Cuentos Cerreños

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LA CUEVA DE LAS CALAVERAS (Leyenda)

Cerro de Pasco, Folklore pasqueo, Leyendas de Pasco


Aproximadamente a dos leguas del asiento minero de Atacocha, a la vera
del camino de herradura que lo une al Cerro de Pasco, puede verse una
caverna de regulares dimensiones que lleva el lbrego nombre de: La
cueva de las calaveras. Para explicar su origen, el pueblo ha mantenido
-generacin tras generacin- el relato que hiciera un sirviente negro,
testigo nico de un espeluznante fratricidio de tres hermanos
Estos tres jvenes hermanos cada uno peor que el otro- eran hijos del
ms poderoso y diligente minero cerreo del siglo XVIII, don Martn
Retuerto. Sus inmensas propiedades haban crecido tanto que bien poda
decirse que era el dueo de la Ciudad Real de Minas. Sin embargo, los
frutos que le prodigara la fortuna no estaban parejos con los que la
naturaleza le haba deparado. Cada uno de sus hijos y los tres juntos eran
la encarnacin de todos los vicios aposentados en esta nivosa comarca.
Lujuriosos, bebedores, tahres, mentirosos, tramposos, cnicos
La pertinacia de un trabajo agotador que le haca pasar horas enteras
dentro de los socavones, mat al viejo Retuerto. Un da fue encontrado
exnime sobre los metales que haba acumulado. Sus ojos abiertos en
una terrible interrogante de la nada, resaltaban en su rostro ciantico y
barbado. Nadie le llor. Es ms, los tres malandrines dispusieron que
fuera inmediatamente sepultado en el campo santo de Yanacancha. Los
rivales del viejo difunto Cundo no! se apresuraron a ofrecer reluciente
monedas contantes y sonantes por las pertenencias mineras. Ni cortos ni
perezosos los tres deudos pignoraron yacimientos, ingenios, lumbreras,
malacates, herramientas, mulas, avos, etc. a precio huevo, ante la
admiracin general. Total, los herederos estaban felices de haberse
desligado del rigor paternal que los haca inmensamente ricos.

Como es fcil suponer los dineros de la venta no duraron mucho. Pronto


se esfumaron en sedas, afeites y joyas con las que emperifollaron a sus
queridas en bquicas reuniones regadas de chatos de manzanilla, jerez
espaol, coac, champaas y vinos franceses con los que celebraron a
sus amigotes; en las escabrosas sesiones de depravacin con las ms
afamadas hetairas de aquello tiempos y, sobre todo, en los verdes tapetes
de los garitos cerreos en los que, sin retirarse de sesiones de das
enteros, alternaban en rocambor, trecillo, veintiuno, briscn, criba, cu-c,
imperial, mus, monte, siete y medio, pker, tute, etc. Siendo expertos en
oros, copas, espadas y bastos, encontraron a ms diestros que ellos. La
experiencia la pagaron muy caro. En poco tiempo, como es de suponer,
quedaron con los fondos esquilmados.
As las cosas, en la idea de que un matrimonio ventajoso los sacara de la
ruina final, partieron a la muy noble Ciudad de los Caballeros del Len de
Hunuco y, una maana, muy de madrugada, el pueblo los vio salir en
compaa de su nico y fiel criado negro.
Cuando los viajeros se hallaban muy cerca de donde ms tarde sera
Atacocha, fueron sorprendidos por una fuerte ventisca que los hizo
cobijarse en una caverna que hallaron a mano.
Ya dentro, con el criado cuidando de sus cabalgaduras a la puerta,
decidieron echar una mano de dados en tanto la tempestad amainara. En
vano. La nieve sigui cayendo toda la tarde. Cerrada la noche
encendieron dos viejas lmparas mineras que las colgaron de las paredes
del antro; extendieron una frazada sobre la rocosa superficie y, en este
improvisado tapete, apuraron los vaivenes de un lance.
Las horas transcurrieron implacablemente silenciosas, pero cargadas de
una tensin cada vez ms sombra y amenazadora.

Codiciosos y taimados timberos, se enfrascaron vehementes en el


torbellino del juego. Las bolsas con sus contenido argentfero cambiaba
de dueo a medida que la blancura cubra los campos; los dados, en sus
caprichosas variantes numricas fueron sealando alternativamente la
suerte de los jugadores.
Clareando ya el da, el mayor haba logrado aduearse de las bolsas de
sus hermanos que al no tener ms que apostar, pusieron sus relucientes
puales sobre el improvisado tapete. Era lo nico que les quedaba. En el
postrero y definitivo lance, nuevamente la suerte sonri al mayor. Fue lo
ltimo que logr en el juego. Cuando estuvo a punto de coger sus
ganancias, los menores lo atacaron a pualadas. Con los ojos
enormemente abiertos por la sorpresa del ataque; la boca torcida en un
truncado grito de protesta, cay desangrndose inconteniblemente.
Dueos ya del codiciado pozo, comenzaron el reparto; pero avarientos,
ansiosos de poseer cada cual todo el caudal jugado, se enfrascaron en
una agria discusin que desencaden una brutal reyerta. Con los puales
en ristre, ciegos de codicia y obnubilados de ira, fueron tasajendose uno
al otro, hasta que, exanges y agotados, ambos cayeron definitivamente
abatidos. Los tres murieron cosidos a pualadas.
Mucho tiempo despus, los cadveres fueron encontrados por la gente
piadosa del lugar y los enterraron en la misma caverna. Transcurridos los
aos y ante la negra leyenda que deca que en las noches vagaban
gimientes los esqueletos de los hermanos, los lugareos separaron las
calaveras de los cuerpos y las colocaron en unos agujeros de la pared, a
manera de hornacinas, en donde hasta ahora se hallan. A partir de
entonces, los que se atreven a transitar por aquellos andurriales,
aseguran que se oyen desgarradores gritos, maldiciones y execraciones.
A la medianoche aparecen tres espectros condenados que lloran
inconsolablemente.

La confesin hecha por el criado en su lecho de muerte, ha permitido que


el pueblo llegue a conocer este espeluznante suceso. Ahora ya nadie
transita por aquel lugar maldito.
LOS TRES TOROS
Cerro de Pasco, Folklore de Pasco, Leyendas de Pasco
La autora que presentamos a continuacin, es la esposa del doctor Paiva,
Juez de Primera Instancia en el Cerro de Pasco y madre de la primera
reina de belleza de nuestro Colegio Nacional Daniel A. Carrin, que
durante su estada en el primer lustro de los cincuenta, recoge sta y otras
historias que ha publicado en varios medios de difusin. Nos es grato
considerar este relato porque viene a constituir una hermosa variante a la
historia vieja que nuestros abuelos nos narraron.
El gran hundimiento que se nota al costado derecho de la bajada de
Santa Rosa, en el Cerro de Pasco, era un enorme cerro del mismo
nombre, que tena como particularidad estar cubierto de abundante pasto
que se extenda hasta los cerros aledaos.
Este campo era la ambicin de los pastores de ganados de la regin, en
especial los del pueblo de Pasco, que en la poca de sequa o de
continuas heladas tenan que emigrar a otros lugares, arreando sus
rebaos, en busca de mejores pastos. Pero quienes pretendan cruzar los
lmites del cerro Santa Rosa se atemorizaban por el riesgo de perder la
vida ante la feroz embestida de tres enormes toros de filudas astas; uno
de color rojo anaranjado, otro de blanco nieve y un tercero negro carbn.
Cual centinelas alertas salan los tres toros a merodear por las faldas del
cerro en espera de todo ser humano o animal que se aproximara, los que
eran despedazados y despus consumidos por las aves de rapia,
quedando slo osamentas en el campo.
La noticia se haba propalado por comarcas vecinas. La misteriosa
existencia de estos animales, era una continua amenaza para los que

caminaban por dicho lugar y para los pastores que se aproximaban a sus
inmediaciones. Creca al mismo tiempo la codicia por al posesin del
indicado cerro, que los toros vigilaban, porque el pasto de Santa Rosa
poda remediar la situacin penosa de los rebaos en las pocas de
sequa.
Estas circunstancias hicieron que los principales de los pueblos de la
regin se dieran cita y acordaran hacer el chaku (cacera) de los toros.
En efecto, al amanecer del da convenido se alistaron treinta jvenes de a
caballo, armados de lanzas y lazos, capitaneados por hombres de
experiencia, y otros treinta peones provistos de hondas y garrotes,
seguidos tambin de muchos perros. Todos se encaminaron al cerro
Santa Rosa, guindose por otros que iban llevando trompetas hechas de
cuerno de vaca y tambores. El sol era quemante, eran los meses de
verano. Por fin, despus de una fatigosa caminata, pudieron llegar a un
pequeo cerro de donde se poda divisar a distancia, como puntos, a los
tres toros y por las cimas revoloteaban cndores oteando alguna presa.
Se acord hacer el alto con el fin de que los caballos tomasen un poco de
pasto, sacando tambin los jvenes jinetes y los de a pie su chuspa
(bolso de lana tejida) un poco de coca para chakchar, as como el
tabaco que portaban en taleguitas para envolverlo en pancas de maz y
fumarlo, libando a la vez la tradicional chakta (aguardiente de caa), que
algunos llevaban en sus cuernos de vaca.
Despus de algn tiempo de reposo y llenos los carrillos de pikchu (bolo
de coca), se pusieron a embozalar a los caballos y, prosiguieron la
caminata a paso ligero, siendo divisados a una distancia de tres millas por
los tres animales. Los toros levantaron la cabeza y enroscaron los rabos
sobre las ancas, en seal de rabia, para acometer en seguida; pero el
sonar de las trompetas, tambores y clarines, el ladrido y la embestida de
los perros y los impactos de los hondazos lanzados por los de a pie,

pusieron en fuga a los toros, que en desesperada carrera suban el cerro.


En ese momento cargaron los de a caballo con las lanzas listas para
infligirles heridas mortales. Jadeantes ascendan los caballos tras los
toros. Cuando stos ya haban llegado a la cima volvieron a huir los
cornpetas de la presencia de los lanceros. Pero al llegar a unos
peascos, el de color rojo apartndose de los otros dos, se haba
introducido a una cueva, llegando tambin a los pocos instantes sus
perseguidores. Estos se situaron a los costados de la entrada y otros
entraron a provocar la salida y esperaron al toro, que no fue encontrado.
La cueva estaba vaca y al penetrar en ella slo vieron un polvillo rojo con
chispitas brillantes que se vean a la luz del sol, notndose tambin un
olor asfixiante y apestoso a metal. Salieron de all los hombres con una
tosesita seca de tsicos.
Los peatones, que suban fatigados, vieron de pronto que por otra falda
del cerro corran velozmente dos de los toros perseguidos y, creyendo que
haba sido cogido el rojo, aceleraron la subida, encontrndose a poca
distancia con sus compaeros, por quienes fueron informados de la
extraa desaparicin del animal. Prosiguieron en la persecucin de los
toros, que haban llegado a la laguna de Patarcocha. Estos toros volvieron
a emprender veloz carrera hasta llegar a la laguna de Quiulacocha donde
se separaron el uno del otro. El negro se dirigi hacia Goyllar y el blanco
hacia Colquijirca, tomando la direccin de la laguna de Yanamate. En
persecucin del toro blanco fueron una parte de los de a caballo y
peatones, alejndose ms y ms el animal, que a la distancia se vea
como un punto blanco. Principiando la bajada hacia Colquijirca, se haba
desencadenado una tempestad de rayos y granizos, cubrindose la
pampa de nubecillas blancas que impedan ver al animal. Fue entonces
cuando Quilco (Gregorio), el mayor de los hombres que persegua a los
toros, dirigindose a su compaero Lauli (Laurencio), le dijo: Mala sea.
El pachap suyo (nubes de tierra) se ha interpuesto. Todo est perdido y

no nos queda sino ir rastreando por la chiura (fangal) los pasos del toro.
En efecto, en medio de la niebla, atinaban a seguir los rastros que los
perros husmeaban, llegando por fin a una lagunita donde desaparecan
las huellas, notndose cerca del borde turbia el agua, como si alguien
hubiera removido el lodo hacia el fondo.
Algo semejante suceda con los hombres del otro grupo, pues cuando
llegaron a la actual poblacin de Goyllar, en cuya direccin se
encaminaba el toro negro, fueron sorprendidos por vientos huracanados
que hacan caer las piedras de los cerros, apareciendo igualmente una
densa humareda negra que se levantaba como un incendio, por lo que
atemorizados por esos extraos fenmenos tuvieron que volver en
precipitada fuga.
Al da siguiente, todos los indios que intervinieron en el chaco se haban
buscado para contarse lo que sucedi. Acordaron en la reunin volver al
cerro Santa Rosa para ver si haban vuelto los toros huidos; pero, cuando
llegaron a los hermosos pastales ya no fueron hallados ninguno de los
tres toros.
Desde el da siguiente, los indios echaron sus rebaos de carneros,
llamas, y otros animales al cerro de Santa Rosa. Empezaron tambin los
pastores a construir sus chozas, poblndose as la regin.
Transcurridos algunos aos, fueron descubiertas las grandes vetas de oro
y cobre en el Cerro Santa Rosa, las de plata en Colquijirca y el carbn de
piedra en Goyllar. Los tres toros, eran el nima de estos fabulosos
yacimientos.

ATOJ HUARCO (Leyenda)


Cerro de Pasco, Folklore pasqueo, Leyendas de Pasco
A la vera del viejo camino carretero que una al Cerro de Pasco con la
hermosa ciudad de los Caballeros de Len de Hunuco exista un puente
que cruzaba el bullente Huallaga justo donde el camino entraba en un
recodo estrecho y peligroso. Aqu acaeci, en tanto tuvo vigencia, muchos
accidentes fatales. En la parte alta de esta fatdica curva rocosa, se poda
ver muy claramente, a un zorro petrificado colgando del cuello. La
tradicin oral se encarg de ir transmitiendo, generacin tras generacin,
la siguiente leyenda para explicar su extraa formacin.
Aseguran que mucho tiempo atrs, sobre el faralln por donde se
extenda el viejo puente, exista un pueblecito pintoresco y pacfico cuyos
habitantes vivan de la generosa produccin de sus chacras y la atencin
de su abundante ganado. Sus vidas, libres de apremios y problemas,
transcurran en medio de una apacible quietud. Las gentes muy sencillas,
creyentes y trabajadoras, se trataban unas a otras con una conmovedora
y estrecha familiaridad. Todo transcurra feliz y plcidamente hasta que un
da, ante su asombro, apareci un grotesco personaje que fue a vivir
como un demonio -heraldo de la maldad- en una sombra caverna de las
alturas desde donde poda dominar ampliamente el panorama de aquel
pueblo pequeo.
Su rostro fiero, sanguneo y anguloso, tena la viva similitud con un zorro
rapaz, su pelambre rubia y completamente erizada, hacia ms terrible su
faz torva y tumefacta. De cuello de buey y amplias espaldas, tena un
andar simiesco con el bamboleo de sus grandes brazos y gigantescas
manos. La indumentaria que cubra su cuerpo descomunal era de un
negro grasiento y repugnante

Muy pronto el miedo de la gente indefensa se troc en terror cerval. Este


monstruoso engendro, aprovechando la oscuridad de la noche, efectuaba
rpidas incursiones en el pueblo para llevarse las ovejas ms gordas y las
gallinas ms grandes. Como la multitud pacfica no poda hacer nada para
evitar sus tropelas, la osada del personaje creci amenazadoramente
hasta llegar sus latrocinios a plena luz del da. Por su enorme parecido
fsico y su costumbre de hurtar animales -ignorantes de su verdadero
nombre- terminaron por denominarlo ATOJ (zorro).

ATOJ MISHICAMUN! (El zorro viene)- era el grito que cualquier


campesino largaba al ver el inicio de las correras del misterioso
personaje. En ese momento lo abandonaban todo y se encerraban en
sus viviendas presas de un terror indescriptible. Los hombres, claro, se
encontraban trabajando en el campo.

Entre los ms asustados habitantes del lugar, haba un matrimonio que


tena una preciosa hija de dieciocho aos de hermosos ojos negros y
grcil caminar, llamada Herminia. A la sola mencin de Atoj la pobre
muchacha enmudeca y se llenaba de pavor temblando como una hoja.
Sucedi que un da que Herminia se encontraba sola en su vivienda
atareada en la preparacin de los alimentos, horrorizada vio aparecer la
figura del Atoj en el quicio de su puerta. Sus ojos como las moras se
abrieron espantados en tanto su rostro capul se tornaba lvido. Sus
manos trepidantes cubrieron instintivamente sus labios carnosos y el
torno armnico de sus piernas comenz a perder fortaleza. Sin embargo,
impulsada por la grave situacin en la que se encontraba, reuni las
pocas energas que le quedaban para propinar un empelln al monstruo y
salir huyendo a campo traviesa. No fue muy lejos. Impelido por una torva
y apremiante lujuria, el Atoj le dio alcance. Cuando el monstruo comenz
arrancarle las telas de su corpio y hacer jirones sus vestiduras, Herminia
se desmay.

Cuando despert, claramente, se dio cuenta de su desgracia. El atoj


dorma a su lado muy rendido. Ni siquiera llor la muchacha. Sintiendo
todo el peso de su deshonor, rpidamente tram su venganza. Abraz
fuertemente al atoj y se impuls de tal manera que ambos rodaron
pendiente abajo. El cuerpo de ella cay desde la altura rompiendo la
quietud de las aguas del Huallaga. El atoj sorprendido, en todo momento
trat de salvarse, pero no pudo. La hierba de la que se trataba de
sujetarse fue enredndose en el cuello y, cuando termin el abismo,
qued colgando ahorcado. De ah su nombre: Atoj huarco
Aseguran que Dios, para castigar su maldad, lo convirti en piedra en
tanto ella, yace en un mundo de paz dentro del agua; por eso cuando se
mira detenidamente el discurrir del agua desde el puente, se ve aparecer
la imagen de Hermicha, rodeado de una aureola de espuma, semejante a
una corona de rosas blancas.
LA LEYENDA DE LA VIRGEN TAPEA
Cerro de Pasco,costumbres de Pasco,Leyendas de Pasco,Tpuc
Todo el mundo en general
a voces reina escogida,
diga que sois concebida
sin pecado original.
Recostado en uno de los gigantescos promontorios del bellsimo valle de
Chaupihuaranga, est Tpuc., uno de los pueblos ms hermosos de
Pasco. Custodiado por el legendario cerro Chumbivilcas y circundado por
eucaliptos, molles y retamas, los diligentes pobladores del lugar habitan
sus viviendas de quincha y barro, agrupadas en cuatro barrios
tradicionales: Kayao, Huaylas, Allauca e Inga.

Es el barrio Inga, donde hace muchos aos viva un matrimonio de


apellido INKA, constituido por un noble creyente y trabajador campesino,
su laboriosa mujer y una nica hija, alegra y contento del hogar.
La nia de muy corta edad, piadosa y esforzada como pocas, ayudaba a
su madre en la delicada atencin de los sembros y los animales de la
casa, en la recoleccin de la lea para el hogar y, sobre todo, en el
cotidiano acopio de agua para las necesidades diarias. Esta obligacin la
cumpla puntual y cotidianamente con los primeros rayos del alba, cuando
pajarillos y gallos con sus trinos y cantos estrepitosos, saludaba a la
maana.
Un da en que apareca el sol por el oriente, alegre y retozona, parti a
cumplir su tarea diaria. Al prepararse para llenar su porongo en el puquial,
qued conmovida al or un coro de dulces voces juveniles cantando
himnos muy hermosos. En el mismo instante, una luz brillante y cegadora,
fue envolviendo el ambiente. Cuando levant los ojos, vio a una bellsima
mujer, todava joven, que flotando ingrvida por los aires, la contemplaba
sonriente.
Blondos cabellos sueltos enmarcaban el atractivo rostro agareno y
ovalado de cejas finas y arqueadas que guarnecan los ojos claros y muy
vivos. Nariz delicada, labios delgados y encarnados, entreabiertos en una
dulce sonrisa. Vesta una tnica blanqusima sobre la que flameaba un
manto celeste como el cielo. Con las delicadas manos de dedos finos y
alargados sobre el pecho, un pie sobre una luna de plata en cuarto
menguante,

aprisionaba

fuertemente

una

serpiente

que

agnica

efectuaba movimientos de estertor sin poder librarse de las sandalias de


oro que la presionaban. La bella dama, circundada de un halo rutilante de
esplendor, estaba rodeado de seis ngeles en figura de prvulos alados
que portaban en sus manos, crisantemos, rosas, camelias, claveles,

azucenas, jazmines, nardos, magnolias, azaleas, begonias, gladiolos,


amapolas que emanaban aromas embriagadores. Sobre su cabeza una
corona de doce refulgentes estrellas y, ms arriba, mantenindose en los
aires, el Espritu Santo en forma de paloma, lanzando exhalaciones de luz
que alumbraban el cuerpo de la maravillosa aparicin.

Sabe, hija ma dijo con dulce acento la encantadora visin- yo soy


Mara Virgen, madre de Dios verdadero. Quiero que aqu me
construyan mi casa donde me mostrar piadosa madre contigo, con
los tuyos y con mis devotos. Ve a tu casa y en mi nombre dile a tu
padre que tengo particular deseo que me edifiquen un templo sobre
este puquial. Cuntale todo lo que has visto y odo y ve segura que
agradecida te pagar el cuidado y solicitud que pusieres

Diciendo esto, la Madre de Dios, se elev lentamente hacia los cielos


perdindose ms tarde entre extraas nubes de arrebol y conmovedora
msica celestial.
Despus de salir del xtasis, dejando su porongo sumergido en el agua,
la nia fue corriendo a su casa y emocionada relat a su padre todo lo
que le haba acontecido, poniendo especial nfasis en el mensaje.
Inicialmente no le crey una sola palabra, pero fue tanta la insistencia y
uncin que puso la nia que emocionado porque la Virgen le hubiera
elegido a l, decidi acatar la orden. Durante todo el da se ocup de
convocar a los vecinos y aquella misma noche, unidos todos en derredor
del puquial de Tauripampa, rezando en devoto recogimiento, masticando
coca y bebiendo sendos vasos de chichas de jora, esperaron la
medianoche.
Justo en el minuto en que muere un da y nace el siguiente, unos fulgores
arcanos fueron bajando lentamente del cielo iluminando como potentes

reflectores los totorales del puquial. Invisibles coros de sublimes voces


inundaban el ambiente justamente con la fragancia de miles de flores
exticas y bellas. Extasiados los tapeos, vieron la excelsa visin de la
Reina de los Cielos aparecer fugazmente nimbada por una luz de
extraas transparencias y, luego de unos segundos, elevarse hacia el
firmamento. De rodillas y conmovidos, hombres, mujeres y nios oraron
reverentes con los ojos gachos y humedecidos. Cuando volvieron la
mirada, vieron que la aparicin se haba materializado en una bella
estatua entre los totorales.
Despus de realizado el milagro, llevaron en procesin a la Virgen de la
Inmaculada Concepcin hasta Tapucruz, paraje ubicado en una frgida
elevacin al NO. de la poblacin, donde haban construido el oratorio.
Al da siguiente, con la claridad del da, hombres y mujeres, llevando
flores y velas, fueron a visitar a la Virgen a la ermita donde la haban
dejado el da anterior. No la encontraron. Intrigados por la desaparicin,
se echaron a buscar con mucho empeo. No dejaron ni un resquicio sin
escudriar. Subieron a los cerros ms agrestes y bajaron a los llanos ms
calientes sin encontrarla. La maana siguiente fue hallada por la nia en
los totorales de Tauripampa. En la suposicin de que algunas personas
pudieran haberla trasladado en la noche, la regresaron a su ermita. Y por
segunda vez, aprovechando la oscuridad, la Virgen volvi al lugar donde
haba sido hallada. Cuando por tercera vez, la hicieron regresar a su
capilla, juzgando que la Santa Madre era caprichosa al exigir la
construccin de una ermita en el puquial; la inmaculada volvi a
presentarse a la nia.

Veo hija ma, que mis devotos no quieren or mi splica.

No, mamita. Mi gente cree que ests mejor all, en Tapucruz; es


ms seguro, por eso te han hecho tu capilla all.

Yo no ped eso, hija ma.

No, mamita, pero ellos creen que ser imposible poder construir
nada sobre el puquial.

Cuando se tiene fe y se quiere, todo se puede. Ve y dile a tu gente


que haga lo que pido; caso contrario descargar mi clera sobre tu
pueblo.

Fue suficiente.
Despus de desecar el gran manantial de Tauripampa, erigieron la Iglesia
en honor a la Virgen Mara Inmaculada Concepcin, la que siempre
derram sus bendiciones sobre la tierra y las gentes tapeas.

A partir de entonces. Ella es la matrona del pueblo de Tpuc, mismo que


con gran fe celebra la fiesta patronal el 8 de diciembre de cada ao.
LA CRUZ VERDE
Cerro de Pasco, Folklore de Pasco, Leyendas de Pasco
Una vez los minerales en cancha, despus de dolorosa extraccin, se
llenan los cajones para su medicin y de all se procede a su escogencia
que llaman pallaqueo. Este trabajo lo realizan los nios hasta desollarse
las manos. Escogido el mineral, las pobres mujeres del pueblo, dbiles y
entecas como sus maridos, a la puerta de las minas, haciendo esfuerzos
sobrehumanos proceden a moler estos minerales en grandes batanes.
Slo entonces son transportados a las haciendas e ingenios para su
tratado final.
Hombre, mujer e hijo, son inicuamente explotados por los abusivos que
no tienen ninguna piedad para estos seres cruelmente abandonados por
las autoridades que deberan velar por ellos.
El aire aqu en la mina, es tenue y fro. Cuando salen del socavn, el
agua que beben, sofocados, es frgida y de temple endemoniado; la

comida sin sustancia. Aquella gente minera, sin misericordia, ni


clemencia, toda junta, es una viva imagen de la muerte y sombra del
infierno. Y as mueren infinitos hombres, y muy aprisa.
Tomando aliento, imbuido de piedad y de dolor, sigui diciendo en su
carta testimonial: As pasa esta gente gran trabajo y mueren muchos
indios de enfermedad; otros despeados; otros ahogados; otros
descalabrados de las piernas; otros vomitando sangre, y otros los msquedan all dentro, enterrados; de suerte que apenas hay da sin que
ocurra algunas cosas de stas. Y como son tantos, como dije, encerrados
en las entraas de aquel cerro, los que barretean y los que sacan los
metales, en una parte o en otra, hay de continuo desgracias
dolorossimas. A m se me quebraba el corazn de ver cuando los indios
salan a comer en las bocaminas, a recibir la comida que le llevaban sus
mujeres; los lloros y las lgrimas de ellas, de ver a sus maridos salir
llenos de polvo, flacos y amarillos y enfermos y cansados; y sobre todo,
azotados y aporreados porque no cumplieron los montones de metal que
est tasado que han de llevar cada da; no hay consideracin a que la
veta sea dura y no pueda quebrarla, sino que le hacen que saque cinco
montoncillos de metal cada da, que tendrn de ocho a diez arrobas.
Inhumanos, canallas, sin perdn de Dios!. La carta finalizaba con una
imploracin suprema a la superioridad eclesistica y, seguramente,
sellada con lgrimas.
Fray Buenaventura se haba enfrascado de lleno en defender a los
humildes japiris valindose de cartas, misas, procesiones, y todo aquello
que estuviera a su alcance. As, un domingo de misa solemne, desde el
plpito de la iglesia San Miguel de Chaupimarca, se dirigi a las
autoridades y ricos mineros all presentes, pidindoles piedad a nombre
de Cristo para aquellos miserables que tambin eran seres humanos e
hijos de Dios.

Desde aquellos tiempos, todos lo saben, los nios cerreos amamantaron


con la leche materna, esta dolorosa verdad que nadie podr negarla: La
justicia jams existi. El abuso siempre fue una tenebrosa constante.
Las innumerables cartas del fraile caritativo y valiente jams fueron
contestadas. Cuando finalmente le remitieron una comunicacin fue para
decirle que la superioridad haba recibido una grave denuncia de hombres
notables que se quejaban de su conducta inconveniente y por lo tanto,
deba hacerse presente de inmediato a su monasterio donde sera
ejemplarmente sancionado.
El fraile, no poda dar crdito a sus ojos. No alcanzaba a entender la
indiferencia de sus superiores, menos an, la iniquidad de respaldar a
los asesinos explotadores. Pasaron algunos das y, obediente como era,
determin presentarse en su convento pero, simultneamente, decidi
plantar una cruz, smbolo del amor infinito del cristianismo, cerca de
donde especulaban los abusivos. Reuni a los japiris, barreteros,
capacheros, y pallaqueros, con sus mujeres e hijos, para pedirles con
mucho amor que unidos construyeran una slida cruz que vieran los
asesinos explotadores; que su presencia fuera un constante reproche a
sus abusos. Les habl con tanto celo y emocin que, unnimemente,
decidieron apoyarlo.
Guiados por el santo misionero, iluminados por mortecinas velas de
sebo, hombres y mujeres, auxiliados por rudimentarias herramientas,
fabricaron la hermosa cruz de la Pasin. Slida como la hermandad que
los una; enorme como la fe que los hacan esperanzados. Para que el
smbolo santo fuera obra de todos, los nios pallaqueros la pintaron de
verde. Completaron la obra tallando un redondo disco amarillo sobre el
que pintaron una sonriente cara regordeta que colocaron sobre el brazo
derecho de la cruz: era el sol; sobre el izquierdo, una plida luna en

cuarto menguante. Del brazo izquierdo hasta el medio del soporte central,
la lanza con el que Longinos atraves el costado derecho del Salvador del
Mundo; simtricamente, del derecho, un largo listn circular, en cuyo
extremo superior estaba la esponja, que mojada en hiel y vinagre, se le
acercara al Crucificado cuando manifest tener sed; las dos escaleras
que sirvieron para descender el bendito cuerpo despus de su muerte,
oblicuamente pendientes de ambos brazos hasta el centro del soporte
central; las tres slidas escarpias de acero con los que se fij el cuerpo; el
martillo con el que se lo clav triturando palmas y empeines; las tenazas,
con las que se extrajeron los clavos; en un cartelito blanco las letras
S.P.Q.R.S.

que

en

latn

dice:

SENATUS

POPULUS

QUORUM

ROMANUS y en castellano se traduce como: El Senado y el Pueblo de


Roma. En la parte ms alta del cuerpo central la sigla INRI, que como
burla sangrienta al hijo de Dios, proclamaba: Rey de los Judos. En la
cspide, al gallo; elemento indispensable en las representaciones de la
Pasin de Cristo que simboliza la encarnizada negacin de Pedro. En la
interseccin del cuerpo central, el pao de la Vernica con el rostro de
Cristo doliente. La corona de espinas que se le colocara a Jess como
burla al momento de la flagelacin, sobre el lienzo de la Vernica.
Inmediatamente despus, la

tnica que el Salvador vesta en la

crucifixin. Fueron aadidos: los cinco dados usados por los soldados
romanos para jugarse las vestiduras del Salvador, un largo sudario usado
por Nicodemo, Jos de Arimatea y sus ayudantes para descender el
cuerpo; la trompeta del juicio final; la balanza en la que habrn de pesarse
las almas en el juicio final; el cliz de la ltima cena y la bolsa conteniendo
las treinta monedas, smbolo de la traicin de Judas.
Despus de noches de intenso trabajo fue terminada la hermosa cruz
recargada de smbolos y esperanzas. Los sacrificados hombres mujeres y
nios de la mina la haban tallado con amor y dedicacin. Finalmente la

pintaron de verde, smbolo de la Santa Inquisicin, para recordarles sus


pecados.
La vspera del viaje de Fray Buenaventura, los humildes laboreros de la
mina con sus mujeres e hijos llevaron el smbolo santo al lugar
previamente escogido. Era la hora del Angelus, cuando las campanas
llamaban a oracin y la plantaron fijamente en la parte ms alta de aquel
barrio cerreo, frente a la oficina donde realizaban sus millonarias
transacciones los opulentos plutcratas.
Con los primeros rayos del alba del da siguiente, cuando los laboreros
entraban en los ttricos socavones, parta acongojado Fray Francisco
Buenaventura, para no retornar jams al Cerro de Pasco. Indignada la
superioridad virreinal lo castig a dura penitencia, cumplida la cual, fue
expulsado del pas A perpetuidad!. Pero all, donde la haba
plantado, quedaba la sagrada cruz de los mineros. Sin embargo, la fe y la
esperanza inquebrantables que haba sembrado en sus corazones
estuvieron a punto de desmoronarse cuando se enteraron del aciago
destino del santo misionero franciscano. No podan creer que semejante
noticia fuera cierta. Como las plantas mueren cuando falta la mano que
las riegue, fue declinando la fe y la esperanza de los corazones. Ahora
estaban ciertos que no llegara la justicia por la que tanto haban rogado
y esperado. Muy pocos hombres y escassimas mujeres guardaban en un
recodo del corazn aquel amor inclaudicable que haba sembrado el
santo misionero. Sin embargo, como un milagro nuevo, comenzaron a
renovar su fe y su esperanza. En las noches, cuando exhaustos pasaban
por la cruz verde, de rodillas elevaban su oracin por aquel que les haba
enseado a orar y esperar. Pedan por ellos y su familia.
Los aos fueron transcurriendo implacables, silenciosos, cruelmente
rutinarios. Las inclementes lluvias de los inviernos, el granizo, la nieve, los

rayos y truenos, la cellisca, as como los rigurosos soles y vientos de los


meses secos, fueron trabajando sobre aquel monumento a la fe minera.
Primeramente empalideci el verde brillante de la cruz, hacindose mustio
y

sombro;

despus,

fueron

trazndose

unas

resquebrajaduras

agrandando cada vez ms sus intersticios. Los aos fueron pasando. Los
que la confeccionaron fueron muriendo en cumplimiento de su destino, los
hijos heredaron con fe una tradicin que fue hacindose aosa.
Un da, una mujer desesperada, arranc el largo sudario de Cristo,
asegurando que si envolva con l a su marido descalabrado en la mina,
sanara. Otro da se llevaron la tnica; otro, la corona de espinas; otro el
gallo As fue perdindose cada uno de los smbolos que las gentes
llevaban como sacros amuletos. Cuando ya no quedaba ninguna rplica,
comenzaron a astillar el cuerpo de la cruz. Cada japiri deba tener en su
poder, siquiera una astilla. El pedazo de madero lo amparaba de los
riesgos de la mina. Todos aseveraban que la cruz los protega.
Aseguraban que quien tuviera en su poder un pedazo del santo madero,
estaba resguardado por la presencia de Cristo. Testificaban muchos
milagros ocurridos en las negras oquedades

Finalmente, qued

convertida en un despojo esqueltico y deforme, hasta que la noche


aquella fue llevada al cielo en la forma que vimos al comienzo. Ese da
acababa de morir en Espaa, solo, escarnecido y desengaado, el
misionero Fray Francisco Buenaventura de Salinas y Crdova.
De aquel hermoso smbolo que la fe minera haba mantenido por muchos
aos, quedaba el nombre, slo el nombre: CRUZ VERDE.
LA CRUZ VERDE
Cerro de Pasco, La cruz verde, Leyendas de Pasco
A travs de los aos esta historia ha ido pasando de padres a hijos en
continuidad todava vigente. Habla de una milagrosa cruz de mineros que

andando el tiempo le dio nombre a un populoso barrio. Un barrio querido


que como toda en la tierra expoliada ha desaparecido bajo el estruendo
de las explosiones y el rugido de las maquinarias.
La leyenda cuenta que una antiqusima noche, cuando los tenues rayos
de luna reverberaban la nieve en albura vaporosa, ocurri un milagro
extraordinario. Todo el mbito ocupado de casas, chozas y rancheras
mineras, se inund de una meloda conmovedoramente celestial
interpretada por coros infantiles, acompaada por violines, chelos y arpas.
Las personas como hipnotizadas asomaron a sus ventanas desde donde
pudieron verlo todo.
De una esquina de la plaza, como transportado por una fuerza invisible,
un enteco y barbado misionero franciscano se desplazaba suavemente
por los aires sin que sus pies hollaran la nieve; detrs de l, en la misma
forma, iba una multitud de hombres cubiertos con tnicas blancas en
ordenada levitacin. Eran los braceros que haban muerto en las minas.
Todos, formando una tropa, se arrodillaron delante de la cruz verde y
pasado buen tiempo de oracin, extrajeron el smbolo clavado en el suelo
y, rodeados de nubes vaporosamente brillantes, la elevaron al cielo en
medio de una conmovedora sinfona celestial.
Este acontecimiento extraordinario qued grabado en la memoria del
pueblo minero con indelebles signos mgicos. Pero De dnde
apareci aquella cruz? Quin la puso all? Qu significaba aquel
smbolo sacro en ese barrio cerreo?.
sta es su historia.
Cuando por hundimiento desaparecieron las fabulosas minas de la Villa
Imperial de Potos al comenzar el siglo XVII, dej de contarse con las
alucinantes cantidades de plata que servan para sustento econmico de

la metrpoli. En ese momento, sumamente preocupados por la desgracia,


los espaoles descubren con asombro, el yacimiento argentfero de San
Esteban de Yauricocha. Al nuevo emporio se le comienza a llamar: El
nuevo Potos (1626). Su explotacin se hace monstruosamente
incesante. Los querubines y milagros de las iglesias, las coronas y ex
votos de los santos, los avos de montar, los utensilios de uso casero,
hasta las tintineantes espuelas nazarenas de los jinetes cerreos, estaban
fabricados con el blanco metal.
A sus fras calles en formacin comenzaron a llegar hombres de
diferentes nacionalidades guiados por la brjula de su avidez. Los ms
numerosos: los espaoles. Admirado de la prodigalidad de sus
socavones, como una distincin especial el Rey de Espaa lo nombra:
Ciudad Real de Minas (1639). La fama del nuevo emporio minero
trasciende fronteras. Al transponer los umbrales de aquel paraje temporal
-el fantstico siglo XVIII- se produce una aguda crisis minera en Amrica
Hispnica. Muchas minas se cierran por la

escasez de mercurio:

Huancavelica se ha derrumbado y clausurado. En otros casos la


inundacin de los frontones hace desaparecer las vetas bajo el agua:
Guanajuato, Real del Monte, Zacatecas. Las nicas minas que en ese
momento estn productivas y boyantes, son las del Cerro de Pasco.
Entonces, con el fin de alimentar sus arcas, el rey de Espaa estimula la
explotacin minera y comienza a legitimar bastardas vendiendo los
hbitos de caballeros y ttulos nobiliarios de condes y marqueses. La
novedad se hace costumbre. Muchos espaoles de oscuro origen,
residentes en el Cerro de Pasco, se avienen a la compra de estas regias
mercedes pagando significativas cargas de plata. Para ello, olvidando los
ms elementales principios de caridad cristiana, exceden los lmites de un
genocidio dantesco explotando cruelmente a los pobres indios. El inicuo
abuso comenzaba con el tiempo que los tenan trabajando enclaustrados.
Cuando las luces aurorales asomaban entraban a sepultarse en esos

antros asfixiantes y oscuros de donde no salan sino a la oscuridad de la


noche. En lugar de alimentos que repararan sus fuerzas les daban hojas
de coca con las que los estimulaban para el esfuerzo, hasta que
cadavricos, mortalmente plidos y sin fuerzas, caan muertos, vctimas
de la anemia asesina. El consumo de la coca fue utilizado para someter a
nuestro aborigen como los ingleses utilizaron el opio para someter al
pueblo chino o el alcohol por el colono norteamericano para combatir al
piel roja, a los suecos para domar a los lapones y los franceses a los
negros del frica. Quienes no finaban por la opilacin, la neumoconiosis o
los accidentes fatales, moran sepultados por terribles derrumbes. A estos
hombres ni siquiera se preocupaban en rescatarlos. Eran considerados
mucho menos que animales. As sucedi en una mina. Trescientos
hombres fueron sepultados vivos. Nadie movi un solo dedo por rescatar
sus restos. En ese lugar qued una ttrica cicatriz de la tierra asesina que
fue bautizada con un nombre que lo dice todo: MATAGENTE.
Todos los ttulos nobiliarios comprados, todas las riquezas que
solucionaron las urgencias econmicas de Espaa, se sustentaban en la
explotacin del humilde hombre del pueblo que con sus lgrimas, sudor y
sangre, amas toda esa monstruosa fortuna. La Casa de Contratacin
inform que slo entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil
kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a
Espaa en poco ms de un siglo y medio, exceda tres veces el total de
todas las reservas europeas. Y estas cifras cortas no incluyen el
contrabando. Por aquellos aos de dantesco genocidio, llega al Cerro de
Pasco, como enviado por Dios, un fraile franciscano, -alto, cenceo, tez
agarena y mirada beatfica pero penetrante-: Fray Buenaventura de
Salinas y Crdova. Con el fin de conocer su realidad y alentar con sus
palabras a los

esforzados laboreros, fue a visitar una mina cerrea.

Qued estremecido de dolor! Gruesas lgrimas enturbiaron sus ojos


claros cuando presenci las primeras escenas del teatro del horror. Seres

cadavricos y desmedrados como espectros de otros mundos, sacando y


subiendo pesados costales de cuero a las espaldas; silenciosos,
resignados, autmatas; extrayendo los minerales que enriquecan a sus
verdugos. Reverentes y de rodillas, los japiris besaron sayal, cordn y
crucifijo. Los ojos, casi sin vida, eran un ruego implorante, una splica
suprema. Fray Buenaventura, venciendo el imperioso mandato de su
corazn, de abrazarlos y echarse a llorar, los bendijo con amor, y a partir
de ese momento decidi denunciar estos abusos a la superioridad
eclesistica y virreinal. Program sus piadosas visitas diarias al humilde
aposento de los pobres, busc toda la ayuda material posible para
alcanzarles, pero sobre todo, les llev su palabra de consuelo y
comprensin;

uni

con

el

sagrado

lazo

del

matrimonio

los

amancebados, bautiz amorosamente a los nios habidos en estas


uniones y les enseo a confiar en el supremo auxilio de Dios.
Despus de recoger estas fatdicas vivencias, escribi una extensa
denuncia a la superioridad de su convento. Este documento testifica la
monstruosa inhumanidad de los explotadores. En uno de los prrafos
deca: es lstima ver a los indios de cincuenta en cincuenta, y de
ciento en ciento, ensartados como malhechores en ramales y argolletas
de hierro; y las mujeres, los hijuelos y parientes que los despiden, dando
alaridos al cielo, desgrendose los cabellos, cantando en su lengua
endechas tristes y lamentaciones lgubres, despidindose de ellos, sin
esperanza de volverlos a recobrar por que all se quedan y mueren
infelizmente en los socavones. Aqu se ven las ventas de las mulas, los
empeos de los vestidos y todo lo que tienen; y lo que es ms de sentir,
por este tiempo, es que empean y alquilan a sus hijas y mujeres a los
mineros, a los soldados y mestizos a cincuenta y sesenta pesos, por
verse libres del trabajo de las minas. Y ahora escribe un clrigo sacerdote
y cura, que habindole sacado un soldado de la iglesia, a donde se haba
venido a recoger una india muy hermosa de diez y seis aos, fue a pedir
al cura auxilio de justicia, y deca: Seor Corregidor, Isabel (que as se

llamaba la india) est empeada en setenta pesos que tengo de su padre


que libr de la mina y hasta que la saquen y devuelvan mi plata, no la
tengo que entregar, sino servirme de ella. Y as la dej llevar el corregidor
a su albedro, llorando la india, diciendo que aquel espaol quera por la
fuerza estar amancebado con ella; que como no le vala la iglesia y
habiendo

nacido

libre

en

su

tierra,

la

hacan

esclava

del

pecado. Conmocionado de dolor y cargado de esperanzas por encontrar


comprensin

apoyo

de

sus

superiores,

el

fraile

sigui

escribiendo: Habiendo llegado un indio que volva de la mina a ver a su


mujer y sus hijos y descansar en su tierra, hall muerta a su mujer, y a los
hijuelos de edad de cuatro a seis aos en la casa de una ta suya. Lleg
tras l, el curaca, y querindolo llevar otra vez a la mina, le dijo Bien s
que te hago agravio, pues acabas de salir del socavn y te hallas viudo, y
con dos hijos que sustentar; flaco y consumido del trabajo que has
pasado; pero no puedo ms; porque no hallo indios para la mita, y si no
cumplo el nmero, me quemarn, azotarn y bebern mi sangre; dulete
de m y volvamos a la mina. Respondile el indio a su curaca: T eres el
que no te dueles de tu sangre, pues habindome tocado el polvillo ya no
puedo respirar y hallo muerta a mi mujer, y con dos hijuelos que sustentar
y ropa que vestirles, me haces el agravio. Y no surtiendo ningn efecto
en el curaca la razn y la justicia de este indio; cogi a sus dos hijuelos y
los sac a una legua del pueblo, y abrazndolos y besndolos
tiernamente, dicindoles que les quera librar de trabajos que l pasaba,
sacando dos cordeles, se los puso en las gargantas y hecho verdugo de
sus propios hijos, los ahorc de un rbol y cuando lleg el cura con el
curaca, un cuchillo de cocinero, se lo clav en la garganta, entregando su
alma a los demonios por verse libre de la opresin de las minas. Y lo
mismo hacen las madres, porque pariendo varones, los ahogan. La carta
tiene muchas pginas de denuncias dramticas. En otra dice refirindose
al trabajo en las oquedades: Bajan al interior de la mina por
estrechsimas galeras que siguen a las vetas por donde stas fueran.

Son galeras horrendas, hmedas y pestilentes, sin ventilacin alguna,


inundadas por el aire corrupto del aliento y sudor de tantos cuerpos que
all trabajan, del polvillo picante de los metales; el espeso y acre humo de
las velas de sebo que utilizan. A estos estrechos socavones bajan por
medio de toscas graderas trabajadas con quinuales o piedras por donde
los hombres casi agnicos discurren de rodillas.Cada grupo que trabaja
en una mina, est integrado por doce hombres. Delante van dos
barreteros provistos de slidas prtigas de hierro de 18 pulgadas de largo
y 25 libras de peso, y un pesado martillo de plomo de 25 libras. Estos
hombres quiebran las rocas a pulso y son los que siguen a las vetas. Una
vez fracturadas las piedras al interior de la mina, entran los fleteros
llamados capacheros, quienes siguiendo penosamente por todas las
tortuosidades de la mina, salen por las medias barretas con sus capachos
llenos de mineral a las espaldas, apoyndose en una cuerda tendida en
las paredes o de palos de forma de estacas clavadas en las paredes de la
mina. El Japiri, llamado capachero, tiene por atuendo un grueso gorro
de cuero en el que va atado una vela de sebo para alumbrarse el
socavn. Chompa y manguillas de lana de llama. En las piernas, gruesas
rodilleras de cuero de carnero, que les permite trabajar de rodillas como
si fueran condenados a trabajos forzados- llenando y transportando las
bolsas de cuero de una capacidad de cien libras de promedio, llamados
capachos. Los minerales se llenan utilizando las paletas de las mulas
muertas, a guisa de palas. Mientras los hombres realizan su trabajo, son
estrechamente vigilados por el sanguinario capataz que, premunido de un
largo zurriago, acelera a golpes el avance de los trabajos. A la puerta de
la mina hace estallar soberbio, una y otra vez, como ttrico reloj de
abominacin, el largo zumbador que no pocas veces se tie de sangre
inocente de los indios.

PATARCOCHA (Leyenda)
Cerro de Pasco, laguna de Patarcocha,Leyendas de Pasco
Muy arriba del macizo andino del Per, a casi cinco mil metros, donde el
viento alla en el glido imperio de las nieves en el que actualmente se
halla enclavada la capital minera del Per, vivi el venerable cacique
Patar, jefe de la tribu de los Yauricochas, alternando el pastoreo con la
caza y la incipiente minera.
La vida de su gente ha quedado grabada para siempre en los anales de la
historia peruana; no slo en los nombres que perviven en los pueblos,
ros, aldeas, ventisqueros, lagunas y numerossimas minas, sino tambin
en las memorables tradiciones de su noble e inextinguible raza.
Aquellos tiempos, cuando el brillo del imperio incaico declinaba, Patar, el
patriarcal curaca, cargado de aos y experiencias, sinti el acecho de la
muerte en silencioso merodeo por su choza. Temeroso de que la parca lo
sorprendiera en posesin de sus ageros y sus sueos, convoc a toda
su gente y con gran parsimonia las prepar para darles una dolorosa
noticia. Su rostro, surcado por profundas arrugas, se contrajo en un rictus
de odio y dolor. Su mirada era triste, su voz grave, y en aquel momento de
ntima comunicacin, comenz diciendo:

Voy a morir siguiendo la marcha inexorable del sol de la vida.


Siento que nuestros antepasados me llaman y yo tendr que
obedecer. Slo las piedras son eternas. Por esta razn los he reunido
para mostrarles las profundas heridas de mi corazn. Escuchen estas
que son mis postreras palabras para ustedes.

Aspir con fuerza los escasos tomos de oxgeno del ambiente y


aclarndose la voz cascada, continu diciendo:

No olviden que nuestra llacta est rodeada de encarnizados


rivales. Siempre ser as. Al levante estn los Panataguas ocupando la

sofocante y misteriosa regin del Rupa-Rupa; al poniente estn los


Huancho; al norte, los Yachas y los Chupachos; por el sur los
Chinchaycochas; pero sobre todo se mordi el labio inferior, reseco y
bordeado de pobladsimas arrugas, con una ira intensa que por un
momento le impidi hablar; luego, blandiendo su lanza adornada de
flecos y colorines, tron- De all del poniente, vendrn unos seres
extraos y barbados que cegados por la codicia, abusarn de nuestra
gente y se apoderarn de nuestras riquezas!. Ustedes conocen esos
metales, uno como el sol, el ccori (oro), el otro como la nieve, ccolque
(plata); las que enviamos a las lejanas tierras del inca. Esas riquezas
se dan prdigas en nuestra llacta, lejos de hacernos felices labrarn
nuestra desgracia y postracin.
Los cansados ojos del cacique se inundaron de lgrimas de frustracin.
Hubo de inmediato un prolongado silencio. Los hombres, estremecidos
por la aciaga premonicin, slo atinaron a mirarlo transfigurado de dolor.

Nuestros hijos, nietos, y los nietos de nuestros nietos, sern como


esclavos de estos extraos, por nevadas de nevadas, hasta que la
noche de los tiempos nos cubra a todos.

Mudos de asombro, los hombres accediendo a su implorante pedido,


dejaron solo al anciano. ste, en su solitario encierro y a la espera
liberadora de la muerte, se puso a llorar inconsolablemente de da y de
noche, por la suerte que habran de correr sus tierras y sus hombres. Tan
copiosas fueron sus lgrimas, que llegaron a formar dos lagunas
enormes. Estas lagunas, una para beber y otra para lavar, ubicadas en el
corazn del Cerro de Pasco, llevan el nombre de Patarcocha, que quiere
decir laguna de Patar.

Satnicos amores prohibidos (Origen de una leyenda)


Cerro de Pasco,LEYENDAS
La llegada de un joven cura para ayudar a fray Sancho en nuestra primera
iglesia y los enredos amorosos en los que se vio envuelto para hacer
nacer en el imaginario del pueblo minero la leyenda de la Mula Blanca de
Santa Rosa.
Un da se present con su mezquino atadillo de ropas y un envoltorio de
libros. Dijo llamarse Diego de Albornoz. Alto, guapo, con risa abierta y
sonora voz de tenor, perfecta para animar misas y predicar la palabra del
Seor; espaldas de labriego, oscuro pelo rizado, nariz romana y ojos de
gato que le dotaban de un enorme atractivo. Vena a ponerse a rdenes
del fraile franciscano a quien explic que cumpliendo lo ofrecido el
arzobispo Toribio de Mogrovejo lo enviaba como ayudante en la flamante
iglesia de Santa Rosa. Bien lo necesitaba fray Sancho de Crdova. Tenan
que batallar en una ciudad donde abundaban las casas de juego y los
bares decorados con imgenes de sicalpticas hembras calatas. Los
comercios vendan dagas, puales y dems armas, como pan caliente. La
propiedad de la mina era mucho ms valiosa que la vida. Diariamente se
recogan cadveres cosidos a pualadas y no eran pocos los das en que
nos se registraran gigantescas bataholas con muertos y heridos. Con el
correr de los das fueron sentando sus reales los especuladores,
leguleyos,

predicadores,

jugadores

profesionales,

bandoleros

emperifolladas madamas con sus pintarrajeadas nias de vida alegre.


Haba mucho que hacer en la ciudad minera donde las calles trazadas al
desgaire, sin ninguna planificacin, eran producto de la improvisacin;
mezquinas y estrechas, que suban y bajaban por caprichosas
sinuosidades del terreno; algunas tan abruptas y llenas de barro que ni las
mulas podan treparlas. Estaban delimitadas por recios muros como
fortalezas infranqueables que resguardaban las minas. Las lluvias
frecuentes las haban convertido en un pantano cubiertas de basura,

botellas rotas y dems desperdicios que atascaban los carretones, donde


se requeran de tablones para cruzarlas. El clima era tan inconstante que
tras las lluvias, granizadas o nevazos, soplaba un agresivo viento que,
limpiaba las nubes del cielo que comenzaba a verse azul en su ms pura
intensidad. La heterognea multitud de mineros pululaba presa de una
frentica actividad, tropezando con materiales de construccin, barriles de
dinamita, carretones o con enormes piaras de llamas que venan de las
quebradas trayendo las cosechas en medio del agudo silbo de sus
arrieros. Por el centro se levantaban algunos slidos edificios, pero eran
muy pocos; el resto era un amasijo de viviendas provisionales, casuchas
de paredes de barro y techo de paja. No existan acequias ni alcantarillas.
El agua para beber la sacaban de la laguna de Patarcocha. Tanta era la
plata que los querubines, ngeles, arcngeles y milagros de los oratorios,
avos de montar, cubiertos y utensilios de uso casero, hasta las
tintineantes espuelas nazarenas de los jinetes cerreos, eran fabricados
con el blanco metal. Los plateros eran incontables. En cincuenta y tres
aos de proficua saca, al nuevo emporio se le comenz a llamar: El nuevo
Potos. El siglo siguiente se van sumar ms de doscientos agujeros de
plata. Los aviadores proveedores de dinero y avos minerosaprovechan la coyuntura econmica, solventando gastos de arriesgados
buscadores y bajo la garanta de sus denuncios, se aduean de
innumerables pertenencias. A medida que creca la ciudad iba tomando
una fisonoma de notables contrastes. Todo aqu era extremo. La riqueza
fantstica y la pobreza extrema. Haba palacetes o rancheras. No haba
trmino medio. El insoportable orgullo de la aristocracia europea y criolla
alta y la rendida sumisin de un pueblo mayoritariamente pobre al que la
dura frula espaola haba humillado hasta convertirla a la dolorosa
condicin de esclavo. En las noches, en garitos misteriosos y cmplices,
los mineros, hacendados y comerciantes, juegan no slo dinero, sino
tambin propiedades,

haciendas, mujeres y honras. El trabajo es

implacable para los japiris, pero la borrachera tambin lo es; tras el cobro

de sus salarios los sbados por la tarde, acuden en masa a las


chinganas, bebederos populares en las que se emborrachan hasta
encender dormidos nimos de reyerta y libertinaje; luego salen a las
calles gritando y buscando pendencia con los trabajadores de otras
minas. Los enfrentamientos son infinitos y escandalosos con mucha
sangre de por medio, con uno o varios muertos cada semana. La mayora
termina la borrachera en los burdeles, continundola el domingo; el lunes
por la tarde, se renda y, descansaba. El martes retornaba al trabajo como
si nada. Un poeta popular dijo entonces.
Si el sbado tengo plata,
el domingo me lo chupo;
el lunes duermo la siesta
y el martes ya pongo el lomo.
Otro ensalza la pertinacia del trago, cuando afirma:
Oh! Cerro de Yauricocha,
rica ciudad brava;
tiene doscientas chinganas
y una sola librera.
La mita que provea indios para el trabajo minero era el terrible medio
para exterminarlos. Los caciques de las comunidades estaban obligados
a reemplazar a los mitayos que iban muriendo en las minas con hombres
de dieciocho a cincuenta aos de edad. En esa centuria fatal, centenares
de miles de hombres desaparecieron tragados por la insaciable avidez de
la plata de sus explotadores.
El pobre minero quiere
gozar de su libertad;
que lo entierren no precisa,
ya enterrado en vida est.

Estos mrtires populares arrancados de sus comunidades agrcolas, eran


arriados con sus mujeres e hijos con rumbo al Cerro. Las ordenanzas
reales que deban protegerlos, jams fueron cumplidas. En ellas
otorgaban una proteccin lrica a quienes sustentaban la economa de un
reino dspota y abusivo.
El cielo es para los hambrientos
me han dicho en son de consuelo,
no s si cuando me muera,
tendr fuerzas pa llegar
Fray Sancho qued observndolo por buen tiempo, en silencio. Le
pareci, no obstante su apariencia vivaracha, un hombre arrepentido con
suficiente experiencia vivida. As era, efectivamente. Cuando agobiado
por el peso de sus aventuras lleg ante Santo Toribio, arrepentido y
deseoso de cortar su racha de mala vida, encontr todo su comprensin y
apoyo. Desde sus primeros aos en el seminario haba sido aleccionado
que para alcanzar la gloria de Dios tena que llevar una vida de expiacin
y sufrimiento hasta que los fuegos terrenales que le atormentaban se
fueran extinguiendo en la fogosidad de su sangre. l lo deseaba as. No
quera que ningn vestigio de los apetitos de su cuerpo y de su carne lo
conturbaran. Cunto tuvo que luchar para domear las ardientes
pasiones que le quemaban las entraas! En todo momento, para alcanzar
la plenitud de su sacrificio hua de las tentaciones que se presentaban en
su diario deambular por el mundo, especialmente de la carne. Lleg a
extremos de martirizarse con castigos corporales que le hacan mucho
dao aunque atenuaban sus ansias casi incontrolables. Un da no pudo
ms. Cay en la tentacin del sexo. No pudo reprimirlo. Cuando vio muy
cerca de l a una mujer extremadamente sensual que con sus
ampulosidades y olores provocativos, le quemaban el alma, hacindole
enhiesto el deseo, cay redondo y se abandon en una insaciable ola de
quemantes sensaciones incomparables y pecaminosas, como bestia en
celo. Mucho tiempo estuvo prisionero del deseo concupiscente con

aquella mujer. Slo cuando su libido satisfecha y agotada no lo quemaba


ms volvi arrepentido al redil y all, una vez ms, Santo Toribio tras
extenuantes castigos con propsito de enmienda- le ayud a retomar la
ruta abandonada. Igual le ocurri con el juego. Las cartas, como
instrumentos del demonio, llegaron a tener un encanto aberrante que lo
atrajo a su mundo de irrenunciable prctica. Las monedas que llegaron a
sus manos, tuvieron el extrao sortilegio de seguir de frente, a la
dilapidacin de pertenencias y fortunas. No conocan lmite. Aqu tambin
tras su aniquilamiento econmico- el arrepentimiento fue sincero.
Amiguero, alegre y desenfadado, despus, fue ganado por la bebida; sus
ansias incomparables lo transformaron en un dipsmano increble. En sus
prolongados estados de embriaguez, animado con su guitarra, cantaba a
las mujeres hermosas y armaba grandes trifulcas. Se haba abandonado
totalmente. Tal pareca que ya no tena salvacin. Un da, Santo Toms,
decidi transportarlo a un escenario que lo apartara de aquellas lacras. En
cumplimiento del ofrecimiento hecho al franciscano, le asign la novsima
parroquia en la cima del mundo donde, estaba seguro, atenuara sus
correras pecaminosas. Te vas al Cerro de San Esteban -le dijo- All se
calmarn tus ardores y tus apetitos, estoy seguro, le dijo el Santo Varn.
l, elevando la voz a los cielos, musit: Ave Mara, deam gratiaTorre
de Marfil, Rosa del Lbano.!
Ahora se senta completamente regenerado y, muchas veces, cuando las
espinas de la reincidencia lo incitaban con sus tentadoras reminiscencias,
se someta a su tortura personal con disciplinas de cuero remachados de
pas que le laceraban las carnes. As sangrante, se calmaba. Explic que
vena ejerciendo el sacerdocio desde poco tiempo atrs y que quera
hacer mritos ante la superioridad para conseguir mejores destinos.
Desde aquel primer momento puso de manifiesto su ardiente deseo de
trabajar por los dems. As, pronto se gan el respeto de los hombres de
estos pagos. Trabajador como los mineros, imbuido de una fe
inquebrantable los convenci para que le ayudaran a mejorar las

instalaciones del novsimo templo. Empedraron con lajas toda la


extensin del atrio, reforzaron las paredes del campanario, erigieron el
muro perimetral del camposanto y, muy junto al templo, una pequea
habitacin para su dormitorio. Su tiempo sobrante lo dedic a la tarea de
salvar almas, especialmente de los aventureros dscolos e inconformes
que dilapidaban sus dineros en los garitos, burdeles y tabernas. l bien
conoca la fuerza avasallante de aquellas lacras. Haba pasado por eso.
Todo iba muy bien para Diego de Albornoz hasta que aconteci algo que
cambi el curso de su vida. Por aquellos das, el desbocado comentario
de los corros lleg a convertir a la plaza Chaupimarca en un avispero. No
era para menos. Con un gran despliegue de carretones, servidores y
personas comedidas, suban y bajaban muebles, vajillas, alfombras,
adornos, instrumentos musicales, libros y santos. Estrenaban la mansin
con tres portadas, gran patio embaldosado de arcadas dispuestas en sus
dos pisos y pilares octogonales de ascendencia mudjar en la planta alta,
cubierta con balcn corrido de resistente madera de pino. En
consideracin a los valiosos aportes a la Corona, no obstante su reciente
denuncio, el Virrey Toledo nombr Corregidor de la naciente ciudad San
Esteban de Yauricocha, a don Alonso de Malpartida y Ziga. Su teniente
sera don Francisco Goi, y su Contador, don Iaqui Otaegui, ambos
ciudadanos vascos de reconocida trayectoria en su lugar de origen. El
primer caballero vena a aposentarse en la residencia de la plaza cerrea,
con l su esposa, y una lindsima mujer flor de belleza morena- que
funga de acompaante de la hermosa dama.
Una maana que el cura se aprestaba a decir la misa dominical, hizo su
aparicin la joven espaola. Ondulante como palmera, imponente como
una diosa; pareca el sortilegio de un encantamiento. El moreno embrujo
de su rostro de nia que se converta en mujer, estaba iluminado por
negrsimos bucles, labios carnosos, entreabiertos en sonrisa provocativa

de dientes parejos y brillantes, cuerpo magistral cubierto con mantn de


encajes que dejaba apreciar un busto poderosamente mrbido. Claro, ella
no iba sola; acompaaba a su dama y al noble espaol. El cura qued
mudo de asombro. Todo fue que la vio y sus aletargados bros varoniles
despertaron trridos de su adormecida abstinencia. La misa la dijo con un
marcado rubor en las mejillas y un acentuado temblor en las manos
sudorosas que hacan audibles los tintineos de las vinajeras. Luchaba
para que sus ojos no siguieran prendidos de aquel bello rostro y, presa de
indescriptible emocin, sus labios tartajearon la homila.
As comenz aquello.
Desde entonces las horas transcurrieron con aterradora lentitud para el
cura que se debata en un torbellino de sentimientos inquietantes y
obsesivos. Ya no saba ni el da que era, su nerviosismo activado por un
redivivo deseo carnal le quemaba las entraas. Vea a la bellsima mujer
en todos los rincones de la iglesia. En los ojos inmviles de las vrgenes
de los altares, en las perfumadas nubes del incienso, en las formas
sagradas, en todo; especialmente en sus sueos. Despertaba con los
labios resecos y el corazn desbocado. Nunca le haba ocurrido nada
parecido. No fue una ni dos noches que su febril alucinacin lo arrebatara.
Fueron todas las noches que siguieron. Lo encerraron en la vorgine de
un mundo de loca esperanza. Desde entonces ya no conoci la
tranquilidad. No saba ni cmo se llamaba aquella divina aparicin;
seguramente pensaba- tena el nombre de una virgen; porque para l,
era eso: una virgen.
En nuestra ciudad minera los hombres no hablaban de otra cosa. Era
natural. Aquella mujer de excelentes prendas de hermosura no iba pasar
inadvertida en un lugar donde lo que faltaban era precisamente mujeres.
De diez personas, slo una era mujer. No slo los mozos sino tambin los

viejos comenzaron a admirarla en secreto. As se enteraron que su


nombre era, Amparo. Sus apellidos, Donostiaga y Rivero. Sus pasos y
actitudes, desde entonces, fueron seguidos meticulosamente por los
aspirantes a su cario. El cura era el ms obcecado.
Por aquellos das, en cumplimiento de una aeja promesa, la piadosa
dama frecuentaba la iglesia a rezar muy contrita; pero no iba sola, la
acompaaba la garbosa y joven mujer que tena sorbidos los sesos al
cura. ste, ofuscado y olvidando su promesa de castidad y obediencia,
destin todos sus empeos en conquistar el corazn de aquella
maravillosa visin. Lnguido por interminables horas sin sueo ni
alimentos se dedic a buscarla, a espiarla, a acosarla. No dej ni un
momento de hacerlo con una pertinacia extrema. Los suspiros y miradas
cada vez ms atrevidas, las misivas escuetas pero profundas, y
finalmente, las furtivas palabras en el confesionario dichas con calor y
ternura, llegaron a doblegar el corazn de la damisela que se rindi al
joven sacerdote. Por fin haba conseguido hacer bullir aquel corazn con
la arrolladora intensidad que a l lo estaba agobiando.
Su constancia haba alcanzado su premio.
Cada vez que la Corregidora iba a cumplir dilatadas penitencias que el
cura le asignaba, ste llevaba a la bella Amparo a un lugar escondido de
la iglesia y le hablaba susurrndole al odo- de la belleza de sus
facciones, la majestad de cada una de las partes de su cuerpo, y todo
aquello que la hiciera soar.
Desde que escuchara aquellas frases intencionalmente dichas, la flor
morena sinti la necesidad perentoria de verse desnuda, de explorar su
cuerpo que despertaba con avasallante impetuosidad al llamado del amor;
quera descubrir los insospechados mundos del placer que el cura le
ofreca. Sobre su cama de mullido colchn de lana y abrigadoras sbanas

de bayeta, se dedicaba a explorar todos los recovecos de su cuerpo febril.


Despojndose de su ropa interior, miraba la luz del candil, sus senos
grandes y firmes con pezones como garbanzos; las curvas agresivas de
sus muslos y caderas, acaricindolas con manos temblorosas; su vello
crespo y enredado en el pubis, la cavidad de las axilas; tocaba su cuello
acaricindose suavemente, el arco de las cejas, la lnea de sus labios, el
interior de su boca. Pasaba las manos por las nalgas para aprender sus
formas y, soando que el fraile lo haca, las acariciaba y estrujaba con
ardor, con frenes. Abra sus muslos y tocaba la misteriosa hendidura de
su sexo y el capullo encendido del centro mismo de sus deseos
arrebatados y, en ese momento, apareca la imagen del sacerdote,
enhiesto, sobre ella, como un desenfrenado macho cabro, poseyndola y
fundindola en su carne pecadora.

Quedaba rendida, exhausta.

Despus, confundida, al oler sus dedos, quedaba maravillada con ese


poderoso olor de sal y frutas marinas que emanaban de su cuerpo.
Amparo y el cura, perdidamente enamorados, sin desaprovechar la
oportunidad de hablar ni de escribirse, eligieron la sacrista de la iglesia
como escenario secreto para amarse. Se reuniran la tarde del cinco de
agosto en que fray Sancho viajara a Villa de Pasco a decir misa en loor a
la Virgen de las Nieves.
Aquella tarde se encontraron en el lugar de la cita y desesperados como
a punto de perder la nica oportunidad de sus vidas ajetrearon como
posesos. Abrieron un gigantesco armario donde guardaban los tiles del
culto y a manera de colchn tiraron sobre el suelo viejas casullas, capas
pluviales, esclavinas, manteles, catafalcos, ropas de santos y, el enorme
lienzo morado con el que cubran el altar mayor en Semana Santa;
aadieron otra cantidad de pequeos trapos que ocultaban las hornacinas
de los altares en la misma fecha. se sera el tlamo en el que se
amaran. Con los ojos brillantes de fuego y la respiracin entrecortada,
Amparo se quit el tickpe de plata que sujetaba su paoln de alpaca y

dej al descubierto su corpio con sus senos majestuosos que latan con
la turbulencia de su desbocado corazn. Al cura le temblaban las manos
cuando desat los lazos del corpio de franela y fue despojndola de sus
abrigadas enaguas, sus calzones largos de bayeta y una camiseta que
cubra las flores de sus pezones ardientes. No hubo necesidad de quitarle
los botines de cordobn ni las medias de lana sujetas con artsticas ligas
bordadas. Su pecho acezaba con palpitaciones de agona y el corazn se
desbocaba a punto de estallarle. Estaba convencido que Amparo era la
mujer ms bella del mundo, un verdadero ngel. La luz parpadeante de la
lmpara minera sobre los vetustos muebles repletos de candeleros,
vinajeras, floreros y palmatorias, arrojaba luces mezquinas sobre un
espejo velado por el tiempo. El resto de vestuario ritual colgando de las
paredes,

en

confusin

de

ornamentos

talares,

capas

pluviales,

manteletes, sotanas, peplos y tnicas, daban a la escena un aire de


irrealidad y misterio. No quiso atacarla con fogosidad en un desbocado
diluvio de caricias atrevidas porque denunciaran su maestra en las artes
del amor. No. Puso cuidado en los detalles para no alarmarla. Se esmer
en no perder el ritmo de sus besos, intercalndolos con una inacabable
letana de halagos. Le habl de la brevedad de su talle, la morena
excelsitud de su piel agarena, la redondez agresiva de sus senos
hermosos, la finura de su cuello y hombros que provocaban en l un
incendio de excitacin incontrolable. Ella, ebria de emociones, el cabello
suelto y alborotado, las mejillas en llamas, dej que el amante le besara
en el cuello y le acariciara los senos a manos llenas, quitndole la ropa
totalmente, como en una ceremonia ritual, dejndola desnuda, a su
merced.
Para que no fuera dolorosa la ceremonia de la desfloracin maestro del
amor- el cura la deleitaba con besos y arrumacos juguetones, susurros
suplicantes y diestros manoseos; ella respondi plenamente emocionada;
entonces se mordieron, se lamieron, se hurgaron desaforados en la

marisma del amor, toda la tarde, sin reparar en la hora que era ni en el fro
que reinaba. Slo ellos existan en el mundo. Tanta fue la eficacia de la
ceremonia de provocacin que la beldad morena sinti que se abra
plenamente como una flor carnvora para atraer al cura como un insecto,
tragrselo plenamente y sentir en sus entraas sus arremetidas
inacabables. Estaba completamente desnuda bajo la luz dorada que se
filtraba por las hendijas de la puerta. Diego sinti que la sangre se le
converta en fuego impetuoso y alarg sus manos temblorosas hasta
colocarlas sobre su largo cuello lbrico. Dominada por una desconocida
energa poderosa que la ahogaba, ella no sinti ningn dolor en la
penetracin, ms bien s una insuperable delicia al sentir el licor de vida
en sus entraas. Este fue el da ms memorable de sus existencias.
Ambos lo recordaran en sus nfimos detalles.
Ese fue el comienzo.
Desde entonces, aquel amor prohibido se convirti en irrefrenable entrega
pasional, desbocada y monstruosa, que ya no conoci lmites. Los mozos
del pueblo que seguan los pasos de la joven descubrieron sus citas y
urdieron una historia fantasiosa que ha quedado como leyenda en el
imaginario del pueblo minero. Dice: Una noche, desde su escondite
fabricado ex profeso, los jvenes la vieron llegar sigilosamente para
abandonarse a los vidos brazos del cura, su amante, para una brutal y
satnica confrontacin de deseos desbocados y abyectos. Desnuda ya,
con las carnes palpitantes y tentadoras, acometida de transpiraciones y
temblorosos ahogos, se entregaba lasciva y febril a los dictados carnales
del cura que responda agresivamente, apoderndose de aquel racimo de
carne lujuriosa que bajo l palpitaba incontenible. En estas circunstancias
la mirada desorbitada y babeante de deseo de los curiosos vieron que
a la mujer le emergan orejas y cola, en tanto su cuerpo se cubra de
espesa pelambre blanca. Se haba convertido en briosa mula blanca!.

El cura se cubri totalmente de pelambre negra, un rabo y dos cuernos


en la frente. Sudoroso, infatigable y lbrico, montaba a la mula que,
encabritada, trataba de echar por los suelos a su jinete. Tal pareca que
aquello no terminara nunca. A medianoche, los ojos relampagueantes y
los belfos babeantes de lujuria, el cura abri la puerta e hinc las
espuelas en los ijares de la mula que, en desenfrenado galope se ech a
correr por los empedrados de Chaupimarca, las alturas de Matadera, los
oconales del Misti, las faldas de Shuco, las lejanas estribaciones de
Paragsha. Slo con el sonoro canto del gallo termin aquel satnico
aquelarre.
A partir de entonces, todos los das, a la medianoche se repiti el hecho.
Con el tiempo el cura no slo fue perdiendo fuerzas y color, sino tambin
feligreses. La joven mujer, lnguida y con las carnes flcidas, ayer erectas
y frescas, era evitada por las gentes del pueblo.
Una noche de luna, apesadumbrados por su pecado del que ya nunca
pudieron renunciar, se entregaron a un desenfrenado torneo de
equitacin, afiebrado y loco, recorriendo jadeantes las desiguales calles
cerreas y en el clmax de la desesperacin, frenticos y desesperados,
se introdujeron en la laguna de Patarcocha de donde nunca ms salieron.
Aseguran, que a partir de entonces -como castigo divino- toda mujer
soltera que convive con un cura, se convierte en mula blanca; si fuese
casada, en mula negra. Eso es lo que asegura el pueblo.
La verdad, es otra.
Avergonzados de tanta barbaridad carnal, cura y amante, decidieron huir
del pueblo a un lugar donde nadie los conociera. Por esos aos, los ricos
mineros buscaban conquistar la selva para traer sus productos que
compensen

las

necesidades

de

sus

obreros.

Aprovecharon

la

oportunidad. Disfrazados y separados uno del otro -cada uno por su ladose embarcaron en las caravanas que iban a oriente. No les fue difcil. All,

en las enmaraadas selvas, se encontraron. Fray Sancho, conocedor de


las debilidades humanas, jams se pronunci al respecto.
fin
EL PISHTACO
Cerro de Pasco, el pishtaco
Este fue un aterrador personaje que asol hace muchsimos aos el
mbito de nuestro pueblo minero. Las gentes de aquellos tiempos vivan
completamente aterrorizadas evitando salir en las noches en las que,
segn se cuenta, ejerca el imperio de su salvajismo sin nombre.
Las gentes lo denominaban PISHTACO, nombre que provena de la
palabra quechua pishtay que significa retacear la carne de un animal
despus de haberlo matado.
Quienes lo haban visto aseguraban que se trataba de un gigante. Una
bestia enorme que posea una fuerza sobrehumana a la que nadie poda
vencer ni siquiera enfrentarse para competir con ella. Que era
sobrecogedor su aspecto terrorfico de gringo mofletudo, colorado, de ojos
claros y greas rubias que caan sobre sus hombros en desordenadas
guedejas como melena de len. Bastaba con mirarle a los ojos
sanguinolentos y legaosos, rodeados de espesas y rojizas barbas
hirsutas para quedar inmvil, pegado al suelo, sumido en un terror
paralizante. Tal el pavor que produca. Adems de sus ojos terrorficos lo
que ms impresionaba era su cuerpo ciclpeo de enormes proporciones
con los que Dios poda haber hecho varias personas normales. Nunca se
haba visto nada igual en el pueblo minero. Sus manazas eran
descomunales,

provistas

de

una

uas

negruzcas,

como

garfios

poderosos. Sus espaldas enormes como lomo de buey. Sus piernas


patizambas abiertas y cansinas que le daban una apariencia simiesca. Iba
vestido con ropa minera. Los nicos que vivieron para describir su fatdico

aspecto lo haban visto protegidos por las sombras de la noche en que


deambulaba en busca de sus presas.
Se aseguraba que haba aparecido aquella poca en que los mineros
extranjeros estaban desesperados por las inundaciones de sus minas.
Ingleses, franceses, croatas, italianos, hngaros, polacos, ya haban
hecho todo lo posible para evitar estos aniegos internos pero ningn
procedimiento lo evit. La desesperacin cundi hasta obligar a muchos a
pignorar sus minas a precios irrisorios ante los aviadores italianos que
en un santiamn se aduearon de ellas enriquecindose notablemente.
Aseguraban los aterrorizados testigos de sus andanzas que el modo de
actuar del pishtaco era el siguiente: Esperaba, aprovechando las
sombras de la noche o la soledad de los parajes solitarios durante el da,
a hombres o mujeres que se aventuraran a desplazarse solas para
atacarlas sin piedad. Las aprisionaba con sus brazos descomunales
inmovilizndolos hasta dejarlos sin resuello, luego, de un solo tirn les
quebraba el cuello. Una vez muertos transportaba el cadver sobre sus
hombros hasta una cueva de las alturas de Shuco. All utilizando sogas
y resistentes tablones, colgaba el cuerpo atado de las piernas.
Inmediatamente, debajo del cuerpo encenda una gran cantidad de
velones y cirios que, por su nmero, originaba un sofocante calor que
consegua, tras largo tiempo, la cada de un fino aceite que caa sobre
unos recipientes debidamente colocados debajo del cadver. Ese era el
motivo del crimen. Conseguir ese aceite, que a decir de los entendidos,
no slo era muy fino sino el nico que poda hacer funcionar a la
perfeccin cualquier tipo de mquinas, especialmente las tradas por un
ingls para desaguar las minas cerreas.
Se aseguraba, para dar ms patetismo a los relatos, que despus de
embotellar el aceite que no era poco, el pishtaco se coma los restos del

cadver como nica manera de conseguir impunidad. Con especial


fruicin le extraa los ojos, la lengua y el corazn para que no delate a los
brujos el lugar del sacrificio, enmudecindole para que no rebele donde
haba muerto, ni dnde ni quin era. De esa manera consegua la
impunidad.
A partir de entonces, la historia del pishtaco, viaj por gran parte de
nuestro territorio llevado por los obreros que haban trabajado en nuestras
minas. Se extendi desde la zona de Conchucos hasta Huancavelica y
una parte de la selva, zona de influencia de las nuestras minas. En
aquellos lugares las gentes ya no caminaban de noche por las solitarias
calles por el terror de lo que se contaba.
HUARICAPCHA

Los agrestes linderos de la hacienda Paria se hallan enclavados en la


vasta meseta de Bombn. Hasta en el da ms hermoso se advierte algo
de implacable en su cielo azul turquesa y en el profundo silencio de sus
inmensidades. Cubiertos con un manto verde, salpicados de roquedales y
puquiales, ribeteados por haces de indomable ichu, es el escenario
donde unos hombres pastoreaban su ganado mientras otros se dedicaban
a la minera y metalurgia de los que eran maestros consumados.
Cuentan que un da impreciso de ao de 1630, el pastor Santiago
Huaricapcha haba salido a pastar sus ovejas muy de madrugada. El
tiempo, soleado por la maana, se torn de pronto amenazador. En pocos
minutos las cerrazones ensombrecieron el ambiente y pronto se
desencaden una horrible ventisca. Cuando los primeros copos
comenzaron a caer, Huaricapcha los vio llegar complacido; a la maana
siguiente volvera a salir el sol, derretira la nieve y la tierra sedienta
absorbera la humedad con la cual se producira ms pasto para alimentar
el ganado. Para guarecerse de la borrasca entr en la cueva con la
esperanza de que la tormenta amainara. En vano. A medida que

transcurran las horas, el viento traa ms y ms nieve, como si surgiera


de un monstruoso surtidor arriba de las nubes. La atronadora inclemencia
de la tempestad, cada vez ms creciente, le causaba la extraa impresin
de hallarse aprisionado por una espesa cortina que le impeda el retorno a
la casa hacienda. Se haba alejado tanto de ella y la espesura del manto
nveo creca ms y ms.
Pronto lleg la noche.
El fro se hizo insoportable. No obstante sus abrigadoras manguillas,
chullo, poncho y grueso calzn de bayeta negra, el pastor lo senta en
toda su intensidad. Temiendo quedarse helado, busc combustible en la
profundidad de la caverna y juntando taquia, ichu seco, bosta y algunos
palos secos del fondo, encendi una fogata con algunas piedras que le
sirvieron de base. Ya algo aliviado, comenz a chacchapar, mientras
atizaba la hoguera con su magro combustible.
Muy pronto qued dormido al dulce calor de la lumbre.
A la maana siguiente, cuando la claridad naciente inundaba el ambiente
y la nieve haba suavizado los contornos de los arroyos, senderos, zanjas
y hondonadas, volvi los ojos a la fogata apagada y qued maravillado.
De las piedras que haba utilizado como base para la fogata, colgaban
finsimos hilos blancos de textura brillante como delgadsimas lgrimas de
piedra. Cautivado, las cogi con mucho cuidado y llenndolas en su
huallqui las llev a don Juan Jos Ugarte, minero espaol de aquellas
pocas, que al poco tiempo comenz a beneficiar las primeras vetas de
plata.
Este es el origen de los ricos yacimientos del Cerro de Pasco que,
andando los aos, recibira el nombre de Ciudad Real de Minas.

PAUCARTAMBO (LEYENDA)
Esto sucedi hace miles de aos. La ubrrima quebrada de Paucartambo
estaba convertida en una extensin mustia y agonizante por un castigo
del dios sol. Hasta entonces haba sido el lugar de trnsito y de pascana
para los viajeros que se aventuraban a llegar a este lmite de tierras
conocidas como residencia de los salvajes indios infieles, los Chunchos.
Ahora los rboles resecos, muertos en posiciones grotescas, lucan sus
tallos deformes; las piedras emergiendo sobre una interminable extensin
terrosa y estril daban la impresin de un yermo gigantesco. Silencio
absoluto donde ya no se escuchaban ni trinos, ni cantos de vistosas aves
ayer numerosas. Las escasas aguas del ro Negro convertidas en una
barrosa sustancia parecida al petrleo reptaban entre las piedras y races
tratando infructuosamente de humedecer la gleba cuarteada del pramo
moribundo. Desde la cumbre del legendario mirador Capilla lmite entre
Carhuamayo y Paucartambo- se poda apreciar un manto impenetrable de
oscuridad envolvindolo todo. Ni un rayo de sol poda filtrarse por aquella
cortina asesina. El da y la noche eran una misma cosa en aquel lugar. La
muerte se haba apoltronado en esa extensin ttrica donde la luz y el
calor de los rayos del sol estaban proscritos.
As transcurrieron muchos, muchsimos aos.
Un da soleado, a extramuros del pueblo apareci un desmedrado
anciano de solemne mirada que asegur ser sobreviviente de aquella
tierra castigada y que, como testigo, haba permanecido en el lugar.
Relat con lujo de detalles la manera cmo los habitantes de su comarca
castigada haban faltado al dios sol. Que tanto haba sido el desatino y la
soberbia de los habitantes que el sol, cansado de tanto salvajismo
determin castigarlos. Efectivamente dijo el anciano- los gentiles que
poblaron estas tierras eran tan malos que, llevados por el odio fratricida,

pasaron muchos aos guerreando y matndose entre ellos. Los


Centinelas eran los ms crueles porque llegaban a esclavizar a sus
enemigos

rendidos;

lo

mismo

hacan

los

Yarhuay, Huagaichau,

Awquivilcas, Sundormarca, Todo el mbito de estas tierras se cubri de


sangre, de odio y de muerte: Capilla, Aunquigoyash, Huamparac, Mullay,
Sundormarca,

Gasacyacu,

Aquivilca,

Centinela,

Chuchihuahn,

Uchumarca, Yarhuay, Auquimarca y Chinche. Entonces el dios sol,


enojadsimo por la sanguinaria ocurrencia de los crueles sucesos, decidi
castigar a los gentiles. Primeramente desat una lluvia pertinaz y salvaje
que estuvo cayendo da y noche inundando los campos hasta entonces
feraces. Los ros furiosamente cargados discurriendo en riadas asesinas
arrastraron sembros, casas, hombres y animales. Cuando el diluvio ces,
los sobrevivientes lejos de apoyarse recprocamente, continuaron con sus
crueles luchas fratricidas que haban originado aquella hecatombe. As las
cosas, en el paroxismo de la clera, decidi un severo castigo a fin de
escarmentar a estos salvajes. Aparecieron entonces dos soles quemantes
en el firmamento produciendo una evaporacin masiva que termin
calcinando todo lo que quedaba en tierra. Es ms, todo vestigio de vida
qued convertido en cenizas. Terminado este infierno, los soles se
alejaron y sobre la zona y en un santiamn la tierra se cubri de sombras
y, espantados, hombres, mujeres y nios huyeron despavoridos hacia
tierras selvticas; los que no alcanzaron la bendicin de la huida murieron
convertidos en ceniza conjuntamente con sus animales
Conmovido, el anciano asegur que felizmente el plazo se haba cumplido
y que esos das dara una seal de su poder. Slo haba que esperar.
Una maana, todos los verdes campos de la Capilla hasta Carhuamayo y
Junn quedaron convertidos en una alfombra reseca. Durante aquella
noche haba cado una inmisericorde helada que termin por matar todos
los pastizales de la alta meseta de Bombn. Esa es la seal! dijo el
anciano. El sol nos ha mostrado su poder. En este momento sopesar

si su clera se ha disipado y pueda redimir a esta comarca. Los hombres


y mujeres que se haban refugiado en La Capilla, le rogaron de tal manera
que el anciano acept interceder por la vida del pueblo. Con ese motivo
subi a la parte ms alta del mirador y all habl con el sol. Lo que se
supo despus fue que el sol, conforme con el castigo que haba impuesto
a esa tierra y aceptando el pedido de sus gentes, los redimi de sus
culpas y levant el castigo despus de muchos aos.
Entonces generosos los rayos del sol iluminaron el monte antes agnico
dotndole de vida; las aguas, ayer escasas, comenzaron a discurrir en
abundancia regando los ms ntimos rincones del monte; el verdor volvi
al campo propiciando la abundancia de maz, papas, arvejas y calabazas;
afloraron los arbustos de arrayn con sus flores en racimos y sus frutos
azulosos, volvieron a crecer las azulencas y atractivas salvias alternando
con el verde matico, los bellos zapatitos blancos, los racimos de zarcillos
formando enormes velos de novia; hojas de calaguala aqu y all en
alternancia con los decorativos helechos de tamaos y formas diferentes
y todas las encaadas y las orillas de los riachuelos estaban guarecidos
de enhiestas chagllas; y en los lugares inaccesibles y peligrosos, el
picahuay, smbolo del amor, con sus enigmticas y bellas florescencias.
Hombres y animales volvieron a holgar por aquellas extensiones. El viejo
no volvi pero, cumpliendo el encargo del sol, ha quedado convertido en
una gigantesca montaa desde donde vigila que las gentes cumplan su
deber. Desde esa vez, el dios Pucar, -carioso anfitrin para los que
visitan estos parajes- recostado sobre los montes donde se le puede ver
claramente, vigila al pueblo a fin de que cumpla con su obligacin.

EL CONDENADO MALDITO

Haba llegado el luminoso mes de mayo a la aldea chaupihuaranguina de


Mito. Hombres, mujeres y nios se aprestaban a iniciar la comunal tarea
del barbecho para el sembrado de papas. Premunidos de herramientas
iban entusiastas, conduciendo a sus animales con direccin a
Osgopampa. Ya estaban para llegar a su destino, cuando un silbido agudo
y profundo, quebr la dulce calma de la maana. En ese instante los
bueyes se detuvieron como paralizados por una fuerza desconocida;
alzaban la cabeza emitiendo aterrorizados resoplidos, encabritndose
enojados; los perros con los rabos entre las piernas, emitan lgubres
aullidos que dejaban entrever el terror cerval que sentan; los pjaros, se
alejaron en bandadas, raudos, muy lejos del paraje.
Qu ha sido eso?. pregunt una mujer, casi sin aliento.
Es el silbo del condenado!.- contest el ms viejo de todos.
Un silencio sobrecogedor paraliz a los caminantes que se miraban unos
a otros con el terror reflejado en el rostro.
No haba pasado mucho tiempo, cuando nuevamente el chiflido
demonaco, ms penetrante y cercano, hizo encabritar a los bueyes y
gemir a los perros que, instintivamente, buscaron la cercana de sus
amos.
Guiados por el viejo campesino, las gentes huyeron despavoridas hasta
llegar a Chinwanyoc, en donde, advirtieron con estupor que el malhadado
condenado,

haba

acortado

la

distancia

hasta

acercrseles

peligrosamente. Aterrados, protegiendo a sus nios y mujeres, los


hombres siguieron corriendo por los campos desolados. Detrs de ellos,
el condenado gritando con una voz cavernosa a travs de sus labios
colgantes como piltrafas.

Shuaycalamay! Shuaycalamay! (Esprenme!).


Con el corazn encabritado, salindose por la boca, las sienes a punto de
estallar, empapados de sudor y los pies cubiertos de sangrantes
ampollas, los comuneros llegaron a Hualpucar, donde lograron
descansar poco tiempo, ya que el condenado, trataba infructuosamente
de cruzar las aguas del ro Puyosh. Aprovechando la demora del infernal
perseguidor, continuaron huyendo hasta llegar a Gachir. Ellos seguan
confiados al conductor de aquella masa espantada, en la seguridad de
que el anciano estaba seguro de lo que haca. Siguieron escapando y
llegaron primero a Lupanjirca, y haciendo acopio de sus ltimas fuerzas,
arribaron a Tacuanan; de all al pueblo.
En una demostracin de gran valor y resistencia fsica, el anciano jefe
subi al campanario de la iglesia donde vio que el condenado estaba muy
cerca del pueblo. En un supremo esfuerzo, hizo doblar las campanas en
un llamado apremiante para que los pobladores vinieran en su auxilio.
En tanto las campanas repican alarmadas, el condenado entraba
impetuoso en el pueblo. No haba avanzado mucho por la calle principal,
cuando tres gigantescos perros lo atacaron en una arremetida salvaje, sin
cuartel. A cada dentellada de los irascibles canes, las carnes putrefactas
del condenado se retaceaban en jirones nauseabundos; sin embargo, con
una saa increble, peleaba incansable con los furiosos animales.
Entretanto, todos los habitantes del pueblo que presenciaban la desigual
batalla, armados con cuchillos, sogas azadones, hoces y garrotes,
esperaban el resultado de la lucha.
Transcurrido un buen rato, uno de los perros cay muerto con el crneo
destrozado de un zarpazo brutal del proscrito del cielo. Ms tarde, cay
otro con las mandbulas separadas y, cuando el tercero cay con el cuello

quebrado, los hombres arrojaron de todos lados certeros lazos que


apresaron al espectro hediondo, cuyas carnes estaban regadas en gran
parte del cruento escenario.
En poco tiempo lo maniataron en tanto protestaba iracundo, cuyas
palabras no podan entender porque sus labios haban cado por completo
y ahora era una visin de espanto y terror.
Con prontitud asombrosa, los hombres hacinaron lea y formaron una pira
donde colocaron al condenado y le encendieron fuego.
Despus de un buen tiempo, en que las mujeres frenticas atizaban la
hoguera, el cuerpo del condenado qued convertido en cenizas.
Ya no volver sentenci el anciano- el fuego, lo ha purificado y estoy
seguro que nuestro Seor, lo habr recibido a su lado, porque le hemos
hecho pagar por todos sus pecados.
EL ILLA
Cerro de Pasco, Cesar Perez Arauco, Folclore de Pasco, mitos y
tradiciones
(Ilustracin del maestro Dionisio Torres)
El misterioso legajo que contiene la descripcin de encantamientos,
hechizos y sucesos extra normales, es y ha sido desde siempre,
guardado con especial recogimiento por los viejos curacas lugareos.
Dentro del envoltorio mgico del Garashipo (Antiguo cdice lugareo) el
lugar preferente est ocupado por el mgico poder del Illa. De l dicen sus
custodios:

En la brumosa hora que flucta entre la culminacin de la noche y


mgico instante del amanecer, aparece el illa. Los manantiales
constituyen su escenario preferido. Los animales le ven claramente los
nicos que estn facultados para ello- por eso el mugido de una vaca o el
balido de una oveja, anuncian que est llegando
Es en ese momento propicio dice le tradicin uno debe ir silenciosa y
respetuosamente llevando un poco de sal en la mano izquierda para
arrojarla sobre el manantial en el momento oportuno. En ese brevsimo
instante, quieras o no, t sentirs una fuerza de poder milagroso que,
entrando por tu cabeza, se apodera de todo tu cuerpo, de tu Yachag o
poder interior. Es el Illa. -Afirma el Garashipo, cdigo ancestral que
contiene la sabidura de nuestra raza-. Contina con su explicacin y
remata: Es la energa mgica que nos llega del cosmos para aumentar
nuestra capacidad. Irrumpe en nuestra vida desde la oscuridad de la
noche para ser la luz del da astral que nos iluminar poderosamente. Es
el momento del nacimiento en que se sale de la paccarina o fuente matriz
hacia la luz. Eso lo saben los viejos aunque no lo digan. Son
madrugadores porque saben que el Illa llega con el Punchao, primeros
rayos de sol que irrumpen en el momento que la noche deja su espacio al
da. Esta es la razn porque nuestros viejos, para poder recibirlo, se
levantan antes que el Punchao haga su aparicin. Esa energa csmica
ayuda a reflexionar y captar mejor las enseanzas del mundo. Por eso es
que nuestros antepasados lo veneraron y ahora son los viejos los que
guardan este culto.
Se recomienda -como hace milenios- que hay que esperar los primeros
rayos con la mirada dirigida a las montaas donde emerge el sol. Cuando
hace su aparicin, se debe inclinar la cabeza, reverente. Por la parte
superior del crneo entrar una rfaga de luminiscencia inigualable
mediante la cual se obtendr el conocimiento que es la iluminacin, el
saber. Es el Illa. Este es un ritual espiritual que nos ensea la humildad y
el respeto a la vez.

Ese instante es sagrado. Al comienzo de la jornada, como una luz


resplandeciente colmada de magnficos colores, alegrar nuestro espritu
en la mejor de las formas. Nuestras ideas sern ms claras, nuestros
proyectos ms fciles de realizar y nuestro entusiasmo se har
abrumador. Por eso el hecho de entrar en meditacin es conocido con el
nombre de, Illay, en quechua. En todo caso, el Illa debe sentir que t lo
ests recibiendo con afecto para que sea tu compaa y no tu prisionero.
La fuerza del Illay tiene tal magnitud, que todo lo que hagas estar
coronado por el xito. La ganadera se har prspera y las enfermedades
jams visitaran a tus animales. Esos colosales poderes lograrn que tus
animales estn protegidos por fuerzas vigorosas y desconocidas. Los
ladrones jams podrn arrebatarte tus pertenencias. Habr mucha
felicidad en tu casa. El Illa ha levantado una mgica coraza indestructible
que hay que saber mantener con las buenas acciones diarias
LULI COCHA (Leyenda)

Muy cerca de Ninagaga, a la vera del camino que lo une con Huachn,
hay una hermosa laguna repleta de truchas a la que se le ha dado el
nombre de Luli cocha. De este lugar se cuenta la siguiente leyenda:
Al borde de sus aguas, hace mucho tiempo, viva un hombre cuyo
sustento dependa de la crianza de ovejas a las que amorosamente iba a
pastar a largas distancias.
Este pastor, que diariamente tena que preparar sus alimentos despus
de llegar cansado a su casa, se sorprendi cierto da. Encontr su
humilde casucha muy pulcra y atusada y, sobre la mesa, un caliente y
delicioso almuerzo. Qued sorprendido. Seguro de ser vctima de una
broma, estuvo contemplando los apetecibles potajes ah expuestos. Tan
apetitosos estaban que finalmente tuvo que devorarlos por el extremo
apetito que lo apremiaba. Todo result muy agradable porque qued ahto

y satisfecho, pero por ms que se esforzaba, no alcanzaba a adivinar


quin poda haberle hecho aquella broma.
Al ocurrir lo mismo los siguientes das, su curiosidad fue en aumento.
Tremendamente intrigado decidi averiguar quin era el autor de estos
enigmticos sucesos. As, cierto da fingi ir a trabajar pero sigilosamente
regres dando un rodeo por la parte posterior y alta de una colina desde
donde poda ver claramente su choza; se acomod detrs de una roca y
pacientemente se puso al acecho.
No haba transcurrido mucho tiempo cuando vio que una bella mujer
entraba en su morada y se pona a cocinar. Con gran sigilo baj del cerro
y la sorprendi.
T eres la que me prepara los alimentos No?.- Pregunt l.
S, respondi dbil y completamente turbada la joven.
Por qu?!.
Vea que todos los das llegabas muy cansado a prepararte tus
alimentos. Rendido estabas, lo hacas con gran dificultad, por eso decid
apoyarte.
Quin eres t? Interrog el pastor.
Soy el alma de esta laguna. Soy Luli Huarmi.
Pero Eres mujer!
Claro!
Entonces, si quieres ayudarme Por qu no te casas conmigo?.
Bueno. Si as lo quieres, ser tu mujer, pero con la nica condicin que
nunca me traiciones, en cuyo caso yo sera capaz de una venganza muy
cruel. Soy muy celosa.
A partir de entonces, muy contento l, y muy enamorada ella, unieron sus
vidas en busca de felicidad. Al poco tiempo fueron alegrados con la
llegada de un beb.

En este ambiente de comprensin y cario fueron muy felices por algn


tiempo hasta que, apremiado por la necesidad, l tuvo que marchar al
Cerro de Pasco por razones de negocios. A partir de entonces sus viajes
se hicieron continuos con una duracin de seis a siete das cada uno.
Durante estos alejamientos nada anormal ocurra, hasta que un da en
que el esposo estuvo ausente, en plena tempestad de nieve, pasa por su
casa un viajero y pide alojamiento. Ella, viendo la inclemencia del tiempo,
accede y le franquea la puerta. El extrao y sereno encanto de la mujer
cautiv al viajero que al darse cuenta del gran amor que profesaba a su
marido, decide fomentar en ella el malhadado fantasma de los celos. A
partir de entonces, hace ms continuas sus visitas aprovechando la
ausencia del marido, con el nico fin de seducirla.
Seora, yo conozco a su marido. Es negociante como yo, pero lo que
me apena es que, mientras usted aqu sola sufre los rigores del clima con
la nica compaa de su hijo, l se est divirtiendo con una cerrea que
ya es su mujer.
Estas y otras cosas le contaba. Poco a poco, la mal intencionada accin
del visitante ocasion la desconfianza y el desamor de la mujer hasta que
termin por odiarlo mortalmente. Envenenada de celos, la mujer, buscaba
la manera de vengarse de su marido sin saber que l se dedicaba
ntegramente a su tarea de proveedor de carne para los mineros.
Decidida a castigar lo que ella supona la traicin de su marido y
convencida de que el hijo de ambos era la suprema adoracin del
hombre, decidi ejercer represalia por medio del nio.
As, un medioda que el pastor retornaba de las minas, vio que sobre la
cocina herva una espumante olla de fierro. Llam a su mujer dando
grandes voces, pero sta no respondi, escondida como estaba. El
hombre se acerc entonces con el fin de averiguar cul era el potaje que

su compaera le haba preparado, levant la tapa de la olla y horrorizado


vio que dentro herva el cuerpecito, piernecitas y brazos del pequeo. En
el colmo de la desesperacin sali para preguntar a su mujer y slo
alcanz a observar que ella se sumerga a las aguas de la laguna seguida
de todos sus animales.
El pastor enloqueci y al poco tiempo muri sepultado por la nieve; la
laguna por su parte se hizo maldita. Cuando una mujer encinta se acerca
a ella, es seguro, que el nio que est gestando morir irremisiblemente.
" EL ALMA CONDENADA"

Una muchacha estaba muy enamorada. Ella y el muchacho haban


jurado "morir juntos". Pero los padres de los jvenes se opusieron a su
unin. stos, porque se amaban con pasin, se fueron a vivir a una
cueva. Desde all, el joven iba a robar alimentos a la casa de su mam.
Entonces, su hermano lo haba sorprendido y, confundindolo con algn
ladrn, cercen su cuello con un hacha. Slo su alma lleg donde la
muchacha, como que nada hubiera pasado. El muchacho se estir al
lado de ella. Entonces el perrillo de la joven empez a lamer al cuello de
l, porque estaba ensangrentado. Ella ni se dio cuenta. El joven le haba
dicho: "Mi hermano se ha muerto. Maana lo enterrarn. Despus de
hacerle su lavatorio [ritual del lavado de ropas] nos iremos". Al da
siguiente retorn diciendo que iba a sepultar a su hermano. Como la
casa de los padres del joven no estaba muy lejos, la muchacha
observaba lo que pasaba all. La casa estaba con mucha gente. Su
prometido atenda muy comedido a las visitas. Pero por la tarde, como si
estuviera vivo regresaba trayendo alguna comida. El da del entierro,
terminando de abrir la fosa, introdujeron al atad en ella. Entonces su
enamorado se meti dentro de la sepultura, y sali cuando terminaron de
cubrirla. Entonces la muchacha se asust y se interrog: "Qu est

sucediendo?". As dicen que ya lleg el quinto da [da del ritual del


lavado de ropa]. l se fue nuevamente. Cuando la muchacha observ, el
muchacho estaba ayudando en los quehaceres: serva comida a las
visitas. Despus de los rituales del quinto da, el joven regres por la
tarde, siempre trayendo alguna cosa. l dijo: "Ahora nos iremos" y alist
sus cosas, luego emprendieron la marcha. La muchacha iba delante, su
perrillo iba en medio, l iba detrs. Cuando ya iban muy lejos, una mujer
que pastaba sus ovejas dijo a la muchacha: "Oye joven, Ests loca o
qu? Te ests haciendo llevar con un alma". Al or a la pastora, la joven
recin mir hacia atrs, entonces vio que un alma vena con su mortaja.
En ese mismo instante la muchacha cobr juicio. Los perros tambin
empezaron a aullar lastimeramente. La muchacha continu pero iba
aterrorizada. En el trayecto, ella vio una casa, a cuya duea suplic
llorando: "Por favor escndeme". La mujer la escondi debajo de una
tarima. An as, el alma, jalndola por la mano, se la llev. As llegaron a
un inmenso corral. All, vio que dos mujeres agarraban flores. La mujer
del lado derecho dio a la muchacha un peine, un espejo y un jabn.
"Cuando el condenado se est aproximando, arrojars el peine al suelo.
Cuando nuevamente se aproxime arrojars el espejo, luego el jabn. El
peine ser un cerco de espinos, el espejo ser un lago, y el jabn ser un
suelo resbaladizo". La muchacha hizo como le indic la mujer, pero, an
as, la alcanz y la agarr de la mano y se la llev. As llegaron a un lugar
donde haba una inmensa hoguera a la que el alma arrastr a la
muchacha, cuando estuvo a punto de ser abrazada por el fuego, su
perrillo, de su pollera, la jal hacia atrs. As, el alma sola penetr al
fuego. En esa inmensa hoguera dice mucha gente muerta estn
ardiendo. La muchacha regres llorando.

HOMENAJE A LOS MARTIRES DE LA MINERIA CARRIONINA.


"GOYLLARISQUIZGA 20 DE DICIEMBRE DE 1964"
LA TRAGEDIA DE "EL DORADO"
Los obreros del nivel 12 de la mina "El Dorado" situada en el asiento
minero de Goyllarisquizga, bajaron a trabajar a las once de la noche del
sbado 19 de diciembre de 1964. La jornada se inicio con las bromas y
chistes de costumbre y nada hacia presagiar que aqulla noche seria
completamente diferente a las anteriores. Aunque tal vez, esto sea
verdad del todo, porque cada minero, de cualquier turno de trabajo, lleva
en el fondo de su alma, clara conciencia de la sangrienta y luctuosa
historia de su oficio; una crnica de muertes espantosas, lesiones
invalidantes y enfermedades que a la larga, terminan con sus vidas. La
cifra de victimas es tan elevada que apenas se puede calcular. El 23 de
Enero de 1910 por ejemplo- se produjo una horrorisima explosin en el
pique chico matando a 29 obreros e invalidando a 56, el 10 de agosto de
aquel mismo ao, en el nivel F la mina sepulto a 310 hombres,
rescatndose 72 cadveres y 60 heridos; no llego a saberse jams del
resto. La cadena sombra y siempre vigente, registra dos o tres muertes
por ao. Por este dolorosa razn, cada minero vive con la taladrante idea
de que algn da, tarde o temprano...aunque no sea hoy, ni ocurra aqu...
Hacia las dos de la madrugada del domingo 20 de Diciembre de 1964,

los trabajadores haban avanzado notablemente su labor. La mina,


propiedad de la compaa norteamericana Cerro de Pasco Corporationcomo una urbe subterrnea, entrecruzaba sus calles iluminadas con las
simtricas vas de acceso a las galeras hulleras, casi agotadas. "El
Dorado" se preciaba de ser fuerte y segura, no en vano en 60 aos, no
haba acaecido ninguna tragedia de grandes proporciones. Sin embargo,
a las tres de la madrugada ocurri un incidente que provoco la
hecatombe. Quizs algunos mineros abrieron con sus herramientas y en
forma involuntaria, una bolsa de gris cuya presencia no se sospechaba.
El resplandor de una chispa y el inicio del pavor. Cualquiera que fuera la
causa, algo provoco una explosin de abominables pesadilla. En la
superficie, el estallido se oy, al principio, como un sordo y dantesco
rugido al que sigui un remezon estremecedor; como si la tierra se
estuviera hundiendo.En el club Sport Goyllar-vieja y legendaria institucin
goyllarina- donde los socios haban amanecido libando unas copas y
entonando dulces canciones del lugar, se sintieron sacudidos en sus
asientos y las copas y botellas rodaron por los suelos. Como saliendo de
una horrorosa alucinacin, los hombres se pusieron de pie, conmovidos y
se miraron espantados, comulgando una sospecha con la esperanza de
que no fuera cierta. Todas las ventanas se los campamentos se
iluminaron instantneamente; rostros interrogantes y aterrorizados,
asomaron por las puertas y ventanas. Los mineros que deban entrar en
el turno de las siete de aquella maana, comprendieron en toda su
fatdica dimensin, lo que significaba aquel cataclismo y repentino
estruendo infernal y la sacudida posterior. Instantneamente premunidos
de sus ropas de campaa y el doloroso presentimiento desgarrndoles el
alma, corrieron desesperados a la bocamina. En ese momento, el nivel
12 de la mina "El Dorado", estaba convertido en un aterrador infierno. El
fuego voraz se extenda violentamente por toda la galera, alimentado por
el gas gris y el polvo del carbn. Daba la impresin de que el mundo se
acababa irremediablemente, presos de un pnico indecible, los mineros

todava con vida, trataron de ganar la salida. No pudieron, las negras


galeras, sacudidas por la colosal explosin, se haban cerrado una a
una, convirtiendo a los corredores mineros en una horrible sepultura que
era iluminada por las detonaciones en cadena del gas metano. El piso de
los frontones se arqueo horriblemente, tocando en muchos tramos, el
techo de la mina. El movimiento originado por el estallido, retorci como
si fueran alambres, infinidad de rieles; aplasto un gran numero de
vagonetas y desmenuzo los cuadros que sostenan los techos de la
mina. En el instante en que se produca el cataclismo, un viejo minero
caminaba junto a la vera yendo a reparar un descompuesto transportador
de carbn, de repente dice, pareci que todo el suelo reventaba y todo lo
que haba en el frontn vol como si fuera de papel en medio de un ruido
y una corriente de aire como los de un huracn; a mi me arrojo muy lejos,
como un mueco, cuando recobro el conocimiento, busco a tientas su
lmpara en medio de un humo asfixiante de calor y trato de ponerse de
pie, pero tenia una pierna fracturada en tres partes y se desplomo.
Adormecido de dolor hizo girar su lmpara y horrorizado vio clavados en
unos salientes de fierro a dos de sus compaeros de trabajo y presa de
pavor lanzo un grito sobrehumano, desgarrador y espantado se
desmayo. A 15 metros de all, otro minero que picaba la veta, sinti de
pronto un vaci en las entraas como si todo el aire del mundo se
hubiera tragado la tierra y de inmediato y casi simultneamente una
estremecedora explosin retumbo en su cerebro en tanto que un
zumbido horripilante y agudo le destrozaba los odos; en es momento se
vio arrojado como una pluma sobre las rocas envuelto en una picante
nube de sofocante carbn pulverizado. Cuando volvi en si, un dolor
irresistible le hincaba el hombro y costado izquierdo y al sentir un
gorgoteo tibio saliendo de sus odos, se llevo la mano y advirti que
sangraba profusamente; tenia los tmpanos destrozados, nunca mas
volvi a or. Otro minero, al sentir el primer vaci de la explosin, se tiro
bajo un carro metalero que estaba pegado a una viga y no obstante la

proteccin, sufri un desmayo. Al despertar, las nauseas le apremiaban y


una hemorragia incontenible le baaba la cara, senta una sed infernal y
una debilidad horrible que volvi a desmayarse. En el hospital, mdicos y
enfermeras le miraban perplejos. Cmo te llamas? Ceferino Huanca,
respondi; Huanca, haz vuelto a nacer, todos los obreros que trabajaban
en tu labor han muerto, solo tu sigues con vida. Sepultado a kilmetro y
medio de la salida, otro viejo minero se haba recobrado para verse
sentado y aturdido, con la lmpara deshecha y arrancada del casco,
minutos mas tarde, oa la voz de su joven ayudante que aprisionado en
un calabozo de piedras gritaba desesperadamente: auxilio.... por Dios no
me abandonen!! No me dejen!!..No me dejen!!,, inmediatamente,
venciendo los dolores que lo agarrotaban, se arrastro hasta donde
proceda la llamada y con voz que pretenda ser clara y enrgica, trato de
alentarlo dndole valor... chuche!! chuche!! Cllate hijo yo estoy a tu
lado no te desesperes ya vendrn a buscarnos.. se fuerte chuche..se
fuerte,

hijaco.

Gracias,

maestro...gracias...

Mas

tarde,

cuando

providencialmente llegaron los miembros de la cuadrilla de salvataje, una


sonrisa nublada por el llanto ilumino su cara; sin embargo, sus piernas
haban comenzado a ennegrecerse por una hemorragia interna y cuando
las tomaron con las manos para levantarle sus huesos crujieron como
vidrios rotos, nunca mas volvi a bailar la Chunguinada como guiador,
tuvieron que amputarle ambas piernas. En unos breves instantes, los
socavones

haban

quedado

irremediablemente

cerrados

como

hermticas tumbas, dentro cruelmente atrapados entre fierros retorcidos,


maderas quebradas y bloques de antracita, condenados a una larga y
dolorosa agona, se iban apagando, una a una inexorablemente, las
vidas de 57 hijos del pueblo, solo unos pocos, los que murieron
instantneamente, se salvaron de sus horrores, con ellos, la muerte
haba sido generosa y comprensiva. A las 3.30 de la madrugada, el
insistente repiqueteo del telfono, despertaba al comandante de la
guardia civil del Cerro de Pasco, Regino Cano Prez, quien con la

premura del caso que sesenta hombres se pusieran a su mando,


partiendo raudos a la zona del desastre, El servicio de alarma de la mina
comenz a funcionar a las 3.20 de la madrugada, en un apremiante
llamado de auxilio. A su convocatoria y con rapidez extraordinaria,
convergieron en Goyllarisquizga, brigadas de salvamento del Cerro de
Pasco, Casapalca, La Oroya y otros centros mineros, los que tan pronto
como llegaron se dedicaron a rescatar muertos y heridos. En un
conmovedor gesto de solidaridad humana, los integrantes de las
cuadrillas de salvamento, llegaron a exponer su propia vida para salvar la
ajena. Entre los que se esforzaban por encontrar a los mineros
sepultados haba quienes esperaban salvar a un hermano, un hijo o un
amigo; y muchos de los que se encontraban en la mina en el momento
de la explosin y haban resultado ilesos, imploraban en un gesto que no
olvidaremos jams, que les dejaran volver para participar en la bsqueda
de sus compaeros. En el lapso de una hora sacaron 46 cadveres,
irreconocibles, mutilados, completamente deshechos; en la hora
siguiente, rescataron 11 cuerpos mas; de los que haban quedado
colgados de los postes incrustados en los fierros salientes, sepultados
entre bancos de antracita, Los heridos que se debatan entre la vida y la
muerte, fueron 34. Este es un doloroso cuadro que jamas olvidaremos
los que estuvimos alli!. Congregados en la fatdica bocamina, todos los
hombres, mujeres y nios Goyllarinos, temblorosos de indignacin y
llanto, expresaban su dolor y su protesta a grandes voces, Los ecos de
aquellos lamentos, todava conmocionan nuestras almas. Cuando
entrada la maana llego al cruento escenario el prefecto del
departamento, comandante Manuel Barcena, opto por detener al
superintendente de la mina EL DORADO, Alex Russell, salvndolo de
una muerte segura. Los deudos, llorosos e indignados, se haban
sublevado contra el superintendente incriminndolo de asesinato: Los
dirigentes del sindicato Minero, los acusaban de negligencia por no haber
tomado las providencias del caso, en su oportunidad: S e careca de

ventanas de aire y caeras de agua para sacar los gases de la mina.


Todos, unnimemente, haban querido lincharlo. El da del sepelio, en un
cortejo verdaderamente pattico e impresionante, todos los hombres del
pueblo, entre ellos, los dirigentes de la federacin de estudiantes de la
UNDAC, llevaron sobre sus hombros, hacia el cementerio del barrio
chapur, los 57 cadveres de aquellos inolvidables hroes de la Minera
Pasquea. El inmenso acompaamiento fnebre, semejaba una gigante
y negra cadena, deslizndose reptante, por entre los roquedales, rumbo
al cementerio: Delante, iba un adusto sacerdote de capa negra,
acompaado por dos monaguillos que portaban una cruz. La guardia
Civil escoltaba el cortejo en tanto las campanas de la iglesia doblaban
ttricos, inundando de pena los campos mineros. Las nobles mujeres en
un mar de llanto incontenible con sus nios a sus espaldas y de riguroso
y amplio luto, iban detrs de los negros atades, que solo por las letras
iniciales, se diferenciaban, unos de otros. Maldiciones y palabras de dolor
y de condena; tiernas y taladrantes canciones en quechua, como
punzantes saetas de dolor, brotaban de los acongojados labios
femeninos. Lloraban a sus hijos; a sus maridos; a sus hermanos a sus
Padres.... Llegados al cementerio, todos cerraron filas en torno a las
negras cajas mortuorias y a los oradores, acongojados de dolor
condenaron la cruenta explotacin y sacrificio sin limites de los hroes
mineros. Todos escuchaban dolidos, silenciosos, desconsolados. Cuando
hablo el presidente de los estudiantes, un silencio absoluto se observo en
el cementerio. El orador, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas
para contener el llanto que pugnaba por desbordarse de sus ojos. Cada
palabra, cada gesto, cada expresin, fueron dictados por el mas sincero
y profundo dolor. Al finalizar estas palabras desgarradas retumbaron en
el camposanto: y les juro hermanos, dijo- que en cuanto aliente un halito
de vida, har conocer a los hombres de nuestra patria y a los nios de
nuestro pueblo, la historia del perenne sacrificio de vuestras vidas y el
inmenso holocausto en que habis muerto... Dios es testigo de que esta

cumpliendo su promesa, Lo que vimos despus, no lo olvidaremos


jams. Las mujeres al borde de la locura, se aferraban a los fretros que
guardaban a sus seres queridos, imploraban que las dejaran un
momento mas con ellos: Muchas se desmayaron, los cantos fnebres en
quechua, acentuaban el dolor de los presentes. Yo he visto llorar como a
nios, desesperados y tiernos, a muchos hombres rudos y fuerte;
hombres legendarios que a cada rato, y en cada recoveco de la mina, se
jugaban enteros la vida. Cuando fue vencida la resistencia de las
esposas y madres; de una sola voz; quebrada por la emocin, comenz
a desgarrar, como nunca lo he vuelto a or las desconsoladas y
taladrantes notas del Cocha coyllor En ese marco dolorosamente
lgubre, sus compaeros fueron bajando uno a uno a sus fosas a estos
inolvidables hroes del trabajo, despus, en sus tumbas, no hubo toque
de silencio, ni ascensos pstumos ni condecoraciones, ni fanfarrias, ni
nada. Solo el amargo y desconsolado llanto de las viudas y de los
hurfanos, fue el desgarrante epilogo de la tragedia.
"GLORIA

HONOR

LOS

MARTIRES

DE

LA

MINERIA

CARRIONINA"
(Narracin recopilada de la obra: LA CONQUISTA DEL POZUZO del
Escritor Pasqueo, Maestro de Pasco Cesar Prez Arauco.)

LA GANCHANA (Devoradora de nios)


Cesar Perez Arauco,Cuentos pasqueos,cuentos y leyendas de Cerro de
Pasco, floclor de Pasco, Pueblo Martir
La sequa haba sido muy cruel. Los campos moran resecos y agrietados
cubrindose de costras escamosas blanqueada por la osamenta de
vencidos animales en todos los confines sedientos. El pueblo se mora.

Familias enteras amparadas por la tregua nocturna partan a otras


latitudes en busca de agua y de vida.
De las pocas que quedaban en el pueblo por, no contar con esperanzas ni
horizontes, haba una con dos hijos hermosos y buenos: una nia
pequea, bullanguera y hacendosa con sus ocho aos cargados de
travesuras y sonrisas, y un nio de cuatro, inseparable compaero de su
hermana. Los padres, lejos de quererlos y protegerlos, acosados por la
cruel hambruna de aquellos das, vean en ellos a dos enojosos estorbos
de quienes buscaban deshacerse. En muy poco tiempo haba muerto el
sagrado amor paternal en ellos.
Una noche, en la creencia que los nios dorman profundamente, el padre
pregunt muy quedo a su mujer.
Vamos a tostar cancha Dnde has puesto la canala?.
Encima del poyo, mam respondieron al unsono los nios
esperanzados y hambrientos antes de que la mujer hubiera podido abrir la
boca.
Ya, hijos Duerman, duerman. Guardaremos para maana nuestros
pocos maicitos.
Y esto suceda siempre. Los egostas no saban qu hacer para
deshacerse de los nios que, al igual que ellos, soportaban los aguijones
del hambre. Esto no debe seguir as, pensaba el padre. En una de sus
cavilosas vigilias traz un plan tan desalmado como imperdonable que se
lo comunic a su mujer que, igualmente cruel, aprob emocionada.
Una noche que los nios dorman profundamente vencidos por el
cansancio, ponindolos en un enorme balay el padre los llev muy lejos,
al campo, y los abandon a su suerte.

Cuando despertaron de su profundo sueo, se sorprendieron al


encontrarse solos en aquel desconocido paraje. Acuciados por el terror se
dieron cuenta del destino incierto que les esperaba. Como no saban
dnde estaban, eligieron una direccin y, tomados de la mano, decidieron
caminar en busca de ayuda.
Ya haban avanzado un trecho considerable, cuando se encontraron con
una encorvada anciana de ttrico aspecto que colmndoles de halagos y
mimos, les invit a vivir con ella en una srdida caverna que le serva de
guarida.
Ustedes nios, tan tiernos y hermosos, van a vivir conmigo y no se
arrepentirn. Van a ver lo felices que todos vamos a ser, ja, ja, ja.
Apremiados por el hambre, los nios esperaron con paciencia que la vieja
les regalara con algn alimento. En efecto, al rato de su llegada,
destapando una

olla

que

estaba sobre

la

bicharra,

les dijo:

Srvanse estas papitas, siquiera!


Los nios hambrientos, tomaron con premura sus papas, pero quedaron
mudos y compungidos al comprobar que las tales papas no eran sino
unos duros y pulidos guijarros.
-Por

qu

-Son

no

collotas,

comen

mis

abuelita!

papitas?

Tron

Respondieron

los

la

vieja.
nios.

Cmo que collotas? Grit la mujer con su bocaza desdentada y


hedionda.
Indignada cogi una piedra que, a la suave presin de sus manos
sarmentosas, se abri como si fueran autnticas papas. Haciendo esto,
comparti las piedras con su hija (La vieja tena una hija), tan odiosa
como horrible. Los nios miraban famlicos e impotentes.

Llegada la noche, frotndose las manos de un desconocido contento que


le

haca

brillar

los

ojos,

la

tenebrosa

vieja

dijo

la

nia:

Hace mucho fro. Esta noche yo dormir con tu hermanito y t con mi


hija.
Ya, abuelita acept la nia, inocentemente.
Hacia la medianoche, la nia que apenada de su suerte no haba podido
conciliar el sueo, escuch un sordo quejido de su hermanito.
Ananauuuuuuu! La vocecita se haca escuchar muy quedo.
Abuelita!
Siiii?
Qu le ocurre a mi hermanito?
Nada, nada. Slo le estoy sacando los piojos y las liendres de su
cabecita T, duerme tranquila y en silencio!
Muchas veces ms se quej el nio durante la noche. Ante las preguntas
de la angustiada nia, la vieja le daba respuestas evasivas y
amenazadoras.
Al amanecer, la vieja fue de puntillas a la cama que compartan la nia y
la brujita, en la creencia que aquella no escuchaba, muy despacio le dijo a
su hija:
Le dices a esta intrusa que est moviendo el perol grande y, cuando lo
est haciendo, la empujas dentro, no lo olvides
Ya Le contest la hija.
Dadas las canallescas instrucciones a su hija, la vieja, cogiendo por los
hombros a la nia, la sacudi para que despertara.
-Despierta haragana, despierta!Ya es de da!.
-Bien, bien abuelita y Mi hermano? Pregunt la nia, fingiendo

despertarse.
-Tu hermanito es muy tierno y an duerme; djalo as, que descanse!.
-Ya, abuelita.
-Entretanto, t, toma esta canasta y trae agua del puquial. Yo, como lo
hago diariamente, buscar algo de comer.
Abrumada por un negro presentimiento, la nia dedujo que se encontraba
ante la Achkay, cruel y maligna bruja devoradora de nios, a la que
todos conocan como la Ganchana. Con gran dolor, juzg que su
hermanito haba sido degollado por la siniestra mujer ya que, en la
madrugada, no lo haba odo quejarse.
Cansada por los vanos esfuerzos desplegados en su intento de llenar de
agua la enorme canasta, la nia retorn a la cueva.
No se puede llenar esta canasta, abuelita dijo.
Lo que pasa es que eres ociosa Cmo no vas a poder traer agua en
la canasta? trae ac vas a ver!.
-Mientras yo vaya al puquial, t encrgate de ayudar a mi pobre hijita!
Bien, abuelita.
Cuando la iracunda Ganchana hubo salido llevando el canasto, la hija,
siguiendo

los

consejos

de

su

madre,

dijo:

-Chica!mueve el perol!.
No s como hacerlo. Ensame.
Cuando la pequea Ganchana se puso a mover el perol para mostrarle
como se haca, la nia aprovech el instante para empujarla dentro del
enorme recipiente que herva. En cuanto la brujita hubo cado en el perol,
la nia, utilizando una gran espumadera, sac el cuerpo de su hermanito
y, envolvindolos en un pullo, sali para escaparse por el escabroso
camino que parta de la cueva.

Al poco rato, fatigada llegaba la Ganchana, en sus manos llevaba oh


prodigio!, La canasta colmada de agua cristalina, cual si fuera una urna
de cristal!.
Al no encontrar a nadie en derredor, la vieja golosa decidi probar el
potaje que se preparaba en el perol, pero viendo que la carne estaba muy
dura examin el contenido del enorme perol dndose la sorpresa de estar
comindose a su propia hija. Indignada y lanzando tamaos gritos, sali
en busca de la nia.
Entre tanto, la nia al salir de la cueva con los restos de su hermanito
haba emprendido una carrera desesperada tratando de huir de la cruel
Achkay. Ya haba avanzado un trecho considerable cuando alcanz a or
los desaforados gritos de la devoradora de nios. Desesperada sigui
corriendo, cuando a la vuelta de una loma se top con la huachwa que
barbechaba diligente.
Ta tiacitaaa! Suplic la nia- La Ganchana ha matado a mi
hermanito y ahora me est persiguiendo para hacer lo mismo conmigo
Slveme tiacita!.. slveme! Solloz la nia.
-Est bien, nia!, No te aflijas. Yo te proteger escndete detrs de
aquel pedrn y la Achckay no te encontrar,
Gracias tiacita, gracias! Dijo la nia en tanto corra a esconderse
detrs de un gran monolito que all se levantaba.
No haba pasado mucho tiempo, cuando la bruja muy agitada, pregunt.

Oye hachwa! ha pasado una chica llevando un bulto a sus


espaldas?

No, abuelita! Respondi la huachwa, tratando de demostrar


indiferencia.
-Qu no le has visto?!!
No, repiti la huachwa y sigui trabajando.
Entonces! Qu cosa no ms ves t, patuleca desgraciada?
ladrona de granos! grit exaltada la Ganchana.
-Qu has dicho bruja mal oliente?
la labradora cogiendo la chaquitaclla comenz a propinar una paliza a la
bruja.
Aprovechando la descomunal escaramuza, la nia prosigui su huda a
toda carrera.
En su desesperada fuga, se dio con un zorrillo que se ocupaba muy
diligente en hacer forados. Le suplic como a la huachwa y el zorrillo hizo
un gran hueco donde introdujo a la nia. Cuando lleg la Ganchana, sus
gritos se escuchaban a media legua.
Oye aas apestoso! Has visto a una chica con su quipe a las
espaldas?
No respondi secamente el zorrillo.
-Maloliente destructor de sementeras! Qu haces que no ves ni
siquiera eso, en lugar de estar rascndote la panza?
Enojado, el zorrillo le orin en los ojos cegndola momentneamente y
cubrindola con un olor tan ftido que se poda percibir a muchas leguas
a la redonda.
El siguiente en ayudar a la nia fue el cndor. Carioso y comprensivo, la
cubri con sus grandes alas. Cuando le respondi negativamente a la
vieja,

sta

gritando

grandes

voces,

le

dijo:

-Arrastrado carnicero, pico de cacho, patas de lea! Qu haces


parado como un poste, tremendo manganzn? Qu haces que no ves
nada?, Ratero!!
De dos certeros picotazos, el iracundo cndor le sac los dos ojos a la
bruja; pero sta, a tientas, cogiendo dos guijarros y ponindolos a sus
rbitas vacas, gritaba
Cuticamuy ahui! Cuticamuy ahui! (Vulvete ojos!, Vulvete
ojos!), y efectivamente, la bruja recobr la vista.
Mientras tanto, agitadsima, la nia lleg a una cumbre y casi sin aliento,
se hinc de rodillas y comenz a pedir.
-Dios mo, slvame La Ganchana me persigue y quiere
matarme!!!.
Ni bien haba terminado de hablar, vio que desde lo alto descenda una
hermosa jaula de oro a la que trep en cuanto la tuvo a su alcance.
Teniendo a su hermanito en brazos arrullada por una msica misteriosa y
celestial, ascendi a los cielos con gran contento.
Con la visibilidad recobrada y con sus negras polleras al aire, como
envenenando el ambiente con una pestilencia insoportable, la bruja lleg
a la misma cumbre donde comenz a gritar descomedidamente como una
condenada para que le enviaran urgentemente otra cadena y su jaula de
oro. El seor en lugar de la jaula de oro, le hizo llegar una vieja y tosca
soga. La bruja maldiciendo la odiosa discriminacin, se at la cuerda a la
cintura y orden que la subieran. As ocurri. Entre bruscos tirones, fue
ascendiendo. Ya haba pasado las nubes, cuando alcanz a or un ruido
peculiar del ratn al comer sus alimentos.
Cuidado, cuidado ucush! creo que te ests comiendo mi cadena

de oro? gritaba la vieja


No, slo estoy comiendo mi canchita respondi el ratn.
Despus de un buen rato, la vieja volvi a escuchar el mismo ruido y
enojada tron:
-Cuidado no ms desgraciado ucush!. Te conozco!
Ms tarde, de nuevo.
-Maldito ucush! tus dientes te voy apachurrar!
La soga se haba adelgazado tanto que finalmente se rompi
estrepitosamente. Al caer, la vieja gritaba frenticamente.
-Sobre la pachpa noms !Sobre la pachpa nomaaaas!
Y sobre la hierba, como lo peda, cay la bruja hacindose pedazos. Su
sangre que salt a muchos kilmetros a la redonda, se convirti en
espinas. Desde aquella vez, sobre las pampas serranas abunda el
ucushcasha, que es la espina de ratn.
En cambio, cuando la nia lleg al cielo, fue recibida con muy buena
disposicin por la Virgen Santsima que cariosamente le hizo entrega de
un hermoso cofre para que en l guardara los despojos de su hermanito
hasta el momento en que el Seor le diera el soplo divino que le devuelva
la vida. Este cofre, no debera ser abierto por ningn motivo. La nia, no
obstante la gran alegra que le deparaba estar en los cielos, extraaba en
demasa a su hermanito. Un da, desobedeciendo las rdenes de la
Virgen, abri el cofre para verlo y, al momento, su hermanito se convirti
en un perrito lanudo.
Desde entonces, cuando se mira con mucho detenimiento a la luna llena,
muy claramente se puede distinguir a la nia tejiendo y, al lado de ella, al
perrito lanudo.

Miren con detenimiento la luna llena y la vern.


LOS TRES TOROS (LEYENDA)
Durante todo el da haba buscado a sus ovejas. El Pastor no se explicaba
como, en un ligero descuido, podan haberse hecho humo. No encontraba
ni rastro por la pradera el lugar estaba como si hubiera comido la tierra
era un silencio infernal daba la vista de un lugar a otro tratando de ubicar
a los fugitivos , trepo un alto otero desde el cual se poda observar el
silencioso paisaje de la Puna. Cansado por la bsqueda y de tanto frio
que le causaba el silencioso paisaje se rindi por el cansancio y se entro
a pernoctar en una caverna. Al da siguiente continuara en la
bsqueda .Arreglo sus ropas de lana en un rincn abrigado y comenz a
masticar su coca que acababa de revelarle que lograra encontrarlas a
sus

ovejas.

Haba

transcurrido

un

tiempo

apreciable

cuando

sorpresivamente vio que la cueva se iluminaba con un resplandor


indescriptible.
Que hermosa estaba la noche!. El Cielo divinamente azul tachonado de
incontables luceros y la luna estaba preciosa grande y redonda, lucan
majestosamente. Todo el panorama nocturno poda contemplarse con
asombrosa

nitidez

desde

su

alto

observatorio.

Largo rato estuvo sumido en sus cavilaciones hasta que un rebufo


descomunal lo volvi a la realidad. Miro hacia abajo y quedo asombrado.
No era para menos lo que est frente a su vista .Iluminado por los rayos
lunares, haba aparecido un gigantesco toro blanco, cuya pelambr ,
albina y lustrosa, emita reflejos centellantes. Frentico escarbaba el suelo
con sus recias pezuas blancas a la vez que emita estentreos bufidos.
Al poco rato, como aceptando el desafo del astado blanco, apareci un
tostado y brillante como el anterior, en fiera actitud de lucha. Despus de
medirse cautelosamente y dar muchos rodeos, se trataron en una pelea
salvaje, vesnica, embistindose recprocamente, con los ojos brillantes
como ascuas y entrecruzando sus astas como agudos puales.

Estuvieron luchando bastante tiempo, salvajemente, desesperados y


fieros hasta que, agitados por el supremo esfuerzo desplegado, el albino
abandono la pelea y en estampida, bordeando la laguna de Yanamate, se
introdujo en la cueva donde actualmente se halla el pueblo minero de
Colquijirca.
EL Toro fiero de melena Anaranjada, dueo de la situacin, quedo solo en
medio del campo, aturreando colrico, escarbando el suelo y dando
vueltas

en

aquel

escenario,

como

un

triunfado.

No haba transcurrido mucho tiempo, cuando apareci sobre el escenario


de la ria otro toro de enormes proporciones , tan grande como el tostado
y en fiera actitud de ataque .Su piel, retinta y lustrosa, negra como la
noche, brillaba como enorme diamante.Al verlo, el fiero tostado arremeti
contra este y se trabaron en una lucha feroz, sin cuartel-Despus de una
encarnizada contienda en la que el choque de sus cuernos parecan
sordas explosiones; el negro, sangrante y acabado y maltratado,
abandono la disputa. Huyendo, se meti en una cueva donde actualmente
se

levanta

el

Pueblo

de

Goyllarisquizga.

Con la testuz invicta, el otro toro atezado de pelambre anaranjada, lanzo


un bramido estremecedor y penetro en la cueva de donde haba salido.
El Pastor conmovido, no sala de su asombro y cuando amaneci el da,
corri a su aldea y conto lo que haba sucedido aquella noche. Al poco
tiempo, hombres barbaros ,fueron llegando con herramientas y materiales
de

trabajo

ante

la

mirada

de

asombro

de

la

zona.

Es asi como se explica el nacimiento de las minas de plata de Colquijirca,


de Carbn de Goyllarisquizga y de Cobre en el Cerro de Pasco

EL PACTO CON EL MUQUI


Cerro de Pasco,Cuentos Cerreos, El Muqui, Pasco, Pueblo Martir
Este era un viejo minero que no obstante sus cuarenta aos de trabajo en

las oquedades, no haba podido reunir los fondos necesarios para


sobrellevar una vejez exenta de privaciones. No tena casa propia ni
haba podido ampliar su chacrita como lo haban hecho sus compaeros
que siempre le estaban recordando: La juventud no es eterna. Eso lo
intranquilizaba terriblemente. Tena que encontrar una manera de mejorar
su situacin.
Como si todo fuera poco, a su cadena de frustraciones se le una una
serie de acontecimientos misteriosos e inquietantes. A su agudo dolor
reumtico que agarrotaba sus manos, cada da ms agobiante, a la
dureza acerada de las galeras, al salvaje trato de sus jefes, se sumaba
ahora un acontecimiento que lo tena intrigado. Cada vez que regresaba a
su labor despus de haber cumplido una tarea, encontraba revoloteado su
huallqui casi vaco y sin ningn cigarro en l. No poda saber quin le
originaba este problema. Cuando preguntaba a sus compaeros, stos
negaban enfticamente ser los actores del latrocinio. En el colmo de la
desesperacin con muchos de ellos lleg a trompearse. Este hecho cada
vez ms repetitivo lo convirti en enemigo de los que trabajaban con l,
aislndolo completamente en un enervante mundo de soledad y silencio.
Slo su silbo, armonioso y sentimental como el de los jilgueros silvestres,
le hacan llevadero su aislamiento. As las cosas, decidi investigar la
razn de su intranquilidad: encontrara al culpable de los hurtos de su
coca y sus cigarros.
Fingiendo ir a cumplir un encargo, abandonaba su tarea a grandes
trancos con su silbido agudo y retozn; y tras avanzar un gran trecho,
silenciaba su silbo, apagaba su lmpara y retornaba en sigilo con el fin de
sorprender al culpable. Muchas veces realiz esta maniobra sin resultado
alguno. Una tarde, cuando el cansancio estaba a punto de doblegarlo,
alcanz a ver desde su escondite secreto, una pequea luz que se
acercaba. Esper conteniendo la respiracin. Ahora s tendra que
vrselas con el culpable que le haba ocasionado muchos problemas.

Despus

de

un

buen

rato

de

espera,

qued

con

los

ojos

desmesuradamente abiertos. La luz que acababa de ver provena de una


pequea lamparilla como de juguete que penda del casco de un ser
diminuto y fornido, de ojos brillantes de cuarzo y barbas de alcaparrosa.
Era el Muqui!. Conteniendo la respiracin al mximo, esper que
estuviera a su alcance y, cuando lo tuvo cerca, salt como un gato y con
el chicullo que llevaba en las manos, atrap al gnomo misterioso, dueo
de las minas.
Te tengo, carajo! Grit el minero.
Por suerte, nada ms que por suerte- contest la aparicin sin hacer
nada por desasirse de los poderosos brazos de su carcelero.- Sabes
quin soy?
Claro, carajo! eres el Muqui! Eres el dueo de las minas
Y ah estaba el muqui. Diminuto como un gnomo, fornido y rubio con sus
gesticulantes manitas regordetas. La cabezota unida al tronco sin trazas
de cuello. Aprisionado por su protector de fibra mbar, los hilos de oro su
cabello asomaban fulgurantes por los bordes; los pedernales de sus
juguetones ojitos, brillantes e inquietos -fijos en l- parecan querer saltar
de sus rbitas; su apretada y blanca barba de alcaparrosa, le daba un
aspecto centenario. El Muki es el engredo de los Jircas deidades
eternas de la tierra- que le han otorgado poderes sobrenaturales. Logra
aumentar o desaparecer la ley de los minerales; puede ayudar o hundir a
los mineros en los socavones, por eso stos siempre le llevan ofrendas de
coca y cigarro y, cuando beben, asperjan unas gotas sobre la tierra para
que el muqui junto con los jircas compartan la bebida.

Por qu me hiciste esas bromas tan pesadas que hasta me hicieron


pelear con mis compaeros? Por qu Muqui? ah? por qu?.

Quera que me encontraras y lo he logrado


Con qu fin? Qu quieres de m? Qu?
Tranquilzate. Slo quiero hacer un pacto contigo porque s que te
conviene. Lo s muy bien.
En qu consiste el pacto del que hablas?
Uno muy sencillo que s que puedes cumplirlo.
S?
Como t sabes, yo soy el dueo de todos los caudales de la mina y
tengo amplios poderes sobre los minerales y la vida en la mina.
Los Jircas me han concedido esa potestad; puedo ablandar las rocas del
Frontn donde trabajas, convirtindolo en poco ms que un pan de maz
para que puedas sacar la cantidad que quieras. Es ms. Subir la ley del
mineral para que tu produccin sea ms jugosa y ganes plata como
cancha. No olvides que ahora los gringos pagan por avance de colectivo
y puedes sacar mucha plata. Sers marronista. Podrs comprarte una
regia casona en la calle Real de Huancayo o en Lima o en Hunuco,
donde desees. Obtendrs la cantidad de animales que quieras para
llevarlos a tus terrenos de la selva donde puedes adquirir enormes
pastizales ya sea en Huancabamba o Huachn o en Oxapampa; donde
mejor te parezca. Estar en ti comprarte los carros que sueas y darle la
felicidad a tu mujercita que desde hace aos te sirve con mucho cario.
Vivirs una existencia esplndida rodeada de comodidades sin ninguna
restriccin. Es decir, sers un viejo rico y respetable Qu dices? .
De acuerdo, de acuerdo, don Muqui. Eso es lo que necesitaba!. Eso
es lo que estaba buscando!.
Lo s lo s La mirada misteriosa del gnomo le produca enorme
inquietud al minero; sobre todo ahora que lo miraba con una sonrisa entre
cachacienta y trgica. De repente se produjo el silencio. El minero
presenta que todo ese ofrecimiento no sera gratuito; que detrs de todo
habra alguna condicin que cumplir. Intrigado y luego de hacer una

acopio de fuerzas, se atrevi a preguntar


Todo a cambio de qu, don Muquicito?.
Ahhh, muy sencillo contest el hombrecillo- Yo, como todos los reyes
del mundo, necesito de sirvientes que estn a mi disposicin. Ellos deben
estar aqu en las profundidades vagando por las galeras avisndome
todo lo que acontece y cumpliendo mis rdenes de premiar o castigar a
los que osan entrar en mis dominios. Estos sirvientes son los jumpes, t
los conoces. Son almas en pena que deambulan por todos los mbitos de
mis propiedades cumpliendo mis rdenes. El caso es que peridicamente
tengo que ampliar el nmero de estos lacayos. Cada ao, uno. Por eso,
en recompensa por todo lo que yo te d, t me entregars a un hombre al
cumplir el ao de nuestro pacto De acuerdo?.
Un hombre?
S, un hombre. Un hombre que se convertir en mi sirviente y ser un
jumpe vagabundo y eterno. Nadie sabr de nuestro trato slo t y
yo Qu dices?
Ante el precio atroz que se vera obligado a cumplir por el bienestar que
recibira, tembl de pies a cabeza. El minero poda ser de todo, menos un
asesino irresponsable; porque el hombre que entregara se convertira en
una fantasma a las rdenes del Muqui, con una sempiterna condena de
vagar por las galeras mineras. No, no. Todas sus fuerzas se revelaron y
casi sin darse cuenta grit No!. Al instante, el Muqui corriendo como un
pato bamboleante, se escabull por las galeras. Eso fue todo, pero en
ese instante, con un razonamiento que dur lo que el brillo de un
relmpago, como recriminado por todas sus frustraciones acumuladas,
consider que estaba perdiendo todo un caudal que bien poda sacarle de
apuros y, sin pensarlo dos veces, comenz a llamar al Muqui a grandes
voces. En eso escuch a sus espaldas.

S?
Aceptado, Muqui, aceptado!. No s cmo o voy hacer, pero acepto. El
prximo ao, un da como hoy y en este mismo lugar tendrs a tu hombre.
Ahora veo que eres sensato e inteligente. No podra ser de otra
manera: Eres minero. Habras sido un papanatas si por pequeos
prejuicios desecharas las riquezas que te ofrezco
No, no. El prximo ao como hoy, tendrs aqu a un hombre para que
hagas con l lo que quieras.
Bien, est muy bien. Nosotros no necesitamos ningn documento
firmado; basta nuestra palabra; palabra de minero. Ahora ve a gozar de tu
fortuna en el trabajo y sus resultados que te producirn mucho dinero y
felicidad. Hasta el prximo ao como hoy! No lo olvides!
As como lo haba dicho el Muqui, as sucedi. A partir del da siguiente,
nuestro minero se convirti en la estrella de los socavones. De su Stop
dursimo sac, como nadie, un abundante mineral que aquella semana le
hizo recibir el triple que los campeones. Ingres en el crculo de los
privilegiados. Se convirti en marronista, es decir, el hombre que reciba
solamente billetes de cincuenta soles que aquella vez tenan un color
marrn y los fajos que entraban en sus faltriqueras eran numerosos. No
slo eso, a donde fuera la suerte lo acompaaba. Sudaba como un
descosido en aquella sauna quemante del Cuatrocientos Sur en que el
calor es tal que hay que trabajar en paos menores transpirando a mares.
l no lo senta. Tambin trabaj en aquellos heladeros en los que el fro
era tremendamente impactante, abrigado con sus recias chompas de lana
de llama y sus capotes impermeables; labor en las galeras
abandonadas en donde las estalactitas de sulfato, a manera de cirios
azules, adornaban las bvedas mineras; se haba hundido, casi sin
sentirlo, en el asfixiante polvo perforista como experto jackamerista. Haba
entrado en todos los resquicios de los bovedones mineros saliendo
triunfador y campante de todos ellos. Como enmaderador haca prodigios

con las corvinas, combas, serruchos y martillos, armando el soportante de


las paredes mineras como si trabajara con ligera madera de balsa y no
con aquellos pesados durmientes de troncos de montaa. En todos estos
lugares, ante sorpresa general, encontraba mineral de alta ley en una
abundancia proverbial. Nadie poda creerlo. Y los das de pago el
marronista repletaba sus bolsillos teniendo cuidado de que una parte de
sus ganancias sirviera para beber con sus amigos celebrando su buena
suerte. De esa manera, compraba voluntades, acallando cualquier
maledicencia.
A partir de entonces, tambin comenz a zafar casas aqu y all. No
saba ya ni qu cantidad de aposentos tena. El nmero de sus ahijados
se acrecent porque no haba sbado ni domingo en los que no fuera el
padrino de rigor. Para guardar las apariencias se hizo mayordomo en las
cofradas de Huancapucro, Uliachn, San Cristbal, San Atanasio, Buenos
Aires y Paragsha. En todas cumpli con creces para felicidad de los
feligreses. Aseguraba que las Santas Cruces de cada capilla le hacan el
milagro. Su poder econmico se agrand cuando compr varias
hectreas de tierras en Huancabamba, en donde mand sembrar
productos que en el mercado se vendan bien.
Sin que lo advirtiera, los das incansables y continuos fueron pasando
mientras l, entre la barahnda de su trabajo minero y los humos del licor
de tanta celebracin, no adverta nada. Como a nadie haba revelado su
secreto, nadie poda advertirle que el tiempo pasaba y que tena que
cumplir lo pactado. As las cosas, los das y los meses, transcurrieron
raudos.
Un da como cualquier otro, el minero iba por una abandonada galera con
su conocido chiflido alegre entre los labios, cuando de pronto se vio
sorprendido por el Muqui.

Aqu estoy para pedirte que cumplas con nuestro pacto


Hoy?!!!
S, claro, hoy O no recuerdas de nuestro pacto de hace un ao
ah?
El minero qued anonadado. No saba qu decir. Le pareca que era ayer
noms cuando haba formulado el pacto con el Muqui. Haciendo cuentas
era verdad; haba transcurrido justo un ao. Sin tener un argumento vlido
trat de dilatar el plazo y, con un nerviosismo tremendo trat de conseguir
otra oportunidad
Mira muquicito, si me das un tiempito, yo te conseguir el hombre que
necesitas
No! Acaso no he cumplido mi parte del trato? No has ganado como
nadie en la mina?
S, s, es verdad, pero
Dnde est mi hombre, ah?
En realidad, muquicito, yo
Nada!. Un trato es un trato. T, un minero respetable, hiciste un pacto
conmigo. Yo cumpl mi parte con creces y ahora quiero que t cumplas
con la tuya. No tengo tiempo para ms
Pero, muquicito
Nada, cholo bellaco!. He venido por mi hombre y no me ir con las
manos vacas.
Y el Muqui no se fue con las manos vacas.
Al da siguiente, la mina era un manicomio. Nadie haba visto salir al
marronista. Los comentarios eran numerosos y variados. Los hombres
no se explicaban en dnde poda haberse metido el exitoso minero.
Escudriaron por todas las galeras, skipes, chimeneas, stops,

frontones; no dejaron rincn sin rastrear. Durante toda una semana


buscaron al hombre que como nadie haba producido en la mina; que
como nadie, con su silbido de alegra en los labios, trabajaba sin
cansarse. Jams pudieron encontrarlo. Nadie poda explicarse el misterio
de la extraa desaparicin. Su mujer cansada de la espera, li brtulos y
parti a la montaa a vivir de sus chacras y sus animales; la acompaaba
un hombre joven que las malas lenguas aseguraban era su querido. Poco
a poco, a medida que pasaba el tiempo, se fue olvidando al diligente y
suertudo minero. A veces, algn compaero aseguraba haber escuchado
su triste silbo en medio de la oscuridad socavonera.

Era un da del mes de agosto cuando la luna estaba llena un minero se


fue a trabajar en una mina cerca a Pucayaco manejando maquinas
pesadas.El tena un hijo llamado Eustaquio de nueve aos que se
encargaba de llevarle el almuerzo todos los das a pesar de su pobreza.
Un da Eustaquio sali de su casa llevando el almuerzo de su papa a las
once de la maana aun no llegaba con el almuerzo, ya era la una de la
tarde y su papa muy preocupado y con mucha hambre se fue a buscarlo y
cuando estaba pasando una curva vio a su hijo jugando con otro nio con
piedritas, pero mientras ms se acercaba se dio cuenta que esas piedritas
eran pepitas de oro y que el otro nio era nada ms y nada menos que un
muqui al darse cuenta el seor agarro su correa y at al muqui y lo
encerr en un bal y a cambio de su libertad el muqui le dio un baul de
oro y los padres de Eustaquio salieron de la pobreza.
Para la tradicin cerrea, el Muqui es un ser pequeo, de cuerpo fornido y
desproporcionado. Su cabeza est unida al tronco, pues no tiene cuello.
Su voz es

grave

ronca,

no

concordante

con

su

estatura.

Sus cabellos son largos, de color rubio brillante. Su rostro es colorado y


est cubierto de vellos. Posee una barba larga, del color blanquecino de
la alcaparrosa. Su mirada es penetrante, agresiva e hipntica, de

reflejos metlicos. En otras tradiciones mineras, su cabeza presenta


dos cuernos. stos le sirven para romper las rocas y sealar las vetas.
Su piel es muy blanca y lleva colgado de la mano un farolito (cf. Sosa y
Tamara). Adems tiene las orejas en punta. (La influencia occidental es
ntida en este aspecto de la representacin. El diablo, originario de
la cultura etrusca y difundido extensamente en el bajo medioevo por
el catolicismo,

ha

sido

vinculado

con

los

duendes

mineros.

Los metalarios del periodo inicial de la alquimia, atribuan a los duendes,


gnomos, kobolds y al diablo mismo, las perturbaciones en el tratamiento
de los metales. Por ejemplo, el nombre del cobalto deriva de kobold
(duende escandinavo) y nquel del diablo mismo, como lo llamaba un
sector de alquimistas.)
Habitan en lugares desrticos, atacan produciendo bastante miedo a sus
vctimas o adversarios, se dice que suelen llevarse nios solos e
indefensos; un secreto de personas antiguas para enfrentarlos es quitarse
el cinturn o correa de los pantalones y darles con el cinturn con mucha
fuerza sin dejarse vencer por el miedo.
Su descripcin vara de acuerdo a la poca. Antiguamente, por
la dcada de los aos 1930, se deca que recorra los socavones
sosteniendo en la mano, una pequea lmpara de carburo, abrigado con
un poncho hecho de lana de vicua. Tena en la cabeza dos pequeos
cuernos relucientes y hablaba con voz suave. En la actualidad no es muy
diferente, aunque ahora vista ropa de minero, botas de agua y use una
linterna elctrica a batera. A veces el pequeo duende toma tambin la
forma de animal o de un hombre muy blanco y rubio para presentarse a
los mineros y engaarlos.
La leyenda del Muqui, se encuentra ampliamente extendida en el
ambiente minero de losAndes Centrales.
Consecuente con las exigencias del trabajo, el Muqui usa casco, ropa de
minero y calza botas claveteadas. En otras tradiciones, se le representa

como un geniecillo vestido de verde musgo, a veces con una finsima


capa de vicua o con el traje impermeable que usan los mineros.
Generalmente, porta en la cintura una lmpara, ya de carburo,
ya elctrica, segn el avancetecnolgico de la mina. Lleva un shicullo,
soga de pelos de la cola del caballo, atado a la cintura. Camina
como pato, pues sus pies son de tamao anormal. Sus extremidades
inferiores pueden adoptar la forma de las patas de un ganso o cuervo.
Asimismo, pueden tener la punta hacia atrs. Por ello su ropa les cubre
hasta los pies. Los curiosos esparcen ceniza o harina en su camino para
auscultar la huella que dejan a su paso.
El Muqui puede andar solo o acompaado: refieren, algunos informantes,
episodios protagonizados por varios Muquis formando grupos; otros dan
fe sobre su inclinacin de vivir solos. Pueblan, estos seres, un mundo de
eterna oscuridad, sin tiempo. No se le ha visto envejecer, pareciera que el
tiempo no le afecta. Y, en su sorprendente existir, se torna visible o
invisible a los ojos mortales. Los Muquis gustan de lanzar penetrantes
silbidos. stos, anuncian peligro y salvaguardan a los mineros de su
simpata. En otras ocasiones, producen desconcierto y miedo. Los
Muquis, son comunicativos. Hablan a los odos, conversan en los sueos,
poseen un extrao poder premonitorio. Esta energa dialogal es sentida,
vitalmente, por las gentes de las minas. El Muqui no gusta de
los agnsticos. Le molesta que duden de su existencia.
El Muqui se inmiscuye en el destino de los trabajadores del socavn,
gratificndolos o escarmentndolos. Es un misterioso enano conocido
como el dueo de las minas.
El Muqui es un duende investido de poder. A su voluntad, hace aparecer o
desaparecer las vetas (veta de oro). Est atento a las obsesiones,
resentimientos, ambiciones y frustraciones de los mineros. Y, al tiempo
que demuestra simpata hacia unos, genera castigo y escarmiento a
otros. Puede aliviar el trabajo, ablandar las vetas o endurecerlas, si

prefiere. Suele conceder favores, establecer pactos, sellar alianzas, llegar


a acuerdos a plazo fijo, que cobra puntual e inexorablemente. Pues, estos
donantes de la buena o mala suerte, poseen un cdigo de honor preciso y
reservado. Su tica exige discrecin y reciprocidad en sus pactos. De all
que los amigos del Muqui sean personas de opiniones reservadas y
criterios parcos.
La mayora de relatos coinciden en que es posible atrapar al Muqui y
hacer pacto con l para enriquecerse. En el caso ms frecuente el
enanito de las minas ofrece al trabajador hacer su tarea a cambio
de coca, alcohol y hasta de la compaa de una mujer para mitigar su
soledad. Pero casi siempre el resultado del pacto es trgico, pues a la
larga de una u otra manera el minero incumple y el Muqui se venga
quintndole la vida.
El Muqui se abstrae en el juego o el trabajo. Por esa razn bien puede
observrsele sin que lo advierta. En esa circunstancia, los audaces,
logran cogerlo y sujetarlo con el shicullo. En tal caso, al Muqui "se le
amarra slo con soga de cerda de caballo, porque hasta el alambre lo
rompe" (cf. Huanay: 78-79). Enseguida, se lo cubre con la misma ropa de
su captor. Este secreto, lo inmoviliza. Ha habido mineros que habindolo
amarrado lo han amenazado con llevarlo a la luz y el Muqui se ha
vencido, sabedor de su debilidad: los reflejos del sol lo desvanecen y
matan.
Los mineros de los Andes Centrales atribuye a los Mukis los ruidos
extraos, las inexplicables prdidas de herramientas, los cambios en el
estado de las labores de un turno a otro, el repentino agotamiento o
cambio de direccin de una veta o manto de mineral y otras muchas
cosas que ocurren en la mina y que en cambio tienen que ver con las
caractersticas del trabajo en la minera, sometida ella misma a los
caprichos de la geologa y desarrollada a travs de una compleja
organizacin del trabajo colectivo.

LOS DOS JIRCAS - CUENTO CERREO

Hace muchsimos aos, en los linderos del pueblo de Anasquisque, vivan


dos hermanos que a la muerte de su padre haban heredado grandes
extensiones de terreno y numerosos animales. El mayor, abusivo y
prepotente, se apoder de gran parte del legado confinando a su hermano
menor a una minscula parcela de terreno escabroso e improductivo.
Como era de esperarse, muy pronto ste qued sin un animal de su
propiedad porque un huaico feroz con su correntada voraz haba invadido
sus terrenos arrasando con su ganado. Ante esta aflictiva situacin acudi
a su hermano mayor en busca de ayuda para su mujer y su hijo, pero
ste, desamorado y duro de corazn, le arroj de sus predios
amenazndole con que, si volva, le rompera las costillas. Ante esta cruel
actitud, el hermano menor dej a su mujer y a su hijo en una choza para ir
a cazar venados para su alimentacin. Poqusimo tiempo despus se
encontr sorteando los obstculos ptreos de las alturas buscando su
presa. Su caminata fue agotadora como infructuosa; para mala suerte fue
sorprendido por una tormenta de nieve que arrastrada por un aire
silbante, hizo que se refugiara en una caverna que encontr a la mano.
Apenado por su mala suerte se recost sobre unas rocas del interior y
cerrando los ojos, como si durmiera, se puso a rumiar su amargo destino.
Buen rato estuvo sumido en estas cavilaciones cuando escuch a dos
pequeos y apergaminados ancianos que conversaban. Eran los jircas de
la cueva. Uno de ellos le deca al otro.
Quin es este hombre que ha entrado en nuestro escondite sin
traernos ni un poco de coquita?
Es un hombre muy pobre respondi el otro- por eso no ha podido

cumplir con nuestra costumbre,


Ests seguro que es pobre?
As es. No tiene ni para comer.
Aj; entonces, nosotros le ayudaremos. Slo hay que buscar una
manera,
Ya s!. A este hombre hay que regalarle con un saco de maz amarillo
y dos de maz blanco!
As fue. Al amanecer el hombre vio que a la puerta de la caverna haba
tres sacos de maz. Alegre y agradecido decidi llevar el hallazgo a su
choza para que su mujer tostara los granos. A medida que avanzaba, los
costales aumentaban de peso sensiblemente hasta imposibilitar su
transporte. Con esfuerzo supremo escondi los costales y llenando unos
cuantos puados de maz en una bolsa con el fin de tostar cancha, se
dirigi a su choza. Su sorpresa fue mayscula cuando al extender sobre
el mantel, en lugar de maz encontr abundantes monedas de oro y plata.
Alborozados marido y mujer, transportaron todos los costales hasta su
choza. Con una pequea parte de las monedas llevaron muchos
presentes a los jircas de la cueva y compraron una hacienda muy
cercana, la amoblaron esplndidamente y, en agradecimiento por este
regalo, decidieron celebrar una misa solemne con procesin de Corpus y
una gran fiesta general a la que invitaron al hermano mayor.
La

celebracin

pueblerina,

esta

dems

decirlo,

constituy

un

acontecimiento sin precedentes. Una fiesta que hasta ahora se recuerda


en el pueblo porque la noticia del suceso se ha venido comunicando de
padres a hijos ininterrumpidamente.

Intrigado el hermano mayor por la suerte del menor, le recrimin por la


posesin de tanta riqueza que, supona, la haba robado. Mas el hermano

menor, bueno y carioso como siempre, le cont con lujo de detalles al


ingrato todo lo que le haba ocurrido sin omitir detalle alguno.
El codicioso, utilizando los datos proporcionados por su hermano, quiso
obtener otra riqueza parecida y para eso lleg a la cueva y, como su
hermano, fingi dormir cuando pasado un breve tiempo escuch la
conversacin de los jircas que decan:
Quin es este hombre que ha entrado en nuestra cueva sin traernos
siquiera un poco de coquita?
Es un hombre rico, pero quiere ms. No nos ha trado nada a
sabiendas cmo es nuestra tradicin.
Rico, no?. Muy bien. Entonces, maana que despierte se
encontrar con una gran sorpresa consistente en tres regalos
Feliz por lo que haba escuchado y en la creencia de que al da siguiente
igual que su hermano- encontrara sus tres costales de oro y plata,
qued dormido a pierna suelta.
Al abrir los ojos al da siguiente, lo primero que hizo fue buscar sus bolsas
de plata y oro a la puerta, pero al no encontrarlas, qued muy
desilusionado, pero al mirar sus manos y tocar su cara, repar que le
haban crecido unos feos e hirsutos pelos que le cubran todo el cuerpo.
Es ms, al tocarse la frente, descubri dos cuernos. Estremecido de terror
trat de correr pero no lo consigui porque se tropezaba con un rabo
gigantesco que tambin le haba crecido.
Presa de terror lleg a su casa y, al verlo su mujer se desmay.
Aterrorizado por su espantosa figura, huy por las alturas en donde
estuvo vagando sin dejarse ver por el resto de sus das.

EL MILAGRO DE LOS
JIRCAS
(Cuento tradicional)

POSTED BY PUEBLO MRTIR IN CUENTOS, PASCO


Cerro de Pasco,Cuenots de Pasco,cuentos andinos,Folclore de Pasco

Hace muchsimos aos, en los linderos del pueblo de Anasquisque, vivan


dos hermanos que a la muerte de su padre haban heredado grandes
extensiones de terreno y numerosos animales. El mayor, abusivo y
prepotente, se apoder de gran parte del legado confinando a su hermano
menor a una minscula parcela de terreno escabroso e improductivo.
Como era de esperarse, muy pronto ste qued sin un animal de su
propiedad porque un huaico con su correntada voraz haba invadido sus
terrenos arrasando con su ganado. Ante esta aflictiva situacin acudi a
su hermano mayor en busca de ayuda para su mujer y su hijo, pero ste,
desamorado y duro de corazn, le arroj de sus predios amenazndole
con que, si volva, le rompera las costillas. Ante esta cruel actitud, el
hermano menor dej a su mujer y a su hijo en una choza para ir a cazar
venados para su alimentacin. Poqusimo tiempo despus se encontr
sorteando los obstculos ptreos de las alturas buscando su presa. Su
caminata fue agotadora como infructuosa; para mala suerte fue
sorprendido por una tormenta de nieve que arrastrada por un aire
silbante, hizo que se refugiara en una caverna que encontr a la mano.
Apenado por su mala suerte se recost sobre unas rocas del interior y
cerrando los ojos, como si durmiera, se puso a rumiar su amargo destino.
Buen rato estuvo sumido en estas cavilaciones cuando escuch a dos

pequeos y apergaminados ancianos que conversaban. Eran los jircas


de la cueva. Uno de ellos le deca al otro.
Quin es este hombre que ha entrado en nuestro escondite sin
traernos ni un poco de coquita?
Es un hombre muy pobre respondi el otro- por eso no ha podido
cumplir con nuestra costumbre,
Ests seguro que es pobre?
As es. No tiene ni para comer.
Aj; entonces, nosotros le ayudaremos. Slo hay que buscar una
manera,
Ya s!. A este hombre hay que regalarle con un saco de maz amarillo
y dos de maz blanco!
As lo hicieron. Al amanecer, el hombre encontr tres sacos de maz a la
puerta de la caverna. Alegre decidi llevar el hallazgo a su choza para que
su mujer tostara los granos. A medida que avanzaba, los costales
aumentaban de peso hasta imposibilitar su transporte. Con esfuerzo
supremo escondi los costales y llenando unos cuantos puados de maz
en una bolsa con el fin de tostar cancha, se dirigi a su choza. Su
sorpresa fue mayscula cuando al extender sobre el mantel, en lugar de
maz encontr abundantes monedas de oro y plata. Alborozados marido y
mujer, transportaron todos los costales hasta su choza. Con una pequea
parte de las monedas llevaron muchos presentes a los jircas de la cueva y
compraron una hacienda muy cercana, la amoblaron esplndidamente y
en agradecimiento decidieron celebrar una misa solemne con procesin
de Corpus y una gran fiesta general a la que invitaron al hermano mayor.
La celebracin, esta dems decirlo, constituy un acontecimiento sin
precedentes. Una fiesta que hasta ahora se recuerda en el pueblo porque

la noticia del suceso se ha venido comunicando de padres a hijos


ininterrumpidamente.
Intrigado el hermano mayor por la suerte del menor, le recrimin por la
posesin de tanta riqueza que, supona, la haba robado. Mas el hermano
menor, bueno y carioso como siempre, le cont con lujo de detalles al
ingrato todo lo que le haba ocurrido sin omitir detalle alguno.
El codicioso, utilizando los datos proporcionados por su hermano, quiso
obtener otra riqueza parecida y para eso lleg a la cueva y, como su
hermano, fingi dormir cuando pasado un breve tiempo escuch la
conversacin de los jircas que decan:
Quin es este hombre que ha entrado en nuestra cueva sin traernos
siquiera un poco de coquita?
Es un hombre rico, pero quiere ms. No nos ha trado nada a
sabiendas cmo es nuestra tradicin.
Rico, no?. Muy bien. Entonces, maana que despierte se
encontrar con una gran sorpresa consistente en tres regalos
Feliz por lo que haba escuchado crey que al da siguiente igual que su
hermano- encontrara sus tres costales de oro y plata, qued dormido a
pierna suelta.
Al abrir los ojos al da siguiente, lo primero que hizo fue buscar sus bolsas
de plata y oro a la puerta, pero al no encontrarlas, qued muy
desilusionado, pero al mirar sus manos y tocar su cara, repar que le
haban crecido unos feos e hirsutos pelos que le cubran todo el cuerpo.
Es ms, al tocarse la frente, descubri dos cuernos. Estremecido de terror
trat de correr pero no lo consigui porque se tropezaba con un rabo
gigantesco que tambin le haba crecido.

Presa de terror lleg a su casa y, al verlo su mujer se desmay.


Aterrorizado por su espantosa figura, huy por las alturas en donde
estuvo vagando sin dejarse ver por el resto de sus das.
EL ARPISTA PAUCARINO

Cerro de Pasco,Cuentos de Pasco,Folclore de Pasco,Leyendas del Per


Haba nacido en el pueblecito de Pucar, a orillas del riachuelo que
discurre entre Yanahuanca y Ambo, extremo norte del territorio pasqueo.
Su padre, andariego concertista de estas alturas, lo llevaba de un pueblo
a otro, de una feria a otra, all donde su msica fuera requerida. A su
madre no la haba conocido. El trashumante tocachn, animador de fiestas
pueblerinas de la zona, en una mano llevaba al nio y en la otra a su
compaera de aventuras, su arpa, tan simple como sonora. Gran parte de
su vida haba transcurrido as, en inacabable peregrinaje que no tena
cundo acabar. Las pocas veces que quedaban anclados en algn lugar,
viva de la caridad cristiana en tanto su padre roncaba la borrachera. Con
los das el joven se dio maa para desentraar los secretos de aquella
caja sonora. Su dedicacin fue tal que, casi sin darse cuenta, alcanz una
notable maestra.
Una noche de aquellas tantas que les haba tocado vivir, yendo de un
pago a otro, fueron sorprendidos por una inacabable tromba de lluvia que
los empap de pies a cabeza. Tras mucho caminar llegaron a una cueva y
cuando entraron a descansar, su padre herva de fiebre y agitacin. La
penuria del arpista dur muy poco. Cuando estaba a punto de morir -una
pulmona galopante se lo llevaba- sac de una de sus bolsas: un anillo;
un anillo que a la vez era el templador de las cuerdas del arpa. Haciendo
un esfuerzo supremo, concentrando su amor en sus palabras, se lo dio a
su hijo con su ltimo mensaje.
-Toma, hijo; este templador es para ti. Como yo ya me voy, l te
acompaar por m. salo con discrecin porque tiene poderes mgicos.-

Diciendo esto qued en silencio, fro y lejano, ante el llanto desconsolado


de su hijo.
El tiempo sigui pasando. Traumado por la amarga experiencia vivida, el
joven paucarino no quiso seguir los pasos de su padre. No ira de pueblo
en pueblo alegrando a otros mientras l sufra. No. Guard muy bien, en
un lugar seguro, la heredad que le haba otorgado su padre y comenz a
vivir de la humildad de una pequea chacrita que haba sido de su madre.
Slo muy de tarde en tarde, cuando la noche lunada destacaba en la
profundidad del azul toda la maravillosa pedrera de los cielos, Pucar
poda escuchar hermossimas melodas arrancadas por las manos de
joven hurfano. Qu maravillosos momentos vivan aquellas gentes
humildes! Nunca haban escuchado semejante destreza en todas aquellas
quebradas.
El tiempo pasaba inexorable como si estuviera corriendo por aquellos
campos, y l, como todos los hombres de su pueblo, viva de su chacra;
pero era tan insuficiente lo que sta poda darle que, poco a poco, su
pobreza fue vistindole de harapos. Con el talante maltratado, taciturno y
apesadumbrado, sobrellevaba su estrechez con dignidad. Hasta que lleg
lo inevitable en estos casos. Se enamor. Se prend de una hermosa
jovencita flor de sus ojos- que lo flech hasta convertirlo en un autmata.
Los otros mozos del pueblo, trabajadores y fachosos, porque tenan
mejores ingresos econmicos que l, comenzaron a enamorarla y
proponerle un matrimonio ventajoso. l, claramente lo dedujo, no poda
competir con stos en riqueza. Esta marginadora limitacin pobl de
angustias y pesares su pobre vida. Slo un milagro podra sacarlo de
aquella enmaraada situacin.
Un da que se hallaba trabajando a la vera de su chacra un alegre
forastero -luz en los ojos, alegra en los labios- le hizo conocer una buena
nueva que lo poda sacar de su angustiada situacin. Los espaoles
residentes en el Cerro de Pasco, queriendo celebrar en grande la fiesta
de su matrona, la Santsima Virgen del Carmen, convocaban para
mediados de julio a un gran concurso de msica a fin de contar con los

mejores maestros de la zona. El festival era libre para que todos los que
quisieran celebrarle a la morena Virgen del Monte Carmelo. La noticia se
irradi por todos los confines de estas tierras altas e importantes del Per.
Considerando la calidad y cantidad de premios que se ponan en juego,
las inscripciones fueron numerosas.
El da del concurso la expectativa era grandiosa. En todo el mbito de la
plaza principal, donde se efectuaban la corrida de toros, no caba un alma
ms. Sus confines estaban repletos. Aquel da, nadie trabaj. La ciudad
minera estaba paralizada. Todos estaban all presentes, en el torneo
musical. De la ciudad y de los pueblos vecinos fueron llegando los
msicos ms famosos. Solistas, dos, tros, conjuntos, rondallas,
orquestas. El certamen sera el ms sonado en muchos aos. La Virgen
se lo mereca.
A medida que transcurra la competicin, los nimos se iban llenando de
una alegra muy especial.

As, entre aplausos y aclamaciones se

escucharon a los mejores guitarristas, a los ms espectaculares


violinistas; las mejores orquestas y solistas, las ms sobresalientes
rondallas y tunas. El pueblo minero se haba convertido en un manicomio.
En eso se anunci al ltimo msico que, debido a que haba venido de
muy lejos, muy cansado y con enormes deseos de competir, no se le
poda vetar. Lo que sigui al anuncio fue espectacular. Cuando entr en el
escenario, las gentes vieron a un hombre con un andrajoso calzn de
jerga que origin una rechifla tan espectacular que amenazaba con traer
por los suelos el improvisado escenario. Pero, en tanto los chiflidos de
desaprobacin se hacan ms sonoros, el joven msico afinaba su arpa
con el anillo templador dejado por su padre. Al ver la serenidad del
calzonazo le otorgaron una tregua y, cesadas las rechiflas, comenz a
ejecutar los huaynos ms hermosos del Cerro de Pasco, con tal maestra,
con tanto calor que, al poco rato ya todos jaleaban entusiasmados. Tal era
la habilidad del taedor, tal su digitacin magistral, tal su tocata de
tesituras asombrosas que ya el pueblo se le rindi. Al finalizar su ltima
cachua, todos se pusieron de pie para aplaudirlo como nunca,
avergonzados de haber pensado tan slo en su apariencia. Dems est

decir que el primer premio fue para l. Tan copiosa fue la recompensa
que, en pocos das, cas con la hermosura de su pueblo con la que vivi
muy feliz el resto de sus das.
Recuerdos de mi barrio La hija del sol

Cerro de Pasco,Cuentos de Pasco


(Con especial afecto amical a Jos Luis Valdivia Ibarra por su
perenne compaa en este blog)
Para entrar en el barrio de Buenos Aires necesariamente tenamos que
pasar por un estrecho callejn formado

por dos enormes casonas

contiguas. A la izquierda, la entrada a una casa con techo de paja. All


viva una familia tutelada por un rudo brequero de la Railway Company
que, adems de su mal carcter, tena una aversin por la amistad. Era
enemigo declarado de todo el mundo. Chicha Fuerte era su remoquete.
Cuando estaba borracho se tornaba agresivo y desconsiderado. Lo
curioso es que este sujeto de malas pulgas tena una hija muy hermosa
dedicada a ayudar a su madre en los quehaceres domsticos. Una chica
diligente y muy querida y, claro, el sueo de todos los jvenes del:
URANO, equipo de ftbol del barrio.
Conocedores del carcter hosco de su progenitor tenan que contemplarla
a hurtadillas y desde lugares distantes. Nadie tena el coraje de enfrentar
al brequero que no slo era un matn, sino un mal pensado que tena a
su hija bajo siete llaves.
Lo que alborot a todo el mundo es lo que le ocurri a la chica bonita. El
da que cumpla diecisis aos, sinti que su cuerpo sufra una serie de
cambios espectaculares, para ella inexplicables. Su vientre comenz a
hincharse y la piel de su cara a llenarse de pecas: Su regla no le vena
como de costumbre y le haba nacido una aversin por el caf y otros
alimentos; que senta una tristeza agobiante que de pronto se trastocaba
en una alegra desbordante; que senta ganas de orinar muy

seguidamente y que sus senos crecan notablemente. Lo que ms le


mortificaba era las nuseas que no la dejaban.
Cuando la hicieron examinar por una curiosa, sta firm que esas
manifestaciones eran claros signos de preez. Todos pegaron el grito al
cielo comenzando por ella que juraba por todos los santos que no
conoca a varn alguno.
Cuando Chicha Fuerte se enter del acontecimiento, con su vozarrn
incontrolable le grit: Habla, carajo, Quin te ha montado para sacarle
la mierda!? La joven callaba poniendo una cara dramticamente
inocente. No se dobleg ante los rebencazos que le prodig el iracundo
carrilano convertido en fiera salvaje. Tuvieron que intervenir los vecinos, si
no, la mata. La chica no obstante la paliza, no solt prenda. Aseguraba
que nunca haba conocido hombre, que se encontraba virgen. Estoy
pura! aseguraba una y otra vez. Cuando la conminaron a que narrara
toda la verdad, dijo que un da que haba ido a lavar ropa a Garga -un
manantial cercano- vencida por el cansancio se haba quedado dormida a
la intemperie y que cuando despert, un sol quemante le abrazaba el
cuerpo. Eso era todo. El viejo no se trag la pldora, pero as las cosas,
tuvo que esperar los nueve meses.
Cumplido el tiempo, atendida por la misma curiosa, la joven dio a luz. Un
acontecimiento no slo barrial sino tambin cerreo. Todo el mundo lo
coment. El Misti, Cabracancha, Champamarca, El Way, Ayapoto,
Excelsior, La Esperanza, la Docena, Noruega, Curupuquio, en fin, todos
los Barrios Bajos.
La curiosa qued muda de asombro cuando vio nacer a la nia. Despus
de sacarle la grasita del cuerpo la ba meticulosamente y qued
mirndola de hito en hito. Su piel era blanca, completamente blanca;
admirablemente blanca con sus ojitos muy claros, resguardados por
pestaas y cejas blancas. Su pelambre recin en formacin tambin era
de ese color. No lo poda creer. Sin salir de su asombro -esto le ocurra
por primera vez- sancion: Esta es la hija del sol! Todos se persignaron.

El grun y deslenguado de su padre coment: No, carajo! Qu hija del


sol ni ocho cuartos, a mi hija se la ha tirado algn gringo de mierda!!! El
caso es que a partir de ese momento qued bautizada como, La hija del
sol y la noticia corri por todos los recovecos de la cimera ciudad.
Naturalmente, los muchachos del barrio que aspiraban a su cario
quedaron desencantados: Liclish Surez, Casho Espinoza, Mulish
Colqui, Metralla Muoz, Huaca Siqui Meza, Patricio Atencio, los
hermanos Tufino, Mambos Briceo y todos los dems. Enmaraados en
serias dudas, buscaron infructuosamente al padre de la hija del sol. No
la encontraron. En poco tiempo, la olvidaron. Ella qued como madre
soltera sufriendo el castigo del desprecio general. Tan dolida qued que
un da que conoci a un viajero, se march con l. Dej abandonada a la
hija del sol. La abuelita la tom a su cuidado contradiciendo las
maldiciones de Chicha Fuerte.
As transcurrieron los aos hasta que la nia se hizo jovencita.
Poqusimas personas la haban visto. Las que la conocieron aseguraban
que era una hermosa criaturita pero extremadamente blanca; pelo, cejas,
pestaas, todo. Nunca se conoci al padre.
Con el transcurrir del tiempo, aunque bella como su madre, era una mujer
con cabello blanco como canas seniles. Su piel era extremadamente
blanca. Lo que ms llam la atencin es que sus ojos parecan no cumplir
con su misin de ver. La nia haca esfuerzos sobrehumanos para
distinguir las cosas; prcticamente era una ciega.
La sacaban en los atardeceres que no haba sol, cubierta con ropas
abrigadoras y un sombrero aln de color negro debajo del cual resaltaba
la blancura de su piel y de su pelo. En ese estado la conoci el hermano
terciario franciscano, Patrocinio Llihua (Los miembros del barrio lo
conocan por el joven Patu) y en cumplimiento de su misin, se dedic a
ensearle el catecismo y los principales preceptos de la iglesia. Fue el
nico extrao que la visitaba y, delante de su abuela, le ense a leer y
interpretar canciones cristianas. Le bastaron los nmeros de La florecillas

de San Antonio con las que aprendi a leer de corrido. Un verdadero


milagro. Un da, llevado por el Joven Patu, lleg a su casa don David
Patio Benavides, el gran maestre de toda esa plyade de cruzados que
enseaba a los nios del barrio. Al conocerla qued impresionado por su
inteligencia y, comprendiendo sus limitaciones, llev al cura Patio su
pariente- para que la bautizara. Ese fue su da ms feliz para la Hija del
sol. En poco tiempo, dotada de un talento notable, se convirti en una
ferviente cristiana. Siempre tuvo a su alcance el santo rosario que no
dejaba a sol ni a sombra.
El barrio entre tanto- sigui repitiendo la historia que su abuela irradi
por toda la zona. Haba salido a lavar y cumplida su tarea, abrigada por
un sol canicular que en nuestra zona cae a plomo sobre hombres y
animales tostndoles la piel, se ech sobre la pampa y con un sueo
inexplicable qued profundamente dormida. Eso es todo lo que
recordaba. Y Claro! Con solo verla, cualquiera estaba de acuerdo en que
era la hija del sol.
Un da que se encontraba rezando vio la llegada de una mujer baldada
por el reumatismo. Era una amiga de su abuela que, vctima del terrible
mal, tena muchas dificultades para desplazarse. Sus manos sarmentosas
llena de nudos como palo asta de venado no le ayudaban en nada. Toda
su vida haba sido lavandera. Intuyendo el dolor que estara sufriendo le
pidi que se acercara a su cama y cuando la tuvo junto a ella le tom las
manos y procedi a sobarlas como si le frotara con algo invisible. La
lavandera sinti un calor vivificante como poderosa descarga misteriosa.
Cuando sinti que el dolor se atenuaba, alz la vista para mirarla y qued
muda. La hija del sol, como baada de luz, tena el cuerpo
resplandeciente y estaba increblemente hermosa como hecha de vidrio.
Esa fue la primera vez que experimentaron una tremenda emocin al
verla. Bastaron unas visitas diarias por espacio de una semana para que
el agobiante dolor se convirtiera en cosa del pasado. La lavandera qued
curada y no slo agradecida sino tambin intrigada. Qu poder tena
aquella nia para curar tanto dolor?

Una maana luminosa como pocas, cuando la abuela se aprestaba a


salir, La hija del sol le dijo
-Mamacha, no salgas.
-Es slo un momentito, hijita. Voy a encargarle a la vecina Trinidad para
que lleve esta corona a la tumba de mi mamita. Hoy es el da de todos los
santos. Yo no voy a ir.
_No lo hagas, por favor
-Por qu, hijita?
-Porque va a ocurrir una desgracia.
La abuela qued intrigada, no slo por el anuncio sino tambin por la
seriedad con que lo dijo, como mandato de una sentencia, los ojos fijos en
un punto lejano, llena de misterio. Muda de asombro vio que, como un
dolo de vidrio, dejaba traslucir una misteriosa luz que emanaba de su
cuerpo transparente.
Unos instantes ms tarde, a las 10 y 05 de la maana la tierra comenz a
sacudirse con espasmdicos estertores, como dentro de una alocada
zaranda. Se estaba produciendo un terremoto. El pnico de adue de la
ciudad. Las gentes huan por las calles evitando el impacto de paredes
que caan ruidosamente en medio del polvo asfixiante. En el cementerio,
vean espantados el estruendoso chocar de las cruces; el crujir de los
viejos mausoleos; el desmoronamiento de los tmulos terrosos. Muchos,
de rodillas, imploraban gimientes la intercesin de los muertos para
alcanzar el perdn de Dios. En el centro las gentes vean horrorizadas la
torre del Hospital Carrin bambolendose de un lado para otro,
amenazando con venirse abajo. En un escalofriante desorden las
campanas de su reloj marcaban el vaivn del estremecimiento terrqueo.
Cuando la abuela aterrorizada entr para proteger a su nieta, la encontr
sudorosa, gimiente y llorando inconsolablemente. Se abraz a ella y

comprob que estaba como ausente, como una mueca, ajena lo que la
rodeaba. A medida que las rplicas calmaban fue volviendo poco a poco a
la realidad. Era el primer da del mes de noviembre de 1947.
La abuela qued sumamente impactada. Cmo pudo saber lo que iba a
ocurrir?
Ese fue el comienzo.
Otro da, acompaando a Chicha Fuerte, lleg a la casa un compaero
de trabajo trayndolo porque estaba muy briago. Despus de dejarlo a
buen recaudo se despidi muy comedidamente. El cido comentario de la
abuela respecto del compaero de su padre incomod a la hija del sol
que, compungida, le dijo: No sea mala con l, mamacha, no va a llegar a
la noche. La vieja incrdula y sorprendida le pregunt. Por qu dices
eso?. La chica, poniendo punto final al dilogo dijo terminantemente.
Porque maana, al medioda, va a morir. Terminado el dilogo, la abuela
qued intrigada.
Al da siguiente, cerrada la noche, oyeron toques desesperados a la
puerta. Cuando Chicha Fuerte abri, se oy claramente la voz de un
hombre que emocionado informaba. Maestro, ha habido un accidente a
la entrada del polvorn de Garga. El brequero Urbiola resbal y fue
arrollado por la mquina de patio nmero cincuenta. Ha muerto
destrozado. Aterrorizada la vieja que haba odo todo fue a ver a su nieta
que estaba despierta y, cuando iba a preguntar, su ndice derecho llev a
sus labios y orden silencio. La vieja obedeci.
La noche que recibieron el ao nuevo, la hija del sol dijo que ese ao
sera fatal para todos. Matarn al demonio dijo- y lo pagarn muy caro.
No dijo ms. Su abuela respet el silencio que vino a continuacin. Por
esos das el pueblo estaba en vilo. No haba pan ni azcar, ni harina, ni
manteca; se present una caresta fatal que a todos remeci. El pueblo se
mora de hambre y, como si fuera poco, el invierno ms crudo invadi la
ciudad. Nunca haba ocurrido algo parecido. Los nimos se caldearon y

peleas y discusiones menudearon en las calles. La intranquilidad era total,


hasta que el lunes 16 de febrero de 1948, estall la ira de la gente.
Mataron al prefecto, el hombre que lejos de buscar el bienestar del
pueblo, la haba agravado. Al da siguiente del suceso, la crcel central
comenz a colmarse de presos. La persecucin se hizo generalizada.
Muchos huyeron, entre ellos, Chicha fuerte y su familia. Nunca ms se
supo de la Hija del sol.
EL MUJERIEGO

Cerro de Pasco, Cesar Perez Arauco, Pueblo Martir, Ticlacayan


Cuando el ventoso mes de agosto llegaba a su fin, el pueblo de
Ticlacayn armaba un gran revuelo por el retorno de un joven que volva
triunfante despus de haber servido a nuestro ejrcito. Una brillante
medalla colgada de su pecho con cinta encarnada era su ms preciada
consecucin. En reconocimiento de su valor y arrojo en el conflicto con el
Ecuador la superioridad lo haba condecorado. Emocionado y orgulloso el
pueblo organiz una actuacin cvica en las que las autoridades le dieron
la bienvenida y, en emotivos discursos, alabaron su bizarra. Despus de
expresar su agradecimiento, el joven licenciado puso al descubierto una
de sus ms sobresalientes habilidades: acompaado de su guitarra de la
que demostr ser extraordinario ejecutante, dedic en su bien timbrada
voz una serie de canciones limeas y tonadas de otros pagos. La gente
estaba muy entusiasmada, y abiertamente lo demostr aquel da.
Sin embargo.
El transcurrir de los das les revel que aquel joven de facciones
agradables, no obstante su fuerte corpachn y talla respetable, le hua al
trabajo con argumentos ftiles y risibles. Dorma hasta muy avanzado el
da y, al promediar la tarde, se levantaba a deambular por las calles del
pueblo, acicalado con sombrero a la pedrada, faja roja a la cintura en
donde tena bien cuidado de lucir un corvo gigantesco, semejante a un

alfanje rabe. Este es mi compaero sentenciaba sealando tremendo


pual. Su dscolo y camorrista carcter pronto se hizo conocido. Con el
menor pretexto cubra de golpes el rostro y cuerpo de otros hombres
jvenes del pueblo. Quera demostrar que l era el galn ms bravo de
todos. Las noches calladas, dormidas bajo el dulce aroma de los
eucaliptos, eran interrumpidas por las serenatas que sin ningn temor
llevaba a la ventana de las ms hermosas chicas del lugar. Se convirti en
un imponente seductor que, en cuanto pusiera los ojos en una hermosa
adolescente, no paraba hasta conquistarla.
La primera en caer en sus redes fue Maura, una hermosa muchacha de
veintids aos que por su belleza y encanto personal, era la suprema
aspiracin de todos los garridos mozos lugareos. Maura estaba
impresionada

por

las

frases

picantes

cargadas

de

amorosa

intencionalidad, los atrevidos requiebros y las diarias serenatas nocturnas.


Tmida y rendida cay en las garras de tremendo gaviln. Enamorada
como estaba, no hizo caso de consejos ni recomendaciones; caprichosa y
halagada, se entreg incondicionalmente al enamorado mujeriego.
Por esos mismos das, el imperturbable Casanova se empe en
conquistar a la dulce Helmicha, hija nica de un anciano matrimonio.
Nada consigui el padre al recriminar la actitud del cortejador. A la vista
del pual, el enojo y sed de justicia, se enfriaron. Aprovechando la
impotencia y debilidad de los viejos, se la llev sobre el anca de su corcel,
y una semana despus, mancillada la flor de sus encantos, la regres a
su morada como si nada hubiera ocurrido.
Cuando las autoridades tomaron conocimiento del acontecimiento,
convocaron al galanteador conminndolo a que se casara para reparar su
falta. Nada consiguieron. Altanero y vociferante respondi que nadie tena
derecho a meterse en su vida privada y, aventando a la puerta de la
gobernacin con ira, dej con la palabra en los labios a los ancianos del
pueblo.

Aquella misma noche, bajo la ventana de la sensual Mara del Carmen, su


voz melosa rasgaba la quietud de la noche:
En las alturas de Ticlacayn
nuevos amores he conseguido.
De cada uno tengo un recuerdo,
Porque dej mi imborrable marca.

Condorhuaan, pronto me voy,


Calacha punta, te quedars;
papita menuda cosechars
de mi cario te acordars.
La Malla, la hermosa Malla, bullanguera como calandria cantarina,
hacendosa como buena ticlacana, tampoco supo sustraerse a la
impetuosa parla amatoria del enamorado guitarrista. Aquella noche, bajo
la fresca brisa nocturna, en un tlamo de hierbas hmedas y aromticas,
perdi la candorosa inocencia de su juventud.
De nada sirvieron advertencias y recomendaciones. La risa procaz del
crpula era la atrevida respuesta a todo intento de ordenamiento. El
disoluto imperio del matn fue creciendo cada vez ms, como el mpetu
de un torrente desbocado.
En esa vorgine de osadas pasiones tormentosas fueron aumentando las
vctimas de los arrestos del serrano garan. Liliana Luz, con sus
juguetones diecisiete aos y sus largas trenzas endrinas; la Epifania, la de
los dulces ojos, comprometida para casarse con otro y cuya boda qued
deshecha por la intolerante actitud del galn; la Techi, tierna pastorcilla

que sorprendida en su trayecto fue mancillada junto a los carneritos que


pastaba. No haba nada que hacer; el abusivo tena franquicia para el
delito y la prepotencia hasta que se top con la imponente Josefina, chola
poderosa de hermosas facciones morenas, cuerpo exuberante y
majestuoso, que haba logrado mantener invicto su corazn no obstante
que en sus impetuosos veinticinco aos, numerosos adoradores haban
ofrecido riquezas y honores a sus pies. A esta opulenta y bellsima mujer,
mucha gracia le caus escuchar bajo su ventana.
Desde mi pueblo de Ticlacayn
alzo la vista hasta Pillogaga,
donde mi dulce y buena Finita,
me espera enamorada y adormecida.

Ay! subidita de Pitic


t noms eres testigo,
de las noches que he pasado
con mi cholita maosa.
La Finita, bella como ninguna, no era como las otras; su infancia y
juventud, acompaando a su padre negociante, le haba brindado toda
clase de experiencias que como vvidas lecciones se engarzaron en su
cerebro y su corazn. Mucho haba tenido que luchar para no ser pasto
de las libidinosas tentaciones de los hombres. Su figura magnfica, sus
flancos imponentes y su belleza magistral le haban brindado alegres
como dolorosas enseanzas. Tuvo que vencer muchas tentaciones
porque tena que cuidar como a una madre a su nica hermana Antolina,
que con sus floridas dieciocho primaveras, no slo era la luz de sus ojos
sino tambin la ms grande razn de su vida.

Sin embargo.
Confiada en las promesas del cantor, se haba entregado totalmente
subyugada en tanto haca los preparativos para su boda. Todo en su
hogar era alegra y esperanza hasta que notando la prolongada ausencia
de su novio, fue en su busca y, al encontrarlo, le increp su conducta. El
infame respondi con una carcajada y unas palabras duras, muy duras,
con las que le haca saber que todo haba sido una farsa y que nunca se
casara con ella ni con nadie.
Poco falt para que muriera de angustia. Temblorosa y casi sin aliento
lleg a su hogar y all encontr a su hermana Antolina hundida en una mar
de llanto incontrolable.

Qu tienes Antolina?! Pregunt ansiosa superando la pena que

doblegaba sus fuerzas.


Nada, nada hermanita lgrimas incontenibles seguan brotando

de sus ojos.
Algo grave te ocurre. Nunca ha habido secretos entre nosotras!

Tienes que decirme lo que te sucede!.


No hermanita, no. Es algo muy doloroso e incomprensible. Tengo

mucha pena de decrtelo


Sin embargo, es tu deber contrmelo. No debes ocultarme nada

Habla!
Se trata de tu novio!.

Qu es lo que ha hecho ese canalla, dmelo?! Dmelo!.

Esta maana me he enterado que convive con seis mujeres del

pueblo T no lo sabas?.
No, claro que no!pero Quines son esas mujeres?.

La Helmicha, la Malla, la Lilicha, la Maura, la Ipicha y la Techi.

Todas ellas?.

As es a ti te ha ofrecido matrimonio y a ellas tambin

Es una basura!.

No se casar con ninguna de ellas

Conmigo tampoco! El bellaco ha aprovechado de nuestra


ingenuidad para engaarnos y rerse despus Es un canalla!Mal

nacido!.
Pero eso no es todo Josefina!

Qu ms?!Dmelo!

Esta tarde, en el camino al pueblo me ha requerido de amores,


jurndome que ninguna mujer le interesa como yo. Me ha prometido

que conmigo s se casar


Maldito!.

Qu haremos, hermanita?.

Djame pensarlo. Por un largo rato estuvo cavilando en silencio,


caminando por la estancia, meditando, meditando, meditando hasta
que, decidida, dijo Pasado maana comienzan los preparativos de la
fiesta patronal. T debes hablar con las muchachas que has
mencionado dicindoles que se ofrezcan a participar en el Ashua
Ruhuay, t y yo tambin nos apuntaremos para trabajar haciendo la
chicha. En esa ocasin conversaremos detalladamente Nuestro
honor no puede quedar por los suelos Tiene que pagarlo el
maldito!. Tiene que pagarlo!.

Siguiendo el plan trazado, las ocho mujeres se reunieron en la casa del


funcionario donde se preparaba la chicha. Ninguna era lo que haba sido.
Marchitas, mal trajeadas, enjutas, eran la viva imagen del sufrimiento.
Todas estaban adoloridas y humilladas. Todas llevaban en sus entraas el
fruto de sus sofocantes amores vividos. Todas ardan en odio incontenible.
Los mozos ayer obsequiosos y amables, slo tenan actitudes de
reproche y de desdn para con las mujeres ayer admiradas y deseadas.
Aquel da, una a una desnud su corazn haciendo conocer su
desesperacin. Todas eran vctimas, no slo de la atrevida actitud del
rufin, sino del desprecio y maltrato de sus padres y familiares que, lejos
de comprenderlas, las haban condenado a vivir en humillacin,
desempeando los ms humillantes servicios caseros. Las gentes en las
calles ya ni siquiera las miraban; es ms, continuamente les dirigan
pullas e indirectas que las tenan muy agobiadas. Aquel da, las ocho

mujeres conocieron bien de cerca el drama de las otras y, furiosas,


convergieron en una misma conclusin: todas consumaran una cruel y
ejemplar venganza.
Los das transcurridos en la preparacin de la chicha, trazaron un plan
que juraron cumplir al pie de la letra.
As lleg el 29 de junio al hermoso pueblo de Ticlacayn. Desde las
primeras horas de la maana, en un gran marco de alegra y luminosidad
del sol, se reuni el pueblo fiestero presidido por los funcionarios de turno.
Despus de la misa solemne y la tradicional procesin, comenz el baile
en la plaza principal.
El vanidoso burlador, haciendo ostentacin de su llamativa vestimenta, se
dedic a bailar con la joven Antolina, regodendose y mofndose de las
otras chicas que haba ultrajado. Iba y vena altanero con su pantaln de
montar, botas radiantes, faja al cinto y sombrero a la pedrada. Sus
vctimas, con los ojos apagados, en los que se adverta a un extrao brillo
de odio a muerte, slo contemplaban el regodeo narcisista del canalla.
Durante la fiesta, nadie bail con ellas; la despreciaban de tal manera que
daba la impresin que no existieran.
Esto es lo que al final ellas queran!.El plan marchaba a la perfeccin!.
Finalizada la fiesta patronal que dur una semana completa, la atractiva
Antolina fingiendo caer rendida, le pidi al cortejante que la llevara muy
lejos del pueblo, al cerro ms elevado de Ticlacayn, para que all le
entregara su amor, sin testigos de ninguna clase. Entusiasmado, el
engolosinado guitarrista acept, y fijaron el lugar, la fecha y la hora para el
encuentro.
Llegado el da, el don Juan se present a la hora acordada para llevar a
Antolina al lugar prefijado. La jovencita acicalada con sus mejores galas y
ms linda que nunca, llevaba en las manos unas cobijas y una botella
grande con un lquido viscoso que dijo ser un refresco para beber.

Tomados de las manos ascendieron hasta la cumbre ms alta de


Ticlacayn como dos trtolos. Tendieron las cobijas para amarse, pero
antes, la dulce Antolina, con una voz acariciadora y apacible, le pidi que
bebiera el licor que haba llevado. Despus de apurar varios sorbos, el
hombre ciego e impetuoso, comenz a besar a la joven, pero a medida
que lo haca, senta que una aletargante modorra se apoderaba de su
cuerpo. Transcurrido un buen rato, ya como en trance, el hombre escuch
la pregunta:

Por qu te has burlado de tantas mujeres?.

Yo?!.

S, t!.

No, jams Toita, jams!. Yo no me he burlado de nadie

De nadie, dices?.

De nadie, amor!- casi grit el inmvil galn.

En eso aparecieron las ocho mujeres que haban sufrido la degradacin


de su burla. Las ocho estaban juntas. La poderosa Josefina llevaba una
gruesa soga gigantesca y, la Malla, un pual descomunal en sus manos
El hombre qued mudo de espanto. Inmvil, con los ojos muy abiertos y
una copiosa transpiracin cubrindole el rostro, nada pudo hacer cuando
las

decididas

mujeres

lo

maniataron

luego

de

desnudarlo

completamente, lo echaron sobre el suelo con los brazos y piernas


abiertas, clavndolo en sendas estacas, semejante a un cuero de res
tendido para secarse. Como el hombre gritaba desaforado bajo el peso de
las ocho mujeres, la Josefina sangre de furia en los ojos- de un tajo
brutal le seccion la lengua y entreg el filudo cuchillo a Maura que con
los cabellos en revoltijo y una extraa luz de rabia en los ojos, mutil con
saa los rganos genitales del abusivo, dando lugar a un incontenible
surtidor de sangre. Sobre la herida abierta, la Helmicha, sin piedad de
ninguna clase, esparci para restregarla abundante sal molida sin hacer
caso de los roncos gemidos del mujeriego.

Posedas de una furia homicida mientras el hombre arrojaba la vida


entre tremebundos estertores- las mujeres iban desollando aqu y all,
regodendose con el llanto sordo de la vctima. Deformaron el rostro
arrancndole los ojos, las orejas, la nariz; hundiendo una y otra vez el
gigantesco pual en las partes ms sensibles del cuerpo.
Ms tarde, cuando numerosos cerncalos carniceros se aprestaban a
disputar la presa tasajeada, las mujeres dejaron una masa informe
todava palpitante en el lugar y bajaron en silencio hasta la orilla del ro;
all se desnudaron completamente y como cumpliendo un ritual, se
baaron todos los rincones de sus cuerpos ayer virginales; lavaron sus
ropas, y volvieron a su pueblo, satisfechas.
EL CASTIGO DE LOS JIRCAS

Cesar Perez Arauco,Cuentos de Pasco,Folclore de Pasco


Esta historia campesina de Pasco, con especial afecto a mi amigo,
Aurelio Milla Trujillo con quien, aos pasados, compartimos
momentos emocionantes en nuestras clases del Instituto N 3, l
como alumno y yo como profesor.
Han transcurrido muchos aos pero nuestra amistad fraternal
contina.

Era el hombre ms festivo de aquella comarca cubierta de ichu. No


obstante vivir en los agresivos ventisqueros de la Meseta de Bombn,
jams se le vio enojado o pesaroso. Bromista, alegre y juguetn, no
perda la ocasin de divertirse como un nio con los amigos que
encontrara. Conoca aquellos contrafuertes como la palma de su mano.
Correteando alegre mientras su ganado paca, haba recorrido todas las
estrechuras, subiendo y bajando por los enigmticos desfiladeros oyendo
sus gritos sobredimensionados por las desnudas cortaduras donde slo

reina el fro y la soledad. Al final, llamaba a sus perros a todo pulmn


desde el primer otero donde pudiera ver las escarmenadas manchas de
sus ovejas.
Su pequea estancia estaba ubicada en Jancacancha, un campo nevado
que colindaba con los riscos de Runtunayoc y Tuctopunta. Con la risa a
flor de labios todo lo haca con entusiasmo contagioso. Apenas
comenzaban a clarear los horizontes orientales junto con el incansable
canto de los pucuyes madrugadores como l mismo- se pona de pie, se
vesta y, A trabajar!.
Desde aquellos momentos, con el alegre silbo en sus labios reuna a sus
ovejas y sala con ellas acompaado de Negro y Pipigua, sus perros, a
deambular por aquellas heladas inmensidades. Sus festivas correras por
las rugosidades fras, fatalmente, pronto devinieron en

atrevidas e

irreverentes. Entraba en los ancestrales machays donde a decir de los


viejos, reposaban la osamenta de los abuelos y, all, desafiante gritaba y
se burlaba escandalosamente. Cuando encontraba las ofrendas que los
peregrinos dejaban a los auquillos, los haca volar por los aires en
atrevidas manifestaciones de sacrilegio. Velas, chicha, coca, cigarrillos y
caramelos ofrenda de los creyentes- eran despedidos en pocos minutos.
Ni un temor, ni una pesadumbre, perturbaban la accin del profanador.
Bien lo saba l que haba visto la diligente ceremonia de veneracin con
que hombres y mujeres, especialmente viejos, efectuaban al dejar sus
ofrendas en aquellas cavernas. No slo eso, haba odo contar a su
abuelo de la habilidad de un curandero margosino que venido de tan
lejos, conversaba con el cerro; ste obediente y cumplido -previo
homenaje de sumisin y respeto traducido en un buen alijo de coca,
cigarros, y aguardiente- contestaba las preguntas del brujo con una voz
cascada y profunda. Haba observado con admiracin el recogimiento con
que los mayores se dirigan a los jircas yacientes de aquellas cavernas.
As y todo, llevado por su atrevimiento y la complicidad del silencio,
desconoca abiertamente el acatamiento que deba a la aeja tradicin de
sus ancestros.

Pero
Un da que estaba ocupado en una de sus correras, en forma por dems
misteriosa, comenz a silbar un viento helado por entre los roquedales
diseminando un acrrimo olor azufrado que invadi todos los confines. En
ese momento, sin que pudiera evitarlo, una fuerza extraa y poderosa lo
llev como a un autmata a las puertas de la gigantesca caverna llamada
Pachapa Shimin (La gran boca de la tierra). Cuando hubo llegado a
este lugar, el cielo se encapot formando amenazadoras cerrazones y un
relmpago traz su rbrica luminosamente inquietante en los cielos. En
ese instante se oy una voz, misteriosa y profunda, salida del antro
misterioso:
Yo soy la boca del mundo y por m escuchars lo que los dioses deben
decirte! Queremos recordarte algo que a sabiendas no has obedecido!
. Desde hace muchsimos das y noches y soles y nevadas, los
machays, los Jircas, las apachetas, son lugares sagrados que deben
reverenciarse; pero t no slo no los has respetado, sino que los has
ofendido. La Pachamama que te ha provisto de abundante alimento sin
que te falte un solo da: chicash, tuclush, papa shillinco, mauna,
papa shire, maca, todo para que tu ganado se harte de abundante
pasto de estas inmensidades; para que puedas levantar tu morada y vivir
en ella; la que te ha dado abundante champa para el fuego de tu hogar.
Donde has encontrado en abundancia venados, vizcachas, tarucas,
llamas, guanacos y vicuas que te han servido para tu alimentacin y
abrigo La voz tajante, bronca e inconfundible, sealaba, puntualizaba
y pona nfasis en cada nombre para que no se le fuera a olvidar al
irreverente. ste escuchaba alelado y lleno de pesadumbre las
reconvenciones del cerro -. La Mamacocha (lago de Junn) te ha dado
abundantes challwas, saga y uchuc challwas y ranas enormes; y entre
los totorales de la ribera y los islotes del interior, wachwas, yanavicos,
parihuanas, zambullidores, yacutucus, corcovados, aynos, gallaretas,
chorlitos, piwis, y gran variedad de patos por centenares

Todo lo que el cerro deca en tono magistral, retumbaba en la conciencia


del irrespetuoso. Su conciencia, cargada de culpa, no encontraba la
manera de rectificarse porque la acusacin era muy grande.
Una conjuncin de dioses formadores de la tierra, me han
encomendado traerte una condena a tu mal proceder. Las iras de Libiac
Cancharco, el trueno que hace temblar la tierra y su hacendosa mujer,
Yanamarn, la lluvia buena que riega estos confines, han decidido con la
aprobacin unnime de todos los jircas durmientes en los machays de
estos confines, castigarte con la ms cruel de las condenas que ningn
hombre animal o tierra quisiera recibir: LA ESTERILIDAD. Jams en
tanto vivas, tu simiente reseca e intil podr germinar en mujer alguna!;
asimismo, tus animales perecern infecundos y los terrenos en donde
vives, se marchitarn irremediablemente!!!
El sacrlego haba quedado petrificado de pesadumbre al or la terrible
condena que sus ancestros, a travs de Pachapa shimin, le haban
hecho llegar. Ni siquiera pudo derramar una lgrima, estaba seco como
un guijarro y, cosa extraa, en un santiamn, el cielo haba recuperado su
azul imponente y los rayos de sol caan a plomo sobre su cabeza. Desde
aquel da tambin la condena se fue cumpliendo invariablemente. La risa
muri en sus labios y su dolor fue en aumento al comprobar que las
pastoras que antes haban compartido con l la hirviente quemazn de
sus ardores amorosos, ahora se rean de l al comprobar su manifiesta
impotencia, caso raro y reprobable en esta parte de la tierra; a su
imposibilidad de amar se sum la lenta extincin de su ganado y la
sequedad de sus tierras, ayer verdes y frondosas.
Pasados los aos, sin la compaa de sus perros y la ausencia total de su
ganado, rodeado de resecos pastizales que se convertan en enormes
polvaredas a la sola presentacin de los vientos, seco como un tronco
aoso y agostado, muri una tarde sin que hubiera nadie que le cerrara
los ojos.

LA SUEGRA

Cerro de Pasco,Cuentos de Pasco,Folclore de Pasco, La suegra


Haba una vieja mujer, malsima y mezquina que tena tres hijos enormes
como eucaliptos, rudos y resistentes como percherones, pero muy dbiles
de voluntad y carcter. Al enviudar haba heredado una casa, chacras,
numerosos animales domsticos y dinero para afrontar las emergencias.
Celosamente los guardaba como si se tratara de su propia vida. La base
de toda esta heredad era una boyante mina de plata.
Haba hecho edificar dos casas ms rodeando la casa paterna, para
nunca separarse de sus hijos. Sus tres hijos eran diligentes mineros que
trabajaban de sol a sol supeditados a su caprichosa voluntad. Cuando el
mayor estuvo en edad de casarse, la vieja, llev a su casa una muchacha
flaca y desgarbada como una estaca, pero hacendosa y activa como la
que ms; callada y sumisa como un corderito. El hijo, claro, obedeciendo
ciegamente la voluntad de su madre, cas con aquel espantajo.
Al da siguiente de los esponsales, cuando los hijos haban ido a trabajar
con los primeros rayos del alba, sac de la troje un enorme balay de
papas, un canasto de choclos, un carnero recin degollado, un pellejo
lleno de garrapatas, una puchka, varias huayuncas de maz seco, una
bolsa de medias y otra abundante de ropa sucia. Con todo esto, encar a
la nuera, y con una severidad que no admita rplica alguna le dijo:

Nuera: este es tu primer da en la casa, y como comprenders, el


trabajo es lo ms digno para una mujer, por lo tanto, la tarea que
tienes que cumplir hoy da es sta: mientras cocinas el almuerzo
tratando de no pasarte de sal, desgranars el maz de las
huayuncas, lo molers en el batn y preparars la mazamorra; al
carnero lo trozars, lo salars y lo colgars de los altos para nuestro
charqui; la panza y las tripas las lavars y tenders bien; molers los
choclos y hars humitas, mitad con sal, mitad con azcar; lavars este

pellejo, lo hars secar, sacars la lana, la escarmenars, la hilars con


esta puchka y le tejers unas medias a tu marido con estos moldes,
porque t sabes que en la mina hace mucho fro; con el agua de la
gotera, que es abundante y buena, lavars la ropa de mis hijos y las
mas; zurcirs las medias de la familia con mucho cuidado y todo esto

lo hars sin perder tiempo.


Est, bien madrecita.
Recoge y guarda los huevos que han puesto las gallinas; atiza la
bicharra; corta el alcacer del corral y dale de comer a los cuyes; dale
maz a las gallinas y a los patos; limpia el chiquero y dale de comer a

los chanchos. Ten mucho cuidado de no echar a perder nada.


Bien, madrecita!.
Entretanto, yo me echar a descansar un poco. Estar vigilando
para que trabajes, porque mi sueo es tan ligero como el de la libre;
adems tengo un tercer ojo en la nuca que jams est dormido, Ya lo

sabes!.
Bien, madrecita.

La vieja se tir sobre el camastro y al rato dorma plcidamente, a pierna


suelta. La pobre nuera, aterrorizada por la amenaza y temerosa de enojar
a su suegra, se enfrasc en el trabajo con todas las fuerzas que le daba
su ser. Slo al anochecer ya desfalleciente, termin su dura tarea cuando
su marido y sus cuados llegaban a casa.
Las diarias jornadas cumplidas por la recin casada, la dejaban ms
muerta que viva. Si cometa algn error, el zurriago de su suegra se lo
enmendaba. Para alimentarse reciba algunas papas sancochadas, un
poco de cancha y la sopa de la casa. Nada ms. As pasaron algunos
aos hasta que la vieja, juzgando que su segundo hijo tambin estaba en
edad de casarse, se puso a buscar una mujer que cumpliera los requisitos
que a sus mezquinos intereses convinieran. Por fin la encontr.

La segunda nuera, gorda como un odre, ojos torcidos y medio tartamuda,


era tan esmerada y hacendosa como la primera; la igualaba en trabajo y
limpieza, pero la superaba en candidez y debilidad de temperamento.
Como era de esperarse, el segundo hijo cas con la afanosa mujercita
siguiendo el mandato de su madre. A sta tambin la vieja convirti en su
esclava. El trabajo compartido entre las dos nueras fue desde entonces
menos pesado. Temerosas del tercer ojo de la vieja, trabajaban de sol a
sol sin protestar, activas y prolijas, alentndose recprocamente. Los hijos
como esperaba la vieja- nada decan al respecto.
As pasaron los aos hasta que ocurri lo que el refrn dice: Todo el
monte no es de organo. El ltimo hijo de la vieja, cas contradiciendo
sus indicaciones. Un da se present a la casa materna acompaado de
una bien parecida y joven mujer. De nada le sirvi a la vieja reclamar y
gritar como una condenada. La boda se realiz.
Al da siguiente de las nupcias, cuando los mineros haban marchado a
los socavones, la vieja dispuso la faena para las tres nueras, tal como
acostumbraba. Una vez que se hubo acostado, las dos primeras al ver
que la ms joven remoloneaba sin hacer nada, le dijeron:

No te hagas la desentendida que la madrecita nos mira!.

Quin cree eso?!yo la veo dormir Por qu nosotras vamos

a trabajar como burras mientras esa ociosa apesta en la cama?.


Es cierto que ronca! Dijo la segunda nuera con dificultad pero
ella nos vigila con un ojo que tiene en la nuca T no sabes de lo

que es capaz!.
Un ojo en la nuca?! Qu lo ve todo?!Por favor no me

hagan rer, inocentes criaturas Ustedes creen eso?!.


As es hermana! Se apresuraron a responder las mayores.

Bueno, bueno All ustedes si creen esa farsa Qu hay de

comer hoy da?


Esta maana comeremos chupe de ollucos, papas sancochadas y
mazamorra de maz.

No hay nada ms?! Carne, huevos, charqui, tocino?!.

Todo eso hay, pero pertenece a la madrecita.

Nada!, todo lo que hay aqu nos pertenece a todas por igual
No son nuestros maridos los que trabajan?No son ellos los que
mantienen esta casa? No somos nosotras la que atendemos la

casa?!
S pero trataron de protestar las tmidas.
Ustedes no tienen por qu vivir aterrorizadas ni esclavizadas,
queridas hermanas Ahora, se acab!. Hoy da y los sucesivos

comeremos como reinas. Se acab la esclavitud!.


T conoces a nuestra madrecita! Ella es capaz de matarnos!
protestaron las mayores- Es muy severa porque, a pesar de que
cumplimos con nuestras tareas, nos maltrata diariamente sin que

nuestros maridos digan nada!.


Que la vieja las castiga? Se indign la menor.
Claro, nos zurra con una vara muy larga y nos mide los alimentos!
Dijeron las nueras mayores alentadas por la parla de la menor.
Eso ha hecho siempre?.

S Respondieron las mayores.

No tengan miedo. Djenlo todo por mi cuenta! Hoy da vamos a


comer como reinas y si la vieja pretende castigarnos, nosotras le
devolveremos la tunda con el mismo amor! Le daremos una sola, a
cambio de todas las que les ha dado! Ya lo vern! Si esto ocurriese,

ustedes colaborarn conmigo No es cierto? No es cierto?!!


S, claro, claro dijeron asustadas las mayores.

As fue. Mientras la vieja roncaba a pierna suelta, la joven mujer prepar


un apetitoso y pantagrulico locro cerreo con grandes tronchas de carne.
Floridos granos de cancha con abundante queso mantecoso. Riqusimos
tamales de carne de chancho. Para cerrar el banquete; un charquicn con
abundante achiote y exquisitas papas amarillas con harto aj. Todo esto,
remojado con sabrosa chicha de jora. Cuando hubo terminado de cocinar,
llam a las otras nueras que, vacilantemente temblorosas, se sentaron a
la mesa. En menos de una hora, las tres mujeres dieron cuenta completa
de los potajes y ahtas y contentas, se quedaron dormidas.

Cuando ya las sombras de la tarde invadan el horizonte, la vieja suegra


despert sobresaltada por el silencio que se haba aposentado en la casa.
Intrigada se puso de pie y con horror vio que sus tres nueras dorman
recostadas sobre las mesas donde se vean numerosos platos
diseminados aqu y all. Con la bilis removindole las entraas, comenz
a lanzar insultos e imprecaciones mortales, en tanto que frenticamente
las castigaba con el zurriago.
Al despertar, las dos primeras quedaron mudas; slo la menor se le
enfrent osadamente. Loca como una fiera, la vieja descargaba golpes
sobre el cuerpo de la joven que fuerte como era- la cogi por los pelos,
inmovilizndola. Orden que las otras pegaran a la tirana por los flancos.
Las nueras que no esperaban la ocasin la emprendieron a golpes contra
la vieja abusiva. Una le peg a ms no poder en el costado izquierdo y la
otra en el costado derecho. Cuando las mayores quedaron rendidas, la
ms joven derrib a la vieja por el piso y all la moli a golpes con una
estaca. Como la agraviada lanzaba aterradores gritos, cogi una aguja de
arriero y untndola de sal, aj y pimienta, infligi mltiples pinchazos en la
lengua de la vieja hasta que enmudeci al hinchrsele descomunalmente.
Dbil y desmedrada como qued, cay en trance de muerte.
Las mujeres metieron a la suegra entre las sbanas de bayeta y la
cubrieron con gruesas cobijas de lana. Al poco rato, los cansados mineros
llegaban a casa.

No sabes esposo mo, la desgracia que nos ha ocurrido!- dijo


fingidamente atribulada la mayor.

Que ha pasado mujer?! pregunt el marido.

Nuestra pobre madre se nos muere!- replic la segunda.

S, querido respondi la ms joven de las mujeres- De repente se


puso mal. Parece que le ha dado un fuerte mal aire porque no puede
moverse; ni siquiera logra decir palabra.

Los hijos se precipitaron a la habitacin de la vieja y apesadumbrados


rodearon el lecho. La vieja estaba hinchada y amoratada como un odre,
muda, sin decir palabra, impedida por una gigantesca lengua que pareca
un atado de trapos. Sin embargo, haciendo esfuerzos supremos y
aprovechando que sus hijos la miraban compungidos, seal a la mayor
de sus nueras y luego se tom el costado izquierdo; inmediatamente
despus, apunt a la segunda e indic el costado derecho y, sealando a
la menor, indicaba constantemente el suelo. Y agobiada por el esfuerzo
perdi el conocimiento.
Al observar estas seales los jvenes se pusieron a llorar sin alcanzar a
descifrar lo que haba querido decirle su madre. Entonces la menor de las
nueras, fingiendo sollozar como una Magdalena, dijo:

.. Es posible que no puedan entender lo que nos quiere decir la


madrecita buena?
No!- contestaron todos al unsono.
Pues, nuestra pobre madre, que nos quiere tanto, ha expresado su
ltima voluntad; ustedes lo han visto. Ella quiere que el mayor y su
esposa se queden con la casa y las tierras que estn al lado derecho;
el segundo y su mujer deber quedarse con las casas y las
propiedades del lado izquierdo; y en cuanto a nosotros, que somos los
menores, nos deja las propiedades y la casa paterna. Ustedes han
visto como sealaba el piso ay ay ay se puso a llorar

amargamente.
Es verdad!- gritaron- tienes razn! As lo haremos!.

Fue suficiente.
La vieja, impedida de protestar a viva voz por el reparto, muri
congestionada y ciantica, presa de la ira de su impotencia.
A partir de entonces, los hijos vivieron felices con sus mujeres, ocupando
la herencia que les corresponda.

(NUESTROS ESCRITORES): EL TAMBOR DE GUERRA por Vctor


B. Ziga.

Cesar Perez Arauco,Cuentos de Pasco,escritores de Pasco,Pueblo


Martir, Vctor B. Zuiga

Vctor B. Ziga era un notable profesor cerreo que en la dcada de los


veintes public una serie de narraciones como la que presentamos en
esta oportunidad. Al rememorar este casual y emotivo encuentro con un
sobreviviente de la Guerra con Chile, nos recuerda los momentos ms
aciagos de aquella confrontacin blica de la que salimos perdiendo
aunque con hechos de herosmo y sacrificio enormes. No se puede decir
menos de la Batalla de San Francisco en la que, prcticamente nuestras
fuerzas fueron diezmadas; los sobrevivientes fueron a engrosar otros
regimientos heroicos. Aquellos sobrevivientes murieron finalmente en la
Batalla de Arica el 7 de junio de 1880, rodeando al titn del morro, coronel
Francisco Bolognesi.
Los tintes glaucos vesperales de una tarde invernal, daban al horizonte de
aquel pueblecito de indios, un carcter de melancola.
Yo

mis

compaeros

de

viaje,

sentados

sobre

una

piedra,

contemplbamos los vestigios de la agricultura incaica, haciendo


recuerdos histricos de aquellas pocas de inocencia, de vida pastoril y
de gobierno patriarcal; de aquellos tiempos de ventura que pasaron cual
las alegres golondrinas de Bcquer, para no volver.
Y, estando sumidos en la evocacin de los manes de Manco Cpac y de
Huayna Cpac, sentimos acercarse a nosotros un indio ya anciano de
mirada altiva pero atrayente, que con el sombrero en la mano nos dio las
buenas tardes. Llmelo con cario y tras de brindarle un lugar en nuestro
campesino asiento y un cigarrillo, entablamos una charla histrica sobre

su pueblo, siguiendo la costumbre de pesquisar datos en la conversacin


de mis mayores. Hzolo de grado narrndonos sucesos de los que fue
testigo presencial, no faltndole frases de recriminacin para la famosa
trinidad del Cura, Juez y Gobernador.
Llegado que hubo a este punto, nos ofreci el viejecito a pasar a su
cabaa a tomar un vasito de chicha, a lo que nosotros accedimos
gustosos. Al penetrar en su casa, lo primero que vi fue un tambor al
parecer corriente; empero como tena una placa metlica en uno de los
costados, lo cog y le la siguiente inscripcin: Viva la Repblica
Boliviana. Al ver mi actitud, el anciano djome alcanzndome el vaso de
chicha ofrecido:
Seor, voy a contar a ustedes, la historia de este tambor que actu en
el Campo de la Alianza- Y como le dirigiese una mirada de duda, nos
brind un asiento y nos cont los siguiente.- Habiendo desembarcado en
el puerto de Iquique, en el mes de marzo, yo Anselmo Haytanay y
Huaccanay, natural de Tangor, -a quien bien conoce su compaero, seor
Washington Oviedo- perteneca antes de la declaratoria de guerra, a la
3era Compaa del batalln Zepita que desembarc en Iquique en marzo
de 1879, a rdenes del entonces coronel Andrs A. Cceres. A los pocos
das, despus de nuestro arribo a Iquique, nos trasladamos a Alto del
Molle, punto situado a 10 o 15 kilmetros a donde acantonamos mientras
se construan cuarteles provisionales, en unin del regimiento Dos de
Mayo, comandado por el malogrado Comandante General Coronel
Manuel Surez.
El 21 de mayo a las 6.a.m., en momentos en que practicbamos ejercicios
de guerrilla, fuimos sorprendidos por detonaciones de artillera martima
que motivaron rdenes del Comandante General Surez para que la
tercera compaa bajara a la caleta del Molle a unirse con la 6ta
compaa que comandaba el sargento mayor Luis Lazo que se
encontraba destacado en aquel lugar; emprendimos la marcha y al
descender la cuesta pudimos ver que nuestra fragata Independencia
arrinconaba a la corbeta enemiga Covadonga, a la cual cremos ya

capturada en ese momento. Entusiasmo indescriptible en la tropa,


entusiasmo que dur breves instantes, pues vimos con sorpresa de que,
por desgracia, la Covadonga haba podido surcar con direccin a Punta
Gruesa y que la fragata Independencia la persegua batindola. Fue en
ese instante que el comandante Surez dio orden de marchar sobre
Punta Arenas en previsin de proteger a los tripulantes de la
Independencia que corra peligro de vararse por su mucho calado y que
efectivamente los sucesos confirmaron tal presagio.
Una vez constituidos en el lugar de la catstrofe, nos ocupamos del
salvamento de los nufragos cubrindoles con nuestros capotes y
frazadas y llevndolos a la caleta del Molle, lugar donde el
contralmirante Miguel Grau, embarc en el Huascar a los marineros
nufragos, entre los que se encontraba, gravemente herido, el primer
maquinista del buque.
El dos de noviembre del mismo ao, a las 5.30 a.m, sentimos el
bombardeo del Puerto de Pisagua, para proteger el desembarque del
ejrcito enemigo, por cuyo motivo, el seor coronel Andrs A. Cceres,
entonces ya comandante general de la segunda divisin, orden
prepararnos para el embarque por ferrocarril que deba conducirnos al
Pozo Almonte. No lo hicimos todos, ese da, porque slo pudo verificarlo
el Regimiento Dos de Mayo, embarcndose el Zepita a los tres das
despus.
Parece que la fatal noticia de la destruccin del primer escuadrn de
Hsares de Junn No 1, por un regimiento de caballera ocasion
nuestra marcha a San Francisco, a los tres das de permanecer en Pozo
Almonte.
A las 5. a.m. del da 19 del mismo mes llegamos al pie del cerro de San
Francisco, lugar donde vivaqueba el ejrcito chileno. Despus de
reconcentrado el ejrcito aliado, en columna cerrada, esperamos
impacientes la batalla; ya

cuando se haba recibido la orden de

postergarla para el da siguiente, sentimos de una a dos de la tarde,

descargas por el lado del emplazamiento de La Columna Pasco y el


Batalln Ayacucho No 3, entablndose en seguida la batalla. Entonces la
segunda divisin a la que yo perteneca comandada por el coronel
Cceres se mantuvo de reserva cubrindose con las calicheras mientras
nuestros compaeros de Pasco y Ayacucho se batan bizarramente con la
sola presencia del comandante Ladislao Espinar y el sargento mayor
Lazo, convertida en una carnicera en contra de la Columna Pasco que
se encontraba sin sus jefes. La batalla fue completamente desordenada,
nuestros compaeros, fusilados por la espalda por las fuerzas bolivianas
que a rdenes del general Villegas pudieron ascender hasta el principio
de las faldas de San Francisco. Y tras una encarnizada pelea de dos
horas se declar la derrota, despareciendo luego, como por encanto, las
fuerzas bolivianas y evitando el coronel Cceres el desastre completo
mediante su 2da divisin que contrarrest el ataque del grueso de la
caballera chilena y parte de la infantera que haban descendido en
persecucin de los nuestros.
A las once de la noche recibimos la orden de marchar en retirada a
Tarapac; sta se haca en el mayor orden cuando con sorpresa nos
dimos cuenta de que el desastre era completo ya que la intensidad de la
camanchaca dio lugar a la completa desorganizacin del ejrcito.
Marchbamos en grupos y mezclados entre individuos de diversos
cuerpos por varios caminos ya que no conocamos el que conduca a
Tarapac, cuando en la maana pudimos apercibir que llamaban a
reunin en la pampa del Hospicio los seores coroneles Cceres,
Surez, Somocurcio y otros oficiales, mediante los cuales pudimos
reorganizarnos y emprender la marcha hacia Tarapac.
Penoso camino el que practicamos hasta la Aguada. Hubo muchos
suicidios a causa del hambre y sed que nos devoraba. Ah permanecimos
hasta el da 21 en que continuamos marcha a Tarapac a donde pudimos
llegar el 23 a las 8.a.m., acantonando en casas particulares.
El da 27 a las 7 de la maana, nos preparbamos para emprender
marcha sobre Arica, cundo nos sorprendi la batalla que se lidi ese da y

que todos conocen por la historia; teniendo yo la nica satisfaccin de


hacer presente, que mi batalln con el coronel Cceres a la cabeza, pudo
tomar cuatro caones del ejrcito chileno con cargas consecutivas que
ejecutamos a la bayoneta y que mediante nuestra intrepidez pudimos
hacernos de rifles y municiones del enemigo. En la noche de aquel da,
despus de la victoria y luego que hubiramos enterrado al comandante
don Juan Bautista Zubiaga, sargento mayor Benito Pardo Figueroa;
capitn Francisco Pardo Figueroa, hermano del anterior a quienes vi
luchar como leones, y al subteniente Cceres, hermano del coronel. A la
una ms o menos salimos con direccin a Apachica para luego pasar a
hasta Arica.
Llegamos a este puerto el 25 de diciembre, despus de largas y
penossimas jornadas en las que sufrimos toda clase de privaciones.
Fuimos recibidos por el contralmirante don Lizardo Montero, el entonces
coronel Canevaro y otros jefes. Ese da el general Montero puso en
conocimiento del ejrcito vencedor de Tarapac, que la dictadura de don
Nicols de Pirola, expresando que no obstante esa orden anormal de
cosas, debamos seguir con patriotismo y decisin las vicisitudes de la
guerra bajo las rdenes del dictador.
A los pocos das de form el batalln Zepita, refundindose en l, el
regimiento Dos de Mayo y a los 20 o 25 ms o menos de haber llegado
sobre las pampas de Item, los batallones Zepita a rdenes del coronel
Cceres; Misti a rdenes del coronel Ignacio Somocurcio; un batalln y
escuadrn bolivianos a la de sus respectivos jefes, entre los que
descollaba el hoy general don Jos M. Pando, entonces todava teniente
coronel.. Tras una permanencia de ms o menos treinta das en el valle
de

Moquegua,

en

el

lugar

denominado

Alto

del

Conde,

contramarchamos a Tacna para luego salir a Para y enseguida ocupar


nuestros emplazamientos en el Campo de la Alianza.
El 25 de mayo de 1880, a la 1.pm. emprendimos marcha para sorprender
y batir al enemigo. Vana ilusin!. Tuvimos que contramarchar en vista de
haberse frustrado el plan concebido por los jefes y ocupar nuestras

anteriores posesiones hasta las once de la maana del 26, hora en que
principi el combate de artillera, generalizndose entre los dos ejrcitos a
las doce del da; all la divisin a que yo perteneca a rdenes del coronel
Cceres y en el que tuve por valeroso e intrpido cabo, al seor Juan Blas
Rojas Vera, hoy capitn, jefe militar de esta provincia y a cuyo testimonio
apelo de la veracidad de cuanto les he narrado, fue el que pele con ms
denuedo en razn de estar a la izquierda del ejrcito, a punto que los
chilenos batieron con sus mejores regimientos como fueron , el Buin, el
Santiago, el Victoria y otros ms, y el grueso de su caballera que
sostena ese flanco.
Era las tres y treinta ms o menos, en que la fatalidad declar la derrota,
la cual nos oblig a marchar batindonos en retirada contra las huestes
chilenas que avanzaban. Fue en uno de estos instantes cuando vi caer
herido a mi cabo Rojas Vera sin poder evitar el que se me cayeran
algunas lgrimas al considerar mi ineptitud para socorrerlo. Y como la
derrota fue completa, nos dispersamos todos, tomando yo y algunos
compaeros al ruta de Pacha. Aqu fue donde tropezamos con un
soldado boliviano herido que nos llam, manifestndonos que, como su
herida era grave, tena la certeza de morir y que sindole, en
consecuencia, imposible continuar redoblando su tambor, me lo entregaba
para hacerlo siempre en contra de los malditos chilenos, expirando
enseguida entre mis brazos.
Cargado con mi tambor ste que ustedes ven- llegu a Pacha en
donde cog una fiebres fortsimas que causaron el abandono en que me vi
despus de dos meses de penosa enfermedad. Ya mejor de mis dolencias
sal de aquel pueblecito para, cruzando, montes, ros y cordilleras llegara
a Tangor, morada de la que fue mi esposa y cuyos recuerdos me
causaban en campaas la nostalgia del terruo.
Desde entonces conservo este tambor como el emblema del recuerdo,
como objeto apropiado para dar a mis hijos lecciones de patriotismo y
odio eterno a Chile.

Caysele al viejecito una lgrima y nuestra mirada de veneracin y


respeto al veterano del 79 que termin dicindonos.
Ya llegar la hora de las reivindicaciones; ustedes sern los que
vengarn las vandlicas ofensas del Can de Amrica. Si, no dudo. El
tiempo jams borrar del corazn de los peruanos, el odio eterno que
debemos tener a Chile.
Saltamos de nuestros asientos y dimos un abrazo al viejecito como
sintetizndole una promesaun juramento.
Cerro de Pasco, verano de 1914.
INVITACIN A MISA
El martes 2 de octubre del presente, a las siete de la noche, se
celebrar una misa en conmemoracin del primer mes del
fallecimiento de nuestro amigo, Flix Baldoceda Yantulo, (Q.E.P.D),
en la Parroquia de San Pablo de la Cruz, Urbanizacin Santa Patricia;
calle Cusco 499 con calle Tacna. LA MOLINA (Altura de la cuadra 56
de la avenida Javier Prado Este). Invitamos a los amigos de tan
insigne deportista y caballero cerreo, a esta ceremonia religiosa
para elevar preces por su eterno descanso.
EL HUERFANO DE TAMBO COLORADO

Cesar Perez Arauco,Cuentos Cerreos,folclore del Cerro de Pasco, mitos


y leyendas de Pasco, Pueblo Martir

Tres jvenes mineros que se haban unido para explotar una mina de
plata a extramuros de la vieja ciudad cerrea, vieron premiados sus
esfuerzos y privaciones, en muy corto tiempo. Haban descubierto un filn
admirablemente fabuloso que al explotarlo debidamente, les dio ingentes

cantidades que en las Cajas Reales las trocaron en monedas de oro


reluciente.
Desconfiados uno del otro, decidieron encargar la custodia de sus
riquezas a una cuarta persona, ajena a sus intereses. Despus de tanto
buscar, determinaron hacer depositario de sus caudales al viejo dueo del
tambo que contaba con una fonda bien provista donde tomaban sus
alimentos como pensionistas. Al entregar los caudales, en un pequeo
cofre de madera revestida en cuero repujado, tuvieron mucho cuidado de
encargarle muy autoritaria, pacienzuda y constantemente que, el cofre,
solamente se lo dara a los tres juntos. Nunca a uno solo.

Debes recordarlo siempre que slo a los tres juntos nos

entregars este valioso encargo fruto de nuestro trabajo dijeron.

Lo tendr muy en cuenta dijo el depositario y guard el cofre en

un buen escondite.
As cuando los jvenes queran aumentar sus depsitos en el arca,
conjuntamente lo solicitaban y, cumpliendo su cometido, se lo devolvan.
As muchas veces. Fue transcurriendo el tiempo en el que los jvenes
alternaban las duras tareas de la mina con sus semanales y notables
francachelas. Dos de ellos tocaban guitarras y cantaban, el otro taa el
violn. Este ltimo cuidaba mucho de su instrumento extremando su celo
en protegerlo; tanto es as, que para que est seguro, se lo entregaba al
viejo de la fonda para que se lo cuidara con mucho empeo.
Un da, alegres y acicalados para la juerga, salieron muy rumbosos y
entusiastas; estando en la calle, repararon que el violinista no portaba su
instrumento por lo que lo conminaron a que urgentemente se lo pidiera al
posadero. El violinista les orden que lo esperaran y raudamente se
present ante el viejo al que orden:

Entrgame el cofre con nuestros ahorros.

No t sabes que ante los tres juntos y cuando as me lo pidan

lo entregar! Dijo indignado el posadero.

Claro que as ha de ser! repuso el joven violinista

tranquilizndolo para que veas que es as, acrcate a la ventana y


delante de ti, ellos lo autorizarn al or esto el viejo le sigui y, desde la
ventana dirigindose a sus amigos, dijo:

Amigos del alma!No es cierto que no tenemos tiempo que

perder y debe entregrmelo?- como vern el astuto no mencionaba el


instrumento. Los amigos sin pizca de sospecha y suponiendo que se
refera al violn, desde abajo gritaron conjuntamente:

Claro que s!Dselo inmediatamente!

Muy bien dijo el anciano y se apart a cumplir la orden, en

tanto el violinista deca a sus amigos:

Enseguida lo llevo. Ustedes adelntense que pronto los alcanzar.

Al ver que sus amigos se iban muy confiados, el joven violinista fue hasta
el viejo que sin ningn reparo le hizo entrega del cofre.
Aquella noche despus de pasar gratas horas de alegra, llegaron al
amanecer haciendo un ruido infernal. Para acallarlos el viejo se levant de
su cama y fue al encuentro de los tunantes:

No hagan tanto ruido por favor que hay mucha gente durmiendo

en el Tambo.

Est bien respondi uno de los jaranistas y muy enojado

prosigui Dnde est nuestro compaero?.


El anciano se qued perplejo, pero reponindose de su sorpresa, narr
con lujo de detalles lo que haba ocurrido con el cofre. Todo fue enterarse
de la ocurrencia para emprenderla contra el viejo posadero a quien los
perjudicados lo llevaron a empellones ante la presencia del juez, que al

escuchar la historia, determin que el viejo deba pagar en termino de 48


horas- los costos del perjuicio; caso contrario sera despojado de todos
sus bienes y encarcelado por toda su vida despus de ser flagelado
pblicamente en Chaupimarca.
Tan injusta y terminante sentencia del juez, sumi al pobre anciano en un
mundo de profundas cavilaciones y copioso llanto. Al verle de esta suerte,
un nio hurfano que le ayudaba en los quehaceres domsticos y a quien
dicho sea de paso trataba muy mal-, se atrevi a preguntarle:

Qu es lo que ocurre mi amo que tan angustiado lo veo?.

Calla infeliz!Nada podrs hacer t por evitarlo!

Una pena compartida, siempre es menos sentida dice el refrn,

recurdelo amo, insisti el huerfanito.


En un comienzo, el anciano se mostr tan remiso a compartir sus penas
que se sumi en un mutismo persistente; pero fue tanta la insistencia del
rapaz, que termin contndole todo lo acontecido sin perder detalle
alguno. Al terminar el relato, escuch al nio que con una mirada de
inteligencia le deca:

Si soluciono su problema, me har socio menor?.

Lo que sea! respondi el anciano- es tanto lo que debo que

todas mis pertenencias, el tambo, la fonda y mis ahorros, no alcanzaran a


cubrir mi deuda y terminara siendo azotado en Chaupimarca y encerrado
en la crcel de por vida.

Muy bien, seor amo concluy diciendo el muchacho- retorne a

la casa del juez y dgale: Seor Juez: Tenga presente que cuando los tres
mineros me confiaron su dinero, me lo dieron con la orden terminante de
no entregarlo si no venan los tres juntos a pedrmelo. Le ruego, por tanto,
que se sirva usted mandar que vayan los dos que quedan a buscar al
compaero que falta y que se presenten aqu los tres juntos para que se

cumpla la condicin; slo entonces, de acuerdo con lo convenido, yo les


devolver el dinero delante de usted.
Admirado de la inteligencia del joven sirviente, el anciano puso en prctica
la recomendacin por lo que el juez, muy seriamente, pregunt a los
reclamantes:
-Es verdad lo que dice el viejo, que los tres pusieron esa condicin para
devolverles el cofre con el dinero?.

S, seor juez contestaron los reclamantes.

Pues, bien. Vayan en busca del tercer socio y en mi presencia

recibirn todo su dinero- termin diciendo el juez.


Dems est decir que nunca dieron con el tercer hombre, un malandrn
que cargado de riquezas desapareci como por encanto burlndose de
sus socios.
El viejo posadero, agradecido por la valiosa ayuda del hurfano e
inteligente ayudante, inform a todo el pueblo minero de las virtudes de
ste y lo nombr su socio. A la muerte del anciano, el joven hizo crecer
sus propiedades y se convirti en un rico propietario sin dejar, por
supuesto, la administracin de la vieja posada de Tambo Colorado.

HIMNO A PASCO
Letra: HUGO APESTIGUE RAMIREZ
Msica: MORFE MAURICIO ATENCIO

CORO
Somos hijos cercanos a Dios,
Somos cndores osados del sol;
defendemos el Orbe Minero!
Con mulizas y de paz y valor.
ESTROFAS
Fuiste el Edn del magnfico Yaro
Pero en tu suelo la infamia cabalg
Y la codicia confes al mundo
Que eres la prdiga Ciudad Real
Despert Huaricapcha tu fama
Y en tu vientre la rueda rugi,
Geografa y honor defendiste

Tu epopeya el ejemplo nos dio.


Ya es la hora de cantar con brillo
El fiel presente nos llama a vencer
enmendemos cualquier extravo
emulando al Universal Carrin.
El Titn de los Andes es Pasco!
Elevmoslo a la eternidad,
Con Japiris y Huaynos dorados
Perduremos nuestra identidad.
Y desafiemos los vientos helados
si! El calor de la historia exigi,
vigilemos la veta de sueos
y holocaustos del oro no habrn,
El reloj del maana nos clama:
Que apuremos los pasos con f,
Que se alcen las voces profundas,
Firmes voces del gran socavn.

ASPECTO HISTORICO DE CERRO DE PASCO


Inmemorial

tiempo

1000

a.C.

bandas

de

cazadores

superiores

recolectores, en incesantes prcticas cotidianas se desplazaban por los


pisos ecolgicos, del espacio geogrfico alto andino. Innumerables
abrigos en cuevas lo testimonian. En las inmediacion de Cerro de Pasco,
a media falda del conglomerado de Piedras Gordas, la exploracin y
estudio sobre el silencioso corredor de una cavidad rocosa, descubri un
campamento estacional de a las primeras oledas de hombres en la zona.
Con cronologa tentativa tentativa de 12 mil aos a.C. cercana al borde
oriental de la hoy contaminada laguna de Quiulacocha, fue quiz uno de

los asentamientos iniciales del hombre en Pasco. La presencia de


instrumental ltico, refleja lo esencial de su modo de vida. Piedras Gordas
igualmente, rebel secuenciales ocupaciones humanas que alcanzaron al
formativo 1500 a.C. restos de cermica en los niveles superiores de la
excavacin, nos muestran los profundos ensayos en la domesticacin de
plantas y animales, se practicaba aun con la concentracin de las familias
en torno a los escondites naturales.; Otros complejos del precermico y
cermico inicial, como Uliachn,malkapunta(markapunta), Pichcahuanca,
Huanipuntan, Yanamate, Tableromachay, requieren de especial estudio y
evaluacin cientfica, slo as proveern datos nuevos.El formativo (los
inicios de la civilizacin) asimismo, presente se encontrara en los
preciosos yacimientos de arte rupestre del rea. Insculturas de escenas
de caza, de seres zoomorficos y antropomrficos, de arcanas imgenes;
petroglifos milenarios que advierten lo intrincado del momento de
transicin.Poco a poco, los abrigos rocosos ceden ante el incontenible
avance de aldeas campesinas de rudimentaria construccin. Llactas y
Chancas insurgen como smbolo de una nueva poca, de un nuevo
orden...... En 1600, bajo el mando de la patrona PASCUALA
VILLA...realiza el amalgamado del oro y plata, con NEGROS esclavos
traidos a la zona hoy denominada VILLA DE PASCO, ,donde instala
ingenios y asi se; inicia la explotacin del yacimientos de Plata en el Cerro
de Yauricocha o para los indigenas y esclavos de entonces CERRO DE
PASCUALA VILLA, incluso alli edifica la primera iglesia de la zona en
1620, con replicas de imagenes y retocados los altares en pan de oro,
marcando el nacimiento del posterior centro urbano de Cerro de Pasco.
...Entre Mito y realidad lo evidente del descubrimiento de la mina de
Yauricocha y denuncia por el indio Huaricapcha -ya por; 1630 la Matrona
PASCUALA VILLA se une al hacendado JUAN JOSE UGARTE, e inician
con mayor incidencia la explotacin del yacimiento argentfero principal
aproximadamente en 1630 con el nombre de Asiento Minero de

Yauricocha. Desde sus primeros instantes, el centro urbano del Cerro de


Yauricocha, fue construido irregularmente sobre terreno desnivelado, falto
de planificacin; surgi en virtud a la necesidad de los mineros, por
disponer de sus moradas cerca o en muchos casos alrededor de la
entrada a sus minas. De ah, que careciese de Acta de Fundacin y slo
alcanzase la categora de Asiento. Como ;Asiento Mineral del cerro de
Yauricocha perteneci a la encomienda de San Juan de Paria, en lo
poltico, se encontr bajo la jurisdiccin del corregimiento de Tarma Chinchaycocha, Distrito de Hunuco. ........ El perfeccionamiento en las
tcnicas de extraccin, el avance e incremento de la explotacin
argentfera, los fuertes ingresos en barras de plata a la Corona Espaola,
movieron al emperador hispano, a otorgarle el ttulo de Ciudad Real de
Minas 1639; ms tarde, el Virrey don Manuel Amat y Juniet, por la calidad
de sus recursos y lo elevado de su produccin, le concedi el ttulo de
Villa Minera de Cerro de Pasco 1721.; Tambin se le denomina como Real
Asiento Minero de Cerro de Pasco; terminando definitivamente con el
nombre de Cerro de Pasco, a fines del s. XVIII, en momentos que se
encumbra como principal solio minero del virreinato del Per y alcanzaba
una poblacin fija de 5 mil habitantes.
.... La abolicin de la mita minera 1812, la introduccin y la
implementacin de mquinas de vapor, (3 motores de bombeo Cornwall)
en los socavones de mina, la presencia del sabio ingls Richard
Trevithichk en Cerro de Pasco 1817, el desenvolvimiento del tercer
periodo en la extraccin de plata 1812 y 1831 y una brusca cada de la
produccin, merced a las guerras de independencia, fuero en preludio al
inicio de la Repblica en Pasco, en tiempos de rompimiento y continuidad,
de reformas, luego del avance (27-XI-1820) y el triunfo (06-XII-1820) de
las tropas patriotas a rdenes del General Juan Antonio Alvarez de
Arenales, en Cerro de Pasco, tras 4 aos de violenta guerra, el ingls
Robert Proctor, describa as el Asiento, Gran poblacin desparramada,

compuesta principalmente de casas inferiores, interceptadas por pocos


edificios buenos, sin formar ninguna calle regular, Concluida la Guerra de
la Indepenencia, por decreto del 13 de setiembre de 1825, se cre el
Departamento de Junn, Tarma y Pasco, se fusionaron en una sola
provincia, la misma que se anexaba a la Provincia de Jauja con du Distrito
de Huancayo; en el mismo decreto se reconoca a Cerro de Pasco con el
Ttulo deDISTINGUIDA VILLA DE PASCO(esto en honor a la Patrona
PASCUALA VILLA....que muere posterior a la visita del Libertador SIMON
BOLIVAR, ...en la hoy olvidada...... VILLA DE PASCO).
APORTE DEL CERRO DE PASCO A LA GUERRA CON CHILE LA
COLUMNA PASCO
Aquel domingo 6 de Abril de 1879, el fantasma de la Guerra llega a las
tierras cerreas, todos los peridicos de esa poca informaban de los
ltimos acontecimientos que restallaban en los corros formados en cada
uno de ellos. La Prefectura, el Alcalde Manuel DIANDERAS GONZLES,
conversaba con el sub.-Prefecto Coronel Manuel MOR ORTIZ, y
acordaron emitir un edicto en donde se convocara a todo el pueblo a las
3 de la tarde, dijeron cierren las minas, los ingenios, todo y que la noticia
se trasmita en Hospitales, crceles, hogares, etc. Y as fue todo el pueblo
estuvo ah a las 3 de la tarde, tambin estuvieron los franceses, polacos,
hngaros residentes en Cerro de Pasco, todos animando y cantando el
Himno Nacional del Per. En la tarde le pueblo se hizo escuchar, todos
estaban de acuerdo para ir a la Guerra. Seleccionaron a 220 patriotas
quienes entrenaron muy arduamente por 3 semanas, las mujeres
apoyaron confeccionando la bandera y el uniforme de la columna, todo ya
estaba listo y el Lunes 7 de Mayo de 1879, en la maana todos los
cerreos, acompaaron a la Columna, 2 kilmetros fuera del Cerro de
Pasco, con flores, panderetas; los rostros de las madres, novias, esposas,
hermanos y amigos estaban empapados en llanto. El da 7 de Mayo de
1879, nuestros patriotas caminaban en inacabables pramos fros y

soledosas cordilleras. Durante este tramo nuestros patriotas iban con


mucho entusiasmo excepto por el trato inhumano de CALLIRGOS (El
Sargento Mayor, que iba con la Columna), contando con la silenciosa
complicidad de MOR ORTIZ, Teniente Coronel. Llegaron el 19 de Mayo a
Lima, la gente lo recibi muy calurosamente, esa tarde desfilaron por las
diversas calles de Lima. El 28 de Julio se les cambio el uniforme que
haban confeccionado las mujeres cerreas pero ellos no claudicaron. El
25 de setiembre en la maana recibieron la noticia que al da siguiente
abordaran el transporte Rimac, para dirigirse a la lnea fronteriza con
Bolivia. El jueves 2 de Octubre, en el Morro de Iquique nuestros valerosos
paisanos se dan con la sorpresa que lo nico que los rodea es el desierto
de Atacama y que la comida y el agua ya se estaban agotando. Luego de
cuatro das de acuartelamiento en Iquique, el domingo 5 de octubre, la
superioridad orden la partida de la Divisin Exploradora llegando a la
poblacin salitrera de La Noria, donde se encontraban los yacimientos
de Pozo Almonte, Argentina, Pea Chica, Pea Grande y Cocina,
donde amengua la dramtica situacin de los soldados. Durante 8 das
acampan en La Noria, para luego marchar al Monte Soledad, a 40
kilmetros al sur de Iquique y muy cerca de Calama, importante Cuartel
Chileno. Determinan que La Columna Pasco, al mando del Comandante
Eleodoro DVILA, ira a la vanguardia; a continuacin la Provisional Lima
N 3, al mando del Coronel Pedro ZAVALA, seguida de las dos compaas
del Batalln Ayacucho al mando del Coronel ROSELLO. Cerrando filas los
50 Hsares de Junn al mando del Coronel SUREZ. Formados un poco
despus del medioda mircoles 19 de Noviembre, los batallones en doble
lnea de batalla, mientras los Jefes Militares de Alto Mando estudiaban la
estrategia del ataque, llegaba la noticia de la traicin de los bolivianos que
haban emprendido la huda hacia Oruro Bolivia, y a las tres y diez
minutos con la bayoneta calada y la mirada de fiera comenzaron a
avanzar a la orden del Teniente Coronel Ladislao ESPINAR, pues los
chilenos haban abierto un terrible caoneo contra nuestras tropas en las

faldas del Cerro San Francisco, el enfrentamiento era con bayoneta en


mano y cuerpo a cuerpo. Despus de dos horas de cruento combate en la
que la artillera chilena haba disparado 815 caones apoyando a su
infantera, los arenales de San Francisco quedaba regados por la sangre
patriota peruana. En estas faldas 158 cerreos quedaron tirados los
cuerpos, muertos heroicamente en defensa de la patria lejos de la tierra
que los viere nacer. El 20 de noviembre de 1879, los 56 soldados y sus 4
oficiales se agrupaban al grueso del ejercito de Tarapac, donde el
domingo 27 de noviembre, despus de 9 horas y media de combate, el
triunfo estuvo de parte de las fuerzas peruanas, ese da murieron ms de
300 patriotas entre los que se encontraban 37 de la Columna Pasco Los
integrantes de la Columna Pasco, luego 13 meses de guerra se
encontraban en El Morro de Arica el 7 de Junio, de los 220 soldados que
haban partido del Cerro de Pasco slo quedaban 25 cerreos patriotas,
estos pelearan al lado del Coronel Francisco Bolognesi, los valientes
soldados de la Columna Pasco protegen al anciano Coronel y luchan
como fieras con bayoneta en mano ensangrentadas y poniendo todo su
coraje en torno del legendario titn. A las 8.55 minutos de la maana, todo
ha concluido, al costado del Coronel quedan los cuerpos inertes de los
ltimos soldados cerreos, donde un 7 de mayo de 1879, Juraron morir
por la patria, y todos murieron cumpliendo su palabra.
ASPECTO GEOGRAFICO DE PASCO
Ubicacin y Superficie
El departamento de Pasco est situado en la regin central del territorio
nacional y limita por el norte con el departamento de Hunuco, por el este
con el departamento de Ucayali, por el sur con el departamento de Junn
y por el oeste con el departamento de Lima.
Pasco tiene una superficie de 25319.59 Km 2 (1.97% del territorio nacional)
en el que vive el 1 por ciento de la poblacin del pas.

Desagregado por provincias le corresponden a: Pasco 4758.57 Km 2,


Daniel Alcides Carrin 1887.23 Km 2 y Oxapampa 18673.79 Km2.
Relieve
Al oeste su relieve es muy accidentado, con altas cumbres nevadas, que
forman parte de la cordillera occidental y tienen vertientes con gran
inclinacin. Al este la meseta andina con su relieve ligeramente ondulado,
forma parte de la llamada superficie de erosin puna. Al sur y suroeste de
la ciudad de Cerro de Pasco, la altiplanicie o puna existente, toma el
nombre de meseta de Junn o Bombn, que se prolonga por el sector
noroeste del departamento de Junn.
Al sureste de Cerro de Pasco est el llamado "Nudo de Pasco" relieve que
constituye una forma morfolgica residual producto quizs de la erosin
diferencial. Este rasgo morfolgico tiene gran significado hidrogrfico
porque en sus bordes se originan ros como el Pozuzo, Perene, etc. Pero
no es punto de confluencia y nacimiento de "tres cordilleras" como
tradicionalmente se crea.
Al este de la meseta y en la selva alta, el relieve es accidentado.
Numerosos valles muy profundos de gran longitud y poco ancho, con
vertientes de fuerte inclinacin, estn separados entre si por cumbres que
van disminuyendo de altitud, a medida que se avanza hacia el este. Los
valles principales tienen una direccin generalizada de sur a norte y hacia
ellos convergen valles afluentes de gran importancia.
Otro aspecto morfolgico importante esta constituido por los terrazas
fluviales que enmarcan los valles. Estas terrazas ocupan hasta cuatro
niveles diferentes.
Clima

Pasco tiene un clima variado de acuerdo a las zonas del departamento.


En la regin andina, sector limtrofe con el departamento de Lima, y que
corresponden a la divisoria continental de aguas formado por la cordillera
occidental, existen cumbres nevadas donde las temperaturas son
constantemente negativas, es decir, por debajo de cero grados
centgrados, favoreciendo la persistencia de nieves perpetuas y la
formacin de glaciares. En estos picachos las precipitaciones slidas, en
forma de nieve, se producen a lo largo de todo el ao. Hacia el este, la
alta meseta andina por 4000 y ms metros sobre el nivel del mar tiene un
clima fro con temperaturas positivas despus de la salida del sol y
negativa tan pronto como la radiacin solar deja de incidir.
Durante la noche se forma una pelcula de hielo que recubre los charcos y
zonas pantanosas y sobre las gramineas que cubren la puna aparece un
manto continuo de escarcha. Hielo y escarcha se lican con los primeros
rayos del sol. Estos fenmenos de congelacin y descongelacin se
suceden durante todo el ao, debido a que las variaciones trmicas
diarias oscilan entre temperaturas por encima de los 15 grados
centgrados durante el da e inferiores a 0 grados centgrados durante la
noche. Las diferencias trmicas son sensibles, entre el sol y la sombra.
Las precipitaciones son estacionales y van acompaadas de fenmenos
elctricos de gran intensidad; se producen generalmente en el mes de
noviembre y duran hasta marzo y abril y luego viene un largo perodo con
lluvias escasas, que se acenta en los meses de junio, julio y agosto,
cuando las precipitaciones, no se producen.
En este perodo la nubosidad es muy baja as como la transparencia de la
atmsfera. En cambio la insolacin alcanza gran intensidad.
El viento en las punas es un fenmeno constante y se produce
generalmente despus del medio da.

Al este de la provincia de Pasco y en toda la provincia de Oxapampa,


dominio de la selva alta, existe un clima de tipo tropical, con altas
temperatura diarias que descienden ligeramente durante la noche;
abundantes precipitaciones estacionales que coinciden con el verano
austral; alta humedad atmosfrica y un largo perodo con precipitaciones
escasas que comprenden los meses de mayo a noviembre.
La temperatura media anual en Oxapampa a 1780 m.s.n.m. es de 18
grados centgrados, la temperatura mxima absoluta de 28.2 grados
centgrados, la mnima de 6.2 grados centgrados y las precipitaciones
anuales de orden de las 1152 m.m.
Hidrografa
Los ros del departamento de Pasco pertenecen al sistema hidrogrfico
del amazonas y con excepcin del Huallaga que es el afluente del
Maran, los dems vierten sus aguas al Ucayali - Apurmac.
El ro Huallaga es el mayor afluente del Maran y tiene sus orgenes al
suroeste de Cerro de Pasco, al sur de la llamada cordillera de Raura, en
La laguna de Huascacocha. En sus naciente se llama ro Rauracancha y
luego toma sucesivamente las denominaciones del ro Blanco y ro
Chaupihuaranga, hasta unirse con el ro Huariaca en el departamento de
Hunuco, lugar a partir de cual se denomina ro Huallaga. Recorre el
territorio de Pasco por su sector noroeste.
Aspectos Polticos Administrativos
La ley Nro. 10030 de 27 de noviembre de 1944 dividi el departamento de
Junin y cre el de Pasco. Su capital es Cerro de Pasco. El decreto del 13
de setiembre de 1825 dispuso: "la poblacin de Cerro de Pasco se
nombrar la distinguida Villa de Cerro de Pasco ", la ley del 10 de enero
de 1840 le di la denominacin de "Opulenta Ciudad de Cerro de Pasco ".

Por Decreto del 23 de Julio de 1852 se dividi la ciudad en dos distritos:


Chaupimarca y Yanacancha, estos distritos no figuran en la ley del 2 de
enero de 1857. La ciudad de Cerro de Pasco fue capital del departamento
de Junn. Hasta la dacin del decreto ley Nro. 7001, del 15 de Enero de
1531 que traslad la capital departamental a la ciudad de Huancayo y a la
ley Nro. 10030 del 27 de Noviembre de 1944 que cre el departamento de
Pasco y restituy a la ciudad de Cerro de Pasco la categora de capital
departamental.

Pasco

esta

dividido

en

divisiones

intermedias

denominadas provincias y 28 divisiones menores o distritos.


Geografa

Ros ms importantes: Pozuzo, Pachitea y Mantaro.

Abras: Anamaray (a 4 900 m.s.n.m.) y Jaraopa (a. 4 800 m.s.n.m)


en Daniel A. Carrin; San Antonio (a. 4 800 m.s.n.m) en Pasco.

Lagunas: Acucocha, Pumrum, Alcacocha, Shegue y Huaroncocha.

Ubicacin
Est ubicado en la parte central del pas, al este de la cordillera
Occidental, con zona central del Per andinas y de selva alta y media del
ro Pachitea. Su capital, la ciudad de Cerro de Pasco, con una altitud de
casi 4.338 msnm, es la ms alta del pas. Limita al norte con Hunuco; al
sur con Junn; el este, con Ucayali; y al oeste con Lima.

Superficie: 25 319 km.

Latitud sur: 9 34 23.00".

Longitud oeste: entre meridianos 743632" y 764318".

Densidad demogrfica: 10 habitantes/km aproximadamente.

Poblacin:. Total: 280 449 habitantes (Hombres: 124.718, Mujeres:


122.020).

Capital del Departamento: Cerro de Pasco

Altura de la capital: 4 380 msnm

Nmero de provincias: 3

Nmero de distritos: 28

Clima: A ms de 4 000 msnm, el clima es fro, con 15C de da y


menos de 0C por la noche. Hay lluvias de noviembre a marzo, y en
las punas vientos despus del medio da. La ciudad de Cerro de
Pasco tiene una media anual de 4C, con una temperatura mxima de
10C y una mnima de -11C. En la provincia de Oxapampa el clima es
tropical; en la ciudad del mismo nombre, la media anual es de 18 C,
siendo la mxima de 28 C y la mnima de 6C.

Transporte y comunicaciones

Carreteras:

Lima - La Oroya - Junn - Cerro de Pasco - Hunuco.

Tarma - La Merced - San Luis de Shuaro - Villa Rica.

Lima - Canta - Cerro de Pasco - Oxapampa.

Huacho - Oyn - Yanahuanca.


Aeropuerto: en Puerto Bermdez.

Ferrocarril: Callao - Lima - La Oroya - Junn - Cerro de Pasco.

Economa
Est sustentada en la minera, principalmente en la extraccin del cobre y
otros minerales, a tajo abierto, en razn de la abundancia de minerales de
baja

ley.

En

los

valles

de

Oxapampa

cultiva arroz, maz

Pichis-Palcaz

se

amarillo

duro, frijol, yuca, pltano, naranja, papaya, cacao. Villa Rica es la Capital
del caf en el Per. En esta zona se ha desarrollado muy bien
laganadera vacuna y la apicultura. Hay pequeas empresas productoras
de quesos y miel.
Cuenta con las centrales hidroelctricas de Yaupi y Paucartambo, las que
aprovechan las aguas del ro Paucartambo, y la mini central de
Oxapampa, que usa las aguas del ro Choro bamba, todas las cuales
atienden la demanda de energa de las ciudades de Oxapampa, Villa Rica
y Pasco. En la actualidad la central hidroelctrica de Yuncn tiene una
capacidad de generacin de 130 MW, utilizando las aguas de los ros
Paucartambo y Huachn.
Educacin

Colegios pblicos y privados:. Total: 999.

Educacin inicial: 208.

Educacin primaria: 628.

Educacin secundaria: 163.


Universidades: Universidad Nacional Daniel Alcides Carrin

PASCO: PRINCIPALES ATRACTIVOS TURSTICOS


La regin Pasco posee atractivos tursticos en sus tres provincias, entre
las cuales se pueden resaltar los siguientes: Santuario Nacional de
Huayllay.- Con una extensin de 6 815 hectreas de bosque de piedras,
es considerado como el Primer Museo Geolgico del Mundo, que se ubica
a 40 kilmetros al sur de la ciudad de Cerro de Pasco. Es un hermoso
lugar donde se puede apreciar un conjunto de rocas con diversas formas
humanas y de animales segn la posicin del sol y la imaginacin del
visitante. Las figuras dan la impresin de haber sido cuidadosamente
esculpidas por la mano del hombre. En el lugar habitan venados, vicuas,
gatos monteses, zorrillos, gavilanes y perdices; y la flora est conformada
por pastos, quinuales, huamampintas, putagas y otros. Baos Termales
de Calera.- Ubicado a 43 Km. de la provincia de Cerro de Pasco, al
interior del Bosque de Piedras de Huayllay, es el lugar donde se
encuentran aguas termales salientes del sub-suelo, las mismas que
provienen de un ro subterraneo que estara pasando por el centro de un
volcn dormido. Las aguas son conocidas por sus propiedades curativas,
ricas en calcio, potasio, sodio y magnesio. La temperatura que alcanzan
las aguas bordean los a 60C. El Nevado de Huaguruncho.- Ubicado a 66
Km. de la ciudad de Cerro de Pasco, pasando la localidad de Huachn,
desde donde se recorren 6 Km., se llega al nevado que alcanza los 5 730
m.s.n.m. y est formado por cuatro glaciares importantes: Jacahuay (5
180 m.s.n.m.), Ranrajanca (5 180 m.s.n.m.), Carhuaraj (5 160 m.s.n.m.) e
Incatama (5 130 m.s.n.m.). En su base pueden apreciarse varias lagunas,
entre las que destacan Huaguruncho, Leche Cocha, Suyro Cocha, Talaya
y Pacchapata. Laguna de Punrn.- Ubicado a 37 Km. al suroeste de la
ciudad de Cerro de Pasco, cuenta con una superficie de 8 km2 , una
profundidad mxima de 200 metros y se encuentra a 4 200 m.s.n.m. Entre
sus fras aguas se distinguen cinco islas, donde destaca la de

Pumapachupn. La laguna es hbitat de numerosas especies de aves


como el pato silvestre y el pato real, el corcovado, la gaviota, el
zambullidor, el frailisco, el martn pescador y las bandurrias, adems de
numerosas ranas, truchas, chalhuas y bagres. 2 Iglesia San Pedro de
Ninacaca.- Ubicada a 31 Km. de la ciudad de Cerro de Pasco, fue
declarada Monumento Histrico Nacional en el ao 1940. Esta singular
iglesia data de principios de la colonia y fue construida con piedras,
formando figuras decorativas, entre ellas el pentagrama musical. Iglesia
Inmaculada Concepcin de Vicco.- Ubicada a 18 Km. de la ciudad de
Cerro de Pasco, se trata de una iglesia construida en piedra, de estilo
colonial data del siglo XVII. El Parque Nacional de Yanachaga
Chemillen.- Se trata de uno de los parques nacionales protegidos por el
estado, se encuentra ubicado en la provincia de Oxapampa, entre los
distritos de Pozuzo, Huancabamba, Oxapampa y Villa Rica, abarcando
una extensin de 122 mil hectreas, con una diversidad botnica
impresionante y muchas nuevas especies. Desde las punas altoandinas
del parque se puede observar los paisajes, bosques tropicales, bosques
de neblina y reas pajonales. Entre sus principales especies vegetales
destacan rboles como: ulcumano, cedro, nogal y roble, as como
orqudeas, helechos y arbustos. En la fauna se distinguen 59 especies de
mamferos, entre los que destacan el lobo de ro, el jaguar, el oso de
anteojos, el machetero y el venado enano. Todas estas especies se
encuentran en peligro de extincin. Tambin destacan especies de aves,
tales como: el gallito de las rocas, el guila arpa y el relojero. Catarata de
Len.- Se encuentra a 5 km. del poblado de Villa Rica. Tiene una cada de
15 metros y se compone de las aguas del ro Yeso. Al caer genera una
neblina que descompone los rayos del sol formando los colores del arco
iris. Catarata El Encanto.- Se ubica a 12 km. del poblado de Villa Rica.
Cuenta con una cada de 30 metros y sus aguas se descomponen en tres
niveles, que al caer forman con el reflejo del sol los colores del arco iris. El
tamao y la profundidad de sus pozas son ideales para nadar. 3 Puente

Colgante de Pozuzo.- Ubicado en la localidad de Pozuzo, provincia de


Oxapampa, se encuentra sobre el ro Huancabamba y fue utilizado por los
primeros colonos para cruzar el ro. El puente fue un obsequio del
Emperador Guillermo II de Prusia en 1914. Iglesia de Santa Rosa.Ubicada en la Plaza de Armas de la ciudad de Oxapampa, fue Inaugurada
en 1940. Su construccin completa de madera en forma rectangular
corresponde a la tcnica tradicional de la zona de estilo europeo.
Casonas.- Algunas casas y dems edificaciones de Oxapampa son de
madera y siguen el estilo implantado por los inmigrantes alemanes y
austriacos.
Bosque de piedras de Huayllay.
La configuracin geogrfica del Departamento es de una singularidad
extraordinaria, por estar ubicado en el Nudo de Pasco, una elevacin de
los Andes que distribuye en distintos sentidos los caudales de los ros
Maran, Huallaga y Mantaro, que forman el ncleo hidrogrfico ms
importante del territorio peruano. La segunda cuenca de esta regin est
formado por los ros Huancabamba, Palcaz y Ancayali, que desembocan
en el ro Pachitea, cuyos cauces forman la rica provincia de Oxapampa,
asimismo, existe una serie de monumentos arqueolgicos, como las
ruinas de Huirn en Yamahuanca; las de Yarusyacan, en la altura de
Huariaca y las de Puntac Marca, a 8 kilmetros de Pasco.
Quiz la regin de mayor atraccin turstica es el valle de Oxapampa ,
Pozuzo es un pueblo que parece extrado de Europa (fue construido por
renanos (Alemania) y tiroleses (Austria), cuyos descendientes viven ah).
Por otro lado, Puntacmarca Ruinas es una ciudad pre inca, esto es, un
conjunto de construcciones protegidas por una muralla que, al parecer,
tena el objeto de defender el ingreso a la zona. Y luego puede visitarse el
extrao y bello Bosque de Piedras de Huayllay, que es un contrafuerte

de rocas multiformas y enormes, labradas por las lluvias y el viento en un


elevado y solitario paraje.
El Bosque de Piedras de Huayllay est ubicado en el Distrito de Huayllay,
Provincia y Departamento de Pasco, Per. Est protegido por el
establecimiento del Santuario nacional de Huayllay. Constituye una
maravilla natural andina, a 4.310 metros sobre el nivel del mar...
Es un atractivo turstico porque rene ms de 4.000 formaciones rocosas
que semejan gigantescos perfiles humanos, como el caminante o
pensador, y animales, como la tortuga, la cobra, el perrito, el dragn, la
vicua, la alpaca, el cndor, el elefante, etc. En la actualidad est
considerada como una de las Siete Maravillas Tursticas del Per.

CALENDARIO FESTIVO DE PASCO


Marzo
Semana Santa Oxapampa. La gastronoma y danzas tradas de

Europa a comienzos del siglo pasado se unen a las exhibiciones de


productos artesanales y ganaderos de la zona.
Mayo
Fiesta de las Cruces. Fiesta religiosa de origen virreinal,organizada

por Mayordomos.

Se representan antiguas danzas como la

Negrera, Chonguinada y Baile Viejo por las calles de la ciudad. Se


celebra todo el mes de mayo
Festival Ecoturstico de Comunidades Nativas y Tursticas

Junio

Fiesta del Caf.

Festival de danzas, platos tpicos y bebidas exticas en la provincia


de Oxapampa, distrito de Villa Rica.

Inmaculada Concepcin. Se realiza en Paucartambo y se celebra a


la santa patrona con misas, novenas y bailes costumbristas con
bandas tpicas. La procesin es todo un acontecimiento y las
familias preparan potajes tpicos para invitar a los presentes.

Patrn de San Pedro. Se realizan diferentes actividades sociales y


culturales, donde se desarrolla la feria denominada Expo Meseta del
Bombn.

Julio

Festival Ecoturstico y Aniversario de la Llegada de los Colonos


Austro Alemanes (24 al 31 de julio).Se desarrollan concursos de
belleza, romeras, campeonatos de motocross, bailes y danzas
(propias de los colonos).

Agosto

Semana Turstica y Fiesta Patronal (25 al 31 de agosto)

Septiembre

Festival Ecoturstico de Comunidades Rurales y Turistas Ruraltur


Huayllay (septiembre)Presentaciones folklricas de toda la regin,
caminatas y campeonatos de deportes de aventura. El festival se
lleva acabo el primer sbado y domingo de septiembre en el
Santuario Nacional del Bosque de Piedras de Huayllay.

Octubre

Festival Ganadero Ecoturstico Tierra Prometida del Pozuzo (4 al


8 de octubre).Exposicin agropecuaria y artesanal. En ese marco se
realizan campeonatos de motocross, peleas de gallos, degustacin
de platos tpicos y concursos de bailes populares.

Semana Turstica de Villa Rica. Del 8 al 14 de Octubre. Feria


agropecuaria con los productos de la zona. En una mezcla de las
tradiciones europeas, tirolesas sobre todo, se realiza el torneo de las
cintas. Los jvenes, montados a caballo, tratarn de ensartar una

argollas que han sido colocados en altos maderos por las


muchachas del poblado.
Noviembre

Aniversario de Cerro de Pasco el 27 de noviembre. Celebraciones


que duran una semana y que tienen feria agropecuaria, desfiles,
bailes y otras actividades.

Diciembre

Inmaculada Concepcin. Se realiza en Paucartambo y se celebra a


la santa patrona con misas, novenas y bailes costumbristas con
bandas tpicas. Las familias preparan potajes tpicos para invitar a
los presentes.

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