El Método Generacional Emilio Carilla Universidad de Tucumán

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EL METODa

GENERACIONAL

Posibilidades y limitaciones

Es de sobra
conocida
la acumulacion
de metodos
crfticos que nos ha deparado el sigl0 XX. 0, cod mas exactitud.
10s ultimos
cincuenta
anos. Se produce,
asL un particular
fenomeno, facil de notar, y que consiste en la comoda traslacion del juicio valorativo
que, entre otras cosas, llamo primero
al siglo XVIII el l'siglo de la crftica'\
Despues. paso la denominacion al siglo XIX, v hoy, aunque no se 10 repita
tanto.
no cabe duda de que el consenso g-eneral adjudica claramente
eI nombre al sigIo XX. Y razones hay.
A su vez, la extraordinaria
proliferacion
de metodos
determina
en ocasiones
momentos
confusos
cuando
vemos
la rapida sucesion de 10s sistemas y, como prendas, terminologfas especiales
no siempre
imprescindibles.
Esto sea dicho,
claro, con la obJigada salvaguar'dia de metodos que consideramos positivos.
Asimismo,
]a Ul'gencia de novedades
crfticas
suele
determinar
situaciones
un tanto contradictorias.
Todos _
o ca~i todos- estamos
de acueroo en la debilidad que, particularmente
en las historia
de la literatura
de comienzos
del

ss( )
(

siglo, significaba el silencio sobre los r'autores vivo~~r. Y


no hace falta citar las razones que abonaban este extrafio
criterio. Pues bien, tampoco no deja de ser harte discutible
la tendencia, bastante notoria en las ultimas decadas, que
junto con la defensa y aplicacion de mthodos "nuevos", decreta, 0 poco menos, la necesidad de limitar el material literario
de aplicacion a los anos recientes, como si 10 anterior -grande
o no tan g-rande- no existiera. El humanista Ernest Robert
Curtius senalaba, ironicamente, algunos ejemplos que extrala
de la crItica de la literatura alemana, a los que solo interesaba
10 producido en los ultimos veinte 0 treinta anos. Claro que
no hace falta ir muy lejos, ni recurrir a tan ilustre testimonio:
cerca de nosotros tenemos casos semejantes.
Todo esto nos indica una nueva senal del cambio de
los tiempos, que, sin forzar demasiado 10s entronques, se
liga a la larga !lquerella de los antiguos y 10s modernos" Oarga
querella que serfa i ngenuo encerrar s6lo en las famosas disputas
francesas que Ie dieron nombre). Bien es verdad que hay
una larg-a tr'adicion de escritores ilustres (l\lontaigne, (~uevedo~
Schopenhauer, Nietzsche, Emerson y tantos atros) que reit;raban su estimacion pOl" los antiguos v su desapego, mas 0
menos hiriente, par los contemporaneos. La actitud -reconocemos- era sin dudainjusta.
Pero tanto 0 mas injusta es,
,
en oposicion, el desden de muchos contemporaneos
que so'10
aprecian como valida 10 actual 0 reciente.
El fenomeno es aun mas complejo, si tenemos en
cuenta, a traves de 10s vaivenes de la crItica~ que de ninguna
manera se cierra, en determinados casos, la posibilidad
de estudiar a los escritores del pasado, siempre que se 10
haga mediante los recursos de la "nueva crItica", Un ejemplo,
entre muchos. esta dado por la reciente difusion de las ideas
de Mijail Bajtin,
en especial las que expone en su libro
sobre Dostoievski 1.
~7

1 ver,
ahara,
t1ijail
SAJ'I'IN,
Problem~s de 1a Pge~ica
de
Dastoievski,
trad.deTatiana
Buebnova,
M,:,x~co,
T<j'86. De mas est a subrayar
1a difusion
que ~errnll!01ogia y conceptos
de Bajtin
(carnavali_~~,
d~~1o<;I~smo,
monologisma,
intertextua1idad,
etc. j
nan
t;enldo
y
tiEonen
en
~arF~urarmer.te universitarlos
.
... centros I

Por descontado, el auge de los sistemas cerrados


o unitarios no excluyo de ninguna manera la utilidad de aspec"i
tos parciales de enfOque (fluir de la conciencia, monologo
interior, punto de vista, discurso indirecto libre. secuencia(
narrativa, etc.), com9 desarrollo independiente.
( \
En otro plano, 10 que resulta paradojico es que, junto(
a la abundancia de metodos, a los aportes de la"nueva crItica",
acumulados en los ultjmos anos, sea imposible negar la super-(
vivencia casi increible de formas de la crItica impresionista, ( I
visible en infinidad de resenas y notas, aSI como el crecimiento
extraordinario de esa especie hlbrida, periodlstico literaria, (
que es la entrevista. ,
( )
I

Con frecuencia, la aplicacion de un metodo "nuevor~ )


representa la condenacion 0 el olvido de otros metodos,
viejos 0 recientes, y mas alIa del trastrueque de las denominaJ
ciones. ASI, por ejemplo, durante mucho tiempo mencionarC
l~ ";r~tica universitaria" equivaHa a mencionar la crItica(
fIlolc:gIca. Hoy, 10 normal es que equivalga, sin exclusividades,
a metodos nacidos en los ultimosafios, con asiento mayor(
en los cl,austros, tal como, entre otros, 10 recuerdo en parrafos(
de Andre Malraux.
A proposito de la crItica filologica, solemos quejarnos(
-y con razon- de las deficiencias de los text os, particularmente(
de los textos de pasados siglos (como ocurre con cantidad
de ediciones argentinas del siglo XIX), pero vemos tam bien ( !
que la queja no estimula mucho la preparacion de buenas(
ediciones, cri'tic~s 0 r:,o; vin.cul~d~s a tales textos. Y no cabe(
duda de que aquI la crItIca fIlologIca ayuda, aunque no siempre
se reconozca el esfuerzo que tal tarea representa. POl" descon-( )
tado, muy superior al de muchos estudios superficiales hechos(
con metodos viejos 0 nuevos.
'
, d'
SIgUlen
0 con la Imea un tanto marginal -0 ucronica- (
que nos marca precisamente la posible vigencia 0 utilidad(1
de la, ~rItica filo~6gica, .. cre? q~; reflexiones seme~antes( )
son v~lldas, con :gual 10;alIzacIOn general, para topicos
como el de los estllos de epoca, 0 el de las periodizaciones (
lit:rar~as, sobre los cuales caben, es cierto, las actitudes (
mas dlversas, pero que no resulta facil dejar de lado sin
crear vados, cuando se entra en el analisis de los multiples (
problemas que nos presentan la crItica literaria.
( J
(

L Las periodizaciones literarias


Aceptamos, en principio, que las periodizaciones
literarias naeieron como necesidad elemental de ordenar
una materia de numero creciente y, al mismo tiempo, como
resguardo de un caudal artistico de valor reconOcido. Riqueza
que, sin el resguardo de agrupamientos, sistematizaciones
y vinculos mas 0 menos armonicos, corria el peligro de perderse 0 esfumarse. La justfficacion explicable debe estal" en
un respeldo metodolOgico adecuado.
Aceptamos, igualmente, que, sin rechazar la posibilidad
de otros enfoques, ha prevalecido la identificacion entre
periodizacion literaria e histona literaria. Y sobre esta
base (aqui podriamos acudir a la ayuda del maestro WelIek)
cabe admitir', asimismo, la relacion entre teoria, crltica
e historia literaria.
Otra propuesta que es Hcito admitir es la significacion
que concedemos al siglo XVIII, si no como precise origen,
como afirmacion v verdadero punto de partida en la profusa
gale ria de las periodizaciones literarias. P:ecisamente,. esta
afirmacion, al apoyarse sobre todo en coneXlones entre lIteratura y sociedad, dio un sello especial a aquellos enfoques,
continuados en el siglo XIX, aunque bien pronto -sin que
desaparecieran del todo las conexiones entre. literatu~a y
sociedad- fueran suplantados pol" otras conce~clones 0,.s.lstemas. Fueron asi surgiendo, a 10 largo del s1g10 XIX, Junto
con las variantes originadas en difundidas teorfas individuales
de Ia critica literaria, nuevas pe~i?dizaciones. Por<!e~contad?,
todes eUas con el loable proposJto de ahondar mas y mas
dentro de una materia variada y al mismo tiempo compleja.
Lo importante era ya abarcar, muchas veces como aplicacion
de la entonces muy defendida "Lev del progreso", un panorama
cada dia mas a~plio. Paralelamente, con la necesidad de
establecer nuevas escalas de valores, con las sumas y restas
explicables.
Como he dicho, sin desaparecer el fundament~ muy
del siglo XVIII de la relacion entre literatura Y socledad,
,
.
otros metodos
10 sustltUyen.
Se hab 1e 0 no de "e'poca"
s 0
etapas literarias, aparec~n y se extienden -como base- los

conceptos de edades, _~~~11e.!~,s,2


gener()s, _cenacuIQS,"siglos
lite.rl1~iosl!(de raiz anterior), ideologlas, reflejos palfticos,
estilos de epoca. Sin descartar, bien que con criterio que
consideramos puramente biologica, la division por "generaciones" literarias. Lejos todavfa (a pesar de Dilthey) de las
teorfas que se han extendido en nuestro siglo. En fin, par
esta direccion llegamos a actitudes extremas 0 singulares,
como las propuestas por Paul Valery y algunos otros cuando
proponen historias 0 grupos literarios sin nombres de autores3.
Tambien es facil ver como se van perfilanda distintos
enfoques, cuyas dimensiones espacio-temporales recarren
caminos que tocan desde "una ambiciosa y casi utopica "Literatura Universa}!'hasta mas aprehensibles literaturas continentales, nacionales y hasta regionales (de region literaria). Y
me reduzco, claro, a los testimonios mas comunes.
EI concepto de literatura
universal es realmente
una abstraccion, y ha servido -0 puede servir- a un grupo
particular de obras, individuales 0 colectivas. En. especial,
individuales (como las de O. Walzel, G. Prampolini, R. Esquerra -sfntesis- y hasta al curiosa ensayo de Ezequiel MartInez
Estrada). Con otros llmites, a obras como las de Georg M.
Brandes, F. Lollie, Paul van Tieghem y, en general, representantes del comparativismo, dentro de su sector especlfico.
En cierta medida (nada mas que en cierta medida)
la idea de una Literatura
Universal me ha parecido semejante
2 Y no haee
fa1ta
reeurrir
a 121 autoridad
de Alphonse
Daudet,
bien
apoyajo
en su sig1o,
cuando
dictarninaba
que
nlas
escuelas
1iterarias
son
una
especia1idad
de
Francian.
Y su mejor.
respaldo
estaba,
sin
duda,
en la r!pida
difusi6n
que denorninaciones
y nescuelasn
francesas
ganaban
en el rnundo decirnon6nico.
3
Tambi~n
Paul
Valery,
como
sabernos,
mostraba
su
esceptlclsmo
can respect.:::> a nornbres
como Clasicisrno
Romanticismo.,
.Hul~Hlismo,
Realismo,
que -rlegaba-~
comparar
C.?I~. las
"eu.queta'----aeoote11as
".
(ver
P.
VAL~RY r l..:~..E;;.~,
II"
?arlS r
1974,
PP. 1220-1221).
Curlosarnent~
(0,
SUlzas,
no)
1a actitud
de
VALE-RY
guarda
aqul
semeJanza
can
121 de
K. J. Huysrnans,
cuando
en
s~
obra
E~ marge,
(Paris,
1927,
p.
45)
rnostraba
una,ldea
semeJan~e,
ae desapego
alas
denominaClones
de epocas
artlstlcas.

89 (
a la de la Estilistica
general (es decir, de todos 10s hom~r:S)f
propuesta
pOl' Charles Bally. Vale decir con un valor utOplCO
o idea14jEn rigor, el punto de apoyo de la Literatura universal
debemos verlo en las reflexiones
de autores alemanes.
Sobre
todo, en la WeltL iteratur de Goethe y en e1 metoda historico
filasOfico de Hegel. Con anterioridad,
ya Herder se centraba
mas en la nacion de Literatura nacionol.
Aparentemente,
la nacion de Literatura
continental
nos per mite una concepcion
espacio
temporal,
tal como
he dicho~ mas aprehensible.
Suele apoyarse en la proximidad
v el contacto,
en determinados
sincronismos
(Hallam,
G.
~1: Brandes, G. Cohen, Paul van Thieghem, etc). Conviene
decir de inmediato
que este nombre --Utero.tura continentalS0 diluye
un tanto a.l enfocar el aspecto de 18 lenglia comun,
ya que no haycontinentes
que esten ligados po!' nuna lenguan
Sin embargo, tal obstaculo
no existe para n050t:'oS cuando;
sabre la base de 10 que es, en rigor, un semieontinente,
porfiamos sin descanso -y, creo, can fundamentospOl' una Literatura Iberoamericana.
de la America
Hjspanica~ de America
Latina, de Hispanoamerica
(y deja en el tintero otr08 nombr~s
mas 0 menos parecidos).
Asf, pues, es posible que esta partlcion no tenga un valor especial par'a otr05 continentes,
pero
para nosotros sf 10 tiene.
Y, pOl' motivos obvios, no entro
a dilucidar en estas generalidades,
de acuerdo con 10 dicho,
la existencia 0 no de una "Litel'atura
lberoamericanatl

En el caso de la Literatura nacional nos movemos


en un terreno
que nos parece
mas firme, si bien tampoco
suelen
faitar
aquf (no han faltado)
pclernica5
acerca
del
contenido
que de be darse a 10 nacional. 'f, no ",enos, al
signo e individualidad
que deben tener las obras literarias
de un determinado
pals para que S ]85 considere eSN:cialmente tlnacionalesll
j

Es explicable

que

tales

planteos

no se originan,

valga

el ejempl0" en Europa, y S1 se OI'lgman en America.


Aquf (
puede serVlrnos como ejempl0
cercano
el caso argentino
aun cor: l~s diferencias
que va marcando el paso del tiemp~ (
y el dIstl~to
enfoque
que determinan,
asimismo,
el siglo (
XIX Y el siglo XX, La dilucidacion
del problema parece facil
sustituyendo,
en nuestro
ejemplo,
el nombre de Literaturo (
naciona/ p0r d de L iteratura argentina.' Pero tal sustitucion
(
no deja de ser UL esea rn 0 teo si sc>kJ [)i'etende una denominacior;
.
1'"
,;
(
con conCX]~ries pOdtJCaS- y geograflCus,
en lugBr del contenidc'
espil'itual ic\ontificador que debe cardcierlZBf' a una Literaluru (
!iCiclonai.
Mas ana, claro, del delicado e j(,tenninable iproblema
a que nos lleva el intento de dilucidar d6nde termina 10 ajeno (
y extrai'io y donde cornienza
10 propio y Tlnacional".! .. (En C
:~n: d~jo ~8.ra mas a?elante,
y sin sali.r del tema de.las caracte(
IIZ,"ClOne" de la lIteratura
argentma,
la polarldad
que se
esta~lece
~:;ntre aque~los que aceptan y aquellos que niegar: (
la eXlstencla de una Ifhteratura
argentina!!).
(
Sin animo de agotar
la serie, penetramos
en un mapa
distinto
cuando entramos
a discutir
el concepto
de Region (
literaria.
Cabe, me parece
su mencion. En primer termine, (
~or~lo defensa del nomrJ~e gue. intel.lCionadamente
propongo. (
:y que supera -eso creo- el mas dlscutlble nombre de Literatura
refion~~.
Por 10 pronto~ veo el nombr'e I1Region literaria'!
(
mas alll! y cohel'ente,
0, 51 r-r'ef,,:rimos,
meflOS aislador
QU<2 (
el de !tLJ1,,-,rdur8
0'181'. en I'e!acj()n 1:1Literatura Tloc/onad
en fin, .to que !Jr'et.enr:lo es mo.str8[ que entl'e L iteratw'(~ (
naeionat'
y Re~jfrjn
,'/terodu
puede Jefenderse un s(;ntic', (
e

i.-1
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sE.fvira mejor no s610 [=.1 enl0,']ue 8}U ..-LU .


' .i,~"':; :-7,
..,
sino t&mbien (v. sto es 10 c,_,'c
re81m~nt6 -jrn-~o;t-a-)r'''',....
-j'C'
1:"'"
...........
tenga :nos un cuadro fiel de U:18:''2s1idad litera ria total:-::; ,--

(
(

~l

:,lU(

(
(

4 Bally hablaba
de
"tras estilisticas":
general,
particular
(de un
lenguaje)
e individual
~de. un
autor).
Cf.
Charles
BALLY,
Traite de Stf-.l.stHlue
Francaise, I, ed. de Ginebra, ~~'
17-1 . Aclaro
que la 1 ed. es de Hidelberg-Paris,
1909, con precedentes en 1905.

5 . '..
Uno de los
E.stucliosose.:cqentinos
que
rnas pre::c\JpaClon
most.::-o pOl:' :cesol~-.'cr prc>blerr.as
:::.-eales (y t:c:.': (~JS (
problemas)
en
relacio:l.
a
J.a polaridad
Li ter21::.:'r"
~acjonal
./ Lit.'rat~~2~~l
fue,
indudablemente-;\
Bernardo
Canal
F(~)_JOO.
.. Hay
numerosos
testimcC'i
. )s
(
suyos
de esea
preocupacion,
y puedo dar
fe de ,_,1'"
no s610
a traves
de sus -eseri tos r sino
tambien -;;~~
(
ocasional
companero de congresos
Y reuniones
(Tucuman,

al crftico a IIju~gar" obras que no ha lefdo, y que simplemente


conoce a trave:s d~ una informacion de segunda 0 tercera
mano (y con derivaciones, a veces, pintorescas).
~or otra p~rte, la obra colectiva, tarea en la que
un conJunto ?e criticos procuran, con ,un plan de trabajo que
propone un dIrector a gUla. De mas est a decir que esta colaboracion presupone casi siempre un mayor ahondamiento
en
los temas 0 monograffas, si bien dificilmente se reflejan
en, una estructura
homogenea 0 enlazadora, en el uso de
metodos comunes y en apoyos que guardan proximidad. Par
supuesto, mucho
, depende del papel del director de la obra ,
aunqye. a traves de los casas conocidos, la labor de este
s~ lImita a una supervision externa, 0 de vigilancia. Hay,
SIn .embargo, para dar algun ejemplo, intentos logrados como
A II teratura no Brasil, dirigida par el profesor Afranio Coutinho, que, pOI' diferentes
motivos, se aproxima a 10 que
esperamos de este tipo de historia literaria.

Todo esto, par descontado, en la consideracion que


merece el punto de vista del contenido. Paralelamente,
y en relacion al aut or 0 autores, no podemos olvidar las
diferencias que, sobre todo en nuestro siglo (y mas en los
dfas que corren) determinan variantes con respecto al pre dominio que durante siglos signifiC'o el autor individual. Me
refiero, como se adivinara, al predominio absoluto del crftico
individual.
Hoy dia asistimos a una expansion de la obra colectiva.
Quiero decir, a la "historia literaria" (para decirlo con mayor
propiedad) que reconoce una serie de autores que colaboran
bajo la direccion de un director. Asu vez, las variantes
no se detienen aquf, y. como ocurre en el reciente intento
de Francisco Rico en 1relacion con la Literatura espanola,
Ie obra colectiva puede tambien adquirir la forma de una
especie de antolog{a de la crltica, enfocada con cl'iterio
historico.
Sin entrar en pormenores y excepciones,
no cabe
duda de que el deslinde basico entre la obra individual y
la obra colectiva sue Ie estar en la diferencia que, como
origen, subrayan las dos posiciones: mas unitaria y homogenea
la obra individual. Con la contrapartida que supone la pretension de abarcar un material nutrido, que muchas veces obliga

n. Las periodizaciones

Salta,
Santiago
del,
Estero,
etc.).
Y n~ hablo
de
10s
dialogos
fruct~feros,
.~9mo eran
s~em~re
~as
conversaciones
con Canal
Fe~Joo.
Creo que s:Lntet~za
bien
sus
ideas
el
articulo
conferencia
titulado
,Que debe entenderse
por literatura
nacional?:
"lComa distinguir
la una de las otr~s:
nac~ona~~
simplemente
la que se produce en
la cap~tal
,
r~gional,
ia que se produce
en "el inter~or"?
D:Lstinguir
10 ~egional
,dentro,
de ,}o
nac~onal
lenvuelve
quiza
una
Jerar9J;1:Lzac~o~
que
10
suponga
a
priori
en, r~lac~on
.eq~~vale~te
.a
la que liga
a l.a prOVlnC:La (pr:.lV~nc~a, e::~mologicamente
prov~ctor,
es.. d;c~r,
somet~d~
al
victorioso)
con
la
Nac~on?
(Ver Bolet~n
de
la Academia Argentina
de Letras;
Buenos A~res,
1981, XLVI, pp. 41-48). F:Lnalmente, sus preguntas,
de nuevo respondidas
por OtP1S pregu~tas,
se
res01vian
en
1a
defensa
de. .10
reg:Lonal
como "autenticidad
de su expresi6n
cultural",
1a origina1idad
de la autenticidad.

-,.

de Ia literatura

argentina

Un punta previa, tal como anticipe, consiste en di1ucidar el problema que algunos argentinos -y argentinas destaca_dos- se ~lante~ron, no hablemos de los extranjeros,
acerca
de la eXIstencia 0 no de una "Literatura argentina" Ob
_
mos que ent
1 '"
.
serve
re ~s ~UlclOSretaceadores figuran nombres como
los ?e Bartolome Mitre, Miguel Cane (h), Juan Agustin Garda
EnrIque Banchs" Pau~ Groussac, y hasta el Ezequiel Martfne~
Estrada de postrimerIas6.

6 El cr.itico.
B. Ventura
Pessolano,
a. la
H:Lstor:La de Ricardo
Rojas
l~teratura
argentina:
'

en una
esc""ibia
~

acotaci6n
sobre
la

"Nuestros
historiadores
por
desamor
fal ta de geni
d 1"
0
por
d d
d
0 para
ar e vlda,
hasta
llegaron
a
u ar ,e SU, existencia".
(B. VENTURAPESSOLA~a ~~sto~~a de la literatura
argentina
y el
me oAf? e RoJas [1917].
En La obra. de Ro jas
Buenos
~res,
1928, p. 226).
'

N9t

Por descontado, sl!!!la.n muchos nllls-y no con jerarqula


menor- 108 que defienden su existc;lllGia. Y no hablemos de
la multitud
que considera
inutn plantear cualquier duda
al resp~st?
En fin, quizas 10 mas exacto sea decir que hoy
muy difIcllmente
se encara el problema con una actitud
negativa. Y a esta posicion me sumo, sin descartar la posibilidad de .un deb?~e sobre el tema. Mientras tanto, un punto
de partida pOSltiVO nos da el material elemental para las
tos que en el futuro han de formar' la obra de conjunto". "E?tim~b!3l~ obra de Heredia, Olmedo, y 1a de
los
gramatlcos,
Bello, Baralt, Caro y Cuervo
(Cf.! B. ~ITRE, "Carta a Miguel M. Ruiz". En Correspon
d~nc~a hteraria,
historica politica. III, Buenos
Alres,
1?12: pp. 169-178: 2i!.., "Letras amer:!'canas"
En La B~bl~oteca. Buenos Alres, -1897, IV pp. -6l77)~ De esta negacion
continental
a la negaci6n
naclonal no hay -creo- mucho trecho.
En 1912, Enrique
Banchs, en discrepancia
con. tendencias
"nacionalistas ",
acrecentadas
con
mot~ vo del Centenario, no solo negaba la existencia
de ~na "l~teratura nacional",
sino que .sostenia, ~
al mlsmo .t~empo, que no resultaba conveniente. Banchs
contrapon~a
la universalidad
de los sentimientos
frent~ a~ loca~ismo de una literatura apoyada -dice"en ~erm~noscr~o~los~(CF.,E.BANCHS;~La
literatura aLgent~IJa'~EnLa rev~sta Nosotros,
Buenos Aires ~--T912-;VI, N 4, pp. 217-222).
Por su parte, Juan Agustin Garcia dictamina"Nosotros
carecemos
de
una
Iiteratura;
y
nuestras
leyendas,
de un
simbolismo
a1go pueril,
se
reducen
a Santos
Vega
o al episodio de Lucia
Miranda: (J. A:
GARCIA.
:'~Qpr~_ nuestra _i'ncultura'l[1922] ,
en Obras compIetas II, rluenosAires, 1955).
Y en fin, el Martinez

Estrada

de los arios

"5i n~ hemos alcanzado siqu~era a producir


una l~teratura mediocre,
n~ a consolidar
una cultura pareja con los adelantos materiales lqu~ significa
la historia y 105
comentarios donde se mencionan, en correlacion,
a
Sainte-Beuve,
Coleridge,
Croce
y Thibaudet?".
(E. MARTINEZ ESTRADA. Para
una revision
de
las
letras argentinas:Proleg6menos. Buenos Aires, 1967. p. 12).

periodizaciones,
aSl como, a su vez, las periodizaciones
nos permitiran afirmar la existencia de la literatura argentina.
Entro, 'pues, en el tema, y digo que es llamativo el
fenomeno que determina 1a Historia de 10 literatura argentina
de Ricardo Rojas (la. ed., 4 vols., Buenos Aires, 1917-1922),
desde e1 momento de su aparici~n hasta 10s dlas que corren.
Aun sabiendo que su epoca de mayor difusion esta
ya 1ejos de nosotros, y sin entrar a terciar en el gastadlsimo
topico de sus virtudes y defectos 7, serla injusticia poner
en duda su valor de hito fundamental
en nuestra crItica.
Por 10 que represento como recopilacion detallada del pasado
1iterario de 1a Argentina, como aplicacion
de un metoda
(a1 que no podemos reprocharle que responda a concepciones
muy de su tiempo), y, en fin, como enlace con reflexiones
suyas sobre 1a teorla de la nargentinidad" y sobre 1a realidad
historico cultural del pals (esto ultimo, hasta con a1gunas
conexi ones herderianas).
Todo esto tiene validez y, en adecuada perspectiva,
no creo que convenga discutir10. Pero 10 que aqui me importa
es subrayar no solo el papel que desempefia la Historia de
Ricardo Rojas en nuestra crItica, sino tam bien el curioso
espejismo que significa aun en nuestros dfas dicha obra.
Consultada
0 no, ests. claro que representa
para muchos
el verdadero comienzo de la bibliograffa crItica sobre nuestras
7 A mi modo de ver, y sin olvidarme del tiempo transc~
rrido desde la pUblicaci6n de esta Historia, carecemos
aun de un estudio detallado y desapasionado de esta
conocida
obra. Por supuesto, es obra, a su vez,
con "historia" propia, en la que, valga e1 ejemp10,
entran por un lado 105 articu10s 1audatorios reunidos
en La obra de Rojas (Buenos Aires, 1928), y, por
otro, 1a cri tlca aaversa, en serio y en broma, que
incluye,
entre otros testimonios,
los trabajos de
Jorge M. Furt y 1as burlas de Paul Groussac Y de
Ortiga
Anckermann.
El grupo
es desigual,
aunque
tampoco valen mucho 10s articulos laudatorios (quiero
decir, la mayor parte de 105 articulos laudatorios).
Paralelamente,
notamos
la
ausencia
de
un estudio
minucioso y fundado
sobre La critica
literaria
en la Ar entina,
donde, ~s
indudab1e,
e e
e lcarse e a
a Hlstoria de Rojas el lugar
que merece.

!~:tr8,s. De esta manera, en parte tam bien con el exagerado


respaldo que el propio Rojas daba en 1913 a los fundamentos
bibliogrMicos
de su catedra, hay bastante
injusticia para
todos aquellos que, con mayor 0 menor capacidad, con mayor
o menor contribuci6n, se hablan ocupado antes de la literatura
argentina. Alin mas, es bueno tambien recordar que, dentro
de su caracter
modesto, pocos anos antes de la fundaci6n
de la catedra, es de rigor mencionar la aparici6n de obras
sistematicas
0 mas detalladas
(Garda Velloso, Alonso Criado)
que, en algunos aspectos, parecen anunciar los volumenes
de Ricardo Rojas de 1917-1922. Claro que aqul importa
mucho menos la significacion que la intencion8.
En slntesis, pues, aunque no se trate de un descubrimiepto ni mucho menos, es de rigor senalar que antes del
perlOdo que establecemos
entre 1913 y 1917-1922, una cantidad apreciable de crlticos -argentinos y extranjerostrazaron,
con mayor 0 menor pericia, cuadros orientadores sobre nuestras letras. Y, cosa que realmente interesa en estas generali8 c;f.:
"Seme entreqa una catedra sin
aS1gnatura sin bibliografia
( . 1"

tradicion

y una

dades, se vieron tambien impulsados a establecer


no solo
tablas de valores sino periodizaciones literarias,
con el fin
de ordenar y dar cabida a un ma terial creciente. Otra Darticularidad digna' de mencionarse es la de que, en esas pe'riodizaciones, aparece cierta variedad de metodos, con el pl'edominio
d; planteos rap}dos y esquematicos. Con ideas y concepciones
~Ip~cas de Ia epoca, junto a los reconocibies modelos. POl"
ultimo, creo que es necesario aclarar que una buena parte
de las periodizaciones se centran (a veces, como incompletas
escisiones) en los Ilpoetasll, 0, mejor,en
las obras en verso
y no en una vision totalizadora de Ia literatura.
'
Presento ahora un cuadro que resume un material
harto nutrido. Como que consta de alrededor de cincuenta
testimonios, que dispongo en dos sectores con los tltulos
de Siglo XIX y Siglo XX. 0, mas exactamente,
para fijar
el papel escingi~or de la Historio de Rojas, can 10 que est
antes y despues -de esta obra. Como anticipo, dire tambien ,
que, sin considerarlo siempre material desechable he elimina- .
do el consider~ble sect~r que, sobre todo en n~estro siglo,
representan los mconfundlbles manuales escolares. En especial
los posteriores a 1920.

Y repite:
"He dicho
en otro
paragrafo
que quien
se vea llamado a profesar en esta catedra
de Literatura
Argentina
debera
no solo
dictar
la asignatura
sino crear la materia.
He agregado
que es una asignatura
sin
bib1iografia.
Quiero decir
que carecemos
de una Historia
critica
de la Literatura
argentina
( .. )". (R. ROJas. "La Literatura
argentin9--". En 1a revista
Nosotros,
VII,
N~ ::>0. Buenos Aires,
junio 1913. pp. 338
y 363.
De 1as dec1araciones de Rojas se hicieron eco faciles
"rapsodistas" Es justo agn!gar que cuando Ricardo
Rojas
publico
fina1mente
su Historia
atenuo
sus
comentarios
de 1913 sobre la escasez bibliografica
y la ausencia
deprecedentes
de SU obra. De manera
especial,
en 10 de ia escasez bibliograf ica, Y ci t6
algunos nombres -pocos- como antecesores.
Mas justo
hubiera side un reconocimiento minucioso de la cr1tica
anterior,
pero la verdad es que Rojas se sinti6
mas tentado por subrayar 10 que el aportaba.

Dos Ilgeneraciones".
'
1841. Florencio Varela
-{r~
184l[1842].Juan Bautista Alberdi D os generacIQ.n~,,,". .. '" ('/.1')''1-'14-0
1844. Joaquim Norberto de Sou
sa e Silva
- Una (dos) Ilepocasll.
Acotaciones sobre lit. argen1845. (vel', tambien 1881). Sartina.
miento
Lit. Hispanoamericana.
"Epo1863- Jose Marla Torres Caice
cas
1868 do
.Tres lIgeneraciones de poetas".
1877. Juan Marla Gutierrez
Tres Ilepocasll:
1880. Gregorio Uriarte
1880. Nicolas Avellaneda
IIGeneracionesll
1884. MartIn Garda Merou
'1890. Lucio V. Mansilla
Cuatro Ilgeneraciones".
189(1. Juan Antonio Argerich
Tres (0 cuatro) "epocas".
Tres (0 cuatro)
1895. Menendez y Pelayo
Ilepocas" (y estilos).
f!

ll

II

'

Tres (a partir de 1837)


"generaciones. historicas".

1943. Arturo Cambours Ocampo


1948. Arturo Gimenez Pastor
1952. Arturo Cambours Ocampo
1954. Emilio Carilla
1957. David Vinas

a)

1901.
1906.
1908.
1910.

Paul Groussac
Emilio Becher.
Emilio Alonso Criado
Enrique Garcia Velloso

19121914. Alejandro Korn

Historia y rtepocas".
"Epocas" (mas gauchescos.
y P.).
Ideologla.
"Generaciones

romanticas".

M.

1957. Arturo Berenguer Car.!.


somo
19581960. Rafael Alberto Arrieta
(Dir.)
1961. Angel Rosenblat

D)
1962. Diego F. Pro

1913. Ricardo Rojas (I)


19171922. Ricardo Rojas (II)

"Epocas" (mas gauchescos.

1923. Ricardo Rojas (III)


1948. Ricardo Rojas (IV)

"Generaciones" .
(Id., agregados. IV)

M. y P.)

c)

/1916. JoaquIn V. Gonzalez


-'1[1920].Jose Gabriel
1922. Juan Agustfn Garcia
1923. Eugenio D10rs
z.1925? Alejandro Korn
(vel' antes 1912-1914)
1928.Pedro HenrIquez UreflaNarciso Binayan
1931. Juan B. Teran
1931. Horacio Quiroga
1939. Alberto Gerchunoff
1939. Manuel Mujica Lainez
1940. Diego Luis Molinari

"Generaciones de poetas".
rtGeneraciones".
f1Generaciones".
"Genel'aciones
ideologicas".

Etapas".
"Generaciones".
"Generaciones historicas".
Siglo XIX.
If

"Generaciones"
"Epocas", estilos y formas
genericas
Seis "generaciones".
Diez "generaciones".
"Generaciones"
(Petersen).

"Generaciones"
de la lengua. Siglo XIX.
"Generaciones
ideol6gicas".
"Generaciones".
Siglo XX. Revistas literarias.
"Generaciones historicas".

Como vemos, si tomamos como ano divisoriO el de


1920, por los motivos ya explicados, 10 que resalta con anteriorldad . es la alternancia entre epoca
generaci6n.
Por 10
co mun, PQ~!l.s_~~ntl'~<:l~_~Jij~tiiQ~.J&etiG.!ls. y ..g~llera~JIl.t_
con el adivinable ~.QIl!~Il!<:lQ
biologico -0 QiQ!QgiGQ::~t~l"minis:_.
1!!=1... ~al como puede esperarse entonces. No encontramos,
claro, las denominaciones
de siglo y edad, tan corrientes
en periodizaciones europeas, y que entre nosotros hubiel'an
podido alcanzar l1mites de 10 grotesco.
En el caso particular de las generaciones, me parece
oportuno subrayar la especial situacion de AII:>~tgk. que nos
ofrece, sobre todo desde 1841 y hasta el final de su vida,
una constante alusion a las "generaciones". Con hitos destacados en los siguientes alios: l.ft;}JljllLJ;LQen~r~<~iQ.n
..Pr.e~nle~
.. lI,
en 1 Iniciador, de Montevideo, 16 de junio de 1838); 1841
("Refutacion", en el Gertamen de Montevideo); 1842 (critica
sobre "La Batalla de Caa-Guazu, en 1 Nacional de Montevideo, 23-24 de febrero de 1842); 1845 ("Los americanos ligados

al extranjero", artleulos pubIicados en EI Mercurio, de ValparaIso}; 1870 ("Notasll, pubIicadas posterior mente en los Escritos
postumos} .

A su vez no dejo de reparar en que si bien ya Alberdi


habra mostrado como "Figarillo" su adhesion alas "generaciones", el ensayo de 1841 no muestra con tanta daridad una
precisa apelacion al concepto. Pero la frecuencia con que
Alberdi vuelve despues al tema de las generaciones no deja
ninguna duda aeerea de 1a importancia que el pensador tucumana les eoncedla.
Sobre la Historia de _~~~~<lORgj~s es mucho 10 que
se ha escrito, y es mucho 10 que Duede agregarse. Sin embargo,
no insistire en este topico, salvo a1gunas noticias confrontadoras. AS1, por ejemplo, no suele repararse, por ligereza 0
por omision, en que esta difundida obra debe bastante, en
su periodizacion,
~L_M(~Jl~n(je:LY_):lelI3,Y9_~.
Ta-mbh~n -qufero
9 Una lectura atenta de la Antologia de poetas his~anoamericanos de Menendez y Pelayo (4 vols.,
Madrld,
1893-1895), y, de manera especial,
la lectura
de
1a introducci6n critica
dedicada
a 1a poesia argentina (que era, en realidad,
una vision de la literatura
arge~tina),
esa 1ectura -repito_mostra~~ sin division~s lnternas
muy marcadas,
tres epocas cronologicas
~~en~_ttI'lidas
, y una p..:I..~tfO!~.__TiDAl
dedicada
a 1a
11teratura
gauchesca.
Mejor dicho,
la clasificaci6n
interna
de Menendez y Pelayo revela
estas
cuatro
partes, notorias: LipQ9~_..01()!!ia:I.l'
&p()~~~E!
_!()!>.~roscriR~'
~,l l~P.~_~~_. <!e_..l:'?s Moder~ps y \ 10s Gauchescos i De
mas esta
na15Iar ereI prestTglo
de --aon--'M"arcer:nlO
a
comi~~zos del siglo,
y ~o creo que se~ un simple
espe)lSmO ver sus refle]os
en la Historia
de la
literatura
argentina
de Enrique Garcia vel10so
(1
verSl0n,
La Nacl0n, B. Aires,
1910i 10 ed. en libro,
B.
Aires,
1914) y en la mas ambiciosa Historia
de
Rica~do Rojas,
pecos
anos
posterior
(1917-1922).
GarCla Velloso slgue el orden estricto
del cri tico
espanol,
al colocar
a "105 gauchescos"
al final.
Por eso, sin establecer
un .cambio radical,
me parece
de mayor coherencia
la acti tud de Rojas.
De mayor
coherencia
que Garcia Velloso,
puesto que las cuatro
_e.'
partes
de la Historia
de Rojas
(!Los .GauchescosJi_H
.. ;,)

\-~~en~~!~3~~-~~::;Jcoi~~~Er~~c<?~~E~b~01.u~~~~g~-;~~~~~:~
lugar!
como manifestacion
tematico
generica
que
atrav~esa
toda la
literatura
argentina,
frente
a
las otras
tres manifestaciones
historico
temporales
1

puntualizar,
aunque esto no signifiea ninguna relacion, en
que la Historia de Rojas coincide practicamente
en el tiempo
con 10s primeros intentos espanoles de una teorla de las
generaciones,
intentos que ofreeen una priori dad, no dire
absoluta, pero sl digna de subrayarse.
Coneretamente,
las
teorias no son otras que las que, alrededor de 1923, llevan
los nombres de Eugenio D10rs y Jose Ortega y Gasset. Admitimos la desigual extension que media entre 1a breve "glosa"
de Xenius y el entero libro de Ortega, aSI como la aun mas
desigual significacion que las dos teorias tendran en la bibliograNa posterior. Con todo, es bueno saber que dentro del
parejo prestigio
que los dos fiIosofos espanoles tuvieron
por aquellos anos .en la Argentina, la teorfa de Xenius esta
ligada al cuadro generacional del crltico Jose Gabriel. Y
agrego, present a a1gunas conexiones -pocas- con nuestra
realidad10 Aqul solo eabe agregar que 1a teorla de Ortega,
frecuentemente
citada, comentada y aplicada, particularmente
en ambitos hispanicos, tendra realmente
difusion a1 Hegar
e1 medio sig10. Su eco en las letras' argentinas es prueba
contundente.
Vo1viendo una vez mas a la Historia de Ricardo Rojas,
quizas sea e1 momenta oportunoCfe trazar ahora una breve ~,
historia de la Historia. con 1a especial referencia alas periodizaciones que registra . Por 10 pronto, 10s primeros esbozos,
de 1913, no anticipan la estructura
que tendra
1a obra
de 1917-1922. Enl!~~,~.Jhabla de ~al2~,~.,.Q9Hn"Q.li~~~~rias"
por un lado (1. Cas orlgenes; 2. La Revolucion; 3. La Proscripcion; 4. La Organizacion; 5. La Actualidad). Y, por otro,\
de epocas esteticas (1. El C1asicismo; 2. El Romanticismo;'
y 3:1:1 Modernismo)ll
j

Como
nos presenta

sabemos, 1a version definitiva de \}917-~?_~~I


la reeonocible estructura
mixta de las cuatro

cal za bien como perspecti va "argentina",


en la que,
claro, Rojas se coloca. A su vez~aceptamos que tambien
tenia
coherencia,
desde su punto de vista,
el orden
final que Menendez y Pelayo Ie concedia
10 Cf.,
Eugenio D10RS; Los dialogos
meditabunda, Madrid, 1923. pp. 163-175.
11 Ver Ricardo ROJAS, I~L:aJ,iteratura
argentina
la revista
Nosotros, ed. cltada,
pp. 345-3~4).

It

("En

partes que configuran:


a) un genero autoctono
diacronico ~
(Los Gauchescos), y b) tres epocas historico polItico literarias
!
(Los Coloniales, Los Proscriptos,
Los Modernos). Esta es,
claro, la periodizacion
que identificamos
con la Historia r'
de Rojas, que se repite en las dos ediciones posteriores (1924
y 1948), Y en las cuales lo~neracional!!~J1e
P9<::I:l.oninguna
~Qi9a, Sin embargo, la --precls{ori--me'-obliga a decir que hay
un "Discurso" de Ricardo Rojas, de 1923, vincula do precisa~
mente a un homenaje que se Ie rinde con motivo de esta
obra, donde se detiene en el tema. Si bien el eje de su discurso
]0 constituye la "Nueva Generacion" que Ie rinde el homenaje
(que no es otra que la de la revista Inidal, de Buenos Aires)~\"
hay en el "Discurso" algunas reflexiones que podemos recordar.
Como cuando sefiala que "la historia de un pueblo no es sino
la historia de sus generaciones",
0 como cuando
subraya
que "las generaciones
de la simple cronologIa no cuentan
en la historia", con alguna mencion a la "Generacion de
1837", Pero todo -0 casi tode- se resuelve en comentarios
"Hricos": asi entendemos cuando senala:
"Se dice que una nueva genera cion ha llegado
cuando, por una suerte de intuicion mistica, se
advierte que del fondo altlsimo de las estrellas
han descendido
rnirladas de almas nuevas para
poblar el mundo"12,
este breve itinerario sobre Ricardo Rojas
se clausura con un parrafo del Postscriptum
que agrego Rojas a 18 ultima edicion de su obra
(es decir, 1a de 1948). AllI aprovecha para~arnos
brevlsimas
semblanzas de los 8utores aI'gentinos muertos entre 1922
y 1948 (recordemos que entre ellol:>figuran Lugones, Joaquin
V. Gonzalez, Payro,
Gtiiraldes, Alfonsina Storni y otros),
Precisamente, la semblanza de JoaquIn V. GonzaJez Ie permite
trazar una rapida sucesion gener'acional: 1810, 1837, 1853,
1861, 1880, 1900. Pero todo de manera tan escueta que lamen-

tamos no haya dedicado al tema un espacio mayor. Sobre


todo, porque vemos que aqul parece responder a otras incitaciones que las que originaban su "Discurso" de 192313

<,

De mas esta decir, pues, que cuando me refiero al


"TI1~10do,generacional" estoy ya hablando, como corresponde,
de t,~or!~, _~<:>I1
__~~.1l:lnl:ld..Q~,it!-ll.(;tl:lm_~Il1Q~y<::on
ram irica cion ~s
que Hevan en SI la incitacion a aplicaciones sistematicas.
Como tantas veces se ha dicho, esas- t"eorlas nacieron con
l~ inte~cion de. superar las concepciones, utilizadas desde
tIempo mmemorlal, en que el nombre de generaci6n'Uevaba
en sl la simple apelacion a la idea biologica.
.
Sobre est a base, es ya una especie de lugar comtin
aflrmar. que, con el ~recedente
valioso de W. Dilthey (en
su :stUdl0 sobre NovalIs, de 1865), las teorias generaciol)ales
naCleron en_l111e:s.!~(),_~iglo,.
alrededor de la decada del 20.
Y que, en su desarrollo;sedesta'can
aRortes-espa.noles(cori
el ejemplo obligado de Ortega yGasset),
alemanes (con
105 no menos citados testimonios
de Pinder y Petersen) v
jranceses ..Suele subrayarse, asimismo, la priori dad orteguia:"

Finalmente,

y las ,"generaciones"

12 Cf., Revista Inicia1, nRicardo Rojas y 1a Nueva


Generac:i.6n"(Diciembre de 1923). En La obra de Rojas,
ed. citada, pp. 456-462.

13 Cf:, Ricardo ROJAS,


Historia de 1a Literatura
~~g~3j~na. IV. Los Modernos, II, Buenos Aires, 194~
esquema de 1':l"historia" de 1a Historia de 1a
I1teratura"arge9t1na de Ricardo Roias es e1sigu1ente:
1) ,1913. La._Jlteratura argentina". Anticipo (En 1a
rev1sta Nosotros, ed. citadaJ.
2)
1917-1922.
Primera
edicion
Cuatro vo1Umenes.
Buenos Aires.

3) ,1923. Discurso. (Sobre las "generaciones". Ricardo


RdOJaBs yl~
"Nueva Gener~ci6n".
Revista
Inicia1
e uenos A1res).
--------,
4) 1924. Segunda edici6n. Ocho volumenes. MadridBu!'!nosAires.
5)'
1948.
,
Aires
Br Tercera ed""
1C1on. Ocho vo1umenes.
Buenos
.
eve agregado. Generaciones.
Ux;t

na, teniendo en cuenta que el primero de los dos libros que


dedi co al tema (con a!gun breve anticipo drcunstanciaI)
es EI tema de nuestro tiempo (Madrid, 1923). El otro es,
sabemos, En torno a Calileo (Madrid, 1933). De paso, reitero,
es justa mendonar
aqui el nombre de Eugenio D'Ors. Y,
a prop6sito de Pinder y. Petersen, con un desarrollo mas
espedfico a la materia literaria en Petersen, que sus estudios
fundamentales son, respectivamente,
de 1926 y 193014
Respetando el orden cronologico, es obligada tambien
1a mendon de 1a bibliograffa francesa, sobre todo a traves
de las difundidas obras de Albert Thibaudet (Histoire de 10
!itterature
francoise, 1936) y de Henri Peyre.
(L es Cemra:'
tions litteraires,

1948)15.

Como he dicho, es de rigor destacar en este topico


1a significacion,
no corriente,
de 1a bibliografla
espanola,
que culmina en los libros de Ortega y Gasset, mas el aporte
complementario
que representan las obras de Julian Marias.
En especial, la titulada EI metoda historica de las generaciones
(la. ed., Madrid, 1949; 4a. ed., ampliada, Madrid, 1967). Lo
que Sl me llama la atencion -repito- es e1 silencio que ha
merecido la temprana glosa de Eugenio D'Ors, de 1923. Por
10 pronto, no la menciona Julian MarIas en su recopilacion
de datos. Es derto que las disquisiciones teoricas de Xenius,
que parten de una periodizacion argentina de Jose Gabriel,
se caracterizaron
por su brevedad, pero tienen, aparte de
su ante1acion cronologica,
algunos meritos que obligan a
14 Wilhelm PINDER,
Das Problem der Generation
in
der kungsgeschitel-Europas.
Berlin, 1926. Hay .trad~'
cionespafiola:Buenos Aires, 1926.
Julius
PETERSEN.
Die
Literarischen
Generationen
(incluido en E. ERMATINGEN,
v otros,
Philoso~hie
der Literatur Wisenschaft. Berlin, 1930). Hay tra uccion espanola,
de Carlos SILVA, con el nombre de
Fi1osofia
de la ciencia literaria, Mexico,
1946,
pp. 137-193.
15 Cf. Albert THIBAUDET. Histoire de 1a Iitterature
~francaise de 1789 a nos jours (2 vols., Paris, 1936);
Henri
PEYRE.
Les
generat~ons
litteraires
(Paris,
1948). Ver mi ~:::;e:fia Cle esta ohra, puhlicada en
la Revista de Historia
de Ias Idea.s, I, Tucuman,
1950, pp. 101-105.

recordarlasl6
Hecha esta salvedad, es de rigor sefialar que!as
dos
GQnQ.~Q,cion~~_IT!Ii1?c:li-!.tl-!:ldidas
entre nosotros s~~ __
Q.~!.~i
fYQ~'il.con
cierta prioridad, en la aplicaclOn, de la pr}mera;
. -aurique con predominio general de la .segunda. De mas esta
dedr que nuestro punta de refererida sera siempre el que
tiene que ver con las letras argentinas. E insisto, una vez
mas, en que la~.!!pl~.a.G.iQI\e.s_1!().~hlln~idojnmedi~tas, Y que
corresponden,practicamente,
a los angsposteriores 11 195{).
Con las dificultades
que supone sintetizar
las dos
concepciones, dire que ll:!.de Petersen) egn )>usel'iE::!de__~~_~o
condiciones, se caracteriza-~-pof
$ull)ayor
compl~j~d!lQ' 0,
sipFeferimos", por su excesode c.ol}.d.ii.ones.De sobra conocidos, podemos, slri-em"f)argo~ "recordar una vez mas sus ocho
condiciones 0 factores: JLJ-IerenGJS,L?) fecha (~~ nacifTli.~.I)~~
3) eJementos educativos; 4) comunidad personal; Le~eriE::!I}:-.
ci8.s.de }/i"Eeneraci6n; 6) elgula (0 caudillo); '7) el.1eT}g':l_~1~
de--lii-generacion;
y 8) anquilosamiento
de la ".i.~jiigenerQ.cionl7. .
Como contraste
(eso S1, mas alIa de las divisiones
cronologlcasmarcadas
por las edades), r~~13.Jt8.!ll8.~qg_~_~Qn(jJciones b.asi~as que pr()pone; Ortegay Gas_~ej,aunque conviene
16 A proposito de Eugenio D'Ors, repito que es evidente el silencio que ha ca~do sobre su nomb;:e.. en
buena medida -sospecho- deb~do a factores pol~ t~cos,
que ya no tienen mayor justificacion.
jY
pensar que en e1 pri~er. ~ercio
del
siglo disputaba a Ortega fama y d~fus~on! Por 10
pron to, no podemos negar que el propulsor .del "Novece!!.
tismo
tuvo en la Argentina, en un com~enzo, tanto
o mas presti5io que Or~ega, tal como ~o revelan,
hacia 1920, c~rculos de Cordoba y Buenos A~res .
II

17 Ver Julius PETERSEN, Las qeneraciones literarias,


trad. citada, pp. 164-188. S:t:npasar rev~sta a todos
10s factores, recuerdo,
a prop6sito del lenguaje
de
la generacion,
sensatas
palabras de R~imundo
Lida. Este tiene muy en cuenta los comentar~os de
Ramon Menendez Pidal sobre la continuidad que se
da en Espana, superpuesta, con frecuencia, a .distinciones
qeneracionales.
{Cf., R. LIDA. "Periodos y
~ generaciones en historia literaria~ en Letras h~spart~~'
Mexico, 1958. Reimpreso en 19~1, p. 312}.

agregar de inmediato que la sola mencion de los dos fundamentos que expone no representan unatotalidad realmente abarcad~
Aunque tambien sean harto conocidas, '-para-'6r"iega
el concepto de generacion no implica, primariamente, mas
que estas dos notas: 10) tener
misma edad (con el apovo
en Ia idea de coetaneidad);y 2orteiier-'aigUn~coiitacto vital18:
Si' bien-~~be' "l~-~~ci;;~~i6~ de que Petersen 'centra
~~_t~rJ'aJm lalit.~ratura
y Ortega la centra-en la-fiis fori a
(Pinder, a su vez, 10 hace erila.S 'arles plasticasr;es iIidtidable
que, con tanta 0 mayor frecuencia, la aplicacion de las ideas
d~__
Qr!~g~
__
l].an_,te.l1idocomo campo 'mas"proplcio el de--las
_~.!~~~.POl' otra parte, y"mas' aHa de 10 que ortega 'encarece
.como simplicidad de 108 dos caracteres que apunta, no podemos
negar que hay explicables aproximaciones entre las dos teorlas.
Dejando a un lado las coincidencias (las dos notas de Ortega
se reiteran en la 2a. y la 4a. de Petersen), hay otros rasgos
que Petersen subraya, como los -elementos educativos",
que pueden entrar en la "comunidad personal", y hay otros,
como "Ia herencia" y "el gUla" (0 caudillo), que tienen tanto
a favor como en contra. En cuanto al rotundo "anquilosamiento de la vieja generacion" de Petersen, sf se contrapone,
en buena parte, con la distincion entre 10s conceptos de
i"l;eneraciones revolucionarias" y "generaciones cumulativas",
,que nos propone Ortega 19.
,
Tambien es conveniente agregar que la vision result a
incompleta-lo estamos viendo- si pretendemos reOejar el
pensamiento de Ortega y Gasset aferrandonos exclusivamente
alas
dos notas 0 caracteres que destaca. Algo nos dice,
pol' ejemplo, esta distinci6n de las generaciones revolucionarias 'y cumulativas. Y algo mas, si atendemos al respaldo
mutuo, y complemento, que constituyen las dos obras esenciales de Ortega dentro de este topico. Claro ests.: EI tema

Is

18 Cf.,
(1933).
1947, p.

Jose
(ver

38).

ORTEGA Y GAS SET


Obras .cvmpleta~,

torno

eo.

de-

Galileo
Madr~a,

J.9
Cf. Jose ORTEGA y GASSET.
El te::l1a
de nl.lestro
tiempo
<l923l. (Ver ed., de BuenosA~res;-TI46, p.
5B)

de nuestro tiempo (1923) y En torno a Galileo (1933)20.

La insistencia en los nombres de Ortega y Gasset


y Petersen de ninguna manera borra los de otros crlticos
o autores que tam bien nos dejaron atinadas reGexiones sobre
el concepto de generacion. De manera especial, comentarios
de aquel brillante ensayista que fue Albert Thibaudet, sin
olvidar que en el el concepto de generacion tuvo un lento
proceso, antes de Begar a su obra mayor (ya postuma) de
1936. As},en 1925, en Le liseur de romans, escribfa:
"Ce guIon appelle une generation litteraire clest
peut-etre, tout simplement, une certaine maniere
comme de poser des problemes, avec des manieres
tres differentes de les resoudre, ou plutat de ne
20 Con motivo de la pUblicacion de El tema de nuestro
tiempo, en 1923, escribio don Manuel Garc:la Morente
un comentario. Copio unas lineas:
"Para Ortega,
las generaciones
hacen
la
historia.
La generacion
es
el
elemento
minimo de la gran cadena. Unas generaciones
continuan
las labores del pasadoi
otras,
innovan,
cambiando de punta de vista y,
por 10 tanto, de perspectiva.
Pero cada
generacion, tomada en s~ misma, consti tuye
una unidad de pensamiento, de sentimien tos,
de vida y creencias, de afanes y empresas " (M. GARCIA MORE~TE.
"~1 tema de
nuestro tiempo
(Filosofia y
perspectivaJ"_.
~n la Rev~sta
de Occ~dente,
II, N- V.
Madrid, 1923. p. 214.
Esta de mas que me refiera a 1a extraordinaria difusion de Ortega y Gasset en el mundo hispanico. Y,
como es facil mostrar,
en pocos paises,
fuera de
Espana, tuvieron sus ideas tanta repercusion como en la
Argentina. Por descontado, me refiero a una totalidad
que desborda el de por si importantetema
de las
generaciones. Un autor espanol, Julio J. Carabias,
comentaba en 1973 a proposito de El humor en la
prensa espanola
(Madrid, 1973, p. 127): IiSe pueoen
escr~b:lr c~en paginas
sin citar a Ortega".
Algo
semejante, con la misma ironia, cabe decir acerca
de la expansion ganada por Ortega entre nosotros.
Con sus libros sobre las generaciones en lugar destacado .

1es pas resoudre( )21.


Y esto es 10 que leemos

arte explicativa
en P

de la Histoire

de /0 litterature francaise:
"Pour notre part, nous adoptions u~ ordre dont
nous para!t avoir l'avantage
de sUlv:-e" de plus
res la demarche de la nature, de" cOl~c~d~r plus
~id~ement
avec Ie changement
Imprev.Isible" et
la duree vivante, de mieux adapt,er" a~x dimensIO~s
ordinair"esr de la vie humaine)la reallte et }e prO?Ult
"t'e h u maI"ne
d'une ac t"IVI
. c' est l'ordre par generatIOns
(),,22.

En general,
las reflexiones de Thibaudet so.bre las
eneraciones
literarias
carecen de la espectacu1arldad
de
fos casilleros v de 10s aspectos llamativos que suelen co~c~~er
cifras v divisiones cronologicas. Pero aporta sensato~ )UlCI.OS
sobre ia natura1eza huidiza que constituye 1a obra llterarla,
rte de su intencion de no estab1ecer
estr"u,ctu~as" m~y
a~das en 1a materia. Por ultimo, y como acotacIOn blbhogra~~~~ es bueno saber, mas aUa de 1a burla malhumor~da d~
Bor~es que Thibaudet murio sin haber dado a su 0 ra ~
,"
s ndIa Lo que no obsta para que a
toqu~ fmal que corre po u'til . vision de 1as letras francesas
consideremos
como una
a partir de 1789...
"
En fin, sin la pretension de mostrar una list~ ~e mVf;l
,
al deseo de agotar una blbhogra Ia
parejo, y, menos aun, " de nombres varios de 10s cuales
~~t~~~ira~g~~gfa :~~iC~~6~1 d;l conc;Pt~ a l~s 1etra~ h~sP~noa=
mericanas: Henri Peyre, Julian MarIas,. Jose Ant~~~~ J~:~o~_
do, Segundo Serrano Ponce1a, Guy MIchaud y
rrom2:f.
21 Cf. Albert
1925. p. 200.

Le liseur
THIBAUDET.

de romans.

Paris,

de

I,

1a litterature
ed. c1tada,
p.

xi.

otros

._.-.-"-~-~-"-"'"

'--"'-""-"

~"",~~",,,,,.,

..,C~'''_',,,:.-.,:,... ,.".;,_,

"0.':,_,_

,_

,,".

... _' ..;.,.-:;",','

."

la
nombres de

bibliografa:

Julian

",

,",-

."

MARIAS,
hist6rico
(10 ed.,
a r1 ,
; ver
e ., amp
;
Jose Antonio PORTUONDO,
"Periodos
y
Generaciones
en la
historiografia"
literaria
hisp~noamericanafi.
~
(En Cuadernos Amer1ganos,
de
Mex1co, 1948,
VII,
3,
pags.
242-252};,'
Segundo" SERRANOPONCELA,"Las
gener.ciones
y
sus'
-constantes
existenciales"
(En
1a - reVlsta
Kealfaaa-,
Buenos -1i.iies-, 1949, N
16):
Jose Juan ARROM,Esruema generacional
de las letras
hispanoamericanas
(V
ed.,
Bogota,
1963; 2 ed.,
Bogota, 1977); G. MICHAUD,Introduction
a une science
de 1a litterature
(Paris,
1950)
V

Histoire
22 Cf. Albert
THIBAUDET. jours,
francaise
de 1789 a nos
23 Preciso

Ya hemos visto como, si bien 1a aparicion de 1as teoflas


sobre los metodos generaciona1es .apenas sobrepasa 10s cincue!!
ta anos, este lapso puede aun achicarse a1 tener Em cuenta
10s primeros intentos de aplicacion sistematica (mas 0 menos
sistematica). Y, si nos atenemos, como corresponde, a nuestra
meta, vale decir, a su aplicacion a la literatura arge,ntina.,
el lapso se reduce a poco mas de treinta anos. POfotra parte,
no creo que sea necesario insistir de nuevo en que estas
consideraciones dejan de lado, por los motivos tantas veces
dichos, las relativamente
numerosas
periodizaciones
que,
a 10 largo del siglo XIX, hablaban de "generaciones".
Pero
bien sabemos que 10 haefan dentro de una muy limitada concee
cion de "generaciones
biologicas", y fuera por 10 tanto de
los fundamentos mas 0 menos elaborados que aba.rcamos
con los nombres de "metodos" 0 '~~istemasn generacionales.
Con respecto a 10s trabajos que situamos en los wtimos
cincuenta anos es necesario distinguir adetnas entre aquellos
enfoques, los menos, que han pretendido cenirse de manera
total a una teori'a determinada
(por 10 com un, Petersen
u
Ortega), y aquellos otros, los mas, que se reducen a un aprovechamiento parcial 0 fragmentario.
0, en fin, a tratamientos
poco sistematicos que, en ocasiones, nos retrotraen a periodizaciones del siglo XIX.
En mi -caso, reitero
----- una vez mas mi
-- deuda con ..ideas
~-.de prtega._ y Gg~SJ~~Lp~ro sin el sacrificio de convicciones
que me l1evan~-~dgscapJar~,gQ~
vulrlel""~QJ~~
de s~"_teoria.
Como. los que manifiestan. sus Rerlodos ""fijoslT de quince

.
afi?~'t! no. menos"~L~
la.s'.'~~~=,g~l",tlg,m~~~
di"'sptiestas Igualmente como entIdades de rIgor matematlCo.
Asi', 1808oplicacionUsa Y nana de la teori'a de Ortega a ciertas
epocas historicas nos lleva en ocasiones a situaciones que
lindan con 10 disparatado. Digo esto pensando, pOl' ejempl0,
en una epoca como la del Rom8onticismo. Y aun fuera de
esta epoca, no siempre nos convence 'la distincion __Tlftida
q~e, Ortega establece en.tre las efa.~as<len~e~f,~~Ji)rt.i>...r,~~~9j1.~
y polt~mic~", pOl' un 'lado~"'y'Iasde' npre4oIl~Inl~LY
..' r.n_~~~~ll'.
pOl'otr6l.4t' .,,,,,,,~.~-,,,,,
.". co. .. ,' "
Y una cosa importante que a menudo se olvida: 9,rtega
nos da, es cierto , un sistema. generacional, defendido~co'n'
suacostumbrada
hablHda.d dialectica. Pero. no- 10,.resp.a19a,
como corresponde, con una.. aplicaGion~~a:~t~!la<i~,ya que
serfa exagerado conslderari'ap1icaciones" validas a ciertas
series breves v circunstanciales que Ortega nos ofrece. En
fin, no es posib1edejar de lado, una vez mas, el principio
de que la mejor teori'a es la que se muestra a traves de una
convincente ejemplificacion. En su caso, sin desconocer repito- la atractiva presentacion de sus ideas, 10 concreto
es 10 que se ha dado a traves de las aplicaciones hechas
pOl' disclpulos y 1ectores mas 0 menos preparados. En la
descendencia de Petersen, 10 que ha prevalecido es el aprovechamiento parcial 0 fragment8orio. Y no entro, en este topico,
en los problemas de las malas interpretaciones 0 de las simples
citas 0 notas superficiales ...
Precisamente, hay un aspecto en el, que he hecho
hincapie en diferentes ocasiones, y tiene que vel' con 10s

'"Lo un~co que podemos


aprovechar,
desde
\ luego, para la concepcion de nuestro tie~po,
es el principio general de que: cada qu~nce
afios cambia el cariz de la v~da". (ORTEGA
y GASSET, En torno a Galileo, ed. citada.
p.53l.
.
Antes de considerar las edades del hombre,
distingu!a: "de t!einta a c~~renta y 9i~co,
etapa de gestacion 0 creac~on Y polemJ.ca:
de cuarenta y cinco a sesenta, etapa de
predominio y mando". (~., p. 49).

f.}

perlod?s "fijos" de q~ince afios 0 de otras cifras propuestas.


, '~Qr
__
!1!LQ!!;te,aconseJado. porIa materia espiritual que significa, , esenclal~ente, 180lIteratura, me he inclin8odo pol' 10s
'Ij perlodos. osclla,ntes, que pueden aceptar los quince afios
comoeJe 0 termino medio, pero no como perlodos fijos.
I~ualmente, aunque esto pueda tener un caracter mas restringldo 0 externo, no me explico el pol' que de la denominacion
de las generaci?nes pol' 10s alios de nacimiento, cuando 10
elemental, trat8ondose de escritores, es atender a aquello
que re~lmente 10s identifica y acerca en la periodizacion.
Es de:lr, la obr:.a, de un~ ~ceptada madurez, que los pone
de relIeve. k.Q~_~,Tl2~
<!~n~.~!!m~I}!()
(0, si preferimos, el concepto de coetanelclad postulado pOl'Ortega) cons!ituy~n, aceptamos, ,tIn pUllt2<i~. referen~!a obligado, pero dentro siempre
~~L~~8:~'2doplan~,~:f.c()_mp~~mento
-'eri-'que-los-CQToc818-obra
del escrltor.'----------'--------'--

,", ..,_ ... ",,",,'

,.-

-"0_.-.

~ man~ra d: slntesis, dire que J!!!.J>~!"joclt~cion .9.e


g~.n~!El;.!~!!!!_~.,1Jt.e.rl!.I1&.s-,arg~ntinas
se ordena en una sucesion
cronologlca apoyada ~n !os cinc.()factores"que-enumEm>:~
-~-~-.
....,..

1)

~.

Defen.~a.._..q~l !J()fJ]bre>.

t!I),aiiQ,cQIJ. peso defjnidor. Por


deScontado, en varios de enos se imponen-deno~inaciones
ya aceptadas y con buen respaldo, que no debemos tener
urgencla en borr~r.

Sin reducir este rasgo a un factor


predommante, pero sin quitarle tampoco, cuando corresponda,. s,u valo: efect~vo. No se trata tampoco, como
se estllo en clertas epocas, de una simple aplicaci6n
del :oncepto de "la literatura como reflejo de la sociedad"
(y viceversa)
.3) {g~as y ceotros cu{tY.r9.1es. Aunque el fen6meno literario
no este siemp:e ligado, a esos centros, y menos alas
formas que revlsten caracter "oficial".
4)
EL, periodismo, en gt;ner:aJ. Con especial referencia,
c!aro, .a las r~yi!5_t?sliteranas, suplementos, etc. Y
Sl~ ol.vldar. tampoco 10 que se' vincula al rnovimiento
~Qltorlal de esos alios.
y 5) c.Qf!1o._~ulmJn(!ci6f1' i(J/lte!C!tLi".a:autores
y obra$. Resulta
gratUlto que me detenga ensubrayar la significacion
de este sector.
2)

F..Q[lJlQPoo.1UicC!,s,gcial..

Lo tinieo que cabe agregar es que el ~!9.en5tI~, ie~alo debe


entenderse .como el final<:!~,ll.n proceso SIstematIco, cuyo
orden naturales,
mas - bien, inverso, puesto .que el punto
de partida no de be ser ot1'o que aquel que constltuyen autor~s
vobras.
.
,
POI' ultimo, la serieque
enumero no desca1'ta.la .posibi.lidad de ot1'o factor 0 facto1'es que pued&n. cont~lbUlr meJor
a registrar
una presencia generacional.
8m ~eJar d: la??,
asimismo, con los fundamentos del caso, la poslble aphcaclOn
del concepto de tlpromoci6ntl25.

V. Una serle generacional


Aunque en buena medida deba referi1'me a v~rias
obras 4llllas, algunas tan alejadas como al Esquema generaclonal
de la fiteratura
argentina,
elaborado alrededor de 195~ y
publicado en 1954, tanto este como otros estudios me permlten
25 Tambien creo que, vinculado
al concepto d~,generaci6n,
tiene
asimismo validez
e1 de 'promoclon, co~o
recurso
comp1ementario que, en determlnad?s
momento~,
uede
a udar
a ver una nueva presencla
de grupo
~on ers~na1idad definida.
Importa ?e~alar al respecto
ue Pa en 1923 Eugenio D'Ors especlflcaba,
breveme~~e
~unq~e con fundamentos, 1a diferencia
entre geqeraclon
y promoci6n.
En otro sector,
me p.arece poslDl~ que
Roberto
F. Giusti,
en, 1927, si. blen se referl.a
en
forma ir6nica
a 105 jovenes escrl tor'7~ que porf lc:-9an
por impener 105 conceptos
de ,generaclon y E.romoclon,
esta
pensando,
sobre todo, en l?s ]ovenes argent~n,?~
influidos
por Eugenio D'Ors. Curlosamente,
las def~~l
.
de Xenius
en especial
la
de generaclon,
Clones
"
"1
"
1a
res onden
a1 ~caracter
de
sus
9 osas " .. aSl.,
p
.,
es. e1 n saIto
en la rosa de 105 vlentos
generaclon
.,
del ideal".
En forma mas concreta,
ve 1a pr,?~oclon
como "UTl sigtp1e co:mbio". (Ver E. D~ORS, Los dla1o~0:.
de la
pasion
medltabunda,
Ed. cltada,
pags.
1 3
11S) .
.
ver
tamEn. fin,
~obre teneracioneHEi
'pr~T~~:~~:s 'Mestr~s
en
bien,
LUlS Al erto
SAN .'
(
0
, 5'
Pedro
nues tra
America? Buenos Al.res,
195~.
~~ticas"
LASTRA SALAZAR "Las actuales
promoclones P
. - = --,- ---- -. b
E hevarrla.
Santlago
En el
Homenat
a _-I~an~Url. e
CarIos
GHIANO
de Chile,
19 0; Davld
VINAS, uan
y otros

redondear el itinerario que, sin mayores pretensiones, expongo


a continuaci6n.
En primer termino, una vez mas debo hacer hincapie
en la escisi6n que, en particular para las letras argentinas,
determinan
los dos sectores que llamamos
simplemente
literatura colonial y literatura de la epoca independiente.
Una cosa es, como ya sefialaba Alberdi en 1841, reconecer que en los siglos coloniales estan nuestras ralces culturales, y otra, muy distinta, pretender, sobre esta idea, el establecimiento, durante aquellos tres siglos, de una sucesi6n
de generaciones literarias. La verdad es que, en diferentes
momentos, llegarfamos a situaciones grotescas 0 de vadose
A prop6sito de Alberdi, recordemos
de paso que,
despues de su defensa (no "polemica", como se la nombra
con ligereza) redujo su corta periodizacion de dos etapas
o "generaciones" a los treinta anos que partian de 1810. Y,'
ampliando el mapa a la America Hispanica, aun con la ayuda
que representan
regiones con mucho mayor brillo colonial
que el RIo de la Plata, crlticos como Pedro Henriquez Urena
y Jose Antonio Portuondo tambien consideraron mas fun dado
establecer
diferentes
peri odizaciones al estudiar,
pol' un
lado, los siglos XV-XVIII (siglos 0 epocas) y, pol' otro, los
siglos XIX - XX (generaciones)26. 8i bien es justo decir que
esa especial perspectiva no arredr6 a otro destacado cntico
posterior, Jose Juan Arrom, quien estableci6,
a partir de
1474, una serie de g-eneraciones "fijas", de treinta anos,
que llegan hasta 195427.
POl' supuesto, el panorama de la literatura
argentina
(10 que podemos llamar
literatura argentina) en los siglos
XVI-XVIII no se caracteriza
-repite- ni pol' su brillo, ni pol'
su abundancia literaria.
De tal manera, 10 que realmente
26 Cf.
Pedro
HENRIQUEZURE~A, Literar
Currents
in Hispanic
America Cambridge, Mass.,
945; Jose
Antonio PORTUOND.O,
"Periodos
_:I Generaciones
en
la hif!.1;Q,riografia
literaria
hispanoamericana",
ed.
cltada"
pp. L42-252.

27 Ver Jose
Juan
ARROM,Esquema
las
letras
hispanoamericanas.Ensayo
La. ed., Bogota, 1977.

generacional
de
de un met6dO

esta a nuestro alcance nos obliga, en ocasiones, a formar


una Ilgeneracien" con un solo nombre Razen mas que valida
para evitar un ejercicio tan deprimente.
YaquI,
de mas
esta decirlo, no sirve el juego, ensayado en diversas ocasiones, de llenar 10s vados' con autores y obras que nada tienen
que vet con la "literatura".
Aun dentro de la amplitud que
a menudo debemos conceder a manifestaciones
que identifica'
mos con este nombre. En fin, este era el motivo por el cual,
en el volumen introductorio
que pUblique hace anos con
el tItulo de Literatura Argentina. Palabra e imagen (1), elud!,
con las aclaraciones pertinentes, un planteo de tipo "generacional". Y, a traves de unos pocos autores, procure justificar
un itinerario historico que permite, por un lado, la diferencia
cronolegica (Conquista, Colonia, Precedencia
revolucionaria)
y, por otro, la sucesion de los estilos de epoca (Renacimiento,
Manierismo, Barroco y Neoclasicismo, con la fait a indudable
del Rococo)28.
De est a manera, con el explicable cambio que significa
la epoca revolucionaria,
aparec.e mucho fTlejor respaldado
un itinerario f?;eD()racJonal a partir_9~ .. la:tQ!. Sin que me resguarde eri su ejemplo, recuerdo de nuevo que las dos primeras
periodizaciones
de la literatura
argentina, las dos de 1841,
tenfan ya, aun dentro de su corta perspectiva,
este punto
originario (con la salvedad, tal como he dicho, de Alberdi,
con respecto a los antecedentes coloniales).
Sobre esta base, paso ahora a enumerar, a partir
de 1810, las doce generaciones que nos acercan a los dras
que corren. No pretendo, repito una vez mas, generaciones
"inamovibles",
sino, en todo caso, Ildefendibles" a traves
de razones que ya expuse 0 que, simple mente, puedo todavra
agregar.
,c'<:\"'-"'P)
Generacion de 1810.
J

2)

182l.

3)

1837,. r

Ib,

-,\","0;;]

1940"I'IS'?
955.
1968.

Observemos que en la serie generacional que presento


incluyo tanto
denominaciones
corrientemente
aceptadas
como otras de identificacion
menos comun. Por otra parte,
las previsibles dificultades
que siempre ofrecen las que se
acercan a nuestros dras y que carecen de la perspectiva
necesaria.
Sobre eS,ta base, el conjunto nos muestra que no hay
mayores impedimentos en aceptar denominaciones ..ge_f!r.me
GQQsistencilL.c.Q1J1
o._son, claro, ~a~._t.an
__
-g:~:D.eraciOll~s
~_..1.?.:rL.Y 188029. Denominaciones nacidas -sabemos- fuera
de sucesivas y 'sistematicas
series, pero con individualidad
suficiente como para descartar cualquier intento de desplazamiento 0 cambio. Y que obliga a' que se las mantenga en
los diversos grupos clasificatorios,
nacidos a 10 largo de
nuestro siglo como enfoques hechos con mayor 0 menor
ambicion "cientlfica".
~11-9tros . casas, se trata de cortos desplazamientos
que, por supues16, -corresponde explicar -de manera adecuada.
As!, por ejemplo y para referirme a un caso bastante reiterad6,
no creo que haya problemas para identificar 10 que yo llamo
'.'Q~I1~raci6n de 1924" (y doy los fundamentos necesarios)
como 10 que otros Haman "Generacion de 1922".
Sin pretender
pasar revista a todas las variantes,
~\re que entr .
e las ,notas mas HamatiYf!~ que presento fig\jra
\c,"Q.eneracion 'de 1866'!30. Generacionque
hoy, a alios de

~rfadas

/28

Ver Li teratura
arqentina.
Palabra
e image..n~ I,
ed.
de Buenos A1res, 1969. ver tamb1en "Literatura
_Colonial
y
Li teratura
de la
Epoca Inde-pendiente"
(En H~spanoamer1ca ~ su exreS10n
.L1l:erdr1a. La.
ed., Buenos Aires, 19 3. pp. 3 -47).

1853.
1866. ( h""
1,11880.
~()l896.
1910.,
924.l22.

4)
5)
6)
7)
8)
9)
10)
11)
12)

Cf. con mi estudio


sobre
."In 80 y el
generaci6n".
En Cuadernos Tucumanos ae
3. Tucuman, 1981. pp. 49-63).

) ver tambien Diego F. PRO. Periodizaci6n


Lzaci6n de la historia
del pensamiento

l.nta

Fe, 1962.

concepto
\..:U.Ll:ura,

y caract-

argent~no.

mi primitivo esquema, creo que puedo resp~ldar aun mejor.


Con respecto al afio 1896, me result a sorprende~te
ver como en ciertas periodizaciones no se repara en el caracter nltido de esta fecha a traves de Ia presencia entre nosotros, y a su innegable repercusion, de Ruben Darfo. Y, en
fin, a 10 que este afio representa en su bibliograffa, con dos
obras que hasta tienen resonancias
simbolicas31, junto a
Ios ecos que tambien encuentran
en un grupo valioso de
autores argentinos.
En otro nivel, llama la atencion leer, en algunos
trabajos elaborados en Ias wtimas decadas, periodizaciones
generacionales
que no solo se atienen a Ias series del pasado
(y del presente), sino que, quizas impulsados por una extrafia
"ley de la inercia", aspiran tambh~n a darn?s llgeneraciones
futurasll De donde vemos que si no es facil ponernos de
acuerdo sobre las generaciones pasadas (y las pruebas estan
a nuestro alcance) podemos imaginar 10 que puede ser este
peligroso juego "futurologista",
apoyados, ,cl~ro, en nuevas
cifras v en adivinaciones sobre caracterlstlcas
y tendencias .. E~ cierto que en algun raro ejemplo de las generaciones
tal como las distingufan crlticos del siglo XIX aparedan
ya algunos esbozos semejantes, si bien no pasaban de ser
simples deseos, y no minuciosos cuadros anticipatorios.
Por ultimo, quiero insistir en la idea de que, aunque
me inclino por las particiones de tipo generacional, de ninguna
manera pretendo desconocer, en determinadas circunstancias,
1a posibilidad de aplicar el ~gJ1~e.pto de llp~()ll1(?fioI}~.I.
Asf,
sin pretender
ir mas alIa de una Usta provisoria, creo que
hay ciertos respa1dos como para ensayar este desdoblamiento
en generaciones,
valga el ejemplo, como las de 1837, 1880,
1896 1924 v 1950 . Lo importante, me parece, es no abultar
a toda costa y pOl'que silas nuevas mserClOnes " ~.
'...

tI

A mas de medio siglo de la aparlclon de los metodos


generacionales puede verse con cierta claridad el itinerario
recorrido. Itinerario que corresponde alas etapas previsibles:
en un principio, no muy apresurado, el entusiasmo
de 10s
seguidores y exegetas. Paralelamente,
las burlas mas 0 menos
ingen~osas de los, que no crei'an, 0 creian poco, en las virtudes
del sIstema. AS1, recuerdo al pasar (Jules Renard seri'a un
espesial a!1ticipo) comentarios de Ernesto Gimenez Caballero.
Hamon Gomez de la Serna, Roberto F. Giusti Borges Silvi~
Villegas, Rafael Maya, y algunos otros 32.
'
,
POl' 10 pronto, estas manifestaciones
adversas eran
a su manera, un reflejo de la expansion ganada por el problem~
d.e las ."generaciones". Y, en primer lugar, POl' las generaciones
11teranas. Petersen
y ?rtega,
u Ortega y Petersen
soHan
ser los fundamentos mas utilizados. Y a el10s se unio aDOS
despues, el analisis crfticos de Julian Marias cefiido' alas
ideas de Ortega, pero sin limitarse a las palabr~s de su maestro.
.C~n ~osteriorid~d,
el camino recorrido nos muestra
un p~lsaJe sm sobresaltos,
con las apariciones de diversos
estud:,os que, de manera especial, han procurado
aplicar
e~ metoda a l~s letras hispanicas. Destacamos los que se
vlnculan al conJunto de la literatura
hispanoamericana
v
dentro del cuadro, alas literaturas nacionales. Concretame~t"e'
la aplicacion a la literatura
argentina es ejempl0 Que s~
da con alguna frecuencia, ya sea que se aspire a cor;struir
una serie generacional, ya sea que se centre, con los resguar-

31 Llama la atencion, ~n la Encicloedia de la literatl..lra


ar(entina dirigida por Pedrorgambl~e
y Rodol~o
vahni
Buenos Aires, 1970), la ausenCla de Ruben
Dario. Sabre todo, despues de incluir una detallada
semb1anza
de Unamuno. Verdad
es que, f~er~?e l~
importancia general de Dario en las letras h~spanlcas,
no puede
comprenderse la evoluc~6n
de Ilterat~:as
como las centroamericanas, la chllena, l,a argen,-lna
y la espanola, con la omision de Ruben Dar~o ...

32 No me dete.ndre en este punta t ni siquiera para


defender a Thlbaudet de la rnalhurnorada critica de
~o:g~s (que, por otra parte, se borra con otros
JU1C10~. de~ propio
Borges). Y este es, a Sl..1
vez,
un tes~lmonlO de don Roberto F. Giusti, de 1927:
"( ... ) 10s rnuchachos de algunas revistas
novisimas,
para
quienes
generaciones
y
promociones
escolares
de
fin
de
curso
parecen ser una misma cosa". CR. F. GIUSTI t
:Notas .sobre
Paul G~9ussac". En Cursos
Y
Conferenclas,
tercera serie, Buenos Alres,

1927).

dos necesarios, en una generacion determinada.


Hoy dla, con la casi increlble rapidez con que llegan
hasta nosotros los metodos crlticos europeos y especiales
enfoques de teorla
literaria,
105 metodos generacionales
aparecen,
para muchos, como problemas que captan en la
lejanfa, y hasta como tratamientos
anticuados. Pero tambien
-y esto es signo que no podemos borrar- como materia fecunda
que reaparece
de tanto en tanto con nuevos intentos de
aplicacion.
Yo creo que su defensa esta, no en las razones expuestas pol' aquellos que, sobre todo en sus epocas iniciales,
hicieron de los metodos generacionales una especie de panacea, cuya virtud principal surgla de ordenadas series cronologicas: las cifras eran para ellos todo, 0 casi todo. Una cosapienso-~s recurrir a tales metodos con la posibilidad de obtener
de ellos alguna.s ventajas sobre los metodos tradiciones (epo.....
_~~, estg<>.~, escuel~s, generos, etc.), y otra, muy distinta,
atribuirles
poderes - magicos, 0 simple mente sospechar que
la ubicacion generacional
de una autor 0 una obra resuelve
todos los problemas literarios.
Tambien en los sistemas generacionales 10 convencional
predomina, pero aceptamos -repito- la necesidad orientadora
del agrupamiento,
de reunir y ordenar un material
vasto
(vastlsimo) que siempre corre peligro de diluirse en 10 caotico.
Y en este eje radica -me parece- su superioridad sobre otros
metodos, con el agregado de que esta especial forma de
la historia y la crItica permite en su amplitud, con gradaciones
aceptables, la presencia de otras formas que podem05 aceptar
ya como sistemas mixtos.
A proposito de los nHhodos generacionales,
mas de
una vez he aproximado, en sus caracterlsticas
y problemas,
los que suelen presentar los tambien siempre presentes enfoques de los estilos de epoea. En particular, los que se vinculan
a estilos cuya renovacion aparece mas patente, 0 se prestan
a actitudes
polemicas mas visibles en 10 que va del siglo.
Facilmente
se adivinara que me refiero a estilos como e1

maniel'ismo, el barroco, el rococo, el neoclasicismo .el romanticismo ... 33.


'
La proximidad la veo en el hecho de que, dentro de
Ia materia espiritual que tratamos, resulta muy diflcil establecer cuadros rigurosos, sea a traves de la contundencia
de
las cifras, sea a traves de enlaces llamativos. ASl, pretender
encerrar,
pOl' ejemplo, caracteres
valiaos del Barroco en
un unico rasgo individualizador?
como se ha tentado, puede
ser tarea espectacular,
aunque dificilmente
valida. Y no
hablemos de series comparativas
entre diversos estilos de
epoca, don~: un unico elemento en diferentes perspectivas,
como tamblen se ha tentado, es el que marca 108 cambios.
En el otro extremo, tampoco conviene una caracterizacion
muy detallada,
porque entonces Ia eficacia identificadora
se diluye en ~a cantidad.
,Con respecto a uno de los metodos generacionales
(de8pues de todo, es obvio, tratamos Ia misma materia) no
me ol~idO d: la atraccion
9ue suelen ejercer 10s perlodos
de ~umce anos, ya como formulas maternaticas.
0, como
dec~a Ort:ga,. t~par~ h~c.er de la generacion un riguroso metodo
de mves~IgaclOn hIstOrIca"34. Pero no dejo de observar que
la materIa. que construye los cuadros diflcilmente los acepta.
Y no ~e pIer?e un relativo l'igor cientffico cuando, en lugar
de perlOdo~ fI]OS de quince anos, aspirarnos, como mas funda~os, a perlOd?s .de quince anos promedio. POI' 10 pronto, es
este el procedIffiIento que yo he utilizado.
.
. Al dar tambien a los anos de nacimiento
un valor
meludlble, pero dentro ya de un segundo plano, creo que
una vez mas rescato el primer plano para la obra (Ia obra
lograda como manifestacion
de madurez). En fin, la obI'a
p.or sabre e1 ano de nacimiento, que, si bien prepondera como
SIgna de agrupamiento,
no puede tener, pOI' eso solo, un
33 Ver mis 11'
bros El B arroco
Buenos Aires, 1969 La l1teratura
merica. Nueva York', 1972 , y, en
y Barroco en las literaturas

I983.

34 Cf.
Madrid,

Jose ORTEGA
1956 p. 61.

GASSET,

11terario
.
hispanico.
barroca en Hispanoaespecial, Man1er1smo
hispanicas.
Madr1G,

sentido absoluto. De ahf, aunque no sea eso 10 mas frecuente,


ciertos desbordes 0 escapes por sobre la valla de la coetaneidad.
Es tambien importante
-me parece- tener en cuenta
que una generacion no siempre la forman autor~~ Itgeni~~es".
Mas de una vez he acudido a la cita del crltIco PhIlIppe
van Tieghem (0, mejor, a Daniel Mornet, a traves de P.hili~~e
van Tieghem) acerca del papel que en la caractenzaClOn
de una epoca, una generacion, representan los autores secund~rios35 Y, en conjunto, pienso que tanto los autores extraordlnarios como los que no 10 son contribuyen, a su manera,
a constituir la generacion.
Y que pOl' su propio perfil no
siempre el escritor de genio es el mas indicado para representarla. Pero allf esta, y 10 aceptamos.
Esto me lleva asimismo a afirmar, contra el parecer
de diversos crfticos (en especial contra aquellos que parten
,i de las ideas de Petersen)
que uno de 10s elementos agrupadores
por excelencia es el que se origina en las preguntas que
i el momento historico formula a los. escritore~. Pr~t~nder
igualmente
siempre respuestas
semeJan~es serla ~Ulza~ 10
ideal, si bien la realidad nos muestra aqUl menor umformldad
o enlaces. Y no veo ninguna contradiccion en las variantes.
En fin, decir de un escritor
que pertenece,
0 que
forma parte de tal generacioD. es, en 10 esenciaI, apuntar
una lInea elemental' de insercioI1,con
los rasgos comunes
mas externos. Verdad es que, en algunos casos, nos permite
adentrarnos mas en su obra, pero 10 basi co suele ser -reiteroese angulo de insercion, que no sueIe servirnos mucho para
penetrar
en los valores reconditos
de la obra. ~~n otras
palabras, el autor ayuda a conformar su generaclOn, pero
una vez que nos convence de e1}0, sube de nuevo a resguard~r
una individualidad
que tambien
Ie pertenece,
claro, mas
aUa de los enlaces generacionales.
Aunque ya estable~r el cotejo en otro lugar, me parece
ilustrativo
exponer de nuevo, como reflejo ,de actitudes
contrapuestas,
reflexiones
no del todo homogeneas de dos.

35 Cf. Philippe VAN TIEGHEM. Tendances nouvelles


en histoire litteraire. Paris, 1930 pp. 21-22.

autores como Raimundo Lida y Jaime Perriaui.\ En realidad,


no hace faltaahliCipat
18. diversidaddelOS
eMoques. Por
una parte, Jaime Perriaux, cefiido con entusiasmo a las ideas
de Ortega y Gasset, nos ofrece un cuadro de las generaciones
historieas argentinas
en un difundido libro de 197036. Por
su parte, Raimundo Lida, con bastante anterioridad (su artfculo
nacia con motivo de un Congreso Internacional
de Historia
Literaria, celebrado
en 1935, y con Aetas de 1937) habfa
escrito un sustancioso estudio, titull:!do precisamente
Periodos
y Ceneraciones en historia literario37J.
Concretamente
-y vueivo al orden cronologico-,
el
artfculo de Lida se refiere, tal como su titUlo 10 indica,
alas "generaciones
literarias
en general. Y anticipo, para
aquellos que no 10 conocen,que
no se muestra muy entusiasmade con el metodo generacional, Ortega incluido.
Por su parte, Perriaux aspira -y algo he dicho yaa una aplicacion sistematica
de la teorfa de Ortega, centrada
en vastos cuadros sobre las generaciones historicas argentinas,
donde, por descontado,
tienen tam bien cabida las manifestaciones Iiterarias.
Con esto quiero reiterar
asi mismo que,
en oposicion a Raimundo Lida (aunque no 10 mencione), 110:
fe de Perriaux en las ideas del filasofo espanol es total,
o poco menos38
ll

En honor a la verdad, Raimundo Lida no niega cierta


utilidad al metodo generacional, si bien reduce esa utilidad
a un modesto papel auxiliar. Concretamente,
situa a este
36 Cf.
Jaime PERRIAUX. Las qeneraciones
la. ed., Buenos Aires, 1970 ..

argentinas.

37 Cf. Raimundo
LIDA.
"Periodos y generaciones en
historia literaria". En Letras hlspanlcas, ed. cltada,
pp. 25-44 Y 309-313.
38 Al margen, debo declarar que, aparte de los datos
q~e doyen
el texto, tUV8 oportunidad
de hablar
mas de una vez con Raimundo Lida -Maestro y amigosobre este tema.
Los puntos de referencia
eran,
claro, mi 1ibro de 1954 y el articulo de Lida de
1958.

Par otra parte, si bien no tuve relaci6n personal


con Perriaux, hubo algunos intentos mutuos de camb~r
lmpresiones,
cortados
por la inesperada muerte de
Perriaux. No caben aqui otras observaciones

metodo (y cita a Ortega y Pinder) al mismo nivel que al


de las periodizaciones
tradicionales.
Piensa que muchas
veces el metodo generacional
obliga al cri'tico a descuidar
el valor estetico de las obras, para atender mas a aspectos
sociales 0 a la biografla del artista. Su objecion mayor es
la de que clasificaciones
y estadfsticas sirven para 10 que
en literatura
es normalidad,
termino medio, y no para 10
singular y la obra de genio. As! concluye:
"las obras poeticas
que pueden explicarse,
dejar residuo, por su tiempo, su generacion
escuela no son las obras mayores (.. )"39.

sin
su

Mi coincidencia
mayor con Raimundo Lida es la de
que no hay lIperlodos naturalesll, y en que debemos rechazar
los periodos "geomthricosll
(asl los llama), al considerar
tanto un numero fijo de quince afios (dejo otros ciclos) como
al extenderse a las series, igualmente fijas, de las lIedadesll.
Esto, claro, como aproximacion.
Sin embargo,
me parece
que una cosa es pretender relaciones, puntos de referencias
e inserciones generacionales,
y otra, la aspiracion de explicar,
"sin dejar residuo", la gran obra literaria. Estamos de acuerdo
en que los nombres "genialeslf que solemos incluir en las
series generacionales
no son, lamentablemente,
los que mas
abundan, y una vez. mas tengo en cuenta las reflexiones
de Daniel Mornet y 'Philippe van Tieghem. Y, en fin, que
en el caso concreto
del metodo 0 metodos generacionales
creo que su justificaci6n
debe estar en un orden sistematico
que, con respaldo adecuado y sin despreciar
elementos de
otras periodizaciones,
ofrezcan un escalonarniento
temporal
convincente. La materia sutil que determina las generaciones
literarias obliga a no pretender categor(as cerradas 0 absolutas, y 51 llneas de inserci6n. Q~cir que tal escritor 0 tal
obra pertenecen a una generaci6n es furidamentar un punto
de partida, una l'elaci6n de grupo, y no sus mas reconditas
esencias. Esto entra va en otra zona 0 nivel. dificilmente
aprehensible por este u otro metodo ...

39 Cf.
historia

Raimundo
LIDA.
"Periodos
y generaciones
literaria",ed.
citida,
p. 4~.

en

Con posterioridac;:l al artIculo de Raimundo Lida, y


sin entrar en enfoques intermedios,
Jaime Perriaux. publico
su libro sobre Las generaciones argentinas (Buenos Aires,
1970) .como un laborioso esfuerzo de aplicacion de las ideas
de< Ortega y Gasset. El libro aspiraba a darnos un cuadro
detallado
de las generaciones
historicas
argentinas,
con
varios miles de nombres y fechas, con tablas ilustrativas
que abarcan la compulsa, y hasta con un "geneametro" de
su invencion. Desde un principio> conviene decir que se trata
de una meritoria tarea de aplicacion y sistematizacion.
Baste
con agregar que es, hasta hoy, el metodo mas ambicioso
que se ha realizado entre nosotros en relacion al tema.
Dejo de lado los aspectos
personales
(tanto en 10
que se refiere a algun elogio ocasional como en 10 que se
vincula a su dudosa comprensi6n de mi Esquema generacionat)
y paso a considerar los rasgos generales del libro de Perriaux.
Como he dicho, este de clara su intenci6n de aplicar, en
forma absoluta, la teorfa del filosofo espanol, ya que, sostiene,
las generaciones
argentinas
mostraran
que el metodo de
Ortega tiene aquf validez absoluta.
Mas lejos aun, senala
que la prueba por excelencia es el cuadro que el presenta.
No podemos soslayar la diferente situaci6n que ofrecen,
por un lado, una serie de Ilgeneraciones historicas" (como
hace Perriaux) y, por otro, una serie especffica de ':generacio- i
n~s Jiterariasll,
como yo pretendo, aunque tampoco sea posible1i
negar ciertas vinculaciones.
Lo que en rigor aporta Perriaux es un trabajoso recucnto de fechas y nombres propios, con ]a intenci6n de aplicar
la teorfa de Ortega, y sin olvidarse de los niveles de edad.
Su supeditaci6n a Ortega, afirma, es cenida, 10 que no obsta
para que agregue algunas novedades, entre eUas, la del !!geneametro!!,
cuya invenci6n de clara.
Nos dice que, sobre
una base de 4000 nombres, ha seleccionado
1.500, que sin
dUda son (no los he contado) los que figuran en sus tablas.
La versaci6n artlstica de Perriaux es endeble. Indica, a prop6sito de las fechas, cual es la baSe bibliografica que ha tenido
en cuenta, y aUf vemos, como ratificaci6n
adivinable, que
sus fuentes son, no una frecuentacion
directa de los textos
y obras
especializadas
de la materia,
sino enciclopedias
y libros de informacion general. Asf, el nUPlero de nombres

propios pudo haber crecido en forma sideral, y los 1.500


pudieron haberse transformaco en 10.000 0 mas 40.
Por descontado -y sin apartarnos del ambito espedfico
que determinan
tas generaciones
literarias:" resulta tarea
realmente azarosa establecer, sobre las fechas de nacimiento
y algunos comentarios superficiales de ubicacion y de niveles
de edad, respaldos coherentes para una autentica
serie de
las generaciones argentinas.
Y mas en 10 que tiene que ver
-repitocon las generaciones
literarias.
Sobre esta base
me parece innecesario
entrar a puntualizar
debilidades 0
fallas de detalle en la periodizacion
de JaimePerriaux,
y solo pretendo repetir una vez mas que, sin negar sus esfuerzos por dar apariencia ftcientlfica" al intento, 10 que Perriaux
realmente nos da es una impresionante cantidad de cifras,
y una sucesion temporal que nos recuerda mas a las "genera:'
ciones biologicas" del siglo XIX. Aun con Ia apariencia
de brilIo que Ie prestan las citas de Ortega y Gasset, y,
no menos, eI crecido numero de nombres propios con que
defien<.1elas respectivas generaciones.

Aunque no pretendo
mostrarlo
como singularidad
de la literatura
argentina,
llama la .atenci6n~el. hechode
9.~eL.,t_ell1pra!1afl1~!1!~,.t uvieran': !Qs .irg~Dli~ Q[_JJLDe,c.e$.icjad
cig ,5=stablecer periodizadoiies,- ...Y, en forma paralela, tablas
d.e_...\,?lores41: Asr''enfendemos
aquellos primeros ensayos.

40 De esta manera, La obra de Perriaux se ha converti~o para.muchos en una e~pecie de Qui~n "fue" y gui~n
es QUlen_en 1a Argentlna, con estructura dlacronlca
y
apariencla
"cientiflca".
Esto
demuestra,
sobre
t?do, 1a seducci6n
que aun sigue ejerciendo
este
tlPO de obra, aun reducido a acumulaci6n de nombres
propios y fechas, y mas alla.
de 1a fragi1idad que
sU~le envo1ver a 1a mayor parte de 10s Quien es
gUlen...
.
41 Creo que ca1za bi en aqui, como nota final,
breve cita de Pedro Henriquez Urena, de 1920:
"Cada
generaci6n
(;verdad,
Canedo?)
~ebe
jusfificarse

una

Enrique
Diez
criticamente

alrededor de 1840. Claro que 10 de "tempranamente" 10 establecemos (0, mejor, se establecio)


tomando como punto
de partida el ano inaugural de 1810. Dentro de la cronoiogla
pOlItica al uso, hubiera result ado entonces tarea harte compleja el pretender puntos de partida anteriores a 1810: ni el
concepto de literatura
"colonial", ni, menos aun, el escaso
briilo cultural del RIo de la Plata a 10 largo de tres siglos
inclinaban a apoyarse en aquella extendida epoca. Despues,
sf, antiespanolismo a un lado, se 10 tuvo en cuenta, con sus
mas y sus menos, y como nuestro per-Iodo de orfgenes.
Es patente que, a partir de los informes de Florencio
Varela y Juan Bautista Alberdi, de 1841, contamos con diversas
periodizaciones.
Periodizaciones
que van creciendo hasta
fines del siglo, y que alcanzan numero apreciable a 10 largo
del siglo XX, hasta Hegar a los dlas que corren. En forma
paralela, si bien en menor propor-cion,. asoman voces -destaca-,
das voces- que niegan la existencia de una "literatura argentina". Aunque esto no arredra a la gran mayorfa, que defiende
el signa positive con acumulacion de datos, con periodizaciones
y hasta con cuadroscomparativos.:
Reconocer el hito que, ya en nuestro siglo, significo
la difundida Historia de Ricardo Rojas no equivale a afirmar,
como hacen todavIa algunos, - que nuestra bibliografla literaria nacio con esta obra. Otra particularidad digna de notarse
es que en las relativamente
abundantes
periodizaciones
del siglo XIX el tipo mas corr-iente es el generacional. Eso
sf, tal como hemos visto y par las causas conocidas, del
tipo que hemos Hamado "generaciones
biologicas". Criterio
que despues no desaparece del todo, si bienpermite la presencia -mas frecuente, al avanzar nuestro siglo, de "sistemas
o metodos generacionales". No sin cierto caracter simbolico,
la Literatura de Rojas coincide practicamente
en el tiempo
con las teor-Ias de Eugenio D'Ors y de Ortega y Gasset, teorlas
(en especial la de Ortega) que iban a tener difusion entre
rehaciendo
las
antologias,
escribiendo
de nuevo la historia 1iteraria y traduciendo
nuevamente a Homero". (P. HENRIQUEZ UREAA.
De la ~rosa castellana en Espafia. Madrid,.
1920, n 267).

n05Ot1'o8. POl" descontado, asto no significa incluir a la obra


de Rojas en la serie, aunque -como tambien hemos vistoalgo puede decirse sobre Rojas y las generaciones.
Otra
verdad demostrable es la de que, si bien admitimos cierta
varieda~ en las periodizaciones (epocas, etapas, cielos, estilos,
generaclOnes, etc.) es la particion generacional la que predomina. Con las variantes
senaladas, y con testimonios
que
estan lajos de agotarse.
Atendiendo
al metodo
0 metodos generacionales,
no han faIt ado 10s que han puesto en duda sus meritos, a
veces con razon. Y esto ultimo 10 vemos como una consecuencia del entusiasmo desmedido de los que, sin duda, exageran
las posibles virtudes del metodo y 10 proclaman algo asf
como una especie de panacea., con el fervor que les trasmiten
seductoras
teorfas, no siempre aptas para mostrar en la
aplicacion las bondades que anticipan.
Sin embargo, yo cree -y me he empenado en defenderloque el metoda 0 los metodos generacionales, bien utilizados
result an herramientas
utiles. El secreto, pienso
. .,.
' esta e~
no eXIgirle mas de 10 que pueden dar. En considerarlos fundamentalmente,
como una Hnea de insercion y un punta de
partida, y en no pretender cuadros cerrados y absolutos.
Serfa ideal que un metoda nos permitiera ir mas aIla
de ~o.s lfmite~ ~ue senalo. Serfa tam bien ideal que un rasgo
declslvo, un umco rasgo, nos descubriera
el secrete
tanto
de un estilo de epoca como de una sucesion gener~cional
(0, siquiera, de una generacion).
Como esto es diffcil de
10grar, aspiramos, pOl" 10 menos, a que las caracterizaciones
no sean confusamente nutridas. Cosa que S1creo ests. a nuestro
alcance .
. No ~ay que entender el relativismo como un signa
negatIVo, smo como una consecuencia de la materia sutil
con la cual trabajamos.
Mas aun cuando el autor 0 la obra
tocan niveles de 10 genial. Co~ todo, hay otras categorfas,
menos encumbradas,
que de mnguna manera quedan fuera
de las series y tablas de valores que hacen a la dignidad
de un proceso literario nacional.
En fin, me parece pertinente terminal" est os parrafos
insistiendo, una vez mas, en que las periodizaciones literarias

(v en especial, los metodos generacionales) son, como otros


t'i~OSde sistematizaciones,
nombres convencionales, defendidos pOl" la crItica con el objeto de ordenar un material
vasto V complejo. Y tambien, una vez mas, es el metodo
inductivo-deductivo
el que nos permitira
trazar 105 casilleros
v las series respaldadoras que sean mas convincentes. De nosotros depende mostrar, pOl"encima del sortilegio de la teorla,
la fecundidad de la aplicacion ...

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