Galeano, Eduardo - Los Prisioneros
Galeano, Eduardo - Los Prisioneros
Galeano, Eduardo - Los Prisioneros
Los prisioneros
El Estado, que jams va preso, asesina por accin y por omisin. Crmenes por accin: a
fines del ao pasado, la polica militar de Rio de Janeiro reconoci oficialmente que vena
matando civiles a un ritmo ocho veces ms acelerado que el ao anterior, mientras la polica
de los suburbios de Buenos Aires cazaba jvenes como si fueran pajaritos. Crmenes por
omisin: al mismo tiempo, cuarenta enfermos del rin murieron en el pueblo de Caruar,
en el nordeste de Brasil, porque la salud pblica les haba hecho dilisis con agua
contaminada; y en la provincia de Misiones, en el nordeste de la Argentina, el agua potable,
contaminada por los plaguicidas, generaba bebs con labios leporinos y deformaciones en la
mdula espinal.
En la era de la privatizaciones y el mercado libre, el dinero se propone gobernar sin
intermediarios. Cul es la funcin que se atribuye al Estado? El Estado debe ocuparse de la
disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y a la represin de las
peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un Estado juez y gendarme, y
poco ms. De los otros servicios pblicos, ya se encargar el mercado, y de la pobreza,
gente pobre, regiones pobres, ya se ocupar Dios, si la polica no alcanza. La administracin
pblica slo puede disfrazarse de madre piadosa muy de vez en cuando, atareada como est
en consagrar sus menguadas energas a las funciones de vigilancia y castigo. En el proyecto
neoliberal, los derechos pblicos se reducen a favores del poder, y el poder se ocupa de la
salud pblica y de la educacin pblica como si fueran formas de la caridad pblica.
para exonerar de responsabilidad a un sistema que arroja cada vez ms pobres a las calles y
a las crceles y que condena cada vez ms gente a la desesperanza y la desesperacin.
Las cumbres irradian el mal ejemplo de su impunidad. Se castiga abajo lo que se aplaude
arriba. El robo chico es delito contra la propiedad, el robo en gran escala es derecho de los
propietarios: uno es asunto del Cdigo Penal, el otro pertenece a la rbita de la iniciativa
privada. El poder, que elogia al trabajo y a los trabajadores en sus discursos pero los
maldice en sus actos, sin pudor alguno recompensa la deshonestidad y la falta de
escrpulos. La respetable tarea tiene por cmplices a los grandes medios de comunicacin,
que mienten callando casi tanto como mienten diciendo.
Denuncias o confesiones?
Y mientras el poder ensea impunidad, esos grandes medios, y sobre todo la televisin,
difunden mensajes de violencia y de consumismo obligatorio. Una reciente investigacin
universitaria revel que los nios de Buenos Aires ven, cada da, cuarenta escenas de
violencia en la pantalla chica. Cuntas escenas de consumismo ven? A cuntos ejemplos
de despilfarro y ostentacin asisten cada da? Cuntas rdenes de comprar reciben los que
poco o nada pueden comprar? Cuntas veces por da se les taladra la cabeza para
convencerlos de que quien no compra no existe, y quien no tiene, no es? Paradjicamente,
la televisin suele trasmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen
mano dura, mientras la misma televisin imparte educacin a las nuevas generaciones
derramando en cada casa ocanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido,
bien podra decirse que sus propios mensajes estn confirmando su eficacia mediante el
auge de la delincuencia.
Las fbricas de opinin pblica echan lea a la hoguera de la histeria colectiva, y mucho
contribuyen a convertir la seguridad pblica en obsesin pblica. Cada vez tienen ms ecos
los gritos de alarma que se pronuncian en nombre de la poblacin indefensa ante el acoso
del crimen. Se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser ms peligrosos que el
peligro que los asusta. Para acabar con la falta de garantas de los ciudadanos, se exigen
leyes que suprimen las garantas que quedan; y para dar ms libertad a los policas, se exigen
leyes que sacrifican la libertad de todos los dems -incluso en pases como el Uruguay,
donde las estadsticas confiesan que los policas son, en proporcin, los ciudadanos que ms
delitos cometen.
No slo los vividores de la abundancia se sienten amenazados. Tambin la clase media, y
tambin numerosos sobrevivientes de la escasez: pobres que sufren el asalto de otros pobres
ms pobres o ms desesperados. En sociedades que prefieren el orden a la justicia, hay cada
vez ms gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares del orden: hay cada vez
ms gente convencida de que no hay ley que valga ante la invasin de los fuera de la ley.
Hay un clamor creciente por la pena de muerte en la opinin pblica de varios pases
latinoamericanos; y las matanzas de nios por los escuadrones parapoliciales de la muerte en
Bogot, Rio de Janeiro o la ciudad de Guatemala son pblica o secretamente aplaudidas por
un sector considerable de la sociedad. Se considera normal la tortura del delincuente
comn, o de quien tenga cara de; y llama la atencin el silencio de algunos organismos de
derechos humanos, en pases donde la polica tiene la costumbre de arrancar confesiones
mediante mtodos de tortura idnticos a los que las dictaduras militares aplican contra los
presos polticos.
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se parecen los shopping centers y los aeropuertos, que estn fuera del tiempo y del espacio.
Educados en la realidad virtual, los nios ricos se deseducan en la ignorancia de la realidad
real, que slo existe para ser temida o para ser comprada.
Desde que nacen, son entrenados para el consumo y para la fugacidad, y transcurren la
infancia comprobando que las mquinas son ms dignas de confianza que las personas. Fast
food, fast cars, fast life: mientras esperan que llegue la hora del ritual de iniciacin, cuando
el primer Jaguar o Mercedes les sea regalado, ellos ya se lanzan a toda velocidad a las
autopistas cibernticas, a toda velocidad compiten en las pantallas electrnicas y a toda
velocidad devoran imgenes y mercancas haciendo zapping y haciendo shopping.
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mucho menos que todo. Cada vez son menos libres los nios de clase media. Les confisca la
libertad, da tras da, la sociedad que sacraliza el orden mientras genera el desorden. En
estos tiempos de inestabilidad social, cuando se concentra la riqueza y la pobreza se difunde
a ritmo implacable, quin no siente que el piso cruje bajo los pies? La clase media vive en
estado de impostura, simulando tener ms que lo que tiene, pero nunca le ha resultado tan
difcil cumplir con esta abnegada tradicin. Est, hoy por hoy, paralizada por el pnico: el
pnico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, y el pnico de no llegar a tener lo que
se debe tener para llegar a ser. Nadie podr reprocharle mala conducta. La sufrida clase
media sigue creyendo en la experiencia como aprendizaje de la obediencia, y con frecuencia
defiende todava al orden establecido como si fuera su duea, aunque no es ms que una
inquilina del orden, ms que nunca agobiada por el precio del alquiler y el pnico al
desalojo.
En el pnico, pnico de vivir, pnico de caer, cra a sus hijos. Atrapados en las trampas del
pnico, los nios de clase media estn cada vez ms condenados a la humillacin del
encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya est siendo presente, los telenios,
vigilados por nieras electrnicas, contemplarn la calle desde el balcn o la ventana: la
calle prohibida por la violencia, o por el pnico a la violencia; la calle donde ocurre el
siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectculo de la vida.
Tomado de:
Brecha 557, Montevideo, 2 de agosto de 1996.
Libros Tauro
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