Consejo de Guerra Contra Julián Besteiro
Consejo de Guerra Contra Julián Besteiro
Consejo de Guerra Contra Julián Besteiro
Santos Juli
Publicado en Santiago Muoz Machado, ed., Los grandes procesos de la historia de Espaa,
Barcelona, Crtica, 2002, pgs. 466-483.
Un amplio "extracto sumarial para la defensa" del procedimiento sumarsimo 1.449/39 y del Consejo
de Guerra fue publicado por su defensor, Ignacio Arenillas de Chaves, con el ttulo El proceso de
Besteiro, Madrid, 1976, citado en adelante como Proceso, seguido de nmero de pgina.
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moverse del Ministerio de Hacienda donde sus ltimos visitantes, que le instaban a
abandonar la capital, lo vieron plido, con los pmulos hundidos, muy cansado,
enfermo, echado sobre un camastro, pero con la mente lcida y la expresin enrgica.
De modo que a la primera cuestin que plantea este procedimiento sumarsimo, la
de cmo fue posible que el procesado se quedara en Madrid, la nica respuesta es:
porque as lo decidi libremente. En los primeros meses de la guerra, Besteiro rechaz
la oferta de Wenceslao Roces, subsecretario del Ministerio de Instruccin Pblica, para
trasladarse a Valencia, como tantos intelectuales, y alojarse con su familia en la Casa de
la Cultura, all instalada "para albergar a los mejores prestigios de nuestra cultura
evacuados de Madrid"; no acept ninguna misin permanente en el extranjero, como le
animaba el ministro de Asuntos Exteriores de la Repblica, Julio lvarez del Vayo,
cuando le ofreci a principios de febrero de 1937 la embajada de la Repblica en
Buenos Aires. Tampoco aprovech ninguna circunstancia para buscar un exilio
confortable, como hubiera podido ser el caso cuando el presidente Manuel Azaa le
encomend la representacin de la Repblica en las ceremonias de coronacin de Jorge
VI, en mayo de 1937. Ms tarde, no faltaron amigos y colegas que le incitaron a
marchar, el ltimo de ellos, Cipriano Mera, miembro como l del Consejo de Defensa,
en la conversacin que mantuvieron en vsperas de la cada de Madrid. Besteiro
permaneci en Madrid porque tal fue su voluntad; porque quiso2.
Motivos no le faltaban, o as al menos lo pensaba, para quedarse. De los que l
mismo tuvo ocasin de exponer, el primero fue asistir en los momentos difciles de la
guerra al pueblo madrileo que tan constantemente le haba asistido a l con su
confianza. Esgrimida muy pronto, para rechazar la oferta de hacerse cargo de la
embajada en Buenos Aires, esta razn no dejar nunca de estar presente hasta su
reaparicin en el mismo Consejo de Guerra, cuando evoc los deberes especiales a que
le obligaba la "representacin excepcional" otorgada por sus electores desde 1918.
Besteiro, que siempre tuvo un elevado concepto de su propia altura moral3, no poda
incumplir esos deberes a los que le ataba la confianza en l depositada por sus electores:
si la mayora del pueblo madrileo deba quedarse en la capital, l no sera una
excepcin.
Pero hay, adems de ste, otro motivo que empuj a Besteiro a quedarse en
Madrid. A pesar de la implacable maquinaria represora que el Ejrcito de Ocupacin
pona en marcha inmediatamente que tomaba una ciudad, a pesar de los consejos de
guerra que haban enviado ante el pelotn de ejecucin a tantos miles de republicanos,
socialistas, comunistas, nacionalistas, anarquistas, masones, liberales, Besteiro abrigaba
la esperanza de que seguramente a l no le pasara nada y la expectativa de que quiz su
presencia podra ser til en el futuro para la reconstruccin de la Unin General de
Trabajadores. El testimonio ms explcito y ms sorprendente de esta actitud se
encuentra en la conversacin mantenida hacia mediados de marzo de 1939 con el
gobernador civil de Murcia, el socialista Eustaquio Caas, que lo encontr en el stano
2 Las cartas de Roces y Alvarez del Vayo, de 22 de diciembre de 1936 y de 3 de febrero de 1937, las
repuestas de Besteiro y el nombramiento como representante del presidente de la Repblica estn
incorporadas al sumario, Proceso, pp. 184-187. La conversacin con Mera es de 27 de marzo 1939, un
da antes de su detencin: Cipriano Mera, Guerra, exilio y crcel de un anarcosindicalista, Pars, 1976, p.
224.
3 "No tengo nada que rectificar y tengo mi espritu por superior moralmente a todos los que pudieran
acercarse a m con pretensiones de guas y consejeros", escribe a su esposa un das despus de celebrado
el Consejo de Guerra, antes de que le fuera notificada la sentencia: Julin Besteiro, Cartas desde la
prisin, ed. de Carmen de Zulueta, Madrid, 1988, p. 144.
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4 "Notas histricas sobre los ltimos momentos de la guerra civil de Espaa, consignadas por un testigo
presencial", por Eustaquio Caas, Pars, marzo 1948, en Fundacin Pablo Iglesias, Archivo Amaro Rosal,
351-3, f. 23.
5 Carta a Dolores Cebrin, 30 de abril de 1939: Cartas, p. 121. El 4 de febrero anterior se haban
promulgado varias rdenes ministeriales que separaban del servicio y daban de baja en el escalafn a
veinticinco catedrticos de la Universidad Central entre los que se encontraba Besteiro: Alicia Alted,
Poltica del Nuevo Estado sobre el Patrimonio cultural y la Educacin, durante la Guerra civil espaola,
Madrid, 1984, p. 174.
6 Julin Maras, Una vida presente. Memorias 1 (1914-1951), Madrid, 1988, p. 232.
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ciudadanos, adelantar la hora de la paz. Para ello, no haba dudado en entrar en contacto
con agentes del Ejrcito de Franco y con dirigentes de la clandestina Falange Espaola7.
Es ms, su nica actuacin de naturaleza estrictamente poltica consisti en prestar su
apoyo al coronel Casado aceptando formar parte del Consejo Nacional de Defensa,
creado con el exclusivo propsito de negociar la rendicin ante el gobierno de Franco.
Besteiro lleg posiblemente a creer que toda esa actuacin, su manifiesta hostilidad a
los comunistas, su crtica hacia el gobierno de la Repblica, le convertan en alguien a
quien los vencedores deban recurrir en los momentos difciles de la transicin de un
rgimen a otro.
La confianza se aliment tambin de los ambiguos ofrecimientos de clemencia del
general Franco a los militares republicanos que intentaron negociar con los
representantes del gobierno de Burgos las condiciones de la rendicin. Efectivamente,
Franco, al rechazar la paz negociada y exigir la rendicin incondicional, haba
prometido que la Espaa nacional sera generosa para los que rindieran las armas
"evitando sacrificios estriles, y no fueran reos de asesinatos y otros crmenes graves".
Ni el mero servicio en campo rojo, ni haber militado simplemente y como afiliado en
campos polticos extraos al Movimiento Nacional eran motivos de responsabilidad
criminal, se deca en aquel ofrecimiento. Besteiro conoca esas promesas de clemencia.
Como Antonio Luna Garca, un agente de Burgos, declar en la instruccin del
procedimiento sumarsimo, a Besteiro "se le enter [de] que el Generalsimo ofreca
garanta de vida y libertad a todos aquellos que, sin haber cometido crmenes comunes,
contribuyesen a la entrega de los rojos sin derramamiento de sangre". El ofrecimiento y
la informacin recibida le afectaban de lleno: haba propugnado la rendicin, haba
evitado en la medida de sus posibilidades sacrificios estriles, no haba desempeado
cargos polticos y, sobre todo, jams podra ser declarado reo de ninguna accin
criminal8.
INSTRUCCIN DE LA CAUSA
Con ese espritu afront, pues, Julin Besteiro, el procedimiento sumarsimo
iniciado contra l un da despus de que el jefe de los Servicios de Informacin y
Polica Militar y los representantes de Falange Espaola lo encontrasen en los stanos
del Ministerio de Hacienda, esperando su llegada. En la declaracin indagatoria ante el
juez instructor resalt aquellos aspectos de su personalidad y de su trayectoria poltica
que ms podan beneficiarle: sus discrepancias con el partido socialista, que se
remontaban a 1930, cuando se opuso a la colaboracin con los republicanos para
derrocar la monarqua y vot contra la participacin del PSOE y de la UGT en el comit
revolucionario, luego convertido en gobierno provisional de la Repblica; su oposicin
a la poltica revolucionaria emprendida por su partido en 1934, despus de haber
perdido las elecciones del otoo del ao anterior; su negativa a aceptar ninguna misin
excepto, en mayo de 1937, la representacin del presidente de la Repblica en la
coronacin de Jorge VI porque llevaba anejo el encargo de entrevistarse con el
7 Hay abundante documentacin sobre estos contactos en Angel Bahamonde y Javier Cervera, As
termin la guerra de Espaa, Madrid, 1999.
8 Una copia de este "Ofrecimiento de Clemencia por S.E. a los rojos", de 6 de febrero de 1939, en
Archivo Histrico Militar, Cuartel General del Generalsimo, Leg. 248, carp. 4. [en adelante: AHM, CGG
y nmero de legajo y carpeta]. Declaracin de Antonio Luna, Proceso, p. 193. El mismo Antonio Luna,
ms tarde embajador en Austria, recordaba haber "prometido vida y libertad si evitaban una masacre al
final de la guerra" y que luego de aceptar y cumplir "me los fusilaron a casi todos", cit. por Paul Preston,
Las tres Espaas del 36, Barcelona, 1998, p. 21
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secretario del Foreign Office, Anthony Eden, para proponerle una mediacin que diera
lugar a la retirada de voluntarios extranjeros y a la firma de un armisticio; su rechazo de
los cargos que le haban ofrecido excepto, a finales de junio de 1937, la presidencia del
Comit de Reforma, Reconstruccin y Saneamiento de Madrid9; en fin, su nica
actuacin poltica de envergadura, a requerimiento del coronel Casado, para que
prestara su apoyo al Consejo Nacional de Defensa y poner as fin a la guerra.
No eran afirmaciones montadas en el aire. El juez instructor solicit al Servicio de
Informacin y Polica Militar y al Destacamento de Polica del Cuartel General del
Ejrcito del Centro sendos informes sobre las actividades de Julin Besteiro durante la
guerra civil. El contenido de ambos coincide sustancialmente y hasta en el detalle con
las declaraciones del procesado. Besteiro, durante la guerra, se haba abstenido de vida
poltica, dice uno; su total apartamiento de la poltica era palpable, aade el otro, hasta
el punto de que pudo haber sido considerado como traidor por su mismo bando. No slo
eso: su hostilidad al gobierno de Negrn y su enemiga a los comunistas era manifiesta,
conocida por todos. Y aun haba ms: Besteiro se prest a secundar las indicaciones de
los agentes de Burgos y de los dirigentes de la clandestina FET de las JONS
presionando por la paz y la rendicin sin condiciones. Su actitud, dice el informe del
SIPM, fue correcta, caballerosa y hasta patritica; y que lo fuera no debe pasarse por
alto: lo patritico se confunda en el lenguaje de los vencedores con la Espaa nacional,
reservndose lo antipatritico, antinacional y antiespaol al bando contrario. El informe
del Destacamento de Polica iba todava un paso ms all: cuando en las primeras horas
de la maana del da 28 de marzo de 1939 "comenzaron a flamear en el ambiente
madrileo las primeras banderas nacionales, el jefe del Servicio Exterior del SIPM del
primer cuerpo de Ejrcito fue presentado a Julin Besteiro en su verdadera calidad,
recibiendo toda clase de facilidades a fin de que se adoptasen las medidas conducentes a
evitar posibles choques o incidentes hasta que se produjera la entrada de las fuerzas
nacionales en Madrid"10.
Esto era considerar a Besteiro no ya libre por completo del presunto delito de
adhesin a la rebelin sino como uno de los suyos. En el mismo sentido se expresaron
durante la instruccin los testigos llamados por la defensa, Luis de Sosa Prez, profesor
de la Universidad Central y vicesecretario de su Facultad de Filosofa y Letras hasta
septiembre de 1936, que destac la ayuda prestada por Besteiro a varios profesores, a
pesar de "ser notoriamente desafectos al Gobierno rojo"; y Antonio Luna Garca,
catedrtico de la Facultad de Derecho, que habl ms de poltica que de cuestiones
humanitarias. El da mismo que entr en contacto con Besteiro, Luna se qued muy
sorprendido por la hostilidad que sin tapujo alguno le manifest hacia el gobierno
presidido por Juan Negrn, a quien acusaba de ser prisionero de los comunistas. Pens
que se era su hombre, prodig los encuentros y aprovech sus contactos con la
organizacin clandestina de Falange para exponer un plan en el que Besteiro
desempeara un importante papel: apoyar la formacin de "un nuevo gobierno que
terminase rpidamente con la guerra y que a l le fuese encomendada una misin
9 Para la actuacin de Besteiro en este organismo, Carlos Sambricio, "Las promesas de un rostro,
Madrid, 1920-1940, en Ayuntamiento de Madrid, Madrid, urbanismo y gestin municipal, 1920-1940,
Madrid, 1984, pp. 115-124.
10 Para estos informes, Proceso, pp. 177-181 y 190-193.
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11 As lo aclara el mismo Antonio Luna ante el instructor y la defensa, Proceso, pp. 190-193, despus de
leda su declaracin, de la que poda resultar la equivocada impresin de que Besteiro tena la intencin
de encargarse personalmente del poder.
12 Es lo que sugieren Emilio Lamo de Espinosa y Manuel Contreras en Poltica y filosofa de Julin
Besteiro, Madrid, 1990, p. 164.
13 "Informe que a S.E. el Jefe del Estado eleva el Consejo Asesor sobre la situacin creada en la Zona
Centro a consecuencia de la conquista de Barcelona" e "Informacin general del enemigo. Gestiones para
la entrega del Ejrcito rojo. Preliminares, febrero de 1939", AHM, CGG, 248, 4 y 277, 12.
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14 Azaa dej un amplio relato de esta entrevista en la entrada de su diario de 19 de noviembre de 1938:
"en realidad no tena nada que encargarle, y s slo conocer su opinin", escribe, Diarios Completos,
Barcelona, 2000, p. 1245.
15 Publicada en El Socialista, 7 de marzo de 1939, y recogida en Julin Besteiro, Obras Completas, ed.
de Emilio Lamo de Espinosa, Madrid, 1983, vol. III, pp. 425-427. La admiracin por el discurso es de
Julio Palacios, "En la Espaa roja. Memorias de un agente del SIPM", AHM, CGG, 277, 18.
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16 El Cdigo de Justicia Militar fue aprobado por Ley de 25 de junio de 1890, Gaceta de Madrid, 4 a 11
de octubre del 1890. El Ttulo VI del Tratado segundo, "Delitos contra la seguridad del Estado y del
Ejrcito", aparece en Gaceta de Madrid, n 279, 6 de octubre de 1890, p. 76; en su redaccin original el
art. 237 consideraba reos del delito de rebelin militar a "los que se alcen contra la constitucin del
Estado, contra el Rey, los Cuerpos Colegisladores o el Gobierno legtimo". Un decreto de 11 de mayo de
1931 reduca la jurisdiccin de los Tribunales Militares a hechos esencialmente militares, atribua a los
Auditores las funciones judiciales de los Capitanes Generales, y transfera las competencias judiciales del
Consejo Supremo de Guerra y Marina, que quedaba suprimido, a una nueva sala de Justicia Militar del
Tribunal Supremo. Gaceta de Madrid, 12 de mayo de 1931. El escrito de calificacin fiscal, en Proceso,
pp. 182-183.
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jurisdiccin de guerra los delitos contra el orden pblico tipificados en el Cdigo Penal.
No satisfecha con esa inslita extensin de una jurisdiccin ya de por s abrumadora, el
Bando calificaba como rebeldes a los efectos del Cdigo de Justicia Militar a los que
hubieran desarrollado una serie de actividades consideradas perfectamente legales por
la Constitucin de la Repblica, como el libre ejercicio de los derechos de asociacin,
reunin, propaganda y huelga: rebelde vena a ser todo el que hubiera cometido "actos u
omisiones que causaren perjuicio a los fines que persigue este movimiento redentor de
nuestra Patria"17.
Como Serrano Suer, en aquel momento ministro del Interior, recordar aos
despus, "se estableci que los rebeldes eran los frente-populistas olvidando que la
rebelda contra una situacin que se estimaba injusta -rebelda santa en la idea de
muchos- estaba jurdicamente en el Alzamiento Nacional". A tenor del Cdigo de
Justicia Militar, reconoce Serrano, los nicos rebeldes eran "los que se alzaron y todos
los que les asistimos y colaboramos, y no podan ser jurdicamente tales quienes
estaban con el Gobierno constituido". A pesar de tal imposibilidad jurdica, lo cierto fue
que sobre esta base de "justicia al revs, un sistema inslito en la historia de las
convulsiones poltico-sociales, comenzaron a funcionar los Consejos de Guerra para
juzgar y condenar con el carcter de rebeldes en armas a quienes se oponan al
Alzamiento nacional y defendan al Gobierno del Frente Popular"18.
Besteiro, que compareci ante el tribunal vestido con traje azul, sombrero en la
mano, adelgazado, envejecido, con sus pelos grises en desorden, pero desenvuelto y
tranquilo, con mirada un poco ausente19, o no crea en la legitimidad del gobierno del
sr. Casares o, lo que es ms probable, no estaba dispuesto a caer tan pronto en la trampa
tendida por el fiscal y se limit a responder que l siempre haba condenado los
caminos de violencia por los que avanzaba la Repblica. La constitucionalidad y el
carcter legal del gobierno presidido por Casares Quiroga le importaban mucho menos
que los procedimientos y el camino que se seguan. La respuesta, lgicamente, no
satisfizo al fiscal, que volvi otras dos veces a la carga hasta que lo dej por imposible
sin arrancar de Besteiro la afirmacin de que s, que consideraba legtimo al gobierno
de la Repblica. Cerrado este camino, el fiscal slo mostr inters en conocer las otras
actuaciones de Besteiro que pudieran probar su adhesin a la rebelin: la firma de una
proposicin del Congreso de Diputados el 12 de octubre expresando su apoyo al
gobierno, la presidencia de lo que denomin, con harta impropiedad, Junta de
edificacin de Madrid, la misin ante el secretario del Foreign Office encomendada por
Azaa y nada ms. Con estos mimbres andaba ms que sobrado para construir su
alegato.
Y efectivamente, como las declaraciones de los testigos Luis Sosa Prez y
Antonio Luna Garca hubieran sido incorporadas a la instruccin y la defensa
renunciara a interrogarlos en la vista pblica, tras una breve pausa el presidente del
Tribunal concedi la palabra al fiscal, un hombre en su cuarentena, potente, edificado
en fuerza que gozaba ya de fama de orador y que se expres con gran mpetu pero
17 El bando declaratorio del estado de guerra, de 28 de julio de 1936, fue publicado en Boletn Oficial de
la Junta de Defensa Nacional de Espaa, n 3, 30 de julio de 1936.
18 Ramn Serrano Suer dedica unas interesantes reflexiones al delito de rebelin militar en Entre el
silencio y la propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, 1977, pp. 243-252.
19 Primer envo de la agencia Havas reproducido por Ignacio Arenillas en Proceso, p. 283.
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ninguna virulencia20. Hizo uso de ella durante dos horas, una prctica nada habitual en
los Consejos de Guerra. Ms bien, los fiscales se limitaban a establecer rutinariamente
la conexin entre la actividad del procesado durante la guerra civil, fuera sta una
representacin diplomtica en el extranjero, una responsabilidad de gobierno, una
simple afiliacin o simpata a un partido poltico o a un sindicato, y el delito de
adhesin a la rebelin militar para solicitar ipso facto la pena de muerte. Pero en este
caso, fascinado sin duda por la extraordinaria relevancia del caso y muy consciente del
papel que le tocaba protagonizar, el fiscal no dej pasar la ocasin de dibujar un gran
drama histrico en el que una gran personalidad por la que senta cierta admiracin,
profesor que haba sido suyo de lgica en el primer curso de la carrera, se dejaba
arrastrar por la fuerza de la revolucin abdicando de su responsabilidad. No Besteiro,
sino la revolucin era lo que all se someta a juicio. Y el fiscal se haba propuesto
quedar a la altura de tan dramtica circunstancia.
La personalidad del procesado ofreca, segn tema el fiscal, todos los
ingredientes para sugestionar al tribunal y moverle a la clemencia. Acedo Colunga no
tena reparo en conceder que Julin Besteiro, a quien nunca ape el tratamiento de don,
era hombre instruido, elegante, britanizado, de concepciones honestas en su rgimen de
vida privada, de acrisolada honradez personal. Pero esas cualidades se volvan
precisamente en contra del procesado, porque mostraban como en sntesis "la ms
perfecta de toda esa decadencia poltica a la que haba llevado un intelectualismo
trasnochado del siglo XIX, lleno de errores y tinieblas". Lo mismo ocurra con su
intento de moderar y "elegantizar" el mito revolucionario del que haba sido tenaz
propagandista, de aquella filosofa materialista desprendida del enciclopedismo
filosfico, por no hablar ya del repudio a la revolucin que sin embargo se troc en
apoyo al gobierno de Frente Popular, que pona en todos sus principios "los de la
dinamita moral, sangre y crimen"; o que sirvindose de su elegancia britnica quiso
negociar un armisticio para salvar la Repblica y que, miembro del Consejo de
Defensa, pretendi negociar el ningn honor que exista en la revolucin espaola. Ese
era el hombre, siempre al servicio, fuera cual fuese su honradez personal, de causas que
haban roto la honda tradicin espaola.
Tenerlo all presente, sentado en el banquillo, poda despertar cierta simpata en
quien deba juzgarlo. El fiscal, por tanto, record a todos el abismo que separaba al
marxismo como religin de negaciones, a la democracia y al parlamentarismo como
"manifestacin espordica o transitoria de los rugidos del populacho", a la libertad
como justificacin de una cantidad innumerable de crmenes, a la igualdad como
igualdad en la miseria, en el crimen, la destruccin y la ruina, de aquella honda
tradicin espaola rota por el procesado. Desechada toda la herencia de la revolucin
francesa, era necesario reconstruir nuestra vida espiritual en las concepciones luminosas
de la Edad Media, que algunos llamaban atrasadas pero que representaban el impulso
espiritual del hombre y que, trasladado a la mente humana por Luis Vives, engendr la
filosofa escolstica, la grandeza del Concilio de Trento, la Contrarreforma y en el siglo
XIX centelle en el pensamiento de Balmes cuyas cenizas inmortales violaron y
pisotearon estos brbaros. El vuelo del fiscal para trazar grandes frescos histricos, de
la Edad Media a Balmes pasando por donde hubiera que pasar, vena a posarse pues en
estos brbaros intelectuales, culpables de haber destrozado la autntica tradicin
espaola.
20 Son observaciones del corresponsal de Havas, Proceso, p. 285. Para la acusacin del fiscal, glosada a
continuacin, Proceso, pp. 202-233
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21 El fiscal confunde los tiempos sin que parezca importarle mucho a efectos de prueba: Besteiro era
desde junio de 1937 presidente del Comit de Reforma, Reconstruccin y Saneamiento de Madrid; el
viaje a Londres tuvo lugar un mes antes, en mayo, y mal pudo a la vuelta encerrarse en casa hasta el fin
de la guerra. Lo del encierro -que el fiscal pudo conocer por la declaracin de Luna- es posterior, cuando
regres de su viaje a Barcelona en noviembre de 1938.
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en la poltica espaola; lo es para la patria". Podra ser doloroso, pero esa era la verdad.
Ya haba dicho el fiscal y ahora repeta que consideraba al procesado responsable de un
delito definido en el art. 237 del Cdigo de Justicia Militar y penado en el n 2 del
artculo 238 que castiga con la reclusin perpetua a muerte. Llevado tal vez por la
excitacin que sus propias palabras le producan, el fiscal, en atencin a las
circunstancias agravantes, pidi para el procesado la mxima pena, la de muerte.
El defensor fue ms parco, aunque al contrario de lo que ocurra en miles de
consejos de guerra no se tom su funcin de manera rutinaria, reconociendo como era
habitual el delito aunque solicitando la pena menor por circunstancias atenuantes. En
esta ocasin, el defensor se elev tambin por las alturas de la historia y traz una osada
analoga entre la vida de Jess, nacimiento oscuro, vida de trabajo, triunfo, muerte,
resurreccin, y la historia de Espaa, con su nacimiento en Covadonga, vida de trabajo
en la Reconquista, triunfo con los Reyes Catlicos y los primeros Austria, muerte en el
siglo XVIII, resurreccin el 18 de julio de 1936: comparta por tanto el defensor la
visin tradicionalista de la decadencia espaola como producida tras la llegada de los
Borbones, causantes de la muerte de Espaa. Sin duda, el 18 de julio es el da de la
resurreccin que se enlaza con la gran tradicin espaola, pero los seores del Consejo aadi el defensor- no estaban all sentados para juzgar todo el fracaso del siglo XIX ni
el fracaso anterior. Si as fuera, ningn poltico parlamentario, constitucional, que
pasara por ese banquillo podra escaparse de la pena de muerte. No, lo que los seores
del Consejo tenan que juzgar era al hombre. La justicia en Espaa y la justicia militar
exigen que las responsabilidades sean fijadas en una persona; busca unos hechos y los
hechos que el Consejo tena a la vista mostraban que aquel hombre, pudiendo ser lo
ms, no acept nada. Lo nico que atendi fue la llamada del presidente de la Repblica
para realizar una misin de paz, "enmarcada en los postulados continuamente
sostenidos de oponerse a la violencia". Naturalmente, el defensor aduce a su favor los
testimonios de los testigos y los informes del SIPM y del Destacamento de Poltica para
probar que el nico puesto aceptado por Besteiro, el de consejero de Estado en el
Consejo Nacional de Defensa, lo fue con el propsito de gestionar una rendicin sin
condiciones. En verdad, no era necesario insistir ms ni hacer un llamamiento a la
clemencia: el defensor evoc a los muchos que no sufrieron la tortura y el hambre
gracias a que Besteiro intervino a tiempo, ni antes ni despus, y solicit su libre
absolucin con todos los pronunciamientos favorables.
El procesado, por su parte, no alega ms de lo que ya se sabe. Da las gracias al
fiscal por haber reconocido su honradez en la vida privada, aunque aade: yo soy ms
ambicioso que todo eso; no me contento con ser en mi vida privada honrado; estoy
seguro de haberlo sido en mi vida pblica. Su posicin siempre ha sido contra la
corriente, pero eso mismo es lo que le induce a reconocer que nunca se ha equivocado.
Acert y tiene una experiencia dolorosa. Esa experiencia le lleva a rectificar sus puntos
de vista? Y en la respuesta que se da a la pregunta que l mismo se formula est todo
Besteiro. Dice al Tribunal que no, que los mantiene. Y dice ms: "si con esa experiencia
se diese el caso de que tuviese que rectificar algn principio, y me aproximase al
Nacional Sindicalismo, no lo dira por pudor, ni cambiara mi postura. Mi vida poltica
la tengo detrs de m. Delante no espero nada. Y me parece una deshonestidad y una
falta de pudor hacer, a estas alturas de mi vida, un cambio de esa naturaleza".
Eran palabras que cada cual poda interpretar a su manera, pero tal vez para que a
nadie quedara duda del carcter moral del procesado, Besteiro complet su intervencin
subrayando un rasgo de su conducta: haba sido siempre absolutamente leal para todos,
"para con el partido en el que haba militado en 1912, para el gobierno que combati la
Repblica, para los que tenis esa ideologa aqu y para el Tribunal"; de cmo haba
resuelto la palmaria contradiccin de haber sido leal a la Repblica y al gobierno que
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22 Proceso, pp. 243-247 para su alegato ante el Tribunal; carta a Dolores Cebrin, 9 de julio de 1939, en
Cartas, pp. 143-144.
23 Este decreto, que instituye una Comisin central administradora de bienes incautados por el Estado,
establece en su artculo octavo que los Tribunales Militares u ordinarios que conozcan en procedimiento
criminal de actos u omisiones contrarios al Movimiento Nacional deban abstenerse de hacer
determinacin de cuanta respecto a la responsabilidad civil de los procesados, Boletn Oficial del Estado,
11 de enero de 1937.
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24 Julin Besteiro fue conducido a la prisin de Dueas el 3 de agosto de 1939, y el 28 del mismo mes
trasladado a Carmona. De los ltimos das de su vida quedan las notas de su esposa, Dolores Cebran,
incluidas en Cartas desde la prisin, pp. 177-202.