Redemptoris Mater (Introducción)
Redemptoris Mater (Introducción)
Redemptoris Mater (Introducción)
Juan Pablo II
Carta Encclica
INTRODUCCIN
1. LA MADRE DEL REDENTOR tiene un lugar preciso en el plan de la salvacin,
porque al llegar la plenitud de los tiempos, envi Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, para
que recibieran la filiacin adoptiva. La prueba es que sois hijos es que Dios ha
enviado a nuestros corazones el Espritu es su Hijo que clama: Abb, Padre!
(Gl 4, 46).
Con estas palabras del Apstol Pablo, que el Concilio Vaticano II cita al
comienzo de la exposicin sobre la Bienaventurada Virgen Mara, deseo iniciar
tambin mi reflexin sobre el significado que Mara tiene en el misterio de
Cristo y sobre su presencia activa y ejemplar en la vida de la Iglesia. Pues, son
palabras que celebran conjuntamente el amor del Padre, la misin del Hijo, el
don del Espritu, la mujer de la que naci el Redentor, nuestra filiacin divina,
en el misterio de la plenitud de los tiempos.
Esta plenitud delimita el momento, fijado desde toda la eternidad, en el
cual el Padre envi a su Hijo para que todo el que crea en l no perezca, sino
que tenga vida eterna (Jn 3, 16). Esta plenitud seala el momento feliz en el
que la Palabra que estaba con Dios se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros (Jn 1, 1.14), hacindose nuestro hermano. Esta misma plenitud
seala el momento en el que el Espritu Santo, que ya haba infundido la
plenitud de gracia en Mara de Nazaret, plasm en su seno virginal la
naturaleza humana de Cristo. Esta plenitud define el instante en el que, por la
entrada del eterno en el tiempo, el tiempo mismo es redimido y, llenndose del
misterio de Cristo, se convierte definitivamente en tiempo de salvacin.
Designa, finalmente, el comienzo arcano del camino de la Iglesia. En la liturgia,
en efecto, la Iglesia saluda a Mara de Nazaret como a su exordio, ya que en la
Concepcin inmaculada ve la proyeccin, anticipa en su miembro ms noble,
de la gracia salvadora de la Pascua y, sobre todo, porque en el hecho de la
Encarnacin encuentra unidos indisolublemente a Cristo y a Mara: al que es su
Seor y su Cabeza y a la que, pronunciando el primer flat de la Nueva Alianza,
prefigura su condicin de esposa y madre.
IDEA PRINCIPAL:
Dios en su infinita misericordia, manda a su Hijo para que venga a
redimir los pecados del mundo y se vuelva hombre, igual que nosotros
pecadores, slo que para el inicio de su misin, busc a la sierva ms noble y
llena de gracia, quien es Mara, y a travs de ella que la promesa divina fuera
cumplida. Jess tiene naturaleza humana por su santa mam y naturaleza
divina por su padre Dios, y ese es un lazo indisoluble entre hijo madre, con lo
cual la Iglesia empez su camino.
2. La Iglesia, confortada por la presencia de Cristo (cf. Mt 28, 20), camina en el
tiempo hacia la consumacin de los siglos y va al encuentro del Seor que
llega. Pero en este camino deseo destacarlo enseguida procede recorriendo
de nuevo el itinerario realizado por la Virgen Mara, que avanz en la
peregrinacin de la fe y mantuvo fielmente la unin con su Hijo hasta la cruz.
Tomo estas palabras tan densas y evocadoras de la Constitucin Lumen
Gentium, que en su parte final traza una sntesis eficaz de la doctrina de la
Iglesia sobre el tema de la Madre de Cristo, venerada por ella como madre
suya amantsima y como su figura en la fe, en la esperanza y en la caridad.
Poco despus del Concilio, mi gran predecesor Pablo VI quiso volver a
hablar de la Virgen Santsima, exponiendo en la Carta Encclica Christi Matri y
ms tarde en las Exhortaciones Apostlicas Signum magnum y Marialis cultus,
los fundamentos y criterios de aquella singular veneracin que la Madre de
Cristo recibe en la Iglesia, as como las diferentes formas de devocin mariana
litrgicas, populares y privadas correspondientes al espritu de la fe.
IDEA PRINCIPAL
Mara fue fundamental en la misin que su Hijo Jess vino a realizar por
todos nosotros, acompandolo fielmente desde su concepcin hasta su
muerte en Cruz, as que nuestra Iglesia la venera por su entrega y su ejemplo
de amor, fe, esperanza y caridad.
3. La circunstancia que ahora me empuja a volver sobre este tema es la
perspectiva del ao dos mil, ya cercano, en el que el Jubileo bimilenario del
nacimiento de Jesucristo orienta, al mismo tiempo, nuestra mirada hacia su
Madre. En los ltimos aos se han alzado varias voces para exponer la
oportunidad de hacer preceder tal conmemoracin por un anlogo Jubileo,
dedicado a la celebracin del nacimiento de Mara.
En realidad, aunque no sea posible establecer un preciso punto
cronolgico para fijar la fecha del nacimiento de Mara, es constante por parte
de la Iglesia la conciencia de que Mara apareci antes de Cristo en el horizonte
de la historia de la salvacin. Es un hecho que, mientras se acercaba
definitivamente la plenitud de los tiempos, o sea, el acontecimiento salvfico
del Emmanuel, la que haba sido destinada desde la eternidad para ser su
Madre ya exista en la tierra. Este preceder suyo a la venida de Cristo se
refleja cada ao en la liturgia de Adviento. Por consiguiente, si los aos que se
acercan a la conclusin del segundo milenio despus de Cristo y al comienzo
del tercero se refieren a aquella antigua espera histrica del Salvador, es
plenamente comprensible que en este perodo deseemos dirigirnos de modo
particular a la que, en la noche de la espera de Adviento, comenz a