El Cuento de Los Generales - Márquz
El Cuento de Los Generales - Márquz
El Cuento de Los Generales - Márquz
propio cuento
Por Gabriel Garca Mrquez
Es la trampa del poder absoluto. Absortos en su propio perfume, los gorilas uruguayos
debieron pensar que la parlisis del terror era la paz, que los editoriales de la Prensa vendida
eran la voz del pueblo y, por consiguiente, la voz de Dios, que las declaraciones pblicas que
ellos mismos hacan eran la verdad revelada, y que todo eso, reunido y amarrado con un lazo
de seda, era de veras la democracia. Lo nico que les faltaba entonces, por supuesto, era la
consagracin popular, y para conseguirla se metieron como mansos conejos en la trampa
diablica del sistema electoral uruguayo. Es una mquina infernal tan complicada que los
propios uruguayos no acaban de entenderla muy bien, y es tan rigurosa y fatal que, una vez
puesta en marcha -como ocurri el domingo pasado-, no hay manera de detenerla ni de
cambiar su rumbo.
Sin embargo, lo ms importante de esta pia militar no es que el pueblo haya dicho que no,
sino la claridad con que ha revelado la peculiaridad incomparable de la situacin uruguaya. En
realidad, la represin de la dictadura ha sido feroz, y no ha habido una ley humana ni divina
que los militares no violaran ni un abuso que no cometieran. Pero en camino se encuentran
dando vueltas en el crculo vicioso de su propia Preocupacin legalista. Es decir: ni ellos
mismos han podido escapar de una manera de ser del pas y de un modo de ser de los
uruguayos, que tal vez no se parezcan a los de ningn otro pas de Amrica Latina. Aunque
sea por un detalle sobrenatural: Uruguay es el nico donde los presos tienen que pagar la
comida que se comen y el uniforme que se ponen, y hasta el alquiler de la celda
En realidad, cuando irrumpieron contra el poder civil, en 1973, los gorilas uruguayos no dieron
un golpe simple, como Pinochet o Videla, sino que se enredaron en el formalismo bobo de
dejar un presidente de fachada. En 1976, cuando a este se le acab el perodo formal,
buscaron otra frmula retorcida para que el poder armado pareciera legal durante otros cinco
aos. Ahora trataban de buscar una nueva legalidad, ficticia con este plebiscito providencial
que les sali por la culata. Es como si la costumbre de la democracia representativa -que es
casi un modo de ser natural de la nacin uruguaya- se les hubiera convertido en un fantasma
que no les permite hacer con las bayonetas otra cosa que sentarse en ellas.