Cuento S

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Caperucita roja

Hace mucho tiempo, en una aldea junto al


bosque, viva una nia muy linda a la que
todos llamaban Caperucita Roja, pues todo
el tiempo traa puesta la caperuza de ese
color que su abuela le haba hecho.
Un da, la mam de caperucita preparo
unos deliciosos pastelitos de frutas, y le
dijo:
-Hija ma, ve a llevarle esto a tu abuela.
Estoy segura de que se pondr muy
contenta con tu visita, ya ves que ha
estado un poco enferma.
Resulta que la abuela viva en una casa en
la parte mas profunda del bosque, as que
caperucita se
puso en camino de
inmediato, pero antes su madre le
advirti:
-Caperucita te quiero pedir que no te
salgas del camino, no vaya a ser que te
encuentre con algn animal feroz.
La nia se fue muy obediente con la canasta de los pastelitos. Por el sendero del bosque iba
dando saltos.
En eso se encontr con un viejo lobo que desde hacia mucho tiempo tenia ganas de comerse
a la niita, pero no se atreva a causa de los leadores que frecuentemente andaban por el
bosque. Como Caperucita no sabia que se trataba de un animal peligroso, se detuvo a platicar
con el.
- Seor lobo, Cmo le ha ido?
Yo Voy a visitar a mi abuelita que esta un poco enferma. Le llevo estos pastelitos de fruta
que hizo mi mam
-y vive muy lejos tu abuelita?
- pregunto el astuto lobo.
- Uy si, en lo profundo del bosque.
-Bueno, caperucita, yo tambin ir a saludarla. Que te parece si yo me voy por aquel camino
y tu por est. A ver quien llega primero!
Y diciendo y haciendo, el lobo pego la carrera.
Caperucita se apresuro tambin porque quera llegar antes que l, pero en el camino se
distrajo para cortar unas flores y recoger unas nueces.
El lobo llego primero y toc a la puerta a la puerta.
-Quin es? se escucho la voz de la abuelita, que estaba en cama pues, no se senta bien.

- Tu nieta Caperucita Roja


Respondi el lobo con voz fingida.
-Debajo del tapete hay una llave; tmala y abre - dijo ella.
El lobo lo hizo y, de un bocado, se comi completita a la abuelita.
Pero como aun tenia hambre, pues no baha comido en una semana, decidi cerrar la puerta
y acostarse en la cama.
Al poco rato tocaban la puerta.
-Quin es?
Caperucita se asust un poco al escuchar esa voz ronca, pero pens que se deba a que su
abuelita estaba resfriada.
-Soy yo, tu nieta Caperucita respondi-; te traje unos ricos pastelitos de frutas que hizo
mi mam.
- Debajo del tapete hay una llave; tmala y abre dijo el lobo tratando de que su voz no
fuera tan ronca.
Caperucita hizo lo que le deca el lobo y abri la puerta.
El lobo, al verla entrar, se tapo lo ms que pudo con las sabanas de la cama y dijo:
-Caperucita, deja los pastelitos en la mesa y acrcate.
La nia se acerc y le llam la atencin ver a su abuelita tan cambiada:
-Pero qu brazos tan grandes tienes, abuelita!
-Son para abrazarte mejor respondi el lobo.
- Y qu orejas tan largas tienes, abuelita!
- Son para escucharte mejor.
- Y qu ojos tan grandes tienes
abuelita!
- Son para verte mejor.
- Y que dientes tan grandes
tienes, abuelita!
- Son para comerte mejor.
Y justo en ese momento, cuando
estaba apunto de lanzarse a
devorar a la nia, abri la puerta
de un golpe un leador que haba
seguido las huellas del lobo.
Rescato a Caperucita y de un
hachazo le abri la panza al lobo,
de donde salio la abuelita sana y
salva.
Y colorn colorado, ya saben el
resultado!

La ranita verde y el pato


En un charco muy grande y muy limpio vivan muchas ranas.
Una ranita verde quera ser la rana ms grande del mundo.
Un da se acerc un pato a beber agua.
Las ranas dijeron:
-Mira, mira! sa es la rana ms grande que hemos visto.
La ranita verde contest:
-vern que yo puedo ser mas grande que ella.
Y all mismo comenz a comer y a beber y a comer y a
beber.
La ranita verde se hinch como una pelotita.
- ya soy bastante grande?
-pregunt.
-No, todava es mayor la que viene a beber agua.
La ranita verde sigui comiendo y bebiendo.
Y se hinch ms y ms, hasta que tuvo el tamao de un
baln de ftbol y revent.
Algunas ranitas verdes no saben que son muy bonitas
estando pequeitas, y por mucho que coman y beban nunca
van a ser del tamao de un pato.

EL GALLO
DE LAS BOTAS AMARILLAS
Haba una vez un anciano que tena un gallo pinto.
El viejo era tan pobre que no ganaba lo suficiente como para comprar
la
comida que
alimentara a los dos. Por eso un buen da el gallo se
fue de la casa para tener aventuras. Por el camino iba cantando:
- tengo que encontrar un afortuna para sacar a mi pobre amo
de la miseria
De pronto, vio una bolsa tirada en medio del campo. El gallo de puso
muy contento cuando vio que en la bolsa haba dos monedas de oro.
Cogi la bolsa con el pico y decidi regresar a casa de su amo. Por el
camino se cruzo con el carruaje del hombre ms rico de la regin.
Entonces, el hombre le dio una orden a su cochero:
-treme de inmediato la bolsa que lleva ese gallo en el pico.
En cuanto le dio la bolsa, el ricachn guard en su bolsillo las dos monedas de oro y continu
su camino.
El gallo, enojado, le empez a gritar una y otra vez:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
Entonces, el ricachn, muy enfadado, dio una nueva orden:
-cochero, para junto aquel pozo y hecha adentro a ese animal testarudo.
Cuando el gallo cay al pozo, empez a tragar agua. Traga que te traga, termino bebindose
toda el agua del pozo. En cuanto se acab, salt fuera y corri detrs del carruaje:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
- Maldito gallo testarudo-replic el ricachn-, ya te dar tu merecido.
Cuando llegaron a su casa, dijo a la cocinera:
-Mete ese gallo en el horno. Lo quiero bien cocinado.
Cuando el gallo se encontr entre las llamas, ech toda el agua del pozo que haba bebido. El
horno se apag, la cocina se inundo y el agua desbord toda la casa. El gallo sali del horno y
comenz a picotear en la ventana del ricachn:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
-Echen ese gallo al corral- grit cada vez mas enfurecido el ricachn.
Los criados siguieron las rdenes de su amo y tiraron al gallo en medio del rebao de bueyes
y vacas para que loa aplastaran. Pero el gallo empez a tragarse, uno por uno todos los

bueyes y todas las vacas del corral. Cuando termino con todos los animales, el gallo ya era
grande como una montaa. Se fue a la ventana del ricachn y volvi a gritar:

-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
Como pudo, el ricachn empuj al gallo al stano en donde guardaba todas sus riquezas.
- A ver si te atragantas con una moneda le dijo y ech llave a la puerta.
El gallo tard muy poco tiempo en tragarse todas aquellas riquezas. Al acabar todo volvi a
gritar:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
El ricachn, desesperado ya por el quiquiriqueo del gallo, tir las dos monedas y le dijo:
-vete, no quiero volver a verte nunca por aqu.
Cuando al fin consigui recuperar las dos monedas de oro que haba encontrado, el gallo
testarudo se encamino a la casa de su amo.
Al ver aquel gallo tan enorme y tan fuerte, todas la aves que vivan en los gallineros del
ricachn echaron a volar contentas detrs de el. Y cuando lleg a casa de su amo le dijo:
-Extiende una sbana grande en el suelo.
El gallo sacudi con fuerzas las alas y
comenzaron a hacer monedas, joyas y piedras
preciosas. Y luego vacas y terneras, toros y
bueyes El viejo estaba sombrado y no saba
qu hacer con tantas y riquezas. Abrazaba a
su gallo y le daba las gracias por todo lo que le
haba trado.
Desde aquel da, el gallo y el viejo tuvieron
una vida llena de comida y risas. Construyeron
una casa grande con un jardn muy hermoso y
enormes corrales. El viejo le compr a su gallo
unas botas amarillas y un collar de oro y todos
los das sala de paseo con l.
El gallo iba por las calles del pueblo muy
orgullo con su collar de oro y sus botas
amarillas.

UN NEGOCIO REDONDITO
Haba una vez dos jvenes que volvan a su pueblo para pasar las fiestas. Iban andando por
un camino rodeado de naranjos cuando uno le dijo al otro.
- Vicente, tengo una gran idea. Si hiciramos algn negocio por el camino, tendramos
ms dinero para gastar en las fiestas del pueblo.
- No est mal, pensando Jacinto. Pero con lo que tenemos, como no nos metamos de
ladrones, no se me ocurre otra manera de hacer dinero camino a casa.
- - vers, hombre! Con el dinero que llevamos entre los dos compraremos una canasta
de naranjas. Luego iremos a la plaza a venderlas a cinco centavos cada una.
As nos ganaremos un buen dinerito,
Pensado y hecho, en cuanto encontraron a quin comprarle la canasta de naranjas lo
hicieron. Solo les sobraron cinco centavos.
Para que no fuera cansado cargar las naranjas, decidieron hacerlos por turnos. Cada diez
minutos la canasta cambiaba de manos.
Ya haban recorrido un buen trecho cuando Jacinto le dijo a Vicente, que era quien llevaba
la canasta en es momento:
- oye, tengo sed, y adems cinco centavos. vndeme una naranja. Lo mismo da que me la
vendas a m que a cualquier otro.
Vicente pens que eso era justo y le entreg a Jacinto una naranja a cambio de los cinco
centavos.
Un buen rato despus, llevaba el cesto Jacinto y Vicente exclam:
- Pues yo tambin tengo sed!, de manera que ahora me puedes vender t una naranja.
Al cabo tengo la moneda que t me diste.
Su amigo accedido amablemente. Y as fue a moneda de uno a otro y las naranjas de uno a
otro hasta que al final la canasta se qued vaca.
-oye! Sabes que ya nos hemos quedado sin naranjas?
- Claro est! respondi Vicente - Como que las hemos vendido todas!
- Pues si la hemos vendido todas, cmo es que no tenemos mas que cinco centavos?
- No puede ser, hombre Si hemos vendido treinta naranjas a cinco centavos cada una,
deberamos tener un peso con cincuenta centavos!
Entonces, quin nos rob el dinero?

LA PATA DED
Hace muchos aos una buena mujer, cansada de
vivir en el que casi no llova, decidi irse con su
hermana a Minas Gerais. Despus de vender su
casa, junt a sus nueve hijos y les pidi que
cada uno llevara consigo un poco de ropa.
Ella hizo lo mismo, aunque incluy en su
equipaje una canastilla en la que guard a su
pata consentida, llamada Ded porque todos los
das pona un huevo.
La mam y sus nueve hijos caminaron en
silencio hasta la estacin de trenes. Al llegar,
la buena mujer se quedo sorprendida al ver el
letrero que haba junto a la ventanilla de los
boletos:
imposible separarme de Ded, pens. Y como
adems ya no puedo regresar porque vend la
casa, no me queda ms remedio que viajar con
mi querida pata.
- Deme diez boletos dijo con prisas.
- Cuac, Cuac! se escucho desde el fondo
de la canastilla.
- Disculpe, seora, no la escuch bienrespondi extraado el vendedor.
- Que quiero diez boletos.
- Cuac, cuac!
- No escuch usted el graznido de un pato?
- un pato? Que va, no he escuchado nada!
- cuac, cuac! volvi a orse desde la canastilla.
- Seora, ser mejor que no mienta: usted tiene un pato.
- Un pato yo?
- Cuac, cuac!
- Esta prohibido subirse al tren con animales. Que no ley el letrero? Abra la
canastilla que lleva en la mano.
- Por qu he de abrirla?
- Porque usted lleva un pato escondido en ella. Si quiere que le venda los boletos
primero deber abrir la canastilla.
- Est bien, Seor, La voy a abrir con una condicin si llevo aqu un pato se lo regalo,
usted me vende mis boletos y asunto arreglado. Pero si adentro no hay un pato,
entonces usted me regalar a mi los boletos y podr yo viajar con el animalito que
llevo en la canastilla.

- acepto el trato por dos razones: porque al menos ya reconoci que lleva un animal y
porque me encantara un pato al horno para la cena .
Abra esa canastilla.
La poca gente que haba en la estacin estaba al pendiente de la apuesta que haban
hecho la seora y el vendedor de boletos. Los nueve hijos estaban nerviosos porque
saban que era Ded la que graznaba desde la canastilla y que su mam podra perderla.
-Muestre ya lo que lleva adentro, seora, que el tren estn por salir.
-sigue el trato en pie?
-adelante, ya me estoy saboreando la cena.
Ante los ojos de sus hijos, de varios curiosos y el vendedor, la seora levanto la tapa de la
canastilla.
Ded se asom:
-Cuac, cuac!
-Pato al horno! Pato al horno! Grit lleno de entusiasmo el vendedor de los boletos del
tren- .
Pato al horno para mi cena!
- un momento- dijo la seora.
Levanto un poco ms la tapa y busc algo en el interior de la canastilla. Al fin saco un huevo.
- Como bien puede ver- le mostr el huevo-.
- No es un pato lo que llevo aqu, sino una pata.
- Todos los curiosos sonrieron al ver la escena:
- Gano la seora!
- Que le de gratis los boletos del tren!
- Es una pata!
- El vendedor apret los dientes y cerr los puos del coraje que tenia. Tomo diez
boletos y se los entrego a la seora.
- Cuando ella y sus nueve hijos se subieron a tren se alcanz a escuchar la voz de
Ded:
- -Cuac, cuac!
-

Los siete cabritos y el lobo


Haba una vez una cabra que tenia siete cabritos.
Un da los llam y les dijo:
- voy al bosque a buscar comida para ustedes. No abran la puerta a nadie. Tengan
cuidado con el lobo.
Su voz es ronca y tiene las patas negras. Es malo y tratar de engaarlos.
Los cabritos prometieron no abrir a nadie y la cabra salio.
A l poco rato llamaron a la puerta: Tan! Tan!
Abran, hijos mos, que soy su madre.
No vamos a abrirte. Tienes la voz muy ronca. Tu eres nuestra madre, eres el lobo.
El lobo se marcho enojado, pero no dijo nada. Fue a un corral y se comi una docena de
huevos crudos para que se le hiciera ms finita la voz.
Volvi a casa de los cabritos y llam otra vez: tan! Tan!
-Aran hijos mos, que soy su madre.
-Ensanos la pata.
El lobo levanto la pata y los cabritos al verla dijeron:
- No, no vamos a abrirte. Tienes la pata negra. Nuestra madre la tiene blanca. T eres
el lobo.
El lobo se marcho furioso, pero tampoco dijo nada. Fue al molino, meti la pata en un
saco de harina para que se blanquera y volvi a tocar la puerta de los cabritos: Tan!
Tan!
-Abran, hijos mos que soy su madre.
Los cabritos gritaron:
-Ensanos primero la pata.
El lobo levant la pata, y cuando vieron que era blanca, como la de madre, abrieron la
puerta.
Al ver al lobo se asustaron y corrieron a esconderse. Pero el lobo, que era mas fuerte,
se abalanzo
sobre ellos
y
se los fue
tragando a
todos de un
solo bocado,
menos
al
mas
chiquito, se
mito en la
caja
del
reloj y no lo
encontr.
Cuando
la
madre
de

los cabritos llego a casa vio la puerta abierta, al entrar advirti que todas las cosas
estaban revueltas y tiradas por el suelo. Empez a llamar a sus hijos y a buscarlos, pero
no los encontr por ningn lado.
De pronto salio el chiquito de su escondite y le cont a su madre que el lobo haba
engaado a sus hermanos y que se los haba comido.
La cabra se fue por su costurero, y salio de la casa llorando. El cabrito ms pequeo iba
detrs de ella.
Cuando llegaron a un pozo de agua vieron al lobo tumbado a la orilladle ri. Estaba
dormido y roncaba.
La cabra se acerco con cuidado y vio que tena la panza muy abultada. Saco las tijeras y
se la abri de arriba abajo.
Los cabritos salieron saltando.
-Estn vivos!-grito de emocin el sptimo cabrito.
En seguida la cabra lleno la barriga del lobo con piedras y luego se la cosi con la aguja y
el hilo. Y cojiendo a sus hijos marcho a casa con ellos, muy de prisa, para llegar antes de
que se despertara el lobo.
Cuando el lobo se despert tena mucha sed y se levanto para beber agua del pozo. Pero
las piedras le pesaban tanto que rod hasta el ri y se ahogo.

EL PASTOR BROMISTA.
Un joven pastor, que cuidaba un rebao de ovejas cerca de un rancho, se diverta asustando
a los habitantes del lugar:
-ah viene le lobo, ah viene el lobo!
-gritaba.
Cuando los vecinos llegaban para ayudarlo a salvar a sus ovejas, se rea de ellos por que los
haba jugado una broma.
Pero uno de esos das, el lobo si llego de verdad. El joven pastor, ahora si muy asustado,
gritaba lleno de terror:
-por favor aydenme, el lobo esta matando a mis ovejas
Pero ya nadie puso atencin a sus gritos y mucho menos fue a ayudarlo.
El lobo, viendo que nadie lo detena y que el pastorcillo estaba solo, hiri y se comi a todas
las ovejas que pudo.
Moraleja: Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.

HAY UN HOYO EN EL FONDO DE LA MAR.


Hay
Hay
Hay
Hay

un
un
un
un

hoto en el fondo del mar.


hoyo en el fondo del mar.
hoyo, hay un hoyo,
hoyo en el fondo del mar.

Hay
Hay
Hay
Hay

un
un
un
un

tronco en el hoyo en el fondo del mar.


tronco en el hoyo en el fondo del mar.
tronco, hay un tronco,
tronco en el hoyo en el fondo del mar.

Hay
Hay
Hay
Hay

una rama en el tronco en el hoyo en el fondo de la mar.


una rama en el tronco en el hoyo en el fondo de la mar.
una rama, hay una rama,
una rama en el tronco en el hoyo en el fondo de la mar.

Hay un nudo en la rama en el tronco en el hoyo en el fondo


Hay un nudo en la rama en el tronco en el hoyo en el fondo
De la mar.
De la mar.
Hay un nudo, hay un nudo,
Hay un nudo en la rama en el tronco en el hoyo en el fondo
De la mar.
Hay un sapo en el nudo en la rama en el tronco en el hoyo en
El fondo de la mar.
Hay un sapo en el nudo en la rama en el tronco en el hoyo en
El fondo de la mar.
Hay un sapo, hay un sapo,
Hay un sapo en el nudo en la rama en el tronco en el hoyo en
El fondo de la mar.
Hay un piojo en el sapo en el nudo en la rama en el tronco
En el hoyo en el fondo de la mar.
Hay un piojo en el sapo en el nudo en la rama en el tronco
En el hoyo en el fondo de la mar.
Hay un piojo, hay un piojo
Hay un piojo en el sapo en el nudo en la rama en el tronco
En el hoyo en el fondo de la mar.

El pjaro cu y el tecolote.
A pesar de lo
que
muchos
creen, en las
selvas hay das
de mucho fri.
Una maana de
esas estaba el
pjaro
cu
temblando, sin
una sola pluma
que lo abrigara.
Se le ocurro una
gran idea: a cada
pajarito
que
encontrara
le
pedira
una
pluma, y as se
hara un vestido
que lo protegiera.
A cuanto pjaro vea. El pjaro cu le peda muy amablemente una pluma, y como era muy
simptico, todos aceptaban arrancarse una y drsela..
Un da se encontr con el tecolote, que, como siempre, estaba de mal humor. Al pedirle una
pluma, el tecolote grito un No! sonoro y se marcho muy indignado.
Los dems pjaros de la selva vieron que el tecolote era un egosta, y volaron tras el para
picotearlo
El tecolote huyo despavorido hasta un rbol que haba sido partido por un rayo, se meti en
un hueco y espero all toda la noche.
A la maana siguiente, cuando quiso salir a buscar algo para comer, se encontr con los
pajarillos de la selva, que de nuevo empezaron a picotearlo. Tuvo que volver a esconderse.
As sigui el tecolote tratando de salir de da, pero siempre lo esperaban los pjaros para
agarralo a picotazos.
Se dio cuenta que solo poda ir a buscar su comida cuando ya todos estuvieran dormidos.
Y es as como el tecolote solo puede salir de noche, mientras que en el da el pajaro cu luce
su hermoso plumaje de todos los colores.

LA GALLINITA COLORADA
La gallinita colorada andaba en el patio buscando comida, y picoteaba por aqu y picoteaba
por all.
Al fin se encontr un granito de maz.
-Quin quiere venir conmigo a sembrar este granito de maz?-pregunt a los dems
animales de la granja.
- Yo no- respondi el guajolote.
-Conmigo no cuentes -dijo el gallo.
-A mi ni me mires respondi el pato.
Y la gallinita colorada dijo:
-Yo solita lo sembrar.
Cuando el maz se convirti en una hermosa milpa llena de elotes, dijo la gallinita:
-Quin quiere venir conmigo a llevar el maz del molino?
- Yo no- respondi el guajolote.
-Conmigo no cuentes -dijo el gallo.
-A mi ni me mires respondi el pato.
Y la gallinita colorada dijo:
-Yo solita lo llevar.
Cuando el maz estuvo molido y convertido en masa, dijo la gallinita:
-Quin quiere venir conmigo para hacer
unas ricas tortillas?
- Yo no- respondi el guajolote.
-Conmigo no cuentes -dijo el gallo.
-A mi ni me mires respondi el pato.
Y la gallinita colorada dijo:
-Yo solita cocinar.
Cuando las tortillas estuvieron cociditas y
doradas, dijo la gallinita:
-Quin quiere comerse conmigo las ricas
tortillas de maz?
-Yo, que soy tu amigo!-grit el guajolote.
-Yo, que siempre lo he sido! dijo el gallo.
-Yo que te quiero mucho -respondi el
pato.
Pero la gallinita colorada grit:
-Pues no! Estas tortillas son para mis
pollitos, que estn muy chiquitos, y para
m.

La reina de las abejas


Dos prncipes partieron un da en busca de aventuras y se
entregaron a una vida disipada, por lo que no volvieron a
aparecer en su casa.
El tercer hijo, al que llamaban Bobo, se dedic a buscar a
sus hermanos. Cuando los encontr, se burlaron de l.
Cmo pretenda, siendo tan simple, abrirse paso en el
mundo cuando ellos, que tenan mucho mas talento, no lo
haban conseguido?
Caminaron los tres juntos y encontraron un hormiguero. Los dos mayores quisieron
destruirlo para divertirse viendo cmo los animalitos correran para poner a salvo sus
huevecillos, pero el menor dijo:
-Dejen en paz a alas hormigas, no permitir que les hagan dao.
Siguieron andando hasta llegar a un lago en el que nadaban muchos patos. Los dos hermanos
queran casar unos cuantos para asarlos, pero el menor se opuso:
-dejen en paz a los patos, no permitir que los maten.
Al fin llegaron a un rbol que tena una colmena tan llena de miel que se escurra por el
tronco. Los dos mayores iban a encender fuego al pie del rbol para ahuyentar a los insectos
y apoderarse de la miel, pero Bobo los detuvo:
-Dejen a las abejas en paz, no permitir que las quemen.
Por ultimo, llegaron a un castillo con caballerizas llenas de caballos de piedra en las que no
se vea a nadie.
Recorrieron el castillo hasta que se encontraron frente a una puerta cerrada con tres
cerrojos., pero que tenia en el centro una ventanilla por la que poda mirarse hacia el
interior. Dentro estaba un hombrecillo de cabello gris y de baja estatura sentado en una
mesa. Lo llamaron una y dos veces, pero pareca que l no los escuchaba. A la tercera se
levant abri los cerrojos y sali de la habitacin.
Sin decir una sola palabra., los llev a una mesa llena de ricos platillos. Cuando terminaron
de comer y beber, llev a cada uno a un dormitorio separado.
A al maana siguiente, el anciano fue por el mayor y lo llevo a una mesa de piedra, en el cual
estaba escritas las tres pruebas que haban que cumplir para desencantar el castillo. La
primera deca:
En el bosque, entre el musgo, se hallan las mil perlas de las tres hijas del rey. Hay que
recogerlas antes de la puesta del sol, en el entendido de que si falta una sola, el que hubiera
emprendido la bsqueda quedar convertido en piedra. Salio el mayor y se pas el da
buscando.
Al anochecer no haba reunido mas all de cien perlas, por lo que le sucedi lo que estaba
escrito en la mesa: qued convertido en piedra.
Al da siguiente, el segundo hermano emprendi la aventura. Tuvo ms xito que el mayor, ya
que encontr doscientas perlas sin embargo, eran insuficientes: qued transformado en
piedra.

Finalmente, le toc el turno a Bobo, el cual sali a buscar entre el musgo.


Pero como sinti que el trabajo iba a ser largo y difcil, se sent sobre una piedra y se puso
a llorar. En esas llego la reina de las hormigas, a las que les haba salvado la vida, seguida de
cinco mil sbditos. En muy poco tiempo reunieron todas las perlas.
La segunda prueba consista en sacar del fondo del lago la llave del dormitorio de las
princesas. Al llegar Bobo a la orilla, los patos a los que haba salvado se le acercaron
nadando, se sumergieron y al poco rato volvieron con la llave perdida.
La tercera prueba era ms
difcil: consista en descubrir
cul de las tres princesas era
la ms hermosa y la ms
joven. La dificultad estaba en
que las tres se parecan como
tres gotas de agua, sin que se
advirtiera
la
menor
diferencia. Lo nico que las
distingua es que antes de
dormir
haban
comido
diferentes golosinas.
La mayor, un terrn de
azcar; la segunda, un poco
de jarabe, y la menor, una cuchara de miel.
Lleg entonces la reina de la abejas que Bobo haba salvado del fuego, y explor la boca de
cada una, hasta que qued detenida en la boca de la que se haba comido la miel, con lo cual
el prncipe pudo reconocer a la verdadera. Entonces, el hechizo desapareci, todas
despertaron y los que estaban convertidos en piedra recuperaron su antigua condicin.
Bobo se cas con la princesa ms joven y bella, y hered el trono a la muerte de su suegro.
Sus dos hermanos recibieron por esposas a las otras dos princesas.

LA TORTUGA

GIGANTE

Haba una vez un hombre


que viva en una gran
ciudad, y de tanto que
trabajaba un da se
enferm.
Aunque
los
mdicos le dijeron que
solamente yndose al
campo podra curarse, l
no quera ir , porque
tena varios hermanos
chicos a los que deba
mantener. Como cada da
se enfermaba ms, un
amigo suyo, que era
director de un zoolgico,
le dijo:
-Amigo, vyase a vivir al
campo.
Como usted tiene mucha
puntera con la escopeta,
vaya de cacera all por
le monte, que yo le
comprar las pieles de
los animales. Y le pagar
por adelantado para que
sus hermanitos puedan
comer bien.
El
hombre
enfermo
acept y se fue a vivir al
monte. All estaba solo en el bosque, y l
mismo cocinaba. Coma pjaros y animales
del monte, que cazaba con la escopeta, y
tambin se alimentaba de frutos. Dorma
bajo los rboles, y si llova, rpidamente
se construa un techito con hojas de
palmera, all se quedaba sentado muy
contento en medio del bosque a esperar a
que pasara el mal tiempo.
No se olvidaba del acuerdo con su amigo,
as que guardaba las pieles de los animales
que cazaba.

Resulta que el aire del campo le ayud,


pues ya tenia otra vez buen color en el
rostro, se senta fuerte y coma con
mucho apetito.
Justamente un da que tena mucha
hambre, porque hacia dos das que no
cazaba nada, vio a la orilla de una gran
laguna un tigre enorme que quera comerse
una tortuga, y la sacuda para meterle
adentro una pata y sacar la carne con las
garras. Cuando vio al hombre, el tigre

lanz un terrible rugido y se lanz de un


salto sobre l. Pero el cazador logr
dispararle antes de que lo alcanzar.
Despus le quit la piel, tan grande que
casi podra hacerse una alfombra para un
cuarto.
Luego, se le ocurri que para clamar su
hambre poda comerse a la tortuga, pero
cuando se acerc a recogerla, vio que
estaba muy lastimada por las garras del
tigre y sinti lstima.
A pesar del hambre que senta, el hombre
se llev a la tortuga hasta el lugar donde
dorma y la cur.
Le vend la cabeza con pedazos de tela de
su propia camisa. La tortuga era muy
grande y pesaba casi lo mismo que un
hombre. Se quedo muy quietecita en un
rincn, y all estuvo durante varios das sin
moverse.
El hombre la curaba todos los das, le daba
de comer y le sobaba el lomo. Con tantos
cuidados la tortuga se cur al fin. Pero
entonces fue el quien se enferm. Tena
fiebre y le dola todo el cuerpo.
Un da no pudo levantarse ms. La fiebre
aumentaba y la garganta le quemaba de
tanta sed. El hombre comprendi entonces
que estaba enfermo y dijo: -Voy a morir,
no tengo a nadie que me d agua, si quiera.
Y yo ya no puedo levantarme.
Sin embargo, la tortuga
lo haba
escuchado, y entendi lo que el cazador
deca. Y ella pens entonces:
-Este buen hombre no me comi, aunque
tena mucha hambre, y adems me cur.
Ahora yo lo voy a cuidar.
Fue a la gran laguna, busc una concha
vaca de tortuga y, despus de limpiarla
bien, la llen de agua y le dio de beber al
hombre, que estaba acostado sobre su
manta y se mora de sed.
Luego busco races y frutas tiernas para
darle de comer, slo las que alcanzaba a

arrancar, pues las tortugas no son


trepadoras de rboles.
El cazador estaba tan mal que no se daba
cuenta de quin lo alimentaba.
As fue como, un da, el hombre recobr el
conocimiento. Miro alrededor y vio que
estaba solo con la tortuga y dijo:
-Estoy solo en el monte, la enfermedad
volver y nadie podr llevarme ala gran
ciudad, donde me pueden curar.
Pero tambin esta vez la tortuga lo oy, y
se dijo:
-Si se queda aqu en el bosque se a morir,
tengo que llevarlo a la ciudad.
De inmediato se puso a trabajar:
Corto enredaderas delgadas y fuertes,
puso con mucho cuidado al hombre encima
de su lomo y lo amarr bien con las
enredaderas para que no se cayera.
Tambin logr acomodar la escopeta y las
pieles y empez el largo viaje hacia la gran
ciudad.
La tortuga y su cargamento anduvieron
por montes, campos, cruzaron ros
anchsimos y atravesaron pantanos en los
que casi quedaba enterrada, siempre con
el hombre enfermo encima.
Depus de horas de caminar, se detena,
deshaca los nudos y acostaba al hombre
con mucho cuidado, luego iba a buscar
agua y races tiernas, para darle al
moribundo. Ella coma tambin, aunque
estaba tan cansada que prefera dormir.

As anduvo durante das y noches, y en ese


largo viaje la tortuga se fue cansando. A
veces se quedaba quieta, ya sin fuerzas, y
el hombre, que no se daba cuenta de nada,
deca:
-Voy a morir, me siento cada ves ms
enfermo, y slo en la ciudad me podra
curar. Pero voy a morir aqu, solo, en el
monte.

El crea que todava estaba en el bosque.


Al escucharlo, la tortuga volva a caminar.
Pero lleg un da, un atardecer, en que la
pobre tortuga no pudo mas,. Hacia una
semana que no se detena a comer, para
llegar mas pronto. Ya no tenia fuerzas
para seguir.
Al oscurecer alcanz a ver una luz lejana
en el horizonte. Cerr los ojos porque
pens que iba a morir ah, junto con el
pobre cazador.
Y resulta que esa luz era la gran ciudad,
a donde ya haba llegado, pero no lo
sabia. De pronto escucho una vocecita
que le deca:
-Vaya! Eres la tortuga ms grande que
he visto en toda mi vida. Qu llevas en
tu lomo? Lea?
-No- le respondi la tortuga muy tristeEs un hombre. Iba a llevarlo a la gran
ciudad, pero ya no podr hacerlo.
Estoy agotada.
-pero no seas tonta! dijo riendo el
ratoncito. Esa luz que ves all es la
ciudad, ya llegaste!
Al or esto, la tortuga sinti que sus
fuerzas renacan y volvi a caminar;
todava poda salvar al cazador!
Al amanecer lleg a la ciudad, donde
encontr el zoolgico.
El director vio llegar a esa tortuga
gigante, cubierta de lodo y muy pero muy
flaca, que traa acostado en su lomo y
atado con enredaderas a su pobre amigo
enfermo.

El director corri a traer algunas


medicinas para curarlo.
Tiempo despus, el cazador le agradeci
muchsimo a la tortuga aquel largo viaje
que hizo para salvarlo. pero no poda
quedarse con ella, pues su casa era muy
pequea, As que la tortuga se quedo muy
contenta a vivir en el zoolgico, donde
todava los nios pueden verla comiendo
pastito y yerbitas por ah.

EL enemigo verdadero
Un da me encontr cara a cara con un tigre y supe que era inofensivo. En otra ocasin
tropec con una serpiente de cascabel y se limito a hacer sonar las maracas de su cola y a
mirarme pacficamente.
Hace algn tiempo me sorprendi la presencia de un pantera y comprob que no era
peligrosa.
Ayer fui atacado por una gallina, el animal ms sanguinario y feroz que hay sobre la tierra.
Eso fue lo que le dijo el gusanito moribundo a sus amigos.

La rana encantada
Hace muchos aos viva una princesa a
quien le encantaban los objetos de oro. Su
juguete preferido era una bola de oro
macizo. Cuando hacia mucho calor, le
gustaba sentarse junto a un viejo pozo
para jugar con ella. Sucedi una vez que al
echar la bola hacia arriba y tratar de
atraparla, resbal de sus manos, cayo al
suelo y callo rodndola agua. El pozo era
tan profundo que la princesa se dio cuenta
de que haba perdido su bola de oro. Se
puso a llorar.
De repente escucho una voz.
-Qu sucede hermosa princesa?
Por que lloras?
La princesa miro por todas partes, pero no
vio a nadie.-Aqu abajo-Dijo la voz.
La princesa miro hacia abajo, y vio una
rana que sala del agua.
-Ah ranita, estoy triste porque mi bola de
oro cayo en el pozo.
-Yo puedo ayudarte, pero tendras que
darme algo a cambio.
-Puedo darte mis perlas o mis joyas. Que
tal mi corona de oro?
-Y que hago yo con una corona? Te
ayudare a encontrara la bola de oro si me
prometes ser mi mejor amiga. Ira a cenar
a tu castillo y me quedara a pasar la
noche de vez en cuando contigo. Qu te
parece?
-Te prometo lo que quieras con tal de que
me devuelvas mi bola-dijo la princesa,
aunque pensaba que aquello eran tonteras
de la rana.
La rana se meti en el pozo y salio con la
bola de oro en la boca. La princesa la
recogi y sin dar las gracias, se fue
corriendo al castillo.
-Espera!-dijo la rana-. No puedo correr
tan rpido como tu!

Pero de nada le sirvi gritar porque la


princesa no hizo caso.
Al da siguiente, cuando la familia real
estaba cenando, alguien llamo a la puerta
del comedor.
Luego se escucho una voz_
-Princesa, breme la puerta.
Llena de curiosidad, se levanto a abrir. Al
ver a la rana, cerr rpidamente la puerta.
El rey noto que algo extrao estaba
pasando.
-Algn gigante vino a buscarte?- le
pregunto a su hija.-No es ningn gigante,
es solo una rana.- Y que quiere esa rana?
-Ayer cuando estaba jugando junto al
pozo, se me cay mi bola de oro al agua.
La rana, al verme llorando, se ofreci a
ayudarme. Saco la bola a cambio de que
fuera su mejor amiga.
Mientras la princesa le explicaba todo a su
padre, la rana segua llamando a la puerta.
-Djame entrar, princesa. Ya no
recuerdas lo que prometiste?
-Hija, si hiciste una promesa, debes
cumplirla. Djala entrar.
De mala gana, la princesa abri la puerta.
La rana sigui hasta la mesa y le dijo:
-Levntame. Quiero estar junto a ti.
-Pero, quien te crees?
El rey miro con severidad a su hija y ella
tuvo que acceder. Como la silla no era lo
suficientemente alta, la rana le pidi a la
princesa que la subiera a la mesa. Una vez
all, la rana dijo:
-Acrcame tu plato de oro para que
comamos juntas.
La princesa hizo lo que le pidi, pero a ella
se lo quitaron por completo las ganas de
comer.

Una vez que la rana termino. Dijo:-Estoy


muy cansada. Llevame a dormir a tu
cuarto.
La idea de compartir su habitacin con la
rana le resaltaba tan desagradable a la
princesa que se echo a llorar. El rey dijo:
-Llevala a tu cuarto. No debes despreciara
quien te presto ayuda cuando lo
necesitabas.
La princesa tuvo que obedecer: recogi a
la rana con dos dedos.
Al llegar a su habitacin, la puso en un
rincn. En cuanto la nia estuvo acostada,
la rana salto asta ella.
-Yo tambin estoy cansada.
Sube contigo por favor.
De mala gana, no tuvo mas remedio que
subir a la rana y acomodarla entre las
mudillas almohadas y las sabanas de seda.

Cuando la nia se meti a la cama,


comprob sorprendida que la rana lloraba
en silencio.
-Qu te pasa ahora?
-Yo solo quera que fueras mi amiga. Pero
es natural que t no quieras saber nada de
mi. Creo que lo mejor ser que regrese al
pozo.
Estas palabras ablandaron el corazn de la
princesa.
-No llores. Ser tu amiga-Le dijo en tono
dulce.
Para demostrar su sinceridad, la princesa
le dio un beso de buenas noches.
De inmediato, la rana se convirti en un
apuesto prncipe. L princesa estaba tan
sorprendida como complacida. Iniciaron
entonces una hermosa amistad. Al cabo de
unos aos se casaron y fueron muy felices.

El pingino hielito.
Aguahelada es un risueo y fri lugar del
polo sur. All viva una pequea comunidad
de pinginos y una todava pequea familia
feliz: papa heladon, mama heladita y el
hijo hielito.
Su casa era parecida a una gruesa bola de
nieve; era de hielo y con el mimo material
estaban hechos la mesa, las sillas, los
roperos y las mesitas de noche. A estas
casa se les llama igles.
Los das en Aguahelada
transcurran serenos para
todos los habitantes que, en
aquel clima fro, se sentan
perfectamente
a
sus
anchas. Los ms jvenes se
divertan patinando sobre
los espejos helados o
echndose
clavados
y
retozando en los pequeos
charcos de agua.
En el aire haba siempre una
msica alegre conformada
de risas y gritos festivos.
Hielito, sin embargo, era un
pingino diferente a los
dems; tena un aspecto
delgado y estaba abrigado
de la cabeza a los pies con ropa de lana,
entre la cual se asomaba slo los ojitos
tristes y el pico anaranjado. Desde
pequeo sufri el fri y, cuando creci,
ese defecto aument tanto que prefera
quedarse en casa todo el da, acurrucado
en un rinconcito, tiritando. Hielito
temblorcito! Hielito temblorcito!,
Le gritaban los dems pinginos desde
afuera del igl, mientras las lgrimas en
su cara se convertan en cubitos de hielo.
Para colmo de males, su pap se quejaba:

-Es una vergenza para un pingino que se


respete tener un hijo friolento. Somos el
hazmerrer de todo el pueblo.
Mam heladita mir a su pequeo que
dorma completamente cubierto por una
montaa de cobijas, y movi la cabeza
sonriendo con ternura.
-Ten paciencia, querido; un da tambin l
llegar a ser un verdadero pingino!
Pero hielito no estaba dormido, y al
escuchar las quejas de su padre sinti que
se le congelaba
el corazn.
Aquella misma
noche, Hielito
esper a que la
luna estuviera
alta en el cielo
y, cuando oy
que sus padres
roncaban,
guard algunas
provisiones en
un costalito, se
puso gorro y la
bufanda de lana
y, de puntitas,
se fue lejos de
casa
y
de
Aguahelada.
Despus de caminar y caminar, cansado y
con mucho fro, se durmi en el viejo bote;
ah se escondi entre unas redes de pesca.
Esa misma madrugada, en un pueblo que no
estaba lejos, pepn el pescador se
despidi de su familia. Hara un viaje muy
largo para buscar fortuna, pues donde
viva no ganaba lo suficiente para
alimentar a toda su familia.

Cuando Pepn quiso empujar el bote hacia


el mar, se dio cuenta de que debajo de las
redes haba un husped:
-Vete enseguida, se no es lugar para un
pingino! le dijo a Hielito.
El
pingino, asustado, le cont al
pescador su historia y, al final, Pepn
decidi llevrselo de viaje.

-Ya vers, Hielito. Iremos a un pas en


donde el sol es una pelota de fuego y la
tierra es caliente y suave como una
alfombra de lana. Y cuando regresemos, yo
tendr ms dinero para alimentar a mi
familia y t sers un verdadero pingino.
Y as partieron los dos nuevos amigos en
busca de aventuras!

EL MAGO
Un mago con mucha magia
por una puerta sali
y su sombrero volando por la puerta regres:
regres, cruz las piernas
y en la mesa se sent.
Del sombrero sale un gato,
del gato sale un avin,
del avin sale un pauelo,
del pauelo sale un sol,
del sol sale todo un ro,
del ro sale una flor,
de la flor sale una msica
y de la msica, yo.

La derrota del rey


Una vez el rey de un pas hizo colgar un aviso: Al nio que sea capaz de decirme una buena
mentira le dar un gran premio.
Al or esto, los nobles y oficiales de la corte le pidieron a sus hijos que fuera con el rey a
contarle una buena mentira. Muchos nios lo intentaron, pero ninguno pudo engaarlo.
Al final se apareci un muchacho pobre.
Y tu, A qu viniste?-le pregunt el rey.
- Mi padre me mand a que cobrara una deuda que su majestad tiene con l.
- Con tu padre no hay ninguna deuda, tu mientes-contesto el rey.
-Si realmente he mentido, si le he dicho
algo que falte a la verdad, entrgueme
entonces el premio.
El rey se dio cuenta de la trampa que el
nio le haba apuesto y repuso de
inmediato:
-Me parece que todava no has dicho
ninguna mentira.
- Si yo no he mentido, entonces pague su
deuda-acometi el muchacho.
Al rey no le quedo mas remedio que
mandarlo de regreso a su casa con
grandes cantidades de frutas y oro, que
era lo que el nio dijo que le deba a su
padre.

Mam gallina y el pollo feroz


Haba una vez una gallina que viva en el campo.
Tena cinco hijos a quienes cuidaba todo el da.
Eso la cansaba mucho, pero no le importaba., pues era una gallina
muy feliz.
Su hijo ms pequeo era un cocodrilo.
Ella lo quera como a sus propios pollos.
El, a cambio, se portaba muy bien.
La nica sombra en la vida de mam Gallina era un terrible dolor
de muelas.
Mam Gallina no poda ir al dentista de la ciudad.
Sus hijos eran muy pequeos y no quera dejarlos solos.
As que decidi llevarlos con ella al dentista.
Esperaron emocionados en la parada 14 y tomaron un autobs por primera vez.
En la sala de espera, el ruido del dentista asust a los pequeos.
Por suerte, Mam Gallina los tranquiliz y los hizo sentir mejor.
El dentista los examin uno por uno pero no encontr nada.
La pobre gallina estaba tan cansada, que simplemente haba olvidado que no tena muelas.
Le encantaba comer dulces.
El dentista le cur las caries.
Cuando termin, le dio un hermoso cepillo y una pasta de dientes.
Luego, el dentista llevo al pequeo cocodrilo a su oficina.
Ah le explic que un cocodrilo no come dulces, sino carne.
-Qu tipo de carne? pregunt el pequeo cocodrilo.
-Mmm Un buen pollo, por ejemplo!-respondi el dentista, que estaba muy distrado, o tal
ves pensaba que Mam Gallina no haba sido muy buena cliente.
Pero el pequeo cocodrilo no era un ingrato y quera mucho a su mam.
As que prefiri comerse al dentista.
Despus regres a casa con su familia y su hermoso cepillo de dientes.

CONEJITOS DE COLORES

Como ya se sabe, las mams conejas tienes siempre muchos hijitos, y la


de este cuento tambin. Eran doce y todos eran blancos, juguetones y
traviesos.
Saltaban de ac para all por el campo sin cansarse nunca de sus juegos.
Sucedi que un da el campo tambin se puso blanco. Era nieve! Los
conejitos salieron muy divertidos de su madriguera para disfrutar del
cambio de clima.
A la hora de llamarlos a comer, mam coneja fue a buscarlos, pero oh sorpresa! No poda
encontrar los porque eran tan blancos que se confundan con la nieve.
Con mucho trabajo los hall, los llevo de
vuelta al hogar y, en el
camino, se detuvo a comprar pinturas. Una
vez en casa, se dedic a
pintar a sus conejitos de colores: unos
eran azules, otros verdes,
algunos rojos y tambin amarillos. De esta
manera
ya
podra
encontrarlos fcilmente entre la nieve.
Las cosas iban muy bien hasta que un da,
al mirar los prados y el campo,
de nuevo mam coneja no pudo encontrar a sus conejitos. La primavera haba llegado con
sus maravillosos colores!
Volvi a llamar a sus hijitos y uno a uno los lav en una tina con jabn.
As volvieron a su color original: el blanco. Y muy contenta se qued
mam coneja, pues ya poda verlos saltando entre las flores del campo.
Pero un da, despus de algn tiempovolvi a nevar! Y esta historia
volvi a empezar

Los frijoles mgicos


Josefito viva con su madre, que era viuda,
en una cabaa del bosque.
Apenas tenan para vivir, pues eran muy
pobres. Un da, la madre de josefito,
decidi enviarlo a la ciudad para que all
intentara vender la nica vaca que posean.
El nio amarr un lazo en el cuello del
animal y luego se puso en camino.
No haba andado mucho cuando se
encontr con un hombre que lo detuvo. Le
mostr un saquito donde guardaba unos
cuantos frijoles.

-Son milagrosos- explico aquel hombre-.


Si te gustan, te los doy a cambio de la
vaca. Josefito no dudo as que tomo el
saquito y volvi muy contento a su
casa,.pero su madre, cuando vio lo que
haba hecho, se puso muy enojada.
-Ay. Josefito, Ahora qu vamos a hacer?dijo, tir por la ventana el saquito de
frijoles . Luego se ech a llorar muy
desconsolada.
Al da siguiente, cuando josefito se
despert , fue grande sus sorpresa al ver
a travs de la ventana que los frijoles

haban germinado y crecido durante la


noche. Haba un tronco gigantesco con
ramas que suban y suban hasta le cielo y
no se vea hasta donde llegaban.
Josefito quiso saber hasta donde poda
llegar semejante planta, as que comenz a
trepar, y subi y subi y no vea ms que
ramas y ms ramas y ms ramas. Subi
ms y al fin llego a un lugar maravilloso
donde los rboles eran enormes., al igual
que sus frutos: las manzanas tenan el
tamao de un caballo; las ciruelas, de un
perro, y las uvas, de un gato.
En esas estaba Josefito cuando descubri
un gran castillo. Se asom por la ventana y
vio a un gigante que tenia una gallina a la
que ordenaba poner, cada que se le
ocurra, un huevo de oro.
El nio entr, se escondi detrs de unas
cortinas y esper a que el gigante se
durmiera. Cuando esto sucedi, apreso a la
gallina y escapo con ella.
Corri hacia las ramas de los frijoles y se
descolg rpidamente hasta tocar el suelo
y entrar en su casa.
Su madre se puso contentsima cuando el
nio le mostr la milagrosa gallina de los
huevos de oro.
Aprovechaban cada huevo, que vendan
para comprar alimentos, y as vivieron
tranquilos por mucho tiempo, hasta que un
mal da la gallina se muri y josefito tuvo
que trepar por la planta otra ves hacia el
castillo del gigante.
Volvi a esconderse y pudo observar como
el dueo del castillo, el gigante malvado,
contaba muchas monedas de oro que
sacaba de un costal de cuero.
En cuanto se durmi el gigante, josefito
dej su escondite y, de puntitas para no
despertarlo, se acerc al costal, lo ech
sobre su espalda y salio del castillo. Unas
vez afuera corri rpido como pudo hacia
la planta gigantesca y bajo a su casa. As

l y su madre tuvieron dinero para ir


viviendo por mucho tiempo.
Sin embargo, como todo tiene un fin, as
un da el costal de cuero se quedo
completamente vaci.
Josefito trep por tercera vez a las
ramas de la planta, y fue escalando hasta
llegar ala cima. Entro al gran castillo y, se
escondi tras las cortinas, espi al ogro
durante horas, hasta que lo vio guardar en
un cajn una cajita que, cada vez que
levantaba la tapa, dejaba caer una moneda
de oro.
Cuando el gigante salio del castillo, el nio
tomo la cajita prodigiosa y se la guardo.
Ya iba a salir cuando vio que el gigante
regresaba, as que volvi a su escondite.
Entonces el gigante se acost en un sof,
mientras, Oh maravilla!, un arpa mgica
tocaba sola, sin que una mano acariciara
sus cuerdas.
A josefito le encantaba esa msica.
Mientras tanto, el gigante, al escuchar la
meloda, se fue quedando dormido.
Cuando oy los primeros ronquidos del
ogro, josefito agarr el arpa y ech a
correr. Pero el arpa estaba encantada y
empez a gritar:
-Despierta, amo, que me roban! Al darse
cuenta de lo que ocurra, El gigante salio
en persecucin de Josefito, que ya haba
tirado en el camino el arpa gritona.
-Con que t eres el que me ha robado!
Pues te comer en cuanto te alcance!
Gritaba el malvado ogro al nio.
Con los pasos del gigante retumbaba el
suelo, los rboles saltaban de sus lugares
y el nio corri tan rpido como sus
piernas se lo permitan. Al fin lleg hasta
las ramas de los frijoles y comenz a
descender, pero para su sorpresa el
gigante tambin empez a bajar.

No haba tiempo que perder, as que


Josefito le grit a su madre, que estaba
en la cabaa preparando la comida:
-Madre, prepara el hacha en seguida, Me
persigue el gigante!
La madre, muy asustada, se armo de valor
y tom el hacha. As esper a que su hijo

Trabalenguas.
Camarn, caramelo,
Camarn, caramelo,
Camarn caramelo
Pepe puso un peso en el piso del pozo.
En el piso del poso pepe puso un peso.
Pancha plancha con cuatro planchas.
Con cuantas planchas plancha pancha?
Un carro cargado de rocas
Iba por la carretera haciendo
Carric, carrac, carric, carrac.
Si la col tuviera cara como cara
Tiene el caracol, fuera col o fuera
Cara como caracol con cara.

bajara. En cuanto Josefito pis el suelo,


de un certero golpe cort el tronco de los
frijoles mgicos, el malvado gigante
tambin se estrell contra el suelo.
Josefito y su madre vivieron felices con
aquella mgica cajita que, al abrirse,
dejaba caer una moneda de oro.

Los ratones que coman hierro.


Un buen da un comerciante que tenia
necesidad de salir de viaje le dejo cien
barras de hierro a un amigo suyo para que
se las cuidara hasta su vuelta.
Pero el amigo, en vez de guardarlas, las
vendi. As, cuando el merced estuvo de
regreso, le pidi que le regresara lo que le
haba encargado.
-Lo siento, pero no queda nada.
Puse las barras de hierro en un rincn de
mi casa, pero por la noche vinieron los
ratones
y
se
la
comieron.
El
comerciante
no
tardo
nada
en
comprender la verdad.
Sin embargo, aparento
no darse cuenta del
engao y contesto con
resignacin:
-ya haba odo decir
que lo que mas les
gusta
comer
los
ratones es hierro, as
que no me extraa lo
sucedido. T no has
tenido la culpa, los
ratones se lo han
comido. Que vamos hacer!
Y sin aadir ms palabras se despidi.
El amigo se qued muy satisfecho por la
facilidad con que lo haba engaado.
Al da siguiente el comerciante fue por el
hijo de un amigo y lo escondi en su casa.
El amigo, desesperado por no encontrar a
su pequeo, le pregunt:
-No has visto a mi hijo?
Ha desaparecido.

-buenoHace rato vi. que un zopilote se


llevaba a un nio entre sus garras. Quizs
es haya sido tu hijo.
El amigo, al or semejante disparate, se
cho a rer.
-Cmo crees que un zopilote va a cargar
a un nio?
El comerciante respondi:
-NO s por qu te extraa que los
zopilotes cacen a los nios y se los lleven
entre sus garras en una tierra en la que
los
ratones
comen
hierro.
El amigo comprendi la
leccin y al fin confes:
-Los
ratones
no
comieron tu hierro, yo
me lo com.
-Pues yo me llev a tu
hijoContesto
el
comerciante.
-Regrsame a mi hijo
que yo te devolver tus
barras de hierro.
-De acuerdo.
Y as fue como le
entreg el hijo a su
amigo, y est le devolvi su hierro.

LA RUMOROSA
enormes cerros de La Rumorosa, una
Dicen Que una ranchera cercana a la
sensacin de temor la invadi porque saba
ciudad de Tijuana, viva una enfermera
historias de ese lugar en la que se hablaba
llamada Eva, era muy conocida y respetada
de apareci dos y quin sabe cuntas cosas
porque ayudaba a los enfermos y a los
ms.
accidentados; sin importar la hora iba
Decidi volver a caminar y se meti entre
donde se lo pidieran. Cierto da, lleg a su
aquellos cerros; con las noche las enormes
casa una seora rogndole muy angustiada:
piedras que se encontraban por todos
-Seorita Eva, mi esposo est enfermo,
lados se transformaban en horrendas
necesita que lo atiendan; por favor, venga
personas y animales que gritaban su
a verlo.
nombre: Eva, Eva!
-Qu es lo que tiene? Pregunt la
La mujer se cho a correr desesperada
enfermera.
entre las rocas hasta que sus pies
-ha tenido mucho dolor de estmago, toda
resbalaron y no supo ms de s.
la noche se estuvo quejando-respondi la
Con los das, los vecinos fueron a buscar a
mujer.
Eva a su casa, pero no la encontraron. No
-Por donde vives?
volvieron a saber de ella hasta que en las
-Cerca de La Rumorosa- contest.
curvas de La Rumorosa vieron a una mujer
-Ests lejos-dijo la enfermera -. Primero
vestida de blanco que peda que la
voy a ver una vecina que tambin est
llevaran, el camino era tan difcil, que
enferma, pero dime cmo llegar y en
nadie poda detenerse, pero an as,
cuanto me desocupe, ir para all.
cuando menos se lo esperaban, apareca
La seora le dio las seas del lugar y se
sentada a un lado del que iba manejando!
fue. Mientras tanto, la enfermera tom su
El susto que se llevaban! La mujer se
maletn y se dirigi a la casa de su vecina.
quedaba muda todo el camino y siempre
Terminada su visita, sali rumbo a La
desapareca frente al panten. Se dice
Rumorosa caminando bajo el calor intenso
que todos estaban tan espantados que ya
del medioda, pero en su prisa por llegar,
no queran pasar por aquellos lugares, pues
equivoc el camino.
corra el rumor de que era la enfermera
No veo ninguna casa-pens preocupadamuerta.
estoy segura que me dijo que era por aqu.
Mucha gente ha buscado la manera de
Ya haban pasado varias horas desde que
ayudar la enfermera en pena, pero como
saliera de su casa pronto oscurecera.
nadie sabe donde muri, no han podido
Tenia hambre y sed porque le agua que
hacer nada; as la muerta seguir vagando
llevaba se haba terminado. Aun as trat
por los camino de La Rumorosa durante
de no desesperarse; levant la vista y no
muchos aos ms.
mir otra cosa que piedras, formando los

Miguelito
Miguelito era tan pobre, tan pobre, que nunca crey reunir diez centavos para comprar dos
canicas de esas que llaman de tiro. Por eso cuando su pap le dio el ltimo centavo, Miguelito
no supo si rer o llorar.
Cont y recont sus centavos. Al principio pens en cambiarlos por una moneda de plata.
Pero tuvo miedo: Era tan fcil perder una moneda pequea! Despus quiso verlos
limpiecitos. Los junt y los lav con ceniza y limn. Parecan de oro. Casi se arrepinti de
haber hecho esto. As tan limpiecitos no parecan legtimos; despertaban sospechas. Quiso
volverlos a ennegrecerlos revolvi en polvo de carbn y se hicieron opacos. Quiso tambin
ponerlos en orden de fechas: 1900-que era el ms antiguo- a 1938, que era el ms moderno.
En esa tarea estaba cuando not que la pieza de 1901 la tenia duplicada y que, en cambio, le
faltaba la de 1905. Pens que por esa falla, su dinero vala menos. En seguida pens en lo que
poda hacer, Ira a la tienda de la esquina y le dira al dependiente que le cambiara lo que le
sobraba, que no era cosa de prisa, que poda esperar, por ejemplo
uno o dos das.
Al fin no hizo nada. Prefiri entonces envolverlos en un pedazo de
papel. Hizo un cartuchito que rod sobra la palma de la mano, como
un juguete. A poco le pareci peligroso el juego.
Cualquiera poda pensar que se trataba de monedas ms valiosas.
Alguien poda arrebatrselas y darle, por aadidura, un golpe. Se
agarr la cabeza, sin duda tena sangre. Deshizo el cartucho y reg
los centavos. Pens entonces, comprar de una vez las bolitas. Mir
el reloj, ya era tarde.
As de noche y en el estanquillo de Don Ramiro, mal alumbrado, no
era posible ver los colores que el quera.
Dejara mejor la compra para la maana siguiente.
Guard los centavos en la bolsa de su pantaln y se acost. A
medianoche se levant a contarlos. Estaban fros. Cont nueve;
haba perdido uno. Los volvi a contar: eran diez. Respir. Los puso, ahora, debajo de la
almohada. Cuando apoyo la cabeza, los oy rechinar como si se quebraran. En un instante se
qued dormido y so que le robaban y despert sobresaltado. Busco la almohada;
evidentemente, le haban robado. No caba duda; le haban robado. Pens en el ladrn. Miro
la ventana y la puerta; por ah no entr el ratero. Volvi a registrar la almohada, la funda, y
se dej caer en la cama desolado. Oy entonces un ruidito. Sinti algo fro junto a la piel;
cerr los ojos y se puso a palpar, tembloroso, indeciso, desconfiado; tropez con un
centavo, luego con otro y con otro ms.
Sonri. Entre las sabanas estaban cabales, los diez centavos; los junt y los apret con la
mano. Contndolos, volvi a quedarse dormido. De sus dedos resbalaron y cayeron al suelo,
casi sin hacer ruido, como si tuvieran miedo de despertar al dueo. Entre sueos sigui
contndolos: once., doce, trece, catorce, quince. Lleg a cien. Lo dejamos dormir. Nosotros
sabemos que solo son diez

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