El Derecho y El Estado: Procesos Políticos y Constituyentes en Nuestra América
El Derecho y El Estado: Procesos Políticos y Constituyentes en Nuestra América
El Derecho y El Estado: Procesos Políticos y Constituyentes en Nuestra América
Y EL ESTADO
PROCESOS POLTICOS Y CONSTITUYENTES EN NUESTRA AMRICA
EL DERECHO Y EL ESTADO
El derecho y el Estado : procesos polticos y constituyentes en nuestra Amrica / Marco Navas Alvear ...
[et al.] ; coordinacin general de Beatriz Rajland ; Mauro Benente - 1a ed . - Ciudad Autnoma de
Buenos Aires : CLACSO ; Ciudad Autnoma de Buenos Aires : Fundacin de Investigaciones Sociales y
Polticas, 2016.
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ISBN 978-987-722-188-6
1. Derecho. 2. Estado. 3. Constitucin. I. Navas Alvear, Marco II. Rajland, Beatriz, coord. III. Benente,
Mauro, coord. IV. Bournasell, Jos Luis, ed.
CDD 306
EL DERECHO Y EL ESTADO
PROCESOS POLTICOS Y CONSTITUYENTES EN
NUESTRA AMRICA
Beatriz Rajland
Mauro Benente
[coordinadores]
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incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista
de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.
INDICE
Beatriz Rajland y Mauro Benente
Presentacion
| 1
PRIMERA PARTE
| 5
| 7
| 27
| 45
| 63
Beatriz Rajland
La relacin Estado-derecho desde el pensamiento crtico
| 83
| 99
| 113
SEGUNDA PARTE
| 131
| 133
Gina Chvez V.
Cambio constitucional en Ecuador
| 155
| 173
Mauro Benente
Nuevo Estado y mismos derechos en la nueva
constitucin poltica de Bolivia
| 185
| 201
Daniel Cieza
Gran capital, poder e impunidad
| 219
Jos Orler
Movimientos sociales y derecho
| 237
| 245
| 261
PRESENTACION
EL DERECHO Y EL ESTADO
los derechos humanos y el Estado, sino ms bien distanciarse de sus autorreferentes marcos tericos e intentar pensarlos de otro modo. Por su
lado, el movimiento de aproximacin tiene como referencia ineludible
Amrica Latina. Incluso, para aproximarnos todava ms, hacindonos
eco de Jos Mart, preferimos denominarla Nuestra Amrica. Aqu la
aproximacin fue doble: por un lado acercarnos desde las categoras
del pensamiento crtico a los procesos polticos, sociales y econmicos
que al menos desde lo discursivo apelaban y apelan a un Socialismo del
Siglo XXI, un Movimiento Al Socialismo, una Revolucin Ciudadana;
por otro lado, acercar estos procesos que se conciben a s mismos como
emancipatorios a las categoras del pensamiento crtico. Este gesto de
doble aproximacin tena por objetivo tanto analizar los procesos polticos y sociales bajo el prisma del pensamiento crtico, cuanto a la
luz de estas novedades que vive parte de Nuestra Amrica, sentar en el
banquillo al propio pensamiento crtico.
En la primera parte del libro se encuentran los trabajos que
acentan el plano conceptual, con reflexiones alrededor del Estado,
el constitucionalismo, la vinculacin entre el derecho, el poder y las
relaciones sociales de produccin. Ello, sin olvidar los problemas, confl ictos, luchas y angustias que atraviesan Nuestra Amrica. A modo
de contrapartida, en la segunda parte no se olvidan las dimensiones
conceptuales pero la intensidad se sita en los procesos polticos, sociales, econmicos y constitucionales que se desarrollaron en Colombia,
Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia.
El primer trabajo, Constitucin y Procesos constituyentes. Algunos acercamientos para entender una relacin compleja, de Marco
Navas Alvear, complejiza la conceptualizacin e interrelacin entre
Constitucin y Proceso Constituyente en vistas de entender los recientes procesos de Ecuador y Bolivia. En La normatividad societal de
lo comn, Carlos Rivera Lugo se interroga si actualmente podemos
hablar de usos subversivos o emancipatorios del derecho. La referencia
es el nuevo constitucionalismo latinoamericano conceptualizado como
nuevo constitucionalismo societal potenciado en Venezuela, Ecuador
y Bolivia. La contribucin de Alma Melagarito Rocha en El derecho
como campo de batalla: contribuciones para una crtica anti-estatal de
la ideologa jurdica nuestramericana, abreva en las tradiciones anarquistas y analiza los lmites y posibilidades del derecho en la reproduccin o en la transformacin capitalista. Antonio Carlos Wolkmer y
Lucas Machado Fagundez, aportan Pluralismo jurdico, no horizonte
do pensamiento crtico de libertao Latino-Americana, tratando de
expresar y sustentar el discurso acerca de una prctica jurdica alternativa e insurgente en la perspectiva de los movimientos populares continentales. Utilizan el concepto de crtica como toma de conciencia,
Presentacin
EL DERECHO Y EL ESTADO
PRIMERA PARTE
CONSTITUCIN Y PROCESOS
CONSTITUYENTES
ALGUNOS ACERCAMIENTOS PARA ENTENDER UNA
RELACIN COMPLEJA
* Jurista y politlogo. Profesor de derecho constitucional y teora del derecho, Universidad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador.
Ms tarde aclarar que son los factores reales de poder los que
son esa fuerza activa y adems eficaz que informa el orden jurdico
(Lasalle, 1984: 40-41). Por factores reales de poder, entendemos a los
actores dominantes con poder poltico, econmico, cultural en una sociedad y en un momento histrico1.
Es til en este punto recordar el elemento central del concepto
gramsciano de hegemona como la capacidad de un bloque de actores
para imponer un determinado sentido compartido sobre una sociedad,
no mediante la violencia -fctica al menos-, sino por una serie de operaciones culturales que permiten que otros sectores se adscriban a esas
1 Lasalle de acuerdo a su contexto histrico menciona como factores de poder al gobernante (el rey) ms su ejrcito, la aristocracia, la gran burguesa y la banca, la clase
obrera, la conciencia colectiva y la cultura general. El autor expone ampliamente esta
concepcin en su berVerfasungswessen de 1862, publicada como Qu es una constitucin? (Lasalle, 1984: 35 y ss.).
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ca sino siempre conflictiva. Esta tensin entre ser y deber ser supone
un espacio privilegiado de disputa por el poder.
Y ciertamente por una razn similar, como nos recuerda Beatriz
Rajland, la constitucin escrita apareci como un avance en la lucha
social por los derechos en las etapas de las revoluciones burguesas,
en el sentido que se extendi como garanta normativa del programa
poltico por el cual se llev a cabo ese cambio revolucionario por parte
de la burguesa en su momento. Tal innovacin jurdica, de consagrar
en un texto derechos y mecanismos de garanta, aunque insuficiente,
precisa la autora, fue til como marco referencial de legitimacin de
luchas y reclamos posteriores (Rajland, 2011: 33). Una declaracin formal, en efecto, por s sola no transforma la realidad, pero impulsa la
transformacin siempre y cuando la correlacin de factores de poder
y el quehacer de los actores que son sus portadores lo permitan. Si en
el camino se modifican algunos aspectos de estos factores reales como
por ejemplo, los intereses de los actores, por ms fuerza normativa que
tengan los contenidos constitucionales, estos perdern sus posibilidades de realizarse o se convertirn en meros rituales vaciados progresivamente de sustancia.
Hemos hasta aqu, revisado algunos elementos en torno a una
concepcin realista o emprica de constitucin, as como a otra normativa, con dos nfasis, uno jurdico y otro poltico. Esta revisin nos ha
permitido ya mostrar algunas tensiones en torno a cmo se entrelazan
estas ideas y ms que nada, poder dar cuenta de la complejidad de la
constitucin como producto social.
Pero qu prevalece? Lo emprico o lo jurdico, la lgica poltica o
la de derechos. Quiz podemos ver esta dinmica de forma ms ntida
en una dimensin privilegiada que es la del tiempo. La constitucin
defi ne un instante concreto de paso de un rgimen a otro. Es un hito
dentro del momento histrico que es el proceso constituyente. Por tanto, este hito la constitucin- puede entenderse mejor si observamos su
antecedente, el proceso constituyente.
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En definitiva, hablamos de que un proceso constituyente frecuentemente est vinculado a una crisis poltica de la hegemona (Gramsci,
2009: 141), que es crisis institucional y de autoridad, y que dado el vaco de poder que produce permite que se abra una ventana para a una
transformacin. Una crisis, bsicamente comporta tres momentos: a)
uno de ruptura o quiebre de un estado de cosas, el que puede estar
caracterizado por el caos y ciertas formas de violencia; b) un momento
creativo que sera en este caso donde se despliegan los sectores que
desafan la hegemona dominante y articulan un proyecto alternativo;
y c) un momento de salida (Navas, 2012: 92-93). Es en el segundo y
tercer momentos donde se va consolidando este proyecto alternativo y
una nueva hegemona a travs de la constituyente.
Hay que ver pues, a los procesos constituyentes como un momento de trnsito entre la crisis de hegemona y la institucionalizacin de
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un nuevo rgimen. Estos procesos son a la vez, una instancia de articulacin de las demandas sociales generadas en el largo tiempo dentro de
una nueva lgica poltica capaz de agregarlas y un espacio que produce
esperanzas en el conjunto de la sociedad, anhelos de cambio compartido, cuya intensidad puede llegar hasta el nivel sistmico.
No obstante, tambin hay que ver a estos procesos como medios:
una amalgama de medios polticos y lucha social que se politiza altamente, y se reviste de un ropaje normativo. Esto deviene en un instante
donde se cristaliza el cambio de rgimen, el mismo que dependiendo de
las circunstancias reviste diversas intensidades, de lo radical a lo moderado. Instante no ausente de violencia pero tampoco caracterizado
sobre todo por ella, sino ms bien por arreglos. Se trata de alzar un
poder propio (Mehring en Lasalle, 1984: 26). As, cuando hablamos en
todo caso de proceso constituyente se trata de una opcin clara por un
traspaso o cambio de poderes3.
La constituyente es en este sentido, un proceso poltico de disputa por el poder, es la fi nal de un campeonato por el poder del cual una
constitucin surge, como expresin de una nueva correlacin de fuerzas
en un momento histrico y luego se proyecta al futuro como la hoja de
ruta de un rgimen distinto.
La nocin de proceso que proponemos aqu, la cual articulamos
al concepto de crisis ya referido, resulta til porque permite ubicar la
sucesin de fenmenos que anteceden a la constituyente, luego los que
son propios de este proceso y fi nalmente, los que lo suceden. Y adems,
esta nocin ayuda a enmarcar este proceso particular dentro del ms
amplio proceso poltico de una sociedad, que es histrico.
Ahora bien, para profundizar en cmo es la relacin proceso constituyente-constitucin, proponemos abordar dos cuestiones. Una tiene
que ver con la temporalidad poltica y jurdica que tiene el proceso constituyente; y la otra, hace relacin a las dinmicas que en l se producen.
Desde la teora social esbozada por Jrgen Habermas se nos dice
con acierto que el derecho es un medio central de organizacin de la
dominacin poltica. Qu sugiere esto? Al formalizarse jurdicamente
el proceso, la lgica de lo constitucional le imprime un tiempo propio
y una dinmica particular. Y no obstante la formalidad jurdica, lo
poltico no se eclipsa sino que al contrario se magnifica. Si es que tiene
sentido un proceso constituyente es porque hay una dinmica poltica,
en sentido de disputa frente a un vaco de poder. Esto supone que no
sea nicamente el consenso sino la confrontacin el medio para hacer
una constitucin que norme el nuevo rgimen. Por tanto, a pesar de
3 La conferencia de Lasalle sobre qu es una constitucin, da cuenta de esa historia
(Lasalle, 1984: 36-71).
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Cuando la intensidad es alta, podra hablarse como lo hace Albert Noguera de revoluciones y en referencia al cambio que se produce
este autor refiere (Noguera, 2012: 6):
[] cuando un proceso revolucionario triunfa, el principal documento donde el grupo social triunfante establece la fi losofa,
el sistema jurdico, poltico y cultural y las representaciones
simblicas que deben propiciar el trnsito y la legitimacin de
la nueva sociedad, es la constitucin (nfasis propio).
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la dogmtica constitucional, lo que nosotros denominamos como proceso constituyente se defi ne sobre todo en relacin al poder constituyente que en l se expresa. Este supone as, un acto de voluntad, de parte de
un sujeto que invocando soberana, esto es autodeterminacin, declara
constituida una nueva realidad jurdica y poltica.
En consonancia con el principio democrtico, en la actualidad
de Nuestra Amrica, cuando se habla de sujeto del poder constituyente,
este es uno colectivo al que se denomina nacin o pueblo. El primer
trmino supone una comunidad, el carcter cultural e histrico, el segundo pone acento en lo poltico del sujeto sociedad. En todo caso, tal
sujeto colectivo es el que ejerce la soberana y lo hace por medio de la
representacin o bien, de una combinacin de representacin y formas
de participacin que pueden ir desde la institucionalizacin de espacios
deliberativos populares hasta el refrendamiento del texto constitucional
mediante votacin popular.
Este acto de voluntad, en todo caso, expresa el poder del sujeto
y puede tener dos alcances. Por una parte puede llevar a la fundacin
de una nueva entidad poltica, un nuevo estado, en cuyo caso se denominara originario fundacional; o bien un alcance originario pero
de una simple organizacin (Trujillo, 2006: 124-125) o en nuestros
trminos, refundacional o reorganizador en cuanto lo que se establece
es un nuevo orden constitucional sobre una entidad estatal previamente existente. En cuanto a la forma del acto, en el caso del ejercicio del
poder constituyente originario fundacional, se destaca su naturaleza
de acto fctico y poltico en primer lugar, que se produce ya cuando un
sujeto colectivo ha alcanzado poder suficiente para declarar su soberana y estructurarse a s mismo jurdicamente en forma de Estado. Un
acto constituyente de reorganizacin puede tener igualmente un mayor
acento fctico en principio, si se produce en momentos de vaco institucional, de crisis, o bien un mayor acento jurdico formal si es fruto de
un proceso reglado de transicin poltica.
Nosotros hemos llamado proceso constituyente a este de produccin de una constitucin. Con ello hemos buscado recuperarlo no solo
desde sus rasgos jurdico-formales y desde el modelo idealizado que la
dogmtica presenta, sino desde su complejidad y densidad poltica. As
hemos considerado que podemos ver este proceso, como referimos ya,
a la vez como un momento particular del proceso poltico y como una
secuencia de acciones que llevan a producir la constitucin; as como
un espacio donde pueden observarse la dinmica de distintos actores y
la intensidad de sus resultados.
En qu medida un proceso constituyente resulta un momento
de inicio o uno de cierre de un nuevo ciclo en el proceso poltico? Es
preciso aqu encontrar formas de destacar su densidad poltica y no solo
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7 Lasalle (1984: 66-70), incurrira a nuestro criterio en una trampa realista consistente
en proclamar que el derecho para que sea efectivo debe reflejar los factores de poder, en
otras palabras, debe responder a un estado de cosas presente. Si as ocurre el derecho
no puede pensarse como factor de cambio sino que habra que esperar que la realidad
cambie para que el derecho lo refleje.
24
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Lasalle, Ferdinand 1984 (1957) Qu es una constitucin? (Buenos Aires:
Siglo XX).
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I
PUEDE HABLARSE EN ESTOS TIEMPOS DE POSIBILIDADES
subversivas o usos emancipatorios del Derecho? Por un lado, se encuentra el llamado nuevo constitucionalismo latinoamericano que
toma distancia del marco constitucional liberal para alzarse con nuevos sentidos normativos enraizados en la potenciacin de una nueva
esfera de lo comn ms all de las esferas privada y pblica a las que
se han reducido las posibilidades de la gobernanza democrtica y socialmente incluyente. Se trata de un nuevo constitucionalismo societal
que se va potenciando hoy en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Me refiero
a un proceso abierto y plural de prescripcin normativa que se potencia y fluye tanto al interior como ms all del Estado, como expresin
de una nueva situacin de fuerzas en la que una plyade de sectores
sociales, hasta hace poco excluidos de toda participacin real en los
procesos constitutivos y decisionales del orden prevaleciente, son sus
protagonistas principales (Rivera Lugo, en Nina 2012: 147). Estos nuevos sujetos, ausentes o marginados bajo el constitucionalismo liberal,
* El autor, puertorriqueo, es Catedrtico e investigador independiente de Filosofa y
Teora del Derecho y del Estado. Es Doctor en Derecho por la Universidad del Pas
Vasco y miembro del Consejo Editorial de la Revista Crtica Jurdica.
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han determinado apropiarse de su poder normativo como sujetos soberanos para conformar el contenido del nuevo constitucionalismo a
sus propias creencias y prcticas societales, independientemente de su
reconocimiento formal por el Estado.
Se vive as un proceso de autoinstitucin que se plantea por necesidad la transformacin y superacin de esa forma heredada de Estado
marcada por alienantes lgicas jerarquizantes. Posee dos momentos:
un primer momento estratgico, en que se articula un nuevo bloque
de fuerzas y relaciones de poder desde el cual se impugna el modo
existente de gobernanza y regulacin social, proponindose en la alternativa un nuevo proyecto para emprender la refundacin del pas; y un
segundo momento, de autoinstitucin de un nuevo modo de gobernanza
y regulacin social cuya caracterstica principal ser la construccin
colectiva de ese nuevo proyecto de pas desde el poder constituyente del
soberano popular, es decir, la socialidad y no la estatalidad- constitutiva del poder y de toda normatividad, a partir del dilogo vivo entre la
pluralidad de sentidos y fuentes constitutivas despertadas por el desarrollo de una democracia participativa. Ese poder constituyente se erige
en la constitucin material que habr de darle vida y sentido, desde
una constructividad radical, a la constitucin formal como norma. En
ese sentido, es la accin misma del poder constituyente el nuevo marco
constitutivo. (Negri y Hardt, 2003: 131-132, 136-141).
Por otro lado, est por ejemplo el caso de Mxico, particularmente las experiencias societales y comunitarias como las de Chiapas,
Oaxaca, Michoacn, Guerrero, entre otras, que se han ido potenciando
como marcos o fuentes materiales de gobernanza y produccin de normatividad al margen e, incluso, en contra del Estado mexicano actual.
Desde estos escenarios, el pueblo o la comunidad misma decide darse su
propio derecho, es decir, gobernarse a s mismo. Le imprime as un sentido propio a su libertad, cuyos mbitos autodeterminados contrastan
marcadamente con los alcances cada vez ms limitados que le reconoce
el Estado a las libertades ciudadanas, sobre todo ante el recurso cada
vez mayor a la violencia por parte de ste frente a ejercicios legtimos
de la protesta o de reclamos ciudadanos.
En Mxico, la comunidad va rompiendo con su tradicional dependencia en el monopolio que pretende ejercer el Estado sobre el reconocimiento y la efectividad de sus derechos, es decir, el alcance
que tienen sus libertades inalienables, en calidad de seres humanos,
dentro del marco jurdico estadocntrico. Se da as la posibilidad de
producir una subjetividad alterna a la jurdica y unas nuevas relaciones
de poder ancladas en los campos de accin de cada uno. Este fenmeno
responde al hecho de la creciente prdida de efectividad de la capacidad
regulatoria del Estado sobre estas comunidades o sectores del pueblo.
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Se trata de una prdida creciente de su hegemona. Lejos de ser el consentimiento de los gobernados la base de la legitimidad de los actos
gubernamentales, pasa la gobernanza a validarse progresivamente por
medio de unas relaciones de dominacin basadas en el ejercicio de la
fuerza desnuda del Estado o aquellos poderes fcticos que como, por
ejemplo, el crimen organizado operan a su amparo.
La lgica subyacente del ejercicio del poder bajo el neoliberalismo es la guerra para la sumisin de todo foco de oposicin o resistencia
a las lgicas del modelo prevaleciente de acumulacin del capital. La
guerra social le es consustancial ante la precarizacin y la desigualdad
que se vive de facto, lo que hace de la seguridad pblica y personal
uno de los problemas centrales del momento. El Estado neoliberal responde con actos de fuerza: la represin, el incremento de la vigilancia
mediante las escuchas electrnicas y dems controles, el encarcelamiento y las guerras. La sociedad ha advenido as, en el fondo, en sus
mecanismos esenciales, en un orden civil de batalla consistente en una
guerra o lucha, entre silenciosa y abierta, entre clases y grupos, lo cual
va redefiniendo las relaciones de poder y la naturaleza del poder mismo.
(Foucault, 2000: 52-56). Es sta la matriz oculta del rgimen neoliberal.
Y en la medida en que se va extendiendo este campo de batalla a travs
de la sociedad, deja de existir un afuera de ste (Domnguez Gonzlez
y Alhambra Delgado, 2013: 99). El poder sistmico parece ser omnipresente y omnipotente, es decir, totalitario.
En ese sentido, la guerra interna y externa se hace consustancial
al neoliberalismo y su reproduccin ampliada, ya que lo que persigue
en el fondo es la defensa del orden establecido. As qued ejemplificado
bajo los regmenes constitucionales anteriores en Venezuela, Ecuador
y Bolivia. As queda ilustrado en la actualidad en Mxico. Como resultado, se va desvaneciendo la distincin tradicional entre el hecho de
fuerza y el Derecho. Bajo este tipo de orden civil de batalla como ocurre,
por ejemplo, en el caso mexicano, los lmites tanto de la poltica como
del Derecho se tornan indeterminados y arbitrarios debido al uso continuo e ininterrumpido de la coercin y la violencia, particularmente
la criminalizacin de las diversas formas de contestacin y resistencia.
En fi n, en la medida en que este orden civil de batalla se extiende y se le
pretende imprimir permanencia, as tambin se van suspendiendo los
derechos. El orden neoliberal requiere siempre de una jerarquizacin
y obediencia estricta.
Esta declinante efectividad y creciente indeterminacin de los
derechos ciudadanos, se convierte en una de las principales contradicciones de estos tiempos. De ah que esta especie de guerra civil no
declarada produce hechos de fuerza con efectos constitutivos. Se van
convirtiendo, para unos y otros, en el eje organizador o reorganiza-
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Santos admite que los movimientos y comunidades con las que recientemente ha estado compartiendo y colaborando, entienden que no existe
un derecho emancipatorio sino que un derecho hecho a imagen y semejanza del 1 %, es decir, la clase dominante. De todos modos, l entiende
que este momento ilegal muchas veces es seguido por un momento
legal. Sin embargo,no estaremos ms bien ante el reto de construir
y fugarnos hacia modos nuevos de normatividad, regulacin social y
gobernanza que, desde la comunidad misma, nos permitan superar el
horizonte limitado del Estado y el Derecho moderno, sometidos a los
dictados y clculos del capital? No estar la crtica jurdica latinoamericana ante el reto de explorar nuevas formas de gobernanza y regulacin social a partir de un espacio social que el Estado y el Derecho
ya no dominan absoluta y burocrticamente, y que realmente nunca
controlaron del todo (Rivera Lugo, 2004: 164-166)?
En casos como el de Mxico, la economa poltica neoliberal se
erigi en la nueva razn del Estado y del Derecho. El marco institucional y normativo del Estado de la subsuncin real y total tiene como fi n
garantizar que el mercado y la clase capitalista operen sin trabas en la
implantacin del modelo de acumulacin neoliberal, cuya caracterstica principal es precisamente la desposesin material de la inmensa
mayora de nuestras sociedades (Negri, 1992: 29; Negri, 2001: 140-141;
Negri y Hardt, 2003: 80-85; y Rivera Lugo, 2014: 176-177). El neoliberalismo crecientemente privatiza al Estado en sus lgicas y formas,
lo pblico entra en un maridaje con lo privado, y es crecientemente
supeditado a y absorbido por ste. Incluso, se propone la reinvencin
del gobierno para que opere, junto a sus funcionarios, bajo las lgicas
corporativas. Se imponen los clculos econmicos del mercado para la
revaloracin y absorcin de lo pblico.
De eso trata la subsuncin real y total: la sociedad y la vida toda
quedan subsumidas bajo el capital, es decir, la relacin social antagnica que expresa, incluyendo los principios normativos que le apuntalan. Todos los nexos de la vida, de la produccin, de la cultura, de la
socialidad, de la naturaleza, estn implicados ya abiertamente en las
relaciones de capital. Se pretende transformar la sociedad toda en un
taller ampliado de produccin social. Como resultado se produce una
proletarizacin ampliada de sta, ms all del proletariado clsico de
la fbrica localizada (Negri y Hardt, 2003: 16). Ocurre as una nueva
sectorizacin social. La sociedad toda se proletariza exponencialmente
en la medida en que la vida toda queda subsumida bajo el capital y su
normatividad. Como ya dijimos: no existe un afuera de ese orden que
progresivamente se instaura bajo el neoliberalismo.
Si bajo el Estado social o benefactor se poda argumentar sobre
la existencia de una autonoma relativa del Estado y el Derecho, este
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II
Cul es el sentido radical de la normatividad en esta era?El movimiento
real de la sociedad anima el desbordamiento creciente del poder monopolizador del Estado sobre la produccin jurdica y normativa. Impone
una ruptura con la forma del Estadoy sus fundamentos ideolgicos y
lgicas burocrticas de control que le imponen a la sociedad un horizonte
limitado a las posibilidades de nuevas formas de gobernanza democrtica. De ah que impere un pluralismo jurdico y normativo. Se trata de
la existencia simultnea y alternativa de dos o ms modos de regulacin
social, es decir, rdenes o sistemas normativos con fines ticos e intereses
diferenciados. Son autnomos entre s, debido a la diferenciacin de sus
fuentes materiales, aunque muchas veces se traslapan yentran en conflicto, sobre todo por estar dirigidos a la misma sociedad o individuos.
Como ya he sealado, la normatividad en general es ms amplia
que el Derecho promulgado por el Estado y recogido en las llamadas
fuentes formales de ste. Por ello lasposibilidadesde la normatividad
societal trascienden los lmites de la forma jurdica como instrumento
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III
Bajo el Derecho, como modo de regulacin social dominante, hemos
sido desposedos de nuestro poder normativo, de su ejercicio libre y autnomo. El problema que presenta nuestra dependencia en el Derecho
para promover nuestros reclamos es que le otorgamos a ste el poder
para constituirnos como sujeto jurdico y determinar nuestras posibilidades. Sin embargo, contrario de lo que se nos quiere hacer creer, el
Derecho no est presente en todas nuestras interacciones sociales, ni
toda relacin social se constituye en relacin jurdica. No me canso de
repetirlo: no toda normatividad se reduce al Derecho. Existen otras
normatividades no jurdicas.
Por ejemplo, est el no-Derecho (Carbonnier, 1974: 33-58; Rodat,
2010: pp. 25-91; Rivera Lugo, 2014: 123-140). Qu es el no-Derecho? Es
la norma societal autodeterminada y ticamente fundamentada en la
cooperacin y el bien comn. Se trata del orden normativo vivido, sin
necesidad de su formalizacin jurdica. Es el principio ordenador primordial de todo proceso de prescripcin normativa y regulacin social.
El no-Derecho puede constituir una opcin individual o colectiva, mediante un acto autnomo de voluntad, un acto consciente de
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desobediencia o rebelda. Por ejemplo, un acto de resistencia o rebelin contra alguna autoridad que se entiende invade su libertad o
amenaza su seguridad o bienestar. Puede tambin emerger autnomamente ms all del Derecho como en el caso de la clandestinidad,
conspiracin, subversin o desobediencia poltica. El no-Derecho trata
en estos contextos de materializar el principio de autodeterminacin,
as como el derecho inalienable a la rebelin o la revolucin contra
autoridades cuyas actuaciones ya no cuentan con el consentimiento
del pueblo.
Debemos recordar que aqu el elemento decisivo es la voluntad.
Un acto jurdico es formalmente aquel en que existe una manifestacin
de la voluntad destinada a producir efectos jurdicos. Es decir, se propone insertar una relacin social o humana dentro del mbito del Derecho. Sin embargo, la voluntad del sujeto puede ser la de mantener la
relacin fuera de la forma jurdica. Es lo que ocurre con las relaciones
de amistad o de amor, o las relaciones fi liales o la militancia poltica.
La autonoma de la voluntad, la autodeterminacin no consta slo para
fi nes de crear Derecho o reclamar el reconocimiento del Derecho, sino
que ms importante an tambin incluye la libertad para permanecer
en la condicin autnoma del no-Derecho, es decir, en la normatividad
libremente prescrita y aplicada. Debemos acordarnos que la libertad
no es una mercanca o algo cuya existencia se debe a un ttulo jurdico.
Pertenece a la esfera de lo inalienable.
De eso trata la democracia real: la libertad para determinar libremente su modo comn de vida y las normas a partir de las cuales nos relacionamos como comunidad. Al situar la libertad fuera de lo decidible
por el Estado y el Derecho, se aspira, entre otras cosas, a impedir que
su alcance sea reducido a titulo jurdico sujeto a las relaciones sociales
y de poder impuestas por el Estado y el mercado.
La potenciacin actual del no-Derecho emerge de la comprensin real de que lo determinante de los procesos sociales de produccin
normativa y regulacin de las relaciones entre los seres humanos es, en
ltima instancia, un hecho o fuerza normativa inmanente a la sociedad, apuntalada en la consciencia tica de sus integrantes, y no algo
impuesto coactiva y trascendentemente por un poder externo. La crisis
de reestructuracin de una sociedad dada y la transicin hacia nuevos
modos de produccin social y normativa, como en la actualidad, son
los propicios para el no-Derecho. Aparece por doquier como dato social
innegable. El Derecho se va aniquilando a s mismo debido a sus contradicciones internas, sobre todo su creciente inefectividad para gobernar
sobre lo concreto en nuestras sociedades y su carcter crecientemente
alienante y opresivo. Los vacos o espacios de indeterminacin que va
dejando en el proceso van siendo, por necesidad, ocupados por esa otra
36
normatividad societal producida por una diversidad de fuentes materiales, sobre todo la comunidad y los movimientos.
De eso trata la idea marxista acerca de la extincin progresiva
del Estado burgus, es decir, la socializacin progresiva del modo de
gobernanza y regulacin social. Carlos Marx propuso la reabsorcin
del Estado por la sociedad, incluyendo la reapropiacin societal de la
produccin, no slo econmica sino que tambin normativa. Ese Estado socializado se convierte efectivamente en representante de toda la
sociedad y no solo de una parte. Para Marx, la ordenacin normativa
debe fundarse en la voluntad material de la comunidad y no en una ley
formal que slo oculta, al fi n y a la postre, la voluntad y el inters de la
clase burguesa. Por ello insiste en que hay que partir de la vida material
y del ser humano concreto.
No podemos ignorar que relaciones jurdicas constituyen la forma especfica de conformacin y restructuracin, cohesin y apuntalamiento de la sociedad capitalista moderna y sus relaciones de
produccin e intercambio. Es por ello que no se trata en ltima instancia de hacerle una crtica al Derecho, como si fuese un fenmeno autnomo, sino de transformar normativamente a la sociedad toda como
parte integral de la transformacin de su economa poltica.
Quien tal vez lo vio mejor que cualquier otro fue Evgueni Bronislvovich Pashukanis cuando advirti que siendo el Derecho una forma
especfica e histricamente determinada de relaciones sociales, de tipo
represiva, excluyente y desigual, sta no puede seguirse considerando
una categora genrica objetiva o inocente que sea vlida para cualquier
sociedad y para todos los tiempos. El Derecho lo que hace, en ltima
instancia, es juridificar y legitimar las actuales relaciones sociales
de intercambio y de alienacin. Por ende, no se puede pretender abrir
paso a una nueva sociedad y modo de vida mediante el uso de la forma
jurdica (Pashukanis, 1976: 19-20; y Negri, 2003: 255-293).
Segn Pashukanis, emprender la transformacin radical hacia
la constitucin de una nueva sociedad apuntalada en el bien comn, requerir de otro modo no-jurdico de regulacin social mediante el cual
la convivencia social fundamentada en prcticas basadas en una nueva
consciencia tica de lo comn, sustituir la necesidad de la normatividad clasista y coactiva del Derecho. La autodeterminacin sustituye
as la sumisin como criterio legitimador de la nueva normatividad. La
regulacin normativa societal, cuyo fin es lo comn, es contrapuesta a
la regulacin jurdica, cuyo eje es lo privado. De ah que Pashukanis
insista en el imperativo de asumir la extincin progresiva de sta ltima, como forma dominante, para la construccin de la nueva sociedad
(Pashukanis, 1976: 40-43; Rivera Lugo y Correas Vzquez, 2013: 129130; y Rivera Lugo, 2014: 164-170).
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IV
En fi n, hay que pensar fuera del marco de la experiencia sociojurdica
prevaleciente. En ausencia de ello, seguiremos prisioneros de la positividad jurdica burguesa. No obstante, dicha reflexin crtica tiene
que tener fi nes estratgicos. De lo que se trata es de cmo podemos
transformar y superar el actual orden civil de batalla en el que se han
convertido muchos de nuestros pases, hacia la construccin de una
nueva sociedad.
Ms all de la justificacin mtica, divina o estatista de la justicia,
existe otra fundamentacin posible: la apuntalada en lo comn. Cuando me refiero a lo comn lo hago esencialmente como forma primordial ordenadora de otro modo de produccin e intercambio, as como
nuevo orden civilizatorio, que supere la forma valor y patrimonialista
caracterstica del capitalismo. Estamos hablando de una forma societal equivalencial que existe como impulso primordial pero que ha sido
sofocada en toda su potentia por los amarres que le han impuesto las
sociedades no-equivalenciales de clases, particularmente el capitalismo
(Dussel, 2014: 183). En ese sentido, ese deber ser latente que anida en la
sociedad actual necesita ser apalabrado y liberado.
Lo comn ha sido un concepto o categora insuficientemente desarrollada, ya que hasta ahora las sociedades de clase, en sus fi nes no
equivalenciales, han preferido subordinar sus expresiones a la forma
privada o estatal. Se trata de un fenmeno que se potencia desde la inmanencia y en esa medida constituye una grieta que potenciada puede
conducir a la ruptura ms radical. El res communis no se reduce al
mero hecho de la existencia de bienes comunes. Claro est, lo comn
son nuestras tierras y riquezas naturales, pero tambin est compuesto
por nuestras construcciones comunes. Se trata de nuestras luchas, as
como nuestros saberes y nuestras creaciones sociales. Lo comn se
realiza en la cabal socializacin del producto de nuestro trabajo. Incluye la democracia real como gobernanza de todos, por todos y para
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43
INTRODUCCIN
EL OCASO DEL SIGLO XX Y LOS ALBORES DEL XXI NOS HAN
convertido en testigos de un desplazamiento de la ideologa jurdica en
Nuestra Amrica que ha convergido en la creacin de textos constitucionales con contenidos calificados de innovadores en comparacin con
textos constitucionales provenientes de otros lados de la geografa de
este lado de la geografa. Es el caso de las constituciones que han sido
nombradas como El Nuevo constitucionalismo latinoamericano.1
En este contexto, las distintas escuelas del pensamiento crtico
del derecho se encuentran reactualizado uno de los ms apasionantes
debates en materia de teora poltica: el que gira en torno de los lmites
45
2 Respecto del Estado en Amrica Latina, el debate abarca tanto la conocida tesis de la
separacin, como la tesis de la multidimensionalidad de Estado, y el de la forma jurdica.
Para un texto que puede ubicarnos magistralmente en este debate, ver: Born, Atilio
(2003).
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Pero visto desde la ptica de una crtica seria del derecho cabe
preguntarnos A qu se debe esta aparente contradiccin? Lo sorprendente del asunto es que esta pregunta tiene en s misma la respuesta:
es que, en efecto, esta contradiccin es solamente aparente, pues el
derecho no est en los textos; y el Estado, como veremos, es una ficcin
que oculta la cara humana del poder, esto es, oculta la organizacin de
la violencia capitalista. Pero situemos el criterio de nuestra crtica, para
despus hacer una propuesta terica que nos permita dirigir argumentos contra la ideologa jurdica vigente. Veamos.
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7 Esta investigacin se adhiere a una concepcin de la ciencia segn la cual sta es nada
ms que un discurso que se auto propone reglas especiales, las cuales son ms o menos
aceptadas y reconocidas como las del mtodo cientfico y es esta caracterstica lo nico
que la distingue de cualquier otro discurso.
8 Esto an a pesar de los lmites que el empirismo ha reconocido en la bsqueda de su
fundamentacin epistemolgica.
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con la descripcin del sistema en comento, ser preciso primero puntualizar la mirada terica de la que abreva la categora SJK.
11 Si es eso, pero no slo, ya que lo que tenemos en el caso de la obra de Marx es un desmantelamiento puntual y sistemtico acerca de cmo es que se organiz la totalidad del
discurso econmico burgus, as como un balance muy cuidadoso de sus dos grandes
corrientes: por un lado de la economa poltica clsica, que reconoce que es necesario
ver el conjunto de la economa en su integridad, y sostiene que sta se encuentra regida
por leyes de fondo que presuponen la totalidad de la economa. La segunda corriente
que desmantela la crtica de la economa poltica es la que Marx llama vulgar, la
cual reniega de la teora del valor, y reniega de la necesidad epistemolgica del mundo
moderno, tomando una actitud nihilista frente a l. As, una corriente analiza la forma
y otra la sustancia del valor pero no nos permiten acceder a la esencia de la sociedad
burguesa, y aun pasando de una a otra no accedemos nunca al dominio del capital
respecto de la naturaleza, de la explotacin del trabajo, etctera. De modo que es a
partir de la crtica de la economa poltica que es posible el anlisis de la esencia de la
sociedad burguesa.
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Estos son los nortes tericos que orientan nuestra investigacin. Y dado que lo que aqu nos interesa es delinear las categoras
sociales que nos conduzcan a lograr un horizonte de sentido que nos
permita hacer una crtica de la ideologa jurdica nuestramericana, ser
menester comenzar justo tal cual se presenta el debate constitucional
actual, esto es, poniendo a Marx de cabeza, para recorrer luego ese camino de la mano de su teora del valor y encontrar la especificidad del
constitucionalismo contemporneo.
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En lo que nuestro autor considera la consolidacin mtica del derecho moderno, nos recuerda que se trata de una civilizacin que se caracteriza por la palabra progreso, ya que, recordando a Wittgenstein,
nos dice que el progreso es su forma, y no una de sus caractersticas
(Wittgenstein, 1980:7e), as, nos provee de una serie de pistas que nos
ayudan a destruir la idea de la modernidad como totalidad, develndonos su fundamento mtico, colonialista, racista. Pero, nos dice, fuera
del mito, el derecho no existe (Fitzpatrick, 1998:225) por lo que concluye invitndonos a pensar el derecho como mito.
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Ahora bien, en el momento en el que aparece el capital (en adelante K) en el escenario, el proceso DMD slo tiene sentido si el dinero
retorna aumentado, (D). Se trata del plusvalor. Y Cmo se obtiene el
plusvalor? Bueno, recordemos que segn la ley de equivalencia en los
cambios ley del valor, cada mercanca se cambia por otra o por
dinero equivalente a su valor. Luego, a primera vista la aparicin del
plusvalor es un misterio. Pero vamos paso a paso. Hablemos ahora
del capital mercantil.
La circulacin DMD es slo posible a partir de la existencia
de D, o sea una cantidad de dinero apropiada para iniciar el ciclo. Pero,
De dnde sac el capitalista su capital? Este es el conocido tema de la
acumulacin originaria. Y la respuesta es tan sencilla como histricamente comprobable: nicamente es posible acumular originariamente a
travs del pillaje, la destruccin y el saqueo. Es por eso que la historia
nuestramericana puede ser estudiada como la de la apropiacin de riqueza y de conocimiento que se hace de manera violenta y sistemtica
a partir de 1492 en esta parte del planeta, para luego obtener plusvalor
del intercambio desigual o el monopolio. La institucin de la herencia
hace el resto. De modo que no hay ningn capitalista o noble cuyo capital o nobleza no venga de un antepasado pirata, bandido o rapiador.
Muchas de las modificaciones legislativas contemporneas en el SJK
pueden explicarse por la continuacin de este proceso de pillaje en territorio nuestroamericano. Notemos que, sin embargo, an podemos
describir lo que sucede en esta fase merced a nuestra categoras bsicas
del derecho civil, ya que el capital mercantil trabaja en dos momentos:
DM y MD, como si fueran dos actos independientes de circulacin
mercantil.
Mas para que el ciclo no sea estril, es necesario que la mercanca
que media el proceso (DMD) produzca por s misma un plusvalor.
Esa mercanca con propiedades divinas existe y es la fuerza humana.
Entonces, el trabajo crea valor, y el capital lo convierte en mercanca. De
modo que comprando energa humana el capital consigue obtener plusvalor del mismo proceso que ahora es, adems y por eso, de produccin.
Luego, el capital industrial, comprador de energa humana, se expresa
tambin en primera instancia, en la misma frmula DMD. Por
lo tanto, como forma ms desarrollada del capital, contiene al capital
comercial y tambin es expresado por el derecho privado en las fases
contrapuestas DM y MD (Correas, 2000:139).
Corresponde ahora analizar las transformaciones que en lo jurdico produce la compraventa de la fuerza de trabajo. Y es que, contrario
a lo que expresa la ideologa del derecho laboral, en la sociedad capita-
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valorizarse, el capital combina ambos elementos en el proceso de produccin propiamente dicho. Con este nuevo elemento, nos encontramos
ahora fuera de la circulacin.
MP
DM <
P
FT
Donde P es el proceso de produccin. Ah, la materia prima se
consume, y la mquina se desgasta. Y tambin se consume el valor de
uso de la materia fuerza de trabajo. Luego, el valor de la materia prima se
traslada a la mercanca, pero tambin le es agregado el valor de la fuerza
de trabajo. Esto significa que el plusvalor no surge dentro de la circulacin, sino dentro de la produccin; no es el dinero el que ha engendrado
ms dinero, sino la fuerza de trabajo la que ha producido ms valor que
el ingresado a la circulacin. La frmula ha cambiado, entonces ahora,
MP
DM <
P MD
FT
Como vemos, la mercanca producida M, ahora tiene un valor
mayor que el del capital arrojado inicialmente a la circulacin. Si esta
mercanca se vende, el plusvalor se realiza, y el capital retorna a su forma dineraria original pero aumentado. Sin embargo, en las fases DM, Y
MD, tenemos intercambio de equivalentes, por lo que las categoras del
derecho civil funcionan de igual manera en ambas fases del proceso. Ha
habido una transformacin, cambio que debemos buscar en otro lugar
que no sea el cambio de equivalentes, esto es
Cualquier transformacin, por tanto, que hayamos de encontrar, debe buscarse en otros elementos que no sean el simple
hecho del intercambio. Por tanto, hay dos factores a considerar: 1) una de las mercancas en que se transforma el capital
dinerario, es fuerza de trabajo, mercanca peculiar en valor de
uso; 2) el proceso P es el lugar donde sucede la explotacin de
los obreros, y por tanto, su resistencia y lucha de clases. Estos
dos elementos, fuerza de trabajo como mercanca y apropiacin de excedente sin compensacin, transformarn amplios
sectores del derecho moderno (Correas, 2000:153).
Pero el derecho civil slo se ocupa de la circulacin de equivalentes. En cuanto al consumo, su regulacin corresponde a lo que Correas
llama derecho econmico, uno de cuyos rganos es el Estado. Por su
parte, la separacin entre circulacin y produccin nos permite sealar
el punto de ruptura entre el derecho privado, que es de la circulacin
y el derecho laboral, que lo es del proceso capitalista de produccin de
mercancas.
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expresa en la ideologa jurdica nuestramericana, ser necesario avocarnos con ms detenimiento al estudio del estado.
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que sofrem as injustias por parte dos setores dominantes dos grupos
privilegiados e das formas institucionalizadas de violncia e de poder
(local ou global). Certamente, a crtica como dimenso epistemolgica e ideolgica tem um papel pedaggico positivo, medida que se
torna instrumental operante adequado ao esclarecimento, resistncia
e emancipao, indo ao encontro e respondendo aos anseios, interesses
e necessidades daqueles que sofrem qualquer forma de discriminao,
explorao e excluso.
Logo, seguindo este horizonte do pensamento crtico, redimensionada a necessidade da reflexo desde categorias e contingncias prprias da regio, em que se possa subsumir criticamente o arcabouo
da racionalidade crtica moderna, aproveitada em suas condies de
denncia da negativade material da prpria modernidade eurocntrica, somente que reformulada para a condio perifrica do continente
(identificado ao Sul global). Tendo em vista este movimento de reposicionamento do pensamento crtico, abarcando a conjuntura regional,
se passar na prxima etapa a explorar como estas propostas podem
ter desdobramentos no campo jurdico.
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scio-poltica), de participao poltica e democratizao da vida comunitria (restries burocrticas, poder econmico dirigente e o papel da
mdia na conduo dos processos eleitoral-participativos) e, fi nalmente,
de direitos bsicos de subsistncia e de melhoria de qualidade de vida.
Neste espao de sociedades divididas em estratos sociais com
interesses profundamente antagnicos, instituies poltico-jurdicas
precrias, emperradas no formalismo burocrtico e movidas historicamente por avanos e recuos na conquista de direitos, nada mais
significativo do que constatar que o pluralismo dessas manifestaes
jurdicas uma exigncia contnua da prpria coletividade frente s novas condies de vida e s crescentes prioridades impostas socialmente.
Tais juridicidades afi rmam-se, sobretudo, como direitos materiais e
sociais, e isso se deve percepo de que os oprimidos, pobres e marginalizados socialmente da conscincia crtica do direito de no viver
nas condies sub-humanas, e que a capacidade de organizar-se pode
fundar outra perspectiva scio-jurdica a partir das normatividades
sociais.
Assim, pois, trata-se de configurar uma nova ordenao poltico-jurdica pluralista, duradouramente redefi nida nas insatisfaes
e na plena vivncia de direitos comunitrios. Direitos comunitrios
que se impem como exigncias de uma vida que vai dialeticamente se
constituindo. Afi nal, neste processo de afi rmao de novos direitos,
fundados na legitimidade de ao dos sujeitos relacionados em intersubjetividades, a inscrio plural e cotidiana do jurdico alcana uma
humanizao mais integral e democrtica.
Diante destas afi rmaes sobre pluralismo jurdico e pensamento crtico, visualizando as necessidades dos sujeitos histricos localizados na realidade especfica da Amrica Latina, tendo como horizonte e
estratgia poltica a ideia de libertao e como pressuposto fundamental desta caminhada as progressivas reflexes que absorvem a materialidade crtica da modernidade, vale referir que a prxima etapa busca
aprofundar a questo dos elementos que consolidam este itinerrio descolonizador, destacando a intersubjetividade crtica do consenso crtico
das vtimas, categorias primordiais na fundamentao do pensamento
jurdico crtico plural latino-americano.
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modernidade. No tocante ao pensamento jurdico crtico plural, o sujeito adquire centralidade e deve ser mediado como libertao, assim,
para esta tarefa a o tema da intersubjetividade crtica como perspectiva
dos sujeitos comunitrios merece ser observada.
Dessa forma, o debate se inicia explorando o desenvolvimento
do pensamento de Franz Hinkelammert, o qual se inscreve na tica do
pensamento da libertao a partir das suas reflexes fi losficas inseridas na anlise material desde as perspectivas da economia poltica
crtica. Estas abrem um vasto campo de reflexo, abarcando o pluralismo jurdico atrelado as corporalidades viventes, ou seja, os sujeitos
corporais em suas dimenses histricas enquanto vtimas dos efeitos
negativos da modernidade. Essa abordagem obriga aos pensadores das
cincias humanas reposicionarem suas anlises para enfocar o problema da seguinte maneira:
Resulta del hecho de que est destruyendo progresivamente
las condiciones de posibilidad de la vida humana: la exclusin
de grandes partes de la poblacin humana, la subversin de
las mismas relaciones humanas y la progresiva destruccin
del medio ambiente. En sentido estricto, la crisis no es del
capitalismo, sino es una crisis de la vida humana como efecto
indirecto de este capitalismo. Los movimientos de disidencia
y resistencia, que hoy aparecen en todas partes, responden a
esta crisis de las condiciones de la vida humana y desde all el
capitalismo. [] El capitalismo no choca simplemente con una
clase social, sino choca con la humanidad en cuanto despierta
con el reclamo de querer vivir (Hinkelammer, 2005:25).
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mentos sociais condicionados desde as facetas nefastas do capitalismo e pensamento racionalizado moderno, logram recuperar outros
critrios para a constituio do sujeito histrico latino-americano, a
questo do reprimido, fonte de crtica ao formalismo racionalizado e
seus desdobramentos na esfera de legitimao jurdica do direito legal
burgus. O grito destes sujeitos, em destaque o caso boliviano (Machado, 2012), afi rmam outras tipologias jurdicas, trazendo tona o pluralismo jurdico como fonte da materialidade poltica crtica no mbito
institucional, calcando seus preceitos em perspectivas materiais desde
as subjetividades reprimidas,
En esta situacin aparece la discusin del sujeto. No se trata
del sujeto de Descartes, sino ahora del ser humano como ser
con la apertura y la exigencia de hacerse sujeto. Se trata de un
sujeto corporal y vivo, que reclama el reconocimiento de su ser
sujeto en la sociedad. Esta discusin aparece hoy en muchas
partes del mundo. Est presente en Amrica Latina, en los
pases del socialismo histrico en Europa oriental, aparece
en Europa occidental y aparece en la India. Revela algo, que
es el subttulo de este libro: el retorno del sujeto reprimido
(Hinkelammert, 2010:228).
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Nessa condio coisificada, o sujeito vivo encurralado na legalidade que formaliza objetivamente a racionalidade meio-fim, abrindo
algumas possibilidades emancipadoras desde que as condies fundamentais elaboradas a partir do ncleo racionalizado sejam mantidas,
ou seja, ao eliminar as condicionantes de libertao, tais como autonomia e autodeterminao dos sujeitos vivos, volta-se a adestr-los em
regras repressivas emanadas do centro legitimador unvoco (tal qual
o sistema monista moderno), ou ento em variadas formas jurdicas
multifacetadas desde a uniformidade e validade hegemnica de um
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CONCLUSO
Finalmente, frente proposta da tematizao dos sujeitos sociais como
conscincia crtica desde a intersubjetividade comunitria no horizonte da libertao como materialidade fundante da ideia de pluralismo
jurdico, cabe considerar a constituio das necessidades humanas e
sua justa satisfao como critrio para serem pensadas distintas formas de legitimao no mbito das juridicidades insurgentes. Mas, o
agrupamento das necessidades humanas varia de uma sociedade ou
cultura para outra, envolvendo amplo e complexo processo de socializao, assim h que distinguir, na problematizao das necessidades,
suas implicaes contingentes com exigncias de legitimao, para
esta tarefa a compreenso da totalidade moderna em suas dimenses
metrpole-centro e periferia como dominao e opresso (exterioridade
encoberta) torna-se fundamental e esclarecedora no cenrio regional.
Dessa forma, uma necessidade pode ser reconhecida como legtima se sua satisfao no inclui a utilizao de outra pessoa como
mero meio (Heller; Fehr, 1989:171-172), relaciona-se aqui com a ideia
de submisso na conjuntura da racionalidade irracional do sistema que
coisifica os sujeitos. nessa perspectiva, em que a intersubjetividade
crtica, importa no resgate da presena plural dos sujeitos ausentes na
historicidade da modernidade enquanto esfera tambm da colonialidade (Mignolo, 2007)3, pois atravs desse resgate que desmistificado
as mazelas do sistema injusto e a funo de legitimidade do direito
enquanto instrumento de dominao.
Portanto, a razo de ser do pluralismo jurdico est na transgresso ao convencional institudo e injusto no cenrio da construo jurdi3 Cf. Mignolo, Walter (2007) El pensamiento decolonial: desprendimento y apertura
en Castro-Gmez, Santiago; Grosfoguel, Ramn (comp.) El giro decolonial: reexiones
para una diversidad epistmica ms all del capitalismo global (Bogot: Siglo del Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporneos y
Ponticia Universidad Javeriana, Instituto Pensar).
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Beatriz Rajland*
INTRODUCCIN
A PA RT I R DE L A TEOR A DEL ESTA DO Y DEL DER ECHO,
trataremos de introducirnos en algunas reflexiones sobre la relacin
entre ambas categoras. Lo haremos desde el pensamiento crtico
como sntesis, desde nuestro punto de vista, expresada en el marxismo, procurando un anlisis conceptual que resulte de utilidad para
el entendimiento no slo terico, no slo general, sino tambin de la
realidad actual, particularmente de las realidades de Nuestra Amrica.
Hoy todo est en debate y nuestro objetivo es penetrar en ese
debate, ser parte del mismo, desde la teora y desde la prctica.
Habitualmente en los espacios acadmicos, pero tambin ms
all de ellos y como parte del denominado sentido comn, se presenta
al Estado y al derecho en forma separada, se los trata como si fueran
independientes, autnomos entre s, reconociendo slo que mantienen
una relacin meramente funcional.
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En las universidades de Argentina1, por ejemplo, se ensea separadamente una Teora General del Estado de una Teora General del
Derecho. Esta es una de las incongruencias terica-poltica-ideolgica
a sealar en primer lugar.
En efecto, el derecho es inescindible del Estado (y viceversa),
son dos caras de la misma moneda, aunque habitualmente se procure
presentarlos, desde la teora y su derivacin hacia la prctica concreta,
como posibles de tratar en forma independiente uno de otro.
Ello constituye una manipulacin ideolgica, que pretende presentar al Estado como el rgano o la institucin que operara en relacin al bien comn y al derecho como el que garantizara derechos
y establecera obligaciones para todas y todos, con carcter de erga
omnes.
Ambas consideraciones son falsamente encubridoras del sustrato
real y estructural que configuran dichas categoras.
Son una ficcin. Ni el Estado opera en relacin al bien comn,
ni el derecho opera por el derecho de todos/as. Es fcil de comprobar,
simplemente es necesario reflexionar sobre la realidad misma.
Tanto Estado como derecho son relaciones sociales. Obviamente,
relaciones sociales especficas, con sus particularidades que las caracterizan e identifican, pero conforman una unidad conceptual, se necesitan entre s, se condicionan y complementan. O sea, que no intentamos
decir que identificamos Estado con derecho, ya que en ambos casos hay
especificidades que les son propias y ellas son las que permiten cierto
grado de autonoma aunque relativa de una u otra relacin social, es
decir, tanto de Estado como de derecho. Esto es lo que permite infisionarlas, disputar sentidos en su interior, si bien sin cambiar su carcter
estructural como ya lo expondremos.
Es, segn Goran Therborn (1979), como la operacin simultnea
del aparato de Estado en tanto expresin de la dominacin de clase y
como ejecutor de las tareas sociales de legislacin, judicatura, etc. pero
aclarando que los dos aspectos constituyen una unidad esencial.
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Beatriz Rajland
enmascararse y falacias, porque realmente no existen ni la voluntad general, ni el bien comn, ni el inters general. Es justamente una ficcin
que mistifica, que naturaliza una mirada falsa.
En una sociedad dividida en clases, los intereses o el bien, o la
voluntad, nunca son generales ni comunes, siempre son de una parcialidad. La idea de la totalidad no se aplica, ms aun, no se puede aplicar.
El Estado, desde la tradicin marxista de donde lo abordamos
es considerado una relacin social con caractersticas especiales que se
constituye a partir de las relaciones sociales de produccin, pero que
a su vez tambin contribuye a constituirlas, en una relacin dialctica.
O sea, el Estado como vinculado con la reproduccin del conjunto del
sistema social.
Una forma de ver este carcter del Estado como momento necesario de reproduccin de la sociedad, es el de Poulantzas que considera que
[] las relaciones poltico-ideolgicas desempean un papel
esencial en la reproduccin de las relaciones de produccin,
justamente porque estn presentes desde el primer momento
en la constitucin de estas ltimas. De este dato fundamental
deriva la presencia especfica para cada modo de produccin
del Estado, que condensa, materializa y encarna las relaciones
poltico- ideolgicas en las relaciones de produccin y en su
reproduccin (Poulantzas, 1980:25).
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De all, la importancia de tener claro quines y que sectores sociales se benefician y quienes y que sectores sociales se perjudican con
la accin del Estado, para conocer cul es el bloque histrico en el poder.
As como tambin tener claro que el Estado es un lugar de la lucha de
clases, un lugar de disputa, de disputa total y tambin objeto de disputas parciales a veces con xitos relativos y otras con derrotas.
El resultado de esas luchas se traducir [] en los distintos
grados de avance o construccin de contrapoder por parte de
las clases subalternas o de fisuras en los intersticios del poder
hasta su culminacin con la ruptura revolucionaria (Rajland,
2015b: 289).
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Beatriz Rajland
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De este prrafo y de otras obras de Marx, parte Abel Garca Barcel para considerar que Marx alude al derecho desde tres perspectivas
(Garca Barcel, 1979:13).
1. El derecho como superestructura jurdico-normativa, expresada en la ley.
Dice Marx al respecto:
[] es evidente que, como siempre, la parte dominante de la
sociedad se halla interesada en santificar lo existente como ley
y en dar una sancin legal a sus lmites, establecidos por el uso
y la tradicin [] una expresin general como voluntad del
Estado, como ley, la expresin de esta voluntad condicionada
por sus intereses comunes es la ley (Marx, 1956, T. I: 192).
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[] se explica el que para ellos y para todos los cdigos en general, sea algo fortuito el que los individuos entablen relaciones
entre s (Marx, 1958:70/71).
Tanto la ley como la relacin jurdica, cumplen funciones
ideolgicas especficas, aunque ambas sufren la determinacin de la estructura econmica, del Estado como superestructura poltica y de la lucha de clases. (Garca Barcel,
1979:15).
EL ENTRAMADO DE LA RELACIN ESTADO-DERECHO
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El derecho es la herramienta fundamental que apunta a legitimar el sentido de la aplicacin del monopolio del uso de la fuerza por
el Estado. Insiste Capella que el surgimiento del derecho supone el del
poder poltico, teniendo la particularidad de que por su verbalidad,
por su expresin lingstica, genera ideologa de aceptacin social
(Capella 1997:49).
Esta aceptacin tambin est vinculada a que se puede visibilizar
a los ojos de los ciudadanos una cierta previsibilidad en cuanto a los
comportamientos del poder.
Pero en la relacin dialctica desde la que hemos abordado la problemtica, tambin ocurre que el derecho, en virtud de las resistencias y
luchas populares derivadas cuando exitosas, a la imposicin de la sancin de normas especficas y de su grado relativo de autonoma, puede
representar tambin y al mismo tiempo cierta garanta respecto a las
arbitrariedades del poder dominante expresadas por el poder del Estado.
En las comunidades primitivas, la reglamentacin de la sociedad
estaba conformada solamente por el imperio de normas de moralidad
positiva; ms adelante (y conectado con la divisin de la sociedad en
clases) se encarn en las normas jurdicas,
[] que pueden contraponerse incluso a las de la moralidad
positiva de las comunidades subalternas y cuya elemento esencial es la capacidad por parte del Estado de garantizarlas con
la coercin, o sea que su cumplimiento est apoyado en el
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2 Que nos limitamos a mencionar, ya que ampliar sobre la misma, excede el objetivo de
este trabajo.
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3 Nos estamos refi riendo en el caso de Argentina al perodo 2003/2015, ya que en las
elecciones de noviembre de ese ao, se impuso aunque por escaso margen un gobierno que claramente no puede identificarse con proceso de cambio alguno ni siquiera
superficial (en cuanto a intereses populares), ya que representa los intereses del capital
ms concentrado y un posicionamiento general francamente antipopular, de derechas.
4 Nuevamente aclaramos la situacin de Argentina. En todo caso nos referimos al gobierno que termin su mandato el 10 de diciembre de 2015.
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FORMA JURDICA
Uma apreenso crtica do fenmeno jurdico nos marcos do pensamento marxista atrela-se a uma necessria e profunda investigao
da sociabilidade capitalista. O capitalismo constitui-se enquanto um
complexo de relaes sociais mediadas pela mercadoria, orientadas
acumulao, cujas condies de reproduo assentam-se na diviso
social do trabalho, no salariado, na subjetividade jurdica e na propriedade privada dos meios de produo. A relao social bsica do capitalismo, portanto, ganha forma na troca mercantil entre sujeitos livres
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A separao necessria entre os meios de produo e os produtores diretos, a diviso de classe e os conflitos de classe esto entrelaados no capitalismo. No seio da inescapvel interpelao dos indivduos
como sujeitos de direito no processo de circulao mercantil esto as
relaes intersubjetivas e tambm os conflitos individuais. E, da exigncia estrutural de uma permanente dinmica concorrencial entre trabalhadores, entre fraes do capital e entre os prprios Estados (Saad
Filho, 2011: 69; Hirsch, 2010: 30), surgem as assimetrias internacionais
na produo capitalista, as diferentes formas de explorao do trabalho
(que podem envolver o at mesmo uso lateral de formas compulsrias
de trabalho) e as classificaes estatais de determinados grupos sociais
deflagradores das mais variadas formas de xenofobia, racismo, machismo e controle da sexualidade13.
Dizer que h uma coero estrutural sobre todas as relaes sociais no significa que determinadas aes no possam entrar em confl ito com as formas sociais existentes. A complexidade da organizao
do Estado derivada destas contradies, ou melhor, da totalidade
contraditria que o capital. Por isso mesmo, no se pode dizer que
o Estado o Estado da classe dominante, pois os aparelhos de Estado devem, em alguma medida, contemplar as classes dominadas, e
essa permeabilidade que permite ao Estado lidar com as contradies
e antagonismos que compem a dinmica capitalista. O funcionamento dos aparelhos de Estado e o eficiente manejo das crises dependem
da capacidade dos Estados de institucionalizar os confl itos, criando
mecanismos de regulao que funcionam mediante a interveno e o
uso efetivo da fora, que pode ou no submeter-se legalidade, ou ainda, atravs da formao de consensos ideolgicos capazes de justificar
reorientaes na ao poltica e na organizao da produo. Por isso,
a regulao estatal no , necessariamente, a imposio de normas,
mas a imposio de ordem, uma ordem que garanta a reproduo das
condies das prticas capitalistas. Fatores geralmente relacionados
com a natureza do liberalismo como democracia, cidadania, republicanismo e, em muitos casos, at a legalidade, podem ser deixados
de lado quando determinados ajustes na produo capitalista e, conse-
uma autoridade situada fora das leis imanentes do mercado. A coao, enquanto uma
funo baseada na violncia e endereada por um indivduo, contradiz as premissas
fundamentais das relaes entre proprietrios de mercadorias. por isso que, em uma
sociedade de proprietrios de mercadorias e no interior do ato de troca, a funo da
coao no pode aparecer como funo social., dado que ela no impessoal e abstrata
[...].
13 Cf. Almeida, 2015. Tambm sobre a relao entre capitalismo e formas de discriminao ver tambm Balibar et al, 2010; Mascaro, 2013: 63-68.
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despojo colonial del territorio, la sobreexplotacin de la fuerza de trabajo y el robo de minerales que va chorreando sangre y lodo por todos
los poros, desde la cabeza hasta los pies (Marx, 2007:950).Esto es muy
importante para entender la complejidad de nuestra condicin de dependencia. Muestra que no es que Amrica Latina haya acudido tarde al
desarrollo del capitalismo, sino que, por el contrario, ha fungido como
palanca del capitalismo mundial, una forma especfica de participar
en el desarrollo.
Parto del hecho colonial y su matriz productiva en los que la
regin se sita como un espacio geogrfico e histrico que, a travs del
abastecimiento de naturaleza y de fuerza de trabajo, pone los cimientos
para la expansin del poder del destinatario en la nueva dinmica de
la divisin internacional del trabajo, al tiempo que subordina la vida
en su conjunto a este modo de produccin. La Colonia implic la subordinacin de la vida en la regin al modo de produccin de la Europa occidental y su tipo civilizatorio,8 en el cual est presente la idea
de raza9 (Quijano, 2000:202-203 y 207). La colona permiti acelerar el
proceso de acumulacin de capital, la consolidacin de la burguesa a
travs del desarrollo de la manufactura y el comercio, y la expansin
de los mercados hacia el mercado mundial (Marx, 1974:64-65). En la
poca moderna, con el desarrollo tecnolgico, se sum a este proceso
la divisin del trabajo y su modo fragmentario de produccin y reproduccin de las relaciones sociales. En este proceso cobra particular
importancia el desarrollo tcnico de la mquina de vapor, en tanto que
transforma las condiciones de intercambio desigual entre la regin y el
centro productivo, a la vez que profundiza la desigualdad al interior de
la misma. Asimismo, desestructura las relaciones sociales hasta entonces existentes para estructurar unas nuevas con base en este modo de
produccin parcial y sus relaciones fetichistas.
En esta nueva dinmica global, la estructuracin de la vida en su
conjunto tiene como epicentro la acumulacin capitalista y la apropiacin de la ganancia. Con la gran industria y ante la incapacidad de los
8 Esta forma civilizatoria ha sido descrita por los estudiosos de la colonialidad del poder
como eurocentrista. Por un lado, lo central es la existencia del hombre blanco portador
de la razn y con capacidad de direccin; por el otro, de una raza inferior portadora de
barbarie a la que es necesario, como un aporte humanitario, dirigir hacia la civilizacin.
9 Anbal Quijano desarrolla la idea de raza. La considera una categora mental de la modernidad pues es a travs de ella que se construye una clasificacin social instrumental. Es, por tanto, un instrumento de dominacin universal basado en las diferencias
biolgicas. Quijano hace uso de las categoras divisin del trabajo y divisin social del
trabajo para crear la categora divisin racial del trabajo, que alude a la construccin
social de la naturaleza de los roles del trabajo con base en la idea de raza. La naturalidad del blanco como amo y del negro como esclavo implica una relacin de dominacin
superior-inferior.
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Lo que subyace a esta mirada es el escepticismo respecto del discurso del derecho, en tanto que concesin del poder por su contenido
ideolgico. La mirada escptica nos permite dudar del discurso jurdico
porque parte de la consideracin del derecho moderno capitalista como
un discurso del poder, el mismo poder que organiza el orden mundial
en lo local, el cual se oculta detrs de la existencia ficticia del estado.
Como vimos anteriormente, el discurso jurdico juega un papel central
en la estabilidad del modo de produccin; sus formas jurdicas expresan
las relaciones sociales del capital no slo por cunto muestran, sino por
cunto ocultan.13 En ello radica su complejidad. Ellas son el discurso
del poder y su violencia. De otra suerte, el discurso del derecho moderno contenido en las formas jurdicas dara cuenta de que el sentido de
su existencia es la contencin del confl icto para la estabilidad de un
modo de produccin injusto; sin embargo, a contrario sensu, para la visin tradicional, el sentido de su existencia es la justicia, cuya cualidad
intrnseca es la imparcialidad. Nada ms falso.
Considerar al derecho moderno capitalista como un discurso de
poder refiere a la incidencia que la voluntad del poder de alguien tiene
sobre los ciudadanos, aquellos a quienes el discurso se dirige y amenaza
con la violencia. Sin embargo, no limita su esencia a dicha determinacin de voluntad, sino que se despliega en la articulacin compleja entre
el estado y el capital que trasciende a la voluntad e implica al modo de
produccin y a las relaciones sociales que sobre ste se construyen y sus
contradicciones. Es decir, que no se trata de simple voluntarismo, sino
de una articulacin compleja y contradictoria.
Este contexto incide de manera directa en el contenido ideolgico
de las formas jurdicas, por ello, a diferencia de otras configuraciones
jurdicas, el derecho moderno de nuestra regin contiene a las relaciones del capital dependiente latinoamericano. Salir de esta histrica
condicin requiere mucho ms que voluntad, ello puede observarse en
la dificultades por las que atraviesan y han atravesado los proyectos
polticos de nuestros pases en diferentes momentos. La manifestacin
13 Considero til la categora de forma jurdica de Pashukanis para dar cuenta de
que la forma mercantil produce la forma jurdica en cierto momento histricamente
determinado. Sin embargo, s considero necesario como lo refiere Oscar Correas,
la necesidad de dar cuenta de lo que el derecho moderno burgus es, en ese sentido resulta de alto inters la teora de Kelsen citada por Oscar Correas, la cual nos refiere que
adems de la tcnica del derecho subjetivo como caracterstica del derecho moderno capitalista, ste se compone de muchas otras tcnicas jurdicas derivadas de diferentes
tipos de intereses propios de los portadores de mercancas, (Correas, 1994:283-300) en
cierto momento histricamente determinado. En Kelsen y los marxistas, Oscar Correas
debate lgidamente con Pashukanis, de quien considera que su La Teora general del
derecho y el marxismo no es capaz de responder a lo que el derecho es porque se centra
en la forma y no en el contenido del derecho.
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14 Condicin para la inversin del gran capital a fi n de obtener ganancias extraordinarias, ya sea a travs de lograr una renta diferencial por la disposicin de condiciones
naturales de produccin que impliquen la inversin de menos trabajo vivo o muerto, y
la elevacin de la productividad en el trabajo, lo que aumenta la intensidad del mismo,
y el caso latinoamericano, disminucin en el consumo (Marini, 1982).
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Resulta indispensable un anlisis crtico que d cuenta de las relaciones sociales contenidas en este discurso. En consecuencia, concluyo
que para transformar al estado no es suficiente modificar su discurso,
sino que es fundamental la transformacin de las relaciones sociales de
explotacin en el terreno de la lucha de clases.
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9 de mayo del 2015.
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SEGUNDA PARTE
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PRESENTACIN
SOBRE LA REVOLUCIN BOLIVARIANA SE HA HABLADO MUCHO.
No slo se debe a que este proceso indito ha permeado innumerables
fronteras e impactado el rumbo de otros pases especialmente de la
regin; es que desde esta nacin petrolera, que posee las mayores reservas certificadas del mundo1, se aviv un tozudo inters de plantearse
un modelo socioeconmico alterno recogido en la expresin genrica
Socialismo del Siglo XXI. La naturaleza de ese proyecto nacional intenta
construir espacios de soberana antiimperialista entendindolo como
un Proyecto Nacional Continental (la Patria Grande).
En el grueso de los abordajes interpretativos sobre dicho proceso,
se le atribuye a la Revolucin un carcter conflictivo que violent caprichosamente un supuesto estado de paz y estabilidad del que gozbamos
* Profesora titular en la Escuela de Criminologa de la Facultad de Ciencias Jurdicas y
Polticas, Universidad de Los Andes, Mrida (Venezuela).
Profesora titular en la Facultad de Farmacia y Bioanlisis, Departamento de Toxicologa y Farmacologa, Universidad de Los Andes, Mrida (Venezuela).
1 Venezuela posee las reservas ms grandes de crudo del planeta con 298.353 mil millones de barriles, de los cuales 259.460 mil millones se encuentran en la faja petrolfera
del Orinoco Hugo Chvez Fras, lo que equivale al 20% del total mundial (Damiani,
2015:7).
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ANTECEDENTES HISTRICOS
Segn la historiografa ms conocida la democracia que se reinstalaba
en Venezuela en 1958 tena una regla de oro y un criterio rector: nada
de lo que se hiciese deba poner en riesgo la estabilidad institucional.
Esa regla preside toda la orientacin del sistema y todo queda subordinado a ella. De all se derivaran dos ms: la obsesin por el consenso
y la aversin al conflicto. La cara del consenso orientaba a actuar de
forma tal que ningn sector poltico o social, con capacidad real de
amenazar la estabilidad de la democracia, se sintiese excluido de los
beneficios de sta o de sus programas. Haba sido tambin el exceso
de confl ictos lo que ocasionaba los reiterados golpes de Estado. Pese
a diversas rupturas y desencuentros entre sectores polticos, el estilo
de reparticin del poder y recursos que se impusieron con el Pacto de
Punto Fijo2 perdurara muchos aos en Venezuela (Urbaneja, 1997:6-9).
As, en la llamada IV Repblica (1958-1998), se buscaba la estabilidad
institucional a travs de alianzas y la evitacin social del conflicto. La
poltica de sustitucin de importaciones, por ejemplo, se llevara a cabo
con una amplia proteccin arancelaria para las industrias, mientras
que la supervisin por parte del Estado era prcticamente inexistente.
As, para no perder apoyo poltico de sectores significativos, se relajaba
la exigencia por parte del gobierno hacia los industriales (en cuanto a
productividad o competitividad), beneficindose stos, adems, de una
generosa poltica crediticia.
Los partidos ocupan el Estado y se reparten sus cargos entre sus
militantes y simpatizantes, a su vez que promueven el desarrollo de las
organizaciones sindicales, gremiales, estudiantiles, agrarias, a las que
controlan y convierten en instrumento de sus intereses partidistas. Se
trata de partidos altamente centralizados y disciplinados expandidos
por todo el pas, a lo largo del cual usan sus recursos para tejer sus re2 Consisti en un compromiso de los tres principales partidos del momento, Accin Democrtica (AD), Unin Republicana Democrtica (URD) y el Partido Social Cristiano
(COPEI), siendo excluido el partido comunista. Todos los fi rmantes se comprometieron
a respaldar a quien resultase ganador en las elecciones de diciembre de 1958 y formar
en torno a l un gobierno de coalicin, siendo repartidos los cargos pblicos segn
cuotas ms o menos paritarias. Tuvo su origen en el llamado Pacto de Nueva York, en
donde inicialmente se realizaron los primeros acuerdos.
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El proyecto revolucionario bolivariano es una respuesta crtica, alternativa al modelo de organizacin mundial globalizador neoliberal; nace y se desarrolla como proyecto crtico de
las polticas pblicas neoliberales que intentaron imponerse
en Venezuela, especficamente durante el segundo gobierno
de Carlos Andrs Prez, (1989-1992) y de Rafael Caldera (19941998); en estos gobiernos se desarroll una estrategia de acumulacin por desposesin (Damiani, 2015:10).
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Con estos planteamientos, Chvez arroll en las elecciones presidenciales del 6 diciembre de 1998 con el 56,5% de los votos, por delante
del candidato de AD y el COPEI (unidos por primera vez en su contra).
Con su propuesta de Asamblea Nacional Constituyente (ANC), encabeza
el Polo Patritico en el que adems del Movimiento que lidera, el V Repblica (MVR), estaban el Movimiento al Socialismo (MAS), el Partido
Comunista de Venezuela (PCV), Patria para Todos (PPT) y otras cuatro
formaciones menores. Esto es, la izquierda en bloque (Bez y Elizalde,
2004:375). Este presidente no lleg al poder como producto de ningn
pacto de lites, lo que cambiaba la manera histrica de hacer poltica,
saliendo adelante con un fuerte liderazgo y apoyo popular.
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No se trataba slo de decretar que la democracia sera participativa y no slo representativa, sino que se apost por una construccin
ms compleja consistente en una democracia participativa y protagnica.8
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advierte tambin sobre el plan en marcha de asesinatos selectivos contra algunos de sus conos polticos como fueron los casos de Eliecer
Otaiza (concejal ms votado de la Alcalda de Caracas) y Robert Serra
(diputado ms joven de la Asamblea Nacional)19.
REFLEXIN FINAL
Este proyecto cuasi-utpico ha podido mostrar en una fase experimental de diecisiete aos, prcticas tangibles de inclusin social contrastables con el modelo neoliberal. Por ejemplo, en apenas cuarenta y cinco
meses ha logrado construir y entregar ms de setecientas mil viviendas
dignas a los ms humildes a travs de la Gran Misin Vivienda, para
intentar revertir la tragedia histrica de los cinturones de ranchos. Por
otra parte masific la educacin en todos los niveles, llegando incluso a
una tasa bruta de matriculacin universitaria de casi el 90%. Pensionar
a millones de adultos mayores, incluyendo a las amas de casa a quienes considera trabajadoras. Ha incluido al exitoso sistema de orquesta
juveniles unos seiscientos veintitrs mil nios de los sectores marginados. Ha logrado mejorar el Coeficiente de Gini que va rumbo a 0,340
(Asamblea Nacional, 2013).
El chavismo sigue derrumbado mitos sagrados de la poltica y
la economa, en un orden global cuya mdula espinal se sostiene, y retroalimenta, del acrecentamiento del capital y no de privilegiar la razn
social de las cosas. Quiz por ello seguir siendo blanco de salvajes ataques y su impronta siga siendo problemtica en un contexto de lucha
contra ataques permanentes a las estructuras del Estado que le genera
desgaste sistmico. Chvez acuaba con razn que Una revolucin
es una problemtica permanente; es un confl icto permanente! (Susi,
2011:187). No obstante, las otras ofertas polticas de cambio propenden
a la anulacin de los espacios de participacin y protagonismo colectivos, la imposicin de modelos econmicos neoliberales, la prdida de
la soberana petrolera y de otros recursos, la entrega de las empresas
estratgicas del Estado al capital extranjero; el recrudecimiento de las
diferencias sociales y culturales, y la invisibilizacin de los sectores y
grupos sociales vulnerables. A diferencia de otros pases con polarizacin poltica, en Venezuela se pueden identificar dos ofertas o modelos
polticos claramente antagnicos y difciles de conciliar. En los aspectos fundamentales no ha habido, ni parece que habr, consenso (falaz?) posible. Por eso es fcil predecir que el devenir ser huracanado.
Los retos para la Revolucin Bolivariana en esta nueva etapa son
enormes. Lo primero ser continuar garantizando su carcter pacfico
19 Es importante recordar tambin a los ms de 300 lderes campesinos asesinados por
su lucha antilatifundista, durante estos ltimos 15 aos.
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INTRODUCCIN
LA REFORMA CONSTITUCIONAL HA SIDO UNA CONSTANTE EN
el constitucionalismo latinoamericano, no solo por las necesidades de
actualizacin propias del derecho, o por su particular cultura jurdica,
sino por las condiciones de debilidad institucional, inestabilidad poltica, dficits democrticos, desigualdades sociales y econmicas que han
transcurrido en la regin.
En el Ecuador se ha apelado tanto a la reforma parcial como al
cambio constituyente, de ah que entre 1830 y 2008 contamos con 20
constituciones y un nmero abultado de reformas parciales.
En siete aos de vigencia de la actual Constitucin ecuatoriana,
ya enfrent una reforma en el ao 2011, se encuentra en debate en
la Asamblea Nacional un nuevo paquete de reformas y el gobierno ha
anunciado que se prepara otro paquete de reformas para los siguientes
aos.
Una caracterstica particular del contexto en que se adelantan estas ltimas reformas por parte del gobierno de la Revolucin Ciudadana
* Doctora en Jurisprudencia, Master en Derecho Constitucional. Estudiante del Doctorado La Europa de las Libertades, Universidad de Valencia, Espaa. Profesora Titular
Principal del Instituto de Altos Estudios Nacionales, IAEN desde el 2010.
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constituidos: legislativo y judicial, que se disputan la condicin de supremo intrprete de la Constitucin (Rubio Llorente, 2009:25-27). Esta
disputa ser favorable al legislativo pero dar un giro hacia el judicial,
despus de la Segunda Guerra Mundial.
De acuerdo a Rubio Llorente, el consenso en torno al poder de
reforma ha hecho que se acepte, inclusive, la idea de que el texto constitucional puede reformarse sin respetar estrictamente el procedimiento
de reforma, pero sin acudir para ello a la revolucin. Aunque, afi rma, la
experiencia indica que la permanencia del texto constitucional no significa la inmutabilidad de su contenido normativo, el que est a merced
de legisladores y jueces.
En Latinoamrica, el debate sobre la reforma constitucional se
mantiene latente desde los aos 70, con el retorno a la democracia,
vinculado ms a aspectos dela poltica contingente que tericos. Esto
es, las reformas constitucionales de las ltimas dcadas del siglo XX
buscaron, sea restaurar los sistemas democrticos, las instituciones,
procedimientos y mecanismos de democracia formal; sea instaurar el
neoliberalismo econmico matizado con el reconocimiento de un catlogo de derechos sin garantas y evitando el pronunciamiento popular
frente a la reforma; sea superar la crisis de legitimidad de la clase poltica, buscando encausar las demandas sociales y ciudadanas acumuladas
en las ltimas dcadas.
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menta la inconstitucionalidad de la aplicacin del mecanismo de enmienda de iniciativa legislativa para las reformas previstas, se demanda
someter a consulta popular los contenidos de la reforma, y se critica
sistemticamente el tiempo de la reforma lo que, a mi juicio, instaura
el viejo debate entre inmutabilidad del texto y su normatividad. Veamos
las dimensiones jurdicas relacionadas al debate referido.
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el caso de enmienda de iniciativa legislativa porque el grado y la intensidad del cambio constitucional no afecta elementos sustanciales de su
contenido normativo y por la legitimidad del que esta investido dicho
rgano para emprender un cambio de tal naturaleza.
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artculo 130 constitucional cuando establece la obligatoriedad del Consejo Nacional Electoral de llamar a eleccin presidencial y legislativa
anticipada, en casos de destitucin del presidente de la Repblica por
parte del legislativo. Al igual que el artculo 148 que otorga facultad
al presidente de la Repblica para disolver la Asamblea Nacional por
causas de arrogacin de funciones, obstruccin a la ejecucin del Plan
Nacional de Desarrollo o grave crisis poltica y conmocin interna. Lo
que obligara, igualmente, al Consejo Nacional Electoral a llamar a
elecciones presidencial y legislativa anticipada.
Otro balance de poder se alcanza mediante el ejercicio del conjunto de mecanismos de participacin ciudadana, como son la iniciativa normativa y consultiva por parte de la ciudadana, y la participacin
en la gestin y control de lo pblico en todos los niveles de gobierno y
mediante una amplia gama de modalidades de accin ciudadana.
Dicho esto, el mecanismo de alternancia de las autoridades de
eleccin popular, vendran a ser uno de los tantos mecanismos de balance y equilibrio de poderes que contempla el sistema democrtico y
que las constituciones pueden o no recogerlo, sin que, tericamente,
se vean afectados los sistemas de revocatoria ordinaria del poder o los
sistemas de lmites al poder.
Por otro lado, hay que recalcar que desde la teora de la soberana
popular, el soberano no tiene lmites para tomar decisiones, mientras
que desde la teora democrtica, es necesario poner lmites a la representacin como mecanismo para garantizar y fortalecer la democracia.
Las tesis democrticas parten del criterio de que nuestros pases no
cuentan con sistemas democrticos maduros y slidos, con instituciones pblicas fiables y con procedimientos democrticos transparentes
para garantizar la voluntad del soberano, as como que es necesario
fortalecer el sistema de representacin como mecanismo de expresin
soberana. El principio de alternabilidad cumple el papel de consolidar
esta nocin de democracia representativa, que no es ms que limitar la
voluntad del soberano para favorecer la existencia de un sistema plural
de partidos que disputen y ejerzan la representacin popular de manera
alternada.
En tal sentido, la reeleccin inmediata fortalece la voluntad del
soberano mientras que el principio de alternancia fortalece los mecanismos de democracia representativa, y con ello, el sistema plural de
partidos. En esto, la historia constitucional contempornea nos muestra que la democracia representativa ha favorecido, en las denominadas
democracias maduras como por ejemplo las democracias europeas, a
los bipartidismos y no a un sistema plural de partidos.
Para dejar en claro este punto resulta importante rescatar de la
historia el momento en que se articul el constitucionalismo moderno,
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Gina Chvez V.
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lamento pueden reelegirse indefinidamente, mientras el Primer Ministro puede ser destituido en cualquier momento por el Parlamento.
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Gina Chvez V.
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esta Agenda tendern a situarse cada vez ms como posiciones nopolticas y consecuentemente actuarn como tales, por ejemplo, entre
los partidos polticos tradicionales del pas, las agrupaciones cvicas o
los sectores dominantes econmicos.
Quizs, apresurando demasiado la caracterizacin del proceso
boliviano y con el temor de simplificar a posteriori los sucesos que se vivieron dramtica y peligrosamente con enorme incertidumbre, es ensayar un boceto del cmo se impone el acontecimiento, o cmo el peso del
acontecimiento imprime o delinea sus marcos de accin y comprensin.
En este sentido es que se puede afi rmar que el acontecimiento establece
una direccionalidad y temporalidad, o al menos aquellos acontecimientos polticos fundantes a los que el socilogo boliviano, Ren Zavaleta,
denomin como momentos constitutivos (Zavaleta, 2013: 624), pero de
una u otra manera son tambin rupturas histricas, cambian el curso
histrico, sino tambin la propia idea de historia.
La Agenda de octubre es el nombre del acontecimiento poltico boliviano, porque marca un antes y un despus, generando una
visibilidad de las acciones y una inteligibilidad de los vocabularios que
configuran nuevas correlaciones de poder y relaciones de fuerza en
disputa. Simultneamente posesiona nuevos sujetos, objetos, procesos
y objetivos que modifican radicalmente la forma, el tono, la presencia
y el vocabulario poltico. Por ello, es solamente a partir de la Agenda
de octubre que se puede entender aquel trnsito o paso de la crisis
del sistema poltico boliviano a travs de unas elecciones democrticas
formales. Es decir, a travs del recurso estratgico de un mecanismo
institucional estatal en crisis se sirve para poder cambiar las correlaciones de fuerza sin tener que plantearse, como se recomendaba desde la
concepcin vanguardista revolucionaria del siglo XX, una toma de poder violento o su destruccin. Este paso o trnsito institucional a travs
del uso de los recursos del adversario es lo que viabiliz superar la crisis
poltica y estatal, y, no por ello, dejo de ser percibida mediticamente
como de potencial violencia y de traumatismo social. Indudablemente
que por sus modos de manifestacin transmitan sobre un orden de dominacin cultural que se derrumbaba y, de esta manera, las denuncias
y los temores evidenciaban el color cultural con que se visten aquellas
milenarias conciencias, prcticas y costumbres.
Es la Agenda de octubre lo que permite generar los escenarios
inditos polticos y visibiliza los cuerpos y las memorias de los movimientos sociales e indgenas que lo sustentan. Un nuevo escenario
poltico, un cambio de correlacin de fuerzas, una fuerte demanda de
afi rmaciones, identidades y memorias. Por ello, un nuevo gobierno con
autoridades elegidas con una votacin contundente slo fue posible
porque se comprometi y responsabiliz con el cumplimiento de esta
175
agenda, si podemos hablar de la creacin de un liderazgo y de su carisma es porque est fundado en esta Agenda. Y responder nicamente a
esta Agenda, que es su destino o la carga con la que deber debatirse
y dirimirse en el tiempo por venir como autoridad y figura poltica.
El gobierno de los movimientos sociales e indgenas, as se dio
a conocer y todava se proclama, y es muy sintomtica su denominacin porque afi rma su procedencia y su destinatario. Aunque justamente en el marco de esta extraa ambivalencia entre procedencia y
destinatario se jugarn los principales confl ictos sociales a partir de
su segunda gestin de gobierno. Lo que se pretende sealar, al afi rmar
que es muy sintomtica su denominacin, es que la emergencia de los
nuevos actores polticos, su ingreso a la esfera poltica es irreversible
y su contundencia, inaugura una nueva condicin poltica, un nuevo
campo, vocabulario y tiempo de hacer poltica. Hay que resaltar que
es un extrao paisaje la presencia de una nueva condicin poltica en
una esfera estatal en crisis, que se derrumba y fragmenta en pedazos,
como querer habitar lo deshabitado, o deambular entre las ruinas que
quedan. Este es el paisaje en ruinas en el ao 2006 con que se convoca
a la Asamblea Constituyente, con que se nacionaliza los hidrocarburos
y se inician los procesos judiciales a Snchez de Lozada y sus ministros,
los tres puntos de la Agenda de octubre.
Pero, nuevamente me apresuro, este es el momento del Pacto de
Unidad.1 Aunque en realidad es casi paralelo, y se cristaliza como la
fuerza poltica ms fuerte y propositiva en la primera crisis de gobierno
de Evo Morales, la crisis al conocerse la Convocatoria a la eleccin de
representantes a la Asamblea Constituyente y al no asumir las propuestas de las formas de eleccin de las organizaciones, pueblos y naciones.
Lo cual los sita en un espinoso dilema: o desconocer la Convocatoria
y enfrentar al gobierno, quizs destruyendo lo que haban construido
como trnsito y paso, o, como alternativa de fuerza y poder poltico,
generar y consolidar una propuesta para transformar el Estado y vigilar
que sea asumida y defendida por los representantes que se eligieran a
travs de los partidos y agrupaciones oficiales.
En realidad, el Pacto de Unidad es la nica fuerza que tiene la
capacidad de proponer un nuevo proyecto de Constitucin Poltica del
Estado y esto es a travs de la intensidad y la emergencia de elaborar
un documento bsico de los lineamientos del nuevo proyecto estatal,
1 Se trata de una alianza entre las principales organizaciones sociales del pas: el Sindicato de Productores de Coca, la Confederacin Sindical nica de Trabajadores
Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederacin Nacional de Mujeres Campesinas
Bartolina Sisa (FNMCB-BS), la Confederacin Sindical de Colonizadores de Bolivia, el
Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ) y la Central Indgena
del Oriente de Bolivia (CIDOB, entre otros.
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Y que son nuevamente las fronteras y los campos de batalla de la dinmica del capital a travs de la desposesin y la explotacin, el quin y
el cmo se agencia para capitalizar su valor y produccin.
En esas lneas polmicas podemos hacer eco del por qu se debe
transformar institucionalmente, Hardt y Negri escriben: Como hemos dicho, la multitud no tiene inters en hacerse con el control de
los aparatos de Estado, ni siquiera para dirigirlos hacia otros fi nes -o,
para ser ms exactos, slo quiere poner sus manos en los aparatos de
Estado para desmantelarlos. No considera el Estado como la esfera de
la libertad, sino como la sede de la dominacin, que no slo garantiza
la explotacin capitalista y defiende el imperio de la propiedad, sino
que tambin mantiene y patrulla todas las jerarquas de identidad. Implicarse polticamente con las instituciones del Estado es sin duda til
y necesario para las luchas de subordinacin, pero la liberacin slo
puede aspirar a su destruccin. Esto podra dar a entender de que la insurreccin es enemiga de las instituciones, pero de hecho, como hemos
dicho, la insurreccin precisa de instituciones -sencillamente se trata
de otro tipo de instituciones (Hardt y Negri, 2011: 356).
Acotando a estas perspectivas en torno al derrumbe y las variaciones de la forma estatal nacional, se puede seguir sus trazos y transformaciones polticas en tres ejes fundamentalmente, aunque podemos
encontrar otros ms, que son: 1) la constitucin, 2) lo pblico y 3) la
democracia. Escritos as, an mantienen un fuerte tono sustantivo y,
por ende, con sus tendencias formalistas y esencialistas, muy acorde a
una larga tradicin conservadora institucional, que nos puede forzar
-en un pensamiento contra hegemnico y de la emancipacin- a llevar
una posicin anti-institucional. Esto conlleva a un tono ciertamente
radical y, muchas veces, completamente ciego a las bsquedas de cristalizar las transformaciones y las conquistas en modos distintos de
institucionalidad. Tambin supone una ceguera de las condiciones y
las caractersticas con que se despliegan las estratgicas subalternas
para eliminar o, en su caso, modificar los mecanismos de poder y los
dispositivos de fuerza con el que se gobierna y manda (Gilly, 2006).
Tercer rasgo: la estructura de autoridad y legitimidad: La antroploga boliviana, Silvia Rivera, destaca el punto de vista indgena desde
el acto de la enunciacin, la importancia de los sujetos hablantes y, por
ende, sujetos de pensamiento. En consecuencia, hay una disputa por el
decir, quin lo puede decir y en qu casos lo dice, por la legitimidad
y la autoridad de lo dicho. Este es el nuevo espacio y marco de disputa
de quin lo dice.
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184
Mauro Benente*
INTRODUCCIN
EL PROCESO SOCIAL, ECONMICO Y POLTICO BOLIVIANO DE
los ltimos quince aos se ha transformado en un centro de atencin
para las ciencias sociales, y en este trabajo me interesa dar cuenta de
la transicin que sufre el Estado. Me basar en los anlisis de lvaro
Garca Linera, que resultan interesantes no solamente por su inscripcin en el marxismo, sino porque dado que se trata de reflexiones del
Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, estamos frente a
una mirada del proceso analizado a su mejor luz. Luego de inscribir a
la Nueva Constitucin en esta transicin, desde una perspectiva de la
gubernamentalidad me interesa mostrar que si bien se han reflexionado
y se han implementado nuevas formas estatales, la racionalidad que
estructura los derechos sigue siendo eminentemente liberal.
* Doctor en Derecho (UBA). Becario postdoctoral del CONICET. Profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y en la Carrera de Derecho de la
Universidad Nacional de Jos C. Paz. Miembro del Grupo de Trabajo Crtica jurdica
latinoamericana: movimientos sociales y procesos emancipatorios de CLACSO.
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LA PERSPECTIVA DE LA GUBERNAMENTALIDAD
Quizs uno de los grandes aportes de Michel Foucault ha sido evitar
realizar una teora del poder y haber desplegado analticas ms frgiles
y de corto alcance espacio-temporal. Sin embargo, una constante que
aparece en sus investigaciones es dejar de concebir al Estado como foco
y centro que explica el funcionamiento de las relaciones de poder, insistiendo en estudiar al poder fuera del modelo del Leviatn, fuera del
campo delimitado por la soberana jurdica y la institucin del Estado
(Foucault, 1997: 30).
Bajo esta lgica de analizar las relaciones de poder ms all de
los lmites del Estado debe inscribirse la nocin de gubernamentalidad,
que supone tomar al Estado no como el punto de partida que explica
las prcticas gubernamentales, sino inscribirlo dentro del permetro
ms amplio del gobierno de los hombres: el Estado no es ms que una
peripecia del gobierno y no es el gobierno un instrumento del Estado (Foucault, 2004a: 253).Foucault propone ahorrarse una teora del
Estado, como podemos y debemos ahorrarnos una comida indigesta
(Foucault, 2004b: 79), lo que implica iniciar los anlisis no por la naturaleza y las funciones del Estado, sino por las prcticas de gobierno (Valverde, Levi, 2006: 8). Esto es as porque el Estado no es en s
mismo una fuente autnoma de poder (Foucault, 2004b: 73), sino que
es el efecto mvil de un rgimen de gubernamentalidades mltiples
(Foucault, 2004b: 73).
Los estudios que parten de la perspectiva de la gubernamentalidad no abordan solamente las prcticas de gobierno sino fundamentalmente sus racionalidades, que pueden ser distintas y entrar en
competencia.1 La gubernamentalidad alude a un ejercicio de poder que
se encuentra guiado por una racionalidad y una prctica reflexiva. El
foco de atencin se encuentra en el conocimiento ideal de los planes
de gobierno, ms que en los detalles acerca de cmo se implementan
(OMalley, 2007: 155), se centra en la racionalidad del gobierno, es decir,
la manera en la cual el gobierno reflexiona su prctica (Gros, 1996: 85).
En defi nitiva, lo que se encuentra en el trasfondo de estos estudios es la
suposicin segn la cual es posible analizar la racionalidad poltica,
as como se puede analizar cualquier racionalidad cientfica (Foucault,
2001: 1646). La racionalidad gubernamental alude a un sistema de pensamiento sobre la naturaleza de la prctica de gobierno (quin puede
gobernar; qu es gobernar; qu o quin es gobernado), capaz de hacer,
de algn modo, esta actividad pensable y practicable, tanto por sus
1 Esta nocin de racionalidad no tiene un gran valor normativo, asociado a una Razn en maysculas y en singular, sino que tiene un significado meramente relativo a
determinadas prcticas histricas (De Marinis, 1999: 88).
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y su mando institucional- todava est en manos de las clases histricamente dominantes. Empero no es una simple radicalizacin sino
que tambin presenta una notable particularidad: este empate se
inscribe en la propia institucionalidad dinmica del Estado (Garca
Linera, 2011: 18).
(e) El punto de bifurcacin tiene tres caractersticas: a) el dilogo
poltico se suspende y hay una manifestacin de las fuerzas sociales en
pugna; b) una de ellas asume el mando y las restantes aceptan obedecer; c) la poltica se convierte en la continuacin de la guerra por otros
medios. Es el tiempo de la confrontacin desnuda o de la medicin de
fuerzas desnuda de la sociedad, donde callan los procesos de construccin de legitimidad, de consenso, y donde la poltica se defi ne como
un hecho de fuerza (Garca Linera, 2010a: 11). La situacin se dirime
en base al despliegue de correlacin de fuerzas sin mediacin alguna
(Garca Linera, 2010b: 34), reconstituyndose el bloque conservador o
consolidndose un nuevo bloque de poder. Esto se produjo en Bolivia
entre agosto y octubre de 2008 cuando la derecha intent deshacerse
del Presidente Evo Morales primero a travs del referndum revocatorio
del 10 de agosto en el cual Evo obtuvo 67,43% en su favor-, y luego con
diferentes intentos desestabilizadores, a los que el gobierno respondi
satisfactoriamente con movilizaciones y con acciones articuladas con
las fuerzas armadas, y logrando que en octubre de 2008 se aprobara el
nuevo texto constitucional (Garca Linera, 2010b: 39).
(f) La emergencia de las contradicciones creativas. Para Garca Linera
es posible distinguir entre tensiones fundamentales y antagnicas, y
tensiones secundarias, y las contradicciones creativas son un ejemplo
de las secundarias, en las que no hay tensiones entre bloques de poder
antagnicos sino que ellas existen al interior del bloque que protagoniza el proceso de cambio (Garca Linera, 2011: 24). Una de las cuatro
tensiones creativas que presenta la experiencia boliviana refiere a la vinculacin entre el Estado y los movimientos sociales. El Estado supone
una concentracin de las decisiones, un monopolio de la coercin y de
la administracin de lo pblico-estatal, mientras que los movimientos
sociales se caracterizan por una socializacin, deliberacin y defi nicin
democrtica de las decisiones. El [g]obierno de movimientos sociales es
por tanto una tensin creativa, dialctica, productiva y necesaria entre
concentracin y descentralizacin de decisiones (Garca Linera, 2011:
28). El gobierno de los movimientos sociales convive con la tensin entre
concentracin y descentralizacin, pero puede resolverse con el Estado
integral, que implica que el Estado (el centro de decisiones) comienza
a disolverse en un proceso largo en la propia sociedad, y donde sta
ltima empieza a apropiarse, cada vez ms, de los procesos de decisin
del Estado (Garca Linera, 2011: 29).
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y coloniales, y entonces me interesa rastrear qu huellas de estas rupturas pueden encontrarse en la Nueva Constitucin.
El proceso hacia una nueva racionalidad no se reduce a la Constitucin, pero aun as en parte de sus disposiciones se advierte una lgica
de avance hacia la plurinacionalidad. Ella estipula que la diversidad
cultural constituye la base esencial del Estado Plurinacional Comunitario (art. 98) y reconoce como idiomas oficiales el castellano y los de 36
naciones y pueblos indgenas-campesinos. El Estado adopta una forma
de gobierno de democracia representativa y participativa, pero adems
comunitaria (art. 11), se organiza territorialmente en departamentos,
provincias, municipios y en territorios indgena originario campesinos
(art. 269), a los que garantiza un rgimen de autonoma (arts. 289-296).2
Se reconoce a los pueblos indgenas el derecho a una educacin intercultural (art. 78), a su identidad cultural, a la libre determinacin y
territorialidad, y a la titulacin colectiva de tierras (art. 30). Protege y
promueve la organizacin econmica comunitaria (art. 317), reconoce
la propiedad comunitaria o colectiva, que se considera indivisible, imprescriptible, inembargable, inalienable e irreversible y no est sujeta
al pago de impuestos a la propiedad agraria (art. 394), y se adjudica a
las comunidades la titularidad de la gestin de las reas forestales que
se encuentren en su territorio (art. 388).
Respecto de las estructuras ms clsicas del Estado, se incluye
la revocatoria de mandatos (art. 240), la iniciativa y la consulta popular de leyes (arts. 11 y 162), pero las novedades ms interesantes se
encuentran en el Poder Judicial. Dentro de la racionalidad plurinacional, se establece una igual jerarqua entre la Justicia Ordinaria y la
Justicia Indgena Originaria Campesina (art. 179), que aunque ejerce
su competencia con autoridades, valores, y procedimientos propios,
debe respetar los derechos y garantas de la Constitucin (art. 191).3
Tambin se modificaron otras instituciones del Poder Judicial histricamente diseadas como contramayoritarias (Gargarella, 1996),
puesto que se estipul que los magistrados del Tribunal Constitucional
Plurinacional, del Tribunal Supremo de Justicia, del Tribunal Agroambiental y del Consejo de la Magistratura sean elegidos por sufragio
universal previa preseleccin de la Asamblea Legislativa Plurinacional-, duren 6 aos en sus funciones y no puedan ser reelectos inmediatamente (arts. 182, 183, 188, 194, 198 y 200). En particular, el Tribunal
Constitucional Plurinacional est integrado por siete magistrados, y
2 El rgimen de autonoma est regulada en la Ley Marco de Autonomas y Descentralizacin (Ley 31, arts. 42-48), promulgada el 19/07/2010.
3 La competencia de la Justicia Indgena Originaria Campesina y la Justicia Ordinaria
se regul con la ley 73 del 29/12/2010.
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sobre el modelo socioeconmico que funcion en gran parte del continente: [c]asi en todos los pases de Amrica Latina han fracasado las
reformas estructurales de carcter neoliberal, cuyos supuestos logros
[] no se han reflejado en el mejoramiento efectivo de las condiciones
de vida, reduccin de la pobreza, la exclusin y marginalidad(Informe
de mayora, 2012: 361). Teniendo en cuenta este panorama resultaba
urgente avanzar en la reconfi guracin de un nuevo modelo social,
poltico y econmico del pas(Informe de mayora, 2012: 361, nfasis
propio). Adems, el Informe incluye un diagnstico sobre la situacin
de los derechos, reconocindose que a fi nes del siglo XX la comunidad
internacional haba avanzado en la consagracin de un gran catlogo
de derechos, pero su vigencia todava era una tarea pendiente. En particular, sobre los Derechos Econmicos Sociales y Culturales (DESC)
se entendi que carecen de exigibilidad inmediata y efectiva, pues su
cumplimiento depende de la disponibilidad del Estado (Informe de
mayora, 2012: 360). Respecto de la Constitucin boliviana vigente, los
derechos relativos a cuestiones sociales, agrarias y campesinas, culturales y familiares se encontraban dispersos, lo que impeda tener una
visin global [] y la proteccin que debe brindar el Estado (Informe
de mayora, 2012: 361, nfasis propio).
Los constituyentes que redactaron el Informe de mayora inscribieron su labor en un proceso de ruptura con el neoliberalismo, y
tambin mostraron las dificultades en la realizacin de los derechos,
pero se inscribieron en la racionalidad liberal al afi rmar que los dficits
en su realizacin se explican por insuficiencias del poder del Estado,
pero no como consecuencia del accionar de otros poderes no estatales.
La racionalidad con la cual en la Asamblea se pensaron los derechos no
marca ninguna separacin con la lgica liberal de concebirlos, exclusiva y excluyentemente, frente al poder del Estado.
En las Disposiciones generales sobre la Fundamentacin de
derechos, se lee que el proceso de constitucionalizacin es el esfuerzo
por encontrar mecanismos que garanticen el goce efectivo de los Derechos Humanos por parte de sus titulares frente al Estado (Informe de
mayora, 2012: 363, nfasis propio). Siguiendo este sendero de diagramar los derechos como exigibles solamente frente al Estado, sobre los
DESC se argument que el problema es su realizacin, dependiente de
las posibilidades el Estado (Informe de mayora, 2012: 364). El desafo
no fue redisear una nueva racionalidad de los derechos para hacerlos
exigibles frente a poderes no estatales, sino que se insisti en encontrar
mecanismos que aseguren que el Estado cumplir con su obligacin de
generar las condiciones que garanticen el ejercicio de estos derechos
(Informe de mayora, 2012: 364, nfasis propio). Si bien se reconoce
tmidamente que [e]stas propuestas expresan la necesidad de adoptar
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un rgimen econmico que distribuya la riqueza de forma justa (Informe de mayora, 2012: 364), lo que implica una nueva racionalidad de
gobierno con regulaciones y limitaciones de poderes no estatales, en
ningn momento hay referencias sobre la exigibilidad de los DESC hacia los poderes econmicos: los dficits en su realizacin se plantean a
partir de las deficiencias del Estado para garantizar el ejercicio de estos
derechos (Informe de mayora, 2012: 364, nfasis propio).
En la fundamentacin de los derechos de la niez y la adolescencia se apunt que su fi nalidad era buscar la proteccin integral del
Estado, la sociedad y la familia (Informe de mayora, 2012: 366, nfasis
propio). Si bien parecera que el deber de proteccin no se asienta solamente en el Estado, rpidamente la mochila de los deberes recae sobre
su espalda puesto que se imponen obligaciones del Estado respecto
a la adopcin de polticas pblicas especficas y prioritarias a fi n de
garantizar a estas personas, en razn de su edad, el acceso, beneficio
y ejercicio de sus derechos (Informe de mayora, 2012: 366, nfasis
propio). Adems se agreg que [e]l Estado tiene la obligacin de garantizar, la atencin de la salud gratuita para todas las nias, nios y
adolescentes (Informe de mayora, 2012: 366, nfasis propio). En lo
relativo a los derechos de las personas con discapacidad se argument
que el Estado tiene la obligacin de garantizar y adoptar medidas, para
el ejercicio de sus derechos, formuladas como obligaciones del Estado
(Informe de mayora, 2012: 367, nfasis propio), y en particular el Estado debe ofrecer prestaciones de salud (Informe de mayora, 2012: 397,
nfasis propio). Respecto de los derechos ambientales, aunque todas las
personas tienen la obligacin de preservar el ambiente, el Estado tiene
la obligacin de implementar polticas y estrategias para conservar la
biodiversidad (Informe de mayora, 2012: 369, nfasis propio). Sobre
derechos del consumidor, mbito en el cual los individuos se topan frontalmente con poderes econmicos, se fundament que la proteccin
de los consumidores y usuarios se convierte en un principio bsico que
obliga al Estado asegurar a los ciudadanos sus derechos y libertades en
ese mbito (Informe de mayora, 2012: 369, nfasis propio).
En la lnea con las representaciones que se encuentran en el
Prembulo, en el Informe de mayora la Constitucin es representada
como un quiebre con el neoliberalismo. De todos modos, hay algo que
no se quiebra ni en el articulado ni en la racionalidad que lo inspir:
los derechos se piensan en referencia al Estado, reactualizando as una
racionalidad propia del liberalismo.
NOTAS FINALES
La perspectiva de la gubernamentalidad propone incluir al Estado dentro del marco ms amplio del gobierno de los hombres, que se encuentra
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Mauro Benente
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200
INTRODUCCIN
EL PRESENTE TRABAJO TIENE COMO OBJETIVO PROPONER
en una perspectiva poltico-acadmica sobre el papel del discurso del
derecho en la coyuntura actual de Nuestra Amrica, desde una postura crtica y tendencialmente interdisciplinaria. Parte importante de la
propuesta consiste no solamente en la necesidad de analizar el papel
concreto del derecho en nuestra regin desde una mirada multidisciplinaria, sino que tambin, desde una perspectiva histrica, dar cuenta
de las transformaciones pasadas y presentes del rgimen capitalista en
Amrica Latina. Para ello, recurrir a las categoras que la Crtica Jurdica ha venido construyendo desde hace varias dcadas. La principal
distincin ser entre sentido dentico y sentido ideolgico del derecho,
* Profesor-investigador Universidad Autnoma de Ciudad Jurez. Miembro del GT
CLACSO: Crtica Jurdica Latinoamericana: movimientos sociales y procesos emancipatorios y del proyecto PAPIIT IN300414 Modernidad y derecho en Amrica Latina:
acumulacin capitalista, desarrollo, naturaleza y movimientos sociales contra-hegemnicos. Miembro de la Asociacin Nuestroamericana de Estudios Interdisciplinarios de
la Crtica Jurdica.
** Este trabajo fue posible gracias a mi carcter de becario del Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM, adscrito al Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades
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con lo que se busca dar cuenta no solamente del papel del discurso del
derecho en la organizacin de la violencia fsica, sino tambin en la
construccin de la hegemona capitalista. Procesos para cuyo anlisis
es importante comprender a los fenmenos jurdicos desde una perspectiva de totalidad social. De otro lado, tambin recurrir a conceptos
construidos por la historia social, especialmente el de larga duracin,
a travs del cual se posibilita una comprensin histrica del papel del
discurso del derecho en la construccin y en las transformaciones del
rgimen capitalista. Por ltimo, el trabajo estar cruzado por parte
del pensamiento social crtico latinoamericano, principalmente, por la
nocin de dependencia. El trabajo constar de tres grandes apartados.
En el primero se enunciar y analizar brevemente la coyuntura actual
de nuestra regin, con especial atencin a los procesos polticos (y constituyentes) que representan los horizontes ms visibles de posibilidad
de transformacin en Amrica Latina: el venezolano, el boliviano y el
ecuatoriano. En la segunda parte, se abordarn las herramientas que la
historia social puede aportar para el anlisis de la coyuntura actual de
nuestra regin. Por ltimo, en la tercera parte se abordar las capacidades explicativas de la crtica jurdica, concentrndonos, principalmente, en una metodologa para dar cuenta de las transformaciones en la
enunciacin constitucional de los derechos fundamentales y su posible
relacin con procesos polticos ms amplios de transformacin, ya sea
para superar el rgimen capitalista, ya sea para adecuarlo a relaciones
de fuerzas menos favorables.
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cin de fuerzas en el largo plazo. En todo caso son necesarias categoras y herramientas de anlisis que permitan explicar la relacin entre
Estado, derechos humanos, movimientos sociales contra-hegemnicos
y capitalismo en los procesos histricos determinados durante largos
periodos. La categora de la larga duracin permite esta comprensin
(Braudel, 1999).
En cuanto a los procesos polticos y constituyentes de la historia reciente de nuestra regin, especficamente los casos de Venezuela,
Bolivia y Ecuador, entender los derechos humanos desde una perspectiva de larga duracin con relacin al Estado y al capitalismo, resulta
importante, porque los procesos de institucionalizacin y los primeros
momentos de aplicacin de las nuevas constituciones buena parte de
su novedad se encuentra en la manera en que incluyen nuevos y viejos
derechos no han estado exentas de contradicciones, siendo difcil
determinar en estos momentos si el Estado tal cual opera en dichos
pases, pero principalmente en Bolivia y Ecuador resulta ser algo
que potencie los horizontes de transformacin, o bien los obstaculice
y constituya una de las condiciones de pervivencia y de adecuacin del
rgimen capitalista (Sandoval, 2013b).
En este sentido, y con la fi nalidad de proponer una metodologa
para hacer la historia social del constitucionalismo en Amrica Latina,
la hiptesis fundamental es la siguiente: la relacin entre los derechos
humanos y el rgimen capitalista constituye un fenmeno de larga duracin, de manera que no han existido cambios estructurales en ella,
sino ms bien adecuaciones y transformaciones mutuas, las cuales han
constituido no una ruptura progresiva con las relaciones sociales de
exclusin propias del capitalismo, sino una de las condiciones de posibilidad de este rgimen, sobre todo en momentos en que la lucha social
es ms aguda.
De esta manera el paso a los derechos de libertad, la posterior
inclusin de los derechos sociales, de los colectivos y el Estado social
de derecho, no seran etapas de continuo desgaste del capitalismo salvaje, sino etapas de transformacin que han permitido su adecuacin
y pervivencia en condiciones de mayor equilibrio de la correlacin de
fuerzas. De esta manera, por ejemplo, el Estado social de derecho en
Amrica Latina no es antagnico con las polticas neoliberales, sino una
de sus condiciones que posibilitaron su emergencia en el largo plazo.
El abordaje de los anlisis necesarios para fundamentar o para
mostrar esta hiptesis parte de la Crtica Jurdica y de la Historia social,
pero requiere de una postura y de una apertura interdisciplinaria que
permita la incorporacin de saberes y herramientas metodolgicas de
muchos otros campos del conocimiento de la realidad social, incluyendo aquellos provenientes de los actores y sujetos sociales mismos.
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conocer que, a pesar de sus contradicciones y las tensiones de los procesos constituyentes, los textos defi nitivos incorporaron temas que, al
menos enunciativamente, chocan parcialmente con la lgica liberal de
las constituciones burguesas dominantes. Dicho reconocimiento tiene
la intencin de sentar condiciones de anlisis que permitan comprender
que el discurso del derecho siempre es un campo de disputa, un instrumento y un campo ms de la lucha de clases, y no un discurso esttico
propiedad de una sola clase. Sin embargo tambin tiene la fi nalidad de,
a partir de esta premisa, analizar hasta qu punto estas innovaciones
constitucionales pueden fortalecer un proceso emancipatorio, o bien
pueden relegitimar el rgimen capitalista y permitir su pervivencia en
una correlacin de fuerzas locales no muy favorable para su reproduccin. De ah la importancia de analizar no solamente lo que el derecho
dice de s mismo, sino la ideologa y el conjunto de relaciones sociales
que favorece en su aplicacin estatal.
En este sentido, es importante analizar el desarrollo de la legislacin secundaria que tiene la Constitucin en dichos pases, pero con
relacin a los proyectos de industrializacin y de desarrollo sustentados
por los estados de dichas sociedades. Aqu el confl icto y las tensiones
parecen claros en Ecuador y Bolivia, pases en donde el debate acerca
del modelo de produccin se encuentra actualmente en disputa, los gobiernos apoyando a un modelo capitalista con tendencia nacionalista y
redistributiva, que no rompe con las pautas dominantes de extraccin
de los recursos de la naturaleza, pero que parece ofrecer, al menos
en el discurso, polticas pblicas de redistribucin del ingreso que se
asemejan a aquellas dominantes en el Estado social. En todo caso, si
bien modifican la manera en que Bolivia y Ecuador se incorporan al
sistema-mundo capitalista, no parecen proponer una superacin del
capitalismo y de sus relaciones sociales de explotacin. En contrapartida, amplios sectores de la izquierda y un conjunto de movimientos
sociales y comunidades indgenas, invocan la misma Constitucin para
cuestionar ese modelo de desarrollo y para exigir inclusin y equidad
poltica en las decisiones.
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INTRODUCCIN
LA DEPENDENCIA DE LA SUPERESTRUCTURA JURDICO-POLTICA
respecto del gran capital en Amrica Latina ha sido una constante. La
gran empresa ha tenido una gran proteccin, no solo en la defensa de
la propiedad privada sino tambin en la impunidad respecto a una permanente violacin de la ley. En este trabajo se focaliza el caso argentino
y se analiza la impunidad del gran capital en los ltimos 50 aos en
base al estudio de los principales grupos econmicos.
La gran empresa capitalista se ha caracterizado por poseer de
hecho fueros especiales en el sentido de que sus inversiones han sido
protegidas y sus propietarios y directivos rara vez fueron imputados
por delito alguno. Las expropiaciones sin indemnizacin han sido excepcionales y para algunos confl ictos inter-empresariales o con Estados
nacionales en la segunda mitad del siglo XX se han creado Tribunales
arbitrales y jurisdicciones especiales.
En la prctica histrica concreta, el gran capital ha gozado de
una proteccin evidente, respecto a la aplicacin de disposiciones penales y laborales, la mayora tomadas del derecho europeo, que no han
tenido aplicacin real y concreta.
* Profesor titular UBA y UNLP.
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pidieron perdn a las comunidades afectadas al visibilizarse las atrocidades y aplicarse polticas pblicas de memoria.
Por otro lado desde principios del siglo XX rigieron leyes que
penaban las prcticas monoplicas, el contrabando, las prcticas desleales con los sindicatos o el agio y la especulacin. Este tipo de delitos,
defi nidos por Sutherland como delitos de cuello blanco, rara vez fueron investigados, perseguidos o condenados, a pesar de ser sistemticos
y tener graves consecuencias sociales. En efecto, las principales vctimas fueron los trabajadores, en especial los migrantes y los integrantes
de pueblos originarios, y los consumidores pobres.
La discriminacin y la impunidad fue la regla en el proceso de
acumulacin originaria del capitalismo Por todos lados hubo trata de
personas con fi nes de explotacin laboral, y violaciones y otros abusos
de mujeres trabajadoras. En momentos de rebelda, la respuesta fue
homicidios o desapariciones forzadas en masa dirigidas por aparatos
del Estado y grandes empresarios.
Esto se prolong durante la segunda mitad del siglo XX, con formas ms sutiles, tales como la subcontratacin, la represin selectiva
o el acoso laboral.
El derecho oficial no castiga habitualmente estos delitos cometidos por poderosos. En realidad el discurso del derecho oficial opera
como una ideologa legitimadora, y como defensa de ciertas instituciones centrales del modelo econmico vigente, tal como lo viene planteando la corriente de Critica Jurdica Latinoamericana encabezada
por Oscar Correas. Pero adems opera como una ideologa discriminatoria y euro-centrista como sostiene el enfoque post-colonial (Quijano,
2014: 777 y ss.). En efecto, si el euro-centrismo ha sido la ideologa
hegemnica en el capitalismo colonial y moderno esto impacta sobre
el Derecho.
Por eso la impunidad fue mayor respecto a las aberraciones cometidas contra trabajadores indgenas y mestizos. Diversas prcticas
genocidas fueron naturalizadas por dcadas y recin fueron vistas como
tales cuando las vctimas o sus descendientes lograron organizarse.
En resumen, la impunidad presupone una relacin social y de
poder asimtrica, donde la violencia de los victimarios fue legitimada
y naturalizada. En este esquema, la gran empresa capitalista siempre
estuvo en el vrtice del poder, y despleg distintas formas de violencia
contra sus subordinados.
El caso argentino reviste particular inters. A pesar de que en
este pas la impunidad tambin era la regla, se vive en la ltima dcada
una situacin indita en materia judicial. Distintos rganos de la justicia estn investigando a directivos de grupos econmicos importantes
y en algunos casos hay procesamientos. En las causas ms relevantes se
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investiga la complicidad en delitos de lesa humanidad, como ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas y tormentos cometidos durante
el Terrorismo de Estado que tuvo como epicentro la ltima dictadura
cvico-militar de 1976-1983. Directivos de grandes empresas como Ledesma SA, Minera Aguilar SA, La Veloz del Norte SA, y Ford Motors
Argentina SA, han sido procesados. A su vez, se investiga a los directivos
de otras grandes empresas como Molinos Ro de la Plata, Astilleros
Astarsa, o Loma Negra.1
ASPECTOS CONCEPTUALES
Es necesario discutir algunas nociones y conceptos que guardan relacin con nuestro planteo. La dependencia de la llamada superestructura jurdico-poltica de la estructura econmica; el surgimiento
de gigantescas corporaciones en el sistema capitalista, el concepto de
delitos de cuello blanco y la impunidad del gran capital concentrado
son algunos de los temas que conviene revisar. Por razones de espacio
solo presentaremos algunos temas sin pretender abordar de conjunto
el estado del arte y debates sobre la materia.
La dependencia del poder poltico y del aparato jurdico del gran
capital es una antigua tesis marxista. El problema es su demostracin
emprica. No basta con decir, que el Estado es una suerte de comit
ejecutivo del gran capital. Un estudio concreto de la impunidad del gran
capital, analizando grupos econmicos que se burlan de la legislacin
vigente puede ser un aporte a este debate.2
Resulta interesante el enfoque conocido como pos-colonial, que
pone de relieve que la aplicacin del Derecho trasunta una discriminacin tnica. El Derecho oficialmente reconocido en Amrica Latina
surge de una ideologa euro-centrista, y reproduce normas europeas
que no tienen aplicacin efectiva, salvo para encarcelar o despojar de
1 Esta situacin es indita porque no hay antecedentes en el pas y en el exterior. En
general se puede afi rmar que los presuntos delitos de grandes empresas cometidos en
ocasin de procesos dictatoriales y terroristas, como fueron el fascismo, el nazismo y
el franquismo en Europa, o diversas dictaduras en Amrica Latina no han sido investigados en profundidad por las autoridades judiciales competentes. Pero adems, ya
ha sido planteado con claridad hace varias dcadas que los llamados delitos de cuello
blanco rara vez son investigados y condenados.
2 Esta tesis para los pases centrales ha sido desarrollada por estudios empricos de socilogos heterodoxos como Edwin Sutherland (2000,1999), Wrigt Mills (1957), William
Domhof (1967) en Estados Unidos, y por marxistas europeos como Nicos Poulantzas
(1969) y Ghoran Therborn (1979) en el siglo XX. Sobre Amrica Latina hay trabajos
empricos como los de ensayistas y socilogos Luis Sommi (1949), Alfonso Paiz Bauer
(1956) Jorge Gniosi (1974), Carlos Vilas (1974), Alain Rouquie (1981), Menno Mellinga
(1979) o Pierre Ostyguy (1990), publicados en la segunda mitad del siglo XX y que se
refieren a distintos pases.
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perado. Su teora de la asociacin diferencial, que sostiene la construccin social del delincuente en un largo proceso de aprendizaje y
estigmatizacin, ha sido recuperada por tericos contemporneos. Criminlogos marxistas como Alessandro Baratta (Baratta, 2002: 68-70)
han retomado los aportes de Sutherland y planteado el carcter discriminatorio del sistema penal, que tendra un claro contenido selectivo
y de clase. Las figuras penales no siempre se refieren a las conductas
daosas de los grupos dominantes. A su vez los estereotipos y prejuicios
de los miembros del aparato judicial son claves para condenar a miembros de las clases subalternas.
Por otro lado, una corriente crtica latinoamericana, encabezada
por Oscar Correas defi ne al derecho como una ideologa, cuya aplicacin concreta siempre favorece a los grupos dominantes, y legitima la
estructura social y de poder. El derecho contribuira a reproducir la
sociedad capitalista. Finalmente, una nueva corriente conocida como
post-colonial o decolonial, representada en el mundo del trabajo por
Anbal Quijano, enfatiza la discriminacin tnica y el trabajo forzado
por parte de la gran empresa.7
Asimismo, resulta interesante sealar que junto al derecho positivo tradicional, surge un derecho paralelo emanado de tratados internacionales comerciales que protege a las grandes empresas e inversores
extranjeros a travs de tribunales arbitrales u otros rganos. Esta forma
de pluralismo jurdico regresivo se concreta en el marco de organismos
fi nancieros trasnacionales como el Banco Mundial (Cieza, 2012: 72).
Las Declaraciones y tratados internacionales de Derechos Humanos, que funcionan como una especie de pluralismo jurdico progresista,
intentan poner lmites a la impunidad y a las grandes masacres a partir
de mediados del siglo XX. En base a ellos se declaran como delitos de
lesa humanidad, y por lo tanto imprescriptibles a nivel penal algunas
prcticas como ejecuciones sumarias, desaparicin forzada, tormentos,
abusos sexuales desarrolladas por aparatos estatales y sus cmplices.
La estrecha relacin tradicional de las grandes empresas con
fuerzas armadas y de seguridad, ha permitido plantear la participacin cmplice de grandes corporaciones en delitos de lesa humanidad
cometidos por el aparato estatal en forma sistemtica. Por esta va hoy
estn siendo juzgados en Argentina algunos directivos emblemticos.
Pareciera que cuando se rompe, aunque sea transitoriamente, la
alianza entre el poder econmico concentrado y el aparato guberna7 Este enfoque resulta complementario del desarrollado por diversos politlogos que, al
analizar la toma de decisiones en los Estados, aluden metafricamente a un tringulo
del poder integrado por gran empresa, fuerzas armadas y una burocracia gubernamental. Este sistema de toma de decisiones garantiza la impunidad de grupos poderosos.
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NUESTRAS HIPTESIS
En el caso argentino, resulta evidente que algunas grandes corporaciones no fueron ajenas en el desarrollo del terrorismo de Estado.
Mantuvieron histricamente una relacin estrecha con los aparatos
gubernamentales y en las coyunturas claves, como la de la ltima dictadura, proporcionaron cuadros importantes en diversas reas del gobierno. Pero adems, contribuyeron a travs de Asociaciones gremiales
empresarias, como la Asamblea Permanente de Gremiales Empresarias
(APEGE), a crear condiciones favorables en la opinin pblica para un
golpe de Estado. Asimismo aprovecharon el cese del Estado de Derecho
para limpiar sus plantas de activistas indeseables, evitando pagar las
indemnizaciones legales. En este tema proporcionaron listas de subversivos y colaboraron con instalaciones y vehculos. Se beneficiaron
adems con cambios sustanciales en la legislacin, como la contra-reforma de la Ley de Contrato de Trabajo, reformas al Cdigo Procesal Civil, nueva ley agraria y derogacin de la ley antimonopolio. Finalmente,
las grandes corporaciones incorporaron nuevas empresas, mejoraron
sus posiciones en el mercado, tomaron crditos que despus fueron
absorbidos por el Estado y sacaron ilegalmente del pas esas divisas.
Analizar si algunas de estas conductas generalizadas constituyen delitos penales es tarea de fiscales, querellantes y jueces. Desde la
academia slo se puede aportar para reconstruir el contexto histrico
y sealar algunos patrones de conducta que podran tomarse como
indicios.
Sin embargo hay algo ms. Consideramos que algunos de los
grandes actores corporativos no slo podran ser cmplices de la ltima Dictadura cvico-militar, sino que la impunidad los impulsa a cometer nuevas violaciones de derechos humanos, en especial en materia
de derechos sociales y ambientales.
En resumen, nuestras hiptesis plantean que las grandes corporaciones no slo fueron cmplices de la ltima dictadura cvico-militar,
sino que han violado permanentemente distintos tipos de derechos humanos: civiles, econmico-sociales y ambientales, y que la impunidad
de que han gozado los lleva a nuevas violaciones.
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cionales y los nuevos que emergen a mitad del siglo XX. Entre los
grupos centenarios se menciona a Bunge, Bemberg, Braum, Roggio o
Torquinst, que se caracterizan por ser fundados por inmigrantes s a
fines del siglo XIX o principios del siglo XX. Entre los grupos surgidos a
mediados del siglo XX se menciona a Rocca (Techint), Bulgueroni (Bridas), Pagani (ARCOR), Macri (SOCMA). Muchos de ellos son fundados
por inmigrantes italianos.
Otra forma es hacer referencia al origen del capital y al domicilio
de su casa matriz. Aqu aparecen grupos claramente grupos trasnacionales, como Ford Co, Deltec, o Kraft Food, de origen estadounidense,
o Fiat, Renault, Bayer de origen europeo, y trasnacionales con fuerte
presencia y acumulacin en la Argentina, como Techint, o Bunge pero
con domicilio en el exterior. En contraposicin aparecen grupos nacionales como Blaquier, Fortabat, Acindar, Papel Prensa o Sancor.
Tambin se puede distinguir entre grupos econmicos diversificados (Bunge y Born, Macri), empresas trasnacionales especializadas
(I.B.M. Cargill, Mercedes Benz), empresas nacionales independientes
(Las Maras), y empresas estatales (YPF).
Teniendo en cuenta esta diversidad hemos seleccionado los siguientes grupos econmicos, que consideramos representativos de las
grandes corporaciones que operan en la Argentina: 1) grupos tradicionales o centenarios: Bunge, Bemberg y Braum; 2) grupos nuevos:
Acevedo, Fortabat, Bulgheroni (Bridas) y Blaquier; 3) grupos trasnacionales como Ford, Kraft o Techint.8
Estos grupos, o las empresas que los conforman, se han mantenido en los ranking
de ventas de las 200 primeras empresas en el pas en las ultimas cuatro dcadas. Los
principales datos o indicadores que se toman en cuenta de cada grupos son:
1, Fundacin del primer establecimiento. 2, Origen del capital inicial. 3, Nuevas empresas
fundadas o adquiridas. 4, Fusiones y ventas del capital accionario. 5, Miembros del
Directorio o de las Gerencias con cargos en gobiernos. 6, Posicin en los Ranking de
facturacin. 7. Declaraciones o documentos respecto a la ltima dictadura. 8, Posicin
actual del grupo. 9, Tipo de sindicato que funciona respecto al grupo. 10, Antecedentes
en confl ictos y en represiones dentro del establecimiento o en el traslado de la fuerza
de trabajo. 11, Trabajadores asesinados o desaparecidos con lugar de trabajo en el
grupo (1974-1983). 12, Directores, gerentes o jefes que fueron miembros de las FFAA
y de seguridad. 13. Menciones o denuncias de testigos en juicios de lesa humanidad.
14, Vinculacin del grupo con gremiales empresarias y otras entidades patronales.
15, Vinculaciones del grupo con fuerzas de seguridad. 16, Acusaciones de complicidad
por suministro de informacin, o vehculos e instalaciones a las fuerzas represivas.
16, Denuncias vinculadas a cohecho, contratacin abusiva de deuda externa, evasin
fi scal, fuga de capitales etc. 17, Denuncias sobre relaciones laborales (salarios, subcontratacin, prcticas desleales). 18, Denuncias sobre salud e higiene y seguridad en
el trabajo. 19, Denuncias por contaminacin. 20, Denuncias por alteracin de precios
y publicidad engaosa en perjuicio de usuarios y consumidores. 21, Denuncias por
abusos o desalojo de comunidades originarias.
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Se trata de un trabajo exploratorio, ya que hay muy poco publicado sobre este tema. Se realiza un esbozo de la trayectoria y de algunos datos que surgen de trabajos especializados de acadmicos y de
periodistas de investigacin.9 Se utilizan revistas especializadas como
Mercado, El Economista y Fortuna, y biografas con datos autorizados.
RESULTADOS
En base a un resumen de la trayectoria de diez grupos econmicos representativos de la gran empresa en la Argentina se pueden establecer
algunos resultados, y cierto patrn comn de comportamiento.
En apretado resumen se podra trazar los siguientes prontuarios:
- Grupo Techint: Fundado por el inmigrante italiano Agostino Rocca
a mediados del siglo XX. El capital inicial se lo ha vinculado al rgimen de Mussolini, del que el ingeniero Rocca fue alto funcionario. En
dos de los establecimientos del grupo hubo alrededor de 30 detenidos
desaparecidos y algunas dependencias de la empresa habran estado
vinculadas a centros clandestinos de detencin.
- Grupo Acevedo (Acindar): Fundado por Arturo Acevedo a mediados del siglo XX, el origen del capital estara vinculado a la obra pblica
durante la dcada infame. En su principal establecimiento, Acindar, se
desarroll un operativo piloto en 1975, y luego del golpe de 1976 hay
numerosos desaparecidos. Dos de los presidentes del directorio de Acindar fueron Martnez de Hoz, ministro de la ltima dictadura, y Lpez
Aufranc, alto jefe militar ligado a la Dictadura de Lanusse.
- Grupo Braun Menndez: Fundado a principios de siglo por dos
familias inmigrantes en la Patagonia. Desarrolla la cra de ovejas, el
transporte, el comercio y los astilleros, entre otros negocios. En la primera mitad del siglo XX el grupo es denunciado por presunta complicidad en el exterminio de la etnia sel-nam en Tierra del Fuego y
el fusilamiento de peones rurales en Santa Cruz. En el terrorismo de
Estado sus empresas Astarsa y Austral fueron escenarios de confl ictos
y desapariciones. En la actualidad opera la red de supermercados La
Annima, con posicin dominante en toda la Patagonia.
- Grupo Arrieta-Blaquier: Surge a mediados de siglo XX con la alianza de dos familias tradicionales. Su principal empresa es el antiguo
Ingenio Ledesma de Jujuy, que proviene del siglo XIX. Se vincula a su
principal dirigente, Carlos Pedro Blaquier a un lobby tendiente a cerrar
ingenios en Tucumn a fi nes de los aos 60. En el terrorismo de Esta9 En el periodismo de investigacin se destacan trabajos de Garca Lupo, 1984, Bonelli,
1984, Majul, 1995, Verbitsky, 2013, Dandn, 2011-14) y en el terreno acadmicos se
puede ver a Niosi, 1974, Vilas, 1974, Basualdo, E.1987, Ostiguy, 1990, Basualdo, V, 2004,
Castellani, 2007, Cieza, 2012.
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DERECHO Y PODER
EL PUNTO DE ANCLAJE LO CONSTITUYE UNA CONCEPCIN DEL
poder superadora de limitados enfoques meramente represivos del
mismo, que se yergue sobre la idea de positividad, concibindolo como
una urdiembre densa que encarna en el cuerpo social y que, esencialmente, construye discursos que producen realidad, que producen
normalidad, siendo el Derecho el discurso del poder constitutivo por
excelencia.
Asumimos en consecuencia una concepcin del Derecho como
discurso del poder, que requiere ser considerado en sus historicidad, en
sus aspectos ideolgicos y en relacin a la violencia que legitima, como
asimismo al papel instituyente que asume en las sociedades contemporneas y a su juridicidad de aptitud y accin genealgica portadora
de una especial racionalidad legitimada y legitimante, y ocupando un
lugar de privilegio en el imaginario colectivo, que camina disimulando
su interesada concepcin del mundo y su particular inters de clase con
su camuflaje de universalidad y neutralidad, produciendo adhesin y
acatamiento, en sutil elaboracin de una complicidad que, en ocasiones,
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Una mencin aparte merece la consideracin de la luchas impulsadas por los movimientos sociales cuando los Derechos Humanos
constituyen su objeto, especialmente en momentos histricos en que las
dictaduras genocidas asolaron el continente en la dcada de los aos
setenta, y en los perodos post-dictaduras en que los reclamos constitucionalistas y de restitucin de la ley fueron recuperados, adquiriendo
centralidad en la lucha contra el terrorismo de estado, el genocidio y la
desaparicin forzada de personas.
En toda Amrica Latina y en Argentina particularmente, encontramos ejemplos de comits de defensa de los Derechos Humanos, de
movimientos contra la desaparicin de personas, y de familiares de
presos polticos y desaparecidos abuelas, madres e hijos constituyeron
sus organizaciones en nuestro pas, conformando una constelacin de
lucha y resistencia en que la disputa por el sentido del derecho y por su
valor simblico, a partir de complejizar las categoras tradicionales de
lo jurdico y desistir de asignarle tan slo un carcter superestructural,
empieza a ser revisada en lcido esfuerzo deconstructivista (Crcova,
2008).
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un marco para el desarrollo de polticas y servicios sociales del Estado. La reforma constitucional del ao 1994 incorpor nuevos derechos
sociales al texto constitucional, como los derechos de los pueblos indgenas, de usuarios y de consumidores, y el derecho a la proteccin del
ambiente sano, as como una nueva perspectiva desde el paradigma de
los derechos humanos, incorporados con rango constitucional. La constitucionalizacin de los tratados de derechos humanos implic adems
la gradual utilizacin en nuestro pas de la jurisprudencia de los tribunales y rganos de proteccin internacional, como clave hermenutica
del nuevo derecho constitucional.
Estos nuevos derechos econmicos, sociales y culturales que se
plasmaron con la reforma constitucional, junto a nuevos mecanismos
procesales, permiten ensanchar la estrecha puerta de los derechos subjetivos, dando lugar a mltiples reclamos. El interrogante es si estas
nuevas formas jurdicas que han dado lugar al litigio pblico, permiten
introducir efectivas herramientas en las luchas por los derechos de los
ms vulnerables, a la vez que desenvolver una versin liberadora y menos estrecha del Derecho. No parece tan sencilla la respuesta.
No debe soslayarse que los reclamos judiciales incoados por los
movimientos sociales en sus luchas por los derechos, por virtud de
cierto fetichismo jurdico ms o menos generalizado y del poder de
ocultamiento y naturalizacin que el Derecho detenta, fcilmente se
convierten en lecho de Procusto para esos reclamos, corriendo el confl icto desde la calle donde la incidencia poltica asume impacto superlativo hacia el interior de los tribunales, licuando esa incidencia entre
las reglas de juego del formalismo procesal y la lgica institucional jurdica. El capital poltico del movimiento, en la arena judicial trastoca en
el infi nitamente menor capital jurdico que el mismo detenta, expuesto
a la autoridad judicial en prcticas y discursos que les son ajenas y cuya
accin est limitada por la lgica interna de las acciones jurdicas que
limitan en cada momento el espacio de lo posible y con ello el universo
de soluciones propiamente jurdicas (Bourdieu, 2000:159), y que a la
vez aparecen peligrosamente como totalmente independientes de las
relaciones de fuerza que sanciona y consagra (Bourdieu, 2000:161).
Las acciones judiciales como vas de reclamos formalizadas en
las luchas por los derechos, conviven con estrategias de movilizacin y
otras no convencionales, con la pretensin de legitimacin en la orientacin dualista (Casquete, ob.cit.) de presin e incidencia en el poder
poltico-institucional por un lado, y de influencia en la opinin pblica y
explicitacin de conflictos, por el otro. Desde tiempos inmemoriales as
viene ocurriendo Thompson (1989) refiere que el impulso de pleitos en
los tribunales constituy parte de la estrategia del movimiento ludista
en la Inglaterra de los aos 1811-1815, dato no poco significativo si se
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INTRODUCCIN
LA CARTA POLTICA DE 1991 SE HA PRESENTADO COMO AQUELLA
que abri un nuevo periodo de reconocimiento de derechos, inclusin
social e igualdad en Colombia. No obstante, estas afi rmaciones no son
precisas y una lectura crtica del andamiaje constitucional y legal permite identificar que se estuvo ante un nuevo momento de adecuacin
institucional a los requerimientos del capital, en el que se desconoci
derechos y se dej por fuera del pacto poltico grupos poblacionales
significativos, como es el caso del campesinado.
* Investigador del Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos, ILSA, integrante del Grupo Interdisciplinario de Estudios Polticos y Sociales
Theseus de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogot y del Grupo de Trabajo
CLACSO: Crtica Jurdica Latinoamericana: movimientos sociales y procesos emancipatorios.
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Este texto presenta una lectura de la relacin Constitucin Poltica-campesinado a partir de las luchas del sector en el ltimo perodo en
Colombia y de las demandas que se han presentado para incorporarlas
en el orden constitucional, as como de los escenarios que puedan materializarlo, como los actuales dilogos entre el Gobierno Nacional y
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejrcito del Pueblo,
FARC-EP. Para ello en primer lugar, se presenta lo que es la actual estipulacin del campesinado en el marco constitucional; posteriormente
se abordan las movilizaciones campesinas y sus demandas de inclusin
social y legal; en un tercer momento se hace una aproximacin a las
conversaciones entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP como un
nuevo momento constituyente; y fi nalmente se exponen una serie de
conclusiones.
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5 Carlos de Cabo Martn afi rma que el poder de reforma que posee el constituyente
secundario es en realidad una forma que tiene el capitalismo para blindar con rango
constitucional las conquistas que ste ha alcanzado. (De Cabo Martn, 2014).
6 A diferencia del sector indgena que tuvo dos delegados, Francisco Rojas Birry (ONIC)
y Lorenzo Muelas Hurtado (AICO).
7 Esto claro est sin considerar el artculo transitorio 57 que tena una vigencia de 180
das.
8 La Declaracin sobre los derechos de los campesinos y de otras personas que trabajan
en las zonas rurales que actualmente es discutida por el Grupo de Trabajo intergubernamental de composicin abierta que se cre dentro del Consejo de Derechos Humanos
de Naciones Unidas indica que el trmino campesino es mucho ms amplio incluyendo,
ms no limitndose, a los trabajadores o proletarios del sector agrario.
9 Estipula el citado artculo: Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la
propiedad de la tierra de los trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa,
y a los servicios de educacin, salud, vivienda, seguridad social, recreacin, crdito,
comunicaciones, comercializacin de los productos, asistencia tcnica y empresarial,
con el fi n de mejorar el ingreso y calidad de vida de los campesinos.
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21 Por el cual se regula un espacio de interlocucin y participacin con las Organizaciones de la Cumbre Agraria, Campesina, tnica y Popular que se denominar Mesa nica
Nacional. Disponible en: http://wsp.presidencia.gov.co/Normativa/Decretos/2014/Documents/MAYO/08/DECRETO%20870%20DEL%2008%20DE%20MAYO%20DE%202014.
pdf.
22 Principalmente aquellas vinculadas al movimiento poltico y social Marcha Patritica
y a la Asociacin Nacional de Zonas de Reserva Campesina, ANZORC.
23 Cursiva nuestra.
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Por su parte, la Asociacin Nacional de Zonas de Reserva Campesina, ANZORC, movimiento agrario que congrega a 53 procesos organizativos del pas que promueven o desarrollan procesos de Zonas
de Reserva Campesina 24, en su III Congreso Nacional, construy un
documento en el que condensa una Propuesta poltica y programtica
para una reforma agraria integral, el reconocimiento de los derechos de
los campesinos y la paz con justicia social. Este documento contiene
demandas cuya materializacin implica cambios en el actual orden
constitucional como son el reconocimiento de derechos especficos del
campesinado estipulados en el proyecto de Declaracin sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en las zonas
rurales. Al respecto estipula:
Reconocer y dar aplicacin a la Declaracin Internacional de
los Derechos Campesinos propuesta por La Va Campesina
y avalada por la ONU, tomando las medidas estructurales y
legislativas que los hagan aplicables. Adems del Estado, los
medios masivos de comunicacin, la academia y el sector
agroindustrial, deben contribuir en su efectivo reconocimiento (Anzorc, 2013).
Finalmente, es importante destacar que el movimiento de las Zonas de Reserva Campesina reclama el derecho a la tierra y al territorio
para el campesinado, que tendra como una de sus configuraciones esta
figura establecida en la Ley 160 de 1994: Las ZRC sern parte del reconocimiento constitucionalizado del derecho a la tierra y el territorio para
el campesinado. Este reconocimiento, incluir el papel de defensa y proteccin del medio ambiente que realiza el campesinado (Anzorc, 2013).
24 Actualmente las Zonas de Reserva Campesina son fi guras de ordenamiento social,
ambiental y productivo del territorio rural contenidas en la Ley 160 de 1994.
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CONCLUSIONES PRELIMINARES
El marco constitucional vigente en Colombia desde 1991 no logr realizar sus objetivos de realizacin de los derechos humanos y mayor
democracia. En su origen la Carta present una orientacin a satisfacer
y permitir los requerimientos de la nueva fase del capitalismo global, lo
que implic la no incorporacin del campesinado, -ante su condicin
de sujeto social y econmico no capitalista o precapitalista-, en lo que
es una negacin de orden fundacional, considerando su ocultamiento
y marginacin desde la misma Carta Poltica. Al igual que ocurri en
Per y fue sealado por Jos Carlos Maritegui el liberalismo terico
de la Constitucin y el capitalismo reforzaron la gran propiedad y excluyeron a los campesinos.
No obstante, el movimiento campesino en su actual periodo de
lucha ha profundizado en la estructuracin de sus demandas y exigen-
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INTRODUCCIN
ESTE DOCUMENTO ES UNA SNTESIS DE LA RELATORA QUE
realiz el autor como integrante de la Comisin Histrica del Confl icto
y sus Vctimas (CHCV) organizada por la Mesa de dilogos de la Habana. Como tal no se refiere a las particularidades de cada uno de los
doce informes de los expertos que conformaron la Comisin, sino al
conjunto de proposiciones o tesis que, a partir de ellos y de un amplio
espectro de anlisis de la realidad colombiana, se formularon de manera conclusiva. Su alcance es muy amplio y tienen una significacin
terico-poltica que comprende mltiples dimensiones de la realidad
colombiana, en buena parte coincidentes con las circunstancias histricas de las sociedades de nuestra regin latinoamericana.
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relativo viraje hacia la negociacin del confl icto, y las transformaciones ms recientes del capitalismo; f) los efectos descritos y explicados
en los informes como formas de victimizacin; g) los efectos referidos
a las consecuencias sobre los colectivos sociales; h) las consecuencias
sobre el funcionamiento de la sociedad; i) igualmente los atribuibles
al sistema social vigente.
De esta manera se ampli y profundiz el espectro de las responsabilidades en un contexto sistmico diferente.
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El orden capitalista comprende la dimensin estatal. Al igual que el orden al cual pertenece, esta dimensin tambin es compleja, heterognea
e histrica: a) no es un conjunto institucional de aparatos, procesos y
mecanismos, ideado, creado u organizado por decisiones individuales
o colectivas asumidas por consenso unnime o mayoritario; b) es resultado de un proceso histrico; c) Es una dimensin que supone un
colectivo de sujetos con derechos y obligaciones que se identifican por
su pertenencia a una unidad nacional, asentado en un territorio, autoridades y cuerpos que se reputan idealmente como consensuados o
aceptados por sus integrantes, que reivindican y ejercen el monopolio
legtimo de la fuerza, y una construccin histrica que se escenifica en
espacios colectivos determinados, con especificidades previas o subsiguientes, que la dimensin estatal integra y articula con transformaciones especficas.
Lo anterior significa que esta dimensin estatal: 1) no es, por lo
tanto, una esencia supra o ahistrica; 2) es un elemento consubstancial de estas organizaciones sociales productivas que no han dejado
de existir; 3) no es neutral, ni mucho menos un simple agregado de
aparatos que pueden ser utilizados a voluntad por quienes detenten el
poder; 4) es un elemento indisociable del capitalismo, cualquiera que
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Es propio del orden capitalista que los sujetos, agentes o actores que
estn insertos en sus mltiples y complejas relaciones y procesos, se
expresen necesariamente de diversa manera en sentido de defensa o de
confrontacin del orden social vigente, haciendo evidente que el sistema
encierra contradicciones esenciales. Esta caracterstica contradictoria
del orden no es de ninguna manera una anomala o patologa del mismo, sino que le es consubstancial, le es inherente, forma parte de sus
condiciones de existencia, es congnita.
Las expresiones subversivas o contrainsurgentes pueden transitar
los canales definidos por la institucionalidad establecida sin alterarla,
o pueden tambin desbordarla como ocurre en el caso de la subversin
asumiendo las formas de la violencia organizada o no, o tratndose de
la contrainsurgencia desconociendo las propias reglas del orden vigente.
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A este propsito se hacen las siguientes formulaciones: a) en la sociedad colombiana rigen un orden capitalista y una dimensin estatal de
igual carcter, con los mismos rasgos de complejidad, heterogeneidad,
e historicidad; b) la hibridacin que le es propia por su historicidad
est relacionada con su origen colonial y con las especificidades adquiridas durante el proceso de independencia y de incorporacin al orden
capitalista. Esto explica sus particularidades que no representan, por
lo tanto, anomalas o imperfecciones; c) es impropio proclamar que la
sociedad colombiana an no ha podido alcanzar ciertas caractersticas
consideradas como las ideales de la modernidad democrtica, y que es
debido a ello que se presentan las formas de insurgencia violenta que
han prevalecido a lo largo de varios decenios; d) no es una patologa
sui gneris del orden social vigente la causa de determinadas formas
de insurgencia, sino que es ese orden mismo, con sus rasgos histricos
propios, la razn explicativa de la realidad que hemos tenido como
insurgencia y contrainsurgencia.
TESIS SOBRE LA ESPECIFICIDAD DE LA DIMENSIN ESTATAL
COLOMBIANA
La confl ictividad violenta, compleja, heterognea y diversa territorialmente, presentada en las primeras dcadas del siglo XX, est asociada,
aunque no mecnicamente ni por determinaciones subjetivas, a las alternativas de incorporacin de las relaciones agrarias al orden capitalista. Lo mismo puede predicarse de la violencia en el sector agrario en
otros momentos del desarrollo capitalista, como los contemporneos
estudiados por los analistas especializados que tienen, sin duda, otras
connotaciones, registradas por los movimientos que se despliegan en el
mundo rural colombiano de los ltimos tiempos.
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La expresin contrainsurgente asume en forma orgnica la modalidad del paramilitarismo, promovida, amparada y tolerada por la
institucionalidad de la dimensin estatal, con la cooperacin de sectores econmicos y polticos, especialmente regionales y locales, y el
apoyo econmico y tcnico de los Estados Unidos de Amrica. Es el
paramilitarismo la causa principal de las condiciones extremas de
agudizacin de la confrontacin blica, con todas sus deformaciones
e irracionalidades.
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La economa de los narcticos es una estructura econmica transnacional, a la cual Colombia aporta un producto obtenido con muy bajos
costos (mano de obra y tierras baratas), que lo hacen competitivo,
pero de cuyos principales mrgenes de ganancia se apropian sectores
externos (fi nancieros),internacionales.
No es, por lo tanto, un fenmeno local o regional, sin otro tipo de
articulaciones nacionales o internacionales.
Sus principales efectos han sido su alianza con las organizaciones paramilitares, su conversin misma en sistema contrainsurgente,
la fi nanciacin de todos los grupos armados bajo mltiples y diferentes
formas, y la incorporacin a la estructura econmica existente, como
una verdadera rama o sector de la produccin.
TESIS SOBRE PERSISTENCIA Y RENOVACIN DEL CONFLICTO SEGN LAS
CONDICIONES DEL ORDEN SOCIO-ECONMICO
El orden socio-econmico capitalista transita tanto por momentos particulares de su desarrollo interno, como por fases de transformacin/
reordenacin del sistema capitalista en su dimensin global.
Esas circunstancias determinan que la confl ictividad que le es
inherente no slo persista sino que se renueve.
TESIS SOBRE LA INJERENCIA NORTEAMERICANA
La injerencia norteamericana en el confl icto colombiano es parte esencial del proceso contrainsurgente consubstancial al capitalismo. Es la
participacin directa y expresa de los Estados Unidos de Amrica, tanto
en la poca de conformacin del Estado Nacional, como a lo largo del
siglo XX en los diferentes momentos de instauracin y desarrollo del
sistema capitalista, hasta los aos ms recientes del presente siglo.
TESIS SOBRE RESPONSABILIDADES
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