Dragaminas Guadalete
Dragaminas Guadalete
Dragaminas Guadalete
probable.
El da 24 de marzo, mientras el Guadalete daba comienzo a su ltima
singladura, llegaban a Sevilla los coroneles de aviacin Iglesias y Jimnez para
dar mayor brillantez a los actos conmemorativos del aniversario del vuelo
trasatlntico que 25 aos atrs haba unido la capital Hispalense con la ciudad
brasilea de Salvador de Baha. La gesta era muy parecida a la realizada
algunos aos antes por el Plus Ultra, pero haba una diferencia que la prensa
resaltaba orgullosamente en grandes titulares y es que el Jess del Gran
Poder haba sido construido ntegramente por la industria nacional.
Tambin ese mismo da se reciban en Talavera los seis primeros aviones a
chorro, pilar de la futura escuela de reactores del Ejrcito del Aire. La
apertura era un hecho y los das tristes poco ms que un vago recuerdo.
En la Armada tambin se vivan momentos de euforia pues, entre otros
importantes avances, se acababan de recibir los primeros helicpteros con los
que se buscaba volver a despegar en pos de la gloria que los marinos ya
conocan desde los tiempos de la aeronutica, tan injusta y tristemente
condenada a desaparecer.
Para completar el cuadro del paroxismo nacional, ese mismo da 24,
zarpaba del puerto de Odessa el buque Semramis, en el que 286 veteranos de
la Divisin Azul regresaban a sus casas tras largo y desgraciado cautiverio en
las fras estepas rusas. Como quiera que por aquellas fechas en Espaa no se
conocan los televisores y dado que los rusos se haban negado
sistemticamente a facilitar informacin sobre las identidades de los
prisioneros liberados, es fcil aventurar la fascinacin que la radio deba
causar en los espaoles, ya que cada enlace con el Duque de Hernani,
Presidente de la Cruz Roja Espaola y que navegaba a bordo de la motonave
como delegado del gobierno, se converta en un serial lacrimgeno seguido
con inusitado inters y es que fue a travs de las ondas como la mayor parte
de las familias conocieron el regreso de unos seres queridos a los que en la
mayora de los casos haban dado por muertos.
Por eso, y aunque la Armada se volc en el tratamiento de los
supervivientes y en el de las familias de los muertos y desaparecidos del
Guadalete, la noticia de su hundimiento no tuvo quiz la trascendencia
merecida en la prensa. El luto era un lastre que ya nadie quera por lo que
puede decirse que, finalizados los actos fnebres, la vorgine de noticias se
trag literalmente la tragedia del Guadalete, sobre todo cuando, tratando sin
xito de hacerlo coincidir con el aniversario de la Victoria, el Semramis
llegaba el da dos de abril al puerto de Barcelona en medio del fervor
enloquecido de los catalanes y de tantos espaoles llegados a la ciudad
Condal desde los ms remotos lugares de nuestra geografa.
Mientras tanto, ajenos a esta parafernalia, los 78 marinos del Guadalete se
aprestaban a vivir las ltimas horas del buque y, en muchos casos, tambin de
sus vidas.
El Guadalete.
Una de las conclusiones de la Guerra Civil en materia naval fue la
necesidad de disponer de unidades especializadas en el rastreo y limpieza de
minas, tarea asignada con escaso xito durante la contienda a pesqueros y
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embarcaciones deportivas.
Fueron precisamente las siete unidades de la clase Bidasoa, entre las que
se cont el Guadalete, las primeras con que cont la Armada dedicadas a este
especfico menester. El diseo era el Minensuchboote alemn del que la
Kriegsmarine encarg 236 unidades ya en plena Guerra Mundial. Espaa
construy 14 de estos buques, en dos series y con alguna modificacin. En
principio el proyecto fue ofrecido a la industria privada, pero no se encontr
ninguna firma que se comprometiese a los pliegos de calidades y sobre todo a
los plazos de entrega, aunque estos tambin eran sistemticamente
incumplidos por la industria estatal. En cualquier caso el pedido termin
encargndose a la Factora de BAZAN en Cartagena, aunque ms adelante la
de Ferrol se hizo cargo del Tambre y del Guadalete. que besaban finalmente
las fras aguas atlnticas el 18 de octubre de 1944.
Un poco antes, en junio de ese mismo ao, se bautizaba a la serie con
nombres de ros de nuestra geografa, y ya desde el principio se hicieron
patentes diversas deficiencias achacables a la mala construccin, lo que
oblig a duplicar los presupuestos para obras de modificacin, que si bien
eliminaron o redujeron los defectos, produjeron tambin un incremento
notorio de pesos en todas las unidades, fundamentalmente debido a la poca
calidad de los materiales empleados.
El producto final fue un dragaminas de 585 toneladas, construido en su
totalidad en hierro remachado que presentaba una proa recta y algo lanzada,
con ligero arrufo y formas marineras. El castillo se extenda hasta los dos
tercios de su eslora, dejando la toldilla ocupada por una pieza de artillera,
los paravanes y la maniobra de equipos de rastreo. La estructura del buque
era del tipo transversal con 10 compartimentos estancos. La propulsin corra
a cuenta de dos calderas Yarrow que quemaban carbn con tiro forzado para
alcanzar una potencia mxima de 2400 caballos a 240 revoluciones. La
artillera del diseo original fue sustituida por un can de 88 mm., un
montaje sencillo de 37/80 y dos ametralladoras de 20 mm. Completaba el
pertrechado del buque un equipo de botes formado por uno a motor de 8
metros de eslora, un chinchorro de 5 y una pareja de balsas salvavidas,
insuficientes todos para los 90 hombres que habran de constituir su dotacin
terica.
En cualquier caso cuando qued alistada la primera serie, bautizada
oficialmente como clase Bidasoa y conocida popularmente como los
dragaminas del Bltico, estaba ya muy desfasada, al carecer de equipos
modernos debido al colapso alemn, sobre todo para minas magnticas, ya
que sus cascos de acero constituan un excelente polo de atraccin para esas
mortferas armas. Durante muchos aos se trat de cambiar los insuficientes
paravanes por rastras Oropesa, algo que no se alcanz hasta los convenios
hispano-americanos del 53.
Proyectados para las tranquilas aguas del Bltico, los Bidasoa, no estaban
en absoluto preparados para los agitados mares que baan nuestras costas,
presentando adems cierta tendencia a hocicar de proa. Su escaso
francobordo les haca embarcar mucha agua a poco que se levantase la mar. Si
a esto aadimos que haban sido diseados para quemar el excelente carbn
alemn de la cuenca del Rhur en lugar del nacional de mediana calidad, y que
en aquella poca la Armada se las vea y se las deseaba para encontrar
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Las
ltimas horas.
Al doblar Punta Almina, el comandante orden poner rumbo al 168 para
pasar a unas tres millas de Cabo Negro y, aunque el buque tomaba muy mal la
mar, decidi mantenerlo hasta la medianoche en que, a la vista de que viento
refrescaba, orden el 115 para dirigirse a fondear en la Baha de Alhucemas al
resguardo del temporal que se avecinaba.
A 0310, el Jefe de Mquinas subi al puente diciendo que no poda limpiar
cenizas en la caldera de popa ya que al encontrarse la puerta del cenicero a
barlovento entraba agua en cuanto trataban de abrirla. Se quejaba tambin
de que el carbn era prcticamente tierra, lo que exiga limpiar
constantemente los ceniceros, en vista de lo cual el comandante orden un
rumbo cmodo que permitiera limpiar cenizas en ambas calderas. El buque
arrumb entonces al 073 y se facilit al Jefe de Mquinas gente de cubierta
que ayudara en la limpieza de ceniceros, sin menoscabo del personal
fogonero, imprescindible en calderas en aquellos momentos.
A 0650 los taqumetros de mquinas descendieron hasta las 90
revoluciones, incapaces de mantener las 120 que exiga la velocidad
econmica. El Jefe de Mquinas fue requerido en el puente e insisti en la
malsima calidad del carbn, informando que difcilmente se podra conseguir
un rgimen por encima de las 100 revoluciones. A la vista de tan inquietante
informe, y del descenso imparable del barmetro, el comandante se reuni en
la derrota con su segundo estudiando la posibilidad de dar la vuelta ya que las
distancias de 90 millas a Cala Tramontana, en Tres Forcas, y de 60 a la Baha
de Alhucemas parecan insuperables dada la situacin.
La media hora siguiente transcurre en el intento infructuoso de establecer
comunicaciones con tierra. En esos momentos el comandante ya haba tomado
la decisin de regresar y a 0720 intent la ciaboga aprovechando un momento
de calma. En un principio el barco pareci responder pero qued atravesado a
la mar incapaz de completar la maniobra. Para entonces las olas ya barran la
cubierta del buque y seguramente la angustia comenzaba a alojarse en los
segundo se miran a los ojos, no hubo comentarios, ambos intuan que con ese
barco escapaban sus ltimas posibilidades, pero prefirieron mantener ocupada
a la dotacin en espera de acontecimientos. Mientras tanto los jvenes
marineros, sin una mala cara, de manera disciplinada y con el agua hasta el
pecho, trataban de achicar calderas entre bromas y chistes.
Pasados 40 minutos avisaron de mquinas que ya haba presin, pero se
estimaba que no durara ms de media hora porque el carbn estaba
completamente empapado y hecho una pasta. Por otra parte, el nivel de agua
en la caldera de popa, a pesar de los esfuerzos, continuaba aumentando
peligrosamente. De nuevo el comandante se vio obligado a tomar una decisin
difcil en cuanto al empleo de esa media hora. Finalmente y tras consultar con
sus oficiales, decidi arrumbar para embocar el Estrecho para lo que orden
poner 150 revoluciones en la mquina de babor y un rumbo 290, comenzando
de nuevo a correr el temporal.
Durante la corrida, a 1512, se avist un mercante al que se hicieron
angustiosas seales de proyector hacindole ver que necesitaban
urgentemente remolque, a lo que contest el mercante preguntando si tenan
permiso del armador para semejante solicitud. Naturalmente desde el
Guadalete se contest que s, solo para ver como el mercante les pona la
popa y desapareca haciendo odos sordos a sus desesperadas llamadas de
socorro.
A 1535 se pararon otra vez las mquinas, informando el jefe que en
calderas el agua alcanzaba ya los hornos haciendo intil cualquier esfuerzo de
la agotada dotacin, inmediatamente el barco volvi a atravesarse a la mar.
Para entonces la cubierta acumulaba ya toneladas de agua, el servo y la
dinamo principal haban dejado de funcionar quedando como nico apoyo el
grupo de emergencia Diesel que apenas daba potencia para mantener la radio
y algo de luz, pero entonces comenz a cortocircuitarse el cuadro principal
por lo que el comandante orden cortar corriente a los compartimentos no
esenciales y cerrar puertas estancas, incomunicndose de esta forma todos los
servicios.
El buque estaba irremisiblemente perdido y el comandante era consciente
de ello, por lo que orden agrupar a todo el personal en cubierta al resguardo
de la mar y con los chalecos salvavidas puestos, ordenando tambin subir
chalecos para el personal de puente y radio que se mantenan en sus puestos.
En este punto el comandante recrimin al timonel por no llevar puesto el
chaleco. Cuando se le inform que no haba chalecos para todos se quit el
suyo entregndoselo al timonel, ejemplo que fue seguido por el resto de
oficiales que entregaron los suyos a otros marineros.
Con el buque atravesado a la mar y escorado unos 30, se inician una serie
de violentos balances que consiguieron destrincar el bote a motor y sacarlo de
sus calzos cayendo inutilizado sobre cubierta, mientras un golpe de mar se
llevaba tambin el chinchorro (que ms tarde encontrara el Cscar). En ese
momento el comandante orden al contramaestre que preparara las balsas
para echarlas al agua y que rompiese a golpe de mandarria cuanta madera til
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En
ese
momento permanecan en el puente el comandante y los AA.NN. Moreno y
Miranda. Al observar estos una sombra de duda en la mirada de su
comandante le rogaron que no hiciera tonteras al tiempo que le advertan
que no abandonaran el barco sin l. Finalmente, tras rezar una salve y
conjurarse para que los que consiguieran salvar la vida visitaran a las familias
de los que no lo lograran, decidieron abandonar el buque.
Encontraron entonces que la puerta de babor les quedaba lejos y, debido a
la escora, inaccesible, por lo que decidieron bucear para tratar de alcanzar la
de estribor, para entonces ya completamente sumergida. En un momento de
calma relativa, llenaron sus pulmones de aire, unieron sus manos y bucearon
en direccin a la puerta de estribor.
El primero en salir fue Miranda que llevaba en una mano un salvavidas con
las claves secretas y el cuaderno de Bitcora mientras que con la otra tiraba
del segundo, que a su vez arrastraba al comandante, este al salir se golpe la
cabeza con una antena y qued momentneamente aturdido, pero se
recuper enseguida al contacto con las fras aguas.
As, agarrados unos a otros y todos al salvavidas de las claves se
encontraron alejados unos 50 metros del barco cuando lo vieron hacer una
ltima pirueta antes de hundirse de popa desapareciendo en pocos segundos.
Poco a poco se fueron reuniendo con otros nufragos que se mantenan a
flote agarrados a tablas de madera, formando entre todos un corro en el que
no faltaban las oraciones y las voces de nimo. A unos 500 metros de ellos
divisaron una balsa repleta de gente y unos 30 hombres agrupados a su
alrededor sin que ninguno de los grupos pudiera acercarse al otro debido a la
furia de los elementos.
La situacin comenzaba a hacerse alarmante, se encontraban fsicamente
extenuados y moralmente desesperados, El segundo, que estaba en una
magnfica forma fsica, nadaba entre los nufragos para obligarles a mover
brazos y piernas, algo que la mayora ya solo acertaba a hacer para no
hundirse cuando una ola los golpeaba. Fue entonces cuando vieron los palos
de un mercante.
El cabo Martn Vivancos comenzaba a desfallecer cuando, a su lado, el
comandante le indic la presencia del mercante, reclamndole un ltimo
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