Cuento n8

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EL CUENTO LATINOAMERICANO:

UN PJARO BARROCO EN UNA JAULA GEOMTRICA

Fernando Ansa
Resumen
El cuento hispanoamericano hace frente a una apasionante dicotoma. Por un lado,
declogos, consejos, reglas sobre como debe ser un relato, respaldan una intensa
reflexin terica sobre el gnero, mientras por el otro sus temas son cada vez ms
variados y originales. Del mismo modo, una imaginacin cada vez ms desbordante se
orienta a un ahondamiento en las races de un pasado americano hecho de leyendas,
mitos y tradiciones, y al mismo tiempo se solaza en la diversin, la irrisin, el
humor negro o la parodia. En Un pjaro barroco en una jaula geomtrica, el escritor y
crtico Fernando Ansa propone una visin panormica de un gnero que en Amrica
Latina se presenta como una esfera transparente y porosa, metfora de redondez y
apertura en que resume su perspectiva terica.

Abstract
The Latin American short-story faces a fascinating dichotomy. On the one hand, there are
several decalogues, tips, and written rules of how a story has to be, which together have
become the basis of an intense theoretical discussion about this narrative genre. Whereas,
on the other hand, the topics used by short-story writers are increasingly diverse and
original. Moreover, there is an increasingly far-reaching literary imagination exploring with
growing interest the roots of ancient American legends, myths, and traditions, while at the
same time it indulges in di-version, mockery, black humor, and parody. In this article, the
writer and critic Fernando Ansa presents a panoramic vision of the short-story, a genre
that in Latin America can be regarded as a transparent and porous sphere, this latter a
metaphor of the roundness and aperture that represents the theoretical perspective of the
genre.

Palabras claves
Esfericidad, formas anacrnicas, humor, imaginacin, rigor
El Cuento en Red
Humboldt State University Universidad Autnoma Metropolitana

No. 8 Otoo 2003


http://cuentoenred.org

El cuento latinoamericano: un pjaro barroco en una jaula geomtrica

Fernando Ansa

Advertencia preliminar
La imagen nos tienta y persigue desde hace tiempo: un vistoso pjaro, digamos un pjaro
barroco, encerrado en una jaula de forma geomtrica.
Lo soamos una vez: la alegra del pjaro espontneo y de variados trinos y la hermosa
jaula de riguroso diseo que lo encierra, estaban ah como un topos alegrico, como una
metfora en la que podra sintetizarse una rica historia literaria.
As proyectamos desde entonces al cuento latinoamericano: esplndido en su plumaje
multicolor, traspasando los barrotes con su canto; ceido, sin embargo, su libre vuelo
potencial, su cuerpo vivaz e inquieto, por la forma de la jaula que lo encierra.
Ah est la paradoja.
La jaula, en tanto forma que lo limita, rigurosa geometra dictada por artistas del gnero,
es prisin, ausencia de libertad aunque, gracias a ella, los trinos se afinan y las variadas
tonalidades de los colores de su vistoso plumaje se aprecian en el mundo entero.
Es cierto, la jaula de la forma fija el lmite de su salto, por imaginativo que sea. De ser
totalmente libre, el pjaro se dispersara en vuelo errtico y no se obligara a este canto
pertinaz. Menos aun se reproducira con la asombrosa fertilidad con que lo hace a lo largo
y lo ancho del vasto continente donde ha nacido.
Un modo de decir que el cuento latinoamericano como el pjaro en su jaula se
caracteriza por una apasionante polivalencia de significados en el marco de una rigurosa
preocupacin formal.
Un cuento que es, al mismo tiempo, variado en sus temas y nico en su estructura,
enraizado y universal, cambiante y permanente, original y reconocible.
De ah que sea tan apasionante su estudio.
Ninguna otra cosa queremos justificar en estas pginas.
Hoy en da puede afirmarse sin mayor oposicin que un buen cuento debe ser redondo
(por lo tanto cerrado en s mismo) y que su estructura no puede distraerse ni
diversificarse, porque est hecha de una rigurosa disciplina y un sentido de lo esencial
que lo ha ido depurando como gnero a travs de los siglos. Si se puede aadir que su
escritura est hecha ms de despojamiento que de acumulacin, porque el cuento debe
ser antes que nada autrquico y autojustificado, en la medida en que las referencias
personales e histricas del exterior han pasado a formar parte de su textura y estn
gobernadas por las leyes internas del gnero, es porque no slo hay buenos cuentos, sino

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porque la crtica y los propios cuentistas han venido definiendo con precisin los
elementos que individualizan su originalidad. Declogos, consejos, ingeniosos aforismos
sobre como debe ser un cuento, reglas de la cuentstica respaldan una intensa reflexin
terica, mientras los temas son cada vez ms variados y originales y ahondan tanto en las
races de un rico pasado americano hecho de leyendas, mitos y tradiciones, como en la
diversin, la irrisin o la parodia en las que se solaza.
Ah continan las paradojas. A diferencia de la novela, cuyo origen puede precisarse en el
tiempo y en el espacio sin mayores dificultades, el del cuento se pierde en los inicios de la
historia de la humanidad y tiene expresiones simultneas en casi todas las literaturas de
Europa, Asia, frica, e Hispanoamrica. Pero mientras la novela, pese a su modernidad,
se ha ido liberando de reglas y es hoy una polismica caja de resonancia, hecha de
retazos de formas cada vez ms diversas, el cuento, aun teniendo una larga historia
propia y una reconocida universalidad en sus mejores creaciones, vlida para todas las
culturas, es un gnero ceido por rigurosas y unvocas constantes y una serie de
ajustadas reglas presentes tanto en los cuentos de las mil y una noches como en los
ajustados mecanismos de relojera de los relatos breves de Jorge Luis Borges.
Al mismo tiempo hay que subrayar que, si bien el cuento ha perdido intensidad como
gnero desde fines del siglo XIX en Europa y, ms recientemente, en pases donde
gozara de una gran popularidad como Espaa y Estados Unidos, sigue estando vigente
en Amrica Latina, donde se ha convertido en modelo por excelencia de expresin
literaria. Su desarrollo corresponde al gradual autodescubrimiento de la realidad del
continente, desde el bautizo descriptivo con que se nomina el Nuevo Mundo recin
descubierto, hasta el reconocimiento de la complejidad contempornea, sin olvidar las
fronteras transgredidas de lo real en nombre del absurdo y lo fantstico.

La voraz lectura del mundo


En este modelo latinoamericano se reconoce sin dificultad la vida asimilacin de todo
tipo de influencias literarias que han podido considerarse vlidas o de inters, desde el
cuento ruso al norteamericano, pasando por los maestros espaoles y franceses del
gnero, sin olvidar a los heterodoxos, raros y transgresores del mundo entero. Y
siguen las paradojas el resultado es de una absoluta originalidad.
Un estudio de los agentes del cosmopolitismo literario, como llama M. F. Guyard en su
propuesta metodolgica de literatura comparada a los libros y los hombres que influyen
y marcan las relaciones internacionales de la literatura, resulta de un particular inters en
Amrica Latina, donde los escritores incorporan a su propia tradicin una voraz lectura del
mundo.

El cuento latinoamericano: un pjaro barroco en una jaula geomtrica

Fernando Ansa

As Horacio Quiroga proclama sin complejos en el Primer mandamiento de su Declogo


del perfecto cuentista: Cree en un maestro Poe, Maupassant, Kipling, Chejov como
en Dios mismo, una regla que sabiamente han respetado Juan Carlos Onetti, Julio
Cortzar o Enrique Anderson Imbert. La atenta lectura de la cuentstica universal por parte
de los escritores hispanoamericanos permite las referencias cruzadas de un Dino Buzzati
con Julio Cortzar, de un Italo Calvino con Adolfo Bioy Casares, de un Ambrose Bierce o
un Jonathan Swift con Juan Jos Arreola. En esta asimilacin de todo tipo de influencias
literarias, deben tambin incluirse las provenientes de otras tradiciones como las sagas
escandinavas, las leyendas celtas, los aplogos orientales, los cuentos chinos y todas las
narraciones cortas manejados con sospechosa erudicin por escritores como Jorge Luis
Borges o Jos Lezama Lima (basta pensar, para este ltimo, en El juego de las
decapitaciones o en El patio morado). En todo caso, ninguno de ellos parece haber
padecido la angustia de las influencias de que hablara Harold Bloom.
En efecto, en Latinoamrica se han recuperado, a travs de nuevas formulaciones
estticas, las races anteriores del gnero, tales como la oralidad, el imaginario popular y
colectivo presente en mitos y tradiciones y las formas arcaicas de subgneros que estn
en el origen del cuento (parbolas, crnicas, baladas, leyendas, caracteres, etc.),
muchas de las cuales no haban tenido expresiones americanas en su momento histrico.
De algunas de estas tradiciones surgen tambin los seres, arquetipos y mitos constitutivos
del imaginario de la literatura fantstica del continente. Desde fantasmas, aparecidos y
otras criaturas de la noche, hasta los maleficios y encantamientos, pasando por el
bestiario mgico al que ha sido tan adicto Jorge Luis Borges en su Manual de zoologa
fantstica o Juan Jos Arreola en su Bestiario, la literatura contempornea se nutre de
estos tpicos, cuyas variantes americanas no son tan diferentes como pretenden algunos,
aunque su inventario est todava por hacerse.

La poderosa funcin integradora retroactiva


Amrica Latina ha integrado con fuerte intensidad acaparadora series culturales vecinas,
merced a la utilizacin sincrtica de gneros conexos (periodismo, cuadros de
costumbres, casos y hasta la propia poesa) y de reas propias de otras disciplinas
(sociologa, antropologa cultural, sicologa, historia, etc.)
Se puede hablar as de una poderosa funcin integradora retroactiva y de una amplia
visin antropolgica cultural de raz intensamente americana, combinada en forma
variable, segn pases y pocas, para dar las expresiones ms originales del gnero. Si
unos se ejercitan gozosos en las modalidades anacrnicas del gnero, otros recuperan
mitos, leyendas populares y tradiciones orales amerindias o unen "en un trazo elptico la

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palabra mtica popular con los mitos ms personales", como sugiere Rubn Bareiro
Saguier. En buena parte lo hacen retomando en forma escrita (en la llamada oralidad
literaria) la retrica y la intensidad del cuento contado, donde el nico impulso, la unidad
de impresin temtica y de tensin narrativa, deben captar al lector.
El cuento forma parte de la aventura en que est embarcada la narrativa contempornea
a travs de esta doble integracin de influencias y recuperacin de races. De all la
importancia de mencionar los referentes histricos del gnero, no tanto para recordar lo
que podran ser simples antecedentes superados del cuento contemporneo, sino para
subrayar la actualidad y vigencia formal de estos elementos originarios. Porque, en
principio, la morfologa del cuento contemporneo no es sustancialmente diferente a la del
cuento tradicional. Es ms, en muchos casos por ejemplo, al utilizar la oralidad esttica
escrita los autores del llamado cuento moderno hacen alarde de los posibles
anacronismos de forma de los cuales, por otra parte, provienen buena parte de los
recursos narrativos que utilizan. Su forma escrita sigue garantizando que el ms antiguo
de los gneros sigue siendo el ms moderno.

Apertura y cierre de un gnero


En Amrica Latina no tenemos por qu repetir la reserva metodolgica de Vladimir Propp,
cuando afirmaba es evidente que antes de contestar a la pregunta dnde vienen los
cuentos?, debemos responder a esta otra: qu es un cuento? En el origen del cuento
latinoamericano (de dnde viene) est implcita su definicin (qu es el cuento). Uno
no puede explicarse sin la otra a causa del proceso de intenso aluvionismo cultural
operado en la regin, segn el cual hemos padecido una sucesin de influencias
culturales determinadas en buena parte externamente (en forma exgena y no endgena)
y, por lo tanto, en forma secuencial e imitativa. Si unos ven lo falso y poco autntico del
proceso, la discontinuidad que ha sacudido el desarrollo histrico y cultural americano,
debida a la superposicin sin superacin, otros saludan la intensa transculturacin e
hibridacin que en definitiva conlleva.
La diversificacin reconocida en los orgenes del cuento (su causalidad mltiple y la
variedad de sus fuentes), los diferentes gneros literarios conexos que inciden en las
races de su formulacin contempornea, los componentes originados en disciplinas y
preocupaciones variadas, esta apertura al exterior, capaz de acaparar temas, situaciones
y estilos mltiples, cristalizan en una estructura bsica, cuyas reglas formales y estticas
pueden parecer rgidas y cerradas, pero cuyo estudio terico resulta indiscutible.
En la aparente contradiccin de esta apertura y cierre del gnero radica la clave de su
definicin y de su capacidad para transmitirse como forma expresiva inalterada a travs

El cuento latinoamericano: un pjaro barroco en una jaula geomtrica

Fernando Ansa

del tiempo. Porque si el cuento se formula y se crea, a travs de una estructura que le
impone los elementos invariables (de los que hablaba Julio Cortzar) en el interior de un
modelo que le garantiza su supervivencia como gnero, necesita igualmente abrirse al
exterior para ser capaz de reflejar, interpretar y recrear un mundo en permanente cambio
y evolucin, aunque en esa materia prima renovada se descubran constantes y tpicos.
Es necesario insistir en esta doble condicin del gnero, gracias a la cual puede integrar
todo lo til a sus fines, sin perder la estructura que lo caracteriza. De all la necesidad de
un equilibrio sutil y permanentemente restablecido entre apertura temtica y cierre formal.
En efecto, si el cuento no tuviera una estructura formal habra evolucionado hacia nuevos
gneros, como sucedi con las formas narrativas del pasado que derivaron en el prototipo
de la novela. Al mismo tiempo, si la forma cerrada del cuento no hubiera estado
temticamente abierta, se habra esterilizado y agotado en s misma, como sucedi con
otros gneros o subgneros rgidamente estructurados y que han terminado por
desaparecer devorados en nombre de su propia retrica y las leyes de preceptiva que los
regan, como sucedi con las llamadas novelas bizantinas o las pastoriles".
De all la importancia de recordar que en su brevedad dirigida, en el estilo conciso, en la
unidad de accin del suceso concentrado que relata (Borges dira situacin), en la de la
impresin o efecto que provoca, tensin interna y condensacin vital, ritmo y pulsacin
que lo conducen desde el principio al final que lo cierra oclusivamente, el cuento se erige
como una forma autnoma y autoexplicativa que no puede distraerse ni diversificarse. Se
trata de presentar una obra en cada caso, sugiere Antonio Skrmeta, un momento
intenso de humanidad. En su difcil sencillez y provisto de un ritmo ajustado conduce
imperiosamente al lector a una especie de contagio emotivo.

Una esfera transparente y porosa


Entonces, el cuento es un gnero dictatorial?
Juan Bosch lo insina. El novelista crea caracteres y a menudo sucede que esos
caracteres se le rebelan al autor, mientras que el cuento tiene que ser obra exclusiva del
cuentista. l es el padre y el dictador de sus criaturas. La necesaria brevedad del cuento
es el fruto de la voluntad sostenida con que el cuentista trabaja su obra. Enrique
Anderson Imbert parece compartir esta idea cuando analiza cmo el cuentista aprieta la
materia narrativa hasta darle una intensa unidad tonal. El cuento concluye es como
"un fruto redondo, concentrado en su semilla. Por su parte, Cortzar proyecta el cuento
como una esfera.

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Sin embargo, aunque el cuento escoge y limita un acontecimiento banal o significativo,


recorta su espacio propio (como una fotografa, dira el mismo Cortzar) y aunque se
aparezca como una forma literaria apta para asumir la autonoma de la ficcin y ser ente
generador de sus propias leyes de funcionamiento, el cuento propicia en el lector una
apertura, un fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad ms all de la
ancdota literaria. De ah que creamos que el fruto o la esfera debe ser sobre todo
transparente y porosa. De all una vez ms la aparente contradiccin de una forma
redonda abierta a temas, preocupaciones y estilos, y cerrada en la forma de su expresin.
El esfuerzo por condensar el foco de energa colectiva en dilogos poco disgresivos y en
una visin unitaria siendo propia de cada autor y de cada obra, multiplica y no
restringe los modos de percepcin de la realidad. Paradjicamente, lo ms importante
es que no hay reglas retricas y definitivas para algo que fluye y cambia sin cesar, por lo
cual los elementos que estructuran al cuento deben surgir desde adentro de la propia obra
y no aparecer impuestos como un cdigo del deber ser de la buena narrativa. Esta ya era
bueno es recordarlo una ambicin de Gustavo Flaubert en los umbrales del relato
moderno: edificar algo partiendo de la nada, pero a lo cual aadiramos nosotros, capaz
de contener el todo.
Se trata de inventar un mundo, un mundo cerrado con sus propias leyes del juego,
instauradas desde el momento en que se ha apropiado de un fragmento de la realidad
que ha hecho suya. Mundo cerrado, pero al mismo tiempo, obra abierta a las mltiples
sugerencias de la ambigedad, capaz de cuestionar la realidad a travs de la palabra
desgravada de sus significados ms obvios y directos.
Una vez ms: polifona y polivalencia de significados en el marco de una rigurosa
preocupacin formal.
Y para volver a la metfora inicial: un vistoso pjaro barroco de variopinto plumaje
cantando en una jaula de riguroso diseo geomtrico.
Todo un programa, como se ve.

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