidente el de Peaflor42; y una imponente segunda lnea que incluye
El Torren de la Higuera (M.T.N. 839, que sirve de atalaya de vigilancia tanto para
Eznavexore como para el castillo de Montizn), el de Eznavexore (entre Torre de Juan
Abad y Villamanrique), Puebla del Prncipe, Terrinches, Albadejo43 y posiblemente uno,
hoy convertido en iglesia en Villanueva de la Fuente y el de Fuenllana, tambin conver
tido en iglesia, al norte44. El segundo elemento articulador es su iglesia que tras el acuer
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45.- vid. J. G onzlez, Alfonso VIII, pgs. 354-355, otros autores tambin han terciado en la polm ica D.W.
Lomax, La R econquista, Barcelona, 1984, pg. 170 y ss. y tambin J. G onzlez, R epoblacin de C astilla la
Nueva, 2 Vol. Madrid, 1975; vol. I, pgs. 354-355.
46.- Durante este largo asedio tambin muy posiblem ente se construyera cerca de Eznavexore, otro casti
llo para cerrar el cerco sobre M ontiel. N os referimos al castillo de Santiago (M ontizn), que ya perteneca a
la Orden en 1223.
47.- Este sistem a se utiliza mucho, M olina 1127, Oreja 1139, etc., vid. J. G onzlez, R epoblacin , pg.
354.
48.- D.W. Lomax, El Arzobispo Don Rodrigo Jimnez de Rada y la Orden de Santiago, H ispania, 1959,
n LXXIV, pgs. 323-365. vid. pg. 328.
49.- Pub. J. G onzlez, R einado y diplom as de Fernando III, Crdoba, 1983, 2 vols. vol. II, pgs. 267-268,
n 223.
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50.- J.M. M inguez Fernndez, Ganadera, aristocracia y reconquista en la Edad M edia castellana,
H ispania, CL (1982), n 141, pgs. 341-354; vid. pgs. 352-353.
51.- Pub. Chaves, Apuntam iento, fol. 42r-v
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Se cede al concejo una tercia del montazgo y otras cosas como tienen en Segura - la
Orden monopoliza: las iglesias, las tiendas, hornos, baos, carniceras, el mercado, el
portazgo y la ida del rey-. La Orden controla la aplicacin de la justicia y las posibles
apelaciones. Y es significativa la presencia de poblacin musulmana, se establece una
capitacin de un dinero de plata y peso para sta, que recoger el almojarife.
Los acuerdos con el arzobispo debieron afectar a la poblacin del Campo de Montiel,
y en ese contexto debemos enmarcar el instrumento foral y su mejora posterior en 126152,
donde se dispone que los mancebos que no estn casados y se casen por primera vez en
Montiel no pechen durante un ao.
El proceso de fortalecimiento del concejo de Montiel es un hecho; debemos aadir
que el poblamiento cristiano habra contribuido a ello tras la rebelin mudjar, se mejo
ra el fuero de Montiel53. Se dan al concejo los mejores diezmeros (desmeros), para ayuda
de sus iglesias. A nivel judicial se instaura la figura de los fiadores, con excepcin de los
delitos infraganti . Se dispone que solo los justicias de la villa puedan efectuar deten
ciones. Las villas y los alcaldes -que representan a la Orden dentro del concejo- actuarn
en comn para hacer cumplir el fuero. Se ampla el montazgo a la mitad. Se establece la
comunidad de pastos con Ossa -propiedad incorporada en 1259-; se mantienen las dehe
sas con los mojones que tenan y se da al concejo la Dehesa de los conejos de Montiel,
prohibindose la entrada a todo hombre, que no fuera mandado por el concejo. Y por
ltimo se limita la intervencin de la Orden -que ningn freire o comendador pueda
modificar este bien y esta merced-.
Estamos ante un proceso de fortalecimiento concejil, sin duda, vinculado a la cre
ciente beligerancia de la poblacin mudjar y a su huida, as como a un proceso de
consolidacin de la poblacin cristiana en la zona.
La definicin poblacional de Montiel, la culminacin de la jerarquizacin territorial
y el fortalecimiento concejil quedan patentes en la mejora foral de 127554. Por este
documento Alcubilla y Gozar, pasan a ser aldeas de Montiel y se perfecciona la divisin
administrativa y social del concejo y sus aldeas.
Otra de las claves del proceso de centralizacin econmica en torno a Montiel, est
en la concesin en 1252 de una feria en Montiel55, durante 10 das a partir de San Lucas.
Esta feria beneficia claramente a la Orden que recibe el portazgo y dems derechos en
ella. Se establece en este texto, esa tendencia de la monarqua a una paridad de derechos
entre la Orden y el arzobispo, se dice que se har todo como lo tiene el arzobispo en S.
Justo de Alcal.
52.- 1261, M ayo, 18, M ontiel, Pub. Chaves, Apuntam iento, fol. 42v.
53.- 1268, Marzo, 22, Captulo General de Mrida, Pub. Chaves, Apuntam iento, fol. 42 v.
54.- 1275, Junio, 1, M ontiel , Chaves, Apuntam iento, fol. 46 v.
55.- 1252, A gosto, 8, Sevilla, A lfonso X realiza esta concesin por el apoyo santiaguista en la toma de
Murcia. A.H.N., Ucls, carp. 214, n 11. Publ. Angela M olina Madrid, A lfonso X El Sabio y la Mancha
Santiaguista, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Ha M edieval, tomo 2, 1989, pgs. 205-218; Apend. docum.
n 1.
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"fv illanueva de la Fuente es sin duda la posesin ms conflictiva de Montiel^y mereci
el calificativo de encomienda atpica al ser estudiada por Aurelio Pretel69. Se trata de
63.- Corchado, A vance, pgs. 38-39.
M.- Pub. J. G onzlez, A lfonso VIII, vol. III, pgs. 721-723, n 1000.
65.- Este documento fue confirmado por los sucesivos monarcas; Fernando III confirm a el documento el 2
de Marzo de 1222, A.H.N, Ucls, carp. 214, n 5 y Alfonso X confirm a el 1 de Septiembre de 1255, A.H.N.,
Ucls, carp. 214, vol. I, n 14 (confirma el documento de Enrique I) y el 3 de Septiembre de 1244, n 15
(confirma el documento de Fernando III)
66.- A .H .N ., U cls, carp. 214, vol. I, n 16.
6ii67'_ y a aiudarnos anteriormente a que Montearagn no es un lugar concreto, sino que engloba una
amplia zona que se extendera desde Consuegra hasta esta zona de las lagunas de Ruidera, englobando la
Mancha baja, y una amplia zona de la actual provincia de Albacete, vid. nota 11.
68.- A.H .N., Ucls, carp. 214, vol. I, n 18. (1270, A gosto, 23, Burgos).
69.- Las obras de Aurelio Petrel son la referencia en todo trabajo que se quiera afrontar sobre la provincia
de A lbacete en general y muy en particular sobre Alcaraz; lugar que ha estudiado en profundidad. Sobre
Villanueva vid. A. Petrel y M. Rodrguez Llopis, Villanueva de la Fuente un concejo rural en tierra de
Alcaraz y una encom ienda atpica de la Orden de Santiago, S eparata de A nales d el Centro de la UNED de
A lbacete, ao 1981, n 3, pgs. 95-142.
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una posesin muy discutida entre Alcaraz y la Orden, quizs la clave de esta disputa sea
su abundancia de cursos de agua y manantiales70, un bien bsico en el Campo, y por
tratarse de un cruce de caminos desde poca romana71.
No sabemos con exactitud el momento en que la Orden procede a la ocupacin y
poblamiento de Villanueva, lo cierto es que muy posiblemente est vinculada a la ocu
pacin de Alcaraz (1213) y a la posible ocupacin del trmino de Montiel que estable
camos en 1218.
-7 Lo cierto es que en 1232, aparece cedida por la Orden a Ordoo Alvarez. Este docu
mento es tremendamente ilustrativo para situar la significacin econmica de Villanueva,
y la posibilidad de situar en ella una encomienda. La Orden le haba otorgado fuero y
cobraba caloas y homicidios en ella. Posee la Orden la mitad de la bodega de la villa, y
la mitad de los molinos y la mitad del quinto. Todo esto se le entrega a Ordoo^la Orden
retiene la iglesia y obliga a que se le entregue el diezmo72. En los motivos para entregar
la villa en prestimonio vitalicio se sealan los grandes servicios de este Ordoo en po
blar Villanueva. La vinculacin con Montiel parece clara, apareciendo entre los testigos el
comendador de Montiel, Garca Lorenzo.
Esta villa sera muy codiciada y las reclamaciones de Alcaraz permanentes. En 1243,
el monarca Fernando III sentencia en favor de Alcaraz y le concede Villanueva de la
Fuente y Gorgogi73.
En esta sentencia se establece por parte de la Orden y los de Alcaraz, los lmites de
Villanueva, en la parte en lnea con Montiel, una cuarta parte para Villanueva y tres
cuartas partes para Montiel. Albadalejo forma parte del trmino de Villanueva, segn
delimitacin efectuada por los freires y los de Villanueva, reciben este lugar para poder
labrar. Otro mojn se sita en lnea recta desde Villanueva a Turra (actual Arroyo del
Derramadero del Turra M.T.N. 814) que pertenece a la jurisdiccin de Alcaraz, de aqu
el mojn llega hasta la Laguna Blanca, mojn norte, del trmino de Villanueva. La sen
tencia tambin incluye la donacin de Gorgogi.
A la Orden en este acuerdo se le confirman un gran numero de aldeas donde se com
prueba que existe una identificacin entre las propiedades del Campo de Montiel (geo
grfico) y las posesiones de la Orden en el Campo de Criptana que se sealan en esta
confirmacin74. Muchas de estas aldeas y castillos formarn la hermandad santiaguista
70.- Corchado, A vance, pg. 195-196.
71.- M. Corchado, Estudio sobre vas romanas entre el Tajo y el Guadalquivir, Archivo Espaol de
A rqueologa, n 119 y 120 (1969), pgs. 124-158. pg. 157, nota 154.
72.- A.H.N., C dice 1046 B (Tumbo Menor de Castilla) Libro III, ttulo 31, pgs. 273-274.
73.- Pub. J. G onzlez, Fernando III, vol. III, pgs. 254-257, n 705.
74.- Se confirman a la Orden : Villanueva y Gorgogi (que la Orden da a Alcaraz), Villafranca, Albadalejo,
Borialista (despoblado), Terrinches, El Hinojo, Santa Marina (prxima a Caamares), La Fuente del M ayuelo
(despoblado, antiguo arroyo entre Albadalejo y M ontiel vid. Corchado, Avance, pg. 82-83), Odes (despobla
do), Alm edina, Fuente de la Higuera, la Torre de Juan Abad, Cernina (despoblado), Jamila (despoblado),
Peaflor (La mitad de este castillo se dona a Garca Prez en 1232, vid. A. Petrel, Conquista y prim eros
intentos de repoblacin del territorio albaceten se (del perodo islm ico a la crisis del siglo XIII), Albacete,
1986. pg. 106, A lcubilla, M onteagudo, Las Navas de la Condesa, Torres, La Fuenllana, La Zarza, Caamares,
Caamarejo, Turra (que tambin se cede a Alcaraz), El Salidillo, Carrizosa, El A llozo, La Ruidera, El Tocn,
407
Jos V
ic e n t e
atellan es
erchn
del Campo de Montiel que, en 1286 llegan a un acuerdo con el concejo de Alcaraz sobre
lmites75. Este tipo de agrupaciones de pueblos, son habituales en la zona, tambin es
conocido el comn de la Mancha.
El acuerdo de 1243, tambin estableca la existencia de dos dehesas que se delimitan
ocupando un espacio que va de Alcaraz al ro Mundo, disponindose que la orden esta
blezca dehesas en el monte por una cantidad de terreno similar. Que estas dehesas las
hagan o en el trmino de Montiel o en el de Segura, ambos limtrofes con el concejo de
Alcaraz. Se establece en este acuerdo que exista comunidad de pastos entre Alcaraz y
todas las encom iendas del Campo de M ontiel (A lham bra, S antiago, M ontiel y
Eznavexore).
La contradictoria poltica real se repite en Villanueva, donde al igual que en
Eznavexore, el rey haba donado el da 11 de septiembre de 1243 la iglesia de Villanueva
de la Fuente a la Orden76. Los problemas en tomo a Villanueva siguieron presentes en las
actuaciones reales en 1244, el infante Alfonso (futuro Alfonso X) dio a Alcaraz, Tocara
a cambio de Villanueva y Gorgogi77.
Durante cinco aos Villanueva estuvo en manos particulares y en 1248, el infante
D. Alfonso dona a la Orden el lugar de Villanueva con su cillero y su torre incluyendo
GorgogJ^La existencia de un cillero puede situar a Villanueva como uno de los lugares
de abastecimiento de la Orden en la zona.
Los problemas sobre Villanueva no terminaran con esta donacin porque en 1275 y
1281, Villanueva aparece bajo jurisdiccin de Alcaraz79. Para Petrel, Villanueva perma
nece bajo la tutela de Alcaraz, hasta finales del siglo XIII. En 1307, D. Mofarriz, moro
que era criado del maestre D. Juan Osorez, compra el cortijo y Torre de Gorgogi a Pedro
Enriquez de Harana y a su mujer, delimitndose un cortijo bastante significativo en ex
tensin, a la vez que la cantidad pagada por l, resulta llamativa, 20.271 maravedes80.
Membrilla, El Carrizal, Criptana, Posadas Viejas, Villa-ajos, M iguel Esteban, Alm uradiel, la Higuera, El
Ciervo, Villarubia, Manjavacas (provincia de Albacete, vid. A. Pretel, Conquista, pg. 141).
75.- Este acuerdo se recoge en un inventario de documentos conservados en el archivo municipal de
Alcaraz, y del que solo se especifica fecha y breve resumen del mism o, Pub. A. Petrel, Una ciu dad c a stella
na en los sig lo s XIV y X V (A lcaraz 1300-1475), Albacete, 1978. documento LXIX, pgs. 320-328; el docu
mento que citamos 1286, Marzo, 6 M ircoles Previllejo de entre la pibdad de Alcaraz e los trminos e
m ojones de la Horden de Santiago e de la fermandad de M ontiel.
16.- A.H.N., Ucls, carp. 365, n 4.
77.- Pub. A. Petrel, A lcaraz, un enclave castellan o en la fron tera del siglo XIII, A lbacete, 1974. pgs.
135-136. Se relaciona tambin en el inventario de 1496, A. Petrel, Una Ciudad, pg. 325. Reg. A. Petrel,
Fondos m edievales d el archivo m unicipal de A lcaraz, Alcaraz, 1976, pg. 5.
78.- A.H.N., Ucls, carp. 365, n 5.
79.- Para 1275, Petrel cita un amojonamiento de Alcaraz, donde Villanueva aparece con en el reparto de 1243,
vid A. Petrel y otros, Villanueva de la Fuente, ob. cit., pg. 99. En el inventario de documentos de Alcaraz, se
cita que en 1281, Febrero, 18, se habla de un privilegio de Femando IV, en funcin del cual se amojonan los
trminos de Villanueva. Pub. Pretel, Una ciudad, pg. 326.
80.- 1307, Septiembre, 22, Viernes, Alcaraz, los lmites del cortijo son El Puente de la Celexa hasta el camino
que va de Alcaraz a Montiel hasta el ro de Peahoradada y desde aqu hasta el Guadalmena y Alcaraz. A.H.N.,
Ucls, carp. 365, n 9.
408
La c o l o n i z a c i n s a n t i a g u i s t a d e l C a m p o d e M o n t i e l
Este sera un episodio ms, ya que los problemas sobre la propiedad de Villanueva se
prolongan al siglo XIV, con alternancia en su posesin por parte de la Orden y el Concejo.
Por ltimo, referido a Montiel, una breve noticia referente a Almedina, que como
veamos aparece como aldea de Montiel en 124381. En 1268, al otorgar fuero a Montiel
aparece como comendador de Almedina Gonzalo Martnez82. Es posible, que como con
secuencia de la revuelta mudjar de 1264, se iniciara un proceso de reorganizacin de la
encomienda de Montiel, comenzando el proceso de emancipacin de alguna de sus al
deas, convertidas ahora en encomiendas. Ciertamente desconocemos ms datos de posi
ble encomienda83.
Eznavexore
/ Se trata de un despoblado^4, que tuvo un inters militar concreto en la toma del estra
tgico castillo de Montiely Una vez conquistado Montiel, Eznavexore comienza una lar
ga decadencia, que le lleva a ser un despoblado ya a finales del siglo XIII85. En torno a
1226 se construa un castillo prximo a l, el de Santiago de Montizn, que le sustituy
como ncleo articulador de la parte sur del Campo86.
Sin embargo debemos resaltar algunas contradicciones en torno a su despoblamiento.
A partir de la toma de Montiel, se cita con reiteracin en la documentacin, como tercer
centro importante en la zona a Santiago, junto con Alhambra y el mismo Montiel. Su
iglesia no debe ser muy importante entorno a los aos cuarenta, cuando se ponen en
entredicho las mencionadas y su comendador -el de Eznavexore-no aparece excomulga
do.
No obstante, en 1239 en el acuerdo con la Orden de Calatrava, se cita a Eznavexore.
Su trmino, como veamos, se extiende hasta muy cerca de Santa Cruz de Mdela, desde
luego incluye Torrenueva y se alude a Eznavexore en la delimitacin de Villanueva (1243),
aunque tambin a Santiago, con lo que la hiptesis de una sustitucin orgnica es discu
tible. Lo cierto es que Eznavexore no tuvo una relevancia interna significativa y se cons
tata su desaparicin ya a finales del siglo XIII.v
81.- Almedina sera una de las pocas aldeas que no pobl Montiel y que posiblemente tendra una continuidad
histrica desde poca islmica. Su raz viene del rabe al-madina= ciudad, vid. Juan Martnez, Contribucin,
ob. cit., pg. 121.
82.- Pub. Chaves, Apuntamiento, fol. 42v.
83.- La prospeccin en la zona ha revelado datos de inters: en primer lugar actualmente existe una calle cerca
de la iglesia que recibe el nombre de encomienda; la poblacin se extiende a lo largo de un cerro que pudiera ser
el antecedente de una ciudad medieval en forma de bastida; adems, en el actual lugar que los habitantes denomi
nan Cuesta de la Fuente, encontramos restos de una antigua muralla. Estos datos podran verificar la existencia de
una antigua ciudad islmica y de una posterior encomienda.
84.- D e esta importante fortaleza hoy slo se conservan algunas ruinas, Corchado, Avance, pgs. 78-79.
85.- La despoblacin de este castillo esta relacionada con su sustitucin como ncleo articulador en el sur por
Montizn, castillo construido al pie de la sierra y con un mayor control sobre sta.. En opinin de Corchado fue
sustituido por Torres, aunque no disponemos de constatacin documental, vid. Corchado, Avance, pg. 78.
86.- Este castillo de origen romano, tuvo una importancia significativa en poca musulmana y fue recons
truido por los cristianos en el primer tercio del siglo XIII, vid. F. Quiros, El paisaje geogrfico, pg. 381.
409
J os V
ic e n t e
atellanes
erchn
Los conflictos
El carcter secundario de las posesiones santiaguistas en el Campo de Montiel puede
tener su base explicativa en los conflictos estructurales que afectaron a estos lugares.
Estas controversias se dirimieron con el Arzobispado de Toledo y con el concejo de
Alcaraz.
Es cierto que estamos ante dos conflictos, pero que podemos centrar en uno, ya que,
creemos que el arzobispado de Toledo utiliz al concejo de Alcaraz, en su lucha contra
la Orden en la zona.
-f Los conflictos con el arzobispado de Toledo no se concretaron nicamente al Campo
de Montiel, sino que tuvieron una trascendencia en todo los territorios de la Orden. La
base de este conflicto es la bula fundacional de la Orden de 1175 y el conflicto entre
87.- En 1239, Noviem bre, 29, Burgos, Juan, obispo de Osma, dona Chiclana con sus trminos y pertenen
cias a Rodrigo Iiguez maestre de Santiago, A.H .N., Ucls, carp. 216, n 3.
En esta m isma carpeta aparece un curioso documento de 1484, Abril, 20 (n 5) de un P leito entre el
Comendador de M ontizn Luis Manrique y el maestre de la Orden sobre a quien pertenecen los diezm os del
lugar despoblado de Santiago de M ontizn -ya se ha producido el traslado al sur- y de Torre de Juan Abad.
Adems el documento n 11 de esta carp. 216, recoge una descripcin de la Encom ienda en 1609, sus bienes
se sitan en Chiclana, Castellar de San Esteban, Torre de Juan Abad y Villamanrique.
410
La
c o l o n i z a c i n s a n t ia g u is t a d e l
Cam po
de
o n t ie l
ambas instituciones tuvo un largo desarrollo que pervivi hasta la derrota de la Orden
en el acuerdo de 12438\'^
El acuerdo de 124389, supuso una derrota para la Orden, ya que las iglesias jacobeas
quedaron sometidas a la organizacin diocesana, dejando a los freires como unos patro
nos cualesquiera, de estas iglesias; nicamente conservando el derecho de presentacin
y algunas rentas eclesisticas, y
Este problemas no es un problema coyuntural sino de ndole estructural, ya que la
disputa era sobre la legitimidad o no de las Ordenes para disponer de una autoridad
eclesistica, que fue delegada en ellas en una coyuntura determinada, pero que una vez
concluido el proceso de reorganizacin provoc una crisis que permaneca larvada y
donde las instancias eclesiales pretendan recuperar su protagonismo, no solo espiritual
sino econmico.
El conflicto con Alcaraz es una disputa , que tiene dos vertientes: de una parte el
arzobispo utiliz los conflictos entre la Orden y este estratgico concejo real en su pro
pio beneficio, intentando usurpar funciones propias de la Orden hasta ese momento,
como la liberacin de cautivos con importantes centros en Toledo y en los hospitales de
Alarcn y Moya -recordar que existi una estrecha relacin no siempre pacifica entre
estos concejos conquenses y Alcaraz-90.
Por otro lado, los diferentes monarcas pretendieron compatibilizar una poltica abier
tamente proclive hacia la Orden, con el mantenimiento de concejos de realengo potentes
88.- N o es nuestra intencin estudiar aqu, un largo conflicto, que superara con mucho la necesaria breve
dad de este trabajo y que merecera un trabajo especfico. Por otra parte, este tema ha sido estudiado en
profundidad por dos autoridades del m edievalism o espaol y por dos grandes conocedores de la Orden de
Santiago. J.L. Martn en Derechos eclesisticos de la Orden de Santiago y distribucin de los beneficios
econm icos (1170-1224), A.E.M ., n 11, 1981. Pgs. 247.275; sintetiz perfectamente la primera etapa de
los con flictos analizando en profundidad las bulas papales y constatando la victoria inicial de la Orden
sobre el arzobispado.
D.W. Lomax, nuestro admirado y tristemente desaparecido compaero y amigo, ilustr de forma m agis
tral la gran capacidad del arzobispo D. Rodrigo Jim nez de Rada, que en 1204 com enz una batalla legal en
la que consigui rectificar bulas papales y conseguir un gran xito frente a la Orden, adems de impedir, con
las bulas de Urbano II, la restauracin de las antiguas sedes, que hubieran supuesto, com o en otros lugares
-Extremadura, Andaluca, Cuenca-, la posibilidad de un fortalecim iento de la Orden. Su obra, El arzobispo
Don Rodrigo Jim nez de Rada y la Orden de Santiago, H ispania, n LXXIV, ao 1959, pgs. 323-365; es un
trabajo clsico y no superado sobre el conflicto estructural entre la Orden y el arzobispo en el Campo de
M ontiel.
89.- Pub. M. Rivera, La Encomienda, pgs. 398-400, n 192; Sobre algunas claves para interpretar este
acuerdo pgs. 188 y ss. y pgs. 194 y ss.
90.- En 1239, Julio, 5 Brihuega, el arzobispo autoriza el establecim iento de un hospital de cautivos en
Alcaraz, donde l presentar el clrigo y obtendr una dcim a parte de las rentas que produzca esta actividad,
Pub. D. W. Lomax, A p o stillas, pg. 29, n 3. Es evidente que el concejo de Alcaraz y el arzobispo pretendan
frenar la posibilidad de una concesin real de este tipo a favor de la Orden, com o haba sucedido en Alarcn
y M oya, donde los concejos haban tenido importantes problemas con la Orden por este tipo de hospitales,
vid. Paulino Iradiel, Bases econm icas del hospital de Santiago en Cuenca: tendencia del desarrollo econ
m ico y estructura de la propiedad agraria, A.E.M ., n 11, 1981, pgs. 181-246. Sobre la importancia de las
actividades relacionadas con la liberacin de cautivos y sus magnitudes en renta para la Orden, vid. J.V.
M atellanes, La hospitalidad en la Orden de Santiago, un proyecto econm ico o ideolgico, Studia H istri
ca, Vol XI, 1993, en prensa.
411
J os V
ic e n t e
atellanes
erchn
91.- Ya hem os aludido a lo largo del estudio, a las diferentes donaciones de la monarqua en favor de la
Orden , por no aludir a los permanentes conflictos sobre Villanueva. A esta docum entacin debem os unir,
instrumentos donde el rey aparece com o un seor feudal que debe proteger los intereses de sus vasallos, y
dice Et maguer yo entiendo que todo esto debo vedar por mi debdo e por m i derecho com o sennor, as se
expresa Fem ando III cuando en 1245, Noviem bre, 25, Sevilla, devuelve a Alcaraz las aldeas ocupadas ilegal
mente por la Orden en el Campo de M ontiel, Pub. A. Petrel, Conquista, pgs. 264-265, n 4.
92.- 1254, A gosto, 10, Murcia, A lfonso X confirm a dos privilegios de Fernando III, confirmando esta
exencin a los pobladores de Alcaraz, Pub. , D.W. Lomax, A postillas, pg. 28, n 1. Los p rivilegios reales
pretendieron proteger tambin a los com erciantes y ganaderos de la villa contra los ataques permanentes; en
1292, Noviem bre, 21, Sevilla, Sancho IV defiende a los mercaderes y ganaderos de Alcaraz en su derecho a
no ser prendidos salvo por deudas, Pub. A. Petrel, Don Juan Manuel, un se or de la Llanura (repoblacin y
gobierno de la M ancha albaceten se en la prim era m itad d el siglo XIV), Albacete, 1982. Apndice docum en
tal n 2.
Este monarca confirma a Alcaraz la exencin de montazgo y portazgo en 1294, vid. inventario docum en
tal, A. Petrel, Una ciudad, pg. 322.
93.- A.H .N ., Ucls, carpa. 214, vol. I, n 17, Pub. A. Madrid, A lfonso X ..., ob. cit., apndice n 3.
94.- Es necesario consultar la importante documentacin que sobre el tema regesta A. Petrel, Fondos
m edievales d el A rchivo., de A lcaraz, pgs. 7-8, n 19 y 22, principalmente.
412
La
c o l o n i z a c i n s a n t ia g u is t a d e l
Cam po
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o n t ie l
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A c ta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
L a s t ie r r a s d e C u e n c a a f in a l e s d e l s ig l o
X I I . N o b l e z a y o r g a n iz a c i n d e l e s p a c io
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J u l i n C
anorea
uete
Para acotar nuestro trabajo, en lo que respecta a la geografa, nos referimos a los
espacios naturales de Sierra, Alcarria y Mancha Alta pertenecientes a las tierras de Cuen
ca; y en cuanto a la cronologa, aludimos a la segunda mitad del siglo XII, y de forma
ms concreta, al ltimo tercio de este siglo.
Por ltimo, el inters de presentarlo al Congreso Conmemorativo de la batalla de
Alarcos, lo encontramos fundamentalmente, en que se trata de un espacio de frontera
y reconquista previo a la Mancha. Por lo tanto se trata de la antesala de los decisivos
hechos acaecidos en 1195, en la que se conjugan cuestiones de inters como las referi
das a la relacin de esos grupos sociales con la monarqua, espacios repoblados y mode
los de poblamiento, o presencia de otras fuerzas en auge como las Ordenes Militares.
Sin intencin de concretar, sobre el concepto d e f r o n te r a o fr o n te r a s son varios los autores que han
trabajado; desde el punto de vista temtico, entre otras, se podran destacar las consideraciones geogrficas,
comportamientos peculiares de sus habitantes e incluso sobre la comprensin mental de la fr o n te r a . Podra
mos destacar distintos encuentros de los que han quedado recopilados diversos estudios, que, a ttulo infor
mativo, seran: FELIPE MAILLO ed. E spa a, A l-A n d a lu s, S efa ra d : S n te sis y n u evas p e rs p e c tiv a s . Salamanca,
1988. Otro caso sera VV.AA: R e p o b la c i n y rec o n q u ista . A c ta s d e l III C u rso d e C u ltu ra M e d ie v a l. Centro
Estudios del Romnico, Madrid, 1993. Tambin, VV.AA: L a s s o c ie d a d e s d e fr o n te r a en la E sp a a m e d ie va l,
Zaragoza, 1993.
4.- GONZLEZ, J.: E l rein o d e C a stilla en la p o c a d e A lfo n so VIII. CSIC, Madrid, 1960, 2 vols. Vol I,
pag 785 y ss.
5.- DE MOXO, Salvador: R e p o b la c i n y s o c ie d a d en la E sp a a c r is tia n a M e d ie v a l. Rialp, Madrid, 1979.
p 239.
418
Las
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u e n c a a f in a l e s d e l s ig l o
X II. N
o b l e z a y o r g a n i z a c i n d e l e s p a c io
7.- No contamos con estudios detallados de los concejos para estos primeros siglos, tan solo el caso de Ucls
en diversos trabajos de RIVERA GARRETAS, M; de todos cabe destacar: La encom ienda, p rio ra to y villa de
U cls en la E d a d M ed ia (1 1 7 4 -1 3 1 0 ) Madrid-Barcelona, CSIC, 1985. Por el contrario los siglos XIV y XV son
detalladamente conocidos por diversos artculos y fundamentalmente por dos trabajos: SANCHEZ BENITO, J.M.:
Las tierra s d e C uenca y H uete en e l sig lo XIV. Serie econmica. Universidad de Castilla La Mancha, Murcia,
1994; y GUERRERO NAVARRETE, Y, y SANCHEZ BENITO, J.M.: C uenca en la B aja E dad M edia: un sistem a
d e p o d e r. Diputacin. Cuenca, 1994.
8.- Entre estas Calatrava, San Juan y sobre todo Santiago. Para esta ltima vase MARTN, J.L.: O rgen es de
la O rden m ilita r d e S a n tia g o (1170-1195). CSIC, Barcelona, 1974.
9.- Para sus momentos preliminares vase NIETO SORIA, J.M.: El equipamiento econmico de una sede
episcopal castellana de nueva creacin: Cuenca, 1180-1280. en / Sim posio Intern acion al de H istoria de Cuenca.
AEM , 12. Barcelona-Madrid, 1982, pp 311-340. Del mismo autor La fundacin del Obispado de Cuenca 11771183. Consideraciones poltico eclesisticas en H ispania Sacra, 34 (1982) pp 112-132, y CHACON GOMEZMONEDERO, A: Las bulas de fundacin del obispado de Cuenca en C uenca, 25-26, Diputacin de Cuenca,
1985. pp 101-115.
*.- Para abundar ms en la historiografa y estado de la cuestin de las investigaciones en la regin, contamos
con dos importantes trabajos del mismo autor: CABRERA, E.: La investigacin histrica sobre Castilla La Man
cha, referida al perodo medieval en CRISTINA SE G U RA ed. A cta s de las I Jornadas sobre la investigacin
m ed ieva l en la s co m u n id a d es autn om as: P resen te y fu tu ro de la H istoria M ed ieva l en Espaa. Universidad
Complutense, Madrid, 1990, pags 285-311 y del mismo autor Conquista cristiana y repoblacin de Extremadura
y Castilla La Nueva. Estado de la cuestin, en A cta s d e l co lo q u io de la V A sam blea G en eral de la S o cied a d
E spa ola d e E stu d io s M edieva les. Diputacin Gral. de Aragn, Zaragoza 1991, pags. 101-120.
u.- Una amplia visin de conjunto en cuanto al mtodo e historiografa de los aspectos econmicos del proce
so de seorializacin en: IRADIEL, P.: Economa y sociedad feudo-seorial: cuestiones de mtodo y de
historiografa medieval en ESTEBAN SARASA Y ELISEO SERRANO eds: Seoro y F eu dalism o en la Penn
sula Ibrica (S ig lo s X II a l XIX). Institucin Femando el Catlico, Zaragoza 1993. vol I, pag 17-50.
419
J u l i n C
anorea
uete
nobleza caben destacar las de Lara, Camero, Haro, Ruiz de Azagra, Meneses y Girn.12.
Como consecuencia de la toma de Cuenca se producira un avance considerable en la
ocupacin del territorio frente a sus anteriores pobladores, si bien la labor posterior era la de
repoblar y defender este espacio13. Este cometido, junto con la compensacin por el apoyo
prestado, llevara a la concesin de un importante nmero de donaciones. A pesar de este
hecho, se aprecia una clara intencin del monarca con respecto a la titularidad de las propie
dades. Salvador de Mox indic una intervencin de ste para impedir la formacin de
extensos seoros14, hecho que puede observarse para el caso de Cuenca; como ejemplo, un
ttulo de su fuero prohiba la enajenacin de heredades ni en favor de seores, ni de institu
ciones eclesisticas15. Sin embargo, esta norma no sera cumplida a juzgar por el amplio
nmero de ventas que se documentan. Con todo ello, no conservamos para el caso de Cuen
ca un documento a modo de libro de repartimiento o de cualquier otro tipo que describa este
hecho al completo, al igual que los realizados en otras zonas como Valencia, Murcia o Anda
luca, que nos informe con detalle de las distintas parcelaciones y receptores de las mis
mas16. Por tal motivo hemos de valernos de informaciones en referencias directas e indirec
tas, reflejadas en escuetas citas. Por un lado, tendremos constancia de donaciones o propie
dades sobre terrenos, rentas, casas, etc, en el momento en el que se entregan; en otras ocasio
nes al venderlas, e incluso en una segunda venta en la que se menciona el antiguo propieta
rio. En otros casos, de forma indirecta, al situar un enclave se hace mencin de los colindan
tes. Con todo ello, esta informacin es suficiente para el objetivo de este trabajo, ya que
contamos con el hecho fundamental de la propiedad y su posterior venta.
Para la relacin de las donaciones hemos optado por la divisin de bienes en propiedad y
bienes en tenencia, nica distincin que permite realizar la documentacin existente,17 y
1 2 GONZLEZ, J.: La repoblacin de las tierras de Cuenca en A cta s d e l I Sim posio ..., pp 183-204.
13.- Manuel Gonzlez advierte que los rpidos cambios de las fronteras con al-Andalus en tan pocos aos
hacen perder la idea de que el denominador casi comn de todas ellas (donaciones de seoros tanto en Andaluca
como en la Mancha o Extremadura) fue, no se olvide, la defensa de un territorio GONZALEZ JIMENEZ, M.:
Algunas cuestiones en torno a los seoros andaluces del siglo XIII en ESTEBAN SARASA y ELISEO SE
RRANO Eds.: Se o ro y F eu dalism o... Op. cit. Vol I, pag 540.
14.- MOX, S.: De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformacin nobiliaria castellana en la baja
Edad Media en E stu dios so b re la s o cie d a d ca stella n a en la baja E d a d M edia, Dir. Salvador de Mox, en C ua
dern o s d e H istoria, 3. CSIC, Madrid, 1969, pp. 54 y 55; del mismo autor y para cuestiones de investigacin, Los
seoros: cuestiones metodolgicas que plantea su estudio en A H D , 1973; o bien, Los seoros. En tomo a una
problemtica para el estudio del rgimen seorial en H ispania n 94, 1964.
5.- GONZLEZ, J.: La rep o b la ci n de C a stilla La Nueva. Universidad Complutense. Madrid, 1975, 2 Vols.
Vol II, pag 140.
16.- No podemos afirmar el sistema que se sigui para el asentamiento de los nuevos pobladores. Este hecho no
aparece detallado en el fuero de Cuenca. Al respecto, vase DALCH GAUTIER, J.: La vie rurale dans le Fuero
de Cuenca en A cta s I Sim posio... Op. cit. pag. 153.
17.- An siendo un mnimo nmero, existen otros casos en los que se realiza un arrendamiento, e incluso algn
acuerdo sobre construccin y mantenimiento. En estos, dos personas llegan a una especie de contrato para explotar
un bien, uno se reserva la propiedad y otro se encarga del mantenimiento y reparaciones, repartiendo los benefi
cios. Este ltimo hecho se constata en la explotacin de algn molino. Sobre este asunto AGUADE NIETO, S.:
Molino Hidrulico y sociedad en Cuenca durante la Edad Media (1177-1300). A ctas I S im posio... Op. cit. pag
265.
420
Las
t ie r r a s d e
u e n c a a f in a l e s d e l s ig l o
X II. N
o b l e z a y o r g a n i z a c i n d e l e s p a c io
como hilo argumental, hemos optado por seguir la agrupacin de las distintas familias de la
nobleza.
18.-A rch ivo H istrico Nacional, Ordenes Militares (AHN, OO.MM) U cls, carp. 151, n 1. En este docu
mento el castillo de H ulamo, en propiedad de Fortn de Thena queda empeado a favor de Pedro Ruiz de
Azagra.
19.- AHN OO.MM, Calatrava, P-27.
20.- GONZLEZ, J.: La repoblacin de... Op. cit. vol I, pag 246.
21.- Ibidem, Vol II, pag 168.
22.- Prim era Crnica G eneral Cifr. MOX, S.: Repoblacin y sociedad... Op. cit. pag 238.
421
J u l i n C
anorea
uete
de la lnea de frontera23. Sin embargo, y aunque no sea el objeto de este estudio, en una
observacin inicial, las donaciones suelen estar muy concentradas en espacios concre
tos, no solo en los ncleos urbanos sino tambin en rurales, hecho que nos induce a
pensar en la existencia de una organizacin previa, que ms o menos es susceptible de
aprovechar. Entre estos espacios caben destacar las inmediaciones a los importantes
enclaves como Cuenca, Huete, Ucls, Caete, entre otros, adems de parajes como el
valle del manzano, prximo a Belvis, o Altarejos, ambos prximos a Cuenca, Albaladejo
en las inmediaciones del Jcar, Aador en el ro Cigela, etc.
Retomando la exposicin de los beneficiados a partir de 1177, cabe destacar la fami
lia de Lara24, y dentro de esta, la persona de Pedro Manrique de Lara, heredero del
seoro de Molina. Tenemos referencias de sus posesiones sobre tres zonas principales,
al norte, ya mencionada anteriormente, en el centro, concretamente en las inmediacio
nes de Cuenca y Huete, y por ltimo en el sur.
En lo que se refiere al norte, ya se ha apuntado la circunstancia de la extensin del
seoro de Molina, tratndose de los enclaves de Valtablado25, Tragacete26 y Caete, sin
contar con ms noticias sobre su espacio de influencia, ni sobre el tipo de posesiones,
salvo el caso de Caete, en el que se mencionan molinos, casas y vias27. En el centro, es
decir Cuenca y Huete, los dominios de los que tenemos informacin fueron fundamen
talmente presas, molinos, adems de casas al interior de la muralla, a lo que hay que
sumar la tenencia, apartado este que ser tratado ms tarde28. Ms al sur, contara con
propiedades en varios puntos. La documentacin hace referencia a una ermita, con
advocacin a Santiago, unas casas, huertas y otras heredades29, situado todo ello entre
las aldeas de Albaladejo y la Parra. Otro enclave sera la torre y heredamiento de la
monja30, situada entre Zafra y el Villar. Por ltimo se relacionan tambin pertenencias
en Albaladejo31, si bien no se especifica de que tipo se trata. Por ltimo cont con pose
siones en Alarcn, en el ro Jcar32. En ninguno de los casos podemos apreciar la forma
cin de seoro, tratndose, en principio, de pequeas heredades.
Otro miembro de este linaje fue uo Snchez, hijo de Sancha Nez de Lara33. Este
tuvo en propiedad Albaladejo34, expresado en una ocasin como granja y en otra como
23.- Ibidem, pag 237; tambin GONZLEZ, J.: La re p o b la c i n ... Op. cit. vol I, pag 244.
24.- MOX, S.: De la nobleza vieja... Op. cit. pp 33-46.
AHN OO.MM, U cls, carp 98, n l.
26.- GONZLEZ, J.: E l rein o d e ... Op. cit. pp 260 y 261, doc n 714.
27.- AHN. OO.MM, Calatrava, P-27.
28.- Ibidem.
29.- AHN C dices 1295-B, Tumbo del Monasterio de Huerta, fol 157.
30.- Ib id em , f o l 70. Esta torre an se conserva edificada en las inm ediaciones de la localidad conquense de
Zafra de Zncara, al sur de la actual provincia.
31.- AHN OO.MM, Calatrava, P-27.
32.- LOPEZ AGURLETA, J.: B u lla riu m E q u e stris O rd in is S. Ia co b i. Madrid, 1719. escrit. n 20. Los
bienes relacionados son: ...d e fe s sa d e lo s c o n e jo s y d e l p e s c a d o y la via y lo s m o lin o s y e l g u e r to ...
33.- GONZLEZ, J.: E l rein o d e ... Op. cit. Vol I, pp. 292 y 293.
34.- AHN C dices 1295-B, Tumbo del Monasterio de Huerta, fol 69.
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trmino, adems heredamientos como el de balera del castillo35, y otros bienes sin defi
nir en la vega del codorno36. Por otro lado haba recibido de manos de Alfonso VIII el
mismo ao de la conquista de Cuenca varias casas en esta ciudad37.
En la zona objeto de estudio tambin estara presente la casa de Haro38, concreta
mente Diego Lpez, alfrez del rey. Este cont con dominios en la zona de Zafra, donde
comprara a Pedro Manrique la torre y heredamiento de la monja39, quedando, por su
proximidad, bajo la influencia del castillo de Haro. De este ltimo contamos con refe
rencias arqueolgicas40, ya que en documentacin y para estas fechas, prcticamente,
solo conservamos la concesin del fuero41, si bien se supone a Haro un enclave cabeza
de una serie de tierras, todo ello situado en posicin avanzada sobre la Mancha Alta.
Como en el anterior caso de Aador podra tratarse de un pequeo seoro territorial, si
bien al no contar con ms informacin no podemos aseverar estas afirmaciones.
La casa de Meneses42, concretamente Tello Prez, obtendra diversas pertenencias en
la propia Cuenca y la aldea de Tondos43.
Por otro lado, Diego Jimnez Camero44 tuvo posesin del castillo de Imeda, fortifi
cacin que se sita en la actual localidad de Ymeda, aunque an no se ha podido loca
lizar, heredamientos en el valle del manzano cerca de Belvs, y en las proximidades de
Zafra45.
De forma ms general, tenemos constancia de otras donaciones realizadas a caballe
ros de menor importancia y a cargos afines al rey. As el caso de la villa de Rus, otorgada
a varios caballeros de Herrera46, el notario del rey en Belvs y Altarejos47, o Vermudo
Prez en Caete y Albaladejo48.
Cabra la posibilidad de realizar una relacin ms exhaustiva, engrosada con otros
nombres y donaciones, si bien por encontrarse en realizacin un trabajo ms amplio que
abarca otros grupos sociales presentes en el momento de la conquista y repoblacin de
Cuenca, consideramos suficiente documentada para los objetivos y conclusiones de esta
exposicin.
35.- Ibidem.
36.- Ibidem, f o l 75.
37.- Ibidem, fol 69.
38.- MOX, S.: D e la n obleza Vieja... Op. Cit. pag 46.
39.- AH N C dices 1295-B, Tumbo d el M onasterio de Huerta, f o l 70.
40.- MILLN MARTNEZ, J.M.: Haro y los inicios de la repoblacin de la Mancha conquense en
A cta s d el C ongreso de H istoria de C astilla La Mancha, VI, Toledo, 1988, pp 153-161.
41.- BARRERO GARCIA, A. Ma Y ALONSO MARTIN, Ma. L.: Textos de derecho local espaol en la
E dad M edia. C atlogo de fu ero s y costum s municipales. Madrid, CSIC, 1989, pag 257.
42.- MOX, S: D e la n obleza vieja... Op. cit. pag 65.
43.- AH N Sellos 4-1. Los bienes a los que hace alusin fueron: unos m olinos en Cuenca, dos yugadas en el
Jcar y la aldea de Tondos.
44.- MOX, S: D e la N obleza vieja... Op. Cit. pag 54.
45.- AHN Sellos 3-3.
46.- GONZALEZ,J.: El reinado de.... Op. cit. vol III, pp 537 y 538, doc n 879.
47.- Ibidem, Vol II, pp 965-967, doc n 563.
48.- AHN OO.MM, Calatrava, Caja 456, n 28.
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4y.- Vase una actualizacin bibliogrfica en CASTRILLO LLAM AS, M.C.: Monarqua y nobleza en
torno a la tenencia de fortalezas en Castilla durante los siglos XIII-XIV en En la Espaa M edieval, n17
Edit. Complut. Madrid, 1994, pag 95.
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fenmeno surgido en el siglo XI y XII est implantado en el siglo XIII50, hecho este que
coincidira con la cronologa de los documentos sometidos a estudio. Como tal, la te
nencia de fortalezas y ciudades podramos enmarcarla en varios aspectos. Entre otros, y
para este perodo, la entendemos como una compensacin a la nobleza por su apoyo en
las campaas militares, en la que el tenente representa al rey, y de la que se debe plan
tear, a nuestro juicio, su efecto de control y la capacidad repobladora de este fenmeno.
Para el caso de las tierras de Cuenca, localizamos la informacin en un tipo docu
mental especfico, en el que se deja constancia de una transaccin econmica, en la
mayor parte de las ocasiones, de bienes como tierras, casas o solares. En los documentos
se expresa el tipo de operacin -compra, venta, cambio- los bienes, las condiciones si
las hubiere, etc. Al final se incluye la data de la operacin, junto con una relacin de
personas que avalan el hecho: testes, exterminadores y fiadores. En la ltima parte se
hace una mencin expresa a la realeza del monarca, a la que sigue una relacin de car
gos como jueces, alcaldes, merinos, etc. Es en este apartado donde se informa del tenente
de la ciudad.
Esta mencin se realiza bajo varias expresiones; la encontramos en referencias como
dominante en51, dominas conche52, aunque en mayor nmero aparece como sennior53; en
otras, el cargo est avalado con expresiones como per manu regi domino conche54.
Las fortalezas y ciudades donde estn enclavadas a las que alude la documentacin
son, en orden de nmero de citas: Cuenca, Huete y Alarcn.
Centrndonos en el caso de Cuenca, la primera referencia con la que contamos apa
rece en un documento de 118055, en el que se concede a la Orden de Santiago una canti
dad sobre el portazgo de la puerta de la Bisagra de Toledo, destinada a la redencin de
cautivos. En este documento, entre los confirmantes se menciona a uo Snchez como
tenente, bajo la expresin de munio sancii dominans in concha, confirmat. uo Snchez
haba recibido con anterioridad posesiones en Cuenca, Albaladejo, o Valera del Castillo
por su contribucin en el asedio a Cuenca, como habamos referido en el apartado de
bienes en propiedad.
Un nuevo documento56 fechado en 1184 introduce un cambio en la titularidad del
cargo de tenente, siendo por estas fechas Diego Jimnez Camero. Este noble recibira
das ms tarde de la fecha expresada, el castillo de Ymeda junto con otras posesiones.
La tenencia de Cuenca en la persona de Diego Jimnez desaparecera un ao ms
tarde, en agosto de 1185, ya que en una compra -casas y tiendas- realizada por la Orden
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a un particular, aparece como titular del cargo Gmez Garca57, suponemos de Roa. Este
noble haba desempeado el cargo de alfrez real de 1178 a 118258. Sobre la tenencia de
Gmez Garca existen varias menciones; en total cuatro documentos, fechados uno en
1185 y tres en 118659, tratndose de nuevas compras realizadas por Pedro Garca, co
mendador del hospital que la Orden posea en Cuenca.
En 1189 se realizan dos nuevas adquisiciones por parte del Hospital60. En las
suscripciones aparece un nuevo cambio en el tenente. En este momento -desconocemos
la fecha exacta, principios o finales del ao- est asociada al cargo una de las familias
ms representativas de esta poca, la de Lara. Sus representantes, haban obtenido en
Cuenca importantes donaciones, siendo los que en mayor nmero de ocasiones apare
cen como receptores de bienes, adems de poseer otras tenencias en la Extremadura.
Dentro de esta familia nos referimos al conde Pedro Manrique de Lara. Julio Gonzlez
en su obra sobre Alfonso VIII, afirma que este noble ostenta el puesto un ao antes, en
118861.
Sometida a estudio la documentacin, no se vuelven a observar citas en relacin con
el hecho de la tenencia de Cuenca hasta 1193, 1194 y 1196, aos en los que se mantiene,
en las transacciones realizadas por la catedral, el nombre de Pedro Manrique de Lara62.
Para el caso de la tenencia de la plaza de Huete, contamos con escasas referencias
documentales. An con ello, son varias las crnicas que informan de la disputa que
suscit la titularidad sobre este enclave entre los linajes de Castro y Lara en el siglo
XII63. Ello estara motivado por la importante posicin de esta fortaleza, convertida en
verdadero punto fronterizo, que junto con Ucls, dominaba la zona. As, se detecta un
gran inters, no solo por parte de los castellanos, sino tambin de los musulmanes, a
juzgar por la importante campaa almohade de 117264 en la que era un objetivo princi
pal. Al respecto, la fortaleza de Huete se encontraba en manos de Fernando Ruiz de
Castro -otra posesin en la zona era Zorita- quien sera desalojado por Alfonso VIII en
116665, hecho paralelo al ascenso y acercamiento a la monarqua por parte de la familia
Lara. Anteriormente en 1164, el conde Manrique de Lara haba encabezado una campa
a destinada a la ocupacin de Huete, en ese momento en manos de Fernando Ruiz,
episodio en el que morira66. Con todo ello contamos con dos referencias documentales
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67.- GARCIA, J.C.: Carta puebla de Alhndiga. BAH X X X V 1899, pag 470 y ss. Cifr: GONZALEZ, J.
La repoblacin de... Op. cit. vol II, pag 60.
68.- AHN OO.MM, U cls carp. 100, vol II, (1) n 5.
69.- AHN OO.MM, U cls, carp 55, n 1.
70.- AHN OO.MM U cls, carp 100, Vol II, (1), n 7.
71.- GRASOTTI, H.: El sitio de Cuenca en la mecnica vasalltico-seorial de Castilla en A ctas I
Sim posio... Op. cit. 1982, pp 33-39.
72.- Entre otros: MOXO, S.: D e la nobleza vieja... Op. cit. pp 54-55
73.- AHN OO.MM, Calatrava P-27.
427
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mximo en ocho aos74. El mismo caso ocurrira con un huerto, varias dehesas, vias y
molinos en Alarcn donadas por Pedro Manrique al Hospital de cautivos de Alarcn en
119675, de manera que se mantuvieron en manos de la nobleza en torno a doce aos. En
1170 la ermita de Santiago y otras propiedades seran donadas al Monasterio de Santa
Mara de Huerta.76 Poseedor de la Torre y heredamiento de la M onja, entre Zafra y
Villar, la traspas a Diego Lpez de Haro, al menos con anterioridad a 121077; este ao
pasara a manos del monasterio de Huerta. Otro caso sera la aldea de Valtablado del
Castillo otorgada a Garca de Alberit en 117978; por ltimo su viuda vendera al concejo
de Cuenca la villa de Tragacete en 120279.
uo Snchez, hijo de Sancha Nez de Lara, realizaba en 1177 la donacin de todo
cuanto haba recibido de Alfonso VIII, demostrando un escaso inters por la explota
cin econmica de estos bienes80. En consonancia con estos hechos, en 1189 el propio
monarca realizaba una donacin al Monasterio de Huerta del heredamiento de Balera de
castillo81, recordando que haba pertenecido a uo Snchez. En 1202 donara al mo
nasterio de Huerta Albaladejo por entero*2.
En el caso de Hulamo, bajo influencia del seoro de Albarracn desde 1175, termi
nara en manos de la Orden de Santiago tras la emisin de distintos testamentos. Desde
Pedro Ruiz de Azagra a Fernando Ruiz, quien inicialmente se entregara a la Orden; en
1193, se emita otro testamento que beneficiaba a un hijo, Pedro Fernndez de Azagra,
tutelado por la Orden hasta los veinte aos. En 1211 se resolvera la cuestin del seoro
de Albarracn mediante la cesin de diversos enclaves a la Orden, entre ellos Hulamo83.
En parecidas circunstancias el caso de Haro en el extremo septentrional de la Man
cha, terminara en manos de la Orden de Santiago. Aunque desconocemos la fecha exac
ta de la entrada bajo dominio de la Orden, a mediados del siglo XIII ya perteneca a
esta84.
En el sector del Cigela, se dara un similar fenmeno con el castillo de Aador. Este
pas a manos de la Orden de Santiago, primero en su mitad en 1172, y totalmente antes
de 1224, ao en el que la orden le concede fuero.85
74.- AHN OO.MM, U cls, carp 9 9 , 1, n 6. Los aos referidos seran de 1177 a 1185.
15- LOPEZ AGURLETA, J.: Bullarium Equestris Ordinis S. Iacobi. Madrid, 1719. Escrit. n20.
76.- AH N Cdices 1295-B Tumbo Monasterio de Huerta, fol. 157.
77.- Ibidem, fol 70.
78.- AHN OO.MM, U cls carp. 98, n l.
79.- GONZALEZ, J.: E l reino de... Op. cit. pp 260 y 261, Doc n 714.
80.- AHN C dices, 1295-B, Tumbo monasterio de Huerta, fol 69.
81.- Ibidem.
82.- Ibidem.
83-- GONZLEZ,J.: E l reinado de... Op. cit. Vol I, pp 325-317. Tambin al respecto MARTN, J.L.:
O rgenes de... Op. cit. pp. 112 y 113.
84.- MILLAN MARTINEZ, J.M.: Haro y los inicios de... Op. cit. pp. 154-155.
85 - GONZALEZ, J.: La repoblacin d e ...Op. cit. vol I, pag 275 y vol II, pp 61-62. Adem s, BARRERO
GARCIA, A. Ma., Y ALONSO MARTIN, Ma.L.: Textos de derecho local... Op. cit. pp 124-125.
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Tello Prez de Meneses desaparecera del plano de estas tierras en 1181 al cambiar
sus posesiones en Cuenca, Portella y Tondos, con la monarqua por otras en Malagn86.
En 1190 Vermudo Prez poseedor de bienes en Caete y Albaladejo lo donaran a la
Orden de Calatrava87; cuatro aos ms tarde otras pertenencias en Albaladejo a la cate
dral de Cuenca.
Otros bienes en propiedad de caballeros y cargos afines al rey seguiran la misma
lnea de ventas y donaciones, todo ello hasta desaparecer de la geografa de las tierras de
Cuenca.
En una primera observacin podemos ver un rpido traspaso, en forma de donacin
o de venta, de los bienes que la nobleza haba obtenido. A este, respecto se pueden
apuntar una serie de circunstancias anotadas por autores para otras zonas y que, salva
das unas particularidades, se observan tambin en el espacio de las tierras de Cuenca.
As, nos encontramos en presencia de una nobleza que ya haba iniciado un declive,
dando paso en el siglo XIII a una nobleza nueva ms acorde con las caractersticas de
la baja Edad Media. Por otro lado, caben destacar como circunstancias determinantes a
las que se vio sometido el monarca Alfonso VIII, tales como las distintas regencias en
su minora. En ese momento recibir mltiples presiones de grandes seores, quienes
desde el poder que les concedan sus extensos seoros obraban en favor de sus propios
intereses. Este hecho incidir en un intencionado impedimento a la creacin de nuevos
seoros, adems del giro hacia otros grupos como las Ordenes Militares. Este hecho
parece tener continuidad en pocas posteriores como es el reinado de Femando III88, no
solo en territorios de conquista como los de Andaluca, sino tambin en los del norte de
Castilla.
Otro aspecto que se ha apuntado como determinante en ese rpido abandono es la
escasa presencia de repobladores, hecho que, ciertamente, incide de forma negativa en
el volumen econmico por la percepcin de impuestos, carencia que podra provocar
esa rpida marcha del grupo nobiliario. Sin embargo esta opinin estara enfrentada con
la importante expansin de otros grupos como las Ordenes Militares, con un gran nme
ro de adquisiciones, o bien la formacin y desarrollo de relevantes concejos, o el amplio
patrimonio que reunira la catedral, adems del gran nmero de aldeas de nueva funda
cin que se documentan.
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J u l i n C
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uete
5.- CONCLUSIONES
Hecha la exposicin de las distintas donaciones que se realizan a la nobleza en las
tierras de Cuenca, as como los modelos de implantacin que esta desarrolla, se po
dran obtener diversas conclusiones.
La primera estara relacionada con la donacin de bienes y formacin de seoros
para lo que, en lneas generales, podramos aplicar tres categoras. Un primer grupo que
estara compuesta por pequeas donaciones consistentes en huertas, heredades, casas,
presas, vias, etc; tratndose, como las denomin Gonzlez Jimnez89, de piezas suel
tas del patrimonio real.
Una segunda categora sera la de pequeos espacios bajo el dominio de un enclave
superior representado por un castillo. En estos, por falta de mayor informacin, no po
demos aseverar que se trate de seoros rurales de base territorial, si bien es lo que cabe
pensar. Como exponentes incluiramos el castillo de Aador y su zona de influencia, el
caso de Haro, o el de Ymeda. Este ltimo tendra una particularidad, y es que a la hora
de realizar su donacin a Diego Jimnez, se le acompaa de otras pertenencias, entendi
das para su sustento, pero que no se encuentran en sus proximidades, hecho que no
vendra a coincidir con la imagen planteada del castillo y espacio de influencia.
Una tercera categora sera la del seoro jurisdiccional. De esta no contamos con
ningn ejemplo en la zona y fechas de estudio; tan solo podramos entender en el caso
de Haro la posibilidad de que el seor alcance por evolucin de un seoro territorial, el
ejercicio de los derechos jurisdiccionales, teniendo en cuenta que ser el seor quien
conceder fuero a la poblacin, si bien ello supera las fechas en las que plantebamos
este trabajo.
La segunda conclusin estara ralacionada con el papel desempeado por la nobleza
en la organizacin del espacio. Ciertamente podemos constatar su presencia al lado de la
monarqua, en apoyo de esta en los episodios militares y como receptora de donaciones.
Pero lo reseable sera la escasa permanencia del grupo en la zona, as como el desinte
rs demostrado por la explotacin econmica de estos espacios. Lo cierto es que en
materia de dos dcadas, salvo raros casos, la mayor parte de las familias de nobles han
desaparecido del plano de estas tierras, haciendo venta o donacin de los bienes que
haban recibido.
En relacin con ello ya han sido expuestas algunas razones que pudieran explicar esa
rpida marcha; adems podramos sumar la reticencia del rey a conceder rentas y dere
chos jurisdiccionales a nobles90, en contraste con otros grupos que si las obtendran,
tales como la catedral con varios portazgos, la orden de Santiago con rentas sobre las
89.- Ibidem.
90.- Un importante estudio sobre la renta feudal, con una distincin entre rentas agrarias, en el sentido
econm ico, y derechos seoriales, com o expresin del poder seorial, en ESTEPA DIEZ, C.: Propiedad y
seoro en Castilla (siglos XIII-XIV) en ESTEBAN SA RASA Y ELISEO SERRANO eds. Seoro y feu d a lis
mo... op. cit. pp 373-425.
430
L as
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u e n c a a f in a l e s d e l s ig l o
X II. N
o b l e z a y o r g a n i z a c i n d e l e s p a c io
salinas de Belinchn, o la propia reserva del rey en el caso del pozo de sal de Tragacete,
por mencionar algunos casos.
Tambin podramos hablar de, como se ha denominado, una nobleza guerrera, con
unas bases territoriales muy claras al norte de Castilla, ms interesada en la obtencin de
beneficios rpidos mediante los episodios blicos, que en una explotacin a ms largo
plazo mediante la repoblacin. En este sentido cabra tener en cuenta el hecho de la
apertura de Andaluca, explicando as, su prctica desaparicin de las tierras de Cuen
ca, en busca de nuevas donaciones, dejando paso a otros grupos ms interesados en la
organizacin y explotacin del territorio, como los concejos, o la catedral, entre otros.
Por ello, la no formacin de seoros laicos en los primeros aos, por un lado, y por
otro, el rpido abandono del territorio por parte del grupo de nobles, nos lleva a concluir
que la participacin de la gran nobleza en la organizacin del espacio de las tierras de
Cuenca, al menos para los ltimos aos del siglo XII, fue muy limitada.
431
A cta s C o n g r e so B atalla d e A l a r c o s
o d a l i d a d e s d e j u r i s d i c c i n e c l e s i s t ic a e n l o s d o m i n i o s c a l a t r a v o s c a s t e l l a n o s
(s .
x i i-x iii)
435
R a q u e l T o r r e s J im n e z
436
o d a l i d a d e s d e j u r i s d i c c i n e c l e s i s t ic a e n l o s d o m i n i o s c a l a t r a v o s c a s t e l l a n o s
(s .
x ii-x iii)
remos al menos subrayar que en las ltimas, tierras de asentamiento seorial ms que
ganadas militarmente, tambin existi un nivel de conflictividad que en sus inicios es
equiparable al que se aprecia en el sur.
3)
Al final del trabajo intentaremos sintetizar los factores que condicionan las
diferencias entre una y otra zona en la cronologa, las modalidades y la solucin de los
conflictos, ya que ambas reas aparecen con caractersticas propias no slo desde el
punto de vista geogrfico, sino tambin en los planos seorial y eclesistico. La
interrelacin de los dos ltimos ha de ser tenida en cuenta como lnea de fondo en el
anlisis de los conflictos. Slo recordemos aqu que dichas disimilitudes estn enraizadas
en las circunstancias que respectivamente rodean la propia instalacin de la Orden y la
form acin del dom inio seorial. (Esto ltimo es un terreno bien cubierto en la
historiografa actual, a la que remitimos para poder prescindir de las referencias de deta
lle cronolgicas y toponmicas, al igual que omitiremos los datos relativos a la situacin
militar9.)
En sntesis, hay que pensar en las siguientes diferencias de base:
- El desfase entre la conquista cristiana y la instalacin de la Orden de Calatrava
en una y otra zona, que conduce a distintos puntos de partida y diferentes ritmos
en la organizacin seorial.
En las tierras del Tajo, desde la dcada de 1170, se trata de la herencia de un
territorio ya puesto al menos en condiciones de aprovechamiento; y, por lo mis
mo, constreido por factores preexistentes, incluido el de la organizacin ecle
sistica; la Orden deber organizarlo como seoro propio, y esta labor se ve ya
muy adelantada en el ltimo cuarto de siglo XII. Por el contrario, en la cuenca del
Guadiana la milicia habr de ser responsable de la articulacin de la nueva pre
sencia cristiana; es su plataforma de expansin en todos los mbitos, incluido el
de las potestades religiosas. Y aqu el proceso organizativo se mantendr durante
cronolgicas, as se precisa para las tierras alcarreas (los prrocos eran provistos por la sede toledana, y los
diezm os recaudados por sta).- F. FERNNDEZ IZQUIERDO: rdenes Militares y rgimen seorial: Los
dom inios de Calatrava en tierras de la provincia de Guadalajara (siglos XI-XIV), Wad a l-H a y a ra , 12 (1985),
p. 77. Incluso en relacin con la zona de la cuenca del Guadiana, la generalizacin puede conducir a la
sim plificacin excesiva, tal com o en nuestra opinin la consideracin de que en La Mancha y Extremadura
las rdenes M ilitares no slo reemplazan el gobierno del rey, sino tambin el de la iglesia secular.- Ch. J.
Bishko: El castellano, hombre de llanura. La explotacin ganadera en el rea fronteriza de La Mancha y
Extremadura durante la Edad Media, H o m en a je a Vicens V ives, vol. I. Barcelona, 1965, p. 206.
9.- La ms reciente obra de investigacin acerca de la formacin del patrimonio de la Orden en los siglos
XII y XIII y su configuracin com o seoro es la de Enrique RODRGUEZ-PICAVEA: L a fo r m a c i n d e l
fe u d a lis m o en la m e se ta m e rid io n a l c a ste lla n a . L o s s e o ro s d e la O rden d e C a la tra v a en lo s s ig lo s XII y
XIII. Madrid, 1994. Ofrece una com pleta relacin sistematizada de los estudios realizados al respecto en las
pginas dedicadas al estado de la cuestin y en el apartado bibliogrfico final. Para las referencias documen
tales de los privilegios obtenidos por la sede toledana en cuanto a la progresiva obtencin de iglesias en el
siglo XII y a com ienzos del siglo XIII en torno al valle del Tajo y al sur del mismo, remitimos igualmente a
dichos estudios, especialm ente a los que tratan la zona com o un conjunto (desde los de J. Gonzlez hasta las
diversas monografas y el estudio global citado del propio E. Rodrguez-Picavea).
437
aquel
orres
J im n e z
toda la segunda mitad del siglo XII en aquella primera fase de repoblacin mili
tar de urgencia que en la zona norte haba concluido antes de la primera presen
cia Calatrava, hasta que despus del parntesis de 1195 a 1212 empiece a consoli
darse y a adquirir caracteres cualitativamente distintos.
- La distinta funcionalidad de la presencia de la Orden.
Su carcter plenamente militar en el sur, en condiciones crticas, no es
equiparable al desarrollado en las tierras, por ejemplo, de la Alcarria Baja. La
reiterada situacin fronteriza del curso alto del Tajo para cuando la Orden se ins
tala all ha de ser matizada. En cambio este territorio, como el dominio toledano,
desempea para la milicia un papel bsico como objeto de explotacin econmi
ca seorial, al servicio de aquellas tareas de defensa y conquista que, mucho ms
claras en la cuenca del Guadiana, justificaban su propia existencia.
El planteamiento bsico del problema jurisdiccional es bien conocido. Se trata de los
conflictos derivados del fenmeno de la superposicin de dos procesos, resumile en
trminos de expansionismo seorial-religioso. Por un lado, el la progresiva implanta
cin militar y feudal de la Orden desde mediados del siglo XII entre el Tajo y Sierra
Morena, que incluye la estructuracin tambin religiosa de un territorio sobre el cual
pretende proyectar prerrogativas eclesisticas10. Por otro lado, el de la organizacin de
la archidicesis de Toledo ya iniciada con la restauracin de la sede en 1086, demarca
cin eclesistica que engloba de antemano los dominios calatravos y donde los arzobis
pos pretendern actualizar su jurisdiccin. Desde luego, este tipo de problemas se puede
generalizar a todas las dicesis con seoros en su seno, complicados, como en este
caso, cuando son de condicin eclesistica11; y, dentro de la toledana, a los dominios de
las dems Ordenes Militares.
La Orden consigui ver parcialmente aceptadas sus pretensiones de excusar los dere
chos del arzobispo, en buena parte gracias a los acuerdos suscritos con la sede toledana
en 1183 y en 1245. Pueden recordarse las lneas bsicas del ltimo, basado en el anterior
pero ms explcito: por una parte se adjudicaba al prelado la posesin de las iglesias del
Tajo y se respetaba su potestad ntegra en Calatrava La Vieja; y por otra parte, en el resto
del Campo de Calatrava se recurra al reparto habitual relativo sobre todo al acceso del
l0.- A legando para ello su condicin tanto de titular de seoros com o de institucin militar religiosa
exenta de la autoridad ordinaria diocesana, aunque hay que precisar que su identidad cisterciense no fue
plena hasta 1187 y an en cierto modo hasta la dcada de 1220.- Joseph F. O Callaghan: The affiliation of
the Order o f Calatrava with the Order of Citeaux, A n a le c ta S a c r i O rd in is C iste r c ie n sis , nm. 15 (1959),
p p .161-193; nm. 16 (1960), pp.3-59 y 255-292. Recogido en The S p a n ish M ilita r y O rd e r o f C a la tr a v a a n d
its A ffilia tes.
".- M erece una especial mencin la sntesis realizada por Jos SANCHEZ HERRERO y Rosario LOPEZ
B AHAM ONDE sobre la organizacin interna de las dicesis, con una exposicin muy clarificadora acerca de
los problemas de deslinde de lm ites in tern o s causados por las jurisdicciones exentas.- La Geografa ecle
sistica en Len y Castilla. Siglos XIII al XVI. E l p a s a d o h is t r ic o d e C a stilla y L en. Vol. 1: E d a d M ed ia .
I C o n g reso d e H isto ria d e C a stilla y L en. Burgos, 1983, pp. 295-313.
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(s.
x ii- x iii)
12.- a) Salvaguarda de la autoridad del arzobispo y del arcediano de Calatrava sobre el clero (supervisin
de su com petencia y superioridad espiritual) y las iglesias (con la percepcin del sim blico catedrtico), y
tambin del derecho de visita de ambos, limitado temporalmente; b) reparto con la Orden de las prestaciones
econm icas regulares y ms sustanciosas (el diezm o, del cual reciba la Orden dos tercios para el sosteni
m iento de prroco y fbrica de la iglesia y un tercio el arzobispo, y las multas por sacrilegio, divididas en dos
partes iguales); las ofrendas voluntarias (pie de altar y mortuorio) seran percibidas ntegramente por los
calatravos. c) Ambas partes reciban mayores garantas frente a las posibles argucias de la contraria con
relacin a la com posicin de 1183: la Orden, en el ejercicio de las prerrogativas de patronato sobre los
clrigos, y el arzobispo en cuanto a la percepcin de sus derechos econm icos.
13.- El maestre calatravo don Martn Prez de Siones (1170-1182) en el primer periodo y el arzobispo don
Rodrigo Jim nez de Rada (1208-1247) en el segundo.
14.- Vid. nota 5.
15.-Sustancialm ente en los valles del Tajo y el Henares, con Calatrava en 1148 y A lcolea en 1192._Elpapa
Honorio II reconoce en 1127 la inclusin de las siguientes iglesias en la jurisdiccin eclesistica toledana:
Talavera, Alamn, Maqueda, Santa Olalla, Olmos, Canales, Madrid, Alcal, Guadalajara, Hita, Peahora,
Belea, Uceda, Talamanca y Buitrago. Eugenio III las confirma en 1148 y aade las iglesias de Calatalifa,
Escalona, Zorita y Calatrava. En 1161 y en 1187 Alejandro III y Urbano III confirman la bula precedente. En
1192 Celestino III aade Alm oguera y A lcolea a los 19 ncleos anteriores.
16.- Se trata ahora de las iglesias situadas entre los puertos de Orgaz y El Muradal. En 1213 A lfonso VIII
hace donacin al arzobispo de Toledo de las iglesias de Alcaraz y Eznavexore y todas las que se edifiquen
del lado de ac de Sierra Morena, de Alcaraz hasta Muradal, por Borialamel y los confines de los castillos
de Dueas y Salvatierra, dejando a salvo el derecho de los caballeros de Salvatierra sobre iglesias y diezm os,
caso de tenerlo. En 1217 Honorio III adjudica al arzobispo la posesin de las iglesias siguientes: Alcaraz,
Ripar, Eznavexore, Castrodueas, V ilches, Baos, Tolosa, Alarcos, Caracuel, Benavente, Piedrabuena,
Malagn, Guadalerza, Avezageb, Cabaas, y todas las situadas en la lnea del norte de Sierra Morena: Ripar,
Segura, Torre de Albeb, Puerto de Muradal, Borialamal, Andjar, Chilln, Miguesa, M agacela, M edelln,
Trujillo y Safaris. En 1218 el mismo papa aade la iglesia de Zuqueca.
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(s.
x ii- x iii)
E igualmente la Orden de Calatrava aspir a ejercer sin cortapisas una jurisdiccin ecle
sistica lo ms amplia posible sobre sus dominios incluso en su etapa de inmadurez
organizativa, al menos a partir del maestrazgo de don Martn Prez en la dcada de 1170, y
en principio sin reconocer sus derechos al ordinario. Adems, todo ello puede aplicarse tanto
a las tierras septentrionales de la cuenca del Tajo, que la Orden reciba ya pobladas y
estructuradas desde el punto de vista religioso, siquiera de forma incipiente, como a las
meridionales en el Campo de Calatrava, donde esa circunstancia no se daba.
La primera afirmacin apunta a la cuestin de los privilegios concedidos o no a la Orden
relativos al ejercicio de su jurisdiccin eclesistica sobre las iglesias de sus dominios. La
segunda sugiere el estudio del proceso por el cual, con idnticas pretensiones en una y otra
zona, se llega a modelos de reparto diferentes.
La Orden de Calatrava fue escalando progresivamente los peldaos hacia el reconoci
miento legal de ciertas potestades, y sus apoyaturas fueron, ante todo, fcticas. El problema vi
de la Orden de Calatrava fue que no goz, desde un principio, de una total formulacin de
sus derechos de jurisdiccin eclesistica sobre los lugares e iglesias que seoreara o constru- y
yera. Nunca pudo alegar frente al arzobispo un privilegio semejante en su claridad al otorga
do por el mismo Alejandro III en 1175 a la Orden de Santiago que, aparte de la inmunidad de
sus propios miembros, reciba entonces la exencin de toda autoridad diocesana para las
iglesias construidas por ella en las tierras que conquistase, distinguiendo su estatuto del de
sus propios oratorios y las parroquias preexistentes23.
En el caso calatravo es posible afirmar que en realidad, fue el propio protagonismo de la
Orden en la defensa y organizacin de las tierras del Tajo oriental y, en especial, de las
situadas al sur de los Montes de Toledo, lo que la fue llevando, de hecho, al ejercicio y
despus reconocimiento de sus potestades, con una clara actitud que ya es clsico caracteri
zar como de imperialismo religioso mantenida a partir del maestre don Martn Prez24: ac
tuando como seor eclesistico que considera intrnsecas ciertas prerrogativas a cambio de
propiciar la repoblacin religiosa, en la zona meridional, o considerando como propias las
iglesias anteriores incluidas en su seoro septentrional. La Orden daba por supuesto su de
recho de patronato, tal vez como emulacin de lo concedido a los santiaguistas o simplemen
te a tono con la realidad de tantas jurisdicciones exentas que en la poca an subsistan
incluso en manos de laicos25.
23.- Esta exencin total se vio ratificada por la interpretacin solicitada al propio Gregorio IX en el marco de
la disputa desarrollada a propsito de las iglesias de Montiel y la Sierra de Segura entre don Rodrigo Jimnez de
Rada y la Orden de Santiago, entre 1231 y 1243. Sin embargo, la concordia suscrita en la ltima fecha vendra a
restringir seriamente los derechos santiaguistas. Vid. Derek W. LOMAX: El arzobispo don Rodrigo Jimnez de
Rada y la Orden de Santiago, Hispania, XIX (1959), pp.337-338 y ss. Para obtener una visin global de este tipo
de problemas relativos a dicha Orden, vid. Jos Luis MARTN: Derechos eclesisticos de la Orden de Santiago y
distribucin de los beneficios econm icos (1170-1224), Las rdenes M ilitares en la Pennsula durante la Edad
M edia. Madrid-Barcelona, 1981, pp.247-259.
24.- Derek W. Lomax resume en esta expresin la actitud del maestre a propsito de la disputa mantenida con
los santiaguistas sobre derechos seoriales en la parte oriental de la cuenca del Tajo.- La Orden de Santiago (12701275). Madrid, 1965, p.41.
25.- Tambin hay que tener en cuenta que la carta papal de 1175, al aludir slo a las iglesias antequam vobis
concesse fuissent habere [iura] solebant [episcopi] haba dejado ya una puerta abierta, por omisin, para admitir
un status distinto referido a las iglesias nuevas y erigidas por la propia Orden.
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34.- 1) Carta de Alejandro III dirigida al maestre y Orden de Calatrava: 1174, enero 29. Anagni. La fecha
es la propuesta por J.F. O Callaghan: The Order o f Calatrava and the Archbishops o f Toledo, 1147-1245,
pp. 66, n. 8. Publicada en el apndice I de este estudio, p.83. 2) Carta de Alejandro III dirigida al maestre de
Calatrava y al prior del Hospital: 1175, octubre 10. Ferentino. Publicada en el apndice II, pp. 83-85, del
citado trabajo de O Callaghan. Hilda Grassotti fecha esta carta en 1170: O b. c it., p.157, nota 4, siguiendo a J.
Gonzlez.
35.- Carta de A lfonso VIII dirigida al maestre calatravo al hilo de las quejas contenidas en un informe del
cabildo toledano, en el marco del conflicto de 1181 -1183. 1181, julio 12. Atienza.- Publ. Hilda Grassotti: Ob.
c it., pp. 156-157, nota 3.
36.- En la carta papal de 1175 dirigida tanto al maestre don Martn Prez com o al prior del Hospital
resulta significativa la frmula de destinatario empleada, poco habitual, por la alusin a su insercin en la
provincia eclesistica toledana: Alexander episcopus ... dilectis filiis m ilitibus et fratribus de Calatrava p e r
to le ta n a m p ro v in c ia n c o n s titu tis ... . Normalmente, la frmula es la de magistro et fratribus de Calatrava
secu n d u m O rd in em C isterc ien siu m v iv e n tib u s , que es, por ejem plo, la de la aprobacin de 1164; o bien la de
dilectiis filiis Magistro et conventui de Calatrava C istercien sis O rdinis (as en las bulas de Honorio III de 1221).
La alusin a la jurisdiccin toledana reaparece slo ocasionalmente en el periodo que consideramos aqu.
37.- Vid. nota 15.
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(s .
x ii-x iii)
ordenaba dejar a salvo los derechos de los freiles, si los tuvieren, sobre
iglesias y diezmos; la de 1217 inclua en la donacin las de lugares tan
primitivamente vinculados a la Orden como Alarcos, Caracuel, Benavente,
Piedrabuena, Malagn y Guadalerza.
As, la adscripcin Calatrava de las iglesias, supuesta en 1187, no era de
masiado clara. De hecho, en 1238 el arzobispo las reclamar como propias.
- Exencin del pago de diezmos.
a) Confirmacin de la primitiva exencin (1187).
b) Confirmacin con referencia a las tierras donde nunca se hubieran percibido y
adquiridas tras 1215 o tierras novales (122138).
Con ello queda equiparada la exencin de la Orden con la que se haba espe
cificado en el IV Concilio de Letrn de 1215 para el Cster39. Como en su caso,
las labores o tierras colonizadas antes del Concilio quedaban tambin libres del
diezmo ordinario, siempre que fueran cultivadas por los propios freiles o a sus
expensas.
1227: Las quejas del maestre motivan la bula de Gregorio IX, quien se hace
eco de las rapias e injurias sufridas por los freiles y sus hombres respecto a
diezmos exigidos en las tierras labores40.
Las referencias a los hombres de la Orden y a los cultivos realizados a
sus expensas introducen un posible punto de apoyo para el derecho calatravo
a extender la exencin a los vasallos-feligreses (y en consecuencia a rete
ner las dcimas para s, como en efecto lo hicieron).
En todo caso, en 1238 las quejas del arzobispo relativas a los diezmos
no tienen en cuenta lo anterior; reclama el tercio pontifical en todas las
iglesias del Campo de Calatrava, consideradas suyas, con independencia
de que en esta zona prcticamente todas las tierras puestas en explotacin
eran novales41. Por lo tanto, lo que rige es el acuerdo de 1183.
38.- Es la primera de las cinco bulas de Honorio III fechadas en Letrn el 30 de enero.- Bullarium, pp. 52-55.
39.- J.F. O Callaghan: The affiliation ..., Cap. IV, pp. 58-59.
40.- 1227, junio 17. Anagni.- Bullarium , pp. 59-60. Precisamente el pontfice com eta a todos los prelados
hispanos la defensa de la Orden contra todos sus malefactores, entre otros los que por la fuerza pretendan
percibir diezm os de dichas p osesiones habidas antes del Concilio.
41.- D e hecho, la falta de claridad en el tema de la pertenencia de las iglesias puede aplicarse igualmente
al de la exencin diezm al, en parte porque la primera cuestin incide en la segunda, considerando las parro
quias com o sujetos de un patrimonio integrado tambin por los diezm os. El problema se ve com plicado al
tener en cuenta el carcter territorial de la prestacin. Precisamente la distincin de los lugares, sernas,
dehesas y montaracas que nunca satisficieron porcin alguna al arzobispo sino ntegramente al maestre y a
los freiles, frente a las que s lo hicieron, fue objeto de cierta querella entre ambas partes durante el ltimo
cuarto del siglo XV. En esta lnea la Orden del Cster reciba en 1245, el ao de la concordia calatravotoledana, la concesin de los diezm os de las tierras novales situadas en los trminos de las parroquias en las
que ya haban recibido diezm os antiguos {Ibid., p.603). En efecto, la puesta en explotacin de nuevas tierras
es un problema que subyace en el conflicto de 1236-1245, segn interpretamos las acusaciones vertidas en el
libellus, aunque en ese momento no se aborda explcitam ente y todas las explotaciones quedan sujetas al
m ismo reparto de la tercia pontifical.
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En conclusin, parece posible afirmar que es en los textos de las concordias con la
sede toledana donde se encuentra la autntica fundamentacin de las potestades de juris
diccin eclesistica Calatrava en el seoro, ms que en privilegios apostlicos cuya
claridad no parece suficiente para contrarrestar los derechos archidiocesanos. De hecho,
posteriores litigios con otros obispados (Baeza-Jan, 1245 y 1248; Sevilla, 1267; Zara
goza, 1276) no se resuelven apelando a posibles privilegios apostlicos, sino mediante
sucesivas avenencias que, en lneas generales, siguen el modelo de la de 1245.
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(s.
x ii- x iii)
nitiva como miembros del Cster (1187), y por otra parte an quedaban unos aos para la
definicin oficial de los lmites del territorio (1189).
Los textos concernientes al conflicto pueden aportar alguna luz sobre la realidad del
poblamiento existente por entonces en la zona meridional, confirmando el punto de vista de
la historiografa reciente44. Aunque estos documentos no citan ms topnimo que la villa de
Calatrava45, de su anlisis es posible extraer ciertos indicios reveladores del estado del hbitat
y de los centros de culto en aquel momento.
Partiendo de la proverbial dificultad para conocerlo por aquellos aos, pensamos que se
encuentra en un periodo de transicin, centrado en torno a 1180, en los modos de ocupacin
del espacio y de organizacin religiosa, dentro de un proceso de tendencia cualitativamente
ascendente.
- En primer lugar, no es necesario insistir en la importancia de Calatrava, que tambin V
aparece aqu como la ciudad ms importante de todo el territorio. Poseda por la Orden desde
1158, que tiene en ella su sede de gobierno en la fortaleza-convento, existe all al menos una
iglesia parroquial dedicada a Santa Mara, de factura y adscripcin arzobispal desde la dona
cin regia de 1147. Es tambin el centro del arcedianato de Calatrava46. Aparte de la impor
tancia estratgica de esta poblacin en todos los rdenes, su vitalidad econmica se traduce
en la ocupacin del arrabal que aparece mencionado en el conflicto; muy posiblemente el de
la parte oriental, donde se ha documentado arqueolgicamente la existencia tanto de una
mezquita, alguno de cuyos restos se encuentra formando parte de la ermita de Santa Mara de
los Mrtires, como de una necrpolis sin datar en su entorno47. Pues bien, segn se desprende
de la queja de 1181, la mezquita antigua de este arrabal habra sido convertida en iglesia,
como era habitual (en fecha incierta, pero desde luego con anterioridad a 118048) pero no
44.- Era tradicional la suposicin del despoblamiento de las llanuras de La Mancha Baja en la segunda mitad
del siglo XII, aparte del control de fortalezas como nico mecanismo articulador de una mnima presencia humana
de ndole militar; y en todo caso, abortados en el desastre de Alarcos los proyectos organizadores iniciados en
1181. (En algunos anlisis historiogrficos se observa que, tal vez de forma no muy consciente, la importancia de
esta derrota y sus consecuencias para el Campo de Calatrava se ven proyectada retrospectivamente a dcadas1
anteriores). Se insiste ahora en la continuidad del poblamiento en el territorio a base de reorganizar su aprovecha
miento y su ocupacin anterior desde lugares habitados como aldeas o quinteras, siempre con bajos niveles en
volumen y densidad. Vid. una sntesis de la cuestin en el trabajo de Francisco Ruiz: La repoblacin de Ciudad
Real en los siglos XII y XIII, La provincia de Ciudad Real, II: Historia. Ciudad Real, 1992, pp. 161-166.
45.- Por el contrario, bastantes estudios sobre los procesos de ocupacin y organizacin del espacio han utili
zado las abundantes menciones de lugares contenidas en el libellus de 1238.
46.- Debi de crearse tempranamente.- E. RODRGUEZ-PICAVEA: Aproximacin a la geografa eclesisti
ca del primitivo arcedianato de Calatrava (siglos XII-XIII), Hispania Sacra, 43 (1991), p. 743. Quiz su existen
cia fue inmediata a la entrega de la mezquita mayor en 1147.- F. DE RADES: Chronica.... fol. 3v.
47.- Segn las excavaciones arqueolgicas, ya en la poca musulmana tres arrabales rodeaban la medina amu
rallada por el sur, el este y el oeste. M. RETUERCE VELASCO: Calatrava La Vieja. Diez aos de investigacin
arqueolgica, Jornadas de Arqueologa de Ciudad Real en la Universidad Autnoma de Madrid. 1994, p. 229.
48.- Quiz en el futuro las investigaciones arqueolgicas en este arrabal de Calatrava puedan confirmar que la
ermita de Santa Mara de los Mrtires en memoria de los freiles muertos en la batalla de Alarcos, enterrados en
su entorno no es una creacin enteramente nueva de 1212; creemos que debi de ser reedificada entonces, y
colocada bajo aquella advocacin, la antigua iglesia documentada en 1181 (o en 1180, ya que las actuaciones
calatravas motivo del litigio comienzan a raz de la muerte de don Cerebruno).
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configurada como parroquia; es la que se apropian los calatravos en 1180 1181 alegando
haberles sido donada por el arcediano junto con la tierra circundante, que ellos dicen
haban labrado para hacerse un cem enterio. La solicitud del pueblo dirigida al arcediano para
que hiciera all una iglesia ha de interpretarse en el sentido de la institucin de una parroquia
sobre la base del templo ya existente, ya que el obstculo para acceder a la peticin fue su
retencin en manos calatravas. Probablemente no suscit demasiado inters hasta que los
pobladores del arrabal llegaron a alcanzar un nmero suficiente como para pretender consti
tuir una feligresa aparte de la de Santa Mara, precisamente al inicio de la dcada de 1180, lo
que indicara un cierto incremento en el volumen de poblacin.
- En otro orden de cosas, los textos contienen un cierto diseo territorial que revela
una jerarquizacin en el grado de madurez organizativa, social y religiosa. Aluden a tres
reas: primero, la queja del cabildo toledano se refiere a la usurpacin por parte de la Orden
de los diezmos de nuestros feligreses del lugar y de las villas adyacentes (et villarum
adiacencium). Las otras dos zonas son acotadas en la concordia finalmente suscrita en 1183:
la ms amplia, con iglesias susceptibles de disputa, queda encuadrada entre la sierra de Orgaz
y el puerto del Muradal, en cuyos ncleos poblados por la Orden entonces y en el futuro
le era reconocida por primera vez la participacin en la jurisdiccin eclesistica. Por el con
trario, en un espacio distinto, la villa de Calatrava y un distrito limitado entre la Azuda del
Emperador y Zacatena, se legitimaba la plena y exclusiva autoridad de la sede toledana. Las
consideraciones que siguen parten de la hiptesis de considerar diferentes el rea de Calatrava
y las villas cercanas y, por otro lado, la zona comprendida entre Orgaz y el Muradal.
- La alusin a las villas adyacentes a Calatrava, motivo de disputa inicial, podra
indicar lugares (sin el carcter urbano de Calatrava) habitados al amparo de aquellos casti
llos cercanos hasta cierto punto que jalonaban la ruta de Crdoba a Toledo con sus
ramificaciones. La relativa concentracin en tomo a ellos de ncleos incipientemente pobla
dos con iglesias (parroquias propiamente dichas?) traera a primer plano el rea central del
Campo de Calatrava encuadrado entre los Montes de Toledo y el Jabaln en tomo a Alarcos,
Caracuel, Benavente, Piedrabuena y, hacia el norte, Malagn y Guadalerza, vertebrada por
la funcin estratgica militar con Calatrava a la cabeza4^.' Aunque probablemente se conside
rara adscrito al arcedianato, de un modo difuso, todo el territorio del futuro Campo de
49.- Resulta muy interesante constatar que las primeras encom iendas documentadas en el territorio del
Campo de Calatrava se localizan en este rea: existen antes de 1180 al menos las de Guadalerza, Calatrava,
Benavente y Caracuel.- E. RODRGUEZ-PICAVEA: La Orden de Calatrava en la M eseta m eridional caste
llana: encom iendas y distribucin geogrfica de las propiedades (1158-1212), H ispania, LI/3, nm. 179
(1991), pp. 875-899. En este sentido cabra hablar de una accin articuladora del territorio por parte de la
Orden de Calatrava, anterior a 1180, concentrada en dicha zona, an en el contexto de la debilidad de la
presencia de la Orden. Sin embargo, para algunos autores com o C. de Ayala es este ltimo aspecto el predo
minante antes de 1195 en relacin con la inoperancia y falta de vertebracin territorial de los dom inios de
todas las Ordenes entre el Tajo y Sierra Morena en general: el sistem a de encom iendas habra de ser puesto en
tela de juicio para entonces, y el nico elem ento de referencia territorial sera el castellum (donde Calatrava
es cabeza de cierto sistem a defensivo, poco operativo por otra parte) junto con una red de iglesias rurales
herederas de las antiguas mezquitas.- Vid. su ponencia sobre Las Ordenes Militares y la ocupacin del
territorio m anchego (siglos XII-XIII) presentada en este m ism o Congreso.
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Calatrava50, deba de ser muy evidente el contraste entre el ltimo, con un casero dis
perso y mal conocido, no controlado por el arcedianato y, por otro lado, la zona cercana
a Calatrava, cuya sujeccin pacfica a la jerarqua toledana en tiempos de don Cerebruno
(1167-1180) segn el texto, habra sido ms fcil y ms interesante por su nivel superior
de organizacin, tal vez propiamente parroquial. De hecho, la documentacin posterior
privilegia las menciones de las iglesias de Guadalerza, Malagn, Calatrava La Vieja,
Benavente, Piedrabuena y Caracuel51.
yCr En el resto del territorio delimitado entre Orgaz y Muradal, parece indudable que
bajo las condiciones de inseguridad, debilidad demogrfica, papel capital de las fortale
zas y predominio de una economa ganadera, tempranamente surgieron pequeos n
cleos rurales con iglesias, acreditados en 1181-1183 puesto que los documentos parten
de la existencia de poblaciones de la Orden hechas de nuevo'^ Posiblemente mejor
conocido por la Orden como responsable de su defensa, quedaban ms lejanas de la
cabeza del arcedianato las dems posiciones estratgicas controlando el paso del Muradal
o el de Capilla, y en general el hbitat se encontrara demasiado disperso como para que
el arcediano concediera importancia a las iglesias existentes52, probablemente an sin
categora de parroquias y slo atendidas espordicamente. Para la milicia s ofreca el
mayor inters asegurar su patronato en la zona. Y no slo de cara al futuro. La mejora
contenida en la concordia con relacin a la inicial propuesta del monarca en materia de
diezmos53 debi de compensar a los freiles lo suficiente para desistir de sus pretensiones
eclesisticas en Calatrava. Y el hecho de que la parte toledana accediera a limitar su
reclamacin de derechos totales a un espacio finalmente muy reducido se debi de ver
facilitado por la desarticulacin del territorio, que no hay que olvidar incluso en lo que
respecta al rea de las defensas ms cercanas a Calatrava, aunque se encontrara algo
ms estructurada.
- Siempre como hiptesis, el inicio de la dcada de 1180 puede tomarse como punto
50.- El estudio de E. Rodrguez-Picavea sobre esta demarcacin eclesistica hace hincapi en cm o debi
de ir adecuando la extensin de su territorio a los amplios trminos musulmanes de la poblacin de Calatrava,
que ya fueron la referencia utilizada en la concesin de fuero a la villa en 1147; y, en la prctica, los trminos
del arcedianato de Calatrava se acomodaron paulatinamente a los de la expansin de la Orden, refrendados
en 1189.
51.- Adem s de estar incluidas en el privilegio papal de 1217, el libellus de 1238 vendra a acreditar la
antigedad de su tradicin parroquial: las seis iglesias donde los calatravos desarrollan en especial su resis
tencia contra el diocesano son precisamente las enclavadas en los lugares histricos de la Orden (Guadalerza,
M alagn, Calatrava La Vieja, Benavente, Piedrabuena y Caracuel), a pesar de que la mayor parte de estos
ncleos ha com enzado a decaer por entonces. En ellas, los freiles no reconocen ningn derecho al arzobispo
(pinsese en la presentacin de clrigos, visitas, o reparto de primicias y multas por sacrilegio) excepto el
pago de la tercia pontifical. Es cierto que aparecen enumeradas junto con otras diecisis iglesias y lugares
donde ocurre lo m ism o, pero la diferencia es que en estas ltimas parece aceptarse en alguna medida la
autoridad eclesistica toledana.
52.- D esde luego, ms adelante, en el transcurso del conflicto de 1236-1245 la actitud del arzobispado al
reivindicar sus derechos plenos a propsito de la misma regin es mucho ms enrgica.
53.- La concordia de 1183 reconoca a la Orden las dos terceras partes de los diezm os presentes y futuros.
Pero la propuesta de acuerdo elaborada por A lfonso VIII y su Consejo en 1181 los adjudicaba ntegramente al
arzobispo y al arcediano; el resto de los derechos econm icos sobre las iglesias correspondera a la Orden.
449
aquel
orres
J im n e z
de inflexin en la transicin entre dos etapas en relacin con la zona comprendida entre
los puertos de Orgaz y Muradal (fuera del rea primeramente sealada polarizada por
Calatrava): La primera vendra caracterizada por un lento proceso de poblamiento que
sera predominantemente asistemtico, acompaado por el acondicionamiento de igle
sias rurales; pudo iniciarse al menos desde el comienzo de la segunda mitad de la dcada
de 1170, probablemente despus de las campaas almohades de 1171 a 1173. La segun
da aparece marcada por el inicio de la planificacin regia54 y Calatrava a lo largo de la
dcada siguiente, basada en una realidad previa; los privilegios de 118155 y 118956 son
sus referencias clave en el terreno del aprovechamiento econmico y en el de la delimi
tacin del territorio.
[
En el plano de la red eclesistica, a la primera etapa corresponderan las iglesias
contenidas en la zona amplia citada en la concordia de 1183 a las que nos referimos
arriba, de nmero inconcreto pero ya tenidas en cuenta junto con las que se esperaba
construir. Y por otro lado, marcando la segunda etapa^pn plena dcada de 1180jsxisten
testimonios de una situacin cualitativamente distinta. En efecto, la bula de confirma
cin de la Orden de 1187 indica la existencia de parroquias de la Orden delimitadas
territorialmente; esto y la prohibicin de levantar capillas u oratorios dentro de los tr
minos parroquiales sin consentimiento calatravo^que afecta no slo a las jerarquas to
ledanas sino tambin a los propios pobladores, evidencia al menos el comienzo de un
proceso reorganizador, incluido el control tanto sobre iglesias anteriores instituidas como
parroquias como sobre la posible proliferacin desordenada de santuarios5?; lo ltimo ha
de verse tambin como un exponente del reforzamiento de la autoridad Calatrava sobre
los pobladores.
Entre una y otra etapa, la usurpacin de derechos al arcediano ocurrida entre 1180 y
1181 coincidira con un momento en el que la Orden se dispone a acometer una labor
colonizadora organizada, ayudada por el monarca, en la que el control y la reorganiza
cin de los centros de culto acompaara a los aspectos econmico-sociales. Vista en
este contexto, la concordia de 1183, como ocasin para garantizar derechos (definidos,
adems, territorialmente), es un logro importante en dicho proyecto.
- En cuanto a las posibles iglesias existentes en torno a 1181-1183, aparte de la de
Alcolea58 concedida a la sede toledana en 1192, su localizacin ha de rastrearse en las
menciones aparecidas en la documentacin posterior a la recuperacin del territorio en
54.- Cuando la monarqua pasa a ocuparse de la zona m eridional al igual que en la dcada anterior proce
di al reforzam iento de las defensas del valle del Tajo concediendo plazas tanto a calatravos com o a
santiaguistas.
55.- En torno a 1181 el monarca traza las directrices repobladoras, y en ese ao la Orden com ienza a
aplicarlas al menos en Alarcos, Malagn y Benavente (cesiones de tierras a seores en prestim onio vitalicio).
56.- En esta fecha, A lfonso VIII delimita para la Orden los trminos de la villa de Calatrava esquem tica
mente hasta el Muradal, Chilln, Orgaz y El Milagro.
57.- Es significativo igualmente el propio hecho de que en 1187 la Orden procurara el refrendo papal de
sus derechos sobre la cura de almas.
58 .- Entonces era una aldea del castillo de Benavente.
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o d a l id a d e s d e j u r is d ic c i n e c l e s i s t ic a e n l o s d o m in io s c a l a t r a v o s c a s t e l l a n o s
(s.
x ii-x iii)
1212. La confirmacin recibida por la catedral de Toledo en 1217 incluye las iglesias de
Alarcos59, Caracuel, Benavente, Malagn, Guadalerza y Chilln; es lgico suponer su
existencia anterior a 1195 (aunque al volver a tomarse los castillos fueran reedificadas60
o trasladadas) si se acepta que las conquistas implicaban la creacin de centros de cul
to61. En algunos casos se ha podido constatar la ubicacin de santuarios cercanos a los
castillos, distintos de las posteriores parroquias, que se consideran de la primera poca
de la conquista: por ejemplo, el de la Virgen del Castillo, en Chilln62. Adems de las
citadas iglesias, el texto de 1217 incluye la de Zuqueca, cuya existencia anterior suele
a d m itir s e ^ la de Borjalamel o Burialame, topnimo ya conocido en 1189 e identifica
do con la dehesa de Belvis64.
Otra va para localizar posibles iglesias de la segunda mitad del siglo XII es la refe
rencia de las citadas en el libellus de reclamaciones contra la Orden, presentado por el
arzobispo en 1238. Sin embargo, ha de extremarse la prudencia a la hora de utilizar este
sistema para la poca anterior a 1195. Entre otras objeciones, algunas menciones de
templos localizados en una posterior dehesa pueden responder a un intento ms o menos
afortunado de poblacin posterior a 1212. Probablemente se encuentran en este caso las
59.- Su primitiva iglesia fue construida despus de 1212 (L. DELGADO MERCHN: H istoria docum en
tada de Ciudad Real. Ciudad Real, 1907, 2a ed., p. 38, n .l), en la poca que se considera tradicionalmente
com o de decadencia de Alarcos, aunque segn J. Gonzlez despus de Las Navas el castillo se guarneci y a
su sombra se form pronto una pequea aldea.- La repoblacin de La Mancha, VII Centenario del Infante
don Fernando de la Cerda, 1275-1975. Ciudad Real, 1976, pp. 13-14. Se supone que dicha iglesia es reedificada
sobre la existente antes de 1195, com o recoge J. SNCHEZ LILLO: Santa M ara de Alarcos. Ciudad Real,
1987, p. 44.
60.- Caso de Santa Mara La Blanca en Calatrava.
61.- Tanto com o em anacin natural de la presencia de cristianos segn el omnmodo sentido religioso
existente en la poca, com o en funcin del fuerte carcter restaurador del orden de cosas anterior a la presen
cia islm ica, sobre la base o no de las anteriores mezquitas.
62.- I. HERVS Y BUENDA: D iccion ario histrico geogrfico de la provincia de Ciudad Real. Ciudad
Real, 1890, p. 257.
63.- Quiz la tradicin de su antigedad, identificada com o heredera del obispado de Oreto (RADES:
Chronica..., fol. lv ), obedezca a la propia proyeccin del propio del prestigio que Santa Mara de Zuqueca
tuvo a lo largo de toda la Edad Media. Este prestigio se vi reforzado cuando la Orden cre all uno de sus
prioratos en 1397 (probablem ente existentes desde las primeras creaciones de encom iendas, segn O
Callaghan: The affiliation..., cap. III, p.15), lo que I. Hervs interpreta como prueba de su existencia remo
ta puesto que para la ereccin de estos prioratos se habran escogido las iglesias y santuarios ms venerados
(los de Fuencaliente, M ochuelos y Urea, todos dedicados a Santa Mara) y tambin los ms famosos por sus
recuerdos histricos, com o el de Zuqueca y el de Santa Mara de Los Mrtires. El de Santa Mara de M ochue
los podra haberse creado tempranamente al amparo del castillo de Almodvar (HERVS: Ob. cit., p.101).
En todo caso, parece que la advocacin de Zuqueca es anterior a la poca de la conquista musulmana.- M.
CORCHADO SORIANO: E studio histrico-econm ico-jurdico del Campo de Calatrava, Parte III: Los p u e
blos y sus trm inos. Ciudad Real, 1982, p. 264.
64 Dehesa situada al sureste de Calzada, perteneciente a la mesa maestral y luego al Sacro Convento,
donde existen indicios de la existencia de un castillo, probablemente de origen musulmn y, desde poca
indeterminada, la ermita de Nuestra Seora de La Alameda.- M. CORCHADO SORIANO: Ob. cit., p. 166.
Vid. su localizacin en ID.: Toponimia medieval de la regin manchega, VII Centenario del Infante don
Fernando de la Cerda, p. 49.
451
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M.- Al oeste del trmino actual de Valdepeas, lindando con el de El Moral.- I. HERVS: Ob. cit., pp. 364 y
472. Entre los lmites de la dehesa se cita el molino de Nuestra Seora de Las Virtudes.- M. CORCHADO:
Estudio... del Campo de Calatrava, Parte II: Las jerarquas de la Orden con rentas en el Campo de Calatrava.
Ciudad Real, 1983, p. 404.
66.- Dehesa erigida en encomienda al final del siglo XV y significativamente localizada al sureste de Calzada,
cuya iglesia se construira al surgir el ncleo al calor de la cercana sede de Calatrava La Nueva. Subsisti ms
tarde la ermita de La Soledad.- M. CORCHADO: Estudio ... del Campo de Calatrava, Parte III, p.168.
67.- Adscrita esta dehesa a la Clavera, testimonios del siglo XVI acreditan que en su ermita de Santiago de
Vlamar tena derechos el pueblo de Valenzuela.- M. CORCHADO: Ob. cit., p. 504. Nosotros hemos documenta
do la ermita de Santiago de M arciel de Valenzuela para 1510. Ambas denominaciones podran tener su origen en
el topnimo Villamarciel del siglo XIII.
68.- Hay que tener en cuenta la posibilidad de que en el entorno inmediato de Calatrava La Vieja desaparecie
ran iglesias existentes en la segunda mitad del siglo XII, relacionadas con una ocupacin humana desatendida
deliberadamente por la Orden al fijarse en 1183 el monopolio del arcediano sobre el diezmo, con lo que los
calatravos seguiran la tctica santiaguista (acusacin del cabildo toledano en 1181) y tambin cisterciense.
M. CORCHADO: Ob. cit., p. 540.
70.- Parece que de la poblacin primeramente asociada al castillo de Herrera, cercano a Alcolea, subsisti
durante mucho tiempo la iglesia de San Benito.- Ibid., p. 204.
71.- En Torralba, adems, segn las Relaciones Topogrficas la tercia del diezmo no corresponda al arzobispo,
sino al arcediano de Calatrava; esto puede probar la antigedad de su iglesia, dependiente directamente del
arcedianato cuando se cre. Ibid., pp. 462-464.
72.- La misma estructura en el reparto diezmal exista en este lugar, paraje localizado al norte del trmino de
Pozuelo y cercano a Calatrava La Vieja, como Torralba. Quedara olvidado frente al surgimiento de Pozuelo a
principios del siglo XIII.- Ibid., p. 393. No aparece citado en 1238, pero es posible que ya anteriormente existiera
all una iglesia: ms adelante (desde 1486) en Pozuelo hemos documentado la ermita titulada Santa Mara de la
Membrilla del Campo, de nuevo la advocacin genrica de la Virgen (con una especificacin de lugar posterior)
que parece ser la correspondiente a los centros de culto primitivos.
73.- Segn I. HERVS, la poblacin de Porzuna se realiza entre 1217 y 1238 en Fuentes de Rabinat.- Ob. cit.,
p. 393. El ltimo y el topnimo de Corral Rubio aparecen entre los trminos del castillo de El Milagro, entregado
por Enrique I al arzobispo don Rodrigo.
452
o d a l i d a d e s d e j u r i s d i c c i n e c l e s i s t ic a e n l o s d o m i n i o s c a l a t r a v o s c a s t e l l a n o s
(s .
x i i-x iii)
74.- L.R. VILLEGAS DAZ: Religiosidad popular y fenmeno repoblador en La Mancha, D evocin
m a an a y s ocied a d m edieval. Ciudad Real, 1988, pp. 23-71.
75.- Vid., por ejem plo, M. GONZLEZ JIMNEZ: D evociones marianas y repoblacin. Aproximacin
al caso andaluz. D evocin m ariana y sociedad m edieval, pp. 9-22, y J.A. GARCA DE CORTZAR: La
sociedad rural peninsular en la Edad M edia, A ctas das II Jornadas luso-espanholas de H istoria M edieval.
Porto, 1987, vol. II, pp. 491-539.
76.- Unos m eses antes del mandato alejandrino de 1174, la Orden ha obtenido Zorita, Vllaga, Almonacid
y Hueva; con anterioridad posea en la cuenca del Tajo Ciruelos y su castillo, la aldea de Cirugares, Nambroca,
la mitad de A ceca y heredades en Talavera, adems de rentas en otros lugares. En 1175 recibir Almoguera.
11.- La carta de Alejandro III conminando al maestre a prestar obediencia y reverencia al prelado toleda
no, con tradiction e et apellation e cessante, contiene una alusin territorial indirecta al poner com o ejem plo a
los abades de la Orden del Cster, que cumplen aquella obligacin respecto a los obispos en cuya dicesis se
encuentran los m onasterios. En 1174 existen en la actual provincia de Guadalajara los centros cistercienses
de M onsalud de C rcoles, que despus sera incluido en el obispado de Cuenca, y Bonaval (Ovila sera
fundado en el ao siguiente); precisamente el primero lo posea la Orden, y en marzo de 1174 dos m eses
despus del mandato papal recibi la proteccin de A lfonso VIII (E. RODRGUEZ PICAVEA: La fo rm a
cin d el feu dalism o en la m eseta m eridional castellana, p. 167). Y muy cerca la Orden acaba de obtener
Zorita, Vllaga, Alm onacid y Hueva. Quiz la obediencia de los abades evidenciara an ms la actitud
altanera del maestre, reforzada por su nueva expansin territorial en la Alcarria Baja.
453
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Orden (antequam vobis concesse fuissent) tanto el arzobispo como sus predecesores
haban acostumbrado a ejercer su jurisdiccin. Esto excluye las eventuales parroquias
existentes por entonces en el Campo de Calatrava; en el sur podra afectar slo a la
iglesia de la misma Calatrava, mbito de autoridad diocesana desde 1147, pero los tr
minos de la queja del arcediano en 1181 dejan claro que no hubo conflictos all bajo don
Cerebruno. En cambio, a lo largo de la cuenca del Tajo la Orden ha recibido tierras ya
pobladas con iglesias preexistentes. En conclusin, todo indica que la pretensin de la
milicia de aplicar un seoro eclesistico en ellas ha sido tan clara como lo ser desde
1180 en las tierras meridionales. Quiz esta misma actuacin inmediata a las recientes
adquisiciones de la Alcarria Baja es lo que ha motivado definitivamente la alarma del
prelado y su apelacin al papa.
454
o d a l i d a d e s d e j u r i s d i c c i n e c l e s i s t ic a e n l o s d o m i n i o s c a l a t r a v o s c a s t e l l a n o s
(s.
x i i - x iii)
En ambos casos parece una emulacin mucho ms dbil del mismo expansionismo
practicado ampliamente en el resto del Campo de Calatrava; probablemente en la zona
septentrional tambin se acusa la influencia de la querella sostenida entre los santiaguistas
y don Rodrigo a propsito de ciertas iglesias del Tajo82.
- Por oposicin al esquema de jurisdiccin compartida que triunfa en la zona del sur,
las iglesias del Tajo y las de Calatrava La Vieja se rigen por un mismo modelo final en la
organizacin de la jurisdiccin eclesistica, el de la imposicin de la autoridad arzobis
pal, aunque se permite a la Orden presentar clrigos en algunas iglesias de la zona norte;
la segunda villa quedara como reducto de la jurisdiccin ordinaria en el territorio del
sur83.
En el marco de las lneas sealadas cabe realizar dos apreciaciones:
1) Hay que matizar la evidente prdida de inters de la Orden hacia la antigua
sede, en torno al traslado en 1217 a Calatrava La Nueva. A pesar del control del arzobis
pado, el intervencionismo de los freiles no ha dejado de producirse (aunque tal vez no
desde un principio84); y en relacin con lo concedido en 1183, han ganado potestades en
Calatrava La Vieja85. Quiz fue poco despus de 1238 cuando la Orden desisti de su
empeo movida al mismo tiempo por la decadencia de la villa para concentrar los
esfuerzos negociadores en el resto de las iglesias de su Campo.
2) A propsito de las iglesias del Tajo, puede matizarse tambin su final ads
cripcin a la jurisdiccin toledana como un conjunto. A la luz de las quejas de 1238, la
concordia de 1245 y la evolucin posterior, nuestra hiptesis es la siguiente:
a)
Partiendo de que no parece que los freiles tuvieran ningn derecho al reparto
del diezmo86, sin embargo debieron de continuar ejerciendo la prerrogativa de presenta
cin de clrigos (aceptada por la sede en 1238 y con anterioridad87) al menos en ciertas
iglesias, probablemente en las de la Alcarria Baja y su prolongacin septentrional: Zorita,
82.- Eran objeto de problemas Estremera, Noblejas, Villarrubio y Monreal. El pleito termin con los
acuerdos de 1214 y 1224.- D.W. LOMAX: El arzobispo don Rodrigo Jimnez de Rada y la Orden de Santia
go, pp. 332-333.
83.- D e hecho, la concordia de 1245 se refiere a sus iglesias sim plem ente consagrando una situacin
previa al acuerdo (sean com o estaban a la sazn que esta com posicin fue fecha), que desconocem os si se
haba m odificado desde la redaccin del libellu s en 1238, aunque probablemente as se hizo y en beneficio de
la jurisdiccin toledana, puesto que no se siente la necesidad de especificar nada ms.
84.- Pudo comenzar a producirse en la dcada de 1230, alentados los calatravos por el crecim iento de su
propio poder, efectivos, m edios y privilegios.
85.- N o slo por la va de la actuacin expansiva: incluso el arcediano parece dispuesto a aceptar su
com petencia en el cuidado de las iglesias o, al menos, de alguna, puesto que en el libellus se acusa a la
m ilicia de usurpar el tercio de fbrica y de no utilizarlo para el fin que tiene.
86.- Don Rodrigo nunca se refiere a la tercia u otra porcin al reclamar los diezm os en las iglesias del
Tajo, al contrario de lo que ocurre en relacin con el territorio meridional, com o tampoco se aluda a ello en
la carta papal de 1175.
87.- D e ella no se hablaba en el texto de 1175, aunque parece que debi de existir entonces una concesin
de don Cerebruno al respecto, puesto que el libellus de don Rodrigo se refiere a esta prctica remontndola al
tiempo de sus antecesores.
455
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88.- En la concordia de 1245, ninguna de estas iglesias figura entre las declaradas com o ntegramente
adscritas al arzobispado.
89.- Por ejem plo, en A ceca y Maqueda, que en 1238 aparecan englobadas en el m ism o grupo que Zorita
y Almoguera; es decir, com o iglesias donde los freiles compartan potestades eclesisticas con el prelado.
90.- D e hecho, al final de la Edad M edia Huerta de Valdecarbanos (com o tambin Borox) tiene el mismo
status que el resto del Partido de Zorita, al cual pertenece, a pesar de que haba sido adjudicada ntegramente
al arzobispado en 1245: sus cofradas y ermitas recibirn la inspeccin de los visitadores calatravos (nunca la
iglesia parroquial), quienes tambin se informarn y dispondrn castigos a propsito de la moral pblica a
travs de los oficiales concejiles.
91.- Tempranamente se crean los arcedianatos de Madrid y Guadalajara, existentes al menos en 1118.- J.
GONZLEZ: R epoblacin de C astilla La Nueva. Madrid, 1975, vol. I, p. 176.
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o d a l i d a d e s d e j u r i s d i c c i n e c l e s i s t ic a e n l o s d o m i n i o s c a l a t r a v o s c a s t e l l a n o s
(s .
x ii-x iii)
2.
Dentro de ese marco general, el equilibrio de poderes arzobispal y calatravo se
resuelve de forma distinta.
2.1. Dominios septentrionales :
- Precedencia cronolgica variable de la jurisdiccin arzobispal93 en relacin
con la instalacin Calatrava (la Orden recibe el grueso de sus posesiones entre 1172 y
1210), aunque quiz no en todo el espacio archidiocesano, en la prctica94.
- Amplio dominio temporal del arzobispado95, con su valor como factor de re
fuerzo del diseo de la archidicesis en sus lmites externos e internos96. A menudo
circunda las posesiones calatravas97.
- Relativa debilidad del rgimen seorial calatravo. Al menos, estudios dedica
dos a las tierras alcarreas han insistido en este aspecto98. En este contexto, cierta refe
rencia de 1238 muestra que las malas relaciones entre la Orden y sus vasallos afectaban
al conflicto de competencias jurisdiccionales con la sede toledana99.
92.- A s lo sugiere E. RODRGUEZ-PICAVEA en su estudio Aproximacin a la geografa eclesistica
del prim itivo arcedianato de Calatrava (pp. 744-745) por lo que respecta a su configuracin territorial, al
igual que ve posible el incremento de las com petencias del arcediano a semejanza de lo comprobado en el
caso del arcedianato de Alcaraz en el siglo XII, en relacin con el seoro santiaguista.
93.- Por ejem plo, la Orden recibe Cogolludo en 1176, y ya desde 1138 (o quiz antes: su fuero data de
1102) sus tercias dizm ales estaban adjudicadas al cabildo toledano; Maqueda es incluida documentalmente
en la dicesis en 1127, 60 aos antes de ser transferida a la milicia.
94.- Es posible que las confirm aciones documentales de iglesias no fueran exhaustivas; algunas no apare
cen (A ceca), y otras lo hacen tardamente. En Zorita, Almoguera y sus aldeas sera lgico que la antigedad
de la jurisdiccin toledana arrancara de su entrega regia a varios seores entre 1152 y 1156; sin embargo,
aunque la iglesia de Zorita es mencionada en la bula de 1148, ms de un cuarto de siglo antes de su donacin
a Calatrava en 1174, en cam bio Almoguera obtenida por la Orden en el ao siguiente no figurar com o
perteneciente a la dicesis sino hasta 1192. A ceca no aparece en las confirmaciones apostlicas.
95.- Para el estudio de la formacin del amplio y denso seoro de la iglesia de Toledo al norte y a lo largo
del valle del Tajo, especialm ente durante todo el siglo XII y la primera mitad del siglo XIII, vid. J.A. GARCA
LUJN; P rivileg io s reales de la catedral de Toledo (1086-1462). Toledo, 1982, 2 vols.
96.- La im plicacin entre el plano seorial y el eclesistico es muy estrecha. Los privilegios acumulaban
elem entos de ambos. Existen suficientes ejem plos de cm o la actualizacin de las facultades eclesisticas se
vea facilitada por el dom inio temporal de la iglesia toledana, y a la inversa. Es un fenmeno general inheren
te al proceso reorganizador de las provincias y dicesis que acompaa a las conquistas.
97.- Por citar slo algn ejem plo, al final del siglo XII en la comarca de la Alcarria Baja y tambin en
torno a los valles del Henares y del Tajua las posesiones calatravas eran colindantes con los dominios
catedralicios por el norte (Brihuega y Alcal), el sur (Cortes, parte de Belinchn) y el suroeste (Rinconada de
Perales); algo ms tarde, el seoro de la sede en La Guardia cercaba el territorio de Huerta de Valdecarbanos.
98.- F. FERNNDEZ IZQUIERDO centra el problema en rdenes Militares y rgimen seorial: Los
dom inios de Calatrava en tierras de la provincia de Guadalajara (siglos XI-XIV), pp. 75-79. V ase tambin
la referencia al protagonismo de los concejos ya en el siglo XIII en P. BALLESTEROS SAN JOS: A proxi
m acin h istrica a la A lcarria Baja. Guadalajara, 1985, pp. 97 y ss.
99.- Segn el arzobispo don Rodrigo (compilacin de quejas de 1238), los quinteros de los lugares septen
trionales de la Orden estaban dispuestos a satisfacer al prelado los diezm os, tal com o solan hacerlo, pero los
freiles les coaccionaban para percibirlos ellos.
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100.- Noviem bre de 1214, donacin por Enrique I del castillo del M ilagro y sus trminos, que suscitarn
con flictos de lm ites con la Orden.- J.A. GARCA LUJN: Ob. cit., I, p. 226; publ. II, pp. 115-118.
101.- El 8 de noviem bre de 1214, Enrique I confirma a don Rodrigo la donacin que su padre A lfonso VIII
no haba podido hacer por escrito, ya efectuada a favor de don Martn Lpez de Pisuerga (1192-1208).- Publ.
Ibid., II, pp. 121-123.
102.- D onacin del diezm o de las rentas reales sobre el azogue de Chilln por Fem ando III en 1231.- Publ.
Ibid., II, pp. 151-153.
458
E l m o d e lo e c o n m ic o c i s t e r c ie n s e y l a O r d e n d e C a la tr a v a . S i g l o s
XII-XIII
1.- Introduccin
El primer problema ante el que me he enfrentado al abordar el argumento de esta
comunicacin ha sido el volver a retomar un tema que, aun habiendo sido tratado con
anterioridad por otros investigadores, sin embargo da la impresin de que, en ocasiones,
ha sido quizs descuidado o bien no ha sido tratado con todo el detenimiento que se
merece. Es cierto que es bien conocida la filiacin de la Orden de Calatrava al Cster -tal
y como analiz en su momento OCALLAGHAN1-, pero es tambin cierto que slo
algunos historiadores se han dedicado en profundidad al anlisis pormenorizado de las
implicaciones de esta realidad. Mi intencin aqu no es llegar a conclusiones definitivas,
ni siquiera intentar solucionar problemas historiogrficos relacionados con el tema en
cuestin, sino ms bien volver a plantear en qu medida la organizacin de la Orden de
Calatrava se ajusta a lo que ya resulta un lugar comn denominar modelo econmico
cisterciense, y en qu medida pudo ste condicionar la organizacin social del espacio
en los dominios de la Orden Calatrava, al menos en los primeros tiempos2. Teniendo en
cuenta, eso s, que tanto este modelo como la Orden misma sufrirn entre los siglos XII
y XIII una evolucin progresiva hacia una, cada vez mayor, insercin en la sociedad,
alejndose poco a poco de aquellas reglas de aislamiento y dedicacin al trabajo manual,
que ya a partir de la mitad del siglo XIII podrn parecer lejanos ideales3.
Pero, antes de entrar de lleno en la cuestin de si en la Orden de Calatrava es posible
detectar el modelo econmico cisterciense, convendra recordar -una vez ms- cules
son los rasgos distintivos del mismo4.
'.- J. O CALLAGHAM, The Affiliation o f the Order of Calatrava with the Order of Citeaux, en Analecta
S acri O rdinis C istercien cis, 15 y 16 (1959 y 1960).
2.- Propuesta planteada por L.R. VILLEGAS, Las encomiendas de la Orden de Calatrava. M odelo y
transformaciones, Com unicacin presentada al II Econtro sobre Ordens M ilitares, Plmela, 2-4 de octubre
de 1992. Indito. He manejado el texto que me ha cedido el autor, cuya numeracin de pginas no se corres
pondera a la futura publicacin, por lo que se obviar.
3.- Esta evolucin se constata claramente en diversos mbitos, siendo bien conocida para el caso de
algunas abadas cisterciences italianas. A modo de ejem plo, pueden verse los trabajos de R. COMBA, I
Cisterciensi fra citt e campagna nei secoli XII e XIII, en Studi Storici, 26 (1985), pp. 237-261 y Contadini,
sign ori e m ercanti nel Piem onte m edievale, Roma-Bari, 1988, p. 21.
4.- Curiosamente, en los trabajos que abordan diferentes aspectos de la implantacin del Cster en la
Pennsula Ibrica parece haberse impuesto un silencio absoluto sobre los elem entos integrantes de las Orde
nes M ilitares de filiacin cisterciense. Tal se puede apreciar, por ejemplo, en los trabajos de A. LINAJE
CONDE en A rchivo H istrico Dominicano, III, 1984 (A ctas do II Encontr sobre H istoria Dom inicana, t.I),
o de E. PORTELA, La econom a cisterciense en los reinos de Castilla y Len (ss. XII y XIII), en La
introduccin d el C ster en Espaa y P ortugal, Burgos, 1991, pp. 195-214.
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2.- El modelo econmico cisterciense y su evolucin entre los siglos XII y XIII
Ya HIGOUNET insista en que el modelo econmico cisterciense haba necesaria
mente que encuadrarlo en las diversas variables espacio-temporales, ya que el papel
desempeado en unas zonas y en otras es diferente y, por otra parte, es un modelo que como ya se ha dicho- experimenta variaciones a lo largo del tiempo5.
Pero entrando ya de lleno en el anlisis de los principales pilares del modelo econ
mico cisterciense^ un primer punto a desarrollar es el de los elementos principales de
que consta ese modelo. Cabe sealar, sin pretensin ninguna de exhaustividad, que di
cho modelo se compone, a grandes rasgos, de tres ejes articuladores que se insertan en
una estructura que, sin ser completamente original, lleg a resultar bastante exitosa des
de el punto de vista que aqu nos ocupa, es decir, desde el punto de vista de la economa.
v * El primer eje vendra conformado por el sistema de unidades de explotacin^el
modo en que fueron concebidas y cmo quedaron organizadas, as como la distancia del
centro del que dependan. Sabemos que la economa cisterciense se fundamentaba en la
^organizacin de la granja, que se compona de tierras no slo gestionadas directamente,
sino tambin directamente cultivadas6/ Pese a que estas granjas no fueron inventadas
por los monjes blancos, sin embargo estos les supieron imprimir una estructura y una
dinmica nuevas, ampliando su definicin7 hasta convertirlas en sinnimo de explota
cin agrcola dependiente de una abada8.
Es cierto que podemos hallar algunas semejanzas entre la villa o la curts de poca
carolingia, los prioratos cluniacenses y la granja cisterciense9; sin embargo, y tal como
seala Giovanni DONNA 10,/la granja, segn el significado histrico de la palabra, es un
tipo de organizacin slo cisterciense, de personas y de bienes econmicos, a la que
corresponden las caractersticas de una explotacin agraria considerablefen la que todas
las figuras econmicas de la produccin; es decir, el propietario, el empresario y el tra
bajador, aparecen aglutinados en la persona jurdica de la abada.JJna abada que poda
tener,y de hecho tena en la mayora de los casos, distintas granjas administrativamente
independientes la una de la otra, pero todas en conjunto formaban, por un lado, una
unidad social de carcter religioso dependiente del abacL-y por otro, una unidad econ-
5.- Ch. HIGOUNET, Le premier sicle de l econom ie rurale cistercienne, en Istitu zion i m onastiche e
istitu zion i can on icali in O ccidente (1123-1215), Miln, 1980, pp. 345-368. La evolucin de las prcticas
econm icas cistercienses en Italia queda bien reflejada en los trabajos citados de R. COM BA. Ms reciente
mente, J.L. GAULIN ha vuelto a insistir en que les cistercien s ont su s a d a p ter -et a d a p ter leurs p rin cipes-
des conditions lo cales tres varies, Agronom ie antique et laboration m divale: de Palladius aux prceptes
cisterciens d conom ie rurale, en M divales, 26 (1994), pp. 59-84, p. 59.
6.- Cfr. G. D O NNA, L organizazione agrcola della grangia cistercien se, Roma, 1943, p. 6.
7.- Curtes ad agriculturas exercendas, segn expresin ya conocida del Captulo General de 1119.
*.- L.R. VILLEGAS, Las encom iendas de la Orden de Calatrava.
9.- Cfr. J. DU BO IS, Grangia, en D izion ario degli stituti d i P erfezione, Roma, 1977, IV, pp. 1391-1402
y R. COM BA, I Cisterciensi, p. 245.
10.- G. D O N N A , La organizzazione agrcola, p. 7.
n.- Cfr. G. D O N N A , La organizzazione agrcola, p. 7.
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mica dependiente del cillerero, figura -esta ltima- que cumplira las funciones de direc
tor adm inistrativo de todos los bienes de la abada1^ c o n ta n d o tam bin con un
hospitalero12. Al frente de dichas explotaciones se encontraba un encargado o magister
grangie, que, dependiendo de la importancia de la hacienda, se vera ayudado en su
gestin y direccin por uno o mas conversos -de los que hablar ms adelante. Estas
granjas a las que me vengo refiriendo no deban sobrepasar, segn la normativa, la dis
tancia de una jornada de camino desde la abada, con objeto de que los conversos pudie
sen asistir a los oficios religiosos dominicales en la misma13.
El segundo eje que formara parte esencial de la organizacin econmica cister
ciense sera la mano de obra utilizada; compuesta, en principio, nicamente por miem
bros de la comunidad, sobre todo bajo la modalidad de conversos, as como por algunos
asalariados (m ercennariifshsi, las personas que se ocuparan del trabajo en las granjas
seran los mismos monjes, los conversos y los familiares, a los que se aadiran asalaria
dos, fijos o bien eventuales, como trabajadores libres14. Los conversos cistercienses, por
su parte, constituyeron, en cierto modo, una verdadera congregacin religiosa de cam
pesinos que procur una nueva dignidad al trabajo manual de los campos15. De hecho, la
gestin directa fue posible, sobre todo, gracias a la enorme fuerza de trabajo desempea
da y abastecida por los conversos16.
y * El tercer eje vertebrador de la economa cisterciense se articul, casi desde los
inicios, en torno a la comercializacin de los productora travs de una especial sensibi
lidad orientada hacia los mecanismos mercantiles} lo que les llevara a la instalacin y
desarrollo de determinadas redes y puntos de apoyo comerciales en centros urbanos17.v
Tal y como seala acertadamente R. COMBA, desde sus orgenes, la experiencia cister
ciense parece caracterizarse, por un lado, por un alto grado de adaptacin a la diversidad
de situaciones sociales y polticas, y, por otro, por la contradiccin implcita existente
en la presencia contempornea de una aspiracin sincera por aislarse en el desertum y de
una fuerte atraccin hacia la ciudad. Atraccin que se explicita, ms que nada, en las
estrechas relaciones que parecen existir entre la floreciente vida econmica cisterciense
y el desarrollo urbano en el Occidente europeo.
En cualquier caso conviene sealar aqu que soy plenamente consciente de que el
n .~ Cfr. L.R. VILLEGAS, Las encom iendas de la Orden de Calatrava.
13.- Cfr. Ch HIGOUNET, Essai sur les granges cisterciennes, en Fiaran, 3 (L conom ie cistercienne.
G ographie, M utations, du M oyen A ge aux Temps m odernes), 1983, p. 158.
14.- Cfr. G. D O N N A , L organizzazione agrcola, p. 7.
15.- G. D O N N A , Lorganizzazione agrcola, p. 8.
16.- La importancia decisiva de los conversos dentro del funcionamiento de la econom a cisterciense ha
sido destacada por diversos autores. Pueden citarse, entre otros, J. LECLERQ, Comment vivaient les frres
convers, en A tti d ella terza Settim ana Internazionale d i Studio, M endola 21-27 agosto 1965, Miln, 1968,
p. 153; L. LEKAI, I C istercensi: ideali e realt, Pava, 1989, p. 400 y E. OCCHIPINTI, Fortuna e crisi de un
patrimonio m onstico: Morimondo, en Studi Storici, 26 (1985), p. 321, nota 29.
17.- Temtica abordada, entre otros, por L.R. VILLEGAS, Las encomiendas de la Orden de Calatrava,
R. CO M BA, I cistercensi, pp. 237-238 y L. NERI, L A bbazia di San G algano e Siena (1181-1320). Per
una sto ria d ei ra p p o rtifra i cistercen si e le citt, Tesi di Laurea, Universit degli Studi di Siena, 1992, pp. IIVIII.
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bios producidos por lo que respecta a la casa madre de la que se le hace depender,
primero de Scale-Dieu (a partir de 1164) y con posterioridad, veinte aos despus -lo
cual puede resultar bastante sintomtico- de Morimond (1187)24. Estos hechos no deben
perderse de vista a la hora de enfocar el tema de la organizacin econmica de la orden,
ya quera pretensin Calatrava de afiliarse al Cster aparecer como una empresa costosa
y nada automtica, y llevada a cabo de un modo profundamente voluntarista tras un
proceso de acomodacin a sus normas y formas de vida. As, tras esa trabajosa vincula
cin, parece poco probable que su sistema organizativo econmico se encontrase distan
ciado y no tuviera nada que ver con el que hemos visto implantado por los cistercienses.
Antes al contrario, ya que se puede ms que sospechar que la bsqueda de esa vincula
cin tuvo que suponer para la Orden, en buena medida, un progresivo ajuste al modelo
imperante, para ir tendiendo a organizarse segn los parmetros del mismo, si lo que no
quera era verse excluida -como demuestra la documentacin- de la pertenencia al ordo
cisterciensis. ^
Por otra parte, no es conveniente olvidar tampoco la funcin militar de la Orden, y lo
que esta realidad conllevaba; ya que condicionara sin duda sus primeros establecimien
tos y el carcter prevalente de los mismos -caso de los castillos-, articulando en torno
suyo la serie de derechos y bienes recibidos por parte de la Corona Castellana durante
los primeros tiempos, fundamentalmente a lo largo del siglo XII25..'.
Ahora bien, dichas concesiones resultaban factores externos al modelo que interior
mente deba presidir su organizacin y que deba contemplar los principales elementos
mencionados del modelo cisterciense. As pues, lo que procede es intentar detectar estos
elementos en el mbito calatravo.
^ Por lo que se refiere a las unidades de explotacin)iy a su organizacin cabe sealar
que la documentacin es bastante oscura. Sin embargo,/resultan detectables determina
dos conceptos que nos llevan a admitir, ms que a intuir, una organizacin concreta que
sigue el modelo de granjas, aunque tambin es cierto que en pocas ocasiones es utiliza
da tal denominacin, ya que se encuentra sustituida frecuentemente por la de casas16.
24.- Cfr. L.R. VILLEGAS, Las estructuras de poder de la Orden de Calatrava. Una propuesta de anlisis, en
Historia. Instituciones. Docum entos, 18 (1991), pp. 396-400.
25.- Cfr. C. ESTOW, The Economic Development of the order of Calatrava, 1158-1366, en Speculurn, 57
(1982), pp. 267-291 y C. de AYALA MARTINEZ, Fortalezas castellanas de la Orden de Calatrava en el siglo
XII, en En la Espaa M edieval, 16 (1993), pp. 9-35.
26.- En realidad, slo conozco un par de menciones explcitas de granjas en la documentacin Calatrava. La
primera de ellas se encuentra recogida en los Estatutos redactados a fines del siglo X y comienzos del XIII, en
cuyo texto se dice: Fratres vero qui in grangiis et castellis manent.... Publ. D. LOMAX, Algunos estatutos
primitivos de la Orden de Calatrava, en Hispania, 21 (1961), p. 492 n 9. La otra mencin aparece en el documen
to papal de confirmacin de la granja de Fuente Yllezgo a la abada de San Pedro de Gumiel por la Orden. Publ.
Bullarium Ordinis M ilitiae de Calatrava, Barcelona, 1981, pp. 66-67.
La expresin ms genrica de casas es fcil encontrarla en diversos documentos. Uno de los que asimila de
manera ms clara este trmino al de granja son los Estatutos anteriormente citados: Item preceptum est quod
omnes officiales domus Saluaterrae et qui uariis persunt domibus tempore uisitationis coram uisitatore et magistro
et aliquantis senioribus, et mnibus illis que illo dederit anno, receperit uel expederit et de beneficiis domui
computatione faciant competente ut magistro et comendatori ac ceteris senioribus profectum ac defectus domorum
suarum plenius innotescat. Publ D. LOMAX, Algunos estatutos primitivos, p. 493, n 19.
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Estas casas tienen un carcter de explotaciones gestionadas de forma directa por la ins
titucin, con los elementos caractersticos de la granja. Sabemos, adems, que dicha
gestin directa estara encabezada por ojficiales y que semejara bastante a la realidad
analizada en el caso cisterciense. La documentacin no nos aclara nada acerca de la
distancia existente en la primera poca entre estas casas/granjas y el centro organizador
de la institucin, el convento instalado en Calatrava la Vieja. Sin embargo, es bastante
probable que la Orden intentara no apartarse en esto de la normativa cisterciense. Ahora
bien, conviene no perder de vista que la documentacin -El Bulario y los Estatutos pu
blicados por D. LOMAX- recoge tambin el establecimiento de los miembros de la ins
titucin en castillos21, dato ste a tener en consideracin -ya que estas fortalezas cumpli
ran tambin la funcin de centros organizadores y jerarquizadores de su entorno
geoeconmico, as como de articuladores del espacio poltico-, dato, sin embargo, sobre
el cual no me extender dado el inters dedicado a el mismo por C. AYALA en alguno de
sus artculos.
^ El hecho de que la forma de explotacin de dichas casas era directa queda suficien
temente atestiguado en diferentes textos. La mencin expresa a conversos as lo patenti
za, al igual que la existencia de asalariados (mercenarii)^... Sobre este concepto de
mercenarii y sus funciones en la Orden de Calatrava D. LOMAX apuntaba hacia una
interpretacin exclusivamente militar, sin embargo aqu me inclino ms por otra expli
cacin complementaria, sin pretender en ningn momento obviar la posibilidad de que
la Orden -dado su carcter militar- hiciera uso de personal militar asalariad^Es ms que
probable que cuando las fuentes calatravas nos hablan de mercenarii se refieran, al rme
nos en parte, a mano de obra asalariada para la explotacin agrcola en las granjas3 El
trmino mercenarii aparece asimilado al de converso en las fuentes cistercienses de toda
Europa -tal y como recogen HIGOUNET, DUBOIS, DONNA o BARLUCCHI para los
distintos mbitos-, y deferido a sus funciones como personal dedicado a las tareas agr
colas, artesanales y domsticas, tanto en las granjas como en la domus. As se les men
ciona tambin en la fuente cisterciense Exordium Parvum, estudiada por R.R OTHON
27.- A specto que tampoco es exclu sivo de la Orden de Calatrava dentro del contexto general de los
cistercienses. A s, en un Estatuto promulgado por el Captulo General del Cster en 1134 se contempla: In
dom ibus quae in villis aut castellis vel in civitatibus sunt, non habitent monachi vel conversi. Publ. J.M.
CANIVEZ, Statuta capitulorum generalium O rdinis C istercien cis ab anno 1116 a d annum 1786, 8 vols.
Lovaina 1933-1941, cap. 30, p. 13.
28.- Con gran claridad quedan registrados en la Segunda Bula confirmatoria (1187): Liceat quoque vobis
clericos vel laicos ex saeculo fugientes, liberos et absolutos, ad conversionem recipere, ac fratres conversos
cum generalibus litteris abbatum eorum recipere. Bullarium , p. 24. Las mismas expresiones se pueden en
contrar en la Tercera y Cuarta Bulas confirmatorias (1199 y 1214), cfr. Bullarium, pp. 33 y 44. Tambin se
mencionan los conversos en los E statutos ms antiguos: C onversus qui inobediens extiterit supradictam
penitenciam a g a t...; Similiter propter infamiam deuitandam consulim us ut magister et sniores in commune
decernant et prouideant unde mercede m ercennariorum suorum quam eis soluere tenentur habere ualeant.
Publ. D. LOMAX, Algunos estatutos prim itivos, n 25 y 23 respectivamente.
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4.- Conclusiones
Aunque nuestro objetivo no ha sido dar por zanjada la temtica analizada, y por tanto
las conclusiones no pueden ser sino provisionales, cabe decir que los diversos elementos
comentados, entre otros, parecen permitir sostener la implantacin, en la Orden de
Calatrava y en sus territorios dependientes, del analizado modelo econmico cistercien
se, lo cual invita a intentar profundizar en l como factor explicativo de mltiples com
portamientos de la institucin en otros aspectos. Est fuera de toda duda el hecho de qu
dicho modelo sufrira, con el tiempo, distintas modificaciones, pero al menos hasta la
mitad del siglo XIII mantendra su validez tambin entre los calatravos, y pudo mante
ner as mismo un cierto espritu y un cierto horizonte de referencia -como modelo cultu
ral entendido en sentido amplio- detectable en mltiples aspectos de la poltica agrcola
y comercial impulsada y mantenida por la Orden.
Quisiera subrayar, por ltimo, que resulta cuando menos sintomtico el hecho de que
tanto en el Cster cmo en la Orden de Calatrava se puede constatar que hacia la mitad
del siglo XIII comienzan a producirse cambios tendentes hacia una secularizacin y
seorializacin progresivas, hacia una gestin -en lo econmico- de tipo seorial. As, y
parafraseando lo que B ARLUCCHI nos dice para la abada cisterciense de San Galgano,
pero refirindome aqu a los calatravos, se podra intuir que stos, en plena sintona con
sus hermanos dispersos por toda Europa, iran abandonando progresivamente la gestin
directa para vestirse con ropas de rentistas33.
31.- Estos aspectos del poblamiento en el territorio calatravo son abordados por L.R. VILLEGAS, R eli
giosidad popular y fenm eno repoblador de La Mancha, en D evocin m a an a y so c ied a d m edieval. A ctas
del sim posio, Ciudad Real, 1990, pp. 23-72.
32.- La preocupacin de la Orden de Calatrava por articular una red sustentadora del trfico com ercial
para dar salida a sus productos es abordada por L.R. VILLEGAS, Las encomiendas de la Orden de Calatrava.
33.- A. BARLUCCHI, II patrimonio fondiario d ellabbazia di San Galgano (secc. X lII-inizi XIV. Seconda
parte: La gestione, en R ivista di Storia d e llA gricoltura, 32 (1992), p. 77.
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XII-XIII
Estas son las conclusiones a las que me ha llevado el anlisis de las fuentes y la
bibliografa disponibles sobre los Cistercienses y la Orden de Calatrava. No siendo po
sible encontrar otros rasgos sobre las reglas de vida que seguan ambos, a parte de las
escritas, en ocasiones poco respetadas, resulta difcil comprender en profundidad la na
turaleza de la evolucin de tales instituciones, teniendo adems en cuenta la compleji
dad de factores polticos y religiosos, de intereses econmicos, espirituales y militares
que entretejen esta complicada malla, en la que puede parecer que todo se funde y se
confunde.
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A cta s C o n g r e so B a ta lla d e A la r c o s
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.- El reciente trabajo de E. Rodrguez-Picavea, La form acin del feu dalism o en la m eseta m eridional
castellana. Los seoros de la Orden de C alatrava en los siglos XII-XIII, Madrid, 1994, sirve de ejem plo para
ver la fuerte implantacin que las Ordenes Militares, en este caso la de Calatrava, tuvieron en la regin
mencionada.
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2.- El autor lamenta que en m uchos aspectos la aportacin de estos siglos a la evolucin de los cabildos
haya permanecido en el anonimato. La falta de documentacin y las dificultades para interpretarla han m ovi
do a muchos a preferir el estudio de pocas posteriores, ms fciles de abordar por los investigadores. Ca
bildos catedralicios del Occidente espaol hasta m ediados del siglo XIII, en H om enaje a fr a y Justo P rez de
U rbel II. Studia Silensia IV. Abada de Silos, 1977, pp. 125-136. El trabajo contempla los casos de Salamanca,
Palencia, Zamora, Avila, Len y Burgos.
3.- La documentacin existente para esta primera poca de la Iglesia toledana ha sido en su mayor parte
publicada en diversas monografas que abordan el tema, caso de los trabajos de Rivera R ecio que se citan en
la nota siguiente o el estudio de J.A. Garca Lujn, P rivilegios R eales de la C atedral de Toledo(1086-1462),
2 vols, Toledo, 1982. La ms reciente y com pleta aportacin al respecto es la recopilacin hecha por FJ.
Hernndez, Los C artularios de Toledo. C atlogo docum ental, Madrid, 1985.
4.- Entre sus numerosos trabajos cabe citar La Iglesia de Toledo en el siglo XII (1086-1208), 2 vols.,
Roma, 1966-1976; Los A rzobispos de Toledo. D esde sus orgenes hasta fin e s del siglo XI, Toledo, 1973; Los
A rzobispos de Toledo en la Baja Edad M edia (siglos XII-XV), Toledo, 1969; La provincia eclesistica de
Toledo en el siglo XII, en A nthologica Annua 7 (1959), pp. 95-145; La primaca eclesistica de Toledo en
el siglo XII, en A nthologica Annua X (1962), pp. 11-87.
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E l S ig lo
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la h is to r ia d e l C a b ild o C a te d r a l d e T o le d o
5.- Varios trabajos analizan la toma de la ciudad por A lfonso VI: J. Miranda Calvo, La reconquista de
Toledo p o r A lfonso VI, Toledo, 1980; J. F. Rivera Recio, Reconquista y pobladores del antiguo Reino de
Toledo, en A n ales Toledanos, I (1967), pp. 1-55; R. Izquierdo Benito, Alfonso VI y la toma de Toledo,
Toledo, 1986; L. Cardaillac (dir.), Toledo sig lo s XII-XIII. Musulmanes, cristianos y ju dos: la sabidura y la
tolerancia, Madrid, 1991; B. F. Reilly, El Reino de Len y C astilla bajo el rey Alfonso VI(1065-I109), Toledo,
1989, pp. 183-206. El ambiente general de la poca se recoge en los distintos trabajos publicados en Estudios
sobre Alfonso VI y la Reconquista de Toledo, 4 vols., Toledo, 1987.
6.- El documento se conserva en el Archivo de la Catedral toledana con la signatura 0 . 2.N. 1.1. y ha sido
publicado por J.A. Garca Lujn, P rivilegios R eales de la C atedral de Toledo (1086-1462), vol II, Toledo,
1982, pp. 15-20. Igualm ente, da mltiples detalles de su contenido J.F. Rivera R ecio, La Iglesia de Toledo en
el sig lo XII, t.II. Roma, 1976, pp. 13 y ss.
7.- Don Bernardo estaba llamado a desempear un importante papel al frente de la sede toledana. Su
triple condicin de arzobispo toledano, primado (1088), y legado papal(1093) le llevaron a acumular nume
rosas atribuciones. La muerte del papa Urbano II (1099) y la del monarca Alfonso V I(1109) le privaron de los
fuertes apoyos con que haba contado en el pasado, y de ah que en los ltimos aos de su pontificado su
influencia se redujera notablemente. Sobre la figura de Don Bernardo interesa ver: J.F. Rivera Recio, La
Iglesia d e Toledo, t.I, Roma, 1966, pp. 125-197 y El arzobispo de Toledo Don Bernardo de Cluny(10861124), Roma, 1962; tambin B.F. Reilly, O b.cit., da m ltiples detalles de sus movimientos durante el reinado
de A lfonso VI, del que fue importante consejero y colaborador.
8.- D e acuerdo con la noticia que da Jimnez de Rada en su D e Rebus Hispaniae, Libro VI, cap. 26, los
clrigos franceses trados por Don Bernardo seran nueve y sus lugares de origen M oissac, Perigord, Agen,
Lim oges y Bourges. Puede verse traduccin de su obra en H istoria de los Hechos de Espaa, Madrid, Alian
za, 1989.
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ten en la conveniencia de que sean monjes de la Orden que llevaran vida en comn los
encargados de poner en funcionamiento la recin restaurada sede. Atendiendo a estos
consejos, el arzobispo reclutara a estos clrigos en 1088, cuando volva de ser investido
en Roma por Urbano II9.
Otra explicacin, rechazada por Rivera y que se asienta en las noticias dadas por
Jimnez de Rada en la obra citada, parte de la hostilidad que el clero mozrabe toledano
mostr hacia Don Bernardo, con cuya eleccin no estaban de acuerdo por haberse reali
zado sin su consentimiento. Aprovechando la ausencia del prelado, que march a parti
cipar en la cruzada predicada por Urbano II en 1095, el clero local se rebel, nombr
otro arzobispo y oblig a Don Bernardo a volver y a instalar en la catedral a un grupo de
monjes procedentes de su antigua abada de Sahagn. Poco despus, el prelado empren
dera una gira por el sur de Francia trayendo a a Castilla un conjunto de jvenes clrigos
francos con los que pretenda asegurar el futuro de su iglesia10.
En cualquier caso, pensamos que ambas versiones no son excluyentes y es posible
que en el nimo de Don Bernardo pesaran tanto los consejos de su superior como la
deslealtad del clero local. Lo verdaderamente relevante de estos hechos es que en los
ltimos aos del siglo XI se empezaba a constituir en Toledo una comunidad clerical
llamada a desempear un importante papel, no slo porque con ella se iniciaba la trayec
toria del cabildo toledano, sino tambin por su decisiva contribucin a la introduccin y
extensin en los reinos hispanos del espritu reformista gregoriano. Ciertamente, las
consecuencias de la instalacin de estos clrigos repercuten mucho ms all de la sede
toledana11.
Desgraciadamente, sobre el comportamiento y actuacin de esa naciente corporacin
no han quedado suficientes huellas, aunque podemos suponer que el previsible origen
monstico de muchos de sus componentes incidira en la forma de organizar el templo
toledano y dejara su impronta en algunos aspectos.
En primer lugar, parece que la organizacin primitiva de este cabildo se hizo a imita
cin de una abada o priorato benedictino donde el arzobispo ejerca ms el cargo de
abad o prior que el de prelado, y los clrigos, con una categora an no definida, lleva
ran vida en comn en la medida en que las frecuentes ausencias de Don Bernardo lo
9.- Los consejos de San Hugo se recogen en una carta que dirige a Don Bernardo en respuesta a la que
ste, a la sazn abad de Sahagn, escribe a su superior soliciando autorizacin para desempear el cargo de
arzobispo toledano para el que ha sido nombrado. El texto ha sido publicado por Rivera R ecio, Ob. cit., t.I,
pp. 68-69. En otros puntos de la mism a obra se recoge la explicacin del autor sobre las cuestiones m encio
nadas: 1.1, pp. 135 y ss., y t. II, pp. 20-24.
10.- F.J. Hernndez, La catedral, instrumento de asim ilacin, en Toledo, siglos XIl-XIII. M usulmanes,
cristian os y ju d o s: la sabidu ra y la toleran cia, Madrid, 1992, pp. 79-97. Por su parte, B.F. R eilly, Ob. cit.,
p. 290 y ss. seala que el arzobispo toledano hara el reclutamiento de los clrigos francos en 1096, cuando
regresaba de un con cilio convocado por el Papa y celebrado en la localidad francesa de Nim es.
Baste com o ejem plo sealar que estos primeros miembros del cabildo primado acabaron siendo los
titulares de las d icesis de Braga, Osma, Sigenza, Segovia y Salamanca, entre otras. B.F. Reilly, Ob. cit.,
pp. 290 y ss. analiza la trayectoria seguida por alguno de estos personajes y califica al cabildo toledano de
sem illero de obispos para las sedes de la Pennsula.
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San Agustn o San Benito, todas ellas aplicadas en las distintas dicesis de Castilla y
Len, lo importante es que su observancia asimilaba la vida de estos clrigos con la de
los monjes y determin que hasta bien entrado el siglo XI se les denominara indistinta
mente canonici, clerici o monachi. Los valores que primaban en estas cannica
o comunidades clericales surgidas en las diferentes sedes episcopales eran los de la ora
cin, castidad, obediencia y pobreza, aunque sta ltima no impeda que sus miembros
pudieran poseer bienes particulares20.
As pues, en Toledo, como en el resto de cabildos hispanos, existen a fines del siglo
XI unas comunidades clericales, germen de las slidas instituciones que llegarn a ser
en los siglos finales de la Edad Media. En la centuria siguiente, cada una de estas corpo
raciones se afianza, aunque para ello son necesarios algunos cambios.
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22.- J.L. Martn, Ob. cit., pp. 132-133; Garca Gallo, Ob. cit., p. 143; D. M ansilla, Iglesia castellanoleonesa y curia romana en tiem pos del rey San Fernando, Madrid, 1945, pp. 13-14.
23.- O viedo se separ en 1106, Len en 1120 y los dems en momentos difciles de precisar del siglo XIII.
El proceso seguido por estos cabildos es analizado las obras especficas citadas en la nota 19.
24.- Aunque los cannigos no desconocen la propiedad privada, pues a pesar de la vida en comn de la
cannica sus miembros tenan derecho a disfrutar de algunos bienes propios con independencia y a negociar
con ellos, ahora la tendencia se generaliza y adquiere rango oficial. A. Garca Gallo, Ob. cit., pp. 137 y ss.
25.- E l Reino de ca stilla en la poca de Alfonso VIII, 1.1, Madrid, 1960, p. 444.
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divino. Muchos de ellos deban trasladarse a los lugares donde tenan sus posesiones y
otros, al verse libres del control de la comunidad, abandonaban sus obligaciones litrgicas
y pastorales. Adems, conforme los bienes de la mesa capitular se dividieron en preben
das individuales para atender al sostenimiento de los miembros de la corporacin, se
produjo la acumulacin de varias prebendas por los capitulares, lo que dificultaba el
buen ejercicio de las funciones inherentes a estos clrigos26. Estas irregularidades obli
garon a las autoridades eclesisticas hispanas a tomar medidas y a fijar unas normas
precisas para el funcionamiento de los cabildos que acabaran con estos problemas. En
algunos casos sern los prelados los que tomen las primeras disposiciones, pero tambin
es frecuente el intervencionismo papal, directamente o a travs de legados, como est
perfectamente constatado en el siglo XIII27.
El cabildo de Toledo no permaneci en modo alguno al margen de esta evolucin y
se vi rpidamente influido por los nuevos tiempos que afectaban a estas instituciones.
Rivera Recio apunta que el primitivo cabildo, de origen y usos monsticos y comunita
rios, no estaba llamado a permanecer mucho tiempo en la catedral toledana, ni mucho
menos a ser definitivo. Los cluniacenses deberan permanecer slo el tiempo necesario
para trazar un camino que sirviera de modelo a futuros clrigos catedralicios. Progresi
vamente, se iran integrando con el clero secular, algunos abandonaran el cabildo para
ser obispos de otras sedes y el clero nativo llegara a ocupar los principales cargos capi
tulares28. Es difcil precisar el momento en que los lazos con Cluny se rompieron, as
como la evolucin interna que llev al clero toledano a abandonar la vida en comn y a
independizarse de su obispo29. Lo que si est constatado es que en 1138 el cabildo reci
bi de ste, a la sazn Don Raimundo de Sauvetat, una amplia Constitucin que resulta
decisiva para la evolucin posterior de la institucin. Con ella el arzobispo quera solu
cionar unas relaciones con el cabildo que no deban ser fciles a juzgar por las propias
palabras del primero acerca de la necesidad de que cese la murmuracin y haya verdade
ra paz y amor entre ellos30. Esta es la motivacin que lleva a don Raimundo a disponer,
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Ahora bien, la labor de los mismos que mayor inters tiene para nuestro estudio fue,
indiscutiblemente, la atencin que prestan al cabildo de la catedral primada, tal como
ponen de manifiesto los estatutos que cada uno de ellos otorg a la institucin durante su
pontificado. Los documentos se fechan en 1138, 1157, 117434y 1195, respectivamente,
en intervalos que oscilan en torno a los veinte aos. En los diferentes apartados que
incluiremos a continuacin detallaremos su contenido; por el momento, baste saber que
como temas preferentes se ocupan de fijar el nmero de componentes del cabildo, de la
separacin de la mesas y de disponer el mecanismo para la provisin de las vacantes.
Habr que esperar a periodos posteriores para tener regulados ms aspectos, pero, en
cualquier caso, dada la indigencia normativa en que se mova hasta ahora la corpora
cin, la relevancia de estas medidas no deja lugar a dudas35.
Aunque la actividad llevada a cabo por los prelados es la ms destacada en orden a
organizar la corporacin toledana, no se puede ignorar que durante este siglo diversos
monarcas castellanos y algunos papas miraron tambin a la corporacin catedralicia y la
hicieron destinataria de los ms variados privilegios. Su actuacin contribuye notable
mente al afianzamiento de la institucin capitular y al incremento de su poder y presti
gio. No obstante, nos vemos obligados a dejar su anlisis para posteriores trabajos y
centrarnos en las medidas dispuestas por los citados arzobispos. De ellas resulta una
realidad radicalmente nueva para el cabildo, plasmada en los siguientes aspectos.
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cin haga de ella una de las ms pujantes corporaciones catedralicias de los reinos hispa
nos42.
Sera extraordinariamente prolijo y excedera los lmites de este trabajo detallar todas y
cada una de las posesiones que en diferentes momentos del siglo XII pasaron a manos del
cabildo. Creemos que puede resultar ms interesante conocer los distintos caminos por los
que llegaron a la institucin y hacer una valoracin conjunta de lo que pudieron representar
en su momento.
* Una primera fuente de ingresos fueron, como ya se ha dicho, los bienes procedentes de
la parte que corresponda al cabildo de las propiedades donadas al arzobispo despus de la
Constitucin de 113843. Habida cuenta del importante incremento de la mesa episcopal en
este tiempo, pasaron a poder del cabildo la tercera parte de numerosas heredades, castillos y
aldeas propiedad del arzobispado44.
* El cabildo recibi numerosos bienes de las fundaciones de capellanas y aniversarios
realizadas por prelados, reyes, nobles, diversos particulares y los propios cannigos para
costear la celebracin de misas por su alma o la de sus allegados. Los ejemplos son numero
sos y ponen de manifiesto lo arraigado de esta prctica tanto entre laicos como eclesisticos.
Tal debi ser el volumen alcanzado por estas fundaciones piadosas que el propio arzobispo
Juan de Castellmoron se vi obligado en 1159 a reorganizar las rentas procedentes de los
aniversarios y a decretar su libre posesin y administracin por los cannigos45. Lo cierto es
que por este procedimiento pasaron a poder del cabildo las villas de Illescas y Azaa46, nu
merosas vias, heredades o casas entregadas por particulares47, as como por cannigos y
dems clero catedralicio en sus testamentos48, etc.
42.- El proceso de crecim iento que siguen los bienes capitulares desde este m om ento ha sid o analizado en
diversos trabajos por Ricardo Izquierdo B enito, fundam entalem te, en El Patrimonio del Cabildo de la Catedral de
Toledo, T oledo, 1980.
43.- A.C.T. Z. 1.G. 1.1. Si contingerit quod quislibet vivuu s sive mortuus aliquam hereditatem e cc le s ie beate
M arie tribuat, due partes sint archiepiscopi et terciam clericorum .
44.- R ivera R ecio, Ob. cit., t. II, pp. 67 -8 5 , detalla las distintas donaciones hechas, generalm ente por los m o
narcas, a la m esa episcop al toledana a lo largo del sig lo X II, as com o la proporcin que de las m ism as correspon
di al cabildo. Tambin se ocupa de analizar el patrim onio de la Iglesia toledana, Socorro Prous Zaragoza, La
Ig lesia de T oledo, 1 0 8 5 -1247, En la Espaa M edieval IV, t. II (1 9 8 4 ), pp. 833- 863. La publicacin de buena
parte de los textos y de tiles referencias sobre los m ism os puede verse en las obras de J. A . G arca Lujn y F. J.
Hernndez, citadas en la nota 2.
45.-A .C .T . A .5 .A .1 .1 4 .
46.- A m bas son donacin hecha en diciem bre de 1159 por el arzobipo D on Juan a cam bio de que el cabildo
celebrase tres aniversarios por el alma de A lfo n so V II, Sancho III y el propio prelado. A .C.T. 0 . 7 . A . 1.4. F. J.
Hernndez, Op. cit., p. 124-125.
Previam ente las villas fueron donadas por Sancho HI a D on Cerebruno y con posterioridad su cesin es
confirm ada por A lfo n so VIH (1176).
47.- La lista de fundaciones es interminable, por lo que s lo m encionarem os algunos ejem plos. E s el caso de
una mujer, Petronia, que el 29 de junio de 1182 con ced i a los cannigos de T oledo la casas, bienes y vias que
po sea en Cobeja. A cam bio pide que la consideren c o m o canniga mientras viva y celebren su aniversario
despus de su muerte. A .H .N . 996B , f. 98ra. y F. H. Hernndez, Op. cit., p. 203. En otros casos se conced en al
cabildo bienes no m enos importantes, com o el pozo manantial que en 1181 es ced ido por Juan de Espaa, B.C.T.
4 2 -2 0 , f. 67v-68r, o el cuarto de las salinas de Perales otorgado por D om in go A ntoln, alcalde de T oledo, en
diciem bre de 1161, B.C .T. 4 2-23a, f.73v.
48.- E llo responde a la prctica cada vez ms extendida entre los capitulares de dejar a la catedral una cantidad
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* Tambin los monarcas contribuyeron con sus concesiones a acrecentar el poder del
cabildo, fundamentalemente concediendo algunos derechos y tributos. Citaremos como ejem
plo la donacin que Alfonso VII hace al arzobispo y cabildo de Toledo para que se repartan
la mitad de las rentas reales de Talavera, entre ellas, la alcabala, portazgo, molinos, almunias
y otros derechos49.
* Por ltimo, un importante nmero de bienes pasaron a poder del cabildo como resulta
do de compras y permutas que tienen como objeto homogeneizar sus propiedades y concen
trarlas en zonas frtiles cercanas a Toledo, caso de la comarca de la Sagra. En el siglo XIII a
este inters se aade el de adquirir un slido patrimonio urbano. La posibilidad de comprar
viene dada por la acumulacin de un capital monetario producto, en su mayor parte, del
dinero de los aniversarios50.
El resultado de todo ello ser el control por parte del cabildo de un amplio conjunto de
territorios agrupados en villas y aldeas, en los que las tierras de cereal, vias y huertas ocu
pan una superficie preferente. Tambin pasan a su poder casas, bodegas, molinos, pozos y
otras construcciones que son fomentadas y protegidas por el cabildo a tenor de su importan
cia. Dado el volumen que iban alcanzando estas posesiones, cada vez se haca ms difcil su
explotacin directa por los miembros del cabildo, que deban ocuparse en funciones
mayoritariamente eclesisticas. De todas formas, parece que al menos a mediados de siglo el
cabildo mantena una pequea reserva cerca de Toledo, que ira reducindose progresiva
mente. El sistema de explotacin de estos territorios pas por la realizacin de distintos
contratos agrarios que presentaron a lo largo del periodo diversas modalidades51.
Destacan entre ellas las cartas de poblacin que en la segunda mitad del siglo XII otorga
el cabildo y en las que cede una aldea o parte de ella a diversos pobladores para que acudie
ran a habitarla y explotarla. Conocemos el caso de las concedidas en 1155 a Cobeja y Algissar
y en 1159 a Alameda. En ellas el cabildo impona a los pobladores, cuyos nombres se deta
llan al final de los documentos, una serie de condiciones: les ceda una yugada de tierra, con
derecho hereditario, a cambio de que le entregaran el diezmo anual de lo sembrado en cereal
o legumbres y un sexto de las vias y huertas; deban prestar al cabildo las tres labores
anuales de cosecha, siembra y arado52; en caso de querer realizar alguna venta, los cannigos
tenan una primera opcin de compra; en las demandas judiciales, los pobladores deban
someterse al juez del cabildo, que impona las penas correspondientes53.
para sufragios que lu eg o se invertira en fincas con cuyas rentas se costearan las diferentes misas. D esde el siglo
X m la prctica se har obligatoria. A hora em pieza a ser frecuente, com o atestiguan distintos testam entos conser
vados en lo s que lo s capitulares dejan mandas de diferente cuanta con este fin. F. J. Hernndez, Ob. cit., da
cum plida cuenta de todos los co n o cid o s y de su contenido.
49.- B .C .T., 4 2 -2 0 , f. 24r-26r. R eco g id o por F.J. Hernndez, Ob. cit, pp. 46-47.
50.- S. Prous Z aragoza, Ob. cit., pp, 8 4 4 -845.
51.- Ibidem , pp. 853 y ss.
52.- E sta circunstancia e s la que da pie a S. Prous a pensar que el cabildo tendra una reserva que explotara
directam ente y en la cual estaran obligados a realizar diversas prestaciones, las tres labores, los futuros pobla
dores. Op. c it., pp. 8 5 3 -8 5 4 .
53.- L os docum entos estn en el A rchivo Capitular de Toledo bajo las signatura 1.4.A . 1.1., f.5r-10r, en copia
del sig lo X V I. Su contenid o ha sido publicado por F.J. Hernndez, L os C artu larios, pp. 101-102, 104-106 y 122123. A lgisar recibe adem s una segunda carta de poblacin en 1170 que ratifica lo dsipuesto quince aos antes.
A .H .N . 9 96B , f. 80ra-b.
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Los textos manifiestan el seoro, no slo territorial, sino tambin jurisdiccional que
el cabildo ejerca sobre los distintos pobladores. Prueba de ello es, igualmente, el fuero
que otorga a la aldea de Santa Mara de Cortes, perteneciente al trmino de Zorita en
tierras alcarreas, en torno a 1180 y 1182. Este fuero parece estar influido por el que
aos antes concediera el arzobipo Don Cerebruno a Belinchn54, y, segn apunta Rivera
Recio, pudo ser otorgado en respuesta al extraordinario despliegue repoblador que las
Ordenes Militares desarrollaban en toda la zona55. Se conservan dos textos: el otorgado
por el cabildo y el que se dan los propios vecinos en 1182, al serles concedida por dicha
institucin la posibilidad de que redactaran su propio fuero. Todo ello da fe de la activi
dad repobladora que desempe la corporacin catedralicia en las tierras de su seoro y
de su contribucin, por tanto, a la incorporacin definitiva de estas tierras al dominio
cristano56.
La creacin de este patrimonio particular del cabildo repercuti directamente en la
forma de retribuir a los capitulares por su funcin y el cumplimiento de sus obligacio
nes. Su subsistencia, una vez abandonada la primitiva vida en comn, era asegurada por
la propia corporacin mediante la asignacin a cada uno de un conjunto de bienes, de
unas unidades o prstamos, con las que atenderan sus necesidades57. Desde fines del
siglo XII, coincidiendo con la mayor circulacin monetaria que afecta a todo Occidente,
se producirn algunas modificaciones en el sistema de retribucin citado. Los bienes
territoriales que eran entregados como prstamos van a permanecer indivisos en manos
de la corporacin, que slo repartir las rentas que estos produzcan tras su arrendamien
to. Las rentas obtenidas de dichos bienes prestimoniales, designadas con el nombre de
racin o prebenda, constituan la asignacin ms importante percibida por los capitula
res, pues eran lo propio de su pertenencia al cabildo y de su posesin derivaban las
obligaciones que deban cumplir.
Los miembros del cabildo toledano perciben tambin algunas cantidades por otros
conceptos: las distribuciones cotidianas por asistir a las horas cannicas y a los actos
de culto, en un intento de incentivar la presencia de los capitulares en los oficios y de
54.- Su tex to est p u b lica d o por R ivera R e cio , Ob. cit., t II, pp. 1 0 2 -1 0 6 y F. J. H ernndez, Ob. cit, pp.
1 5 2 -1 5 5 .
55.- Su te x to fu e p u b lica d o por E. H in ojosa, D ocum entos para la H istoria de las instituciones de Len y
C astilla, M adrid, 1 9 19, pp. 8 4 -8 5 . T am bin se o fr e ce resea del m ism o en A na M a Barrero G arca y M a L.
A lo n so M artn, Textos de derecho local espaol en la Edad M edia, M adrid, 1 989, p. 4 0 7 .
56.- La rep o b la ci n de las tierras toledan as han sid o objeto de d iv erso s estu d ios: R . Izq u ierd o B en ito ,
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acabar con la relativa relajacin que se produce tras el abandono de la vida en comn;
los vestuarios, asignacin destinada a la compra y confeccin de ropa para los miem
bros del cabildo; los aniversarios, recibidos por la celebracin y asistencia a los mis
mos, y otros ingresos de menor importancia58.
De esta forma, los ingresos percibidos por los capitulares alcanzaron un volumen
considerable y, aunque no es posible precisar su cuanta, sabemos, en funcin de lo que
sealan los testamentos de algunos miembros del cabildo, que permitieron a stos gozar
de una posicin bastante privilegiada. Evidentemente, las fortunas de cannigos y
racioneros seran muy variadas y se veran influidas por el propio patrimonio familiar de
los mismos, pero, en general, se componan de un buen nmero de bienes. Los testamen
tos recogen, adems de las mandas para la celebracin de aniversarios, la propiedad de
vias, huertas, heredades y diversas especies ganaderas, as como de una serie de obje
tos de uso domstico, parte del ajuar diario de estos personajes: tapetes, pellizas, sba
nas, tinajas, mantos, copas de plata y libros, entre otros59.
De todas formas, la retribucin de los miembros del cabildo, con ser importante,
result insuficiente ante el aumento de los mismos, que obligaba a dividir las prebendas
para atender a su sustento. En el apartado siguiente veremos las medidas tomadas para
evitar estas irregularidades.
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son las medidas tomadas por Don Cerebruno de Poitiers en marzo de 1174, que respon
den a las quejas que cabildo y cannigos le hacen llegar ante el desajuste existente entre
su nmero y las rentas de que gozan. La deficiente dotacin que ello provocaba les
obligaba a buscar complementos fuera de los oficios corales, y de ah que soliciten algu
na solucin a la que el arzobispo responde con un nuevo estatuto63.
En l, el nmero de cannigos se fija en 40 mansionarios, prohibindose la admi
sin de nuevos miembros hasta que se alcanzase esta cifra. Con el trmino mansionario
se quiere indicar que estos seran los cannigos que residiran habitualmente en la cate
dral, gozando de la plenitud de los derechos capitulares y haciendo mansin comn o
residencia habitual en la iglesia de su prebenda. Seran similares a los 24 cannigos
mayores de los estatutos anteriores. El texto menciona tambin la existencia de canni
gos menores como en las anteriores constituciones, aunque aqu se les designa como
los que participaban cannicamente del pan y no se determina su nmero64. An habr
de ratificarse esta medida en el ltimo estatuto recibido por el cabildo en este siglo,
concretamente, el 19 de marzo de 1195. En ella Don Martn Lpez de Pisuerga confirma
los 40 cannigos mansionarios, decretados por Don Cerebruno, pero aade 20 fornsecos
y 30 porcioneros65.
Contrariamente a los mansionarios, los fornsecos seran aquellos que no residan
habitualmente en el templo. Su origen est en los excedentes del conjunto de mansionarios
cuando su nmero se fija en 40 en la Constitucin de Don Cerebruno. Su situacin era
peculiar pues se encuentran en expectativa de obtener alguna canonja mansionaria y,
como veremos, gozaban de preferencia para ocupar las vacantes que se fueran produ
ciendo. Por su parte, los porcioneros ocupaban un posicin inferior en el cabildo,
equivaliendo a los 6 cannigos menores de 1138 y a los que participaban cannicamente
del pan en 1173. A veces se les denomina socios, aunque el trmino que se acaba
imponiendo en el siglo XIII es el de racioneros66.
De esta forma, durante el siglo XII el cabildo toledano ampli su nmero hasta com
pletar un total de 90 miembros, aunque fue un incremento no indiscriminado, sino regla
mentado y, seguramente, facilitado por el cada vez mayor volumen de ingresos y propie
dades acumulados por la institucn. En cualquier caso, todas la constituciones insisten
63.- A .C .T. Z .I .G .I .3 .: . . . v id e n tes e c c le s ie redditus non m o d icu m inm inui et can on icoru m num erum
de d ie in diem augeri, ne c o g en te paupertate debita e c c le s ie servita subtrahantur et qui de altario viv e r e
debent, victu m v e l v estitu m aliu n d e, ad ig n o m in ia m prefate e c c le s ie querere com pellan tur, statuim us . . ..
M.- Ibidem , qui panem ca n n ic a habuerint.
65.- A .C .T. Z .l.G .l .4.
66.- A . G o n z le z P a len cia , O b. c it. , p. 180, se a la que lo s racion eros debieron de ser en origen una e sp e c ie
de serv id o res, p u es a lg u n o ni siq u iera saba firmar, y m u ch os eran criados de algn c a n n ig o . A con tin u a ci n
o fr e ce una lista de sus nom bres, a s c o m o de lo s del resto de m iem b ros de la corp oracin .
67.- El ejem p lo m s claro est en la co n stitu ci n dada en 1229 al c a b ild o por el le g a d o papal Juan de
A b b e v ille. En e lla se ratifica la c o m p o sic i n del ca b ild o d efin id a por D on M artn L p ez d e P isu erga y se
e x ig e la reintegracin de lo s b e n e fic io s d iv id id o s a m ed id a que quedaran vacantes, el tex to del estatu to se
co n serv a en B .C .T. 4 2 -2 3 a , f. 20r-v. E st reco g id o por F.J. H ernndez en L o s C a rtu la r io s ..., pp. 3 8 2 -3 8 3 .
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73.- S e trata de la C on stitu cin de D on C erebruno de 1174 en la que aparece un Johannes toletan e e c c le s ie
m a g ister sch olaru m . A .C .T . Z .l.G .1 .3 . R e sp e c to a la p o sib ilid a d de que e l cargo e x istie ra antes d e e sa
fe c h a , R ivera R e cio , O b. c it., t. II, pp. 2 8 3 y ss. afirm a qu e la e sc u e la ca ted ralicia de la com u n id ad m on acal
in stalad a en la catedral fu e una n ecesid a d para la in stru ccin de a q u ello s pueri trados por D o n Bernardo,
d estin a d o s a ser rectores d e sed es c a stella n a s . P robab lem ente en e lla s, igu al que en las e sc u e la s m on sticas,
e l co n ta cto c o n lo s lib ro s fuera co n tin u o y h u b ie se y a un m aestro ocupad o en su fu n cio n a m ien to .
74.- U n d o cu m en to co n serv a d o en e l A rch iv o capitular toled an o bajo la signatura 1.9.A . 1.9., pu ed e dar
a lg o d e lu z sobre e l tem a. En este tex to , otorgado en R om a, e l 4 de ju n io d e 1192, por e l papa C e le stin o III,
no sa b em o s si por in icia tiv a propia o a p e tic i n de a rzo b isp o y ca b ild o , e x tie n d e e l p r iv ile g io q u e, en los
tiem p o s en que fu e le g a d o p o n tific io , obtu v o para las d ig n id ad es de T oledo. E ste p r iv ile g io se refera a la
p o sib ilid a d de que las d ig n id a d es p u d iesen usar m itra, c o n c e s i n que ahora hacen e x te n s iv a al m aestrescu ela
y tesorero. E llo parece ind icar que la crea ci n de am bas d ign id ad es e s cuand o m en os p osterior a la esta n cia
en la P en n su la c o m o le g a d o del Papa d el en to n ce s cardenal Jacinto, le g a c i n qu e fin a liz a en 1174.
75.- R ivera R e cio , O b. c it., t. II, pp. 3 4 -4 0 .
76.- I b id em ., p. 4 5 . Ig u a lm en te, encuentra d ific u lta d es para precisar si lo s arciprestes eran c argos cap itu
lares. M s tarde no lo sern, pero su p resen cia al la d o de lo s ca n n ig o s con firm an d o d o cu m en to s s e presta a
c o n fu si n . Tam bin G n z a le z P a len cia , en la am p lia do cu m en tacin por l estudiad a para elaborar su trabajo
sobre lo s m ozrabes to led a n o s, encuentra la m en ci n a a lg u n os cargos c o m o el pertiguero, cam pan ero, r efi
tolero , m ayordom o, m aestro de lo s a lb a iles de la catedral, e tc ., que sern m ejor p recisad os m s adelante.
O b. c it., p. 181.
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E l S ig l o X I I
e n l a h is t o r i a d e l
C a b il d o C a t e d r a l
de
T oledo
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a r a
Jos L
op
t in
79.- R ivera R e c io , O b. c it., t. II, pp. 2 8 -2 9 , da n o ticia d e una d e esta s p r e sio n es, con cretam en te de la
ejercid a por e l papa C lem en te III para que se nom brara c a n n ig o a un n otario p o n tific io . E l d o cu m en to se
encuentra en A .C .T . A . 1 2 .A . 1.21.
80.-A .C .T . I .9 .G .l.la .
81.- A .C .T . A . 1 2 .A . 1.3. E l d o cu m en to se fe c h a en V eletri e l 19 d e m ayo de 11 8 2 -8 3 .
82 - J. F ernnd ez C on d e, H is to r ia d e la I g le s ia en E sp a a , vo l 11-1, M adrid, 1982, p. 4 3 6 .
83.- A .C .T . Z .l.C . 1.2. A d d im u s etiam quod nu llus alterius e c c le s ie c a n o n ic u s e x isten t in nostra pro
c a n n ic o recip iatur e c c le s ia .
M.- D . M a n silla , O b. c it., pp. 2 4 2 y ss. da m ltip les n o ticias sobre e l d esarrollo del p roblem a en e l s ig lo
XIII.
85.- V id, nota 6 7 . El le g a d o prohib e que q u ien es tuvieran d ign idad o b e n e fic io en otra ig le sia pudieran ser
recib id o s entre lo s cuarenta m an sion arios, y c a stig a a lo s c a n n ig o s to led a n o s que recibieran b e n e fic io s en
otra ig le sia , entre tras c o sa s, co n la prdida de la porcin y del vestu ario corresp on d ien te.
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e n l a h is t o r ia d e l
C a b il d o C a t e d r a l
de
T oledo
Estos seran, a grandes rasgos, los contenidos principales que se pueden aportar so
bre el cabildo catedralicio en el siglo XII. Ir ms all para esta primera poca es tarea
ms que difcil en la que corremos el riesgo de precipitar nuestras conclusiones. De lo
que no hay duda es de que en el Toledo posterior a la conquista de la ciudad la institu
cin se debi ir definiendo como uno de los organismos ms importantes de la ciudad y
su entorno, a la par que sus miembros alcanzaban posiciones cada vez ms influyentes.
Los cannigos toledanos, en atencin a su cada vez mayor volumen de ingresos y bie
nes, a su superior preparacin intelectual por estar en contacto con la escuela catedralicia
y con los fenmenos culturales que vive Toledo en este tiempo, a la inestimable funcin
religiosa y litrgica que desarrollan, contribuyendo a extender el rito romano, y, en defi
nitiva, a su pertenencia al alto clero, privilegiado por excelencia, comienzan a hacerse
un sitio destacado en el conjunto de la sociedad toledana. Esta posicin, ahora apenas
esbozada, se ir haciendo mucho ms firme conforme avancemos en la Edad Media.
493
A cta s C o n g r e so B atalla d e A la r c o s
O r g a n iz a c i n
y l e g is l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d ie v a l e s
(s.
XII-XV)
1. Introduccin
La pobreza, hasta el siglo XI fue aceptada y valorada por todos como grata a Dios y
medio seguro de santificacin. Posteriormente ser rechazada con frecuencia, produ
ciendo desconfianza y temor. Se entenda, a menudo, como una amenaza a las estructu
ras establecidas, pues la protesta, el desorden, la enfermedad y la muerte, pueden y sue
len acompaar al pobre, que se convierte as para muchos en la fuente de todo tipo de
males1. Las cofradas, las iglesias parroquiales y los concejos fueron los agentes funda
mentales de la asistencia, a travs de los sistemas al uso: la limosna, la reduccin o
anulacin de rentas e impuestos, el reparto equitativo de stos, el aplazamiento de pagos
y la fundacin y mantenimiento de hospitales-albergues.
El trmino hospital, segn Lan Entralgo2 hace referencia originariamente a un esta
blecimiento de hospedaje, que adopta la forma de las iniciales casas de peregrinos paga
nas, griegas o judas, que ms tarde se cristianizaron, o bien tuvieron un carcter
especficamente cristiano, ligado a los medios monacales3 o a los episcopales4. Su ori
gen parece estar en la alberguera de peregrinos, en la que eran recibidos como hospes
y que despus fue evolucionando. Es decir, que inicialmente el hospital debi tener ms
un sentido de asilo que de enfermera, diferencindose pronto entre hospitalero y enfer
mero, atendiendo aqul a los peregrinos o extranjeros y ste a los enfermos. Por tanto,
no recogan, slo enfermos, sino toda clase de menesterosos5.
El asentamiento de los pobres en los burgos y su cada en la rbita episcopal ir
ampliando el hospital de un albergue temporal a una morada permanente para los pobres
y se desplazar a los meros albergues transitorios, como casas de peregrinos, dibujando
como ms especializados los hospitales propios de cada ciudad para acoger a sus natura
'.- S o b re e l co n ten id o y e v o lu c i n de lo s trm inos pobre y pobreza , a s com o sobre las reaccion es que
p ro v o ca n en la so cied a d m ed iev a l, ver, sobre tod o, dos trabajos de M O LLAT, M ., L es pauvres et la so ci t
m d i v a le , en XIII Congres International des Sciencies H istoriques, M osc 1970 y Pauvres et a ssist s au
M o y en A g e , en I Jornadas Luso-espanholas de H istoria M edieval, L isb oa 1973.
2 .- L A N E N T R A L G O , P., H istoria de la medicina m oderna y contem pornea, B arcelon a 1963, v. III,
pp. 2 6 3 -2 9 3 .
3.- G A R C A G U E R R A , D ., L a a sisten cia h ospitalaria en la E spaa M oderna: El H ospital R eal de San
tia g o , en E studios de H istoria Social, V II (1 9 7 8 ) 2 4 2 y ss.
4.- JE TT E R , D ., L o s h o sp ita les en la Edad M ed ia, en H istoria de la M edicina Universal, S alvat, t. III,
pp. 2 6 3 -2 9 1 .
5.- G A R C A G U E R R A , D ., La a sisten cia hospitalaria en la E spaa M oderna: E l H ospital R eal de San
tia g o , o .c ., p. 2 9 1 .
497
arlos
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iq u e l m e
J im n e z
les pobres. Segn Mollat6, pobre es aquel que de manera permanente o temporal se en
cuentra en una situacin de debilidad, de dependencia, de humillacin, caracterizada
por la privacin de medios variables (segn las pocas y las sociedades), de poder y
consideracin social: dinero, relaciones, influencias, ciencia, cualificacin tcnica, lina
je, vigor fsico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personales. El pobre vive al
da, sin poder variar su relacin si no es con la ayuda de los dems.
Varios de estos hospitales se conocern por una denominacin concreta que hace
referencia a su ubicacin en la villa y al tipo de necesitados que atendan, o a la institu
cin fundadora, o a la que ejerca su control. El hospital ser, a lo largo de la poca
bajomedieval, el lugar donde se desarrollen las actividades benfico-asistenciales por
excelencia. No podemos olvidar tampoco el carcter religioso que poseen estos centros
cuyas reglas y constituciones necesitaban la aprobacin del obispo, si estaban ubicados
en la ciudad. Adems hay que tener presente la gran vinculacin existente entre ellos y
las cofradas, que, en muchos casos, son anteriores y cuya relacin con las funciones de
culto fue una realidad. Uno de los elementos ms representativos en cuanto a la religio
sidad de los hospitales era su denominacin, compuesta de una o varias advocaciones.
Su estudio conlleva a un conocimiento de la religiosidad popular7.
6.- M O L LA T , M ., Les pauvres au M oyen Age. Etudes sociales, Pars 1978, p. 14 (e n fo ca d o d esd e una
p ersp ectiv a g lo b a liza d o ra ). El tem a ha sid o estu d ia d o por varios autores, entre lo s que destacan: A R IE S , P h . ,
R ic h e sse et pau vret devant la m ort, en L H istoire de la pau vret (M oyen Agen, XVI sicle), t. II, Pars
1 9 7 4 , pp. 5 1 9 -5 3 3 ; L A R T IG A U T , J., H onn eu rs f n eb res et le g s p ie u x F ig e a c au X V s i c le , en Annales
du M idi ( 1 9 7 7 ) 4 5 7 -4 6 8 ; G E R EM E K , B ., L es m arginaux p arisien s aux X IV et X V s i c le s , en C olection
L H istoire vivante, Flam m arion, 1976, pp. 2 0 0 -2 0 1 . P u ed e co n su ltarse tam bin V V .A A ., M anger et b oire au
M o y en A g e , en A ctes du Colloque de Nice (1 5-17 de octobre, 1982), 2 t, N iz a 1984.
7.- V a se el trabajo de H E R M O SO M E L L A D O -D A M A S , M ., L as a d v o c a c io n e s de lo s h o sp ita les s e v i
lla n o s en la B aja Edad M ed ia, en A ctas del VI C oloquio Internacional de H istoria M edieval de A ndaluca.
Las ciudades andaluzas, siglos X1II-XVI, U n iv ersid a d de M laga 1991, pp. 2 6 5 -2 7 5 .
8.- Cdigo de las Siete P artidas, e d ici n L os C d ig o s E sp a o le s, R eal A ca d em ia de la H istoria, M adrid
1848.
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y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d i e v a l e s
(s.
XII-XV)
Ospitales, e las aluerguerias; e todos los otros logares que sealadamente fazcn los
ornes a seruicio de Dios, en qualquier nome que hayan: e aun los Oratorios quefazen en
sus casas, con otorgamiento de sus Obispos. Pero departimiento ay entre todos estos
logares sobredichos: ca los vnos son llamados Religiosos e sagrados: assi como los que
son fechos con otorgamiento del Obispo, quier sean Eglesias quier Monesterios, o otros
logares, que sean fechos sealadamente para seruicio de Dios: e los otros son llamados
tan solamente Religiosos: assi como los Ospitales e las aluerguerias quefazen los ornes,
para rescibir los pobres, e las otras casas, que son fechas, parafazer en ellas cosas e
obras de piedad. Estos hospitales tenan como es lgico gente encargada de su cuida
do. En la Tercera Partida, Ttulo XII, ley XXIV, habla de estos guardadores de los
hospitales. Alfonso X recuerda en una Cantiga que un buen hombre construy un hos
pital donde dio a los enfermos pan, vino, carne, pescado y camas para acostarse en
invierno y en verano.
Segn la doctrina de la Iglesia ya expresada en San Pablo eran los obispos los princi
pales fomentadores de la hospitalidad, lo que recuerdan las Partidas al decir que:
hospedadores deuen ser los prelados de los pobres, porque assi lo establescio Sancta
Eglesia, que fuessen las sus casas como Ospitales, para recibirlos en ellas e darles de
comer y no olvidando que los Apstoles mismos comengaron afazer esto9. En 1315 los
prelados de Castilla se quejaron de que los hospitales fechos para los pobres e para los
enfermos eran empleados por los caballeros los cuales echan los pobres fuera e mue
ren en las calles10. Tambin el citado autor recoge que Llul en Blanquerna, hace una
descripcin detallada del Hospital fundado por los Padres de Blanquerna, Evast y Aloma.
La fundacin de un hospital es slo parte del apostolado seglar ejercido por stos. Su
adopcin de la pobreza total por amor de Cristo contrasta con la imagen del obispo
glotn, los nobles lujuriosos, el banquero avaricioso, el mercader de tejidos demasiado
orgulloso, el fraile envidioso, rico y vanaglorioso, etc.
La Orden M ilitar de Santiago, lo mismo que en San Marcos, cumpla sus obligacio
nes hospitalarias con arreglo al mandato otorgado por el Papa Alejandro III. Al confir
mar la institucin de la Orden en 1175 se dice: Tenedprincipal cuidado de los huspe
des y de los pobres y dadles libremente lo necesario, segn la facultad de la casau.
Tambin se seala que incorporado a la Corona el Maestrazgo de Santiago por los Reyes
Catlicos, los monarcas sucesores se preocuparon de que la hospitalidad se practicase
escrupulosamente, dictaron disposiciones encaminadas a este fin, relativas a las obliga
ciones de los hospitaleros, administradores o mayordomos, e incluso de los Comenda
dores, que tenan la obligacin de dejar al fallecimiento el valor de sus camas y vestua
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C arlos J o s R
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rio a los hospitales de la Orden, los cuales haban de recibirlos segn una tasa reglamen
tada en relacin con el valor de sus encomiendas12.
El hospital, en boca de las gentes el santo hospital, deba acoger gratuitamente por
lo que el rey hubo de legislar contra los nobles que se refugiaban en ellos en detrimento
de pobres y peregrinos, que eran los verdaderos beneficiarios. Los reyes hubieron de
parar la corruptela, introducida por ciertos arreglos entre hospitaleros, caballeros y no
bles para acogerse a los hospitales, en perjuicio de romeros y pobres que con frecuencia
deban salir de su amparo. Alfonso XI actuaba: Otrosi a lo que pidieron (los obispos)
que toviese por bien mandar que los cavalleros non posasen en los hospitales que fu e
ron fechos para los pobres e para los enfermos, ca quando y (all) vienen posar echan a
los pobres fuera e mueren en las calles, porque non an do entrar, tengo por bien e man
do que por quanto es servicio de Dios, que daqui adelante non posen en los hospitales
cavalleros nin otros ningunos e que sea guardado que non se faga. Valladolid, 10 de
septiembre de 1315, Archivo Catedral de Calahorra (ACC), 544.
Recogiendo probablemente la normativa medieval de las constituciones de Juan Prez
de Segovia (1220-1237) y de Diego de Ziga (1410-1443), el obispo Bernal de Luco
nos informa del engranaje administrativo del control institucional de la acogida. Son
casas donde se recibe a Dios en persona de los pobres. Se ordena que los curas de las
iglesias y algn seglar honrado, cuiden de los hospitales, leproseras y ermitas, si el
concejo quiere. Se establece tambin la exigencia de rigurosidad en la visita episcopal y
diocesana. Las Constituciones de Bernal (folio LXIII y ss) dicen: La cura y adminis
tracin de los hospitales y leproseras y de las ermitas encomendrnoslas a los curas de
las yglesias y dondo vuiere dos que sean ambos y se avengan entre si que vno tome la
carga. Pero si el concejo quisiere con el cura poner vna buena persona para la tal
administracin que lo puedan hazcr ambos a dos y den quenta cada ao en el concejo
delante de clrigos y legos de el logar, y si mal lo hizieren que lo hagan entender a nos
porque lo proueamos y les demos pena a los que hallaremos culpantes. Y dems que
cualquier de los primicieros y mayordomos que encubrieren qualquer cosa de los
sobredichos seyendo probado que lo paguen con el trestanto fuera del principal, de la
qual pena la vna parte sea para la fbrica, y la otra sea dada por dios en remisin de
pecado que cometi y la tercera sea para el concejo si lo acusare o para la persona que
lo acusare y probare...13.
12.- Era, e fe ctiv a m e n te , costum bre y p recep to de la Orden qu e a la m uerte de lo s C om en d ad ores qu ed asen
para lo s h o sp ita les que a q u lla so sten a su vestu a rio y su le c h o . Pero en el s ig lo X V I se redujeron a dinero
e sto s le g a d o s, tasn d ose su im porte d esd e o c h o a treinta m il m araveds (la m itad por e l vestu a rio y la otra
m itad por la cam a), seg n las E n co m ien d a s v a lie sen d e cie n m il a cuatrocientas m il, co n fo rm e d isp u so el
P rn cip e D . F e lip e en 1551 ( Regla y E stablecim ien tos..., p. 3 1 1 ). En 1573 d ict otra d isp o sic i n dirigid a al
fisc a l de las O rdenes para que lle v a se un lib ro en e l que hab a de apuntar los C om endad ores qu e fa lle c ie se n ,
co n e l o b jeto de avisar a lo s v isita d o res para qu e e n v ia se n p r o v isio n e s a las person as encargad as d e la adm i
nistracin de lo s h o sp ita les, a fin de que cobrasen cam as y v e stid o s, o lo que v a lie sen (Ibid, p. 3 1 2 ). T om ado
de ID E M , Ibid., capt. V, t. I, pp. 3 0 7 -3 0 8 .
13.- T om ado de S IN Z R IPA, E ., La aten cin a lo s hom bres en el C am ino de la R ioja, en IV Semana de
Estudios M edievales. N jera del 2 al 6 de A gosto de 1993, Instituto de E stu d ios R io ja n o s, L o gro o 1994, p.
144.
500
O r g a n iz a c i n
y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d ie v a l e s
(s.
XII-XV)
14.- C onstituciones d el ao 1524, de Carlos I, C o n stitu cin n 50, tom ado de U R A R IU , J., La h ospita
lid a d con los pereg rin os y el hospedaje, o .c, t. I, M adrid 1948, p. 315.
15.- Ibid., C o n stitu ci n n 5 1 . T om ado de ID E M , Ibid., p. 315.
16. - AHN, O rdenes M ilitares, San tiago, 1 4 0 9 -c, tom ado de ID E M , Ibid., p. 316.
17.- Constituciones del ao 1524, de Carlos I, C onstitucin n 16, f. 166-v, tom ado de IDEM , Ibid., p. 316.
18.- Ibid., C o n stitu ci n n 3 2, p. 3 6, tom ado de ID E M , Ibid., p. 316.
19.- E.S., t. X V III, Escr. 17, p. 3 3 2 , tom ado de ID E M , Ibid., p. 323.
501
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J im n e z
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O r g a n iz a c i n
y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d i e v a l e s
(s . X I I - X V )
22.- Tomado de GONZLEZ GARCA, V.J., La hospitalidad asturiana durante la primera poca del
Camino de Santiago (Siglos IX -X I), en SANTIAGO-OTERO, H., (coord): E l C am in o d e S a n tia g o , la h o s
p ita lid a d m o n s tic a y la s p e re g r in a c io n e s, o.c, pp. 178-179.
23.- VILLALBA, J., H is to r ia c ro n o l g ic a d e la s p e s te s , c o n ta g io s, e p id e m ia s y e p iz o o tia s que han a c a e
c id o en E sp a a d e s d e la v en id a d e lo s c a rta g in e se s h a sta e l ao 1.801, 1.1, Madrid 1802.
503
C a r l o s J o s R iq u e l m e J im n e z
epidemias de peste bubnica en poca medieval, sera la siguiente: 1005 por Europa (?),
1027-28, 1185 afectando a toda Castilla y particularmente a la ciudad de Len, 1196 en
Catalua, 1199 en Crdoba, 1212-13 propagada por los ejrcitos combatientes en las
Navas de Tolosa por toda la pennsula, 1230 en Mallorca, 1296 en Castilla la Vieja, 1333
en Barcelona, 1348 en toda Europa, 1350 en Gibraltar, 1362 en Barcelona, 1384 en
Mallorca, 1394 en Valencia, 1402 en Sevilla, etc..
Saldaa24 en una monografa sobre hospitales de Crdoba, seala la fundacin de 24
centros asistenciales a lo largo de los siglos XIV y XV. En Madrid, a raiz de la difusin
de la peste negra se levant el llamado Hospital de los pestosos y a lo largo del siglo XV
se fundaron otros 8 hospitales25.
En lo que respecta a la Pennsula Ibrica, las primeras regiones que recibieron el
impacto de la peste negra fueron Mallorca y Aragn. Ya en el mes de febrero de 1348, el
Lugarteniente de Mallorca emiti la Orden de que si en vuestro puerto o mar llegara
nave, leo o cualquier otro barco que venga de las partes de Gnova, Pisa, Romana,
Provena, Sicilia, Cerdea o de cualquier otra parte de Levante, no dejis bajar a tierra
alguno de los dichos barcos, hasta que sea reconocido que en aquellos barcos hubiese
alguna persona enferma. Sin embargo, a finales de marzo la recomendacin de que un
tal Guilln Brassa fuera enterrado lejos de la ciudad, nos indica, claramente, que la peste
haba hecho ya acto de presencia. En junio esta plaga ya haba causado estragos en Ca
talua, Valencia, Huesca, Teruel, apareciendo en Zaragoza a mediados del mes de octu
bre, teniendo que huir el Rey hacia Teruel con la reina, nuestra esposa que estaba
enferma... Partimos de alii (de Teruel) y nos fuim os a Eserica, pero en tal punto se
agrav el mal de la reina y sta muri en pocos das. En la actualidad se admite que el
morbo tambin penetr en tierras castellanas en este ao. Segn la Crnica de Alfonso
Onceno, fue la primera y grande pestilencia que es llamada mortandad grande... etfue
la voluntat de Dios que el Rey (Alfonso XI) adoleci, et ovo una landre (bubn). E tfino
viernes de la semana santa (ao 1350)26. Por eso en Sevilla ya se agrav la situacin y
hubo de crearse el Hospital de San Cosme y San Damin, fundado en 1383, vulgarmente
llamado de las Bubas. Tambin la peste negra afect a Alfonso XI segn la Crnica de
Pedro I (Captulo I)27.
Segn Julio Valden28, la asistencia sanitaria prestada en las instituciones hospitala
504
O r g a n iz a c i n
y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d ie v a l e s
(s.
XII-X V)
rias existentes durante el perodo medieval sera puesta a prueba por la incidencia de la
denominada Peste Negra. Dentro del particular conjunto peninsular, era Catalua la que
presentaba un conjunto ms completo, an contando con las deficiencias estructurales
dominantes.
En un principio, los escasos hospitales existentes eran administrados exclusivamente
por rdenes religiosas, o por elementos seglares y laicos conjuntamente. Ms tarde, pa
saran en una destacada proporcin a depender de las municipalidades en cuyo territorio
se encontrasen. Dotados todos ellos de medios aportados con carcter altruista y carita
tivo, los hospitales del Medievo se mantenan en medio de una permanente situacin de
precariedad y deficiencia. Esto incida obviamente de forma negativa sobre las personas
en ellos ingresadas. Los efectos de la peste pondran de manifiesto la presencia de estas
carencias de la forma ms dramtica, y obligaran por tanto a una reconsideracin de las
funciones a cumplir por parte de estas instituciones asistenciales.
En Levante, la mejor fuente para conocer la cronologa de estos conatos epidmicos
son los Manuals de Consells que son la fuente bsica y primordial para fijar la cronolo
ga. En ellos estn insertos las cridas o pregones que anuncian la existencia de peste, su
proximidad y las medidas a tomar, o bien hacen pblicas diversas procesiones o actos de
culto implorando su cese o agradeciendo su desaparicin29.
2.2.- Los hospitales de leprosos
Otra de las enfermedades que es considerada como una de las ms caractersticas de
la Edad Media europea es la lepra. El leproso es el marcado por excelencia y en l se
ejemplifica el camino de reclusin y de rechazo dentro de la sociedad occidental, permi
tiendo el inicio de otras reclusiones posteriores, como sealar Foucault30. Muerto vi
viente, tras una ceremonia fnebre plenamente ritualizada que lo condena a su desapari
cin como sujeto civil, el leproso era el pobre ms marcado por la pobreza, ya que,
muerto civilmente, su sucesin estaba abierta y no poda vivir ms que de limosnas31.
El pueblo reaccion vigorosamente contra la lepra cuando esta enfermedad empez a
convertirse en una amenaza para la sociedad. Puesto que no exista un tratamiento eficaz
y los mdicos se declaraban impotentes, slo caba atacar la enfermedad por la va so
cial; por ello, la Iglesia se encarg de combatirla, utilizando los preceptos del Levtico32.
La medida que ms frecuentemente vemos adoptada ante los afectados por esta enfer
medad es el aislamiento y la separacin de la sociedad en hospitales especialmente dedi
cados a ellos, o leproseras33.
505
arlos
J os R
iq u e l m e
J im n e z
d htel-Dieu et de lproseries. Recueil de textes du XIIe sicle au XIVe sicle, Pars 1901; M ERCIER, C .A ., Leper
Houses and m edieval Hospitals, Londres 1915; FL E U R A N T , M ., La lpre et la lproserie de C olm ar pendant le
M oyen A g e , en Annuaire de la Socit historique et littraire de Colm ar (1953); M A ZZ E O , M ., Lassistenza
sanitaria dal cristianism o, DI: C rociate-Grande epidem ie (lebbra, peste, fu oco sacro) ordini ospitalieri, en Rivista
di Storia della Scienza m edica e naturale, 4 6 (1 9 5 5 ) 7-38; M U N D Y , J.H., H ospitals and Leprosaries in T w elf and
Thirteenth Century T oulouse, en Essays in M edieval Life and Thougt, N ew York 1955, pp. 181-205; SCH M ITZC LIEVER, E., Topographie und B augeschichte des L eprosorium s M elaten bei A achen, en Sudhoffs Archiv, 56
(1972) 197-206; B OURGEO IS, A ., Lepreux et maladreries du Pas- du Calais (X-XIIIsicles), Arras 1972; M ESM IN,
S.C., Waleran, Count o f M eulan and the Leper Hospital o f St. G uilles o f Pont-Audem er, en Annales de Normandie,
3 2 (1 9 8 2 ) 3-19.
En Espaa las leproseras cuentan con una importante bibliografa, de la que pod em os destacar los siguientes
estudios: SA M PELA YO , J.M ., Las leproseras espaolas en la antigedad, en Actas del Congreso Internacional
de H istoria de la Medicina, v ol. I, fase. 2, M adrid 1935, pp. 2 3 4 y ss; A R C O GARAY, R. D E L ., E l A ntiguo
H ospital de leprosos de H uesca, en Linajes de Aragn, vol. IV, cuad. 4, H uesca 1915; D U Q U E D E A L B A .,
Leprosera de la Espina en e l co n cejo de Salas, en Boletn de la Real Academ ia de la Historia, 1 (1 9 3 2 ) 9-16;
V IL L A LPA N D O , M ., N otas sobre el H ospital R eal de San L zaro, en Estudios Segovianos, 2 8 -2 9 (1 9 5 9 ) 228229; B O SC H M IL L A R E S, J., Los H ospitales de San Lzaro de las Palmas y de Curacin de la Ciudad de Teide.
Estudio Histrico desde su fundacin hasta nuestros das, Las Palm as de Gran Canaria 1954; TO LIVAR FA E S,
J.R., El H ospital de San Lzaro del C am ino, en Archivum, X II (1 9 6 3 ) 167-192; H ospitales de leprosos en
Asturias durante las Edades M edia y M oderna, O viedo y H ospitales de leprosos, en Cuadernos de H istoria de la
Medicina Espaola, V (1 9 6 6 ) 129-180; B R O U A R D UR IA R TE, J.L., H ospitales, C asas de San Lzaro, de San
Antn y de Inocentes en la E spaa del sig lo X V , en Asclepio, 2 4 (1 9 7 2 ) 4 2 1 -4 3 0 ; A G U A S , T. D E L A S ., La
lepra en el R eino de V alencia, en Fontilles, 11 (1 9 7 7 ) 2 3 7-240; 11 (1 9 7 8 ) 4 6 5 -4 6 6 y 12 (19 7 9 ) 5-10; JU N C I
R A M N , J.M ., L H ospital de Sant Llatzer: notes historiques, s.l, 1982.
M - Para este aspecto en C astilla, esp ecialm en te respecto a la nom inacin por lo s reyes de m d icos e sp eciali
zados y normas de entrada en las leproseras, tom ando com o base el Tratado de la lepra de Enrique de V illena, cf.
F R A N C S, M ., La prevencin y la lucha contra la lepra en la E spaa del s. X V , en Boletn de la Sociedad
Espaola de Historia de la Farmacia, 30, n 119 (1 9 7 9 ) 2 5 1-254.
35.- L A N E N TR A L G O , P., Historia de la Medicina, B arcelona 1977, p. 210.
36.- C O N T R E R A S, F. Y M IQUEL, R., Historia de la lepra en Espaa, Madrid 1973, p. 57; y Z A R A G O Z A
R U B IR A , J.R., La M edicina E spaola M ed ieval, en Cuadernos de H istoria de la Medicina Espaola, vol. V,
Salam anca 1966, p. 42.
506
O r g a n iz a c i n
y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d ie v a l e s
(s.
X II-X V )
mente a grandes multitudes, todos los que ingeran el centeno parasitado, crean que se
trataba de una enfermedad contagiosa.
La caracterstica fundamental de la sociedad medieval frente al leproso fue la
ambivalencia. Por una parte se le expulsaba de la sociedad37, considerndole un muerto
en vida y relegndolo al leprosario, de donde slo poda salir, tericamente, en casos
concretos, anuncindose mediante las tablillas de San Lzaro.
En la ciudad de Trveris se le daban al leproso las siguientes instrucciones: Nunca
entrars en las iglesias, el mercado, el molino, la panadera, ni asistirs a reuniones.
Nunca te lavars las manos, o lo que quieras lavarte, en los manantiales, y cunado
quieras beber, sacars el agua en tu taza o en cualquier otra vasija; dondequiera que
vayas llevars tu tnica de leproso para que los dems puedan reconocerte, y no saldrs
descalzo de tu casa.... Esta muestra de aparente crueldad no puede achacarse nicamente
al temor por el contagio, sino que debemos considerar tambin, al mencionar esta pros
cripcin, el concepto judeo-cristiano de enfermedad/castigo por determinados pecados38.
Otra vertiente de la actitud cristiana ante la enfermedad, origin la creacin de una
Orden especialmente dedicada al cuidado de los leprosos: la Orden de San Lzaro. El
nombre de esta Orden, fundada el 1048, dara lugar al trmino lazareto como lugar de
atencin a estos enfermos, denominacin que ms adelante se hara extensiva a todos los
lugares de aislamiento por enfermedad supuestamente contagiosa.
Aunque muchas de las malateras pudieron ser fundadas por la Orden de San Lzaro
o por algn lazarista es fcil que algunas surgiesen por fundacin o dotacin testamenta
ria de algn magnate o persona piadosa, pues la asistencia al leproso hubo de ser consi
derada siempre como un acto meritorio y grato a Dios. Nuestro romance del Cid pinta al
hroe, en el Camino de Santiago, tratando con extremada caridad a un leproso que resul
ta ser Lzaro y en la vida de los santos se describen acciones como la del Obispo de
Tours, San Martn, que socorre y besa a otro de estos enfermos39. A veces la alberguera,
que en principio fue operativa, se convirti despus en hospital y al final ste en malatera por las necesidades de hospitales de esta naturaleza o por los enfermos del vecindario
que sufren esta calamidad. Tolivar Faes recoge ms de veinte malateras en Asturias en
el siglo XIII y unas cincuenta en el siglo XVI. Parece ser que para los ingresos, hasta el
siglo XVI, no se exigi el certificado del mdico que deba especificar quin padeca
continuamente el achaque de lepra.
Hemos de citar otras que fueron clebres como la creada por el Cid en Palencia (1067)
y sobre la cual hay una leyenda relatada en el Mo Cid; Alfonso el Sabio fund otra en
Sevilla, siguiendo las fundaciones en el siglo XII en Zaragoza y Valencia; en el siglo
37.- G U G L IE L M I, N ., M o d o s de m arginalidad en la Edad M edia: extranjera, pobreza y enferm edad. (A
p ro p sito de E statutos de H o sp ita les y L ep roseras), en Anales de H istoria Antigua y M edieval, X V I (1 9 7 1 )
7 -1 8 7 .
38.- L A N E N T R A L G O , P., Enferm edad y pecado, B arcelon a 1961, e sp ecialm en te las pp. 4 5 -5 8 .
39.- Romances, n 7 4 2 -7 4 3 del Romancero G eneral o Coleccin de Romances Castellanos an teriores al
siglo XVIII, recogidos, ordenados, clasificados y anotados p o r Don Agustn Durn, 1.1, B ib lio tec a de A u to
res E sp a o le s, R ivadeneyra, M adrid 1877, p. 4 8 7 , tom ado de T O L IV A R F A E S, J., H ospitales de leprosos en
A stu rias durante las E dades M edia y M oderna, Instituto de E stu d ios A sturianos, O vied o 1966, p. 2 4 9 .
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XIII en Valladolid, Logroo, Njera, Santo Domingo, Haro, etc. Finalmente sealamos
que sobre el Hospital de San Lzaro de Barcelona existe una interesante monografa40
que alude a la admisin en el mismo de ricos y pobres.
Las Ordenanzas de Oviedo de 1274, recogidas por el autor antes citado, prohiben a
los leprosos la entrada a la villa y en los certificados mdicos se dice que la lepra es
incurable, contagiosa, que se pega y aconseja que el enfermo sea apartado, y mandalle
apartar de los sanos para que no inficcione. Estas indicaciones tambin son recogidas
en las Ordenanzas antes mencionadas. Incluso, mandaban que el malato que entrara
enna villa, por la primera vez saquenlo a aguillonadas de la villa, et por la segunda que
lo batan, et por la tercera que lo quemen41, aunque no fue regla general.
Las Reglas en unos casos obligaban a los malatos a vivir muy honestamente, ser
humildes y sujetos a todos y en especial al Prior. En otras ocasiones les obligaron a ir
a la capilla tres veces al da, o, a observar la ms rigurosa castidad para evitar el conta
gio. El alimento de las leproseras, en general, constaba de sopa, de pan con manteca o
aceite por la maana y la noche; carne cocida y racin de pan al medioda. Las cantida
des variaban en funcin de los fondos de cada establecimiento. En las Constituciones
del Real Hospital de Santiago de 1524 se dispone que fuesen recibidos cuantos pacientes
lo desearen excepto los que viniesen con enfermedades contagiosas o incurables, as
como con la de las bubas o la pestilencia o la de San Lzaro.
Como seala finalmente Tolivar Faes42, cada una de las variadas noticias que posee
mos, relacionadas con las malateras, contribuye al conocimiento de las costumbres y
forma de regirse de aquellos hospitales, pero estas costumbres aparecen ms concreta
mente expresadas en las diversas Ordenanzas, reglas o Constituciones que corresponden
todas a los siglos XVI, XVII y XVIII. Por tanto, las que poseemos con anterioridad tal
vez tuvieron su origen en las hipotticas reglas de la Orden de San Lzaro tradas por un
supuesto lazarista que llegara en el siglo XII y fundara la mayor parte de las leproseras
de Asturias y que dieron lugar despus a numerosos topnimos, recogidos por este autor
como gafe, gafares, malatos, San Lzaro, etc.
Tambin hay que sealar que hasta el siglo XVI hay una gran ausencia de medidas
teraputicas, excepto en la leprosera de Oviedo que por ser la nica que reciba asisten
cia mdica nos suministra noticias de haberse practicado en ella curas, remedios o ali
vios, que no seran otros que los caldos de vbora y los ungentos mercuriales que Gaspar
Casal nos dice empleaba con xito en las falsas lepras. Asimismo creemos que puede
hablarse de una emprica teraputica ocupacional, de una sugestiva cura de aires y de
otra por medio de consejos y frmulas supersticiosas.
40.- P R E Z D E SA N T A M A R A , A ., E l H o sp ita l de San L zaro o C asa d eis M alats o M a se lls , pp. 8889 del v o lu m en de la obra R u, M ., (ed.): La pobreza y la asisten cia a los pobres en la Catalua m edieval, t.
I, B a rcelo n a 1980.
41.- T om ado de T O L IV A R F A E S , J., H ospitales de leprosos en A sturias durante las E dades M edia y
Moderna, o .c , pp. 2 9 9 -3 0 0 .
42.- ID E M , Ibid., p. 3 1 8 .
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44.- CAMPO, L. DEL., La m edicina en el Camino de Santiago, en P rn c ip e d e Viana, 102 (1966) 175.
45.- ALEGRE, E; ANDRS, M.L; P u e r t o , F.J. y S n c h e z , P., La fa r m a c ia y e l C am in o de S an tiago.
C ie n c ia y c re e n c ia , Santiago de Com postela 1993.
46.- FOLCH JOU, G., H is to r ia d e la F a rm a cia , Madrid 1957, p. 134.
47.- Citado por SNCHEZ GRANJEL, L., La m edicina esp a ola antigua y m edieval, Salamanca 1981, p. 139.
48.- Tomado de VILLALBA, J., H is to r ia c ro n o l g ic a d e la s p e ste s , c o n ta g io s, e p id e m ia s y e p iz o o tia s que
han a c a e c id o en E sp a a d e sd e la v en id a d e lo s c a rta g in e se s h a sta e l a o 1 .8 0 1 , t. I, o.c, p. 67.
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mdicos y cirujanos alcaldes de todos los enfermos de lepra para que providenciasen
sobre su recogimiento y curacin50.
2.3.- Los hospitales de locos
Los dementes eran atendidos en los hospitales al igual que el resto de los peregrinos
y pobres acogidos. Ura51 dice que la mujer es acogida como un peregrino ms y al ser
descubierta en su posesin diablica es tratada de modo mgico-religioso pero no mdi
co. Lo nuevo, por lo tanto, no ser la atencin hospitalaria a los locos, sino su cuidado
diferenciado, su conceptuacin como enfermos distintos y curables.
Morejn52, primer autor de una extensa historia de la medicina espaola, menciona el
trabajo pionero de instalacin de edificios cmodos y adecuados para el hospedaje y
tratamiento moral de dementes, mrito que corresponde exclusivamente a espaoles.
Junto a Ullersperger, Chamberlain y Sarro53, A. Schmitz, no deja ninguna duda de que ya
en el ao 1409, en Valencia, se fund la primera casa expresamente destinada a la acogi
da de dementes, es decir, un manicomio54. El primer hospital que los acoge de forma
diferenciada, es, segn cita Lallemand, el Tollkiste, de Hamburgo, que se remonta al ao
137555. Sin embargo, hay fechas anteriores: M. Pento habla del primero que en Inglate
rra se crea para recibir a aquellos que estaban enfermos de locura, no contando con
ms datos sobre el mismo, por lo que la autora sostiene que slo puede hablarse con
exactitud de la fecha de 1403, para la cual existe la certeza de la presencia en Londres de
un asilo para los dementes: el de Santa Mara de Bedlam, en el que se encontraban seis
locos cuando se realiz la encuesta sobre dicho hospital, en la cual se indica tambin el
modo en que stos eran tratados: cadenas, esposas, pilori, etc56.
En este sentido, segn seala Jetter, hay escasez de noticias sobre el primer manico
mio (o sea, la primera instalacin dedicada exclusivamente al cuidado de locos) de la
Europa cristiana: pudo serlo el precursor del Bethlem-Hospital de Londres (1403) o la
50.- N ovsim a R ecopilacin de las Leyes de Espaa, L. VII, T. XXXVIII, L. II: Don Fernando y Doa
Isabel en Madrid a 30 de M ayo de 1477, en el Real de la Vega ao de 1491, y en A lcal ao de 1498.
( Cuidado d el proto m edicato sobre los enferm os de lepra perten ecien tes a las casas de San Lzaro, y su
recogim iento en ellas): ... y los que se hallaren que deben se r apartados de la com unicacin de las gentes,
y deban se r p u estos en las dichas casas, les m anden ap a rta r y se aparten a las dichas casas del se or San
Lzaro, so pen a de cada d iez m il m araveds a cada uno dellos.... Tomado de LZARO RUIZ, M ., La lepra
en el cam ino francs a su paso por La Rioja, en IV Sem ana de E studios M edievales, o.c, p. 331.
51.- URIA RIU, J., La h ospitalidad con los peregrin os y el hospedaje, o.c, pp. 431-433.
52.- MOREJN HERNNDEZ, A., H istoria bibliogrfica de la medicina espaola, 1 tomos, Madrid 18421852.
53.- A s consta en el prlogo a su traduccin del manual de BUM KE, O., Handbuch d er Geisteskrankheiten,
Berln 1927, sobre las enfermedades m entales. Puede considerarse tambin el hospital fundado en Barcelona
en 1229 que recibi dem entes a partir de 1412.
54.- BA SSO E, P., Spain as the Oradle o f Psychiatry, en Amer. J. Psychiat, 101 (1945) 731-738, design
a Espaa com o la cuna de la psiquiatra.
55.- LALLEMAND, L., H istoire de la charit, t. III, Pars 1906, p. 129. (Tollkiste significa celda de locos).
56.- PENTO, M., Linstitution hospitalire en Angleterre au XIX sicle, en C ahiers Pauvret, IX.
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XII-XV)
Casa del Padre Jofr de Valencia (1409). En Espaa, los manicomios se extendieron de
manera asombrosamente rpida, pudindose citar los de Barcelona (Hospital de San
Severo, 1412), Zaragoza (Hospital Urbis et orbis ? 1425), Sevilla (Casa de los locos,
1436), Palma de Mallorca (1456), Toledo (1483), Valladolid (1489) y, finalmente, Gra
nada, con el Hospital Real de los Locos, que data del ao 1504 (Ullersperger). Todas
estas noticias son muy inseguras y precisan de una urgente comprobacin crtica. Sin
embargo, hoy ya no podemos poner en duda el hecho de que la sociedad medieval se
preocup activamente por mitigar la triste suerte de los locos. As lo demuestra, eviden
temente, la diversidad de instituciones.
En Valencia se crea, en 1410, el Hospital dirigido por el Padre Gilaberto Jofr que
exhorta en una predicacin a que se funde un hospital al ver que un grupo de gentes
insulta a un pobre loco. En la Crnica del Becerro (Archivo del Hospital Provincial de
Valencia), se narra cmo se dirigi a los ciudadanos estimulndoles a practicar la cari
dad tambin con los rechazados por la sociedad. Expuso a su consideracin la suerte de
estos hombres y la urgente necesidad de crear instituciones que albergaran alienados
(enfermos psquicos). Su predicacin surti efecto y ciudadanos y amigos del Padre
Jofr se ofrecieron para fundar esta institucin. El fue quien describi por primera vez
en la historia, en un sentido tipicamente mdico, las caractersticas de los alienados, con
todas sus consecuencias, mediante las siguientes palabras: inocencia, irresponsabilidad,
peligrosidad; poniendo de manifiesto la necesidad de un tratamiento especial. Se atrevi
a afirmar que los alienados eran enfermos que necesitaban de la acogida y cuidado en un
hospital. Su obra se circunscribe, seala Klemens Dieckhfer57, en el siguiente marco: la
Europa cristiana del siglo XV, en la que dominaba la tesis de que toda la psicopatologa
era brujera, pues todas las formas posibles de enajenacin mental equivalan a enajena
ciones de endemoniados. El problema de la curacin consista, entonces, en combatir al
diablo. La Iglesia se serva de los medios comparativamente suaves del exorcismo; el
Estado llevaba a los alienados a la hoguera. Aun cuando no todos los acusados de
embrujamiento eran alienados, a casi todos se les consideraba brujos, magos o embruja
dos. La actitud del pueblo ante tales enfermos, debi de ser una reaccin de miedo,
intranquilidad, repulsa, odio y crueldad. Sin embargo, el Padre Jofr llev a cabo un
tratamiento moral, impregnado de comprensin.
Anterior a este hospital se encuentra en Santa Creu el Hospital d en Colon. En la
Corona de Castilla tambin destac el Hospital de Jesucrito de Crdoba que destina
parte de sus rentas a asistir a los enfermos y los locos desfallecidos de seso natural los
cuales, segn se deduce de las Ordenanzas de dicho Hospital, eran asistidos de forma
separada y estaban instalados en lugares diferenciados del resto de los enfermos que en
el establecimiento se reciban, ya fuesen pobres o peregrinos58. En las mismas se seala
ba que en dicho hospital haya fsico o cirujano que cure de los dichos enfermos y locos,
57.- DIECKHFER, K., El desarrollo de la psiqu iatra en Espaa. Elem entos histrico-culturales, edit.
Gredos, Madrid 1984, pp. 74-75.
58.- GARCA BALLESTER, L. y G a r c a G o n z l e z , G., Nota sobre la asistencia a los locos y desfallecidos
de seso en la Crdoba medieval: el Hospital de Jesucristo (1419), en Asclepio, (Madrid) 30-31 (1979) 99.
51 1
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para que de ellos cada da sean visitados y para que d su consejo, les den de comer y
otros cosas que necesitaren para su cura. Como a lo largo de la Edad Media se va
produciendo la concentracin hospitalaria y la especializacin, encontramos que en el
Hospital de Nuestra Seora de la Gracia (1425), se atiende tambin a los dementes, tras
serle adscrito el fundado con autorizacin de Alfonso V. Fernndez Sanz59 hace notar
que el monarca al fundar este Hospital, declar que sus puertas estaban abiertas para los
pacientes de todas las enfermedades y de todos los pases, sin distincin de patria, ni
lengua, ni de religin, considerando que el manicomio era una parte del hospital incor
porada al mismo, de suerte que no se trataba de un manicomio-prisin, ni tampoco de un
manicomio-asilo, sino de un manicomio-hospital. Se trata pues de la coordinacin de un
frenocomio y de un hospital; precoz ensayo de asistencia de locos.
Tambin hay que destacar el Hospital de los Inocentes fundado en 1436 por un Caba
llero llamado Marcos Snchez Contreras y al que Enrique IV concede una serie de privi
legios en 1471 para que dicho establecimiento siga recogiendo a los dementes60. Es co
nocido el Hospital de Toledo, fundado por el Nuncio Apostlico Francisco Ortiz, con
vertido hoy en Hospital Psiquitrico de Nuestra Seora de la Visitacin, dedicado desde
su fundacin a los Inocentes (enfermos mentales)61 o la Casa de Orates de Valladolid
fundada por Sancho Vzquez de Cullar, en 1489.
Pero para el estudio de la legislacin lo mejor es seguir las Ordenanzas del Hospital
de Locos, que estn dominadas por la idea de la caridad y marcadas por las predicaciones
del Padre Jofr62. Entre las Ordenanzas del Hospital de Locos destacan63: Los dichos
pobres que as se hubiesen de acoger en dicho hospital, que sean dolientes y enfermos
que lo hayan bien menester y que no sean de los mendicantes que andan pidiendo por
las iglesias y las puertas.... Que cualquier peregrino pobre viandante que al dicho
hospital viniere que sea recibido con caridad y buena voluntad y que le den una comida
o yantar o a cenar y que lo acojan por una noche y despus se vaya y lo enven en buena
hora... y como colofn, insiste en que todo ello lo hace por caridad para hacer mise
ricordia a los pobres de Cristo. Esta caridad se acompaa de toda una serie de normas
religiosas en cuanto al funcionamiento del Hospital. Aparte de pedir que los pobres pue
dan oir la Misa desde el lugar que ocupan segn la costumbre que se encuentra genera
lizada en los hospitales monsticos medievales, se establece que den de comer a los
dichos pobres y que siempre antes y despus de comer den gracias a Dios por el benefi-
59.- FERNNDEZ SANZ, E., H istoria de la asisten cia de alienados, Trabajo de la Ctedra de Historia
crtica de la M edicina, t. I, Madrid 1932.
60.- LPEZ ALONSO, C., La asistencia a los locos en la Sevilla del siglo XVIII: el Hospital de Inocen
tes, recogido en H om enaje a Jos Antonio M aravall. Vase tambin COLLANTES DE TERN, F., Los
establecim ientos de caridad de Sevilla que se consideran com o particulares. A puntes y m em orias p a ra su
historia, Sevilla 1886.
61.- V ase la evolucin de este hospital desde el siglo XIX en el estudio de M RQUEZ MORENO, M .D.,
La asisten cia p siqu itrica en C astilla-L a Mancha durante el siglo XIX, Servicio de P ublicaciones, Junta de
Comunidades de Castilla-La Mancha, Toledo 1989.
62.- MARCOS MERENCIANO, F., Vida y obra del Padre Jofr (Fundador del primer m anicom io del
mundo). Ao 1409, en Archivos Iberoam ericanos de H istoria de la M edicina, t. II, pp. 305-309.
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c o que de El y por su amor reciben, rezando tambin por los difuntos.... Este tono
religioso de la asistencia corresponde claramente a un modelo tradicional. No son extra
as estas recomendaciones pues en el siglo VI, Gregorio, Obispo de Tours, escriba: No
es raro que en ciertos das de fiesta los endemoniados entren furiosos en las iglesias;
destrocen las lmparas; pero si el aceite de las lmparas cae sobre ellos, el demonio se
retira y recuperan la razn64. Giraldus de Galle, cronista del siglo XII, sealaba que si
los enfermos tienen necesidad de socorro de la medicina, el nico lugar donde pueden
beneficiarse se encuentra en los monasterios ya que, en todo caso, en este pas los mon
jes son los nicos mdicos65. El camino real de la cura, dice este autor, pasaba por la fe,
elemento indispensable para el tratamiento. La Iglesia era la depositarla de los secretos
de una farmacopea variada y emprica que le disputaban algunos nigromantes de los
pueblos.
En el Casa de Orates, antes mencionada, de Juan Gilabert Jofr, de la Orden de
Nuestra Seora de la Merced, los Estatutos del hospital, entre otras cosas prescriban
que cuando en la calle se encuentre a un alienado se ha de poner en contacto con sus
parientes y la justicia, quienes deben determinar lo conveniente (se pensaba en una es
pecie de internamiento forzoso). Si el enfermo se quedaba en el manicomio y dispona
de medios, debera pagar el alojamiento. El clavario del hospital tena la facultad de
recoger, de grado o por fuerza, a los enfermos que encontrara en la calle, con la excep
cin de aquellos que fueran mantenidos en custodia por sus parientes o por personas
caritativas. En el caso de que un enfermo con bienes muriese dentro del hospital, su
herencia deba pasar a manos de la administracin de ste, cuando en vida del enfermo
no hubiera satisfecho su manutencin. Se poda leer, finalmente que Su Majestad el Rey
diese permiso para que pudiesen ser pedidas limosnas dentro de Valencia y el Reino.
Los alienados son, como vemos, considerados en la legislacin medieval espaola.
La base de esta legislacin sobre los locos est sacada del Derecho Romano. Para los
romanos, los enfermos mentales eran incapaces de hacer un acto cualquiera que pueda
producir efectos jurdicos', eran civilmente incapaces e irresponsables desde el punto
de vista criminal; no podan realizar negocios, hacer testamento, ser testigos ni casarse;
eran irresponsables de los actos lcitos que cometieran y deban estar bien protegidos.
Encontramos datos sobre los locos en el Fuero Juzgo, Fuero Viejo, Fuero Real, en las
Partidas y en el Cdigo de Tortosa, cuya enumeracin extraemos de Ruiz Moreno66. En
general estos Cdigos llaman locos67 a los alienados; pero a veces, se hablaba de perso-
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mas, estancias independientes entre s para heridos y para enfermos de calentura; una
sala donde se da de comer a los pobres y muchas habitaciones atestadas de sbanas,
mantas y cuanto requiere el servicio de una casa de esta ndole. Por tanto la indepen
dencia de salas y abundancia de camas y ropas es un signo de modernidad.
Finalmente diremos que los Reyes Catlicos tendern a reunificar los hospitales,
reduciendo su nmero pero aumentando su eficacia85.
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los Reyes como premio a sus servicios en la Reconquista, ocup una demarcacin de
acusada personalidad: el Campo de Calatrava. Fue una de las primeras rdenes militares
que se fundaron en la pennsula ibrica durante el siglo XII, a imitacin de las interna
cionales del Temple y de San Juan con el fin de defender las fronteras meridionales de
los reinos cristianos, amenazadas por los almohades. Al reconquistar la misma fortaleza
de Calatrava la Vieja, en 1147, Alfonso VII la haba encargado a los Templarios para,
con ella, impedir las incursiones de los moros sobre las vas de acceso a Toledo desde
Andaluca; pero como seala Derek W. Lomax88, en 1158, creyndose incapaces de man
tenerla, los Templarios devolvieron la fortaleza a Sancho III, quien la ofreci a cual
quiera que se encargara de su defensa. San Raimundo, Abad del Monasterio Cisterciense
de Fitero, la acept y la guarneci con sus propios hombres y con cruzados toledanos,
agrupados en una especie de Hermandad. En 1164 el nuevo Maestre de la Hermandad,
Don Garca, consigui que el Papa convirtiese la Hermandad en Orden Religiosa y le
brindase su proteccin, y que el captulo general del Cster le diese una regla de conduc
ta cisterciense, pero adaptada a la vida militar.
Si fue importante la participacin de sus caballeros en todas las empresas militares
de la Edad Media, no tuvo menos trascendencia la repoblacin de los territorios recon
quistados a los musulmanes, y en esta labor la Orden de Calatrava llev a cabo una
eficaz obra econmica y social, no solamente por lo que se refiere a la distribucin de la
tierra, sino tambin por la organizacin administrativa de las villas y lugares repobla
dos.
Segn expone Area Javierre y Mur los trminos de Calatrava, fijados por Alfonso
IX en 1188, al confirmar la donacin de Sancho III, comprendan, como es sabido, desde
el Puerto del Muradal a la Sierra de Orgaz89, es decir, una extensin aproximada de 28
leguas cuadradas, territorio demasiado extenso para los brazos de que dispona. Seala
Julio Gonzlez90, que en lo que constituy el Seoro de los Calatravos, hay tierras muy
variadas, como las de Almadn, Alcudia, Almodvar, Almagro, situadas otras al norte
del Guadiana. Recoge tambin el citado autor91 el Privilegio Real de 1189 donde se
confirma a Calatrava dada por Sancho III con expresin detallada de los lmites asigna
dos a su territorio. Influy en su suerte el hecho de cruzarse en ellos los principales
caminos que unan Toledo a Crdoba y Mrida a Zaragoza y Chinchilla... La Orden iba
mediatizando trminos no consignados en escrituras. As los campos de Caracuel. En la
Bula de 1187 se confirman las propiedades de la Orden en los trminos dominados por
88.- LOM AX, D .W ., Calatrava y su Bulario, en Bulario de la Orden M ilitar de C alatrava, ediciones El
Albir, Barcelona 1981, p. V.
89.- AHN, S eccin de Ordenes Militares, Calatrava, Pergamino 4 1 -r, tomado de JAVIERRE Y M UR, A.,
El Campo de Calatrava y sus fuentes documentales, en E xposicin de la Orden M ilita r de C alatrava,
Conferencias pronunciadas con m otivo de la Inauguracin de la Casa de la Cultura de Ciudad Real, m ayojunio 1961, D ireccin General de Archivos y Bibliotecas, Madrid 1962, p. 29.
9Q.- GONZLEZ, J., R epoblacin de Castilla-La Nueva, o.c, 1.1, pp. 337-339.
9I.- La delim itacin se seala as: De navis que dicutur Com itisse, sicut vadit illa serra que dicitu r d el
Purto de M uradal;.... Citado por IDEM, Ibid., 1.1, p. 338.
516
O r g a n i z a c i n y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p i t a l e s m e d i e v a l e s (s .
XII-XV)
92.-A H N , Seccin Ordenes Militares, Calatrava, Pergaminos 6 y 8-e, tomado de JAVIERRE Y MUR, A.,
El Campo de Calatrava y sus fuentes, en Exposicin de la Orden M ilitar de C alatrava, Conferencias pro
nunciadas con m otivo de la Inauguracin de la Casa de la Cultura de Ciudad Real, m ayo-junio 1961, Direc
cin General de Archivos y Bibliotecas, Madrid 1962, p. 30.
93.- AHN, Seccin Ordenes Militares, Calatrava, Registro de Escritura de la Orden de Calatrava, Manus
crito 1.341-c, fo lio 4, tomado de IDEM, Ibid., p. 30.
94.- GONZLEZ, J., R epoblacin de C astilla-L a Nueva, o.c, t. II, p. 260. Vanse tambin, del mismo
autor, El Reino de C astilla en la poca de Alfonso VIII, 3 vols, Madrid 1960; y, Reinado y D iplom as de
Fernando III, 2 tomos, Crdoba 1980.
95.- D ocum entos de Alfonso VIII, n 313, citado por IDEM, Ibid., t. II, p. 260.
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Francisco de Rades y Andrada96 se dice acerca de este hospital lo siguiente: Era de mili
y dozientos y diez, el Maeftre viendo que muchos de los Caualleros defta Orden, y otros
vaffallos fuyos falian de la batallas heridos, y p a ra fer mejor curados conuenia auer vna
cafa en la Orden diputada para ello, fundo vn hofpital en el caftillo de Guadalherza,
que es dos leguas de Yeuenes: y dotole de todo el termino redodo que al prefente tiene.
De alli a tres aos el Rey don Alonfo el noueno dio para efte Hofpital muchas Vias, y
otras heredades en termino de Aceca, en la ribera de Tajo. Por efto en las efcripturas
antiguas, la Encomienda de aquel Caftillo fe llama Encom ieda del H ofpital de
Guadalherza. Julio Gonzlez indica que despus de la decadencia y hundimiento de
Calatrava la Vieja, tras 1245, las Guadalerzas, despus de su recuperacin, sigui siendo
hospital y castillo, sin conocerse puebla: Darazutan y Torre del Emperador no pasaron
de casero. Las Guadalerzas era punto de referencia y al quedar sin vida el castillo ha
prevalecido el valor de monte y dehesa. No se sabe bien si este hospital acogi a cauti
vos aunque es seguro que Alfonso VIII en 1179 haba dado unas vias para el este hos
pital.
3.1.- Fuentes
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O r g a n i z a c i n y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p i t a l e s m e d i e v a l e s (s .
XII-XV)
98.- GACTO FERNNDEZ, E., Ternas de H istoria del Derecho: Derecho m edieval, Publicaciones de la
Universidad de Sevilla 1977, pp. 9-13.
" .- V anse los estudios de MARTN, J.L., La pobreza y los pobres en los textos literarios del siglo
XIV , en A Pobreza e a A ssistn cia aos pobres na Pennsula Ibrica durante a Idade M edia. A ctas das
P rim eras Jornadas Luso-E spanholas de H istoria M edieval. Lisboa, 25-30 de setem bro de 1972, Instituto de
Alta Cultura, Centro de Estudios Histricos, A nexo Facultade de Letras da Universidade de Lisboa, t. II,
Lisboa 1973, pp. 587-635; y RUIZ MORENO, A., La M edicina en el Conde Lucanor, Archivos Argentinos de
Historia de la M edicina, t. II, Buenos Aires 1945, pp. 81 y ss.
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(s. X II-X V )
rrollo de las epidemias. Estas medidas fueron conscientemente derivadas del ritual b
blico de la lepra con su idea fundamental de aislamiento. Por las ilustraciones en los
manuscritos tenemos algunas indicaciones de las condiciones existentes en los hospita
les medievales. Pero dichas ilustraciones tienden a idealizar y es probable que las condi
ciones que muestran sean mejores que las existentes en la realidad. Hay razones para
creer que las salas en los hospitales medievales estaban mucho ms atestadas de como
nos las han presentado.
Quiz la asistencia ofrecida en estos centros se limitaba a dos aspectos principales: la
posada y alimentacin. Algunos dicen que en los hospitales del Campo de Calatrava no
hay indicios de una atencin espiritual ni sanitaria. Los Visitadores hablan del hospeda
je y de las atenciones que deben de hacerse en relacin a las camas, de su provisin de
ropas, etc. La alimentacin sera, a juzgar por la presencia de pozos, cocinas, asadores,
sartenes y mesas, la segunda funcin de estos hospitales de la zona.
Por ser zona cercana a la frontera y el haber participado en diversas contiendas hay
que aludir a que dieron cobijo a cautivos, lo mismo que a peregrinos, transentes pobres,
etc. Segn recoge Raquel Torres Jimnez103, entre los vecinos de Tirteafuera exista la
prctica de aposentar en su propia casa a religiosos, como predicadores ambulantes, a
cambio de cierta cantidad de dinero y tambin a caminantes f arrieros extrangeros, lo
cual est tan mal visto por los visitadores que recomiendan que alguna persona se encar
gue de hacer un mesn en la villa. Resulta curioso, seala esta misma autora, que no
propongan como alternativa su alojamiento en el hospital sino en un mesn, pero hay
que tener en cuenta que en el mismo ao se quejan al Concejo por lo mal proveydo a
reparado e no en lugar degente en que estaba el hospital (que debera trasladarse a un
solar habilitado para ello por un alcalde de Almodvar).
Tampoco hay que descartar, como han reflejado textos conocidos de Juan de Avin,
Chirino o Gmez de Salamanca entre otros104, que fueran frecuentes los procesos febri
les, fiebres errticas, cuartanas, tercianas y fiebres cotidianas; los trastornos psquicos,
como el calificado de melancola, el dolor de costado, la hidropesa, sarampin, viruela,
ergotismo, peste o lepra, enfermedades compaeras, casi cotidianas del hombre medie
val, que tambin podran haber sido motivo de asistencia en los hospitales, aunque a
esto no hacen referencia las visitas.
Podran incluirse en estos hospitales a gentes sin ningn medio econmico, ocupa
cin ni lugar a donde ir, invlidos, etc; en otros, hay tradicin de que se acogan a matri
monios viejos que a cambio de sus bienes y algunos servicios que an podan prestar,
reciban albergue y alimento hasta su muerte: forma rudimentaria de las rentas vitali
cias. Por tanto, estamos ante una forma de asistencia equivalente al asilo.
Otro modo de asistencia que tambin refleja Raquel Torres Jimnez es la posada, que
cubrira la alimentacin de las personas aposentadas en el hospital o aquellas otras que
103.- IDEM, Ibid., p. 131.
104.- Vase Regia medicina prctica castellana y Sevillana m edicina de J. de Avin: Compendio de
medicina de G. de Salamanca; Menor dao de la m edicina de Chirino (segn el estudio de SNCHEZ
GRANJEL, L., La m edicina espaola antigua y m edieval, Salamanca 1981, p. 135.
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105.- TORRES JIMNEZ, M .R., R eligiosidad popu lar en el Cam po de C alatrava. C ofradas y hospitales
al fin a l de la Edad M edia, o.c, pp. 121-122.
106.- V ase MARTNEZ GARCA, L., La asistencia material en los hospitales de Burgos a fines de la
Edad Media, en M anger et Boire au Moyen Age. A ctes du Colloque de Nice, octobre 1982, Pars 1984, pp.
349-360. Puede consultarse tambin del mismo autor: El albergue de los viajeros: del hospedaje m onstico
a la posada urbana, en IV Semana de E studios M edievales, o.c, p. 84.
107.- HERNNDEZ IGLESIAS, F., La beneficencia en Espaa, Madrid 1876, 2 tomos, t. I, p. 277.
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moda de fundar hospitales se generaliz tanto en el siglo XIV al XVI, que el nmero de
estas casas lleg a una cifra fabulosa; mas como la moda es ligera en todas sus mani
festaciones, si los hospitales eran muchos tambin eran muy malos, pobres por lo co
mn y mal administrados, a punto de que apenas servan para los enfermos pobres.
Jimnez Salas108 asegura que a fines del siglo XV haba en Espaa hospitales muy
pobres. Existan magnficos hospitales generales dotados de copiosas rentas, pero se
hallaban multitud de hospitales de reducida importancia y de poco provecho para los
pobres enfermos... advertimos pues, que el problema de la debida asistencia a los enfer
mos pobres no afectaba el nmero sobrado de hospitales sino a la actividad y posibili
dades econmicas de los mismos. Tanto Hernndez Iglesias como Mara Jimnez Salas
ponen el dedo en la llaga en cuanto a los problemas de los hospitales en la Baja Edad
Media. Y es que muchos de ellos no posean los medios econmicos mnimos para hacer
frente a las necesidades asistenciales y ste sera el caso de los hospitales de esta zona.
Los hospitales del Campo de Calatrava dependan en su mayor parte de una cofrada,
como ocurri en la Baja Edad Media109, fundadora de un hospital o creada para conser
var uno que anteriormente fue fundado por una persona particular; o bien, de una cofra
da que hubiera ampliado sus objetivos devocionales a los asistenciales. Son 29 los hos
pitales atendidos por cofradas segn seala Raquel Torres Jimnez110. En cambio los
hospitales de Concejos se estiman en nmero de 16. Cuatro Concejos se hicieron cargo
de un establecimiento fundado por una persona particular como tambin lo hizo una
Cofrada de Almagro.
Esta autora111 ha sealado algunos de stos, tales como el Hospital de Aldea del Rey
que haba sido fundado y dotado por Don Garca Lpez de Padilla, ltimo maestro de la
orden (1482-1489) antes de su anexin por la Corona. Los bienes de la misma se situaban
en Aldea del Rey y Miguelturra y segn un documento de la poca slo el mayordomo
de este hospital poda efectuar los gastos necesarios con su mandato y consejo del
seor Clavero y no de otra guisa. Parece ser que la Orden no intervino en el resto de
fundaciones particulares.
En Miguelturra hubo otro hospital donado por un difunto. Parece que sus hijos solici
taron a los visitadores la reparacin del edificio y stos aconsejaron que se hiciera por
los oficiales concejiles. En Valenzuela tambin se habla de otro hospital que parece ser
no estaba bien situado y las instrucciones eran venderlo en almoneda pblica (mediante
pregones de domingos y fiestas) y con lo obtenido proveer y habilitar la casa ahora
cedida como hospital. Se cita por esta autora un cuarto hospital fundado por un particu
lar, la Sennora Donna Isabel: el de Santa Mara de los Llanos de Almagro, regido por
una Cofrada homnima. El quinto es un hospital de Villarrubia: el de San Sebastin y
108.- JIMNEZ SALAS, M., H istoria de la asistencia social en Espaa en la Edad M oderna, Consejo
Superior de Investigaciones C ientficas, Madrid 1958, pp. 157-158.
1S.- SNCHEZ HERRERO, J., Cofradas, hospitales y beneficencia en algunas d icesis del Valle del
Duero. S iglos XIV y X V , en H ispania, XXXIV (1974) 26.
II0.- TORRES JIMNEZ, M.R., R eligiosidad popu lar en el Campo de Calatrava. C ofradas y h ospitales
al fin a l de la Edad M edia, o.c, p. 119.
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que como estaba derruido, el Concejo pensaba venderlo para reparar otro hospital de la
localidad, el de Santa Mara.
Por ltimo, existan otros hospitales regidos por iglesias mayores, como el de
Manzanares y Puertollano y otro por una ermita, la de Santa Mara de la Rosada en
Argamasilla, mantenidos con aportaciones del Concejo.
3.4.- Organizacin, distribucin y personal de estas instituciones
En los Libros de Visitas se habla de que el hospital deba de tener una situacin cntrica,
porque los que estaban apartados quedaban desasistidos y se sustituan por otros. El empla
zamiento de estos hospitales, segn ha resaltado Torres Jimnez112, unas veces estaba unido
al edificio de la Audiencia, como en el caso de Calzada, otros contiguos a un santuario, como
el de Santa Mara la Rosada de Argamasilla y otros lindando con casas de vecinos y en
ocasiones en un campillo, como el de Miguelturra. El hospital se configuraba como un conjuto
de casas: varios cuerpos de edificios que se disponan en tomo a un patio corral donde haba
un pozo. Algunos elementos del exterior deban servir para identificarlo con tablas pintadas
en la puerta para que se entienda que es hospital.
Frente a la puerta de entrada, apunta esta autora113, hay un portal o palacio para es
tar los pobres durante el da. A veces este portal tiene un corredor que lo prolonga y se
puede dividir haciendo atajos donde estn las camas para los pobres. Pero habitual
mente hay otras casas, dos o tres, destinadas a albergar las camas, que, a veces, carecen
de puertas. Si en el hospital se aposentan frailes, stos ocupan una casa aparte, al extre
mo del conjunto, como ocurre en los hospitales de Villarrubia y de Pozuelo. Todos tie
nen una cocina al lado del patio corral, que debe tener chimenea o simplemente un horno
en el patio, habiendo bancos dispuestos alrededor del fuego. La cocina y el patio, en
algunos casos, estn abiertos a la calle y los visitadores ordenan levantar tapias para
cercar el corral e impedir que entren personas ajenas. En los casos de hospitales de dos
pisos, dispondran de un amplio portal, cocina y comedor en la planta baja y en la supe
rior, habitaciones dormitorio, separadas, para hombres y para mujeres.
Tambin el estado del edificio de los hospitales es otra de las obsesiones de los
visitadores, expresada como clusula general: Vos encargamos mucho la casa del hos
pital para que sea sostenida en los edificios... o bien, en el mandamiento al mayordo
mo: Gaste en la casa e cama del hospital; y en sus mandatos sobre obras concretas en
particular. La recomendacin ms frecuente es que se reparen los tejados, se repongan
vigas quebradas, etc, como en el de Almadn y en el de Villarmbia. El Hospital de
Fernncaballero haba alcanzado un estado de tal mina que no se poda morar en l,
urgiendo los visitadores a una reparacin y adems cercar la casa lo cual a de cergar a
su costa Miguel Martnez porque pertenege a su hazera114. El de Tirteafuera y el de
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lana e lino e vasijas para comer e bever e todo lo al que para el servigio del dicho
ospital y pobres que en el estovieren convenga. E faga guisar los manjares y dargelos
(sic) y las otras mediginas que ayan menester. E tenga asimismo cargo el dicho ospitalero
de la huerta del dicho ospital y la tenga curada e que de los arvoles e legunbres e de las
frutas aya de dar a los dichos pobres dolientes lo que dello ayan menester y sacando en
sus tienpos aguas de azahar y rosada para lo susodicho. E lo que sobrare de las dichas
frutas y legunbres cunplido como dicho es con los pobres dolientes se pueda el dicho
ospitalero aprovechar de lo restante, e tenga el dicho ospitalero asi mesmo la lunbre
que los pobres dolientes aya menester de noche con... arovas de azeyte que el mayordo
mo le dara para ello.
En estas mismas Ordenanzas se sealan tambin los siguientes puntos: Se atienda a
siete u ocho enfermos pobres, hombres o mujeres, dndoles camas limpias, alimentos
adecuados, atencin espiritual, asistencia mdica y medicinas hasta su total curacin.
Realizada sta, el enfermo debe abandonar la institucin para dejar sitio a otros que lo
necesiten. Se ordena se acoja a los transentes pobres durante dos o tres noches en una
pieza del edificio destinada al efecto, dndoles cama, calor, platos y vasijas para que
coman y beban. En caso de fallecimiento de algunos de los enfermos, se manda se les
entierren en el hospital, les digan misas y todos los oficios religiosos acostumbrados en
estos casos. El hospital ha de tener reservadas dos habitaciones para los miembros de las
rdenes religiosas, especialmente para los frailes del monasterio de Santo Domingo del
Campo, que era de fundacin del Condado de Feria. Estos religiosos sern considerados
como pobres a los efectos de su asistencia, debindoseles atender gratuitamente en sus
enfermedades. Se conceda la indulgencia plenaria a aquellas personas que falleciesen
en l, con lo cual se establece que el mayordomo acoja a toda persona que en el ltimo
momento de su vida desee morir en el hospital, para poder as acceder a esta gracia118.
Al frente de la administracin del hospital est el mayordomo, encargado de gestio
nar todos los bienes de la institucin asistencial. Sus competencias son similares a las de
los priostes de cofradas: tesorera, percepcin de deudas, administracin de bienes, re
gistros de contabilidad en un libro, etc. A cada uno de los empleados del hospital les
hace un pliego nmina en el que consta el nombre y apellidos, cargo desempeado,
haber anual en metlico o en especie, fecha de nombramiento y anotacin anual o men
sual del salario, especificando claramente la fecha y lo entregado.
El mayordomo es el jefe de personal del hospital y era elegido por el alcalde y regidores
de Concejos o bien por cabildos y cofrades. Est dotado de autorizacin para proponer
el nombramiento de empleados, informando de su idoneidad. Algunas veces se le exiga
una escritura de fianza a favor del hospital como responsabilidad ante el manejo de los
bienes.
En todas las instituciones encargadas de hospitales exista una jerarquizacin en cuya
cspide se hallaban los miembros del gobierno concejil. Esto est en consonancia con el
carcter de delegados de la Orden.
IDEM, Ibid., p. 27.
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a cada uno de los hospitales de Nuestra Seora y San Juan Bautista doce fanegas de tierra y
2.000 maravedes de renta anual; 20.000 maravedes de renta para vestir a los pobres en
Navidad y repartirles comida en Resurreccin; y, veinte ducados de renta a la Cofrada de las
Doncellas...
Para Socullamos se recoge la donacin de Isabel Rodrguez que destin su casa a
este fin y, lo administraba un mayordomo, que nombraba el Concejo; en La Solana tam
bin se habla de la existencia de un Hospital; se cita el Hospital de San Pedro en Torralba
que en 1578 tena una renta anual de 10.000 maravedes, corriendo su administracin a
cargo de un mayordomo que nombraba el Ayuntamiento. El Libro de Cuentas que existe
en el Archivo, empergaminado, de 1600 a 1735, confirma la existencia del Hospital, sus
orgenes, sus bienes races y muebles y se dice que constaba de dos plantas y varias
dependencias. Y, por ltimo, Villanueva de los Infantes, cont con otro hospital de fun
dacin de su Concejo, donde se acogan los pobres transentes y se cuidaba a los que
venan enfermos; no tenan rentas y se acuda a la caridad de sus vecinos. Segn se cree,
Don Juan Prez Caudo, rico propietario, del que sospechan los comentaristas del Qui
jote que puede ser Juan Prez Camacho, parece ser el fundador del Hospital de Santiago
para alojamiento de pobres.
Consideramos necesario aludir, por ltimo, a los recursos econmicos de los hospita
les que fueron en su mayor parte aportados por el fundador y que estaban acreditados en
las clusulas fundacionales. El anlisis del aspecto econmico del hospital viene dado
por la propia estructura de las cuentas. A travs de stas hay expresiones muy distintas
para referirse a los enfermos: pobres, pobres-enfermos, dolientes, llagados, etc, tr
minos que aparecen enunciados indistintamente. Se poda caer en la pobreza por haber
contrado una enfermedad. En las cuentas del hospital se pueden encontrar los recepta o
relacin de ingresos que percibe el mayordomo de la casa para hacer frente a los mlti
ples gastos que ocasiona la institucin; y los data o descargo que hace el mayordomo
por los diferentes gastos efectuados y que suelen aparecer pormenorizados en las cuen
tas. As, da a da, se relacionan los diferentes tipos de alimentos que se les proporcionan
a los enfermos, el nmero de los que reciben asistencia, los gastos ordinarios y no ordi
narios, los salarios de los servidores, etc. A veces aparecen los cuadernos de gastos de
medicinas en documento separado. Otra parte de los documentos la forman las relacio
nes de altas y bajas de los enfermos; recibos de cantidades pagadas por el mayordomo;
interrogatorios sobre la administracin y gasto del hospital; cuentas de tributos que po
see el hospital; etc, como se desprende del estudio de Fernando Clavijo Hernndez sobre
el Hospital de San Salvador de Sevilla en el siglo XV122.
Como ejemplo de estudios de recepta, est el realizado por el profesor Ricardo Iz
l22.- CLAVIJO HERNNDEZ, F.J., El Hospital de San Salvador de Sevilla en el siglo XV: una docu
mentacin existente en el Archivo Municipal de S evilla, en A ctas d el III C oloquio de H istoria M edieval
Andaluza. La so cied a d m edieval andaluza: grupos no privilegiados, Diputacin Provincial de Jan 1984, pp.
367-382.
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quierdo Benito123 que recoge los bienes posedos por el Hospital de la Misericordia de
Toledo en la primera mitad del siglo XV, extrado de un cuadernillo del Archivo de la
Diputacin Provincial de Toledo. Este patrimonio sera el soporte econmico del Hos
pital y se debi a una serie de donaciones muy importantes que recibi ste en la primera
mitad de este siglo, que antes de su traslado a la Casas de Doa Guiomar de Meneses
lleg a tener un patrimonio considerable, constituido por 86 casas, 6 casas-bodegas, una
casa-piedra (seguramente para trabajar papel), 7 bodegas, 4 mesones, 7 tiendas, 2 corra
les de alfarera, 5 vias y 4 majuelos, que supondran para el Hospital unas rentas anua
les de 53.051 maraveds, 5 florines de oro, 6 pares de gallinas y 35 fanegas de sal. Otra
base de su mantenimiento fue la aportacin de las instituciones, cofradas y municipios
a travs de tres fuentes: limosnas, respuestas a la demanda del bacn del hospital en la
parroquia de la villa y las mandas testamentarias, como oportunamente ha reseado To
rres Jimnez124. Aporta los casos del Hospital de Aldea del Rey, fundado y dotado por
Don Garca Lpez de Padilla, que contaba con cinco huertas arrendadas anualmente y
con quince tierras (cuya capacidad oscila entre las 4 y 16 fanegas de sembradura de
trigo, cebada y centeno), adems de dos casas acensadas y un mesn en la villa de
Almodvar.
Por ltimo, se resean como otras fuentes de ingresos, las aportaciones de los parti
culares, las limosnas recibidas en los templos y la colaboracin de los oficiales concejiles
en los gastos. De esta manera, los visitadores se hacen eco de que el Concejo de Malagn
debe de apoyar una limosna colectiva para el Hospital y recomienda se ayude en lo
posible, pues ques servicio de nuestro sennor e noblegimiento de vuestro pueblo. En
similares circunstancias actu el Concejo de Puertollano. El Hospital de Almadn reci
bi de un difunto 30.000 maravedes como donacin para su mantenimiento y en otras
ocasiones, las aportaciones fueron en ropa o mobiliario para los mismos.
Conclusiones
He de sealar que una vez realizado este trabajo he encontrado un gran contraste
entre los estudios destinados a los establecimientos monsticos, muy abundantes, frente
a los dedicados a hospitales medievales, muy escasos y prcticamente desconocidos. El
inters por esta clase de instituciones ha surgido en estrecha conexin con el desarrollo
de los estudios de la pobreza y la asistencia a los menesterosos. Precisamente las Prime
ras Jornadas Luso-Espaolas de Historia Medieval, surgidas en Lisboa en 1972 y dedi
cadas a esta problemtica, se ocuparon monogrficamente de temas asistenciales. El
profesor Emilio Sez, en estas mismas Jornadas, anunci que se celebraran en Barcelo
na, en 1974, otras, teniendo como tema Hospitales, albergueras y otros centros de asis
123.- IZQUIERDO BENITO, R., Bienes y rentas del Hospital de la Misericordia de Toledo durante la
primera mitad del Siglo X V , en En la Espaa M edieval. Estudios dedicados al P rofesor Julio Gonzlez
G onzlez, Universidad Complutense de Madrid 1980, pp. 169-179.
124.- TORRES JIMNEZ, M.R., R eligiosidad popu lar en el Campo de Calatrava. C ofradas y h ospitales
al fin a l de la Edad M edia, o.c, pp. 132-134.
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tencia en la Pennsula Ibrica durante la Edad Media. Sin embargo, estas Jornadas
nunca llegaron a celebrarse. Desde 1972, el estudio de los hospitales ha ido en aumento.
Hay que destacar el libro miscelneo La pobreza y la asistencia a los pobres en la Cata
lua medieval, publicado por iniciativa del profesor Riu y que vio la luz en 1980.
Al estudiar este tema existen gran escasez de fuentes relacionadas con la atencin a
los pobres, al menos, para el periodo anterior al siglo XVI. La documentacin de los
hospitales, en general escasa y dispersa, algunas veces nos informa de los bienes de que
disponan, mandas testamentarias que reciban, estatutos de organizacin interna, etc,
pero apenas nos hablan de lo que en definitiva era la razn de ser de su existencia: la
atencin a los menesterosos. No hay suficientes materiales documentales del Medievo
para emprender una investigacin exhaustiva de los hospitales y es necesaria una pa
ciente labor de bsqueda.
M ollat125 ya seal que los hospitales se concentran ms en las zonas urbanizadas, e
hizo una breve resea sobre la zona del norte de Francia, Paises Bajos, norte de Italia y
ciudades del Camino de Santiago. Por lo que se refiere a Castilla su nmero es pequeo,
pero ello no debe confundirse con su eficacia. No obstante, a diferencia de los creados
bajo los auspicios del Rey o de algn obispo, los que se fundaron en el Campo de Calatrava
fueron muy modestos. Segn este autor126, poda establecerse una media general para
Europa entre 25 o 30 camas por hospital. Los de la Pennsula Ibrica fueron ms modes
tos, salvo en algunos casos: no pocos deban ajustarse a la cifra de 12 o 13 camas en
recuerdo del Colegio Apostlico. Sin embargo, bastaba que la institucin tuviera 2 o 3
camas para ser considerada hospital.
Por lo que se refiere a la economa, se sostenan merced a los bienes que eran dotados
por sus fundadores y a las limosnas de los fieles, dispuestas casi siempre en los testa
mentos. Sus posibilidades econmicas reales fueron ms bien escasas.
Desde el punto de vista de la administracin destaca el papel de los laicos. A diferen
cia de los siglos pasados, en los que la Iglesia haba monopolizado la actividad benfica,
ahora cuando el pobre y el vagabundo se entienden peligrosos para el orden social, los
laicos, desde los que ocupan altos cargos en la Administracin Pblica hasta los modes
tos artesanos y comerciantes, intervendrn junto a aqulla. Sobresale en este punto el
papel ejercido por las cofradas y el progresivo intervencionismo de los poderes munici
pales. Las primeras, por considerar la labor benfica como uno de sus fines naturales,
procurarn la posesin y el uso de un hospital. Los segundos, por necesidades de orden
pblico, participarn cada vez ms en la provisin de los cargos, en la supervisin de las
gestiones y hasta en la remodelacin de la red hospitalaria. A fines del siglo XV, por lo
que a Castilla se refiere, los Reyes Catlicos llevarn a cabo una poltica centralizadora
al procurar la unificacin de unos y la supresin de aquellos otros de probada ineficacia,
125.- M O LLA T, M ., Les pauvres au Moyen Age. Etudes so cia les, o .c, pp. 1 8 0 -1 8 2 .
126.- A lgu n as de estas ideas han sid o entresacadas de ID E M , Ibid., pp. 178-191 y V A L D E N B A R U Q U E ,
J., P roblem tica p ara un estudio de los pobres y de la pobreza en C astilla a fin e s de la E dad Media, o .c , p.
9 1 2 -9 1 8 .
530
r g a n i z a c i n y l e g i s l a c i n e n l o s h o s p it a l e s m e d i e v a l e s
(s . X I I - X V )
debida a la malversacin de sus fondos o la precariedad de sus rentas. Haba que reducir
el nmero para aumentar su eficacia.
Por tanto, hemos analizado, fundamentalmente para los siglos XIV y XV en la zona
del Campo de Calatrava, el florecimiento de modestos hospitales cuya razn de ser no
fue ajena a una nueva imagen del pobre y de la asistencia. La destacada intervencin de
los laicos, tanto por lo que se refiere a su creacin como a la administracin y control,
era la respuesta al problema que para la sociedad integrada representaba el pobre y, en
general, los marginados. Una respuesta, en todo caso insuficiente, para solucionar el
hecho de la marginacin.
Sera un exceso simplificador decir que el hospital utiliza al pobre y al enfermo como
un mero objeto. Es slo un instrumento econmico y de control social, revestido de un
rostro caritativo. Pero tenemos que manifestar tambin que es un lugar donde se realiza
un progresivo avance en los cuidados y en la teora sobre la enfermedad. Es, a fin de
cuentas, uno de los focos ms sealados en el camino de racionalizacin y moderniza
cin de la sociedad.
531
* El presente estudio forma parte del proyecto de investigacin El mapa seorial de las rdenes Militares
A c ta s C o n g r e so B a ta lla d e A l a r c o s
L a d i f u s i n d e l m o lin o h i d r u l i c o e n e l c a m p o d e C a la tr a v a ( S i g l o s X II -X IV )
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n r iq u e
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a t il l a
11893, perfilndose y completndose a lo largo del siglo XIII mediante los acuerdos con
las Ordenes del Hospital4 y Santiago5 y los concejos de Toledo6 y Crdoba7. No obstante,
en la parte central del Campo de Calatrava se constituy un enclave territorial ajeno a la
jurisdiccin de la Orden de Calatrava. La parte mayoritaria de esta zona corresponda al
concejo de realengo de Villa Real, aunque tambin existan en ella pequeos ncleos seo
riales. Esta pequea zona tambin ser objeto de nuestra atencin, ya que desde el punto de
vista geoeconmico se encuentra estrechamente relacionada con el seoro calatravo.
Una vez perfilado el marco cronolgico y delimitado el mbito geogrfico de nuestro
estudio, podemos pasar al desarrollo del mismo. En este sentido, conviene resear que el
molino hidrulico es una mquina que se encuentra indisolublemente unida a las posibilida
des que ofrece el medio fsico, debido a su dependencia de la red hidrogrfica. En conse
cuencia, antes de valorar la importancia histrica de la difusin del molino en el Campo de
Calatrava, resulta necesario analizar, aunque sea muy brevemente, la red hidrogrfica de esta
comarca.
1. Las posibilidades del medio fsico: la red hidrogrfica del Campo de Calatrava
La red hidrogrfica del Campo de Calatrava se encuentra vertebrada en tomo a la cuenca
del Guadiana. Este ro es el de menor caudal entre los seis grandes cauces fluviales peninsu
lares. En algunas zonas, su escaso volumen hdrico ha provocado el estiaje total, lo que,
unido a la sequedad de las tierras que atraviesa, le otorga cierta imagen de ro del desierto.
Al mismo tiempo, la penuria pluviomtrica del rea avenada por el Guadiana, la ausencia de
3.- Archivo Histrico Nacional (AH N), rdenes Militares (OO.M M .), C alatrava, carp. 419, n 41 y 42.
Publ. J. GONZLEZ, El reino de C astilla en la poca de Alfonso VIII, 3 vols., Madrid, 1960, II, pp. 915-917
(figura por error el original com o Calatrava, R-14, que es en realidad un documento de A lfonso VII). En
lneas generales, la frontera discurra en la zona meridional por la cordillera de Sierra Morena, hasta alcanzar
la fortaleza de Chilln, para progresar desde all en direccin septentrional, atravesando el Guadiana por el
vado de Extremillas y siguiendo la caada hasta el puerto del Milagro, finalizando el recorrido a la altura de
la sierra de Orgaz. Todo el sector oriental del Campo de Calatrava y de la propia frontera castellana quedaba
sin delimitar. Su evidente desarticulacin social, que converta la regin en tierra de nadie, haca intil e
innecesaria cualquier precisin delimitadora all donde nada haba que delimitar.
4.- Documento fechado en 1232. Publ. I.J. ORTEGA Y COTES, F. LVAREZ DE BAQUEDANO & P. DE
ORTEGA ZIGA Y ARANDA, Bullarium Ordinis M ilitiae de Calatrava, Madrid, 1761; ed. facs., Barcelona,
1981, pp. 64-66; Pedro GUERRERO VENTAS, El Gran Priorato de San Juan de Jerusaln en el Campo de la
Mancha, Toledo, 1969, pp. 350-351; Domingo AGUIRRE, El Gran Priorato de la Orden de San Juan de Jerusa
ln en Consuegra, en 1769, Toledo, 1973, pp. 61-63; Carlos de AYALA MARTNEZ (compilador), Libro de
Privilegios de la Orden de San Juan de Jerusaln en Castilla y Len (siglos XII-XV), Madrid, 1995, n 261.
5.- Acuerdo de 1239. Publ. ORTEGA Y COTES, Bullarium, pp. 686-688; RIVERA GARRETAS, La enco
mienda, el priorato y la villa de Ucls, pp. 375-377.
6.- El acuerdo fue decidido en mayo de 1268, aunque el documento se fech un ao despus. Vid. Archivo
Municipal de Toledo, alacena 1, leg. 4, n 4.
7.- Fechado en Orabuena, aldea de Crdoba, el 18 de diciembre de 1274. Publ. (parcial) Manuel NIETO
CUMPLIDO, Corpus Mediaevale Cordubense, 2 vols., Crdoba, 1979-1980, II, pp. 239-241; Manuel CORCHADO
SORIANO, Toponimia medieval de la regin manchega, VII Centenario del infante don Fernando de la Cerda,
Ciudad Real (1976), p. 103.
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La d i f u s i n d e l m o lin o h i d r u li c o e n e l c a m p o d e C a la tr a v a ( S i g l o s X II-X I V )
una cabecera montaosa con precipitaciones de nieve y las suaves pendientes de su perfil
confieren al ro un aspecto apacible y divagante, slo alterado con ocasin de espordicas
crecidas8. Con todas estas caractersticas, es lgico que los afluentes del Guadiana sean
ros poco caudalosos, lo que provoca que, en ocasiones, algunos se queden tambin
secos durante el estiaje.
El lugar del nacimiento el Guadiana es un tema discutido9. En cualquier caso son
cuatro los ros que alimentan las aguas del Guadiana hasta que se sumergen todos ellos
bajo las permeables tierras manchegas, en la zona conocida como los Ojos del Guadiana.
Se trata del Zncara, Cigela, Azuer y Alto Guadiana. Todos ellos aportan un caudal
escaso.
Despus del resurgimiento del Guadiana a la superficie, el primer afluente de impor
tancia que recibe es el Jabaln, ro con prolongados estiajes durante varios meses. Poco
despus, es el Bullaque, el que, procedente de los Montes de Toledo, vierte sus aguas en
el Guadiana. Antes de que este ro inicie su tramo de meandros camino de los Montes de
Toledo y la provincia de Badajoz, el ltimo afluente de cierta relevancia que recibe es el
Tirteafuera, procedente del sector meridional del Campo de Calatrava. No obstante, otros
ros que recorren la zona suroccidental del Campo de Calatrava -como el Esteras, el
Alcudia y el Guadalmez- terminan vertiendo sus aguas en el Guadiana o algunos de sus
afluentes, ya fuera de los mrgenes de la comarca que estamos analizando.
La red hidrogrfica del Campo de Calatrava se completa con los ros que nacen en las
estribaciones septentrionales de Sierra Morena, pero vierten sus aguas en la cuenca del
Guadalquivir. Entre todos ellos destaca el Jndula, que previamente ha sido alimentado
por las aportaciones del Montoro, el Fresnedas y el Ojailn.
En definitiva, estamos ante una red hidrogrfica no excesivamente caudalosa, pero
lo suficientemente importante como para proporcionar la energa hidrulica necesaria
para el movimiento de las ruedas molinares. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el
caudal de los ros en poca medieval deba de ser ms elevado que el actual, ya que stos
no haban experimentado las nefastas consecuencias de la intensa explotacin antrpica.
De este modo, podemos considerar que en el sector septentrional y central del Campo de
Calatrava haba varios cauces fluviales con posibilidades potenciales de construccin de
molinos. Naturalmente, entre ellos se encontraba en primer lugar el Guadiana. Le se
guan sus afluentes septentrionales como el Bauelos y el Bullaque. Por ltimo, se situaban
los afluentes meridionales como el Azuer, el Jabaln y el Tirteafuera. Por su parte, la
zona meridional del Campo de Calatrava aparece regada por un buen puado de ros,
susceptibles tambin de acoger molinos hidrulicos en su seno. Siguiendo el recorrido
de Este a Oeste nos encontraramos con el Fresneda, el Ojailn, el Montoro, el Jabaln,
el Alcudia, el Guadalmez y el Esteras.
8.- Para todo lo relacionado con la cuenca hidrogrfica del Guadiana vid. G eografa de Espaa. 1. G eo
grafa Fsica, Planeta, Barcelona, 1989, pp. 436-442; Jos Luis GARCA REGOYO, El m edio natural en los
M ontes de C iudad Real y el Cam po de Calatrava, Ciudad Real, 1994, pp. 167-178.
9.- Como ya lo haba sido entre los gegrafos hispanorabes. Vid. Joaqun VALLV, La divisin territo
ria l de la Espaa musulmana, Madrid, 1986, pp. 132-140.
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La
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X II-X IV )
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Sin embargo, no parece que en esa fecha estuviera construido el molino, ya que de lo
contrario se hubiera reseado en la donacin. La introduccin del molino en la azuda
debi ser obra del propio Ordoo Alvarez, realizada en el segundo cuarto del siglo XIII.
As, cuando en junio de 1250 la Orden de San Juan compr al hijo de Ordoo, Rodrigo
Alvarez, la azuda de Argamasilla, se especifica ya la existencia del molino: e compra
mos de vos la acuda con su acea, que es en Guadiana, so Alarcos, que dizen de la
Argamassilla, toda libre e quita, con sus entradas e con sus salidas, assi como lo vos
avedes e aver devedes, e como la dio el rey a vuestro padre don Ordoo Alvarez20.
Poco tiempo despus, en diciembre de 1257, doa Ins arrend a don Gonzalo Ruiz
todo cuanto tena en Calatrava la Vieja y su trmino, con los molinos que tena en el
Guadiana y en la azuda de doa Olalla, por un perodo de cuatro aos a cambio de 500
maraveds alfonsinos21.
Una dcada despus, se documenta la existencia de un molino relacionado con la
casa de Fuente del Emperador22, en el extremo septentrional del Campo de Calatrava. En
consecuencia, se trata de la primera vez que aparece un molino determinado al margen
del cauce del Guadiana. En cambio, ai Sur de este ro no se conoce la mencin precisa a
molinos hidrulicos hasta finales del siglo XIII. En concreto hasta octubre de 1297, con
ocasin de la venta efectuada por Domingo Pascual y su mujer doa Oria, ambos mora
dores de Villa Real, a Miguel Prez, su mujer doa Mara y los herederos de Sancho
Martn de dos casas de molinos en Riofro, situadas en el extremo ms occidental del
Campo de Calatrava, por 350 maraveds23. Las casas de molinos vendidas eran limtro
fes, entre otras propiedades, con el molino de Juan Rubio.
No obstante, la zona fundamental de concentracin de molinos hidrulicos continua
ba siendo el cauce del Guadiana a su paso por el sector central del Campo de Calatrava.
La importancia alcanzada por los mismos propici que en octubre de 1268 la Orden de
Calatrava y el concejo de Villa Real llegaran a un acuerdo sobre su posesin. Parece
probable que para esas fechas ya estuviesen construidos una parte de los molinos que se
documentan a lo largo del primer tercio del siglo XIV y por cuya posesin se enfrenta
ran los freires calatravos y el concejo realengo. Es probable que los primeros en entrar
en funcionamiento fueran tambin los que ms temprano aparecen documentados como
los de La Celada (1303), Pedro Sancho (1303), Batanejo (1310), Caal (1315) y Gajin
(1316). Todos ellos, a excepcin del de Caal, se mencionan en una sentencia de Alfon
so XI de 1329, mediante la cual el monarca castellano ordena al concejo de Villa Real
que entregue a la Orden de Calatrava los molinos reseados, adems de los de El Espino,
Gaitn, Nuevo, El Emperador y Torre Merina.
20.- Ibid., n 313.
21.- Archivo de la Catedral de Toledo, sign. A. 11.F. 1.2.
22 AH N, OO. MM., carp. 459, n 119; ibid., sign. 1344 c, fol. 28; Real Academ ia de la Historia, col.
Salazar, sign. 9-614, fol. 164 v-165 v.
23.- AHN, OO. MM., carp. 461, n 162. Publ. Ramn MENNDEZ PIDAL, D ocum entos lin g sticos de
Espaa. I: Reino de C astilla, Madrid, 1919, ed. faes., Madrid, 1966, n 288, pp. 392-393. La venta se efectu
en Villa Real, en la colacin de San Pedro, en concreto en la casa de Dom ingo Pascual, que no pudo salir por
encontrarse aquejado de una dolencia.
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La d i f u s i n d e l m o lin o h id r u li c o e n e l c a m p o d e C a la tr a v a ( S ig l o s X II-X IV )
Antes de mediados del siglo XIV, cuando finaliza el lmite cronolgico de nuestro
estudio, conocemos la existencia de seis molinos ms en Riofro, documentados en la
dcada de 1340 en manos de otros tantos propietarios24.
Resumiendo los datos que acabamos de exponer, podramos realizar una primera
aproximacin al ritmo de crecimiento de los molinos hidrulicos en el Campo de
Calatrava, siempre teniendo en cuenta la primera fecha de su aparicin en la documenta
cin, lo que desde luego indica una puesta en funcionamiento de los mismos necesaria
mente anterior. Por otra parte, contaremos las menciones genricas a la existencia de
molinos en plural como un mnimo de dos. Teniendo en cuenta estas matizaciones, po
demos considerar que la primera fase en la difusin del molino hidrulico, la que se
extiende a lo largo de la segunda mitad del siglo XII, se caracteriza por un proceso de
feudalizacin de los molinos islmicos ya existentes. As, al filo del 1200 haba en el
Campo de Calatrava un nmero no inferior a la media docena de molinos. La segunda
fase en la difusin del molino hidrulico coincidira cronolgicamente con el siglo XIII
-poca para la que se documentan una decena ms de molinos- y est marcada por la
continuacin del proceso de feudalizacin anterior, acompaado de la construccin de
nuevos molinos por parte de los poderes cristianos. Finalmente, el crecimiento ms es
pectacular, por lo que se refiere al incremento del nmero de molinos, se produce duran
te la primera mitad del siglo XIV, con la aparicin en la documentacin de diecisis
nuevos molinos, cuya construccin debi de ser acometida enteramente por los poderes
feudales. Todo ello arrojara una cifra aproximada de 32 molinos hidrulicos en el Cam
po de Calatrava a mediados del siglo XIV. Con todo, debe tenerse en cuenta el valor
relativo de las cifras absolutas dado nuestro parcial conocimiento de la realidad econ
mica, condicionado por la documentacin que ha llegado hasta nosotros. En cualquier
caso, y precisamente por ello, se trata de un valor numrico considerado a la baja, un
punto de partida mnimo en el que no se computan aquellos molinos existentes pero no
documentados. No debe sorprendernos la cifra si la comparamos slo con el nmero de
molinos hidrulicos propiedad de las encomiendas calatravas del Campo, que, a finales
del siglo XV, superaba con creces el centenar25.
En definitiva, podemos considerar que al filo de 1350 el molino hidrulico era una
realidad bien conocida en el Campo de Calatrava, aunque, como tendremos ocasin de
comprobar a continuacin, su difusin no se haba extendido por igual a toda la comar
ca.
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n r iq u e
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L a d i f u s i n d e l m o lin o h i d r u l i c o e n e l c a m p o d e C a la tr a v a ( S i g l o s X II -X IV )
estaba la azuda de doa Olalla, cuyo molino se conocera posteriormente bajo la deno
minacin de Nolalla34. Muy prximo a ste, pero rebasado ya el arroyo Bauelos, se
situaba el molino del Batanejo, tambin en la dehesa de idntica denominacin35. Entre
este ltimo y la acea de Gaitn, situada inmediatamente antes de llegar a la dehesa de
Sedao36, la mencionada sentencia de Alfonso XI de 1329 ubicaba los molinos de Pedro
Sancho37 y Nuevo, cuya localizacin no podemos precisar ms. Desde la acea de Gaitn,
el Guadiana progresaba en direccin meridional, dando cabida en su cauce al molino de
Gajin38 y, antes de llegar a la altura de Alarcos, a las aceas de El Espino. Ms al Sur se
encontraban los molinos situados junto a la fortaleza de Alarcos39, propiedad del arzo
bispo de Toledo40. Aguas abajo de esta villa estaba la azuda de Argamasilla, donde en el
siglo XIII una acea aprovechaba el agua del Guadiana para mover el molino. Finalmen
te, nuestro recorrido por el cauce del ro acaba en las aceas de Caal, que se haban
construido debajo de la aldea de Herrera41.
La segunda zona de concentracin de molinos hidrulicos en el Campo de Calatrava
durante la Plena Edad Media fue la ribera de Riofro, un afluente septentrional del Este
ras, cuyas aguas alimentan al Zjar, que a su vez es uno de los ms importantes afluentes
del Guadiana. La ribera de Riofro, situada en el extremo ms occidental del Campo de
Calatrava, constituy una zona de mayor densidad de molinos que el sector del Guadiana
anteriormente analizado. El hecho sorprende an ms, si tenemos en cuenta el escaso
poblamiento de la zona ms occidental del Campo de Calatrava hasta finales de la Edad
Media y su lejana de las principales poblaciones de la comarca. En consecuencia, la
explicacin debe buscarse en las excepcionales condiciones que ofreca el medio fsico
para la construccin de molinos hidrulicos. No obstante, su desarrollo fue ms tardo
que en el Guadiana y su nmero, en trminos absolutos, claramente inferior.
34.- MTN, Hoja 759, Ia edicin, 1887. Cfr. Luis Rafael VILLEGAS DAZ, Ciudad Real en la Edad
M edia, en H istoria de C iudad Real, Caja de Castilla-La Mancha, 1993, p. 85. En el siglo XVII el m olino de
Doa O lalla tena tres piedras y era propiedad de las dominicas de Ciudad Real, llegando a ser el m olino ms
rentable de la ciudad. Vid. Jernimo LPEZ-SALAZAR PREZ & Juan Manuel CARRETERO ZAMORA,
Ciudad Real en la Edad Moderna, ibid., pp. 166-168.
35.- Para su localizacin vid. el mapa de dehesas calatravas incluido en la obra de Jernimo LPEZSALAZAR, M esta, p a sto s y conflictos en el Campo de C alatrava (siglo XVI), Madrid, 1987, entre las pp. 18
y 19.
36.- Parece clara su identificacin con el m olino de Gaitanejo. Vid. MTN, Hoja 759.
37.- A principios del siglo XVI era conocido com o el batn de Pedro Snchez (AHN, OO.MM., carp. 470,
n 386). Tal vez por eso, pueda identificarse con un batn de la misma zona que ha permanecido hasta nues
tros das, en el lm ite entre anejo de Peralvilio, perteneciente al municipio de Miguelturra, y el trmino
m unicipal de Ciudad Real. Vid. MTN, Hoja 759.
38.- El topnim o ha pervivido hasta el siglo XX. Vid. MTN, Hoja 784, 2a edicin, 1954.
39.- MTN, Hoja 784, Ia edicin, 1882.
40.- Por ese m otivo se puede identificar alguno de ellos con el m olino del Arzobispo, documentado en
ju lio de 1388, tambin sobre el cauce del Guadiana. Vid. AHN, OO.MM., carp. 466, n 273.
41.- Un docum ento de 1315 sita las aceas de Caal, yuso de H errera. Vid. AHN, OO.MM., sign. 1345c,
fol. 118. La localizacin de esta aldea Calatrava, situada en la zona septentrional del trmino municipal de
Corral de Calatrava, puede verse en MTN, Hoja 784. Es curioso observar com o se han conservado en la
toponim ia de las inm ediaciones de Herrera los m olinos de Geldrs, Nuevo y de los Rodeznos. Tal vez alguno
de ellos puede identificarse con el de Caal, aunque su denominacin haya cambiado.
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En cualquier caso, a finales del siglo XIII ya se conoce la existencia de, al menos,
tres molinos diferentes. Los dos que vendi un matrimonio de Villa Real a varios mora
dores de la puebla de San Juan de Chilln y el que era propiedad de Juan Rubio42. Es
posible que tambin tuvieran molinos en el lugar Garca Prez, morador de Almadn, y
Aparicio Prez, alguacil de la citada puebla. Por lo menos, sus propiedades -no se espe
cifican las caractersticas de las mismas- eran limtrofes con las dos casas de molinos
vendidas en 1297, como tambin lo era el molino de Juan Rubio43. Casi medio siglo
despus, en la dcada de 1340, conocemos la existencia de media docena de molinos en
Riofro, cuya denominacin aparece asociada al nombre de sus propietarios44:
1. Molino de Martn Fernndez y su mujer Mara Garca, vecinos de la puebla de
Santa Mara de Chilln. Antes de julio de 1342, el molino haba sido propiedad de
Doa Mara Martn, moradora de la misma puebla.
2. Molino de Aparicio Martnez, que fue de Capilla.
3. Molino de Doa Justa, viuda de Miguel Prez de Almodvar.
4. Molino de B. Snchez.
5. Molino de Domingo Velasco y su mujer Doa Marina, donado en noviembre de
1346, con retencin de usufructo vitalicio, a la Orden de Calatrava. El molino era
limtrofe con el ro y el soto de Esteras.
6. Molino de Doa Mara, hermana del otrora alguacil Miguel Prez.
Al margen de las dos zonas mencionadas slo conocemos la existencia aislada del
molino perteneciente a la casa de Fuente del Emperador45, propiedad de la Orden de
Calatrava y situada en el extremo septentrional de su Campo46. A ello habra que unir las
menciones genricas a la presencia de molinos en los trminos de Chilln y Malagn,
sin que tengamos otras noticias sobre su localizacin concreta.
En definitiva, podemos considerar que la distribucin geogrfica de los molinos hi
drulicos en el Campo de Calatrava entre 1147 y 1350 responde fundamentalmente a las
posibilidades del medio fsico y, en menor medida, a la cercana a importantes ncleos
de poblacin. Al primer factor responde indiscutiblemente la proliferacin de molinos
en Riofro. A la combinacin de los dos factores hay que atribuir que el sector del
Guadiana comprendido entre Calatrava y Herrera se convirtiera en el de mayor nmero
de molinos de todo el Campo de Calatrava. Es lgico que as fuera si tenemos en cuenta
que all se encontraba la ms importante ciudad musulmana, Calatrava, que continu
desempeando un papel preponderante como cabecera de la comarca hasta principios
del siglo XIII. Desde mediados de esta centuria el polo de atraccin fundamental de la
actividad econmica de esta zona central del Campo de Calatrava pas a desempearlo
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La d i f u s i n d e l m o l i n o h i d r u l i c o e n e l c a m p o d e C a l a t r a v a ( S i g l o s X I I - X I V )
Villa Real. Pero junto a ella, haba un nmero considerable de aldeas, cuya existencia
era anterior, ya fuera bajo el seoro de la Orden de Calatrava o de otros poderes feuda
les. Entre ellas se encontraban, por slo citar las ms prximas a la mencionada zona del
Guadiana, Malagn, Fernancaballero, Peralvillo, Picn, Benavente, Alcolea, Alarcos,
Herrera, Poblete, Ciruela, Miguelturra y Carrin. En cualquier caso, antes de mediados
del siglo XIV, los molinos del Guadiana deban abastecer de grano molido a la mayor
parte de las poblaciones y encomiendas del Campo de Calatrava.
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50.- AH N, 0 0 . MM., Calatrava, carp. 458, n 82; ibid., sign. 1342 c, fol. 93.
51.- AH N, 0 0 . MM ., carp. 459, n 119; ibid., sign. 1344 c, fol. 28; Real Academia de la Historia, col.
Salazar, sign. 9-614, fol. 164 v-165 v.
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real don Samuel Abrananiel52, el castillo de Canena y los molinos de La Celada, Pedro
Sancho y Sedanillo53, a cambio de las condonacin de las deudas que con l tena pen
dientes y la condicin de que fueran convenientemente reparados. Poco despus, en mayo
de 1310, don Zulema ben Albagal y su mujer doa Jamila, judos y moradores en Villa
Real, tenan cedidas por parte de la Orden de Calatrava las aceas de pan moler del
Batanejo. En esa fecha vendieron sus derechos en estas explotaciones a Alfonso Fernndez
Tercero y Fernando Prez, vecinos de Miguelturra, por 15.000 maraveds y la condicin
de dejarlas posteriormente a la Orden de Calatrava54. Cinco aos despus, el propio
maestre Garci Lpez de Padilla cedi vitaliciamente a Abrahem aben Zazn, tambin
judo y vecino de Villa Real, las aceas de La Celada55.
En cambio, las aceas del Caal fueron sucesivamente arrendadas durante la primera
mitad del siglo XIV. En marzo de 1315 las citadas aceas fueron arrendadas por un
perodo de dos aos a cambio de entregar al maestre calatravo 50 cahces anuales, la
mitad de trigo y la otra mitad de cebada56. Ms de una dcada despus, en octubre de
1326, Benito Garca, escribano del maestre calatravo, arrend por orden de ste las mis
mas aceas por idntico perodo de tiempo, con la condicin de que entregaran al maestre
de la Orden 80 cahces repartidos por igual entre el trigo y la cebada, adems de 100
maraveds, que el propio maestre decidira si quera cobrarlos en metlico o en pan57.
Pero no era la Orden de Calatrava la nica propietaria de molinos que practic el
mecanismo de la cesin temporal para su explotacin. En diciembre de 1257, doa Ins
arrend a don Gonzalo Ruiz, entre otros bienes que posea en Calatrava la Vieja y su
trmino, los molinos que tena en el Guadiana y en la azuda de doa Olalla, por un
perodo de cuatro aos58.
Debido a esta capacidad para generar y canalizar renta, se comprender entonces que
los molinos hidrulicos fueran unos instrumentos valorados en la poca feudal. En este
sentido, poseemos algunos datos sobre el valor de los molinos hidrulicos del Campo de
Calatrava que pueden ser ilustrativos, aunque debido al escaso nmero de ejemplos no
52.- Probablemente se trata del almojarife don Samuel, judo natural de Andaluca, que ocup el cargo
durante el reinado de Fernando IV. Este dato coincide cronolgicam ente con el maestrazgo de Garci Lpez
de Padilla (1296-1329). El almojarife don Samuel gozaba de la confianza del monarca castellano, pero era
odiado por la poblacin y se granje la oposicin de los partidarios de Mara de M olina. Su muerte tuvo lugar
en 1306, en el transcurso de un viaje a Aragn (vid. Yitzhak BAER, H istoria de los ju d o s en la Espaa
cristiana, 2 vols., Madrid, 1981, I, p. 241). En consecuencia, el documento cabe fecharlo en la dcada que
transcurre entre 1296 y 1306. En este sentido, apuntamos com o fecha ms probable la de 1303, explicable
por el error del copista que fech el documento en 1353, introduciendo la cifra L. Vid. AHN, OO.MM.,
sign. 1347c, fol. 134.
53.- Tal vez su localizacin podra estar relacionada con la dehesa de Sedao (MTN, Hoja 759), pero en
ese caso sorprende que el documento no site al m olino sobre el cauce del Guadiana com o s hace con los de
La Celada y Pedro Sancho.
54.- AH N, OO.M M ., carp. 462, n 193; ibid., sign. 1345c, fol. 72. Publ. Antonio BENAVIDES, M em orias
de d. Fernando IV de C astilla, 2 vols., Madrid, 1860, II, pp. 745-746.
55.- AHN, OO.MM., carp. 463, n 200; ibid., sign. 1345c, fol. 119.
56.- AH N, OO.MM., sign. 1345c, fol. 118.
57.- Ibid., fol. 31.
58.- Archivo de la Catedral de Toledo, sign. A. 11 .F. 1.2.
548
L a d i f u s i n d e l m o lin o h i d r u l i c o e n e l c a m p o d e C a la tr a v a ( S i g l o s X II-X IV )
Precio
175
504
519
900
maraveds
maraveds
maraveds
maraveds
Con estas cifras, pueden resultar orientativos del valor real de los molinos los pre
cios que conocemos para otros bienes entre finales del siglo XIII y principios del siglo
XIV. As, por ejemplo, el valor de una vaca oscilaba entre 50 y 100 maraveds. En cam
bio, el precio de un caballo en esa misma poca era muy superior, ya que se situaba entre
1000 y 3000 maraveds59.
549
n r iq u e
o d r g u e z - P ic a v e a
a t il l a
ocurri en el caso concreto del Campo de Calatrava? Los datos que tenemos no permiten
resolver de forma taxativa la cuestin. Conocemos la presencia de explotaciones hortcolas
desde la poca de dominio islmico. La heredad del adalid Farax en Calatrava la Vieja
contaba, entre otras propiedades, con huertos y almunias62. La proximidad del Guadiana
contribuy a la abundancia de agua y a la permanencia de los cultivos de huerta durante
el dominio cristiano. Los huertos y almunias de Farax pasaron, inmediatamente despus
de la conquista, a poder del obispo de Segovia y de su cabildo63. Ms adelante, en 1181,
se documentan varios huertos en Calatrava la Vieja y su trmino, en poder del adalid
Melendo64. Sin embargo, despus de esa fecha, el silencio documental en relacin con el
cultivo de huertas puede resultar significativo en relacin a la orientacin feudal que
confiri la Orden de Calatrava a la agricultura de la comarca, fomentando claramente el
cultivo de cereales y vias, productos ms fcilmente convertibles en renta feudal que
los hortcolas, ms caractersticos de la agricultura islmica. En consecuencia, esto en
cajara perfectamente con el papel preponderante del molino en el sistema de irrigacin
del Campo de Calatrava. De tal manera que estas mquinas tendran la prioridad en el
uso del agua, mientras que las huertas deberan conformarse con utilizar el lquido so
brante de los molinos.
Por otra parte, teniendo en cuenta la asociacin estructural entre puentes y molinos
se podra plantear, a modo de hiptesis, la estrecha relacin existente entre los molinos
hidrulicos y las vas de comunicacin del Campo de Calatrava. De confirmarse tal aso
ciacin, al menos en el Guadiana, habra que contar con la presencia de un camino por
cada molino hidrulico documentado. Sera, en cualquier caso, una nueva e interesante
lnea de investigacin para completar el panorama de las vas de comunicacin en la
comarca calatravea. Una cuestin que, por otra parte, debe ser abordada desde una
perspectiva ms globalizadora que tenga en cuenta la conjuncin del estudio documen
tal con el anlisis cartogrfico, toponmico y arqueolgico.
No obstante, los estudios de Manuel Corchado sobre el tema de las vas de comuni
cacin y el anlisis de los mapas topogrficos permiten establecer una primera relacin
entre determinados molinos hidrulicos y algunas vas de comunicacin. Puede afirmar
se que esto fue as por lo que se refiere a los molinos de Flor de Ribera, Calatrava, Mal
Vecino, Emperador, Gaitn, Gajin65 y Alarcos. Esto no hara otra cosa que confirmar,
parcialmente, la hiptesis anteriormente enunciada. Era lgico, por otra parte, ya que los
molinos necesitaban vas de comunicacin para acceder a ellos.
550
L a d i f u s i n d e l m o lin o h i d r u l i c o e n e l ca m p o d e C a la tr a v a ( S i g l o s X II-X IV )
el molino era utilizado bsicamente para la transformacin de los cereales, las aceirunas
y los tejidos. Como en la restantes comarcas, en el Campo de Calatrava la funcin prin
cipal de los molinos hidrulicos fue la de moler el grano para transformarlo en harina.
Es relativamente frecuente que se documente la existencia de aceas de pan moler, en
alusin a que la especializacin harinera era lo ms habitual entre los molinos del Cam
po de Calatrava. En este sentido, los molinos seran el fiel reflejo de la una industria
alimentaria, cuyo crecimiento estaba en estrecha relacin con el aumento demogrfico y
las necesidades de la nueva poblacin.
Por otra parte, debido a la escasez de olivos, no parece que en el Campo de Calatrava
los molinos hidrulicos fueran utilizados para triturar la aceituna, orientada a la produc
cin de aceite de oliva.
En cambio, s conocemos la utilizacin de los molinos hidrulicos como batanes. El
batn era una instalacin en la que destacaban como instrumentos principales unos ma
zos de madera que, mediante el movimiento proporcionado por la energa hidrulica,
golpeaban el pao depositado en una pila con mezcla de agua, greda y aceite. A travs de
este tratamiento se limpiaban los paos de las impurezas adquiridas en su manipulacin
anterior y se les otorgaba la consistencia y calidad necesarias66. Solamente podan con
vertirse en batanes las aceas o molinos hidrulicos de rueda vertical, que son la gran
mayora de los que se documentan en el Campo de Calatrava, particularmente en el
Guadiana. No extraa, en consecuencia, que se mencione expresamente la existencia de
un batn -situado en el molino de Gaitn- en la mencionada sentencia de Alfonso XI de
1329, mediante la cual se obligaba al concejo de Villa Real a devolverlo a la Orden de
Calatrava67. Por otra parte, cabe aludir aqu a la significativa denominacin del molino
de Batanejo. A pesar de que sabemos que durante la primera mitad del siglo XIV funcio
n como un molino harinero, su toponimia indica desde luego que en algn momento
fue tambin utilizado como un batn. Adems, algunos otros molinos que se documen
tan antes de mediados del siglo XIV, sabemos, por datos posteriores, que en determina
dos perodos funcionaron como batanes. Es el caso del molino de Pedro Sancho68, en el
cauce de Guadiana, o el de alguno de los molinos situados en Riofro69.
8. Conclusiones
A la hora de finalizar este rpido recorrido por los dos primeros siglos de la difusin
del molino hidrulico bajo el dominio cristiano del Campo de Calatrava son ms las
dudas y preguntas que nos asaltan que las respuestas satisfactorias a algunos de los pro
blemas expuestos.
66.67.68.386).
69.-
551
n r iq u e
o d r g u e z - P ic a v e a
a t il l a
70.- Sobre esta cuestin, referida al conjunto de los seoros calatravos del reino de Toledo, vid. Enrique
RODRGUEZ-PICAVEA, La form acin del feu dalism o en la m eseta m eridion al castellana. L os seoros de
la Orden d e C alatrava en los sig lo s XII-XIII, Madrid, 1994, pp. 231-234.
71.- N o era el objetivo prioritario del trabajo dedicarse especialm ente al estudio de los aspectos tcnicos
de los m olinos hidrulicos del Campo de Calatrava, ya que la documentacin manejada alude escasam ente a
esta cuestin y adems no permite aadir novedades a lo ya estudiado por otros autores para este tema. Vid.,
en este sentido, SENZ DE SANTAM ARA, M olinos hidrulicos, pp. 60-76; CRDOBA, La industria m e
d ieva l de Crdoba, pp. 341-347.
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La
d ifu s i n
del
m o lin o
h id r u lic o
en
el
cam po
de
C a la tr a v a
(S ig lo s
XII-X IV )
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n riq u e
o d r g u e z
-P
ic a v ea
a t il l a
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A c ta s C o n g r e so B a talla d e A l a r c o s
E s t u d io
d o c u m e n t a l y a r q u e o l g ic o s o b r e e l o r ig e n d e
C alatrava
la
ueva
El presente trabajo pretende llevar a cabo un estudio, tanto desde el punto de vista
documental como arqueolgico, acerca del emplazamiento de Calatrava la Nueva, y su
posible origen en construcciones anteriores y ms concretamente con el polmico casti
llo de Dueas.
1.- Desde que en los aos 70 el profesor J.F. OCallaghan publicara la hiptesis de
la posible identificacin de Calatrava la Nueva con Dueas1, se inici la controversia
sobre este asunto. Efectivamente, ser a partir de la Crnica Latina de Los Reyes de
Castilla de donde surge dicha identificacin. En este sentido, esta crnica nos dice
...mientras se trataba la paz,..., el rey glorioso..., fue al Castillo de las Dueas, que
ahora se llama Calatrava la Nueva, y lo tom y lo retuvo. (.., dum de pace tracteretur,...,
rex gloriosus,...iuit ad castellum Dominarum, quod nunc dicitur Calatraua Nueua et cepit
ipsum et retinuit.)2.
As pues, si seguimos fielmente esta crnica, observamos que existe una total
identificacin entre Dueas y Calatrava la Nueva; si bien no hay que olvidar que esta
crnica fue escrita en la segunda mitad del siglo XIII, por lo que los hechos narrados
quedan relativamente alejados en el tiempo. Es, por tanto, necesario comenzar estudian
do cada una de las referencias conocidas hasta hoy donde Dueas aparece mencionado,
con el fin de aclarar en primer lugar su identidad; y en segundo lugar, su posible
identificacin con Calatrava la Nueva.
Los orgenes del Castillo de Dueas permanecen oscuros, pues no se conoce nin
gn testimonio que nos hable de su fundacin. La primera noticia que tenemos, es un
documento del 22 de noviembre de 1191, mediante el cual el conde Rodrigo Gutirrez
(miembro destacado de la corte de Alfonso VIII), dona al Maestre de Calatrava la mitad
de este castillo, reservando la otra mitad para los hijos habidos de su primer matrimo
nio3. Posteriormente, el 19 de octubre de 1194, los herederos de don Rodrigo Gutirrez
venden dicha mitad por 1.000 maravedes a la Orden de Calatrava; indicndose en este
documento que el tal castillo de Dueas se encuentra junto a Salvatierra (proper
Salvaterram)3. En adelante, ambos castillos aparecern conjuntamente citados en va
Joseph F. OCALLAGHAN: The Spanish Military Order of Calatrava and its affiliates. Londres, 1975.
2.- Crnica Latina de los R eyes de Castilla (Estudio de Luis Charlo Brea). Universidad de Cdiz, 1986.
3.- Registro de Escrituras de la Orden de Calatrava (A.H.N. Madrid).
557
na
M a S e g o v ia
l ix
lan
558
E s t u d io
d o c u m e n t a l y a r q u e o l g ic o s o b r e e l o r ig e n d e
C ala trava
la
ueva
Sin embargo es absolutamente necesario tener en cuenta un dato que, a nuestro jui
cio, es de capital importancia. Se trata de la descripcin del manuscrito annimo de
mediados del siglo XVII conservado en la biblioteca del Consejo de Ordenes Militares,
donde se cita textualmente ...al norte (de Calatrava la Nueva) otro cuyo nombre es
Castilviejo; en su cima hay seales de edificio, aunque breve, sin duda era alguna to
rre...8. Es muy signficativa la denominacin de Castilviejo para nombrar al cerro Mesto
que est inmediatamente al norte de Calatrava la Nueva, e igual de cercano a Salvatierra.
El hecho de que se denomine as hace pensar que se trataba de una construccin anterior
a Calatrava la Nueva.
Podramos relacionar, por tanto, el denominado Castilviejo con el controvertido cas
tillo de Dueas; si bien esta hiptesis no cuenta con ms datos documentales que el
dicho manuscrito.
2.- Desde el punto de vista arqueolgico, resulta hoy bastante aventurado relacionar
el emplazamiento del castillo de Dueas con el de Calatrava la Nueva. Si bien hay que
sealar que la propia historia de este Castillo ha podido borrar los posibles restos que
pudieron existir. Calatrava la Nueva fue habitado durante seiscientos aos y al ser aban
donado por sus moradores, estos desmontaron y llevaron consigo todo lo que tena algn
valor.
Por un lado, y como consecuencia de todo ello, el castillo debi sufrir muchas trans
formaciones en sus edificios, de hecho, es fcil observar las distintas tcnicas construc
tivas utilizadas en los mismos, aunque casi siempre se trate de manipostera aparejada
realizada con cuarcita.
P o r otro lado, desde antiguo ha sido sometido a fuertes campaas de desescombro,
que han limpiado de cualquier resto arqueolgico una gran parte de la zona situada entre
la segunda y tercera muralla, a la que corresponde todo el espacio habitado a excepcin
de la Villa Vieja. Hasta hoy no se ha excavado ningn lugar que ofrezca resultados
que muestren con certeza la posibilidad de encontrarnos ante un castillo del siglo XII,
como sera el caso de Dueas, si bien hay que tener en cuenta que se encuentra en proce
so de investigacin algunos materiales hallados en los niveles inferiores de los alrededo
res de la iglesia y que tal vez ofrezcan nuevas aportaciones sobre el tema.
Vamos a ver, por tanto, lo que sabemos desde el punto de vista arqueolgico sobre
esta polmica, centrndonos en tres grandes reas. La primera, ocupa toda la zona
situada dentro de la tercera muralla y que coincide con las dependencias y espacios
utilizados hasta el final del abandono del lugar por parte de los frailes calatravos. La
segunda zona de la que hablaremos, se situaba entre la primera y la segunda muralla, y
comprende el espacio que hay bajo los muros que quedan al Este de los dormito
rios, sala capitular, iglesia y Villa Vieja. La tercera se refiere a lugares fuera del empla
zamiento de Calatrava la Nueva.
8.- F. de COTTA: Descripcin del Sacro Convento y Castillo de Calatrava la Nueva. Revista Mancha,
N 1. Ciudad Real, 1962.
559
na
M a S e g o v ia
l ix
lan
560
s t u d io d o c u m e n t a l y a r q u e o l g ic o s o b r e e l o r ig e n d e
C alatrava
la
ueva
mas del Campo de los Mrtires, as como las realizadas en poca de Felipe II. Las es
tructuras halladas aqu corresponden a las descritas por Fernando de Cotta, en su Des
cripcin del Sacro Convento y Castillo de Calatrava la Nueva, en lo que se refiere a las
entradas de la iglesia y el Campo de los Mrtires, as como el acceso que desde aqu se
dirige al castillo.
No existe descripcin conocida hasta hoy, de la zona colindante, situada bajo el muro
Oeste del cementerio. Y que una vez desescombrada ofrece una serie de habitaciones
que fueron abandonadas en la segunda mitad del siglo XVI, pero de las que desconoce
mos su origen, ya que an no han sido totalmente excavadas, y slo se ha limpiado la
zona de los escombros que la cubran totalmente y que impedan ver las estructuras
existentes. S podemos adelantar aqu, que el edificio ocupado por un antiguo horno y el
situado paralelo a l (tambin con un horno), son contemporneos y anteriores a las
habitaciones situadas cerca del Aljibe de la Nieve. Pero nada de lo aparecido en la zona
hace pensar en un origen no calatravo, si bien hay que sealar, que hay un espacio sin
desescombrar junto a la muralla, y que tal vez ofrezca nuevas aportaciones sobre el
origen de la zona.
En la zona del claustro, slo se ha podido practicar una limpieza de las estructuras,
ya que haba sido desescombrado en pocas pasadas. En esta limpieza, se hall un dirham
en un nivel inferior al del claustro actual, pero no podemos deducir de este hecho ningu
na conclusin ya que se encontraba en un nivel de relleno, donde aparecen huesos de
animales y escasa cermica.
Existe, por otro lado, la posibilidad de que las estructuras de un castillo anterior al de
Calatrava la Nueva fueran incorporadas a las nuevas construcciones que los calatravos
realizaron en el lugar. Actualmente se conservan intactos los niveles inferiores del inte
rior de la torre que est situada en el centro de la fortaleza, y en la zona ms elevada del
cerro, torre a la que se han ido adosando a su alrededor las distintas habitaciones que
forman el conjunto de la fortaleza, y que cuando sea excavada puede ofrecer interesan
tes datos sobre el origen de Calatrava la Nueva. Hay que tener en cuenta que esta hip
tesis, aunque interesante, se encuentra an en proceso de investigacin, tanto desde un
punto de vista arqueolgico como desde el estudio de la evolucin arquitectnica de la
zona.
En cuanto al segundo espacio del que hablbamos al principio, que se encuentra
entre la primera y la segunda muralla, y una vez cruzada la puerta de los tres arcos,
sabemos que estuvo habitado con anterioridad al siglo XV. Pero de nuevo nos encontra
mos con que la zona est sin excavar, y si conocemos algunas estructuras es por haber
quitado una terrera que hacia los aos sesenta se fue formando aqu, de tal manera que al
ser retirada ha ido dejando al descubierto un espacio ocupado totalmente por una
serie de estructuras como son: una torre, un aljibe, varias habitaciones de distintas di
mensiones, restos de una bveda, escaleras y un camino empedrado que desemboca en
una puerta flanqueada por un arco de roca volcnica. Toda la zona se encuentra sellada
por una terrera que contiene materiales del siglo XV en adelante.
Tambin hay que sealar la existencia de una puerta con arco de roca volcnica
fuera del recinto amurallado, junto al aparcamiento actual, y que por sus caractersticas
561
na
M a S e g o v ia
F l ix A
la n
debi pertenecer a una habitacin de origen medieval que estara situada bajo este
aparcamiento (donde tambin se encuentran restos de un yacimiento de la Edad del Bron
ce). Existen tambin, restos de fuertes muros en la zona de la pea partida, junto al
camino que sube al castillo de Calatrava, y aunque no se encuentran restos de cermica,
por sus caractersticas podran tener un origen visigodo, aunque cabe la posibilidad de
que sean medievales.
No existe ninguna referencia documental sobre la zona que queda entre la primera y
segunda muralla, ni sobre la puerta existente fuera del recinto amurallado. Por tanto slo
el estudio arqueolgico de estos lugares desvelara el origen y funcin de los mismos.
Hoy slo podemos aventurar tres hiptesis sobre su existencia.
Una se refiere a la posibilidad de que se trate de construcciones pertenecientes al
castillo de Dueas, y que los calatravos al construir su monasterio abandonaran, por no
tener una funcin clara dentro del mundo cisterciense, y porque la Orden del Cister
precisaba que no deba existir ninguna casa a extramuros, y que si as ocurra, fueran
derribadas para evitar su uso por parte de los monjes9. Circunstancia que poda ocurrir si
se trataba de un monasterio no de nueva creacin sino que aprovechaba los edificios de
otro anterior.
La otra hiptesis se refiere a que fueran estructuras relacionadas con los inicios de
Calatrava la Nueva, y una mayor necesidad defensiva, de tal forma que una vez superada
la poca de amenaza musulmana fueran abandonadas.
La ltima hiptesis barajada por el momento, est relacionada con la norma cister
ciense que obliga a iniciar una nueva fundacin levantando las dependencias provisio
nales de un pequeo monasterio embrionario que se utilizaran mientras se edificaba
el definitivo, lo que explicara la existencia de estas dependencias y su posterior aban
dono.
La tercera posibilidad sobre el emplazamiento del castillo de Dueas, se refiere a los
restos localizados en el vecino cerro del Mesto. Aqu adems de hallarse un importante
yacimiento de la Edad del Bronce, encontramos restos de edificios y cermica de origen
medieval. Se trata de una serie de estructuras que ocupan una zona amesetada situada al
Oeste del cerro, con dominio visual tanto de la llanura de Calzada como del puerto de
Calatrava y las tierras de Belvs, siendo este emplazamiento ms alto que el de Calatrava
la Nueva. Tambin se aprecian perfectamente los restos del camino de acceso, que por
su anchura permitira el paso de carros, y que coincide con el actual camino que sube a
Calatrava la Nueva a la altura del collado, conservando en algunas zonas piedras hinca
das en los bordes.
Si a la existencia de esos restos arqueolgicos aadimos el nombre con el que se
denomina a este lugar en el manuscrito annimo del siglo XVII, de Castilviejo, nos
encontramos ante la posibilidad de que el emplazamiento del Castillo de Dueas coinci
da con el de ste. Por otro lado y dada la cercana de Calatrava y Castilviejo no sera
extrao que se relacionara el emplazamiento de ambos.
9.- V V .A A .: H isto ria de la A rquitectura E sp a ola.T om o II. E d.P laneta. Z aragoza 1985.
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E s t u d io
d o c u m e n t a l y a r q u e o l g ic o s o b r e e l o r ig e n d e
C ala tr ava
la
ueva
3.- En conclusin, el emplazamiento de Dueas sigue sin estar claro, puesto que si
bien la documentacin existente relaciona a ese castillo con Calatrava la Nueva, no es
menos cierto, que hay muchas lagunas que no encuentran respuesta en los datos escri
tos.
Quedando por tanto en manos de la arqueologa el intentar determinar con certeza si
el castillo de Dueas se encuentra en Calatrava la Nueva o en sus cercanas.
563
A c ta s C o n g r e so B a ta lla d e A l a r c o s
In s e g u r id a d t e r r i t o r i a l y r e p o b la c i n e n L a M a n c h a
567
Juan
de
v il a
ij n
ranados
4.- N o debem os confundir este despoblado con otro del m ism o topnim o en la zona norte toledana.
5.- Archivo Histrico Nacional. Archivo de U cls, cajn 51, v o l.l n 3.
6.- F. Rades y Andrada. Chronica de las O rdenes y C avalleras de Santiago, C alatrava y A lcn tara,
Toledo 1.572. Fol. 47 V o
7.- El castillo fue refugio de los vecinos de la villa, e incluso de gentes de la comarca, en 1.519, con la
llegada de un ejrcito de las Comunidades que fue repelido desde la fortificacin.
En C. Vias-R. Paz, R elaciones h istrico-geogrfico-estadsticas de los pu eblos de Espaa hechas p o r
in iciativa de Felipe II. Madrid, C.S.I.C, 1.971, p. 298.
568
I n s e g u r id a d
t e r r it o r ia l y r e p o b l a c i n e n
La M
ancha
8.- Real Academ ia de la Historia. Coleccin Salazar y Castro, 1-39, fo l.308 v-313 v.
9.- A .H .N . O.O.M .M . Calatrava, Archivo Judicial de Toledo, leg. 44626, fol. 13 r.
10.- Idem, fol. 20 r.
".- Idem, fol. 13 r.
12.- Idem, fol. 25 v.
13.- Idem, fol. 13 r.
14.- Idem, fol. 25 v.
5.- Idem.
569
Juan
de
v il a
ij n
ranados
nes de madera, en 43.000 maraveds16. En 1.589 se tasan para los tejados de la fortaleza
150 reales en concepto de mano de obra, yeso, retejado y otras cosas sin especificar17.
La puerta de entrada a la fortaleza, segn la primera descripcin, es una puerta de
pino nueva con su postigo y clavazn que adems tiene una aldaba y cerradura por den
tro y por fuera18. La idea de cerramiento y proteccin est presente constantemente en
las dependencias del castillo. Esta puerta que miraba a la villa est descolgada en la
segunda descripcin y se contrata a Francisco Prez, maestro carpintero, para su reparacin19.
El acceso al castillo se realiza desde el lienzo de cara a la villa en direccin a la torre
del homenaje. En su izquierda se ubicaba, la denominada puerta de enmedio20 por
donde se penetra en el interior del cuerpo central. La entrada a la fortaleza de estructura
acodada es de clara reminiscencia musulmana.
Pasando la puerta de enmedio, a la izquierda, encontramos un corredor alto de
madera de pino labrado y paredes enlucidas y un corredor bajo de iguales caractersticas
que sirve como despensa cubierta21. A mano derecha exista una casa con tahona y homo
que posea una chimenea y, frente a la puerta de entrada de sta, un poyo. La casa, que
estaba enmaderada y con tejado a dos aguas, tuvo a sus espaldas una caballeriza con dos
aceras de pesebres y el enmaderado armado sobre dos pilares, uno de piedra recubierto
de yeso y el otro de madera con tirantes sin encamarar. Incorporado a sta tenemos otro
cuerpo de caballerizas con una hilera de pesebres y otros dos en los rincones. Esta se
gunda caballeriza tiene una puerta que sale al patio del pozo22.
Frente a la puerta de acceso a este primer patio una puerta da paso al segundo o
principal, empedrado con guijarros menudos que seran repuestos al faltar algunos en
1.58923.
En ste hay una mazmorra en semistano de la que hay necesidad de hacer una pie
dra, como puerta, con un aldabn de hierro24. El patio se organiza con dos corredores y
en dos niveles, uno frente a la puerta y el otro a la izquierda. Existen siete arcos de
piedra con sus pilares, basas y capiteles y el suelo de los corredores es de ladrillo de
junto, raspado y cortado. El techo de stos es de artesones de yeso con sus tirantes
En 1589 es necesario que se aderecen los antepechos de los corredores. La obra fue
tasada por los albailes en 90 reales26.
,6.- Idem.
17.- Idem, fol. 25 r.
18.- Idem, fol. 13 v.
19.- Idem, fol. 20 v.
20.- A .H .N. O .O.M .M ., Calatrava, Consejo de rdenes, leg.6080, 7 fol. lv.
21.- A .H .N. O .O.M .M ., Calatrava, AJT., leg. 44626, fol 13 v y 14 r.
22.- Idem, fol. 14 r y v.
23.- Idem, fol. 20 v.
24.- Idem, fol. 21r.
25. Idem, fol. 15 r.
26.- Idem, fol. 21 r.
570
I n s e g u r id a d te r r it o r i a l y r e p o b la c i n e n L a M a n c h a
Los niveles inferiores de los corredores son descritos como salas; en la de la izquier
da, se dice, existe un oratorio atajado en el portal, con sus puertas de bastidor de made
ra27. Adems hay una capilla de bveda de yeso labrado en medio de una escalera de
yeso y madera28.
En el patio se halla una cueva con dos puertas de red para guardar el vino. La cueva
tiene dos mangas y bvedas29. Una pared ancha con seis almenas enlucidas, con sus
puertas y cerraduras de las que hay que reparar las almenas, separa el patio principal del
tercero y ltimo30.
Delante de la puerta se sita una escalera de yeso con dos tramos con sus mamperlanes
de madera y al final de stos hay un pretil de yeso con un pasamanos de claraboya31.
El patio est empedrado y tiene su pozo. A la derecha hay un portal con seis pilares
de madera con tejado a un agua, ms adelante una cocina con su chimenea y una casa de
horno. Sobre dos cuartos altos hay seis zaquizamines para aprovechar el espacio32.
Se describen tres caballerizas que haban sido antes jaraices y un stano bajo el alhol
del pozo. Este alhol denominado del pozo tiene como suelo una bveda de yeso con
cuatro arcos y sus pilares que sustentan un techo compuesto de tirantes y artesones33.
En la actualidad est arruinado y abandonado, conserva tan slo los pilares del nivel
inferior.
El cuerpo de caballeriza encaramada sobre tocas y tablazn de pino posee una hilera
de pesebres a lo largo del lienzo hasta llegar a otro cuerpo que completa un lateral de la
fortaleza.
Aqu hubo tres pilas de jaraiz que respondan a los jaraices que estaban unidos al
cuerpo central desde el exterior. Este cuerpo est enripiado excepto nueve cumbres o
techados que fueron de caaveral. La casa se denomina bodega,34 aunque ya no se utili
zase como tal. Sobre estas dos piezas de caballeriza y bodega dos cmaras con tejado a
un agua, enmaderadas de tirantes y tejillo, y con suelo realizado de yeso, servan para
guardar el pan de la renta de la encomienda35.
Por una escalera de piedra se acceda al paso de ronda. La casa tuvo en sus cuatro
esquinas sendas garitas cubiertas de teja en 1.54636. En la visita de 1.589 estas garitas
estaban deterioradas con necesidad de reparo, por lo cual los visitadores informan de las
obras que deben realizarse.
La primera garita tena el tejado y las paredes en mal estado. Los albailes tasan la
obra en cuatro ducados para yeso, teja y mano de obra.
571
Juan
de
v il a
ij n
ranados
37.38.39.40.41.I.E.M .,
Idem, fol. 24 r y v, 25 r.
Idem, fol. 22 r.
Idem, fol. 25 r.
Archivo Histrico Provincial de Ciudad Real, Hacienda, 708-B is.
Sobre estos sucesos, ver J.A. Garca-Noblejas, M anzanares: guerra de independencia. Ciudad R e a l. x
1.982.
572
I n s e g u r id a d
t e r r it o r ia l y r e p o b l a c i n e n
La M
ancha
42.- Se est abriendo el foso a un castillo que estaba abandonado desde el tiempo de los franceses, donde
en todo caso nos m eteremos y nos defenderemos . En M. A sensio, El carlism o en la provincia de Ciudad
Real, 1833-1876. B .A .M 1.987, p.66.
43.- Archivo de la Diputacin Provincial de Ciudad Real. Boletn O ficial de la Provincia, n 163, 3; 26 de
diciem bre, 1.862.
44.- Idem, n 39,4; 23 de marzo de 1.863.
45.- Idem, n 112,4; 4 de septiembre de 1.863.
46.- A.H.P. C.R., Hacienda, Caja desamortizacin n 64.
47.- A.H.P. C.R. Sign. 27. Boletn O ficial de Venta de B ienes Nacionales de la Provincia de Ciudad Real,
n 35. 21 de mayo de 1.864.
573
Juan
de
v il a
ij n
ranados
dando sin remate. En diciembre del mismo ao sale bajo el mismo precio48, pasando a
manos privadas.
As, la fortaleza que haba nacido para defender los intereses geogrficos de la Orden
Militar de Calatrava y que haba tenido un papel de defensa y repoblacin del lugar,
sufre una evolucin de una arquitectura militar a un edificio domstico.
En la actualidad la construccin de tapiara del siglo XIII se halla oculta por el creci
miento orgnico de casas y corrales que han nacido apoyndose en sus lienzos, dando
una visin domstica, que para nada nos recuerda su pasado.
574
I n s e g u r id a d
t e r r it o r ia l y r e p o b l a c i n e n
La M
ancha
GASTOS
80 metros cbicos de demolicin en las almenas de tierra que coronan los muros de
ronda, N. S. y Poniente dejando las tierras contiguas los mismos muros sin ms que
igualada, 2 rs. 50 cnts. mtro estendindose su elevacin............................ 200
27 mtros cbicos de demolicin en mampostera de los tres muros de la garita baja del
O este co lo ca n d o la p ie d ra en sitio co n ven ien te 3 rs. 50 cntim os
mtro..................................................................................................................................... 94,50
43 metros cuadrados, de desmonte en la cubierta del palomarcillo que hay en la parte
ms elevada del Castillo apeando la teja y maderas que resulten y apilndola abajo en
sitio conveniente 2 reales metro........................................................................................... 86
54 metros cbicos de demolicin en cuatro muros del palomarcillo en mampostera ba
jando la piedra cualquiera de los patios 6 rs. mtro atendiendo su eleva
cin........................................................................................................................................... 324
306 metros cuadrados de desmonte en la cubierta de la bodega apeando toda la teja y
teguillo que resulte y colocndolo en sitio conveniente 1 real 50 cnts mtro atendien
do ser menor su colocacin que en el palomarcillo....................................................... 459
Por el apeo de las formas de la armadura desclavando las costaneras y apilacin de
todo ello en sitio conveniente se presupones................................................................... 80
SUMA TOTAL DE GASTOS...................................................................1.243, 50 (reales)
575
Juan
de
v il a
un
ranados
1.296
1.584
Resumen General
Utilidades que producen los materiales procedentes del derribo...............................6.716
Gastos que produce la demollicin.............................................................................1.243,50
De modo que resultan en beneficio del Estado........................................................ 5.472,50
Importan los materiales procedentes de las demoliciones despus de deducidos los gas
tos de las mismas la cantidad de 5.472 rs. 50 cnts. salvo herror.
576
In s e g u r id a d te r r i t o r i a l y r e p o b la c i n e n L a M a n c h a
577
J uan
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ranados
Modelo de proposicin
D. N. de N. vecino d e
enterado del expediente instruido para la demolicin o
derribo de parte del Castillo de la villa de Manzanares, se compromete a verificarlo con
entera sujecin al presupuesto y pliegos de condiciones formados al efecto por la canti
dad d e
(por letra).
Fecha y firma.
578
I n s e g u r id a d te r r i t o r i a l y r e p o b la c i n e n
La
M ancha
La precedente orden y hgase la tasacin por los peritos Jos Fernndez Pacheco y
Jos Martn de Bernardo a quienes nombras para el taso de las tinajas que se mencio
nan y hecho consiguiese el pliego de condiciones para la subasta sometindose todo a
la Superioridad. Lo mando y firm a el Alcalde Constitucional de esta villa de Manzanares
a veinte de enero de mil ochocientos sesenta y tres.
Pablo Calero (Rubricado). Sebastin Acebedo (Rubricado).
En seguida yo notifiqu ntegramente y di copias literal de la parte que les incumbe
del Decreto anterior a Jos Fernndez Pacheco y Jos Martn de Bernardo peritos nom
brados quedaron enterados y aceptaron el cargo que se les confiere, firman de que cer
tifico
Jos Fernndez Pacheco (Rubricado) Jos Martn de Bernardo (Rubricado) Sebastin
Acebedo (Rubricado).
JosFernndez Pacheco y Jos Martn de Bernardo peritos de pblico en esta
villa certificamos que de orden del Seor Alcalde hemos pasado a medir y valorar las
tinajas que se encuentran en la bodega y cuevas del Castillo de esta villa habiendo dado
la operacin el resultado siguiente:
579
Juan
de
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ranados
Cabida
Nmero de las tinajas
Tinaja Ia de la derecha..................................... 95
1
2
Id. 2a i d ............................................................... 95
Id. 3a i d ............................................................... 95
3
Id. 4.a id...............................................................94
4
Id. 5.a se halla in til......................................... 92
5
Id. 6.a se halla in til......................................... 90
6
Id. 7.a se halla in til......................................... 88
7
Id. 8.a de la derecha.......................................... 94
8
Id. 9.a
100
9
Id. 10
120
10
Id. 11
100
11
Id. 12
110
12
Id. 13
13
.....................................................115
14
Id. 14
.................................................... 125
Id. 15
15
110
Id. 16
16
.................................................... 140
Id. 17
17
.....................................................130
Id. 18
18
106
Id. 19
19
110
Id. 20
20
110
Id. 21 d. intil................................................. 100
21
Id. 22 d. intil................................................. 102
22
Id. 23 ntil, hecha pedazos...........................108
23
24
Id. 1.a de la fila de la izquierda..................... 90
Id. 2.a d. id
25
..75
Id. 3.a d. id
26
..85
Id. 4.a d. id
27
..80
Id. 5.a d. id
28
..92
Id. 6.a d. id
29
..98
Id. 7.a d. id
30
196
Id. 8.a d. id. in til..............................................
31
32
Id. 9.a d. id. b u en a......................................... 170
Id. 10 d. id.
33
180
34
Id. 11 d. id.
180
Id. 12 d. id.
35
190
Id. 13 d. id.
36
190
Id. 14 d. id.
37
190
Id. 15 d. id.
38
160
Id. 16 d. id.
39
180
Id. 17 d. id.
40
186
Id. 18 d. id.
41
170
42
Id. 19 d. id.
180
580
Precio
2
2
1 Y 1/2
2
1 y 1/2
1 y 1/2
1 y 1/2
1 y 1/2
1 y 1/2
1 y 1/2
1
1
1 y 1/2
1 y 1/2
1 y 1/2
1
2
2
2
2
2
1 Y 1/2
2
1
Importe
190
190
142.50
188
40
38
30
188
150
180
150
165
172.50
187.50
110
140
195
159
165
110
45
46
4
90
150
170
160
184
196
392
170
180
180
380
380
380
320
360
279
340
180
In s e g u r id a d t e r r it o r i a l y r e p o b la c i n e n L a M a n c h a
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
2
1
2
1
1 Y 1/2
1 Y 1/2
1 Y 1/2
1 Y 1/2
1
50
344
45
360
180
400
190
255
270
75
135
76
9.856,50
Por consiguiente las 6.936 arrobas de tinajas importan, los precios marcados,
9856 rs. 50 cnts. segn su saber y entender; debiendo advertir qu todas las han con
siderado en estado de aprovechamiento y sanas excepcin de las nueve que estn
completamente intiles; ignorando si habr otras rotas, por que pesar del reconoci
miento que ha hecho de ellas, hallndose sucias y empotradas, no pueden responder de
una manera terminante y clara de su sanidad ni seria fcil declararla sin investigacin
propsito para ello.
Manzanares 3 de Febrero de 1.863. Jos Fernndez Pacheco. Jos Martn de Ber
nardo.
581
Juan
de
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ij n
ranados
Pliego de condiciones administrativas que form a esta dependencia para subastar las
tinajas existentes en la Casa-Castillo de Manzanares procedentes del Maestrazgo de
Almagro.
1.a El remate se celebrar el da 31 de Mayo prximo, de doce una de su maana,
en esta capital ante el Sr. Gobernador civil, Administrador principal de Propiedades y
Derechos del Estado y Escribano de Hacienda de esta provincia, y en la villa de
Manzanares ante el Alcalde, Regidor sndico, Administrador subalterno del ramo y Se
cretario de Ayuntamiento.
2.a No se admitir postura que no cubra la cantidad de los 9856 rs. 50 cntimos en
que han sido tasadas las cincuenta y cuatro tinajas.
3.a El contrato no surtir efecto mientras no recaiga la aprobacin de la Direccin
general del ramo; y el rematante no podr hacer uso de las tinajas hasta despus de
verificar el pago en esta Administracin, para lo cual se le espedir la correspondiente
carta de pago.
4.a Hecha saber al rematante la aprobacin superior, quedar obligado al cumpli
miento del contrato, y en el caso de faltar cualquiera de las condiciones estipuladas,
sujeto la responsabilidad que marca el Real decreto de 27 de Febrero de 1852. Con
este objeto deber presentar fiador de abono satisfaccin del presidente del acto.
5.aEl rematante deber terminar la extraccin de los vasos los noventa das conta
dos desde l en que se le haga saber la aprobacin superior, y de su cuenta el pago de
honorarios que se hayan de vengado por la formacin del presupuesto, y los del recono
cimiento, as como tambin los gastos de papel, derechos de subasta y los que ocasione
el otorgamiento de la correspondiente escritura.
6.aEl remate se hace a suerte y ventura, y por lo mismo no tendr opcin el contra
tista a pedir rebaja por ningn concepto de la cantidad porque se hallan subastado las
tinajas.
Ciudad-Real 23 de Mayo de 1863.- Jos de la Torre y Collado.- Hay un sello.- Admi
nistracin principal de Propiedades y Derechos del Estado de la provincia de CiudadReal.- Ciudad-Real 25 de Abril de 1863. Jos de la Torre y Collado.
Ciudad Real en treinta y uno de mayo de mil ochocientos sesenta y tres: en cumpli
miento de lo mandado en este Expediente se constituyeron en audiencia los Seores
Gobernador interino, Administrador de Propiedades y otros relatados, asistidos de mi
actuacin con el objeto de proceder a la subasta en venta de las tinajas que existen en la
Casa Castillo de la villa de Manzanares, y sin embargo de que por la voz pblica se
tuvieron varias publicaciones no compareci postor alguno quedando sin efecto el re
mate.
Firma Ilegible. Jos de la Torre y Collado (Rubricado). Firma Ilegible
582
I n s e g u r id a d
t e r r it o r ia l y r e p o b l a c i n e n
La M
ancha
A.H.P. CIUDAD REAL, Hacienda, Sign. 27. Boletn Oficial de Ventas de Bienes Na
cionales de la Provincia de Ciudad Real. n 35 . 21 de mayo de 1.864.
Comisin principal de ventas de propiedades y derechos del estado de la provincia
de Ciudad Real.
Por disposicin del Sr. Gobernador de esta provincia, y en virtud de las leyes de 1.
de Mayo de 1.855, 11 de Julio de 1.856 instrucciones para su cumplimiento, se sacan
pblica subasta en el da y hora que se dirn, las fincas siguientes.
Remate para el da 30 de Junio de 1.864, ante el Sr. Juez de 1.a instancia D. Lope
Ovejas y escribano D. Jos M .a Cachero, que tendr efecto en las Casas Consistoriales
de esta capital desde las 12 de la maana la una de la tarde.
583
Juan
de
v il a
ij n
ranados
Fincas Urbanas
Mayor cuanta
Nmero de
inventario
23
Una casa Castillo, sita en Manzanares, procedente de encomiendas y
maestrazgos, la cual consta de 44275 pies superficiales, y se compone de las piezas
siguientes: una bodega de 51 varas de largo y 12 de ancho, de las cuales se hallan 43
varas cubiertas y ocho arruinadas: tiene 51 tinajas rotas y deterioradas, con una cueva
dentro con dos tinajas y un pozo: cinco cuadras en la planta baja, y dos cmaras una
sobre otra en la planta alta de 34 varas de largo y 4 de ancho: un granero en la planta
alta de 18 varas de largo y 12 de ancho: una cuadra en la planta baja: un granero
corrido que figura un siete en la planta alta y baja de 33 varas de largo y 7 de ancho:
una cuadra en la planta baja: otro granero y una cocina en el patio y un pozo corriente:
otro granero arruinado sobre el pozo: cuatro dormitorios y tres cocinas en el patio, y
sus galeras tabicadas: una bodega llamada del aceite y cinco tinajas en ella: dos sta
nos y siete cuartos dormitorios tambin por bajo: cinco descubiertos y la plaza de ar
mas, todo de puertas y murallas adentro. Linda S. con Tejera del Sr. Marqus de Sali
nas; M. Era de D. Francisco Jaraba; P . y N , plazuela de dicho Castillo. Se halla sin
arrendar. Ha sido capitalizada por 2278 rs. que los peritos le han graduado de renta en
41004 rs. y tasada por los peritos en 151,886 rs. tipo para la subasta,
ADVERTENCIAS.
1.a Si dentro del trmino de los dos aos siguientes la adjudicacin de las fincas
los rematantes, se entablase reclamacin sobre esceso falta de cabida, y del expedien
te resultase que dicha falta esceso iguala la quinta parte de la expresada en el
anuncio, ser nula la venta, quedando, por el contrario, firm e y subsistente, y sin dere
cho indemnizacin el Estado ni el comprador si la falta o esceso no llegase dicha
quinta parte.
2.aNo se admitir postura que no cubra el tipo por que sale subasta.
3.a El precio en que fuere rematada la anterior finca, se pagar en quince plazos y
catorce aos, segn previene el artculo 6. de la ley de 1. de Mayo de 1855, y con la
bonificacin del 5 por 100 que el mismo otorga a los compradores que anticipen uno
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t e r r it o r ia l y r e p o b l a c i n e n
La M
ancha
ms plazos, pudiendo hacer el pago del 50 por 100, en papel de la Deuda pblica,
consolidada diferida, conforme lo dispuesto en el artculo 20 de la mencionada ley.
4.a Segn resulta de los antecedentes y dems datos que existen en la Administracin
principal de propiedades y derechos del Estado de esta provincia, la finca de que se
trata no se halla gravada con carga alguna; pero si apareciese posteriormente se in
demnizar al comprador en los trminos que en la ya citada ley se determina.
5.a Los derechos de expediente, tasacin y dems hasta la toma de posesin, sern
de cuenta del rematante.
6.aA la vez que en esta capital, se verificar otro remate en el mismo da y hora en
Madrid y Manzanares cuyo partido pertenece la finca.
Ciudad- Real 20 de Mayo de 1864.- El Comisionado principal de ventas,
J. Antonio Arcos.
585
J uan
de
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ij n
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586
I n s e g u r id a d
t e r r it o r ia l y r e p o s i c i n e n
La M
ancha
587
A cta s C o n g r e so B a ta lla d e A la r c o s
L a te n e n c ia d e c a s t i l l o s y s u e n t r e g a a l s e o r e n l a I I p a r tid a d e A l f o n s o X
'.- Casi 30 cdices conservan la II Partida, de los cuales 3 contienen el Ttulo XVIII con exclusividad: el
M s. 15, el 942 y el 1041 de la Biblioteca de Catalua en Barcelona contienen la Part.II Tt. XVIII y la Partida
II com pleta e incom pleta respectivamente.Tambin el Ms. 92-6-20 y el Ms. 2084 de la Biblioteca Provincial
y Universidad de Valencia recogen el Tt. XVIII de la II Partida de manera exclusiva. Ello se debe a que este
derecho se import a Catalua para robustecer la autoridad de sus condes-reyes sobre estos enclaves.
2.- Part.II, 13,22; 11,15,5 y V,4,9.
3.- Com o consecuencia de la recepcin de la doctrina italiana sobre los feudos a travs de los Libri
Feudorum (Lombarda), Las Partidas presentan una serie de normas destinadas a impedir se transformen en
herencias fuera del control de la monarqua. Para lograrlo se reserva la mayora de justicia o decisin final de
los procesos al rey y se insiste en la posibilidad de reversin a la Corona de lo donado. Ver Riaza, R., Las
Partidas y los Libri Feudorum, A .H .D.E.,X , Madrid, 1933.
591
onzala
P laza S err a n o
Todos los sbditos y naturales del Reino estn obligados a defender y evitar cual
quier ataque, robo o prdida de castillo y fortaleza habidos en su territorio.4 Como tam
bin lo estn muy especialmente aqullos que, de manera particular, los han recibido de
su seor.
Segn la ley existen dos maneras de recibir un castillo, plaza o fortaleza: la una de
aquellos a quien el rey da los castillos por heredamiento, y la otra a quien los da por
tenencia.5 Es decir, los que los reciben en plena propiedad y los que lo hacen temporal
mente o de manera vitalicia, quedando la propiedad en manos del rey o del seor.
Esta divisin es fundamental, pues supone que la institucin que tratamos reviste dos
formas esencialmente distintas. La gran mayora de las leyes del ttulo 18 estn referidas
al la segunda forma de tenencia, a su regimiento y a las relaciones que se establecen
entre el alcaide del castillo y su seor directo. Pero el legislador tambin se preocup de
sealar las obligaciones militares que, con respecto al monarca, tienen los beneficiarios
de las donaciones a perpetuidad, fueran o no vasallos reales, en virtud de la soberana
que el rey se reserva sobre los castillos.6
Hilda Grassotti asegura que en ambos casos la donacin o la tenencia iba precedida
de la prestacin de homenaje al seor por parte del beneficiario del castillo y fortaleza.
Refiere varios ejemplos donde los tenentes hacen prestacin del hominium. La
Part.II, 13,22 demuestra que los que tenan castillos del rey por heredamiento, deban
igualmente hacerlo. Lo cual, segn esta autora, supone el compromiso de defender la
fortaleza contra el enemigo del soberano, el deber de unir la hueste a la hueste real y
aceptar las paces y treguas por l firmadas y, lo que resulta ms importante en nuestro
caso, dejar entrar al rey y a sus gentes en ella para combatir al atacante o desde ella
iniciar la ofensiva, en pocas palabras: hacer guerra y paz por su mandado tal y como
recoga la nota anterior.7
Los nicos pasajes del ya sealado ttulo XVIII referidos a la primera forma de re
cepcin de un castillo o fortaleza, en los trminos que a nosotros nos interesa sealar,
prescriben, por una parte, los principios esenciales de la buena conservacin del castillo
y las limitaciones que el beneficiario de la donacin tiene sobre la venta, u otras formas
4.- Part. 11.18,1. et la que pertenesce a todos es que non le juerzen, nin le furten nil tomen por engao
ninguna de las fortalezas, nin consientan a otro que lo faga, ca los que lo feciesen farien traycion conoscida....
5.- Part.II, 18,1.
6.- Part.V,4,9. Se establece que quando el emperador, o el rey, faze donacin a eglesia o a Orden, o a otra
persona qualquier, assi com o de villa, o de castillo, o de otro logar en que ouiese pueblo, o se poblasse
despus, si quando gelo dio por priuillejo, que gelo daua con todos sus derechos que auia en aquel logar, e
deuia auer, non sacando ende ninguna cosa; entiendese, que gelo dio con todos los pechos, e con todas las
rentas, que a el solan dar, e fazer. Pero non se entiende, que el da ninguna de aquellas cosas que pertenescen
al seorio del R eyno saaladamente, assi com o moneda, o justicia de sangre. Mas si todas estas cosas fuesen
puestas e otorgadas en el priuillejo de la donacin, entonce bien passaria al logar, o a la persona, a quien
fuesse fecha tal donacin; saluo ende, que las aleadas de aquel logar, deuen ser para el Rey que fizo la
donacin, e para sus herederos; e deuen fazer guerra e paz por su mandado (Tambin en Part.II, 15,5).
7.- Hilda Grassotti, Instituciones F eudovasallticas, I, pp. 178-181 y II, pp. 666-668.
592
L a te n e n c i a d e c a s t i l l o s y s u e n t r e g a a l s e o r e n l a I I p a r tid a d e A l f o n s o X
de alienacin, del mismo;8 por otra, la obligacin de quel de hacer la entrega en reco
nocimiento de dominio y seoro, as como la forma que reviste esta potestad o apoderamiento del castillo al que el rey tiene derecho en tiempos sealados.9
Son muy abundantes los ejemplos de cartas y privilegios que recogen la concesin de
castillos por heredamiento o a perpetuidad,10 todos ellos muy similares en su forma y
ajustndose a los gustos diplomticos de la poca. Pero tambin encontramos algunos
que aaden al texto tradicional alguna condicin muy relacionada con los derechos que
el monarca se reserva en la entrega.
Buen ejemplo de ello es la donacin que Alfonso VIII hace del castillo de Oreja a la
Orden de Santiago en 1171. El monarca se preocupa de hacer constar en el escrito lo que
ya le pertenece por derecho y que la ley antes sealada recoge de manera explcita: que
el castillo le ser devuelto en el caso de que hubiese disturbios o guerra en el Reino; es
decir, que la Orden se vera obligada a sacar toda su guarnicin del castillo y dejar entrar
a los hombres del rey, los cuales pondrn sus banderas y seas en las torres y se avitua
llarn de lo que encuentren en l o les sea proporcionado por la propia Orden. El castillo
ser de nuevo del rey hasta que la paz se restablezca, momento en el cual volver de
nuevo a manos de la Milicia.11
Dos aos despus el mismo monarca concede de antemano y a perpetuidad a la Or
den de Calatrava los castillos que sta ganase a los musulmanes para que con ellos le
sirva ut regi et domino12 volviendo as a llamar la atencin sobre la soberana que
ejerce sobre estos lugares.
Don Alfonso vuelve a recordar los deberes militares, que con respecto a la Corona,
llevan aparejadas este tipo de concesiones en la donacin que hace en 1201 a Pedro
8.- Part.11,18,1 ...debenlos tener labrados et bastecidos de homes et de armas, et de todas las cosas que
les fueren m eester..., nin los deben enagenar en ninguna manera en vida nin en muerte a homes de fuera de su
seoro, nin mal al rey nin al regno, nin los deben enagenar en ninguna manera en vida nin en muerte a homes
de fuera de su seoro, nin a otros de quien podiese venir guerra nin dao al regno...si los quisiesen vender o
camiar, debenlo primeramente facer saber al rey ...
9.- La quarta manera de castiellos que sea han de rescebir por mandado del rey es de aquellos que el da a
algunmos por heredat en quel han de acoger et de apoderar en tiempos saalados por reconoscim iento de
seoro segunt el fuero antiguo de Espaa, et atales com o estos puede el rey mandar rescibir sin portero si
quisiere o por l: et a tal apoderamiento com o este llaman en algunas tierras potestad et ha de seer fecho desta
guisa, que aquel que toviere el castiello debe sacar del toda su compaa, et rescebir en la fortaleza los homes
del rey ... et deben estar hi los homes del rey tantos dias quantos fueren puestos en paramiento que fue fecho,
quando el castiello fue dado...
(Part.II, 18,4).
10.- Ver J. G onzlez, Alfonso IX, Madrid, 1944 y El reino de C astilla en la poca de Alfonso VIH, Ma
drid,1960. Tambin J.L. Martn, O rgenes de la Orden M ilitar de Santiago (1170-1195), CSIC, Barcelona,
1973.
J.G onzlez, Alfonso VIII,...,11, pg. 275, n162.
El hecho de que el rey incluyera esa frmula, no muy frecuente en la donacin, se debe al temor de que
estallasen en el reino revueltas interiores com o las que se haban sufrido en los aos muy cercanos de su
minoridad; as advierte y recuerda textualmente al beneficiario sobre el deber que tiene con su rey. Ver Hilda
Grassotti, El deber y el derecho de hacer grerra y paz, Cuadernos de H istoria de Espaa, LIX-LX Buenos
Aires, 1976, pg. 221-96.
12.- J.G onzlez, Alfonso VIII, II, pg.305, n183.
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ontala
lata
S errano
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La t e n e n c i a d e c a s t i l l o s
su e n t r e g a
a l se o r e n la
II p a r tid a
d e A lfo n s o
16.- Hilda Grassotti al estudiar las concesiones beneficiarias en sus Instituciones feudovasallticas de
mostr la total ausencia de escrituras relativas a la entrega y recepcin de fortalezas, tierras y honores.
17.- La Part.II,13,21 amenaza con caer en traicin a quienes no devolviesen al rey nuevo villas, castillos
y fortalezas, as com o los que entregasen sus castillos (11,18,1) y aqullos que nos los tuviesen bien bastecidos
o los desamparasen.
18.- Onde qualquier que desta guisa non quisiese dar poder al rey en el castiello que desta manera hobiese
rescebido, face traycion porque deshereda su seor que hered a l alzndose con lo que pertenesce a su
seoro, et por ende si el rey lo podiese prender en l, pudelo matar si quiere con derecho, et sinon debe seer
desheredado de aquel logar para siempre fueras ende si el rey lequiere facer tan grant merced que gelo quisie
se tornar, et esto mas por merced que por derecho (Part.II, 18,4).
19.- Onde quien desta guisa que dicho habernos non diese el castiello a su seor quando gelo demandase,
farie tal traycion com o aquel que se alza con castiello de su seor, que la posieron por egual de la muerte
(Part.II, 18,18).
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A c ta s C o n g r e so B a ta lla d e A la r c o s
Im agen
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C a ba ller o C alatravo
1.- INTRODUCCION
El propsito que ha inspirado la realizacin del presente trabajo1 es analizar y describir
lo que sera el aspecto externo del caballero calatravo de los siglos XII y XIII. Ello permitir
adentramos, siquiera por unos instantes, en el fascinante mundo de las imgenes y la menta
lidad simblica, que nos conducir hasta lo que ser el eje vertebrador de esta comunicacin.
De igual manera se conectar con la sociedad y la poca en la que nace la Orden, su afilia
cin al Cster y el influjo que ejerce la idea de caballera. As como los cambios posteriores,
fruto de la evolucin interna de la institucin Calatrava durante los siglos bajomedievales.
Lo primero a considerar es que el hombre del medievo vive sumido en todo un universo
de imgenes y smbolos, que presiden desde el arte -en sus ms variadas manifestaciones-, la
poltica y por supuesto la vida cotidiana, imponiendo sus cdigos incluso en la forma de aseo
y arreglo personal. As, para comprender de una manera ms clara todo lo que se expondr
en esta comunicacin nos introduciremos, por unos instantes, en lo que sera el teln de
fondo bajo el que se desenvolver la vida de los freiles calatravos.
Ante todo nos enfrentamos a una sociedad (la del medievo occidental) que est impreg
nada por la religin, y por la teologa. Dios est presente en la vida del hombre, as no es de
extraar que la Iglesia ocupe un lugar predominante. Por ejemplo influye en la concepcin
que del mundo se tuvo,2 conformada por todo un complejo entramado donde se mezcla lo
natural y lo sobrenatural, lo visible y lo invisible. La Liturgia se convertir en un eficaz
instrumento, juguando un papel muy importante entre monjes y laicos. Estos ltimos esta
ban en la creencia de que la nica forma de entrar en contacto con lo sobrenatural era me
diante una serie de signos o gestos, si bien es cierto que apenas alcanzaban a entender su
significado. Quiz por ello les atribuan una eficacia casi misteriosa.3
De otro lado el entablar una lucha sin tregua contra el diablo ser uno de los objetivos de
la Iglesia, en la que tomar parte activa una nueva caballera, la de los monjes-soldados,
aparecida en el siglo XII y bendecida adems por San Bernardo. As, de la primitiva militia
que, por su comportamiento, fue germen de continuas violencias y triste protagonista en la
Esta comunicacin, se centrar en unos parmetros cronolgicos muy concretos y que sern los momentos
ms cercanos a la fundacin de la Orden de Calatrava, los siglos XII y XIII. Y si por motivos de tiempo y espacio
no puede ser demasiado extensa, s cabe insertarla en un proyecto ms amplio, que permitir desarrollar ms
exhaustivamente diferentes aspectos, que aqu quedarn esbozados.
2.- Cabe destacar lo que expone LE GOFF, J. en El hombre medieval, Madrid, 1990 cuando reproduce lo que
dijo San Agustn: "el mundo se compone de signa y de res, de signos, esto es, de smbolos, y de cosas. Las res que
son la verdadera realidad permanecen ocultas; el hombre aprehende signos solamente", p. 40.
3.- Muy interesante a este respecto resultan las ideas aportadas por VAUCHEZ, A. en su libro La espirituali
da d d el Occidente medieval, Madrid, 1985.
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vida de los siglos X y XI, se gestar algo que, en un principio, podra aparecer como contra
dictorio: el miles Christi, donde se anan el compromiso mundano y el religioso. Son los
inicios de las rdenes monstico-militares. El mismo San Bernardo en su Elogio de la caba
llera sienta las normas por las que se regir el comportamiento de las mismas, basado en un
cdigo tico y unos deberes morales, encaminados hacia un mayor misticismo.4
Toda esta fuerte carga simblica tendr adems un caldo de cultivo muy especial. El
analfabetismo ocupa un lugar muy importante entre los laicos del Medievo y la Iglesia es
consciente de ello. Hay que buscar el modo y la manera de llegar hasta estas gentes sumidas
en la ms triste de las oscuridades. Inventar un sistema didctico para formar e informar. Y
que al mismo tiempo tenga una enorme carga ideolgica. Y Qu puede tener ms impacto
que todo aquello que se expresa de una manera grfica? As pues, aparte de la palabra y los
gestos5 -las predicaciones entran dentro de este sistema pedaggico, que ofrece formacin
moral y religiosa-, la imagen y el color sern los principales vocablos de un lenguaje trans
misor de una idea, un mensaje dirigido a una sociedad en su mayora analfabeta. Y ya lo dice
el refrn: una imagen vale ms que mil palabras.
De manera que se idearn unos cdigos que afectarn a vestidos y colores, establecin
dose algunos signos distintivos, sobre la base de los cuales se reconocer, por ejemplo, al
comerciante, al judo o a la prostituta.6
El mundo de la caballera no va a quedar al margen de todas estas normativas. El empleo
de insignias como un mero instrumento de reconocimiento en la batalla, dar lugar al naci
miento de la herldica. Cuyos emblemas irn ocupando un lugar cada vez ms preferente
tanto en la indumentaria como en otros objetos del caballero. Pasar a convertirse en un
smbolo cuya traduccin es bien clara; mostrar el poder de familias o clanes tanto frente al
rey como a otros rivales.7
Grosso modo estos sern el ambiente y la mentalidad entre los que se movern da a da
los caballeros de la Orden Militar de Calatrava, quienes tomarn, a partir de este momento,
el protagonismo de esta comunicacin.8
4.- A alcanzar este m isticismo contribuir tambin la literatura con la aparicin del ciclo artrico y la bsqueda
del Grial.
5.- Sobre la herencia que de la Antigedad recibe la cultura cristiana en lo referente al lenguaje de los gestos
habla SCHMITT, J.C. en su obra La raison des gestes dans l'Occident mdival. 1990.
6.- Muy significativo resulta el ejemplo expuesto por DUBY, G. en H istoria de la vida privada. De la Europa
feu dal al renacimiento. T.II, Madrid, 1988, p. 561, cuando describe los signos por los que se distingue a personajes
de diferentes estratos sociales.
7.- N o es ahora el momento de derivar hacia el complejo mundo de los clanes durante la Edad Media. D e ello
trata extensamente HEERS, J. en El clan m edieval en la Edad M edia, Barcelona, 1978. Sirva tan slo lo expuesto
par ejemplificar hasta dnde llega la codificacin de la vida en el M edioevo.
8.- Para la elaboracin del presente trabajo se han utilizado los siguientes textos: el Bulario de la Orden de
Calatrava, las publicaciones de O'CALLAGHAN, J. tales como "The affiliation of the Order o f Calatrava enacted
by abboty William 13 of Morimond, April, 2, 1468", que aparecen publicadas en el volumen The Spanish M ilitary
Order o f Calatrava and its afftliates, Londres, 1975. As como de LOMAX, D. "Algunos estatutos primitivos de la
Orden de Calatrava", en Hispania, (21), 1961, pp. 483-494. Y tambin "La reforma de la orden de Alcntara
durante el maestrazgo del infante Don Sancho, 1411-1413", en Anuario de Estudios M edievales. (11), 1981, pp.
759-773. La comunicacin del profesor VILLEGAS DIAZ, L.R, "Las transformaciones de la Orfen de Calatrava
a fines del siglo XIV". Presentada en las Jom adas Hispano-Portuguesas de H istoria Medieval. La Pennsula
Ibrica en la Era de los Descubrimientos 1391-1492. Sevilla, 1991 (En prensa).
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lgico de los mismos. Pero tampoco hay que olvidar un detalle: la influencia caballeres
ca se har notar, claro est, depurada de sus lujos y riquezas. Y es que conviene no
olvidar esa otra dimensin de estos personajes, la secular, que viene dada, entre otras
cosas, por la misin que les ha sido conferida. No slo participan de la vida religiosa o
de la actividad litrgica. Como guerreros requieren, desde el punto de vista prctico,
algunos usos indumentarios de los mismos o adaptar sus ropas a las diferentes necesida
des que puedan surgir.
2.1.- El cabello
Sentados estos precedentes, hora es ya de describir y enumerar tanto el arreglo del
caballero como las distintas prendas que componan su indumentaria.13
Para seguir un orden en lo que sera el aspecto externo del calatravo empecemos por
el pelo y la barba. Su forma de arreglo, su largura o rasurado, no obedecen al capricho o
gusto de la persona, sino que tambin se insertan en el complejo mundo de lo simblico.
El pelo es una representacin del status social de la persona y un elemento importante de
toma de conciencia de uno mismo y de su identidad. El cabello y la barba son deposita
rios de una potencia mgica y gozan de una especial significacin en los votos que se
hacen en la Edad Media. As por ejemplo el cabello largo ser sinnimo de fuerza, viri
lidad y libertad.14Corto slo lo llevarn los esclavos, expresando su condicin de tales y
su privacin de libertad, y los clrigos, signo de su pertencia a Cristo y de una vida de
penitencias y renuncia al mundo.15 Con la barba ocurre lo mismo. El llevarla ser signo
de nobleza, y grande ofensa era el mesarle a alguien las barbas.
En lo referente a la Orden de Calatrava se puede apreciar un gran inters en cuidar
hasta los ms mnimos aspectos de la apariencia externa de sus miembros. La manera de
llevar el cabello es un fiel reflejo de la austeridad, que en definitiva es la guarda de un
sistema de valores y de un cdigo moral que afecta a todos los detalles de la imagen
personal de los freiles. Sobre la base de estas normas, los caballeros que entraban a
formar parte de la Orden deban llevar el pelo hasta media oreja, establecindose aqu
una clara distincin segn el status jurdico que ocupaba cada miembro en la institucin,
ya que los conversos haban de llevarlo por encima de la oreja. Tampoco se les permita
caer en el abandono, por lo que se lo tenan que cortar todos los meses.
13.- Para ello se va a utilizar la descripcin que realiza O'CALLAGHAN en "The affiliation fo the Order
o f Calatrava with the Order o f Citeaux" y que aparece recogido en el volum en The Spanish M iliatary O rder
o f C alatrava an d its A ffiliates, Londres, 1975. A s com o las primeras reglas y forma de vida de la Orden,
cuyo marco temporal se inscribe entre finales del siglo XII y el XIII, extradas del B ulario de la Orden de
Calatrava.
14.- A s por ejem plo una cabellera opulenta es una representacin de la fuerza vital, es signo de fertilidad,
por ello el cortarse el pelo de manera libre y espontnea representa un sacrificio voluntario, una renuncia al
principio procreador, para entrar en una va de ascesis absoluta. Esta idea se encuentra recogida en CIRLOT,
J.E. D iccion ario de sm bolos. Barcelona, 1969, p. 119.
15.- DUBY, G. y ARIES, Ph., H istoria de la vida privada. La A lta E dad M edia. Tomo II, Madrid, 1991.
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Igual ocurra con la barba y, si bien parece ser que no se la afeitaban con cuchillos, s que
deban arreglrselas con tijeras sobreponiendo un peine.16 As procuraban no mostrar un
aspecto descuidado, lo cual no estaba reido con la austeridad. De esta manera, que podra
parecer tan simple, se inicia la renuncia a la vida seglar y se empieza a asimilar la nueva
condicin, a la que han optado desde el momento de su ingreso en la institucin.17
19.- A s aparece descrito por O'CALLAGHAN, "The affiliation...", cuando expone que: "They werepermitted to
wear linen but only to cover the thighs, that is, linen inderdrowers or breeches". Igualmente aparecen referencias en
el Bulario..., en la I Regla y forma de vida del ao 1164: "...quod lineis in femoralibus tantum vobis uti licebit...", p.
5.
20.- As lo expone LOMAX, D,W, en "Algunos estatutos primitivos de la Orden de Calatrava", Hispania, (21),
1961, pp. 483-494.
21.- Referente al largo de las ropas aparecen distintas referencias, que por orden cronolgico, son las siguientes:
"... Tnicas ad superfluitatis argui, aut curiositatis positis notari." Bulario.. p. 5. En el Captulo IX del Capatulo
General del 25 de agosto de 1411, si bien se sale del marco cronolgico, si se puede apreciar como permacece el
largo de la tnica de la Orden de Alcntara: "...todos los hombres deuan eiuitar escndalo maormente en los hechos
que no induzen pecado mortal... establecemos e mandamos las ropas que traxeren que lleguen a media pierna de
yuso de la rodila y las luengas ropas lleguen hasta el touillo o besen en l...". LOMAX, "La reforma de la Orden de
Alcntara...", p. 768.
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de piel. Tambin cabe destacar la mencin de una vestidura talar, la garnacha, respecto a
la cual se permite que aqul que no desee vestirla, utilice slo la tnica gruesa, segn la
costumbre de los conversos de la Orden.22 Desde el punto de vista del simbolismo reli
gioso la tnica podra representar la pasin de Cristo.23
b)
Escapulario. Esta es una prenda de claro origen monstico. En un principio era
una especie de mandil o delantal, empleado por los monjes mientras trabajaban.
Se trataba de una pieza larga, que caa desde la cabeza a lo largo del cuerpo, abierta
a ambos lados y sin mangas.24 Cuyas medidas estaban tambin reglamentadas. Eventual
mente ste poda tener una capucha, puntiaguda.25 Sin duda que el uso del escapulario
era un detalle ms que prestaba o aumentaba la apariencia monacal de los freiles.26 Ade
ms estaban obligados a vestir el escapulario en todo momento, tanto para dormir como
para acudir a la batalla.27 Su color es el blanco.
d) La pelliza. Originariamente estaba elaborada con piel de cordero. Poda tener
mangas y capucha, con una largura que cubriera hasta las rodillas. Ha de destacarse que
los cistercienses tuvieron prohibido su uso, y el hecho de que los caballeros pudieran
llevarla puede considerarse como una concesin dada por sus actividades militares. Sin
embargo esta prenda deja de mencionarse en el captulo de 1187.
e) El manto. Este tena una funcin meramente prctica, ya que naci como protec
cin contra las inclemencias metereolgicas. Deban llevarlo siempre que salieran fue
ra, tanto si se desplazaban a pi o a caballo. Su forma era el de una capa sin mangas y
alargado hasta el suelo, poda estar forrado de piel de cordero.28
f) La capa. Aparece citada por primera vez en la I forma de vida de la Orden.29 En el
captulo general de 1209 son obligados a llevarla en todos los monasterios cirtescienses.
En sus orgenes era el llamado pluviale, pues se empleaba para proteger de la lluvia.
Cubra el cuerpo entero y careca de mangas. En caso de que tuvieran que acudir a gue
rrear al sur del Puerto de Orgaz s se les permita adoptar un tipo de capa con mangas
cortas.30 Al igual que el escapulario poda tener una capucha. Posteriormente lleg a
convertirse en una prenda monstica, nacida de la presencia de los monjes en el coro, de ah
22.- "Quicumque uero hoc facere conptenserit deinceps garnachiam non habeat set tnica grossa more
conuerssorum nostrorum utator" LOMAX, "Algunos estatutos prim itivos...", p. 493. Aadir adems respecto
a los conversos de la Orden com o estos tambin eran diferenciados de los caballeros en cuanto a su corte de
pelo, com o ya se ha visto, y a su indumentaria.
23.- A s aparece definido por CANTO RUBIO, J., en Sm bolos de arte cristian o, Salamanca, 1985, p. 464.
2A.~ Esta prenda tambin podra estar imbuida de un significado religioso, que hara referencia al yugo de
Cristo. CANTO RUBIO, J. Sm bolos d el arte... p. 42.
25.- La cual, dentro del contexto religioso en general no estaba exenta de significado, ya que segn Jung
al envolver la cabeza y adoptar una forma casi esfrica parece indicar el mundo celeste. Adem s el cubrirse
la cabeza sign ifica el morir al mundo. CIRLOT, D icion ario..., p. 126.
26.- "e magistri vestri habebitis et scapulre pro habitu R eligionis..." B ulario..., p. 21.
27.- Posteriormente por una bula del papa Benedicto XII (fechada el 26 de junio de 1397) se sabe que los
caballeros usaban ya la capucha de esta hechura. En 1433 el abad de Alcaiz, Guido III, estipul que el color
del escapulario deba ser negro, pero ese m ism o ao, Calatrava insista en que continuara siendo blanco,
prevaleciendo este color.
28.- "... mantella agninis forrara...". B ulario... p. 5.
29.- "... m antella ahninis forrata, et capas et scapulare pro habitu religionis...". B ulario... p. 5.
30.- LOM AX, D, W., "Algunos estatutos..." p. 490.
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su nueva denominacin cappa choralis. Pero desde el momento en el que los hermanos
legos tuvieron prohibida la entrada al coro, la capa corri la misma suerte, ya que los legos
estaban obligados a llevarla siempre de puertas adentro. Es en ese preciso momento cuando
se adopta el uso de la cogulla para los oficios litrgicos del coro. Con el devenir de los siglos
la capa y la cogulla fueron confluyendo hacia una misma forma, dando lugar a lo que pasara
a denominarse manto. El cual deba llevarse en el interior del recinto conventual, en el cap
tulo o en el refectorio. Pero de manera especial en todas aquellas actividades que estuvieran
incluidas en la liturgia, ya fuera a la hora de recibir algn sacramento, en la eucarista o en
los oficios. De acuerdo con lo adoptado por Guido III los mantos deban ser blancos y tener
prendida la capucha.31
Tambin hay referencias a otros complementos en el vestir de carcter menor, tales como
la prohibicin de calzar zapatos de formas extraas, botas puntiagudas o llevar cintas,
limosneras de seda, u ornamentos de oro y plata, tales como bridas, estribos o pectorales,
tampoco podan portar vainas de cuero teido o mantillas demasiado surtidas, ni sombreros
seglares. A este respecto slo se establece una excepcin en el caso de que algn freile est
enfermo de la cabeza, circustancia por la que se le permite levar un sombrero de pao, elabo
rado con los tejidos habituales del resto de la ropa.32Tambin haba una serie de colores que
estaban excluidos de los usos indumentarios, tales como el bermelln, blanco, azul, rojo,
verde, amarillo y otros.33 Si bien no me detendr ms a analizar estas circustancias, ya que
dada la importancia simblica que tienen estas prohibiciones, creo que merecen captulo
aparte.
Como puede observarse a lo largo de la descripcin realizada de las prendas de vestir, la
nota dominante -en los siglos XII y XIII, tiempos cercanos a la fundacin de la Orden- es la
austeridad. Quiz como respuesta al lujo que empezaba a imperar tanto en el mundo laico
como en el eclesistico, aparte por supuesto del ya mencionado estricto cdigo moral que
marcaba las pautas de la vida de la orden.34
Cierto es que estas formas austeras no se van a mantener inclumes a lo largo de todo el
Medievo, y que de manera gradual se van a ir introduciendo una serie de cambios hasta que
llegue un momento en el que la sobriedad quede como algo lejano y unido a los momentos
iniciales. Pero sto ser objeto de anlisis ms adelante.
31.- Dentro del mundo del simbolismo religioso el manto representa de un lado a una dignidad superior, y de
otro establece com o un velo de separacin entre la persona y el mundo. CIRLOT, Diccionario..., p. 309.
32.- "Nulli fratrum liceat uti deinceps pilis quibus seculares utuntur quia nec hoc episcopis ordinis nostri
conceditur. Set suquis infirmum caput habuerit per licemciam magistri pileum de pannis quibus utimur hebere
poterit. LOMAX, "Algunos estatutos...", p. 493.
33.- En el captulo VIII del Captulo General de 1411 de la Orden de Alcntara, dedicado a la honestidad en el
vestir se dice lo siguiente: "...no trayan ropas barradas ni partidas a mitades ni harpadas ni pannos colorados ni
verdes ni trenas de oro ni flocaduras a los cabezones por no escluir a la honestidad, saluo sobre las armas... y no
trayan pennas veras ni grises ni demarcas sin nuestra li^enjia...". LOMAX, "La reforma de la Orden de Alcntara...',
p. 767.
34.- Amanera comparativa, vaya este pequeo ejemplo acerca de los usos que comenzaban a hacerse frecuen
tes en la Castilla del siglo XIII: "Los caballeros usaban dentro de casa sayo rojo con cinta blanca y calzas rojas y
zapatos dorados o veste roja, manto carmes, cuello de piel y calzas negras." BALLESTEROS BERETTA, A.,
H istoria de Espaa, I I I , Barcelona, 1922, pp. 294-395.
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la Iglesia combate el color y lo expulsa del templo, llegndose a ver como algo inmoral. Pero
todo esto traspone los lmites de una mera discusin teolgica, llegando a intervenir podero
samente en la vida cotidiana.
Las reacciones contra el color ms significativas vendrn durante el siglo XI o principios
del XII. Qu ha ocurrido para que esto suceda? Entre otras cosas se intenta un retomo al
cristianismo primitivo. Los debates sobre el lujo, los colores, las imgenes en iglesias o en
lugares pblicos se hacen frecuentes. Entre 1100 y 1150 surgirn una serie de telogos que
debatirn sobre estas ideas, destacando dentro de la lnea iconoclasta San Bernardo de
Clairvaux, que dado su espritu de penitencia y pobreza se declarar gran enemigo de los
colores, tolerando slo una armona monocroma. Y precisamente esta postura ser la contra
ria a la de los abades de Cluny, quienes piensan que nada es suficiente para la alabanza de
Dios. De ah que presten una gran atencin a la armona de la luz y de los colores.
Este ser un punto de enfrentamiento entre Cluny y Citeaux. La reaccin de Bernardo de
Clairvaux redundar tanto en la forma de entender la arquitectura y ornamentacin de los
templos como a la hora de adoptar un color emblemtico para sus monjes, que los alejara de
la imagen que hasta ese momento haba difundido Cluny. Esto resulta de especial importan
cia para entender la adopcin del blanco o del no color por parte de los cistercienses y por
consiguiente de la Orden de Calatrava, como filial suya. De un lado supona una ruptura con
el monacato anterior, de otro era una medida diferenciadora y un claro exponente del aban
dono de los hbitos mundanos, entre los que se desenvolva la vida de los caballeros que
ingresaban en la Orden. Pues no hay que olvidar que el empleo de colores de un vivo croma
tismo era uno de los signos distintivos de pertenencia a un nivel social elevado y, por tanto
un privilegio concedido a unos pocos.
Es admisible decir que tres factores marcan la codificacin del color en las vestimentas
de los caballeros -al igual que en otros sectores- y que son el econmico, social y moral. El
factor econmico no se ha de desdear, puesto que el coste de los tintes se va elevando
progresivamente, aparte de aparecer como una contestacin de tipo reaccionario, de revalo
rizacin de la pobreza frente a la riqueza. Razn que a mi juicio tiene un carcter ambivalente
y, por tanto, admite ser incluida en el factor social, por conceder a los miembros de esta
institucin una conciencia de grupo diferenciado del resto. En cuanto a lo moral, se trata
igualmente de mantener una ya larga tradicin eclesistica basada en la virtud y la modes
tia.37
36.- Sobre el concepto del color en la Iglesia resulta francamente interesante el artculo de PASTOUREAU,
M., "L'Eglise et la couleur des origines a la reforme", publicado en Bibliothque de l'Ecolo des Cahrtes, (147),
1989, pp. 203-230.
37.- En esta codificacin de colores entra en juego un aspecto ms y es la sensibilidad del hombre medieval,
que ciertamente era muy diferente a la nuestra. En esta lnea se consideraba, por ejemplo, peyorativo el mezclar
colores, ya que incluso podan indicar categoras sociales que eran mal vistas por el resto. Para ellos resultaba
mucho ms armonioso situarlos sobre planos diferentes: "Pour qu'il y ait polychromie vestimentaire -ce qui serait
dvalorisant- il faudrait que les couleurs se situent sur le mme plan, come par exemple sur une robe damiers
jaunes, verts e rouges, telles qu'en portent parfois dans le miniatures les fous, Ies jongleurs et les prostitues, trois
catgories de rprouvs". PASTOUREAU, Formes et couleurs du dsordre: le jaune avec le vert", en M divales.
(4), 1983, pp. 62-73.
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pas que han de usar para dormir, de hecho en la primera regla y forma de vida de la Orden se
establece que se duerma vestido y ceido. No hay que olvidar que en la mentalidad medieval
la noche era considerada como un tiempo de tinieblas, propicio a tentaciones. En este con
texto podra explicarse la recomendacin de dormir ceido, ya que el cinto es el smbolo de
proteccin del cuerpo desde el punto de vista moral, es la alegora de la virginidad.47 San
Benito vela por la pureza de sus monjes cuando les recomienda que se acuesten vestidos del
todo.48 Y es posible pensar que este temor al cuerpo naciera como respuesta a la adoracin
pagana del mismo, que conduce precisamente a la postura contraria, desembocando en el
odio y el temor. Se convierte en el principal campo de batalla donde se enfrentan el BIEN y
el MAL. Y, por qu no pensar que las normas en el vestir de los freires calatravos estaban
igualmente marcadas por todo este simbolismo, que en definitiva nace de la incesante con
tienda que libra la Iglesia contra el diablo en sus ms distintas manifestaciones.
4.- A MANERA DE CONCLUSIONES
Todos sabemos cmo en el transcurrir de los tiempos nada permanece esttico, todo evo
luciona, para bien o para mal, pero cambia. As los siglos tardomedievales traern consigo
este devenir que afect a la sociedad, a la manera de entender e interpretar la vida.
Por supuesto que estas transformaciones tambin quedarn reflejadas en la evolucin
que ir sufriendo la Orden de Calatrava, y aunque al leer estas lneas se puede pensar que
esto es ya de sobra conocido, pienso que si se indica, no resulta del todo gratuito. El pensar
en la Orden de Calatrava como algo inalterable a lo largo de los siglos sera como el querer
mantenerla escondida en algn lugar inaccesible fuera de todo alcance e influencias exter
nas. Sin embargo, esta institucin estar sujeta a una serie de cambios que se irn operando
en su seno. Transformaciones que vendrn de la sociedad en la que est inserta y que, al
mismo tiempo, redundarn en el medio que rodea a la institucin.49
No voy a hacer aqu referencia, puesto que no es el objetivo de esta comunicacin, a una
serie de evoluciones que afectan a la Orden. Tan slo sern aludidas en caso que sea necesa
rio como apoyatura, incidiendo ms en las que se refieren a los cambios en los usos
indumentarios.
47.- Aunque tmidas se hacen algunas alusiones a las ropas que han de usar para dormir y cubrir la cama,
las cuales eran tambin de gran austeridad en los primeros tiempos. Por ejem plo cuando se habla del escapu
lario se dice que: "Every membre of the Order was required to wear it at all tim es, even when sleeping..."
O'CALLAGHAN, "The affiliation o f the Order..", p. 34. O tambin aparecen referencias en el texto de la I
regla y forma de vida del B ulario:"...vestiti et cincti dormietis...", p. 21.
48.- La noche del monje ha de hallarse consagrada a D ios, al amor de D ios mediante la plegaria. DUBY,G.
y ARIES, Ph., H istoria de la vida privada. La A lta edad M edia (II), Madrid, 1991.
49.- Ilustrativas resultan las lneas del profesor VILLEGAS DIAZ cuando alude a dichas transformacio
nes: "Los cam bios -sincrnicos y confluyentes- a los que aqu se har mencin son susceptibles de agruparse
en tres bloques temticos: trasformaciones individuales, que afectan a ciertas jerarquas y dignidades de la
Orden; aquellas referidas al conjunto de la institucin y, finalm ente, las registradas en el mbito del gobierno
y de la administraclin del espacio". VILLEGAS DIAZ, "Las transformaciones de la Orden de Calatrava...",
p. 186.
610
Im agen
y s ig n o s d e l
C a ba ller o C alatravo
611
a r a d e l
arm en
guez
oza
forma de vida de estos freiles, para acercarse ms a la de guerrero cristiano. Pero todas
estas transformaciones, que pueden parecer superficiales, no son sino un claro exponen
te de los profundos cambios que se gestan en el seno de la Orden, y que aqu no se van a
analizar por salirse de los objetivos marcados desde un principio. Pero s permite dejar
una puerta abierta para en un futuro realizar un anlisis ms exahustivo, y que sirva de
pretexto, una vez ms para introducirnos, aunque slo sea por breves momentos, en
estos apasionantes siglos del Medievo, que a todos los que nos dedicamos en mayor o
menor medida a su estudio nos tienen cautivados.
Para concluir y a manera de recapitulacin, decir que a travs de esta comunicacin
se ha intentado un acercamiento a uno de los diversos aspectos que formaban parte de la
vida de los caballeros de la Orden de Calatrava. El analizar su arreglo personal y usos
indumentarios ha permitido comprobar una vez ms cmo la vida del hombre medieval
en general y de estos freiles en particular estaba regida por lo que fue una constante en
los siglos del Medievo: la alternancia entre lo sagrado, representado por la Iglesia, fuer
za activa en la sociedad, y lo profano. El hombre de estas centurias vivir sumido en un
complejo universo plagado de smbolos, fruto del constante entretejer de lo natural y lo
sobrenatural, consiguiendo que hasta lo ms cotidiano cobre una gran trascendencia. Y
que se erige adems como la manera ms eficaz de llegar a una poblacin en su mayora
analfabeta, ser un hbil mtodo didctico y moralizador. Que se traducir en el empleo
de imgenes, colores y emblemas sometidos a una codificacin. Nada va a quedar al
margen de este sistema, incluso la primitiva y violenta militia recibir una misin
sagrada: la proteccin del dbil, batallar contra las injusticias y la extensin del Reino
de Dios, que en los territorios peninsulares se traducir en la lucha contra el Islam y ser
germen de las rdenes militares.
Seguir como lnea maestra el anlisis del aspecto externo del caballero calatravo ha
permitido profundizar en el complejo entramado de los smbolos. Se ha pretendido in
terpretar el mensaje que queran transmitir estos freiles cuya vida estaba regida hasta
los ms mnimos detalles por un frreo cdigo moral y un peculiar sistema de valores, y
que lo hacan llegar mediante un lenguaje que ha conjugado arreglo del pelo, tejidos o
colores. A travs de los cuales se quera mostrar al exterior el estado de su alma tras la
opcin por un determinado estilo de vida, y cuya idea aglutinadora era la lucha contra
los enemigos de la fe, el Islam. Pero con los siglos bajomedievales el escenario en el que
se desenvuelve la vida de estos caballeros va cambiando, el lado monstico de su vida
empieza a perder significado, entran en juego otras motivaciones, el ideal de monjeguerrero se aproxima ms al de los caballeros seglares, los fines perseguidos durante
centurias empiezan a ser sustituidos por otros, ms acordes con los nuevos tiempos. El
linaje empieza a convertirse en el eje vertebrador y en el instrumento para alcanzar nue
vos fines, acordes con las ambiciones de la nobleza, que se haba erigido como duea y
seora de la Orden. Se impone la utilizacin de un nuevo lenguaje, que adems ser
portador de un mensaje completamente opuesto al de siglos precedentes. A partir de
estos momentos dos palabras: poder nobiliario se empezar a escribir con maysculas.
Corra el turbulento siglo XV...
612
A cta s C o n g r e s o B a ta lla d e A la r c o s
El
c u l t o a l o s m r tir e s : V is i n y s m b o lo d e l m e d ie v o a l a c o n t r a r r e fo r m a .
El origen del culto cristiano a las reliquias se remonta a los primeros siglos de la
Iglesia. En su gnesis es clara la atraccin que sintieron los primeros hombres del cris
tianismo hacia los Martyrium paleocristianos, basada en el papel que Roma desempe
aba como centro o mundus de la cristiandad.
En la Edad Media el creciente auge del Camino de Santiago eclips casi por comple
to el estudio de otros importantes centros de peregrinacin y veneracin de reliquias; tal
es el caso del Convento de Calatrava la Nueva, que si bien no puede compararse en
modo alguno con Santiago de Compostela, s al menos funcion como uno de los n
cleos ms importantes de la Mancha en lo concerniente a la importancia de su lipsanoteca
y veneracin de la misma.
El fervor religioso al que se abocaron las gentes de esta tierra tras el desastre de
Alarcos, dirigi sus creencias hasta la ms profunda supersticin, recurriendo al culto de
las reliquias de santos y mrtires como elemento de unin entre el hombre y Dios.
Las largas distancias entre la Mancha y los principales centros de peregrinacin im
pedan a muchos cristianos desplazarse hasta los mismos, fomentando de esta manera un
verdadero mercado de reliquias.
Para los hombres del medievo stas tenan poder de intercesin, ya que eran objetos
materiales que por su contacto con Cristo, la Virgen y los Santos haban adquirido la
Gracia Divina. As se propag la creencia paleocristiana de que quien toca o venera los
restos de los mrtires participa de su virtud que se manifiesta en los hechos milagrosos
constatados mediante los libelli.1
En los monasterios se acumulaban restos del cuerpo de los Santos, en los que se crea
contenida al alcance de la mano una prenda permanente y tangible de salud, curacin,
fertilidad y proteccin, ya que las reliquias centuplicaban el valor de la oracin monstica.2
Esta evidente pasin por las reliquias no es difcil aplicarla a la Orden de Calatrava,
sobre todo a partir de la Batalla de Alarcos en 1195. La derrota cristiana fue un duro
golpe para la Orden tanto en lo material como en lo espiritual. Para ella Alarcos qued
como un recuerdo maldito y un castigo divino. Con la derrota no slo perdi sus pose
siones territoriales sino que vio cmo sus caballeros eran pasados a cuchillo por los
musulmanes en la plaza de Calatrava.3
A partir de este momento, para la Orden de Calatrava, al igual que para los Templa
rios, el rojo quedara como el color que simboliza la sangre vertida por sus caballeros en
Santiago Sebastin, El M ensaje del Arte M edieval, Crdoba, 1984, p.42.
2.- G eorges Duby, San Bernardo y el A rte C isterciense, Madrid, 1981, p. 29.
3.- F. Gutton, La Orden de C alatrava* Madrid, 1955, p. 36.
615
Juan Z
apa ta
larcn
616
El
c u l t o a l o s m r t ir e s :
V is i n
y s m b o l o d e l m e d ie v o a l a c o n t r a r r e f o r m a .
l2.~ Archivo H istrico Nacional, Secc. O.O.M.M, Calatrava, Jernimo Mascareas, H istoria de la Or
den d e C alatrava, sig. 1269 C, fol. 148 r.
J 3.- Ibidem , fol. 148 v.
A .H .N , Secc. O.O.M.M, Calatrava, sig. 410 C, D efiniciones de Madrid de 1652, p. LXXXVII. ^
15.- F. Rades y Andrada,. Chrnica de las tres Ordenes y C avalleras de Santiago, C alatrava y Alcntara,
Toledo, 1572, fol. 10 r: ...Ay otra C apilla pequea que fu e dize Santa M ara de los M rtyres, a la cual tiene
mucha devocin toda la gente de aquella tierra...
,6.- Ibidem. El Papa Len dcim o concedi a todos los que oyeren M ijfa en efta Capilla en las feftividades
de nueftra Seora o de fa n t Bernardo ganen las mismas indulgencias que ganan perfonalm ente vifitan el
fa n c to Sepulchro de nueftra Seora Trans torrentem Cedrn.
17.- J.I. Ortega y Cots, op. cit. pp. 298 y ss. Aunque Rades afirma que en 1519 Len X concedi indul
gencias, sin embargo se trata una confirmacin y ampliacin de las anteriores, por cuanto el Papa Alejandro
VI en 1501 ya concedi indulgencias al Campo de los Mrtires junto con la Capilla Dorada, previa peticin
de Francisco de Rojas, Preceptor de las casas de Almodvar y Aceca.
617
Juan Z
apata
larcn
618
E l c u l t o a l o s m r tir e s : V is i n y s m b o lo d e l m e d ie v o a i a c o n t r a r r e fo r m a .
Por esta razn se cree que Calatrava la Nueva es el primer monasterio espaol que
cuenta con la distincin de SACRO. El segundo en esta escala ser el Monasterio de
S. Lorenzo del Escorial, al cual dot Felipe II de la mayor lipsanoteca del mundo.28
Con el surgimiento de la Reforma Protestante, el ataque luterano contra la venera
cin de santos y reliquias hizo que a partir de la segunda mitad del s. XVI, su culto
alcanzase un auge incluso mayor que en la Edad Media. Este culto fantico a las reli
quias ha de ser estudiado en relacin con la veneracin de los mrtires y de los otros
santos.
En Calatrava la Nueva la ubicacin del Relicario tras la Sacrista representaba un
gran obstculo para poder llevar a cabo el decreto promulgado en la sesin XXV del
Concilio de Trento del 3 y 4 de Diciembre de 1563, acerca del culto de los santos, de sus
reliquias y de sus imgenes.29 El nico acceso con el que contaba el recinto obligaba a
los visitantes de las reliquias a pasar por la Sacrista. En sta se guardaban la mayora de
los ornamentos necesarios para el servicio del altar. El gran valor de estos objetos haca
necesario desde siglos anteriores establecer un riguroso y estricto control de esta depen
dencia para garantizar a toda costa la conservacin de los mismos: Yafsimisrno le man
do que no confientan, ni le permitan al Subsacristan del dicho Convento, que mueftre
las cofas de la dicha Sacriftia a ninguna perfona....30
De esta manera el Relicario quedaba como una pieza semioculta que bajo ningn
concepto poda cumplir los mandamientos de Trento.
Uno de los indicios que ponen de manifiesto la asimilacin en la Orden de los decre
tos contrarreformistas, lo detectamos en el manuscrito de la Real Academia de la His
toria, (coleccin Salazar y Castro sig. 1-47) fechado hacia 1644. En l el autor annimo,
buen conocedor del edificio, muestra una actitud chocante cuando trata la Capilla del
Relicario. El autor reprochar a Rades omitir en su Chrnica muchas de las reliquias
existentes en la lipsanoteca.31
La imposibilidad de culto y veneracin de las reliquias por la situacin del relicario
detrs de la Sacrista oblig a plantearse la ubicacin de dicho relicario en otro lugar de
ms fcil acceso, tanto para los devotos como para los propios conventuales. En el Cap
tulo General celebrado en Madrid en 1652, el Consejo de Ordenes mand al Prior-Admi
nistrador del Sacro Convento la ejecucin de una obra ex novo en lugar ms aparente
que en el que hasta ahora estaban para cobijar tan preciados y necesarios objetos de
culto.32
Siguiendo la tendencia contrarreformista de la materializacin de la fe, se aade la
devocin renovada hacia las reliquias y su inmoderado uso y demandas de ellas. Al
28.- Cornelia von der Osten Sacken, El Escorial. Estudio iconolgico. Bilbao, 1984, pp.34-36.
29.- Cornelia von der Osten Sacken, op.cit, p. 36.
30.- A.H .N , Secc. O.O.M.M, Calatrava, sig. 410 C. Ordenanzas del Comendador Mayor D. Gutierre de
Padilla, publicadas en las D efiniciones de Madrid de 1652, p.94.
31.- R.A.H , Colecc. Salazar y Castro, Ms. 1-48, fol. 77 r y 77 v. F. Cotta y Mrquez de Prado, op. cit. pp.
50-53.
32.- A .H .N , Secc. O.O.M.M, Calatrava, sig. 410 C, D efiniciones de Madrid de 1652, pp. 47-48.
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E l c u l t o a l o s m r tir e s : V is i n y s m b o lo d e l m e d ie v o a la c o n t r a r r e fo r m a .
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Juan Z
apata
larcn
49.50.51.52.53.54.55.-
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El
c u l to a l o s m r t ir e s :
V is i n
y s m b o l o d e l m e d ie v o a l a c o n t r a r r e f o r m a .
57.- Ibidem .
58.- Vid. Cit. 27. R.A.H , C olecc. Salazar y Castro, Ms. 1-47, fols. 75 r y v . F. Cotta, op. cit. pgs.
46-47.
59.- M. Corchado Soriano, op. cit, p. 221.
60.- Ibidem, pg. 222 Se trasladaron los cuerpos de los siguientes maestres: D. Garca; D. Fernando Escaza;
D. Martn Prez de Siones; D. Rui Diaz; D. Martn Fernndez; D. Gonzlo Yaez; D. Luis Guzmn; D.
Fernando de Padilla y D. Garci Lpez de Padilla.
623
A c ta s C o n g r e so B a ta lla d e A la r c o s
v er r o e s:
C o ntexto P
o l t ic o - C u l t u r a l .
st a d o d e l a c u e s t i n
Tres aos despus de haber tenido lugar la batalla de Alarcos, mora Abu-1-Walid Ibn
Rushd, que sera conocido por los latinos como Averroes. Contaba con 72 aos de edad y la
labor multifactica que haba ido realizando a lo largo de su vida, le converta en uno de los
estudiosos y pensadores ms brillantes del mundo medieval.
En esta comunicacin se pretende realizar un acercamiento al contexto poltico-cultural
en el cual se enmarc esta destacada figura, a travs de las ltimas aportaciones que se han
hecho en este sentido.
En 1976 se celebr en Pars un Coloquio Internacional con motivo del 850 centenario
del nacimiento de Averroes, en el que intervinieron reconocidos especialistas en el pensador
cordobs y su obra1. No hubo ninguna ponencia dedicada especficamente al aspecto que se
pretende tratar aqu. No obstante, se podra, para empezar, recoger la llamada de atencin
que haca Roger Amaldez en dicha ocasin, sealando el hecho de que Averroes tuvo siem
pre buenas relaciones con los gobernantes almohades, a pesar de que dichos gobernantes
siguiesen la doctrina del Mahdi Ibn Tumart2.
En relacin con esto ltimo, escriba Miguel Cruz Hernndez, en una obra de conjunto
sobre Averroes aparecida hace apenas diez aos: "Por paradjico que parezca, el rigorismo
religioso de la reforma de Ibn Tumart iba a ser beneficioso para el clima intelectual de alAndalus"3.
La reforma de Ibn Tumart se basaba en la proclamacin de la unicidad divina, dogma
esencial del Islam, del cual se habran alejado los almorvides, a los que consideraba herejes
el fundador del movimiento almohade que se dio el ttulo de Mahdi (gua inspirado por
Dios)4.
En qu medida podan favorecer los nuevos principios doctrinales propugnados por Ibn
Tumart, el desarrollo de las actividades intelectuales, y concretamente las filosficas, a las
que dedic buena parte de su labor, Averroes?
Iysa A. Bello afirma que Ibn Tumart permiti que diversas escuelas teolgicas, adems
de la maliki, pudiesen difundirse; incluso la filosofa pudo estudiarse con el visto bueno del
fundador de la nueva doctrina5.
1.-Mltiple Averroes - Actes du Colloque International organis l occasion du 850 anniversaire de la naissance
d Averroes. Paris, 20-23 septembre 1976. Pars, 1978.
2.-ARNALDEZ, R., Averroes, en Mltiple Averroes, p.14.
3.-CRUZ HERNANDEZ, M., Abu-l-Walid Ibn Rusd (Averroes).Vida, obra, pensamiento, influencia. Crdo
ba, 1986. p.25.
4.- VIGUERA MOLINS, Ma J., Los Reinos de Taifas y las Invasiones Magrebes (Al-Andalus del XI al XIII),
Madrid, 1992; ps.205-209.
5.- BELLO, I.A., The M edieval Islamic Controversy between Philosophy and Orthodoxy - Ijma and Ta wil in
the conflict between al-Ghazali and Ibn Rushd. Leiden, 1989; ps.5-6.
627
P a t r ic ia M
angada
aas
Otra respuesta a dicha pregunta puede ser el planteamiento que Dominique Urvoy ha
hecho recientemente de la doctrina almohade como movimiento de reforma polticoreligioso en el cual se insertara la obra de Averroes6, ya que aqulla fue el resultado de
una fusin de una teologa que postulaba, entre otros elementos la existencia de un Ser
Absoluto, con una filosofa prctica que naturalmente se ajustaba a las formas de la Ley
Islmica. Segn Urvoy, la Falsafa, la filosofa de inspiracin helnica, poda ser un apo
yo para este sistema de pensamiento que, por otra parte, slo poda influir seriamente en
los filsofos7.
De hecho, el califa Abu Yaqub impuls el desarrollo de la filosofa y anim a Averroes
a realizar unos comentarios a Aristteles8. Por otro lado, Averroes mostr su apoyo a los
almohades9, y tena, como seala Miguel Cruz Hernndez, razones reales de agradeci
miento10 a stos y particularmente a sus gobernantes, no slo por los nombramientos de
juez mayor de Sevilla y de Crdoba (cargo que ya haban ocupado su padre y su abuelo),
sino tambin por haber sido nombrado mdico de la corte y haber podido realizar su
labor filosfica.
Tendramos por tanto que tener siempre presente el hecho de que entre los gobernan
tes almohades, fieles seguidores de la doctrina del Mahdi Ibn Tumart11, y los estudiosos
de la filosofa hubo relaciones positivas, de entendimiento (por lo menos hasta un deter
minado momento, cuestin que ser tratada ms adelante).
Por otro lado, habra que tener en cuenta otro importante elemento del contexto pol
tico-cultural de esta poca como eran las relaciones, stas de carcter conflictivo, entre
los filsofos y las autoridades jurdicas. Sobre este punto ha insistido Oliver Leaman en
un libro que, aunque trata sobre todo del pensamiento de Averroes, contiene una intere
sante introduccin en la que seala que dichas autoridades jurdicas eran polticamente
un apoyo vital. De hecho, los almohades no pudieron prescindir de esta estructura bien
establecida de juristas, mayoritariamente malikies12.
A pesar de las continuas sospechas de los juristas, Leaman opina que los filsofos
pudieron desarrollar sus trabajos ya que stos no iban contra el pensamiento de aqullos
sino que estaban ms estrechamente relacionados con el desarrollo de ciencias de carc
ter ms prctico, como la medicina y la astronoma13. Sin embargo, aade Leaman que
6.- URVOY, D ., Ibn Rushd (Averrroes), New York-London, 1991.
7.- URVOY, D Op.Cit., ps. 17-20.
8.- VIGUERA MOLINS, Ma J Op. Cit., ps.260-261.
9.- URVOY, D Op. Cit., p.28.
10.- CRUZ HERNANDEZ, M., La crtica de Averroes al despotism o oligrquico andalus, en A l en
cuentro de A verroes, MARTINEZ LORCA, A., (ed.), Madrid, 1993; p.116.
u .- Hasta 1228 no se producir la abjuracin de la doctrina de Ibn Tumart por parte de un gobernante
almohade. V ase VIGUERA MOLINS, Ma J., Op. Cit., p.292 y p s.324-325.
12.- LEAM AN, O., Averroes and his philosophy, Oxford, 1988; ps.1-2.
Ya sealaba Dom inique Urvoy que los especialistas en la prctica del derecho ejercan una influencia
concreta muy considerable sobre las masas; URVOY, D., La pense almohade dans l oeuvre dAverros,
en M ltiple A verroes, p.50.
13.- El propio Averroes, com o ya se ha indicado ms arriba, fue m dico de la corte del califa, y realiz
igualmente trabajos astronmicos tanto en Marrakesh com o en Crdoba.
628
v erro es:
C ontexto P
o l t ic o - C u l t u r a l .
st a d o d e la c u e s t i n
los filsofos fueron conscientes de la difcil situacin en que se encontraban, por lo que
restringan la influencia de sus trabajos a lectores y oyentes que participasen del gusto
por tales estudios14.
Por qu entonces ese recelo por parte de los juristas malikies hacia la filosofa, si
sta era estudiada dentro de los lmites que la Ley Islmica estableca y por pensadores
musulmanes?
Iysa A. Bello y Oliver Leaman aportan datos a este respecto. Leaman afirma que la
filosofa en el mundo islmico, por su origen extranjero (haba sido introducida a raz de
las traducciones de textos griegos al rabe, a partir del siglo VIII d.C.), fue siempre
menospreciada por la lite intelectual. Adems, el conflicto entre la filosofa y las cien
cias islmicas fue, ms que un conflicto entre distintos mbitos de estudio, un enfrenta
miento entre diferentes metodologas, aspirando cada metodologa a una validez exclu
siva15.
Por su parte, Iysa A. Bello aade que en al-Andalus, salvo en contadas ocasiones, la
filosofa no haba contado con el apoyo de los gobernantes, ni tampoco con el de los
estudiosos que, como ya se ha sealado, pertenecan predominante a la escuela maliki,
caracterizada por su ortodoxia. Los juristas de dicha escuela se resistan a aceptar cual
quier otra alternativa, y especialmente la filosfica. Por tanto concluye Bello que con
los almohades, la filosofa encontr un lugar en la corte de los gobernantes, pero no
entre el resto de la comunidad que sigui bajo la poderosa influencia de los malikies16.
A continuacin, van a referirse brevemente las causas que han sido esgrimidas para
el destierro de Averroes, que se produjo poco despus de la batalla de Alarcos, y en el
que influyeron algunos de los aspectos que se han expuesto anteriormente.
Roger Amaldez sealaba que sera una consecuencia de la guerra santa declarada
contra los cristianos, a raz de la cual el califa Yaqub Yusuf al-Mansur crey oportuno
ganarse el apoyo de los juristas ortodoxos que, como ya se ha visto, eran hostiles a las
actividades filosficas consideradas heterodoxas17. Esta es la explicacin que recoge
Iysa A. Bello.
Oliver Leaman, por su parte, opina que era til tener en la corte pensadores aparente
mente no tan ortodoxos que podan ser castigados si llegase el momento de hacer una
demostracin pblica de ortodoxia, satisfaciendo de este modo a los juristas malikies,
como ocurri en 1195, ao en el que hubo una proclamacin oficial prohibiendo el estu
dio de la filosofa, prohibicin que se mantuvo an despus de haberle sido levantado el
destierro a Averroes18.
629
P a t r ic ia M
angada
aas
Dominique Urvoy cree que Averroes, junto a otros estudiosos, fue vctima de una
maniobra poltica por parte del califa para tener a su lado a las masas en un momento en
que, a pesar de la victoria en Alarcos, deseaba restablecer la cohesin interna del impe
rio19.
Por ltimo, Miguel Cruz Hernndez insiste en el hecho de que Averroes no fue el
nico que fue objeto de condena y destierro, y opina, recogiendo en parte la tesis que en
su da propuso Ernest Renn, que la causa estara en una intriga por parte del sector ms
intransigente de la corte (en el que las autoridades jurdicas tendran un destacado pa
pel), contra el sector ms tolerante de la misma, que, segn M. Cruz Hernndez, estaba
formado sobre todo por andaluses20. En relacin con stos, seala este mismo autor:Pero
a la postre, los almohades acabaron por advertir que los andaluses no estaban dispues
tos a abandonar sus ciudades y sus bien cultivadas tierras para ir a enfrentarse con los
cristianos en las fronteras del Tajo y del Ebro... Fue a la vuelta de esta expedicin cuan
do Yaqub al-Mansur rompi con Ibn Rusd y otros ilustrados andaluses; influira en
ello su tibio comportamiento blico y por ende religioso?21.
Es posible; como tambin lo es que influyese el talante ms ortodoxo del califa, en
comparacin con su predecesor...22
Habra probablemente que tener cuenta todos los factores que se han ido sealando:
la constante presin ejercida por los juristas malikies, la situacin concreta de guerra
santa que haba emprendido el califa, la necesidad de contar con el apoyo del pueblo, la
difcil situacin en que se encontraba la filosofa y su conflicto con la teologa, para
entender mejor el triste desenlace de los ltimos aos de Averroes.
A modo de conclusin, sera conveniente subrayar lo que acaba de sealarse, pero
extendindolo a la vida y el conjunto de la labor de Averroes. Si se tienen en cuenta los
principales elementos que constituan el contexto poltico-cultural del periodo: los go
bernantes y la doctrina que les inspiraba, las escuelas de pensamiento predominantes
y ms influyentes, qu posicin tena la filosofa en el mundo intelectual islmico, y por
supuesto la propia sociedad, se tendr una comprensin mucho ms ajustada de lo que
represent Averroes.
630
NDICE
Presentacin..................................................................................................................................... 5
JOSEPH F. O "CALLAGHAN:
La vida de las Ordenes Militares de Espaa segn sus estatutos primitivos................... 7
JOS LUIS MARTN:
Orgenes de las rdenes Militares Hispnicas. La Orden de Santiago.......................... 31
211
633
315
471
634
635
n el a o 1 9 9 5 se c e le b r el VIII
I C e n te n a rio de la ba ta lla de A larcos,
a c o n te c im ie n to b lic o que tu v o lu g a r en
1195, e n tre un e j rc ito c a s te lla n o y o tro
alm o h a d e . A u n q u e la v ic to ria fu e se para
los m u s u lm a n e s , el h e ch o ha q u e d a d o
c o m o un h ito m ilita r s ig n ific a tiv o en la
historiografa m edieval espaola y ha sido
o b je to de m uy d iv e rso s e stu d io s. El hoy
d e s p o b la d o lu g a r d e A la r c o s , c u y o
n o m b re ha q u e d a d o d e s d e e n to n c e s
v in c u la d o a este h echo de arm as, por lo
q u e n o c a y en el o lv id o tr a s su
a b a n d o n o , es un re fe re n te im p o rta n te
para la h istoria de la actual C iudad Real,
c u yo s p rim e ro s p o b la d o re s d e b ie ro n de
p ro c e d e r, en g ra n p a rte , de a q u e lla .
T o da s e s ta s c irc u n s ta n c ia s fu e ro n
m o tivo s s u fic ie n te s p a ra c o n s id e ra r que
el a c o n t e c im ie n t o no p o d a p a s a r
desapercib ido. Por ello, la U niversidad de
C astilla-La M ancha organiz un C ongreso
Internacion al para co n m e m o ra rlo , que se
ce le b r en C iud ad Real d u ra n te los das
3 al 6 de a b ril. Al m ism o , a s is tie ro n un
c o n ju n to d e e x p e r to s m e d ie v a lis ta s ,
n a c io n a le s y e x t r a n j e r o s , c u y a s
ponencias y com unicacion es -de tem tica
m u y d iv e rs a p e ro re fe rid a s a la p o c a q u e d a n re c o g id a s en este v o lu m e n que
viene a configurar las A ctas del C ongreso.
Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha
Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Libros, 1996 - Alarcos, 1195
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