Contra El Arte y El Artista PDF
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CONTRA EL aRTE Y
EL aRTISTA
Colectivo DesFace
Contra el arte
y el artista
ndiCe
Introduccin ..................................................................................... 7
El contexto global ............................................................................. 15
La sociedad de masas y la dominacin .................................. 15
Sujetos colectivos .................................................................. 22
La industria cultural .............................................................. 24
Origen del espectculo .......................................................... 29
La Sociedad del Espectculo ................................................. 37
El arte como actividad vital (o Arte versus trabajo) ...................... 51
La obra, su aura, y la esencia de lo humano ...................................... 55
Separacin entre arte y vida ............................................................. 61
El genio y el artista ........................................................................... 65
El genio .................................................................................. 65
El artista ................................................................................ 67
El arte como mercanca .................................................................... 71
Las polticas actuales del campo del arte y la cultura ....................... 79
Los fondos concursables, el formulario, la jerga insticional .. 80
Vender y venderse ................................................................. 82
El rostro de lo hombre/mujer-mercanca .............................. 84
Posmodernidad y arte ....................................................................... 87
El extremo formalismo ..................................................................... 91
Politizar el arte y la vida ................................................................... 97
Destruccin o vaciamiento del campo y del arte ............................. 103
Contenido = forma = circulacin = produccin .............. 104
Poltica de la memoria ........................................................... 105
Contenido en la produccin o el libre obrar .......................... 108
Contenido y circulacin ........................................................ 111
Los circuitos del don ............................................................. 111
Transparencia comunicativa ................................................. 117
Lo local y lo universal ........................................................... 118
Hiptesis de lucha ............................................................................ 121
Texto editorial .................................................................................. 125
IntroduccIn
mos una destruccin que a la vez se entienda como una salida del
crculo vicioso de la reproduccin infinita de este estado de cosas.
Las hiptesis de lucha que presentamos a continuacin quieren mostrar una forma de ser de la realidad, del modo que opera
la maquinaria de un sistema que se perpeta en nuestras propias
acciones y decisiones (la mayor parte de las veces sin que seamos conscientes del aporte que hacemos a su reproduccin). Este
texto quiere ser un espejo, indicando parte de nuestro comportamiento que no podemos o no queremos ver, que no queremos
confesar. Alimentamos diariamente a la bestia que nos mantiene
cautivos para luego devorarnos2.
Trataremos, entonces, de sintetizar y describir los mecanismos que, al menos en el terreno del arte, permiten que el sistema
se mantenga estable y, aparentemente, indestructible. Pero, al
mismo tiempo, haremos un intento por recuperar ciertos aspectos claves de nuestra vida: el trabajo, que todava sigue siendo
esclavo; y el arte, que pudiendo ser una actividad trasgresora y
gratificante, se ha convertido en otro tipo de mercanca y otra
fuente de enajenacin.
No entendemos el arte como una actividad simplemente esttica, encaminada a honrar un concepto abstracto de belleza, ni
basada en definiciones esencialistas, trascendentales u ontolgicas.
Es posible que la prctica artstica est fuertemente vinculada con
el placer y la gratificacin, pero no por su deuda con la belleza, sino
por constituir una experiencia social particular, de especial libertad
y emotividad, como un momento de creatividad, de expresin y
comunin, de ingenio, de despliegue de la fantasa, y cierto goce
esttico de carcter profano. Aspectos todos que se podran entender como lo subversivo del arte pero, slo en la medida en que se
resistan a la domesticacin.
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Crtica: Es ste un comportamiento diablico? Esa bestia es un demonio? Visto
as, parece como si el acto crtico fuese un acto moral de puriicacin.
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El contExto global
La sociedad de masas y La dominacin burocrtica
principios del siglo XX, a pensadores como el ya mencionado Benjamin, parece inquietarles la cultura de
masas; el cine, que es el fiel representante de ese proceso, es
un arte donde no est reflejado el sujeto individual burgus, sino
un nuevo tipo de sujeto, determinado por la creciente especializacin y divisin social del trabajo, por la produccin en serie y
la reciente influencia de una tcnica que posibilita el surgimiento de los medios de comunicacin masivos, con su consecuente efecto sobre la poltica. Los contemporneos occidentales de
las primeras dcadas del siglo pasado asisten a la decadencia de
la cultura burguesa, algunos con plena conciencia de ello, pero
tambin albergando cierto temor por sus consecuencias y por el
mundo que esta muerte empieza a dar a luz. Es evidente la correspondencia entre el cine, como fenmeno cultural, y los cambios
estructurales que el mundo estaba viviendo. Se generaliza, en el
polo desarrollado del mundo, la inquietante sensacin de que
una tendencia que acompa a los pases industrializados desde el
siglo anterior se estaba imponiendo de manera definitiva, a saber,
la homogeneizacin social, la sociedad de masas y su inseparable
compaera, la dominacin burocrtica.
El fondo social originario de las historias detectivescas (desde mediados del siglo XIX) es la difuminacin de las huellas del
criminal en la multitud de la gran ciudad: el naciente gnero de
la novela policial es el reflejo de la tensin constante entre la
creciente desindividuacin y la persistencia del principio de individualidad propio de la burguesa.
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Lo cultual hace referencia al culto, pues antes del concepto burgus de arte,
las obras estaban por lo general orientadas al culto de lo sagrado, dentro de un contexto
religioso en el cual el artista-creador no era relevante, lo que importaba era el mensaje
que la obra transmita o su lugar dentro del culto.
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sujetos coLectivos
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l momento histrico en que la experiencia artstica (entendida no como un campo o prctica particular aislada del
conjunto de actividades humanas, sino como representacin simblica ritual) salta del orden de la expresin mtica contenida en
el rito trgico, experimentada exttica o dionisiacamente por el
conjunto de la comunidad, para ponerse como obra de arte frente
al sujeto, constituira, para Nietzsche, el origen del espectculo
burgus. Es el momento en que el arte, entendido como trabajo
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un pblico esttico, y al espectador individual lo habamos considerado tanto ms capacitado cuanto ms estuviese en situacin
de tomar la obra de arte como arte, es decir, de manera esttica;
y ahora la expresin de Schlegel nos ha insinuado que el espectador perfecto e ideal es el que deja que el mundo de la escena
acte sobre l, no de manera esttica, sino de manera corprea y
emprica.
Hay tericos como Vernant que sostienen que la tragedia
griega es una simulacin. Sin embargo, el carcter mimtico de la
simulacin trgica tiene como horizonte, paradjicamente, romper con las fronteras de esa simulacin, buscando transformarse
en aquello que es representado. Para este francs se trata ms bien
de una puesta en escena que opera como simulacin cientfica
o de laboratorio, cuyo propsito es reproducir la experiencia
que ocurre en condiciones reales, en condiciones simuladas. Dice
Vernant: La tragedia monta una experiencia humana a partir
de personajes famosos, pero los instala y los hace conducirse de
tal manera que la catstrofe que se presenta soportada por un
hombre, aparecer en su totalidad como probable o necesaria.
Es decir, el espectador que ve todo con piedad y terror adquiere
la sensacin de que todo cuanto sucede a ese individuo, habra
podido sucederle a l. Pero, por el contrario, la representacin
trgica, y sobre todo el antiguo ditirambo, lo que menos buscaba
era la referencia a algo distinto de la interpretacin misma, que
tiene lugar en la experiencia exttica. No se dirige ni a la memoria
ni al clculo del futuro, sino que se consume plenamente, por as
decirlo, en el propio acto de su representacin. Por medio de la
mmesis exttica, cada participante intenta acabar con las distancias que lo separan de los signos de representacin. As, la
dialctica basada en el convencimiento trgico entre coro y personajes, bien podra ser descrita como una dialctica exttica del
ser tomado en dos sentidos: el de ser posedo por un espritu, un
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pre bajo el antiguo velo mtico. Cul fue la fuerza que liber a
Prometeo de su buitre y que transform el mito en vehculo de la
sabidura dionisaca? La fuerza de la msica, similar a la de Heracles. Fuerza que alcanza en la tragedia su manifestacin suprema,
pues sabe interpretar el mito en un nuevo y profundo significado.
Esta forma de expresin e interpretacin de la representacin
va a experimentar un cambio radical cuando, con Eurpides, el
horizonte simblico de la tragedia se desplaza de la metamorfosis
mstica y exttica de sus participantes, hacia los elementos que
dan inteligibilidad a una puesta en escena externa.
En la exaltacin de los antiguos elementos dionisiacos, coro y
hroes compartan un tiempo narrativo comn, en cuya incertidumbre trgica caan simultneamente durante la representacin.
Por el contrario, en el nuevo horizonte simblico, protagonistas y
coro se disociarn cada vez ms, llegando a surgir, como proyeccin de ambos, la figura del personaje y la del espectador. Un
espectador que, como el de la Comedia Nueva, de la que Eurpides tambin es mentor, se situar durante la representacin en un
tiempo mundano, totalmente ajeno al de la narracin mtica (es
el nacimiento del tiempo del espectculo).
Todo ello supone la desaparicin del coro tal como se lo conoca en los antiguos ditirambos. Desaparicin que no slo se le
debe a Eurpides, sino que ya haba sido prefigurada por Sfocles,
quien no se atreve a seguir confiando al coro la parte principal
del efecto, sino que restringe su mbito de tal manera que el coro
aparece casi coordinado con los actores. Sfocles sube una parte
del coro desde la orquesta, introducindolo en el escenario. Con
lo que su esencia queda destruida del todo.
Lo que hace Eurpides es tomar aquella parte del coro que
Sfocles no sube al escenario, y la pone fuera de la representacin,
en el papel de meros espectadores pasivos, los que ms bien son
instruidos por el discurso de la tragedia. De ah a la desaparicin
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como referencias entre el mundo y su comprensin. Acaso ocurre as tendra l que preguntarse que lo incomprensible para
m no es ya tambin lo ininteligible sin ms? Acaso hay un reino
de sabidura del cual est desterrado el lgico? Acaso el arte es
incluso un correlato y un suplemento necesarios de la ciencia?
Nietzsche denuncia la manera en que Scrates introduce la racionalidad y el pensamiento como medida del mundo.
De esta forma, contra la tragedia, Scrates introduce lo que
Nietzsche denomina el optimismo terico, el cual celebra jubiloso cada deduccin, cada reflexin racional puesta en el campo
del arte y la representacin. As, una vez infiltrado en la tragedia,
tiene que recubrir poco a poco las regiones dionisacas de sta y
empujarlas necesariamente a la autoaniquilacin, hasta el salto
mortal que nos deja en los lmites del espectculo burgus.
La sociedad deL espectcuLo8
l juicio de Feuerbach sobre el hecho de que su tiempo prefera la imagen a la cosa, la copia al original, la representacin a la realidad, ha sido enteramente confirmado por la era del
espectculo, incluso en aquellos terrenos en los que el siglo XIX
quiso mantenerse al margen de la produccin industrial capitalista
(que constitua ya su verdadera naturaleza). La burguesa propag,
a modo de resistencia cultural, el riguroso espritu del museo, del
objeto original, de la crtica histrica exacta, del documento autntico. Pero pronto perdi esa batalla, hoy en todas partes lo artificial
tiende a reemplazar a lo verdadero.
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Este apartado se basa sustancialmente en el texto de 1967, La sociedad del
espectculo, de Guy Debord, y en un comentario que el propio Debord hace a su texto
veintin aos despus, titulado Comentarios sobre La sociedad del espectculo. Ambos
textos forman parte de las bases tericas de la Internacional Situacionista.
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El espectculo no es un conjunto de imgenes, sino una relacin social entre personas, mediatizada por imgenes. No puede
entenderse como el abuso de un mundo visual, o solamente como
el producto de las tcnicas de difusin masiva de imgenes. Es
ms bien una cosmovisin que ha llegado a ser efectiva, traducindose en efectos materiales. Es una visin del mundo que se
ha objetivado.
El espectculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el
resultado y el proyecto del modo de produccin existente. No es
un suplemento del mundo real, no es su decoracin. Es el corazn del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, informacin o propaganda, publicidad o consumo de
diversin, el espectculo constituye el modelo presente de la vida
socialmente dominante. Forma y contenido del espectculo son
idnticos a la justificacin de las condiciones y los fines del sistema existente. El espectculo es la presencia permanente de esta
justificacin, como ocupacin de la parte principal del tiempo
que se vive fuera de la produccin moderna (lo que se ha dado en
llamar entretenimiento).
El lenguaje espectacular est constituido por los signos de la
produccin reinante, que son al mismo tiempo la finalidad ltima
de esta produccin. No se puede oponer abstractamente el espectculo y la actividad social efectiva, pues son dos aspectos de un
mismo proceso. El espectculo, que invierte lo real, se produce
efectivamente (hay una industria detrs suyo). Al mismo tiempo
la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplacin del espectculo, y reproduce en s misma el orden espectacular concedindole un espacio importante en su existencia. La
realidad objetiva est presente en ambos lados. Cada nocin, as
fijada, no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad
surge en el espectculo, y el espectculo se hace parte de lo real.
Esta alienacin recproca es la esencia y el sostn de la socie39
El espectculo es la reconstruccin material de la ilusin religiosa. La tcnica espectacular no ha pretendido disipar las nubes
religiosas, donde los hombres/mujeres situaron sus propios poderes, separndolos de s mismos, sino que esta vez los ha relegado
a una base terrena. As, la vida terrena, la que siempre se vuelve
opaca e irrespirable, ya no proyecta su esperanza en el cielo, sino
que alberga en s misma su engaoso paraso. El espectculo es la
realizacin tcnica del exilio de los poderes humanos a un ms
all, es la escisin consumada en el interior de lo hombre/mujer:
su nueva religin.
La ms vieja especializacin social, la especializacin del
poder, es la que se encuentra en la raz del espectculo (se da aqu
la paradoja de que lo ms moderno es tambin lo ms arcaico).
El espectculo es as una actividad especializada que habla por
todas las dems. Es la representacin diplomtica de la sociedad jerrquica ante s misma, donde todo otro discurso queda
excluido. El espectculo es el discurso ininterrumpido que el
orden presente mantiene consigo mismo, su monlogo elogioso.
Es el autorretrato del poder en la poca de la gestin totalitaria
de la existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en la
relacin espectacular, esconde el carcter de clase de tal discurso:
una segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus
leyes fatales. Pero el espectculo no es un producto necesario del
desarrollo tcnico, la sociedad del espectculo es, por el contrario, la forma que elige su propio contenido tcnico.
Aunque, tomado en su aspecto restringido como medios de
comunicacin de masas (lo que es su manifestacin superficial
ms abrumadora), el espectculo parece invadir la sociedad como
simple instrumentacin; pero sta no es nada neutra en realidad,
sino la que ms conviene a su autoproduccin. As, da la impresin de que las necesidades sociales de la poca donde se desarrollan tales tcnicas no pueden ser satisfechas sin su mediacin. Si
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la administracin de esta sociedad y todo contacto entre los hombres ya no pueden ejercerse si no por intermedio de este poder
de comunicacin instantnea, es porque esta comunicacin es
esencialmente unilateral, de forma que su concentracin vuelve
a acumular en las manos de quienes administran el sistema existente los medios que les permiten continuar con esta determinacin. La escisin generalizada de la sociedad del espectculo
es inseparable del Estado moderno, es decir, de la forma general
de la escisin en la sociedad, producto de la divisin del trabajo
social, y un rgano fundamental de la estructura de dominacin
de clase.
Con la separacin generalizada del trabajador y de su producto
se pierde todo punto de vista unitario sobre la actividad laboral
realizada, toda comunicacin personal directa entre los productores. A medida que aumenta la divisin social del trabajo y la
concentracin del proceso productivo, la unidad y la comunicacin llegan a ser el atributo exclusivo de la direccin del sistema:
la propiedad sobre la informacin y la gestin.
El origen del espectculo est inscrito en la prdida de unidad
del mundo, y la expansin gigantesca del espectculo moderno
expresa la dimensin de esta prdida: la abstraccin de todo trabajo particular y la abstraccin general del conjunto de la produccin se traducen perfectamente en el espectculo, cuyo modo de
ser concreto es justamente la abstraccin. En el espectculo una
parte del mundo se representa ante el resto del mundo y le es
superior. El espectculo no es ms que el lenguaje comn de esa
separacin originaria, acontecida en el proceso del trabajo asalariado. Lo que liga a los espectadores no es sino un vnculo irreversible con el centro que sostiene su separacin. Tanto la teora de
los crculos concentricos de Galbraith, como la del panptico
de Bentham, son aplicables como metforas de la actual realidad
social. Para el primero, la moderna sociedad, articulada a imagen
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sino a las mercancas y sus pasiones. En esta lucha ciega cada mercanca, en la medida de su pasin, realiza algo an ms elevado: el
devenir mundo de la mercanca, que es tambin el devenir mercanca del mundo.
En la sociedad dividida en clases, la cultura es la esfera general del conocimiento y de las representaciones; lo que equivale a
decir que es el poder de generalizacin existiendo aparte, como
divisin del trabajo intelectual (y trabajo intelectual de la divisin,
al elaborar los discursos que la justifican). Al ganar su independencia, la cultura comienza un movimiento imperialista de enriquecimiento que es al mismo tiempo el ocaso de su independencia. La historia que crea la autonoma relativa de la cultura y las
ilusiones ideolgicas sobre esta autonoma, se expresan tambin
como historia de la cultura. Y toda la historia conquistadora de la
cultura puede ser comprendida como la historia de la revelacin
de su insuficiencia, como una marcha hacia su autosupresin. La
cultura es el lugar donde se busca la unidad perdida. En esta bsqueda de la unidad, la cultura como esfera separada est obligada
a negarse a s misma. Sin embargo, la cultura, en esta etapa, en
que ha sido ntegramente convertida en mercanca, debe tambin
pasar a ser la vedette de la sociedad espectacular. Quedando enteramente condicionada por el hecho de que no puede ni quiere
pensar su propia base material dentro del sistema espectacular.
El poder del espectculo, tan esencialmente unitario, centralizador por la fuerza misma de las cosas y perfectamente desptico
en su espritu, se indigna con frecuencia al ver constituirse bajo
su reinado una poltica-espectculo, una justicia-espectculo,
una medicina-espectculo, o tantos otros sorprendentes excesos
mediticos (que tambin se puede denominar como pornografa), sin embargo, ese lmite artificial y mvil, es necesario para
que el espectculo no sea ms que exceso de lo meditico. La
dominacin espectacular ha educado ya a un par de generacio44
ridad espectacular puede negar lo que sea, una vez, tres veces, y
decir que no volver a hablar de ello, y hablar de otra cosa; sabe
que ya no se arriesga a ninguna rplica, ni en su propio terreno ni
en ningn otro. Pues ya no existe gora, ni comunidad general;
ni siquiera comunidades restringidas de cuerpos intermedios o de
instituciones autnomas, salones o cafs para los trabajadores;
ningn lugar donde el debate sobre las verdades que nos conciernen pueda liberarse de forma duradera de la aplastante presencia
del discurso meditico y de las diferentes fuerzas organizadas que
lo avalan. El espectculo puede dejar de hablar de algo durante
tres das y es como si ese algo no existiese. Habla de cualquier
otra cosa y es esa otra cosa la que existe a partir de entonces.
Como se puede ver, las consecuencias prcticas de este poder son
inmensas.
Los especialistas de la sociedad del espectculo tienen un
poder absoluto en el interior de su sistema de lenguaje, y estn
corrompidos por su experiencia del desprecio (y del xito del
desprecio), confirmada por el conocimiento de lo hombre/mujer
despreciable que es el espectador. Una verdadera crtica de este
sistema debe apuntar no slo a los contenidos y las formas, sino
especialmente hacia los modos de produccin y circulacin de
la cultura y de la propia crtica (instancias que tambin se convierten en contenido).
La teora crtica del espectculo no es verdadera si no se une
a la corriente prctica de la negacin de la sociedad, y esta negacin, la recuperacin de la lucha contra el poder, llegar a ser
consciente de s misma desarrollando la crtica del espectculo,
como teora de nuestras condiciones reales, de las condiciones
prcticas de la opresin actual, develando inversamente el secreto
de lo que ella puede ser. No se puede distinguir artificialmente
entre lucha terica y lucha prctica, ya que la comunicacin de
tal teora ya no puede concebirse sin una prctica rigurosa. El
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El
( o a r tE
vErsus trabajo )
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Al transformarse el trabajo en mercanca, transada en el mercado por un salario (su precio en valor de cambio, o dinero),
el creador extraa de s su esencia, la cede (vende) a otro, la
enajena. Pero esta cesin no es voluntaria (como argumenta la
economa poltica clsica), es condicin estructural de un sistema organizado en funcin de la acumulacin del capital y de
la explotacin.
Luego, el trabajador, separado de su esencia, ya no experimenta goce alguno en el trabajo, por el contrario, en l se siente
agobiado, e intenta encontrar satisfaccin fuera de la actividad
laboral, en las funciones animales o corporales, que tienden a la
reproduccin del individuo y de la especie, y que ya han sido
cooptadas por la industria de la diversin.
Los alcances de este desgarramiento, desdoblamiento o enajenacin, son insospechados, y extienden sus ramajes a todas las
esferas de la existencia humana, incluida la teora del conocimiento, la ciencia, la filosofa, la psicologa, la vida cotidiana, etc.
En este contexto aparece el arte, definido habitualmente
como una actividad distinta y contrapuesta al trabajo. El arte,
aparentemente, conserva las caractersticas originales del trabajo,
es el espacio de la libre expresin de la esencia de lo hombre/
mujer, el lugar del despliegue de la actividad vital fuera de la
lgica del intercambio mercantil. La capacidad productiva, creadora, transformadora e inventiva de lo hombre/mujer se traslada
desde la esfera del trabajo hacia la esfera del arte. El arte, en su
concepto ms romntico y contemporneo, no tiene una funcin
en s, simplemente es un modo de expresin de la experiencia de
estar en el mundo, el arte por el arte, por la simple necesidad de lo
hombre/mujer de exteriorizar su ser, su mundo onrico, su imaginacin, sus deseos, sus pesadillas, etc. Primariamente, en el arte,
lo hombre/mujer quiere representarse y representar el mundo
que le da sentido, exteriorizar sus delirios y desplegar un lenguaje
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as creaciones de diverso tipo que arroja todo proceso productivo son formas expresivas que contienen un ser lingstico; nos hablan por s mismas, tanto de su forma, del nivel
tcnico que les dio origen, como de su contenido, que es el trabajo humano. Lo hombre/mujer pone algo de s en sus creaciones,
se exterioriza en su obra, comunicando su esencia que est plena
de sentido histrico.
El aura es el aqu y el ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible, es la historia a la que ha estado sometida como
objeto singular y que se evidencia en las alteraciones fsicas que
ha sufrido, sus cambios de propietario, su relacin con los hombres
de las distintas pocas por las que ha transitado. Su aqu y ahora es
siempre el concepto de su autenticidad, irreproductible por ningn recurso tcnico, ya que la tcnica reproductiva desvincula lo
reproducido del mbito de la tradicin. La unicidad de la obra de
arte se identifica con su ensamblamiento en el contexto de la tradicin, que es cambiante, y que se relaciona con la obra mediante
diferentes interpretaciones, aunque stas siempre son enfrentadas a su aura. Esa relacin interpretativa tiene un carcter ritual
o cultual, pues ocurre en la intimidad de lo autntico que es propio de la tradicin, como oposicin a la vacuidad de la cultura de
masas, en que la obra ha perdido ese poder comunicante, que es
su aura, convirtindose en pura superficie.
Slo quien ha amado los objetos, quien ha deambulado por
calles atestadas de escaparates, pudo idear el concepto de aura,
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El concepto de aura de la obra lo elabora Walter Benjamin en 1936, en su texto
La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica, donde se puede identiicar una
maduracin de las tesis del materialismo histrico en el autor.
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Marx hace corresponder, por medio de este anlisis, lo producido con el productor y con el modo de produccin; designando
as, con cada uno de estos trminos, un mismo y nico fenmeno
desde distintos puntos de vista: la vida o el ser, que est enajenado
de s mismo a causa de la divisin social del trabajo. Al producir
sus medios de vida, lo hombre/mujer produce indirectamente su
propia vida material. Lo que el ser humano es, coincide con su
produccin (tanto con lo que produce como con el modo en que
lo produce). Lo que los individuos son, depende de las condiciones materiales de su produccin. Tal como en Hegel, la propuesta
marxiana apunta a la reconciliacin del ser consigo mismo,
pero ya no de una manera puramente lgica, sino material, puesto
que las contradicciones han devenido materiales, es decir, deben
ser superadas en el mbito de lo productivo y de lo poltico. El
comunismo se distingue de todos los movimientos anteriores en
que echa por tierra la base de todas las relaciones de produccin
y de intercambio que hasta ahora han existido y por primera vez
aborda de un modo consciente todas las premisas naturales como
creacin de los hombres anteriores, despojndolas de su carcter
natural y sometindolas al poder de los individuos asociados12.
En toda creacin humana hay depositada una forma y un
contenido que refieren al trabajo humano y al desarrollo de las
fuerzas productivas. Estas obras poseen un valor que no simplemente es traducible en dinero, sino que albergan en s mismas un
sentido trascendente en el que est cifrada una existencia, con
sus mltiples determinaciones y caractersticas. Ver solamente el
valor abstracto o de cambio de un producto, y a ste slo como
mercanca, es propio de una conciencia que vive enajenada de su
poder creador.
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Independiente del ismo y su carga histrica, el fondo de la crtica sigue estando
vigente.
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de deseo). Un deseo perverso segn Baudrillard, pues es el deseo del cdigo. Sin
embargo, Baudrillard comete el error de creer que en el centro de la idea de fetichismo
de la mercanca est el valor de uso. Es decir, cree que en esa teora los objetos son
dados y recibidos como dispensadores de fuerza (felicidad, salud, seguridad, prestigio,
etc.): sustancia mgica esparcida por doquier que hace olvidar que son ante todo los
signos, un cdigo generalizado de signos, un cdigo totalmente arbitrario (facticio,
fetiche) de diferencias, y que de ah, y en modo alguno de su valor de uso, ni de sus
virtudes infusas, procede la fascinacin que ejercen. Lo que Baudrillard parece olvidar
es que esos signos, o marcas, surgen de un proceso de creacin y produccin, y que hay
que buscar en ese proceso la respuesta a la aparente independencia, tanto del sistema de
los objetos, como del sistema de signos.
15
En el aberrante texto de Kant Lo Bello y lo Sublime, se deine lo sublime como algo
distinto de lo bello. El primer sentimiento se reiere a lo profundo, a lo que sobrecoge,
a lo que slo espritus muy reinados pueden acceder, aquellos dotados de inteligencia.
El sentimiento de lo bello es ms mundano y comn. Sin embargo, a pesar de que no lo
dice literalmente, ambos sentimientos pertenecen a la experiencia de una clase y de un
mundo: el europeo occidental. En resumen, a la sensibilidad burguesa.
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Estos son los tres componentes de la vida en general en la comunidad griega
antigua: la poltica (como arte de gobernar), lo domstico (como mbito econmicoadministrativo) y la fuerza vital (el trabajo, representado concretamente por el cuerpo
del esclavo).
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Hacemos referencia a las vanguardias artsticas de principios del siglo XX,
pues es con ellas que se establece por primera vez como programa (poltico-esttico)
la abolicin de la cultura airmativa y la reconciliacin entre arte y vida. Proyecto an
vigente en la medida que las contradicciones que denuncia no han desaparecido. La
postura del vanguardista es de lucha permanente contra toda forma de determinacin
externa, basada en un concepto radical de libertad; su actitud est animada por un
permanente pesimismo y desconianza, su tarea es organizar el pesimismo y producir
imgenes puras, descubiertas en el mbito de la accin poltica. Estas imgenes seran
la representacin de s de la historia efectiva, una reconciliacin del ser y del saber, el
punto donde lo colectivo se hace corpreo, donde lo que parece externo se hace propio,
donde se abren las posibilidades transformadoras. Pero, si vamos a ser rigurosos con
nuestra taxonoma, esto ya no sera arte, sino libre obrar, o un arte que se ha liberado,
que se ha politizado.
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El gEnIo y El artIsta
eL genio
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inmediatamente en mercanca, al contrario, no est en la naturaleza del arte ser mercanca, hacer tal conversin es una opcin
poltica.
Vivir del arte, como hemos dicho, implica una serie de fenmenos. Convertir el arte en mercanca es una; a ella le sigue
la profesionalizacin del arte y del artista, la articulacin de un
mercado del arte, el establecimiento de instituciones que rigen y
determinan la circulacin y el estado del arte (entre otras cosas).
En resumidas cuentas vivir del arte convierte al arte en trabajo.
El problema es esa reduccin del arte, que podra llegar a ser un
modo de vida, a simple medio de vida, u otra forma de trabajo
asalariado.
El carcter de mercanca del arte no es slo identificable en la
subasta, o en la librera, o en la galera, o en la taquilla del teatro,
tambin est presente en la transmutacin de la labor del artista en trabajo asalariado. Hay mercantilizacin cuando ste cobra
por lo que hace y le pone precio a su actuacin, cuando su habilidad y capacidad la transa por valor de cambio (dinero, o valor
abstracto). El dinero es una abstraccin del valor del trabajo, que
iguala a las mercancas comparndolas. Si la obra, y la labor del
artista entran en este sistema, lo que estn haciendo es quitarle
al arte todo lo que tena de especial en relacin al trabajo, su
aura. Se igualan arte y trabajo asalariado, adquiriendo el primero
todas las caractersticas del segundo. Consecuencia y premisa de
ello es la profesionalizacin del artista. Pero, qu es primero? Se
convierte en un tipo especial de trabajador aquel que convierte
su obra en obra de arte?, o el artista se profesionaliza para convertirse en un tipo especial de trabajador? No es muy difcil darse
cuenta de que ocurren los dos movimientos al mismo tiempo. Por
un lado, el mercado y las instituciones del arte cooptan sujetos
que han desarrollado una produccin esttica. Para eso son los
concursos, por ejemplo, los descubridores de talentos, o los fon72
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lite, por tanto, una vez ms, tiene que ver con criterios extraestticos, ms bien de poder y de clase.
Las clases dominantes necesitan una lite del arte para perpetuar la separacin entre arte y vida; al mismo tiempo que las lites del arte necesitan a las instituciones del arte para reproducirse
como tipo especial de trabajador, que vive de prestar sus servicios.
El sistema de clases necesita del campo del arte para perpetuarse y
mantener el rgimen de opresin y extraccin de ganancia de los
cuerpos a travs (entre muchos otros factores) de la sociedad del
espectculo. Luego, la lite artstico-intelectual no slo favorece la
separacin entre arte y vida, tambin permite la reproduccin del
sistema de dominacin de clase.
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ender y venderse tambin tiene una serie de implicaciones que repercuten tanto en el arte en general como en
la obra y en el autor en particular. El arte deja de ser un lugar
de juego, de descubrimiento y aprendizaje, de gratificacin, de
libertad y de construccin de comunidad, para convertirse en una
obligacin y en una fuente que surte los recursos necesarios para
la vida del artista y su familia (su reproduccin como individuo y
como especie).
En el caso de la obra, como ya hemos sugerido ms atrs, sta
se transforma, se amolda a las polticas de financiamiento. Mien82
tras los creadores, adscritos al sistema de concursos, se autocensuran, piensan sus obras con los ojos del censor, del evaluador de
proyectos, las disean segn las polticas vigentes y los avatares
electorales, segn los conceptos de moda y los tems prioritarios
para el financiamiento. Se podra hacer un seguimiento y un
estudio de las mutaciones que han sufrido las obras a partir de la
implementacin de los fondos concursables. Muy probablemente
nos encontraramos ante el direccionamiento de los temas, el
acomodo de los contenidos y el oscilar de las formas a partir de
las determinaciones polticas (tanto de la poltica cultural, como
de la poltica en general).
Alguien podra decir que, ms bien, son las polticas y los criterios estticos en vigencia los que aceptan un tipo de proyecto
y dejan otros fuera (como una suerte de seleccin natural del proyectismo), dejando vivir al adecuado, mientras el inadecuado est
condenado a no obtener financiamiento (es decir, condenado a
muerte). Puede ser. En realidad ambos factores se complementan.
Porque los artistas-gestores aprenden rpidamente a navegar
por los mares de la poltica cultural y sus tormentas, cosa que les
permite mantenerse a flote, aferrados a la tabla de salvacin de
los fondos y de la necesidad del stablishment de mantener viva a
su lite artstico-intelectual21.
No est dems insistir en que el vender y venderse no es slo
un fenmeno que se da en la postulacin a los fondos, sino que
hay muchas otras formas de hacerlo, que los artistas conocen
de sobra: subirse a un escenario por un salario, aparecer en los
medios de comunicacin de masas, firmar contrato con un sello
o con una casa editorial, ponerle precio a una obra en la galera
21
Sera interesante una investigacin que apunte a rastrear la extraccin de clase
de los beneiciarios de los concursos pblicos y de los fondos del arte, ya que da la
impresin de que estos progresivamente recaen en miembros de las clases dominantes
de las sociedades del poder burocrtico. Por dos factores fundamentales: porque estn
ms cercanos al poder y sus mecanismos, y porque se acoplan ms dcilmente a los
formatos impuestos, sin voluntad crtica.
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los medios de comunicacin permanentemente, haciendo noticia, logrando que hablen de l. Puede hacerlo publicando permanentemente, o exponiendo, o escribiendo columnas de peridico,
o haciendo lanzamientos de discos, pero sobre todo llenando
portadas de revistas, de pasquines, siendo figura de comentarios
de radio y televisin, no importa con qu pretexto (todos estn
permitidos). El rostro de lo hombre/mujer-mercanca se instala
en el imaginario pblico, juega un rol, toma posiciones, habla de
distintas cosas, opina, tiene romances, se cuentan historias acerca
de l, de su obra, de sus posiciones polticas. Es modelo a seguir,
se convierte en un mito, en una construccin meditica y en una
estrella. Cuanto ms carismtico, controvertido y seductor es el
artista, mayores condiciones tendr para convertirse en estrella.
Lo curioso de esta figura es que la mercanca que entonces se
vende ya no es la obra, sino lo hombre/mujer mismo. El rostro,
que es nico e irrepetible, como la huella digital, habitualmente
asunto personal e individual, se convierte en asunto pblico, en
la marca de un producto, o en el producto mismo. La imagen
del autor mercanca se comercializa, y volvemos as a los contratos. Muchas veces los contratos no slo estipulan que la obra
del autor pertenece al sello o a la editorial, no pudiendo el autor
hacer uso de ella ni comercializarla sin la autorizacin del editor,
sino que adems incluye obligaciones sociales, pblicas, instancias en las que deben presentar su rostro como perteneciente a tal
sello o a tal editorial, debe dar entrevistas para revistas, aparecer
en programas de televisin, participar en festivales, o firmar libros
en las ferias en que el producto est a la venta.
Este panorama que dibujamos es, por supuesto, el extremo del
mercado del arte, su sofisticacin, la etapa final de un camino ya
trazado, una lnea de continuidad con el artista menor, desconocido, que intenta abrirse paso en el mercado, en los escenarios.
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posmodErnIdad y artE
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plano de una libertad meramente formal, que no apela a la universalidad. Curiosa paradoja: la actual sociedad occidental globalizada puede enarbolar ambas banderas a la vez, es el reino de la
libertad en el mismo instante en que es el reino de la determinacin. La escisin social distingue entre los que pueden controlar
su destino y aquellos que estn gobernados por fuerzas externas
(entre los administradores y los administrados). Para los primeros
el cambio es posible pero no es necesario, para los otros el cambio
es necesario pero no es posible. La libertad que experimenta el
arte, o que se experimenta en el arte, tambin es superficial, pues
no es para todos, y est encerrada en un campo formal bien delimitado, lo que, en resumen, la convierte en falsa o ilusoria.
La vertiente crtica de la teora contempornea ha insistido
constantemente en el dualismo como mtodo de anlisis y como
forma de representacin de la realidad social. En este dualismo
estn fundadas las reflexiones ms prolficas de la modernidad;
los modelos de profundidad se afianzan en el sentimiento de que
vivimos en dos niveles. Las corrientes posmodernas han rechazado
este dualismo que, por ms que queramos negarlo, no se resuelve:
sigue permaneciendo la tensin entre romanticismo e ilustracin,
o entre determinismo y libertad, o entre esencia y apariencia, o
entre consciente e inconsciente, o entre lo manifiesto y lo latente,
etc. Fredric Jameson, uno de los precursores de la crtica cultural,
comenta este fallido intento de desmantelamiento de los modelos
dialcticos.
Una de las funciones de la teora contempornea ha sido la de
criticar y desacreditar el modelo hermenutico de lo interior y lo
exterior, o modelo de la profundidad, estigmatizndolo como
ideologa y metafsica. Hay, sin embargo, al menos otros cuatro
modelos fundamentales de profundidad que, por lo general, han
sido objeto de rechazo en la teora contempornea: el modelo
dialctico de la esencia y la apariencia (junto con toda la gama
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El ExtrEmo formalIsmo
Sin forma revolucionaria no hay arte revolucionario
Maiakvski
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Frente a esto podemos ver dos actitudes de las nuevas vanguardias: la primera es la de dejar atrs el viejo postulado de
reconciliar arte y vida; y la segunda, consecuente con la anterior,
es producir obras que no tengan profundidad, que se queden en la
mera superficie, que no remitan a un fondo que les d sentido. Lo
que se puede graficar con la comparacin de dos cuadros: uno es
el de Van Gogh Zapatos de labriego, en el que hay todo un mundo
simbolizado, toda una realidad social que le da sentido, que es
evocada (o invocada) por el cuadro. Realidad que est a la mano
del espectador, en una particular experiencia que constituye la
profundidad del cuadro y permite su interpretacin. Mientras, en
el segundo ejemplo, los Zapatos de polvo de diamante, de Andy
Warhol, el cuadro no remite a nada, no hay experiencia que
evoque, ni mundo que le d sentido, es slo superficie, o dicho de
otro modo, es lo que es. Eso puede ser considerado como el fin de
la representacin, la liberacin respecto de los referentes naturales, sociales y tambin gramaticales (en el caso de la poesa).
Este formalismo se aleja de la poltica (considerando aqu poltica, en su acepcin ms simple, como la identificacin de campos
de fuerza en el contexto social), persiguiendo la produccin de
objetos artsticos que despierten o gatillen la experiencia estEn ese texto Foucault elabora una arriesgada hiptesis respecto de la superacin de la
representacin en el lenguaje: las clasiicaciones y taxonomas no pertenecen a las cosas
ni estn determinadas por ellas, son una esfera propia de la inteleccin. El lenguaje,
por tanto, debe abandonar la ilusin de la representacin y asumir la independencia
y libertad del conocimiento. Lo que en s es un principio libertario, pero ingenuo e
idealista si nos olvidamos de las determinaciones materiales. Pero cuidado: cuando
decimos determinaciones materiales no nos referimos a leyes inmutables aincadas en
cualquier tipo de naturaleza, sino que nos referimos a rdenes que el propio hombre/
mujer ha creado y que vive como si fuesen rdenes naturales, pero que no son ms
que relaciones sociales cristalizadas, estatuidas, ancladas en el comportamiento, en
las instituciones polticas y en la estructura mental. Por lo tanto subvertibles, pero no
por un acto de magia o de decreto (como parece esperar Foucault que ocurra despus
de haber escrito Las palabras y las cosas, porque aparentemente las cosas siguen igual que
antes de haber publicado su texto), sino por un movimiento de la realidad que involucra
tanto lo ideolgico, como lo poltico y lo productivo, todo al mismo tiempo.
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l arte a lo largo de la historia humana ha expresado distintos tpicos, mensajes, situaciones. Ha sido utilizado como
medio de informacin y comunicacin, ha cantado gestas, mitos,
ha construido la identidad de pueblos, ha relatado crnicas, ha
exaltado amores imposibles, ha retratado pasiones, exhortado a
la fe religiosa, denunciado injusticias, llamado a luchar por una
causa. Los contenidos discursivos del arte evidentemente estn,
de manera inmediata, dentro del terreno de la poltica, desde que
ste es la expresin del hacer humano y una forma de ser del
gnero. Lo que se expresa es siempre la vida, la experiencia, las
contradicciones, los deseos, los miedos, las obsesiones. Podemos
afirmar que la politizacin del arte, su recuperacin para la poltica, no pasa especialmente por privilegiar en l un contenido
manifiesto referido al mundo de las fuerzas sociales en pugna,
discriminando otros. Los mensajes y reflexiones vertidos en el
arte (podramos decir, su lrica) no es lo que hace especialmente
poltica o libertaria a una obra. Ya sabemos que muchas obras
con alto contenido social manifiesto, aparentemente contestatarias, supuestamente subversivas, circulan en los medios oficiales,
se exponen en museos e instituciones, se comercializan en las
galeras, se difunden por grandes sellos discogrficos y editoriales.
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Parte de esa lucha es la que se debe sostener contra el copyrigth, fomentando la
piratera. La propiedad intelectual hoy es la pieza clave dentro de las nuevas formas
de dominacin (la que ha venido a reemplazar la propiedad sobre los medios de
produccin), quien posee la propiedad de la informacin y de la gestin es quien detenta
el poder.
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Cmo puede ocurrir esto? Porque la obra se ha dejado domesticar, se ha convertido en un objeto inerte, muerto, despojado de
cualquier peligrosidad. Muchos artistas piensan que politizar el
arte es decir unas cuantas verdades sociales a travs de su obra,
utilizndola como medio discursivo, y creen que hacen un gran
favor al movimiento libertario o revolucionario dando su trabajo
a los circuitos oficiales, cuando lo que hacen en realidad es reafirmar, una vez ms, que el mercado es capaz de absorber toda
crtica que se limite al contenido discursivo de la obra, a lo meramente lrico.
Una obra que quiera estar dotada de un contenido transgresor,
subversivo y libertario, no puede dejarse domesticar o comercializar, debe sumar al contenido manifiesto una forma de ser y de
circular. De eso trataremos en los apartados siguientes.
Politizar el arte, entonces, supone que el contenido no se
puede limitar al discurso manifiesto, as como tampoco se puede
decir que slo aquellas obras que tienen un discurso manifiestamente poltico sern un aporte para el movimiento en lucha
contra el sistema y el mercado. Eso sera una lamentable reduccin. De hecho, puede que una obra aborde los temas aparentemente ms alejados de la poltica, pero la manera de ser producida y la manera de circular, la conviertan en una obra realmente
subversiva.
poLtica de La memoria
en ellas duermen y que hay que despertar. Hacer que exploten las
poderosas fuerzas del espritu escondido en esas cosas. Esto tiene
directa relacin con la concepcin del materialismo histrico y
de la necesidad de redencin del pasado en el presente. Entonces
omos a Apollinaire gritar: Abros tumbas, vosotros, muertos de
las pinacotecas, cadveres de detrs de los biombos, en los palacios, en los castillos y en los monasterios; aqu est el fabuloso
portero, que tiene en las manos un manojo de llaves de todos los
tiempos, que sabe cmo hay que escaparse de los ms encubiertos
castillos y que os invita a avanzar en medio del mundo actual.
Lo que el surrealismo intent elaborar fue un concepto radical
de libertad; libertad respecto de toda determinacin que parezca
proceder de fuerzas externas. Incluso la ciencia es historizada por
este movimiento, es decir, convertida en una iluminacin profana. Los surrealistas ven en la poesa el fundamento del desarrollo cientfico, al ser la cspide de toda mistificacin. La lucha por
la liberacin de la humanidad en su ms simple figura revolucionaria (que es la liberacin en todos los aspectos) es la nica cosa
que queda a la que merezca la pena servir. Esta lucha consiste
en ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolucin, pero de
ningn modo a la manera romntica que separa su prctica de la
poltica hasta convertirla en un esteticismo que separa su objeto
del contexto que le da sentido (por lo cual jams podr captar su
misterio). Ms bien penetramos el misterio slo en la medida en
que lo reencontramos en lo cotidiano, por virtud de una ptica
dialctica que percibe lo cotidiano como impenetrable y lo impenetrable como cotidiano.
Lo profano no es una poltica potica, eso es lo que hace
la socialdemocracia, los partidos burgueses y la burocracia, buscando metforas optimistas para adornar sus programas electorales. Frente a esto, la respuesta revolucionaria consiste en pesimismo en toda la lnea. Desconfianza en la suerte de la literatura,
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contenido y circuLacin
a hemos insistido en que las habilidades y energas humanas desplegadas en el acto artstico, las fuerzas y cualidades depositadas en la obra, no son privativas del genio. Incluso, se
podra decir que (aunque hemos tratado de evitar las definiciones
esencialistas) algo inherente al ser humano es la capacidad de
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Se podra agregar hoy: esa masa opaca existe para los artistas como potenciales consumidores de sus obras, como clientes.
Nunca, es absolutamente impensable para el artista o escritor burgus, el arte debera bajar de su esfera sacra y socializarse (democratizarse). El arte burgus era (es) universal porque lo era (es)
tambin su dominacin. Sus ideas deban ser universales, como
sus gustos, sus problemticas, sus deseos, sus predilecciones, sus
patrones estticos porque han sido impuestos por la fuerza. Detrs
del triunfo del patrn esttico burgus, tambin hay sangre. No
es necesario profundizar mucho para entender que en eso no hay
universalidad, sino la imposicin poltica de una ideologa, o la
imposicin ideolgica de una esttica, o la imposicin esttica de
una forma de vida, que es lo mismo que decir un orden econmico, o un modo de produccin. Por lo tanto, la destruccin del
campo del arte es, inmediatamente, lucha de clases. Es la rebelin contra esa universalidad, contra la universalidad de los que
dominan, de los que controlan y producen relaciones sociales.
Rebelin contra los que son capaces de universalizar un modo de
produccin que instaura una diferencia, un orden de dominacin.
La imposicin vertical, desde arriba, de una esttica no pude
ser considerada como universalidad, sino como el triunfo de una
clase sobre el conjunto de la sociedad. Eso es la globalizacin. Eso
es el concepto de multiculturalidad: todas las culturas regidas por
el mismo patrn, por el mercado, y puestas a disposicin del gran
consumo como mercanca.
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La tecno-burocracia ha privilegiado dos frentes complementarios en las polticas actuales del campo del arte y la
cultura: 1. La Cultura del espectculo y 2. La administracin de
fondos concursables a modo de sistema de promociones.
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0.99.
1.
2.
Diagnstico de terror
2.666.
3.
Hiptesis de lucha
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4.
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5.
El mtodo
5.04.
6.
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NB
Suelen decir los entendidos que, en las sociedades occidentales actuales, eso
que tradicionalmente se conoce como creacin artstica se mueve entre dos
polos enfrentados: en un extremo tendramos la creacin comercial pensada
para las masas y que no tendra otra pretensin que ser un producto ms de la
sociedad de consumo; en el otro extremo, asociado a un pblico minoritario,
existiran otras formas de expresin artstica mucho ms sofisticadas vinculadas
con mbitos ms o menos acadmicos. Este simplificado anlisis podra
parecer el punto de partida de cualquier acercamiento crtico al mundo de la
cultura y el arte de nuestro alrededor, sin embargo, Contra el arte y el artista nos
demuestra que este esbozo apenas desvela la compleja realidad de la relacin
entre el arte y nuestro mundo. Por eso, este texto es una aproximacin al
mundo de la creacin artstica desde una visin totalizadora que indaga en las
formas de poder que se ocultan de manera ms o menos evidente tras ella. As
cuestiona todos los tpicos sobre la figura del artista y rompe con todos los
elementos que se han erigido en el discurso dominante del arte en el mundo
moderno y sus alrededores. Pisoteada la mscara del arte, el Colectivo DesFace
nos presenta, adems, de forma explcita, su radical vocacin constructiva,
mostrndonos una propuesta no slo sugestiva y emocionante, sino necesaria.
Teniendo en cuenta que la opresin se manifiesta en todos los mbitos de la
realidad es necesario contribuir a su desvelamiento. Esperemos conseguirlo en
el mbito del arte.
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