Doctrina Social Iglesia
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mundo y, sin ser del mundo (cf. Jn 17,1416), est llamada a servirlo siguiendo su propia e
ntima vocacin. Esta actitud que se puede hallar tambin en el presente documento
est sostenida por la conviccin profunda de que para el mundo es importante reconocer
a la Iglesia como realidad y fermento de la historia, as como para la Iglesia lo es no
ignorar lo mucho que ha recibido de la historia y de la evolucin del gnero humano. El
Concilio Vaticano II ha querido dar una elocuente demostracin de la solidaridad, del
respeto y del amor por la familia humana, instaurando con ella un dilogo acerca de
todos estos problemas, aclarrselos a la luz del Evangelio y poner a disposicin del
gnero humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el Espritu Santo, ha
recibido de su Fundador. Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad
humana la que hay que renovar .
19 La Iglesia, signo en la historia del amor de Dios por los hombres y de la vocacin de
todo el gnero humano a la unidad en la filiacin del nico Padre, con este documento
sobre su doctrina social busca tambin proponer a todos los hombres un humanismo a la
altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario,
que pueda animar un nuevo orden social, econmico y poltico, fundado sobre la dignidad
y la libertad de toda persona humana, que se acta en la paz, la justicia y la solidaridad.
Este humanismo podr ser realizado si cada hombre y mujer y sus comunidades saben
cultivar en s mismos las virtudes morales y sociales y difundirlas en la sociedad, de
forma que se conviertan verdaderamente en hombres nuevos y en creadores de una
nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia.
Fecundar y fermentar la sociedad con el Evangelio
62 Con su enseanza social, la Iglesia quiere anunciar y actualizar el Evangelio en la
compleja red de las relaciones sociales. No se trata simplemente de alcanzar al hombre
en la sociedad el hombre como destinatario del anuncio evanglico, sino de fecundar
y fermentar la sociedad misma con el Evangelio. Cuidar del hombre significa, por tanto,
para la Iglesia, velar tambin por la sociedad en su solicitud misionera y salvfica. La
convivencia social a menudo determina la calidad de vida y por ello las condiciones en las
que cada hombre y cada mujer se comprenden a s mismos y deciden acerca de s
mismos y de su propia vocacin. Por esta razn, la Iglesia no es indiferente a todo lo que
en la sociedad se decide, se produce y se vive, a la calidad moral, es decir,
autnticamente humana y humanizadora, de la vida social. La sociedad y con ella la
poltica, la economa, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un mbito
meramente secular y mundano, y por ello marginal y extrao al mensaje y a la economa
de la salvacin. La sociedad, en efecto, con todo lo que en ella se realiza, atae al
hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son el camino primero y fundamental
de la Iglesia .
63 Con su doctrina social, la Iglesia se hace cargo del anuncio que el Seor le ha
confiado. Actualiza en los acontecimientos histricos el mensaje de liberacin y redencin
de Cristo, el Evangelio del Reino. La Iglesia, anunciando el Evangelio, ensea al
hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocacin a la comunin de las
personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabidura
divina .
En cuanto Evangelio que resuena mediante la Iglesia en el hoy del hombre, la doctrina
social es palabra que libera. Esto significa que posee la eficacia de verdad y de gracia del
Espritu de Dios, que penetra los corazones, disponindolos a cultivar pensamientos y
forma ms alta y ms noble de relacin de los seres humanos entre s. El amor debe
animar, pues, todos los mbitos de la vida humana, extendindose igualmente al orden
internacional. Slo una humanidad en la que reine la civilizacin del amor podr gozar
de una paz autntica y duradera . En este sentido, el Magisterio recomienda
encarecidamente la solidaridad porque est en condiciones de garantizar el bien comn,
en cuanto favorece el desarrollo integral de las personas: la caridad te hace ver en el
prjimo a ti mismo .
583 Slo la caridad puede cambiar completamente al hombre. Semejante cambio no
significa anular la dimensin terrena en una espiritualidad desencarnada. Quien piensa
conformarse a la virtud sobrenatural del amor sin tener en cuenta su correspondiente
fundamento natural, que incluye los deberes de la justicia, se engaa a s mismo: La
caridad representa el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos. Exige la
prctica de la justicia y es la nica que nos hace capaces de sta. Inspira una vida de
entrega de s mismo: Quien intente guardar su vida la perder; y quien la pierda la
conservar (Lc 17,33) . Pero la caridad tampoco se puede agotar en la dimensin
terrena de las relaciones humanas y sociales, porque toda su eficacia deriva de la
referencia a Dios: En la tarde de esta vida, comparecer delante ti con las manos
vacas, pues no te pido, Seor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias
tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de
tu Amor la posesin eterna de Ti mismo... .
La cuestin social: su desenvolvimiento histrico
Dos aos despus de la Revolucin Francesa y como consecuencia de los principios
bsicos proclamados en ella de Libertad e Igualdad, en 1791 la Ley Le Chapelier (llamada
as por su autor, Isaac le Chapelier) instaura la libertad de empresa y proscribe las
asociaciones y corporaciones gremiales de todo tipo, conocidas tambin como
"universitas" ya que agrupaban a la universalidad de los trabajadores de una misma rama
o rubro. Por ejemplo, en el caso de los carpinteros, comprenda desde el joven aprendiz,
el auxiliar yhasta el maestro, persona que demuestra estar apta para trabajar de forma
independiente y desarrollar la totalidad de la obra por s mismo.
Con el fin de lograr plasmar de forma efectiva los principios consagrados, y para que los
trabajadores queden en igualdad de condiciones y con la libertad de establecer sus
relaciones laborales se sancion el texto de la Ley Le Chapelier que estuvo vigente 73
aos y contena en sus dos primeros artculos lo siguiente:
Art 1. El desmantelamiento de toda clase de corporaciones de ciudadanos del mismo
oficio y profesin es una de las bases fundamentales de la Constitucin Francesa, y se
prohbe totalmente volver a crearlas bajo cualquier forma.Art 2. Los ciudadanos del mismo
oficio o profesin, empresarios, comerciantes, artesanos, obreros y artesanos de
cualquier ramo, no pueden, cuando estn juntos, nombrar presidente, secretario o sndico,
llevar registros, promulgar estatutos u ordenanzas ni tomar decisiones, ni imponer normas
en su inters comn.
El fracaso de esta ley, se puso de manifiesto al poco tiempo, cuando la realidad indic que
el trabajador, como individuo, adems de estar desprotegido por carecer de una
institucin fuerte que lo respalde, no se encontraba en paridad frente al empleador
capitalista que era quien terminaba imponiendo las condiciones laborales.
grande que la organizacin poltica de las naciones, el problema social era ya una
cuestin internacional.
Era entonces el papado de Po XII, quien busc recuperar la paz poniendo especial
nfasis en el respeto de los Derechos Humanos y colaborando para la creacin de la
Organizacin de las Naciones Unidas, y comenz as la Guerra Fra (que se prolong
hasta el golpe de estado en la URSS de 1991).
Ya en la dcada de 1960 el papa Juan XXIII continu con el mismo pensamiento de Po
12, y se involucr tambin en la cuestin del comercio internacional y en el "deterioro en
los trminos del intercambio" ya que era notoria la diferencia entre los pases productores
de materia prima y los industrializados, ya que estos ltimos tenan el poder de fijacin de
los precios,
Sucediendo a Juan XXIII, Pablo VI abord el vnculo entre paz y desarrollo y escribi en
1968 una encclica llamada "populorum progressio en donde dice que el desarrollo de los
pueblos es el nuevo nombre de la paz y que los pases deben cooperar en favor de los
subdesarrollados y surge aqu la distincin entre pases del primer, segundo y tercer
mundo; esta encclica fue el motivo de fundacin del movimiento de Misioneros Siervos de
los Pobres del Tercer Mundo.
En 1971, a 80 aos de la Rerum Novarum, public la octogesima adveniens, en donde
plante nuevos problemas sociales como el de la ecologa, urbanizacin, igualdad de la
mujer, posibilidad de estudio y trabajo de los jvenes.
El papado de Juan pablo I en 1978 pas casi inadvertido por su muerte a tan solo 33 das
de haber sido elegido papa. No ocurri lo mismo con su sucesor en el cargo, Juan Pablo
II, quien hizo numerosas publicaciones sobre problemas de la paz, el desarrollo,
problemas de la vida.
Dijo que occidente est viviendo una "cultura de la muerte", que no se aprecia la vida, por
eso se arman guerras, a veces por el solo hecho de mantener viva la industria
armamentista, y se demuestra el desprecio hacia la vida con la sancin de leyes a favor
del aborto y eutanasia.
Tras la cada del Muro de Berln en el ao 1989, y como Juan pablo II era Polaco y
conoca lo que era la URSS, colabor con su disolucin y en 1991 a 100 aos de la
Rerum Novarum, publica centesimus annus.Juan Pablo II Dice que la cada del imperio
sovitico mostr el fracaso del sistema comunista, y que ante ello, muchos podran pensar
que la opcin sea ahora el liberalismo (que l denomin capitalismo salvaje) pero ensea
el papa que en realidad debemos evitar ese otro extremo y que hay que ir en busca de
organismos internacionales eficaces, es decir que tengan poder de decisin por s
mismos, sin darle el poder de veto a las grandes potencias y que debemos dirigirnos
hacia un mundo multipolar en el que no haya una o dos potencias que concentren todo el
poder.
El comienzo de un nuevo camino
87 La locucin doctrina social se remonta a Po XI y designa el corpus doctrinal
relativo a temas de relevancia social que, a partir de la encclica Rerum novarum de
Len XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a travs del Magisterio de los Romanos
concepcin cristiana de la organizacin social y poltica, que haba sido el tema central de
la encclica precedente, el Papa escribe: el principio que hoy llamamos de solidaridad ...
Len XIII lo enuncia varias veces con el nombre de amistad...; por Po XI es designado
con la expresin no menos significativa de caridad social, mientras que Pablo VI,
ampliando el concepto, en conformidad con las actuales y mltiples dimensiones de la
cuestin social, hablaba de civilizacin del amor . Juan Pablo II pone en evidencia
cmo la enseanza social de la Iglesia avanza sobre el eje de la reciprocidad entre Dios y
el hombre: reconocer a Dios en cada hombre y cada hombre en Dios es la condicin de
un autntico desarrollo humano. El articulado y profundo anlisis de las res novae , y
especialmente del gran cambio de 1989, con la cada del sistema sovitico, manifiesta un
aprecio por la democracia y por la economa libre, en el marco de una indispensable
solidaridad.
A la luz y bajo el impulso del Evangelio
104 Los documentos aqu evocados constituyen los hitos principales del camino de la
doctrina social desde los tiempos de Len XIII hasta nuestros das. Esta sinttica resea
se
alargara considerablemente si tuviese cuenta de todas las intervenciones motivadas por
un tema especfico, que tienen su origen en la preocupacin pastoral por proponer a la
comunidad cristiana y a todos los hombres de buena voluntad los principios
fundamentales, los criterios universales y las orientaciones capaces de sugerir las
opciones de fondo y la praxis coherente para cada situacin concreta .
En la elaboracin y la enseanza de la doctrina social, la Iglesia ha perseguido y persigue
no unos fines tericos, sino pastorales, cuando constata las repercusiones de los cambios
sociales en la dignidad de cada uno de los seres humanos y de las multitudes de hombres
y mujeres en contextos en los que se busca con insistencia un orden temporal ms
perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espritus . Por esta razn
se ha constituido y desarrollado la doctrina social: un corpus doctrinal renovado, que
se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por
Jesucristo y mediante la asistencia del Espritu Santo (cf. Jn 14,16.26; 16,1315), lee los
hechos segn se desenvuelven en el curso de la historia .
Paradigmas de la interpretacin de la historia
A El Materialismo Histrico:
Es un trmino acuado por Georgi Plejnov, que alude al marco conceptual usado por
Marx y Engels para comprender la historia humana.Marx sostuvo que los avances en la
tecnologa producen distintas maneras de moverse de la materia, es decir que la manera
de trabajar, depende de la tecnologa disponible, que a su vez depende de la ciencia.
Si se tiene que lo nico que existe es la materia y la materia en la naturaleza vive en
movimiento, se concluye que el hombre, que es una materia, tambin vive en movimiento
y transforma la realidad por medio del trabajo.Segn la manera de trabajar, la sociedad se
relaciona y estructura y de acuerdo con estas estructuras, son las ideas de una sociedad,
y es all donde se encuentran las superestructuras que son: el derecho, el arte, la filosofa
y la religin.
tomaron algunos aspectos de la doctrina social de la iglesia y los sacaron del contexto
para circunscribirlos en la realidad social.
Opinin de la iglesia sosteniendo su legitimidad
La iglesia por su parte dice que su legitimidad como institucin religiosa est dada porque
todo lo natural y todo lo racional es creacin de Dios, de manera tal que lo que hace
laiglesia es intentar difundir el Plan de Dios al momento de crear el mundo. Adems el
hombre no es pura materia, es un ser pensante que se relaciona con Dios y tiene
capacidad de decisin.
la creacin, es decir,
la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpreo, en relacin con Dios,
con los dems seres humanos y con las dems criaturas.
La centralidad del misterio de Cristo, por tanto, no debilita ni excluye el papel de la razn
y por lo mismo no priva a la doctrina social de la Iglesia de plausibilidad racional y, por
tanto, de su destinacin universal. Ya que el misterio de Cristo ilumina el misterio del
hombre, la razn da plenitud de sentido a la comprensin de la dignidad humana y de las
exigencias morales que la tutelan. La doctrina social es un conocimiento iluminado por la
fe, que precisamente porque es tal expresa una mayor capacidad de entendimiento.
Da razn a todos de las verdades que afirma y de los deberes que comporta: puede hallar
acogida y ser compartida por todos.
En dilogo cordial con todos los saberes
76 La doctrina social de la Iglesia se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas,
provenientes de cualquier saber, y tiene una importante dimensin interdisciplinar: Para
encarnar cada vez mejor, en contextos sociales econmicos y polticos distintos, y
continuamente cambiantes, la nica verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en
dilogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus
aportaciones . La doctrina social se vale de las contribuciones de significado de la
filosofa e igualmente de las aportaciones descriptivas de las ciencias humanas.
77 Es esencial, ante todo, el aporte de la filosofa, sealado ya al indicar la naturaleza
humana come fuente y la razn como va cognoscitiva de la misma fe. Mediante la razn,
la doctrina social asume la filosofa en su misma lgica interna, es decir, en la
argumentacin que le es propia.
Afirmar que la doctrina social debe encuadrarse en la teologa ms que en la filosofa, no
significa ignorar o subestimar la funcin y el aporte filosfico. La filosofa, en efecto, es un
instrumento idneo e indispensable para una correcta comprensin de los conceptos
bsicos de la doctrina social como la persona, la sociedad, la libertad, la conciencia, la
tica, el derecho, la justicia, el bien comn, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado,
una comprensin tal que inspire una convivencia social armnica. Adems, la filosofa
hace resaltar la plausibilidad racional de la luz que el Evangelio proyecta sobre la
sociedad y solicita la apertura y el asentimiento a la verdad de toda inteligencia y
conciencia.
78 Una contribucin significativa a la doctrina social de la Iglesia procede tambin de las
ciencias humanas y sociales: ningn saber resulta excluido, por la parte de verdad de la
que es portador. La Iglesia reconoce y acoge todo aquello que contribuye a la
comprensin del hombre en la red de las relaciones sociales, cada vez ms extensa,
cambiante y compleja. La Iglesia es consciente de que un conocimiento profundo del
hombre no se alcanza slo con la teologa, sin las aportaciones de otros muchos saberes,
a los cuales la teologa misma hace referencia.
La apertura atenta y constante a las ciencias proporciona a la doctrina social de la Iglesia
competencia, concrecin y actualidad. Gracias a stas, la Iglesia puede comprender de
forma ms precisa al hombre en la sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo
34 La revelacin en Cristo del misterio de Dios como Amor trinitario est unida a la
revelacin de la vocacin de la persona humana al amor. Esta revelacin ilumina la
dignidad y la libertad personal del hombre y de la mujer y la intrnseca sociabilidad
humana en toda su profundidad: Ser persona a imagen y semejanza de Dios
comporta... existir en relacin al otro yo , porque Dios mismo, uno y trino, es comunin
del Padre, del Hijo y del Espritu Santo.
En la comunin de amor que es Dios, en la que las tres Personas divinas se aman
recprocamente y son el nico Dios, la persona humana est llamada a descubrir el
origen y la meta de su existencia y de la historia. Los Padres Conciliares, en la
Constitucin pastoral Gaudium et spes, ensean que el Seor, cuando ruega al Padre
que todos sean uno, como nosotros tambin somos uno (Jn 17, 2122), abriendo
perspectivas cerradas a la razn humana, sugiere una cierta semejanza entre la unin de
las personas divinas y la unin de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta
semejanza demuestra que el hombre, nica criatura terrestre a la que Dios ha amado por
s mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de s
mismo a los dems (cf. Lc 17,33) .
35 La revelacin cristiana proyecta una luz nueva sobre la identidad, la vocacin y el
destino ltimo de la persona y del gnero humano. La persona humana ha sido creada
por Dios, amada y salvada en Jesucristo, y se realiza entretejiendo mltiples relaciones de
amor, de justicia y de solidaridad con las dems personas, mientras va desarrollando su
multiforme actividad en el mundo. El actuar humano, cuando tiende a promover la
dignidad y la vocacin integral de la persona, la calidad de sus condiciones de existencia,
el encuentro y la solidaridad de los pueblos y de las Naciones, es conforme al designio de
Dios, que no deja nunca de mostrar su Amor y su Providencia para con sus hijos.
36 Las pginas del primer libro de la Sagrada Escritura, que describen la creacin del
hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1.2627), encierran una
enseanza fundamental acerca de la identidad y la vocacin de la persona humana. Nos
dicen que la creacin del hombre y de la mujer es un acto libre y gratuito de Dios; que el
hombre y la mujer constituyen, por su libertad e inteligencia, el t creado de Dios y que
solamente en la relacin con l pueden descubrir y realizar el significado autntico y pleno
de su vida personal y social; que ellos, precisamente en su complementariedad y
reciprocidad, son imagen del Amor trinitario en el universo creado; que a ellos, como cima
de la creacin, el Creador les confa la tarea de ordenar la naturaleza creada segn su
designio (cf. Gn 1,28).
37 El libro del Gnesis nos propone algunos fundamentos de la antropologa cristiana: la
inalienable dignidad de la persona humana, que tiene su raz y su garanta en el designio
creador de Dios; la sociabilidad constitutiva del ser humano, que tiene su prototipo en la
relacin originaria entre el hombre y la mujer, cuya unin es la expresin primera de la
comunin de personas humanas ; el significado del actuar humano en el mundo, que
est ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza que Dios ha
impreso en el universo creado, para que la humanidad lo habite y lo custodie segn su
proyecto. Estavisin de la persona humana, de la sociedad y de la historia hunde sus
races en Dios y est iluminada por la realizacin de su designio de salvacin.
La salvacin cristiana: para todos los hombres y de todo el hombre
38 La salvacin que, por iniciativa de Dios Padre, se ofrece en Jesucristo y se actualiza y
difunde por obra del Espritu Santo, es salvacin para todos los hombres y de todo el
hombre: es salvacin universal e integral. Concierne a la persona humana en todas sus
dimensiones: personal y social, espiritual y corprea, histrica y trascendente. Comienza
a realizarse ya en la historia, porque lo creado es bueno y querido por Dios y porque el
Hijo de Dios se ha hecho uno de nosotros. Pero su cumplimiento tendr lugar en el futuro
que Dios nos reserva, cuando junto con toda la creacin (cf. Rm 8), seremos llamados a
participar en la resurreccin de Cristo y en la comunin eterna de vida con el Padre, en el
gozo del Espritu Santo. Esta perspectiva indica precisamente el error y el engao de las
visiones puramente inmanentistas del sentido de la historia y de las pretensiones de
autosalvacin del hombre.
39 La salvacin que Dios ofrece a sus hijos requiere su libre respuesta y adhesin. En eso
consiste la fe, por la cual el hombre se entrega entera y libremente a Dios ,
respondiendo al Amor precedente y sobreabundante de Dios (cf. 1 Jn 4,10) con el amor
concreto a los hermanos y con firme esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa
(Hb 10,23). El plan divino de salvacin no coloca a la criatura humana en un estado de
mera pasividad o de minora de edad respecto a su Creador, porque la relacin con Dios,
que Jesucristo nos manifiesta y en la cual nos introduce gratuitamente por obra del
Espritu Santo, es una relacin de filiacin: la misma que Jess vive con respecto al Padre
(cf. Jn 1517; Ga 4,67).
40 La universalidad e integridad de la salvacin ofrecida en Jesucristo, hacen inseparable
el nexo entre la relacin que la persona est llamada a tener con Dios y la responsabilidad
frente al prjimo, en cada situacin histrica concreta. Es algo que la universal bsqueda
humana de verdad y de sentido ha intuido, si bien de manera confusa y no sin errores; y
que constituye la estructura fundante de la Alianza de Dios con Israel, como lo atestiguan
las tablas de la Ley y la predicacin proftica.
Este nexo se expresa con claridad y en una sntesis perfecta en la enseanza de
Jesucristo y ha sido confirmado definitivamente por el testimonio supremo del don de su
vida, en obediencia a la voluntad del Padre y por amor a los hermanos. Al escriba que le
pregunta: cul es el primero de todos los mandamientos? (Mc 12,28), Jess
responde: El primero es: Escucha, Israel: El Seor, nuestro Dios, es el nico Seor, y
amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas. El segundo es: Amars a tu prjimo como a ti mismo. No existe otro
mandamiento mayor que stos (Mc 12,2931).
En el corazn de la persona humana se entrelazan indisolublemente la relacin con Dios,
reconocido como Creador y Padre, fuente y cumplimiento de la vida y de la salvacin, y la
apertura al amor concreto hacia el hombre, que debe ser tratado como otro yo, aun
cuando sea un enemigo (cf. Mt 5,43 44). En la dimensin interior del hombre radica, en
definitiva, el compromiso por la justicia y la solidaridad, para la edificacin de una vida
social, econmicay poltica conforme al designio de Dios.
El discpulo de Cristo como nueva criatura
41 La vida personal y social, as como el actuar humano en el mundo estn siempre
asechados por el pecado, pero Jesucristo, padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo
para seguir sus pasos y, adems, abri el camino, con cuyo seguimiento la vida y la
muerte se santifican y adquieren nuevo sentido . El discpulo de Cristo se adhiere, en la
fe y mediante los sacramentos, al misterio pascual de Jess, de modo que su hombre
viejo, con sus malas inclinaciones, est crucificado con Cristo. En cuanto nueva criatura,
es capaz mediante la gracia de caminar segn una vida nueva (Rm 6,4). Es un
caminar que vale no solamente para los cristianos, sino tambin para todos los hombres
de buena voluntad, en cuyo corazn obra la gracia de modo invisible. Cristo muri por
todos, y la vocacin suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En
consecuencia, debemos creer que el Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que,
en la forma de solo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual .
42 La transformacin interior de la persona humana, en su progresiva conformacin con
Cristo, es el presupuesto esencial de una renovacin real de sus relaciones con las
dems personas: Es preciso entonces apelar a las capacidades espirituales y morales
de la persona y a la exigencia permanente de su conversin interior para obtener cambios
sociales que estn realmente a su servicio. La prioridad reconocida a la conversin del
corazn no elimina en modo alguno, sino, al contrario, impone la obligacin de introducir
en las instituciones y condiciones de vida, cuando inducen al pecado, las mejoras
convenientes para que aqullas se conformen a las normas de la justicia y favorezcan el
bien en lugar de oponerse a l .
43 No es posible amar al prjimo como a s mismo y perseverar en esta actitud, sin la
firme y constante determinacin de esforzarse por lograr el bien de todos y de cada uno,
porque todos somos verdaderamente responsables de todos. Segn la enseanza
conciliar, quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, poltica
e incluso religiosa, deben ser tambin objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto ms
humana y caritativa sea nuestra comprensin ntima de su manera de sentir, mayor ser
la facilidad para establecer con ellos el dilogo . En este camino es necesaria la gracia,
que Dios ofrece al hombre para ayudarlo a superar sus fracasos, para arrancarlo de la
espiral de la mentira y de la violencia, para sostenerlo y animarlo a volver a tejer, con
renovada disponibilidad, una red de relaciones autnticas y sinceras con sus semejantes.
44 Tambin la relacin con el universo creado y las diversas actividades que el hombre
dedica a su cuidado y transformacin, diariamente amenazadas por la soberbia y el amor
desordenado de s mismo, deben ser purificadas y perfeccionadas por la cruz y la
resurreccin de Cristo. El hombre, redimido por Cristo y hecho, en el Espritu Santo,
nueva criatura, puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe y
las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios. Dndole gracias por ellas
al Bienhechor y usando y gozando de las criaturas en pobreza y con libertad de espritu,
entra de veras en posesin del mundo como quien nada tiene y es dueo de todo: Todo
es vuestro; vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios (1 Co 3,2223) .
Trascendencia de la salvacin y autonoma de las realidades terrenas
45 Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre en el cual y gracias al cual el mundo y el
hombre alcanzan su autntica y plena verdad. El misterio de la infinita cercana de Dios al
hombre realizado en la Encarnacin de Jesucristo, que llega hasta el abandono de la
cruz y la muerte muestra que lo humano cuanto ms se contempla a la luz del designio
de Dios y se vive en comunin con l, tanto ms se potencia y libera en su identidad y en
la misma libertad que le es propia. La participacin en la vida filial de Cristo, hecha posible
por la Encarnacin y por el don pascual del Espritu, lejos de mortificar, tiene el efecto de
liberar la verdadera identidad y la consistencia autnoma de los seres humanos, en todas
sus expresiones.
Esta perspectiva orienta hacia una visin correcta de las realidades terrenas y de su
autonoma, como bien seal la enseanza del Concilio Vaticano II: Si por autonoma de
la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de
propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco,
es absolutamente legtima esta exigencia de autonoma... y responde a la voluntad del
Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creacin, todas las cosas estn dotadas de
consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe
respetar con el reconocimiento de la metodologa particular de cada ciencia o arte .
46 No existe conflictividad entre Dios y el hombre, sino una relacin de amor en la que el
mundo y los frutos de la accin del hombre en el mundo son objeto de un don recproco
entre el Padre y los hijos, y de los hijos entre s, en Cristo Jess: en l, y gracias a l, el
mundo y el hombre alcanzan su significado autntico y originario. En una visin universal
del amor de Dios que alcanza todo cuanto existe, Dios mismo se nos ha revelado en
Cristo como Padre y dador de vida, y el hombre como aquel que, en Cristo, lo recibe todo
de Dios como don, con humildad y libertad, y todo verdaderamente lo posee como suyo,
cuando sabe y vive todas las cosas como venidas de Dios, por Dios creadas y a Dios
destinadas. A este propsito, el Concilio Vaticano II ensea: Pero si autonoma de lo
temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres
pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la
falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece .
47 La persona humana, en s misma y en su vocacin, trasciende el horizonte del
universo creado, de la sociedad y de la historia: su fin ltimo es Dios mismo, que se ha
revelado a los hombres para invitarlos y admitirlos a la comunin con l: El hombre no
puede darse a un proyecto solamente humano de la realidad, a un ideal abstracto, ni a
falsas utopas. En cuanto persona, puede darse a otra persona o a otras personas y, por
ltimo, a Dios, que es el autor de su ser y el nico que puede acoger plenamente su
donacin . Por ello se aliena el hombre que rechaza trascenderse a s mismo y vivir la
experiencia de la autodonacin y de la formacin de una autntica comunidad humana,
orientada a su destino ltimo que es Dios. Est alienada una sociedad que, en sus formas
de organizacin social, de produccin y consumo, hace ms difcil la realizacin de esta
donacin y la formacin de esa solidaridad interhumana .
48 La persona humana no puede y no debe ser instrumentalizada por las
estructurassociales, econmicas y polticas, porque todo hombre posee la libertad de
orientarse hacia su fin ltimo. Por otra parte, toda realizacin cultural, social, econmica y
poltica, en la que se acta histricamente la sociabilidad de la persona y su actividad
transformadora del universo, debe considerarse siempre en su aspecto de realidad
relativa y provisional, porque la apariencia de este mundo pasa (1 Co 7,31). Se trata
de una relatividad escatolgica, en el sentido de que el hombre y el mundo se dirigen
hacia una meta, que es el cumplimiento de su destino en Dios; y de una relatividad
teolgica, en cuanto el don de Dios, a travs del cual se cumplir el destino definitivo de la
humanidad y de la creacin, supera infinitamente las posibilidades y las aspiraciones del
hombre. Cualquier visin totalitaria de la sociedad y del Estado y cualquier ideologa
puramente intramundana del progreso son contrarias a la verdad integral de la persona
humana y al designio de Dios sobre la historia.
DESIGNIO DE DIOS Y MISIN DE LA IGLESIA
La Iglesia, signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana
no hay judo ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois
uno en Cristo Jess (Ga 3,2628). Desde esta perspectiva, las comunidades eclesiales,
convocadas por el mensaje de Jesucristo y reunidas en el Espritu Santo en torno a l,
resucitado (cf. Mt 18,20; 28, 1920; Lc 24,4649), se proponen como lugares de comunin,
de testimonio y de misin y como fermento de redencin y de transformacin de las
relaciones sociales. La predicacin del Evangelio de Jess induce a los discpulos a
anticipar el futuro renovando las relaciones recprocas.
53 La transformacin de las relaciones sociales, segn las exigencias del Reino de Dios,
no est establecida de una vez por todas, en sus determinaciones concretas. Se trata,
ms bien, de una tarea confiada a la comunidad cristiana, que la debe elaborar y realizar
a travs de la reflexin y la praxis inspiradas en el Evangelio. Es el mismo Espritu del
Seor, que conduce al pueblo de Dios y a la vez llena el universo, el que inspira, en cada
momento, soluciones nuevas y actuales a la creatividad responsable de los hombres, a la
comunidad de los cristianos inserta en el mundo y en la historia y por ello abierta al
dilogo con todas las personas de buena voluntad, en la bsqueda comn de los
grmenes de verdad y de libertad diseminados en el vasto campo de la humanidad. La
dinmica de esta renovacin debe anclarse en los principios inmutables de la ley natural,
impresa por Dios Creador en todas y cada una de sus criaturas (cf. Rm 2,1415) e
iluminada escatolgicamente por Jesucristo.
54 Jesucristo revela que Dios es amor (1 Jn 4,8) y nos ensea que la ley
fundamental de la perfeccin humana, y, por tanto, de la transformacin del mundo, es el
mandamiento nuevo del amor. As, pues, a los que creen en la caridad divina les da la
certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar
la fraternidad universal no son cosas intiles . Esta ley est llamada a convertirse en
medida y regla ltima detodas las dinmicas conforme a las que se desarrollan las
relaciones humanas. En sntesis, es el mismo misterio de Dios, el Amor trinitario, que
funda el significado y el valor de la persona, de la sociabilidad y del actuar del hombre en
el mundo, en cuanto que ha sido revelado y participado a la humanidad, por medio de
Jesucristo, en su Espritu.
55 La transformacin del mundo se presenta tambin como una instancia fundamental de
nuestro tiempo. A esta exigencia, la doctrina social de la Iglesia quiere ofrecer las
respuestas que los signos de los tiempos reclaman, indicando ante todo en el amor
recproco entre los hombres, bajo la mirada de Dios, el instrumento ms potente de
cambio, a nivel personal y social. El amor recproco, en efecto, en la participacin del
amor infinito de Dios, es el autntico fin, histrico y trascendente, de la humanidad. Por
tanto, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del
reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la
sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios .
Cielos nuevos y tierra nueva
56 La promesa de Dios y la resurreccin de Jesucristo suscitan en los cristianos la
esperanza fundada que para todas las personas humanas est preparada una morada
nueva y eterna, una tierra en la que habita la justicia (cf. 2 Co 5,12; 2 P 3,13). Entonces,
vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarn en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el
signo de la debilidad y de la corrupcin, se revestir de incorruptibilidad, y, permaneciendo
la caridad y sus obras, se vern libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas
que Dios cre pensando en el hombre . Esta esperanza, en vez de debilitar, debe ms
evangelizacin de lo social es el Obispo, ayudado por los sacerdotes, los religiosos y las
religiosas, y los fieles laicos. Con especial referencia a la realidad local, el Obispo tiene la
responsabilidad de promover la enseanza y difusin de la doctrina social, a la que
provee
mediante instituciones apropiadas.
La accin pastoral del Obispo se acta a travs del ministerio de los presbteros que
participan en su misin de ensear, santificar y guiar a la comunidad cristiana. Con la
programacin de oportunos itinerarios formativos, el presbtero debe dar a conocer la
doctrina social y promover en los miembros de su comunidad la conciencia del derecho y
el deber de ser sujetos activos de esta doctrina. Mediante las celebraciones
sacramentales, en particular de la Eucarista y la Reconciliacin, el sacerdote ayuda a
vivir el compromiso social como fruto del Misterio salvfico. Debe animar la accin pastoral
en el mbito social, cuidando con particular solicitud la formacin y el acompaamiento
espiritual de los fieles comprometidos en la vida social y poltica. El presbtero que ejerce
su servicio pastoral en las diversas asociaciones eclesiales, especialmente en las de
apostolado social, tiene la misin de favorecer su crecimiento con la necesaria enseanza
de la doctrina social.
540 La accin pastoral en el campo social se sirve tambin de la obra de las personas
consagradas, de acuerdo con su carisma; su testimonio luminoso, particularmente en las
situaciones de mayor pobreza, constituye para todos una llamada a vivir los valores de la
santidad y del servicio generoso al prjimo. El don total de s de los religiosos se ofrece a
la reflexin comn tambin como un signo emblemtico y proftico de la doctrina social:
ponindose totalmente al servicio del misterio de la caridad de Cristo por el hombre y por
el mundo, los religiosos anticipan y muestran en su vida algunos rasgos de la humanidad
nueva que la doctrina social quiere propiciar. Las personas consagradas en la castidad, la
pobreza y la obediencia se ponen al servicio de la caridad pastoral, sobre todo con la
oracin, gracias a la cual contemplan el proyecto de Dios sobre el mundo, suplican al
Seor a fin de que abra el corazn de cada hombre para que acoja dentro de s el don de
la humanidad nueva, precio del sacrificio de Cristo.
DOCTRINA SOCIAL Y COMPROMISO DE LOS FIELES LAICOS
El fiel laico
541 La connotacin esencial de los fieles laicos que trabajan en la via del Seor (cf. Mt
20,116), es la ndole secular de su seguimiento de Cristo, que se realiza precisamente en
el mundo: A los laicos corresponde, por propia vocacin, tratar de obtener el reino de
Dios gestionando los asuntos temporales y ordenndolos segn Dios . Mediante el
Bautismo, los laicos son injertados en Cristo y hechos partcipes de su vida y de su
misin, segn su peculiar identidad: Con el nombre de laicos se designan aqu todos los
fieles cristianos, a excepcin de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso
aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el
bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partcipes, a su modo, de la funcin
sacerdotal, proftica y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misin de todo
el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde .
542 La identidad del fiel laico nace y se alimenta de los sacramentos: del Bautismo, la
Confirmacin y la Eucarista. El Bautismo configura con Cristo, Hijo del Padre, primognito
de toda criatura, enviado como Maestro y Redentor a todos los hombres. La Confirmacin
configura con Cristo, enviado para vivificar la creacin y cada ser con la efusin de su
Espritu. La Eucarista hace al creyente partcipe del nico y perfecto sacrificio que Cristo
ha
ofrecido al Padre, en su carne, para la salvacin del mundo.
El fiel laico es discpulo de Cristo a partir de los sacramentos y en virtud de ellos, es decir,
en virtud de todo lo que Dios ha obrado en l imprimindole la imagen misma de su Hijo,
Jesucristo. De este don divino de gracia, y no de concesiones humanas, nace el triple
munus (don y tarea), que cualifica al laico como profeta, sacerdote y rey, segn su
ndole secular.
543 Es tarea propia del fiel laico anunciar el Evangelio con el testimonio de una vida
ejemplar, enraizada en Cristo y vivida en las realidades temporales: la familia; el
compromiso profesional en el mbito del trabajo, de la cultura, de la ciencia y de la
investigacin; el ejercicio de las responsabilidades sociales, econmicas, polticas. Todas
las realidades humanas seculares, personales y sociales, ambientes y situaciones
histricas, estructuras e instituciones, son el lugar propio del vivir y actuar de los cristianos
laicos. Estas realidades son destinatarias del amor de Dios; el compromiso de los fieles
laicos debe corresponder a esta visin y cualificarse como expresin de la caridad
evanglica: El ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no slo una realidad
antropolgica y sociolgica, sino tambin, y especficamente, una realidad teolgica y
eclesial .
544 El testimonio del fiel laico nace de un don de gracia, reconocido, cultivado y llevado a
su madurez. sta es la motivacin que hace significativo su compromiso en el mundo y lo
sita en las antpodas de la mstica de la accin, propia del humanismo ateo, carente de
fundamento ltimo y circunscrita a una perspectiva puramente temporal. El horizonte
escatolgico es la clave que permite comprender correctamente las realidades humanas:
desde la perspectiva de los bienes definitivos, el fiel laico es capaz de orientar con
autenticidad su actividad terrena. El nivel de vida y la mayor productividad econmica, no
son los nicos indicadores vlidos para medir la realizacin plena del hombre en esta
vida, y valen an menos si se refieren a la futura: El hombre, en efecto, no se limita al
solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene ntegramente su
vocacin eterna .
La espiritualidad del fiel laico
545 Los fieles laicos estn llamados a cultivar una autntica espiritualidad laical, que los
regenere como hombres y mujeres nuevos, inmersos en el misterio de Dios e
incorporados en la sociedad, santos y santificadores. Esta espiritualidad edifica el mundo
segn el Espritu de Jess: hace capaces de mirar ms all de la historia, sin alejarse de
ella; de cultivar un amor apasionado por Dios, sin apartar la mirada de los hermanos, a
quienes ms bien se logra mirar como los ve el Seor y amar como l los ama. Es una
espiritualidad que rehuye tanto el espiritualismo intimista como el activismo social y sabe
expresarse en una sntesis vital que confiere unidad, significado y esperanza a la
existencia, por tantas y diversas razones contradictoria y fragmentada. Animados por esta
espiritualidad, los fieles laicos pueden contribuir, desempeando su propia profesin
guiados por el espritu evanglico... a la santificacin del mundo como desde dentro, a
modo de fermento. Y as hagan manifiesto a Cristo ante los dems, primordialmente
La jerarqua de la iglesia nos pide conocer el magisterio, para lo cual recomienda:1) que
nos aseguremos que el texto del documento que estamos leyendo sea autntico. Esto
surge porque hasta hace no mucho tiempo atrs, los peridicos los recortaban porque
eran muy largos y los interpretaban de distintas maneras. ej: "La iglesia en puebla hizo
una opcin de preferencia por los pobres " (omitiendo la ltima parte que deca: y los
jvenes). Hoy, con el desarrollo de los medios de comunicacin, se solucion en gran
parte este tema.2) consultar textos paralelos de la iglesia sobre el mismo tema que
estamos leyendo.3) tener en cuenta el contexto histrico en que ha sido publicado el
documento.4) Tener presente que en todo documento del magisterio ordinario hay 2
aspectos uno doctrinal, que involucra principios generales sobre un tema determinado,
con validez universal (Ej: libertad de culto) y otro prudencial que refiere a la aplicacin de
estos principios generales a situaciones concretas de tiempo y lugar. (Ej: entre 1917 y
1990 en la URSS nadie poda profesar libremente su culto, ya que se seguan las
enseanzas de Marx y consecuentemente se prohiba cualquier manifestacin religiosa).
Ideologas, utopas y prudencialismo
Partiendo de que la doctrina social de la iglesia es un saber para la accin, vamos a ver a
continuacin que hay 3 modelos de razonamiento para la accin; los dos primeros suelen
ser violentos y fuerzan la realidad, por otra parte, el tercero es ms difcil de realizar, pero
presenta la ventaja de surgir de la realidad e ir orientado hacia esa mismas realidad.
1) utopismo: El prefijo u significa negacin; y topia es lugar, de esto se deriva que lo
utpico es lo que no tiene lugar.En los ltimos siglos, la utopa ha sido usada en los
grandes discursos polticos para movilizar a la sociedad, presentando la imagen de un
objetivo perfecto, por eso es que los utopismos son atractivos, pero presentan el problema
de que buscan encajar la realidad en un molde que no surge de esa misma realidad; y es
por ello que las utopas son violentas e irrealizables (a diferencia de los Ideales, que si
surgen de la realidad).
2) ideologa: Este trmino que se origin hacia 1796 en Francia; refiere a la seleccin de
un aspecto de la sociedad que se proyecta sobre la totalidad. Este modelo resulta fcil
para la militancia poltica porque remite siempre a un mismo problema, por ejemplo,: la
Ideologa Hitleriana entenda que el problema de la poca estaba dado en razn de que la
Raza Aria no tena el poder, y as, ante cualquier conflicto, remitan directamente a dicho
problema.
El inconveniente surge al admitir que algunas ideologas partieron de un punto de conflicto
falso ej: ideologa Hitleriana, mientras que otra, an habiendo tomado uno verdadero ej: el
Marxismo que parti de la lucha de clases, ha errado debido a que no todos los
problemassociales se derivan de la lucha de clases.
3) Prudencialismo: Consiste en un modo de razonar en el que se trata de partir se la
complejidad de la realidad concreta, y se intenta encontrar principios generales y
universales que orienten el anlisis para poder alcanzar la solucin adecuada.Este
modelo tiene tres momentos:
a) ver o constatar la realidad.b) analizar la realidad por medio de los principios que surgen
de la naturaleza de los hechos junto a la ciencia, filosofa y teologa.c) orientaciones para
la accin, con el fin de transformar la realidad.
Los fieles laicos deben, por tanto, trabajar a la vez por la conversin de los corazones y
por el mejoramiento de las estructuras, teniendo en cuenta la situacin histrica y usando
medios lcitos, con el fin de obtener instituciones en las que la dignidad de todos los
hombres sea verdaderamente respetada y promovida.
553 La promocin de la dignidad humana implica, ante todo, la afirmacin del inviolable
derecho a la vida, desde la concepcin hasta la muerte natural, el primero entre todos y
condicin para todos los dems derechos de la persona. El respeto de la dignidad
personal exige, adems, el reconocimiento de la dimensin religiosa del hombre, que no
es una exigencia simplemente confesional, sino ms bien una exigencia que encuentra
su raz inextirpable en la realidad misma del hombre . El reconocimiento efectivo del
derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa es uno de los bienes ms
elevados y de los deberes ms graves de todo pueblo que quiera verdaderamente
asegurar el bien de la persona y de la sociedad. En el actual contexto cultural, adquiere
especial urgencia el compromiso de defender el matrimonio y la familia, que puede
cumplirse adecuadamente slo con la conviccin del valor nico e insustituible de estas
realidades en orden al autntico desarrollo de la convivencia humana.
El servicio a la cultura
554 La cultura debe constituir un campo privilegiado de presencia y de compromiso para
la Iglesia y para cada uno de los cristianos. La separacin entre la fe cristiana y la vida
cotidiana es juzgada por el Concilio Vaticano II como uno de los errores ms graves de
nuestro tiempo. El extravo del horizonte metafsico; la prdida de la nostalgia de Dios en
el narcisismo egosta y en la sobreabundancia de medios propia de un estilo de vida
consumista; el primado atribuido a la tecnologa y a la investigacin cientfica como fin en
s misma; la exaltacin de la apariencia, de la bsqueda de la imagen, de las tcnicas de
la comunicacin: todos estos fenmenos deben ser comprendidos en sus aspectos
culturales y relacionados con el tema central de la persona humana, de su crecimiento
integral, de su capacidad de comunicacin y de relacin con los dems hombres, de su
continuo interrogarse acerca de las grandes cuestiones que connotan la existencia.
Tngase
presente que la cultura es aquello a travs de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se
hace ms hombre, es ms, accede ms al ser .
555 Un campo particular de compromiso de los fieles laicos debe ser la promocin de una
cultura social y poltica inspirada en el Evangelio. La historia reciente ha mostrado la
debilidad y el fracaso radical de algunas perspectivas culturales ampliamente compartidas
y dominantes durante largo tiempo, en especial a nivel poltico y social. En este mbito,
especialmente en los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los catlicos, en
diversos pases, han sabido desarrollar un elevado compromiso, que da testimonio, hoy
con evidencia cada vez mayor, de la consistencia de su inspiracin y de su patrimonio de
valores. El compromiso social y poltico de los catlicos, en efecto, nunca se ha limitado a
la mera transformacin de las estructuras, porque est impulsado en su base por una
cultura que acoge y da razn de las instancias que derivan de la fe y de la moral,
colocndolas como fundamento y objetivo de proyectos concretos. Cuando esta
conciencia falta, los mismos catlicos se condenan a la dispersin cultural,
empobreciendo y limitando sus propuestas. Presentar en trminos culturales actualizados
el patrimonio de la Tradicin catlica, sus valores, sus contenidos, toda la herencia
espiritual, intelectual y moral del catolicismo, es tambin hoy la urgencia prioritaria. La fe
el colapso de la comunicacin (cf. Gn 11,48) abrindose al don de lenguas (cf. Hch 2,511),
a la comunicacin restablecida con la fuerza del Espritu, enviado por el Hijo.
El servicio a la economa
563 Ante la complejidad del contexto econmico contemporneo, el fiel laico se deber
orientar su accin por los principios del Magisterio social. Es necesario que estos
principios sean conocidos y acogidos en la actividad econmica misma: cuando se
descuidan estos principios, empezando por la centralidad de la persona humana, se pone
en peligro la calidad de la actividad econmica.
El compromiso del cristiano se traducir tambin en un esfuerzo de reflexin cultural
orientado sobre todo a un discernimiento sobre los modelos actuales de desarrollo
econmicosocial. La reduccin de la cuestin del desarrollo a un problema
exclusivamente tcnico llevara a vaciarlo de su verdadero contenido que es, en cambio,
la dignidad del hombre y de los pueblos .
564 Los estudiosos de la ciencia econmica, los trabajadores del sector y los
responsables polticos deben advertir la urgencia de replantear la economa,
considerando, por una parte, la dramtica pobreza material de miles de millones de
personas y, por la otra, el hecho de que a las actuales estructuras econmicas, sociales
y culturales les cuesta hacerse cargo de las exigencias de un autntico desarrollo . Las
legtimas exigencias de la eficiencia econmica deben armonizarse mejor con las de la
participacin poltica y de la justicia social. Esto significa, en concreto, impregnar de
solidaridad las redes de la interdependencia econmica, poltica y social, que los procesos
de globalizacin en curso tienden a acrecentar. En este esfuerzo de replanteamiento, que
se perfila articulado y est
destinado a incidir en las concepciones de la realidad econmica, resultan de gran valor
las asociaciones de inspiracin cristiana que se mueven en el mbito econmico:
asociaciones de trabajadores, de empresarios, de economistas.
El servicio a la poltica
565 Para los fieles laicos, el compromiso poltico es una expresin cualificada y exigente
del empeo cristiano al servicio de los dems. La bsqueda del bien comn con espritu
de servicio; el desarrollo de la justicia con atencin particular a las situaciones de pobreza
y sufrimiento; el respeto de la autonoma de las realidades terrenas; el principio de
subsidiaridad; la promocin del dilogo y de la paz en el horizonte de la solidaridad: stas
son las orientaciones que deben inspirar la accin poltica de los cristianos laicos. Todos
los creyentes, en cuanto titulares de derechos y deberes cvicos, estn obligados a
respetar estas orientaciones; quienes desempean tareas directas e institucionales en la
gestin de las complejas problemticas de los asuntos pblicos, ya sea en las
administraciones locales o en las instituciones nacionales e internacionales, debern
tenerlas especialmente en cuenta.
566 Los cargos de responsabilidad en las instituciones sociales y polticas exigen un
compromiso riguroso y articulado, que sepa evidenciar, con las aportaciones de la
reflexin en el debate poltico, con la elaboracin de proyectos y con las decisiones
operativas, la absoluta necesidad de la componente moral en la vida social y poltica. Una
atencin inadecuada a la dimensin moral conduce a la deshumanizacin de la vida
compromiso social del cristiano hagan referencia a la triple e inseparable fidelidad a los
valores naturales, respetando la legtima autonoma de las realidades temporales, a los
valores morales, promoviendo la conciencia de la intrnseca dimensin tica de los
problemas sociales y polticos, y a los valores sobrenaturales, realizando su misin con el
espritu del Evangelio de Jesucristo.
570 Cuando en mbitos y realidades que remiten a exigencias ticas fundamentales se
proponen o se toman decisiones legislativas y polticas contrarias a los principios y
valores cristianos, el Magisterio ensea que la conciencia cristiana bien formada no
permite a nadie favorecer con el propio voto la realizacin de un programa poltico o la
aprobacin de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los
contenidos fundamentales de la fe y la moral .
En el caso que no haya sido posible evitar la puesta en prctica de tales programas
polticos, o impedir o abrogar tales leyes, el Magisterio ensea que un parlamentario, cuya
oposicin personal a las mismas sea absoluta, clara, y de todos conocida, podra
lcitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daos de dichas
leyes y programas, y a disminuir sus efectos negativos en el campo de la cultura y de la
moralidad pblica. Es emblemtico al respecto, el caso de una ley abortista. Su voto, en
todo caso, no puede ser interpretado como adhesin a una ley inicua, sino slo como una
contribucin para reducir las consecuencias negativas de una resolucin legislativa, cuya
total responsabilidad recae sobre quien la ha procurado.
Tngase presente que, en las mltiples situaciones en las que estn en juego exigencias
morales fundamentales e irrenunciables, el testimonio cristiano debe ser considerado
como un deber fundamental que puede llegar incluso al sacrificio de la vida, al martirio, en
nombre de la caridad y de la dignidad humana. La historia de veinte siglos, incluida la del
ltimo, est valiosamente poblada de mrtires de la verdad cristiana, testigos de fe, de
esperanza y de caridad evanglicas. El martirio es el testimonio de la propia conformacin
personal con Cristo Crucificado, cuya expresin llega hasta la forma suprema del
derramamiento de la propia sangre, segn la enseanza evanglica: Si el grano de trigo
no cae en tierra y muere, queda l solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12,24).
571 El compromiso poltico de los catlicos con frecuencia se pone en relacin con la
laicidad , es decir, la distincin entre la esfera poltica y la esfera religiosa. Esta distincin
es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia, y pertenece al patrimonio de
civilizacin alcanzado . La doctrina moral catlica, sin embargo, excluye netamente la
perspectiva de una laicidad entendida como autonoma respecto a la ley moral: En
efecto, la laicidad indica en primer lugar la actitud de quien respeta las verdades que
emanan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en sociedad, aunque tales
verdades sean enseadas al mismo tiempo por una religin especfica, pues la verdad es
una . Buscar sinceramente la verdad, promover y defender con medios lcitos las
verdades morales que se refieren a la vida social la justicia, la libertad, el respeto de la
vida y de los dems derechos de la persona es un derecho y un deber de todos los
miembros de una comunidad social y poltica.
Cuando el Magisterio de la Iglesia interviene en cuestiones inherentes a la vida social y
poltica, no atenta contra las exigencias de una correcta interpretacin de la laicidad,
porque no quiere ejercer un poder poltico ni eliminar la libertad de opinin de los
catlicos sobre cuestiones contingentes. Busca, en cambio en cumplimiento de su
deber instruir e iluminar la conciencia de los fieles, sobre todo de los que estn
comprometidos en la vida poltica, para que su accin est siempre al servicio de la
promocin integral de la persona y del bien comn. La enseanza social de la Iglesia no
es una intromisin en el gobierno de los diferentes pases. Plantea ciertamente, en la
conciencia nica y unitaria de los fieles laicos, un deber moral de coherencia .
572 El principio de laicidad conlleva el respeto de cualquier confesin religiosa por parte
del Estado, que asegura el libre ejercicio de las actividades del culto, espirituales,
culturales y caritativas de las comunidades de creyentes. En una sociedad pluralista, la
laicidad es un lugar de comunicacin entre las diversas tradiciones espirituales y la
Nacin . Por desgracia todava permanecen, tambin en las sociedades democrticas,
expresiones de un laicismo intolerante, que obstaculizan todo tipo de relevancia poltica y
cultural de la fe, buscando descalificar el compromiso social y poltico de los cristianos
slo porque estos se reconocen en las verdades que la Iglesia ensea y obedecen al
deber moral de ser coherentes con la propia conciencia; se llega incluso a la negacin
ms radical de la misma tica natural. Esta negacin, que deja prever una condicin de
anarqua moral, cuya consecuencia obvia es la opresin del ms fuerte sobre el dbil, no
puede ser acogida por ninguna forma de pluralismo legtimo, porque mina las bases
mismas de la convivencia humana. A la luz de este estado de cosas, la marginalizacin
del Cristianismo... no favorecera ciertamente el futuro de proyecto alguno de sociedad ni
la concordia entre los pueblos, sino que pondra ms bien en peligro los mismos
fundamentos espirituales yculturales de la civilizacin .
573 Un mbito especial de discernimiento para los fieles laicos concierne a la eleccin de
los instrumentos polticos, o la adhesin a un partido y a las dems expresiones de la
participacin poltica. Es necesario efectuar una opcin coherente con los valores,
teniendo en cuenta las circunstancias reales. En cualquier caso, toda eleccin debe
siempre enraizarse en la caridad y tender a la bsqueda del bien comn. Las instancias
de la fe cristiana difcilmente se pueden encontrar en una nica posicin poltica:
pretender que un partido o una formacin poltica correspondan completamente a las
exigencias de la fe y de la vida cristiana genera equvocos peligrosos. El cristiano no
puede encontrar un partido poltico que responda plenamente a las exigencias ticas que
nacen de la fe y de la pertenencia a la Iglesia: su adhesin a una formacin poltica no
ser nunca ideolgica, sino siempre crtica, a fin de que el partido y su proyecto poltico
resulten estimulados a realizar formas cada vez ms atentas a lograr el bien comn,
incluido el fin espiritual del hombre.
574 La distincin, por un lado, entre instancias de la fe y opciones socio polticas y, por el
otro, entre las opciones particulares de los cristianos y las realizadas por la comunidad
cristiana en cuanto tal, comporta que la adhesin a un partido o formacin poltica sea
considerada una decisin a ttulo personal, legtima al menos en los lmites de partidos y
posiciones no incompatibles con la fe y los valores cristianos. La eleccin del partido, de
la formacin poltica, de las personas a las cuales confiar la vida pblica, aun cuando
compromete la conciencia de cada uno, no podr ser una eleccin exclusivamente
individual: Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situacin
propia de su pas, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio,
deducir principios de reflexin, normas de juicio y directrices de accin segn las
enseanzas sociales de la Iglesia . En cualquier caso, a nadie le est permitido
reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia : los creyentes
deben procurar ms bien hacerse luz mutuamente con un dilogo sincero, guardando la
mutua caridad y la solicitud primordial por el bien comn .
469 Las autoridades llamadas a tomar decisiones para hacer frente a los riesgos contra la
salud y el medio ambiente, a menudo se encuentran ante situaciones en las que los datos
cientficos disponibles son contradictorios o cuantitativamente escasos: puede ser
oportuno entonces hacer una valoracin segn el principio de precaucin , que no
comporta la aplicacin de una regla, sino una orientacin para gestionar situaciones de
incertidumbre. Este principio evidencia la necesidad de tomar una decisin provisional,
que podr ser modificada en base a nuevos conocimientos que eventualmente se logren.
La decisin debe ser proporcionada a las medidas ya en acto para otros riesgos. Las
polticas preventivas, basadas sobre el principio de precaucin, exigen que las decisiones
se basen en una comparacin entre los riesgos y los beneficios hipotticos que comporta
cada decisin alternativa posible, incluida la decisin de no intervenir. A este
planteamiento precaucional est vinculada la exigencia de promover seriamente la
adquisicin de conocimientos ms profundos, aun sabiendo que la ciencia puede no llegar
rpidamente a la conclusin de una ausencia de riesgos. Las circunstancias de
incertidumbre y provisionalidad hacen especialmente importante la transparencia en el
proceso de toma de decisiones.
En los concilios cristolgicos durante los siglos IV y V, a raz de las discusiones teolgicas
relativas a Dios, se clarific que hay un solo que mientras que existen tres quienes
(padre, hijo, espritu santo) y se desarroll la nocin de persona humana.La nocin de
persona humana surge porque en la tradicin romana, que adopt el teatro griego que se
desarrollaba con mscaras, (que adems de representar que se quera decir el actor,
amplificaban la voz del actor) los griegos la llamaron prsopo (para hablar a los que estn
delante), los latinos tradujeron literalmente a pesonare (sonar).
De lo dicho surge que hay alguien que tiene un pensamiento, una voluntad, un proyecto
de accin y se expone ante los dems; es decir que estamos en presencia de un sujeto
racional, volitivo, activo y social; todo esto se "condens" en una frmula que tiene 2
versiones; la primera que concibe al hombre como un sujeto de naturaleza racional; y la
segunda que lo ve como una sustancia individual de naturaleza racional.
Esta nocin de persona es la que luego se le aplic a todas las personas humanas y
actualmente; entendemos que la persona humana es una sustancia individualbiopsicoespiritualsocial.
Por ello, es que en el siglo XVI, a raz del descubrimiento de Amrica y luego de que
Coln llevase a la pennsula ibrica un grupo de aborgenes, Espaa se apart del criterio
dominante de la poca que era el Ius Belli y en vez de dominarlos, mand a peritos para
consultarles que hacer con ellos y las opiniones fueron diversas: Mientras Seplveda
crea que haba que tratarlos como siervos, De Vitoria, dijo que se ha llegado a reinos
organizados polticamente y por tanto hay que tratarlos como tales, hay que relacionarse
diplomticamente como ellos lo hacen dos reinos entre s estableciendo pactos, y slo
est permitido establecerse en lugares no poblados.
deleite en tu alabanza; nos creaste para ti y nuestro corazn andar siempre inquieto
mientras no descanse en ti .
El drama del pecado
115 La admirable visin de la creacin del hombre por parte de Dios es inseparable del
dramtico cuadro del pecado de los orgenes. Con una afirmacin lapidaria el apstol
Pablo sintetiza la narracin de la cada del hombre contenida en las primeras pginas de
la Biblia: por un solo hombre entr el pecado en el mundo y por el pecado la muerte
(Rm 5,12). El hombre, contra la prohibicin de Dios, se deja seducir por la serpiente y
extiende sus manos al rbol de la vida, cayendo en poder de la muerte. Con este gesto el
hombre intenta forzar su lmite de criatura, desafiando a Dios, su nico Seor y fuente de
la vida. Es un
pecado de desobediencia (cf. Rm 5,19) que separa al hombre de Dios.
Por la Revelacin sabemos que Adn, el primer hombre, transgrediendo el mandamiento
de Dios, pierde la santidad y la justicia en que haba sido constituido, recibidas no slo
para s, sino para toda la humanidad: cediendo al tentador, Adn y Eva cometen un
pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirn en un
estado cado. Es un pecado que ser transmitido por propagacin a toda la humanidad,
es decir, por la transmisin de una naturaleza humana privada de la santidad y de la
justicia originales .
116 En la raz de las laceraciones personales y sociales, que ofenden en modo diverso el
valor y la dignidad de la persona humana, se halla una herida en lo ntimo del hombre:
Nosotros, a la luz de la fe, la llamamos pecado; comenzando por el pecado original que
cada uno lleva desde su nacimiento como una herencia recibida de sus progenitores,
hasta el pecado que cada uno comete, abusando de su propia libertad . La consecuencia
del pecado, en cuanto acto de separacin de Dios, es precisamente la alienacin, es decir
la divisin del hombre no slo de Dios, sino tambin de s mismo, de los dems hombres
y del mundo circundante: la ruptura con Dios desemboca dramticamente en la divisin
entre los hermanos. En la descripcin del primer pecado, la ruptura con Yahveh rompe al
mismo tiempo el hilo de la amistad que una a la familia humana, de tal manera que las
pginas siguientes del Gnesis nos muestran al hombre y a la mujer como si apuntaran
su dedo acusando el uno hacia el otro (cf. Gn 3,12;); y ms adelante el hermano que,
hostil a su hermano, termina por arrebatarle la vida (cf. Gn 4,216). Segn la narracin de
los hechos de Babel, la consecuencia del pecado es la desunin de la familia humana, ya
iniciada con el primer pecado, y que llega ahora al extremo en su forma social .
Reflexionando sobre el misterio del pecado es necesario tener en cuenta esta trgica
concatenacin de causa y efecto.
117 El misterio del pecado comporta una doble herida, la que el pecador abre en su
propio flanco y en su relacin con el prjimo. Por ello se puede hablar de pecado personal
y social: todo pecado es personal bajo un aspecto; bajo otro aspecto, todo pecado es
social, en cuanto tiene tambin consecuencias sociales. El pecado, en sentido verdadero
y propio, es siempre un acto de la persona, porque es un acto de libertad de un hombre
en particular, y no propiamente de un grupo o de una comunidad, pero a cada pecado se
le puede atribuir indiscutiblemente el carcter de pecado social, teniendo en cuenta que
en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta,
el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los dems . No es, por tanto,
legtima y aceptable una acepcin del pecado social que, ms o menos conscientemente,
lleve a difuminar y casi a cancelar el elemento personal, para admitir slo culpas y
responsabilidades sociales. En el fondo de toda situacin de pecado se encuentra
siempre la persona que peca.
118 Algunos pecados, adems, constituyen, por su objeto mismo, una agresin directa al
prjimo. Estos pecados, en particular, se califican como pecados sociales. Es social todo
pecado cometido contra la justicia en las relaciones entre persona y persona, entre la
persona y la comunidad, y entre la comunidad y la persona. Es social todo pecado contra
los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida, incluido el del
nonacido, o contra la integridad fsica de alguien; todo pecado contra la libertad de los
dems, especialmente contra la libertad de creer en Dios y de adorarlo; todo pecado
contra la dignidad y el honor del prjimo. Es social todo pecado contra el bien comn y
contra sus exigencias, en toda la amplia esfera de los derechos y deberes de los
ciudadanos. En fin, es social el pecado que se refiere a las relaciones entre las distintas
comunidades humanas. Estas relaciones no estn siempre en sintona con el designio de
Dios, que quiere en el mundo justicia, libertad y paz entre los individuos, los grupos y los
pueblos .
119 Las consecuencias del pecado alimentan las estructuras de pecado. Estas tienen su
raz en el pecado personal y, por tanto, estn siempre relacionadas con actos concretos
de las personas, que las originan, las consolidan y las hacen difciles de eliminar. Es as
como se fortalecen, se difunden, se convierten en fuente de otros pecados y condicionan
la conducta de los hombres. Se trata de condicionamientos y obstculos, que duran
mucho ms que las acciones realizadas en el breve arco de la vida de un individuo y que
interfieren tambin en el proceso del desarrollo de los pueblos, cuyo retraso y lentitud han
de ser juzgados tambin bajo este aspecto. Las acciones y las posturas opuestas a la
voluntad de Dios y al bien del prjimo y las estructuras que stas generan, parecen ser
hoy sobre todo dos: el afn de ganancia exclusiva, por una parte; y por otra, la sed de
poder, con el propsito de imponer a los dems la propia voluntad. A cada una de estas
actitudes podra aadirse, para caracterizarlas an mejor, la expresin: a cualquier
precio .
Universalidad del pecado y universalidad de la salvacin
120 La doctrina del pecado original, que ensea la universalidad del pecado, tiene una
importancia fundamental: Si decimos: No tenemos pecado, nos engaamos y la
verdad no est en nosotros (1 Jn 1,8). Esta doctrina induce al hombre a no permanecer
en la culpa y a no tomarla a la ligera, buscando continuamente chivos expiatorios en los
dems y justificaciones en el ambiente, la herencia, las instituciones, las estructuras y las
relaciones. Se trata de una enseanza que desenmascara tales engaos.
La doctrina de la universalidad del pecado, sin embargo, no se debe separar de la
conciencia de la universalidad de la salvacin en Jesucristo. Si se asla de sta, genera
una falsa angustia por el pecado y una consideracin pesimista del mundo y de la vida,
que induce a despreciar las realizaciones culturales y civiles del hombre.
121 El realismo cristiano ve los abismos del pecado, pero lo hace a la luz de la
esperanza, ms grande de todo mal, donada por la accin redentora de Jesucristo, que
ha destruido el pecado y la muerte (cf. Rm 5,1821; 1 Co 15,5657): En l, Dios ha
reconciliado al hombre consigo mismo . Cristo, imagen de Dios (cf. 2 Co 4,4; Col 1,15),
es Aquel que ilumina plenamente y lleva a cumplimiento la imagen y semejanza de Dios
en el hombre. La Palabra que se hizo hombre en Jesucristo es desde siempre la vida y la
luz del hombre, luz que ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,4.9). Dios quiere en el nico
mediador, Jesucristo su Hijo, la salvacin de todos los hombres (cf. 1 Tm 2,45). Jess es
al mismo tiempo el Hijo de Dios y el nuevo Adn, es decir, el hombre nuevo (cf. 1 Co 15,
4749; Rm 5,14): Cristo, el nuevo Adn, en la misma revelacin del misterio del Padre y
de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la
sublimidad de su vocacin . En l, Dios nos predestin a reproducir la imagen de su
Hijo, para que fuera l el primognito entre muchos hermanos (Rm 8,29).
122 La realidad nueva que Jesucristo ofrece no se injerta en la naturaleza humana, no se
le aade desde fuera; por el contrario, es aquella realidad de comunin con el Dios
trinitario hacia la que los hombres estn desde siempre orientados en lo profundo de su
ser, gracias a su semejanza creatural con Dios; pero se trata tambin de una realidad que
los hombres no pueden alcanzar con sus solas fuerzas. Mediante el Espritu de
Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, en el cual esta realidad de comunin ha sido ya
realizada de manera singular, los hombres son acogidos como hijos de Dios (cf. Rm 8,1417; Ga 4,47). Por medio de Cristo, participamos de la naturaleza Dios, que nos dona
infinitamente ms de lo que podemos pedir o pensar (Ef 3,20). Lo que los hombres ya
han recibido no es sino una prueba o una prenda (2 Co 1,22; Ef 1,14) de lo que
obtendrn completamente slo en la presencia de Dios, visto cara a cara (1 Co 13,12),
es decir, una prenda de la vida eterna: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
nico Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17,3).
123 La universalidad de la esperanza cristiana incluye, adems de los hombres y mujeres
de todos los pueblos, tambin el cielo y la tierra: Destilad, cielos, como roco de lo alto,
derramad, nubes, la victoria. brase la tierra y produzca salvacin, y germine juntamente
la justicia. Yo, Yahvh, lo he creado (Is 45,8). Segn el Nuevo Testamento, en efecto, la
creacin entera, junto con toda la humanidad, est tambin a la espera del Redentor:
sometida a la caducidad, entre los gemidos y dolores del parto, aguarda llena de
esperanza ser liberada de la corrupcin (cf. Rm 8,1822).
LA PERSONA HUMANA Y SUS MLTIPLES DIMENSIONES
124 Iluminada por el admirable mensaje bblico, la doctrina social de la Iglesia se detiene,
ante todo, en los aspectos principales e inseparables de la persona humana para captar
las facetas ms importantes de su misterio y de su dignidad. En efecto, no han faltado en
el pasado, y an se asoman dramticamente a la escena de la historia actual, mltiples
concepciones reductivas, de carcter ideolgico o simplemente debidas a formas difusas
de costumbres y pensamiento, que se refieren al hombre, a su vida y su destino. Estas
concepciones tienen en comn el hecho de ofuscar la imagen del hombre acentuando
slo alguna de sus caractersticas, con perjuicio de todas las dems.
125 La persona no debe ser considerada nicamente como individualidad absoluta,
edificada por s misma y sobre s misma, como si sus caractersticas propias no
dependieran ms que de s misma. Tampoco debe ser considerada como mera clula de
un organismo dispuesto a reconocerle, a lo sumo, un papel funcional dentro de un
sistema. Las concepciones que tergiversan la plena verdad del hombre han sido objeto,
en repetidas ocasiones, de la solicitud social de la Iglesia, que no ha dejado de alzar su
voz frente a estas y otras visiones, drsticamente reductivas. En cambio, se ha
preocupado por anunciar que los hombres no se nos muestran desligados entre s,
como granos de arena, sino ms bien unidos entre s en un conjunto orgnicamente
ordenado, con relaciones variadas segn la diversidad de los tiempos y que el hombre
no puede ser comprendido como un simple elemento y una molcula del organismo
social , cuidando, a la vez, que la afirmacin del primado de la persona, no conllevase
una visin individualista o masificada.
126 La fe cristiana, que invita a buscar en todas partes cuanto haya de bueno y digno del
hombre (cf. 1 Ts 5,21), es muy superior a estas ideologas y queda situada a veces en
posicin totalmente contraria a ellas, en la medida en que reconoce a Dios, trascendente
y creador, que interpela, a travs de todos los niveles de lo creado, al hombre como
libertad responsable .
La doctrina social se hace cargo de las diferentes dimensiones del misterio del hombre,
que exige ser considerado en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la
vez de su ser comunitario y social , con una atencin especfica, de modo que le pueda
consentir la valoracin ms exacta.
LA UNIDAD DE LA PERSONA
127 El hombre ha sido creado por Dios como unidad de alma y cuerpo: El alma
espiritual e inmortal es el principio de unidad del ser humano, es aquello por lo cual ste
existe como un todo corpore et anima unus en cuanto persona. Estas definiciones
no indican solamente que el cuerpo, para el cual ha sido prometida la resurreccin,
participar de la gloria; recuerdan igualmente el vnculo de la razn y de la libre voluntad
con todas las facultades corpreas y sensibles. La persona incluido el cuerpo est
confiada enteramente a s misma, y es en la unidad de alma y cuerpo donde ella es el
sujeto de sus propios actos morales .
128 Mediante su corporeidad, el hombre unifica en s mismo los elementos del mundo
material, el cual alcanza por medio del hombre su ms alta cima y alza la voz para la
libre alabanza del Creador . Esta dimensin le permite al hombre su insercin en el
mundo material, lugar de su realizacin y de su libertad, no como en una prisin o en un
exilio. No es lcito despreciar la vida corporal; el hombre, al contrario, debe tener por
bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el ltimo
da . La dimensin corporal, sin embargo, a causa de la herida del pecado, hace
experimentar al hombre las rebeliones del cuerpo y las inclinaciones perversas del
corazn, sobre las que debe siempre vigilar para no dejarse esclavizar y para no
permanecer vctima de una visin puramente terrena de su vida.
Por su espiritualidad el hombre supera a la totalidad de las cosas y penetra en la
estructura ms profunda de la realidad. Cuando se adentra en su corazn, es decir,
cuando reflexiona sobre su propio destino, el hombre se descubre superior al mundo
material, por su dignidad nica de interlocutor de Dios, bajo cuya mirada decide su vida.
l, en su vida interior, reconoce tener en s mismo la espiritualidad y la inmortalidad de
su alma y no se percibe a s mismo como partcula de la naturaleza o como elemento
annimo de la ciudad humana .
129 El hombre, por tanto, tiene dos caractersticas diversas: es un ser material, vinculado
subjetivas: por ejemplo que el que dona tiene mas plata que el que pide.objetivas: puedo
dar la moneda con una sonrisa, puedo dar tirandole la moneda para que se vaya, etc.
Un acto es objetivamente malo si por ejemplo a un sujeto le hacen una pregunta y ste
responde mal a propsito (miento). En este caso, estaramos en presencia de un acto que
no alcanz su finalidad (que el que realiz la pregunta obtenga una respuesta verdadera)
porque ocurre que el que responde sabe cmo es verdaderamente una cosa, pero no lo
dice, por lo que la otra persona recepta una respuesta errada; y es aqu donde se
quebranta la comunicacin.
Subjetivamente, no importa porque se minti (por piedad, por bronca, etc) ya que la
intencin no lo salva al acto que seguir siendo malo de todos modos; esto se puede
sintetizar en la siguiente frase: el fin no justifica los medios.
Concluimos diciendo que, as como hemos dicho que para que algo sea bueno, tiene que
estar ntegro; para que un acto sea bueno, deben ser buenas las tres fuentes, si una de
ellas es mala, el acto completo es malo.
LA LIBERTAD DE LA PERSONA
Valor y lmites de la libertad
135 El hombre puede dirigirse hacia el bien slo en la libertad, que Dios le ha dado como
signo eminente de su imagen: Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia
decisin (cf. Si 15,14), para que as busque espontneamente a su Creador y,
adhirindose libremente a ste, alcance la plena y bienaventurada perfeccin. La dignidad
humana requiere, por tanto, que el hombre acte segn su conciencia y libre eleccin, es
decir, movido e inducido por conviccin interna personal y no bajo la presin de un ciego
impulso interior o de la mera coaccin externa .
El hombre justamente aprecia la libertad y la busca con pasin: justamente quiere y
debe, formar y guiar por su libre iniciativa su vida personal y social, asumiendo
personalmente su responsabilidad. La libertad, en efecto, no slo permite al hombre
cambiar convenientemente el estado de las cosas exterior a l, sino que determina su
crecimiento como persona, mediante opciones conformes al bien verdadero: de este
modo, el hombre se genera a s mismo, es padre de su propio ser y construye el orden
social.
136 La libertad no se opone a la dependencia creatural del hombre respecto a Dios. La
Revelacin ensea que el poder de determinar el bien y el mal no pertenece al hombre,
sino slo a Dios (cf. Gn 2,1617). El hombre es ciertamente libre, desde el momento en
que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy
amplia, porque puede comer de cualquier rbol del jardn. Pero esta libertad no es
ilimitada: el hombre debe detenerse ante el rbol de la ciencia del bien y del mal, por
estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre
encuentra su verdadera y plena realizacin en esta aceptacin .
137 El recto ejercicio de la libertad personal exige unas determinadas condiciones de
orden econmico, social, jurdico, poltico y cultural que son, con demasiada frecuencia,
desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral
y colocan tanto a los fuertes como a los dbiles en la tentacin de pecar contra la caridad.
Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a s
mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina . La
liberacin de las injusticias promueve la libertad y la dignidad humana: no obstante,
antetodo, hay que apelar a las capacidades espirituales y morales de la persona y a la
exigencia permanente de la conversin interior si se quieren obtener cambios econmicos
y sociales que estn verdaderamente al servicio del hombre .
El vnculo de la libertad con la verdad y la ley natural
138 En el ejercicio de la libertad, el hombre realiza actos moralmente buenos, que edifican
su persona y la sociedad, cuando obedece a la verdad, es decir, cuando no pretende ser
creador y dueo absoluto de sta y de las normas ticas. La libertad, en efecto, no tiene
su origen absoluto e incondicionado en s misma, sino en la existencia en la que se
encuentra y para la cual representa, al mismo tiempo, un lmite y una posibilidad. Es la
libertad de una criatura, o sea, una libertad donada, que se ha de acoger como un germen
y hacer madurar con responsabilidad . En caso contrario, muere como libertad y
destruye al hombre y a la sociedad.
139 La verdad sobre el bien y el mal se reconoce en modo prctico y concreto en el juicio
de la conciencia, que lleva a asumir la responsabilidad del bien cumplido o del mal
cometido. As, en el juicio prctico de la conciencia, que impone a la persona la
obligacin de realizar un determinado acto, se manifiesta el vnculo de la libertad con la
verdad. Precisamente por esto la conciencia se expresa con actos de juicio, que reflejan
la verdad sobre el bien, y no como decisiones arbitrarias. La madurez y responsabilidad
de estos juicios y, en definitiva, del hombre, que es su sujeto se demuestran no con la
liberacin de la conciencia de la verdad objetiva, en favor de una presunta autonoma de
las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante bsqueda de la verdad y
con dejarse guiar por ella en el obrar .
140 El ejercicio de la libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carcter
universal, que precede y ana todos los derechos y deberes. La ley natural no es otra
cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella
conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Esta luz o esta ley Dios la ha
donado a la creacin y consiste en la participacin en su ley eterna, la cual se identifica
con Dios mismo. Esta ley se llama natural porque la razn que la promulga es propia de la
naturaleza humana. Es universal, se extiende a todos los hombres en cuanto establecida
por la razn. En sus preceptos principales, la ley divina y natural est expuesta en el
Declogo e indica las normas primeras y esenciales que regulan la vida moral. Se
sustenta en la tendencia y la sumisin a Dios, fuente y juez de todo bien, y en el sentido
de igualdad de los seres humanos entre s. La ley natural expresa la dignidad de la
persona y pone la base de sus derechos y de sus deberes fundamentales.
141 En la diversidad de las culturas, la ley natural une a los hombres entre s, imponiendo
principios comunes. Aunque su aplicacin requiera adaptaciones a la multiplicidad de las
condiciones de vida, segn los lugares, las pocas y las circunstancias, la ley natural es
inmutable, subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso... Incluso
cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede destruir ni arrancar del
corazn del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y sociedades .
Sus preceptos, sin embargo, no son percibidos por todos con claridad e inmediatez. Las
verdades religiosas y morales pueden ser conocidas de todos y sin dificultad, con
unafirme certeza y sin mezcla de error , slo con la ayuda de la Gracia y de la
Revelacin. La ley natural ofrece un fundamento preparado por Dios a la ley revelada y a
la Gracia, en plena armona con la obra del Espritu.
142 La ley natural, que es ley de Dios, no puede ser cancelada por la maldad humana.
Esta Ley es el fundamento moral indispensable para edificar la comunidad de los hombres
y para elaborar la ley civil, que infiere las consecuencias de carcter concreto y
contingente a partir de los principios de la ley natural. Si se oscurece la percepcin de la
universalidad de la ley moral natural, no se puede edificar una comunin real y duradera
con el otro, porque cuando falta la convergencia hacia la verdad y el bien, cuando
nuestros actos desconocen o ignoran la ley, de manera imputable o no, perjudican la
comunin de las personas, causando dao . En efecto, slo una libertad que radica en la
naturaleza comn puede hacer a todos los hombres responsables y es capaz de justificar
la moral pblica. Quien se autoproclama medida nica de las cosas y de la verdad no
puede convivir pacficamente ni colaborar con sus semejantes.
143 La libertad est misteriosamente inclinada a traicionar la apertura a la verdad y al bien
humano y con demasiada frecuencia prefiere el mal y la cerrazn egosta, elevndose a
divinidad creadora del bien y del mal: Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin
embargo, por instigacin del demonio, en el propio exordio de la historia, abus de su
libertad, levantndose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de
Dios (...). Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompe el
hombre la debida subordinacin a su fin ltimo, y tambin toda su ordenacin tanto por lo
que toca a su propia persona como a las relaciones con los dems y con el resto de la
creacin . La libertad del hombre, por tanto, necesita ser liberada. Cristo, con la fuerza
de su misterio pascual, libera al hombre del amor desordenado de s mismo, que es
fuente del desprecio al prjimo y de las relaciones caracterizadas por el dominio sobre el
otro; l revela que la libertad se realiza en el don de s mismo. Con su sacrificio en la cruz,
Jess reintegra el hombre a la comunin con Dios y con sus semejantes.
Dignidad de la persona humana: concepto y fundamento; esttica y dinmica.
Dignidad EstticaLa iglesia plantea que al hombre le corresponde un lugar en la realidad
superior a las rocas, plantas, animales; esto es lo que se conoce como "dignidad esttica"
que le corresponde al hombre por el solo hecho de ser persona y esta dignidad no se
modifica ni se pierde por ninguna accin del hombre; lo que hoy se conoce como DDHH
es una expresin tautolgica (porque todos los derechos son humanos) pero se subraya
el termino humanos para indicar que ninguna legislacin los establece, sino que los
reconoce.Se define a los DDHH como los "atributos jcos que surgen de la sola condicin
de persona humana y que no se pierden bajo ninguna circunstancia".
Ya haba dicho Toms de Aquino que dentro de todas las criaturas de Dios, hay una que
Dios la crea querindola por su misma, como un fin, no como un medio (como ocurre
conla tierra que es para las plantas); posteriormente Kant dijo que la dignidad consiste en
que el hombre siempre tiene carcter de fin, nunca carcter de medio.
Dignidad DinmicaEntiende que a partir de esa base comn de la dignidad que nos
pertenece a todos, se expresa la cualificacin que la persona adquiere por sus propias
conductas u obras, porque al actuar de una manera libre, cada persona humana se va
modificando a s misma, es decir, que cada uno es artfice de su propia dignidad.
LA IGUAL DIGNIDAD DE TODAS LAS PERSONAS
144 Dios no hace acepcin de personas (Hch 10,34; cf. Rm 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9),
porque todos los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y
semejanza. La Encarnacin del Hijo de Dios manifiesta la igualdad de todas las personas
en cuanto a dignidad: Ya no hay judo ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer,
ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jess (Ga 3,28; cf. Rm 10,12; 1 Co 12,13; Col
3,11).
Puesto que en el rostro de cada hombre resplandece algo de la gloria de Dios, la dignidad
de todo hombre ante Dios es el fundamento de la dignidad del hombre ante los dems
hombres. Esto es, adems, el fundamento ltimo de la radical igualdad y fraternidad entre
los hombres, independientemente de su raza, Nacin, sexo, origen, cultura y clase.
145 Slo el reconocimiento de la dignidad humana hace posible el crecimiento comn y
personal de todos (cf. St 2,19). Para favorecer un crecimiento semejante es necesario, en
particular, apoyar a los ltimos, asegurar efectivamente condiciones de igualdad de
oportunidades entre el hombre y la mujer, garantizar una igualdad objetiva entre las
discriminacin: la de los fuertes y sanos contra los dbiles y enfermos . Se debe prestar
gran atencin no slo a las condiciones de trabajo fsicas y psicolgicas, a la justa
remuneracin, a la posibilidad de promocin y a la eliminacin de los diversos obstculos,
sino tambin a las dimensiones afectivas y sexuales de la persona minusvlida:
Tambin ella necesita amar y ser amada; necesita ternura, cercana, intimidad , segn
sus propias posibilidades y en el respeto del orden moral que es el mismo, tanto para los
sanos, como para aquellos que tienen alguna discapacidad.
Derechos y deberes fundamentales de la persona humana
IntroduccinMnada es una palabra de origen griego que alude a una realidad que esta
sola, aislada. En contraposicin a este concepto, nos encontramos con el ser humano,
que no alcanza su integridad por s slo, sino que requiere de bienes que dependen de
los otros y que se generan en las relaciones de tipo moral y de tipo jurdico.Precisamente,
en razn de la existencia de esas relaciones es que existen los derechoS subjetivos, que
son el poder de exigir de otro determinados actos para lograr la propia integridad.Muchas
veces los derechos subjetivos derivan de un ttulo; por ejemplo: un chico que tiene el
ttulo de hijo de alguien, puede exigirle a ste, en virtud de ese ttulo el dinero
necesariopara su subsistencia.Los derechos fundamentales
Las necesidades fundamentales se hallan en la propia naturaleza humana y generan
Derechos Fundamentales, los cuales exponen necesariamente como contracara ciertos
deberes fundamentales; ya que a todo derecho (poder), corresponde una obligacin
(deber).
Los Derechos Fundamentales a menudo coinciden con los Derechos Humanos, pero hay
que hacer sin embargo dos observaciones:En primer lugar, los Derechos Humano suelen
ser unilaterales, es decir que no tienen en cuenta la faz pasiva o deberes fundamentales y
por lo tanto corren el riesgo de ser considerados de manera individualista.
Por otra parte, debemos advertir que no todas las corrientes de pensamiento los conciben
o enfocan de igual manera. Por ejemplo, la Doctrina Social de la Iglesia sostiene que los
derechos y deberes fundamentales tienen 2 dimensiones: una moral, y en algunos casos
tambin jurdica.
La Doctrina Social de la Iglesia nos ensea que ningn derecho es absoluto, por ejemplo,
cuando compro algo y adquiero el derecho de propiedad, tengo el derecho de usar la
cosa, pero no a destruirla porque esa cosa que compr es resultado de un trabajo social
en el que alguien invirti un capital para crear la empresa, otro extrajo la materia prima,
otro traslad la cosa hasta el negocio, etc. Este tema est tratado en el captulo IV de la
encclica Centesimus Annus del Sumo Pontfice San Juan Pablo II, titulado La propiedad
privada y el destino universal de los bienes.
Con lo dicho, solo resta aclarar que en opinin de la Iglesia, la vida tampoco es un
derecho absoluto.
Por otro lado, los Iusnaturalistas creen que hay ciertos derechos que tienen las personas
por el solo hecho de ser personas y que de esos derivan los dems derechos..
Fundamento de los Derechos Humanos
seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes pblicos, sino en el hombre
mismo y en Dios su Creador. Estos derechos son universales e inviolables y no pueden
renunciarse por ningn concepto . Universales, porque estn presentes en todos los
seres humanos, sin excepcin alguna de tiempo, de lugar o de sujeto. Inviolables, en
cuanto inherentes a la persona humana y a su dignidad y porque sera vano
proclamar los derechos, si al mismo tiempo no se realizase todo esfuerzo para que sea
debidamente asegurado su respeto por parte de todos, en todas partes y con referencia a
quien sea . Inalienables, porque nadie puede privar legtimamente de estos derechos a
uno slo de sus semejantes, sea quien sea, porque sera ir contra su propia naturaleza .
154 Los derechos del hombre exigen ser tutelados no slo singularmente, sino en su
conjunto: una proteccin parcial de ellos equivaldra a una especie de falta de
reconocimiento. Estos derechos corresponden a las exigencias de la dignidad humana y
comportan, en primer lugar, la satisfaccin de las necesidades esenciales materiales y
espirituales de la persona: Tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en
cualquier contexto poltico, social, econmico o cultural. Son un conjunto unitario,
orientado decididamente a la promocin de cada uno de los aspectos del bien de la
persona y de la sociedad... La promocin integral de todas las categoras de los derechos
humanos es la verdadera garanta del pleno respeto por cada uno de los derechos .
Universalidad e indivisibilidad son las lneas distintivas de los derechos humanos: Son
dos principios gua que exigen siempre la necesidad de arraigar los derechos humanos en
las diversas culturas, as como de profundizar en su dimensin jurdica con el fin de
asegurar su pleno respeto .
La especificacin de los derechos
155 Las enseanzas de Juan XXIII, del Concilio Vaticano II, de Pablo VI han ofrecido
amplias indicaciones acerca de la concepcin de los derechos humanos delineada por el
Magisterio. Juan Pablo II ha trazado una lista de ellos en la encclica Centesimus annus
: El derecho a la vida, del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo
el corazn de la madre despus de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia
unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad; el
derecho a madurar la propia inteligencia y la propia libertad a travs de la bsqueda y el
conocimiento de la verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de
la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres queridos; el derecho a
fundar libremente una familia, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable de
la propia sexualidad. Fuente y sntesis de estos derechos es, en cierto sentido, la libertad
religiosa, entendida como derecho a vivir en la verdad de la propia fe y en conformidad
con la dignidad trascendente de la propia persona .
El primer derecho enunciado en este elenco es el derecho a la vida, desde su concepcin
hasta su conclusin natural, que condiciona el ejercicio de cualquier otro derecho y
comporta, en particular, la ilicitud de toda forma de aborto provocado y de eutanasia. Se
subraya el valor eminente del derecho a la libertad religiosa: Todos los hombres deben
estar inmunes de coaccin, tanto por parte de personas particulares como de grupos
sociales y de cualquier potestad humana, y ello de tal manera, que en materia religiosa ni
se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que acte conforme a ella
en privado y en pblico, solo o asociado con otros, dentro de los lmites debidos . El
respeto de este derecho es un signo emblemtico del autntico progreso del hombre en
todo rgimen, en toda sociedad, sistema o ambiente .
Derechos y deberes
156 Inseparablemente unido al tema de los derechos se encuentra el relativo a los
deberes del hombre, que halla en las intervenciones del Magisterio una acentuacin
adecuada. Frecuentemente se recuerda la recproca complementariedad entre derechos y
deberes, indisolublemente unidos, en primer lugar en la persona humana que es su sujeto
titular.
Este vnculo presenta tambin una dimensin social: En la sociedad humana, a un
determinado derecho natural de cada hombre corresponde en los dems el deber de
reconocerlo y respetarlo . El Magisterio subraya la contradiccin existente en una
afirmacin de los derechos que no prevea una correlativa responsabilidad: Por tanto,
quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la
importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra
construyen .
Derechos de los pueblos y de las Naciones
157 El campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los pueblos
y de las Naciones, pues lo que es verdad para el hombre lo es tambin para los pueblos
. El Magisterio recuerda que el derecho internacional se basa sobre el principio del
igual respeto, por parte de los Estados, del derecho a la autodeterminacin de cada
pueblo y de su libre cooperacin en vista del bien comn superior de la humanidad . La
paz se funda no slo en el respeto de los derechos del hombre, sino tambin en el de los
derechos de los pueblos, particularmente el derecho a la independencia.
Los derechos de las Naciones no son sino los derechos humanos considerados a este
especfico nivel de la vida comunitaria . La Nacin tiene un derecho fundamental a la
existencia ; a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y
promueve su soberana espiritual ; a modelar su vida segn las propias tradiciones,
excluyendo, naturalmente, toda violacin de los derechos humanos fundamentales y, en
particular, la opresin de las minoras ; a construir el propio futuro proporcionando a las
generaciones ms jvenes una educacin adecuada . El orden internacional exige un
equilibrio entre particularidad y universalidad, a cuya realizacin estn llamadas todas las
Naciones, para las cuales el primer deber sigue siendo el de vivir en paz, respeto y
solidaridad con las dems Naciones.
Colmar la distancia entre la letra y el espritu
158 La solemne proclamacin de los derechos del hombre se ve contradicha por una
dolorosa realidad de violaciones, guerras y violencias de todo tipo: en primer lugar los
genocidios y las deportaciones en masa; la difusin por doquier de nuevas formas de
esclavitud, como el trfico de seres humanos, los nios soldados, la explotacin de los
trabajadores, el trfico de drogas, la prostitucin: Tambin en los pases donde estn
vigentes formas de gobierno democrtico no siempre son respetados totalmente estos
derechos .
Existe desgraciadamente una distancia entre la letra y el espritu de los derechos
del hombre a los que se ha tributado frecuentemente un respeto puramente formal. La
doctrina social, considerando el privilegio que el Evangelio concede a los pobres, no cesa
de confirmar que los ms favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para
poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los dems y que una afirmacin
excesiva de igualdad puede dar lugar a un individualismo donde cada uno reivindique
sus derechos sin querer hacerse responsable del bien comn .
159 La Iglesia, consciente de que su misin, esencialmente religiosa, incluye la defensa y
la
promocin de los derechos fundamentales del hombre, estima en mucho el dinamismo
de la poca actual, que est promoviendo por todas partes tales derechos . La Iglesia
advierte profundamente la exigencia de respetar en su interno mismo la justicia y los
derechos del hombre.
El compromiso pastoral se desarrolla en una doble direccin: de anuncio del fundamento
cristiano de los derechos del hombre y de denuncia de las violaciones de estos derechos.
En todo caso, el anuncio es siempre ms importante que la denuncia, y esta no puede
prescindir de aqul, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivacin
ms alta . Para ser ms eficaz, este esfuerzo debe abrirse a la colaboracin ecumnica,
al dilogo con las dems religiones, a los contactos oportunos con los organismos,
gubernativos y no gubernativos, a nivel nacional e internacional. La Iglesia confa sobre
todo en la ayuda del Seor y de su Espritu que, derramado en los corazones, es la
garanta ms segura para el respeto de la justicia y de los derechos humanos y, por tanto,
para contribuir a la paz: promover la justicia y la paz, hacer penetrar la luz y el fermento
evanglico en todos los campos de la vida social; a ello se ha dedicado constantemente la
Iglesia siguiendo el mandato de su Seor .
Ahora bien, si nos enfocamos en lo que dice al respecto la DSI, se puede observar una
postura diferente. Francisco de Vitoria (en el siglo XVI) en su obra "Relectio de Indis"
sostiene que los indios son plenamente humanos, que tienen los mismos derechos que
los espaoles, que estan constituidos en reinos y tienen los mismos reinos que los
espaoles. Dice de Vitoria que "homo homini homo" (el hombre es para el hombre), y que
la manifestacion de la humanidad necesita del encuentro, de la pluralidad, y la finalidad
del encuentro es que aparezca la humanidad, por tanto, la socialidad pertenece a la
teleologia
del
hombre.
Justamente, la tesis de la DSI sostiene que el hombre es naturalmente social y que en la
heteronomia inmanente del hombre se encuentra dicha finalidad. El hombre esta en y por
la
sociedad.
Volviendo a la definicin del hombre ya estudiada (unidad bio psico espiritual social) se
desprende claramente que lo biolgico es trascendental, por que cada uno de nosotros
es biologicamente, el resultado de un sociedad minima constituida por un hombre y una
mujer. Es psico por que es necesaria la conservacion de la vida y el desarrollo. Por
ejemplo un beb cuando nace, lo hace en un estado de indigencia absoluto y requiere en
un principio del ncleo familiar, tanto biologicamente como psiologicamente (los
psicologos hablan de la estimulacion, para desarrollar el lenguaje, el afecto para
desarrollar el amor, etc). Por ltimo, cuando decimos que es espiritual tambin
requerimos de otros, porque la vida espiritual necesita del encuentro social.
Como dato, podemos ver que en el Libro II, Ttulo I, captulo VI del Cdigo Penal, titulado
Abandono de personas la legislacion Argentina recepta estos conceptos y los contempla
en tipos penales.
Cuando el hombre es hombre para otro hombre, y se combinan el poder y la indigencia,
surge el nosotros como sujeto social. Dentro del nosotros, cada persona humana (el yo)
se da cuenta de como es cada uno cuando est ante otro y ve sus similitudes y
diferencias. Hay 3 concepciones:
a) Individualista: Entiende que el yo, tiene una relacion de fin y medio. La sociedad seria
un
medio
para
el
fin,
que
es
la
persona
en
si
misma.
b) Colectivista: Considera que la sociedad es el fin y la persona es el medio (como una
pieza del engranaje). La persona no tiene sustantividad propia, sino que la sustantividad
est en la sociedad (el nosotros).
c) La DSI y corrientes filosoficas organicas: Sostienen que en cada persona esta completa
la condicion humana, por tanto, la persona es la sustancia (aquello que existe en si
mismo), mientras que la sociedad deriva de las conductas (que van a existir
necesariamente) entre las personas. En otras palabras, la sociedad es un accidente (no
existe por si misma) y si se destruyen sus miembros, ella tambin desaparece. Adems, la
sociedad es el medio en el cual las personas pueden vivir humanamente, ya que est
integrada por la union de muchas personas con un fin comn
Causas de la sociedad
a la ntima naturaleza del hombre, otras proceden ms bien de la libre voluntad: Con el
fin de favorecer la participacin del mayor nmero de personas en la vida social, es
preciso impulsar, alentar la creacin de asociaciones e instituciones de libre iniciativa
para fines econmicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos, profesionales y
polticos, tanto dentro de cada una de las Naciones como en el plano mundial. Esta
socializacin expresa igualmente la tendencia natural que impulsa a los seres humanos
a asociarse con el fin de alcanzar objetivos que exceden las capacidades individuales.
Desarrolla las cualidades de la persona, en particular, su sentido de iniciativa y de
responsabilidad. Ayuda a garantizar sus derechos .
Los
principios
sociales.
El
bien
comn
La nocion de bien comun, fue desarrollada en la enciclica "Quadragesimo Anno del papa
Po XI, y podemos decir que el bien comun es "el conjunto de condiciones sociales que
hace
posible
el
desarrollo
de
los
miembros".
Bien comun y Bien personal: El bien comun no es un medio para el fin de la persona, en
el sentido de algo que se una, ni tampoco el bien personal lo es para el bien comun.
El bien comun es el medio en el que se desarrolla el bien personal; y se enriquece el bien
comun
cuando
se
enriquece
el
bien
personal.
El bien comun, al ser la finalidad de la sociedad, es el primer principio de la sociedad
(principio es aquello de lo cual algo deriva); por tanto, si no hay bien comun, no hay
sociedad.
El
bien
comun
es
causa
final
de
la
sociedad.
San Agustin en su obra La Ciudad de Dios dijo que entre una banda de ladrones y el
gobierno hay un parecido que consiste en que ambos tienen el uso de la fuerza, y desde
esa fuerza hacen realizar acciones a los demas. La diferencia est dada en que en el
caso de los bandidos, las acciones se hacen en su provecho, mientras que un gobierno
realiza acciones en servicio del bien comun.
La
autoridad
La palabra autoridad tiene su origen etimolgico en la expresin auctoritas (que a su vez
deriva
de
auctor
que
significa
aumentar,
promover,
conducir).
La autoridad es aquella que tiene el poder o preeminencia para conducir a las personas
(en conjunto) hacia el bien comun; vale decir, que se unifican las acciones.
La
DSI
seala
los
sigientes
requisitos
de
la
autoridad:
- que tenga una eminencia, en el sentido que sobresalga respecto a los demas miembros
dentro de los valores de la sociedad (cualidades de pertenencia y eminencia).
que
manifieste
una
propuesta
en
direccion
hacia
esa
finalidad.
- que logre el consenso.
La DSI dice que la autoridad viene de Dios (pero no como lo entiendieron las monarquias)
ya que Dios al constituir la naturaleza humana y la necesidad de socializar y tener una
autoridad,
la
establece.
La autoridad requiere de legitimidad de origen y de ejercicio. En cuanto a la primera, Dios
establece la necesidad de que haya una autoridad (pero no establece quien va a ser esa
autoridad, cuya eleccion queda librada al consenso entre los miembros de la sociedad),
es decir, que los miembros son los que deben deteminar quien sera la autoridad. Con
respecto a la segunda, la legitimidad de ejercicio se verifica en tanto y en cuanto quien
ejerce
el
poder
lo
haga
en
miras
al
bien
comun.
Dijo napoleon "La bayoneta es muy util para muchas cosas, pero no para sentarse sobre
ellas" es decir, que se puede llegar al poder por la fuerza, pero no se puede gobernar
desde la fuerza"
La autoridad actua como causa eficiente de la sociedad, ya que la organiza en miras del
bien comun. Si la autoridad se colocase como causa final de la sociedad, habra tirania.
(no esta el en servicio de la sociedad, sino la sociedad en servicio de la autoridad).
Libertad
Relacionado con el principio anterior, el principio de la libertad urge de la propia
constitucion humana, en cuanto todos tenemos pensamiento y voluntad (Messner dijo que
"Tanta autoridad como sea necesaria, tanta libertad como sea posible").
Las doctrinas pactistas sostienen que entre autoridad y libertad hay un conflicto, en
cambio, la DSI considera que la autoridad est para resguardar, ordenar y conducir las
libertades hacia el bien comun.
La
libertad
tiene
dos
direcciones:
a) Libertad de coaccion: implica que nadie me este obligando o forzado a actuar. Vemos
un
aspecto
negativo,
de
No
me
obligue,
No
me
fuerze.
b) Libertad para actuar.
La libertad de coaccin tiene sentido en funcion de la libertad para actuar. Es decir, soy
libre de que no me obliguen, para pode decidir mis acciones.
Subsidiariedad
Del
latin
subsidium,
que
significa
ayuda.
El principio establece que en la vida social los organos sociales superiores tienen que
concurrir en ayuda de los organos sociales inferiores cuando estos no pueden alcanzar
sus objetivos por si mismos; pero esa ayuda debe ser dada para que el organo inferior
pueda lograr por si mismo sus propios fines,
Asi como hay que evitar la total autoridad y la total libertad, este principio tmb tiene
posibilidades
viciosas
que
pueden
ocurrir:
- que el estado se desentienda de los cuerpos de la sociedad. (asi lo entendio por ejemplo
el
salteo
Jos
Martinez
de
Hoz).
- negar el ppio de subsidiariedad por concentrar en el estado todos los organos sociales
(se pierde la libertad).
Solidaridad
Viene
de
solido
que
significa
que
es
una
sola
cosa".
Este principio expresa que en la sociedad hay unin, y que lo que afecta a uno afecta a
todos. No solo desde la autoridad se debe buscar el bien comun, sino tambin
internamente desde cada uno de los miembros de la sociedad.
LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
SIGNIFICADO Y UNIDAD
160 Los principios permanentes de la doctrina social de la Iglesia constituyen los
verdaderos y propios puntos de apoyo de la enseanza social catlica: se trata del
principio de la dignidad de la persona humana ya tratado en el captulo precedente en
el que cualquier otro principio y contenido de la doctrina social encuentra fundamento, del
bien comn, de lasubsidiaridad y de la solidaridad. Estos principios, expresin de la
verdad ntegra sobre el hombre conocida a travs de la razn y de la fe, brotan del
encuentro del mensaje evanglico y de sus exigencias comprendidas en el
Mandamiento supremo del amor a Dios y al prjimo y en la Justicia con los problemas
que surgen en la vida de la sociedad . La Iglesia, en el curso de la historia y a la luz del
Espritu, reflexionando sabiamente sobre la propia tradicin de fe, ha podido dar a tales
principios una fundacin y configuracin cada vez ms exactas, clarificndolos
progresivamente, en el esfuerzo de responder con coherencia a las exigencias de los
tiempos y a los continuos desarrollos de la vida social.
161 Estos principios tienen un carcter general y fundamental, ya que se refieren a la
realidad social en su conjunto: desde las relaciones interpersonales caracterizadas por la
proximidad y la inmediatez, hasta aquellas mediadas por la poltica, por la economa y por
el derecho; desde las relaciones entre comunidades o grupos hasta las relaciones entre
los pueblos y las Naciones. Por su permanencia en el tiempo y universalidad de
significado, la Iglesia los seala como el primer y fundamental parmetro de referencia
para la interpretacin y la valoracin de los fenmenos sociales, necesario porque de ellos
se pueden deducir los criterios de discernimiento y de gua para la accin social, en todos
los mbitos.
162 Los principios de la doctrina social deben ser apreciados en su unidad, conexin y
articulacin. Esta exigencia radica en el significado, que la Iglesia misma da a la propia
doctrina social, de corpus doctrinal unitario que interpreta las realidades sociales de
modo orgnico. La atencin a cada uno de los principios en su especificidad no debe
conducir a su utilizacin parcial y errnea, como ocurrira si se invocase como un
elemento desarticulado y desconectado con respecto de todos los dems. La misma
profundizacin terica y aplicacin prctica de uno solo de los principios sociales,
muestran con claridad su mutua conexin, reciprocidad y complementariedad. Estos
fundamentos de la doctrina de la Iglesia representan un patrimonio permanente de
reflexin, que es parte esencial del mensaje cristiano; pero van mucho ms all, ya que
indican a todos las vas posibles para edificar una vida social buena, autnticamente
renovada.
163 Los principios de la doctrina social, en su conjunto, constituyen la primera articulacin
de la verdad de la sociedad, que interpela toda conciencia y la invita a interactuar
libremente con las dems, en plena corresponsabilidad con todos y respecto de todos. En
efecto, el hombre no puede evadir la cuestin de la verdad y del sentido de la vida social,
ya que la sociedad no es una realidad extraa a su misma existencia.
Estos principios tienen un significado profundamente moral porque remiten a los
fundamentos ltimos y ordenadores de la vida social. Para su plena comprensin, es
necesario actuar en la direccin que sealan, por la va que indican para el desarrollo de
una vida digna del hombre. La exigencia moral nsita en los grandes principios sociales
concierne tanto el actuar personal de los individuos, como primeros e insustituibles
sujetos responsables de la vida social a cualquier nivel, cuanto de igual modo las
instituciones, representadas por leyes, normas de costumbre y estructuras civiles, a causa
de su capacidad de influir y condicionar las opciones de muchos y por mucho tiempo. Los
principios recuerdan, en efecto, que la sociedad histricamente existente surge del
entrelazarse de las libertades de todas las personas que en ella interactan,
contribuyendo, mediante sus opciones, a edificarla o a empobrecerla.
EL PRINCIPIO DEL BIEN COMN
Significado y aplicaciones principales
164 De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el
principio del bien comn, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para
encontrar plenitud de sentido. Segn una primera y vasta acepcin, por bien comn se
entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las
asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro ms pleno y ms fcil de la propia
perfeccin .
El bien comn no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del
cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece comn, porque es
indivisible y porque slo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, tambin
en vistas al futuro. Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del
bien, as el actuar social alcanza su plenitud en la realizacin del bien comn. El bien
comn se puede considerar como la dimensin social y comunitaria del bien moral.
165 Una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser
humano es aquella que se propone como meta prioritaria el bien comn, en cuanto bien
de todos los hombres y de todo el hombre. La persona no puede encontrar realizacin
slo en s misma, es decir, prescindir de su ser con y para los dems. Esta verdad
le impone no una simple convivencia en los diversos niveles de la vida social y relacional,
sino tambin la bsqueda incesante, de manera prctica y no slo ideal, del bien, es decir,
del sentido y de la verdad que se encuentran en las formas de vida social existentes.
Ninguna forma expresiva de la sociabilidad desde la familia, pasando por el grupo social
intermedio, la asociacin, la empresa de carcter econmico, la ciudad, la regin, el
Estado, hasta la misma comunidad de los pueblos y de las Naciones puede eludir la
cuestin acerca del propio bien comn, que es constitutivo de su significado y autntica
razn
de
ser
de
su
misma
subsistencia.
La responsabilidad de todos por el bien comn
166 Las exigencias del bien comn derivan de las condiciones sociales de cada poca y
estn estrechamente vinculadas al respeto y a la promocin integral de la persona y de
sus derechos fundamentales. Tales exigencias ataen, ante todo, al compromiso por la
paz, a la correcta organizacin de los poderes del Estado, a un slido ordenamiento
jurdico, a la salvaguardia del ambiente, a la prestacin de los servicios esenciales para
las personas, algunos de los cuales son, al mismo tiempo, derechos del hombre:
alimentacin, habitacin, trabajo, educacin y acceso a la cultura, transporte, salud, libre
circulacin de las informaciones y tutela de la libertad religiosa. Sin olvidar la contribucin
que cada Nacin tiene el deber de dar para establecer una verdadera cooperacin
internacional, en vistas del bien comn de la humanidad entera, teniendo en mente
tambin las futuras generaciones.
167 El bien comn es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno est
exento de colaborar, segn las propias capacidades, en su consecucin y desarrollo. El
bien comn exige ser servido plenamente, no segn visiones reductivas subordinadas a
las ventajas que cada uno puede obtener, sino en base a una lgica que asume en toda
su amplitud la correlativa responsabilidad. El bien comn corresponde a las inclinaciones
ms elevadas del hombre, pero es un bien arduo de alcanzar, porque exige la capacidad y
la bsqueda constante del bien de los dems como si fuese el bien propio.
Todos tienen tambin derecho a gozar de las condiciones de vida social que resultan de
la bsqueda del bien comn. Sigue siendo actual la enseanza de Po XI: es necesario
que la particin de los bienes creados se revoque y se ajuste a las normas del bien comn
o de la justicia social, pues cualquier persona sensata ve cuan gravsimo trastorno
acarrea consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas
riquezas
y
la
incontable
multitud
de
los
necesitados
.
Las tareas de la comunidad poltica
168 La responsabilidad de edificar el bien comn compete, adems de las personas
particulares, tambin al Estado, porque el bien comn es la razn de ser de la autoridad
poltica. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesin, unidad y organizacin a la
sociedad civil de la que es expresin, de modo que se pueda lograr el bien comn con la
contribucin de todos los ciudadanos. La persona concreta, la familia, los cuerpos
intermedios no estn en condiciones de alcanzar por s mismos su pleno desarrollo; de
ah deriva la necesidad de las instituciones polticas, cuya finalidad es hacer accesibles a
las personas los bienes necesarios materiales, culturales, morales, espirituales para
gozar de una vida autnticamente humana. El fin de la vida social es el bien comn
histricamente realizable.
169 Para asegurar el bien comn, el gobierno de cada pas tiene el deber especfico de
armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales. La correcta conciliacin de los
bienes particulares de grupos y de individuos es una de las funciones ms delicadas del
poder pblico. En un Estado democrtico, en el que las decisiones se toman
ordinariamente por mayora entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a
quienes compete la responsabilidad de gobierno estn obligados a fomentar el bien
comn del pas, no slo segn las orientaciones de la mayora, sino en la perspectiva del
bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las minoras.
170 El bien comn de la sociedad no es un fin autrquico; tiene valor slo en relacin al
logro de los fines ltimos de la persona y al bien comn de toda la creacin. Dios es el fin
ltimo de sus criaturas y por ningn motivo puede privarse al bien comn de su dimensin
trascendente, que excede y, al mismo tiempo, da cumplimiento a la dimensin histrica.
Esta perspectiva alcanza su plenitud a la luz de la fe en la Pascua de Jess, que ilumina
en plenitud la realizacin del verdadero bien comn de la humanidad. Nuestra historia el
esfuerzo personal y colectivo para elevar la condicin humana comienza y culmina en
Jess: gracias a l, por medio de l y en vista de l, toda realidad, incluida la sociedad
humana, puede ser conducida a su Bien supremo, a su cumplimiento. Una visin
puramente histrica y materialista terminara por transformar el bien comn en un simple
bienestar socioeconmico, carente de finalidad trascendente, es decir, de su ms
profunda razn de ser.
EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIDAD
Origen y significado
185 La subsidiaridad est entre las directrices ms constantes y caractersticas de la
doctrina social de la Iglesia, presente desde la primera gran encclica social. Es imposible
promover la dignidad de la persona si no se cuidan la familia, los grupos, las
asociaciones, las realidades territoriales locales, en definitiva, aquellas expresiones
agregativas de tipo econmico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, poltico,
a las que las personas dan vida espontneamente y que hacen posible su efectivo
crecimiento social. Es ste el mbito de lasociedad civil, entendida como el conjunto de
las relaciones entre individuos y entre sociedades intermedias, que se realizan en forma
originaria y gracias a la subjetividad creativa del ciudadano . La red de estas relaciones
forma el tejido social y constituye la base de una verdadera comunidad de personas,
haciendo posible el reconocimiento de formas ms elevadas de sociabilidad.
186 La exigencia de tutelar y de promover las expresiones originarias de la sociabilidad
es subrayada por la Iglesia en la encclica Quadragesimo anno , en la que el principio
de subsidiaridad se indica como principio importantsimo de la filosofa social : Como
no se puede quitar a los individuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden realizar con
su propio esfuerzo e industria, as tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y
perturbacin del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas
pueden hacer y proporcionar y drselo a una sociedad mayor y ms elevada, ya que toda
accin de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los
miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos .
Conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una
actitud de ayuda ( subsidium ) por tanto de apoyo, promocin, desarrollo respecto
a las menores. De este modo, los cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar
adecuadamente las funciones que les competen, sin deber cederlas injustamente a otras
agregaciones sociales de nivel superior, de las que terminaran por ser absorbidos y
sustituidos y por ver negada, en definitiva, su dignidad propia y su espacio vital.
A la subsidiaridad entendida en sentido positivo, como ayuda econmica, institucional,
legislativa, ofrecida a las entidades sociales ms pequeas, corresponde una serie de
implicaciones en negativo, que imponen al Estado abstenerse de cuanto restringira, de
hecho, el espacio vital de las clulas menores y esenciales de la sociedad. Su iniciativa,
libertad
responsabilidad,
no
deben
ser
suplantadas.
Indicaciones concretas
187 El principio de subsidiaridad protege a las personas de los abusos de las instancias
sociales superiores e insta a estas ltimas a ayudar a los particulares y a los cuerpos
intermedios a desarrollar sus tareas. Este principio se impone porque toda persona,
familia y cuerpo intermedio tiene algo de original que ofrecer a la comunidad. La
experiencia constata que la negacin de la subsidiaridad, o su limitacin en nombre de
una pretendida democratizacin o igualdad de todos en la sociedad, limita y a veces
tambin anula, el espritu de libertad y de iniciativa.
Con el principio de subsidiaridad contrastan las formas de centralizacin, de
burocratizacin, de asistencialismo, de presencia injustificada y excesiva del Estado y del
aparato pblico: Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el
Estado asistencial provoca la prdida de energas humanas y el aumento exagerado de
los aparatos pblicos, dominados por las lgicas burocrticas ms que por la
preocupacin de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos . La
ausencia o el inadecuado reconocimiento de la iniciativa privada, incluso econmica, y de
su funcin pblica, as como tambin los monopolios, contribuyen a daar gravemente el
principio de subsidiaridad.
A la actuacin del principio de subsidiaridad corresponden: el respeto y la promocin
efectiva del primado de la persona y de la familia; la valoracin de las asociaciones y de
las organizaciones intermedias, en sus opciones fundamentales y en todas aquellas que
no pueden ser delegadas o asumidas por otros; el impulso ofrecido a la iniciativa privada,
a fin que cada organismo social permanezca, con las propias peculiaridades, al servicio
del bien comn; la articulacin pluralista de la sociedad y la representacin de sus fuerzas
vitales; la salvaguardia de los derechos de los hombres y de las minoras; la
descentralizacin burocrtica y administrativa; el equilibrio entre la esfera pblica y
privada, con el consecuente reconocimiento de la funcin social del sector privado; una
adecuada responsabilizacin del ciudadano para ser parte activa de la realidad
poltica y social del pas.
188 Diversas circunstancias pueden aconsejar que el Estado ejercite una funcin de
suplencia. Pinsese, por ejemplo, en las situaciones donde es necesario que el Estado
mismo promueva la economa, a causa de la imposibilidad de que la sociedad civil asuma
autnomamente la iniciativa; pinsese tambin en las realidades de grave desequilibrio e
injusticia social, en las que slo la intervencin pblica puede crear condiciones de mayor
igualdad, de justicia y de paz. A la luz del principio de subsidiaridad, sin embargo, esta
suplencia institucional no debe prolongarse y extenderse ms all de lo estrictamente
necesario, dado que encuentra justificacin slo en loexcepcional de la situacin. En todo
caso, el bien comn correctamente entendido, cuyas exigencias no debern en modo
alguno estar en contraste con la tutela y la promocin del primado de la persona y de sus
principales expresiones sociales, deber permanecer como el criterio de discernimiento
acerca de la aplicacin del principio de subsidiaridad.
LA PARTICIPACIN
Significado y valor
189 Consecuencia caracterstica de la subsidiaridad es la participacin, que se expresa,
esencialmente, en una serie de actividades mediante las cuales el ciudadano, como
individuo o asociado a otros, directamente o por medio de los propios representantes,
contribuye a la vida cultural, econmica, poltica y social de la comunidad civil a la que
pertenece. La participacin es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en
modo responsable y con vistas al bien comn.
La participacin no puede ser delimitada o restringida a algn contenido particular de la
vida social, dada su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en mbitos
como el mundo del trabajo y de las actividades econmicas en sus dinmicas internas, la
informacin y la cultura y, muy especialmente, la vida social y poltica hasta los niveles
ms altos, como son aquellos de los que depende la colaboracin de todos los pueblos en
la edificacin de una comunidad internacional solidaria. Desde esta perspectiva, se hace
imprescindible la exigencia de favorecer la participacin, sobre todo, de los ms dbiles,
as como la alternancia de los dirigentes polticos, con el fin de evitar que se instauren
privilegios ocultos; es necesario, adems, un fuerte empeo moral, para que la gestin de
la vida pblica sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien
comn.
Participacin y democracia
190 La participacin en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores
aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel
cvico con y para los dems, sino tambin uno de los pilares de todos los ordenamientos
democrticos, adems de una de las mejores garantas de permanencia de la
democracia. El gobierno democrtico, en efecto, se define a partir de la atribucin, por
parte del pueblo, de poderes y funciones, que deben ejercitarse en su nombre, por su
cuenta y a su favor; es evidente, pues, que toda democracia debe ser participativa. Lo
cual comporta que los diversos sujetos de la comunidad civil, en cualquiera de sus
niveles, sean informados, escuchados e implicados en el ejercicio de las funciones que
sta desarrolla.
191 La participacin puede lograrse en todas las relaciones posibles entre el ciudadano y
las instituciones: para ello, se debe prestar particular atencin a los contextos histricos y
sociales en los que la participacin debera actuarse verdaderamente. La superacin de
los obstculos culturales, jurdicos y sociales que con frecuencia se interponen, como
verdaderas barreras, a la participacin solidaria de los ciudadanos en los destinos de la
propia comunidad, requiere una obra informativa y educativa. Una consideracin
cuidadosa merecen, en este sentido, todas las posturas que llevan al ciudadano a formas
de participacin insuficientes o incorrectas, y al difundido desinters por todo lo que
concierne a la esfera de la vida social y poltica: pinsese, por ejemplo, en los intentos de
los ciudadanos de contratar con las instituciones las condiciones ms ventajosas para
s mismos, casi como si stas estuviesen al servicio de las necesidades egostas; y en la
praxis de limitarse a la expresin de la opcin electoral, llegando aun en muchos casos, a
abstenerse.
En el mbito de la participacin, una ulterior fuente de preocupacin proviene de aquellos
pases con un rgimen totalitario o dictatorial, donde el derecho fundamental a participar
en la vida pblica es negado de raz, porque se considera una amenaza para el Estado
mismo; de los pases donde este derecho es enunciado slo formalmente, sin que se
pueda ejercer concretamente; y tambin de aquellos otros donde el crecimiento
exagerado del aparato burocrtico niega de hecho al ciudadano la posibilidad de
proponerse como un verdadero actor de la vida social y poltica.
EL PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD
Significado y valor
192 La solidaridad confiere particular relieve a la intrnseca sociabilidad de la persona
humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino comn de los hombres
y de los pueblos hacia una unidad cada vez ms convencida. Nunca como hoy ha existido
una conciencia tan difundida del vnculo de interdependencia entre los hombres y entre
los pueblos, que se manifiesta a todos los niveles. La vertiginosa multiplicacin de las vas
y de los medios de comunicacin en tiempo real , como las telecomunicaciones, los
extraordinarios progresos de la informtica, el aumento de los intercambios comerciales y
de las informaciones son testimonio de que por primera vez desde el inicio de la historia
de la humanidad ahora es posible, al menos tcnicamente, establecer relaciones aun
entre personas lejanas o desconocidas.
Junto al fenmeno de la interdependencia y de su constante dilatacin, persisten, por otra
parte, en todo el mundo, fortsimas desigualdades entre pases desarrollados y pases en
vas de desarrollo, alimentadas tambin por diversas formas de explotacin, de opresin y
de corrupcin, que influyen negativamente en la vida interna e internacional de muchos
Estados. El proceso de aceleracin de la interdependencia entre las personas y los
pueblos debe estar acompaado por un crecimiento en el plano tico- social igualmente
intenso, para as evitar las nefastas consecuencias de una situacin de injusticia de
dimensiones planetarias, con repercusiones negativas incluso en los mismos pases
actualmente ms favorecidos.
La solidaridad como principio social y como virtud moral
193 Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, que son, de
hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una
verdadera y propia solidaridad tico-social, que es la exigencia moral nsita en todas las
relaciones humanas. La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos
complementarios: como principio social y como virtud moral.
La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las
instituciones, segn el cual las estructuras de pecado , que dominan las relaciones
entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de
solidaridad, mediante la creacin o la oportuna modificacin de leyes, reglas de mercado,
ordenamientos.
La solidaridad es tambin una verdadera y propia virtud moral, no un sentimiento
superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la
determinacin firme y perseverante de empearse por el bien comn; es decir, por el bien
de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos .
La solidaridad se eleva al rango devirtud social fundamental, ya que se coloca en la
dimensin de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien comn, y en la entrega
por el bien del prjimo, que est dispuesto a "perderse", en sentido evanglico, por el otro
en lugar de explotarlo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo para el propio provecho (cf. Mt
10,40-42; 20, 25; Mc 10,42-45; Lc 22,25-27) .
Solidaridad y crecimiento comn de los hombres
194 El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad pone en evidencia el hecho
de que existen vnculos estrechos entre solidaridad y bien comn, solidaridad y destino
universal de los bienes, solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos,
solidaridad y paz en el mundo. El trmino solidaridad , ampliamente empleado por el
Magisterio, expresa en sntesis la exigencia de reconocer en el conjunto de los vnculos
que unen a los hombres y a los grupos sociales entre s, el espacio ofrecido a la libertad
humana para ocuparse del crecimiento comn, compartido por todos. El compromiso en
esta direccin se traduce en la aportacin positiva que nunca debe faltar a la causa
comn, en la bsqueda de los puntos de posible entendimiento incluso all donde
prevalece una lgica de separacin y fragmentacin, en la disposicin para gastarse por
el bien del otro, superando cualquier forma de individualismo y particularismo.
195 El principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven an
ms la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual estn insertos: son
deudores de aquellas condiciones que facilitan la existencia humana, as como del
patrimonio, indivisible e indispensable, constituido por la cultura, el conocimiento cientfico
y tecnolgico, los bienes materiales e inmateriales, y todo aquello que la actividad
humana ha producido. Semejante deuda se salda con las diversas manifestaciones de la
actuacin social, de manera que el camino de los hombres no se interrumpa, sino que
permanezca abierto para las generaciones presentes y futuras, llamadas unas y otras a
compartir, en la solidaridad, el mismo don.
La solidaridad en la vida y en el mensaje de Jesucristo
196 La cumbre insuperable de la perspectiva indicada es la vida de Jess de Nazaret, el
Hombre nuevo, solidario con la humanidad hasta la muerte de cruz (Flp 2,8): en l es
posible reconocer el signo viviente del amor inconmensurable y trascendente del Dios con
nosotros, que se hace cargo de las enfermedades de su pueblo, camina con l, lo salva y
lo constituye en la unidad. En l, y gracias a l, tambin la vida social puede ser
nuevamente descubierta, aun con todas sus contradicciones y ambigedades, como lugar
de vida y de esperanza, en cuanto signo de una Gracia que continuamente se ofrece a
todos y que invita a las formas ms elevadas y comprometedoras de comunicacin de
bienes.
Jess de Nazaret hace resplandecer ante los ojos de todos los hombres el nexo entre
solidaridad y caridad, iluminando todo su significado: A la luz de la fe, la solidaridad
tiende a superarse a s misma, al revestirse de las dimensiones especficamente
cristianas de gratuidad total, perdn y reconciliacin. Entonces el prjimo no es solamente
un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se
convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta
bajo la accin permanente del Espritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea
enemigo, con el mismo amor con que le ama el Seor, y por l se debe estar dispuesto al
sacrificio, incluso extremo: dar la vida por los hermanos (cf. Jn 15,13) .
La verdad
198 Los hombres tienen una especial obligacin de tender continuamente hacia la
verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente. Vivir en la verdad tiene un importante
significado en las relaciones sociales: la convivencia de los seres humanos dentro de una
comunidad, en efecto, es ordenada, fecunda y conforme a su dignidad de personas,
cuando se funda en la verdad. Las personas y los grupos sociales cuanto ms se
esfuerzan por resolver los problemas sociales segn la verdad, tanto ms se alejan del
arbitrio y se adecan a las exigencias objetivas de la moralidad.
Nuestro tiempo requiere una intensa actividad educativa y un compromiso
correspondiente por parte de todos, para que la bsqueda de la verdad, que no se puede
reducir al conjunto de opiniones o a alguna de ellas, sea promovida en todos los mbitos y
prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar sus exigencias o de ofenderla.
Es una cuestin que afecta particularmente al mundo de la comunicacin pblica y al de
la economa. En ellos, el uso sin escrpulos del dinero plantea interrogantes cada vez
ms urgentes, que remiten necesariamente a una exigencia de transparencia y de
honestidad en la actuacin personal y social.
La libertad
199 La libertad es, en el hombre, signo eminente de la imagen divina y, como
consecuencia, signo de la sublime dignidad de cada persona humana: La libertad se
ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a
imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y
responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que ste tiene derecho.
El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la
persona humana . No se debe restringir el significado de la libertad, considerndola
desde una perspectiva puramente individualista y reducindola a unejercicio arbitrario e
incontrolado de la propia autonoma personal: Lejos de perfeccionarse en una total
autarqua del yo y en la ausencia de relaciones, la libertad existe verdaderamente slo
cuando los lazos recprocos, regulados por la verdad y la justicia, unen a las personas .
La comprensin de la libertad se vuelve profunda y amplia cuando sta es tutelada,
tambin a nivel social, en la totalidad de sus dimensiones.
200 El valor de la libertad, como expresin de la singularidad de cada persona humana,
es respetado cuando a cada miembro de la sociedad le es permitido realizar su propia
vocacin personal; es decir, puede buscar la verdad y profesar las propias ideas
religiosas, culturales y polticas; expresar sus propias opiniones; decidir su propio estado
de vida y, dentro de lo posible, el propio trabajo; asumir iniciativas de carcter econmico,
social y poltico. Todo ello debe realizarse en el marco de un slido contexto jurdico ,
dentro de los lmites del bien comn y del orden pblico y, en todos los casos, bajo el
signo de la responsabilidad.
La libertad, por otra parte, debe ejercerse tambin como capacidad de rechazar lo que es
moralmente negativo, cualquiera que sea la forma en que se presente, como capacidad
de desapego efectivo de todo lo que puede obstaculizar el crecimiento personal, familiar y
social. La plenitud de la libertad consiste en la capacidad de disponer de s mismo con
vistas al autntico bien, en el horizonte del bien comn universal.
La justicia
Caridad
Supera la justicia porque no es dar lo suyo al otro, sino que consiste en dar lo mio que
el otro necesita para cubrir sus necesidades. Jesus dice que debemos amarnos entre
nosotros
como
el
nos
ama
a
nosotros.
El papa Benedicto XVI en la enciclica Caritas in Veritate (la caridad en la verdad) dijo
que es importante y bueno que haya crecido la respondabilidad de justicia social en los
estados, sin embargo en las sociedades siempre va a haber necesidad de caridad que
ninguna organizacion estatal va a poder resolver, ej: brindarle afecto a una persona que
esta sola.
El filosofo aleman Jrgen Habermas dijo que los Derechos Humanos y la teoria de la
justicia moderna occidental se basan en ultimo termino en los principios cristianos como la
caridad y la aceptacion del otro.
LA VA DE LA CARIDAD
204 Entre las virtudes en su conjunto y, especialmente entre las virtudes, los valores
sociales y la caridad, existe un vnculo profundo que debe ser reconocido cada vez ms
profundamente. La caridad, a menudo limitada al mbito de las relaciones de proximidad,
o circunscrita nicamente a los aspectos meramente subjetivos de la actuacin en favor
del otro, debe ser reconsiderada en su autntico valor de criterio supremo y universal de
toda la tica social. De todas las vas, incluidas las que se buscan y recorren para afrontar
las formas siempre nuevas de la actual cuestin social, la ms excelente (1 Co 12,31)
es la va trazada por la caridad.
205 Los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, nacen y se desarrollan de la
fuente interior de la caridad: la convivencia humana resulta ordenada, fecunda en el bien y
apropiada a la dignidad del hombre, cuando se funda en la verdad; cuando se realiza
segn la justicia, es decir, en el efectivo respeto de los derechos y en el leal cumplimiento
de los respectivos deberes; cuando es realizada en la libertad que corresponde a la
dignidad de los hombres, impulsados por su misma naturaleza racional a asumir la
responsabilidad de sus propias acciones; cuando es vivificada por el amor, que hace
sentir como propias las necesidades y las exigencias de los dems e intensifica cada vez
ms la comunin en los valores espirituales y la solicitud por las necesidades materiales.
Estos valores constituyen los pilares que dan solidez y consistencia al edificio del vivir y
del actuar: son valores que determinan la cualidad de toda accin e institucin social.
206 La caridad presupone y trasciende la justicia: esta ltima ha de complementarse
con la caridad . Si la justicia es de por s apta para servir de rbitro entre los hombres
en la recproca reparticin de los bienes objetivos segn una medida adecuada, el amor
en cambio, y solamente el amor (tambin ese amor benigno que llamamos misericordia),
es capaz de restituir el hombre a s mismo .
No se pueden regular las relaciones humanas nicamente con la medida de la justicia:
La experiencia del pasado y nuestros tiempos demuestra que la justicia por s sola no es
suficiente y que, ms an, puede conducir a la negacin y al aniquilamiento de s misma...
Ha sido ni ms ni menos la experiencia histrica la que entre otras cosas ha llevado a
formular esta asercin:summum ius, summa iniuria . La justicia, en efecto, en todas las
esferas de las relaciones interhumanas, debe experimentar, por decirlo as, una notable
correccin por parte del amor que como proclama San Pablo es paciente y
benigno, o dicho en otras palabras, lleva en s los caracteres del amor misericordioso,
tan esenciales al evangelio y al cristianismo .
207 Ninguna legislacin, ningn sistema de reglas o de estipulaciones lograrn persuadir
a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y en la paz; ningn argumento
podr superar el apelo de la caridad. Slo la caridad, en su calidad de forma virtutum
,puede animar y plasmar la actuacin social para edificar la paz, en el contexto de un
mundo cada vez ms complejo. Para que todo esto suceda es necesario que se muestre
la caridad no slo como inspiradora de la accin individual, sino tambin como fuerza
capaz de suscitar vas nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para
Unidad IV
La Familia
Origen, Naturaleza y Sentido del Matrimonio
En el relato de la creacin, el libro del Gnesis a partir del versculo N 18 dice:
Despus dijo el Seor Dios: No conviene que el hombre est solo. Voy a hacerle una
ayuda
adecuada.
Entonces el Seor Dios model con arcilla del suelo a todos los animales de campo y a
todos los pjaros del cielo, y los present al hombre para ver qu nombre les pondra.
Porque cada ser viviente deba tener el nombre que le pusiera el hombre.
El hombre puso un nombre a todos los animales domsticos, a todas las aves del cielo y
a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontr la ayuda adecuada.
Entonces el Seor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueo, y cuando este se
durmi, tom una de sus costillas y cerr con carne el lugar vaco.
Luego, con la costilla que haba sacado del hombre, el Seor Dios form una mujer y se
la
present
al
hombre.
El hombre exclam: Esta s que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamar
Mujer,
porque
ha
sido
sacada
del
hombre.
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a
ser una sola carne.
Yo veo, el ojo ve
Yo toco, la mano toca
- La frase yo soy cuerpo busca explicar la primera proposicion de cada una de las
oracines expuestas. El verbo ser expresa que entre el sujeto y el predicado hay
identidad, esta concepcin se conoce como integralismo (corriente que seguimos).
El integralismo considera que la integridad (totalidad) de una persona esta compuesta
tambin de cuerpo; por eso sostiene que el hombres es una realidad compleja, una
unidad BIO-PSICO-ESPIRITUAL-SOCIAL. Bio expresa la corporeidad -soy cuerpo-; psico
hace alusin a la mente; espiritual indica que es tambin espiritu -alma-; y social porque
no
es
bueno
que
est
solo.
Nuestra existencia corporal comienza con la concepcion, cuando los 23 cromosomas del
espermatozoide y del ovulo se fusionan. El desarrollo de la persona que va sucediendo
(cigoto, embrion, feto, bebe, nio, adolescente, adulto, anciano) pero la especie no
cambia.
- Por el contrario, la expresin yo tengo cuerpo fundamenta la segunda proposicion de
cada oracin. Lo que yo tengo no se identifica conmigo y lo puedo sacar o cambiar. Esta
es la postura del dualismo que entiende que hay dos realidades que se relacionan, pero
que no son la misma realidad.
209 La importancia y la centralidad de la familia, en orden a la persona y a la sociedad,
est repetidamente subrayada en la Sagrada Escritura: No est bien que el hombre est
solo (Gn 2,18). A partir de los textos que narran la creacin del hombre (cf. Gn 1,26-28;
amor conyugal que, en cuanto don total y exclusivo, de persona a persona, comporta un
compromiso definitivo expresado con el consentimiento recproco, irrevocable y pblico.
Este compromiso pide que las relaciones entre los miembros de la familia estn marcadas
tambin por el sentido de la justicia y el respeto de los recprocos derechos y deberes.
216 Ningn poder puede abolir el derecho natural al matrimonio ni modificar sus
caractersticas ni su finalidad. El matrimonio tiene caractersticas propias, originarias y
permanentes. A pesar de los numerosos cambios que han tenido lugar a lo largo de los
siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales, en todas las
culturas existe un cierto sentido de la dignidad de la unin matrimonial, aunque no
siempre se trasluzca con la misma claridad. Esta dignidad ha de ser respetada en sus
caractersticas especficas, que exigen ser salvaguardadas frente a cualquier intento de
alteracin de su naturaleza. La sociedad no puede disponer del vnculo matrimonial, con
el cual los dos esposos se prometen fidelidad, asistencia recproca y apertura a los hijos,
aunque ciertamente le compete regular sus efectos civiles.
217 El matrimonio tiene como rasgos caractersticos: la totalidad, en razn de la cual los
cnyuges se entregan recprocamente en todos los aspectos de la persona, fsicos y
espirituales; la unidad que los hace una sola carne (Gn 2,24); la indisolubilidad y la
fidelidad que exige la donacin recproca y definitiva; la fecundidad a la que naturalmente
est abierto. El sabio designio de Dios sobre el matrimonio designio accesible a la
razn humana, no obstante las dificultades debidas a la dureza del corazn (cf. Mt 19,8;
Mc 10,5) no puede ser juzgado exclusivamente a la luz de los comportamientos de
hecho y de las situaciones concretas que se alejan de l. La poligamia es una negacin
radical del designio original de Dios, porque es contraria a la igual dignidad personal del
hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo mismo nico
y exclusivo .
218 El matrimonio, en su verdad objetiva , est ordenado a la procreacin y educacin
de los hijos. La unin matrimonial, en efecto, permite vivir en plenitud el don sincero de s
mismo, cuyo fruto son los hijos, que, a su vez, son un don para los padres, para la entera
familia y para toda la sociedad. El matrimonio, sin embargo, no ha sido instituido
nicamente en orden a la procreacin: su carcter indisoluble y su valor de comunin
permanecen incluso cuando los hijos, aun siendo vivamente deseados, no lleguen a
coronar la vida conyugal. Los esposos, en este caso, pueden manifestar su generosidad
adoptando nios abandonados o realizando servicios abnegados en beneficio del prjimo
.
El sacramento del matrimonio
219 Los bautizados, por institucin de Cristo, viven la realidad humana y original del
matrimonio, en la forma sobrenatural del sacramento, signo e instrumento de Gracia. La
historia de la salvacin est atravesada por el tema de la alianza esponsal, expresin
significativa de la comunin de amor entre Dios y los hombres y clave simblica para
comprender las etapas de la alianza entre Dios y su pueblo. El centro de la revelacin del
proyecto de amor divino es el don que Dios hace a la humanidad de su Hijo Jesucristo,
el Esposo que ama y se da como Salvador de la humanidad, unindola a s como su
cuerpo. El revela la verdad original del matrimonio, la verdad del principio (cf. Gn 2,24;
222 El amor se expresa tambin mediante la atencin esmerada de los ancianos que
viven en la familia: su presencia supone un gran valor. Son un ejemplo de vinculacin
entre generaciones, un recurso para el bienestar de la familia y de toda la sociedad: No
slo pueden dar testimonio de que hay aspectos de la vida, como los valores humanos y
culturales, morales y sociales, que no se miden en trminos econmicos o funcionales,
sino ofrecer tambin una aportacin eficaz en el mbito laboral y en el de la
responsabilidad. Se trata, en fin, no slo de hacer algo por los ancianos, sino de aceptar
tambin a estas personas como colaboradores responsables, con modalidades que lo
hagan realmente posible, como agentes de proyectos compartidos, bien en fase de
programacin, de dilogo o de actuacin . Como dice la Sagrada Escritura, las personas
todava en la vejez tienen fruto (Sal 92,15). Los ancianos constituyen una importante
escuela de vida, capaz de transmitir valores y tradiciones y de favorecer el crecimiento de
los ms jvenes: estos aprenden as a buscar no slo el propio bien, sino tambin el de
los dems. Si los ancianos se hallan en una situacin de sufrimiento y dependencia, no
slo necesitan cuidados mdicos y asistencia adecuada, sino, sobre todo, ser tratados
con amor.
223 El ser humano ha sido creado para amar y no puede vivir sin amor. El amor, cuando
se manifiesta en el don total de dos personas en su complementariedad, no puede
limitarse a emociones o sentimientos, y mucho menos a la mera expresin sexual. Una
sociedad que tiende a relativizar y a banalizar cada vez ms la experiencia del amor y de
la sexualidad, exalta los aspectos efmeros de la vida y oscurece los valores
fundamentales. Se hace ms urgente que nunca anunciar y testimoniar que la verdad del
amor y de la sexualidad conyugal se encuentra all donde se realiza la entrega plena y
total de las personas con las caractersticas de la unidad y de la fidelidad. Esta verdad,
fuente de alegra, esperanza y vida, resulta impenetrable e inalcanzable mientras se
permanezca encerrados en el relativismo y en el escepticismo.
224 En relacin a las teoras que consideran la identidad de gnero como un mero
producto cultural y social derivado de la interaccin entre la comunidad y el individuo, con
independencia de la identidad sexual personal y del verdadero significado de la
sexualidad, la Iglesia no se cansar de ofrecer la propia enseanza: Corresponde a
cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la
complementariedad fsicas, morales y espirituales, estn orientadas a los bienes del
matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armona de la pareja humana y de la
sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la
complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos . Esta perspectiva lleva a
considerar necesaria la adecuacin del derecho positivo a la ley natural, segn la cual la
identidad sexual es indiscutible, porque es la condicin objetiva para formar una pareja en
el matrimonio.
225 La naturaleza del amor conyugal exige la estabilidad de la relacin matrimonial y su
indisolubilidad. La falta de estos requisitos perjudica la relacin de amor exclusiva y total,
propia del vnculo matrimonial, trayendo consigo graves sufrimientos para los hijos e
incluso efectos negativos para el tejido social.
La estabilidad y la indisolubilidad de la unin matrimonial no deben quedar confiadas
exclusivamente a la intencin y al compromiso de los individuos: la responsabilidad en el
TEORIA DE GNERO
Sostiene que el plano biologico (A) es irrelevante y no tiene ningun significado en la vida
de las personas. Por el contrario, lo decisivo en la vida humana comienza en el plano
psicolgico (B) y se proyecta hacia el plano del gnero (C). En Argentina tenemos 2 leyes
surgidas
de
estas
ideas.
La ley de Matrimonio Igualitario (N 26618/10), que elimina la necesidad de que quienes
quieran contaer matrimonio sean varon y mujer, bastando la simple voluntad de hacerlo.
La ley de Identidad de Gnero (N 26743/12) que permite la modificacion del sexo
registral del DNI. En su art 2 dice Se entiende por identidad de gnero a la vivencia
interna e individual del gnero tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la
vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificacin de la apariencia o la
funcin corporal a travs de medios farmacolgicos, quirrgicos o de otra ndole, siempre
que ello sea libremente escogido. Tambin incluye otras expresiones de gnero, como la
vestimenta,
el
modo
de
hablar
y
los
modales.
Detras de la teoria de genero est la postura del dualismo, corriente que entiende que no
importa el cuerpo, y lo unico que interesa es lo que yo quiero ser y la forma en la que
quiero que todos me traten. El autor del llamado Dualismo fue el Dr. John Money, famoso
por su fracaso en el experimento para lograr demostrar su teora, en el caso que el mismo
llam
John/Joan
David Reimer naci en 1965 como Bruce Reimer en Canad, era hermano gemelo de
Brian. A ambos se les diagnostic fimosis a los seis meses de nacer por lo que fueron
circuncidados. El urlogo encargado de la operacin utiliz un mtodo de cauterizacin
poco utilizado que quem los rganos genitales de Bruce.
La preocupacin de sus padres de que su hijo no fuera a ser feliz ni que pudiera llevar
una vida sexual normal les llev a consultar al Dr Money, psiclogo conocido por sus
trabajos sobre los roles de gnero y desarrollo sexual, quien sugiri empezar la educacin
de Bruce como una nia. Los padres se convencieron de la reasignacin y a los 22 meses
se le practic una orquidectoma, extirpndole los testculos y cambiando su nombre y
tratandolo como si fuera una autntica nia.
Money vio una oportunidad para usar a David como parte de un experimento y probar
as su punto de vista de que la identidad de gnero no es innata, sino que est
determinada por la crianza. El caso de David Reimer era nico para estudiar la influencia
del entorno en los roles de gnero ya que su hermano gemelo Brian poda servir como
sujeto de control del experimento por compartir el 100% de los genes y el ambiente
familiar e intrauterino.
Money estuvo viendo durante mas de 10 aos a David para evaluar el resultado de la
operacin y la reasignacin. Durante la adolescencia le suministraron estrgenos para
provocar el crecimiento de los pechos, sin embargo cuando el Dr. Money intent
convencer a la familia para implantar a Reimer una vagina mediante ciruga, la familia
abandon las visitas de control.
A los 13 aos, David empez a sufrir depresiones, y les dijo a sus padres que se
suicidara si le obligaban a ver de nuevo al Dr. Money. A los 15 aos sus padres le
contaron la verdad y Reimer decidi asumir su papel masculino, y se puso de nombre
David. A los 32 aos se someti a un tratamiento para revertir la reasignacin y conoci a
una mujer con la que se cas, sin embargo en 2004, a sus 39 aos la polica llam para
comunicar su suicidio.
El problema es que las cirugias y demas cambios exteriores son muy superficiales y no
llegan a cambiar la corporeidad de un individuo, se produce la ruptura entre la biologia, la
psicologia y lo social, y por eso es que la DSI critica la teora de genero, y toma postura
en cambio por la teora del integralismo que entiende que somos cuerpo y no podemos
prescindir de el.
El
pluralismo
de
modelos
de
familia:
Matrimonio
(Matris-munius:
Accion
de
la
madre).
El matrimonio se caracteriza por la unin intima entre varn y mujer, indisoluble,
libremente contrado, pblicamente afirmado y abierto a la transmision de la vida.
El matrimonio es una alianza y es un sacramento. en el cual se basa la familia, la cual
puede clasificarse segn se organizacin y funcin en: tradicionales, en transicin y no
convencionales; y desde el punto de vista de su composicin en: nucleares (mama, papa,
hijos) monoparental (por Ej, mujer que enviud y quedo con un hijo), extendidas (grupo
nuclear mas abuelos, tios, etc) y reconstituidas (por Ej, viudos que se casan y tienen
hijos).
bsica de la
de sus fines.
la sociedad.
familia y la
Gn, 1:27 Y Dios cre al hombre a su imagen; lo cre a imagen de Dios, los cre varn y
mujer.
Gn, 1:28 Y los bendijo, dicindoles: Sean fecundos, multiplquense, llenen la tierra y
somtanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que
se
mueven
sobre
la
tierra.
Aqui se habla de la union de un hombre y una mujer que deciden unirse por amor, y por
amor
fundar
una
familia
y
engendrar
hijos.
Los principios de doctrina que vemos en una familia son: bien comun, distribucion
universal
de
los
bienes,
solidaridad,
participacion,
subsidiariedad.
Los valores de la doctrina que aparecen son: verdad, justicia, libertad y caridad (sinonimo
de
amor).
En la familia empezamos a vivir estos principios y valores que ya los tenemos
naturalmente por el solo hecho de ser personas.
Gn, 2:24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos
llegan a ser una sola carne.
Metaforicamente se dice q se hacen una sola carne. Es la union de dos personas con
caractersticas diferentes que se complementan, haciendo que esa unin desarrolle a
todos sus integrantes todas sus capacidades en bsqueda del bien comn.
Funciones de la familia: procreativa, econmica, protectora, educativa, recreativa,
afectiva, religiosa, estratificada. Algunas de estas estan delegadas en el estado y/o
instituciones privadas. Ej: la Educacion primero era en las casas, luego pas a manos de
colegios
publicos,
hoy
tambin
existen
los
colegios
privados.
Derechos de la familia: estan incluidos en gran medida en la Carta de los Derechos de la
Familia presentada por la Santa Sede en 1983.
Gaudium et Spes dice que la familia es una de las sociedades que mas cambios ha tenido
en la historia del mundo; por ejemplo, primitivamente el hombre salia a cazar y la mujer
cuidaba los hijos, hoy la realidad es diferente.
Paternidad responsable:
El Art N 232 es el central en esta cuestin.
La familia es el santuario de la vida
230 El amor conyugal est por su naturaleza abierto a la acogida de la vida. En la tarea
procreadora se revela de forma eminente la dignidad del ser humano, llamado a hacerse
intrprete de la bondad y de la fecundidad que proviene de Dios: La paternidad y la
maternidad humanas, an siendo biolgicamente parecidas a las de otros seres de la
naturaleza, tienen en s mismas, de manera esencial y exclusiva, una semejanza con
Dios, sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de vida humana, como
comunidad de personas unidas en el amor (communio personarum) .
La procreacin expresa la subjetividad social de la familia e inicia un dinamismo de amor
y de solidaridad entre las generaciones que constituye la base de la sociedad. Es
necesario redescubrir el valor social de partcula del bien comn insita en cada nuevo ser
humano: cada nio hace de s mismo un don a los hermanos, hermanas, padres, a toda
la familia. Su vida se convierte en don para los mismos donantes de la vida, los cuales no
dejarn de sentir la presencia del hijo, su participacin en la vida de ellos, su aportacin a
su bien comn y al de la comunidad familiar .
231 La familia fundada en el matrimonio es verdaderamente el santuario de la vida, el
mbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada
contra los mltiples ataques a los que est expuesta, y puede desarrollarse segn las
exigencias de un autntico crecimiento humano . La funcin de la familia es
determinante e insustituible en la promocin y construccin de la cultura de la vida, contra
la difusin de una anticivilizacin destructora, como demuestran hoy tantas tendencias
y situaciones de hecho .
Las familias cristianas tienen, en virtud del sacramento recibido, la peculiar misin de ser
testigos y anunciadoras del Evangelio de la vida. Es un compromiso que adquiere, en la
sociedad, el valor de verdadera y valiente profeca. Por este motivo, servir el Evangelio
de la vida supone que las familias, participando especialmente en asociaciones familiares,
trabajan para que las leyes e instituciones del Estado no violen de ningn modo el
derecho a la vida, desde la concepcin hasta la muerte natural, sino que la defiendan y
promuevan .
232 La familia contribuye de modo eminente al bien social por medio de la paternidad y la
maternidad responsables, formas peculiares de la especial participacin de los cnyuges
en la obra creadora de Dios. La carga que conlleva esta responsabilidad, no se puede
invocar para justificar posturas egostas, sino que debe guiar las opciones de los
cnyuges hacia una generosa acogida de la vida: En relacin con las condiciones
fsicas, econmicas, psicolgicas y sociales, la paternidad responsable se pone en
prctica, ya sea con la deliberacin ponderada y generosa de tener una familia numerosa,
ya sea con la decisin, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de
evitar un nuevo nacimiento durante
algn tiempo o por tiempo indefinido . Las motivaciones que deben guiar a los esposos
en el ejercicio responsable de la paternidad y de la maternidad, derivan del pleno
reconocimiento de los propios deberes hacia Dios, hacia s mismos, hacia la familia y
hacia la sociedad, en una justa jerarqua de valores.
233 En cuanto a los medios para la procreacin responsable, se han de rechazar
como moralmente ilcitos tanto la esterilizacin como el aborto. Este ltimo, en particular,
es un delito abominable y constituye siempre un desorden moral particularmente grave;
lejos de ser un derecho, es ms bien un triste fenmeno que contribuye gravemente a la
difusin de una mentalidad contra la vida, amenazando peligrosamente la convivencia
social justa y democrtica.
Se ha de rechazar tambin el recurso a los medios contraceptivos en sus diversas formas.
Este rechazo deriva de una concepcin correcta e ntegra de la persona y de la
sexualidad humana, y tiene el valor de una instancia moral en defensa del verdadero
desarrollo de los pueblos. Las mismas razones de orden antropolgico, justifican, en
cambio, como lcito el recurso a la abstinencia en los perodos de fertilidad femenina.
Rechazar la contracepcin y recurrir a los mtodos naturales de regulacin de la natalidad
comporta la decisin de vivir las relaciones interpersonales entre los cnyuges con
recproco respeto y total acogida; de ah derivarn tambin consecuencias positivas para
la realizacin de un orden social ms humano.
234 El juicio acerca del intervalo entre los nacimientos y el nmero de los hijos
corresponde solamente a los esposos. Este es uno de sus derechos inalienables, que
ejercen ante Dios, considerando los deberes para consigo mismos, con los hijos ya
nacidos, la familia y la sociedad. La intervencin del poder pblico, en el mbito de su
competencia, para la difusin de una informacin apropiada y la adopcin de oportunas
medidas demogrficas, debe cumplirse respetando las personas y la libertad de las
parejas: no puede jams sustituir sus decisiones; tanto menos lo pueden hacer las
diversas organizaciones que trabajan en este campo.
Son moralmente condenables, como atentados a la dignidad de la persona y de la familia,
los programas de ayuda econmica destinados a financiar campaas de esterilizacin y
anticoncepcin o subordinados a la aceptacin de dichas campaas. La solucin de las
cuestiones relacionadas con el crecimiento demogrfico se debe buscar, ms bien,
respetando contemporneamente la moral sexual y la social, promoviendo una mayor
justicia y una autntica solidaridad para dar en todas partes dignidad a la vida,
comenzando por las condiciones econmicas, sociales y culturales.
235 El deseo de maternidad y paternidad no justifica ningn derecho al hijo , en
cambio, son evidentes los derechos de quien an no ha nacido, al que se deben
garantizar las mejores condiciones de existencia, mediante la estabilidad de la familia
fundada sobre el matrimonio y la complementariedad de las dos figuras, paterna y
materna. El acelerado desarrollo de la investigacin y de sus aplicaciones tcnicas en el
campo de la reproduccin, plantea nuevas y delicadas cuestiones que exigen la
intervencin de la sociedad y la existencia de normas que regulen este mbito de la
convivencia humana.
Es necesario reafirmar que no son moralmente aceptables todas aquellas tcnicas de
reproduccin como la donacin de esperma o de vulos; la maternidad sustitutiva; la
fecundacin artificial heterloga en las que se recurre al tero o a los gametos de
personas extraas a los cnyuges. Estas prcticas daan el derecho del hijo a nacer de
un padre y de una madre que lo sean tanto desde el punto de vista biolgico como
jurdico. Tambin son reprobables las prcticas que separan el acto unitivo del procreativo
mediante tcnicas de laboratorio, como la inseminacin y la fecundacin artificial
homloga, de forma que el hijo aparece ms como el resultado de un acto tcnico, que
como el fruto natural del acto humano de donacin plena y total de los esposos. Evitar el
recurso a las diversas formas de la llamada procreacin asistida, la cual sustituye el acto
conyugal, significa respetar tanto en los mismos padres como en los hijos que
pretenden generar la dignidad integral de la persona humana. Son lcitos, en cambio,
los medios que se configuran como ayuda al acto conyugal o en orden a lograr sus
efectos.
236 Una cuestin de particular importancia social y cultural, por las mltiples y graves
implicaciones morales que presenta, es la clonacin humana, trmino que, de por s, en
sentido general, significa reproduccin de una entidad biolgica genticamente idntica a
la originante. La clonacin ha adquirido, tanto en el pensamiento como en la praxis
experimental, diversos significados que suponen, a su vez, procedimientos diversos
desde el punto de vista de las modalidades tcnicas de realizacin, as como finalidades
diferentes. Puede significar la simple replicacin en laboratorio de clulas o de porciones
de ADN. Pero hoy especficamente se entiende por clonacin la reproduccin de
individuos, en estado embrional, con modalidades diversas de la fecundacin natural y en
modo que sean genticamente idnticos al individuo del que se originan. Este tipo de
clonacin puede tener una finalidad reproductiva de embriones humanos o una finalidad,
llamada teraputica, que tiende a utilizar estos embriones para fines de investigacin
cientfica o, ms especficamente, para la produccin de clulas estaminales.
Desde el punto de vista tico, la simple replicacin de clulas normales o de porciones del
ADN no presenta problemas particulares. Muy diferente es el juicio del Magisterio acerca
de la clonacin propiamente dicha. sta es contraria a la dignidad de la procreacin
humana porque se realiza en ausencia total del acto de amor personal entre los esposos,
tratndose de una reproduccin agmica y asexual. En segundo lugar, este tipo de
reproduccin representa una forma de dominio total sobre el individuo reproducido por
parte de quien lo reproduce. El hecho que la clonacin se realice para reproducir
embriones de los cuales extraer clulas que puedan usarse con fines teraputicos no
atena la gravedad moral, porque adems para extraer tales clulas el embrin primero
debe ser producido y despus eliminado.
237 Los padres, como ministros de la vida, nunca deben olvidar que la dimensin
espiritual de la procreacin merece una consideracin superior a la reservada a cualquier
otro aspecto: La paternidad y la maternidad representan un cometido de naturaleza no
simplemente fsica, sino espiritual; en efecto, por ellas pasa la genealoga de la persona,
que tiene su inicio eterno en Dios y que debe conducir a l . Acogiendo la vida humana
en la unidad de sus dimensiones, fsicas y espirituales, las familias contribuyen a la
comunin de las generaciones , y dan as una contribucin esencial e insustituible al
desarrollo de la sociedad. Por esta razn, la familia tiene derecho a la asistencia de la
sociedad en lo referente a sus deberes en la procreacin y educacin de los hijos. Las
parejas casadas con familia numerosa, tienen derecho a una ayuda adecuada y no deben
ser discriminadas .
250 Para tutelar esta relacin entre familia y trabajo, un elemento importante que se ha de
apreciar y salvaguardar es el salario familiar, es decir, un salario suficiente que permita
mantener y vivir dignamente a la familia. Este salario debe permitir un cierto ahorro que
favorezca la adquisicin de alguna forma de propiedad, como garanta de libertad. El
derecho a la propiedad se encuentra estrechamente ligado a la existencia de la familia,
que se protege de las necesidades gracias tambin al ahorro y a la creacin de una
propiedad familiar. Diversas pueden ser las formas de llevar a efecto el salario familiar.
Contribuyen a determinarlo algunas medidas sociales importantes, como los subsidios
familiares y otras prestaciones por las personas a cargo, as como la remuneracin del
trabajo en el hogar de uno de los padres.
251 En la relacin entre la familia y el trabajo, una atencin especial se reserva al trabajo
de la mujer en la familia, o labores de cuidado familiar, que implica tambin las
responsabilidades del hombre como marido y padre. Las labores de cuidado familiar,
comenzando por las de la madre, precisamente porque estn orientadas y dedicadas al
servicio de la calidad de la vida, constituyen un tipo de actividad laboral eminentemente
personal y personalizante, que debe ser socialmente reconocida y valorada, incluso
mediante una retribucin econmica al menos semejante a la de otras labores. Al mismo
tiempo, es necesario que se eliminen todos los obstculos que impiden a los esposos
ejercer libremente su responsabilidad procreativa y, en especial, los que impiden a la
mujer
desarrollar
plenamente
sus
funciones
maternas.
LA SOCIEDAD AL SERVICIO DE LA FAMILIA
252 El punto de partida para una relacin correcta y constructiva entre la familia y la
sociedad es el reconocimiento de la subjetividad y de la prioridad social de la familia. Esta
ntima relacin entre las dos impone tambin que la sociedad no deje de cumplir su
deber fundamental de respetar y promover la familia misma . La sociedad y, en especial,
las instituciones estatales, respetando la prioridad y preeminencia de la familia
estn llamadas a garantizar y favorecer la genuina identidad de la vida familiar y a evitar y
combatir todo lo que la altera y daa. Esto exige que la accin poltica y legislativa
salvaguarde los valores de la familia, desde la promocin de la intimidad y la convivencia
familiar, hasta el respeto de la vida naciente y la efectiva libertad de eleccin en la
educacin de los hijos. La sociedad y el Estado no pueden, por tanto, ni absorber ni
sustituir, ni reducir la dimensin social de la familia; ms bien deben honrarla, reconocerla,
respetarla y promoverla segn el principio de subsidiaridad.
253 El servicio de la sociedad a la familia se concreta en el reconocimiento, el respeto y la
promocin de los derechos de la familia. Todo esto requiere la realizacin de autnticas y
eficaces polticas familiares, con intervenciones precisas, capaces de hacer frente a las
necesidades que derivan de los derechos de la familia como tal. En este sentido, es
necesario como requisito previo, esencial e irrenunciable, el reconocimiento lo cual
comporta la tutela, la valoracin y la promocin de la identidad de la familia, sociedad
natural fundada sobre el matrimonio. Este reconocimiento establece una neta lnea de
demarcacin entre la familia, entendida correctamente, y las otras formas de convivencia,
que por su naturaleza no pueden merecer ni el nombre ni la condicin de familia.
254 El reconocimiento, por parte de las instituciones civiles y del Estado, de la prioridad
de la familia sobre cualquier otra comunidad y sobre la misma realidad estatal, comporta
superar las concepciones meramente individualistas y asumir la dimensin familiar como
perspectiva cultural y poltica, irrenunciable en la consideracin de las personas. Ello no
se coloca como alternativa de los derechos que las personas poseen individualmente,
sino ms bien como su apoyo y tutela. Esta perspectiva hace posible elaborar criterios
normativos para una solucin correcta de los diversos problemas sociales, porque las
personas no deben ser consideradas slo singularmente, sino tambin en relacin a sus
propios ncleos familiares, cuyos valores especficos y exigencias han de ser tenidos en
cuenta.
Sistema rigido: no hay movilidad entre las clases, no puediendo en consecuencia pasar
de una a otra porque la calse social a la que cada individuo pertenece est determinado
por la sangre, y la sangre no se cambia. Ej: sistema de Castas (existe en la India).
Sistema flexible: Este sistema si admite el pasaje de clases, y es el que se ha
desarrollado en occidente luego de las Revolucines Francesa e Industrial y tomo como
criterio diferenciador el factor econmico y distingui la clase alta, media y baja.
La sociologia contemporanea, reconoce adems del factor econmico, dado por el tipo de
actividad que se reliza; el factor cultural que refiere a las preferencias que una persona
tiene, que estilo de vida prefiere, a que dedica el tiempo libre; el factor social que alude a
las relaciones, amistades, lealtades, grupos que frecuenta; y el prestigio que es el
reconocimiento que la sociedad tiene de una persona.
las clases sociales son contrarias al ser humano o son una proyeccion de el?
Liberalismo Individualista: considera que dentro de la sociedad, como consecuencia de la
libertad, cada uno persigue sus propios intereses, y al Estado le corresponde respetarlos
ofreciendo igualdad de oportunidades (igualdad de la ley) y solo intervenir en caso de
conflictos, para solucionarlos. En una sociedad hay quienes se beneficien del bien comun
y quienes no lo hacen por participar escasamente de los bienes de la sociedad.
Marxismo: el conflicto social es un conflicto entre clases. Las clases surgieron con el
establecimiento de la propiedad privada y por eso hay que establecer la igualdad a costa
de la libertad y la negacion de las clases para dar paso al hombre generico.
Doctrina Social de la Iglesia: el bien comn esta ofrecido a todos, sin embargo por el
hecho de que cada persona es una sustancia libre, cada uno puede participar en mayor o
menor medida. Es un objetivo social que todos puedan participar cada vez mas; que la
igualdad se vaya logrando respetando la libertad y favoreciendo a las clases menos
desarrolladas saliendo en su ayuda, para poder favorecer el desarrollo.
Contrariamente a Calvino, quien sostuvo que el exito economico era seal de la salvacion,
la DSI entiende que ninguna clase social significa por si misma ninguna valoracion ni
moral, ni respecto de la vida eterna.
una opcin por los pobres entendida como una forma especial de primaca en el ejercicio
de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradicin de la Iglesia. Esta opcin
enseaba Benedicto XVI est implcita en la fe cristolgica en aquel Dios que se ha
hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza. Por eso quiero una
Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que ensearnos. Adems de participar
del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que
todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelizacin es una invitacin a
reconocer la fuerza salvfica de sus vidas
y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo
en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero tambin a ser sus amigos, a
escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabidura que Dios quiere
comunicarnos a travs de ellos.
La figura del pobre no es solo la de una clase social, es decir de aquel que se beneficia
menos del bien comun en una clase social, sino que es tambin una figura teologica. En
la sagrada escritura aparece que el pobre es objeto especial de la misericordia de Dios,
en la tradicion biblica, el pobre tiene un especial cuidado por parte de Dios, y esa
preferencia divina por el pobre tiene como consecuencia de que los creyentes estan
llamados a mirar al pobre de manera especial, esto es la "opcion preferencial por los
pobres".
Los pobres por lo general son sectores de mayor religiosidad, a diferencia de los mas
ricos que se consideran autosuficientes, satisfechos con sus vidas.
199. Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de
promocin y asistencia; lo que el Espritu moviliza no es un desborde activista, sino ante
todo una atencin puesta en el otro considerndolo como uno consigo. Esta atencin
amante es el inicio de una verdadera preocupacin por su persona, a partir de la cual
deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia,
con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre
es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque
l es bello, ms all de su apariencia: Del amor por el cual a uno le es grata la otra
persona depende que le d algo gratis. El pobre, cuando es amado, es estimado como
de alto valor, y esto diferencia la autntica opcin por los pobres de cualquier ideologa,
de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o polticos.
Slo desde esta cercana real y cordial podemos acompaarlos adecuadamente en su
camino de liberacin. nicamente esto har posible que los pobres, en cada comunidad
cristiana, se sientan como en su casa. No sera este estilo la ms grande y eficaz
presentacin de la Buena Nueva del Reino?. Sin la opcin preferencial por los ms
pobres, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser
incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la
comunicacin nos somete cada da.
No se trata solo de resolverles problemas (como por ej cuando los politicos dan un
bolson) sino de darles atencin, considerandolos como iguales a mi.
201. Nadie debera decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de
vida implican prestar ms atencin a otros asuntos. sta es una excusa frecuente en
ambientes acadmicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede
decirse en general que la vocacin y la misin propia de los fieles laicos es la
transformacin de las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea
transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse exceptuado de la preocupacin por
los pobres y por la justicia social: La conversin espiritual, la intensidad del amor a Dios
y al prjimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evanglico de los pobres y de la
pobreza, son requeridos a todos. Temo que tambin estas palabras slo sean objeto de
algunos comentarios sin una verdadera incidencia prctica. No obstante, confo en la
apertura y las buenas disposiciones de los cristianos, y os pido que busquis
comunitariamente nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta.
Nadie puede decir que vive bien si se mantiene lejos de los pobres.
202. La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar,
no slo por una exigencia pragmtica de obtener resultados y de ordenar la sociedad,
sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frgil e indigna y que slo podr
llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, slo
deberan pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los
problemas de los pobres, renunciando a la autonoma absoluta de los mercados y de la
especulacin financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se
resolvern los problemas del mundo y en definitiva ningn problema. La inequidad es raz
de los males sociales.
No se trata solo de hacer beneficencia o caridad, sino que tambin debemos ir a resolver
las causas estructurales.
205. Pido a Dios que crezca el nmero de polticos capaces de entrar en un autntico
dilogo que se oriente eficazmente a sanar las races profundas y no la apariencia de los
males de nuestro mundo! La poltica, tan denigrada, es una altsima vocacin, es una de
las formas ms preciosas de la caridad, porque busca el bien comn. Tenemos que
convencernos de que la
caridad no es slo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia,
el pequeo grupo, sino tambin de las macro- relaciones, como las relaciones sociales,
econmicas y polticas. Ruego al Seor que nos regale ms polticos a quienes les
duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los
gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplen sus perspectivas, que
procuren que haya trabajo digno, educacin y cuidado de la salud para todos los
ciudadanos. Y por qu no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido
de que a partir de una apertura a la trascendencia podra formarse una nueva mentalidad
poltica y econmica que ayudara a superar la dicotoma absoluta entre la economa y el
bien comn social.
moral reguladora de las relaciones humanas..., con el fin de superar el conflicto de clases
y llegar a un nuevo orden social basado en la justicia y en la caridad .
268 La Rerum novarum es, ante todo, una apasionada defensa de la inalienable
dignidad de los trabajadores, a la cual se une la importancia del derecho de propiedad, del
principio de colaboracin entre clases, de los derechos de los dbiles y de los pobres, de
las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, del derecho de asociacin.
Las orientaciones ideales expresadas en la encclica reforzaron el compromiso de
animacin cristiana de la vida social, que se manifest en el nacimiento y la consolidacin
de numerosas iniciativas de alto nivel civil: uniones y centros de estudios sociales,
asociaciones, sociedades obreras, sindicatos, cooperativas, bancos rurales,
aseguradoras, obras de asistencia. Todo esto dio un notable impulso a la legislacin
laboral en orden a la proteccin de los obreros, sobre todo de los nios y de las mujeres;
a la instruccin y a la mejora de los salarios y de la higiene.
306 La doctrina social ensea que las relaciones en el mundo del trabajo se han de
caracterizar por la colaboracin: el odio y la lucha por eliminar al otro, constituyen
mtodos absolutamente inaceptables, porque en todo sistema social son indispensables
al proceso de produccin tanto el trabajo como el capital. A la luz de esta concepcin, la
doctrina social no considera de ninguna manera que los sindicatos constituyan
nicamente el reflejo de la estructura de clase, de la sociedad ni que sean el exponente
de la lucha de clases que gobierna inevitablemente la vida social . Los sindicatos son
propiamente los promotores de la lucha por la justicia social, por los derechos de los
hombres del trabajo, en sus profesiones especficas: Esta lucha debe ser vista como
una accin de defensa normal en favor del justo bien; [...] no es una lucha contra los
dems . El sindicato, siendo ante todo un medio para la solidaridad y la justicia, no
puede abusar de los instrumentos de lucha; en razn de su vocacin, debe vencer las
tentaciones del corporativismo, saberse autorregular y ponderar las consecuencias de sus
opciones en relacin al bien comn.
313 El trabajo, sobre todo en los sistemas econmicos de los pases ms desarrollados,
atraviesa una fase que marca el paso de una economa de tipo industrial a una economa
esencialmente centrada en los servicios y en la innovacin tecnolgica. Los servicios y las
actividades caracterizados por un fuerte contenido informativo crecen de modo ms
rpido que los tradicionales sectores primario y secundario, con consecuencias de gran
alcance en la organizacin de la produccin y de los intercambios, en el contenido y la
forma de las prestaciones laborales y en los sistemas de proteccin social.
Gracias a las innovaciones tecnolgicas, el mundo del trabajo se enriquece con nuevas
profesiones, mientras otras desaparecen. En la actual fase de transicin se asiste, en
efecto, a un pasar continuo de empleados de la industria a los servicios. Mientras pierde
terreno el modelo econmico y social vinculado a la grande fbrica y al trabajo de una
clase obrera homognea, mejoran las perspectivas ocupacionales en el sector terciario y
aumentan, en particular, las actividades laborales en el mbito de los servicios a la
persona, de las prestaciones a tiempo parcial, interinas y atpicas , es decir, las formas
hace adems oportuna salvando los derechos fundamentales del trabajo una
actualizacin de las normas y de los sistemas de seguridad social mediante los cuales los
trabajadores han sido hasta hoy tutelados.
LAS RES NOVAE DEL MUNDO DEL TRABAJO
Una fase de transicin epocal
310 Uno de los estmulos ms significativos para el actual cambio de la organizacin del
trabajo procede del fenmeno de la globalizacin, que permite experimentar formas
nuevas de produccin, trasladando las plantas de produccin en reas diferentes a
aquellas en las que se toman las decisiones estratgicas y lejanas de los mercados de
consumo. Dos son los factores que impulsan este fenmeno: la extraordinaria velocidad
de comunicacin sin lmites de espacio y tiempo, y la relativa facilidad para transportar
mercancas y personas de una parte a otra del planeta. Esto comporta una consecuencia
fundamental sobre los procesos productivos: la propiedad est cada vez ms lejos, a
menudo indiferente a los efectos sociales de las opciones que realiza. Por otra parte, si es
cierto que la globalizacin, a priori, no es ni buena ni mala en s misma, sino que depende
del uso que el hombre hace de ella, debe afirmarse que es necesaria una globalizacin
de la tutela, de los derechos mnimos esenciales y de la equidad.
311 Una de las caractersticas ms relevantes de la nueva organizacin del trabajo es la
fragmentacin fsica del ciclo productivo, impulsada por el afn de conseguir una mayor
eficiencia y mayores beneficios. Desde este punto de vista, las tradicionales coordenadas
espacio-temporales, dentro de las que el ciclo productivo se defina, sufren una
transformacin sin precedentes, que determina un cambio en la estructura misma del
trabajo. Todo ello tiene importantes consecuencias en la vida de las personas y de las
comunidades, sometidas a cambios radicales tanto en el mbito de las condiciones
materiales, cuanto en el de la cultura y de los valores. Este fenmeno afecta, a nivel
global y local, a millones de personas, independientemente de la profesin que ejercen,
de su condicin social, o de su preparacin cultural. La reorganizacin del tiempo, su
regularizacin y los cambios en curso en el uso del espacio comparables, por su
entidad, a la primera revolucin industrial, en cuanto que implican a todos los sectores
productivos, en todos los continentes, independientemente de su grado de desarrollo
deben considerarse, por tanto, un desafo decisivo, incluidos los aspectos tico y cultural,
en el mbito de la definicin de un sistema renovado de tutela del trabajo.
312 La globalizacin de la economa, con la liberacin de los mercados, la acentuacin de
la competencia, el crecimiento de empresas especializadas en el abastecimiento de
productos y servicios, requiere una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo y en la
organizacin y gestin de los procesos productivos. Al valorar esta delicada materia,
parece oportuno conceder una mayor atencin moral, cultural y estratgica para orientar
la accin social y poltica en la temtica vinculada a la identidad y los contenidos del
nuevo trabajo, en un mercado y una economa a su vez nuevos. Los cambios del mercado
de trabajo son a menudo un efecto del cambio del trabajo mismo, y no su causa.
313 El trabajo, sobre todo en los sistemas econmicos de los pases ms desarrollados,
atraviesa una fase que marca el paso de una economa de tipo industrial a una economa
esencialmente centrada en los servicios y en la innovacin tecnolgica. Los servicios y las
319 Cambian las formas histricas en las que se expresa el trabajo humano, pero no
deben cambiar sus exigencias permanentes, que se resumen en el respeto de los
derechos inalienables del hombre que trabaja. Ante el riesgo de ver negados estos
derechos, se deben proyectar y construir nuevas formas de solidaridad, teniendo en
cuenta la interdependencia que une entre s a los hombres del trabajo. Cuanto ms
profundos son los cambios, tanto ms firme debe ser el esfuerzo de la inteligencia y de la
voluntad para tutelar la dignidad del trabajo, reforzando, en los diversos niveles, las
instituciones interesadas. Esta perspectiva permite orientar mejor las actuales
transformaciones en la direccin, tan necesaria, de la complementariedad entre la
dimensin econmica local y la global; entre economa vieja y nueva ; entre la
innovacin tecnolgica y la exigencia de salvaguardar el trabajo humano; entre el
crecimiento econmico y la compatibilidad ambiental del desarrollo.
320 La solucin de las vastas y complejas problemticas del trabajo, que en algunas
reas adquieren dimensiones dramticas, exige la contribucin especfica de los
cientficos y los hombres de cultura, que resulta particularmente importante para la
eleccin de soluciones justas. Es una responsabilidad que les debe llevar a sealar las
ventajas y los riesgos que se perfilan en los cambios y, sobre todo, a sugerir lneas de
accin para orientar el cambio en el sentido ms favorable para el desarrollo de toda la
familia humana. A ellos corresponde la delicada tarea de leer e interpretar los fenmenos
sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin preocupaciones dictadas por intereses de
grupo o personales. Su contribucin, en efecto, precisamente por ser de naturaleza
terica, se convierte en una referencia esencial para la actuacin concreta de las polticas
econmicas.
321 Los escenarios actuales de profunda transformacin del trabajo humano hacen
todava ms urgente un desarrollo autnticamente global y solidario, capaz de alcanzar
todas las regiones del mundo, incluyendo las menos favorecidas. Para estas ltimas, la
puesta en marcha de un proceso de desarrollo solidario de vasto alcance, no slo aparece
como una posibilidad concreta de creacin de nuevos puestos de trabajo, sino que
tambin representa una verdadera condicin para la supervivencia de pueblos enteros:
Es preciso globalizar la solidaridad .
Los desequilibrios econmicos y sociales existentes en el mundo del trabajo se han de
afrontar restableciendo la justa jerarqua de valores y colocando en primer lugar la
dignidad de la persona que trabaja: Las nuevas realidades, que se manifiestan con
fuerza en el proceso productivo, como la globalizacin de las finanzas, de la economa,
del comercio y del trabajo, jams deben violar la dignidad y la centralidad de la persona
humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos. La solidaridad, la participacin y la
posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la solucin, ciertamente
la necesaria garanta tica para que las personas y los pueblos no se conviertan en
instrumentos, sino en protagonistas de su futuro. Todo esto puede realizarse y, dado que
es posible, constituye un deber .
322 Se hace cada vez ms necesaria una consideracin atenta de la nueva situacin del
trabajo en el actual contexto de la globalizacin, desde una perspectiva que valore la
propensin natural de los hombres a establecer relaciones. A este propsito, se debe
afirmar que la universalidad es una dimensin del hombre, no de las cosas. La tcnica
en la esfera del Estado. El empeo de la Iglesia en favor del pluralismo social se propone
conseguir una realizacin ms adecuada del bien comn y de la misma democracia,
segn los principios de la solidaridad, la subsidiaridad y la justicia.
La sociedad civil es un conjunto de relaciones y de recursos, culturales y asociativos,
relativamente autnomos del mbito poltico y del econmico: El fin establecido para la
sociedad civil alcanza a todos, en cuanto persigue el bien comn, del cual es justo que
participen todos y cada uno segn la proporcin debida . Se caracteriza por su
capacidad de iniciativa, orientada a favorecer una convivencia social ms libre y justa, en
la que los diversos grupos de ciudadanos se asocian y se movilizan para elaborar y
expresar sus orientaciones, para hacer frente a sus necesidades fundamentales y para
defender sus legtimos intereses.
El primado de la sociedad civil
418 La comunidad poltica y la sociedad civil, aun cuando estn recprocamente
vinculadas y sean interdependientes, no son iguales en la jerarqua de los fines. La
comunidad poltica est esencialmente al servicio de la sociedad civil y, en ltimo anlisis,
de las personas y de los grupos que la componen. La sociedad civil, por tanto, no puede
considerarse un mero apndice o una variable de la comunidad poltica: al contrario, ella
tiene la preeminencia, ya que es precisamente la sociedad civil la que justifica la
existencia de la comunidad poltica.
El Estado debe aportar un marco jurdico adecuado para el libre ejercicio de la actividades
de los sujetos sociales y estar preparado a intervenir, cuando sea necesario y respetando
el principio de subsidiaridad, para orientar al bien comn la dialctica entre las libres
asociaciones activas en la vida democrtica. La sociedad civil es heterognea y
fragmentaria, no carente de ambigedades y contradicciones: es tambin lugar de
enfrentamiento entre intereses diversos, con el riesgo de que el ms fuerte prevalezca
sobre
el
ms
indefenso.
La aplicacin del principio de subsidiaridad
419 La comunidad poltica debe regular sus relaciones con la sociedad civil segn el
principio de subsidiaridad: es esencial que el crecimiento de la vida democrtica comience
en el tejido social. Las actividades de la sociedad civil sobre todo de voluntariado y
cooperacin en el mbito privado-social, sintticamente definido tercer sector para
distinguirlo de los mbitos del Estado y del mercado constituyen las modalidades ms
adecuadas para desarrollar la dimensin social de la persona, que en tales actividades
puede encontrar espacio para su plena manifestacin. La progresiva expansin de las
iniciativas sociales fuera de la esfera estatal crea nuevos espacios para la presencia
activa y para la accin directa de los ciudadanos, integrando las funciones desarrolladas
por el Estado. Este importante fenmeno con frecuencia se ha realizado por caminos y
con instrumentos informales, dando vida a modalidades nuevas y positivas de ejercicio de
los derechos de la persona que enriquecen cualitativamente la vida democrtica.
420 La cooperacin, incluso en sus formas menos estructuradas, se delinea como una de
las respuestas ms fuertes a la lgica del conflicto y de la competencia sin lmites, que
hoy aparece como predominante. Las relaciones que se instauran en un clima de
La Cultura y la Educacin
Su mbito y finalidad. Los medios de comunicacin. Derechos y deberes de los
miembros del cuerpo social y del Estado.
Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre
afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter
el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace ms humana la vida social,
tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres
e instituciones; finalmente, a travs del tiempo expresa, comunica y conserva en sus
obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a
muchos, e incluso a todo el gnero humano (Gaudium et Spes N53)
La naturaleza es la esencia de una cosa, en tanto de alli brota su dinamismo. Ej: la
naturaleza del hombre es ser un animal racional.
La cultura es desarrollar la naturaleza (esa tambien es la finalidad de la cultura).Ej la
agricultura es desarrollar el agro, y en el caso del ser humano, es desarrollar la naturaleza
humana en libertad (si bien el desarrollo de una cultura es libre, pero se ve condicionado
por diversos factores).
Gran parte de los cambios culturales que se dan en el tiempo surgen por la critica interna
y externa que sufren las distintas culturas ya que ellas existen en el mundo de la libertad y
hay una gran diversidad de culturas, por lo que la pregunta que nos hacemos es Puede
hacese un juicio critico, totalmente objetivo sobre una cultura? Por un lado debe tenerse
en cuenta que la cultura no debe daar al hombre entendido como una unidad bio-psicoespiritual-social; y por otor otro lado, la mirada cristiana agrega la solidaridad,
espiritualidad, dignidad del hombre, etc.
Desde otro punto de vista, el Imperialismo Cultural considera que una cultura es la vlida,
la superior y por tanto tiene el derecho a ser impuesta en todo el mundo. Esta ha sido la
visin de muchos paises vencedores en el campo militar que han intentado imponer su
cultura.
Asi las cosas, la elaboracion critica de una cultura, y su transmision se llama la educacin,
es decir que a travs de la educacion el hombre incorpora la cultura.
Educacion (viene de educare = conducir sacando las potencialidades afuera) y en esta
tarea que debe ser integrada, teniendo en cuenta todos los aspectos del hombe,
intervienen 2 sujetos: el que educa (es toda la sociedad ya que en principio interviene la
familia, luego interviene la escuela, y en forma subsidiaria actan la Iglesia y el Estado
supervisando y acreditando los contenidos) y el que es educado.
La tarea educativa
238 Con la obra educativa, la familia forma al hombre en la plenitud de su dignidad, segn
todas sus dimensiones, comprendida la social. La familia constituye una comunidad de
amor y de solidaridad, insustituible para la enseanza y transmisin de los valores
culturales, ticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y
bienestar de sus propios miembros y de la sociedad . Cumpliendo con su misin
educativa, la familia contribuye al bien comn y constituye la primera escuela de virtudes
sociales, de la que todas las sociedades tienen necesidad. La familia ayuda a que las
personas desarrollen su libertad y su responsabilidad, premisas indispensables para
asumir cualquier tarea en la sociedad. Adems, con la educacin se comunican algunos
valores fundamentales, que deben ser asimilados por cada persona, necesarios para ser
ciudadanos libres, honestos y responsables.
239 La familia tiene una funcin original e insustituible en la educacin de los hijos. El
amor de los padres, que se pone al servicio de los hijos para ayudarles a extraer de ellos
(e-ducere) lo mejor de s mismos, encuentra su plena realizacin precisamente en la
tarea educativa: El amor de los padres se transforma de fuente en alma y, por
consiguiente, en norma que inspira y gua toda la accin educativa concreta,
enriquecindola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinters,
espritu de sacrificio, que son el fruto ms precioso del amor .
El derecho y el deber de los padres a la educacin de la prole se debe considerar como
esencial, relacionado como est con la transmisin de la vida humana; como original y
primario, respecto al deber educativo de los dems, por la unicidad de la relacin de amor
que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable, y... por consiguiente,
no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros . Los padres tiene el derecho y
el deber de impartir una educacin religiosa y una formacin moral a sus hijos: 545 derecho
que no puede ser cancelado por el Estado, antes bien, debe ser respetado y promovido.
Es un deber primario, que la familia no puede descuidar o delegar.
240 Los padres son los primeros, pero no los nicos, educadores de sus hijos.
Corresponde a ellos, por tanto, ejercer con sentido de responsabilidad, la labor educativa
en estrecha y vigilante colaboracin con los organismos civiles y eclesiales: La misma
dimensin comunitaria, civil y eclesial, del hombre exige y conduce a una accin ms
amplia y articulada, fruto de la colaboracin ordenada de las diversas fuerzas educativas.
stas son necesarias, aunque cada una puede y debe intervenir con su competencia y
con su contribucin propias . Los padres tienen el derecho a elegir los instrumentos
formativos conformes a sus propias convicciones y a buscar los medios que puedan
ayudarles mejor en su misin educativa, incluso en el mbito espiritual y religioso. Las
415 Los medios de comunicacin social se deben utilizar para edificar y sostener la
comunidad humana, en los diversos sectores, econmico, poltico, cultural, educativo,
religioso: La informacin de estos medios es un servicio del bien comn. La sociedad
tiene derecho a una informacin fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la
solidaridad .
La cuestin esencial en este mbito es si el actual sistema informativo contribuye a hacer
a la persona humana realmente mejor, es decir, ms madura espiritualmente, ms
Unidad V
La Economa
Su lugar en la vida social: su relacin con los fines personales y la poltica.
Hoy en dia, en sustitucion del intercambio se usa el dinero como trmino de intercambio y
se ha desarrollado la produccion de bienes utiles que responden a deseos (mas que a la
necesidad) y es por ellos que se habla de una sociedad de consumo que se estimula a
travs de la publicidad que nos quiere llevar a pensar que soy lo que tengo y por lo tanto
cuanto mas tengo, mejor persona soy. Justamente al respecto, En Mateo 5:3 y en Lucas
6:20 se encuentra la frase Bienaventurados vosotros los pobres, esto quiere decir
sencillez, austeridad ya que si la persona se maneja en el ambito de sus deseos no vive
en funcion de lo que tiene, lo cual no implica pobreza, que es la carencia de bienes
necesarios
para
el
desarrollo.
La ciencia economica es una ciencia social porque deriva de la actividad humana. Hace
250 aos aproximadamente, las ciencias exactas se apropiaron del concepto de ciencia; y
recien hace poco mas de medio siglo otras ciencias han podido reivindicarse como
ciencias.
La economia no es el Fin de la vida, sino que debe ser un medio util para el hombre, la
familia y la sociedad politica. Dijo el papa Benedicto XVI en la enciclica "Caritas in Veritate
"no solo existe la utilidad, sino tambin la gratuidad" esto responde a la solidaridad, la cual
se ve reflejada en ayuda ante situaciones de crisis, labor de las fundaciones,
responsabilidad social empresaria, etc. El poder politico puede tener dependiendo del
sistema politico, mayor o menor intervencin en lo que refiere a subsidiariedad, es decir
en la ayuda hacia los que mas necesitan.
En los estados comunistas, la economa cae porque se pierde el inters y la iniciativa. Por
el contrario, en los estados liberales, los mas fuertes, movidos por el inters obtienen
mayores
beneficios.
La teora del derrame de Adam Smith dice que cuando una sola persona acumula muchos
bienes, por efecto de la mano invisible empiezan a distribuirse estos entre los dems. El
papa Francisco critica esta teoria en su exhortacin apostlica Evangelii Gaudium (prrafo
54) al decir: En este contexto, algunos todava defienden las teoras del derrame, que
suponen que todo crecimiento econmico, favorecido por la libertad de mercado, logra
provocar por s mismo mayor equidad e inclusin social en el mundo. Esta opinin, que
jams ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la
bondad de quienes detentan el poder econmico y en los mecanismos sacralizados del
sistema econmico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para
poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese
ideal egosta, se ha desarrollado una globalizacin de la indiferencia. Casi sin advertirlo,
nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no
lloramos ante el drama de los dems ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una
responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y
perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todava no hemos comprado, mientras
todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectculo
que de ninguna manera nos altera.
Compendio DSI:
LA VIDA ECONMICA: ASPECTOS BBLICOS
El hombre, pobreza y riqueza
323 En el Antiguo Testamento se encuentra una doble postura frente a los bienes
econmicos y la riqueza. Por un lado, de aprecio a la disponibilidad de bienes materiales
considerados necesarios para la vida: en ocasiones, la abundancia pero no la riqueza o
el lujo es vista como una bendicin de Dios. En la literatura sapiencial, la pobreza se
describe como una consecuencia negativa del ocio y de la falta de laboriosidad (cf. Pr
10,4), pero tambin como un hecho natural (cf. Pr 22,2). Por otro lado, los bienes
econmicos y la riqueza no son condenados en s mismos, sino por su mal uso. La
tradicin proftica estigmatiza las estafas, la usura, la explotacin, las injusticias
evidentes, especialmente con respecto a los ms pobres (cf. Is 58,3-11; Jr 7,4-7; Os 4,1-2;
Am 2,6-7; Mi 2,1-2). Esta tradicin, si bien considera un mal la pobreza de los oprimidos,
de los dbiles, de los indigentes, ve tambin en ella un smbolo de la situacin del hombre
delante de Dios; de l proviene todo bien como un don que hay que administrar y
compartir.
324 Quien reconoce su pobreza ante Dios, en cualquier situacin que viva, es objeto de
una atencin particular por parte de Dios: cuando el pobre busca, el Seor responde;
cuando grita, l lo escucha. A los pobres se dirigen las promesas divinas: ellos sern los
herederos de la alianza entre Dios y su pueblo. La intervencin salvfica de Dios se
actuar mediante un nuevo David (cf. Ez 34,22-31), el cual, como y ms que el rey David,
ser defensor de los pobres y promotor de la justicia; l establecer una nueva alianza y
escribir una nueva ley en el corazn de los creyentes (cf. Jr 31,31-34).
La pobreza, cuando es aceptada o buscada con espritu religioso, predispone al
reconocimiento y a la aceptacin del orden creatural; en esta perspectiva, el rico es
aquel que pone su confianza en las cosas que posee ms que en Dios, el hombre que se
hace fuerte mediante las obras de sus manos y que confa slo en esta fuerza. La
pobreza se eleva a valor moral cuando se manifiesta como humilde disposicin y apertura
a Dios, confianza en l. Estas actitudes hacen al hombre capaz de reconocer lo relativo
de los bienes econmicos y de tratarlos como dones divinos que hay que administrar y
compartir, porque la propiedad originaria de todos los bienes pertenece a Dios.
325 Jess asume toda la tradicin del Antiguo Testamento, tambin sobre los bienes
econmicos, sobre la riqueza y la pobreza, confirindole una definitiva claridad y plenitud
(cf. Mt 6,24 y 13,22; Lc 6,20-24 y 12,15-21; Rm 14,6-8 y 1 Tm 4,4). l, infundiendo su
Espritu y cambiando los corazones, instaura el Reino de Dios , que hace posible una
nueva convivencia en la justicia, en la fraternidad, en la solidaridad y en el compartir. El
Reino inaugurado por Cristo perfecciona la bondad originaria de la creacin y de la
actividad humana, herida por el pecado. Liberado del mal y reincorporado en la comunin
con Dios, todo hombre puede continuar la obra de Jess con la ayuda de su Espritu:
hacer justicia a los pobres, liberar a los oprimidos, consolar a los afligidos, buscar
activamente un nuevo orden social, en el que se ofrezcan soluciones adecuadas a la
salvacin cristiana es una liberacin integral del hombre, liberacin de la necesidad, pero
tambin de la posesin misma: Porque la raz de todos los males es el afn de dinero, y
algunos, por dejarse llevar de l, se extraviaron en la fe (1 Tm 6,10). Los Padres de la
Iglesia insisten en la necesidad de la conversin y de la transformacin de las conciencias
de los creyentes, ms que en la exigencia de cambiar las estructuras sociales y polticas
de su tiempo, instando a quien desarrolla una actividad econmica y posee bienes a
considerarse administrador de cuanto Dios le ha confiado.
329 Las riquezas realizan su funcin de servicio al hombre cuando son destinadas a
producir beneficios para los dems y para la sociedad: Cmo podramos hacer el bien
al prjimo se pregunta Clemente de Alejandra si nadie poseyese nada? . En la
visin de San Juan Crisstomo, las riquezas pertenecen a algunos para que estos puedan
ganar mritos compartindolas con los dems. Las riquezas son un bien que viene de
Dios: quien lo posee lo debe usar y hacer circular, de manera que tambin los necesitados
puedan gozar de l; el mal se encuentra en el apego desordenado a las riquezas, en el
deseo de acapararlas. San Basilio el Grande invita a los ricos a abrir las puertas de sus
almacenes y exclama: Un gran ro se vierte, en mil canales, sobre el terreno frtil: as,
por mil caminos, t haces llegar la riqueza a las casas de los pobres . La riqueza, explica
San Basilio, es como el agua que brota cada vez ms pura de la fuente si se bebe de ella
con frecuencia, mientras que se pudre si la fuente permanece inutilizada. El rico, dir ms
tarde San Gregorio Magno, no es sino un administrador de lo que posee; dar lo necesario
a quien carece de ello es una obra que hay que cumplir con humildad, porque los bienes
no pertenecen a quien los distribuye. Quien tiene las riquezas slo para s no es inocente;
darlas a quien tiene necesidad significa pagar una deuda.
MORAL Y ECONOMA
330 La doctrina social de la Iglesia insiste en la connotacin moral de la economa. Po XI,
en un texto de la encclica Quadragesimo anno, recuerda la relacin entre la economa y
la moral: Aun cuando la economa y la disciplina moral, cada cual en su mbito, tienen
principios propios, a pesar de ello es errneo que el orden econmico y el moral estn tan
distanciados y ajenos entre s, que bajo ningn aspecto dependa aqul de ste. Las leyes
llamadas econmicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y en la ndole del cuerpo
y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda certeza qu fines no y cules s, y
con qu medios, puede alcanzar la actividad humana dentro del orden econmico; pero la
razn tambin, apoyndose igualmente en la naturaleza de las cosas y del hombre,
individual y socialmente considerado, demuestra claramente que a ese orden econmico
en su totalidad le ha sido prescrito un fin por Dios Creador. Una y la misma es,
efectivamente, la ley moral que nos manda buscar, as como directamente en la totalidad
de nuestras acciones nuestro fin supremo y ltimo, as tambin en cada uno de los
rdenes particulares esos fines que entendemos que la naturaleza o, mejor dicho, el autor
de la naturaleza, Dios, ha fijado a cada orden de cosas factibles, y someterlos
subordinadamente a aqul .
331 La relacin entre moral y economa es necesaria e intrnseca: actividad econmica y
comportamiento moral se compenetran ntimamente. La necesaria distincin entre moral y
economa no comporta una separacin entre los dos mbitos, sino al contrario, una
esta teoria, diciendo que es cierto que es una cuestion moral, pero agregando que su
base
es
jurdica
y
econmica.
- Es moral porque trata acerca de una igualdad en el intercambio.
- Es jurdica porque el cdigo civil de Vlez, siguiendo la corriente liberal sostena la
autonoma de las partes en el contrato. Sin embargo, cuando la ley 17711/68 reform el
cdigo recogi el principio de la justicia objetiva llamado tambin teoria de la imprevision o
lesion sobreviniente que entiende que la justicia del contrato no est dada unicamente por
la
voluntad
de
las
partes.
- Es economica, porque en la medida que una de las partes va siendo "lesionada" o
deteriorada en su posicion, va saliendo del mercado (ej: si el productor de leche cobra el
litro $2.80 cada vez que vende) porque su trabajo ya no le es til.
En 1931 el papa Pio XI desarroll este tema en la encclica Quadragesimo Anno diciendo
que era necesario salir de los modelos del capitalismo liberal, pero sin entrar en los
socialistas; porque no solo estan los poderosos particulares, sino que ha surgido un nuevo
poder internacional que es el poder financiero llamado "imperialismo internacional
financiero (del dinero)" y tan buena fue la visin del papa, que hoy, 80 aos despus ese
poder es el que est presente y es tan poderoso, que termina manejando a los gobiernos
y por ello es que resulta necesario reforzar el poder de los estados.
El
trabajo
Naturaleza y dignidad
Diferentes
conceptos
de
trabajo_
- Art 4 ley 20744: Toda actividad lcita que se preste en favor de quien tiene la facultad de
dirigirla, mediante una remuneracin. El contrato de trabajo tiene como principal objeto la
actividad productiva y creadora del hombre en s. Slo despus ha de entenderse que
media entre las partes una relacin de intercambio y un fin econmico en cuanto se
disciplina
por
esta
ley.
Guzzetti:
Es
la
actividad
humana
en
general.
- Habermas: Actividad Racional realizada en consideracin a un fin.
Da
Gangi:
Cualquier
actividad
social
til.
- Prez Botija: Actividad personal prestada mediante contrato, por cuenta y bajo direccin
ajena, en condiciones de dependencia y subordinacin.
Deber
y
Derecho
Deber: Para con el, con la familia, con la sociedad, con todos los hombres.
Derecho: Es uno de los derechos fundamentales de la persona.
La retribucin, el contrato y el salario justo. Espiritualidad del trabajo y del tiempo
libre
voluntad del Creador. Desde entonces, el suelo se ha vuelto avaro, ingrato, sordamente
hostil (cf. Gn 4,12); slo con el sudor de la frente ser posible obtener el alimento (cf. Gn
3,17.19). Sin embargo, a pesar del pecado de los primeros padres, el designio del Creador,
el sentido de sus criaturas y, entre estas, del hombre, llamado a ser cultivador y custodio de
la creacin, permanecen inalterados.
257 El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de condiciones
para una vida decorosa, y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza (cf. Pr 10,4).
Pero no se debe ceder a la tentacin de idolatrarlo, porque en l no se puede encontrar el
sentido ltimo y definitivo de la vida. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la
fuente de la vida y el fin del hombre. El principio fundamental de la sabidura es el temor
del Seor; la exigencia de justicia, que de l deriva, precede a la del beneficio: Mejor es
poco con temor de Yahvh, que gran tesoro con inquietud (Pr 15,16); Ms vale poco,
con justicia, que mucha renta sin equidad (Pr 16,8).
258 El culmen de la enseanza bblica sobre el trabajo es el mandamiento del descanso
sabtico. El descanso abre al hombre, sujeto a la necesidad del trabajo, la perspectiva de
una libertad ms plena, la del Sbado eterno (cf. Hb 4,9-10). El descanso permite a los
hombres recordar y revivir las obras de Dios, desde la Creacin hasta la Redencin,
reconocerse a s mismos como obra suya (cf. Ef 2,10), y dar gracias por su vida y su
subsistencia a l, que de ellas es el Autor.
La memoria y la experiencia del sbado constituyen un baluarte contra el sometimiento
humano al trabajo, voluntario o impuesto, y contra cualquier forma de explotacin, oculta
o manifiesta. El descanso sabtico, en efecto, adems de permitir la participacin en el
culto a Dios, ha sido instituido en defensa del pobre; su funcin es tambin liberadora de
las degeneraciones antisociales del trabajo humano. Este descanso, que puede durar incluso
un ao, comporta una expropiacin de los frutos de la tierra a favor de los pobres y la
suspensin de los derechos de propiedad de los dueos del suelo: Seis aos sembrars tu
tierra y recogers su producto; al sptimo la dejars descansar y en barbecho, para que
coman los pobres de tu pueblo, y lo que quede lo comern los animales del campo. Hars lo
mismo con tu via y tu olivar (Ex 23,10-11). Esta costumbre responde a una profunda
intuicin: la acumulacin de bienes en manos de algunos se puede convertir en una
privacin de bienes para otros.
Jess hombre del trabajo
259 En su predicacin, Jess ensea a apreciar el trabajo. l mismo se hizo semejante a
nosotros en todo, dedic la mayor parte de los aos de su vida terrena al trabajo manual
junto al banco del carpintero ,573 en el taller de Jos (cf. Mt 13,55; Mc 6,3), al cual estaba
sometido (cf. Lc 2,51). Jess condena el comportamiento del siervo perezoso, que esconde
bajo tierra el talento (cf. Mt 25,14-30) y alaba al siervo fiel y prudente a quien el patrn
encuentra realizando las tareas que se le han confiado (cf. Mt 24,46). l describe su misma
misin como un trabajar: Mi Padre trabaja siempre, y yo tambin trabajo (Jn 5,17); y a
sus discpulos como obreros en la mies del Seor, que representa a la humanidad por
evangelizar (cf. Mt 9,37-38). Para estos obreros vale el principio general segn el cual el
obrero tiene derecho a su salario (Lc 10,7); estn autorizados a hospedarse en las casas
donde los reciban, a comer y beber lo que les ofrezcan (cf. ibdem).
260 En su predicacin, Jess ensea a los hombres a no dejarse dominar por el trabajo.
Deben, ante todo, preocuparse por su alma; ganar el mundo entero no es el objetivo de su
vida (cf. Mc 8,36). Los tesoros de la tierra se consumen, mientras los del cielo son
imperecederos: a estos debe apegar el hombre su corazn (cf. Mt 6,19-21). El trabajo no
debe afanar (cf. Mt 6,25.31.34): el hombre preocupado y agitado por muchas cosas, corre el
peligro de descuidar el Reino de Dios y su justicia (cf. Mt 6,33), del que tiene verdadera
necesidad; todo lo dems, incluido el trabajo, encuentra su lugar, su sentido y su valor, slo
si est orientado a la nica cosa necesaria, que no se le arrebatar jams (cf. Lc 10,40-42).
261 Durante su ministerio terreno, Jess trabaja incansablemente, realizando obras
poderosas para liberar al hombre de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte. El
sbado, que el Antiguo Testamento haba puesto como da de liberacin y que, observado
slo formalmente, se haba vaciado de su significado autntico, es reafirmado por Jess en
su valor originario: El sbado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el
sbado! (Mc 2,27). Con las curaciones, realizadas en este da de descanso (cf. Mt 12,9-14;
Mc 3,1-6; Lc 6,6-11; 13,10-17; 14,1-6), Jess quiere demostrar que es Seor del sbado,
porque l es verdaderamente el Hijo de Dios, y que es el da en que el hombre debe
dedicarse a Dios y a los dems. Liberar del mal, practicar la fraternidad y compartir,
significa conferir al trabajo su significado ms noble, es decir, lo que permite a la
humanidad encaminarse hacia el Sbado eterno, en el cual, el descanso se transforma en la
fiesta a la que el hombre aspira interiormente. Precisamente, en la medida en que orienta la
humanidad a la experiencia del sbado de Dios y de su vida de comunin, el trabajo
inaugura sobre la tierra la nueva creacin.
262 La actividad humana de enriquecimiento y de transformacin del universo puede y
debe manifestar las perfecciones escondidas en l, que tienen en el Verbo increado su
principio y su modelo. Los escritos paulinos y jonicos destacan la dimensin trinitaria de
la creacin y, en particular, la unin entre el Hijo-Verbo, el Logos , y la creacin (cf. Jn
1,3; 1 Co 8,6; Col 1,15-17). Creado en l y por medio de l, redimido por l, el universo
no es una masa casual, sino un cosmos , cuyo orden el hombre debe descubrir, secundar
y llevar a cumplimiento. En Jesucristo, el mundo visible, creado por Dios para el hombre
el mundo que, entrando el pecado, est sujeto a la vanidad (Rm 8,20; cf. ibd., 8,19-22)
adquiere nuevamente el vnculo original con la misma fuente divina de la Sabidura y del
Amor . De esta manera, es decir, esclareciendo en progresin ascendente, la inescrutable
riqueza de Cristo (Ef 3,8) en la creacin, el trabajo humano se transforma en un servicio a
la grandeza de Dios.
263 El trabajo representa una dimensin fundamental de la existencia humana no slo
como participacin en la obra de la creacin, sino tambin de la redencin. Quien soporta
la penosa fatiga del trabajo en unin con Jess coopera, en cierto sentido, con el Hijo de
Dios en su obra redentora y se muestra como discpulo de Cristo llevando la Cruz cada da,
en la actividad que est llamado a cumplir. Desde esta perspectiva, el trabajo puede ser
considerado como un medio de santificacin y una animacin de las realidades terrenas en
el Espritu de Cristo. El trabajo, as presentado, es expresin de la plena humanidad del
hombre, en su condicin histrica y en su orientacin escatolgica: su accin libre y
responsable muestra su ntima relacin con el Creador y su potencial creativo, mientras
combate da a da la deformacin del pecado, tambin al ganarse el pan con el sudor de su
frente.
El deber de trabajar
264 La conciencia de la transitoriedad de la escena de este mundo (cf. 1 Co 7,31) no
exime de ninguna tarea histrica, mucho menos del trabajo (cf. 2 Ts 3,7-15), que es parte
integrante de la condicin humana, sin ser la nica razn de la vida. Ningn cristiano, por
el hecho de pertenecer a una comunidad solidaria y fraterna, debe sentirse con derecho a no
trabajar y vivir a expensas de los dems (cf. 2 Ts 3,6-12). Al contrario, el apstol Pablo
exhorta a todos a ambicionar vivir en tranquilidad con el trabajo de las propias manos,
para que no necesitis de nadie (1 Ts 4,11-12), y a practicar una solidaridad, incluso
material, que comparta los frutos del trabajo con quien se halle en necesidad (Ef 4,28).
Santiago defiende los derechos conculcados de los trabajadores: Mirad; el salario que no
habis pagado a los obreros que segaron vuestros campos est gritando; y los gritos de los
segadores han llegado a los odos del Seor de los ejrcitos (St 5,4). Los creyentes deben
vivir el trabajo al estilo de Cristo, convirtindolo en ocasin para dar un testimonio
cristiano ante los de fuera (1 Ts 4,12).
265 Los Padres de la Iglesia jams consideran el trabajo como opus servile , como
era considerado, en cambio, en la cultura de su tiempo, sino siempre como opus
humanum , y tratan de honrarlo en todas sus expresiones. Mediante el trabajo, el hombre
gobierna el mundo colaborando con Dios; junto a l, es seor y realiza obras buenas para s
mismo y para los dems. El ocio perjudica el ser del hombre, mientras que la actividad es
provechosa para su cuerpo y su espritu. El cristiano est obligado a trabajar no slo para
ganarse el pan, sino tambin para atender al prjimo ms pobre, a quien el Seor manda dar
de comer, de beber, vestirlo, acogerlo, cuidarlo y acompaarlo (cf. Mt 25,35-36). Cada
trabajador, afirma San Ambrosio, es la mano de Cristo que contina creando y haciendo el
bien.
266 Con el trabajo y la laboriosidad, el hombre, partcipe del arte y de la sabidura divina,
embellece la creacin, el cosmos ya ordenado por el Padre; suscita las energas sociales y
comunitarias que alimentan el bien comn, en beneficio sobre todo de los ms necesitados.
El trabajo humano, orientado hacia la caridad, se convierte en medio de contemplacin, se
transforma en oracin devota, en vigilante ascesis y en anhelante esperanza del da que no
tiene ocaso. En esta visin superior, el trabajo, castigo y al mismo tiempo premio de la
actividad humana, comporta otra relacin, esencialmente religiosa, que ha expresado
felizmente la frmula benedictina: Ora et labora! El hecho religioso confiere al trabajo
humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre trabajo y religin
refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el providencial
de Dios .
EL VALOR PROFTICO DE LA RERUM NOVARUM
267 El curso de la historia est marcado por las profundas transformaciones y las grandes
conquistas del trabajo, pero tambin por la explotacin de tantos trabajadores y las
ofensas a su dignidad. La revolucin industrial plante a la Iglesia un gran desafo, al que
el Magisterio social respondi con la fuerza proftica, afirmando principios de validez
universal y de perenne actualidad, para bien del hombre que trabaja y de sus derechos.
Durante siglos, el mensaje de la Iglesia se diriga a una sociedad de tipo agrcola,
caracterizada por ritmos regulares y cclicos; ahora haba que anunciar y vivir el Evangelio
en un nuevo arepago, en el tumulto de los acontecimientos de una sociedad ms dinmica,
teniendo en cuenta la complejidad de los nuevos fenmenos y de las increbles
transformaciones que la tcnica haba hecho posibles. Como punto focal de la solicitud
pastoral de la Iglesia se situaba cada vez ms urgentemente la cuestin obrera, es decir el
problema de la explotacin de los trabajadores, producto de la nueva organizacin
industrial del trabajo de matriz capitalista, y el problema, no menos grave, de la
instrumentalizacin ideolgica, socialista y comunista, de las justas reivindicaciones del
mundo del trabajo. En este horizonte histrico se colocan las reflexiones y las advertencias
de la encclica Rerum novarum de Len XIII.
268 La Rerum novarum es, ante todo, una apasionada defensa de la inalienable
dignidad de los trabajadores, a la cual se une la importancia del derecho de propiedad, del
principio de colaboracin entre clases, de los derechos de los dbiles y de los pobres, de las
obligaciones de los trabajadores y de los patronos, del derecho de asociacin.
Las orientaciones ideales expresadas en la encclica reforzaron el compromiso de
animacin cristiana de la vida social, que se manifest en el nacimiento y la consolidacin
de numerosas iniciativas de alto nivel civil: uniones y centros de estudios sociales,
asociaciones, sociedades obreras, sindicatos, cooperativas, bancos rurales, aseguradoras,
obras de asistencia. Todo esto dio un notable impulso a la legislacin laboral en orden a la
proteccin de los obreros, sobre todo de los nios y de las mujeres; a la instruccin y a la
mejora de los salarios y de la higiene.
269 A partir de la Rerum novarum , la Iglesia no ha dejado de considerar los problemas
del trabajo como parte de una cuestin social que ha adquirido progresivamente
dimensiones mundiales. La encclica Laborem exercens enriquece la visin personalista
del trabajo, caracterstica de los precedentes documentos sociales, indicando la necesidad
de profundizar en los significados y los compromisos que el trabajo comporta, poniendo de
relieve el hecho que surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen siempre
nuevas esperanzas, pero nacen tambin temores y amenazas relacionados con esta
dimensin fundamental de la existencia humana, de la que la vida del hombre est hecha
cada da, de la que deriva la propia dignidad especfica y en la que a la vez, est contenida
la medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento, y tambin del dao y de la
injusticia que invaden profundamente la vida social, dentro de cada Nacin y a escala
internacional . En efecto, el trabajo, clave esencial de toda la cuestin social, condiciona
el desarrollo no slo econmico, sino tambin cultural y moral, de las personas, de la
familia, de la sociedad y de todo el gnero humano.
LA DIGNIDAD DEL TRABAJO
La dimensin subjetiva y objetiva del trabajo
270 El trabajo humano tiene una doble dimensin: objetiva y subjetiva. En sentido
objetivo, es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y tcnicas de las que el
hombre se sirve para producir, para dominar la tierra, segn las palabras del libro del
Gnesis. El trabajo en sentido subjetivo, es el actuar del hombre en cuanto ser dinmico,
capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que
corresponden a su vocacin personal: El hombre debe someter la tierra, debe dominarla,
porque, como imagen de Dios, es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar
de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de s y que tiende a realizarse a s
mismo. Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo .
El trabajo en sentido objetivo constituye el aspecto contingente de la actividad humana,
que vara incesantemente en sus modalidades con la mutacin de las condiciones tcnicas,
culturales, sociales y polticas. El trabajo en sentido subjetivo se configura, en cambio,
como su dimensin estable, porque no depende de lo que el hombre realiza concretamente,
ni del tipo de actividad que ejercita, sino slo y exclusivamente de su dignidad de ser
personal. Esta distincin es decisiva, tanto para comprender cul es el fundamento ltimo
del valor y de la dignidad del trabajo, cuanto para implementar una organizacin de los
sistemas econmicos y sociales, respetuosa de los derechos del hombre.
271 La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo
como una simple mercanca o un elemento impersonal de la organizacin productiva. El
trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es expresin esencial de
la persona, es actus personae . Cualquier forma de materialismo y de economicismo que
intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de produccin, a simple fuerzatrabajo, a valor exclusivamente material, acabara por desnaturalizar irremediablemente la
esencia del trabajo, privndolo de su finalidad ms noble y profundamente humana. La
persona es la medida de la dignidad del trabajo: En efecto, no hay duda de que el trabajo
humano tiene un valor tico, el cual est vinculado completa y directamente al hecho de
que quien lo lleva a cabo es una persona .
La dimensin subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la
del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su ms alto
valor. Si falta esta conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su
significado ms verdadero y profundo: en este caso, por desgracia frecuente y difundido, la
actividad laboral y las mismas tcnicas utilizadas se consideran ms importantes que el
hombre mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad.
272 El trabajo humano no solamente procede de la persona, sino que est tambin
esencialmente ordenado y finalizado a ella. Independientemente de su contenido objetivo,
el trabajo debe estar orientado hacia el sujeto que lo realiza, porque la finalidad del trabajo,
de cualquier trabajo, es siempre el hombre. Aun cuando no se puede ignorar la importancia
del componente objetivo del trabajo desde el punto de vista de su calidad, esta componente,
sin embargo, est subordinada a la realizacin del hombre, y por ello a la dimensin
subjetiva, gracias a la cual es posible afirmar que el trabajo es para el hombre y no el
hombre para el trabajo y que la finalidad del trabajo, de cualquier trabajo realizado por el
hombre aunque fuera el trabajo ms corriente, ms montono en la escala del modo
comn de valorar, e incluso el que ms margina, sigue siendo siempre el hombre mismo
.
273 El trabajo humano posee tambin una intrnseca dimensin social. El trabajo de un
hombre, en efecto, se vincula naturalmente con el de otros hombres: Hoy, principalmente,
el trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es un hacer algo para alguien .
Tambin los frutos del trabajo son ocasin de intercambio, de relaciones y de encuentro. El
trabajo, por tanto, no se puede valorar justamente si no se tiene en cuenta su naturaleza
social, ya que, si no existe un verdadero cuerpo social y orgnico, si no hay un orden
social y jurdico que garantice el ejercicio del trabajo, si los diferentes oficios, dependientes
unos de otros, no colaboran y se completan entre s y, lo que es ms todava, no se asocian y
se funden como en una unidad la inteligencia, el capital y el trabajo, la eficiencia humana
no ser capaz de producir sus frutos. Luego el trabajo no puede ser valorado justamente ni
remunerado con equidad si no se tiene en cuenta su carcter social e individual .
274 El trabajo es tambin una obligacin, es decir, un deber . El hombre debe trabajar,
ya sea porque el Creador se lo ha ordenado, ya sea porque debe responder a las exigencias
de mantenimiento y desarrollo de su misma humanidad. El trabajo se perfila como
obligacin moral con respecto al prjimo, que es en primer lugar la propia familia, pero
tambin la sociedad a la que pertenece; la Nacin de la cual se es hijo o hija; y toda la
familia humana de la que se es miembro: somos herederos del trabajo de generaciones y, a
la vez, artfices del futuro de todos los hombres que vivirn despus de nosotros.
275 El trabajo confirma la profunda identidad del hombre creado a imagen y semejanza de
Dios: Hacindose mediante su trabajo cada vez ms dueo de la tierra y confirmando
todava mediante el trabajo su dominio sobre el mundo visible, el hombre, en cada
caso y en cada fase de este proceso, se coloca en la lnea del plan original del Creador; lo
cual est necesaria e indisolublemente unido al hecho de que el hombre ha sido creado,
varn y hembra, a imagen de Dios . Esto califica la actividad del hombre en el universo:
no es el dueo, sino el depositario, llamado a reflejar en su propio obrar la impronta de
Aquel de quien es imagen.
Las relaciones entre trabajo y capital
276 El trabajo, por su carcter subjetivo o personal, es superior a cualquier otro factor de
produccin. Este principio vale, en particular, con respeto al capital. En la actualidad, el
trmino capital tiene diversas acepciones: en ciertas ocasiones indica los medios
materiales de produccin de una empresa; en otras, los recursos financieros invertidos en
una iniciativa productiva o tambin, en operaciones de mercados burstiles. Se habla
tambin, de modo no totalmente apropiado, de capital humano , para significar los
recursos humanos, es decir las personas mismas, en cuanto son capaces de esfuerzo laboral,
de conocimiento, de creatividad, de intuicin de las exigencias de sus semejantes, de
acuerdo recproco en cuanto miembros de una organizacin. Se hace referencia al capital
social cuando se quiere indicar la capacidad de colaboracin de una colectividad, fruto de
la inversin en vnculos de confianza recproca. Esta multiplicidad de significados ofrece
motivos ulteriores para reflexionar acerca de qu pueda significar, en la actualidad, la
relacin entre trabajo y capital.
277 La doctrina social ha abordado las relaciones entre trabajo y capital destacando la
prioridad del primero sobre el segundo, as como su complementariedad.
El trabajo tiene una prioridad intrnseca con respecto al capital: Este principio se refiere
directamente al proceso mismo de produccin, respecto al cual el trabajo es siempre una
causa eficiente primaria, mientras el capital, siendo el conjunto de los medios de
produccin, es slo un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad
evidente, que se deduce de toda la experiencia histrica del hombre . Y pertenece al
patrimonio estable de la doctrina de la Iglesia .
Entre trabajo y capital debe existir complementariedad. La misma lgica intrnseca al
proceso productivo demuestra la necesidad de su recproca compenetracin y la urgencia de
dar vida a sistemas econmicos en los que la antinomia entre trabajo y capital sea superada.
En tiempos en los que, dentro de un sistema econmico menos complejo, el capital y el
trabajo asalariado identificaban con una cierta precisin no slo dos factores
productivos, sino tambin y sobre todo, dos clases sociales concretas, la Iglesia afirmaba
que ambos eran en s mismos legtimos. Ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el
trabajo sin el capital . Se trata de una verdad que vale tambin para el presente, porque
es absolutamente falso atribuir nicamente al capital o nicamente al trabajo lo que es
resultado de la efectividad unida de los dos, y totalmente injusto que uno de ellos, negada la
eficacia del otro, trate de arrogarse para s todo lo que hay en el efecto .
278 En la reflexin acerca de las relaciones entre trabajo y capital, sobre todo ante las
imponentes transformaciones de nuestro tiempo, se debe considerar que el recurso
principal y el factor decisivo de que dispone el hombre es el hombre mismo y que el
desarrollo integral de la persona humana en el trabajo no contradice, sino que favorece ms
bien la mayor productividad y eficacia del trabajo mismo . El mundo del trabajo, en
efecto, est descubriendo cada vez ms que el valor del capital humano reside en los
conocimientos de los trabajadores, en su disponibilidad a establecer relaciones, en la
creatividad, en el carcter emprendedor de s mismos, en la capacidad de afrontar
conscientemente lo nuevo, de trabajar juntos y de saber perseguir objetivos comunes. Se
trata de cualidades genuinamente personales, que pertenecen al sujeto del trabajo ms que a
los aspectos objetivos, tcnicos u operativos del trabajo mismo. Todo esto conlleva un
cambio de perspectiva en las relaciones entre trabajo y capital: se puede afirmar que, a
diferencia de cuanto suceda en la antigua organizacin del trabajo, donde el sujeto acababa
por equipararse al objeto, a la mquina, hoy, en cambio, la dimensin subjetiva del trabajo
tiende a ser ms decisiva e importante que la objetiva.
279 La relacin entre trabajo y capital presenta, a menudo, los rasgos del conflicto, que
adquiere caracteres nuevos con los cambios en el contexto social y econmico. Ayer, el
conflicto entre capital y trabajo se originaba, sobre todo, por el hecho de que los
trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponan a disposicin del grupo de
los empresarios, y que ste, guiado por el principio del mximo rendimiento, trataba de
establecer el salario ms bajo posible para el trabajo realizado por los obreros .
Actualmente, el conflicto presenta aspectos nuevos y, tal vez, ms preocupantes: los
progresos cientficos y tecnolgicos y la mundializacin de los mercados, de por s fuente
de desarrollo y de progreso, exponen a los trabajadores al riesgo de ser explotados por los
engranajes de la economa y por la bsqueda desenfrenada de productividad.
280 No debe pensarse equivocadamente que el proceso de superacin de la dependencia
del trabajo respecto a la materia sea capaz por s misma de superar la alienacin en y del
trabajo. Esto sucede no slo en las numerosas zonas existentes donde abunda el desempleo,
el trabajo informal, el trabajo infantil, el trabajo mal remunerado, o la explotacin en el
trabajo; tambin se presenta con las nuevas formas, mucho ms sutiles, de explotacin en
los nuevos trabajos: el super-trabajo; el trabajo-carrera que a veces roba espacio a
dimensiones igualmente humanas y necesarias para la persona; la excesiva flexibilidad del
trabajo que hace precaria y a veces imposible la vida familiar; la segmentacin del trabajo,
que corre el riesgo de tener graves consecuencias para la percepcin unitaria de la propia
existencia y para la estabilidad de las relaciones familiares. Si el hombre est alienado
cuando invierte la relacin entre medios y fines, tambin en el nuevo contexto de trabajo
inmaterial, ligero, cualitativo ms que cuantitativo, pueden darse elementos de alienacin,
segn que aumente su participacin [del hombre] en una autntica comunidad solidaria, o
bien su aislamiento en un complejo de relaciones de exacerbada competencia y de recproca
exclusin .
El trabajo, ttulo de participacin
281 La relacin entre trabajo y capital se realiza tambin mediante la participacin de los
trabajadores en la propiedad, en su gestin y en sus frutos. Esta es una exigencia
frecuentemente olvidada, que es necesario, por tanto, valorar mejor: debe procurarse que
toda persona, basndose en su propio trabajo, tenga pleno ttulo a considerarse, al mismo
tiempo, copropietario de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete
con todos. Un camino para conseguir esa meta podra ser la de asociar, en cuanto sea
posible, el trabajo a la propiedad del capital y dar vida a una rica gama de cuerpos
intermedios con finalidades econmicas, sociales, culturales: cuerpos que gocen de una
autonoma efectiva respecto a los poderes pblicos, que persigan sus objetivos especficos
manteniendo relaciones de colaboracin leal y mutua, con subordinacin a las exigencias
del bien comn, y que ofrezcan forma y naturaleza de comunidades vivas, es decir, que los
miembros respectivos sean considerados y tratados como personas y sean estimulados a
tomar parte activa en la vida de dichas comunidades . La nueva organizacin del trabajo,
en la que el saber cuenta ms que la sola propiedad de los medios de produccin, confirma
de forma concreta que el trabajo, por su carcter subjetivo, es ttulo de participacin: es
indispensable aceptar firmemente esta realidad para valorar la justa posicin del trabajo en
el proceso productivo y para encontrar modalidades de participacin conformes a la
subjetividad del trabajo en la peculiaridad de las diversas situaciones concretas.
Relacin entre trabajo y propiedad privada
282 El Magisterio social de la Iglesia estructura la relacin entre trabajo y capital tambin
respecto a la institucin de la propiedad privada, al derecho y al uso de sta. El derecho a
la propiedad privada est subordinado al principio del destino universal de los bienes y no
debe constituir motivo de impedimento al trabajo y al desarrollo de otros. La propiedad,
que se adquiere sobre todo mediante el trabajo, debe servir al trabajo. Esto vale de modo
particular para la propiedad de los medios de produccin; pero el principio concierne
tambin a los bienes propios del mundo financiero, tcnico, intelectual y personal.
Los medios de produccin no pueden ser posedos contra el trabajo, no pueden ser ni
siquiera posedos para poseer . Su posesin se vuelve ilegtima cuando o sirve para
impedir el trabajo de los dems u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansin
global del trabajo y de la riqueza social, sino ms bien de su limitacin, de la explotacin
ilcita, de la especulacin y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral .
283 La propiedad privada y pblica, as como los diversos mecanismos del sistema
econmico, deben estar predispuestas para garantizar una economa al servicio del
hombre, de manera que contribuyan a poner en prctica el principio del destino universal de
los bienes. En esta perspectiva adquiere gran importancia la cuestin relativa a la propiedad
y al uso de las nuevas tecnologas y conocimientos que constituyen, en nuestro tiempo, una
forma particular de propiedad, no menos importante que la propiedad de la tierra y del
capital. Estos recursos, como todos los dems bienes, tienen un destino universal; por lo
tanto deben tambin insertarse en un contexto de normas jurdicas y de reglas sociales que
garanticen su uso inspirado en criterios de justicia, equidad y respeto de los derechos del
hombre. Los nuevos conocimientos y tecnologas, gracias a sus enormes potencialidades,
pueden contribuir en modo decisivo a la promocin del progreso social, pero pueden
convertirse en factor de desempleo y ensanchamiento de la distancia entre zonas
desarrolladas y subdesarrolladas, si permanecen concentrados en los pases ms ricos o en
manos de grupos reducidos de poder.
El descanso festivo
284 El descanso festivo es un derecho. El da sptimo ces Dios de toda la tarea que haba
hecho (Gn 2,2): tambin los hombres, creados a su imagen, deben gozar del descanso y
tiempo libre para poder atender la vida familiar, cultural, social y religiosa. A esto
contribuye la institucin del da del Seor. Los creyentes, durante el domingo y en los
dems das festivos de precepto, deben abstenerse de trabajos o actividades que impidan
el culto debido a Dios, la alegra propia del da del Seor, la prctica de las obras de
misericordia y el descanso necesario del espritu y del cuerpo . Necesidades familiares o
exigencias de utilidad social pueden legtimamente eximir del descanso dominical, pero no
deben crear costumbres perjudiciales para la religin, la vida familiar y la salud.
285 El domingo es un da que se debe santificar mediante una caridad efectiva, dedicando
especial atencin a la familia y a los parientes, as como tambin a los enfermos y a los
ancianos. Tampoco se debe olvidar a los hermanos que tienen las misma necesidades y
los mismos derechos y no pueden descansar a causa de la pobreza y la miseria . Es
adems un tiempo propicio para la reflexin, el silencio y el estudio, que favorecen el
crecimiento de la vida interior y cristiana. Los creyentes debern distinguirse, tambin en
este da, por su moderacin, evitando todos los excesos y las violencias que frecuentemente
caracterizan las diversiones masivas. El da del Seor debe vivirse siempre como el da de
la liberacin, que lleva a participar en la reunin solemne y asamblea de los primognitos
inscritos en los cielos (Hb 12,22-23) y anticipa la celebracin de la Pascua definitiva en la
gloria del cielo.
286 Las autoridades pblicas tienen el deber de vigilar para que los ciudadanos no se
vean privados, por motivos de productividad econmica, de un tiempo destinado al
descanso y al culto divino. Los patronos tienen una obligacin anloga con respecto a sus
empleados. Los cristianos deben esforzarse, respetando la libertad religiosa y el bien comn
de todos, para que las leyes reconozcan el domingo y las dems solemnidades litrgicas
como das festivos: Deben dar a todos un ejemplo pblico de oracin, de respeto y de
alegra, y defender sus tradiciones como una contribucin preciosa a la vida espiritual de la
sociedad humana . Todo cristiano deber evitar imponer sin necesidad a otro lo que le
impedira guardar el da del Seor .
EL DERECHO AL TRABAJO
El trabajo es necesario
287 El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien til, digno de
l, porque es idneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. La Iglesia ensea el
valor del trabajo no slo porque es siempre personal, sino tambin por el carcter de
necesidad. El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho
a la propiedad y contribuir al bien comn de la familia humana. La consideracin de las
implicaciones morales que la cuestin del trabajo comporta en la vida social, lleva a la
Iglesia a indicar la desocupacin como una verdadera calamidad social , sobre todo en
relacin con las jvenes generaciones.
288 El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces
de l. La plena ocupacin es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento
econmico orientado a la justicia y al bien comn. Una sociedad donde el derecho al
trabajo sea anulado o sistemticamente negado y donde las medidas de poltica econmica
292 Teniendo en cuenta las dimensiones planetarias que han asumido vertiginosamente las
relaciones econmico-financieras y el mercado de trabajo, se debe promover una
colaboracin internacional eficaz entre los Estados, mediante tratados, acuerdos y planes
de accin comunes que salvaguarden el derecho al trabajo, incluso en las fases ms crticas
del ciclo econmico, a nivel nacional e internacional. Hay que ser conscientes de que el
trabajo humano es un derecho del que depende directamente la promocin de la justicia
social y de la paz civil. Tareas importantes en esta direccin corresponden a las
Organizaciones Internacionales, as como a las sindicales: unindose en las formas ms
oportunas, deben esforzarse, ante todo, en el establecimiento de una trama cada vez ms
compacta de disposiciones jurdicas que protejan el trabajo de los hombres, de las mujeres,
de los jvenes, y les aseguren una conveniente retribucin .
293 Para la promocin del derecho al trabajo es importante, hoy como en tiempos de la
Rerum novarum , que exista realmente un libre proceso de auto-organizacin de la
sociedad . Se pueden encontrar significativos testimonios y ejemplos de auto-organizacin
en las numerosas iniciativas, privadas y sociales, caracterizadas por formas de
participacin, de cooperacin y de autogestin, que revelan la fusin de energas solidarias.
Estas iniciativas se ofrecen al mercado como un variado sector de actividades laborales que
se distinguen por una atencin particular al aspecto relacional de los bienes producidos y de
los servicios prestados en diversos mbitos: educacin, cuidado de la salud, servicios
sociales bsicos, cultura. Las iniciativas del as llamado tercer sector constituyen una
oportunidad cada vez ms relevante de desarrollo del trabajo y de la economa.
La familia y el derecho al trabajo
294 El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un
derecho natural y una vocacin del hombre . El trabajo asegura los medios de subsistencia
y garantiza el proceso educativo de los hijos. Familia y trabajo, tan estrechamente
interdependientes en la experiencia de la gran mayora de las personas, requieren una
consideracin ms conforme a la realidad, una atencin que las abarque conjuntamente, sin
las limitaciones de una concepcin privatista de la familia y economicista del trabajo. Es
necesario para ello que las empresas, las organizaciones profesionales, los sindicatos y el
Estado se hagan promotores de polticas laborales que no perjudiquen, sino favorezcan el
ncleo familiar desde el punto de vista ocupacional. La vida familiar y el trabajo, en efecto,
se condicionan recprocamente de diversas maneras. Los largos desplazamientos diarios al
y del puesto de trabajo, el doble trabajo, la fatiga fsica y psicolgica limitan el tiempo
dedicado a la vida familiar; las situaciones de desocupacin tienen repercusiones materiales
y espirituales sobre las familias, as como las tensiones y las crisis familiares influyen
negativamente en las actitudes y el rendimiento en el campo laboral.
Las mujeres y el derecho al trabajo
295 El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello se
ha de garantizar la presencia de las mujeres tambin en el mbito laboral. El primer e
y por la capacitacin agrcola; la negligencia por los servicios sociales y por la creacin de
infraestructuras en las reas rurales . La reforma agraria es, por tanto, adems de una
necesidad poltica, una obligacin moral, ya que el no llevarla a cabo constituye, en estos
pases, un obstculo para los efectos benficos que derivan de la apertura de los mercados
y, en general, de las ventajosas ocasiones de crecimiento que la globalizacin actual puede
ofrecer.
DERECHOS DE LOS TRABAJADORES
Dignidad de los trabajadores y respeto de sus derechos
301 Los derechos de los trabajadores, como todos los dems derechos, se basan en la
naturaleza de la persona humana y en su dignidad trascendente. El Magisterio social de la
Iglesia ha considerado oportuno enunciar algunos de ellos, indicando la conveniencia de su
reconocimiento en los ordenamientos jurdicos: el derecho a una justa remuneracin; el
derecho al descanso; el derecho a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no
comporten perjuicio a la salud fsica de los trabajadores y no daen su integridad moral ;
el derecho a que sea salvaguardada la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin que
sean conculcados de ningn modo en la propia conciencia o en la propia dignidad ; el
derecho a subsidios adecuados e indispensables para la subsistencia de los trabajadores
desocupados y de sus familias; el derecho a la pensin, as como a la seguridad social para
la vejez, la enfermedad y en caso de accidentes relacionados con la prestacin laboral; el
derecho a previsiones sociales vinculadas a la maternidad; el derecho a reunirse y a
asociarse. Estos derechos son frecuentemente desatendidos, como confirman los tristes
fenmenos del trabajo infraremunerado, sin garantas ni representacin adecuadas. Con
frecuencia sucede que las condiciones de trabajo para hombres, mujeres y nios,
especialmente en los pases en vas de desarrollo, son tan inhumanas que ofenden su
dignidad y daan su salud.
El derecho a la justa remuneracin y distribucin de la renta
302 La remuneracin es el instrumento ms importante para practicar la justicia en las
relaciones laborales. El salario justo es el fruto legtimo del trabajo ; comete una grave
injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporcin al trabajo
realizado (cf. Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4). El salario es el instrumento que permite al
trabajador acceder a los bienes de la tierra: La remuneracin del trabajo debe ser tal que
permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y
espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, as como
las condiciones de la empresa y el bien comn . El simple acuerdo entre el trabajador y el
patrono acerca de la remuneracin, no basta para calificar de justa la remuneracin
acordada, porque sta no debe ser en manera alguna insuficiente para el sustento del
trabajador: la justicia natural es anterior y superior a la libertad del contrato.
303 El bienestar econmico de un pas no se mide exclusivamente por la cantidad de
bienes producidos, sino tambin teniendo en cuenta el modo en que son producidos y el
La
propiedad
Con lo dicho, resulta claro que la propiedad privada no debe ser suprimida, sino que es
necesario armonizarla con la nocin de destino universal de los bienes por medio de 2
principios:
1) aquello que es imprescindible o indispensable para la vida humana debe estar al
alcance de todos, y por ello, debe permanecer como propiedad publica. ej: agua, caminos,
etc. (En ciertos casos, algunos bienes pueden estar en mano del Estado. ej: el
combustible en caso de guerra). Al respecto Juan Pablo II sintetiz esta idea en la
Sollicitudo rei socialis al decir Es necesario recordar una vez ms aquel principio
peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo estn originariamente
destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es vlido y necesario, pero no
anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir,
posee como cualidad intrnseca, una funcin social fundada y justificada precisamente
sobre el principio del destino universal de los bienes.
2) necesidad de la difusion de la propiedad privada, comenzando con la propiedad privada
de la vivienda, ya que la vivienda es un bien de uso que garantiza la estabilidad del nucleo
familiar
y
de
las
personas.
172 El principio del destino universal de los bienes de la tierra est en la base del derecho
universal al uso de los bienes. Todo hombre debe tener la posibilidad de gozar del
bienestar necesario para su pleno desarrollo: el principio del uso comn de los bienes, es
el primer principio de todo el ordenamiento tico-social y principio peculiar de la
doctrina social cristiana . Por esta razn la Iglesia considera un deber precisar su
naturaleza y sus caractersticas. Se trata ante todo de un derecho natural, inscrito en la
naturaleza del hombre, y no slo de un derecho positivo, ligado a la contingencia histrica;
adems este derecho es originario . Es inherente a la persona concreta, a toda
persona, y es prioritario respecto a cualquier intervencin humana sobre los bienes, a
cualquier ordenamiento jurdico de los mismos, a cualquier sistema y mtodo
socioeconmico: Todos los dems derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos
los de propiedad y comercio libre, a ello [destino universal de los bienes] estn
subordinados: no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realizacin, y es un deber
social grave y urgente hacerlos volver a su finalidad primera .
173 La actuacin concreta del principio del destino universal de los bienes, segn los
diferentes contextos culturales y sociales, implica una precisa definicin de los modos, de
los limites, de los objetos. Destino y uso universal no significan que todo est a
disposicin de cada uno o de todos, ni tampoco que la misma cosa sirva o pertenezca a
cada uno o a todos. Si bien es verdad que todos los hombres nacen con el derecho al uso
de los bienes, no lo es menos que, para asegurar un ejercicio justo y ordenado, son
necesarias intervenciones normativas, fruto de acuerdos nacionales e internacionales, y
un ordenamiento jurdico que determine y especifique tal ejercicio.
174 El principio del destino universal de los bienes invita a cultivar una visin de la
economa inspirada en valores morales que permitan tener siempre presente el origen y
la finalidad de tales bienes, para as realizar un mundo justo y solidario, en el que la
creacin de la riqueza pueda asumir una funcin positiva. La riqueza, efectivamente,
presenta esta valencia, en la multiplicidad de las formas que pueden expresarla como
resultado de un proceso productivo de elaboracin tcnico-econmica de los recursos
disponibles, naturales y derivados; es un proceso que debe estar guiado por la inventiva,
por la capacidad de proyeccin, por el trabajo de los hombres, y debe ser empleado como
medio til para promover el bienestar de los hombres y de los pueblos y para impedir su
exclusin y explotacin.
175 El destino universal de los bienes comporta un esfuerzo comn dirigido a obtener
para cada persona y para todos los pueblos las condiciones necesarias de un desarrollo
integral, de manera que todos puedan contribuir a la promocin de un mundo ms
humano, donde cada uno pueda dar y recibir, y donde el progreso de unos no sea
obstculo para el desarrollo de otros ni un pretexto para su servidumbre . Este principio
corresponde al llamado que el Evangelio incesantemente dirige a las personas y a las
sociedades de todo tiempo, siempre expuestas a las tentaciones del deseo de poseer, a
las que el mismo Seor Jess quiso someterse (cf. Mc 1,12-13; Mt 4,1-11; Lc 4,1-13) para
ensearnos el modo de superarlas con su gracia.
Destino universal de los bienes y propiedad privada
actuacin del principio del destino universal de los bienes requiere, por tanto, acciones a
nivel internacional e iniciativas programadas por parte de todos los pases: Hay que
romper las barreras y los monopolios que dejan a tantos pueblos al margen del desarrollo,
y asegurar a todos individuos y Naciones las condiciones bsicas que permitan
participar en dicho desarrollo .
180 Si bien en el proceso de desarrollo econmico y social adquieren notable relieve
formas de propiedad desconocidas en el pasado, no se pueden olvidar, sin embargo, las
tradicionales. La propiedad individual no es la nica forma legtima de posesin. Reviste
particular importancia tambin la antigua forma de propiedad comunitaria que, presente
tambin en los pases econmicamente avanzados, caracteriza de modo peculiar la
estructura social de numerosos pueblos indgenas. Es una forma de propiedad que incide
muy profundamente en la vida econmica, cultural y poltica de aquellos pueblos, hasta el
punto de constituir un elemento fundamental para su supervivencia y bienestar. La
defensa y la valoracin de la propiedad comunitaria no deben excluir, sin embargo, la
conciencia de que tambin este tipo de propiedad est destinado a evolucionar. Si se
actuase slo para garantizar su conservacin, se correra el riesgo de anclarla al pasado
y, de este modo, ponerla en peligro.
Sigue siendo vital, especialmente en los pases en vas de desarrollo o que han salido de
sistemas colectivistas o de colonizacin, la justa distribucin de la tierra. En las zonas
rurales, la posibilidad de acceder a la tierra mediante las oportunidades ofrecidas por los
mercados de trabajo y de crdito, es condicin necesaria para el acceso a los dems
bienes y servicios; adems de constituir un camino eficaz para la salvaguardia del
ambiente, esta posibilidad representa un sistema de seguridad social realizable tambin
en los pases que tienen una estructura administrativa dbil.
181 De la propiedad deriva para el sujeto poseedor, sea ste un individuo o una
comunidad, una serie de ventajas objetivas: mejores condiciones de vida, seguridad para
el futuro, mayores oportunidades de eleccin. De la propiedad, por otro lado, puede
proceder tambin una serie de promesas ilusorias y tentadoras. El hombre o la sociedad
que llegan al punto de absolutizar el derecho de propiedad, terminan por experimentar la
esclavitud ms radical. Ninguna posesin, en efecto, puede ser considerada indiferente
por el influjo que ejerce, tanto sobre los individuos, como sobre las instituciones; el
poseedor que incautamente idolatra sus bienes (cf. Mt 6,24; 19,21-26; Lc 16,13) resulta,
ms que nunca, posedo y subyugado por ellos. Slo reconocindoles la dependencia de
Dios creador y, consecuentemente, orientndolos al bien comn, es posible conferir a los
bienes materiales la funcin de instrumentos tiles para el crecimiento de los hombres y
de los pueblos.
Destino universal de los bienes y opcin preferencial por los pobres
182 El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particular
solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentran en situaciones de marginacin y,
en cualquier caso, por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento
adecuado. A este propsito se debe reafirmar, con toda su fuerza, la opcin preferencial
por los pobres: Esta es una opcin o una forma especial de primaca en el ejercicio de la
caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradicin de la Iglesia. Se refiere a la
vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a
nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las
decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes.
Pero hoy, vista la dimensin mundial que ha adquirido la cuestin social, este amor
preferencial, con las decisiones que nos inspira, no puede dejar de abarcar a las
inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados mdicos y,
sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor .
183 La miseria humana es el signo evidente de la condicin de debilidad del hombre y de
su necesidad de salvacin. De ella se compadeci Cristo Salvador, que se identific con
sus hermanos ms pequeos (Mt 25,40.45). Jesucristo reconocer a sus elegidos
en lo que hayan hecho por los pobres. La buena nueva "anunciada a los pobres" (Mt 11,5;
Lc 4,18) es el signo de la presencia de Cristo .
Jess dice: Pobres tendris siempre con vosotros, pero a m no me tendris siempre
(Mt 26,11; cf. Mc 14,3-9; Jn 12,1-8) no para contraponer al servicio de los pobres la
atencin dirigida a l. El realismo cristiano, mientras por una parte aprecia los esfuerzos
laudables que se realizan para erradicar la pobreza, por otra parte pone en guardia frente
a posiciones ideolgicas y mesianismos que alimentan la ilusin de que se pueda eliminar
totalmente de este mundo el problema de la pobreza. Esto suceder slo a su regreso,
cuando l estar de nuevo con nosotros para siempre. Mientras tanto, los pobres quedan
confiados a nosotros y en base a esta responsabilidad seremos juzgados al final (cf. Mt
25,31-46): Nuestro Seor nos advierte que estaremos separados de l si omitimos
socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeos que son sus hermanos
.
184 El amor de la Iglesia por los pobres se inspira en el Evangelio de las
bienaventuranzas, en la pobreza de Jess y en su atencin por los pobres. Este amor se
refiere a la pobreza material y tambin a las numerosas formas de pobreza cultural y
religiosa. La Iglesia desde los orgenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus
miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho
mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continan
siendo indispensables . Inspirada en el precepto evanglico: De gracia lo recibisteis;
dadlo de gracia (Mt 10,8), la Iglesia ensea a socorrer al prjimo en sus mltiples
necesidades y prodiga en la comunidad humana innumerables obras de misericordia
corporales y espirituales: Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los
principales testimonios de la caridad fraterna; es tambin una prctica de justicia que
agrada a Dios , aun cuando la prctica de la caridad no se reduce a la limosna, sino que
implica la atencin a la dimensin social y poltica del problema de la pobreza. Sobre esta
relacin entre caridad y justicia retorna constantemente la enseanza de la Iglesia:
Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades
personales, sino que les devolvemos lo que es suyo. Ms que realizar un acto de caridad,
lo que hacemos es cumplir un deber de justicia . Los Padres Conciliares recomiendan
con fuerza que se cumpla este deber para no dar como ayuda de caridad lo que ya se
debe por razn de justicia . El amor por los pobres es ciertamente incompatible con el
amor desordenado de las riquezas o su uso egosta (cf. St 5,1-6).
La
ecologa
El trmino kologie fue acuado por el filsofo Ernst Haeckel a partir de las palabras
griegas oikos (casa, vivienda, hogar) y logos (estudio o tratado), por ello ecologa significa
el estudio del hogar.
El libro del gnesis nos habla de cuidar y cultivar la tierra. El cuidar implica un
compromiso con la creacin, lo que hoy se conoce genericamente como ecologa;
mientras que el cultivar la tierra, o sea transformarla, usarla y disponer de ella es lo mismo
que decir que tenemos sobre la misma un derecho de propiedad.
65,17) dice el Seor, se har la estepa un vergel ... y la justicia morar en el vergel ...
Y habitar mi pueblo en albergue de paz (Is 32,15-18).
453 La salvacin definitiva que Dios ofrece a toda la humanidad por medio de su propio
Hijo, no se realiza fuera de este mundo. Aun herido por el pecado, el mundo est destinado
a conocer una purificacin radical (cf. 2 P 3,10) de la que saldr renovado (cf. Is 65,17;
66,22; Ap 21,1), convirtindose por fin en el lugar donde establemente habite la justicia
(2 P 3,13).
En su ministerio pblico, Jess valora los elementos naturales. De la naturaleza, l es, no
slo su intrprete sabio en las imgenes y en las parbolas que ama ofrecer, sino tambin su
dominador (cf. el episodio de la tempestad calmada en Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Lc 8,2225; Jn 6,16-21): el Seor pone la naturaleza al servicio de su designio redentor. A sus
discpulos les pide mirar las cosas, las estaciones y los hombres con la confianza de los
hijos que saben no sern abandonados por el Padre providente (cf. Lc 11,11-13). En cambio
de hacerse esclavo de las cosas, el discpulo de Cristo debe saber servirse de ellas para
compartir y crear fraternidad (cf. Lc 16,9-13).
454 El ingreso de Jesucristo en la historia del mundo tiene su culmen en la Pascua, donde
la naturaleza misma participa del drama del Hijo de Dios rechazado y de la victoria de la
Resurreccin (cf. Mt 27,45.51; 28,2). Atravesando la muerte e injertando en ella la
resplandeciente novedad de la Resurreccin, Jess inaugura un mundo nuevo en el que todo
est sometido a l (cf. 1 Co 15,20-28) y restablece las relaciones de orden y armona que el
pecado haba destruido. La conciencia de los desequilibrios entre el hombre y la naturaleza
debe ir acompaada de la conviccin que en Jess se ha realizado la reconciliacin del
hombre y del mundo con Dios, de tal forma que el ser humano, consciente del amor divino,
puede reencontrar la paz perdida: Por tanto, el que est en Cristo, es una nueva creacin;
pas lo viejo, todo es nuevo (2 Co 5,17). La naturaleza, que en el Verbo haba sido
creada, por medio del mismo Verbo hecho carne, ha sido reconciliada con Dios y pacificada
(cf. Col 1,15-20).
455 No slo la interioridad del hombre ha sido sanada, tambin su corporeidad ha sido
elevada por la fuerza redentora de Cristo; toda la creacin toma parte en la renovacin
que brota de la Pascua del Seor, aun gimiendo con dolores de parto (cf. Rm 8,19-23), en
espera de dar a luz un nuevo cielo y una tierra nueva (Ap 21,1) que son el don del fin de
los tiempos, de la salvacin cumplida. Mientras tanto, nada es extrao a esta salvacin: en
cualquier condicin de vida, el cristiano est llamado a servir a Cristo, a vivir segn su
Espritu, dejndose guiar por el amor, principio de una vida nueva, que reporta el mundo y
el hombre al proyecto de sus orgenes: El mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro,
todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo, de Dios (1 Co 3,22-23).
EL HOMBRE Y EL UNIVERSO DE LAS COSAS
456 La visin bblica inspira las actitudes de los cristianos con respecto al uso de la tierra,
y al desarrollo de la ciencia y de la tcnica. El Concilio Vaticano II declara que tiene
razn el hombre, participante de la luz de la inteligencia divina, cuando afirma que por
misma capacidad de acogida del medio ambiente: el ambiente como recurso pone en
peligro el ambiente como casa. A causa de los poderosos medios de transformacin que
brinda la civilizacin tecnolgica, a veces parece que el equilibrio hombreambiente ha
alcanzado un punto crtico .
462 La naturaleza aparece como un instrumento en las manos del hombre, una realidad
que l debe manipular constantemente, especialmente mediante la tecnologa. A partir del
presupuesto, que se ha revelado errado, de que existe una cantidad ilimitada de energa y de
recursos utilizables, que su regeneracin inmediata es posible y que los efectos negativos de
las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fcilmente absorbidos, se ha difundido y
prevalece una concepcin reductiva que entiende el mundo natural en clave mecanicista y
el desarrollo en clave consumista. El primado atribuido al hacer y al tener ms que al ser, es
causa de graves formas de alienacin humana.
Una actitud semejante no deriva de la investigacin cientfica y tecnolgica, sino de una
ideologa cientificista y tecncrata que tiende a condicionarla. La ciencia y la tcnica, con
su progreso, no eliminan la necesidad de trascendencia y no son de por s causa de la
secularizacin exasperada que conduce al nihilismo; mientras avanzan en su camino,
plantean cuestiones acerca de su sentido y hacen crecer la necesidad de respetar la
dimensin trascendente de la persona humana y de la misma creacin.
463 Una correcta concepcin del medio ambiente, si por una parte no puede reducir
utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulacin y explotacin, por otra
parte, tampoco debe absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima de la misma
persona humana. En este ltimo caso, se llega a divinizar la naturaleza o la tierra, como
puede fcilmente verse en algunos movimientos ecologistas que piden se otorgue un
reconocimiento institucional internacionalmente garantizado a sus ideas.
El Magisterio ha motivado su contrariedad a una nocin del medio ambiente inspirada en
el ecocentrismo y el biocentrismo, porque sta se propone eliminar la diferencia
ontolgica y axiolgica entre el hombre y los dems seres vivos, considerando la biosfera
como una unidad bitica de valor indiferenciado. As se elimina la responsabilidad
superior del hombre en favor de una consideracin igualitaria de la dignidad de todos los
seres vivos .
464 Una visin del hombre y de las cosas desligada de toda referencia a la trascendencia
ha llevado a rechazar el concepto de creacin y a atribuir al hombre y a la naturaleza una
existencia completamente autnoma. El vnculo que une el mundo con Dios ha sido as
roto: esta ruptura ha acabado desvinculando tambin al hombre de la tierra y, ms
radicalmente, ha empobrecido su misma identidad. El ser humano ha llegado a considerarse
extrao al contexto ambiental en el que vive. La consecuencia que deriva de todo ello es
muy clara: La relacin que el hombre tiene con Dios determina la relacin del hombre
con sus semejantes y con su ambiente. Por eso la cultura cristiana ha reconocido siempre en
las criaturas que rodean al hombre otros tantos dones de Dios que se han de cultivar y
custodiar con sentido de gratitud hacia el Creador. En particular, la espiritualidad
benedictina y la franciscana han testimoniado esta especie de parentesco del hombre con el
medio ambiente, alimentando en l una actitud de respeto a toda realidad del mundo que lo
rodea . Debe darse un mayor relieve a la profunda conexin que existe entre ecologa
ambiental y ecologa humana .
465 El Magisterio subraya la responsabilidad humana de preservar un ambiente ntegro y
sano para todos: La humanidad de hoy, si logra conjugar las nuevas capacidades
cientficas con una fuerte dimensin tica, ciertamente ser capaz de promover el ambiente
como casa y como recurso, en favor del hombre y de todos los hombres; de eliminar los
factores de contaminacin; y de asegurar condiciones de adecuada higiene y salud tanto
para pequeos grupos como para grandes asentamientos humanos. La tecnologa que
contamina, tambin puede descontaminar; la produccin que acumula, tambin puede
distribuir equitativamente, a condicin de que prevalezca la tica del respeto a la vida, a la
dignidad del hombre y a los derechos de las generaciones humanas presentes y futuras .
UNA RESPONSABILIDAD COMN
El ambiente, un bien colectivo
466 La tutela del medio ambiente constituye un desafo para la entera humanidad: se trata
del deber, comn y universal, de respetar un bien colectivo, destinado a todos, impidiendo
que se puedan utilizar impunemente las diversas categoras de seres, vivos o inanimados
animales, plantas, elementos naturales, como mejor apetezca, segn las propias
exigencias . Es una responsabilidad que debe crecer, teniendo en cuenta la globalidad de la
actual crisis ecolgica y la consiguiente necesidad de afrontarla globalmente, ya que todos
los seres dependen unos de otros en el orden universal establecido por el Creador:
Conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexin en un sistema
ordenado, que es precisamente el cosmos .
Esta perspectiva adquiere una importancia particular cuando se considera, en el contexto de
los estrechos vnculos que unen entre s a los diversos ecosistemas, el valor ambiental de la
biodiversidad, que se ha de tratar con sentido de responsabilidad y proteger adecuadamente,
porque constituye una riqueza extraordinaria para toda la humanidad. Al respecto, cada uno
puede advertir con facilidad, por ejemplo, la importancia de la regin de amaznica, uno
de los espacios naturales ms apreciados en el mundo por su diversidad biolgica, siendo
vital para el equilibrio ambiental de todo el planeta . Los bosques contribuyen a mantener
los esenciales equilibrios naturales, indispensables para la vida. Su destruccin, incluida la
causada por los irrazonables incendios dolosos, acelera los procesos de desertificacin con
peligrosas consecuencias para las reservas de agua y pone en peligro la vida de muchos
pueblos indgenas y el bienestar de las futuras generaciones. Todos, personas y sujetos
institucionales, deben sentirse comprometidos en la proteccin del patrimonio forestal y,
donde sea necesario, promover programas adecuados de reforestacin.
467 La responsabilidad de salvaguardar el medio ambiente, patrimonio comn del gnero
humano, se extiende no slo a las exigencias del presente, sino tambin a las del futuro:
Herederos de generaciones pasadas y beneficindonos del trabajo de nuestros
contemporneos, estamos obligados para con todos y no podemos desinteresarnos de los
naturales debe preocuparse tambin de la salvaguardia del medio ambiente y prever sus
costos, que se han de considerar como un elemento esencial del coste actual de la
actividad econmica . En este contexto se deben considerar las relaciones entre la
actividad humana y los cambios climticos que, debido a su extrema complejidad, deben
ser oportuna y constantemente vigilados a nivel cientfico, poltico y jurdico, nacional e
internacional. El clima es un bien que debe ser protegido y requiere que los consumidores y
los agentes de las actividades industriales desarrollen un mayor sentido de responsabilidad
en sus comportamientos.
Una economa que respete el medio ambiente no buscar nicamente el objetivo del
mximo beneficio, porque la proteccin ambiental no puede asegurarse slo en base al
clculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los
mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente. Todos
los pases, en particular los desarrollados, deben advertir la urgente obligacin de
reconsiderar las modalidades de uso de los bienes naturales. La investigacin en el campo
de las innovaciones que pueden reducir el impacto sobre el medio ambiente provocado por
la produccin y el consumo, deber incentivarse eficazmente.
Una particular atencin deber atribuirse a la compleja problemtica de los recursos
energticos. Los recursos no renovables, a los que recurren los pases altamente
industrializados y los de reciente industrializacin, deben ser puestos al servicio de toda la
humanidad. En una perspectiva moral caracterizada por la equidad y la solidaridad
intergeneracional, tambin se deber continuar, con la contribucin de la comunidad
cientfica, a identificar nuevas fuentes energticas, a desarrollar las alternativas y a elevar
los niveles de seguridad de la energa nuclear. El uso de la energa, por su vinculacin con
las cuestiones del desarrollo y el ambiente, exige la responsabilidad poltica de los Estados,
de la Comunidad Internacional y de los agentes econmicos; estas responsabilidades
debern ser iluminadas y guiadas por la bsqueda continua del bien comn universal.
471 La relacin que los pueblos indgenas tienen con su tierra y sus recursos merece una
consideracin especial: se trata de una expresin fundamental de su identidad. Muchos
pueblos han perdido o corren el riesgo de perder las tierras en que viven, a las que est
vinculado el sentido de su existencia, a causa de poderosos intereses agrcolas e
industriales, o condicionados por procesos de asimilacin y de urbanizacin. Los derechos
de los pueblos indgenas deben ser tutelados oportunamente. Estos pueblos ofrecen un
ejemplo de vida en armona con el medio ambiente, que han aprendido a conocer y a
preservar: su extraordinaria experiencia, que es una riqueza insustituible para toda la
humanidad, corre el peligro de perderse junto con el medio ambiente en que surgi.
El uso de las biotecnologas
472 En los ltimos aos se ha impuesto con fuerza la cuestin del uso de las nuevas
biotecnologas con finalidades ligadas a la agricultura, la zootecnia, la medicina y la
proteccin del medio ambiente. Las nuevas posibilidades que ofrecen las actuales tcnicas
biolgicas y biogenticas suscitan, por una parte, esperanzas y entusiasmos y, por otra,
476 La solidaridad implica tambin una llamada a la responsabilidad que tienen los pases
en vas de desarrollo y, particularmente sus autoridades polticas, en la promocin de una
poltica comercial favorable a sus pueblos y del intercambio de tecnologas que puedan
mejorar sus condiciones de alimentacin y salud. En estos pases debe crecer la inversin
en investigacin, con especial atencin a las caractersticas y a las necesidades particulares
del propio territorio y de la propia poblacin, sobre todo teniendo en cuenta que algunas
investigaciones en el campo de las biotecnologas, potencialmente beneficiosas, requieren
inversiones relativamente modestas. Con tal fin, sera til crear Organismos nacionales
dedicados a la proteccin del bien comn mediante una gestin inteligente de los riesgos.
477 Los cientficos y los tcnicos que operan en el sector de las biotecnologas deben
trabajar con inteligencia y perseverancia en la bsqueda de las mejores soluciones para
los graves y urgentes problemas de la alimentacin y de la salud. No han de olvidar que sus
actividades ataen a materiales, vivos o inanimados, que son parte del patrimonio de la
humanidad, destinado tambin a las generaciones futuras; para los creyentes, se trata de un
don recibido del Creador, confiado a la inteligencia y la libertad humanas, que son tambin
stas un don del Altsimo. Los cientficos han de saber empear sus energas y capacidades
en una investigacin apasionada, guiada por una conciencia limpia y honesta.
478 Los empresarios y los responsables de los entes pblicos que se ocupan de la
investigacin, la produccin y el comercio de los productos derivados de las nuevas
biotecnologas deben tener en cuenta no slo el legtimo beneficio, sino tambin el bien
comn. Este principio, que vale para toda actividad econmica, resulta particularmente
importante cuando se trata de actividades relacionadas con la alimentacin, la medicina, la
proteccin del medio ambiente y el cuidado de la salud. Los empresarios y los responsables
de los entes pblicos interesados pueden orientar, con sus decisiones, el sector de las
biotecnologas hacia metas con un importante impacto en lo que se refiere a la lucha contra
el hambre, especialmente en los pases ms pobres, la lucha contra las enfermedades y la
lucha por salvaguardar el ecosistema, patrimonio de todos.
479 Los polticos, los legisladores y los administradores pblicos tienen la responsabilidad
de valorar las potencialidades, las ventajas y los eventuales riesgos vinculados al uso de
las biotecnologas. Es inaceptable que sus decisiones, a nivel nacional o internacional,
estn dictadas por presiones procedentes de intereses particulares. Las autoridades pblicas
deben favorecer tambin una correcta informacin de la opinin pblica y saber tomar las
decisiones ms convenientes para el bien comn.
480 Los responsables de la informacin tienen tambin una tarea importante en este
mbito, que han de ejercer con prudencia y objetividad. La sociedad espera de ellos una
informacin completa y objetiva, que ayude a los ciudadanos a formarse una opinin
correcta sobre los productos biotecnolgicos, porque se trata de algo que les concierne en
primera persona, en cuanto posibles consumidores. Se debe evitar, por tanto, caer en la
tentacin de una informacin superficial, alimentada por fciles entusiasmos o por
alarmismos injustificados.
484 El principio del destino universal de los bienes, naturalmente, se aplica tambin al
agua, considerada en la Sagrada Escritura smbolo de purificacin (cf. Sal 51,4; Jn 13,8) y
de vida (cf. Jn 3,5; Ga 3,27): Como don de Dios, el agua es instrumento vital,
imprescindible para la supervivencia y, por tanto, un derecho de todos . La utilizacin del
agua y de los servicios a ella vinculados debe estar orientada a satisfacer las necesidades de
todos y sobre todo de las personas que viven en la pobreza. El acceso limitado al agua
potable repercute sobre el bienestar de un nmero enorme de personas y es con frecuencia
causa de enfermedades, sufrimientos, conflictos, pobreza e incluso de muerte: para resolver
adecuadamente esta cuestin, se debe enfocar de forma que se establezcan criterios
morales basados precisamente en el valor de la vida y en el respeto de los derechos
humanos y de la dignidad de todos los seres humanos .
485 El agua, por su misma naturaleza, no puede ser tratada como una simple mercanca
ms entre las otras, y su uso debe ser racional y solidario. Su distribucin forma parte,
tradicionalmente, de las responsabilidades de los entes pblicos, porque el agua ha sido
considerada siempre como un bien pblico, una caracterstica que debe mantenerse, aun
cuando la gestin fuese confiada al sector privado. El derecho al agua, como todos los
derechos del hombre, se basa en la dignidad humana y no en valoraciones de tipo
meramente cuantitativo, que consideran el agua slo como un bien econmico. Sin agua, la
vida est amenazada. Por tanto, el derecho al agua es un derecho universal e inalienable.
Nuevos estilos de vida
486 Los graves problemas ecolgicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve
a adoptar nuevos estilos de vida, a tenor de los cuales la bsqueda de la verdad, de la
belleza y del bien, as como la comunin con los dems hombres para un desarrollo comn,
sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las
inversiones . Tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la
autodisciplina, tanto a nivel personal como social. Es necesario abandonar la lgica del
mero consumo y promover formas de produccin agrcola e industrial que respeten el orden
de la creacin y satisfagan las necesidades primarias de todos. Una actitud semejante,
favorecida por la renovada conciencia de la interdependencia que une entre s a todos los
habitantes de la tierra, contribuye a eliminar diversas causas de desastres ecolgicos y
garantiza una capacidad de pronta respuesta cuando estos percances afectan a pueblos y
territorios. La cuestin ecolgica no debe ser afrontada nicamente en razn de las terribles
perspectivas que presagia la degradacin ambiental: tal cuestin debe ser, principalmente,
una vigorosa motivacin para promover una autntica solidaridad de dimensin mundial.
487 La actitud que debe caracterizar al hombre ante la creacin es esencialmente la de la
gratitud y el reconocimiento: el mundo, en efecto, orienta hacia el misterio de Dios, que lo
ha creado y lo sostiene. Si se coloca entre parntesis la relacin con Dios, la naturaleza
pierde su significado profundo, se la empobrece. En cambio, si se contempla la naturaleza
en su dimensin de criatura, se puede establecer con ella una relacin comunicativa, captar
su significado evocativo y simblico y penetrar as en el horizonte del misterio, que abre al
hombre el paso hacia Dios, Creador de los cielos y de la tierra. El mundo se presenta a la
mirada del hombre como huella de Dios, lugar donde se revela su potencia creadora,
providente y redentora.
La
empresa
Concepto y formas
La empresa es una institucin econmica y social, integrada por personas. En la DSI, el
valor de la persona en la empresa es central. Solidaridad, responsabilidad social,
experiencia persona y barrera de intereses (para evitar los monopolios) son los elementos
de
una
verdadera
empresa.
El Art 5 de la ley 20744 la define como la organizacin instrumental de medios personales,
materiales e inmateriales, ordenados bajo una direccin para el logro de fines econmicos
o
benficos.
En cuanto a sus formas, en principio las empresas eran familiares. Hoy, las ideas
evolucionaron y las empresas se relacionan mas con el concepto de sociedades
comerciales,
empresas
multinacionales,
etc.
Participacin
cogestin
aptitudes propias, en la tarea total del desarrollo econmico y social y del logro del bien
comn universal.
En caso de conflictos econmico-sociales, hay que esforzarse por encontrarles soluciones
pacficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero dilogo entre las partes,
sin embargo, en la situacin presente, la huelga puede seguir siendo medio necesario,
aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de
los trabajadores. Bsquense, con todo, cuanto antes, caminos para negociar y para
reanudar el dilogo conciliatorio (Gaudium et Spes 68)
Relacin
con
la
persona
y
la
sociedad
Para colaborar con el plan de Dios, debe estar presente la gratuidad, que se manifiesta
por ej cuando un empleado trabaja un poco mas de lo que se le exige para ayudar a la
empresa que le esta dando el sustento familiar, o cuando la empresa sale en ayuda del
empleado que esta pasando por una situacion dificil.
Hay que destacar que en la empresa la persona es esencial, ya que sin personas el
capital no crece.
INICIATIVA PRIVADA Y EMPRESA
336 La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en campo
econmico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar:
Cada uno tiene el derecho de iniciativa econmica, y podr usar legtimamente de sus
talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos, y para recoger los
justos frutos de sus esfuerzos . Esta enseanza pone en guardia contra las
consecuencias negativas que se derivaran de la restriccin o de la negacin del derecho
de iniciativa econmica: La experiencia nos demuestra que la negacin de tal derecho o
su limitacin en nombre de una pretendida igualdad de todos en la sociedad reduce o,
sin ms, destruye de hecho el espritu de iniciativa, es decir, la subjetividad creativa del
ciudadano . En este sentido, la libre y responsable iniciativa en campo econmico puede
definirse tambin como un acto que revela la humanidad del hombre en cuanto sujeto
creativo y relacional. La iniciativa econmica debe gozar, por tanto, de un espacio amplio.
El Estado tiene la obligacin moral de imponer vnculos restrictivos slo en orden a las
incompatibilidades entre la persecucin del bien comn y el tipo de actividad econmica
puesta en marcha, o sus modalidades de desarrollo.
337 La dimensin creativa es un elemento esencial de la accin humana, tambin en el
campo empresarial, y se manifiesta especialmente en la aptitud para elaborar proyectos e
innovar: Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duracin en el tiempo,
procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer,
asumiendo los riesgos necesarios: todo esto es tambin una fuente de riqueza en la
sociedad actual. As se hace cada vez ms evidente y determinante el papel del trabajo
humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espritu
emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo . Como fundamento de esta
enseanza hay que sealar la conviccin de que el principal recurso del hombre es,
junto con la tierra, el hombre mismo. Es su inteligencia la que descubre las
trabajan en la misma. Estas dos exigencias no se oponen en absoluto, ya que, por una
parte, no sera realista pensar que el futuro de la empresa est asegurado sin la
produccin de bienes y servicios y sin conseguir beneficios que sean el fruto de la
actividad econmica desarrollada; por otra parte, permitiendo el crecimiento de la persona
que trabaja, se favorece una mayor productividad y eficacia del trabajo mismo. La
empresa debe ser una comunidad solidaria no encerrada en los intereses corporativos,
tender a una ecologa social del trabajo, y contribuir al bien comn, incluida la
salvaguardia del ambiente natural.
341 Si en la actividad econmica y financiera la bsqueda de un justo beneficio es
aceptable, el recurso a la usura est moralmente condenado: Los traficantes cuyas
prcticas usurarias y mercantiles provocan el hambre y la muerte de sus hermanos los
hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este les es imputable . Esta condena se
extiende tambin a las relaciones econmicas internacionales, especialmente en lo que
se refiere a la situacin de los pases menos desarrollados, a los que no se pueden
aplicar sistemas financieros abusivos, si no usurarios . El Magisterio reciente ha usado
palabras fuertes y claras a propsito de esta prctica todava dramticamente difundida:
La usura, delito que tambin en nuestros das es una infame realidad, capaz de
estrangular la vida de muchas personas .
342 La empresa se mueve hoy en el marco de escenarios econmicos de dimensiones
cada vez ms amplias, donde los Estados nacionales tienen una capacidad limitada de
gobernar los rpidos procesos de cambio que afectan a las relaciones econmicofinancieras internacionales; esta situacin induce a las empresas a asumir
responsabilidades nuevas y mayores con respecto al pasado. Su papel, hoy ms que
nunca, resulta determinante para un desarrollo autnticamente solidario e integral de la
humanidad e igualmente decisivo, en este sentido, su aceptacin del hecho que el
desarrollo o se convierte en un hecho comn a todas las partes del mundo o sufre un
proceso de retroceso aun en las zonas marcadas por un constante progreso. Fenmeno
este particularmente indicador de la naturaleza del autntico desarrollo: o participan de l
todas las Naciones del mundo, o no ser tal, ciertamente .
El papel del empresario y del dirigente de empresa
343 La iniciativa econmica es expresin de la inteligencia humana y de la exigencia de
responder a las necesidades del hombre con creatividad y en colaboracin. En la
creatividad y en la cooperacin se halla inscrita la autntica nocin de la competencia
empresarial: un cum-petere, es decir, un buscar juntos las soluciones ms adecuadas
para responder del modo ms idneo a las necesidades que van surgiendo
progresivamente. El sentido de responsabilidad que brota de la libre iniciativa econmica
se configura no slo como virtud individual indispensable para el crecimiento humano del
individuo, sino tambin como virtud social necesaria para el desarrollo de una comunidad
solidaria: En este proceso estn implicadas importantes virtudes, como son la diligencia,
la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en
las relaciones interpersonales, la resolucin de nimo en la ejecucin de decisiones
difciles y dolorosas, pero necesarias para el trabajo comn de la empresa y para hacer
frente a los eventuales reveses de fortuna .
344 El papel del empresario y del dirigente revisten una importancia central desde el
punto de vista social, porque se sitan en el corazn de la red de vnculos tcnicos,
comerciales, financieros y culturales, que caracterizan la moderna realidad de la empresa.
Puesto que las decisiones empresariales producen, en razn de la complejidad creciente
de la actividad empresarial, mltiples efectos conjuntos de gran relevancia no slo
econmica, sino tambin social, el ejercicio de las responsabilidades empresariales y
directivas exige, adems de un esfuerzo continuo de actualizacin especfica, una
constante reflexin sobre los valores morales que deben guiar las opciones personales de
quien est investido de tales funciones.
Los empresarios y los dirigentes no pueden tener en cuenta exclusivamente el objetivo
econmico de la empresa, los criterios de la eficiencia econmica, las exigencias del
cuidado del capital como conjunto de medios de produccin: el respeto concreto de la
dignidad humana de los trabajadores que laboran en la empresa, es tambin su deber
preciso. Las personas constituyen el patrimonio ms valioso de la empresa , el factor
decisivo de la produccin. En las grandes decisiones estratgicas y financieras, de
adquisicin o de venta, de reajuste o cierre de instalaciones, en la poltica de fusiones, los
criterios no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial.
345 La doctrina social insiste en la necesidad de que el empresario y el dirigente se
comprometan a estructurar la actividad laboral en sus empresas de modo que favorezcan
la familia, especialmente a las madres de familia en el ejercicio de sus tareas; 72 que
secunden, a la luz de una visin integral del hombre y del desarrollo, la demanda de
calidad de la mercanca que se produce y se consume; calidad de los servicios pblicos
que se disfrutan; calidad del ambiente y de la vida en general ; que inviertan, en caso de
que se den las condiciones econmicas y de estabilidad poltica para ello, en aquellos
lugares y sectores productivos que ofrecen a los individuos y a los pueblos la ocasin de
dar
valor
al
propio
trabajo
.
INSTITUCIONES ECONMICAS AL SERVICIO DEL HOMBRE
346 Una de las cuestiones prioritarias en economa es el empleo de los recursos, es
decir, de todos aquellos bienes y servicios a los que los sujetos econmicos, productores
y consumidores, privados y pblicos, atribuyen un valor debido a su inherente utilidad en
el campo de la produccin y del consumo. Los recursos son cuantitativamente escasos en
la naturaleza, lo que implica, necesariamente, que el sujeto econmico particular, as
como la sociedad, tengan que inventar alguna estrategia para emplearlos del modo ms
racional posible, siguiendo una lgica dictada por el principio de economicidad. De esto
dependen tanto la efectiva solucin del problema econmico ms general, y fundamental,
de la limitacin de los medios con respecto a las necesidades individuales y sociales,
privadas y pblicas, cuanto la eficiencia global, estructural y funcional, del entero sistema
econmico. Tal eficiencia apela directamente a la responsabilidad y la capacidad de
diversos sujetos, como el mercado, el Estado y los cuerpos sociales intermedios.
El papel del libre mercado
347 El libre mercado es una institucin socialmente importante por su capacidad de
garantizar resultados eficientes en la produccin de bienes y servicios. Histricamente, el
que produce y consume para vivir, entonces pierde su necesaria relacin con la persona
humana y termina por alienarla y oprimirla .
La accin del Estado
351 La accin del Estado y de los dems poderes pblicos debe conformarse al principio
de subsidiaridad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad econmica;
debe tambin inspirarse en el principio de solidaridad y establecer los lmites a la
autonoma de las partes para defender a la ms dbil. La solidaridad sin subsidiaridad
puede degenerar fcilmente en asistencialismo, mientras que la subsidiaridad sin
solidaridad corre el peligro de alimentar formas de localismo egosta. Para respetar estos
dos principios fundamentales, la intervencin del Estado en mbito econmico no debe
ser ni ilimitada, ni insuficiente, sino proporcionada a las exigencias reales de la sociedad:
El Estado tiene el deber de secundar la actividad de las empresas, creando condiciones
que aseguren oportunidades de trabajo, estimulndola donde sea insuficiente o
sostenindola en momentos de crisis. El Estado tiene, adems, el derecho a intervenir,
cuando situaciones particulares de monopolio creen rmoras u obstculos al desarrollo.
Pero, aparte de estas incumbencias de armonizacin y direccin del desarrollo, el Estado
puede ejercer funciones de suplencia en situaciones excepcionales .
352 La tarea fundamental del Estado en mbito econmico es definir un marco jurdico
apto para regular las relaciones econmicas, con el fin de salvaguardar... las
condiciones fundamentales de una economa libre, que presupone una cierta igualdad
entre las partes, no sea que una de ellas supere talmente en poder a la otra que la pueda
reducir prcticamente a esclavitud . La actividad econmica, sobre todo en un contexto
de libre mercado, no puede desarrollarse en un vaco institucional, jurdico y poltico: Por
el contrario, supone una seguridad que garantiza la libertad individual y la propiedad,
adems de un sistema monetario estable y servicios pblicos eficientes . Para llevar a
cabo su tarea, el Estado debe elaborar una oportuna legislacin, pero tambin dirigir con
circunspeccin las polticas econmicas y sociales, sin ocasionar un menoscabo en las
diversas actividades de mercado, cuyo desarrollo debe permanecer libre de
superestructuras y constricciones autoritarias o, peor an, totalitarias.
353 Es necesario que mercado y Estado acten concertadamente y sean
complementarios. El libre mercado puede proporcionar efectos benficos a la colectividad
solamente en presencia de una organizacin del Estado que defina y oriente la direccin
del desarrollo econmico, que haga respetar reglas justas y transparentes, que intervenga
tambin directamente, durante el tiempo estrictamente necesario, en los casos en que el
mercado no alcanza a obtener los resultados de eficiencia deseados y cuando se trata de
poner por obra el principio redistributivo. En efecto, en algunos mbitos, el mercado no es
capaz, apoyndose en sus propios mecanismos, de garantizar una distribucin equitativa
de algunos bienes y servicios esenciales para el desarrollo humano de los ciudadanos: en
este caso, la complementariedad entre Estado y mercado es ms necesaria que nunca.
354 El Estado puede instar a los ciudadanos y a las empresas para que promuevan el
bien comn, disponiendo y practicando una poltica econmica que favorezca la
participacin de todos sus ciudadanos en las actividades productivas. El respeto del
principio de subsidiaridad debe impulsar a las autoridades pblicas a buscar las
que nosotros no somos el mundo, pero vivimos en el mundo y por tanto tenemos un rol
que
cumplir.
La sociedad politica es un cosmos de esferas de vida que van desde la persona individual
a travs de entidades intermedias que sirven a los deseos parciales del hombre hasta una
esfera politica comprehensiva. Un cosmos en el cual la autoridad es el limite de la libertad
y la libertad es el limite del poder autoritario. Un cosmos en que la ley como regla general
tiene el poder y cuyo poder sirve al valor moral del derecho del ordo contra las
perturbaciones de las tendencias caoticas y anarquicas que existen donde quiera que el
hombre habita.
En la carta apostlica Octogesima Adveniens", el papa Pablo VI hace referencia a la
sociedad poltica diciendo que La doble aspiracin hacia la igualdad y la participacin
trata de promover un tipo de sociedad democrtica. Diversos modelos han sido
propuestos; algunos de ellos han sido ya experimentados; ninguno satisface
completamente, y la bsqueda queda abierta entre las tendencias ideolgicas y
pragmticas. Toda persona cristiana tiene la obligacin de participar en esta bsqueda, al
igual que en la organizacin y en la vida polticas. El hombre y la mujer, seres sociales,
construyen su destino a travs de una serie de agrupaciones particulares que requieren,
para su perfeccionamiento y como condicin necesaria para su desarrollo, una sociedad
ms vasta, de carcter universal, la sociedad poltica. Toda actividad particular debe
colocarse en esta sociedad ampliada, y adquiere con ello la dimensin del bien comn.
Esto indica la importancia de la educacin para la vida en sociedad, donde, adems de la
informacin sobre los derechos de cada uno, sea recordado su necesario correlativo: el
reconocimiento de los deberes de cada uno de cara a los dems; el sentido y la prctica
del deber estn mutuamente condicionados por el dominio de s, la aceptacin de las
responsabilidades y de los limites puestos al ejercicio de la libertad de la persona
individual o del grupo.
En cuando a la accin poltica dice: es necesario subrayar que se trata aqu ante todo de
una accin y no de una ideologa? debe estar apoyada en un proyecto de sociedad
coherente en sus medios concretos y en su aspiracin, que se alimenta de una
concepcin plenaria de la vocacin del ser humano y de sus diferentes expresiones
sociales. No pertenece ni al Estado, ni siquiera a los partidos polticos que se cerraran
sobre s mismos, el tratar de imponer una ideologa por medios que desembocaran en la
dictadura de los espritus, la peor de todas. Toca a los grupos establecidos por vnculos
culturales y religiosos desarrollar en el cuerpo social, de manera desinteresada y por su
propio camino, estas convicciones ltimas sobre la naturaleza, el origen y el fin de la
persona humana y de la sociedad. En este campo conviene recordar el principio
proclamado por el Concilio Vaticano II: <La verdad no se impone ms que por la fuerza de
la verdad misma, que penetra el espritu con tanta dulzura como potencia>.
Queda claro que debemos diferencias dos conceptos muy distintos: Por un lado la
Ideologia
politica,
y
por
el
otro
la
Concepcin
poltica.
La Ideologa poltica es dogmatica, cerrada, hay que aceptarla como es. Lo que la
manejan no son pensadores politicos, sino "lideres" que buscan el poder. La Concepcion
politica es algo que es abierto, convincente, amplio e inclusivo, donde se escucha lo que
dicen las otras partes para llegar al bien comn.
Pero es innegable que cuando hay una apreciacion generalizada de que el ejercicio del
El
Estado:
su
autoridad,
sus
rganos.
no
se
origina
en
el
gobernante,
sino
en
la
autonomia
de
las
personas.
ver tambin Ex 30,22-32) por excelencia, hijo de David (cf. la genealoga en: Mt 1,1-17 y
Lc 3,23-38; ver tambin Rm 1,3).
El fracaso de la realeza en el plano histrico no llevar a la desaparicin del ideal de un
rey que, fiel a Yahvh, gobierne con sabidura y realice la justicia. Esta esperanza
reaparece con frecuencia en los Salmos (cf. Sal 2; 18; 20; 21; 72). En los orculos
mesinicos se espera para el tiempo escatolgico la figura de un rey en quien inhabita el
Espritu del Seor, lleno de sabidura y capaz de hacer justicia a los pobres (cf. Is 11,2-5;
Jr 23,5-6). Verdadero pastor del pueblo de Israel (cf. Ez 34,23-24; 37,24), l traer la paz
a los pueblos (cf. Za 9,9-10). En la literatura sapiencial, el rey es presentado como aquel
que pronuncia juicios justos y aborrece la iniquidad (cf.Pr 16,12), juzga a los pobres con
justicia (cf. Pr 29,14) y es amigo del hombre de corazn puro (cf. Pr 22,11). Poco a poco
se va haciendo ms explcito el anuncio de cuanto los Evangelios y los dems textos del
Nuevo Testamento ven realizado en Jess de Nazaret, encarnacin definitiva de la figura
del rey descrita en el Antiguo Testamento.
Jess y la autoridad poltica
379 Jess rechaza el poder opresivo y desptico de los jefes sobre las Naciones (cf. Mc
10,42)y su pretensin de hacerse llamar benefactores (cf. Lc 22,25), pero jams rechaza
directamente las autoridades de su tiempo. En la diatriba sobre el pago del tributo al
Csar (cf.Mc 12,13-17; Mt 22,15-22; Lc 20,20-26), afirma que es necesario dar a Dios lo
que es de Dios, condenando implcitamente cualquier intento de divinizar y de absolutizar
el poder temporal: slo Dios puede exigir todo del hombre. Al mismo tiempo, el poder
temporal tiene derecho a aquello que le es debido: Jess no considera injusto el tributo al
Csar.
Jess, el Mesas prometido, ha combatido y derrotado la tentacin de un mesianismo
poltico, caracterizado por el dominio sobre las Naciones (cf. Mt 4,8-11; Lc 4,5-8). l es el
Hijo del hombre que ha venido a servir y a dar su vida (Mc 10,45; cf. Mt 20,24-28; Lc
22,24-27). A los discpulos que discuten sobre quin es el ms grande, el Seor les
ensea a hacerse los ltimos y a servir a todos (cf. Mc 9,33-35), sealando a los hijos de
Zebedeo, Santiago y Juan, que ambicionan sentarse a su derecha, el camino de la cruz
(cf. Mc 10,35-40; Mt 20,20-23).
Las primeras comunidades cristianas
380 La sumisin, no pasiva, sino por razones de conciencia (cf. Rm 13,5), al poder
constituido responde al orden establecido por Dios. San Pablo define las relaciones y los
deberes de los cristianos hacia las autoridades (cf. Rm 13,1-7). Insiste en el deber cvico
de pagar los tributos: Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos;
a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor (Rm 13,7). El
Apstol no intenta ciertamente legitimar todo poder, sino ms bien ayudar a los cristianos
a procurar el bien ante todos los hombres (Rm 12,17), incluidas las relaciones con la
autoridad, en cuanto est al servicio de Dios para el bien de la persona (cf. Rm 13,4; 1
Tm 2,1-2; Tt 3,1) y para hacer justicia y castigar al que obra el mal (Rm 13,4).
San Pedro exhorta a los cristianos a permanecer sometidos a causa del Seor, a toda
institucin humana (1 P 2,13). El rey y sus gobernantes estn para el castigo de los
que obran el mal y alabanza de los que obran el bien (1 P 2,14). Su autoridad debe ser
honrada (cf. 1 P 2,17), es decir reconocida, porque Dios exige un comportamiento
recto, que cierre la boca a los ignorantes insensatos (1 P 2,15). La libertad no puede
ser usada para cubrir la propia maldad, sino para servir a Dios (cf. 1 P 2,16). Se trata
entonces de una obediencia libre y responsable a una autoridad que hace respetar la
justicia, asegurando el bien comn.
381 La oracin por los gobernantes, recomendada por San Pablo durante las
persecuciones, seala explcitamente lo que debe garantizar la autoridad poltica: una
vida pacfica y tranquila, que transcurra con toda piedad y dignidad (1Tm 2,1-2). Los
cristianos deben estar prontos para toda obra buena (Tt 3,1), mostrando una
perfecta mansedumbre con todos los hombres (Tt 3,2), conscientes de haber sido
salvados no por sus obras, sino por la misericordia de Dios. Sin el bao de regeneracin
y de renovacin del Espritu Santo, que l derram sobre nosotros con largueza por medio
de Jesucristo nuestro Salvador (Tt 3,5-6), todos los hombres son insensatos,
desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en
malicia y envidia, aborrecibles y aborrecindonos unos a otros (Tt 3,3). No se debe
olvidar la miseria de la condicin humana, marcada por el pecado y rescatada por el amor
de Dios.
382 Cuando el poder humano se extralimita del orden querido por Dios, se auto-diviniza y
reclama absoluta sumisin: se convierte entonces en la Bestia del Apocalipsis, imagen del
poder imperial perseguidor, ebrio de la sangre de los santos y la sangre de los mrtires
de Jess (Ap 17,6). La Bestia tiene a su servicio al falso profeta (Ap 19,20), que
mueve a los hombres a adorarla con portentos que seducen. Esta visin seala
profticamente todas las insidias usadas por Satans para gobernar a los hombres,
insinundose en su espritu con la mentira. Pero Cristo es el Cordero Vencedor de todo
poder que en el curso de la historia humana se absolutiza. Frente a este poder, San Juan
recomienda la resistencia de los mrtires: de este modo los creyentes dan testimonio de
que el poder corrupto y satnico ha sido vencido, porque no tiene ninguna influencia sobre
ellos.
383 La Iglesia anuncia que Cristo, vencedor de la muerte, reina sobre el universo que l
mismo ha rescatado. Su Reino incluye tambin el tiempo presente y terminar slo
cuando todo ser consignado al Padre y la historia humana se concluir con el juicio final
(cf. 1 Co15,20-28). Cristo revela a la autoridad humana, siempre tentada por el dominio,
que su significado autntico y pleno es de servicio. Dios es Padre nico y Cristo nico
maestro para todos los hombres, que son hermanos. La soberana pertenece a Dios. El
Seor, sin embargo, no ha querido retener para l solo el ejercicio de todos los poderes.
Entrega a cada criatura las funciones que es capaz de ejercer, segn las capacidades de
su naturaleza. Este modo de gobierno debe ser imitado en la vida social. El
comportamiento de Dios en el gobierno del mundo, que manifiesta tanto respeto a la
libertad humana, debe inspirar la sabidura de los que gobiernan las comunidades
humanas. Estos deben comportarse como ministros de la providencia divina .
El mensaje bblico inspira incesantemente el pensamiento cristiano sobre el poder poltico,
recordando que ste procede de Dios y es parte integrante del orden creado por l. Este
orden es percibido por las conciencias y se realiza, en la vida social, mediante la verdad,
la justicia, la libertad y la solidaridad que procuran la paz.
realizados y sobre esta responsabilidad cada uno ser juzgado por Dios mismo (cf. Rm
2,6; 14,12).
El derecho de resistencia
400 Reconocer que el derecho natural funda y limita el derecho positivo significa admitir
que es legtimo resistir a la autoridad en caso de que sta viole grave y repetidamente los
principios del derecho natural. Santo Toms de Aquino escribe que se est obligado a
obedecer ... por cuanto lo exige el orden de la justicia . El fundamento del derecho de
resistencia es, pues, el derecho de naturaleza.
Las expresiones concretas que la realizacin de este derecho puede adoptar son
diversas. Tambin pueden ser diversos los fines perseguidos. La resistencia a la autoridad
se propone confirmar la validez de una visin diferente de las cosas, ya sea cuando se
busca obtener un cambio parcial, por ejemplo, modificando algunas leyes, ya sea cuando
se lucha por un cambio radical de la situacin.
401 La doctrina social indica los criterios para el ejercicio del derecho de resistencia:
Laresistencia a la opresin de quienes gobiernan no podr recurrir legtimamente a las
armas sino cuando se renan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones
ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) despus de haber
agotado todos los otros recursos; 3) sin provocar desrdenes peores; 4) que haya
esperanza fundada de xito; 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores
. La lucha armada debe considerarse un remedio extremo para poner fin a una tirana
evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la
persona y daase peligrosamente el bien comn del pas . La gravedad de los peligros
que el recurso a la violencia comporta hoy evidencia que es siempre preferible el camino
de la resistencia pasiva, ms conforme con los principios morales y no menos
prometedor del xito .
Infligir las penas
402 Para tutelar el bien comn, la autoridad pblica legtima tiene el derecho y el deber
de conminar penas proporcionadas a la gravedad de los delitos. El Estado tiene la doble
tarea de reprimir los comportamientos lesivos de los derechos del hombre y de las reglas
fundamentales de la convivencia civil, y remediar, mediante el sistema de las penas, el
desorden causado por la accin delictiva. En el Estado de Derecho, el poder de infligir
penas queda justamente confiado a la Magistratura: Las Constituciones de los Estados
modernos, al definir las relaciones que deben existir entre los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial, garantizan a este ltimo la independencia necesaria en el mbito de la
ley .
403 La pena no sirve nicamente para defender el orden pblico y garantizar la seguridad
de las personas; sta se convierte, adems, en instrumento de correccin del culpable,
una correccin que asume tambin el valor moral de expiacin cuando el culpable acepta
voluntariamente su pena. La finalidad a la que tiende es doble: por una parte, favorecer la
reinsercin de las personas condenadas; por otra parte, promover una justicia
reconciliadora, capaz de restaurar las relaciones de convivencia armoniosa rotas por el
acto criminal.
En este campo, es importante la actividad que los capellanes de las crceles estn
llamados a desempear, no slo desde el punto de vista especficamente religioso, sino
tambin en defensa de la dignidad de las personas detenidas. Lamentablemente, las
condiciones en que stas cumplen su pena no favorecen siempre el respeto de su
dignidad. Con frecuencia las prisiones se convierten incluso en escenario de nuevos
crmenes. El ambiente de los Institutos Penitenciarios ofrece, sin embargo, un terreno
privilegiado para dar testimonio, una vez ms, de la solicitud cristiana en el campo social:
Estaba... en la crcel y vinisteis a verme (Mt 25,35-36).
404 La actividad de los entes encargados de la averiguacin de la responsabilidad penal,
que es siempre de carcter personal, ha de tender a la rigurosa bsqueda de la verdad y
se ha de ejercer con respeto pleno de la dignidad y de los derechos de la persona
humana: se trata de garantizar los derechos tanto del culpable como del inocente. Se
debe tener siempre presente el principio jurdico general en base al cual no se puede
aplicar una pena si antes no se ha probado el delito.
En la realizacin de las averiguaciones se debe observar escrupulosamente la regla que
prohbe la prctica de la tortura, aun en el caso de los crmenes ms graves: El
discpulo de Cristo rechaza todo recurso a tales medios, que nada es capaz de justificar y
que envilecen la dignidad del hombre, tanto en quien es la vctima como en quien es su
verdugo . Los instrumentos jurdicos internacionales que velan por los derechos del
hombre indican justamente la prohibicin de la tortura como un principio que no puede ser
derogado en ninguna circunstancia.
Queda excluido adems el recurso a una detencin motivada slo por el intento de
obtener noticias significativas para el proceso . Tambin, se ha de asegurar la rapidez
de los procesos: una duracin excesiva de los mismos resulta intolerable para los
ciudadanos y termina por convertirse en una verdadera injusticia .
Los magistrados estn obligados a la necesaria reserva en el desarrollo de sus
investigaciones para no violar el derecho a la intimidad de los indagados y para no
debilitar el principio de la presuncin de inocencia. Puesto que tambin un juez puede
equivocarse, es oportuno que la legislacin establezca una justa indemnizacin para las
vctimas de los errores judiciales.
405 La Iglesia ve como un signo de esperanza la aversin cada vez ms difundida en la
opinin pblica a la pena de muerte, incluso como instrumento de legtima defensa
social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para
reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se
le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse . Aun cuando la enseanza
tradicional de la Iglesia no excluya supuesta la plena comprobacin de la identidad y de
la responsabilidad del culpable la pena de muerte si esta fuera el nico camino
posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas , los mtodos
incruentos de represin y castigo son preferibles, ya que corresponden mejor a las
condiciones concretas del bien comn y son ms conformes con la dignidad de la persona
humana . El nmero creciente de pases que adoptan disposiciones para abolir la pena
de muerte o para suspender su aplicacin es tambin una prueba de que los casos en los
cuales es absolutamente necesario eliminar al reo son ya muy raros, por no decir
prcticamente inexistentes . La creciente aversin de la opinin pblica a la pena de
469 Las autoridades llamadas a tomar decisiones para hacer frente a los riesgos contra la
salud y el medio ambiente, a menudo se encuentran ante situaciones en las que los datos
cientficos disponibles son contradictorios o cuantitativamente escasos: puede ser
oportuno entonces hacer una valoracin segn el principio de precaucin , que no
comporta la aplicacin de una regla, sino una orientacin para gestionar situaciones de
incertidumbre. Este principio evidencia la necesidad de tomar una decisin provisional,
que podr ser modificada en base a nuevos conocimientos que eventualmente se logren.
La decisin debe ser proporcionada a las medidas ya en acto para otros riesgos. Las
polticas preventivas, basadas sobre el principio de precaucin, exigen que las decisiones
se basen en una comparacin entre los riesgos y los beneficios hipotticos que comporta
cada decisin alternativa posible, incluida la decisin de no intervenir. A este
planteamiento precaucional est vinculada la exigencia de promover seriamente la
adquisicin de conocimientos ms profundos, aun sabiendo que la ciencia puede no llegar
rpidamente a la conclusin de una ausencia de riesgos. Las circunstancias de
incertidumbre y provisionalidad hacen especialmente importante la transparencia en el
proceso de toma de decisiones
Formas de gobierno.
En primer lugar, es necesario sealar que para ser gobierno hace falta:
A) Ciencia politica: estudiar los fines del estado y saber para que existe.
B) Prudencia politica: Prudencia es la virtud de la razn prctica que sabe encontrar lo
justo y lo adecuado para realizar el bien en el caso concreto. Es aplicar lo bueno general
al caso concreto. La prudencia se consigue con la experiencia de vida y el estudio de la
historia. (Ciceron decia que la historia es "magistra vitae", es decir, maestra de vida).
C) Condiciones de mando: es tener por un lado la capacidad de liderazgo: atrayendo las
voluntades de los demas, (segun Santo Tomas de Aquino para que alguien sea autoridad,
debe pertenecer -no ser un ajeno- y distinguirse -sobresalir- dentro de la sociedad) y por
otro lado tener vocacion de servicio, es decir, dedicar la vida en busca del bien comun.
D) Voluntad de justicia: que el rden que se instale sea un verdadero rden en el que
cada uno tenga lo suyo, y no pura organizacion. San Agustin dice que la diferencia entre
una banda de ladrones y el estado esta no en que haya una organizacion y el uso de la
fuerza, sino en el fin y el contenido.
La politica es una forma alta de caridad. El papa Francisco en la exhortacin apostlica
"Evangelii Gaudium" (la Alegra del evangelio) seala 4 principios:
1) El tiempo es superior al espacio: en la vida politica o social es un error pensar que lo
mas importante es ocupar espacios (ocupar rapido un cargo de un ministerio), sino que lo
mas importante es entrar en los procesos (que llevan tiempo).
2) La unidad es superior (prevalece) sobre el conflicto: otro error es pensar que el modo
de influir en la sociedad es mediante el conflicto; sino que se logra Integrando, para que la
construccion del bien comun sea cada vez mas rica.
3) La realidad es mas importante que la idea: la idea tiene que tomarse de la realidad
completa, (aquella que incluye su finalidad).
4) El todo es superior a la parte: hay que tener una vision y analisis global de las cosas.
221. Para avanzar en esta construccin de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, hay
cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social.
Brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia, los cuales
constituyen el primer y fundamental parmetro de referencia para la interpretacin y la
valoracin de los fenmenos sociales. A la luz de ellos, quiero proponer ahora estos
cuatro principios que orientan especficamente el desarrollo de la convivencia social y la
construccin de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto comn. Lo
hago con la conviccin de que su aplicacin puede ser un genuino camino hacia la paz
dentro
de
cada
nacin
y
en
el
mundo
entero.
El tiempo es superior al espacio
222. Hay una tensin bipolar entre la plenitud y el lmite. La plenitud provoca la voluntad
de poseerlo todo, y el lmite es la pared que se nos pone delante. El tiempo,
ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresin del horizonte que
se nos abre, y el momento es expresin del lmite que se vive en un espacio acotado. Los
ciudadanos viven en tensin entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del
horizonte mayor, de la utopa que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aqu
surge un primer principio para avanzar en la construccin de un pueblo: el tiempo es
superior al espacio.
223. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados
inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difciles y adversas, o los cambios
de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitacin a asumir la tensin
entre plenitud y lmite, otorgando prioridad al tiempo. Uno de los pecados que a veces se
advierten en la actividad sociopoltica consiste en privilegiar los espacios de poder en
lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para
tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesin de todos los espacios de
poder y autoafirmacin. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad
al tiempo es ocuparse de iniciar procesos ms que de poseer espacios. El tiempo rige los
espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante
crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan
dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las
desarrollarn, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos histricos. Nada de
ansiedad, pero s convicciones claras y tenacidad.
224. A veces me pregunto quines son los que en el mundo actual se preocupan
realmente por generar procesos que construyan pueblo, ms que por obtener resultados
inmediatos que producen un rdito poltico fcil, rpido y efmero, pero que no construyen
la plenitud humana. La historia los juzgar quizs con aquel criterio que enunciaba
Romano Guardini: El nico patrn para valorar con acierto una poca es preguntar hasta
qu punto se desarrolla en ella y alcanza una autntica razn de ser la plenitud de la
existencia humana, de acuerdo con el carcter peculiar y las posibilidades de dicha
poca.
225. Este criterio tambin es muy propio de la evangelizacin, que requiere tener presente
el horizonte, asumir los procesos posibles y el camino largo. El Seor mismo en su vida
mortal dio a entender muchas veces a sus discpulos que haba cosas que no podan
comprender todava y que era necesario esperar al Espritu Santo (cf. Jn 16,12-13). La
parbola del trigo y la cizaa (cf. Mt 13,24-30) grafica un aspecto importante de la
evangelizacin que consiste en mostrar cmo el enemigo puede ocupar el espacio del
Reino y causar dao con la cizaa, pero es vencido por la bondad del trigo que se
manifiesta
con
el
tiempo.
La unidad prevalece sobre el conflicto
226. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido.
Pero si quedamos atrapados en l, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la
realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva,
perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad.
227. Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada
pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera
en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones
las propias confusiones e insatisfacciones y as la unidad se vuelve imposible. Pero hay
una tercera manera, la ms adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el
conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabn de un nuevo proceso. Felices los que
trabajan por la paz! (Mt 5,9).
228. De este modo, se hace posible desarrollar una comunin en las diferencias, que slo
pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir ms all de la superficie
conflictiva y miran a los dems en su dignidad ms profunda. Por eso hace falta postular
un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al
conflicto. La solidaridad, entendida en su sentido ms hondo y desafiante, se convierte as
en un modo de hacer la historia, en un mbito viviente donde los conflictos, las tensiones
y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es
apostar por un sincretismo ni por la absorcin de uno en el otro, sino por la resolucin en
un plano superior que conserva en s las virtualidades valiosas de las polaridades en
pugna.
229. Este criterio evanglico nos recuerda que Cristo ha unificado todo en s: cielo y tierra,
Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espritu, persona y sociedad. La seal de esta
unidad y reconciliacin de todo en s es la paz. Cristo es nuestra paz (Ef 2,14). El
anuncio evanglico comienza siempre con el saludo de paz, y la paz corona y cohesiona
en cada momento las relaciones entre los discpulos. La paz es posible porque el Seor
ha vencido al mundo y a su conflictividad permanente haciendo la paz mediante la
sangre de su cruz (Col 1,20). Pero si vamos al fondo de estos textos bblicos, tenemos
que llegar a descubrir que el primer mbito donde estamos llamados a lograr esta
pacificacin en las diferencias es la propia interioridad, la propia vida siempre amenazada
por la dispersin dialctica. Con corazones rotos en miles de fragmentos ser difcil
construir una autntica paz social.
230. El anuncio de paz no es el de una paz negociada, sino la conviccin de que la unidad
del Espritu armoniza todas las diversidades. Supera cualquier conflicto en una nueva y
prometedora sntesis. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un
proceso de reconciliacin, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger
una diversidad reconciliada, como bien ensearon los Obispos del Congo: La
diversidad de nuestras etnias es una riqueza [...] Slo con la unidad, con la conversin de
los corazones y con la reconciliacin podremos hacer avanzar nuestro pas.
La realidad es ms importante que la idea
231. Existe tambin una tensin bipolar entre la idea y la realidad. La realidad
simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un dilogo constante,
evitando que la idea termine separndose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de
la sola palabra, de la imagen, del sofisma. De ah que haya que postular un tercer
principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la
realidad: los purismos anglicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos
declaracionistas, los proyectos ms formales que reales, los fundamentalismos
ahistricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabidura.
232. La idea las elaboraciones conceptuales est en funcin de la captacin, la
comprensin y la conduccin de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina
idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no
convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay que pasar
del nominalismo formal a la objetividad armoniosa. De otro modo, se manipula la verdad,
as como se suplanta la gimnasia por la cosmtica. Hay polticos eincluso dirigentes
religiosos que se preguntan por qu el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus
propuestas son tan lgicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de
la pura idea y redujeron la poltica o la fe a la retrica. Otros olvidaron la sencillez e
importaron
desde
fuera
una
racionalidad
ajena
a
la
gente.
233. La realidad es superior a la idea. Este criterio hace a la encarnacin de la Palabra y a
su puesta en prctica: En esto conoceris el Espritu de Dios: todo espritu que confiesa
que Jesucristo ha venido en carne es de Dios (1 Jn 4,2). El criterio de realidad, de una
Palabra ya encarnada y siempre buscando encarnarse, es esencial a la evangelizacin.
Nos lleva, por un lado, a valorar la historia de la Iglesia como historia de salvacin, a
recordar a nuestros santos que inculturaron el Evangelio en la vida de nuestros pueblos, a
recoger la rica tradicin bimilenaria de la Iglesia, sin pretender elaborar un pensamiento
desconectado de ese tesoro, como si quisiramos inventar el Evangelio. Por otro lado,
este criterio nos impulsa a poner en prctica la Palabra, a realizar obras de justicia y
caridad en las que esa Palabra sea fecunda. No poner en prctica, no llevar a la realidad
la Palabra, es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos
y gnosticismos que no dan fruto, que esterilizan su
dinamismo.
El todo es superior a la parte
234. Entre la globalizacin y la localizacin tambin se produce una tensin. Hace falta
prestar atencin a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo,
no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra.
Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: uno, que los
ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante, mimticos pasajeros del
furgn de cola, admirando los fuegos artificiales del mundo, que es de otros, con la boca
abierta y aplausos programados; otro, que se conviertan en un museo folklrico de
ermitaos localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse
interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus lmites.
235. El todo es ms que la parte, y tambin es ms que la mera suma de ellas. Entonces,
no hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay
que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiar a todos. Pero
hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las races en la tierra
frtil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeo, en
lo cercano, pero con una perspectiva ms amplia. Del mismo modo, una persona que
conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad, cuando integra
cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre nuevos estmulos para
su propio desarrollo. No es ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que
esteriliza.
236. El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es
equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro,
que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en l conservan su originalidad.
Tanto la accin pastoral como la accin poltica procuran recoger en ese poliedro lo mejor
de cada uno. All entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias
potencialidades. Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen
algo que aportar que no debe perderse. Es la conjuncin de los pueblos que, en el orden
universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una
sociedad que busca un bien comn que verdaderamente incorpora a todos.
237. A los cristianos, este principio nos habla tambin de la totalidad o integridad del
Evangelio que la Iglesia nos transmite y nos enva a predicar. Su riqueza plena incorpora
a los acadmicos y a los obreros, a los empresarios y a los artistas, a todos. La mstica
popular acoge a su modo el Evangelio entero, y lo encarna en expresiones de oracin, de
fraternidad, de justicia, de lucha y de fiesta. La Buena Noticia es la alegra de un Padre
que no quiere que se pierda ninguno de sus pequeitos. As brota la alegra en el Buen
Pastor que encuentra la oveja perdida y la reintegra a su rebao. El Evangelio es levadura
que fermenta toda la masa y ciudad que brilla en lo alto del monte iluminando a todos los
pueblos. El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser
Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las
dimensiones del hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del
Reino. El todo es superior a la parte.
Ahora si, corresponde decir que de la Constitucin de cada Estado surge su forma de
gobierno, que es forma en que se accede y se ejerce el poder (en Argentina nuestra
ejercicio de su mandato, con relacin a los objetivos que se deben proponer: estos no
dependen exclusivamente de intereses de parte, sino en medida mucho mayor de la
funcin de sntesis y de mediacin en vistas al bien comn, que constituye una de las
finalidades esenciales e irrenunciables de la autoridad poltica.
La componente moral de la representacin poltica
410 Quienes tienen responsabilidades polticas no deben olvidar o subestimar la
dimensin moral de la representacin, que consiste en el compromiso de compartir el
destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva,
una autoridad responsable significa tambin una autoridad ejercida mediante el recurso a
las virtudes que favorecen la prctica del poder con espritu de servicio (paciencia,
modestia, moderacin, caridad, generosidad); una autoridad ejercida por personas
capaces de asumir autnticamente como finalidad de su actuacin el bien comn y no el
prestigio o el logro de ventajas personales.
411 Entre las deformaciones del sistema democrtico, la corrupcin poltica es una de las
ms graves porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la
justicia social; compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo
negativamente en la relacin entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente
desconfianza respecto a las instituciones pblicas, causando un progresivo menosprecio
de los ciudadanos por la poltica y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento
de las instituciones. La corrupcin distorsiona de raz el papel de las instituciones
representativas, porque las usa como terreno de intercambio poltico entre peticiones
clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones polticas
favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e
impiden la realizacin del bien comn de todos los ciudadanos.
412 La administracin pblica, a cualquier nivel nacional, regional, municipal, como
instrumento del Estado, tiene como finalidad servir a los ciudadanos: El Estado, al
servicio de los ciudadanos, es el gestor de los bienes del pueblo, que debe administrar en
vista del bien comn . Esta perspectiva se opone a la burocratizacin excesiva, que se
verifica cuando las instituciones, volvindose complejas en su organizacin y
pretendiendo gestionar toda rea a disposicin, terminan por ser abatidas por el
funcionalismo impersonal, por la exagerada burocracia, por los injustos intereses
privados, por el fcil y generalizado encogerse de hombros . El papel de quien trabaja en
la administracin pblica no ha de concebirse como algo impersonal y burocrtico, sino
como una ayuda solcita al ciudadano, ejercitada con espritu de servicio.
Instrumentos de participacin poltica
413 Los partidos polticos tienen la tarea de favorecer una amplia participacin y el
acceso de todos a las responsabilidades pblicas. Los partidos estn llamados a
interpretar las aspiraciones de la sociedad civil orientndolas al bien comn, ofreciendo a
los ciudadanos la posibilidad efectiva de concurrir a la formacin de las opciones polticas.
Los partidos deben ser democrticos en su estructura interna, capaces de sntesis poltica
y con visin de futuro.
La
Libertad
religiosa
Jesucristo dijo: "Dad al Csar lo que es del Csar y dad a Dios lo que es de Dios"
debendose entender por Csar al gobernante, a quien se le debe obediencia slo en el
campo de la organizacion poltica, remarcando que la cuestion religiosa, es decir el
vinculo Hombre - Dios es la mayor libertad, y es mas fuerte que cualquier vnculo entre
Hombres.
El gran problema dentro de este campo, de los gobiernos totalitarios, es que ellos
restringen la libertad religiosa porque quieren concentrar todo el poder y no aceptan que
haya un ambito de la vida de la persona que vaya mas all de la soberania del poder
temporal.
Las instituciones religiosas y el estado tienen fines distintos, sin embargo la DSI propone
que entre ellas exista "autonomia y cooperacion". Autonomia para que ninguna mande
sobre la otra; y cooperacin porque no deben ignorarse entre si.
En el caso de la Argentina, esta vinculacin se vi reflejada en el Concordato del ao
1966.
EL ESTADO Y LAS COMUNIDADES RELIGIOSAS
LA LIBERTAD RELIGIOSA, UN DERECHO HUMANO FUNDAMENTAL
421 El Concilio Vaticano II ha comprometido a la Iglesia Catlica en la promocin de la
libertad religiosa. La Declaracin Dignitatis humanae precisa en el subttulo que
pretende proclamar el derecho de la persona y de las comunidades a la libertad social y
civil en materia religiosa . Para que esta libertad, querida por Dios e inscrita en la
naturaleza humana, pueda ejercerse, no debe ser obstaculizada, dado que la verdad no
se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad . La dignidad de la
persona y la naturaleza misma de la bsqueda de Dios, exigen para todos los hombres la
inmunidad frente a cualquier coaccin en el campo religioso. La sociedad y el Estado no
deben constreir a una persona a actuar contra su conciencia, ni impedirle actuar
conforme a ella. La libertad religiosa no supone una licencia moral para adherir al error, ni
un implcito derecho al error.
422 La libertad de conciencia y de religin corresponde al hombre individual y
socialmente considerado . El derecho a la libertad religiosa debe ser reconocido en el
ordenamiento jurdico y sancionado como derecho civil. Sin embargo, no es de por s un
derecho ilimitado. Los justos lmites al ejercicio de la libertad religiosa deben ser
determinados para cada situacin social mediante la prudencia poltica, segn las
exigencias del bien comn, y ratificados por la autoridad civil mediante normas jurdicas
conformes al orden moral objetivo. Son normas exigidas por la tutela eficaz, en favor de
todos los ciudadanos, de estos derechos, y por la pacfica composicin de tales derechos;
por la adecuada promocin de esa honesta paz pblica, que es la ordenada convivencia
en la verdadera justicia; y por la debida custodia de la moralidad pblica .
423 En razn de sus vnculos histricos y culturales con una Nacin, una comunidad
religiosa puede recibir un especial reconocimiento por parte del Estado: este
reconocimiento no debe, en modo alguno, generar una discriminacin de orden civil o
social respecto a otros grupos religiosos. La visin de las relaciones entre los Estados y
las organizaciones religiosas, promovida por el Concilio Vaticano II, corresponde a las
exigencias del Estado de derecho y a las normas del derecho internacional. La Iglesia es
perfectamente consciente de que no todos comparten esta visin: por desgracia,
numerosos Estados violan este derecho [a la libertad religiosa], hasta tal punto que dar,
hacer dar la catequesis o recibirla llega a ser un delito susceptible de sancin .
IGLESIA CATLICA Y COMUNIDAD POLTICA
Autonoma e independencia
424 La Iglesia y la comunidad poltica, si bien se expresan ambas con estructuras
organizativas visibles, son de naturaleza diferente, tanto por su configuracin como por
las finalidades que persiguen. El Concilio Vaticano II ha reafirmado solemnemente que
la comunidad poltica y la Iglesia son independientes y autnomas, cada una en su propio
terreno .La Iglesia se organiza con formas adecuadas para satisfacer las exigencias
espirituales de sus fieles, mientras que las diversas comunidades polticas generan
relaciones e instituciones al servicio de todo lo que pertenece al bien comn temporal. La
autonoma e independencia de las dos realidades se muestran claramente sobre todo en
el orden de los fines.
El deber de respetar la libertad religiosa impone a la comunidad poltica que garantice a la
Iglesia el necesario espacio de accin. Por su parte, la Iglesia no tiene un campo de
competencia especfica en lo que se refiere a la estructura de la comunidad poltica: La
Iglesia respeta la legtima autonoma del orden democrtico; pero no posee ttulo alguno
para expresar preferencias por una u otra solucin institucional o constitucional , ni tiene
tampoco la tarea de valorar los programas polticos, si no es por sus implicaciones
religiosas y morales.
Colaboracin
425 La recproca autonoma de la Iglesia y la comunidad poltica no comporta una
separacin tal que excluya la colaboracin: ambas, aunque a ttulo diverso, estn al
servicio de la vocacin personal y social de los mismos hombres. La Iglesia y la
comunidad poltica, en efecto, se expresan mediante formas organizativas que no
constituyen un fin en s mismas, sino que estn al servicio del hombre, para permitirle el
pleno ejercicio de sus derechos, inherentes a su identidad de ciudadano y de cristiano, y
un correcto cumplimiento de los correspondientes deberes. La Iglesia y la comunidad
poltica pueden desarrollar su servicio con tanta mayor eficacia, para bien de todos,
cuanto mejor cultiven ambas entre s una sana cooperacin, habida cuenta de las
circunstancias de lugar y tiempo .
426 La Iglesia tiene derecho al reconocimiento jurdico de su propia identidad.
Precisamente porque su misin abarca toda la realidad humana, la Iglesia, sintindose
la violencia y de la injusticia, castigada con el diluvio. El libro del Gnesis presenta con
admiracin la variedad de los pueblos, obra de la accin creadora de Dios (cf. Gn 10,1-32)
y, al mismo tiempo, estigmatiza el rechazo por parte del hombre de su condicin de
criatura, en el episodio de la torre de Babel (cf. Gn 11,1-9). Todos los pueblos, en el plan
divino, tenan un mismo lenguaje e idnticas palabras (Gn 11,1), pero los hombres se
dividen, dando la espalda al Creador (cf. Gn 11,4).
430 La alianza establecida por Dios con Abraham, elegido como padre de una
muchedumbre de pueblos (Gn 17,4), abre el camino para la reunificacin de la familia
humana con su Creador. La historia de salvacin induce al pueblo de Israel a pensar que
la accin divina est limitada a su tierra. Sin embargo, poco a poco, se va consolidando la
conviccin que Dios acta tambin entre las otras Naciones (cf. Is 19,18-25). Los Profetas
anunciarn para el tiempo escatolgico la peregrinacin de los pueblos al templo del
Seor y una era de paz entre las Naciones (cf. Is 2,2-5; 66,18-23). Israel, disperso en el
exilio, tomar definitivamente conciencia de su papel de testigo del nico Dios (cf. Is 44,68), Seor del mundo y de la historia de los pueblos (cf. Is 44,24-28).
Jesucristo prototipo y fundamento de la nueva humanidad
431 El Seor Jess es el prototipo y el fundamento de la nueva humanidad. En l,
verdadera imagen de Dios (2 Co 4,4), encuentra su plenitud el hombre creado por
Dios a su imagen. En el testimonio definitivo de amor que Dios ha manifestado en la Cruz
de Cristo, todas las barreras de enemistad han sido derribadas (cf. Ef 2,12-18) y para
cuantos viven la vida nueva en Cristo, las diferencias raciales y culturales no son ya
motivo de divisin (cf. Rm 10,12; Ga 3,26-28; Col3,11).
Gracias al Espritu, la Iglesia conoce el designio divino que alcanza a todo el gnero
humano (cf. Hch 17,26) y que est destinado a reunir, en el misterio de una salvacin
realizada bajo el seoro de Cristo (cf. Ef 1,8-10), toda la realidad creatural fragmentada y
dispersa. Desde el da de Pentecosts, cuando la Resurreccin es anunciada a los
diversos pueblos y comprendida por cada uno en su propia lengua (cf. Hch 2,6), la Iglesia
cumple la misin de restaurar y testimoniar la unidad perdida en Babel: gracias a este
ministerio eclesial, la familia humana est llamada a redescubrir su unidad y a reconocer
la riqueza de sus diferencias, para alcanzar en Cristo la unidad completa .
La vocacin universal del cristianismo
432 El mensaje cristiano ofrece una visin universal de la vida de los hombres y de los
pueblos sobre la tierra, que hace comprender la unidad de la familia humana. Esta unidad
no se construye con la fuerza de las armas, del terror o de la prepotencia; es ms bien el
resultado de aquel supremo modelo de unidad, reflejo de la vida ntima de Dios, Uno en
tres personas... que los cristianos expresamos con la palabra comunin , y una
conquista de lafuerza moral y cultural de la libertad. El mensaje cristiano ha sido decisivo
para hacer entender a la humanidad que los pueblos tienden a unirse no slo en razn de
formas de organizacin, de vicisitudes polticas, de proyectos econmicos o en nombre de
un internacionalismo abstracto e ideolgico, sino porque libremente se orientan hacia la
cooperacin, conscientes de pertenecer como miembros vivos a la gran comunidad
mundial . La comunidad mundial debe proponerse cada vez ms y mejor como figura
concreta de la unidad querida por el Creador: Ninguna poca podr borrar la unidad
social de los hombres, puesto que consta de individuos que poseen con igual derecho una
misma dignidad natural. Por esta causa, ser siempre necesario, por imperativos de la
misma naturaleza, atender debidamente al bienuniversal, es decir, al que afecta a toda la
familia humana .
LAS REGLAS FUNDAMENTALES DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
Comunidad Internacional y valores
433 La centralidad de la persona humana y la natural tendencia de las personas y de los
pueblos a estrechar relaciones entre s, son los elementos fundamentales para construir
una verdadera Comunidad Internacional, cuya organizacin debe orientarse al efectivo
bien comn universal. A pesar de que est ampliamente difundida la aspiracin hacia una
autntica comunidad internacional, la unidad de la familia humana no encuentra todava
realizacin, puesto que se ve obstaculizada por ideologas materialistas y nacionalistas
que niegan los valores propios de la persona considerada integralmente, en todas sus
dimensiones, material y espiritual, individual y comunitaria. En particular, es moralmente
inaceptable cualquier teora o comportamiento inspirados en el racismo y en la
discriminacin racial.
La convivencia entre las Naciones se funda en los mismos valores que deben orientar la
de los seres humanos entre s: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad. La
enseanza de la Iglesia en el mbito de los principios constitutivos de la Comunidad
Internacional, exhorta a las relaciones entre los pueblos y las comunidades polticas
encuentren su justa regulacin en la razn, la equidad, el derecho, la negociacin, al
tiempo que excluye el recurso a la violencia y a la guerra, a formas de discriminacin, de
intimidacin y de engao.
434 El derecho se presenta como instrumento de garanta del orden internacional, es
decir, de la convivencia entre comunidades polticas que individualmente buscan el bien
comn de sus ciudadanos y que colectivamente deben tender al de todos los pueblos, con
la conviccin de que el bien comn de una Nacin es inseparable del bien de toda la
familia humana.
La Comunidad Internacional es una comunidad jurdica fundada en la soberana de cada
uno de los Estados miembros, sin vnculos de subordinacin que nieguen o limiten su
independencia. Concebir de este modo la comunidad internacional no significa en
absoluto relativizar o eliminar las diferencias y caractersticas peculiares de cada pueblo,
sino favorecer sus expresiones. La valoracin de las diferentes identidades ayuda a
superar las diversas formas de divisin que tienden a separar los pueblos y hacerlos
portadores de un egosmo de efectos desestabilizadores.
435 El Magisterio reconoce la importancia de la soberana nacional, concebida ante todo
como expresin de la libertad que debe regular las relaciones entre los Estados. La
soberana representa la subjetividad de una Nacin en su perfil poltico, econmico, social
y cultural. La dimensin cultural adquiere un valor decisivo como punto de apoyo para
resistir los actos de agresin o las formas de dominio que condicionan la libertad de un
pas: la cultura constituye la garanta para conservar la identidad de un pueblo, expresa y
promueve su soberana espiritual.
La soberana nacional no es, sin embargo, un absoluto. Las Naciones pueden renunciar
libremente al ejercicio de algunos de sus derechos, en orden a lograr un objetivo comn,
con la conciencia de formar una familia , donde deben reinar la confianza recproca, el
apoyo y respeto mutuos. En esta perspectiva, merece una atenta consideracin la
ausencia de un acuerdo internacional que vele adecuadamente por los derechos de las
Naciones , cuya preparacin podra resolver de manera oportuna las cuestiones
relacionadas con la justicia y la libertad en el mundo contemporneo.
b) Relaciones fundadas sobre la armona entre el orden jurdico y el orden moral
436 Para realizar y consolidar un orden internacional que garantice eficazmente la
pacfica convivencia entre los pueblos, la misma ley moral que rige la vida de los hombres
debe regular tambin las relaciones entre los Estados: Ley moral, cuya observancia
debe ser inculcada y promovida por la opinin pblica de todas las Naciones y de todos
los Estados con tal unanimidad de voz y de fuerza, que ninguno pueda osar ponerla en
duda o atenuar su vnculo obligante . Es necesario que la ley moral universal, escrita en
el corazn del hombre, sea considerada efectiva e inderogable cual viva expresin de la
conciencia que la humanidad tiene en comn, una gramtica capaz de orientar el
dilogo sobre el futuro del mundo.
437 El respeto universal de los principios que inspiran una ordenacin jurdica del
Estado, la cual responde a las normas de la moral es condicin necesaria para la
estabilidad de la vida internacional. La bsqueda de tal estabilidad ha propiciado la
gradual elaboracin de un derecho de gentes ius gentium , que puede considerarse
como el antepasado del derecho internacional . La reflexin jurdica y teolgica,
vinculada al derecho natural, ha formulado principios universales que son anteriores y
superiores al derecho interno de los Estados , como son la unidad del gnero humano, la
igual dignidad de todos los pueblos, el rechazo de la guerra para superar las
controversias, la obligacin de cooperar al bien comn, la exigencia de mantener los
acuerdos suscritos ( pacta sunt servanda ). Este ltimo principio se debe subrayar
especialmente a fin de evitar la tentacin de apelar al derecho de la fuerza ms que a la
fuerza del derecho .
438 Para resolver los conflictos que surgen entre las diversas comunidades polticas y
que comprometen la estabilidad de las Naciones y la seguridad internacional, es
indispensable pactar reglas comunes derivadas del dilogo, renunciando definitivamente
a la idea de buscar la justicia mediante el recurso a la guerra: La guerra puede terminar,
sin vencedores ni vencidos, en un suicidio de la humanidad; por lo cual hay que repudiar
la lgica que conduce a ella, la idea de que la lucha por la destruccin del adversario, la
contradiccin y la guerra misma sean factores de progreso y de avance de la historia .
La Carta de las Naciones Unidas repudia no slo el recurso a la fuerza, sino tambin la
misma amenaza de emplearla: esta disposicin naci de la trgica experiencia de la
Segunda Guerra Mundial. El Magisterio no haba dejado de sealar, durante aquel
conflicto, algunos factores indispensables para edificar un nuevo orden internacional: la
libertad y la integridad territorial de cada Nacin; la tutela de los derechos de las minoras;
un reparto equitativo de los bienes de la tierra; el rechazo de la guerra y la puesta en
prctica del desarme; la observancia de los pactos acordados; el cese de la persecucin
religiosa.
439 Para consolidar el primado del derecho, es importante ante todo consolidar el
principio de la confianza recproca. En esta perspectiva, es necesario remozar los
instrumentos normativos para la solucin pacfica de las controversias de modo que se
refuercen su alcance y su obligatoriedad. Las instituciones de la negociacin, la
mediacin, la conciliacin y el arbitraje, que son expresin de la legalidad internacional,
deben apoyarse en la creacin de una autoridad judicial totalmente efectiva en un
mundo en paz . Un progreso en esta direccin permitir a la Comunidad Internacional
presentarse no ya como un simple momento de agrupacin de la vida de los Estados, sino
como una estructura en la que los conflictos pueden resolverse pacficamente: As como
dentro de cada Estado (...) el sistema de la venganza privada y de la represalia ha sido
sustituido por el imperio de la ley, as tambin es urgente ahora que semejante progreso
tenga lugar en la Comunidad internacional . En definitiva, el derecho internacional debe
evitar que prevalezca la ley del ms fuerte .
LA ORGANIZACIN DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
El valor de las Organizaciones Internacionales
440 La Iglesia favorece el camino hacia una autntica comunidad internacional, que
ha asumido una direccin precisa mediante la institucin de la Organizacin de las
Naciones Unidas en 1945. Esta organizacin ha contribuido a promover notablemente el
respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo,
preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual construir la paz . La doctrina
social, en general, considera positivo el papel de las Organizaciones
intergubernamentales, en particular de las que actan en sectores especficos, si bien ha
expresado reservas cuando afrontan los problemas de forma incorrecta. El Magisterio
recomienda que la accin de los Organismos internacionales responda a las necesidades
humanas en la vida social y en los ambientes relevantes para la convivencia pacfica y
ordenada de las Naciones y de los pueblos.
441 La solicitud por lograr una ordenada y pacfica convivencia de la familia humana
impulsa al Magisterio a destacar la exigencia de instituir una autoridad pblica universal
reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la
justicia y el respeto de los derechos . En el curso de la historia, no obstante los cambios
de perspectiva de las diversas pocas, se ha advertido constantemente la necesidad de
una autoridad semejante para responder a los problemas de dimensin mundial que
presenta la bsqueda del bien comn: es esencial que esta autoridad sea el fruto de un
acuerdo y no de una imposicin, y no se entienda como un super-estado global .
Una autoridad poltica ejercida en el marco de la Comunidad Internacional debe estar
regulada por el derecho, ordenada al bien comn y ser respetuosa del principio de
subsidiaridad: No corresponde a esta autoridad mundial limitar la esfera de accin o
invadir la competencia propia de la autoridad pblica de cada Estado. Por el contrario, la
autoridad mundial debe procurar que en todo el mundo se cree un ambiente dentro del
cual no slo los poderes pblicos de cada Nacin, sino tambin los individuos y los grupos
intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus deberes y
defender sus derechos .
442 Una poltica internacional que tienda al objetivo de la paz y del desarrollo mediante la
adopcin de medidas coordinadas, es ms que nunca necesaria a causa de la
globalizacin de los problemas. El Magisterio subraya que la interdependencia entre los
hombres y entre las Naciones adquiere una dimensin moral y determina las relaciones
del mundo actual en el mbito econmico, cultural, poltico y religioso. En este contexto es
de desear una revisin de las Organizaciones internacionales; es ste un proceso que
supone la superacin de las rivalidades polticas y la renuncia a la voluntad de
instrumentalizar dichas organizaciones, cuya razn nica debe ser el bien comn , con el
objetivo de conseguir un grado superior de ordenamiento internacional .
En particular, las estructuras intergubernamentales deben ejercitar eficazmente sus
funciones de control y gua en el campo de la economa, ya que el logro del bien comn
es hoy en da una meta inalcanzable para cada uno de los Estados, aun cuando posean
un gran dominio en trminos de poder, riqueza, fuerza poltica. Los Organismos
internacionales deben, adems, garantizar la igualdad, que es el fundamento del derecho
de todos a la participacin en el proceso de pleno desarrollo, respetando las legtimas
diversidades.
443 El Magisterio valora positivamente el papel de las agrupaciones que se han ido
creando en la sociedad civil para desarrollar una importante funcin de formacin y
sensibilizacin de la opinin pblica en los diversos aspectos de la vida internacional, con
una especial atencin por el respeto de los derechos del hombre, como lo demuestra el
nmero de asociaciones privadas, algunas de alcance mundial, de reciente creacin, y
casi todas comprometidas en seguir con extremo cuidado y loable objetividad los
acontecimientos internacionales en un campo tan delicado .
Los Gobiernos deberan sentirse animados a la vista de este esfuerzo, que busca poner
en prctica los ideales que inspiran la comunidad internacional, especialmente a travs
de los gestos concretos de solidaridad y de paz de tantas personas que trabajan en las
Organizaciones No Gubernativas y en los Movimientos en favor de los derechos humanos
.
La personalidad jurdica de la Santa Sede
444 La Santa Sede o Sede Apostlica goza de plena subjetividad internacional, en
cuanto autoridad soberana que realiza actos jurdicamente propios. Ejerce una soberana
externa, reconocida en el marco de la Comunidad Internacional, que refleja la ejercida
dentro de la Iglesia y que se caracteriza por la unidad organizativa y la independencia. La
Iglesia se sirve de las modalidades jurdicas que son necesarias o tiles para el
desempeo de su misin.
La actividad internacional de la Santa Sede se manifiesta objetivamente segn diversos
aspectos, entre los que se hallan: el derecho de legacin activo y pasivo; el ejercicio del
ius contrahendi , con la estipulacin de tratados; la participacin en organizaciones
intergubernamentales, como por ejemplo, las que pertenecen al sistema de las Naciones
Unidas; las iniciativas de mediacin en caso de conflicto. Esta actividad pretende ofrecer
un servicio desinteresado a la Comunidad Internacional, ya que no busca beneficios de
parte, sino el bien comn de toda la familia humana. En este contexto, la Santa Sede se
sirve especialmente del propio personal diplomtico.
445 El servicio diplomtico de la Santa Sede, fruto de una praxis antigua y consolidada,
es un instrumento que acta no slo para la libertas Ecclesiae , sino tambin para la
defensa y la promocin de la dignidad humana, as como para establecer un orden social
basado en los valores de la justicia, la verdad, la libertad y el amor: Por un nativo
derecho inherente a nuestra misma misin espiritual, favorecido por un secular desarrollo
de acontecimientos histricos, tambin Nos enviamos nuestros legados a las supremas
autoridades de los Estados en los que est radicada o presente de alguna manera la
Iglesia Catlica. Es cierto que las finalidades de la Iglesia y del Estado son de orden
diferente, y que ambas son sociedades perfectas, dotadas, por tanto, de medios propios,
y son independientes en la propia esfera de accin; pero es tambin cierto que una y otra
actan en beneficio de un sujeto comn, el hombre, llamado por Dios a la salvacin
eterna y colocado en la tierra para permitirle, con la ayuda de la gracia, obtenerla
mediante una vida de trabajo, que le proporcione bienestar en una convivencia pacfica .
El bien de las personas y de las comunidades humanas resulta favorecido cuando existe
un dilogo constructivo y articulado entre la Iglesia y las autoridades civiles, que se
expresa tambin mediante la estipulacin de acuerdos recprocos. Este dilogo tiende a
establecer o reforzar relaciones de recproca comprensin y colaboracin, as como a
prevenir o a sanar eventuales tensiones, con el fin de contribuir al progreso de cada
pueblo y de toda la humanidad en la justicia y en la paz.
mesinica (cf. Is 11,6-9) y al mismo Mesas se le llama Prncipe de Paz (Is 9,5). All
donde reina su paz, all donde es anticipada, aunque sea parcialmente, nadie podr turbar
al pueblo de Dios (cf. Sof 3,13). La paz ser entonces duradera, porque cuando el rey
gobierna segn la justicia de Dios, la rectitud brota y la paz abunda hasta que no haya
luna (Sal 72,7). Dios anhela dar la paz a su pueblo: S, Yahveh habla de paz para su
pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen (Sal85,9). El salmista,
escuchando lo que Dios dice a su pueblo sobre la paz, oye estas palabras: Amor y
Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan (Sal 85,11).
491 La promesa de paz, que recorre todo el Antiguo Testamento, halla su cumplimiento
en la Persona de Jess. La paz es el bien mesinico por excelencia, que engloba todos
los dems bienes salvficos. La palabra hebrea shalom , en el sentido etimolgico de
entereza , expresa el concepto de paz en la plenitud de su significado (cf. Is 9,5s.; Mi
5,1-4). El reino del Mesas es precisamente el reino de la paz (cf. Jb 25,2; Sal 29,11;
37,11; 72,3.7; 85,9.11; 119,165; 125,5; 128,6; 147,14; Ct 8,10; Is 26,3.12; 32,17s; 52,7;
54,10; 57,19; 60,17; 66,12; Ag 2,9; Zc 9,10 et alibi). Jess es nuestra paz (Ef 2,14), l
ha derribado el muro de la enemistad entre los hombres, reconcilindoles con Dios (cf. Ef
2,14-16). De este modo, San Pablo, con eficaz sencillez, indica la razn fundamental que
impulsa a los cristianos hacia una vida y una misin de paz.
La vigilia de su muerte, Jess habla de su relacin de amor con el Padre y de la fuerza
unificadora que este amor irradia sobre sus discpulos; es un discurso de despedida que
muestra el sentido profundo de su vida y que puede considerarse una sntesis de toda su
enseanza. El don de la paz sella su testamento espiritual: Os dejo la paz, mi paz os
doy; no os la doy como la da el mundo (Jn 14,27). Las palabras del Resucitado no
suenan diferentes; cada vez que se encuentra con sus discpulos, estos reciben de l su
saludo y el don de la paz: La paz con vosotros (Lc 24,36; Jn20,19.21.26).
492 La paz de Cristo es, ante todo, la reconciliacin con el Padre, que se realiza mediante
la misin apostlica confiada por Jess a sus discpulos y que comienza con un anuncio
de paz: En la casa en que entris, decid primero: Paz a esta casa (Lc 10,5-6; cf. Rm
1,7). La paz es adems reconciliacin con los hermanos, porque Jess, en la oracin que
nos ense, el Padre nuestro , asocia el perdn pedido a Dios con el que damos a los
hermanos: Perdnanos nuestras deudas, as como nosotros hemos perdonado a
nuestros deudores (Mt 6,12). Con esta doble reconciliacin, el cristiano puede
convertirse en artfice de paz y, por tanto, partcipe del Reino de Dios, segn lo que Jess
mismo proclama: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos sern
llamados hijos de Dios (Mt 5,9).
493 La accin por la paz nunca est separada del anuncio del Evangelio, que es
ciertamente la Buena Nueva de la paz (Hch 10,36; cf. Ef 6,15) dirigida a todos los
hombres. En el centro del Evangelio de paz (Ef 6,15) se encuentra el misterio de la
Cruz, porque la paz es inseparable del sacrificio de Cristo (cf. Is 53,5: El soport el
castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados ): Jess
crucificado ha anulado la divisin, instaurando la paz y la reconciliacin precisamente
por medio de la cruz, dando en s mismo muerte a la Enemistad (Ef 2,16) y donando a
los hombres la salvacin de la Resurreccin.
Estas dificultades, sin embargo, deben ser afrontadas con determinacin firme y
perseverante, porque el desarrollo no es slo una aspiracin, sino un derecho que, como
todo derecho, implica una obligacin: La cooperacin al desarrollo de todo el hombre y
de cada hombre es un deber de todos para con todos y, al mismo tiempo, debe ser comn
a las cuatro partes del mundo: Este y Oeste, Norte y Sur . En la visin del Magisterio, el
derecho al desarrollo se funda en los siguientes principios: unidad de origen y destino
comn de la familia humana; igualdad entre todas las personas y entre todas las
comunidades, basada en la dignidad humana; destino universal de los bienes de la tierra;
integridad de la nocin de desarrollo; centralidad de la persona humana; solidaridad.
447 La doctrina social induce a formas de cooperacin capaces de incentivar el acceso al
mercado internacional de los pases marcados por la pobreza y el subdesarrollo: En
aos recientes se ha afirmado que el desarrollo de los pases ms pobres dependa del
aislamiento del mercado mundial, as como de su confianza exclusiva en las propias
fuerzas. La historia reciente ha puesto de manifiesto que los pases que se han marginado
han experimentado un estancamiento y retroceso; en cambio, han experimentado un
desarrollo los pases que han logrado introducirse en la interrelacin general de las
actividades econmicas a nivel internacional. Parece, pues, que el mayor problema est
en conseguir un acceso equitativo al mercado internacional, fundado no sobre el principio
unilateral de la explotacin de los recursos naturales, sino sobre la valoracin de los
recursos humanos . Entre las causas que en mayor medida concurren a determinar el
subdesarrollo y la pobreza, adems de la imposibilidad de acceder al mercado
internacional, se encuentran el analfabetismo, las dificultades alimenticias, la ausencia de
estructuras y servicios, la carencia de medidas que garanticen la asistencia bsica en el
campo de la salud, la falta de agua potable, la corrupcin, la precariedad de las
instituciones y de la misma vida poltica. Existe, en muchos pases, una conexin entre la
pobreza y la falta de libertad, de posibilidades de iniciativa econmica, de administracin
estatal capaz de predisponer un adecuado sistema de educacin e informacin.
448 El espritu de cooperacin internacional requiere que, por encima de la estrecha
lgica del mercado, se desarrolle la conciencia del deber de solidaridad, de justicia social
y de caridad universal, porque existe algo que es debido al hombre porque es hombre,
en virtud de su eminente dignidad . La cooperacin es la va en la que la Comunidad
Internacional en su conjunto debe comprometerse y recorrer segn una concepcin
adecuada del bien comn con referencia a toda la familia humana . De ella derivarn
efectos muy positivos, por ejemplo, un aumento de confianza en las potencialidades de
las personas pobres y, por tanto, de los pases pobres y una equitativa distribucin de los
bienes.
Lucha contra la pobreza
449 Al comienzo del nuevo milenio, la pobreza de miles de millones de hombres y
mujeres es la cuestin que, ms que cualquier otra, interpela nuestra conciencia
humana y cristiana . La pobreza manifiesta un dramtico problema de justicia: la
pobreza, en sus diversas formas y consecuencias, se caracteriza por un crecimiento
desigual y no reconoce a cada pueblo el igual derecho a sentarse a la mesa del
banquete comn . Esta pobreza hace imposible la realizacin de aquel humanismo
pleno que la Iglesia auspicia y propone, a fin de que las personas y los pueblos puedan
ser ms y vivir en condiciones ms humanas .
La lucha contra la pobreza encuentra una fuerte motivacin en la opcin o amor
preferencial de la Iglesia por los pobres. En toda su enseanza social, la Iglesia no se
cansa de confirmar tambin otros principios fundamentales: primero entre todos, el
destino universal de los bienes. Con la constante reafirmacin del principio de la
solidaridad, la doctrina social insta a pasar a la accin para promover el bien de todos y
cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos . El principio
de solidaridad, tambin en la lucha contra la pobreza, debe ir siempre acompaado
oportunamente por el de subsidiaridad, gracias al cual es posible estimular el espritu de
iniciativa, base fundamental de todo desarrollo socioeconmico, en los mismos pases
pobres: a los pobres se les debe mirar no como un problema, sino como los que pueden
llegar a ser sujetos y protagonistas de un futuro nuevo y ms humano para todo el mundo
.
La deuda externa
450 El derecho al desarrollo debe tenerse en cuenta en las cuestiones vinculadas a la
crisis deudora de muchos pases pobres. Esta crisis tiene en su origen causas complejas
de naturaleza diversa, tanto de carcter internacional fluctuacin de los cambios,
especulacin financiera, neocolonialismo econmico como internas a los pases
endeudados corrupcin, mala gestin del dinero pblico, utilizacin distorsionada de los
prstamos recibidos. Los mayores sufrimientos, atribuibles a cuestiones estructurales
pero tambin a comportamientos personales, recaen sobre la poblacin de los pases
endeudados y pobres, que no tiene culpa alguna. La comunidad internacional no puede
desentenderse de semejante situacin: incluso reafirmando el principio de que la deuda
adquirida debe ser saldada, es necesario encontrar los caminos para no comprometer el
derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso .
El
colonialismo
favor
de
los
inversionistas.
Las
guerras
con que la naturaleza humana los une entre s y a comprender con claridad creciente que
entre los principales deberes de la comn naturaleza humana hay que colocar el de que
las relaciones individuales e internacionales obedezcan al amor y no al temor, porque ante
todo es propio del amor llevar a los hombres a una sincera y mltiple colaboracin
material y espiritual, de la que tantos bienes pueden derivarse para ellos .
La legtima defensa
500 Una guerra de agresin es intrnsecamente inmoral. En el trgico caso que estalle la
guerra, los responsables del Estado agredido tienen el derecho y el deber de organizar la
defensa, incluso usando la fuerza de las armas. Para que sea lcito el uso de la fuerza, se
deben cumplir simultneamente unas condiciones rigurosas: que el dao causado por
el agresor a la Nacin o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto;
que todos los dems medios para poner fin a la agresin hayan resultado impracticables o
ineficaces; que se renan las condiciones serias de xito; que el empleo de las armas
no entrae males y desrdenes ms graves que el mal que se pretende eliminar. El poder
de los medios modernos de destruccin obliga a una prudencia extrema en la apreciacin
de esta condicin. Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina
llamada de la guerra justa. La apreciacin de estas condiciones de legitimidad moral
pertenece al juicio prudente de quienes estn a cargo del bien comn .
Esta responsabilidad justifica la posesin de medios suficientes para ejercer el derecho a
la defensa; sin embargo, los Estados siguen teniendo la obligacin de hacer todo lo
posible para garantizar las condiciones de la paz, no slo en su propio territorio, sino en
todo el mundo .No se puede olvidar que una cosa es utilizar la fuerza militar para
defenderse con justicia y otra muy distinta querer someter a otras Naciones. La potencia
blica no legitima cualquier uso militar o poltico de ella. Y una vez estallada la guerra
lamentablemente, no por eso todo es lcito entre los beligerantes .
501 La Carta de las Naciones Unidas, surgida de la tragedia de la Segunda Guerra
Mundial, y dirigida a preservar las generaciones futuras del flagelo de la guerra, se basa
en la prohibicin generalizada del recurso a la fuerza para resolver los conflictos entre los
Estados, con excepcin de dos casos: la legtima defensa y las medidas tomadas por el
Consejo de Seguridad, en el mbito de sus responsabilidades, para mantener la paz. En
cualquier caso, el ejercicio del derecho a defenderse debe respetar los tradicionales
lmites de lanecesidad y de la proporcionalidad .
Una accin blica preventiva, emprendida sin pruebas evidentes de que una agresin
est por desencadenarse, no deja de plantear graves interrogantes de tipo moral y
jurdico. Por tanto, slo una decisin de los organismos competentes, basada en
averiguaciones exhaustivas y con fundados motivos, puede otorgar legitimacin
internacional al uso de la fuerza armada, autorizando una injerencia en la esfera de la
soberana propia de un Estado, en cuanto identifica determinadas situaciones como una
amenaza para la paz.
Defender la paz
502 Las exigencias de la legtima defensa justifican la existencia de las fuerzas armadas
en los Estados, cuya accin debe estar al servicio de la paz: quienes custodian con ese
espritu la seguridad y la libertad de un pas, dan una autntica contribucin a la paz. Las
personas que prestan su servicio en las fuerzas armadas, tienen el deber especfico de
defender el bien, la verdad y la justicia en el mundo; no son pocos los que en este
contexto han sacrificado la propia vida por estos valores y por defender vidas inocentes.
El nmero creciente de militares que trabajan en fuerzas multinacionales, en el mbito de
las misiones humanitarias y de paz , promovidas por las Naciones Unidas, es un hecho
significativo.
503 Los miembros de las fuerzas armadas estn moralmente obligados a oponerse a las
rdenes que prescriben cumplir crmenes contra el derecho de gentes y sus principios
universales. Los militares son plenamente responsables de los actos que realizan
violando los derechos de las personas y de los pueblos o las normas del derecho
internacional humanitario. Estos actos no se pueden justificar con el motivo de la
obediencia a rdenes superiores.
Los objetores de conciencia, que rechazan por principio la prestacin del servicio militar
en los casos en que sea obligatorio, porque su conciencia les lleva a rechazar cualquier
uso de la fuerza, o bien la participacin en un determinado conflicto, deben estar
disponibles a prestar otras formas de servicio: Parece razonable que las leyes tengan
en cuenta, con sentido humano, el caso de los que se niegan a tomar las armas por
motivo de conciencia y aceptan al mismo tiempo servir a la comunidad humana de otra
forma
.
El deber de proteger a los inocentes
504 El derecho al uso de la fuerza en legtima defensa est asociado al deber de proteger
y ayudar a las vctimas inocentes que no pueden defenderse de la agresin. En los
conflictos de la era moderna, frecuentemente al interno de un mismo Estado, tambin
deben ser plenamente respetadas las disposiciones del derecho internacional
humanitario. Con mucha frecuencia la poblacin civil es atacada, a veces incluso como
objetivo blico. En algunos casos es brutalmente asesinada o erradicada de sus casas y
de la propia tierra con emigraciones forzadas, bajo el pretexto de una limpieza tnica
inaceptable. En estas trgicas circunstancias, es necesario que las ayudas humanitarias
lleguen a la poblacin civil y que nunca sean utilizadas para condicionar a los
beneficiarios: el bien de la persona humana debe tener la precedencia sobre los intereses
de las partes en conflicto.
505 El principio de humanidad, inscrito en la conciencia de cada persona y pueblo,
conlleva la obligacin de proteger a la poblacin civil de los efectos de la guerra: Esa
mnima proteccin de la dignidad de todo ser humano, garantizada por el derecho
internacional humanitario, muy a menudo es violada en nombre de exigencias militares o
polticas, que jams deberan prevalecer sobre el valor de la persona humana. Es
necesario hoy lograr un nuevo consenso sobre los principios humanitarios y reforzar sus
fundamentos, para impedir que se repitan atrocidades y abusos .
Una categora especial de vctimas de la guerra son los refugiados, que a causa de los
combates se ven obligados a huir de los lugares donde viven habitualmente, hasta
encontrar proteccin en pases diferentes de donde nacieron. La Iglesia muestra por ellos
un especial cuidado, no slo con la presencia pastoral y el socorro material, sino tambin
con el compromiso de defender su dignidad humana: La solicitud por los refugiados nos
debe estimular a reafirmar y subrayar los derechos humanos, universalmente
reconocidos, y a pedir que tambin para ellos sean efectivamente aplicados .
506 Los conatos de eliminar enteros grupos nacionales, tnicos, religiosos o lingsticos
son delitos contra Dios y contra la misma humanidad, y los autores de estos crmenes
deben responder ante la justicia. El siglo XX se ha caracterizado trgicamente por
diversos genocidios: el de los armenios, los ucranios, los camboyanos, los acaecidos en
frica y en los Balcanes. Entre ellos sobresale el holocausto del pueblo hebreo, la Shoah:
Los das de la shoahhan marcado una verdadera noche en la historia, registrando
crmenes inauditos contra Dios y contra el hombre .
La Comunidad Internacional en su conjunto tiene la obligacin moral de intervenir a favor
de aquellos grupos cuya misma supervivencia est amenazada o cuyos derechos
humanos fundamentales son gravemente violados. Los Estados, en cuanto parte de una
Comunidad Internacional, no pueden permanecer indiferentes; al contrario, si todos los
dems medios a disposicin se revelaran ineficaces, es legtimo, e incluso obligado,
emprender iniciativas concretas para desarmar al agresor . El principio de la soberana
nacional no se puede aducir como pretexto para impedir la intervencin en defensa de las
vctimas. Las medidas adoptadas deben aplicarse respetando plenamente el derecho
internacional y el principio fundamental de la igualdad entre los Estados.
La Comunidad Internacional se ha dotado de un Tribunal Penal Internacional para castigar
a los responsables de actos particularmente graves: crmenes de genocidio, crmenes
contra la humanidad, crmenes de guerra, crimen de agresin. El Magisterio no ha dejado
de animar repetidamente esta iniciativa.
Medidas contra quien amenaza la paz
507 Las sanciones, en las formas previstas por el ordenamiento internacional
contemporneo, buscan corregir el comportamiento del gobierno de un pas que viola las
reglas de la pacfica y ordenada convivencia internacional o que practica graves formas
de opresin contra la poblacin. Las finalidades de las sanciones deben ser precisadas de
manera inequvoca y las medidas adoptadas deben ser peridicamente verificadas por los
organismos competentes de la Comunidad Internacional, con el fin de lograr una
estimacin objetiva de su eficacia y de su impacto real en la poblacin civil. La verdadera
finalidad de estas medidas es abrir paso a la negociacin y al dilogo. Las sanciones no
deben constituir jams un instrumento de castigo directo contra toda la poblacin: no es
lcito que a causa de estas sanciones tengan que sufrir poblaciones enteras,
especialmente sus miembros ms vulnerables. Las sanciones econmicas, en particular,
son un instrumento que ha de usarse con gran ponderacin y someterse a estrictos
criterios jurdicos y ticos. El embargo econmicodebe ser limitado en el tiempo y no
puede ser justificado cuando los efectos que produce se revelan indiscriminados.
El desarme
508 La doctrina social propone la meta de un desarme general, equilibrado y controlado
. El enorme aumento de las armas representa una amenaza grave para la estabilidad y
la paz. El principio de suficiencia, en virtud del cual un Estado puede poseer nicamente
los medios necesarios para su legtima defensa, debe ser aplicado tanto por los Estados
que compran armas, como por aquellos que las producen y venden. Cualquier
acumulacin excesiva de armas, o su comercio generalizado, no pueden ser justificados
moralmente; estos fenmenos deben tambin juzgarse a la luz de la normativa
internacional en materia de no-proliferacin, produccin, comercio y uso de los diferentes
tipos de armamento. Las armas nunca deben ser consideradas segn los mismos criterios
de otros bienes econmicos a nivel mundial o en los mercados internos.
El Magisterio, tambin ha formulado una valoracin moral del fenmeno de la disuasin:
Laacumulacin de armas es para muchos como una manera paradjica de apartar de la
guerra a posibles adversarios. Ven en ella el ms eficaz de los medios, para asegurar la
paz entre las Naciones. Este procedimiento de disuasin merece severas reservas
morales. La carrera de armamentos no asegura la paz. En lugar de eliminar las causas de
guerra, corre el riesgo de agravarlas . Las polticas de disuasin nuclear, tpicas del
perodo de la llamada Guerra Fra, deben ser sustituidas por medidas concretas de
desarme, basadas en el dilogo y la negociacin multilateral.
509 Las armas de destruccin masiva biolgicas, qumicas y nucleares representan
una amenaza particularmente grave; quienes las poseen tienen una enorme
responsabilidad delante de Dios y de la humanidad entera. El principio de la noproliferacin de armas nucleares, junto con las medidas para el desarme nuclear, as
como la prohibicin de pruebas nucleares, constituyen objetivos estrechamente unidos
entre s, que deben alcanzarse en el menor tiempo posible por medio de controles
eficaces a nivel internacional. La prohibicin de desarrollar, producir, acumular y emplear
armas qumicas y biolgicas, as como las medidas que exigen su destruccin, completan
el cuadro normativo internacional para proscribir estas armas nefastas, cuyo uso ha sido
explcitamente reprobado por el Magisterio: Toda accin blica que tiende
indiscriminadamente a la destruccin de ciudades enteras o de extensas regiones junto
con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con
firmeza y sin vacilaciones .
510 El desarme debe extenderse a la interdiccin de armas que infligen efectos
traumticos excesivos o que golpean indiscriminadamente, as como las minas
antipersona, un tipo de pequeos artefactos, inhumanamente insidiosos, porque siguen
daando durante mucho tiempo despus del fin de las hostilidades: los Estados que las
producen, comercializan o las usan todava, deben cargar con la responsabilidad de
retrasar gravemente la total eliminacin de estos instrumentos mortferos. La Comunidad
Internacional debe continuar empendose en la limpieza de campos minados,
promoviendo una eficaz cooperacin, incluida la formacin tcnica, con los pases que no
disponen de medios propios aptos para efectuar esta urgente labor de sanear sus
territorios y que no estn en condiciones de proporcionar una asistencia adecuada a las
vctimas de las minas.
511 Es necesario que se adopten las medidas apropiadas para el control de la
produccin, la venta, la importacin y la exportacin de armas ligeras e individuales, que
favorecen muchas manifestaciones de violencia. La venta y el trfico de estas armas
constituyen una seria amenaza para la paz: son las que matan un mayor nmero de
personas y las ms usadas en los conflictos no internacionales; su disponibilidad aumenta
518 El perdn recproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni mucho menos
impedir el camino que conduce a la verdad: justicia y verdad representan, en cambio, los
requisitos concretos de la reconciliacin. Resultan oportunas las iniciativas que tienden a
instituir Organismos judiciales internacionales. Semejantes Organismos, valindose del
principio de jurisdiccin universal y apoyados en procedimientos adecuados, respetuosos
de los derechos de los imputados y de las vctimas, pueden encontrar la verdad sobre los
crmenes perpetrados durante los conflictos armados. Es necesario, sin embargo, ir ms
all de la determinacin de los comportamientos delictivos, ya sean de accin o de
omisin, y de las decisiones sobre los procedimientos de reparacin, para llegar al
restablecimiento de relaciones de recproco entendimiento entre los pueblos divididos, en
nombre de la reconciliacin. Es necesario, adems, promover el respeto del derecho a la
paz: este derecho favorece la construccin de una sociedad en cuyo seno las relaciones
de fuerza se sustituyen por relaciones de colaboracin con vistas al bien comn .
519 La Iglesia lucha por la paz con la oracin. La oracin abre el corazn, no slo a una
profunda relacin con Dios, sino tambin al encuentro con el prjimo inspirado por
sentimientos de respeto, confianza, comprensin, estima y amor. La oracin infunde valor
y sostiene a los verdaderos amigos de la paz , a los que tratan de promoverla en las
diversas circunstancias en que viven. La oracin litrgica es la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza ; en
particular la celebracin eucarstica, fuente y cumbre de toda la vida cristiana , es el
manantial inagotable de todo autntico compromiso cristiano por la paz.
520 Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial intensidad para
orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo
VI las instituy con el fin de dedicar a los pensamientos y a los propsitos de la Paz, una
celebracin particular en el da primero del ao civil . Los Mensajes Pontificios para esta
ocasin anual constituyen una rica fuente de actualizacin y desarrollo de la doctrina
social, e indican la constante accin pastoral de la Iglesia en favor de la paz: La Paz se
afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino
alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad .
los Estados aparecen condenadas al fracaso y, frente a las nuevas reas de atribuciones,
la nocin misma de mercado nacional pasa a un segundo plano.
371 Cuanto mayores niveles de complejidad organizativa y funcional alcanza el sistema
econmico-financiero mundial, tanto ms prioritaria se presenta la tarea de regular dichos
procesos, orientndolos a la consecucin del bien comn de la familia humana. Surge
concretamente la exigencia de que, ms all de los Estados nacionales, sea la misma
comunidad internacional quien asuma esta delicada funcin, con instrumentos polticos y
jurdicos adecuados y eficaces.
Es, por tanto, indispensable que las instituciones econmicas y financieras internacionales
sepan hallar las soluciones institucionales ms apropiadas y elaboren las estrategias de
accin ms oportunas con el fin de orientar un cambio que, de aceptarse pasivamente y
abandonado a s mismo, provocara resultados dramticos sobre todo en perjuicio de los
estratos ms dbiles e indefensos de la poblacin mundial.
En los Organismos Internacionales deben estar igualmente representados los intereses
de la gran familia humana; es necesario que estas instituciones, a la hora de valorar las
consecuencias de sus decisiones, tomen siempre en consideracin a los pueblos y pases
que tienen escaso peso en el mercado internacional y que, por otra parte, cargan con toda
una serie de necesidades reales y acuciantes que requieren un mayor apoyo para un
adecuado desarrollo .
372 Tambin la poltica, al igual que la economa, debe saber extender su radio de accin
ms all de los confines nacionales, adquiriendo rpidamente una dimensin operativa
mundial que le permita dirigir los procesos en curso a la luz de parmetros no slo
econmicos, sino tambin morales. El objetivo de fondo ser guiar estos procesos
asegurando el respeto de la dignidad del hombre y el desarrollo completo de su
personalidad, en el horizonte del bien comn. Asumir semejante tarea, conlleva la
responsabilidad de acelerar la consolidacin de las instituciones existentes, as como la
creacin de nuevos organismos a los cuales confiar esta responsabilidad. El desarrollo
econmico, en efecto, puede ser duradero si se realiza en un marco claro y definido de
normas y en un amplio proyecto de crecimiento moral, civil y cultural de toda la familia
humana.
EL REINADO ESCATOLGICO DE
CRISTO.
Continuidad y discontinuidad entre el rden temporal y escatolgico.
Antes que nada, es preciso por un lado definir a lo escatologico como aquello est al final
de todo, despues de la muerte; y relacionados con la muerte, tenemos dos trminos
aplicables a las personas: somos mortalis (mortales) porque podemos morir en cualquier
momento,
y
somos
moriturus
porque
vamos
a
morir.
En relacin a la muerte, en la filosofia hay 2 temas centrales: el primero es averiguar por
que morimos, partiendo de la premisa de que la muerte es algo antinatural que nos
destruye. Sartre dice que la situacion nuestra respecto de la muerte es como la de la
manzana que tiene dentro al gusano. La filosofia no tiene respuesta a esta primera
pregunta. El segundo tema es el descubrir si cuando morimos, todo termina. En la
arqueologia, lo que muestra la existencia de civilizacion humana es la existencia de
enterratorios, ya que en todas las culturas al cadaver humano se lo entierra, por lo que
hay signos que reflejan que el muerto no ha desaparecido del todo, y ese es el origen de
la
nocin
de
la
inmortalidad
del
alma.
Por su parte, la revelacin biblica nos dice que el origen de la muerte es el pecado
original, signo de la separacion del hombre de la fuente de la vida (Dios); y que despus
de producida la muerte, el alma sigue existiendo porque hay inmortalidad del alma y
reconciliacion
con
Dios,
lo
cual
da
lugar
a
la
resurreccin.
Ahora bien, la pregunta que surge es que relacin hay entre lo que podamos lograr en la
tierra y la vida en el reino escatolgico? Hay continuidad o discontinuidad? Hay 2
posturas
opuestas:
a) La teoria que sostiene la continuidad, entiende que el xito en la tierra es una seal de
que uno va a ir al cielo. Esta es la teoria de Calvino, quien dice que si Dios me quiere
salvar y estoy predestinado a la salvacion es porque Dios me ama, y si me ama, ya en la
vida terrenal voy a experimentar el amor de Dios cuando me va bien en la vida.
b) La teoria de la discontinuidad parte de un interrogante: De lo que hacemos aqu en la
tierra, que supera la destruccion de la muerte? Las respuestan qur surgen del evangelio
son:
1) despus de muertos somos sometidos a un examen o juicio sobre nuestros actos en la