Juan Santos Atahualpa
Juan Santos Atahualpa
Juan Santos Atahualpa
SANTOS ATAHUALPA.
Arturo Enrique de la Torre Lpez.
revuelta de Juan Santos Atahualpa que junto a la de Jos Gabriel Condorcanqui aparece
como fenmeno emblemtico del s. XVIII. Ambos episodios no pueden ser considerados
como precedentes de los movimientos emancipadores, debido a su carcter nativista y antiblanco, siendo, en todo caso, un ejemplo para las lites criollas de lo que no deba ser la
separacin de la metrpoli.
Pese al intenso trabajo historiogrfico de los ltimos aos, han pervivido
sorprendentemente notables errores sobre el levantamiento selvtico. Algunos de stos son
abordados en la presente ponencia.
1. ANTECEDENTES.
La Selva ha permanecido histricamente alejada de la trayectoria del Per. Habitada
por grupos amuesha y campas, ninguno de los conquistadores que tent su anexin, desde
pocas incaicas, logr incorporarla.
A la expedicin infructuosa de Tpac Yupanki1, hay que sumar las de Alonso de
Alvarado, de Ursua y otras tantas2, que no obtuvieron mejores resultados que algunos
pjaros de hermoso colorido y la desazn de la derrota frente a una naturaleza hostil.
Durante el s. XVII y principios del s. XVIII se iniciaron un nuevo tipo de incursiones de
objetivos ms altrustas que los de las huestes conquistadoras del XVI. Son las entradas
1. BETANZOS, Juan de: Suma y Narracin de los Incas. Madrid, Atlas, 1987; p. 133 y ss.
2. VARESE, Stefano: La sal de los cerros. Un aproximacin al mundo campa. Lima, Retablo de
Papel, 1973; p. 102
2. LA REVUELTA.
La maana del 3 de Junio de 1742, dos negros fugitivos informaron a Fr. Manuel del
Santo y a Fr. Jos Cabanes de sorprendentes sucesos en el interior de la Montaa. Un
singular personaje, estaba alborotando los pueblos con un extrao mensaje:
"Viene este Indio, que dice ser Inca del Cuzco (llamado Atahualpa trado por el ro por un
Curaca simirinchi, que se llama Bisabequi; y dice que deja en el Cuzco tres hermanos, uno mayor
que l y otros dos menores; y que l tendr poco ms de treinta aos; que su casa se llama Piedra.
Su nimo es, dice, cobrar la corona que le quit Pizarro y los dems espaoles, matando a su padre
(que as le llama al Inca) y enviando su cabeza a Espaa"5
Las primeras noticias de Juan Santos, resultaban extraas a la par que inquietantes:
3. ORTIZ, O.F.M., Daniel: El Peren. Resea histrica de una importante regin de la selva
peruana. Lima, Imp. "San Antonio, 1978; p.21
4. Solicitud presentada al Consejo, por Fr. Jos de San Antonio, en 11 de Junio de 1750.; cit. en
LOAYZA, Francisco: Juan Santos, el invencible. Lima, Los Pequeos Grandes Libros de la Historia
Americana, 1942 p. 133 y ss.
5. Carta de Fr. Manuel del Santo, Fr. Jos Cabanes y Fr. Domingo Garca a Fr. Jos Gil Muoz (2 de
Junio de 1742). A.G.I., Lima, 541
PAG.
"...que habl con los ingleses, con quienes dej pactado que le ayudasen a cobrar su corona
por mar, y que l vendra por tierra..."6
6. Ibdem
7. AMICH, O.F.M., Fr. Jos: Historia de las misiones del Convento de Santa Rosa de Ocopa. Lima,
Milla Batre, 1975; p. 157
8. Copia de la relacin o carta escrita por el reverendo padre Fr. Joseph Gill Muoz, predicador
apostlico....a Don Domingo de Unda, sndico apostlico de dichas misiones en la imperial ciudad del
Cuzco, en la que da noticia de la entrada que hizo en ellas el escandaloso apstata y fingido rey Juan
Santos Atahualpa, Apuinga Guanacpac, indio cristiano de dicha ciudad.
Ao de 1742. cit. CASTRO
ARENAS, Mario: La rebelin de Juan Santos.; Lima, Milla Batre, 1973; Documento n 1
9. Carta del Virrey, Marqus de Villa Garca, a
Ensenada (Lima, 7 de Agosto de 1742). A.G.I., Lima,
983
PAG.
PAG.
13. Diario del Secretario de Troncoso en Biblioteca Nacional de Lima, Sec. Manuscritos, to. no. 250, fol.
309 y ss.; cit. en LOAYZA: op. cit.; p. 140
14. Carta del Virrey, Marqus de Villa Garca, a Ensenada. (Lima, 16 de Agosto de 1744). A.G.I.; Lima,
983
15. Carta de Sebastin de Eslava, Virrey de Nueva Granada, a Ensenada. (Cartagena, 15 de Mayo de
1744). A.G.I.; Lima, 983
16. Carta de nombramiento de Don Jos Manso. (Madrid, 21 de Diciembre de 1744). A.G.I.; Lima, 983
PAG.
El inmediato efecto del relevo fue la organizacin de una nueva entrada. En esta
ocasin, el General Jos de Llamas fue el Comandante en Jefe de la fuerza, incrementada
por tropas de Lima.
Al tiempo, se inici una poltica de celadas dirigida a crear disensiones entre los
rebeldes que proporcionasen la captura de su caudillo. A tal fin, penetr en la Montaa el
jesuita P. Irusta, quien acord con el cacique Mateo de Assia la entrega de Juan Santos 17.
La entrada de Llamas, al igual que las precedentes, tuvo dos ejes de progresin, pero,
a diferencia de stas, se inici en plena temporada de lluvias. La razn de este extrao
comportamiento era la persecucin del efecto sorpresa. Si las cosas se llevaban a cabo tal
como se habran pactado, no sera necesario entablar combate ya que Assia entregara a
Juan Santos.
Los acontecimientos distaron mucho de lo planeado. Tal como haban advertido los
prcticos de la regin, las dificultades de la estacin hicieron del avance una insufrible
marcha y la columna hubo de replegarse sin emplearse a fondo en combate 18.
La entrada fue la ms desastrosa de cuantas, hasta entonces se haban llevado a
cabo.
La situacin, al trmino de la expedicin, no resultaba nada halagea. Desde haca
cuatro aos, salvo limitar los movimientos de Juan Santos a la Montaa, no se haba hecho
nada por recuperar las posiciones prdidas.
La repetida falta de acierto de los virreinales dio esperanzas a los rebeldes que
acometieron la Sierra con la toma de Monobamba, un poblado desprotegido. El ataque,
coronado por el xito, puso trgico fin a las acciones blicas de la campaa virreinal de 1746.
Los jefes militares, en junta reunida el da 20 de Agosto del mismo ao, decidieron
adoptar definitivamente una actitud conservadora frente a la rebelin. La expedicin de
Marzo haba sido el ltimo intento para capturar a Santos. La nueva tctica era aguardar al
enemigo en territorio propio, donde fuesen los rebeldes los que tuvieran que tomar la
iniciativa en un medio adverso a sus hombres y armas. Se intensificaba la vigilancia en la
ceja de selva, evitando la infiltracin de posibles enemigos. No era una renunciaba a la
ofensiva, sino al carcter pretencioso de las anteriores empresas. Se acord la construccin
de dos fuertes en Chanchamayo y en Oxapampa, que serviran de avanzadilla en la Montaa
y de puesto de control que evitase la incorporacin de refuerzos serranos a los rebeldes.
La estrategia quedaba limitada a:
"refrenar los Indios, contenerlos en su montaa, y an aniquilarlos...Y que en las ocasiones y
oportunidades que juzgasen convenientes, se les hostilice y fatigue, sin permitirles seguridad ni
sosiego con ligeras partidas, hasta aniquilarlos..."19
PAG.
21
19. Carta de Superunda a Ensenada. (Lima, 31 de Julio de 1746). A.G.I.; Lima, 983
20. Copia en un expediente legalizado de la Carta de Fr. Mauricio Gallardo a las Autoridades de la
Provincia de Jauja (Andamarca, 3 de Agosto de 1752). A.G.I.: Lima, 988
21. CASTRO: op. cit.; p. 137
PAG.
PAG.
"...porque las Rebeliones sucede lo que a las fuentes: cerca de su origen fcilmente se
atraviessan; lejos de su manantial ni aun con peligro se badean..." 25
Desde el punto de vista puramente doctrinal, no existan dudas sobre de las medidas a
tomar respecto a la revuelta: haba que atajarla cuanto antes.
Frente a la literalidad de la doctrina, la postura de los prcticos de la regin y de los
militares ms familiarizados con el terreno y sus dificultades, resultaba ms transigente. Se
aconsejaba una accin menos comprometida y ms conservadora que limitase la
propagacin de la revuelta y controlase su extensin a la Sierra, emprendiendo acciones
ofensivas que no comprometiesen directamente a las tropas espaolas.
Este planteamiento resultaba, adems, el menos oneroso para las arcas virreinales.
La regin no era rentable para la Corona. Sin ofrecer una contrapartida impositiva, consuma
importantes partidas en las misiones evangelizadoras que el estado deba sufragar. Las
quejas por la falta de apoyo econmico de los franciscanos ante el Consejo, fueron
constantes desde el s. XVII.
Tal como expresaba el Virrey Villagarca a Ensenada, no tena objeto consumir fondos
en entradas para dominar unas tierras que no aportaban beneficio alguno.
De esta forma, se adoptaba finalmente la interpretacin ms flexible de la doctrina que,
desde el principio haban expuesto los prcticos.
La estrategia adoptada definitivamente a partir de la entrada de 1746 27 adems de
cerrar el paso a la Selva, evitaba que los selvticos obtuviesen herramientas. Desde la
llegada de los misioneros, los tiles metlicos, desconocidos en la regin, se haban
convertido en elementos imprescindibles para la vida en la Montaa. Los franciscanos
conscientes de ello haban desarrollado una poltica de regalos para atraer a la poblacin
autctona. Juan Santos -conocedor del mtodo- se ofreci para sustituir los obsequios de los
frailes:
"(tena a) esta gente socorrida de buena herramienta de Espaa y les tena dicho que
nosotros venamos a engaar con herramienta pequea y podrida"28.
Dado que las herramientas ofrecidas por el rebelde procedan de los botines, la tctica
defensiva cortaba su lnea de aprovisionamiento, provocando, con ello, la irritacin de los
partidarios de Juan Santos:
25. PUERTO, Vizconde de: Reflexiones militares del...; Turn, Alexandro Vimercato, 1724; Tomo III,
Lib. VIII, p. 168
26. Ibdem; p. 38
27. Amich habla de una entrada en 1750, sin embargo, las informaciones son escasas y poco fiables,
por lo que no le prestamos atencin.
28. Archivo de Lmites, LEB, 12-20; cit. en MATEOS: op. cit.
PAG.
"Lo que prudentemente puede esperarse es que los Indios a quienes el revelde ha
mantenido alucinados con las falsas promesas de proveerlos de cuchillos y dems herramientas
que tanto necesitas, depongan su engao y exasperados de las tiranas practicadas con sus
antiguos principales, y de que les falten las ocasiones de robar en las provincias, se deshagan de
este impostor intruso y pague por medio de los mismos Brbaros su delito, o den oydos a la
comunicacin de los misioneros siempre atentos a las ocasiones de reducirlos a la fee y a la debida
subordinacin."29
29. FUENTES, Manuel Atanasio: Memorias de los Virreyes que han gobernado el Per durante el
tiempo colonial espaol. Lima, Bailly, 1859; vo. IV, p. 105
PAG.
10
expedicin, interpretado por Castro como prueba del xito de los levantados, fue el fruto
natural de un avance en orden de combate, donde la seguridad prima sobre la velocidad y la
comodidad de la marcha, mxime en un medio tan spero.
PAG.
11
3. EL MILENIO SELVATICO.
Tal como se ha destacado, la rebelin selvtica y la de Tpac Amaru II fueron
movimientos importantes por su desarrollo blico y su envergadura, tanto en extensin
geogrfica como cronolgica. Otro elemento caracterstico de ambos ha pasado ms
desapercibido: su mesianismo.
Sobre la revuelta de Juan Santos existe una obra que aborda, de forma particular, sus
aspectos milenaristas -Zarzar:"Apo Capac Huayna, Jess Sacramentado." Mito, utopa y
milenarismo en Juan Santos Atahualpa-30. La propuesta de Zarzar, sustentada en los
escasos textos conservados, mantiene la convivencia de dos discursos en el credo de Juan
Santos: el milenarismo joaquinista y la "utopa andina"
31
mascaypacha
30. ZARZAR, Alonso: "Apo Capac Huayna, Jess Sacramentado." Mito, utopa y milenarismo en
Juan Santos Atahualpa. Lima, C.A.A.A.P,, 1989
31. Ibdem; p.
PAG.
12
33
32. Segunda Relacin de la Doctrina, errores, y heregias que ensea el fingido Rey Juan Santos
Atagualpa, Apuinga, Guainacapac, en las Missiones del Cerro de la Sal...en CASTRO:
op. cit.;
Documento no. 2
33. Una posible explicacin es que la doctrina heterodoxa, con una concepcin tripartita de la historia,
fuese ms asumible por una cultura de cosmovisin cclica. Aunque dadas las limitaciones impuestas
por las autoridades religiosas, esta relacin resultase difcil.
PAG.
13
embargo, se nos ocurre una posibilidad que no parece haber sido puesta en el candelero
hasta ahora. En el trabajo de Egon Schaden sobre los movimientos milenaristas que tuvieron
lugar en el rea tupi-guaran, se establece una interesante propuesta 34. El xito religioso y
profano de las reducciones jesuticas estuvo basado en la conjugacin de dos fenmenos
milenaristas de distinto tipo. Por un lado, el mesianismo geogrfico vinculado a la mitologa
tradicional de la zona, que atribua a los "pais" -hroes culturales- el papel de conductores a
la salvacin -tierra sin mal- durante el inicio de los cataclismos escatolgicos. Por otro, el
milenarismo de los religiosos catlicos, imbuidos en la idea de la creacin de una nueva
cristiandad, limpia de los vicios que haban corrompido a la antigua. Mientras los jesuitas
vieron en la colaboracin entusiasta de los guarans una prueba del milenio feliz que se
estaba iniciando, los naturales, a su vez, proyectaron, en los padres a sus propios hroes,
llamando incluso
"milenarismo" sera la
explicacin del xito sin precedentes que tuvieron los establecimientos de la Compaa,
retomando una idea que haba germinado en los albores de la conquista, pero que nunca fue
puesta del todo en prctica: la separacin de Repblicas. Los nicos europeos que estaran
en contacto con los indgenas seran los propios Padres que ejercan, adems de su labor
apostlica, una funcin de padrinazgo de los aborgenes en los campos profanos que
requiriesen relacin con la Repblica de espaoles.
La idea llevada a la prctica en Paraguay y Norte de Argentina es la que planteaba
Juan Santos, cuyo deseo era una radical separacin de las Repblicas, expulsando a los
grupos algenos de Amrica y manteniendo tan slo a los Padres de la Compaa.
Si, tal como hemos visto, es ms que posible la vinculacin del lder rebelde con los
jesuitas, no tendra nada de extrao que las ideas aparecidas en su credo tuviesen este
origen.
Otra circunstancia no contemplada por Zarzar es la vinculacin entre las edades del
mundo, segn la concepcin de la historia joaquinista y la andina. Las edades en que la
cosmovisin andina articulaba la historia, antes de la llegada de los espaoles eran,
generalmente, cuatro. El nmero tres no aparece mencionado entre los cronistas que
recogieron la cosmovisin de los vencidos. Cmo, entonces, articular la concepcin
tripartita cristiana con la andina?. Sabemos que en el s. XX la imagen de una historia dividida
en tres edades aparece ya incorporada a la cosmovisin andina 35, pero desconocemos en
qu momento tuvo lugar esta asimilacin.
Queda otra pregunta ms: el esquema que hemos presentado es vlido para las
culturas serranas. Si bien Juan Santos y algunos de sus seguidores podan haberse dejado
llevar por l, la mayora de los comprometidos en la revuelta son selvticos y, por lo tanto,
34. cif. SCHADEN, Egon: "El mesianismo en Amrica del Sur" en PUECH, Henri-Charles (comp.):
Movimientos Religiosos derivados de la aculturacin. Madrid, Siglo XXI, 1983
35. MARZAL, Manuel: El sincretismo religioso iberoamericano. Lima, P.U.C.P., 1988
PAG.
14
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pueden ser considerados como mesianismos ni milenarismos, dado que estos movimientos
38
La ideologa predicada por Juan Santos pudo ser milenarista sin por ello tener relacin
alguna con el joaquinismo. Los elementos semejantes que aparecen en los dos
planteamientos no tienen que ser conexiones, sino categoras comunes a un gnero de
fenmenos sociales.
En el mundo andino, la llegada de los espaoles pudo ser interpretada como un
"pachacutic" -momento de inversin del mundo entre los distintos ciclos de la historia-. La
cosmovisin entenda estos lapsos como la inmersin en el caos que daba paso a la
reordenacin de un hroe cultural. El Inca, como figura mtica, fue asumiendo este rol en el
mundo mental andino, al tiempo que su historicidad se iba diluyendo. Si en los primeros
fenmenos vinculados a la "utopa andina"
36. Aunque no se trata de un fenmeno nico como sucede con Santiago entre los chiriguanos o el
Inca Pedro Bohorquez en Tucumn.
37. BURGA, Manuel y Alberto FLORES GALINDO: "La utopa andina" en Allpanchis, XVII, no. 20
38. BURGA: Nacimiento de una utopa. Muerte y resurreccin de los incas. Lima, I.E.P., ; p. III
39. Ap. 20; 1-3
40. TALMON, YONINA: "Milenarismo" en
Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales.
Madrid, Aguilar, 1975, vol VII; p. 104
PAG.
15
papel del soberano cuzqueo, en los sucedidos a partir del s. XVII, el Inca adquiere
protagonismo, asumiendo, tal vez, elementos propios del mesas cristiano.
En el discurso de Juan Santos, aparecen elementos vinculados con esta concepcin
de la historia. Por un lado, se hace referencia a que el tiempo de los espaoles ha llegado a
su fin:
"...que ya a los espaoles se les acab su tiempo, y a l le lleg el suyo." 41
Aunque se puede tratar de una simple figura literaria, es la misma imagen que aparece
en la documentacin sobre el Taki, donde es la mita del Dios de los espaoles la que ha
llegado a su fin, para ceder paso al tiempo de las huacas 42.
Esta sera la ms clara de las referencias a una alternancia de edades. La relacin
entre las edades andinas y las edades joaquinistas no parece ir ms all de la concepcin de
un tiempo cclico habitual en las mitologas que pueden albergar movimientos de este tipo
43
41. Carta de Fr. Manuel del Santo, Fr. Jos Cabanes y Fr. Domingo Garca a Fr. Jos Gil Muoz...
42. MILLONES, Lus: Historia y poder en los Andes Centrales. Madrid, Alianza, 1987; p. 169
43. Algunos autores conciben la imagen de la historia judeo-cristiana de la historia como esencialmente
lineal, sin prestar atencin a la relativa modernidad de este modelo que vino a sustituir a una
concepcin cclica de la historia donde sucesivas humanidades fueron destrudas, dando paso a
nuevos ciclos histricos, quedando en la actualidad todava huellas visibles en los mitos del diluvio y de
la destruccin de Sodoma y Gomorra.
44. Copia de la relacin o carta escrita por el reverendo padre Fr. Joseph Gill Moz...
45. Diario del secretario de Troncoso (Da 29)...
46. Segunda Relacin de la Doctrina, errores, y heregias...
PAG.
16
Hoy en da,
todava se aguarda su retorno para conducir al pueblo campa a la "tierra sin mal"48.
47. Ibdem
48. Ver REGAN, Jaime:
Hacia la Tierra sin Mal: estructura de la Religin del Pueblo en la
Amazonia. Iquitos, C.E.T.A., 1983
PAG.
17