Estudios de Historia Peruana - La Conquista y El Virreinato - Riva-Agüero - Parte 1 PDF
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LA CONQUISTA
Y EL VIRREIN ATO
OSMA
JOSE
DE
LA
R1'VA-AgUERO
VI
OBRAS
CO:MPLE'JAS
1916
OBRAS
JOSE
DE
CO:MPLE'JA S
LA
DE
RIVA-ACOERO
VI
LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
Prlogo de Quillermo Lohmann 'Vil/ena
Recopilacin y notas de Csar Pacheco 'Vlez
LIMA, 1968
COMISION
EDITORA
DE
LAS
OBRAS
COMPLETAS
DE
MIEMBROS DE HONOR:
J.
Rector de la Universidad
COMITE EJ ECUTIVO:
CONSEJO DE ASESORES:
PROLOGO
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Penetrado igualmente de que la nobleza a la par entraa servicio, se hizo un deber comprometerse en una ac1
PRLOGO
xln
cin de solidaridad social, que se extenda desde el concurso entusiasta a toda empresa poltica de alto nivel hasta la
cristiana comunicacin de bienes con el menesteroso, sin
excluir la desinteresada entrega a tareas de ndole cvica, el
derroche generoso de su consejo o la adhesin ferviente
a cualquier iniciativa cultural.
Adems de hallarse adornado de una profunda y muy
extensa erudicin, adquirida por lecturas en lenguas vivas
y muertas, posea aquella otra forma de cultura que no se
encuentra en los libros, sino en la vida, en los viajes, en la
relacin con espritus ilustrados, en suma, en el trato humano dentro de los ms refinados ambientes, los nicos
en donde puede hallarse personificada esa manera de conducirse que se propone como dechado en El Cortesano de
Castiglione.
Nadie como l lleg a compenetrarse tan cabalmente
de ese modo de pensar y de sentir. Si hubiera de buscarse
el quilate-rey de Riva-Agero, sera a buen seguro su acusado sentido de la responsabilidad. Pudo ser un epicreo,
por circunstancias de su situacin social y econmica,
y, sin embargo, desde su precoz mocedad demostr un excepcional altrusmo cvico, que no se cimentaba en un frvolo afn de figuracin, sino en la certidumbre de que quien
ms tiene, ms debe de dar. Todo le invitaba a lucrarse con
la filiacin poltica de sus mayores, empero la honrada devocinpor un Per soado en gran estilo le condujo a lanzarse por derroteros propios 2. Nadie le hubiera tomado
cuentas si se hubiese limitado a llevar con dignidad los encopetados apellidos que con resonancias de varia ndole concurran en l, y no obstante, con un edificante concepto de
las obligaciones emergentes de la sangre heredada, acudi
a honrarla en cuanta oportunidad se le ofreca. Con gesto
2 Cfr. Pacheco Vlez, "El sentido de la tradicin seorial en
Riva-Agero, en El Comercio (Lima, 30 de Marzo de 1961, nm.
65.969, pg. 2).
XIV
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Desde entonces admir sin reservas el empaque patricio del orador, el fraseo plstico y rotundo del prosista y
el peregrino talento del hombre. La capacidad expresiva de
Riva-Agero posea el arte de elegir las palabras ms
fieles y ajustadas, combinndolas con destreza a la medida
de su pensamiento, con un regusto por la terminologa castiza y cierto derroche expletivo, esmaltando no pocos pasajes con trminos en desuso, que impriman a su estilo
el aire de una dalmtica recamada de realce. De esta suerte,
los perodos abiertos y armoniosos de sus escritos granaban
con una jugosa y madura belleza, plena de equilibrio y de
resonancias, quiz pocas veces superada si se mira a la
cabal perfeccin de sus valores.
El 7 de Febrero de 1933 en la mencionada institucin
cultural, que fuera desde entonces su tribuna habitual, otra
pieza clsica volva a cautivarme: el discurso sobre Palma
en el centenario del nacimiento del tradicionista. No mucho
despus, en andanzas por libreras de lance pude hacerme
con uno de los contados ej.emplares de la edicin restringida
del Carcter de la Literatura del Per independiente (en el
que para darle mayor valor comercial se haba respetado
la firma de Riva-Agero, recortndose la dedicatoria) y
otro de La Historia en el Per. As se forj una entraable
devocin, que considero debe de ser uno de los mayores
goces que un maestro puede disfrutar en la vida, aunque es
notorio que en este caso el discpulo sea uno de los ltimos
en el tiempo y en el aprovechamiento.
La verdad es que al trazar las pr,esentes lneas no puedo reprimir el recuerdo de la serie sucesiva de magnnimos
gestos con que me distingui Riva-Agero a fuer de hidalgo de viejo cuo. Como en muy pocas ocasiones de su
vida acadmica, invoc su cargo de catedrtico de la Facultad de Letras de la Universidad Catlica para integrar
el jurado ante el cual haba de leer mi tesis doctoral. Al
da siguiente de la colacin del grado en un cumplido rasgo
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y su nimo constructivo. Para ponderar cabalmente el valor de las mismas, se ha de tener en cuenta que el proceso
de la formacin intelectual de Riva-Agero germina en aos
infaustos, signados por el sufrimiento de un pueblo quebrantado y en derrota. Flotaba en el ambiente la conviccin del malogro de una posibilidad, y pocos escapaban de
la certidumbre de aquel ... naufragio de ilusiones y esperanzas que se llama historia de la Repblica del Per14. Aun
el ms lego en el conocimiento de los anales patrios o el
ms recalcitrante republicano seguramente admitan en su
fuero interno que el Per virreinal haba constituido una
entidad de magnitud muy superior a esa claudicante y crepuscular nacin que se asomaba al siglo XX sin ocultar su
angustia y cercada de problemas, al punto de que nuestro
pas se hallase relegado a una posicin oscura y subalterna 10. No es explicable que en esta encrucijada de los
tiempos la recndita nostalgia, el espritu de evasin o simplemente un cotejo objetivo de realidades histricas indujera
a contemplar con una ptica menos hosca un perodo que
comenzaba a desvanecerse en la leyenda heroica, galante o
trgica, pero siempre admirativa?
El acendrado espritu de equidad y de justicia de RivaAgero prevaleca, en todo caso, sobre cualquier preferencia a que ntimos afectos pudieran arrastrarle. Lejos estaba
de aceptar a fardo cerrado los tres siglos de la dominacin
espaola y no siempre ceda a la grata tarea de proponerlos
como compendio de toda virtud y grandeza. De algunos defectos nacionales descubra races o precedentes en esa fase
de nuestro ayer, acreditando as una ejemplar ecuanimidad,
puesta sin embargo en tela de juicio por quienes no le conocieron a fondo. Por cierto que un examen ms atento nos
permitir determinar que muchas de esas censuras resultan
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castellanas. 33 Es patente que se han desvanecido los matices y que ha sonado la hora de poner las cosas en su lugar.
No es aventurado suponer que la prolongada ausencia
de la patria, tan intensamente amada siempre, contribuy
por modo decisivo en esta evolucin conceptual. Aflora incontenible un caudal de trmula nostalgia por la Lima aorada, que frisa en el arrobamiento. El discurso pronunciado en la sesin de apertura del Congreso Histrico de Barcelona, en Noviembre de 1929, como portavoz de las delegaciones hispano-americanas 34; la disertacin sobre los
franciscanos en el Per, que es de Diciembre del mismo ao,
en que confiesa su patriotismo, enternecido por el tiempo
y la distancia ... 35, y Sevilla, cuna de la Amrica espaola, escrito en Abril de 1930 36 , reflejan ntidamente este
estado anmico.
Todo ello confluy para la adopcin de un ademn afirmativo y reivindicador de los elementos aportados por Espaa a nuestra constitucin espiritual, con el propsito de
restablecer la autntica jerarqua de valores. Ahondar en el
estudio de la era virreinal era sencillamente acercarse a las
ms sustanciales races nutricias de nuestra existencia histrica, como la Edad Media lo haba sido para la propia Espaa. A partir de este momento un ardoroso sentido patritico ha de inspirar la produccin riva-agerina, a la que por
razones del objetivo perseguido cabra emparentar con los
Discursos a la nacin alemana' de Fichte. A sabiendas y
con honestidad eligi el camino difcil. Asumi, percatndose
de todas las consecuencias que el gesto envolva, el comprometido papel de caudillo o tutor de la causa, polarizando
desde entonces en torno suyo un encrespado caudal de opiniones. De esta suerte se coloc en la peligrosa situacin de
33
pg. 30.
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452.
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trico, y en fin de cuentas, un ciclo desconectado de los dems perodos del pasado nacional. De una poca que a los
peruanos no les deca nada o en todo caso ostentaba un
signo negativo -perricholismo, incultura, explotacin del
hombre- supo destacar sus valores y su mensaje ejemplar.
En este orden, las ideas de Riva-Agero se convirtieron en
piedra de toque ante la que tuvieron que definirse quienes
se acercaban a discernir las caractersticas del hombre, la
sociedad y la vida peruanas. As como en 1910 haba doblado la esquina de la renovacin del quehacer historiogrfico, ahora tambin abra el amplio horizonte de una concepcin distinta acerca del pasado virreinal, al comunicarle
calor de vida, hlito de simpata y vibracin de algo consustancial con la formacin de la contextura genuina del
alma nacional.
De esta suerte y cumpliendo un acto de estricta justicia no slo vindic la herencia hispnica desestimada como
resultado de un escamoteo rampln y arbitrario, sino que
a modo de artfice sent las bases de un programa de mucho mayor alcance y trascendencia, al explicarnos que el
Virreinato es un elemento inherente a la personalidad colectiva del Per. Transform un concepto vaco y abstracto, hasta entonces inerte, en una idea-fuerza primordial.
Supo inculcar amor y respeto por el legado tradicional que nos llega de un perodo en que el Per ocup una
situacin de hegemona. Lo que irreflexivamente haba sido
un cmodo tpico para evocaciones literarias, argumento de fastuosa y retrica mitificacin o zafio blanco para los
detractores, que crean encontrar en aquellos siglos la causa
de todos los males colectivos del Per, adquira ahora atributos positivos y se eriga como principio de la restauracin
interior del destino humano de nuestro pas.
La reverberacin de un enfoque tan original se descubre patente en los escritos de Riva-Agero compuestos durante los tres ltimos lustros de su vida. No desperdicia nin-
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XXXIII
l17fra,
[17fra,
[/lfra,
l/lfra,
pg. 298.
pgs. 309-31l.
pg. 302.
pg. 446.
XXXIV
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en la bienvenida a la misin honorfica que enviara el Gobierno espaol para asociarse a los actos organizados con
motivo del descubrimiento peruano del Amazonas 43. Como
expresiones adicionales de esta lnea de pensamiento no
es posible dejar de aludir aqu a ciertas alocuciones de compromiso, cuyo tono puede fcilmente explicarse por el ambiente en que fueron pronunciadas 44 y a los discursos en
turno de salutacin a conspicuas personalidades espaolas
como Marquina, Ibez Martn y Valls Taberner 45, Montes 46, Pemn 47, Manuel de Gngora 48 y el Marqus de
Luca de Tena 49, o de agradecimiento a una distincin honorfica 50.
Aun ms transidas por la emocin atvica se nos ofrecen las pginas que versan sobre su ciudad natal. Su glorioso pasado, su cuatricentenaria trayectoria, y el dolor ante
su envilecimiento artstico y urbano, todo se conjuraba para
que en los escritos en torno del tema derrochara los primores de su ocenica erudicin y toques lricos de acendrados quilates, aromando la escueta exposicin de datos y
fechas con el difcil don de evocar escenas pretritas o la
nostalgia de las glorias marchitas. Si es cierto que su acentuada miopa no le consenta prolongadas lecturas de manuscritos y de documentos arcaicos, supla con creces tal
43
36.
44
45
50.032,
46
pgs. 4
47
pg. 3.
48
pg. 3.
49
pg. 3.
50
52.720,
En el da de
El Comercio,
pgs. 18 y 21.
El Comercio,
y 12.
El Comercio,
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desventaja con su retentiva fabulosa, y los recuerdos familiares - los tos y los abuelos no eran dentro de su vocabulario estrictamente los antecesores directos, sino la vasta familia agnaticia- le permitan injertar en sus escritos
recnditos pormenores. En las tertulias ntimas todo ese tesoro se verta a raudales y con puntualidad irrefragable, entreverado con ancdotas sabrosas, que se han perdido definitivamente junto con l.
Bastante de ese arregosto por la Lima antaona se
haba deslizado en las pginas de La Historia en el Per, al
ocuparse en los cronistas de convento, pero lo que en ellas
era fantasa literaria retrospectiva, se convierte en los trabajos posteriores en una rigurosa reconstruccin histrica,
segn es de ver en ese difano cuadro de poca trazado
bajo el ttulo de El Per de 1549 a 1564. Ese mismo
sentimiento, ya con tornasoles de idealizacin refulge en
estudios que no han hallado cabida en este volumen, como
el inconcluso sobre Baqujano y Carrillo, rezumante de
nostalgia 51 o aquella deliciosa evocacin titulada Sociedad y Literatura Peruanas en el siglo XVIII;;2.
Desbordante de entusiasmo de limeo histrico 53
abog, desplegando su habitual ahinco y vehemencia, para
que la corporacin edilicia rescatara su sede secular y se
reinstalara en el predio tradicional 54. Tena Riva-Agero por
inconcuso que nada puede prestigiar ms la continuidad institucional que el arraigo en el solar heredado, que por cierto
comenzara ocupando el Cabildo limeo a ttulo precario,
hacia 1548, pues primitivamente la parcela haba pertene51 Solamente alcanz a ver la luz pblica el Captulo IV
en el Boletn del Museo Bolivariano (Lima, 1929), 1, nm. 12.
pgs. 493-502.
.
52 Obras Completas, 11, pgs. 275-337.
53 Declaraciones sobre la reedificacin de la Plaza de Armas.
en La Prensa, Lima, 4 de Setiembre de 1938, nm. 18.031, pg.
54 [nfra, pgs. 331-333. Recurri sobre el mismo asunto en una
entrevista periodstica recogida en La Prensa, Lima, 23 de Agosto
de 1938, nm. 18.018, pg. 1.
13:
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emigracin fomentada por la fenicia venalidad. Lanza acongojado la voz de alarma ante la perspectiva -que el tiempo se ha encargado de convertir en una lamentable profecal- de que perdiese Lima los ltimos rasgos de su
fisonoma peculiar, los elementos constitutivos de su tan
pregonado ambiente, en suma, anuncia el momento (que
ya ha llegado, por desdicha), de que se esfumasen la sugestin y embeleso de la ciudad virreinal peruana, reflejo
de las tradiciones, que son memoria y alma de una sociedad 59.
Ciertamente en el discurso sobre El Derecho en el
Per no se hallarn los atributos emocionales que caracterizan los trabajos a que acabamos de referirnos, pero en
compensacin su estructura demuestra una solidez doctrinal
que permite a Riva-Agero, sobre la base de que el criterio histrico esclarece y fecunda por excelencia el Derecho, lanzar una mirada retrospectiva sobre el pensamiento
jurdico que prevaleca en nuestros medios universitarios en
los albores del presente siglo, tanto en lo que concierne al
Derecho propiamente dicho, como en las disciplinas polticas
y sociaLes a l conexas y se extiende en consideraciones sobre
Filosofa del Derecho y formula consejos sobre la enseanza
de la Jurisprudencia y su evolucin histrica en el Per
desde la poca prehispnica.
Los que le admirbamos nunca lamentaremos bastante
que nos dejara tan poco en proporcin a su saber y a las
facilidades con que contaba. Hecha abstraccin de las tesis
universitarias, la verdad es que cada uno de sus trabajos
posteriores es nicamente la respuesta -admirable por
cierto!- a una incitacin fortuita proveniente de personas
amigas que le encomendaban llevar la voz de los crculos
ilustrados limeos o a la obligacin inexcusable de las
efemrides conmemorativas de algn suceso o de un personaje de relieve nacional. Hay en la cronologa de su pro59 Cfr. Afirmacin del Per, (Lima, 1960), 11, pgs. 196,
197 Y 200.
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duccin largos lapsos de aparente esterilidad a los que suceden perodos, como el lustro 1932-1937, cuajados de
una densidad que deja entrever su capacidad creativa en
cuanto sta era espoleada por estmulos ocasionales, un
poco como la tarea de un forzado de la pluma.
Ante esta comprobacin, se abren ante nosotros algunas interrogantes: es que no le era grato abocarse espontneamente a una investigacin promovida por cuestiones de
puro origen histrico? No le tentaba esclarecer por s
mismo, voluntariamente, problemas emergentes de sus lecturas sobre el pasado peruano? Necesitaba del estmulo
externo para dejar correr el caudal de su saber? Hay aqu
un serio punto de meditacin sobre la sicologa de RivaAgero, o para intentar explicarnos las dificultades que
el ambiente peruano pone al ejercicio de la exclusiva actividad de carcter especulativo. Sea de ello lo que fuere,
es lo cierto que la produccin riva-agerina se desparram
en un verdadero mosaico de trabajos de compromiso, sin una
vertebracin orgnica, a lo menos en aquellas reas en las
que l seoreaba sin rival.
No se me oculta que en los tres ltimos lustros de su
vida, como en parte lo haba estado tambin durante la segunda dcada del siglo, Riva-Agero anduvo muy envuelto
en el quehacer de la cosa pblica, y esta politizacin, por
l llevada con aire retador y admonitivo a todos los terrenos, le rest tiempo y sosiego para aplicarse a las dilectas
labores histricas, y contribuy en escala apreciable a puntear de beligerancia toda su produccin, levantando de suyo
una barrera de incomprensin perjudicial para la misma
difusin de los ideales que l procuraba inculcar entre sus
compatriotas. As se granje inexplicables antipatas, encendidas al calor de la equivocada imagen de su maniquesmo, y por la simple conjetura de suponerle una mente dog:mtica e intolerante. Lo era, ciertamente, para todo lo que
entraara dolosa interpretacin de la Historia nacional o
XL
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60
NOTA
PRELIMINAR
XLVI
Jos DE LA RIVA-AGERO
C. P. V.
Lima, julio de 1968.
1
ADMINISTRACION DE LA COLONIA
Este texto sobre la Administracin de la Colonia constituye el nico indito del presente volumen. Es un ejercicio
de Riva-Agero escrito en 1902 cuando era estudiante de la
Facultad de Letras de San Marcos y para el examen del curso de Historia Crtica del Per. El manuscrito y aut6grafa de Riva-Agero, que se conserva en el Archivo Central Domingo Angula de la Universidad de San Marcos, S. l., Est.
XVI, t. 33, h. 229-234, se encuentra deteriorado y con huellas de quemaduras que impiden la lectura de algunas palabras. La versi6n mecanogrfica que nos ha facilitado el
seor Csar Guiven Flores ha sido depurada por Guillermo
Lohmann Vi/lena.
A Historia de la Colonia es muy distinta de la Conquista. En sta llaman a primera vista la atencin el
despliegue de fuerzas de los conquistadores, sus hazaas y
guerras, primero contra los indios y despus contra s mismos; en aquella se notan desde luego la inmovilidad, la
quietud completa, o mejor dicho el marasmo de una sociedad que careca de grandes intereses, en donde la perfecta
sumisin al poder absoluto de los reyes detena todo movimiento. En la Colonia lo nico que ofrece importancia
para el estudio de la Civilizacin son su administracin
poltica y su organizacin social. Ellas nos explican lo que
era aquella sociedad y nos explican tambin el estado actual, los obstculos con que la Independencia y la Repblica han tenido que luchar sin lograrlos vencerlos siempre.
La administracin de la Colonia reposa en el rgimen
absoluto, que cuando aquella se estableci exista en toda
Europa, pero tal vez en ninguna parte con la robustez que
en Espaa donde [roto] democrtica las glorias nacionales
el estado continuo de guerra y el [roto] groso contribua
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LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
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Jos
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L seor D. Manuel Gonzlez de la Rosa, con el artculo anterior, publicado por primera vez en la edicin de
la maana de El Comercio el da 6 de Diciembre del ao
ltimo (y que para mayor claridad en su discusin me he
permitido reproducir), respondi a algunas de las observaciones que en mi tesis doctoral presento sobre sus teoras
acerca de las obras del Inca Garcilaso y de Valera.
El muy verdadero y profundo aprecio que mi anciano
amigo y contrincante me merece, el agradecimiento que le
debo por los elogios que me tributa, la relativa importancia
del tema que debatimos, el cual por sus resultados ha de
trascender a varios problemas crticos de nuestra literatura
histrica del siglo XVII, y en fin, la calidad y magnitud
de ciertas afirmaciones que formula mi estimable adversario, me obligan a replicarle, aun cuando no sea sino para
demostrarle de nuevo la atenta consideracin y el peso que
doy a sus opiniones. Pero quise aplazar hasta ahora mi
contestacin por darme tiempo para repasar el asunto con
toda serenidad y con el debido cuidado, consultar las citas
en cuanto es posible con los escasos elementos bibliogr-
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LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
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Jos
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LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
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sostuvo fue que su madre era hija del prncipe Huallpa Tpac, cuarto hijo de Tpac Yupanqui, el cual no puede con
estricta propiedad considerarse como el monarca penltimo
del Per. Es muy posible que nadie (a lo menos en escrito
impreso) haya hablado antes que Garcilaso de la alcurnia
incaica de ste, porque tal circunstancia no era de mucha
monta a los ojos de los primeros cronistas espaoles, y era
muy frecuente entre los mestizos hijos de encomenderos
principales, para merecer mencin especial, y porque si bien
el conquistador Garcilaso de la Vega era hombre notable
y poderoso en el Per, no lo era tnto para que se creyeran
los primeros autores en la obligacin de recordar hecho
tan insignificante y corriente como el de que, antes de su
matrimonio con una seora espaola, haba tenido dos hijos naturales en una usta. Pero si nadie lo dijo con anticipacin a Garcilaso, todos los repitieron y aceptaron despus de l, y no hubo quien abrigara al respecto la menor
duda hasta que al cabo de ms de tres siglos se le ha ocurrido al seor Gonzlez de la Rosa. Si no era cierta la
ascendencia incaica del cronista que tnto alarde y se jact
de ella en sus popularsimas obras, cmo no se la discutieron en la poca? Constantes eran las comunicaciones
entre Espaa y sus colonias. Iban y venan de continuo encomenderos, oidores, oficiales reales, mercaderes, expedientes de filiacin, informaciones de servicios. Las disquisiciones genealgicas constituan una de las mayores preocupaciones sociales, el pasto de la diaria conversacin, el
tema de infinitos libros, entre los cuales bastar mencionar
la Ovandina. Se ha descubierto acaso alguna leve insinuacin contradictoria del alto origen que pblica y ufanamente se atribua sin cesar Garcilaso de la Vega? Gonzlez
de la Rosa no ha aducido contra la prosapia incaica de
Garcilaso mayor indicio que el rechazo de sus pretensiones
pecuniarias por el Consejo de Indias. No caba hallar argumento menos vigoroso y pertinente, porque el rechazo
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Es inexacto que Garcilaso en sus primeras obras callara el ttulo de Inca. Anterior en diez aos al manuscrito
de la coleccin Gayangos que Gonzlez de la Rosa cita,
es la dedicatoria a Felipe II de la traduccin de Len el
Hebreo; dedicatoria fechada en Montilla el 19 de Enero
de 1586, y que constituye, con el libro que encabeza, el
ms antiguo escrito conocido hasta ahora de Garcilaso.
Pues bien, all se presenta al soberano como de la familia
y sangre real de los Incas, y dice textualmente: "Mi madre,
la Palla Doa Isabel, fue hija del Inca Huallpa Tpac, uno
de los hijos de Tpac Inca Yupanqui y de la Palla Mama
Ocllo su legtima mujer, padres de Huayna Cpac Inca".
Creo que son palabras bien explcitas y que refutan la afirmacin del seor Gonzlez de la Rosa. Es aceptable que
Garcilaso las escribiera al Rey D. Felipe si aos antes el
Consejo de Indias hubiera declarado infundado su cuadro
genealgico materno? En otros infinitos pasajes de sus libros, desde los primeros, se sigui llamando a boca llena
inca, sin temer jams que lo desmintieran. No hay por cierto
implicancia en que al mismo tiempo se dijera indio antrtico.
Precisamente en el propio manuscrito autgrafo La genealoga de Garci Prez de Vargas, fechado el 5 de Mayo de
1596, que es al que se refiere Gonzlez de la Rosa, y el
que cita Gayangosen el apndice del tomo II de su traduccin de Ticknor, dice Garcilaso:
"El hijo tercero de Alonso Hinestrosa de Vargas y de
Doa Blanca de Sotomayor fue Garcilaso de la Vega, mi
seor y padre. .. Hbome en una india llamada Doa Isabel Chimpu Ocllo: son dos nombres, el cristiano y el gentil,
porque las indias e indios en comn, principalmente los de
la sangre real, han hecho costumbre de tomar por sobrenombre, despus del bautismo, el nombre propio o apelativo que antes de l tenan. Y estales muy bien por la representacin y memoria de los nombres y sobrenombres
reales que en sus majestades antiguas solan tener. Doa
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Jos
DE LA RIVA-AGERO
II
No puedo comparar la traduccin de los Dilogos de
Len el Hebreo por Garcilaso con la annima de Venecia
de 1568, porque en Lima no se consiguen esos libros; pero
me parece casi imposible que la de Garcilaso sea mera reproduccin y plagio de la annima, porque se sabe que la
Inquisicin dej correr libremente sta y prohibi la del
Inca. Si el texto de ambas versiones es el mismo, no se
comprende cmo los examinadores del Santo Oficio, que
expurgaban con tnta atencin los libros, pudieron incurrir
LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
31
en la contradiccin de vedar la lectura de una obra plagiada y permitir la de aqulla que era idntica a la prohibida por ser su exacto modelo. O ser que todo el dao,
y las imprudencias y audacias filosficas provenan de esas
pequeas variantes que se ve obligado a reconocer Gonzlez
de la Rosa entre la traduccin de Garcilaso y la annima
veneciana? Entonces habra que admitir que Garcilaso, de
propsito y con toda deliberacin, quiso poner de manifiesto
las partes atrevidas y semiherticas del platonismo de Judas
Abarbanel, sin conocer el texto original de ste y por consiguiente esforzndose en adivinarlas a travs de la traduccin annima, o sacndolas de su propio fondo y sus personales reflexiones, lo cual es incomprensible y rie con
cuanto sabemos del carcter e ideas de Garcilaso; o bien
hay que aceptar que conoca el texto italiano de Abarbanel,
lo que hace innecesaria e insostenible la suposicin de plagio. No creo que en materia de historia literaria espaola,
y en apreciacin y comparacin de estilos, recuse el seor
Gonzlez de la Rosa la autoridad de Menndez Pelayo. Pues
en el tomo IJI de la Historia de las ideas estticas, nota de
las pginas 15 y 16, dice Menndez Pelayo que la traduccin de Len el Hebreo por Garcilaso resulta mucho ms
amena que la de Venecia de 1568, atribuda a un judo
annimo. Para la traslacin de un libro italiano a lengua
tan prxima como la castellana, qu mayor prueba se
quiere de la diferencia y originalidad de dos traducciones
que esta superioridad literaria de la una respecto de la otra?
El conocimiento del italiano era muy comn entre las personas cultas de Espaa en el siglo XVI; y Garcilaso, aunque no fuera un sabio, era ms que medianamente instrudo,
un tipo autodidacto de mucha lectura, superior en bastantes
cosas a la mayora de sus contemporneos y vecinos de
Crdoba. N o careca de toda educacin clsica, porque cuid de perfeccionar por s las pocas lecciones de latinidad
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LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
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Sevilla (Comentarios, Primera Parte, Libro Octavo, captillo XXIII), y despus en 1586 en Montilla, poblacin de
los estados de su amigo y pariente el Marqus de Priego,
disfrutando de la capellana de familia fundada por el Capitn D. Alonso de Vargis y Figueroa, su to, que fue soldado distinguido en Italia, y del que habla en la Segunda
Parte de los Comentarios (Dedicatorias trascritas en el
Prlogo, y captillo XIX del Libro Cuarto), a pesar de lo
que el seor Gonzlez de la Rosa ha asegurado en una
ocasin en esta misma Revista. Hacia 1589 pas Garcilaso
a avecindarse en Crdoba y su comarca. En el perodo
ignorado de su vida, o sea en los aos inmediatamente anteriores y posteriores a la insurreccin de los moriscos, muy
bien pudo militar en los virreinatos espaoles de Italia, o
emprender como particular y a su propia costa el viaje de
recreo a Npoles y Roma, que era para los espaoles del
Renacimiento barniz casi obligado de educacin y elegancia.
Parece que en su juventud disfrut de mayor holgura que
no despus, porque seala como causa de su empobrecimiento los gastos y atenciones de las campaas. Desde
Marzo de 1561, recin llegado a Espaa, aparece en estrecha relacin con el clebre General Marqus de Priego,
sobre cuyos bienes impuso en la fecha indicada un censo
de siete mil doscientos ducados, y en Enero de 1562 otro
de dos mil ochocientos ducados. Era la Casa de Priego una
de las ms opillentas entre las de Andaluca y aun entre
todas las de la Grandeza castellana; y no necesitaba por
cierto prstamos de tan escasa cuanta. Si los aceptaba el
Marqus era sin duda con la mira de favorecer a su joven
deudo, ofrecindole buena colocacin y segura renta para
su modesto caudal. Tranquilo Garcilaso por esta parte, y
con la proteccin de tan alto pariente, por qu negar que
tal vez pudo pasear por la pennsilla italiana o servir en
ella como soldado? No comprendo en qu se basa el seor
Gonzlez de la Rosa para rechazar denodadamente esta
LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
35
conjetura. En fn, dmosle gusto y sea en esto corno l quiera, que para la tesis que defiendo nada importa la realidad
del viaje de Garcilaso a Italia. Pero lo inadmisible de todo
punto y verdaderamente estupendo es que mi estimado y
anciano amigo se deje llevar por su antipata contra Garcilaso hasta el extremo de decir de l que podra considerarse como muy feliz hablando puro castellano. Es el colmo.
De modo que ya no le basta con rehusarle al infeliz Garcilaso honradez y buena fe, originalidad, conocimiento de
la historia peruana, del italiano y del latn, con suponer
caprichosamente que se escap del Per (sin duda por culpas dignas de persecucin y .castigo), y con negarle hasta
el derecho de ser hijo de su madre, sino que pone en duda
su dominio del castellano? Preveo prximo el da en que,
siguiendo por este camino y despus de haberse empeado
en aniquilar la personalidad de Garcilaso, terminar por
compasin en darle paz afirmando que jams existi, que
fue un ente de razn y una colosal quimera literaria, o que
no poseernos de l un solo prrafo, un solo perodo que con
seguridad pueda reputarse de su pluma y no hurtado a otros
escritores. Pero hablemos seriamente. Mientras no arribe a
la definitiva y radical conclusin que del rumbo de sus
teoras recelo, no puede menos de convenir en que siquiera
el estilo de La Florida y de los Comentarios pertenece a
Garcilaso. Por ms que crea que todo el fondo de la primera obra citada se debe a la relacin oral de Gonzalo Silvestre, y el de la segunda a los papeles de Valera, no desconocer que fue Garcilaso quien redact aqulla y tradujo
stos (aunque ya insina, y no s por qu, la especie de
que en la tarea de la traduccin de ellos ayudaron al Inca
los jesuitas de Crdoba). Pues por mucho que reduzca y
menosprecie el trabajo histrico personal de Garcilaso, quedarn siempre sus mritos de forma, que lo constituyen,
para todo aquel que no est irremisiblemente ofuscado, en
indiscutible y autorizadsimo maestro de la lengua caste-
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Jos DE LA RIVA-AGERO
LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
37
III
La acusacin de plagio contra la Florida del Inca, o
Historia del Adelantado Hernando de Soto, que el seor
Gonzlez de la Rosa pregona triunfalmente, se resuelve en
un errado concepto de plagio y de la originalidad literaria;
y se funda en noticia tan vieja, que mi buen amigo me
perdonar que la llame nuevo descubrimiento del Mediterrneo. Conocidsimo es en efecto, por haberlo dicho y repetido mil y mil veces el mismo Garcilaso, que los datos
de su narracin de la campaa de Hernando de Soto se
los dio un hidalgo anciano, sobreviviente de la expedicin.
He apuntado en mi tesis que las seas que Garcilaso da
de este hidalgo, corresponden claramente a Gonzalo Silvestre, quien estuvo en el Per y conoci a nuestro cronista desde nio. Me alegro de que el seor Gonzlez de
la Rosa confirme con su autoridad mi opinin. Queda establecido, pues, que fue este antiguo amigo de Garcilaso
el que le comunic los recuerdos de aquella jornada. Claro
es que a alguno o algunos los tena que pedir, para relatar
una expedicin realizada haca 67 aos, cuando aun l no
haba nacido. Para aprovechar con toda comodidad las
relaciones verbales del capitn Silvestre, Garcilaso se traslad de Montilla a Las Posadas, lugar del domicilio de su
amigo. Vase los trminos leales y francos con que llanamente confiesa todo esto: "Conversando mucho tiempo y
en diversos lugares con un caballero, grande amigo mo,
que se hall en esta jornada, y oyndole muchas y muy
grandes hazaas que en ella hicieron as espaoles como
indios, me pareci cosa indigna y de mucha lstima que
obras tan heroicas que en el mundo han pasado, quedasen
en perpetuo olvido. Por lo cual, vindome obligado de am-
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Jos DE LA RIVA-AGERO
bas naciones, porque soy hijo de un espaol y de una india, importun muchas veces a aquel caballero escribisemos
esta historia, sirvindole yo de escribiente. Y aunque de
ambas partes se deseaba el efecto, lo estorbaban los tiempos y las ocasiones que se ofrecie.ron, ya de guerra, por
acudir yo a ella, ya de largas ausencias que entre nosotros
hubo, en que se gastaron ms de veinte aos. Empero, crecindome con el tiempo el deseo, y por otra parte el temor
que si alguno de los dos faltaba, pereca nuestro intento,
porque muerto yo no haba l de tener quien le incitase y
sirviese de escribiente, y faltndome l, no sabra yo de
quien podra haber la relacin que l podra darme, determin atajar los estorbos y dilaciones que haba, con dejar
el asiento y comodidad que tena en un pueblo donde yo
viva, y pasarme el suyo. Donde atendimos con cuidado y
diligencia a escribir todo lo que en esta jornada sucedi ...
El que me daba la relacin era hombre noble, hijodalgo,
y como tal se preciaba tratar verdad en toda cosa. Y el
Consejo Real de Indias, por hombre fidedigno lo llamaba
muchas veces (como yo lo vi), para certificarse de l, as
de las cosas que en esta jornada pasaron como de otras en
que l se haba hallado. Fue muy buen soldado y muchas
veces fue caudillo, y se hall en todos los sucesos de este
descubrimiento; y as pudo dar la relacin de esta historia
tan cumplida como va ... Todo lo que me relat para que
yo lo escribiese. Y no le ayudaban poco, para volver a la
memoria los sucesos pasados, las muchas preguntas que yo
sobre ellos, y sobre las particularidades y calidades de aqueHas tierras, le haca" (Proemio).
" ... Dir lo que en este paso me pas con el que me
daba la relacin. Llegando a la respuesta que hemos dicho
que los cuatro indios .capitanes dieron al Gobernador, y
luego a la de los tres mozos, hijos de seores de vasallos,
parecindome que las razones (conforme a la comn opinin que de los indios se tiene), eran ms que de indio,>
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LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
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justo, pues a l correspondan ntegramente, no slo la iniciativa de la obra y el empeo de reaiizarla, sino tambin
la disposicin y la distribucin del asunto, y el trabajo de
forma y estilo, del cual era Silvestre incapaz. En todo esto,
hay algo que se parezca, siquiera de lejos, a una mala
accin, a un plagio? El nombre de Silvestre no se mencion expresamente, sin duda con su asenso, y tal vez para
no ofrecer demasiado blanco a los resentimientos y a las
objeciones contra el crdito personal, que en semejantes
casos nunca faltan; pero no ocult Garcilaso ciertamente
la clase de inspiracin y colaboracin de que haba nacido
el libro, y dio en el contexto tntas seales de quin fuera
el relator, que ha sido tarea muy sencilla atinar con su
nombre. No puede exigirse ms en cuanto a honradez y
lealtad. Si alguien hubo de quedar agradecido y obligado,
debi ser Gonzalo Silvestre, que vio eternizadas sus relaciones en prosa tan viva y amena, y cuyas proezas, nominativamente designadas, obtuvieron tan principal lugar en
la Florida y los Comentarios Reales. Si el seor Gonzlez
de la Rosa se alarma y escandaliza por la conducta de Garcilaso para con Gonzalo Silvestre, igual cosa le debe suceder con la de Gmara para con Hernn Corts, que sin
embargo no ha sido jams tachada, y con otros infinitos
autores. Pero con tal criterio de la originalidad literaria e
histrica, se ira a parar derechamente en desatino de no
tener por escrito propio y honorable sino aquel cuyo tema
sea conocido de visu por el autor. N o cabra componer ms
que memorias personales, y aun esas tendran que ser muy
sucintas y reducidas, porque el que intenta referir extensamente su vida y hechos, se ve obligado a menudo a recurrir a ajenos testimonios.
Entre los amistosos prstamos pecuniarios de Garcilaso a Gonzalo Silvestre y la colaboracin de ste en la
Florida, no puede establecer vnculo eficiente sino la suspicacia ms extremada e ilcita. Hasta dnde no se llegara
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Jos DE LA RIVA-AGERO
LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO
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veinte aos, y comenz a escribir acerca de l a los cuarenta de ausencia y a los sesenta de edad.
2Q-Los trozos de Valera que traen los Comentarios,
son muy extensos para pertenecer a una obra trunca; y
algunas veces Garcilaso se refiere a opiniones de Valera
no contenidas en los pasajes que de l trascribe, lo cual
~upone que conoca y posea el texto ntegro en que stas
se hallaban.
3Q-El Padre Valera no perdi parte de su obra en
el saqueo de Cdiz, el ao de 1596, porque en las capitulaciones que precedieron a la rendicin de la ciudad, se
pact que los jesuitas saldran salvos al da siguiente, con
sus vestidos y papeles; y Bias Valera muri tranquilamente
dos aos despus en Mlaga.
Protesto que he procurado compendiar con la mayor
lealtad, fidelidad y vigor posibles las razones de mi distinguido adversario. Tales son de frgiles, que pasma que persona tan inteligente se aferre slo por ellas a tan incierta
y aventurada afirmacin.
Ya he dicho en otra ocasin, y he de repetirlo en sta,
que es evidente y palpable que Garcilaso, para componer
su Historia, no se redujo a los papeles de Valera y a sus
propios recuerdos de infancia y mocedad; aunque por ser
pariente muy querido de los indios ms principales y en
virtud de su linaje incaico (indiscutible, mal que le pese
al seor Gonzlez de la Rosa), sus impresiones y noticias
juveniles eran de inestimable aprecio. Si se hubiera visto
reducido nicamente a los papeles de Valera, no habra
podido disentir de l y contradecirlo, como lo hizo en numerosos puntos. Ni se limit tampoco a sus personales recuerdos y a los autores espaoles que pudo alcanzar impresos, sino que escribi a sus deudos, amigos y condiscpulos del Per "encargndoles, dice textualmente, que cada
uno me ayudase con la relacin que pudiese haber de las
oarticulares conquistas que los Incas hicieron en las pro-
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Jos DE LA RIVA-AGERO
rincias de sus madres; porque cada provincia tiene sus cuentas y nudos con sus historias anales y la tradicin dellas; ...
y ellos, tomando de veras lo que les ped, dieron cuenta de
mi intencin a sus madres y parientes, los cuales, sabiendo
que un indio, hijo de su tierra, quera escribir los sucesos
de ella, sacaron de sus archivos las relaciones que tenan
de sus historias, y me las enviaron". (Comentarios, Primera Parte, Libro Primero, captulo XIX). Y esto no es
una farsa, porque es la nica explicacin racional de la
originalidad de sus versiones, contradictorias a veces de las
de Valera; y porque ha copiado en algunas partes el texto
de estas relaciones que le enviaban del Per. As, en el captulo 1 del Libro Tercero de la Primera Parte, trascribe
un prrafo de la descripcin que de las ruinas de Tiahuanaco le mand el mestizo Diego de Alcobaza, sacerdote
doctrinero y gran lenguaraz en lenguas de indios. En el
captulo XXIX del Libro Sexto descubre Garcilaso la frecuente correspondencia epistolar que mantena con sus
compatriotas, los que en sus relaciones alteraban y espaolizaban la pronunciacin y los giros quechuas, por lo
cual l los rea. En el captulo XXV del Libro Sptimo,
trae dos relaciones sobre las guerras de los Araucanos en
1600 y 1602, Y un prrafo de otra carta de Alcobaza de
1601 sobre el mismo asunto. Y aun podra citar otros pasajes anlogos. D. Francisco Huallpa Tpac Yupanqui, su
to carnal, tambin le escriba a Espaa (Primera Parte,
Libro Nono, captulo XXXVIII). Igual lo hicieron todos
los Incas en general el ao de 1603, encargndole la pretensin de solicitar del Rey exencin de tributos (Libro
Nono, captulo XL), lo que es incontrovertible demostracin de su alcurnia imperial.
En vista de esta serie de pruebas, yo no acierto a
comprender, por ms que me afano y cavilo, por qu el
seor Gonzlez de la Rosa da por sentado que Garcilaso
no poda recibir datos y noticias del Per. Acaso no iban
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y venan cartas con toda seguridad en los galeones? Estaba Garcilaso privado de la facultad de recibirlas? No
saban leer y escribir sus amigos y condiscpulos cuzqueos?
O ha de aceptarse como artculo de fe que el Padre Valera
tena el monopolio de la historia antigua peruana, que nicamente l conoca las tradiciones indgenas, y que fuera
de l a nadie por ese tiempo era permitido saberlas, ni a
los genuinos descendientes de los soberanos Incas? Temindome estoy que aqu remate Gonzlez de la Rosa, segn
el paso que sus ideas llevan. Sostener que Garcilaso, por
haberse ausentado haca cuafenta aos del Per, no pudo
escribir sobre l con ayuda de las relaciones que sus parientes y amigos le enviaban, y con la de los cronistas castellanos ya publicados, es cosa tan fuera de razn que parece
superfluo detenerse a rebatirla. Un autor, con auxilio de
documentos y libros, puede tratar perfectamente, no ya de
pases de que lo separa prolongada ausencia, sino de los
que no ha pisado jams. Yo, sin haber estado en el Cuzco
ni en el Titicaca, y sin conocer ms ruinas indias que algunas de la Costa, he podido borronear un ensayo sobre
las pocas preincaica e incaica con motivo de la crtica de
los Comentarios Reales. El mismo seor Gonzlez de la
Rosa, que por tntos aos estuvo ausente del Per, no
compona en Pars estudios sobre nuestras antigedades?
Pues entonces, por qu le admira que Garcilaso en Crdoba redactara una obra acerca del pasado incaico, de los
recuerdos de su patria y de su ciudad natal? Cierto es que
d alejamiento de Garcilaso disminuye la autoridad de sus
narraciones, pero no es argumento racional para tenerlas
por ajenas. Suele ser rasgo caracterstico de la ancianidad
convertir la memoria a los tiempos y hechos de la niez,
y experimentar con grande intensidad el encanto de revivir
mentalmente los das remotos. As es que parece muy lgico que al entrar en la vejez se despertara en el nimo de
Garcilaso el deseo de escribir sobre las antigedades de su
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Jos DE LA RIVA-AGERO
lejana tierra; y no veo yo qu derecho asiste al seor Gonzlez de la Rosa para amonestarle por haberse ocupado
antes en la relacin de la Florida y en la traduccin de
Len el Hebreo, que no fue por cierto perder el tiempo.
Pero debo repetir una vez ms que es falso que el plan
de los Comentarios date slo del ao 1600. No s en qu
pueda fundarse el seor Gonzlez de la Rosa para afirmar
que Garcilaso al prometerle al Rey D. Felipe n, en las dedicatorias de la versin de los Dilogos de Amor, fechadas
en los aos de 1586 y 1589, componer la historia de los
Incas, no contaba con noticias ni materiales para cumplir tal
promesa. Lo cierto es que de los trminos de esas dedicatorias se deduce lo contrario; y que hay captulo de la
Primera Parte de los Comentarios, cuya redaccin primitiva se remonta visiblemente al ao de 1595 (Libro Nono,
captulo XXIX). Reconozco sin duda que la formal y definitiva redaccin de la obra comenz en 1600, pero el pasaje citado obliga a aceptar que desde cinco aos antes
tena el Inca reunidos y ordenados muchos de los datos
de ella. Lo cual demuestra perentoriamente que no esper,
como se empea en sostenerlo mi contrincante, la entrega
de los papeles de Valera, para comenzar a poner por obra
su libro tntas veces prometido.
Es donossima y maravillosa consecuencia la de que
por ser muy frecuentes y extensas en los Comentarios las
trascripciones del Padre Valera, la Historia de ste debi
de conservarse ntegra. Qu lgica es sta? Cuando ms,
se podr argir de la frecuencia y extensin de las citas,
que fueron considerables los trozos conservados y que Garcilaso los aprovech muy cuidadosamente; pero de all a
declarar que no fueron trozos o fragmentos, sino partes de
un todo que lleg intacto a manos de Garcilaso, la distancia es inmensa e insalvable. De las Dcadas de Tito Livio se conservan treinticinco libros, que pueden suministrar ciertamente citas ms largas que las de Valera en los
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quiz no fue el ms fidedigno y valioso; porque debe decirse que, con sus continuas alabanzas y ponderaciones de
la bondad y excelencias de los Incas, alent de manera decisiva las exageraciones idealizadoras y apologticas a que
naturalmente propenda Garcilaso. Y no es esto convenir
sin reparos en el dictamen emitido en otro artculo por el
seor Gonzlez de la Rosa, que tiene la Historia de Valera
por rplica contradictoria a la de Sarmiento de Gamboa,
la cual est basada en las Informaciones del Virrey Toledo.
No negar de plano la posibilidad de que as sea, pero har
notar que Valera declar que las Informaciones eran favorables a las leyes y costumbres incaicas y hacan resaltar
la benignidad y suavidad de los reyes indgenas (Apud
Comentarios, Primera Parte, Libro Quinto, captulo XII).
Asercin tan contraria al verdadero sentido y al clarsimo
texto de esas Informaciones, parece indicar que no las conoci Valera sino por rumores y referencias inexactas. Y
aunque es cierto que dice que se guardaban en los archivos pblicos, es muy dudoso que la palabra pblicos signifique aqu abiertos a la generalidad, accesibles a todos,
y no pertenecientes a la nacin o de propiedad colectiva.
Valera no debi de conocer las Informaciones dichas ni el
cdice de la Historia de Sarmiento, que es su resumen (y
que se envi a Felipe II y fue a parar a Flandes), porque
si hubiera conocido aqullas, no es probable que las hubiera
alegado en favor de una tesis que era diametralmente contraria a la que sostena.
Que la Primera Parte de los Comentarios no se debe
exclusivamente a los papeles de Valera, se prueba adems
observando que el plan de ste, segn se ve por sus fragmentos, no coincida en todo con el que ejecut Garcilaso,
]0 cual no abona ciertamente la teora de Gonzlez de la
Rosa. A Valera lo detuvieron algo y lo preocuparon mu-
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desdice de ninguna de sus mentiras en presencia de la muerte; herido por una dolencia cuya gravedad no ignoraba y
vindose a lo~ bordes del sepulcro, retiene todava al dictar
su testamento el usurpado ttulo de Inca; y los albaceas,
depositarios de sus secretos y ejecutores de sus limas
voluntades, hacen grabar en su epitafio estas palabras:
Coment la Florida, tradujo a Len Hebreo y compuso
los Comentaros Reales, que contiene tres enormes imposturas.
Toda persona de buen sentido exclamar que el relato
anterior es una cadena de inverisimilitudes y de supuestos
calumniosos, inventados sin duda por algn enfermo de
mana persecutoria. Y no lo han sido sino por un estimabilsimo y eruditsimo americanista, experimentado y benemrito en las investigaciones de la historia peruana; pero
a quien el empeo de encontrar dondequiera plagios, extrava por obscuras y resbaladizas sendas. Alguna inverisimilitud puede presentarse en la realidad; pero una tan
prolongada serie de ellas es inaceptable, y significa la mejor
refutacin de la teora que las entraa y sustenta.
Concluyo esta desgreada y prolija disertacin. Ahora
no dir mi buen amigo que no me he detenido en las particularidades de su proposicin principal. Obligado a suspender por algn tiempo mis estudios de crtica histrica,
he querido antes poner trmino por mi parte, con un menudo examen de los argumentos contrarios, a esta discusin, iniciada hace ya ms de tres aos. El llam a su
rplica nica e inevitable; la larga dplica ma ser tambin
mi ltima palabra sobre el asunto. No quiero fatigarlo ms
con mis observaciones ni cansar al pblico repitiendo mis
razonamientos. He insistido tnto en ellos porque cre deber
mo volver por los fueros de la verdad y por la maltratada
honra del ilustre cronista incaico. No es ni ha podido ser
otro mi nimo; y ruego al seor Gonzlez de la Rosa que
si por acaso, en el curso de la impugnacin, se me ha es-
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y para cumplir y pagar este poder pa.testar y el testamento que su virtud se hiciere, dejo y nombro por mis
albaceas y tenedores de bienes en primer lugar al dicho Seor Marqus de Casa Caldern, y en segundo al dicho Dn.
Jos Bernal a quienes les doy poder cumplido en el lugar
que van nombrados pa.que entren en ellos, los reciban y
cobren vendan y rematen en almoneda pblica o fuera de
ella, den cartas de pago, parescan en juicio y hagan todos
los dems actos y diligencias que judicial o extrajudicialmente se requieran y usen del dicho albaceasgo todo el
tiempo que sea necesario aunque sea pasado, el ao y da
que la ley Toro dispone, que para ello le porrogo, el
dems que hubiere menester, con libre y general administracin.
y cumplido y pagado este poder para testar y el testamento que en su nombre y de la dicha memoria se hiciere,
en el remaniente que quedare de mis bienes, deudas derechos y acciones que en cualquier manera me toquen y pertenescan, dejo y nombro e instituyo por mi universal heredero al dicho Seor Marqus de Casa Caldern, y por
su falta o ausencia, nombro por tal mi heredero, al dicho
contador Dn. Jos Bernal para que as fuere, lo hayen y
hereden en el lugar que van nombrados, con la bendicin
de Dios y la ma, atento a no tener herederos forzosos que
legtimamente me deban heredar.
y por el presente, revoco y anulo y doy por ningunos
y de ningn valor fuerza ni efecto otros cualesquiera testamentos codicilos poderes para testar y otras ltimas disposiciones que antes de esta haya fecho y otorgado por escrito o de palabra que quiero que no valgan y hagan fe
en juicio ni fuera de el salvo este poder testar la dha. memoria y el testamento que en virtud de uno y otro se hiciere que quiero que se guarde y cumpla y ejecuten por mi
ltima y final voluntad en aquella va y forma que mas haya
lugar en derecho que es fecho en esta ciudad de los Reyes
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del Per que en once das del mes de abril de mil seiscientos cuarenta y tres, y el otorgante a quien yo el presente
Escribano de su Magestad doy fe, conozco, y as misma la
doy, de que a lo que pareci estaba en su entero juicio
segn las preguntas que le hice, lo firm siendo testigo Dn.
Lzaro Bartolom de la Rea, don Manuel Vsquez de Torquemada y el maestro Santiago Rosales presentes, Dn.
Francisco Pagan Presbtero -Dr. Dn. Pedro Peralta y
Barnuebo- Ante mi - Gregario Gonzales de Mendoza,
Escribano de su Magestad.
Anotacin al margen de la escritura.- Yo el Escribano
Gonzales de Mendoza del Rey Nuestro Seor, y su Notario
pblico de las Indias, doy fe y testimonio de verdad que
hoy se cuentan 30 de abril del ao de mil setecientos cuarenta y tres vi muerto naturalmente y pasado de esta presente vida a lo que pareci al Dr. Dn. Pedro de Peralta
Barnuebo y Rocha, al cual conoc en vida, trat y comuniqu, y es el mismo que otorg ante m el poder para testar a cuyo margen esto se escribe y estaba tendido su cuerpo sobre una alfombre en la cuadra donde vivi y muri
cubierto con su lienzo blanco y lucea a los lados; y as para
que conste de pedimento del Seor Marqus de Casa Caldern su albacea tenedor de bienes y heredero, doy la presente en los Reyes en el dicho mes y ao dichos, siendo
testigos el padre don Vicente Bernui de la congregacin del
oratorio de de San Felipe de Nery, y otras muchas personas
que haban. En testimonio de verdad -Gregario Gonzales
de Mendoza- Escribano de su Magestad.
Es copia simple de su original que se halla a t. 82
del protocolo del escribano y ao indicado.
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demandar embargar hacer actuar procurar cuando convenga en orden a la administracin de este albaceasgo, para lo
cual le doy amplio poder y sin limitacin alguna. Y en el
remaniente de mis bienes, quedasen deudas derechos y acciones que en cualquier manera me pertenezcan, instituyo
dejo y nombro por mi universal heredero al dicho Doctor Dn. Pedro Peralta en atencin no tener herederos forzosos que legitimamente me deban heredar.
y revoco y anulo, que yo desde luego revoco y anulo
y dor por ningunos y por de ningn valor ni efecto otros
cualesquier testamentos codicilos, poderes para testar, y
otras ultimas disposiciones que antes de ste fecho y otorgado, por escrito o de palabra, para que no valgan ni hagan
fe en juicio ni fuera de el salvo este y el Testamento que en
su voluntad se hiciere que quiero valgan por tales y por mi
final voluntad. Que es hecho en esta ciudad de los Reyes
del Per en cinco das del mes de febrero de mil setecientos veinte y ocho aos, y la otorgante quien yo el Escribano doy fe que conozco, y que lo que pareci est en su
entero juicio, no firma, porque dijo no saber, firmolo su
ruego uno de los testigos, que lo fueron don Fernando Valverde, Dn. Luis del Pozo y el licenciado Dn. Sebastin de
Leseras, presentes, ruego y por testigo, Dn. Fernando de
Valverde -Ante mi- Diego Cayetano Vasquez, escribano
de su Magestad.
Es copia fiel de su original que se halla f. 422, protocolo del escribano y ao enunciados.
IV
DESCRIPCION ANONIMA DEL PERU y LIMA DEL
JUDIO PORTUGUES
No
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Mide 185 mm. por 152. Tiene al principio 5 fojas en blanco; la relacin se contiene en 235 numeradas; y a continuacin, de la 237 hasta la 265, viene una Memoria de todos
Jos gneros de mercadu / rias que son necesarias para el
peru, y sin / ellas no pueden pasar por que no se fabrican
/ en la tierra. . .
Fue el autor un portugus, como lo acreditan infinidad
de palabras de aquel idioma y de formas y giros netamente
lusitanos; y debi de ser judo, por el odio que manifiesta
a la Inquisicin, los frailes y la Iglesia, el completo silencio que en sus frmulas y exclamaciones religiosas guarda
acerca del Nombre de Cristo, algn recuerdo de la destruccin de Jerusaln por los romanos y el hebraico sabor de
frases como stas: "A honra y gloria del Seor del Mundo. .. Slo Dios es firme, y sus cosas firmes y su palabra
verdad. El nos encamine en todo lo bueno y nos aparte de
todo lo malo. . . y todo reino y gentes que el Seor no temen, no pueden dejar de tener mal fin, porque todas las cosas deste mundo llehan a sus trminos limitados".
Dedcese que escribi su relacin en Holanda de que
para narrar las incursiones del corsario Spielberg en las
costas del Pacfico, dice: "Entraron por el Estrecho de Magallanes cinco navos de estas tierras". Se dirige al Gobierno
de las Provincias Unidas, con propsitos a la vez mercantiles y militares, como lo indican las muchas noticias que
da de las mercaderas, puertos, desembarcaderos, puertos,
armas, milicias, gente de guerra y posibles defensas de los
territorios del Per y sus anexos, y como lo declaran las
palabras finales: "Con esto hemos concludo con nuestra
historia de las Indias, a gloria y honra de Dios y servicio
de vuestras seoras a quien el se sirva de aumentar y hacer
seores de grandes reinos y seoros para su santo servicio
y bien de vuestras seoras".
Residi en Lima por ms de quince aos, empleado
en una tienda de mercaderas, con salario de 9,000 reales.
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y cas con una criolla limea, nieta del Dr. Franco, que
en dote le trajo una huerta frente a la puerta del Cercado
y al monasterio del Prado. Presenci en la villa de Ica,
donde vivi de asiento algn tiempo, el terremoto de 26 de
Noviembre de 1605, y en Lima el de 19 de Octubre de
1619. Sin duda que como infante miliciano en una de las
compaas regladas de mercaderes, asisti al alarde general que hizo el Virrey Marqus de Montesclaros en la Plaza
de Armas de Lima el ao de 1615 y la defensa del Callao
el 22 de Julio del mismo ao contra la escuadra holandesa
de Spielberg , quien fonde a la vista del puerto despus
de haber derrotado en Caete a la nave capitana de D.
Rodrigo de Mendoza y de haber echado a pique a la almiranta mandada por D. Pedro de Pulgar.
Viaj mucho por el interior del pas. Recorri los
caminos de Lima al Cuzco y Potos; y parece testigo de
vista en la descripcin de los de Buenos Aires y Tucumn
y las llanuras del Ro de la Plata. En cambio, la de Chile
es tan somera que es de creer que se funde en testimonios
ajenos. A la ida o al regreso del Per, toc en Cartagena
y la Habana, de que habla con muchas particularidades en
los ltimos captulos.
Viene a ser as esta descripcin, no solo del Per
propiamente dicho, sino de mucha parte de las Indias Occidentales, porque fuera de Mxico, la Amrica Central,
Venezuela y el Brasil, de que no trata, todas las dems,
colonias americanas estn includas en ella, y con interesantsimos pormenores acerca de su comercio, pobladores y
producciones. La relacin de Tierra firme y las ciudades
de Portobelo y Panam, que lgicamente deba estar al principio, se encuentra al fin, porque es grande la arbitrariedad
y el desorden con que van dispuestas las materias.
El manuscrito comienza con elogios de las riquezas naturales del Per: "El Piru Prouincia y Reyno Rico, y poderoso donde se allan ricas minas de plata y oro y azogue