Cuento S
Cuento S
Cuento S
EL GALLO
DE LAS BOTAS AMARILLAS
Haba una vez un anciano que tena un gallo pinto.
El viejo era tan pobre que no ganaba lo suficiente como para comprar
la
comida que
alimentara a los dos. Por eso un buen da el gallo se
fue de la casa para tener aventuras. Por el camino iba cantando:
- tengo que encontrar un afortuna para sacar a mi pobre amo
de la miseria
De pronto, vio una bolsa tirada en medio del campo. El gallo de puso
muy contento cuando vio que en la bolsa haba dos monedas de oro.
Cogi la bolsa con el pico y decidi regresar a casa de su amo. Por el
camino se cruzo con el carruaje del hombre ms rico de la regin.
Entonces, el hombre le dio una orden a su cochero:
-treme de inmediato la bolsa que lleva ese gallo en el pico.
En cuanto le dio la bolsa, el ricachn guard en su bolsillo las dos monedas de oro y continu
su camino.
El gallo, enojado, le empez a gritar una y otra vez:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
Entonces, el ricachn, muy enfadado, dio una nueva orden:
-cochero, para junto aquel pozo y hecha adentro a ese animal testarudo.
Cuando el gallo cay al pozo, empez a tragar agua. Traga que te traga, termino bebindose
toda el agua del pozo. En cuanto se acab, salt fuera y corri detrs del carruaje:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
- Maldito gallo testarudo-replic el ricachn-, ya te dar tu merecido.
Cuando llegaron a su casa, dijo a la cocinera:
-Mete ese gallo en el horno. Lo quiero bien cocinado.
Cuando el gallo se encontr entre las llamas, ech toda el agua del pozo que haba bebido. El
horno se apag, la cocina se inundo y el agua desbord toda la casa. El gallo sali del horno y
comenz a picotear en la ventana del ricachn:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
-Echen ese gallo al corral- grit cada vez mas enfurecido el ricachn.
Los criados siguieron las rdenes de su amo y tiraron al gallo en medio del rebao de bueyes
y vacas para que loa aplastaran. Pero el gallo empez a tragarse, uno por uno todos los
bueyes y todas las vacas del corral. Cuando termino con todos los animales, el gallo ya era
grande como una montaa. Se fue a la ventana del ricachn y volvi a gritar:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
Como pudo, el ricachn empuj al gallo al stano en donde guardaba todas sus riquezas.
- A ver si te atragantas con una moneda le dijo y ech llave a la puerta.
El gallo tard muy poco tiempo en tragarse todas aquellas riquezas. Al acabar todo volvi a
gritar:
-Quiquiriqui, Quiquiriquero,
me ir de aqu con mi dinero.
El ricachn, desesperado ya por el quiquiriqueo del gallo, tir las dos monedas y le dijo:
-vete, no quiero volver a verte nunca por aqu.
Cuando al fin consigui recuperar las dos monedas de oro que haba encontrado, el gallo
testarudo se encamino a la casa de su amo.
Al ver aquel gallo tan enorme y tan fuerte, todas la aves que vivan en los gallineros del
ricachn echaron a volar contentas detrs de el. Y cuando lleg a casa de su amo le dijo:
-Extiende una sbana grande en el suelo.
El gallo sacudi con fuerzas las alas y
comenzaron a hacer monedas, joyas y piedras
preciosas. Y luego vacas y terneras, toros y
bueyes El viejo estaba sombrado y no saba
qu hacer con tantas y riquezas. Abrazaba a
su gallo y le daba las gracias por todo lo que le
haba trado.
Desde aquel da, el gallo y el viejo tuvieron
una vida llena de comida y risas. Construyeron
una casa grande con un jardn muy hermoso y
enormes corrales. El viejo le compr a su gallo
unas botas amarillas y un collar de oro y todos
los das sala de paseo con l.
El gallo iba por las calles del pueblo muy
orgullo con su collar de oro y sus botas
amarillas.
UN NEGOCIO REDONDITO
Haba una vez dos jvenes que volvan a su pueblo para pasar las fiestas. Iban andando por
un camino rodeado de naranjos cuando uno le dijo al otro.
- Vicente, tengo una gran idea. Si hiciramos algn negocio por el camino, tendramos
ms dinero para gastar en las fiestas del pueblo.
- No est mal, pensando Jacinto. Pero con lo que tenemos, como no nos metamos de
ladrones, no se me ocurre otra manera de hacer dinero camino a casa.
- - vers, hombre! Con el dinero que llevamos entre los dos compraremos una canasta
de naranjas. Luego iremos a la plaza a venderlas a cinco centavos cada una.
As nos ganaremos un buen dinerito,
Pensado y hecho, en cuanto encontraron a quin comprarle la canasta de naranjas lo
hicieron. Solo les sobraron cinco centavos.
Para que no fuera cansado cargar las naranjas, decidieron hacerlos por turnos. Cada diez
minutos la canasta cambiaba de manos.
Ya haban recorrido un buen trecho cuando Jacinto le dijo a Vicente, que era quien llevaba
la canasta en es momento:
- oye, tengo sed, y adems cinco centavos. vndeme una naranja. Lo mismo da que me la
vendas a m que a cualquier otro.
Vicente pens que eso era justo y le entreg a Jacinto una naranja a cambio de los cinco
centavos.
Un buen rato despus, llevaba el cesto Jacinto y Vicente exclam:
- Pues yo tambin tengo sed!, de manera que ahora me puedes vender t una naranja.
Al cabo tengo la moneda que t me diste.
Su amigo accedido amablemente. Y as fue a moneda de uno a otro y las naranjas de uno a
otro hasta que al final la canasta se qued vaca.
-oye! Sabes que ya nos hemos quedado sin naranjas?
- Claro est! respondi Vicente - Como que las hemos vendido todas!
- Pues si la hemos vendido todas, cmo es que no tenemos mas que cinco centavos?
- No puede ser, hombre Si hemos vendido treinta naranjas a cinco centavos cada una,
deberamos tener un peso con cincuenta centavos!
Entonces, quin nos rob el dinero?
LA PATA DED
Hace muchos aos una buena mujer, cansada de
vivir en el que casi no llova, decidi irse con su
hermana a Minas Gerais. Despus de vender su
casa, junt a sus nueve hijos y les pidi que
cada uno llevara consigo un poco de ropa.
Ella hizo lo mismo, aunque incluy en su
equipaje una canastilla en la que guard a su
pata consentida, llamada Ded porque todos los
das pona un huevo.
La mam y sus nueve hijos caminaron en
silencio hasta la estacin de trenes. Al llegar,
la buena mujer se quedo sorprendida al ver el
letrero que haba junto a la ventanilla de los
boletos:
imposible separarme de Ded, pens. Y como
adems ya no puedo regresar porque vend la
casa, no me queda ms remedio que viajar con
mi querida pata.
- Deme diez boletos dijo con prisas.
- Cuac, Cuac! se escucho desde el fondo
de la canastilla.
- Disculpe, seora, no la escuch bienrespondi extraado el vendedor.
- Que quiero diez boletos.
- Cuac, cuac!
- No escuch usted el graznido de un pato?
- un pato? Que va, no he escuchado nada!
- cuac, cuac! volvi a orse desde la canastilla.
- Seora, ser mejor que no mienta: usted tiene un pato.
- Un pato yo?
- Cuac, cuac!
- Esta prohibido subirse al tren con animales. Que no ley el letrero? Abra la
canastilla que lleva en la mano.
- Por qu he de abrirla?
- Porque usted lleva un pato escondido en ella. Si quiere que le venda los boletos
primero deber abrir la canastilla.
- Est bien, Seor, La voy a abrir con una condicin si llevo aqu un pato se lo regalo,
usted me vende mis boletos y asunto arreglado. Pero si adentro no hay un pato,
entonces usted me regalar a mi los boletos y podr yo viajar con el animalito que
llevo en la canastilla.
- acepto el trato por dos razones: porque al menos ya reconoci que lleva un animal y
porque me encantara un pato al horno para la cena .
Abra esa canastilla.
La poca gente que haba en la estacin estaba al pendiente de la apuesta que haban
hecho la seora y el vendedor de boletos. Los nueve hijos estaban nerviosos porque
saban que era Ded la que graznaba desde la canastilla y que su mam podra perderla.
-Muestre ya lo que lleva adentro, seora, que el tren estn por salir.
-sigue el trato en pie?
-adelante, ya me estoy saboreando la cena.
Ante los ojos de sus hijos, de varios curiosos y el vendedor, la seora levanto la tapa de la
canastilla.
Ded se asom:
-Cuac, cuac!
-Pato al horno! Pato al horno! Grit lleno de entusiasmo el vendedor de los boletos del
tren- .
Pato al horno para mi cena!
- un momento- dijo la seora.
Levanto un poco ms la tapa y busc algo en el interior de la canastilla. Al fin saco un huevo.
- Como bien puede ver- le mostr el huevo-.
- No es un pato lo que llevo aqu, sino una pata.
- Todos los curiosos sonrieron al ver la escena:
- Gano la seora!
- Que le de gratis los boletos del tren!
- Es una pata!
- El vendedor apret los dientes y cerr los puos del coraje que tenia. Tomo diez
boletos y se los entrego a la seora.
- Cuando ella y sus nueve hijos se subieron a tren se alcanz a escuchar la voz de
Ded:
- -Cuac, cuac!
-
los cabritos llego a casa vio la puerta abierta, al entrar advirti que todas las cosas
estaban revueltas y tiradas por el suelo. Empez a llamar a sus hijos y a buscarlos, pero
no los encontr por ningn lado.
De pronto salio el chiquito de su escondite y le cont a su madre que el lobo haba
engaado a sus hermanos y que se los haba comido.
La cabra se fue por su costurero, y salio de la casa llorando. El cabrito ms pequeo iba
detrs de ella.
Cuando llegaron a un pozo de agua vieron al lobo tumbado a la orilladle ri. Estaba
dormido y roncaba.
La cabra se acerco con cuidado y vio que tena la panza muy abultada. Saco las tijeras y
se la abri de arriba abajo.
Los cabritos salieron saltando.
-Estn vivos!-grito de emocin el sptimo cabrito.
En seguida la cabra lleno la barriga del lobo con piedras y luego se la cosi con la aguja y
el hilo. Y cojiendo a sus hijos marcho a casa con ellos, muy de prisa, para llegar antes de
que se despertara el lobo.
Cuando el lobo se despert tena mucha sed y se levanto para beber agua del pozo. Pero
las piedras le pesaban tanto que rod hasta el ri y se ahogo.
EL PASTOR BROMISTA.
Un joven pastor, que cuidaba un rebao de ovejas cerca de un rancho, se diverta asustando
a los habitantes del lugar:
-ah viene le lobo, ah viene el lobo!
-gritaba.
Cuando los vecinos llegaban para ayudarlo a salvar a sus ovejas, se rea de ellos por que los
haba jugado una broma.
Pero uno de esos das, el lobo si llego de verdad. El joven pastor, ahora si muy asustado,
gritaba lleno de terror:
-por favor aydenme, el lobo esta matando a mis ovejas
Pero ya nadie puso atencin a sus gritos y mucho menos fue a ayudarlo.
El lobo, viendo que nadie lo detena y que el pastorcillo estaba solo, hiri y se comi a todas
las ovejas que pudo.
Moraleja: Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.
un
un
un
un
Hay
Hay
Hay
Hay
un
un
un
un
Hay
Hay
Hay
Hay
El pjaro cu y el tecolote.
A pesar de lo
que
muchos
creen, en las
selvas hay das
de mucho fri.
Una maana de
esas estaba el
pjaro
cu
temblando, sin
una sola pluma
que lo abrigara.
Se le ocurro una
gran idea: a cada
pajarito
que
encontrara
le
pedira
una
pluma, y as se
hara un vestido
que lo protegiera.
A cuanto pjaro vea. El pjaro cu le peda muy amablemente una pluma, y como era muy
simptico, todos aceptaban arrancarse una y drsela..
Un da se encontr con el tecolote, que, como siempre, estaba de mal humor. Al pedirle una
pluma, el tecolote grito un No! sonoro y se marcho muy indignado.
Los dems pjaros de la selva vieron que el tecolote era un egosta, y volaron tras el para
picotearlo
El tecolote huyo despavorido hasta un rbol que haba sido partido por un rayo, se meti en
un hueco y espero all toda la noche.
A la maana siguiente, cuando quiso salir a buscar algo para comer, se encontr con los
pajarillos de la selva, que de nuevo empezaron a picotearlo. Tuvo que volver a esconderse.
As sigui el tecolote tratando de salir de da, pero siempre lo esperaban los pjaros para
agarralo a picotazos.
Se dio cuenta que solo poda ir a buscar su comida cuando ya todos estuvieran dormidos.
Y es as como el tecolote solo puede salir de noche, mientras que en el da el pajaro cu luce
su hermoso plumaje de todos los colores.
LA GALLINITA COLORADA
La gallinita colorada andaba en el patio buscando comida, y picoteaba por aqu y picoteaba
por all.
Al fin se encontr un granito de maz.
-Quin quiere venir conmigo a sembrar este granito de maz?-pregunt a los dems
animales de la granja.
- Yo no- respondi el guajolote.
-Conmigo no cuentes -dijo el gallo.
-A mi ni me mires respondi el pato.
Y la gallinita colorada dijo:
-Yo solita lo sembrar.
Cuando el maz se convirti en una hermosa milpa llena de elotes, dijo la gallinita:
-Quin quiere venir conmigo a llevar el maz del molino?
- Yo no- respondi el guajolote.
-Conmigo no cuentes -dijo el gallo.
-A mi ni me mires respondi el pato.
Y la gallinita colorada dijo:
-Yo solita lo llevar.
Cuando el maz estuvo molido y convertido en masa, dijo la gallinita:
-Quin quiere venir conmigo para hacer
unas ricas tortillas?
- Yo no- respondi el guajolote.
-Conmigo no cuentes -dijo el gallo.
-A mi ni me mires respondi el pato.
Y la gallinita colorada dijo:
-Yo solita cocinar.
Cuando las tortillas estuvieron cociditas y
doradas, dijo la gallinita:
-Quin quiere comerse conmigo las ricas
tortillas de maz?
-Yo, que soy tu amigo!-grit el guajolote.
-Yo, que siempre lo he sido! dijo el gallo.
-Yo que te quiero mucho -respondi el
pato.
Pero la gallinita colorada grit:
-Pues no! Estas tortillas son para mis
pollitos, que estn muy chiquitos, y para
m.
LA TORTUGA
GIGANTE
EL enemigo verdadero
Un da me encontr cara a cara con un tigre y supe que era inofensivo. En otra ocasin
tropec con una serpiente de cascabel y se limito a hacer sonar las maracas de su cola y a
mirarme pacficamente.
Hace algn tiempo me sorprendi la presencia de un pantera y comprob que no era
peligrosa.
Ayer fui atacado por una gallina, el animal ms sanguinario y feroz que hay sobre la tierra.
Eso fue lo que le dijo el gusanito moribundo a sus amigos.
La rana encantada
Hace muchos aos viva una princesa a
quien le encantaban los objetos de oro. Su
juguete preferido era una bola de oro
macizo. Cuando hacia mucho calor, le
gustaba sentarse junto a un viejo pozo
para jugar con ella. Sucedi una vez que al
echar la bola hacia arriba y tratar de
atraparla, resbal de sus manos, cayo al
suelo y callo rodndola agua. El pozo era
tan profundo que la princesa se dio cuenta
de que haba perdido su bola de oro. Se
puso a llorar.
De repente escucho una voz.
-Qu sucede hermosa princesa?
Por que lloras?
La princesa miro por todas partes, pero no
vio a nadie.-Aqu abajo-Dijo la voz.
La princesa miro hacia abajo, y vio una
rana que sala del agua.
-Ah ranita, estoy triste porque mi bola de
oro cayo en el pozo.
-Yo puedo ayudarte, pero tendras que
darme algo a cambio.
-Puedo darte mis perlas o mis joyas. Que
tal mi corona de oro?
-Y que hago yo con una corona? Te
ayudare a encontrara la bola de oro si me
prometes ser mi mejor amiga. Ira a cenar
a tu castillo y me quedara a pasar la
noche de vez en cuando contigo. Qu te
parece?
-Te prometo lo que quieras con tal de que
me devuelvas mi bola-dijo la princesa,
aunque pensaba que aquello eran tonteras
de la rana.
La rana se meti en el pozo y salio con la
bola de oro en la boca. La princesa la
recogi y sin dar las gracias, se fue
corriendo al castillo.
-Espera!-dijo la rana-. No puedo correr
tan rpido como tu!
El pingino hielito.
Aguahelada es un risueo y fri lugar del
polo sur. All viva una pequea comunidad
de pinginos y una todava pequea familia
feliz: papa heladon, mama heladita y el
hijo hielito.
Su casa era parecida a una gruesa bola de
nieve; era de hielo y con el mimo material
estaban hechos la mesa, las sillas, los
roperos y las mesitas de noche. A estas
casa se les llama igles.
Los das en Aguahelada
transcurran serenos para
todos los habitantes que, en
aquel clima fro, se sentan
perfectamente
a
sus
anchas. Los ms jvenes se
divertan patinando sobre
los espejos helados o
echndose
clavados
y
retozando en los pequeos
charcos de agua.
En el aire haba siempre una
msica alegre conformada
de risas y gritos festivos.
Hielito, sin embargo, era un
pingino diferente a los
dems; tena un aspecto
delgado y estaba abrigado
de la cabeza a los pies con ropa de lana,
entre la cual se asomaba slo los ojitos
tristes y el pico anaranjado. Desde
pequeo sufri el fri y, cuando creci,
ese defecto aument tanto que prefera
quedarse en casa todo el da, acurrucado
en un rinconcito, tiritando. Hielito
temblorcito! Hielito temblorcito!,
Le gritaban los dems pinginos desde
afuera del igl, mientras las lgrimas en
su cara se convertan en cubitos de hielo.
Para colmo de males, su pap se quejaba:
EL MAGO
Un mago con mucha magia
por una puerta sali
y su sombrero volando por la puerta regres:
regres, cruz las piernas
y en la mesa se sent.
Del sombrero sale un gato,
del gato sale un avin,
del avin sale un pauelo,
del pauelo sale un sol,
del sol sale todo un ro,
del ro sale una flor,
de la flor sale una msica
y de la msica, yo.
CONEJITOS DE COLORES
Trabalenguas.
Camarn, caramelo,
Camarn, caramelo,
Camarn caramelo
Pepe puso un peso en el piso del pozo.
En el piso del poso pepe puso un peso.
Pancha plancha con cuatro planchas.
Con cuantas planchas plancha pancha?
Un carro cargado de rocas
Iba por la carretera haciendo
Carric, carrac, carric, carrac.
Si la col tuviera cara como cara
Tiene el caracol, fuera col o fuera
Cara como caracol con cara.
LA RUMOROSA
enormes cerros de La Rumorosa, una
Dicen Que una ranchera cercana a la
sensacin de temor la invadi porque saba
ciudad de Tijuana, viva una enfermera
historias de ese lugar en la que se hablaba
llamada Eva, era muy conocida y respetada
de apareci dos y quin sabe cuntas cosas
porque ayudaba a los enfermos y a los
ms.
accidentados; sin importar la hora iba
Decidi volver a caminar y se meti entre
donde se lo pidieran. Cierto da, lleg a su
aquellos cerros; con las noche las enormes
casa una seora rogndole muy angustiada:
piedras que se encontraban por todos
-Seorita Eva, mi esposo est enfermo,
lados se transformaban en horrendas
necesita que lo atiendan; por favor, venga
personas y animales que gritaban su
a verlo.
nombre: Eva, Eva!
-Qu es lo que tiene? Pregunt la
La mujer se cho a correr desesperada
enfermera.
entre las rocas hasta que sus pies
-ha tenido mucho dolor de estmago, toda
resbalaron y no supo ms de s.
la noche se estuvo quejando-respondi la
Con los das, los vecinos fueron a buscar a
mujer.
Eva a su casa, pero no la encontraron. No
-Por donde vives?
volvieron a saber de ella hasta que en las
-Cerca de La Rumorosa- contest.
curvas de La Rumorosa vieron a una mujer
-Ests lejos-dijo la enfermera -. Primero
vestida de blanco que peda que la
voy a ver una vecina que tambin est
llevaran, el camino era tan difcil, que
enferma, pero dime cmo llegar y en
nadie poda detenerse, pero an as,
cuanto me desocupe, ir para all.
cuando menos se lo esperaban, apareca
La seora le dio las seas del lugar y se
sentada a un lado del que iba manejando!
fue. Mientras tanto, la enfermera tom su
El susto que se llevaban! La mujer se
maletn y se dirigi a la casa de su vecina.
quedaba muda todo el camino y siempre
Terminada su visita, sali rumbo a La
desapareca frente al panten. Se dice
Rumorosa caminando bajo el calor intenso
que todos estaban tan espantados que ya
del medioda, pero en su prisa por llegar,
no queran pasar por aquellos lugares, pues
equivoc el camino.
corra el rumor de que era la enfermera
No veo ninguna casa-pens preocupadamuerta.
estoy segura que me dijo que era por aqu.
Mucha gente ha buscado la manera de
Ya haban pasado varias horas desde que
ayudar la enfermera en pena, pero como
saliera de su casa pronto oscurecera.
nadie sabe donde muri, no han podido
Tenia hambre y sed porque le agua que
hacer nada; as la muerta seguir vagando
llevaba se haba terminado. Aun as trat
por los camino de La Rumorosa durante
de no desesperarse; levant la vista y no
muchos aos ms.
mir otra cosa que piedras, formando los
Miguelito
Miguelito era tan pobre, tan pobre, que nunca crey reunir diez centavos para comprar dos
canicas de esas que llaman de tiro. Por eso cuando su pap le dio el ltimo centavo, Miguelito
no supo si rer o llorar.
Cont y recont sus centavos. Al principio pens en cambiarlos por una moneda de plata.
Pero tuvo miedo: Era tan fcil perder una moneda pequea! Despus quiso verlos
limpiecitos. Los junt y los lav con ceniza y limn. Parecan de oro. Casi se arrepinti de
haber hecho esto. As tan limpiecitos no parecan legtimos; despertaban sospechas. Quiso
volverlos a ennegrecerlos revolvi en polvo de carbn y se hicieron opacos. Quiso tambin
ponerlos en orden de fechas: 1900-que era el ms antiguo- a 1938, que era el ms moderno.
En esa tarea estaba cuando not que la pieza de 1901 la tenia duplicada y que, en cambio, le
faltaba la de 1905. Pens que por esa falla, su dinero vala menos. En seguida pens en lo que
poda hacer, Ira a la tienda de la esquina y le dira al dependiente que le cambiara lo que le
sobraba, que no era cosa de prisa, que poda esperar, por ejemplo
uno o dos das.
Al fin no hizo nada. Prefiri entonces envolverlos en un pedazo de
papel. Hizo un cartuchito que rod sobra la palma de la mano, como
un juguete. A poco le pareci peligroso el juego.
Cualquiera poda pensar que se trataba de monedas ms valiosas.
Alguien poda arrebatrselas y darle, por aadidura, un golpe. Se
agarr la cabeza, sin duda tena sangre. Deshizo el cartucho y reg
los centavos. Pens entonces, comprar de una vez las bolitas. Mir
el reloj, ya era tarde.
As de noche y en el estanquillo de Don Ramiro, mal alumbrado, no
era posible ver los colores que el quera.
Dejara mejor la compra para la maana siguiente.
Guard los centavos en la bolsa de su pantaln y se acost. A
medianoche se levant a contarlos. Estaban fros. Cont nueve;
haba perdido uno. Los volvi a contar: eran diez. Respir. Los puso, ahora, debajo de la
almohada. Cuando apoyo la cabeza, los oy rechinar como si se quebraran. En un instante se
qued dormido y so que le robaban y despert sobresaltado. Busco la almohada;
evidentemente, le haban robado. No caba duda; le haban robado. Pens en el ladrn. Miro
la ventana y la puerta; por ah no entr el ratero. Volvi a registrar la almohada, la funda, y
se dej caer en la cama desolado. Oy entonces un ruidito. Sinti algo fro junto a la piel;
cerr los ojos y se puso a palpar, tembloroso, indeciso, desconfiado; tropez con un
centavo, luego con otro y con otro ms.
Sonri. Entre las sabanas estaban cabales, los diez centavos; los junt y los apret con la
mano. Contndolos, volvi a quedarse dormido. De sus dedos resbalaron y cayeron al suelo,
casi sin hacer ruido, como si tuvieran miedo de despertar al dueo. Entre sueos sigui
contndolos: once., doce, trece, catorce, quince. Lleg a cien. Lo dejamos dormir. Nosotros
sabemos que solo son diez